Serie de Trabajos Varios 119
Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental: estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver
2016
, ISBN 978-84-7795-755-3 , 528 p.
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SE RV IC IO D E IN VESTI GACI ÓN PREHI STÓRI CA
D E L MU SE O D E PREHI STORI A DE VALENCI A
S E R I E D E T R A B A J O S VA R I O S
Núm. 119
Del neolític a l'edat del bronze
en el Mediterrani occidental
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver
DIP UTAC IÓN DE VAL E NC IA
2016
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S E RV IC IO D E IN VESTI GACI ÓN PREHI STÓRI CA
D E L MU SE O D E PREHI STORI A DE VALENCI A
S E R I E D E T R A B A J O S VA R I O S
Núm. 119
Del neolític a l'edat del bronze
en el Mediterrani occidental
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver
DIP UTAC IÓN DE VAL E NC IA
2016
[page-n-3]
DIPUTACIÓN DE VALENCIA
SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
S E R I E D E T R A B A J O S VA R I O S
Núm. 119
La Serie de Trabajos Varios del SIP se intercambia con cualquier publicación dedicada a la Prehistoria, Arqueología en general y ciencias
o disciplinas relacionadas (Etnología, Paleoantropología, Paleolingüística, Numismática, etc.) a fin de incrementar los fondos de la
Biblioteca del Museu de Prehistòria de València.
We exchange Trabajos Varios del SIP with any publication concerning Prehistory, Archaeology in general, and related sciences (Ethnology,
Human Palaeontology, Palaeolinguistics, Numismatics, etc) in order to increase the batch of the Library of the Prehistory Museum of
Valencia.
INTERCAMBIOS
Biblioteca del Museu de Prehistòria de València
Corona, 36 – 46003 València
Tel.: +34 963 883 599; Fax: +34 963 883 536
Correo-e: bibliotecasip@dival.es
Los Trabajos Varios del SIP y el resto de publicaciones del Museu de Prehistòria de València son de libre acceso, en formato PDF,
en la sección Publicaciones de la página web del museo (www.museuprehistoriavalencia.es).
Edita: MUSEU DE PREHISTÒRIA DE VALÈNCIA – DIPUTACIÓ DE VALÈNCIA
Creative Commons. Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España (CC BY-NC-SA 3.0)
Excepto para aquellas imágenes donde se indican reservas de derechos
ISBN: 978-84-7795-755-3
eISSN: 1989-540
Depósito legal: V 960-2016
Coordinación: JJC
Diseño y maquetación: MG
Imprime: Artes Gráficas Impressa | www.impressa.es
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Índex
H. Bonet Rosado
Bernat Martí, el SIP y nosotros
1
J. Juan CaBanilles i M. J. de PedRo MiCHó
L'escola valenciana de prehistòria i Bernat Martí Oliver
5
R. enguix aleMany i y. Fons gRau
Bernat Martí Oliver: el professional, la persona i la seua producció bibliogràfica
17
J. guilaine, g. Metallinou et J.-F. BeRgeR
La néolithisation de la Méditerranée occidentale : sur la piste des pionniers ?
27
P. Biagi e e. staRnini
La Cultura della Ceramica Impressa nella Liguria di Ponente (Italia Settentrionale):
Distribuzione, cronologia e aspetti culturali
35
J. BeRnaBeu auBán
Dispersiones humanas y culturales durante la Transición Neolítica:
Sistemas Complejos y Prehistoria
51
o. gaRCía PuCHol, a. díez Castillo y s. PaRdo goRdó
Radiocarbono y neolitización en la Península Ibérica
61
P. utRilla, a. BeRdeJo, a. oBón, R. laBoRda, R. doMingo y M. alColea
El abrigo de El Esplugón (Billobas-Sabiñánigo, Huesca). Un ejemplo de transición
Mesolítico-Neolítico en el Prepirineo central
75
F. x. oMs, J. MestRes, a. CeBRià, J. i. MoRales, J. nadal, M. PedRo, s. Mendiela,
P. MaRtín i J. M. Fullola
La cova de la Guineu (Font-Rubí, Barcelona) i les relacions plana-muntanya al Penedès
durant el neolític inicial
97
J. BosCH
La cerámica de la Cova del Vidre (Roquetes) y el Neolítico Cardial Franco-Ibérico
109
M. PéRez RiPoll
Los niveles de corral en el yacimiento neolítico de la Cova de l'Or, sectores K34, K35 y K36.
Información aportada por el estudio de la fauna
117
V
[page-n-5]
P. gaRCía BoRJa, d. C. salazaR-gaRCía, e. auRa toRtosa, e. CoRtell PéRez
y a. VelasCo BeRzosa
El registro funerario cardial valenciano: dataciones radiocarbónicas
t. oRozCo KöHleR
Los brazaletes de esquisto: un elemento de la identidad cardial
141
J. l. PasCual Benito
Unas técnicas muy neolíticas: ranurado y abrasión para la elaboración de punzones
a partir de metapodios de ungulados
147
J. CaRRasCo Rus, a. MoRgado y F. MaRtínez-seVilla
Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica.
Reflexiones sobre algunos modelos interpretativos desde los inicios del siglo XXI
159
M. a. RoJo gueRRa, i. gaRCía MaRtínez de lagRán, R. gaRRido Pena, C. teJedoR RodRíguez,
e. suBiRà de galdáCano, J. gaRCía gazólaz, J. sesMa sesMa, J. F. giBaJa Bao,
M. unzu uRMeMeta, a. l. PaloMino lázaRo, i. JiMénez JiMénez, e. aRRoyo PaRdo
y H. aRCusa Magallón
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
para una actualización de la evidencia empírica
181
a. F. CaRValHo
The Pena d'Água rock-shelter (Torres Novas, Portugal): two distinct life ways
within a Neolithic sequence
211
P. RosseR liMiñana y s. soleR oRtiz
Propuesta de fases cronológicas para el asentamiento neolítico del Tossal de les Basses (Alicante,
España)
225
J. taRRús, s. aliaga, J. CHinCHilla y o. MeRCadal
Ca n'Isach (Palau-saverdera), un poblado neolítico (V-IV milenio a.C.) en la zona dolménica
del Alt Empordà
249
C. BlasCo, l. galindo, V. M. sánCHez, P. Ríos y C. liesau
Ampliando el registro del Neolítico en el interior peninsular: ocupaciones inéditas
en tres yacimientos de la región de Madrid
257
e. Badal, y. CaRRión, M. ntinou, M. MosKal-del Hoyo y P. Vidal
Punto de encuentro: los bosques neolíticos en varias regiones de Europa
269
J. PasCual Beneyto, a. RiBeRa, M. BaRBeRà, C. FeRReR, y. CaRRión, J. l. PasCual Benito,
l. lóPez, i. HoRtelano i g. PéRez JoRdà
Un nucli de sitges calcolítiques al Mas de Pepelillo (Agullent)
287
a. BaRRaCHina iBáñez y J. Viñals iRanzo
La Covacha III de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner (Sagunt, Valencia).
Estudio previo de la campaña de 1994
311
J. a. soleR díaz, C. RoCa de togoRes Muñoz, M. a. esqueMBRe BeBia, o. góMez PéRez,
J. de d. BoRonat soleR, M. Benito iBoRRa, C. FeRReR gaRCía y J. BoluFeR MaRqués
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en La Marina Alta (Alicante).
A propósito de los trabajos desarrollados en la Cova del Randero de Pedreguer
y en la Cova del Barranc del Migdia de Xàbia
323
J. loMBa MauRandi y M. HaBeR uRiaRte
El registro funerario calcolítico en el extremo suroriental de la Península Ibérica:
los valles del Guadalentín y Segura (Murcia)
VI
125
349
[page-n-6]
g. gaRCía atiénzaR
El Peñón de la Zorra (Villena, Alicante) y la caracterización del Campaniforme (2400-2100 cal AC)
en el Alto Vinalopó
365
J. zilHão
Beaker people without Beaker pots: the Chalcolithic funerary context from the Galeria da Cisterna
(Almonda karst system, Torres Novas, Portugal)
379
g. deliBes de CastRo, M. CResPo díez y J. a. RodRíguez MaRCos
Anatomía de un recinto de fosos calcolítico del valle medio del Duero:
el Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid)
387
M. i. MaRtínez naVaRRete
“Hoyos” y “recintos” en positivo: construcciones y modelo económico
403
J. M. Rodanés, J. i. loRenzo y P. aRanda
Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón durante el Neolítico y la Edad del Bronce
411
F. J. JoVeR MaestRe y J. a. lóPez Padilla
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce
en el Levante peninsular: el asentamiento de Terlinques (Villena, Alicante)
427
F. Molina gonzález, J. a. CáMaRa seRRano, a. delgado HueRtas, s. a. JiMénez BRoBeil,
t. náJeRa Colino, J. a. RiquelMe Cantal y l. sPanedda
Problemas cronológicos y análisis de dieta en la Edad del Bronce de los Altiplanos granadinos:
el caso del Cerro de la Virgen (Orce, Granada, España)
451
P. Bueno RaMíRez y R. de BalBín BeHRMann
De cazadores a productores. Transiciones y tradiciones
465
M. s. HeRnández PéRez
Arte Macroesquemático vs. Arte Esquemático. Reflexiones en torno a una relación intuida
481
F. x. oMs aRias, M. à. Petit MendizàBal i F. J. lóPez CaCHeRo
Motius figuratius en la ceràmica del neolític antic inicial i art (macro)esquemàtic a Catalunya
491
V. VillaVeRde, t. MaRtínez i RuBio, P. M. guilleM Calatayud, R. MaRtínez Valle
y J. a. MaRtínez álVaRez
Arte rupestre y hábitat en la prehistoria del Riu de les Coves. Aproximación a la cronología
del Arte Levantino a través de la red de caminos óptimos
501
Llista d'autors participants
523
VII
[page-n-7]
[page-n-8]
Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 1-3.
Bernat Martí, el SIP y nosotros
Helena Bonet Rosado
Hacer una semblanza de Bernat Martí resulta difícil, a la
vez que emotivo, al estar hablando de vivencias personales
y profesionales, de más de cuarenta años, que han marcado
la trayectoria profesional de muchos de nosotros, muy especialmente los que hemos tenido la suerte de trabajar con él
en el Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación
de Valencia, compartiendo su maestría y amistad hasta su
reciente jubilación.
Conocí a Bernat Martí, un joven profesor de 26 años de
espesa barba negra y gafas metálicas, en los últimos años de
mi carrera en el año 1975, cuando, junto a Gerardo Pereira,
impartían puntualmente las asignaturas de prehistoria y epigrafía, respectivamente, sustituyendo a las profesoras Milagro Gil-Mascarell y Carmen Aranegui, en el Departamento
de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Valencia,
el antiguo Laboratorio de Arqueología. Con este equipo, de
un incuestionable nivel científico y fuerte compromiso político en los últimos años del franquismo, nos formamos una
primera generación de arqueólogos, como Consuelo Mata,
Pilar Carmona, Albert Ribera, Josep Vicent Lerma, Joan Bernabeu, Pilar Fumanal, Michèlle Dupré, Valentín Villaverde o
Pere Pau Ripollès, por citar sólo los que más coincidimos en
las excavaciones de los años 70. De aquella época, recuerdo
especialmente el II Congreso Internacional de Prehistoria de
Morella, en 1975, unos días entrañables, donde ponentes e
investigadores, toda la plana mayor de la prehistoria peninsular y francesa, compartían con nosotros tapas y rondas de
vino en los mesones de Morella. Descubrimos a los “inaccesibles científicos” como gente amena y, sobre todo, muy
cercana. En aquellos días de convivencia, la mayoría de nosotros nos vinculamos definitivamente a este equipo y nos
agrupamos en torno a Carmen, Milagro, Bernat, Gerardo y
también Rosa Enguix, según nos íbamos decantando hacia la
Prehistoria o la Arqueología clásica.
Aunque Bernat Martí nunca se desvinculó de sus compañeros de Departamento, en el año 1979 entró en el SIP de la
mano de Domingo Fletcher como técnico arqueólogo, permaneciendo toda su vida profesional comprometido con esta institución. En la inolvidable biblioteca del SIP, donde estudiantes, profesores y eruditos locales compartíamos espacio con
el director Domingo Fletcher y el subdirector Enrique Pla,
se sumó Bernat en una mesa frente a “don Domingo”. Todos
ellos atendían cualquier consulta de estudiosos o aficionados,
a la vez que comentaban y discutían las novedades científicas,
mientras la bibliotecaria María Victoria Goberna nos proporcionaba libros y separatas de entre las magníficas estanterías
de madera que cubrían las paredes de la sala. Allí podías
consultar desde joyas bibliográficas, como las obras de los
hermanos Siret, Juan Vilanova y Piera, Le Bon, Cartailhac o
Chabret, hasta la última noticia periodística sobre prehistoria
valenciana pacientemente recortada, pegada y guardada por
Enrique Pla en archivadores de cartón.
En este ambiente, Bernat Martí ya apuntaba el perfil del gran
investigador que es. Desprendía una “seriedad cercana”, siempre dispuesto a escuchar e interesado por nuestros proyectos de
estudio. Pero donde realmente tuvimos la ocasión y el privilegio
de conocerle, tanto a nivel personal como profesional, fue en
las excavaciones. Aunque algunos de nosotros ya nos íbamos
inclinando hacia la protohistoria o el mundo romano, trabajar
con Bernat en yacimientos prehistóricos era una apuesta segura
para iniciarse en el mundo de las excavaciones y la metodología
arqueológica. Pero tal vez lo más importante de su maestría era
el empeño que ponía en que reflexionásemos ante el objeto y
la secuencia estratigráfica y que nos planteásemos proyectos y
líneas de investigación futuros.
Las excavaciones de la Cova de l'Or, en Beniarrés, en
los veranos de 1975-1976, y en la Ereta del Pedregal, en Navarrés, en 1976, eran una verdadera escuela de disciplina y
aprendizaje arqueológico. Como se recuerda en otro texto
del presente libro, fue el primer investigador en la prehistoria
valenciana que utilizó una metodología puntera en cueva, adquirida desde su estancia en Francia, como becario del CSIC,
en las excavaciones en la cueva de Font Juvenal dirigidas
por J. Guilaine, en 1975. Y fue pionero en crear un equipo
interdisciplinar con investigadores especializados en sedimentología, palinología, carpología y fauna, convirtiendo las
campañas de la Cova de l'Or en un referente metodológico
pero, sobre todo, en un referente de los estudios sobre la neolitización en la vertiente mediterránea peninsular.
En sus campañas se trabajaba y se aprendía a conciencia.
Por las mañanas, de la Cova de l'Or, recuerdo las cuadrículas
J y K donde se marcaba con chinchetas y se dibujaba en papel
1
[page-n-9]
H. Bonet Rosado
milimetrado cada hallazgo; la pizarra y el jalón para las fotos
en blanco y negro, en color y diapositivas; la pesada mira y
el primer nivel óptico del SIP; o las sesiones de criba frente
al Benicadell. Memorables también los ascensos a la cueva, y
los descensos, cantando y cargados como mulas, hasta llegar
al “dos caballos” de Bernat aparcado ladera abajo en la carretera de Beniarrés. Después de comer no había siesta pero
sí partida de dominó en el bar del pueblo. Y por las tardes
clases intensivas de lavar, inventariar y dibujar sílex y cerámica cardial hasta la saciedad. Pero lo mejor era el diario que
teníamos que redactar, y exponer delante del equipo, sobre
la jornada de excavación ante la mirada “implacable” de un
Bernat que debía de estar desternillado de nuestros disparates.
Aprendimos a convivir –algunos hasta a comer correctamente– en casas y pensiones hoy imposibles de imaginar, a trabajar en equipo y a asumir responsabilidades. En este ambiente
de trabajo y compañerismo se crearon unos vínculos de amistad entre todos los que participamos en aquellas excavaciones
que han perdurado hasta nuestros días.
Como jóvenes estudiantes que éramos, en aquella época
no fuimos conscientes del enorme privilegio que era trabajar con Bernat Martí, ya una gran promesa investigadora y
toda una autoridad. Autoridad por sus conocimientos pero
también por su personalidad íntegra, donde el afán de protagonismo no tenía cabida, por su capacidad de trabajo y por su
carácter tranquilo y dialogante. Era un gran docente que despertó en todos nosotros un espíritu crítico y supo trasmitirnos
su pasión por la investigación y la arqueología. En realidad,
recogía los valores del denominado “espíritu del SIP” de don
Isidro Ballester, don Domingo Fletcher y don Enrique Pla,
donde la austeridad, el rigor científico y el trabajo en equipo
serían los pilares de la institución.
Bernat Martí siempre estuvo muy unido a Enrique Pla, y
cuando éste fue nombrado director del SIP en 1982, tras la
jubilación de Fletcher, pasó a ser su hombre de total confianza. Vivió junto a él uno de los periodos más difíciles de la
institución, como fue el traslado del museo desde el Palau de
la Batlia hasta su nueva sede en la, aún en funcionamiento,
Casa de Beneficencia. Durante un largo periodo de más de
15 años, entre la nueva ubicación en La Beneficencia hasta
la apertura del actual Museo de Prehistoria en 1995, el papel de Bernat fue clave. Con un museo empaquetado como
buenamente se pudo, pues el traslado hubo que hacerlo en un
mes, y ubicado en un edificio en obras y todavía ocupado con
cuidadores y niños y niñas internos, era realmente un reto sacar adelante el SIP y su museo. Sin embargo, inmediatamente
se abrió al público la biblioteca del Servicio, considerada el
alma de la institución, y se inició un colosal trabajo de inventario, catalogación y restauración de los fondos del museo así
como el inventario del archivo documental, el fotográfico y
el de yacimientos arqueológicos valencianos.
Durante los diez años que dirigió la institución, entre
1987 y 1996, con el museo cerrado y un edificio en obras,
Bernat Martí realizó un trabajo interno extraordinario. En
este periodo de tiempo amplía la plantilla del SIP con cuatro
técnicos arqueólogos –Helena Bonet, Joaquim Juan Cabanilles, María Jesús de Pedro y Rafael Pérez–, un técnico dibujante –Francisco Chiner–, una auxiliar de biblioteca –Consuelo Martín– y un capataz restaurador –Inocencio Sarrión–.
2
Se consolidan las publicaciones del SIP con 5 números de
la revista APL y 8 números de la serie monográfica Trabajos
Varios, y se inician nuevas series, como los catálogos de las
exposiciones temporales o la edición especial de libros dedicados a las colecciones más emblemáticas del SIP, como
las plaquetas de la Cova del Parpalló de Gandia o los vasos
pintados del Tossal de Sant Miquel de Llíria.
En este periodo había una gran actividad de investigadores estudiando las colecciones del museo con el objetivo de
realizar trabajos de investigación, memorias de excavaciones
o tesis doctorales. Es de lamentar que no exista de aquellos
años documentación gráfica de los espacios acondicionados
como almacenes y salas de trabajo. En la inmensidad de corredores, patios porticados y jardines de una Casa de Beneficencia medio abandonada y ruinosa, subías, con un gran
manojo de pesadas llaves, por escaleras de desconchados
alicatados, atravesabas cancelas de hierro, patios con estatuas de cristos y vírgenes rodeadas de magníficos azulejos
–todo ello hoy desaparecido–, seguías por comedores y habitaciones donde todavía se amontonaban desvencijadas cunas
o mesitas y sillitas para escolares; cruzabas terrazas llenas
de trastos abandonados hasta llegar finalmente a una torre
–hoy inexistente–, sin luz y con un frío glacial, donde los
sufridos investigadores, sobre mesas de mármol recicladas
de los antiguos comedores, extendían sus materiales para ser
dibujados e inventariados. En ese ambiente se estudiaron y
clasificaron la colección de plaquetas de la Cova del Parpalló de Gandia, la colección púnica de Ibiza, las campañas de
excavaciones de la Cova Negra de Xàtiva, la Cova de l'Or de
Beniarrés, la Ereta del Pedregal de Navarrés, la Cova de la
Pastora de Alcoi, la Rambla Castellarda de Llíria, el Tossal
de Sant Miquel de Llíria, etc. En este acogedor ambiente, y
ésta es solo una de tantas anécdotas que se podrían contar de
aquellos años 80, tuvo que batallar Bernat Martí para sacar
adelante el museo.
A pesar de la falta de instalaciones adecuadas consiguió que
el SIP viviese una de las épocas más fructíferas a nivel de investigación. Los trabajos de campo se integran, cada vez más,
dentro de proyectos de investigación interdisciplinares en los
que existe una estrecha vinculación, y muy activa, con el Departament de Prehistòria i Arqueologia de la Universitat de València. Continuaron las excavaciones arqueológicas, iniciadas en
la época de Enrique Pla, en la Ereta del Pedregal de Navarrés,
la Cova de l'Or de Beniarrés, la Cova Negra de Xàtiva, la Cova
Foradada de Oliva, la Muntanya Assolada de Alzira, la Lloma
de Betxí de Paterna, en Los Villares de Caudete de las Fuentes,
el Castellar de Meca de Ayora, el Corral de Saus de Moixent,
el Castellet de Bernabé de Llíria, en La Seña de Villar del Arzobispo o en el Pla de Nadal de Riba-roja de Túria, y se inicia
la primera campaña en el yacimiento paleolítico de la Cova del
Bolomor de Tavernes de la Valldigna.
Junto a las labores de investigación, conservación e inventario ya citadas, Bernat Martí era muy consciente de que
había que abrir al público las colecciones del museo y así,
siguiendo la línea expositiva iniciada con la sala permanente
abierta en 1984 sobre “Las sociedades cazadoras de la prehistoria valenciana”, se inaugura en 1987 la sala dedicada al
neolítico “Los primeros agricultores y ganaderos”. Si bien
en 1983 se había hecho la primera exposición temporal sobre
[page-n-10]
Bernat Martí, el SIP y nosotros
“La cultura ibérica”, en la etapa de su dirección se abre un
programa de exposiciones temporales e itinerantes que no ha
cesado hasta nuestros días. En 1991, “Un siglo de Arqueología valenciana” itineró al centro cultural de la CAM de
Alicante, mientras que en 1994 se inauguraba la exposición
sobre “El Apolo de Pinedo”, en el Palau dels Scala, con motivo de la presentación de la escultura completa del Apolo
tras la compra de su pierna en 1992, veinte años después de
su hallazgo en las aguas de Pinedo.
A nivel museográfico, en 1993 la Diputación de Valencia
emprendió la reforma de la antigua Casa de Beneficencia, para
convertirla en un Centro Cultural, y en ese marco se desarrolló
un nuevo proyecto del museo para la exposición permanente de
las colecciones del SIP, que abarcaba desde el Paleolítico inferior hasta época romana y una pequeña muestra numismática de
épocas posteriores. Consciente de este reto, Bernat Martí tenía
que conjugar la tradición y el trabajo de varias generaciones,
que daban el soporte científico al discurso expositivo, con los
nuevos avances tecnológicos del momento. En una profunda
reflexión sobre los nuevos museos, publicada en la revista “Canelobre” del Instituto alicantino de Cultura ‘Juan Gil-Albert',
en el año 2000, y bajo el epígrafe de Cal mirar darrere dels
anuncis lluminosos, remarca “el peligro de caer deslumbrados
ante una apuesta excesivamente espectacular, atractiva o de escaparate, con el único objetivo de conseguir cada vez un mayor
número de visitantes y olvidando, en muchos casos, la verdadera función del museo, que es ofrecer al público autenticidad
y rigor científico”. Con esta filosofía se inaugura, en 1995, el
Museo de Prehistoria en el edificio de La Beneficencia totalmente rehabilitado. Por fin, se exponen ya de forma permanente
los fondos del Museo de Prehistoria en un montaje estructurado
cronológicamente que todavía hoy podemos seguir en las salas
dedicadas a las Sociedades prehistóricas y la Cultura Ibérica.
Abrir las puertas del Museo de Prehistoria planteaba
otras líneas de actuación que no terminaban en la publicación y difusión de los resultados de las excavaciones, o en la
apertura al público de las salas del museo, sino que se dio un
nuevo paso extendiendo el museo a los propios yacimientos
con el objetivo de propiciar el encuentro entre la sociedad y
su patrimonio arqueológico. En esta línea, una faceta importante en la etapa de la dirección de Bernat Martí es su preocupación por la puesta en valor del patrimonio arqueológico
valenciano. A finales de los años 80 y a lo largo de la década
de los 90, impulsa la consolidación de los yacimientos ibéricos del Puntal dels Llops de Olocau, el Castellet de Bernabé,
La Seña o el Tossal de Sant Miquel, y del poblado de la Edad
del Bronce de la Lloma de Betxí. Mientras que en la Bastida
de les Alcusses de Moixent se emprende, en 1990, uno de los
proyectos de investigación y puesta en valor patrimonial más
emblemático del Museo de Prehistoria.
El injusto cese de Bernat Martí como director del Museo
de Prehistoria en 1996 nos sumió a toda la plantilla del SIP
en un estado de impotencia e indignación difícil de explicar.
Y no solo al Museo de Prehistoria, sino a toda la comunidad
científica valenciana y española. Y ahí, de nuevo, vuelve a
destacar la figura de Bernat. De una generosidad sin límites y de un empeño investigador inagotable, en los últimos
veinte años en que hemos seguido compartiendo vivencias
con él en el SIP, sigue sorprendiéndonos por su equilibrio
emocional ante las adversidades y su actitud conciliadora,
su continua maestría, su plena confianza en el personal que
él mismo ha formado y, sobre todo, por su lealtad y cariño
hacia el SIP y su museo.
No es nuestra intención tratar aquí su fructífera trayectoria investigadora realizada en estos últimos años desde el SIP,
que ha compaginado con la actividad docente como profesor
asociado en el Departament de Prehistòria i Arquelogia de la
Universitat de València. Pero sí hemos querido relatar en estas
páginas cómo, a través de todos estos años, hemos ido descubriendo al Bernat profesor, al investigador, al director pero,
sobre todo, al compañero y al gran amigo que sigue siendo
hoy desde su siempre querida biblioteca del SIP.
3
[page-n-11]
[page-n-12]
Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 5-16.
L'escola valenciana de prehistòria i Bernat Martí Oliver
JoaquiM Juan CaBanilles i MaRia Jesús de PedRo MiCHó
Alguns autors actuals, per escrit o oralment, s'han referit en
més d'una ocasió a l'«escola valenciana de prehistòria» com
un corrent autòcton, ferm, de la recerca arqueològica. Això
s'ha fet sovint dins d'un context historiogràfic en relació amb
l'edat del bronze, en tocar el moment i els responsables del destriament del bronze local, el bronze valencià, del gran referent
per a aquesta etapa de la prehistòria que constituïa la «cultura»
d'El Argar.1 Efectivament, i a aquest respecte, hi ha uns autors
«passats» i un treball fins als quals sol recular-se: la memòria
d'excavació del poblat de l'Ereta del Castellar (Vilafranca del
Maestrat), presentada per J. Arnal, H. Prades i D. Fletcher dins
la sèrie de «Trabajos Varios» del SIP (núm. 35, de data 1968).
En la pàg. 31 d'aquesta memòria, a l'hora d'intentar donar nom
a la «cultura» representada a l'Ereta del Castellar, es diu: «[...]
nosotros, de acuerdo con la escuela valenciana de prehistoria
[la remarca és nostra], seguiremos denominando provisionalmente este complejo cultural con el nombre de “Bronce Valenciano”, con el propósito de distinguirlo del “Bronce argárico”
con el que presenta tantas diferencias», distinció, conforme a
la nota al peu oberta al final del paràgraf, que ja venia fent-se
de vell per l'esmentada escola.
Una cosa és el tema de la discussió nominal i arqueològica,
i una altra el del terme o concepte d'«escola valenciana de
prehistòria». La seua encunyació, no hi ha dubte, és obra de
L. Pericot García, dins la semblança biogràfica d'I. Ballester
Tormo, amb motiu de l'òbit d'aquest, apareguda en el volum
III de l'Archivo de Prehistoria Levantina, de 1952, primer tom
dels dedicats en homenatge al que fou el fundador i primer director del Servei d'Investigació Prehistòrica (SIP) de la Diputació de València. En parlar de l'encert d'I. Ballester a l'hora
d'elegir els seus col·laboradors, L. Pericot acaba dient: «Puede hablarse de una escuela valenciana de Prehistoria y es con
orgullo que nos atrevemos a pretender una común paternidad
en ella». És clar que Pericot es referia a l'«escola» formada al
voltant del SIP, la institució creada el 1927 a instàncies de Ba-
1
La referència escrita més recent es deu a M. S. Hernández Pérez,
en un text, «Un recorregut centenari: l'edat del bronze a les terres
valencianes», per al catàleg de l'exposició Viure vora el Túria fa
4.000 anys. La Lloma de Betxí, presentada pel Museu de Prehistòria de València el febrer del 2015 (pàg. 20).
llester i de la qual el mateix Pericot n'havia estat el subdirector
pràcticament des de la seua arribada a València, aquell mateix
any, com a catedràtic de la Universitat.
El 1950, data de la mort d'I. Ballester, el SIP comptava vinti-tres anys d'existència i ja s'havia fet un lloc gran entre les institucions espanyoles dedicades a la prehistòria i l'arqueologia.2
Això era degut a una labor de camp intensa i ben dirigida, i a
una tasca de divulgació no menys important, editorial i de presència en congressos i simposis arqueològics. Entre el 1927 i el
1950, el SIP realitza excavacions tan transcendentals com les dels
jaciments ibèrics de la Bastida de les Alcusses, a Moixent (192831), i el Tossal de Sant Miquel, a Llíria (1933-36); dels jaciments
paleolítics de la Cova del Parpalló, a Gandia (1929-31), i la Cova
Negra, a Xàtiva (1928-33, intermitentment); del jaciment epipaleolític de la Cueva de la Cocina, a Dosaigües (1941-43, 1945);
del jaciment neolític de la Cova de la Sarsa, a Bocairent (1928-39,
intermitentment); o del jaciment eneolític de l'Ereta del Pedregal,
a Navarrés (1942, 1944-48). El maig del 1929, L. Pericot, en representació del SIP, participa en el XII congrés de l'Asociación
Española para el Progreso de las Ciencias, realitzat a Barcelona,
i relata la fundació del Servei, el seu treball en curs i les principals troballes efectuades. La concurrència de membres del SIP és
major uns mesos després (setembre) al IV congrés internacional
d'arqueologia celebrat igualment a Barcelona, on, a banda d'I.
Ballester, L. Pericot i M. Jornet Perales presenten la Cova del
Parpalló i G. Viñes Masip la Cova Negra, jaciments les excavacions dels quals tot just havien acabat de començar. Amb motiu
d'aquest congrés viatgen també a Barcelona peces de Parpalló,
Cova Negra i Bastida de les Alcusses, mostrades al Palau Nacional de l'Exposició. Les comunicacions i els objectes exposats
desperten un gran interès nacional i internacional pel SIP i la seua
tasca, el que comportà felicitacions expresses dels organitzadors
del congrés a la institució i a la Diputació de València.3 El 1930,
2
3
Sobre la creació i les primeres dècades d'existència del SIP, vegeu
Bonet Rosado, H.; PedRo MiCHó, M. J. de; SánCHez Molina, A. i
FeRReR GaRCía, C. (coord.) (2006): Arqueologia en blanc i negre.
La labor del SIP: 1927-1950. Museu de Prehistòria de València,
Diputació de València, València, 333 p.
Veg. La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su museo
en el pasado año 1929. Diputación Provincial, València, 1930, pàg.
8-12.
5
[page-n-13]
J. Juan Cabanilles i M. J. de Pedro Michó
Excavació de la Bastida de les Alcusses de Moixent el 1928. En
primer pla, d'esquerra a dreta, L. Pericot i I. Ballester, subdirector
i director del SIP acabat de crear; en 5a i 6a posició, G. Viñes i M.
Jornet, col·laboradors inicials del SIP. Arxiu MPV.
La Cova del Parpalló de Gandia cap al 1929, al començament de les
excavacions de L. Pericot. Arxiu MPV.
L. Pericot envia una nova comunicació al XV congrés internacional d'antropologia i arqueologia prehistòriques (Coïmbra i Porto)
sobre el solutrià i l'aurinyacià de la Cova del Parpalló, llegida, en
absència d'aquell, per J. Pérez de Barradas, director del Servicio
de Investigaciones Prehistóricas de l'ajuntament de Madrid, un
dels centres de recerca que havien inspirat la creació del servei
homònim valencià. Una última participació del SIP a ressenyar
en aquest període és al I congrés d'arqueologia del «Levante»
(València, 1946), amb una «massiva» representació (a més d'I.
Ballester i L. Pericot, F. Jordà Cerdà, M. Vidal i López, E. Pla
Ballester, D. Fletcher Valls i V. Pascual Pérez), tot delatant la intensa activitat del Servei i el recanvi i l'acreixement dels seus
col·laboradors. Les comunicacions presentades a aquest congrés
seran publicades pel SIP dins la seua sèrie de «Trabajos Varios»
(núm. 10, 1947).
Les publicacions, òbviament, són un gran aparador de la
labor institucional del SIP, tant de camp, com museística, de
recerca, etc. Abans del 1950, el Servei només havia pogut
editar dos números del seu anuari «programàtic», l'«Archivo de
Prehistoria Levantina». Tanmateix, l'acollida del primer volum,
de 1929, va ser gran i plena d'elogis, amb recensions força
favorables.4 A banda dels membres i col·laboradors del SIP,
en APL I hi ha les contribucions del reconegut prehistoriador
francès H. Breuil i del català P. Bosch Gimpera. L'«abat»
Breuil, junt amb R. Lantier, tornarà a escriure en APL II (1946),
i també altres investigadors forans com A. Fernández de Avilés,
S. Vilaseca Anguera, V. Lebzelter o A. Beltrán Martínez. En
aquests dos números es divulgaran en «paper», amb major o
menor detall, excavacions i col·leccions del SIP, entre altres les
de Cova Negra, Cueva de la Cocina, Cova de la Sarsa, Bastida de
les Alcusses o Tossal de Sant Miquel; o les de Cova de la Pastora
(jaciment eneolític a Alcoi), Mas de Menente (poblat del bronze
a Alcoi) o el Xarpolar (poblat ibèric a la Vall d'Alcalà), materials,
els de Menente i Xarpolar, la compra dels quals és a l'origen
de la creació del SIP i el seu museu. Abans també del 1950, la
sèrie monogràfica «Trabajos Varios del SIP», iniciada el 1937
amb el nom de «Treballs Solts»,5 tenia al carrer onze números.
Aquesta sèrie naix com a complement de la revista-anuari APL,
amb la idea primera de donar eixida a notes i xicotets treballs
sobre prehistòria valenciana (en relació amb el SIP o no); amb el
temps, però, es constituirà com una sèrie monogràfica de major
envergadura i abast.6 Els primers números de TVSIP donen
compte, entre altres continguts, d'estudis com ara els de la fauna
de la Cova Negra, o la fauna i la malacofauna de la Cova del
Parpalló (núm. 6, 1942 i 1947), o d'un vas «escrit» del Tossal
de Sant Miquel (núm. 8, 1942); també de l'enterrament eneolític
de la Cova de Rocafort (núm. 9, 1944), o de l'excavació del
jaciment meso-neolític de la Covacha de Llatas a Andilla (núm.
11, 1949). La dèria per divulgar l'activitat del SIP, sobretot els
resultats del treball de camp, farà que s'aprofiten per a aqueixa
comesa les memòries anuals que la Direcció del Servei havia
de lliurar a la Secretaria de la Diputació (memòries conegudes
com La labor del SIP). En forma de tiratges a part d'aquestes
memòries (convenientment ampliades) es van donar a conèixer
4
6
Veg. Labor SIP… 1930 (València, 1931), pàg. 20-26.
5
6
El 1937, i fins al final del 1938, el SIP és integrat en l'Institut d'Estudis
Valencians (IEV), organisme depenent del Consell Provincial de
València, institució que havia substituït aleshores la Diputació (veg.
Juan CaBanilles, J. [2006]: «El SIP i l'Institut d'Estudis Valencians».
Dins Bonet Rosado i altres, op. cit. nota 2, pàg. 177-182. Juan
CaBanilles, J. [2014]: «La Secció Històrico-Arqueològica». Dins
Ciència i Cultura en la Guerra. L'Institut d'Estudis Valencians
1937-1938. Universitat de València, València, pàg. 57-70). Durant
el parèntesi de la Guerra Civil espanyola, aturada pràcticament la
labor de camp, el més destacable del SIP és l'edició dels cinc primers
números del que serà la seua sèrie monogràfica, publicats en valencià
per ser aquesta la llengua oficial de l'IEV.
Sobre les publicacions del SIP, veg. Juan CaBanilles, J. i GozalBes
FeRnández de PalenCia, M. (2006): «Les primeres publicacions del
SIP: Archivo de Prehistoria Levantina, Memorias Anuales i Treballs Solts / Trabajos Varios». Dins Bonet Rosado i altres, op. cit.
nota 2, pàg. 83-94.
[page-n-14]
L'escola valenciana de prehistòria i Bernat Martí Oliver
I. Ballester, en primer pla, de visita al Tossal de Sant Miquel de Llíria
els anys 1940; en segon pla, J. Alcàcer Grau, un dels col·laboradors
del SIP aleshores. Arxiu MPV.
vasos espectaculars i inscripcions del Tossal de Sant Miquel (La
labor... 1934, 1935-39 i 1940-48), o els materials de la Cova
de les Malladetes, a Barx, excavada entre 1946-1948, de la
Cova de la Pastora o de l'Ereta del Pedregal (La labor... 194048). Prova, en suma, del prestigi que anava assolint el SIP és
la creació en el seu si, l'any 1945, de la secció de prehistòria
a València del Consejo Superior de Investigaciones Científicas
(CSIC), a través de l'institut «Diego de Velázquez».7
En parlar d'una escola valenciana de prehistòria i
relacionar-la de primer antuvi amb el SIP, cal preguntar-se
què hi havia o què hi havia hagut fora d'aquesta institució
en el terreny concret de l'arqueologia prehistòrica. B. Martí
Oliver ha fet un succint balanç de l'arqueologia valenciana en
general anterior al SIP,8 del qual n'extractarem allò més tocant
a la prehistòria, amb alguna complementació.9 El punt de
partida és la Societat Arqueològica Valenciana (SAV), entitat
fundada el 1871 dins de la Societat Econòmica d'Amics del
País, de València, per un grup de membres d'aquesta societat
7
8
9
Veg. FletCHeR Valls, D. i Pla BallesteR, E. (1977): Cincuenta años
de actividades del Servicio de Investigación Prehistórica (19271977). Servicio de Investigación Prehistórica, Diputación Provincial
de Valencia (Trabajos Varios del SIP, 57), València, pàg. 36-37.
MaRtí oliVeR, B. (1992): Museo de Prehistoria de la Diputación
de Valencia. Nuestros Museos, t. V, vol. I, Vicente García Editores, València, 165 p. (el balanç en pàg. 21-24). Veg. també: GoBeRna ValenCia, M. V. (1985): «Arqueología y prehistoria en el
País Valenciano: Aportaciones a la historia de la investigación».
Dins Arqueología del País Valenciano: panorama y perspectivas.
Universidad de Alicante (Anejo de la revista Lucentum), Alacant,
pàg. 9-30. HeRnández PéRez, M. i enguix aleMany, R. (2006): «El
Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología valenciana». Dins Bonet Rosado i altres, op. cit. nota 2, pàg. 17-32.
Hi deixem de banda conscientment l'arqueologia «ibèrica», objecte
d'estudi molt preferent dins dels programes «prehistòrics» del SIP. És
evident que avui un iberista no seria considerat exactament un prehistoriador, però això no era tant així en el temps de l'arrancada del SIP.
La necessitat imperiosa de divulgar treballs i estudis abocarà,
des d'un bon inici, a una intensa labor editorial per part del SIP.
Coberta del primer volum de la revista APL.
amants de les antiguitats i el col·leccionisme.10 El caràcter
«clàssic» de l'arqueologia pretesa per la SAV (recollida i
estudi d'inscripcions lapidàries i de monedes i medalles), no
va impedir que s'hi organitzara una Comissió de prehistòria,
darrere de la qual hi ha principalment «José» Vilanova i Piera,
germà del prestigiós geòleg «Juan» Vilanova i Piera. L'activitat
«prehistòrica» de la SAV no serà gran, però sí important pel fet
que aquesta ciència, la prehistòria, serà objecte d'atenció per
primera vegada en el territori valencià. Un exemple d'aquesta
activitat és el descobriment i l'exploració del poblat eneolític
de l'Ereta del Pedregal (llavors referenciat com una «estació
prehistòrica» a Bolbait),11 jaciment que més tard, com hem
vist, formarà part dels programes d'intervenció del SIP (des
dels anys 1940);12 també en són exemple les excavacions de S.
Moreno Tovillas, enginyer militar i corresponsal de la SAV a
Oriola, en alguns punts de la serra al voltant d'aquesta localitat,
com en la Cueva de Roca, amb enterraments eneolítics, o en el
10 Sobre la SAV, veg. goBeRna ValenCia, M. V. (1981): «La Sociedad Arqueológica Valenciana». Archivo de Prehistoria Levantina,
XVI, València, pàg. 575-608. PaPí Rodes, C. (2002): «La Sociedad
Arqueológica Valenciana. Reglamentos, socios y actividades». Boletín del Museo Arqueológico Nacional, 20 (1-2), Madrid, 2002,
pàg. 265-292.
11 VilanoVa i PieRa, «José» (1879): «Los Estudios Prehistóricos».
Memoria de los trabajos llevados a cabo por la Sociedad Arqueológica Valenciana durante el año 1878. València, pàg. 13-29 (esment
a l'Ereta en pàg. 24). VilanoVa i PieRa, «Juan» (1879): «Estación
prehistórica de Bolbaite». Anales de la Sociedad Española de Historia Natural, VIII, Actas, Madrid, pàg. 73-74.
12 Veg. Juan CaBanilles, J. (2006): «L'Ereta del Pedregal (Navarrés,
València)». Dins Bonet Rosado i altres, op. cit. nota 2, pàg. 189-195.
7
[page-n-15]
J. Juan Cabanilles i M. J. de Pedro Michó
La Societat Arqueològica Valenciana serà la primera entitat a casa
nostra en parar un xic d'atenció, la dècada dels 1870, a la naixent
«ciència prehistòrica». Coberta de la primera memòria d'activitats
de la SAV.
Portada d'una de les obres emblemàtiques de «Juan» Vilanova i
Piera, impulsor destacat dels estudis de prehistòria a Espanya.
poblat de l'edat del bronze de la Ladera de San Antón, treballs
de què es donarà compte en la memòria de la SAV corresponent
a l'any 1872 (València, 1873, pàg. 15-19) i que seran publicats
en complet prou anys després pel SIP en la sèrie de «Trabajos
Varios» (núm. 7, 1942).
El coneixement i primera divulgació de l'Ereta del Pedregal
va lligada als germans Vilanova i Piera: «José», enginyer de
mines i un dels membres més dinàmics de la SAV, i «Juan»,
catedràtic de geologia i paleontologia a la universitat central
de Madrid i un dels impulsors dels estudis de prehistòria a
Espanya;13 aquest darrer no consta com a «soci» –ni numerari ni
corresponsal– de la SAV, però hi ha el convenciment que la seua
figura i la seua influència haurien planejat tothora sobre aquesta
Societat.14 «Juan» Vilanova i Piera publicarà en 1872 la primera
obra de conjunt sobre prehistòria europea i peninsular, Origen,
naturaleza y antigüedad del hombre, on es donen a conèixer
les troballes més rellevants fetes fins aleshores en el territori
valencià: el suposat dolmen del Castellet del Porquet i la Cova
de Sant Nicolau, a l'Olleria, la Cova de les Meravelles, a Gan-
dia, la Cova Avellanera, a Catadau, i les ja anomenades Cova
del Parpalló de Gandia, Cova Negra de Xàtiva i Cueva de Roca
d'Oriola, jaciments molts dels quals, com ja hem vist, seran
objecte d'atenció especial pel SIP.15 «Juan» Vilanova firmarà
també, junt amb E. Vilaplana i Julià, un informe dels treballs en
la Cova de les Llometes, a Alcoi, cavitat amb enterraments excavada per l'enginyer alcoià E. Vilaplana el 1884,16 única intervenció prehistòrica efectuada en l'àmbit valencià en un període,
del 1880 al 1900, en què es posen en marxa i es multipliquen les
excavacions sistemàtiques arreu d'Espanya.
Des que a la primeria de la dècada dels 1880 deixa de
funcionar la SAV, no hi ha una altra entitat fins als anys 1920
que es dedique a promoure conscientment la recerca prehistòrica
valenciana. No pot considerar-se en aqueixos termes l'activitat
arqueològica de la societat cultural Lo Rat Penat, fundada el
1878 i que sembla recollir el testimoni de la SAV,17 per bé que tot
acabarà en el mer excursionisme cultural. Un poc més acostada,
13 Sobre l'il·lustre geòleg i paleontòleg valencià, veg. Pelayo lóPez,
F. i gozalo gutiéRRez, R. (2012): Juan Vilanova y Piera (18211893), la obra de un naturalista y prehistoriador valenciano. La
donación Masiá Vilanova en el Museo de Prehistoria de Valencia.
Servicio de Investigación Prehistórica del MPV, Diputación de Valencia (Trabajos Varios del SIP, 114), València, 323 p.
14 Tanmateix, veg. PaPí Rodes, op. cit. nota 10, pàg. 281.
8
15 Com a anècdota, la reinterpretació del Castellet del Porquet com
un poblat de l'edat del bronze i no com un dolmen, deguda a I.
Ballester, serà el tema «monogràfic» tractat en el primer número de
la sèrie –aleshores, 1937– «Treballs Solts».
16 L'informe, «La gruta de “Les Llometes” en Alcoy», un temps
inèdit, serà recuperat i transcrit per R. Vicedo Sanfelipe dins la seua
obra: Historia de Alcoy y su región. Imprenta «El Serpis», Alcoi,
1920-1922, pàg. 67-80.
17 PaPí Rodes, op. cit. nota 10, pàg. 283-84.
[page-n-16]
L'escola valenciana de prehistòria i Bernat Martí Oliver
en canvi, és la labor de la Secció d'Antropologia i Prehistòria
del Centre de Cultura Valenciana, creat aquest el 1915 i aquella
el 1927, amb una intensa tasca prospectora, ja paral·lela al SIP,
davall la qual hi ha la personalitat de N. P. Gómez Serrano. I és
el cas també de la Societat Castellonenca de Cultura, fundada
el 1919, el butlletí de la qual, editat a partir del 1920, acull
bastants notícies arqueològiques i prehistòriques, referides
sovint als descobriments i estudis de les pintures rupestres de
l'àmbit castellonenc; a ressaltar en les pàgines d'aquest butlletí
és l'informe sobre l'assentament campaniforme de «Villa
Filomena», a Vila-real, descobert el 1917 i excavat el 1922, amb
un gran ressò local.18
En qualsevol cas, en les dues primeres dècades del segle
XX, l'activitat de camp i la recerca prehistòrica estaran en mans
d'afeccionats particulars, de distinta formació i distints interessos. Així per exemple, entre 1902-1908, el jesuïta d'origen
gascó Juli Furgús excava diversos jaciments a Oriola, especialment el poblat argàric de San Antón, explorat ja anteriorment
–com hem vist– per S. Moreno Tovillas; igual com els treballs
d'aquest darrer, els de Furgús seran publicats pel SIP en el núm.
5 dels «Treballs Solts» (1937), una mena de compilació d'articles dispersos i de difícil accés traduïts al valencià. I. Ballester
Tormo, abans de ser director del SIP, i deixant de banda jaciments ibèrics explorats o intervinguts en el període 1906-1920
(p. ex. el poblat de Covalta, a Albaida), excava també entre
1924-1925 els poblats de l'edat del bronze del Tossal Redó i
Tossal del Caldero, a Bellús, estudiats i donats a conèixer ben
posteriorment per M. Tarradell Mateu en APL (vol. VII, 1958);
fins i tot, sent ja director del SIP, I. Ballester excava a títol personal, entre 1928-1929, les coves eneolítiques de Camí Real, a
Albaida, i Barranc del Castellet, a Carrícola,19 divulgades també
en APL, la primera, pel mateix Ballester (vol. I, 1929), i la segona per E. Pla Ballester (vol. V, 1954). Més exemples de treballs
d'iniciativa particular, normalment autoritzats per la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades, creada el 1912, són les
excavacions dels poblats alcoians de l'edat del bronze del Mas
de Menente, per F. Ponsell Cortés (1925, abans d'esdevindre
col·laborador del SIP i continuar-hi les intervencions), i de la
Mola Alta de Serelles, per E. Botella Candela (1925-27); els
materials de tots dos acabaran en el SIP, adquirits per compra als
respectius excavadors el 1927 (Menente) i el 1937 (Serelles).20
18 sos Baynat, V. (1922-23-24): «Una estación prehistórica en
Villarreal. Informe resumido». Boletín de la Sociedad Castellonense
de Cultura, III, pàg. 394-398; IV, pàg. 99-103; V, pàg. 49-51. Sobre
la importància i la repercussió d'aquest jaciment, veg. soleR
díaz, J. A. (ed.) (2013): Villa Filomena, Vila-real (Castellón de la
Plana). Memoria de una excavación nonagenaria. Un poblado de
Hoyos con campaniforme. Servei d'Investigacions Arqueològiques
i Prehistòriques, Diputació de Castelló (Monografies de prehistòria
i arqueologia castellonenques, 9), Castelló de la Plana, 344 p.
19 Veg. de PedRo MiCHó, M. J. (2006): «Isidre Ballester Tormo i la
creació del Servei d'Investigació Prehistòrica». Dins Bonet Rosado i altres, op. cit. nota 2, pàg. 47-66 (pàg. 59).
20 De l'aval d'aquests treballs per la Junta Superior de Excavaciones
y Antigüedades són testimoni els informes publicats per aquesta
institució en les seues «Memorias»: Menente: JSEA, mem. gral. 78,
n. 8 de 1924-25, Madrid, 1926; Serelles: mateixa mem. gral., n. 9
dels mateixos anys i mem. gral. 94, n. 2 de 1927, Madrid, 1928. Menente, a més, serà presentat més extensament en APL I (1929).
Saltant de nou a les institucions, el 1921 es crea el Laboratori
d'Arqueologia de la Universitat de València (LAV), una mena de
«seminari» orientat a la realització de pràctiques de paleografia,
numismàtica i arqueologia dins la càtedra d'Arqueologia, Epigrafia i Numismàtica, regentada des del 1905 per L. Gonzalvo
París.21 En el LAV confluiran professors universitaris i estudiants,
però també, i de manera destacada, erudits locals, entre els quals
es troba I. Ballester Tormo, integrat com a «especialista» dins
d'una Secció de prehistòria.22 L'etapa més dinàmica del LAV, en
els primers temps, serà entre 1924-1927, reduïda, però, a pràctiques docents, excursions, xerrades i reunions. El LAV, igual com
el Centre de Cultura Valenciana, no tindrà gaire capacitat institucional per portar a efecte excavacions arqueològiques, contràriament al SIP, per al qual, com hem vist, el treball de camp constituirà des del 1927 una de les principals raons de ser. A més a més,
i tenint en compte la manca de menció expressa a l'arqueologia
prehistòrica en els escassos documents «fundacionals» del LAV,
s'ha especulat que açò hauria fet decantar l'àmbit d'actuació preferent del SIP cap a la prehistòria,23 una partició de competències
entre ambdues institucions que tornarà a veure's unes dècades
després i que reprendrem més avall.
El 1950, després de la mort d'I. Ballester, la direcció del
SIP queda en mans de D. Fletcher Valls i la subdirecció, creada
aleshores, en les d'E. Pla Ballester, tots dos col·laboradors
del Servei des de bastant temps enrere (sobretot el primer).
D. Fletcher, ja com a director, escriu unes paraules de record
a I. Ballester en La labor del SIP... 1950 (València, 1951,
pàg. 35-36), on no s'està de considerar-lo el creador d'una
escola d'excavadors i prehistoriadors valencians, tal com farà
L. Pericot en la necrològica de Ballester citada amunt de tot.
Davall D. Fletcher i E. Pla, el projecte de Ballester tindrà tota la
seua continuïtat durant la dècada dels 1950 i les immediatament
posteriors, cosa que portarà a la consolidació definitiva del SIP i
a acréixer el seu nom. Només apuntar que als 50 anys de la seua
creació (1977), el SIP havia efectuat 35 campanyes d'excavació
en 8 jaciments paleolítics, a més dels ja citats de Cova Negra,
Parpalló i Malladetes, en les coves de la Petxina (Bellús), Barranc
Blanc i Rates Penades (Ròtova), Meravelles (Gandia) i Volcán
del Faro (Cullera); 11 campanyes en 4 jaciments epipaleolítics/
mesolítics, fora de Cocina i Llatas, principalment en Cova
del Barranc Fondo (Xàtiva); 12 campanyes en 3 jaciments
neolítics, llevat de Sarsa, principalment també en Cova de
l'Or (Beniarrés); 34 campanyes en 14 jaciments eneolítics, a
més de Pastora, Ereta del Pedregal i Cova de Rocafort, en les
21 Sobre el LAV, veg. L aniversario de la fundación del Laboratorio
de Arqueología. 1924-1974. Universidad de Valencia, Facultad
de Filosofía y Letras (Papeles del Laboratorio de Arqueología de
Valencia, 11), València, 1975 (articles en concret de L. Pericot
García, D. Fletcher Valls, M. Ballesteros Gaibrois i F. Mateu i
Llopis). MaRtí oliVeR, B. i VillaVeRde Bonilla, V. (1997): «El
Laboratori d'Arqueologia de la Universitat de València a la dècada
del 1940». Saitabi, 47, València, pàg. 153-171. auRa toRtosa,
J. E. (2006): «La creació del Laboratori d'Arqueologia de la
Universitat de València: entre l'Escola Superior de Diplomàtica
i “por la ciencia hacia Dios” (1921-1940)». Dins Bonet Rosado i
altres, op. cit. nota 2, pàg. 33-46.
22 auRa toRtosa, op. cit. nota supra, pàg. 41.
23 Ibíd., pàg. 37-38.
9
[page-n-17]
J. Juan Cabanilles i M. J. de Pedro Michó
Tota la labor del SIP, i especialment el treball de camp, del 1928
al 1977, queda ben reflectida en el volum de la sèrie de «Trabajos
Varios» dedicat a commemorar el 50 aniversari de la institució.
coves sepulcrals de Torre del Mal Paso (Castellnou), Ribera i
Giner (Cullera), Ladera del Castillo (Xiva), Sima de la Pedrera
(Polinyà de Xúquer), Cara-sol de Vernissa (Xàtiva), entre
d'altres; 11 campanyes en 11 jaciments de l'edat del bronze,
fora de Mas de Menente i Ereta del Castellar, en els poblats de
Muntanyeta de Cabrera (Torrent), Peña de la Dueña (Begís), La
Atalayuela (la Llosa del Bisbe), els Germanells (Rafelbunyol),
Castillarejo de los Moros (Andilla), Puntal de Cambra (el
Villar), entre d'altres; 5 campanyes en 3 jaciments de la primera
edat del ferro, principalment en Vinarragell (Borriana); 48
campanyes en 17 jaciments ibèrics, llevat de Tossal de Sant
Miquel i Bastida de les Alcusses, en els poblats de Los Villares
(Caudete de las Fuentes), Cerro Lucena (Énguera), Alt del Fort
(Cullera), la Carència (Torís), la Solivella (Alcalà de Xivert), Alt
de Benimaquia i Pic de l'Àguila (Dénia), o en la necròpolis de
Corral de Saus (Moixent), entre d'altres. Tot açò sense comptar
les excavacions en jaciments d'època romana o posterior,
el munt de prospeccions en altres tants jaciments de totes les
èpoques o els treballs en abrics i estacions d'art rupestre.24
A banda de la labor de camp, el 1977 el SIP havia publicat
14 volums de l'Archivo de Prehistoria Levantina, 52 números
de la sèrie Treballs Solts/Trabajos Varios i 39 memòries de la
Direcció (La labor...), mitjans, tots plegats, on es donava compte de la major part de les excavacions i tasques realitzades. El
balanç editorial encara ha d'incloure, per la seua rellevància,
una altra sèrie de publicacions en col·laboració amb altres institucions, com ara l'estudi monogràfic de la Cova del Parpalló,
degut a L. Pericot, editat el 1942 per l'Instituto de Arte y Ar-
24 Veg. FletCHeR Valls i Pla BallesteR, op. cit. nota 7, pàg. 63-75.
10
queología Diego de Velázquez, del CSIC; o la presentació de
la ceràmica del Tossal de Sant Miquel en el «Corpus Vasorum
Hispanorum», obra pòstuma d'I. Ballester editada el 1954 per
l'Instituto Español de Arqueología Rodrigo Caro, continuador
de l'anterior institut dins del mateix CSIC.25
Tornant un poc arrere en el temps i a la trajectòria del
Laboratori d'Arqueologia de la Universitat de València, els
anys 1930 i part dels 1940 i 1950 seran bastant grisos quant a
l'activitat d'aquest «seminari» universitari. La dècada dels 40,
el LAV es troba a càrrec de M. Ballesteros Gaibrois, catedràtic
d'Història General de la Cultura, si bé el mateix docent
acumula, entre d'altres, la càtedra d'Arqueologia, Epigrafia i
Numismàtica. Certament, Ballesteros exerceix la direcció del
LAV des d'una càtedra distinta i amb una línia d'investigació
poc a veure amb l'enfocament i els objectius del Laboratori,
fet que explicaria en part la baixa intensitat de les actuacions
d'aquest.26 De tota manera, Ballesteros sí que intenta recuperar la
passada «normalitat» del LAV,27 cosa que sembla produir-se un
xic entre el 1946 i el 1948 pel que fa a l'activitat més purament
acadèmica (les pràctiques de laboratori, sobre monedes, làpides i
documents) o a la capacitat de convocatòria dels estudiosos locals
(les reunions setmanals, en les actes de les quals, corresponents
a aquest període, hi ha anotada l'assistència de membres del SIP
com I. Ballester, D. Fletcher, E. Pla o M. Vidal).28 L'afluència
d'alumnes al LAV sembla ser gran –relativament parlant– en
aquests anys concrets, com posaria de manifest la bona presència
del Laboratori en el primer congrés arqueològic del «Levante
Español» (1946) i en els primers congressos arqueològics del
«Sudeste» (1946 a 1948).29 Després d'aquest breu episodi, tot
sembla decaure: el 1950 Ballesteros marxa a Madrid i el pla
de recuperació del LAV hauria d'esperar fins l'arribada de M.
Tarradell Mateu a la Universitat de València.
M. Tarradell s'incorpora a la UV el curs 1957 com a catedràtic d'Arqueologia, Epigrafia i Numismàtica, i, contràriament
als seus antecessors en la càtedra, ell hi accedeix ja amb una
preocupació manifesta per l'estudi de la prehistòria.30 De fet, en
la primera mitat dels anys 1940, sent alumne i acabat de llicenciar per la Universitat de Barcelona, Tarradell havia participat
en les excavacions d'alguns dòlmens de l'Empordà, ajudant
L. Pericot; en 1946-47, en una estada d'un any a Granada intentant organitzar un servei d'arqueologia, participà també en
25 Ibíd., pàg. 30-35.
26 Sobre el LAV en els anys 1940, veg. MaRtí oliVeR i VillaVeRde
Bonilla, op. cit. nota 21.
27 Ell mateix ho relata, amb totes les vicissituds, en la publicació dedicada al cinquanta aniversari de la fundació del Laboratori, op. cit.
nota 21, pàg. 27-40.
28 MaRtí oliVeR i VillaVeRde Bonilla, op. cit. nota 21, pàg. 161.
29 Ibíd., pàg. 166.
30 L. Pericot, quan el 1927 arriba a València, ho fa com a catedràtic
d'Història Moderna i Contemporània. Tanmateix, segons I. Ballester
(APL I, 1929, pàg. 215), Pericot hauria estat al front d'una assignatura de «Prehistoria española». Per aqueixes dates també, sol incidir-se
en el fet que part dels col·laboradors del SIP (D. Fletcher Valls, J. San
Valero Aparisi, E. Jiménez Navarro, M. Vidal i López) són alumnes
de la «Cátedra de Prehistoria de la Facultad de Filosofía y Letras de
la Universidad» (p. ex. en La labor… 1932, València, 1932, pàg. 2),
càtedra que seria a càrrec de Pericot, tenint en compte que aquest és
qui redacta la Labor en qüestió i que aquells eren alumnes seus.
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L'escola valenciana de prehistòria i Bernat Martí Oliver
M. Tarradell en el jaciment tardoromà i visigòtic excavat pel SIP de
la Punta de l'Illa, a Cullera, el 1955, un parell d'anys abans de la
seua incorporació a la Universitat de València. Arxiu MPV.
Un dinar de celebritats a València, el 1962. Asseguts d'esquerra a
dreta: D. Fletcher (primer pla), M. Tarradell, J. Reglà, L. Pericot, S.
Vilarrasa i E. Pla. Arxiu personal de L. Fletcher.
els treballs d'excavació d'alguns poblats argàrics, experiència
i coneixement que plasmarà en la seu tesi doctoral, llegida el
1949, sobre la cultura d'El Argar; o entre 1948-56, sent cap del
servei d'excavacions del protectorat espanyol del Marroc i del
museu de Tetuan, investiga en les coves neolítiques de Gar Cahal i Cahf Taht el-Gar.31 La importància de tot açò és que, amb
Tarradell, el Laboratori d'Arqueologia de la UV superarà dues
assignatures fins aleshores bastant pendents: la recerca prehistòrica i el treball arqueològic de camp. Des del final dels 1950
i, sobretot, la dècada dels 1960, el LAV (és a dir, Tarradell i els
seus col·laboradors i alumnes) realitza sondejos o excavacions
en els poblats ibèrics de Tossal de la Cala (Benidorm), Tossal
de Manises (Alacant), el Puig i la Serreta (Alcoi), o el Xarpolar
(Planes); en els jaciments principalment neolítics de Cova Ampla del Montgó (Xàbia) i Cova d'en Pardo (Planes); en el poblat
de l'edat del bronze de Mas de Miró (Alcoi); en els jaciments
d'època romana de Punta de l'Arenal-Banyets de la Reina (Xàbia) i la mateixa Valentia (intervenció urbana en la plaça de la
Reina, davant la façana principal de la Seu de València), com a
activitat de camp més destacable.32
D'aquesta relació de treballs i l'entitat dels jaciments, ressalten dos fets. El primer és la concentració de les excavacions
en territori «alacantí». E. A. Llobregat Conesa, un dels deixebles de Tarradell, ho explica dient que aquest «sempre fou molt
contrari a excavar dins de l'àrea provincial de València, perquè
era la zona d'actuació del SIP», per això el decantament pel sud
valencià.33 El segon fet és el poc nombre d'excavacions pròpiament «prehistòriques». És fàcil voler veure ací una intenció més
de no interferir en el camp de treball principal del SIP, el que
ens porta a les especulacions sobre els àmbits de competències
conscientment triats pel SIP i el LAV: en el moment de la seua
creació, el SIP s'hauria inclinat cap a la prehistòria perquè això
era la part feble del LAV; en el moment de la seua reactivació,
impulsada per Tarradell, el LAV hauria deixat de banda la prehistòria per ser això el camp primordial del SIP. L'arqueologia
«ibèrica», però, objecte de la major atenció del LAV, també era
un interès del SIP. Aleshores, la voluntat de no interferència institucional no hauria estat tant «temàtica» com «territorial».
Siga el que siga, allò cert és la bona relació mantinguda tothora entre el SIP i el LAV, entre la Universitat i el SIP. En el
temps de Tarradell, el pont d'aquesta relació per part del SIP
era E. Pla Ballester; a ambdós els unia una amistat personal que
venia de l'excavació, el 1955, del santuari visigòtic de Punta de
l'Illa, a Cullera.34 En temps d'I. Ballester, fundador del SIP, el
pont amb la Universitat era L. Pericot, i el punt de trobada de
tots dos tal vegada havia estat el mateix LAV. I un repunt dels
nexes: Tarradell havia tingut de mestre Pericot allà a Barcelona; Pericot, al seu torn, P. Bosch Gimpera; i aquest darrer havia
estat una de les influències i un dels contactes «científics» d'I.
Ballester.35 Sembla clar, a cada arribada a València, què calia
buscar i a qui encomanar-se.
M. Tarradell formarà al LAV un magnífic equip d'arqueòlegs i prehistoriadors, entre els quals, per la seua relació i collaboració més directa amb el mestre, cal esmentar G. Martín
Ávila, E. A. Llobregat Conesa, M. Gil-Mascarell Boscà o C.
Aranegui Gascó. Una formació que, paral·lelament, es completarà al SIP, en la seua biblioteca, amb els seus materials i
amb les seues excavacions, tal com havia ocorregut tres dècades
abans amb els alumnes de L. Pericot. Per al temps que tractem,
la Direcció del SIP ho expressava així el 1965: «Como es norma
en este Servicio, se ha seguido prestando la necesaria ayuda bibliográfica y técnica a los alumnos de la Cátedra de Prehistoria
y Etnología y de la Cátedra de Arqueología, ambas de la Universidad de Valencia, […] que en gran número han venido a la
31 Veg. lloBRegat Conesa, E. A. (1995): «Miquel Tarradell: nacionalista, arqueòleg i historiador». Saguntum-PLAV, 28 (Homenatge al
professor Dr. Miquel Tarradell i Mateu), pàg. 21-27 (pàg. 22). PReVosti, M. (2011): «Miquel Tarradell, arrelat i transgressor». Butlletí
de la Societat Catalana d'Estudis Històrics, XXII, Barcelona, pàg.
349-385.
32 lloBRegat Conesa, op. cit. nota supra, pàg. 26.
33 Ibíd.
34 Veg. MaRtín áVila, G. (1995): «Miquel Tarradell en Valencia».
Saguntum-PLAV, 28 (Homenatge al professor Dr. Miquel Tarradell
i Mateu), pàg. 13-20 (pàg. 15).
35 Sobre aquest últim respecte, veg. de PedRo MiCHó, op. cit. nota 19,
pàg. 49.
11
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J. Juan Cabanilles i M. J. de Pedro Michó
E. A. Llobregat (primer pla a la dreta), exalumne del LAV i deixeble
de M. Tarradell, participant en les excavacions del SIP a l'Ereta del
Pedregal de Navarrés, campanya del 1964. Arxiu MPV.
M. Gil-Mascarell, professora ja del LAV-Departament de Prehistòria
i Arqueologia de la UV, dirigint les primeres excavacions del SIP a
la Carència de Torís, campanya del 1972. Arxiu MPV.
Biblioteca para realizar sus trabajos de curso, habiendo, en ocasiones, hasta acompañado al campo para estudiar directamente las zonas elegidas para sus respectivas tareas» (La labor…
1965, pàg. 87). O així el 1964: «En los mismos términos [que
els anys anteriors] se ha ayudado a los alumnos de la Cátedra
de Arqueología, Epigrafía y Numismática, también de nuestra
Universidad, a cargo del doctor Tarradell Mateu, tanto en lo referente a trabajos de curso como a la preparación de tesinas y
tesis doctorales» (La labor… 1964, p. 17). I Abans, 1962, ja
s'havia remarcat que «La Cátedra de Arqueología de la Facultad
de Filosofía y Letras de nuestra Universidad viene realizando
una labor conjunta con este Servicio, lo que indudablemente ha
de redundar en beneficio de los estudios de Prehistoria en nuestra provincia» (La labor... 1962, pàg. 17). Aquests tipus de notes
es repeteixen quasi com una falca en totes les Labor del SIP des
del començament dels anys 1960.
Els alumnes que inclús s'acompanyaven al camp per veure
els jaciments objecte dels seus treballs de curs, tesines i tesis
doctorals, acabaran acompanyant els membres del SIP, ja com a
especialistes, en un munt de visites als llocs de troballes i en les
exploracions i prospeccions sobre el terreny, i fins i tot acabaran
dirigint les mateixes excavacions del Servei, tal com queda
reflectit en les Labor dels anys 60 i primeria dels 70. G. Martín,
per exemple, serà a càrrec dels treballs de camp en la factoria
pesquera romana de la Punta de l'Arenal (Xàbia), els anys 1963 i
1964, la direcció «titular» dels quals corresponia al SIP (el seu cap,
en aquest cas D. Fletcher) i al «Comisario de Zona del Servicio de
Excavaciones Arqueológicas» (a l'efecte M. Tarradell) (La labor...
1963, pàg. 16); pot dir-se que era una excavació compartida pel
SIP i el LAV, que a més serà publicada pel Servei en la sèrie de
Trabajos Varios (núm. 38, 1970). E. A. Llobregat col·laborarà,
assistint el subdirector del SIP E. Pla, en quasi totes les campanyes
de l'Ereta del Pedregal dels anys 60, quan s'hi reprenen els treballs
aparcats des del final dels anys 40. Llobregat firmarà, juntament
amb E. Pla i D. Fletcher, la memòria de la campanya concreta
de l'any 1963, publicada pel Servicio Nacional de Excavaciones
Arqueológicas del Ministerio de Educación Nacional, en la sèrie
Excavaciones Arqueológicas en España (núm. 42, 1964). M.
Gil-Mascarell s'encarregarà, per absència d'E. Pla, que hi havia
iniciat els treballs en 1966, de l'excavació el 1968 de les restes
del poblat ibèric de l'Alt del Fort (Cullera); el 1971 serà al front
d'una intervenció pràcticament d'urgència al Pla de l'Arc (Llíria),
en el solar de la futura Casa de la Cultura, amb restes de l'Edeta
romana; el 1971 també, i el 1972, es farà càrrec de l'excavació del
poblat iberoromà de la Carència (Torís), planejada des de bastant
temps arrere pel SIP; o, el 1974, dirigirà els treballs en el santuari
ibèric emplaçat en una de les coves del Puntal del Horno Ciego
(Villargordo del Cabriel). Una altra exalumna de M. Tarradell, R.
Enguix Alemany, col·laboradora del LAV i del SIP alhora, portarà
l'excavació, el 1975, del taller d'àmfores romanes localitzat en el
solar del carrer «Ángel del Alcázar», núm. 9, d'Oliva; la memòria
d'aquests treballs, realitzada amb C. Aranegui, la publicarà el SIP
en el núm. 54 de la sèrie Trabajos Varios, de 1977. Anteriorment,
R. Enguix havia confeccionat el VI Repertorio de Bibliografía
Arqueológica Valenciana, recopilatori bibliogràfic iniciat pel SIP
el 1951; aquest sisè repertori constituirà el núm. 48 dels Trabajos
Varios (1974).
El 1970, M. Tarradell deixa València amb destí a la Universitat de Barcelona. En aquest moment, al LAV resten pràcticament en solitari M. Gil-Mascarell i C. Aranegui; E. A. Llobregat se n'havia anat el 1966, en guanyar la plaça de director del
Museu Arqueològic d'Alacant, i G. Martín ho havia fet el 1969,
12
R. Enguix, assídua col·laboradora del LAV des de Tarradell i del
SIP, en el jaciment romà del carrer «Ángel del Alcázar» d'Oliva,
l'any 1977, un taller d'àmfores l'excavació del qual havia dirigit
per compte del SIP. Arxiu MPV.
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L'escola valenciana de prehistòria i Bernat Martí Oliver
B. Martí (al fons) en les excavacions acabades de reprendre de la
Cova de l'Or de Beniarrés, any 1975. Arxiu MPV.
rumb a la universitat federal de Pernambuco, a Recife. Quasi
immediatament a la marxa de Tarradell s'incorpora al Laboratori G. Pereira Menaut, un dels darrers alumnes seus a València,
i un poc després, el 1974, B. Martí Oliver, que a penes hi havia
coincidit amb el professor català.
Bernat Martí Oliver, objecte d'aquest llibre d'homenatge,
és un dels més bons exemples d'arqueòleg/prehistoriador valencià format a cavall del LAV i del SIP. B. Martí comença a
aparèixer en las pàgines de La labor a partir del 1974, acabat
d'entrar al LAV –que a poc a poc va esdevenint Departament de
Prehistòria i Arqueologia– i un any després d'aconseguir-ne la
llicenciatura. El primer esment seu és en relació amb la visita, el
5 d'octubre del 1974, a una sèrie d'abrics amb pintures rupestres
localitzats al Barranco Moreno de Bicorb, acompanyant E. Pla,
junt amb altra gent, en qualitat de «profesor de la Universidad
de Valencia» (La labor... 1974, pàg. 107). En la mateixa memòria d'activitats (pàg. 123-24) consta la lectura de la seua tesina
«Planteamientos en torno al Neolítico inicial de la costa mediterránea peninsular» que, segons s'hi indica, havia estat preparada al SIP. La col·laboració de B. Martí amb el Servei, del
LAV/Departament estant, és certament molt intensa, bé en les
labors de visita, exploració o prospecció d'indrets i jaciments,
bé en les excavacions programades, tal com ja era comú per als
membres del LAV des de Tarradell.
Centrant-nos en les excavacions, l'any 1975 el SIP reprèn
les intervencions en la Cova de l'Or de Beniarrés, iniciades la
dècada dels 1950. En aquesta segona etapa, B. Martí comença
assistint tècnicament V. Pascual Pérez, director del Museu Municipal d'Alcoi i vell col·laborador del Servei, a càrrec del qual es
troba la direcció dels treballs. Martí hi és en condició, a més de
professor de la Universitat, de «becario de la Sección de Prehistoria en Valencia del Patronato “Saavedra Fajardo” del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas» (La labor... 1975, pàg.
41). La «Sección de Prehistoria en Valencia», com s'ha dit més
amunt, era el mateix SIP, centre «tutelar» de les beques del CSIC;
en concepte de becari, Martí assisteix també el 1975 a les excavacions del jaciment neolític francès de Font Juvenal, dirigides
pel «maître de reherches» J. Guilaine (ibíd., pàg. 58), i és clar
que la finalitat del viatge era de recollir la màxima informació i
experiència possibles a aplicar en els treballs de la Cova de l'Or.
El 1976, en faltar V. Pascual, Martí és designat pel SIP director
Les primeres campanyes (1975-76) de la segona etapa
d'excavacions a la Cova de l'Or, dirigides per B. Martí, seran
publicades dins la sèrie monogràfica del SIP en forma d'un pioner
estudi interdisciplinari.
de les excavacions en la reconeguda cova neolítica de Beniarrés,
direcció que ostentarà continuadament fins a la finalització dels
treballs cap a la mitat dels anys 1980. El mateix 1976, i per la raó
dita, substitueix V. Pascual com a assistent tècnic d'E. Pla en la
nova etapa també d'excavacions que s'inicia a l'Ereta del Pedregal de Navarrés. Aquest jaciment havia començat a ser intervingut la dècada dels 1940, posteriorment del 1963 al 1974, i ara, el
1976, s'encetava una tercera fase en què, sens dubte, tot el pes i
la iniciativa dels treballs requeien en B. Martí, i així hi seguirà
fins a la conclusió d'aquests a la primeria dels 1980. En aquest
període encara, el 1978 el SIP mamprèn les excavacions en el
poblat de l'edat del bronze de la Muntanya Assolada d'Alzira, en
la direcció principal de les quals romandrà Martí tot el temps fins
a la mitat dels anys 1990 i més enllà.
L'excavació de la Cova de l'Or, en particular, serà cabdal en
aquests moments (i en els posteriors) per a encarrilar i apuntalar
la carrera professional de B. Martí. L'arreplega de documentació
sobre el jaciment, paral·lela al procés mateix d'excavació, es concretarà en un primer treball monogràfic sobre l'Or publicat en Trabajos Varios (núm. 51, 1977). D'altra banda, els primers resultats
de les intervencions iniciades el 1975 formaran el cos principal de
dades de la seua tesi doctoral sobre el neolític valencià, llegida el
1978 en la Facultat de Geografia i Història de la UV.
En el sentit que anem parlant, B. Martí no deixa de ser una
mostra més de l'acreixement de la interacció LAV-SIP que es produeix durant la segona mitat dels 1970, tot derivat d'un flux cada
vegada major d'alumnes al LAV/Departament com a conseqüència, a banda de les circumstàncies socioeconòmiques generals,
dels canvis en els plans docents universitaris que comportaran la
creació de l'especialitat d'Arqueologia dins la carrera de Geografia i Història. Limitant-nos novament a l'activitat sistemàtica de
camp, els antics membres i col·laboradors del LAV continuaran
participant en moltes de les excavacions patrocinades pel SIP: la
13
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J. Juan Cabanilles i M. J. de Pedro Michó
B. Martí en l'excavació de l'Ereta del Pedregal de Navarrés, cap al
1979. Arxiu MPV.
La Muntanya Assolada d'Alzira en la campanya del 1980,
excavacions començades per B. Martí el 1978. Arxiu MPV.
malaguanyada M. Gil-Mascarell serà a càrrec, el 1978, dels treballs en la partida de La Balsa (Camporrobles), lloc amb troballes
romanes, i, a partir del 1979, de diverses campanyes en el poblat
ibèric de Los Villares (Caudete de las Fuentes); R. Enguix farà el
mateix, el 1977, en la Llometa del Tio Figuetes (Benaguasil), jaciment amb restes de l'edat del bronze i d'època ibèrica, i el 1978
en el poblat del bronze del Pic dels Corbs (Sagunt), una excavació amb direcció compartida pel SIP i el Centro Arqueológico
Saguntino i que, uns anys abans, el 1974, n'havia estat al front,
per delegació del Servei, M. Pérez Ripoll, aleshores becari del
patronat «Saavedra Fajardo» del CSIC, beca que anava gaudint
des del 1972; G. Pereira, al seu torn, dirigirà els treballs, des del
1978, en el jaciment romà tardà i visigòtic de València la Vella
(Riba-roja de Túria). Però les noves generacions d'alumnes del
LAV també començaran a tindre protagonisme en aquest marc de
relacions i col·laboracions interinstitucionals, com ara H. Bonet
Rosado i C. Mata Parreño, que des del 1978 s'encarregaran de
les excavacions al poblat ibèric del Puntal dels Llops (Olocau). A
partir, doncs, del 1975, i sobretot en l'últim terç d'aquesta dècada,
les Labor del SIP es poblen de noms, entre alumnes, llicenciats
recents i joves professors, que els trobem fent les seues tesines i
tesis doctorals amb materials i els mitjans documentals del SIP, o
participant, com hem dit i vist, en les diverses tasques de camp del
Servei; un seguit de noms que poc després entraran a formar part
de l'arqueologia institucional valenciana (a banda de les esmentades H. Bonet i C. Mata, P. P. Ripollès Alegre, A. Ribera Lacomba,
J. Bernabeu Auban, J. V. Lerma Alegria, V. Villaverde Bonilla, J.
L. Peña Sánchez, F. Arasa i Gil, entre altres). I tot açò mateix ha
prosseguit fins l'actualitat.
Tornant a B. Martí Oliver, com a membre del LAV, i junt
amb la resta de col·legues departamentals, el 1974 serà en la
iniciativa de traure avant la revista Papeles del Laboratorio de
Arqueología de Valencia (PLAV), aprofitant el 50 aniversari
del Laboratori.36 La revista PLAV havia estat fundada per M.
Tarradell el 1962, com a mitjà per a la divulgació de l'activitat científica del LAV.37 A banda d'aportar articles als Papeles
(PLAV núm. 11, 1975; núm. 12, 1977, ací en col·laboració amb
R. Enguix; núm. 13, 1978), com ho havia fet també a l'APL
(vol. XV, 1978),38 B. Martí participarà el 1975 en el II col·loqui
internacional de prehistòria de Morella, davall el lema «Métodos y técnicas en Prehistoria», amb una comunicació firmada
per tot l'equip del LAV (publicada el 1980). I el 1978, ja en
solitari, concorrerà a la reunió organitzada per la fundació Juan
March a Madrid «C14 y Prehistoria de la Península Ibérica», on
presentarà les datacions radiomètriques obtingudes arran de les
excavacions en curs a la Cova de l'Or.
El febrer del 1979, B. Martí entra a formar part del cos
tècnic del SIP. La Labor ho anuncia així: «A solicitud de la Dirección del Servicio, la Corporación Provincial, en sesión del
Pleno del día 26 de enero, acordó “crear en plantilla una plaza de Ayudante del Servicio de Investigación Prehistórica con
exigencia de título superior y nivel de proporcionalidad 10, sometiendo el presente acuerdo al visado de la Dirección General de Administración Local, para proceder a la reglamentaria
provisión de dicha plaza; contratando mientras tanto…” al Dr.
don Bernardo Martí Oliver, propuesto por este Servicio y que
venía colaborando con él desde hacía ya varios años. El señor
Martí Oliver tomó posesión de la plaza el día 1 de febrero» (La
labor… 1979, pàg. 122). Pot dir-se que B. Martí és el primer
arqueòleg que dóna el salt professional del LAV al SIP. D.
Fletcher Valls, director aleshores del Servei, provenia també
de la branca d'Històries de la Facultat de Filosofia i Lletres de
la Universitat de València, i havia freqüentat el LAV en tots
els períodes de màxima activitat d'aquest, però no havia tingut
cap vincle «laboral» amb la UV.
36 El 1975 es publicarà el volum de l'aniversari en qüestió (PLAV
núm. 11), amb contribucions de membres passats i presents del Laboratori. En aquell moment, per a la creació del LAV es tenia la
data de 1924 i no la de 1921, que és la que consta en les poques
fonts documentals existents (cf. auRa toRtosa, op. cit. nota 21).
14
37 Veg. «Saguntum-Papeles del Laboratorio de Arqueología de Valencia», dins A. Simon i Tarrés (dir.): Diccionari d'Historiografia Catalana. Enciclopèdia Catalana, Barcelona, 2003, s. v. (veu redactada per
J. Juan Cabanilles). MaRtín áVila, G. i aRanegui gasCó, C. (2012):
«Papeles del Laboratorio de Arqueología de Valencia 50 años: la historia y la verdad». Saguntum-PLAV, 44, València, pàg. 11-13.
38 Les referències completes d'aquests articles, i de les publicacions
ja citades o que hi puguen ser-ho, es troben en la bibliografia de B.
Martí Oliver presentada en aquest mateix llibre.
[page-n-22]
L'escola valenciana de prehistòria i Bernat Martí Oliver
Dins del SIP, B. Martí ha desenvolupat tota la seua principal
tasca investigadora, canalitzada des del primer contacte amb el
Servei cap a la prehistòria recent valenciana, com a cas particular.
De manera sintètica, els seus temes de recerca preferents els han
constituït el neolític en general (inclòs l'eneolític o calcolític) i
la neolitització, l'edat del bronze i l'art postpaleolític (parietal
i moble). És clar que molta culpa d'aquestes inclinacions
temàtiques l'han tinguda els jaciments començats a excavar i a
estudiar en l'etapa inicial de col·laborador del SIP. Per referirnos d'entrada al cas més eloqüent, per al primer neolític i la
neolitització hi ha la Cova de l'Or, jaciment cabdal no solament
des de la perspectiva arqueològica valenciana, sinó des de la
de l'àmbit ampli del Mediterrani occidental. L'excavació de
l'Or (1975-1984) és important per moltes raons: en primer
lloc, perquè afecta un depòsit ric en material (sobretot per
al neolític antic) i arqueològicament «homogeni» (conté
vestigis d'ocupacions solament neolítiques des de la mateixa
base); en segon lloc, perquè és una excavació feta amb
metodologia «moderna» (sistema tridimensional, sondatge
inicial, prossecució en extensió, etc.) i una de les primeres a
escala peninsular amb caràcter interdisciplinari (intervenció
a peu de tall d'especialistes en sedimentologia, palinologia,
arqueofauna, etc.39); i en tercer lloc, per la qualitat dels resultats
assolits, a resumir en una seqüència arqueològica bastant
completa per al període comprès –grosso modo– entre el 5500
i el 4000 AC (del neolític antic a l'evolucionat) i un bon nivell
d'informació, per a aquest període, quant al paleoambient
(dades sedimentològiques i palinològiques), l'economia
(dades faunístiques i carpològiques) o la tecnologia i l'activitat
industrial (dades sobre les produccions ceràmica, lítica, òssia,
d'ornaments, etc.).
Arran de la publicació dels primers resultats (treballs
del 1975-76), en el que constituirà el segon volum dedicat
al jaciment (Trabajos Varios núm. 65, de 1980),40 la Cova de
l'Or esdevé un referent total per al tema de la neolitització
de la vessant mediterrània peninsular. Les dades de l'Or, a
banda de publicades, seran presentades ben d'hora (ja les de
tots els treballs en conjunt) en importants congressos sobre el
neolític, com ara l'organitzat per la Fédération Archéologique
de l'Hérault a Montpeller el 1981, o pel Centre National de la
Recherche Scientifique també a Montpeller el 1983, congressos
que contribuiran a la projecció internacional del jaciment i del
seu excavador.
El contacte de B. Martí amb les fases finals del neolític i
amb l'eneolític el proporcionarà l'excavació de l'Ereta del Pedregal (1976-1982), on participa pràcticament el mateix equip
interdisciplinari que a la Cova de l'Or. La importància de l'Ereta
39 Cas, en les tres especialitats que anomenem i per ordre, de la malaguanyada M. P. Fumanal García i de M. Dupré Ollivier, del Departament de Geografia de la Universitat de València, i de M. Pérez
Ripoll, antic becari del SIP, com hem vist, i col·laborador aleshores
del Servei i del LAV, i professor més tard del LAV/Departament de
Prehistòria i Arqueologia.
40 El vol. II de l'Or, concebut ja de manera multidisciplinària, compta amb les col·laboracions especialitzades de M. D. Gallart Martí
(tecnologia ceràmica), P. López García (cereals), M. Pérez Ripoll
(fauna de vertebrats) i J. D. Acuña Hernández i F. Robles Cuenca
(malacofauna).
L'art postpaleolític serà un dels temes intensament abordats per B.
Martí dins la seua tasca investigadora. Coberta de l'obra dedicada
a la cerca de paral·lels rupestres per a l'art moble neolític, firmada
junt amb M. S. Hernández Pérez (1988).
com a jaciment és semblant a la de l'Or, donada així mateix per
un bon depòsit sedimentari i arqueològic. A banda del mètode acurat, l'estratègia de treball principal ací serà l'excavació
en extensió, el que permetrà, junt amb les reglamentàries cales
verticals, posar al descobert un seguit d'estructures en pedra
(murs i empedrats) pertanyents almenys a tres fases constructives. L'Ereta es desmarcava així de la majoria d'assentaments
«neo-eneolítics» coneguts fins aquell moment, caracteritzats per
les construccions peribles (a base de fang i fusta) i les fosses i
sitges excavades en el sòl. Contràriament a l'Or, els treballs dels
1970-80 a l'Ereta no han arribat a originar una memòria expressa i completa, però la informació obtinguda sí que ha estat
donada a conèixer, en dosis més o menys grans, dins d'un munt
de publicacions diverses que, al remat, han contribuït a refermar
la singularitat d'aquest jaciment.41
La Muntanya Assolada d'Alzira, de la seua banda,
introduirà B. Martí en el món excitant de l'edat del bronze. En
l'excavació (1978-1996, principalment) d'aquest típic poblat en
41 La història de l'Ereta com a jaciment i tota la bibliografia generada
(informes de campanyes d'excavació, estudis de materials, anàlisis de mostres biòtiques i abiòtiques, etc.) pot veure's dins Juan
CaBanilles, op. cit. nota 12. Per destacar alguns dels estudis més
«interdisciplinaris», els resultats sedimentològics i palinològics
han estat presentats (igual com els de la Cova de l'Or i altres llocs
excavats pel SIP) dins: FuManal gaRCía, M. D. (1986): Sedimentología y clima en el País Valenciano. Las cuevas habitadas en
el Cuaternario reciente. Servicio de Investigación Prehistórica,
Diputación Provincial de Valencia (Trabajos Varios del SIP, 83),
València, 207 p. duPRé olliVieR, M. (1988): Palinología y paleoambiente: Nuevos datos españoles. Referencias. Servicio de Investigación Prehistórica, Diputación Provincial de Valencia (Trabajos
Varios del SIP, 84), València, 160 p.
15
[page-n-23]
J. Juan Cabanilles i M. J. de Pedro Michó
B. Martí en la biblioteca del SIP el 2011.
alt col·laborarà novament l'equip interdisciplinari que ho feia a
l'Or i a l'Ereta, una excavació que diferirà del que fins aleshores
era comú per a aquest tipus de jaciments: l'obertura de grans
espais de terreny, a fi de facilitar el reconeixement d'estructures
i les seues continuïtats i discontinuïtats, enfront dels petits
sondatges practicats un poc pertot de manera inconnexa. La
Muntanya Assolada serà presentada per primera vegada al
XVI Congreso Nacional de Arqueología, celebrat a Múrcia i
Cartagena el 1982, juntament amb els treballs més recents de
l'Ereta del Pedregal, congrés les actes del qual es publicaran
el 1983; d'altra banda, el jaciment i les excavacions han estat
objecte de múltiples notes, articles i avanços que posen en relleu
la significació d'aquest poblat tan representatiu del «bronze
valencià» (cf. bibliografia de B. Martí).
Pel que fa a l'art postpaleolític, la preocupació de B. Martí
per aquest tema s'aferma a partir de la descoberta de l'art rupestre «Macroesquemàtic», el 1980,42 la recerca d'una cronologia
precisa per a aquesta modalitat d'art i la consegüent troballa
de paral·lels mobles en les ceràmiques sobretot de la Cova de
l'Or. Aquests paral·lels advocaven per una cronologia a situar
en el neolític antic, però les ceràmiques de l'Or també aportaven
dades en aqueix sentit per als vells –quant a coneixença– arts
Llevantí i Esquemàtic; això, i les superposicions parietals entre
arts, permetien parlar d'un cicle artístic en conjunt més curt del
que es pensava, al fixar-se el seu començament en els primers
temps neolítics. Els resultats d'aquesta recerca els presentarà B.
Martí, junt amb M. S. Hernández Pérez, de la Universitat d'Alacant, en el treball monogràfic El Neolític valencià. Art rupestre
i cultura material, publicat pel SIP el 1988, una obra que tragirarà totes les visions que es tenien sobre la identitat dels distints
arts postpaleolítics i la seua seqüència temporal.
I ens aturem ací. El present text no pretén ser una exposició
exhaustiva de la trajectòria científica de Bernat Martí Oliver,
molt ben coneguda a hores d'ara; el propòsit ha estat més
42 L'art Macroesquemàtic es dóna a conèixer el 1982 (cf. HeRnández PéRez, M. S. i CentRe d'estudis Contestans [1982]: «Consideraciones sobre un nuevo tipo de arte rupestre prehistórico».
Ars Praehistorica, 1, Sabadell, pàg. 179-187), i el primer corpus
de jaciments el 1988 (HeRnández PéRez, M. s.; FeRReR MaRset,
P. i Catalá FeRReR, E. [1988]: Arte rupestre en Alicante. Fundación Banco Exterior i Banco de Alicante-Grupo Banco Exterior,
Alacant, 312 p.).
16
B. Martí, flanquejat pels autors del text, i per H. Bonet, en el
jaciment de l'edat del bronze de la Lloma de Betxí, a Paterna, el
març del 2016.
d'assenyalar-ne els orígens i les primeres passes, i els impulsos.
De la intensitat d'aquesta trajectòria, en dóna fe la bibliografia
de l'homenatjat que, com ja s'ha advertit, s'ofereix en apartat
a banda; una trajectòria definida pel rigor en el tractament dels
temes i l'exhaustivitat en la documentació, tot fonamentat en un
coneixement ampli dels registres i els contextos arqueològics.
Tanmateix, sí que hi cal remarcar de B. Martí Oliver la seua
condició de representant genuí de l'escola valenciana de
prehistòria, avui molt consolidada i no només pel patronatge
continuat del SIP de la Diputació de València i del LAV de
la Universitat de València, sinó per la resta de departaments
universitaris valencians del mateix ram (en concret de les
universitats d'Alacant i de Castelló) i de centres institucionals
relacionats amb el patrimoni arqueològic (Museu Arqueològic
d'Alacant-MARQ, Museu Arqueològic Municipal d'Alcoi,
Servei d'Investigacions Arqueològiques i Prehistòriques-SIAP
de la Diputació de Castelló, per citar-ne alguns dels principals
amb projectes adreçats a la prehistòria). Amb tots aquests
centres universitaris i institucionals, i això és important també
de subratllar-ho, B. Martí ha estat el «pont» des del SIP pel
qual s'han entreteixit relacions de tot tipus que, al capdavall,
han redundat en benefici del mateix Servei i del conjunt de
l'arqueologia valenciana, prehistòrica i no.
Tornarem a incidir en B. Martí com a ver exponent de
l'escola valenciana de prehistòria, i com a persona que des
de dins del SIP, especialment, ha continuat fent escola alhora.
Del seu magisteri, sense cap dubte, en som deutors els firmants
d'aquest text, i no cal dir en quina mesura ens sentim honrats
d'haver estat els seus col·laboradors des del nostre ingrés en
el SIP. La capacitat intel·lectual de B. Martí és ara mateix ben
sencera i viva, i la seua predisposició investigadora també,
amb moltes coses a fer i a dir. I Estem convençuts que per
molts anys encara.
[page-n-24]
Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 17-26.
Bernat Martí Oliver: el professional, la persona
i la seua producció bibliogràfica
Rosa enguix aleMany i yolanda Fons gRau
Qualsevol consideració sobre la trajectòria professional de
Bernat Martí Oliver ha d'acompanyar-se, necessàriament,
del que ha sigut fins ara la seua producció bibliogràfica,
però ens sembla interessant, per a una millor comprensió
de la magnitud de la seua obra, assenyalar que, a més, unes
altres activitats i actituds han ocupat –i ocupen– el seu
temps de treball. Actituds i activitats que s'han assumit,
al llarg de molts anys, en la institució on en major grau
ha desenvolupat la seua professió: el Servei d'Investigació
Prehistòrica de la Diputació de València.
Hem de subratllar que la llista bibliogràfica que
s'hi ofereix no està gens tancada, que les investigacions
continuen en curs, més si tenim en compte les peticions
constants de col·laboració que segueix rebent Bernat Martí
des de diversos centres d'investigació actuals, alguna de les
quals, sens dubte, la durà a terme. La seua jubilació no ha
representat en absolut una ruptura amb la institució on ha
desenvolupat, quasi per complet, l'activitat investigadora i
docent. Els seus inicis en el Departament de Prehistòria de
la Universitat de València, amb el Laboratori d'Arqueologia
adjunt, i el seu salt al SIP n'han marcat el quefer professional
i han donat continuïtat a aquest caràcter docent, amable i
vital que caracteritza la seua activitat quotidiana, en la qual
atén els joves prehistoriadors que demanden el seu consell i
sapiència. Ho hem vist i hem rebut part d'aquesta generositat
amb què ha compartit el seu temps i els seus coneixements.
Però, més enllà de la relació personal entranyable que ens
puga unir, tractarem d'exposar, encara que siga breument,
alguns trets del seu perfil professional i humà.
Caldria recordar l'anomenat «esperit del SIP», que
va imprimir el seu fundador, Isidro Ballester, i van continuar Domingo Fletcher i Enrique Pla, amb els seus
propis matisos, fins arribar a Bernat Martí. Luis Pericot,
subdirector del SIP des del seu inici, va atribuir a Isidro
Ballester unes qualitats que havia transmés, unes per les
circumstàncies i unes altres per convicció, al funcionament de la institució. Aquestes característiques les va resumir en el panegíric que va escriure després de la mort
de Ballester (APL III, 1952, p. 15), i eren: vocació, honestedat científica, minuciositat i austeritat. Vegem com
s'han manifestat les qualitats que va veure L. Pericot en
el primer director del SIP, en Bernat Martí, també director d'aquesta institució entre 1987 i 1996.
Respecte a la vocació, no està de més recordar que era
un estudiant de Ciències, que va començar a estudiar una
carrera que tenia un prestigi social innegable, i que la va
deixar per a dedicar-se a «això» de la Prehistòria. No crec
que s'haja penedit de la seua elecció, ni davant de les situacions adverses que va viure la institució, ni les seues pròpies com a membre d'aquesta, ni davant de les sol·licituds
d'ocupar càrrecs socialment majors, encara que de gestió,
proposats des de la Conselleria de Cultura de la Generalitat
Valenciana, en la qual va presentar un informe preciós sobre el que hauria de fer-se en l'Arqueologia d'aquest país,
però declinant l'oferiment per a seguir en el SIP.
De la seua honestedat científica molts en podem donar prova, per manifestar-se no sols en les seues investigacions, sinó en posicions en comissions i reunions a
les quals havia d'assistir pel càrrec que ocupava i en les
ponderades opinions expressades a companys i a alumnes. ¿S'han oblidat, potser, les conseqüències d'aquella
situació en la Comissió de l'Institut Valencià d'Estudis i
Investigació, allà per l'any 1996, respecte de la renovació
de membres? La independència i l'honestedat científica
també tenen un cost personal i institucional que en aquest
cas va ser assumit amb serenitat, més o menys continguda.
Quant a la minuciositat, no cal insistir massa, ja que els
qui hagen treballat en les seues excavacions i hagen llegit
un poc de la seua obra, la poden percebre perfectament. I
qui haja col·laborat amb ell en alguna publicació, també.
L'austeritat, hem d'assenyalar, és una de les «normes» del
SIP, en part per les circumstàncies de la seua creació i els
avatars històrics que va viure; i així continua. Potser caldria assenyalar que respecte a la Biblioteca del SIP aquesta
norma d'austeritat és relativa, i així era també amb direccions anteriors. Sempre s'ha tingut, des de la Direcció, un
interés especial a conéixer, catalogar i ubicar tot el contingut d'aquesta magnífica biblioteca, com també acréixer-la
al màxim de les possibilitats econòmiques de la institució,
fins i tot a pesar de les noves tecnologies que permeten
consultes inimaginables per altres mitjans més enllà del
paper. No obstant això, la Biblioteca del SIP continua sent
un lloc de treball i investigació per a estudiants universitaris i per a tots aquells que pretenguen indagar sobre
qüestions prehistòriques i les circumstàncies que rodegen
a aquesta ciència. Bernat Martí també va convertir el crei17
[page-n-25]
R. Enguix Alemany i Y. Fons Grau
xement i el bon funcionament de la Biblioteca del SIP en
un objectiu primordial, i va posar tots els mitjans possibles
perquè romanguera oberta el major temps possible en els
temps difícils de trasllats del Servei i el Museu de Prehistòria. Així mateix, l'ús continuat d'aquesta ha convertit B.
Martí en un referent impagable per a qualsevol altre usuari
de la biblioteca, pel seu coneixement dels distints títols i
continguts que s'hi alberguen, de manera que és capaç de
resoldre qualsevol necessitat d'informació. El mateix podem dir del desenvolupament i l'organització de l'arxiu
gràfic, com a element fonamental per a l'estudi, la consulta
i la investigació. A aquest respecte, és una dada a ressenyar que la primera activitat de B. Martí, abans d'ocupar el
seu lloc de treball diàriament, era saludar els responsables
d'aquestes seccions.
Hi ha un altre aspecte que s'ha de remarcar i que ha format part del funcionament del SIP en major o menor grau:
la cordialitat en el tractament amb els altres col·legues i institucions amb l'objectiu de saber de l'estat en general del
patrimoni arqueològic i per a ajudar millor a preservar-lo.
Els arqueòlegs i els aficionats solen ser atesos amb deferència, la qual cosa ha creat un sòlid entramat de relacions i
contactes que permet la col·laboració i l'intercanvi continu
de notícies, tot tan important per a conéixer la situació ar-
queològica del País Valencià i més enllà dels seus límits.
Aquesta actitud no és nova en el SIP. Recordem les paraules d'Enrique Pla sobre Domingo Fletcher en la jubilació
també d'aquest: «Durante estos primeros años [anys 1950]
de la Dirección de Domingo Fletcher se encauzó casi toda
la actividad del Servicio en la ampliación de las relaciones
científicas y bibliográficas con organismos e instituciones
dedicados a la Arqueología y a la Prehistoria» (APL XVII,
1987, p. 6). Tots recordem aquelles visites d'arqueòlegs i
aficionats demanant informació i consell a Domingo Fletcher, i com aquest obtenia les dades necessàries que pogueren revertir en benefici de l'Arqueologia. Bernat Martí ha
continuat amb aquesta mateixa actitud i ha sol·licitat, rebut,
oferit i compartit tot tipus de demandes i activitats –xarrades, assistència a esdeveniments, col·laboracions, etc.– que
li hagen requerit entitats interessades en aquestes qüestions
amb una verdadera cordialitat.
Arqueòleg de camp precís, científic minuciós, gestor
responsable i notable mestre per a tots els qui el requeriren.
Aquestes serien les qualitats professionals que hem trobat en
la persona de Bernat Martí Oliver. El nostre desig és continuar gaudint de totes elles i d'aquesta gentilesa amb què sol
acompanyar, fins a les portes del SIP, els col·legues que el visiten o treballen amb ell. Potser anecdòtic, però significatiu.
***
La relació bibliogràfica que segueix, ordenada per anys, no conté obres o treballs que no hagen sigut publicats (tesi,
tesina, memòries, informes, textos de preactes de congressos…), però sí que pot dir-se que inclou tota la bibliografia
essencial de Bernat Martí Oliver.
1975
MARTÍ OLIVER, B. (1975): “Sobre el concepto de Neolítico”. En L Aniversario de la fundación del Laboratorio
de Arqueología. 1924-1974. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Valencia (Papeles del Laboratorio de
Arqueología de Valencia, 11), Valencia, p. 109-117.
1976
MARTÍ OLIVER, B. (1976): “El Neolítico en la Región Valenciana”. Información Arqueológica, 20-21, Barcelona, p. 63-64.
GIL SANCHO, J.; MARTÍ OLIVER, B. (1976): “Benivaire Alt”. En Carcaixent. Fira i Festes. 1976. Carcaixent, s/p.
1977
MARTÍ OLIVER, B. (amb la col·laboració de R. Pardo Ballester i J.M. Segura Martí) (1977): Cova de l'Or (Beniarrés,
Alicante). Vol. I. Servicio de Investigación Prehistórica, Diputación Provincial de Valencia (Trabajos Varios del SIP,
51), Valencia, 96 p.
ENGUIX ALEMANY, R.; MARTÍ OLIVER, B. (1977): “El poblamiento prehistórico del Bajo Palancia”. SaguntumPapeles del Laboratorio de Arqueología de Valencia, 12, Valencia, p. 11-30.
1978
MARTÍ OLIVER, B. (1978): “Cova de l'Or (Beniarrés, Alicante). Nuevos datos sobre el Neolítico del Este peninsular”.
En C14 y Prehistoria de la península Ibérica. Reunión 1978. Fundación Juan March (Serie Universitaria, 77), Madrid,
p. 57-60.
MARTÍ OLIVER, B.; GIL SANCHO, J. (1978): “Perlas de aletas y glóbulos del Cau Raboser (Carcaixent, Valencia).
Algunas consideraciones sobre el Eneolítico valenciano”. Archivo de Prehistoria Levantina, XV, Valencia, p. 47-68.
GIL-MASCARELL BOSCÁ, M.; ARANEGUI GASCÓ, C.; ENGUIX ALEMANY, R.; PEREIRA MENAUT, G.;
MARTÍ OLIVER, B. (1978): “L'activitat de l'equip del Laboratori d'Arqueologia de València durant els cursos 1973
a 1976”. Fonaments, 1, Barcelona, p. 210-214.
18
[page-n-26]
Bernat Martí Oliver: el professional, la persona i la seua producció bibliogràfica
1979
MARTÍ OLIVER, B. (1979): “El Neolítico de la Península Ibérica. Estado actual de los problemas relativos al proceso de
neolitización y evolución de las culturas neolíticas”. Saguntum-Papeles del Laboratorio de Arqueología de Valencia,
13 (1978), Valencia, p. 59-98.
1980
MARTÍ OLIVER, B. (1980): “El Neolítico”. En Nuestra Historia. Tomo 1. Mas Ivars editores, Valencia, p. 101-124.
MARTÍ OLIVER, B. (1980): “El Eneolítico”. En Nuestra Historia. Tomo 1. Mas Ivars editores, Valencia, p. 125-150.
MARTÍ OLIVER, B.; PASCUAL PÉREZ, V.; GALLART MARTÍ, M.D.; LÓPEZ GARCÍA, P.; PÉREZ RIPOLL, M.;
ACUÑA HERNÁNDEZ, J.D.; ROBLES CUENCA, F. (1980): Cova de l'Or (Beniarrés, Alicante). Vol.
II. Servicio de Investigación Prehistórica, Diputación Provincial de Valencia (Trabajos Varios del SIP, 65),
Valencia, 298 p.
VILLAVERDE BONILLA, V.; MARTÍ OLIVER, B. (1980): “El yacimiento de superficie de El Prat (Llíria, Valencia)”.
Saguntum-Papeles del Laboratorio de Arqueología de Valencia, 15, Valencia, p. 9-22.
BARCELÓ, A.; ARANEGUI GASCÓ, C.; ENGUIX ALEMANY, R.; GIL-MASCARELL BOSCÁ, M.; MARTÍ
OLIVER, B.; PEREIRA MENAUT, G.; VALL OJEDA, M.A. (1980): “Aplicación de un modelo reproductivo a una
economía primitiva. Posibilidades de análisis mediante los restos arqueológicos”. En A. Mir (ed.): Comunicaciones
presentadas en el II y III Coloquio Internacional de Prehistoria (Morella, 1975 y 1976). Edición patrocinada por la
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26
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 27-34.
La néolithisation de la Méditerranée occidentale :
sur la piste des pionniers ?
Jean guilaine, gaRyFalia Metallinou et Jean-FRançois BeRgeR
réSumé
La grotte des Arene Candide (Finale Ligure, Italie) est caractérisée, dans les niveaux du Néolithique ancien, par une céramique
originale décorée selon la technique du « sillon d'impressions ». Il en résulte un faciès particulier, connu depuis les publications
de L. Bernabò Brea, qui se distingue des autres groupes à poterie imprimée (« impressa ») de la péninsule italique. Or, au
cours de ces dernières années, plusieurs sites relevant de cet horizon culturel ont été reconnus en France méridionale et en
Espagne méditerranéenne. Les datations radiocarbone indiquent clairement qu'il s'agit d'un horizon précoce, contemporain
de la première diffusion du Néolithique en Méditerranée occidentale et antérieur au développement du « Cardial » jusqu'ici
considéré comme la plus ancienne version néolithique de l'Ouest méditerranéen. Mais ce faciès a-t-il émergé en Ligurie
même ? La présente enquête montre qu'en fait ce marqueur est déjà présent plus à l'Est, en Méditerranée sud-adriatique,
et qu'il est notamment attesté à Sidari (Grèce de l'Ouest) ainsi que sur d'autres sites siciliens ou italiques. On dispose donc
aujourd'hui d'un premier aperçu de gisements le plus souvent côtiers qui, de la Grèce occidentale à l'Andalousie, révèlent
l'existence d'une première « vague » néolithique ayant propagé, par voie maritime, l'économie de production.
moTS cléS
: Néolithisation, pionniérisme, céramique « impressa », sillon d'impressions, Méditerranée occidentale.
reSumen
La neolitización del Mediterráneo occidental: ¿sobre la pista de los pioneros? En sus niveles del Neolítico antiguo, el yacimiento
ligur de Arene Candide (Finale Ligure, Italia) viene caracterizado por una cerámica original decorada con la técnica del sillon
d'impressions. Dicha cerámica, conocida desde las publicaciones de L. Bernabò Brea, determina una facies particular que se
distingue de las otras facies o grupos con cerámica impresa de la península itálica (grupos a impressa). Ahora bien, en el curso de
los últimos años, en el sur de Francia y en la España mediterránea, han sido reconocidos diversos yacimientos adscribibles a este
horizonte cultural. Las dataciones de radiocarbono indican claramente que se trata de un horizonte precoz, contemporáneo de la
primera difusión del Neolítico en el Mediterráneo occidental y anterior al desarrollo del “Cardial”, considerado tradicionalmente
este como la manifestación neolítica más antigua del oeste mediterráneo. La pregunta, sin embargo, es si esta facies u horizonte
ha surgido en la propia Liguria. El presente trabajo muestra que, de hecho, sus marcadores distintivos se encuentran ya presentes
más al este, en el Mediterráneo sur-adriático, atestiguados en Sidari (oeste de Grecia) y en otros yacimientos de Sicilia y el sur
de la península italiana. Así pues, se cuenta hoy en día con un conjunto de yacimientos mayormente costeros que, desde Grecia
occidental hasta Andalucía, revelan la existencia de una primera “oleada” neolítica que habría propagado, por vía marítima, la
economía de producción.
PalabraS claVe:
Neolitización, pionerismo, cerámica impresa, sillon d'impressions, Mediterráneo occidental.
Les modalités de la transmission de l'économie néolithique
du Proche-Orient à l'Occident méditerranéen ne sont pas
encore clairement établies dans le détail. En évoquant les
deux grandes artères de la propagation du Néolithique, l'une,
maritime par la Méditerranée, l'autre, terrestre par le bassin
du Danube, V. G. Childe s'en tenait à un scénario global
très schématique (Childe, 1925). Plus tard, L. Bernabò Brea,
adoptant cette thèse diffusionniste mais souhaitant approfondir
les caractères de cette transmission, rapprocha diverses
cultures à céramiques imprimées et considéra qu'elles avaient
été les vecteurs du Néolithique, du Levant jusqu'à la péninsule
Ibérique (Bernabò Brea, 1950). En les regroupant dans un
même horizon, il en minimisait volontairement les différences
alors que la variabilité morphologique et décorative de leurs
productions est souvent bien affirmée (Guilaine, 1976). De
plus les liens génétiques entre les groupes à poterie imprimée
de la Cilicie au Liban et ceux de Méditerranée centrale et
occidentale (Fuggazzola et al., 2002) ne sont pas démontrés à
partir de jalons géographiques continus. Outre les divergences
techniques, morphologiques et ornementales entre les poteries
de la Dark Faced Burnished Ware (Balossi Restelli, 2006) et
celles de l'Impressa italo-adriatique, les oppositions portent
aussi sur les caractères de l'habitat et sur le lithique (armatures
perçantes en Orient / flèches tranchantes en Méditerranée
centrale). On soustraira par ailleurs du Néolithique ancien
libanais les fameux poignards de Byblos (Cauvin, 1994) qui
semblent plutôt relever du PPNB par suite d'un mélange de
couches sur ce site (Garfinkel, 2004).
27
[page-n-35]
J. Guilaine, G. Metallinou et J.-F. Berger
Les difficultés à trouver des jalons insulaires dans cette
éventuelle diffusion méditerranéenne sont évidentes. C'est ainsi
que Chypre dont les relations maritimes avec le Levant-Nord
sont très précoces (Vigne et al., 2012) ne peut être considérée
comme un relais potentiel car la céramique ne s'y développe
que très tardivement lors de la culture de Sotira, au Ve millénaire avant notre ère. La présence sporadique à Khirokitia d'une
céramique grise plus ancienne manque de consistance pour être
valablement prise en compte (Dikaios, 1953).
Autre île importante dans une éventuelle transmission vers
l'Ouest, la Crète n'apporte pas de données convaincantes. Le
néolithique s'implante sur cette île à Cnossos vers 7000 / 6800
BC à un stade acéramique (Evans, 1964 ; Efstratiou et al.,
2004). Par contre le site n'est l'objet que de fréquentations peu
consistantes durant la plage du Néolithique ancien grec (- 6500
/ - 5800 BC). Son occupation reprend aux alentours de 5500
BC comme l'indiquent les datations des récentes interventions
de N. Efstratiou c'est-à-dire au Néolithique moyen. Un hiatus
semble donc exister à Cnossos entre l'horizon acéramique et
les premières strates avec poteries. Par leur style, ces dernières
relèvent globalement du Néolithique moyen, de sorte que les
dénominations de J. Evans les concernant (Early Neolithic I,
Early Neolithic II) peuvent prêter à confusion en regard de la
chronologie égéenne générale (Guilaine, 2003). Chypre et la
Crète ne semblent donc guère, en l'état des données, avoir été
des relais dans l'éventuelle propagation vers l'Ouest de céramiques imprimées orientales.
1. LES GROUPES NÉOLITHIQUES À CÉRAMIQUE
IMPRIMÉE DE MÉDITERRANÉE CENTRALE ET
OCCIDENTALE
Identifiés de longue date, ces premiers horizons néolithiques
ont été regroupés, en macro-analyse, en deux familles : les cultures a ceramica impressa de l'aire italo-adriatique (Bernabò
Brea, 1950 ; Batovic, 1966 ; Muller, 1994 ; Forenbaher et Miracle, 2014), le Cardial de l'arc nord-méditerranéen occidental (Bernabò Brea, 1946, 1956 ; Guilaine, 1976, 2007 ; Martí,
1977, 1980 ; Bernabeu, 1989), ce dernier considéré comme
une dérivation des précédentes. La progression des recherches
a permis d'introduire diverses subdivisions, géographiques et
chronologiques, au sein de ces deux grands ensembles. Ainsi,
dans l'aire adriatique, une phase à céramique impressa « archaïque » est-elle prolongée par des phases à céramique gravée ou peinte (Tiné, 1983 ; Pessina et Tiné, 2008). En Calabre
et Sicile, à un horizon également ancien (Kronio) succède la
culture de Stentinello. Plus au Nord, dans les Marche, se développe un faciès à céramique imprimée singulier plus tardif que
l'Impressa du Sud-Est (Ripabianca di Monterado) (Fugazzola
et al., 2002).
Sur le versant tyrrhénien (Latium, Ombrie, Toscane, Sardaigne, Corse), le Cardial connaît un faciès original à décoration géométrique dominante. En Ligurie s'épanouit un faciès a
ceramica impressa particulier, dit « ligure ».
De la Provence au Portugal, des nuances existent entre les
divers groupes régionaux du « Cardial franco-ibérique » : groupe de Provence-Languedoc, « Montserratien » catalan, Cardial
valencien, groupes d'Andalousie et du Portugal méridional. Par
la suite ces groupes cèderont la place à l'Épicardial, vaste en28
semble étalé du Rhône à l'Andalousie avec une large emprise sur les plateaux centraux de la péninsule Ibérique, lui aussi
empreint d'une certaine variabilité régionale. Au Portugal, un
Néolithique ancien II, très typé, succède au Cardial.
2. LA QUESTION LIGURIENNE
Cette diversité spatiale reconnue au sein des populations étalées de l'Adriatique au Portugal laisse ouverte la question de
leur déroulement chronologique interne et, surtout, de leurs interférences et de leurs enchaînements réciproques : comment
est-on passé d'un horizon à l'autre ? Quel héritage procède
d'un groupe voisin et quelle est la part de créativité de chacun ?
Quels sont les dénominateurs communs à plusieurs groupes et,
en revanche, les marqueurs spécifiques ? Nous aborderons ici
tout particulièrement le cas de la céramique impressa ligure,
longtemps considérée comme un faciès géographiquement limité mais dont l'intérêt semble avoir été sous-estimé dans les
processus de néolithisation ouest-méditerranéens.
L. Bernabò Brea avait remarqué que les styles céramiques
du Néolithique ancien de la grotte des Arene Candide (Finale
Ligure) s'originalisaient notamment par une technique décorative qui les isolait des autres groupes de la sphère italique. Rapprochée par cet auteur de la technique « stab and drag » (Bernabò Brea, 1956 : 59), on lui a donné par la suite l'expression
plus neutre de « sillon d'impressions » (grooved impressions)
dans la mesure où elle produit des sortes de cannelures caractérisées en leur intérieur par une succession d'impressions en file.
Dans le détail, technique et rendu peuvent varier : cannelures
accentuées à impressions successives rapprochées, impressions
plus distantes sur un même axe, sillons profonds régulièrement
sectionnés, etc. C'est ce marqueur techno-décoratif qui a permis
d'isoler un style « Arene Candide » parmi les autres groupes
néolithiques ouest-méditerranéens (fig. 1) (Bernabò Brea, 1946,
1956 ; Maggi, 1997 ; Tiné, 1999). En Ligurie même d'autres
cavités ont livré cette variété de céramique décorée (grotta Pollera, Arma di Nasino) (Odetti, 2002 ; Scotti et Maggi, 2002).
Fig. 1. Grotte des Arene Candide (Finale Ligure, Italie). Vase
néolithique décoré selon la technique du « sillon d'impressions »
(cliché Musée de Finale Ligure).
[page-n-36]
La néolithisation de la Méditerranée occidentale : sur la piste des pionniers ?
Fig. 2. Peiro Signado (Portiragnes, France). Éléments céramiques à
décor de sillons d'impressions.
Fig. 3. Pont de Roque Haute (Portiragnes, France). Éléments
céramiques à décor de sillons d'impressions.
On a par la suite découvert plusieurs sites sur le littoral méditerranéen français ou proches de celui-ci qui ont pu être rattachés à ce même faciès : Caucade (Alpes-Maritimes), (Binder
et al., 1993), Peiro Signado (Hérault) (Roudil, 1990 ; Briois et
Manen, 2009) (fig. 3), Pont de Roque Haute (Hérault) (Guilaine,
Manen et Vigne, 2007) (fig. 2), grotte Gazel (Guilaine, 1970),
Petite grotte de Bize (Aude), grotte des Fées à Leucate (Aude)
(Guilaine, 1993). Plus récemment ont eu lieu les premières reconnaissances de ce faciès en Espagne : site d'El Barranquet
(Valencia) (Bernabeu et al., 2009), Mas d'Is (Valencia) (Bernabeu et Martí, 2014), Cueva de Nerja (García Borja et al., 2011,
Cortés Sánchez et al., 2012). Cette liste est seulement indicative. Il est vraisemblable que la reconnaissance d'autres sites
se poursuivra dans la péninsule Ibérique. Toutefois la technique
du « sillon d'impressions » se retrouvera en Espagne dans des
faciès néolithiques plus récents, voire à l'âge du Bronze (style
« Boquique ») et on évitera de les décompter dans les inventaires liés à l'impressa ligure (sur ce sujet Alday, 2009). Le style
« Arene Candide » se caractérise par des motifs en chevrons
ou perpendiculaires, privilégiant donc des dispositions de sens
contrarié. Au contraire beaucoup de sites ibériques affectionnent
des motifs « en guirlande » distincts de la céramique ligure et
n'entrant donc pas dans le même horizon culturel.
Avec l'identification de cette céramique a impressa ligure, puis la reconnaissance de sa propagation à l'Ouest de
la Ligurie, deux problèmes ont surgi : quelle est sa chrono-
logie ? s'agit-il d'une création ouest-méditerranéenne ou sa
souche est-elle plus orientale ? Une première donnée provient des datations livrées par les niveaux du Néolithique ancien de la grotte des Arene Candide dont plusieurs se situent
dans les tout premiers siècles du VIIe millénaire BP1 ce qui
les place dans un créneau proche, voire contemporain, des
plus anciennes datations obtenues dans le Sud-Est de la péninsule italique (Maggi, 1997). Les datations fournies par les
sites du Sud de la France montrent également qu'il s'agit des
plus anciennes manifestations néolithiques connues.2 Elles se
placent vers 5800-5700 BC. En Espagne le site de El Barranquet serait un peu plus récent (vers 5650 / 5550 BC) (Bernabeu et Martí, 2014).3
1
2
3
Italie : Arene Candide : UB-2423 : 6980±115 BP; LJ-4143 :
6910±110 BP; Beta-66553 : 6880±60 BP (datations sur charbons).
Sud de la France : Pont de Roque Haute : Ly-7607 : 6850±65 BP
(sur charbon). Beta-30895 : 6920±30 BP ; Beta-39895 : 6910±30
BP ; Beta-39895 : 6870±30 BP (sur Triticum dicoccum). Peiro Signado : Ly-8399 : 6770±55 BP ; Beta-330612 : 6670±40 BP ; Ly8400 : 6840±55 BP (sur charbons). De nouvelles dates sur graines,
inédites, confirment ces datations, voire les vieillissent un peu.
Espagne : El Barranquet : Beta-221431 : 6510±50 BP (Ovis aries).
Mas d'Is : Beta-239378 : 6600±40 BP (Monocotyledone). Cueva
de Nerja : Beta-13157 : 6590±40 BP (Ovis aries).
29
[page-n-37]
J. Guilaine, G. Metallinou et J.-F. Berger
Un premier enseignement tiré de ces données montre donc
l'existence de la Ligurie à l'Andalousie de fréquentations pionnières néolithiques antérieures au « Cardial franco-ibérique »
souvent considéré comme la plus ancienne culture néolithique
de l'Occident méditerranéen.
Un autre résultat de cette révision chrono-culturelle réside
dans le statut économique de cette première vague néolithisante.
Sur les habitats de plein air non perturbés par d'éventuels remaniements stratigraphiques, et notamment les deux sites de
Portiragnes (Hérault) (Pont de Roque Haute et Peiro Signado),
l'agriculture et l'élevage constituent la base de l'alimentation,
la chasse étant réduite à un rôle très mineur, quasi insignifiant
(Marinval, 2007 ; Vigne, 2007). Cette observation indique clairement qu'on se trouve face à des sites « pionniers » véhiculant
des techniques économiques exogènes, parfaitement maîtrisées.
Il faut donc envisager des groupes intrusifs dont la souche est à
rechercher plus à l'Est.
C'est pourquoi nous avons mené une enquête pour tâcher
de trouver des jalons de ce faciès Arene Candide dans le bassin
central de la Méditerranée. En dehors des sites ligures, nos recherches nous ont notamment permis de repérer trois sites, deux
insulaires, un continental.
- En Sicile le plus ancien niveau néolithique de la grotta del
Kronio (Antro Fazello), près de Sciacca, comporte un horizon à impressa archaïque dans lequel figure un vase sphérique à anse orné
de sillons d'impressions sub-parallèles selon la technique « Arene
Candide » (Tiné, 2002 : 749, bas, et renseignement E. Natali).
- En Ombrie, le site de La Lucciola près Panicarola, sur les
bords du lac Trasimène, a livré plusieurs éléments céramiques à
décor de sillons d'impressions et autres fragments proches des
séries des sites de Portiragnes (de Angelis et Moroni Lanfredini,
2004). Il convient de souligner la position plus nettement continentale de ce site, ce qui montre également une pénétration intérieure de ces groupes humains, peut-être à partir du versant adriatique. À cet effet il serait intéressant d'analyser en détail les matériaux issus de sites de la côte est, de l'Albanie à l'Istrie. À se fier
à certaines illustrations, on n'excluera pas la présence à vérifier de
possibles sillons d'impressions sur certains gisements de ce secteur : Pokrovnik (Muller, 1994 : pl. I, n° 3), Urbica (Muller, 1994 :
pl. 12, n° 3, pl. 15, n° 2), Jamina Sredi (Muller, 1994 : pl. 46, n° 6).
- Sur l'île del Giglio, dans l'archipel toscan, un ensemble
céramique présente une thématique décorative très proche de
celle des Arene Candide et des sites méridionaux de Portiragnes
(Brandaglia, 1991 ; Manen, 2000).
On insistera sur le fait que, dans l'ensemble des sites évoqués
ci-dessus, le décor de sillons d'impressions n'est pas exclusif. Il
est toujours l'une des composantes du répertoire ornemental d'un
groupe humain mais son originalité permet de le repérer comme
marqueur techno-culturel. Où donc chercher les plus anciennes
productions de ce type ? De récentes observations ont permis de
détecter sa présence parmi les séries céramiques du site de Sidari
dans l'île de Corfou. L'intérêt de cette reconnaissance réside dans
le fait que Sidari est actuellement le site le plus oriental connu
des groupes à poterie imprimée de Méditerranée centrale et occidentale. Les usagers de la technique du décor d'impressions ne
seraient-ils pas finalement parmi les « pionniers », les acteurs de
la colonisation néolithique en Méditerranée centrale et occidentale ? Leur présence potentielle en Grèce de l'Ouest constituerait
ici le point de départ de cette propagation.
30
3. DE LA CÉRAMIQUE IMPRESSA À « SILLONS
D'IMPRESSIONS » EN GRÈCE DE L'OUEST ?
Fouillé en 1965-1966 (Sordinas, 1969) puis en 2004 (Metallinou, dir., 2004 ; Berger et al., 2014), le site de Sidari a récemment donné lieu à une révision de son interprétation stratigraphique. Les recherches d'A. Sordinas avaient permis d'observer
sur une partie aujourd'hui disparue du gisement la succession
suivante :
- Niveau D : « Escargotière » mésolithique – C14 : 7770±340 BP.
- Niveau C base : Néolithique initial (poterie et élevage) –
C14 : GXO-771 : 7670±120 BP.
- Hiatus.
- Niveau C sup : Néolithique ancien a impressa italo-adriatique – C14 : GXO-772 : 7340±180 BP.
Les datations C14 alors disponibles, affectées d'un important écart-type, ne pouvaient donner qu'une note chronologique
indicative.
De nouvelles fouilles de sauvetage ont eu lieu en 2004 sous
la direction de G. Metallinou, dans un secteur du site menacé par
l'avancée du front marin, à environ 50 m de la zone précédemment étudiée. Elles ont mis en évidence plusieurs occupations
datées par toute une série d'analyses C14. Les dépôts observés
peuvent être comparés à ceux reconnus par A. Sordinas avec
toutefois d'importantes précisions géomorphologiques et sédimentologiques révélant une complexité trop schématisée dans
les travaux antérieurs (Berger et al., 2014). De plus 18 datations
AMS affinent considérablement la périodisation observée :
- Mésolithique développé entre 7100 et 6600 BC.
- Néolithique initial (6450-6100 BC) subdivisé en deux phases.
- Niveau de destruction et aggradation fluviale.
- Néolithique ancien a impressa (6050-5960 BC).
Dans un souci de corréler les deux secteurs de la fouille,
nous avons procédé à un réexamen des séries céramiques du
Néolithique initial et du Néolithique ancien a impressa. L'intérêt
de cette approche était de mieux dater l'implantation du plus ancien Néolithique à Corfou dans le cadre de la diffusion néolithique, de caractériser le Néolithique « initial » dans le contexte
égéen, d'essayer de cerner le premier développement des céramiques à décor imprimé dans l'extrême Sud de l'Adriatique.
La comparaison entre les fouilles de 1965-1966 et 2004
montre que les deux secteurs, en dépit de données céramiques
dans les deux cas limitées, présentent de sensibles différences.
1. Dans la fouille Metallinou, le « Néolithique initial » n'est
représenté que par des poteries monochromes, à l'instar de ce
qui se passe dans les diverses régions de Grèce. La chronologie
de cette étape est fixée ici par diverses datations C14 qui montrent un développement de cette phase entre 6450 et 6110 BC,
c'est-à-dire en conformité avec la première moitié de la séquence égéenne du Néolithique ancien (6500/5800 BC). Lui succède
dans le secteur 2004 un Néolithique à décor d'impressions typique de la famille a ceramica impressa du Sud-Est italien et de la
côte dalmate. Cet horizon est ici daté (sur céréales) de 7170±40
BP (6050-5960 cal. BC).
2. Dans la fouille Sordinas, le Néolithique initial est caractérisé selon cet auteur par une céramique mal cuite ou cuite à
basse température, se désagrégeant dans l'eau, éventuellement
[page-n-38]
La néolithisation de la Méditerranée occidentale : sur la piste des pionniers ?
Fig. 4. Sidari (Corfou, Grèce). Reconstitution d'un récipient à décor
de sillons d'impressions.
Fig. 5. Sidari (Corfou, Grèce). Vue du détail du même récipient.
décorée par incisions (Sordinas, 1969 ; Perlès, 2001). De fait
le réexamen de cette série montre que cet horizon comporte au
moins deux composantes :
(7170±40 BP), obtenue sur grain de céréale, donne une plus
sûre précision à cet horizon (6062-5960 av. J.-C.). Il évite surtout l'écueil de l'effet « vieux bois » qui, dans un contexte local
de forêt mature « atlantique ancien » dominé par le chêne caducifolié (S. Thiébault com. pers.), peut parfaitement expliquer
le vieillissement de près de deux siècles observé entre la date
sur charbons de bois (non identifié spécifiquement) de la fouille
Sordinas et celle sur céréale récemment obtenue. Notons que
cette date est l'une des plus anciennes de toute l'aire adriatique
(McClure et al., 2014).
- de la céramique monochrome d'excellente qualité, bien
cuite, bien lissée, telle qu'on pourrait la trouver dans les plus
anciens horizons thessaliens. Ici toutefois s'arrête la comparaison car l'industrie lithique de Sidari est fondée sur un débitage
in situ d'éclats en silex locaux, ainsi que de rares pièces sur lames qui pourraient indiquer des contacts externes (Koczanowka
et Kozlowski, 2014). Cette industrie se démarque fortement de
celle de Grèce du nord où l'industrie laminaire sur silex blond
moucheté de source inconnue ou sur importations d'obsidienne
de Mélos tient une large place (Perlès, 2001).
- de la poterie mal cuite, grossière, à éléments dégraissants
apparents, à ornementation dans un cas de bandes en guirlandes
ornées de traits incisés ou impressions désordonnées.
Le Néolithique ancien italo-adriatique du site comporte,
pour sa part, divers tessons à décoration imprimée variée correspondant à des récipients sub-cylindriques ou sphériques à
léger pied, courtes incisions désordonnées ou en rangées subparallèles, sillons parallèles ou sécants, impressions en arceaux,
etc. C'est parmi cet ensemble que figurent les restes d'un récipient sub-sphérique, à pied circulaire, orné d'un motif traité en
« sillons d'impressions » (fig. 4 et 5). Ces sillons, qui semblent
couvrir la totalité de la surface externe du vase, sont disposés
en panneaux de rangées parallèles obliques combinées avec
d'autres panneaux de sens contrarié. Ce niveau avait fourni une
datation C14 de 7340±180 BP mais son écart-type et son ancienneté en regard du développement de la céramique imprimée
en Méditerranée centrale la rendaient peu utilisable. Une datation de l'horizon à poterie imprimée de la fouille Metallinou
4. CONCLUSIONS ET PERSPECTIVES
- La reconnaissance au sein du plus ancien Néolithique à poterie imprimée de Méditerranée centrale et occidentale, d'une
technique décorative particulière – le sillon d'impressions –
permet de suivre sur quelques sites généralement côtiers la propagation de ce marqueur original depuis la Grèce occidentale
(Corfou) jusqu'en Valencia et en Andalousie (Nerja). Ceci semble confirmer un processus de néolithisation par déplacements
maritimes (fig. 6)
- Au sein des sites dans lesquels cette technique orientale
a été reconnue, elle n'est jamais exclusive. D'autres motifs
l'accompagnent, indice qu'à l'intérieur d'un même groupe
humain plusieurs traditions décoratives sont à l'œuvre,
indiquant des traditions ornementales diverses sans doute
par le jeu des mariages et des filiations. Parmi les autres
marqueurs on citera les rangées d'impressions verticales à
la coquille sub-équidistantes, les faisceaux d'impressions
en arceaux, les impressions en pincement symétriques, etc.
L'originalité du sillon d'impressions pourrait indiquer une
filiation potière spécifique.
31
[page-n-39]
J. Guilaine, G. Metallinou et J.-F. Berger
Fig. 6. Répartition des sites du Néolithique ancien à céramique impressa à décor de sillons d'impressions en Méditerranée centrale et
occidentale cités dans le texte. La carte évoque clairement une propagation de type maritime. 1. Sidari (Grèce). 2. Kronio (Sicile, Italie).
3. Isola del Giglio (Italie). 4. La Lucciola (Panicarola, Italie). 5. Arene Candide (Finale, Italie). 6. Grotte Pollera (Italie). 7. Arma di Nasino
(Italie). 8. Caucade (France). 9. Pont de Roque-Haute (France). 10. Peiro Signado (France). 11. Petite grotte de Bize (France). 12. Grotte
Gazel (France). 13. Grotte des Fées (Leucate, France). 14. El Barranquet (Espagne). 15. Mas d'Is (Espagne). 16. Cueva de Nerja (Espagne).
- Les poteries à décor de « sillons d'impressions » sont notamment associées aux dépôts primaires du Néolithique ancien
à Sidari (Grèce), Kronio (Sicile), Arene Candide (Ligurie), Pont
de Roque Haute et Peiro Signado (Languedoc), El Barranquet et
Mas d'Is (Valencia). Il s'agit donc d'un marqueur de premier intérêt pour suivre le déplacement des « pionniers » néolithiques.
La répartition de ces sites indique une colonisation maritime par
implantations isolées, parfois distantes les unes des autres et
sans intégration à un réseau régional densifié.
- Il serait intéressant de jumeler cette expansion avec certaines
productions lithiques. Or l'industrie de cette première diffusion
est encore peu connue. La série la plus représentative provient du
site de Peiro Signado à Portiragnes (Hérault). Elle pourrait comporter une composante de style castelnovien (nombreux trapèzes
à retouches abruptes) (Briois, 2005). Tout particulièrement intéressante est l'association, avec les céramiques à sillons d'impressions,
d'éléments de faucilles composites disposés en insertion oblique
(Ibáñez-Estévez et al., sous presse). Cette façon d'armer les faucilles est connue dans les niveaux néolithiques inférieurs des Arene
Candide, à Peiro Signado, à Mas d'Is, à El Barranquet, à Nerja. Ce
marqueur technique correspond donc à une première vague néolithique que l'on pourrait relier avec les « pionniers » ici évoqués
sous l'angle céramique. Cette technique est déjà attestée à Chypre en contexte PPNB dès la première moitié du VIIIe millénaire
(Briois, 2011). En Méditerranée occidentale elle sera ensuite marginalisée au cours du Cardial au profit d'un modèle avec insertion
parallèle à l'axe du manche (Ibáñez-Estévez et al., sous presse).
- Ces documents céramiques peuvent servir à mesurer la vitesse de propagation du plus ancien Néolithique en Méditerranée de l'Ouest : présents en Grèce occidentale vers 6000 BC, ils
sont attestés en Espagne méditerranéenne vers 5650/5600 BC
(Bernabeu et Martí, 2014). La distance côtière approximative
parcourue (soit plus de 2500 km) en quatre siècles pourrait sug32
gérer, à titre d'hypothèse purement indicative, une progression
moyenne de plus de 6 km/an. Une transmission plus rapide encore, compte tenu des datations récemment obtenues pour les
sites de Portiragnes, n'est pas à exclure.
NOTE
Article réalisé dans le cadre des programmes de recherche ArcheoMed-Paléomex (L. Carozza et L. Lespez dirs.) et du programme
PROCOME « Prolongements de la néolithisation méditerranéenne »
de l'Agence Nationale de la Recherche – ANR-13-CULT-0001-01http://www.anrprocome.com/ (C. Manen dir.).
L'ensemble des datations AMS du site de Sidari (Grèce) a été
réalisé dans le cadre de l'appel d'offre Artémis-INSHS au Centre de
datations par le radiocarbone, UMR 5138 Archéométrie et Archéologie, Lyon (C. Oberlin) et les mesures des teneurs en 14C à l'accélérateur ARTÉMIS, UMS 2572, Laboratoire de mesure du carbone
14 (LMC 14), Saclay (C. Moreau).
Les nouvelles datations sur céréales de Pont de Roque-Haute
(France) ont été réalisées dans le cadre du projet PROCOME de
l'Agence Nationale de la Recherche mentionné ci-dessus.
REMERCIEMENTS
Les auteurs adressent leurs vifs remerciements à François Briois
qui les a autorisés à illustrer ce texte par des vestiges céramiques
issus de sa fouille de Peiro Signado (Portiragnes, Hérault), à Claire
Manen qui a aimablement contribué à l'illustration de cet article et
qui leur a transmis les nouvelles datations de Pont de Roque-Haute
(Portiragnes, Hérault), à Isabelle Carrère et Christiane Guilaine qui
ont géré le manuscrit et les figures correspondantes, à Elena Natali
qui les a fait bénéficier d'informations sur le site de Kronio (Sicile).
Angeliki Koursari, architecte à l'Ephorie des Antiquités de Corfou,
a dessiné la céramique de Sidari illustrant le présent mémoire.
[page-n-40]
La néolithisation de la Méditerranée occidentale : sur la piste des pionniers ?
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La Cultura della Ceramica Impressa
nella Liguria di Ponente (Italia Settentrionale):
Distribuzione, cronologia e aspetti culturali
Paolo Biagi e elisaBetta staRnini
rIaSSunTo
Il presente lavoro prende in esame il problema della Cultura della Ceramica Impressa nella Liguria di Ponente. In questa
regione dell'Italia nordoccidentale sono note alcune concentrazioni di siti di questo aspetto, principalmente costituiti da livelli
di occupazione entro cavità naturali. La maggior parte delle stazioni ha restituito pochissimi reperti fittili caratteristici. Le
industrie litiche di questo periodo sono mal note e le datazioni radiometriche sono state ottenute solamente da 8 siti, nella
maggior parte dei casi senza seguire dei progetti di datazione sistematici. Il quadro di conoscenze che ne risulta è molto
frammentario, basato principalmente sulle sequenze di quelle stazioni in cui sono stati eseguiti scavi di recente, e su quelle i
cui complessi sono stati riesaminati negli ultimi anni. In base alle nostre conoscenze attuali è difficile impostare una seriazione
dei complessi Liguri che presentano comunque una cronologia variabile e, in alcuni casi, caratteristiche ceramiche eguali a
quelle dei siti della Francia meridionale (Provenza e Linguadoca) e della Toscana nord-occidentale.
Parole chIaVe:
Ceramica Impressa, Neolitico Antico, Liguria di Ponente, Alto Tirreno, Distribuzione e Cronologia.
abSTracT
The Impressed Ware Culture in Western Liguria (Northern Italy): Distribution, chronology and cultural aspects. This paper
describes and discusses the Early Neolithic Impressed Ware settlement of Western Liguria. In this region the Impressed Ware
Culture sites are known mainly from caves and rock-shelters, 8 of which have been radiocarbon-dated. Most sites have yielded
just a few characteristic sherds decorated with instrumental or shell impressed patterns. The chipped stone assemblages of
this aspect are badly known. Our knowledge of the Early Neolithic of the study region is very fragmentary. It is based mainly
on the results obtained from a few recently excavated sequences, and the re-analysis of old assemblages stored in museum
collections. At present it is difficult to suggest a seriation of the Ligurian complexes. Their chronology is variable and, in some
cases, their ceramic assemblages show affinities with those from sites from Provence, Languedoc and north-western Tuscany.
keywordS:
Impressed Ware Culture, Early Neolithic, Western Liguria, North Tyrrhenian Sea, Distribution and Chronology.
1. INTRODUZIONE
Il presente lavoro riguarda alcuni aspetti della Neolitizzazione
della Liguria di Ponente, una regione dell'Italia settentrionale
con caratteristiche morfologiche peculiari dove, almeno dalla
metà del'Ottocento, sono noti insediamenti attribuiti genericamente alla Cultura della Ceramica Impressa (Laviosa Zambotti,
1943: 97; Bernabò Brea, 1946; Barnett, 2000), un complesso
tuttora di non facile definizione (Vigne, 2000; Guilaine, 2007),
di cronologia variabile (Gasco, 1987; Binder, 2000; Bernabeu
Aubán e Molina Balaguer, 2009; Binder e Sénépart, 2010), e di
discussa origine (Lewthwaite, 1981; Guilaine, 2000; Mazurié
de Keroulin, 2003: 100-104; Zilhão, in stampa), che ha comunque giocato un ruolo fondamentale nella diffusione delle prime
civiltà di allevatori-agricoltori in molte regioni del Mediterraneo (Guilaine, 2003, 2013; Berger, 2009).
Stretta fra il mare e le propaggini alpine più occidentali
dell'Italia settentrionale, la Liguria di Ponente presenta pochissimi territori pianeggianti, per di più di estensione limitata, in
particolare la Piana di Albenga, dell'antropizzazione della quale tuttora conosciamo poco o nulla. Ne consegue che la nostra
attuale conoscenza della distribuzione delle stazioni neolitiche
della Liguria di Ponente è limitata quasi esclusivamente ad insediamenti posti all'interno di cavità o ripari sottoroccia (Bernabò
Brea, 1947). Questa situazione, del tutto anomala, probabilmente deriva non solo dalla geografia particolarmente corrugata del
territorio, ma anche dalla scarsità di prospezioni sistematiche e
dall'eccessiva edificazione recente, poco controllata, della fascia costiera.
Da quanto sappiamo sinora gli insediamenti della Cultura
della Ceramica Impressa della Liguria di Ponente sono dislocati in quattro sole aree (fig. 1). Queste sono, da occidente a
35
[page-n-43]
P. Biagi e E. Starnini
Fig. 1. Liguria di Ponente: distribuzione dei siti della Cultura della Ceramica Impressa menzionati nel testo: 1) Arma di Nasino, 2) Arma
dello Stefanin, 3) Grotta del Pertusello, 4) Grotta di S. Lucia Superiore, 5) Caverna del Ponte di Vara (Varé), 6) Grotta dell'Edera, 7)
Caverna delle Arene Candide, 8) Caverna della Mandurea, 9) Caverna dei Parmorari (Armorari), 10) Grotta Pollera, 11) Caverna di S.
Eusebio, 12) Caverna della Matta o del Sanguineto, 13) Caverna dell'Acqua o del Morto, 14) Caverna della Fontana o dell'Acqua, 15)
Arma dell'Aquila, 16) Caverna dei Pipistrelli (Borzini), 17) Riparo di Pian del Ciliegio, 18) Caverna delle Fate, 19) S. Sebastiano di Perti,
20) Caverna Bergeggi (disegno di P. Biagi).
oriente 1) la Val Pennavaira, 2) il Toiranese, 3) la Val Maremola e 4) il Finalese: verso quest'ultima è stata diretta principalmente la ricerca.
2. I SITI ARCHEOLOGICI
2.1. la Val PennaVaIra
Prende il nome dal Rio Pennavaira che origina a circa 1380 m di
altezza sotto il Colle di Caprauna superato il quale si entra nella
Valle del Tanaro, in Piemonte, e di qui si scende nella Valle del
Po. Lungo la Val Pennavaira, a tratti molto incassata, con conformazione a V, si aprono numerose cavità e ripari sottoroccia
(Leale Anfossi, 1958-1961a), alcuni dei quali sono stati oggetto
di ricerche e di scavi condotti da M. Leale Anfossi a partire dagli anni Cinquanta, per conto dell'Istituto Internazionale di Studi Liguri (Bordighera) e dell'Istituto Italiano di Paleontologia
Umana (Roma) (Barker et al., 1990).
Durante le sue perlustrazioni, M. Leale Anfossi rinvenne
tre ripari sottoroccia in cui condusse scavi che hanno restituito orizzonti riconducibili alla Cultura della Ceramica Impressa:
l'Arma di Nasino (Leale Anfossi, 1967, 1974), l'Arma dello
Stefanin (Leale Anfossi, 1972) e la Grotta del Pertusello (fig. 2)
(Leale Anfossi, 1958-1961b).
36
Fig. 2. Grotta del Pertusello: fotografia originale degli scavi del 1959
di M. Leale Anfossi, a destra nell'immagine, ripresa nell'agosto del
1960 (Archivi della Soprintendenza Archeologia della Liguria).
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La Cultura della Ceramica Impressa nella Liguria di Ponente: Distribuzione, cronologia e aspetti culturali
L'Arma di Nasino si apre a circa 12 km dalla linea di costa
attuale, lungo il lato settentrionale del Rio Pennavaria a circa
150 m di altezza, 18 m al di sopra del corso del fiume (fig. 1,
n. 1). Si presenta come un grande riparo sottoroccia, profondo
circa 6 m (Leale Anfossi, 1967: fig. 2), nel quale sono stati riconosciuti 15 periodi principali di occupazione compresi fra l'età
Romana e l'Epigravettiano Finale (Paleolitico Superiore). Gli
strati X, IX e anche VIII della complessa sequenza rinvenuta
all'interno del riparo hanno restituito industrie neolitiche riferibili alla Cultura della Ceramica Impressa, con ceramiche decorate anche con motivi cardiali (fig. 3, nn. 4-6) (Leale Anfossi,
1974: fig. 4). Dallo strato IX provengono la sepoltura incompleta di un giovane, deposto in posizione rannicchiata, e i crani
di due bambini rinvenuti nella parte più interna del riempimen-
to. Da carboni raccolti in diversi riquadri dello stesso strato IX
sono state ottenute 5 date radiocarboniche, che hanno fornito risultati compresi fra 6470±120 (R-267) e 5955±65 BP (R-316α)
(Alessio et al., 1968). Altre datazioni radiometriche inquadrabili
nella seconda metà del VII millennio BP sono state ottenute da
carboni raccolti nello strato VIII (vedi Tabella 1).
L'Arma dello Stefanin è un riparo che si apre a 400 m
di altezza lungo parete meridionale del corso del Rio Pennavaria, a circa 22 km dalla linea di costa attuale (fig. 1, n.
2). Venne individuata come località archeologica nel 1952, e
poi indagata a partire dallo stesso anno, fino al 1962, da M.
Leale Anfossi (1972). Gli scavi furono poi ripresi nel 1982
dalla Soprintendenza Archeologica della Liguria (Biagi et al.,
1987). Durante entrambe le ricerche, venne portato alla luce
un orizzonte di pochi centimetri di spessore contenente pochi
materiali fittili e litici attribuiti alla Cultura della Ceramica
Impressa, fra cui rari frammenti ceramici decorati con motivi
e cordoni impressi e impressioni cardiali, datato a 6610±60
BP (Bln-3276) su frammenti di carbone vegetale (Bagolini e
Biagi, 1990: 111).
La Grotta del Pertusello si trova poco a nord dell'arma
dello Stefanin, a circa 550 m di altezza, lungo la parete meridionale della Val Pennavaira (Leale Anfossi, 1958-1961b)
(fig. 1, n. 3). Gli scavi, già intrapresi da G. Chiappella (1962)
a partire dal 1952, vennero poi riaperti e portati avanti da
M. Leale Anfossi nel 1963. Lo strato IV della sequenza ha
restituito materiali attribuiti alla Cultura della Ceramica Impressa, fra cui frammenti di un grande recipiente ricostruito
decorato con cordoni verticali ed orizzontali e motivi cardiali
impressi (Bagolini e Biagi, 1990: Fig. 7, n. 8) (fig. 3, nn.
1-3). L'unica datazione radiocarbonica ottenuta su frammenti
di carbone raccolti in questo strato ha fornito un risultato
inquadrabile nella metà del VI millennio BP (R-157: Alessio
et al., 1967: 348).
2.2. Il ToIraneSe
Fig. 3. 1) disegno e fotografia del recipiente frammentario con
decorazione impressa strumentale dallo strato IV della Grotta del
Pertusello (scavi M. Leale Anfossi); 2) ricostruzione grafica del
recipiente cordonato con decorazione ad impressioni a conchiglia
dalla Grotta del Pertusello (scavi M. Leale Anfossi); 3) recipiente
pluriansato della Cultura della Ceramica Impressa dagli strati
III e IV della Grotta del Pertusello (scavi M. Leale Anfossi); 4)
ricostruzione grafica di frammento di recipiente con decorazione ad
impressioni dall'Arma di Nasino, strati VIII e IX (scavi M. Leale
Anfossi); 5) ricostruzione grafica di recipiente con decorazione
impressa strumentale dall'Arma di Nasino (scavi M. Leale Anfossi);
6) fotografia di due frammenti pertinenti e ricostruzione grafica
di recipiente con decorazione impressa strumentale dall'Arma di
Nasino, strato IX (scavi M. Leale Anfossi) (disegni di B. Bagolini e
P. Biagi, fotografie di E. Starnini).
L'unica località da cui provengono materiali attribuibili alla
Cultura della Ceramica Impressa è la Grotta di S. Lucia Superiore, ubicata lungo la fiancata occidentale della Val Varatella, a
241 m sul livello del mare (fig. 1, n. 4). Le ricerche, condotte nel
1963 a 50 m dall'ingresso, hanno messo in luce una sequenza
archeologica in cui l'orizzonte di superficie A ha restituito reperti neolitici attribuiti a diversi aspetti culturali, fra cui alcuni
decorati con impressioni cardiali (Tozzi, 1962; Maggi e Starnini, 1984: fig. 4).
2.3. la Val maremola
All'interno di Pietra Ligure, nei pressi della confluenza del corso del Torrente Giustenice nel Maremola, ad un'altezza di m
11, si apre la Caverna del Ponte di Vara, altrimenti detta Varé
(fig. 1, n. 5). Gli scavi, condotti nel 1981-1985, hanno permesso
di constatare il rimaneggiamento dei depositi della cavità, dai
quali sono stati per altro raccolti alcuni frammenti ceramici neolitici fra cui alcuni decorati con motivi cardiali impressi (Odetti,
1982-1986a; 1996: fig. 12).
Sempre in Val Maremola, lungo il versante orientale
del Bric Tampa, a circa 480 m di altezza, si trova la Grotta
dell'Edera (fig. 1, n. 6). Gli scavi aperti nella sala principale
37
[page-n-45]
P. Biagi e E. Starnini
Tabella 1. Datazioni radiocarboniche ottenuti da orizzonti della Cultura della Ceramica Impressa dei siti della Liguria di Ponente
menzionati nel testo.
Strato
Scavo
Materiale
N° Laboratorio
Data BP
Cal. BC 1σ* Bibliografia
Carboni
Carboni
Carboni
MC-756
MC-1148
MC-757
6950±100 5848±99
6880±100 5788±95
6580±100 5526±83
Tiné, 1974: 52
Odetti, 1990: 143
Tiné, 1974: 52
Grotta Pollera (Finalese)
XXIV
XXI
XXIII
S. Tiné 1971-73
S. Tiné 1971-73
S. Tiné 1971-73
S. Sebastiano di Perti (Finalese)
Sezione
Sezione
E. Starnini 1992
E. Starnini 1992
Trit. dicoccum OxA-21359
GrA-25715
Hordeum sp.
6767±39
6760±45
5677±29
5674±32
Colledge, com. pers. 2010
Capelli et al., 2006: 90
Sezione
E. Starnini 1992
Trit. vulgare
OxA-19734
6675±33
5599±29
Colledge, com. pers. 2010
Arma dell'Aquila (Finalese)
Sepoltura fanciullo C. Richard 1942
7° “focolare”
C. Richard 1942
Cranio umano OxA-V-2365-31
Cranio umano OxA-V-2365-50
6678±33
6669±34
5600±29
5596±29
Mannino et al., 2015
Mannino et al., 2015
Sepoltura Richard 1 C. Richard 1938
Sepoltura Richard 4 C. Richard 1938
3° strato sotto 5°
C. Richard 1942
“focolare”
Costa umana
Ossa umane
Carboni
OxA-V-2365-36
GrA-38257
Bln-3450
6318±33
6315±35
6240±90
5288±42
5286±42
5189±111
Mannino et al., 2015
Unpublished
Bagolini e Biagi, 1990: 11
Carboni
Bln-3276
6610±60
5559±48
Barker et al., 1990: 111
Carboni
Carboni
MC-2332
MC-2333
6510±110 5466±97
6490±110 5449±97
Odetti, 1986: 107
Odetti, 1986: 107
Carboni
Carboni
Carboni
Carboni
Carboni
R-267
R-313
R-313α
R-315
R-265
6470±120
6420±65
6400±105
6280±70
6280±120
5431±103
5400±58
5365±99
5232±93
5227±144
Alessio et al., 1968: 354
Alessio et al., 1968: 355
Alessio et al., 1968: 355
Alessio et al., 1968: 355
Alessio et al., 1968: 354
R-263
6140±110 5077±130
Alessio et al., 1968: 354
Arma dello Stefanin (Val Pennavaira)
2
P. Biagi, R. Maggi
1982-84
Grotta dell'Edera (Val Maremola)
Focolare
Focolare
G. Odetti 1976-77
G. Odetti 1976-77
Arma di Nasino (Val Pennavaira)
IXi, 2,8-3,0 m
VIII, A-B-W
VIII, A-B-W
IXs, A-B-W
IXs, B-C-L-O;
B-C-G-M
M. Leale Anfossi 1963
M. Leale Anfossi 1966
M. Leale Anfossi 1966
M. Leale Anfossi 1966
M. Leale Anfossi 1963
VIIIa, B-C-G
M. Leale Anfossi 1963 Carboni
* Date calibrate col programma CalPal online, quickcal2007 ver.1.5, utilizzando la curva di calibrazione CalPal2007_HULU.
hanno restituito reperti attribuibili a diversi periodi del Neolitico (Odetti, 1982-1986b). Alla base del deposito è stato rinvenuto un focolare con due momenti di utilizzo sovrapposti
datati a 6510±110 BP (MC-2332) e 6490±110 BP (MC-2333)
(Odetti, 1986: 107) dai quali si desume che il suo insediamento avvenne in un periodo ben definito della Cultura della Ceramica Impressa in Liguria.
2.4. Il FInaleSe
È il territorio più ricco di cavità e di insediamenti neolitici in
grotta di tutta la Liguria di Ponente. Ad oggi sono note 12 caverne che hanno restituito complessi o materiali della Cultura
della Ceramica Impressa, oltre che un insediamento all'aperto
a S. Sebastiano di Perti (Starnini e Vicino, 1993; Capelli et al.,
2006). La descrizione dei siti segue quella degli itinerari riportati da L. Bernabò Brea nel suo lavoro sulle caverne del Finale
(Bernabò Brea, 1947).
38
La Caverna delle Arene Candide si apre, con imbocco
verso il mare, a 89 m di altezza, lungo le pendici del Monte
Caprazzoppa (fig. 1, n. 7). Dopo le prime ricerche condotte
nel'Ottocento gli scavi furono ripresi prima da L. Bernabò Brea
e L. Cardini nel 1940-1950 (Bernabò Brea, 1946, 1956; Cardini, 1980), poi da S. Tiné nel 1972-1977 (Tiné, 1986, 1999). I
risultati degli scavi di L. Bernabò Brea e L. Cardini furono poi
ripubblicati da R. Maggi et al. (1997), mentre quelli di S. Tiné,
a cura dello stesso autore (Tiné, 1999).
In particolare, durante le ricerche condotte da quest'ultimo, è
stata portata alla luce la sepoltura di un individuo adulto di sesso
maschile, deposto apparentemente nello strato 14, attribuito alla
Cultura della Ceramica Impressa (Traverso, 1999). L'inumato
giaceva con le gambe flesse all'interno di una semplice fossa,
cosparso di ocra rossa (ACT2: Canci et al., 1999). La datazione
AMS eseguita su di una costa ha restituito il risultato di 5178±25
BP (MAMS-11443) (Mannino e Talamo, com. pers. 2009) che
attribuisce, in realtà, la sepoltura alla Cultura di Chassey (fig. 4).
[page-n-46]
La Cultura della Ceramica Impressa nella Liguria di Ponente: Distribuzione, cronologia e aspetti culturali
I depositi delle Arene Candide hanno restituito una delle sequenze neolitiche più importanti del Mediterraneo, alla base della quale L. Bernabò Brea rinvenne per la prima volta, in posto,
un orizzonte della Cultura della Ceramica Impressa (figg. 5-7)
che egli ritenne la più antica espressione neolitica del Mediterraneo nord-occidentale (Bernabò Brea, 1955: 66), diffusasi
per via marittima attraverso “isole talvolta anche piccolissime”
(Bernabò Brea, 1950a: 31). A questa cultura egli attribuì “una
lunghissima durata, il che spiega le notevoli differenziazioni stilistiche, le diverse specializzazioni che essa ha raggiunto nelle
varie regioni” (Bernabò Brea, 1950a: 35).
In particolare l'analisi delle ceramiche raccolte durante le
ricerche di cui sopra (Maggi e Starnini, 1997; Traverso, 1999;
Del Lucchese e Starnini, 2006-2007) e le datazioni radiocarboniche (Tabella 2) (Maggi, 1997; Pearce, 2013: 82) hanno in
parte contribuito al miglioramento delle nostre conoscenze di
questo importante aspetto del Neolitico Antico della Liguria di
Ponente, i cui problemi, tuttora aperti (Biagi, 1987: 208), vengono discussi in dettaglio nel capitolo che segue.
Nel territorio di Borgio e di Verezzi due grotte hanno
restituito reperti della Cultura della Ceramica Impressa: La
Caverna della Mandurea (Tozzi, 1965) e la Caverna dei Parmorari o Armorari.
Fig. 4. Caverna delle Arene Candide: sepoltura rinvenuta nello
strato 14 degli scavi S. Tiné (Traverso, 1999: Tav. XV), ritenuta
della Cultura della Ceramica Impressa, in realtà da attribuire alla
Cultura di Chassey in base alla datazione AMS eseguita su una
costa dell'inumato (MAMS-11443: 5178±25 BP) (Mannino e
Talamo, com. pers. 2009).
La Caverna della Mandurea si apre a circa 40 m sul livello
del mare, subito a est del paese di Borgio Verezzi (fig. 1, n. 8). In
un piccolo saggio condotto nel 1964 è stata esposta una sequenza neolitica alla base della quale, la parte superiore dello strato
4, ha restituito frammenti ceramici della Cultura della Ceramica
Impressa (fig. 8, n. 4). Alcuni di questi presentano una decorazione cardiale, altri motivi a zig-zag di punzonature ricorrenti, o
“sillons d'impressions” (Tozzi, 1965: fig. 3).
La Caverna dei Parmorari (o Armorari) fu indagata principalmente da C. Richard (1932) che portò alla luce un'importante
sequenza del Pleistocene (fig. 1, n. 9). Al di sopra di questa la
serie Olocenica conteneva materiali neolitici attribuibili a diversi aspetti culturali, fra cui un frammento di orlo di recipiente
profondo con decorazioni incise a zig-zag forse (?) attribuibile
alla Cultura della Ceramica Impressa.
Fig. 5. Forme e decorazioni della Cultura della Ceramica Impressa
dalla Caverna delle Arene Candide: 1) tazza ansata ricomposta da
frammenti dagli strati 14 e 15 degli scavi S. Tiné e delle collezioni
ottocentesche; 2) tazza ansata ricomposta da frammenti dallo strato
14 degli scavi S. Tiné; 3) scodella ricomposta da frammenti dagli
strati 14 e 15 degli scavi S. Tiné e delle collezioni ottocentesche;
4) recipiente profondo con ansa o presa ricomposto da frammenti
dallo strato 12, 14 e 15 degli scavi S. Tiné e delle collezioni
ottocentesche; 5 e 6) frammenti di tazza troncoconica ricomposta
da frammenti raccolti negli scavi di L. Bernabò Brea e negli strati
14 e 15 degli scavi S. Tiné; 7) recipiente globulare con prese a
bugna ricomposto da frammenti degli strati 13-15 degli scavi S.
Tiné; 8) scodella ricomposta da frammenti dallo strato 14 e 15 degli
scavi S. Tiné (da Del Lucchese e Starnini, 2006-2007: fig. 1, con
modificazioni).
39
[page-n-47]
P. Biagi e E. Starnini
Fig. 6. Forme e decorazioni della Cultura della Ceramica Impressa
dalla Caverna delle Arene Candide: 1) recipiente profondo ansato
ricomposto da frammenti raccolti negli scavi di L. Bernabò Brea e
negli strati 14 e 15 degli scavi S. Tiné; 2) frammento di orlo dallo
strato 15 degli scavi S. Tiné; 3) frammento di orlo di scodella con
decorazione cardiale dallo strato 13 degli scavi S. Tiné; 4) scodella
ricomposta da frammenti dagli strati 14 e 15 degli scavi S. Tiné; 5)
olla cordonata con prese a lingua ricomposta da frammenti dagli
strati 18, 17, 15, 14 e 12 degli scavi S. Tiné; 6) olla con prese a
lingua ricomposta da frammenti dagli strati 14 e 15 degli scavi S.
Tiné; 7) olla con prese a lingua ricomposta da frammenti dagli strati
14 e 15 degli scavi S. Tiné (da Del Lucchese e Starnini, 2006-2007:
fig. 2 e 4, con modificazioni).
Fig. 7. Forme e decorazioni della Cultura della Ceramica Impressa
dalla Caverna delle Arene Candide: 1) scodella ricomposta da
frammenti dagli strati 14 e 13 degli scavi S. Tiné; 2) recipiente
profondo ovoidale ricomposto con frammenti dagli strati 14 e 15
degli scavi S. Tiné; 3) frammenti di fiasco dallo strato 14 degli scavi
S. Tiné; 4) spalla di fiasco ricomposta da frammenti dallo strato 15
degli scavi S. Tiné; 5) collo di fiasco ricomposto con frammenti
dallo strato 15, 14 e 13 degli scavi S. Tiné; 6) porzione di ventre di
fiasco ricomposta da frammenti dagli strati 25 e 27 degli scavi di
L. Bernabò Brea e degli scavi S. Tiné; 7) collo di fiasco ricomposto
da frammenti dallo strato 15 degli scavi S. Tiné (da Del Lucchese e
Starnini, 2006-2007: fig. 3-5, con modificazioni).
La Grotta Pollera si trova lungo il pendio occidentale della
rocca che domina la Valle di Pian Marino, a circa 280 m di altezza (fig. 1, n. 10). Nota sin dalla seconda metà dell'Ottocento
come località di interesse archeologico, è stata oggetto di numerose campagne di scavo a partire dal 1870 (Odetti, 1972).
Negli anni Settanta gli scavi furono ripresi a cura di S. Tiné,
durante i quali è stata rilevata un'importante sequenza neolitica, alla base della quale, nello strato III, si rinveniva per la
prima volta un deposito attribuibile alla Cultura della Ceramica Impressa, poi suddiviso in sei livelli artificiali (XXIV-XIX)
(Odetti, 1990: fig. 9).
Dal deposito rimaneggiato e dallo strato III, dello spessore
di circa 50 cm, provengono frammenti di recipienti decorati con
svariati motivi impressi strumentali e cardiali (fig. 8, nn. 6 e 7)
ed alcuni frammenti cordonati. Sfortunatamente le datazioni radiocarboniche, che si distribuiscono in un periodo lungo più di
300 anni (da MC-756 a MC-757), non concordano con la seriazione pubblicata dello scavo, e di conseguenza non è possibile
stabilire eventuali variazioni stilistiche all'interno del complesso ceramico (vedi Tabella 1).
La Caverna di S. Eusebio si trova nei pressi di Pian Marino,
lungo le pendici meridionali della Rocca Carsanca, a circa 310 m
di altezza, al di sopra del Rio La Valle (Odetti, 1983) (fig. 1, n.
11). Secondo le descrizioni fornite da N. Morelli (1893) il deposito
Neolitico si trovava in posto a circa 3 m di profondità. Fra i reperti del Neolitico Antico figura anche un vaso integro decorato con
complessi motivi impressi (fig. 8, n. 8), e un frammento di recipiente con motivi cardiali orizzontali sotto l'orlo (fig. 8, n. 9).
40
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La Cultura della Ceramica Impressa nella Liguria di Ponente: Distribuzione, cronologia e aspetti culturali
Tabella 2. Caverna delle Arene Candide: datazioni radiocarboniche ottenute dagli strati della Cultura della Ceramica Impressa o da strati
che hanno restituito frammenti di Ceramica Impressa (strato 13, scavi S. Tiné).
Strato
Scavo
Materiale
N° Lab.
Data. BP Cal. BC 1σ* Bibliografia
14
14
27G
S. Tiné 1972-1977
S. Tiné 1972-1977
L. Bernabò Brea 1940-1950
6980±115 5867±106
6870±100 5780±95
6880±60 5778±60
Biagi et al., 1989: 539.
Linick, 1980: 1038-39
Maggi, 1997: 36, Tab. 2
10
10
14
R. Maggi 1996-2004-2005
R. Maggi 1996-2004-2005
S. Tiné 1972-1977
Carboni
UB-2423
Carboni
LJ-4143
Pistacia terebinthus Beta-66553
CAMS-9421
Beta-110542
Hordeum sp.
Triticum dicoccum OxA-23072
Carboni
UB-2424
6830±40 5711±32
6778±39 5682±28
6700±145 5630±117
Pearce, 2013: Table 3.47
Colledge, pers. comm. 2010
Bagolini e Biagi, 1990: 11
S. Tiné 1972-1977
L. Bernabò Brea 1940-1950
Carboni
Carboni
6490±100 5451±88
6487±175 5423±163
Linick, 1980: 1038-39
Maggi, 1997: 36, Tab. 2
9b
26ABD
R. Maggi 1996-2004-2005
L. Bernabò Brea 1940-1950
6370±50
6350±60
5377±60
5344±78
Pearce, 2013: Table 3.47
Maggi, 1997: 36, Tab. 2
13C
Tomba VII
13B
25-26
13C
13A
27C
S. Tiné 1972-1977
L. Bernabò Brea 1940-1950
S. Tiné 1972-1977
L. Bernabò Brea 1940-1950
S. Tiné 1972-1977
S. Tiné 1972-1977
L. Bernabò Brea 1940-1950
Rhamnus alaternus Beta-109619
Quercus sez. Robur Beta-66551
CAMS-9419
Carboni
UB-2422
Osso umano
GX-16963-G
Carboni
LJ-4139
Carboni
R-101
Carboni
LJ-4141
Carboni
UB-2420
Beta-66552
Phillyrea sp.
CAMS-9420
6345±180
6255±55
6230±90
6220±55
6220±100
6205±105
6150±70
5268±193
5209±85
5180±112
5180±89
5168±122
5152±129
5102±95
Bagolini e Biagi, 1990: 11
Maggi, 1997: 36, Tab. 2
Linick, 1980: 1038-39
Maggi, 1997: 36, Tab. 2
Linick, 1980: 1038-39
Bagolini e Biagi, 1990: 10
Maggi, 1997: 36, Tab. 2
Cluster 1
Cluster 2
14
25
LJ-4144
Pi-27 bis
Cluster 3
* Date calibrate col programma CalPal online, quickcal2007 ver.1.5, utilizzando la curva di calibrazione CalPal2007_HULU.
Sempre seguendo gli itinerari di cui sopra, numerose sono
le cavità lungo la parete occidentale della Valle dell'Aquila. Fra
queste la Caverna della Matta, o del Sanguineto (fig. 1, n. 12), alla
quota di 105 m, lungo il costone che divide la Valle dell'Aquila da
quella del Rio della Valle (Odetti, 2002a). Dal riempimento della
caverna provengono importanti complessi dal Neolitico Medio
all'età del Ferro, oltre che pochi frammenti fittili attribuiti alla
Cultura della Ceramica Impressa (Del Lucchese, 2002; Odetti,
2002b: Tav. I), alcuni dei quali decorati con motivi cardiali.
Alcune centinaia di metri più a nord si aprono le due Caverne dell'Acqua o del Morto (o di Zerbi) (fig. 1, n. 13) e della
Fontana o dell'Acqua (fig. 1, n. 14), poco sopra i 250 m di quota
del Bric Scimarco. Entrambe hanno restituito pochi reperti ceramici attribuibili alla Cultura della Ceramica Impressa (fig. 8,
n. 5). Gli scavi condotti nel 1982-1983 dalla Soprintendenza Archeologica della Liguria nella Caverna dell'Acqua o del Morto
hanno confermato ancora una volta la presenza del Neolitico
Antico nella cavità (Del Lucchese e Vignolo, 1989).
Lungo la parte orientale della Valle dell'Aquila si colloca la
caverna omonima (fig. 1, n. 15). Qui gli scavi di F.H. Zambelli
(1937), G. Silla (1937) e C. Richard (1941-1942) hanno portato alla luce un'importante sequenza stratigrafica con numerosi
momenti di abitazione distribuiti a partire dall'inizio del Paleolitico Superiore (Aurignaziano) all'età del Bronzo. L'Arma
dell'Aquila, che si articola in realtà in due grotte principali, un
riparo sotto roccia e il suo talus esterno, si apre a quota m 230
lungo il fianco orientale del Bric Spaventaggi, a circa 5 km dalla
linea di costa (Arobba et al., 1987).
Durante le ricerche, C. Richard rinvenne diversi orizzonti
antropici che egli chiamò “focolari” perché ricchi di carbone
vegetale, alcuni dei quali attribuibili al Neolitico, ed una serie
di sepolture per lo più distribuite fra il 7° e il 6° “focolare”.
Numerosi materiali ceramici attribuibili alla Cultura della Ceramica Impressa furono raccolti principalmente nel 7° e 6° “focolare”. Fra questi anche un esemplare reintegrato di recipiente
profondo (fig. 8, n. 1) decorato con impressioni cardiali (Bernabò Brea, 1950b). Le datazioni disponibili indicherebbero che
la cavità fu insediata in due momenti ben distinti del Neolitico
Antico da parte di popolazioni in possesso della Cultura della
Ceramica Impressa (Tabella 1) che vi deposero almeno due individui le cui datazioni AMS ci riportano ai momenti più antichi di abitazione del Neolitico a Ceramica Impressa della cavità
(OxA-V-2365-31 e 50: Mannino et al., 2015).
Nella regione di Orco, lungo la parete occidentale del corso
de La Fiumara, non distante dal punto in cui il Rio dei Cornei vi
confluisce, si apre, come una fenditura del complesso miocenico del Nava, a circa 320 m di quota, la Caverna dei Pipistrelli o
Borzini (fig. 1, n. 16).
41
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P. Biagi e E. Starnini
Fig. 8. 1) disegno e fotografia del recipiente reintegrato con motivi
impressi strumentali dall'Arma dell'Aquila; 2) frammento di
scodella con decorazione impressa dalla Caverna delle Fate (scavi
Amerano, Museo di Genova-Pegli); 3) frammento con decorazione
impressa e incisa dalla Grotta di Bergeggi (scavi Modigliani o Rossi,
Museo di Genova-Pegli); 4) frammento di orlo con decorazione
impressa a sequenza dalla Caverna della Mandurea (scavi C. Tozzi
1964); 5) frammento di scodella con motivi impressi lineari dalla
caverna dell'Acqua o Fontana (Museo di Genova-Pegli); 6) due
frammenti di orlo di recipiente decorato con impressioni a sequenza
dalla Grotta Pollera (scavi S. Tiné); 7) frammento di parete di
recipiente profondo con impressioni a conchiglia dalla Grotta
Pollera (rimaneggiato scavi S. Tiné); 8 e 9) ricostruzione grafica
di due recipienti profondi con decorazioni impresse di vario tipo
dalla Caverna di S. Eusebio (Museo di Genova-Pegli) (disegni di P.
Biagi, fotografie di E. Starnini).
Gli scavi condotti dalla missione Spagnola e Italiana negli
anni 1953-1956 hanno confermato l'importanza della cavità
abitata, ed anche impiegata come area sepolcrale, durante diversi periodi del Neolitico (Delfino, 1981: 88). Dallo strato I e
II degli scavi degli anni Cinquanta provengono numerosi reperti
attribuibili alla Cultura della Ceramica Impressa fra cui reperti
ceramici con impressioni cardiali ed un frammento di anellone
in marmo bianco (Almagro et al., 1957).
Sull'Altipiano delle Mànie, lungo la parete occidentale di
una vallecola tributaria della Valle dei Ponci, si apre, a 220 m
di altezza, il Riparo di Pian del Ciliegio (Del Lucchese, 2009)
42
(fig. 1, n. 17). Le ricerche condotte nel 1992-1997 dalla Soprintendenza Archeologica della Liguria hanno dimostrato che
la cavità venne insediata principalmente in diversi periodi del
Neolitico Medio. I pochi frammenti ceramici caratteristici della Cultura della Ceramica Impressa rinvenuti sparsi all'interno
del deposito, in posizione secondaria, indicano che il riparo era
stato abitato anche nel Neolitico Antico (Del Lucchese e Scotti,
2009). Interessante da sottolineare che l'analisi archeometrica
di questi frammenti ha rivelato la presenza di un esemplare di
importazione dal territorio tosco-laziale (Capelli et al., 2009a,
2009b).
La Caverna delle Fate, lungo la parete orientale della Valle dei Ponci, a circa 100 m di altezza (fig. 1, n. 18), è nota
principalmente per le ricerche condotte nella seconda metà
dell'Ottocento nei depositi pleistocenici (Issel, 1908: 164-181),
durante le quali furono rinvenuti i resti di centinaia di individui
di Ursus spelaeus. Dal riempimento di superficie provengono
anche frammenti di ceramica neolitica alcuni dei quali attribuibili alla Cultura della Ceramica Impressa (fig. 8, n. 2) (Bernabò
Brea, 1947: 70).
L'unico insediamento all'aperto di questo aspetto sinora
rinvenuto nella Liguria di Ponente è quello di S. Sebastiano di
Perti, lungo il versante orientale della Val di Pora (Starnini e
Vicino, 1993; Capelli et al., 2006) (fig. 1, n. 19). I materiali
raccolti lungo una sezione esposta hanno rivelato la presenza di
un abitato con materiali ceramici attribuibili a svariati recipienti
della Cultura della Ceramica Impressa, fra i quali ne figurano
alcuni decorati con impressioni cardiali (fig. 9, nn. 6, 8-11). Le
tre datazioni AMS ottenute su cariossidi di frumento ed orzo
hanno fornito risultati omogenei e ricadono tutte in un arco di
tempo notevolmente limitato (da OxA-21359 a OxA-19734:
Tabella 1).
La sola stazione in grotta che non rientra nelle quattro regioni precedentemente descritte è quella del Capo di Bergeggi che
si apre al livello del mare alla base del promontorio stesso (fig.
1, n. 20). Da questa cavità provengono reperti neolitici ed anche
di epoche preistoriche più recenti. Fra quelli neolitici figura un
frammento d'orlo sotto il quale si trovano numerosi segmenti
lineari incisi, proveniente dalle ricerche condotte nell'Ottocento
(fig. 8, n. 3).
3. CONSIDERAZIONI
La Liguria è una regione dell'Italia settentrionale con caratteristiche territoriali peculiari e notevoli differenze geografiche e
morfologiche che distinguono nettamente la regione del Levante da quella del Ponente. Non è un caso che i due territori siano
separati dal Colle di Cadibona, che segna il punto in cui l'arco
alpino ha inizio e si chiude la catena appenninica. La sottile linea di costa Ligure funge come da cerniera tra la Provenza, ad
ovest, e la Toscana ad est, di fronte alla quale si trova la Corsica,
separata dal Mar Ligure (fig. 1).
Come accennato nell'introduzione, il territorio è pressoché
privo di aree pianeggianti che, nel Ponente, si limitano alla sola
Piana di Albenga. Nonostante molto sia stato scritto, pochissimo è noto della neolitizzazione della Liguria di Ponente mentre,
inaspettatamente, non sappiamo quasi nulla delle modalità di
questo processo nel Levante ligure che, in teoria, dovrebbe essere meglio documentato.
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La Cultura della Ceramica Impressa nella Liguria di Ponente: Distribuzione, cronologia e aspetti culturali
Fig. 9. S. Sebastiano di Perti: frammenti vascolari con decorazione impressa con motivi decorativi caratteristici strumentali (nn. 1, 2, 4, 5,
7), a sequenza (n. 3) e a conchiglia (nn. 6, 8-11) (fotografie di E. Starnini).
Di fatto le nostre conoscenze del Ponente sono limitate principalmente alle informazioni fornite da poche stazioni in grotta,
che si aprono in territori ben definiti e limitati da un punto di
vista geografico (Biagi e Nisbet, 1986), dalle quali gli scavi hanno posto in luce delle sequenze neolitiche che sono state solo
in alcuni casi radiodatate (Caverna delle Arene Candide, Arma
dell'Aquila, Grotta Pollera, Arma di Nasino). Le altre località
sono nel complesso poco utili per lo studio della neolitizzazione
della regione in quanto si tratta o di sequenze molto limitate in
grotta, sulle quali solo in alcuni casi sono state eseguite datazioni radiocarboniche (Grotta dell'Edera, Grotta di S. Eusebio,
Grotta Mandurea, Varé, Grotta del Pertusello, Arma dello Stefanin), oppure di rinvenimenti di frammenti ceramici isolati (si
vedano le altre località).
Di conseguenza le poche informazioni che conosciamo derivano da situazioni anomale da un punto di vista archeologico, oltre che poco facilmente controllabili da un punto di vista
stratigrafico e sedimentario, quali appunto sono le sequenze in
grotta (Schmid, 1969; Brush et al., 2010). Se a questo aggiungiamo che le uniche stazioni utilizzabili per uno studio dettagliato sono solamente le quattro sopraccitate, tre delle quali per
altro note da decenni (De Pascale, 2008), non è difficile concludere che le nostre conoscenze sull'argomento sono notevolmente carenti e non sono certo progredite di molto negli ultimi
trent'anni (Biagi, 1987).
Alle considerazioni di cui sopra va aggiunto che 1) solamente sette stazioni della Liguria di Ponente sono state sinora
radiodatate (Pearce, 2013: fig. 3.27), 2) molte delle datazioni
assolute sinora disponibili non sono state ottenute con il metodo dell'acceleratore spettrometro di massa (AMS), 3) che la
loro deviazione standard è in molti casi troppo alta per poter
costruire una sequenza dettagliata, 4) che spesso non sono stati
impiegati laboratori di ricerca, bensì commerciali, e 5) che quasi
tutti i risultati non derivano da progetti di ricerca sistematici
(Tabelle 1 e 2). Le uniche seriazioni attendibili, costruite grazie
a datazioni AMS in seguito a progetti di ricerca definiti, sono di
fatto quella dell'Arma dell'Aquila (Mannino et al., 2015) e del
sito all'aperto di S. Sebastiano di Perti (Starnini e Vicino, 1993;
Capelli et al., 2006), come è chiaramente visibile nella struttura
della curva di calibrazione presentata nella fig. 10.
Fig. 10. Plot di tutte le datazioni radiocarboniche, calibrate secondo
OxCal 4.2.4, disponibili per i siti della Cultura della Ceramica
Impressa della Liguria di Ponente, con l'indicazione dei possibili
periodi di occupazione delle diverse stazioni Arene Candide escluse
(disegno di P. Biagi).
43
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P. Biagi e E. Starnini
4. DISCUSSIONE
Il problema della neolitizzazione della Liguria di Ponente rientra nel quadro più generale della neolitizzazione del Mediterraneo centro-occidentale, e della Penisola Italiana in particolare
(Guilaine, 2003), che sappiamo aver avuto luogo in un periodo
di forti cambiamenti climatici (Weninger et al., 2006; Berger,
2009; Bernabeu et al., 2014), secondo modelli e velocità diseguali a seconda dei diversi territori, seguendo delle modalità
definite “aritmiche” (Berger e Guilaine, 2009; Guilaine, 2013).
Per quanto riguarda l'Italia, queste differenze sono documentate dalle informazioni raccolte principalmente negli insediamenti distribuiti lungo la costa Dalmata (Berger et al., 2014;
Forenbaher e Miracle, 2014; McClure et al., 2014) e la costa
Italiana dell'Adriatico (Biagi e Starnini, 1999; Biagi e Spataro,
2002; Spataro, 2002); mentre i dati a disposizione sono molto
più carenti per quella Tirrenica, principalmente a causa delle
nostre limitate conoscenze della distribuzione e della cronologia
delle stazioni del Neolitico Antico in buona parte del territorio
(Fugazzola Delpino, 2002). Le poche datazioni radiometriche
a disposizione per la Calabria (Ammerman, 1985: 59; Ammerman e Bonardi, 1985-1986; Tiné, 2009), sembrerebbero comunque indicare che il processo di neolitizzazione si realizzò in
tempi rapidi anche lungo la costa Tirrenica (Pearce, 2013: 84),
in contrasto con quanto noto per quella Adriatica occidentale.
Come si può notare nella descrizione delle località della Cultura della Ceramica Impressa della Liguria di Ponente, queste
sono rappresentate principalmente da stazioni all'interno di cavità, distribuite in territorio ristretto con caratteristiche morfologiche non comuni (fig. 1). In base alle datazioni radiometriche
disponibili, ottenute dalla sequenza della Caverna delle Arene
Candide (UB-2423) e della Grotta Pollera (MC-756) (Tabella 1
e 2), la neolitizzazione del territorio ebbe luogo intorno alla fine
dell'VIII, inizio del VII millennio BP. I risultati disponibili per
la Caverna delle Arene Candide mostrano chiaramente periodi
di interruzione di abitato durante il Neolitico Antico, in particolare fra il cluster 1 e 2 di date (Tabella 2); mentre quelle ottenute
dalle altre cavità sembrerebbero indicare che gli insediamenti
ebbero luogo in diversi periodi, forse anche con caratteristiche
di episodicità e complementarietà, talvolta anche dopo lunghi
intervalli all'interno dello stesso sito (fig. 10).
Per quanto riguarda l'inizio del periodo climatico Atlantico, i
reperti litici di superficie, raccolti principalmente lungo le pendici
e gli spartiacque dell'Appennino di Levante, fra i 750 e i 1600 m
di altezza (Franco, 2011: 274, 275), sono attribuibili al Mesolitico Castelnoviano esclusivamente in base alle loro caratteristiche tipologiche. Di conseguenza questi reperti non consentono
di formulare nessuna ipotesi circa la cronologia delle eventuali
stazioni degli ultimi cacciatori-raccoglitori nel territorio. Nulla è
noto della loro periodizzazione e la mancanza di ricerche degli
ultimi trent'anni non ha contribuito al rinvenimento di nuovi siti
rispetto agli 11 già noti negli anni Ottanta (Baffico et al., 1983;
Biagi e Maggi, 1983; Biagi, 1991: figg. 2 e 3).
L'ipotesi formulata a suo tempo circa la presenza di insediamenti castelnoviani neoliticizzati nella Liguria di Levante
(Binder e Maggi, 2001: fig. 1) da una parte non trova riscontri
nei ritrovamenti degli ultimi anni, e dall'altra non contribuisce
all'interpretazione degli eventi in seguito ai quali il processo di
neolitizzazione si sarebbe affermato (Rowley-Conwy, 2001). In
effetti le poche strutture sinora note, attribuite alle più antiche po44
polazioni neolitiche pedeappenniniche della Toscana nord-occidentale, sono radiodatate fra 6680±80 BP (Rome-548) e 6160±65
BP (Rome-427) (Tozzi e Zamagni, 2000: 65).
Inoltre, nel quadro descritto, tuttora incerto e povero di ritrovamenti, la definizione di una “facies della Pianaccia di Suvero” (dal sito eponimo nello Spezzino: Ferrari e Steffè, 2006: 88),
nella quale sono stati fatti convergere materiali litici e ceramici
eterogenei di difficile interpretazione, non è ad oggi supportata
da ritrovamenti in contesti convincenti. Da sottolineare che dal
sito eponimo scavi recenti hanno solo restituito aspetti dell'età
del Rame (Maggi, 1984a; Maggi et al., 1987), mentre i reperti
ceramici e litici sui quali è stata definita la suddetta “facies” sono
esclusivamente frutto di una raccolta di superficie, in parte tuttora
inedita, condotta da appassionati locali nel corso di un decennio
(Maggi, 1979-1980: 172-173, fig. 4; Maggi, 1984b: 47).
Ancora più recenti sono le datazioni AMS ottenute
dall'insediamento con ceramiche anche impresse scavato recentemente a Cala Giovanna Piano, nell'Isola di Pianosa, comprese
fra 6222±60 BP (LTL-1468a) e 5680±40 BP (GrA-13474) (Colombo e Tozzi, 2007: 77). Questi ultimi dati non contribuiscono
certo all'interpretazione del problema della neolitizzazione della
Liguria, anche di Ponente, della provenienza dei primi abitanti
del Finalese e della loro origine, nel quadro delle nostre conoscenze del Neolitico più antico del Mediterraneo nordoccidentale.
5. CONCLUSIONI
Come accennato precedentemente, durante il Neolitico Antico
la Liguria si trova al centro di un territorio interessato da un
aspetto culturale recentemente definito dagli studiosi francesi
Impresso-Cardiale (Binder e Sénépart 2010: 149), in base alle
caratteristiche degli stili ornamentali che decorano alcune dei
prodotti vascolari. Una proposta di periodizzazione di questa
fase era stata avanzata da Binder e Maggi (2001) che avevano
distinto un “Neolitico antico 1”, con motivi decorativi prevalentemente eseguiti con punzoni o impressioni “a sequenza” o
a “sillons d'impressions”, definito anche “Ligurien” (Roudil,
1990), riconosciuto, nella Francia sudorientale, fino all'Herault
e la Linguadoca (Roudil e Soulier, 1983; Manen, 2000; Manen
e Guilaine, 2007), e un “Neolitico antico 2”. Quest'ultimo complesso coinciderebbe con il Cardiale propriamente detto, caratterizzato da ceramiche decorate con impressioni eseguite col
margine di conchiglie marine (Nonza, 2000), che è attestato,
oltre che nell'arco liguro-provenzale, in un areale molto vasto
del Mediterraneo centro-occidentale.
La proposta di cui sopra è stata avanzata sulla base di recenti
scavi eseguiti in due siti con serie stratigrafiche che presenterebbero questi aspetti in successione: il Riparo di Pendimoun nelle
Alpi Marittime (Binder et al., 1993) e la Caverna delle Arene
Candide in Liguria (Binder e Maggi, 2001).
In quest'ultima grotta, gli scavi recenti condotti su lembi residui di deposito, lasciati intatti da precedenti ricerche, sembrano
aver dimostrato l'anteriorità dell'aspetto ceramico con decorazione ad impressioni strumentali organizzate in riquadri alternati
sulle superfici dei recipienti (fig. 5). A questo stile decorativo seguirebbe un aspetto con ceramiche impresse decorate con motivi
a fasce oblique ottenuti con il bordo della conchiglia (fig. 6, nn.
1-3). Gli scavi in oggetto, i cui risultati non sono stati ancora pubblicati in maniera esaustiva, sembrerebbero aver intercettato una
[page-n-52]
La Cultura della Ceramica Impressa nella Liguria di Ponente: Distribuzione, cronologia e aspetti culturali
parte di stratigrafia che, seppur limitata in estensione, conserverebbe due strati (9b e 10: Binder e Maggi, 2001: 417, fig. 4) con
materiali ceramici distinguibili stilisticamente, contrariamente a
quanto invece era emerso dallo studio della dispersione dei materiali degli scavi precedenti. In questo secondo caso, infatti, la
ricomposizione dei recipienti, eseguita su frammenti provenienti
da tutti i livelli della Cultura della Ceramica Impressa, e anche dai
diversi scavi del secolo scorso, ha dimostrato una dispersione sia
in orizzontale, sia in verticale dei reperti ceramici nella stratigrafia, con conseguente difficoltà di provare in modo inequivocabile la presenza di (due) frequentazioni distinte (Maggi e Starnini,
1997; Del Lucchese e Starnini, 2006-2007). È importante sottolineare, a questo proposito, che l'ultima data AMS (OxA-23072)
ottenuta da questa serie su di una cariosside di Triticum dicoccum raccolta nello strato 10, il più basso, ha restituito un risultato
coevo all'occupazione di S. Sebastiano di Perti (vedi Tabella 1).
Tuttavia, in attesa della pubblicazione completa dei dati raccolti negli ultimi scavi, la situazione del Neolitico Antico osservata delle Arene Candide sembra meglio riflettere un palinsesto di
frequentazioni difficilmente riconoscibili stratigraficamente, con
materiali fittili che rispecchiano una pluralità di stili decorativi
che, in generale, spaziano in un arco geografico molto ampio cha
va, da est, dalla Toscana nordoccidentale, ad ovest, all'Herault
(Manen, 2007: fig. 89).
Come è già stato sottolineato in un precedente lavoro (Capelli et al., 2011), la presenza di ceramiche impresse importate
in alcuni siti liguri (fig. 11), e le similitudini stringenti con la
Cultura della Ceramica Impressa di facies centro e nord tirrenica, riscontrate sia a livello stilistico (forme, decorazioni) nella
produzione fittile (fig. 12), sia negli altri aspetti della cultura
materiale, possono essere giustificate dai contatti diretti intercorsi tra le popolazioni dei siti costieri di questa parte del Mediterraneo (Negrino e Starnini, 2003; Manen et al., 2006; Manen, 2007: 163) che, come documentato, oltre a rocce silicee,
ossidiana sarda e di Palmarola e oggetti in “rocce verdi” liguri,
scambiavano forse anche beni deperibili contenuti in recipienti
ceramici (Tozzi, 2007).
Fig. 11. Arma di Nasino: frammento di recipiente profondo di
grandi dimensioni, ansato e cordonato (scavi M. Leale Anfossi, Inv.
n. 1836) con impasto contenente elementi ofiolitici, di produzione
non locale, importato da settori produttivi della Liguria orientale,
o della Toscana, o della Corsica (vedi Capelli et al., 2011: 21, 22).
Osservando il movimento delle correnti marine, si può peraltro notare come la rotta da sud-est verso nord-ovest, proposta
dalla provenienza delle ceramiche di importazione individuate
in Liguria, possa essere stata favorita dalla prevalente circolazione in senso antiorario delle correnti superficiali nel settore
alto tirrenico (Stocchino e Testoni, 1976: fig. 2; Pennacchioni,
1998: fig. 1; Pinardi e Masetti, 2000; Brandaglia, 2002: 423;
Capotondi, 2004: fig. 1).
Fig. 12. Frammenti con decorazione impressa a conchiglia associata
a impressioni puntiformi, organizzate in bande alternate: 1) dal sito
La Scola sull'Isola di Pianosa nell'arcipelago Toscano (da Ducci
et. al., 2000: fig. 4, n.1); 2) dalla Caverna delle Arene Candide,
collezioni ottocentesche (da Bernabò Brea, 1946: Tav. XXXIII, n.
17); 3) dalla Caverna delle Arene Candide, scavi S. Tiné, strato 15
(da Del Lucchese e Starnini, 2006-2007: fig. 4, n. 7).
45
[page-n-53]
P. Biagi e E. Starnini
D'altra parte è stato fatto osservare come il mantenimento
di contatti attraverso la navigazione fosse importante per la costruzione di legami sociali e identità culturali tra le popolazioni
del Neolitico Mediterraneo, e come scarsa attenzione sia stata
posta finora allo studio della circolazione via mare durante la
preistoria (Farr, 2006), principalmente nel Mediterraneo Occidentale (Zilhão, 2014). La complessità generale dei problemi
trattati in questo lavoro è già stata discussa alcuni anni fa in
molti dei suoi suoi aspetti più rilevanti (Guilaine, 2002: 47-49).
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49
[page-n-57]
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 51-60.
Dispersiones humanas y culturales durante
la Transición Neolítica: Sistemas Complejos y Prehistoria
Joan BeRnaBeu auBán
reSumen
En este texto se explora la complementariedad y la utilidad de la Teoría Evolutiva y de los Sistemas Complejos Adaptativos
en su aplicación a la Arqueología. Si bien la primera de las aproximaciones goza de una más extensa tradición en nuestra
disciplina, la aplicación de los conceptos y métodos basados en la(s) Teoría(s) de la Complejidad son mucho más recientes.
En este contexto el desarrollo del modelado computacional, generalmente, aunque no sólo, de modelos de agentes, constituye
una herramienta eficaz para evaluar hipótesis sobre cambios a largo plazo que afectan a las sociedades humanas. A partir de
dos ejemplos relacionados con el Neolítico, se exploran las características de estos nuevos conceptos y métodos incidiendo
de forma especial en la problemática que para su correcta utilización entraña la comprensión de qué es y cómo se forma el
registro arqueológico.
PalabraS claVe:
Neolítico, Sistemas Complejos Adaptativos, Teoría Evolutiva, Modelado Computacional.
abSTracT
Human and cultural dispersions during the Neolithic Transition: Complex Systems and Prehistory. This text explores how the
complementarity and usefulness of Evolutionary Theory and Complex Adaptive Systems in its application to the archeology.
While the first of these approaches has a longer tradition in our discipline, the application of the concepts and methods based
on (s) Theory (s) of complexity are much more recent. In this context the development of computational modeling, generally,
but not exclusively, Agent Based Models, is an effective way to test hypotheses about long-term changes affecting human
societies tool. From two examples related to the Neolithic, the characteristics of these new concepts and methods are explored,
focusing specially on the problem that for its use entails understanding what is and how the archaeological record is formed.
keywordS:
Neolithic, Complex Adaptive Systems, Evolutionary Theory, Computational Modeling.
Corría el año 1976. Me encontraba a mitad de mis estudios
de licenciatura, con intención de profundizar en algún campo
relacionado con la Arqueología, pero aún no tenía claramente
decidido hacia donde dirigiría mis pasos, más allá de una vaga
preferencia por el mundo antiguo. Al final la decisión no fue
sólo mía. Vino de la mano de mi participación, por vez primera,
en una excavación arqueológica. A través de mis compañeros,
acudí a Bernat Martí, que por aquel entonces había retomado
las excavaciones en la Cova de l'Or, para preguntar por la posibilidad de asistir a la campaña de excavación de ese verano. La
experiencia que a la postre resultó de su respuesta afirmativa,
terminó por transformar mis inquietudes.
Mi interés por la Prehistoria Reciente y, más en concreto
por el Neolítico, es claramente deudora de aquellas ya lejanas
experiencias. Por eso, cuando desde el Museo de Prehistoria de
Valencia me propusieron participar en un volumen de homenaje
a Bernat Martí, con ocasión de su jubilación, no lo dudé un sólo
instante. La decisión sobre el tema a tratar fue algo más costosa.
Me parecía claro que este debería versar sobre el Neolítico; lo
que no resultaba tan evidente era sobre qué aspectos del Neolítico debería centrar mi atención.
Vistas en perspectiva, las casi cuatro décadas transcurridas
desde que de la mano de Bernat Martí entré en contacto con la
arqueología del Neolítico, han supuesto gran cantidad de cambios tanto empíricos como teóricos. No es mi intención relatar
ahora, siquiera sea brevemente, la historia de tales cambios.
Creo más interesante centrar esta aportación en algunos aspectos recientes que, al menos desde mi punto de vista, implican
una mayor capacidad de entender la forma en cómo podemos
analizar y comprender mejor el registro arqueológico. Para ello
utilizaré algunos de los viejos problemas y, otros nuevos, referidos al Neolítico.
Generalmente se admite que los datos arqueológicos sugieren dos vías geográficas primarias utilizadas para la expansión
de la agricultura en Europa: a través del corredor del río Danubio y alrededor del litoral mediterráneo. Aunque hasta la fecha
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J. Bernabeu Aubán
la mayoría de los esfuerzos en la modelización se ha centrado en
el corredor danubiano, recientes avances parecen mostrar paralelismos interesantes entre ambas regiones, incluyendo:
a) Una expansión rápida pero discontinua dejando grandes
áreas desocupadas por los agricultores, al menos en los momentos iniciales.
b) Una distribución posterior amplia de los complejos neolíticos –el LBK en la Europa Central y el Impreso-Cardial en el
Mediterráneo– y pocas centurias después una marcada fragmentación de estos patrones culturales.
¿Pueden estos procesos aparentemente paralelos en ambas
áreas relacionarse con las fluctuaciones demográficas (incluyendo migraciones), cambios climáticos globales, problemas de
transmisión cultural o fragmentaciones de las redes sociales? Y
lo que es más importante, ¿cómo podemos identificar de manera
fiable estos fenómenos en el registro arqueológico de manera
que pueda evaluarse entre modelos alternativos de dinámicas
sociales relevantes?
La respuesta pasa no sólo por disponer de más información, sino también por comprender qué representa y cómo esta
constituido el registro arqueológico, y, paralelamente, desarrollar otras formas de enfocar las dinámicas del cambio social.
Los nuevos enfoques relacionados con los Sistemas Complejos y la teoría Evolutiva pueden, en mi opinión, ayudarnos en
este propósito.
1. SISTEMAS COMPLEJOS, EVOLUCIÓN
Y ARQUEOLOGIA
Antes que nada debe subrayarse que no existe equivalencia entre el concepto “sociedad compleja”, utilizado generalmente en
las ciencias sociales y más específicamente en Arqueología, y
el más general de “sistema complejo”; de hecho la más simple
de las sociedades humanas se considera un sistema complejo.
Los Sistemas Complejos Adaptativos (CAS, de sus siglas
en inglés), representan sistemas dinámicos caracterizados por
la transmisión y procesamiento de información que les permite
adaptarse a los cambios motivados por circunstancias externas
e internas. Aunque las aproximaciones basadas en los Sistemas Complejos aún no se contemplan conjuntamente bajo un
marco teórico sólido, se han identificado importantes propiedades de organización y comportamiento a través de diferentes
fenómenos. Algunas de éstas son particularmente interesantes
cuando se aplican a las ciencias sociales y, por tanto, también
a la Arqueología.
Los CAS son sistemas abiertos. Necesitan capturar energía
para mantener su estructura y orden, es decir, para reproducirse
como tales. Por ejemplo, el ser humano necesita capturar energía para subsistir, y lo hace a través del agua, la comida y el
aire. En la sociedad, por ejemplo, este papel puede ser interpretado por la información, la forma cómo se genera y distribuye,
afectando a las formas como esta se organiza. Por esta razón
el procesamiento de la información es un requisito importante
para que cualquier grupo social pueda reproducirse.
Los CAS están formados por multitud de componentes (células en un organismo, neuronas en el cerebro, individuos en
una sociedad) que se organizan en una jerarquía de grupos superpuestos de profundidad variable. Cuanto más complejo es un
sistema, mayor cantidad de niveles organizativos superpuestos.
52
En términos sociales, por ejemplo, puede tratarse de familias
dentro de bandas de forrajeadores, dentro de metapoblaciones
regionales; o artesanos, dentro de gremios, dentro de ciudades
organizadas en estados. Esta clase de organización resulta de la
forma en que estos sistemas crecen: los componentes de más
bajo nivel se reúnen en subgrupos y estos, a su vez, en grupos
de alcance cada vez mayor. Esta característica permite explicar
la trayectoria evolutiva, de lo simple a lo complejo, repetidamente observada en diversos trabajos arqueológicos (y de otras
disciplinas) y que podríamos denominar como progresivismo
evolutivo (p.e. Rosenwig, 2000: 4).
Una implicación de este proceso es que los subsistemas
que lo componen están conectados entre sí a su mismo nivel,
más que al de sus componentes. Por ejemplo, en un estado
tributario forma parte de un imperio territorial, alianza que se
expresa a través de la relación entre los jefes de tal estado y
del imperio del que forma parte y no a través de las relaciones
personales de cada miembro del estado tributario con el “emperador”. Un corolario interesante que deriva de esta característica es que los subsistemas pueden seguir desarrollando sus
funciones aunque el sistema (imperio en el caso anterior) se
fragmente o colapse, dando lugar a distintas entidades territoriales independientes. Por ejemplo, las córneas o los corazones humanos, pueden trasplantarse y seguir desarrollando
sus funciones. Esta propiedad, denominada Descomposición
Cercana, significa que los sistemas complejos tienden a fragmentarse en sentido inverso a como se han formado. Como
sistemas complejos, podemos esperar que las sociedades humanas se comporten de modo similar.
En los CAS, las relaciones entre sus componentes son tan o
más importantes que sus características de manera que podría
decirse que son aquellas las que determinan el comportamiento del sistema en su conjunto. Las interacciones entre individuos y grupos en las sociedades humanas pueden representarse como redes, en las que los agentes sociales serían los nodos,
y las conexiones entre nodos (aristas en la terminología propia
del análisis de redes) representarían las interacciones (Wasserman y Faust, 1994). Esto permite la aplicación de un buen
número de herramientas y modelos matemáticos desarrollados
en este campo (Newman, 2010) para comprender la dinámica
evolutiva de las redes sociales, cuyo impacto no ha pasado
desapercibido en nuestra disciplina (Knaped, 2010; Mills et
al., 2013; Brughmans, 2012).
Una de las características clave de los CAS es que la relación entre sus componentes es dinámica, y resulta capaz de
transmitir información sobre el estado del sistema a partir de
interacciones mayoritariamente locales. Suele decirse que el
carácter de la relaciones entre sus componentes es tan o más
importante que la naturaleza de los mismos para comprender el
comportamiento general de CAS. Es decir, que las Dinámicas
propias de estos sistemas son no Lineales. Como consecuencia, la dirección y la escala de los cambios del sistema no son
directamente proporcionales a las propias del fenómeno (o fenómenos) que las causan. O sea, las mismas causas no provocan los mismos efectos, y su corolario: idénticos efectos pueden
obedecer a causas distintas. Este aspecto es consecuencia de la
conocida como “sensibilidad” a las condiciones iniciales que,
desde una perspectiva de la Historia, significa reconocer la incidencia de la coyuntura histórica en la trayectoria posterior de las
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Dispersiones humanas y culturales durante la Transición Neolítica: Sistemas Complejos y Prehistoria
sociedades humanas. En términos de CAS, pequeñas diferencias en las condiciones iniciales pueden derivar en trayectorias
divergentes con el paso del tiempo.
Esta causalidad no lineal hace difícil predecir los cambios
del sistema en base de las propiedades de sus componentes. Lo
que nos lleva a otra de las características de estos sistemas: la
Emergencia, esto es, la propiedad que tienen estos sistema de
exhibir comportamientos que no están contenidos en ninguna
de sus partes componentes. Por ejemplo, los atascos de tráfico pueden verse como una propiedad emergente de un sistema
formado por coches, conductores y vías de comunicación, así
como sus interacciones.
¿Cómo pueden estos conceptos ayudarnos en la resolución
de los problemas de la arqueología? La respuesta, en mi opinión, depende de si somos también capaces de comprender la
naturaleza del registro arqueológico y desarrollar metodologías
adecuadas para utilizarlo en la verificación de hipótesis. A pesar
de su potencial como marco adecuado para la explicación de
los procesos de cambio a largo plazo, como los propios de la
Arqueología, la aplicación de una perspectiva CAS a la arqueología entraña ciertas dificultades y, desde luego, supone un reto
evidente. Un enfoque tipo CAS supone centrar nuestra atención
en dinámicas como el flujo de información, la toma de decisiones, las interacciones que se realizan a diferentes escalas organizativas, así como las dinámicas mediante las cuales los agentes
interactúan entre sí dando lugar a la formación de comportamientos sistémicos emergentes, que son los que generalmente
nos interesa explicar.
Sin embargo, no tenemos modo de observar estas dinámicas
en el registro arqueológico. Debemos reconocer que éste, a la
postre, constituye un conjunto, a veces desorganizado, de elementos materiales, estático, fragmentario y acumulativo (p.e.,
consecuencia de la acción continuada de diversos agentes durante períodos más o menos largos de tiempo). Los patrones
significativos que podemos observar en él constituyen las consecuencias materiales indirectas de tales dinámicas, pero no las
dinámicas (agencia, emergencia) en sí mismas (Barton, 2012).
La pregunta entonces es: ¿cómo podemos reconocer y explicar cadenas causales no-lineales que derivan de la actuación de
individuos y los grupos entre sí y con el medio biofísico? Necesitamos algún modo de hacer operativos los conceptos CAS en
su aplicación a la Arqueología, de manera que podamos reconocer sus efectos en el registro aunque no podamos observarlos
directamente, esto es, ¿qué elementos del registro arqueológico
constituyen indicadores adecuados de las dinámicas evolutivas
humanas que se quieren analizar?
Aunque existen algunas propuestas preliminares y tentativas en este sentido (Bernabeu et al., 2012), debemos reconocer
que todo ello requiere de una teoría robusta sobre los motores
de estas dinámicas y desde luego de nuevas formas de praxis
arqueológica.
Respecto a la praxis arqueológica, sería conveniente desplazar nuestro enfoque desde la reconstrucción inductiva en la que
ahora nos movemos, hacia formas de evaluar sistemáticamente
hipótesis. Ciertamente, no podemos realizar experimentos a la
manera en que lo hacen otras disciplinas; sin embargo, el modelado computacional puede ofrecer una vía para representar
la forma en que los CAS funcionan y se modifican (Mitchell,
2009). Básicamente se trata de desarrollar (poner a punto) “la-
boratorios virtuales” en los cuales generar resultados, a partir
de hipótesis previas, que después habrán de evaluarse frente al
registro arqueológico.
El modelado computacional envuelve la generación de
múltiples entidades discretas (o agentes), imbuidas de un conjunto de reglas algorítmicas mediante las cuales percibe y filtra
su medio, procesa la información y realiza acciones en base
a tal información. Estas entidades operan e interactúan en un
mundo virtual, aunque en ocasiones representa al mundo real,
y pueden tomar formas diversas: las celdas de un tablero en un
modelo de Autómatas Celulares; nodos y aristas en una Red
Dinámica o agentes en un Modelo Basado en Agentes (Gilbert
y Troitzsch, 2005).
En el contexto de los sistemas complejos adaptativos la simulación computacional posibilita realizar inferencias sobre los
aspectos ausentes del registro arqueológico. La Teoría de la evolución tiene un papel principal ya que permite dotar a los agentes de reglas de comportamiento generando escenarios (p.e.,
registros arqueológicos) alternativos (Miller y Page, 2007: 180).
Debe quedar claro que el objetivo no es reconstruir sociedades del pasado, sino más bien construir entornos virtuales en
los cuales el investigador puede modificar sistemáticamente las
condiciones y variables que se supone influyen en ciertas dinámicas; de este modo se genera un abanico de resultados posibles
y controlados que son los que, finalmente, se comprarán con el
registro arqueológico.
Un par de ejemplos pueden ayudarnos a comprender cómo
se desarrolla este proceso. El primero presenta el problema de
los ciclos de auge y caída, de expansión y fragmentación cultural que han generado un reciente interés en la bibliografía. En
el mismo me limito a presentar cómo un enfoque basado en los
anteriores presupuestos se enfrenta a este problema. El segundo
sí presenta un modelo, elaborado a partir de los autómatas celulares, para tratar de explicar el clásico problema de cómo se
produjo la expansión del Neolítico.
2. AUGE Y CAÍDA DEL MUNDO CARDIAL
Desde que Bocquet-Appel (2002) desarrollara el concepto de
Transición Demográfica Neolítica (TDN), diferentes aproximaciones han tratado de describir y explicar la dinámica evolutiva
del primer Neolítico como un ciclo de auge y caída, que no es
tan sólo demográfico. Diversos autores, utilizando las fechas C14
como una especie de indicador demográfico, identifican un patrón consistente en un rápido auge demográfico coincidente con
la aparición del primer Neolítico, seguido, unas centurias después, por un igualmente rápido descenso en diferentes regiones
europeas (Shennan et al., 2013), incluyendo la península Ibérica
(Bernabeu et al., 2014; Balsera et al., 2015).
Curiosamente este fenómeno parece correlacionarse con el
desarrollo inicial de entidades arqueológicas –culturas– extensas (LBK, impreso-cardial), seguido de una posterior fragmentación que coincidiría con el final del Neolítico antiguo y con el
descenso demográfico antes citado. Todo ello sugiere la existencia de redes extensas de interacción dentro de las cuales la
información y los objetos fluyen afectando a grandes áreas con
diferentes escalas e intensidad y, coincidiendo con el declive,
alguna clase de fragmentación de estas redes de interacción social, afectando al flujo de información previamente establecido.
53
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J. Bernabeu Aubán
Se han aducido tanto causas internas –un crecimiento rápido
que llevó a la población cerca del umbral económicamente sostenible (Shennan et al., 2013)–, como externas –específicamente cambios climáticos globales cuyo efecto sería similar (Groneborn, 2010)– para explicar este patrón. Sin embargo, tal y como
se ha señalado en otras ocasiones (Bernabeu et al., 2014), las
consecuencias de estos factores para las sociedades humanas
son variables local y regionalmente. Esta variación se debe, por
ejemplo, a la diversa importancia de los factores bióticos y del
comportamiento humano; y como ambos aspectos son históricamente contingentes, resultaría sorprendente encontrar los mismos efectos en todas partes como consecuencia de eventos climáticos globales; o el aumento de la densidad demográfica y sus
efectos sobre los recursos. Asumiendo esto, parece claro que lo
que necesitaríamos es no sólo un mayor y mejor registro (como
es común advertir en la mayoría de los trabajos arqueológicos),
sino también una forma de comprender cómo dinámicas locales
distintas pueden resultar en patrones globales de cambio, justamente los que queremos explicar. Y es justamente este aspecto
el que nos puede permitir profundizar en la comprensión de los
fenómenos causales que se encuentran detrás de estos “ciclos”,
a través de la dinámica de redes.
En dos trabajos recientes, uno de ellos aún inédito, varios
autores nos preguntábamos acerca de la existencia de estos
ciclos y las razones (causas) que podrían explicarlo. Tras comprobar que si bien a escala peninsular, existía cierta coincidencia entre el evento climático 7.1 ka cal BP (relacionable con el
IRD 5b), y una caída en las curvas de datación radiocarbónica,
enfocando este mismo aspecto región a región se evidenciaba
cierta diversidad de situaciones reflejo de que, como suponíamos, las consecuencias de tal evento climático global eran regionalmente diversas.
Como alternativa, se decidió examinar los efectos de la interacción entre los sistemas agrícolas y el territorio circundante durante generaciones. Utilizando los resultados del proyecto
MEDLAND (Barton et al., 2012), diseñado para reproducir
estos efectos sobre simulaciones computacionales en ambientes mediterráneos. Sus resultados sugerían que cierta clase de
prácticas agrícolas tuvieron un efecto expansivo sobre pequeñas comunidades, pero a medida que estas crecían traspasando
ciertos límites localmente determinados, las consecuencias de
estas mismas prácticas cambiaban, creando un desequilibrio
que finalmente afectaba negativamente a su territorio de producción agrícola.
La pregunta es: ¿cómo pudieron estos procesos ser responsables de los cambios descritos a nivel del sistema?, y, en caso
afirmativo, ¿cómo podemos evaluarlos? La repuesta a la primera cuestión descansa en las estrategias implementadas por
las comunidades locales, descubiertas por el modelo: reducción del tamaño de los grupos, vía fisión y migración o, lo que
no resulta tan evidente a primera vista, aumentando el área dedicada al pastoreo en relación con la agricultura. Nada impide,
por otra parte, que se intentaran ambas estrategias a un tiempo.
En cualquier caso, estas estrategias implicaron cambios locales que afectaron a la ubicación y/o desaparición de sitios. En
términos de Redes: las respuestas implicaron la modificación/
desaparición de ciertos nodos, afectando al flujo de información a través del sistema y, en consecuencia, modificando el
sistema a escala global.
54
Para evaluar esta hipótesis se necesita actuar en un doble
sentido. Primero, comprobando si existen indicadores arqueológicos que sugieran la presencia de nuevas estrategias económicas que impliquen un mayor peso de las actividades ganaderas;
o la desaparición de sitios ocupados, junto a la ocupación de
nuevas zonas; y, en segundo lugar, la reconstrucción de las redes
de interacción social de manera que puedan generarse diversos
escenarios de distribución de patrones de cultura material comparables con los observables en el registro. El primer aspecto
parece que encuentra cierto soporte en el registro (Bernabeu et
al., en prensa); el segundo necesita de la implementación de un
modelo y la recogida de información clave (otra vez indicadores
arqueológicos) sobre diversos aspectos de cultura material en
los que se esta trabajando en estos momentos.
3. LA EXPASIÓN DEL NEOLÍTICO. ESPACIO,
TIEMPO Y CULTURA
Probablemente, el problema de la expansión del Neolítico en
Europa ha sido y es uno de los asuntos que mas literatura arqueológica ha generado. En la actualidad, suele admitirse que
la agricultura y la ganadería se introducen en el continente a
partir del próximo oriente. Consecuentemente, su expansión
implicó la distribución espacial y temporal de las nuevas especies, de nuevas tecnologías y prácticas sociales. Sin embargo,
todavía existe debate en torno a los mecanismos concretos que
motivaron dicho proceso. ¿Fue consecuencia de los movimientos migratorios correspondientes a los grupos de agricultores,
mezclándose o no con los grupos mesolíticos allí donde existieron?, ¿o más bien fue la transmisión de la información, de los
materiales y de las tecnologías apropiadas para su utilización las
que se desplazaron y propiciaron la formación de las primeras
culturas neolíticas? (difusión démica vs. difusión cultural).
La aproximación más conocida a este problema fue la propuesta por Ammerman y Cavalli-Sforza (1984). Esta trataba
de explicar el gradiente cronológico observado en sentido
SE-NW utilizando una versión de las ecuaciones de reaccióndifusión propuesta originariamente por Fisher. Con posterioridad, utilizando bases de datos de radiocarbono cada vez
más amplias, este gradiente ha sido comprobado en repetidas
ocasiones. Sin embargo, la relación lineal entre cronología y
distancia al centro originario que se encuentra detrás de este
gradiente, dejaba cierta parte de la variación sin explicar, lo
que sugería que el proceso de dispersión pudo ser regionalmente heterogéneo, dejando abierta la posibilidad de que el
patrón global observado fuera el resultado de una expansión
démica, cultural o, más probablemente, una mezcla regionalmente variable de ambas.
Paralelamente, se han propuesto diversos modelos narrativos (no formales) que tratan, justamente, de dar cuenta de la
variabilidad inexplicada por el modelo de “Ola de Avance”. Estos modelos necesitaban movilizar otras variables, además del
espacio y el tiempo, para poder ser evaluados. Por ejemplo:
- La interacción entre diferentes grupos (mesolíticos/
neolíticos), dando lugar a hibridaciones o transferencias que se
proponen en algunos modelos (Arrítmico, Dual, Disponibilidad),
necesita movilizar variables de cultura material para evaluar el
efecto de tal interacción en los patrones de variabilidad cultural
resultantes.
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Dispersiones humanas y culturales durante la Transición Neolítica: Sistemas Complejos y Prehistoria
- Por otra parte, si, como se asume generalmente, la expansión se debió fundamentalmente a un proceso démico, deberíamos asumir que tal proceso necesariamente tuvo algún efecto
en la variabilidad cultural en el espacio y en el tiempo, como resultado, por ejemplo, de la hipótesis del Autoestopista: “Demic
flow raises the possibility that cultural, genetic and linguistic
traits with no intrinsic advantage may ‘hitchhike', i.e., spread
with the advancing farmers” (Ackland et al., 2007: 8714). Es
decir, cualquier rasgo preexistente junto con el ventajoso puede
ser transportado junto con la difusión de éste con independencia
de su valor intrínseco.
La hipótesis del “autoestopista” es un préstamo tomado de
la genética donde se trata de explicar la difusión de un carácter
neutro en una población como consecuencia de su “asociación”
con otro ventajoso. En la sugerencia expresada por Ackland y
colaboradores, ambos caracteres son culturales aunque de naturaleza distinta: el papel del gen ventajoso estaría representado
por la agricultura y ganadería; mientras que el carácter neutro
podría ser la lengua o, lo que puede ser más interesante para
nosotros, el sistema decorativo de la cerámica.
Ambos procesos (autoestop cultural, interacción e hibridaciones Mesolítico-Neolítico) afectan, evidentemente, a los patrones de variabilidad espacio-temporal de los ítems culturales.
Y, por tanto, necesitan movilizar variables relativas a la cultura
material para ser evaluados. Desde una perspectiva evolucionista, los patrones espaciales de la “cultura” pueden explicarse
como consecuencia de procesos de trasmisión vertical u horizontal o, quizás, como una mezcla de ambos procesos. Esto no
es sorprendente, dado que ambos procesos están influenciados
por distintos factores, cada uno de los cuales puede generar resultados diferentes en el registro. Por ejemplo, la tasa de mutación o las preferencias de interacción entre individuos y grupos.
Pero además, como se ha puesto de manifiesto recientemente (p.e. Crema et al., 2014) no resulta fácil decidir, en base
al análisis empírico solamente, qué factores determinaron la
variabilidad real observada. Nos encontramos, por tanto, ante
problemas similares: ¿de qué procesos son resultado los patrones espacio-temporales observables en el registro arqueológico del primer Neolítico? Si el simple análisis empírico no
proporciona respuesta fiable, ¿cómo podemos aproximarnos a
estos problemas?
En los dos ejemplos citados más arriba, ¿qué factores intervienen en la conformación del patrón espacio-temporal relativo
a la aparición del Neolítico y a su variabilidad cultural?; por
ejemplo, ¿puede producir un movimiento tipo “ola de avance”
una distribución de la ocupación neolítica similar a la observable?; o ¿reproduce mejor el resultado un movimiento a saltos?;
y sobre todo, ¿cómo podemos saberlo? Una forma de proceder
a contrastar estos supuestos es simplemente obtener registros
arqueológicos “virtuales” a partir de parámetros conocidos. Es
decir, simular resultados controlando las variables que intervienen en los mismos.
Algunos trabajos ya han explorado el potencial de estas
nuevas herramientas. Parisi y colaboradores (2009), utilizando
un modelo basado en los Autómatas celulares, han intentado
reconstruir la variabilidad cultural resultante de una expansión
démica, de acuerdo a ciertas reglas de transmisión. Su comparación con la variabilidad lingüística no parece ser una opción
adecuada, dado que ésta nos es desconocida, excepto en tiempos
demasiado recientes. Este último aspecto ejemplifica la clase de
problemas a los que se enfrenta la nueva metodología: encontrar
indicadores arqueológicos adecuados y, además, controlar el
tiempo, de manera que los resultados virtuales sean comprables
con los reales en tiempo similar.
Más recientemente se han tratado estos problemas en dos
trabajos distintos. En uno (Bernabeu et al., 2015) el objetivo
era abordar los patrones espacio-temporales de la aparición del
Neolítico, utilizando para ello la información de la península
Ibérica. El otro, aunque partía de los parámetros utilizados en
el primero, pretende algo diferente: comprobar si la hipótesis
del autoestop, propuesta por Ackland, puede ser corroborada.
Este último está aún inédito, y forma parte del trabajo de tesis
doctoral de S. Pardo Gordó (2015), por lo que haré referencia al
mismo de forma limitada y contando con su permiso.
En el primero de los ejemplos se trataba de comprobar la
existencia del gradiente cronológico en la aparición del Neolítico, medido como fecha de aparición de la agricultura y ganadería en cierto lugar. La cuestión, por tanto, consistía en aplicar
la nueva metodología al clásico problema del frente de avance,
generalmente tratado mediante modelos matemáticos. La información utilizada fue la misma que en aquellos: la variabilidad
espacial (sitios neolíticos) y temporal (fechas C14) de la aparición del Neolítico, si bien en este caso nos limitamos a la península Ibérica a fin de controlar mejor ambas variables.
De acuerdo con la hipótesis démica, el Neolítico debería
aparecer primero en el mediterráneo. Con todo, resulta necesario señalar que los patrones resultantes no serían los mismos si
el proceso obedecía a un movimiento tipo ola de la avance u a
otro tipo leap-frog, con distancias de salto variables. Tampoco
debieron ser idénticos los resultados si el proceso de expansión
siguió una única vía (tradicionalmente, la costa noroccidental
del mediterráneo) o si también se utilizó la vía norteafricana.
Este último aspecto ha cobrado vigencia recientemente, si bien
existen posiciones diferentes sobre su incidencia en el proceso
de expansión neolítica (Manen, 2007; Bernabeu et al., 2009;
Zilhão, 2014).
Como forma de enfocar el problema se diseñó un modelo,
utilizando la plataforma NetLogo (Wilensky, 1999), basado tan
sólo en la expansión démica, es decir, ignorando a propósito la
existencia y posible incidencia de grupos mesolíticos. Es aquí
donde mejor se observa una de las características de la modelización actual: lo que se pretende no es reconstruir el pasado,
sino generar escenarios derivados de reglas controladas que
puedan compararse con el registro arqueológico. A partir de
aquí se consideraron los siguientes factores:
- Ecología. En este caso, se diseña un mundo real, en este
caso la península Ibérica, dividido en parcelas de 5x5 km. Cada
parcela posee un valor de productividad agrícola basado en la
combinación de ciertas variables que afectan al rendimiento del
trigo en la actualidad. El investigador puede elegir un límite (índice) por debajo del cual la ocupación de determinada celda no
se producirá.
- Movimiento. Variación entre el Ola de Avance –cada
agente en cada turno se mueve tan sólo a aquellas celdas
vecinas, económicamente aptas para la agricultura y que
no estén ocupadas–; y a saltos –variando aleatoriamente la
distancia de salto entre 20 y 120 km, y manteniendo el resto de
limitaciones similar.
55
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J. Bernabeu Aubán
- Coste de ocupación. Este indicador trata de medir la disminución en la capacidad de carga agrícola de cada celda que
se produce tras su ocupación por los grupos de agricultores. De
este modo se permite que una celda esté ocupada por más de un
grupo. Su implementación trataba de valorar la incidencia de un
modelo de acceso a los recursos basado en la Distribución Ideal
Despótica.
- Puntos de origen. Se exploraron diversas posibilidades de
inicio, ubicadas alrededor de la península Ibérica y en el centro,
a fin de comprobar si una o varias de ellas explicaban igualmente bien los datos disponibles. Queda claro que, por ejemplo, si
la hipótesis de un origen mediterráneo fuera correcta, las correlaciones obtenidas entre escenarios ubicados al Oeste, Norte o
el Centro peninsular deberían obtener claramente peores ajustes
con respecto al registro arqueológico.
La información arqueológica utilizada para contrastar los
resultados está formada por los sitios y niveles con fechas correspondientes al primer Neolítico en cada celda de 5x5. Los
datos no se interpolaron. La base de datos resultante se sometió
a un proceso de evaluación que dio como resultado tres muestras arqueológicas distintas, elaboradas según diversas combinaciones a partir de las muestras utilizadas en la datación. De
este modo se pretendía, también, valorar el efecto que sobre los
resultados de cualquier modelo podría tener la utilización de
muestras de vida larga, vida corta o directas. Así, se confeccionaron 4 muestras distintas:
- Directas. Sólo sitios con fechas obtenidas a partir de muestras de especies domésticas.
- Cortas. Además de las anteriores, se incluyen aquellos sitios con muestras de vida corta datadas (incluyendo conchas).
Si un sitio se encuentra datado con muestras Directas y de Vida
corta, se prefieren las primeras.
- Mejores: La fecha más antigua de cada sitio obtenida sobre
muestras domésticas, vida corta o vida larga, por ese orden de
preferencia.
- Más Viejas: La fechas más antigua de cada lugar, con independencia de la muestra datada.
Antes de proceder a realizar los experimentos, debíamos resolver una cuestión importante: ¿cómo comparar los resultados
virtuales con los arqueológicos? Generalmente, esta cuestión
implica resolver primero la equivalencia temporal entre el modelo y la realidad. En nuestro caso, sin embargo, este aspecto no
fue necesario. En lugar de proceder a escalar el tiempo virtual
en relación con el tiempo real (años radiocarbono calibrados),
procedimos a calcular el coeficiente de correlación de Pearson
entre el número de tics (tiempo virtual) que el programa tardaba
en alcanzar cada lugar con información arqueológica disponible, y la media de las fechas radiocarbono de esos mismos lugares (celdas). A mayor correlación negativa mejor ajuste entre el
escenario virtual y la realidad arqueológica.
A partir de estos postulados se realizaron diversos experimentos. El primero consistió en valorar qué muestras arqueológicas se comportaban mejor y qué lugares de expansión inicial
proporcionaban mejores resultados. Utilizando los valores de
movimiento, distancia y coste de ocupación señalados en la tabla 1 se obtuvieron 340 escenarios, cada uno de los cuales se
ejecutó 50 veces a fin de obtener valores estadísticos confiables.
Sobre los valores medios de cada escenario se calculó el coeficiente de correlación simple (r) de Pearson, cuyos resultados
permitieron observar:
- Que, efectivamente, las muestras utilizadas influyen en
los resultados; de manera que en nuestro caso, las correlaciones
más elevadas se obtuvieron siempre al comparar los escenarios
con las muestras procedentes de dataciones directas (fig. 1).
- Y que, como era de esperar, los mejores puntos iniciales se
ubican sistemáticamente en el Este y Sureste de España, lo que
permitía confirmar el origen mediterráneo del Neolítico.
Aún con estos resultados, las correlaciones obtenidas en este
experimento no eran demasiado elevadas, lo que sugería que las
estrategias de movimiento, la demografía y/o el atractivo agrícola de las regiones (medido como capacidad para el cultivo del
trigo), podían resultar determinantes. Asimismo, la posibilidad
de que la ruta norteafricana fuera igualmente importante en la
explicación del proceso no podía descartarse tampoco.
Por estas razones, se diseñó una segunda serie de experimentos. El primero de ellos iba destinado a conocer si la correlación entre escenarios virtuales y la realidad arqueológica mejoraba si, en lugar de un único punto de origen, se consideraban
dos o más. Se trataba, en realidad, de simular una situación en
la que el Neolítico llegara a la península Ibérica a la vez por el
Norte (vía S de Francia) y por el Sur (vía N de África).
Tabla 1. Parámetros utilizados en el experimento 1.
Estrategias de movimiento
Vecino a vecino
Leap-frog (saltos)
Distancia
Celdas adjacentes sin ocupación
y con valor agrícola adecuado.
Cualquier celda no ocupada La mejor de las celdas adyacentes.
en un radio de 5 (25 km).
Límite agrícola
0. Sin importancia.
3. Imposibilidad de expandirse
a celdas con valor inferior al
indicado.
0. Sin importancia.
3. Imposibilidad de
expandirse a celdas con
valor inferior al indicado.
3. Imposibilidad de expandir
a celdas con valor inferior al
indicado. El valor decrece a medida
que la población aumenta vía la
instalación de nuevos grupos.
Demografía
Sin importancia.
Sin importancia.
El valor agrícola de un celda
decrece un 5% cuando un nuevo
grupo se instala en ella.
56
IDD (Distribución Ideal Despótica)
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Dispersiones humanas y culturales durante la Transición Neolítica: Sistemas Complejos y Prehistoria
Fig. 1. Mejor ajuste (r de Pearson)
entre los escenarios virtuales (con
un solo punto de origen para la
expansión del Neolítico) y los 4 tipos
de muestras arqueológicas (fechas
C14) utilizadas para su contraste (ver
texto). Puede observarse claramente
cómo las mejores correlaciones se
obtienen cuando se utiliza la muestra
formada por fechas obtenidas sobre
elementos domésticos. En todos los
casos, los mejores puntos de inicio se
ubican al este de la península Ibérica.
Utilizando las mismas estrategias de movimiento que en el
experimento anterior (tabla 1), se exploró sistemáticamente la
adecuación de los distintos escenarios basados en diversas combinaciones del siguiente modo:
- Primero se originó un escenario utilizando todos los puntos
de origen a un tiempo.
- A continuación se eliminaron, uno a uno, los distintos puntos de origen, evaluando su correlación con los datos arqueológicos. Si al sustraer un punto de origen, la correlación del
escenario mejoraba, el punto de origen se descartaba; en caso
contrario, se mantenía.
Los resultados obtenidos permitieron, en primer lugar, descartar la idea de que la correlación mejoraba a medida que aumentaban los puntos de origen.
Descendiendo al detalle, del conjunto de las combinaciones
utilizadas diez escenarios mejoraban notablemente la correlación obtenida utilizando tan sólo un punto de origen. En cinco
ellos, se encontraba presente el rio Júcar; y los que obtenían
una correlación mayor incluían puntos de origen en el Norte y
Sur (fig. 2). Uno de ellos, además, incluía tres puntos de origen,
ubicados al Norte (río Llobregat), en el Este (río Júcar) y en el
Sur (Málaga).
¿Qué sugiere esta situación respecto al problema de la doble
vía en la expansión del Neolítico? Ciertamente, la mejor correlación entre escenarios con dos y tres puntos de origen, respecto
a cualquier otra posibilidad es compatible con una doble vía de
entrada del Neolítico a la península Ibérica; aunque, por otra
parte, tampoco cabe descartar que este patrón se originase como
consecuencia de un movimiento tipo leap-frog extraordinariamente rápido, al menos en sus inicios, soportando así la sugerencia de Zilhão (2001).
Aunque parece claro que la combinación de varios puntos
(2 ó 3) de origen, mejora la correlación, ahora situada en torno a
-0.49 en el mejor escenario, quedaba por investigar la influencia
de las decisiones locales. Para ello se diseño un experimento en
el que utilizando el mejor escenario logrado en el experimento
anterior, se variaron sistemáticamente el resto de las variables
(coste de ocupación, un símil de IDD; distancia de salto, productividad agrícola de la parcela). De los más de 10.000 escenarios generados, sólo 28 mejoraban la correlación obtenida en
el experimento anterior. Y de estos, sólo cuatro utilizaban un
algoritmo de dispersión vecino-a-vecino (wave of advance) en
su dispersión.
Asumiendo un inicio simultáneo en tres puntos (norte, centro y sur de la costa mediterránea), las mejores combinaciones
eran aquellas basadas en un movimiento tipo leap-frog, con distancias de salto moderadas en cualquier dirección (entre 25-50
km); un coste demográfico entre moderado y alto (20-100%) y
una preferencia por ocupar parcelas con índices de productividad medios (5 ó 6 sobre 10 como mínimo). Se trata, en buena
medida, de un comportamiento pionero que facilita la colonización de regiones extensas sobre la base de ignorar aquellas con
escaso atractivo agrícola y una tendencia a ocupar celdas desocupadas o con escasa población. Los tres de los mejores escenarios ilustran perfectamente esta situación. Su valor de ajuste
con el registro arqueológico se situaba ahora entre -0.55 y -0.56.
Más allá de las conclusiones sustantivas que puedan derivarse del modelo (v. Bernabeu et al., 2015), lo que me interesa
subrayar a partir de este ejemplo son algunos aspectos clave
de esta metodología. En el discurso que sigue haré mención a
algunos aspectos relativos al modelo implementado por S. Pardo (2015) en su tesis doctoral para investigar la incidencia de
la demografía y la transmisión de la información en el patrón
de variabilidad cultural del primer Neolítico en el Mediterráneo
Occidental.
A estas alturas debe parecer evidente a través de las descripciones anteriores que la modelización no se utiliza para “reconstruir” el pasado, sino para explorarlo, manipulando siste57
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J. Bernabeu Aubán
Fig. 2. Escenarios virtuales basados en dos o más puntos de origen que mejoran la correlación obtenida
en el experimento anterior (ver fig. 1). De nuevo todos los puntos de origen se encuentran en la fachada
mediterránea ibérica. Los mejores de entre ellos incluyen un movimiento a saltos (leap-frog) sobre parcelas
con valores medios y/o altos de productividad agrícola (ecolog, IDD). Ver texto para más detalle.
máticamente los parámetros considerados “clave” para explicar
el proceso de que se trate de manera que se obtienen diversos
resultados (escenarios) posibles. En consecuencia, la cuestión
importante es cómo comparar los escenarios virtuales con el registro arqueológico. Pero antes de enfrentar esta cuestión deberán resolverse algunos aspectos.
1. El primero es la elección de los indicadores arqueológicos adecuados al problema analizado. En el caso anterior,
parece bastante evidente que la utilización de las coordenadas
geográficas y fechas C14 constituyen indicadores adecuados si
lo que se pretende es medir la dispersión del Neolítico: cuándo
y dónde debería aparecer el primer Neolítico, de acuerdo a
ciertas reglas.
Sin embargo, este aspecto resulta menos evidente si lo que
se pretende es medir la variabilidad de la cultura material. Por
ejemplo, si la hipótesis del Autoestopista expresada por Ackland
es correcta, ¿qué efectos deberíamos esperar sobre el registro
material de las primeras sociedades neolíticas en el Mediterráneo Occidental?, ¿qué indicadores arqueológicos podríamos
utilizar?, y ¿cómo deberíamos medirlos?
La tesis doctoral de S. Pardo trata, justamente, de resolver
estas preguntas. Para ello, partiendo de la base de un modelo
de expansión similar al descrito anteriormente, se diseñó un
modelo basado en agentes que incorporaba varias formas relativas a la transmisión de la información con diferentes tasas
de mutación. De este modo, sobre la base de los postulados de
la teoría evolutiva, pudieron generarse diversos escenarios que
permitían evaluar si la variabilidad observada en los primeros
conjuntos cerámicos en el MW podría o no explicarse mediante tres conjuntos de reglas que gobiernan la transmisión de
58
información, cada uno de ellos combinado con diversas tasas
de mutación y tres clases de movimiento: vecino a vecino; y a
saltos de 120 ó 150 km.
Siguiendo la estela de trabajos recientes (Bernabeu et al.,
en prensa) el autor propone utilizar la decoración cerámica, en
concreto la técnica utilizada para confeccionarla, como posible
indicador. Sobre los cómputos (recuentos) de cada región, se
procedió a calcular un índice de similitud específicamente diseñado para tratar con esta clase de muestras.
Nótese que la unidad de recuento es diferente con respecto a
la utilizada en el primer ejemplo. Ahora la información se agrupa
por regiones con el fin de minimizar algunos de los problemas inherentes al registro arqueológico (vide supra). No se trata sólo de
los problemas relacionados con el tamaño de la muestra, sino que
aspectos como las practicas arqueológicas (prospección, sondeos,
excavaciones en área), o la funcionalidad de los sitios pueden introducir sesgos en la muestra presente en cada sitio.
Además, como se ha señalado en otra parte (Bernabeu et al.,
en prensa), el registro arqueológico suele ser acumulativo. Cada
unidad arqueológica (un nivel, o el relleno de un pequeño silo) es
el resultado de un proceso más o menos prolongado en el tiempo.
Aunque los arqueólogos clasificamos varios de ellos dentro del
mismo período (p.e., Neolítico Antiguo), esto no cambia que cada
uno por separado tenga una duración diferente. Como consecuencia, se producirán variaciones en la cultura material de modo que
resulta difícil esperar que se comporten del mismo modo en lo
que atañe a la representatividad de su cultura material.
Una forma de minimizar el impacto de esta variación consiste en desarrollar estrategias adecuadas si queremos comparar unidades de muestreo distintas. A partir de experiencias
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Dispersiones humanas y culturales durante la Transición Neolítica: Sistemas Complejos y Prehistoria
previas (Bernabeu et al., en prensa) el autor desarrolla una
estrategia basada en ventanas temporales como forma de reunir las unidades observadas (niveles, silos, etc.) en conjuntos
temporalmente definidos que agrupan períodos de 150 y 300
años, desde el inicio de la secuencia cerámica en cada región.
La estrategia utilizada es acumulativa, de manera que un conjunto que ocupara la primera ventana temporal estaba también
incluido en la segunda.
Lógicamente esta estrategia es mejorable. Una mayor finura sería posible si se dispusiera de mayor precisión en las dataciones y pudieran aplicarse métodos estadísticos apropiados
para decidir la pertenencia de cualquier unidad a una de estas
ventanas temporales. Los métodos basados en aproximaciones
bayesianas pueden ser una forma adecuada de enfocar este problema. Su utilización, además, puede proporcionar una forma
de incluir en el registro (ampliando la muestra disponible) aquellos conjuntos no datados, al estilo de las propuestas realizadas
en otros ámbitos cronológicos (Fernández López de Pablo y
Barton, 2014) y geográficos (Mills et al., 2013).
2. Tiempo Virtual vs. Tiempo Real. Necesitamos también
transformar el tiempo del “ordenador” en tiempo real. En algunos casos, como pone de relieve el ejemplo de la expansión del
Neolítico, este aspecto no tiene que ser explícito, de manera que
no resulta necesario establecer la equivalencia entre pasos de la
simulación (o ciclos) y años reales.
Ahora bien, en el segundo de los ejemplo citados, este aspecto sí debe acometerse con antelación: necesitaremos conocer cuántos años reales representa cada paso del modelo puesto
que la información de salida deberá organizarse en las ventanas
temporales (150 y 300 años) previamente establecidas; es decir,
¿cuántos pasos del modelo representan 150 años? En el modelo
diseñado por S. Pardo (2015), este variaba entre aproximadamente 1 y 3 años por paso dependiendo del tipo de movimiento.
Para llegar a esta conclusión simplemente se dividió el número
medio de pasos que el modelo necesita para llegar a ciertos puntos (yacimientos con dataciones sobre elementos domésticos),
por la media calibrada de la datación obtenida en ese mismo
punto geográfico.
3. Resultados virtuales. También necesitamos una estrategia adecuada para recoger los resultados del modelo. Este aspecto depende, básicamente, de los objetivos que se pretenda
evaluar y de la información disponible, lo que a su vez remite a
la cuestión de qué indicadores arqueológicos son adecuados al
proceso que se desea analizar.
Volviendo al primer ejemplo, el modelo disponía de un
“mundo realista” dividido en parcelas de 5x5 km. La información arqueológica consistía en sitios datados y georreferenciados. En caso de coincidencia de dos sitios en la misma celda,
sólo se conservó la información correspondiente al más antiguo
de ellos. Con esta estructura de información, bastaba con recoger la información virtual correspondiente a cada celda con
valores arqueológicos, ignorando el resto. Esto facilitaba los
cálculos y ahorraba tiempo de computación al limitar la recogida de la información a aquellas parcelas donde disponíamos
información arqueológica.
En otras ocasiones esta estrategia no resulta útil. Así en el
segundo de los casos comentados, se procedió a agrupar los
sitios disponibles por regiones, de manera que la información
recogida consistió en el cómputo medio acumulado de cada
técnica decorativa en cada región de la que se disponía de documentación arqueológica, ignorando el resto, y para cada ventana temporal definida de acuerdo con el número de pasos/años
establecidos.
4. Virtual vs. Real (Arqueológico). Resuelto lo anterior, el
último paso consiste en seleccionar métodos estadísticos que
permitan evaluar el ajuste de los diversos escenarios obtenidos
con la información empírica. En el primer caso expuesto, el
coeficiente de correlación simple de Pearson entre los pasos del
modelo para llegar a cada celda y la media de la datación C14
disponible para esa misma celda era un criterio suficiente. De
este modo, una adecuación perfecta entre cualquier escenario
y la realidad, debería arrojar una correlación negativa perfecta
(r = -1). Cualquier resultado ≥ 0 debería desecharse por
insatisfactorio.
En el segundo caso, la cuestión resultaba más compleja. Más
allá de los detalles (que no corresponde explicar en el presente
texto), el autor disponía de una muestra arqueológica formada
por ciertas regiones caracterizadas cada una de ellas por un índice que medía su distancia cultural (diferencia en la proporción
de técnicas decorativas presentes) a cualquiera de las demás.
Asumiendo que la expansión se produjo desde el S de Italia, tan
sólo había que comparar la distancia “cultural” respecto al S de
Italia entre cada escenario virtual y el arqueológico. De nuevo
se recurrió el coeficiente de correlación simple de Pearson para
proceder a las comparaciones, asumiendo que a mayor correlación positiva mejor ajuste entre el modelo y la realidad. Sus
resultados sugieren algunas cosas interesantes:
- Que la variabilidad de las cerámicas correspondientes al
primer Neolítico puede perfectamente comprenderse, utilizando
criterios de arqueología evolutiva, como consecuencia de una
expansión desde el sur de Italia.
- Que implicaría un proceso de autoestop cultural (copia sin
cambios durante la primera colonización) seguida por procesos
de transmisión de la información basados tanto en la copia aleatoria (Drift) como sesgada (copiando el más común o el más
antiguo, dentro de cierto radio), si bien con ratios de mutación
diferentes en cada caso.
En coincidencia con el modelo de dispersión, los mejores
resultados se obtenían si la dispersión se producía mediante un
movimiento tipo leap-frog, lo que en mi opinión refuerza la coherencia de los resultados de ambos.
En resumen, los nuevos métodos basados en la simulación
(sean estos modelos de agentes, autómatas celulares o redes)
pueden proporcionar herramientas muy útiles a una disciplina
que, como la nuestra, intenta comprender las dinámicas de cambio a largo plazo, aunque no puede observarlas directamente.
Junto con la teoría de complejidad, y la teoría evolutiva, y la
simulación computacional como método, pueden resultar en
una combinación teórico-metodológica valiosa. Sin embargo,
son diversos los retos que deben acometerse para poner a punto
estas herramientas. En las páginas anteriores me he centrado básicamente en uno de ellos: las limitaciones inherentes al registro
arqueológico. Necesariamente debemos comprenderlas y actuar
en consecuencia a fin de evitarlas, minimizarlas y, lo que resulta
más interesante, utilizarlas de forma adecuada a los requisitos
derivados de la simulación computacional.
59
[page-n-67]
J. Bernabeu Aubán
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[page-n-68]
Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 61-73.
Radiocarbono y neolitización en la Península Ibérica
oReto gaRCía PuCHol, agustín díez Castillo y salVadoR PaRdo goRdó
reSumen
En este trabajo hemos llevado a cabo una recopilación de las dataciones radiocarbónicas disponibles para el conjunto de la
Península Ibérica con el objetivo de construir mapas temporales del desarrollo del proceso de neolitización. Hemos representado
de este modo la densidad de las dataciones radiocarbónicas calibradas espacialmente, lo cual permite realizar una lectura
diacrónica sobre las dinámicas poblacionales de los últimos caza-recolectores y los primeros agricultores y ganaderos. La
asunción de partida consiste en considerar el conjunto de las dataciones como una muestra casi aleatoria para indagar sobre la
evolución del poblamiento peninsular. En la bibliografía reciente se han señalado diversos problemas relativos a la variabilidad
de la muestras consideradas, como aquellos que conciernen a la visibilidad diferencial de los distintos sitios arqueológicos
(especialmente aquellos al aire libre), el grado de intensidad de las investigaciones llevadas a cabo según las diferentes áreas,
el tipo de muestra datada, o su contexto arqueológico. En cualquier caso, el creciente número de muestras disponible y también
el incremento de la precisión en la selección de las mismas y en los resultados, permiten albergar expectativas razonables
sobre el interés de explorar este tipo de análisis a escala peninsular, en este caso enfocado a la investigación del proceso de
neolitización.
PalabraS claVe:
Proceso de neolitización, península ibérica, Carbono 14, mapas de densidades de dataciones calibradas.
abSTracT
Radiocarbon and Neolithisation in the Iberian Peninsula. In this work we have carried out a compilation of radiocarbon
dates availables for the entire Iberian Peninsula with the goal to built temporal maps about the neolitisation process. We have
calculated the calibrated radiocarbon dating densities and we have represented them spacially in order to show the population
dynamics of last hunter-gatherers and first farmers. We assume that the ensemble of radiocarbon dates constitutes a random
sample to investigate population dynamics. Some authors point out several problems linked with the variability of samples as
the visibility of the sites, the degree of regional research, the type of material dated, or the archaeological context. Nevertheless
the increasing number of available samples and the improvement in the results allow to consider the interest of this kind of
analysis, in this case focused on to investigate the neolithisation process.
keywordS:
Neolithisation process, Iberian Peninsula, 14C, calibrated radiocarbon dating density maps.
1. INTRODUCCIÓN
Abordamos en este texto un tema recurrente en la bibliografía reciente sobre el Neolítico en la Península Ibérica, la cronología de
su aparición a la luz de las dataciones radiocarbónicas, siguiendo
para ello la estela de las reflexiones planteadas por Bernat Martí
a partir de sus trabajos de excavación en el emblemático yacimiento de Cova de l'Or de Beniarrés (Martí, 1977; Martí et al.,
1980). Su visión general y particular del proceso de neolitización
mantiene toda su vigencia de modo que el denominado “modelo dual” descrito para el territorio valenciano confluye en gran
medida con los modelos de neolitización mixtos comúnmente
aceptados a escala europea. La elaboración del mismo se ha visto enriquecida a través de los nuevos datos arqueológicos y de
forma muy particular gracias a la creciente concreción del marco
cronométrico, a medida que el método avanzaba en precisión paralelamente a la exigencia en la selección de las muestras susceptibles de ser datadas (Bernabeu, 1999; Bernabeu, Barton y Pérez,
2001; Zilhão, 2001; Bernabeu, 2006). En los últimos 15 años se
ha producido a escala de la Península Ibérica un incremento notable en el número de yacimientos conocidos a través de trabajos
de prospección o excavación, tanto en áreas con escasa o nula
información previa (el interior peninsular), como en otras bien
conocidas en la bibliografía (Cataluña, Valle del Ebro, País Valenciano y Portugal). La publicación de fechas radiocarbónicas
ha experimentado también un importante auge, abriendo nuevas
expectativas para explorar la expansión del Neolítico a escala
peninsular. Partiendo de estas premisas nos proponemos actualizar la información disponible sobre las dataciones del Mesolítico
final y el primer Neolítico en la Península Ibérica recientemente
recopiladas (Bernabeu et al., en prensa) haciendo hincapié en
el análisis de la naturaleza de las muestras y su distribución espacial. Centraremos a partir de este momento la discusión en el
significado de esta información para atender a la cuestión sobre
la aparición del Neolítico y su expansión.
61
[page-n-69]
O. García Puchol, A. Díez Castillo y S. Pardo Gordó
2. MATERIAL Y MÉTODOS
La recopilación de dataciones radiocarbónicas llevada a cabo se
nutre de recientes trabajos dirigidos a investigar las dinámicas
socioecológicas en el marco del proceso de neolitización a escala peninsular y del Mediterráneo occidental (Bernabeu et al.,
2014; Bernabeu et al., en prensa; García Puchol et al., en prensa). Varias síntesis publicadas en los últimos años (Juan Cabanilles y Martí, 2002; García Puchol, 2005; Bernabeu, 2006; Rojo
et al., 2012; Fano, Cubas y Wood, 2014), bases de datos regionales (Catalunya C14: http://www.telearchaeology.com/c14/index.htm), además de publicaciones recientes (Aura et al., 2013;
Gibaja et al., 2015; Oms et al., 2014; Cebrià et al., 2014; García
Borja et al., 2012; Martí, 2011; Medved, 2013; Peña Chocarro
et al., 2013; Rojo et al., 2015; Salazar et al., 2013; Vergés et al.,
2008) conforman la base de la misma. En este trabajo analizamos las dataciones radiocarbónicas entre el 8000 y el 5000 BP
(circa 7400 a 4500 cal BC) referidas al conjunto del territorio
peninsular. Un total de 1.276 fechas quedan recogidas en la tabla 1, donde podemos apreciar su repartición territorial según
las principales cuencas hidrográficas y ambientes costeros. Se
refiere también su clasificación atendiendo al material datado de
forma que son visibles las diferencias relativas al peso específico de determinados materiales según regiones. En este punto
advertimos del creciente interés en datar elementos singulares
directamente relacionados con el evento datado, que para el primer neolítico serían los elementos domésticos (Zilhão, 2001;
Bernabeu, 2006). Los problemas planteados por determinados
materiales tales como los moluscos marinos y su inclusión en la
dieta humana debido al denominado efecto reservoir han sido
señalados en diferentes trabajos (Ascough, Cook y Dugmore,
2005). Del mismo modo el denominado efecto de la madera
vieja ha propiciado crecientes críticas al uso del carbón no identificado tal y como ha quedado demostrado en varios ejemplos
publicados (Bernabeu, Barton y Pérez, 2001; Bernabeu et al.,
2006; Rojo et al., 2006). También conviene referir los problemas relativos a las muestras óseas y la utilización o no de métodos específicos de ultrafiltración para el control de la calidad del
colágeno (Bonsall et al., 2015; Wood, 2015). Y todo ello unido a
la información contextual sobre la procedencia de las muestras,
no siempre bien especificada, lo cual añade incertidumbre sobre
su relación con el evento que se quiere datar (Wood, 2015).
Un uso habitual del conjunto de dataciones disponibles en
una determinada área, con la aplicación de filtros más o menos
restrictivos, es el de la representación de la suma de las probabilidades de las dataciones calibradas y su lectura diacrónica más
o menos extensa desde la perspectiva de un indicador demográfico relativo (Gamble et al., 2005; Shennan, 2013; Shennan
et al., 2013; Bernabeu et al., 2014; Bernabeu et al., en prensa;
Timpson et al., 2014). La validez del método estaría basada en
la asunción de que la utilización de un gran número de muestras
equilibraría los efectos de los errores en las mismas. Resulta
habitual la aplicación de diversos filtros para evitar algunos de
estos posibles efectos perversos como la eliminación de muestras con desviaciones estándar elevadas (Williams, 2012), o el
cálculo de la media de las dataciones procedentes de un mismo
yacimiento y nivel para evitar sobre-representaciones de una
misma procedencia (Shennan et al., 2013). No vamos a discutir
ahora los resultados del uso de este método como una herramienta más para explorar determinadas cuestiones, y su validez,
siempre y cuando se apliquen determinados criterios restrictivos
en la selección de las muestras tal y como hemos mostrado en
otros trabajos (Bernabeu et al., 2014; Bernabeu et al., en prensa).
Nuestro interés reside en cartografiar el poblamiento de los últi-
71
15
37
0
32
3
4
4
1
0
0
0
134
33
44
2
53
16
25
23
15
6
7
1
71
11
27
1
18
15
2
8
8
0
4
8
77
10
24
0
13
7
3
36
31
4
0
0
22
10
5
0
2
0
1
0
0
5
0
10
246
67
66
4
95
8
54
1
0
79
1
0
Dataciones seleccionadas
Yacimientos
SD
834
239
59,9
101
38
62
168
30
52,6
27
9
59,4
74
35
66,4
10
9
60,7
32
14
48,8
66
15
58,8
98
25
60,1
57
10
58,4
62
4
62,7
4
2
117,5
135
46
64,4
62
Portugal
Bajo Guadiana /
Guadalquivir
38
18
21
2
14
3
7
1
1
0
0
1
Sur mediterráneo
30
22
21
0
0
0
0
0
0
0
8
3
Este/sureste
149
56
87
0
39
1
17
3
1
18
0
1
Este
60
17
42
0
8
1
3
10
8
0
1
0
Alto/medio Tajo
195
34
79
3
95
10
20
15
14
0
0
3
Galicia
173
61
92
6
46
14
18
23
16
0
1
5
Cantabrico
Alto/medio Guadiana /
Guadalquivir
Dataciones
Yacimientos
Carbón
Carbon vida corta
Hueso total
Domésticos
Humanos
Semilla/fruto total
Cereal
Malacofauna
Otros
Indeterminado
Alto/medio Duero
Alto/medio Ebro
1275
347
545
18
414
79
154
131
95
112
22
33
Iberia
Noreste
Tabla 1. Relación de dataciones radiocarbónicas de la Península Ibérica (entre 8000 y 5000 bp) según la naturaleza de la muestra y su
localización atendiendo a las regiones consideradas. Queda reflejado también el número de dataciones utilizadas para la construcción
de los mapas, el número de yacimientos con dataciones en las diferentes regiones y la media de la desviación estándar de las mismas.
[page-n-70]
Radiocarbono y neolitización en la Península Ibérica
mos caza-recolectores y los primeros agricultores y ganaderos.
Para ello vamos a utilizar igualmente las dataciones radiocarbónicas con el objetivo de ilustrar espacialmente la densidad de
las probabilidades calibradas de las mismas a modo también de
un indicador demográfico relativo. Admitiendo la incertidumbre introducida por estos métodos para evaluar el poblamiento
humano (Combré and Robinson, 2014) coincidimos con otros
autores en que se trata de una herramienta útil para al menos
observar determinadas tendencias generales, que en cualquier
caso requerirán del contraste con otros datos arqueológicos de
carácter general y regional. Partiendo de estas premisas hemos
aplicado filtros similares con el fin de incrementar la fiabilidad
de la muestra y siempre teniendo en cuenta que su tamaño, al
considerar el conjunto de Iberia, disminuye los efectos negativos derivados de su naturaleza y procedencia. Un primer filtro
ha consistido en no considerar las muestras sobre malacofauna
y huesos humanos afectados por el efecto reservoir. El segundo
filtro practicado ha sido descartar las muestras con una desviación estándar (SD) superior a 150.
A partir de este conjunto de fechas se ha realizado una serie de cálculos con el programa R (R Core Team, 2014) que
comienzan con la calibración de cada una de las fechas con la
librería Bchron (Parnell, 2014) y la curva de calibración Intcal
2013 (Reimer et al., 2013), lo que nos proporciona las probabilidades por año calendárico. A continuación sumamos las probabilidades de cada fecha en rangos de 200 años (comenzando por
el rango 7800-7601 cal BC) añadiendo los resultados a la tabla
original como una nueva variable. Esta nueva variable se agrupa
por yacimientos y se suman las probabilidades para cada uno
de ellos. Con el fin de obtener datos similares por intervalos, la
suma obtenida en cada uno de los yacimientos en un rango de
fechas determinado se normaliza a la unidad (Wickman, 2014).
Los datos así obtenidos se interpolan mediante un kernel isotrópico gausiano suavizado (Badeley y Turner, 2005) con una distancia aproximada de 50 km. Finalmente para la realización de
cada mapa se rasteriza el resultado de la interpolación (Hijmans,
2015) y para su presentación se representa el resultado con el
paquete rasterVis (Perpinan y Hijmans, 2014).
El resultado permite representar la densidad de las dataciones radiocarbónicas espacialmente, lo que nos ha servido de
base para realizar una lectura diacrónica sobre las dinámicas
espaciales de los últimos caza-recolectores y los primeros agricultores y ganaderos. Asumiremos pues que el conjunto de las
dataciones puede ser considerado como una muestra casi aleatoria para indagar sobre la evolución del poblamiento peninsular. Esta asunción no está exenta de problemas, ya señalados
por distintos autores, como aquellos relativos a la visibilidad
diferencial de los diferentes sitios arqueológicos (especialmente
aquellos al aire libre), el grado de intensidad de las investigaciones llevadas a cabo según las distintas áreas, el tipo de muestra
datado, o su contexto arqueológico (Combré y Robinson, 2014;
Wood, 2015). No obstante, el creciente número de muestras, su
dispersión espacial al amparo de numerosas síntesis publicadas
en los últimos años, y también el incremento de la precisión en
la selección de las mismas y en los resultados, permiten albergar
expectativas razonables sobre el interés de explorar este tipo de
análisis a escala peninsular, en este caso enfocado a la investigación del proceso de neolitización.
Con el fin de abordar de forma directa la discusión sobre
la llegada de los domésticos a Iberia hemos implementado una
serie de mapas donde únicamente representamos las dataciones
sobre domésticos (tabla 2), en un caso teniendo en cuenta todas
las identificaciones referidas a animales y cereales, en otro considerando solo las fechas sobre cereales. El método seguido ha
sido el mismo, sumar las densidades de las dataciones calibradas por yacimiento normalizándolas a 1 y aplicando un kernel
de distancia de 50 km. Estos últimos mapas aportan datos de
particular interés sobre el objeto de este trabajo, dado que sobre
este tipo de muestras podemos centrar con mayores garantías el
foco del debate sobre el tiempo de la neolitización.
Tabla 2. Dataciones radiocarbónicas sobre domésticos (cereales, ovicápridos y bóvidos) en el marco de la Península Ibérica consideradas
en el presente trabajo.
Yacimiento
Ref. lab.
Caldeirão
Caldeirão
Carigüela
Costamar
Cova d'en Pardo
Los Cascajos
Los Cascajos
Arenaza
Carrascal
Cova de la Sarsa
Cova de la Sarsa
Mas d'Is
Mas d'Is
Carrascal
Cova d'en Pardo
Cova d'en Pardo
Cueva de Nerja
Cueva de Nerja
Cueva de Nerja
Cueva de Nerja
Cueva de Nerja
Cueva de Nerja
Cueva de Nerja
Cueva de Nerja
OxA1036
OxA1037
Col1565
OxA23578
Beta231876
Ua17793
Ua17995
OxA7157
Beta276401
OxA236022
OxA236025
Beta331018
Beta331019
Beta296582
Beta231877
Beta231879
OxA26079
OxA26080
OxA26081
OxA26082
OxA26083
OxA26084
OxA26085
OxA26086
Data BP
5870
5970
6749
5995
5790
5720
6125
6040
6280
6389
6399
6030
6140
6200
6240
6610
6207
6196
6219
6214
6252
6254
6342
6466
SD Material
Especie
Referencia
80
120
39
38
40
90
80
75
40
33
35
30
30
40
40
40
32
31
33
35
33
33
37
33
Bos
Bos
Bos
Bos
Bos
Bos
Bos
Bos Taurus
Bos Taurus
Bos Taurus
Bos Taurus
Bos Taurus
Bos Taurus
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Medved 2013
Flors et al. 2012
Rojo et al. 2012
García Martínez de Lagrán 2012
García Gazólaz et al. 2011
Fano et al. 2014
Cardoso 2011
García Borja et al. 2012a
García Borja et al. 2012a
Bernabeu et al. 2014
Bernabeu et al. 2014
Cardoso 2011
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Aura et al. 2013
Aura et al. 2013
Aura et al. 2013
Aura et al. 2013
Aura et al. 2013
Aura et al. 2013
Aura et al. 2013
Aura et al. 2013
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
63
[page-n-71]
O. García Puchol, A. Díez Castillo y S. Pardo Gordó
Tabla 2 (cont.).
Yacimiento
Ref. lab.
Hostal Guadalupe
La Draga
La Draga
La Revilla del Campo
La Revilla del Campo
La Revilla del Campo
Roca Chica
Vale Boi
Vale Boi
Reina Amàlia
Abric de la Falguera
Caldeirão
Caldeirão
Carigüela
Carigüela
Carigüela
Casa Montero
Chaves
Chaves
Cova de l'Or
Cova de la Sarsa
Cova de la Sarsa
Cova de les Cendres
Cova de les Cendres
Cova Fosca Vall d'Ebo
El Barranquet
La Paleta
Les Guixeres
Les Guixeres
Peña Larga
Roca Chica
Ventana
Vinya d'en Pau
Carigüela
Carigüela
Carigüela
Can Fiulà
Can Roqueta
Codella
Cova Bonica
Cova de l'Or
Cova del Frare
Cova del Toll
Cova del Toll
Cova del Vidre
Cova del Vidre
Cueva de Nerja
Cueva Font Major
El Tonto
Cueva de Nerja
Cueva de Nerja
Cueva de Nerja
Peña Larga
Can Sadurní
Costamar
Cova de l'Or
Cova de l'Or
Cova de l'Or
Cova de l'Or
Cova de l'Or
Cova de l'Or
Cova de les Cendres
Cova de les Cendres
Cova de les Cendres
Cova dels Trocs
Cova dels Trocs
Cueva de los Murciélagos
Cueva de los Murciélagos
Cueva de los Murciélagos
Cueva de los Murciélagos
Cueva de los Murciélagos
Wk25167
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Beta278256
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KIA21354
KIA21356
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64
Data BP
6249
6270
6170
6156
6177
6355
6234
6042
6036
5750
5655
6230
6330
6350
6316
6225
6200
6580
6470
6475
6420
6506
6280
6510
6413
6510
5850
6655
6458
6720
6234
6350
6410
5611
6950
6482
6260
6400
5720
6158
5630
6170
6425
6390
6181
6248
6590
6310
6230
6300
5998
6149
5720
6405
5965
6290
6340
6200
6265
6275
6310
6340
5980
6490
6070
6080
6150
6025
6184
6192
6199
SD Material
Especie
Referencia
30
40
40
33
31
30
30
34
39
40
54
80
80
32
39
39
40
35
25
25
32
32
80
40
33
50
40
45
38
40
30
40
40
31
40
39
40
50
60
32
30
40
35
34
35
33
40
40
30
40
31
31
40
50
25
40
40
40
75
70
70
70
100
90
40
40
45
45
35
35
36
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovis aries
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis/Capra
Ovis/Capra
Ovis/Capra
Ovis aries
Ovis aries
Ovis aries
Ovis aries
Ovis aries
Ovis aries
Ovis aries
Ovis aries
Ovis aries
Ovis aries
Ovis aries
Ovis aries
Ovis aries
Ovis/Capra
Ovis/Capra
Ovis/Capra
Ovis/Capra
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cortés et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Cortés et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
González 2009
García Puchol et al. 2009
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Medved 2013
Medved 2013
Medved 2013
Díaz del Río y Consuegra 2011
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Martí 2011
García Borja et al. 2012a
García Borja et al. 2012a
Bernabeu y Molina 2009
Bernabeu y Molina 2009
García Borja et al. 2012b
Rojo et al. 2012
Jiménez Guijarro 2008
Oms et al. 2014
Oms et al. 2014
Rojo et al. 2012
Cortés et al. 2012
Jiménez Guijarro 2008
Oms et al. 2014
Mednev 2013
Mednev 2013
Mednev 2013
Oms et al. 2014
Cebrià et al. 2014
Catalunya C14
Oms et al. 2014
Pérez Jordà 2013
Oms et al. 2014
Oms et al. 2014
Oms et al. 2014
Oms et al. 2014
Oms et al. 2014
Aura et al. 2013
Oms et al. 2014
Pardo Gordó 2015
García Borja et al. 2014
García Borja et al. 2014
García Borja et al. 2014
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Martí 2011
Martí 2011
Martí 2011
Martí 2011
Martí 2011
Martí 2011
Bernabeu y Molina 2009
Bernabeu y Molina 2009
Bernabeu y Molina 2009
Rojo et al. 2015
Rojo et al. 2015
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Peña Chocarro et al. 2013
Peña Chocarro et al. 2013
Peña Chocarro et al. 2013
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
[page-n-72]
Radiocarbono y neolitización en la Península Ibérica
Tabla 2 (cont.).
Yacimiento
Ref. lab.
Cueva de los Murciélagos
El Mirón
Hostal Guadalupe
Hostal Guadalupe
La Draga
La Draga
La Draga
La Draga
La Draga
La Draga
La Revilla del Campo
La Revilla del Campo
La Revilla del Campo
La Revilla del Campo
La Revilla del Campo
La Revilla del Campo
Los Cascajos
Los Castillejos
Los Castillejos
Los Castillejos
Los Castillejos
Los Castillejos
Los Castillejos
Los Castillejos
Los Castillejos
Los Castillejos
Los Castillejos
Los Castillejos
Los Castillejos
Los Castillejos
Los Castillejos
Mas d'Is
Mas d'Is
Mas d'Is
Roca Chica
Roca Chica
El Cavet
El Cavet
La Paleta
Cueva de los Mármoles
Cueva de Nerja
Mas d'Is
Cueva de los Murciélagos
Cueva de los Murciélagos
Cueva del Toro
Cova dels Trocs
Cova dels Trocs
Cova dels Trocs
Cova dels Trocs
Can Sadurní
Can Sadurní
Can Sadurní
El Mirador
Abric de la Falguera
La Lámpara
Cova Colomera
Cova Colomera
Cueva de los Mármoles
Cueva de los Mármoles
Cueva de los Mármoles
Cueva de los Mármoles
Cueva de los Murciélagos
Cueva de los Murciélagos
Cueva de los Murciélagos
Cueva del Toro
El Mirador
El Mirador
El Mirador
El Mirador
Cova de Sant Llorenç
OxA15649
GX309010
Ua34136
Wk25168
OxA20231
Oxa20232
OxA20233
Oxa20234
OxA20235
UBAR313
UtC13269
UtC13294
UtC13295
UtC13347
UtC13348
UtC13350
Ua24427
Ua36203
Ua36208
Ua36209
Ua36210
Ua36212
Ua36213
Ua36214
Ua36215
Ua37834
Ua37835
Ua37837
Ua37838
Ua37839
Ua37844
Beta166727
Beta171907
Beta171908
Ua34135
Wk25172
OxA25802
OxA26061
Beta223092
Wk25171
Beta284147
Beta162092
Beta316509
OxA15650
Beta341131
Beta316511
Beta316513
Beta316514
Beta316515
OxA15488
OxA15489
OxA15491
Beta208134
Beta142289
UtC13346
Beta240551
OxA23634
Beta313470
Beta313471
Beta313472
Beta313473
Beta313475
Beta313476
Beta313477
Beta341132
Beta208133
Beta197384
Beta208132
Beta220914
Beta299597
Data BP
6056
5550
6190
6197
6163
6121
6179
6127
6143
6010
6250
6240
6250
6313
6120
6210
6250
6115
6120
6085
6100
6240
6120
6260
6310
6090
6155
6065
6095
6130
6140
6600
5550
5590
6265
6185
6449
6536
6660
6198
6050
6600
6200
6170
6110
5590
5580
6050
5590
6421
6391
6375
6300
6510
6280
6150
6170
6100
6250
6180
6180
5920
6110
6140
6150
6110
6070
6090
6080
6160
SD Material
Especie
Referencia
35
40
50
35
31
33
33
33
33
70
50
50
50
48
60
60
50
40
40
45
45
45
40
45
45
40
45
50
45
50
45
50
40
40
60
30
40
36
60
31
40
50
40
37
30
40
40
40
40
34
34
34
50
80
50
40
30
40
40
40
30
40
40
40
30
40
50
40
40
40
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal (Tritic.)
Cereal (Tritic.)
Cerealia sp.
Hordeum
Hordeum
Hordeum
Hord. vulgare
Hord. vulgare
Hord. vulgare
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
T. dicoccum
T. dicoccum
T. dicoccum
T. dicoccum
T. monococcum
T. monococcum
T. aest./durum
T. aest./durum
T. aest./durum
T. aest./durum
T. aest./durum
T. aest./durum
T. aest./durum
T. aest./durum
T. aest./durum
T. aest./durum
T. aest./durum
Triticum
Triticum
Triticum
Tritucum
Peña Chocarro et al. 2013
Rojo et al. 2012
Cortés et al. 2012
Cortés et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
García Gazólaz et al. 2011
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Bernabeu et al. 2014
Bernabeu et al. 2014
Bernabeu et al. 2014
Cortés et al. 2012
Cortés et al. 2012
Oms et al. 2014
Oms et al. 2014
Jiménez Guijarro 2008
Rojo et al. 2012
Aura et al. 2013
Bernabeu et al. 2014
Peña Chocarro et al. 2013
Peña Chocarro et al. 2013
Peña Chocarro et al. 2013
Rojo et al. 2015
Rojo et al. 2015
Rojo et al. 2015
Rojo et al. 2015
Cebrià et al. 2014
Cebrià et al. 2014
Cebrià et al. 2014
Vergés et al. 2008
García Puchol et al. 2009
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Oms et al. 2014
Peña Chocarro et al. 2013
Peña Chocarro et al. 2013
Peña Chocarro et al. 2013
Peña Chocarro et al. 2013
Peña Chocarro et al. 2013
Peña Chocarro et al. 2013
Peña Chocarro et al. 2013
Peña Chocarro et al. 2013
Vergés et al. 2008
Vergés et al. 2008
Vergés et al. 2008
Vergés et al. 2008
Oms et al. 2014
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/Fruto
Semilla/Fruto
Semilla/Fruto
Semilla/Fruto
Semilla/Fruto
Semilla/Fruto
Semilla/Fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/Fruto
Semilla/Fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
65
[page-n-73]
O. García Puchol, A. Díez Castillo y S. Pardo Gordó
3. RESULTADOS
La tabla 1 ofrece la información general sobre la compilación
radiocarbónica realizada atendiendo al conjunto de la muestra y
a su clasificación según las regiones aquí consideradas. Podemos observar la composición de la misma y su variabilidad en
los diferentes territorios. El carbón no identificado constituye el
material más datado seguido de cerca por el material óseo. Los
elementos domésticos suponen una cifra discreta, principalmente referidos a cereales, pero también a animales domésticos. A
este respecto conviene advertir de diferencias significativas entre regiones de modo que determinados territorios cuentan con
una muestra muy reducida o nula para el período considerado.
En el extremo encontramos a Galicia y el Bajo Guadiana/Guadalquivir, donde ningún elemento doméstico queda recogido en
la tabla. El área cantábrica (Asturias, Cantabria y el País Vasco occidental) apenas cuenta con 2 muestras (una sobre cereal
y otra sobre bovino), 4 muestras domésticas corresponden al
área comprendida entre el Alto/Medio Tajo, 4 también referidas
al este peninsular (área entre el sur del Ebro y el norte del río
Júcar), y apenas 9 al amplio territorio de Portugal (todas ellas
sobre animales). La concentración de dataciones sobre domésticos se sitúa en el área mediterránea, desde el norte al sureste,
y el corredor del Ebro. Las dataciones sobre malacofauna son
poco comunes con la excepción de Portugal donde su número
es significativo. Una vez aplicados los filtros referidos (eliminar
todas aquellas dataciones superiores a 150 de desviación estándar además de todas las efectuadas sobre conchas marinas) el
total de muestras contemplado en el análisis asciende a 834 procedentes de 239 yacimientos. La distribución por yacimientos
a
7200−7000 BC
b
7000−6800 BC
1.0
42
es totalmente irregular y varía desde yacimientos con más de
30 dataciones (La Revilla o Cueva de Nerja) hasta los 119 que
poseen una única datación. Se podrían haber empleado otras estrategias como agrupar los yacimientos por cuadrículas de una
dimensión determinada pero nosotros hemos preferido utilizar
el yacimiento como unidad de análisis. El número de dataciones ahora se reduce sensiblemente en algunas áreas (Galicia,
Bajo Guadiana/Guadalquivir), y en algún caso se concentran en
muy pocos yacimientos (Alto/Medio Guadiana/Guadalquivir:
4). Hemos anotado también en la tabla la media de la desviación estándar (SD) del conjunto de la muestra utilizada para la
construcción de los mapas, y también por regiones, de modo
que observamos cómo en general ofrecen una desviación media
aceptable para este tipo de análisis (Williams, 2012).
Tal como explicábamos en el apartado anterior, hemos utilizado el conjunto de dataciones seleccionadas para construir mapas
sobre el poblamiento de la Península Ibérica en el marco temporal
considerado. A través de estos mapas trataremos de explorar las
dinámicas de ocupación del territorio desde una amplia perspectiva diacrónica que engloba los prolegómenos de la neolitización y
la introducción y expansión de la economía de producción.
La figura 1 refleja los mapas resultado de la interpolación de
la densidad de dataciones en intervalos de 200 años de duración
desde el 7400 al 4200 cal BC. En esta primera representación
se han incluido dataciones de vida larga y corta, agregados o
singulares, entendiendo que ciertos “outliers” pueden detectarse
precisamente en base a las variables temporal y espacial representadas. Advertiremos también cómo la lectura de los mapas
inicial y final debe hacerse con cautela dados los límites establecidos en la selección de las dataciones (entre 8000 y 5500 bp).
5600−5400 BC
5400−5200 BC
1.0
42
40
40
38
38
36
0.8
6800−6600 BC
36
6600−6400 BC
0.8
5200−5000 BC
5000−4800 BC
0.6
6400−6200 BC
0.6
6200−6000 BC
42
4800−4600 BC
0.4
4600−4400 BC
42
40
38
0.4
40
38
36
36
6000−5800 BC
5800−5600 BC
0.2
4400−4200 BC
4200−4000 BC
0.0
−8 −6 −4 −2
0
2
0.2
0.0
−8 −6 −4 −2
0
2
Fig. 1. Mapas resultado de la interpolación de la densidad de dataciones en intervalos de 200 años de duración desde el 7400 al 4200 cal
BC en la Península Ibérica.
66
[page-n-74]
Radiocarbono y neolitización en la Península Ibérica
Una primera inspección de la figura advierte del crecimiento general en el número de yacimientos datados a medida que avanzamos en el tiempo con alguna matización (un ligero descenso
en torno al 4800-4600 cal BC). Un segundo aspecto a remarcar
sería la imagen de una repartición más amplia de los yacimientos a partir del intervalo 5800-5600 cal BC.
Si nos centramos en los mapas iniciales (fig. 1a), que se corresponden con yacimientos mesolíticos (desde el final del Mesolítico con muescas y denticulados al desarrollo del Mesolítico
geométrico, incluyendo el desarrollo del Asturiense), debemos
señalar la concentración de los sitios datados en el área articulada
por la fachada mediterránea, el corredor del Ebro y la región cantábrica. Portugal cuenta también con una concentración de sitios
datados en torno a la desembocadura del Tajo. Del mismo modo,
tal como se ha señalado de forma reiterada en la bibliografía,
grandes espacios como el interior peninsular no disponen de esta
clase de información (Juan Cabanilles y Martí, 2002). No podemos despreciar el sesgo de la misma determinado por la escasez
de proyectos de investigación dirigidos a estudiar estas dinámicas
poblacionales en determinados territorios, si bien es cierto que
el incremento de intervenciones de urgencia de los últimos años
(prospecciones y excavaciones) no parece haber aportado en general grandes novedades al respecto. Un ligero cambio se aprecia
a partir del intervalo 5800-5600 cal BC cuando las dataciones
empiezan a avanzar hacia el interior peninsular y de forma más
marcada en el intervalo 5600-5400 cal BC, momento en que es
evidente el incremento en la densidad de dataciones especialmente en la costa mediterránea. A partir de este punto la densidad
de las mismas aumenta igualmente hacia el interior y el sur peninsular (particularmente en el núcleo malagueño). Este interva6000−5800 BC
lo ya concentra un gran número de yacimientos neolíticos en la
fachada mediterránea. Una dinámica similar se mantiene hasta el
intervalo 5200-5000 cal BC. La tendencia se invierte ligeramente
en el intervalo 4800-4600 cal BC, cuando el número de sitios
arqueológicos con fechas disminuye en general, apreciándose la
recuperación ya en el intervalo 4600-4400 cal BC.
Tal como apuntábamos en el apartado anterior, con el fin
de añadir datos directos a la discusión sobre la neolitización
en Iberia hemos procedido a construir mapas de densidades
de dataciones teniendo en cuenta exclusivamente la representación de las muestras sobre domésticos (fig. 2). En esta figura
se representa la densidad de todos los domésticos incluidos cereales y animales. En el primer mapa (6000-5800 cal BC) aparece representado de forma aislada el yacimiento de Carigüela
en el sur peninsular. El segundo mapa (5800-5600 cal BC)
ofrece una serie de puntos aislados hacia el interior y el centro
peninsular y la concentración de dataciones en tres áreas (Catalunya, comarcas centro-meridionales valencianas y costa de
Málaga). El tercer mapa (5600-5400 cal BC) advierte de un
ligero aumento en la densidad de dataciones sobre domésticos
en algunas de las áreas anteriores así como la inclusión del
territorio portugués. El siguiente mapa (5400-5200 cal BC) ve
incrementarse de forma significativa el número de yacimientos
con dataciones de domésticos en buena parte del territorio, con
vacíos destacados en el noroeste peninsular y gran parte de
la cornisa cantábrica. Este vacío se mantiene en los siguientes mapas aquí representados, y también resulta visible en los
mapas que reflejan todos los yacimientos datados (fig. 1b). En
cambio, obtenemos una imagen distinta si tenemos en cuenta en exclusiva las dataciones sobre cereales (fig. 3). La dis-
5800−5600 BC
6000−5800 BC
5
42°N
5800−5600 BC
42°N
3.0
40°N
40°N
38°N
38°N
2.5
4
36°N
36°N
5600−5400 BC
5600−5400 BC
5400−5200 BC
5400−5200 BC
2.0
Latitude
Latitude
3
1.5
2
1.0
5200−5000 BC
5200−5000 BC
5000−4800 BC
1
42°N
5000−4800 BC
42°N
0.5
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40°N
38°N
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7
1
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0
8°W 6°W 4°W 2°W 0° 2°E
Fig. 2. Mapas resultado deLongitude
la interpolación de la densidad de
dataciones calibradas en intervalos de 200 años de duración
teniendo en cuenta las dataciones sobre el conjunto de domésticos.
14
7
1
36°N
0.0
8°W 6°W 4°W 2°W 0° 2°E
Longitude
Fig. 3. Mapas resultado de la interpolación de la densidad de
dataciones calibradas en intervalos de 200 años de duración
atendiendo a las dataciones sobre cereales.
67
[page-n-75]
O. García Puchol, A. Díez Castillo y S. Pardo Gordó
tribución de cereales observa una concentración inicial en la
zona mediterránea centrada en el área catalana y las comarcas
centro-meridionales valencianas a partir del intervalo 58005600 cal BC y sobre todo a partir del siguiente (5600-5400
cal BC). En ambos mapas aparece un punto aislado referido
al yacimiento interior de La Paleta (provincia de Toledo) cuya
datación se ha realizado sobre restos de cereales (Jiménez
Guijarro, 2008). En el siguiente intervalo (5400-5200 cal BC)
observamos un crecimiento en la densidad de estas áreas y la
incorporación de nuevas tanto en el interior peninsular como
en el sur de la península. Sin embargo, y a diferencia de lo observado en los mapas que incluyen a los animales clasificados
como domésticos, la progresión hacia el Cantábrico y la costa
atlántica resulta ahora menos pronunciada.
En definitiva podemos observar a través de los mapas construidos que el mapa radiocarbónico actual ha incrementado su
resolución gracias a la apuesta creciente por la exigencia en la
calidad de las muestras seleccionadas, aspecto que permite la
lectura de ciertas tendencias desde una perspectiva diacrónica.
En cualquier caso conviene insistir en la necesidad de avanzar
en este aspecto dada la desigualdad detectada cuando descendemos al detalle temporal y espacial.
4. DISCUSIÓN
Nuestro objetivo en este trabajo ha consistido en abordar el
proceso de neolitización teniendo en cuenta la información
proporcionada por el marco radiométrico actual. El punto de
partida lo ha proporcionado un trabajo clave publicado por Juan
Cabanilles y el homenajeado Bernat Martí (2002) en el cual se
elaboró una cartografía de la neolitización en base a los contextos arqueológicos disponibles y también las fechas publicadas
hasta ese momento.
En los mapas aquí recreados hemos considerado igualmente
los prolegómenos del proceso que incluyen un amplio abanico
temporal desde el final del Complejo de Muescas y Denticulados y el Mesolítico Geométrico. Centrándonos en el análisis
de los mismos nos detendremos en aquellos aspectos más relevantes. De un lado advertimos un incremento paulatino en el
número de yacimientos datados a partir del 7000 cal BC hasta
el intervalo 6000-5800 cal BC. La repartición de los yacimientos sigue unas pautas similares alrededor de las regiones costeras mediterráneas, particularmente desde el sur del Ebro hasta
la costa malagueña, la costa cantábrica, desde Asturias al País
Vasco, la costa atlántica portuguesa alrededor de los estuarios
de los principales ríos, y el corredor del río Ebro. Esta distribución general se mantiene hasta el intervalo 5800-5600 cal BC,
momento que muestra un cambio en la tendencia que implica
una ligera disminución en el número de yacimientos datados
seguido de un aumento notable en la densidad de sitios datados
en el siguiente intervalo (5600-5400 cal BC). La inflexión descrita resulta particularmente llamativa puesto que coincide con
el momento en el que aparecen las primeras especies domésticas
en el registro arqueológico peninsular. En cualquier caso el análisis exhaustivo de este punto requiere de zooms microrregionales que aporten el detalle de los desarrollos regionales. Este
aspecto ha sido desarrollado en trabajos recientes (Bernabeu et
al., 2014; Bernabeu et al., en prensa) haciendo hincapié en el
este peninsular.
68
Si nos centramos en los prolegómenos de la neolitización,
diversos trabajos han explorado las dinámicas poblacionales de
los últimos caza-recolectores poniendo el énfasis en su relación
con las fluctuaciones climáticas (Cortés et al, 2012; González
et al., 2009; Fernández y Gómez, 2009). En particular los efectos del evento 8.2 ka cal BP, reconocido a escala global como
una fluctuación corta que supone una disminución brusca de la
temperatura y humedad (Frigola et al., 2007), se ha relacionado
con ciertos reajustes del poblamiento mesolítico en el valle del
Ebro, Bajo Aragón y Maestrat (González et al., 2009; Fernández y Gómez, 2009). En cambio, la información que dibujan los
mapas no parece reflejar diferencias significativas en cuanto a
la repartición de los yacimientos en el intervalo afectado (62006000 cal BC). Ahondando en este punto, hemos insistido en
otros trabajos (Bernabeu et al., 2014) sobre la necesidad de contar con una información regional y microrregional más precisa
a la hora de valorar adecuadamente todos los parámetros afectados (arqueológicos y medioambientales) dado que los datos
actuales no parecen concluyentes. Otros autores (Cortés et al.,
2012) refieren una relación causa/efecto climática en relación
con la reconfiguración del poblamiento del mesolítico final en
el área andaluza justo unos siglos después, momento en que se
detectan ciertos patrones de cambio en diferentes indicadores
climáticos (sondeo Alborán) que podrían afectar a la disponibilidad de determinados recursos, principalmente marinos. El
mismo problema en cuanto a la valoración del registro arqueológico disponible puede aducirse, dada la precaria definición
actual del poblamiento del mesolítico final en Andalucía. No
obstante, resulta obvio que estas fluctuaciones climáticas pudieron tener su trascendencia y en cualquier caso abogamos por
una mayor definición a la hora de concretar sus efectos directos.
En el detalle de los mapas sí podemos advertir ciertas inflexiones que resultan de interés y que han sido señaladas en
otros trabajos que abordan el registro regional. Algunos aspectos deben además ser explorados con mayor nitidez atendiendo
a estos datos, y teniendo en cuenta que los mapas incorporan
cierto ruido principalmente relacionado con la naturaleza de las
muestras datadas. A este respecto dos áreas han sido señaladas
de forma repetida en relación con el poblamiento del Mesolítico final. De un lado Cataluña y la ausencia de un registro que
pueda vincularse claramente con el Mesolítico Geométrico en
alguna de sus dos fases reconocidas. En los mapas vemos una
débil densidad en los intervalos entre 6600 y el 5800 cal BC que
corroboraría la ausencia de poblamiento a partir de la información actual. De otro lado el área de los valles del Serpis, en las
comarcas centro-meridionales valencianas, donde vemos que se
confirmaría la inflexión aducida sobre la práctica ausencia de
fase B (Cocina II) visible en el intervalo 6000-5800 cal BC.
A partir del 5800 y sobre todo del 5600 cal BC, los mapas
reflejan un cambio de tendencia que marca la llegada del Neolítico y que sobre todo implicaría el aumento de la densidad
de sitios datados en el área litoral mediterránea y la expansión
hacia el interior peninsular. Este aspecto resulta especialmente
relevante por cuanto es indicativa de la aparición y rápida expansión del neolítico.
La combinación de la lectura diacrónica de estos mapas con
los confeccionados a partir de todas las fechas sobre domésticos (fig. 2), y exclusivamente con los cereales (fig. 3), permite ahondar en la lectura del proceso entrando de lleno en el
[page-n-76]
Radiocarbono y neolitización en la Península Ibérica
debate actual (Alday, 2009; Bernabeu et al., 2009; Bernabeu y
Martí, 2014; Cruz Berrocal, 2012; Díaz del Río, 2011; García
Borja et al., 2010; García Puchol et al., 2009; Rojo, Garrido y
García-Martínez de Lagrán, 2012; Zilhão, 2001 y 2011). De este
modo, la evolución de las dinámicas socioecológicas muestra
unas pautas indicativas de un poblamiento continuado, y con
variaciones locales, durante el Mesolítico final, principalmente
focalizado en las áreas litorales (costa cantábrica, mediterránea,
el núcleo de la desembocadura del Tajo y el corredor del Ebro).
En el intervalo 6000-5800 cal BC se advierte cierto repliegue
(que habría que analizar a partir de una mayor resolución de
los datos) en algunas áreas costeras mediterráneas. Coincide
este repliegue con la primera datación sobre doméstico, en este
caso en la costa sur de la Península Ibérica. Corresponde a la
datación de Carigüela en Granada (Medved, 2013) sobre Ovis/
Capra, la cual genera un punto aislado cuya significación habrá
que discutir con más datos y sobre todo atendiendo a ciertos problemas señalados para las dataciones sobre hueso, tanto cuestiones técnicas (empleo de técnicas de medición de la calidad del
colágeno y depuración del mismo [Wood, 2014]), taxonómicas
(problemas derivados de la identificación de las especies animales domésticas), e incluso arqueológicas (clarificación de la
secuencia y contexto arqueológico de Carigüela). El siguiente
mapa observa en cambio más puntos (algunos litorales, desde
Cataluña al País Valenciano) junto a otros aislados en territorios
interiores siguiendo el valle del Ebro (Chaves, Huesca; Peña
Larga, Álava) o el Tajo (La Paleta, Toledo). El mapa resultante
abogaría por una muy rápida extensión de los domésticos en la
Península Ibérica, siguiendo tanto el litoral como el curso de los
principales ríos. En cambio, la confección del mapa relativo a
los cereales datados ofrece un panorama, tal como hemos visto, algo distinto. En este caso las densidades de dataciones más
altas se sitúan con un ligero retraso respecto al mapa anterior,
concentradas en la costa mediterránea y con un punto inicial en
el núcleo neolítico centro-meridional valenciano. La datación
de La Paleta ofrece un punto aislado en el interior peninsular
que debería clarificarse con datos precisos. La inmediata expansión sigue por la costa y hacia el interior con ritmos distintos,
no tan pronunciados.
En cualquiera de los mapas dibujados se intuye la importancia de los ríos como vías de comunicación entre las redes sociales
ya en el Mesolítico Geométrico. Además de la vía mediterránea,
la vía del Tajo podría explicar los nexos de la cultura material
entre el mediterráneo central y el estuario de este río. Es posteriormente, a partir de la aparición de los primeros domésticos,
cuando parece perfilarse a través de las dataciones disponibles la
vía de comunicación en relación a este último río.
Si nos fijamos en las figuras 2 y 3 observaremos cómo
los domésticos dibujan un avance rápido sobre determinados
territorios, si bien con los matices asociados a la introducción de la agricultura, claramente más tardía en el occidente
y norte peninsular.
Dos puntos parecen clave a la hora de abordar los modelos
de expansión neolítica a lo largo del territorio peninsular: el modelo de expansión (démico versus cultural) y las posibles vías de
penetración en el territorio. Sobre el primer aspecto, y a través
de los mapas dibujados, incidiremos en cómo la expansión neolítica en la Península Ibérica tiene lugar sobre un espacio donde
existía un poblamiento mesolítico previo, si bien desigualmente
repartido. De hecho, en el área mediterránea los primeros domésticos aparecen en áreas donde el poblamiento mesolítico
muestra importantes vacíos en estos momentos (5800-5600 cal
BC) –las ausencias documentales señaladas en Cataluña, comarcas centro-meridionales valencianas y costa de Málaga–. En
el Ebro los primeros domésticos muestran un patrón similar, al
tiempo que en los siglos posteriores hacen su aparición en otras
áreas, coincidiendo también con una información escasa o nula
sobre el poblamiento mesolítico (meseta, territorio portugués
en torno al macizo extremeño). De otro lado, el gradiente este/
oeste resulta obvio, aun cuando se han generado algunos puntos discrepantes que merecerán una confirmación futura (Carigüela, La Paleta). Los vínculos de estos primeros yacimientos
con domésticos (recordemos que no existen aquí los agriotipos
silvestres de las principales especies domesticas), con el primer
neolítico en el mediterráneo occidental favorecen la hipótesis
de una expansión démica en la base del primer poblamiento
neolítico. Parece por tanto plausible plantear que el impulso
démico inicial debió tener su incidencia en la explicación de
la expansión neolítica a escala peninsular (Bernabeu, 1989). Al
mismo tiempo observamos que el avance de los domésticos en
la segunda mitad del VI milenio cal BC parece estar restringido
a un patrón territorial limitado. Ciertamente los condicionantes
ecológicos pueden haber sido determinantes en su expansión,
aunque la observación de los mapas denota la persistencia de
dataciones en determinadas áreas donde el impacto de los domésticos apenas ha tenido lugar en el intervalo de tiempo referido (buena parte del área cantábrica y los estuarios del Tajo
y Sado). Por lo tanto, un modelo mixto que asume el impulso
démico inicial, así como la incorporación desigual en el espacio
y el tiempo de la población mesolítica, no puede ser descartado.
En cualquier caso requerirá de datos directos para su validación
(ADN antiguo sobre humanos, la comprensión de los procesos
tafonómicos de determinados yacimientos, o la concreción de la
base de datos radiocarbónica, entre otros aspectos relevantes).
El otro punto actual de discusión versa sobre las vías de expansión del Neolítico. En los últimos años se ha reabierto la
posibilidad de una doble vía mediterránea de progresión hacia
la Península Ibérica: desde el sur de Francia y el norte de África.
Sobre la primera vía, recientemente ha sido aislado un horizonte
inicial (Impreso) en unos pocos yacimientos valencianos (localizados en el núcleo neolítico centro-meridional valenciano) que
parecen ampliar la variabilidad del registro inicial (con vínculos
también con el horizonte impreso inicial del mediterráneo occidental [Bernabeu et al., 2009]). Aun cuando el marco radiocarbónico actual no permite detallar el proceso a esta escala temporal, sí es indicativo de la relevancia de esta vía de expansión del
Neolítico desde el sur de Francia. Solo la datación de Carigüela
mostraría su discordancia. Considerando que se trata de un dato
aislado, y además asociado a un registro material que muestra
sus vínculos con el neolítico del este peninsular, podemos mantener la cautela con respecto a la misma (Medved, 2013).
Por otro lado, la hipótesis africana ha sido referida para explicar ciertas características del registro material observadas en
el primer Neolítico portugués (Carvalho, 2009) y en la costa
de Málaga, particularmente el yacimiento de Cueva de Nerja
(García Borja et al., 2010; Aura et al., 2013). Recientemente
se ha argumentado que ciertos paralelismos tecnológicos referidos al uso de las hoces neolíticas también indicarían un mapa
69
[page-n-77]
O. García Puchol, A. Díez Castillo y S. Pardo Gordó
distintivo del primer Neolítico entre los territorios meridionales
y septentrionales (Gibaja y Carvalho, 2010). A este respecto,
los mapas construidos no parecen resultar lo suficientemente
indicativos. En cualquier caso, el panorama radiocarbónico al
otro lado del estrecho adolece todavía de una mayor precisión
aun cuando se están llevando a cabo importantes avances (Linstädter et al., 2011). Se observa además una diferencia con los
restantes territorios peninsulares en el avance del Neolítico: los
primeros cereales datados aparecen unos siglos después que en
otras áreas peninsulares. Todos estos indicios podrían apuntar
hacia una mayor diversidad en la composición del primer Neolítico peninsular si bien será necesario ampliar la definición del
contexto arqueológico en general además de avanzar en la precisión del marco cronométrico.
además de incidir en la necesidad de avanzar en el proceso de
selección de los materiales susceptibles de ser datados (contexto arqueológico y muestras directas identificadas) tal como ha
sido reiterado en la bibliografía reciente (Zilhão, 2001 y 2011;
Bernabeu, 2006). Se trata de un proceso complejo que requiere el análisis de información diversa y precisa, y atendiendo a
diferentes escalas espaciales y temporales. La obra de Bernat
Martí nos ofrece múltiples reflexiones al respecto cuya lectura
siempre aporta nuevas ideas construidas sobre la base de un profundo conocimiento del registro arqueológico.
5. CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
El análisis del proceso de neolitización en la Península Ibérica
constituye uno de los temas principales abordados en las investigaciones llevadas a cabo por Bernat Martí. El trabajo de este
autor ha sentado sus bases en el registro arqueológico del primer neolítico valenciano, pero también se nutre de un extenso
repertorio de lecturas que ha alimentado a todos aquellos investigadores que hemos podido disfrutar de sus enriquecedoras
reflexiones y sugerencias. Nuestra aportación con este texto ha
tratado de seguir sus pasos incidiendo en la lectura del marco
radiométrico del proceso a través de técnicas SIG de interpolación de datos en el marco de la Península Ibérica a partir de
una base de datos de dataciones actualizada y haciendo uso de
diferentes tipos de filtros. Con todo ello tratamos de alimentar
un debate abierto, con múltiples matices, en ocasiones debido al
sesgo de la investigación, en otras a los paradigmas explicativos
aplicados. En cualquier caso, el objetivo perseguido ha consistido en poner al día la cartografía de la neolitización atendiendo
a la actualización de la base de datos radiocarbónica. Los mapas
confeccionados permiten explorar patrones generales sobre las
dinámicas espaciales de los últimos caza-recolectores y el primer Neolítico. De los patrones dibujados en los intervalos temporales considerados, y su variabilidad en el tiempo, cabe deducir ciertas tendencias que pueden ser referidas a la problemática
relativa al proceso de neolitización a escala peninsular. De estas tendencias retendremos los dos aspectos que consideramos
esenciales: la presencia variable y desigualmente distribuida de
poblamiento mesolítico en los prolegómenos de la neolitzación
y el rápido impacto y expansión de los domésticos especialmente por la costa mediterránea y los corredores de los principales
ríos (Ebro y Tajo). Ambos puntos nos remiten una vez más a la
interpretación del registro valenciano en relación a la hipótesis
de un modelo mixto (dual) de neolitización y a las aportaciones
de Bernat Martí al respecto (Martí, 1978 y 2011; Martí y Fortea, 1984-1985; Martí y Juan Cabanilles, 1997, 2000, 2003 y
2014; Juan Cabanilles y Martí, 2002; Bernabeu y Martí, 2014).
Sin embargo, la contrastación empírica del modelo no resulta
sencilla, y queda desdibujada en un registro arqueológico no
siempre esclarecedor (Juan Cabanilles y Martí, 2007-2008). La
creciente concreción del marco radiométrico va a resultar sin
duda determinante, junto a otros análisis, para discernir algunos de los aspectos esbozados. En este trabajo hemos querido
reflejar las características de la muestra radiocarbónica actual,
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70
Gràcies Bernat per la teua especial contribució en el nostre
procés d'aprenentatge sobre el neolític, i sobretot per la teua
generositat i amistat.
[page-n-78]
Radiocarbono y neolitización en la Península Ibérica
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73
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 75-96.
El abrigo de El Esplugón (Billobas-Sabiñánigo, Huesca).
Un ejemplo de transición Mesolítico-Neolítico
en el Prepirineo central
PilaR utRilla, aBel BeRdeJo, alBeRto oBón,
RaFael laBoRda, RaFael doMingo y MaRta alColea
Para Bernat, nuestro entrañable amigo.
reSumen
Presentamos a continuación un avance de los resultados más importantes obtenidos tras las últimas campañas de excavación
y estudio del abrigo de El Esplugón (Billobas-Sabiñánigo, Huesca). Este yacimiento destaca por su posición geoestratégica,
su buen estado de conservación y su riqueza arqueológica, con varios niveles mesolíticos geométricos y neolíticos. A pesar de
que solo hemos intervenido en algunos cuadros podemos decir que estamos ante uno de los referentes de este periodo cronocultural para comprender el proceso de neolitización en el Valle del Ebro.
PalabraS claVe:
Mesolítico geométrico, Neolítico, Prepirineo central, Valle del Ebro, arte Levantino, análisis funcional,
antracología, cerámica.
réSumé
L'abri de l'Esplugón (Billobas-Sabiñánigo, Huesca). Un exemple de transition Mésolithique-Néolithique dans les Prépyrénées
centrales. Nous présentons ensuite les principaux résultats obtenus sur les fouilles récentes et l'étude de l'abri l'Esplugón
(Billobas-Sabiñánigo, Huesca). Ce site se distingue par sa position géostratégique, son bon état de conservation et la richesse
archéologique composée de différents niveaux mésolithiques géométriques et néolithiques. Malgré des opérations de fouille
qui concernent seulement quelques mètres carrés, nous pouvons affirmer que l'Esplugón est déjà un des référents de cette
période chrono-culturelle pour comprendre le processus de néolithisation dans le Bassin de l'Èbre.
m o T S c l é S : Mésolithique géométrique, Néolithique, Prépyrénées centrales, Bassin de l'Èbre, Art Levantin, analyse
fonctionnelle, anthracologie, céramique.
1. INTRODUCCIÓN
El gran abrigo de El Esplugón, también conocido como la
Esplunga, está situado en la margen derecha del río Guarga
a tan solo 500 m del Molino de Billobas, en término municipal de Sabiñánigo (Huesca). Se trata de un abrigo profundo
abierto en un farallón rocoso de areniscas y conglomerados, a
una altitud de 800 msnm. El valle del río Guarga, afluente de
la margen izquierda del río Gállego, actúa como un corredor
natural de Este a Oeste. Conecta la Depresión Intrapirenaica
(Canal de Berdún) con el Sobrarbe destacando la facilidad
con la que se forman abrigos al presentar todo el valle una
litología blanda característica de la Formación Campodarbe
(Puigdefábregas, 1975), proclive a una erosión rápida por la
acción hídrica en continuo cambio. Estos dos hechos, su disposición de eje natural Este-Oeste y la facilidad de formación
de abrigos en los conglomerados, unidos al intenso despoblamiento de la segunda mitad del S. XX, hacen de la Guarguera
un territorio con un amplio potencial para detectar ocupaciones prehistóricas no alteradas.
El abrigo reúne unas excelentes condiciones de habitabilidad: una orientación S-SE que le protege del viento y permite
una excelente insolación, una gran superficie potencialmente
utilizable y un curso de agua contiguo. Además se ha tallado
en época imprecisa un largo surco a lo largo del borde de la
gran visera horizontal, lo que permite canalizar el agua y verterla en un lugar destinado para su almacenamiento. La riqueza
de sus niveles, la extensión del yacimiento, las características
de habitabilidad y su posición geoestratégica lo convierten en
un excelente lugar para establecer en él un hábitat permanente
o semipermanente. Existen restos de una antigua construcción
que ha podido servir para guardar ganado alterando su nivel superficial (fig. 1).
Su descubrimiento fue llevado a cabo dentro del proyecto dirigido por dos de nosotros (A. Berdejo y A. Obón) titulado “Prospecciones en la Guarguera y Valles de Nozito y Bara” (180/2008)
comenzado en el año 2008, proyecto que continúa activo por
parte del grupo de investigación De la Roca al Metal. Las dos
primeras campañas de excavación (2009 y 2010) se realizaron sin
soporte económico alguno. La incorporación de P. Utrilla al equi75
[page-n-83]
P. Utrilla, A. Berdejo, A. Obón, R. Laborda, R. Domingo y M. Alcolea
Fig. 1. Vista del abrigo y localización en el Prepirineo oscense.
po directivo en el año 2011 permitió obtener algunos fondos dentro de dos Proyectos MICINN (HAR 2008-05451 y HAR 201127197). Con ellos, sumados a otras colaboraciones,1 se efectuaron
las campañas de 2011, 2012 y 2013.
Se han abierto 8 m2 de superficie aunque solo en cinco de
los cuadros (3A, 1A, 1W, 2A y 4A) se han alcanzado niveles
estériles. En el resto tan sólo se han excavado algunos niveles
superiores. Uno de ellos fue un sondeo exterior al muro de
cierre, estéril en elementos arqueológicos. Aunque las principales pautas sedimentarias han sido reconocidas y descritas, existe una división de los niveles atendiendo a criterios
tecno-tipológicos y no exclusivamente sedimentológicos dadas las características de homogeneidad de la estratigrafía. A
grandes rasgos, todos los estratos, salvo el 4 con su horizonte
de plaquetas, son similares en cuanto a su composición granulométrica, algo frecuente en las secuencias holocénicas como
Mendandia (Alday, 2005), Kanpanoste Goikoa (Alday, 1998)
o Forcas II (Utrilla y Mazo, 2014).
1
76
A falta del soporte económico de la Comunidad Autónoma, inexistente por los recortes de la crisis, han sido muchas las personas e
instituciones que nos han ayudado a llevar a cabo la excavación
del yacimiento: los vecinos de Aineto que colaboraron en el alojamiento y el sustento; los propietarios del Molino de Billobas que
nos facilitaron la infraestructura en la criba; Santiago Berdejo quien
realizó el entibado de los cortes; o el CSO Kike Mur que prestó
apoyo financiero para los desplazamientos.
La importancia del yacimiento radica en tres datos interesantes:
1) La riqueza de sus niveles del Mesolítico geométrico (3
inf. y 4) y Neolítico (2 y 3 sup.) que entregan 195 geométricos:
49 trapecios, 52 triángulos, 6 segmentos (3 abruptos y 3 de doble bisel), 22 truncaduras (la mayoría geométricos fracturados)
y 55 microburiles. A ellos se añaden 11 puntas de dorso que
podrían considerarse segmentos alargados de retoque abrupto
y 2 D+T. Una cifra nada despreciable entre los yacimientos de
transición Mesolítico-Neolítico.
2) La existencia de una completa secuencia que arranca en un
posible Mesolítico microlaminar (léase Sauveterriense o Aziliense) (niveles 5 y 6), apenas detectado en el Alto Aragón en Forcas
II (niveles 7, 9 y 10), Peña 14 (nivel d) y Legunova (nivel m)
(Montes, 2001-2002; Montes, 2005; Utrilla y Mazo, 2014), que
continúa con dos niveles del Mesolítico geométrico (niveles 4 y 3
inferior pertenecientes a las dos etapas de trapecios y triángulos)
para terminar en dos niveles neolíticos (niveles 3 superior y 2) y
uno calcolítico, muy revuelto con materiales modernos (nivel 1).
3) Rellena el espacio vacío existente entre los dos núcleos
de yacimientos mesolíticos conocidos del Alto Aragón: Forcas
II en la parte oriental y el núcleo de Biel (Peña 14, Valcervera,
Rambla de Legunova) en la parte occidental, acompañado en
el centro por el yacimiento de Espantalobos en Quicena (junto
a Huesca) recientemente excavado por L. Montes y R. Domingo. El abrigo con arte rupestre levantino de la Raja (Baldellou
et al., 1997) en Nueno, pudiera estar vinculado con los habitantes de ambos yacimientos.
[page-n-84]
El abrigo de El Esplugón. Un ejemplo de transición Mesolítico-Neolítico en el Prepirineo central
Un avance al estudio de este yacimiento en sus tres primeras
campañas (2009, 2010 y 2011) puede verse en el Homenaje a
Juan Fernández Tresguerres donde se detalla la composición de
los niveles (Utrilla, Berdejo y Obón, 2012). En el presente artículo nos centraremos en la transición de los niveles del Mesolítico
geométrico (4 y 3inf.) al Neolítico (2 y 3 sup.) incorporando los
materiales de las dos últimas campañas (2012 y 2013) y realizando estudios específicos de sus cerámicas (R. Laborda), la industria lítica (P. Utrilla), las láminas con pátina de cereal (R. Domingo) y el análisis antracológico (M. Alcolea). Otros aspectos como
los geoarqueológicos y sedimentológicos, la tecnología lítica (A.
Berdejo y A. Obón), la dispersión espacial de los restos (M. Castro) o la fauna se presentarán en próximas publicaciones. Los tres
directores de la excavación se responsabilizan de su estratigrafía
y de la dinámica cultural del yacimiento. Todos los dibujos de
materiales han sido realizados por M.C. Sopena.
2. ESTRATIGRAFÍA
Se han diferenciado hasta 6 niveles arqueológicos que se agrupan en cuatro momentos culturales (fig. 2):
Esplugón I.- comprende el nivel superficial y el nivel 1, SlmcR en la nomenclatura de la estratigrafía analítica de la escuela
de Laplace (Aguirre et al., 1999), de arenas y limos con algunas
gravas procedentes del conglomerado, todo ello muy revuelto
con el nivel superficial. Se trata de un depósito calcolítico con
cerámicas a mano bruñidas y de aplicaciones plásticas además
de dos puntas de flecha foliáceas, una foliforme y otra cruciforme, más una lámina con pátina de cereal. Contiene además algunas cerámicas vidriadas posteriores y microlitos geométricos
procedentes de niveles inferiores.
Esplugón II.- depósito neolítico que agrupa los niveles 2
(Asmk) y 3 sup (Slm-1). El nivel 2 está formado por arcillas
y arenas de color marrón claro con algunos cantos, de textura
compacta. Su espesor llega en algunos tramos a 30 cm. En contacto con la superficie existe una diferencia en su composición
granulométrica, con menor proporción de cantos y mayor de
carbonatos. El nivel denominado 3 sup., de textura más suelta,
presenta un contenido mayor en carbones y ocres.
Esplugón III.- depósito mesolítico geométrico que comprende los niveles 3 inf (Slm-2) y 4 (Slmc). El nivel 3 inf. está
formado por arenas y limos de color marrón claro. Su espesor
oscila entre 25 y 30 cm. Su génesis es similar a la del nivel 2 y
3 superior, formado por el aporte lateral de sedimento y el desmantelamiento de la pared del abrigo.
El nivel 4 está formado por arenas y limos de color marrón
oscuro pero destaca fundamentalmente por la alta proporción de
clastos que lo cubren. Éstos se presentan en forma de plaquetas
caídas del techo en dos hileras, derivados quizá de fenómenos
de gelifracción propios de la tan llevada y traída pulsación del
8.2 event. Su espesor varía entre 12 y 20 cm, aumentando significativamente la proporción de carbones de pequeño tamaño y
la fracción arenosa.
Esplugón IV.- depósito mesolítico genérico, de color negro,
tierra arenosa, muy suelta, sin clastos y de tacto untoso. Comprende los niveles 5 (Sln) y 6 (Slnc), muy similares entre sí distinguidos por la mayor o menor intensidad del color negro de
su sedimento.
Se recogieron dos triángulos rectángulos pigmeos (más un
tercero fracturado), dos triángulos escalenos alargados (o D+T),
ambos tipos similares a otros de Socuevas, Peña 14 d y Atxoste
VIb procedentes de niveles microlaminares (Soto et al., 2014).
Se registran también 6 microburiles, 5 laminitas truncadas (2
de ellas geométricos fracturados), 3 raspadores, una punta de
dorso, 3 núcleos, 3 denticulados espesos, 2 láminas con escotaduras a ambos lados, 1 buril (y 2 más muy dudosos) y varios
fragmentos de asta. No hay que descartar que apareciera algún
nivel magdaleniense al profundizar en la excavación.
Fig. 2. Distribución de los niveles en el corte N (banda A y W).
77
[page-n-85]
P. Utrilla, A. Berdejo, A. Obón, R. Laborda, R. Domingo y M. Alcolea
Fig. 3. Industria lítica característica de los niveles neolíticos 2 y 3 sup. Geométricos de doble bisel (1 a 12); taladros (13 y 14); hojas de
hoz con lustre vegetal (18 a 22); raspadores (16 y 17) y láminas retocadas (23 a 25).
78
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El abrigo de El Esplugón. Un ejemplo de transición Mesolítico-Neolítico en el Prepirineo central
3. LA INDUSTRIA LÍTICA: ESTUDIO TIPOLÓGICO
3.1. loS nIVeleS neolíTIcoS (2 y 3 SuP.)
Estudiamos en conjunto los dos niveles neolíticos (2 y 3 sup.) por
ser difícil su diferenciación en algunas zonas y por no poseer suficiente número de efectivos para realizar una estadística válida.
En total se computan 42 objetos agrupados del siguiente modo: 32
geométricos, entre los que dominan los triángulos, 9 de ellos de
doble bisel (fig. 3, nº 5 a 8, 10 y 11), destacando en 3 ejemplares
un retoque plano invasor (fig. 3, nº 1 a 3), un tipo desconocido
hasta el momento en Aragón. En efecto, no los encontramos ni en
Forcas, ni en el núcleo de Biel ni en el Bajo Aragón, aunque en
Costalena algún triángulo de doble bisel del nivel c2 parece tender
al retoque plano (Barandiarán y Cava, 1989: fig. 22, nº 10 y 13,
por ejemplo). Sí se halla presente sin duda en dos ejemplares del
yacimiento navarro de Aizpea en la parte alta del nivel b, datado
en 6370±70 BP (Cava, 2001: fig. 13, nº 2 y, no tan claro, en fig.
8, nº 25). Les acompañaban 3 segmentos de doble bisel (fig. 3, nº
4, 9 y 12), 5 trapecios de retoque abrupto (fig. 4, nº 1 a 4 y 6), 4
triángulos de retoque abrupto (fig. 4, nº 5, 7, 10 y 11), entre ellos
uno ocluso (nº 5) presente en Aizpea y en yacimientos alaveses y
aquitanos, 2 microburiles (fig. 4, nº 17 y 18) más un posible microburil de Krukovski computable como puntita de dorso (fig. 4, nº
16), 4 truncaduras (dos de ellas claros microlitos fracturados) (fig.
4, nº 8, 9, 14, 22), 5 puntas o laminitas de dorso (fig. 4, nº 12, 13,
15, 20 y 23), 3 raspadores (fig. 3, nº16 y 17 y, menos claro, fig. 4,
nº 19), 2 puntas de posibles taladros neolíticos (fig. 3, nº 13 y 14),
5 láminas de retoque simple (fig. 3, nº 15, 23, 24 y 25 y fig. 4, nº
21) y 5 láminas con pátina de cereal (fig. 3, nº 18 a 22). Dominio
por tanto de triángulos (40,6%) sobre trapecios (15,6%). Las puntas de dorso curvo alargado (5 ejemplares) registran un porcentaje
apreciable (15,6%) siguiendo la tendencia observada a fines del
Mesolítico geométrico, momento en el que conviven con los tipos
Cocina. Los microburiles (6,2%) son residuales, algo esperable en
una industria basada en los geométricos de doble bisel.
Fig. 4. Piezas de retoque abrupto (geométricos y truncaduras) y microburiles de los niveles neolíticos (2 y 3 sup).
79
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P. Utrilla, A. Berdejo, A. Obón, R. Laborda, R. Domingo y M. Alcolea
Fig. 5. Trapecios del nivel 3 inf.
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El abrigo de El Esplugón. Un ejemplo de transición Mesolítico-Neolítico en el Prepirineo central
Fig. 6. Triángulos del nivel 3 inf. Nótese el retoque inverso en los tipos 1, 23 y 25.
81
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P. Utrilla, A. Berdejo, A. Obón, R. Laborda, R. Domingo y M. Alcolea
Fig. 7. Piezas varias del nivel 3 inf.
82
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El abrigo de El Esplugón. Un ejemplo de transición Mesolítico-Neolítico en el Prepirineo central
Fig. 8. Microburiles del nivel 3 inf.
A destacar la presencia en los niveles neolíticos de 3 pequeños
raspadores, casi ausentes en los dos ricos niveles del Mesolítico
geométrico (solo l ejemplar) pero presentes de nuevo (3 ejemplares) en los niveles de base (5 y 6), de momento muy pobres
y pertenecientes a un mesolítico indefinido con elementos macrolíticos (algún écaillé y denticulado) y microlaminares (D+T).
Esta presencia de raspadores en los niveles neolíticos junto a los
dos posibles taladros de larga punta central, tipo Chaves (Cava,
2000), los 3 segmentos de doble bisel y las 5 láminas con pátina
de cereal dan la clave para aventurar una función del abrigo como
hábitat más o menos estable con variedad de actividades (raspado, perforado, siega), no reducidas únicamente a la caza.
3.2. loS nIVeleS del meSolíTIco geoméTrIco (3 InF. y 4)
Se caracterizan ambos por el dominio casi exclusivo de los microlitos geométricos, (muy abundantes con 98 ejemplares en el
3 inferior y 59 en el nivel 4) lo que sugeriría una especialización
en actividades de caza. Destaca también la masiva presencia de
microburiles, en especial en el nivel 4, lo que demostraría una
talla in situ de los geométricos.
En el nivel 3 inferior tras la campaña de 2013 se computan
103 geométricos: 27 trapecios (fig. 5), la mayoría alargados, siendo 17 de ellos de lado cóncavo (fig. 5, nº 6, 9, 10, 12, 16, 17,
19, 21, 22 a 30) y uno rectángulo (fig. 5, nº 2). Entre ellos, 16
ejemplares presentan algún tipo de fractura, lo que representa un
59,2% de los trapecios. Algo más numerosos son los triángulos,
con 33 ejemplares (fig. 6) de los que 11 presentan algún tipo de
rotura, un 33,3%. Llama la atención la presencia de un diminuto
tranchet (fig. 6, nº 31) y de 5 ejemplares con retoque inverso en
la base (fig. 6, nº 1, 2, 23, 25 y 26) lo que sugeriría una supuesta
procedencia ultrapirenaica, tal como ocurría en otros yacimientos
prepirenaicos contemporáneos de finales del VIII milenio (nivel
IV de Forcas y II de Aizpea) (Utrilla y Mazo, 2014; Cava, 2001).
Un triángulo escaleno con retoque inverso forma casi una punta
de dorso alargada (fig. 6, nº 32) muy similar a otros de Costalena,
83
[page-n-91]
P. Utrilla, A. Berdejo, A. Obón, R. Laborda, R. Domingo y M. Alcolea
Fig. 9. Geométricos procedentes del nivel 4.
tanto del nivel c3, como del c2 (Barandiarán y Cava, 1989: fig.
12, nº 43 y 44 y fig. 22, nº 37, respectivamente). Los microburiles
entregan 23 ejemplares (un 22,3%) (fig. 8). Completan el utillaje 2 segmentos abruptos (fig. 7, nº 1 y 2), 5 puntas de retoque
abrupto (fig. 7, nº 3 a 7), 13 truncaduras, la mayoría posibles fragmentos de geométricos fracturados (fig. 6, nº 19, 24 y 26 a 28),
un raspador sobre lámina (fig. 7, nº 19) y 15 láminas con retoque
simple (fig. 7, nº 8 a 23 y 25), algunas quizá asociadas a la cadena
operativa del microburil (fig. 7, nº 12, 15, 16 y 25) .
Respecto al nivel 4 su contenido arqueológico no es tan rico
como el del nivel anterior (60 microlitos geométricos, cantidad
nada despreciable por otra parte), pero registra un cambio significativo encaminado hacia una mayor presencia de trapecios
en detrimento de los triángulos (28,3% frente a 10%) (fig. 9).
Destaca la alta proporción de microburiles (30 ejemplares) (fig.
10), junto con 17 trapecios (5 de ellos de lado cóncavo), 6 trián84
gulos, 6 truncaduras (fragmentos de geométricos), dos hojitas
de dorso truncadas (D+T), un segmento de dorso alargado y l
hojita de dorso. Acompañan a los geométricos 3 piezas écaillées
(fig. 11, nº 4, 8 y 11), 4 láminas con escotaduras (fig. 11, nº 2, 3,
5 y 6); algunos denticulados (fig. 11, nº 12), 2 truncaduras (fig.
11, nº 1 y 9) y 2 núcleos piramidales de laminillas (fig. 11, nº 7 y
10). A destacar la alta proporción de microburiles que constituyen el 50% del total de elementos geométricos frente al 22,3%
que registraba el nivel 3. Pudiera ser también significativa la
existencia de piezas écaillées y denticulados que registran ecos
de la fase macrolítica de muescas y denticulados, presente todavía a comienzos de las secuencias del mesolítico geométrico en
Botiquería 2; los Baños 3 inf., o abrigo de Ángel (Barandiarán,
1978; Utrilla y Rodanés, 2004; Utrilla, Domingo y Bea, 2003).
En la tabla 1 pueden verse los geométricos en números absolutos y sus porcentajes dentro del mismo nivel.
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El abrigo de El Esplugón. Un ejemplo de transición Mesolítico-Neolítico en el Prepirineo central
Fig. 10. Nivel 4: microburiles (1 a 29) y truncaduras (30 a 34).
3.3. análISIS FuncIonal de lámInaS neolíTIcaS
En el contexto de un estudio más amplio (Domingo, 2014) que
afectaba a casi una cuarentena de piezas procedentes del Neolítico antiguo de la cueva de Chaves, estudiamos un pequeño
conjunto de 10 láminas de distintos sitios del Valle Medio del
Ebro: cueva del Moro de Olvena, abrigo de Forcas II (nivel
VIII), abrigo de El Esplugón (niveles 2 y 3 sup) y Plano del Pulido. Todos los enclaves, excepto el último, localizados junto al
propio río Ebro en el entorno de Caspe, se hallan en las Sierras
Exteriores oscenses.
Cinco de los ejemplares estudiados pertenecen al abrigo de
El Esplugón: una lámina apareció en el nivel 2 (Es.3W.110.99);
otra en la transición 3 inf/3 sup (Es.3A.141.419) y las otras
tres en el nivel 3sup. (Es.1A.146.16; Es.2A.151.38; y
Es.6A.159.106). Excepto dos, prácticamente enteras y de
unos 3 cm de longitud, el resto son fragmentos (curiosamente
distal, medial y proximal). Sus dimensiones varían: el fragmento distal apenas alcanza los 2 cm de longitud, mientras
que los trozos medial y proximal llegan respectivamente a 2,5
y 3,25 cm. La anchura varía entre 1,2 y 1,9 cm, siendo muy
85
[page-n-93]
P. Utrilla, A. Berdejo, A. Obón, R. Laborda, R. Domingo y M. Alcolea
Fig. 11. Nivel 4. Láminas retocadas (1, 2, 3, 5 y 6), piezas écaillées (4, 8 y 11), denticulados (12) y nucleítos de laminillas (7 y 10).
homogéneo el espesor, que ronda los 0,4 cm, lo que indicaría
una talla cuidada, dentro de una cadena operativa bien establecida (fig. 3, nº 18 a 22).
La conservación de las piezas es aceptable, aunque presentan lustres que asociamos a la humedad que afecta de manera
notable al sedimento en que han estado conservadas. En dos de
los ejemplares los lustres son la única característica microscópica apreciable. Las otras dos láminas sí muestran huellas funcionales. En una de ellas, el fragmento distal siglado Es.1A.146.16,
se observan micropulidos muy poco desarrollados no identifi86
cables en el filo izquierdo. Únicamente se puede confirmar que
fue utilizada aunque sin precisar ni la materia trabajada ni la
cinemática desarrollada. La pieza Es.2A.151.38, del nivel 3 sup,
sí ofrece elementos para un diagnóstico claro, mostrando unas
bien desarrolladas huellas microscópicas típicas del corte de vegetal no leñoso (lo que da lugar a nivel macroscópico al denominado “lustre de cereal”) en estado verde: la mayor humedad
de los vegetales aún no madurados genera morfologías más desarrolladas, especialmente en brillo y volumen. Todo el filo izquierdo presenta el característico micropulido denso, brillante,
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El abrigo de El Esplugón. Un ejemplo de transición Mesolítico-Neolítico en el Prepirineo central
Tabla 1. Geométricos de los niveles neolíticos y mesolíticos.
Tipos
Niv. 2 + 3 sup
%
Niv. 3 inf.
%
Niv. 4
%
Total
Trapecios
5
15,6
27
26,2
17
28,3
49
Triángulos
13 (9db)
40,6
33
32
6
10
52
Segmentos
3 db
9,3
2
1,9
1
1,6
6
Microburiles
2
6,2
23
22,3
30
50
55
Puntas dorso alargado (ab)
5
15,6
5
4,8
1
1,6
11
Truncaduras (o frag. geom.)
4
12,5
13
12,6
5
8,3
22
Total
32
coalescente y voluminoso, aunque muy limitado a una estrecha
franja: quizás la pieza estuvo profundamente enmangada y la
zona expuesta al contacto con el vegetal verde era muy limitada,
porque este tipo de estigmas microscópicos suelen extenderse
mucho hacia el interior de la pieza.
La pieza Es.3W.110.99 presenta en su filo izquierdo, especialmente por la cara dorsal, un micropulido denso, coalescente y voluminoso, de brillo apagado, que indicaría un
empleo relativamente prolongado sobre vegetal no leñoso
seco (fig. 12 y fig. 3, nº 22). A simple vista parece apreciarse
cierto “lustre de cereal”, aunque mucho menos acusado que
en la pieza anterior.
Como contextualización podemos exponer los resultados
obtenidos en los enclaves citados: en Chaves, de 38 láminas
analizadas presentaban marcas funcionales 25 (65%), 15 de las
cuales habían sido usadas con seguridad en tareas de corte de
vegetales no leñosos (“siega”), un 60% de las utilizadas. En 13
se pudo determinar el grado de humedad de los vegetales cortados: en 6 casos era vegetal verde (2 de forma breve, 4 con un
uso prolongado) y en 7 vegetal seco (4 brevemente, 3 con un
tiempo de uso largo). No pudimos discernir la altura desde el
suelo a la que se cortaron los tallos vegetales, por la casi ausencia de estrías, lo que también dificultó la identificación del tipo
de enmangue, no pudiendo establecerse si era oblicuo o paralelo. El contexto del yacimiento nos hace pensar que los vegetales
segados eran cereales cultivados. Otras láminas fueron empleadas en tareas distintas, aunque con ciertas dudas: cuatro para
103
60
195
cortar carne y una para trabajar piel. De otros yacimientos, dos
láminas de Olvena y una de Forcas II habían “segado” vegetales
no leñosos en estado verde (Domingo, 2014).
En regiones vecinas encontramos lugares como Mendandia
(Domingo, 2005), donde sólo 3 de las 21 láminas del Neolítico antiguo analizadas mostraban huellas de uso, en un contexto general
de mala conservación por lustres térmicos y sedimentarios. Dos
de ellas habían cortado vegetales no leñosos y la tercera materiales
blandos no identificables. Podemos citar, por último, el trabajo de
Gibaja (2002), quien analizó un amplio conjunto de láminas procedentes de diferentes yacimientos de la región catalana. Señalaremos aquí los materiales de La Draga y de Cova del Frare, niveles
C5 y C6. El número de piezas estudiadas en La Draga y Frare C5
es muy notable (555 y 101 respectivamente), por lo que los índices
de uso resultan difícilmente comparables. En el primero alrededor de 1/4 de las piezas estudiadas habían sido empleadas como
elemento de hoz; en Frare C5 este porcentaje descendía hasta el
10%. En Frare C6, con un número de elementos estudiados más
equiparable a las cifras de Chaves o Mendandia (35 láminas), el
índice de uso registrado por Gibaja fue del 44%.
En conclusión, el estudio de las cinco piezas de El Esplugón
es una primera aproximación que esperamos complementar en un
futuro próximo con la incorporación de nuevos materiales procedentes del yacimiento oscense. Los resultados, anecdóticos por el
momento debido a la escasa cantidad de elementos estudiados,
están perfectamente en consonancia con lo que se conoce por el
momento en el Valle del Ebro y zonas aledañas.
Fig. 12. Imagen microscópica, a 100
aumentos, de las huellas microscópicas
de corte de vegetales no leñosos secos
en la lámina Es.3W.110.99.
87
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P. Utrilla, A. Berdejo, A. Obón, R. Laborda, R. Domingo y M. Alcolea
4. HUESO, CONCHAS Y CANTOS PINTADOS
4.1. hueSo Trabajado
El yacimiento de El Esplugón ha entregado una industria ósea
interesante por la presencia de varillas de asta preparadas en los
niveles inferiores (5 y 6) junto a algunas piezas de sección planoconvexa trabajadas. En la etapa que nos ocupa, transición del
Mesolítico al Neolítico, hemos seleccionado seis piezas, cuatro
de los dos niveles neolíticos (fig. 13, nº 1 a 4) y dos del nivel
3 inf., del Mesolítico geométrico tardío (fig. 13, nº 5 y 6). Son
habituales los punzones o puntas finas (nº 2, 3 y 5) pero destacamos un fragmento de pieza muy plana (nº 4) que podría formar
parte de una espátula (nivel 3 sup.) y una diáfisis recortada por
los dos extremos que pudo servir bien como un mango de hueso,
bien como elemento colgante a modo de cuenta (nº 6, nivel 3
inf.). Completa el conjunto un candil de ciervo con abundantes
marcas en su extremo de las que cuatro, ubicadas en la derecha
de la imagen, son sin duda antrópicas, dado que son rigurosamente paralelas y situadas a la misma distancia.
4.2. conchaS
Se han encontrado 4 ejemplares perforados de la especie mediterránea Columbella rustica: 2 de ellas, procedentes del nivel 4,
Mesolítico geométrico, aparecieron juntas a 191 cm de profundidad, estando ennegrecidas y algo craqueladas por el fuego. Los
otros dos ejemplares aparecieron uno en el cuadro 3A, en contacto entre 3 inferior y 3 superior en la misma zona y profundidad de
donde procede la datación de un hueso de 6730±40 BP. El otro, en
el cuadro 1A, se halló en el interior de la cubeta c1 (Slat-1) pro-
cedente de alguno de los niveles neolíticos. Se trata de conchas
en muy buen estado de conservación. Según informa E. Álvarez,
las perforaciones, situadas en la zona del labro (parte opuesta a
la columela), presentan huellas de uso en todo su contorno (en el
caso de los dos ejemplares completos) pero también en la zona de
la boca, lo que indica que se han utilizado como objetos de adorno
durante un periodo indeterminado.
El yacimiento de El Esplugón se inserta así en la larga lista
de yacimientos del Mesolítico geométrico y del Neolítico antiguo del Valle del Ebro que presentan inexorablemente este tipo
de adornos. Y no sólo ocurre en los yacimientos del Bajo Aragón próximos a la costa (Botiquería, Costalena, Pontet, Plano
del Pulido, Baños de Ariño, Ángel 1 y 2) sino también en yacimientos navarros y alaveses como Peña, Atxoste o Socuevas,
distantes unos 300 km del Mediterráneo; o en el centro de la
Depresión del Ebro (Cabezo de la Cruz). En el Alto Aragón se
registra también en Forcas, Chaves, Valcervera y Espantalobos,
por lo que no podían faltar en el yacimiento de El Esplugón. Su
presencia supone sin duda un símbolo identificativo, además de
certificar los contactos directos o indirectos con la costa mediterránea refrendando la movilidad de las poblaciones, tal como
se ha señalado en repetidas publicaciones (Utrilla, 2002; Cava,
2004, Alday et al., 2009; Utrilla y Domingo, 2014).
4.3. loS canToS PInTadoS
Los cantos pintados de El Esplugón merecen sin duda un estudio monográfico, no sólo por su paralelismo con los cantos pintados del Neolítico de Chaves (Utrilla y Baldellou, 2002) sino
también por su implicación cronológica en el estudio del arte
postpaleolítico. En efecto, entre la decena de cantos pintados o
Fig. 13. Huesos trabajados. 1 a 3:
nivel 2; 4: 3 sup.; 5 y 6: 3 inf.
88
[page-n-96]
El abrigo de El Esplugón. Un ejemplo de transición Mesolítico-Neolítico en el Prepirineo central
Fig. 14. Cantos pintados.
Imágenes. 5 y 6 tratadas mediante
D-Strech lre.
con restos de ocre que se han recogido en el yacimiento de El
Esplugón encontramos algunos esperados paralelos con el arte
esquemático o macroesquemático, algo que quedó ya patente en
los cantos de Chaves poseedores de orantes, y que ahora se repite por ejemplo en un motivo serpentiforme que recuerda modelos del Pla de Petracos (Martí y Hernández, 1988; Hernández y
Martí, 1999) (fig. 14, nº 3 y 6).
Sin embargo, ahora nos encontramos ante una gran novedad: en uno de ellos parece apreciarse una figura de cabra, claramente levantina, que se reconoce mejor utilizando el consabido
programa D-Strech para Image J, una herramienta bien útil pero
extremadamente peligrosa ya que en ocasiones fuerza imágenes
que no es posible reconocer a simple vista (fig. 14, nº 2 y 5). Su
posición estratigráfica, justo en la transición entre el nivel 3 inf.
(Mesolítico geométrico tardío) y 3 sup. (ya Neolítico antiguo)
merece un estudio pormenorizado, con dataciones directas de
huesos del mismo sector y profundidad. Sin embargo, no nos
hemos resistido en lanzar la primicia en el homenaje a nuestro
amigo Bernat Martí porque el estudio de los paralelos entre el
arte parietal postpaleolítico y los motivos reproducidos en arte
mueble es, sin duda, un tema que le apasiona (Martí, 2006).
Resaltamos como muy importante el hecho de que estemos
ante el primer ejemplo de arte mueble que repite ejemplos parietales de cabras levantinas. Recordamos entre los muchos paralelos la cabra a la carrera de la figura 55 del abrigo del Garroso
que publicamos en el Coloquio de Caspe (Utrilla et al., 19861987); o la figura 16 de Valdelcharco del Agua Amarga, super-
puesta a barras verticales que Beltrán identifica con el estilo
lineal-geométrico de Fortea o macroesquemático de Hernández
(Beltrán, 2002: 86); o el abrigo VIII de Cueva Remigia (Ripoll,
1968: pl. XIX) y tantas otras… En el Alto Aragón, donde debemos buscar los paralelos más próximos, el ejemplo más claro es
la cabra de Regacens, en el Vero, situada a 35 km de Esplugón
y en este caso la longitud de sus cuernos curvos llevan a identificarla como la Capra ibex, especie que parece reproducir el
canto de Esplugón (Baldellou et al., 1993: fig. 6).
5. LAS CERÁMICAS MANUFACTURADAS
El Esplugón ha ofrecido hasta ahora un total de 355 fragmentos de cerámica, que proceden de los niveles 1, 2 y 3 superior.
La información que suministra esta muestra ha de ser interpretada con precaución y considerarla provisional, debido a que
la excavación no ha concluido y a la extrema fragmentación de
los restos, que dificulta el reconocimiento de recipientes individualizados. Pese a ello, a partir de los fragmentos decorados
(34) se estima la presencia mínima de 5 vasos diferentes en el
nivel 1 (fig. 16), 5 vasos en el nivel 2 (fig. 17) y al menos 6 en
el nivel 3 sup (fig. 18).
En cuanto a su reparto por la zona del recipiente, los 355
fragmentos son la suma de 319 fragmentos de panza, 4 trozos
pertenecientes al fondo de un mismo vaso, y 32 a bordes, pertenecientes a 26 vasos diferentes. De éstos, los 7 decorados se
han asociado a algunos de los recipientes concretados en las
89
[page-n-97]
P. Utrilla, A. Berdejo, A. Obón, R. Laborda, R. Domingo y M. Alcolea
figuras 16 a 18. Los 19 bordes no decorados podrían pertenecer
a algunos de los vasos identificados, o a otros vasos que no han
podido ser todavía individualizados (lisos o decorados), por lo
que no se han estimado en el prudente cómputo de recipientes
que se ofrece: es muy posible que la colección de fragmentos
cerámicos pertenezca a varios vasos más, pero no hay forma de
certificar ese número.
Por otra parte, aunque en los 3 niveles estudiados se han
hallado cerámicas de indudable adscripción neolítica, en el
nivel 1 (y en algún caso también en el 2), éstas están mezcladas con elementos más modernos (hierros, cerámicas vidriadas, o fragmentos de otras cerámicas que apuntan a la Edad
del Bronce), por lo que únicamente tendríamos totalmente
intacto el nivel 3 superior.
5.1. morFología de loS recIPIenTeS
Para el estudio de la morfología de los 26 bordes y labios diferenciados, se ha optado por simplificar al máximo las variables,
dada la naturaleza y la escasez del registro. Se han clasificado
entre bordes rectos, entrantes o exvasados; y labios redondeados, planos, apuntados, biselados y engrosados.
En todos los niveles los bordes rectos son los más numerosos, si bien en el 1 y 2 están sobre todo asociados a labios
redondeados, mientras que en el 3 superior está más equilibrada su combinación con labios redondeados (2), apuntados (1) y
planos (3). Los bordes exvasados están ausentes en el nivel 3 superior, combinan con labios redondeados en el nivel 2, mientras
que el nivel 1 únicamente ofreció con labio apuntado y otro con
labio plano. Por último los bordes reentrantes son los menos numerosos. Tenemos uno con labio redondeado en el nivel 1, otro
con labio engrosado en el nivel 2 y dos con labio redondeado en
el 3 superior (tabla 2).
Por otra parte, el pequeño tamaño de la mayoría de los fragmentos y su inconexión entre sí hace que no podamos proceder
a la identificación de formas, a excepción del vaso ya publicado
(Utrilla, Berdejo y Obón, 2012: 241), y del que han sido recuperados más fragmentos en las últimas campañas (vaso 6, figura 17). Se trata de un recipiente mediano, tipo olla, cuyo perfil
tiende a ovoide. Es previsible que este recipiente se complete en
próximas intervenciones, al haber sido hallados sus fragmentos
en un extremo de la cata.
5.2. SISTemaS de PrenSIón
El nivel 1 únicamente ofreció un fragmento de pared con pezón, asociado al vaso 2. En el nivel 2 los elementos de prensión
se limitan a varios fragmentos con perforaciones realizadas en
puntos cercanos al borde y las correspondientes al vaso 6, rea-
lizadas en la panza del recipiente. En este nivel encontramos
también dos pequeños fragmentos con varias perforaciones que
excluimos de este apartado por considerarlos pertenecientes a
un mismo recipiente de tipo quesera, remisible al Calcolítico/
Bronce. En el nivel 3 superior hay un fragmento de borde que
conserva una lengüeta en disposición horizontal bajo éste y varios fragmentos con perforaciones. La única asa hasta el momento proviene del revuelto y es de morfología anular y pequeñas dimensiones. Además no hay que olvidar que el conjunto
de los cordones, decorados o no, también actúan como sistema
de prensión por parada de mano si su desarrollo es horizontal.
5.3. coccIoneS
En las cocciones hemos diferenciado tres tipos: oxidantes, reductoras e irregulares. Se ha optado por el término de cocción
“irregular” en vez de “mixta” por considerarlo más cercano a la
realidad de la tecnología de cocción en hoguera, donde es más
difícil controlar el tiro de aire.
En los niveles 1 y 2 dominan con escasa diferencia las cocciones oxidantes sobre las irregulares (un 50% frente a un 40%).
En el nivel 3 sup. se invierte esta tendencia y es la cocción irregular la más representativa con un 60% frente a un 35% de oxidantes. Los fragmentos con cocción reductora son minoritarios
en todos los niveles, y en ningún caso llegan al 10%.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que dadas las características de las cocciones en hoguera, fragmentos de un mismo
recipiente pueden tener aparentemente diferente cocción, determinada por la exposición de las distintas partes del recipiente al
oxigeno durante el proceso.
5.4. deSgraSanTeS
Lo más llamativo es la alta presencia de mica (en torno a un
70%) en todos los niveles. Esto es común a otros yacimientos
del Neolítico en el Alto Aragón como la cueva del Moro en Olvena, donde las 6 muestras estudiadas petrológicamente (Gallart y Mata, 1995) dieron presencia de micas.
Por otra parte, es importante la asociación de micas y cuarzos en todos los niveles, lo que puede ser además el resultado
de machacar bloques de granitos para conseguir desgrasantes
añadidos como pudo suceder en Forcas II (Bea, 2014: 231-232)
si bien en el caso de El Esplugón, la observación macroscópica
de los desgrasantes no permite determinar si las micas son desgrasantes añadidos o formaban parte de las arcillas recogidas
para la manufactura de los vasos.
La calcita es bastante minoritaria (nunca supera el 30%)
y no se han advertido ni chamota ni desgrasantes orgánicos
en ninguno de los fragmentos, si bien y como curiosidad en
Tabla 2. Síntesis de los fragmentos de borde en El Esplugón.
Para los labios: R = Redondeado; A = Apuntado; P = Plano; E = Engrosado.
Bordes
Rectos
Exvasados
Reentrantes
Total
Labios
Nivel 1
Nivel 2
Nivel 3
A
0
1
1
P
0
0
3
E
0
0
0
Total
5
5
6
R
0
3
0
A
1
1
0
P
1
0
0
E
0
0
0
Total
2
4
0
R
1
0
2
A
0
0
0
P
0
0
0
E
0
1
0
Total
1
1
2
8
10
8
Total
90
R
5
4
2
11
2
3
0
16
3
2
1
0
6
3
0
0
1
4
26
[page-n-98]
El abrigo de El Esplugón. Un ejemplo de transición Mesolítico-Neolítico en el Prepirineo central
un pequeño fragmento se ha hallado una impronta de hoja en
la pasta cerámica, que creemos fruto del azar. Ésta pertenece
a una hoja simple o un foliolo de nervadura pinnada y forma
oval y podría proceder de alguno de los pequeños árboles o arbustos pertenecientes a la familia de las rosáceas que tal como
ha revelado el estudio antracológico estarían presentes en el
entorno del yacimiento.
5.5. acabadoS
Por cuestiones prácticas se han establecido cinco grandes categorías: alisados, bruñidos/espatulados toscos, rugosos y erosionada/indeterminada para aquellas en las que no ha sido posible
definirlo por su mala conservación).
Hemos decidido unificar los grupos de bruñidos y espatulados, dado que el resultado de usar uno u otro instrumento (piedra o trapo para bruñido, y espátula para espatulado) suele ser
similar, y en ningún caso se han hallado marcas inequívocas que
denunciara uno frente al otro.
Hay que tener en cuenta además que en muchas ocasiones
los propios procesos postdeposicionales afectan a los bruñidos
de las cerámicas, y que es posible que algunos fragmentos que
llegan a nosotros con aspecto de “alisados” fueran en su origen
bruñidos o espatulados, tal y como se han podido documentar en
fragmentos de una misma vasija de este yacimiento.
En todos los niveles dominan los alisados seguidos muy de
cerca por los bruñidos/espatulados. La principal diferencia entre
los niveles radica en la ligera presencia de cerámicas rugosas en
los niveles superficiales (nivel 1 y 2) que pueden corresponder a
cerámicas rugosas de la Edad del Bronce (fig. 15).
5.6. decoracIoneS
Las decoraciones del nivel 1 de El Esplugón se reparten entre
impresiones simples (recipientes 1 y 2) y complejas (recipientes 3 y 5) y un caso de combinación de apliques e impresiones
en un fragmento con cordón impreso (recipiente 4). En el re-
cipiente 3 se desarrollan franjas verticales paralelas de impresiones con instrumento complejo, quizás una espátula dentada
similar a la que apareció en La Draga (Legrand-Pineau, 2011:
118). Los motivos son simples, y consisten en franjas de impresiones de diferente grosor. Dado el escaso tamaño de los
fragmentos no podemos aventurar su orientación respecto al
recipiente (fig. 16).
El nivel 2 ofrece el vaso decorado más interesante de todo
el conjunto (recipiente 6). En él se desarrollan dos franjas paralelas compuestas a su vez por dos líneas anexas de impresiones
continuas realizadas mediante un instrumento biapuntado, que
nacen de dos pezones contiguos. El recipiente 7 está formado
únicamente por un minúsculo fragmento. En él se da la asociación de incisión e impresión. Dado su tamaño y su recurrente
decoración, ésta podría encontrar paralelos tanto en multitud de
ejemplos de cerámica del Epicardial aragonés o catalán (Manen,
2002: 161) como en vasos más recientes campaniformes. En
este sentido hay que recordar que en el nivel 2 encontramos elementos de etapas posteriores al neolítico, como los fragmentos
de quesera. El vaso 8 estaría decorado con un instrumento de
las mismas características al del recipiente 3, pero éste sería de
diferente tamaño, y la orientación de estas bandas horizontales.
Por último el nivel 2 ofreció un borde impreso (recipiente 9) y
un fragmento de pared con un somero cordón impreso mediante
instrumento (recipiente 10) (fig. 17).
El nivel 3 superior es el que más vasos decorados ha ofrecido (6). En él dominan los cordones impresos ya sea mediante
digitaciones (recipiente 11) o instrumento simple (vaso 12) o
complejo (vaso 16), y se da la única decoración incisa (vaso 14)
y cardial (vaso 15) de todo el yacimiento.
La decoración incisa consiste en dos bandas paralelas de
orientación indeterminada dadas las dimensiones del fragmento. La decoración cardial se desarrolla en una amplia franja que
ocupa el fragmento por completo y que cubre un pequeño pezón
cercano al borde del recipiente. Las impresiones se han realizado con la concha en posición ligeramente oblicua y de manera
perpendicular al borde (fig. 18).
Fig. 15. Acabados por
niveles de las cerámicas.
91
[page-n-99]
P. Utrilla, A. Berdejo, A. Obón, R. Laborda, R. Domingo y M. Alcolea
Fig. 16. Cerámicas decoradas del nivel 1.
En conclusión, aunque las cerámicas de El Esplugón proceden de niveles diferentes, el grueso de los fragmentos presenta una similitud de base en cuanto a su elaboración (acabados,
desgrasantes y cocciones) y a las decoraciones. Éstas se limitan
con alguna excepción a motivos impresos no muy complejos y
a aplicaciones plásticas que en ocasiones combinan impresiones
digitadas o de otros instrumentos sobre el cordón aplicado. El yacimiento también ha ofrecido en su nivel cerámico más antiguo
un fragmento de cerámica cardial (vaso 15) y otro con decoración
incisa (vaso 14) lo que se encuentra dentro de la normalidad dentro de los conjuntos de la Península Ibérica, y concuerda con la
fecha obtenida (5970±30 BP / 4940-4790 cal a.C.) que nos sitúa
en un momento avanzado del Neolítico Antiguo. Una síntesis de
las técnicas decorativas puede verse en la figura 19.
6. PALEOAMBIENTE Y GESTIÓN DEL COMBUSTIBLE
Desde el punto de vista biogeográfico, el yacimiento de El Esplugón se encuentra en la Región Mediterránea, Provincia Aragonesa, sector Montano aragonés (Rivas Martínez, 1982). Dentro de esta región y en función del relieve podemos encontrar
diversos pisos bioclimáticos reflejo de la adaptación de la vegetación a la gradación altitudinal de los factores climáticos; la
situación del yacimiento, a 800 m.s.n.m., lo ubica en la zona de
transición entre los pisos mesomediterráneo y supramediterráneo, que se caracteriza de forma general, por las formaciones de
quercíneas. En este contexto, podemos observar que en la actualidad, la vegetación del entorno del yacimiento está constituida
por bosques de coníferas y frondosas marcescentes, entre las
que destacan por su abundancia Pino albar (Pinus sylvestris L.),
Pino laricio (Pinus nigra Arnold), Caxico (Quercus cerrioides
Wilk & Costa) y Quejigo (Quercus faginea Lam. subsp. fagui92
Fig. 17. Cerámicas decoradas del nivel 2.
nea), acompañadas de especies arbustivas y subarbustivas como
Boj (Buxus sempervirens L.), Endrino (Prunus spinosa), Majuelo (Crataegus monogyna Jacq.), Cornejo (Cornus sanguinea
Jacq.) y de matorral rastrero como Erizón (Echinospartum horridum (Vahl) Rothm). También, a pocos metros del yacimiento,
se encuentra la ribera del rio Guarga, que aparece flanqueada
por una formación de bosque galería muy alterada por la acción
antrópica, en la que destacan Álamo negro (Populus nigra L.) y
sauces o bergueras (Salix eleagnos Scop.).
Durante las campañas de excavación 2012 y 2013 se han planteado estrategias de muestreo sistemáticas y exhaustivas, centradas en la recuperación de macrorrestos vegetales, en las que se han
combinado diferentes estrategias de procesado del sedimento. Por
un lado, se ha llevado a cabo la recogida manual de aquellos fragmentos visibles durante el transcurso de la excavación y, por otro
lado, se ha tamizado la totalidad del sedimento, ya sea en seco o
con agua, adaptándose en cada caso a la naturaleza del sedimento
a procesar. El estudio antracológico del yacimiento se encuentra
en proceso, no obstante, apuntaremos aquí algunos de los datos de
los que disponemos a modo de resultados preliminares.
Hasta el momento se ha estudiado una muestra de 100 fragmentos de carbón por cada uno de los niveles arqueológicos descritos, lo que supone un total de 600 fragmentos analizados. Entre
los restos de madera carbonizados se han identificado un total de
7 taxones (tabla 3). El taxón mejor representado en el registro
[page-n-100]
El abrigo de El Esplugón. Un ejemplo de transición Mesolítico-Neolítico en el Prepirineo central
Fig. 18. Cerámicas decoradas del nivel 3 sup.
antracológico de Esplugón es el pino de tipo laricio-albar (Pinus
tipo sylvestris/nigra) que alcanza unos porcentajes muy altos en
todos los niveles estudiados. La utilización de la madera de estos
pinos como combustible es ubicua en los yacimientos arqueológicos peninsulares en etapas pleniglaciares y tardiglaciares en las
que esta especie jugó un importante papel en los paisajes vegetales (Allué, 2002; Zapata y Peña-Chocarro, 2005; Alcolea, 2014).
Las coníferas aparecen también representadas por los enebrossabinas (Juniperus sp.). La madera de estos arbustos es aromática y fácil de trabajar, así como un buen combustible. Entre las
frondosas, destaca el género Quercus, que aparece representado
por especies tanto de tipo caducifolio (Quercus sp. tipo caducifolio) como perennifolio (Quercus ilex/coccifera). La madera de las
quercíneas es muy apreciada por su gran poder calorífico y sus
frutos para su consumo animal o humano. Las rosáceas sólo han
podido ser determinadas a nivel de familia aunque si documentamos que aparecen tanto especies de tipo maloideas (Rosaceae/
Maloideae) como el género Prunus (Rosaceae/Prunoideae). Estas plantas, que crecen en orlas y claros de bosque, se caracterizan
por tener frutos comestibles. Por último, la vegetación de ribera
aparece únicamente documentada por un taxón, el fresno (Fraxinus sp.), cuya madera, flexible y resistente, es muy apreciada
para la fabricación de herramientas. Sus hojas son consumidas
por el ganado y tienen algunas propiedades medicinales, aunque
son ligeramente tóxicas para el ser humano.
La antracologia como disciplina arqueobotánica, nos permitirá tener una imagen diacrónica de la vegetación del entorno del
yacimiento en los diferentes momentos de ocupación del abrigo.
La dinámica general de la vegetación holocena está marcada por
la codominancia Pinus/Quercus y, tal como reflejan las secuencias
polínicas pirenaicas (González-Sampériz, 2005; Pérez-Sanz, 2014)
se resolverá a favor de los bosques mixtos o mayoritariamente caducifolios con una especial presencia de las quercíneas. Hasta el
momento, los diferentes niveles arqueológicos estudiados en Esplugón presentan diferencias entre sí en cuanto a la diversidad y
composición de la flora, aunque estas diferencias no son significativas ni nos permiten todavía aventurar ninguna hipótesis acerca de
la tendencia en la evolución de la vegetación a nivel local.
Fig. 19. Técnicas decorativas
por niveles.
93
[page-n-101]
P. Utrilla, A. Berdejo, A. Obón, R. Laborda, R. Domingo y M. Alcolea
Tabla 3. Taxones determinados, por niveles, en el carbón analizado (n=600).
2
3 sup.
1
Fraxinus sp.
-
3 inf.
4
-
-
5
6
-
-
1
-
-
-
-
3
79
Juniperus sp.
Pinus tipo sylvestris/nigra
89
76
92
85
80
Rosaceae / Prunoideae
-
-
-
-
-
1
Quercus sp. caducifolio
9
6
4
-
11
3
Quercus ilex / coccifera
2
-
-
-
2
-
Rosaceae / Maloideae
1
-
-
-
-
1
No determinables
7
5
20
8
2
12
100
100
100
100
100
100
Total
7. DATACIONES ABSOLUTAS Y CLASIFICACIÓN
CULTURAL
Se han enviado a datar 11 muestras, siendo 8 de ellas de un
solo hueso, enviadas a Beta Analytic y 3 de carbón, enviadas
al Laboratorio de la Universidad de Groningen. Entre las de
hueso dos muestras no dieron suficiente colágeno por lo que
sólo 9 han dado resultados, siendo 2 de ellos no válidos en
cuanto al nivel del que supuestamente proceden pero sí reflejan bien el momento de la ocupación prehistórica ya que
se trata de un solo hueso o un solo carbón (en cursiva en la
tabla). Es el caso de la datación de 7715±45 BP, asignable
al nivel 4, mesolítico geométrico, pero que se recogió en el
nivel 6 por alteraciones postdeposicionales, o la hallada a la
altura del nivel 4 de 6120±40 BP pero que procedía de una
cubeta abierta desde alguno de los niveles neolíticos. El resto de las siete fechas adolece de un cierto rejuvenecimiento
en los resultados esperables pero son compatibles con la secuencia prevista por lo que las consideramos aceptablemente
válidas (tabla 4).
7.1. loS nIVeleS neolíTIcoS
Dos son las fechas que permiten datar los niveles neolíticos de la
fase II de Esplugón. El nivel 2, el más reciente, entregó una fecha de 5970±30, a caballo entre el séptimo y sexto milenio acorde con otras del Prepirineo procedentes de Chaves Ia (6380±40
BP), Puyascada (5930±60 BP), Trocs I (6285±25 BP), Paco Pons
(6045±45 BP), Parco E1 (6120±90 BP), Huerto Raso (6310±60
BP) o Aizpea III (6370±70 BP). Las cerámicas irían acordes con
esta etapa del Neolítico Antiguo Evolucionado (NAE). La segunda muestra (1A.172.1) de 6120±40 BP, procedente del sondeo de
la primera campaña y realizada sobre un solo hueso, se recogió a
mayor profundidad (172 cm) de la que cabría asignar al nivel 2 o
3 superior de los que supuestamente procedería en origen. Debió
pertenecer a una de las dos cubetas registradas en el cuadro 1A,
con cerámicas documentadas hasta 167 cm de profundidad.
Para el nivel 3 superior no tenemos todavía una datación
inapelable. La muestra de 3A.128.534 (6730±40 BP) procedía
de un hueso hallado en el límite entre el nivel 3 superior y 3
inferior. A esa profundidad apareció en el mismo cuadro un solo
Tabla 4. Dataciones absolutas calibradas.
Sigla
Nivel
Fecha BP
Fecha Cal BC
Laboratorio
Material
Cultura
2W.127.2
2
5970±30
4940-4790
Beta-338509
Hueso
Neolítico Antiguo
1A.172.1
Cubeta con
6120±40
cerámica a 167 cm
5210-4940
Beta-283899
Hueso
Neolítico Antiguo
3A.128.534
3 sup / 3
6730±40
5590-5570
Beta-313517
Hueso
¿Mesolítico Geométrico o
Neolítico Antiguo?
2A.165.218
3 bajo
6950±50
5920-5730
Beta-306723
Hueso
Mesolítico Geométrico
2A.182.25
4
7620±40
6474±26
GrA-59632
Carbón Pinus
sil. nigra
Mesolítico Geométrico
4A.229.101
6
7715±45
6549±48
GrA-59634
Carbón Pinus
sil. nigra
1W.189.361
5
7860±40
6620-6610
Beta-306725
Hueso
Sauveterriense / Macrolítico
2A.199.1
5
8015±45
6939±93
GrA-59633
Carbón Pinus
sil. nigra
Sauveterriense / Macrolítico
1A.218.11
6
8380±40
7870-7680
Beta-306722
Hueso
Microlaminar / Magdaleniense
94
[page-n-102]
El abrigo de El Esplugón. Un ejemplo de transición Mesolítico-Neolítico en el Prepirineo central
fragmento de pared cerámica, además de una Columbella perforada. Sin embargo, los geométricos, todos de retoque abrupto,
alguno con retoques inversos en la base, concuerdan con ese
momento de transición de fines del Mesolítico geométrico que
aparece en el nivel IV de Forcas. Su cronología coincide en
cambio con la del nivel V de Forcas, ésta ya con un 50% de
piezas en doble bisel y cerámicas cardiales.
Sin embargo, desde el punto de vista de la cultura material no
dudamos en adscribir la fase Esplugón II en el grupo del auténtico
Neolítico de Chaves y Olvena, acorde con la existencia de dos
posibles taladros neolíticos, tres segmentos de doble bisel y de
varias láminas con pátina lustral, ausentes en el Neolítico aculturado de Forcas V y VI y en todo el mesolítico geométrico del Bajo
Aragón. Sólo el Plano del Pulido de Caspe y Alonso Norte en Alcañiz entregan una industria lítica similar, a falta de que se publiquen los resultados del abrigo de Valmayor IX, en Mequinenza,
yacimiento que probablemente deba ingresar en este grupo.
De este modo, desde el punto de la tipología lítica, son estas
piezas (taladros, segmentos y láminas con pátina de cereal) junto
a la presencia de cantos pintados y una industria ósea elaborada,
lo que marcaría la diferencia entre un neolítico tipo Chaves y uno
aculturado. De hecho, los triángulos en doble bisel, presentes en
ambos niveles de Esplugón, ya aparecían en Forcas V y VI y otros
yacimientos aculturados del Bajo Aragón (Botiquería, Costalena,
Pontet). Por ello, a falta de obtener más datos en las próximas
campañas, reseñamos únicamente que, en principio, los niveles
neolíticos de Esplugón, ubicados en torno al 6000 BP, parecen
aproximarse más a Chaves y Olvena que a Forcas, lo cual concuerda con las magníficas condiciones de habitabilidad del abrigo, idóneo para un hábitat más o menos permanente. Y dentro de
Chaves más a la etapa del nivel Ia, Neolítico Antiguo avanzado,
que a la del nivel Ib, dada la presencia de una sola cerámica cardial. Por otra parte los tres triángulos de retoque plano presentan
sus únicos paralelos en el Valle del Ebro en la parte alta del nivel
b de Aizpea (fase III) datado en 6370±70 BP, y en otros yacimientos del Sur de Francia (punta de Gazel) (Thévenin, 1998), por lo
que de nuevo nos hallamos en un ámbito ultrapirenaico que ya se
registra en los niveles mesolíticos.
7.2. loS nIVeleS meSolíTIcoS
Los niveles 3 inf y 4 que forman el horizonte de Esplugón III
se enmarcan en el mismo grupo del Mesolítico Geométrico clásico presente en Forcas, Bajo Aragón y Alto Ebro. Ahora bien,
dentro de la fase Esplugón III existen, al menos, dos momentos
del mesolítico geométrico tal como indican las fechas de C14
y su cultura material: uno de fase A, con la fecha de 7620±40
BP que aporta el nivel 4 (más la ya comentada del 7715±45
BP procedente del nivel 6) y uno de fase B, confirmado por
el 6950±50 BP que entrega el nivel 3 inferior y, quizá, el ya
citado de 6730±40 BP en la transición de 3 inferior a 3 superior,
transición que presenta sólo leves variaciones estratigráficas por
color, textura, o composición granulométrica, algo habitual en
los depósitos del Valle del Ebro.
En efecto, la industria lítica parece estar señalando estos
dos momentos: en el nivel 4 dominan los trapecios (con algunos tipos écaillés procedentes del momento anterior de muescas y denticulados) lo que marcaría la etapa antigua de fase
A, mientras que en el nivel 3 inferior encontramos un ligero
dominio de los triángulos, con algunos tipos ultrapirenaicos
evolucionados, como los triángulos de retoque inverso en la
base presentes en Forcas IV y Aizpea en momentos recientes
del Mesolítico. En cambio, no se documentan en Esplugón los
típicos triángulos de tipo Cocina presentes a partir del 6800 BP
en Secans, Botiquería 4 o Costalena c3.
El horizonte de plaquetas a techo del nivel 4 y el retroceso de
especies mesófilas en este nivel (el pino de tipo albar es el único
taxón documentado según el estudio antracológico) señalarían un
clima frío y seco. Sin embargo, este momento no acaba de concordar con las dataciones asignadas al nivel 4 (8424±26 calBP)
para pensar en el evento climático del 8.2 como responsable.
En conjunto, se observa en Esplugón una evolución desde
un Mesolítico de tipo microlaminar/sauveterriense hasta un
Neolítico, pasando por dos momentos del Mesolítico geométrico que casan bien con los útiles que ha entregado el yacimiento. Recientemente hemos revisado para el Coloquio de
Toulouse todo el mesolítico geométrico y la transición al Neolítico en el Valle del Ebro (Utrilla y Domingo, 2014: figs. 6, 7
y 8), al igual que en la monografía de Forcas en los capítulos
2.4 y 7.2 (Utrilla y Mazo, 2014). A estas dos publicaciones
remitimos para conocer el marco del Valle del Ebro en el que
se desarrolla nuestro yacimiento.
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[page-n-104]
Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 97-107.
La cova de la Guineu (Font-Rubí, Barcelona) i les relacions
plana-muntanya al Penedès durant el neolític inicial
F. xaVieR oMs, JoseP MestRes, aRtuR CeBRià, Juan i. MoRales, JoRdi nadal,
MiReia PedRo, susana Mendiela, PatRiCia MaRtín i JoseP M. Fullola
reSum
En aquest treball presentem les dades inèdites sobre les primeres ocupacions neolítiques a la cova de la Guineu (Font-rubí,
Alt Penedès, Barcelona). Un cop contextualitzat el jaciment, es presenten les restes ceràmiques, zooarqueològiques i de la
indústria lítica i òssia, així com una datació radiocarbònica AMS, també inèdita, que emmarca l'ocupació al jaciment durant el
darrer terç del VIè mil·lenni cal BC. Per últim, s'analitza el jaciment en el seu territori i les relacions que podrien existir amb
d'altres jaciments penedesencs durant l'establiment de les primeres societats productores al NE de la Península. S'observa en
aquest punt un complicat entramat de relacions entre la plana i la muntanya, sobretot la serralada prelitoral.
PalabraS claVe:
cova de la Guineu, neolític cardial, Penedès, NE Península Ibèrica.
réSumé
La grotte de La Guineu (Font-Rubí, Barcelone) et les relations plaine-montagne au Néolithique ancien. Cet article vise à
fournir des informations inédites sur les premières occupations néolithiques de la grotte de La Guineu (Font-rubí, Alt Penedès,
Barcelone). Après une présentation du gisement et celle des résultats de l'analyse archéozoologique, ce sont les données sur
les industries lithique, osseuse et céramique qui sont exposées. Une nouvelle datation 14C par AMS permet de préciser que
l'occupation néolithique de la grotte a eu lieu au cours du dernier tiers du VIème millénaire cal BC. En considérant La Guineu
au sein de son territoire, nous avons alors cherché à établir les liens que ce site a pu avoir avec d'autres sites contemporains
du nord-est de la péninsule ibérique à ce moment de l'expansion des premières sociétés paysannes dans cette région. De fait,
il semble qu'un tissu complexe de relations se soit établi entre les zones de plaine et de montagne, notamment dans le secteur
de la chaîne pré-littorale.
moTS cléS
: grotte de La Guineu, Néolithique cardial, Penedès, Nord-Est péninsule ibérique.
1. INTRODUCCIÓ
Al territori conegut com a Penedès històric (les comarques de
l'Alt i Baix Penedès i el sud del Garraf) es coneixen fins a 26
jaciments que presenten restes ceràmiques de les primeres fases
del neolític antic, 17 en cova i abric i la resta, a l'aire lliure.
Malauradament només disposem de dades arqueoestratigràfiques d'una petita quantitat d'aquests assentaments: Guixeres de
Vilobí, Mas d'en Boixos, La Serreta, Vinya d'en Pau, la cova
del Bolet, la cova de la Guineu, la cova de la Plana Pineda, la
cova de Sant Llorenç i la cova Foradada (Baldellou i Mestres,
1981; Mestres, 1981-82; Equip Guineu, 1995; Oms et al., 2014;
Oms, 2014; Borrell et al., 2014). D'altres jaciments emblemàtics, com la cova de Can Pasqual i l'Esquerda de les Roques
del Pany, van ser excavats durant la dècada dels 20' i 30' del
segle passat i les seves dades són utilitzables d'una manera molt
parcial (Grivé, 1936; Mestres, 1989). La major concentració de
jaciments es troba tant a la plana prelitoral com a la serralada
prelitoral (a la comarca de l'Alt Penedès), mentre que les zones
costaneres només coneixem dues ocupacions (Foradada a Calafell, Baix Penedès, i Sant Llorenç a Sitges, Garraf). En aquest
treball analitzarem el registre arqueològic associat a la primera
fase neolítica de la cova de la Guineu i les relacions existents
durant aquesta fase al territori penedesenc.
2. EL JACIMENT
La cova de la Guineu es troba al municipi de Font-rubí (Alt
Penedès, Barcelona), a 725 msnm al cim del puig de la Plana Pineda (Serralada Prelitoral). Es troba molt propera a l'estratègica
carrerada del coll de la Barraca i per sobre de la Font de Llinars,
únic punt d'aigua natural proper a la cavitat (fig. 1.A).
L'entorn geològic de la zona del coll de la Barraca és el clàssic de la formació juràssic-triàsic: gresos vermells del Keuper a
la base, calcàries del Muschelkalk al tram mitjà i dolomies de
97
[page-n-105]
F. X. Oms, J. Mestres, A. Cebrià, J. I. Morales, J. Nadal, M. Pedro, S. Mendiela, P. Martín i J. M. Fullola
Fig. 1. A) Localització del jaciment a Catalunya (punt blanc). B) Tall estratigràfic diacrònic del jaciment, amb indicació de la procedència
dels nivells cardials. C) Planta de la cavitat.
gra fi a la part superior. En aquest context, la cova de la Guineu
(de fet, un avenc amb conca de recepció pròpia, que compleix la
funció de dolina), és una obertura per dissolució de les esquerdes de la capa de calcàries del Muschelkalk. L'aspecte actual
del jaciment és una cavitat d'uns 35 m2 (Sector Cova), un espai
amb morfologia d'abric de fins a 40 m2 (Sector Exterior) i tota la
dolina externa d'uns prop de 110 m2 (Sector Ampliació).
El jaciment fou excavat sense cap control a les darreries de
la dècada dels anys 70 del proppassat segle per part de la AECC
de Mediona. Aquest grup d'afeccionats va actuar de manera
molt important en els dipòsits del Sector Cova, donant a conèixer un lot de materials molt significatius, que van poder ser estudiats per membres de l'Equip Guineu durant la dècada de 1980.
Aquests materials oferien una idea bàsica sobre les ocupacions
a la cavitat, des del neolític antic cardial fins el bronze final.
Sortosament, el Sector Exterior, on es troba la visera despresa,
quedà intacte i és on s'han concentrat els esforços en els darrers
anys d'excavació.
La seqüència del jaciment comprèn grosso modo dues fases.
Una primera i més antiga, d'ocupació en sentit estricte que ocupa tant el nivell III (epipaleolític microlaminar), els nivells postcardials (II interior, II fumier i Id exterior) i el que aquí ens ocupa, el nivell Ie exterior (fig. 1.B i 1.C). En aquest moment, la cavitat presentava unes característiques àmplies, amb prop d'uns
70-80 m2 habitables. Després, ja durant el IV mil·lenni, la visera
col·lapsà i s'inicien una sèrie d'ocupacions que s'adapten a un
nou aspecte de la cova, pràcticament un avenc. En aquesta se-
98
gona fase s'hi succeïren primer un llarg període d'inhumacions
col·lectives paradolmèniques durant el III mil·lenni cal BC (nivell Ic) i ocupacions esporàdiques durant l'edat del bronze ple
(nivell Ia base), el bronze tardà-primera edat del ferro (nivell Ia)
i freqüentacions ibèriques fins a tardorromanes. La cova acaba
sent emprada com a carbonera i cabana de pastors des d'època
post-medieval fins quasi l'actualitat.
El registre material que associem a la primera ocupació neolítica de la cova es troba en diferents àmbits de la mateixa. El
nivell II interior (al Sector Cova) (fig. 1.B), presenta força material tot i que aquest fou arrasat per les ocupacions del neolític
postcardial. D'aquesta manera, tot i un ric registre, aquest es troba barrejat amb ceràmiques de tipus Molinot. També es troben,
fruit de les remocions modernes, algunes restes disperses per
diversos estrats remenats de la cavitat. No obstant, fora de la cavitat (Sector Exterior) es va poder identificar un nivell d'aquesta
fase, el Ie. Aquest és l'únic tram intacte on s'ha excavat una
capa del neolític inicial del jaciment. És per ara una zona molt
reduïda, només se n'han excavat 4-5 m2. De fracció fina compost per argiles vermelloses i algunes graves, s'assenta i percola
sobre un nivell de grans blocs, amb una potència que no supera
ara per ara els 20 cm. El fet que es trobi just a l'única zona no
protegida per cap tram de cova o d'abric ha provocat l'alteració
de certs materials, sobretot la fauna, que apareix lixiviada. En
el futur, amb l'avançament de l'excavació del Sector Exterior,
es podrà assolir una extensió de prop de 40m2 per aquest nivell.
[page-n-106]
La cova de la Guineu i les relacions plana-muntanya al Penedès durant el neolític inicial
3. L'OCUPACIÓ I ELS MATERIALS DEL NEOLÍTIC
INICIAL
En aquest article es presenten una part dels materials que pertanyen a les ocupacions cardials de la cova. Per una banda, a
l'estudi de la ceràmica i la indústria òssia s'inclouen els materials amb procedència diversa (nivell Ie, barrejat amb postcardial al nivell II interior i descontextualitzat). Per l'altra, les
dades referents a la zooarqueologia i de la indústria lítica només
fan referència al nivell Ie. Tot i que no se'n donaran més detalls
aquí, és molt habitual la presència en aquest nivell de plaques de
gres fragmentades (prop d'una vintena) i sobretot, petits fragments d'argila cuita.
D'aquest nivell s'ha obtingut una datació radiocarbònica
AMS sobre un carbó de branqueta de Laurus nobilis (taula 1).
Considerem aquest taxó més recomanable que no altres com
Quercus o Pinus per exemple, per tenir una vida potencialment
més curta.
Taula 2. Trets tècnics i morfològics de la cova de la Guineu.
Reductora
13 (37,1%)
5 (14,3%)
Allisat
Polit
Espatulat
18 (51,4%)
0
Gran
Mitjà
Petit
9 (25,7%)
Mida
Oxidant
17 (48,5%)
Acabats
Irregular
17 (48,5%)
Coccions
22 (62,8%)
4 (11,4%)
Ovoide/esfèric Hemisfèric
Cilíndric
7 (21,87%)
Formes
8 (21,87%) 2 (6,25%)
3 (9,37%)
Compost
Taula 1. Datació radiocarbònica AMS de la cova de la Guineu,
calibrada mitjançant el programari OxCal v.4.2. corba IntCal13.
Taula 3. Decoracions documentades per vasos, senzilles i desglossades, de la cova de la Guineu.
Nivell
Mostra
Ie
Laurus Beta-406998 26.5
nobilis
(carbó)
Referència
Ratio
Data BP
Cal BC 2σ
Tècniques decoratives
6140±30
5209-5002
Tècniques simplificades
La datació obtinguda és la més recent de les conegudes fins
el moment a l'Alt Penedès. Tot i així s'integra perfectament dins
l'escenari general català, amb els exemples de la cova del Frare
c6 (Martins et al., 2015), la cova Bonica IV o la Draga (Bosch et
al., 2011) entre molts d'altres. En una segona fase de la neolitització, entre 5300-4900 cal BC, les tradicions cardials més pures
es mantenen als focus antics (Garraf-Pla de Barcelona, Penedès
i Vallès) i a Girona. Mentre que en d'altres territoris es donen
fenòmens de transició i contacte amb conjunts epicardials antics
(cova del Vidre i cova de la Font Major), o per contra, una autèntica substitució als jaciments de l'àrea Segre-Pirineus (Oms,
2014), on la ceràmica cardial és testimonial.
3.1. la ceràmIca cardIal
Amb la metodologia emprada en un treball recent, s'han analitzat un total de 47 fragments ceràmics decorats, entre els quals
destaquen vuit vores i dos colls. Aquests fragments han estat
reduïts a 35 vasos ceràmics decorats.
Pel que fa als trets tècnics, les coccions irregulars i les oxidants tenen una gran importància (17 i 13 vasos respectivament), mentre que la reductora està poc present (taula 2).
Pel que fa als acabats de les superfícies, la cova de la Guineu
destaca per la àmplia presència de vasos amb un acabat polit (18
vasos), que supera per poc la representació d'allisats (17). No
s'han documentat vasos amb acabats espatulats o brunyits.
Els trets morfològics analitzats mostren una clara preferència
pels vasos mitjans (22), tot i que els grans també estan prou presents (9), mentre que els petits tenen una presència quasi testimonial. Pel que fa a les formes dels vasos, molts no han pogut ser definits (15 indeterminats). De la resta, s'ha establert un clar equilibri
Cardial
NR
%
16
45,7%
Cardial sobre cordó
6
17,1%
Cordó llis
7
20%
Cresta
2
5,7%
Impressió simple (no petxina)
2
5,7%
Pinta
1
2,8%
1
2,8%
Incisió
Total
35
Tècniques desglossades
Cardial oblic
9
25,7%
Cardial perpendicular
2
5,7%
Cardial arrossegat
2
5,7%
Impressió simple
2
5,7%
Pinta
1
2,8%
Incisió
1
2,8%
Cordó llis
7
20%
Cresta
2
5,7%
26
74,2%
Cardial oblic + perpendicular
2
5,7%
Cardial oblic + arrossegat
1
2,8%
Cardial oblic + perpendicular + cordó
1
2,8%
Cardial oblic + arrossegat + cordó
1
2,8%
Cardial perpendicular + arrossegat + cordó
1
2,8%
Cardial oblic + cresta
1
2,8%
Cardial perpendicular + cresta
1
2,8%
Cardial indet + cordó
1
2,8%
Total
9
25,7%
Total
Tècniques combinades
99
[page-n-107]
F. X. Oms, J. Mestres, A. Cebrià, J. I. Morales, J. Nadal, M. Pedro, S. Mendiela, P. Martín i J. M. Fullola
Fig. 2. Selecció de vasos
ceràmics decorats de la cova
de la Guineu (els números 4 i 9
s'associen al nivell Ie).
entre els vasos ovoides/esfèrics i cilíndrics amb set i vuit exemples
respectivament, tres hemisfèrics i dos compostos amb coll destacat. Si es combinen les dades sobre la morfologia dels vasos (les
mides més freqüents i les formes), s'observa que els grans només
es documenten en perfils cilíndrics (set vasos). En canvi, en els
vasos mitjans no se'n documenten de cilíndrics mentre que tenen
una representació sostinguda de la resta de morfologies, destacant
sobretot els ovoides/esfèrics (en sis vasos) (taula 2).
Les decoracions documentades estan clarament dominades
per la impressió cardial, que de manera solitària es troba en 16
vasos (taula 3 i fig. 2); quan es combina amb cordó se'n documenten sis més. En ordre d'importància, només els cordons llisos tenen una representació important amb nou vasos (dos d'ells
crestes). La resta, les impressions no cardials, es troben en tres
casos, dos vasos amb impressió simple successiva i un vas amb
impressió composta (pinta). Per últim, un únic vas presenta una
decoració incisa (taula 3).
100
A la mostra analitzada, en la majoria dels casos (26/35)
les decoracions es troben com a únic element present en el
vas. No obstant, hi ha nou vasos que presenten major complexitat en la formació dels esquemes decoratius. En tres vasos es dona una triple combinació (dos tipus de decoració
cardial i cordó), en la resta de casos es tracta de diferents
combinacions entre dos impressions cardials en tres vasos
i la combinació d'una impressió cardial i una cresta en dos
vasos (taula 3). Aquesta circumstància implicaria una certa
simplicitat en els models decoratius, factor que s'haurà de
corroborar amb els motius documentats.
S'han documentat un total de nou motius diferents (segons
Oms, 2014), no obstant en 10 casos no s'ha pogut establir a
causa de les dimensions del/s fragment/s analitzat/s. La diversitat de motius és molt elevada en comparació amb el baix
nombre de vasos documentats, no obstant existeix un clar
predomini del cordó llis horitzontal simple (I1) amb 7 casos,
[page-n-108]
La cova de la Guineu i les relacions plana-muntanya al Penedès durant el neolític inicial
seguit de la franja horitzontal simple (A1) i la franja horitzontal múltiple limitada (B2) amb 3 vasos en cada cas. La franja
horitzontal limitada amb meandres limitats (D4) es troba en
2 casos, igual que la franja horitzontal àmplia simple (E1).
La resta de motius estan presents únicament en un vas, com
la franja horitzontal limitada (A2), la franja horitzontal ampla
amb cordó inferior (E3), la franja horitzontal simple que integra cordó enmig (F1) o la franja horitzontal amb franja obliqua
descendent (H3). Per últim, en un sol cas s'ha documentat un
vas amb doble motiu o motiu complex, basat en una composició B1 + F1, que consta de franges horitzontals múltiples
combinades amb un cordó al tram inferior.
Si ens centrem en la sintaxi decorativa basada en la combinació de les tècniques decoratives emprades i els motius més
habituals, s'ha de tenir en compte que els motius no han pogut
ser tots definits. Per això i a partir d'un anàlisi combinat de només 22 vasos (els que sí han estat definits), les dades són poc
representatives. Tan sols es pot destacar:
- que el motiu senzill l'A1 només es realitza amb una sola
matriu (impressió d'instrument o impressió cardial de qualsevol
tipus);
- en el mateix sentit, el motiu I1 també es realitza amb una
sola tècnica;
- en la resta de casos, tot i que hi hagi motius més complexes
es pot emprar una sola tècnica, i al contrari, en els casos amb
tres tècniques associades es pot observar un motiu senzill.
de 55 mm, les seccions són triangulars i els talons unifacetats
amb bulbs difusos i sense presència de llavi, el que sembla
apuntar a la percussió directa tova com a tècnica de talla.
Per últim, el conjunt només compta amb tres elements retocats, sent un d'ells una peça estellada. Els altres dos són una
ascla amb retoc continu en un dels fils i sobretot, un trapezi
(30,6 x 9,8 x 2,7) amb la base petita còncava.
3.3. alTreS elemenTS: IndúSTrIa òSSIa I malacologIa
Diversos elements han estat recuperats a la cova de la Guineu
que s'associen amb l'ocupació cardial de la cavitat. La major
part dels ítems procedeixen del nivell II interior, on s'hi barreja
l'ocupació cardial amb la posterior postcardial. Al nivell Ie no
s'ha documentat cap resta fins el moment.
S'han recomptat fins a 8 elements ossis i un de malacològic. Aquest darrer es correspon amb una Columbella rustica
amb perforació antròpica a la volta columel·lar. L'àpex està
trencat, sense que es pugui precisar si la fractura és antròpica
o natural. Entre els primers, trobem una cullera o pala/paleta
(fig. 3.1), sobre suport ossi no determinat (entenent que les
culleres presenten perfil còncau a la part ampla i les pales no,
en tipologia de Rodanés, 1987 i Pascual Benito, 1998). En
Pel que fa a les temàtiques representades dins els motius, el
component horitzontal és netament superior a la resta, amb 21
vasos on es tracta de l'únic tema documentat. Els temes en disposició obliqua es compten únicament en tres vasos. En quatre
vasos no s'ha pogut establir amb seguretat el tema i s'han classificat com indeterminats. Els que comprenen més d'un tipus són
una minoria, però tenen en comú la presència de la variable horitzontal, combinada amb temes ondulants (dos vasos) i oblics
(tres). Cal ressenyar que no es documenta cap espiga, element
poc freqüent al Penedès.
3.2. IndúSTrIa líTIca
El conjunt lític recuperat al nivell Ie és escàs, fragmentari i mostra un grau d'alteració postdeposicional notable. S'han recuperat únicament 65 restes, de les quals, 16 són plaques de sorrenca. La resta, 49 elements, no permeten aportar excessives dades
a nivell tecnològic ni tipològic sobre les dinàmiques tècniques
dels grups cardials.
Les matèries primeres documentades són el sílex i en menor
mesura, el quars. El primer mostra en general un desenvolupament
important de pàtines d'alteració tèrmica que no permeten per ara
el seu estudi petrològic. Tot i l'escassa mostra, sembla detectar-se
una gestió diferencial entre els dos materials. El sílex (NR=42) està
representat per fragments de làmina, configurats i restes de talla, és
a dir una cadena operativa fragmentada que suggereix que els processos de talla no es van desenvolupar majoritàriament a la cova,
sent el jaciment el lloc d'abandonament dels útils finals o de talla
ocasional. Per altra banda, el quars (NR=7) té representades totes
les categories estructurals, incloent un nucli esgotat.
A nivell tecnològic només es pot destacar la relativa importància del component laminar en el sílex ja que es documenten
set fragments de làmina. La longitud màxima documentada és
Fig. 3. Elements d'indústria òssia de la cova de la Guineu.
101
[page-n-109]
F. X. Oms, J. Mestres, A. Cebrià, J. I. Morales, J. Nadal, M. Pedro, S. Mendiela, P. Martín i J. M. Fullola
aquest cas, tota la peça presenta una deformació còncava, segurament pel suport fet servir (possiblement una costella). Un
altre element destacat és un fragment d'anell llis no decorat
(segons Pascual Benito, 1998) o bague (en terminologia de
Barge-Mahieu i altres, 1991), sobre os no determinat anatòmicament ni taxonòmicament, amb coloració negra per termoalteració (fig. 3.5). S'observen marques de poliment transversal
que semblen fetes amb posterioritat a l'alteració tèrmica. Un
punxó, possiblement sobre metàpode de cérvol. S'aprecien estries de fabricació per abrasió i dos intents de perforació a la
part proximal (fig. 3.2). Si aquestes perforacions s'haguessin
dut a terme, caldria descriure-les tipològicament com una agulla (independentment de la mida). Sobre dent (fig. 3.3), hi ha
un penjoll fet per perforació a l'arrel d'un ullal superior de
Felis silvetris (l'atribuïm a aquesta espècie i es descarta, per
la mida, el linx). Un tub d'ós, realitzat mitjançant una dena
cilíndrica sobre os buidat i termoalterat. Podria ser, per algunes característiques internes, banya de cèrvid, retallada, polida
i brunyida. És similar a alguns dels elements proposats per
Martí i altres (2001) com a possibles instruments musicals.
Una cullera-espàtula realitzada sobre un fragment d'ullal inferior de Sus mascle (fig. 3.8). Polit i potser brunyit, presenta
una sèrie incisions reticulades en un tram medial de la cara
interior, massa intenses i ordenades per a relacionar-les amb
traces tècniques de fabricació de la peça. Un altre element és
un fragment de lamineta d'os termoalterada que conserva part
d'una perforació (fig. 3.7). Per morfologia i mides, es podria
relacionar amb els penjolls recto-rectangulars de Pascual Benito i entraria dins de l'amplitud de variació de les peces més
petites del País Valencià. Un altre element (fig. 3.6), és similar
a l'anterior però més esvelt. Per últim un fragment d'os pla,
polit i trencat per la base, podria tractar-se d'un fragment de
paleta o un penjoll recto-rectangular (fig. 3.4).
Totes les peces descrites poden entrar dintre de les tipologies i les mètriques dels elements sobre os del Sud de França,
Vall de l'Ebre i País Valencià durant el neolític inicial. Algunes
peces són similars a les recuperades en jaciments com Or, Sarsa,
Balma de l'Espluga, pel que fa al neolític antic (Rodanés, 1987;
Barge-Mahieu et al.,1991; Pascual, 1998). Per la seva banda, els
objectes ornamentals sobre Columbella rustica són molt generalitzats a tota la prehistòria, però també és cert que predominen a l'epipaleolític i al neolític antic, i poden considerar-se un
element diagnòstic a la zona catalana, valenciana i de la Vall de
l'Ebre (Álvarez, 2008).
el material es troba en un alt grau de fragmentació, cosa que
ha suposat que en la majoria dels casos les identificacions solament s'hagin pogut fer a través de la dentició, únics elements
que de vegades han aparegut complets. A més i tal com s'ha
dit abans (punt 2), les restes òssies també es veuen afectades
en les corticals amb alteracions similars a la meteorització,
àcids radiculars i trampling, cosa que ha impedit l'observació
de marques d'origen antròpic. Solament es poden detectar termoalteracions, en diferents graus, que afecten una mica més
del 16% del total. La distribució taxonòmica de les restes determinades és: ovicaprins: 10 restes (dentició i dos fragments de
metacarpians), que podrien estar representant un únic individu
adult. No podem saber si es tracta d'una ovella o una cabra. Bos
taurus: 4 restes (dentició) que podrien representar 2 individus
per l'estat de desgast de la dentició, però que és molt difícil de
discernir. Sus sp.: 2 restes (que representarien dos individus, un
de molt jove, per un fragment de parietal molt petit i un animal
amb dentició adulta, una incisiva superior). Cervus elaphus: 2
(un molar superior i un fragment de banya) que representa un
únic individu adult mascle. Equus caballus: 1 resta (un fragment d'escàpula que presenta la cavitat glenoïdal amb endentació) que representaria un individu. Oryctolagus cuniculus: 8
restes (fonamentalment dents, un metatarsià i una 3a falange).
A banda, entre el material modificat antròpicament, hem de recordar que s'havia identificat una dent de Felis silvestris.
Es tracta d'una relació estadísticament no significativa i, per
tant, no podem treure conclusions contrastables més enllà de la
simple presència dels taxons, d'altra banda, prou diversificats
atesa la reduïda mostra. A nivell de nombre de restes determinades, solament podem mencionar que, com és tradicional per
aquestes cronologies en entorns de cova, hi ha un predomini
dels ovicaprins (si tenim en compte només els grans mamífers
–tot excloent de la mostra els conills–) que seria del 52,3%, però
que estaria superat per gairebé totes les altres espècies si fem
una valoració de la biomassa aportada, si la calculem dels nombre mínim d'individus representats. Altra valoració que cal fer
és la importància de la fauna salvatge, representada per un mínim de tres espècies, conill, cérvol i cavall. Si bé el cavall ja no
és cap novetat en els contextos neolítics catalans, continua sent
un taxó poc representat, i de difícil atribució (salvatge/domèstic) a finals del neolític, el calcolític i el bronze inicial. En el cas
que ara ens afecta, sembla clar que es tractaria, per cronologia,
d'un animal salvatge.
3.4. leS dadeS arqueozoològIqueS
4. RELACIONS PLANA-MUNTANYA DURANT EL
NEOLÍTIC INICIAL AL PENEDÈS
S'han analitzat 110 restes òssies que es corresponen amb el
nivell Ie de la cova de la Guineu. No incloem les restes-suport
d'indústria òssia esmentades anteriorment (tot i que puguem
fer alguna referència posterior), ja que podrien correspondre's
amb elements transportats. De les restes analitzades, 27 han estat determinades anatòmicament i taxonòmicament (24,54%),
mentre que les 83 restants han quedat no identificades taxonòmicament (75,46%). Entre les restes no identificades,
s'observen dues mides diferenciades: grans mamífers de mida
mitjana (que podrien correspondre, entre els taxons identificats
que després relacionarem, a ovicaprins, suids i potser cérvols
juvenils o femelles), i grans mamífers de mida gran (bovins,
èquids o cérvols adults, preferentment mascles). D'altra banda,
102
Com s'ha dit a la introducció, al Penedès hi ha 26 jaciments que
compten amb restes cardials (fig. 4). Les Guixeres de Vilobí,
a Sant Martí Sarroca, i Sant Pau, a Vilafranca del Penedès (no
excavat, però amb característiques molt similars al primer), serien els veritables assentaments amb estructures habitacionals
de la zona. Es localitzen al vessant meridional dels dos únics
relleus aturonats que despunten sobre la plana en aquest tram
central de la depressió penedesenca. Ambdós estan situats en
un emplaçament estratègic rodejat de planes endorreiques que
durant el neolític antic serien zones humides amb petites llacunes i aiguamolls i en una posició central respecte les terres que
ofereixen millor potencialitat agrícola.
[page-n-110]
La cova de la Guineu i les relacions plana-muntanya al Penedès durant el neolític inicial
Fig. 4. Mapa amb els jaciments amb vestigis cardials al Penedès. 1.
cova de la Guineu; 2. cova de la Plana Pineda; 3. cova del Bolet; 4.
Fondal de Vandellòs (cova de la Boira; cova de la Jeta; balma del
Sílex; cova de la Rasa; balma del Pèndol); 5. abrics de Cal Marquet;
6. cova de la Masia; 7. Esquerda de les Roques del Pany; 8. Masia
de la cova del Garrofet; 9. cova de Can Pasqual; 10. Guixeres de
Vilobí; 11. Guixeres de Baix; 12. Mas d'en Boixos; 13. Pedrera
de Sant Jordi; 14. Sant Pau; Vinya Torrelletes; 15. La Serreta; 16.
Vinya d'en Pau; 17. Torrent de Sant Marçal; 18. cova del Pi d'en
Barba; 19. cova del Pèlag; 20. cova de Sant Llorenç; 21. cova
Foradada.
Les Guixeres de Vilobí (Sant Martí Sarroca) és l'únic jaciment que ens permet entreveure la configuració d'aquests assentaments (Mestres, 1981-82; Mestres, 1987; Oms et al., 2014).
Excavat el 1974 i de 1981 a 1984, s'hi documenten estructures
negatives i altres evidències arqueològiques que permeten teoritzar l'existència de cabanes extenses sostingudes per pilons de
fusta i fosses de diversa funcionalitat, en una extensió aproximada de 1500 m2. La seqüència estratigràfica indica una continuïtat d'ocupació, en termes culturals (que no cronològics),
que s'estén a les tres fases del neolític antic: cardial, epicardial i
postcardial tipus Molinot.
Tal com es va proposar al Col·loqui de Puigcerdà (Mestres,
1992), les característiques documentades a les Guixeres de Vilobí, així com la densitat (1,8 kilòmetres quadrats per assentament) i la proximitat espacial (menys de 4 kilòmetres) amb els
altres assentaments dels que els hi suposem una mateixa funcionalitat, posen de manifest un model semi sedentari amb petites
aldees ocupades de manera discontínua, seguint el ritme imposat per unes pràctiques agrícoles itinerants que comportaven el
desplaçament periòdic dels cultius i potser també de l'hàbitat.
Aquestes mateixes pràctiques agrícoles haurien generat
un altre tipus d'establiments a l'aire lliure amb una funcionalitat primordialment econòmica relacionada amb les activitats
productives i caracteritzats arqueològicament per la presència,
en nombre variable, de sitges excavades en el subsòl. Aquests
enclavaments constituirien unitats d'explotació agrícola vinculades als camps de conreu i dedicades essencialment a la conservació i emmagatzematge d'una part de la collita de cereals,
ja sigui com a reserva pel consum o per llavor per la propera
sembra. Dispersos i propers als anteriors assentaments residencials, aquests establiments els trobem ubicats en posicions
topogràfiques reiteratives: els vessants meridionals o orientals
dels suaus relleus que configuren la característica fisonomia
ondulada d'aquest sector central de la plana penedesenca, vinculats a sòls lleugers ben drenats. Els casos millor coneguts
són La Serreta (Vilafranca del Penedès), el Mas d'en Boixos
(Pacs) i la Vinya d'en Pau (Vilafranca del Penedès). Tenen unes
capacitats projectades d'uns 600 litres i s'hi han documentat
restes de Triticum sp., Hordeum sp., Triticum aestivum/durum
i Hordeum vulgare (López, Antolín i Alonso, en premsa; López, 2013). Els rebliments d'aquestes estructures demostren
que foren amortitzades amb deixalles: fragments de blocs termoalterats o no, ceràmica altament fragmentada i molt pocs
elements lítics (sílex, jaspi i cristall de roca) i malacològics.
És important ressenyar que no es documenten restes faunístiques, ítems sí presents de manera reiterada durant el neolític
epicardial a la regió (Pou Nou i Pujolet de Moja, a Nadal et
al., 1999). Tots aquests fets ens indueixen a proposar que ens
trobem davant d'abocaments fruit d'estades de curta durada en
zones destinades a tasques agràries, potser petites granges itinerants. Altres exemples a l'aire lliure com el Torrent de Sant
Marçal (Sant Cugat Sesgarrigues) o Vinya Torrelletes (Vilafranca del Penedès) podrien ser també ocupacions d'un tipus
similar. L'erosió dels trams superiors ens impedeix conèixer
l'existència d'estructures negatives menys profundes (forats
de pal, estacades, cabanes, fogars, etc.). És important ressenyar que la construcció de sitges és una estratègia econòmica
típica del cardial a Catalunya. En trobem també a la comarca veïna del Vallès i al litoral barceloní i tarragoní. En canvi,
les sitges no estan documentades a d'altres territoris cardials,
com ara les planes del Roine, la zona del sud de València-nord
d'Alacant o a l'Estremadura portuguesa. En aquests indrets
doncs, s'emprarien mètodes d'emmagatzematge diferent.
Malgrat que aquest patró d'assentament estigui indicant
que l'agricultura ocupava un lloc preeminent en el sistema
econòmic d'aquestes primeres comunitats neolítiques, no es
pot oblidar el paper també destacat i complementari que hi
jugava la ramaderia, així com altres activitats de menor importància com la recol·lecció de recursos vegetals silvestres i
la cacera. Moltes d'aquestes activitats requeriran la freqüentació d'uns entorns ecològics muntanyencs que generarà un
patró d'implantació territorial, complementari i subsidiari al
desenvolupat a la plana, dominat per ocupacions de diversa
funcionalitat en coves i abrics.
Presumiblement, la necessària disponibilitat de pastures
fresques al llarg de l'any va requerir la progressiva mobilitat
estacional cap a entorns més muntanyencs (Riera, Nadal i Esteve, 2007). En el transcurs d'aquests desplaçaments per les
muntanyes i altiplans de les serralades que envolten la plana,
els pastors cardials haurien fixat recorreguts, llocs d'abeurada,
pastures i aixoplucs, però també noves fonts d'aprovisionament
de matèries primeres i nous entorns de recol·lecció. És a dir,
ampliaven el territori rural de la comunitat neolítica cap a uns
103
[page-n-111]
F. X. Oms, J. Mestres, A. Cebrià, J. I. Morales, J. Nadal, M. Pedro, S. Mendiela, P. Martín i J. M. Fullola
àmbits territorials més abruptes i accidentats que, a banda i banda del sector central de la plana, abracen les serres d'Ancosa,
Puigfred, Font-rubí i Mediona pel costat nord-occidental i, pel
llevant, els relleus més meridionals del Massís del Garraf, entre
Olèrdola i Subirats. Per aquest costat sud-oriental, el territori s'estendria fins la costa en la zona compresa entre Cubelles
i Sitges. Amb tot, la feble documentació disponible (cova de
Sant Llorenç i cova Foradada), no tan sols pel cardial sinó pel
conjunt del neolític antic, fa pensar en una baixa intensitat de
l'ocupació del litoral.
En aquest nou paisatge, coves i abrics monopolitzen el patró d'assentament, assumint sense excessives dificultats la diversitat d'usos requerits per les múltiples i variades activitats
relacionades amb l'explotació econòmica i les funcions socials
i culturals d'aquests entorns muntanyencs. Així, en l'àmbit
econòmic, coves més o menys espaioses com la cova de la
Guineu, la cova del Bolet (Mediona) o la cova de Can Pasqual
(Castellví de la Marca) són cavitats d'importància cabdal per
entendre la mobilitat de les poblacions neolítiques. En el cas de
la cova de la Guineu, la presència prou abundant de vasos de
mida gran incideixen en la idea que es tracti d'un indret lligat
a l'emmagatzematge. No obstant, la presència de petites planes
fèrtils al seu redós i punts d'aigua (paratge de la Font de Llinars,
on a més hi ha un taller de sílex i sobretot la vall de les Llombardes, al nord) també li conferiria la propietat de lloc adient per un
establiment regular durant els mesos de bonança, on poder fer
conreus complementaris als de la plana, durant els mesos de mobilitat. Com s'ha pogut observar, tot i l'escassa extensió encara
excavada dels nivells cardials intactes, la cova de la Guineu presenta ja les traces d'una ocupació prou consolidada i variada, on
els ovicaprins no són exclusius enfront d'altres domesticats i la
cacera té uns índexs remarcables. Els estudis paleocarpològics,
ara en curs, proporcionaran noves dades al respecte. Malgrat
tot, teoritzar sobre el tipus d'ocupació que representa la Guineu
és complex. La presència de nombrosos elements d'abillament
i funcionals i d'altres quasi constructius/estructurals (argila cuita i plaques de sorrenca) denota una complexitat que, a hores
d'ara, ens és difícil de copsar. Aquesta complexitat es veu corroborada pel registre ceràmic, lític i també per la datació. Al nivell
Ie, el datat aquí en una fase cardial avançada c.5200-5000 cal
BC, s'hi han documentat decoracions impreses amb la tècnica
del cardial arrossegat (en dos casos) equiparades a les de cardial oblic, a més d'un únic efectiu amb una decoració incisa. La
presència important de la tècnica arrossegada (dins d'un conjunt
molt reduït) i d'un amb incisió, denoten que aquest conjunt seria
tardà respecte a altres conjunts penedesencs. En canvi, aquesta
proporció es capgira del tot en el conjunt de l'interior de la cavitat i predominen altres tècniques. Aquest fet indicaria, a priori,
l'existència de com a mínim, dos nivells cardials a la cavitat.
Malauradament, el del Sector Cova es troba barrejat. La indústria lítica, ja sense jaspi i cristall de roca (habituals durant una
fase més antiga, a Guixeres de Vilobí i La Serreta per exemple,
Mestres, 1987; Sànchez de la Torre, 2013), es caracteritza només per la presència d'algunes làmines i també pel triangle amb
un costat còncau. Si bé aquest ítem podria recordar a contextos
mesolítics recents, hi ha d'altres elements similars en conjunts
cardials com Chaves (Cava, 2000) i Cendres (García-Puchol,
2009), així com també a Nerja (Aura et al., 2013).
Altres cavitats d'exigües dimensions s'ocuparien de manera
ocasional com simples aixoplucs en funció de la mateixa activitat pastoral o d'altres activitats econòmiques complementàries,
com la cacera o l'explotació de recursos forestals. Aquest podria
ser el cas de la cova de la Masia (Torrelles de Foix), la cova de la
Plana Pineda (Font-rubí) i la cova del Pi d'en Barba (Avinyonet)
entre d'altres (fig. 4).
D'altra banda, pel que fa a aspectes socioculturals, algunes
cavitats haurien acollit pràctiques sepulcrals i/o amb accions
de caràcter simbòlic. Una funcionalitat sepulcral es podria atri-
Taula 4. Datacions radiocarbòniques del neolític antic del territori penedesenc.
Jaciment
Nivell
Mostra
Referència
BP
Var.
Cal BC 2s
Bibliografia
Guineu
Ie
Laurus nobilis
Beta-406998
6140
30
5209-5002
Inèdita
Guixeres
A
Ovis/Capra*
OxA-26068
6655
45
5644-5491
Oms et al., 2014
Guixeres
A
Ovis aries
OxA-26069
6458
38
5485-5342
Oms et al., 2014
La Serreta
E61
Arbutus unedo
Beta-280862
6490
40
5527-5367
Oms et al., 2014
La Serreta
E79
Arbutus unedo
Beta-280866
6420
40
5473-5326
Oms et al., 2014
La Serreta
E59
Angiosperma
Beta-280860
6410
40
5472-5322
Oms et al., 2014
Foradada
Ib base
Os humà
Beta-248524
6200
40
5295-5045
Oms et al., en premsa
Sant Llorenç
n.2
Triticum sp.
Beta-299597
6200
40
5295-5045
Borrell et al., 2014
Pou Nou
E-3
Ovis/Capra
OxA-26066
6033
36
5029-4836
Martins et al., 2015
Pou Nou
E-13
Ovis/Capra
OxA-26067
6009
32
4994-4803
Martins et al., 2015
La Serreta
E-75
Quercus sp.
Beta-280865
6160
40
5217-5000
Inèdita
Sant Llorenç
n.3
Ovis/Capra
OxA-26072
6004
32
4989-4802
Borrell et al., 2014
Sant Llorenç
n.3
Ovis/Capra
Beta-311605
5910
40
4897-4705
Borrell et al., 2014
Sant Llorenç
n.3
Triticum a/d
Beta-299598
5860
40
4831-4612
Borrell et al., 2014
* Recentment, un estudi no ha pogut demostrar que aquesta mostra pertanyi a Ovis aries (Martins et al., 2015), tot i que havia estat inicialment
publicada com a tal (Oms et al., 2014).
104
[page-n-112]
La cova de la Guineu i les relacions plana-muntanya al Penedès durant el neolític inicial
buir a l'Esquerda de les Roques del Pany (Torrelles de Foix).
Tot i el poc que coneixem de les antigues i deficientment documentades intervencions dels anys trenta, la descripció de les
troballes que ens reporta el seu excavador (Grivé, 1936) pot
fer-nos pressuposar l'existència de varies inhumacions individuals (fins a 12) de caràcter primari successiu relacionades
amb materials ceràmics cardials i objectes més o menys sumptuaris. Un estudi recent (Oms, 2014) indica la presència de
fins a 29 vasos decorats en aquesta cavitat. Alguns d'ells junt
a restes que podrien acomplir la funció d'aixovar (ullals, tres
culleres d'os, diferents punxons ossis i nombroses denes en
diferents taxons malacològics: Tirvia sp., Cardium sp., Glycimeris sp., Columbella rustica) podrien formar part d'un conjunt funerari. La cova Foradada també fou emprada per la inhumació durant el neolític cardial, tot i que les característiques
d'aquest registre són molt limitades (Oms et al., en premsa).
Per últim, la cova del Pèlag (Avinyonet del Penedès), a partir
de certs trets del seu registre i característiques del jaciment,
també podria complir aquesta funció.
Un cas molt particular representa el Fondal de Vandellós
(Mediona). En aquest paratge de petites dimensions, format per
un caos de blocs despresos de la cinglera, s'hi compta amb un
total de 14 jaciments arqueològics. D'entre aquests caus sense
cap condició d'habitabilitat o ús (espais d'entre 4-8 m2), cinc
comptaven amb ceràmica cardial: cova de la Boira, cova de
la Jeta, balma del Sílex, balma del Pèndol i cova de la Rasa.
Per la naturalesa dels propis jaciments, només un caràcter vo-
tiu/simbòlic pot ser proposat (Boira a més compta amb restes
humanes). Interpretació que ve recolzada per la continuïtat
d'ocupacions amb objectes de característiques específiques similars fins a finals de l'època romana (Ribé, 1995).
En el futur, la publicació de les dades inèdites procedents
de les excavacions de la cova del Bolet i de la cova de la Plana
Pineda (Equip Guineu, 1993, 1996) i la obtenció de datacions
radiocarbòniques del Pany i Boira permetrà sistematitzar millor
a nivell temporal la sincronia de les ocupacions penedesenques.
Per ara, les datacions disponibles del neolític inicial del Penedès mostren un escenari ben complex (taula 4 i fig. 5). Per
una banda, la datació OxA-26068 de les Guixeres de Vilobí s'ha
de situar en una fase precardial, que junt amb alguns materials
mostren certes afinitats a horitzons no estrictament cardials
(Oms, 2014; Martins et al., 2015). Cal aclarir però, que fins el
moment aquest nivell no ha estat detectat en el jaciment, només
comptem amb la datació i uns pocs materials ceràmics. Després
de cert decalatge, quasi imperceptible a nivell radiocarbònic,
l'ocupació cardial stricto sensu es manifesta notablement al territori penedesenc, amb les datacions OxA-26069 de Guixeres
i les de la Serreta (Oms et al., 2014). La datació inèdita de la
Vinya d'en Pau es situa també en aquesta forquilla antiga (com.
pers. Francesc Florensa).
A partir d'aquest moment, les dades perden tota la intensitat a la plana i només comptem amb dades de jaciments
litorals (Foradada i Sant Llorenç) i a la cova de la Guineu.
Considerem anòmal aquest fet i creiem que un major nom-
Fig. 5. Gràfic gaussià amb les datacions calibrades (2σ) mitjançant el software OxCal v.4.2 amb la corba IntCal13.
105
[page-n-113]
F. X. Oms, J. Mestres, A. Cebrià, J. I. Morales, J. Nadal, M. Pedro, S. Mendiela, P. Martín i J. M. Fullola
bre de datacions radiocarbòniques modificarà aquest escenari. En aquest punt, si incloem les dates conegudes de
l'epicardial penedesenc, observem que es torna a detectar
cert decalatge cronològic entre el darrer cardial i el primer
epicardial, ben observable a partir de les dates de Pou Nou
i la cova de Sant Llorenç. Només la datació de la E-75 de la
Serreta trenca aquesta dinàmica. Coneixent la cronologia de
l'epicardial a Catalunya, considerem que aquesta datació és
massa antiga (fruit potser del taxó emprat) i ha de ser presa
amb precaucions.
El model territorial mostrat en aquest treball proposa un
fort component de mobilitat a nivell micro. Això, no obstant,
no significa la inexistència de relacions amb d'altres grups
de territoris similars en extensió i característiques, que ben
segur existien (obtenció de jaspi o de malacologia marina,
per exemple). Models com el del Penedès es reprodueixen
a d'altres territoris del NE peninsular durant el neolític cardial, tant en una fase antiga (c.5500-5300 cal BC) com en
una de recent (c.5300-5000 cal BC) (Oms, 2014). Altres
autors proposen models similars, ja sigui des d'un punt de
vista teòric pel que fa a l'existència de diversos grups (Garcia Borja et al., 2011; Garcia Borja et al., 2012), a la seva
composició i funcionament (García Atiénzar, 2011) i inclús
basats en paràmetres tècnics de les produccions ceràmiques
(Manen et al., 2010).
5. CONCLUSIONS
La cova de la Guineu comença tot just ara a proporcionar dades
sobre les seves ocupacions durant el neolític inicial. Amb unes
característiques ben peculiars (tipus de cavitat, localització,
alçada, registre material), esdevé un assentament clau per entendre els models d'establiment de les primeres comunitats agroramaderes a Catalunya. Integrada dins el territori penedesenc, a
priori, com un assentament secundari a la serralada prelitoral,
proper a d'altres de similars (Bolet), més especialitzats (Pany
i Plana Pineda) i un de principal (Guixeres), proporcionarà en
el futur una quantitat major d'informació amb l'extensió dels
treballs arqueològics. El material ceràmic presentat s'entronca
perfectament amb les produccions cardials franco-ibèriques del
cardial del NE peninsular, i més particularment amb les altres
col·leccions penedesenques (Oms, 2014). La datació radiocarbònica disponible situa el nivell Ie entre els més recents del
Penedès, similar a moltes d'altres coves catalanes del litoral i
prelitoral central.
NOTA
Dediquem aquest treball a Bernat Martí Oliver, un dels pioners i
referents dels estudis moderns sobre el neolític a la Península Ibèrica, a més de mestre i amic. Agraïm als organitzadors que ens hagin
convidat a participar en aquest homenatge.
La recerca a la cova de la Guineu es porta a terme dins el projecte “Substitucions humanes i transformacions econòmiques entre
el Plistocè superior final i l'Holocè al Penedès” (2014/100482),
integrat dins el projecte 2014SGR-108 i el HAR2011-26193 del
SERP de la Universitat de Barcelona. Agraïm a Ethel Allué la determinació taxonòmica del carbó datat i a Xavier Esteve la realització
del mapa de la figura 5.
106
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107
[page-n-115]
[page-n-116]
Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 109-115.
La cerámica de la Cova del Vidre (Roquetes)
y el Neolítico Cardial Franco -Ibérico
JoseP BosCH
reSumen
En este trabajo se estudia la colección cerámica del yacimiento de la Cova del Vidre (Roquetes, Bajo Ebro). Dicha colección se
adscribe en su práctica totalidad, según criterios relativos sobretodo a sus decoraciones, a un Neolítico Cardial Franco-Ibérico
Reciente, adscripción confirmada por las tres fechas radiocarbónicas obtenidas para el único nivel neolítico localizado en
este yacimiento (6180, 6181 y 6248 BP). El estudio nos ha conducido a observar que el Neolítico Cardial Franco-Ibérico y el
Precardial Itálico que lo precedió pudieron tener, además de orígenes distintos, como sus nombres indican, siendo el primero
enteramente occidental dentro del contexto del Mediterráneo, modelos de expansión por las costas del sector occidental de este
mar también distintos. De dirección única, de este a oeste, en el caso del Precardial, y de distintas direcciones en el del Cardial.
PalabraS claVe:
Cerámica, Bajo Ebro, Neolítico Cardial.
réSumé
La céramique de la Grotte du Vidre (Roquetes) et le Néolithique Cardial Franc-Ibérique. Dans ce travail on étudie la collection
céramique du site de la Grotte du Vidre (Roquetes, Bas Èbre). Selon des critériums relatifs surtout à leurs décorations, on
l'inscrit, pratiquement toute, dans un Néolithique Cardial Franc-Ibérique Récent, laquelle chose a été confirmé par les trois
dates radiocharboniques obtenues pour l'unique niveau néolithique localisé dans ce site (6180, 6181 et 6248 BP). L'étude nous
a conduit à observer que le Néolithique Cardial Franc-Ibérique et le Precardial Italique qui l'avait précédé purent avoir, en
outre des origines différents, comme leurs noms l'indiquent, ayant été le premier entièrement occidental dans le contexte de
la Méditerranée, des modèles d'expansion par les côtes du secteur occidental de cette mer aussi différents. Avec une direction
unique, d'est à ouest, le Precardial, et avec différents directions le Cardial.
moTS cléS
: Céramique, Bas Èbre, Néolithique Cardial.
1. EL POR QUÉ DE ESTE ARTÍCULO
Las excavaciones efectuadas en la Cova del Vidre, en parte por
nosotros, han proporcionado un conjunto notable de cerámicas
atribuibles a aquello que se ha convenido en llamar horizonte
Neolítico Cardial Franco-Ibérico. Dicho horizonte, en particular
su cerámica, ha centrado la atención del Doctor Bernat Martí
Oliver a lo largo de toda su carrera. Prueba de ello son numerosos trabajos, de los que aquí sólo citaremos, entre los más antiguos, los efectuados sobre la Cova de l'Or (Beniarrés) (Martí,
1977 y Martí et al., 1980), mientras que entre los más recientes, su participación en un trabajo colectivo sobre la cerámica
impresa del Neolítico Antiguo (Italia y Mediterráneo) (Martí,
2002), el publicado en las actas del Congreso de Arte Rupestre
Esquemático en la Península Ibérica – Comarca de Los Vélez
(Martí, 2006) y el publicado en las actas del IV Congreso del
Neolítico en la Península Ibérica de Alicante (Martí, 2008). El
mismo Bernat Martí nos ha expresado, en distintas ocasiones, su
interés por la Cova del Vidre y sus cerámicas neolíticas, dadas a
conocer de forma sólo parcial. Por todo ello y por el afecto que
le tenemos, nos ha parecido oportuno publicar un trabajo en este
homenaje y hacerlo sobre dichas cerámicas.
2. LA COVA DEL VIDRE Y SUS EXCAVACIONES
La Cova del Vidre (Roquetes, Bajo Ebro) se encuentra en la
sierra del Caro, la cual se extiende de nordeste a sudoeste,
constituye el lado marítimo del macizo del Port y, con su cima
el Caro o Montcaro (1447 m snm), la mayor elevación entre
el Turó de l'Home al norte y el Peñagolosa al sur, se levanta
imponente sobre el valle bajo del Ebro. La Cova del Vidre se
encuentra a unos 1100 m snm, abierta al pie de un escarpado
rocoso, en la conocida como Mola del Boix. Desde su boca, que
está orientada al este-nordeste, se divisa un amplio panorama,
109
[page-n-117]
J. Bosch
que incluye el valle inferior del Ebro, el delta de este río y su
desembocadura en el Mediterráneo. Está formada por dos cavidades contiguas. La mayor de ellas, abierta al exterior con una
amplia boca, tiene la forma de una pirámide tres lados caída,
con el vértice en el fondo de la cueva y la base en dicha boca.
Mide 43 m de profundidad, 30 de ancho y 14 de alto. En su pared norte se abre la segunda cavidad, de menores dimensiones
y techo más bajo. La Cova del Vidre se encuentra debajo de un
anticlinal, formado por un potente estrato de roca calcárea, con
el plegamiento cortado por un encabalgamiento. En el techo de
la cavidad principal se observan diversas fisuras longitudinales,
entre las que destaca una profunda diaclasa cenital, por la que el
agua se precipita al interior de la cueva, sin llegar a inundarla,
lo cual es posible que contribuyera a hacerla interesante como
lugar de habitación.
Las primeras noticias sobre la existencia de restos arqueológicos prehistóricos en la Cova del Vidre corresponden a los últimos años del siglo XIX. Así, el 1890, Lucas Mallada los citó en
su “Geografía de España”. Las primeras excavaciones arqueológicas en el yacimiento de las que tenemos constancia fueron
practicadas por Francesc Esteve Gálvez, arqueólogo que, el año
1943, llegó a Tortosa como profesor de instituto de enseñanza
media y que, en el 1954, fue nombrado Comisario Local de Excavaciones Arqueológicas en la demarcación de dicha ciudad.
Primero excavó el mes de marzo del año 1945 y, posteriormente,
volvió a hacerlo el otoño del 1954 (Esteve, 2000). El segundo en
excavar en esta cueva fue Ignasi Cantarell Fontcuberta, médico
y aficionado a la arqueología, anteriormente descubridor de otro
importante yacimiento prehistórico del Bajo Ebro, el de la Cova
de la Mallada (El Perelló), que publicó de forma conjunta con
Salvador Vilaseca en el 1956. Cantarell llevó a cabo tres campañas de excavación en la Cova del Vidre, la primera el año 1957,
la segunda el 1958 y la tercera el 1960. Cantarell, que aún vive
cuando escribimos este artículo y a quien no queremos dejar de
agradecer aquí la generosidad y amabilidad que siempre nos ha
mostrado, no ha publicado nunca los resultados de sus excavaciones en la Cova del Vidre.
Transcurridos treinta y dos años de la última de las campañas de Cantarell, en el verano de 1992, se llevó a cabo bajo
nuestra dirección una nueva campaña de excavaciones en la
Cova del Vidre. Su objetivo era contrastar y completar los resultados de las anteriores y obtener nuevos datos que pudiesen
ser de ayuda para comprender mejor los ya disponibles. Previamente habíamos revisado y estudiado los resultados de los
diferentes trabajos efectuados hasta entonces, que incluían la
documentación inédita de las excavaciones de Cantarell, guardada en su archivo particular, y los materiales arqueológicos
extraídos tanto por Esteve como por Cantarell, los primeros
conservados en el actual Museu de les Terres de l'Ebre, en Am-
posta, y los segundos repartidos entre la colección particular
de Cantarell (posteriormente donada al Museu de Tortosa), la
Universitat de Barcelona y el Museu Nacional d'Arqueologia
de Catalunya, en Barcelona. Este trabajo de revisión y estudio
puso de manifiesto la conveniencia de una nueva intervención
que, como hemos dicho, efectuamos el verano del año 1992.
Entonces, reabrimos las catas de Cantarell y efectuamos una
serie de sondeos en diferentes puntos de la cueva. De esta forma, reconocimos dos secuencias estratigráficas de interés arqueológico, una en el sector interior de la cavidad más grande
y la otra en el sector central de la misma cavidad. La secuencia
cronológica se inicia en el sector interior, primero, con un nivel que hemos atribuido al Epipaleolítico Microlaminar y, a
continuación, con otro nivel que corresponde, según hemos
podido determinar, al Epipaleolítico Geométricio de tipo Filador. La secuencia sigue en el sector central, primero con un
nivel del Epipaleolítico Geométrico de tipo Cocina y, después,
con un nivel del Neolítico Antiguo Cardial, período del que
nos ocuparemos en este artículo, más concretamente de las cerámicas a él atribuidas.
3. LAS FECHAS RADIOCARBÓNICAS OBTENIDAS
Hemos obtenido tres dataciones radiocarbónicas para el Neolítico Cardial de la Cova del Vidre. Las tres sobre muestras recogidas, con nuestras excavaciones del verano del 1992, en el nivel
2 central (tabla 1).
La primera de estas tres dataciones es convencional y las
otras dos aceleradas. El carbón utilizado para la primera procede de un hogar en cubeta excavada en el suelo, mientras que
los huesos de oveja, determinados por la arqueozoóloga Maria Saña, de la Universitat Autònoma de Barcelona, que fueron
utilizados para la segunda y la tercera proceden de las proximidades de dicho hogar. La primera de las tres dataciones fue
realizada gracias a fondos de un proyecto de investigación dirigido por el profesor Miquel Molist, también de la Universitat Autònoma de Barcelona, mientras que las dos aceleradas se
efectuaron con motivo de la tesis de doctorado de Haidé Margarita da Costa Martins, The Early Neolithic in the mediterranean
context, realizada en la University of Bristol (Beca FCT-SFRH/
BD/44089/2008).
Las tres fechas obtenidas coinciden en un periodo que ocupa
el último tercio del VI milenio antes de nuestra era, en cronología calibrada a 2 sigma, extendiéndose la primera (no acelerada)
una centuria dentro del siguiente milenio. Las tres fechas son
acordes con la cronología establecida para el Neolítico Cardial
en Cataluña, no para sus momentos más antiguos, que se remontan hasta mediados del VI milenio cal. a.C., pero sí para su etapa
reciente (5300-5000 cal. a.C.) (Morales et al., 2010).
Tabla 1. Dataciones para el Neolítico Cardial de la Cova del Vidre.
Laboratorio y referencia
Tipo de muestra
Fecha BP
Fecha cal BC (2σ)
Beta-58934
6180±90
5380-4900
Hueso de oveja
6181±35
5224-5011
OxA-26065
110
Carbón
OxA-26064
Hueso de oveja
6248±33
5311-5076
[page-n-118]
La cerámica de la Cova del Vidre y el Neolítico Cardial Franco-Ibérico
4. LA CERÁMICA DE LA COVA DEL VIDRE
4.1. la coleccIón eSTudIada
Para este artículo hemos estudiado unos 800 fragmentos de
cerámica que corresponden a las excavaciones de Esteve, a
las de Cantarell y a las nuestras, fragmentos de cerámica que
hemos atribuido al Neolítico Cardial por su procedencia estratigráfica, por su parecido con materiales hallados en contexto
estratigráfico o por criterios técnicos y estilísticos. Únicamente hemos considerado de un periodo posterior un fragmento
de cerámica, decorada con líneas horizontales incisas y trazos
oblicuos a ellas también incisos, formando una especie de fleco. A cerca de esta cerámica, el profesor Joan Maluquer de
Motes, en un informe inédito del año 1961 sobre los materiales cerámicos obtenidos por Cantarell en la Cova del Vidre,
escribió que sin duda pertenece a las cerámicas acanaladas de
los Campos de Urnas. Por nuestra parte, hemos de decir que
efectivamente la decoración descrita recuerda mucho la de
cerámicas localizadas en la cercana Cova del Janet (Tivissa),
atribuidas al Bronce Final (Vilaseca, 1973). Cantarell localizó
este fragmento de cerámica, junto con algunos restos de sílex,
en el fondo de la cavidad grande de la cueva, en un nivel superior que, al parecer, había desaparecido cuando efectuamos
nuestras excavaciones en el año 1992. Es difícil saber si estos
materiales corresponden a una ocupación continuada durante el Bronce Final, cuyos restos habrían sido extraídos de la
cueva por motivos que desconocemos, o si únicamente son
testigos de frecuentaciones esporádicas en dicha época.
Las colecciones de cerámica del Neolítico Cardial del nordeste de la Península Ibérica presentan, a menudo, una fragmentación alta y un número de remontajes bajo, lo cual hace
que sea difícil reconocer las formas de los recipientes, calcular
sus medidas completas y, así mismo, que raramente puedan ser
estudiadas las composiciones de sus decoraciones, debiéndose
limitar su análisis a los elementos y los motivos decorativos,
una limitación con la que nos encontramos en el caso de las
cerámicas de Vidre.
rectos y los verticales también rectos. Si tenemos además en
cuenta la morfología de los labios, podemos establecer un gran
número de tipos de bordes distintos, la mayoría con porcentajes muy bajos, siendo los más bien representados los verticales
rectos con labio redondeado, los exvasados rectos con labio
plano y los exvasados convexos con labio redondeado.
En cuanto a los elementos de prensión y suspensión, aparecen sobre un total de 41 fragmentos, entre los cuales hemos
distinguido asas de cinta, lengüetas, botones y perforaciones.
Las asas de cinta pueden ser de sección plana interiormente y
abombada o cóncava por fuera, elíptica o informe. Dos de ellas
tienen una morfología singular: una, con una especie de orejetas y una lengüeta más baja, y otra, con una chepa pronunciada
(figs. 1.1 y 1.2). Más reducido es el número de lengüetas, que
tienen tamaños distintos, y el de botones. Uno de los botones se encuentra debajo mismo de una elevación del borde,
combinación que parece dirigida a facilitar la sujeción con los
dedos pulgar e índice (fig. 1.3). Otros botones, en cambio, especialmente los más pequeños, pudieron ser más elementos
decorativos que de prensión. Finalmente, también debieron
servir para prender o suspender, pasando un cordel a través de
ellos, los agujeros de algunos de los fragmentos de cerámica
estudiados, aunque, a veces, perforaciones parecidas podían
haber sido hechas para coser fragmentos de recipientes rotos.
4.2. FormaS y TamañoS
Los grosores de los fragmentos de cerámica analizados se reparten entre los 4 y los 13 milímetros, si bien la mayoría se
encuentran entre los 6 y los 8, estando poco representados los
grosores inferiores a 5 y los superiores a 10. A partir de los
fragmentos de borde, hemos podido calcular los diámetros de
la boca de algunos de los vasos representados, diámetros que
se sitúan entre los 10 y los 42 centímetros, principalmente entre 14 y 19. De estos datos podemos deducir que, probablemente, entre la vajilla cerámica de Vidre abundaban más los
vasos medianos que los pequeños y grandes. En cuanto a las
formas de estos vasos, debido como hemos dicho a la elevada
fragmentación y al número reducido de remontajes, tan sólo
podemos decir que entre los fragmentos conservados los hay
que parecen corresponder a recipientes con forma de cuenco
(semiesférico y abierto) y de botella (cuerpo globular cerrado
con cuello vertical y recto), siendo esta última menos frecuente. Los bordes estudiados se reparten entre distintos grupos,
según su orientación y curvatura, abundando más los exvasados y los verticales que los entrantes, sobretodo los exvasados
Fig 1. Fragmentos de cerámica con elementos de prensión (1, 2 y
3), cuchara de cerámica (5), fragmentos de cerámica con decoración
impresa cardial (8), decoración incisa e impresa cardial (4 y 7) y
decoración impresa con relleno de almagra (6). .
111
[page-n-119]
J. Bosch
Entre los restos cerámicos de Vidre no sólo hay recipientes,
también existe una cuchara que pertenece a la colección Cantarell. Fue hallada rota, aunque conservaba buena parte tanto
del mango, de sección circular, como de la cazoleta, cóncava y
semioval (fig. 1.5). Durante el Neolítico, las cucharas, fueran de
cerámica o de hueso, permitirían ingerir alimentos semisólidos,
como purés o papillas, cocinadas con los nuevos instrumentos
de molienda y con los también nuevos recipientes cerámicos,
siendo de esta forma útiles para alimentar a los niños, que todavía no pudiesen comer alimentos sólidos, y a los viejos, con
dificultades para seguir comiéndolos.
La mayoría de los más de 800 fragmentos de cerámica
analizados de la Cova del Vidre presentan un acabado de la
superficie liso, siendo muy pocos los que lo presentan pulido. En cuanto al color de dicha superficie, abundan más las
tonalidades grises que las rojizas. Una tercera parte de dichos
fragmentos (264) están decorados. Las técnicas decorativas
utilizadas son variadas, también lo son los motivos y, probablemente, las composiciones.
4.3. TécnIcaS decoraTIVaS
Las técnicas decorativas más numerosas entre las cerámicas
neolíticas de la Cova del Vidre son la impresión no cardial,
que aparece sobre un 35% de los fragmentos decorados, y la
incisión, que lo hace en un 31%. Menos representados están
los relieves, con un 17%, y la decoración impresa cardial, con
un 16%. Para obtener esta última se utilizó, principalmente, el
borde dentado de una concha (Cardium edule, Acanthocardia
tuberculata o Cerastoderma glaucum), en posición vertical o
inclinada oblicua externa, en este segundo caso seguida a veces
de un arrastrado de menor profundidad (fig. 1.4), tan sólo sobre
una pieza, de la que se conservan distintos fragmentos, la impresión cardial pudo haberse realizado con la parte exterior de
la concha en posición horizontal (fig. 1.8) y sobre ninguna con
el gancho o charnela. A menudo, dos o más de estas técnicas
aparecen combinadas sobre una misma cerámica, como la incisión y la impresión, el relieve y la impresión, o la impresión con
relleno de almagra (fig. 1.6).
4.4. elemenToS decoraTIVoS, moTIVoS y comPoSIcIoneS
Los elementos básicos de las decoraciones de las cerámicas de
Cova del Vidre y del Neolítico en general, son el punto y la
línea, los cuales, según el pintor y teórico del arte ruso Vasilij
Kandinskij (1866-1944), iniciador del arte abstracto a principios del siglo XX, son los dos elementos gráficos esenciales.
El punto, forma elemental y elemento decorativo primario, y la
línea, su antítesis, traza recta, curva, sinuosa o quebrada dejada
por el punto al moverse. En las cerámicas que hemos estudiado,
puntos y líneas forman diversos motivos, a menudo repetitivos,
y éstos composiciones, que pueden alcanzar una complejidad
considerable, aunque, como ya se ha dicho, en el caso de Vidre,
la ausencia de formas enteras hace que gran parte de ellas no
puedan ser reconocidas o que sólo podamos conocerlas de forma parcial. Se trata, básicamente, de composiciones no figurativas, es decir, que no representan nada que podamos identificar
de forma directa con la realidad externa. Sólo parece figurativa,
sin dejar de tener un fuerte aire esquemático, una composición
aparentemente antropomorfa, presente sobre diversos fragmen112
tos de un mismo recipiente. Se trata de una decoración impresa
cardial e incisa, formando bandas rectilíneas horizontales y verticales con apéndices en zigzag horizontales (fig. 1.7). La decoración de este vaso presenta un parecido estrecho con la de otros
vasos del Neolítico Cardial, hallados en algunos yacimientos
del sector oriental de la Península Ibérica. El paralelo geográfico más próximo procede del abrigo de Costalena (Maella), en
el vecino Bajo Aragón (Barandiarán y Cava, 1989). Un número
mayor de paralelos son conocidos al sur de Valencia, sobretodo en el yacimiento de Cova de l'Or (Beniarrés) y también en
el de Cova de la Sarsa (Bocairent) (Martí y Hernández, 1988;
Martí, 2006). De acuerdo con la interpretación antropomorfa de
esta composición, los apéndices en zigzag pueden representar,
de forma repetitiva, la posición de las piernas de una madre en
el acto de dar a luz, separadas y con las rodillas levantadas formando una M. Es por ello que en esta composición puede verse
una evocación de la fertilidad y la imagen de una divinidad maternal, integrante quizás de un panteón neolítico.
5. DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES: DE KOINÉ
PRECARDIAL A DIALECTOS CARDIALES
La cerámica de la Cova del Vidre muestra, como hemos dicho,
una estrecha analogía con la de aquello que se ha convenido en
denominar Cardial Franco-Ibérico, extendido por la zona litoral mediterránea, aproximadamente entre los Alpes y Gibraltar,
desde el 5500 hasta el 5000 cal. a.C.; una denominación que expresa su ruptura respecto al territorio itálico próximo. Concretamente, la analogía se observa con una fase avanzada del grupo
Cardial Franco-Ibérico citado, iniciada en el 5300 cal. a.C., que
se ha visto confirmada por las tres dataciones C14 obtenidas
(6180, 6181 y 6248 BP).
Los rasgos decorativos de las cerámicas de Vidre que podemos adscribir a un Neolítico Cardial Reciente Franco-Ibérico
son varios (Martín et al., 2010). Por un lado, la abundancia de
las impresiones no cardiales y de las incisiones, aisladas o combinadas entre ellas, formando líneas de puntos, impresiones de
uña desordenadas, líneas incisas horizontales y paralelas, que
pueden ir acompañadas de líneas de puntos intercaladas o subrayándolas (figs. 2.2 a 2.7), triángulos incisos rellenos de líneas
paralelas también incisas (fig. 2.8), punteado en forma de T (fig.
2.1) y franjas horizontales de puntos impresos o de incisiones
oblicuas que pueden estar o no delimitadas. Otras decoraciones
que pueden ser adscritas al Neolítico Cardial Reciente FrancoIbérico son los labios almenados y los cordones, éstos pueden
ser lisos o impresos, curvilíneos o rectilíneos, y agrupados en
disposición paralela u ortogonal (fig. 3). Finalmente, resulta
característica del Neolítico Cardial Reciente Franco-Ibérico, la
presencia no dominante de la decoración impresa cardial. Es
enteramente cardial la decoración de un fragmento de cerámica que forma una franja horizontal, con triángulos o palmetas
adheridos formando una especie de dientes de sierra (fig. 4.1).
También lo son las impresiones observadas sobre algunas asas
(fig. 4.2) y el motivo compuesto por una cornisa de líneas horizontales y por una especie de glifos que cuelgan de ella dejando
metopas no decoradas (fig. 4.5). Aunque lo más frecuente es
que las impresiones cardiales aparezcan combinadas con otras
técnicas decorativas, sobre todo incisiones, como en el caso de
la decoración de líneas incisas, paralelas y sinuosas, con flecos
[page-n-120]
La cerámica de la Cova del Vidre y el Neolítico Cardial Franco-Ibérico
Fig 2. Fragmentos de cerámica con decoración impresa (1),
decoración incisa (6 y 8) y decoración incisa e impresa (2, 3, 4,
5 y 7).
Fig. 3. Fragmentos de cerámica con decoración en relieve (1, 2,
3, 4 y 6), en relieve e impresa (9) y decoración en relieve impreso
(5, 7, 8 y 10).
de impresiones cardiales por los dos lados (fig. 4.3), de la serie
de triángulos rellenos de impresiones cardiales y delimitados
por finas incisiones (fig. 4.4), o de la decoración ya citada con
bandas de impresiones cardiales e incisiones y grupos de tres
líneas paralelas en zigzag también de impresiones cardiales
(fig. 1.7). Esta decoración se asemeja, como se ha dicho, a la
de varios fragmentos de cerámicas y vasos enteros de la Cova
de l'Or (Beniarrés) y de la Cova de Sarsa (Bocairent), al sur de
Valencia, donde, dado su mayor número y su mayor antigüedad
pueda quizás situarse el lugar de creación de esta composición
decorativa y desde donde habría sido introducida en la región
del curso inferior del Ebro.
La posibilidad de que la decoración en zigzag citada hubiera sido introducida en el curso inferior del Ebro desde un foco
originario situado al sur de Valencia, nos permite pensar que el
modelo de expansión del Cardial Franco-Ibérico fue distinto del
seguido por el Neolítico Precardial, al que pertenecen las primeras implantaciones agropastorales del levante de la Península
Ibérica y del Mediodía francés y al que, dados sus estrechos lazos con la Liguria, la Toscana, el archipiélago toscano e incluso
el Lacio, también nos podremos referir como Itálico (Roudil,
1990; Courtin, 2000). La expansión de este Neolítico Precardial
Itálico se produjo a través de desplazamientos largos (400-600
km), siguiendo el litoral del Mediterráneo occidental de este a
oeste y estableciéndose en las proximidades de lugares habitados por cazadores-recolectores del Epipaleolítico final con
los que poder relacionarse. Sólo de esta forma, los grupos del
Neolítico Precardial que se desplazaron, dadas las dimensiones
reducidas que debían tener y las grandes distancias respecto a
sus sociedades de origen a las que llegaron, pudieron asegurar
su reproducción. Así, los lugares del Mediterráneo Occidental
con un Neolítico Precardial Itálico, como los de Arene Candide,
Pendimoun y Caucade, en la Liguria y los Alpes-Marítimos, entre Génova y Niza (Binder, 1990), los de Peiro-Signado y Pont
de Roque-Haute, en las costas del Languedoc, en la zona de
Agde y Bèziers (Roudil, 1990; Guilaine y Manen, 2002) y los
de Mas d'Is y el Barranquet, al sur de Valencia, entre Oliva y
Alcoi (Bernabeu et al., 2009), cuentan en sus proximidades con
yacimientos del Epipaleolítico final, los primeros del Castelnoviense, los segundos del grupo Gazel-Cuzoul y los terceros
del grupo Cocina (Ghesquière y Marchand, 2010; Martí et al.,
2009). No es éste el caso de Cataluña, cosa que quizás explique
la ausencia en ella de asentamientos del Neolítico Precardial Itálico. La expansión del Neolítico Cardial Franco-Ibérico, como
se ha dicho sin la conexión con el Neolítico Itálico mostrada por
el Precardial, se habría producido en cambio a través de movi113
[page-n-121]
J. Bosch
cada uno de los cuales habría experimentado desarrollos particulares, pudiendo ser ésta una de las causas de la diversidad
observada en el seno del Neolítico Cardial citado. Utilizando
un símil lingüístico, podemos decir que una koiné precardial, es
decir una lengua común, general y uniforme en todo el Mediterráneo franco-ibérico, acabó dando paso a distintos dialectos
cardiales, es decir distintas modalidades de una misma lengua
habladas en las distintas regiones de dicho territorio.
Recapitulando, en este trabajo hemos podido reafirmar el
interés de la colección cerámica del yacimiento de la Cova del
Vidre; hemos visto cómo esta colección se adscribe estilísticamente al Neolítico Cardial Reciente Franco-Ibérico, adscripción
confirmada por las tres fechas radiocarbónicas obtenidas para el
nivel neolítico del yacimiento; y, por último, hemos observado,
a partir del estudio de las cerámicas de Vidre, que el Cardial
Franco-Ibérico y el Precardial Itálico pudieron tener orígenes
y modelos de expansión distintos, habiendo sido dicho Cardial
un grupo neolítico enteramente occidental dentro del contexto
mediterráneo.
AGRADECIMIENTOS
Queremos agradecer a María José Bel su colaboración en la
realización de los dibujos y a Benet Solina la digitalización de
los mismos.
BIBLIOGRAFÍA
Fig 4. Fragmentos de cerámica con decoración impresa cardial (1,
2 y 5) y decoración impresa cardial e incisa (3 y 4).
mientos más cortos, estableciéndose de forma más generalizada
a lo largo del litoral del Mediterráneo occidental, con desplazamientos de este a oeste, pero también en dirección inversa.
En esta segunda dirección llegaría al curso inferior del Ebro la
decoración antropomorfa en zigzag citada (fig. 1.7) y, quizás
también, una decoración de tipo precardial itálico que hemos
documentado entre la cerámica de Vidre, constituida por series
de impresiones lineales cortas que forman diseños pectiniformes (fig. 1.8). Se trata de la única decoración que, en el caso de
Vidre, hemos considerado que pudo haberse realizado mediante
impresión de la parte externa de una concha estriada. Una decoración parecida a ésta se encuentra entre las cerámicas del
llamado horizonte de Pendimoun (Castellar), yacimiento de los
Alpes-Marítimos (Binder, 1990). Sin embargo, también se ha
documentado en el Precardial Itálico de la zona de Oliva-Alcoi,
concretamente en el yacimiento del Barranquet (Oliva) (Esquembre et al., 2008). Por lo tanto, la decoración impresa tipo
Pendimoun, podría haber viajado, durante el Neolítico Precardial desde los Alpes-Marítimos hasta la zona al sur de Valencia,
en dirección este-oeste, y después, durante el Neolítico Cardial,
en una especie de reflujo en sentido contrario, desde el sur de
Valencia hasta el curso inferior del Ebro, junto a la decoración
antropomorfa en zigzag citada. En este caso, podríamos pensar
que el Cardial Franco-Ibérico, a diferencia del Precardial Itálico
anterior, se formó a partir de los distintos enclaves de dicho Precardial existentes en el Mediterráneo igualmente franco-ibérico,
114
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Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 117-124.
Los niveles de corral en el yacimiento neolítico
de la Cova de l'Or, sectores K34, K35 y K36.
Información aportada por el estudio de la fauna
Manuel PéRez RiPoll
reSumen
En este trabajo presentamos la información tafonómica sobre los restos óseos depositados a los largo de la secuencia
sedimentaria de la Cova de l'Or. El cotejo de una serie de variables indica claramente que esta cavidad ha funcionada como
un redil desde el neolítico antiguo, especialmente a partir de los niveles epicardiales. Los ritmos ocupacionales por ganados y
por humanos han sido muy variables; en los niveles inferiores han primado más las estancias humanas y en los intermedios y
superiores el lugar ha servido para estabular ganado ovino y caprino.
PalabraS claVe:
Redil, Neolítico, rebaño, huesos alterados, dientes deciduos.
abSTracT
Poultry levels in the Neolithic site of Cova de l'Or, sectors K34, K35 and K36. Information provided by the study of the fauna.
In this paper we present taphonomic information on the skeletal remains deposited along the sedimentary sequence of the Cova
de l'Or. The comparison of a number of variables clearly indicates that this cavity has operated as a fold from the old Neolithic,
particularly from the epicardial levels. Cooking activities have been determined at lower levels, while in the middle and upper
levels the place has served to enclose sheep and goats.
keywordS:
Sheepfold, Neolithic, flock, altered bones, deciduous teeth.
La realización de este trabajo me ha traído a la memoria viejos y buenos recuerdos de cuando la cueva fue objeto de varias
campañas de excavación bajo la dirección de Bernat Martí, en
las que participé y en las que se fraguaron los comienzos de
estudios especializados que dieron lugar a trabajos en equipo,
que cuajaron y continúan vigentes hoy en día. Este estudio es
una clara muestra de ello.
1. INTRODUCCIÓN
Determinadas cuevas y abrigos han funcionado como cuevasredil a partir del Neolítico. Sus depósitos sedimentarios se denominan de una manera genérica fumiers, que son el testimonio
de la utilización de estos lugares como zonas de cerramiento
de ganado. La presencia de tales yacimientos es de gran importancia para aproximarnos al conocimiento de la organización
territorial de las sociedades productoras desde al Neolítico a la
Edad del Bronce. Se trata de obtener información a cerca de la
ocupación de estas cuevas y abrigos en conexión con la explotación de un territorio, de las interrelaciones con asentamientos al
aire libre ubicados en el llano y del carácter de especialización
ganadera, unido a una serie de movimientos estacionales de los
pastores con sus rebaños, en los que no se contemplan desplazamientos a larga distancia.
La analítica para el conocimiento de los depósitos de estercoleros es diversa. La más corriente utiliza la microsedimentología, iniciada con los trabajos de Brochier, basada en los componentes minerales de los fumiers (Brochier, 1983, 1991, 1996);
hay que añadir los estudios de antracología (Badal, 1999), los
de macro y micro restos vegetales (Delhon et al., 2008 y 2009;
Badal y Atienza, 2007; Allué, 2005), estudios de coprolitos (Badal y Atienza, 2007 y 2009) y los trabajos de arqueozoología
(Helmer, 1884; Pérez-Ripoll, 1999, 2006; Bréhard et al., 2010).
Los comienzos tuvieron que ver con las propuestas de microsedimentología emprendidas por Brochier, pero también con
la interpretación de retos de fauna. En el año 1984, Helmer sugirió que los dientes de caída estudiados en los niveles del Neolítico antiguo de Fontbrégoua formaban parte de los depósitos
del fumier de este yacimiento, que hasta entonces eran interpretados como restos de cenizas de hogares neolíticos y no como
117
[page-n-125]
M. Pérez Ripoll
la acumulación de materia orgánica procedente del ganado allí
encerrado. El reemplazo de la dentición infantil por la dentición
permanente tenía lugar en el exterior del redil pero también en
su interior cuando el ganado permanecía recluido en la cavidad.
Posteriormente, los trabajos de Brochier confirmaron la teoría
de Helmer. Los estudios realizados en la Grotta de l'Uzzo (Brochier et al., 1992) corroboraron las teorías de Helmer, afirmando
que las cavidades fueron utilizadas por los pastores para encerrar animales desde el Neolítico antiguo. Las investigaciones
emprendidas en Arene Candide reafirmaron el uso de este lugar
como un redil desde el Neolítico antiguo (Courty et al., 1992;
Nisbet, 1997). En este mismo sentido se interpretan los niveles
del Neolítico antiguo de la Balma Margineda, Andorra (Brochier, 1995).
Aunque los inicios de estas prácticas se remontan al Neolítico antiguo, la formación de potentes secuencias sedimentarias
de fumiers tuvieron lugar a partir del Neolítico medio en estos
y en otros yacimientos del sur de Francia (Delhon et al., 2009),
Alpes franceses (Delhon et al., 2008), Liguria y los Abruzzos
(Boschian, 2000; Iaconis y Boschian, 2007).
En el ámbito mediterráneo peninsular, hay bastante información sobre cuevas-redil. Son numerosos los yacimientos que
funcionaron como tales desde el Neolítico epicardial, como
Cova Colomeras (Oms et al., 2008), Cova de la Guineu (Bergadá, 1997; Allué y Bergadá, 2005), Cova del Vidre y Cova del
Parco (Bergadá, 1997). En otros yacimientos, las formaciones
sedimentarias de fumiers comenzaron con el Neolítico final y
continuaron a lo largo del Calcolítico y Edad del Bronce, como
Cova Gran (Polo et al., 2014).
En el ámbito valenciano, la información sobre las cuevasredil también es abundante. Cova de les Cendres contiene una
larga secuencia de niveles de corral que va desde el epicardial
a la Edad del Bronce (Bergadá, 2001; Badal y Atienza, 2007).
La Falguera, especialmente los niveles del Neolítico medio y
final (Verdasco, 2006; Pérez-Ripoll, 2006; Molina et al., 2006;
Carrión et al., 2006). Santa Maira, en los niveles del Neolítico
medio y final (Verdasco, 2001). Cova de les Bruixes, desde los
niveles epicardiales a los eneolíticos (Mesado et al., 1997). El
abrigo de El Cinto Mariano, que contiene un potente registro de
fumiers que corresponden al Neolítico final y Eneolítico (JuanCabanilles et al., 2005).
En el interior de la Península ibérica, los estudios de la cueva del Mirador han aportado abundante documentación sobre
las cuevas-redil desde el Neolítico antiguo a la Edad del Bronce
(Angelucci et al., 2008) y los de los Husos con potentes niveles de estabulación a partir del Neolítico avanzado (Fernández
Eraso, 2008).
En este trabajo damos a conocer la información que la fauna
puede suministrar para la caracterización de los niveles de corral del yacimiento neolítico de la Cova de l'Or.
2. METODOLOGÍA DE ESTUDIO
En este apartado presentamos los métodos de trabajo que hemos
utilizado para conocer la existencia de prácticas de estabulación
en la secuencia de la Cova de l'Or. La agrupación de las capas
por sectores y fases culturales de los sectores K34, K35 y K36
(v. tabla 1) procede de las publicaciones de Martí (1983) y Badal, Martí y Pérez-Ripoll (2012).
118
Los depósitos sedimentarios de este yacimiento contienen
una gran variedad de restos materiales que corresponden a
procesos diferenciados; unos podemos calificarlos de cotidianos, como preparación de la comida, confección de cerámica,
útiles líticos, etc., y otros tienen que ver con el uso de la cueva
como un redil. A lo largo de la secuencia, los ritmos de ambas
actividades han ido variando, de forma que en unos momentos
la actividad cotidiana prima sobre la ganadera, en otros sucede lo contrario. Estos ritmos dan lugar a unas configuraciones
sedimentarias intercaladas, en las que la formación de fumiers
es muy destacable e indicativa del uso ganadero en la cueva
(Badal et al., 2012).
El material óseo estudiado puede perfilar el uso diferenciado
del lugar. Los dos procesos quedan registrados a lo largo de la
secuencia: la actividad ganadera, que genera una serie de vestigios (coprolitos, macro y micro restos vegetales y determinados
vestigios óseos directamente relacionados con esta práctica), y la
actividad culinaria, que es responsable de otros materiales, como
restos vegetales relacionados con la alimentación humana (cereales, legumbres), restos óseos (huesos con marcas de carnicería),
carbones que provienen de fuegos culinarios, etc. Consecuentemente, en lo referente a los estudios de fauna, la simple presentación de un listado de taxones no es suficiente para hablar de actividades ganaderas diversificadas en el entorno de la cueva (ganado
bovino, porcino, caprino, ovino); muchos de estos taxones pueden
ser restos de comida traídos de fuera, del mismo modo que los
cereales y las legumbres proceden de asentamientos situados en
zonas idóneos para el cultivo de alimentos de origen vegetal. Por
ello, procedemos a diferenciar los dos grandes procesos.
a. maTerIal que TIene que Ver con la alImenTacIón
humana
1. La composición taxonómica de Cova de l'Or se caracteriza
por la abundancia de ovejas y cabras (predominando siempre
la oveja sobre la cabra), la relativa participación de los cerdos y escasa presencia de los bovinos (Pérez-Ripoll, 1980;
en preparación los Sectores K34, K35 y K36), panorama
que se repite en la Cova de la Sarsa (Boessneck y Driesch,
1980), Cova de les Cendres (Iborra y Martínez-Valle, 2009)
y Abric de la Falguera (Pérez-Ripoll, 2006). La mayor parte
de los restos óseos de dichos taxones forman parte de la alimentación humana, según el estudio de las marcas antrópicas
(percusiones, cortes líticos, alteraciones térmicas, etc.). Esto
plantea una disyuntiva, o bien la cueva era frecuentada por
ganados diferenciados, o una parte son restos de comida que
proviene de un asentamiento al aire libre situado en una zona
de labranza. Desde este punto de vista, los bovinos y cerdos
no parece guardar conexión con la actividad pastoril que se
desarrollaría en los entornos de Cova de l'Or; el biotopo de
ladera no es adecuado para estos dos taxones; por el contrario los caprinos y ovinos están mejor adaptados a los recursos de este medio (Pérez-Ripoll, 1999). Los estudios de sedimentología han puesto de manifiesto que tanto los coprolitos
como los componentes minerales microscópicos (esferolitos,
fitolitos y oxalatos) corresponden a explotaciones de ganados
caprinos y ovinos (Brochier, 1983; Verdasco, 2001; Badal y
Atienza, 2007 y 2008; Bergadá, 2001; Bergadá et al., 2005).
Consecuentemente, todo parece indicar que este tipo de ganado frecuentaba la cavidad. Por el contrario, la composición de
[page-n-126]
Los niveles de corral en el yacimiento neolítico de la Cova de l'Or, sectores K34, K35 y K36
Tabla 1. Numero de restos (NR) determinados, NR con marcas de corral, NR de fetos y recién nacidos, NR de dientes deciduos y
NR de quirópteros en relación con los estratos y capas de los sectores K34, K35 y K36. Determinaciones estratigráficas y atribución
cronocultural según Martí (1983) y Badal, Martí y Pérez (2012).
C2
H4
IB
D1
IA
H5
D2
1
1
2
4
9
8
24
10
14
12
6
1
1
1
1
12
6
IC
1
3
5
H4
IB
1
D1
1
IA
3
2
B
H2
C1
H3
C2
H5
D2
la fauna de los asentamientos situados en llanura señala que
la cabaña bovina tenía una gran importancia (Saña, 1998 y
2011; Bosch et al., 2008). Desafortunadamente, en los poblados del Neolítico antiguo cercanos a Cova de l'Or, como el
Mas d'Is, el material óseo no se conserva y no se ha podido
estudiar la composición taxonómica de este yacimiento; esto
mismo ocurre en el poblado de Benàmer (Tormo, 2011). Los
poblados del Neolítico final y Calcolítico conservan mejor la
fauna y sus patrones muestran diferencias con los de las cuevas, especialmente en lo referente a la representatividad de los
bovinos (Martínez-Valle, 1993; Pérez-Ripoll, 1990 y 1999;
Juan-Cabanilles y Martínez-Valle, 1988).
2. Los huesos que tienen que ver con la alimentación humana,
una vez que sus nutrientes son consumidos, se arrojan al fumier
(fig. 1).
3. Estos restos se incorporan al sedimento y se ven sometidos a
la acción de los agentes tafonómicos que actúan en el lugar: el
ganado allí encerrado y la descomposición de la materia orgá-
3
6
12
6
6
11
14
9
10
1
4
6
1
2
3
IB
3
1
Quirópteros
A
H1
B
H2
C1
H3
C2
14
4
15
10
16
11
D1
17
0
18
6
19
10
20
20
21-22 19
23
15
24-25 26
H5
26
0
D2 27-28
7
29
0
1
H4
IA
3
1
Fetos y recién nacidos
3
1
1
IC
NR con marcas de
corral
3
1
14
6
65
229
46
12
7
3
1
6
NR determinados
1
2
1
Capa
1
2
1
IIA
Estrato
1
1
Fase neolítica
4
5
Quirópteros
Dentición decídua
1
1-2
3
12
4-5
23
6
46
7
48
8
29
9
31
10
14
11
50
12
85
13
13
14
11
15
8
16
32
17
46
18
47
19
33
20
20
21-22 249
23
58
24-25 109
26
68
27-28 98
29
34
NR con marcas de corral
1
NR determinados
2
2
IIA A
H1
Capa
3
Estrato
3
Fase neolítica
Quirópteros
Fetos y recién nacidos
3
4
K36
Fetos y recién nacidos
IIC
H2
C1
H3
47
14
8
8
27
43
16
49
17
18
12
11
25
1
12
30
46
88
31
28
41
56
44
19
Dentición decídua
H1
B
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
Con marcas de corral
A
NR determinados
IIA
Capa
Estrato
K35
Fase neolítica
K34
1
4
2
1
1
1
1
1
nica. En el primer caso, el pisoteo es el responsable de la fragmentación acusada de los restos óseos. En el segundo caso, los
ácidos húmicos alteran la estructura ósea del material depositado (fig. 2).
b. maTerIal cuya ProcedencIa Se relacIona con el ganado
encerrado en la cueVa
1. Cuando el ganado permanece encerrado en época de los partos, algunas crías mueren en el nacimiento y sus restos se incorporan al fumier. Normalmente, los huesos están enteros. No
hay marcas de carnicería. Sólo los perros dejan sus improntas
cuando proceden a comerlos; en ese caso, se observan marcas
de mordeduras en algunos restos.
2. Los animales juveniles que acompañan al ganado pueden
cambiar la dentición decidua por la permanente en el momento de su retiro y encierro. Estos dientes se caracterizan por un
fuerte desgaste erosivo y por la inexistencia de raíces. Al caer se
incorporan al suelo para formar parte del fumier.
119
[page-n-127]
M. Pérez Ripoll
3. LOS RITMOS OCUPACIONALES DE LA CUEVA
a. loS daToS ProPorcIonadoS Por la Fauna
El uso de la cueva puede ser evaluado a partir del manejo de
una serie de variables, que a continuación detallamos (tabla 1).
1. La evolución del número de restos determinados
Fig. 1. Sector K34, capa 18. NRD con concreciones minerales
negras y grisáceas procedentes de la descomposición del estiércol.
Algunos de estos restos contienen marcas de carnicería.
El número de restos determinados varía a lo largo de tres momento diferenciados: en las capas inferiores, el NRD es superior con respecto a las capas centrales y superiores debido a una
menor fragmentación, que hace posible que la mayor parte de
los huesos puedan ser clasificados. Sin embargo en las capas
intermedias, la cantidad de huesos determinados desciende por
la escasez de restos y por la dificultad de su asignación taxonómica. En las capas superiores aumenta relativamente el NR
determinados (fig. 3).
2. Número de restos con marcas de corral
En el Sector K34, la concentración de restos con marcas de corral se sitúa entre las capas 10 a la 18; sólo hay unos pocos en las
capas inferiores, correspondientes al inicio de la secuencia. En
el K35, la concentración se sitúa entre las capas 10 a la 18. Pero
en las capas inferiores son escasos. En el Sector K36 no hay
restos con estas marcas, a excepción de la capa 14 (fig. 1 y 2)
3. Fetos y recién nacidos
El número de restos de fetos y recién nacidos en el Sector K34
se encuentra entre las capas superiores y las intermedias. En el
Sector K35, también aparecen en el mismo tramo. En el K36
sólo hay dos restos (capa 16 y capa 23).
4. Dentición decidua
En el K34 sólo aparece en el tramo superior (capas 1 a la 9). En
el K35 en el superior y parte del medio, coincidiendo con los
fetos y recién nacidos. En el K36 no hay.
5. Los quirópteros
Fig. 2. Restos óseos muy afectados químicamente por la acción
de los ácidos húmicos. La fragmentación es muy acusada por el
pisoteo del ganado. La gran mayoría no se pudieron determinar
taxonómicamente.
3. Los niveles de estabulación se caracterizan por la formación
de potentes sedimentos de materia orgánica que entra en descomposición, liberando ácidos que modifican la superficie de
los huesos depositados en el propio sedimento, provocando alteraciones químicas y/o depósitos oscuros adheridos a los huesos
(fig. 2).
4. Los episodios de mayor intensidad en el uso de la cavidad
como un redil se traducen en una escasez de material óseo y una
fragmentación acusada del mismo debida al pisoteo. La cueva
no es ocupada por los pastores, y si lo hacen sus vestigios son
muy pocos
120
La fauna de quirópteros aporta una información muy valiosa
con el fin de valorar los ritmos de ocupación de la cueva. Las
especies estudiadas son, Myotis myotis, Miniopterus schreibersii y Rhinolophus ferrumequinum, todas ellos son cavernícolas.
En la actualidad pueden convivir en la misma cueva. El desarrollo biológico de estas comunidades es incompatible con la
acción humana. Sus momentos más críticos son la hibernación
y la época de cría; las colonias no deben de ser alteradas porque
de lo contrario se impediría la reproducción o se provocaría la
muerte en el caso de ruptura del periodo de hibernación. La intervención humana ya sea por el ejercicio de las actividades cotidianas, o por actividades ganaderas, especialmente si conlleva
la práctica de fuegos higiénicos del estiércol o del vaciado del
mismo, rompería el ritmo biológico natural.
El dato claro que evidencia que el desarrollo biológico de
los quirópteros es incompatible con la actividad humana y ganadera se basa en el estado de conservación de los huesos. Casi
[page-n-128]
Los niveles de corral en el yacimiento neolítico de la Cova de l'Or, sectores K34, K35 y K36
Fig. 3. Número de restos determinados (NRD). Evolución numérica a lo largo de la secuencia.
todos ellos están enteros, a pesar de su fragilidad, y no contienen
marca alguna que nos haga pensar en ocupaciones simultáneas o
separadas por intervalos cortos de tiempo, lo que indica que estos depósitos óseos corresponden a muertes naturales, que permanecieron inalterados por largos periodos de tiempo en los que
la cueva no fue frecuentada por humanos y sus ganados (fig. 4).
b. la ValoracIón de loS daToS
Las capas inferiores que corresponden al Neolítico IA tienen en
común una escasa fragmentación ósea, la presencia de fracturas antrópicas y marcas líticas. No hay restos de fetos y recién
nacidos. Tampoco hay quirópteros en los sectores K34, K35 y
K36. Todos estos indicios nos llevan a pensar que la cueva funcionaba como un lugar de habitación, las actividades cotidianas
están bien representadas (huesos con marcas de manipulación
humana) y los aspectos relacionados con un redil son inexistentes o escasos (los restos con marcas de corral son pocos o
inexistentes).
A partir del Neolítico IB, los indicios sobre el funcionamiento del lugar como un redil aumentan progresivamente
hasta llegar a la capa 18, momento en el que los restos con
marcas de corral son abundantes (tramo superior del estrato
D1). Con el Neolítico IC, sigue la trayectoria apuntada anteriormente, a lo que hay que añadir la presencia de fetos, ani-
Fig. 4. K35, capa 12. Acumulación de restos de quirópteros. A pesar de la fragilidad de estos restos, la mayoría se conservan enteros
y no contienen adherencias procedentes de la descomposición del estiércol. Todo ello nos indica que no han estado sometidos a la
acción del pisoteo de animales ni de los grupos humanos. Consecuentemente, los ritmos de ocupación de los quirópteros son totalmente
independientes de los del ganado y de las personas.
121
[page-n-129]
M. Pérez Ripoll
males recién nacidos y dientes deciduos. A excepción de las
capas del H4, siempre hay huesos que contienen marcas de
carnicería, lo que nos hace pensar que en la cueva vivían los
pastores junto a sus rebaños.
Existe una fuerte interrelación entre el descenso del número
de restos determinados taxonómicamente y las mayores concentraciones de huesos de corral, especialmente en el H4. Todo
ello parece indicar que aquí se encuentran las mayores potencias
del fumier, al tiempo que la actividad culinaria es inexistente o
mínima. A esto hay que añadir que no hay medidas higiénicas
que impliquen un vaciado del estiércol, ni tampoco la práctica
de fuegos ya que no hay ningún hueso quemado total o parcialmente. Además, de haber existido un fuego, los murciélagos no
hubieran podido vivir. Por tanto, estas capas corresponden a una
descomposición de potentes acumulaciones de estiércol.
Con el Neolítico IIA, desaparecen las marcas de corral, pero
sigue la presencia de fetos, recién nacidos y dientes deciduos.
La cueva funcionando como un redil, pero el encierro de animales no es obstáculo para que los pastores viven en la cueva,
según las marcas de carnicería que aparecen en los huesos. La
ausencia de marcas de corral puede deberse a la práctica de medidas higiénicas, como el vaciado del estiércol que impediría
que éste se acumulara y entrara en descomposición. Es posible
la práctica de la quema del estiércol, pero los huesos con marcas
de fuego son muy pocos.
Por último, la presencia de los quirópteros es muy interesante para comprender los ritmos de ocupación y desocupación por
pastores y ganados. La mayor concentración se encuentra en los
estratos H3 y C2 del K34, que coincide con la presencia de huesos de corral, fetos, animales recién nacidos y denticiones deciduas. Estos datos parecen indicar que el lugar estuvo desocupado en determinados momentos, con periodos superiores a un
año, tiempo que como mínimo las comunidades de murciélagos
necesitan para reproducirse. De manera temporal, los pastores
y sus ganados ocupaban la cavidad. Estas desocupaciones son
largas y no tienen un carácter estacional. La ausencia de quirópteros o su escasez en las capas inferiores puede indicarnos
unas ocupaciones humanas más estables, momentos en los que,
como ya hemos comentado, la cavidad funciona como lugar de
habitación.
4. CONCLUSIONES
Abrigos y cavidades han funcionado como cuevas-redil desde
el Neolítico epicardial, como un fenómeno general en el Mediterráneo (Angelucci et al., 2009). Las perspectivas se centran
en la observación de funciones diferenciadas en la ocupación
del territorio, de modo que poblados situados en el valle y cuevas-redil situadas en las laderas responden a la estructuración
del territorio que apunta hacia una especialización productiva,
en la que la agricultura se desarrolla en el llano y la ganadería
en la ladera, utilizando las cuevas como rediles para encerrar
el ganado (Martí y Juan-Cabanilles, 1997; Badal et al., 2012).
Los estudios de la fauna de la Cova de l'Or han proporcionado
una información muy valiosa para caracterizar el uso de la cavidad a lo largo de la secuencia. Los resultados han mostrado
que en las capas inferiores del Neolítico cardial el uso principalmente corresponde a una ocupación de habitación, sin descartar actividades ganaderas de carácter puntual. A partir de
122
las capas que corresponden al Neolítico epicardial, los huesos
con marcas de corral van progresivamente aumentado, especialmente a partir de la capa 18 de los sectores K34 y K35; son
los momentos más importantes del desarrollo del fumier. Estas
características se mantienen hasta la capa 11. Paralelamente,
entran en consideración otros materiales, los dientes recién
caídos y los restos de fetos y neonatos, que coinciden con los
depósitos óseos de quirópteros.
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[page-n-132]
Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 125-139.
El registro funerario cardial valenciano:
dataciones radiocarbónicas
PaBlo gaRCía BoRJa, doMingo C. salazaR-gaRCía,
eMili auRa toRtosa, eMilio CoRtell PéRez y ángel VelasCo BeRzosa
reSumen
Se analiza el conjunto de dataciones sobre hueso humano disponible para el País Valenciano entre el final del Paleolítico y el
Neolítico medio, y más concretamente las correspondientes a individuos del Neolítico antiguo con el fin de caracterizar de
forma más precisa el ritual de enterramiento de esta etapa entre los ríos Xúquer y Vinalopó. La distribución geográfica de los
yacimientos que contienen restos humanos y cerámica cardial señala la presencia de diferentes comunidades neolíticas que, ya
desde un inicio, ocupan de forma ordenada el territorio. Por el momento, vista la información global en secuencia cronológica,
se detectan tanto coincidencias como divergencias en la elección de los lugares de enterramiento en las etapas anteriores y
posteriores a la aparición y el colapso del modelo de comunidades neolíticas cardiales.
PalabraS claVe:
Neolítico antiguo, dataciones radiocarbónicas, ritual funerario, comunidades cardiales.
abSTracT
Cardial funerary record: Radiocarbon dates. This paper reviews the available direct radiocarbon dates on human bone for the
Valencian region between the Late Palaeolithic and the Middle Neolithic. Its aim is to use these dates to better understand the
early Neolithic inhumation ritual between the rivers Xúquer and Vinalopó. The geographical situation of the archaeological
sites with human remains and cardial pottery suggests the presence of different cardial communities that occupy the territory
in an organized manner. When looking at it all together, the Valencian archaeological sequence shows coincidences between
changes in burial location types and the apparition/collapse of cardial communities.
keywordS:
Early Neolithic, radiocarbon dates, funerary ritual, cardial communities.
1. INTRODUCCIÓN
Los textos que Bernat Martí Oliver ha generado a lo largo de su
trayectoria profesional son una lectura obligada para cualquier
investigador que desee aproximarse a la Prehistoria reciente en
el Mediterráneo occidental. Son especialmente significativos
sus estudios sobre el Neolítico antiguo en el País Valenciano,
incorporando en sus excavaciones de la década de los años 1970
los últimos avances metodológicos y teóricos que se venían
aplicando en la arqueología prehistórica europea, impulso definitivo en la formación de un nuevo grupo de especialistas en diferentes disciplinas, que no sólo transformó el modo de estudiar
el Neolítico valenciano, también la propia “escuela valenciana”.
Queremos aprovechar la invitación a participar en este homenaje para compartir los resultados y reflexiones generados
de nuestra aproximación a las prácticas funerarias en el espacio
y tiempo que ha ocupado buena parte de la investigación de B.
Martí y, de este modo, mostrar nuestra gratitud por los magisterios que brindó a cada investigador que solicitaba su consejo en
el Servei d'Investigació Prehistòrica de la Diputació de València.
El punto de partida queda establecido en la síntesis realizada
por J. Bernabeu, L. Molina y O. García (2001) tras la revisión de
la información disponible a finales del siglo XX. La recuperación
de restos humanos y elementos diagnósticos del Neolítico antiguo, principalmente cerámica impresa cardial, en grandes cuevas
intensamente ocupadas y en pequeñas oquedades no aptas para tal
fin, les llevó a plantear dos posibles escenarios.
Por una parte, cuevas de tamaño medio y grande que también pueden ser utilizadas como espacio de hábitat como la
Coveta Emparetà (Asquerino, 1975), Sa Cova de Dalt (Sarrión,
1976; López y Molina, 1995), Forat de l'Aire Calent (Aparicio,
San Valero y Sancho, 1979; Aparicio, Gurrea y Climent, 1983),
Cova dels Pilars (Segura, 1985), Cova del Somo (García Atienzar y Roca, 2004), Cova Negra de Gaianes (Rubio y Cortell,
1982-83), Cova Fosca de la Vall d'Ebo (García Borja, 2005),
Cova de les Cendres (Rodes et al., 2001), Cova de l'Or (Martí et
al., 1980) o Cova de la Sarsa (De Miguel, 2008).
Por otra, una serie de pequeñas cuevas no aptas para ocupaciones estables, utilizadas como necrópolis en el Neolítico final
y Calcolítico, con presencia de escasos materiales del Neolítico
125
[page-n-133]
P. García Borja, D. C. Salazar-García, E. Aura Tortosa, E. Cortell Pérez y A. Velasco Berzosa
antiguo, que posibilita proponer que fueron espacios en los que
se depositó alguna inhumación durante ese horizonte. Los mejores ejemplos de yacimientos que presentan estas características
son: Cara-sol de Vernissa (Bernabeu, Molina y García, 2001),
Coveta del Barranc del Castellet (Pla, 1954), Coveta del Moro
(Asquerino, 1979), Cova de l'Almud (Juan-Cabanilles y Cardona, 1986) y Cova del Frontó (Pastor y Torres, 1969). En el caso
de que estas cuevas albergasen enterramientos del Neolítico antiguo, cabría esperar inhumaciones individuales, recurrentes o
no, con ajuares simples.
La revisión de las colecciones de materiales arqueológicos
y de los contextos de aparición de los restos humanos no nos ha
permitido avanzar en la definición del ritual funerario cardial.
Por este motivo se ha realizado una serie de dataciones radiocarbónicas sobre huesos humanos procedentes de yacimientos
con restos muebles del Neolítico antiguo localizados entre los
ríos Xúquer y Vinalopó, espacio geográfico ocupado por grupos
humanos agrícolas y ganaderos pertenecientes a lo que denominamos Cultura Cardial valenciana.
2. LAS DATACIONES RADIOCARBÓNICAS
La selección de las muestras a datar ha estado condicionada por
las propias características de las colecciones y las directrices
marcadas por las instituciones que custodian los restos. El objetivo inicial era conseguir un muestreo representativo de los
diferentes tipos de cuevas en las que se han localizado restos
humanos. Se han tomado muestras de Cova de la Sarsa, Cova de
l'Or, Cova Negra de Gaianes, Cova del Forat de l'Aire Calent,
Coveta Emparetà, Cova Fosca de la Vall d'Ebo y Cara-sol de
Vernissa.
Las muestras se prepararon directamente en el Department
of Human Evolution del Max-Planck Institute for Evolutionary Anthropology (MPI-EVA) (Leipzig, Alemania). Para la
extracción del colágeno se utilizó el protocolo descrito por Talamo y Richards (2011). Entre 3 y 5 mg de colágeno se enviaron o bien a la Radiocarbon Accelerator Unit de la University
of Oxford (Reino Unido) o al Klaus-TSchira-AMS Facility del
Curt-Engelhorn-Zentrum (Mannheim, Alemania), donde fueron grafitados y datados por AMS (Kromer et al., 2013). El
control de los indicadores de calidad del colágeno se realizó
a través del análisis de isótopos estables y del rendimiento de
colágeno, utilizando criterios descritos por Ambrose (1990) y
Van Klinken (1999). Los análisis de isótopos estables se realizaron en el MPI-EVA utilizando un Thermo Finnigan Flash
EA acoplado a un espectrómetro de ratio isotópico de masas
Delta V. En dos casos (OxA-31629 y OxA-26073) el colágeno
fue extraído directamente en el mismo laboratorio donde se
realizó la datación.
Los resultados se presentan en tablas en las que aparece el
resultado de cada una de las muestras, su ratio, rendimiento de
colágeno, sus rangos de calibración a uno y dos sigmas a partir
del programa OxCal 4.2.3. (Bronk Ramsey y Lee, 2013) utilizando la curva IntCal 13 (Reimer et al., 2013) y la máxima
probabilidad obtenida por el programa CalPal online (Danzeglocke, Jöris y Weninger, 2012). En cada caso, se señala el tipo
de hueso muestreado y, en los casos en los que ha podido determinarse, la edad y el sexo.
126
Cova de la Sarsa
La Cova da la Sarsa está ubicada en la vertiente norte de la Serra Mariola (Bocairent, València), a unos 860 msnm. Su boca de
entrada actual es de forma trapezoidal, con unas dimensiones de
4,50 m de ancho y 2 m de alto. Está orientada al noreste y proporciona el acceso a un vestíbulo alargado, de 12 m de longitud, 7 m
de anchura y 3 m de altura, que comunica con el resto de la cueva
por medio de un brusco escalón. Al SE del vestíbulo se abre una
estrecha gatera que comunica con otra sala interior previa a las intrincadas galerías y pasadizos que conforman el laberíntico conjunto cárstico de hasta 47 m de desnivel, con un recorrido total de
unos 200 m. En su vestíbulo se recuperó una de las colecciones de
cerámicas impresas cardiales más importantes del Mediterráneo
(San Valero, 1950; Asquerino, 1978; Pérez Botí, 1999).
La cavidad fue considerada como cueva sepulcral desde
los primeros trabajos (Ballester, 1928; Ponsell, 1929). Tras el
estudio de los restos humanos recuperados en su interior, De
Miguel (2008) concluyó que el número mínimo de individuos
inhumados era de diez. Hemos aumentado esta cifra a once tras
comprobar que el conocido cráneo trepanado (García Sánchez,
1983) no puede asimilarse con los restos craneales del individuo
perinatal que fue depositado en el Museu Arqueològic Municipal “Camil Visedo Moltó” d'Alcoi tras el fallecimiento de Asquerino y que no pudo ser examinado por De Miguel.
Se han realizado 11 dataciones radiocarbónicas sobre 11
huesos humanos de la Cova de la Sarsa (tabla 1). Los resultados
permiten plantear que la cueva ha sido utilizada como lugar de
enterramiento en diferentes momentos de la secuencia arqueológica valenciana. La más reciente pertenece a una inhumación
de época andalusí, en el momento de tránsito de la época emiral
a la califal. La otra fecha de época histórica se sitúa en período
visigodo. El primer resultado asociado a momentos prehistóricos se relaciona con un uso funerario de la cavidad en el Bronce
antiguo. Ya en el Calcolítico pre-campaniforme se depositarían
en la cueva los restos de, al menos, dos nuevas inhumaciones, la
más antigua con una fecha que podría ubicarse en el Neolítico
final, periodo al que quedan asociadas otras dos fechas.
Finalmente, cuatro dataciones sitúan a otras tantas inhumaciones en el Neolítico antiguo. Dos pertenecen a los dos individuos recuperados en una brecha al interior de la cavidad. Aunque los restos se extrajeron de la forma más cuidadosa posible
(Casanova, 1978), no fueron recuperados en el transcurso de
una campaña de excavación. Las muestras se han tomado de la
mandíbula del individuo masculino y de un fragmento correspondiente a la segunda vértebra cervical, que conserva parte de
la apófisis odontoides y del arco vertebral derecho. Las diferentes paleoantropólogas que han observado la pieza de forma
directa coinciden en proponer que se trataría de un fragmento de
vértebra del individuo de sexo femenino.
Las otras dos fechas del Neolítico antiguo se relacionan con
dos posibles inhumaciones en la sala del Vestíbulo, única en
la que F. Ponsell (1929) documentó restos arqueológicos y que
excavó casi en su totalidad en la primera mitad del siglo XX.
Una de las fechas se ha obtenido de un fragmento de neurocráneo perteneciente a un individuo masculino de avanzada edad,
constituyendo a día de hoy la fecha sobre hueso humano más
antigua del cardial franco-ibérico. La otra datación del Neolítico
antiguo se realizó sobre un fragmento de cráneo de perinatal
(Salazar-García, 2012).
[page-n-134]
El registro funerario cardial valenciano: dataciones radiocarbónicas
Tabla 1. Dataciones radiocarbónicas sobre hueso humano de la Cova de la Sarsa.
N
Ref. laboratorio
Descripción
Edad
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
MAMS-19066
MAMS-19068
OxA-V-2392-26
OxA-31629
MAMS-19070
MAMS-19069
MAMS-19065
OxA-V-2360-23
MAMS-19067
MAMS-19071
OxA-V-2360-24
Neurocrá.
Parietal
Vértebra
Maxila
Neurocrá.
Neurocrá.
Occipital
Occipital
Parietal
Neurocrá.
Occipital
Adulto-senil
Perinatal
Adulto-senil
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
Sexo C:N
♀
-
♀
♂
-
♂?
♀?
♀
-
♀
3,3
3,2
3,4
3,2
3,2
3,2
3,3
3,3
3,2
3,2
3,2
Cova de l'Or
Se ubica en la vertiente meridional de la Serra del Benicadell,
dentro del término municipal de Beniarrés (Alacant), presenta
una gran sala alargada de 24 m de longitud por 8 m de anchura, a
la que se accede por una amplia boca. Prospectada inicialmente
en los años treinta del pasado siglo por R. Pardo Ballester, es
objeto posteriormente de dos grandes intervenciones arqueológicas. La primera entre 1955 y 1958 bajo la dirección de V. Pascual Pérez (el primer año junto con J. San Valero), la segunda
entre 1975 y 1985 bajo la dirección de B. Martí (el primer año
junto con V. Pascual). Estas excavaciones han proporcionado
una de las secuencias estratigráficas de referencia para el Neolítico peninsular y mediterráneo (Martí et al., 1980; Martí, 1983).
Al igual que ocurre con la Cova de la Sarsa, destaca el gran
número de restos del Neolítico antiguo sobre diferente soporte
localizados en su interior, interpretados también como el resultado de intensas ocupaciones. Ha proporcionado el conjunto de
cerámica impresa cardial más numeroso conocido hasta la fecha
(fig. 1). La datación radiocarbónica más antigua obtenida me-
% Col. Años BP
1,9
5,4
1,6
1,4
1,2
1,4
3,1
3,6
1,9
4,5
2,5
6532±24
6459±33
6341±30
6309±36
4573±22
4534±22
4241±27
4062±28
3552±21
1457±18
927±24
Cal BC 1σ
Cal BC 2σ
Media Cal BC
5512-5477
5476-5380
5363-5302
5321-5227
3369-3196
3354-3125
2904-2873
2831-2497
1936-1882
569-610 AD
1044-1154 AD
5536-5472
5484-5363
5461-5224
5357-5218
3488-3126
3361-3105
2910-2713
2839-2488
1955-1777
556-636 AD
1033-1160 AD
5500±15
5429±39
5331±25
5282±39
3287±79
3244±99
2848±48
2589±64
1909±22
604±19 AD
1095±44 AD
diante AMS sobre un resto doméstico con un margen de error
inferior a 100 años es UCI-AMS66316: 6475±25 BP, momento
en torno al cual situamos el inicio de sus ocupaciones (Martí,
2011). También se han identificado ocupaciones epicardiales,
del Neolítico medio y del Neolítico final.
Los restos humanos localizados en la cavidad están siendo objeto de estudio por parte de M. Paz de Miguel y todavía
no se cuenta con el número mínimo de individuos recuperados. Se han seleccionado cuatro muestras para su datación
(tabla 2), dos del Sector F, una del Sector G y otra del Sector
H (Salazar-García, 2012). Dos de estas muestras fueron recuperadas en estratos fechados en el Neolítico antiguo cardial,
una en la capa 6 del cuadro H-3 (MAMS-19065) y otra en
la capa 7 del cuadro F-4 (OxA-V-2360-19). Las otras dos
lo fueron en contextos menos definidos, con materiales de
diferente cronología, una en la capa 2 del Sector G (MAMS19064) y otra en la capa 1 del cuadro F-2 (OxA-V-2360-21).
A excepción de la mandíbula recuperada en la capa 6 del
cuadro H-3, todas han proporcionado un marco cronológico
del Neolítico final-Calcolítico.
Fig. 1. Cerámicas de la Cova de l'Or decoradas con la técnica de la impresión cardial.
127
[page-n-135]
P. García Borja, D. C. Salazar-García, E. Aura Tortosa, E. Cortell Pérez y A. Velasco Berzosa
Tabla 2. Dataciones radiocarbónicas sobre huesos humanos aparecidos en cuevas con cerámica cardial.
Yacimiento
Ref. laboratorio Descripción Edad
C. Fosca Ebo
C. de l'Or
C. de l'Or
C. de l'Or
C. de l'Or
C. Negra Gaianes
C. Emparetà
C. Emparetà
Cara-sol Vernissa
Cara-sol Vernissa
Forat Aire Calent
OxA-26073
MAMS-19065
MAMS-19064
OxA-V-2360-19
OxA-V-2360-21
MAMS-18662
MAMS-18663
MAMS-18664
MAMS-18259
MAMS-20435
MAMS-18661
Fémur
Mandíbula
Mandíbula
Mandíbula
Mandíbula
Parietal
Cráneo
Cráneo
Cráneo
Mandíbula
Fémur
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto?
Adulto
Sexo C:N % Col.
♂
-
♂
♂
♀
-
-
Los resultados permiten plantear que en la Cova de l'Or
se realizó, al menos, una inhumación del Neolítico antiguo.
Sin embargo la utilización de la cueva como espacio sepulcral continuado no parece constatarse hasta el Neolítico final
y el Calcolítico precampaniforme. Al igual que la Cova de la
Sarsa, la Cova de l'Or no debió ser utilizada como necrópolis estable durante el Neolítico antiguo. La utilidad principal
de la cavidad sería la de un espacio para el hábitat en el que
también se realizan inhumaciones.
Cova Negra de Gaianes
Se encuentra a unos 6 km de la Cova de l'Or, en la misma Serra
del Benicadell (Gaianes, Alacant). De planta irregular, mide 20
m de longitud y 10 m de anchura máxima en su zona central, con
la boca orientada al sur, de 7,5 m de anchura por 3 m de altura
(Rubio y Cortell, 1982-1983). En su interior se han localizado
escasos fragmentos cerámicos impresos cardiales, que impiden
proponer que la cavidad fue ocupada de forma intensa durante
el Neolítico antiguo. Entre los restos humanos recuperados destaca un parietal izquierdo, fragmentos del parietal derecho y
el occipital de un cráneo humano perteneciente a un individuo
adulto, de sexo indeterminado. Su datación ha proporcionado
un resultado que vincula estos restos con la deposición en la
cavidad de, al menos, una inhumación durante el Epicardial
(MAMS-18662: 6048±21 BP).
Cova del Forat de l'Aire Calent
Se ubica en la cresta de una alargada loma del término municipal de Ròtova (Valencia), de donde parte el Barranc de les
Galeries, que comunica con el río Vernissa. La cueva se relaciona con el conjunto de cuevas con ocupaciones del Neolítico antiguo que envuelven la pedanía de Marxuquera. Su
morfología actual parece muy distinta de la que presentaría
durante el Neolítico, debido al derrumbe de la techumbre y
de su visera, apareciendo los restos arqueológicos bajo los
grandes bloques desprendidos en el interior. Entre los mismos, cerámicas impresas cardiales y restos humanos (Aparicio, Gurrea y Climent, 1983). Esto ha permitido proponer la
posible existencia de inhumaciones del Neolítico antiguo en
la cavidad (Soler, 2002).
128
3,3
3,2
3,2
3,2
3,2
3,3
3,3
3,2
3,3
3,3
3,2
7,9
2,3
4,7
5,4
5
7,8
6,4
11,9
2
1,9
9,1
Años BP
Cal BC 1σ
Cal BC 2σ Media Cal BC
10060±45
6356±23
3899±20
4418±29
4381±28
6048±21
3204±17
3366±18
4727±20
4657±19
4230±19
9798-9458
5359-5315
2461-2348
3100-2940
3030-2920
4994-4896
1494-1452
1685-1635
3627-3384
3498-3372
2894-2875
9866-9391
5470-5320
2467-2301
3320-2920
3090-2910
5016-4851
1504-1433
1734-1615
3631-3380
3514-3368
2900-2761
9648±165
5340±19
2401±45
3036±60
2996±54
4959±29
1474±20
1663±24
3512±104
3450±46
2884±9
Por esta razón, se decidió realizar una datación radiocarbónica sobre una muestra extraída del fémur de un individuo
adulto (sigla 859318) cuyo resultado (MAMS-18661: 4230±19
BP) no permite vincularlo con una inhumación del Neolítico antiguo, confirmándose la utilización de la cavidad en el Neolítico
final para la deposición de, al menos, una inhumación.
Coveta Emparetà
Se encuentra situada en la vertiente norte de la Serra Mariola, a
media ladera del Salt d'Alcoi, a unos 500 m de la Cova de la Sarsa y a 3.000 m del municipio de Bocairent (València). Se trata de
una pequeña cueva de planta irregular, de casi 10 m de longitud
por 2,5 m de anchura, cuya techumbre declina hacia el fondo de
la misma. Presenta una amplia boca de entrada orientada al oeste,
de más de siete metros de anchura y tres de altura, desde la que
se domina buena parte del valle. Conocida en primera instancia
como Caseta Molina, la Coveta Emparetà constituye la primera
referencia de cerámicas con decoración impresa cardial del País
Valenciano (Visedo, 1925; Ballester, 1928). Explorada por Camil
Visedo y por Fernando Ponsell, no será objeto de una excavación sistemática hasta 1970 (Asquerino, 1975), evidenciándose
diferentes ocupaciones a lo largo de la Prehistoria reciente, una
de ellas del Neolítico antiguo. Además de cerámica y sílex, se
recuperaron varios fragmentos de molino, un machacador con
evidencias de haberse utilizado para el molturado de colorante
rojo, escasa fauna y restos humanos.
Los restos de inhumaciones se localizan en la parte más profunda de la cavidad, planteándose la posibilidad de que pertenecieran al Neolítico antiguo o al medio. La revisión de las colecciones depositadas en Alcoi y Bocairent, procedentes de las excavaciones de Asquerino y de las visitas de Visedo, han proporcionado un número mínimo de ocho individuos inhumados, cuatro
adultos y cuatro infantiles o subadultos. Se han seleccionado dos
muestras de dos individuos adultos para su datación por AMS,
que han proporcionado un marco cronológico de los momentos
plenos de la Edad del Bronce: MAMS-18663: 3204±17 BP y
MAMS-18664: 3366±18 BP. Las dataciones radiocarbónicas no
permiten asociar las actividades realizadas en el Neolítico antiguo
con su uso como necrópolis cardial, interpretándose los objetos
de esta cronología como los restos de ocupaciones ocasionales
en las que la talla de sílex queda constatada (Asquerino, 1975).
[page-n-136]
El registro funerario cardial valenciano: dataciones radiocarbónicas
Cova Fosca de la Vall d'Ebo
Valoración crítica
La Cova Fosca de la Vall d'Ebo (Alicante) se encuentra en el
margen izquierdo del Barranc de Benissit, que desemboca en
el fértil valle conocido con el mismo nombre que el municipio en el que se ubica la cueva. Es un yacimiento conocido
principalmente gracias al descubrimiento en sus paredes de
grabados atribuidos al Solutrense antiguo (Hernández, Ferrer
y Catalá, 1988). En relación con la ejecución de los trabajos
de documentación de dichos grabados, se proyectó la realización de un sondeo arqueológico en el extremo sur del vestíbulo de la cueva, que puso de manifiesto la existencia de
un potente nivel arqueológico del Neolítico antiguo (García
Borja, 2005). Éste se asentaba sobre un estrato que contenía
materiales arqueológicos del Paleolítico final, sin llegar a
identificar materiales pertenecientes al Mesolítico geométrico
(Doménech, 1990).
Entre este nivel fechado en el Neolítico antiguo se recuperaron diferentes fragmentos de hueso humano (García Borja et
al., 2012a). Se tomó una muestra de un fragmento de fémur.
Se trata del resto humano de mayores dimensiones localizado
en el sondeo, concretamente en la capa h del Nivel II, acompañado por diez fragmentos cerámicos realizados a mano, uno
de ellos decorado con impresiones cardiales sobre un cordón.
Tanto en la capa posterior (capa IIg) como la anterior (capa
IIi), la técnica de la impresión cardial está documentada. El resultado que ha proporcionado es 10060±45 BP (OxA-26073).
Este resultado indica la presencia de huesos humanos de cronología paleolítica en la cueva. Es evidente que no puede interpretarse en relación con un contexto arqueológico del Neolítico antiguo. Su rango temporal podría relacionarse con los
materiales descritos en el Nivel III (Doménech, 1990), dentro
de la dinámica de transformación de las industrias epimagdalenienses que se han descrito desde el final del Younger Dryas
(Aura, 2001; Aura et al., 2011).
El resultado de las dataciones confirma la existencia de inhumaciones en cuevas utilizadas como espacios de hábitat continuado. En la Cova de l'Or se ha constatado la presencia de una
mandíbula del Neolítico antiguo que puede ser relacionada
con la práctica del ritual de la inhumación. En el interior de la
Cova de la Sarsa se depositaron, al menos, cuatro inhumaciones del Neolítico antiguo, dos en el vestíbulo y otras dos en
la grieta ubicada en la zona de paso a las galerías interiores.
Lo ocurrido entre su depósito y su recuperación arqueológica
puede ser explicado desde alternativas diversas. La datación
directa de los inhumados permite conocer su edad, pero no la
historia de lo ocurrido ni durante ni después de su incorporación al depósito. En todo caso, se dispone de referencias de
enterramientos individuales en fosa, como el proporcionado
por la Cueva de Chaves (Bastarás, Huesca), que ilustra un tipo
de enterramiento que podría haberse realizado en las zonas de
hábitat de Or y de Sarsa, y que se habrían visto afectados por
procesos post-deposicionales. Cerca de la boca de entrada de
Chaves se descubrió un enterramiento individual fechado en
6230±45 BP (5308-5057 Cal BC), sobre el que se colocaron
cantos rodados y se identificó un nivel de cenizas (Utrilla et
al., 2008). Se trata de una inhumación individual en fosa, localizada en una zona de hábitat y con escaso ajuar: un anillo y
una lámina de cristal de roca, que incluso ofrece dudas sobre
su relación con la inhumación.
Las dataciones por AMS sobre cereales o animales domésticos de la Cova de l'Or (Martí, 2011), la Cova de la Sarsa
(García Borja et al., 2012b) o la propia Cueva de Chaves (Baldellou, 2011), proporcionan resultados estadísticamente indistinguibles de los obtenidos sobre los restos humanos asociados
a contextos cardiales, hecho que unido a las propias características de los hallazgos, permite proponer que las prácticas
funerarias se realizaron en espacios de uso doméstico. La datación que genera más dudas al respecto es la obtenida sobre
el individuo adulto-senil (unos 50-60 años de edad) de la Cova
de la Sarsa, la más antigua de la cavidad, pudiendo asociarse a
las primeras poblaciones neolíticas aquí establecidas, dejando
abierta cualquier posibilidad.
Sobre el segundo escenario identificado para las prácticas
funerarias, las pequeñas cuevas en las que se deposita un número limitado de cuerpos (Bernabeu, Molina y García, 2001),
las dataciones sobre las muestras de Cara-sol de Vernissa no
han servido para demostrar estas prácticas. Sin embargo, el
propio tamaño de estas cavidades y el limitado número de
piezas que se viene documentando para las inhumaciones cardiales, posibilita mantener que durante el Neolítico antiguo se
realizaban inhumaciones simples o dobles en pequeñas cavidades no aptas para el hábitat.
Como novedad destacable, se constata la presencia de inhumaciones del Neolítico antiguo en cuevas de tamaño medio
cercanas a yacimientos intensamente ocupados. El resultado de
la Cova Negra de Gaianes indica que en este tipo de cavidades
utilizadas de forma esporádica se depositaría alguna inhumación
durante el Neolítico antiguo epicardial. En realidad, era la Coveta Emparetà el yacimiento que mayores expectativas generaba.
Al igual que la Cova Negra, se encuentra en las inmediaciones de
otra intensamente ocupada como es Sarsa, recuperándose en su
interior restos humanos e industrias del Neolítico antiguo. No es
Cara-sol de Vernissa
El Cara-sol de Vernissa se ubica en la parte de la solana de la
Serra Vernissa, en término municipal de Xàtiva (València). Se
trata de una pequeña cueva a la que se accede por una estrecha
boca de entrada de menos de un metro de diámetro en la que
fueron depositadas unas 15 inhumaciones, la mayoría pertenecientes al Neolítico final, pero entre las que podría encontrarse
algún individuo del Neolítico antiguo. Un conocido aficionado
local entregó un fragmento cerámico decorado con impresiones cardiales al Museu de Prehistòria de València (Fletcher,
1975), indicando que lo recuperó en el interior de la cueva.
Por tanto, aunque la mayoría de los materiales pertenecen al
Neolítico final, existe la posibilidad de que también albergara
alguna inhumación del Neolítico antiguo (Bernabeu, Molina y
García, 2001).
Se han fechado dos restos óseos, uno brechificado (MAMS20435) y otro que no lo estaba (MAMS-18259), atendiendo a
un criterio basado en la tafonomía de los restos depositados en
el Museu de Prehistòria de València, con el fin de establecer si
los escasos restos brechificados correspondían a inhumaciones
más antiguas. Los resultados no han permitido individualizar
inhumaciones del Neolítico antiguo en la cavidad, situándose
ambos restos en el Neolítico final.
129
[page-n-137]
P. García Borja, D. C. Salazar-García, E. Aura Tortosa, E. Cortell Pérez y A. Velasco Berzosa
posible descartar que en Coveta Emparetà exista alguna inhumación del Neolítico antiguo, pero desprovista de su dependencia
como necrópolis de Sarsa durante este horizonte.
De hecho los resultados no permiten proponer la utilización
de cuevas como necrópolis estables a lo largo de varias generaciones. La forma de enterrar a los difuntos en el horizonte cardial
valenciano no incluye, por el momento, la acumulación de cadáveres en un mismo lugar a lo largo de varias generaciones.
Del mismo modo, los resultados obtenidos vuelven a mostrar
que los restos aparecidos en contextos arqueológicos a priori
definidos, están sujetos a procesos de alteración estratigráfica
(Fortea y Martí, 1985; Bernabeu, Pérez y Martínez, 1999;
Zilhão, 2011; Aura et al., 2010) que obligan a la prudencia a la
hora de proporcionar un marco cronológico preciso a los restos
humanos aparecidos en estratos aparentemente definidos. Los
resultados de la muestra fechada en la Cova Fosca de la Vall
d'Ebo y de una de las de la Cova de l'Or, se unen a la larga lista
de restos datados cuyo resultado es claramente discordante con
su contexto arqueológico de aparición. Son un nuevo ejemplo
de las alteraciones a las que están sujetos los yacimientos en
general, y los que son ocupados durante el Neolítico antiguo
en particular.
3. EL RITUAL FUNERARIO EN EL NEOLÍTICO
ANTIGUO VALENCIANO
La inhumación doble recuperada en la brecha de la Cova de la
Sarsa sigue siendo el mejor documento arqueológico del que
disponemos para aproximarnos al ritual funerario cardial en el
País Valenciano y afirmar que durante el Neolítico antiguo se
realizan prácticas rituales para el tránsito de la vida a la muerte.
Es una cuestión que se relaciona con la expresión formal de una
identidad religiosa que remite a lo sobrenatural y de la que ya se
tenía constancia a través de la cerámica (Martí, 2006) y del arte
rupestre (Martí y Hernández, 1988).
Los restos aparecieron depositados en una grieta de 2,80 m
de largo y entre 0,21 y 0,52 m de ancho. Durante el proceso de
recuperación de los mismos se identificó la existencia de un pe-
queño muro de piedra de unos 60 cm de altura que separaba este
espacio del resto de la cueva (Casanova, 1978). Junto a ellos, se
recogieron los restos de un posible ajuar formado por diferentes
fragmentos cerámicos con decoración impresa cardial pertenecientes a un mismo vaso (fig. 2), tres punzones y una cuchara
o espátula ancha de hueso, dos fragmentos de anillo de hueso,
tres Columbella, una valva de Cardium, tres Pectunculus perforados, un objeto de hueso de forma fusiforme, cinco láminas y
una lasca de sílex (Casanova, 1978), si bien en la publicación de
Asquerino (1976) se hace referencia a una pieza más de sílex.
Las edades calculadas para ambos individuos permiten proponer que primero es depositado un individuo masculino y años
después el de sexo femenino. Las dataciones obtenidas apoyan el
uso de un mismo espacio para la inhumación de dos individuos,
que podrían haber pertenecido a una misma unidad familiar. Del
mismo modo, los rangos de calibración permiten plantear otras
posibilidades: que fueran inhumados a la vez o que el tiempo
transcurrido entre una inhumación y otra superara los 150 años.
La grieta se ubica en la zona de paso a las galerías interiores,
donde se encuentran los pequeños lagos de agua, confirmando
que los habitantes de Sarsa desarrollaban actividades en espacios
alejados de las zonas iluminadas de forma natural, no vinculados
a la realización de tareas domésticas. Junto a la grieta se han documentado pinturas rupestres de estilo Esquemático en las que
aparece un motivo antropomorfo, en un panel cuya morfología
recuerda a una silueta de felino (Miret et al., 2008). La existencia
de este panel en las inmediaciones de la grieta donde se realizaron
las inhumaciones (fig. 3), podría relacionarse con lo propuesto
para algunas cuevas de la península itálica que también presentan
un pequeño lago en su interior y restos humanos (Grifoni, 2007).
La conjunción de los elementos descritos podría indicar la existencia de un espacio sacralizado anexo a la zona doméstica.
Estas evidencias indican, al menos por ahora, que los contextos funerarios del cardial valenciano se componen de un
número limitado de individuos, estando ausentes también las
inhumaciones al aire libre. Los restos documentados hasta la
fecha se han recuperado en cuevas de diferente morfología. En
los huesos no se han identificado marcas antrópicas de proce-
Fig. 2. Vaso cerámico decorado con la técnica de la impresión cardial encontrado junto a la inhumación doble de la Cova de la Sarsa.
130
[page-n-138]
El registro funerario cardial valenciano: dataciones radiocarbónicas
Fig. 3. Ubicación de la
inhumación doble y de las
pinturas rupestres de la Cova de
la Sarsa. Modificado a partir de
plano realizado por J.M. Segura
y J.L. Martínez en 1971.
sado de los cadáveres o de prácticas de canibalismo. Por lo que
respecta a los rangos de edad y al sexo de los individuos, cabe
destacar la heterogeneidad de la muestra existente, documentándose individuos masculinos y femeninos, ancianos, adultos
y jóvenes, incluso un perinatal si aceptamos que la muestra de
Sarsa pertenece a una inhumación.
La representación cartográfica de los yacimientos con evidencias de actividades funerarias entre el Xúquer y el Vinalopó, en relación con el resto de enclaves en los que se ha recuperado cerámica cardial (fig. 4), muestra que aldeas, cuevas intensamente ocupadas, abrigos, cuevas de ocupación esporádica
y covachas en las que podrían existir inhumaciones antiguas,
se organizan a lo largo de espacios definidos (comunidades)
dentro de un marco territorial más amplio (Cultura Cardial valenciana). La utilización sincrónica de varios tipos de enclaves
por un mismo grupo humano explica cómo las diferentes comunidades, formadas por familias en número limitado, ocupan
el territorio de manera ordenada a lo largo del Neolítico antiguo
cardial. Es un modelo de ocupación y explotación del territorio
en el que el registro funerario cardial conocido se inserta de
forma coherente (García Borja et al., 2011).
Una visión mediterránea del ritual de inhumación cardial
(Zemour, 2011) ofrece la misma problemática documentada a
nivel peninsular: escasez tanto de datos como de dataciones
radiocarbónicas sobre huesos humanos, y muchas dificultades
a la hora de identificar verdaderas necrópolis, ninguna corroborada. En términos generales el ritual funerario cardial queda
definido por: el depósito de inhumaciones individuales en decúbito lateral o en posición fetal en cuevas de diferente morfología, la escasez de ajuares acompañando a las inhumaciones
y la ausencia de necrópolis.
Esta visión general se ve matizada por la detección de algunos
casos particulares. En la Plaça de la Vila de Madrid (Barcelona)
(Pou et al., 2010), se ha documentado una inhumación en fosa sin
ajuar cuya datación directa remite al Neolítico antiguo, ejemplo al
que podrían sumarse los casos de Le Moulin y Col Sainte-Anne,
131
[page-n-139]
P. García Borja, D. C. Salazar-García, E. Aura Tortosa, E. Cortell Pérez y A. Velasco Berzosa
Fig. 4. Yacimientos con cerámica impresa cardial. 1: Cova de la Sarsa. 2: Coveta Emparetà. 3: Cova de la Gerra. 4: Les Dotze. 5: Solana de
Carbonell. 6: Cova del Moro. 7: Cova dels Pilars. 8: Cova de l'Olivaret. 9: Cova del Barranc del Castellet. 10: Cova Negra de Gaianes. 11:
Cova de l'Or. 12: Benàmer. 13: Cova de l'Almud. 14: Cova del Frontó. 15: Penya del Comptador. 16: Les Florències. 17: Regadiuet. 18:
Mas Blanc. 19: Mas del Pla. 20: Mas d'Is. 21: Mas del Cantó. 22: El Regall. 23: Abric del Salt. 24: Abric de la Falguera. 25: El Fontanal.
26: AC-147. 27: AC-157. 28: Abric de les Calderes. 29: Penya Roja de Catamarruc. 30: Cova de l'Agüela. 31: Tossal de la Roca. 32: Cova
d'en Pardo. 33: Cova de l'Àliga. 34: Abric del Barranc del Moro. 35: Cova Fosca de la Vall d'Ebo. 36: Coves de Santa Maira. 37: Cova del
Somo. 38: Sa Cova de Dalt. 39: Cova de les Meravelles de Xaló. 40: Cova Bolumini. 41: Cova Fosca d'Ondara. 42: Cova del Montgó; 43:
Cova del Randero. 44: Cova de les Cendres. 45: Cova de la Solana de l'Almuixic. 46: El Barranquet. 47: Cova de les Rates Penades. 48:
Forat de l'Aire Calent. 49: Cova Negra de Marxuquera. 50: Cova de les Meravelles. 51: Cova de la Recambra. 52: Cova del Llop. 53: Cova
del Parpalló. 54: Cova de les Malladetes. 55: Cova del Barranc Fondo. 56: Cara-sol de Vernissa. 57: Covacha de la Bellota. 58: Cueva de
la Araña. 59: Cova de les Dones. 60: Ceñajo de la Peñeta. 61: Cova de Pertecates. 62: Cueva de la Cocina. 63: Cova Santa de Font de la
Figuera. 64: Cova de Sant Martí. 65: Casa de Lara. 66: Arenal de la Virgen. 67: Cueva Santa de Caudete. 68: Cueva de los Secos. Los dos
últimos yacimientos se encuentran fuera del territorio estudiado.
Propuesta de comunidades diferenciadas: (A) Comunidad de la Valleta d'Agres. (B) Comunidad del Benicadell. (C) Comunidad de la
cabecera del Serpis-Penàguila. (D) Comunidad de Planes-Serpis medio. (E) Comunidad del bajo Serpis-Marxuquera. (F) Comunidad de la
cabecera del Gorgos. (G) Comunidad del bajo Gorgos-Girona. (H) Comunidad del Cànyoles medio-Costera de Ranes. (I) Comunidad del
Xúquer medio. (J) Comunidad de la cubeta de Villena.
132
[page-n-140]
El registro funerario cardial valenciano: dataciones radiocarbónicas
ya en la costa mediterránea francesa; en la Cova de la Sarsa, un
enterramiento doble; y en cuevas como Fontbrégoua (Le BrasGoude et al., 2010) o Can Sadurní (Blasco, Edo y Villalba, 2011),
un número mayor de inhumaciones en un mismo espacio, que en
el caso de la primera ofrece variaciones por la manipulación post
mortem de los restos óseos. Del mismo modo que encontramos
dificultades en la definición del rito funerario cardial a escala mediterránea, cabe admitir que en todos los casos es posible enumerar varios de los rasgos comunes definitorios descritos, por lo que
esta diversidad puede tener su explicación en el particular devenir
histórico que cada comunidad experimenta en su territorio, difuminándose alguna de las características originarias con el paso
de los años e incorporándose otras nuevas en cada territorio. Los
datos refuerzan la definición de una entidad cultural mayor, de carácter mediterráneo, con la que se identifican los grupos humanos
que forman las culturas regionales, cuyo símbolo más perceptible
es la utilización de conchas dentadas en la decoración de sus vajillas mediante la técnica de la impresión (Martí, 2008).
Sin embargo, a escala peninsular el conjunto de datos disponibles proyecta una imagen de mayor heterogeneidad durante
el Neolítico antiguo, en función de la zona que se analice. A
diferencia del ámbito cultural cardial, en la vertiente norte de
la península Ibérica, buena parte de las inhumaciones localizadas hasta la fecha anteriores al 5000 cal BC se documentan en
espacios al aire libre, cuyos habitantes decoraban sus vajillas
con otros tipos de impresión, entre los que destaca el boquique
(Alday, 2009; Alday y Ruiz, 2011). El yacimiento que mayor
información ha aportado al respecto es el de los Cascajos (Los
Arcos, Navarra) donde, hasta la fecha, se han documentado 37
individuos inhumados en fosas excavadas en el suelo (García
Gazólaz y Sesma, 2007). Las sepulturas se sitúan dentro del poblado, si bien las tres cuartas partes de las mismas se agrupan
en una superficie de 550 m², lugar en el que no existe ningún
otro tipo de estructura, por lo que puede considerarse un espacio
de necrópolis. Los ajuares que acompañan a los enterramientos
tampoco son abundantes ni especialmente llamativos (García
Gazólaz y Sesma, 2007). Otro yacimiento con características
similares es el de Paternanbidea (Ibero, Navarra), donde se han
documentado tres fosas con enterramientos dobles y una con
enterramiento múltiple (Hervella et al., 2009). Estas fosas están
separadas de las estructuras de hábitat más próximas, fechadas
en el Calcolítico, y se interpretan como parte de una necrópolis
de la que no se conocen estructuras de habitación contemporáneas (García Gazólaz, 2007). Es llamativo el elevado número
de adornos personales recuperados en las tumbas, considerando
que en el anterior yacimiento los ajuares resultan escasos. Finalmente, en la Lámpara (Ambrona, Soria) también se localizó una
inhumación al aire libre en fosa con ajuar fechada en 6144±46
BP (Rojo y Kunst, 1999).
Son evidentes las diferencias de este tipo de prácticas con
las documentadas para el cardial valenciano o el catalán. La utilización mayoritaria de la técnica decorativa del boquique en
una vajilla definida (Rojo et al., 2008; García Gazólaz et al.,
2011; García Martínez de Lagrán et al., 2011), el modelo de
aldea documentado (García Gazólaz y Sesma, 2007), el propio
ritual de inhumación (García Gazólaz, 2007; García Gazólaz y
Sesma, 2007; Rojo y Kunst, 1999) o las especies de cereales que
se cultivan (Stika, 2005), son poco afines al horizonte cardial,
encontrando mejores paralelos en otros ámbitos centroeuropeos.
Es una cuestión similar a la que se propone para el Neolítico
Andaluz (García Borja et al., 2014), donde las diferencias entre
la cultura material que lo caracteriza en su parte oriental y central
(Pellicer y Acosta, 1982 y 1997) y la definida para el horizonte
cardial valenciano son evidentes, planteándose la existencia de
una cultura arqueológica diferenciada desde fechas tempranas,
que desde la costa de Málaga se va expandiendo hacia buena
parte de Andalucía. Las dataciones radiocarbónicas sobre restos
humanos en el ámbito andaluz son todavía escasas, pero la información es suficiente para establecer que las inhumaciones se
depositaron en cuevas de hábitat, en otras de menor tamaño que
podrían albergar un importante número de cuerpos, en simas sin
posibilidades de ser habitadas y en espacios alejados de las bocas de entrada. El ajuar de las inhumaciones anteriores al 5200
cal BC de la provincia de Málaga (Cortés et al., 2012) y buena
parte de Granada y Córdoba (Carrasco y Martínez, 2014) no se
caracterizan por incorporar cerámicas impresas cardiales, por lo
que será necesaria una revisión de estos comportamientos para
valorar las relaciones culturales entre el ámbito cardial mediterráneo y el Neolítico andaluz.
El caso de la cueva de Carigüela (Piñar, Granada) merece
un tratamiento diferenciado, pues recuerda a los casos de Or,
Sarsa o Chaves. Vinculada al horizonte cardial, las dataciones
disponibles sobre muestras recuperadas en la cavidad demuestran que albergó alguna inhumación en el Neolítico antiguo
(Fernández et al., 2007).
4. DISCUSIÓN: CONTINUIDAD O RUPTURA EN
LAS PRÁCTICAS FUNERARIAS
Los datos descritos para las prácticas funerarias del Neolítico
antiguo pueden ser comparados con los conocidos para los momentos anteriores y posteriores (García Puchol et al., 2012). El
contraste con lo ocurrido antes y lo que sucederá después es posiblemente lo que permite su mejor definición, al menos por ahora.
El número de restos humanos y enterramientos formalizados
conocidos en la región mediterránea ibérica para el Paleolítico-Epipaleolítico y Mesolítico es reducido. Su distribución cronológica indica un cierto incremento a lo largo del Paleolítico
superior y una clara eclosión desde las fases antiguas del Mesolítico, coincidiendo con lo que se ha descrito como el Mesolítico de Muescas-Denticulados (= MMD). Hace algunos años se
indicó que el incremento de evidencias estaba acompañado de
una mayor variedad de contextos, anotando también que algunos de los restos “sueltos”, con claras marcas de manipulación
antrópica, pudieran ser considerados como una variante más de
prácticas funerarias (Aura, Morales y De Miguel, 2010).
Centrándonos en los yacimientos mesolíticos del territorio
valenciano, se han identificado, al menos, 34 individuos para los
que se han obtenido 26 dataciones directas (tabla 3). Una breve
relación de las situaciones conocidas permite identificar necrópolis con sucesivos enterramientos en El Collao (Aparicio,
2008; Gibaja et al., 2015), Cingle del Mas Nou (Olària, 2003 y
2010), Casa Corona (Fernández-López de Pablo et al., 2013) y
posiblemente también en Penya Comptador (Aura et al., 2006).
Por su parte, restos “sueltos” de uno o varios individuos se han
recuperado en Tossal de la Roca (Cacho et al., 1995), Cova del
Mas Gelat, Coves de Santa Maira, boca W (Aura et al., 2006 y
2010) y Cova Foradada de Xàbia (Casabó, 2014).
133
[page-n-141]
P. García Borja, D. C. Salazar-García, E. Aura Tortosa, E. Cortell Pérez y A. Velasco Berzosa
Tabla 3. Dataciones radiocarbónicas sobre huesos humanos del Mesolítico en el País Valenciano.
Yacimiento
Ref. laboratorio Edad
Cingle Mas Nou
Cingle Mas Nou
Cingle Mas Nou
Cingle Mas Nou
Casa Corona
Casa Corona
El Collao 11
Foradada Xàbia
El Collao 9
El Collao 12
El Collao 13
El Collao 5
El Collao 1
El Collao 6
Coves Sta. Maira
El Collao 7
El Collao 3
El Collao 4
Penya Comptador
Coves Sta. Maira
Coves Sta. Maira
Penya Comptador
El Collao XIII
El Collao XIII
El Collao IV
El Collao VI
Beta170715
OxA-V-2360-28
Beta170714
OxA-V-2360-29
Beta272856
OxAV239292
CNA-16261.1
Beta-167654
CNA-1625.1.1
CNA-1627.1.1
CNA-1628.1.1
CNA-1622.1.1
CNA-1619.1.1
CNA-1623.1.1
OxA236026
CNA-1624.1.1
CNA-1620..1.1
CNA-1621.1.1
Beta156025
Beta-244010
Beta-244011
OxA236030
UBAR280
UBAR281
UBAR-927
UBAR-928
Sexo Años BP Cal BC 1σ
Cal BC 2σ
6820±40 5731-5668
5770-5636
5872-5716
5886-5721
5886-5731
6023-5849
6058-5916
6642-6486
6682-6480
6696-6506
7022-6648
7047-6713
7051-6774
7141-6830
7304-7064
7466-7188
7505-7201
7538-7356
7590-7512
7651-7534
7936-7591
8206-7722
8202-7754
6804-6066
6766-6232
8188-7551
7298-6780
Adulto
♂ 6897±34 5807-5731
Infantil
Adulto
Infantil
Joven
-
Joven
Adulto
Joven
Adulto
Adulto
Adulto
Infantil
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
♀
-
♂
-
♂
♂
♀
♀
♂
-
♀
♂
♂
-
♂?
♀?
-
6910±40
6925±35
7070±40
7116±32
7742±35
7770±50
7801±38
7900±32
7976±33
7992±34
8067±34
8166±35
8283±37
8319±35
8388±36
8491±37
8570±40
8690±50
8810±50
8829±38
7570±160
7640±120
8690±100
8080±60
5836-5739
5839-5751
6002-5910
6026-5930
6611-6507
6648-6514
6659-6594
6813-6682
7030-6827
7042-6830
7081-6864
7183-7075
7452-7200
7460-7346
7525-7382
7577-7536
7604-7568
7736-7606
8164-7754
8170-7816
6590-6251
6628-6398
7936-7591
7174-6844
La inhumación mayoritaria parece ser la individual, sobre
el suelo, en fosa o entre piedras. También la hay múltiple
(Cingle del Mas Nou) y se han descrito posibles agrupaciones
de restos y afecciones de antiguas tumbas por la práctica de
nuevos enterramientos, caso de algunas agrupaciones de pocos
restos en El Collao, o por la reapertura de la tumba como se
ha argumentado para explicar el caso del Cingle del Mas Nou
(Olària, 2003). En los dos sitios mencionados se documentan
enterramientos perinatales-infantiles asociados a adultos. En
cuanto a los restos sueltos, existen datos tafonómicos para los
restos de Santa Maira-W que indican una clara manipulación
antrópica, con un procesado similar al del resto de la fauna
consumida en el yacimiento.
Los datos conocidos sobre el ritual y ajuares vinculados a
los enterramientos formalizados son limitados. En El Collao se
menciona la disposición de pequeños caracoles de agua dulce
junto al cráneo y los pies de los inhumados, así como la existencia de un lecho de astas de ciervo a medio metro por encima
de uno de ellos (Aparicio, 2008). Para la tumba del Cingle del
Mas Nou se ha indicado el hallazgo de dos cuernas de cabra
montés, con presumible carácter votivo. El individuo articulado
presentaba la pérdida del ojo derecho, ocupando el espacio de
esta órbita una bola de ocre rojo en cuyo centro habían sido
realizadas unas incisiones radiales simulando el iris, mientras
que otras bolas del mismo material, en gran cantidad, aparecían
en el espacio de la tumba, bastantes de ellas acumuladas en el
interior de la boca del mismo individuo (Olària, 2003).
134
Med. Cal BC Bibliografía
5703±30
5785±39
5797±44
5806±43
5956±38
5991±33
6569±47
6588±55
6633±31
6763±63
6916±88
6929±84
7019±53
7169±71
7344±88
7406±52
7406±53
7458±57
7588±14
7704±71
7954±150
7992±145
6428±161
6504±109
6690±100
7019±121
Olaria et al., 2005
Salazar-García et al., 2014
Olaria et al., 2005
Salazar-García et al., 2014
Fdez.-López de Pablo et al., 2013
Fdez.-López de Pablo et al., 2013
Gibaja et al., 2015
Casabó, 2014
Gibaja et al., 2015
Gibaja et al., 2015
Gibaja et al., 2015
Gibaja et al., 2015
Gibaja et al., 2015
Gibaja et al., 2015
Salazar-García et al., 2014
Gibaja et al., 2015
Gibaja et al., 2015
Gibaja et al., 2015
Aura et al., 2006
Aura et al., 2009
Aura et al., 2009
Salazar-García et al., 2014
Aparicio, 2008
Aparicio, 2008
Aparicio, 2008
Aparicio, 2008
La comparación de estos datos con los descritos para el
Neolítico antiguo establece algunas diferencias. Así, el número
y variedad de evidencias es claramente favorable a las prácticas
funerarias mesolíticas. Se cuenta con un número de individuos
más numeroso y en bastantes casos con una articulación esquelética reconocible, lo cual es prácticamente desconocido para
el Neolítico antiguo valenciano. De hecho, es posible hablar
de necrópolis para describir los contextos mesolíticos, tanto en
cueva como al aire libre, lo que es más complejo en el caso del
Neolítico antiguo. Sólo en la Cova de la Sarsa se identifica una
doble inhumación: un caso y en cueva, sin ejemplos al aire libre.
Una comparación más sencilla permiten los llamados “restos sueltos”, desarticulados, parciales y a menudo pertenecientes a varios individuos. Su identificación tanto en cuevas con
ocupaciones del Mesolítico y del Neolítico remite a la historia
de la formación y conservación de estos depósitos, más que a
posibles prácticas o rituales compartidos. Además, el estudio
tafonómico de los restos mesolíticos de Santa Maira-W indica
manipulación y consumo de varios individuos, lo que por ahora
no está constado en contextos del Neolítico antiguo valenciano.
En el momento actual, existen más diferencias que coincidencias en la documentación correspondiente a las prácticas
funerarias mesolíticas y neolíticas. Además, las dataciones radiocarbónicas sobre restos humanos establecen un vacío de al
menos 400 años entre los dos extremos de las series entre el
Xúquer y el Vinalopó, zona en la que se asientan los primeros
grupos neolíticos en el País Valenciano.
[page-n-142]
El registro funerario cardial valenciano: dataciones radiocarbónicas
Tabla 4. Dataciones radiocarbónicas sobre huesos humanos del Neolítico medio entre los ríos Xúquer y Vinalopó.
Yacimiento
Ref. laboratorio Años BP
Cal BC 1σ
Cal BC 2σ Med. Cal BC Contexto
Bibliografía
Camí de Missena
Cova de Sant Martí
Cova d'en Pardo
Tossal de les Basses
Tossal de les Basses
Tossal de les Basses
Tossal de les Basses
Tossal de les Basses
Tossal de les Basses
Tossal de les Basses
Beta-244535
Beta-166467
Beta-208464
Beta-225216
Beta-225223
Beta-225227
Beta-225222
Beta-225218
Beta-225224
Beta-225217
4780-4620
4677-4535
4677-4535
4538-4460
4538-4460
4447-4356
4444-4334
4038-3960
3966-3810
3626-3378
4798-4584
4696-4491
4696-4491
4611-4373
4611-4373
4462-4338
4455-4271
4218-3813
3981-3797
3633-3372
Soler, 2013
Torregrosa y López, 2004
Soler, 2012
Rosser y Fuentes, 2007
Rosser y Fuentes, 2007
Rosser y Fuentes, 2007
Rosser y Fuentes, 2007
Rosser y Fuentes, 2007
Rosser y Fuentes, 2007
Rosser y Fuentes, 2008
5840±40
5740±40
5740±40
5670±40
5670±40
5560±40
5520±40
5180±40
5110±40
4710±40
En este sentido, los recientes estudios de ADN mitocondrial sobre individuos del Neolítico antiguo peninsular (Lacan et al., 2011; Gamba et al., 2012) inciden en esta ruptura
entre el Paleolítico superior final y el Neolítico antiguo. En
nuestro ámbito se dispone del ADN mitocondrial del individuo masculino de la inhumación doble de la Cova de la Sarsa
y del individuo al que perteneció la mandíbula fechada de la
Cova de l'Or (Olalde et al., 2015). Presentan haplogrupos K1a
y H4, también presentes en individuos del Neolítico antiguo
del LBK (Gamba et al., 2014; Bandt et al., 2013; Haak et al.,
2015), poco afines a los disponibles para individuos del Paleolítico superior final. Son datos que unidos a la obtención del
primer genoma completo sobre un resto humano procedente
de la Cova Bonica de Vallirana (Barcelona), sugieren que la
llegada de la agricultura y la ganadería fue gracias a la llegada
de grupos de colonos portadores de este nuevo modo de vida,
cuyo foco originario se sitúa en el Próximo Oriente, aunque
los planos genéticos y fenotípicos indican una antigua metapoblación alrededor de la península de los Balcanes, que se
separa en dos nuevas rutas migratorias, una siguiendo el Danubio y otra la costa mediterránea (Olalde et al., 2015).
Con respecto a la comparación con lo ocurrido con posterioridad al Neolítico antiguo, los cambios también son apreciables.
La evidencia arqueológica más reconocible que marca el final
de la Cultura Cardial valenciana es, precisamente, la desaparición de la cerámica decorada con esta técnica en favor de otras
técnicas como el peinado o la combinación de impresiones e
incisiones. Durante el tránsito entre el Neolítico antiguo y medio, también se documentan variaciones en la funcionalidad
de cuevas de hábitat que pasan a ser utilizadas como corrales
(Badal, Martí y Pérez, 2012); un posible cambio en el modelo
agrario, que pasa a ser extensivo (Pérez Jordà y Peña, 2013);
mayor deforestación (Badal, 2009) provocadas por estos cambios económicos y el aumento demográfico; o el mayor arraigo
a los hábitats al aire libre, para los que se propone la presencia
de silos ya en el V milenio cal BC (Torregrosa, Jover y López,
2011). En su conjunto, permiten establecer el momento en que
el modelo de comunidades propuesto deja de definirse como lo
hacía en el Neolítico antiguo.
En el registro funerario, estos cambios podrían vincularse
con la aparición de nuevas prácticas, generalizándose la utilización de fosas al aire libre en las que se deposita un cuerpo
sin vida. El ejemplo más conocido lo proporciona el yacimiento
4702±60
4602±59
4602±59
4508±38
4508±38
4406±37
4389±38
4002±32
3893±33
3504±99
Individual-fosa
Múltiple?-cueva
Individual-cueva
Individual-fosa
Individual-fosa
Individual-fosa
Individual-fosa
Individual-fosa
Individual-fosa
Individual-fosa
del Tossal de les Basses (Alicante), en el que se han documentado inhumaciones en fosas junto a las cabañas, siguiendo un
ritual bastante homogéneo a lo largo de todo el Neolítico medio
(Rossser y Fuentes, 2007; Rosser, 2010).
En el Camí de Missena (la Pobla del Duc) se ha documentado una inhumación en fosa al aire libre cuyo resultado (Beta244535, 5840±40 BP) (Soler, 2013) es sincrónico con el final
del modelo de comunidades cardiales. Las dataciones disponibles para el Neolítico medio (tabla 4), demuestran que se siguen
practicando inhumaciones en cuevas de tamaño medio y grande,
esta vez utilizadas como rediles para los rebaños de cabras y
ovejas (Soler, 2012). Cabe también mencionar los hallazgos en
la Cova de Sant Martí (Agost, Alacant), interpretada como un
refugio para ocupaciones estacionales durante la primera mitad
del V milenio cal BC (Torregrosa y López, 2004), en la que también se documentan inhumaciones, principalmente infantiles.
El número de individuos calculados tampoco parece suficiente
como para proponer que estamos frente a una cueva utilizada
como necrópolis, hecho que no se constata hasta los inicios del
IV milenio cal BC.
5. CONCLUSIONES
La cronología radiocarbónica aplicada a restos humanos incluidos en ocupaciones del Neolítico antiguo cardial ha permitido
reconocer la sincronicidad entre prácticas funerarias y habitacionales, aunque está pendiente una mejor caracterización de
los rituales de enterramiento cardiales, cuyo documento más
definitorio sigue siendo la grieta de Cova de la Sarsa.
La hipótesis establecida para el registro funerario cardial valenciano, tanto referente a grandes cuevas habitadas, como a pequeñas covachas no aptas para este fin, puede seguir siendo una
explicación adecuada de la información disponible. El registro
peninsular y regional matiza la existencia de necrópolis cardiales, lo que contrasta con los momentos mesolíticos anteriores y
con el Neolítico medio posterior, donde a la generalización de
necrópolis se añade su identificación en diferentes contextos: al
aire libre (en fosas individuales) y en cueva.
Los resultados de las dataciones también han permitido constatar la compleja formación y conservación de los registros en
cueva, al incluirse en los contextos neolíticos restos humanos con
una cronología amplia: desde el Epipaleolítico a la Edad Media.
135
[page-n-143]
P. García Borja, D. C. Salazar-García, E. Aura Tortosa, E. Cortell Pérez y A. Velasco Berzosa
AGRADECIMIENTOS
A Mari Paz de Miguel, Ángela Pérez e Isabel Collado por su
ayuda en la selección y descripción de las muestras datadas. A
Juan Vicente Morales por compartir sus datos. A Lysanne Raedisch, Sahra Talamo, Michael P. Richards y Jean-Jacques Hublin
por su apoyo.
La Sociedad Max-Planck, el Ministerio Español de Ciencia y
Tecnología (Contrato FPU AP2005-1509), la Generalitat Valenciana (VALi+d APOSTD/2014/123 y Proyecto para grupos emergentes GV/2015/060), el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert y la Fundación BBVA (I Ayudas a Investigadores, Innovadores
y Creadores Culturales) han financiado parte de los trabajos.
El estudio de las prácticas funerarias mesolíticas forma parte
del proyecto LongTransMed (HAR2013-46861-R), financiado
por el Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno
de España.
Agradecemos también a la Direcció General de Cultura de la
Generalitat Valenciana, al Museu de Prehistòria de València, al
Museu Arqueològic Municipal “Camil Visedo Moltó” de Alcoi,
al Ajuntament de Bocairent, al Museu Arqueològic Etnològic del
Comtat y al Museu Arqueològic de Gandia las facilidades prestadas
a la hora del estudio de los materiales y la selección de las muestras
a fechar.
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139
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 141-146.
Los brazaletes de esquisto:
un elemento de la identidad cardial
teResa oRozCo KöHleR
reSumen
Los brazaletes de esquisto son uno de los elementos de cultura material asociados al registro arqueológico de las primeras
comunidades agrícolas y ganaderas en la zona valenciana. Su concentración en yacimientos del neolítico inicial con un registro
excepcional, como son Cova de l'Or y Cova de la Sarsa inciden en el carácter excepcional de estas piezas. Su elevada
fragmentación y transformación que posibilita su reutilización nos hablan del elevado valor social de estos objetos.
PalabraS claVe:
brazaletes de esquisto, Neolítico inicial, fragmentación, reutilización.
abSTracT
Schist bracelets: an element of the Cardial identity. Schist bracelets are one of the elements of material culture associated with
the archaeological record of the first agricultural and farmers communities in the Valencian area. Their concentration in some
Early Neolithic sites with an exceptional record such as Cova de l'Or and Cova de la Sarsa are affecting the exceptional nature
of these ornaments. Their high fragmentation and transformation that allows their reuse speak to us of the high social value
of these objects.
k e y w o r d S : schist bracelets, Early Neolithic, fragmentation, reuse.
1. LOS BRAZALETES DE ESQUISTO
EN EL NEOLÍTICO VALENCIANO
En el territorio valenciano, los brazaletes líticos son un elemento de adorno frecuente en los contextos neolíticos. En este
trabajo nos centramos en los conocidos como brazaletes estrechos de pizarra también llamados brazaletes finos, piezas
asociadas habitualmente a las etapas iniciales del neolítico, y
que se han venido considerando como uno de los elementos
de adorno ‘clásicos' de las primeras comunidades agrícolas y
ganaderas en esta zona.
Tipológicamente se trata de objetos de morfología anular,
con una amplia perforación interior con una dimensión media
cercana a 74 mm para los brazaletes recuperados en tierras valencianas (Pascual Benito, 1998: 160). Suelen presentar sección
subrectangular, con el borde exterior convexo, aunque también
encontramos secciones cuadrangulares, lo que conforma un tipo
de pulsera muy estrecho y ligero (fig. 1). Las superficies externas suelen presentar un pulido fino, que confiere un acabado
cuidado a estas piezas. Buena parte de los brazaletes finos están
realizados sobre esquisto, y presentan como rasgo común un
color oscuro que suele oscilar entre gris y negro, en contraste
con los brazaletes elaborados con otros soportes (mármol, caliza, concha) de tonalidades claras.
Destaca por su volumen el registro recuperado en Cova de
l'Or (25) y Cova de la Sarsa (21), donde la alta cantidad de
piezas incide en la singularidad de estas cavidades, señalada en
anteriores trabajos (Bernabeu et al., 2006). Otros yacimientos
valencianos muestran una presencia puntual, como se refleja en
Cova de les Cendres (2) (Orozco, 2000; Pascual Benito, 2009),
Cova Fosca (1) (Aparicio y San Valero, 1977), Cova del Montgó (1) (Soler, 2007) y Benàmer (1) (Torregrosa et al., 2011).
Más allá del territorio valenciano están presentes tanto en cuevas como en poblados de Andalucía Oriental y Murcia (fig. 2).
2. LOS BRAZALETES DE ESQUISTO:
ORNAMENTOS PARA LOS VIVOS
Los conjuntos con mayor cantidad de efectivos en el País Valenciano son los procedentes de Cova de l'Or (Beniarrés) y Cova
de la Sarsa (Bocairent), yacimientos excavados en fechas tempranas e incorporados al debate historiográfico sobre el proceso
141
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T. Orozco Köhler
Fig. 1. Fragmentos de brazaletes neolíticos recuperados en Cova de
l'Or (Beniarrés, Alicante).
En su mayor parte estos elementos de adorno fueron recuperados en antiguas campañas de excavación, por lo que
su posición estratigráfica precisa no puede ser atribuida con
garantías. La secuencia estratigráfica de Cova de les Cendres
(Moraira) sí que muestra mayor precisión; los brazaletes de
esquisto están presentes durante las fases IA y IB del Neolítico, y su encuadre temporal corresponde a la segunda mitad del VI milenio a.C. en los momentos que se desarrollan
los horizontes de cerámicas impresas en el yacimiento. Los
tres fragmentos recuperados en Benàmer (Muro d'Alcoi) pertenecen a una misma pieza recuperada en la fase III de este
yacimiento (horizonte de las cerámicas peinadas o neolítico
IC), para la que se obtuvo una datación (sobre una muestra de
agregados de polen) que fecha este contexto en torno al 4500
cal BC (Torregrosa et al., 2011: 91). Los rasgos deposicionales
nos parecen interesantes, pues los fragmentos de brazalete se
asocian a diversos fragmentos cerámicos erosionados y materiales líticos de adscripción neolítica, en un contexto que se
interpreta como un desecho. Pocas indicaciones encontramos
sobre el contexto en el que se recuperaron los fragmentos en
Cova del Montgó (Xàbia) y en Cova Fosca (Ares).
Del mismo modo, no es posible establecer la relación de
estas piezas con otros ítems del registro, como tampoco entre
los diversos brazaletes en los conjuntos más numerosos. Con independencia de la utilización sepulcral puntual de Sarsa (o parte
de la cueva) señalada anteriormente, en el resto de yacimientos
la presencia de brazaletes de esquisto no puede relacionarse con
prácticas funerarias, por lo que cabe considerar que se trata de
elementos que forman parte del mundo de los vivos.
3. LOS BRAZALETES FINOS ¿UNA PRODUCCIÓN
PARA EL INTERCAMBIO?
Fig. 2. Algunos yacimientos peninsulares donde se han recuperado
brazaletes finos de esquisto: 1) Cueva de Nerja (Nerja, Málaga),
2) Cueva del Toro (Antequera, Málaga), 3) Cueva de la Carigüela
(Píñar, Granada), 4) Cueva de las Ventanas (Píñar, Granada),
5) Cueva del Agua (Prado Negro, Granada), 6) Cabecicos Negros
(Vera, Almería), 7) Cerro Virtud (Cuevas del Almanzora, Almería),
8) Sima de la Serreta (Cieza, Murcia), 9) Benàmer (Muro del Comtat,
Alicante), 10) Cova de la Sarsa (Bocairent, Valencia), 11) Cova
de l'Or (Beniarrés, Alicante), 12) Cova de les Cendres (MorairaTeulada, Alicante), 13) Cova del Montgó (Xàbia, Alicante), 14) Cova
Fosca (Ares, Castellón).
de neolitización peninsular. Atendiendo a la excepcionalidad de
su registro arqueológico, ambas cavidades se consideran lugares
de agregación en el conjunto de los Valles del Serpis. En ellas se
ha recuperado gran cantidad de ítems simbólicos y de prestigio
que van desde recipientes cerámicos con decoración simbólica,
instrumentos musicales, materiales colorantes y brazaletes de
esquisto. La presencia y exhibición de estos elementos de prestigio indica una funcionalidad de estos yacimientos que va más
allá de su uso como lugar de hábitat. El uso funerario puntual
de Cova de la Sarsa en los inicios del neolítico (García Borja et
al., 2011) no impide su utilización como espacio habitacional,
es más, incide en su especial significación social.
142
Estos objetos expresan un valor cultural compartido en un amplio territorio, como refleja el mapa anterior (fig. 2). Su peculiaridad viene dada por su propia naturaleza, por la materia prima
lítica utilizada para su fabricación que, en este caso, corresponde a rocas metamórficas (esquistos), cuyo ámbito litogénico se
localiza en otros dominios geológicos de los que afloran en el
área valenciana (Orozco, 2000), y pueden ponerse en relación
con algunos mantos y unidades de los dominios internos de las
Cordilleras Béticas (Alpujárride). Aunque estamos pendientes del análisis y comparación de las piezas arqueológicas con
muestras de campo, con certeza estas litologías de naturaleza
metamórfica no afloran en zonas cercanas a los yacimientos
valencianos considerados, y su obtención –bien de la materia
prima sin transformar o de piezas acabadas o fragmentos– se
realiza a través de un sistema de explotación indirecta, esto es,
a través de contactos e intercambios. Ello se confirma a partir
de los datos sobre explotación y transformación de este material
lítico documentados en algunos yacimientos neolíticos del SE
peninsular. El proceso de producción completo de los brazaletes finos de esquisto, identificando todos los pasos, está perfectamente documentado en el yacimiento de Cabecicos Negros
(Vera, Almería) (Goñi et al., 1999). La proximidad a la materia
prima, con numerosos afloramientos de esquisto en el entorno
cercano, es una variable que puede haber tenido importancia en
cuanto al desarrollo de estas artesanías en el yacimiento. Sin
embargo la cercanía a las fuentes de materia prima no es el úni-
[page-n-150]
Los brazaletes de esquisto: un elemento de la identidad cardial
Fig. 3. Brazaletes de esquisto fragmentados a lo largo del proceso
de fabricación, recuperados en Cabecicos Negros (Vera, Almería).
Depósito: Museo de Almería.
co factor que pudo actuar como estímulo para desarrollar una
producción especializada; en otros yacimientos próximos, como
Cerro Virtud (Cuevas del Almanzora, Almería), estos adornos
aparecen en menor número o son testimoniales.
El proceso de fabricación está perfectamente diseñado
y las piezas resultantes son altamente estandarizadas (Goñi
et al., 1999). Comienza con la selección del material, y las
primeras modificaciones consisten en el trabajo y rebaje del
contorno exterior y del grosor de la plancha de pizarra, para ir
conformando la morfología general del brazalete. El siguiente paso en la producción es, con seguridad, uno de los más
delicados: la configuración y realización de la perforación.
Es uno de los momentos que requiere mayor atención a lo
largo del proceso por las posibilidades de fractura, que implicaría el desecho del esbozo (fig. 3). Posteriormente se realiza
un trabajo de modelado y regularización de las superficies,
que se lleva a cabo aplicando un proceso de raspado, que
deja profundas estrías, apreciables a simple vista; a medida
que se va realizando este adelgazamiento se va ampliando
la perforación. Finalmente, obtenidas las dimensiones deseadas, el último paso consiste en el pulimento de las superficies
y borde exterior, lo que confiere al objeto un aspecto pulido
y un tacto suave.
También se ha podido constatar en los niveles neolíticos
de Cabecicos Negros la elaboración in situ de brazaletes de
mármol y cuentas discoidales (Goñi et al., 2001). Quizás nos
encontremos ante un taller dedicado a la confección, no solo
de brazaletes, sino de diversos elementos de adorno personal.
Tomando en consideración el volumen de los restos que se
han recuperado en este yacimiento se aprecia que su fabricación va más allá de las necesidades de un grupo doméstico y
que esta producción se destinó, al menos en parte, al intercambio con otros grupos.
4. USO Y TRANSFORMACIÓN DE UN REGISTRO
FRAGMENTADO
Estos brazaletes, como ornamentos, fueron incorporados en la
vestimenta personal. El uso de estas piezas como pulsera, que son
portadas en el antebrazo o en el brazo se reconoce claramente a
partir de su morfología y dimensiones. Aunque no puede excluirse
su utilización en las extremidades inferiores, la rigidez del material
Fig. 4. Fragmentos de brazaletes procedentes de Cova de la Sarsa
(Bocairent, Valencia), presentan perforaciones en ambos extremos
que atraviesan la pieza.
lítico frente a la movilidad de la articulación permite considerar
que su utilización como tobillera no parece adecuada, aunque esta
opción que no puede descartarse por completo.
La fragilidad de estos brazaletes es una característica que
explica –en parte– su elevada fragmentación. Ante un registro
altamente fragmentado llama la atención el elevado número de
piezas recuperadas en Or y Sarsa que presentan una o dos perforaciones. Dominan las perforaciones de sección troncocónica
sobre las de sección cónica, lo que indica la direccionalidad de
este gesto técnico.
Aunque se ha señalado que el objeto de las perforaciones
es la reparación de los brazaletes, facilitando el atado de los
segmentos por medio de algún elemento (Pascual, 1988: 160),
consideramos que existen otras posibilidades. Por un lado, puede tratarse de un intento de agrandar o ampliar el diámetro de
las piezas, en lo que podría considerarse un ‘aumento de talla';
pero también en muchos casos las perforaciones tienen como
finalidad transformar el fragmento de brazalete en colgante, realizando agujeros de suspensión (fig. 4).
Esto se aprecia de forma clara en el acondicionamiento
de uno o ambos extremos del fragmento (fig. 5), suavizando
la zona de fractura mediante un rebajado y pulido del remate
(fig. 6). Esta manipulación –posterior a la fractura– nos indica
la voluntad de conservar el objeto o una parte de él, si bien con
un cambio en el uso ornamental que ahora debe ser exhibido en
otra parte del cuerpo o de los ropajes (fig. 7). Los ornamentos
son formas culturales emotivas (provocan emociones) y memorables (provocan recuerdos), cuyo significado social y simbólico puede variar con el paso del tiempo.
Contextualmente, los adornos están estrechamente asociados con las personas y sus cuerpos, y así, inevitablemente, llegan a estar enlazados con sus prácticas sociales y relaciones, e
imbuidos de sus identidades (Skeates, 2010). Estos ornamentos,
a través del tiempo y del espacio también acumulan asociacio143
[page-n-151]
T. Orozco Köhler
Fig. 7. Posible reutilización de los brazaletes de esquisto como
colgantes, atendiendo a las perforaciones que presentan los
fragmentos.
Fig. 5. En ocasiones la transformación del fragmento en colgante
comprende el acondicionamiento de ambos extremos. Pieza
procedente de Cova de l'Or (ref. 105.357 SIP).
nes y valores diversos, en un proceso dinámico, en particular
en el curso de su circulación a través de redes de intercambio.
Estos objetos pueden evocar emociones por sus cualidades visuales y materiales.
Algunos elementos de adorno parecen más valiosos o importantes tanto por estar confeccionados con materiales restringidos o exóticos como por ser distintivos visualmente. También
el grado de modificación física de un ornamento puede incrementar ese valor; ello se puede conseguir utilizando técnicas
como perforación y pulido, alterando en diversos grados la morfología original.
Esta transformación de brazaletes en un objeto menor como
son los colgantes, encaja con la definición propuesta por K.T.
Lillios (2010) sobre la fabricación de reliquias a través de la modificación y/o miniaturización de un objeto de valor, teniendo en
cuenta que no todas las reliquias son objetos sagrados. Aunque
la autora no considera justificado separar las reliquias en una
categoría de análisis (Lillios, 1999) sí que apunta algunas consideraciones interesantes, remarcando que sirven para propiciar
el recuerdo, para invocar un pasado distante, ancestral. Estos
objetos no son accesibles de la misma manera a los miembros de
una comunidad, su posesión puede ser el reflejo de diferencias
sociales, y se mantienen en uso o circulación durante un número
de generaciones.
5. FRAGMENTACIÓN INTENCIONAL
Fig. 6. Las modificaciones que presentan algunos fragmentos de
brazalete comprenden, además de la perforación, el rebaje y pulido
del extremo. Pieza procedente de Cova de l'Or (ref. 105.387 SIP).
144
La idea de que los objetos fragmentados son resultado de la
rotura accidental o de procesos tafonómicos, es decir procesos no relacionados con intencionalidad humana, está profundamente enraizada. No obstante, algunos autores (Chapman,
2000) han cuestionado esta premisa y exploran la posibilidad
de una fragmentación deliberada y uso de los fragmentos para
el establecimiento y mantenimiento de lazos entre personas
y grupos. Sus trabajos sobre materiales del neolítico balcánico aportan ideas sugerentes: en contextos arqueológicos, la
ausencia de remontajes puede indicar que los fragmentos de
objetos “incompletos” se transportaron fuera del sitio para su
uso o su deposición en otro lugar. Sus estudios han mostrado,
a través del remontaje de cerámicas y figurillas, el grado de
movilidad de un objeto tras su desperfecto o rotura, argumentando que diversos fragmentos de materiales seleccionados
fueron utilizados en intercambios, enlazando gentes y luga-
[page-n-152]
Los brazaletes de esquisto: un elemento de la identidad cardial
res (Chapman y Gaydarska, 2007). El término que define está
práctica social es el de ‘encadenamiento'; los remontajes de
fragmentos encontrados en varios yacimientos, en ocasiones
alejados a gran distancia, se consideran ilustrativos de estas
transacciones o actividades sociales.
En el caso de los brazaletes finos en yacimientos valencianos no hemos localizado ningún remontaje entre yacimientos.
Los escasos fragmentos que remontan pertenecen a un mismo
yacimiento. Este hecho hace pensar en la posibilidad de que
no se trate únicamente de brazaletes rotos, sino de objetos incompletos. No podemos descartar la posibilidad de que estos
ornamentos llegaran a estos yacimientos y se depositaran incompletos. Podemos suponer que en ocasiones, a lo largo de la
prehistoria, los elementos intercambiados son fragmentos que
pueden –del mismo modo que un objeto completo– crear lazos
o relaciones entre personas o grupos, y transmitir el significado
simbólico de la pieza completa.
Tampoco podemos descartar la idea de que nos encontremos ante la destrucción deliberada de objetos de valor. Algunos
autores (Chapman, 2000) han señalado que la fragmentación
intencional de elementos de la cultura material puede constituir
un proceso asociado al duelo o luto. Los ornamentos sirven para
encarnar o reflejar roles y estatus, y tal vez la pérdida o desaparición de estas cualidades se plasme en la fragmentación y
amortización de brazaletes.
Un mismo objeto puede sufrir cambios en su valoración y
significado dependiendo de múltiples factores. La reutilización
y reincorporación de los brazaletes fragmentados al ornamento
personal es una forma de interactuar con el pasado.
6. ALGUNAS REFLEXIONES: LOS BRAZALETES
COMO ELEMENTOS DE MEMORIA
No podemos asumir con certeza que al romperse un brazalete acaba su utilidad y los fragmentos son amortizados. Las
partes de un objeto pueden desplazarse en el espacio y en
el tiempo desde la rotura, incluso pueden ser objeto de otra
fragmentación. Los fragmentos también traen a la memoria
el brazalete completo, pueden evocar recuerdos tanto colectivos como personales.
En el caso de los brazaletes finos de esquisto, la manipulación y acondicionamientos realizados para su transformación en
colgantes tras su fractura nos hablan del interés y la voluntad de
preservar estos ornamentos.
Las cualidades formales de la materia prima, sus caracteres visuales, textura y otros efectos juegan un papel importante
en el efecto de recordar. En este caso, el escaso grosor de los
brazaletes, el color oscuro de la roca empleada como soporte,
y el acabado pulido pueden motivar la rememoración de eventos, lugares geográficos o creencias con las que estos objetos se
asociaron. Esos recuerdos pueden jugar un papel crucial en la
formación de identidades y valores sociales compartidos.
La distribución geográfica de estas piezas es sugerente.
Un vistazo al mapa de yacimientos (fig. 2) nos muestra que
la presencia de estas piezas está ligada a buena parte de los
yacimientos en los que se ha definido el proceso de neolitización peninsular, con presencia de cerámicas impresas. Son
unas piezas que se relacionan claramente con las comunidades del ámbito mediterráneo.
También resulta interesante constatar donde no aparecen
estos objetos. En la zona catalana no encontramos brazaletes
finos de esquisto, lo que podría significar la posible existencia
de diferentes tradicionales culturales dentro del mundo cardial.
El hecho de que los conjuntos numerosos de estas piezas estén presentes en algunas cavidades peninsulares como Nerja,
Carigüela, Or o Sarsa incide en la idea del papel singular que
debieron tener estos espacios.
Aun con ciertas lagunas sobre el contexto deposicional preciso en muchos de los yacimientos, se puede afirmar que los
brazaletes de esquisto son elementos para los vivos, y no están
ligados a prácticas funerarias.
Estos ornamentos presentan cierta fragilidad y fácilmente
pueden fracturarse, perderse o ser destruidos. Se mantienen
en uso y se reutilizan durante algunas generaciones
porque tienen cierto valor para sus poseedores. En este
caso, los brazaletes finos de esquisto tienen una presencia
temporal acotada a las primeras fases del neolítico inicial,
y desaparecen del registro arqueológico valenciano en el V
milenio a.C., considerando los datos que ofrece Cova de les
Cendres (Pascual Benito, 2009). Si nos fijamos en la reciente
excavación de Benàmer (Torregrosa et al., 2011), los autores
indican que atendiendo a las características de las evidencias
que aparecen en el depósito donde se recuperó un brazalete
de esquisto y un fragmento de cerámica cardial, se trata de
objetos desechados. Este hallazgo, y la datación del contexto,
indica que en el V milenio a.C. la importancia y el aprecio
hacia estos objetos había decaído por completo. Ello puede
interpretarse como una reordenación de los valores sociales
y culturales de los grupos neolíticos, que pueden virar hacia
otros adornos, otra ideología y otros rituales.
Los adornos de materiales duraderos tienen un ciclo de producción, uso, circulación, durante el cual están asociados de
forma dinámica a lugares, grupos, personas y desplazamientos
dentro de las redes sociales. Los recuerdos asociados a estas piezas son olvidados cuando dejan de estar en uso. Los brazaletes
de esquisto no volverán a formar parte de la cultura material de
los grupos neolíticos. Su abandono o desuso indica el final de
un ciclo y una reordenación de los lazos sociales así como de
las redes y circuitos de intercambio que estuvieron en funcionamiento durante el mundo cardial. Tras este momento se configura un nuevo orden donde será necesaria una nueva identidad
social que se expresará por cauces diversos pero incorporando
otros elementos de adorno y de prestigio.
Todavía estamos lejos de conocer toda la información que
pueden aportar estos ornamentos, y son más los interrogantes
que se abren tras una breve revisión de los materiales recuperados en unos yacimientos paradigmáticos como Cova de l'Or
y Cova de la Sarsa. Este breve ensayo es un punto de partida,
a partir del cual se hace necesario profundizar en el estudio de
las colecciones, en las caracterizaciones petrológicas a fin de
confirmar o descartar procedencias, y en la cronología y temporalidad de los brazaletes, y su relación con otros apartados
del registro. Añadir el carácter nmemotécnico de unos objetos
tan singulares a la interpretación arqueológica puede ayudar a
entender su valor cultural y social.
145
[page-n-153]
T. Orozco Köhler
AGRADECIMIENTOS
No quiero dejar de agradecer las facilidades que nos ofrecieron en
el Museo Arqueológico de Granada y en el Museo de Almería para
la consulta de sus fondos. El punto de partida de este trabajo en curso ha sido el Servei d'Investigació Prehistòrica de la Diputación de
Valencia, sus colecciones, y su personal, que conoce sobradamente
mi gratitud.
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 147-158.
Unas técnicas muy neolíticas:
ranurado y abrasión para la elaboración de punzones
a partir de metapodios de ungulados
JoseP lluís PasCual Benito
reSumen
Los punzones elaborados a partir de la mitad longitudinal de metapodios de cápridos y cérvidos que conservan parte de la
epífisis como base son un tipo que posee una vigencia cronológica amplia y una gran distribución geográfica, documentándose
en casi todos los yacimientos peninsulares desde el inicio de la economía de producción hasta la Edad del Bronce, en
ocasiones en gran cantidad. En este trabajo se analizan los diversos procedimientos técnicos utilizados para la bipartición de
los metapodios y los posteriores pasos seguidos para la fabricación de este tipo de punzones, tomando como base las piezas
técnicas documentadas en los yacimientos neolíticos y calcolíticos del País Valenciano y Andalucía, y los datos obtenidos a
partir de los punzones acabados procedentes de yacimientos valencianos.
PalabraS claVe:
Neolítico, Calcolítico, País Valenciano, Andalucía, punzones, metapodios.
abSTracT
Really Neolithic techniques: grooving and abrasion for the production of awls from metapodial bones of ungulates. Awls made
from longitudinal halves of caprine and cervids metapodial bones that preserve part of their epiphysis constitute a type of tool
having a broad chronology and wide geographical distribution. In fact, they are recorded in a number of settlements of the
Iberian Peninsula from the Neolithic period up to the Bronze Age. In this work we analyse the technological sequence for the
partition of metapodial bones and the subsequent steps carried out in the production of this type of awls. We take into account
objects recovered from Neolithic and Chalcolithic sites from the Valencian country and Andalusia.
keywordS:
Neolithic, Chalcolithic, Valencian country, Andalusia, awls, metapodial bones.
En el registro arqueológico es un hecho bien documentado que a
la introducción de la economía de producción se asocia una cultura material nueva entre la que la industria ósea tiene un papel
destacado. Las primeras comunidades neolíticas fabricaron toda
una serie de implementos en materia dura animal que carecía de
precedentes entre los últimos grupos de cazadores-recolectores.
El listado de novedades resulta amplio y variado, destacando
nuevos útiles como las cucharas o las gradinas, o elementos de
adorno como los anillos.
Como suele ocurrir en las industrias óseas prehistóricas,
también durante el Neolítico el grupo de utensilios más numeroso pertenece a la familia de los apuntados. Dentro de ellos
existe un tipo que se documenta en casi todos los yacimientos,
en ocasiones en gran cantidad, el de los punzones elaborados a
partir de la mitad longitudinal de metapodios de ungulados, generalmente de talla pequeña. Sin embargo, a pesar de su importancia numérica, las evidencias sobre su fabricación son escasas
en el registro arqueológico.
En este artículo trataremos de los diversos procedimientos
técnicos utilizados para la fabricación de este tipo de punzones
en base a las piezas técnicas documentadas en los yacimien-
tos de la península Ibérica y a los datos obtenidos a partir de
los punzones acabados procedentes de yacimientos valencianos
analizados con anterioridad (Pascual Benito, 1988).
Con este trabajo queremos homenajear a Bernat Martí, maestro de los que nos dedicamos a la investigación de la Prehistoria
reciente y un autor referente para el Neolítico del Mediterráneo
occidental. Respecto al tema que nos ocupa, señalar que B. Martí, en el análisis del hueso trabajado de los sectores J de la Cova
de l'Or (Martí et al., 1980), nos ofrece interesantes observaciones sobre este tipo de punzones que van más allá de la muestra
analizada. Ya en el inventario de materiales las descripciones que
utiliza son rigurosas, señalando las partes del hueso utilizadas y,
en ocasiones, la especie, además de acompañarlas con ilustraciones que muestran dos o tres caras de los punzones, aspectos poco
habituales en el momento del estudio. En el análisis posterior,
entre otros aspectos, señala que “durante el Neolítico antiguo la
mayor parte de los punzones se fabrican sobre metapodios de
ovicápridos cortados longitudinalmente y presentan una fina
punta de sección circular” (ibíd.: 139), indica su perduración
a lo largo de todo el Neolítico –aunque son menos abundantes
conforme este avanza– y durante el Eneolítico, cuando son más
147
[page-n-155]
J. L. Pascual Benito
numerosos los punzones de tibia de conejo y los de metapodio
de ovicáprido con la caña entera y la punta biselada, poniendo
como ejemplo la Ereta del Pedregal. También hace observaciones sobre la funcionalidad de estos elementos considerando que
los “finos punzones sobre la mitad de metapodio de ovicáprido
debieron ser agujas para el cabello” (ibíd.).
1. LAS MATRICES SOBRE METAPODIO EN LA
PENÍNSULA IBÉRICA
Los metapodios con evidencias de ser matrices para la confección de punzones son escasos en el registro arqueológico
holoceno. En la península Ibérica, hasta la fecha, solo se han
documentado en dos zonas. Por una parte en el País Valenciano, donde contamos con once ejemplares procedentes de cinco
yacimientos (fig. 1), la mayor parte de los cuales ya fueron
estudiados en un trabajo anterior (Pascual Benito, 1998: 106107) y que, junto con los nuevos hallazgos, han podido ser
analizados directamente con mayor detalle, correspondiendo
seis al Neolítico antiguo y cinco al Neolítico final. Por otra
parte en Andalucía, donde el rastreo bibliográfico ha permitido
encontrar diez piezas documentadas en ocho yacimientos, cuyos datos hemos extraído de las, a veces, escuetas descripciones y de las ilustraciones de las publicaciones donde se presentan (fig. 2), dos de ellas corresponden al Neolítico antiguo, una
al Neolítico medio, una al Neolítico tardío, una al Neolítico
final, una al Calcolítico precampaniforme y cuatro a contexto
indeterminado.
Dado lo exiguo de la muestra, a continuación se describen
cada una de las matrices de punzones indicando su procedencia,
la clasificación taxonómica en los casos analizados directamente1 o en los que se indica cuando fueron publicados, las señales
antrópicas que presentan, su adscripción cronocultural y sus dimensiones en milímetros (longitud, anchura máxima y espesor
máximo).
Cova de l'Or (Beniarrés, Alicante)
- Metacarpo derecho de Ovis aries con restos de ocre en la
epífisis distal. K-35 capa 28. Inicio del Neolítico antiguo.
151x26x18 mm (fig. 1: 1).
- Metatarso derecho de Ovis aries con profundos surcos por
incisión longitudinal que recorren la totalidad de las caras dorsal y plantar. H-4 capa 6. Neolítico antiguo (Vento, 1985: fig.
13: 1). 156x23x11mm (fig. 1: 2).
- Metapodio con fina incisión longitudinal en la cara dorsal,
fragmentado en la epífisis distal. K-35 capa 23. Neolítico antiguo. 118x22x15 mm (fig. 1: 3).
- Metacarpo derecho de Ovis aries con dos facetas de abrasión
en la cara dorsal y una en la palmar. En ambas la dirección
de la abrasión es oblicua con respeto al eje longitudinal de la
pieza. Neolítico antiguo. 131x23x11,5 mm (Pascual Benito,
1998: fig. III.98: 2) (fig. 1: 5).
- Metacarpo derecho de Capra sp. con amplias facetas de abrasión en las caras dorsal y palmar. La dirección de la abrasión
es oblicua y transversal al eje longitudinal de la pieza. Fragmentado en la diáfisis a la altura del inicio de la epífisis distal.
Neolítico antiguo. 116x26x10,5 mm (Pascual Benito, 1998:
fig. III.98: 1) (fig. 1: 6).
Ereta del Pedregal (Navarrés, Valencia)
- Metacarpo izquierdo de Ovis aries que en la cara palmar
de la diáfisis presenta un surco longitudinal que es doble
en el tercio proximal por desvío de útil lítico con el que se
realizó la incisión. Fragmentado en dos trozos a la altura del
tercio distal. Sector B capa 3. Neolítico final. 140x23x15
mm (fig. 1: 7).
Niuet (l'Alqueria d'Asnar, Alicante)
- Metacarpo derecho de Ovis aries que en su cara palmar presenta un surco longitudinal irregular formado por dos incisiones más profundas y abundantes incisiones oblicuas que parten del mismo, producto del desvío de útil lítico con el que se
realizó la incisión. Foso A, estrato II, D capa 4. Neolítico final.
125x23x16 mm (Pascual Benito, 1994: fig. 5-1: 13; 1998: fig.
III.98: 3) (fig. 1: 8).
- Metacarpo izquierdo de Ovis aries con la epífisis distal
desprendida en cuyas caras dorsal y palmar presenta surcos
longitudinales. En la cara dorsal el surco está formado por
una única incisión recta, mientras que en la palmar se observan múltiples incisiones longitudinales aplicadas en ambos
sentidos a las que se suman abundantes incisiones oblicuas
menos profundas que parten del surco central producidas
por el desvío del útil lítico con el que se efectuó la incisión.
Foso A, estrato II, H-5 capa 21. Neolítico final. 120x25x16
mm (Pascual Benito, 1994: fig. 5-1: 14; 1998: fig. III.98: 4)
(fig. 1: 9).
- Mitad longitudinal de metapodio de caprino fragmentado
en ambos extremos con restos de una incisión longitudinal
profunda y otras oblicuas de menor profundidad producto del
desvío del útil de corte en el borde mejor conservado. Foso A,
estrato IV. Neolítico final. 199x10,5x6 mm (Pascual Benito,
1994: fig. 5-1: 15; 1998: fig. III.98: 5).
Fuente Flores (Requena, Valencia)
Cova de la Sarsa (Bocairent, Valencia)
- Mitad longitudinal de metacarpo derecho de Ovis aries hendido por sendas incisiones longitudinales en las caras dorsal y
palmar. Ambos bordes presentan largas estrías longitudinales,
finas y paralelas. Neolítico antiguo. 116x26x10,5 mm (fig. 1: 4).
1
Agradecemos a Alfred Sanchis la ayuda facilitada en esta tarea.
148
- “Fragmento proximal de metacarpo derecho de Cervus
elaphus con profunda incisión central” (Juan-Cabanilles y
Martínez Valle, 1989: 201). Conserva parte de la epífisis
proximal. La incisión longitudinal se realiza aprovechando el canal del surcus medularis de la cara dorsal que tras
la operación presenta sección en V, observándose en ambas
partes abundantes incisiones longitudinales, finas y paralelas. Neolítico final. M-52432. 58x30x14,5 mm (fig. 1: 10).
[page-n-156]
Unas técnicas muy neolíticas: ranurado y abrasión para la elaboración de punzones a partir de metapodios de ungulados
Fig. 1. 1-3: Cova de l'Or (Beniarrés, Alicante). 4-6: Cova de la Sarsa (Bocairent, Valencia). 7: Ereta del Pedregal (Navarrés, Valencia). 8-9:
Niuet (l'Alqueria d'Asnar, Alicante). 10: Fuente Flores (Requena, Valencia).
149
[page-n-157]
J. L. Pascual Benito
Cueva del Toro (Antequera, Málaga)
- Metatarso de Ovis aries con dos profundas acanaladuras longitudinales en la caras dorsal y palmar producidas por incisión
que han eliminado la totalidad del espesor del hueso diafisario
en gran parte de su recorrido. Procede de la Fase IV atribuida
al Neolítico antiguo. 114,6x23x10,4 (Martín, Cámalich y González, 2004: fig. 98: 5; Cámalich y Martín, 2013: Lám. 1:1;
foto: don Hilario) (fig. 2: 1).
El Malagón (Cúllar-Baza, Granada)
- “Metatarso de Ovis aries, virtualmente completo a excepción
de una pequeña fractura reciente en uno de sus lados junto a la
epífisis proximal. El hueso presenta una profunda incisión en
cada una de sus caras lo que sugiere que estaba siendo utilizado para la fabricación de objetos, muy probablemente punzones. Tales incisiones recorren la pieza en toda su longitud, y
probablemente fueron realizados con una pieza de sílex, bien
una sierra, un perforador, etc. Los bordes de dichas cisuras son
simétricos y regulares”. Procede de la cabaña F atribuida al
Calcolítico precampaniforme (Salvatierra, 1982: 129, fig. 7:
2a) (fig. 2: 2).
Cueva de los Inocentes (Priego, Córdoba)
- Mitad longitudinal de metapodio de caprino hendido. Sin
referencia estratigráfica. Pieza depositada en el Museo de
Córdoba en 1967 por el Grupo de Espeleología de Córdoba.
Atribuido al Neolítico medio, ca. 3800-3500 a.C. 130x12x6
mm (CER.es) (fig. 2: 3).
- Metapodio de caprino “seccionado parcialmente en sentido
longitudinal en ambas caras, además de haberse adelgazado
por frotación, como indican las señales que muestra en su superficie”. Procede de rebuscas clandestinas. 127x22,9x14,6
mm (Gavilán, 1987: 444, fig. 204: 31) (fig. 2: 4).
Cueva de la Murcielaguina (Priego, Córdoba)
- Metapodio de caprino con la epífisis distal desprendida que
“muestra en una de sus caras evidentes señales de abrasión”,
acción que, según el dibujo publicado, ha producido una faceta
plana y eliminado el hueso diafisario en su mitad proximal.
Procede de rebuscas superficiales. 127x21,9x11,4 mm (Gavilán, 1989: 243, fig. 130: 188) (fig. 2: 5).
Cueva de la Carigüela (Píñar, Granada)
- Metapodio de caprino con una cara totalmente plana repleta de trazos oblicuos producto de una abrasión intensa que
ha hecho desaparecer la pared ósea del extremo proximal,
mientras en el distal “se habían empezado a alisar las dos
partes de la articulación; el resto de la pieza no presenta señales de trabajo” (Salvatierra, 1980: 67; 1982: 62). Procede
del estrato VIII del corte G, atribuido por su excavador al
Bronce I inicial (Pellicer, 1964: 36, fig. 13: 5) y, posteriormente, al Neolítico tardío (Salvatierra, 1980: 67, fig. 2: 5).
132x20x17 mm (fig. 2: 6).
- Mitad longitudinal de metapodio de caprino que “conserva
ambas epífisis y con huellas indudables de haber sido cortado
en ambos laterales”. Procede de estratos del Neolítico antiguo
150
(Salvatierra, 1980: 44, fig. 1: 2). Por la morfología de la epífisis proximal que se observa en la publicación debe tratarse de
un metatarso. 139,8x18x9 mm (fig. 2: 7).
Cueva de la Ventana (Píñar, Granada)
- Metapodio de caprino “trabajado por abrasión en sus dos
caras laterales hasta obtener una lámina muy fina. Conserva
toda la anchura de la epífisis distal, habiendo sido empezada
a eliminar la proximal. Pudo obtenerse un punzón de longitud
extraordinaria o incluso dos. El medio de fabricación viene a
significar una variación y un perfeccionamiento del sistema
de abrasión frontal, con posibilidades de unirlo al de abrasión
doble” (Salvatierra, 1980: 53, fig. 6: 9). “El trabajo fue realizado mediante abrasión intensa, habiéndose eliminado prácticamente el canal medular, presentando una cara plana, mientras
la otra, exterior, presenta los bordes redondeados”. 148x8,4
mm (Salvatierra, 1982: 75, fig. 3: 1) (fig. 2: 8).
Polideportivo de Martos (Jaén)
- “Mitad longitudinal de metapodio, posiblemente de cérvido”, clasificado como “resto de manufactura”, que conserva
parte de la epífisis proximal. Se encuentra “seccionado longitudinalmente por cortes practicados en ambas caras facilitándose la escisión por el surco natural del soporte. Una de
las caras conserva las estrías de los deslizamientos laterales, e
involuntarios, del útil al iniciarse la operación”. El yacimiento
se data entre fines del IV e inicios del III milenio a.C. (Mérida,
1991-92: 127, fig. 3: 10) (fig. 2: 9).
Los Castillejos (Montefrío, Granada)
- Mitad longitudinal de metapodio de Cervus elaphus. Según
el dibujo publicado la cara interior se encuentra totalmente alisada, solo marcando ligeramente el canal medular cerca de las
epífisis. En la publicación no se indica ninguna referencia estratigráfica de la pieza (Salvatierra, 1982: 231, fig. 6.1) (fig. 2: 10).
Como se observa en la tabla 1, en la península Ibérica, aunque
existe un buen número de casos que carecen de una determinación anatómica precisa, se constata en las matrices una preferencia por los metacarpos de Ovis aries. Si bien en los punzones
acabados de algunos yacimientos como la Cova Fosca (Ares)
son los metatarsos los que dominan (Gutiérrez et al., 2014), al
igual que sucede en otras regiones extrapeninsulares como el
mediodía francés, hecho que se ha explicado por la naturaleza
del metatarso respecto al metacarpo: más largo, redondo y fino,
y con el surco anatómico más profundo, por lo que se dejaría
serrar con mayor facilidad (Choi, 1999: 70).
Tabla 1. Materia prima de las matrices de punzones de la península
Ibérica.
Metapodio
Metatarso
Metacarpo
3
6
1
Total
1
Ovis aries
Capra sp.
Caprino
Cervus elaphus
7
2
9
4
8
21
1
Total
9
1
8
3
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Unas técnicas muy neolíticas: ranurado y abrasión para la elaboración de punzones a partir de metapodios de ungulados
Fig. 2. 1: Cueva del Toro (Antequera, Málaga) (dibujo: Martín, Cámalich y González, 2004: fig. 98: 5; Cámalich y Martín, 2013: lám. 1:1.
Fotografía: don Hilario). 2: El Malagón (Cúllar-Baza, Granada) (Salvatierra, 1982: fig. 7: 2). 3-4: Cueva de los Inocentes (Priego, Córdoba)
(CER.es. Fotografía: Valme Rodríguez Escudero; Gavilán, 1987: fig. 204: 31). 5: Cueva de la Murcielaguina (Priego, Córdoba) (Gavilán,
1987: fig. 130: 188). 6-7: Cueva de la Carigüela (Píñar, Granada) (Salvatierra, 1980: fig. 1: 2 y 2: 5). 8: Cueva de la Ventana (Píñar,
Granada) (Salvarierra, 1980: 53, fig. 6: 9). 9: Polideportivo de Martos (Jaén) (Mérida, 1991-92: fig. 3: 10). 10: Los Castillejos (Montefrío,
Granada) (Salvatierra, 1982: fig. 6.1).
Respecto a la especie mayoritaria, Ovis aries, encuentra su
explicación en su mayor presencia entre los restos de fauna, por
tanto en su mayor disponibilidad. Así ocurre por ejemplo en la
fauna de la Cova de l'Or, donde los restos de ovicaprinos suponen el 56,2% del total y, entre los que se ha podido discriminar
la especie, el 87,6% corresponden a ovejas (Pérez Ripoll, 1980).
Si atendemos a los punzones acabados, encontramos resultados similares. El estudio de un conjunto de 188 piezas de
hueso trabajado de las excavaciones antiguas de la Cova de
l'Or concluía que, del total, el 22% correspondía a huesos de
Capra/Ovis y el 23,7% de Ovis aries, y que los metapodios
eran los huesos del esqueleto más empleados para la confec151
[page-n-159]
J. L. Pascual Benito
ción de punzones, ya que comprendían el 70% del total de
utensilios de cabra/oveja y el 42% del total de las especies
(Pérez Ripoll, 1980: 250-51).
Posteriormente, el análisis de 411 punzones sobre metapodio hendido procedentes de yacimientos neolíticos valencianos reveló un amplio predominio de los metapodios de
rumiantes de pequeña talla sobre los de gran talla, el 92,2 %
pertenecían a ovicaprinos, entre los que se identificaron Ovis
aries, Capra hircus y, en algún caso, Capreolus capreolus, y
el 6,2% a ungulados de gran talla, de los que el 3,4% eran de
Cervus elaphus, el 0,5% de Equus sp. y el 2,4% de gran mamífero indeterminado, mientras que el 1,5% correspondía a
indeterminados. Los metapodios de ovicaprinos eran seleccionados mayoritariamente entre individuos de más de tres años
de edad con el fin de que la polea articular de la epífisis distal
del hueso se encontrara ya soldada, cosa que sucedía en el
86,5% de los casos (Pascual Benito, 1998).
En cuanto a las dimensiones de estas matrices (tabla 2) se
corresponden a las medidas anatómicas de los metapodios. Únicamente en un par de ejemplares el espesor varía a lo largo de
todo el hueso, siendo menor que en estado natural al haber sido
adelgazados por abrasión.
Tabla 2. Dimensiones en milímetros de las matrices de punzones de
yacimientos valencianos.
Máxima
Mínima
Media
156
120
134,4
Ancho distal
26
8,5
20,3
Espesor distal
16
4,5
12,4
Ancho medial
16
11
12,5
Espesor medial
11
5,5
9,8
Ancho proximal
25
10,5
20,9
Espesor proximal
15
6
12,1
Longitud total
2. LA FABRICACIÓN DE PUNZONES A PARTIR DE
METAPODIOS
2.1. el SeccIonado longITudInal de loS meTaPodIoS
La abrasión, el ranurado longitudinal, la mezcla de ambas técnicas o la percusión se aplican sobre huesos largos, generalmente metapodios, con el objeto de dividirlos en dos mitades
simétricas que permiten la obtención de dos o cuatro útiles.
La efectividad de estas técnicas ha sido constatada mediante las diversas reconstrucciones experimentales realizadas
por varios investigadores, sobre todo a partir de metapodios
de pequeños rumiantes, caprinos sobre todo (Poplin, 1974;
Camps-Fabrer y d'Anna, 1977; Murray, 1979) y también sobre metapodios de grandes rumiantes, ciervo (Mihail y Provenzano, 2014) o caballo (Choyke y Tóth, 2013).
La observación de las huellas que presentan los metapodios
anteriormente descritos muestran que se emplearon diversos
procedimientos técnicos para el seccionado longitudinal de los
mismos, los cuales en ocasiones coexistieron en el mismo yacimiento, y que pasamos a describir a continuación.
152
2.1.1. Ranurado longitudinal
Consiste en practicar una incisión longitudinal sobre una o las
dos caras de los metapodios –dorsal y palmar– con un instrumento de piedra tallada mediante repetidas incisiones que producen un amplio surco, aprovechando el canal medular anatómico (surcus medularis) de estos huesos.
Resultado de esta operación es una profunda ranura longitudinal o surco de sección en V que recorre todo el hueso hasta
ambas epífisis, la cual muestra en sus caras múltiples estrías paralelas, finas y poco profundas orientadas longitudinalmente. En
algunas ocasiones se pueden observar a los lados del surco, incisiones paralelas o ligeramente inclinadas con respecto al canal
medular, y otras más desviadas o líneas de fuga que se producen
al salir el instrumento lítico del surco principal (Pascual Benito,
1998: fig. III.98: 3-5).
El procedimiento de ranurado longitudinal se constata en
once de los casos analizados, pudiéndose localizar sobre una
o sobre las dos facetas del metapodio: siete en las caras dorsal
y palmar (Or, Sarsa, Niuet, Carigüela, Toro, Inocentes y Malagón), tres sólo en la cara dorsal (Or, Niuet, Fuente Flores) o uno
sólo en la cara palmar (Ereta).
Cuatro de los ejemplares analizados son mitades longitudinales del metapodio que, en ambos bordes, muestran restos de
una de las facetas de la ranura longitudinal (Sarsa, Niuet, Carigüela e Inocentes).
La separación definitiva de las dos mitades longitudinales
de los metapodios se consigue cuando el surco del ranurado ha
alcanzado la profundidad adecuada. Dos técnicas pueden ser
empleadas: la flexión y la percusión indirecta con la ayuda de
un instrumento biselado (¿cinceles de hueso?) colocado en el
caso de ranurado longitudinal a la altura del canal interóseo distal, práctica que, en algunos casos ha quedado reflejada en una
muesca presente en los bordes del fuste cerca de la epífisis, visible aún en algunos punzones acabados, como se puede observar
en piezas de Or y Sarsa (fig. 4: 1, 11 y 12). Una vez separadas
las dos mitades, cada uno de los bordes que se situaban por debajo del surco muestran una superficie irregular que contrasta
con la de la faceta del corte mucho más suave y repleta finas
trazas longitudinales y paralelas (fig. 4: 2 y 3).
2.1.2. Abrasión
Consiste en el adelgazamiento de la superficie dorsal y/o palmar
del metapodio mediante abrasión. Se efectúa frotando el metapodio sobre una superficie lisa de piedra abrasiva, acción que produce en el hueso una faceta plana repleta de abundantes estrías paralelas, cuyo espesor varía en función del grano abrasivo empleado.
En las piezas estudiadas la abrasión afecta a las dos caras,
dorsal y palmar, en tres ocasiones (2 en Sarsa, Ventana) o a una
sola cara en dos casos (Carigüela y Murcielaguina).
Se constatan al menos dos métodos de abrasión en función
del tamaño de la superficie en que se aplica: sobre la totalidad
de la superficie o sobre parte de la misma. En el primer caso
se encuentran dos piezas de Sarsa con las facetas abrasionadas
planas, una presenta una amplia faceta alisada en cada cara mediante abrasión transversal, las cuales son paralelas entre sí (fig.
1: 6), y la otra tiene dos estrechas facetas alisadas en la cara dorsal que dejan una arista central y otra en la cara palmar, separada
por el canal medular (fig. 1: 5).
[page-n-160]
Unas técnicas muy neolíticas: ranurado y abrasión para la elaboración de punzones a partir de metapodios de ungulados
sidad en el tercio proximal. El resultado es el adelgazamiento
de la epífisis proximal hasta el punto que ha provocado sendas
perforaciones, mientras que la epífisis distal se ha conservado
completa (fig. 2: 4).
La otra pieza donde se combinan la abrasión y el ranurado
es un punzón del silo 6 de Niuet, el cual presenta abrasión total
sobre una faceta, dejando la superficie plana, y dos profundas
incisiones longitudinales en el centro de la diáfisis de la faceta
opuesta, por lo que posiblemente estaba preparado para proceder a la bipartición del metapodio antes de decidir dejarlo entero
(Pascual Benito, 1994: Fig 5.1: 6).
2.1.4. Percusión indirecta
Fig. 3. Punzón sobre metapodio de Cervus elaphus. Cova de l'Or.
Una variante de este procedimiento la encontramos en un
metapodio de Ventana, el cual presenta un tipo de abrasión peculiar. Se efectuó abrasión por ambas caras con diferente intensidad. En una de ellas afectó a la zona medio proximal del
hueso, mientras que en la otra afectó a la totalidad, habiendo
eliminado en un extremo la mitad transversal de los cóndilos
de la epífisis distal mientras que en el otro se conserva una
pequeña porción de la epífisis proximal, quedando la diáfisis
de sección plana en gran parte de su recorrido (fig. 2: 8). “La
ausencia de productos acabados que hayan podido ser obtenidos con esta peculiar técnica impide conocer el resultado de la
operación, si bien podría haberse destinado para confeccionar
un alfiler o varilla con una cabeza formada por la epífisis distal seccionada” (Salvatierra, 1980: 53). En Or existe un punzón sobre metapodio de ciervo que conserva la epífisis distal y
que fue fabricado mediante la abrasión de un solo lateral pero
afectando suavemente los cóndilos articulares (Pascual Benito,
1998: fig. III.17: 1) (fig. 3) y que, a diferencia del caso andaluz, resulta una pieza de gran robustez. En este caso, como en
otros constatados sobre metapodio de ovicaprino, la abrasión
se efectúa con una orientación oblicua respecto al hueso y no se
busca la bipartición del mismo, sino la fabricación de un único
punzón que tiene como base la epífisis distal completa aunque
afectada por abrasión en una cara.
2.1.3. Ranurado longitudinal más abrasión
En un par de ocasiones se constata el empleo de un procedimiento que combina dos técnicas, con ranurado longitudinal y
abrasión en la misma pieza. Un metapodio de Inocentes presenta sendas ranuras longitudinales en las caras dorsal y palmar de
la diáfisis que han afectado en su totalidad al espesor del hueso
diafisario en su parte central. Con posterioridad se efectuó una
abrasión en ambas caras. En una cara la abrasión es regular en
toda la diáfisis, mientras que la cara opuesta muestra más inten-
Existe además otro procedimiento más sencillo que no requiere
la preparación previa del metapodio para conseguir la preforma
de un punzón que conserve en su base la media diáfisis distal,
de la que no hemos encontrado matrices y que resulta difícil
observarlo en los punzones acabados toda vez que los posteriores pasos han borrado las trazas de esta operación. Se trata
de la obtención de un fragmento longitudinal de la parte distal
de metapodio por medio de percusión indirecta con la ayuda de
un cincel o cuña. En las reconstrucciones experimentales se ha
efectuado de dos maneras. Por una parte con el hueso en posición vertical, golpeando sobre la hendidura natural que presenta
la epífisis distal entre los dos cóndilos. Por otra, con el hueso en
posición horizontal, percutiendo sobre la parte distal de la diáfisis (Camps-Fabrer y d'Anna, 1977: figs. 2 y 3; Stordeur-Yedit,
1999). En ambos casos se obtiene una preforma más corta que
con los procedimientos de ranurado o abrasión.
2.2. el FaceTado de loS PunzoneS
Resulta difícil averiguar, en la mayor parte de los casos, el
procedimiento técnico utilizado para la obtención de un metapodio hendido, toda vez que por lo general las posteriores operaciones de regularización de la pieza han borrado las señales
que permiten reconocerlos. Solo en contadas ocasiones se han
conservado señales que evidencian el modo de obtención. Así,
en algunos punzones realizados mediante ranurado aún visibles los restos de las incisiones longitudinales (fig. 4: 4-6, 8
y 9) o las incisiones de fuga (fig. 4: 12), mientras que en los
obtenidos mediante abrasión, los bordes de algunos punzones
presentan una o las dos caras laterales de los cóndilos regularizados por abrasión (fig. 5).
Sea cual fuere la técnica utilizada, una vez obtenida la
mitad longitudinal del metapodio se observan diversos pasos
para la elaboración de las piezas acabadas, según se deduce
del análisis de cuatro centenares de punzones procedentes de
yacimientos valencianos desde el Neolítico antiguo a la Edad
del Bronce (Pascual Benito, 1998) y de las reconstrucciones
experimentales citadas.
Paso 1. Tras la bipartición longitudinal del metapodio, cada
una de las dos mitades pudo fragmentarse transversalmente a una
altura determinada, en función de la longitud buscada para los
punzones. Si se buscaba un punzón largo de cada mitad, una de
las epífisis era eliminada por percusión o flexión, consiguiendo de
ella un único punzón (fig. 4: 1), mientras que si se querían punzones más cortos, se fracturaba por la zona medial de la diáfisis,
con lo que se podían confeccionar dos punzones de cada mitad.
153
[page-n-161]
J. L. Pascual Benito
Fig. 4. Punzones sobre mitades longitudinales de metapodio de caprino obtenidos por ranurado longitudinal. Cova de la Sarsa: 1, 6-8, 11,
14 y 18. Cova de l'Or: 2-5, 9, 10, 12, 13, 15-17.
154
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Unas técnicas muy neolíticas: ranurado y abrasión para la elaboración de punzones a partir de metapodios de ungulados
Fig. 5. Punzones sobre mitades longitudinales de metapodio de
caprino obtenidos por abrasión. Cova de la Sarsa: 1 y 4. Cova de
l'Or: 2, 3, 5 y 6.
En los punzones localizados en yacimientos valencianos, se
constata la preferencia de conservar la media epífisis distal, un
86,8% del total de los mismos, de los cuales un 86,5% poseen
la media polea articular entera y un 13,5% presentan la polea
articular desprendida (fig. 4: 16 y 17), mientras en el 13,2% de
los casos es la epífisis proximal la conservada (fig. 4: 18).
Paso 2. Regularización de los bordes de la fractura y confección de la punta mediante raspado con útil de sílex y con
abrasión. Generalmente esta operación se realiza sobre toda la
superficie interior del hueso, excepto en algunos ejemplares en
los que quedan restos del inicio de la otra polea articular. Se produce mediante abrasión unifacial que, en muchos casos, elimina
los restos del canal medular. La punta se obtiene de la misma
forma pero modificando la inclinación de plano de abrasión en
todo el perímetro distal. En un par punzones (uno de Or y otro
de Cendres) se observan incisiones transversales en los bordes
producidas por el filo de un útil de piedra tallada, para ayudar a
su adelgazamiento (fig. 4: 7).
El extremo distal apuntado, generalmente se presenta con
los bordes rectilíneos que convergen progresivamente hasta
formar una punta afilada (93,4%), si bien existen además algunas puntas con forma destacada (3,6%), ojival (1,5%), biselada
(1%) y roma (0,5%).
Por su parte, la zona medial o fuste presenta los bordes paralelos (66,6%), convergentes (27,7%) y bicóncavos (5,7%). Según el grado de elaboración del fuste, el 54,6% de los punzones
tienen el canal medular presente, de sección cóncavo-convexa
marcada, mientras en el 45,4% el canal medular fue alisado, presentando diversas secciones: cóncavo-convexa suave (24,8%),
plano-convexa (6,8%), oval (7%), plana (3,9%), rectangular
(1,9%), plano-cóncava (0,5%) o circular (0,5%).
Paso 3. En algunos punzones se observa la regularización
de la media epífisis conservada. Si bien en la mayor parte de
los casos (76,2%) se conserva en su estado natural, algunos
de ellos (el 4,4%) presentan además un abultamiento parte de
la otra polea articular (fig. 4: 1, 11-13), en el 23,8% de punzones la epífisis se encuentra alisada. De los punzones con la
epífisis modificada, en el 69,6% el alisado se efectúa generalmente sobre los bordes laterales de la polea articular por
medio de dos facetas planas, testigo de la técnica empleada
para el tratamiento del metapodio fue la abrasión (fig. 5). En
el resto se produce una importante transformación y la abrasión afecta también a las otras partes del cóndilo, dando lugar a diferentes secciones: rectangular (16,5%), oval (6,3%),
trapezoidal (3,8%) o plana (3,8%), y a diversas morfologías
de la base: recta (71,4%), convexa (20%), ojival (2,9%) y
hendida (5,7%).
Paso 4. En tres punzones se observan algunas particularidades, consistentes en acanaladuras en la zona distal o proximal.
Un ejemplar de Or presenta una acanaladura transversal perimetral a escasa distancia de la punta (fig. 4: 9), un fragmento
distal de Sarsa conserva cuatro profundas incisiones transversales cortas en un borde del extremo distal y un ejemplar de Ereta
presenta una marcada acanaladura perimetral entre la epífisis y
el inicio de la diáfisis.
Paso 5. La última operación es el pulido total en la mayor
parte de los ejemplares, para lo cual se emplearía una muela
durmiente de arenisca de grano fino. Este tipo de abrasión produce una superficie alisada muy uniforme que, observada a gran
aumento, se encuentra cubierta de multitud grupos de microestrías muy juntas y paralelas, de profundidad y anchura semejante que se entrecruzan entre sí.
3. PECULIARIDADES REGIONALES Y CRONOLOGÍA
Los punzones fabricados a partir de metapodios hendidos tienen amplia vigencia cronológica y gran distribución geográfica.
Constituyen un tipo que, realizado sobre metapodios de mamíferos salvajes, aparece de forma esporádica desde el Paleolítico
superior y que, sobre metapodios de ovicaprinos, es un objeto
corriente en prácticamente todas las regiones europeas a partir
155
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J. L. Pascual Benito
de la domesticación de estos animales, desarrollándose durante
el Neolítico y perdurando en algunos lugares hasta época romana (Camps-Fabrer et al., 1990a).
En el País Valenciano este tipo de punzones se documentan tanto en contextos de habitación como funerarios desde el
inicio del Neolítico hasta el inicio de la Edad del Bronce (Pascual Benito, 1998). Son cuantitativamente importantes en las
industrias óseas del Neolítico antiguo, momento en el que se
encuentran presentes en prácticamente todos los yacimientos,
alcanzando por lo general los porcentajes más altos del utillaje
óseo, un 39,30% como media, aunque en algunos yacimientos
como Cova de la Sarsa alcanzan el 50,8%, descendiendo al
32,4% en el Neolítico medio. Constituye un tipo muy variado
en cuanto a dimensiones, grado de elaboración y señales de
uso, por lo que engloba elementos de pueden haber tenido una
funcionalidad muy diversa. Más de las dos terceras partes de
estos punzones coinciden en su morfometría y cuidado acabado final, por lo que pueden haberse utilizado también para funciones ajenas a las de un útil apuntado, como la de servir como
alfileres para el cabello o como elemento de sujeción, teniendo
en cuenta el lustre que aún conservan algunos ejemplares en
su parte medial.
Durante el Neolítico final, si bien los punzones realizados
sobre metapodio hendido siguen teniendo una presencia generalizada en algunos yacimientos y se encuentran bien representados, 5,6% en contexto de hábitat y 16,5% en enterramientos
del total de la industria ósea, serán los punzones sobre tibia de
lepórido los que dominen el conjunto, representando la tercera
parte del utillaje óseo. Los punzones sobre metapodio alisado de
ovicaprino de mayor longitud corresponden a contextos funerarios de este horizonte, así como el empleo de metapodio hendido de cérvido en sendos ejemplares de las cuevas de Pastora y
Llometes (Pascual Benito, 1998: fig. III.21).
A partir del Calcolítico campaniforme el descenso de los
punzones sobre metapodio hendido de ovicaprino se hace más
patente, suponiendo tan solo el 5% del total de la industria ósea
y desapareciendo en contextos funerarios. Pasan a ocupar el tercer lugar entre los punzones, dominando ahora los realizados
sobre diáfisis indeterminadas hendidas, seguidos de los totalmente facetados.
Durante la Edad del Bronce desaparecen estos punzones
y solo se documentan de forma anecdótica en escasos yacimientos y siempre en un número muy reducido de ejemplares
(López Padilla, 2011: 367).
Un comportamiento similar al del territorio valenciano se
observa en Andalucía oriental. Así, en la provincia de Granada,
los punzones sobre metapodio hendido son totalmente mayoritarios durante el Neolítico, descendiendo su producción en
época precampaniforme para desaparecer durante las fases del
Campaniforme y Bronce pleno (Salvatierra, 1982: 233). Igual
ocurre con los punzones sobre metapodio de ovicaprino obtenidos mediante la abrasión de una de sus caras que afecta a la epífisis distal, la cual se conserva completa pero abrasionada. Este
tipo de punzones son menos frecuentes que los anteriores como
se observa en la cuenca de Vera (Maicas, 2007: 139), salvo en
algunos conjuntos como el de la cueva de Carigüela de Píñar,
donde se encuentran estratificados en los niveles pertenecientes
al Neolítico medio, tardío y final (Salvatierra, 1980), o en el
Polideportivo de Martos, donde se seleccionan para ello los me156
tacarpos y representan casi la mitad del total de los metapodios
trabajados, siendo el soporte de industria ósea más abundante
(Mérida, 1991-92).
En Catalunya, durante el Neolítico antiguo existe gran variedad de punzones realizados a partir de metapodios de grandes y
pequeños rumiantes que conservan la epífisis distal o proximal,
con empleo de las técnicas de ranurado y de abrasión para su bipartición y ejemplares muy estandarizados de fuste fino y sección
rectangular, como se observa en el poblado de La Draga (Banyoles) (Rueda, 2000; Legrand-Pineau, 2011). Durante el Neolítico
medio, en contextos funerarios de la Cultura de los Sepulcros de
Fosa, son extraordinariamente abundantes los punzones de gran
tamaño obtenidos a partir de mitades longitudinales de metapodios de ovicaprinos y cérvidos mediante ranurado y que generalmente conservan la epífisis distal, existiendo algunas zonas como
la comarca de Solsona donde más abundan, en especial los que
superan una longitud de 190 mm fabricados a partir de metapodios de ciervo, clasificados como “puñales” y considerados como
característicos de esta cultura (Muñoz, 1965: 283). Así mismo son
los punzones más numerosos localizados en contextos no funerarios, como sucede en la minas de Gavà (Estrada, Borrell y Nadal,
2009). En el Valle del Ebro este tipo de punzones, denominados
allí de base articular, se constatan a partir del Neolítico antiguo en
el Prepirineo aragonés, pero es durante el Neolítico medio y final
cuando son más frecuentes, realizados generalmente en metapodios de ovicaprinos (Rodanés, 1987: 189).
En contextos extrapeninsulares los punzones realizados mediante la técnica de ranurado longitudinal son los que mayor
extensión geográfica y cronológica poseen, siendo comunes
en prácticamente todas las regiones europeas (Camps-Fabrer,
1990a), mientras que los confeccionados mediante abrasión son
más esporádicos y se documentan básicamente durante el Neolítico (Camps-Fabrer, 1990b). Para estos últimos se ha distinguido el uso de tres métodos de fabricación distintivos en los que
se emplea la abrasión. El más extendido es el de solo abrasión,
ampliamente difundido durante el Neolítico antiguo en Bulgaria,
Grecia, Europa continental y Cerdeña, estando presente también
en periodos neolíticos posteriores (culturas de Cortaillod en Suiza, Lagozza en Italia, Chassey en Francia y Calcolítico en Bulgaria). De menor extensión geográfica y cronológica son los otros
dos procedimientos técnicos, considerados como adaptaciones
locales, una con aserrado primero y posterior abrasión, utilizada
sobre todo en el Neolítico final de Bulgaria y sur de Europa occidental (Chassey), y otra en la que el orden se invierte con abrasión
primero y posterior aserrado, un método específico de la esfera
Cortaillod (Sidéra, 2005: 85, fig. 7).
En el Rubané de la Cuenca de París y en la Alta Alsacia la
presencia de punzones sobre metapodio “a flancs plats” –terminologia empleada por I. Sidéra (2008) para los punzones fabricados por abrasión–, de brazaletes de Glycymeris y de conchas
Columbella rustica perforadas se ha interpretado como producto de relaciones con el Cardial mediterráneo a partir del 5100
A.C. (Sidéra, 2010).
Como ocurre en algunos yacimientos valencianos, existen
lugares donde los metapodios de pequeños rumiantes alcanzan
notables proporciones dentro de la industria ósea, como por
ejemplo en los niveles del Neolítico antiguo del yacimiento búlgaro de Kovacevo, donde suponen el 25% de los útiles apuntados (Sidéra, 1998: 222).
[page-n-164]
Unas técnicas muy neolíticas: ranurado y abrasión para la elaboración de punzones a partir de metapodios de ungulados
En definitiva, los punzones fabricados a partir de la bipartición de metapodios de pequeños rumiantes se encuentran presentes en todas las regiones mediterráneas, desde el Próximo
Oriente hasta la península Ibérica desde los inicios de la economía de producción, perdurando hasta la Edad del Bronce, momento en que se constatan en escasos lugares. Podemos concluir
por tanto que este tipo de punzones constituyen un elemento
material característico de la industria ósea neolítica que, al contrario de otros productos óseos como las cucharas y los anillos,
se confeccionan en todos los lugares de forma similar, perdurando más de tres milenios sin que se produzcan cambios notables
en los procedimientos técnicos de fábrica.
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 159-180.
Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur
de la península ibérica. Reflexiones sobre algunos modelos
interpretativos desde los inicios del siglo XXI
JaVieR CaRRasCo Rus, antonio MoRgado
y FRanCisCo MaRtínez-seVilla
reSumen
Las recientes investigaciones del Neolítico andaluz en los inicios del siglo XXI están incidiendo sobre sus orígenes y
posteriores desarrollos. Consideramos necesaria una reflexión al respecto, valorando las líneas interpretativas generadas desde
el siglo precedente y cómo están afectando a los nuevos planteamientos. Varios son los modelos que con mayor o menor
éxito han sido formulados. Desde esta perspectiva, intentaremos reflexionar sobre algunos de ellos, con especial atención al
recientemente propuesto de la reactualización de la llamada “Cultura de las Cuevas” y “Cultura de la cerámicas impresasalmagras” a partir de la secuencia de Cueva de Nerja, con su posible incidencia en otros ámbitos geográficos, especialmente de
Andalucía Oriental. Asimismo, puntualizamos sobre la actual dispersión de “lo cardial” en el ámbito andaluz y sus apariciones
en cuevas sepulcrales y asentamientos. De igual forma, abundaremos sobre la problemática de estos enclaves y sus conjuntos
arqueológicos, generalmente vinculados a tradiciones diferenciadas y ámbitos geográficos concretos. En definitiva, breves
reflexiones sobre el Neolítico andaluz que nos han permitido sumarnos al muy merecido homenaje de nuestro querido amigo
y colega Bernardo Martí.
PalabraS claVe:
Neolítico Antiguo, Andalucía, cerámica cardial, Cultura de las Cuevas.
abSTracT
Settlement and development of neolithic groups in the south of the Iberian Peninsula. Reflections on some interpretive models
since the beginning of the 21st century. The 21st century research on the Neolithic in Andalusia has focused on its origin and
development. In this paper we consider several theoretical approaches by assessing the different interpretative lines of the
previous century and how these inform current thinking. Several models have been formulated with varying degrees of success
and here we reflect on some of these approaches, with special attention to the reactualized model of the “Culture of the Caves”
and the “Culture of the imprinted and almagras ceramics”, which emerged from the sequence of the “Cueva de Nerja”, and
evaluate their possible impact on other geographical areas such as eastern Andalucia. Furthermore, we will look at the current
dispersion of the cardial pottery in the Andalucia area and its appearances on burial caves and settlements. We also analyse the
problematic of archaeological sites and their archaeological remains linked to different traditions and specific geographical
areas. We conclude with some brief reflections on the Andalucia Neolithic which allow us to pay tribute to our dear friend and
colleague Bernardo Martí.
keywordS:
Early Neolithic, Andalucía, cardial pottery, Culture of the Caves.
1. LA INVESTIGACIÓN DEL NEOLÍTICO EN
ANDALUCÍA EN EL SIGLO XX. UNA PRIMERA
VALORACIÓN
Alguno de nosotros hemos explicitado que la investigación
sobre el Neolítico andaluz ha estado, en los últimos años, condicionada por un modelo interpretativo discutible (Carrasco
y Pachón, 2009; Carrasco et al., 2009, 2010a, 2010b, 2011a,
2011c, 2012, 2014). Este modelo tiene dos pilares básicos. Por
un lado, su estructura evolutiva de sucesión sociocultural sustentada desde la aparente coherencia sedimentaria de las “ocupaciones” de cuevas equiparada a rango cultural. Los restos
arqueológicos existentes en estos particulares lugares se han
elevado a la categoría de “cultura” sin pasar por un adecuado
planteamiento sobre qué representan estos contextos. En segundo lugar, la caracterización cultural y los cambios de este
Neolítico han sido realizados desde el análisis tipológico (formal y descriptivo) de las cerámicas procedentes de estos contextos geoarqueológicos. Todo ello al margen de una falta de
cuestionamiento y autocrítica, por parte de los investigadores,
entre los cuales en un primer momento nos incluimos, sobre
la naturaleza conductual del uso de los sistemas cavernarios
en el Neolítico y los procesos postdeposicionales, naturales
o antrópicos, que permitieron la formación de estos registros.
159
[page-n-167]
J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
Por tanto, las reflexiones mantenidas en este artículo abordan el debate sobre la dimensión de la caracterización cultural
de los primeros agricultores y ganaderos del sur de Iberia. Para
ello debemos partir de la crítica a los planteamientos mantenidos hasta la fecha, excesivamente normativistas, aunque extrañamente siguen funcionando. No obstante, consideramos que
son necesarias unas primeras líneas historiográficas para la mejor comprensión del problema aquí planteado.
En principio, tendríamos que incidir sobre la hipótesis de
trabajo emitida a partir de los años veinte del siglo pasado por P.
Bosch Gimpera, de gran trascendencia y reiteración en el tiempo, en su momento inimaginable para este investigador. Así,
en su “Arqueología Prerromana Hispánica” (Bosch Gimpera,
1920), expuesta como apéndice a la “Hispania” de Schulten,
sistematizaba el Neolítico peninsular. Trabajo en el que distinguía durante este largo periodo de la Prehistoria Reciente,
cuatro grandes círculos culturales en la península, entre los
cuales destacaba la “Cultura Central o de las Cuevas”, donde
incluía Andalucía, caracterizada por el asentamiento en cueva y
la cerámica decorada. En consecutivas investigaciones (Bosch
Gimpera, 1945, 1954, etc.) siguió manteniendo su hipótesis, con
alguna nueva caracterización, como la relación de estos asentamientos en cueva y los abrigos con arte esquemático. Posteriores investigadores como L. Pericot, M. Martínez Santa-Olalla,
J. San Valero, entre otros, aceptaron este modelo, aunque con
algunas matizaciones sobre sus orígenes, sin que variara sustancialmente el trasfondo cultural.
Los trabajos más recientes del citado investigador (Bosch,
1956) introdujeron algunos cambios terminológicos. Así, sustituyó la denominación de “Cultura de las Cuevas”, que daba
nombre al círculo que nos interesa, por el de “Cultura de las
Cuevas con Cerámica Decorada”. Terminología que se ha seguido utilizando hasta el momento presente, en su tiempo considerada por M. Tarradell (1960) como “la mejor y la más apropiada de todas las dadas hasta el momento”, matizando que la
vida en cuevas y la cerámica decorada son las dos características más importantes de este Neolítico. Este autor establecía cuatro grupos culturales: Cataluña, Levante, Andalucía y Portugal,
precisando que no todos tenían una similar caracterización, pues
existían ciertos atributos formales que los singularizaba, como
por ejemplo la cerámica cardial, aparentemente ausente en el
grupo andaluz y el asentamiento en poblados, solo reconocido
en el área levantina. Sin entrar en el debate sobre este modelo,
por el tiempo en que se realizó, consideramos la escasa validez
de su aplicación para la comprensión del poblamiento de las
comunidades del Neolítico, al menos en Andalucía. Al respecto,
podemos apuntar que no sólo se puede constatar la formalidad
de las cerámicas decoradas en contextos cavernarios, aunque
nunca se llegó a establecer el verdadero alcance de la funcionalidad conductual de su aparición en estos lugares, obviando
la asociación de estos conjuntos con las inhumaciones en ellas
realizadas. Ello plantea una nueva problemática vinculada al reconocimiento de los asentamientos al aire libre y sus modos de
vida, más de tipo agrícola que la tradicionalmente considerada
de comunidades pastoriles, deducidas de estos supuestos “hábitats cavernarios”.
En esta dinámica historiográfica, a finales de los años cuarenta tuvieron lugar las excavaciones de Bernabò Brea en Arene Candide de la Liguria italiana (1946 y 1956), que marcarán
160
un hito en el estudio del Neolítico mediterráneo, especialmente
para la estructuración de los conjuntos arqueológicos conocidos
procedentes de cuevas. Se establecía sobre su secuencia estratigrafíca una nueva periodización en Antiguo, Medio y Superior,
con contenidos específicos que anteriormente habían sido considerados en bloque. Ahora se definió un horizonte Neolítico
antiguo, caracterizado en todo el Mediterráneo occidental por la
“ineludible” presencia de la cerámica impresa cardial. La estratigrafía obtenida de esta cueva italiana influyó de forma decisiva
en los trabajos de excavación realizados en la Cueva de Carigüela de Píñar (Granada) y en su posterior sistematización (Pellicer, 1964), que constituiría el segundo parámetro que enunciábamos. Aquí se describe una gran secuencia de asentamiento,
a pesar de la homogeneidad de sus estratos sedimentarios, gran
cantidad de restos óseos humanos exhumados (no bien documentados en toda la sucesión estratigráfica) y la irregular evolución de sus registros arqueográficos basados en la cerámica y
las concepciones tipológicas de la época. Esto último permitió
subdividir toda la secuencia en diferentes fases evolutivas, siguiendo modelos alóctonos.
En resumen, sin entrar en descripciones tipológicas o de
otro tipo que no vienen al caso en este lugar, consideramos globalmente que ni la configuración interna de la cueva en donde se
documentó la estratigrafía, unido a la no distinción del contexto
arqueológico, la gran potencia de sus deposiciones sedimentarias, geológicamente indiferenciada en un pasillo angosto como
es la zona D donde el nivel de ocupación subiría varios metros
por encima de su uso inicial, serían propios de un asentamiento
estable o temporal. Por lo que, en la actualidad, nos inclinamos
por otorgar a Carigüela una funcionalidad más de tipo ritualizado, de carácter funerario (Carrasco et al., 2010b). Ajustándose
esto último a los mismos parámetros observados para la gran
mayoría de las cuevas andaluzas conocidas, aunque con ciertas
matizaciones en este caso, más relacionadas con su continuada utilización temporal y colmatación, que con otros aspectos.
Todo lo cual, no fue óbice para seguir siendo considerada la
secuencia de ocupación neolítica paradigmática del Neolítico
andaluz, por no extendernos al resto de la península ibérica. Podemos decir que aún hizo más factible el modelo de asentamientos en cuevas de P. Bosch Gimpera, siendo totalmente asumido
y nunca cuestionado.
Por otra parte, este modelo y la secuencia de Carigüela
tuvieron el respaldo definitivo con la tesis de M.S. Navarrete
Enciso (1976) sobre el Neolítico de Cuevas con Cerámica Decorada en Andalucía Oriental. Trabajo que ha marcado un antes
y un después, pues ha constituido un continuo referente para las
investigaciones más recientes, especialmente las desarrolladas
en Andalucía. La autora siguió las interpretaciones expuestas
por P. Bosch, que junto a la secuencia de Arene Candide, fueron aplicadas a los conjuntos de Cueva de Carigüela. En dicha
tesis, se realizó un estudio preciso de las tipologías cerámicas,
en las que se corregían y adecuaban muchas de las alteraciones
observadas en el registro arqueológico obtenido por M. Pellicer.
Objeto de especial atención constituyeron los tipos cerámicos
de la secuencia neolítica. Estudio que, posteriormente, serviría
a la autora como parámetro de referencia y fiabilidad para sus
análisis del resto de los conjuntos cerámicos neolíticos procedentes de cuevas de Andalucía Oriental (Navarrete et al., 1991).
De esta forma, la formulación de la secuencia tipológica de Ca-
[page-n-168]
Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
rigüela, construida ad hoc, se hizo cada vez más determinante,
marcando las pautas secuenciales del Neolítico en Andalucía,
constituyendo el modelo evolutivo. Todo ello sin cuestionarse el
uso social de la cavidad y, por ende, de las del resto del ámbito
andaluz, siguiendo las pautas marcadas por M. Tarradell (1964).
Admitiendo la cueva como tipo de asentamiento habitual durante el Neolítico, M.S. Navarrete planteará en su trabajo toda una
serie de problemas relacionados con esta única funcionalidad.
En este sentido, fue admitido, después de múltiples supuestos
y paralelos, un modelo que asumía para el Neolítico una doble
funcionalidad de la cueva como “habitación y enterramiento”
(Navarrete et al., 1991: 31), lo cual creó en su momento a esta
autora un problema de difícil solución, al comprobar la existencia de asentamientos al aire libre que habían proporcionado
similares conjuntos a los estudiados en cuevas, lo que en cierta
manera le era poco comprensible y, más aún, cuando estos dos
tipos de asentamientos estaban próximos entre sí ¿cómo explicar entonces esta diferencia? La respuesta a este interrogante no
consideramos actualmente que plantee excesivas dudas.
Las últimas dos décadas del siglo XX configuraron definitivamente la visión tradicional. Se consolidó la interpretación
“colonizadora” del Neolítico en Andalucía mediante un nuevo
modo de producción de alimentos pero manteniendo un sistema
de ocupación del territorio itinerante, cuya explicación estaba
sustentada en la asunción de la trashumancia del ganado, complementándose con una agricultura residual (Molina González,
1983: 43-44). Ello se deducía de unos aparentes asentamientos
esporádicos en cuevas o abrigos rocosos. Este patrón estaba sintéticamente basado en los ejemplos de las provincias de Granada –Carigüela (Navarrete Enciso, 1976: 85-258), el conjunto de
Alhama de Granada (McPherson, 1870; Mengíbar et al., 1981;
Botella et al., 1981; Navarrete et al., 1985)–, Málaga –Nerja
(Pellicer y Acosta, 1986 y 1997)–, la Subbética cordobesa (Gavilán Ceballos, 1989) e incluso Almería –Ambrosio (Jiménez
Navarro, 1962)–, entre otros. Este modelo sólo se vería alterado en el Neolítico Reciente, por la ruptura de esta homogeneidad en la segunda mitad del IV milenio BC (Navarrete Enciso,
1976; Molina González, 1983) con la aparición de frecuentes
asentamientos campesinos (Gossé, 1941; Lizcano Pretel et al.,
1991-92; Fernández-Miranda et al., 1993, Pérez Bareas et al.,
1999). En el mundo montañoso de la Subbética, la aparición
de los primeros asentamientos al aire libre se vinculaba a las
influencias de las regiones cercanas (Arribas y Molina, 1979;
Sáez y Martínez, 1981: 32).
El modelo tradicional se asimilaba a una especie de metáfora en la cual las comunidades del Neolítico “salen de las cavernas”, para asentarse en la llanura, expresado con la frase de “los
primeros hábitats al aire libre”. Pero ¿qué ocurre en los lugares
donde no había este tipo de hábitat cavernícola? Aparecía aquí
un tipo de explicación muy difundida en el Sureste: las zonas
más aluviales son ocupadas mediante una “colonización agrícola”, llevada a cabo por grupos procedentes de esta Cultura de
las Cuevas (p. ej. Mathers, 1984) que, con el paso del tiempo,
acabaron influyendo sobre las comunidades de procedencia. En
este sentido, las carencias de investigación sobre asentamientos al aire libre eran enormes, debido a la propia naturaleza de
las evidencias, pero conforme avanzaba la investigación (Sáez
y Martínez Fernández, 1981; Aguayo de Hoyos et al., 1987;
Carrasco et al., 1987; Ramos Muñoz y Martín Córdoba, 1987;
Aguayo et al., 1989-90; Ramos Muñoz et al., 1992) se descubría
y completaba en las zonas montañosas de la Cordillera Bética
un panorama que venía siendo simplificado en grupos de pastores con asentamientos estacionales en cavernas que, gradualmente y por la influencia de grupos vecinos del Sureste y valle
del Guadalquivir, iban adoptado la sedentarización, cuya causa
se sustentaba en el auge de una agricultura que pasaba de marginal a preponderante. Con este panorama la investigación se
introdujo en las primeras décadas del siglo XXI.
Podríamos avanzar algunas conclusiones generales, resumen de las influencias poco favorables que han tenido estas
interpretaciones para la investigación posterior sobre el poblamiento neolítico andaluz. En principio hemos de indicar
que todas las investigaciones realizadas sobre los registros
arqueológicos de las supuestas estratigrafías de asentamientos
en cuevas, especialmente los dedicados a tipologías cerámicas, tienen que enfrentarse a una realidad no valorada: proceder de contextos funerarios (Jiménez Brobeil, 1990) donde la
remoción reiterada del subsuelo debe ser tenida en cuenta. De
igual forma, podríamos asumir que el concepto de economía
pastoril y asentamientos poco estables que, tradicionalmente,
se han asociado sin solución de continuidad a las poblaciones
del Neolítico Antiguo/Medio, ha sido justificado, más que nada,
por la localización de estas cuevas ubicadas en altura y nichos
poco favorables a cualquier tipo de agricultura. Sin embargo, la
frecuentación, envergadura y consistencia de las inhumaciones
de ciertas cuevas indican estabilidad en los asentamientos, por
lo que parecen más vinculados a modos de vida aldeanos donde
la agricultura debió jugar un papel destacado. Por último, sólo
indicar que un horizonte antiguo con cerámica cardial o sin ella,
quizás más antiguo de lo que en la actualidad se admita, es factible en este Neolítico andaluz, pero no tenemos seguridad del
resto de cerámicas y tipos de decoraciones que lo configuraban
y completaban o precedían en origen y sus posteriores desarrollos hasta etapas más tardías. Desechándose, de igual forma, que
existiese una dualidad de poblamiento en cuevas/asentamientos
al aire libre en similares nichos ecológicos, como frecuentemente se ha admitido. Asimismo, no se puede admitir que las cuevas
tuviesen una generalizada utilización de asentamiento estable,
en ningún período neolítico y, menos aún, durante la Edad del
Cobre. En definitiva, hemos de partir de cero para la comprensión del poblamiento neolítico andaluz, centrándonos sólo, en el
caso que nos ocupa, en el posible conocimiento de algunos de
los yacimientos al aire libre que existan en la región y, en relación con ellos, la mayoría de cuevas como lugares ritualizados.
Desde de estas sucintas reflexiones introductorias, intentaremos adentrarnos particularmente en algunos factores relacionados con ellas, a partir de algunos innovadores datos y de otros
no tan novedosos, que en la actualidad siguen incidiendo sobre
modelos que poco o nada han ayudado a la comprensión de los
orígenes del Neolítico en Andalucía.
En nuestra opinión tres factores son los que han condicionado el desconocimiento que en la actualidad se tiene sobre esta
cuestión. En primer lugar, se centraría en el mal conocimiento
que se tiene de las últimas poblaciones de cazadores y recolectores y su distribución en Andalucía. En segundo lugar, el
desconocimiento de los modos de vida de las poblaciones epipaleolíticas y mesolíticas, lo que implica conocer el impacto y
asimilación de los nuevos modos de vida neolíticos. Asimismo,
161
[page-n-169]
J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
en tercer lugar, por desconocerse el momento concreto, a nivel
cronológico, en que se produjeron. Al margen de ello, sucintamente incidiremos en algunos aspectos tecnotipológicos de
ciertos registros arqueológicos y la consideración de algunos
yacimientos, como puede ser Cueva de Nerja o incluso la misma costa malagueña, últimamente reconsiderada dentro de un
nuevo modelo bifronte de los orígenes del Neolítico andaluz.
2. EL SUSTRATO MESOLÍTICO. ENTRE LA
CONTINUIDAD Y LA RUPTURA
La irrupción del Neolítico en el sur de Iberia hizo considerar
la pregunta sobre qué ocurrió con las últimas poblaciones de
cazadores y recolectores. Durante la segunda mitad del siglo se
consideró, a falta de mejores argumentos, un vacío poblacional
entre el Pleistoceno Superior/Holoceno Antiguo en Andalucía.
Este vacío es requerido para la argumentación del modelo dual:
la llegada del Neolítico viene de la mano de poblaciones exógenas a la península ibérica que ocuparían estos espacios. Una
traslación de la propuesta dualista argumentada para toda la fachada mediterránea del levante peninsular, que últimamente se
ha actualizado (García Atiénzar, 2013) incluyendo una perspectiva de confrontación, exclusión o autoexclusión de los grupos
depredadores frente a los agricultores y ganaderos (Jover Maestre, 2013; Jover Maestre y García Atiénzar 2014).
En el sur de Iberia la falta de evidencias de las últimas poblaciones de cazadores y recolectores ha hecho factible, en este
aspecto, todo tipo de formulaciones hipotéticas con mejores o
peores argumentos. Esta ausencia de documentación continua
siendo evidente. Algunos investigadores han intentado reforzar
sus propuestas argumentando que la realidad arqueológica de
las comunidades mesolíticas, si bien no está del todo configurada, sí esta perfilada (Aura et al., 2013). En nuestra opinión
todavía carecemos de un panorama esclarecedor de la ocupación y modos de vida de las poblaciones cazadores y recolectoras del VII milenio cal BC. Esto es debido a múltiples causas
que podríamos resumir en las siguientes. En primer lugar por la
manifiesta ausencia de proyectos de investigación e investigadores implicados en el estudio de estos momentos. En algunas
intervenciones arqueológicas no sistemáticas, a veces se llega
al extremo de la no distinción o confusión con los rasgos arqueográficos del Neolítico Antiguo o incluso Paleolítico, como
pudiera ser la Dehesilla (Acosta y Pellicer, 1990), en la cual una
revisión sobre los objetos líticos indica una diversidad tipológica impropia del Neolítico. En segundo lugar, porque las escasas
investigaciones realizadas se han centrado en el análisis desde
los registros de los supuestos “asentamientos en cuevas”, cuando en realidad, estas poblaciones, de igual forma que las precedentes del Paleolítico Superior, tendrían en los asentamientos al
aire libre uno de sus puntos fuertes. Efectivamente, a veces es
problemática la localización de los asentamientos mesolíticos
al aire libre, debido a sus posibles ubicaciones en lugares muy
antropizados, con débiles estructuras de imposible o difícil localización. En último lugar, los escasos asentamientos neolíticos
excavados no han proporcionado secuencias prolongadas, con
ausencia de datos sobre las pervivencias e imbricaciones de sus
registros. Sí podríamos indicar que, aunque escasos y anticuados, los elementos de referencia que poseemos son indicadores,
especialmente por su distribución y una ocupación territorial di162
versificada a fines del Pleistoceno e inicios del Holoceno en la
geografía andaluza (Fortea Pérez, 1986; Cortés Sánchez et al.,
1996). Cuestión nada novedosa, pues sería el resultado de una
ocupación y aprovechamiento territorial de los diferentes ecosistemas regionales en este amplio ámbito geográfico. A nivel
tecnotipológico, se sigue estableciendo la convergencia de estos
grupos mesolíticos de Europa Occidental con el tecnocomplejo
Capsiense superior a partir de la aparición de la técnica de talla por presión y ciertos elementos geométricos (Binder et al.,
2012), aunque la escasez de datos sobre estos momentos previos
a la aparición del “paquete neolítico” impide establecer la naturaleza de esta convergencia.
Sucintamente podemos referirnos al grado de ocupación
del territorio por parte de los últimos cazadores/recolectores.
Desde los mejor conocidos asentamientos de la costa mediterránea, cuyo mejor representante es la Cueva de Nerja (Aura
Tortosa et al., 2009), o del entorno del Estrecho de Gibraltar
(Ramos Muñoz y Lazarich González, 2002a, 2002b), a los
peor conocidos en el interior de la región, donde sólo se destacan algunas antiguas secuencias, como las de los abrigos
del Nacimiento (Asquerino y Lopez, 1981) y Valdecuevas
(Sarrión, 1980) en Jaén y Ambrosio en Almería (Jiménez
Navarro, 1962), pasando por algunos conjuntos superficiales
de la Subbética cordobesa (Asquerino, 1992). Investigaciones futuras deberán avanzar la verdadera dimensión de este
aprovechamiento diversificado y su gestión por los grupos
epipaleolíticos/mesolíticos. Ello nos permitirá calibrar la implantación de los nuevos sistemas productivos del Neolítico y
su reflejo a nivel poblacional.
A ello debemos indicar otra cuestión. Los lugares frecuentados entre el VIII y VI milenio, donde se puede mostrar la
transición entre los últimos cazadores y recolectores y los primeros grupos neolíticos, expresan la problemática de la atribución de los materiales arqueológicos a uno y otro contexto
cultural (Ramos Muñoz, 2000). Así se aprecia en la determinación antropológica de ciertos enterramientos en la Cueva de
Nerja adscritos a momentos del Paleolítico Superior o del Epipaleolítico (García Sánchez, 1982; Simón Vallejo, 2003), que
en recientes análisis contextuales con dataciones absolutas no
han podido resistir dichas atribuciones cronoculturales (Simón
et al., 2005). Este problema también está presente en otras secuencias, como los sobrevalorados estratos de estos momentos
de Bajondillo (Torremolinos, Málaga) (Cortés Sánchez, 2007),
con una escasa materialidad cultural cuyo aporte es la datación
radiométrica obtenida a la que se asocia un único objeto lítico.
Así, se presenta para caracterizar este horizonte mesolítico un
trapecio de lados cóncavos (Cortés Sánchez, 2007: 454), mientras que otro elemento geométrico con técnica de microburil
se asocia ya al nivel neolítico, análisis traceológicos posteriores revelaron lo apuntado, su funcionalidad como elemento de
hoz (Gibaja et al., 2009). Esto último, aunque anecdótico, es
sintomático del problema que estamos tratando o, dicho de un
modo más novelesco, la “levedad del ser” entre mesolítico y
neolítico de los artefactos.
Por último, en relación con lo expuesto, al margen de otras
consideraciones, tendríamos que hacer mención de los restos
humanos y las dataciones absolutas procedentes de Cueva del
[page-n-170]
Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
Esqueleto (Cortes de la Frontera, Málaga).1 Esta inédita cavidad, cuyos materiales antropológicos fueron descubiertos a
principios de los setenta del siglo pasado, presentaba un cráneo
bien conservado y algunos otros escasos restos antropológicos
que han sido objeto de análisis por nosotros. En espera de la
publicación definitiva, podemos avanzar que los restos antropológicos han sido datados entre el VII y VI milenio cal BC.
¿Continuidad o cambio? Está claro que ello sugiere un pequeño
lugar que sirvió para la inhumación de un escaso número de
individuos. Una misma cavidad que continuó usándose como
lugar de enterramiento para las comunidades cronológicamente
situadas en el periodo de transición, sin diferencias sustanciales
a nivel de dieta o antropología.
3. LOS INICIOS DEL NEOLÍTICO
El origen del neolítico andaluz, en los últimos cincuenta años, ha
transitado como un desarrollo secundario del acaecido en otras
zonas peninsulares, especialmente la levantina. Esta última,
por su parte, considerada subsidiaria o receptora de lo ocurrido
previamente en las regiones más orientales del Mediterráneo.
Recientemente, para la comprensión del neolítico andaluz, se ha
insistido en la importancia que debió tener el sur de Italia en ese
trasiego de poblaciones, especies animales, nuevas tecnologías,
etc., entre ambas márgenes el Mediterráneo (García Borja et al.,
2010, 2014; Aura Tortosa et al., 2014). De igual forma, se ha
vuelto a retomar la vía africana como modelo explicativo para la
comprensión y justificación de las primeras comunidades neolíticas en el sur de Iberia (Cortés Sánchez et al., 2012). Desde esta
perspectiva, por su mayor proximidad al continente africano,
tomaría importancia en orden a su teórica mayor antigüedad,
todo lo acaecido a partir de finales del VII e inicios del VI milenio BC en las costas de Cádiz y Málaga, esta última cuestión
por comprobar. Más problemático resulta lo relacionado con las
reelaboraciones de secuenciación tipológica que últimamente
se están realizando sobre algunos de los antiguos registros de
ciertas cuevas. De forma sucinta, trataremos en mayor o menor
extensión algunos de estos puntos en los que se comprobara la
complejidad y problemática del origen del Neolítico andaluz.
3.1. el Sol neolíTIco Sale Por orIenTe
Frecuentemente se ha insistido sobre su dependencia en
relación con el Neolítico levantino. Es decir neolíticos “puros”
llegados directamente desde Oriente, estableciéndose a modo
de “colonias” en esta área del mediterráneo peninsular (ver Juan
Cabanilles y García Puchol, 2013). Desde esta plataforma, se
irían especialmente extendiendo al área andaluza neolitizando
sus poblaciones indígenas en mayor o menos grado de evolución
cultural. Modelo justificado por la mayor presencia del elemento
cardial en la costa levantina, considerado en origen como
propio del Mediterráneo Oriental. Es lo que tradicionalmente ha
constituido la base del “modelo dual” ampliamente sustanciado
para explicar el boom del Neolítico inicial levantino y su
expansión. Modelo que se impuso por el desarrollo e insistencia
de las investigaciones realizadas sobre yacimientos de la región
1
En proceso de estudio por parte de los firmantes.
valenciana, bien por la pretendida escasez de “lo cardial” fuera
de esta región, no bien ajustada a la realidad o, por último,
por lo condicionado del desarrollo de la investigación sobre el
Neolítico en Andalucía.
En la actualidad, se vuelve a relanzar la consideración
del horizonte cardial andaluz como una “difusión” o importación levantina (García Borja et al., 2010, 2011, 2014). Esto
último puede ser cuestionado, considerar “lo cardial” como
prioritario para la comprensión de un horizonte definitorio del
Neolítico Antiguo en esta región, al igual que la cronología de
éstos como posteriores a las ofrecidas por la región levantina.
En realidad las dataciones absolutas en una u otra región son
paralelas, con la particularidad que la región valenciana tiene
una mayor perduración y representatividad hacia el 5300-5100
cal BC. Sin embargo, en el sur peninsular, algunos de nosotros
comprobamos la posibilidad de que pueda sobrepasar la barrera del 5500 cal BC (Carrasco y Martínez-Sevilla, 2014). En
este sentido, se comprobaría la mayor variedad y distribución
de yacimientos, aunque mal conocidos, ocupando un territorio
casi cuatro veces más extenso que la región valenciana y un
poblamiento ininterrumpido desde el Epipaleolítico. Por tanto, el horizonte de Neolítico Antiguo cardial no constituye un
fenómeno unitario, sino que forma parte de un espectro más
amplio, como es en general el mundo de las cerámicas antiguas impresas o de otros tipos no bien especificados. Por ello,
en el registro de los yacimientos neolíticos de Andalucía no
puede afirmarse con rotundidad que el horizonte de cerámicas
impresas cardiales sea anterior a las incisas, pintadas u otras,
o, incluso simplemente lisas.
De igual forma todo apunta a que existe una dicotomía entre
cerámicas de contextos funerarios (frecuentemente localizados
en cuevas) y los contextos domésticos. Desafortunadamente las
valoraciones cuantitativas sobre el repertorio cerámico siempre
se han realizado sobre las procedentes de los contextos cavernarios. El análisis de la cultura material cerámica de los escasos
asentamientos al aire libre excavados nos indica que no alcanza
una gran relevancia. Este fenómeno es más claramente identificable en la región valenciana, si comparamos el registro cerámico de las cuevas de L'Or o La Sarsa (por ejemplo) con asentamientos como Mas d'Is y Barranquet. Redundando en esta
cuestión, es evidente que existen algunos tipos cerámicos que
podrían apuntar en este sentido, como pueden ser los cuencos
pitorros y los vasos geminados con o sin decoración, impresa o
incisa, característicos de los yacimientos en cuevas. Formas con
escasa representación en el área levantina, por el contrario bien
reflejada en el Neolítico Antiguo andaluz. No obstante, la cerámica es sólo un elemento, debemos enriquecer el panorama de
la cultura material con otros que podrían ser más esclarecedores
del debate planteado, como sería la tecnología lítica o algunos
ítems singulares, como los brazaletes líticos, elementos de exorno individual con connotaciones identitarias.
Así, por ejemplo, la tecnología lítica parece quedar claro
que, al menos en los yacimientos del Neolítico Antiguo de la
región andaluza la técnica de talla por presión asociada al tratamiento térmico del sílex está bien atestiguada en la secuencia de
Los Castillejos de Montefrío desde sus inicios (Morgado y Pelegrin, 2012; Martínez et al., 2010), con preparación previa de
preformas de núcleos carenados o carenoides y el abandono de
los mismos durante el proceso de producción después del trata163
[page-n-171]
J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
miento térmico. Debemos recordar que este tipo de tratamiento
ha sido datado en la costa francesa sólo a principios del V milenio cal BC (Binder y Gassin, 1988; Binder y Perlès, 1990; Léa,
2004; Léa et al., 2004). Las fechas más antiguas establecidas
en el sureste peninsular podrían indicar una difusión de dicho
procedimiento desde el sur. Junto a ello hay que citar el caso de
los brazaletes líticos.
Con estas simples reflexiones, y otras en las que abundaremos, intentamos cuestionar que en el registro arqueológico
actual no es muy viable reactualizar la tradicional hipótesis de
la supuesta antigüedad del Neolítico valenciano y su difusión
hacia la región sureña peninsular. La conclusión de la misma es
evidente: la neolitización del sur es subsidiaria de la levantina,
dentro de una ola de avance de este a oeste. Nada nuevo, el
sol (de ese nuevo mundo) siempre sale por oriente (ex oriente
lux). Desde un punto de vista cronológico y arqueográfico, no
consideramos totalmente demostrada la vía oriental, o de sus
intermediarios del área levantina, como decisiva ni prioritaria
para la comprensión de los orígenes del Neolítico andaluz. En
último caso, sí consideraríamos formular la hipótesis de unos
inicios precoces en Andalucía y un desarrollo en la zona levantina con el boom de lo cardial, como hecho más característico
del desarrollo del Neolítico en esa zona.
3.2. llegan laS PaTeraS. la Vía norTeaFrIcana
Una aproximación coherente en la búsqueda de posibles vías
de neolitización del sur de la península últimamente ha vuelto insistir en el modelo africano como una alternativa a la vía
oriental (Manen et al., 2007; Bernabeu Aubán et al., 2009: 91;
Gibaja y Carvalho, 2009; Carvalho, 2010). Modelo que no es
novedoso, ni en la actualidad esta contrastado, o por el momento no ofrece reales alternativas en relación con la vía oriental
para una comprensión de los orígenes neolíticos en Andalucía.
Sin embargo esta vía norteafricana en un futuro inmediato debe
ser tenida en cuenta.
En la actualidad las investigaciones que se realizan en áreas
del norte de África no son muy concluyentes en la búsqueda de
similitudes y analogías, ni por tipología de los registros ni por
sus cronologías con los ya contrastados en Andalucía. Por el
contrario sí es muy sugerente la antigüedad de algunos de los
asentamientos y registros localizados en el área del Estrecho de
Gibraltar, en las proximidades del continente africano, pero en
territorio andaluz. Dataciones absolutas muy próximas o superando el VI milenio cal BC (Carrasco y Martínez-Sevilla, 2014),
que por su antigüedad para los momentos de su obtención no
fueron muy tenidas en cuenta por ciertos sectores y, más modernamente, por haber sido extraídas de carbones y no de semillas,
huesos de animales domésticos o de huesos humanos. Pero que
sí sirvieron para que M. Pellicer y P. Acosta diesen a esta zona
occidental andaluza una primacía, en nuestra opinión no bien
justificada pero con posibilidades, en el proceso general de neolitización en relación con su sector oriental, tradicionalmente
considerado en este aspecto, como hemos indicado, subsidiario
del neolítico levantino.
Pero insistiendo en las investigaciones africanas, muy de
moda en los últimos tiempos, comprobamos una revaluación
en lo concerniente a las actividades desarrolladas por algunos
investigadores españoles en Marruecos (Bernal et al., 2008; Ramos et al., 2008). Estas investigaciones vienen focalizándose en
164
los registros arqueológicos obtenidos en ciertas cuevas o abrigos en los que se evidenciaban similitudes, especialmente en relación con las decoraciones cerámicas, reflejadas en las impresas cardiales, con las procedentes de algunas cuevas peninsulares. Estos paralelismos tipológicos han motivado que el factor
africano sea actualmente considerado como dinamizador en la
búsqueda de las motivaciones que debieron facilitar la neolitización del sur peninsular. Estas misiones arqueológicas arrojan
resultados no excesivamente halagüeños en relación o prelación
con lo conocido en Andalucía (Carrasco y Martínez-Sevilla,
2014; García Borja et al., 2010; Aura et al., 2013). Posiblemente porque sus registros proceden de ámbitos domésticos y sus
comparaciones con los andaluces mayoritariamente extraídos
de cuevas no admiten excesivas similitudes, cronológicamente
son más antiguos. De igual forma tienen pocas similitudes con
los igualmente conocidos de las cuevas clásicas de los mismos
entornos geográficos norteafricanos.
La alternativa del norte de África como dinamizador del
neolítico andaluz fue considerada desde el siglo pasado por diferentes investigadores. La presencia de cerámicas con decoraciones impresas cardiales y de otros tipos impresos e incisos en
diversos ámbitos africanos, similares a otras documentadas en
las cuevas andaluzas, sustentó este modelo explicativo hasta el
momento no bien justificado. Posteriormente nuevas investigaciones han vuelto a incidir en aspectos tipológicos concretos,
especialmente cerámicos que en poco o nada han ayudado a
una mejor comprensión de este neolítico norteafricano y aún
menos, en lo relacionado con las posibles y desconocidas facies arcaicas del andaluz. Además, se han considerado diversos estilos decorativos cerámicos y posibles y mal descritas
“tradiciones culturales” secuenciadas en diversos ámbitos mediterráneos, que en poco o nada ayudan por el momento a la
dialéctica que tratamos.
Nuevamente, en los inicios de este siglo XXI se ha intensificado la investigación en diversos yacimientos marroquíes,
valorándose sus posibles relaciones con los registros de cuevas
documentados en áreas costeras gaditanas y, principalmente,
malagueñas. Con anterioridad, algunos trabajos realizados por
investigadores marroquíes las centraban en las tradiciones alfareras desarrolladas en el norte de Marruecos, ligadas unas al
mundo de las impresas cardiales y otras al de las incisas-impresas. Lo cual no dejaba de ser una obviedad sin ningún tipo de
trasfondo cronocultural, menos aún cuando se conocen multitud
de casos en los que se combinan conjuntamente diversas técnicas de impresión, incisión, almagra…, en un mismo vaso cerámico. Asimismo, esta hipótesis de las dos tradiciones alfareras
ha sido retomada más recientemente por ciertos investigadores
(Manen et al., 2007; Marchand y Manen, 2010), para explicar
también la existencia en Portugal de dos tradiciones alfareras
A y B que acogerían en primer lugar el elemento cardial y en
segundo una variada muestra de impresas con instrumento, incisas, etc., en algún caso relacionado con tradiciones norteafricanas. A su vez, hipótesis sustentada por algunos aspectos técnicos novedosos en el trabajo del sílex como son el tratamiento
térmico y la presión. No insistiremos en este aspecto, pues ni
por cronologías absolutas ni por la existencia de secuencias estratigráficas no sólo en el área portuguesa, marroquí e incluso
peninsular, existen datos fehacientes como para aislar este tipo
de tradiciones con un matiz cultural diferenciado.
[page-n-172]
Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
Como conclusión general sobre la vía africana, alguno de nosotros indicábamos recientemente (Carrasco y Martínez-Sevilla,
2014) con relación a las últimas investigaciones que vienen realizándose por un equipo alemán/marroquí en zonas del Norte de
Marruecos, entre el Río Muluya al Este y las montañas del Rif al
Oeste, sobre una serie de pequeños asentamientos al aire libre y
abrigos (Linstädter, 2010a, 2010b; Morales et al., 2013) con secuencias del Epipaleolítico/Neolítico, que por el momento, no
aportan excesivos datos para la comprensión de los orígenes del
Neolítico andaluz. Las cronologías absolutas procedentes de Ifri
Oudadane, Hassi Ouenzga entre otros, sobre especies vegetales autóctonas, de igual forma que las secuencias estratigráficas obtenidas en estos pequeños enclaves, no guardan una especial relevancia
en relación con lo similar conocido en el sur de Iberia. No sólo por
sus cronologías absolutas, sino por el uso de terminologías no muy
adecuadas como es por ejemplo “Epipaleolítico con cerámicas”.
De igual forma que el concepto de Neolítico Antiguo A, B y C, que
por sus dataciones absolutas ocuparía toda la secuencia neolítica de
Oudadane, poco contrastable con los desarrollos andaluces. En resumen, una investigación con posibilidades de futuro en orden a la
comprensión del Neolítico andaluz, pero no en el momento actual,
dado su estadio embrionario. También considerábamos sugerente
y de gran interés para el futuro, los registros cerámicos obtenidos
en los lejanos poblados de Nabta-Playa en el Sahara Oriental (Jórdeczka et al., 2010), considerados epipaleolíticos con cerámicas
impresas y cronologías absolutas muy altas del IX milenio BC.
Cerámicas realizadas con ruedecillas dentadas y otras con peines
arrastrados, tradiciones decorativas muy en sintonía con similares,
aunque más tardías, detectadas en algunas cuevas andaluzas adscritas al Neolítico Antiguo (Carrasco y Martínez-Sevilla, 2014).
Enlazando con lo anterior, recientemente se ha intentado relacionar la neolitización del sur de Iberia, en especial de la costa
malagueña, dentro de un proceso general con los movimientos
de poblaciones neolíticas antiguas pre-cardiales, de base ganadera, que se expandirían desde otros ambientes africanos más
meridionales a través del Atlas hasta el norte de Marruecos. El
fundamento de esta apreciación se ha justificado por un posible cambio climático entre el 6000-5300 BC en estos ecosistemas africanos que posibilitaría la emigración de algunas de
sus poblaciones al sur de Iberia (Cortés Sánchez et al., 2012).
Insistiéndose en que la llegada de “colonos” desde el norte de
África sería el modelo más viable para comprender los inicios
del Neolítico en esta área peninsular. Esta hipótesis sigue valorando el factor demográfico foráneo como determinante del
Neolítico andaluz. Cuestión que en un futuro puede constituir
una opción, como ya ha sido expuesto, pero que en la actualidad no está contrastada como así ha sido recientemente indicado
(García Borja et al., 2010 y 2014; Aura et al., 2013). Dentro de
esta hipótesis de determinismo climático que influye en el movimiento de poblaciones, es evidente establecer bien, en primer
lugar, las consecuencias reales de dichos cambios en los modos
de vida y su reflejo en la cultura material, para después valorar
las cronologías absolutas en los ámbitos geográficos propuestos
del Norte de Marruecos y la costa malagueña. Pues las cronologías absolutas que recientemente se han obtenido en la última
región, al margen de su importancia, no son antiguas en este
sentido ni fechan ningún tipo de registro material, por lo que
en la actualidad no pueden asociarse a los inicios del desarrollo
formal del Neolítico Antiguo andaluz.
Sin embargo, en este contexto de la formulación de la neolitización de la región costera andaluza existe un “factor novedoso”, que en cierta forma se ha considerado al margen de este
proceso por vía africana. Se trata de un nuevo modelo para la
comprensión del Neolítico Antiguo en gran parte de Andalucía.
Elaborado a partir de las últimas aportaciones (García Borja et
al., 2010 y 2014; Aura et al., 2013) obtenidas de las reelaboradas secuencias de las excavaciones antiguas realizadas principalmente por Jordá y Pellicer en Cueva de Nerja.
3.3. nerja, regreSo al PaSado. ¿oTro modelo PoSIble?
Los análisis tipológicos de las cerámicas de los niveles neolíticos de la Cueva de Nerja han sido la base de la formulación
de nuevas hipótesis neolitizadoras. No insistiremos sobre los
rituales funerarios realizados en esta cueva, fehacientemente
constatados para la Prehistoria Reciente (Pellicer, 1962; Pellicer y Acosta, 1986; Jordá et al., 1983; Pellicer, 1987; GonzálezTablas, 1990; Simón Vallejo, 2003). La formación de estructuras en negativo para las fosas de enterramiento realizadas
sobre sedimentos más antiguos están en la base de desfasadas
afirmaciones sobre las especies domesticas en el VIII milenio
B.C., como la presencia de cánidos considerados del Neolítico
Antiguo que cuando han sido datados son históricos (Carrasco
y Pachón, 2009), ni de sus inhumaciones solutrenses y mesolíticas cuando a lo sumo eran de un Neolítico Medio (Simón et
al., 2005), ni de su “tensador textil” bien fechado en los ¿inicios
del Cobre? (González Tablas, 1982 ) cuya revisión no deja duda
sobre su contexto del Neolítico Antiguo (Carrasco et al., 2009).
Tampoco entraremos en otro tipo de cuestiones que afectan a la
metodología arqueológica que se utilizó en las excavaciones,
propias de la época. Aunque sí comentaremos otros aspectos,
de elaboración más tardía, relacionados con ella, ya que pueden
en un futuro afectar a una mejor comprensión de los procesos
de neolitización acaecidos en algunas áreas concretas del sur
de Iberia.
En principio hemos de indicar que estos trabajos de reelaboración sobre la Cueva de Nerja (García Borja et al., 2010
y 2014; Aura et al., 2013, etc.) tienen aspectos muy positivos
pues cuantifican y documentan gran parte de sus registros cerámicos, hasta la fecha no bien conocidos. Otra cuestión es la
forzada adscripción de aquéllos a horizontes cronosecuenciales bien definidos. Asimismo las dataciones absolutas puntuales, con valor en sí mismas, que recientemente se vienen obteniendo de sus registros son de sumo interés, especialmente
como más relevante la antigua obtenida sobre hueso de Ovis
aries (Aura et al., 1998). Pero otras dataciones absolutas que
ha proporcionado este enclave no de vida corta o con un margen de error amplio, también fueron en su momento utilizadas
por algunos de nosotros para sustentar una visión global de las
ocupaciones funerarias que pudieron haber sucedido en esta
cueva. De igual forma que otras muchas dataciones, en la actualidad no muy tenidas en cuenta, procedentes de actuaciones
arqueológicas realizadas en diversos asentamientos y cuevas
funerarias andaluzas, como pueden ser entre otras Murciélagos de Albuñol, Carigüela, La Dehesilla, Parralejo, Cueva del
Nacimiento… (Carrasco y Martínez-Sevilla, 2014), que con
anterioridad fueron obviadas por su excesiva antigüedad y hoy
día lo son por no ajustarse a los parámetros imperantes. Es
decir, presentan una horquilla estadística muy alta, por haber165
[page-n-173]
J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
se obtenido de muestras de carbón o de especies animales no
domésticas, pero que en la actualidad pueden ser coherentes
para la comprensión de los primeros momentos del Neolítico,
no sólo en Andalucía sino en el resto de la Península.
Por tanto, hay que valorar todas estas aportaciones de la
Cueva de Nerja. Sin embargo, hay que sopesarlas teniendo en
cuenta cómo se ha ido generando el registro arqueológico de
esta cueva y sus cronologías absolutas. Podríamos preguntar si
se puede establecer una conexión segura entre la materialidad
artefactual generada y la nueva realidad de las dataciones radiométricas. Máxime si introducimos los sesgos de cómo afectan
las fosas funerarias y otras alteraciones estratigráficas al registro
generado y, a posteriori, hacerlo todo ello extensible a otros ámbitos del sur peninsular.
De este modo, reflexionaremos sobre algunos aspectos generales coincidentes en las últimas publicaciones generadas, todas ellas tienen puntos en común y de partida muy esclarecedores. En dichos aspectos subsisten viejos tópicos que nos remiten
al pasado más o menos lejano. Uno de ellos, por ejemplo, es
dar nuevo contenido a la “vieja” Cultura de las Cuevas, hacer
subsidiaria Andalucía del Neolítico valenciano, amén de hacer
de Nerja y la costa de Málaga el centro de un modelo irradiado
de neolitización hacia gran parte del interior andaluz (García et
al., 2010). Cuestiones todas ellas que, en nuestra opinión, no
dejan de ser en la actualidad meras formulaciones normativistas basadas en la tipología cerámica, procedentes de contextos
mal conocidos y peor estructurados. Su fiabilidad es discutible
para establecer una evolución sociocultural con fases concretas,
como se ha intentado para revalorizar una secuencia de “uso
doméstico” como asentamiento de la cueva de Nerja.
De manera simple, no abundaremos en lo expresado por
algunos de nosotros sobre el tema de la más que discutible
“Cultura de las Cuevas con Cerámica Decorada”, en especial
con cierta insistencia sobre las cuevas que constituyeron el
paradigma clásico, como Carigüela y Nerja, con importante
incidencia funeraria en ellas. Curiosamente ambas excavadas
en su momento por el mismo investigador (Pellicer, 1964; Pellicer y Acosta 1986), aplicando, por tanto, un mismo sistema
de excavación y documentación arqueológica. En ambas intervenciones, con sus secuelas posteriores, se ha obviado el
problema que plantea la remoción de sedimentos mediante la
reiterada creación de rituales de inhumación. Esta cuestión
relacionada con el contexto arqueológico y la formación del
registro ha sido obviada. Por otro lado, en Andalucía se conocen centenares de cavidades (cuevas, simas, diaclasas y demás
complejos cavernarios) con evidencias arqueológicas que jalonan buena parte de los sistemas kársticos de la Cordillera
Bética andaluza. Gran parte de ellas reconocidas en la bibliografía arqueológica, si bien muchas de ellas sólo conocidas
por publicaciones no especializadas, permaneciendo todavía
inéditas o sin una detallada publicación. Podemos indicar que
cuando aludimos a sus usos funerarios, es porque poseemos
suficientes argumentos para ello. Por ejemplo de “Carigüela”,
recientemente hemos visionado una fotografía antigua que
realizó C. Spahni sobre los registros óseos humanos exhumados en sus intervenciones arqueológicas, solamente de huesos
largos y cráneos podemos decir que ocupan intensamente la
superficie de una gran sala. De igual forma, sería difícil imaginar los que se debieron exhumar en las posteriores interven166
ciones realizadas en la citada cueva. En la Cueva de Nerja, con
las mismas técnicas de excavación utilizadas en Carigüela, no
nos atreveríamos a cuantificar el número de inhumaciones que
se debieron realizar en su Prehistoria Reciente. Aunque en
otro trabajo sí indicábamos que su número sobrepasaría ampliamente el centenar (Carrasco y Pachón, 2009). No abundaremos más, por obvio, sobre el carácter ritual y funerario de
esta cueva durante la Prehistoria Reciente, de igual forma que
ocurre en la mayor parte de cavidades conocidas en la costa malagueña, así como del resto de Andalucía. Aunque, qué
duda cabe, han podido, las que tuviesen condiciones físicas
para ello, tener ocupaciones estacionales en algún caso de tipo
doméstico o como refugios temporales, etc., pero no sólo durante la Prehistoria sino hasta tiempos históricos. Últimamente
se ha puesto de moda el status de cuadras, establos, apriscos o
asimilables para justificar algunas de estas ocupaciones, cuando en realidad, en la mayoría de los casos habría de establecer
qué condiciones físicas reunieron para darle tal uso, antes de
generalizar esta propuesta de forma sistemática. Da la impresión que es más aceptable reconocer para ellas este tipo de uso
social que aceptar la realidad sepulcral. Diríamos que si no tienen condiciones físicas para asentamientos humanos, tampoco
la debieron tener para estabular o refugiar una cierta cabaña
ganadera. Cuestión sobre la que no insistiremos, pero sobre la
que tenemos dudas más que justificadas, que no es necesario
exponer en esta ocasión.
La dialéctica presente en la auténtica naturaleza del uso de
las cuevas, asentamiento versus necrópolis, ha residido en los
apriorismos que tradicionalmente se han vertido sobre un más
que hipotético “modo de vida cavernario” para las comunidades neolíticas. De tal manera que el Neolítico Reciente marcaba la “salida de la cueva”, como indicábamos al principio de
este artículo. El posterior intento de secuenciar de una u otra
forma sus ricos materiales arqueológicos, profusamente decorados, no resiste una comparación con los proporcionados por
los asentamientos al aire libre, con conjuntos cerámicos cuantitativamente menos numerosos y con una decoración más somera. En su momento tomó cuerpo el concepto de “Cultura
de las Cuevas” como un complejo cultural (Navarrete Enciso,
1976) que posteriormente indicó una etapa cronológica en el
desarrollo del Neolítico del sur de Iberia (Navarrete Enciso et
al., 1991). A nivel teórico es sintomático cómo se conceptuaba el contexto sistémico o cultural desde la particularidad del
contexto arqueológico y su localización en cuevas, equiparando ambos sin distinguirlos (Schiffer, 1972, 1987). Las recientes aportaciones de los investigadores de la Cueva de Nerja insisten y abundan en dar contenido cultural a esta terminología
que no se sostiene, ni a nivel formal ni teórico. Aceptaríamos
esta nomenclatura por el peso de la tradición, sólo para aludir
a los registros del Neolítico de la mayor parte de cuevas de
uso ritual, con el fin de ser diferenciados de los domésticos
de los asentamientos al aire libre. Pero siendo conscientes que
unos y otros son expresiones arqueográficas, formales, de un
mismo complejo cultural, especialmente durante el sexto milenio BC. Aunque los ritos funerarios en cavidades se prolongó
en el tiempo. Tampoco fueron los únicos que se pueden asociar al Neolítico, pues conviven a partir del V milenio BC con
otras formas y ritos funerarios, relacionados con los inicios
del mundo megalítico. Asimismo, tampoco podemos pensar
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Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
que la única forma de tratar los cadáveres en el VI milenio
BC es exclusivamente su deposición en cuevas kársticas. En
otros casos, la inexistencia de este enclave natural nos indica
la inhumación en fosas realizadas ex profeso en el interior de
los mismos poblados, como por ejemplo pudo ocurrir, entre
otros, en el asentamiento de las Catorce Fanegas (Carrasco et
al., 1987, 2011b) e incluso en Cerro Virtud (Ruiz y Montero,
1999) y otros enclaves neolíticos documentados en tierras almerienses y de la Baja Andalucía. El problema es que este tipo
primario de inhumación al aire libre no se ha conservado en
el paisaje como ocurre con las cuevas, otras veces no han sido
detectados por localizarse en zonas colmatadas bajo amplios
horizontes de sedimentos. En definitiva, no consideramos que
la “Cultura de las Cuevas” sensu stricto conforme ninguna facies concreta, ni cronológica ni culturalmente, dentro del Neolítico. Cueva de Nerja fue utilizada al menos desde el Neolítico como lugar de enterramiento de las comunidades que
debieron asentarse en sus entornos cercanos. El problema de la
no aceptación del carácter funerario de estas cuevas se refleja
en los problemas estratigráficos de los mismos, sin entrar en la
metodología aplicada para su documentación por parte de sus
primeros investigadores. Ello plantea, en el estado actual de
la investigación, qué validez otorgar a dicha documentación
para estructurar una secuencia evolutiva sociocultural sobre
el Neolítico en pleno siglo XXI. No queremos decir que en su
momento fueran oportunas y tuvieran éxito, dentro del panorama de la época. Prueba de esta situación son las continuas
reelaboraciones que en la actualidad se realizan de sus registros funerarios, con el fin de adecuarlos, mejor justificarlos y
darles contenido secuencial con carácter habitacional. Estas
fosas de enterramiento son obviadas de las secuencias. Es posible que en los próximos años sigan proponiéndose nuevas
aportaciones bibliográficas, pero se debe realizar una auténtica
crítica del material exhumado, la metodología aplicada y su
contrastación con la investigación de los asentamientos inmediatos. Sólo así podremos valorar en sus justos términos toda
esta problemática.
El problema planteado es que Cueva de Nerja, desde sus
primeras excavaciones no ha cesado de ofrecer datos contradictorios relacionados con sus secuencias estratigráficas de la
Prehistoria Reciente. Ha aportado multitud de datos geológicos,
medioambientales, etc., de todo tipo y el mayor volumen conocido de dataciones radiométricas, no sólo extensible al sur peninsular. En recientes estudios, de nuevo se ha intentado situar
sus registros cerámicos a partir de las secuencias estratigráficas
y dataciones radiocarbonicas, pero según los autores “intentando discriminar aquellos aspectos de la cultura material que podrían no encontrarse en su posición originaria” (García Borja et
al., 2010). Una primera pregunta a resolver es qué metodología
de registro se siguió y, en consecuencia, en qué lugar de la secuencia estratigrafía se sitúan (¿todos, algunos?) para valorar el
cómputo de estos conjuntos, no concordantes con la secuencia
preestablecida, además de qué parámetros tecnotipológicos se
han seguido para secuenciar.
Pero al margen de esta pequeña cuestión, recientemente
sugeríamos sobre los registros arqueológicos de la Sima LJ11
(Carrasco et al., 2014) y, en general de todos los extraídos de
cuevas y simas de las Sierras de Loja/Alhama, de igual forma
que de otras oquedades andaluzas y geografías próximas, que
no se podían aislar motivos y técnicas para obtener secuencias
cronológicas precisas. La elaboración de tablas sintéticas puede ser útil para definir zonas/estilo, pero no para establecer una
secuencia cronológica de validez sociocultural en intervalos de
tiempo cortos. Y esto es así porque la mayoría de los esquemas
de motivos se han realizado a partir de registros obtenidos en
cuevas que no tienen un mínimo de garantía estratigráfica, por
lo que en nuestra opinión su secuenciación a nivel cronológico
no tiene validez desde estos parámetros. Sin embargo, a nivel
de técnicas empleadas para la plasmación de las decoraciones
cerámicas sí pueden ofrecer datos, aunque muy generales y sólo
para horizontes cronológicos sensu lato. En síntesis, la existencia o no de ciertas técnicas decorativas en estas cerámicas, pueden responder no sólo al momento cronológico de su realización
sino al sesgado conocimiento de la funcionalidad propia del yacimiento en cuestión: el carácter funerario o conductual específico dentro de un uso social diacrónico, tradiciones decorativas
relativas al concepto de estilo o con elementos identitarios.
En el caso de Cueva de Nerja, recientemente se ha intentado establecer una secuencia cronotipológica “ajustada” que no
parece responder a ningún tipo de argumento contrastado. No
tendría trascendencia y se podría considerar una particularidad,
como muchas otras, que a lo largo de los tiempos se ha ofertado por parte de los excavadores y posteriores investigadores
para este enclave arqueológico. Sin embargo, en esta ocasión,
el modelo de secuenciación para sus registros cerámicos, trasciende lo propiamente local, intentándose extrapolar al resto o
gran parte de Andalucía. Sustentándose para ello en hipotéticas
filiaciones con el recurso a los paralelos de yacimientos no bien
definidos e igualmente descontextualizados, presentes en otros
enclaves próximos o lejanos que igualmente serían objeto de
similares críticas, al menos desde nuestras actuales perspectivas. Por otra parte, sorprenden las ocupaciones “intensas” del
Neolítico antiguo entre el 5600 y 4800 cal BC subdivida en 4
fases, referenciándose períodos de entre 150 años para las más
antiguas y 200/300 para las más recientes. El Neolítico Medio
de igual forma se ha subdividido en dos fases: I (4800-4300 cal
BC) y II (4300-3700 cal BC) y el Neolítico final entre 37002900 cal BC. Grosso modo todo, salvo ciertas puntualizaciones,
nos parecería, como cualquier otro, correcto. Pero ¿sobre qué
base argumental y qué registros arqueológicos se ha elaborado esta cronosecuencia? Evidentemente sobre registros cerámicos y dataciones absolutas con valor solo en sí mismas. De
igual forma, llama la atención, entre otras cuestiones, que entre
5600/4800 BC (Neolítico Antiguo) se establezcan cuatro subfases a partir de tipologías cerámicas, cuando recientemente argumentábamos que ya constituiría un éxito si se pudiese definir
materialmente y de forma precisa todo este periodo. Igualmente
los autores aluden a fuertes ocupaciones epimagdalenienses y
neolíticas, cambios en las producciones líticas y dataciones para
la presencia de ocupaciones mesolíticas, pero que no han podido aislarse estratigráficamente. ¿Qué significa esto?
Asimismo se indica que el horizonte del Neolítico arcaico
impreso de Nerja, verdadera piedra de toque del modelo propuesto, se documenta por la posibilidad de su existencia en diferentes enclaves de la península italiana, sudeste de Francia y
País Valenciano especialmente en los yacimientos del Barranquet o de Mas d'Is, pero ausente en las cuevas valencianas. Indicándose como una de las características principales de este
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J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
horizonte arcaico “la heterogeneidad de técnicas decorativas
empleadas y la escasez de impresiones cardiales, siempre presentes aunque sea en escaso porcentaje”. La verdad, es que no
existe gran precisión en esta caracterización y más aún cuando
se afirma que “no es posible definir la vajilla de este horizonte
en la cueva de Nerja”. En cierta forma justificada por los autores, cuando indican que es difícil rastrear los materiales de los
poblados al aire libre con los de estos horizontes en las cuevas,
cuestión obvia sobre la que no insistiremos.
En estas especulaciones se comprueba la insistencia sublimada de intentar adecuar registros cerámicos a la existencia en
esta cueva de una fechación de posible Ovis aries por encima
del 5500 BC., en nuestra opinión sin viabilidad alguna. Lo cual
se significa cuando por parte de los autores se indica “que entre el 5600 y el 5300 cal BC la cerámica ya se caracteriza por:
una notable presencia porcentual de la técnica de la incisión,
utilización de colorante rojo en tratamientos a la almagra y en
el relleno de las decoraciones, de técnicas aplicadas (cordones),
asas pitorro, decoraciones pivotantes con concha no dentada,
ausencia de impresiones de punto y raya con arrastre y escasa
presencia testimonial de impresiones cardiales. Variables que
ofrecen escasa afinidad con los conjuntos impresos del Neolítico antiguo arcaico o cardial inicial del sur de Francia y Península Ibérica” (García Borja et al., 2010).
Al respecto nos preguntaríamos ¿en qué se diferencian o
se asemejan las ambiguas caracterizaciones expuestas para lo
arcaico europeo, el Barranquet y Mas d'Is y los registros de
Nerja, entre el 5600/5300 BC? Cuando todas las decoraciones
cerámicas de este horizonte considerado como “arcaico” grosso
modo serían similares a las estudiadas en la gran mayoría de los
conjuntos cerámicos de gran parte de los yacimientos andaluces
que consideramos Neolítico Epicardial. Aunque, efectivamente,
quizás es posible que esta denominación no se adecue estrictamente a la realidad, pues presupondría en Andalucía un fuerte
horizonte cardial anterior, cuestión que cada vez consideramos
más dudosa. Terminología que hemos paliado, cuando en trabajos anteriores siempre hemos considerado un Neolítico Antiguo
sensu stricto, que igualmente podría denominarse Arcaico, anterior al 5500 BC. Aunque el problema no reside en el tipo de
terminología empleada, sino en definir de forma concreta los
registros que lo configuran y esto en la actualidad es difícil de
precisar, por la inexistencia de verdaderas secuencias al aire libre. De igual forma que ponerse un tope del 5600 BC para las
primeras manifestaciones neolíticas en Andalucía, pues dados
sus amplios y variados registros cerámicos, ya posiblemente en
esta fecha, podría esperarse para ellos unos orígenes que consideramos más antiguos. Especialmente por su dispersión, complejidad y ocupación de los muy diferenciados nichos ecológicos que comprende el territorio andaluz.
4. ¿ÁREAS CULTURALES EN EL NEOLÍTICO
ANTIGUO? CULTURA DE LAS CERÁMICAS
IMPRESAS VS. CULTURA DE LAS CUEVAS
Tradicionalmente el problema de las cronologías neolíticas se
ha paliado con comparaciones y paralelos entre los conjuntos
cerámicos procedentes de las cuevas ubicadas en diferentes
ámbitos próximos o lejanos, lo que en cierta forma posibilitaba
algún tipo de cronología relativa. Ello establecía una “red cro168
nológica” entre los diferentes conjuntos materiales procedentes
de las variadas y diversificadas cavidades kársticas de Andalucía. De igual forma, las dataciones absolutas obtenidas procedentes de estas cuevas, como hemos indicado en múltiples
ocasiones (Carrasco y Martínez-Sevilla, 2014; Carrasco et al.,
2014), sólo afectan a la temporalidad de la muestra obtenida. A
no ser que se obtuviesen de conjuntos óseos perfectamente aislados en relación con los materiales artefactuales, o que éstos, a
su vez, formasen parte de un horizonte cultural medianamente
definido en el tiempo. En este último aspecto, obtendríamos
sólo ciertas temporalidades globales y no específicas de los
conjuntos funerarios estudiados, lo que en nuestra opinión ya
constituiría un éxito. Más aún, cuando comprobamos que desde
sus primeros momentos las investigaciones efectuadas sobre el
poblamiento neolítico en todo el sur peninsular, mayoritariamente se han realizado sobre la peculiaridad de estos contextos,
confundidos por comparaciones estilísticas o similares, de difícil cuantificación temporal. En este aspecto, somos conscientes
de la gran dificultad que ofrecen para su datación los registros
procedentes de cavidades funerarias, especialmente de aquellas
que intensamente fueron utilizadas en el tiempo. Por lo que es
compleja su secuenciación o atribuirles cronologías específicas
exclusivamente por tipologías, ya que de éstas no se conocen
orígenes ni pervivencias en el tiempo. Problema que se comprueba, especialmente, cuando se investigan y catalogan los
registros funerarios de cuevas del VI y V milenio BC.
Asimismo, las dataciones que recientemente se están aportando para fechar de forma novedosa algún tipo de cereal doméstico
o similar por debajo del 5500 BC no son relevantes en la actualidad para situar orígenes, pues se asume que a partir de esta cronología la mayor parte del territorio andaluz debió estar ocupado
por comunidades estables, ampliamente neolítizadas que implicaron también rituales de inhumación. La consolidación de estas
comunidades en el paisaje, asociadas a núcleos diversificados de
población con similares registros funerarios en tiempo y espacio,
muestran estabilidad y profundidad de poblamiento a la par que
una amplia antropización relacionada con los recursos a explotar
en áreas y nichos ecológicos diversificados.
A continuación vamos a puntualizar los conjuntos cerámicos
recientemente sistematizados de la Cueva de Nerja, dada la importancia que se le atribuye como centro o “foco neolitizador”
hacia otras áreas andaluzas. Está fuera de duda la importancia
de ciertas cuevas en orden a la búsqueda de una posible secuencia del Epipaleolítico/Neolítico. Especialmente en aquella en las
que de una u otra forma se han detectado registros arqueológicos
pleistocenos y holocenos, siendo el caso, entre otras, de Nerja
y Hoyo de la Mina en la costa oriental malagueña, Carigüela y
Malalmuerzo en el sector granadino de las Sierras Subbéticas,
de igual forma que Dehesilla en las Serranías de Cádiz. Sin embargo, es difícil a partir de ellas comprender la neolitización de
áreas andaluzas menos conocidas. En este aspecto, solamente
podríamos indicar que la relevancia de Nerja, en relación con
otras mencionadas o no, es el gran número de dataciones absolutas obtenidas de ella. No sólo las de vida corta sino las obtenidas de carbones o con un margen superior a los cien años, que
siempre hemos valorado. Es el caso de las dataciones de vida
corta que en la actualidad se obtienen de otros yacimientos en
cuevas como Murciélagos de Zuheros, donde se puede asumir
que son similares a las “incorrectas” de vida larga conocidas con
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Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
anterioridad. Valoraciones que no han podido realizarse o no ha
interesado también en otras cuevas como pueden ser, al margen
de las descritas, Cueva de las Majolicas, Ventanas, Prado Negro,
Parralejo, Cueva Chica, entre otras. Así, podemos indicar que
las dataciones de Carigüela se desestiman porque se han realizado sobre caballo salvaje y pólenes. De La Dehesilla y Parralejo, ya que se obtuvieron sobre carbones, algunas con márgenes
superiores a cien años y, básicamente, porque presentaban altas
cronologías, inaceptables para la investigación imperante. Del
resto de enclaves mencionados con registros si no más antiguos,
al menos similares a los que se han denominado “arcaicos” en
Nerja no tienen ningún tipo de datación absoluta.
Todo ello ha llevado a concluir que las dataciones consideradas “correctas” de vida corta sobre restos de especies domésticas, situadas por debajo del 5500 BC, son las únicas estimadas
en orden a los inicios neolíticos en Andalucía. En realidad sólo
fechan algún grano de cereal o de huesos de animales domésticos, no asociados a registros materiales, con valor en sí mismas
y cronologías asumibles para muchos de los conjuntos materiales conocidos de la mayoría de los enclaves neolíticos andaluces, considerados por su tipología no de los más antiguos, con
un sólo apoyo secuencial en la estratigrafía de las Peñas de los
Gitanos de Montefrío.
Considerándose algunos de los registros originales del horizonte arcaico de Nerja y las conclusiones que se han obtenido de
ellos, comprobamos la escasa aplicación que en la actualidad o en
un futuro próximo pudiesen tener en territorio andaluz. Conclusiones, en todo caso, obtenidas de supuestos no contrastados, a
veces haciéndose alusión a la tesis de M.S. Navarrete para sopesar la incidencia del cardial en Andalucía, sin considerar el año de
su publicación. Otras ofrece la impresión que se ha computado y
comparado con otros enclaves andaluces, que en nuestra opinión,
no se deben conocer pues algunos son inéditos, en otros son confundidos con otras formas de impresión y, en último caso, otros
proceden de asentamientos al aire libre, bien de superficie o de los
eximios sondeos de difícil cuantificación. A partir de estos datos
se llega a la conclusión que en territorio granadino se concentra el
90% de los vasos con impresión cardial en Andalucía. Cuestión
de difícil y dudosa contrastación en la actualidad, diríamos más
relacionada con fortuitas coyunturas que con la propia realidad
arqueológica. Supuesto aún más irreal, cuando se vuelve a insistir, consideramos en base a bibliografía antigua, que la muestra
cardial en Carigüela constituye una simple extensión del levantino y a partir de ella, una posterior dispersión al resto de Andalucía, sobre lo que hablaremos más adelante.
Se ha indicado que entre el 5400 y el 5100 cal BC coexisten
en Andalucía diferentes tradiciones alfareras: una que presenta
un elevado porcentaje de cerámicas impresas cardiales, otra que
incorpora entre sus técnicas decorativas las impresiones en boquique y finalmente las que presentan cerámicas con decoraciones
impresas utilizando multitud de instrumentos, con escasa muestra
cardial y uso frecuente de la almagra considerada como tradición
cerámica impresa-almagra que los autores (García Borja et al.,
2010) hacen “equiparable a la Cultura de las Cuevas”, lo que requiere algún tipo de comentario adicional. Es evidente que entre
la cronología comentada, no solamente existen este tipo de decoraciones cerámicas, sino otras muchas más, como por ejemplo
las esgrafiadas, peinadas, reticuladas, plásticas, excisas, acanaladas… De igual forma, las impresas cardiales no presentan en
ningún caso porcentajes altos ni componen una tradición unitaria,
pues siempre están asociadas a otros tipos de impresiones consideradas antiguas. Todas ellas situadas entre el 5500/4900 BC,
apenas sobrepasan un 10% del cómputo general. Una revisión
más técnica de las decoraciones cardiales en Carigüela, Ventanas, Montefrío, entre otras estaciones, es posible que no alcance
este porcentaje, que no es elevado en relación con otros tipos de
impresas. Seguramente, si se conociesen en profundidad los registros de La Esperilla y Morrón de Lebrija en la Baja Andalucía,
incluso los ofrecerían mayores que en los yacimientos granadinos. Asimismo, no existen dataciones absolutas para los cardiales
de estos asentamientos. ¿Por qué debemos considerar las cerámicas cardiales de Dehesilla, El Retamar, Nerja, etc., incluso las de
Carigüela, como posteriores a las procedentes del área levantina?
Más aún, es posible pensar que la abundancia cuantitativa de lo
cardial en aquella región representaría su flourit, más que considerarlo como los inicios de él en la Península. De todas formas,
con el registro actual, el cardial andaluz debe mejor relacionarse con el mundo de las impresas antiguas que con un horizonte “puro” aportado de no sabemos dónde, si europeo o africano,
como modelo de colonización pionera marítima (Zilhão, 1997,
2001; Bernabeu Aubán, 1996, 2002) o incluso autóctono. No
obstante, podemos indicar que es propio del sexto milenio BC,
posiblemente con orígenes y desarrollos en su primera mitad y
pervivencias más o menos destacadas a partir del 5500 BC.
La segunda separación cultural distinguida a partir de la tradición alfarera ha sido relacionada con la aparición de la impresión por boquique o “punto y raya”. Este tratamiento decorativo
ha sido revalorizado en los últimos años para definir cronológicamente horizontes neolíticos antiguos, incluso más antiguos
que los así considerados tradicionalmente para otros tipos de
impresas antiguas, incluso cardiales (Alday, 2009). Al respecto,
no consideramos de especial importancia este tipo de impresión
en relación con el gran grupo de las impresas, ni que tenga un
contenido cronológico preciso. De hecho aparecen en los conjuntos de las cuevas andaluzas como procedentes de múltiples
hallazgos. Solamente existen datos fiables de ellas, por estratigrafía y cronologías absolutas, en el poblado de Los Castillejos
de Montefrio. Comprobándose que se fechan por debajo del
5400 BC, pero es aproximadamente a partir del 5000 BC cuando tienen mejor representatividad y se consolidan como técnica
relevante de impresión de las decoraciones cerámicas.
Sobre la ambigüedad expresada para definir la tercera tradición no se podría precisar nada. Pues señalarse impresas desarrolladas con multitud de instrumentos, con pequeños porcentajes
de cardial, uso frecuente de almagras, etc., consideradas como
tradición cerámica impresa-almagra “equiparable a la Cultura
de las Cuevas” no deja de ser un galimatías, propio de lo que
representan los contextos funerarios de cuevas, propiciado por
la inexistencia de secuencias de asentamientos estables en ellas
y la tradicional y condicionada lectura sesgada de la que han
sido objeto. De aquí muchos de los equívocos y contradicciones
de sus registros arqueológicos dando lugar, sorprendentemente
en algunos casos, a revaloraciones como el propio concepto de
“Cultura de las Cuevas”, sobre el que de nuevo no insistiremos,
pues como ya en múltiples ocasiones se ha expuesto, en la actualidad no le comprobamos contenido alguno. A no ser que se
sobreentienda como un status ritualizado propio de las primeras
sociedades neolíticas.
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J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
Pero el problema expuesto de estas tradiciones cerámicas,
agrupadas de manera normativa como grupos culturales, es que
todas responden a un mismo supuesto y, en general, con mayor
o menor cronología aparecen en los diferentes yacimientos. La
cuestión de base está en aislarlos contextualmente, a ser posible
con un buen sustento estratigráfico y asociarlos a dataciones absolutas y no al contrario, como en la actualidad se realiza para
estos registros, construyendo un armazón cronológico y a continuación sustentarlo con conjuntos arqueológicos. De aquí, las
controversias tipológicas/cronológicas y la escasa o mala definición, que no pormenorizaremos, de las supuestas tradiciones
cerámicas en el Neolítico Andaluz.
Insistiendo sobre lo cardial, parece ser que ya no constituye
o no forma parte del horizonte cerámico más antiguo constatado
en Andalucía, cuestión no bien argumentada en base al registro
arqueológico actual de la Cueva de Nerja, pero sí utilizada para
incidir en la importancia de esta cueva como inicial foco neolitizador de una extensa zona de la geografía andaluza. Este modelo propuesto, insistimos, no tiene en la actualidad bases reales
en que sustentarse. Simplificando y de forma global, se centra
en la aparición en la “secuencia” de Nerja de unos registros cerámicos antiguos, llegados de no sabemos dónde. Supuestamente más antiguos que los propios cardiales, aunque una pequeña
muestra de ellos también se incluyen en este horizonte antiguo
“pre cardial”. Sin embargo, este momento antiguo también se
comprueba, no sabemos cómo, en los niveles más antiguos de
Carigüela asociados a cerámicas cardiales, considerándose este
horizonte posterior al inicial de Cueva de Nerja. El componente
cardial de esta cueva, a su vez propuesto como llegado desde la
región levantina, se expandiría más tarde a Nerja y costa malagueña superponiéndose a un supuesto horizonte cerámico más
antiguo. Todo este modelo tiene las siguientes debilidades. En
primer lugar ni están bien caracterizadas estas supuestas cerámicas antiguas de Nerja, ni están bien contextualizadas, ni en
último lugar incluso los investigadores dudan de su existencia
(García Borja et al., 2010; Aura et al., 2013). En otro sentido,
extraerse conclusiones sobre su existencia o no en los estratos
XV y XVI de Carigüela y de su posible asociación a lo cardial,
no deja de ser un hecho presunto.
Asimismo, volviendo sobre la llegada del cardial desde el
Levante a Carigüela y desde aquí hasta Nerja no se justifica en
el registro actual de sus apariciones. En la actualidad siguen
sin constatarse en el territorio que puede separar Sierra Harana, en donde se ubica Carigüela, Ventanas, posiblemente Prado
Negro, y el área levantina. En ese amplio espacio geográfico
se han detectado numerosos enclaves neolíticos, tanto en territorios giennenses como granadinos, que pudiésemos catalogar
como antiguos. Algunos con cronologías muy altas como las
proporcionadas por los antiguos niveles neolíticos del abrigo,
no cueva, del Nacimiento de Pontones (Rodríguez, 1979; Asquerino y López, 1881), otros con registros de la segunda mitad
del sexto milenio como son los de Cueva de la Pastora (Carrasco y Martínez-Sevilla, 2014) en las Sierras de Caniles, de igual
forma que Cueva Morenes (Sánchez et al., 1996), etc., en estos
mismos ámbitos serranos, no han proporcionado decoraciones
cardiales. Es decir el posible itinerario Levante/Sierra Harana
para justificar la llegada del cardial a Carigüela no se comprueba. Igualmente, no consideramos que ni por tipología de los
vasos, tecnología cerámica sensu stricto, incluso cronología,
170
exista una estrecha vinculación, incluso relación nítida entre el
cardial levantino y el granadino de Carigüela. En este modelo,
el siguiente paso sería una expansión del cardial hacia la costa
malagueña en donde ya estarían asentadas poblaciones neolíticas más arcaicas. Ejemplificándose o justificándose por este
motivo, según estos investigadores (García Borja et al., 2010;
Aura et al., 2013), su presencia en cuevas como Nerja, Cueva
de las Goteras de Mollina y Complejo del Humo 6 en Cala del
Moral (Málaga). Cuestión no comprobada y consideramos, alejada de la realidad, pues el posible itinerario desde Carigüela
hasta Nerja, precisamente tampoco lo atestigua. En teoría la
multitud de enclaves neolíticos que pudiésemos considerar antiguos, conocidos o inéditos, que jalonan esta posible vía hacia
la costa malagueña, no presentan precisamente una excesiva
muestra cardial. Diríamos que escasa o nula, en la actualidad
bien contabilizada como es un fragmento con motivos simbólicos procedente de una de las múltiples simas u oquedades que
jalonan las Sierras de Alhama/Loja como es Sima del Conejo
(Carrasco et al., 2010a, 2014), sin parangón entre los registros
conocidos de las cuevas de Sierra Harana, ni ninguna otra en
Andalucía. Este itinerario hacia la costa malagueña tampoco ha
proporcionado por este sector muestra cardial. Por el granadino, antes de llegar a Nerja, se han localizado otras cuevas, en
los escarpes interiores de las sierras locales que conforman la
Cordillera Bética volcada hacia el mar. Muy referenciadas en
bibliografía, que tampoco han proporcionado muestra cardial,
como son de oeste a este, Sima de los Intentos (Navarrete et al.,
1986) en Gualchos, Campanas (Mengíbar et al., 1983; Carrasco
et al., 2011a) en Lobres, Murciélagos (Góngora, 1868; Carrasco y Pachón, 2009) en Albuñol, exceptuándose de este clásico grupo de la costa granadina Cueva del Capitán (Navarrete,
1976), que en pequeña escala sí ha proporcionado cardiales,
pero muy diferenciadas de las constatadas en Carigüela. Cueva de Nerja, a unos treinta o cuarenta kilómetros en dirección
oeste, siguiendo la línea costera, aparece como un enclave aislado, no sólo respecto a las cuevas granadinas, sino con respecto a las otras cavidades malagueñas en donde se ha señalado
cardial, localizadas a similar distancia de las granadinas pero
por su sector oeste, como son Cueva del Higuerón en Rincón
de la Victoria y por contrastar Complejo del Humo 6 en Cala
el Moral. Respecto a los indicios de cardial en estas cuevas y
su relación con Carigüela, no lo consideramos muy apropiado
pues la impresión por natis de posible cardium no está presente
en ella, sí en Malalmuerzo en Moclín y el grueso del material
cerámico que lo acompaña, claramente funerario, tendría una
mejor relación con los registros documentados en el grupo de
Alhama/Loja, especialmente con los procedentes de la Sima
LJ11 (Carrasco et al., 2014). En relación con el registro cerámico considerado cardial del Complejo del Humo 6, debería
ser objeto de una revisión para caracterizarlo correctamente,
de igual manera que el resto de sus conjuntos de sumo interés
y claro matiz funerario, sin secuenciación estratigráfica y gran
cantidad de inhumaciones. En resumen Cueva de Nerja y las
dos oquedades señaladas del grupo Cala del Moral/Rincón de
la Victoria, serían los únicos enclaves que han proporcionado
cerámicas cardiales en todos los sectores costeros malagueños,
desde Nerja hasta la provincia de Cádiz. Con características tipológicas poco homogéneas entre ellas de igual forma que las
procedentes de Carigüela.
[page-n-178]
Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
Más extraño aún, es que se relacione Cueva de las Goteras
de Mollina con el grupo costero malagueño, supuestamente influenciado por el cardial de Carigüela. Enclave muy alejado no
sólo de la cueva granadina sino de las propias malagueñas, que
junto con Cueva del Toro de Antequera (Martin et al., 2004), el
fragmento localizado en Acinipo (Ronda) (inédito) y el de Cueva del Charcón de Alozaina (Jiménez y Conejo, 2006), constituyen los únicos datos conocidos sobre cardial en todo el extenso
interior de la Provincia de Málaga.
El panorama se ha incrementado en los últimos tiempos con
la aparición de muestras cardiales en la Baja Andalucía, cuya
“afiliación” o distancia con Carigüela es más lejana. Estas nuevas evidencias, no conocidas o interpretadas ofrecen nuevas
perspectivas para el estudio de su dispersión en el sur Peninsular. Recordemos que la cuestión del cardial en Andalucía se
creía resuelto a partir de un modelo explicativo escasamente
contrastado, en el que se admitían dos tradiciones cerámicas
que se corresponderían con dos ámbitos geográficos, diríamos
que ficticios, a ambos lados de una línea imaginaria que iría
desde Cueva de Nerja hasta Cueva de los Murciélagos de Zuheros (fig. 1) (ver Carrasco et al., 2011c: 6-7). Una centrada en
su parte Oriental o Alta Andalucía influenciada por el cardial de
Carigüela de procedencia levantina y otra centrada en lo que se
denominó parte occidental o Baja Andalucía, caracterizada por
la presencia en sus conjuntos cerámicos de abundantes decoraciones a la almagra junto a impresas no cardiales y otras muestras no bien especificadas. Adecuándose convenientemente ad
usum privatum a estos dos ámbitos geográficos los registros
cerámicos conocidos o manipulados de la época. Por ejemplo,
obviándose o catalogándose como “cardialoides” las escasas
muestras cardiales registradas en la supuesta Baja Andalucía
frente a la sobrevaloración de las mal descritas o peor computadas en Carigüela. En la actualidad, al margen de estas forzadas
divisiones territoriales, se comprueba lo artificial de este modelo y su escasa contrastación, que en cierta forma ha rarificado la
comprensión del cardial en Andalucía. Sobre ello efectuaremos
alguna observación y cómputo actualizado de su distribución.
Por su parte norte, Andalucía está limitada por Sierra Morena,
que se iniciaría por el este en el sector giennense prolongándose
hacia el oeste por tierras de Córdoba y zona norte de Sevilla, sierras también participadas por ámbitos meseteños y extremeños.
En este amplio territorio, salvo excepciones en el sector cordobés
y sevillano, no se ha documentado una mediana ocupación neolítica que justifique los numerosos abrigos con arte esquemático
localizado en sus entornos, principalmente giennense, cordobés
y manchego. Por supuesto, en ellas no se han descrito muestras
cerámicas con decoración cardial, aunque sí se han señalado
“cardialoides” en Cueva Chica de Cazalla de la Sierra (Amores,
2009), lo cual nos hace dudar de su no existencia.
Más hacia el sur, estarían las campiñas que delimitan la
cuenca del Guadalquivir. En el sector giennense, sin excesiva
contrastación se han señalado posibles cardiales en Llano de los
Horneros (Baeza), Cueva Prieta (Porcuna), Marroquíes Bajos
(Jaén) y Los Álamos (Fuentes de Andalucía) (Acosta, 1995) en
el sector sevillano.
En su parte meridional estas campiñas están delimitadas por
las escarpadas Cordilleras Subbéticas, que prácticamente se desarrollan en dirección Este/Oeste, desde el Cabo de la Nao en
Alicante hasta tierras gaditanas. Tradicionalmente, las amplias
áreas montañosas, sus pasillos intermedios y las vegas interiores
con abundantes surgencias de agua y pequeños ríos afluentes del
Guadalquivir que configuran estas sierras han sido consideradas
como un eje de progresión del poblamiento neolítico desde el
Levante hacia Andalucía, cuestión en ningún caso contrastada,
con iguales o más posibilidades incluso de reinvertirse esta dirección. Evidentemente, estas cordilleras han proporcionado
gran parte de los abundantísimos conjuntos neolíticos funerarios
de cuevas conocidas o no en la región andaluza. En este aspecto
su potencial arqueológico lo consideramos incuantificable, todo
relacionado con un rico patrimonio de manifestaciones esquemáticas plasmadas en sus oquedades y abrigos, propios de un
relieve calizo. Distinguiéndose núcleos importantes de cuevas
funerarias con ricos ajuares, propios del Neolítico Antiguo en
muchos casos asociados o próximos a manifestaciones esquemáticas, destacando entre ellos los núcleos de la transversal Alcaudete/Jaén y la denominada Subbética cordobesa, no habiéndose documentado en todos ellos ni una sola muestra cardial.
Sin embargo en el Subbético granadino, próximo a los citados
sectores giennenses y cordobeses, sus dos enclaves más importantes, por haber sido objeto de excavación, son el asentamiento
de las Peñas de los Gitanos (Arribas y Molina,1979) en Montefrío y la cueva funeraria de Malalmuerzo en Moclín (Carrasco et
al., 2011c), que en diferente grado, sí los han proporcionado. En
la parte final del sector Subbético granadino, en sus contactos
con los inicios de las Zonas Internas de la denominada Cordilleras Bética que bordean la costa de Granada y la parte oriental
de Málaga, emerge una imponente masa caliza configurada entre las Sierras de Alhama/Loja. Estas montañas están horadadas
por multitud de simas y diaclasas y grietas profundas, algunas
de las cuales han proporcionado ricos conjuntos funerarios del
Neolítico Antiguo, que junto con las cuevas clásicas de Alhama
han configurado uno de los más consistentes núcleos neolíticos
conocidos en territorio granadino. Una de sus simas, la denominada de El Conejo (Carrasco et al., 2010a, 2014), ha proporcionado un único fragmento cardial con motivos simbólicos. Pero,
especialmente tendríamos que mencionar Sierra Harana, en el
interior de la Provincia, en las estribaciones septentrionales de
la prominente Sierra Nevada, rodeada por amplios valles conformados por los afluentes del río Genil y por las altiplanicies
de la depresión de Guadix. Multitud de cuevas con conjuntos
antiguos neolíticos han sido documentadas en estas sierras discontinuas, que por su parte occidental desembocan en la gran
Vega de Granada. En concreto Sierra Harana ha proporcionado registros cerámicos con cardial, especialmente en Carigüela
(Pellicer, 1964; Navarrete, 1976) y posiblemente, a falta de análisis más precisos, Cueva de las Ventanas (Riquelme, 2002) en
Píñar y Cueva del Agua de Prado Negro (Iznalloz) (inédito). En
las estribaciones de la Sierra de la Yedra, paralela y próxima a la
anterior, en el término de Alfacar, Las Majolicas asentamiento
al aire libre y cueva funeraria, también ha proporcionado una
variada muestra cardial (Molina, 1970; Navarrete, 1976). En las
Zonas Internas de la cordillera que bordean la costa granadina,
las excavaciones de la Cueva del Capitán en Lobres, también
proporcionaron algunas cerámicas con este tipo de decoración.
Más hacia el oeste de los territorios granadinos y cordobeses, entraríamos en ámbitos interiores de la provincia de Málaga, documentándose cerámica cardial en Cueva de las Goteras
(Mollina) y Cueva del Toro (Antequera). Todavía más hacia el
171
[page-n-179]
J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
oeste Cueva del Charcón (Alozaina) por el este y Acinipo al sur
de las anteriores ya en las proximidades al ámbito gaditano y
sevillano, dentro de la vertiente de la cabecera de los ríos que
desembocan en la costa atlántica. A partir de aquí se encuentran
las áreas más meridionales de Andalucía, en donde en los últimos tiempos se han señalado nuevos asentamientos y antiguas
cuevas funerarias con registros cardiales, de gran interés por antigüedad y proximidad a territorios africanos del otro lado del
Estrecho Gibraltar.
En el término de Arcos de la Frontera (Cádiz), en las últimas estribaciones del Penibético, y la Unidad del Campo de
Gibraltar se señalaron cerámicas “cardialoides” procedentes de
Cueva de la Dehesilla y Cueva del Parralejo, en nuestra opinión
cardiales, formando parte de los conjuntos funerarios excavados
en estas oquedades. Junto a ellos aparecen en el asentamiento al aire libre de Cabezo de Hortales (Prado del Rey, Cádiz).
Hacia el Sur de estos enclaves, se detectan yacimientos al aire
libre junto a la costa o en la conformada en la antigüedad por el
Lago Ligustinus de la desembocadura del Guadalquivir que los
han proporcionado, como son: en Cádiz, La Esperilla (Espera)
(Gutiérrez et al., 1996), El Retamar (Puerto Real) (Ramos et al.,
2002a y 2002b) y Bustos (Trebujena) (Lavado, 1990); en Sevilla, Cabezo de Lebrija (Caro et al., 1987 y 1999), ¿Los Pozos?
(Lebrija) (Acosta, 1995); y en Huelva, La Dehesa (Lucena del
Puerto) (Cámalich y Martín, 2013) (fig. 1).
En relación con la distribución de estos enclaves, cuevas
funerarias y asentamientos al aire libre que han proporcionado
muestras cardiales puede efectuarse una serie de observaciones
preliminares, relacionadas con los contextos en que aparecen
este tipo de cerámicas y la supuesta importancia de Carigüela, especialmente para sustentar el tradicional y “nuevo modelo
dual” de las dos tradiciones culturales (áreas culturales) basadas
en las cerámicas. Simplificando, una, básicamente singularizada
por la presencia de cerámica con cardial en la preconfigurada
Alta Andalucía y otra grosso modo caracterizada especialmente
por las cerámicas a la almagra, con impresiones no cardiales y
por otros tipos no bien delimitados.
Anteriormente indicábamos que, por cuestiones muy simples, las observaciones que pudiésemos realizar sobre la aparición del elemento cardial en Andalucía no pueden de ningún
modo ser consideradas definitivas. En primer lugar se trata de
una distribución sesgada e incompleta. Somos conscientes que
Fig. 1. 1.Cueva de la Murcielaguina (Castillo de Locubin); 2. Cueva de la Carigüela (Píñar); 3. Cueva de las Ventanas (Píñar); 4. Cueva
del Agua (Prado Negro); 5. Las Majolicas (Alfacar); 6. Cueva de Malalmuerzo (Moclín); 7. Peña de los Gitanos (Montefrio); 8. Sima del
Conejo (Alhama de Granada); 9. Cueva del Capitán (Lobres); 10. Cerro de las Animas (Vélez Rubio); 1. Cabecicos Negros (Cuevas de
Almanzora); 12. Llano Manzano (Mojacar); 13. Cabezo de las Eras (Cuevas de Almanzora); 14. Mojacar el Viejo (Mojacar); 15. Cueva
de las Goteras (Mollina); 16. Cueva del Toro (Antequera); 17. Acinipo (Ronda); 18. Cueva del Charcón (Alozaina); 19. Cueva de Nerja
(Nerja); 20. Cueva del Higuerón (Rincón de la Victoria); 21. Complejo del Humo 6 (Cala del Moral); 22. Cueva Chica de Santiago
(Cazalla de la Sierra); 23. Los Alamos (Fuentes de Andalucía); 24. Los Pozos (Lebrija); 25. El Cabezo (Lebrija); 26. Cueva de la Dehesilla
(Algar. Arcos de la Frontera); 27. Cueva del Parralejo (San José del Valle. Arcos de la Frontera); 28. Esperilla (Espera); 29. Cabezo de
Hortales (Prado del Rey); 30. Bustos (Trebujena); 31. EL Retamar (Puerto Real) y 32. La Dehesa (Lucena del Puerto).
172
[page-n-180]
Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
salvo en áreas muy concretas, no existe un verdadero catálogo documental de su presencia. Hecho propiciado por la gran
dificultad que supone localizar este tipo de yacimientos, como
ocurre en las vegas, depresiones y márgenes de los ríos que
básicamente configuran los sistemas montañosos, verdadero
armazón vertebrador de gran parte de Andalucía, en donde se
ha documentado el mayor número de cuevas, conocidas o no
en bibliografía, con registros funerarios que en teoría estarían
asociados a sus correspondientes asentamientos al aire libre.
En segundo lugar, porque consideramos que muchas cerámicas que se han descrito con decoración de cardium, de igual
forma que otras que no lo han sido, deberían ser mejor contrastadas, a ser posible con métodos y medios más determinantes
recurriendo a los referentes experimentales y la documentación mediante microscopía binocular de dichos estigmas de
impresión. Esto, también se debería hacer extensible no sólo
a los registros obtenidos en prospecciones superficiales sino a
los procedentes de las escasas secuencias obtenidas en excavaciones. Pues son demasiadas dudas las que se observan en sus
diagnósticos finales que pueden alterar las actuales visiones
que se tienen sobre ellas, especialmente para una mejor comprensión de su real distribución por el territorio andaluz. En
tercer lugar, hemos de destacar que en la actualidad no se puede cuantificar el potencial real de lo cardial en el sur peninsular, pues la mayoría de sus hallazgos se debe a prospecciones
superficiales y excavaciones de urgencia o limpieza. De poblados al aire libre con excavaciones arqueológicas, las únicas
secuencias neolíticas con cardial sólo se han obtenido en Las
Peña de los Gitanos (Montefrío, Granada), Cabezo de Lebrija
(Lebrija, Sevilla), y con menor secuencia Cabecicos Negros
(Cuevas de Almanzora, Almería), posiblemente La Dehesa
(Lucena del Puerto, Huelva), El Retamar (Puerto Real, Cádiz),
pudiéndose añadir los procedentes de las antiguas excavaciones de los hermanos Siret en la cuenca del Almanzora como
Llano Manzano, Cabezo del Eral, Mojacar el Viejo y Cerro de
las Ánimas (Vélez Rubio) ya en el norte de la provincia almeriense procedente de las excavaciones de Federico de Motos.
Algunos de estos enclaves con investigaciones actualizadas.
En cuevas con actuaciones de excavación Carigüela (Píñar,
Granada), Las Majolicas (Alfacar, Granada), ¿Cueva de las
Ventanas? (Píñar, Granada), Cueva de Malalmuerzo (Moclín,
Granada), Cueva de Nerja (Nerja, Málaga), ¿Complejo del
Humo 6? (Cala del Moral, Málaga), Cueva del Toro (Antequera, Málaga), Dehesilla y Parralejo (Arcos de la Frontera,
Cádiz) y Cueva Chica (Cazalla de la Sierra, Sevilla), y otros
producto de prospecciones como Cueva de la Murcielaguina
(Castillo de Locubin, Jaén), El Charcón (Alozaina, Málaga).
El resto de los hallazgos, considerados de superficie, de
igual forma que los secuenciados de cuevas, pueden, en nuestra
opinión, tener un similar tratamiento estadístico, cronológico
y posiblemente de contextualización, como se ha realizado en
cueva de Nerja y otras igualmente significativas. En resumen,
escasos datos en este aspecto, para extraerse conclusiones de
validez sociocultural y menos aún sopesar un mayor impacto
del cardial en la Alta Andalucía en detrimento de la Baja Andalucía. Solamente una vista rápida sobre el boceto de distribución de esta muestra cerámica para comprobarse dicha afirmación (fig. 1). La línea imaginaria trazada entre Cueva de Nerja
y Cueva de los Murciélagos en Zuheros en los años ochenta
por parte de M. Pellicer y P. Acosta para separar durante el
Neolítico andaluz estos dos ámbitos territoriales y culturales,
en la actualidad no tiene sentido alguno. Aunque, consideramos de igual forma que este modelo desde un primer momento
tuvo poca contrastación, pues se obviaban o resaltaban ciertos
tipos cerámicos, según conveniencias o desconocimiento, para
su posterior y mejor justificación. ¿Sobre qué registros cerámicos contrastados se basaba el modelo propuesto? En aquellos
momentos, en la teórica Alta Andalucía sólo se conocían los
sobrevalorados de Carigüela y posteriormente de Majolicas,
el mal definido vaso de Cacín, algún vaso aislado en el Cerro
de las Ánimas de Vélez Rubio (Almería) y los fragmentos de
Cueva del Capitán (Lobres, Granada), no considerados estrictamente cardiales por parte de M. Pellicer. Estos escasos datos
fueron suficientes para considerar esta área geográfica como
subsidiaria, para este tipo de cerámicas, del área levantina y,
por consiguiente, caracterizada y diferenciada de la Baja Andalucía, por su mayor y casi exclusiva presencia cardial. Lo
cual contrastaba, pues ya en los mismos momentos en que se
emitió el modelo propuesto, esta área baja andaluza presentaba iguales o mejores argumentos para la comprensión del
cardial en Andalucía como podían ser La Dehesilla, Parralejo,
Cueva Chica, Cueva de Nerja, Cueva del Higuerón, Cueva de
las Goteras. Sin embargo las tradiciones cerámicas aquí se caracterizaron, incomprensiblemente, por impresas no cardiales,
almagras, lisas y otras, a su vez obviándose las cardiales bajo
el seudónimo de “cardialoides”, es decir sí pero no. Lo cual ha
tenido una cierta trascendencia en trabajos posteriores.
En la actualidad, si revisamos el mapa de dispersión de lo
cardial en Andalucía (fig. 1), comprobamos su distribución zonal de yacimientos. La Alta Andalucía ofrece un cómputo de
hallazgos menor que la Baja Andalucía. En esta última con localizaciones y agrupaciones de gran interés, con escasas o nulas
conexiones con Carigüela y sí con otros ámbitos geográficos
cercanos, en la actualidad no bien conocidos.
En el estado actual de las interpretaciones sobre los inicios
del Neolítico andaluz, cualquier modelo que se acerque a este
tema es siempre válido, pero expresaríamos que al menos se
sustentase en argumentos mínimamente contrastados y este no
es el caso que nos ocupa. Sobre la presencia de una fase previa
a lo cardial en Nerja, que formaría parte del horizonte neolítico
más arcaico de esta cueva, al margen de nuestras dudas sobre su
definición, no existen otro tipo de argumentos en esta ocasión
para sustentarla en Andalucía ni, fuera de ella, en otros ámbitos peninsulares. Hemos señalado en Andalucía de forma más o
menos precisada el cardial al menos en una treintena de enclaves, entre cuevas y asentamientos. No es que taxativamente no
aceptemos una fase precardial para los inicios del neolítico andaluz, pues en múltiples trabajos ya citados, alguno de nosotros
hemos expresado la posible presencia de una fase antigua con
o sin cardial, en nuestra opinión, muy posiblemente por encima
del 5500 BC. Apreciación siempre determinada por la secuencia estratigráfica, al margen de otras cuestiones, obtenida en el
poblado de Los Castillejos de Montefrío por proporcionar la
más completa y mejor documentada secuencia cronocultural de
un asentamiento neolítico. Se podrían señalar otras, como por
ejemplo el Cabezo de Lebrija, con secuencia más corta, de igual
forma que el Abrigo del Nacimiento, ocupación al aire libre,
bajo una gran cornisa, pero sin cardial, o Cerro Virtud de más
173
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J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
escasa estratigrafía, iniciada a principios de un Neolítico Medio.
Los Castillejos prueba la dificultad de desligar el elemento cardial de otros tipos de decoraciones antiguas, llámense impresas,
incisas, almagras antiguas o de otro tipo.
De igual forma presentar tipos decorativos, porcentajes de
sus apariciones, entre otros, sin tenerse en cuenta, ya desde un
principio de donde se extrajeron, no deja de ser un ejercicio
descriptivo. Sin embargo elevarlos a la categoría de interpretación social e identitaria plantea problemas. Hay que recordar
cómo las definiciones estratigráficas elaboradas sobre las intervenciones arqueológicas en cuevas, para los momentos de la
Prehistoria Reciente, han sufrido continuadas rectificaciones
y reelaboraciones con el avance de la investigación sobre los
asentamientos al aire libre, donde se expresaba con mayor exactitud, en vida corta, la realidad sociocultural de la formación
de sus fases. En este aspecto, consideramos que la no asunción
de la existencia real de una dicotomía entre “cuevas funerarias/
asentamientos al aire libre”, por parte de investigadores muy
apegados a ciertas tradiciones, como ha sido la existencia en
Andalucía de un “Neolítico de Cuevas con Cerámica Decorada”, no ayuda a la comprensión de muchos de los problemas
que, en general, afectan a los inicios de su Neolítico. Especialmente si se sigue insistiendo en secuenciarlo a partir de los
conjuntos extraídos de sus cuevas, pues de ellos solo se pueden
extraer conclusiones generales sobre tipos, decoraciones, modas
regionales, posibles “áreas-estilo”, porcentajes de apariciones,
etc., y obtenerse dataciones absolutas de ciertas muestras de tipo
orgánico, pero con valor en sí mismas, no para fechar conjuntos
cerrados o posibles niveles domésticos sin contrastar. Aún menos para obtenerse “cronologías concretas” de cincuenta, cien
años o incluso doscientos años entre ellos, como se ha intentado
efectuar con el modelo propuesto para Cueva de Nerja. En un
cómputo general, comprobamos que prácticamente todos los
tipos cerámicos y decoraciones que pudiésemos asociar o relacionar con las primeras fases del Neolítico en Andalucía, como
pueden entre otras ser: cardiales, impresas antiguas a peine, almagras, incisas, pivotantes, etc., se distribuyen y repiten con
mayor o menor insistencia en todos sus ámbitos geográficos.
Exceptuándose de esta globalidad algunas muestras cerámicas
con decoraciones no muy frecuentes como son las denominadas
“esgrafiadas”, “reticuladas” y “excisas”, en la actualidad sólo
documentadas en ámbitos granadinos.
Al hilo de estas breves reflexiones, se comprueba cómo en
la investigación andaluza aún en la actualidad se sigue intentado
diferenciar dos ámbitos durante el Neolítico Antiguo, en sí no
tanto por los registros cerámicos documentados en ellos, sino
especialmente por sus dos tipos de ocupaciones diferenciadas:
al “aire libre” y en “cuevas”, también relacionadas, con ámbitos concretos de la Baja y Alta Andalucía. En una investigación
reciente (Ceballos y Escacena, 2009) se han avanzado una serie
de consideraciones al respecto. A partir de la distribución del
elemento cardial (fig. 1) no se puede en la actualidad seguir considerando dos ficticios ámbitos territoriales. Aunque los datos
que aportamos no dejan de ser simples, justificados por una manifiesta falta de investigación, es evidente que la Baja Andalucía
presenta un mayor número de enclaves con cardial. También
es obvio, más en la Alta que en la Baja, que sus apariciones
o mayores porcentajes están más relacionados con trabajos de
excavación que con hallazgos aislados superficiales. Aunque en
174
la Baja, donde éstas se han efectuado, también las han proporcionado con más intensidad. Por lo que se puede concluir, que
la aparición o no del cardial y su conocimiento en Andalucía,
en buena medida ha estado condicionado por el mayor o menor
grado de intervenciones arqueológicas realizadas.
En segundo lugar, sus apariciones en cuevas y al aire libre,
está marcado exclusivamente por el diversificado biotopo del amplio territorio andaluz en que se distribuye, aunque existen zonas,
como es la costa occidental de Málaga, desde Torremolinos a Estepona, con poblamiento antiguo que no lo han proporcionado,
cuando al Este y al Oeste, sí se ha documentado, generalmente en
cuevas. En este aspecto, la presencia o no de afloramientos calcáreos, con sus correspondientes y variadas oquedades, marcan el
tipo de sepulturas o necrópolis utilizadas, si en “cueva” o al “aire
libre”, por las primeras poblaciones neolíticas.
Recientemente se ha sugerido algún tipo de modelo, no muy
concretado, para justificar el uso de las cuevas, no así de los segundos (Ceballos y Escacena, 2009). Se indica para ellas un uso
como asentamiento en el interior de las tierras altas andaluzas
con fuerte incidencia del cardial y el asentamiento al aire libre
en las zonas bajas, indicándose en un primer momento también
diferencias por sus registros arqueológicos. Aunque posteriormente, se argumenta que en cualquier caso el repertorio material
obtenido en los enclaves de la banda atlántica son similares a
los del interior, sugiriéndose la existencia, solo para todos estos
ámbitos, de un único horizonte cultural con influencias, no concretadas, llegadas por mar o por caminos costeros. Fundamentalmente materializadas por la alfarería de tradición cardial que
no llegó arraigar de forma importante en la Banda Atlántica. Por
otra parte, se hace hincapié en la mayor carga decorativa, mejor
conservación y mayor cantidad y documentación de los registros procedentes de las cuevas localizadas en Sierra Morena y
Sierras Subbéticas que en los enclaves al aire libre. Justificado
o bien por la mayor incidencia que tradicionalmente ha tenido
la investigación sobre las cuevas y por tanto un mayor conocimiento de sus registros o bien, porque en ellas estos se han
preservado mejor, haciéndose en este aspecto, una comparativa
entre los procedentes de El Retamar y La Dehesilla. Modelos
y opiniones que por nuestra parte, admiten algún sucinto comentario. En relación con la presencia o no del cardial como
definidor de ámbitos regionales, no tiene sentido, pues aparece
con mayor o menor insistencia en todos sus ámbitos. Aunque es
evidente una mayor orografía caliza en la Alta que en la Baja
Andalucía, determinante en la mayor o menor presencia de cuevas. Podemos estar de acuerdo, a tenor de los registros materiales actualmente conocidos, que puede existir para los inicios del
Neolítico andaluz, un horizonte más o menos homogéneo, globalmente bien representado en todos sus ámbitos. En algún caso
con ciertos matices diferenciadores que en nuestra opinión, no
dejarían de ser coyunturales, como podrían ser la mayor o menor presencia de ciertos tipos decorativos, especial tratamiento
de alguna superficie o pasta cerámica, etc.
Pero, aceptada grosso modo esta posible homogeneidad entre los registros procedentes de cuevas y asentamientos en la
Baja y Alta Andalucía, sin embargo, comprobamos cómo esta
cuestión se rarifica cuando por parte de los autores (Gavilán y
Escacena, 2009) se intenta establecer diferencias internas entre
ellos, especialmente por sus registros cerámicos. Y no por estrictas consideraciones tipológicas o de otro tipo, sino especial-
[page-n-182]
Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
mente diríamos que de visualización. Es decir, por el grado de
conservación y carga decorativa que presentan, según procedencia de uno u otro ámbito, o por el mayor grado de conocimiento
que se tiene de los documentados en cuevas. Cuestión, con la
que no podemos estar de acuerdo, pues existe un trasfondo más
lógico y profundo que lo justifica. Concretando, las cuevas y los
asentamientos al aire libre pueden documentar producciones cerámicas con ciertas similitudes tipológicas, pero también existen
diferencias concretas, con tipos específicos para cada ámbito,
cuestión ya comentada. De igual forma que entre las producciones de unas y otros, a simple vista, se observan diferentes grados
de amortización y conservación. Desde las opciones explicativas de los autores para justificarlas, se da la impresión que la
buena conservación de los registros cerámicos de cuevas ha dependido exclusivamente del especial y homogéneo microclima
existente en ellas. Tipo de consideración que tradicionalmente,
no solamente en este caso, ha supuesto consecuencias negativas
en las investigaciones realizadas sobre el Neolítico andaluz. La
bondad y espectacularidad de los registros cerámicos de cuevas, así como sus excelentes conservaciones sólo se justifica
por su uso no doméstico y sí de representación o para contener las ofrendas, posiblemente alimenticias o de ritualizaciones
post mortem de los inhumados en ellas. Es decir con un uso no
amortizado y rodado como sucede con los procedentes de los
auténticos poblados al aire libre. De igual forma las cerámicas
sepulcrales ofrecen decoraciones más exuberantes y una fácil
reconstrucción posterior, lo que no sucede con las de poblados.
En resumen, en este apartado, ¿se puede seguir aún insistiendo sobre el carácter habitacional de cuevas de difícil acceso,
angostas, sin luz natural, húmedas, a veces grietas, simas, con
inhumaciones y registros cerámicos no utilizados?
De igual forma nos preguntaríamos: ¿dónde se localizan las
inhumaciones de los asentamientos del Neolítico Antiguo señalados en áreas sin afloramientos calcáreos? Sin excesivas dudas,
en el interior de los propios asentamientos, en fosas excavadas
en su subsuelo. Difíciles de detectar en zonas con gran sedimentación y fuertemente antropizadas del interior andaluz, no así en
otras áreas como pueden ser las costeras del Bajo Guadalquivir
o en ambientes áridos almerienses, en donde a veces han quedado al descubierto por la erosión, conteniendo todo tipo de restos
óseos y materiales.
5. SÍNTESIS
En páginas anteriores hemos intentado reflexionar sobre algunas cuestiones relacionadas con ciertos aspectos relativos a la
caracterización del Neolítico Antiguo en Andalucía. Especialmente, esta definición formal, fundamentalmente basada en los
conjuntos cerámicos y el significado de la decoración cardial,
sustenta viejos y nuevos modelos interpretativos. Lo cardial,
dentro de una visión normativa, ha servido para diferenciar en
Andalucía dos grupos o áreas culturales. En este trabajo hemos
reflexionado sobre lo irreal de este “nuevo modelo dual” de lo
cardial. De igual forma, la comprensión del cardial en el sur
de Iberia no debe justificarse como una simple extensión o influencia del área levantina, constituyendo en la actualidad una
cuestión más compleja de difícil solución. Particularmente, y
sin excesiva contrastación, las redes de irradiación de los nuevos modos de vida neolíticos por la vía norteafricana deben ser
analizadas como proceso factible o con mayores posibilidades
para el desarrollo del Neolítico del sur peninsular. Asimismo,
en el estado actual de los conocimientos se comprueba que en
el registro arqueológico es más que hipotético intentar aislar un
horizonte cerámico arcaico con ausencia de cardial. Pues éste
siempre ha aparecido asociado a otras cerámicas impresas o de
otros tipos. De momento no existe una sola cueva sepulcral o
asentamiento en el sur peninsular en donde se pueda constatar
un inicial horizonte de cerámicas antiguas sin estar asociadas a
fragmentos con decoración cardial. No es que no se considere
factible su existencia pero con el registro arqueológico actual
y menos aún en base a los procedentes de cuevas como Nerja,
Carigüela, Dehesilla es imposible su contrastación. Son precisamente estas cavidades en Andalucía, al margen de sus ricos
registros arqueológicos, los que en este aspecto han tenido posibilidades de facilitarlo, aunque en la actualidad las lecturas de
sus posibles “secuencias estratigráficas”, no lo hubiese propiciado. Solamente secuencias estratigráficas extensas próximas a
la primera mitad del VI mileno cal BC, son las que nos pueden
ofrecer datos significativos para aislar horizontes cerámicos antiguos bien contrastados o especies domesticadas antiguas. La
secuencia de Los Castillejos de Montefrío puede ser en la actualidad un ejemplo de esta situación, pues tiene posibilidades
de una mayor profundidad en su estratigrafía y aproximarse a
la cronología propuesta. Pero siempre teniéndose en cuenta que
los registros de cuevas presentan tipos característicos propios de
ambientes con una funcionalidad especial, como fue la funeraria
o ritual, muy diferenciados de los procedentes de asentamientos
domésticos. La escasez de cerámicas impresas con o sin cardial
es comprensible en estos últimos, no así en cuevas, en donde
son algo más frecuentes y mejor conservadas, por su status más
de tipo representativo que utilitario. Intentar justificar estos registros por la presencia de diferentes tipos de comunidades que
coexisten de manera paralela sólo conduciría en la actualidad
a una problemática de difícil solución, además de constituir un
normativismo que equipararía la formalidad de un único elemento material (un tipo de tratamiento decorativo) con el conjunto de la identidad comunitaria. Además, la tecnología lítica
de productos laminares nos está indicando el procedimiento de
talla por presión y calentamiento térmico desde fechas más tempranas a las de otros grupos neolíticos como los de las costas
mediterráneas francesas. Se podría tratar de una difusión tecnológica de sur a norte por la región mediterránea.
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 181-210.
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular:
nuevos datos para una actualización de la evidencia empírica
Manuel a. RoJo gueRRa, íñigo gaRCía MaRtínez de lagRán, RaFael gaRRido Pena,
CRistina teJedoR RodRíguez, eulàlia suBiRà de galdáCano, Jesús gaRCía gazólaz,
Jesús sesMa sesMa, Juan FRanCisCo giBaJa Bao, MeRCedes unzu uRMeMeta,
ángel luis PaloMino lázaRo, iRene JiMénez JiMénez,
eduaRdo aRRoyo PaRdo y HéCtoR aRCusa Magallón
reSumen
A la vez que dar a conocer tumbas y cronologías inéditas de los inicios del Neolítico en el interior peninsular, se pretende
analizar con el detalle que nos permite en cada contexto la bibliografía existente, todos los casos de tumbas de esta fase en
el interior peninsular y en el Valle del Ebro. Serán analizados con detalle el tipo de estructura utilizada y la naturaleza del
depósito funerario, la edad y el sexo de los enterrados, el tipo de ajuar, su presencia o ausencia en cada caso, así como la
posición y la orientación de los difuntos en la tumba. Todo ello con la intención de ofrecer una visión integral de las evidencias
funerarias en los inicios de la economía con rendimientos diferidos.
PalabraS claVe:
Inhumación, Neolítico antiguo, interior peninsular, Valle del Ebro, cronología absoluta.
abSTracT
Early Neolithic tombs from the interior of Iberia: new data for an updating of the empirical evidences.Together with the
publication of new tombs and radiocarbon dates from the Early Neolithic, an analysis is made about the complete catalogue of
graves known of this chronology in the interior of the Iberian Peninsula and the Ebro Valley: the structure of the tomb used,
the nature of the burial deposition, the sex and age of the individuals, the grave offerings (presence or absence) as well as the
position and orientation of the deceased inside the grave. The aim is to show a general overview of the burial evidences of the
first farmers in this region.
keywordS:
Early Neolithic, Interior of Iberia, Ebro Valley, 14C.
1. INTRODUCCIÓN
Los años de bonanza económica en nuestro país llevaron consigo una enorme proliferación de obras públicas, proyectos de urbanización, planes parciales de industrialización etc., cuya ejecución debía contar con la correspondiente intervención arqueológica de urgencia. De esta ingente actividad excavadora, no
siempre investigadora, han surgido hallazgos interesantes que
vienen a informarnos sobre un aspecto bastante desconocido,
hasta ahora, en el registro del Neolítico Antiguo Peninsular: las
tumbas. Prácticamente sólo Chaves y la Lámpara son tumbas
descubiertas en el seno de sendos proyectos de investigación,
el resto de las que presentaremos a continuación lo han sido a
través de intervenciones arqueológicas de urgencia o gestión.
El objetivo que nos mueve al publicar este trabajo es triple;
por una parte dar a conocer algunas tumbas inéditas en el interior peninsular y/o Valle del Ebro reflejadas en la figura 1. En
segundo lugar, presentar algunas dataciones inéditas que hemos
obtenido de los individuos enterrados en el Montico, Molino
de Arriba o Villamayor y, en tercer lugar, reunir y analizar en
conjunto todas las evidencias conocidas hasta el presente correspondientes a los primeros momentos de la neolitización,
hasta ahora valoradas y contextualizadas en trabajos generales,
junto con otros casos del Neolítico medio/final y del megalitismo (Rubio de Miguel, 2002; Garrido et al., 2012).
2. MUESTRA ANALIZADA
2.1. el llano del monTIco (monreal-Izco)
El yacimiento de El Llano del Montico estaba incluido en el
IAN (Inventario Arqueológico de Navarra) con la referencia
09311240001, catalogado como un asentamiento al aire libre
de amplia extensión y cronología imprecisa por la presencia,
en superficie, de abundante sílex, cerámica poco definitoria y
pulimentados diversos.
181
[page-n-189]
M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 1. Mapa de dispersión de las tumbas analizadas en el texto: 1) Paternanbidea, 2) El Llano del Montico, 3) Los Cascajos,
4) Alto de Rodilla, 5) Fuente Celada, 6) Molino de Arriba, 7) El Prado, 8) Chaves, 9) La Lámpara, 10) El Congosto, 11) Valdivia,
12) Villamayor de Calatrava.
El trazado de la Autovía Subpirenaica, Pamplona-JacaHuesca, en concreto, la construcción del tramo Monreal-Izco,
en los puntos kilométricos 9+500 y 9+930 afectaba a algunos
sectores de la delimitación del yacimiento por lo que, bajo los
auspicios del Servicio de Arqueología de la Comunidad Foral
de Navarra, se planteó una intervención arqueológica que fue
encargada al Gabinete TRAMA S.L.
El Llano del Montico se ubica en el extremo sureste de la
Falla de Ibargoiti; un pasillo natural de margas eocénicas dentro de la cuenca de Lumbier-Aoiz, surcada por el río Elorz de
sureste a noroeste y flanqueada por la serreta que le separa del
Valle de Unciti y por la sierra calcárea de La Higa. Pues bien, el
yacimiento se sitúa en el extremo sureste de este pasillo, en la
falda de la Peña de Izaga, a 600 m sobre el nivel del mar.
La flora autóctona, que se conserva en algunos rodales residuales, estaba compuesta por robles y encinas en las solanas y
pinos silvestres y hayas en las umbrías. Sin embargo, en la actualidad, la mayor parte del paisaje, al margen del fondo de los
valles ocupados por cultivos cerealistas, se compone de pinares
de repoblación.
Desde Abril a Septiembre de 2007 se llevaron a cabo varias
fases de intervención en los 20.000 m2 en que el yacimiento
era afectado por el trazado de la autovía y que consistieron en
la retirada mecánica de la primera capa superficial, limpieza y
topografía de todas las evidencias negativas observadas y, por
último, excavación de las más importantes. El resultado fue la
constatación de un enorme hábitat al aire libre, arqueológica182
mente compuesto por una ingente cantidad de estructuras negativas que conferían al enclave el aspecto característico de los
llamados “campos de hoyos”, tan habituales en la prehistoria
peninsular desde el Neolítico a la Edad del Bronce (Bellido
Blanco, 1996). Frecuentemente los “Campos de hoyos” son
asentamientos de enormes dimensiones, con ocupaciones recurrentes a lo largo del tiempo que se van yuxtaponiendo en el
espacio. Ello hace que no se forme una estratigrafía vertical y
la segregación cronológico-cultural de cada fase debe realizarse
mediante el estudio tecnotipológico de los materiales o la aplicación de técnicas de datación absoluta.
El Llano del Montico responde perfectamente a esta tipología de yacimiento; la superficie excavada supera las 2 hectáreas,
siendo considerablemente mayor aún el área de dispersión de
materiales, tipológicamente las cerámicas recuperadas corresponden a diferentes momentos (Neolítico, Calcolítico, Campaniforme, Edad del Bronce), y las estructuras, con diferentes
adscripciones culturales se disponen anárquicamente, por todo
el área intervenida.
Según el informe elaborado por el Gabinete TRAMA S.L.,
los resultados totales de la intervención arqueológica (en sus
diferentes fases de delimitación, limpieza y excavación) fue la
constatación de las siguientes estructuras:
a) Depósitos en hoyo: En diferentes puntos del yacimiento se localizaron, a lo largo de las tres fases de la intervención
arqueológica, un total de 190 depósitos en hoyo de cronología
prehistórica. En general se trataba de cubetas no muy profundas
[page-n-190]
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
con diámetros de entre 1 y 2 m. En estas estructuras negativas se recuperaron diversos materiales arqueológicos entre los
que destacan abundantes restos cerámicos y óseos –con y sin
evidencias de la acción del fuego–, varias puntas de flecha y
microlitos realizados en sílex, varias hachas pulimentadas así
como algunos molinos de mano.
Muchos de estos depósitos fueron colmatados, una vez
abandonados, por piedras y cantos, definiendo pequeñas concentraciones líticas de planta de tendencia circular con diámetros que oscilan entre el metro y el metro y medio. En la mayoría
de los casos, las concentraciones contenían material arqueológico prácticamente igual al del resto de los depósitos, aunque en
menor cantidad.
b) Hoyos de poste: De los 19 pequeños hoyos verticales localizados, tan sólo 11 parecen corresponder a los restos de auténticas
estructuras de postes ya que en su interior no se ha hallado ningún
tipo de material arqueológico excepto carbones. A pesar de que no
ha sido posible definir con claridad la planta de una unidad de habitación, parece innegable que debió de existir en esa zona algún
tipo de estructura ya que 10 de ellos se encuentran relativamente
agrupados en el extremo noroccidental del yacimiento.
c) Enterramientos: Seis de las estructuras negativas contenían restos humanos y, por tanto, fueron consideradas como
tumbas. En todos los casos podemos afirmar que, aunque correspondan a diferentes períodos culturales, comparten las mis-
mas características: depósitos poco profundos (circunstancia
impuesta por la presencia de bloques de piedra de gran tamaño
que dificultaban la excavación del terreno natural) en forma de
cubeta; presencia de más de un individuo en el interior de cada
uno de los depósitos (enterramientos dobles); en los casos en
que se han conservado suficientes partes del esqueleto postcraneal, fueron depositados en posición fetal en decúbito lateral
izquierdo. Igualmente, en todos los casos era patente su lamentable estado de conservación.
Enterramiento nº 6.- La estructura catalogada en el informe
de TRAMA S.L. como enterramiento nº 6 es la única que, tanto
por su ajuar funerario como por su cronología (como veremos)
corresponde al Neolítico antiguo y es objeto de un estudio especial en este trabajo. Se trataba de una cubeta hemisférica excavada en las gravas de la terraza, de 1,15 m de diámetro y una
profundidad conservada de 10 cm. En su interior se hallaron los
restos parciales de dos individuos que estaban depositados en
la mitad este del fondo del hoyo. Sobre los restos humanos se
había depositado lo que pudiera ser una cornamenta completa
de ciervo de la que sólo se conservaban identificables el pivote,
las dos rosetas y un cuerpo principal con la corona machacada y
una punta rota. En el proceso de excavación se recuperaron una
luchadora, dos puntas medias con candiles, otras dos sin ellos y
tres candiles más. Igualmente se recuperó un punzón de hueso
fragmentado y muy desgastado (fig. 2).
Fig. 2. Planta del enterramiento 6 de El Llano del Montico con fotografía ampliada de hueso largo sobre el que se observan 2
microlitos geométricos. Luchaderas y candiles de ciervo como ajuar de la tumba.
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
El individuo nº 1, adulto masculino (entre 30/40 años) tiene
un índice de preservación (Walker et al., 1988 y Safont et al.,
1999) próximo al 72%, conservando la mayoría de los huesos
largos, 16 piezas dentales y prácticamente todos los huesos de
las manos y pies (fig. 3). En relación con posibles patologías se
aprecian caries en dos dientes, cálculo dental en todas las piezas
y ausencia de hipoplasia del esmalte lo que, con toda probabilidad, es la causa del fuerte desgaste dental, especialmente de las
piezas anteriores. Se aprecian, asimismo, inserciones musculares palmares de las falanges proximales que implicarían un gran
desarrollo muscular relacionado con la prensión de las manos.
El individuo nº 2, adulto joven masculino (entre 20/25 años),
tiene un índice de preservación claramente inferior, en torno al
48% (fig. 3). No conserva los huesos propios de manos y pies,
sólo algunos de cara y cabeza, partes de mandíbula y maxilar y
algunas diáfisis de huesos largos (húmeros, fémures y un peroné).
Conserva únicamente 7 piezas dentales y en ningún caso, posiblemente debido a su juventud, se aprecia en ellos cálculo dental,
caries o hipoplasia del esmalte. No se ha podido observar ninguna
lesión ni patología en la escasa muestra ósea conservada.
En general, en ambos individuos, se observa una buena conservación por lo que a la superficie y textura de las diáfisis se
refiere, pero no ocurre lo mismo con los extremos o epífisis y,
en general con todo el tejido esponjoso (ausencia absoluta de
raquis vertebral y de casi todas las costillas). Esta ausencia epifisaria y de sustancia esponjosa debe ponerse en relación con
procesos tafonómicos de descomposición natural ya que no se
han apreciado evidencias de alteraciones por roedores u otros
animales. Esta circunstancia ha impedido obtener datos válidos
sobre el cálculo de estatura y robustez de los individuos. Tan
sólo, y para la extremidad inferior, se ha podido calcular el índice platimérico del fémur en ambos individuos y el platicnémico
en la tibia derecha del individuo 1. En ambos casos los fémures
son platiméricos y la tibia del individuo 1 es platicnémica (tabla
1), lo que podría ponerse en relación con la práctica habitual de
marchas largas por terrenos pedregosos.
En relación con la naturaleza del depósito, esto es, si se trata
de una deposición primaria o secundaria, simultánea o sucesiva,
existe un cierto grado de incertidumbre, motivado por la roturación secular de los campos y la retirada mecánica de la montera
del terreno. Sin embargo hay suficientes indicios en el proceso
de excavación y registro para intentar aproximarnos a la realidad y plantear una posible interpretación. En primer lugar, el hecho de que la cuerna de ciervo estuviera prácticamente completa
sobre los restos óseos nos hace pensar que su colocación supuso
la última intervención humana en la tumba. Bajo ella y, según
un análisis detallado de las fotografías de la excavación y la
planimetría, se pueden adivinar algunas conexiones articulares
a nivel de extremidades así como de algunas partes del esqueleto que corresponden al individuo 1. Este aparece orientado
S-E, probablemente fue depositado en decúbito supino con las
extremidades inferiores flexionadas de forma alzada, de modo
que las piernas se apoyarían en la pared de la estructura. Sobre
estas extremidades inferiores, a nivel de las rodillas y apoyándose también en la pared de la estructura se depositó el asta de
ciervo. La tumba no se colmató de tierra de forma inmediata por
Fig. 3. Comparación del estado de preservación de los individuos de El Llano del Montico.
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Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
Tabla 1. Índices calculados en la extremidad inferior de los individuos 1 y 2.
Individuo 1
Derecho Izquierdo
Índ. platimería
Índ. platicnémico
Individuo 2
Derecho Izquierdo
-
82,9
77,4
74,2
58
-
-
-
lo que, al descomponerse el cadáver y, bajo el peso de las astas,
las extremidades cedieron sobre el suelo de la tumba hallándose
en la posición actual. En otra imagen del proceso de excavación,
aparece la pierna derecha con el fémur, la tibia y parte del peroné en paralelo por la cara anterior de los huesos. En este caso
la posición es fruto meramente del desplazamiento producido
al perder la sustancia blanda. El fémur izquierdo aparece por
la norma posterior articulado con el coxal del mismo lado que
se presenta en norma lateral. El peso del asta desplazó a los
mismos hacia el norte haciendo que rotara el fémur en el coxal
dejándolo en la disposición en la que han sido hallados.
En el extremo más al sur de la fosa, se observa un fragmento
de mandíbula asociado a restos craneales que muestran un cierto desplazamiento gravitacional propio de la descomposición a
nivel craneal con la desarticulación mandibular y la caída de la
misma. La distancia (espacio) entre el cráneo y los coxales correspondería perfectamente al necesario para albergar el tórax. No
está clara la distribución de las extremidades superiores de este
individuo si bien en las fotografías parecen reconocerse fragmentos humerales en lo que correspondería a la región torácica.
Vistas así las cosas, parece fuera de toda duda que el individuo nº 1 se encontraba en posición primaria, depositado en
decúbito supino con las extremidades inferiores arqueadas y las
superiores posiblemente recogidas en el tórax. La descripción
realizada se corresponde perfectamente con la que García y
Sesma (2007a: 62 y fig.4) hacen para el individuo A del enterramiento nº 2 de Paternanbidea.
Ahora bien, ¿qué podemos decir del individuo nº 2? Tanto
en las fotos de excavación como en planimetría ha sido imposible reconocer ningún hueso que correspondiera al mismo, por
lo que debemos deducir que sus restos, sin conexión anatómica
alguna, se encontraban bajo el individuo nº 1 que a su vez estaba bajo la cuerna de ciervo. Ante ello sólo podemos evaluar
la naturaleza de su depósito atendiendo a criterios estrictamente antropológicos. En primer lugar debemos prestar atención
a la representación anatómica, encontrándonos con un índice
de preservación inferior al 50%. Es ésta, la subrepresentación
anatómica, un primer e importante indicador de los depósitos
secundarios, también llamados en dos o más tiempos (Velasco
Vázquez, 2014: 194). Otro detalle a considerar es la ausencia
de conexiones anatómicas, especialmente las lábiles (manos, raquis cervical, pies). Teniendo en cuenta que el individuo 1 si poseía todos los huesos de manos y pies, no podemos achacar esta
ausencia a procesos tafonómicos naturales de preservación diferencial, lo que contribuye, aún más, a pensar en que el individuo
nº 2 había sufrido algún tipo de tratamiento post mortem. Pero
¿qué tipo concreto de tratamiento? Ante la ausencia de otros importantes indicadores para determinar el carácter secundario del
depósito (presencia de huellas evidentes de descarnado activo,
marcas y huellas producidas por la acción de animales cuando
los huesos se hallaban expuestos al aire) y habiendo considerado el carácter primario para el individuo nº 1 (descomposición
en un espacio abierto, colocación de un asta de ciervo sobre
el conjunto de los restos, recuperada en su posición original),
podemos concluir que más que un enterramiento secundario del
individuo nº 2 se haya producido una reducción del mismo, es
decir, un reagrupamiento de una buena parte de los huesos del
primer individuo depositado en el mismo espacio en el que se
produjo su depósito inicial (Duday et al., 1990: 44).
Con todo, creemos que la definición más acertada y precisa que podemos realizar sobre la naturaleza del depósito
hallado en el enterramiento nº 6 de El Llano del Montico, es
la de una deposición doble sucesiva con reducción del primer
individuo inhumado.
Por más que la norma habitual conocida hasta ahora para
los enterramientos del Neolítico Antiguo en las Tierras del Interior Peninsular sea la de la inhumación individual en fosa como
lo atestiguan la mayoría de los ejemplos que citaremos en este
trabajo, no faltan en el Valle de Ebro casos en los que podemos
interpretar que la norma de enterramiento haya sido, como en
El Llano del Montico, la inhumación doble sucesiva con reducción de los primeros restos inhumados. Nos estamos refiriendo
al yacimiento de Paternanbidea en Ibero, Navarra, que dista escasos 30 kilómetros en línea recta de El Llano del Montico. En
concreto podemos hacer esta misma interpretación del enterramiento nº 3 y, en menor medida, del nº 1 donde se dan varias deposiciones sucesivas con reducciones (García Gazólaz y Sesma,
2007a: 60 y 62), como veremos más adelante.
2.1.1. Ajuar del enterramiento de El Llano del Montico
Al margen del asta de ciervo descrito más arriba, resulta ciertamente interesante, por novedoso, constatar la existencia de un
riquísimo ajuar lítico compuesto por 41 objetos de los que 36
son microlitos geométricos, 4 fragmentos de ápices de geométricos y un extremo distal de laminita de forma perfectamente
triangular (fig. 4). Dada su abundancia y peculiaridad a continuación presentamos el análisis tecnotipológico y traceológico
de estas piezas.
2.1.1.1. Análisis tecno-tipológico de los geométricos
del yacimiento de El Llano del Montico
Mediante una lupa binocular convencional con un rango de
20X a 40X aumentos hemos podido establecer los parámetros
tipométricos y morfológicos de la colección así como la secuencia de retoque de cada pieza y, con ello, el proceso tecnológico de fabricación.
Como se ha dicho, la colección está compuesta por 41 ítems,
en todos los casos realizados sobre sílex de variadas procedencias. Un primer vistazo, realizado por A. Tarriño, permite intuir
que quizá el grueso de las piezas haya sido fabricado sobre sílex
de la Sierra de Urbasa (Navarra), pero se constata la presencia
de sílex de Treviño (Burgos) e incluso del tipo Chalosse (Francia). De todos ellos, 39 encajan perfectamente en la categoría de
microlitos geométricos. Los otros dos casos son un fragmento
probablemente perteneciente a un geométrico (fig. 4.19), pero
demasiado pequeño para confirmarlo, y otro fragmento distal de
lámina apuntada, exenta de retoque, pero de curiosa morfología
trapecial y con una fractura buriloide en el extremo (fig. 4.8).
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 4. Ajuar lítico tallado de El Llano del Montico.
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Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
Los tipos y sus dimensiones
El troceado de las láminas
Las tres morfologías básicas están presentes en la tumba, contabilizándose 28 segmentos de círculo (fig. 4.1-4.3, 4.6, 4.9, 4.11,
4.12, 4.14-4.16, 4.20, 4.21, 4.23-4.32, 4.34, 4.35, 4.38-4.40),
10 trapecios (fig. 4.4, 4.5, 4.7, 4.10, 4.13, 4.18, 4.22, 4.33, 4.36,
4.37) y 1 triángulo (4.17). Como suele ser habitual, estas formas geométricas neolíticas no suelen ser tan netas como en el
precedente Mesolítico, por ello no siempre es fácil diferenciar
entre algunos trapecios y segmentos, o incluso dentro de estos
últimos hay diferencias en función del índice de alargamiento.
Por lo que se refiere a la tipometría, si tenemos en cuenta los
extremos de los tres parámetros mensurables, no parecen existir diferencias notables. En los segmentos la longitud oscila entre los 14
y 23 mm, la anchura entre los 6 y 12 mm, y el espesor entre 1,8 a
3 mm. En los trapecios, por su parte, la longitud oscila entre 15-23
mm, la anchura entre 7 y 11 y el espesor entre 1,5 y 3 mm. Con todo,
contrastando los prismas promediados en los que se inscriben estos,
sí ofrecen algunas diferencias: segmentos 19,1 x 9,1 x 2,2 mm y trapecios 18,8 x 9,3 x 2 mm, con lo que deducimos que los segmentos
son un poco más largos y están fabricados sobre láminas algo más
espesas. Por último, si analizamos estos mismos prismas en función del tipo de retoque utilizado en la conformación del geométrico, observamos cómo la diferencia entre ellos es algo más acusada:
geométricos en doble bisel 19 x 9,1 x 2,3 mientras que en los de
retoque abrupto los parámetros son ligeramente inferiores (18,4 x
8,9 x 2 mm), lo que nos indica que se busca intencionadamente un
módulo más alargado y espeso para fabricar los primeros.
Es un hecho constatado, al menos en el Valle del Ebro, que con
el advenimiento del Neolítico la técnica del microburil, masivamente empleada durante el Mesolítico, parece dejar de utilizarse. Ello se ha asociado tanto al desarrollo del retoque en
doble bisel (que elimina los estigmas que las técnicas de troceado hubieran podido dejar), como al aumento en el espesor
de las láminas soporte con las que fabrican sus geométricos los
primeros agricultores.
Entre los geométricos de El Llano del Montico existen 5
casos, todos ellos segmentos de círculo, 4 en doble bisel (fig.
4.16, 4.20, 4.34, 4.38) y 1 de retoque abrupto (fig. 4.9), en donde identificamos estigmas que interpretamos como originados
durante el proceso de fragmentación de la lámina soporte. Se
trata de ápices triédricos similares a los reconocidos en la técnica de microburil, sin embargo no comparten una característica
fundamental, y es que se trata de fracturas totalmente rectas y
no oblicuas. Esta singular circunstancia creemos que está totalmente relacionada con la técnica empleada, y a su vez condicionada por el espesor de las láminas fragmentadas. Pensamos que
probablemente se continúen utilizando muescas para reducir la
anchura de la fractura, pero que ésta ya no se hace golpeando la
lámina apoyada de forma oblicua sobre un yunque, sino que es
de forma perpendicular a un borde del mismo o, incluso y más
probablemente, mediante flexión manual, ya sea apoyando o no.
En conclusión, podemos afirmar que la técnica del microburil tal y como se ha reconocido para el geometrismo mesolítico,
no se practica en el primer Neolítico, no al menos en El Llano
del Montico, ello a pesar de que la masiva existencia de fracturas en los extremos de los geométricos han podido enmascarar
opciones de lectura sobre las técnicas de fabricación. Estas fracturas, como luego veremos, se deben a un uso preciso y generalizado de los mismos.
Las láminas soporte
Todos los geométricos, excepto un caso (fig. 4.6), están fabricados sobre lámina. Este caso excepcional se trata de un segmento
de círculo conformado mediante retoque abrupto para cuya fabricación se ha utilizado como soporte una lasca.
No son demasiadas las características que se pueden glosar
sobre estas láminas escogidas probablemente ex profeso, ya que
el propio proceso de fabricación (troceado y retocado final) elimina la mayor parte de las mismas. No obstante nos fijaremos al
menos en dos aspectos, la sección y el espesor, que normalmente no sufren alteraciones significativas que impidan su mensura.
Se reconocen dos tipos de sección, en función del número de
nervios que guíen la extracción de la lámina: triangular (un nervio
normalmente centrado) y trapezoidal (dos nervios de tendencia
paralela). En la colección 19 geométricos están fabricados sobre
láminas de sección triangular y 17 sobre sección trapezoidal, lo
que parece indicar que no es un factor determinante a la hora de la
selección de un tipo u otro de la lámina soporte para la extracción.
Respecto al espesor los rangos extremos se sitúan entre 1,5 mm
y 3 mm, rango en el que se incluyen todos los geométricos tanto
Neolíticos como Mesolíticos (Montes y Domingo, 2013).
Es necesario cruzar estos datos con la morfología que establecen los tipos para obtener algún patrón que pueda ser indicativo. Así, parece existir una preferencia por las secciones
triangulares para la fabricación de segmentos, que por otra parte
coinciden con las láminas de un mayor espesor, por encima de
los 2,2 mm y el uso del retoque en doble bisel. Por contra en la
fabricación de los trapecios, se prefieren las láminas de sección
trapezoidal, coincidiendo con unos espesores inferiores o en torno a los 2 mm, asociados al retoque abrupto.
El proceso de retoque: la secuencia
Los geométricos de la muestra que se estudia presentan tanto
retoques abruptos como en doble bisel. Siendo su distribución
de la siguiente forma: 27 en doble bisel (22 segmentos –fig.
4.1-4.3, 4.11, 4.12, 4.14, 4.16, 4.20, 4.21, 4.23-4.26, 4.28, 4.30,
4.32, 4.34, 4.35, 4.38-4.40–, 4 trapecios –fig. 4.4., 4.10, 4.22,
4.37–, 1 triángulo –fig. 4.17–) y 12 con abrupto (6 segmentos
–fig. 4.6, 4.9, 4.15, 4.27, 4.29, 4.31– y 6 trapecios –fig. 4.5, 4.7,
4.13, 4.18, 4.33, 4.36–).
Cuándo se realiza un examen más detenido de las piezas se
comprueba que tal y como es habitual en estos geométricos neolíticos, sobre todo en los contextos de hábitat al aire libre como
el que nos ocupa, muchos de los retoques cuyo ángulo interpretamos como abrupto están, más bien, a camino entre los 45º y
los 90º. Quiere ello decir que encontramos una diferencia entre
los retoques que conforman estos geométricos y los típicamente
mesolíticos. Esta circunstancia no es extraña teniendo en cuenta
que, en realidad, el retoque que realmente va a caracterizar estas
series geométricas neolíticas es el retoque simple, sobre todo en
su modalidad bifacial o de doble bisel. Incluso en ocasiones, y
dado que parece realizarse por presión, alcanza casi la condición
de retoque plano.
Con objeto de comprobar si existen procesos recurrentes
o modos de retocado en la última fase de fabricación de los
geométricos, se ha realizado una lectura, mediante lupa binocu187
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
lar, tratando de secuenciar el retocado de cada pieza. Para ello
es preciso reconocer cada uno de los retoques y comprobar la
presencia de los estigmas habituales en un proceso de retocado,
seguramente por presión; punto de apoyo del punzón, contrabulbo, escamas parásitas, etc. Igualmente es interesante advertir
la inexistencia de los mismos por haber sido eliminados parcialmente por otro retoque posterior, ya sea desde la misma cara de
la pieza (doble delineación) o la contraria (bifacial). Partiendo
de la base de que el tallador tiene en sus manos el fragmento de
lámina, que previamente ha troceado y que va a servir de soporte, con la lectura de la secuencia de retoque podemos establecer
algunas conclusiones (fig. 5):
- Que algunos geométricos se han fabricado con solo una tanda de retoque. Es el caso de 5 segmentos (fig. 4.6, 4.9, 4.15,
4.29, 4.31) y 2 trapecios con retoque abrupto (fig. 4.7, 4.13).
Los trapecios con retoque directo y en los segmentos 2 directo
y 3 inverso. Diríamos que esta es la forma más rápida de conformación de un geométrico y que se asocia a la aplicación del
retoque abrupto.
- Que la mayor parte de los geométricos, 24 casos, se retocan
exigiendo tan sólo un volteo de la pieza. Es el caso de 21 segmentos y 3 trapecios. En el caso de los segmentos todos presentan retoque en doble bisel. La mayor parte de ellos (14) presentan una primera tanda de retoque simple (en 9 casos primero
directo –fig. 4.11, 4.14, 4.16, 4.25, 4.26, 4.32, 4.34, 4.40– y en
5 casos primero inverso –fig. 4.23, 4.24, 4.38, 4.39–) en todo el
arco para, a continuación, voltear la pieza y aplicar una segunda
tanda otorgándole el carácter bifacial. En 7 casos (fig. 4.1-4.3,
4.12, 4.20, 4.21, 4.28) los segmentos presentan una primera tanda que afecta a toda la cuerda y tras el volteo de la pieza se apli-
ca una segunda tanda pero que no afecta a toda la cuerda sino
sólo a zonas puntuales del geométrico, normalmente los extremos. Por lo que respecta a los trapecios (fig. 4.5, 4.18, 4.36) se
trata de combinaciones de dos lados mediante retoque abrupto
directo y volteo de la pieza para aplicar retoque inverso simple
y crear el lado corto.
- Que los trapecios de retoque en doble bisel (fig. 4.4, 4.10,
4.22, 4.37) son piezas de fabricación más laboriosa. Los cuatro
ejemplares de la colección han exigido al menos dos volteos de
la pieza, ya que presentan un lado retocado con alternancia de
retoques simples directo/inverso y el opuesto con alternancia de
retoques simples inverso/directo.
- Que tan sólo se han detectado dos casos (1 trapecio –fig.
4.33– y 1 segmento –fig. 4.30–) de retoque bifacial alternante. Este tipo de delineación requiere tantos volteos de la pieza
como retoques se realicen, por lo que en los casos analizados
son al menos 6 las veces en que el tallador tuvo que voltear el
geométrico en su mano. Por otra parte se constata que este tipo
de proceso ofrece unas aristas más sinuosas e irregulares que los
modos descritos anteriormente.
- Que en muchos de los geométricos estudiados, antes de dar
por finalizada su fabricación, se produce una revisión de la delineación de sus lados o cuerda en el caso de los segmentos, pues
presentan algún retoque esporádico por encima y al margen de
los esquemas mencionados.
A modo de conclusión podemos destacar que los microlitos geométricos del yacimiento de El Llano del Montico
participan de las mismas características que los relacionados
en otros contextos del neolítico antiguo del Valle del Ebro
(Cava, 2000), al menos en lo referente a tipología y tipome-
Fig. 5. Esquema secuencial del proceso de retoque en doble bisel de un segmento de círculo de El Llano del Montico.
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Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
tría. Cuestión aparte es la de la tecnología, donde al margen
de la estandarización que la propia técnica de fabricación
de geométricos requiere, sin embargo, no encontramos un
único patrón en los procesos de conformación y diseños del
retoque, sino que estos parecen bastante aleatorios sin que
hayamos podido concretar qué variables los determinan. En
todo caso, sería interesante realizar análisis de las secuencias
de retoque como la aquí presentada en otras colecciones del
Valle del Ebro con objeto de conocer si se repiten o son similares en yacimientos diversos.
2.1.1.2. Análisis funcional de los geométricos del yacimiento
de El Llano del Montico
El análisis se ha llevado a cabo conjugando una lupa binocular
Leica MZ16A, que abarca entre 10-90 aumentos, y un microscopio metalográfico Olympus BH2, cuyos aumentos van desde
50X a 400X aumentos, dotado con una cámara Canon 450D.
Además, para el caso de Llano del Montico, hemos podido emplear un software fotográfico (Helicon Focus v. 4.62) para adquirir y procesar imágenes totalmente enfocadas.
La primera cuestión que debemos apuntar en relación al
análisis de las piezas documentadas en esta sepultura, es que
su estado de conservación es pésimo. El hecho de que todo el
utillaje presente fuertes lustres de suelo y que el 25% muestren
pátinas desarrolladas, nos impiden hacer un análisis microscópico con el objetivo de detectar modificaciones generadas por su
uso (en concreto estrías y micropulidos).
No obstante, había un aspecto positivo ante la grave conservación del material, y es que sabemos que en los contextos
neolíticos los microlitos geométricos suelen ser proyectiles. Tal
determinación se basa en gran parte en la presencia de fracturas de impacto macroscópicas como resultado del contacto del
geométrico con alguna parte del esqueleto del animal. En base
a este criterio, hemos analizado los numerosos microlitos de El
Llano del Montico con el fin de documentar si tenían o no fracturas de impacto.
A este respecto, hemos podido determinar que de las 42
piezas analizadas, 25 (59,5%) muestran fracturas diagnósticas
producto de su uso como proyectiles, 8 (19,1%) tienen algunas
roturas que quizás fueron igualmente generadas por impacto,
pero sobre las que tenemos ciertas dudas por sus características
morfológicas, y sobre 9 (21,4%) no tenemos criterios suficientes para afirmar o negar que fueron utilizadas.
En aquellos microlitos geométricos donde determinamos
con seguridad que fueron empleados como elementos de proyectil, no sólo suelen presentar fracturas absolutamente diagnósticas (caso de las que presentan una morfología en forma
aburilada o con terminaciones abruptas o reflejadas), sino que
a menudo no aparecen de manera individualizada sino conjunta
(fig. 6). Así, por ejemplo, de esas 25 con fracturas de impacto,
hay 6 que tienen dos o más fracturas aburiladas, a menudo en
los dos extremos producto del impacto con el esqueleto y del
contragolpe de la pieza con el astil, y 11 tienen distintos tipos de
fracturas asociadas con abundantes melladuras apreciables en el
filo largo no retocado.
Además, otro aspecto relevante relacionado con el uso de
los microlitos geométricos, es que hasta 9 muestran fracturas
tan importantes que es imposible su reutilización. Por nuestra
experiencia, las pequeñas roturas generadas por impacto no
siempre suponen un impedimento para seguir usándolas. En
ocasiones son fácilmente reparadas con una ligera modificación
por retoque. Cuando las fracturas son tan importantes como las
observadas en las citadas piezas de El Llano del Montico, los
que las emplearon estuvieron obligados a abandonarlas porque
no pudieron ni siquiera repararlos. De hecho algunas de esas
piezas son pequeños fragmentos mediales o de uno de los extremos del geométrico.
Para conocer la posición en la que los microlitos geométricos estaban insertados en los astiles, se suele tener en cuenta,
por un lado, la dirección de las estrías que se producen en la
superficie, como resultado del roce de una partícula del propio
geométrico que se ha desprendido o del contacto con la materia
con la que ha percutido, y por otro, la dirección y localización
de las fracturas y melladuras de impacto.
En el caso que nos ocupa, la alteración de la superficie nos
ha imposibilitado analizar las piezas a nivel microscópico con
el fin de detectar estrías. Por ello, en relación a esta cuestión
sólo hemos valorado las fracturas de impacto y las melladuras de los filos. A este respecto, la morfología alargada de los
propios segmentos y el hecho de que la totalidad de las fracturas las encontremos en los extremos, en paralelo o diagonal
al filo largo, y que haya numerosas melladuras en tales filos
con una morfología y dirección tendente a estar igualmente en
diagonal, nos hacen proponer que la mayor parte debieron enmangarse como puntas o en forma de barbelures. En cuatro de
los microlitos geométricos además hemos reconocido posibles
residuos negruzcos que podrían ser restos de enmangue (fig.
7a). No obstante, deberían hacerse los análisis pertinentes para
confirmar dicha propuesta.
En definitiva estamos ante un conjunto muy amplio de microlitos geométricos que la mayor parte presentan fracturas de
impacto por su uso como proyectiles, e incluso algunos muestran roturas tan importantes que no pueden repararse y seguir
siendo utilizadas.
Si comparamos estos resultados con los que hemos obtenidos por nosotros en otros muchos contextos funerarios, especialmente del noreste peninsular, donde se suelen depositar
como ajuar microlitos geométricos, las diferencias son absolutas. En necrópolis como la Bòbila Madurell-Can Gambús, Camí
de Can Grau, Pla del Riu de les Marcetes, etc. (Gibaja, 2003;
Gibaja y Palomo, 2004), lo que solemos encontrar son:
- Microlitos geométricos sin usar o con pequeñas fracturas microscópicas que nos demuestran que si bien se utilizaron están
aún en perfecto estado.
- Nunca se depositan piezas totalmente fracturadas e inoperantes para una futura reutilización.
- La cantidad de microlitos nunca es tan elevada. Lo normal
es encontrar entre 1-3, siendo excepcional los enterramientos
que sobrepasan este número no llegando nunca a haber más
de 6-7 microlitos como es el caso de la estructura nº 4 de
Paternanbidea.
- Estos microlitos pueden hallarse en ocasiones junto a otros
elementos de proyectil como son las puntas pedunculadas. No
obstante, tales puntas tienen un comportamiento similar, es decir sin usar o con pequeñas roturas que no los han inutilizado.
Por lo tanto, estamos ante un comportamiento absolutamente distinto. Frente a los contextos funerarios del noreste peninsular donde evidentemente hay una selección para
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 6. Microlitos geométricos de El Llano del Montico con fracturas de impacto en las zonas apicales. La mayor parte pertenecen a
intensas fracturas de morfología aburilada.
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Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
Fig. 7. A. Posibles residuos de enmangue en los laterales retocados de dos microlitos geométricos de El Llano del Montico; B. Lámina
de sílex de la sepultura de La Lámpara. Huellas macroscópicos de los laterales retocados y rastros microscopios relacionados con el
corte de madera.
el ajuar de aquellos microlitos geométricos que son nuevos
o están en buen estado, en El Llano del Montico documentamos proyectiles fracturados e incluso totalmente rotos e
inutilizables. Frente a este hecho nos preguntamos por qué
se dejaron en una sepultura tantos proyectiles con roturas
e incluso inefectivos: ¿se dejó cualquier proyectil independientemente de su estado?, ¿no importaba su estado, sólo era
relevante el que fueran microlitos geométricos?, ¿acaso algunos estaban fracturados porque llegaron clavados en los
individuos inhumados?
Verdaderamente son preguntas a responder a medida que
podamos conocer otras sepulturas similares y observar si en
ellas existe un comportamiento similar. Mientras para el noreste peninsular tenemos un rico registro funerario en el que
podemos hacer valoraciones comparativas, para el caso de El
Llano del Montico solo podemos compararlo remotamente
con el enterramiento 3 de Paternanbidea (vid. supra) que no
hemos podido analizar por hallarse en proceso de estudio por
otros investigadores.
2.2. la lámPara: hoyo 1 (ambrona, SorIa)
Es una de las pocas, si no la única, de las evidencias funerarias
del Neolítico Antiguo descubiertas en el Interior Peninsular a
raíz de un proyecto de investigación integral y no como fruto de las labores de documentación de yacimientos antes de su
destrucción por algún tipo de obra pública. No la incluimos en
este trabajo por su novedad, ya que es de sobra conocida (Rojo
Guerra y Kunst, 1999b: 26 y ss.; Rojo Guerra et al., 2008: 81 y
ss.), sino por ser una de las mejor documentadas y contener el
ajuar más espectacular y rico de todas las halladas hasta ahora
en la Península, como veremos en este apartado. Esto nos permite describir con sumo detalle aspectos poco frecuentes relacionados con la ceremonia o ritual que se debió de desarrollar
antes y durante el sepelio (fig. 8).
La tumba, una fosa profunda (1,5 x 1 m y 1,23 m3 de capacidad), de perfil sinuoso, posiblemente fuera en origen un silo que
se amortizó y se reutilizó con fines funerarios. En la misma, podríamos identificar una boca ancha, un estrangulamiento medial
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 8. Ajuar de la tumba de La Lámpara. Parte superior: ajuar cerámico: los puntos negros de menor tamaño hacen referencia a otros fragmentos
cerámicos. Parte inferior: otros materiales del ajuar: izquierda: fragmento de neurocráneo de oveja; derecha: lámina de sílex retocada de 4,7 cm
de longitud; abajo: industria ósea (de izquierda a derecha): 1) posible bruñidor sobre metápodo de ovicáprido de 14,5 cm de longitud; 2) punzón
sobre metápodo de ovicáprido de 12,5 cm de longitud; 3) puñal sobre candil de ciervo de 14,5 cm de longitud. Los triángulos negros de menor
tamaño hacen referencia a restos de fauna, y los cuadrados grises a restos líticos tallados y dispersión de los mismos.
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Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
(sellado con piedras calizas planas) y un fondo abombado donde se depositó el cuerpo de una mujer adulta en posición fetal.
Desde el propio depósito funerario, hasta el relleno de la fosa,
parecía responder a un planificado y estandarizado proceder que
se habría realizado en las siguientes etapas:
1) Colocación del cuerpo: El cadáver se dispuso en decúbito lateral derecho, con las extremidades inferiores replegadas y
las superiores recogidas a la altura del cuello, en una posición
bastante excéntrica dentro de la fosa, con la cabeza demasiado
próxima al borde de la misma, lo que hizo que quedase en un
plano más elevado que el resto del cuerpo. Los resultados del
estudio antropológico (Lohrke y Wiedmann, 2000) indican que
se trata de una mujer de edad avanzada, puede que incluso senil
(unos 50 años) pues no tenía evidencia alguna de las suturas
craneales. Su estado de conservación era deficiente, en especial
las partes esponjosas (costillas y epífisis) debido al terreno extremadamente básico y a las filtraciones de aguas fuertes con
mucho componente calcáreo que precipita carbonato cálcico sobre los restos esqueléticos. A pesar de la general ausencia de las
epífisis, el fémur izquierdo se conservaba en plenitud por lo que,
unido a los datos extraídos de los húmeros, fue determinante
para fijar la altura de la anciana en 152,46 cm ± 3,5.
2) Disposición de ofrendas junto al cuerpo: En reiteradas
ocasiones hemos defendido la existencia de un “ajuar personal
o directo” como ofrenda de todo el grupo (Rojo Guerra y Kunst,
1999b: 506) con la clara intención de segregar los objetos recuperados junto al cuerpo de la difunta (a los pies de la misma),
de los recogidos en el relleno de la fosa. Este “ajuar personal”
estaba compuesto por el único recipiente no fragmentado del
interior de la tumba (fig. 8a, signo de más) y por una lámina de
sílex retocada y con evidentes huellas de uso. Además de ellos,
se encontraron otros elementos cerámicos, líticos y óseos en
cotas coincidentes con las del enterramiento, pero resulta muy
difícil establecer hasta qué punto son ofrendas colocadas donde
aparecieron o si son más bien elementos que formaban parte
del relleno de sedimento que, como veremos a continuación, se
arrojaron para rellenar la fosa. Entre ellos podemos destacar un
puñal sobre candil de ciervo, que se halló en posición horizontal y a la misma cota que la difunta, aunque, eso sí, en el otro
extremo de la fosa (fig. 8b, triángulo negro con punto blanco).
En relación con la vasija completa que formaba el “ajuar
personal” hay que precisar que se trata de un pequeño jarro,
al que, no obstante, le faltaban el cuello y el borde, que habían sido intencionadamente eliminados con el propósito, muy
probablemente, de que esta supresión, junto con una parte del
conjunto decorativo, recordarse un rostro humano barbado. El
resto de la decoración muestra varias composiciones y temas
muy típicos en los conjuntos cerámicos del Neolítico Antiguo
del Interior Peninsular. En primer lugar, se aprecian los restos de
un conjunto decorativo definido por García-Martínez de Lagrán
et al. (2011: 99) como un Tema 7, esto es, una composición de
líneas horizontales paralelas bajo la cual se desarrollan una serie
de triángulos, en este caso rematados con “flecos”. Asimismo,
en el punto de inflexión de la panza aparece una composición
muy frecuente en el Grupo temático 5 (ibídem: 98), formado por
distintas relaciones entre un conjunto de líneas horizontales paralelas y series de puntos o trazos cortos dispuestos sobre, bajo o
enmarcando el conjunto de líneas horizontales, como en el caso
que nos ocupa. Como ya han constatado diversos autores (Gui-
laine, van Willigen y Convertini, 2008: 760; García-Martínez de
Lagrán, 2012), la extensión geográfica de este grupo temático
en distintas composiciones es realmente amplia, y abarca desde
el sur de Francia, e incluso podría remontar el Ródano, hasta
Andalucía. Por último, la combinación de la incisión y de la impresión simple en un mismo recipiente es otra constante en las
colecciones cerámicas de todo el Interior, siendo, junto con los
cordones, las dos técnicas mayoritarias en todos los conjuntos.
Como se ha dicho, en varios trabajos ya publicados (Rojo y
Kunst, 1999a: 505-506) todo apunta a que la supresión del asa y
las características de su decoración quizás tenía como objeto convertirla en la figura aproximada de un rostro humano barbado (fig.
9a). Este tipo de representaciones antropomorfas realizadas sobre
cerámicas, aprovechando determinadas características de su forma (por ejemplo el asa como nariz) o decoración, es una práctica
ampliamente documentada en distintos contextos y lugares del
mundo. El paralelo más próximo lo encontramos en el yacimiento
de La Paleta donde se ha definido una decoración figurada en un
recipiente de almacenaje (Jiménez Guijarro, 2007: 579, fig. 350)
o en una cerámica singular profusamente decorada con técnica
cardial de la Cova de l'Or que organiza su diseño ornamental a
partir, precisamente, del asa. A un lado y otro del mismo y bajo
el borde del recipiente se desarrolla un conjunto decorativo de
tres líneas horizontales de las que penden triángulos rematados
con flecos que no son otra cosa que la impresión del natis del
cardium. Alrededor y bajo el asa la decoración semeja un rostro
barbado siendo los ojos el primero y último de los triángulos que
penden de las líneas horizontales bajo el borde (fig. 9b). Se conocen algunos otros excepcionales e interesantes ejemplos en varios
yacimientos neolíticos de Europa septentrional (Tilley, 1996),
central y oriental, como en los húngaros de Öcsöd-Kováshalom y
Füzesabony-Kettõshalom (Raczky, 1999-2000). Algunos autores
consideran, a partir de diversos testimonios etnográficos, que para
muchos grupos las cerámicas representan y “son” personas, en
ocasiones se decoran de la misma forma, y a veces representan
tanto a los dioses como a miembros vivos y muertos de la familia
(Nicholas et al., 1988).
En relación con la lámina de sílex profusamente retocada
y recuperada a los pies de la difunta es necesario señalar que
se trata de una lámina fragmentada por su parte proximal en la
que ambos filos muestran un retoque semiabrupto y ligeramente
denticulado relacionado, como veremos, con su utilización. En
efecto, el estudio traceológico nos ha demostrado que fue un
instrumento reutilizado en dos materias diferentes. Primero los
dos laterales fueron empleados para cortar plantas no leñosas y
cuando dejaron de ser efectivos, fueron reavivados para poder
obtener así, y mediante el retoque, filos denticulados más obtusos y resistentes para realizar la segunda de las tareas: el corte
de madera (fig. 7b). Se trata, por lo tanto, de un útil con una
larga vida activa que por sus características morfológicas no se
desechó después de usarla en la primera actividad, sino que se
modificó para ser reutilizada y, finalmente, fue amortizada como
ajuar singular en el sepelio, posiblemente, de su dueña.
3) Relleno de la fosa: Una vez depositado el cuerpo en el
fondo de la fosa y junto a él los objetos antes referidos, ésta se
fue cubriendo arrojando sedimento que estaba repleto de materiales (fragmentos de cerámica, muchos de ellos decorados,
piezas de industria lítica, restos de fauna, un neurocráneo de
oveja con uno de los cuernos aún en su lugar, etc. (fig. 8). En
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 9. Representaciones de rostros barbados en dos recipientes cerámicos: a) La Lámpara; b) Cova de l'Or. El recipiente de L'Or está
modificado de Baldellou, Mestres, Martí y Juan-Cabanilles (1989).
particular destaca la clara concentración de hallazgos de restos de fauna, que parecen haberse colocado justo encima del
cuerpo de la mujer allí enterrada. Asimismo, es posible que la
tierra fuese intencionadamente traída de alguna acumulación
de “desechos”, muy probablemente generada por los asistentes al funeral y en el curso del desarrollo del mismo. Sólo así
se podría explicar el elevadísimo porcentaje de materiales que
presenta esta estructura. En la zona del estrangulamiento del
hoyo, donde los silos suelen presentar el cierre, se documentó un auténtico sellado con piedras planas de caliza mezcladas
con una importante concentración de fragmentos cerámicos,
restos de industria lítica y fauna.
De este sector nos gustaría destacar algunos recipientes. En
primer lugar un cuenco/olla, prácticamente entero, con decoración inciso/impresa, ligeramente cerrado y con un diámetro de
boca de 26-27 cm (fig.8a, círculo negro con borde blanco). Su
decoración pertenece al Grupo temático 5, antes mencionado,
aunque con una variante distinta al disponerse dos líneas de impresiones simples bajo las líneas horizontales paralelas. Como
en la inmensa mayoría de los recipientes del Neolítico Antiguo
del Interior, su decoración se restringe al tercio superior. Se re194
cogieron más de una treintena de fragmentos con los que pudimos reconstruir todo el recipiente completo. Este hecho nos
autoriza a plantear la posibilidad de que hubiera sido intencionadamente roto fuera del hoyo (¿tras ser utilizado en la ceremonia funeraria?), arrojándose después casi todos sus fragmentos,
entre las piedras que cierran el estrangulamiento de la fosa.
También nos gustaría detenernos brevemente en una pequeña botella decorada mediante impresiones de peine formando
un conjunto decorativo singular en su parte superior y a lo largo
de su cuello mediante la disposición de diferentes líneas/bandas
entrelazadas y otras colgantes (fig. 8a, cuadro negro con punto
blanco). Podemos encontrar paralelos de este recipiente en zonas
geográficas distintas como en el valle del Ebro (concretamente
en Chaves, Huesca) o en varios yacimientos de Andalucía (como
las cuevas de Los Botijos y Tapada, en Málaga) (Rojo, Kunst et
al., 2008: 133, 170 y 381). El resto de recipientes del relleno de la
fosa reproducen algunos tipos (cuencos, ollas), temas decorativos
y técnicas (diferentes tipos de cordones, variaciones del tema 7,
y presencia del 4 y 1) muy frecuentes en el Interior peninsular
(Rojo, Kunst et al., 2008: 379-386; García et al., 2011). Para concluir nos gustaría comentar la presencia del Grupo temático 1 en
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Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
otro recipiente de esta tumba (fig. 8a, hexágono negro). Se trata
de una olla con decoración en el labio y en el tercio superior mediante la combinación de impresión, cordón impreso y acanaladura ancha y poco profunda, todo ello estructurado a partir de los
elementos de prensión. La combinación de este tema con la impresión y la acanaladura, especialmente cuando es ancha y poco
profunda, parece ser un elemento distintivo propio de la Meseta
norte donde su representación, hasta el momento, es más frecuente (García-Martínez de Lagrán, 2012: 601, fig. 3.304).
También se documentaron en este mismo sector del relleno
dos útiles de industria ósea, un punzón (fig. 8b, cuadro negro
con punto blanco) y un bruñidor (fig. 8b, círculo negro con punto blanco). Por otro lado, la flotación del sedimento de este nivel
proporcionó restos de cereales domésticos (Triticum monococum L., Triticum monococcum L./dicoccum y Cerealia indet.),
aunque dada su escasa presencia no queda claro si formaban
parte de las ofrendas fúnebres o quedaron incluidos por casualidad en el relleno. No obstante y a partir de la datación absoluta
de uno de estos granos de cereal que deparó la fecha calibrada
a 2 sigma del 5370-5200 a.C. nos inclinamos por la segunda
interpretación dada la evidente mayor antigüedad en relación
con la datación obtenida a partir de los fémures de la difunta
(5201-4910 a.C.), como más adelante veremos.
Finalmente sobre este sector de cierre de la estructura se depositó un sedimento homogéneo de color marrón oscuro con
piedras pequeñas de caliza propias de las tierras del entorno,
pero en el que siguen apareciendo materiales arqueológicos, eso
sí, de forma mucho menos abundante.
2.3. molIno de arrIba (bunIel, burgoS)
Estamos ante un nuevo yacimiento excavado y, por tanto destruido en parte, por mor del progreso, es decir, por la expansión
urbanística de un núcleo de población, Buniel, en los alrededores de Burgos que, como otros muchos casos, ha quedado en
suspenso tras el crash económico. En concreto, los restos arqueológicos de distintas épocas (especialmente romanos y medievales) se distribuían por una amplia superficie, próxima a las
9 hectáreas, del polígono nº 501 del término municipal, situado
entre las coordenadas UTM 432385//4685542 en el extremo
norte y 432322//4685297 en el extremo sur (Aratikos, 2008).
El espacio en el que se llevó a cabo la intervención arqueológica está comprendido entre la vía férrea Madrid-Irún y un
camino paralelo a la carretera N-620. Topográficamente se localiza en la primera línea de terraza de la margen izquierda del río
Arlanzón, de cuyo cauce dista unos 400 metros. Se trata de un
amplio espacio de perfil llano situado dentro de la abierta vega
que configura el río en este sector, por donde discurren varios
arroyos y un cauce molinar. Los suelos son de matriz arenosa
con abundantes cantos de cuarcita. El yacimiento se manifiesta
en superficie por la presencia de diverso material de construcción: tegulae, ladrillo macizo, teja curva, bloques de piedra y
baldosas, así como fragmentos cerámicos de cronología romana y algunos elementos líticos en sílex. Se documenta a ambos
lados del ferrocarril, siendo más abundante en la parte oeste y
observándose cierta concentración en las proximidades del molino, sobre todo al sur del mismo.
Pues bien, en el área afectada por los trabajos de urbanización (Sector 2, fase II, parcelas nº 147, 150, 151, 154, 155, 158,
159 y 163 del polígono nº 501), se planteó una correcta docu-
mentación arqueológica mediante la realización de 6 sondeos
estratigráficos de 20 m² (10 x 2 m). Los restos arqueológicos
que analizamos en el presente trabajo aparecieron en el sondeo 2
donde la estratigrafía estaba formada por un nivel de tierra (UE
200) de matriz arcillosa de color marrón de unos 130 cm de potencia, depositado sobre una terraza fluvial (UE 201) compuesta
por una mezcla de cantos rodados y arcillas de tonalidad marrón
clara. Este substrato geológico fue alterado antrópicamente en
el extremo oriental del sondeo por una fosa (UE 202) de planta
circular con un diámetro aproximado de 110 cm. En su interior
se han identificado los restos de una inhumación individual en
decúbito lateral derecho, con las piernas flexionadas pero sin
llegar a alcanzar la posición fetal. Los brazos aparecen estirados descansando las manos en la zona del abdomen. Los restos
humanos recuperados corresponden a un joven de aproximadamente 18 años de edad de sexo masculino con una preservación
que supera el 75% (IP1= 75%; IP2=78% y IP3=81%) (Walker
et al., 1988 y Safont et al., 1999). Se conservan los primeros y
segundos molares tanto de ambos lados como del maxilar y la
mandíbula. No se ha observado ninguna patología oral, ni caries, ni fístulas, ni retroceso alveolar así como tampoco presenta
acúmulos de cálculo o la formación de hipoplasia del esmalte.
Del mismo modo, los restos no presentaban ninguna evidencia
de la causa de la muerte.
En cuanto a las alteraciones postdeposicionales conviene resaltar que falta la parte inferior de ambas piernas, que se
interrumpen sólo un poco por debajo de la articulación de las
rodillas, y la mano derecha. Además, la cadera derecha se descubrió desplazada hacia la parte superior del cuerpo, sobre las
vértebras dorsales. Finalmente la columna vertebral parece describir una llamativa curva que probablemente también se deba a
desplazamientos postdeposicionales.
El ajuar funerario de esta tumba se compone de tres recipientes cerámicos que presentaban una disposición singular en relación al inhumado (fig. 10). En primer lugar, el recipiente nº 3
estaba sostenido por las manos del muerto cuyos brazos estaban
estirados y alcanzaban la zona del abdomen. Se trataba de una
pequeña olla con un diámetro máximo de 15 cm en cuyo tercio
superior se disponía una composición decorativa perteneciente al
Grupo temático 5 (García-Martínez de Lagrán et al., 2011) que en
este caso concreto diseña tres líneas horizontales paralelas bajo
las cuales se dispuso una línea de impresiones simples.
Más extraña es la decoración del recipiente nº 2 que apareció en la parte posterior de la cabeza del difunto. La conservación del recipiente dificulta su reproducción pero es muy probable que se compusiera de dos zonas decoradas enfrentadas.
Éstas estarían compuestas por un ligero cordón impreso bajo
el cual aparecían dos líneas de impresiones. Lo específico de la
decoración no son tanto estas composiciones sino el hecho de
ocupar un espacio restringido sobre la superficie del recipiente.
Por último, se recuperó, a la altura y delante de la cara del
difunto, un pequeño cuenco sin decoración y con un asa (fig. 10,
recipiente nº 1) relleno completamente de ocre y dentro del cual
aparecieron dos cuentas de collar de hueso.
En los trabajos de excavación de todo el solar se recuperaron otros materiales cerámicos que podemos asociar a la ocupación neolítica como los representados en la parte inferior de
la propia figura 10. El fragmento más completo y decorado corresponde a una olla con una composición decorativa peculiar
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 10. Enterramiento y ajuar del yacimiento de El Molino de Arriba, Buniel (Burgos) y cerámicas neolíticas en el entorno.
por rara ya que la combinación de líneas horizontales enmarcando una serie de líneas verticales no es muy frecuente. Por
otro lado, el conjunto decorativo podría encuadrarse dentro del
Grupo temático 5 (García-Martínez de Lagrán et al., 2011: 98)
aunque, insistimos, su composición no es habitual. Asimismo,
la técnica decorativa utilizada, boquique, es frecuente en esta
zona de la Meseta norte, concretamente en el entorno de Burgos
(yacimientos de la Sierra de Atapuerca, por ejemplo). Los otros
dos fragmentos se corresponden con sendos galbos con decoraciones impresas, en uno de ellos sobre un cordón aplicado.
2.4. VIllamayor de calaTraVa (cIudad real)
Este yacimiento se ubica a unos dos km de la población de Villamayor de Calatrava y fue descubierto durante los trabajos de
seguimiento arqueológico del trazado del gaseoducto SevillaMadrid en 1990 (Rojas y Villa, 1996). La zanja que se abrió
para introducir la tubería de abastecimiento seccionó una fosa
“de algo más de 2 metros de profundidad, con alzado en forma
de pera y planta circular” (ibídem: 509 y fig. 2). El yacimiento
en el que se engloba el hallazgo se encuentra en una pequeña
franja de terreno amesetado, y a, aproximadamente, 400 m de
los arroyos de la Dehesa y de La Ventilla. El terreno circundante
196
se dedica actualmente al cultivo cerealístico, viñedos y algunas
manchas de olivares, mientras que se conservan algunas encinas
en los linderos de las parcelas como reliquias de una vegetación
autóctona natural casi extinta.
En el interior de la fosa, ocupando prácticamente el centro
de la misma, se depositaron los restos de lo que, según el análisis antropológico (Prieto Carrero, 1996: 513) podría corresponder a un sujeto de sexo masculino, identificado como tal a partir
del diámetro de la cavidad cotiloidea y anchura mínima ilíaca
a nivel de coxal izquierdo. La ausencia de suturas tanto a nivel
endocraneal como exacraneal permiten concluir que se trataba
de un individuo de edad avanzada (anciano), mayor de 50 años
y su altura, según la longitud de los metacarpianos, habría podido acercarse a los 170 cm con un ± de 5 cm. Entre las patologías
observadas se encuentran erosiones articulares osteoartríticas en
manos y algún signo de periostitis a nivel de tercio proximal de
fémur derecho y tibia izquierda.
En relación con el relleno de la tumba poco podemos añadir
a lo publicado por Rojas y Villa ya que nos ha sido del todo
imposible analizar los materiales en el Museo. Parece ser que
el relleno de toda la fosa presentaba una gran homogeneidad y
estaba formado por diversos materiales arqueológicos. La tierra
que formaba este relleno no era la misma que la obtenida con la
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Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
excavación de la estructura por lo que Rojas y Villa (1996: 512)
plantean la posibilidad de que procediera de un lugar de hábitat,
que distaría unos 120 m del enterramiento.
El ajuar de esta tumba se distribuía por todo el relleno de
la misma y estaba compuesto por diversos materiales. Entre
la cerámica se contabilizaron más de 100 fragmentos, entre
los cuales 17 estaban decorados con impresiones, incisiones y
cordones. Las formas a las que pertenecen son cuencos, ollas
globulares, vasijas con asas y recipientes de gran tamaño. Todo
ello muy característico de las colecciones cerámicas del Interior
peninsular.
En lo que respecta a la industria lítica estaba compuesta por
materiales en sílex, cuarcita, cristal de roca, basalto y granito. La
mayor parte del utillaje está fabricado en sílex, habiéndose recuperado un conjunto más abundante de lascas que de láminas.
Entre estas últimas, por ser más significativas tipológicamente,
destacan una laminita de dorso abatido junto a otras láminas retocadas y sin retocar y un segmento de círculo. Sobre granito y
basalto se habían fabricado un molino y un mortero respectivamente, varias lascas de cuarcita y unas laminitas sobre cristal de
roca. Una cuenta de collar y una pequeña lúnula en concha junto
con una punta sobre hueso completan el conjunto material.
2.5. oTraS eVIdencIaS
En este apartado pretendemos hacernos eco del resto de evidencias sobre enterramientos en el Neolítico Antiguo del Interior peninsular que se rastrean en la bibliografía científica. Por
tanto, nuestra aportación en este punto concreto es la mera recopilación de información ya conocida sin aportar ningún dato
inédito. Sirva, pues, a modo de inventario general sin mayores
pretensiones:
2.5.1. Los Cascajos
Se trata, a nuestro juicio, del yacimiento que aporta, por el momento, la mejor información conocida sobre el mundo funerario
del Neolítico Antiguo y Medio en el interior peninsular y, en
concreto, en el Valle del Ebro (García y Sesma, 1999, 2001,
2007b y 2008; Hervella, 2010). En él se han identificado un total
de 34 estructuras negativas (hoyos) identificadas como sepulturas en las que se han recuperado un total de 36 individuos. En la
práctica totalidad de los casos se tratan de inhumaciones individuales en posición flexionada bien sobre un costado (60% de los
casos) o la espalda (30%). Las extremidades se repliegan hacia
el tronco y éste se vuelca ligeramente al frente. Esta postura contraída la presentan todos los cuerpos, independientemente de la
forma y dimensiones de la fosa-contenedor. El 66% de las inhumaciones presentan el cuerpo orientado hacia el SE-SO, y con la
cabeza girada hacia su izquierda, es decir, mirando a poniente.
El enterramiento es mayoritariamente individual, aunque tres
casos podrían tratarse de inhumaciones dobles coetáneas. En lo
que se refiere a la representación poblacional existe una mayoría
de individuos identificados de sexo masculino (63,88%) frente a
femeninos (11,11%) y en cuanto a rango de edad la relación es
de 27 adultos jóvenes (75%) y 6 subadultos (16,66%).
Los ajuares que acompañan a las inhumaciones no son
abundantes ni especialmente ricos. Sólo la mitad de las sepulturas que se conservan completas los tienen y se componen de
utensilios y objetos de adorno. Entre los primeros nos encon-
tramos cerámicas, láminas de sílex, molinos, manos de molinos, molederas, hachas y azuelas pulimentadas, etc. Los objetos
de adorno serían collares o diademas de cuentas de dentalium,
cuentas discoides y colgantes de hueso o concha, etc. La única
estructura que se sale de esta parquedad es la 196.
Las tres cuartas partes de estas estructuras funerarias (25 individuos) se localizan en un área de 550 m² de forma semicircular, que se ha identificado con una zona de necrópolis dentro del
propio poblado. El resto (11 individuos) aparecen en estructuras
similares, dispersas por las 4 hectáreas excavadas del poblado
hasta el momento.
A partir de las dataciones absolutas publicadas hasta el presente podemos identificar dos fases en el devenir del poblado;
una fase antigua o Fase I ubicada cronológicamente en el último
tercio del VI milenio cal BC y una Fase II, más reciente, que
podemos situar hacia mediados del V milenio cal BC.
Algunas de las sepulturas excavadas presentan ciertos rasgos peculiares que las hacen más interesantes. Así, por ejemplo,
la estructura 497 se corresponde con un silo piriforme que posteriormente es utilizado como fosa funeraria. La boca de este
hoyo se cubrió con una acumulación de materiales pétreos y
restos de un gran recipiente de barro sin cocer y fragmentos de
dos vasijas para almacenaje. Por su parte, la estructura 196 llama la atención por su ajuar: el inhumado portaba un cuenco en
las manos y en el hombro derecho un conjunto formado por una
espátula, un hachita pulimentada de fibrolita, un núcleo de sílex
agotado y empleado como chisquero, cuatro candiles de ciervo
y dos metapodios de ovicáprido. Por último, en la estructura 73,
al igual que ocurre en otros yacimientos de esta época, tanto al
aire libre como en cueva, se recuperan restos óseos humanos
inconexos, concretamente una extremidad inferior izquierda y
la parte superior de un individuo junto con abundante fauna.
En otro de los aspectos en los que Cascajos es especial es en
el estudio detallado que se ha realizado sobre ADNmt de buena
parte de los individuos recuperados, en concreto de 23. Hervella
(2010: 176 y ss.) ha identificado 14 haplotipos diferentes que ha
agrupado en 4 haplogrupos mitocondriales caucasoides, el H,
U, K y J. Los tres primeros son los más frecuentes en las poblaciones europeas actuales y presentan una coalescencia entre los
25.000 y los 13.500 años por lo que su presencia en Los Cascajos resulta coherente y normal dada la variedad de haplotipos
obtenida. Esta diversidad parece apoyar la hipótesis de una población abierta, con múltiples conexiones y nada endogámica.
El haplogrupo J es interesante por cuanto se ha propuesto como
el indicador de conexiones con los grupos neolíticos del Próximo Oriente dada su coalescencia entre los 8.000 y los 10.000
años. Dos individuos de Los Cascajos portan este haplogrupo,
por lo que, según los planteamientos actuales podemos considerarles como un exponente claro de la relación o del flujo génico
de los agricultores neolíticos del Próximo Oriente en los primeros momentos de la neolitización peninsular (ibídem: 177).
2.5.2. Paternanbidea
El yacimiento, que se ubica al suroeste de la gran cubeta sedimentaria de la Cuenca de Pamplona y sobre la tercera terraza
del río Arga, fue objeto de intervención en 1997 dentro de un
proyecto de investigación de la Universidad de Navarra en colaboración con el Gobierno Foral sobre “Poblamiento y terri197
[page-n-205]
M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
torialidad de la Cuenca de Pamplona” (García Gazólaz, 1998;
García y Sesma, 2007a; Hervella et al., 2009 y Hervella, 2010).
Se excavaron 2420 m² donde se exhumaron 34 estructuras negativas correspondientes a distintas épocas desde el Neolítico
a la Edad del Bronce. En el presente trabajo nos interesan, especialmente, cuatro fosas que se correspondieron con sendas
tumbas agrupadas en un reducido espacio de 50 m² que nos
autoriza a calificarlo como un recinto sepulcral sin definir completamente su auténtica dimensión y sus características reales.
Han sido identificadas en la bibliografía científica (García y
Sesma, 2007a) como:
- Enterramiento nº 1: Se trata de una fosa elíptica irregular con
distintos restos funerarios que conforman lo que se ha identificado como un enterramiento acumulativo múltiple. Los restos
óseos se agrupaban en cuatro conjuntos: Individuo 2; Cráneos
3, 4 y 5; Cráneo 1; y “Área H” (amalgama de restos óseos). Es
una estructura especialmente rica en objetos de adorno aunque
el carácter acumulativo y la reducción de algunos cadáveres
han hecho que no se pueda atribuir ningún objeto o adorno concreto a individuos determinados por más que alguno de ellos
se encuentren cerca de determinados cráneos. Las cuentas y/o
adornos son de diferentes tipos y morfología y se realizaron
sobre concha (600 ejemplares), piedra, hueso, variscita, tubo
de hueso, etc.
- Enterramiento 2: En el fondo de una fosa elíptica de reducidas dimensiones se recuperaron dos individuos jóvenes en conexión anatómica. Las características de la inhumación hacen
pensar que fueron depositados en un solo acto y sin intervalo de
tiempo, por tanto podríamos definirlo como un enterramiento
doble simultáneo. El individuo A, portaba como ajuar un collar
y una pulsera, dos segmentos de círculo en doble bisel y una
lámina de sílex. Por su parte el individuo B se relaciona con un
recipiente cerámico con decoración impresa depositado sobre
su costado izquierdo.
- Enterramiento 3: Fosa elíptica muy similar en dimensiones
a la anterior en cuyo fondo se recuperaron dos individuos en
desigual grado de conservación y con desigual índice de preservación. El individuo A sería un hombre adulto de unos 1,78
m de altura, y el individuo B, peor conservado, una mujer de
unos 1,68 m de altura y entre 20 y 25 años. Los importantes
desplazamientos del individuo B, incluida la desaparición de
parte de su esqueleto, hacen pensar en una reutilización de la
fosa para albergar al individuo A, encontrándonos, por tanto,
ante una inhumación doble con reducción del primer difunto. El
ajuar lo componen cuatro segmentos de círculo de doble bisel y
una laminita en cristal de roca.
- Enterramiento 4: Se trataba, en este caso, de una nueva fosa
elíptica de dimensiones ligeramente mayores que las de los enterramientos 2 y 3. En su interior se recuperaron dos individuos:
un hombre de entre 25 y 30 años y 1,71 m de altura, y una mujer de entre 25 y 30 años, ambos con patologías dentales. Las
características de ambos esqueletos inducen a pensar que su inhumación fue simultánea. El ajuar lo componen seis segmentos
de círculo en doble bisel, un elemento de hoz sobre lámina y un
prisma de cristal de roca.
Hervella et al. (2009) han publicado un estudio antropológico molecular de esta necrópolis cuyos resultados podríamos
resumir en:
198
- Identificación en total de 13 individuos; 7 en el enterramiento
1 y dos en cada una de las otras tres estructuras funerarias.
- En lo que respecta a la estimación del sexo hay un 50% de
identificados como masculinos y otro 50% como femeninos (del
77% de individuos con rasgos claramente diagnósticos).
- La edad de los enterrados en la necrópolis abarca un amplio
rango desde el primer año de vida hasta la edad adulto-senil.
Es digno de tener en cuenta la distribución de sexo y edad en el
enterramiento 1 por cuanto que en un principio se pensó que podría tratarse de los miembros de un grupo familiar dado el perfil
demográfico con predominio de infantiles y jóvenes (cinco de
siete individuos) (ibídem: 35). De todas formas esta circunstancia se ve invalidada por el hecho de que no se hayan hallado
haplotipos mitocondriales comunes en ninguno de los 4 individuos con resultados válidos en el análisis del ADNmt.
- No hay ninguna evidencia de que los individuos de una misma fosa hubieran tenido relación de parentesco vía materna. Sin
embargo en el conjunto de los individuos analizados se han hallado dos haplotipos compartidos (ht2 y ht3) por dos individuos
inhumados en fosas diferentes (fosas 1 y 2 el ht2 y fosas 1 y 4
el ht3). Ambos haplotipos pertenecen al haplogrupo H, muy frecuente en la población europea actual. Teniendo en cuenta que
la muestra analizada es bastante reducida, podría pensarse que
la presencia de dos individuos del subhaplogrupo H3 (los individuos con el ht3) se explicaría por la existencia de parentesco
vía materna, descartando, obviamente, que pudiera deberse a
una variación aleatoria (ibídem: 36).
- Finalmente, el análisis molecular observa una alta diversidad
genética lo que es indicio, al igual que se advertía en el yacimiento de Los Cascajos, de una sociedad abierta y de tamaño
suficiente para que los cruces endogámicos no fuesen habituales.
A la luz del estudio antropológico de Hervella et al. (2009)
resulta clara la práctica de reducción de los cadáveres en el yacimiento. En el caso del enterramiento 3 parece evidente ya que la
descripción antropológica refleja la existencia de subrepresentación anatómica en el individuo B, junto a conexiones fuertes
parciales. Incluso, se señala la posibilidad de que dicho individuo sufriera desplazamientos y la desaparición de determinadas
partes esqueléticas (ibídem: 63) en una hipotética reapertura de
la fosa para alojar al individuo A. Este, por su parte, conservaba su posición primaria y prácticamente todo el esqueleto a
excepción del cráneo que pudo ser retirado en una tercera remoción de la fosa. El enterramiento 1, por su parte (ibídem: 60), es
de más compleja interpretación ya que nos encontramos ante
una fosa poco profunda de forma elíptica irregular y de 1,60 x
1,29 m en sus ejes. En el interior se han encontrado restos de,
al menos, 5 individuos (número contabilizado a partir de los
cráneos recuperados), pero que un análisis antropológico posterior (Hervella, 2009) asciende a 7, de los que sólo 1 (individuo 2) se hallaba en conexión anatómica clara. El resto apareció
formando un pequeño conjunto de cráneos (cráneos 3, 4 y 5),
en un caso ocupando un lugar destacado sobre una “bandeja
de arenisca”, siendo a la vez un individuo infantil en su primer
año de vida (cráneo 1) y, por fin, una amalgama de huesos del
esqueleto postcraneal muy mal conservados y con escasas conexiones anatómicas lo que supone un claro indicio de haber
sido manipulados post mortem. Creemos que las evidencias de
la estructura 1 son claros indicadores de la existencia de una
estructura abierta y muy posiblemente aérea elaborada con ma-
[page-n-206]
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
teriales perecederos al modo de casas de la muerte de los dowayo en Camerún (Barley, 1995: imagen 17), en la que se habría
producido sucesivas reducciones de cadáveres con cada nueva
inhumación. Somos conscientes de que es ésta una interpretación un tanto arriesgada y que muy bien se hubiera podido tratar
de una tumba en fosa que se abriera en sucesivas ocasiones para
introducir nuevos individuos, para lo que habría sido necesario
un reacondicionamiento del espacio y, por tanto, del contenido
de la tumba con las correspondientes reducciones de cadáveres.
2.5.3. La Cueva de Chaves
Desde 1975 se vienen realizando excavaciones en la hoy tristemente famosa Cueva de Chaves (Utrilla et al., 2008). El
calificativo obedece al desafortunado acontecimiento de su
destrucción en 2007 por mor de la acción desaprensiva de su
propietario quien, sin encomendarse a Dios ni al diablo, realizó un vaciado mecánico completo de los niveles neolíticos y
algunos infrayacentes, para convertir el lugar en un bebedero
de animales introducidos con dudosa legalidad para fines cinegéticos. Durante la campaña desarrollada en 1984 y exactamente en la cata 84C, se descubrió un enterramiento neolítico
que vio la luz 24 años después en una comunicación al IV
Congreso del Neolítico en la Península Ibérica. El análisis antropológico muy completo, realizado por José Ignacio Lorenzo, identificó un individuo masculino cuya edad fue cifrada,
a partir de la sincondrosis sutural, entre los 45/55 años. Los
restos óseos no presentaban ningún tipo de deformación ni
manipulación pre ni post mortem, por lo que nos encontramos
ante una inhumación individual primaria en una “escueta fosa
de 65 x 50 cm, excavada con muy poco cuidado en la tierra de
limos del nivel c.” (ibídem: 134). En todo caso, la disposición
de los huesos advertía un proceso entrópico que aparece muy
bien descrito y reconstruido en una ilustración de M. C. Sopena (ibídem: 153, Fig.2). Según ésta, el cadáver, debidamente
amortajado y atado en las dos primeras horas posteriores a
su defunción o pasadas 36 de la misma, ofrecía una posición
replegada con las rodillas flexionadas y las manos cruzadas
sobre ellas. Posteriormente, el cuerpo, una vez que estuvo libre de la sustancia blanda, sufrió un proceso de desconexión
anatómica en el que la cabeza y con ella las vértebras cervicales y algunas costillas habrían rodado fuera de su posición
original. Quizás en ese mismo momento las piernas se habrían
volteado hacia la izquierda hasta alcanzar la posición horizontal que detentaban en el momento de su hallazgo, quedando configurada así la disposición definitiva de los restos. Es
ésta una interpretación interesante y atractiva, pero que choca
con el hecho, no advertido en la publicación que referimos,
de la necesidad de que la deposición se hubiera realizado en
un espacio hueco y hubiera permanecido así hasta, al menos,
su desconexión anatómica. Para ello, debería haber contado
con una estructura (¿pétrea?, ¿lignea?) que hubiera cubierto
el hueco de la tumba y sobre la que se hubiera dispuesto el
“tumulillo” de cantos rodados (hasta 296 cantos rodados blancos de entre 5 y 8 cm de diámetro). ¿No podría ser la capa de
cenizas blancas con restos de carbón que cubrían totalmente
al difunto, la evidencia de una posible cubierta de madera?
Sólo así, podría mantenerse la interpretación del proceso de
desconexión anatómica que se describe. No compartimos la
hipótesis de que los restos de cenizas blancas y carbones formasen parte de ningún ritual (no se describe ningún indicio de
cremación aunque sea parcial en los restos humanos), ni mucho menos que fuera cal viva, aunque un elemental análisis
hubiera aportado luz a esta cuestión dada la nítida diferencia
entre una sustancia y otra.
La inhumación apenas contaba con ajuar a no ser una pequeña lámina de cristal de roca y sin duda (ibídem: 135) un grueso
anillo de sección circular que se halló colocado en una falange
de la mano derecha. El propio tamaño de la pieza, y especialmente su grosor, es lo que ha servido como argumento a los autores del artículo para considerar este adorno como meramente
ceremonial y no como un objeto de uso habitual.
La detallada descripción del descubrimiento revela otros aspectos interesantes de la tumba. Por ejemplo, el hallazgo de un
pequeño resto de tejido o venda pegado a los huesos del muerto.
Este hecho, unido a que el cráneo y otros restos de extremidades
inferiores y superiores aparecieron teñidos de ocre rojo, es un
indicio más que suficiente para asegurar que el difunto debió
enterrarse vestido y sobre el mismo se espolvorearía el polvo
rojo tan habitual en las tumbas prehistóricas de distintos períodos y culturas.
Pero esta inhumación individual en fosa no contiene los únicos restos humanos aparecidos en el yacimiento de Chaves. Distribuidos por distintas partes de la zona de hábitat han aparecido
restos correspondientes a un número mínimo de 7 individuos así
como ¿un enterramiento fantasma? (ibídem: 137), definido así
a raíz del hallazgo en 1987 de una fosa circular con el contorno
jalonado de piedras hincadas verticalmente y cubierta por una
gran losa plana de 60 cm de diámetro. Todo parecía indicar que
esta estructura correspondería a una nueva tumba que, dado lo
avanzado de la campaña de excavación se reservó su exhumación para el año siguiente. El desencanto debió ser grande pues
en el verano de 1988 cuando se volvió a la cueva todo había
desaparecido por acciones clandestinas incontroladas.
Recientemente (Gamba et al., 2012) han realizado un estudio de ADN tanto sobre los restos del inhumado en la fosa como
sobre los hallados en la zona de hábitat. En el primer caso se ha
identificado el haplogrupo K y en el segundo el H. Ambos, con
una edad de coalescencia superior a los 10.000 años, forman
parte del elenco genético heredado de poblaciones europeas, al
menos desde época magdaleniense.
2.5.4. Alto de Rodilla
Tenemos conocimiento de la existencia de este yacimiento gracias a la comunicación presentada por J. Jiménez Echevarría y
C. Alonso Fernández (e.p.) en el V Congreso del Neolítico Peninsular celebrado en Faro (Lisboa) del 7 al 9 de abril de 2011.
Sin duda alguna trabajos arqueológicos de urgencia posibilitaron
la excavación de este yacimiento, en cuya estructura nº 2 se halló
inhumado un individuo infantil de unos 10 años. Se trataba de
una fosa de forma circular con un relleno ceniciento que parecía
estar sellada parcialmente en la boca por una secuencia de lajas
calizas en torno a las cuales se recuperaron un conjunto de objetos
arqueológicos que pudieron formar parte del ajuar: cerámicas, un
prisma de cuarzo y un bruñidor. Su inclusión en este apartado
obedece a que deparó una datación de finales del VI milenio cal
BC que luego valoraremos en el siguiente apartado.
199
[page-n-207]
M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
2.5.5. Fuente Celada
Nuevamente una intervención de urgencia, motivada por la
instalación de un parque eólico en el municipio de Quintanadueñas, localidad a 8 km al noroeste de la ciudad de Burgos,
fue la responsable de la exhumación de un auténtico “campo
de hoyos”. La actuación preventiva afectó a un área de 4.930
m2 lo que, según sus excavadores, supondría aproximadamente el 14,5% de la superficie total del yacimiento (Alameda et
al., 2011: 49). Las estructura exhumadas fueron fundamentalmente hoyos y depósitos (ibídem: 50 y 55) donde se recogieron
abundante cerámica, industria lítica, ósea, restos constructivos,
faunísticos, elementos de molienda y, especialmente por lo que
nos interesa en este trabajo, inhumaciones individuales en fosas
(Carmona, 2011).
El registro funerario del yacimiento lo componen tres estructuras negativas de las que aquí vamos a considerar únicamente la aparecida en el hoyo 62 por haber deparado una
cronología del Neolítico Antiguo. Las otras dos (hoyos 19 y
5) aunque interesantes, son más recientes (Alameda et al.,
2011: tabla 3).
El hoyo 62 se localiza en el extremo norte del yacimiento
y se trata de una exigua cubeta de escasos 25 cm de profundidad y en torno a los 85 de diámetro. En su interior se recuperó
el esqueleto casi completo de un individuo adulto colocado en
posición fetal. Como único ajuar o como adorno personal, sólo
se hallaron tres aros de hueso situados en torno al cuello, por lo
que se deduce que formarían parte de un collar (ibídem: 60 y fig.
12). Los análisis antropológicos determinaron que se trataba de
un individuo masculino adulto/juvenil con una estatura en torno a 1,60 m y con evidencias de determinadas patologías tales
como reabsorción alveolar, osteofitosis, artrosis y osteoporosis,
todas ellas justificadas por “lo avanzado de su edad” (Carmona,
2011: 505 y fig. 3).
2.5.6. Valdivia (Madrid)
Los datos que se poseen de este yacimiento no son muy numerosos y proceden de mediados del siglo XX. El yacimiento
se ubicaría en la terraza media del Manzanares, a unos 20 m
sobre el mismo. Jiménez Guijarro (2001: 61) considera que este
yacimiento tuvo una finalidad habitacional y funeraria. Esta última se concretaría en una fosa que presentaría como ajuar un
brazalete o pulsera de esquisto o pizarra y una vasija cerámica
con cuello recto y cuerpo globular decorada con acanaladuras
anchas que se distribuyen por el cuello y hasta la mitad del recipiente (ibídem: fig. 3.52).
2.5.7. El Congosto (Rivas-Vaciamadrid)
En 2004 y concretamente entre enero y mayo, las obras de ampliación de la Escuela Nacional de Protección Civil en RivasVaciamadrid (Martín Bañón, 2007) propiciaron la excavación
arqueológica del yacimiento de El Congosto. Nuevamente nos
encontramos con un extenso yacimiento de hoyos donde se han
documentado ocupaciones recurrentes a lo largo de diferentes
etapas históricas y prehistóricas como puedan ser en este caso la
época visigoda, la Edad del Bronce y lo que nos interesa resaltar
en este trabajo, la neolítica. La parte excavada del yacimiento
200
la componen hasta 416 estructuras negativas, 16 de las cuales
deben adscribirse a la fase neolítica, sobre todo a partir del análisis tipológico de las cerámicas (ibídem: 204-205, fig. 6 y 7)
entre las que se pueden adivinar (la calidad de la publicación
online no permite realizar muchas más precisiones) acanaladas,
almagra, cordones impresos o líneas inciso/impresas paralelas
de las que cuelgan trazos cortos, impresos (grupo temático 1 de
García-Martínez de Lagrán et al., 2011).
Las 16 estructuras subterráneas con evidencias neolíticas
responden a una similar tipología, esto es, suelen ser cubetas
circulares de poca profundidad a excepción de dos de ellas que
responden al tipo de silo subterráneo (Martín Bañón, 2007:
201). En una de ellas, formada por las UUEE 240, 241 y 242
(ibídem: fig. 5), se recuperaron los restos de dos individuos, uno
infantil y otro adulto.
No disponemos de más información que la sección que aparece en la mencionada figura 5, donde se advierte un silo excéntrico que podría asimilarse a una variante de los tipos B o C de
sepulcros de fosa (Roig et al., 2010: fig. 3).
Precisamente, en el fondo del silo o fosa y en el sector más
excéntrico se halló un cráneo infantil, después de haberse exhumado un esqueleto de un individuo adulto algo más arriba. Todo
parece indicar (a falta de análisis más detallados) que nos hallamos, nuevamente, ante inhumaciones sucesivas con reducción
del primer individuo depositado.
2.5.8. El Prado, Pancorbo (Burgos)
El Prado se sitúa en el noreste de la provincia de Burgos, muy
cerca del desfiladero de Pancorbo, paso obligado entre la depresión de la Bureba y la Llanada de Miranda, ya en el río Ebro. El
yacimiento se ubica en el fondo de un valle avenado por distintos arroyos menores (Alonso y Jiménez, 2014).
La excavación realizada en el enclave, nuevamente con
carácter de urgencia, afectó a una superficie de 1.805 m2 en
la que se documentaron diversas estructuras como silos de almacenamiento, fosas/cubetas, un pozo/abrevadero (¿?) y dos
fosas funerarias. Son estas últimas las que nos interesan especialmente aquí. Se trata de las estructuras E06 y E14, ambas
tienen plantas ligeramente ovaladas y similares dimensiones
que rondan los 2 metros de eje mayor y el 1,50 de menor. Presentan una morfología compleja (ibídem: 45) ya que se hallan
realizadas mediante pequeños bancales entallados, a modo de
escalones, a través de los cuales se accede al fondo de la fosa.
Es allí donde se hallan, en cada caso, los restos humanos. Este
lugar concreto es de dimensiones considerablemente menores,
en torno a los 0,80 por 0,50 metros en el caso de la fosa E06 y
de 1,17 y 1,03 metros en la E14.
En la fosa E06 se habían depositado los restos de una mujer de entre 40 y 45 años y en la E14, otra mujer de entre 48
y 56 años. Los autores del trabajo refieren que ambos cuerpos
fueron manipulados antes de recibir sepultura definitiva a juzgar por el análisis de la naturaleza de las conexiones a partir
de los diferentes procesos sepulcrales, posdeposicionales, etc.
(ibídem: 47). En cualquier caso, el cuerpo de la estructura E06
estaba bastante desarticulado y no conservaba apenas vértebras,
ni cintura escapular. Por las descripciones que se realizan en el
artículo, nos inclinamos a pensar que se podría tratar de un enterramiento secundario con todas las reservas posibles.
[page-n-208]
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
La otra mujer depositada en la E14 debió fallecer a causa de un
trauma en la región frontal del cráneo. El cuerpo se depositó en posición flexionada (decúbito lateral izquierdo) con orientación SE.
En relación con el ajuar depositado, los autores, con buen
criterio, señalan que a pesar de que son las estructuras que más
materiales han deparado (el 12,44% de la lítica y el 15,95% de
la cerámica), su presencia no tiene por qué estar necesariamente
relacionada con una actividad votiva ya que se encontraba formando parte del sedimento del relleno (ibídem: 48). Sí que se
podrían considerar ajuar algunos molinos y una azuela de ofita
depositada junto al brazo derecho de la mujer de la estructura E14. El resto de objetos en el relleno, que podrían ser o no
componentes del ajuar, serían fragmentos cerámicos diversos,
laminillas y láminas de sílex.
3. MARCO CRONOLÓGICO DE LAS TUMBAS
DEL NEOLÍTICO ANTIGUO DEL INTERIOR
PENINSULAR Y DEL VALLE DEL EBRO
Dentro del conjunto de diferentes características y elementos que
muestran las tumbas del Neolítico Antiguo del Interior Peninsular, la cronología se presenta como un elemento que les otorga
cierta homogeneidad ya que acota un marco temporal concreto y
preciso, al menos en sus comienzos. Hemos elaborado una serie
de tablas y figuras para analizar el significado de estas dataciones
absolutas en el complejo proceso de neolitización. Así, si observamos las dataciones de la tabla 2 (donde aparecen las fechas
C14 sobre restos humanos de todas las tumbas comentadas y en
las que presentamos 3 nuevas inéditas, Villamayor de Calatrava, El Montico y El Molino de Arriba), vemos cómo dos fechas
presentan valores ligeramente superiores al 5300 (Chaves Ib,
Los Cascajos E 497), y tres (Molino de Arriba, Alto de Rodilla
y Los Cascajos E183) superan significativamente el 5200. En la
figura 11 estas dataciones presentan un lapso calibrado relativa-
mente amplio con dos momentos claramente diferenciados, antes
y después del 5200. La explicación la encontramos en la figura
12 en la que se recogen los gráficos de calibración individuales
de las cuatro tumbas más antiguas. Como se puede observar en
la parte izquierda de cada gráfico y en la curva de calibración,
entre el 6300 y el 6100 BP existen dos “mesetas” que impiden
una calibración precisa. Concretamente, el tramo horizontal de
la curva entre el 6300 y el 6200 hace que todas estas dataciones
presenten lapsos importantes anteriores al 5200, especialmente
en Chaves Ib y Los Cascajos E 497 que incluso calibradas a 1s,
presentan valores cercanos al 5300. En cambio, en Molino de
Arriba y en Los Cascajos E 183 las probabilidades más allá del
5250 disminuyen de manera importante incluso a 2s, 11,2% y
5% respectivamente.
En resumen, y teniendo en cuenta que manejamos lapsos
temporales (calibrados) y no fechas concretas, podríamos establecer el periodo 5300-5000 como el momento de inicio de
la tradición funeraria del Neolítico Antiguo en el Interior Peninsular. Sin embargo, si atendemos a los datos analizados en
el párrafo anterior, podríamos acotar el límite más antiguo de
este momento al 5250-5200, como se observa también en la
suma de estas dataciones reflejada en la figura 11 (Sum TUMBAS NEO. ANTIGUO).
Lo que muestra esta determinación cronológica es que estas tumbas se crearon en un momento ligeramente posterior
(a partir del 5300-5200) al inicio del Neolítico Antiguo en el
territorio estudiado (tabla 3), y a la llegada de las primeras
comunidades neolíticas pioneras (5700-5600) (Rojo et al.,
2008; García-Martínez de Lagrán, 2015). Por lo tanto, podríamos aventurar la hipótesis de que esta tradición funeraria
se iniciaría en el seno de comunidades plenamente neolíticas,
muy probablemente surgidas de los contactos e interacciones
entre las primeras comunidades neolíticas pioneras (tanto a
nivel peninsular como más concretamente en el Interior) y
Tabla 2. Dataciones de las tumbas del Neolítico antiguo en el valle del Ebro y en el Interior Peninsular.
Yacimiento
inteRioR
Ref. laboratorio
Data BP
cal BC 2σ
Bibliografía
Molino de Arriba
KIA-41450
6210±30
5293-5057
Inédita
6171±55
5296-4987
Jiménez y Alonso, en prensa
6120±30
5208-4961
Alameda-Cuenca et al., 2011
6087±28
5201-4910
Alto de Rodilla E 2
Fuente Celada E 62
UGA-7565
R_Combine: La Lámpara H 1
La Lámpara H 1
6144±46
5217-4962
Rojo et al., 2008
KIA-6789
6055±34
5047-4848
Rojo et al., 2008
El Congosto UE 2242
KIA-27582
6015±50
5041-4788
Martín, 2007
Villamayor
KIA-41449
5945±40
4932-4725
Inédita
El Prado
Valle del eBRo
KIA-6790
La Lámpara H 1
Beta-365669
5880±30
4827-4692
Alonso y Jiménez, 2014
Chaves Ib
GrA-26912
6230±45
5308-5057
Baldellou, 2011
Los Cascajos E 497
Ua-24426
6230±50
5311-5054
García y Sesma, 2007
Los Cascajos E 183
Ua-16024
6185±45
5291-5006
García y Sesm,a 2007
El Montico
KIA-41451
6125±30
5209-4983
Inédita
Paternanbidea Fosa 1 Individ. 2
GrA-13673
6090±40
5207-4854
García Gazólaz, 2007
Paternanbidea Fosa 2 Individ. A
GrA-13675
5960±40
4941-4729
García Gazólaz, 2007
Los Cascajos E 196
Ua-24423
5945±95
5194-4558
Inédita
201
[page-n-209]
M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 11. Gráfico de las calibraciones de las
fechas de las tumbas del Neolítico antiguo
del Valle del Ebro y del Interior Peninsular,
con la suma de sus distribuciones y la suma
de las dataciones de los yacimientos del
Neolítico antiguo en este mismo territorio
recogidas en la tabla 3.
Fig. 12. Gráficos de calibración de las
dataciones de la tumbas de Chaves Ib,
Los Cascajos E 497 y E 183, y Molino de
Arriba (datos y referencias en tabla 2).
202
[page-n-210]
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
Tabla 3. Dataciones de yacimientos del Neolítico antiguo en el valle del Ebro y en el Interior Peninsular. Datas calibradas con OxCal
4.2.3: https://c14.arch.ox.ac.uk/oxcal/OxCal.html.
Yacimiento
Ref. laboratorio
Data BP
cal AC 2σ
Muestra
Bibliografía
Peña Larga IV
La Paleta
Chaves Ib
Chaves Ib
La Vaquera IB-N.94
La Lámpara H 18
Chaves Ia
La Revilla E 14
La Revilla E 4
La Ventana
El Mirador MIR 23
La Revilla E 9
La Revilla E 4
La Lámpara H 1
La Lámpara H 9
La Revilla E 14
La Revilla E 2
Los Cascajos E 516
La Revilla E 12
La Revilla E 4
Los Husos I XVI
La Revilla E 16
Botiquería 8
La Revilla E 13
Atxoste IIIb
La Revilla E 2
La Revilla E 2
La Revilla E 13
La Revilla E 12
La Revilla E 12
El Mirador MIR 22
Los Husos I XV
Los Cascajos E 214
La Lámpara H 11
El Mirador MIR 18
La Revilla E 4
El Mirador MIR 24
El Mirador MIR 20
El Portalón de Cueva Mayor N9
La Vaquera IB-N.98
Los Husos II VII
Arenaza IC2
Botiquería 6
Los Husos II IX
La Draga A-NII
La Draga B-NII
La Draga A-NI
La Draga A-NI
La Draga B-NII
La Draga A-NI
La Draga A-NI
Beta-242783
Beta-223092
GrA-38022
UCIAMS-66317
GrA-9226
KIA-21347
GrA-28341
KIA-21358
KIA-21356
Beta-166231
Beta-208134
UtC-13347
KIA-21351
UtC-13346
KIA-21352
KIA-21357
UtC-13269
Ua-24427
UtC-13295
KIA-21359
Beta-161182
UtC-13294
GrA-13270
KIA-21355
GrA-9789
UtC-13350
KIA-21346
KIA-21354
KIA-21349
KIA-21353
Beta-208133
Beta-161180
Ua-17795
KIA-21348
Beta-208132
UtC-13348
Beta-220914
Beta-197384
Beta-222339
GrA-8241
Beta-221640
OxA-7157
GrA-13268
Beta-221642
OxA-20233
OxA-20231
OxA-20235
OxA-20234
OxA-20232
Hd-15451
UBAR-313
6720±40
6660±60
6580±35
6470±25
6440±50
6407±34
6380±40
6365±36
6355±30
6350±40
6320±50
6313±48
6289±31
6280±50
6280±33
6271±31
6250±50
6250±50
6250±50
6245±34
6240±60
6240±50
6240±50
6230±30
6220±60
6210±60
6202±31
6177±31
6158±31
6156±33
6150±40
6130±60
6125±80
6125±33
6120±40
6120±60
6110±40
6100±50
6100±50
6080±70
6050±40
6040±75
6040±50
6040±40
6179±33
6163±31
6143±33
6127±33
6121±33
6060±40
6010±70
5715-5561
5671-5483
5614-5478
5482-5375
5482-5322
5470-5323
5471-5304
5470-5233
5466-5230
5466-5225
5466-5212
5466-5209
5320-5216
5366-5073
5322-5211
5317-5211
5321-5058
5321-5058
5321-5058
5310-5075
5326-5030
5316-5056
5316-5056
5302-5070
5316-5020
5309-5011
5290-5052
5219-5034
5214-5018
5213-5011
5216-4993
5225-4854
5291-4846
5210-4965
5209-4953
5220-4851
5208-4942
5210-4856
5210-4856
5213-4834
5056-4836
5208-4780
5194-4796
5047-4836
5221-5025
5215-5022
5210-5001
5210-4981
5208-4961
5195-4842
5201-4721
Ovicáprido
Cerealia
Ovicáprido
Ovicáprido
Bellota
Fauna
Bellota
Fauna
Ovicáprido
Fauna
Cereal
Cereal
Fauna
Cereal
Fauna
Fauna
Cereal
Cereal
Cereal
Sus sp.
Fauna
Cereal
Fauna
Fauna
Fauna
Cereal
Fauna
Ovicáprido
Fauna
Ovicáprido
Cereal
Fauna
Bos
Fauna
Cereal
Cereal
Cereal
Ceral
Fauna
Bellota
Fauna
Fauna
Fauna
Fauna
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Fernández-Eraso, 2011
Jiménez-Guijarro, 2010
Baldellou, 2011
Baldellou, 2011
Estremera, 2003
Rojo et al., 2008
Baldellou, 2011
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Jiménez-Guijarro, 2010
Vergès-Bosch et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Inédita
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Fernández-Eraso, 2011
Rojo et al., 2008
Barandiarán y Cava, 2000
Rojo et al., 2008
Alday, 2012
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Vergès-Bosch et al., 2008
Fernández-Eraso, 2011
Com. pers. J. Sesma y J. García
Rojo et al., 2008
Vergès-Bosch et al., 2008
Rojo et al., 2008
Vergès-Bosch et al., 2008
Vergès-Bosch et al., 2008
Ortega et al., 2008
Estremera, 2003
Fernández-Eraso, 2011
Arias y Altuna, 1999
Barandiarán y Cava, 2000
Fernández-Eraso, 2011
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
203
[page-n-211]
M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
los grupos locales, lo que hemos definido como comunidades
de 2ª, 3ª,… generación (Rojo et al., 2008; García-Martínez
de Lagrán, 2014).
Este argumento viene corroborado, en parte, por los análisis genéticos que se han realizado sobre Cascajos y Paternanbidea, donde coexisten haplogrupos con edades de coalescencia
de entre 20.000 y 25.000 años y, por tanto, correspondientes a
poblaciones europeas previas a la neolitización (Haplogrupos
H, U, K), con otros cuya edad de coalescencia se establece
entre 8.000 y 10.000 años (Haplogrupo J) y cuyo origen se sitúa en el Próximo Oriente. En este sentido, un reciente trabajo
plantea la existencia de dos grandes migraciones en la Prehistoria Europea, coincidiendo la primera con los grupos neolíticos provenientes del Próximo Oriente. En la Península Ibérica se observa cómo existe una ruptura genética importante
con la llegada de esta primera corriente de neolitización para,
inmediatamente, producirse una mezcla con las poblaciones
autóctonas que se manifiesta, especialmente, en el Neolítico
Medio y Final con el rebrote, de forma mayoritaria, de los li-
najes ancestrales previos a la neolitización (Haak et al., 2015).
Como vemos, unos cientos de años después del primer aporte
foráneo a la Península, las poblaciones ya se han diversificado genéticamente como muestra de una población abierta, con
múltiples conexiones y nada endogámica.
Otro ligero desfase cronológico que habrá que confirmar en
el futuro con más datos, se da en algunos yacimientos con dataciones de tumbas y de contextos de habitación. En los casos de
Chaves y La Lámpara las fechas de las tumbas son varios siglos
más recientes que las de las primeras ocupaciones, en cambio
en Los Cascajos, por ejemplo, éstas parecen contemporáneas
(fig. 13). La interpretación de esta información es complicada y no va más allá de las meras hipótesis. Como ya hemos
comentado la aparición de estas tumbas no se produce en las
primeras ocupaciones de estos asentamientos (desde luego no
en los contextos colonos pioneros, por ejemplo en Peña Larga
IV: 5715-5561; o en Chaves Ib: 5614-5478), sino en una fase
posterior. Tal vez su aparición podría relacionarse con conflictos
o cuestiones de ámbito territorial, social y/o económico, como
Fig. 13. Dataciones de Chaves,
La Lámpara y Los Cascajos.
En negro las fechas de los
enterramientos y en gris otras
muestras de los yacimientos.
204
[page-n-212]
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
la apropiación del espacio frente a otros grupos sociales u otras
comunidades, o de reafirmación individual o familiar en el seno
de la comunidad, como se ha sugerido en otros ámbitos como
la LBK (Hofmann, 2012), o, incluso, con cuestiones rituales de
refundación de nuevos asentamientos tras la muerte de un individuo importante, también en la LBK (Bogucki, 2000).
Sea cual fuere la causa y la finalidad de estas tumbas su
tradición perdura a lo largo de bastante tiempo. Como ya hemos comentado, las dataciones acotan su inicio en las últimas
centurias del VI milenio y la prolongan a lo largo del V. Posteriormente, y a medida que avance el tiempo, aparecerán otros rituales, símbolos, ajuares, arquitecturas, y tradiciones funerarias
(Rojo Guerra, 2014 y Garrido-Pena et al., 2012).
Con todos los datos obtenidos y considerando en conjunto
como un único registro los últimos yacimientos (si no lo hiciéramos así, todo el análisis global se reduciría a repetir las observaciones realizadas sobre Cascajos y Paternanbidea), podemos
establecer un conjunto de regularidades en el comportamiento
funerario de las primeras poblaciones neolíticas en cuanto a tipo
de estructuras utilizadas y naturaleza del depósito, sexo y edad
de los inhumados, presencia/ausencia de ajuar y características
del mismo, así como la posición del difunto dentro de la tumba
y sus orientaciones. Todos estos puntos aparecen reflejados en
la tabla 4 y podríamos resumirlos en:
a) Tipos de estructuras y naturaleza del depósito: La inmensa
mayoría de las tumbas documentadas se corresponden con fosas
cerradas donde se depositan enterramientos primarios. En cuatro
casos (El Montico, una estructura de Paternanbidea, Chaves y El
Congosto) podríamos asegurar que el/los difuntos se depositaron
en una fosa abierta susceptible de manipulaciones posteriores a
la deposición. En estos casos (Montico, Paternanbidea y El Congosto) estaríamos ante depósitos dobles sucesivos con reducción
de partes del primer inhumado. Sólo en un caso, la estructura 1
de Paternanbidea, pese a considerarla un depósito sucesivo con
reducción del primer inhumado, podríamos estar ante un sepulcro
más bien múltiple o colectivo. En este caso, estamos convencidos
de que, pese a que los difuntos fueron depositados en una depresión (no nos atrevemos a clasificarlo como fosa), debió existir
una estructura aérea de algún tipo de material perecedero que no
ha llegado hasta nosotros. Por último, en un solo caso (Chaves)
el difunto debió depositarse en una fosa abierta con algún tipo de
cubierta, posiblemente de madera.
4. CONCLUSIONES FINALES
En el presente estudio se han analizado 12 yacimientos con evidencias de enterramientos. Por diversas razones, mencionadas
en el texto, la información sobre cada uno de ellos es muy dispar y desequilibrada. Por lo general, en cada yacimiento se ha
documentado una sepultura a excepción de los yacimientos de
El Prado con dos estructuras y dos individuos, Paternanbidea
con 4 estructuras y un número mínimo de 13 individuos, y Los
Cascajos. Es, sin duda, este yacimiento el que ha deparado el
mayor número de sepulturas pero que corresponden a dos fases
diferentes: un Neolítico Antiguo y un Neolítico Medio. A la primera fase pertenecen con seguridad 12 tumbas y a la segunda 6.
Las 19 restantes no tienen una adscripción precisa bien por falta
de ajuar y/o bien por ausencia de dataciones absolutas.
Tabla 4. Cuadro resumen de las características generales de las tumbas del Neolítico Antiguo en el Interior Peninsular y Valle del Ebro.
SW
SE
NW
NE
W
E
S
Orientación
N
Sentado
Supino
Prono
DLI
Fauna
DLD
Múltiple / colectivo
Sucesivo con reducción
Primario
Adornos
Cerámico
Posición difunto
6
Lítico
Adulto
27
Secundario
Naturaleza
Depósito
Ajuar
Juvenil
Edad
Infantil
Hembra
Sexo
Vvarón
Otros
Fosa cerrada
Fosa abierta
Tipo
estructura
Montico
La Lámpara
Molino Arriba
Villamayor
Los Cascajos
71% 13%
Paternanbidea
50% 50%
30%
Chaves
8% 8%
8%
50% 25%
?
Alto Rodilla
Fuente Celada
El Congosto
Valdivia
El Prado
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
205
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
b) Sexo y edad: La composición por sexos de la necrópolis
de Los Cascajos refleja por sí misma la tónica general de los
enterramientos del interior peninsular al contar con un 71% de
varones frente a un 13% de mujeres. Por tanto la mayor parte de los difuntos conocidos del Neolítico Interior Peninsular
son varones a excepción de El Prado con dos mujeres ancianas,
La Lámpara donde se depositó una anciana y la necrópolis de
Paternanbidea donde el 50% son mujeres. Por edades, hay que
destacar la escasa presencia de población infantil (El Congosto,
Alto de Rodilla y Paternanbidea) y la mayoría de individuos
adultos, aunque en Los Cascajos observemos 27 juveniles y 6
adultos. Por tanto, la población juvenil adulta es la que aparece
mayormente representada.
c) Ajuar: Tanto la presencia/ausencia de ajuar como la importancia cuantitativa en cada caso son absolutamente dispares. Por
ejemplo, en Los Cascajos el ajuar es muy pobre por lo general y
sólo en unos pocos casos existe y, en menos aún, es ciertamente
significativo, como hemos visto en el apartado correspondiente.
Por el contrario, en Paternanbidea, sin ser muy numeroso, sí que
es significativo y, aunque podamos hallar tanto industria lítica
(microlitos), cerámica o fauna, lo que realmente destaca, como
hemos visto también, son los adornos (cuentas de collar o colgantes). Hay dos casos que sobresalen en este apartado por encima de
los demás y por motivos distintos: el primero es El Montico, que
destaca por el número de microlitos hallados junto a los restos
de las inhumaciones. Son un total de 41 monturas con el valor
añadido de que la inmensa mayoría presentan huellas de haber
sido utilizados. Ya hemos planteado la posibilidad de que estemos ante una posible ejecución, idea sugerida por la traceología
(ver apartado 2.1.1.2) y no descartable al analizar algunas de las
fotografías del proceso de excavación donde, como se observa
en la figura 2, dos de las posibles puntas de proyectil descansan
directamente sobre uno de los fémures. Sea como fuere, de todas son conocidas las escenas de ejecuciones en el arte levantino (López Montalvo, 2011) y la inusual concentración de puntas
de proyectil en esta tumba nos podría sugerir una escena similar
como causa de la muerte de uno de los individuos enterrados.
Otra circunstancia interesante y única de este yacimiento entre
las tumbas del Neolítico Antiguo Peninsular es la colocación de
toda una cornamenta de ciervo sobre la última deposición que nos
hace recordar a las tan renombradas tumbas epipaleolíticas de Teviec y Hoedic en la Bretaña francesa. El hecho excepcional en El
Montico es la presencia de la cornamenta completa, pues luchaderas (basales, segunda, central o, incluso candiles) y otros restos
de fauna aparecen con mayor frecuencia en las tumbas neolíticas
como sucede en La Lámpara, Villamayor, varias de Los Cascajos,
Paternanbidea o Alto de Rodilla.
El segundo caso excepcional en este apartado es la tumba
de La Lámpara en Ambrona. Es uno de esos raros ejemplos en
los que se inhuma a una mujer anciana con un ajuar extensísimo
que hemos detallado anteriormente y en el que hemos llegado a
distinguir un ajuar personal (vasija cerámica completa, lámina
con huellas de reutilizaciones y reavivados y un amplio ajuar
colectivo especialmente cerámico (536 fragmentos de vasos),
pero también lítico y objetos de fauna como espátulas, candiles
de ciervo y cornamenta de cabra. La enorme cantidad de objetos
presentes en esta tumba, por cierto de forma peculiar ya que la
sección de la misma parece haber correspondido a un silo reaprovechado, nos hacen precisar dos aspectos interesantes; uno
206
sería el alto rango o la alta consideración que la anciana debía
tener en vida, visto el ajuar desde una perspectiva procesualista
y, otro sería el hecho de que el relleno contenga una buena parte
del ajuar. La evidencia arqueológica en este sentido es variada
y múltiples, también, las interpretaciones. Por ejemplo, los escasos materiales que se recuperaron en el relleno de Chaves no
se consideran ajuar sensu estricto, opinión que compartimos.
Lo mismo ocurre con el relleno de otras fosas como Villamayor,
El Congosto o El Prado. En Villamayor los propios autores del
descubrimiento señalan que la tierra del relleno procede de un
yacimiento próximo y no del entorno inmediato a la fosa. En
este caso, y en un sentido animista, podemos pensar en que todo
es ritual, ajuar o lo que queramos decir, aunque el difunto no
tenga unas ofrendas específicas.
Ofrendas específicas que sí tienen los muertos con ajuar
de Cascajos, Paternanbidea, Buniel o la mencionada cuerna
de ciervo en El Montico. En La Lámpara, como hemos comentado, todo el relleno estaba perfectamente estructurado y
diseñado de antemano. A la difunta se le colocaron una vasija
completa y una lámina con lustre de cereal a los pies en el momento de su deposición en el fondo del silo. Posteriormente,
según se iban rellenando, se rompieron varias vasijas cerámicas que, junto con restos de fauna, completaron el sellado de
la tumba. Da la sensación de que toda esta evidencia podría ser
el resultado de un auténtico banquete funerario ocurrido con
motivo del sepelio de una anciana especialmente importante
para las gentes del poblado.
d) Posición de los difuntos y orientaciones: La mayoría de los
difuntos están depositados en decúbito lateral derecho, algunos
menos en la misma posición sobre el costado izquierdo, pero lo
más significativo, junto a un caso en que el difunto se depositó
sentado (Chaves) es que sólo en el Valle del Ebro se documenta la
posición de supino, y en todos los yacimientos además; El Montico, hasta el 30% de los casos en Cascajos y en Paternanbidea. En
cuanto a orientaciones, la predominante es la SE ya que el 33% de
los individuos de Cascajos tienen esa orientación al igual que El
Montico, La Lámpara y algunos individuos de Paternanbidea. En
Cascajos, un número significativo también está orientado al SW
(33%) al igual que algunos difuntos de Paternanbidea. Sólo en un
caso de está necrópolis y el inhumado en Fuente Celada tienen
una orientación NW mientras que el único individuo inhumado
con una orientación W se da en Paternanbidea.
Para concluir, nos gustaría ofrecer una interpretación de los
puntos anteriores desde la perspectiva del proceso de neolitiziación y del Neolítico Antiguo en el Interior y en la Península
Ibérica en general. En nuestra opinión (Rojo et al., 2008; García-Martínez de Lagrán et al., 2011; García-Martínez de Lagrán,
2012, 2014, 2015) la extensión del Neolítico por la Península
Ibérica podría articularse en dos etapas. La primera, el proceso de neolitización propiamente dicho, entre el 5700-5600 y el
5300-5200 cal AC. Entendemos como tal, el periodo de contacto, interacción y convivencia de grupos neolíticos pioneros y
grupos indígenas de cazadores-recolectores. A partir del 53005200 esta situación tiene como resultado el inicio del Neolítico
Antiguo en una gran parte de la Península Ibérica. Por lo tanto,
optamos por un proceso ecléctico en el que comparten protagonismo los grupos mesolíticos y las comunidades neolíticas
pioneras que llegan de territorios foráneos (sur de Francia por
los Pirineos, Mediterráneo occidental, norte de África: Berna-
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Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
beu et al., 2009; Bernabeu y Martí, 2012, 2014; García-Borja et
al., 2010; Manen, 2014; Manen et al., 2007; Utrilla, 2002, entre
otros). Denominamos a estos grupos comunidades de 1ª generación ya que son los primeros grupos plenamente neolíticos
que llegan a Iberia. Posteriormente, su interacción durante tres
o cuatro siglos con los grupos locales dará lugar a comunidades
de 2ª, 3ª, 4ª,... generación, éstas últimas, a su vez, colonizarían
nuevos territorios (o antiguos y ya conocidos) produciendo nuevas dualidades culturales, relaciones, interacciones, transmisión
de conocimientos, etc.
Los datos sobre el mundo funerario que acabamos de analizar apoyarían este modelo eclético de interacción. En este sentido nos gustaría destacar tres puntos a modo de resumen:
a) Los análisis genéticos: Como ya hemos comentado, la
coexistencia de diferentes haplogrupos en la población analizada (especialmente Cascajos y Paternanbidea) apoyaría la idea
de comunidades abiertas a los contactos, con aportes genéticos
externos y locales.
b) Las características del ritual funerario: estructuras,
ajuares, inhumados, etc. Hemos repetido varias veces a lo largo
del texto que estas tumbas muestran una serie de características
comunes en un amplio territorio que les confieren un cierto grado o sentido de unidad. Este hecho también se ha detectado en
otros aspectos del registro como la cerámica (García-Martínez
de Lagrán et al., 2011; García-Martínez de Lagrán, 2012) y también en algunos aspectos de la industria lítica, especialmente en
el desarrollo y uso de las láminas simples como útiles polifuncionales. Sin embargo, al mismo tiempo, todas estas variables
(cerámica, industria lítica, tumbas) muestran peculiaridades
regionales o locales, como el predominio de ciertos temas y
técnicas en áreas específicas (García-Martínez de Lagrán et al.,
2011; García-Martínez de Lagrán, 2012), o la distribución de
los tipos de geométricos (Alday y Cava, 2009; Barandiarán y
Cava, 1992; Utrilla et al., 2009), o de los tipos de hoces (Gibaja
et al., 2012; Perales et al., 2015).
Por lo tanto, estaríamos, al mismo tiempo, ante un fondo
común y ciertas peculiaridades geográficas. En nuestra opinión
esta situación es consecuencia de los protagonistas y los escenarios que se producen durante el proceso de neolitización en
el Interior y en el valle del Ebro. La cronología que presentan
todas estas tumbas también apoyaría esta hipótesis. Su datación
a partir del 5300-5000 nos indicaría que fueron construidas y
utilizadas por comunidades de 2ª, 3ª,… generación, esto es,
grupos del Neolítico antiguo. Ante esta afirmación es obligatorio preguntarse cuál pudo ser el aporte o la influencia de estos
grupos en este mundo funerario, como veremos a continuación.
c) La influencia del mundo funerario mesolítico y neolítico pionero: El primer hecho que llama la atención del mundo
funerario mesolítico es su distribución geográfica, centrada
principalmente en las zonas periféricas/costeras. Sin embargo,
es curioso que en el valle del Ebro, por ejemplo, no se hayan
encontrado este tipo de manifestaciones a pesar de un destacado poblamiento mesolítico, ya que el único caso conocido,
Aizpea, presenta también esta ubicación periférica dentro del
territorio navarro (Barandiarán y Cava, 2001).
Recientemente Gallego (2009) ha realizado una síntesis de
este tema definiendo las siguientes características para el mundo
funerario mesolítico de la Península Ibérica: la inhumación de
personas de cualquier sexo y edad, aunque en algunos sitios hay
un claro predominio por los hombres adultos, por ejemplo en El
Collado (Gibaja et al., 2015); gran variedad de prácticas funerarias; la existencia de posturas y orientaciones variables aunque
con una cierta estandarización dentro de cada yacimiento; la ausencia generalizada de ajuares; la presencia mayoritaria de enterramientos individuales y la existencia de enterramientos múltiples diacrónicos con reaperturas de las estructuras funerarias; la
constatación del fenómeno de los “huesos perdidos” y, por lo tanto, de prácticas de desarticulación y manipulación corporal, etc.
En resumen, podríamos plantear la hipótesis de que ciertas características del mundo funerario del Neolítico Antiguo en el Interior Peninsular y el valle del Ebro suponen una influencia directa
del Mesolítico, como por ejemplo, la edad y el sexo de los inhumados, o la presencia mayoritaria de enterramientos individuales
junto con otros múltiples, o la reapertura de algunas estructuras, o,
incluso, la escasa importancia de los ajuares, etc. Bien es cierto, que
con los datos actuales, tanto del Mesolítico como del Neolítico, es
muy aventurado realizar cualquier afirmación.
En este sentido, no conocemos los rituales ni las costumbres
funerarias de los grupos neolíticos pioneros o comunidades de
1ª generación que llegaron a la Península Ibérica. Sólo podemos
sugerir que determinadas características de las tumbas analizadas en este trabajo serían un aporte de estos grupos, nos referimos concretamente a las evidencias (estructuras, ajuares, restos
arqueológicos, etc.) de estas tumbas y rituales relacionados con
la agricultura y la ganadería.
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 211-223.
The Pena d'Água rock-shelter (Torres Novas, Portugal):
two distinct life ways within a Neolithic sequence
antónio Faustino CaRValHo
abSTracT
Among testimonies of other occupations, the Pena d'Água Rock-shelter revealed two “stratigraphic blocks” (i.e. sets of layers)
reporting, respectively, to the Early and Middle Neolithic, with preservation of organic matter (charcoal and faunal assemblages).
The older “stratigraphic block” is characterized by decorated pottery, use of local raw materials, and the balanced exploitation of a
large spectrum of animals (both domestic and wild), whereas the younger is characterized by plain pottery, long-distance exchange
of raw materials, and specialization in the hunting of cervids and herding of sheep/goat (itinerant pastoralism?). This cultural and
subsistence shift coincides with increasing aridity and the emergence of megalithism in Portugal, but sound correlations between
these phenomena are still to be made.
keywordS:
Portugal, Neolithic, site formation process, economy, palaeo-environment.
reSumen
El abrigo de Pena d'Água (Torres Novas, Portugal): dos modos de vida distintos en una secuencia neolítica. Entre los testimonios
de otras ocupaciones, el abrigo de Pena d'Água ha revelado dos “bloques estratigráficos” (es decir, conjuntos de capas) referidos,
respectivamente, al Neolítico antiguo y al Neolítico medio, con preservación de materia orgánica (restos de carbón y de fauna).
El “bloque estratigráfico” más antiguo se caracteriza por la cerámica decorada, el uso de materias primas locales y la explotación
equilibrada de un amplio espectro de animales (domésticos y salvajes), mientras que el más reciente viene determinado por la
cerámica lisa, el intercambio de materias primas a larga distancia y la especialización en la caza de cérvidos y el pastoreo de
ovicápridos (¿pastoreo itinerante?). Este cambio cultural y de subsistencia coincide con el aumento de la aridez y la aparición del
megalitismo en Portugal, si bien la correlación entre ambos fenómenos precisaría confirmarse.
PalabraS claVe:
Portugal, Neolítico, proceso de formación de yacimientos, economía, paleoambiente.
1. INTRODUCTION
Promoted by the Servicio de Investigación Prehistórica, the resumption of the systematic study of the important Cova de l'Or
(Alicante, Spain) took place from 1975 onwards under the direction of B. Martí, who studied the remains devoid of a secure
context (Martí, 1977) and began excavations with stratigraphic
control in the cave's Sector J (Martí et al., 1980). At this very
same time, Portuguese Prehistory was experiencing a major
methodological turning point regarding cave archaeology. As
widely acknowledged, after a promising beginning in the mid19th century, a decline in the quality of excavation methodologies would characterize most of the following century. It was
only in the 1970–80s that a renewed focus on stratigraphy,
recording of particular contexts (human-made structures, funerary practices, etc.), the introduction of so-called “ancillary
disciplines” (sedimentology, zooarchaeology, radiocarbon dating, etc.), and the thorough sieving of sediments, would become common procedures. Guilaine and Ferreira's (1970) paper
on Early Neolithic pottery production in Portugal constitutes an
excellent example of the state of the art of cave research before this turning point: pottery chronologies were established
through stylistic comparisons with cave sequences from Spain
and France rather than by the provenance contexts of the vessels
themselves.
An evaluation and discussion of the changing methodologies and techniques put in practice in karst archaeology in
Portugal during the 1970–80s is beyond the scope of this text.
However, the work by B. Martí on the Iberian Neolithic and
cave archaeology impacted Portuguese research perhaps more
than usually perceived. Not only a new, sound stratigraphic sequence for the Neolithic in the peninsula was provided by the
Cova de l'Or sequence (Martí et al., 1980, 1987)—that would
soon become crucial as a comparison framework for the homologous evidence from Portugal—but also a critical perspective
on the understanding of cave deposits was introduced in the debate by the often-cited paper in collaboration with J. Fortea on
the beginnings of the Neolithic in Mediterranean Spain (Fortea
211
[page-n-219]
A. F. Carvalho
and Martí, 1984/85). These contributions would be developed
by J. Zilhão (1992, 1993) in his reinterpretation of several cave
sequences in the Iberian Peninsula and the Languedoc, which
would revolutionise the whole picture of the transition to farming in the western Mediterranean regions. This methodological turning point inspired my own methodological options in the
excavation, among other sites, of the long and rather complex
stratigraphic sequence discovered at the Pena d'Água Rockshelter (Torres Novas, Portugal).
The aim of this text is, thus, to present Pena d'Água by focusing on the current understanding of the processes underlying
the formation of its sedimentary deposit and, regarding the Neolithic period as recorded at the site, by noting the main changes
observable in both cultural (mainly through pottery production)
and economic (raw material and animal exploitation strategies)
behaviour. As will be shown, two main moments (corresponding to two “stratigraphic blocks”) within the Neolithic sequence were recognized and may bear relevant consequences for the
understanding of the Early and Middle Neolithic periods in the
southern regions of Portugal. This cultural record is here tentatively framed in the available palaeo-environmental data, either
locally obtained or derived from larger-scale proxies.
2. DISCOVERY AND DESCRIPTION
When, in December 1991, a local team of speleologists from the
Sociedade Torrejana de Espeleologia e Arqueologia (STEA)
used a backhoe to open the access to a seasonal spring through
the sedimentary deposit that was obstructing it—in a place
symptomatically named Pena d'Água (meaning literally “scarp
of the water”)—numerous fragments of pottery, knapped stone
and animal bones emerged from the removed earth. Immediately halted, this operation nonetheless enabled the discovery of
a rock-shelter in this sector of the Arrife, a local term derived
from the Arabic ar-rîff (“coast”, “scarp”) to name the several
kilometre-long fault escarpment that separates the Limestone
Massif of Estremadura from the Tagus Basin (Fig. 1).
Indeed, the inspection of the deposit profiles by J. Zilhão
and STEA members were able to confirm the presence of strata
with human occupation down to a depth of around 5 metres. The
scarp wall is very abrupt here—around 30 m in height, culminating at ca. 180 metres a.s.l. in its upper summits—whereas the
area in front of the Arrife forms a steep slope due to the accumulation of huge boulders collapsed from the rock-shelter's roof.
The deposit reveals itself through a very prominent topography
visible at the foot of the limestone scarp (Fig. 1), reaching 125–
130 metres a.s.l. It has an estimated length of around 70 metres,
with a NE–SW orientation, only affected by the opening of the
access at its easternmost end.
At a regional scale, it should be emphasised that there are,
along the foot of the Arrife, successive sedimentary deposits
whose archaeological interest is evident. These, however, lie
under thick vegetation cover (shrubs, olive and oak trees, some
of them centennial) and, most probably, collapsed rock-shelters,
as in the case of Pena d'Água. Only very intrusive actions may
be able to identify similar sites and evaluate their archaeological
potential. This was what happened at Pena d'Água, permitting
archaeological excavations to be carried out during eight short
field seasons between 1992 and 2000.
212
In a first stage (1992–1995), a 2×3m test pit was excavated
in squares L29-30 (Fig. 2). In 1997, this was extended to an
adjacent area of 3×7m, corresponding to the I-K/25-30 squares,
which allowed the observation that the tip of the deposit was
affected by hydrologic processes caused by the local spring,
resulting in the thinning of the strata and their truncation by
erosive channels in the lower layers. Given these limitations,
the excavation had to be focused on the rectangle represented
by squares I-K/29-30 in the last, third stage of excavations at the
site (1998–2000). Overall, the excavation is very limited in area
and only further excavations, in the upper sector of the deposit,
would permit the recovery of sounder evidence related to the
Neolithic occupation of the site.
The above work resulted in several publications. After a
first modelling of the Neolithic sequence in the regional framework (Zilhão and Carvalho, 1996), a set of studies was
published in the 1998 volume of the Revista Portuguesa de
Arqueologia, where detailed accounts of the 1992–1995 fieldwork, site formation processes and human occupations were
made (Carvalho, 1998a) along with studies on anthracology
(Figueiral, 1998), insectivores and rodents (Póvoas, 1998),
and zooarchaeology of larger mammals (Valente, 1998).
More recently, a geo-archaeological analysis of the excavated
deposit has also been carried out (Simões, 2012) and further
zooarchaeological studies of Early (Carvalho, Valente and
Haws, 2004) and Middle Neolithic (Luís, Correia and Fernandes, n.d.) assemblages from the 1998–2000 seasons have
been published.
The Early Neolithic has been the occupation phase to which
a larger number of studies have been devoted: alongside a more
complete approach (Carvalho, 2008a), lithic techno-typological
and use-wear analyses (Carvalho, 1998b; Carvalho and Gibaja, 2005; Gibaja and Carvalho, 2005) and ceramic provenance
studies (Masucci and Carvalho, 2015) have also been carried
out. Other occupations were also published: Medieval and/or
Modern potsherds from Layer A (Ferreira, 1998), Iron Age pottery and radiocarbon determinations from Layer B (Carvalho,
2008b), and the Epipalaeolithic occupation from Layer F (Pereira and Carvalho, 2015). A brief synthesis of the site is available
in Spanish (Carvalho, 2012: 193–196).
3. STRATIGRAPHY AND SITE FORMATION
PROCESSES
Immediately after its discovery, the upper stratigraphic unit,
formed by huge limestone boulders, was observed to be the
result of the rock-shelter's collapse. All the underlying units
with remains of human occupation were sealed under it. At
first, this conditioned the excavation methodology (Fig. 3):
picks and shovels (and explosives whenever necessary) had to
be used to remove this deposit (thereafter, Layer A) and reach
archaeologically-rich layers. Sediments were then excavated
with trowels and systematically dry-sieved using a 3mm mesh
screen. Bulk samples of unsieved sediments (10 litres per artificial level and unit square) were collected for flotation (presently in course) in order to recover very small-sized elements
(microfauna, seeds, etc.). Strata were subdivided in 5 or 10cm
thick arbitrary levels and materials were given 3D coordinates
as exhaustively as possible.
[page-n-220]
The Pena d'Água rock-shelter (Torres Novas, Portugal): two distinct life ways within a Neolithic sequence
Fig. 1. Location of the Pena d'Água Rock-shelter. A: location in Portuguese Estremadura; B: Google image of the Arrife, with
the limestone plateau on the right and the plains of the Tagus Valley on the left; C: photo of the Arrife with indication of the
excavated sector (note the rising topography to the left of the arrow due to the rock-shelter deposit beneath the vegetation cover).
This methodology was able to identify nine main stratigraphic units (Fig. 4), designated, from top to bottom, Layers
A to F (for a short description of each layer and its respective
cultural assignment, see Table 1). Unfortunately, bones preserved insufficient collagen for AMS dating (despite the systematic attempts) and, therefore bulk charcoal samples (mostly of
long-lived species) were the only usable type of sample, which
implies severe limitations regarding their correlation with human occupational events, the only exceptions being samples of
charcoal exhumed from hearths in Layers B and Eb-top (Table
2). However, for the reconstitution of site formation processes
the available determinations may be of some help (see below).
Indeed, what seems at first glance to be a simple, straightforward stratigraphic sequence is, however, the result of a rather
complex interaction of multiple phenomena. Six main phases
in the formation history of the Pena d'Água Rock-shelter deposit can be preliminarily proposed based on stratigraphic observations during excavation, geo-archaeological analyses and
various proxies of palaeoenvironmental nature, either local, regional or even global (Table 3).
The earliest, Phase 1, corresponds to the formation of layer F,
which took place under a very distinctive condition: according to
field observations (Carvalho, 1998a) and sedimentological analysis (Simões, 2012), its accumulation was due to the circulation
213
[page-n-221]
A. F. Carvalho
Fig. 2. Excavation plan of the Pena d'Água at top of layer B.
Marked squares refer to the excavated area: L-N/29-30 in 1992–
1995 and I-K/29-30 in 1998–2000. The blank area on the upper
right corresponds to the access opened in 1991.
of water from nearby springs, probably through the remobilizing
of the Miocene substratum. Technologically and typologically, its
artefacts are of Epipalaeolithic age. This was confirmed by a radiocarbon result, whose calibration makes it broadly coeval with
the 8.2 kyr cold event (or Bond 5) which caused major changes
in human settlement and mobility in the Estremadura and lower
Tagus region (e.g., Pereira and Carvalho, 2015).
After a first episode of roof collapse in an indeterminate
moment in time (Phase 2), apparently associated with a sedimentary hiatus, a constant accumulation of sediments with an
argillaceous component started to take place (Phase 3). Spring
activity resulted in the truncation of layers by channels and in
more or less severe—depending to the channels' topography
and depth—disturbance of the archaeological horizons. The
whole formation of layers Eb to Ea, dated in the Early Neolithic, occurred under such environmental conditions at the local
scale. As pointed out above, these limitations constrained the
excavation to Squares I-K/29-30 in the last stage of excavations
(1998–2000).
Phase 4 is particularly visible in profile due to a major change in stratification (Fig. 4): after a horizontal, slow accumulation
of sediments in the previous phase (evidenced by a horizontal
level of 30–40 cm large blocks on top of Layer Ea), Layers Db
to C, dated to the Middle Neolithic, were accumulated according to a SW–NE inclination (evidenced by a second, sloping
level of blocks of the same size). This changing sedimentation
angle was due to still unknown reasons. It is also associated
with a faster rate of sedimentation, reduction in its argillaceous
component and the presence of iron oxides in Layers Db and
Da, which may be related to in situ post-depositional alterations
associated to soil-forming processes and increasing aridity conditions (Simões, 2012). There is no evidence for spring activity
in this phase, which together with the precipitation of iron oxides is therefore congruent with the inferred aridity.
After the formation of Layer B, a long period of time with
no significant sedimentation must have taken place at Pena
d'Água, thus giving place to Phase 5. This sedimentary hiatus
and the continuous human occupation at the site resulted in an
archaeological palimpsest (Late Neolithic, Iron Age, Roman),
attested by mixed material culture items and disparate radiocarbon determinations (Carvalho, 1998a, 2008b). This means
Fig. 3. Evolution of the excavation works at the Pena d'Água Rock-shelter. A: before the beginning of the excavations (1992); B: during
the removal of boulders from layer A (1992); C: general overview of the excavated area in 1997 (note the boulders of the collapsed roof).
214
[page-n-222]
The Pena d'Água rock-shelter (Torres Novas, Portugal): two distinct life ways within a Neolithic sequence
Fig. 4. Stratigraphic profile of the
Pena d'Água (layer A removed). Note
the inclination of the upper layers (C
and Da) while the lower ones (Ea to F)
show a horizontal stratification.
Table 1. Summary of the stratigraphy and archaeology of the Pena d'Água Rock-shelter.
Layer
Stratigraphy
Archaeology
A
Big boulders (>2 tons) from collapsed roof and loose sediments of miscellaneous
colours with penetrating tree and shrub roots.
Scattered Medieval and
Modern potsherds.
B
Medium-sized clasts (10-15 cm) in a sandy-argillaceous matrix of greyish to brownish / reddish sediments away or closer to the shelter's wall, respectively. In outer
squares (rows I–J) part of the matrix was slope-washed.
Palimpsest of Late Neolithic,
Iron Age and Roman occupations.
C
Small-sized clasts (1000
años) indican la permanencia de los robledales debido a condicionantes climáticos más favorables, en concreto, precipitaciones más altas y periodos cortos de sequía estival. No obstante,
estos robledales experimentarían varios estados de degradación/regeneración a lo largo del tiempo que tal vez tengamos
reflejados en el uso de diversos tipos de vegetación, como los
bosques de coníferas de montaña.
En los yacimientos de los valles del Tisza y Körös no podemos ver la dinámica forestal porque los sitios sólo tienen
una fase de ocupación. Con frecuencia esta fase corresponde
a la primera aparición de grupos neolíticos en la zona y por
Fig. 8. Secuencia teórica de la ocupación agrícola de un territorio y su impacto en la vegetación.
280
[page-n-288]
Punto de encuentro: los bosques neolíticos en varias regiones de Europa
eso se documenta el bosque prístino holoceno. Destaca la presencia de taxones heliófilos (Maloideae, Prunus sp., Cornus
sp.) desde el inicio de la ocupación, lo que puede indicar la
presencia de espacios abiertos o bosques semi-abiertos como
las estepas arboladas, más aptos para la fundación de los poblados y las actividades agrícolas. Debido al impacto humano
en las zonas cercanas a los yacimientos, después de varios siglos de la ocupación, se observa el desarrollo de formaciones
todavía más abiertas.
En Piana di Curinga no se observan cambios significativos
entre el Neolítico antiguo y el Calcolítico. Es decir, los bosques
perennifolios y su cortejo son similares en las tres fases de ocupación. Esto puede ser debido a la situación geográfica, ya que
las fachadas occidentales de las penínsulas mediterráneas reciben mucho mayor flujo de humedad y, por tanto, tienen mayor
capacidad de regeneración forestal que las fachadas orientales,
tanto en Iberia como en Italia y Grecia. No obstante, entre los
niveles de ocupación de Piana di Curinga siempre hay hiatus
largos que, tal vez, posibilitaron la regeneración forestal entre
una ocupación y la siguiente, por eso vemos el mismo bosque
en el Neolítico inicial (Stentinello) que en el final (Diana) o
en el Calcolítico (Piano Conte). En definitiva, la secuencia no
es continua y pensamos que durante las fases de abandono la
vegetación se regeneró.
En Alicante, a partir del Neolítico medio, los poblados crecen en número ocupando valles fértiles y el territorio productivo estaría estructurado en los campos de cultivos, los pastos
y el bosque. En muchos de esos poblados no se observan cambios significativos de la composición vegetal si las ocupaciones han sido cortas (± 500 años). Al contrario, en las cuevas
se observan cambios si tienen ocupaciones largas. Es en ellas
donde mejor se observa la dinámica regresiva de los bosques
prístinos, probablemente debido a la funcionalidad pastoral
durante el Neolítico medio y reciente. En las cuevas de Alicante, los cambios que se observan son: a) la variación diacrónica
en las proporciones de los taxones principales (Q. caducifolio,
Q. perennifolio, Olea, Pinus), y/o b) la desaparición o aparición de los taxones más sensibles al impacto agrícola. En la
primera fase de ocupación, dominan los bosques de quercíneas
(Quercus, carrascas/quejigos) y estos serán paulatinamente
sustituidos por los pinares de pino carrasco (Pinus halepensis)
o matorrales varios donde el acebuche (Olea) suele ser muy
importante (Badal, 2009; Badal et al., 2012).
c) En cualquier lugar, los primeros cambios en el paisaje vegetal se aprecian unos 500 años después de practicar la
agricultura y la ganadería y siempre que los sitios continúen
habitados, ya que si se abandona antes no se verán cambios.
Es el caso de los sitios de la Gran Llanura Húngara, en Piana
di Curinga o en los poblados del valle de Alcoi (Bernabeu y
Badal, 1992).
d) Los cambios que se observan en las secuencias antracológicas largas pueden tener múltiples causas: reflejo de los
ciclos productivos, causas climáticas o la conjunción de ambas,
aunque generalmente, los primeros adquieren un peso más importante para estas cronologías.
e) El punto de unión de todos los bosques neolíticos de
Europa son las quercíneas (robles y carrascas en sentido amplio). En las regiones más húmedas son los robles caducifolios los protagonistas, mientras que en las más secas y cálidas
son los perennifolios (encinas, carrascas, coscojas, roble de
Palestina, etc.). Aunque la anatomía vegetal impide distinguir
las especies es de suponer gran diversidad regional de especies entre oriente y occidente entre el sur y el norte, como en
la actualidad.
f) La personalidad regional se produce por las especies
acompañantes. Mientras que en el Mediterráneo central y, sobre todo, occidental Olea tiene gran protagonismo, en Grecia
sólo se encuentra en las zonas más secas y cálidas y en cronologías bastante tardías del Holoceno. Además, el papel de los
robles parece ser bastante más importante en los yacimientos
griegos, incluso los más meridionales, en comparación con
yacimientos de la misma latitud en el mediterráneo central y
occidental.
g) No todas las regiones tienen la misma capacidad de regeneración forestal. Si comparamos la Cova de les Cendres y
Piana di Curinga situadas a prácticamente la misma latitud y
altitud, se puede constatar que la fachada occidental de la península italiana mantiene la misma formación forestal desde el
Neolítico antiguo hasta el Calcolítico, mientras que la oriental
de Iberia sufre una regresión del bosque al matorral pasando
por el pinar de carrasco.
h) Con la identificación de los carbones se aprecia la flora
autóctona y endémica de las regiones, sirvan de ejemplo el ciprés y el plátano oriental en Grecia.
6. CONCLUSIÓN
El estudio de los yacimientos de Grecia fue financiado por la beca
de la Fundación Estatal de Becas de Grecia y la Geoarchaeology Fellowship del M.H. Wiener Laboratory, ASCSA, otorgadas a
MN. Los estudios antracológicos de Hungría y Eslovaquia fueron
financiados en el marco del programa V Segles de la Universitat
de València de Becas Predoctorales otorgada a MM y el proyecto de investigación financiado por el Centro Nacional de Ciencia
de Polonia, número 2012/06/M/HS3/00288. Los análisis de Alicante fueron financiados por varios proyectos de investigación,
siendo el más reciente el concedido por la Generalitat Valenciana
(GV/2011/020) “Los bioindicadores del cambio climático: caracterización de los paisajes mediterráneos en el transito PleistocenoHoloceno a partir de la madera carbonizada”. El Departamento
de Prehistoria de la Universidad de Valencia facilitó en todo momento la realización del estudio de todos los yacimientos tratados
en el texto.
La breve exposición de los datos antracológicos de varios yacimientos distribuidos por la geografía europea muestran varios
puntos de encuentro y discusión que se pueden sintetizar en:
a) La mejoría climática del Holoceno antiguo influye directamente en la diversidad de los bosques europeos que alcanzan
una configuración plenamente holocena durante el Boreal. No
se detecta una influencia importante de los cazadores-recolectores en los territorios.
b) La primera ocupación agrícola de un territorio, independientemente del momento en que ésta ocurra, se produce en
territorios ocupados por un bosque prístino en sus variantes regionales, y ésta será la imagen que ofrecen los datos arqueobotánicos disponibles para los primeros momentos del Neolítico.
AGRADECIMIENTOS
281
[page-n-289]
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285
[page-n-293]
[page-n-294]
Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 287-310.
Un nucli de sitges calcolítiques al Mas de Pepelillo (Agullent)
JoseP PasCual Beneyto, agustí RiBeRa, MaRia BaRBeRà,
CaRlos FeRReR, yolanda CaRRión, JoseP l. PasCual Benito,
lola lóPez, ignaCio HoRtelano i guilleM PéRez JoRdà
A Bernat Martí, mestre excel·lent.
reSumen
Se presenta el registro de una excavación arqueológica de salvamento, donde pudieron documentarse una serie de subestructuras
prehistóricas, muy parcialmente conservadas que, por los materiales encontrados, deben centrarse en la segunda mitad del III
milenio a.n.e., con presencia de materiales campaniformes.
PalabraS claVe:
Calcolítico, Campaniforme, silos, Vall d'Albaida, País Valenciano.
abSTracT
A site with storage pits at ‘Mas de Pepelillo' (Agullent, Valencia, Spain). In this paper we present the results of a rescue
excavation where several substructures, partially preserved, have been documented. They are dated to the second half of the
third millennium BC and the materials associated belong to the Bell Beaker culture.
keywordS:
Chalcolithic, Bell Beaker, storage pits, Albaida Valley, Valencia region.
1. ANTECEDENTS
Les restes del nucli de sitges prehistòriques del qual anem
a tractar ací, Pepelillo 2 –Sud-oest–, es localitzen a la Vall
d'Albaida, al ponent del terme d'Agullent i molt properes al
límit amb Ontinyent. Des de principis dels anys 1980 teníem
localitzats diversos llocs d'interès arqueològic a les proximitats del jaciment que ara ens interessa, però a la banda del
terme d'Ontinyent (Ribera, 1985) (fig. 1).
En primer lloc, a la zona anomenada el Morenet, vam tindre notícia de l'aparició el 1981, fent un pou, d'una magnífica destral o aixa en diorita verdosa, que vam poder examinar
breument i fotografiar (fig. 2). Al lloc de la troballa (el Morenet 1 –Sud–), no vam poder localitzar estrat o altres deixalles amb què contextualitzar la peça. Tanmateix, a uns bancals
d'oliveres situats uns 300 m més al nord, sí que vam poder
trobar diverses peces i resquills de sílex i algun fragmentet de
ceràmica a mà (el Morenet 2 –Nord–).
Igualment, uns 300 m més al nord encara, en una lloma
al punt culminant de la zona, anomenada “el Molló”, precisament per l'existència d'una fita entre els termes d'Ontinyent i
Agullent, apareixien nombroses restes superficialment d'època
medieval i alguna romana, més escampades cap a la vessant
agullentina; molt probablement aquest jaciment del Molló, tot i
no haver-hi constatat nosaltres material ibèric, es correspondria
amb un dels dos que va visitar en la zona el tècnic del SIP, J.
Aparicio, l'any 1975, denominant-lo, segons el seu descobridor,
l'agullentí A. Lloret, el Bancal de la Corona (Fletcher, 1976).
També, segons s'indica en la citada nota: “Se recogieron abundantes cerámicas, entre las que hay que destacar las características de la Edad del Bronce, lisas y hechas a mano”. Algun material ceràmic a mà també vam recollir nosaltres, tot i que bastant
escàs (fig. 3), per això vam incloure el Molló com un jaciment
de l'edat del bronze en els nostres estudis sobre el poblament
d'aqueix moment a l'alta Vall d'Albaida (Ribera i Pascual Beneyto, 1994, 1995 i 1997).
L'any 1992, poc després, pel que es veu, d'un canvi de
propietari del mas de Pepelillo, finca a la qual pertanyia tot
aquest sector del terme d'Agullent, s'efectuaren unes primeres grans transformacions del terreny, amb maquinària, consistents en desfer alguns dels abancalaments tradicionals per a
fer bancals més grans. A resultes d'açò, la part cimal del Mo287
[page-n-295]
J. Pascual Beneyto, A. Ribera, M. Barberà, C. Ferrer, Y. Carrión, J. L. Pascual Benito, L. López, I. Hortelano i G. Pérez Jordà
Fig. 1. Jaciments localitzats a la zona, sobre foto aèria del 1989.
lló quedà relativament aplanada i, entre les terres remogudes,
poguérem observar l'aparició d'una gran quantitat de ceràmica andalusina, alguns ossos humans i més escassos materials
romans tardans (Ribera i Bolufer, 1997, 2000), així com uns
pocs d'atribuïbles en principi a l'edat del bronze, com ja s'ha
dit; això sí, tot regirat i sense constatar cap estructura, a pesar de la presència de pedres soltes, sens dubte producte de
la destrucció (fig. 4). Suposant que encara pogueren quedar
restes soterrades i en previsió d'altres desmunts posteriors, es
feren les fitxes d'Inventari de Jaciment corresponents per a la
Conselleria de Cultura, etc.
Igualment producte de les transformacions del 1992 fou
l'aparició al tall d'un nou abancalament, molt prop ja del Mas
(Pepelillo 1 –Sud-est–) d'algunes sitges i/o fosses seccionades,
almenys 4, que per les observacions que es pogueren fer al seu
moment, deurien ser d'època medieval andalusina (fig. 5).
Encara cap al 1994, en Joaquim Bolufer realitzà un treball
d'inventari de jaciments arqueològics del terme d'Agullent,
amb compliment de les corresponents fitxes d'Inventari de Jaci-
Fig. 2. Aixa del Morenet 1 (sud).
Fig. 3. Ceràmica a mà del Molló.
288
[page-n-296]
Un nucli de sitges calcolítiques al Mas de Pepelillo (Agullent)
Fig. 4. Part alta del Molló després dels desmunts del 1992.
Fig. 5. Pepelillo 1, sitges andalusines seccionades el 1992.
ments per a la Conselleria de Cultura, i de les quals ens consta
que va quedar dipositada còpia al propi Ajuntament d'Agullent.
D'aquest treball també es va publicar un resum (Bolufer, 1995),
on clarament s'arreplega el jaciment del Molló (fig. 6).
Volem dir amb tot açò que aquests jaciments no eren pas
uns desconeguts, sinó que estaven fitxats de sobra i, per tant,
l'administració corresponent en tenia coneixença. Bé és de veres
que el sector estricte on posteriorment apareixerien els culs de les
sitges calcolítiques no havia segut detectat a nivell de superfície. El
cas és que ignorem com va succeir, però seria cap al principi del
2007 que ens adonarem que estava fent-se un enorme nou polígon
industrial al lloc. Quan ho visitàrem comprovàrem estupefactes que
totes les zones de jaciment havien desaparegut en haver-se rebaixat
el terreny una mitja de més de 5 m en una àrea de més de 15 ha, incloent-hi òbviament els dos espais de jaciment coneguts, el Molló
i Pepelillo 1, dels quals no quedava ni rastre, exceptuant-ne la zona
oest del Molló, en terme d'Ontinyent, que ara es trobava damunt
d'un talús lineal (fita de terme), de més de 8 m d'altura (fig. 7).
Tanmateix, de l'observació dels desmunts entre les zones en
obres, detectàrem una àrea amb un sector on apareixien algunes
restes de ceràmica medieval, juntament amb ceràmica a mà i sí-
lex, i semblava veure's algunes taques que bé podrien ser sitges...,
per la qual cosa s'iniciaren els tràmits perquè s'actuara almenys
en aquest sector o Pepelillo 2, que és el que ara es presenta.
No fou casualitat que els desmunts els trobàrem ja en estat tan
avançat. L'activitat frenètica d'aquells anys ens impedí arribar a
hora, segurament per tindre massa on acudir, i en aquest cas concret, a més a més, per haver coincidit eixes dates amb l'arribada al
Museu de diferents permisos d'intervencions arqueològiques, per
diferents equips, alguns d'ells a IP d'Agullent, cosa que ens féu
pensar, quan ho veiem de lluny, que allò deuria estar controlat.
Tampoc era aquesta la primera vegada que es destruïen,
prou impunement, uns jaciments arqueològics a Agullent. Hi ha
més aviat un bon ramell de flors negres. Com per exemple la
necròpolis andalusina de l'Alqueriola, on després d'assabentarnos de la destrucció del gros de la necròpolis, se sol·licità permís per a actuar en el poc que en quedava, seria cap a mitjan
dècada dels 90, allò s'entrebancà, encara ignorem per què, i el
permís no hi arribà mai; òbviament tot ha desaparegut davall
de les naus industrials. O l'Alt de la Filosa, jacimentet ibèric
en la serra, ben fitxat, i que el gasoducte s'emportà per davant.
O la vila romana de la Canaleta, possiblement única candidata
Fig. 6. Jaciments localitzats a
la zona, sobre foto del 2002.
289
[page-n-297]
J. Pascual Beneyto, A. Ribera, M. Barberà, C. Ferrer, Y. Carrión, J. L. Pascual Benito, L. López, I. Hortelano i G. Pérez Jordà
Fig. 7. Foto de la zona
des del llevant, el 2008.
a fer visitable un jaciment romà en tota la comarca de la Vall,
excavada amb presses, en campanyes d'urgència, per a quedar
de nou sepultada després d'anys de deteriorament, sense consolidar, a la intempèrie. Amb tot i d'altra banda, cal dir que el cas
d'Agullent no és, ni de bon tros, una excepció, dissortadament.
2. MARC GEOMORFOLÒGIC
El jaciment arqueològic del Mas de Pepelillo 2 es troba situat a
la banda centre-meridional de la Vall d'Albaida, entre els vessants calcaris de la Serra d'Agullent (Serra Grossa) i les terrasses fluvials del Riu d'Ontinyent (o Clariano).
El paisatge està constituït per serres calcàries del cretaci
d'orientació SO-SE que delimiten aquesta i altres valls, farcides de sediments margosos miocens que han estat sotmesos
a successius períodes d'incisió i buidatge, i en menor mesura
de farciment, al llarg del Plio-Quaternari, com a resultat de
la dinàmica fluvial i l'activitat neotectònica. Aquestes fases
s'expressen bàsicament en superfícies d'erosió a les quals de
vegades s'associen nivells encrostats i edàfics quaternaris.
La sèrie de nivells morfogenètics documentada es correspon
amb fins a quatre nivells de buidatge que van des dels peus dels
promontoris calcaris fins al centre de la vall, a cotes situades de
mitjana al voltant dels 470 m en els més pròxims a aquests, que
anomenem nivell I, 415 m per al nivell II, 385 m per al nivell
III i 365 m per al nivell IV, i amb variacions de fins a 30 m entre
les parts més altes i més baixes d'aquests nivells dins de la vall.
Entre aquests nivells, especialment a partir del segon, apareixen
tàlvegs i conques farcides de sediments a cotes intermèdies. Es
tracta de la unitat A, situada al voltant de 400 m, la B a 370 m,
entre d'altres. A partir de la cota 340 m apareixen nivells amb
farcits al·luvials més potents, vinculats a la xarxa de drenatge
actual, en forma de tàlvegs i terrasses fluvials. El nivell descrit
com a D en l'esquema geomorfològic es correspon amb el nivell
de terrassa T2, del Plistocè Mitjà (Bernabeu Aubán et al., 1993),
en el qual s'ubica el jaciment de l'Arenal de la Costa (fig. 8).
290
El jaciment arqueològic que tractem es troba situat sobre un
dels nivells erosius que ocupa la cimera aplanada d'un allargat
coll orientat de SO a NE i al voltant dels 383 m d'altitud (a
les cotes més altes de la unitat IV), al costat de petits retalls
d'un nivell més alt situat a l'est (el Molló). Al sud limita amb
sengles tàlvegs amb un fons a pocs metres per sota (possiblement es tracta de la unitat B). El que es dirigeix cap a llevant va
a parar a l'encaixat Barranc de Benatzar, tributari de l'Albaida,
i el de ponent es dirigeix cap al riu d'Ontinyent. Al nord, un
pendent molt més pronunciat culmina en un tàlveg profund al
qual s'associen formacions sedimentàries més potents i recents,
la Canyada, que també drena cap a l'Ontinyent. L'encaixament
del barranc de Benatzar ha de ser més recent (Fumanal, 1990;
Ferrer et al., 1993), pel que les dificultats de drenatge es puguen
haver produït en fases antigues de l'Holocè .
El substrat del jaciment és doncs de margues blanques i
grises transportades amb diversos graus de edafització, que pot
arribar a ser molt intensa, donada la seua antiguitat. El tàlveg
meridional posseeix sòls en ocasions hidromorfs, com a resultat
de les dificultats de drenatge en algunes fases del Quaternari
més recent, sovint coberts per sediments posteriors.
2.1. el SubSTraT edàFIc del jacImenT
S'ha estudiat des del punt de vista sedimentològic un conjunt
de cinc unitats estratigràfiques del substrat geològic vinculades
a quatre estructures arqueològiques, corresponents als núm. 1,
10, 14 (dos nivells) i 19.
UE 19000
Es correspon amb un nivell superior de l'estructura negativa 19.
Es tracta d'un sediment de sorres (40,27%) amb argiles de color
marró grisenc prou fosc (gris marró 10YR 5/2 segons Munsell),
formant pocs agregats. Gairebé sense fracció gruixuda, expressada en algunes graves (fonamentalment restes fossilíferes marines del substrat). El sediment posseeix percentatges rellevants
de matèria orgànica (0,71%) i baixíssims percentatges de carbo-
[page-n-298]
Un nucli de sitges calcolítiques al Mas de Pepelillo (Agullent)
Fig. 8. Esquema geomorfològic de
l'entorn del jaciment del Mas de
Pepelillo. En números romans les
superfícies d'erosió de la més antiga
a la més recent. En lletres llatines
majúscules les unitats deposicionals
quaternàries. En verd les calcàries de
la Serra d'Agullent.
nat càlcic (25,7%). Les sorres són homomètriques i de grandària
mitjana i petita (6-9 phi), de quars mat preferentment (75%), encara que estan presents algunes calcàries (20%) i agregats amb
ciment calcari sense forma (5%).
La distribució textural mostra un sediment bimodal format
en condicions d'un flux hídric de baixa energia, però amb un
component amb suficient capacitat de transport per assolir una
elevada classificació en la fracció sorrenca fina, amb dos modes entorn de 2 y 3 phi. La cua de fins (argiles) respon a una
segona fase del flux en la qual aquest perd energia i produeix la
decantació de la fracció que transporta en suspensió. Respon a
un model de glacis de moderada energia. No hi ha evidències en
la seua configuració que l'activitat humana haja generat canvis
en el sediment.
UE 14000
Es correspon amb un nivell superior de l'estructura negativa 14.
Es tracta d'un sediment format per llimargiles poc agregades de
color grisenc de to blanquinós (blanc 5Y 8/1). Els percentatges
de matèria orgànica disminueixen i els de carbonats augmenten,
encara que són semblants al nivell inferior (0,45% i 58,3% respectivament). La resta de trets texturals es repeteixen, excepte
per un increment de les sorres fines d'agregats procedents de
conductes radiculars (40%), i per la presència d'un important
percentatge de fracció llimosa, heteromètrica (fig. 9).
UE 14010
Es correspon amb al nivell inferior de l'estructura negativa
14. Es tracta d'un sediment format per argiles (més del 50%)
amb sorres i llims poc agregades de color grisencs de to blanquinós (blanc 5Y 8/1). Els seus trets texturals característics
són semblants als de la unitat anterior, encara que les sorres
són menys abundants i els processos de decantació són més
intensos. Des del punt de vista litològic les sorres procedents
d'agregats calcaris augmenten a un 20%. El percentatge de
matèria orgànica es relativament baix (0,63%) i el de carbonat càlcic es elevat (55%), amb coherència amb un sediment
en origen margós.
UE 10000
Es correspon amb el nivell superior de l'estructura negativa 10.
Es tracta d'un sediment format per argiles amb sorres i llims poc
agregats de color marró gris suau (10YR 6/2). Petits agregats
blanquinosos margosos i algunes graves d'igual origen que en la
resta de nivells. Les sorres son en aquest cas heteromètriques de
quars i calcària mate (90%) de color mel i transparents. El percentatge de matèria orgànica és alt, i el de carbonats, prou baix,
molt semblants als de la unitat estratigràfica inferior. També ho
és la distribució textural de la fracció fina.
UE 10010
Es correspon amb en nivell inferior de l'estructura negativa 10.
Es tracta d'un sediment format per argiles amb sorres i llims
poc agregades de color marró grisenc de to clar (gris 5 Y 6/1).
Petits agregats blanquinosos margosos. Amb relativament alts
percentatges de matèria orgànica (0,76%) i baixos percentatges
de carbonat (35,4%), possiblement en relació amb els trets del
substrat que li va servir d'origen. Els trets texturals són de nou
semblants a la resta de nivells amb dues modes entorn de les
sorres, però poc rellevants, i una important cua a les argiles més
fines. Els llims presenten una distribució anòmala, que podria
estar en relació amb la influència humana.
291
[page-n-299]
J. Pascual Beneyto, A. Ribera, M. Barberà, C. Ferrer, Y. Carrión, J. L. Pascual Benito, L. López, I. Hortelano i G. Pérez Jordà
2.2. dIScuSSIó
Fig. 9. Extracció de mostres per a anàlisi geomorfològica.
UE 1000
Es correspon amb el nivell inferior de l'estructura negativa
núm. 1. Es tracta d'un sediment format per argiles amb sorres
i llims poc agregats. Color marró grisenc (2,5Y 5/2) i gris molt
fosc (2,5Y 3/1). Formant agregats poc resistents i travessades
per pseudomicelis de carbonat blanquinosos. Abundants restes
vegetals carbonitzades molt integrades en el sediment. Són sorres homomètriques rodades de calcàries i quars mates (70%),
que emparenten amb el substrat margós calcari que constitueixen els farcits en l'estructura 14. Molt elevats percentatges de
matèria orgànica (3,42%) associables a la presència de carbó
vegetal generat a baixa temperatura –potser deguts a contaminació o contacte amb els farcits adjunts corresponents– i
percentatges de carbonat (59,6%) correlacionables amb les
margues calcàries.
La distribució textural mostra un sediment bimodal format
en condicions d'un flux hídric de baixa energia. La moda a les
arenes es prou significativa, i com en el cas de la mostra de
la estructura 19, denota una moderadament elevada energia. La
cua de fins a les argiles més fines respon a la decantació de la
fracció que transporta en suspensió. S'associa com la resta a un
model de glacis de molt baixa pendent.
292
Les mostres analitzades presenten trets característics que les
emparenten. Es tracta de sediments amb distribucions texturals
bimodals vinculats a components de fluxos hídrics de baixa i
moderada energia i fases de pèrdua total de l'energia i decantació. Són sediments típics de glacis de baixa pendent. Ara bé,
detectem almenys tres tipus de sediments. El que constitueix
l'estructura 1 (UE 1000) està clarament afectat per la presència
de restes antropogènics –com s'ha dit, potser deguts a contaminació o contacte amb els farcits adjunts corresponents–, encara
que el dipòsit no sembla posseir trets molt diferents als d'un
sediment natural. En tot cas presenta un enriquiment en la matèria orgànica i els carbonats, en relació amb la presència de
carbons i cendres, i un augment de la fracció llimosa. Sobre
això últim, certs autors (Capel, 1977; Serna, 1993) coincideixen
a assenyalar que el seu augment relatiu respondria a la presència d'activitats humanes. Encara que no podem descartar que
es dega a l'existència de corrents extractives menys selectives,
com fluxos liqüefactes, la hipòtesi antropogènica és coherent
amb allò expressat sobre les característiques químiques.
L'augment del percentatge de llims es produeix també en les
unitats estratigràfiques 14000, 10000 i 10010, en particular en
aquestes dues últimes, amb distribucions anòmales, que reforçarien la hipòtesi de l'alteració humana.
Els altres sediments tenen característiques menys afectades
per l'antropització. A la unitat estratigràfica 14010 predominen
els processos de decantació i a la unitat 19000 són més importants els processos de transport hídric de major energia.
Per altra banda, des del punt de vista de la presència de
matèria orgànica i carbonats, així com pel color del sediment,
s'identifiquen dos grans grups d'unitats. Les que presenten
baixos percentatges de matèria orgànica, elevats de carbonats i
color blanc, és el cas de les mostres de l'estructura 14, enfront
de les que posseeixen percentatges inversos i color gris en les
estructures 19 i 10. Sembla doncs que els canvis observats estarien més en relació amb els diferents orígens dels sediments
dels rebliments interiors en contacte, que amb processos edafosedimentaris contemporanis a la seua deposició.
En les unitats que conformen una successió estratigràfica,
en les estructures 14 i 10, observem com els percentatges de
matèria orgànica són majors en els nivells inferiors. Sent més
significativa la variació en l'estructura 14, coincidint amb les
anomalies en la distribució textural ja esmentades (fig. 10).
Com a conclusió podem afirmar que els nivells parietals de
les estructures estudiades mostren en general una baixa influència
de l'activitat humana, tot i que hem documentat un augment de la
fracció llimosa als nivells de l'estructura 10 i al nivell superior de
l'estructura 14, que podria significar que el substrat va estar afectat
per les activitats humanes al llarg del període d'ocupació.
Dins la uniformitat percebuda, que es mostra en les semblances documentades en els trets texturals, hi ha dues associacions remarcables: d'una banda hi ha dos tipus de substrat per
als nivells. Les mostres de les estructures 14 i 10 procedeixen
de margues calcàries terciàries. Les estructures 19 i 1 procedeixen en canvi de sediments poc carbonatats de color gris i amb
més matèria orgànica, que podríem associar a un substrat miocè diferent a la típica marga calcària o a formacions edàfiques
holocenes. D'altra banda, les unitats superiors semblen posseir
trets que indiquen un lleuger empitjorament en les condicions
[page-n-300]
Un nucli de sitges calcolítiques al Mas de Pepelillo (Agullent)
Fig. 10. Histogrames texturals de les mostres analitzades amb representació de fracciones en dimensions phi (eix d'abscisses) i percentatges
(eix d'ordenades).
ambientals, encara que tots en general reflecteixen unes condicions similars a les actuals, resultat d'una evolució des de
moments previs amb condicions més favorables (nivells edàfics
heretats). Això és coherent amb l'Holocè superior, amb posterioritat a l'Òptim Climàtic Holocè, que finalitzaria entorn del
6000 (Ferrer García, 2012) o del 5000 cal BP (Fumanal, 1995).
3. DESCRIPCIÓ DELS TREBALLS
Durant l'any 2007 s'havien desenvolupat treballs de desmunt per
a la urbanització del Polígon Industrial “El Pepelillo”. Malgrat
desenrotllar-se aquests sobre uns terrenys en què no només es
coneixia l'existència de dos jaciments arqueològics (Mas de Pepelillo 1 i El Molló), sinó que estaven perfectament documentats,
fitxats i inclosos en el PGOU d'Agullent, no es van desenvolupar els preceptius treballs arqueològics: excavació (possiblement
mitjançant sondejos), prospecció de les zones contigües als jaciments coneguts i seguiment arqueològic d'obres.
A finals de la primavera del 2007 es cursa per part de la
Direcció Territorial de Cultura una ordre de paralització cautelar dels treballs d'urbanització, quedant supeditada aquesta als
treballs arqueològics que es pugueren desenvolupar en la zona
objecte d'estudi (fig. 11).
Després dels resultats de successives visites realitzades en
l'àmbit territorial del Programa d'Actuació Integrada del Pepelillo, es va poder constatar que:
1. Pepelillo 1. Després de continus treballs de transformació
agrària realitzada prèviament als treballs d'urbanització, en la
zona coneguda com a Pepelillo 1, consideràrem en aquell moment la possibilitat que pugueren encara conservar-se subestructures, sobretot sitges –com les que es van descobrir a la dècada
dels 80 per part del Servei Arqueològic d'Ontinyent–. Aquestes
estructures eren en la seua totalitat de cronologia medieval islàmica. Després de diverses visites localitzàrem una zona al sud
de l'actuació en la qual es van observar abundants restes ceràmiques preferentment de cronologia andalusí. Es tractava d'un
Fig. 11. Fotografía de la zona des del
ponent, el 2008.
293
[page-n-301]
J. Pascual Beneyto, A. Ribera, M. Barberà, C. Ferrer, Y. Carrión, J. L. Pascual Benito, L. López, I. Hortelano i G. Pérez Jordà
espai en què els darrers treballs havien estat menys agressius,
pel que poguérem desprendre dels plànols i de les ortofotos en
aquesta zona, no obstant això, en les dècades dels 80 i 90 sí que
es van realitzar importants moviments de terra, sobretot de regularització de bancals. En aquell moment pensàrem que podien
encara conservar-se de manera parcial algunes subestructures.
2. El Molló. Pel que fa al jaciment del Molló observàrem
molt clarament que la part d'aquest existent al terme municipal
d'Agullent, tot i estar ben documentat i amb fitxa catàleg al PG
d'Agullent, havia desaparegut en la seua totalitat, és a dir, el
treballs d'urbanització havien destruït totalment el jaciment en
la part en la qual era més visible. Només poguérem localitzar
una mena de subestructura-abocador? –existent en l'enorme talús molt a prop del Camí d'Agullent a Ontinyent–. La resta de
jaciment, de menor intensitat, es troba –com es pogué constatar
per la visita a la zona– dins del terme municipal d'Ontinyent.
3.1. l'excaVacIó
Després d'obtinguts els preceptius permisos per part de la Direcció General del Patrimoni Cultural, de la Generalitat Valenciana,
iniciem els treballs d'excavació a “Mas de Pepelillo-2” el 25 de
març de 2008, finalitzant-los el 29 d'abril del mateix any. Amb
una màquina excavadora mixta vam començar a retirar la terra
vegetal existent en la zona que havíem marcat feia uns mesos, que
com s'ha indicat era on creiem que podia restar, ni que fora molt
parcialment, el jaciment andalusí del Pepelillo. El que primer ens
va sorprendre va ser que en superfície –ara molt llavada per les
pluges– apareixien gran quantitat de fragments de sílex: restes de
talla (resquills i trencalls), així com també alguns utensilis retocats. També observàrem algunes ceràmiques fetes a mà, sens dubte prehistòriques. La sorpresa va ser gran quan varen començar
a aparèixer les primeres estructures: cubetes i sitges on es van
localitzar també materials prehistòrics.
Netejàrem tota la zona, en total uns 3.000 m2, localitzant
22 estructures (fig. 12). Després de la neteja general del terreny
i de numerar les estructures realitzàrem un primer alçament
topogràfic iniciant l'excavació per la zona més elevada de la
parcel·la. Primerament retiràrem el sediment superficial i la resta de terra de conreu que restava, tal com s'ha dit, utilitzant una
excavadora amb cullera de neteja. Conforme anàvem netejant
apareixien en planta un bon nombre d'estructures fins a 22 en
total. Un cop desmuntat tot el terreny vam procedir a realitzar
un aixecament topogràfic i a continuació vam començar a excavar manualment les estructures per unitats estratigràfiques.
Metodològicament utilitzàrem el mètode Harris adaptant-lo a
aquest tipus d'estructures.
Evidentment realitzàrem els treballs de planimetria habituals, plantes i seccions de totes les estructures, nous aixecaments topogràfics amb les cotes, un ampli arxiu fotogràfic, així
com la recollida de mostres de sediments, carbons i tot tipus de
registre material per a posteriors anàlisis.
Utilitzàrem el cribratge doble amb aigua per, d'aquesta
manera, poder recollir restes materials de mida petita; també utilitzàrem la tècnica de flotació per poder recuperar sobretot llavors (resta relativament habitual en aquest tipus
d'estructures). Aquest cribratge amb aigua es va realitzar en
la pròpia excavació. Passàrem per la màquina de flotació més
de 450 litres de sediment, localitzant tan sols dues llavors en
294
les unitats estratigràfiques 5001 (estructura 5) i en la 12001
(estructura 12). També ens enduguérem al Servei Arqueològic
d'Ontinyent (MAOVA), una reserva de mostres de sediments
de les estructures per a futures anàlisis.
3.2. leS eSTrucTureS
En total s'excavaren 22 estructures de diverses grandàries i
morfologia. La majoria fosses i sitges de planta més o menys
circular i/o ovalada; també vam localitzar unes petites fosses de
funcionalitat incerta. Amb secció troncocònica n'hi ha quatre
que són: les núm. 10, 12, 15 i 19; l'estructura núm. 4, de petites
dimensions amb forma de gobelet; la núm. 20 és rectangular; i
la resta són cubetes o en alguns casos només quedaven uns 8 o
9 cm de fons com en la núm. 8 i la núm. 13. Les estructures més
profundes són les de secció troncocònica, superant la núm. 15
els 80 cm de profunditat, mentre que les altres es mouen entre
els 50/70 cm. Pràcticament totes tenen planta circular o ovalada,
menys la núm. 20 que ofereix una planta rectangular.
La majoria d'estructures presenten una sola unitat estratigràfica; però les estructures núm. 5, 6, 7, 10, 14 i 19 tenen un
farcit més complex amb més d'una unitat estratigràfica. Això no
obstant, l'estat del jaciment i la mateixa morfologia d'aquest, fa
que en general estiguem davant d'estratigrafies prou simples.
Solament matisos de color, major presència i variació de la fracció, així com l'existència o no de materials o la quantitat dels
mateixos, són altres dels factors que ens ajuden a diferenciar
les diverses UEs. Entre les estructures del jaciment destaquen:
Estructura 1: estructura subterrània amb una planta arrodonida prou irregular i secció en forma de cubeta. La base és plana
i regular. Les seues dimensions són 0,36 m de fondària màxima i un diàmetre màxim d'1,57 m. S'hi han diferenciat dues
unitats estratigràfiques: la primera, UE 1001, està formada per
nombrosos blocs, grans i mitjans, i algun còdol, molts d'ells –la
majoria– amb senyals de foc. Destaquen 10 fragments de parts
passives de molí de mà, així com 3 parts actives, una d'elles
sencera. La UE 1002 està formada per un sediment color marró molt obscur format per argiles amb 8 centímetres escassos
de mitjana. La fracció és escassa, tan sols algunes graves. El
sediment està ple de restes de foc: carbons i sediment ennegrit.
El material és quasi nul, sols un trencall de sílex i un fragment
atípic de ceràmica a mà. La base, és a dir la UE 1005, te clares
senyals de rubefacció (fig. 13, fig. 14).
Ens inclinem a pensar que es pot tractar d'una fossa de pedres calentes, feta per coure aliments, tipus d'estructura anomenada four polynésien o earth oven en la literatura i l'etnografia.
En l'etnografia s'assenyala que es tracta d'una mena de forn que
s'utilitza en ocasió de grans festes i celebracions, ja que consumeix una gran quantitat de llenya, ideal per cuinar l'animal
sencer. També se'ls atribueix el possible ús per bollir líquids,
inclús per produir vapor d'aigua (Miret, 2014: 58-61).
En general, i pel que fa a la seua funcionalitat darrera, la majoria
de sitges són abocadors, encara que desconeixem en alguns casos
el seu ús primigeni. La troballa de restes de llavors en les estructures 5 i 12, estructures tant de secció troncocònica com cilíndrica,
entra en la morfologia característica de les estructures utilitzades
com a contenidors de cereals, que es desenvolupen durant el neolític, tenint la seua expansió durant el IV mil·lenni amb la generalització del poblament en zones planes junt a llocs d'aprovisionament
d'aigua (fig. 15, fig. 16, fig. 17). Entre aquestes:
[page-n-302]
Un nucli de sitges calcolítiques al Mas de Pepelillo (Agullent)
Fig. 12. Planta general del sector excavat.
Fig. 13. Estructura 1.
Estructura 5: estructura de planta circular, amb secció en
forma de cubeta, amb un diàmetre màxim d'1,18 m i una fondària màxima de 0,38 m. La base és regular i plana. S'hi han
diferenciat dues unitats estratigràfiques, de les quals la UE 5001
arriba fins a -28/30 cm de fondària i està formada per un sediment color marró obscur argilenc i amb arenes, cohesionat però
poc compactat. La fracció és escassa i de mida mitjana. El material és variat: ceràmica, sílex, pedra polida, fang cuit, carbons.
La UE 5002 només té uns 6 cm de potència. El sediment és de
color marró clar amb presència d'arenes i restes calcàries. Apareix cohesionat i més compactat. La presència de materials disminueix, sols dos fragments ceràmics atípics i un fragment de
fang cuit. La fracció és escassa o nul·la (fig. 18, fig. 19, fig. 20).
Estructura 12: estructura de planta circular amb secció
troncocònica. El diàmetre màxim de la planta superior és
d'1,32 m i el de la planta inferior d'1,73 m. La fondària màxi295
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J. Pascual Beneyto, A. Ribera, M. Barberà, C. Ferrer, Y. Carrión, J. L. Pascual Benito, L. López, I. Hortelano i G. Pérez Jordà
Fig. 14. Estructura 2.
Fig. 15. Estructura 3.
Fig. 16. Estructura 6.
ma és de 0,78 m. Presenta una base irregular. Sols s'hi ha diferenciat una unitat estratigràfica, UE 12001, amb un sediment
color marró obscur. Presenta arenes i argiles i es troba molt
compactat i cohesionat. La fracció és escassa i mitjana. El material és prou abundant i variat: ceràmiques, carbons, sílex,
malacofauna, fang cuit i pedra polida.
296
L'estructura 4 és de planta circular i secció en forma de
cubilet. El seu diàmetre màxim és de 0,38 m i la fondària de
0,30 m. La base és regular i plana. S'hi ha diferenciat una
única unitat estratigràfica, UE 4001, formada per un rebliment de color marró obscur amb tonalitats grises i negres. El
sediment es troba compactat i cohesionat i farcit de carbons,
[page-n-304]
Un nucli de sitges calcolítiques al Mas de Pepelillo (Agullent)
Fig. 17. Estructura 7.
Fig. 18. Estructura 13.
Fig. 19. Estructura 16.
sent-ne l'única evidència arqueològica. No hi ha fracció ni
cap altre tipus de material. Pensem que pot tractar-se d'un
forat de pal, les restes de carbons i cendres són restes característics d'aquest tipus d'estructures. Estaria en relació amb
dues estructures properes, la núm. 5 i la núm. 3, relacionades,
perquè no, amb una unitat d'habitació.
L'estructura 20 (fig. 21), de planta rectangular de petites dimensions: 0,48x0,20x0,07, de cronologia imprecisa en la qual
sols localitzàrem un fragment ceràmic de data incerta, però que
la trobem junt a d'altres, d'estructures, totes elles clarament
prehistòriques. Això no obstant la seua morfologia i dimensions s'avindrien prou bé amb un clot per plantar vinya, ja de
297
[page-n-305]
J. Pascual Beneyto, A. Ribera, M. Barberà, C. Ferrer, Y. Carrión, J. L. Pascual Benito, L. López, I. Hortelano i G. Pérez Jordà
Fig. 20. Estructura 19.
Fig. 21. Estructura 20.
Fig. 22. Dibuix de planta i tall
de les estructures negatives.
298
[page-n-306]
Un nucli de sitges calcolítiques al Mas de Pepelillo (Agullent)
cronologia històrica, antiga o medieval, com els documentats
per exemple al Bancal del Cel –Ontinyent– (post s.VII) o a la
Cooperativa –la Font de la Figuera– (possiblement romans),
per citar només alguns exemples propers al jaciment. El fet de
no documentar-ne altres immediates, com caldria esperar, contribuiria a indicar-nos el greu estat d'arrabassament de la zona
previ als nostres treballs.
Estructura 19: estructura amb planta circular, secció troncocònica i base regular i plana. El diàmetre màxim de la planta
superior és d'1,47 m i el de la planta inferior d'1,59 m. La seua
fondària màxima és de 0,62 m. Hi diferenciem dues unitats estratigràfiques. La UE 19001 està formada per un sediment color
marró constituït per argiles. Es troba compactat però poc cohesionat i té algunes arenes. La fracció és escassa i sols són petits
còdols. El material és regular i variat: fang cuit amb forma, fauna,
carbons, sílex, malacofauna marina i ceràmiques. També hi ha
part passiva i activa de molí de mà. La UE 19002 la identifiquem
als 0,50 m de fondària i està formada per un sediment color marró
clar constituït per arenes i argiles. Està molt compactat i cohesionat i la fracció és prou abundant i de mida mitjana i gran. Hi ha
ceràmica, fang cuit, fauna i carbó. La gran quantitat de fang cuit
localitzat en aquesta estructura, com ara els dos “capfoguers” i altres fragments que presenten cares planes, arrodonides, marques
de branques, etc., fa pensar en alguna funció relacionada amb el
foc (forn...); l'estructura núm. 10 també ens ha proporcionat una
gran quantitat de fang cuit.
Altres estructures suposem que poden ser directament abocadors, fets ex professo, sitges, o fosses per a altres usos que ara
se'ns escapen, com per exemple l'extracció d'argiles, etc.
La presència de restes materials no és directament proporcional, encara que podria semblar-ho, a les dimensions de les estructures. Així, destacar com l'estructura 11, la 16 i la 14, totes elles
prou arrasades, contenien abundants materials; mentre la 15, de
grans dimensions, a penes va proporcionar material arqueològic.
Tampoc la distribució espacial de les estructures, fins i
tot obviant la seua suposada cronologia relativament diversa,
ens dóna base per a cap conclusió, car aquesta distribució és
enormement irregular i/o atzarosa. Sobta, una vegada més, que
el que hem trobat siguen clarament restes de sitges, segons
creiem, però de les que en cap cas es conserva més d'una tercera part. Aquesta conservació tan parcial de les estructures
ens dóna a entendre que l'espai ha sofert fenòmens de destrucció o transformació de gran abast i que desconeixem absolutament. En aquest cas més encara perquè ja vam trobar desfigurada la seua ubicació topogràfica en el entorn. Tot i això, per
les anàlisis de les fotografies i plànols anteriors, sembla clar
que la ubicació d'aquest nucli de sitges no estava en la major
altura relativa de l'interfluvi, com sol ser més corrent, sinó en
un vessant suau (fig. 22).
4. ELS MATERIALS
4.1. la ceràmIca
La indústria ceràmica està formada per 1.080 fragments, 929 són
atípics, la resta, és a dir, 151, està formada per llavis, elements
de prensió, bases i fragments decorats. La majoria de les pastes
estan poc cuidades, amb desgreixants de dimensions mitjanes,
trobant-se ben representades les mides mitjanes i grosses.
Les superfícies, com és obvi en una col·lecció en què una part
està formada per recollida superficial, es troben prou erosionades,
encara que hi ha superfícies tractades, allisades i brunyides.
Entrant ja en l'anàlisi més detallat de la indústria ceràmica, en
el Pepelillo hem trobat un total de 107 llavis, sent els més nombrosos els arrodonits, el que representa el 85,9% amb 92 efectius;
després, amb presència molt modesta estan els apuntats, engrossits
externs, els dos amb el 4,6% i 5 peces respectivament, i el plans
amb 3 peces i un 2,8%, i els bisellats arrodonits amb 2 (1,8%).
Els elements de prensió són extraordinàriament escassos amb
un total de 9 mamellons de distintes dimensions i una ansa de cinta. Pel que fa a les bases, en són 7, totes elles planes o aplanades.
A pesar de tractar-se d'una actuació tan limitada i un conjunt
tan escàs, el grup de fragments decorats és nombrós i interessant. En total hi ha 27 fragments decorats, el que representa un
2,5% sobre el total de fragments ceràmics. Entre aquests destaquen els de decoracions pentinades, tan solament interiors com
solament exteriors, així com interiors i exteriors, 13 fragments,
és a dir, el 48,1%; per darrere estan les incises amb 6 i un 22,2%,
4 amb cordons i un 14,8%, 3 impreses amb instrument amb punta (11,1%) i 1 fragment amb unglades (3,7%).
Pel que fa a les formes, la fragmentació de la col·lecció ha
fet que tan sols hi hem pogut identificar 11 formes. El mètode
d'anàlisi del material ceràmic ha seguit les pautes que va establir J. Bernabeu (1989) per al neolític del País Valencià, que en
posteriors publicacions ha patit algunes petites variacions (Bernabeu et al., 1993 i 1994). Hi dominen les formes de classe A i
B amb 4 efectius cadascuna. La classe A es conforma en 3 escudelles, és a dir grup 1, i un plat o font de perfil compost, grup 3
tipus IB amb lleuger perfil en S. La classe B, tots 4 són del tipus
I bols hemisfèrics i/o globulars. La classe C està formada per
dos vasos del grup 14 tipus I, és a dir, vas troncocònic amb perfil sortint, amb base còncava o plana. I de la classe D tenim un
exemplar del grup 14 amb un fragment d'una ansa de cullerot.
Allò que fa més interessant la indústria ceràmica del Pepelillo és el petit conjunt de ceràmiques decorades:
Un primer fragment, procedent de recollida superficial (fig.
23, 3), del cos d'un vas, decorat amb bandes farcides de petites
impressions fetes amb una “gradina” o petita pinta, combinades
amb bandes lliures de decoració, amb una superfície que conserva restes d'allisada i que combina cocció oxidant i reductora. El
desgreixant es petit quasi inapreciable. Es tracta d'un fragment
campaniforme marítim imprès de la varietat “Herringbone”.
De l'estructura 2, UE 2001, tenim dos petits fragments decorats: el primer, 2001.63, petit fragment ceràmic del cos, possible
carena, cocció oxidant exterior i reductora interior, desgreixant
petit i decoració a base de bandes impreses amb instrument o
“gradina”, amb bandes lliures. La superfície es troba molt erosionada (fig. 23, 2). L'altre fragment, 2001.62, és un petit fragment del cos amb cocció oxidant tant en el seu interior com
en l'exterior, desgreixant molt petit i decoració feta també amb
bandes impreses d'instrument o “gradina” i amb bandes lliures.
Encara que la superfície es troba erosionada, hi resten senyals
de brunyit (fig. 23, 1).
L'últim fragment clarament campaniforme el localitzàrem
també en l'estructura 2, UE 2001 (2001.60). Es tracta d'un
fragment d'un petit bol hemisfèric, amb llavi arrodonit, cocció
reductora i superfície brunyida, no erosionada. El vas es troba
decorat amb bandes confeccionades amb la tècnica d'incisió i
299
[page-n-307]
J. Pascual Beneyto, A. Ribera, M. Barberà, C. Ferrer, Y. Carrión, J. L. Pascual Benito, L. López, I. Hortelano i G. Pérez Jordà
Fig. 23. Material ceràmic.
farcides amb un reticulat fet també amb línies incises, deixant
bandes lliures sense decorar (fig. 24, 5). Aquest últim fragment
característic de moments post marítims, varietat incisa dins del
campaniforme valencià, que conviu amb varietats pseudo excises, molt semblant a alguns vasos del Promontori (Bernabeu,
1984: 77; Ruiz, 1990: 77).
L'existència en l'estructura nº 2 de dues varietats campaniformes que en principi tindrien cronologies, orígens i morfologia diferents pot obeir al fet que en el darrers moments de la tradició campaniforme marítima convivien ceràmiques d'aquesta
tradició amb les primeres varietats autòctones (fig. 25).
Fig. 24. Material ceràmic.
300
En aquests moments els jaciments coneguts al País Valencià
que presenten dins dels seu repertori restes materials ceràmiques
assignables al campaniforme marítim i/o epimarítim en són 18.
Fent una breu síntesi trobem restes ceràmiques marítimes de la
variant Cordada (AOC) a Vil·la Filomena (Vila-real) (Bernabeu,
1984: 119, làm. 1), a la Cueva Merinel (Bugarra) (Aparicio, 1991:
fig. 2), i a la Vital (Gandia) (Pérez Jordà et al., 2011: 198, fig.
14.9), així com campaniforme mixt (Z/ZM) també a Vil·la Filomena (Bernabeu, 1984: 120, làm. 2-8 i 9), la Vital (Pérez Jordà
et al., 2011: pàg. 198, fig. 14.10) i la cova de l'Absis de Morella
(Andrés Bosch, 2005: fig. 6 i 9; Soler, 2014: 75).
[page-n-308]
Un nucli de sitges calcolítiques al Mas de Pepelillo (Agullent)
Fig. 25. Material ceràmic.
Campaniforme marítim imprès (ZM(H)) el trobem a
la cova de les Aranyes (Alzira) (Bernabeu, 1984: 333, fig.
1-A1), la cova de la Recambra (Gandia) (Bernabeu, 1984: 36,
fig. 4-R1 i R2), la cova del Conill (Cocentaina) (Bernabeu,
1984: 83, fig. 51.1; Pascual Benito, 1988: 138, fig. 23-1 a 6),
la cova del Negre (Cocentaina) (Pascual Benito, 1988: 152,
fig. 1), el camí de l'Alfogàs (Bèlgida) (Bernabeu, 1984: 35,
fig. 3.2), la cova de Bolumini (Alfafara) (Bernabeu, 1984: 72,
fig. 40.3), Serrella (Banyeres) (Pascual Beneyto, 1993: 123,
fig. 12), Las Espeñetas (Orihuela) (Bernabeu, 1984: 72, fig.
40.3), la covarxa 2 de can Ballester (Gusi i Olaria, 1979: 3996), la cova Santa (la Font de la Figuera) (Bernabeu, 1984:
124, làm. 6-Cs 1), i Pepelillo (Agullent).
Assenyalem l'existència, dins de l'horitzó marítim imprès, tant en la cova del Conill (Bernabeu, 1984: 84, fig. 51.2;
Pascual, 1989: 137, fig. 22.13) com en la cova de l'Absis de
Morella, de la variant marítima lineal.
A més se sumen amb decoració epimarítima, tant amb
estil compost com geomètric, els jaciments de: cova de les
Aranyes (Bernabeu, 1984: 33, fig. 1-A2 i A3), cova dels Gats
(Alzira) (Bernabeu, 1984: 45, fig. 13.1), camí de l'Alfogàs
(Bernabeu, 1984: 34, fig. 2.1), sima de la Pedrera (Benicull)
(Bernabeu, 1984: fig. 11.3; Aparicio, 1978: 83, fig. 8), cova
de les Cendres (Moraira) (Vento, 1986: 121, fig. 2.2 i 124,
fig. 5.2; Bernabeu i Molina, 2009: 68, fig. 38-310 i 216), les
Moreres (Crevillent) (González Prats i Ruiz, 1994) i Las Espeñetas (Bernabeu, 1984: fig. E2).
Ens interessa destacar que, del total, 11 jaciments són en
cova, en alguns cohabiten tradicions campaniformes marítimes junt a d'altres postmarítimes, amb clara continuïtat cro-
nològica. Així trobem que en la Cueva de Merinel de Bugarra
conviuen ceràmiques cordades (AOC) amb d'altres incises.
A la sima de la Pedrera de Polinyà del Xúquer, ceràmiques
impreses epimarítimes amb postmarítimes (incises); a la
cova dels Gats d'Alzira ceràmiques impreses epimarítimes
amb ceràmiques postmarítimes (incises i pseudoexcises); a la
cova de la Recambra de Gandia ceràmiques impreses marítimes (ZM(H)) amb ceràmiques incises, a la cova Santa de la
Font de la Figuera ceràmiques impreses marítimes (ZM(H))
amb d'altres incises i pseudoexcises, i per últim a la cova de
les Cendres de Teulada-Moraira impreses epimarítimes amb
incises i pseudoexcises.
Quatre jaciments, per la seua banda: la Vital, camí de
l'Alfogàs, Vil·la Filomena i el Pepelillo, són jaciments a l'aire
lliure en pla amb subestructures: sitges i fosses... seguint la tradició que s'havia generalitzat durant el IV mil·lenni. D'aquests,
en la Vital, per ara, sols existeixen vasos de l'horitzó marítim; en tots els altres hi ha variants marítimes i postmarítimes.
D'aquesta manera al camí de l'Alfogàs de Bèlgida conviuen
ceràmiques impreses marítimes (ZM(H)), epimarítimes i postmarítimes (incises); a Vil·la Filomena (Vila-real) les varietats
cordades tant (AOC) com (C/ZM) junt amb d'altres clarament
postmarítimes (incises), i en el cas que ara ens ocupa veiem
la existència en Pepelillo de ceràmiques impreses marítimes
(ZM(H)) al costat d'un fragment postmarítim (incís).
Tres jaciments, les Moreres, Las Espeñetas y Serrella, responen a jaciments en altura, alguns com les Moreres amb defenses amb –en principi– un model d'assentament que es generalitzarà durant l'edat del bronze. Tots tres jaciments situats al sud
del País, dos d'ells amb ceràmiques campaniformes de l'horitzó
marítim (ZM(H)), tant a Serrella, junt a la capçalera del riu Vinalopó, com a Las Espeñetas. Pel que fa a les Moreres, amb
ceràmiques epimarítimes. Tots tres presenten juntament amb les
ceràmiques campaniformes impreses marítimes d'altres postmarítimes, incises i pseudoexcises.
Per altra banda, les ceràmiques pentinades presenten un
percentatge exagerat amb el 48,1%; aquest es deu, sense dubte,
a les circumstàncies particulars del jaciment. Aquestes ceràmiques les tenim presents a la cova de la Sarsa, la cova de l'Or
i la cova de les Cendres des dels primers moments del neolític, encara que es tracta d'un tipus decoratiu en aquests primers
moments del NIA solament testimonial, inferior al 2%; serà a
partir del NIB1 que les pentinades se situen entre el 6 i el 12%,
arribant en el NIB2 fins al 18,2%. Aquest tipus decoratiu, en
ocasions considerat sols com un tractament de les superfícies i
no com una decoració, fou aïllat a partir dels nivells VII i VI de
Cendres. Bernabeu caracteritzà el NIC, o Horitzó de ceràmiques
pentinades que va passar del 20% fins al 64,6% del total de les
decoracions, variant el percentatge si considerem sols el fragments o els vasos. Les ceràmiques pentinades perduraran durant
tot el neolític II fins arribar a l'HCT.
4.2. el Sílex
La indústria lítica tallada del jaciment del Pepelillo està constituïda per un total de 241 peces, de les quals el major volum,
és a dir, 174, provenen de la recollida superficial. Assenyalar
que quan vam començar a treballar trobàrem la superfície molt
rentada –feia uns mesos que s'havia desbrossat– i les restes materials lítiques es veien fàcilment.
301
[page-n-309]
J. Pascual Beneyto, A. Ribera, M. Barberà, C. Ferrer, Y. Carrión, J. L. Pascual Benito, L. López, I. Hortelano i G. Pérez Jordà
Només 67 peces procedeixen dels treballs d'excavació.
El sílex el localitzem en 12 de les 22 estructures, destacant la
presència d'aquest material arqueològic en la nº 12 i la nº 14
(amb 15 i 13 restes respectivament).
El sílex és la matèria emprada en la confecció de la indústria
lítica en pedra tallada del Pepelillo. Trobem força varietat entre
els tipus de sílex utilitzats: blancs, melats, rosencs, etc. (fig. 26).
Els productes de talla constitueixen el major nombre de restes, 218 (taula 1). Entre els resquills i els fragments indeterminats
superen el 52% del total, seguit de les ascles 17,8%, les fulles i
fulletes 10,5%, els nuclis –la majoria esgotats o molt esgotats–
5,9%. Testimonials són les làmines de cresta i les taules de revifat. Les fulles/fulletes i ascles amb senyals d'ús representen el 2,7
de les restes de talla –utillatge no retocat–. Com hem assenyalat,
els nuclis ens han arribat en un estat d'esgotament molt avançat;
això suposa que la majoria siguen de mida molt reduïda. Destaquen pel seu nombre els nuclis per extreure ascles, predominant
els informes, seguits dels piramidals, discoides i prismàtics.
Els treballs de talla estan ben presents en el jaciment, encara
que la major part de les restes s'han localitzat en les recollides
superficials. D'entre les estructures excavades destaca la nº 12
amb 14 productes de talla.
Fig. 26. Material lítics.
Taula 1. Pepelillo. Sílex. Restes de talla.
Estructures
2
UE
2001
Senyals d'ús
Sobre ascla
Sobre fulla/fulleta
Restes de talla
Fulles/fulletes
1
Ascles
Trencalls
1
Resquills
Informes
Làmina de cresta
Tauleta de reavivat
Nuclis
Total
2
302
5
5001
9
10
11
12
14
14
15
16
17
18
19
Sup/Net Total
9001 10001 11001 12001 14001 14002 15001 16001 17001 18001 19001
1
1
1
1
1
1
1
2
1
1
1
1
1
3
3
2
2
3
1
1
1
3
1
2
2
1
3
2
6
4
4
1
2
1
5
1
13
1
5
19
21
43
55
18
1
1
7
166
23
39
52
62
22
1
1
13
218
3
1
6
4
3
1
3
1
[page-n-310]
Un nucli de sitges calcolítiques al Mas de Pepelillo (Agullent)
Fig. 27. Sílex.
L'utillatge retocat és molt escàs: 23 peces, (taula 2) de les
quals pràcticament la meitat procedeix de la recollida superficial i de la neteja: un total de 9. Les fulles retocades ocupen una
primera posició en el volum de les peces retocades del Pepelillo,
un 45% del total. Destaquen les que posseeixen retocs marginals, sobre les de retoc abrupte i pla-invasor respectivament. El
segon grup tipològic per importància són les ascles retocades,
un 27% del total, normalment amb retocs simples, marginals i
continus. Testimonials són les osques/denticulats amb dues peces, 9%, una punta de fletxa, un raspador, un trepant i una dent
de falç.
En resum la indústria lítica del Pepelillo és característica del
III-IV mil·lenni aC, en general del neolític. La seua escassetat fa
que les valoracions i percentatges tinguen un valor mínim. Tanmateix destaca la important component laminar de la indústria –
observada en els materials de recollida superficial–, la presència
del retoc pla-invasor: en fulles/fulletes, punta de fletxa i alguna
ascla. Pel que fa a la punta de sageta, és del subtipus d'aletes
incipients i agudes, i peduncle curt, segons Juan-Cabanilles
(2008). Es tracta d'un grup de puntes característic del neolític
avançat i de l'eneolític. Les d'aletes incipients agudes, encara
que en percentatges no gaire significatius, estan més presents
en moments finals de l'Ereta del Pedregal (Ereta III i IV), en
context clarament campaniforme, si bé sense arribar a la significació del subtipus amb aletes agudes i peduncle desenvolupat,
rases o sobrepassades (fig. 27, 28 i 29).
Juan-Cabanilles (2008: 171) anota, seguint allò que va indicar J. Bernabeu (1984), que les serres i dents de falç, encara
que característiques i quasi exclusives de l'edat del bronze,
disposen d'antecedents en els moments finals del neolític
(Neolític IIC), i fins i tot una mica anteriors a aquest moment.
També destaca la dent de falç, morfològicament diferent als
elements de falç (Fortea, 1973; Martí, 1977 i 1983). Bernabeu, basant-se en les troballes del Bancalico de los Moros a
Redován (Ros Dueñas, 1980), observa que la dent de falç, considerada com a fòssil director de l'edat del bronze al País Valencià, apareix abans, així com passa en el sud-est peninsular
(Bernabeu, 1984). En el poblat de Redován apareixen dents de
falç junt amb materials campaniformes; açò ho podem veure
en els jaciments d'Orce (Shule i Pellicer, 1966) i en la fase V
de Montefrío (Arribas i Molina, 1979). Treballs posteriors i
més propers no fan més que constatar-ho, i així trobem dents
de falç en moments cronològics precampaniformes: en la cova
del Racó Tancat i la cova del Balconet (Cocentaina) (Pascual,
1988), amb elements del Neolític IIB; en contextos campaniformes: en la cova del Llidoner (Cocentaina), la Cueva Oriental de Salvatierra (Villena) (Soler, 1981; Guitart, 1987), en el
nivell III de l'Ereta del Pedregal (Navarrés) (Pla et al., 1983),
la cova dels Anells (Banyeres) (Aparicio, 1981), en Casa de
Lara (Villena) (Guitart, 1987), Molí Roig, l'Illa.
L'altre tipus de clara filiació neolítica, poc present en els
moments darrers (EP III), és el trepant sobre fulleta fracturada, de punta curta i retoc abrupte i directe, seguint JuanCabanilles (2008).
Taula 2. Pepelillo. Sílex. Material retocat.
Estructures
UE
Fulles i fulletes retocades
Retoc marginal
Retoc invasor
Vora abatuda
Escotadura
Mosses i denticulats
Fulla/fulleta amb mossa
Puntes de sageta
Peduncle
Raspador
Trepant
Dents de falç
Ascles retocades
Total
5
9
10
11
12
14
19
5001
9001
10001
11001
12001
14001
19001
2
1
1
1
1
1
1
Total
Neteja
1
1
5
1
10
4
2
3
1
2
2
1
1
1
2
1
6
9
23
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
3
5
2
303
[page-n-311]
J. Pascual Beneyto, A. Ribera, M. Barberà, C. Ferrer, Y. Carrión, J. L. Pascual Benito, L. López, I. Hortelano i G. Pérez Jordà
Fig. 28. Selecció de
peces de sílex.
Fig. 29. Selecció de
peces de sílex.
4.3. la Pedra
Fig. 30. Pedra polida.
304
Els estris de mòlta són abundants, la majoria fragments, sobretot
parts passives que en total sumen 11, per 5 d'actives, en aquest
últim cas amb 3 de senceres. Sobresurt el cas de l'estructura 1,
en la qual aparegueren 9 fragments de molí, 6 parts passives i 3
d'actives, en un farcit pràcticament estèril, amb una estructura de
planta força irregular i secció en forma de cubeta amb base plana i
regular amb un diàmetre màxim d'1,57 m i tan sols 0,36 m de fondària màxima. El sediment destaca per la gran quantitat de matèria
orgànica, sediment profundament ennegrit amb abundants carbons;
ben bé es podria tractar d'una estructura de combustió.
També assenyalar l'existència d'una maça de morter amb
restes de poliment localitzada a l'estructura nº 12.
De pedra polida les restes són molt escasses, tan sols uns
fragments informes de la recollida superficial i, en l'estructura
nº 12, una aixa sencera (fig. 30).
En pedra, a part dels estris de mòlta dels que ja s'ha parlat,
destaquen dos braçalets de pedra calcària, un amb una secció
més o menys quadrada i l'altre clarament ovalada; es tractarà
d'ells en l'apartat d'ornat.
[page-n-312]
Un nucli de sitges calcolítiques al Mas de Pepelillo (Agullent)
4.4. el Fang cuIT
4.5. la Fauna
Es tracta de la resta material més abundant després de les
ceràmiques i les restes lítiques, en total 177 fragments. El
fang cuit és molt abundant en dues estructures. En la 10, tant
en la UE 10001 com en la 10002, alguns dels fragments presenten formes, cares planes, arrodonides i d'altres amb marques de brancatge. L'altra estructura és la 19, on destaquen
alguns fragments, de mitjanes i grans dimensions, i dos fragments de “capfoguer”. Aquests dos són de forma cilíndrica i
un d'ells presenta una clara perforació, trobant-ne paral·lels
en Niuet (Bernabeu et al., 1994: 38) i en la Mola Alta de
Serelles (Trelis, 1984). La funcionalitat d'aquestes peces
sembla ser de suport en estructures de combustió; la resta
de peces de fang semblem restes d'elements de construcció,
fragments d'estructures domèstiques d'emmagatzematge,
combustió, etc. (fig. 31). En la neteja superficial va aparèixer
un fragment de grans dimensions informe de més de 2 quilos,
pròxim precisament a l'estructura 19.
Al jaciment del Pepelillo només s'han identificat dues estructures que han proporcionat restes faunístiques. Aquestes, però,
són molt escasses i no ens han permès conèixer molta informació sobre les espècies presents en el jaciment.
Estructura 19, UE 19.001: En aquesta estructura s'ha recuperat una única resta faunística en molt mal estat de conservació
i trencada en nombrosos fragments. Es tracta d'una diàfisi de
metapodi de boví (Bos taurus). El grau d'alteració que presenta
a causa de les condicions postdeposicionals ens impedeix obtenir-ne més informació. Així, ha estat impossible detectar tant
marques de carnisseria com alteracions d'origen animal (mossegades o rosegat).
Estructura 10, UE 10.001: Les restes faunístiques localitzades en aquesta estructura són una mica més nombroses.
Ací també s'ha identificat una resta de boví (Bos taurus). Es
tracta d'una diàfisi de radi, que també es troba molt afectada
per processos postdeposicionals, de manera que tampoc s'han
identificat marques de carnisseria ni alteracions d'origen animal (mossegades i/o rosegats) en la seua superfície. A aquesta
resta, cal afegir la presència de dos fragments de diàfisi indeterminats, que semblen pertànyer a espècies de talla mitjana
(mesofauna) com ovicaprins o suids, encara que la deficient
conservació dels mateixos ens impedeix una major aproximació a nivell taxonòmic.
Donada la pràctica inexistència de restes faunístiques al jaciment del Pepelillo, com la seua deficient conservació, ens és
impossible inferir dades de l'economia o de l'ecosistema que
l'envoltava.
4.6. la malacoFauna I l'ornaT
Fig. 31. Fang cuit.
Entre la malacofauna recuperada a Pepelillo el gènere millor
representat és Glycymeris sp., amb un total de vint-i-tres restes
pertanyents a un nombre mínim de set valves. La major part de
les restes són fragments de petita mida amb fractures no erosionades, pel que es trencaren al jaciment. Només dues valves
es conserven completes amb una altura al voltant de 50 mm,
una d'elles amb el “natis” perforat per erosió natural, i l'altra
no erosionada però faltant-li bona part de la vora per fractura
actual. L'altra resta de mol·lusc d'origen marí és un fragment
de dimensió molt petita pertanyent a la xarnera d'un bivalve indeterminat. Els mol·luscs continentals es redueixen a un exemplar complet de Pseudotachea splendida i a un petit fragment
d'helicidae indeterminat.
La presència de valves de Glycymeris resulta molt freqüent
en contextos d'hàbitat a l'aire lliure del neolític final/calcolític (finals del IV i gran part del III mil·lenni aC) de la regió
central del Mediterrani peninsular, on apareixen en un nombre
elevat, constituint el gènere millor representat, amb percentatges que superen sempre la meitat de les restes, entre el 51 i el
87% (Pascual Benito, 2008). Com ocorre al conjunt del Pepelillo, es constata en tots els jaciments una selecció d'aquestes
petxines en base a la seua mida, doncs la major part supera els
40 mm d'alçària. Bona part de las valves es troben afectades
per l'erosió marina en major o menor mesura, fet indicatiu
que la seua recollida es va dur a terme en la platja, una vegada
mort l'animal. Aquests factors, units a la mateixa morfologia
còncava, a la consistència d'aquestes petxines, a més del que
305
[page-n-313]
J. Pascual Beneyto, A. Ribera, M. Barberà, C. Ferrer, Y. Carrión, J. L. Pascual Benito, L. López, I. Hortelano i G. Pérez Jordà
s'observa en alguns exemplars d'altres jaciments, apunta al fet
que bona part de les valves d'aquest gènere foren recollides per
a la seua utilització com a eines, com ara petits contenidors de
matèria colorant o com a allisadors/gratadors. El fet que es documente alguna valva amb el “natis” perforat no indica necessàriament que fóra utilitzada com a elements d'ornat com s'ha
considerat tradicionalment, ja que les que presenten perforació
antròpica solen tindre una grandària reduïda, notablement inferior a la mitjana (taula 3).
Taula 3. Malacofauna documentada al Mas de Pepelillo.
Estructures
Glycymeris violacescens
Glycymeris sp.
Bivalv indeterminat
Pseudotachea splendida
Helicidae indeterminat
10
11
2
5
1
1
1
12
2
3
14
19
1
1
Total
2
12
1
1
1
Respecte als dos fragments de braçalets de pedra trobats
en superfície (fig. 32), un d'ells està fabricat amb pedra calcària blanca, de secció el·lipsoïdal i superfície molt erosionada, i l'altre amb pedra gris fosca, quasi negra, d'estructura
compacta i granulosa, observant-se cristalls en una de les
fractures. El primer presenta unes característiques semblants
a un altre trobat a la Cova de les Cendres en nivells del neolític IC (Pascual Benito, 2009: fig. III.169: 9), encara que
els braçalets de pedra calcària o de marbre tenen una gran
amplitud cronològica: apareixen en un moment avançat del
neolític antic i són freqüents en assentaments del neolític final i de l'horitzó campaniforme, perdurant fins a l'edat del
bronze. El segon braçalet del Pepelillo posseeix una morfometria, color i acabat semblant als fabricats amb esquist,
els quals es documenten en jaciments valencians de manera
exclusiva en el neolític antic.
Fig. 32. Braçalets de pedra polida.
306
En definitiva, resulta complicat assegurar la contemporaneïtat dels fragments de braçalet trobats en superfície amb
les estructures de cronologia campaniforme del jaciment, podent indicar una ocupació anterior de la zona no localitzada en
aquesta intervenció.
4.7. elS carbonS: la VegeTacIó llenyoSa
al maS de PePelIllo
Al Mas de Pepelillo s'ha recuperat carbó procedent del rebliment de 14 estructures, que han ofert quantitats dissemblants
de material, sent escàs en algunes, però prou representatiu en
altres. En tot cas, el conjunt de les restes recuperades (346 fragments) constitueix una mostra de la vegetació llenyosa existent
en l'entorn, i que va anar a parar a l'interior de les estructures
mitjançant processos antròpics i/o naturals. Al jaciment no s'ha
localitzat clarament una àrea d'hàbitat o d'activitat més enllà
d'un conjunt d'estructures excavades, pel que resulta difícil relacionar el carbó amb una activitat antròpica concreta. Algunes
estructures poden associar-se a sitges, encara que d'altres són de
funcionalitat indeterminada i només una (l'estructura 4) correspon a un possible forat de pal.
Les estructures negatives, cas de les sitges, s'utilitzen
freqüentment com a abocadors d'escombraries quan deixen
d'utilitzar-se per al seu ús original; també és freqüent que es
rebleixen unes estructures abandonades amb el sediment resultant d'excavar-ne de noves, de manera que sempre hi ha un
cert grau d'incertesa quant a l'origen i cronologia dels materials
trobats a l'interior. En tot cas, els carbons procedents d'un conjunt d'estructures excavades poden arribar a oferir una imatge
coherent de la vegetació llenyosa existent en els voltants del lloc
(Bernabeu y Badal, 1990; Gómez Puche et al., 2005; Carrión
Marco, 2009; Pérez Jordà i Carrión Marco, 2011; García Puchol
et al., 2014).
Al Mas de Pepelillo, el fet que la fusta estiga carbonitzada, remet sens dubte al seu pas per un foc, domèstic o natural (un incendi, per exemple). Per l'aparença molt poc rodada
dels fragments de carbó, així com la gran mida d'alguns d'ells,
ens inclinaríem a pensar en un origen no llunyà al lloc de les
estructures. En alguns casos, el conjunt de carbons trobats en
una estructura apunten a la seua procedència d'una mateixa
fusta fracturada: això es pot observar quan tots els fragments
presenten un mateix estat de conservació o unes particularitats
anatòmiques comunes. Aquest fet seria prou evident en el carbó
procedent de l'estructura 4, la qual cosa corroboraria que podria
tractar-se de les restes del propi pal, en aquest cas elaborat amb
fusta de roure.
També s'observen alguns processos naturals que afecten el
carbó, ja que quasi tot es trobava molt encegat per carbonats i
pel propi sediment; això ha causat un cert grau d'indeterminació
anatòmica, fent que algunes espècies que generalment són de
fàcil identificació hagen quedat englobades en el rang de gènere.
Els resultats de l'anàlisi del carbó han ofert una llista floral escassa, ja que tenim representades un màxim de 7 espècies
(taula 4). La major part són arbres o arbusts de port alt, de manera que pensem que hi ha un biaix de representació, i que falten
les espècies de matoll característiques del sotabosc; és possible
que hagen desaparegut del registre per problemes de conservació o que els abocaments fossen puntuals i selectius, mostrant
només una part de la vegetació explotada.
[page-n-314]
Un nucli de sitges calcolítiques al Mas de Pepelillo (Agullent)
Erica sp. (bruc)
Olea europaea (ullastre)
Pinus halepensis (pi blanc)
Pistacia lentiscus (llentiscle)
Pistacia cf. terebinthus (terebint)
Pistacia sp.
Quercus caducifoli (roure)
Quercus perennifoli (carrasca, coscoll)
Quercus sp.
Indeterminable
Total
5001
5002
9001
10001
11001
12001
14001
15001
16001
17001
19001
21001
22001
Taxons
4001
UE
1002
Taula 4. Freqüències dels tàxons identificats en les sitges del Mas de Pepelillo.
n
n
n
n
n
n
n
n
n
n
n
n
n
n
n
4
1
1
2
2
3
7
4
1
2
17
60
20
2
82
1
1
4
8
11
4
30
1
2
11
7
5
36
1
13
2
1
12
4
30
2
3
3
3
El contingut de cada estructura és diferent a nivell qualitatiu
i quantitatiu (la qual cosa corrobora que el carbó ha de procedir
d'abocaments diversos, probablement resultat de diferents activitats), però es detecten algunes espècies dominants, més que
pels seus valors relatius globals, per la seua ubiqüitat en moltes
estructures, com és el cas dels Quercus (taula 4). Aquests són
dominants en quasi totes les sitges, excepte en els rebliments
11001 i 19001, on destaquen els valors de Pistacia. La resta
de tàxons (pins, brucs, ullastre) apareixen de forma aïllada en
només algunes de les estructures.
Encara que, amb les dades disponibles, és arriscat qualsevol
tipus de reconstrucció de la composició de la vegetació amb
detall, sí que destaca l'abundància de Quercus en general, i de
la varietat caducifòlia (roure) en particular (fig. 33), que són
representants de bosc de tipus roureda-carrascar, ja en retrocés
en altres zones en cronologies similars (Badal, 2009; Badal et
al., 2012). La presència de pins i espècies de matoll, excepte
el llentiscle, és anecdòtica. La manca d'evidències clares de
desforestació en el registre antracològic del Mas de Pepelillo
està en la línia d'altres jaciments amb sitges, com a Colata (Gómez Puche et al., 2005), o a Jovades i Niuet (Bernabeu i Badal,
1990) on s'interpreta aquest fet com l'efecte de la brevetat del
7
4
50
23
1
9
38
10
11
3
2
7
21
6
1
4
11
2
6
8
3
1
20
7
2
30
2
Total
n
1
5
2
7
8
69
102
50
68
34
346
%
0,29
1,45
0,58
2,02
2,31
19,94
29,48
14,45
19,65
9,83
100
període d'ocupació d'aquests poblats o com l'existència d'un
equilibri entre les zones agrícoles i forestals. No obstant això,
l'ocupació més prolongada en Niuet si deixa veure un primer
efecte de l'impacte agrícola en el paisatge, amb el desenvolupament d'indicadors d'antropització com ara els brucs, les lleguminoses o el pi blanc, entre d'altres (Bernabeu i Badal, 1990).
L'absència d'indicadors d'antropització evident en alguns
dels jaciments esmentats, així com al Mas de Pepelillo, pot tenir
diverses lectures, a més que es tracte d'una ocupació relativament curta; és possible que existís una concentració de l'activitat
en la plana al·luvial, de manera que se seguiren mantenint les
zones forestals per a la seua explotació. Però sembla que també
estem davant del model que dicta que la primera ocupació agrícola es realitza sobre un paisatge intacte o amb activitat prèvia
de baixa o nul·la intensitat, independentment de la cronologia
en què es produeix l'ocupació (Badal et al., en premsa). Quan
els agricultors s'assenten per primera vegada en un territori, explotaran llenya de les formacions originals i així es reflectirà en
les anàlisis antracològiques. Una ocupació més prolongada sí
que deixarà sentir els efectes d'aquesta explotació, amb el retrocés de les masses forestals i la progressió d'espècies indicadores
de la presència humana.
Fig. 33. Principals formacions
documentades a partir del carbó del Mas
de Pepelillo.
307
[page-n-315]
J. Pascual Beneyto, A. Ribera, M. Barberà, C. Ferrer, Y. Carrión, J. L. Pascual Benito, L. López, I. Hortelano i G. Pérez Jordà
5. CONSIDERACIONS FINALS
Amb les dades que tenim actualment del jaciment del Mas de Pepelillo, l'inici d'aquest deu situar-se més o menys en el moment
de l'abandonament del jaciment de la Vital-l'Alqueria de Sant Andreu-Sanxo Llop a Gandia (Pérez Jordà et al., 2011; Pascual Beneyto et al., 2008), és a dir, entre el 2450 i el 2300 cal. aC (Pérez Jordà
et al., 2011: 237), moment en què es documenten els primers vasos
campaniformes. El final del Pepelillo aniria marcat per la datació
en el jaciment veí de l'Arenal de la Costa.
En l'actualitat posseïm tant sols 8 datacions radiocarbòniques
(publicades en aquest moment) per poder datar l'horitzó campaniforme, tres d'aquestes fetes sobre carbó (dos de la cova de les
Cendres i una de l'Arenal de la Costa) i cinc amb restes òssies.
De la Vital hi ha dues datacions clarament campaniformes, Beta229791 i Beta-222443, la calibració de les quals ofereix uns valors
límits entre 2400 i 2200 cal. aC; una de l'Arenal de la Costa (Ontinyent) feta també sobre restes de vida curta (Hordeum vulgare
var. nudum), Beta 228894, mitjana calibrada 2089 aC; la del jaciment del Quintaret (Montesa) (García Puchol et al., 2014) sobre
Vicia sativa; i una altra de la Mola d'Agres, feta sobre Triticum
aestivum-durum (Pérez Jordà et al., 2011).
Així, sembla que la datació mitjana de la Vital (3833±22 BP,
ca. 2450 cal. aC) definiria l'inici del fenomen campaniforme al País
Valencià i el final seria posterior a la datació de l'Arenal de la Costa
(3700±40 BP, ca. 2100 cal. aC) (Pérez Jordà et al., 2011: 244-245).
L'última datació publicada del Quintaret, sobre la Q138 (García
Puchol et al., 2014: 206-207), és considerablement elevada respecte a les altres que tenim, com hem dit força escasses; la datació,
sobre Vicia sativa (veça comuna): 2617-2468 cal. aC a 2 sigmes.
En el cas que ara ens ocupa, l'existència en l'estructura núm. 2, en
la mateixa unitat estratigràfica, de dos tipus decoratius campaniformes diferents, un de clara filiació marítima i un altre clarament
postmarítim, pot ser indici de la cohabitació dels diferents tipus
decoratius posteriors a les fàcies cordades. En terres valencianes
és a la cova de les Cendres on trobem campaniforme marítim en
el nivell H4, i sobre aquest, els nivells H2/H3 ofereixen vasos amb
decoracions incises, pseudoexcises i estampades (Bernabeu i Molina, 2009: 68, vasos 215 i 221).
Coneixem una datació, de context campaniforme, Fase I del
Peñón de la Zorra (Villena) amb ceràmiques de tradició local
amb una datació de la meitat del III mil·lenni (2480-2280 cal.
aC) (García Atiénzar, 2014), que planteja no poques preguntes i
que va en la línia d'allò que es veu al Quintaret, però en aquest
cas en un jaciment en altura.
És interessant, com així assenyala López Padilla (2006: 231),
reconsiderar el model de “transició” a l'edat del bronze. Així és
com s'entenia (Bernabeu, 1984) l'HCT, ja que el que observem
en terres valencianes és un possible abandonament dels jaciments
campaniformes, no sols els jaciments ubicats en les zones planes, la majoria junt a cursos d'aigua, així l'Ereta del Pedregal,
l'Arenal de la Costa, el Molí Roig, el Mas del Barranc, el camí de
l'Alfogàs, l'Atarcó, el mateix Pepelillo... sinó també els que estan
situats en altura com Serrella, Peñón de la Zorra, Puntal de los
Carniceros, Las Espeñetas, Puntal sobre la Rambla Castellarda
i les Moreres, així com que algunes de les restes materials que
definien aquest pas, aquesta idea de transició que és l'HCT, cap a
l'edat del bronze, sembla que apareixen clarament abans del fenomen campaniforme, és a dir, abans de la meitat del III mil·lenni
aC. Així les dents de falç, com ja hem explicat, i la metal·lúrgia,
308
que tan bé es veu en les excavacions desenvolupades al jaciment
de l'Alqueria de Sant Andreu-la Vital-Sanxo Llop (Gandia), excavacions que fan que es puga parlar de l'existència durant el III
mil·lenni d'un veritable calcolític al País Valencià.
Com hem vist, el nombre de jaciments de les sèries marítimes
o internacionals i epimarítimes és escàs a tot el País Valencià; en
concret, a la comarca de la Vall d'Albaida es limita a dos jaciments
a l'aire lliure: el Pepelillo i el Camí de l'Alfogàs. En comarques veïnes s'amplia sols lleugerament: Serrella i la Cova Santa de la Font
de la Figuera. Com passa a la resta del País, els jaciments amb variants postmarítimes, és a dir, incises i pseudoexcises, són més nombrosos, i així trobem aquestes ceràmiques a l'Arenal de la Costa, al
Cabeço de Sant Antoni (Bocairent), a l'Atarcó i Beniprí (Bèlgida),
a la Cova del Barranc del Castellet (Carrícola), la Cova del Racó
Tancat (Terrateig) i la troballa feta al Teler d'Ontinyent.
La troballa de materials característics del món campaniforme: braçalets d'arquer, botons de perforació en V, utillatge
metàl·lic, etc., ens fa pensar en incloure i evidentment augmentar el nombre de jaciments: el Tossal del Pou Clar i Cagalló del
Gegant a Ontinyent, possiblement el Castellar a Ontinyent/Bocairent i la Lloma de Galbis a Bocairent (Ribera, 1990; Pascual
Beneyto, 1991; Pascual Beneyto et al., 2010).
El Pepelillo ens ha dut a reflexionar sobre el significat de l'horitzó campaniforme. El metall i el treball d'aquest
(metal·lúrgia), els poblats en altura i possiblement les diferències
socials, aquestes produïdes per processos d'acumulació i derivades del prestigi i/o de la força, es donen en moments lleugerament
anteriors a l'aparició del fenomen campaniforme.
Cap a la meitat del III mil·lenni aC arriben a les nostres terres les ceràmiques campaniformes junt amb altres elements que
conformen l'horitzó campaniforme, elements materials i immaterials. A partir de l'arribada del campaniforme marítim, que pel que
veiem en les darreres datacions té un horitzó temporal curt així
com una presència territorial també molt escassa, es desenvoluparan unes varietats ceràmiques locals (incises, pseudoexcises,
estampillades...) que romandran més i s'estendran per tot el País.
En aquest període d'uns 500 anys, segona meitat del III mil·lenni,
coexistiran dos models d'hàbitat: el tradicional en pla i els jaciments en altura que sembla que no perduraran, sense lapsus, fins a
l'edat del bronze. Prop del Pepelillo trobem un bon exemple de la
coexistència d'aquests models, la capçalera del Vinalopó-Marjal,
que ens remet a l'existència d'un conjunt important de jaciments
que presenten restes materials pròpies del món campaniforme en
un territori d'unes 1.600 ha. Per una banda trobem un jaciment en
pla, el Molí Roig, que ocupa una gran extensió, que iniciaria la
seua ocupació a finals del IV mil·lenni i que es desenvoluparia durant tot el mil·lenni següent, acabant la seua vida a finals d'aquest,
moment darrer del calcolític, amb presència de ceràmica campaniforme pseudoexcisa (Pascual Beneyto i Ribera, 2004). Trobem
tres jaciments en altura: en la capçalera del Vinalopó, la Lloma
de Galbis (Bocairent), on arreplegàrem un botó amb perforació
en V de pedra calcària; Serrella (Banyeres), jaciment complex en
el qual localitzàrem restes campaniformes marítimes i postmarítimes (Pascual Beneyto, 1991); i en la capçalera del Marjal, el
Cabeço de Sant Antoni (Bocairent), amb un fragment campaniforme pseudoexcís. En la capçalera del Vinalopó també, dues coves d'enterrament que en algun moment de la seua existència, la
cova del Partidor (Banyeres) amb un botó amb perforació en V i
la cova dels Anells (Bocairent) amb una bona col·lecció de restes
[page-n-316]
Un nucli de sitges calcolítiques al Mas de Pepelillo (Agullent)
metàl·liques i un fragment de ceràmica decorada amb incisions,
van ser utilitzades com a llocs d'enterrament per individus pertanyents a la cultura campaniforme (Pascual Beneyto, 2015).
En relació amb aquests i dins del corredor “Valleta d'AgresBocairent-Alt Vinalopó”, estarien els jaciments del Peñón de la
Zorra i la Mola d'Agres (Peña et al., 2014).
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[page-n-318]
Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 311-322.
La Covacha III de la Costera de la Casa
de la Viuda de Sanchis Guarner (Sagunt, Valencia).
Estudio previo de la campaña de 1994
aMPaRo BaRRaCHina iBáñez y José Viñals iRanzo
reSumen
En 1994, al mismo tiempo que realizábamos la campaña anual en el Pic dels Corbs (Sagunt, Valencia), excavamos una
covacha situada junto al mismo cerro. En su exterior habíamos localizado un incisivo humano y una lámina de sílex blanco.
La excavación confirmó que se trataba de un enterramiento colectivo y los materiales mostraron que fue utilizada durante la
segunda mitad del III milenio. En las siguientes líneas presentaremos el estudio antropológico preliminar y detallaremos las
características del enterramiento.
PalabraS
claVe:
Excavación, covacha de enterramiento, materiales, antropología física, cremaciones parciales,
Eneolítico.
réSumé
La ‘Covacha III de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner' (Sagunt, Valence). Étude préliminaire de la
campagne de 1994. Alors que nous effectuons, en 1994, la campagne annuelle sur le site de Pic dels Corbs (Sagunt, Valence),
nous avons fouillé aussi une petite grotte près de la même colline. A l'extérieur, nous avions trouvé une incisive humaine et
une lame de silex blanc. La fouille a confirmé qu'il s'agit d'une sépulture collective et les matériaux ont montré qu'elle a
été utilisée au cours de la seconde moitié du troisième millénaire. Dans les lignes qui suivent nous allons présenter l'étude
anthropologique préliminaire et les caractéristiques de l'enterrement.
moTS clé
: Fouille archéologique, grotte funéraire, matériaux, anthropologie physique, crémations partielles, Énéolithique.
1. INTRODUCCIÓN
Son escasas las referencias que tenemos del Eneolítico para el
Camp de Morvedre. Las primeras reseñas las encontramos en
un corto pero denso artículo de Enric Pla Ballester (Pla, 1963)
en el que se incorpora un plano con la distribución de los yacimientos en las distintas épocas. Esta primera aproximación
permitió apreciar la importancia económica y estratégica que
suponían las tierras alrededor de la desembocadura del Palancia y las carencias en materia de prehistoria. Con posterioridad se publicó una monografía sobre Sagunt en el volumen
número doce de la revista Saguntum-Papeles del Laboratorio
de Arqueología de Valencia, año 1977. En él se recogen dos
trabajos que ampliaban esos primeros datos y se centraban
en los siglos precedentes a la romanización. Uno dedicado
a la prehistoria redactado por Rosa Enguix y Bernat Martí
Oliver: “El poblamiento prehistórico del bajo Palancia”. El
segundo dedicado a la etapa ibérica presentado por Milagros
Gil-Mascarell y Carmen Aranegui: “El poblamiento del bajo
Palancia en época ibérica”.
En el primero de ellos Enguix y Martí hacen un balance de
la documentación conocida hasta ese momento y señalan la falta
de información entre la presencia mesolítica de Els Estanys de
Almenara y las ocupaciones de la Edad del Bronce. Algunos
de los yacimientos allí presentados se conocían con anterioridad desde las publicaciones de Andrés Monzó Nogués (Monzó,
1946), Santiago Bru i Vidal (Bru i Vidal, 1958) y de Enric Llobregat (Llobregat, 1972).
Posteriormente, ya en los años 90, encontramos el estudio
de Eva Ripollés sobre el yacimiento de Les Raboses de Albalat
dels Tarongers en el que se realiza una primera aproximación
a la ubicación de los asentamientos de la Edad del Bronce y su
estructura constructiva (Ripollés, 1994). Trabajo que nos aportó
una valiosa información para la redacción de nuestro estudio
sobre el Pic dels Corbs (Barrachina, 2012).
En todos los trabajos citados se nota una escasa presencia
de yacimientos que se inscriban cronológicamente en el periodo
del Eneolítico. Incluso las cuevas de enterramiento, tan presentes en todo el Mediterráneo desde el Neolítico, apenas están representadas. Éstas se reducen a la Cova del Picaio en el término
311
[page-n-319]
A. Barrachina Ibáñez y J. Viñals Iranzo
Fig. 1. El Pic dels Corbs y su entorno. A la derecha, el Alt de Romeu.
de Puçol1 (Lerma y Bernabeu, 1978: fig. 4), la Cova de la Collita de Quart de les Valls2 (Donat, 1967; Enguix y Martí, 1977:
24), la Cova dels Fardatxos de Albalat dels Tarongers3 (Sarrión,
1975, 1976; Enguix y Martí, 1977: 23) y la Cova dels Lladres de
Sagunt4 (Donat, 1967; Enguix y Martí, 1977: 23).
Algunos de los estudios realizados desde finales del siglo
XX en comarcas vecinas a la del Camp de Morvedre han podido
comprobar que la ocupación de la franja costera fue bastante
intensa durante el Neolítico y el Eneolítico (Costamar en el Pla
de Cabanes, Vila Filomena en Vila-real y La Vital en Gandia,
por ejemplo). En muchas ocasiones los asentamientos se sitúan
muy próximos a los marjales, totalmente integrados en el medio
al que adaptaban tanto su economía como su forma de vida. En
el Camp de Morvedre no disponemos por ahora de información,
a excepción de algunos elementos dispersos que nos indican, al
menos, la explotación económica de este espacio: un hacha pulida en la Alqueria de Montiver, una lasca de sílex en la Alqueria
Nova y dos puntas de flecha de El Pozo.
Así pues, dentro de este contexto, queremos presentar los
resultados previos de una excavación que realizamos en el año
1994 en una covacha situada junto al Pic dels Corbs, al mismo
1
2
3
4
Se excavó en el año 1977 y aunque no se encontraron restos óseos
sí se recuperaron los objetos que suelen acompañar a los enterramientos: varias cuentas de collar discoidales y tubulares, alguna
lasca de sílex sin trabajar y un fragmento de punzón de cobre de
sección cuadrada.
En superficie se recuperaron cerámicas a mano y a torno islámicas,
punzón de hueso, punta de flecha de aletas y pedúnculo y huesos
quemados.
En superficie se recogieron cuatro cuentas discoidales y una pequeña lasca de sílex.
Aquí se encontró cerámica a mano, lasca de sílex retocado y huesos
quemados.
312
tiempo que se desarrollaba la campaña en el cerro. Una excavación que finalmente no pudimos continuar, por lo que no nos
habíamos decidido con anterioridad a publicar estos datos.
La covacha se localizó durante una inspección sistemática,
iniciada en el año 1992, de las cavidades que habíamos observado en los farallones rocosos alrededor del Pic (fig. 1). En su
mayoría pudimos comprobar que, o eran demasiado pequeñas,
o estaban sin sedimentación. Sólo algunas parecían presentar
condiciones para contener enterramientos. Las encontramos
distribuidas en el mismo cerro del Pic dels Corbs –en los farallones rocosos orientados al este–, en el Pic del Cuquello, en los
barrancos que arrancan desde el Alt de Romeu y en el acceso
norte al cerro donde se asoman los farallones del Aixeve (fig. 2).
Estas últimas, situadas al norte del cerro del Pic dels Corbs
con orientación hacia el SE y de fácil acceso desde el pie de
monte, son cuatro covachas de diferente aspecto. Dos de ellas
estaban casi totalmente vaciadas y otra con poco sedimento.
Solo una mantenía su contenido, la denominada covacha número tres de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner.
En ella, además de observarse en su interior, a nivel superficial,
lo que parecían estructuras (dos alineaciones de piedra haciendo
esquina en la parte izquierda del fondo), encontramos en su exterior un incisivo humano y una lámina de sílex blanco retocada.
Fueron estos indicios los que nos animaron a iniciar los trabajos.
2. BREVE DESCRIPCIÓN GEOGRÁFICA
La Costera de la Casa de la Viuda se encuentra en el extremo sur
de la Vall de Segó. Este pequeño valle abierto al mar se encuentra al noroeste de la población de Sagunt y suroeste de Almenara, lindando con la provincia de Castellón. Es una subcomarca
del Camp de Morvedre que está formada por el agrupamiento
de varios municipios originados en alquerías islámicas, ocupando un espacio de 21,7 kilómetros cuadrados. Se define como
[page-n-320]
La Covacha III de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner (Sagunt, Valencia)
Fig. 2. Dispersión de covachas en torno
al Pic dels Corbs:
1. Costera de la Casa de la Viuda II, III, IV.
2. Costera de la Casa de la Viuda I.
3. Cista del Aixeve.
4. Cova del Barranc Roig.
5. Cova de la Collita.
una zona plana que se estrecha hacia el oeste y se abre al mar
por el este, fundiéndose con el delta del Palancia y el marjal de
Almenara. Cuenta con una de las surgencias naturales más importantes de la comarca, la Font de Quart de les Valls, a escasos
200 metros del núcleo urbano actual. De ella Cavanilles señala
que sus “cristalinas aguas brotan entre las arenas y guijo muy
menudo. Los manantiales y balsas que de ellos resultan ocupan
unos 300 pies de diámetro, dejando entre sí varias isletas y terrenos de seis pies de altura; se reúnen luego en un canal común,
dividido después en otros, y van a fertilizar las huertas del Valle
de Segó y Almenara” (Cavanilles, 1991: 119).
El valle está rodeado de un circo montañoso donde las máximas alturas llegan a los 378 metros por el oeste (Salt del Cavall
y La Frontera) y por el norte (Puig d'Almenara); y a los 350
metros por el sur (La Creu, Alt de Romeu, L'Aixeve y La Pedrera), lo que le confiere unas condiciones climáticas privilegiadas
al protegerla del viento frío del norte, y de los secos del oeste y
suroeste. El cerro del Pic dels Corbs, con una altitud de 239,5
metros, se localiza en el extremo meridional de la Vall de Segó,
siendo el punto más avanzado de la Muntanya de Romeu. El
camino por el que se accede al Pic desde el norte se inicia en la
Costera de la Casa de la Viuda.
3. METODOLOGÍA Y TRABAJOS DESARROLLADOS
EN LA PRIMERA CAMPAÑA
La covacha se abre en los farallones calcáreos de uno de los
contrafuertes de la Muntanya de Romeu que bajan hacia el Aixeve, al N del Pic dels Corbs, custodiando uno de los caminos
por los que se accede hasta el poblado. Actualmente la zona está
transformada para el cultivo del naranjo, con una fuerte alteración de sus laderas bajas, mientras que en la parte más escarpada mantiene los abancalamientos para el cultivo de árboles de
secano, hoy abandonados (fig. 3).
Su forma interior es triangular y parece formada a partir de dos
grietas. Una que se observa al fondo de la covacha (fig. 4) y otra
en el techo (fig. 5). Sus dimensiones son de unos cuatro metros de
profundidad, con una amplitud que varía entre 1,27 m en la parte
más profunda y 1,83 m en su boca. La altura varía entre los 1,40
y los 3,55 m. En superficie pudimos observar la presencia de dos
alineaciones de piedras que cerraban el interior de la cueva: una al
inicio de la grieta del fondo y la segunda delimitando un recoveco
de la covacha. En su cara interior se acumulaba el derrumbe de
ambos muros. Bajo éste excavamos otro derrumbe anterior que
buzaba hacia la boca de la covacha con piedras de mayor tamaño
que las que aparecen en el resto del espacio interior.
313
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A. Barrachina Ibáñez y J. Viñals Iranzo
Fig. 3. Ubicación de la Covacha
III de la Costera de la Casa de la
Viuda.
Fig. 4. Planta con las
principales dispersiones
de huesos (se ha tomado
como referencia la
planta obtenida a 60
cm de profundidad):
A. Huesos del cráneo,
mandíbulas y huesos
largos.
B. Incisivos, caninos,
premolares y molares.
C. Falanges.
Fig. 5. A. Dispersión de
los objetos del ajuar. B.
Sección de la covacha.
314
[page-n-322]
La Covacha III de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner (Sagunt, Valencia)
En la parte exterior de la boca de acceso también localizamos durante el proceso de excavación una posible alineación de
piedras que parecían colocadas intencionalmente para contener
el sedimento en el que estaban los huesos depositados. En la
parte de fuera se acumulaba un derrumbe de piedras que ocultaba esta alineación. Lo cual nos plantea la posibilidad de que
estuviera cerrada y posteriormente se desmoronara propiciando
la acumulación.
Con la idea de realizar el trabajo en varias campañas consecutivas se procedió a dividir el espacio en cuatro sectores. Los
sectores A y B dividían la planta principal mediante un eje longitudinal; C, era el espacio que quedaba al otro lado del murete.
Al profundizar en la excavación, una vez retirado el murete que
separaba el sector A y C, se pudo comprobar que ambos estaban
relacionados, por lo que ambos fueron asimilados en el sector
A. El sector D se diferenció porque en las primeras visitas que
efectuamos vimos que en el fondo de la covacha existía una
alineación de piedras, bien colocadas y cuando se iniciaron los
trabajos, tras retirar numerosos bloques y piedras de mediano
tamaño, advertimos que la covacha continuaba tras esa alineación cerrándose hasta convertirse en una grieta que se prolongaba en un zigzag, observándose en ella la presencia de huesos de
apariencia humana.
La excavación se inició en el sector A con capas artificiales
de 10 centímetros y anotando en una tabla la aparición de restos arqueológicos mediante coordenadas cartesianas. Al mismo
tiempo se procedió a dibujar la planta de la covacha cada vez
que se hacía un rebaje, de modo que pudiéramos observar las
transformaciones que se evidenciaban en sus paredes y ubicar
cada uno de los hallazgos mediante su símbolo correspondiente.
La profundidad que se alcanzó durante los trabajos fue de
70 centímetros, sin embargo la estratigrafía no ofrece apenas
variaciones de textura o color. Ésta es de color marrón rojizo,
de textura arcillosa y muy removida. Al excavarse por capas
artificiales de 10 centímetros pudimos comprobar algunas diferencias. Así hasta los 20 centímetros se presenta como tierra
muy suelta, algo granulosa y mezclada con piedras de tamaño
inferior a 5 centímetros. A partir de esta cota, con la misma textura y color, el tamaño de las piedras pequeñas aumenta y se
localiza el segundo derrumbe al que hacíamos referencia antes.
A 27 centímetros de profundidad localizamos una acumulación
de caracoles muy machacados formando una especie de círculo
y un poco más abajo un lentejón de margas y algunos carbones
dispersos de pequeño tamaño. A partir de los 30 centímetros la
textura y color sigue sin cambiar y aumenta de nuevo la cantidad de piedrecillas, ahora mucho más pequeñas.
Respecto a la metodología seguida, uno de los aspectos que
se pensó en valorar a través de este sistema era la posibilidad de
relacionar a posteriori, en trabajo de laboratorio, las asociaciones que se producían entre el material disperso de huesos y ajuares. Más tarde, con la aparición de los paquetes, creímos necesario mantener este registro como modo de asociar este material
disperso a los paquetes, y entender o explicar si la cueva tenía
una remoción intencionada, natural o causada por animales.
En los 40 centímetros primeros el material aparecía de manera dispersa, pero en gran cantidad y muy fragmentado. A partir de esa cota, comenzamos a detectar los primeros paquetes de
huesos. Interpretamos como “paquetes” toda aquella acumulación de huesos que estuviera colocada intencionalmente, con
independencia de su cantidad. El número total de paquetes excavados fue de cinco. Estos aparecían entre la cota 0,40 y 0,60
centímetros. Sin embargo durante el estudio antropológico preliminar pudimos comprobar que los denominados “paquetes”
contenían huesos de diferentes individuos, por lo que no eran
significativos para la identificación de individuos únicos, sino
que demostraban la remoción de los enterramientos en la parte
excavada de la covacha.
Los ajuares aparecieron de manera dispersa, aunque algunos elementos se localizaron cerca de los paquetes, o también
formando parte íntegra de ellos (especialmente las cuentas de
collar), pero estos testimonios fueron escasos.
4. DESCRICIÓN DE LOS MATERIALES
Junto a los restos óseos también se recogió un interesante conjunto de útiles y adornos realizados en piedra, metal y arcilla.
Su morfología apunta hacia conjuntos materiales que podrían
inscribirse en la segunda parte del tercer milenio aNE.
4.1. Cerámica. Todas las formas de este material son de perfil sencillo abierto, forma concoide y sin decoración. En total
se recuperaron unos veinte fragmentos, de los cuales solo siete
presentaban forma. Son de cocción mixta y con superficies alisadas (fig. 6).
Fig. 6. Formas cerámicas relacionadas con el ajuar: cuencos.
315
[page-n-323]
A. Barrachina Ibáñez y J. Viñals Iranzo
4.2. Sílex. El segundo grupo está formado por dieciocho piezas realizadas sobre sílex de color blanco lechoso y gris oscuro
principalmente. De ellas dos son geométricos, más una lasca
(fig. 7, 17), una lámina y catorce puntas de flecha.
Uno de los geométricos es un triángulo con el lado menor
cóncavo y de retoque abrupto: 27 milímetros de alto por 16 de
ancho y 3 de espesor (fig. 7, 5); el segundo es un segmento sobre
lámina con retoque marginal: 33 milímetros de alto por 13 de
ancho y 3 de espesor (fig. 7, 15).
La lámina es una hoja con retoque plano, directo y marginal:
79 milímetros de largo por 16 de ancho y 4 de espesor (fig. 7, 10).
Las puntas de flecha presentan una tipología variada en la
que encontramos foliformes, romboidales y de pedúnculo y aletas (Juan Cabanilles, 2008):
Punta de flecha foliforme asimétrica de base apuntada con
retoque invasor: 38 milímetros de alto por 18 de ancho y 6 de
espesor (fig. 7, 1).
Punta de flecha foliforme simétrica de base apuntada y retoque cubriente: 35 milímetros de alto por 11 de ancho y 6 de
espesor (fig. 7, 11).
Punta de flecha romboidal simétrica con apéndices laterales
y base ensanchada, retoque profundo: 31 milímetros alto por 16
de ancho y 5 de espesor (fig. 7, 2).
Punta de flecha rombo-ojival de base ensanchada con aletas
rectas incipientes, retoque oblicuo, invasor y bifaz. Una de las
aletas está rota: 48 milímetros de alto por 15 de ancho y 3 de
espesor (fig. 7, 9).
Punta de flecha rombo-ojival de base ensanchada con aletas
apenas esbozadas y a la que le falta la parte distal, retoque profundo: 24 milímetros de alto conservado por 11 de ancho y 4 de
espesor (fig. 7, 12).
Punta de flecha de pedúnculo y aletas agudas. Aletas incipientes, pedúnculo alargado y robusto, retoque profundo: 28
milímetros de alto por 15 de ancho y 3 de espesor (fig. 7, 3).
Punta de flecha de pedúnculo y aletas agudas de lados rectilíneos, retoque profundo: 22 milímetros de alto por 19 de ancho
y 4 de espesor (fig. 7, 7).
Punta de flecha de pedúnculo y aletas agudas desarrolladas,
retoque oblicuo, profundo y bifaz. Tiene una aleta rota: 41 milímetros de alto por 20 de ancho conservado y 3 de espesor (fig.
7, 8).
Punta de flecha de pedúnculo corto y aletas agudas de lados
rectilíneos, retoque profundo: 20 milímetros de alto por 19 de
ancho y 3 de espesor (fig. 7, 13).
Punta de flecha de pedúnculo largo y aletas agudas, retoque
profundo: 27 milímetros de alto conservado por 12 de ancho
conservado y 4 de espesor (fig. 7, 18).
Punta de flecha de pedúnculo y aletas rectas poco desarrolladas, retoque profundo: 34 milímetros de alto por 17 de ancho
y 5 de espesor (fig. 7, 4).
Punta de flecha de pedúnculo corto y aletas rectas, retoque
abrupto: 40 milímetros de alto por 15 de ancho y 6 de espesor
(fig. 7, 6).
Punta de flecha de pedúnculo y aletas rectas poco desarrolladas, retoque profundo: 30 milímetros de alto por 20 de ancho
y 4 de espesor (fig. 7, 14).
Fragmento distal de punta de flecha con retoque profundo:
30 milímetros de alto conservado por 17 de ancho y 4 de espesor
(fig. 7, 16).
316
4.3. Adornos. Entre éstos destaca por su volumen la presencia de cuentas discoidales de diversos tamaños. En total suman
ciento sesenta y seis piezas realizadas en distintas piedras: negras, jaspeadas, blancas, translúcidas y grises, algunas de ellas
están quemadas. Su contorno es circular, con facetas planas generalmente paralelas y corte cónico o recto. Sus dimensiones
oscilan entre 71 milímetros y 38 de diámetro con una altura que
varía entre los 63 y 17; las más numerosas son las que tienen un
diámetro entorno a los 50 milímetros y una altura inferior a los
20 con el corte recto (fig. 8, 37).
El resto de los adornos es más variado y supone un total de
nueve objetos realizados sobre diferentes materiales, principalmente piedra, concha y cerámica. Se trata de siete cuentas y dos
botones de perforación en uve (V).
De aquellas, cuatro son cuentas cilíndricas: una sobre hueso,
aunque quizá podría ser un silbato dada su perforación; tiene 18
milímetros de alto y un diámetro de 5 (fig. 8, 31); otra de piedra
roja, de 25 milímetros de alto y 6 de diámetro (fig. 8, 32); la
tercera tiene una perforación central, no interna, realizada sobre
fragmento de concha, de 20 milímetros de alto y 5 de diámetro
(fig. 8, 33); por último otra de cerámica, de 11 milímetros de
alto por 6 de diámetro (fig. 8, 40).
Una cuenta prismática con perforación central realizada sobre concha, de 21 milímetros de alto y 5 de ancho (fig. 8, 39).
Una cuenta de forma ovoide con los extremos truncados y
sección oval o circular y perforación longitudinal centrada, también llamada cuenta en oliva, ovoide, tonel o tonelete. Alto de
12 milímetros y diámetro 8 (fig. 8, 42).
Una cuenta bitroncocónica realizada sobre piedra verde.
Alto, 13 milímetros; diámetro máximo, 9 (fig. 8, 41).
Un botón plano circular con perforación en uve (V) que corta las dos caras, de modo que en el anverso se observan dos
perforaciones alineadas en el centro de su eje mayor y escasamente separadas, mientras que en el reverso solo observamos
un agujero de salida central. Diámetro: 20 milímetros, espesor,
5 (fig. 8, 34).
Un botón prismático cuya cara ventral es rectangular con
vértices redondeados; la dorsal, en cambio, está formada por
dos planos rectangulares que convergen en una arista, generalmente redondeada, y otros dos planos triangulares perpendiculares a la cara dorsal (Pascual, 1998: 167-168). Medidas: altura
9 milímetros, anchura 8 y espesor 6 (fig. 8, 38).
4.4. Metal. Los objetos metálicos no son muy numerosos,
pero sí podemos decir que son objetos muy representativos cronológicamente:
Punzón biapuntado romboidal de sección rectangular. Largo
actual 17,1 milímetros, ancho 2 y grosor 1 (fig. 9, SA312).
Fragmento de punzón de sección cuadrangular. Largo actual
21 milímetros, ancho 19 y grosor 19 (fig. 9, SA313).
Punzón biapuntado de sección cuadrangular. Largo actual
118 milímetros, ancho 2 y grosor 22 (fig. 9, SA314).
Fragmento de punzón curvado, o arete, de sección rectangular u ovalada. Largo actual 38 milímetros, ancho 20 y grosor 15
(fig. 9, SA310).
Arete de sección ovalada y extremos apuntados separados.
Diámetro interior 15,5 milímetros y grosor 1,2 (fig. 9, SA308).
4.5. Industria ósea. Dos fragmentos de punzón de hueso
(fig. 9, 35 y 36).
[page-n-324]
La Covacha III de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner (Sagunt, Valencia)
Fig. 7. Industria lítica: geométricos (5 y 15), lamina (10), puntas de flecha foliformes (1 y 11), puntas de flecha
romboidales (2, 9 y 12) y puntas de flecha de aletas y pedúnculo (3, 4, 6, 7, 8, 13, 14 y 18).
317
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A. Barrachina Ibáñez y J. Viñals Iranzo
Fig. 8. Adornos: cuentas discoidales
(37), cilíndricas (31, 32, 33 y
40), prismática (39), ovoide (42),
bitroncocónica (41) y botones de
perforación en V (34 y 38).
Fig. 9.- Objetos de metal (SA308,
SA310, SA312, SA313, SA314) y
hueso (35 y 36).
5. DESCRIPCIÓN DE LOS RESTOS HUMANOS.
ESTUDIO PREVIO
El mayor volumen de restos recuperados en el enterramiento
corresponde al conjunto de huesos humanos. Si bien aún no
hemos tenido oportunidad de hacer un estudio profundo de los
datos preliminares aportados, creemos que serán de interés dadas las observaciones que pudimos hacer al terminar la excavación. Quedan estos resultados como base para un futuro trabajo
más amplio.
En total se ha recuperado alrededor de quinientos restos en
diversos estados de fragmentación, dependiendo de las partes
del esqueleto. No todas ellas están representadas; por ejemplo,
se observa una escasa presencia de vértebras, sólo tenemos registradas tres. Tampoco son numerosas las costillas, en total,
veintidós, que por otra parte, presentan una alta fragmentación.
Los huesos largos también son escasos, sesenta y cinco, y aparecen igualmente muy fragmentados en su mayoría. Todo lo
contrario que los dientes que suponen un total de doscientas
sesenta y una piezas; o las falanges de pies y manos, que suponen unas ochenta y seis.
318
Del cráneo tampoco tenemos una representación amplia,
únicamente veintiún fragmentos de los que uno presenta parte
del hueso frontal en el que se aprecia parte de los arcos supraciliares (fig. 10). Interesa destacar de los fragmentos craneales
que algunos están quemados post mortem aunque con una incidencia del fuego muy dispar, desde la cremación más intensa
que calcina el hueso a la más superficial y parcial.
En cuanto a las mandíbulas, suman un total de cinco con diversos estados de conservación. Cuatro de ellas corresponden al
maxilar inferior. Una está completa aunque sólo conserva cuatro
muelas de su dentadura, dos a cada lado; dos conservan el mentón y parte del cuerpo maxilar; una únicamente un fragmento
del cuerpo lateral. Sólo otra corresponde al maxilar superior y
también está fragmentada (fig. 11).
Como podemos ver en las figuras 4 y 5 todos estos fragmentos aparecieron dispersos por la superficie excavada y a profundidades muy diferentes, siguiendo la pauta que hemos visto en
el conjunto de los restos.
La mayor parte de la información, por el momento, la hemos
obtenido de los dientes. Del conjunto, doscientos diez corresponden a adultos y se han identificado cuarenta y seis molares;
[page-n-326]
La Covacha III de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner (Sagunt, Valencia)
Fig. 10. Hueso frontal en el que se aprecia parte de los arcos
supraciliares.
osteomielitis observable en un fragmento de humero derecho–;
tres de entre veinticinco y treinta y cinco años, a los que pertenecen dos de las mandíbulas; dos de cuarenta/cuarenta y cinco
años y dos con más de sesenta.
Al contrario de lo que vemos en los adultos, los cincuenta y
un dientes relacionados con la presencia de niños en el enterramiento no presentan ningún tipo de marca. De lo que se deduce
su buen estado de salud. El cálculo de individuos infantiles a
partir de las piezas dentales nos señalan un número aproximado
de cinco que recorren casi todas las edades: uno de ellos de entre
dos y tres años, del que además se ha identificado una paleta
humeral y una falange de la mano, así como un premolar caduco
con hipoplasia y caries, lo que sería la excepción; uno de entre
tres y cuatro años que presenta los incisivos en pala; uno de entre cinco y seis años, con el que relacionamos un fragmento de
maxilar inferior y los primeros molares sin eclosionar; uno de
ocho años con el primer premolar y el segundo molar sin eclosionar; uno de nueve o diez años que presenta ligera hipoplasia
en el primer incisivo y un premolar caduco con dos raíces de
forma bífida y perlada.
En cuanto al diagnóstico de la estatura y al género, nos faltan datos para poder establecerla con concreción. No hay muchos huesos largos completos y la mayoría de los indicadores
necesarios para establecer el género no están presentes entre los
restos. Aun así especulamos a partir de los pocos elementos reunidos que las alturas se situarían en general entre los 140-150 y
los 158-165 centímetros.
Así pues podríamos resumir este estudio preliminar señalando que, por el momento, el número de individuos enterrados era
de entre doce y trece, de los cuales cinco pertenecen a niños y
entre siete y ocho a adultos. Las marcas de hipoplasia en el esmalte nos señalan una mejor salud de los primeros años de vida
en los infantes registrados que en los adultos, mientras que las
patologías observadas se reducen a la presencia de un húmero
con osteomielitis. Destacando la presencia de huesos del cráneo
quemados, además de un fragmento de calcáneo.
6. VALORACIÓN FINAL
Fig. 11. Maxilar inferior y superior, no pertenecientes al mismo
individuo. Se observa en el maxilar inferior una muela con una
profunda caries.
treinta y ocho premolares; dieciséis caninos y cincuenta incisivos, catorce de los cuales son primeros incisivos.
Se ha prestado especial atención al estudio de las patologías que se vinculan con el estrés metabólico durante la infancia
como la hipoplasia del esmalte que está presente en treinta piezas dentales, además de la presencia de veintidós caries, algunas
de ellas de un tamaño importante (fig. 11). La hipoplasia se presenta tanto como una ligera línea, semejante a surcos marcados
que se acompañan en algunos casos de abrasión y sarro. Destacamos un primer incisivo, posiblemente de una anciana, con
caries y desgaste por la cara lingual que podría estar relacionado
con trabajos de cestería o curtido de pieles.
A partir del número de incisivos superiores hemos estimado
la presencia de entre siete y ocho individuos adultos. Sus edades oscilan entre los veinte años –al que pertenece una de las
mandíbulas que conserva el M1 y M2, el cual pudo padecer una
Los trabajos de excavación sobre la covacha no pudieron ser
completados en su momento, por lo que carecemos de una visión de conjunto del enterramiento. No obstante los elementos
analizados en estas líneas ponen de manifiesto la extensa temporalidad que debió de tener su uso y la variedad de objetos
que formaban parte de los ajuares. Si bien, dado el número de
individuos, entre doce y trece, no se puede señalar que estos
fueran muy abundantes.
Los materiales recuperados aparecían dispersos entre el conjunto de restos humanos y corresponden a cerámica, adornos,
sílex y metal (fig. 5, A). Su distribución en el enterramiento es
aleatoria, sin acumulaciones ni asociaciones con los huesos que
sean significativas (fig. 4 y 5). Esto parece en consonancia con
el hecho de sólo haber establecido en la excavación un único
estrato que creemos señala la remoción de la covacha en algún
momento posterior a su uso bien sea natural, por las filtraciones
de agua de las dos grietas –una vertical y otra horizontal– que
permitirían la escorrentía, arrastre y también la acumulación de
tierra o por animales; por ejemplo encontramos el hueso del ala
de un murciélago entre los restos óseos. En el primer caso cree319
[page-n-327]
A. Barrachina Ibáñez y J. Viñals Iranzo
Tabla 1. Análisis por microscopía electrónica de barrido Z>9. Espectrómetro de energía dispersiva de rayos X (Universidad de Alicante,
Servicios Técnicos).
Nº análisis
Fe
Ni
Cu
Zn
As
Ag
Sn
Sb
Pb
SA308
0,16
0,04
88,68
0,07
1,85
0,15
0,12
0,02
nd
SA310
0,06
nd
97,64
0,6
1,41
nd
nd
0,18
0,14
SA312
0,17
nd
96,26
nd
3,54
0,24
0,11
nd
nd
SA313
0,13
nd
98,55
0,14
1,46
nd
nd
nd
nd
SA314
0,08
nd
96,22
0,39
4,11
0,32
nd
nd
nd
mos que se justificarían los derrumbes del interior de la cueva
y los del exterior pues ambos estarían pensados para sellar la
cueva y aislarla de cualquier alteración.
Por otro lado su utilización posterior, primero en época islámica, con la presencia en superficie de fragmentos de jarrita,
y después en el siglo XVII5 indica que para esos momentos la
boca ya estaba abierta.
En cuanto a la cerámica recuperada junto a los huesos humanos, presenta formas simples similares a la forma F1 del Pic
dels Corbs, con superficies alisadas en las que en ocasiones se
puede ver un mamelón. Los adornos son en su mayoría cuentas
y botones cuya cronología abarca desde el Neolítico hasta el
Horizonte Campaniforme de Transición, con variaciones que
llegan hasta la Edad del Bronce (Pascual, 1998: 118-168). Algunos de los paralelos próximos los encontramos en las cuentas cilíndricas de la Cova del Picaio (Lerma y Bernabeu, 1978: fig. 4).
Los botones prismáticos perforados en uve (V) y realizados con hueso abundan en sepulturas campaniformes del sur de
Francia y norte de Cataluña perdurando durante el Bronce Antiguo. En el Bronce Valenciano los encontramos en la Lloma de
Betxí de Paterna, en el Cagalló del Gegant de Ontinyent, y las
de forma piramidal en el Picarcho de Camporrobles y la Peladilla de Requena (Pascual, 1998: 167-168).
La industria lítica está formada por una lámina de sílex
grande, dos puntas foliácea, tres romboidales, ocho puntas de
flecha de aletas y pedúnculo, una de aletas incipientes y dos
geométricos. Su composición, a falta de los nuevos datos que
pudiera aportar la ampliación de la excavación, nos remite a
la fase 5 de Soler para las cuevas de inhumación múltiple que
fecha a partir de la segunda mitad del III milenio (Soler, 2002:
91-96). A esta fase se atribuye una mayor presencia de cuentas
cilíndricas –además de las discoidales– y de puntas de flecha de
aletas y pedúnculo frente a una menor incidencia de las puntas
foliáceas o romboidales de aletas inversas y de los geométricos.
En cuanto a los objetos metálicos la mayoría son punzones, de los cuales dos están completos siendo de tipo biapuntado. Uno de sección cuadrangular de casi 120 milímetros y
en muy buen estado de conservación, y el segundo de menos
de 20 milímetros con la sección en el centro rectangular y de
forma romboidal, también en buen estado de conservación. Los
dos son de cobre arsenicado (tabla 1) aunque el pequeño biapuntado romboidal contiene un poco de estaño (0,11%). Los
punzones de longitud superior a 75 milímetros se asocian a los
5
Se encontró una moneda de vellón de cobre puro de la época de
Felipe III acuñada desde 1599 y cerámica vidriada de la época.
320
ajuares calcolíticos o campaniformes presentes en todo el País
Valenciano, es decir, en la segunda mitad del III milenio aNE a
inicios del II milenio aNE, tanto en enterramientos como en poblados y con un valor social que incluía tanto el ornamento personal como su funcionalidad en las tareas cotidianas. A partir
de la presencia del campaniforme se observa una disminución
del índice de longitud y ancho de los punzones biapuntados,
que sería el caso de nuestro romboidal (Simón, 1998). No obstante en la covacha no hemos encontrado ningún fragmento de
campaniforme aunque sí en el poblado, en los niveles inferiores
de las excavaciones antiguas.
Los otros dos punzones están fragmentados e igualmente son
de cobre arsenicado, ambos de sección cuadrada aunque uno de
ellos apareció curvado. Esta inutilización de su función inicial ha
sido constatada con cierta frecuencia en los poblados y enterramientos tanto del Eneolítico como de la Edad del Bronce.
El quinto objeto es un arete de cobre que también presenta
algo de estaño en su composición (0,12 %).
Todo el conjunto descrito nos está indicando una deposición
diacrónica de los enterramientos que se iniciaría en un momento previo a la ocupación del cerro del Pic dels Corbs pero con
una continuidad que llegaría hasta el primer asentamiento, Fase
IA. Al mismo tiempo se utilizan otras de las cavidades situadas
alrededor de los cortados calcáreos que configuran la orografía
en torno al cerro. Podemos confirmar, al menos, otro enterramiento de estas características a escasos metros del que estamos
estudiando, situado en una grieta en el farallón que corona la
Costera de la Casa de la Viuda y que nosotros denominamos con
el número 1 en las fichas de la Direcció General de Patrimoni.
La información nos la ofreció un miembro del Centro Arqueológico Saguntino que en la década de los 70 había realizado
un reconocimiento de esta covacha. Por el momento, no hemos
podido acceder a los materiales recuperados.
Junto a estas dos covachas también se conocen otros dos
enterramientos que relacionamos con las fases de la Edad del
Bronce del Pic (fases IB-II). Uno de ellos, descubierto en 1960,
es una cista de inhumación doble localizada a un metro de
profundidad y construida con cinco losas de rodeno de entre
1,70/1,30 metros de largo y 1 de ancho. La quinta, dividida en
dos, tapaba la estructura. Junto a la cabeza de cada uno de los
cadáveres había dos hachas, y cada uno de ellos estaba orientado a uno de los extremos de la cista (Hernández, 1964).
El otro se descubrió en 1991 durante las extracciones de
tierra y los barrenados para recortar la roca cuando se construyó el vertedero de residuos sólidos de la vertiente sur, destruyéndose en un 75%. Los restos óseos fueron recogidos por uno
de nosotros, José Viñals, junto a Antonio Mateo y depositados
[page-n-328]
La Covacha III de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner (Sagunt, Valencia)
en el Museu Arqueològic de Sagunt, procediendo posteriormente a su estudio (Barrachina y Viñals, 1995; Barrachina,
Salvador y Viñals, 1996).
El espacio del enterramiento, tal y como lo vemos en la actualidad, es una grieta en la roca formada en las areniscas dolomíticas que forma estratos ligeramente plegados y que se disgrega en ángulo recto. Desconocemos qué tipo de acceso tenía.
Los restos estudiados demostraron que se trataba de un enterramiento colectivo con un número mínimo de diez-once individuos de edades variadas, desde ancianos hasta infantes, con
escasas patologías. El único ajuar documentado es el de varios
fragmentos de cerámica sin forma, bastante grosera y con desgrasante de tamaño grande (Barrachina, Salvador y Viñals, 1996).
Volviendo a la covacha número 3, su cronología relativa a
partir de la presencia de los componentes del ajuar nos permite
relacionar este enterramiento con un hábitat en el llano que se
extiende frente al cerro. De hecho, a pocos kilómetros en línea
recta –El Pozo– localizamos la presencia de dos puntas de Palmela (Barrachina, 2012: fig. 70) que se relacionan con el Tipo
1 de Simón y se encuadran cronológicamente en los últimos
momentos del III milenio y los inicios del II aNE. Próxima a la
zona donde encontramos las puntas de Palmela, en la Alqueria
de Montiver, también se recogió hace unos años un hacha pulida
que actualmente aún permanece en la colección Chabret.
Ambos hallazgos, aunque muy puntuales, vienen a señalarnos la casi segura ocupación del llano lacustre en torno al marjal
para la que existen otros ejemplos en nuestros llanos litorales
(Gusi, Luján, Barrachina y Aguileia, 2010).
Por lo que se refiere al estudio antropológico preliminar llama la atención varios aspectos. En primer lugar la escasa presencia de algunas partes del cuerpo (vértebras, costillas, huesos
largos…) y la alta de dientes y falanges. En segundo lugar las
diferencias observadas en la calidad de los dientes. A pesar de la
diacronía entre adultos y niños es significativo que los primeros
presenten numerosas muestras de haber pasado una infancia de
privaciones o enfermedades que han dejado surcos marcados de
hipoplasia, mientras que la población de infantes no los muestra. En tercer lugar recordar que no hemos encontrado ningún
esqueleto articulado, incluso los denominados por nosotros “paquetes” pudimos comprobar que incluían huesos de diferentes
individuos. En cuarto y último lugar la presencia de restos quemados de cráneo y de un calcáneo, los cuales parecen haber
sido quemados con el hueso en seco y una distribución de la
intensidad del fuego muy diversa.
En la bibliografía (Delibes, 1995: 72-74; Soler, 2002: 106107) hemos podido comprobar que existen referencias a estas
prácticas de cremación parcial desde el Neolítico pero sin que
se pueda afirmar si formaban parte de los rituales o estaban relacionadas con accidentes fortuitos en el entorno, como la posibilidad de un incendio externo, como medida de higiene para
evitar la propagación de olores/enfermedades o el uso de iluminación durante la inhumación.
El ámbito de dispersión de esta posible práctica la encontramos tanto en el Mediterráneo peninsular como en ambas Mesetas. De toda la bibliografía destacamos la Cueva Maturras de
Ciudad Real donde se excavó un enterramiento colectivo del III
milenio aNE en el que el espacio funerario mostraba una utilización diferencial: en la zona oeste se depositaron los cuatro cuerpos, mientras que el lado este contenía los ajuares y restos de
troncos carbonizados junto a cenizas y carbones (Vidal, 2003:
40-41). Los troncos en este caso fueron utilizados en el interior
de la cueva, posiblemente como iluminación, y en el sellado del
enterramiento con la finalidad de formar una capa de calcarenita
mediante la combustión de conglomerados y calizas sometidas
a un potente fuego (Vidal, 2003: 45). Este ejemplo evidente del
uso del fuego y su repercusión en los cadáveres muestra una de
las muchas posibilidades que se debieron dar en los contextos
funerarios del Neolítico-Eneolítico. En nuestro caso creemos
que la cremación de los fragmentos del cráneo y del calcáneo
fue fortuita, vinculada más a una utilización de la iluminación
del espacio interno por medio de antorchas u otros artificios que
a una cremación premeditada. Quizá los escasos restos de carbón recuperados en la covacha pueden estar en relación con esta
función utilitaria del fuego. No obstante habremos de esperar
a una futura excavación completa de la covacha para establecer causas más concretas. Así como abrigamos la intención de
poder completar el estudio de los huesos y con ello ampliar la
visión de esta población.
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 323-348.
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación
múltiple en la Marina Alta (Alicante). A propósito de los trabajos
desarrollados en la Cova del Randero de Pedreguer
y en la Cova del Barranc del Migdia de Xàbia
JoRge a. soleR díaz, Consuelo RoCa de togoRes Muñoz,
MaRCo auRelio esqueMBRe BeBia, olga góMez PéRez, Juan de dios BoRonat soleR,
Miguel Benito iBoRRa, CaRlos FeRReR gaRCía y JoaquiM BoluFeR MaRqués
reSumen
Recientes proyectos de investigación desarrollados en la comarca de La Marina Alta permiten abordar el fenómeno de la
inhumación múltiple desde nuevas perspectivas. Se exponen los resultados de la vertiente funeraria de las cavidades de
Randero y Migdia, consignada en ambas durante la primera mitad del III milenio a.C. En la primera, resulta muy difícil
identificar el contexto de enterramiento al caracterizarse también como cueva de habitación, de fácil acceso, muy violentada en
el s. XX. Muy al contrario, la disposición de la segunda ha favorecido su preservación, habiéndose excavado una necrópolis en
muy buen estado de conservación. La similitud de los elementos del registro material de ambas cavidades y su temporalidad,
establecida a partir de dataciones de C14, favorece la observación de una fase avanzada dentro del hecho funerario abordado,
reconociéndose en la de Migdia una práctica de enterramientos secundarios a partir de un exhaustivo análisis antropológico.
PalabraS claVe:
Calcolítico, cuevas de enterramiento, antropología física, ritual funerario.
abSTracT
Advances in the study of multiple burial in La Marina Alta (Alicante). On the archaeological research in Randero Cave
(Pedreguer) and Barranc del Migdia Cave (Xàbia). This paper presents a new perspective of the phenomenon of multiple
burials in caves during the first half of the III millennium BC. The study is based on recent research projects developed in the
Randero and Migdia Caves (La Marina Alta, north of Alicante province, Spain). It is very difficult to identify the burial context
in Randero Cave (Pedreguer) because it has been used as a human dwelling during the III millennium BC and has had many
alterations over the last century. By contrast, the location of the Migdia Cave (Xàbia), high on a cliff of the Montgó Mountain,
has preserved the human remains. The similarity of the material culture in both cavities and a number of radiocarbon dates
reveal an advanced chronology for these funerary rituals. Moreover, detailed anthropological analyses on the human remains
have allowed us to identify the practice of secondary burials in the Migdia Cave.
keywordS:
Chalcolithic, burial caves, Physical Anthropology, Funerary Rituals.
1. ESTADO DE LA CUESTIÓN DEL FENÓMENO
DE INHUMACIÓN EN TIERRAS VALENCIANAS A
PARTIR DE LAS APORTACIONES DE BERNAT MARTÍ
A PROPÓSITO DE LA COVA SANTA DE VALLADA
De manera simultánea en los últimos años se viene actuando
en la Cova del Randero de Pedreguer1 y en la Cova del Barranc
del Migdia de Xàbia. En la primera se han desarrollado hasta la
fecha 8 campañas (2007-2014) dentro del plan de excavaciones
ordinarias que promueve el MARQ, mientras que en la cavidad
del Montgó se actúa bajo el impulso del Museu Arqueològic i
Etnogràfic Municipal “Soler Blasco” y el patrocinio de la Fun-
1
En el marco de un convenio de colaboración entre la Diputación
de Alicante y el Ayuntamiento de Pedreguer. Bajo la dirección de
Jorge. A. Soler Díaz, Consuelo Roca de Togores Muñoz y, desde
2012, de Olga Gómez Pérez.
dación CIRNE de Xàbia, contando también con la colaboración
del Museo Arqueológico de Alicante, habiéndose efectuado
desde 2009 un total de 5 campañas de intervención arqueológica.2 La realización de ambos proyectos ha permitido reunir
especialistas en distintas disciplinas, teniendo en cuenta la amplia secuencia que ofrece la cavidad de Randero, desde el Paleolítico Superior a la Protohistoria, y el enorme interés que en
la de Migdia suscita la coincidencia de representaciones de Arte
Rupestre Esquemático y la práctica de la inhumación múltiple.
2
Bajo la dirección de Joaquim Bolufer Marques, Juan de Dios Boronat Soler, Marco Aurelio Esquembre Bebiá y Jorge A. Soler Díaz.
Las actuaciones se han desarrollado del 2 al 27 de octubre de 2009
(I), del 11 junio al 5 de julio de 2010 (II), del 15 de noviembre al 3
de diciembre de 2010 (III), del 15 diciembre de 2012 al 15 de enero
de 2013 (IV) y del 11 al 29 de agosto de 2014. Todos los trabajos
de campo han sido sufragados por la Fundación CIRNE, habiendo
sido ejecutados por la empresa ARPA Patrimonio.
323
[page-n-331]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Distante no más de 11 km de la de Xàbia (fig. 1),3 en la cavidad de Pedreguer los mejores resultados se vienen obteniendo en
la evaluación de su uso como redil de ganado durante la segunda mitad del V milenio a.n.e. (Soler, Gómez y Roca de Togores,
2014). En el marco de ese interés, que hace de la investigación de
esta cueva continuidad del esfuerzo desarrollado de 1993 a 2007
en la Cova d'en Pardo de Planes, en distintas ocasiones hemos
recibido la visita de Bernat Martí, con quien a menudo hemos
compartido los avances en la excavación e investigación de la
cavidad de La Marina, y años antes los de aquella de El Comtat,
beneficiados de su magisterio y siempre atentos a sus recomendaciones y consejos. Agradeciendo al Museo de Prehistoria de
Valencia la invitación a participar en este volumen de Homenaje
al Conservador que fuera su Director y principal impulsor de su
remodelación y concepto actual, no podemos dejar pasar la oportunidad de expresar nuestro reconocimiento a quien es uno de los
principales investigadores de la Prehistoria del País Valenciano,
recordando que en su fructífera trayectoria fue uno de los primeros en plantear un marco de investigación pluridisciplinar, un
modo de hacer participativo a la vez que enormemente riguroso,
que hizo de la Cova de l'Or de Beniarrés referencia internacional
de nuestro Neolítico. Si en lo científico sus aportaciones significan un todo, en la vertiente profesional y humana, pensar en Bernat Martí Oliver es evocar lo que significa anteponer a cualquier
dificultad o ambición perentoria valores de largo recorrido, inherentes al código deontológico de los Hombres que ponen su vocación al servicio de la búsqueda y transmisión del conocimiento.
De manera concreta en la temática elegida para esta aportación, resulta de indudable interés la síntesis que Martí Oliver
(1981) planteara en el número XVI del Archivo de Prehistoria
Fig. 1. Situación de las cavidades de Randero (1), y Barranc del
Migdia (2) y Cova Ampla del Montgó (3).
3
De manera expresa queremos agradecer las colaboraciones para
la elaboración de la parte gráfica de este trabajo a Gabriel García
Atiénzar (fig. 1), Pilar Mas Hurtuna (fig. 2, 4 y 5), Oscar Magdaleno Montes (fig. 3) y Blanca C. Quintana Sellés (fig. 6).
324
Levantina, con ocasión de presentar los hallazgos de la Cova
Santa de Vallada, por cuanto que, sin género de dudas el trabajo significa el punto de partida de la renovación de los estudios
sobre la vertiente funeraria de los yacimientos en cueva asimilados al “Eneolítico valenciano”; aspecto éste por otra parte
bien tratado por todos aquellos que le precedieran en la Dirección del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo, si
se recuerdan los trabajos de Isidro Ballester Tormo sobre la
Cova del Camí Real d'Alacant de Albaida y la Cova de la Pastora de Alcoy (Ballester Tormo, 1928 y 1949), la publicación
de la Cueva de las Laderas del Castillo de Chiva por parte de
Domingo Fletcher Valls (1957), o las aportaciones de Enrique
Pla Ballester (1954 y 1958) sobre las grutas de Barranc del
Castellet de Carrícola o Ribera de Cullera. Esa implicación, en
la que se debe incluir al que fuera Director del Museo Arqueológico de Alicante, Enrique Llobregat Conesa (1963 y 1966),
es en cualquier caso demostrativa de la importancia que alcanza el estudio de las cavidades de enterramiento dentro del
desarrollo de nuestra Prehistoria, a pesar de la frustración que
provoca no acabar de conocer bien el ritual de inhumación,
al tratarse de contextos donde apenas podemos aventurar la
disposición de los inhumados, no sólo teniendo en cuenta el
altísimo nivel de profanación que les caracteriza, sino también
las causas naturales y aquellas otras inherentes a las pautas
culturales que regirían su uso (Martí Oliver, 1981: 181).
Cabe recordar que dirigidos por Bernat Martí, como colaborador primero y como Ayudante del SIP después (Fletcher
Valls, 1979 y 1980), los trabajos de Cova Santa de Vallada
parten de la correcta implicación de un grupo de aficionados
debidamente aleccionados, lo que permite recuperar buena
parte de los datos antes de la alteración del contexto,4 y cuentan con la directa participación del médico Francisco Ruiz Perales, quien identifica los restos humanos en el transcurso de
la exhumación para proceder luego a su clasificación (Martí
Oliver, 1981: 159). Con ese cualificado asesoramiento se consigue determinar de una parte un área de osario en la cavidad,
como ejemplo de enterramiento secundario, motivado no tanto
por el traslado de individuos desde otros emplazamientos tal y
como lo considerara I. Ballester (1928: 46-47), sino más bien
por la necesidad de aprovechar el espacio para nuevas inhumaciones, conducta bien ejemplificada en los restos de individuos que, aunque alterados, guardarían una posición primaria
en la cueva, suponiendo en atención al registro material que
les acompaña su enterramiento sucesivo en un corto margen de
tiempo (Martí Oliver, 1981: 181-182). De otra parte, la observación de un buen número de restos de fauna entre la osamenta
humana hace ver la importancia del análisis arqueozoológico
especializado –ahí a cargo de Manuel Pérez Ripoll e Inocencio
Sarrión Montañana–, que reparando en la presencia de distin-
4
La cavidad de Santa de Vallada fue excavada en siete días de los
años 1978 y 1979 en colaboración con miembros del Grup Pare
Presentat de Vallada. Posteriormente a esos trabajos en los que,
Bernat Martí se acompaña de Josep Vicent Lerma Alegría y la actual Directora del Museo de Prehistoria, Helena Bonet Rosado, la
cavidad fue violentada en 1980, lo que motiva una tercera intervención en julio de aquel año, para cribar las tierras removidas por
los desaprensivos y excavar las partes intactas restantes (Fletcher
Valls, 1979: 61-62; 1980: 81-82; 1982: 92-93).
[page-n-332]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
tos individuos domésticos (ovejas, quizá cabras y un bóvido),
resuelve lo que se estima la mayor aportación del yacimiento:
la evidencia de ofrendas alimenticias (ibíd.: 184).
Sintetizaba B. Martí (1981: 185-188) que en el fenómeno
del enterramiento múltiple consignado en cavidades de distintas
dimensiones caben esas inhumaciones primarias descubiertas a
finales del s. XIX en la alcoyana Cova de les Llometes; las secundarias que hacen ver una acomodación de los restos posterior al
descarnamiento, bien ejemplificadas en el caso de las localizadas
en los años cuarenta del siglo XX en Pastora; y finalmente aquellas simas donde los restos se arrojarían desde la apertura superior sin guardar cuidado alguno, como dictamina para aquella de
la Pedrera de Benicull, excavada una treintena de años después.
Manifestaciones funerarias que en la redacción de aquellas líneas
ya no se perciben únicas en la vertiente funeraria del “Eneolítico
valenciano”, al rememorar el aprovechamiento de lo que se estima como estructura artificial de Càlig, “pozo” o “silo” con restos
humanos y ajuares descubierto en 1929; y aquellos enterramientos en poblados con hoyos que por vez primera se reconocieran
al inicio de aquellos años veinte en el hábitat de Villa Filomena
de Vila-real. Todo ello sin dejar de observar la prevalencia de las
cavidades de enterramiento múltiple con los ajuares característicos que Enrique Pla Ballester (1958) considerara propios de la
vertiente funeraria de un “Eneolítico”, del que la Cova Santa es
expresión final en atención a la presencia de elementos líticos característicos de las cavidades clásicas para la definición de ese
fenómeno (Pastora o Barcella de Torre de les Maçanes) junto a
otros metálicos y cerámicos que hacen ver una transición hacia la
Edad del Bronce (Martí Oliver, 1981: 185-191).
Frente al desarrollo que en los últimos años ha cobrado la
investigación de las necrópolis integradas en los poblados, son
evidentes las limitaciones que, en atención a lo antedicho, ofrecen
las cavidades de enterramiento (Soler Díaz, 2002: II, 101-108;
Bernabeu Aubán, 2010: 48). No obstante, pasadas tres décadas
de la publicación de la Cova Santa, con toda la problemática que
supone abordar y revisar conjuntos tan afectados en su conservación por las distintas causas que ahí se señalaran, se han producido distintos avances que pasan por la actualización de datos,
la práctica de nuevas excavaciones, la disposición de una buena
batería de dataciones absolutas o la realización de estudios especializados centrados en el registro de huesos humanos. En primer
término cabe destacar la disposición de una obra de síntesis del
fenómeno de la inhumación múltiple donde se recoge un número
ingente de cavidades y materiales, a partir de su revisión en los
museos y colecciones que los conservan (Soler, 2002); conjunto
luego enriquecido por actualizaciones concretas –la muy reciente
del Ermitorio del Salvador de Onda (Aguilella y Coch, 2015) o la
previa de la Cova del Montgó de Xàbia (Soler Díaz, ed., 2007)–,
o la incorporación de nuevos registros resultado de intervenciones irregulares –caso de Cueva de las Mulatillas de Villar Gordo
del Cabriel (Molina y Pedraz, 2000)– o antiguas que ahora cobran
otra dimensión, como se hace ver a partir de los materiales que
trascienden de las cavidades de la Costa Lloguera de Castellón
(Oliver, Arroyo y Fernández, 2008), antes asimiladas a un momento si no muy avanzado del “Eneolítico”, a la Edad del Bronce
(Esteve Gálvez, 1965: 56).
En el apartado de excavaciones el siglo XX culmina con la
intervención en la Cova del Cantal de Biar, donde se descubre
una clara área de osario (López, García y Ortega, 1990-91) y
el inicio de desarrollo de programas multidisciplinares, como
el que atiende a la Cova d'en Pardo, que en el campo alcanzan
la primera década del XXI, disponiéndose distintas aproximaciones y de una reciente monografía que recupera datos de las
antiguas intervenciones, interpretados a la luz del nuevo ciclo
de investigación (Soler Díaz, coord., 2012), prestando especial
interés a la espacialidad, cronología y significación cultural del
ritual de enterramiento desarrollado en un ámbito contemplado
como sacro (Soler y Roca de Togores, 2012). De esos programas también se ha beneficiado el yacimiento del Avenc dels Dos
Forats o Cova del Monedero de Carcaixent (Martí y Gil, 1978),
que ahora se nos presenta en ese nuevo formato que procura
datos especializados de inmenso interés para comprender la dinámica del aprovechamiento funerario de las cavidades (García
Puchol et al., 2010); y la emblemática cavidad de la Cova de la
Pastora de Alcoy, donde el trabajo de campo se acompaña de un
interesante programa de revisión de materiales (García Puchol
y McClure, 2010).
A partir del desarrollo que procuran esos programas se dispone de una buena serie de dataciones absolutas (McClure, garcía Puchol y Culleton, 2010; soler y Roca de Togores, 2012)
que permiten estimar la segunda mitad del IV y la primera del
III milenio a.n.e. como la temporalidad propia de esas cavidades que tradicionalmente han venido constituyendo la vertiente
funeraria del “Eneolítico Pleno Valenciano”. Con todo resulta
especialmente destacable la reactivación de estudios vinculados
a la antropología, una vertiente que se tiene muy en cuenta al
inicio del proceso de investigación y que en el siglo XXI se
aborda desde nuevas perspectivas retomando el tema de las trepanaciones (Roca de Togores y Soler, 2010), poniendo sobre la
mesa detalles tan importante como la detección de marcas que
se vinculan a la manipulación de los cadáveres para el acomodo
de las osamentas, lo que es evidente en los registros de En Pardo
vinculados a la Edad del Bronce (Soler et al., 1999), y en aquellos contados que se observan en el Avenc dels Dos Forats para
los que no se desestima pudieran deberse a la práctica de canibalismo ritual (García Puchol et al., 2010: 188-193), algo que en
En Pardo sólo podría intuirse en huesos humanos de cronología
neolítica previa (Roca de Togores y Soler, 2012: 204). La identificación de lesiones de probable origen violento en el registro
de esa cavidad de Planes (Rodes et al., 2006; Soler, Roca de
Togores y Rodes, 2008); los primeros resultados de estudios de
paleodieta a partir de los registros del Avenc dels Dos Forats y
de la Cova de la Pastora (García Puchol et al., 2010: 194-194 y
McClure et al., 2011); y las primeras aproximaciones sobre el
vínculo genético que guardan los inhumados, señalándose una
filiación matrilineal en el estudio que se dispone de los huesos
que F. Esteve localizara en los sepulcros de la Lloguera de Castellón (Oliver, Arroyo y Fernández, 2008), marcan la pauta de la
investigación que sobre el fenómeno de la inhumación múltiple
se desarrolla bien entrado el s. XXI.
En esos logros cabe incluir el programa de investigación que
se viene desarrollando en la Marina Alta, donde no solamente
se excavan las cavidades de Randero y Migdia, sino también
se está culminando el proceso de recuperación de datos de un
enorme conjunto de materiales que, extraídos irregularmente de
distintas cavidades en la década de los noventa del siglo XX, se
encuentran depositados para su estudio en el MARQ, institución que, con el Museo Arqueològic i Etnogràfic de Xàbia –éste
325
[page-n-333]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
como custodio definitivo de ese ingente lote de objetos– ha impulsado las distintas prospecciones que han permitido identificar los yacimientos de origen. Habiendo trascendido algunas referencias (Costa, Ballester y García, 2009; Soler y Roca de Togores, 2012; Soler, Roca de Togores y Gómez, 2014), su pronta
publicación contribuirá a incrementar el panorama de cuevas de
enterramiento del área (Soler, 2002: I, 183-201), y también –es
muy triste decirlo–, del número de yacimientos expoliados, auténtico desastre patrimonial, a la vez que lastre que de manera
irremediable arrastra la investigación valenciana a la hora de
ver con nuevas perspectivas la vertiente funeraria de la segunda
mitad del IV y buena parte del III milenio a.n.e.
En las líneas que siguen se tratarán los avances que significan las excavaciones planteadas en las cavidades de Randero
y Migdia, ésta última excepcional en el panorama antedicho a
la vista del buen estado de conservación del yacimiento que le
caracteriza. La comparativa de ambos contextos permite introducir novedades en un ritual que no debe responder en todos los
casos a inhumaciones primarias, luego desplazadas por distintas pautas de movimiento, antrópicas o naturales, dentro de los
mismos yacimientos, como se ha propuesto para el caso de la
Cova d'en Pardo (Soler y Roca de Togores, 2012) y de modo
general se estima para el fenómeno de la inhumación múltiple
(Soler Díaz, 2002: 104; Bernabeu Aubán, 2010: 49; García Puchol et al., 2010: 198). De otra parte, la disposición de nuevas
dataciones y el registro material que se exhuma junto a los restos humanos permite observar la continuidad del hecho funerario caracterizado por aquellos ítems que se hicieran ver para
el “Eneolítico” en la síntesis de Enrique Pla (1958) en fechas
avanzadas del III milenio a.n.e., cuando en los territorios meridionales de la provincia de Alicante se estiman cambios en el
patrón de asentamiento que, hacia el 2400 a.n.e. caracterizan
un panorama social, por más complejo diferente al propio de
las comarcas centrales valencianas (López Padilla, 2006: 227-
229). Se hace ver entonces la singularidad de una comarca o en
términos más precisos de las tierras vinculadas al cauce medio
y bajo del río Gorgos, donde se observa el aprovechamiento funerario de un número importante de cavidades de inhumación
múltiple, por otra parte antes consignada por la presencia de
elementos característicos como las cerámicas con decoración
pintada (Boronat Soler, 1983); un área de tratamiento específico
en la bibliografía (Molina Balaguer, 2000; Boronat Soler, 1983;
Cebrián Miralles, 2008-2009), donde la sierra del Montgó, preciosa y principal elevación del entorno, todavía escondía en su
interior uno de los conjuntos funerarios mejor conservados de la
costa mediterránea de la Península Ibérica.
2. SOBRE LAS DIFICULTADES A LA HORA DE
APROXIMARSE A LAS EVIDENCIAS DEL USO
FUNERARIO DE LA CAVIDAD DE PEDREGUER
En el marco de las II Jornadas de Arqueología y Patrimonio Alicantino (Alicante, noviembre de 2012) se han presentado los
trabajos que desde 2007 se desarrollan en la Cova del Randero
de Pedreguer (Soler, Gómez y Roca de Togores, 2014). La reciente publicación de las actas de ese encuentro nos exime abordar aquí los antecedentes y metodología de la excavación para
centrarnos en la problemática de los restos humanos localizados
en el yacimiento. La cavidad se abre a 165 m s. n. m. en la ladera
meridional del macizo calcáreo del Seguili, a unos 100 m del
cauce del Barranquet de la Llosa –(ETRS89) -30S- X: 760695;
Y: 4296924–, disponiendo una planta todavía no descubierta en
su totalidad, en la que se observan bien tres espacios pseudo
rectangulares de los que parten galerías, algunas inexploradas
(fig. 2). Al primero de éstos o Sala de la entrada se accede desde
la boca triangular y estrecha que da a un corto pasillo de acceso
a la misma. Contando con esa entrada, este primer ámbito tiene
Fig. 2. Planta
de la Cova del Randero.
326
[page-n-334]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
una superficie de unos 93m2 –15,8 m de largo x 7,4 m de ancho
y unos 3,5 m de altura en sus dimensiones mayores–, espacio
que se agrandaría considerablemente a poco que se ahondara en
el sedimento, al descubrirse todo un desarrollo en el lateral septentrional al que se accede a partir de la Galería de la izquierda.
Ésta es una de las tres galerías identificadas desde la Sala de la
entrada, cuya primera exploración en 2010 sólo se ha remitido
a su acceso, donde se observa un contexto de revuelto. No presentando interés la Galería de la derecha, al tratarse de un sumidero, la excavación arqueológica ha encontrado su continuidad
en la Galería central, un espacio que al inicio de la excavación
en 2009 era realmente un angosto pasillo totalmente colmatado
por piedras de tamaño medio y que al final de la campaña de
2013 conforma un área de unos 22,6 m2, con unas dimensiones
máximas de 6,7 m de largo y unos 4 m de ancho. Caracterizada
por formaciones estalagmíticas que condicionan el espacio en
los límites de su desarrollo longitudinal, conforma un pasillo
que comunica la Sala de la entrada con la Sala interior, ámbito
este último diáfano de unos 64,5 m2, que en su longitud y anchura máxima alcanza 13,6 m y 6,5 m respectivamente, con las
paredes suaves y redondeadas, también provista de formaciones
estalagmíticas que afloran en el centro y en áreas concretas de
los laterales. De esta galería hay un acceso a otra más recóndita,
todavía no recogida en el plano, donde en 1988, en la primera
visita que uno de nosotros (J.S.D.) efectuara al yacimiento pudo
observar algunos restos óseos en superficie (Soler Díaz, 2002: I,
197; Soler, Gómez y Roca de Togores, 2014: 191).
A lo largo del desarrollo de la planta hay distintas evidencias que permiten considerar que la gruta fue aprovechada como
necrópolis de inhumación múltiple, si bien ese uso está muy
afectado en su conservación. Esos vestigios son mayores en la
Galería central y en la Sala interior, siendo muy interesante
detenerse en la distribución de los indicios en cada uno de los
ámbitos que se distinguen en la caverna. En lo que afecta al
espacio mayor o Sala de la entrada las evidencias son muy reducidas, y ello a pesar que de ahí procedían las tierras que, extraídas en la década de los setenta en una acción que guardaba
la descabellada intención de instalar en dicho ámbito un celler
o bodega, fueron cribadas en 1979, proponiéndose a partir de
los hallazgos la asimilación del yacimiento al Neolítico FinalEneolítico (Aparicio et al., 1983: 422). No obstante, a pesar de
ese dictamen y de haber trascendido la presencia de contados
huesos humanos (Simón García, 1990: 112) en el lote resultante
de aquella intervención depositado en la Colección Museográfica de Gata de Gorgos y de otras visitas realizadas por el Grupo
Espeleológico Gatense, en primer diagnóstico no se observaron
elementos materiales característicos de las cavidades de inhumación múltiple (Soler Díaz, 2002: I, 197-198).
Tampoco en las intervenciones realizadas por el MARQ en
la Sala de la entrada ha podido refrendarse de manera nítida un
nivel asimilable al IV-III milenio a.n.e. Superpuesto al propiamente Postcardial,5 el potente nivel de piedras y tierras super-
5
A los efectos de este texto se considera Neolítico Final a la fase con
cerámicas lisas asimilada al “Neolítico Final II” (Bernabeu, 1982)
o la primera parte del desarrollo que sustentaba el “Neolítico IIB”
–“IIB1”– (Bernabeu, Guitart y Pascual, 1988: 170). En atención a
los hallazgos de La Vital de Gandia, se acepta el uso del término
Calcolítico para cronologías posteriores al 2800 cal ANE, conside-
ficial, además de materiales propios de los desarrollos infrayacentes, contiene fragmentos de cerámicas a mano conformando
un conjunto indefinido en el que cabrán elementos de la época
que tratamos de vislumbrar con otros, como los de recipientes
de bases planas que, como ya advirtiera J. L. Simón a partir
de la observación de los materiales de Gata, de un modo no
mucho más preciso testimonian la frecuentación de la cavidad
durante la Edad del Bronce. Son en cualquier caso sólo indicios
en el totum revolutum que hace ver el carácter interesantísimo
que guardaría la sala antes del expolio, cuando hubiera un orden
estratigráfico en el que estos materiales quedaran por debajo de
los abundantes fragmentos de ánforas y otros recipientes cerámicos protohistóricos y también de otros más recientes, como
algunos del medievo que acompañaran las monedas emirales
que antes y en el transcurso de nuestras excavaciones han podido recuperarse (Soler, Gómez y Roca de Togores, 2014).
Por fortuna, ese orden estratigráfico sí se ha observado a lo
largo de la excavación de la Galería central donde se ha intervenido en un potente nivel sedimentario únicamente caracterizado
en lo vascular por cerámicas prehistóricas lisas infrapuesto a
otro en el que sobresalen las mentadas producciones a torno. El
conjunto de unidades estratigráficas que define al que denominaremos “Nivel de cerámicas lisas” (NCL) queda por encima de
las que significan la continuidad del nivel Postcardial abierto en
la Sala de la entrada.6 El proceso de trabajo en este ámbito iniciado en 2009 ha sido muy costoso por lo angosto de un espacio
que gana en amplitud a partir de las tierras que envuelven los
fragmentos de cerámica peinada. Ahí la disposición horizontal
de la estratigrafía que define la excavación en extensión ha permitido valorar distintos indicios que hacen ver dos fases dentro
del NCL: una más reciente de enterramiento que, por las dataciones que más adelante se exponen, se puede considerar asimilable al Calcolítico, y otra previa que, definida por restos mal
conservados de algunas manchas o acumulaciones cenicientas
de combustión,7 puede asimilarse a un Neolítico Final.
6
7
rándose el inicio del “Neolítico IIB” hacia el 3500 a.C. (Bernabeu y
Molina, 2011: 276). De manera genérica con la acepción Neolítico
Postcardial o Neolítico Medio nos referiremos aquí a los niveles
que caracterizan las cerámicas peinadas del yacimiento de Pedreguer que en la secuencia regional equivaldrían al “Neolítico IC” y
“IIA” (Bernabeu, 1989: 10), en atención a la presencia de cerámicas peinadas y esgrafiadas. Para la cronología de esa secuencia se
estiman los límites expresados en C14 calibrado (Bernabeu et al.,
2006: 100).
En la Galería central se observa la presencia definitoria de fragmentos de cerámica peinada y esgrafiada a partir de la UE 217,
potente unidad sedimentaria que en su desarrollo ocupa buena parte
del espacio de ese ámbito. La suprayacente e igualmente extensa
(UE 216) integra un conjunto material que hace considerarla de
transición entre el Neolítico Postcardial y el Neolítico Final. La
falta de esos fragmentos cerámicos en el amplio lecho sedimentario
que conforma la inmediatamente superior, UE 213, hace considerar su adscripción al Neolítico Final. Por encima de la UE 213 se
resuelve el potente paquete (UEs 200-211) que, por las razones que
se van comentando en el texto, se asimila a la vertiente funeraria
del Calcolítico.
Las manchas o acumulaciones de restos combustionados son características del nivel del Neolítico Postcardial del yacimiento de
Pedreguer, presentando la estratificación característica: tierras rojizas rubefactadas, infrayacentes a una lámina de carbones y a otra
327
[page-n-335]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
La excavación de la Sala interior se ha iniciado en la campaña de 2014, no observándose en la intensa actuación que se
ha desarrollado hacia su acceso prácticamente evidencias de
su aprovechamiento en la Protohistoria. Es muy posible que
no fuera transitada en la época en la que en la Galería central
se depositaran ánforas cuyos fragmentos ahora estudia Pascual
Costa, y que su estrecha entrada, muy condicionada por la columna estalagmítica que caracteriza el fondo de la galería que le
antecede, estuviera cerrada por un cúmulo importante de piedra
y tierras. Quizá sólo fuera traspasada por “escarbadores” clandestinos del siglo XX que entrarían arrastrándose por un lado,
y ello, porque al abrirse paso, la excavación reglada descubre
en el otro lado del angosto acceso todo un manto estalagmítico
más reciente en su formación que las columnas cársticas que la
caracterizan. Reñida con una frecuentación antrópica, la formación horizontal de ese espeleotema se observa por encima de
unidades estratigráficas del todo equivalentes a las prehistóricas
de la Galería central, documentándose inmediatamente por debajo del manto estalagmítico unidades estratigráficas sólo definidas en lo cerámico por fragmentos a mano lisos (NCL), conformando un paquete bien diferenciado y superpuesto a aquel
que en 2014 recién asoma y se caracteriza por la presencia de
otros con decoración esgrafiada o con tratamiento de peinado.
Debe indicarse que, a diferencia de la estratigrafía horizontal que guarda el relleno de la Galería central, en el acceso a
la interior se observa un fuerte buzamiento del paquete estratigráfico dispuesto por debajo del manto estalagmítico antedicho.
En la explicación de esa pronunciada inclinación, es seguro que
los aportes procedentes del exterior encontraron buen freno en
un acceso condicionado por las formaciones estalagmíticas del
fondo de la Galería central y de un cúmulo de grandes piedras
ahí dispuestas en algún momento del Neolítico Medio, todo
lo cual contribuiría a generar una barrera entre ambos ámbitos, Galería central y Sala interior, recrecida con el tiempo y
luego, por distintos factores, vertida hacia adentro de la sala,
un espacio menos colmatado por no ocuparse por aquellos que
aprovecharon intensamente la Galería central como almacén
de recipientes o basurero de fragmentos anfóricos. Por tanto,
la excavación del NCL se ha practicado sobre tierras vertidas
desde la Galería central, lo que de una parte imposibilita hacer
diferencias a la hora de considerar la ordenación que podrían
guardar las evidencias funerarias con respecto a las ocupacionales previas y de otra asegurar que en aquella sala hubieran
podido practicarse inhumaciones, haciendo ver que los restos
óseos recogidos podrían haberse visto desplazados desde el ámbito espacial previo.
Centrándonos en la Galería central, a nivel estratigráfico no
puede hablarse de una distinción de las dos fases que, desde un
registro material característico y por la distribución a techo de
los huesos humanos, se intuyen dentro del NCL. El sedimento
es prácticamente el mismo y si hay algo que lo caracteriza es su
coloración grisácea y la abundante presencia de carbones suel-
tos.8 La buena presencia de carbones en estudio por David Duque podría vincularse con un uso de la cavidad como redil, considerándose su dispersión por el desmantelamiento de manchas
de combustión sitas ahí o en la parte más inmediata de la Sala de
la entrada, por causas naturales debidas a la intervención de los
animales en momentos de desocupación, o del agua cuando la
Galería de la derecha ha servido de desagüe de la Sala de la entrada, o a conductas antrópicas vinculadas con la higienización
de la Sala de la entrada, como ámbito principal de la habitación
del yacimiento; o posteriores y relacionadas con aquellos que se
sirven del lugar para depositar cuerpos o mover huesos humanos, alterando el estrato que pisan, tal y como desde la sedimentología se propuso para explicar la abundancia de carbones en
el nivel funerario de En Pardo (Soler, Roca de Togores y Ferrer,
2010: 197-198). No obstante, como también se ha estimado para
la cavidad de Planes (Soler Díaz, 2000: 188) o para la Cova
del Monedero (García et al., 2010: 156), es ilógico no pensar
que algunos de éstos se generaran cuando la cavidad fuera de
enterramiento, pudiendo vincularse con el encendido de fuegos
si no relacionados con el ritual funerario sí con la necesidad de
calentarse o alumbrase.
Otro tanto ocurre con el registro arqueozoológico, por
cuanto que si bien no puede desestimarse que algunos huesos
guarden relación con ofrendas alimenticias, la mayor parte de
los restos que caracterizan el NCL deben tener que ver con la
gestión ganadera de la cueva, en atención a su diversidad y a la
alta fragmentación que le caracteriza, de seguro consecuencia
de las causas naturales y antrópicas antedichas. Avanzando datos de su estudio, la muestra se nos revela enormemente alterada
quedando compuesta en su práctica totalidad por dientes y pequeños fragmentos óseos de distintas especies salvajes (caballo,
ciervo, jabalí y conejo) y domésticas (buey/vaca, oveja, cabra y
cerdo), con un rango de edad en las mayoritarias (o/C y Sus domesticus), en el que por predominar el sacrificio de individuos
en estados de crecimiento (infantiles y juveniles), resultan muy
similares a los observados en el nivel Postcardial, y por ello
coherentes con una regulación ganadera. Como quiera que la
fragmentación observada en el NCL es mucho mayor que la que
atiende a las propias del nivel Postcardial de la Galería central,
podría estimarse, como una de las primeras causas de esa alteración, la que propicia el cambio de funcionalidad de un espacio
por poco amplio de seguro necesitado de un acondicionamiento
para el depósito de restos humanos y ajuares.9 Sin más datos
8
9
de cenizas blanquecina. Por encima de este nivel se reconocen sólo
indicios de las mismas en dos unidades estratigráficas de la Galería
central adscritas al Neolítico Final: la UE 260 define una lámina
cenicienta alterada y desplazada por procesos naturales y la UE 212
una mancha de cenizas y carbones que no guarda la estratificación
característica.
328
Está formado por un depósito de limoarcillas con arenas, abundantes carbones y fracción gruesa calcárea. Conforma una unidad masiva de color marrón gris (5/2 10 YR), con agregados y manchas de
color gris claro (7/2 10 YR) y marrón pálido (6/3 10 YR). Los abundantes carbones, en la fracción grava y canto, y la fracción gruesa
calcárea, de gravas, cantos y bloques subangulosos, aparecen en
posición horizontal a la base, aunque en ocasiones se documentan
concentraciones singulares.
La muestra se basa en el estudio de los restos óseos de UEs en este
texto atribuidas al Calcolítico (UE 200, 206 y 207). Sus características contrastan con las vistas en la UE 217, propia del nivel postcardial, donde la entidad de los huesos es mayor, observándose bajo
una piedra un conjunto de costillas de o/C perteneciente a una misma
porción de carne de falda dispuesta sobre el sedimento tras su manipulación carnicera. Del mismo modo que en las calcolíticas comentadas en el texto, ahí predominan restos de o/C y de suidos subadultos.
[page-n-336]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
que lo avalen y sólo considerando su posición a techo del NCL,
no puede descartarse que contados huesos de bóvido de más
entidad (una clavija y otros de las patas) pudieran vincularse a
algún tipo de gesto ritual.
Esa dispersión de elementos que en vertical caracteriza
todo el NCL también debe tenerse en cuenta a la hora de valorar la presencia de un material que por su similitud con el
infrayacente nivel postcardial y falta de caracterización, no
debe guardar relación con el fenómeno funerario, por más que
aparezca en unidades estratigráficas con huesos humanos. De
modo que además de fragmentos cerámicos, en el apartado lítico los percutores y fragmentos de molino, y en el concreto
del sílex los meros fragmentos, restos de talla, lascas, lascas
laminares o láminas de formato menor, deben vincularse con
ese hecho habitacional alterado, si no antes, al filo de la utilización funeraria de la cueva.
Separados del análisis los elementos que deben proceder de
la ocupación previa, en el tramo superior de ese potente conjunto estratigráfico definido por la presencia de cerámicas lisas,
son nítidos los elementos que atestiguan el uso funerario de la
Galería central de la cavidad de Pedreguer (tabla 1 y fig. 3 [3.1
a 3.4]). Comenzando por el registro material, ahí quedan útiles tan característicos del fenómeno de la inhumación múltiple
como 4 puntas de flecha en sílex, todas con pedúnculo y aletas
diferenciadas. Tan sólo un fragmento se observa muy por debajo
del resto, ya en la sedimentación vinculada al Neolítico Postcardial (UE 216), lo que hace ver su carácter desplazado por
percolación. Con ellas coinciden fragmentos de láminas no retocadas y de otras afectadas por un retoque plano o sobreelevado
característico, destacando un raspador realizado aprovechando
una pieza previa conseguida mediante retoque plano en peladura (fig. 3.3, nº 31). Estas piezas son distintas a las recogidas
hacia la base del NCL (UE 213), donde hay un par de formato
laminar que, por afectadas por un retoque simple o abrupto, son
menos frecuentes en los conjuntos materiales asimilados a las
cuevas de inhumación múltiple.
También la distribución de los elementos pulimentados manufacturados en diabasa puede hace ver su mayor vinculación
con el uso funerario de la Galería central. Hacia la base del
NCL solamente se localiza una pieza (UE 213), mientras que
en la parte superior se encuentran 3 ejemplares, cifra mayor si
a ellos se añaden dos localizados entre tierras y piedras de seguro desplazadas de ese ámbito: una pieza de diabasa hallada
en un vertido de esa galería a la Sala de la entrada (UE 17)
y otra en sillimanita más pequeña localizada en una capa de
fuerte buzamiento hacia la Sala interior (UE 5003), donde los
huesos humanos se hacen presentes. De manera clara en el paquete Postcardial sólo se reconoce un fragmento en diabasa en
lo excavado en la Sala interior (UE 5009), no siendo imposible que se tratara de un objeto igualmente desplazado y que en
origen se encontrara a una cota superior. De igual modo puede
indicarse que los vasos cerámicos más característicos de esos
ajuares –formas elipsoides o esféricas, cerradas o abiertas– se
determinan en ese tramo superior que acoge las puntas de flecha, recordando alguno de los perfiles (fig. 3.2, nº 17) a recipientes característicos de conjuntos funerarios como el que se
define en la Cueva del Cantal de Biar o en la Necrópolis de la
Algorfa (Soler, 2002: II, Lám. 70 y 202 ) o los que más adelante
se exponen de la Cova del Barranc del Migdia (fig. 6.2).
Comentario aparte merecen las conchas perforadas de Glicimerys gaditanus (tabla 2). En el yacimiento hay una alta representación de esta especie, contabilizándose unas setenta entre ejemplares enteros y fragmentos. A nivel general, más de un
50% de la muestra se recoge en unidades estratigráficas propias
del Neolítico Postcardial y del Neolítico Final, por lo que no
hay muchas dudas a la hora de considerar que su presencia en
un yacimiento tan próximo a la costa se deba al gusto que por
ellas sintieran los ocupantes neolíticos de la cueva, con los que
por otra parte cabe relacionar contados adornos más elaborados
localizados en niveles del Neolítico Medio. No obstante, si de
ese conjunto sólo nos fijamos en aquellas que están afectadas
por una perforación en el natis 14 (20%) se hace ver una cierta mejor representación en las unidades estratigráficas que se
vienen relacionando con el hecho funerario, algo que, sin confirmarlo, impide descartar su posible vinculación con un ornato
de difuntos, que aquí en cualquier caso queda desprovisto de
esa suerte de elementos, cuentas y colgantes, que acompañados
de características varillas planas en buena medida permitieron
a Enrique Pla (1958) singularizar la vertiente funeraria del
“Eneolítico” valenciano.
En lo que atiende al registro antropológico, en las 8 campañas de excavación practicadas (2007 a 2014) se han podido
identificar más de un centenar de huesos humanos (111 unidades), distribuidos en todos los ámbitos descritos (tabla 3 [3.1 a
3.5]), con la circunstancia común de ser de poca entidad voluminosa, correspondiéndose a pequeños fragmentos de huesos
largos o planos, huesos de las manos y pies, y huesos de individuos infantiles, así como piezas dentarias aisladas, principalmente. Este panorama ha dificultado la realización de analíticas,
resultando difícil la selección de muestras a efectos de su datación y otros estudios.10
La entidad de la muestra es menor en los ámbitos donde no
pueden identificarse de manera nítida elementos susceptibles
de haber podido formar parte de ajuares funerarios. La mayor
parte de los restos hallados en la Sala de la entrada (40: 36%)
se localizan en el área septentrional de la misma, esto es, en la
parte más próxima al acceso de la entrada de la Galería central. En su mayor parte (79,9%) se recogen en las unidades
estratigráficas superficiales, localizándose sólo una decena en
los niveles postcardiales. Por proximidad, con este conjunto
debe relacionarse los localizados en el contexto revuelto de la
entrada de la Galería de la izquierda (5: 4,5%) y una costilla
(1: 0,9%) encontrada en 2007 en el exterior, entre las tierras
extraídas irregularmente de la cueva.
La muestra mayor se recoge en la Galería central (56:
50,5%), donde la presencia de huesos humanos es coherente con
el orden estratigráfico que descubre la excavación y con la distribución a techo de los elementos de vinculación funeraria antes
enumerados dentro del NCL. Así, el 85,7% de los huesos hallados
en la galería se adscriben a las unidades estratigráficas superiores
del paquete estratigráfico caracterizado por las cerámicas lisas,
lo que, de manera coherente con lo que se deduce de la distribu-
10 Por falta de colágeno el laboratorio desestimó la datación de un
húmero izquierdo de la UE 208 (Galería central). Los huesos humanos hallados en las unidades postcardiales más infrayacentes no
reúnen condiciones idóneas para su datación.
329
[page-n-337]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Tabla 1. Cova del Randero. Elementos vinculados con el nivel Neolítico Final-Calcolítico hallados en el “exterior”***, Sala de la
entrada**, Galería central y Sala interior*.
Año/UE /nº
09/27/Cr50
09/200/71
09/200/73
09/205/81
11/216/202
Total: 5
Puntas de flecha
Pedúnculo y aletas agudas. (21) x 17 x 5 mm. Fig. 3: 34.
Pedúnculo y aletas obtusas. (28) x 16 x 5 mm. Fig. 3: 33.
Pedúnculo y aletas agudas. (36) x (26) x 3 mm. Fig. 3: 36.
Pedúnculo y una aleta aguda y otra obtusa. 31 x 13 x 3 mm. Fig. 3: 37.
Fragmento. 20 x 10 x 3 mm. Fig. 3: 38.
Superficial (UE 27): 1 Calcolítico (UE 200-205): 3 Neolítico Postcardial (UE 216): 1
Año/UE /nº
09/12/Cr137
10/206/327
10/207/19
10/210/53
10/211/11
12/211/3
10/213/2
10/213/3.
10/213/4
14/5004/23
Total: 10
Útiles sobre lámina
Lámina con retoque plano invasor. 38 x 12 x 4 mm. Fig. 3: 35.
Raspador sobre fragmento distal. Retoque sobreelevado (frente) y simple en ambos laterales. 30 x 12 x 5 mm. Fig. 3: 39.
Raspador. Retoque sobreeleevado (frente) y plano en todo el contorno. 43 x 19 x 4 mm. Fig. 3: 40.
Fragmento proximal. 42 x 21 x 7 mm. Fig. 3: 26.
Fragmento proximal. 32 x 17 x 3 mm. Fig. 3: 27.
Raspador. Retoque sobreelevado (frente) y plano cubriente en peladura. 46 x 24 x 6 mm. Fig. 3: 31.
Fragmento distal de lámina. 55 x 12 x 4 mm. Fig. 3: 29.
Lámina con retoque abrupto en un lado y simple en el otro. 34 x 12 x 4 mm. Fig. 3: 28.
Fragmento proximal con retoque simple en ambos laterales. 46 x 15x 5 mm. Fig. 3: 30.
Raspador sobre fragmento distal. Retoque sobreelevado (frente) y muy profundo en el contorno. 64 x 18 x 8 mm. Fig. 3: 32.
Superficial (UE 12): 1 Calcolítico (UE 206-211 y 5004*): 6 Neolítico Final (UE 213): 3
Año/UE /nº
08/5/Cr1
08/17/Cr11
10/207/14
10/209/1
12/211/42
12/213/216
14/5003/115
14/5009/47
Total: 8
Hachas-azuelas
Hacha. Diabasa. Sección oval. 76 x 51 x 22 mm. Fig. 3: 41.
Fragmento proximal. Diabasa. Sección oval. 81 x 58 x 33 mm. Fig. 3: 42.
Azuela. Diabasa. Sección oval. Mide 57 x 44 x 19 mm. Fig. 3: 43.
Fragmento proximal. Diabasa. Sección oval. Mide 74 x 54 x 30 mm. Fig. 3: 44.
Hacha. Fragmento distal. Diabasa. Sección rectangular. (50) x (44) x 38 mm. Fig. 3: 46.
Hacha. Fragmento distal. Diabasa. Sección oval (34) x (30) x 22 mm. Fig. 3: 45.
Azuela. Sección oval. Sillimanita. 38 x 27 x 10 mm. Fig. 3: 48.
Fragmento proximal. Diabasa. Sección oval. 58 x 40 x 35 mm. Fig. 3: 47.
Superf. (UE 5*** y 17**): 2 Calcolítico (UE 207-211 y 5003*): 4 Neol. Final (UE 213): 1 Neol. Postcardial (5009*): 1
Año/UE /nº
09/200/92
09/205/125
10/206/222
10/206/257
10/206/258
10/206/288
10/207/18
10/207/27
10/208/5
10/211/44
13/211/76
13/211/85
13/211/88
13/211/90
13/211/105
14/5000/36
14/5002/019
14/5002/035
14/5004/Cr2
14/5005/26
14/5200/Cr4
14/5100/Cr11
Total: 22
Vasos esféricos - elipsoides
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 11 mm de espesor (e). Fig. 3: 1.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 10 mm de e. Fig. 3: 2.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 8 mm de e. Fig. 3: 3.
Fragmento de borde exvasado. Labio redondeado. Vaso en casquete esférico. Mide 7 mm de e. Fig. 3: 5.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 6 mm de e. Fig. 3: 4.
Fragmento de borde. Labio redondeado. Vaso semiesférico. 9 mm de e. Fig. 3: 8.
Fragmento de borde entrante. Labio plano. Vaso semielipsoide vertical. 6 mm de e. Fig. 3: 6.
Fragmento de borde. Labio plano. Vaso semiesférico. 7 mm de e. Fig. 3: 9.
Fragmento de borde. Labio redondeado. Vaso semielipsoide vertical. 11 mm de e. Fig. 3: 11.
Fragmento de borde. Labio plano. Vaso semiesférico. 12 mm de e. Fig. 3: 10.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 10 mm de e. Fig. 3: 12.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 8 mm de e. Fig. 3: 15.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 8 mm de e. Fig. 3: 13.
Fragmento de borde y cuerpo. Labio plano. Vaso semielipsoide de base aplanada. 10 mm de e. Fig. 3: 17.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 10 mm de e. Fig. 3: 16.
Fragmento de borde entrante. Labio apuntado. Vaso esférico u elipsoide. 13 mm de e. Fig. 3: 18.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso semielipsoide vertical. 10 mm de e. Fig. 3: 19.
Fragmento de borde. Labio redondeado. Vaso semiesférico. 12 mm de e. Fig. 3: 20.
Fragmento de borde. Labio redondeado. Vaso semiesférico. 8 mm de e. Fig. 3: 21.
Fragmento de borde entrante. Labio apuntado. Vaso esférico u elipsoide. 10 mm de e. Fig. 3: 22.
Fragmento de borde. Labio redondeado. Vaso semiesférico. 14 mm de e. Fig. 3: 24.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. Mide 10 mm de e. Fig. 3: 23.
Superficial (UE 5000*, 5100* y 5200*): 3
Calcolítico (UE 200-211 y 5002*-5005*): 19
Año/UE /nº
12/213/Cr43
Total: 1
Cerámica pintada
Borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico o elipsoide. Dos bandas en “V”, rojo. Mide 7 mm de e. Fig. 3: 14.
Neolítico Final (UE 213: 1)
330
[page-n-338]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
Fig. 3.1. Materiales cerámicos del Nivel de Cerámicas Lisas de la Cova del Randero.
Fig. 3.2. Materiales cerámicos del Nivel de Cerámicas Lisas de la Cova del Randero.
331
[page-n-339]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Fig. 3.3. Materiales en sílex del Nivel de Cerámicas Lisas de la Cova del Randero.
Fig. 3.4. Materiales en piedra pulimentada del Nivel de Cerámicas Lisas de la Cova del Randero.
332
[page-n-340]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
Tabla 2. Cova del Randero. Distribución de las conchas de Glycymeris gaditanus con perforación en el natis. Campañas 2008-2014.
Sala de la entrada
Galería central
Sala interior
08/100/71
08/101/73
08/102/22
08/102/26
Neolítico Postcardial (UE 100-102): 4
09/22/Cr20-1, 09/22/Cr20-2,
09/206/41, 10/206/243,
10/206/269, 10/206/309,
12/211/Cr8, 12/213/315
Superficial (UE 22): 2
Calcolítico (UE 206-211): 5
Neolítico Final (UE 213): 1
14/5002/130
14/5002/79
Calcolítico (UE 5002): 2
Tabla 3.1. Cova del Randero. Relación de los huesos humanos hallados en el exterior de la cavidad.
Individuos (edad/sexo)
Nº huesos
Campaña/UE/Referencia
Descripción-Observaciones
Adulto
indeterminado/indeterminado
1
2007/5/75
Fragmento de extremidad
dorsal de costilla.
NMI: 1
Total : 1
Desplazado, procedente del interior de la cavidad: 1
Tabla 3.2. Cova del Randero. Relación de los huesos humanos hallados en la Sala de la entrada.
Individuos (edad/sexo)
Nº huesos
Campaña/UE/Ref.
Descripción-Observaciones
Infantil de 6-8 años/
indeterminado
8
2010/122/cr2
Húmero. Epífisis distal izquierdo. Podría tratarse del mismo individuo que CRP'2009 CRP'09 UE 24 (cr41).
2011/6/cr38
2010/117/100
2010/117/114
2011/128/12
2011/6/cr39
2010/117/38
2010/117/86
2011/6/cr24
Cabeza de húmero, cabeza de fémur y 2 metatarsos del pie.
Pieza dentaria (21).
Vértebra (4ª o 5ª dorsal).
Pieza dentaria (64).
Peroné. Parte proximal de peroné derecho.
Huesos del pie. Tarso.
Apófisis espinosa de vértebra dorsal.
21 fragmentos de hueso (diáfisis de fémur, tres de ellos quemados, fragmento distal de tibia, metacarpo, fragmentos de costillas, tres fragmentos
de vértebras dorsales y fragmentos de hueso largo indeterminado).
Fragmento de cráneo posiblemente parietal.
Fragmento mesial de costilla.
Pieza dentaria (24). Hipoplasia de grado medio.
Pieza dentaria (38).
Pieza dentaria (12). Rotura parcial de la corona postmortem.
Fragmento mesial de costilla.
Vértebra. Posiblemente la 4ª o 5ª lumbar.
Cúbito izquierdo. Muestra callo óseo por fractura consolidada próxima a la extremidad distal.
Adulto/varón
Adulto/indeterminado
1
31
2011/6/cr30
2011/6/cr30
2011/61/cr22
2011/62/cr15
2011/128/11
2011/128/41
2008/113/6
2008/100/52
NMI: 2
Total : 40
Superficial (UE 6, 61 y 62): 31 (77,5%)
Neolítico Postcardial (UE 100-128): 9 (22,5%)
Tabla 3.3. Cova del Randero. Relación de los huesos humanos hallados en la Galería de la izquierda. 2008-2014.
Individuos (edad/sexo)
Nº huesos
Campaña/UE/Ref.
Descripción-Observaciones
Adulto/varón
Adulto/indeterminado
1
4
2010/302/12
2010/32/Cr4
2010/32/Cr4
2010/302/Cr15
2010/302/Cr36
Cráneo. Fragmento frontal, conserva glabela y cuenca orbitaria derecha.
Primera falange de la mano.
Vértebra lumbar. Signos de artrosis.
Pieza dentaria (21). Desgaste de grado medio.
Hueso de la mano. Tercer metacarpo.
NMI: 2
Total: 5
Contexto revuelto: 5
333
[page-n-341]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Tabla 3.4. Cova del Randero. Relación de los huesos humanos hallados en la campaña de 2014 en la Galería central.
Individuos (edad/sexo) Nº huesos Campaña/UE/Ref. Descripción-Observaciones
Infantil de 6-8 años/
indeterminado
4
Infantil de 3-4 años/
3
indeterminado
Infantil de 9-10 años/ 1
indeterminado
Adulto de 17-20 años/ 2
varón
Adulto/femenino (?)
1
Adulto/ indeterminado 45
NMI: 6
334
Total: 56
2009/24/Cr41
2009/27/Cr51
2010/209/Cr26
2010/209/Cr26
2010/210/Cr31
Mitad distal de diáfisis de húmero derecho.
Pieza dentaria (11).
Fémur. Fragmento de cabeza femoral.
Pieza dentaria (44).
1ª, 2ª , 3ª falanges de dedo de la mano.
2010/207/Cr11
Pieza dentaria (85).
2010/209/2
2010/208/1
Hemimandíbula izquierda. Conserva las piezas dentarias 33, 34, 35, 36, 37, 38.
Hemimandíbula derecha. Conserva las piezas dentarias 44, 45, 45, 46, 47, 48.
Ambos fragmentos unen.
2013/240/29
Húmero derecho. Tercio distal con pérdidas en epífisis. Marcas de carnívoros.
2009/200/118
3 fragmentos de cráneo, posiblemente correspondiente a parietal.
2009/200/13
Rótula izquierda.
2009/200/109
Pieza dentaria (36).
2009/202/cr3
Fragmento de cráneo, posiblemente correspondiente al occipital.
2ª falange de la mano.
2009/205/40
Fragmento de rótula derecha.
2009/205/41
Fragmentos mesiales de peroné.
2009/205/43
Fragmento de cráneo, posiblemente correspondiente al frontal.
2010/206/143
Huesos de la mano. 2ª falange.
2010/206/58
1ª costilla derecha.
2010/206/66
Huesos de la mano. Fragmentos de metacarpo.
2010/12/cr4
Pieza dentaria (37).
2010/29/cr2
Pieza dentaria (38).
2010/206/167
1ª, 3ª falanges del pie.
2010/206/201
Pieza dentaria (21). Desgaste grado medio.
2010/206/276
Hueso del pie. Calcáneo izquierdo. Marcas de carnívoro. Podría tratarse del
mismo individuo que CRP'10 UE 206 (cr 3).
2010/206/318
Pieza dentaria (35).
2010/206/331
Hueso del pie. 5º metatarso izquierdo. Podría tratarse del mismo individuo
CRP'10 UE 211 (32).
2010/206/cr3
2 huesos del pie. Fragmento de calcáneo y astrágalo derecho. Marcas de
carnívoro. Podría tratarse del mismo individuo que CRP'10 UE 206 (276).
2010/206/322
Pieza dentaria (36).
2010/207/5
Hueso de la mano. 2ª falange.
2010/207/cr6
Hueso de la mano. 2ª falange.
Hueso del pie. 1ª falange.
2010/208/3
2 fragmentos de cráneo correspondientes a parietal derecho.
2010/208/6
Húmero. Fragmento mesial.
2010/208/6
Húmero. Fragmento diafisario izquierdo.
2010/208/cr24
Pieza dentaria (11). Desgaste grado medio.
Cráneo. Fragmento indeterminado.
Huesos de mano. Falange.
Huesos del pie. 1º cuneiforme.
2010/209/3
Esquirlas de hueso largo indeterminado.
2010/209/7
Tibia. Mitad distal de tibia izquierda.
2010/211/5
Cráneo. Posible fragmento de parietal.
2010/211/32
Hueso del pie. 5º metatarso. Podría tratarse del mismo individuo que CRP'10
UE 206 (331).
2010/211/34
Fragmento de hueso largo, posiblemente de tibia.
2011/217/13
Fragmento de posible metatarso. Concreciones adheridas.
2011/217/25
Cráneo. Fragmento indeterminado.
2011/217/44
Pieza dentaria (12).
2012/217/895
Pieza dentaria (33).
2010/211/cr43
Hueso del pie. Fragmento de metatarso.
Superficial (UE 24-29): 4 (7,1%)
Calcolítico (UE 200-211 y 240): 48 (85,7%)
Neolítico Postcardial (UE 217): 4 (7,1%)
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Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
Tabla 3.5. Cova del Randero. Relación de los huesos humanos hallados en la campaña de 2014 en la Sala interior.
Individuos (edad/sexo)
Nº huesos
Campaña/UE/Ref.
Adulto/ indeterminado
6
Infantil de 3-4 años/
Indeterminado
3
NMI: 2
Total: 9
2014/5003/220
Hueso de la mano. Diáfisis de metacarpo.
2014/5003/261
Hueso de la mano. 2º metacarpo de la mano derecha. C14.
2014/5005/21
Tercio distal tibia izquierda. Marcas de carnívoros. C14.
2014/5004/57
Fragmento mesial de fémur. Concreciones adheridas.
2014/5004/73
Fragmento indeterminado.
2014/5400/Cr1
Hueso del pie. Astrágalo izquierdo.
2014/5003/232
Fragmento de costilla.
2014/5003/255
Húmero izquierdo (155 mm de longitud).
2014/5003/271
Fragmento de costilla.
Calcolítico: UE 5003-5005: 8 huesos
Descripción-Observaciones
Superficial: UE 5400: 1 hueso
ción del registro material característico, hace ver la funcionalidad
funeraria de un espacio que antes fue ocupacional. La carencia
de huesos humanos en las unidades inferiores del NCL, por sus
cerámicas adscrito al Neolítico Final y su registro anecdótico en
el infrayacente nivel Postcardial (UE 217: 7,1%) delimita bien las
dos funciones estimadas para la galería, debiéndose considerar
un probable fenómeno de percolación como causa que explica
la posición de esos contados infrayacentes. Igualmente, con un
fenómeno de remoción o con la dificultad de distinguir bien los
límites de las unidades estratigráficas debe explicarse la presencia
de contados huesos (7,1%) en las capas superficiales al NCL que
integran producciones a torno.
A partir de esa observación estratigráfica de la Galería central también se puede evaluar la distribución de los restos humanos hallados en la Sala de la entrada, donde aparentemente
algunos, los localizados a cotas más bajas dentro del nivel Postcardial (UE 117, 122 y 128) podrían ser prevalentes en el tiempo.
No obstante, vista su presencia anecdótica en el paquete homólogo de la Galería central, cabe considerar que, como en aquella,
estos restos de la Sala de la entrada estuvieran desplazados por
percolación de un nivel superior, por las causas antes expuestas,
ahí perdido para la investigación. El encuentro de un número
mayor de huesos en unidades estratigráficas del techo del mismo
nivel Postcardial (UE 100 y 113), en las más superficiales que
incluyen materiales a torno (UE 6, 61 y 62) y en las también revueltas que se distinguen en la excavación del inmediato acceso
a la Galería de la izquierda (UE 32 y 302), dan verosimilitud
a que existiera un nivel funerario contemporáneo al Calcolítico
de la Galería central del todo afectado, cuando en la estancia se
efectuara el vaciado del sedimento en el s. XX.
Valorando la muestra de la Galería central en conjunto puede
dirimirse un depósito de un número mínimo de individuos (NMI)
de 6, de los que tres son infantiles, de 3-4, 6-8 y 9-10 años, y otros
3 adultos, entre los que se puede identificar a un varón joven de
17-20 años y, con muchas reservas y sin más precisión, a una
mujer. En atención al desplazamiento sedimentario señalado, con
esos restos deben relacionarse los encontrados en la Sala interior
(9: 8,1%). Sin que por ahora pueda asegurarse la acepción del
espacio como ámbito funerario, la muestra ósea que se observa es
de 9 fragmentos óseos, de los cuales 2 de ellos son de al menos un
individuo infantil y los otros 7 de uno o más individuos adultos.
A los efectos de su datación se seleccionaron dos huesos de adulto, en atención a su mejor estado de conservación y preservación
localizados en dos unidades estratigráficas distintas, un metacarpiano y una tibia, encontrados en la campaña de 2014. Las fechas
obtenidas (tabla 4) en los análisis de radiocarbono11 respectivos
–Beta-396104: 4140±30 BP, 2874(2757)2621 cal ANE 2 sigma;
y Beta-396103: 4130±30 BP, 2871(2727)2583 cal ANE 2 sigma–
resultan muy próximas, situando el uso funerario de la cavidad
hacia mediados de la primera mitad del III milenio a.n.e. (c. 2750
/ 2700 a.n.e.). Obviamente se trata de un marco orientativo, no
siendo imposible a la vista de la proximidad de las dataciones que
ambos huesos resulten de un mismo individuo.
De analizar la muestra de la cueva en su conjunto tanto el
NMI como la identificación de los individuos por edades y sexo
es equivalente al observado en la Galería central, todo lo que
conduce a estimar un número más bien reducido de inhumaciones en la cavidad de Pedreguer y a considerar la posibilidad
de que muchos de estos restos tan minúsculos como dispersos
pudieran corresponder a las mismas personas. Ello puede significar que la más recóndita Galería central constituyera el área
de depósito de restos óseos de cadáveres antes dispuestos en la
espaciosa Sala de la entrada, un espacio idóneo para acometer
ritos. La escasa afectación de los restos por parte de carnívoros
–5 (4,5% sobre el total): 4 huesos hallados en la Galería central
y 1 en la Sala interior– invita a pensar en la protección de los
restos cuando la cavidad fuera necrópolis, algo especialmente
sencillo en Randero, teniendo en cuenta la facilidad de cierre no
sólo de la entrada sino también de los distintos ámbitos internos.
Juega a favor del hecho del desplazamiento una mayor proporción de huesos del cuerpo (vértebras y costillas) en la Sala de
la entrada que en la Galería central, donde apenas están presentes predominando los huesos de la cabeza y las extremidades. No obstante, con una muestra tan insuficiente en una cueva
tan alterada poco puede asegurarse, estando cualquier lectura
condicionada por los problemas de conservación que ofrece el
yacimiento.
11 Todas las dataciones consideradas en este texto se han tratado con
el programa Calib Radiocarbon Calibration. Version 7, conforme a
la curva IntCal 13 (Reimer et al., 2013).
335
[page-n-343]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Tabla 4. Dataciones sobre huesos humanos de la Cova del Randero y la Cova del Barranc del Migdia. Cal=calibración con rango a 1 ó 2
σ; (m) media de los valores máximo y mínimo de la horquilla a 2 σ. Calibración conforme a la curva IntCal13.14c (Reimer et al., 2013).
Muestra
UE
1
2
3
4
5
6
Referencia
Material
Datación BP
CAL BC
2σ+
CAL BC
2σ-
Prob.
CRP'14
Beta-396104
UE 5003.261 Metacarpiano.
Adulto.
4140±30
2874
2621
1.000
CRP'14
UE 5005.21
Beta-396103
Tibia. Adulto.
4130±30
CBMX'10
UE 47(2)
Paquete II
Beta-300992
Tibia. Infantil.
4070±30
CBMX'10
UE 34(49)
Paquete IV
Beta-292719
Fémur. Infantil.
4040± 40
CBMX'10
UE 50 (12)
Paquete III
CBMX'10
UE 41(4)
Paquete IV
Beta-296221
4020±30
Húmero.
Adulto femenino.
Beta-300991
3800±40
Cúbito.
Adulto masculino.
2871
2792
2780
2609
2832
2659
2634
2516
2839
2676
2800
2788
2617
2583
2819
2651
2569
2500
2814
2469
0.286
0.006
0.664
0.044
0.103
0.051
0.727
0.119
0.048
0.952
2619
2599
2587
2451
2438
2405
2350
2082
2606
2593
2471
2443
2420
2378
2132
2059
0.028
0.013
0.959
0.006
0.014
0.027
0.935
0.019
2727
2666
2654
2545
CAL BC
1σ+
CAL BC
1σ-
Prob.
2871
2792
2780
2609
2859
2821
2753
2702
2832
2659
2634
2800
2788
2617
2583
2831
2809
2721
2630
2819
2651
2569
0.286
0.006
0.664
0.044
0.202
0.086
0.223
0.489
0.103
0.051
0.727
2619
2600
2589
2540
2573
2539
2605
2592
2547
2489
2549
2490
0.103
0.055
0.349
0.492
0.328
0.672
2293
2171
2747
Los útiles líticos en sílex, puntas de flecha y elementos sobre
lámina, y en diabasa, hachas y azuelas, presentan un grado de
fracturación coherente con el que se observa en la muestra de
huesos humanos y también en la de fauna, si es que alguno de los
fragmentos que la integran pudiera vincularse con algún tipo de
ofrenda. Para la Sala de la entrada la respuesta es aparentemente
fácil porque por tremenda es notoria la violación del yacimiento
en la Edad Contemporánea, pero a la vista del orden estratigráfico
que guarda el material en la Galería central, donde se advierte
una secuencia que de manera ordenada permite vislumbrar distintas etapas (Protohistoria, Calcolítico-Neolítico Final y Neolítico
Postcardial) hay que pensar en otros factores que han modificado
el espacio en distintas etapas del uso de la cavidad.
En el momento más antiguo de la gestión ganadera del Postcardial la Galería central es un ámbito de paso hacia la Sala
interior y también de ocupación de lo que es muestra un posible
hoyo de poste hallado a la entrada y las acumulaciones de carbones y de cenizas bien estructuradas (Soler, Gómez y Roca de Togores, 2014). A medida que los depósitos se fueran colmatando,
por causas antrópicas y naturales la Galería central se iría reduciendo, convirtiéndose en un recoveco, que muy posiblemente y
con la consiguiente alteración de la sedimentación infrayacente
se acondicionó para un uso funerario del que quedan restos en
ese ámbito, en la parte septentrional de la Sala de la entrada
próxima a su acceso y en la Sala interior. El mal estado de esas
evidencias invita a considerar otro fenómeno de alteración an336
CAL BC
2σ (m)
2196
2146
0.834
0.166
2255
trópica vinculado con la Protohistoria, cuando pudo volverse
a acondicionar el por entonces estrecho espacio, de modo que
lo que resta del Calcolítico pudiera ser solamente la base de un
registro funerario mayor desplazado a los laterales y al fondo,
constituyendo huella de aquella afectación los materiales prehistóricos y los contados huesos humanos que ofrece ese nivel
superior de la galería caracterizado por la presencia de un buen
número de ánforas.
Con todo, es cierto que con la sola excepción de un cúbito
de adulto (CRP'08 UE 100-52) hallado en la Sala de la entrada, tras varias campañas de excavación resulta extraño no haber
encontrado ningún hueso humano de entidad en el yacimiento
y de un modo especial en los laterales de esa Galería central
que reúne la mayor parte de la muestra ósea humana conservada. Podrá pensarse que Randero es una cueva muy grande y en
muchos aspectos inexplorada. De hecho, apenas se han iniciado
los trabajos en la Sala interior y no se ha estimado conveniente
invertir esfuerzos en la excavación de los desarrollos laterales
de la Galería de la izquierda, de donde parte todo un recóndito
pasillo colmatado de sedimento que, comunicando aquella con
la Galería central corre paralelo al lado septentrional de la Sala
de la entrada, quedando separada de esta por el desarrollo más
bajo del techo de la caverna (v. fig. 2).
Teniendo en cuenta el alto grado de fragmentación de la
muestra ósea y de la cultura material, el mayor logro del trabajo
efectuado resulta sin duda consignar la existencia de una necró-
[page-n-344]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
polis funeraria de al menos 6 individuos, número algo menor al
que se descubre en la Sala central de la Cova del Barranc del
Migdia, donde el excelente estado de conservación del depósito
plantea aproximarse con mayores exigencias a un registro material que ofrece muchas similitudes con el que se intuye dispondría la maltratada Cova del Randero de Pedreguer.
3. EL UNICUM QUE POR SU CONSERVACIÓN
CONSTITUYE LA NECRÓPOLIS DE LA CAVIDAD
DE MIGDIA DE XÀBIA
Sobre la Cova del Barranc del Migdia también se dispone de una
reciente publicación donde se presenta la metodología y el proceso de investigación que se ha desarrollado en la cavidad y se
da cuenta de los principales elementos materiales hallados en las
cuatro primeras campañas (2009-2012). Los diferentes estudios
están en avanzado proceso de desarrollo por parte del equipo
multidisciplinar que ahí se detalla, y que es responsable de los
distintos aspectos que en clave divulgativa se dan a conocer en el
catálogo que sustentara la exposición “Art i Mort al Montgó. La
cova del Barranc del Migdia. Rituales funerarios en un santuario
del III milenio a.C.”.12 El descubrimiento merecía ese esfuerzo
divulgativo13, teniendo en cuenta el excelente estado de conservación del conjunto funerario que recoge el yacimiento, un unicum
dentro de todo el panorama de asalto y deterioro que caracteriza
el conjunto de cavidades de enterramiento de La Marina.
Migdia se abre en la vertiente meridional del Montgó a unos
375 msnm –(ETRS89) X:771415 m, Y:4299629 m–. Para acceder
a la misma debe escalarse unos 12 m y traspasar la boca más practicable, aquella oval, de 2 x 1,5 m orientada a levante. Los ámbitos
de la cavidad son la Galería de la entrada, o estrecho corredor de
12 m de largo y no más de 1,2 m de anchura que conduce a la Sala
central, ámbito de planta poligonal de unos 14 m2, con unas dimensiones máximas de unos 5 m de largo por 3,6 m de ancho que
en el momento de iniciar su excavación en 2009 alcanzaba en su
zona central 1,65 m de altura máxima (fig. 4). De esta sala parten
tres estrechas galerías, la llamada Galería de la izquierda de 8 m
de longitud y sólo 1 m de anchura que comunica con el exterior;
la Galería de la derecha que se adentra más de 4 m en el interior de
la montaña y la Galería central que, tras 3,5 m de desarrollo, comunica salvando un escalón de unos 4 m con el ámbito mayor –de
11 m de longitud, 8 m de anchura y 4 m de altura máxima– que, a
modo de balcón se abre a un acantilado de unos 40 m de altura, al
que se le da la denominación de Sala de las Pinturas por las distintas representaciones de Arte Esquemático que acoge.
12 Inaugurada en 2012 en la sede de la Fundación CIRNE de Xàbia.
Luego se mostró en el Museu Arqueològic i Etnogràfic “Soler Blasco” de la misma localidad (2012), el MARQ (2013) y en el Museo
de Guardamar del Segura (2014).
13 Planificado desde el Museu Arqueològic i Etnològic Municipal
“Soler Blasco”. De manera muy afortunada la institución municipal obtuvo una importante ayuda del Ministerio de Cultura para la
realización del proyecto denominado “Arte Rupestre y Prácticas
Funerarias en el Calcolítico”, como acción que se enmarcaba dentro de los “proyectos” para la Conservación Protección y Difusión
de los bienes declarados Patrimonio Mundial. Para la itinerancia
del montaje se contó con la colaboración del MARQ, institución
que editó el catálogo correspondiente.
La cavidad de Migdia se reconocía por esas manifestaciones
(Casabó, Martínez y Sanpedro, 1997) y también por el registro
funerario que acoge (Soler Díaz, 1997). Antes del proceso de
excavación patrocinado por la asociación CIRNE, en el Museo
de Xàbia se mostraban algunos productos de las pesquisas realizadas por el Centre Espeleològic Gatense, quienes en 1989
salvando los 40 m altura que distan entre la base del acantilado
y el balcón de la Sala de las Pinturas accedieron al yacimiento,
localizando al adentrarse en la Galería de la derecha un material arqueológico que permitía identificar la cavidad como de
enterramiento. Se trataba de dos piezas en sílex –una punta de
flecha de base cóncava y una lámina afectada por un retoque
abrupto distal– y un vaso elipsoide horizontal en excelente estado de conservación (Soler Díaz, 2002: I, 192-193), todo lo cual
hizo tomar cartas en el asunto al Museu de Xàbia, institución
por entonces dirigida por Josep Casabó que, con la desinteresada ayuda de Enric Martínez y Jesús Sanpedro, promovió los
primeros calcos y realizó el cierre del yacimiento para proteger
un conjunto que se preveía en buena conservación. A diferencia
de la Cova del Randero, Migdia no parece tener un uso previo
al propiamente funerario y tras ese que a continuación se trata,
la cavidad sólo recibiría visitas muy esporádicas atestiguadas
por contados materiales tardorromanos y del siglo XIII, compartiendo con la cavidad de Pedreguer la circunstancia de haber
servido de escondrijo de monedas, en este caso de época almohade (Soler et al., 2013: 71-74), todo lo que en principio no
afectó al contenido prehistórico del yacimiento, incólume hasta
la visita de los espeleólogos.
El hecho funerario se identifica en Migdia en la Sala de la
entrada, en la que se han centrado las intervenciones arqueológicas desarrolladas a partir de 2009, y en la inmediata Galería
de la derecha, de donde proceden los restos que hallaran los
espeleólogos, cuya excavación está pendiente. La sala intervenida constituye un espacio poligonal que en su parte occidental
dispone una colada estalagmítica a pie de la entrada del acceso
a la Galería de la izquierda y de una superficie geológica más
aplanada en su perímetro meridional. Esas superficies en gran
medida descubiertas en el transcurso del proceso de la intervención, han sido idóneas para acometer con cierta comodidad
la excavación de la parte centro septentrional de la sala, donde el sedimento cubría la depresión que ahí conforma el lecho
geológico. Al excavar en su totalidad esa área, alcanzando en
2014 plenamente la base geológica del vaso o depresión natural,
se observa que realmente la Galería de la derecha es una prolongación septentrional del desarrollo de esa Sala central que
se ilumina de un modo impactante al atardecer (Bolufer et al.,
2013: 26), cuando el sol cae frente a la boca del estrecho tubo
que constituye la Galería de la izquierda.
Buena diferencia con Randero son los carbones, ahí abundantes y muy deteriorados por haber sido pisados, y aquí, en Migdia,
a tenor de las observaciones de Yolanda Carrión de más entidad,
y resultantes de encendidos necesarios para iluminar el área sacra que ocuparan aquellos que pudieran necesitar más tiempo del
que ofrece la iluminación natural de la estancia en el ritual que
lleva implícito la gestión de la necrópolis. Su localización en distintas unidades estratigráficas del sedimento y la carencia en la
osamenta humana de afecciones provocadas por el fuego, revela
el encendido en un espacio inmediato al depósito de los huesos
humanos, acaso en esos ámbitos perimetrales que ofrece el le337
[page-n-345]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Fig. 4. Planta de la
Cova del Barranc
del Migdia.
cho geológico, tan idóneos para depositar los elementos técnicos
necesarios para intervenir en el s. XXI, como para disponer de
los distintos elementos que, previamente a su definitivo entierro
exigiera el ritual a mediados del III milenio a.n.e.
Sin que se determinaran muchas evidencias en superficie, en
la depresión que conforma el lecho geológico de la Sala central
a lo largo de las 5 campañas se ha podido exhumar cerca de
un millar de huesos y piezas dentarias dentro de un estrato de
sedimento uniforme de no más de 1 m de potencia,14 resultante
de la cubrición de la osamenta por una tierra muy granulosa
donde abundan microclastos. Aunque el conjunto no parece haber sufrido percance antrópico alguno tras el último depósito,
la muestra ósea nos llega en un estado de alta fragmentación
y erosión. La mayoría de los huesos largos están alterados por
su epífisis, conservándose únicamente dos cráneos más o menos completos, pero muy alterados. En general presentan una
coloración muy clara, pérdidas óseas y concreciones calcáreas
adheridas, factores que guardan relación tanto con las condiciones a las que han estado sometidos, como las que deben inferirse
de su traslado, aunque en comparación con otros contextos, y a
la vista de la abundancia de huesos pequeños, no puede decirse
que se tratara de una manipulación poco cuidadosa.
El análisis tafonómico revela que deben tenerse en cuenta
distintos fenómenos posdeposicionales de tipo medioambiental
y biológico que han propiciado no sólo el alto grado de degradación sino también desplazamientos desde la primigenia colocación de los huesos conformando paquetes, imputables a los
roedores y a la acción del agua. De otra parte, ésta podría ser
14 Formado por limos y de color pardo amarillo (7/6 10 YR) con
abundantes gravas y cantos angulosos, con frecuencia con morfología de plaquetas. Parece responder a procesos de meteorización
mecánica en el marco de la cavidad a lo largo de amplios periodos
del Cuaternario reciente.
338
el agente de degradación más importante, en un medio donde
la humedad se alterna con la sequedad del ambiente, algo que
se consigue en esa sala especialmente ventilada y se facilita por
la naturaleza granulosa del sedimento. Esta afectación no solamente se observa en los huesos humanos sino también en el
registro material, documentándose un hacha elaborada en piedra
metamórfica con pérdidas imputables a ese fenómeno (Soler et
al., 2013: 66) y de modo general en las condiciones de conservación de buena parte de la muestra cerámica, extraída con
sumo cuidado, para someterse a un proceso de consolidación.
También la osamenta humana está afectada por concreciones
calcáreas que pueden deberse a los efectos de la precipitación
desde la techumbre y laterales, aunque no lleguen a apreciarse
fenómenos de fusión del material. Tratándose de un conjunto
de inhumaciones secundarias, no es descartable que esas alteraciones también hayan podido producirse en otro ámbito tras
la putrefacción de cadáveres, acaso sólo cubiertos por piedras,
protección en cualquier caso eficaz en atención a la ausencia de
marcas de carnívoros en la muestra.
La excavación se ha desarrollado con una metodología de
alta precisión que permite, a la vez que la documentación tridimensional del yacimiento, lo que es de especial interés para
el caso del arte rupestre (Tejerina et al., 2012), la de todos los
elementos del registro,15 observándose distintas agrupaciones o
15 La fotogrametría permite documentar el patrimonio de acuerdo a su
naturaleza tridimensional. Para el registro arqueológico se han generado modelos digitales de cada una de las unidades, consiguiendo la captura y ubicación tridimensional de todos y cada uno de los
elementos y materiales existentes. Los puntos de control o “targets”
se han georreferenciado en el sistema ETRS89. Las secuencias arqueológicas han sido documentadas mediante pases fotográficos
predefinidos y marcados, procesándose luego las tandas de captura
de imágenes mediante software específico, generando el cálculo
completo del modelo digital. Las ortofotos obtenidas a partir de ese
[page-n-346]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
Fig. 5. Ubicación de los paquetes
con huesos humanos identificados
en la Sala central de la Cova del
Barranc del Migdia.
paquetes óseos (fig. 5). Por el momento se pueden considerar
restos de un NMI de 10 individuos dispuestos en 5 paquetes
que, numerados conforme al proceso de identificación, se observan en algunos casos bajo piedras de tamaño medio aisladas, de
los que el I es el más meridional, situándose a una cota superior
con respecto al resto y el II es el más septentrional, guardando
también una posición elevada con respecto a los centrales IV y
III y superponiéndose al V, que viene a quedar algo más bajo
que éstos. Se exponen a continuación conforme a la ordenación
sur-norte que presentan en plano (v. fig. 4), con las dataciones
ya publicadas (Bolufer et al., 2013: 42).
- Paquete I (UE 26). Se sitúa en el extremo suroeste del vaso
geológico que alberga el depósito, a una cota ligeramente superior con respecto al resto. Está conformado por un varón de
35-39 años. El cómputo de restos hallados no alcanza el 50%
del esqueleto. Comprende sobre todo huesos pequeños de las
manos y pies, vértebras, costillas y dientes aislados, así como
pequeños restos de coxales, craneales y de la mandíbula, documentándose únicamente como huesos largos un fragmento del
húmero derecho, fragmentos de radio y cúbito izquierdos, así
como de peronés. En la unidad estratigráfica que define el Paquete I sólo se recoge una concha de Dentalium.
- Paquete IV (UE 30, 33, 34, 36, 37 y 41). Situado en el extremo sureste, algo más bajo que el anterior. Recoge restos de
tres individuos: un hombre de 25-35 años, una mujer de 17-20
años y un niño de 4-5 años, identificándose en sus proximidades
4 puntas de flecha en sílex (UE 34), una cuenta de collar (UE
50), un fragmento de cerámica pintada (UE 34) y un metapodio
de ovicáprido (UE 34). En este caso el índice de conservación
modelo permite una realización precisa de distintas planimetrías.
Tras la ubicación inmediata de los elementos encontrados, toda la
documentación ha sido procesada en programas de tratamiento de
datos complejos generando nueva y valiosa información.
de cada uno de ellos es bajo, aproximadamente un 50% del esqueleto del individuo masculino y un 40% del femenino, si bien
es verdad que muchos huesos o fragmentos de huesos no se han
podido diferenciar sexualmente, y ello incrementaría el porcentaje de conservación de uno u otro individuo. El individuo infantil sólo está representado por 9 fragmentos óseos (fragmentos de diáfisis de huesos largos, vértebras, falanges y costillas).
La datación de un fémur del menor dio como resultado la fecha
Beta-292719: 4040±40 BP. De un cúbito del varón adulto se
ha obtenido la fecha más reciente del conjunto (Beta-300991:
3800±40 BP).
- Paquete III (UUEE 32, 35, 49 y 50). Situado al norte y a la
misma altura que el IV, con restos de tres individuos: dos adultos, un varón y una mujer, de entre 20 y 40 años de edad y los
de un niño de no más de un año de vida. Con esta agrupación
se relacionan dos puntas de flecha (UE 32 y 49). La representatividad del esqueleto de los dos individuos adultos es menor
del 50%, documentándose fragmentos de diáfisis de casi todos
los huesos largos, fragmentos de costillas y vértebras, coxales
y algunos huesos de manos y pies, no encontrándose restos de
cráneo. La representación del esqueleto del niño es muy baja,
únicamente identificado por pocos fragmentos de huesos largos,
costillas, cuerpos vertebrales y falanges además de dos pequeños fragmentos de cráneo. Se dispone de la datación de la mujer,
a partir del análisis de un húmero (Beta-296221: 4020±30 BP).
- Paquete II (UE 45, 46, 47 y 48). Situado en el extremo septentrional del depósito, con restos de dos individuos: un niño de
unos 3-4 años de edad y una mujer de 30-35 años, de la que nos
llega el cráneo prácticamente entero, a pesar de que el índice de
conservación es bajo, alrededor de un 30% del esqueleto, y documentarse una altísima fragmentación de los huesos, así como
la ausencia de huesos pequeños, únicamente algunos fragmentos de costillas, un diente, un metacarpo y una falange, lo que
es coherente con el hecho de tratarse de un conjunto de huesos
desplazados. Próxima a los restos infantiles se localizó una pe339
[page-n-347]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
queña azuela de sillimanita (UE 44), mientras que más cerca a
los de la mujer se hallaron una laminita (UE 45) y una punta de
flecha en sílex (UE 45), además de un fragmento de punzón en
cobre de sección angular (UE 32) y un vaso semielipsoide entero (UE 45). De una tibia del individuo infantil se ha obtenido la
datación más antigua del conjunto (Beta-300992: 4070±30 BP).
- Paquete V (UE 53). Localizado al norte por debajo del II,
que al terminar de excavarlo se descubrió el cráneo de un tercer individuo: una mujer de 15-18 años con una representación
de más del 70% del esqueleto, conservando buena parte de los
huesos de las manos, pies, ambas rótulas además de fragmentos
de costillas y vértebras. En la misma unidad estratigráfica que
lo define se encuentran los restos del mismo individuo infantil
de 3-4 de años que por encima se relacionan con el Paquete II.
Con esta agrupación se vincula una punta de flecha en sílex y 3
hachas pulimentadas.
Analizada la muestra en su conjunto, a la vista de la distribución expuesta y conforme a las dataciones que se disponen es
interesante indicar:
1. Que la posición estratigráfica más superficial del varón del Paquete I y la datación más reciente –Beta-300991:
2451(2255)2059 cal ANE 2 sigma– correspondiente al hombre
del Paquete IV, revela que los últimos depósitos se realizaron en
la parte meridional de la depresión, hacia el último cuarto del III
mileno a.n.e. Por lo que más abajo se expone, con los restos de
este individuo del Paquete IV se depositaron los de la mujer que
le acompaña. Los restos infantiles del mismo paquete disponen
de una datación más antigua –Beta 292719: 2839(2654)2469
cal ANE 2 sigma– y con la sola excepción de un hueso desplazado se encuentran agrupados.
2. Que la posición estratigráfica más profunda de la mujer del
Paquete V y la datación más antigua de la batería actual –Beta300992: 2832(2666)2500 cal ANE 2 sigma– correspondiente
al niño localizado entre los huesos de las agrupaciones II y V,
resuelve la prevalencia de estos depósitos septentrionales con
respecto a los más meridionales.
3. Que teniendo en cuenta la proximidad de la datación del
niño del Paquete IV –Beta-292719: 2839(2654)2469 cal
ANE 2 sigma– y la de la mujer del Paquete III –Beta 296221:
2619(2545)2471 cal ANE 2 sigma–, con respecto a la más antigua del Paquete V –Beta-300992: 2832(2666)2500 cal ANE
2 sigma–, la mayor parte del área que afecta a las agrupaciones
óseas acogería restos de fallecidos en el entorno de los dos últimos siglos de la primera mitad del III milenio a.n.e.
4. Que en atención a la diferencia (411) de la media que ofrece
el intervalo de calibración a 2 sigma (2666) del niño del Paquete
IV con respecto a la del varón del Paquete I (2255), puede resolverse que la pequeña Sala central acoge restos de individuos
cuya fecha de fallecimiento podría distar varios siglos.
5. Que en atención al orden norte sur expuesto y teniendo en
cuenta que el desarrollo más septentrional de los depósitos todavía permanece en la Galería de la derecha, es muy probable
que los restos más antiguos de Migdia todavía se encuentren en
el yacimiento.
La ordenación de las dataciones y de las referencias estratigráficas puede hacer pensar que se trata de un proceso paulatino
del que la fecha referencia el óbito y la disposición de los huesos
en el receptáculo que se constituye en la Sala central un paso
final, tras una fase de depósito primario en la que la mayoría de
340
los huesos perdieran los ligamentos. No obstante es posible que
existan más posibilidades y que ese orden que se estima esconda una realidad conductual más compleja que la que se supone
deposita el cadáver, espera a la esqueletización y traslada los
restos para colocarlos en otro sitio sin perder la identidad del
difunto fallecido tiempo atrás.
Al respecto, la observación de la osamenta permite consignar que para el traslado de los restos no se siguió la misma pauta
temporal a partir del fallecimiento. Hay evidencias de que éstos
se produjeron en distintos momentos del proceso de esqueletización del cuerpo, consignándose un movimiento para algunos
individuos en una temporalidad suficientemente distanciada del
óbito, cuando las conexiones anatómicas estaban desprovistas
de las uniones ligamentosas entre huesos. En otros sin embargo
su traslado no debió prolongarse tanto, siendo muy interesante
al respecto la observación de los restos de la mujer y el hombre del Paquete IV, una vez que de la primera se conservan en
posición anatómica los huesos del pie derecho y del segundo la
parte inferior de la columna vertebral y cintura pélvica; y que de
modo general en este paquete hay 25 huesos de pies, 13 huesos
de manos y 28 fragmentos de costillas entre los dos adultos,
todo lo que es coherente con un traslado a la vez que cuidadoso
realizado cuando parte de la osamenta conservara las ligaduras.
También ese par de individuos pueden ofrecer claves en
cuanto a la dinámica del traslado y al criterio de ordenación
que esconden las agrupaciones óseas, cuando acogen restos
de más de un individuo, de modo que su conjunción podría
deberse a que guardaran algún tipo de vínculo. El proceso de
investigación es lento y obviamente está condicionado por
el presupuesto, pero sería imprescindible disponer una datación de esta mujer del Paquete IV que acompaña al individuo
masculino fallecido en c. 2255 a.n.e., por cuanto que sus restos están ligados de tal modo16 que debieron ser trasladados a
la vez, siendo su recogida y posterior colocación totalmente
aleatoria, sin mantener una diferenciación de ambos esqueletos. Además, en el mismo Paquete IV, cerca de los mismos
pero nítidamente separados se localizan 8 de los 9 huesos
que permiten dirimir la presencia de un menor fallecido en c.
2654 a.n.e., esto es, mucho tiempo antes que el varón datado,
de modo que se evidencian conductas que prefieren preservar
en el último depósito el vínculo por encima de la identidad de
los individuos y no es descartable que dentro de esa conjunción existan discrepancias cronológicas que pudieran tener
que ver con el linaje.
Un caso enormemente interesante es el del individuo infantil cuyos restos se distribuyen entre las agrupaciones II y
V, por cuanto que conserva un número muy importante de restos, localizándose los huesos de tal modo que este sujeto, que
por el momento constituye el fallecido más antiguo, pudiera
haberse depositado nada más morir, constituyendo quizá un
16 Los huesos de los dos individuos adultos se encuentran mezclados,
sin ningún orden aparente; por ejemplo, el pie derecho de la mujer
se localiza por debajo de los dos coxales del varón, y el fémur derecho de la mujer está por encima del fémur izquierdo del varón. El
cúbito datado del varón se localizó por debajo de los huesos largos
de ambos sujetos, varón y mujer, y por encima del pie de la mujer
y de la columna del varón.
[page-n-348]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
caso excepcional de inhumación primaria, luego alterada;17 y
otro, desde luego, el de aquellas dos mujeres de los mismos
paquetes de las que nos llega el cráneo apoyado sobre los
parietales, esto es, en posición invertida, algo que de seguro
refiere una pauta de ritual, que pudiera tener relación con su
especial preservación con piedras, guardando una posición
centrada en la necrópolis si a lo excavado se añade lo que
resta de la Galería de la derecha.
4. SOBRE LA AFINIDAD CULTURAL DE LOS
INHUMADOS EN LAS CAVIDADES DE RANDERO
DE PEDREGUER Y MIGDIA DE XÀBIA
Observando la tabla que recoge la totalidad de las dataciones
sobre huesos humanos realizadas en la Cova del Randero y
en la Cova del Barranc del Migdia (tabla 4), resulta patente la
proximidad de fechas. Las dos dataciones de Randero avalan su
uso funerario en c. 2750-2700 a.n.e., mientras que las cuatro de
Migdia hacen ver un uso pleno en torno a c. 2650-2550 a.n.e.,
testimoniándose su perduración en c. 2250 a.n.e. La posibilidad de que Migdia todavía acoja en su interior inhumaciones
más antiguas, y que el par de fechas de Randero acaso sólo date
uno del mínimo de seis individuos que arroja su maltrecha osamenta, invita a considerar que ambas necrópolis pudieran haber
sido contemporáneas, al menos en el tramo cronológico que se
determina en la primera mitad del III milenio a.n.e., donde entre
los mediados de los siglos sexto y octavo se consignan 5 de las
6 dataciones que se ofrecen en la tabla indicada.
La cercanía entre los yacimientos y la afinidad de la cultura
material permite intuir una fuerte vinculación entre los que se sirvieron de ambas cavidades como lugar de enterramiento. A este
respecto, en primer término puede valorarse la similitud de los
grupos de elementos que se identifican en ambos contextos funerarios (cf. tabla 1 y tabla 5; fig. 3 [3.1 a 3.4] y fig. 6 [6.1 y 6.2]):
puntas de flecha y láminas en sílex; hachas y azuelas en piedra
pulimentada –de tamaño medio, elaboradas sobre diabasa u otras
rocas o, en menor número, de dimensiones menores manufacturadas en sillimanita–; y recipientes cerámicos simples de forma
elipsoide. En segundo lugar se descubre que lo que está mínimamente representado en la cavidad de Xàbia no se observa en el
registro material de la de Pedreguer, bien porque como ocurre con
el punzón metálico, el ítem no abunda en las cavidades funerarias
donde aparece y es fácil que ahí no se localice, porque no estuviera o porque no se encuentra, en atención al mayor tamaño de la
cueva y al peor estado de conservación del contexto funerario; o
bien porque subraya una identidad común en aspectos clave como
el ornato de los difuntos, cuando se hace ver que, a diferencia de
la riqueza de elementos como cuentas de collar o varillas planas
17 Los huesos del esqueleto de este niño se documentan arqueológicamente en una disposición que advierte de la posibilidad de que
hubiera podido guardar una disposición anatómica. Aunque ninguno muestra conexión, se localizan las piezas dentarias próximas a
los restos de cráneo, los huesos de los miembros superiores muy
próximos entre sí, observándose muy cerca huesos que conforman
las piernas, quizá por haber mantenido una disposición en decúbito
lateral flexionado. Muy cerca se documentan los restos contemporáneos de una madriguera y de un conejo, que con toda seguridad
podría haber desplazado los huesos del infante.
que se determinan en registros concretos y conocidos como el de
Pastora de Alcoy, tras cribar cientos de litros de sedimento, no se
contemplan en la Cova del Randero.
Podrá haber discrepancias y particularidades, como la forma de las puntas de flecha, anotándose aquellas tan especiales
de base cóncava en la cavidad de Pedreguer, pero sin negar la
mayor, la misma sintonía que provoca el ejercicio comparativo
podrá servir para no poner mucho entusiasmo en refrendar la
vinculación al contexto funerario de Pedreguer de grupos dudosos, como aquel de las conchas perforadas de bivalvos, por no
descubrirse en la metódica excavación de Migdia y ser tan del
gusto de los pastores que aprovechan la cavidad de Randero en
tiempos previos a los de su uso funerario. En cualquier caso el
certificado de afinidad se obtiene cuando se observa que en ambas cuevas hay un pequeño pero precioso fragmento de cerámica pintada, lo que sirve recuperar para el contexto funerario de
Randero esa pieza única, ahí localizada hacia la base del Nivel
de Cerámicas Lisas.
Buen símbolo éste de las cerámicas pintadas para caracterizar un grupo que entierra en la única cueva que hasta ahora
hace coincidir manifestaciones de arte rupestre esquemático con
enterramientos. Algún motivo rupestre de esa mentalidad como
el que se reconoce en el Abric de la Penya del Vicari de Altea
(Galiana y Torregrosa, 1995: 303) recuerda sin mucho esfuerzo
a los zigzags que se observan en el repertorio decorativo que
pintado en rojo ofrece esta cerámica característica de la comarca (Boronat Soler, 1983), sobre la que la investigación se ha
venido haciendo tantas preguntas a partir de su descubrimiento en los años 30 del siglo XX en la Cova Ampla del Montgó
(Soler Díaz, 2007), contexto que mejor la contiene, y que por
el tamaño y presencia de la cavidad sobre el entorno sin duda
alguna resultaría principal hacia esos siglos de la primera mitad
del III milenio a.n.e. en los que Randero y Migdia fueron necrópolis (v. fig. 1). Si sin detenerse en exceso se repasa el catálogo de materiales que sobre la emblemática cavidad del Montgó
editara el MARQ (Esquembre y Torregrosa, 2007), merece la
pena observar el soberbio conjunto de útiles pulimentados que
ofrece, la presencia de láminas y puntas de flecha en sílex o la
documentación de elementos metálicos; a la vez que caer en la
cuenta que el mínimo registro de varillas óseas y de cuentas de
collar, que si a la luz de Pastora podíamos imputar a una mala
praxis arqueológica, ahora nos llega de un modo que, a la vista
de lo que nos enseña Migdia, nos hace percibir una identidad
para los pobladores que durante el Calcolítico disfrutaron del
entorno inmediato de la sierra del Montgó.
Transcurrida más de una quincena de años desde que se
tratara de elaborar una seriación de los distintos conjuntos de
inhumación múltiple para las tierras valencianas, contando solamente con criterios de incidencia de tipos en los distintos
registros materiales y basándose en estratigrafías de excavaciones antiguas (Soler Díaz, 1997; 2002: II, 13-101), se anotan
avances que, con nuevos mimbres, permiten vislumbrar progresos de conocimiento como éste que se anota para las tierras
de La Marina, donde se revela un panorama funerario señalado
por regional y reciente con respecto al observado en cavidades
de L'Alcoià-Comtat, clásicas en la definición del fenómeno
de la inhumación múltiple en tierras valencianas. Quizá todavía es pronto porque Migdia todavía conserva restos que por
lo antedicho podrían ser más antiguos, pero en atención a las
341
[page-n-349]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Tabla 5. Cova del Barranc del Migdia. Relación de materiales hallados en las campañas 2009-2012. [Con excepción de los fragmentos
cerámicos no decorados, en la tabla se presentan los materiales de las cuatro primeras campañas (2009-2012). Los hallazgos de la última campaña (2014) constituyen un conjunto menor de elementos que no afecta a la composición esencial de la muestra].
Año/UE /nº
Paquete
Puntas de flecha
10/34/20
89/5553*
10/34/47
IV
De base cóncava. 30 x 17 x 4 mm. Fig. 6: 7.
De base cóncava. 34 x 17 x 4 mm (Soler, 2002: I, 193; II, Lám. 65: 14). Fig. 6: 11.
Foliácea saliciforme. 39 x 12 x 4 mm. Fig. 6: 9.
Foliácea saliciforme. 50 x 19 x 4,5 mm. Fig. 6: 15.
Romboidal saliciforme36 x 17 x 6 mm. Fig. 6: 12.
Romboidal saliciforme. 33 x 17 x 4 mm. Fig. 6: 8.
Romboidal saliciforme. 36,6 x 18,6 x 3,9 mm Fig. 6: 13.
Pedúnculo y aletas obtusas. 32 x 26 x 5 mm. Fig. 6: 16.
Pedúnculo y aletas obtusas. 38 x 21 x 4,5 mm. Fig. 6: 10.
Pedúnculo y aletas agudas. 36,5 x 18,7 x 5,7 mm. Fig. 6: 14.
10/49/2
10/34/2
12/53/160
10/45/1
10/32/1
12/55/4
IV
IV
III
IV
V
II
III
Año/UE /nº
89/5554A*
10/19/3
10/45/2
Paquete
II
Útiles sobre lámina
Lámina truncada. Retoque abrupto distal. 60 x 18 x 6 mm (Soler, 2002: I, 193; II, Lám. 65: 13). Fig. 6: 3.
Fragmento mesial de lámina. 35 x 16 x 9 mm. Fig. 6: 2.
Laminita. 90 x 11 x 4 mm. Fig. 6: 1.
Año/UE /nº
10/44/1
12/53/433
12/53/373
12/53/237
Paquete
II
V
V
V
Hachas-azuelas
Azuela. Sillimanita. Sección oval. 33 x 30 x 9 mm. Fig. 6: 20.
Hacha. Diabasa. Sección oval. 105,4 x 55,4 x 27,9 mm. Fig. 6: 18.
Hacha. Diabasa. Sección oval. 160,5 x 58,5 x 43,9 mm. Fig. 6: 19.
Hacha. Piedra metamórfica. Sección oval. 100,9 x 55,2 x 34,9 mm. Fig. 6: 17.
Año/UE /nº
10/45/6
89/5567A*
Paquete
II
Vasos elipsoides
Semielipsoide horizontal de base convexa. Labio apuntado. Diám. boca: 109 mm, h: 77 mm. Fig. 6: 22.
Elipsoide horizontal de base convexa. Labio redondeado. Diám.: 180 mm, h: 134 mm (Soler, 2002: I,
193; II, Lám. 65: 12). Fig. 6: 21.
Año/UE /nº
10/34/57
Paquete
IV
Cerámica pintada
Fragmento indeterminado. Triángulo, ángulo y banda en rojo. 8 mm e. Fig. 6: 23.
Año/UE /nº
10/32/2
Paquete
II
Útiles metálicos
Fragmento de punzón. Sección angular. Cobre. (36) x 5 x 3 mm. Fig. 6: 4.
Año/UE /nº
09/07/26
12/36/50
12/55/9
Paquete
I
IV
Elementos de adorno y atuendo
Concha de Dentalium sp. 17 x 3 x 2 mm.
Cuenta de collar. Piedra blanca. Sección rectangular. Diám.: 5,4 mm, e: 2,9 mm. Fig. 6: 5.
Fragmento mesial de varilla plana en hueso. Sección plano-convexa. (48) x 8 x 3 mm. Fig. 6: 6.
dataciones que ahora ofrece, no puede pasar desapercibido
que, sólo guiándonos por las fechas medias de los intervalos
de calibración, para cuando muere el individuo más antiguo
ahí localizado –el niño del Paquete II–, pueden haber pasado
doscientos años desde el óbito del que proporciona la datación
más reciente de la Cova d'en Pardo de Planes, una cavidad
cuyo uso funerario se estima entre c. 3350 a.n.e. y 2850 a.n.e.
(Soler y Roca de Togores, 2012), y que contiene un registro
con notables diferencias con respecto al de Migdia, al observarse un fantástico desarrollo de lo que en lo ornamental y
simbólico se vincula al trabajo de la piedra y el hueso, con esa
suerte de ídolos violín o planos, alfileres, colgantes o varillas,
sin anotarse apenas la presencia de utillaje pulimentado (Soler,
2002: II, 204-225; Soler et al., 2012).
Frente a lo que ofrece la cavidad de Planes, la horquilla de
las dataciones sobre huesos humanos de la Cova de la Pastora de
Alcoi es mayor, remontando su antigüedad a las postrimerías de
la primera mitad del IV milenio a.n.e., para alcanzar las primeras
342
centurias del II milenio a.n.e. No obstante parece que la mayor
parte de las fechas entran en el segmento cronológico que ofrece
En Pardo (Soler y Roca de Togores, 2012, 221), prolongándose
hasta alcanzar los tiempos en que, ahora sabemos, se debió inhumar en Randero y en Migdia, si se presta atención a las dataciones sobre mandíbulas (McClure, García Puchol y Culleton, 2010:
29): UCIAMS-66310: 4150±20 BP, 2873(2754)2635 Cal BC 2
sigma; y UCIAMS-66311: 3875±20 BP, 2459(2376)2293 Cal BC
2 sigma. Esa larga cronología justifica la variedad de ajuares que
atiende el yacimiento paradigmático de lo que fue el “Eneolítico
valenciano” (Pla, 1958), observándose conjuntos materiales del
todo próximos a los de En Pardo, otros que ahí encuentran un
desarrollo especial como es el caso de los ídolos oculados sobre
huesos largos y otros que no costaría nada vincular con lo que se
observa en las dos cavidades de la Marina que aquí se tratan, si se
hace ver la magnífica serie de elementos en piedra pulimentada
o se observa la presencia de un ítem tan característico como una
punta de flecha de base cóncava (Soler, 2002: II, 263-293).
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Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
Fig. 6.1. Materiales en sílex, cuenta en piedra y fragmento de varilla de la Cova del Barranc del Migdia.
Fig. 6.2. Cerámica y elementos en piedra pulimentada de la Cova del Barranc del Migdia.
343
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J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Si es cierta la tendencia que se observa a partir de estos
progresos de conocimiento que reporta la investigación de La
Marina podrían empezar a reconocerse al menos dos fases diferenciadas en el panorama de cuevas de enterramiento múltiple
previas al conjunto de enterramientos en cavidades asimilables
al “Horizonte Campaniforme de Transición” (Bernabeu, 1984)
–c. 2350/2100 a.n.e. (Bernabeu y Molina, 2011: 276)–: una de
cronología neolítica propia de la segunda mitad del IV milenio
y primeras centurias del III milenio a.n.e., de la que En Pardo
puede constituir buena referencia, y otra de cronología calcolítica, a partir del octavo siglo de ese milenio, por observarse tras
las primeras evidencias metalúrgicas en las tierras de La Safor
–c. 2800 a.n.e. (Bernabeu y Molina 2011: 276)–, de la que el
contexto de Migdia sería el mejor definido, expresándose en los
ajuares una suerte menor de elementos de ornato y atuendo, un
incremento de objetos en piedra pulimentada y la presencia de
los primeros elementos metálicos.
No será el momento ahora, pero teniendo a mano el corpus de materiales de las cuevas de inhumación múltiple no
es difícil estimar más ejemplos para este cuadro. De disponer
dataciones, uno nítido se determinaría en la Cova del Cantal
de Biar, cuyo registro material, carente de las realizaciones
que caracterizan En Pardo, incluye un interesante conjunto
de instrumental pulimentado y metálico (Soler Díaz, 2002:
II, 191-192); otros sin embargo exigen una mayor atención
como es el caso de la Cova del Monedero, donde se observa
un conjunto más afín al propio de En Pardo, enriquecido por
la presencia de un ídolo oculado del que trasciende una datación (García Puchol et al., 2010): UCIAMS-66318: 4115±25
BP, 2863(2720)2578 Cal BC 2 sigma, fecha que quizá no corresponda al más antiguo de los 10 que sustenta el número
mínimo de individuos, por más que se resuelva a partir de un
hueso localizado hacia la base del depósito sondeado; y otros
que de nuevo suscitan crítica relectura como ocurre en el caso
de la Cova de la Barcella, donde como se expresa en Pastora
debe estimarse un largo uso funerario, debiéndose descartar
esa perturbadora vinculación de materiales que para los tres
primeros esqueletos propusiera el sacerdote que al final de la
década de los veinte del pasado siglo la excavara (Soler, 2002:
I, 375-378), considerando inhumaciones primarias a las que en
su momento no diera crédito Isidro Ballester (1928: 58), advirtiendo seriamente Enrique Pla de su falta de rigor a la hora
atribuir los elementos de ajuar (Pla, 1964: 220).
Claro que de ningún modo deberán considerarse de nuevo
artificiales líneas que segmenten en lo temporal este legado funerario que, por llegarnos sujeto a una enorme variedad de factores, es preferible seguir estimándolo de inhumación múltiple,
aunque en algunos casos como estos comentados de la Marina
nos acerquemos más en el tiempo y el espacio al colectivo que
dispusieran ambas cavidades como necrópolis. Se tratará en
cualquier caso sólo de tendencias que se observan en el desarrollo de un fenómeno funerario dilatado en el tiempo que se caracteriza más por una continuidad que por claras discrepancias,
donde la ideología que lo sustenta, más que cambia, perdura, a
la vista no sólo del aprovechamiento funerario de la cueva natural para la inhumación sucesiva de individuos seleccionados,
sino también por la permanencia de objetos a lo largo de un
milenio de enorme expresión simbólica como son, entre otros,
las puntas de flecha (Soler Díaz, 2002: II, 107-108).
344
El mejor conocimiento de la práctica de la inhumación secundaria a partir de los datos que ha proporcionado la excavación de la Cova del Barranc del Migdia, constituye con todo uno
de los mayores logros de este proceso de conocimiento, haciendo ver que los restos estuvieron depositados en otro ámbito un
tiempo que, a partir de la observación del proceso de esqueletización, no parece el mismo para cada uno de los individuos.18
La conjunción de restos que guardan algunos de los paquetes
localizados en la Sala central de la cavidad de Xàbia advierte de
un movimiento conjunto de varios de los restos de individuos,
guardando la intención de hacer perdurar la vinculación que tendrían los fallecidos.
En la acción de la inhumación secundaria se revela toda una
preocupación a la hora de aprovechar el espacio, así como un interés en preservar y localizar los cráneos que se conservan. Nos
faltan datos para precisar cuándo o de qué manera se resuelve
este segundo enterramiento, que a la vista de la diferencia de las
dataciones, quizá pudiera haberse hecho en varias fases. No obstante, es seguro que el gesto de traslado más reciente se determina en la parte más meridional del depósito, pudiéndose haberse
realizado hacia el último cuarto del III milenio a.n.e., teniendo
en cuenta la datación del individuo masculino del Paquete IV c.
2255 a.n.e., la vinculación que guardan sus restos con los huesos de la mujer del mismo paquete y la posición estratigráfica
suprayacente del individuo del Paquete I. En cuanto se disponga
nuevas dataciones deberemos saber si ese movimiento afecta a
individuos con fechas de fallecimiento más o menos próximas,
o si se determina un gesto que incluye el traslado simultáneo de
individuos fallecidos con anterioridad. Los otros datados, podrían remontar su óbito a los siglos VII (c. 2666 y c. 2654 ) y
VI (c. 2545) a.n.e., existiendo una posibilidad en cuanto a que la
datación más antigua correspondiera a la inhumación primaria
de un menor en atención a la distribución de los huesos, si bien
en este aspecto es cierto que, a falta de conexión anatómica, los
indicios son insuficientes por más que aparentemente guarden
una posición natural que invite a considerar su depósito en decúbito lateral con las extremidades flexionadas.
Desde la perspectiva más humana el rito de la inhumación
secundaria queda lejos de aquel solemne y doloroso para los más
próximos que significa el entierro de aquellos que, recién fallecen, se les debe honrar. A ese respecto es muy interesante subrayar, desde su comparación con aquel contexto de inhumaciones
primarias que Bernat Martí nos acercara de la cavidad de Santa
de Vallada, el carácter mínimo de restos de animales domésticos,
identificados por Rafael Martínez y Pilar Iborra, que se descubre entre el millar de huesos humanos recogidos en Migdia, lo
que advierte que de haberse producido ofrendas alimenticias en
el lugar donde se depositaron los cadáveres, éstas quedaron níti-
18 Es clásico el ejemplo que al respecto de ese tipo de depósitos trasciende de los Huron, pueblo indígena de América del Norte, descubierto en los inicios del s. XVII en las proximidades del lago Ontario que en lo funerario disponía una práctica que cada cierto tiempo
recogía la totalidad de los huesos de todos los fallecidos desde la
última ceremonia, de modo que se recogían restos de individuos totalmente desarticulados junto con otros menos descompuestos para
enterrarlos luego en una gran fosa común, dejando en el depósito
primario solamente aquellos que acababan de fallecer (Ubelaker,
2007: 42).
[page-n-352]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
damente diferenciadas, no constituyendo luego ningún interés su
traslado al ámbito de la Sala central que acoge los paquetes óseos
una vez esqueletizados. Por el contrario, el traslado si afectó a enseres como recipientes cerámicos y distintos elementos materiales antes comentados quizá por perdurar en ellos los valores que
primigeniamente representaran. El estado de descomposición y la
disposición de los restos allá donde se encontraran serían factores
que condicionaron su recogida y traslado, acciones éstas a las que
en gran medida debe imputarse esas pérdidas que, en diferente
grado se observan a la hora de computar los huesos que todavía
identifican a aquellos individuos.
Las dos cavidades que aquí se han tratado reúnen condiciones
de acceso totalmente distintas y determinantes a la hora de evaluar la diferente conservación de los yacimientos arqueológicos
que contienen. La Cova del Randero es una cueva de entrada a pie
llano caracterizada por una prolongada ocupación como factor
clave para la no preservación de las evidencias funerarias que, por
el contrario, hacen de la más inaccesible cavidad de Migdia un
unicum para la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en nuestras tierras. El estado de la muestra apenas nos permite
hacer consideraciones para el caso de la cavidad de Pedreguer,
salvo la de indicar que su planta reúne condiciones para haber
funcionado como una necrópolis que podría haber acogido tanto
cadáveres como osamentas, disponiendo la llamada Sala de la entrada de un espacio suficiente para practicar ritos funerarios y la
más recóndita Galería central para disponer restos desarticulados
en esa dinámica de movimiento de huesos que se ha propuesto
desde el centro al fondo de la Cova d'en Pardo de Planes (Soler
y Roca de Togores, 2012: 207-216), algo que en cualquier caso
sólo podemos intuir, estando muy lejos de poder asegurar nada,
no perdiendo de vista el bajo número de restos que se preserva,
con respecto al volumen de espacio que se dispone.
Muy diferentes son las condiciones de Migdia, una cavidad
caracterizada por una planta que alberga espacios interiores menos diáfanos entre los que destaca esa Sala central que en su
parte septentrional alberga una concentración de restos óseos
en la depresión que conforma el lecho geológico (v. fig. 5). Fuera de esa concentración se han recogido huesos humanos, cuya
poca entidad numérica y dispersión hace pensar guarden esa
disposición a resultas de un desplazamiento desde la concentración principal, fenómeno éste del todo verosímil a la hora de explicar la presencia de algunos huesos humanos en unidades estratigráficas superiores a las que contienen los paquetes. Habrá
que indicar también que, de manera concreta, en el área sureste
de la Sala de la entrada, ahí donde se descubre una plataforma
rocosa tras excavar el sedimento suprayacente (UE 23), sólo se
identificaron un par de falanges y 3 dientes, muestra insuficiente
para señalar la superficie como asiento de cadáveres, que, de no
responder al fenómeno de dispersión aludido, acaso pudieran
relacionarse con algún tipo de manipulación de la osamenta in
situ por aquellos que luego la dispusieran de manera ordenada
en la parte septentrional de la sala.
Aunque el espacio pudiera ser justo para acoger algún cadáver, éste no sería muy idóneo para el complejo ritual que significara, y ello porque en los 14 m2 de la Sala central, apenas
hay sitio para andar erguido en un área constreñida por la colada estalagmítica que ganando en altura se dispone por debajo
del acceso a la Galería de la izquierda, y porque la dimensión
y altura de la bóveda sólo permitiría la presencia de contados
individuos que mal pudieran manipular las osamentas para disponer los restos como los encontramos, en caso de tener que reservar ámbitos para permitir la descomposición de los cuerpos.
Esas condiciones hacen difícil considerar un área donde los más
allegados pudieran sentir recogimiento o transmitir el respeto al
fallecido, invocando lo que fuera en vida a la vez que dotándolo
de distintas ofrendas y enseres.
De existir algún tipo de ceremonia debería pensarse en la
más amplia e impactante por el paisaje Sala de las Pinturas y
quizá en ella, de practicarse algo que tuviera relación con lo
funerario, habría que estimar un rito que evocara el contenido
de la Sala central de la cavidad sin disponer ahí cadáveres, una
vez que en ese espacio abierto no se ha encontrado ninguna evidencia arqueológica que permita su inserción en una dinámica
de enterramiento, lo que por otra parte es lógico teniendo en
cuenta los 40 m de altura que guarda el acantilado al que asoma
y la dificultad que implicaría trasladarse hasta ahí en grupo con
el cuerpo y las ofrendas atravesando en posiciones incómodas y
acaso poco dignas todo el desarrollo de cavidad, tras salvar los
12 m que permiten el acceso a la boca que estos últimos años se
ha traspasado para acometer la intervención arqueológica.
Al respecto de esas dificultades siempre es interesante recordar casos de necrópolis en cueva, como las que del Bronce Final se observan en Menorca, la Cova des Mussol de Ciutadella
abierta en un acantilado sobre el mar (Lull et al., 1999: 73) y la
Cova del Pas de Ferreries con la boca dispuesta en un acantilado
a 15 m sobre la roca base (Fullola et al., 2007: 96). En la primera
se observa que contiene un contexto de inhumación secundaria,
indicándose solamente el caso de una mujer en posición primaria, no llegándose a descartar que por ello y en atención a otros
factores, se tratara de alguien que falleciera en el mismo interior
de la cavidad (Rihuete, 1999: 46). No se descarta sin embargo
que a la cueva llegaran con considerable esfuerzo y riesgo cadáveres que luego se desarticularan, lo que se relaciona con un rasgo de significación social con respecto a individuos inhumados
en otros espacios (Lull et al., 1999b: 51 y 60). Del ingenio para
afrontar esos riesgos las mejores enseñanzas las proporciona la
Cova del Pas, cavidad que alberga en su interior una sorprendente necrópolis de inhumación primaria sucesiva que acoge 70
individuos en posición fetal forzada que se estima debieron ser
transportados en fardos colocados sobre camillas de madera de
las que restan evidencias (Fullola et al., 2007: 104).
Si la dificultad de acceso o las características del espacio
pueden ser factores que hagan comprensible que en Migdia no
se encuentren indicios de inhumaciones primarias, imputándose al traslado la falta de huesos humanos en los recuentos o la
anecdótica presencia de fauna, podría entenderse que la cavidad
se seleccionó con una voluntad clara para la práctica de enterramientos secundarios, materializándose su depósito en un lugar
tan elevado sobre el entorno como recóndito y protegido. Lejos
de querer retomar aquella discusión que, en los inicios del s.
XX, sostuvieran Pedro Bosch Gimpera y Juan Cabré Aguiló a
la hora de valorar los huesos desarticulados de la necrópolis de
Canyaret de Calaceite (Teruel), como el resultado de una manipulación realizada in situ, como argumentara el primero, o en
otro ámbito para llegar a la cueva ya descarnados, como opinión que, manteniéndola el arqueólogo aragonés, la hiciera suya
Isidro Ballester para explicar la formación de la necrópolis de
Camí Real d'Albaida (Ballester Tormo, 1928: 47-48), estable345
[page-n-353]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
ciéndose una pauta generalizada de “segundos enterramientos”
hasta que a propósito de Santa de Vallada se hiciera valer la
opinión de Bosch (Martí, 1981: 181-182), se pone sobre la mesa
el carácter especial de este depósito en gran medida realizado en
una temporalidad tardía en el desarrollo de un fenómeno que en
las tierras centro meridionales valencianas se percibe milenario
(Soler y Roca de Togores, 2012: 216-228), si se trae a colación
la entidad de un último gesto de traslado y colocación que al
menos afecta a la osamenta de tres individuos en una temporalidad c. 2225 a.n.e. contemporánea al llamado Horizonte Campaniforme de Transición, sin mediar en el registro de la cavidad de
Xàbia ningún elemento definitorio de ese concepto.
En diferente estado de desarticulación y conservación, se
dispusieron en la Sala central los restos de individuos fallecidos
tiempo atrás, guardando un especial cuidado en la disposición
de los cráneos que no todos los individuos conservan, colocándolos entre piedras que a su vez los señalaran para buscar su
definitiva preservación. Sobre su procedencia todo queda abierto. De no llegar los cuerpos enteros a la cueva, algo que a pesar
de todo lo expuesto no dejará de ser posible, cabe considerar su
traslado desde otros lugares de enterramiento y ello en principio
no debería ser difícil porque precisamente en la temporalidad
que los asiste se reconocen varios ejemplos de necrópolis integradas en los hábitats, como aquella de Beniteixir de Piles,
sita en la inmediata comarca de La Safor, a una treintena de
kilómetros al norte del Montgó, que dispone inhumaciones individuales en fosa, trascendiendo del enterramiento de la estructura 13 una fecha obtenida sobre una muestra de hueso humano
–Beta-244533: 4060±40 BP, 2852(2664)2476 Cal ANE 2 sigma
(Pascual Beneyto, 2010: 193 y Soler Díaz, 2013: 157)–. De otra
parte, nada impide que procedieran de otra cueva, movimiento
de huesos que, considerando otro discurso expositivo, se ha propuesto desde la investigación desarrollada en el enterramiento
múltiple de la Cueva de los Cabezos Viejos de Archena, donde se descubren distintas inhumaciones primarias a la par que
acumulaciones óseas tan desprovistas de orden que se definen
como “caos antropológico”. Para explicar esa dicotomía, quienes la investigan proponen un trasvase de huesos que, de una
cavidad a otra, permitiría sacralizar nuevos espacios funerarios
para, vinculando cavidades, extender la práctica de inhumaciones primarias (Lomba y Zapata, 2005: 30-32).
Sin descartar la posibilidad que atiende el caso del niño del
Paquete V, por otra parte por su edad fácil de transportar y recolocar, a la oquedad abierta en la vertiente meridional de la
Sierra del Montgó pudieron llegar en hatillos restos en diferente
estado de esqueletización de distintos individuos para ser colocados metódicamente en la Sala central, observándose una conducta, reflejo de una marcada preocupación por la conservación
de esos restos en un ámbito especial por su acceso, posición,
arte e iluminación. Se desconoce su procedencia, pero si vinieran de alguna otra cueva, se trataría de un gesto tan acertado
como premonitorio, a la vista del mal estado que se observa en
una cavidad tan accesible como la de Randero de Pedreguer, y
de todo ese desastre patrimonial, cuya sobrecogedora pérdida
empaña los ojos que ven lo que de manera milagrosa ofrece
Migdia, al ser conscientes que la comarca, de no haber sufrido
tanto saqueo, pudiera haber constituido una de las áreas más
significativas para el mejor conocimiento de la vertiente funeraria del Neolítico Final y Calcolítico en la fachada oriental de la
346
Península Ibérica, y de modo particular de aquellos pobladores
que gustaran de vasijas con decoración pintada. Sin que decaiga
nuestro ánimo, habrá que intentar profundizar en estos progresos de conocimiento, acercándonos de nuevo a las cuevas, independientemente de su afectación por quienes sin escrúpulos las
violentaran, con el debido respeto a aquellas gentes, y con el rigor que guardan investigadores que, como Bernat Martí Oliver,
nos han mostrado las principales líneas de éste y de otros retos.
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[page-n-356]
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Estudis en Homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 349-364.
El registro funerario calcolítico
en el extremo suroriental de la Península Ibérica:
los valles del Guadalentín y Segura (Murcia)
Joaquín loMBa MauRandi y MaRía HaBeR uRiaRte
reSumen
El trabajo actualiza los datos sobre el registro funerario calcolítico en la Región de Murcia, analizando aspectos relacionados
con la tipología de las tumbas, los diferentes modos en que se disponen los restos humanos, y la presencia y disposición
de los elementos que los acompañan, con especial atención a los restos faunísticos y, dentro de la cultura material, a
los elementos en sílex. Se reflexiona sobre la consideración explícita de ajuar de estos elementos, y se proponen pautas
generales de comportamiento del registro funerario, con atención a casos peninsulares y europeos en los que se evidencian
tratamientos o casos similares a los documentados en la zona de estudio.
PalabraS claVe:
Enterramientos, Calcolítico, ajuar, cremación, cánidos, sureste peninsular.
abSTracT
Chalcolithic funerary record in the southeastern end of the Iberian Peninsula: Guadalentín and Segura valleys (Murcia region,
Spain). The work updates the information on the Chalcolithic burial record in the Region of Murcia, analyzing aspects related
to the typology of the graves, the different manners in which they arrange the human bones and the tracks of cremation, and the
presence and disposition of the elements that they accompany, singularly the faunal remains and, inside the material culture,
special incident in the flint elements. One thinks about the explicit consideration of burial goods of these elements, and propose
general guidelines of behavior of the burial record, with attention to peninsular and european cases in which treatments or
similar cases are demonstrated to documented in the zone of study.
keywordS:
Burial graves, Chalcolithic, burial goods, cremation, dogs, southeast Spain.
1. INTRODUCCIÓN. BREVES APUNTES
HISTORIOGRÁFICOS
Los Siret (1890: 24-25) son los primeros en citar un enterramiento en la zona, Cueva de los Toyos (Águilas), una inhumación del Neolítico Medio. De esa misma época son las primeras noticias de la necrópolis de Murviedro (Lorca), y poco más
tarde de Rambla Bermeja (Lorca) y Cerro del Mojón (Caravaca), de la que sólo conocemos esa cita. En 1927 se descubre
Blanquizares (Totana) (Cuadrado, 1929), con 92 individuos y
una abundante cultura material, incluidos numerosos vasos de
madera; a los 30 años se publica su ajuar (Arribas Palau, 195253), y después la del ya expoliado hipogeo de Loma de los
Peregrinos (Alguazas) (Nieto Gallo, 1958).
No se producen nuevos datos hasta el hallazgo en los 80 de
las cavidades de Los Alcores y La Represa (Caravaca) (García Toro, 1980a; San Nicolás del Toro, 1981), de Pino (Jumilla)
(Molina y Hernández, 1986), Barranco de la Higuera (Fortuna)
(García Toro, 1980b) y abrigo del Milano (Mula) (Walker y San
Nicolás, 1995). Se interviene en el único megalito conservado
de Murviedro (Idáñez Sánchez, 1986) y del Cabezo del Plomo
(Mazarrón) (Muñoz Amilibia, 1986) y se limpia el mayor de los
de Bagil (Moratalla) (San Nicolás y Martínez, 1979-80), de un
conjunto de 6 que también se delimitarán posteriormente (Eiroa
García, 1998) (fig. 1). Son los años de los trabajos en la Cueva de los Tiestos (Jumilla) y sus cerámicas pintadas (Molina
Grande, 1990; Molina Burguera, 2003); en la expoliada Cueva
Sagrada I (Lorca) y su ajuar de madera y textiles (Ayala Juan,
1987); en Cueva del Calor (Cehegín) (Martínez y San Nicolás, 1993); y en la pequeña cavidad del Barranco de Carboneros (Totana) (López García, 1991: 234). Además, se descubren
los 12 rundgräber del Cerro Negro (Zarcilla de Ramos, Lorca)
(Gilman y San Nicolás, 1995) y se excava el abrigo de Grajos
III (Cieza) (Lomba et al., 1999).
Desde finales de los 90 se empiezan a localizar enterramientos en silos o fosas en contextos de habitación en los cascos
urbanos de Lorca (García et al., 2003), Archivel-Casa Noguera
(García y Martínez, 2004: 240) y Caravaca-Molinos de Papel
(Pujante Martínez, 2006); y se excavan 3 sepulcros con un registro antropológico en un aceptable estado de conservación:
349
[page-n-357]
J. Lomba Maurandi y M. Haber Uriarte
1. Abrigo del Milano
2. Abrigo de Carboneros
3. Blanquizares de Lébor
4. Cabezo del Plomo
5. Cabezos Viejos
6. Camino del Molino
7. Casa Noguera
8. Casa Forestal Martí
9. Cerro del Buitre
10. Cerro Negro
13. C. de Lucas
14. C. de la Peña Rubia
15. C. de la Represa
19. C. de los Alcores
20. C. de los Tiestos
21. C. del Bco. de la Higuera
24. C. de Pino
25. C. del Poniente
26. Cueva Sagrada I y II
27. Cuevas que recalan
28. Grajos III
29. Loma de los Peregrinos
30. Lorca
31. Los Realejos
32. Menhir de la Tercia
33. Murviedro 1 y 3
En el Sector A:
11. C. Amador
12. C. de Doña Joaquina
16. C. de las Canteras
17. C. de las Conchas
18. C. de las Palomas
22. C. del Calor
23. C. del Humo
34. Pajasola
Fig. 1. Ubicación de los enterramientos calcolíticos de Murcia citados en el texto.
Pajasola, Cabezos Viejos y Camino del Molino. El resto de información procede de expolios o es aislada, pero puede combinarse bien con la más fidedigna de las excavaciones (tabla 1).
2. TIPOLOGÍA FORMAL DE LOS
ENTERRAMIENTOS
en Blanquizares y Cabezos Viejos. En otras tres, los abrigos se
completan con lajas formando una cámara circular (El Milano)
o conformando un pequeño dromos de acceso (Cueva Sagrada
II) (fig. 2), generando esquemas (que no dimensiones) claramente megalíticos; el tercer caso es Murviedro, completado con
bloques de grandes dimensiones (Lomba Maurandi, 1999).
2.1. caVIdadeS naTuraleS, acondIcIonadaS y arTIFIcIaleS
El enterramiento en cavidades naturales es el más abundante,
con más de un centenar de casos de los que sólo han sido excavadas las cuevas de Los Alcores, del Barranco de la Higuera, de
Pino, de Los Tiestos, La Represa, del Calor, Sagrada I y Pajasola, y los abrigos de los Carboneros y Grajos III. En este sentido,
el territorio comparte rasgos con el área valenciana, donde los
enterramientos son sobre todo en cavidades –García Puchol et
al. (2012: 44) refieren 130– aunque también empiezan a aparecer en estructuras negativas. La única artificial es Loma de los
Peregrinos, de cámara circular y techo abovedado con acceso
por un pozo vertical lateral; y quizás también Los Realejos (Cieza), ambas en la cuenca media del Segura. Además, las paredes de algunas cuevas son parcialmente acondicionadas, como
350
Fig. 2. Acceso al abrigo de Cueva Sagrada II (Lorca), observándose
la colocación de lajas que delimitan el espacio sepulcral y de acceso.
[page-n-358]
El registro funerario calcolítico en el extremo suroriental de la Península Ibérica: los valles del Guadalentín y Segura
C. Amador (Cehegin)
C. de Doña Joaquina
(Cehegín)
C. de Lucas (Mazarrón)
C. de la Peña Rubia
(Lorca)
C. de La Represa
(Caravaca)
C. de las Canteras
(Cehegín)
x
x
x
x
x
x
x
x
x
3-4
23
x
x
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1.336
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1
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2
-
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2.2. eSTrucTuraS negaTIVaS
Desde finales del s. XX se localizan estructuras negativas en los
cascos urbanos de Lorca, Archivel y Caravaca, en cuyas proximidades se descubre Camino del Molino. Sumemos las noticias
de un enterramiento en el interior de lo que llamaban “fondo de
cabaña” en La Parrilla (Lorca), y la localización de 10 huesos
humanos mezclados con los restos de fauna de El Prado (Jumilla) (Lillo y Walker, 1987: 105-107). Excepto en Camino del
Molino, se trata de estructuras con diámetros entre 1,5 y 2,7
m, cuyas dimensiones y morfología se aproximan más a lo que
solemos entender por “fondos de cabaña”.
Fauna
Ídolos
x
x
Metal
92
x
Campaniforme
x
C. de las Conchas
(Cehegín)
C. de las Palomas
(Cehegín)
C. de Los Alcores
23
(Caravaca)
C. de los Tiestos (Jumilla) 16
C. del Bco. de La Higuera 7
(Fortuna)
C. del Calor (Cehegín)
C. del Humo (Cehegín)
C. de Pino (Jumilla)
C. del Poniente (Jumilla)
C. Sagrada I (Lorca)
5
C. Sagrada II (Lorca)
1
Cuevas que recalan
(Lorca)
Grajos III (Cieza)
7
Loma de los Peregrinos 17-18
(Alguazas)
Lorca-Corredera 47
3
Lorca-Juan II
varios
Lorca-Glorieta San
1
Vicente
Lorca-Marianela
2
Lorca-Rincón de
2
Moncada
Los Realejos (Cieza)
18-20
Menhir de la Tercia
(Lorca)
Murviedro 1 (Lorca)
50
Murviedro 3 (Lorca)
15
Pajasola (Caravaca)
21
Cerámica
1
x
Cuentas
x
Varillas óseas
x
Lítica pulim.
x
Lítica tallada
Campaniforme
x
Cremación
Cerámica
x
Yacimiento
NMI conocido
Cuentas
x
Fauna
Varillas óseas
x
Ídolos
Lítica pulim.
8-9
Metal
Lítica tallada
Abrigo del Milano
(Mula)
Abrigo de Carboneros
(Totana)
Blanquizares de Lébor
(Totana)
Cabezo del Plomo
(Mazarrón)
Cabezos Viejos
(Archena)
Camino del Molino
(Caravaca)
Casa Noguera 7
(Archivel, Caravaca)
Casa Noguera 8
(Archivel, Caravaca)
Casa Forestal Martí
(Totana)
Cerro del Buitre IIA
(Lorca)
Cerro del Buitre IIB
(Lorca)
Cerro Negro (Lorca)
NMI conocido
Yacimiento
Cremación
Tabla 1. Enterramientos calcolíticos de la Región de Murcia con información sobre su contenido.
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x
x
tipos excluyentes, pues ambos coinciden en el tercio occidental
de la Región de Murcia (Walker y San Nicolás, 1995: 131).
2.3. eSTrucTuraS megalíTIcaS
En el tercio occidental de la región (Lomba Maurandi, 1999)
hay 18 necrópolis que suman 46 megalitos (excavados Murviedro 1, Cabezo del Plomo, Bajil 1-3 y Cerro Negro 12), todos rundgräber (fig. 3) menos Murviedro (abrigo-megalito) y
Menhir de la Tercia (monolito asociado a materiales propios de
enterramiento). En cualquier caso, megalitos y cavidades no son
Fig. 3. Vista general de uno de los enterramientos megalíticos de la
necrópolis del Cerro Negro (Zarcilla de Ramos, Lorca).
351
[page-n-359]
J. Lomba Maurandi y M. Haber Uriarte
3. INDIVIDUALES Y MÚLTIPLES, PRIMERAS
Y SEGUNDAS INHUMACIONES, PAQUETES
FUNERARIOS
Cuevas, abrigos y megalitos albergan siempre varios individuos
y, cuando se ha podido estudiar, ello responde a la reiteración
del depósito en un mismo lugar. Excepciones serían Carboneros (López García, 1991: 234), con una mujer con la cabeza
vendada entre restos de madera de lo que podría haber sido una
estructura de litera; y Cueva Sagrada II, donde se cita un solo
individuo en decúbito supino con un rollo de esparto a cada lado
del cráneo y un puñal de sílex. Las disposiciones primarias conviven con recolocación de restos, formando a veces paquetes
funerarios o arrinconamientos, acondicionamientos generalizados, fases claramente diferenciadas o incluso la presencia incompleta de algunos individuos.
El carácter individual o múltiple, o si ha habido segundas inhumaciones, se puede analizar con garantías en 29 yacimientos: 8
estructuras negativas (NMI=17), 9 cuevas (NMI=233), 3 abrigos
(NMI=17-18), 4 megalitos (NMI=68-69), 3 cuevas artificiales
(NMI=35-38) y la fosa de Camino del Molino (NMI=1.336). En
general, las pautas en cuanto al número de individuos son similares en cuevas y megalitos, mientras que abrigos y estructuras negativas (menos Camino del Molino) albergan grupos pequeños.
3.1. InhumacIoneS en eSTrucTuraS negaTIVaS
Dentro de las estructuras negativas en hábitat encontramos 2 enterramientos individuales (Casa Noguera E.7; Glorieta San Vicente), 4 dobles (Casa Noguera E.8; C/Marianela; y dos en Molinos de Papel) y 2 con más individuos (C/Rincón de Moncada,
C/Corredera-47; C/Juan II-3 con C/Leonés-5); hay primeras y
segundas inhumaciones, y son frecuentes las remociones intencionales con selección de huesos, pero no se conocen cremaciones en restos humanos o ajuares, incluido Camino del Molino.
De Casa Noguera procede un enterramiento individual (E.7)
en primera inhumación en decúbito prono y con el cráneo calzado con piedras, y otro doble (E.8): uno se depositó manteniendo
aún tejidos blandos –en decúbito lateral y con el cráneo de nuevo calzado con piedras, con su mandíbula y extremidades inferiores reubicadas, faltándole las superiores–, mientras que del
otro sólo había huesos de las piernas, pero sin los pies, y fragmentos de costillas (García y Martínez, 2004: 240-241), lo que
apoya la posibilidad de una colocación simultánea pero no completa. De otra intervención en el mismo yacimiento (Álvarez y
Andrés, 2009) se citan 19 individuos de estructuras siliformes
del Neolítico Final/Calcolítico, si bien la publicación señala que
los enterramientos son del Bronce (ibíd.: 126), además de referir
usos de época ibérica; a la espera de una publicación detallada,
parece prudente no incluirlos en el estudio, aunque ciertas referencias formales podrían apuntar al Calcolítico.
En el casco de Lorca son varios los hallazgos. En C/Juan
II-3 con C/Leonés-5, un “fondo de cabaña” de 2,30 x 2,50 m
con enterramientos humanos y de animales (Bellón Aguilera,
2003: 108), desprendiéndose del texto que debe tratarse de más
de dos individuos. Posteriormente se descubrió un “silo” con un
enterramiento doble de un anciano y un joven de 18 años, sin
ajuar (Verdú Bermejo, 2004: 31-32), pero no se hace referencia
a la disposición de restos. En Glorieta de San Vicente apareció
una estructura negativa con una primera inhumación en decúbi352
to prono (García et al., 2003: 20); junto a este individuo, que por
su posición parece haber estado envuelto, se depositó un fragmento de cráneo de otro, así como una escápula de ovicáprido
(identificación por observación directa) con un motivo pintado
en rojo de puntos que rodean a un oculado y una datación sobre
hueso humano de 4075±30 BP (KIA-19491) (Martínez et al.,
2006: 515 y 517). En C/Rincón de Moncada, un enterramiento
doble en la covacha lateral de una estructura negativa, con un
individuo completo en posición, así como una agrupación de
huesos de otro sujeto al fondo (Ramos y García, 2004: 109) en
la que una segunda revisión detectó el fragmento de un fémur
y algunos huesos de una extremidad superior de un tercer individuo de 18-19 años, posiblemente femenino (Haber Uriarte,
2007); y en C/Corredera-47, una estructura negativa de 2,5 m de
diámetro y 0,7 m de profundidad con restos inconexos de 3 individuos colocados inicialmente completos y removidos cuando
se incorporó el sacrificio de 18 cánidos y un felino, y con ellos
un cuenco (Ramírez Águila, 2004: 118) (fig. 4).
Sumemos a esta relación la referencia ya hecha a La Parrilla,
así como a las 6 falanges, 1 fragmento de parietal derecho, 1
calcáneo izquierdo y 2 fragmentos de pelvis de El Prado (Jumilla) en el contexto de acumulaciones de fauna que en su día
se interpretaron como desechos alimenticios (Lillo y Walker,
1987: 109); la ausencia de huesos largos y su dispersión llevó a
los excavadores a apuntar que provendrían de algún pudridero y
que posteriormente se llevarían al hábitat.
Bajo la actual Caravaca está Molinos de Papel. En una de las
49 estructuras negativas de una primera intervención de 1999 se
identificó una fosa cubierta con túmulo de piedras (Sepultura 2)
bajo el cual apareció un individuo con diversos huesos desplazados, y bajo éste otro en decúbito lateral derecho y flexionado con
un anillo de plata entre las manos y un botón de marfil con doble
perforación en sus extremos junto a su omóplato (Pujante Martínez, 2006: 149), del Bronce –KIA-39854: 3610-30 BP: 2109
(1999) 1889 Cal ANE 2sg–; próximo al enterramiento (ibíd.:
150), un hogar con restos de carbón y varios objetos quemados.
En otro sector, una estructura siliforme en el interior de una cabaña, con un enterramiento (Sepultura 1) de dos individuos en
posición flexionada, asociados a una Palmela (ibíd.: 156-157).
Fig. 4. Vista general de la estructura negativa de C/ Corredera, 47
(Lorca), en la que aparecieron restos de 3 individuos acompañados
de 18 cánidos en posición anatómica.
[page-n-360]
El registro funerario calcolítico en el extremo suroriental de la Península Ibérica: los valles del Guadalentín y Segura
A 600 m está Camino del Molino, una estructura negativa
circular excavada en travertino de unos 7 m de diámetro y un
alzado de 1,60 m (Lomba et al., 2009), con un NMI=1.336 (cráneos): primeras inhumaciones, 182 sujetos (completos o no) en
posición anatómica (Haber et al., 2012), acumulaciones de cráneos en las paredes, y una ingente cantidad de restos inconexos
que constituyen la mayor parte del registro antropológico (fig.
5). El 44,7% son varones, el 39,4% mujeres, el 4,9% probablemente masculinos, el 5% probablemente femeninos, y un 7,3%
son indeterminados. En cuanto a las edades, el 58,7% son adultos (unión epifisaria completa de sus huesos), y por lo tanto hay
un porcentaje muy alto de infantiles, incluidos algunos fetos.
Entre los adultos predominan los adultos jóvenes (47,5%), seguidos de maduros (33,6%) y seniles (4,5%). No se documentan
paquetes funerarios de huesos largos reagrupados, vinculados o
no a cráneos –a diferencia de lo que veíamos en Cabezos Viejos– ni tampoco marcas antrópicas. Es interesante señalar que
tanto en la base de la secuencia como en varios momentos ulteriores hay fuegos muy localizados, excesivamente pequeños
para poder vincularlos a una acción deliberada de cremación,
lo que por otra parte casa con la práctica ausencia de huesos
quemados que, cuando aparecen, lo están sin gran afectación
de su estado. Se observan traumatismos craneales en 21 adultos
(57% varones; 42,9% mujeres) provocados por objetos romos,
posiblemente piedras, y que en la mayoría de los casos fueron
causa de muerte.
3.2. InhumacIoneS en caVIdadeS
La mayor parte de datos procede de hallazgos casuales, intervenciones antiguas o remociones clandestinas, lo que dificulta
su estudio global. Son 11 las cuevas con restos humanos contabilizados, 235 sujetos de los que se ha estudiado el 63% (Cabezos Viejos, Cueva de los Tiestos, Cueva Barranco Higuera,
Cueva Sagrada I, Grajos III y Pajasola). Para el estudio de las
pirámides de población se ha prescindido de Blanquizares, La
Represa y Los Alcores, ya que no se han realizado estudios antropológicos; en Los Alcores García Toro (1980a: 246) calculó
un NMI=23 “por la cantidad de fémures y maxilares superiores”, mereciendo por tanto este conjunto una revisión.
Hablamos de enterramientos múltiples en los que se documenta selección de los huesos y recolocaciones. Podría ser una
excepción la Cueva de los Tiestos (Jumilla), donde De Miguel
Fig. 5. Vista general del cuadrante suroccidental de la estructura negativa de Camino del Molino (Caravaca de la Cruz). Obsérvese la
presencia de individuos en posición primaria, otros articulados pero desplazados, y una gran masa de huesos completamente mezclados y
con un alto índice de fragmentación en áreas de paso.
353
[page-n-361]
J. Lomba Maurandi y M. Haber Uriarte
(2003: 124) sólo puede corroborar inhumación primaria al recuperarse piezas óseas de pequeño tamaño, así como una posible
recolocación o selección al no conservarse cráneos completos;
se recuperan individuos pertenecientes a todas las edades, desde
Infantil I (0 y 2 años) hasta un senil de >50 años en La Higuera, si bien no aparecen representados por igual. Con los datos
extraídos de los estudios antropológicos (NMI=78), un 19,2 %
de los individuos son infantiles (4 Infantil I y 11 Infantil II),
el 29,5% adultos jóvenes (entre 20 y 35 años) con predominio
de 17-25 años (quizá escape de la norma Grajos III, con 4 individuos de c. 40), el 46,2% adultos (entre 36 y 50 años) y un
5% seniles. Hombres y mujeres parecen estar representados en
porcentajes similares.
En Cabezos Viejos (Lomba y Zapata, 2005: 14-15), la secuencia (NMI=23) se inicia con restos muy aislados e inconexos
de 2 individuos en la base, uno en cada una de las dos cámaras, y
sobre ellos los restos de otros 21. En la primera cámara se identifican dos series o agrupaciones con 9 individuos en primera inhumación o arrinconados sobre ese primer individuo, cerrando
la secuencia otros 2 formando paquetes. En la segunda, lateral
y con un ajuar más valioso y numeroso, la secuencia se inicia
también con restos aislados e inconexos de un individuo, luego
restos removidos pero completos de 3, y se cierra la serie con
paquetes funerarios de otros 3 individuos. Ya entonces planteamos que los restos que inician la secuencia procedieran de otro
lugar distinto a la cueva, y que los últimos, también incompletos, fueran de individuos trasladados a otro lugar en el que se
reiniciaría otra secuencia. No hay restos de fauna. En cuanto
a edades, se recuperaron un infantil de 6-8 años en primera inhumación, 11 adultos jóvenes (seis de 17-25 años) y 9 adultos
(Lomba y Zapata, 2005); no se logró identificación sexual de
ningún individuo. También es reseñable la presencia de ocre en
uno de los restos humanos, como también vemos en las cuevas
de Tirieza (Lorca) y B-2 de Totana.
De Cueva Sagrada I (Lorca) provienen un Infantil I (0-2 años)
y dos II (3-12 años), un adulto joven y un posible adulto femenino
(Doménech et al., 1987); el cráneo de uno de los niños estaba
sobre la estera de esparto y asociado a todo el ajuar del enterramiento, pero nada sabemos más sobre la disposición de los restos,
aunque parecen ser segundas inhumaciones. En la Cueva de los
Tiestos (Jumilla) (NMI=16) se identifican 2 Infantiles I, 4 Infantiles II y 2 adultos jóvenes, siendo el 50% de la muestra adultos,
tanto varones como mujeres (Molina Burguera, 2003), removidos
de antiguo. En Los Losares 1 (Cieza) se conoce una mujer adulta,
así como un posible adulto en Los Losares 9, pero se trata de
restos de superficie de yacimientos sin excavar.
Del Barranco de la Higuera (Fortuna) proceden seis adultos
(3 mujeres y 2 hombres) y una mujer senil, aunque sólo tenemos
cinco cráneos (Campillo, 1980). Los restos estaban dispersos
pero, sobre todo, destaca su localización en el área derecha de
la cavidad, mientras que el ajuar aparecía en el centro. Llama
la atención la mutilación dentaria en 3 de los sujetos (afilados
o recortados) que además compartían rasgos epigenéticos, poniéndose esto en relación con un posible ritual. Casos de “cirugía” calcolítica también están documentados en la manipulación
ante mortem del centro de la raíz de un segundo molar superior
del individuo VI de Los Grajos, con el fin de atajar una fuerte
inflamación (Lomba et al., 1999: 99); y en la trepanación de uno
de los cráneos de Blanquizares.
354
Otra cueva natural es Pajasola o Balsa Salada (Cehegín)
(NMI=21) (Walker y San Nicolás, 1995: 113), con una cámara
de 3x3 m y 0,5 m de depósito, en cuyo lateral se localizó una
concentración de cráneos sin mandíbulas, que aparecían dispersas por el resto de la tumba, lo que evidencia remociones
intencionales (como en Camino del Molino, a una decena de
kilómetros). Los huesos largos también estaban agrupados y
sin conexión, pero al mismo tiempo se localizaron partes esqueléticas que sí estaban en posición (articulaciones de manos
y muñecas, piernas, áreas torácicolumbares completas, brazos
flexionados) y que parecen indicar que se depositaron originalmente para posteriormente ser removidos. No hay marcas antrópicas ni restos de cremación alguna que afecten a los restos
humanos, y tampoco se han publicado referencias a fauna. De
los 21 sujetos, 5 son infantiles (1 menor de 2 años, 1 de 2-9, 1
de 6-8, 1 de 8-10 años y un indeterminado), 8 adultos jóvenes
(1 de 9-17 y 7 de 17-25 años), 4 adultos (3 de 25-33 y 1 de
35-45 años) y 3 seniles, habiéndose podido sexuar 6 varones
y 5 mujeres entre los grupos de jóvenes y adultos, siendo el
resto alofisos.1
En cuanto a los abrigos, conocemos 3 casos con datos antropológicos suficientes: Grajos III, Carboneros y El Milano.
En el primero, la acidez del suelo provocó que sólo se conservaran los dientes de un NMI=7: 2 adultos de 20-25 años,
2 varones de 35-45, un varón de 40-50, un posible varón de
más de 40 y una posible mujer de 15-20 (Lomba et al., 1999).
En Carboneros se hace referencia a una inhumación femenina, como ya se ha dicho con la cabeza envuelta en una tela
(López García, 1991: 234). El tercer abrigo de interés es El
Milano (San Nicolás, 2009: 29), con una pequeña estructura
de piedras verticales que delimitaban una cámara de 0,9 x
1,4 m adosada a la pared y enlosada en su base. Dentro, 7-8
individuos, los últimos en posición anatómica y con especial
incidencia de cremación en las apófisis de las partes anatómicas con mayor masa muscular; se cubre con un encachado y
sobre éste, un fino sedimento terroso que dejaba ver la parte
superior de los bloques de piedra. Posteriormente se amplió
la cámara por el S pero respetando lo anterior, y se colocó un
enterramiento individual calcinado, el fémur de un conejo y
fragmentos de un metapodio de ovicaprino, por lo que para
todo el sepulcro se calcula un NMI=7. Las trazas de cremación afectan en menor medida a cráneos y segmentos distales
de las extremidades, y algunos fragmentos muestran un nivel
de afectación de fuego muy superior al resto, lo que llevó a
plantear que se quemaran en un mismo lugar fuera de la cámara, de forma que algunos restos sufrieran varias cremaciones
al quedar en la pira, incorporándose al sepulcro mezclados
con los de otro cremado con posterioridad. En dos costillas
hay, además, huellas de descarnación (Walker, 2009: 61-62;
Walker, 2009) que se suman a la evidencia de cortes en una
falange de Cueva del Calor (Lillo y Walker, 1987: 109 y figs.
11 y 12). De las cuevas artificiales, Loma de los Peregrinos
y Los Realejos, sólo se conoce la estimación de individuos,
17-18 y 18-20, respectivamente.
1
Agradecemos a D. Miguel San Nicolás del Toro, director de las
excavaciones, la información facilitada sobre la composición de la
población depositada en Pajasola, inédita.
[page-n-362]
El registro funerario calcolítico en el extremo suroriental de la Península Ibérica: los valles del Guadalentín y Segura
En cinco de las cavidades en las que se han recuperado restos
óseos se ha registrado cremación no solo en los restos humanos,
que suele ser lo que se señala en las publicaciones, sino también
en algunos de los elementos de ajuar, cuando no en las paredes
de la cavidad. La mayoría confirman una cremación, de la que a
nivel peninsular existen evidencias en todo su territorio, aunque
con mayor número de casos en el área oriental (Pascual Benito,
2002) que no corrobora una acción del fuego anterior a la esqueletización, coincidiendo esto con la afirmación de Weiss-Krejci
(2005: 51) en su revisión de los casos peninsulares, de que no es
común que los cuerpos se quemen frescos.
3.3. enTerramIenToS en megalIToS
Sólo se conoce el NMI de 4 de los megalitos, siempre sin estudio antropológico: Cabezo del Plomo I (3-4), Bagil (sólo se
citan restos de cremación en los huesos y ajuar), Murviedro I
(50, con huellas de fuego en las paredes, y en la mitad de los
restos humanos) y Murviedro III (15, con primeras y segundas
inhumaciones).
4. SOLOS O ACOMPAÑADOS: CÁNIDOS Y OTRA
FAUNA ASOCIADA A ENTERRAMIENTOS
Es frecuente la identificación de fauna en tumbas argáricas
como eventos de comensalidad (Aranda Jiménez, 2012: 264).
En contextos calcolíticos su detección se ha visto dificultada
por tratarse de tumbas con abundantes restos humanos removidos o alterados, y también por haberse centrado los estudios en
una cultura material a menudo llamativa. Dos son los registros
faunísticos: a) restos óseos aislados, o animales en posición
anatómica completos o casi completos –cánidos y bóvidos,
como bien señalan Márquez y Jiménez (2010a: 146) para los
poblados con fosos del sur peninsular–, que pueden acompañar a restos humanos o ser protagonistas únicos de la tumba; y
b) elementos anatómicos aislados. Conviene recordar aquí el
trabajo clásico de Horwitz (1987) sobre ofrendas animales en
el Bronce israelí, que citaba 8 situaciones que por sí solas no
señalan necesariamente actividad ritual, pero sí la confluencia de varias de ellas: presencia de animales completos o en
porciones articuladas, de sujetos muy viejos o muy jóvenes,
selección de partes específicas (cornamentas, cabezas, etc.),
preponderancia de un sexo, abundancia de un taxón particular,
presencia de taxones raros, asociación con restos humanos y
asociación con bienes de ajuar. Para la zona estudiada, todos
los animales en posición anatómica, excepto en un caso, son
cánidos, y no aparecen en megalitos ni en cavidades, sino únicamente en estructuras negativas.
En el solar de Glorieta de San Vicente (Lorca), una estructura negativa contenía 4 cánidos, y de otra provienen vértebras y
costillas de un bóvido, también en posición (García et al., 2003:
20), único caso de no cánido articulado; en C/Corredera-47, sobre 3 humanos posteriormente removidos se depositaron 18 cánidos completos y restos inconexos de un felino (Ramírez Águila, 2004: 118); en C/Juan II-3 con C/Leonés-5, en una misma
tumba un sujeto senil y un joven de 18 años se acompañaban de
abundante fauna sin disposición anatómica (sin especificar), bivalvos y gasterópodos marinos (Verdú Bermejo, 2004: 32); por
último, un “fondo de cabaña” (Bellón Aguilera, 2003: 108) cuya
excavación se interrumpió al paralizarse los trabajos arqueológicos, contenía restos humanos y faunísticos, con noticias del
hallazgo de dos posibles perros.
En la última campaña en Molinos de Papel (Caravaca) se
localizó un silo con fragmentos cerámicos y huesos de ovicaprinos y, en el fondo, un pequeño perro en posición anatómica
dentro de una vasija.2 En Casa Noguera, el único individuo de
la tumba E.7 tenía sobre sus manos sendas patas de ovicaprinos,
pero lo más interesante es que esos restos se cubrían con un túmulo de piedras, dentro aún del “silo”, y sobre esa acumulación
se depositaron dos perros articulados y cuartos traseros, extremidades y cráneos de ovicaprinos y jabalíes (García y Martínez,
2004: 240). Uno de los perros presentaba una malformación que
le generó cojera, a pesar de lo cual fue sacrificado en edad senil
mediante un fuerte golpe en la región frontal (referencia inédita
de García Moncó, citada en Ruiz García-Vaso, 2013: 84).
Por último, en Camino del Molino hay 44 cánidos, individualizándose de momento 28 de ellos: 1 Vulpes vulpes, 22
Canis lupus familiaris y 5 Canis lupus (Ruiz et al., 2013). Todos los perros son adultos jóvenes menos 3 cachorros y un
senil con una fractura consolidada que le provocó una notable
cojera, mientras que los lobos se identifican tanto por su tamaño (alzada de cruz de 64-70 cm frente a perros de menos
de 45 y otro grupo de 47-55) (Ruiz García-Vaso, 2013: 86)
como por estudios de ADN; en C/Corredera-47 (Lorca), uno
de los perros también encaja en los parámetros de los perros
de reducidas dimensiones del yacimiento caravaqueño (ibíd.:
79). La fauna de Camino del Molino (NR=1.993, de los que
1.780 son de cánidos), incluye 132 huesos de cabra (mayoritariamente muy jóvenes, sin marcas, identificándose claramente dos ejemplares con estas características, pero también un
ejemplar adulto); 58 de felinos (un gato montés macho senil
con una patología que debió afectar la sensibilidad de sus molares y premolares izquierdos y piel del mentón, y un cachorro
de >6 meses; esta distribución de edad y sexo abunda en la
interpretación de que formen parte de los elementos intencionalmente depositados en el enterramiento); 2 de équidos (una
falange media y una proximal de un adulto); 4 de bovinos (un
individuo de >48 meses y envergadura similar a las vacas domésticas actuales); 5 de suidos, 10 de lagomorfos y 2 de aves
(Ruiz García-Vaso, 2013: 69-74), una cornamenta de ciervo y
parte del cuerpo mandibular de un suido.
En cuanto a yacimientos en los que sólo se cita fauna que no
se corresponde con cánidos, la última fase (campaniforme) de
El Milano incluye un fémur de conejo y un fragmento de metapodio de ovicaprino (San Nicolás, 2009: 29). De Cueva Sagrada
I conocemos, además de restos de roedores y reptiles probablemente intrusivos, un esqueleto de lagomorfo y una escápula de
perro (Sánchez Carrasco, 1987) que podrían ser parte del ritual
funerario. En C/Juan II-3 con C/Leonés-5 (Lorca) se refieren
restos de animales acompañando a humanos en una estructura
negativa que no pudo excavarse (Bellón Aguilera, 2003: 108), y
de otra intervención en el mismo solar se cita un enterramiento
2
Agradecemos a Dña. Juana María Marín Muñoz, directora de las
excavaciones, el traslado de esta información inédita, que se encuentra en el marco de un estudio global del contenido de las estructuras negativas de este poblado, en el que participamos.
355
[page-n-363]
J. Lomba Maurandi y M. Haber Uriarte
doble con abundante fauna, bivalvos y gasterópodos, asociado
todo a 2 pulseras de caliza, con una fecha de sellado del silo de
4050±25 BP (Verdú, 2004: 31-32).
Si atendemos a las lesiones en cánidos, además de la letal
fractura frontal de uno de los perros de Casa Noguera y la fractura fusionada del senil de Camino del Molino, uno de los perros de C/Corredera-47 presentaba una punta de flecha clavada
en el tabique nasal, casi perpendicular al eje craneal; y otro de
Camino del Molino mostraba una fractura similar a la de Casa
Noguera, pero con reconstrucción ósea en el seno frontal derecho que apunta a una cierta supervivencia. Las lesiones frontales como método de sacrificio están documentadas en el Bronce
europeo (Vretemark y Sten, 2006: 211), así como en el Bronce
Inicial del asentamiento de Can Roqueta II (Barcelona), donde
se citan 3 cráneos con fractura frontal letal (Alziburi, 2011: 17).
Además, uno de los lobos de Camino del Molino muestra dos
orificios en la bóveda craneana, sin supervivencia y de indudable origen antrópico (Ruiz García-Vaso, 2013: 82).
5. REGISTRO Y CULTURA MATERIAL EN
CONTEXTOS FUNERARIOS
Junto a los restos humanos suele aparecer ajuar funerario, sin
que se diferencie entre los elementos depositados intencionalmente junto al difunto, los que forman parte de su indumentaria
o que incluso puedan estar en el propio cuerpo, y los que se han
aportado con posterioridad (eventos de comensalidad o rememoración). Así, no es claro que parte del registro faunístico no
deba considerarse ajuar, en la misma medida en que ciertos elementos de la cultura material quizás no lo sea en stricto sensu.
La relación espacial con los restos humanos es básica, pero la
mayoría de enterramientos son múltiples, muchos están afectados por recolocaciones y algunos, cuando es posible identificar
su ubicación, resulta que se nos muestran en diferentes posiciones. Otra cuestión previa es el perfil que tienen los elementos
que encontramos; García Sanjuán (2006: 157), para el SW peninsular en 3300-850 Cal BC, indica que en el 90% de los casos
son medios de producción o consumo (cerámica, piedra tallada
o pulimentada), el resto adornos personales y objetos mágico/
religiosos (ídolos, piedras exóticas usadas como amuletos), que
sólo en algunas ocasiones superan ese 10%; parecidas consideraciones podemos hacer para la zona. Haremos referencia a
algunos de los materiales que aparecen en las tumbas.
Un caso claro es el de las varillas planas de hueso, que pueden aparecer vinculadas al cráneo como tocado o peinado, como
se señala en la Cova del Barranc del Migdia (Xàbia) (Bolufer
et al., 2013: 52); en el área próxima a la cabeza, en cuyo caso
puede darse la misma interpretación, pero también que sean el
cierre del fardo funerario entre las manos replegadas y el pecho,
como en los enterramientos 337 y 342 del Hipogeo I de Monte Canelas (Portugal) (Parreira y Silva, 2010: 423), o en Can
Gambús 1 (Sabadell), donde los individuos de las tumbas 228
y 664 presentan 1-2 punzones de hueso a la altura de la cabeza,
mientras que otro (tumba 122) los muestra aún en posición, a
uno y otro lado del cráneo (Alliese et al., 2014: 461); o formando paquetes o fajos, como las 11 espátulas decoradas de El
Miradero (Garrido et al., 2012: 159), con frecuencia próximos
a las manos pero junto al cadáver –no sobre él–, siendo el único
caso que permite señalarlos como elementos explícitos de ajuar.
356
Delibes de Castro (2010: 32) insiste en que algunos objetos de
las tumbas posiblemente no puedan considerarse tanto ofrendas
como parte de la propia indumentaria del finado, concretamente
las cuentas de collar (a menudo sobre el pecho) o las espátulas
de hueso. Cuando son apuntados o biapuntados de reducido tamaño, es frecuente que aparezcan sobre el esqueleto y en zonas
en la que podrían interpretarse como cierres del fardo o vestimenta; así, Alday et al. (2011: 236) plantean la posibilidad de
que biapuntados con estrechamiento medial de 25 a 85 mm del
yacimiento paleolítico de El Portalón de Cueva Mayor (Burgos)
no sean anzuelos sino elementos para la sujeción de vestimenta, a modo de presillas. En la zona es clara la posición de las
varillas en el individuo 16 de Cabezos Viejos: en el lateral del
cráneo aparecían aún en posición tres varillas planas dispuestas
radialmente con eje en el área auricular derecha, mientras que
los individuos 4 y 5 mostraban junto a sus manos un paquete de
varillas (Lomba y Zapata, 2005: 18 y 24).
Si atendemos a cuentas de collar y colgantes, son el elemento más frecuente y normalmente se esparcen por todo el área
sepulcral, señal inequívoca del frecuente trasiego de restos humanos dentro de la misma. En Grajos III se agrupan próximas a
las piezas dentarias, configurando 8 collares vinculados a 7 individuos (Lomba et al., 1999), y en Camino del Molino se aprecia
una concentración de tubulares sobre huesecillos de ave en el
área pectoral de un individuo. Cuando están en posición es en el
tórax o, en menos casos, cerca de las muñecas, por lo que es más
sencillo no considerarlas ajuar sino una parte consustancial del
individuo como el tatuaje, el peinado o la vestimenta, o como
los botones, cuya disposición corporal ha sido bien descrita por
Marín et al. (2013: 166), con abundantes ejemplos peninsulares
y europeos, a propósito de un enterramiento en fosa del Bronce
en Molinos de Papel con un espectacular ajuar de marfil; también existen casos de alineamiento a lo largo de una pierna (Rocallaura) o configurando una línea, como si formaran parte de
una túnica (López Padilla: 2006: 27).
Los punzones aparecen en hueso o metal, alguno de estos últimos conservando el enmangue de hueso, como uno de Camino
del Molino. Sus dimensiones y carácter utilitario admitirían la
posibilidad de que los portara el individuo y formara parte del
fardo, pero en los ejemplos conocidos es muy excepcional que
estén afectados por fuego (cuando los restos humanos y otros
objetos sí lo están), y esto no ocurre nunca cuando son metálicos, lo que lleva a proponer que se trata de ajuar funerario
estrictamente y que no estaban en el interior del fardo funerario.
Donde se ha podido relacionar el punzón con sexo, como en el
Paquete II de la Cova del Barranc del Migdia (Xàbia) (Bolufer
et al., 2013: 46) o la mayoría de casos del Bronce meridional,
se asocia a una mujer, si bien también hay algún caso relacionado con varones, como el metálico del enterramiento secundario del Conjunto 3 de La Vital (Gandía), fechado en 4000±50 y
3946±28 BP (García Puchol et al., 2011: 84).
Hachas, azuelas y cinceles también acompañan sin duda al
individuo. Como norma, su presencia es muy escasa y no se ven
afectadas por fuego, lo que nos indica que nunca forman parte
de la pira sino que se incorporan después, o junto a individuos
no cremados, siendo excepción uno de los 12 objetos de este
tipo de Camino del Molino, que además contrasta con la ausencia de cremación en el yacimiento. El único caso en el que la
piedra pulimentada se constituye en un elemento sustancial del
[page-n-364]
El registro funerario calcolítico en el extremo suroriental de la Península Ibérica: los valles del Guadalentín y Segura
ajuar es en Cabezos Viejos, donde hay varios individuos con 4-5
piezas de este tipo, algunas de carácter muy excepcional; y seguidamente Pajasola, donde se localizan 6 elementos de piedra
pulimentada en un contexto de sólo 21 individuos.
Tras las cuentas de collar, el utillaje lítico es el elemento
más común, sobre todo puntas de flecha y láminas, que suman
el 76% del sílex (43,6 y 32,4%, respectivamente), seguidas de
lascas (7,9%), geométricos (6,6%) y laminitas (3,8%), estando
muy poco representados otros elementos, entre ellos los puñales (tabla 2). Mención aparte merecerían los relacionados con
cadenas operativas como la veintena de núcleos, un centenar de
débris y al menos 3/5 de todas las lascas.
Las láminas se reparten casi al 50% entre retocadas y no
retocadas, el 84,7% representadas sólo por fragmentos (83,6
si son retocadas, 85,9 si no lo están). En la zona son muy
infrecuentes recursos líticos autóctonos que permitan longitudes superiores a los 12 cm, y de hecho la media de las
163 láminas completas conocidas en cualquier contexto es
de 64 mm, dato aún más destacable cuando en tumbas se
concentran piezas completas de dimensiones muy superiores
(hasta 195 mm en Blanquizares o 176 mm en La Quintilla).
Las completas consideradas grandes láminas (L>160 mm.)
son las menos afectadas por fuego, aumentando claramente
esta alteración si se trata de fragmentos, que en un 17% es
8
17
4
1
10
9
7
2
16
18
2
26
8
12
4
17
4
5
2
91
3
3
7
1
3
8
4
21
20
2
1
3
Buriles y Perforadores
Totales
3
57
40
87
10
9
25
1
15
1
Debris
39
28
1
15
Núcleos
99
2
7
1
8
49
3
Raspadores
701
32
67
8
29
141
4
41
48
Fracturas retocadas
Totales
2
12
5
1
Geométricos
3
3
Puntas de flecha
3
1
Puñales
Laminitas
2
188
Dientes de hoz
Lascas
Abrigo del Milano
Blanquizares de Lébor
Cabezo Roquel
Cabezos Viejos
Camino del Molino
Casa Forestal Martí
Cerro del Buitre IIA
Cerro del Buitre IIB
Cerro Negro-Cueva Grande
Cerro Negro-Cueva Negra
C. Amador
C. de Doña Joaquina
C. de la Excomunión
C. de la Peña Rubia
C. de La Represa
C. de las Canteras
C. de las Palomas
C. de Los Alcores
C. de los Tiestos
C. del Bco. La Higuera
C. del Calor
C. de Pino
C. del Poniente
C. Sagrada I
C. Sagrada II
Cuevas que recalan
Grajos III
Loma de los Peregrinos
Los Realejos
Menhir de la Tercia
Murviedro 1
Murviedro 3
Pajasola
Yacimiento
Muescas y denticulados
Láminas
Tabla 2. Desglose de ajuar lítico tallado de enterramientos en la Región de Murcia.
4
21
418
10
75
566
14
93
54
129
10
26
97
39
4
47
43
31
5
79
14
225
29
31
6
1
12
18
69
30
43
218
110
19
1
8
8 295
1
3
14
1
7
1
1
2
2
3
3
1
1
1
8
6
21
5
37
10
101
7
3
4
3
1
1
1
1
1
2
1
3
16
11
11
1
1
2
2
1
15
2
1
1
1
14
4
22
104
16
16
3
2
1
2
9
4
7
257 101
1
1
5
1
13
1
1
3
23
25
21
12
18
48
20
17
53
85
3
912
2
2
21
1
2
1
4
144
20
35
9
14 324
2.586
357
[page-n-365]
J. Lomba Maurandi y M. Haber Uriarte
además la causa de fractura. Se puede concluir que la mayor
parte de las láminas son fragmentos y que están afectados
por fuego en una proporción muy superior a las piezas completas; que en las completas destaca una presencia notable de
grandes láminas; que los fragmentos no retocados tienen una
afectación térmica superior a aquellos con retoque; y que da
la sensación de que buena parte de las fragmentadas proviene de ejemplares que podrían considerarse originariamente
grandes láminas.
El segundo grupo de interés es el de puntas de flecha, 912 en
28 yacimientos (de un total de 2.586 elementos líticos tallados
procedentes de contextos funerarios), que podemos agrupar en
cuatro grandes conjuntos: 21,2% de foliáceas (incluyendo las
bases cóncavas), 60,5% de apéndices laterales poco evolucionados (incluyendo las de alerones), 13,4% de apéndices laterales evolucionados (con presencia de alerón y aleta, o de aletas,
en diversos grados) y 4,9% atípicas y no identificables (tabla
3). No hemos logrado una correlación aceptable entre NMI,
tipología de la tumba, ubicación geográfica, presencia o no de
segundas inhumaciones o cremación, y tipología y cantidad de
estos elementos. Tan solo merece destacarse que el fuego no
actúa del mismo modo sobre esos grupos: sólo el 10-12% de
las foliáceas y de apéndices laterales desarrollados se ven afectadas, frente al 28,9% de aquellas cuyos apéndices laterales
están poco evolucionados. Pero si observamos las 1.513 puntas de enterramientos y poblados, el 18,7% tiene alteraciones
térmicas (en enterramientos sube al 26,9%), por tipos vuelven
las foliáceas a ser las menos afectadas, y todos los grupos tienen menos afectación térmica que en las tumbas. Viene al caso
recordar los datos del alicantino Abric d'Escurrupènia, donde
el 84,9% de la lítica estaba afectado por el fuego (95,7% en
el caso de puntas y láminas), así como las varillas planas de
hueso (Pascual Benito, 2002: 157-158).
Las puntas, por su variada tipología y elevada presencia
en tumbas, merecen una especial atención. La primera reflexión tiene que ver sobre si son o no medios de producción
y consumo, pues es frecuente que no haya proporcionalidad
entre su número (ni siquiera si a éstas sumamos los geométricos) y la importancia de la caza en la economía calcolítica,
aunque tengamos excepciones como Les Jovades; esto podría
Tabla 3. Distribución de puntas de flecha en enterramientos, especificándose las que no presentan alteración térmica (no), las que
sí (sí) y su porcentaje sobre el total, por tipos.
De apéndices
Totales
Foliácea
Poco evolucionados
Evolucionados
Otros
no
sí
%
no
sí
%
no
sí
%
no
sí
%
no
sí
Blanquizares de Lébor
Cabezo Roquel
Cabezos Viejos
Camino del Molino
Cerro del Buitre IIA
Cerro del Buitre IIB
Cerro Negro-C. Grande
Cerro Negro-C. Negra
C. Amador
C. de Doña Joaquina
C. de La Represa
C. de las Canteras
C. de las Palomas
C. de los Tiestos
C. del Bco. La Higuera
C. del Calor
C. de Pino
C. del Poniente
C. Sagrada I
Cuevas que recalan
Grajos III
Loma de los Peregrinos
Los Realejos
Menhir de la Tercia
Murviedro 1
Murviedro 3
Pajasola
126
4
41
48
34
36
41
0
9
17
3
20
5
37
10
50
7
3
4
11
18
48
20
16
51
75
3
15
23
4
46
10
8
3
1
51
1
1
2
10
-
10.6
40.3
10.0
52.9
100
32.0
50.0
4.7
50.5
8.3
5.8
3.8
11.7
-
21
4
15
5
1
3
0
3
3
8
8
6
2
1
3
2
20
6
9
10
44
-
3
3
2
1
3
1
1
1
4
-
12.5
50.0
100
25.0
33.3
33.3
10.0
9.1
8.3
-
81
41
21
27
26
29
0
8
9
0
6
2
18
10
33
2
1
1
7
18
22
10
7
25
16
2
9
-
10.0
-
20
3
33
6
4
3
1
28
3
-
42.5
10.3
53.2
100
30.7
100
14.3
45.9
15.8
-
14
12
1
3
8
0
1
4
4
10
11
2
2
6
4
8
15
-
2
2
1
5
1
2
13
3
-
12.5
66.6
25.0
38.4
100
33.3
54.1
16.6
-
10
1
1
1
0
1
1
1
0
1
1
6
1
1
1
5
1
1
7
1
-
Totales
737
175
23.7
174
19
10.9
422
110
26.1 105
29
27.6
25
17
358
[page-n-366]
El registro funerario calcolítico en el extremo suroriental de la Península Ibérica: los valles del Guadalentín y Segura
señalar un significado social o simbólico que, además, podría estar relacionado con los individuos masculinos –cuando
hay tumbas individuales, como en Bóbila Madurell o en Can
Grau, puntas y geométricos se vinculan casi exclusivamente
a varones (Fernández et al., 2008: 309)–, lo que justificaría la
desproporción en tumbas. En el E de Francia, los datos también apuntan a una alta presencia de puntas, a pesar del escaso
aporte cárnico de la caza, insistiendo Pétrequin y Pétrequin
(1988: 208) en que esto coincide, además, con el desarrollo y
diversificación de estos elementos, lo que no deja de llamar la
atención. Cuando se ha estudiado su distribución en grandes
áreas, su patrón no sólo tiene una gran complejidad, sino que
esa dispersión es mayor en enterramientos que en poblados,
como en Portugal (Forenbaher, 1999: 99) o en el área cantábrica, en la que son más abundantes de nuevo en enterramientos que en hábitats, muy en línea con la escasa importancia de
la caza (Ontañón Peredo, 2002: 225).
La segunda reflexión es si en todos los casos son ajuar, pues
a veces son la indudable causa de muerte. Así se evidencia en
San Juan Ante Portam Latinam (Álava) (Armendáriz Gutiérrez,
2007: 129) y en otros 17 yacimientos peninsulares (Etxeberría
y Herrasti, 2014: 208-231 y 231-235). En el hipogeo francés de
Boileau (NMI=270) la diferente mortalidad de hombres/mujeres
en la cohorte de 20-29 años podría tener que ver con la violencia
sufrida por los primeros, acorde con la asociación de algunas
puntas a esqueletos y al hecho de que se hayan detectado heridas por este tipo de armamento que han cicatrizado (Devriendt
et al., 2004: 558). Además, la diferente presencia porcentual de
hombres y mujeres en enterramientos, cuando la de los primeros
se dispara, es un indicador óptimo de la existencia de episodios
de guerra (Bishop y Knüsel, 2005: 205-206). A esta evidencia
hemos de añadir que muchas aparecen fracturadas (disparo e
impacto en un material duro que podría ser hueso) y los porcentajes de fractura por flexión son elevados en los apéndices proximales (pedúnculo y aletas), lo que es compatible con la acción
de intentar extraer la punta del cuerpo sin conseguirlo. En Can
Martorell la mayoría de ellas fueron utilizadas, 55 de 68 presentan fracturas por uso, y no se localizan los largos pedúnculos ni
las aletas rotas, de lo que los autores infieren la posibilidad de
que estuvieran en el interior de los cuerpos, y no como ajuar
(Mercader et al., 2003: 673). Márquez y Muñoz (2001: 151)
experimentaron con puntas de pedúnculo y aletas de tipología
solutrense disparadas sobre un rebeco recién muerto: en 3 casos
no fue posible su ulterior extracción y se desmangaron, otra tocó
hueso pero no se partió al hacerlo, y en la quinta se partió el pedúnculo y el resto de la punta quedó en el animal, fracturándose
además una de sus aletas.
En cuanto a la cuestión del número medio de puntas por
NMI, el cálculo no nos lleva a ninguna parte (de las 0,03 de
Camino del Molino a las 5 de Murviedro 3), dada su elevada
variabilidad tanto en la zona en estudio como en otras peninsulares. Parece que se deben interpretar más como armas que
como elementos para la caza, aunque marginalmente se pudieran emplear para tal fin (Aranda y Sánchez, 2004: 267). No está
claro que por defecto se trate siempre de ajuar, salvo que la ubicación espacial marque lo contrario, como en Cueva Sagrada 1,
donde sobre la estera de esparto sin trenzar apareció doblada la
túnica de lino, sobre ella el plato de madera, al lado el cráneo de
un niño y junto a él, muchas cuentas de collar, 5 puntas, varillas
planas de hueso, tres punzones de cobre, un mango de madera,
un ídolo oculado lígneo y un ramo de flores (Ayala, 1987: 11); el
individuo E167 de Can Gambús, por ejemplo, muestra 8 geométricos y 3 puntas junto a su rodilla, pudiendo haber estado en un
carcaj (Roig et al., 2010: 75-76).
Un tercer elemento lítico que debe destacarse es la presencia
de geométricos (tabla 4). La mitad de las 285 piezas proceden de
enterramientos, siendo coherente la distribución de tipos entre poblados y enterramientos, con un claro predominio de trapecios rectángulos, seguidos de trapecios rectángulos con un lado cóncavo,
lo que puede estar indicando su uso preferente como puntas, como
también señalan Fernández et al. (2008: 308-309) para contextos
neolíticos de la fachada atlántica, aunque no exclusivo. Con respecto a esta última apreciación, también merece destacar la presencia
de algunos segmentos de círculo. La comparación de poblados y
enterramientos parece apuntar a una cronología anterior en los primeros, lo que podría indicar cierto efecto de tradición en la incorporación de estos elementos en las tumbas, fenómeno que también
podría estar dándose en el caso de algunas puntas de flecha.
Como elemento lítico singular hay que llamar la atención,
por último, sobre los 15 puñales, hechos tanto sobre tabletas
como sobre grandes láminas, destacando entre estas últimas algunos ejemplares que claramente imitan prototipos metálicos
(Cabezos Viejos y Loma de los Peregrinos), mientras que en
las tabletas se adopta una silueta triangular muy característica
y base habitualmente recta. Sólo los tres de Murviedro están
afectados por la acción del fuego.
La cerámica es otro elemento frecuente, sean vasijas completas (fracturadas o intactas) o fragmentos, decoradas o no.
Como ocurre con láminas y puntas, no logramos una correlación aceptable con el NMI, edad o sexo, pero es evidente que
no forman parte del fardo funerario, ni participan de alteración térmica alguna salvo restos de fuego en el interior de una
completa de Blanquizares. Cuando aparecen completas suelen
ser vasos de dimensiones reducidas y capacidades menores
de 1,5 litros, sobre todo con fondos planos y paredes rectas,
mientras que los fragmentos son tanto de estas formas, como
de recipientes abiertos y diámetros a veces considerables con
abundantes platos y fuentes, y en mucha menor proporción
vasos de almacenaje. La cerámica es un elemento que merecería un estudio mucho más profundo, pues parece importante
diferenciar si determinadas formas se pueden vincular más a
fenómenos de consumo comunal que finalizan con la destrucción de la vajilla y el depósito de algunos fragmentos; si hay
fenómenos similares en vasos que no responden a ese perfil; y
qué formas son las que con más frecuencia aparecen completas. Un buen caso de estudio es Camino del Molino, con cerca
de 14.000 fragmentos (recordemos que hay 1.336 inhumados)
cuyo estudio ha deparado no más de 600 recipientes de los
que sólo 8 estaban completos; pero lo más llamativo es que un
número importante está representado sólo con 1-2 fragmentos,
singularmente las grandes fuentes. Clop (2008: 139) encontró
en el megalito de Les Maioles (NMI=15), del primer tercio
del II milenio, 122 elementos cerámicos (2 vasos, 5 bordes,
2 fondos, 2 decoraciones y 111 no significativos), planteando una destrucción intencional vinculada a la recolocación de
restos humanos pero que no explica porqué no aparecen todos
los fragmentos. Y Valera y Costa (2013: 273), para el S portugués, plantean que la aparición de animales parcialmente re359
[page-n-367]
J. Lomba Maurandi y M. Haber Uriarte
Tabla 4. Presencia de geométricos en enterramientos y comparativa con la presencia en hábitats, por tipos.
Geométricos (tipologia de Fortea)
4
5 6 7 8 9 12
1
2
3
Abrigo del Milano
Blanquizares de Lébor
Camino del Molino
Cerro del Buitre IIA
Cabezo Roquel
C. Amador
C. Doña Joaquina
C. de La Represa
C. de las Palomas
C. de Los Alcores
C. de Los Tiestos
C. de Pino
C. de Poniente
Dolmen de Bagil
Murviedro 1
Peña Rubia (Cehegín)
Peña Rubia (Lorca)
2
1
1
1
1
1
1
9
-
3
-
4
1
1
1
1
-
4
30
7
1
5
1
7
3
6
7
1
1
2
8
4
1
1
11
2
1
-
2
2
1
1
-
1
-
2
-
1
2
-
Subtotal enterramientos
17
3
8
73
30
6
1
2
6
1
9
74
22
2
3
4 17
147
52
8
4
Subtotal hábitats
Total
23
presentados podría estar suponiendo el mismo fenómeno que
observamos también en las cerámicas u otros elementos, que
encontramos rotos y solamente representados por unos pocos
fragmentos. También se conocen situaciones en las que se han
arrojado restos de fauna, cerámica y sílex, como en el Hoyo
1 de La Lámpara (Soria) (Rojo et al., 2008: 66), afectando
a veces a campaniforme, y en Murcia hay tanto fragmentos
aislados de esta cerámica (Milano, Represa) como vasos completos, rotos (Murviedro) o no (Blanquizares).
No tan escaso como el campaniforme es el metal, pero sigue siendo un elemento absolutamente excepcional, presente
sólo en 17 enterramientos, normalmente a través de punzones, localizándose sólo 3 puñales de lengüeta y otras tantas
Palmelas. La principal consideración que, a nuestro juicio,
merecen estos elementos en los contextos funerarios analizados, es que suponen la incorporación de un elemento de alto
valor añadido que, si cabe, potencia aún más la repercusión
social que provoca la amortización de bienes por sí mismos
valiosos, pero siguiendo la misma tónica que reflejan otros
materiales. En este punto conviene ahondar en la doble faceta
de algunos elementos que encontramos en las tumbas. Así,
los punzones metálicos pueden pertenecer funcionalmente al
mismo ámbito que los óseos, pero el valor amortizado es infinitamente superior, de forma que función y valor se muestran
como escenarios diferentes e incluso no relacionados, y de
hecho se nos escapa el posible carácter prestigioso del perfil
funcional, frente al evidente del material metálico con que se
fabrica, que sin duda prima sobre la forma o función. No es
el caso de los puñales de lengüeta, con cuyo parangón lítico
comparten no solo un idéntico escenario funcional, ya de por
sí probablemente prestigioso, sino el añadido carácter valioso
360
13
14
G
Total
1
4
2
-
-
1
-
1
1
1
1
-
8
49
1
14
3
1
7
1
1
3
16
15
4
9
21
1
1
3
7
-
1
4
155
-
2
3
1
-
7
130
2
5
10
1
1
11
285
derivado de su escasez, la delicadeza de su factura o incluso
su lejana procedencia. Este hecho diferencial “punzón versus
puñal” podríamos extenderlo a la punta Palmela con respecto
a las foliáceas y puntas de sílex de pedúnculo y aletas, pero lo
más interesante de la cuestión posiblemente estribe en atender
otra perspectiva: en qué medida los puñales líticos son una
reacción a la irrupción, como elemento de prestigio, de los
puñales de lengüeta hechos en cobre. Este fenómeno no se
observa con claridad en el caso de los punzones, pero sí con
los puñales de sílex, tal y como Vaquer et al. (2014: 139-140
y 145) señalan, sobre todo para los de lengüeta ancha tipo Taillan, en el NW mediterráneo, dándose además la circunstancia
de que los de sílex son un elemento novedoso que coincide
en el tiempo con la aparición de los metálicos (Remicourt y
Vaquer, 2011: 141). También podría ser el caso de otros puñales líticos con respecto a foliáceos metálicos de cronología
campaniforme (Soler, 2007: 40), habiéndose detectado incluso gestos técnicos similares en los reavivados, como ocurre
con los del Grand-Pressigny, con trazas de pulimento en el
dorso para preparar las extracciones, del mismo modo que se
obra en los metálicos (Mallet, 1992: 179). En los punzones de
cobre parece que el objeto supera con creces el valor de los
de hueso, probablemente sin la pertinencia de una competencia funcional, mientras que en los puñales esa competencia es
patente a todos los niveles, pues se juega en el terreno de la
similitud formal, de la eficacia funcional y, en tercer lugar, del
exotismo y rareza que provocan sus esmerados acabados e incluso los sílex de procedencia lejana. Que la producción lítica
intentara mimetizar en piedra modelos metálicos se plantea
para el Valle del Ebro (Rodríguez de la Esperanza, 2005: 147)
o el Calcolítico francés (Honegger, 2002: 142).
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El registro funerario calcolítico en el extremo suroriental de la Península Ibérica: los valles del Guadalentín y Segura
6. CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
No se constatan diferencias en contenidos o NMI entre megalitos y
cavidades, aunque sí en el hecho de que los primeros se restringen
al tercio más occidental de la región, mientras que los segundos
aparecen por toda su geografía, así como en tierras valencianas
(Soler García, 2002; García et al., 2010: 195) y andaluzas. En cuanto a las estructuras negativas, las evidencias conocidas remiten sólo
a ese tercio occidental, coincidiendo el presunto vacío con un área
en la que apenas se han excavado hábitats de esta cronología, por
lo que entendemos que se debe a un vacío de investigación, pues
se trata de una modalidad que está bien documentada en Andalucía
(Márquez y Jiménez, 2010b: 215-221) y País Valenciano. Ante esta
aparente contemporaneidad de continentes y similitud de contenidos, como indican Cámara et al. (2010: 316), es difícil considerar
todos los “silos” como correspondientes a niveles sociales bajos, no
solo por su vinculación a la riqueza pecuaria (perros como elemento exclusivo en silos) sino también por el hecho de que la mayoría
de la población no parece acceder a enterramiento alguno, cuestión
esta sobre la que los resultados definitivos de Camino del Molino
aportarán información de gran interés.
La manipulación de restos humanos y cultura material es generalizada en megalitos, cuevas y estructuras negativas, sin diferencias entre la tipología de tumbas salvo en la total ausencia
de cremación en estas últimas, salvedad que sólo coincide con
otra: sólo en las estructuras negativas encontramos depositados
cánidos, perros en su inmensa mayoría. Esa manipulación, que
implica restos incompletos y removidos de individuos, parece
poder responder a fenómenos de fundación y clausura de tumbas, como en Cabezos Viejos, como vemos también en contextos portugueses (Figueiredo, 2011: 40), en la misma línea que
apuntan Cámara et al. (2012: 62) en Marroquíes Bajos (Jaén),
un estudio de referencia para enterramientos en estructuras negativas que dibuja con precisión la complejidad ritual y social
de los fenómenos de continua frecuentación, la continua manipulación de los restos y del ajuar, la destrucción de bienes
vinculados a eventos de comensalidad y/o rememoración, y el
significado del valor de los bienes allí amortizados, insistiéndose en la importancia de la presencia de perros. Y esa manipulación de restos la encontramos incluso en momentos avanzados
del Calcolítico, como sugieren las dataciones más recientes de
Camino del Molino (Beta-261519, 3970±40 BP, 2570-2440,
2420-2400 y 2380-2350 Cal BC, 2 sigmas) o la presencia de
campaniforme en el último enterramiento de El Milano o La
Represa, en consonancia con los datos andaluces (Marroquíes
Bajo) o del área valenciana, donde con esa cronología en La
Vital la Tumba 11 muestra la retirada intencional de un cráneo
(García et al., 2013: 269), con una convivencia entre tumbas
individuales y múltiples que lleva a plantear prácticas distintas
entre grupos diferentes pero vecinos (ibíd.: 273).
Por último, hay que insistir en la necesidad de lograr diferenciar qué elementos depositados en el enterramiento son
parte del ajuar, pertenecen a la indumentaria o adorno personal,
constituyen elementos del propio fardo funerario, son elementos intencional y cuidadosamente depositados para acompañar a
la persona difunta, o pertenecen a la dinámica de ceremonias de
comensalidad, rememoración o incluso traslado de restos. También en la de entender la variabilidad formal de la tipología de
tumbas y cómo convive con las distintas distribuciones posibles
de edad y sexo de los individuos que albergan.
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 365-377.
El Peñón de la Zorra (Villena, Alicante) y la caracterización
del Campaniforme (2400-2100 cal AC) en el Alto Vinalopó
gaBRiel gaRCía atiénzaR
reSumen
En este trabajo se presentan los primeros resultados de las recientes excavaciones emprendidas en el yacimiento del Peñón
de la Zorra (Villena, Alicante), centrándonos en su fase campaniforme. Los nuevos datos aportados permiten profundizar en
el patrón de ocupación durante este momento y abordar la cuestión de la dualidad de asentamientos –en llano y en altura– así
como otros temas relacionados con la complejidad social.
PalabraS claVe:
Campaniforme, Calcolítico, Alto Vinalopó, complejidad social, patrón de asentamiento.
abSTracT
The Peñon de la Zorra (Villena, Alicante) and the characterization of Bell Beakers (2400-2100 cal BC) in Alto Vinalopó.
In this paper we present the results of recent excavations undertaken at the site of the Peñón de la Zorra (Villena, Alicante),
focusing on its Bell-Beaker phase. New data allow to analyze the models of land occupation during this time and address the
issue of dual settlement pattern –in plain and height– and other subjects related to social complexity.
keywordS:
Bell Beaker, Chalcolithic, Alto Vinalopó, social complexity, settlement pattern.
Bajo el título “Los poblados coronan las montañas: los inicios de la investigación valenciana sobre la Edad del Bronce” publicaba Bernat Martí Oliver (2001) su aportación al
catálogo de la exposición …Y acumularon tesoros. Mil años
de Historia en nuestras tierras, en la que se hacía eco de las
primeras andaduras de la arqueología prehistórica valenciana, especialmente de aquélla centrada en el II milenio cal
AC. Dentro de la siempre exquisita minuciosidad que caracterizan los trabajos del Doctor Martí Oliver, cabe reseñar la
mención hecha a la visita que I. Ballester hiciera en 1909
al yacimiento de Castellet del Porquet (l'Olleria, Valencia).
Las posteriores excavaciones que Ballester (1937) realizó en
este asentamiento y la visita a otros yacimientos similares
de la zona marcan un hito en la Prehistoria valenciana, al
considerarse a partir de entonces la existencia de poblados en
altura propios de la Edad del Bronce (Gil-Mascarell, 1995:
64; Martí, 2001: 130; 2004: 15). Desde aquel momento, el
emplazamiento en altura ha sido una de las características
que tradicionalmente se ha empleado para definir a las sociedades de la Edad del Bronce, más incluso que la propia
materia prima que da nombre al periodo (Tarradell, 1969).
Años más tarde, en la primera síntesis para el Campaniforme valenciano (Bernabeu, 1984), se apunta a esta misma característica como uno de los elementos definidores de este periodo,
aunque compartido con la continuidad de los asentamientos en
llano propios de momentos anteriores. Este rasgo, junto con la
aparición de la cerámica decorada campaniforme y la generalización de determinados productos elaborados sobre materias
primas exógenas –fundamentalmente cobre–, ha servido para
definir el Campaniforme en las tierras valencianas (Lerma,
1981; Bernabeu, 1984; Hernández Pérez, 1994; Juan-Cabanilles, 2005). Por otro lado, el emplazamiento en altura de algunos
poblados con campaniforme también sirvió, junto a otros indicadores, para establecer este periodo como base para el posterior desarrollo de la Edad del Bronce (Bernabeu, 1984: 112),
extremo matizado por otros investigadores quienes desligan el
origen del “Bronce valenciano” del fenómeno campaniforme en
las cuencas del Júcar, Albaida y Serpis (López Padilla, 2006), al
considerar a éste como un epílogo del Neolítico final.
En relación con esto último, el conjunto de yacimientos del
Peñón de la Zorra ha jugado un interesante papel desde que
J. M.ª Soler publicase los resultados de su excavación (Soler
365
[page-n-373]
G. García Atiénzar
García, 1981). El escueto lote de materiales publicados, la referencia a estructuras “defensivas” observadas en la ladera y la
relación directa entre este yacimiento y las cavidades de inhumación localizadas en ambos farallones, sirvieron para que este
asentamiento se convirtiera en modelo de poblado campaniforme en altura y fortificado (Bernabeu, 1984; Jover et al., 1995;
Hernández Pérez, 2003; Juan-Cabanilles, 2005). Sin embargo,
las excavaciones emprendidas en 2011 han revelado la existencia de una secuencia estratigráfica realmente compleja que abarca desde ca. 2400 cal AC hasta ca. 1800 (1700?) cal AC y en
la que se apuntan, matizan y refutan algunas de las propuestas
que se han esbozado para este yacimiento en particular, y para
el Campaniforme en general.
1. NEOLÍTICO FINAL, CAMPANIFORME
Y EL PROCESO DE COMPLEJIZACIÓN SOCIAL
El ajuar campaniforme –armas de cobre, adornos de oro y
marfil, vajilla decorada, etc.– supone la conjunción de diferentes elementos de prestigio compartidos por determinados
individuos y asumidos como tales por el conjunto de la comunidad (Sherratt, 1987; Garrido, 2000, 2006). En diferentes
contextos peninsulares, se ha entendido que la emergencia
de estas élites sociales se desarrolla a partir del monopolio
de la producción de determinados productos, así como del
control de las rutas de intercambio (Kunst, 1998; Delibes y
del Val, 2007-2008). Uno de los principales contextos arqueológicos asociados a esta nueva realidad social serían
las primeras inhumaciones individuales, sin obviar la posibilidad de que algunos individuos destacados pudiesen haber
recibido un tratamiento diferenciado en sepulcros colectivos
–en cuevas naturales o artificiales y en megalitos– (Rojo et
al., 2005; Bueno et al., 2007-2008). La amortización en estas tumbas de determinados bienes de prestigio elaborados
sobre materias primas exóticas (oro, marfil, etc.) o tecnologías novedosas (metalurgia del cobre, orfebrería, etc.) podría
interpretarse como indicador de incipientes procesos de disimetrías sociales en el seno de determinadas comunidades a
lo largo de los siglos centrales del III milenio cal AC. Esta
imagen queda bien evidenciada en distintos yacimientos del
interior peninsular (por citar algunos ejemplos de reciente
excavación, podrían destacarse Camino de las Yeseras, Humanejos o La Magdalena –Blasco y Ríos, 2010; Liesau y
Blasco, 2011-2012–), o del área portuguesa (Kunst, 1998).
En el Levante peninsular resulta complejo inferir este tipo
de manifestaciones por diversos factores, principalmente por
la perduración del fenómeno de inhumación múltiple en cueva característico del Neolítico final/Calcolítico (Soler Díaz,
2002), aunque sí se han determinado enterramientos de carácter individual en áreas de poblados (La Vital, Villa Filomena, Lloma de l'Atarcó, Arenal de la Costa). La singularidad de estos hallazgos y la vinculación con ajuares cerámicos
campaniformes los convierten en el reflejo de la existencia de
individuos con ciertas prerrogativas, aunque no podemos olvidar que rituales similares se vienen documentando desde el
V milenio cal AC en yacimientos como Tossal de les Basses,
Costamar, Camí de Missena, etc. (Bernabeu, 2010; García
Puchol et al., 2013), aunque sin la amortización de productos
de alto valor social.
366
Por otro lado, algunas de las premisas que apuntábamos
como bases sustentadoras de las élites campaniformes no se observan en el registro de la región aquí analizada –cuenca alta
del Vinalopó– ya que carece tanto de vetas de cobre como de
otros recursos minerales –p. ej. cinabrio1–. Sin embargo, en determinados contextos –hábitat y funerarios– sí se determina la
presencia del llamado paquete campaniforme, hecho equiparado a la existencia de esas élites emergentes. Cabría preguntarse, entonces, cuáles fueron las bases sobre las que se apoyó la
emergencia social en un ámbito carente de determinadas materias primas o recursos. En este sentido, algunos indicios podrían
estar apuntando a que fueron los procesos de intensificación
productiva, fundamentalmente agropecuaria, los que llevarían
hacia el desarrollo de una mayor complejidad en las comunidades del Neolítico final/Calcolítico (ca. 3500-2500 cal AC).
En este trabajo pretendemos profundizar en la caracterización de estos emergentes procesos de diferenciación social a
partir del análisis de varios indicadores arqueológicos, especialmente los patrones de ocupación del territorio en un área concreta en tanto consideramos que las transformaciones observadas en este espacio a lo largo de la segunda mitad del III milenio
cal AC pueden relacionarse con nuevas formas de organización
social tendentes hacia la desigualdad.
2. 3500-2500 CAL AC: INTENSIFICACIÓN
PRODUCTIVA Y PATRÓN DE ASENTAMIENTO
Entre el IV y los primeros siglos del III milenio cal AC se define
en el Levante de la península Ibérica un patrón de asentamiento
caracterizado por una intensa ocupación de los fondos de valle
y cursos de ríos y ramblas. En la mayor parte de los casos, las
excavaciones efectuadas han deparado el hallazgo de concentraciones de estructuras negativas destinadas al almacenamiento o
conservación de alimentos, hecho que se ha asociado con procesos de intensificación productiva (López Padilla, 2006; Jover
et al., 2012) e incluso con el desarrollo de fenómenos cíclicos
de concentración de poder (Bernabeu et al., 2006; Pérez Jordà et
al., 2011). Otros indicadores de este proceso de intensificación
serían la especialización agraria en torno a determinados tipos
de cereales (Pérez Jordà, 2005) o el empleo de la fuerza motriz
de bóvidos para el arrastre de arados que supondría un efecto
multiplicador al permitir cultivar mayores extensiones de terreno (Pérez Ripoll, 1999).
En muchos de estos yacimientos se han detectado construcciones de carácter doméstico, algunas con una extraordinaria
perduración en el tiempo, a las que se vinculan áreas de actividad. Estos asentamientos –aldeas– se emplazan en torno a áreas
endorreicas o fondos de valle, cerca de las tierras de mejor calidad para uso agrícola y próximos a espacios lagunares o cursos
de agua donde los recursos naturales debieron ser abundantes
(García Atiénzar, 2009; Jover et al., 2012). Estas evidencias,
unidas a la existencia de fosos que delimitarían el área ocupada
y la larga secuencia cronológica de algunos de ellos –Les Jo-
1
La sal, como recurso explotable por las comunidades prehistóricas
del Alto Vinalopó, no encuentra evidencias arqueológicas, aunque se
ha apuntado su posible explotación y uso en relación al yacimiento
de Cabezo Redondo y el Bronce Tardío/Final (Mederos, 1999).
[page-n-374]
El Peñón de la Zorra y la caracterización del Campaniforme en el Alto Vinalopó
vades en Cocentaina o El Prado de Jumilla son buen ejemplo
con más de 500 años de ocupación (Pascual Benito, 2003; Jover
et al., 2012)–, evidencian la definitiva fijación territorial de las
comunidades neolíticas.
La constitución de este patrón de asentamiento se podría
explicar desde el progresivo aumento poblacional de las sociedades neolíticas y el afianzamiento de las relaciones intrasociales (Martí, 1983; García Atiénzar, 2009), pero también puede analizarse desde las relaciones intersociales que establecieron con las poblaciones del Sureste peninsular, en especial,
con las situadas al sur de la cuenca del Segura (López Padilla,
2006). En este último territorio, y una vez que las comunidades neolíticas se consolidaron demográfica y territorialmente,
los procesos de intensificación productiva empezaron a desarrollarse en la primera mitad del IV milenio cal AC gracias
a la mayor variedad de recursos litológicos, la diversidad en
la capacidad productiva de los suelos y la exclusividad en el
acceso a afloramientos metalíferos. A partir de aquí, los grupos
dirigentes emergentes intensificaron la obtención, producción
e intercambio de materias primas y productos hacia territorios
vecinos, desarrollándose relaciones de complementariedad y
dependencia social entre grupos (Jover et al., 2012).
De este modo, se constituyó en el Sureste una estructura política, que antropológicamente respondería a entidades de tipo
tribal jerárquico (Sarmiento, 1992), reconocida como el grupo
arqueológico de Los Millares. La expansión de este grupo se vería apoyada en un desigual grado de conocimiento técnico y de
aprovechamiento de recursos, especialmente los metalúrgicos.
En este entramado social, la redistribución de bienes y el control
de la fuerza de trabajo se materializaría en la creación de aldeas
de gran tamaño como Los Millares (Molina y Cámara, 2005) o
la ubicada bajo el casco urbano de Lorca (López Padilla, 2006).
Por el contrario, los territorios situados entre las cuencas
de los ríos Segura y Júcar no son espacios con recursos diferenciados, sino que en todos ellos se dan litologías similares y
ausencia total de vetas metalíferas. En estos territorios se pudieron dar crecimientos demográficos de cierta entidad allí donde
convergían dos importantes condiciones: buenas y amplias extensiones de tierras que permitieran la obtención de suficientes
recursos alimenticios y puntos de comunicación entre cuencas o
entre territorios desde donde controlar y redistribuir las materias
primas y productos procedentes de distintos puntos (Jover et al.,
2012). Todo parece indicar que no se desarrollaron mecanismos
de control social ni entre los distintos ámbitos territoriales ni
en el seno de cada grupo ya que los recursos necesarios para
la reproducción y mantenimiento de cada unidad productiva se
podían conseguir fácilmente en cada cuenca de forma independiente. No obstante, conforme determinados productos –cobre,
marfil, rocas silíceas y metamórficas– adquirieron mayor importancia en la articulación de las relaciones inter e intrasociales
y los vínculos con los territorios meridionales se consolidaron,
se fueron acentuando los mecanismos de control de la distribución de los mismos. De este modo, surgió la delimitación
de territorios entre comunidades –bien reflejada a través de las
manifestaciones funerarias colectivas (Soler Díaz, 2002; García
y de Miguel, 2009)– y el inicio del proceso de transformación
desde los principios de reciprocidad, que hasta el momento habían sido dominantes entre las comunidades neolíticas, hacia
la redistribución asimétrica con la apropiación del trabajo de
unos linajes sobre otros. Así, y aunque los recursos existentes
en cada territorio siguieron siendo de propiedad comunal, los
productos resultantes ya no lo eran, convirtiéndose el control de
la fuerza de trabajo en el elemento clave para el desarrollo de la
desigualdad entre linajes, ya que la organización de determinados procesos productivos y las capacidades de decisión política
quedaron al alcance de los grupos de filiación con mayor fuerza
de trabajo disponible.
La ampliación y consolidación de estas redes sociales, especialmente patentes desde la primera mitad del III milenio cal
AC, derivaría en la aparición de cambios en las dinámicas sociales que pueden inferirse a partir de las siguientes evidencias
arqueológicas:
- Un mayor control territorial de estos lugares de intercambio y transmisión, siendo buen indicador la ocupación de puntos
elevados.
- La mayor presencia de productos metálicos.
- La presencia de evidencias funerarias en los entornos de
las áreas de poblado, tanto en asentamientos al aire libre como
en grietas asociadas a los primeros asentamientos en altura.
Un análisis detallado de este fenómeno permite observar que
este proceso presenta un marcado gradiente cronológico y espacial (López Padilla, 2006; Bernabeu y Molina, 2011; Jover et al.,
2012; García Atiénzar et al., e.p.). Así, para las tierras próximas a
las cuencas de los ríos Segura y Mundo (fig. 1) estas evidencias
aparecen en los primeros siglos del III milenio cal AC (Lomba,
1996; López Padilla, 2006), habiéndose observado la presencia
de yacimientos calcolíticos en altura, con productos metálicos y
con arquitectura doméstica circular en la cuenca del Mundo (García Atiénzar et al., e.p.) y en el Altiplano de Jumilla (Hernández
Carrión, 2015). Por otra parte, en las tierras asociadas a la cuenca
del Vinalopó, la documentación de estos indicadores se concreta
a partir de la segunda mitad del milenio, asociándose en muchas
Fig. 1. Área de estudio y localización de los principales yacimientos
citados en el texto. Aldeas: 1. Ereta del Pedregal; 2. Quintaret; 3.
La Vital; 4. Arenal de la Costa; 5. Molí Roig; 6. Casa de Lara;
7. El Prado; 8. Terrazas del Pantano. Asentamientos en altura: a.
Mola d'Agres; b. La Serrella, c. Peñón de la Zorra; d. Puntal de los
Carniceros; e. El Monastil; f. Herrada del Tollo; g. Tabayá; h. Les
Moreres.
367
[page-n-375]
G. García Atiénzar
ocasiones a la aparición de la cerámica campaniforme (López Padilla, 2006), mientras que la metalurgia pudo haber precedido a
este tipo cerámico (Simón, 1998). Este gradiente permite defender la idea de una expansión en sentido sur-norte de estas transformaciones, aunque no puede obviarse la existencia de otros
procesos que pudieron seguir otras vías y otros ritmos si se toma
en consideración la prematura aparición de actividad metalúrgica en la desembocadura del Serpis (Bernabeu y Molina, 2011:
277) o la existencia de asentamientos en altura con estructuras
defensivas en la cuenca media del Turia –Puntal sobre la Rambla
Castellarda– (Aparicio et al., 1977).
N
Peñón de la Zorra
Puntal de los Carniceros
3. LA CUBETA DE VILLENA EN EL CAMPANIFORME
La ocupación humana de la cubeta de Villena se remonta al Paleolítico medio. Desde los inicios del Holoceno, este territorio
se define por la existencia de extensas lagunas salobres que se
constituyeron en una reserva ecológica y en un punto de atracción para las poblaciones humanas. De hecho, el entorno de la
Laguna de Villena se convirtió en un espacio ocupado de forma
casi ininterrumpida desde el Epipaleolítico (Soler García, 1976;
Fernández et al., 2013).
Hacia finales del Neolítico, se documentan varios yacimientos que, si bien no han sido excavados en extensión y su registro es limitado, podrían interpretarse como asentamientos tipo
aldea que muestran algunas de las características advertidas en
el epígrafe anterior. De este modo, en la cubeta de Villena se reconocen varios yacimientos que plasmarían el proceso de intensificación económica (Casa de Lara y La Macolla), así como los
cambios de patrón de asentamiento que permiten inferir, cuanto
menos, un cambio en las formas de organización social.
Entre los yacimientos cuya ocupación se inicia en momentos anteriores al Campaniforme (fig. 2) debe destacarse el de
Casa de Lara. Se trata de un extenso asentamiento situado en el
perímetro de una antigua laguna salobre cuya ocupación se inicia en el Epipaleolítico (Soler García, 1961; Fernández, 1999;
Fernández et al., 2013). De este yacimiento cabe destacar el hallazgo de varios productos metálicos –puñal de lengüeta y hoja
romboidal– que tipológica y tecnológicamente podrían adscribirse al Campaniforme2 (Simón, 1998), aunque la ausencia de
contexto estratigráfico impide valorar correctamente estos hallazgos (fig. 3). Este asentamiento mostraría así la continuidad
poblacional entre el Neolítico final y el Campaniforme, característica que también se observa en otros yacimientos ubicados
en cuencas limítrofes: El Prado de Jumilla (Jover et al., 2012),
Quintaret en Montesa (García Puchol et al., 2014), Molí Roig en
Banyeres (Pascual y Ribera, 2004), Ereta del Pedregal en Navarrés (Juan-Cabanilles, 1994), Promontori d'Elx (Ramos Fernández, 1981) o La Vital en Gandía (Pérez Jordà et al., 2011).
Asociados también a materiales campaniformes, aparecen
los primeros poblados en altura sin que en ninguno de ellos se
observen evidencias de ocupación previa. El Puntal de los Carniceros (Soler García, 1981; Jover y de Miguel, 2002) se ubica
sobre una meseta elevada unos 60 m sobre el llano circundante.
2
En el cercano yacimiento de Casa Corona se han documentado algunos fragmentos con decoración campaniforme (M.A. Esquembre, comunicación personal).
368
Casa de Lara
Fig. 2. Localización de los yacimientos campaniformes en Villena.
Fig. 3. Objetos metálicos procedentes de Casa de Lara (Simón,
1998: fig. 59).
Desde este emplazamiento se tiene un excelente control visual
sobre el acceso al corredor de Almansa, paso que conecta la
costa mediterránea y la Meseta a través del valle del Vinalopó, y
sobre el valle de Beneixama, pasillo natural que permite acceder
desde Villena hacia la costa a través del valle del Serpis. Arquitectónicamente, se caracteriza por estar delimitado por muros
de mampostería en tres de sus lados –Norte, Este y Sur– y por
[page-n-376]
El Peñón de la Zorra y la caracterización del Campaniforme en el Alto Vinalopó
un fuerte escarpe en la ladera Oeste, definiéndose un recinto
de planta rectangular de unos 3500 m2. La notable inversión
de trabajo realizada en esta obra queda también reflejada en el
muro que cierra el lado septentrional, el cual presenta un grosor
superior a los 3 metros en algunos tramos, hasta cinco hiladas
de mampuestos de mediano tamaño dispuestas de paralelo y un
desarrollo superior a los 90 m (fig. 4). La información estratigráfica se limita a un sondeo realizado en la década de los años
1960 en el que no se documentaron estructuras, aunque sí varios
fragmentos campaniformes de estilo inciso.
El yacimiento que más información ofrece es el del Peñón
de la Zorra (Soler García, 1981; Jover y de Miguel, 2002; García
Atiénzar, 2014). Se trata de un asentamiento ubicado en un espolón rocoso de forma triangular, concentrándose las evidencias
campaniformes en el extremo más elevado, situado a 100 m de
altura con respeto al fondo del valle. En superficie se observan
cuatro líneas de muros de entre 1 y 1,50 m de ancho, paralelas
a las curvas de nivel, que delimitan un área superior a los 5.000
m2 y que se encuentran separadas entre sí por una distancia que
oscila entre los 50 m para las dos primeras líneas y 20 m para
las dos situadas en la parte más elevada, que delimitan el área
con relleno arqueológico –cerca de 900 m2– (fig. 5). En algunos
de estos muros se han documentado prolongaciones en paralelo a los escarpes que podrían interpretarse como un sistema de
circulación a modo de pasillo entre los espacios construidos y
los farallones.
Las excavaciones emprendidas en 2011 (García Atiénzar,
2014) han permitido reconocer en la Terraza Superior3 varias
construcciones de mampostería que pueden definirse como
unidades habitacionales, además de una estructura maciza de
tendencia circular construida con bloques de mampostería de
gran tamaño que se levanta sobre una triple plataforma escalonada de idénticas características técnicas. Su morfología, su
disposición como eje de articulación del resto de construcciones, la cantidad de derrumbe que se documentó y su posición
sobreelevada permiten interpretarla como un punto de observación desde el cual se podría controlar el espacio circundante, especialmente el valle de Beneixama, principal vía natural
que conecta esta región y la Meseta con la costa a través del
corredor Albaida-Serpis.
Las distintas relaciones estratigráficas permiten proponer
hasta 4 episodios constructivos. El primero viene definido por
un único espacio (UH5) de planta trapezoidal y una superficie
de unos 25 m2 delimitado por paramentos de mampostería de
mediano/gran calibre. Este espacio se encuentra adosado a la estructura sobreelevada, lo que situaría a ambas en los momentos
más antiguos del asentamiento. Interiormente se definió un pequeño banco de mampostería adosado a una de sus paredes, un
suelo formado por grandes lajas de piedra y tierra apisonada y
una estructura de combustión que se documentó totalmente desmantelada. En este nivel de uso –datado a partir de una semilla
de trigo en ca. 2480-2280 cal AC; 3900±40BP– se evidenció un
conjunto de materiales arqueológicos dentro de los cuales cabe
destacar la presencia de un mínimo de trece recipientes cerámicos con decoración campaniforme que, por sus características
3
Esta zona ocupa un área de 380 m2, de la cual se ha excavado hasta
la base estratigráfica el 70%.
Fig. 4. Puntal de los Carniceros. Localización del asentamiento y
planimetría del muro de mampostería de cierre.
Fig. 5. Peñón de la Zorra. Localización del asentamiento –con
indicación de las estructuras de delimitación– y de las cuevas de
enterramiento.
369
[page-n-377]
G. García Atiénzar
Fig. 6. Peñón de la
Zorra. Registro cerámico
campaniforme procedente
de la UH5.
estilísticas –se combinan la incisión con la impresión de puntos
y la pseudo-excisión, así como una disposición de los motivos
en franjas horizontales alternas, observándose también franjas
verticales convergentes hacia la base de los recipientes–, podría
adscribirse adscribir a lo que Bernabeu (1984: 92) definió como
estilo clásico tardío. Dentro de esta vajilla, se documentaron las
tres formas típicas del ajuar cerámico campaniforme: el vaso
con perfil en S, la cazuela y el cuenco semiesférico (fig. 6). El
resto del conjunto material lo conforman otros vasos sin decoración de pequeño y medio tamaño, una espátula de hueso, una
concha perforada de Cerastoderma, algunas lascas de sílex y
varios percutores y molederas.
Estas construcciones debieron de estar en uso hasta ca.
2100 cal AC, momento en el cual se observa una fuerte transformación de la trama constructiva de la Terraza Superior y el
abandono de la Unidad Habitacional 5. Durante la segunda y
tercera fase se construye el muro transversal –que Soler definió
como lienzo de muralla– que conecta ambos bordes del espolón
y que sirve a su vez de muro de aterrazamiento, al tiempo que
va a seguir en funcionamiento el muro meridional de la UH 5
que presenta varias refacciones. Uniendo estos dos muros –que
delimitan un espacio de unos 180 m2–, se construye una línea
perpendicular de idéntica factura y que también apoyan sobre la
base geológica del cerro. A partir de estos ejes se construyen es-
Fig. 7. Peñón de la Zorra. Planimetría del yacimiento e indicación de las fases constructivas documentadas.
370
[page-n-378]
El Peñón de la Zorra y la caracterización del Campaniforme en el Alto Vinalopó
pacios de planta rectangular caracterizados por la presencia de
pavimentos de barro endurecido a los que se asocian estructuras
de combustión. Aunque el estado de conservación es parcial –la
erosión afecta a los muros de cierre próximos a la ladera oriental y varias estructuras quedan amortizadas por la construcción
de otras asociadas a Fase IV– podrían definirse como espacios
domésticos cuya superficie útil oscilaría entre los 25 y los 35 m2.
La construcción de este segundo momento se sitúa en el último
siglo del III milenio cal AC (3680±30BP: 2142-1964 cal AC) y
se define por la perduración de la cerámica campaniforme, aunque su presencia es testimonial si se compara con el momento
anterior y tiende a concentrarse en los niveles fundacionales. La
Fase III viene determinada por la construcción de nuevos suelos
de ocupación –observables en dos de los tres espacios excavados–, aunque ello no supone la modificación de los muros de
la Fase II (fig. 7). Si bien nunca se ha intervenido, en la terraza
inmediatamente inferior –de unos 400 m2– en este momento pudieron disponerse espacios constructivos semejantes si se toman
en consideración los lienzos de muro que se observan en superficie y en los perfiles dejados por la erosión lateral.
Por encima, y posiblemente tras un lapso de abandono, se
documenta una última fase constructiva en la que no se han documentado suelos de ocupación a causa de la erosión superficial
y la fuerte actividad vegetal y en la que, a grandes rasgos, se
observa una reducción de los espacios –fenómeno también documentado para la Fase II de Terlinques (Jover et al., 2014)– y
la total desaparición de la cerámica campaniforme.
4. LA EMERGENCIA DE LAS ÉLITES SOCIALES
CAMPANIFORMES EN EL ALTO VINALOPÓ
Tradicionalmente, los hallazgos campaniformes de Villena han
sido interpretados como el paradigma de la emergencia de las
élites sociales (Soler García, 1981; Bernabeu, 1984). Esta inferencia se realizaba fundamentalmente a partir de las evidencias
funerarias del Peñón de la Zorra, especialmente las documentadas en la Cueva Oriental. Esta cavidad, junto a la ubicada en
la vertiente occidental, excavadas ambas por J. M.ª Soler en la
primavera de 1964, fueron publicadas como evidencias de sendos enterramientos individuales asociados a ajuares metálicos
campaniformes –puñal de lengüeta y las dos puntas de Palmela
descubiertas en la Cueva Oriental– (Soler García, 1981) (fig.
8). La revisión posterior de los restos antropológicos permitió
concretar que el número de inhumados era mayor, seis para la
Cueva Oriental y dos para la Occidental (Jover y de Miguel,
2002). De este modo, lo que había sido interpretado como ejemplo de enterramientos individuales campaniformes, se convertía
en enterramientos colectivos que, en cierta medida, mantenían
las tradiciones funerarias propias del Neolítico final. No obstante, determinadas características suponen una novedad con respecto a las prácticas funerarias previas ya que, por primera vez,
se documentan enterramientos vinculados a poblados en altura,
hecho que también se ha determinado en asentamientos campaniformes en llano (Bernabeu, 2010; Pérez Jordà et al., 2011; Soler Díaz, 2013). Por otra parte, el número de inhumados es bajo
si se compara con el observado en las cuevas de enterramiento
múltiple (Soler Díaz, 2002). Por último, se amortiza armamento
metálico como parte del ajuar funerario, aunque hay evidencias
de ajuares metálicos en momentos inmediatamente anteriores
Fig. 8. Ajuares metálicos documentados en la Cueva Oriental del
Peñón de la Zorra (Simón, 1998: fig. 58).
(Pérez Jordà et al., 2011). También cabe destacar el hallazgo de
dos aretes de plata, uno en cada cavidad, hecho que había sido
interpretado por algunos autores como un signo de modernidad
que permitía entroncar el uso fúnebre de las cavidades con los
inicios de la Edad del Bronce (Bernabeu, 1984; Simón, 1998).
En este sentido, la datación de uno de los individuos de la Cueva Oriental indica que éste debió ser enterrado en momentos
avanzados de la Edad del Bronce (MAMS-19108 3357±22 BP:
1736-1611 cal AC), pudiendo haber coincidido con el momento
final de ocupación del poblado –Fase IV– y resultando coherente con la presencia de plata (Lull et al., 2014). Por lo tanto, y dado el dilatado uso funerario que pudieron tener estas
cavidades, consideramos que estas evidencias no son las más
idóneas para abordar la explicación del proceso de emergencia
de liderazgos sociales en tanto en cuanto pueden responder a
procesos de larga duración o afectar a diferentes grupos sociales
con distintos niveles de organización social.
Creemos que el análisis de los patrones de asentamiento, así
como de algunas de las características arquitectónicas descritas
anteriormente, pueden ser buenos indicadores para analizar este
proceso. Sin embargo, cualquier análisis que sobre el patrón de
ocupación del territorio quiera realizarse debe partir de dos preguntas fundamentales: ¿son los asentamientos con campaniforme –en llano y en altura– contemporáneos? o, por el contrario,
¿el abandono de los primeros supone la inauguración de los situados en puntos elevados? Son varias las regiones situadas en
371
[page-n-379]
G. García Atiénzar
el entorno de Villena en las que se observa la existencia de yacimientos en llano y en alto con materiales campaniformes. En
todas ellas, el modelo de asentamiento en altura va a perdurar
durante el II milenio cal AC, mientras que ocupaciones emplazadas en los fondos de los valles nunca se han documentado más
allá de este límite cronológico.
En este sentido, podemos destacar los casos de la cubeta
de Jumilla, donde se han observado materiales cerámicos campaniformes en el asentamiento en llanura de El Prado (Jover
et al., 2012) y objetos metálicos de tipología campaniforme en
Coimbra del Barranco Ancho (Simón et al., 1999; Hernández
Carrión, 2015); del Medio Vinalopó, donde se documentaron
cerámicas campaniformes en el asentamiento en llano de Terrazas del Pantano y también en el enclave elevado de El Monastil
(Segura y Jover, 1997); o el de Banyeres de Mariola, donde se
recuperaron cerámicas campaniformes tanto en el asentamiento
en llano de Molí Roig como en el elevado de La Serrella (Pascual y Ribera, 2004; Pascual Beneyto, 2015). Este binomio, por
el contrario, no se documenta en el área del Bajo Segura donde
el campaniforme aparece en la base estratigráfica de yacimientos argáricos como Tabayá de Aspe (Hernández Pérez, 1997),
Laderas del Castillo de Callosa y San Antón de Orihuela (López
y Jover, 2014: 396). En este territorio también cabe destacar el
caso de Les Moreres (Crevillent), asentamiento en altura y con
un cierre a modo de pequeña muralla similar a la del Puntal de
los Carniceros, cuya primera ocupación arrancaría en el Campaniforme (González y Ruiz, 1991-1992).
Por el contrario, en el territorio comprendido entre la cuenca
del Serpis y la cuenca del Júcar, los contextos de hábitat campaniformes se circunscriben mayoritariamente a asentamientos
en llano, algunos con una larga secuencia de ocupación como
Ereta del Pedregal (Juan-Cabanilles, 1994), aunque existen materiales campaniformes localizados en altura en yacimientos
como Mola d'Agres (Gil-Mascarell, 1981: 89), Puntal sobre la
Rambla Castellarda de Llíria (Aparicio et al., 1977) o Tossal del
Castell de la Vilavella (Castellón) (Juan-Cabanilles, 2005: 398;
Gusi y Luján, 2012: 36).
Son pocos los yacimientos excavados hasta la fecha –y menos aún los asociados a contextos de hábitat–, aunque las escasas dataciones disponibles apuntan a la presencia de materiales
campaniformes en yacimientos situados en el fondo de los valles desde ca. 2500 cal AC (fig. 9). Estas evidencias aparecen
asociadas a asentamientos que venían siendo ocupados desde
la primera mitad del III milenio cal AC como Quintaret, Ereta
del Pedregal, El Prado, Casa de Lara o La Vital. Por otra parte,
una de las primeras evidencias de ocupación campaniforme en
altura sería el nivel de uso de la UH 5 del Peñón de la Zorra que
presenta una fecha algo más tardía, situándose a partir de ca.
2400-2300 cal AC. Esta datación, que podría ser compartida por
el Puntal de los Carniceros dadas las similitudes observadas tanto en las características constructivas y de emplazamiento como
de registro material, resulta próxima a la obtenida –sin que se
haya especificado el contexto– para la Mola d'Agres: 3790±40
BP: 2401-2046 cal AC (Aguilera et al., 2012).
Debemos reconocer que las evidencias cronológicas son aún
demasiado exiguas como para aventurarse a realizar propuestas
firmes en torno a la contemporaneidad o no de estos dos modelos de asentamiento (tabla 1). La distancia radiocarbónica entre
las fechas que refieren a contextos en llano y la más antigua
372
Fig. 9. Dataciones radiocarbónicas de poblados precampaniformes
y campaniformes citados en el texto.
obtenida para el Peñón de la Zorra es de apenas un siglo, aunque
cabe tener presente que el contexto datado para este yacimiento
se asocia a un momento de uso/amortización y no de construcción. Por otra parte, cabe destacar también la propuesta realizada para el asentamiento en llano de La Vital, cuyo abandono
se situaría a partir de la llegada del Campaniforme (Bernabeu
y Molina, 2011: 276). Sin embargo, otros asentamientos como
Arenal de la Costa pudieron perdurar hasta el último siglo del
III milenio cal AC, coincidiendo su abandono con el inicio de la
Fase II de Peñón de la Zorra.
Así, con la documentación actualmente disponible, la coexistencia de ambos modelos resulta plausible, aunque este fenómeno debería analizarse en una escala más reducida, observándolo en cada una de las unidades geográficas, en tanto en cuanto
consideramos que los cambios advertidos siguieron diferentes
ritmos a lo largo de la franja existente entre las cuencas del Segura y el Turia. En cualquier caso, durante la última centuria del
III milenio cal AC se produciría, al menos en el ámbito del Alto
Vinalopó, pero probablemente también en el resto de la cuenca,
la progresiva concentración de parte de la población en asentamientos situados en puntos elevados.
[page-n-380]
El Peñón de la Zorra y la caracterización del Campaniforme en el Alto Vinalopó
Tabla 1. Dataciones radiocarbónicas procedentes de poblados con contextos precampaniformes y campaniformes.
Contexto
Ref. lab.
Muestra
BP
Cal BC 2s (95,4%)
Bibliografía
Rambla Castellarda
Beta-327996
Hordeum vulgare
4180±40
Pérez Jordà, 2013
La Vital Silo 70
Beta-229794
Sus sp.
4180±40
Ereta del Pedregal
La Vital Casa 4
Beta-327998
Beta-229793
Triticum aestivum-durum 4150±30
4150±50
Bos taurus
La Vital Hogar 102
Beta-229792
Ovis aries
4100±50
El Prado UH3
Beta-293368
Ovicaprino
4090±40
La Vital Casa 8
Beta-229795
Sus domesticus
4070±50
La Vital Foso 115
AA-72170
Bos taurus
4045±52
La Vital Casa 5
Beta-222445
Ovis aries
4040±50
Quintaret
Beta-348075
Vicia Sativa
4010±30
La Vital Sepultura 3
Beta-222444
Hueso humano
4000±50
La Vital Sepultura 3
OxA-V-2360-15 Hueso humano
3946±28
La Vital Sepultura 10
Beta-229791
Hueso humano
3920±50
La Vital Casa 7
Beta-222446
Bos taurus
3920±40
Peñón Zorra UE 1010
Beta-332584
Triticum aestivum-durum 3900±40
Arenal de la Costa Silo Beta-4323
Carbón
3890±80
2891-2831 (22,1%)
2821-2631 (73,3%)
2891-2831 (22,1%)
2821-2631 (73,3%)
2880-2620
2881-2617 (90,6%)
2611-2581 (4,8%)
2873-2565 (90,6%)
2525-2496 (4,8%)
2866-2804 (19,3%)
2776-2562 (69,2%)
2535-2493 (6,9%)
2864-2806 (14,6%)
2760-2717 (7,2%)
2711-2474 (73,6%)
2859-2809 (9,5%)
2753-2721 (3,5%)
2702-2467 (82,5%)
2840-2814 (4,9%)
2677-2469 (90,5%)
2617-2611 (0,9%)
2581-2468 (94,5%)
2835-2817 (1,7%)
2667-2397 (90,5%)
2385-2346 (3,2%)
2566-2524 (14,1%)
2497-2344 (81,3%)
2568-2519 (7,2%)
2499-2281 (86%)
2250-2231 (1,8%)
2218-2214 (0,4%)
2561-2536 (3,2%)
2492-2290 (92,2%)
2481-2279 (92,7%)
2251-2230 (2,1%)
2220-2212 (0,6%)
2575-2140
La Vital Casa 7
Beta-222447
Bos taurus
3870±50
2472-2202
Pérez Jordà et al., 2011
La Vital Sepultura 11
Beta-222443
Hueso humano
3830±40
Pérez Jordà et al., 2011
Mola d'Agres
Beta-286988
Triticum aestivum-durum 3790±40
Arenal de la Costa
Peñón Zorra UE 1054
Beta-228894
Beta-409217
Hordeum sp.
Hordeum vulgare
2459-2196 (91,5%)
2170-2148 (3,9%)
2401-2383 (1,3%)
2348-2127 (89,7%)
2090-2046 (4,4%)
2203-1972
2190-2181 (1,2%)
2142-1965 (94,2%)
Así, durante buena parte de la segunda mitad del III milenio
cal AC, se habría desarrollado un modelo de poblamiento complementario, con poblados en llano con una vocación agropecuaria y
asentamientos en altura delimitados por muros y con un excelente
control visual sobre las tierras de labor y las vías de comunicación.
La fecha que podría marcar la definitiva ruptura de esta dualidad
poblacional se situaría en torno al 2100 cal AC con el desarrollo
en el ámbito del Alto Vinalopó de una importante reorganización
3700±40
3680±30
Pérez Jordà et al., 2011
Pérez Jordà, 2013
Pérez Jordà et al., 2011
Pérez Jordà et al., 2011
Jover et al., 2012)
Pérez Jordà et al., 2011
Pérez Jordà et al., 2011
Pérez Jordà et al., 2011
García Puchol et al., 2014
Pérez Jordà et al., 2011
Pérez Jordà et al., 2011
Pérez Jordà et al., 2011
Pérez Jordà et al., 2011
Inédita
Pascual Beneyto et al., 1993
Aguilera et al., 2012
Pérez Jordà et al., 2011
Inédita
poblacional que supuso el abandono definitivo de los asentamientos en llano, la reordenación interna de los asentamientos en altura
y la constitución de otros de nueva planta como Terlinques, configurándose las bases de lo que conocemos como Edad del Bronce
(Jover y López, 2001: 296; Jover et al., 2014: 61). A partir de esta
fecha, los yacimientos en alto con materiales campaniformes continúan siendo ocupados, como es el caso del Peñón de la Zorra,
que perdura con seguridad hasta ca. 1800 cal AC.
373
[page-n-381]
G. García Atiénzar
5. ENTRE EL CALCOLÍTICO Y LA EDAD DEL
BRONCE: EL CAMPANIFORME COMO ESCENARIO
En los últimos años se ha generado un interesante debate historiográfico en torno al significado del Campaniforme en las
tierras valencianas, especialmente en el área meridional (Bernabeu, 1984; Bernabeu y Molina, 2011; López Padilla, 2006,
2011). Pese a las significativas discrepancias, buena parte de la
investigación ha asumido que muchas de las transformaciones
advertidas a lo largo de la segunda mitad del III milenio cal AC
estuvieron espoleadas por las relaciones socio-económicas que
se establecieron con el Sureste de la península Ibérica, además
de por el propio crecimiento demográfico que, en un momento
dado, debió llegar, e incluso superar, las limitaciones impuestas por el modelo agropecuario basado en aldeas dispersas. Sin
embargo, como se ha apuntado anteriormente, el calado de tales
transformaciones resultó ser distinto en cada territorio, especialmente en lo que afecta a los patrones de ocupación del territorio.
La presencia de asentamientos en altura, algunos delimitados o fortificados, es una constante en los territorios asociados
a la cuenca del Guadalentín durante la primera mitad del III milenio cal BC (Lomba, 1996; López Padilla, 2006), integrándose
éstos en el llamado grupo de Los Millares. Este modelo parece
extenderse más allá de la frontera del Segura, coincidiendo con
la presencia de los primeros recipientes campaniformes y encontrando buena representación en el Bajo Segura –Espeñetas,
Rincón–, siendo Les Moreres su manifestación más septentrional. De este modo, en torno al 2500 cal AC se habría producido
el nivel de máxima expansión geográfica de Los Millares, coincidiendo sus límites con el área caracterizada por la presencia
de vetas cupríferas (López Padilla, 2006).
Al norte de este espacio, y en torno a la fecha ca. 24002300 cal AC, van a observarse los primeros emplazamientos
en altura aunque, a partir de la información ofrecida por las
excavaciones del Peñón de la Zorra, más que de cambio en
el patrón de asentamiento debemos hablar de ampliación de
los sistemas de ocupación. Esta nueva realidad ocupacional
podría explicarse desde la óptima de la intensificación de las
relaciones socio-económicas que con el área del Sureste, desarrollándose asentamientos en altura desde los cuales no sólo se
dominarían las tierras de labor circundantes, sino también las
principales vías de paso entre las distintas unidades geográficas por las que circulaban materias primas y productos de alto
valor social (fig. 10). Es precisamente en estos asentamientos
donde se observa una enorme inversión laboral en la construcción y mantenimiento de los sistemas de delimitación y donde
se concentran parte de estos productos en modo de vasos decorados. Esta transformación no sólo indica una nueva forma
de asentamiento, sino que también hace referencia a un modelo
distinto de organización social ya que supone la concentración
de población en un espacio reducido y destacado, sistema distinto al observado en el Neolítico final –incluso en las fases iniciales del Campaniforme– en el cual se observaba la existencia
de aldeas conformadas por unas pocas unidades habitaciones
que se encontraban dispersas a lo largo de las mejores tierras de
labor o en torno a zonas lacustres o vegas de ríos.
Fig. 10. Visibilidad acumulada desde el Peñón de la Zorra y el Puntal de los Carniceros.
374
[page-n-382]
El Peñón de la Zorra y la caracterización del Campaniforme en el Alto Vinalopó
El registro material asociado a la UH 5 del Peñón de la Zorra revelaría la existencia de diferentes actividades de producción y consumo por lo que puede inferirse la presencia de un
grupo doméstico o linaje. La interpretación de este contexto se
antoja compleja aunque, tomando en consideración su posición
dominante sobre el territorio, el linaje que ocupó el Peñón de la
Zorra en su Fase I pudo ejercer un papel destacado en cuanto al
control, producción y redistribución de determinados bienes hacia el resto de linajes que seguían ocupando el llano. En el territorio próximo al Peñón de la Zorra, además de los asentamiento
de Casa de Lara o Puntal de los Carniceros –para los cuales
no hay excavaciones en extensión–, destaca el asentamiento de
Arenal de la Costa que ocupa una extensión de 6 ha delimitada
por un doble foso concéntrico (Bernabeu et al., 2012) y en cuyo
interior se documentaron varios silos que parecen distribuirse
de forma exponencial (Bernabeu et al., 2006). Estas evidencias
apuntan hacia un proceso de concentración de la población en
asentamientos agregados y delimitados, transformaciones que
podrían explicarse desde la óptica del progresivo incremento
poblacional y la necesidad de superar las contradicciones que
ello supondría. En este momento no se observan mejoras ni en
los medios de producción –a excepción de la aparición de los
dientes de hoz– ni en las técnicas agrícolas, con lo que la única
forma de aumentar la capacidad productiva necesaria para cubrir las necesidades alimenticias y para obtener determinados
productos con un alto valor social sería una reorganización de
la producción a través de la agrupación de fuerza de trabajo
y de los medios de producción. Este mayor nivel de integración social se advertiría a partir de la constatación de trabajos comunales no relacionados con la economía subsistencial,
como serían los muros/fosos de delimitación de los poblados
o la estructura sobreelevada del Peñón de la Zorra. En cualquier caso, lo que evidencian estos indicadores es la superación
de la unidad doméstica tribal como forma básica de organización social –caracterizada por la reciprocidad solidaria entre
sus miembros– y la aparición de linajes con mayor capacidad
de decisión y organización. Estos grupos, cuyo principal papel
pudo estar relacionado con la gestión de la producción agropecuaria o la organización de otras tareas no productivas –como
sería el control de las redes de intercambio a su paso por el Alto
Vinalopó–, se distinguirán por la ostentación y amortización de
productos metálicos, especialmente en forma de armamento, y
la vajilla campaniforme. Por otra parte, ratificarían su preeminencia con respecto al resto de la comunidad, vinculando sus
sepulturas a los espacios domésticos, bien en silos amortizados
bien en pequeñas grietas abiertas en los mismos cerros donde
se ubican los poblados, inaugurando así una tradición funeraria
que se desarrollará a lo largo de la Edad del Bronce tanto en el
Sureste como en el Levante peninsular.
Sin embargo, este ciclo de concentración y generación de
explotación social no debió fraguar si tomamos en consideración la aparición de nuevos asentamientos en altura en torno
al 2200-2100 cal AC (Jover et al., 2014). En cualquier caso,
la no consolidación de estas distancias sociales supuso la aparición de un nuevo contexto social y el no retorno al punto de
partida que suponían las comunidades aldeanas del Neolítico
final. Esta transformación marcaría, por otra parte, el definitivo abandono de los yacimientos en llano, no sólo en la cuenca
del Vinalopó sino también en las cuencas situadas más al nor-
te. La fundación de estos nuevos enclaves cabría relacionarla
con el traslado y concentración de la población asentada en
la fase precedente en el llano, constituyéndose asentamientos
que replicarían las formas sociales de las aldeas basadas en la
reciprocidad y la filiación, caracterizados por la aparición de
unidades habitacionales de buen tamaño que se han relacionado con grupos familiares de tipo extenso (Jover y Padilla,
2004: 296). Se ha propuesto la existencia de un patrón de distribución uniforme de los asentamientos en el que cada unidad
familiar buscaría su propia autosuficiencia (Jover y Padilla,
2004). Considerando el espacio con relleno sedimentario y el
delimitado por los muros perimetrales durante las Fases II-III
(2100-1800 cal AC), Peñón de la Zorra tendría en este momento una superficie próxima a las 0,5 ha, lo cual lo convertiría en
uno de los asentamientos de mayor entidad de la zona frente
a otros de nueva planta cuya extensión máxima se sitúa en
torno a las 0,15 ha. La delimitación de este gran espacio con
bloques ciclópeos –similares a los observados en la estructura
sobeelevada– supuso una notable inversión que podría relacionarse con un sistema de encierre de ganado, posibilidad que
cobraría sentido si se tiene en cuenta la existencia de varias
pozas en las que se pudo almacenar agua. Así, el tamaño del
asentamiento, unido a la posibilidad de una mayor capacidad
productiva, haría del grupo asentando en este poblado en uno
de los más significados del territorio del Alto Vinalopó durante
los momentos iniciales de la Edad del Bronce.
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377
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[page-n-386]
Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 379-386.
Beaker people without beaker pots:
the Chalcolithic funerary context from the Galeria da Cisterna
(Almonda karst system, Torres Novas, Portugal)
João zilHão
abSTracT
Even though no characteristic ceramics were found, a small set of V-perforated buttons indicates that the Galeria da Cisterna cave
was used for funerary purposes by people of the Beaker culture. Direct dating of human bone corroborates that the bodies of at
least four adult individuals were laid down here during the second half of the third millennium cal BC. The buttons belong to wellknown types and their textural properties suggest that, as with all the other Portuguese specimens analyzed so far, sperm whale
ivory is the raw-material used. A small fragment of a gold spiral completes the site's Beaker context.
keywordS:
Bell Beaker, V-perforated buttons, sperm whale ivory, radiocarbon, Portugal.
reSumen
Campaniformes sin campaniforme: el contexto funerario calcolítico de Galeria da Cisterna (complejo cárstico de Almonda, Torres
Novas, Portugal). A pesar de que no se han recuperado cerámicas del Campaniforme en Galeria da Cisterna, un pequeño conjunto
de botones con perforación en “V” indica que la cueva fue utilizada como lugar de inhumación por gentes de esa cultura. La
datación directa de restos humanos confirma que al menos cuatro individuos fueron enterrados allí durante la segunda mitad del
tercer milenio cal BC. Los botones pertenecen a tipos bien conocidos y las características de la materia prima utilizada indican que,
como ocurre con todos los ejemplares de yacimientos portugueses hasta ahora analizados, están fabricados en marfil de cachalote.
Un pequeño fragmento de espiral en oro completa este contexto.
PalabraS claVe:
Vaso Campaniforme, botones de perforación en “V”, marfil de cachalote, radiocarbono, Portugal.
1. INTRODUCTION
The Galeria da Cisterna (Gallery of the Cistern; 39°30'17.32”N,
8°36'55.06”W; WGS84 datum; Fig. 1) is an ancient karst outlet of
the Almonda river, whose spring is now found ~5 m below, at the
base of a ~75 m high rock face. This narrow, meandering passage
is approximately 100 m long, and its cross-section is in general less
than 2×2 m (Fig. 2). The entrance was exposed in the 1920s by a
landslide, which allowed access and a first phase of limited archeological work, carried out between 1937 and 1942 (Paço et al., 1947;
Guilaine and Veiga Ferreira, 1970). In 1988-89, a second phase
of work delimited the area affected by these earlier explorations,
identified additional deposits filling discontinuous depressions in
the karren-like bedrock, and excavated them in three loci: AMD1,
AMD2 and AMD3 (Maurício, 1988; Zilhão, Maurício and Souto,
1991, 1993; Zilhão and Carvalho, 2011; Zilhão, 1997, 2001, 2009;
Carvalho, 2007; Trinkaus et al., 2011; Martins et al., 2015).
Under Holocene cave earth, a remnant Upper Paleolithic
deposit containing two archeologically fertile units (levels 3
and 4) existed in the AMD1 locus. A few tens of stone tools
and animal bone fragments were recovered in each; level 3,
radiocarbon-dated to 13-14 ka cal BP (thousands of calendar
years before present), also yielded perforated shell beads and
a small set of human remains. AMD3 corresponded to a lowdensity lens of organic sediments directly atop bedrock. AMD2
(of which AMD3 is but a continuation, the two loci being separated by outcropping bedrock) is the more spacious area of
the Galeria da Cisterna. The upper reaches of the stratigraphy
uncovered here consisted of a homogeneous, 20-40 cm thick
cave earth of Holocene age (level A); this deposit lied on beaver teeth-yielding, river-accumulated Pleistocene sands (level
C), from which it was separated by a dense lens of microfaunal
remains, mostly of bats (level B).
Level A contained a chronologically heterogeneous, highdensity accumulation of pottery and stone and metal tools, as
well as personal ornaments made of shell, bone, stone, glass,
bronze and iron, commingled with highly fragmented faunal
and human osteological remains. The lack of internal stratigraphic differentiation is primarily due to the thinness of the deposit, compounded by the impact of repeated prehistoric and early
379
[page-n-387]
J. Zilhão
Fig. 1. The Almonda karst system: location and geographical setting. The GoogleEarth view uses imagery dated December 31, 2009 and
has elevations set at 1.5x. The spring of the Almonda opens at the base of the fault escarpment separating the Tertiary basin of the Tagus
from the Central Limestone Massif of Estremadura.
historic human frequentation and the activity of burrowing animals. The occasional reactivation of the passage whenever the
water level in the karst is exceptionally high has always represented an additional source of turbation. The restricted space,
unsuitable for residential purposes, and the numerous human
skeletal remains, suggest an exclusively funerary use of the
place; the associated fauna and artefacts are therefore likely to
reflect burial offerings and/or to be part of the clothing borne by
the deceased at the time of body deposition in the cave.
2. THE BEAKER CONTEXT
The overwhelming majority of the diagnostic ceramics from
AMD2 is of unambiguous attribution to the Early Neolithic,
and the same applies to the small number of stone tools found
alongside. The range of ornaments in these deposits is also dominated by items that are characteristic of the Early Neolithic
as documented in both eastern Spain (Pascual, 1998) and Portugal (Zilhão, 1992, 1993, 2009). However, although primarily
an Early Neolithic cemetery, the presence of later prehistoric,
proto-historic and Roman artefacts shows that the AMD2 locus
of Galeria da Cisterna continued to be used in similar manner in
post-Neolithic times.
Given the unstratified nature of the Holocene deposit, the
age of the different AMD2 occupations was established via
direct radiocarbon dating of samples consisting of diagnostic artefact categories and/or faunal and human remains representing different individuals (Zilhão, 2001; Martins et al.,
2015). This strategy corroborated use of the locus in periods
for which occupation was inferred on the basis of typological
considerations, namely:
- Early Neolithic, as anticipated from the Cardial and Epicardial affinities of most decorated ceramics and confirmed by
results of 6445±45 BP (OxA-9287) for a pierced deer canine,
380
6445±45 BP (OxA-9288) for a bone bead imitating the shape of
a deer canine, and 6280±34 BP (OxA-28855) for a first phalange of the right foot of an adult human;
- Bronze Age, as anticipated on the basis of undecorated
sherds with characteristic carinated morphology and confirmed
by the results obtained on three right astragali of caprines —
3378±32 BP (OxA-X-2515-17; sheep), 3354±28 BP (OxA27984; goat), and 3310±28 BP (OxA-27983; probably goat);
- Late Iron Age, as anticipated on the basis of a few fragments of wheeled pottery with characteristic stamped impressions and confirmed by another result on a right astragalus of a
caprine (probably sheep) — 2129±27 BP (OxA-27982).
Four other adult human first phalanges of the right foot representing as many different individuals (Table 1; Fig. 3) were
dated to between 3774±28 BP (OxA-28856) and 3847±29 BP
(OxA-28859) (Table 2; Fig. 4). According to the Calib 7.0.4
significance test (Ward and Wilson, 1978; Stuiver and Reimer,
1993), these samples are statistically indistinguishable at the
95% confidence level. They indicate funerary use of the AMD2
locus during the second half of the third millennium cal BC,
more specifically between 2061 and 2433 cal BC. If we assume
that a single burial episode is represented by the four results and
calculate their pooled mean, we can restrict this interval to just
under a century (2201-2298 cal BC); whether the assumption is
warranted is, however, uncertain.
In Portugal, this chronological range corresponds to the Bell
Beaker culture of the Copper Age. Based on the contexts recently published by Cardoso (2014a) — namely, the open-air
settlement of Freiria, AMS-dated on animal bone to 3630±40
BP (Beta-296577) and 3770±40 BP (Beta-260301), and the
cave burial site of Ponte da Lage, AMS-dated on human bone
to 3833±26 BP (Wk-34424) and 3846±30 BP (Wk-25164) —
the four AMD2 individuals from the third millennium would
belong to a later phase of the culture, when the characteristic
[page-n-388]
Beaker people without beaker pots: the Chalcolithic funerary context from the Galeria da Cisterna
Fig. 2. The Galeria da Cisterna (Almonda karst system). TOP: distribution (number of items per grid unit) of the V-perforated buttons
recovered in the 1988–89 excavations; those from G20, G21 and G23 come from the basal spits of layer A. MIDDLE: topographic plan
and profile, with indication of the excavation grid. BOTTOM: stratigraphic cross-section along the longitudinal axis of the grid (elevations
in cm below datum); except in G20, tested to a depth of ~140 cm below surface, excavation stopped at the surface of layer C, marked by
an accumulation of boulders and slabs and a dense lens of bat bones (layer B).
decoration of its ceramics was effected with incision rather than
impression techniques. However, because no Beaker pots were
recovered in the Galeria da Cisterna, this inference cannot be
taken any further.
The artefact assemblage recovered in the Galeria da Cisterna also features a set of V-perforated buttons (Table 3, Figs.
2 and 5), a type of object that is commonly found in Beaker
contexts (Roche and Veiga Ferreira, 1961; Uscatescu, 1992).
One was recovered on the surface of locus AMD1, the others
come from the excavation of locus AMD2. Six are complete,
three are half-broken, and two are small fragments preserving
enough of the original morphology for their classification to
be secure; there is also a possibly unfinished blank, and two
small flat ivory fragments probably represent as many addi381
[page-n-389]
J. Zilhão
Table 1. Human right foot first phalanges from Galeria da Cisterna
(AMD2) directly dated to the Beaker period. Measurements are in
mm; the value in italics is an estimate of the distal breadth prior to
loss of the missing articulation.
Catalogue #
GL
Bp
SD
Bd
F23-90
26.9
17.3
10.6
13.6
G18-187
31.5
18.5
11.9
16.5
G19-785
29.7
17.1
12.9
14.8
G21-1765
39.2
20.5
13
17
GL = greatest length
Bp = greatest breadth of the proximal end
SD = smallest breadth of the dyaphysis
Bd = greatest breadth of the distal end
Fig. 3. Human first phalanges from the right foot, representing
four different individuals, directly dated by radiocarbon to the time
range of the Bell Beaker period. A. F23-90; B. G19-785. C. G211765; D. G18-187. Scale bars = 1 cm.
tional buttons. The complete specimens correspond to the
following types: pyramidal with square base (Fig. 5, nos.
1-3), and anthropomorphic (Fig. 5, nos. 4-5 and 7). One of
the anthropomorphic buttons (Fig. 5, no. 5) bears two simple
perforations on the reverse side instead of the normal V-perforation seen on the other two. Another (Fig. 5, no. 7) was found
in two separate, conjoining halves, and three of the fragments
of anthropomorphic buttons correspond to similar halves of
identical morphology whose pair could not be found.
A perforated ivory piece in the shape of a baseball bat
(Fig. 5, no. 6) probably belongs in this context as well; it
could represent an elongated variant of Uscatescu's (1992)
“tortuga with one appendix” type, perhaps repaired or reworked from a larger piece after breaking (Pascual Benito, personal communication, July 17, 2015). Indeed, similar, Vperforated specimens are known from a few sites elsewhere
in Iberia, namely the Copper Age fortified settlement of Vila
Nova de São Pedro, situated some 40 km to the Southwest
(Roche and Veiga Ferreira, 1961).
In the rock-cut tombs of Rocallaura, in Catalonia (Vilaseca,
1953), and São Pedro do Estoril, in Portugal (Leisner, Paço and
Ribeiro, 1964; Cardoso, 2014b), aligned rows (of thirteen and
eleven, respectively) of buttons were found in situ, indicating
the presence of clothing and corroborating the items' inferred
functionality. Vilaseca (1953) suggests that, of the two individuals in the Rocallaura tomb, the row of buttons associated
with one indicates the presence of a front-buttoned skirt and,
hence, of a female (the other, based on its association with a
copper dagger, would have been male). Harrison and Heyd's
(2007) argument that, in the Beaker culture, such buttons are
female-related, supports Vilaseca's suggestions and, following
these authors, we would therefore conclude that at least one of
the adult humans from AMD2 dated to the Beaker period would
have been a woman. The fragmentary nature of the bone remains prevents addressing the issue from a physical anthropological perspective, but ongoing ancient DNA work has already
established that two of them are indeed female (Lalueza-Fox,
personal communication, July 20, 2015).
Schuhmacher et al. (2013) analyzed 15 Portuguese V-perforated buttons, including eight of the anthropomorphic type
and four of the related tortuga type. They have shown that, in
all cases, these buttons were carved out of sperm whale ivory.
Visual inspection of the Galeria da Cisterna specimens indicates that, whenever the distinction can be ascertained, they
too are made out of tooth, not bone; in particular, nos. 2-3
and 5-6 of Fig. 5 display a white-over-orange/brown coloring
pattern reflecting the marked separation between cementum
and dentine featured by the teeth of the sperm whale. Given
Table 2. Oxford AMS radiocarbon dating results for Galeria da Cisterna (AMD2) Beaker humans. Calibration used OxCal v.4.2.4 with
the INTCAL13 calibration curve (Bronk Ramsey, 2013; Reimer et al., 2013).
Catalogue #
F23-90
Spit
OxA-
Age BP
Used (mg)
Yield (mg)
%Yld
%C
δ13C (‰)
δ15N (‰)
C:N ratio cal BC (2σ)
–
28859
3847±29
600
34.4
5.7
43.8
-19.24
9.20
3.3
2206-2457
G18-187
A1
28857
3836±29
600
66.99
11.2
45.4
-19.15
9.30
3.3
2201-2456
G19-785
A2
28856
3774±28
620
51.62
8.3
46.6
-19.53
8.60
3.3
2061-2290
G21-1765
A4
28858
3819±29
820
46.5
5.7
45
-19.50
8.90
3.4
2144-2433
382
[page-n-390]
Beaker people without beaker pots: the Chalcolithic funerary context from the Galeria da Cisterna
Fig. 4. Age ranges of the four individuals from the Galeria da Cisterna directly dated by radiocarbon to the Bell Beaker period. Calibration
used OxCal v.4.2.4 with the INTCAL13 calibration curve (Bronk Ramsey, 2013; Reimer et al., 2013).
this texture and the 9.2 mm thickness of one of the pyramidal
specimens in which the pattern can be observed, we can infer
that large, non-hollowed teeth were used in the manufacture of
these buttons. This fact excludes other marine mammals, and
the overall size of these buttons further implies that such teeth
could have not come from even the largest of the terrestrial
mammals, wild or domestic, then living in the country.
Even though analytical corroboration remains necessary, it is
therefore concluded that the raw-material the Galeria da Cisterna
buttons are made of is sperm whale ivory. The occurrence of the
species in coastal waters is well documented; historical records
extend its exploitation back to the 12th century AD but whether
this involved hunting or just the manipulation of the bodies of
stranded animals remains to be clarified (Brito, 2008). As pointed
out by Schuhmacher et al. (2013), a significant implication of the
Portuguese Beaker buttons is that, along the country's coast, landbased whaling has deep roots in late prehistoric times.
A small fragment of gold spiral recovered in zone AMD3
(Fig. 6) completes this Beaker context. In the rock-cut tomb
of São Pedro do Estoril, a complete gold spiral of similar
Table 3. Buttons from the Galeria da Cisterna. Measurements are in mm. Length is the dimension defined by the horizontal alignment of the perforations and width is the dimension measured perpendicular to length; for the flat forms, height is the maximum
thickness of the object and sagitta is the height of the arc defined along the length of the concave face, when one exists.
Catalogue number
Layer
Spit
Condition
Length
Width
Height
Sagitta
Anthropomorphic
AMD1-SUP88-41
Surface
–
half-broken
30.0
–
5.8
1.3
AMD2-F20-26
A
–
complete
24.8
20.1
7.2
0.0
AMD2-F20-27
A
–
fragment
–
–
2.9
–
AMD2-F22-81
A
–
half-broken
24.8
–
5.5
–
AMD2-G20-1090/G21-2273
A
B2/A4
two broken halves refitted
28.4
24.2
7.0
4.2
AMD2-G21-2272
A
A4
complete
21.5
16.7
3.2
0.0
AMD2-G23-6
A
A4
half-broken
30.4
–
6.0
–
AMD2-F22-80
A
–
complete
13.1
14.4
5.6
n/a
AMD2-F24-7
A
–
complete
15.4
14.8
9.2
n/a
AMD2-G18-455
A
A1
complete
23.3
20.5
9.2
n/a
AMD2-F21-87
A
–
fragment
–
–
–
–
AMD2-G19-523
A
A1
unfinished?
22.8
13.5
2.2
0.6
AMD2-G21-122
A
A1
fragment?
–
–
1.8
–
AMD2-G23-15
A
A4
fragment?
–
–
3.7
–
Pyramidal
Undetermined
383
[page-n-391]
J. Zilhão
Fig. 6. The fragment of gold spire from Galeria da Cisterna (AMD36). Scale bar = 5 mm.
Fig. 5. The complete V-perforated and associated ivory buttons
from Galeria da Cisterna: 1-3. Pyramidal; 4-5, 7. Anthropomorphic;
6. Reworked tortuga type (?). Inventory numbers: 1. F24-7; 2. G18455; 3. F22-80; 4. G21-2272; 5. F20-26; 6. F18-20; 7. G20-1090/
G21-2273. Scale bar = 1 cm. Photos: José Paulo Ruas.
make was found around a human phalange, proving use as
a ring. Direct dating of that phalange to 3790±40 BP (Beta178468; Gonçalves, 2009) placed the associated spiral in the
time range (2045-2401 cal BC) of the Beaker-aged humans
from Galeria da Cisterna. This result supports attribution to
the same period of the Cisterna gold piece as well as its interpretation as funerary gear — in this case, given size, we are
probably dealing with an earring fragment.
3. DISCUSSION
In Spain as a whole, according to Uscatescu (1992), the square base type of pyramidal buttons is commonly ascribed to the
“Eneolithic”, a designation that subsumes the Beaker culture with
the Bronze Age. On the face of this ascription, one might be led to
384
posit that it is equally plausible that the specimens of this specific
type found in AMD2 belong in the Bronze Age context defined
by this locus' carinated ceramics and caprine bones, dated by the
latter to the second quarter of the second millennium cal BC.
However, in Valencia, Bernabeu (1984: 101) states that most
pyramidal buttons come from Incised Beaker contexts, namely those retrieved from the sites of Cova Bolta, Cova Bolumini, Cova de
la Recambra and Cova Santa de Mallada. Interestingly, this author
also cites two instances where such buttons are the only Beaker
diagnostic present — Cova de Giner and Cova del Partidor. Rather
than stand for the persistence of the type into non-Beaker, later
periods (and the absence of Bronze Age ceramics does preclude
such an assignment), these two sites therefore seem to represent
Valencian counterparts of the Beaker-people-without-Beaker-pots
situation identified in the Galeria da Cisterna.
Assigning pyramidal buttons to the Beaker period is also consistent with the Catalonian evidence. In the Rocallaura tomb, the
presumably male-associated dagger found with the presumably
female-associated pyramidal buttons is of a type (elongated, tongued) commonly found in Beaker contexts. Another sepulchral
cave yielding a closed context of rather homogeneous material
culture is Calvari d'Amposta (Esteve, 1966); here, Beaker pots
and a copper tongue dagger were found in Burials 1 and 2, while
Burial 4 yielded five pyramidal buttons made out of shell in association with a small, undecorated, hemispheric vessel (10 cm in
diameter, 5.6 cm in height).
In addition, in the few cases where pyramidal buttons come
from stratified contexts, Beaker ceramics were found alongside.
This is the case in Portugal, where the square-based subtype was
hitherto unrecorded but the one rectangular-based specimen known
comes from the Beaker level of Vila Nova de São Pedro (Roche
and Veiga Ferreira, 1961: Fig. 1, no. 8). It is also the case in Catalonia, namely at Cova del Frare, where a square-based pyramidal button comes from level 3, dated on a bulk charcoal sample to
3990±100 BP (MC-2296) and for which a date on a similar sample
collected at the interface with overlying Bronze Age level 2 provides the terminus ante quem of 3790±100 BP (Martín, Guilaine
and Thommeret, 1981). These chronological constraints place the
Cova del Frare specimen in the time range of the Cisterna Beaker
humans; in addition, this 15 mm object is about the same size as the
AMD2 specimens, even if a bit thinner (5 mm) — which may well
relate to the fact that it is made out of shell instead of ivory.
[page-n-392]
Beaker people without beaker pots: the Chalcolithic funerary context from the Galeria da Cisterna
Another Catalonian example concerns the Neo-Chalcolithic
funerary horizon of Can Sadurní cave, where both forms of the
pyramidal button, rectangular and square, were found together
(Edo, Blasco and Villalba, 2011). This horizon is a cultural palimpsest spanning the entire interval comprised between the
Middle Neolithic and the Bronze Age; establishing the associations of the buttons is therefore not an easy task but, alongside the
characteristic ceramics, this horizon yielded a number of other
Beaker diagnostics, namely barbed and tanged, bifacially flaked
flint arrowheads. In addition, most of the 53 buttons retrieved
therein were found at the interface between excavation units 8
(defined as “Neo-Chalcolithic”) and 9c (defined as “Early Bronze
Age”). This stratigraphic evidence suggests that the Can Sadurní
buttons belong in the later part of the Copper Age and are more
likely to be related to the Beaker ceramics found in the upper
part of unit 8 than to the components defining an earlier, Late
Neolithic or Verazien mortuary context, most of which were recovered towards the base of that unit.
This pattern is replicated in the Balearic archipelago. In Mallorca, a set of pyramidal buttons is known from the rock-shelter
of Cueva de los Muertos (Waldren and Kopper, 1967; Stuiver,
1969). Retrieved in an apparently well-stratified sequence, they
were associated with Incised Beaker ceramics, and a bulk charcoal date of 3790±80 BP (Y-1789) obtained for this context falls,
again, in the time range of the Cisterna Beaker humans.
Although pyramidal is believed to be the correct classification, describing one of the AMD2 specimens (no. 3 of Fig. 5) as
prismatic would not be inappropriate because of its low height
and flattened, smoothed apex. According to Uscatescu (1992: Fig.
34), however, prismatic buttons are only found in the eastern half
of the Iberian Peninsula and in the Balearics while, chronologically, they would belong in the Early Bronze rather than the Copper
Age. In the case of the Galeria da Cisterna specimen, assignment
to the prismatic type would therefore imply, on one hand, a significant geographic distribution anomaly, and, on the other, the possibility that this button (and perhaps the pyramidal ones as well)
related to an Early Bronze Age context whose other components
would remain unidentified (namely, among the ceramics). Considering the set of available radiocarbon results, however, it is clear
that no use of the Galeria da Cisterna is documented during a period of at least four centuries (2061-1658 cal BC) — and perhaps
as much as eight (2290-1511 cal BC) — following the interval
defined by the Beaker dates. As this hiatus entirely encompasses
the time range of the Early Bronze Age in Portugal (Mataloto,
Martins and Soares, 2014), it is therefore rather unlikely that any
of the Cisterna buttons relates to this period instead of the Beaker.
Bearing in mind the problems of typological ambiguity illustrated by the Cisterna specimen, it must also be noted that Uscatescu (1992) records a number of Catalonian instances where
the prismatic-square type is associated with Beaker or so-called
epi-Beaker ceramics, namely: the Garrofer cave, where the association included a pyramidal specimen; and Cova del Frare,
where, as seen above, a pyramidal specimen comes from level
3 and the prismatic specimen is from overlying level 2 — assigned to the Bronze Age but also containing ceramics decorated in
Beaker fashion (Martín, Guilaine and Thommeret, 1981: 105).
Considering the fuzziness of the boundaries and the instances of
stratigraphic reversals apparent in the site's dating (Martins et al.,
2015), this Cova del Frare evidence is not inconsistent with the
notion that the two buttons belong in its Beaker occupation. That
buttons classified as prismatic can also occur in Beaker contexts
is further supported by Pascual's (1998: 168) account, based on
Arribas and Molina (1979), of the distribution of the type in the
stratified settlement of Castillejos de Montefrío (Granada): “pyramidal ivory buttons appear in phase IV, in association with maritime and stippled Beakers, and become larger, adopting a range of
shapes (pyramidal and prismatic), in phase V (Incised Beaker)”.
The buttons that Roche and Veiga Ferreira (1961) define as
“stylized anthropomorphic” and form Ucatescu's (1992) type
XIV are exclusive to the Lisbon peninsula. These authors list
finds made at habitation sites, namely the hilltop settlements of
Castro de Olelas and Castro do Zambujal, as much as in funerary sites of four kinds: rock-cut tombs (Quinta do Anjo, Palmela;
São Pedro do Estoril, Cascais); dolmens (Cabeço dos Moinhos,
Figueira da Foz); tholoi (São Martinho, Sintra, and Conchadas,
Adebeja); and natural caves (Casa da Moura, Cesareda; Verdelha
dos Ruivos, Vila Franca de Xira). In all these instances, pottery
and other items regionally diagnostic of the Beaker culture were
also present.
4. CONCLUSION
Despite the shortcomings of their immediate context, the small
set of V-perforated buttons from the Galeria da Cisterna can therefore be confidently considered as documenting funerary use of
the site by people of the Bell Beaker culture. The dating evidence
and the broader context suggest that such use more specifically
occurred during the later, so-called “Incised” phase of the culture. The raw-material used for the manufacture of these buttons is
likely to have been sperm whale ivory, as previously documented in a number of localities in littoral Portugal (Schuhmacher
et al., 2013): the Palmela rock-cut necropolis, on the estuary of
the Sado; the megalithic tomb of Conchadas, the cave of Verdelha dos Ruivos, and the hill-top settlement of Pedra do Ouro, on
the estuary of the Tagus. The spring of the Almonda, however, is
located >40 km inland, and the innermost reaches of the Tagus
estuary are at a similar distance. The ivory, therefore, is unlikely
to have been directly obtained by the resident populations that
used the site for funerary purposes. Rather, its acquisition, or that
of the finished objects themselves, must reflect the existence of
trade networks through which the material and/or the items circulated widely across the region. By the same token, we can infer
from such a circulation that, like the gold ornaments with which,
as is the case at Cisterna, they are often associated, ivory buttons
would have been rare, valuable and prized — perhaps more so
than the distinctive decorated vessels that define the Beaker culture and are conspicuously absent from the Galeria da Cisterna
ceramic assemblage.
ACKNOWLEDGMENTS
Josefina Zapata classified the Holocene human bone remains from
Galeria da Cisterna submitted for dating, while Simon Davis,
Montse Sanz and Jordi Nadal helped with the classification of the
caprine samples. António F. Carvalho, António Monge Soares, F.
Xavier Oms, João L. Cardoso, Katina Lillios, Michael Kunst, Richard Harrison and Volker Heyd read a draft and contributed comments that significantly improved the manuscript.
385
[page-n-393]
J. Zilhão
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reSumen
Las siete campañas arqueológicas efectuadas en el “recinto de fosos” de El Casetón de la Era (Villalba de Los Alcores,
Valladolid) han permitido conocer las líneas maestras de estos yacimientos del inicio de la Edad del Cobre en el sector central
de la Submeseta Norte española. La investigación aporta datos relevantes sobre el trabajo comprometido en la construcción de
este dispositivo, sobre la adición de los fosos a un poblado previo, sobre la economía agropecuaria de sus ocupantes y sobre el
impacto medioambiental de sus actividades. Los “recintos de fosos”, que entrañan un notable esfuerzo cooperativo, se asocian
en el valle medio del Duero al primer poblamiento auténticamente estable y a la consolidación de la vida agraria.
PalabraS claVe:
Calcolítico, valle del Duero, recintos de fosos, poblados, economía agrícola, impacto ambiental.
abSTracT
Anatomy of a Chalcolithic Causeway Enclosure of the Middle Duero Basin: El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores,
Valladolid, Spain). The seven seasons of excavation at the ditched enclosure of El Casetón de la Era (Villalba de los
Alcores, Valladolid) have revealed the main features of these Copper Age sites in the central area of the Iberian Northern
Plateau. New data about a wide range of issues, such as the labour required to construct the ditches, the addition of the
ditches to an earlier settlement, the agricultural economy of the inhabitants of El Casetón de la Era, or the environmental
alterations resulting from their activities, are now available. Ditched enclosures, the construction of which implies a great
cooperative effort, are the earliest permanent settlements in the Middle Duero valley, and they point up the consolidation
of the farming economy within this area.
keywordS:
Copper Age, Duero basin, causewayed enclosures, ditches, settlement, agricultural economy, environmental
impact.
1. EL FENÓMENO DE LOS “RECINTOS DE FOSOS”
EN EL VALLE MEDIO DEL DUERO
La huella de este tipo de monumentos, ampliamente documentada desde antiguo en Europa y reconocida en la mitad meridional
de la Península Ibérica desde hace cuatro décadas (Márquez y
Jiménez, 2010), ha alcanzado a detectarse en los últimos años
también en la cuenca sedimentaria del Duero gracias a un proyecto de arqueología aérea. Los yacimientos identificados al día de
hoy en este espacio central de la Submeseta Norte se aproximan
al medio centenar, distribuidos por las provincias de Palencia, Salamanca, Segovia, Valladolid y Zamora, y corresponden, a juzgar
por los materiales arqueológicos que entregan en superficie y por
algunas dataciones de carbono 14, al “horizonte Las Pozas” o Cobre Precampaniforme regional: un fenómeno arqueológico, por
tanto, homogéneo, que se concentra en las últimas centurias del
IV Milenio y en la primera mitad del III AC (Delibes et al., 2014),
por más que doscientos kilómetros al Este, en el soriano valle
de Ambrona, existan enclosures del Neolítico Antiguo, como La
Revilla, que reivindican fechas del VI milenio (Rojo et al., 2008).
Dotadas de escala y debidamente ortorrectificadas (pues en su
mayoría son oblicuas), las fotos aéreas (fig. 1) proporcionan invariablemente imágenes de recintos de diseño anular y reducido
tamaño, lo que no significa que sean iguales. Porque, según los
casos, pueden presentar una única línea de fosos (Los Melonares,
San Miguel, Somante al Cuadro), dos (El Mesón, El Moscatel,
Santa Cruz II) o tres (El Casetón de la Era, Las Canteras, Las
Pozas 1, Los Villares), y porque sus superficies oscilan entre 0,5
ha de La Corona o Las Ligeras de Abajo y 3,5 ha de, por ejemplo, Las Canteras y Los Villares, muy lejos en cualquier caso de
las 6 ha de los enclosures considerados oficialmente “grandes”
(Oswald et al., 2001: 73). Otro rasgo común es la discontinuidad
de los trazados de sus fosos, esto es la existencia de interrupciones
que debieron actuar como puertas a la vista de que en los recintos
de anillos concéntricos se presentan nada raramente alineadas.
Puertas, por lo demás, cuya posición suele resaltarse incurvando
los extremos del foso hasta adoptar la forma de embudos (Cuesta
del Pájaro y Los Villares) y de entradas en esviaje (San Martín),
cuando no de sofisticadas barbacanas a modo de “pinzas de cangrejo” (Las Canteras) (Delibes et al., 2014).
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G. Delibes de Castro, M. Crespo Díez y J. A. Rodríguez Marcos
Fig. 1. Fotografías ortorectificadas de algunos recintos de fosos del valle medio del Duero, provincia de Valladolid. 1.- El Mesón,
Villarmentero; 2.- San Miguel, Cubillas de Cerrato; 3.- El Moscatel, Torrelobatón; 4.- El Casetón de la Era, Villalba de los Alcores.
Por sí solas, las fotos no permiten deducir cuál era la funcionalidad de los recintos de fosos pero sí revelan su asociación sistemática a “campos de hoyos”. Nada más lejos de nuestra intención
que discutir aquí el significado de estos complejos yacimientos
“de hoyos”, aunque recordemos que la opinión mayoritaria considera son cuanto sobrevive de unos asentamientos prehistóricos
con construcciones de barro y madera literalmente arrasados por
la erosión (Fernández-Posse, 1998: 112-115; Blanco González,
2009: 105-114). Por más que el moteado de los hoyos sobrepase
con frecuencia los límites de los recintos, parece lógico pensar,
pues, que los fosos actuaran como cinturones o contornos de unos
poblados cuyas viviendas solo muy excepcionalmente alcanzan a
detectarse en los fotogramas aéreos (García García, 2013: 181).
Pero, afirmado esto, urge añadir que no todos los establecimientos
calcolíticos precampaniformes del valle medio del Duero contaron con fosos delimitadores, lo que obliga a reconocer en los que
los tienen, en los dotados de infraestructuras tan onerosas como
indudablemente fueron aquellas largas y profundas trincheras, un
carácter especial y seguramente cierta centralidad dentro de las
redes de poblamiento.
En todo caso, como tales hábitats, los recintos se atienen a
un patrón de asentamiento bastante regular en el que prima la
vecindad a pastos húmedos y a tierras de cultivo en detrimento
de mejores condiciones defensivas. Unos planteamientos que,
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en esta zona del Duero medio, determinan que los enclaves
se alejen de las crestas de los páramos y de las culminaciones
de las cuestas para instalarse cerca del fondo de los valles,
cuando no a orillas mismas de los ríos, siempre, eso sí, con
la precaución de elegir un leve promontorio o una arruga del
terreno que, una decena de metros sobre el entorno inmediato,
les ponga a resguardo de las avenidas fluviales. El estudio, por
último, de la capacidad agrológica de los suelos próximos a los
yacimientos revela una tendencia acusada a fundar los recintos
junto a las vegas más fértiles y fáciles de labrar, cuyos suelos
de gravas envueltas en un sedimento de arenas y limos suelen
ser, significativamente, los más abundantes en los entornos
inmediatos de los recintos pese a su relativa rareza a nivel general de la zona (Delibes et al., 2014: 154-164). Un valioso
indicador, sin duda, de la vocación agrícola de los ocupantes
de nuestros yacimientos.
El acceso a esta información sobre los recintos de fosos, que
amplió sensiblemente las perspectivas de estudio del Calcolítico
de la Submeseta Norte, no hizo, sin embargo, sino magnificar la
necesidad de diseccionar y conocer a fondo uno de estos yacimientos. El elegido fue El Casetón de la Era, en Villalba de los
Alcores (Valladolid) en el que desde 2006 se han desarrollado
siete campañas de excavación de las que se han ido publicando
pequeños avances (Delibes et al., 2009; Delibes et al., 2010).
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Anatomía de un recinto de fosos calcolítico del valle medio del Duero: el Casetón de la Era
Hoy presentamos aquí una visión de conjunto muy renovada
del funcionamiento de este enclave, como homenaje a un sabio
arqueólogo, a un hombre justo y a un entrañable amigo: Bernat
Martí Oliver.
2. EL TRIPLE ANILLO FOSADO DE EL CASETÓN
DE LA ERA: EMPLAZAMIENTO, TRAZAS, ACCESOS
Y RELLENOS
El yacimiento se localiza en un espacio de transición entre la
plataforma calcárea de los Montes Torozos, cuyas cuestas se
levantan inmediatamente al Sur y al Oeste de la estación, y la
campiña de Tierra de Campos que se abre, en dilatado horizonte, en dirección Norte (fig. 2). Ocupa la culminación y la
vertiente septentrional de un leve alomamiento, a cuyos flancos
discurren los arroyos Mijares y de las Cárceles, y en perspectiva geológica se asienta sobre depósitos de margas y arcillas,
fáciles de labrar en condiciones de humedad, que se asimilan a
las facies “Cuestas” y “Tierra de Campos” del ciclo miocénico
Astaraciense-Vallesiense (Hernández Pacheco, 1915). Desde su
emplazamiento se domina una amplia cuenca visual en dirección norte –que significativamente coincide con las campiñas de
mayor potencial agrícola del entorno-, mientras que en el resto
de las orientaciones las laderas de los páramos vecinos bloquean
enseguida las líneas de visión.
Fig. 2. Localización del yacimiento.
Gracias a una amplia colección de fotografías aéreas y a las
imágenes obtenidas en una prospección geomagnética efectuada en 2008 (Becker et al., e.p.), disponemos de una buena visión
de conjunto del yacimiento, constituido por tres a fosos concéntricos circulares o ligeramente ovales, que circunvalan una
superficie de 1,7 ha y a lo largo de cuyo trayecto existen diversas interrupciones a modo de accesos (fig. 3). El foso exterior o
Foso 3, que mide 153 m de diámetro, cuenta con cinco de tales
entradas; en el intermedio (Foso 2), cuyo diámetro alcanza los
85 m, se registran cuatro interrupciones; y en el interior (Foso
1), de 46 m, únicamente dos.
La sección y las dimensiones de los fosos presentan contrastes considerables a lo largo de su trazado: la anchura, por
ejemplo, oscila según los tramos entre los 3,5 m y los 5 m; la
profundidad, que alcanza los 2,5 m en el foso 2, apenas llega
al metro y medio en el foso 3; y las secciones pueden ser en
“U”, de paredes cóncavas (Foso 3), o en “V”, aunque en este
caso los taludes, muy pronunciados, no llegan a converger en
un ángulo diedro, por formar antes un estrecho fondo plano
(Fosos 1 y 2) (fig. 4).
En lo que no existe variación es en que los fosos aparecen
sistemática y totalmente colmatados como consecuencia de procesos de origen diverso. Por ejemplo, los análisis sedimentológicos efectuados en el Foso 1 atestiguan que, mientras el tramo
inferior del relleno acoge casi en exclusiva arcillas limpias,
desplazadas por gravedad, y el intermedio vertidos naturales y
echadizos antrópicos, en el superior predominan por completo estos últimos, lo que trasluce cierta voluntad de amortizar
la zanja. En todo caso, aunque no puedan descartarse posibles
limpiezas o “recuttings” de los fosos, la impresión dominante es
Fig. 3. Magnetograma realizado en 2008.
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G. Delibes de Castro, M. Crespo Díez y J. A. Rodríguez Marcos
Fig. 4. Sección del Foso 1.
que los rellenos fueron fruto de procesos continuados y de corta
duración, dentro de la misma dinámica de ocultamiento que rige
en yacimientos similares y que ha inducido a acuñar el término
“arquitectura reversible” (Márquez Romero, 2013: 82).
El argumento clave a la hora de defender la rapidez de la
formación de los rellenos, más que las dataciones absolutas que,
con mostrarse muy agrupadas, carecen de suficiente resolución,
es que la sedimentación en ningún momento se detuvo o estabilizó el tiempo suficiente para que a techo llegaran a formarse
verdaderos suelos: sencillamente la continuidad de los vertidos
lo impidió (Delgado, 2007). Una situación, en todo caso, que no
es incompatible ni con que dentro de la zanja llegaran a brotar
plantas de vida corta en primavera, ni con que determinados
elementos arqueológicos del relleno, caso de los huesos, a juzgar por su alteración postdeposicional (por agua, por raíces, por
actividad de roedores o por carroñeo de carnívoros), muestren
huellas de exposición aérea.1
Otra cuestión a discutir es el orden de excavación de los
fosos. Tal y como algunos autores han planteado, es difícil que
una obra de esta envergadura se realizara de una sola vez e,
incluso, que todos los fosos permanecieran abiertos al unísono (Díaz del Río, 2008; Ríos Mendoza, 2011: 74-80: Balsera
et al., 2015: 151-153). En el caso concreto de El Casetón de
la Era algunos detalles nos hacen sospechar que ni la obra de
los tres fosos fue simultánea ni existió un proyecto inicial de
conjunto que contemplara todos ellos abiertos a la vez, como
los vemos hoy. La primera evidencia proviene de la disposición
de las entradas en los recintos. Las once o doce con que cuenta
el conjunto no se reparten equitativamente entre los tres fosos,
sino que su número decrece de fuera hacia adentro. Ello no tendría mayor importancia y se podría considerar una simple forma
de restringir el acceso al espacio central del recinto, si no fuera
porque –en perfecta oposición a los que sucede en los “erdwerke” centroeuropeos de, por ejemplo, Osterhofen-Schmiedorf,
Tesetice-Kyjovie o Bucany (Parkinson y Duffy, 2007: 104, fig.
4)– en El Casetón de la Era apenas se registran alineaciones en-
1
Información que agradecemos al Dr. Carlos Fernández, de la Universidad de León, responsable del estudio de la colección faunística
del yacimiento.
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tre las puertas de los distintos recintos, reconociéndose solo con
claridad la existencia de un eje Noroeste-Sureste que atraviesa
los recintos 1 y 2.
Un segundo argumento a favor de la diacronía de los fosos
lo aportan las columnas polínicas efectuadas en ellos. En la base
de la correspondiente al foso 1 los pólenes registran una fase
caracterizada por una cobertura arbórea/arbustiva considerable
que no tiene correspondencia en los sedimentos del relleno inferior de los fosos 2 y 3. Aquí, en efecto, lo acreditado es ya una
degradación de aquella vegetación clímax en la que el bosque/
monte retrocede ante la explosión de plantas no arbóreas como
Aster, Cardueae, Cichorioreae, Cerealia… exponentes claros
de una progresiva antropización del paisaje (López Sáez, 2007).
Por tanto, si interpretamos el retroceso de la masa arbórea como
resultado de una presión humana acumulada, el inicio de la colmatación del foso 1 hubo de preceder a la excavación e inicio
del relleno de los fosos 2 y 3, demostrando que no fueron sincrónicos en origen.
Por último, disponemos de ocho dataciones radiocarbónicas
para el relleno de los fosos (fig. 5) que denotan una indudable
concentración y que sitúan la vida del recinto en la primera mitad del III milenio cal BC. Tres de ellas, sobre muestras que proceden de los estratos basales del relleno del Foso 1 (GrA-34319,
GrA-42526 y PoZ-43671), resultan muy coherentes entre sí y
datan el inicio de la colmatación del foso con un máximo de
probabilidad entre 2750-2500 cal AC. Otra (GrN-30550), que
procede de la base del Foso 2, muestra un grado de incertidumbre tal que podría relacionarse con cualquier momento de la
trayectoria ocupacional del yacimiento. El resultado de GrA42529, que se refiere al inicio de la colmatación del Foso 3,
remite por su parte al 2580-2340 cal AC, fecha a todas luces
Fig. 5. Dataciones radiocarbónicas, calibradas a 2 sigmas, para el
relleno de los fosos y madera de un poste de la Cabaña A.
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Anatomía de un recinto de fosos calcolítico del valle medio del Duero: el Casetón de la Era
posterior a las defendidas para los inicios del relleno del Foso
1. Y, además, esta última datación se superpone prácticamente
tanto con GrA-42527: 2580-2340 cal AC, obtenida para la culminación del Foso 1, como con PoZ-57753: 2567-2341 cal AC,
del final del relleno del Foso 2, de lo que se deduce que, por más
que nos encontremos ante un yacimiento de trayectoria corta, la
excavación del foso exterior tuvo lugar cuando los dos interiores estaban prácticamente amortizados.
3. EL ESPACIO DOMÉSTICO INTRAFOSOS:
VIVIENDAS Y HOYOS
Las excavaciones en el interior de los recintos del Casetón de la
Era han permitido identificar numerosas estructuras que, en función de su naturaleza y morfología, cabe agrupar en dos clases.
A la primera corresponderían ocho cabañas circulares (fig. 6)
cuyos restos apenas sobreviven debido, en parte, a su construcción en “blando” (barro y materia vegetal), pero sobre todo a
causa de la erosión severa sufrida por el yacimiento que supuso
la eliminación de cualquier estrato horizontal de ocupación en
su interior. De tamaño variable, las cabañas o casas aparecen
delimitadas por una zanja perimetral de cimentación de sección
en “U” y 20/30 cm de profundidad, en cuyo fondo y de forma
espaciada (p.e. en la cabaña A) se documentan los pies de poste
de lo que fue el armazón principal de sus paredes. Las hay grandes, con diámetros que superan los 6 m (A, C y F), y pequeñas,
de solo 3-4 m (B, E y D), y en general –por problemas de conservación– no está muy claro ni dónde se situaban sus accesos ni
cómo se distribuía su espacio interior, aunque parece tratarse de
viviendas de dependencia única similares a las de otros enclaves
coetáneos tanto de la propia cuenca del Duero (ver, p.e., Fabián
García, 2006: 203-222) como extrameseteños (ver, p.e., Zafra
de la Torre et al., 1999: 84; Serrano et al., 2011: 125-126).
Con todo, pese a su mala conservación general, no faltan
algunas evidencia de equipamiento interno en dos de las viviendas: en la Cabaña A, los restos de un pavimento tosco, de tierra,
lo que parece ser una placa de hogar asimismo de arcilla, y tres
pequeños hoyos de poste (dos de ellos calzados con cantos de
caliza), que se alinean en el interior y debieron formar parte del
dispositivo que soportaba la techumbre. Por su parte, la Cabaña B, conserva también intramuros los restos de una solería de
barro rojizo que ocupa gran parte de su superficie meridional.
Nos consta al menos la superposición de dos de las cabañas
–la B corta en dos puntos la zanja de cimentación de la A– lo que
revela, por un lado, la necesidad de renovar unas construcciones
no muy duraderas, y por otro la determinación de los ocupantes
de seguir haciendo uso del mismo espacio. Los alzados de estas
estructuras no se conocen con precisión pero no debieron ser
muy distintos de los de otros poblados calcolíticos, a base de
un “cuerpo bajo cilíndrico y cubierta cónica, formada por un
entramado de madera y ramajes flexibles, reforzado con algunos
postes en el perímetro y la entrada y con un posible cubrimiento
de barro para mejorar el aislamiento” (Lechuga Chica, Soto y
Rodríguez-Ariza, 2014: 357). De todo ello, en El Casetón no se
conserva sino un ingente número de pellas de barro, cuajadas
de improntas de tallos de cereal, de hojas, de ramas y de postes
de distintos calibres, que tienden a concentrarse en los fosos
y en determinados hoyos más que en el espacio habitacional
propiamente dicho.
Fig. 6. Cabaña H.
La localización de estas ocho unidades domésticas al interior del perímetro fosado2 se presta a la lectura de que estos
últimos delimitaban y proporcionaban defensa al poblado,
constituyendo ambos un conjunto armónico; pero, para poder
afirmarlo con garantías es preciso demostrar que el caserío y
los fosos estuvieron operativos al mismo tiempo. Y, a falta de
relaciones estratigráficas directas entre ambos, porque ya hemos dicho que el yacimiento se halla en gran medida arrasado,
encontramos tres inconvenientes importantes para aceptarlo: 1)
que algunas de las cabañas (p.e. la A y la C) han sido “cortadas”
directamente por los fosos; 2) que tanto la Cabaña A como la B,
contra toda organicidad funcional, se sitúan al exterior de una
de las puertas del recinto nº 1, prácticamente bloqueándolo; y 3)
que una de las fechas C14 sobre carbón procedente de la zanja de
la Cabaña A (PoZ-57754: 2890-2620 cal AC) es resueltamente
más “antigua” que cualquiera de las dataciones de los niveles
basales del relleno de los fosos. Tres argumentos contundentes,
entendemos, en favor de contemplar la existencia de dos fases,
las dos calcolíticas y consecutivas, en la vida del yacimiento:
la primera correspondiente a la fundación de una aldea abierta,
sin límites establecidos, y otra posterior, una vez excavados los
fosos, en la que tiene lugar la “monumentalización” del sitio.
Todo ello prueba que nos hallamos ante un yacimiento complejo, en permanente reelaboración y con, incluso, cambios de
uso a lo largo de su vida: el caserío original, de cierta trayectoria
–la superposición de las zanjas de cimentación de las viviendas
así lo demuestra–, en un determinado momento, cuando se excavan los fosos, parece perder su función originaria o, cuando
menos, se ve obligado a subordinar su urbanismo al trazado de
aquellos, convertidos desde entonces en principal elemento vertebrador del espacio.
Finalmente, quedaría por despejar la incógnita de cuál fue
la relación entre el poblado y los fosos, para lo que resulta imprescindible reconocer la trayectoria cronológica de ambos fenómenos o, lo que es lo mismo, discernir si llegaron a funcionar
2
En su mayor parte (Cabañas A, B, C y D) se sitúan en el espacio que
media entre los fosos 1 y 2. Tan solo la Cabaña E, ubicada entre los
fosos 2 y 3 y la H, identificada en el espacio comprendido por el
foso 1, escapan a esta dinámica.
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G. Delibes de Castro, M. Crespo Díez y J. A. Rodríguez Marcos
Fig. 7. Cráneo de bóvido, rodeado de piedras, en el Hoyo nº 67.
Fig. 8. Hoyo nº 39, durante su proceso de excavación.
a la vez o fueron simplemente sucesivos. En todo caso, la constatación de que al menos una parte de los recintos es posterior a
algunas de las cabañas nos pone sobre aviso de que estos lugares
fueron auténticos palimpsestos; sitios que acumulan evidencias
de distintos momentos, erróneamente homogeneizadas y posiblemente con funciones y significados diferentes a lo largo del
tiempo, lo cual supone un lastre para cualquier intento de estudio desde un enfoque simplista y unilineal.
Pero, volviendo a las estructuras intra fosos, junto a las
cabañas, se documentan otras estructuras, subterráneas, que
permiten vincular El Casetón de la Era a los yacimientos tipo
“campo de hoyos” tan representativos de la Prehistoria Reciente de la Meseta. Durante las excavaciones se ha exhumado
un total de 56 de tales hoyos correspondientes al Calcolítico Pleno, los cuales se distribuyen sin planificación ni orden
aparente. Muchos son contemporáneos de los recintos y los
excavados representan solo una parte insignificante de los
existentes a juzgar por los cientos de ellos –nada raramente
desbordando el perímetro de los fosos y formando pequeñas
agrupaciones– que se aprecian tanto en el magnetograma como
en la fotografía aérea. Cuentan con profundidades y dimensiones variables, aunque en la mayor parte de los casos domina
la profundidad sobre la anchura (v. fig. 12) Y serían muchos
los rasgos a destacar sobre la naturaleza y particularidades de
sus rellenos, ciertamente complejos, pero nos conformamos
con apuntar algunas tendencias. Por ejemplo que, además de
las consabidas cenizas, restos de fauna y añicos de cerámica
que, comúnmente son interpretados como “basura”, incluyen
no pocas veces contenidos de significado más explícito, como
los que aconsejan a algunos autores a hablar de “depósitos estructurados” (Márquez Romero, 2006: 15-26). Entre ellos los
hay que cobijan en su interior osamentas de animales domésticos y no raramente elementos de molienda. Por ejemplo el nº
67, de 102 cm de diámetro y 110 de profundidad, contiene un
cráneo completo de bóvido (fig. 7) cuya disposición –junto a la
pared sur del hoyo y rodeado por piedras– tiene paralelos muy
ajustados en el poblado calcolítico de Camino de las Yeseras
(Liesau et al., 2008: 106-107). Y en el hoyo nº 7 el depósito
consiste en dos patas completas de ternera acompañadas de la
solera de un enorme molino de vaivén.
En otras ocasiones lo que aparecen son materiales relacionados con actividades artesanales concretas o restos constructivos.
Encontramos buen ejemplo de lo primero en el hoyo nº 70 (de
134 cm de diámetro y 116 cm de profundidad), con los restos
amortizados de un taller de talla de sílex: una docena de percutores de cuarcita de distinto tamaño, núcleos, lascas y debris con
los que ha sido posible realizar diversos remontajes, y un útil
sobre extremo de candil de asta, seguramente un compresor. Y
no es peor testimonio de lo segundo el hoyo nº 39 (de 120 cm de
diámetro en la boca y 140 de profundidad), colmatado enteramente con pellas y manteados de barro que, procedentes de las
paredes de alguna de las cabañas del enclave, fueron conducidas
hasta el interior de la cubeta, una vez que la vivienda de la que
formaban parte dejó de ser operativa (fig. 8).
Si tenemos en cuenta que tales hoyos nada excepcionalmente
muestran unos gestos de colmatación pautados, que bastantes de
ellos presentaban en su parte superior espesos “tapones” de barro
limpio (entre 25 y 40 cm) que sin duda alguna sirvieron para
sellarlos, y que algunos más –p.e. el hoyo nº 5– presentaban la
boca rodeada por un anillo construido con cantos medianos de
caliza, buscando significar la estructura, llegaremos a la conclusión de que la funcionalidad de muchos de los hoyos en el estado
en que han llegado hasta nosotros reviste un matiz ideológico
y ritual más que meramente utilitario. Seguramente en origen,
dadas sus dimensiones y perfiles, muchas de estas estructuras sirvieron como almacenes o silos, pero, en último término, algunas
terminaron adquiriendo una funcionalidad ritual, propiciatoria,
relacionada con el importante papel que la ganadería, la agricultura y otra serie de actividades de la vida cotidiana jugaban en la
pequeña comunidad propietaria del enclave.
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4. ESCENARIO DE ACTIVIDADES AGRÍCOLAS Y
GANADERAS
No nos pasa por alto que, siendo la principal pretensión de este
trabajo dar testimonio de la “anatomía” del recinto de fosos de El
Casetón de la Era, ocuparnos de la subsistencia de sus habitantes
nos desplaza resueltamente a la vertiente de su “fisiología”. Sin
embargo, el vínculo de las actividades de aquellas gentes con la
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Anatomía de un recinto de fosos calcolítico del valle medio del Duero: el Casetón de la Era
tierra, con algo tan físico como el suelo que pisan, es tan estrecho,
que nos sentimos legitimados para hacer una breve incursión en
este terreno. Ya adelantamos páginas atrás que el estudio de los
criterios locacionales que rigieron en la elección de los emplazamientos de los recintos de fosos del Duero Medio demuestra que
el factor decisivo no fue ni la prominencia (altitud respecto a la
media del entorno) ni el afán de dominio visual, sino la accesibilidad a los espacios productivos. La regularidad más significativa,
en efecto, es que todos los yacimientos disponen en sus inmediaciones, concretamente en la isocrona de 15 minutos, de mayoría
de terrenos aptos para el cultivo, incluso para una agricultura de
altos rendimientos, mientras que, conforme nos alejamos, el espacio laborable decrece sustancialmente en favor de tierras “marginales” constituidas por monte y terrenos improductivos.
En el caso concreto de El Casetón de la Era, en el rango del
primer cuarto de hora de marcha se registra nada menos que un
92% de tierras cultivables (76% de cultivo extensivo y 16% intensivo); en la isocrona de media hora, el porcentaje ha descendido hasta el 57% (47 y 10% respectivamente); y en la de una
hora, cultivo y monte/improductivo prácticamente se equiparan
(52 y 48%). Así las cosas, no resulta temerario plantear que la
población que ocupaba el yacimiento orientaba especialmente
su quehacer al cultivo extensivo cerealista, aunque el equilibrio
existente en el último de los rangos entre tierras laborables y
no laborales no oculte la notable importancia que hubo de tener
también la ganadería (Delibes et al., 2014: 154-183).
En rigor, los datos del registro arqueológico, pese a su
indudable interés, no tienen la fuerza necesaria para validar
el modelo de usos de suelo sugerido, pero sí aportan algunos
argumentos a su favor. La información de sendos sondeos polínicos en los fosos 1 y 2 se hace eco de varios detalles interesantes al respecto: el primero que, aunque no desde el mismo
comienzo de la trayectoria de El Casetón, los valores de cerealia superan el 3%, lo que significa con toda seguridad que los
campos de grano se hallaban –en coincidencia con lo previsto
en el análisis locacional– al borde mismo del poblado. Además
que, conforme la fundación aldeana se estabiliza, los bosques
de quercíneas de las inmediaciones fueron disminuyendo en
extensión, fueron aclarándose, lo que en algún caso pudo ser
consecuencia de la necesidad de ampliar el espacio cultivable
(López Sáez, 2007). La información carpológica, por otra parte, insiste en la importancia de la agricultura cerealista a través
de la abundancia de granos de cebada (Hordeum vulgare) y
de trigo desnudo (Triticum aestivum/durum), que son los dos
únicos cultígenos registrados, a falta de otros cereales y de
semillas de cualquier leguminosa (Ruiz Alonso y Peña Chocarro, 2012). Pero lo que da verdadera medida de la importancia
de la agricultura de cereal es el uso de trillos, esto es de aperos
concebidos para procesar el grano en grandes cantidades. Su
existencia se rastrea en El Casetón de la Era a través del hallazgo de las “chinas” o dentales que empedraban su vientre,
cuyo análisis traceológico permite comprobar la coexistencia
de desgastes producidos tanto por el roce con el suelo de la era
como durante el corte del bálago (Gibaja et al., 2012).
Los dentales son grandes lascas o láminas espesas de sílex
oscuro, con talla bifacial (fig. 9), que sabemos fabricadas en
el propio yacimiento pero también en otros puntos próximos
de los Torozos donde se han localizado importantes talleres
como el de Los Cercados, en Mucientes (Delibes y Herrán,
2007: 162-167). A juzgar por el considerable índice de carenado de los pedernales, la barquilla en la que iban encastrados
debió estar constituida no por una tabla sino por palos o cañas
atados, igual que en los llamados “trillos cananeos”, alineándose las piedras en las juntas y permaneciendo fijadas a ellas
gracias a la aplicación de algún tipo de almáciga (Anderson
e Inizan, 1994). Las tres decenas de piezas de El Casetón de
la Era fueron halladas independientemente y en diferentes lugares, lo cual nos priva de cualquier pista sobre dónde pudieron encontrarse las eras. Sí sabemos, en cambio, gracias a la
identificación de fitolitos en el filo de una de las piezas, que lo
trillado, al menos en ocasiones, fue trigo y que, como vimos
páginas atrás, la paja cortada y picada se utilizaba, mezclada con barro y probablemente con excrementos de rumiante,
como parte del manteado con el que se protegían las paredes
de ramas y troncos de las cabañas.
Todo ello acredita, sin reservas, la pujanza del cultivo de
cereales en el centro de la Submeseta Norte durante el III Milenio; cereales que, como indican los fitolitos de los molinos
de mano, de caliza local, del propio Casetón de la Era (Portillo
y Albert, 2012), se transformaban normalmente en harina lo
que sugiere que los habitante del sitio eran ya auténticos comedores de pan, sitofagoi como decía Homero. Un dato éste,
por cierto, que se corresponde perfectamente con lo que se
sabe de la dieta de la población meseteña del Cobre precampaniforme gracias a un estudio de oligoelementos de los esqueletos de la sepultura abulense de El Tomillar, en Bercial de
Zapardiel (Trancho et al., 1996).
Fig. 9. Foliáceos identificados como dentales de trillo.
393
[page-n-401]
G. Delibes de Castro, M. Crespo Díez y J. A. Rodríguez Marcos
Y, como es normal en cualquier economía agraria, el ganado
desempeñó también un papel destacado. De sus posibilidades
en El Casetón habla en cierto modo la amplia extensión de los
suelos de uso potencial “monte”, que, como vimos, constituyen
casi la mitad de los habidos en la isocrona de una hora (Delibes
et al., 2014: 179). Pero existen otros datos más concluyentes,
como los altos porcentajes en los análisis polínicos de Sordaria y Sporormiella, dos ascosporas coprófilas que parasitan las
deyecciones del ganado y se consideran muy indicativas de la
presión pastoril sobre el entorno. Y, también en relación con el
paleoambiente, es reseñable que la superficie de los bosques, a
juzgar por la dinámica de PA/PNA, tiende durante la vida del
yacimiento a la regresión: el fuego, como delata otra ascospora
fúngica, esta vez carbonícola, Chaetomium, fue, al menos en los
primeros momentos del establecimiento, utilizado para aclarar
el bosque, muy probablemente con la intención de crear nuevas
zonas de pasto (López Sáez, 2007).
Además de los polínicos, otros muchos datos abundan en la
importancia de la actividad pecuaria. Sin ir más lejos, los restos
óseos del relleno del Foso nº 1 y de cinco hoyos asimismo calcolíticos (Fernández Rodríguez, 2010 y 2014) revelan la existencia de una cabaña ganadera diversificada y bien asentada,
compuesta por vacas, cerdos y ovicaprinos, a los que no nos
atrevemos a añadir el caballo mientras los análisis de ADN en
curso no garanticen –y, por el momento, no es la hipótesis mejor valorada– su condición de especie doméstica (fig. 10). Una
situación no muy diferente de la documentada en el yacimiento
zamorano coetáneo de Las Pozas (Morales Muñiz, 1992).
Comenzando por las tres especies cuyo carácter doméstico
es seguro, observamos como el ganado vacuno jugó un importante papel en la economía del asentamiento, ya que si bien es
cierto que en número de restos (NR) y número mínimo de individuos (NMI) se ve superado por los ovicaprinos, en lo referente
al peso se erige en claro dominador de la muestra con valores
que alcanzan el 67% de la fauna doméstica del Foso 1 y el 80%
en los hoyos. Este protagonismo, documentado también en otras
estaciones contemporáneas del valle medio del Duero (García
Barrios, 2007: 413) y de la vecina cuenca del Arlanzón (Carmona, 2013: 302-306), parece indicativo de su importante papel
como “proveedor de biomasa” para las gentes de El Casetón de
la Era. Sin embargo, no sería ésta la única ni probablemente la
principal utilidad de la vacada. La gestión de esta cabaña ofrece
unos patrones de sacrificio en los que, si bien se da muerte a
algunos individuos infantiles y juveniles, más del 60% sobrevive a dicha edad, en una dinámica que supone el cuidado y la
alimentación de un número de ejemplares adultos muy superior
al necesario para asegurar la tasa de reposición del rebaño. De
ahí lo razonable de deducir una estrategia orientada, más que a
consumo cárnico, a otros usos como la producción láctea y la
obtención de fuerza tractora, hecho este último que, en ausencia
de caballos domésticos, obliga a pensar en los bueyes como único posible elemento tractor de los trillos.
Fig. 10. Gráficas con porcentajes de fauna hallada en el Foso 1 y en los hoyos y edades de sacrificio de las especies más representadas.
394
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Anatomía de un recinto de fosos calcolítico del valle medio del Duero: el Casetón de la Era
Como ya se ha señalado, el NR de los ovicaprinos es superior (57% en el foso y 49% en los hoyos), pero el aporte
cárnico, a juzgar por su peso, que solo representa un 21% de
los restos hallados en el foso y un 13% de los recuperados
en los hoyos, puede considerarse bajo. La edad de sacrificio
responde a pautas muy similares a las del vacuno, con más del
60% de las reses sacrificadas a edad adulta y subadulta, lo cual
refrenda la importancia en El Casetón del aprovechamiento
de los “productos secundarios” del ganado: leche, abono y, en
este caso, tal vez lana.
Y completa la muestra de domésticos el porcino, con valores
entre 16% en el foso y 20% en los hoyos en NR y de 7% (hoyos)
a 12% (foso) en peso. Más del 60% de los individuos son cochinillos, primales y marranos de segundo año, es decir, ejemplares que aún no han alcanzado su óptimo cárnico, por lo que
es probable que a los pocos adultos representados les estuvieran
reservadas funciones reproductoras. Tras este patrón de sacrificio a edades tempranas subyace, sin duda, un aprovechamiento
cárnico peculiar que podría responder tanto a preferencias gastronómicas como a la necesidad de controlar la demografía de
un animal omnívoro como es el cerdo, cuya base alimentaria se
solapa en gran medida con la humana.
En definitiva, a la vista de los datos disponibles se puede
afirmar que los habitantes de El Casetón de la Era contaron con
una cabaña ganadera variada, equilibrada y conciliable con las
actividades agrícolas. Seguramente lo más significativo de la
gestión pecuaria sea el alto porcentaje de ejemplares adultos de
vacuno y lanar, delator del aprovechamiento de sus recursos secundarios, pero también es destacable el control de las poblaciones de cerdos y ovicaprinos mediante el sacrificio de ejemplares
infantiles y jóvenes, pues minimizaría los daños potenciales de
dichas especies a los cultivos cerealistas. Por último, determinados detalles, como que algún segmento del grupo disfrutara
ocasionalmente del consumo de carnes tiernas, revelan también
la existencia de excedentes ganaderos, algo bastante impropio
de una economía de mera subsistencia.
Análisis aparte merecen los caballos, tanto por su importancia cuantitativa como por las singulares pautas de tratamiento
de las que parece fueron merecedoras sus carcasas. Representan
el 51% del peso y el 25% del N.R. de toda la fauna estudiada,
incluidas las especies salvajes,3 proporciones no habituales en el
Calcolítico meseteño, donde la presencia de caballo acostumbra
a ser casi anecdótica, aunque con parangón en el yacimiento
abulense de Aldeagordillo (24,64% del N.R. y 46,1% del peso)
(Fabián García, 2006: 74). Otro rasgo a tener en cuenta sobre
los équidos de El Casetón de la Era es su edad de sacrificio: en
toda la muestra no hay un solo potro, siendo todos los ejemplares subadultos, adultos (la mayoría) y seniles. Esta constatación
acredita que el sacrificio se polarizó en individuos con una edad
óptima para su uso como montura o fuerza de tiro, lo que nos inclina a pensar que se trataba de animales silvestres cazados. En
todo caso, puede asegurarse que se trataba una actividad cinegética perfectamente planificada y nada oportunista presidida por
dos preocupaciones: una cuidadosa selección de los ejemplares
que aportaban mayor biomasa y una renuncia absoluta al sacrificio de individuos jóvenes, en este caso con el fin de asegurar la
supervivencia de la manada.
Cuestión merecedora también de comentario es la evidente
selección de los contextos en los que los restos de équidos fueron depositados. En este sentido, resulta enormemente reveladora la comparación entre los hallazgos de caballo habidos en
los hoyos, donde no representan más del 9% del NR y del 13%
del peso, y los realizados en el Foso 1, donde suponen el 30%
del NR y el 55% del peso. La posibilidad de que esta desproporción observada en el foso sea puramente casual se ve minimizada por el hecho de que los análisis faunísticos de los Fosos 2 y 3,
actualmente en curso, apuntan en la misma dirección. Se diría,
pues, que existe una pauta de deposición específica de los restos
de caballo que prioriza a fosos frente a hoyos, lo que se repite
con otras dos especies, esta vez silvestres, ciervo y uro, aunque
el número de restos sea en ambos casos mucho más bajo.4 En
contraposición, las especies domésticas comparecen por igual
en hoyos y fosos y no se aprecian grandes desproporciones en
las cifras de unos y otros.
Consecuentemente, consideramos que la abundancia de caballo en el Foso 1 y su falta de correspondencia en los hoyos
responde a un comportamiento particular y deliberado que, por
cierto, no difiere mucho de las dinámicas de relleno de algunos
enclosures europeos, caso de Windmill Hill (Whittle y Pollard,
1998: 241-242; Whittle et al., 1999: 368), donde, en palabras
de Márquez Romero (2006: 20), se detectan sofisticadas “relaciones estructurales entre contenidos y contenedores”. En
este sentido, no nos resistimos a apuntar que quizá este criterio selectivo en la deposición de los équidos y otras especies
silvestres pudiera guardar relación con actividades cinegéticas
que requirieran de la participación colectiva del grupo, y con
posteriores ceremonias de consumo comunitario, cuyo colofón
consistía precisamente en arrojar los restos resultantes al fondo
de los fosos. Un comportamiento, en suma, que generaría un registro arqueofaunístico muy diferente al de los hoyos, en el que
predominan por completo las faunas domésticas tal vez, sencillamente, porque fueron resultado de un consumo no grupal sino
doméstico y estrictamente familiar.
5. LA REOCUPACIÓN DEL CASETÓN DE LA ERA
EN EL BRONCE MEDIO
En el mediodía de la Península Ibérica se conocen algunos recintos que continúan añadiendo fosos durante la segunda mitad
del III milenio AC. Sucede, por ejemplo, en Perdigôes, donde
el foso exterior, que varía ostensiblemente su trazado para salvar la necrópolis de tholoi, presenta cerámicas campaniformes
en su relleno (Evangelista y Jacinto, 2007: 126). Circunstancia similar, a juzgar por su datación C14, se acredita tanto en el
foso 5 de Marroquíes Bajos, que se asimila a la fase ZAMB 3,
ya campaniforme (Márquez y Jiménez, 2010: 177), como en el
4
3
Del estudio se han descartado abundantísimos restos de conejo aparecidos, dada su problemática asociación temporal con los contextos excavados.
Se han descartado las astas de ciervo, elemento que si aparece con
cierta frecuencia en los hoyos, por considerar que muchas de ellas
pueden ser de desmogue y estar relacionadas no con el consumo de
carne, sino con su uso como materia prima para la fabricación de
puntas de flecha, mangos y otros útiles.
395
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G. Delibes de Castro, M. Crespo Díez y J. A. Rodríguez Marcos
también jienense foso 1 de La Venta de Rapa (Lechuga et al.,
2014). Y, con la diferencia de que representa un complemento
de una fortificación murada, parecida valoración convendría al
foso de la ciudadela del asentamiento pacense de San Blas cuya
colmatación culminó hacia 2235 AC (Hurtado, 2004: 147).
Se trata, sin embargo, de situaciones excepcionales, pues la
norma, tanto en los recintos del Suroeste peninsular como en
los de la Meseta Sur, es que todo el dispositivo de fosos se halle ya completamente amortizado a finales del Cobre Pleno sin
que a partir de entonces vuelvan a excavarse nuevas trincheras
(Márquez y Jiménez, 2010: 204-208). Podría afirmarse, entonces, que la larga trayectoria del fenómeno de los recintos toca a
su fin con el campaniforme, pero poniendo buen cuidado en advertir que no por ello todos los sitios en origen fosados sufrieron
abandono. Más bien al contrario, los ejemplos de reutilización
campaniforme de antiguos yacimientos con anillos son innumerables cual prueban en la propia Meseta los sitios de Gózquez
y Camino de Las Yeseras: allí una serie de estratos horizontales con cerámicas Ciempozuelos se superponen a los depósitos
más altos de la colmatación de la zanja exterior (Díaz del Río,
2003: 69), mientras que en Yeseras el calibre de los documentos
funerarios campaniformes es de tal magnitud que nos exime de
aportar otros datos para ilustrarlo (Liesau et al., 2008).
En El Casetón de la Era donde, como vimos páginas atrás,
se cumple el axioma de que los tres fosos se hallaban amortizados ya en el Cobre Pleno, no hay huella alguna en cambio –y es dato bastante sólido, al haberse excavado cerca de
1.500 m2– de ocupación posterior campaniforme. La situación,
además, probablemente guarda relación con lo anotado en la
mayoría de los recintos conocidos del valle medio del Duero,
pues durante su prospección, pese a la abundancia de hallazgos, solo alcanzó a rescatarse un aislado fragmento de cerámica Ciempozuelos en uno de ellos, el anillo vallisoletano de
El Cesto, en Nueva Villa de las Torres (Delibes et al., 2014:
116-117). Es posible que las cosas sean así porque, como revela un estudio de la trayectoria del patrón de asentamiento
del sector central de la Submeseta Norte, los establecimientos
campaniformes, a diferencia de los poblados con fosos que por
sistema se ubican en zonas bajas, de vega, se decantaron por
emplazamientos en alto y con amplio dominio visual (Rodríguez Marcos, 2008: 398-407). En todo caso, lo inobjetable es
que en esta fase de la Prehistoria Reciente El Casetón sufrió un
absoluto abandono, siendo probable que su población se trasladara medio kilómetro al Oeste, cerca del arroyo Mijares y
junto a la base de las cuestas que se desploman abruptas desde
los Montes Torozos. Y es que allí, bajo las ruinas del monasterio cisterciense de Santa María de Matallana, fundado a fines
del siglo XII (Crespo et al., 2006), se documenta la existencia
de un campo de hoyos entre cuyos restos no faltan las típicas
cerámicas del estilo Ciempozuelos (fig. 11).
Tras un prolongado vacío de casi un milenio, porque tampoco se conocen restos del Bronce Antiguo,5 El Casetón volverá
a la vida a mediados del II milenio AC, aunque no estemos en
condiciones de asegurar que la ocupación fuera de la misma
5
No así en el interior del vecino monasterio de Matallana, en cuyo
patio de entrada se han hallado varios hoyos con materiales cerámicos de esta cronología.
396
Fig. 11. Fragmento de cuenco campaniforme del estilo
Ciempozuelos hallado en el subsuelo del vecino monasterio de
Santa María de Matallana.
naturaleza que la registrada en la Edad del Cobre. En esta, como
vimos, el binomio cabañas / hoyos con restos de consumo avala
sin reparos la existencia de un poblado, de una aldea, mientras
que cuanto se conoce del Bronce Medio son solo unos hoyos
dispersos sin el complemento de las viviendas lo cual, unido al
aire ceremonial del contenido de alguno de los pozos, no descarta otras formas de uso.
Pese a ser conscientes de que solo analizando pormenorizadamente cada hoyo, esto es, diseccionando con rigor el contexto
de los hallazgos, será posible acceder a su verdadero significado, a cuanto aspiramos aquí es a proporcionar una visión de
conjunto de las estructuras de este tipo correspondientes a la
Edad del Bronce. Su número y densidad –27 hoyos frente a 56
en el área excavada– son claramente más bajos que los calcolíticos; no es raro que se presenten agrupados en determinadas
zonas del yacimiento; y difieren de los de la Edad del Cobre en
su morfología ya que, siendo ambos cilíndricos –o todo lo más,
los calcolíticos, en forma de saco–, resultan en general mucho
menos profundos, o dan al menos la impresión de más apaisados
debido a la amplitud del diámetro de sus bocas (fig. 12).
Otro rasgo común a la mayoría de los hoyos del Bronce
Medio es que presentan las paredes rubefactadas, como consecuencia de haberse practicado fuego en su interior; fuego del
que, además, nada raramente sobreviven en el fondo de las fosas
cenizas y restos de madera quemada. Y, salvo en el hoyo nº 14,
que contenía el esqueleto completo de una ternera decapitada
(la cabeza colocada encima del cuerpo) y que no había sido objeto del menor aprovechamiento cárnico, lo que da pie a pensar
en un sacrificio (fig. 13), los materiales de sus rellenos no suelen prestarse a otra interpretación que no sea la de basureros…
aunque pudieran no haberlo sido: cenizas, restos no muy abundantes de fauna, algún sílex aislado y unas cuantas cerámicas
cuyo grado de fragmentación es infinitamente superior al que
presentan normalmente las de los hoyos de la Edad del Cobre.
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Anatomía de un recinto de fosos calcolítico del valle medio del Duero: el Casetón de la Era
Fig. 12. Secciones de hoyos calcolíticos y de la Edad del Bronce.
397
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G. Delibes de Castro, M. Crespo Díez y J. A. Rodríguez Marcos
Fig. 13. Osamenta de bóvido
depositado en el Hoyo nº 14.
Casi todos los citados fragmentos corresponden a recipientes lisos cuyas formas no es fácil reconstruir, pero no faltan unos
pocos cuyos perfiles (de vasijas troncocónicas y bordes muy
abiertos) y cuyas decoraciones (sobre todo triángulos y espigas
incisas que adornan la panza y los bordes) apuntan concluyentemente a la fase formativa de Cogotas I u Horizonte Cogeces,
representativo del Bronce Medio del interior peninsular (Delibes y Fernández Manzano, 1981; Abarquero, 2005; Abarquero
et al., 2013: 315-317). En algunas de las piezas las decoraciones
conservan, además, restos de pasta blanca, lo que es también
muy característico de la alfarería del momento, y, aunque raras
(hoyos 2, 17, 26 y 28), se registran asimismo algunas piezas
con líneas de Boquique, lo que parece trasladarnos a momentos
avanzados del Protocogotas (Rodríguez Marcos, 2008: 362).
Todo ello se ve en gran medida refrendado por el radiocarbono (fig. 14). Cuatro de las cinco dataciones relativas a contextos
del Bronce Medio de El Casetón de la Era –dos del hoyo 14 y una
de los hoyos 23 y 28– muestran una indudable agrupación que remite, ya calibradas las fechas a 1 sigma,6 a la horquilla 1600-1335
AC. La media de probabilidad del conjunto asciende a 1475 AC,
es decir a un momento ligeramente anterior al inicio de la etapa
de Plenitud de Cogotas I (Esparza et al., 2012: 267-269), pero el
desfase entre la mediana de la más antigua (hoyo 23 = 1526 AC)
y la de la más moderna (hoyo 38 = 1422 AC) es considerable sugiriendo que la actividad en el yacimiento en la Edad del Bronce
lejos de reducirse a un instante, se extendió durante cierto tiempo
a caballo entre el final del Protocogotas y el inicio del Cogotas
Pleno. En definitiva, en la ocupación del Bronce se advierte una
trayectoria y cierta profundidad temporal, detalle éste, por otra
parte, que tampoco cuesta gran trabajo admitir tanto observando
que determinados hoyos –por ejemplo los nº 22 y 26– se cortan
entre sí, como sabiendo a través de los datos de un sondeo puntual que a 300 m al sur del recinto exterior, al pie de la loma de
6
Calibración realizada de acuerdo con el programa OxCal v4.2.4
(Bronk Ramsey y Lee, 2013).
398
La Tejera, menudean las cerámicas con formas evolucionadas y
complejas decoraciones excisas y del Boquique, propias ambas
de momentos plenos y finales del Cogotas I.
Por último, merece un comentario especial la datación C14 referida al hoyo nº 16 que muestra la particularidad de haber sido
excavado en el relleno superior del foso 2, de clara cronología
calcolítica como vimos. La presencia en su interior de cerámicas
inconfundibles de la Edad del Bronce demuestra que fue entonces
cuando se acometió su relleno, por más que la datación, sobre
muestra de hueso, se remonte a la Edad del Cobre: 2572-2487
AC a 1 sigma. La explicación parece sencilla: tras realizarse el
depósito Cogotas, el hoyo fue inmediatamente amortizado para
lo que se utilizó el sedimento calcolítico del foso extraído durante su excavación. Todo, sin duda, de una gran coherencia y
muy aleccionador de cara a interpretar la convivencia de objetos
de distintas épocas que se repite en no pocos pozos de cualquier
campo de hoyos prehistórico (Liesau et al., 2014).
6. EPÍLOGO
Escribían hace años T. Darvill y J. Thomas (2001: 13) que la
idea de que todos los recintos de fosos europeos pudieran haber respondido a las mismas necesidades y haber desempeñado idéntica función era tan ridícula como la de intentar aplicar
idénticos criterios para su clasificación. Con esto subrayaban,
de un lado, el carácter polimorfo del fenómeno, y de otro el
muy diferente desarrollo de las sociedades que los crearon,
porque parece evidente, por ejemplo, que la complejidad de
las comunidades responsables de la gran obra de Marroquíes
Bajos, abarcando en su interior 113 ha, no es, ni de lejos, comparable con la de los pequeños enclosures de la Submeseta
Norte. Y a través de su afirmación, también, se ponía de manifiesto la necesidad de afrontar estudios “de caso” como el de
nuestro yacimiento.
A propósito, concretamente, de El Casetón de la Era y de
los recintos del valle medio del Duero cabe destacar sus pequeñas dimensiones porque, asumiendo que, en general, todos los
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Anatomía de un recinto de fosos calcolítico del valle medio del Duero: el Casetón de la Era
Fig. 14. Dataciones radiocarbónicas,
calibradas a 2 sigmas, para contextos de
la Edad del Bronce.
enclosures, fueron fruto de una labor comunal, relativiza tanto
el tamaño de la fuerza de trabajo que fue necesario movilizar
para su construcción como la capacidad de hacerlo por parte de
algunos líderes. Por lo que conocemos hasta ahora de este sector de la Meseta, no se registra una dinámica de agregación del
poblamiento o un fenómeno de sinecismo a gran escala; no existen enormes enclaves como los del mediodía peninsular (Díaz
del Río, 2004). Y, frente a ello, la imagen que destila nuestro
establecimiento es la de una modesta aldea en la que, por más
que se acredite una notable producción agrícola, rige básicamente un “modo doméstico” de producción, sin especialistas,
porque ¿qué plusvalía pudo obtener de su trabajo el propietario
del único crisol hallado en el yacimiento, cuando en los 1500 m2
excavados solo han aparecido cinco pequeños objetos de metal?
Tenemos la impresión, pues, de estar ante el poblado de una
pequeña comunidad campesina que además vive muy replegada
sobre sí misma, recurriendo casi exclusivamente al entorno para
la obtención de las materias primas necesarias para la fabricación de su instrumental: el sílex y la caliza de los páramos vecinos. Y es que, curiosamente, apenas llegan al yacimiento con
cuentagotas objetos o materiales foráneos (hachas pulimentadas de sillimanita y diorita, cuentas de variscita, algún pedernal
exótico, el propio cobre…) en una etapa, paradójicamente, en
la que los circuitos por los que fluían los bienes de prestigio se
hallaban especialmente activos.
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“Hoyos” y “recintos” en positivo:
construcciones y modelo económico
M. isaBel MaRtínez naVaRRete
reSumen
“Silos”, “fondos de cabaña” y “basureros” son subestructuras que, en la Prehistoria reciente, se creen testimonios o de aldeas
agrícolas permanentes o de depósitos rituales realizados en lugares donde se reúnen grupos móviles. El inicio de la economía
campesina es el trasfondo teórico del debate al que el texto contribuye desde una perspectiva externa. Tras sintetizar la
historiografía sobre las subestructuras, se revisa la lectura cultual de los procesos de formación del registro. El contrapunto
es una definición del campesinado basada en la inversión de trabajo social en la tierra. Asumiendo el hábitat agrario como su
mejor testimonio, se propone la arquitectura en tierra neolítica del sureste europeo y tradicional de la Meseta norte como una
analogía pertinente para interpretar las subestructuras de la Península Ibérica. Se aboga por diseñar la excavación mediante
técnicas estadísticas de muestreo y por formalizar los modelos interpretativos de manera que sea posible determinar la
representatividad del registro y evitar los apriorismos y falsas disyuntivas sociales que lastran el estado actual de la cuestión.
P a l a b r a S c l a V e : Estructuras negativas, campesinado, arquitectura en barro, historiografía, perspectiva externa, análisis
comparativo, Península Ibérica, Mediterráneo occidental, Neolítico, Calcolítico, Prehistoria reciente.
réSumé
“Fosses” et “enceintes” en positif : constructions et modèle économique. Des “silos”, “fonds de cabanes” et “réservoirs
d'ordures” sont des sous-structures qui, dans la Préhistoire Récente, sont interprétées comme témoignages de villages agricoles
permanents ou comme des dépôts rituels dans des lieus où sont réunis des groupes semi-nomades. Le départ de l'économie
paysanne est le fond théorique du débat auquel le texte il contribue, d'un point de vue externe. Après avoir synthétisé
l'historiographie sur les sous-structures, il est révisé la lecture cultuelle des procès de formation du registre. Le contrepoint
est une définition du système paysan basé dans l'investissement de travail social dans la terre. En assumant l'habitat agricole
comme son meilleur témoignage, on propose l'architecture en terre néolithique du sud-est européen et traditionnel du Plateau
Nord comme une analogie pertinente pour interpréter les sous-structures de la Péninsule Ibérique. On plaide pour concevoir
l'excavation au moyen de techniques statistiques d'échantillonnage et pour formaliser les modèles interprétatifs de sorte qu'il
soit possible de déterminer la représentativité du registre et éviter les apriorismes et fausses disjonctives sociales qui lestent
l'état actuel de la question.
m o T S c l é S : Fossés, système paysan, architecture en boue, historiographie, perspective externe, analyse comparatif,
Péninsule Ibérique, Méditerranée occidental, Néolithique, Chalcolithique, Préhistoire Récent.
1. INTRODUCCIÓN
Las estructuras denominadas “silos”, “fondos de cabaña”, “basureros” y “hoyos” son espacios subterráneos o semisubterráneos excavados artificialmente, rellenos de materiales arqueológicos y sedimentos predominantemente cenicientos. En la actualidad identifican a los yacimientos de la Prehistoria reciente,
localizados en los valles fluviales o en altozanos próximos a
cursos de agua (Márquez y Jiménez, 2010; Bernabeu, Orozco
y Diez, 2012; Soler, 2013; Delibes et al., 2014). El estudio de
estos “agujeros negros” (Márquez, 2001) es de potencial interés
general por su amplia distribución territorial y cronológica en la
Península Ibérica. La investigación más reciente ha reforzado
ese interés en particular al revitalizar el debate que conecta la
interpretación funcional de las subestructuras con la movilidad,
la economía, la organización de las primeras sociedades productoras y su impacto en el territorio. Mi contribución se centrará
en las vertientes teórico-metodológicas. Está en deuda con la
atención del grupo de investigación donde me integro por las
primeras sociedades campesinas (Vicent, 1990, 1991) y por el
“registro en negativo” madrileño (Martínez Navarrete, 1985:
884-911; Díaz-del-Río, 2001, 2003).
Desde su identificación inicial se han sucedido asignaciones funcionales con poco contraste arqueológico, inspiradas en
las conceptualizaciónes vigentes sobre la supuesta actividad de
las comunidades prehistóricas que las excavaron. A fines del siglo XIX el referente eran los agricultores de la “Cultura de los
silos del Guadalquivir” (Márquez, 2001: 208). Tras una década
se incorporan los “fondos de cabaña”, excavados en las terrazas
del Manzanares y Jarama en torno a Madrid. Quizá por haberse
403
[page-n-411]
M. I. Martínez Navarrete
estudiado en el marco de la institucionalización de la Prehistoria
más antigua, previo a la Guerra Civil, se concibieron sin problema como viviendas ocupadas por cazadores, conocedores de la
ganadería y cultivadores, con cerámicas decoradas de la “Cultura
de las cuevas” (Martínez Navarrete, 1985: 834, 841, 843). La investigación en ambas zonas de la Península Ibérica irá consolidando una visión social contrapuesta: comunidades estables con
almacenes agrícolas y viviendas semiexcavadas al Sur y ganaderas móviles con “basureros” a ambos lados del Sistema Central.
En la década de los 1970 se multiplican las excavaciones por
toda España y con ellas la identificación de subestructuras. Entre
1975 y 1979 se actúa en yacimientos clave en peligro: Valencina
de la Concepción, Papa Uvas (Martín de la Cruz, 1985: 46, 184),
la Pijotilla (Hurtado, 1991: 45) y Las Pozas (Delibes et al., 2014:
86). Además de los “hoyos” tenían zanjas alargadas a las que se
asignaron usos muy diversos, cuyos rellenos incluían artefactos
(Márquez, 2001: 211). Unos y otras se integraron en la visión
desarticulada de los yacimientos del momento, muy condicionada por la presión de los propietarios del suelo para reducir el
tiempo de las intervenciones y constreñirlas a sondeos dispersos
en unos terrenos sin delimitación arqueológica (Arribas y Molina, 1984: 91; Pellicer, 1986: 245-246). Los cambios se aceleran
por esas fechas. Las administraciones públicas ibéricas fijan los
criterios de tutela de los sitios arqueológicos, incorporan nuevos
agentes (empresas y profesionales no funcionarios) y generalizan
la planificación. Las Comunidades Autónomas españolas, en uso
de sus nuevas competencias, combinan las políticas preventivas
de protección del patrimonio con la atención a los imperativos
urbanísticos. En poco tiempo se rebajan grandes superficies, identificando muchos yacimientos en extensión y definiendo mejor
otros (Díaz-del-Río, 1999; Zafra, Hornos y Castro, 1999: 78; Soler, 2013: 79, 81; Delibes et al., 2014: 10).
Este registro fundamental se completa con el procedente de
las prospecciones para los inventarios arqueológicos. La Junta de
Extremadura financia las iniciativas pioneras, promovidas por V.
Hurtado (1991: 45-47) de la Universidad de Sevilla, en La Pijotilla: un vuelo fotogramétrico en 19841 y una prospección arqueomagnética para orientar la cuadriculación de la excavación
en 1990. La prospección aérea detecta un recinto completo delimitado por zanjas “con un diámetro de 900 m” y una superficie
calculada en “más de 80 Ha” (Hurtado, 1991: 60). Como resultado, La Pijotilla se equipara con “Valencina de la Concepción,
el único publicado de la Península Ibérica que lo supera en extensión”. Este posible centro de jerarquización del poblamiento
en la Cuenca Media del Guadiana, más longevo de lo supuesto,
alberga en su perímetro necrópolis, cabañas, silos y, quizás, el territorio de explotación agrícola (Hurtado, 1991: 66). Desde 1993,
la Junta de Castilla y León emplea la prospección aérea en sus inventarios regionales (Olmo [1999]: 48-49) y, en 1997, el Instituto
Portugués del Patrimonio Arquitectónico en el proyecto de A. C.
Valera - empresa Era-Arqueología en Perdigões. Las imágenes
definen un poblado de 16 ha, delimitado por varios fosos. El más
externo abraza la necrópolis (Márquez et al., 2011: 176-178). Las
costosas prospecciones geofísicas, microsondeos y catas se retoman más tarde con universidades extranjeras y/o especialistas,
1
Directora General de Patrimonio Cultural, Milagro Gil-Mascarell
(1984-1986).
404
precisando estas arquitecturas a escala local (García, Barton y
Bernabeu, 2008; Bernabeu, Orozco y Diez, 2012: 54; Wheatley
et al., 2012) y regional (Delibes et al., 2014).
En paralelo, manejar el registro neolítico y calcolítico de
otros países europeos (Bernabeu et al., 1989: 112, 114; Lizcano
et al., 1997: 23; Díaz-del-Río, 2001: 208; Márquez, 2001: 209)
favorece que las zanjas se planteen como elementos delimitadores (Arenal de la Costa, en Pascual Benito, Bernabeu y Pascual
Beneyto, 1993: 42, 45). Los asentamientos excavados en el área
valenciana y el de Papa Uvas pasan ya a algún manual universitario como poblados con fosos del “VI-V milenio BP” (Bernabeu, Aura y Badal, 1993: 292-293). Esta iniciativa multiplica
el impacto de la nueva visión del poblamiento. En la Meseta
Díaz-del-Río (2001: 208-209) define los primeros recintos circulares al excavar en extensión Las Matillas y Gózquez (1998
y 1999) y valora su semejanza formal con los de la cuenca del
Duero (Olmo, [1999]: 44-45, 49), reforzada por las fechas de
Gózquez y Las Pozas.
La nueva interpretación de las zanjas, algunas muy antiguas
(VI milenio cal a.C., en Mas d'Is, Bernabeu, Orozco y Diez,
2012: 61-63), articuló el palimpsesto de subestructuras que se
asociaban con ellas. Los “campos de hoyos” se parcelaron en
espacios interiores o exteriores a cada anillo del “recinto de
fosos”, planificador y ordenador espacial de los asentamientos
(Delibes et al., 2014: 8). Esta organización se intuyó donde solo
se conocían “hoyos”. El éxito de esta tipología de asentamientos
queda constatado por su continuidad milenaria (Balsera et al.,
2015: 149) y su amplia distribución. Hasta el momento, solo
faltan en los rebordes montañosos septentrionales peninsulares
(Fábregas, Bonilla y César, 2007; Márquez y Jiménez, 2010:
280-288; Gianotti et al., 2011).
La orientación post-procesual, predominante en los estudios
extrapeninsulares sobre recintos, se ha materializado como una
poderosa alternativa interna. En la senda de S.O. Jorge y V.O.
Jorge (Universidad de Oporto), J.E. Márquez y V. Jiménez (2010:
40, 42) desde la Universidad de Málaga reclaman contextualizar
los “campos de silos” en la investigación sobre la “arquitectura
inscrita” de la fachada atlántica europea, dada la manifiesta afinidad –morfológica, espacial y funcional–, entre ambas fenomenologías arqueológicas (Márquez, 2001: 209). Los recintos ya no
son aldeas, sino centros de culto o lugares de agregación social
complementarios de hábitats temporales por encontrar. La tesis
de Márquez Romero (2001: 215) sobre el carácter ideológico de
los mismos contradecía el concepto formalista que guiaba el estudio de los primeros agricultores. Al defender unos asentamientos
provisionales amenazaba una vida campesina que, por entonces y
en buena medida gracias a los recintos, por fin, se había estabilizado fuera de las cuevas (Martí y Bernabeu, 2012: 129-130, 132).
En el debate inmediato entre las alternativas emic/etic su énfasis
en la determinación ideológica superó al de cualquier otro colega,
a la vez que rechazaba con ellos una división rígida, conceptual y
física, entre lo sagrado y lo profano (Márquez, 2000: 222; Delibes
et al., 2014: 180; Márquez y Jiménez, 2014: 151-152).
El subrayado ritual, como antítesis reconocida del enfoque
formalista, atañe a la teoría más que a “un problema sobre la
formación del registro arqueológico” (Jáimez y Márquez, 2006:
39). Ello no contradice el potencial crítico de la relectura “emic”
de los indicadores socio-económicos al uso. Pueden adolecer de
otro tipo de apriorismos que sea bueno revisar.
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“Hoyos” y “recintos” en positivo: construcciones y modelo económico
2. LA FORMACIÓN DEL REGISTRO ARQUEOLÓGICO
COMO “DEPÓSITO ESTRUCTURADO”
Los paleolitistas señalaron, ya en los 1960, que explicar el registro arqueológico en términos históricos exigía comprender
su formación. Tras casi veinte años la percepción se generaliza
entre los prehistoriadores por influencia más o menos directa
y consciente de Binford y su reivindicación de técnicas de
inferencia independientes de las teorías acerca de la dinámica
del pasado. La investigación de Schiffer es el referente reconocido de unos estudios, abordados ahora desde posiciones
no procesuales (González-Ruibal, 2003a: 52; Hardy-Smith y
Edwards, 2004: 255-256). Es el caso de los defensores de los
“depósitos estructurados” (Jiménez y Márquez, 2006: 39-40;
Jiménez, 2007: 475-477), si bien conceptos tafonómicos básicos como “desecho primario” y “secundario”, más que articular un programa empírico específico, organizan la crítica
bibliográfica a los marcadores habituales de “fondos de cabaña” y “silos”. Las obras sobre la “arquitectura inscrita” de la
Europa atlántica inspiran la atribución de un origen ritual a la
formación del registro.
Márquez (2000: 206, 218) asume la antigüedad de la agricultura en el sur de la Península Ibérica pero no que de ella se
sigan procesos inevitables de intensificación de la producción
y acopio de excedentes como reclamaba la interpretación hegemónica de las subestructuras del valle del Guadalquivir.
Opone a este enfoque evolucionista el concepto alternativo
de Neolítico que, desde los 1990 (Márquez, 2000: 217-219),
guía sus estudios sobre el Neolítico final y Calcolítico en el
sureste. Una información arqueológica similar en las sociedades megalíticas dentro y fuera de la península justifica un
modelo explicativo único, menos para las relacionadas con
los asentamientos amurallados y necrópolis tipo Millares y
sus entornos (Márquez, 2000: 206-207, n. 2). En Málaga,
Márquez define un modelo territorial, basado en las necrópolis y los asentamientos, contrastante con el de la Edad del
Bronce. En sitios no prominentes se construyen “fondos de
cabaña” con cubiertas de entramado de cañizo recubierto de
barro. Otras estructuras subterráneas de almacenaje (algunas
“convencionalmente silos”) formarían parte de hábitats de
rasgos similares a los anteriores (Márquez, 2000: 208-211).
Su “invisibilidad espacial” y “la escasa entidad de las construcciones” sugieren que tengan una fase, algo extraño en un
“modo de vida plenamente campesino” pero coherente con
lo conocido sobre los poblados megalíticos en el resto de
Europa (Márquez, 2000: 217).
Jiménez, en artículos posteriores sobre las subestructuras
de la “región clásica”, rechaza que haya dos tipos con y sin
estratigrafía: los procesos que condujeron a su formación y el
contenido arqueológico son muy similares y la distinción morfológica, la única admisible entre “silos” y “fondos de cabaña”, no siempre es posible (Jiménez, 2007: 479, n. 13). Según
Jiménez y Márquez el debate sobre las supuestas viviendas
debería empezar por su tipología. Proponen las “casas-pozo”
hohokam: su base es una fosa excavada y los muros las paredes interiores. A menudo se les superpone alguna otra “‘aérea'
con materiales perecederos o bloques de piedra” (Jiménez y
Márquez, 2006: 43). Fuentes etnográficas y experimentales
definen las condiciones de habitabilidad y los requerimientos
técnicos (Jiménez y Márquez, 2006: 44, 46). A ellas se remite
la evaluación del registro arqueológico. Las subestructuras no
son “casas-pozo”: ni tienen evidencias constructivas (cf. supra
Márquez, 2000), ni espacios adecuados para una ocupación
prolongada, ni una sedimentación paulatina de los niveles de
ocupación (Jiménez, 2007: 478, 489). Su colmatación es acelerada e intencionada. Corresponde a “basureros”, si el relleno
es “masivo y aleatorio” y a contenedores de “actos de significación simbólica”, si hay estratigrafía, a la que los oficiantes
pueden aportar potentes sedimentaciones naturales (Jiménez,
2007: 478-481). Si algunas estructuras tuvieron usos sucesivos, ninguno fue el de “casa-pozo” (Jiménez, 2007: 489).
La breve ocupación que sugiere la lectura vertical de los
rellenos es desconocida en depósitos correspondientes a los
“niveles culturales” de un hábitat (cf. Márquez, 2000: 204205). De ahí derivan los afanes de los colegas en identificar
estratigrafías horizontales (Jiménez, 2007: 481), esfuerzos
fallidos al faltar una conexión estratigráfica directa entre los
depósitos de estructuras cercanas: “de ser fondos de cabañas, nunca habría dos cabañas en uso a la vez” (Jiménez,
2007: 482). A su vez, los pocos años de vida de sus materiales de construcción no se corresponden con los requeridos para “una acumulación tan exagerada” de artefactos y
sedimentos (hasta 2 m de potencia) (Jiménez, 2007: 486).
La relectura pasa, por fin, de las estructuras aisladas a los
“lugares de agregación”. En general de gran extensión están
afectados solo en parte por los episodios destructivos constatados en multitud de pozos tras su cierre (en adelante Jiménez, 2007: 487). Esto hace sospechar que, a menudo, los
procesos postdeposicionales con los que se quiere justificar
que no haya evidencias de “casas-pozo”, sean “fantasmas”,
imaginados por los colegas. Fuera de sospecha quedan las
excavaciones y actividades agrícolas que retiran la “gruesa
capa de tierra, normalmente en un avanzado estado de pedogénesis” que cubre, y oculta, los restos más superficiales de
las estructuras. Pero tal reserva no llega al punto de que las
remociones expliquen la falta de elementos estructurales de
las supuestas cabañas, ni de restos procedentes de sus rellenos, diseminados entre ellas sobre el suelo actual. A escala
micro, y a partir del Polideportivo de Martos (Lizcano et al.,
1997), tampoco la falta de superficies ‘fósiles' de ocupación
se debe a distorsiones del registro. Las remociones ni afectan
a todas las estructuras, ni eliminan todo el depósito en las
alteradas (Jiménez, 2007: 488): las nivelaciones y remodelaciones internas podrían preservar más que destruir los suelos
de ocupación (Jiménez, 2007: 489).
Márquez y Jiménez declaran la unión de lo sagrado y lo
profano pero enfatizan lo simbólico y ritual (Cámara y Molina, 2015: 106). Una carencia profana notable es la cota de
frecuentación original desde la que se excavaron los “depósitos estructurados”. Solo si se debieran a seres humanos con
otra forma de marcha, la desconexión estratigráfica directa
entre ellos podría explicarse sin procesos postdeposicionales.
Otra rara ausente, decidiéndose el origen ritual o natural de
los depósitos, es la geología (Jiménez, 2007: 478, 480). Ir de
lo secular a lo sagrado facilita más el contraste empírico que
la vía inversa.
405
[page-n-413]
M. I. Martínez Navarrete
3. CAMPESINADO Y VIVIENDAS:
UN PAR DE EJEMPLOS DE LA EUROPA MERIDIONAL
PASADA Y PRESENTE
El punto de partida de quienes estudiamos historia es la unidad de la experiencia humana por la que asumimos respuestas
análogas y, por tanto, rastreables, ante procesos regulares. La
dificultad reside en que su expresión, sin un patrón universal de
racionalidad, varía en cada comunidad. Tras plantear la perspectiva interna y externa como alternativas opuestas para abordar
esa diversidad, ahora su contraste ayuda a repensar los conceptos y estrategias rutinarias de recopilación de datos (GonzálezRuibal, 2003b: 416- 417). Soy partidaria de reflexionar sobre
los sesgos ideológicos que configuran el registro, pero no veo
como alternativa una arqueología prehistórica que pretendiera
asumir la perspectiva de los potenciales estudiados. Los testimonios arqueológicos filtrados por la producción y reproducción social admiten lecturas múltiples o alternativas pero, por su
propia condición física, contradicen las más inverosímiles dado
un cierto contexto histórico. En el tema de la “arquitectura inscrita” el protagonista es un campesinado (Vicent, 1990, 1991:
35-47; Díaz-del-Río, 1995), vinculado de modo ineludible a sus
medios de producción, de los cuales el principal es la tierra. La
inversión de trabajo social para una producción diferida convierte el “paisaje natural” en “paisaje agrario”, haciendo superior el coste del abandono y de una nueva inversión al mantenimiento de una productividad mínima.
Para no extenderme centro mis comentarios (versus sección 2) en un paisaje agrario específico: el de los constructores
de recintos de fosos, descrito en las terrazas en torno a Madrid (Díaz-del-Río, 1995, 2001, 2003). La versión más habitual vincula el poblamiento con ganaderos móviles de ovejas
y cabras que siguen los pastos permanentes situados en los
humedales de la llanura aluvial. Se basa en el alineamiento
de los yacimientos con los cursos de agua, en el mayor número de restos de esas especies que el de vacas y cerdos, en
identificar estabilidad y arquitectura en piedra y en considerar las vegas poco cultivables. El trasfondo es un concepto de
Historia que define las culturas como asociaciones de rasgos
clasificatorios sin articulación funcional. A partir de fuentes
etnográficas, ajenas al medio natural más característico de la
Península Ibérica desde esta fase del Holoceno, y específico
de la Meseta, se define una dicotomía agricultura-sedentarismo y pastoreo-movilidad, interpretada como dualidad de poblaciones. Sin embargo el rasgo propio del campesinado en
la zona mediterránea es la integración de la ganadería en la
economía agraria doméstica como alimento, abono, fuerza de
tiro y transporte (Delibes, 2011). La racionalidad económica
pasa por la falta de especialización, el uso de diversos ecosistemas, el almacenaje y el reciclaje de materia, energía, agua y
residuos. La movilidad a corto, medio o largo plazo que esta
gestión agro-forestal pueda suponer no implica sin remedio
a todo el grupo doméstico. Sus componentes básicos tenderán a acercarse al hábitat agrario, como un ejemplo más de
la minimización de esfuerzo característica de las sociedades
campesinas. Tales estrategias sociales, en conjunto, reducen
la incertidumbre proveniente de una naturaleza impredecible,
manteniendo una amplia heterogeneidad espacial y diversidad
biológica. Su finalidad es inmovilista: el campesino es conservador en lo ecológico y, sobre todo, en lo social. Un rasgo tan
406
connotado en el debate sobre el origen de la desigualdad como
el almacenaje busca, en principio, la seguridad alimentaria y
no una acumulación que conduzca directa e inexorablemente a
la sociedad de clases.
El hábitat agrario es el mejor testimonio del modo de vida
campesino por su relación con la vida social y productiva y con
los aspectos ideológicos y culturales de la misma. Está determinado por las condiciones ambientales más en sentido negativo
(lo excluido) que positivo. Este tópico antropológico tan pertinente en el debate sobre la movilidad de los constructores de la
“arquitectura inscrita” carece, sin embargo, de programas específicos de investigación. En ello influye, como en otras zonas
europeas, el concepto de cambio cultural por sustitución demográfica (Stevanović, 1997: 336) y también el debate citado favorecido por la modestia de los escombros hallados (restos de adobe y de entramados vegetales cubiertos de barro). Como fuente
alternativa de analogías propongo la arquitectura neolítica del
sureste de Europa y la arquitectura popular del barro de la Tierra
de Campos, en la Meseta norte. Ambas cuentan con importantes
tradiciones de estudio. La pertinencia del sureste europeo reside
en su condición de cruce de caminos entre Europa y el Próximo
Oriente, cuna de una arquitectura en barro bien conocida, antigua y ligada a hábitats permanentes. La investigación sobre la arquitectura popular castellana (Maldonado y Vela-Cossío, 2011)
se amplió a partir de los 1980 con iniciativas privadas (Centro
Navapalos, Soria) y públicas (EE.TT.SS. de Arquitectura: Centro de Investigación de Arquitectura Tradicional, Madrid; Grupo
Tierra, Valladolid…), encaminadas a la difusión, conservación
y experimentación con este material de construcción en proyectos de rehabilitación, sostenibilidad y ayuda al desarrollo. Esta
arquitectura tiene raíces medievales y su abandono se relaciona
con el éxodo rural, acelerado en los 1950.
El estudio de Stevanović (1997: 336, 342-344, 354-355) sobre la arquitectura Vinča tiene trascendencia regional dada la
llamativa semejanza en las actividades constructivas de las culturas neolíticas de todo el sureste europeo. En su opinión la casa
es un artefacto en sí misma. Debe ser estudiada como tal en las
4 fases de su vida útil: la construcción (técnicas y materiales),
el uso (organización espacial), el mantenimiento y la destrucción interpretable como una práctica tecnológica deliberada.
La vivienda Vinča está levantada con técnica de encestado y se
vincula con aldeas de ocupación prolongada (en extensión o en
tell). El tipo arquitectónico tuvo un uso mínimo hasta el Neolítico antiguo. Su tecnología moviliza materiales antes inexistentes
como cantidades masivas de arcilla, obtenidas en excavación,
mezcladas con agua y restos orgánicos como la cascarilla y paja
de los cultivos. Requiere una organización de complejidad adecuada y el acceso a los materiales y a la zona edificable. Dado
el peso de las arcillas y la limitación del transporte se cree que
su extracción tuvo un efecto concatenado en las aldeas: los pozos de forma oblonga y los desplazamientos horizontales de las
viviendas. Este hábitat aéreo se prefiere de manera creciente al
subterráneo y semisubterráneo.
El análisis de la arquitectura en barro castellana considera
las mismas fases que acabamos de citar, incluyendo la cuarta
de demolición y eliminación de residuos (Sánchez, 2000: 1316; Cortés, 2013: 191-194). En todas impera el principio del
mínimo esfuerzo y mayor proximidad con el máximo aprovechamiento y mínimo costo. La edificación sirve como residen-
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“Hoyos” y “recintos” en positivo: construcciones y modelo económico
cia y unidad mínima de producción, acoge al ganado y sirve
de almacén. También la tecnología refuerza la adaptación a las
condiciones ambientales: la disponibilidad y proximidad de los
materiales de extracción (sobre todo arcilla y cal) y del agua es
decisiva al minimizar el gasto energético por acarreo. Culturalmente las construcciones son los elementos identitarios más
significativos del paisaje. Implican la transmisión oral de conocimientos para la selección de las técnicas constructivas y estrategias proyectuales más funcionales y económicas. Socialmente
el patrón de explotación agraria de la arquitectura popular logra
una gran cohesión al generar espacios para la vida en común.
El proceso constructivo no permite una disociación nítida
de las dimensiones ambientales y económicas. Su fin es la simplificación tecnológica y la reducción de componentes que se
combinan, según la altura del edificio, para lograr la máxima
efectividad del conjunto. Los materiales son la piedra, el barro
crudo y la madera. La piedra requiere poca transformación y
mantenimiento y es duradera. Se emplea en los zócalos, en la
primera hilada del tapial o, como cantos, en otras escalonadas
en los muros. El barro es la base de los muros de tapial y adobe
y sirve como mortero, revoque, relleno de encestados y piso.
El tapial se hace con tierras arenosas graduadas con arcilla que
actúa de conglomerante. Se prepara dejando las tierras centenales en montones a la intemperie al menos de otoño a otoño para
airear las arcillas y eliminar toda materia orgánica, susceptible
de germinar y debilitar los muros. Los cajones se rellenan en
tandas con tierra humedecida cuya consistencia suele aumentarse con paja de centeno. La masa se prensa para evitar huecos,
sin que pase mucho tiempo entre cada hilada. El adobe es más
manejable que el tapial. La arcilla procede del barrero y se criba
para quitar impurezas. Se fortalece mezclándola con paja, cal,
arena o estiércol y pisándola con algo de agua. El estiércol se
ha extraído de las cuadras y dejado orear en pequeños montones antes de usarlo. La masa resultante se mete en la gradilla.
Se aprieta bien, se rasa, se extrae del molde y se deja secar al
sol. Conviene hacer el adobe en primavera y otoño: en verano las altas temperaturas agrietarían el barro, y en invierno hay
problemas de humedad y frío. Las otras aplicaciones del barro
exigen también su preparación. Se trae del barrero más cercano
y se deja orear unos días. Luego se ara, macha, pisa o muele. Se
mezcla con el agua y se soba para que la masa sea moldeable y
se endurece con greda cribada.
La arquitectura en barro sustituye los alzados con estructuras ligeras por potentes muros de carga (entre 45 y 60 cm) que
asumen la labor portante. La fragilidad del barro al viento y la
lluvia impone esa masividad, el cuidado periódico y la reposición de los revocos cada pocos años. La contrapartida son las
propiedades bioclimáticas de los muros: su gran aislamiento
e inercia térmica. La adición de material fibroso como la paja
trillada, en los muros y en los acabados, frena su tendencia a
resquebrajarse por retracción y aporta mayor resistencia mecánica a flexión. Contrarresta la acción del sol y la lluvia y mejora el comportamiento térmico del material, ya que las briznas
de paja funcionan como pequeñas cámaras de aire con gran
capacidad aislante.
La madera es imprescindible en la estructura general del
edificio (armaduras de las cubiertas, viguería, entramados de
paredes y tabiques, escaleras, barandillas) y en la carpintería
(puertas, ventanas, mobiliario). Se emplea como enramado (en
techumbres, paramentos y estructuras recubiertas de barro), tablón (suelos y protección de muros de barro) y en rollo, descortezado o al natural. Se usan los árboles locales, p. ej., chopos
en los páramos y en Tierra de Campos. Se talan al principio del
otoño-invierno cuando, casi sin savia, aprietan las fibras. En la
construcción se usan secos pero, antes, el rollo se deja a orear a
la intemperie en el almacén o lugar de la obra para que se empape de lluvia, se lave y se endurezca. Después se trocea y, en su
caso, escuadra y cepilla. La durabilidad de la madera (entre 3 y
500 años) depende de la especie y de las condiciones de conservación (contacto con el suelo, aireación, sequedad).
Otro rasgo de la arquitectura popular es que el grupo familiar solo, o con apoyo vecinal, construye y realiza las tareas
campesinas, lo que requiere una permanencia anual mínima
para alternarlas y combinarlas. Los recursos ambientales y
agrarios empleados en la vivienda se incorporan a los campos
cultivados en su cuarta fase de vida útil: la demolición y eliminación de residuos.
4. LA FORMACIÓN DEL REGISTRO ARQUEOLÓGICO
COMO ESCOMBRO
“Desecho” y “basura” son conceptos relativos. Cada sociedad
tiene los suyos, incluyendo la primacía del componente ideológico sobre cualquier otro (mal de ojo, menstruaciones, hechizos
ruptura de tabúes…). Pero la mayoría del tiempo la gente estuvo
disponiendo la basura de un modo muy conveniente: dejándola
simplemente donde caía (Rathje y Murphy, 1992: 32-33). Solo
mucho después de hacernos sedentarios, la basura empezó a ser
un problema. Las comunidades campesinas tienen excedentes
limitados y los elementos descartados, en general orgánicos,
son reciclables. La situación es similar en muchas sociedades
preindustriales donde “no se tira nada e incluso lo aparentemente más inservible se guarda para posibles usos insospechados”
(González-Ruibal, 2003a: 63). La distinción entre abandonados
planeados y no planeados y entre los que prevén o no retorno
es relevante a este respecto pero, en general, el despoblamiento
es un “proceso que va desde la ocupación como residencia a
tiempo total hasta el abandono irreversible” (González-Ruibal,
2003a: 59, 57; Hardy-Smith y Edwards, 2004: 256).
Las recuperaciones de artefactos (piezas metálicas, molinos, ídolos…) tras dejar una estructura tienen gran potencial
de distorsión del registro, si buscamos indicadores de esferas
concretas de la vida social. En cambio, para explicar el proceso
de formación de un yacimiento lo relevante es la extracción de
elementos de la arquitectura como vigas o postes (GonzálezRuibal, 2003a: 65) y la de sus propios escombros si el edificio
es de tierra. Los primeros manuales de labranza europeos (Anónimo, 1860: 13-14) incluían entre el abonado unas mezclas de
tierras, reconocibles en la composición de tapias y adobes (sección 3): tierra y marga gredosa para el terreno arenoso; tierra y
marga arenosa y caliza, yeso de demoliciones para el gredoso
o arcilloso… Los blogs sobre pueblos castellanos recogen testimonios de antiguos agricultores para los que la tierra infértil
durante muchos años, procedente de tirar los edificios de barro,
mejora los huertos y los campos pedregosos o con surgencias.
No he encontrado datos arqueológicos relativos al abonado con aporte mineral pero Poirier y Nuninger (2012: 10,
12-13, 5), aun sin planteárselo, ofrecen elementos para con407
[page-n-415]
M. I. Martínez Navarrete
siderar su empleo: a) los testimonios de la antigüedad del estercolado (IV milenio BC en Suiza), b) los trozos de cerámica incorporados al estiércol que pudieron llegar también en
los escombros de tapial y adobe y c) una cadena detallada de
inferencias que condiciona que haya o no artefactos fuera del
yacimiento (Poirier y Nuninger, 2012: 20, Fig.7). Los autores
aluden a la frecuencia con la que cacharros rotos y materiales
de construcción caen con los otros desechos en los montones
de estiércol, en general, situados junto al hábitat. Tras estercolarse los campos y descomponerse la materia orgánica,
esos restos antrópicos serían el único testigo de la práctica
del abonado. El estercolamiento sea cual fuere la regularidad
en su práctica y el modo de transporte utilizado prioriza las
huertas a menos de un km del hábitat pero puede llegar hasta
un radio de 1 a 2 km del mismo (Poirier y Nuninger, 2012:
15-16). Las fuentes etnográficas, los textos agronómicos latinos y la iconografía antigua (en parihuelas), medieval (en
cuévanos) atestiguan el transporte de pequeñas cantidades
regulares de abono a parcelas incluso más alejadas. En suma,
los campos se pueden fertilizar sin recurrir a la tala y quema,
pero optar por esa alternativa implica replantearse la breve
permanencia del hábitat y la ganadería móvil y precisar el
almacenado de los recursos agrícolas.
5. REFLEXIONES FINALES SOBRE EL ESTADO
DE LA CUESTIÓN Y ALGUNAS ALTERNATIVAS
Nuestras interpretaciones defienden de modo bastante apriorístico disyuntivas que los aspectos concretos del registro
ayudan a reconocer como falsas. Los restos arqueológicos
evidencian la combinación de materiales en la arquitectura
del hábitat o de ciertos edificios, y cómo la durabilidad de
los más frágiles (barro, madera) es más contextual (tecnología, posición en el edificio) que intrínseca. La dimensión
ceremonial de los “agujeros negros”, sugerida por el hallazgo
de enterramientos, ídolos, piezas de oro (Murillo-Barroso et
al., 2015), tiene su sentido en el marco de la “ritualización
de la vida doméstica”, según R. Bradley, propia de las sociedades campesinas (Delibes, 2011: 16). La especialización de
la investigación arqueobiológica sobre agricultura y ganadería justifica abordar por separado las respectivas evidencias.
Pero mantener esta estrategia al caracterizar la economía
agraria, proyecta una imagen errónea de las sociedades campesinas (sección 3). Es raro, por ejemplo, leer que la ganadería basada en múltiples cabañas se asocia indefectiblemente
con núcleos agrícolas asentados sobre tierras de cultivo más
o menos fértiles (Liesau y Morales, 2012: 122). Lo habitual
es la dualidad automática cultivos-asentamientos permanentes y ganado-movilidad. Pero la versatilidad residencial de
los agricultores es tan conocida (Hardy-Smith y Edwards,
2004: 257, 272) como discutida la pertinencia de los indicadores arqueológicos “a muy corto plazo” (estacionales,
anuales…), dados los límites de precisión de nuestros métodos radiométricos (de décadas a centurias). Lo más ventajoso sería combinarlos con otras variables. Delibes (2011: 17)
propone inferir la estabilidad del asentamiento de la fuerza
de trabajo invertida en excavar fosos en gredas pesadas y con
la sencilla tecnología a mano. Quizá esa inversión se pudiera valorar al modo como algunos autores han calculado las
408
arcillas necesarias para levantar los muros de las viviendas
LBK (en Stevanović, 1997: 354). También se puede aproximar la permanencia del poblado conectándola con el tiempo
impuesto por el ciclo agrícola pecuario y vegetativo de cada
especie identificada y con la preparación de los materiales de
construcción. Antes de rechazar la pertinencia del segundo,
por ausencia de granos de cereal, se puede intentar rastrear
su cultivo reciclando la estrategia experimental y analítica
de Stevanović (1997: 353-361). Su fin es determinar si la
destrucción por fuego de los poblados Vinča es intencional.
Estudia los escombros de cuatro casas del de Opovo donde
muestrea el peso de las arcillas y estima la madera, las cañas
y los restos de plantas y granos de cereal empleados, tras una
cuidadosa revisión de las improntas. El entorno del poblado
no parece adecuado para el cultivo pero los considerables
restos vegetales añadidos al barro expresarían una estrecha
interdependencia entre agricultura y forma doméstica de
vida. Otra medida empírica de la duración del asentamiento
sería la presión antrópica expresada en las secuencias polínicas (Delibes, 2011: 18).
Un aspecto específico de la temporalidad se relaciona con
la dificultad de identificar estratigrafías horizontales por la indefinición del propio hábitat (sección 1) y la desaparición de
la cota de frecuentación original (sección 2). Lo habitual es
que ignoremos qué representan las catas excavadas respecto
a la superficie total del yacimiento y a su variabilidad interna
(temporal y/o social, económica política, ideológica). La particularidad actual es que la combinación de prospección aérea
y datos geomagnéticos de alta resolución revela, a veces con
sorprendente precisión (Rassman et al., 2014), la completa
planimetría de los asentamientos con subestructuras. Sus dimensiones y complejidad dejan en evidencia la inadecuación
de las estrategias más generalizadas de intervención arqueológica para controlar ese registro y confirman las intuiciones
más pesimistas sobre la parcialidad de lo que conocemos. Una
alternativa ventajosa a escala micro es el desarrollo de técnicas
de muestreo para la excavación, como ha demostrado su aplicación en la compleja mina neolítica de sílex de Casa Montero
(Díaz-del-Río et al., 2007). El estudio del paisaje agrario, en
cambio, exige una modelización espacial a otras escalas (Poirier y Nuninger, 2012). Se debe a Gilman la primera, y más influyente, basada en el materialismo histórico y propuesta para
el sureste de la Península Ibérica (Gilman y Thornes, 1985).
Es una de las fuentes del “modelo factorial del paisaje” de Vicent (1991) todavía pionero por su carácter experimental que
le hace susceptible de soportar la aplicación de técnicas matemáticas de modelización y simulación estadística. Estamos
en el mejor momento para dejar por fin atrás los apriorismos,
falsas disyuntivas y visiones monolíticas, sea cual sea el sesgo
escogido.
AGRADECIMIENTOS
Estoy en deuda con los organizadores de este homenaje a B. Martí
Oliver por invitarme y, en concreto, con J. Juan Cabanilles por su
apoyo durante la redacción del texto. Su temática se contextualiza
en el proyecto HAR2013-47776-R (2013-2016). Debo a su I.P., P.
Díaz-del-Río, a V. Mayoral (IAM, CSIC), C. Ortiz, I. Sastre, J. Vicent (IH, CCHS-CSIC), orientaciones de gran utilidad. Soy la única
responsable del resultado. C. Varela tradujo los textos en francés.
[page-n-416]
“Hoyos” y “recintos” en positivo: construcciones y modelo económico
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 411-426.
Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón
durante el Neolítico y la Edad del Bronce
José M.ª Rodanés, José i. loRenzo y PaloMa aRanda
reSumen
Uno de los objetivos específicos planteados en el proyecto “Dinámica de la ocupación prehistórica del Valle Medio del Ebro
durante el Holoceno Superior” (HAR2012-36967) es el estudio del ritual de enterramiento en cuevas y abrigos. Para ello
se proponía la prospección en determinadas comarcas al mismo tiempo que se procedía a la datación absoluta y revisión de
los materiales arqueológicos y antropológicos de yacimientos ya conocidos. Con ello pretendemos mejorar el conocimiento
sobre las poblaciones prehistóricas de la zona y analizar las prácticas funerarias, basándonos en la utilización de cavidades
desde el Neolítico hasta los momentos finales de la Edad del Bronce.
PalabraS claVe:
Cuevas sepulcrales, Neolítico, Edad del Bronce, Valle Medio del Ebro.
abSTracT
Burials in caves and shelters in Upper Aragon during the Neolithic and the Bronze Age. One of the specific objectives of
the project “Dynamics of prehistoric occupation of the Middle Ebro Valley during the Upper Holocene” (HAR2012-36967)
is the research on burial rituals in caves and shelters. For this purpose, a field survey was proposed in certain regions and at
the same time absolute dating and revision of archaeological and anthropological materials from known sites was carried
out. Our aims are to improve knowledge about the prehistoric population in the area and to analyse burial rituals, basing our
research on the occupation of caves from the Neolithic to the Late Bronze Age.
keywordS:
Burial caves, Neolithic, Bronze Age, Middle Ebro valley.
1. LOS ENTERRAMIENTOS EN CUEVAS Y ABRIGOS
EN EL ALTO ARAGÓN: YACIMIENTOS
DE REFERENCIA
Incluimos aquellos que han sido excavados y en especial los que
cuentan con dataciones absolutas (fig. 1). Las fechas, en su mayoría, proceden de muestras de vida corta, sin embargo de poco
sirve esta precisión ante el contexto en el que se han recogido, ya
que la mayor parte de los yacimientos han sufrido una evolución
postdeposicional que hace imposible la interrelación y el análisis
pormenorizado de restos antropológicos entre sí y aún menos con
la cultura material. Estos condicionantes unidos a las sucesivas
ocupaciones en el mismo yacimiento –solo en el caso de Chaves
se trata de un conjunto cerrado– añaden incertidumbre al estudio
de los componentes que podrían definir las diferentes fases de
utilización y su relación con horizontes arqueológicos. No obstante estas dataciones, que reflejan momentos concretos como el
del fallecimiento de un individuo, permiten observar tendencias y
destacar aspectos generales que pueden ser comparados con procesos similares detectados en otros territorios (tabla 1).
Cueva de los Huesos (Castillonroy)
Cavidad de acceso restringido por estar actualmente bajo las
aguas del embalse. Se accede por una pequeña boca que da
paso a una galería vertical. Entre el barro y las piedras aparecen
restos humanos y fragmentos de cerámica (fig. 2). La datación
absoluta coincidente con la tipología cerámica apoya una cronología del Bronce Reciente- Final (GrA-32959: 3115±35 BP)
(Montes et al., 2006).
Cueva de los Moros 2b (Gabasa)
Excavada por Baldellou y Utrilla en 1984. En el nivel
superior aparecieron restos humanos inconexos de un número
indeterminado de individuos. Los materiales, igualmente
revueltos, procedentes del nivel a, pertenecían a diferentes
épocas: una raedera, un hacha pulimentada y numerosos
fragmentos cerámicos de cronología neolítica, junto a cerámica
torneada y un plato de cerámica gris paleocristiana del siglo
IV-V d.C. (Utrilla y Baldellou, 1984: 11; Ramón, 2006: 55;
Utrilla, Laborda y Sebastián, 2014: 700).
411
[page-n-419]
J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
Fig. 1. Situación de las cuevas
sepulcrales en el Alto Aragón.
Cueva de los Moros 5 (Gabasa)
En el mismo enclave, a escasos metros de la cueva principal
y durante la misma campaña se localizaron un cráneo humano
junto a restos líticos, elementos de adorno, una punta de flecha de hueso y un dado romano. Los materiales más numerosos
son los cerámicos que conforman un lote de 326 fragmentos de
los que 135 son a torno (Utrilla y Baldellou, 1984: 11; Ramón,
2006: 55-56; Utrilla, Laborda y Sebastián, 2014: 700).
Cueva del Moro (Alins del Monte)
Se abre en la ladera de una pequeña cárcava que confluye en
el barranco de las Carboneras, frente al Pico Roldan. Se trata de una grieta que se continúa a través de una cámara baja
que desemboca en una sima. En el fondo se localizaron huesos
humanos junto a un interesante ajuar que en estos momentos
estamos estudiando.
Los restos aparecieron inconexos. Se han identificado un
número mínimo de once individuos, el 40% femeninos y el 60%
masculinos. Se detecta una importante mortalidad infantil que
alcanza el 45% de la muestra, sin que exista constancia de individuos maduros o seniles. No se documentan restos de mayores
de 40 años. Algunos huesos aparecieron impregnados de ocre
rojo. Se han diagnosticado caries, hipoplasias, cálculos y casos
de periodontitis.
412
Los materiales arqueológicos son numerosos, de gran relevancia y de variada tipología con diferentes cronologías. Destacan varias piezas de hoz y láminas sin retocar, así como una
serie de objetos pulimentados de pequeño tamaño. Entre los
elementos de adorno señalamos una cuenta de variscita y otra
de pasta vítrea. En hueso, dos puntas de flecha de pedúnculo y
aletas. Significativa es la presencia de tipos metálicos en bronce como un hacha plana, un puñal triangular de remaches, una
punta de flecha de pedúnculo y aletas, un punzón, un alfiler o
una fíbula aucissa. En hierro destacamos un cincel, un fragmento de llave, un asa, varios remaches y una aguja de grandes
dimensiones. La cerámica no es numerosa pero destaca la presencia de una vasija carenada y un fragmento inciso-impreso
o punto y raya junto a otros no identificables. Quizás lo más
sorprendente de este conjunto, que próximamente aparecerá
publicado, es la presencia de objetos de madera, entre los que
destacan recipientes, un peine y otros de difícil interpretación
que formarían parte de útiles compuestos, así como varios elementos de cestería.
La cronología es muy amplia. Un fragmento cerámico decorado y una cuenta de collar nos pueden situar en un contexto
neolítico con claros paralelos en cuevas cercanas, mientras que
los objetos de hierro, la fíbula y la cuenta de pasta vítrea son
claramente romanos, muy probablemente de época augustea.
El resto coincidiría con el Bronce Pleno y Reciente donde se
[page-n-420]
Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón durante el Neolítico y la Edad del Bronce
Tabla 1. Cuadro de dataciones radiocarbónicas de las cuevas sepulcrales.
Yacimiento
Ref. laboratorio
Datación BP
1 σ cal BC
2 σ cal BC
cal med BC
Trocs I (Bisaurri)
Trocs I (Bisaurri)
Trocs I (Bisaurri)
Trocs I (Bisaurri)
Trocs I (Bisaurri)
Chaves (Bastarás)
Trocs I (Bisaurri)
Trocs I (Bisaurri)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Trocs III (Bisaurri)
Trocs III (Bisaurri)
Trocs III (Bisaurri)
Foz de Escalete 2 (Riglos)
San Juan (Loarre)
Rambla de Legunova (Biel)
Trocs III (Bisaurri)
Cueva de la Sierra (Campodarbe)
Cueva de los Cristales (Sarsa de Surta)
Forcas II (Graus)
Cueva de los Cristales (Sarsa de Surta)
San Juan (Loarre)
San Juan (Loarre)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Cueva de los Cristales (Sarsa de Surta)
Abrigo de Paco Pons (Biel)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Cueva de los Moros (Alins del Monte)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Cueva de las Güixas (Villanúa)
San Juan (Loarre)
Cueva de los Murciélagos (Vadiello)
Cueva de los Huesos (Castillonroy)
MAMS-16163
MAMS-16159
MAMS-16168
MAMS-16164
MAMS-16166
GRA-26912
MAMS-16162
MAMS-16161
GRA-33914
MAMS-16165
MAMS-16160
MAMS-14856
BETA-332606
GRA-38270
GRA-24746
MAMS-16167
BETA-332608
GRA-38061
BETA-281899
GRA-38062
GRA-38268
GRA-3795
GRA-38063
GRA-33935
GRA-33936
GRN-26967
GRN-25997
GRA-25757
GRA-30996
BETA-337287
GRA-33938
BETA-332607
GRA-38396
GRN-25557
GRA-32959
6285±25
6280±25
6249±28
6249±25
6234±28
6230±45
6218±24
6217±25
5855±40
5035±23
5008±23
5005±27
4730±30
4620±30
4545±45
4512±25
4400±30
4370±30
4330±40
4125±30
4120±30
4110±30
4105±30
4000±35
3975±35
3900±100
3850±100
3830±45
3790±60
3520±30
3440±35
3320±30
3285±30
3210±30
3115±35
5305-5225
5305-5225
5300-5210
5295-5215
5300-5080
5300-5080
5285-5075
5470-4855
4785-4690
3935-3785
3905-3710
3895-3710
3630-3380
3500-3355
3365-3115
3345-3110
3090-2930
3015-2920
3015-2895
2860-2625
2860-2620
2855-2585
2850-2580
2570-2475
2570-2465
2560-2205
2470-2150
2400-2200
2340-2065
1895-1775
1870-1685
1640-1530
1615-1525
1505-1445
1430-1305
5315-5215
5315-5215
5310-5075
5310-5080
5305-5070
5310-5055
5295-5065
5630-4590
4830-4605
3950-3765
3935-3705
3940-3705
3635-3375
3515-3345
3490-3095
3350-3100
3265-2915
3090-2905
3085-2885
2870-2580
2870-2575
2865-2570
2865-2505
2620-2460
2580-2345
2835-2040
2580-2025
2460-2145
2460-2035
1930-1750
1880-1660
1685-1520
1630-1495
1595-1415
1490-1280
5265
5265
5255
5255
5225
5205
5160
5140
4725
3880
3785
3780
3530
3460
3215
3210
3015
2980
2955
2715
2700
2680
2670
2530
2505
2375
2310
2290
2230
1835
1750
1595
1565
1475
1380
agrupan las dataciones absolutas de maderas, cestería e inhumaciones. Sirva como ejemplo la ofrecida por una muestra de uno
de los inhumados 3520±30 BP (Beta-337287).
Cueva del Moro (Olvena)
Conocida desde las primeras décadas del siglo XX, fue excavada por V. Baldellou y P. Utrilla durante los años ochenta
del siglo pasado (Baldellou y Utrilla, 1995-1996). Desde su
descubrimiento y hasta la edición de la memoria fue objeto de
numerosas visitas, y “prospecciones” no autorizadas. El artículo de Berges y Solanilla (1966) da cuenta de la existencia
de dos paquetes de huesos, sin los cráneos, localizados en un
estrecho corredor junto a cuentas de collar y piezas líticas sin
especificar. Las síntesis de T. Andrés (1977, 1979 y 1992) sobre el fenómeno funerario en el Valle del Ebro recogen la noticia e inciden en la dificultad de asociar los materiales con los
enterramientos aunque se mantenga la hipótesis de la posible
relación con los objetos de adorno, incluso con las cerámicas
con decoración campaniforme. Las modernas excavaciones
poco pudieron aportar. Los únicos restos humanos aparecieron mayoritariamente en OV2 y descontextualizados (Utrilla
y Baldellou, 1996: 248). Se trata de una población mínima de
cuatro y estimada en seis individuos, entre los que se encuentran infantiles, juveniles y al menos dos adultos, gráciles todos
ellos (Lorenzo, 1992: 625).
413
[page-n-421]
J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
Fig. 2. Materiales cerámicos de
Cueva de los Huesos de Castillonroy
(Montes et al., 2006).
Forcas II (Graus)
En la base del nivel 7 y en una grieta adosada a la pared se
encontraron restos humanos correspondientes a enterramientos
de al menos cinco individuos, tres mujeres y dos hombres, en
estado muy fragmentado y sin conexión anatómica, excepto los
localizados en el cuadro 4C. Se trata de una población muy grácil (Lorenzo, 2014: 338), datándose uno de los restos durante el
Calcolítico (Beta-281899: 4330±40 BP) (Utrilla, Mazo y Domingo, 2014: 397). El ajuar se desconoce y su relación con el
resto de los niveles de la Edad del Bronce es difícil de determinar (Rodanés y Sopena, 2014: 287).
Cueva de Els Trocs (Bisaurri)
Situada a 1.500 metros de altitud, presenta tres momentos de
ocupación neolítica. La combinación de análisis arqueológicos,
arqueobotánicos y geoarqueológicos ha confirmado la ocupación estacional de la cueva por pastores trashumantes (Lancelotti et al., 2014; Rojo et al., 2013).
La primera ocupación, Trocs I, datada en el Neolítico Antiguo (Mams-16163: 6285±25 BP; Mams-16159: 6280±25 BP;
Mams-16164: 6249±25 BP; Mams-16168: 6249±28 BP; Mams16166: 6234±28 BP; Mams-16162: 6218±24 BP; Mams-16161:
6217±25 BP), presenta abundantes restos humanos asociados a
pavimentos (UE 20) y a dos estructuras de gran tamaño (64 y
414
68). Su presencia se explica por su carácter ritual o simbólico
debido a la existencia de marcas de cortes y fracturas intencionadas, cuerpos infantiles descuartizados y signos de violencia
(Rojo et al., 2013: 45).
Dentro de los depósitos, la deposición de fetos y neonatos ovicaprinos, en ocasiones junto a restos humanos, se ha
relacionado con el universo simbólico de estas comunidades
y la importancia de la actividad ganadera (Rojo et al., 2013:
45-46). Es relevante el hallazgo de un cráneo infantil datado
en 6280±25 BP (Mams-16159) sobre los restos de un feto de
ovicaprino del 6060±40 BP (Beta-295782). Se ha planteado la
hipótesis de la circulación y/o reutilización de partes del cuerpo humano con un uso ritual a lo largo de varios siglos (Rojo
et al., 2013: 17-18).
El estudio de ADN de cinco muestras de Trocs I ha permitido identificar a tres hombres y tres mujeres, la consanguineidad
entre dos de los restos masculinos, así como identificar los haplogrupos J, T, N, V y K (Haak et al., 2015).
En la fase Trocs III, datada en el primer tercio del IV milenio
cal BC, durante el Neolítico Final (Mams-16165: 5035±23 BP;
Mams-16160: 5008±23 BP; Mams-14856: 5005±27 BP; Mams16167: 4512±25 BP) se han documentados dos fosas de grandes
dimensiones de carácter rito-funerario (UUEE 38 y 69) con huesos humanos y fauna en su interior, mezclados con otros restos
arqueológicos (Rojo et al., 2013: 20).
[page-n-422]
Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón durante el Neolítico y la Edad del Bronce
Cueva Negra (Olsón)
La cueva sepulcral se encuentra suspendida en unos afloramientos de arcosa intercalados con otros arcillosos. Se presenta como una balma con visera parcialmente desplomada. Los
restos humanos aparecen desarticulados y condensados en una
anchura de unos 2 metros. La potencia del depósito se reduce
a unos 40 cm. Se identifican al menos tres individuos que carecían de ajuar.
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Con un desarrollo cercano a los cien metros, se abre bajo el collado de Sampietro. Ha sido excavada por L. Montes y M. Bea
(2006 y 2007) y completada con breves campañas durante 2008
y 2009 (Montes y Domingo, 2014: 417).
En el interior, junto a una estructura de piedras, aparecieron una serie de restos dispersos procedentes de un enterramiento, en el que al menos se identificó un maxilar izquierdo
con los tres molares, perteneciente a una mujer de entre 25 y
30 años. Se dató un carbón en el interior de una costra estalagmítica sin relación aparente con los restos humanos (GrA33914: 5855±40 BP).
En la entrada se practicó un sondeo que ofreció un nivel (a)
con grandes variaciones cronológicas (GrA-33938: 3440±35
BP; GrA-30996: 3790±60 BP; GrA-25757: 3830±45 BP;
GrA-33936: 3975±35 BP; GrA-33935: 4000±35 BP; GrA38063: 4105±30 BP. En él se recogió un importante conjunto
cerámico en el que destacan los recipientes con decoración
campaniforme (fig. 3).
Cueva de los Cristales (Sarsa de Surta)
Cavidad cercana a Drólica, abierta sobre el arroyo Balcés. En
una sala de reducidas dimensiones a la que se accede por un
estrecho corredor aparecieron restos humanos. En una posterior
campaña durante 2007 se recogieron nuevos restos de inhumaciones junto a cinco fragmentos de cerámica manufacturada
(Montes y Domingo, 2014: 419). Se han datado tres muestras
de los enterramientos (GrN-26967: 3900±100 BP.; GrA-38062:
4125±30 BP y GrA-38061: 4370±30 BP).
Cueva de la Sierra (Campodarbe)
Localizada por José Gracia, A. Castán recogió restos humanos y
cerámicos que estamos estudiando en el Museo de Huesca. Con
posterioridad se tomaron muestras en la cavidad ya que las noticias mencionaban la existencia de inhumaciones individuales
sobre rocas desprendidas, impregnadas de pintura roja. La datación ofreció una fecha de 4400±30 (Beta-332608) y el análisis
de los colorantes demostró la utilización de cinabrio.
Cueva del Forcón (La Fueva)
En los acantilados de la Sierra Ferrera se abre la boca de la
cueva, de angosto recorrido, y que da acceso a un pequeño
vestíbulo donde se localizó un depósito (Zona Y) en cuyo interior se recogieron huesos humanos junto a material arqueológico (Baldellou, 1983: 152). Destaca la importante colección
de cerámicas con decoraciones impresas a las que hay que
añadir las incisas mediante triángulos, elementos de adorno
(cuentas discoideas sobre concha, una sobre hueso, otra en
piedra verde y un dentalium), varias piezas líticas en sílex y
un fragmento de útil pulimentado, así como tres punzones de
hueso y materiales romanos entre los que destaca una fíbula
en omega, fragmentos de vidrio y una cuenta de pasta vítrea.
La cueva del Forcón pudo haber sido utilizada con fines funerarios durante el Neolítico de cerámicas impresas, en la época
de ocupación de la Espluga de la Puyascada, siendo probable
que dicha utilización se repitiera en tiempos del Neolítico final
o del Eneolítico (Baldellou, 1983: 160).
Fig. 3. Cerámica campaniforme de Cueva Drólica, Sarsa de Surta (Montes y Martínez-Bea, 2006).
415
[page-n-423]
J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
Espluga de la Puyascada (San Juan de Toledo)
Cueva de los Murciélagos (Vadiello, Loporzano)
Cuenta con un nivel de ocupación del Neolítico Antiguo con cerámicas impresas al que posiblemente corresponderían los restos de un posible enterramiento cuyo resto más significativo es
un premolar humano (5930±60, 5580±70, 4560±80 BP; N.O.II
CSIC-384, CSIC-382 y N.O.I I CSIC-383) (Baldellou, 1987;
Lorenzo, 1994).
Localizada por E. Vlcek en una ladera sobre el cauce del Guatizalema, se accede por una rampa cubierta con bloques desprendidos. En la zona más profunda se recogieron restos de cerámicas de la Edad del Bronce junto a huesos humanos (Lorenzo,
1994). En prospecciones posteriores, en una grieta interior entre
huesos de cabra apareció un húmero humano de un individuo
adulto, con una datación de 3210±30 BP (GrN-25557). Al fondo de una grieta apareció una calota craneana que no se pudo
extraer (Montes et al., 2004: 386-387).
Cueva de los Arnales (Tella-Sin)
Cavidad localizada por el Grupo de espeleología de Badalona,
quienes recogieron material depositado en su sede local. Posteriormente A. Conte, desde el Instituto de Aínsa, visitó el lugar
acompañado de un grupo de alumnos recogiendo materiales arqueológicos que depositaron en el Museo de Huesca. El único
cráneo conservado corresponde a un tipo mediterráneo grácil
(Lorenzo, 1994).
Cueva de Chaves (Bastarás)
Inhumación de un individuo adulto, entre 45 y 55 años, cubierto
de cantos blancos. Se encontraba en posición forzada, sentado
con las rodillas flexionadas y con las manos cruzadas sobre las
rodillas, la cabeza había caído sobre la cintura pélvica. Fue introducido en una fosa de 60 x 50 cm de diámetro, excavada en
limos del sector central, de la sala principal de la cueva. Adherido a los huesos apareció un pequeño fragmento de tejido
que pudo formar parte de la mortaja o de posibles ataduras que
mantuvieran la forzada posición (fig. 4). Como único elemento
de ajuar, en una falange de la mano derecha, portaba un anillo de
hueso de sección circular y parte del esqueleto mantenía restos
de ocre rojo. La datación absoluta (GrA-26912: 6230±45 BP)
enmarca el enterramiento durante el Neolítico Antiguo.
A ello hay que añadir que en la zona de hábitat se recogieron restos de un mínimo de siete individuos que posiblemente
pertenecieran a otras fosas dispersas por la superficie excavada
(Utrilla et al., 2008: 131-140).
El análisis genético de tres muestras permite incluir los individuos dentro del haplogrupo K y H (Gamba et al., 2011).
Fig. 4. Enterramiento en fosa de Chaves, Bastarás (Utrilla et al.,
2008).
416
Balma de Mondó (Arascués, Nueno)
Los restos aparecen en una balma abierta en la zona de contacto de un nivel de gravas trabadas con calizas y arcillas arenosas subyacentes. Gerardo Benito localizó, en 1990, unos restos esqueletales con una punta de sílex, de pedúnculo y aletas.
Los restos se encontraban ya violados, pero con posterioridad
han sido objeto de un salvaje expolio. Quedaban en posición
fragmentos craneales y partes del esqueleto de una población
numerosa en buen estado de conservación (Lorenzo, 1994). En
2013 se notificó la existencia de una nueva remoción de restos,
recogiendo nuevas evidencias.
San Juan (Loarre)
Pequeña cavidad, orientada al oeste, en el barranco de los Vallazos, de apenas 2,5 por 1,5 m, cuya excavación sacó a la luz
las inhumaciones de al menos 47 individuos, dispersos por la
cavidad de manera inconexa sin que se pudieran determinar enterramientos individualizados (Pastor y Vicente, 2009: 336).
El perfil de los inhumados se corresponde con un 50% de
masculinos y otro 50% de femeninos, con una alta mortalidad
en los primeros meses de vida (34%) aumentando un 10% al incluir los juveniles. No aparecen individuos mayores de 60 años.
El umbral de esperanza de vida se situaría entre los 30 y 35
años. Se aprecian patologías relacionadas con carencias alimentarias, enfermedades periodontales y sobrecargas de la columna
vertebral desde la primera edad adulta. No se documentan signos de violencia (Gimeno, 2009: 386).
El ajuar, muy variado, reunía una colección de objetos entre
los que destacaban los elementos en concha (21) en especial
Dentalia, Cardium y posibles gasterópodos, los fragmentos cerámicos (9), láminas en sílex (7), cuentas de collar en piedra
(4) y objetos de adorno en hueso (7) entre los que destacan colgantes trapezoidales, placas perforadas, una cuenta tubular y un
colmillo de Sus scrofa (fig. 5).
La disposición de los restos humanos y de los ajuares así
como las dataciones absolutas confirman el carácter colectivo
y acumulativo del depósito que se extendería desde el Neolítico final o inicio del Calcolítico hasta los momentos finales
del Bronce Medio (GrA-38396: 3285±30 BP; GrA-38268:
4120±30 BP; GrA-38270: 462030 BP; GrA-3795: 4110±30
BP) (Pastor y Vicente, 2009: 357). Se trataría de una sucesión
de inhumaciones primarias que se irían depositando a lo largo del tiempo, incluso en momentos puntuales se produciría
la cremación de algunos cadáveres sin que ello suponga un
cambio de ritual.
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Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón durante el Neolítico y la Edad del Bronce
Fig. 5. Elementos del ajuar
de la cueva de San Juan,
Loarre (Pastor y Vicente,
2009).
Cueva del Oso (Rasal)
Se trata de una cavidad al pie del escarpe de la cara norte de la
Sierra de Riglos, en una situación de difícil acceso. La cavidad no
tiene un gran desarrollo. En la entrada localizamos una excavación clandestina con restos del Oso que dio nombre a la cavidad
y en el interior, en una sala, a la que se accede por una estrecha
ventana, identificamos restos humanos en buen estado de conservación (Domínguez, Magallón y Casado, 1983; Lorenzo, 1994).
Cueva de las Güixas (Villanúa)
Cavidad abierta en el macizo de Collarada. En una galería terminal, de forma dispersa, aparecieron los restos de inhumaciones correspondientes al menos a cinco individuos, entre los que
se identifican dos infantiles (Lorenzo, 1992: 625). En la entrada
y galería principal se han realizado varias campañas de excava-
ción. Las ejecutadas entre 2000 y 2004 ofrecieron información
sobre diferentes fases de ocupación. Al menos tres niveles con
variado y abundante material quedaron reflejados en los informes preliminares. El superficial de época contemporánea, el II
de época tardorromana con el singular hallazgo de un sólido de
Teodosio y el III que por las formas cerámicas se puede adscribir a los momentos medios y finales de la Edad del Bronce.
La secuencia no puede descartar la existencia de otras ocupaciones en otros lugares de la cavidad, quizás calcolíticas, a juzgar
por la presencia de elementos de adorno como un botón con
perforación en V o una punta foliácea en sílex (Gobierno de
Aragón. Informe de Bienes Culturales).
La datación absoluta de una muestra de hueso humano proporcionó una fecha posiblemente contemporánea a la ocupación
del nivel III, durante el Bronce Medio y Tardío (Beta-332607:
3320±30 BP).
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J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
Cueva de la Foz de Escalete 1 (Peñas de Riglos)
Cueva de la Foz de Escalete 2 (Peñas de Riglos)
Abertura en una pared caliza a unos 8 metros de altura sobre el
cauce de la Foz. En la pequeña cámara se realizó un sondeo que
ofreció materiales cerámicos entre los que destaca un borde de
campaniforme de estilo mixto, una punta Palmela, cuatro punzones y cuentas de collar en hueso y dos útiles pulimentados
junto a láminas de sílex. El resto del conjunto inventariado (166
fragmentos) permite diferenciar 17 bordes (redondeados, apuntados, biselados y planos) correspondientes a 16 vasos de paredes lisas. Completan la muestra, un fondo plano y dos fragmentos de asas, una con depresión central y otra de sección elíptica.
Destaca la decoración impresa, digitada o con instrumento en
los labios de cinco fragmentos, y un fragmento con decoración
incisa en retícula (fig. 6). Los restos humanos pertenecían al
menos a cuatro individuos (Lorenzo y Etayo, 1985: 66; Etayo y
Lorenzo, 1985: 294).
En la margen derecha de la Foz de Escalete. Enfrentada con la
cavidad anterior, a 20 metros del cauce, sobre una grieta vertical
aparecieron, bajo unos bloques encajados en la misma diaclasa,
restos humanos de más de 5 individuos. Hay que destacar la
presencia de tres cráneos casi completos y dos mandíbulas (Lorenzo, 1986 y 1992; Rodríguez Simón, 2009).
Se han inventariado 233 fragmentos cerámicos, sin que se
puedan identificar perfiles completos. Destacan 16 bordes con
formas redondeadas y planas y 8 fondos planos. La mayoría de
los fragmentos son lisos. Las escasas decoraciones coinciden
con digitaciones o impresiones con instrumento en los labios o
en cordones, a los que habría que añadir unas líneas incisas en
un fondo plano (fig. 7).
La datación de uno de los inhumados nos proporcionó una
fecha de 4730±30 BP (Beta-332606).
Fig. 6. Material cerámico de Foz
de Escalete 2, Peñas de Riglos.
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Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón durante el Neolítico y la Edad del Bronce
Abrigo de Paco Pons (Biel)
Los restos de un enterramiento aparecieron en el talud de relleno de
un abrigo. En la campaña del año 2000 se excavó la zona superior
del relleno (nivel 1), identificándose al menos tres individuos de
sexos y edades distintos. Al año siguiente se profundizó en el nivel 2, que al igual que en la campaña anterior ofreció restos óseos
junto a fauna, cerámica y una industria lítica en la que destaca el
componente geométrico (Montes, Cuchi y Domingo, 2000: 9596). Una muestra de huesos humanos fue datada en 3850±100 BP
(GrN-25997), mientras que el nivel 2 ofreció una mayor antigüedad 6010±45 BP (GrA-19294) y 6045±45 BP (GrA-19295).
Rambla de Legunova (Biel)
Abrigo rocoso con la visera desplomada descubierto en 2002. En
la ladera se localizó un potente depósito donde aparecieron restos
humanos de al menos tres individuos, dos infantiles y un adulto.
Los restos materiales fueron escasos, apenas tres fragmentos de
cerámicas lisas, restos de talla en sílex y una lámina de 13 cm de
longitud. La datación absoluta (GrA-24746: 4545±45 BP) sitúa
los enterramientos en el Neolítico Final o inicios del Calcolítico.
No queremos terminar este repertorio, todavía incompleto,
sin citar los comentarios de Felipe Donayre (1873) que, en su
Bosquejo de una descripción física y geológica de la provincia
de Zaragoza, encargado por la Comisión del Mapa Geológico de
España, cita su descubrimiento de la Caverna de Biel, cerca del
Pie de Mulo: “En el término de Biel, y cerca del Pié de Mulo,
existe una caverna de difícil acceso, en la que hemos encontrado
multitud de huesos...”, y explica que se trata de restos de fauna
y humanos. En la encuesta realizada en Biel y Luesia la cavidad
resulta desconocida (Lorenzo, 1994).
Fig. 7. Material cerámico de Foz
de Escalete 2, Peñas de Riglos.
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J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
2. ESTUDIO HISTÓRICO-ARQUEOLÓGICO
DE LOS ENTERRAMIENTOS EN ABRIGOS
Y CUEVAS DEL ALTO ARAGÓN
2.1. PrácTIcaS FunerarIaS
Utilizaremos el concepto de prácticas funerarias frente al de ritual
funerario por considerar que este último tiene unas connotaciones
en el que las creencias, que presumiblemente las hubo, juegan un
papel determinante pero muy difícil de desvelar. Es evidente que
las sepulturas siempre demuestran algo. El hecho de inhumar a
los muertos pasa por ser uno de los mejores criterios para demostrar la existencia de conceptos religiosos. No existe ningún pueblo conocido en el que la inhumación no haya ido acompañada de
manifestaciones religiosas (Leroi-Gourhan, 1981: 18). “Cuando
se trata de la muerte de un ser humano los fenómenos fisiológicos
no lo son todo, pues al acontecimiento humano se sobreañade un
conjunto complejo de creencias, emociones y actos que le dan
un carácter propio. Ante el hecho de la vida que se extingue nos
enfrentamos con un lenguaje particular” (Hertz, 1990: 15), imposible de comprender desde fuera de la propia tradición cultural.
El primer concepto, relacionado con las prácticas, se remite al
conjunto de acciones que se realizan con el difunto o a las que se
somete el cadáver en sus diferente fases del proceso y que pueden
dejar constancia en el registro arqueológico, desde la elección del
lugar de enterramiento, su posición, tratamiento del cuerpo o del
esqueleto, ajuar y ofrendas que le acompañan. Esto nos permite
definir una serie de variables y rasgos que ya seleccionamos en
el estudio del Valle Medio del Ebro que ayudan a comprender el
fenómeno funerario y su evolución (Rodanés, 1999: 177). Algunas de las más significativas para los yacimientos que estamos
tratando las resumimos a continuación:
- No haremos distinción entre cuevas y abrigos ya que ha
quedado demostrado que el ritual practicado es similar, cambiando únicamente las dimensiones o la profundidad de las
estructuras naturales. Coexisten los dos tipos y contamos con
buenos ejemplos de abrigos con escaso recorrido como Paco
Pons, Rambla de Legunova, Forcas II o Gabasa 2b y 5, si bien es
cierto que en el Valle Medio del Ebro, por las características del
terreno, son más frecuentes las cuevas de grandes dimensiones,
excepto en las comarcas del Bajo Aragón por motivos geológicos evidentes (Rodanés, 1999: 180).
- En los yacimientos analizados se da un claro predominio de la
función exclusivamente sepulcral. La hemos documentado en San
Juan, Los Moros de Alins del Monte, Los Cristales, Los Murciélagos, Los Huesos, las dos cuevas de Foz de Escalete, los dos abrigos
de Gabasa o las menos conocidas de cueva Negra, Campodarbe,
Arnales, Oso, Mondó o Pie de Mulo. En muchos de estos ejemplos
se cumplen algunas de las premisas que se han venido manejando
para los yacimientos de este tipo, descartando lugares accesibles
con espacios amplios (Armendáriz y Etxeberria, 1983: 331).
- La función mixta de los lugares que acogen en su interior hábitat y enterramiento tiene una representación menor. En éstos las
condiciones de habitabilidad son mejores y en algunos casos hay
una superposición de enterramientos en los mismos niveles de
ocupación (Paco Pons, Legunova o Forcas II), mientras en otros
se producen en lugares distintos (Chaves o Las Güixas).
- La inhumación está presente en la totalidad de los yacimientos analizados. Solo en San Juan de Loarre se ha documentado restos de cremaciones, que como bien apuntan las
420
autoras de la publicación, no necesariamente formarían parte
del ritual sino que podrían ser considerados como una medida
práctica o profiláctica provocada por la necesidad de utilizar
el espacio para nuevos enterramientos. En este caso, además,
al no ser una cueva de tipo mixto, no puede atribuirse a una
cremación parcial causada por la presencia de hogares u otras
actividades propias de un hábitat.
- No existe un patrón definido en la disposición de las inhumaciones. La única estructura clara es la fosa de Chaves.
En el resto los enterramientos aparecían dispersos en galerías
secundarias como en las Güixas o de reducidas dimensiones
como Los Cristales, en el fondo de simas como Los Moros de
Alins, en grietas exteriores como Foz de Escalete I, interiores
como Los Murciélagos, o en zonas de paso y corredores como
Moro de Olvena.
- Es difícil identificar individuos en conexión anatómica
como sucede en el 80% de los enterramientos de este tipo en el
Valle Medio del Ebro (Rodanés, 1999: 186). Por ello la relación
entre los restos humanos y los materiales arqueológicos son difíciles de precisar. Habitualmente, cuando identificamos un yacimiento funerario los objetos se consideran parte del ajuar, si
bien sería más correcto hablar de materiales asociados. En este
estudio el único caso indudable sería el anillo que portaba el inhumado en la fosa de Chaves. En otros casos, aunque la función
funeraria de todo el depósito sea indiscutible, el ajuar de cada
individuo o el de cada fase es imposible de determinar. Salvo
que se trate de un enterramiento múltiple pero simultáneo con
una cronología idéntica para todo el conjunto –hecho que no
se produce en ninguno de los casos analizados–, el carácter secuencial o acumulativo unido a la evolución postdeposicional,
impide relacionar directamente las inhumaciones con las fases
prehistóricas o históricas documentadas a través de la tipología
de los materiales o de las seriaciones de dataciones absolutas.
- Ciertamente curiosa es la asociación de fetos o neonatos
ovicaprinos en relación con los huesos humanos de la cueva
de Els Trocs (Rojo et al., 2013: 17-18). Igualmente sugerentes, aunque no las compartimos, son las arriesgadas interpretaciones del carácter ritual y simbólico de marcas de corte o
fracturas intencionadas, cuerpos supuestamente descuartizados
o con signos de violencia (Rojo et al., 2013: 45), o la presencia
de restos humanos en el interior de niveles de habitación (Chaves y Espluga de la Puyascada), también explicada por rituales
que tendrían “como protagonista al cuerpo humano difunto o
sacrificado para la ocasión”, interpretándose, incluso, “como
auténticas reliquias que circularían entre los distintos grupos o
yacimientos” (Rojo, 2014: 55).
- Más claro sería el ritual inferido a través del estudio de
huesos con restos de ocre identificado en Chaves y la cueva
del Moro de Alins o de cinabrio en Campodarbe que estamos
analizando y estudiando en estos momentos. El fenómeno está
documentado en distintos yacimientos y diferentes ámbitos con
sugerentes interpretaciones rituales (Delibes, 2000; Hunt-Ortiz
et al., 2011; López, Miguel y Arnay, 2012).
En el Valle Medio del Ebro los enterramientos en cuevas
no deben ser considerados como exclusivos o representativos
de un periodo. La cueva como receptáculo funerario se ha utilizado a lo largo de la prehistoria, al menos desde el Paleolítico
Medio. Se podría decir que es una constante o una alternativa
si se quiere a los tipos que se consideran habituales en cada
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Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón durante el Neolítico y la Edad del Bronce
cultura. Coexisten como veremos con las fosas neolíticas, con
los monumentos megalíticos, con fosas colectivas, con enterramientos individuales campaniformes o con hoyos de la Edad del
Bronce. Mucho se ha escrito sobre la alternativa, por ejemplo,
de las cuevas frente a los sepulcros megalíticos, o de la profusión de cuevas durante el Calcolítico, con campaniforme o no,
o durante la Edad del Bronce. Sin embargo son escasas las cavidades, excepto las artificiales, que puedan considerarse como
auténticos panteones y como referentes para una comunidad.
Este podría ser el caso en nuestra zona de San Juan de Loarre
o Moro de Alins, que a lo largo del tiempo han mantenido su
carácter sepulcral para las comunidades que poblarían el entorno, prolongándose su utilización durante sucesivas fases y con
diferentes horizontes arqueológicos que aparecen contrastados
por sus dataciones o por la tipología de sus materiales.
2.2. una VISIón dIacrónIca
Las recientes investigaciones, tanto prospecciones como excavaciones, en las comarcas septentrionales de las provincias
de Huesca y Zaragoza sitúan esta zona como una de las mejor
conocidas del Valle del Ebro. Se demuestra como ya habíamos
anunciado (Rodanés, 1999: 179) que la desigual distribución
de hallazgos, entre zonas que presentan similitudes geológicas,
está más relacionada con la intensidad y sistematización de las
investigaciones que con las características del propio paisaje.
En el Valle Medio del Ebro, exceptuando los singulares restos neandertales de la cueva de Los Moros de Gabasa (Lorenzo
y Montes, 2001) o el molar de la cueva de Alquerdi en Navarra
(Barandiarán y Cava, 2008: 43) y descartando definitivamente
la cronología paleolítica de la mandíbula de Molinos (Rodanés
y Lorenzo, 2014), el enterramiento más antiguo se localizó en el
abrigo de Aizpea en Navarra. Corresponde a una mujer de unos
30 años colocada en posición replegada y acostada sobre su lado
derecho, junto a la pared del fondo del abrigo y bajo una acumulación de bloques. Se data en 6600±50 BP coincidiendo con el
final del Mesolítico geométrico (Barandiarán y Cava, 2008: 51).
En el Alto Aragón la ocupación funeraria de las cuevas se
extiende desde el Neolítico hasta el Bronce Tardío y Final, con
posteriores ocupaciones no necesariamente funerarias en época
romana. Se documentan todas las fases propuestas para el Valle
Medio del Ebro (Rodanés, 1999). Igualmente tienen correspondencia las identificadas en la Comunidad Valenciana (fase 1 a
6), con la salvedad de que el corpus de referencia se basaba
esencialmente en el estudio de las inhumaciones múltiples de
facies calcolítica por lo que ya de entrada quedaron fuera algunos yacimientos con otras cronologías (Soler, 2002: 69).
Los primeros enterramientos catalogados en el Alto Aragón
tienen lugar a finales del VI milenio cal BC en Trocs I y Chaves. Ambos contextos son diferentes. La primera cavidad, independientemente de la interpretación ritual ya señalada, acoge a
varios individuos en un fenómeno similar en algunos aspectos
al que encontramos en la cueva de Can Sadurní con un nivel
sepulcral datado en 6421±34 BP en un contexto neolítico cardial
(Gamba et al., 2011). Exceptuando el singular caso de las inhumaciones del Mesolítico final del Cingle del Mas Nou (Olaria,
2014), supone el inicio de lo que será la utilización de cavidades
con enterramientos múltiples que, en Cataluña, luego encontraremos en L'Avellaner (5830±100 BP), en Les Grioteres o en El
Pasteral (5270±70) (Martí y Juan-Cabanilles, 2014: 30; Gibaja
et al., 2010: 53). También en Levante aparecen enterramientos
de este tipo en cavidades como el encontrado en una grieta de
la cueva de La Sarsa (6341±30 BP), confirmándose la utilización posterior de cuevas naturales como San Martí con al menos
cinco enterrados (5740±40 BP) (Martí y Juan-Cabanilles, 2014:
31) u otras en las que es más difícil la relación directa entre cerámicas cardiales e inhumaciones (Soler, 2002: 71).
Por el contrario la inhumación de Chaves nos pone en relación con enterramientos en fosa, ligeramente más antiguos en
Cataluña, como la sepultura de la plaza de la Vila de Madrid en
el Casco Antiguo de Barcelona (6440±40 BP) (Martí y Juan-Cabanilles, 2014: 30), Costamar en Castellón (Flors, 2010) o más
al interior como las encontradas en el poblado de Los Arcos en
Navarra, que se extienden a lo largo de más de un siglo y cuya
fecha más antigua coincide plenamente con la ofrecida por la
cueva oscense (6230±50 BP) (García-Gazólaz y Sesma, 2008:
52-58) o las cuatro documentadas de Paternanbidea que refleja
un mismo horizonte pero con una mayor variedad en el ritual:
enterramientos dobles, simultáneo y acumulativo, o múltiples,
junto a una gran riqueza en los ajuares (enterramiento 1, individuo 2: 6090±40 BP; enterramiento 2, individuo A: 5960±40 BP)
(García-Gazólaz, 2008: 59-65).
Ambos sistemas de enterramiento, en cavidades o en fosa,
van a tener continuidad a lo largo del tiempo en diferentes territorios. En Cataluña, la fosa se convertirá en el elemento diferencial de la cultura por excelencia del Neolítico Medio, mientras
que en otros lugares las cavidades serán el lugar habitual. Este
es el caso del Valle del Ebro donde compartirán protagonismo
con las manifestaciones megalíticas cuyo origen habría que situarlo desde finales del V milenio y comienzos del IV cal BC,
destacando el apogeo del fenómeno en el Nordeste peninsular a
finales de este mismo milenio.
Trocs III, enmarcada en la primera mitad del IV milenio cal
BC, sería exponente de su utilización en los momentos avanzados del Neolítico. Quizá también se pudieran incluir con más
reservas (pueden ser incluso anteriores) las fases iniciales no
datadas de El Forcón, Gabasa 2b y 5. Los materiales conocidos
son heterogéneos y difícilmente asimilables de forma individualizada a los enterramientos. Las fechas de Trocs III son plenamente comparables con las proporcionadas por otras formas
sepulcrales en Cataluña como la Mina 6-pozo1g de Can Tintorer
(5070±100 BP), Fosa F6 de Cal Oliaire (5080±80 BP), silo B12
de Bòbila Madurell (5010±80 BP) o Mina 90 de Gavà-Ferrers
(5000±40 BP) por citar algunos ejemplos significativos (Gibaja
et al., 2010: 53). En diferente ámbito pero con cronologías comparables, encontramos cuevas como San Juan ante Portam Latinam con un enterramiento múltiple, simultáneo, de al menos
338 individuos con visibles huellas de violencia que pueden responder a enfrentamientos entre diferentes grupos que poblaron
las tierras riojanas a finales del Neolítico (Vegas, 2008: 235).
El aumento demográfico y la presión sobre el medio se hace
patente en estos momentos, generando conflictos que aparecen
reflejados en enterramientos como el comentado y en otros que
tendrán su mayor representación durante el Calcolítico en la
mayor parte de la Península Ibérica.
En el estado actual de las investigaciones no podemos definir las primeras fase de la metalurgia en el Valle del Ebro o lo
que es lo mismo, la transición Neolítico-Calcolítico. Recuérdese
que ha sido habitual en la historiografía el término de Neoeneo421
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J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
lítico (Andrés, 1977 y 1979). No tenemos elementos de juicio
ni yacimientos significativos, bien funerarios bien de hábitat,
para marcar el paso de uno a otro ni para hacer una seriación
interna como propusimos en 1999, utilizando como elemento
diferencial la presencia o ausencia de cerámica campaniforme
(Rodanés, 1999: 233-236). Los lugares que conocemos en el
Alto Aragón durante la segunda mitad del IV milenio cal BC
como Foz de Escalete 2, San Juan de Loarre y Rambla de Legunova ofrecen materiales poco significativos. Por la coincidencia
de las dataciones, que no por sus materiales, incluimos aquí los
enterramientos de Forcas II o el momento más antiguo de Los
Cristales. Podríamos, asimismo, asimilar a esta fase, en sus momentos más recientes y con serias dudas, el abrigo de Foz de
Escalete 1, con campaniforme mixto y una punta Palmela como
elementos significativos, así como El Moro de Olvena que presenta adornos similares al enterramiento de San Juan de Loarre,
o Drólica con un singular vaso con decoración campaniforme
inciso-impresa, quizás anterior a las decoraciones ofrecidas por
la ya citada cueva de Olvena o el abrigo de Forcas.
Los yacimientos que hemos incluido en esta etapa, amplia y
poco definida, coinciden en espacio y tiempo con sepulcros como
Barranco de la Mina Vallfera (4760±190 BP y 4320±200 BP), La
Capilleta en Paules de Sarsa, Ainsa (4360±35 BP) o Caseta de las
Balanzas en Almazorre, Barcabo (3795±35 BP) (Royo y Gómez
1992, 1996; Rodanés, 1992: 492), mientras que en el resto de
Aragón y Valle Medio del Ebro, las cuevas con fechas similares
se distribuyen desde las más antiguas de Los Husos (4730±110
BP) con cifras similares a la que estudiamos de Foz de Escalete 2,
Peña Larga (4470±160 BP) y Abauntz (4370±70 BP y 4240±140
BP) hasta las bajoaragonesas de Balsa Nueva (3960±35 BP) o
Cortada II (3865±35 BP) (Rodanés, 1999: 231).
Esta etapa, como ya hemos avanzado, coincide con la utilización masiva de cuevas naturales con enterramientos múltiples
en todo el ámbito mediterráneo y gran parte del interior peninsular. Es el caso de numerosas cavidades catalanas como el nivel 9 de Can Sadurní con más de 300 inhumaciones primarias,
con ricos ajuares entre los que se incluyen cerámicas con decoración campaniforme, y una serie de dataciones que comienzan
a finales del IV milenio y se extienden por la primera mitad del
III cal BC (Martínez y Edo, 2011) o las numerosas catalogadas en Levante (Soler, 2002), con excepcionales hallazgos en
la comunidad de Murcia como el Camino del Molino con más
de 1.300 individuos con fechas que se encuadran en la primera
mitad del III milenio cal BC (Lomba, 2009).
Durante la Edad del Bronce se incluirían el resto de los yacimientos anteriormente catalogados con dataciones a partir de
la segunda mitad del III milenio, centradas mayoritariamente en
la primera mitad del II cal BC. Desde Drólica, Cristales, Paco
Pons, Los Moros de Alins, San Juan de Loarre, Los Murciélagos o la más reciente de Los Huesos de Castillonroy. En estos
momentos se simultanean con otras formas de sepultura como
reutilización de megalitos, cistas o fosas, prolongándose hasta
la aparición de Campos de Urnas (Ruiz Zapatero, 1985: 359).
Con esta cronología se identifica el conjunto más numeroso
del Valle Medio del Ebro. Muchas de estas cavidades se atribuían genéricamente al Calcolítico. Los materiales que acompañan a los enterramientos suelen ser esencialmente cerámicos y
coinciden con los horizontes propios de cada territorio. A pesar
de que el número es considerable, la secuencia en Álava o Na422
varra es complicada por la indefinición del periodo y la dificultad de interrelacionar hábitat y enterramientos. Es factible, por
el contrario, la identificación con el horizonte Cogotas I sobre
todo en La Rioja (Tragaluz o Los Lagos) o Zaragoza (Moncín)
o con el Bronce turolense con secuencias que abarcarían desde
Baticambras o Negra de Albalate del Arzobispo hasta las más
recientes de Sima del Ruidor (Rodanés, 1999: 237).
Muchas de estas cavidades fueron frecuentadas en época
histórica. No sabemos a ciencia cierta si tuvieron una utilización sepulcral o más bien sirvieron como refugio temporal en
momentos de inestabilidad. Durante época altoimperial (siglos
I-III) se utilizaron el Forcón, Els Trocs, Forcas II y la cueva del
Moro de Alins, mientras que durante el Bajo Imperio (siglos IVVI) se encontraron restos en Moro de Olvena, Moros de Gabasa
o Las Güixas (Utrilla, Laborda y Sebastián, 2014). El fenómeno
está muy documentado en el Valle Medio del Ebro, en especial
las de datación más reciente, con ejemplos significativos en el
Alto Ebro y País Vasco (Rodanés, 1997 y 1999).
3. PALEODEMOGRAFÍA
Dentro del territorio aragonés, ha sido estudiado el ADN de restos humanos de la cueva de Els Trocs (Haak et al., 2015) y de
Chaves (Gamba et al., 2011).
En el estudio de ADN de Chaves se identificaron los haplogrupos H y K, contrastando con el haplogrupo U5 frecuente en
individuos datados durante el mesolítico en Aizpea o Mas Nou
(Utrilla y Domingo, 2014: 353; Olaria, 2014: 366) y sugiriendo
su llegada coincidiendo con la expansión del Neolítico desde el
Próximo Oriente, junto con los haplogrupos N* y X1, identificados en otras cuevas del mismo estudio (Gamba et al., 2011: 10).
En el reciente estudio de Haak et al. (2015), el análisis de
muestras de ADN procedentes de Els Trocs I junto a otras de
Alemania y Hungría sugiere la existencia de un antepasado común para los europeos del Neolítico Antiguo (Haak et al., 2015:
69). Ello ha permitido plantear la hipótesis del origen de la expansión neolítica desde el Próximo Oriente, bien a través del
Mediterráneo hasta la Península Ibérica o a través del Danubio
hasta Hungría y Alemania (Haak et al., 2015: 5, 9).
Los datos son insuficientes, la metodología y la recogida
de muestras se deberá perfeccionar, pero cada vez parece más
evidente que los estudios marcan una tendencia en la que se
debe contemplar la presencia de gentes con antecedentes más
o menos directos en el Próximo Oriente, con claras diferencias
con las poblaciones anteriores, que configuran el substrato, lo
que reforzaría las hipótesis mantenidas por los modelos mixtos
en los que se incide en la difusión démica y cultural (Rodanés y
Picazo, 1995: 60-67).
Se ha detectado una modificación en la base antropológica de
las poblaciones del Valle Medio del Ebro que parece coincidir con
cambios en la cultura material que, a su vez, denotan modificaciones económicas y sociales. A partir del Neolítico podríamos decir
que se instala mayoritariamente el “pool” mediterráneo, con individuos en algunos casos de mayor robustez como el inhumado
en la fosa de Chaves, con persistencias de formas del mesolítico
visibles en la protuberancia superciliar que casi forma un torus
(Els Trocs, Chaves), pero con una mayoría de enterramientos en
los que predominan los individuos gráciles y de bóvedas bajas,
que caracterizarán el grupo mediterráneo de tipología dolicocrá-
[page-n-430]
Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón durante el Neolítico y la Edad del Bronce
nea. A partir del Calcolítico el aumento demográfico es apreciable
y la población de tipo mediterráneo aparece generalizada (Foz de
Escalete, Forcas, Olvena…). Estas poblaciones ocupaban toda la
superficie del Valle, generándose una cierta regionalización pero
siempre con vinculaciones mediterráneas y del sur de Francia. A
partir de este periodo aparecen tipos mesocráneos y en algunos
casos (El Estrechuelo, Borja), tipos braquicráneos, más robustos
y cortos de talla.
3.1. PaleoPaTología
La enfermedad periodontal es claramente apreciable en el enterramiento de Chaves. Se documenta tanto por la pérdida de
piezas dentales y afección alveolar como por los potentes depósitos de sarro que ocupan espacios radiculares –por debajo del
cuello anatómico–, indicativos de la presencia de reabsorción
alveolar. Esta hiperhenia gingival se detecta en adultos y aparece muy extendida en las poblaciones pirenaicas, por lo que
consideramos que está relacionada con la dieta, el tipo de aguas
y carencia minerales.
Las cuevas de San Juan de Loarre (Gimeno, 2009: 389) y
especialmente los casos inéditos de Foz de Escalete ofrecen un
claro testimonio de estas patologías. En Foz de Escalete 1 aparecieron 3 piezas dentales con surcos de desgaste artificial en el
cuello fisiológico de las mismas. Se localizan en dos incisivos
inferiores centrales, derecho e izquierdo y un canino inferior derecho. Los surcos de los incisivos parecen corresponder al mismo individuo (Lorenzo, 1986). Se trata de trayectorias oblicuas,
de arriba abajo, situados por debajo del cuello anatómico. Coinciden con las observaciones de Bermúdez de Castro y Arsuaga
(1983) quienes las relacionan con la paradontosis y el uso de
palillos de dientes (Rosas et al., 2011). Podría tratarse también
del uso de fibras vegetales o tendones, similares al hilo dental.
Etxeberria (1986) ya había documentado prácticas similares en
la Edad del Bronce en Gobaederra y Urratxa 3 (Gobera, Vizcaya). En Foz de Escalete 2 se ha estudiado una mandíbula masculina de 25 a 35 años de edad, muy robusta. Presenta un reborde
alveolar externo entre M2 y M3. Las piezas dentales cuentan
con depósitos de sarro en ambas caras. El desgaste es plano y
de dominancia superior. Presenta un osteoma en la cara alveolar interna entre P2 y M1d, sin relación con caries en la pieza
correspondiente. Hay caries del grado 2 en M2ID en el borde
del plano oclusal con el vestibular y se perdieron ante-mortem
I1ID, CII y P1II. A este caso habría que añadir un fragmento de
maxilar con proceso gingivítico importante y un absceso abierto
que fistulizó hacia seno maxilar y cara vestibular. Igualmente
interesante es el caso del cráneo FE 2 nº1, correspondiente a
un individuo femenino de entre 55 a 60 años de edad. La sinóstosis sutural interna está muy avanzada excepto en la sutura
lamdoidea pero es visible en todo su desarrollo exterior. En sus
proximidades pero no articulada se encontraba una mandíbula
(FE 2, nº 308), con proceso gingivítico y reabsorción bilateral
en M3. Se trata de un individuo ligeramente dolicocráneo (I.C.
73.92) con un orificio circular sobre asterio derecho compatible
con un fuerte golpe de 20,78 mm. Por último, FE 2, nº 100, que
se identifica con un cráneo masculino de un adulto de 30 a 35
años de edad con un mesocráneo alto (I.C. 79.66), que presenta
una frente con marcados superciliares y ligeramente retirada,
cara cuadrangular pequeña con abertura piriforme estrecha, bóveda alta y curvo-occipital. Debemos destacar un Inion con fosa
suprainiaca muy marcada y plano nucal. Presenta osteomas ligeros sobre los parietales y el maxilar cuenta con la reabsorción
desde Pm2 a M3 de carácter bilateral.
Otra de las patologías frecuentes en poblaciones de la época
es la artrosis presente en individuos adultos del mismo modo que
las fracturas con supervivencia. En la cueva del Oso de Rasal,
contamos con un metatarso 5 derecho con una fractura consolidada transversal a altura media de la diáfisis sin traslación mecánica. Es una fractura limpia y bien consolidada. En Foz de Escalete 2 aparecieron sendas vértebras, dorsal y lumbar, con lesiones
artrósicas, aplastamiento y producción de corona osteofítica. El
hecho está igualmente documentado en San Juan de Loarre con
presencia de vértebras bicóncavas o de espina de pez, vinculadas
a procesos osteoporósicos (Gimeno, 2009: 389).
Por último queremos destacar la singularidad del tercer cráneo de FE2 que corresponde a un joven de 25 a 30 años, mesocráneo, de rasgos muy gráciles, con frontal abovedado. Presenta una
trepanación occipital (Lacroix, 1972; Perrot, 1975-1976; Campillo, 1992) en una localización inusual ya que alcanza desde el
contacto con la sutura lambdoidea derecha pars 2, hasta pasado
el inion (fig. 8). Aunque no se conserva la totalidad de la zona
afectada el desarrollo de la lesión desciende bajo la línea nucal
y la protuberancia nucal externa, lo que afectaría a ligamentos
y músculos bucales. La zona afectada está dividida en dos focos
elípticos irregulares de arriba abajo, de unos 36,82 mm. El axial
tiene una anchura preservada de 28,9 mm y el externo de 19,8
mm. La zona intermedia tiene una anchura de 35,6 mm. El espesor mínimo del occipital en la zona intervenida es de 2,90 mm.
Aflora en toda la superficie diploe biselando suavemente en los
bordes, sin huellas de cortes vivos y no alcanza la tabla interna
en ninguna zona preservada. Es una lesión irregular con salientes suavizados no compatible con otros casos en los que se ha
propuesto que la lesión corresponda a un corte con hacha o arma
blanca. En el borde de contacto de la sutura lambdoidea izquierda
aparecen incisiones paralelas compatibles con labores fricativas
Fig. 8. Trepanación occipital, cráneo FE2 de Foz de Escalete 2.
423
[page-n-431]
J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
BIBLIOGRAFÍA
Fig. 9. Radiografía de trepanación occipital, cráneo FE2 de Foz
de Escalete 2.
intensas. El cráneo en norma superior cuenta con una deformación fronto izquierda, parietal derecha, intra vitam. La interpretación, a la luz del estudio radiológico, en el que no se evidencia
callo óseo, ni reacción osteológica alguna, nos conduce más que
a una intervención terapéutica a un scalp, es decir a un desgarro
post craneal con afección de colgajos que pudo producirse por
ataques de perros o golpe sobre corte irregular de gran fuerza (fig.
9). Es posible que hubiera un intento reparativo que tendría relación con los cortes superpuestos sobre parietal. La zona no es la
habitual en trepanaciones ya que los senos occipitales son muy
finos y la zona cerebral muy sensible. Además la prensa de Herófilo tiene un grosor muy variable que dificultaría su intervención.
El que la lesión afecte a una zona musculada del cuello y a que
la afección no llegue a perforar el cráneo, ni exista supervivencia
nos inclina por una lesión por scalp de manera accidental, con
una supervivencia muy corta.
En resumen, de las muestras analizadas en profundidad, podemos concluir que la enfermedad que se nos presenta de manera
más generalizada es la parodontosis, en grados de afección muy
elevados, con pérdida de piezas generalizada y aparición de fístulas. La existencia de surcos extrafisiológicos en Foz de Escalete
I coincide con la piorrea y con signos de estrés en la población.
La artrosis vertebral es la segunda alteración patológica reseñable. Al mismo tiempo que encontramos osteomas difusos
que indican ligeras lesiones craneales, contusiones y traumatismos con consolidación de fracturas y una gran lesión craneal
compatible con un accidente y una posible actuación reparadora, sin que hasta la fecha hayamos identificados signos de violencia resultado de conflictos bélicos como, por ejemplo, en la
cueva riojana de San Juan ante Portan Latinam.
424
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[page-n-434]
Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 427-449.
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas
de la Edad del Bronce en el Levante peninsular:
el asentamiento de Terlinques (Villena, Alicante)
FRanCisCo JaVieR JoVeR MaestRe y Juan antonio lóPez Padilla
reSumen
Se presenta un avance de los resultados de quince campañas de excavación realizadas entre 1997 y 2011 en el yacimiento
de Terlinques (Villena, Alicante). Se trata de un asentamiento de la Edad del Bronce ubicado en la cubeta de Villena, en el
Alto Vinalopó, y del que se ha explorado aproximadamente una tercera parte. El yacimiento ofrece una dilatada secuencia de
ocupación que abarca desde finales del III milenio a mediados del II milenio cal BC. Los trabajos han permitido registrar tres
fases arqueológicas sucesivas, en las que se produjeron importantes cambios arquitectónicos y urbanísticos. El más relevante
se sitúa en torno a 1750 cal BC, cuando se advierte una transformación radical de la trama urbana del asentamiento y cambios
profundos en la distribución de las áreas de actividad. Por último, se propone una explicación del proceso histórico en el
que estuvo involucrado el asentamiento de Terlinques, en el marco de las relaciones intersociales mantenidas entre el Grupo
Argárico del Bajo Segura y Bajo Vinalopó y el Grupo del Prebético Meridional Valenciano, al que se adscribe el yacimiento.
PalabraS claVe:
Edad del Bronce, Valle del Vinalopó, proceso histórico, asentamiento, áreas de actividad.
abSTracT
New archaeological evidence for the study of Bronze Age communities in the eastern Iberian Peninsula: the settlement of
Terlinques (Villena, Alicante). Presented here is a preview of the results of fifteen seasons of field work, undertaken between
1997 and 2011 at the site of Terlinques (Villena, Alicante). Terlinques is a Bronze Age settlement located in the Villena
Basin in the Alto Vinalopó Valley. Around a third of its total surface has been investigated, revealing the site's long sequence
of occupation, from the late third millennium to the middle of the second millennium cal BC. The field work has provided
evidence of three successive phases, during which important architectural and urban changes occurred. The most significant
took place around 1750 cal BC, when a radical transformation of the urban plan and substantial changes in the distribution of
activity areas occurred. Finally, we put forward an explanation of the historical processes that were taking place at the time
of the settlement of Terlinques, describing the intersocietal relations between the Argaric Group, of the Bajo Segura y Bajo
Vinalopó valleys and the Southern Valencian Pre-Betic Group, which this site was part of.
keywordS:
Bronze Age, Vinalopó Valley, historical process, settlement, activity areas.
1. INTRODUCCIÓN
Han transcurrido ya más de tres décadas desde que B. Martí
publicara un breve pero trascendental trabajo que con el título
El naixement de l'agricultura en el País Valencià. Del Neolític a l'Edat del Bronze, venía a sintetizar de forma magistral
el estado de la cuestión acerca de la Prehistoria reciente en el
área valenciana. En aquéllas páginas (Martí, 1983a: 85-120), el
Bronce Valenciano se presentaba como un área cultural con rasgos plenamente diferenciados de El Argar, aunque mostrando
claras influencias de éste último en las zonas más meridionales
de un extenso territorio cuya ocupación se caracterizaba por un
sinfín de pequeños asentamientos, ampliamente distribuidos
en cerros o estribaciones montañosas. Pese a que estos grupos
campesinos elaboraban y hacían uso habitualmente de un varia-
do conjunto de útiles –recipientes cerámicos, herramientas líticas, utensilios de hueso y asta, etc.– y eran capaces de producir
diversos objetos metálicos –hachas, cuchillos, punzones, etc.–
nada permitía, a su juicio, considerar la existencia de artesanos
especializados ni de división social del trabajo (Martí, 1983a:
95). Además, y a diferencia de lo que ocurría en otros ámbitos
del mediodía peninsular, donde la generalización de prácticas
de inhumación individual en el interior de los poblados parecía
reflejar el afianzamiento de la institución familiar, en el caso del
área valenciana las evidencias no se mostraban tan claramente
acordes con esa tendencia (Martí, 1983a: 92).
En esencia, estos rasgos continúan describiendo, apropiadamente, a las comunidades de la Edad del Bronce de las tierras
valencianas, si bien durante el tiempo transcurrido se han efectuado significativos avances que han posibilitado matizar y pre427
[page-n-435]
F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
cisar algunas de estas observaciones y formular otras de orden
económico, cultural y, sobre todo, cronológico, sociológico y
político (Jover, 1999; De Pedro, 2004a; De Pedro y Martí, 2004;
Martí, 2004; Jover y López, 2004; 2009a; Hernández, Jover y
López, 2013; Jover, López y García-Donato, 2014). Ello ha sido
posible gracias a una mejora considerable de las bases arqueológicas disponibles que, es de esperar, contribuya a la creación
de firmes escaleras estratigráficas, desafortunadamente todavía
muy endebles (Jover y López, 2011).
Con el ánimo de contribuir a ese camino de progreso en
la investigación ofrecemos aquí, como resultado de las quince campañas de excavación realizadas entre 1997 y 2011, la
secuencia de ocupación del asentamiento de Terlinques1 y algunas consideraciones sobre las relaciones que sus habitantes
mantuvieron con su espacio social. No imaginamos un marco
más apropiado para ello que este volumen en homenaje a Bernat Martí Oliver, una de las personas que más han influido en
nuestra trayectoria investigadora y en quien siempre que lo
hemos requerido, hemos hallado la serena y sabia reflexión
propia de quien es profundo conocedor de la Prehistoria valenciana y de sus problemas.
2. SOBRE LA CARACTERIZACIÓN DE LA EDAD DEL
BRONCE EN LAS TIERRAS VALENCIANAS
El estudio de las comunidades campesinas de la Edad del
Bronce en las tierras valencianas ya ha cumplido más de un
siglo (Martí, 2001). Las excavaciones efectuadas en la década de 1920 en la Mola Alta de Serelles (Botella, 1926, 1928)
y Mas de Menente (Ponsell, 1926; Pericot y Ponsell, 1928)
fueron claves en el proceso inicial de caracterización material de la posteriormente denominada Cultura del Bronce
Valenciano. Desde finales de la década de 1940, M. Tarradell (1947, 1950) había comenzado a proponer unos límites
geográficos más restringidos para la Cultura de El Argar. En
torno a dichos límites se distribuían los territorios de otras
áreas culturales contemporáneas, entre las que se encontraba
el área valenciana y para la que otros investigadores apuntaban así mismo una personalidad propia (Fletcher, 1952; Pla
Ballester, 1958).
Como rasgos definitorios de esta nueva área cultural, M.
Tarradell destacaba la ausencia de enterramientos en el interior
de los poblados, un menor desarrollo de la metalurgia y de la
variedad tipológica de los instrumentos metálicos y una vajilla cerámica poco diversificada, de escasa calidad, y en la que
faltaban determinadas formas cerámicas típicamente argáricas,
como las copas. Con estas premisas, no resulta extraño que M.
Tarradell (1963: 180) insistiera en la necesidad de dirigir las
investigaciones sobre el Bronce Valenciano hacia el empleo del
1
El proyecto de actuación arqueológica en Terlinques (Villena, Alicante) ha sido autorizado anualmente entre 1997 y 2011 y financiado por la Conselleria de Cultura, Educación y Deportes de la
Generalitat Valenciana dentro de un convenio de colaboración con
la Universidad de Alicante. Dicho proyecto ha sido dirigido por
los autores del presente texto, contando con la colaboración de un
amplio equipo de investigadores y la participación de más de 50
licenciados y estudiantes de diversas universidades españolas, especialmente de la Universidad de Alicante.
428
radiocarbono en la datación de contextos arqueológicos y la obtención de series estratigráficas fiables, con el fin de mejorar sus
bases cronológicas y secuenciales.
Las décadas siguientes posibilitaron el inicio de excavaciones
arqueológicas en un buen número de asentamientos (Jover
y López, 2011), cuyos resultados comenzaron a mostrar la
complejidad y la heterogeneidad de lo que, hasta ese momento,
resultaba ser un área cultural caracterizada más por carecer de
algunos de los rasgos más típicamente argáricos, que por poseer
unos rasgos singulares propios (Hernández, 1986). En diversos
yacimientos como Torrelló d'Onda (Gusi, 1974), Mola d'Agres
(Gil-Mascarell, 1980, 1982) o Muntanya Assolada (Martí,
1982, 1983b; Enguix y Martí, 1988; Martí, De Pedro y Enguix,
1995) se advertía una considerable complejidad arquitectónica
y una dilatada historia deposicional y ocupacional que, junto
al incremento del número de dataciones absolutas, permitía
efectuar las primeras propuestas de periodización interna (Gusi,
1975; Enguix, 1980; Gil-Mascarell, 1982).
Sin embargo, ha sido a partir de las tres últimas décadas
cuando se ha asistido a la difusión de una ingente producción
científica, que ha mejorado sustancialmente las bases materiales
en muy variados aspectos del registro. A partir de algunos trabajos publicados (De Pedro, 2004a, 2004b, 2010; De Pedro y
Martí, 2004; Jover y López, 2009a; Hernández, Jover y López,
2013), se pueden indicar una serie de rasgos principales:
a) En la mayoría de las cuencas fluviales que han sido
estudiadas en profundidad –caso del Vinalopó, Albaida,
Cànyoles, Gorgos o Palància– se ha documentado una alta
densidad de yacimientos, ampliamente distribuidos desde las
cabeceras hasta la desembocadura (Pascual, 1990; Moraño
y García, 1991; Palomar, 1995; Jover, López Mira y López
Padilla, 1995; Jover y López, 1999; Pascual Beneyto, 1993;
Ribera y Pascual 1994, 1997; Esquembre, 1997; Segura y Jover, 1997; Simón, 1999; Pérez Botí, 2001; De Pedro y Martí,
2001; Gusi, 2001; Esquembre y Simón, 2001). Los asentamientos ocupan mayoritariamente cerros aislados, sobre terrazas fluviales y fondos de valle o sobre crestas montañosas,
contando casi invariablemente con una amplia cuenca visual.
Su tamaño suele ser muy reducido –más del 60 % tienen menos de 400 m²– mientras que los de mayor tamaño –menos
del 15 % entre más de un millar de yacimientos– presentan una extensión superficial entre 0,1 y 0,4 ha. Estos datos
contrastan notoriamente con el tamaño de los asentamientos
constatado en el territorio argárico, donde núcleos como La
Bastida, en Totana (Murcia) superan ampliamente las 4 ha
(Lull et al., 2014) y un número considerable de otras sobrepasa las 1,5 ha de extensión (Legarra, 2013; López Padilla,
2009; Martínez Monleón, 2014).
b) La distribución de los asentamientos en el espacio geográfico no parece ser aleatoria. Los asentamientos de mayor
tamaño –entre 0,1 y 0,4 ha– suelen repartirse de forma uniforme sobre el territorio, manteniendo una distancia media
entre sí de aproximadamente 6 km (Jover y López, 1999). En
torno a ellos se distribuyen, de forma agrupada, los asentamientos de menor tamaño (fig. 1). Sin embargo, este patrón
no parece darse en zonas agrestes o montañosas, alejadas de
los fondos de valle, donde la ubicación de los yacimientos
no parece ajustarse estrictamente a ese modelo. Se trata en
este caso de asentamientos siempre de muy reducido tamaño,
[page-n-436]
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
edificar espacios habitables que, como en el caso de Muntanya
Assolada (De Pedro, 2004b: 106), se ampliaron en función de
las necesidades del grupo. El notable esfuerzo invertido en la
construcción de estos asentamientos y sus largas secuencias
de ocupación, permiten inferir un proyecto social ligado a
una prolongada fijación no sólo al espacio de residencia,
sino también al territorio (Jover, 1999). En contraste, otros
asentamientos de muy reducidas dimensiones, como la Foia
de la Perera (Cerdà, 1994) o Polovar,2 presentan un único
momento de ocupación. Los edificios, por otro lado, constituyen
inicialmente departamentos o habitaciones de planta rectangular
amplias, con muros de gran porte y alzado –como se constata en
Lloma de Betxí (De Pedro, 1998) o Terlinques (Jover y López,
2004; 2009a)– mientras que, por el contrario, en momentos
más avanzados parecen reducir su tamaño considerablemente,
con plantas rectangulares o cuadrangulares de no más de 35 m²
y muros de escasa entidad, que habitualmente se encuentran
adosados unos a otros siguiendo perpendicularmente el trazado
de estrechos callejones.
Fig. 1. Mapa de la Cubeta de Villena con la distribución de
yacimientos de la Edad del Bronce registrados, con indicación de
los polígonos de Thyessen calculados para los asentamientos de
mayor tamaño (círculos grandes) y localización de los yacimientos
de Terlinques, Polovar y Barranco Tuerto (señalados en negro).
de menos de 500 m² –incluso en la mayoría de las ocasiones inferiores a 200 m²– repartidos de manera aparentemente
aleatoria en el espacio geográfico, junto a los que habría que
considerar el uso de cuevas, utilizadas para diversos menesteres (Fairén, 2001; García Borja et al., 2012). Además, en
el caso del valle del Vinalopó se ha señalado la presencia de
asentamientos de muy pequeño tamaño –normalmente menos
de 200 m²– ubicados en crestas montañosas y muy alejados
de las tierras con potencial agrícola, cuya principal característica en común es la de disponer de una muy amplia cuenca
visual, que generalmente alcanza a los valles vecinos. Es por
esta circunstancia que se ha propuesto un carácter logístico
para estos emplazamientos en relación con el control visual
del territorio, de los que el mejor conocido es, probablemente, Barranco Tuerto (Jover y López, 2005).
c) Este reparto más o menos ordenado de los yacimientos
en el territorio en función de unos determinados patrones solo
refleja, no obstante, una imagen estática en lo temporal: una
foto fija de un espacio ocupado por un conjunto de enclaves
que pudieron ser fundados en cualquier momento entre
2150 y 1500 cal BC, y de los que en su inmensa mayoría
se desconoce si tuvieron una larga o corta duración. En este
sentido, algunos de los asentamientos mayores, como Lloma de
Betxí, Muntanya Assolada o Terlinques, muestran una enorme
inversión de trabajo en la construcción de recintos murarios y
de grandes plataformas de aterrazamiento, imprescindibles para
d) A diferencia del ámbito argárico, donde se ha considerado la existencia de poblados especializados dedicados a labores metalúrgicas –como Peñalosa (Contreras, 2000; Moreno,
2000)–, en las tierras valencianas todos los poblados excavados
hasta el momento se caracterizan por una orientación económica predominantemente agropecuaria, aunque en algunos de
ellos se constatan instrumentos y restos relacionados con la fundición y trabajo del cobre (Simón, 1998).
f) En lo que se refiere a las prácticas funerarias, las dataciones radiocarbónicas obtenidas recientemente en cuevas de enterramiento como la Cova de la Pastora (McClure et al., 2010)
vienen a reafirmar la continuidad del uso de cuevas como lugares de inhumación múltiple durante el II milenio cal BC (Jover
y López, 1997). Junto a éstas, no obstante, se constatan algunas
inhumaciones individuales en fosas o grietas, en su gran mayoría carentes de ajuar, ubicadas esporádicamente en las plataformas, terrazas o espacios exteriores no habitados de los poblados
(De Pedro, 2010).
g) Por último, si bien una parte de las hipótesis interpretativas en relación con el tipo de organización social de estos
grupos apuntan a su consideración como sociedades segmentarias (De Pedro y Martí, 2004), hace tiempo que venimos defendiendo la hipótesis de que se trataría de una sociedad de tipo
tribal en apariencia que, no obstante, en esencia, soportaría unas
relaciones de explotación con los grupos dominantes argáricos
que la conducirían, finalmente, al desarrollo de una sociedad de
clases, definitivamente constituida hacia mediados del II milenio cal BC (Jover y López, 2004, 2009a) y cuya expresión más
ostensible sería la estructura política organizada en torno al núcleo de Cabezo Redondo (Hernández, Jover y López, 2013). El
asentamiento de Terlinques, a apenas 5 km de distancia de éste,
nos ha permitido seguir, a través de su secuencia ocupacional y
su registro material, el desarrollo y culminación de este proceso.
2
Las excavaciones efectuadas entre 2012 y 2015 en Polovar han
sido dirigidas por Fco. Javier Jover Maestre y Sergio Martínez
Monleón, y autorizadas por la Consellería de Cultura, Educación y
Deportes de la Generalitat Valenciana. Agradecemos a Sergio Martínez Monleón las facilidades prestadas y sus aportaciones.
429
[page-n-437]
F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
3. TERLINQUES: LA HISTORIA DE UN
ASENTAMIENTO COMO UNIDAD DE ANÁLISIS
3.1. ubIcacIón y caracTeríSTIcaS
El yacimiento de Terlinques se ubica a unos 5 km al SO del casco urbano de Villena, en la Boquera del Puerto, sobre la cima y
laderas de un cerro aislado, a escasamente 300 m al norte de la
carretera comarcal que une esta localidad con Pinoso (fig. 2). A
su pie se accede a través de un camino sin asfaltar que se dirige
a la casa Canales. Sus coordenadas centrales son E: 682721m;
N: 4274911m del huso 30SXH. Su altitud máxima sobre el nivel
del mar es de 580 m, y de unos 70 m sobre el llano circundante.
Desde la cima se cuenta con una amplia visibilidad sobre la
cubeta de Villena gracias a su posición, al sur de la Laguna del
Rey o de Villena y en la zona central del corredor. Desde allí
se observan perfectamente todos los yacimientos ubicados a su
alrededor en un radio de 5-7 km de distancia: Polovar, Peñón
de los Mosquitos, Cabezos de Valera 1 y 2, Cabezos de Penalva
1 y 2, Cerro de la Virgen Peñicas, Peñón del Rey, Peñón de la
Moneda y Cabezo Redondo.
En cuanto a sus características físicas, se trata de un cabezo
o cerro de origen triásico con una cresta caliza que lo corona
longitudinalmente. Presenta una cima aplanada de unos 20 m de
anchura en su eje N-S por unos 50 m de longitud en el E-O, y
una ladera meridional y occidental con algo menos de pendiente, lo que facilitó que la ocupación se expandiera también por
ellas. En total, el yacimiento podría haber alcanzado los 1.600
m², ya que la superficie con relleno arqueológico en la ladera
meridional ha resultado algo mayor que la considerada inicialmente –1.200 m²– en las prospecciones efectuadas (Jover, López Mira y López Padilla, 1995).
algunos años más tarde, en una publicación dedicada al descubrimiento y estudio del Tesoro de Villena (Soler, 1965). Hasta
la fecha se han llevado a cabo tres actuaciones arqueológicas de
diversa magnitud e importancia. La primera se realizó en 1969, la
segunda en 1970 y la tercera, entre los años 1997 y 2011.
3.2.1. La primera excavación de 1969
Después de la difusión de los trabajos efectuados en Cabezo
Redondo y de los descubrimientos en 1963 del Tesorillo de
Cabezo Redondo y del Tesoro de Villena, con los que esta localidad pasó a ser reconocida internacionalmente en el ámbito
de la arqueología, el interés por seguir investigando en otros
yacimientos de la comarca se incrementó considerablemente.
La posibilidad de llevar a cabo nuevas intervenciones en otros
yacimientos de la zona, como Terlinques, acabó concretándose a instancias del profesor de la Universidad de Valencia,
Miguel Tarradell Mateu y de Eduardo Fernández Moscoso,
alumno de éste en la Facultad de Historia de esta misma universidad. Como Delegado de Zona de Valencia del Servicio
Nacional de Excavaciones, Tarradell autorizó su realización
en la primavera de 1969, consistiendo en un pequeño sondeo
de pocos días de duración, orientado sobre todo a comprobar
la potencia estratigráfica y a conocer las características del yacimiento, pero también, como más tarde reconocería abiertamente el propio Tarradell (1970), con la intención de obtener
algunas muestras para su datación absoluta. En la campaña
de excavaciones, efectuada en la Semana Santa de 1969, se
decidió realizar una cata de aproximadamente 5 m de lado al
NO del cabezo, justo en uno de los escalones inferiores a la
cima. Los resultados depararon el hallazgo de, al menos, dos
tramos de muros pertenecientes a dos departamentos, el nº I y
II, y un buen conjunto de materiales arqueológicos asociados
a un nivel de incendio del primero (Soler y Fernández, 1970).
3.2.2. La actuación del “Grupo de Madrid” en 1970:
la ampliación de la excavación de 1969
Fig. 2. Vista general del cerro de Terlinques desde el Sur.
3.2. laS excaVacIoneS arqueológIcaS
El yacimiento fue descubierto en 1952, como resultado de unas
prospecciones realizadas por J. M. Soler García y sus colaboradores habituales. Aunque inicialmente fue publicado en la revista
Noticiario Arqueológico Hispánico con el nombre de Cabezo de
las Alforjas (Soler, 1955a), el cambio de denominación se realizó
430
Las expectativas que se abrieron con la primera campaña de
excavaciones mantuvieron viva en J. M. Soler, a buen seguro, la
idea de continuar y ampliar el reducido sondeo practicado cuya
excavación quedó, además, inconclusa.
No tuvo que aguardar mucho tiempo para ver cumplidos
esos deseos, pues en este punto Ismael Olivares, otro estudiante natural de Villena, y cuya familia mantenía una buena relación con J. M. Soler, le propuso participar en alguna actividad arqueológica en la zona de Villena, a lo que éste se mostró
inmediatamente dispuesto. I. Olivares se encargó de captar la
curiosidad de un grupo de estudiantes de la Universidad Complutense de Madrid que habían participado ya en unas excavaciones realizadas en Almería, y a través de M.ª Ángeles Guzmán
consiguieron el apoyo de M. Almagro Basch para sufragar los
gastos de la actuación.
Después de visitar y reconocer el yacimiento, el 22 de marzo
de 1970 se decidió abrir una cata de escasas dimensiones adyacente a la realizada el año anterior por J. M. Soler y E. Fernández, situada en el extremo occidental del cerro, en dirección a la
cima (fig. 3). Los trabajos se iniciaron con la cuadriculación de
un área de 4 m² (Jover y López, 2009b). Al mismo tiempo, los
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Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
Fig. 3. Excavaciones en el yacimiento de Terlinques llevadas a
cabo por el Grupo de Madrid en el año 1970. A la derecha, José
María Soler García observando los trabajos. Fotografía del Grupo
de Madrid depositada en la Fundación José María Soler García
de Villena.
miembros del “Grupo Madrid”, llevaron a cabo una prospección
superficial de todo el cerro que, entre otros, deparó el hallazgo
de un arete de oro recogido en la ladera oeste.
Los hallazgos materiales y la fecha obtenida, publicada por
M. Tarradell (1970) en el mismo volumen en el que se daba
cuenta de la memoria de los trabajos, permitieron a J. M. Soler y E. Fernández (1970) realizar diversas consideraciones, la
primera de las cuales tenía que ver con la adscripción cultural
del poblado. A pesar de lo reducido de la superficie excavada, la
comparación del registro obtenido con el documentado por Soler en Cabezo Redondo les llevó a proponer que Terlinques era
un poblado argárico. La relativa abundancia de objetos de metal, la planta rectangular de las viviendas, el sistema de calzos de
poste o la presencia de brazales de arquero, entre otros, fueron
los argumentos esgrimidos para justificar tal consideración. El
hecho de no haber hallado enterramientos en el interior del área
excavada no se consideró relevante en ese sentido.
Por otra parte, las puntas de flecha de sílex localizadas indicaban, a su juicio, una relación directa con el mundo eneolítico
previo, idea que se vería reforzada por la fecha radiocarbónica
obtenida, la cual era 200 años anterior a la más antigua de las
obtenidas para Cabezo Redondo.
A partir de la publicación de estos trabajos (Soler y Fernández, 1970; Tarradell, 1970), el yacimiento pasó a convertirse en
referencia obligada en el estudio y valoración del “Bronce Valenciano” y del Argar en las tierras valencianas (Aparicio, 1976;
Martí, 1983a; Hernández, 1986). No en vano, la antigüedad de
la fecha obtenida obligó a replantear el inicio de la Edad del
Bronce y la relación entre ambos grupos culturales (Bernabeu,
1984; Hernández, 1985; 1986; Jover y López, 2009b).
3.2.3. Las actuaciones entre 1997 y 2011
Casi tres décadas más tarde, en los primeros años de 1990 y
bajo la supervisión de M. S. Hernández Pérez, comenzamos un
proyecto de prospecciones arqueológicas en la comarca de Vi-
llena que permitió caracterizar el conjunto de los asentamientos
de la zona, clasificándolos en tres grupos a partir de su tamaño
y de las características de su emplazamiento (Jover, López Mira
y López Padilla, 1995) (ver fig. 1). De acuerdo con los objetivos marcados en nuestra estrategia de investigación, el siguiente
paso debía consistir en la excavación y documentación exhaustiva de al menos un asentamiento de cada uno de los tres grupos
identificados.
En 1995 se pudo excavar en Barranco Tuerto, un yacimiento
en el que ya había intervenido J. M. Soler (1955b), deparando
unos resultados más relevantes de lo esperado (Jover y López,
2005). Poco más tarde, en 1997, se iniciaba la excavación en
Terlinques. Los argumentos que justificaban la elección de este
yacimiento eran, en primer lugar, la necesidad de corroborar la
existencia de niveles de ocupación de la antigüedad apuntada
por la datación obtenida en los años setenta por J. M. Soler; y en
segundo lugar, la de determinar la relación de Terlinques con el
ámbito argárico y documentar su secuencia de ocupación, que
no parecía ser monofásica a tenor del conjunto de materiales
documentados en superficie.
La selección del área de actuación en el yacimiento durante
la primera campaña de 1997 perseguía comprobar si efectivamente éste se extendía hasta el extremo oriental de la cima, en
la zona opuesta a aquélla donde previamente se había actuado en 1969 y 1970. Pronto pudo comprobarse que así era. En
esa primera campaña se documentó la unidad habitacional I –a
partir de ahora UH–, en cuyo pavimento, cubierto por un nivel de incendio, se localizó un conjunto de husos o bobinas de
hilo carbonizados ubicados en el interior de un saco de esparto
(Jover et al., 2001), cuyo hallazgo posibilitó la continuidad del
proyecto dentro de un convenio de excavaciones arqueológicas
establecido entre la Generalitat Valenciana y la Universidad de
Alicante. Esta tercera y última –por el momento– intervención
arqueológica en Terlinques se prolongó durante quince campañas, con carácter anual, entre 1997 y 2011. En total se han podido excavar algo más de 700 m² de la cima en su extremo oriental
y ladera meridional, documentándose una amplia secuencia de
ocupación que pasamos a exponer.
4. HISTORIA OCUPACIONAL DEL ASENTAMIENTO
En el momento de iniciar los trabajos de campo, el yacimiento
de Terlinques se encontraba afectado básicamente por procesos
erosivos de ladera y, ante todo, por las remociones de terreno
realizadas durante la repoblación forestal que, tanto en Villena
como en otras muchas regiones del estado español, llevó a cabo
el Instituto para la Conservación de la Naturaleza (ICONA) en
cientos de miles de hectáreas de monte público. Desconocemos
a ciencia cierta en qué momento estas actuaciones afectaron
al yacimiento, aunque debieron producirse entre 1971 y 1972.
Debido a la composición esencialmente yesosa de los estratos
superiores, la replantación de pinos proyectada nunca llegó a
dar resultados positivos, pero las huellas del surco de los arados
mecánicos y de las fosas para la colocación de los plantones son
perfectamente reconocibles bajo la capa de sedimentos superficial. Mientras que las fosas de plantación –a pesar de su elevado
número– apenas han alterado la estratigrafía, los surcos de arado
penetran considerablemente en el terreno, seccionando muros y
diversas estructuras por todo el yacimiento. A pesar de ello, el
431
[page-n-439]
F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
Fig. 4. Planta general del área excavada entre los años 1997 y 2011, con indicación de las unidades habitacionales (UH) identificadas.
registro obtenido durante nuestros trabajos permite realizar una
representación bastante fiel de la secuencia de ocupación del
yacimiento desde su fundación hasta su definitivo abandono.
Durante sus aproximadamente 700 años de existencia, el
asentamiento de Terlinques sufrió diversas transformaciones
en su organización espacial y estructural. Estos cambios han
permitido reconocer tres grandes fases constructivas, sucesivas en el tiempo, aunque conservadas y documentadas en distinto grado (fig. 4).
4.1. FaSe I
Durante la primera fase de ocupación el asentamiento se emplazaba en la cima del cerro, y de acuerdo con los diferentes
puntos en los que se han documentado evidencias estratificadas,
432
podemos inferir que al menos desde los momentos iniciales toda
ella pudo estar ocupada. El elemento arquitectónico que organizaba el asentamiento en esta fase fundacional parece ser un
largo muro de mampostería trabada con arcillas de color rojizo
y amarillento, que posiblemente recorría y delimitaba el perímetro del asentamiento. Este muro, de un espesor variable –entre
0,70 y 0,90 m–, estaba calzado sobre una serie de estructuras de
mampostería que, a modo de zapatas alargadas y escalonadas
en paralelo a éste, tenían la misión de aliviar la descarga de esta
pared a favor de la pendiente. El tramo mejor documentado es el
que se encontraba situado en la vertiente meridional del cabezo
–UE 2006– del que al finalizar los trabajos de campo se habían
descubierto casi 40 m de longitud. En la ladera opuesta, el muro
UE 2268 debe constituir posiblemente su prolongación o, en
todo caso, desempeñar las mismas funciones.
[page-n-440]
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
Fig. 5. Planta parcial de la UH 1 (área oriental) con la situación de los restos arqueológicos registrados sobre el pavimento –UE 1009–
en el momento de su destrucción a causa de un incendio. En ella se puede apreciar la localización de las distintas áreas de actividad
documentadas. El área principal de almacenamiento se encontraba al este, en relación con el tabique de postes revestido de barros: aquí se
encontraron los sacos de esparto repletos de cereal carbonizado, uno de los cuales contenía varias bobinas de hilo de junco en su interior;
así mismo, diversos recipientes de cerámica llenos de grano se encontraban junto a dos calzos de poste apoyados contra la cara interna
de la pared meridional de la estancia; un pequeño cuchillo (nº 4) y un lingote de metal (nº 3) se encontrarían posiblemente colgados o
dispuestos sobre algún tipo de repisa en la que igualmente debía haber, al menos, una hoz de la que se encontraron varias piezas de sílex
(nº 10, 30 y 31). Hacia el oeste se delimita un área de actividad entre un banco de barro y mampuesto, muy destruido, adosado a la cara
interna de la pared meridional, y una pequeña bancada de barro con un calzo de poste en el medio. Sobre el primero se halló un punzón de
metal (nº 5) y entre ambos, sobre el pavimento, una placa de madera trabajada (nº 80); junto al segundo, además de restos de un capazo
de esparto con cereal carbonizado, se localizó un asta de ciervo de gran tamaño y un conjunto de palos de madera aguzados con una
hoja de metal (nº 81). En el extremo occidental del banco adosado a la pared se ubicaba un área de molturación consistente en un poyete
de mampuesto trabado con barro amasado, sobre el que se había dispuesto un molino con su correspondiente moledera y, junto a él, un
conjunto de recipientes de cerámica conteniendo cereales carbonizados. A su alrededor se documentó un amplio conjunto de molinos y
molederas. Entre el poyete y el banco de barro, por último, se disponía un hogar delimitado por un anillo de barro con algunas piedras de
mediano tamaño.
Al interior del recinto se localizaban los espacios de habitación, correspondientes a las unidades habitacionales UH 1 y
UH 16. Del pavimento y mobiliario de la primera sólo se ha
conservado una franja de aproximadamente 1,5-3 m de anchura
máxima que discurre en paralelo al muro UE 2006, en contacto
con su cara interna. Se desconocen las características y ubicación de la pared septentrional de esta unidad habitacional, ya
que las diferentes remodelaciones del asentamiento efectuadas
en las fases posteriores la hicieron desaparecer completamente.
Algo similar ocurrió con la parte meridional de la UH 16, en la
vertiente septentrional del yacimiento.
La unidad habitacional mejor registrada es la UH 1 (fig. 5).
Se trata de un espacio amplio, en el que se distribuían ordenadamente diversas áreas de actividad. La parte más oriental
ya ha sido descrita pormenorizadamente (Jover y López, 2004:
291-292) así como algunos de los hallazgos más relevantes, entre los que sin lugar a dudas destacan las bobinas de hilo de
junco encontradas en el interior de una de las sacas de cereal
carbonizado (Jover et al., 2001). Con toda probabilidad, el hilo
de estas bobinas estaba destinado al cosido y reparación de los
sacos de cereal almacenados en la estancia. En el mismo contexto, y depositados sobre un banco de mampostería adosado a la
433
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F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
cara interna del muro UE 2006, se localizaron una fusayola de
cerámica y un punzón de metal, elementos que nos hablan así
mismo de la realización de actividades de hilado y posiblemente
también de cosido de paños de tela (Jover y López, 2013: 156).
A pesar de encontrarse muy destruido, en el extremo occidental de este banco se pudo reconocer la existencia de un
poyete sobre el que se encontraba dispuesta, aún en su posición
original, una muela y una moledera de piedra. Los bordes de
dicho poyete estaban delimitados por un pequeño filete de barro
endurecido, de unos 10-15 cm de espesor, que debía estar destinado a impedir que la harina se derramara mientras se realizaba
la molturación del cereal. Junto a esta estructura se hallaron varios recipientes de cerámica, de entre 2 y 15 litros de capacidad
y restos de sacas de esparto conteniendo cereales. También resulta interesante destacar la notable concentración de molinos
que se encontraban, al parecer, apilados al oeste de esta área de
molturación. No menos reseñable es la conservación de un hogar delimitado por una serie de mampuestos y lajas trabados con
barros, localizado en la misma zona (fig. 6). En el momento de
la destrucción de la vivienda, en su interior se había depositado
un capazo de esparto trenzado que contenía una gran cantidad
de excrementos de ovicaprino, que con toda seguridad debieron
emplearse como combustible. Por último, entre los objetos loca-
lizados también destaca lo que denominamos como un pequeño
lingote conformado por una agregación de pequeñas bolas provenientes de una primera reducción del mineral de cobre.
Hacia el oeste se documentaba un nuevo tabique de mampostería de poco espesor, con gran cantidad de barro, que debió
formar la parte inferior de una estructura básicamente de madera, de la que colgaban espuertas o sacos de esparto conteniendo
cereales y en la que debían hallarse también almacenados diversos utensilios de trabajo –entre ellos, un conjunto de dientes de
hoz correspondientes a una hoz–. Por su morfología y por los
elementos documentados asociados, inferimos que se trataría de
una estructura semejante a la registrada en 1997 en el extremo
oriental de la UH 1: una especie de alacena o entramado de baldas de madera fijadas en el suelo –o, como en este caso, sobre
una base de mampostería– en donde almacenar producto agropecuario y también útiles de trabajo y materias primas diversas.
Al lado de esta estructura, sobre el suelo, aparecieron diversos
recipientes de cerámica, en su mayoría fragmentados, y más travesaños de madera correspondientes a la techumbre. Algunos
metros más allá, cerca del límite de la superficie documentada
de esta UH, unas estructuras de barro de forma pseudo-cilíndrica, firmemente asentadas sobre el piso, contenían en su interior
una delgada capa de cenizas entre las que se llegó a localizar un
pequeño fragmento de escoria de metal, y en su entorno, semillas de cereal y algunos coprolitos carbonizados (fig. 7). Resulta
difícil atribuir una finalidad concreta a estas estructuras, para las
que no hemos hallado un referente claro en el registro arqueológico consultado. Sin embargo, la presencia de una pequeña escoria en el interior de una de ellas podría apuntar quizá a algún
tipo de operación relacionada con la producción metalúrgica.
No obstante, en sus alrededores no aparecieron moldes, crisoles
ni ningún otro elemento vinculado expresamente con este tipo
de actividad.
En la vertiente septentrional del cerro hemos documentado otra unidad habitacional perteneciente a la fase I, la UH 16,
aunque su grado de conservación no es comparable al de las unidades habitacionales de la vertiente meridional. Ello se debe no
sólo a la erosión, sino también a la presencia de un buen número
Fig. 6. Detalle del hogar registrado en la UH 1, en el que se aprecian
los restos del capazo repleto de coprolitos de ovicaprino que se
hallaba en su interior.
Fig. 7. Estructura de combustión de forma cilíndrica localizada en
la UH 1. Estaba hecha de barro sin cocer y su interior se encontraba
relleno de cenizas.
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Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
de calzos de poste relacionados con las edificaciones de la fase
III, que perforan el paquete estratigráfico hasta alcanzar la roca.
A pesar de ello, se pudo registrar un pavimento sobre el que se
documentaron restos de vasijas de cerámica y otros objetos bajo
un nivel de derrumbe con carbones relacionado con la destrucción de la vivienda (Jover et al., 2014: 205).
La imagen, por tanto, que proyectan los datos registrados en
relación con esta primera fase de ocupación, es la de unas unidades habitacionales muy amplias, alargadas, que no cuentan
con tabiques ni separaciones netas de tipo arquitectónico que
dividan ambientes, y que posiblemente estaban dispuestas sobre
la cima, asentando sus muros perimetrales sobre una serie de
anillos de mampostería que, a manera de plataformas de aterrazamiento y zapatas de refuerzo, se distribuían escalonadamente
en paralelo a aquéllos. Aunque carentes de divisorias internas,
las distintas áreas de actividad –almacenamiento, molienda, trabajo de la madera, hilado, cocina, etc.– estaban separadas por
bancos, resaltes en el suelo o estructuras de madera reforzadas
con barro o con mampuestos cogidos con arcillas en la base.
4.2. FaSe II
La destrucción de las unidades habitacionales de la fase I se
produjo hacia 1950 cal BC, de acuerdo con las fechas calibradas. Sobre los derrumbes de éstas aparecen nuevos pavimentos
y estructuras que hasta donde ha podido documentarse, en la
práctica son una réplica, tanto en morfología como en disposición, de las registradas en la fase anterior.
Significativamente, el zócalo del muro UE 2006, que delimitaba la UH 1 por su lado sur, permaneció en pie. Sin embargo, para esta segunda fase sí se registra una divisoria en el
extremo occidental del área excavada, en forma de un muro que
contactaba claramente con la cara interior de la pared UE 2006,
pero que cabalgaba no menos claramente sobre los derrumbes
de la UH 1. Este muro dividiría el ambiente de la ladera sur en
al menos dos unidades habitacionales. Sin embargo, al término
de los trabajos arqueológicos en el yacimiento no fue posible
explorar esta segunda habitación, quedando este tabique o muro
separador en el perfil del corte abierto en esta zona.
Debido a la posición que ocupa en la estratigrafía del yacimiento, la fase II es la que peor se ha conservado y de la
que menor información se ha podido obtener. La extensión
superficial registrada es apenas una franja de terreno similar
a la conservada para la fase I, con la diferencia de que ésta se
encuentra a su vez mucho más afectada por las remodelaciones
y refacciones llevadas a cabo en el yacimiento durante la fase
III, que supuso una auténtica transformación del aspecto urbanístico del asentamiento.
El pavimento de la vivienda mejor documentada –UE 1050–
se dispone directamente sobre los escombros de la UH 1. Sobre
una explanación bastante irregular de éstos el pavimento buza
de forma acusada a favor de la pendiente hasta contactar en
algún punto con la cara interna del muro UE 2006. Sobre él,
encontramos un hogar –UE 2090– muy similar en factura y dimensiones al registrado sobre el pavimento de la fase anterior.
Lo más destacable de los elementos documentados en esta
fase en la vertiente septentrional son dos silos –cuya construcción no es posible asegurar que no fuera anterior– excavados en
la roca y alineados N-S, aunque distanciados unos 8 m. Uno de
ellos fue reutilizado durante la siguiente fase como fosa para un
Fig. 8. Detalle del silo localizado en la UH 16, con los recipientes
hallados en su interior.
calzo de poste. Por el contrario, el otro silo se hallaba colmatado
por un sedimento de limos y arenas finas seguido de un paquete
de derrubios procedente de la destrucción de la vivienda. Dentro del silo se localizaron hasta ocho recipientes de cerámica,
alguno de los cuales conservaba aún semillas carbonizadas en
su interior (Jover et al., 2014: 204) (fig. 8).
4.3. FaSe III
Con gran diferencia, la tercera y última fase arqueológica documentada es la que permite una visión más completa de la organización del asentamiento. Sin embargo, tampoco se ha visto
libre de los efectos de la erosión de ladera, que ha cercenado al
menos un tercio de las unidades habitacionales de la vertiente
meridional y septentrional, aunque ha respetado el paquete sedimentario emplazado en la cima. En este punto, precisamente,
es donde se ubica el elemento en torno al cual se articula el
entramado urbanístico del poblado en esta fase: una calle que
cruza en sentido E-O la pequeña planicie superior del cerro, y a
la que parecen abrirse los diversos edificios construidos a uno y
otro lado de la misma.
Se trata de un conjunto de 14 unidades habitacionales, todas con una planta rectangular con el eje longitudinal orientado más o menos en sentido N-S, con paredes de mampostería
y, en algún caso, muros con un gran contenido de barro amasado y enlucidos. A pesar de que mantienen un diseño básico
similar, difieren en cuanto a su arquitectura interior, anchura
y, sobre todo, en cuanto al registro arqueológico conservado
dentro de ellas.
La anchura de la calle –UH 3– difiere entre sus extremos
oriental y occidental. Si en el primero ésta es de apenas 1,5 m,
hacia el extremo occidental se ensancha hasta alcanzar y superar
los 3 m. Sin embargo, en su tramo oriental su trazado se varió
de forma notable en un determinado momento de esta tercera
fase, remodelación que implicó una sustancial modificación de
las fachadas septentrionales y de la orientación de los vanos de
acceso de las UH 4, 5 y 6, que se desplazaron más o menos ostensiblemente hacia la esquina nororiental.
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[page-n-443]
F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
Fig. 9. Vista de la UH 7 desde el norte, desde la calle central (UH3). En ella puede apreciarse cómo el vano de acceso a su interior se
localizaba en una de las esquinas de la pared norte del edificio. A la derecha, detalle de los restos de vajilla y otros utensilios líticos y óseos
registrados sobre el pavimento de la UH 7.
A nuestro juicio, este cambio en la planta de estas edificaciones tenía por objetivo estrechar el paso en un punto concreto
de la calle, justo en donde un grueso paño se adosa a la fachada
meridional de la UH 14. De este modo se lograba reducir la
anchura del callejón a apenas 0,80 m. La presencia de cuatro
calzos de poste emplazados justamente en este punto hace pensar en la construcción de una puerta o de algún tipo de estructura
de madera que permitía cerrar el ingreso al tramo de la calle
situado al oeste de este punto. Es posible que este particular
trazado respondiera a la necesidad de utilizar la calle central del
poblado como aprisco para el ganado, a la vez que posibilitaba
un cierto control restrictivo del acceso al asentamiento por la
ladera oriental del cerro. Después de zigzaguear a lo largo de un
tramo de unos 10 m, la calle alcanzaba una anchura de más de
3 m que se mantiene ya invariable a lo largo del resto del tramo
documentado en las excavaciones.
La pared septentrional de la UH 7 (fig. 9) presenta también
un desplazamiento hacia el norte que configura un vano de
acceso en su esquina nororiental, como en el caso de la UH
6. Mucho menos exagerado, puede adivinarse una tendencia
similar en la pared norte de la UH 5. El resultado es una planta
bastante inusual, que no encuentra paralelos en los yacimientos de la Edad del Bronce excavados en las áreas aledañas del
Prebético valenciano o de La Mancha Oriental. No obstante,
no resulta completamente excepcional, ya que este diseño resulta sorprendentemente similar al documentado por los Siret en el yacimiento de El Argar, en unos edificios también
adosados, localizados durante sus excavaciones (Siret y Siret,
1890: Lám. XV). Hasta un total de ocho viviendas adosadas
aparecen figuradas en una planta a escala, con sus vanos de
acceso claramente desplazados hacia una de las esquinas. La
existencia de un asentamiento de los siglos IX-X d.C. en este
mismo lugar ha arrojado sombras de duda acerca de la cronología exacta de estos edificios reportados por Siret, que las
prospecciones electromagnéticas realizadas no permitieron
despejar (Schubart, 1987). Sin embargo, no existen paralelos
conocidos de época emiral para ellas (Gutiérrez, 2012) pero sí,
como vemos ahora, para edificaciones del segundo tercio del
II milenio cal BC.
436
Aunque no ha sido posible establecer relaciones estratigráficas directas, es probable que este replanteamiento de la calle se
diera más o menos al mismo tiempo que otras modificaciones
detectadas en algunas otras unidades habitacionales. Es claramente el caso de las UH 7, 8, 9 y 10 (fig. 10). La primera de ellas
es sin duda una de las edificaciones más interesantes de esta fase
III del yacimiento. Se trata de una construcción de muros de
mampostería –aunque alguna de sus paredes (UE 2072) presentaba una considerable cantidad de barro amasado mezclado con
los mampuestos, así como un revestimiento interior– de planta
rectangular, con una anchura de 5 m y una longitud máxima que
no debió ser inferior a los 8-9 m. El vano de acceso a su interior
se hallaba, como hemos comentado, en el ángulo nororiental,
presentando desplazada la pared septentrional hacia el norte, en
ángulo de 40 grados, aproximadamente, en relación con los muros oriental y occidental. Tras un primer momento de uso, que
no ha podido apenas ser documentado, el espacio interior fue
dividido por la mitad mediante la construcción de un tabique de
mampostería, de apenas 0,30 m de espesor, levantado en sentido
E-O. En las dos habitaciones resultantes se realizaron hasta 14
calzos de poste, de los cuales 9 estaban situados en la habitación
meridional –UH 8–. Cuatro de ellos destacaban claramente por
las dimensiones de sus fosas, de alrededor de 0,80-0,90 m de
diámetro, que superaban ampliamente a las del resto; por otra
parte, aparecían dispuestos en pares a un lado y otro del tabique
de mampostería guardando una más que evidente simetría entre
sí. Todo hace pensar en que este edificio estuvo dotado de una
planta más –o al menos un altillo–, sostenida por estos calzos
de poste y por el tabique que dividía su interior en dos estancias
independientes.
Por su parte, las UH 9 y 10 presentan también dos momentos constructivos diferentes dentro de esta fase III, evidenciados
en la refacción del muro que las separa. Así mismo, ambas presentan adosadas a su fachada exterior estructuras muy destruidas, que podrían ser bancos o poyetes.
Las diferencias más notables entre las unidades habitacionales de la fase III se aprecian en el registro arqueológico obtenido
en su interior. En las UH 2, 4, 5 y 6 éste se reduce a unos pocos
objetos y a la excavación de algunas fosas en el pavimento, re-
[page-n-444]
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
Fig. 10. Planta general de las UH 7, 8, 9 y 10 de Terlinques, con la distribución de los artefactos localizados sobre sus pavimentos. Las UH
9 y 10 sufrieron una importante remodelación, que incluyó la construcción de un nuevo tabique de separación entre ambos y un realzado
de los pavimentos.
llenas posteriormente de piedras. Su funcionalidad concreta se
nos escapa, al hallarlas amortizadas. En la UH 7, en cambio, se
documentó un área de talla de sílex y de trabajo del asta (López
Padilla, 2011: 343), ambas situadas cerca de la zona de entrada
desde la calle. También se documentó un recipiente de cerámica
completamente embutido en el pavimento, que al momento de
ser excavado se encontraba colmatado por derrubios procedentes de la destrucción de la estancia. De la UH 8 apenas pudo
documentarse un pequeño trozo de pavimento, casi desmantelado por la erosión, sin que se conservara material arqueológico
sobre él. De esta estancia básicamente conocemos la disposición de los calzos de poste que sujetaban una más que probable
segunda planta y de los que ya hemos hecho referencia. En la
excavación de los rellenos de las fosas de uno de estos calzos se
hallaron algunas piezas singulares de barro, como una pastilla
de arcilla con pequeños agujeros en los bordes y una fusayola
de cerámica partida por la mitad, en la que se aprecia claramente
cómo el palo del huso no llegaba a perforarla completamente
(Jover y López, 2013: 157).
En la UH 9 aledaña, el elemento singular del registro lo
constituye una agrupación de pequeños agujeros en el pavimento, resultado de haber hincado en el suelo una serie de
palos, presumiblemente de madera (fig. 11). El conjunto se
encuentra muy cercano al vano de acceso a la estancia, y relativamente alejado del resto de elementos documentado en su
interior. Resulta difícil precisar la funcionalidad a la que pudo
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F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
Fig. 11. A la izquierda, vista de la UH 9 desde el norte; a la derecha, detalle de los orificios detectados en el pavimento.
responder la construcción de esta estructura, aunque como hipótesis aventuramos la posibilidad de que se trate de las huellas
dejadas por el uso de un telar de suelo, instalado y desmontado
en repetidas ocasiones.
En algunos puntos, los rellenos detectados en la calle –UH
3– contienen abundantes restos, tanto fragmentos de recipientes
cerámicos como, sobre todo, huesos de fauna y desperdicios de
diversos procesos de trabajo.
Frente a una exigua presencia de instrumentos macrolíticos
y la ausencia de grandes contenedores cerámicos en las unidades localizadas al sur de la calle, en el interior de las UH 11 y 12
se da, por el contrario, una acusada concentración de los primeros y la presencia exclusiva de los segundos. Éstos últimos se
documentaron en un pequeño ámbito de apenas 9 m2 localizado
al sur de la UH 11. La división entre esta estancia y la UH 12
situada al oeste se concreta mediante un muro de mampuesto y
abundantes arcillas y barros, al norte, dispuesto en sentido perpendicular a la calle central, que encuentra su prolongación en
una sucesión de calzos de poste que alcanza la cara interna de
la pared meridional –UE 2049–. Este último tramo parece, por
tanto, haber consistido básicamente en una divisoria de maderos y cañizo, y entre ella y el muro septentrional antes aludido
debía encontrarse un vano que permitía la comunicación entre
las UH 11 y 12. Sobre el pavimento de estas dos unidades habitacionales intercomunicadas se localizaron 17 piezas de molino
o molederas de conglomerados y areniscas, y 18 percutores y/o
bruñidores líticos, elaborados sobre cantos. En relación con el
conjunto registrado en toda el área excavada del yacimiento,
esto significa que durante esta fase III en este espacio se concentraba casi el 70% del instrumental dedicado a la molturación
del cereal localizado en todo el asentamiento, además de contar
con el único ámbito documentado destinado al almacenamiento
en recipientes cerámicos de mayor tamaño (fig. 12).
La UH 13, adosada a la UH 11 por el este, contaba con una
pared divisoria en sentido E-O que separaba el interior de la
estancia en dos ámbitos, al igual que ocurría en la UH 7, an438
tes descrita. Sin embargo, en este caso el tabique parece dejar
abierto un vano en su extremo oriental, por el que posiblemente
ambos se ponían en comunicación. Como en la UH 7, hallamos
una gran profusión de calzos de poste, que discurren en su mayor parte paralelos a la cara interna de las paredes oriental y
occidental del edificio. En la parte noroccidental de esta unidad
habitacional se localizó, además, una estructura rectangular
construida con pequeñas piedras y barros de color anaranjado
en cuyo interior se concentraba una inusual cantidad de instrumentos líticos, en especial bruñidores y percutores elaborados
en cantos rodados. Junto a esta estructura apareció un fragmento de brazalete de marfil, que es la única pieza de este material
hallada en la fase III.
Las UH 14 y 15, localizadas en la parte más oriental del
poblado, al norte de la calle, se encuentran bastante afectadas
por la erosión y la acción de la reja de arado. Mientras que la
primera parece repetir el esquema ya conocido en el resto de las
unidades habitacionales de esta zona del asentamiento, la UH
15 se diferencia por ser la única al norte de la calle que presenta
calzos adosados a la cara interna del muro meridional, además
de ser, junto con la UH 12, una de las más amplias de esta fase.
El único elemento que parece distribuirse con cierta aleatoriedad en el asentamiento son una serie de fosas, de forma
circular u oval, con gruesos revestimientos de arcillas –en su
mayoría, gredas verdosas del Triásico– que a juzgar por el sedimento contenido en su interior pudieron estar destinadas a la
recogida y almacenamiento de agua (fig. 13). Se han detectado
en las UH 2, 5, 9, 12 y 14, aunque la mejor documentada es
la que se construyó al sur de la UH 5. De forma aproximadamente circular, su diámetro máximo interior conservado es de
casi 1 m, pero por el dibujo del perfil de sus paredes interiores
se deduce que pudo llegar a alcanzar una anchura mayor. Los
sedimentos limosos localizados en la base denotan que estuvo
rellena de líquido. El perímetro de esta fosa estaba, además,
rodeado por una serie de cuatro calzos de poste de pequeño
o mediano tamaño, lo que nos hace cuestionarnos si, tal vez,
[page-n-446]
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
Fig. 12. Planta de las UH de la fase III de Terlinques con la distribución de los artefactos macrolíticos (molinos, molederas y percutores)
registrados.
Fig. 13. Fotografía en planta y sección de una de las fosas revestidas de arcilla localizadas en el yacimiento, que presumiblemente
sirvieron para la recogida y almacenamiento de agua.
el líquido almacenado en este contenedor pudiera ser agua de
lluvia captada por medio de algún tipo de acondicionamiento
de la techumbre en este punto.
Las UH 17 y 19, que se encuentran separadas por un estrecho callejón –UH 18– conforman las únicas edificaciones localizadas hasta la fecha en las terrazas inferiores del yacimiento.
Aunque parcialmente descritas (Jover et al., 2014: 205), por el
momento resulta difícil precisar su relación estratigráfica con
las fases arqueológicas identificadas hasta ahora. Creemos poco
probable que puedan relacionarse con la fase I, y todo apunta a
que podría tratarse de unidades habitacionales vinculadas también a la última fase de ocupación del poblado.
439
[page-n-447]
F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
5. EL TIEMPO DE TERLINQUES
El estudio del proceso histórico que involucra las relaciones de
El Argar con el Grupo del Prebético meridional valenciano ha
constituido, desde sus inicios, un aspecto esencial en nuestra investigación. Más allá de su contemporaneidad, incuestionablemente corroborada por el radiocarbono hace ya mucho (Jover y
López, 2009b), ha podido determinarse que, en buena medida,
las trayectorias de ambos como entidades sociales fueron resultado de su interacción a lo largo del tiempo (Jover y López,
1997, 2004), circunstancia que también se ha apuntado para
otras áreas circundantes al territorio argárico, como la serranía
turolense o el área oriental de La Mancha (Fernández-Posse et
al., 1996: 121; Burillo y Picazo, 1997: 51).
El área del Prebético Meridional valenciano ofrece uno de
los mayores índices de yacimientos con fechas radiocarbónicas
disponibles para la Edad del Bronce en las tierras valencianas,
entre los que se encuentran los dos yacimientos con las series
más amplias –Terlinques (López Padilla, 2011) y Cabezo Redondo (Hernández, 2009, 2012).
La serie de Terlinques consta de 20 dataciones, de las cuales
19 se han obtenido en las excavaciones que se vienen realizando
en el yacimiento desde 1997 (tabla 1). El inicio de la ocupación de
Terlinques –fase I– se fija a partir de dos fechas procedentes de las
unidades estratigráficas más antiguas. La fauna empleada en los
rellenos de nivelación del pavimento –Beta-240938– y de los maderos empleados en la construcción de las viviendas –Beta-136171
y Beta-189753– llevan el inicio del asentamiento a los siglos finales del III milenio cal BC. Este intervalo resulta coherente con la
fecha que proporcionó la muestra I-4525, tomada probablemente
también de un poste y que fue la primera fecha radiocarbónica
obtenida en el yacimiento (Tarradell, 1970; Soler y Fernández,
1970). El final de esta primera fase de ocupación se relaciona con
un buen número de dataciones sobre muestras de cereales carbonizados asociados o contenidos en capazos de esparto depositados o
esparcidos sobre el pavimento. Dos de ellas –Beta-122343 y Beta122344– provienen de las semillas contenidas en un mismo saco,
y una tercera de cereales localizados a varios metros de distancia
sobre el mismo pavimento de la UH 1 –Beta-227373–. Otras tres
dataciones –Beta-268988, Beta-268989 y Beta-268990– se tomaron igualmente de semillas depositadas sobre el piso de otra unidad habitacional –UH 16–, estratigráficamente contemporánea y
situada en la ladera septentrional del cerro. Todas ellas señalan con
claridad un mismo horizonte cronológico, en torno a 1950 cal BC,
para el incendio y destrucción del poblado al final de esta fase, del
que pueden advertirse huellas por todo el yacimiento.
Sobre los derrumbes de estas habitaciones se levantan las
construcciones de la fase II, fechadas a partir de los anillos
exteriores de dos fragmentos de maderos pertenecientes a las
vigas de la techumbre o al sistema de sujeción de ésta. La única fecha relacionada con el final de esta segunda fase –Beta189757– fue tomada de un resto de esparto depositado sobre el
pavimento de una de las casas.
La fase III, que muestra una completa remodelación urbanística del asentamiento, fija su cronología entre las fechas
Beta-256351 (UH 11) y Beta-189758 (UH 7), tomadas de un
resto óseo y de un fragmento de esparto, respectivamente.
Por su parte, en el área argárica del Bajo Segura y Bajo Vinalopó –a la que se ha de añadir el enclave costero de la Illeta
dels Banyets, en El Campello– apenas se cuenta con dos series
440
radiocarbónicas de distinta naturaleza: la de la Illeta dels Banyets, que perfila la cronología del extremo más lejano del oriente argárico, y la de Cabezo Pardo, un pequeño enclave orientado
a la actividad agropecuaria situado a pocos kilómetros al este de
la sierra de Callosa de Segura (López Padilla, 2014). La serie
de la Illeta dels Banyets consta de cinco dataciones asociadas
a niveles estratigráficos documentados, mientras que el resto
corresponde a enterramientos (Soler Díaz, Pérez y Belmonte,
2006; Soler Díaz, 2009). Excepto éstas últimas, todas proceden
de micromuestras sedimentarias extraídas de los testigos y perfiles, careciéndose de una información precisa de carácter contextual. La serie de dataciones más amplia corresponde a Cabezo Pardo, que cuenta con un total de 19 dataciones absolutas
de las cuales 17 pertenecen a contextos de la Edad del Bronce.
En un reciente trabajo (Jover, López y García-Donato, 2014),
hemos intentado mostrar cómo la aplicación de un modelo bayesiano a un cuantioso –aunque todavía limitado– conjunto de
dataciones absolutas debidamente contextualizadas, procedentes
de tres asentamientos próximos entre sí –Cabezo Pardo, Terlinques y Cabezo Redondo–ubicados a un lado y otro del extremo
septentrional del espacio social argárico, ha hecho posible determinar la cronología de las transformaciones y cambios urbanísticos registrados en varios asentamientos ubicados en un marco
geográfico pertinente, y evaluar así su eventual sincronía.
De acuerdo con los datos del modelo, los valores cronológicos que pueden proponerse para los inicios y finales de las
fases arqueológicas reconocidas son los siguientes, expresados
en forma de intervalos al 80% de probabilidad –[...]– en los que
se incluye el valor más probable o moda. En algunos casos la
distribución es multimodal, por lo que se adjuntan todas ellas
ordenadas de mayor a menor importancia.
Terlinques:
Fase I: 2151 [2129, 2280] - 1986, 2015 [1978, 2031] cal BC
Fase II: 1946 [1890, 1999] - 1741, 1861, 1801 [1731, 1861] cal BC
Fase III: 1741 [1660, 1779] - 1511 [1444, 1612] cal BC
Cabezo Pardo:
Fase I: 1936, 1996 [1926, 2006] - 1790 [1768, 1864] cal BC
Fase II: 1741, 1706 [1706, 1754] - 1671 [1655, 1732] cal BC
Fase III: 1631 [1584, 1684] - 1566 [1525, 1619] cal BC
Cabezo Redondo:3
Sin H-2277: 1691 [1628, 1744] - 1391 [1345, 1458] cal BC
Con H-2277: 1756 [1706, 1850] - 1381 [1318, 1432] cal BC
Los resultados del ajuste del modelo evidencian en varios
casos una elevada sincronía entre los procesos de construcción
y destrucción de las estructuras y edificios asociados a varias
de las fases arqueológicas reconocidas en los yacimientos (fig.
14) y sugieren las siguientes hipótesis en relación a su orden
cronológico más verosímil:
3
La datación H-2277, que por su antigüedad se muestra un tanto
disonante con respecto al conjunto de la serie radiocarbónica disponible actualmente para el yacimiento (Hernández, 2012), se tomó
de una muestra de vida larga –un poste carbonizado procedente del
Departamento VI (Soler García, 1987)– que por sus características
obliga a considerar el efecto old wood (Schiffer, 1986). En consecuencia, se ha optado por ensayar dos aplicaciones del modelo,
incluyendo y excluyendo, respectivamente, la datación. Como se
puede comprobar, los valores obtenidos varían ligeramente.
[page-n-448]
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
Tabla 1. Dataciones radiocarbónicas de Terlinques, ordenadas de acuerdo con las tres fases arqueológicas reconocidas en el yacimiento:
fase I (arriba), fase II (centro) y fase III (abajo).
Sigla
Matrícula
UE
Contexto
Fase Muestra
Peso
Descripción
Fecha BP
Carbón
Frag. de vértebra
de ovicaprino
Carbón (Pinus
halepensis)
Carbón (Pinus
halepensis)
Semillas de trigo
(Triticum durum)
Semillas de trigo
y cebada
(Triticum y Hordeum)
Semillas de trigo
y cebada
(Triticum y Hordeum)
Semillas de trigo
(Triticum sp)
Semilla de trigo
(Triticum durum)
Semillas de trigo
(Triticum durum)
3800±75
3770±40
Carbón (Pinus
halepensis)
Carbón (Pinus
halepensis)
Semillas de trigo
(Triticum durum)
Esparto trenzado
(Stipa tenacissima)
3590±40
TE-0 I-4525
Dep. I Poste?
TE-15 Beta-240938 1016 Desechos en relleno de
construcción
TE-5 Beta-189753 2016 Poste. UH I.
1 Carbón
1 Hueso animal 1,8 g
1 Carbón
5,3 g
TE-3
1 Carbón
86 g
TE-11 Beta-227373 1009
Larguero de techumbre. UH I. Fase
I
Semillas almacenadas. UH I. Fase I
1 Semillas
36 g
TE-1
Beta-122343 1009
Semillas almacenadas. UH I. Fase I
1 Semillas
20 g
TE-2
Beta-122344 1009
Semillas almacenadas. UH I. Fase I
1 Semillas
15 g
TE-17 Beta-268988 1437
Derrrumbe/Nivel de incendio
1 Semillas
4 semillas
TE-18 Beta-268989 1464
Nivel de incendio
1 Semillas
1 semilla
TE-19 Beta-268990 1485
Nivel de incendio
1 Semillas
4 semillas
TE-8
Beta-189756 1066
2 Carbón
2,5 +25 g
TE-4
Beta-136172 1006
Madero techumbre o viga. UH I.
Fase II
Larguero de techumbre. UH I. Fase
II
Cereales carbonizados abandono
UH XIII
Estera o capazo desecho. UH I.
Fase II
2 Carbón
105 g
2 Semillas
6 semillas
2 Esparto
carbonizado
15,9 +12 g
TE-16 Beta-256351 1427
Estrato de derrumbe sobre
pavimento UH XI
3 Hueso animal 21 g
Húmero
de ovicaprino
3450±40
TE-12 Beta-227574 1304
Desecho sobre pavimento. UH X
3 Hueso animal 104 g
3380±40
TE-7
Derrumbe techumbre y paredes.
UH VII
Derrumbe techumbre y paredes.
UH XI
Derrumbe techumbre y paredes.
UH VI
Esparto trenzado desecho. UH VII
3 Carbón
5,3 g
3 Carbón
11 g
3 Carbón
2,5+5,6 g
3 Esparto
carbonizado
2,9+7 g
Diáfisis de bóvido
(Bos taurus)
Carbón (Pinus
halepensis)
Carbón (Pinus
halepensis)
Carbón (Pinus
halepensis)
Esparto (Stipa
tenacissima)
Beta-136171 1006
TE-14 Beta-240937 1372
TE-9
Beta-189757 1066
Beta-190806 1076
TE-13 Beta-227575 1341
TE-6
Beta-189754 1053
TE-10 Beta-189758 1076
a) La fundación de Terlinques es muy anterior a la fundación
de Cabezo Pardo, con una media de 203 años con un intervalo de
probabilidad al 80%. Podemos establecer que la primera ocupación de Terlinques ocurrió muy posiblemente –una probabilidad
aproximada de 0,80– en el intervalo 2280-2129 cal BC, con fecha
más probable –moda a posteriori– 2151 cal BC. Esto se aviene a
las fechas que marcan el inicio de la Edad del Bronce en gran parte
del mediodía peninsular, en torno a 2200 cal BC (Lull et al., 2010).
b) El periodo de transición entre la fase I y la fase II de
Terlinques es concordante con la fundación de Cabezo Pardo,
la cual se produjo entre aproximadamente 2006 y 1926 cal BC
(con probabilidad 0,80) y con 1996 o 1936 cal BC como fecha
más probable, más bien hacia el final de la primera fase de ocupación de Terlinques, que se sitúa con probabilidad cercana al
3750±60
3630±60
3680±40
3640±70
3530±60
3640±40
3710±40
3600±40
3500±70
3530±40
3420±80
3330±70
3310±40
3300±60
3210±100
0,80 en el intervalo 1999-1890 cal BC. Por tanto, existe una
probabilidad alta de que la distancia temporal entre el inicio de
la fase II de Terlinques y el comienzo de la fase I de Cabezo
Pardo sea de unas pocas décadas.
c) El final de la segunda fase de Terlinques es coincidente
o ligeramente posterior al final de la primera fase de Cabezo
Pardo. La probabilidad de que la distancia temporal entre ambos eventos fuera de menos de 50 años es de 0,50 llegando a
una probabilidad de 0,86 para una distancia menor de 100 años.
De hecho, la media de la distancia temporal estimada es de 25
años con intervalo (-94,80) –o sea, de apenas una generación– y
todavía más estrecha parece la distancia media entre el inicio de
la fase II de Cabezo Pardo y el de la fase III de Terlinques, que
es de apenas 5 años con intervalo (-54,74). Esta coincidencia en
441
[page-n-449]
F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
Fig. 14. Gráfico con la distribución de los inicios y finales de las fases arqueológicas documentadas en Terlinques,
Cabezo Pardo y Cabezo Redondo, según los intervalos cronológicos proporcionados por el modelo estadístico obtenido.
442
[page-n-450]
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
el tiempo resulta tanto más relevante por cuanto que también
coincide, en uno y otro emplazamiento, con la implantación de
un modelo urbanístico muy similar: una calle transversal a lo
largo de la cima del cerro que articula en torno suyo un conjunto
de unidades habitacionales de tamaño más o menos modular y
en las que se advierte una marcada especialización en cuanto al
tipo de actividades llevadas a cabo en su interior.
d) El abandono de Terlinques y de Cabezo Pardo es anterior
al abandono de Cabezo Redondo. Excluyendo del conjunto del
análisis la datación H-2277 (Soler García, 1987), la fundación de
Cabezo Redondo vendría a situarse en el intervalo 1744-1628 cal
BC. Este resultado situaría el comienzo de Cabezo Redondo en
algún momento de la fase II de Cabezo Pardo, posiblemente cercano al final de ésta. Con respecto a Terlinques, se situaría antes
que el final de Terlinques III (probabilidad 0,99), lo que hace muy
plausible la coexistencia de ambos asentamientos. Igualmente,
está muy avalado por el modelo que la fundación de Cabezo Redondo sería posterior al final de la fase II de Terlinques (probabilidad 0,92). Si a todo esto añadimos su razonable sincronía con el
inicio de Terlinques III –la probabilidad de que transcurran menos
de 75 años entre ambos eventos es de 0,64– podemos concluir
que en este caso el inicio de Cabezo Redondo se situaría en algún
momento del tránsito entre las fases II y III de Terlinques.
e) El análisis del modelo ajustado también sugiere una marcada sintonía en cuanto al intervalo en el que se fija el abandono de
los poblados de Terlinques y Cabezo Pardo. Ambos parecen estar,
muy probablemente, desocupados con posterioridad a 1420 cal
BC. En el caso de Terlinques, dicho evento se dio, con la mayor
probabilidad, entre 1612 y 1444 cal BC, mientras que el abandono de Cabezo Pardo parece situarse preferentemente en el intervalo 1619-1525 cal BC. En cualquier caso, ninguno coincidió en
el tiempo con el final de la ocupación de Cabezo Redondo. En
términos absolutos, ésta se estima que pudo producirse, con (probabilidad 0,80) en el intervalo 1458-1345 cal BC –sin H-2277–
de manera que los datos respaldan claramente su continuidad más
allá de la desocupación de Terlinques y Cabezo Pardo.
En conclusión, y con independencia de que en el futuro puedan concretarse mucho más las franjas temporales en las que
se produjeron dichas transformaciones, parece evidente que en
el transcurso de lo que denominamos Edad del Bronce, en las
tierras del Sureste y Este de la península Ibérica se dieron situaciones relevantes de reorganización social y de alteraciones en
los patrones de ocupación y explotación de los espacios ocupados en torno a las fechas 2200/2150, 1980/1950, 1800/1750,
1550/1500 y 1350/1300 cal BC.
6. TERLINQUES EN SU ESPACIO SOCIAL
Hacia finales del III milenio cal BC, un pequeño grupo humano decidió trasladarse y fijar su lugar de residencia permanente
desde las tierras llanas del centro del corredor de Villena a la
cima del cerro de Terlinques. Ello conllevó una gran inversión
de trabajo, concretada en la creación de grandes plataformas de
aterrazamiento sobre las que construyeron varios edificios de
carácter residencial. Este hecho no fue un evento aislado, sino
que constituye una prueba directa del nuevo proyecto político
iniciado por una serie de sociedades concretas emplazadas en
las tierras del Levante peninsular.
Este proyecto social de consolidación económica y política
consistió en un reparto institucionalizado de la tierra y de la
gestión de los recursos existentes en las proximidades de los
lugares de asentamiento y espacios adyacentes, lo que llevaba
implícito el afianzamiento de un nuevo modelo de ocupación
territorial –que ya se venía gestando desde la fase campaniforme–, basado en consolidación de la propiedad del objeto de
trabajo (Jover, 1999). La destacada inversión de trabajo en la
construcción edilicia con materiales duraderos, su constante
mantenimiento a lo largo de varias generaciones y las repetidas
reedificaciones en los mismos lugares, son claros argumentos
a favor del mantenimiento y la transmisión de la propiedad del
objeto de trabajo y de los espacios residenciales de generación
en generación.
Por el momento, no podemos determinar en qué medida influyeron en este proceso de cambio las transformaciones económicas, sociales y políticas constatadas en el Sureste peninsular. El surgimiento de lo que reconocemos como El Argar y,
en concreto, la fundación de grandes núcleos poblacionales, en
algunos casos, con grandes líneas de muralla, como se constata
en La Bastida (Lull et al., 2014), tuvieron que suponer cambios importantes en las relaciones sociales y en los procesos de
circulación de materias primas y productos. No obstante, desde momentos previos –o fase campaniforme– ya se observan
cambios significativos en esta dirección (López Padilla, 2006),
con la fundación de asentamientos en altura, en algunos casos
amurallados, como es el caso del Peñón de la Zorra (García
Atiénzar, 2012).
En cualquier caso, Terlinques es un claro ejemplo de este
proceso de consolidación iniciado por las diferentes entidades
sociales que ocuparon las tierras del Levante peninsular. La
continuidad y estabilidad de su ocupación durante 700 años,
desde su fundación hacia el 2150 hasta el momento de su definitivo abandono hacia el 1500/1450 cal BC, unido a las profundas transformaciones urbanísticas que se llevaron a cabo en el
mismo en torno al 1750 cal BC, permiten inferir un cierto crecimiento demográfico y significativos cambios en la organización
de las actividades productivas.
Desconocemos cuál sería el tamaño de Terlinques en sus
momentos iniciales. Las evidencias arqueológicas sitúan en
estas fechas la construcción del aterrazamiento superior de la
ladera meridional (fig. 15), lo que permite plantear la posibilidad de que toda la cima y el anillo aterrazado que la circundaba
estuviesen ocupados en estos momentos. Si esto fuera así, estaríamos ante un asentamiento que podría alcanzar los 1.000 m²
desde sus inicios. Sin embargo, el alto grado de transformación
que sufrió la cima a partir del 1750 cal BC –fase III– no permite
asegurarlo.
Hacia 1750 cal BC, Terlinques fue reestructurado por completo. En torno a una calle central, con disposición E-O en el
centro de la cima, fueron edificados un amplio número de unidades habitacionales adosadas. Además, también se constata
la creación de otras dependencias en la ladera meridional, más
allá de los muros de aterrazamiento construidos inicialmente.
Ahora las habitaciones pasan a ser de un tamaño muy inferior,
de entre 28 y 40 m², constatándose en su interior exclusivamente las actividades de mantenimiento, con la excepción de
un edificio central –con tabiques internos separando al menos
dos ambientes– donde parecen concentrarse las actividades de
443
[page-n-451]
F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
Fig. 16. “Lingote” de cobre compuesto por una agregación de
pequeñas esferificaciones de metal, localizado sobre el pavimento
de la UH 1.
Fig. 15. Plataformas de aterrazamiento y muros de mampostería de
la ladera meridional de Terlinques.
tipo productivo y de almacenamiento, unido a un espacio techado contiguo donde fueron hallados un elevado número de
instrumentos líticos, en especial, percutores.
Según los datos recogidos para esta tercera fase, es posible
que el asentamiento creciese ahora hasta superar los 1.500 m².
Este incremento –que también parece atestiguado en otros yacimientos contemporáneos excavados, como Muntanya Assolada
(De Pedro, 2004b: 106)– debió responder a un aumento del número de habitantes que, sin embargo, resulta difícil cuantificar
con exactitud. Si seguimos los cálculos teóricos utilizados por R.
Chapman (1991) el número máximo de personas que pudieron residir en Terlinques no debió sobrepasar el medio centenar. Ahora
bien, si tenemos en cuenta que se ha excavado algo más de la mitad de la extensión del poblado, y que para la tercera fase se han
documentado catorce unidades habitacionales, y le atribuimos a
cada unidad habitacional un número mínimo de 4 miembros, Terlinques pudo llegar a tener cerca de 100 habitantes.
Si consideramos estas propuestas como cercanas a la realidad, Terlinques no parece ser un asentamiento de gran importancia. No obstante, debemos contemplarlo en un contexto
en el que Terlinques no era, ni mucho menos, un asentamiento
aislado. En el corredor de Villena-Caudete se han documentado
cerca de 60 yacimientos de dimensiones diversas, de los cuales sólo 9 presentan un tamaño superior a 0,1 ha, siendo en su
gran mayoría inferiores a 400 m² –60%–. El mayor de todos
los asentamientos es Cabezo Redondo, cuya extensión superaría ampliamente la hectárea. No obstante, su fundación se debe
situar sobre 1700 cal BC, prolongándose su ocupación hasta
aproximadamente 1300 cal BC (Hernández, 2012; Jover, López
y García Donato, 2014). Por tanto, si bien Cabezo Redondo es
coetáneo en sus primeros momentos a la fase III de Terlinques,
a diferencia de éste y de buena parte del resto de los asentamientos de la cubeta de Villena, permaneció ocupado después de
1500/1450 cal BC, horizonte en el que prácticamente todos los
demás poblados parecen abandonarse (Hernández, Jover y López, 2013). Una revisión reciente del yacimiento del Cabezo de
la Escoba ha permitido, por otra parte, datar varias muestras de
vida corta que sitúan su ocupación entre el 2150 y 1800 cal BC
444
(Cabezas, 2015: 70-734) y las recientes excavaciones efectuadas
en Polovar han revelado varias ocupaciones monofásicas, caracterizadas por construcciones de diversa tipología ocupadas en
diferentes momentos del II milenio cal BC.
En lo económico, y sin excepción, todo este conjunto de
asentamientos tuvo una clara orientación agropecuaria. Las
principales actividades productivas se centraban en el cultivo
de cereales y leguminosas y en la cría de ganado, además de la
elaboración de instrumentos y adornos de hueso, piedra y metal y diversos productos textiles. Aunque no se haya constatado
el empleo del lino, éste podría haber sido cultivado en las zonas encharcadas existentes en su entorno inmediato (Jover et
al., 2001; Jover y López, 2013). Similares procesos podemos
considerar para la lana. De igual modo, se ha documentado una
enorme variedad de valvas perforadas de moluscos marinos (Jover y Luján, 2009), también presentes en otros yacimientos de la
zona, cuya obtención y distribución no parece requerir una destacada inversión de trabajo. A todo ello cabe añadir la presencia
en el yacimiento de lingotes de cobre (fig. 16), objetos de oro
y plata y productos de marfil (López Padilla, 2011), obtenidos
necesariamente a través de las redes sociales de intercambio establecidas con su espacio social.
Al igual que en Terlinques, en asentamientos próximos de
similar tamaño, como Cabezo de la Escoba (Jover, López y
López, 1995; García Guardiola, 2006; Cabezas, 2015) –y por
lo que indica hoy el radiocarbono, fundado aproximadamente
en momentos prácticamente sincrónicos– se constatan también
actividades de fundición de cobre, producción textil y consumo
de una gran variedad de caparazones marinos y de algunos objetos de marfil. En ninguno de ellos se han localizado formas
cerámicas que se puedan vincular claramente con El Argar –
cuestión que sí se puede plantear para Cabezo Redondo a partir
de momentos próximos a mediados del II milenio cal BC. Sin
embargo, del Cabezo de la Escoba proviene un arete de plata con carrete o dilatador de oro (Soler, 1965; Jover y López,
4
Agradecemos a R. Cabezas la información proporcionada sobre
Cabezo de la Escoba, procedente de su trabajo fin de Máster, defendido en 2013 en el Máster de Arqueología profesional y Gestión
del Patrimonio de la Universidad de Alicante, bajo la tutela de uno
de nosotros.
[page-n-452]
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
1997; Cabezas, 2015: 92-99) (fig. 17) con claros y exclusivos
paralelos en el ámbito argárico. Piezas de orfebrería similares
han sido documentados recientemente en una tumba doble en
urna, considerada como principesca, donde el individuo femenino, además, portaba una diadema de plata (Lull et al., 2015).
En otros asentamientos de menor tamaño emplazados en la
cubeta de Villena, como Peñicas (Hernández, Pérez y Menargues, 2004), Pedruscales (García Guardiola, 2004), Barranco
Tuerto (Jover y López, 2005) o Polovar –área central–, en los
que se han llevado a cabo intervenciones arqueológicas, se han
constatado también diversas actividades de producción y consumo; en algún caso, de producción textil y presencia de valvas
de moluscos marinos. Aunque han aparecido objetos de cobre,
en ninguno de ellos hay evidencias de producción metalúrgica.
Estas diferencias en el acceso al consumo de determinados
productos o materias primas de lejana procedencia, pero
sobre todo, la localización de la producción metalúrgica en
aquellos asentamientos de mayor tamaño en la zona –por
ahora constatado en los mayores de 0,1 ha–, permiten inferir
la existencia de vínculos o lazos de reciprocidad/dependencia
entre los asentamientos de pequeño tamaño y los núcleos
mayores (López Padilla, 2011: 111-112).
Así mismo, parece lógico suponer la existencia de vínculos
entre estos asentamientos en lo que concierne a su reproducción
biológica, aunque en este caso las redes de apareamiento debieron
ser más amplias, en especial, las de los grupos o linajes mejor
posicionados en la escala social. Éstos podrían establecer parentesco con otras poblaciones más alejadas con las que mantendrían
relaciones sociales de intercambio de materias primas y productos. En este sentido, no se puede descartar que estos vínculos de
tipo reproductivo/productivo pudieran establecerse, ya entrado el
II milenio cal BC, con poblaciones argáricas. Así parece evidenciarlo, entre otros elementos, la materialidad de Cabezo Redondo
y, sobre todo, el desarrollo, a partir de aproximadamente 1600
cal BC, de prácticas funerarias de inhumación individual en el
interior de las viviendas de este asentamiento (Hernández, 2012).
Fig. 17. Dilatador de oreja de oro con arete de plata del Cabezo
de la Escoba (Villena, Alicante). Fotografía: Archivo Gráfico del
MARQ.
Con todo, los datos recopilados y las series radiocarbónicas obtenidas en los últimos años ponen de manifiesto que
la densidad y profusión de asentamientos constatada para el
periodo 2150-1500 cal BC en el corredor de Villena –y por extensión, en las tierras valencianas– no refleja con exactitud un
momento concreto del desarrollo de la sociedad que decidió
su localización, construcción y, por último, su abandono, sino
que es resultado de la agregación en el espacio social de múltiples acciones cuya secuencia responde a los requerimientos
de un dilatado proceso histórico cuya dinámica comenzamos
a desentrañar. Si la fundación de Terlinques y otros enclaves
de similares características, como Cabezo de la Escoba, parecen remontarse a 2150 cal BC, otros núcleos de tamaño más
reducido, como el de la cresta occidental de Polovar, parecen
ser fundados hacia el tránsito del III al II milenio cal BC y
abandonados entre el 1900 y 1800 cal BC. De igual modo,
Barranco Tuerto (Jover y López, 2005), un asentamiento de
muy pequeño tamaño encumbrado en lo alto de la sierra de la
Villa, fue fundado hacia 1850/1800 cal BC. Un poco después,
hacia el 1750/1700 cal BC, se iniciaría la secuencia de Cabezo
Redondo (Jover, López y García Donato, 2014) y más tarde,
ya entre 1600 y 1500 cal BC, se produciría la ocupación de la
cresta central de Polovar.
Así pues, sobre la base de los datos de que disponemos
en la actualidad, se pueden efectuar algunas consideraciones en torno al desarrollo del proceso histórico del espacio
social al que perteneció Terlinques entre aproximadamente
2150 y 1450 cal BC.
Los datos permiten sostener como hipótesis más viable
que los asentamientos que parecen ser de mayor tamaño en la
zona, es decir, superiores a 0,1 ha –aunque no tienen por qué
ser todos ellos– fueron los fundados en los primeros momentos
de lo que conocemos como Edad del Bronce. Éstos, además,
parecen ser los que probablemente fueron ocupados de forma
ininterrumpida hasta 1500 cal BC. La consolidación del modelo de reparto territorial, que antropológicamente podríamos
caracterizar como de tipo tribal (Vargas, 1988; Sarmiento,
1992), iría acompañada –y estimulada– por un crecimiento demográfico de los asentamientos que encontraría sus límites en
el punto en que se alcanzara un determinado valor en la tasa de
rendimiento del trabajo que impidiera disponer de un adecuado
nivel de plusproducto agropecuario. Ante la imposibilidad de
aumentar la productividad, la superación de las contradicciones
propias de este modo de producción se resolvería con la fisión
del grupo familiar inicial, fundando un nuevo núcleo en tierras
o espacios cercanos, no explotados hasta el momento (Jover y
López, 2004). El desarrollo ampliado de esta estrategia podría
explicar la fundación, más tarde, de nuevos asentamientos de
menor tamaño en el entorno de algunos de los asentamientos
primigenios, como sería el caso de Polovar, a apenas 1 km de
distancia de Terlinques.
Por otro lado, entre el 1900-1800 cal BC, se constata, además, la necesidad de controlar visualmente el conjunto del territorio de la comunidad, al crear asentamientos encumbrados
como Barranco Tuerto (Jover y López Padilla, 2005) destinados
a someter a control visual el territorio de la cuenca, u otros mucho más encumbrados todavía, como el Peñón de la Moneda,
cuyo control visual se extiende a más de una cuenca hidrográfica (Jover, López Mira y López Padilla, 1995).
445
[page-n-453]
F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
Entre c. 1950 y c. 1850 cal BC es el territorio, por tanto, el
escenario en el que se advierten los cambios más esenciales en
el registro arqueológico, con la fundación de nuevos enclaves en
áreas no ocupadas previamente y en puntos de valor estratégico
para el control territorial. A partir de aproximadamente 1800 cal
BC, en cambio, pasarán a ser los propios asentamientos las unidades en las que se pueda observar las principales transformaciones. En un horizonte temporal que, grosso modo, podemos
fijar entre 1850-1750 cal BC, se produjo el desmantelamiento
del modelo de asentamientos con unidades habitacionales más o
menos amplias en las que se concentraban las principales áreas
de actividad –como el almacenaje, procesado y consumo de
bienes subsistenciales y la elaboración de una amplia variedad
de productos artesanales– y su sustitución por otro basado en
una distribución de los espacios que parece potenciar un mayor
grado de concentración y segregación de determinadas áreas de
actividad (Jover y López, 2009).
La aplicación de la estadística bayesiana al conjunto de
dataciones radiocarbónicas de la zona ha permitido inferir la
estrecha sincronía que muestra el inicio de este fenómeno en
asentamientos tan distantes como Cabezo Pardo y Terlinques
(Jover, López y García-Donato, 2014), lo que hace sospechar
la acción de un mismo motor de cambio en ambos casos cuya
naturaleza, sin embargo, no es fácil concretar. Un aspecto a valorar en este sentido es la replicación de determinadas prácticas
de clara raigambre argárica –enterramientos en el interior del
espacio habitado, inhumaciones infantiles en urnas de cerámica
(fig. 18), consumo de determinados productos de metal, de oro
o de marfil, e incluso la adopción de ciertas soluciones arquitectónicas en la planificación y construcción del asentamiento– en
Cabezo Redondo (Hernández, Jover y López, 2013), ubicado
en plena cubeta de Villena, más allá del territorio nororiental
argárico (Jover y López, 1997) y cuya fundación podemos situar, cuando menos, en torno a 1700 cal BC (Hernández, 2012).
La contemporaneidad de Cabezo Redondo con la última
fase de ocupación de otros asentamientos cercanos como Terlinques –fase III, con unidades habitacionales pequeñas, con áreas
de actividad distribuidas y concentradas en determinadas zonas,
inexistencia de enterramientos en el interior del espacio habitado y un registro material en general menos variado y de menor
Fig. 18. Enterramiento infantil en urna localizado en el Departamento
XX de Cabezo Redondo. Fotografía: Mauro S. Hernández Pérez.
446
calidad– ha quedado sobradamente avalada por el radiocarbono
(Jover, López y García-Donato, 2014), al igual que la pervivencia de Cabezo Redondo más allá de la cronología estimada para
el abandono de Terlinques, en torno a 1500 cal BC.
Por tanto, la consolidación social y productiva del proyecto
social implantado en el corredor de Villena parece mantenerse hasta el 1500/1450 cal BC, como lo muestra el crecimiento
de Cabezo Redondo, la fundación de sitios menores como el
ubicado en el área central de Polovar y la estabilidad del hábitat en Terlinques durante 700 años. A partir de estas fechas de
mediados del II milenio cal BC, muchos asentamientos fueron
abandonados, constatándose un fenómeno similar al documentado en el área argárica (Lull et al., 2013), lo que viene a ser
una prueba más que de que el proceso histórico de las comunidades campesinas que ocuparon las tierras valencianas durante
la Edad del Bronce estuvo íntimamente ligado a las transformaciones sociales y políticas que se produjeron en todo el Sureste
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449
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 451-463.
Problemas cronológicos y análisis de dieta
en la Edad del Bronce de los Altiplanos granadinos:
el caso del Cerro de la Virgen (Orce, Granada, España)
FeRnando Molina gonzález, Juan a. CáMaRa seRRano, antonio delgado HueRtas,
sylVia a. JiMénez BRoBeil, tRinidad náJeRa Colino, José a. RiquelMe Cantal y liliana sPanedda
reSumen
La contextualización espacio-temporal de las sepulturas excavadas en el Cerro de la Virgen (Orce, Granada) por W. Schüle en
los años sesenta del siglo pasado, incluyendo la datación por C-14 de casi la totalidad de los restos humanos, nos ha permitido
analizar las posibles causas de las diferencias de los niveles en δ15N y δ13C revelados por el análisis de isótopos estables. La
variación se debe principalmente a factores cronológicos, lo que viene apoyado por la comparación con el enterramiento
colectivo de Cueva Carada (Huéscar, Granada), datado en la transición del Neolítico al Calcolítico. Otros factores que inciden
en la variación son el sexo y la unidad de residencia (como expresión de relaciones familiares). Las diferencias según la edad
se centran en los altos valores de los individuos maduros y seniles en δ15N. Aunque los valores medios de los enterramientos
en fosa son diferentes a los del resto de tipo de enterramientos, no ha sido posible señalar diferencias que se puedan atribuir
claramente al nivel social, si bien se debe tener en cuenta que un gran número de sepulturas del Cerro de la Virgen pueden
considerarse “ricas” respecto a los niveles de ajuar característicos del resto de yacimientos de la zona.
PalabraS claVe:
Edad del Bronce, Cultura de El Argar, Altiplanos Granadinos, Cronología, Análisis de isótopos estables,
Cambio ambiental, Diferenciación social.
abSTracT
Chronological problems and diet analysis in Granada province eastern plateaus during the Bronze Age: the case of Cerro
de la Virgen archaeological site (Orce, Granada, Spain). Spatial and temporal contextualization of Cerro la Virgen (Orce,
Granada) graves excavated by W. Schüle in 1960's, including C-14 datings for almost all human remains, has made possible
to discuss the possible causes of the differences in levels δ15N and δ13C revealed by stable isotope analysis. Variation is mainly
due to chronological factors, which is supported by the comparison with Cueva Carada (Huéscar, Granada) Chalcolithic
collective burial. Other factors affecting the change are sex and residence unit (as an expression of family relationships).
Differences by age focus on the high values of mature and senile individuals in δ15N. Although the mean values of pit burials
are different from those of other burial types, it has not been possible to identify differences that can be clearly attributed to
social class, although it should be noted that a large number of Cerro de la Virgen graves may be considered “rich” compared
to typical grave goods from other sites in the area.
k e y w o r d S : Bronze Age, El Argar Culture, Eastern Granada plateaus, Chronology, Stable Isotope Analysis, Environmental
change, Social differentiation.
Con este trabajo nos sumamos al homenaje a nuestro colega y
amigo Bernat Martí, cuya producción científica, aunque centrada en el Neolítico, ha abordado en muchas ocasiones temáticas
relacionadas con la Edad del Bronce.
1. INTRODUCCIÓN. EL CERRO DE LA VIRGEN
A partir del 2000 A.C. las características que definen la cultura argárica (asentamientos en cerros escarpados, enterramientos bajo las casas y cultura material mueble específica) se
extienden por los Altiplanos orientales granadinos (Cámara y
Molina, 2011). En esta zona aparecen numerosos poblados de
nueva fundación y pequeñas dimensiones destinados a un con-
trol estricto del territorio como se observa en su dispersión por
los ríos Guadiana Menor, Galera, Huéscar y Castril (Jabaloy y
Salvatierra, 1980; Molina et al., 1986, Fresneda et al., 1999).
Se trata de asentamientos con el hábitat aterrazado y con enterramientos en el interior de las viviendas (Molina et al., 1986;
Fresneda et al., 1991, 1992, 1993). Estas innovaciones afectaron también a algunos yacimientos ocupados desde momentos
anteriores, en los que tuvieron lugar transformaciones urbanísticas y económicas y en los que encontramos enterramientos
bajo las casas. El más conocido e importante de todos ellos es
el Cerro de la Virgen (Orce, Granada), excavado desde mediados del siglo pasado por W. Schüle (Schüle y Pellicer, 1966;
Schüle, 1980).
451
[page-n-459]
F. Molina, J. A. Cámara, A. Delgado, S. A. Jiménez, T. Nájera, J. A. Riquelme y L. Spanedda
El yacimiento arqueológico del Cerro de la Virgen ocupa un espolón amesetado (fig. 1) que muestra un patrón de
asentamiento típico del Calcolítico al situarse relativamente cerca del agua en una posición fácilmente defendible por
estar limitado en tres de sus lados por el río principal y dos
pequeños barrancos. Estas características son visibles pese
a que amplias áreas de los límites del yacimiento están muy
afectadas por los trabajos agrícolas, como también la parte
superior de la meseta donde produjeron alteraciones una serie de construcciones (alquería medieval, cortijo y ermita)
(Schüle y Pellicer, 1966).
En los 400 m2 excavados por W. Schüle se identificaron
36 sepulturas, aunque al menos 8 de ellas realmente no contenían restos humanos y en la mayoría de los casos se trataba
de grandes vasijas de cerámica que pudieron tener una función no funeraria. Sólo han sido estudiados a nivel antropológico los restos humanos de 21 de las sepulturas (Botella,
1976). Entre ellos se han identificado un feto, 9 individuos
infantiles (3 de ellos de más de 6 años y el resto de menos
de 3 años, infrarrepresentados en relación con la mortalidad
infantil que debió existir), 3 jóvenes (en torno a 14-18 años,
uno de ellos probablemente femenino), además de 16 adultos
(2 indeterminados, 7 hombres, uno de ellos dudoso, y 7 mujeres, 2 de ellas de dudosa adscripción).
Muestras óseas de 27 de esos 29 individuos se han datado
por AMS (tabla 1) en el Tandem Laboratory de la Universidad
de Uppsala (Ua) (Cámara y Molina, 2009: 175-178; Molina et
al., 2014). De los restos humanos disponibles sólo han quedado
sin datar el individuo infantil de la tumba 31 y un individuo
femenino adulto del que se desconoce su procedencia. Las dataciones ya han sido ya discutidas en relación con las tumbas que
habían sido consideradas múltiples por su excavador (sepulturas
4, 6, 21, 22, 29 y 30), de las que ni la 21 ni la 30 lo son; en el
primer caso por tratarse de tumbas superpuestas y en el segundo
por corresponder realmente a tres fosas muy cercanas entre sí y
no a una única fosa, con la fuerte probabilidad de que en este
último caso estemos ante enterramientos preargáricos (Molina
et al., en prensa), aunque hayan sido usadas para sugerir una
expansión temprana de las características argáricas por la zona
(Delgado, 2013: 17, 121). Junto a estas fechas sobre huesos humanos se dispone de otra datación sobre una muestra de vida
larga (GrN5594), procedente de la sepultura 14 (Castro et al.,
1993-94: 79 n. 3).
Además, en lo que respecta a los objetivos de este artículo,
se han realizado análisis isotópicos sobre los 27 individuos datados y sobre el individuo infantil de la tumba 31.
2. OBJETIVOS Y METODOLOGÍA
Este trabajo pretende utilizar los datos procedentes de las dataciones y los análisis de isótopos estables sobre huesos humanos para discutir sobre el cambio ambiental entre el III y el II
Milenio A.C. y analizar otras causas de variabilidad intragrupal
como el sexo, la edad o el nivel social. En relación con el primer tema se han incluido, a efectos comparativos, los resultados isotópicos (δ13C y δ15N) de 20 muestras sobre restos óseos
humanos de individuos adultos (11 masculinos y 9 femeninos)
correspondientes a un enterramiento colectivo cercano, Cueva
Carada (Huéscar, Granada) (Molina, 1983), datado en la tran452
Fig. 1. Vista aérea del Cerro de la Virgen (fot. Paisajes Españoles).
sición entre el Neolítico y la Edad del Cobre y del que hasta
ahora no disponemos de fechas absolutas. Aunque estas últimas
muestras se salen del rango de ocupación del yacimiento del
Cerro de la Virgen (2600-1450 cal A.C.) (Molina et al., 2004, en
prensa; Cámara et al., en prensa) permiten obtener una visión de
los cambios acaecidos a más largo plazo.
Los valores isotópicos a partir del análisis del δ13C presente en huesos y dientes de mamíferos informan sobre la evolución medioambiental a partir de la humedad (Longinelli, 1984;
Delgado et al., 1995; Delgado, Iacumin y Longinelli, 1997).
Los valores isotópicos (δ15N, δ13C) de restos de tejidos de materia orgánica, o del colágeno que se puede extraer de restos
arqueológicos, permiten conocer como fue la dieta de animales y personas (Vogel y Van der Merwe, 1977; De Niro, 1985;
O'Connell et al., 2012; Schoeninger, 2014), aunque a veces
se planteen problemas relacionados con un consumo puntual
(Dickson et al., 2000).
Diferentes tipos de muestra (huesos, dientes…) parecen
conducir a diferentes resultados (Balasse, Bocheren y Mariotti,
1999; Harrison y Katzenberg, 2003; Eerkens et al., 2014; Henderson, Lee-Thorp y Loe, 2014; Naumann, Price y Richards,
2014; Salazar-García et al., 2014b; Webb, White y Longstaffe,
2014; Burt, 2015), por lo que se ha optado aquí por usar sólo
muestras procedentes del colágeno extraído de los huesos.
Este tipo de estudios isotópicos está siendo cada vez más
empleado especialmente para el análisis de los patrones de
consumo de las poblaciones prehistóricas de la Península Ibérica (Lubell et al., 1994; Arias, 2005, 2007; Hillier, Boaventura y Richards, 2008; Arias y Schulting, 2010; Fontanals-Coll
et al., 2014). Independientemente de estudios sobre cambios
de dieta en periodos de larga duración (Van Strydonck et al.,
2005; Fuller, Márquez-Grant y Richards, 2010; Nehlich et al.,
2012), la mayoría de los estudios en el área mediterránea de
la Península Ibérica se concentran en la transición entre el
Mesolítico y el Neolítico (García-Guixé, Subirà y Richards,
2006; Salazar, 2009; McClure et al., 2011; Fernández-López
et al., 2013; Salazar-García et al., 2014a), pero recientemente
[page-n-460]
Problemas cronológicos y análisis de dieta en la Edad del Bronce de los Altiplanos granadinos: el caso del Cerro de la Virgen
Tabla 1. Dataciones de C-14 por AMS realizadas en el Tandem Laboratory de la Universidad de Uppsala para restos humanos
del Cerro de la Virgen.
Tumba e individuo
Sexo
Edad
Núm. lab.
Fecha BP
Fecha BC 1 σ
Fecha BC 2 σ
1
Infantil II
Ua39397
3286±34
1611-1529
1642-1463
4.1
Infantil II
Ua39398
3466±35
1876-1700
1884-1692
Feto
Ua39399
3437±34
1865-1688
1878-1660
5
4.2
Femenino
Adulto
Ua39400
3479±33
1877-1750
1890-1695
6.1
Masculino
Adulto
Ua39401
3488±34
1878-1765
1898-1696
6.2
Femenino
11
Masculino
3500±35
1883-1771
1918-1700
3426±34
1770-1666
1876-1635
Adulto
Ua39404
3394±36
1740-1642
1866-1613
Ua39405
3468±34
1876-1701
1885-1692
Femenino
Maduro
Ua39406
3564±34
1965-1832
2022-1775
Infantil I
Ua39407
3709±41
2191-2035
2269-1975
Femenino
Maduro
Ua39408
3216±33
1508-1443
1625-1418
16
19
Ua39402
Ua39403
Juvenil
12
14
Maduro
Adulto
8
20
Masculino
Adulto
Ua39409
3187±31
1497-1432
1522-1409
21.1
Masculino
Senil
Ua39410
3586±36
2009-1892
2034-1781
21.2
Femenino
Senil
Ua39411
3391±34
1738-1641
1770-1613
22.1
Juvenil
Ua39412
3525±33
1906-1775
1939-1754
22.2
Juvenil
Ua39413
3433±30
1857-1688
1877-1646
24
26
Infantil I
27
29.1
29.2
Ua39414
3487±30
1878-1763
1891-1699
Maduro
Ua39415
3429±31
1770-1685
1876-1641
Infantil I
Masculino
Ua39416
3323±31
1640-1534
1686-1526
Infantil I
Femenino
Ua39417
3401±30
1742-1661
1766-1624
Juvenil
Ua39418
3326±30
1657-1535
1686-1528
30A
Masculino
Adulto
Ua39419
3802±30
2288-2155
2339-2140
30B
Femenino
Adulto
Ua39420
3780±32
2280-2142
2298-2051
Infantil I
Ua39421
3785±33
2282-2144
2336-2058
30C
32
34
Infantil II
Masculino
Ua39422
3406±30
1743-1664
1860-1625
Adulto
Ua39423
3395±35
1740-1643
1862-1614
se han publicado estudios sobre yacimientos más recientes
como La Vital (Gandía) (Salazar, 2011), algunos megalitos y
contextos funerarios asociados de la Baja Andalucía (DíazZorita, 2013) y también a contextos de la Edad del Bronce, especialmente manchegos (Nájera et al., 2010; Sánchez, 2014),
mientras los resultados obtenidos sobre los yacimientos de
la Cultura de El Argar no han sido todavía publicados extensamente (Cámara y Molina, 2011; Díaz-Zorita et al., 2011;
Díaz-Zorita, Waterman y Peate, 2014).
3. LAS DATACIONES DE LAS SEPULTURAS
DEL CERRO DE LA VIRGEN Y SUS PROBLEMAS
Dentro de la larga ocupación del Cerro de la Virgen, que
comienza hacia el 2600 cal A.C. (Cámara et al., en prensa)
según la suma de probabilidades de las dataciones calibradas
por la curva IntCal13 (Reimer et al., 2013), los enterramientos que se han localizado en el yacimiento se pueden adscribir
en el rango 1 σ a un periodo entre el 1918 y el 1608 cal A.C.
al 96,53% de probabilidad y en el rango 2 σ al periodo com-
prendido entre 1977 y 1426 cal A.C. al 87,67%, de acuerdo al
programa Calib 7.0.2. Estas fechas entran perfectamente en
el rango aceptado para los enterramientos argáricos (Lull et
al., 2009, 2010a, 2010b, 2011), aunque ya se ha discutido que
tres fosas situadas en el perímetro externo del asentamiento
(30A, 30B y 30C) ofrecen fechas excesivamente tempranas
para las dataciones disponibles de las tumbas argáricas de
los Altiplanos granadinos, por lo que cabe pensar que tengan
relación con la ocupación calcolítica del yacimiento (Molina
et al., en prensa).
Un aspecto importante, que merece la pena recordar aquí
por su relación con las diferencias de sexo, edad y nivel social, es la cronología de los diferentes tipos de contenedores
funerarios (Molina et al., en prensa). Las tumbas en fosa con
revestimiento de piedra se sitúan entre el 1888 y el 1526 (al
100% de probabilidad dentro del intervalo 2 σ según la suma de
probabilidades realizada a través del Programa Calib 7.0.2). En
cuanto a las tumbas en fosa simple, independientemente de las
sepulturas 30A, 30B y 30C cuyo probable carácter calcolítico
ya hemos indicado, agrupan sus dataciones entre 1888 y 1434
453
[page-n-461]
F. Molina, J. A. Cámara, A. Delgado, S. A. Jiménez, T. Nájera, J. A. Riquelme y L. Spanedda
(68,61% de probabilidad en el rango 2 σ). Las tumbas realizadas
con estructuras de mampostería (fig. 2) se sitúan entre 1982 y
1419 (96,69% en el intervalo 2 σ). Sin embargo las tumbas verdaderamente monumentales (14, 21A y 22) se fechan en un arco
más corto entre 1985 y 1771 al 91,98% en el intervalo 2 σ (fig.
3). Las tumbas en vasija se sitúan entre 1883 y 1593 cal A.C. al
79,49% dentro del rango 2 σ con un desarrollo que se inscribe
dentro del periodo propuesto para los enterramientos en vasija
en el mundo argárico (Lull et al., 2011) (fig. 4).
Se puede señalar que la mayor parte de los tipos de enterramiento se desarrollaron a partir del 1900 cal A.C. (Molina et al.,
en prensa), y sólo las tumbas con mampostería muestran dataciones ligeramente más antiguas que no contradicen una introducción de la cultura argárica en los Altiplanos granadinos entre
1950 y 1900 cal A.C. (Cámara y Molina, 2011). En este contexto
no parece adecuado considerar las fechas de las tumbas 30A, 30B
y 30C como expresión de una introducción temprana del Argar en
el área (Delgado, 2013), sobre todo teniendo en cuenta la escasez
de ajuar diagnóstico en esas tumbas. Por ello podemos utilizar estas tumbas como exponentes de un momento de fines del III Milenio A.C., anterior a la llegada de las influencias argáricas proce-
dentes de las áreas costeras del Sudeste y, en lo que nos interesa
en este artículo, intentar caracterizar a partir de ellas cambios en
el ambiente y en la dieta reflejados en los isótopos estables, utilizándolas como un conjunto puente entre las muestras de Cueva
Carada ya descritas y el resto de muestras de las tumbas del Cerro
de la Virgen, correspondientes a la Edad del Bronce.
Para matizar aún más los cambios temporales, podemos intentar aproximarnos a la secuencia de las tumbas argáricas del
Cerro de la Virgen, utilizando las dataciones y los escasos datos
estratigráficos que hemos discutido en otro trabajo (Molina et
al., en prensa). Considerando como fase 1 las tumbas 30A, 30B
y 30C ya indicadas, el resto de las sepulturas se puede agrupar
en otras dos fases, la segunda con las tumbas 4, 5, 6, 14, 20,
21A, 22, 24 y 26, y la tercera con las tumbas 1, 8, 11, 12, 16,
19, 21B, 27, 29, 32 y 34. Respecto a esta atribución, que, como
hemos dicho, ha tenido en cuenta los datos estratigráficos, las
fechas de C-14 de las tumbas 12, 16 y 20 son las únicas que
ofrecen diferencias evidentes con las dataciones esperadas. Aun
no contando con datos radiométricos ni estratigráficos directos,
se podría pensar que la tumba 31 puede pertenecer por su situación espacial a la tercera fase.
Fig. 3. Sepultura 14 del Cerro de la Virgen con mampostería
monumental (fot. W. Schüle).
Fig. 2. Sepultura 20 del Cerro de la Virgen en fosa con revestimiento
de mampostería (fot. W. Schüle).
454
Fig. 4. Sepultura 16 del Cerro de la Virgen en vasija (fot. W. Schüle).
[page-n-462]
Problemas cronológicos y análisis de dieta en la Edad del Bronce de los Altiplanos granadinos: el caso del Cerro de la Virgen
Las tumbas 30A, B y C, posiblemente calcolíticas, se situarían a finales del III Milenio, entre 2282 y 2144 A.C., según la
suma de probabilidades del Programa Calib 7.0.2 al 100% de
probabilidad en el intervalo 1 σ. Pese a los problemas antes indicados la segunda y la tercera fase pueden separarse con claridad
en torno al 1750/1725 cal A.C., situándose la segunda fase entre
1892 y 1733 (88,03% de probabilidad dentro del intervalo 1 σ)
y la tercera entre 1755 y 1534 cal A.C. al 100% de probabilidad
dentro del intervalo 1 σ (Molina et al., en prensa).
4. DISCUSIÓN DE LOS RESULTADOS
DE LOS ANÁLISIS ISOTÓPICOS
Tanto las muestras del Cerro de la Virgen (tabla 2) como las de
Cueva Carada (tabla 3) ofrecen unos resultados más homogéneos para el δ13C (desviación típica de 0,371 y 0,547 respectivamente) que para el δ15N (1,369 y 1,428 respectivamente). A
priori podría pensarse que la variabilidad en el caso del Cerro
de la Virgen tendría que ver con factores como la edad y el
nivel social, aunque exploraremos otras causas. No obstante,
en la muestra analizada del enterramiento colectivo de Cueva
Carada al incluir sólo adultos de ambos sexos la variedad debe
atribuirse a factores sociales de diversa índole (residencia, nivel social, etc.), difíciles de evaluar pero que no deben ser excluidos de partida en los contextos calcolíticos (Nocete, 2014),
aun cuando algunos autores (García y Murillo, 2013) tiendan a
minimizar las diferencias de carácter social. En cualquier caso
no podemos profundizar aquí en esos aspectos para el caso de
Cueva Carada y, como hemos dicho, usaremos esta muestra
sólo a efectos comparativos.
En este sentido lo primero que se debe señalar es que tanto
a nivel del δ15N (10,91 frente a 9,72) como del δ13C (-18,99
frente a -19,54) existen diferencias entre el Cerro de la Virgen
y Cueva Carada, siendo en ambos casos superiores los valores
en el primero de estos yacimientos. Ello parece indicar por un
lado un mayor consumo de proteínas de rumiantes en la Edad
del Bronce y por otro un ambiente progresivamente más seco.
Esta situación coincide con los datos proporcionados por otros
Tabla 2. Valores isotópicos de δ15N y δ13C obtenidos para restos humanos del Cerro de la Virgen.
Sepultura
Sexo
Edad
δ15N ‰ (Air-N2)
δ13C ‰ (V-PDB)
Tipo Sepultura
Fase
Grupo
Nivel
11,74
-19,57
Fosa revestida
3
4
1
1
Infantil II
4 (1)
Infantil II
11,25
-19,38
Vasija
2
2b
5
4 (2)
Feto
12,88
-18,48
Vasija
2
2b
5
10,61
-18,75
Vasija
2
6
3
5
Mujer
Adulta
6 (1)
Hombre
Adulta
11,45
-18,14
Mampostería
2
5
1
6 (2)
Mujer
Senil
10,46
-19,26
Mampostería
2
5
1
Adulta
8,63
-19,36
Vasija
3
3
Adulta
11,73
-19,42
Fosa revestida
3
3
3
Juvenil
11,98
-18,43
Fosa
3
1b
5
Senil
10,12
-19,23
Mampostería monumental
2
3
2
Infantil I
11,70
-19,66
Vasija
3
1b
2
8
11
Hombre
12
14
Mujer
16
19
Mujer
Senil
12,24
-19,35
Vasija
3
1b
3
20
Hombre
Adulta
12,26
-19,11
Mampostería
2
1b
2
21 (1)
Hombre
Senil
13,35
-18,50
Mampostería monumental
2
1a
2
21 (2)
Mujer
Senil
11,40
-19,17
Fosa revestida
3
1a
2
22 (1)
Juvenil
10,74
-18,85
Mampostería monumental
2
7c
2
22 (2)
Juvenil
10,54
-18,81
Mampostería monumental
2
7c
2
24
Infantil I
11,41
-18,87
Fosa
2
1b
4
Madura
11,59
-19,24
Fosa revestida
2
2b
2
27
Infantil I
10,27
-18,85
Fosa
3
0
3
29 (1)
Infantil I
10,95
-18,73
Vasija
3
7a
5
26
Hombre
29 (2)
Mujer
Juvenil
12,07
-19,13
Vasija
3
7a
5
30A
Hombre
Adulta
10,18
-18,95
Fosa
1
7b
5
30B
Mujer
Adulta
9,63
-19,02
Fosa
1
7b
5
30C
Infantil I
7,38
-19,26
Fosa
1
7b
5
31
Infantil I
9,10
-18,73
Vasija
3
8
5
Infantil II
8,36
-18,70
Fosa
3
8
2
Adulta
11,43
-18,70
Mampostería
3
9
4
32
34
Hombre
455
[page-n-463]
F. Molina, J. A. Cámara, A. Delgado, S. A. Jiménez, T. Nájera, J. A. Riquelme y L. Spanedda
Tabla 3. Valores isotópicos de δ15N y δ13C obtenidos para
restos humanos de Cueva Carada (Huéscar, Granada).
Nº Registro
excavación
19
29
30
31
33
35
36
38
39
42
43
s/n
26
27
28
50
55
59
66
67
Sexo
δ15N ‰
(Air-N2)
Hombre
Hombre
Hombre
Hombre
Hombre
Hombre
Hombre
Hombre
Hombre
Hombre
Hombre
Mujer
Mujer
Mujer
Mujer
Mujer
Mujer
Mujer
Mujer
Mujer
10,71
11,12
10,76
10,28
9,76
9,98
8,38
10,56
10,42
4,72
9,71
9,89
8,04
10,48
10,12
9,64
9,89
9,45
11,27
9,24
δ13C ‰
(V-PDB)
-18,94
-18,86
-19,32
-19,19
-19,31
-19,69
-19,66
-19,30
-19,24
-20,53
-19,61
-19,56
-21,31
-19,27
-19,59
-19,60
-19,66
-19,31
-19,66
-19,14
yacimientos granadinos como La Cuesta del Negro, donde se
aprecia un aumento del δ15N a lo largo del tiempo, y con los
datos paleoambientales disponibles para el Sudeste que sugieren un radical aumento de la aridez en el II Milenio A.C.,
sin desechar también la importancia de la acción antrópica en
este proceso (Carrión et al., 2001, 2007; Fuentes et al., 2005).
En cualquier caso no se puede descartar que el consumo de
carne también fuera significativo durante el III Milenio A.C.,
teniendo en cuenta la importancia en esta época de los suidos
(Driesch, 1972), cuya carne no queda representada del mismo
modo en los valores del δ15N por razones relacionadas con el
metabolismo humano (Pearson et al., 2010). Las diferencias
entre ambos yacimientos se hacen más evidentes si suprimimos de la muestra del Cerro de la Virgen los individuos infantiles, quedando las medias de éste en 11,13 para el δ15N
y -18,97 para el δ13C con desviaciones típicas de 1,12 y 0,36
respectivamente.
Aún podríamos definir mejor las diferencias isotópicas si consideramos la periodización cronológica de las tumbas del Cerro
de la Virgen. Entre las fases 1 y 2 los valores aumentan (aunque
el número de muestras es muy diferente entre los dos conjuntos),
lo que parece apoyar las reflexiones anteriores. Sin embargo entre
las fases 2 y 3 las diferencias, aunque leves, van en el sentido
contrario (fig. 5). Estas tendencias no varían si se suprimen de la
muestra los individuos infantiles, aunque quedan matizadas, con
medias de 9,91, 11,35 y 11,23 en el δ15N (desviaciones de 0,39,
1,24 y 1,04 respectivamente) y medias de -18,99, -18,88 y -19,08
en el δ13C (desviaciones de 0,47, 0,38 y, 0,38) (fig. 6).
456
Fig. 5. Diagrama de cajas con la distribución de los valores de δ13C
y δ15N según las fases cronológicas (0: Cueva Carada; 1, 2 y 3: fases
1, 2 y 3 de las tumbas del Cerro de la Virgen).
Como ya se ha indicado, la comparación entre ambos yacimientos sólo puede extenderse al análisis de la diferenciación
por sexos. En ambos yacimientos debemos recordar que la desviación típica es mucho menor en el δ13C. La media de los hombres del Cerro de la Virgen es de 11,71 en δ15N y -18,86 en δ13C,
mientras en Cueva Carada es de 9,67 y -19,42, en el primer caso
con una fortísima desviación típica (1,8). Para las mujeres las
medias del Cerro de la Virgen son de 10,93 en δ15N y -19,13 en
δ13C y las de Cueva Carada de 9,78 y -19,68 respectivamente.
Ello implica que en ambos sexos se mantienen las diferencias
entre los dos yacimientos, siendo interesante que las existentes
entre sexos sean más acusadas en el Cerro de la Virgen, especialmente en lo que respecta al δ15N (fig. 7).
Puede ser interesante comparar los enterramientos masculinos y femeninos del Cerro de la Virgen excluyendo las sepulturas calcolíticas 30A, 30B y 30C, es decir considerando sólo
los enterramientos argáricos. Las mujeres ofrecen unos valores
medios de 11,15 en δ15N y -19,15 en δ13C y los hombres de
11,97 en δ15N y -18,85 en δ13C, lo que indica que las diferencias
observadas a nivel general derivan principalmente de los contextos de la Edad del Bronce.
[page-n-464]
Problemas cronológicos y análisis de dieta en la Edad del Bronce de los Altiplanos granadinos: el caso del Cerro de la Virgen
Fig. 6. Diagrama de cajas con la distribución de los valores de δ13C
y δ15N según las fases cronológicas, sin incluir individuos infantiles
(0: Cueva Carada; 1, 2 y 3: fases 1, 2 y 3 de las tumbas del Cerro
de la Virgen).
Fig. 7. Diagrama de cajas con la distribución de los valores de δ13C
y δ15N en Cueva Carada y el Cerro de la Virgen según el sexo (CC,
Cueva Carada; CV, Cerro de la Virgen; en azul, varones; en blanco,
mujeres).
Las diferencias por edad en el Cerro de la Virgen tanto en
el δ13C como en el δ15N son poco acusadas (fig. 8). Aunque la
mayoría de los enterramientos infantiles del Cerro de la Virgen
presentan altos niveles en δ15N (fig. 8), tanto en los individuos
menores de 6 años (Infantil I) (con media de 10,91) como en los
mayores de esa edad (Infantil II) (media de10,45), existen casos
con valores muy bajos en δ15N, como se aprecia por las altas
desviaciones típicas (1,37 y 1,83 respectivamente). En el caso
de los niños más pequeños, el valor más bajo corresponde a la
tumba 30C, cuya cronología más antigua ya hemos discutido.
Suprimiendo ésta la media en δ15N se eleva a 11,05 (aunque la
desviación típica sigue siendo alta con 1,29), con los valores extremos correspondientes al feto incluido en la tumba 4 (12,88)
y al niño de 18 meses enterrado en la vasija de la tumba 31
(9,10). Dentro de los valores de los niños de edad más avanzada
(Infantil II) el valor más bajo (8,32) pertenece a la inhumación
de la tumba en fosa 32 (10 años), mientras los otros dos individuos (tumbas 4 y 1, de 7 y 10 años respectivamente) presentan
valores altos, en el segundo caso correspondientes a un niño de
cronología reciente (en torno al 1550 A.C.) acompañado de un
puñal largo. Los valores del δ13C son más homogéneos, apreciándose diferencias entre las medias de los niños más pequeños
y los de edad más avanzada (-18,94 y -19,22 de medias respectivas), que se mantienen incluso si se suprime la tumba 30C
(quedando la media en -18,89).
Las medias en δ15N en el resto de categorías de edad son
más bajas: 11,53 para los juveniles (hasta 18 años), 10,74
para los adultos y 11,53 para maduros-seniles (desde 45
años), con desviaciones típicas todavía altas (1,18, 1,21 y
1,18 respectivamente). Ello implica que no se aprecian en
el Cerro de la Virgen variaciones sensibles en el consumo
de proteínas animales a lo largo de las diferentes edades de
los individuos estudiados. Incluso las personas que llegaron
a edad muy avanzada siguieron consumiendo una cantidad
alta de carne de rumiantes. Si suprimimos los restos de las
tumbas 30A y 30B la media en edad adulta es de 11,02, con
una alta desviación típica de 1,29, que sin duda deriva de los
bajos valores, 8,63, de los restos muy escasos y desarticulados de un adulto que fue considerado por W. Schüle como
sepultura 8, asociándolos a una vasija fragmentada como
457
[page-n-465]
F. Molina, J. A. Cámara, A. Delgado, S. A. Jiménez, T. Nájera, J. A. Riquelme y L. Spanedda
Fig. 9. Diagrama de cajas con la distribución de los valores de
δ15N en el Cerro de la Virgen según el tipo de contenedores de las
tumbas (1, fosa simple; 2, fosa revestida de piedras; 3, tumbas de
mampostería; 4, tumbas monumentales; 5, tumbas en vasija).
Fig. 8. Diagrama de cajas con la distribución de los valores de δ13C
y δ15N en el Cerro de la Virgen según la edad (0, feto; 1, Infantiles
I; 2, Infantiles II; 3, Juveniles; 4, Adultos; 5, Maduros y Seniles).
contenedor; sin ellos la media se eleva a 11,5 y la desviación
típica se reduce a 0,6. Respecto al δ13C los valores medios
de juveniles, adultos y maduro-seniles son de -18,8, -18,93
y -19,12, con desviaciones típicas de 0,29, 0,41 y 0,31 respectivamente. En este sentido parece que los niveles de δ13C
disminuyen con la edad. Suprimiendo entre los adultos los
valores de la tumba 30 la media de éstos pasa a -18,91 y la
desviación típica a 0,48, no existiendo por tanto variación en
la tendencia, aunque las diferencias entre juveniles y adultos se reducen significativamente si no incluimos tampoco
la tumba 8, pasando la media a -18,82 (con una desviación
típica que se mantiene en 0,48).
A la hora de examinar las diferencias en δ15N y δ13C por el
tipo de contenedores se debe tener en cuenta tanto las variaciones temporales entre ellos (Molina et al., en prensa), referidas
en el apartado anterior, como el hecho de que las vasijas fueron
458
utilizadas casi exclusivamente para inhumar individuos infantiles (con la salvedad de los dudosos restos parciales de adulto de
la tumba 8 a los que ya hemos hecho referencia).
En δ15N (fig. 9) las fosas simples, fosas revestidas con piedra, vasijas, sepulcros de mampostería y sepulcros monumentales presentan los siguientes valores: 9,89, 11,39, 11,05, 11,71 y
11,19, con desviaciones típicas de 1,61, 0,54, 1,42, 0,47 y 1,46
respectivamente. La primera impresión es que todas las medias
son más o menos similares, a excepción de la de las fosas, bien
es cierto que en éstas encontramos la más alta desviación típica.
En cualquier caso, aun eliminando de la muestra de fosas las
sepulturas 30A, 30B y 30C los valores medios en δ15N de los
individuos enterrados en fosas siguen siendo significativamente
menores (10,51, con una desviación típica de 1,6) aun incluyendo individuos infantiles y juveniles. Sin embargo, sólo el
individuo Infantil II de la tumba 32 presenta los valores más
bajos dentro de su categoría de edad, siendo, por el contrario, el
que presenta un mejor ajuar de todo este conjunto.
En cuanto al δ13C las fosas simples, fosas revestidas con piedras, vasijas, tumbas en mampostería y tumbas monumentales
presentan valores medios muy similares (-18,87, -19,33, -19,06,
-18,65 y -18,85 respectivamente), con desviaciones típicas bajas (0,26, 0,16, 0,4, 0,48 y 0,30). Son ligeramente más altos los
valores de las fosas y las tumbas en mampostería y monumentales, lo que podría indicarnos un ambiente relativamente más
seco en los momentos más antiguos del bronce argárico matizando los valores ya referidos en función de la periodización.
Antes de pasar a discutir los resultados por niveles de riqueza expresados en los ajuares, debemos hacer referencia a
las agrupaciones espaciales. Aunque hay pocos datos sobre las
viviendas en que se incluyeron las sepulturas, para la mayoría
[page-n-466]
Problemas cronológicos y análisis de dieta en la Edad del Bronce de los Altiplanos granadinos: el caso del Cerro de la Virgen
Fig. 10. Diagrama de cajas con la distribución de los valores de
δ15N en el Cerro de la Virgen según las agrupaciones espaciales de
las tumbas.
de las tumbas podemos establecer su posición espacial relativa
(Delgado, 2013; Molina et al., en prensa). Aun con las diferencias temporales visibles en las relaciones estratigráficas se
puede pensar en algún tipo de relación parental (sanguínea o
de adscripción) entre los inhumados más o menos cercanos,
que suelen ofrecer valores isotópicos parecidos. Las dataciones obtenidas para algunas de las tumbas dobles, aún con excepciones como la tumba 29, presentan diferencias temporales
muy escasas y, en cualquier caso, la contemporaneidad entre
los inhumados no se puede descartar en ninguna de estas tumbas (Cámara y Molina, 2009; Molina et al., en prensa).
Los valores medios (o únicos en los casos de sepulturas
aisladas) de las agrupaciones principales (de la 0 a la 9) en
δ15N son los siguientes (fig. 10): 10,27 (0), 12,05 (1), 11,91
(2), 10,16 (3), 11,74 (4), 10,95 (5), 10,61 (6), 10,21 (7), 8,73
(8) y 11,43 (9). Dejando de lado las agrupaciones 0 (de ubicación desconocida), 4, 6 y 9 de las que sólo se ha analizado
una muestra, las desviaciones típicas siguen siendo amplias
en las agrupaciones 1, 3 y 7 (1,67, 1,55 y 1,46 respectivamente), la primera y la última susceptibles de ser divididas en
agrupaciones más pequeñas (1a, 1b, 7a, 7b y 7c). La relación
de los valores isotópicos del δ15N, con variaciones no sólo
temporales sino espaciales, ha sido también indicada para la
Cuesta del Negro (Purullena) (Cámara y Molina, 2011).
En cuanto a los valores medios del δ13C por agrupaciones
espaciales la homogeneidad es mayor: -18,85 (0), -19,01 (1),
-19,03 (2), -19,34 (3), -19,57 (4), -18,7 (5), -18,75 (6), -18,96
(7), -18,72 (8) y -18,7 (9), con desviaciones típicas relativamente bajas, tendencia que se generaliza para los valores
del δ13C en el yacimiento del Cerro de la Virgen. Incluso las
agrupaciones mayores mantienen esta tendencia (0,44, 0,48,
0,09, 0,79, 0,19 y 0,019), destacando sin embargo la tumba
6 –agrupación 5– donde un hombre adulto presenta los valores más altos de todo el yacimiento en δ13C (-18,14), tal vez
una indicación de la circulación de individuos entre diferentes
yacimientos que habría que confirmar mediante el análisis de
isótopos de oxígeno.
Fig. 11. Diagrama de cajas con la distribución de los valores de δ13C
y δ15N en el Cerro de la Virgen según el nivel social.
Sin duda un aspecto destacado en los resultados isotópicos
del Cerro de la Virgen tiene que ver con el nivel social, caracterizado a partir de los ajuares y el tipo de enterramiento (fig. 11).
Como paso previo en el análisis se han considerado 5 niveles de
“riqueza” en los ajuares funerarios: 1) tumbas con oro o tumbas
infantiles con elementos plenamente característicos de los adultos de alto nivel social; 2) tumbas de carácter monumental con
adornos en plata; 3) tumbas sin adornos en metales preciosos
pero con puñal o punzón y algunos vasos cerámicos o adornos
en cobre; 4) tumbas que han proporcionado únicamente recipientes cerámicos; y 5) tumbas sin ajuar.
Las medias en δ15N de las tumbas incluidas en cada una
de estas categorías de ajuar son: 11,22, 11,12, 11,21, 11,42
y 10,60 con desviaciones típicas de 0,67, 1,41, 0,93, 0,01
y 1,71. El primer problema es el bajo número de sepulturas
(2) que incluyen las categorías 1 y 4, con el agravante de
que la tumba 34, incluida en esta última, fue posiblemente
expoliada y, por tanto, desconocemos su ajuar total. Pese a
ello existe una diferencia considerable entre las 4 primeras
categorías y los individuos que no recibieron ningún ajuar.
459
[page-n-467]
F. Molina, J. A. Cámara, A. Delgado, S. A. Jiménez, T. Nájera, J. A. Riquelme y L. Spanedda
Sin embargo, si suprimimos de esta última las tumbas 30A,
30B y 30C, al no considerarlas argáricas, la media de este
grupo 5 se eleva hasta 11,37, con desviación típica de 1,30.
La situación es todavía más singular, dado que la mayoría de los individuos sin ajuar (categoría 5) son infantiles
(aunque los de menor nivel en δ15N son los juveniles de
las tumbas 12 y 29), por lo que la ausencia de ajuar estaría
más relacionada con la no generalización del acceso de los
individuos de joven edad a determinados símbolos movilizados en los funerales, como se ha planteado para las fases
tempranas argáricas (Lull et al., 2004), si bien la datación
de la tumba 29 es relativamente reciente (Molina et al., en
prensa). Parece, por tanto, que en la muestra analizada del
Cerro de la Virgen no se pueden apreciar diferencias significativas en la dieta a partir del δ15N, al contrario de lo que
hemos planteado para otros yacimientos (Cámara y Molina,
2011). Ello puede deberse al hecho de que los individuos
objeto de este estudio proceden de una zona muy circunscrita del yacimiento, tal vez residencia de un sector social
privilegiado, y al hecho del carácter jerárquico del Cerro de
la Virgen, expresado en su continuidad respecto a las fases
calcolíticas y en la misma entidad general de los ajuares
con una gran cantidad de tumbas con adornos en metales
preciosos (Molina et al., en prensa).
Aunque ya hemos visto que no existen diferencias en los
valores medios del δ15N según los niveles de ajuar, debemos,
en cualquier caso, continuar nuestra comparación a partir de
los niveles de δ13C. Los valores medios de los cinco niveles
descritos son respectivamente: -18,99, -19,03, -19,09, -18,78 y
-18,9, con desviaciones típicas de 0,75, 0,35, 0,34, 0,12 y 0,33.
Los valores más altos en las medias se dan en la categoría 4,
aunque excepcionalmente los valores absolutos más altos los
encontramos en las tumbas 6 y 21A (categorías 1 y 2 respectivamente). De todas ellas sólo la tumba 34 ha ofrecido una
datación que la sitúa en la fase 3. Esto sugiere que los valores
del δ13C están muy relacionados con la cronología como antes hemos discutido de forma general. Sin embargo debemos
indicar que en el conjunto de tumbas de nivel 5 los valores
altos corresponden a la fase 3 mientras que los valores más
bajos pertenecen a las tumbas 30A, 30B y 30C (fase 1), cuya
supresión en cualquier caso del conjunto de tumbas de nivel
5 no cambia apenas la media ni la desviación típica (-18,81 y
0,37 respectivamente). Por todo ello, siendo prudentes, sólo
podemos afirmar el continuo deterioro climático entre el III y
el II Milenios A.C.
5. VALORACIÓN FINAL
Especialmente a través de la comparación de los datos del
Cerro de la Virgen con Cueva Carada se puede afirmar por
los valores del δ13C una tendencia general hacia una mayor
aridez en los altiplanos orientales granadinos entre el III y el
II Milenios A.C. Como ya hemos dicho se trata de un aspecto
que ha sido ya planteado desde diferentes aproximaciones incluso en relación con el área de estudio y sus inmediaciones
(Rodríguez, Valle y Esquivel, 1996; Carrión et al., 2007; Rodríguez, 2012). Pudieron existir oscilaciones en este proceso,
como se ha visto en secuencias largas de ambientes naturales
(Carrión et al., 2001; Bellin, Vanacker y De Baets, 2013) y
460
en otros yacimientos arqueológicos (Nachasova et al., 2007;
Yanes et al., 2011), pero son difíciles de probar a partir de la
muestra disponible.
A nivel temporal las diferencias en los valores medios en
δ15N entre Cueva Carada y la fase 1 del Cerro de la Virgen
frente a las fases 2 y 3 de este yacimiento, es altamente significativa. Esta diferencia no tiene por qué implicar un radical
aumento en el consumo de carne, teniendo en cuenta que en
los niveles calcolíticos del yacimiento la especie mayoritaria es
el cerdo (Driesch, 1972) como también sucede en otras áreas
andaluzas en la Edad del Cobre (Cámara y Riquelme, en prensa), pero sí sugiere una mayor dedicación a la ganadería en la
Edad del Bronce y se correlaciona bien con la mayor presencia
de ovicápridos en la cabaña ganadera del Cerro de la Virgen en
ese periodo (Driesch, 1972). Este aumento no sólo estaría relacionado con el empeoramiento ambiental citado sino también
con una mayor especialización en las especies ganaderas que se
gestionan y en un mayor énfasis en estas zonas orientales de los
altiplanos granadinos hacia especies más móviles y adaptables
(ovicápridos), frente a otras especies de rumiantes de mayor
talla (bóvidos y équidos) que van a ser dominantes en otros
yacimientos más occidentales (Molina y Cámara, 2004).
Las diferencias por edad en los valores medios de δ15N y
δ13C son poco significativas, a excepción de los altos niveles
en proteínas animales de los individuos maduros y seniles
cuya alimentación pudo contribuir a su supervivencia durante
más tiempo. El dato más sorprendente es, sin embargo, la escasez de individuos infantiles que muestren las consecuencias
del cambio desde la alimentación con leche materna a una alimentación de adulto. Ello puede tener que ver con el carácter
de la muestra, posiblemente procedente de un conjunto de familias de nivel social relativamente alto, como se aprecia en la
abundancia de metales preciosos en los ajuares y en la práctica
inexistencia de diferencias en las medias del δ15N si atendemos
a las agrupaciones definidas por los niveles de ajuar.
Una matización a esta afirmación podría venir de los valores medios en δ15N obtenidos de las sepulturas en fosa simple
que son los únicos que se separan claramente del conjunto,
incluso sin tener en cuenta los valores de las tumbas de la fase
1 (presumiblemente calcolíticas).
Aun con los problemas en cuanto al estudio de la relación
espacio-temporal de las sepulturas, uno de los resultados más
interesantes que se ha obtenido en este análisis es la mayor homogeneidad que existe en los valores del δ15N si comparamos
tumbas relativamente cercanas. Ello parece indicar que al interior de las unidades residenciales la mayoría de los individuos
accedieron de similar forma a los recursos, incluso teniendo en
cuenta que en los niveles argáricos del Cerro de la Virgen hay
una tendencia a que los hombres muestren medias mayores en
δ15N que las mujeres.
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo se inscribe en el desarrollo de los proyectos “Demografía, Dieta y Ritual en La Edad del Bronce de los Altiplanos Granadinos (HAR2011-27718)”, financiado por el Ministerio de Ciencia
e Innovación, y “Dieta y movilidad en la Prehistoria Reciente de
Andalucía. Un estudio de la jerarquización social a partir del registro funerario (P12-HUM-1510)”, financiado por la Consejería de
Economía, Innovación, Ciencia y Empleo de la Junta de Andalucía.
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Problemas cronológicos y análisis de dieta en la Edad del Bronce de los Altiplanos granadinos: el caso del Cerro de la Virgen
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463
[page-n-471]
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 465-480.
De cazadores a productores. Transiciones y tradiciones
P. Bueno RaMíRez y R. de BalBín BeHRMann
reSumen
La transición en Prehistoria es un tema muy actual. Levante es uno de los pocos casos en Europa donde este género de lecturas
tiene en cuenta los datos gráficos, gracias, en parte, al trabajo de Bernardo Martí.
Proponemos una lectura actualizada de las evidencias entre el Paleolítico y el Neolítico, que conecta los datos de Levante
con los del Sur y Oeste peninsular, además de con recientes documentaciones italianas. Con ella, pretendemos argumentar
el fuerte background técnico y temático de cazadores-recolectores, perceptible en los más antiguos símbolos de los primeros
agricultores. La tradición simbólica y técnica es uno de los elementos que sustentan la transición material.
PalabraS claVe:
Estilo V, Paleolítico, Neolítico, Arte Esquemático.
réSumé
De chasseurs à producteurs. Transitions et traditions. La transition est un aspect très actuel dans l'étude de la Préhistoire. Le
levant espagnol est un des très peu exemples dans l'Europe où il y a des évaluations qui tiens compte de l'art préhistorique. Ça
a été possible grâce au travail de Bernardo Martí.
Nous proposons dans cet article un state of art des données graphiques entre le Paléolithique et le post-paléolithique, où nous
incluons le Sud et l'Ouest péninsulaire en plus des données italiennes. Nous voulons montrer la force du background technique
et thématique des chasseurs à travers les symbols des premiers agriculteurs. C'est la tradition symbolique et technique qui
soutient la transition matérielle.
moTS cléS
: Style V, Paléolithique, Néolithique, Art Schémathique.
1. INTRODUCCIÓN
El destacado papel de Bernardo Martí en una lectura arqueológica del arte rupestre es un hecho incuestionable. Su propuesta
de conexión entre el Arte Macroesquemático y las representaciones antropomorfas sobre la cerámica cardial de Cova de
l'Or ha sido el arranque de una perspectiva que situaba el Arte
Levantino en una secuencia Macroesquemático-Levantino
(Martí y Hernández, 1988). En suma, añadiendo un argumento gráfico al conjunto de los relacionados con el modelo dual
(García Puchol et al., 2009).
La transición entre los distintos períodos de la Prehistoria
es un tema muy actual y Levante es uno de los pocos casos en Europa donde este género de lecturas tiene en cuenta
los datos gráficos. Parece, pues, un interesante ejercicio para
este merecido homenaje señalar algunos aspectos del estado
actual de la cuestión.
Aunque la secuencia del arte postglaciar tiene sus problemas, incluidos entre ellos sus propias “transiciones”, el aspecto
de mayor impacto en las hipótesis sobre las versiones genéri-
camente denominadas esquemáticas es, precisamente, el de la
transición entre el Paleolítico y el Neolítico. Esta se ha valorado
de modos muy distintos en la historiografía ibérica (Bueno y
Balbín, 2009a); desde una auténtica ausencia de grafías entre
el Paleolítico superior final y el Neolítico, hasta versiones más
recientes en las que se admite un arte paleolítico muy final que
alcanzaría hasta el X milenio cal BC (Villaverde, 1994), reconociendo su correlato parietal (Casabó, 2004: 337; Martínez et al.,
2011; Villaverde et al., 2012).
El abanico de opciones interpretativas ha ido creciendo,
especialmente en los últimos 20 años, siendo la Península
Ibérica uno de los sectores europeos donde más se ha incrementado el conocimiento de estas grafías, en relación con la
documentación de los yacimientos paleolíticos al aire libre en
el Oeste peninsular (Aubry et al., 2014; Balbín y Bueno, 2009;
Bueno y Balbín, 2009 b). Sus secuencias gráficas y su contexto
arqueológico abren el abanico de las decoraciones parietales
en el marco de la continuidad de uso en los mismos territorios,
proponiendo matices a las más clásicas hipótesis de vacíos poblacionales (Bueno, 2009).
465
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P. Bueno Ramírez y R. de Balbín Behrmann
El esfuerzo realizado en la documentación analítica en conjuntos levantinos ha sido muy importante (Hernán et al., 2014;
Roldán et al., 2005 y 2013), aunque hasta el momento no se
han obtenido fechas C14 sobre pigmentos. Más éxito han tenido
algunos intentos de datar costras que al menos han permitido fijar momentos en los que esas expresiones estaban ya realizadas
(Ruiz et al., 2006). Unas y otras aplicaciones son imprescindibles para sostener cronologías y acercarse a los modos específicos de la cadena operativa del arte prehistórico. A ello hay que
añadir que esta especialización ha enriquecido notablemente la
experiencia de equipos españoles en la documentación del arte
prehistórico. El uso de scanner 3 D y 4 D se ha extendido (Ruiz
y Pereira, 2014), así como el de la fotografía para reproducir
los soportes, abandonando por completo el recurso a plásticos y
otro tipo de superficies pegadas a la pared que tantos daños han
ocasionado en algunos de los abrigos.
El arte mueble ha sido y sigue siendo una constante arqueológica de evidentes aplicaciones cronológicas. La consideración
estilística y la datación propuesta por Leroi-Gourhan (1971)
partía de ese principio: las decoraciones de las placas y objetos muebles detectadas en estratigrafías permitían extrapolar
sus fórmulas a las realizadas en las paredes, y se constituían en
la base de su datación. Siguiendo ese protocolo arqueológico,
propusimos situar algunos conjuntos parietales del Occidente
peninsular en momentos finiglaciales, con el interés añadido de
que los soportes decorados estaban asociados a estratigrafías
datadas (Fariseu), al igual que algunos dispositivos parietales
pintados (Ojo Guareña) (Bueno et al., 2007, 2009).
Animales alargados con rellenos interiores lineales, signos
reticulares complejos, triangulares y ovales además de antropomorfos empezaban a conformar un conjunto de evidencias, cuya
comparación con algunos casos de Levante apuntaba cronologías en estas horquillas para parte del denominado Arte Levantino (Bueno y Balbín, 2009a; Viñas et al., 2010). Una relación
cada vez más patente con el descubrimiento de soportes al aire
libre en Levante decorados con incisión (Martínez et al., 2003,
2009) que reiteran fórmulas conocidas en los cantos de cronologías similares en Levante. Aportaciones recientes (GarcíaArgüelles et al., 2014) enriquecen los registros gráficos de esta
etapa en Levante y lo acercan de nuevo a algunas evidencias del
Sur peninsular (Mas, 2000: Lám. XXIV).
Animales naturalistas y símbolos relacionables con el ámbito macroesquemático han comenzado a tomar cuerpo en los
registros del Sur, del interior y del Oeste con fuerza (Balbín et
al., e.p.; Bueno et al., 2009; Collado y García, 2013; Martínez,
2013). A ello se suma la definición cada vez más precisa de un
Arte Esquemático antiguo, relacionable con las decoraciones
cerámicas del Neolítico antiguo, ya sea cardial (Martí y Hernández, 1988), ya sea con otro tipo de impresiones o incisiones
(Carrasco et al., 2006). Esto ocurre no sólo en el desarrollo de
figuras antropomorfas esquemáticas y soles, tan comunes a todo
el espectro parietal esquemático, sino en relación con todo un
conjunto de símbolos geométricos, cuadrúpedos y organizaciones complejas del espacio, cuyo rastreo en otros productos mobiliares ofrece interesantes referencias.
Ambas situaciones afectan muy directamente a Levante,
donde la abundante presencia de cerámica decorada aporta una
referencia fundamental para la persistencia de los símbolos de
cazadores-recolectores en los grupos más recientes.
466
Ciertamente no todo está resuelto. Los datos a partir del X
milenio no son muy abundantes. Parte de estas carencias podrían explicarse en el evento frío 8.2 ka (Cortés et al., 2008;
Morales y Oms, 2012). Pero cronologías del interior y del Sur
(Arias et al., 2005), proponen su valoración como causante de
arrastres sedimentológicos que pueden dejar rastros arqueológicos (López et al., 2007). Algunos yacimientos funerarios apuntan en la misma dirección (Arias, 2012; Gibaja et al., 2015).
A medida que las investigaciones añaden nuevas evidencias,
las preguntas también se amplían. Por un lado es importante
comprender el nexo de estos procesos de transformación en
el Sur de Europa; por otro, su influencia en la generación de
fórmulas gráficas que constituyen la base de nuestro conjunto
postglaciar más conocido: el Arte Esquemático. Sus versiones
pintadas y grabadas tienen amplio respaldo en toda la Europa
mediterránea y comienzan a documentarse más al Norte en soportes parietales (Cârciumariu, 2010; Giuli y Priuli, 2013), y en
repertorios de cerámicas decoradas en el primer neolítico (Beeching, 2009; Züchner, 2005).
2. TERRITORIOS Y GRAFÍAS
La presencia en los mismos yacimientos, en los mismos soportes o en soportes contiguos, de estilos paleolíticos y postpaleolíticos añade un elemento más a las interpretaciones del arte
prehistórico. Muchos de los lugares presentan secuencias gráficas como reflejo de secuencias materiales (Bueno et al., 2010,
2011). La asociación paleo-postpaleo en soportes al aire libre es
notable en el occidente de la Península Ibérica, donde diversos
grupos de investigación han trabajado con premisas insertas en
líneas abiertas a partir de los años 90 del pasado siglo.
Se acumulan casos en Andalucía, especialmente en las sierras gaditanas y malagueñas. En abrigos al aire libre con Arte
Esquemático se está documentando un abundante arte paleolítico pintado (Balbín et al., e.p.; Breuil y Burkitt, 1929; Bergmann,
2009; Martínez, 2009; Villanueva, 2012). Uno de los aspectos
más notable de estos conjuntos es que comparten espacios y
cronología con cuevas decoradas en los mismos territorios (Balbín y Alcolea, 2006), insertando estos soportes en redes de lugares marcados a lo largo del Paleolítico superior.
Aunque la investigación en este aspecto es aún reciente, algunas cuestiones de interés parecen señalarse. Así la percepción
de que grupos de abrigos esquemáticos tienen como referencia
central un abrigo de origen más antiguo, lo que coincide con
las agrupaciones de paneles grabados al aire libre en distintos
momentos, en las que los grabados más recientes se disponen
en torno a los más antiguos, haciendo “crecer” el yacimiento
a partir de los soportes antiguamente decorados (Bueno, 2009;
Bueno et al., 2010, 2011).
Asumiendo las diacronías paleo-postpaleolítico en las grafías peninsulares, la posibilidad de fijar tiempos para su secuencia cronológica es más compleja. Pero algunas circunstancias
han venido a ofrecer contextos arqueológicos muy ajustados.
Es el caso del conjunto portugués del Côa, en el que los esfuerzos por obtener estratigrafías (Aubry, 2000; Aubry y Sampaio,
2009; Aubry et al., 2010, 2014) han confirmado las hipótesis
cronológicas establecidas a partir de una lectura estilística (Balbín y Alcolea, 2001). Un estilo más reciente, el estilo V, documentado hace tiempo en algunos yacimientos del Sur de Francia
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De cazadores a productores. Transiciones y tradiciones
(Roussot, 1990; Lorblanchet, 1989) ha tomado cuerpo a partir
de datos obtenidos sobre elementos muebles, y sobre conjuntos
pintados y grabados de carácter parietal, en la zona interior (fig.
1). Las fechas C14 que se le asocian, bien en los contextos del
Côa, o de Estebanvela (Cacho, 2013), o bien por sus cronologías
directas C14 sobre dispositivos parietales pintados (Corchón et
al., 1996), permitieron fijar algunas de sus características (Bueno et al., 2007, 2009).
Explicamos entonces el problema que suscitan las distintas nomenclaturas aplicadas al final del Paleolítico superior y
las primeras industrias epipaleolíticas. Un Magdaleniense final sería el término usado por nuestros colegas portugueses y
del interior peninsular, mientras que en Andalucía y Levante
las industrias microlaminares protagonizan este período para
conjuntos líticos enraizados en el Paleolítico superior final. El
uso del término Aziliense se aplica en el Norte peninsular y Sur
de Francia, para aquellos productos materiales que presentan
puntas azilienses y cantos y placas decoradas con símbolos
geométricos y naturalistas que se afincan en los del Paleolítico
Superior. Los cantos y placas de la Peña de Estebanvela son uno
de los ejemplos más claros de productos gráficos “azilienses”,
junto con los documentados en el Côa o los que más abajo co-
Côa
Siega Verde
Domingo
García
mentaremos de Italia. A ello hay que añadir los cantos decorados del Levante peninsular (Casabó, 2004). En suma, todo un
conjunto de expresiones gráficas que, al igual que sucede con
el arte paleolítico, muestran una unidad simbólica más allá de
las diferencias materiales. Su confirmación en contextos de arte
mueble y mediante fechas directas de dispositivos parietales es
una de las mejores evidencias de que estas secuencias existen.
El Cantábrico, con sus amplios registros gráficos paleolíticos, ha quedado al margen de estudios dedicados a las últimas
cronologías de estos usos, con escasas excepciones normalmente asentadas sobre el arte mueble (Barandiarán, 1972; González,
1989). Pero algunas cronologías y desde luego, algunas fórmulas gráficas: caso de la cueva de La Clotilde, en Santander, o de
la cueva de Gouy al otro lado de los Pirineos (Guy, 1997), apuntan hacia la representatividad en soportes parietales del estilo
V en estos contextos. Tampoco es de extrañar esta continuidad
de los mismos soportes en un sector donde algunas importantes
cuevas, como el Castillo, presentan grafías esquemáticas.
Las hipótesis que hemos justificado mediante técnicas,
temas y cronologías han incluido algunas notas para relecturas del panorama levantino. Levante dispondría de secuencias
gráficas en los mismos territorios en los que arte paleolítico,
La Griega
Estebanvela
La Uña
Ojo Guareña
Caballos
Toros
Ciervos
Cabras
Peces
Antropomorfos
Signos
Dataciones
absolutas
10510±40 BP
8930±80 BP
11060±50 BP
11400±120 BP
11540±100 BP
10950±100 BP
Fig. 1. Yacimientos, técnicas, temas y cronologías del Estilo V en el área del Duero, según Bueno et al., 2007.
467
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P. Bueno Ramírez y R. de Balbín Behrmann
estilo V (parte del Arte Levantino) y Arte Esquemático, nos
ofrecerían algunos de los casos de estudio más importantes de
todo el Sur de Europa.
Admitida esta posibilidad, el Mesolítico pleno sería la actual
barrera entre el estilo V y un posible vacío posterior, hasta la
llegada del Neolítico (García et al., 1997; Guillem y Martínez,
2009; Villaverde et al., 2012). El argumento para esta propuesta
es que las pocas piezas decoradas conocidas serían estrictamente geométricas (canto de Blaus, placa de Cueva Tosca y placas
de la Cocina), por tanto, prueba de la desaparición del naturalismo que había caracterizado tanto el arte paleolítico como como
parte del estilo V.
Algunas referencias aportan algo de luz a esta horquilla,
señalando que la dicotomía temporal entre naturalismo y esquematismo no es tan clara. El clásico trabajo de Lorblanchet
(1989) ya había argumentado una continuidad más allá del X
milenio para ambas expresiones, reconociendo el mayor peso
del esquematismo. El reestudio de algunos yacimientos como la
Borie del Rey (Langlais et al., 2012), confirma su hipótesis. A
ello se suman recientes trabajos en yacimientos de Levante con
relecturas como la de los datos de Sant Gregori de Falset que,
junto con Matutano y otros conjuntos han venido a alargar esta
barrera (García y Vaquero, 2006; Mangado et al., 2010; Martínez et al., 2011) (fig. 2).
El importante desarrollo de temas geométricos grabados que
certifica la placa de la Balma Guilanyà (Martínez et al., 2011),
contrasta con la pintura de las placas del Molí del Salt (fig. 3)
asociada a motivos animales (Gómez et al., 2013), sumando
evidencias para una continuidad de temas figurativos en asociación con elementos geométricos, en un sentido que ya dejaba
sospechar la cronología de los niveles arqueológicos del Arenal
de Fonseca (Utrilla et al., 2003) en los que también se documentó colorante (Sebastián, 1992).
A ellos tendríamos que sumar la placa pintada de Picamoixons, un conjunto de barras gruesas en color rojo formalmente relacionables con el Arte Esquemático, y localizada en un
yacimiento con cronologías del X al VIII milenio (García et al.,
1997). Incluso el detalle del trazo 2 (ibídem: foto11) deja apreciar lo que pudo ser una terminación en líneas cortas verticales,
semejante a algunas formas detectadas en Chaves.
Una vez más las referencias procedentes del Oeste y
del Sur pueden abrir nuevas vías de análisis, como sucedió
hace unos años con la propuesta del estilo V (Bueno et al.,
2005, 2007). Las fórmulas utilizadas en estas decoraciones
se siguen sin dificultad en el marco gráfico occidental, donde
abrigos como José Esteves o materiales muebles como los de
Quinta da Barca y Fariseu, confirman el largo recorrido de
estas fórmulas (fig. 4). Las pinturas de animales alargados y
rellenos lineales datadas por C14 de Ojo Guareña (Corchón
et al., 1996) confirman las cronologías de los yacimientos
portugueses, además de señalar la convivencia en el mismo
soporte y con cronologías similares para formas humanas de
carácter esquemático y temas triangulares en series repetidas
relacionados con vulvas. El trabajo de documentación en el
Norte de Portugal aporta los espectaculares datos de Medal,
un yacimiento con un conjunto de placas decoradas de cronología larga (Paleolítico superior, Epipaleolítico), en cuyo
territorio se localizan paneles con expresiones de estilo V
(Figueiredo et al., 2014). El estudio de los datos arqueológicos permite albergar expectativas sobre cronologías absolutas. También en el Norte, el abrigo de Passadeiro (Sanches y
Teixeira, 2014) ofrece un nuevo punto a sumar a estos contextos gráficos.
Decíamos arriba que la documentación de algunos conjuntos funerarios como el del Collado (Gibaja et al., 2015), abren la
puerta a asociaciones como las que este género de ritual aporta
en yacimientos del Norte. En los Canes, Asturias (Arias, 2012),
la tumba II presentaba un canto pintado y otro piqueteado con
un posible tema antropomorfo. Asociación bien conocida en la
zona por el enterramiento de Los Azules datado en el VIII milenio cal BC (Drak y Garralda, 2009; Fernández-Tresguerres y
Quintana, 1990).
Fig. 2. Anverso y reverso de placa
decorada (animales con rellenos
geométricos) del yacimiento de Fariseu,
nivel 4, según García y Aubry, 2002.
Anverso y reverso de un canto de
Matutano (2894). Pequeños animales y
líneas. Fotografía R. de Balbín.
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De cazadores a productores. Transiciones y tradiciones
Fig. 3. Placa 3 del Molí del Salt con
grabados incisos y pintura roja, según
Gómez et al., 2011.
Fig. 4. Algunas placas
decoradas del nivel 4 de
Fariseu, Côa, Portugal,
según Aubry et al., 2009.
469
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P. Bueno Ramírez y R. de Balbín Behrmann
Fig. 6. Decoraciones antropomorfas en cerámicas de Cova de
l'Or, según Martí y Hernández, 1988. Abajo a la izquierda, canto
de Chaves, fotografía R. de Balbín. A la derecha, placa del Riparo
Dalmeri, según Dalmeri et al., 2005.
Fig. 5. Anverso y cara superior del canto de Casa Montero. Arriba
se observan dos triángulos realizados con puntos y unidos, y uno
más aislado. En el anverso, un antropomorfo con arco y gran hacha,
según Bueno y Balbín, 2009b.
Algunos cantos neolíticos inciden en la pervivencia del uso
de estos soportes, además de presentar temáticas que conectan
con las más antiguas que estamos señalando. Un interesante
caso es el canto de Casa Montero, en Madrid (Bueno y Balbín,
2009b) (fig. 5). Un antropomorfo con arco, como el del canto
del Complejo Humo también del Neolítico antiguo (Ramos y
470
Aguilera, 2006), está acompañado de temas triangulares en un
estilo muy semejante al descrito en algunos ejemplares mesolíticos franceses.
El conjunto mobiliar más conocido en Levante es el de
los cantos de Chaves (Utrilla y Baldellou, 2002; Utrilla et al.,
2008), junto con las referencias asociadas a los motivos de cerámicas decoradas. Estos recogen temáticas clásicas del Arte Esquemático, además de formas geométricas que llamaremos de
tradición, pues aparecen en los repertorios más antiguos arriba
descritos (fig. 6).
La tantas veces mencionada singularidad del Arte Levantino comienza a plantear algunas preguntas. A los datos que
ya señalamos en Guadalajara (Balbín et al., 1989) y Toledo
(Piñón et al., 1984) se han ido sumando los de Extremadura
(González y Alvarado, 1993), Cuenca (Hernández, 2001), Zaragoza (Utrilla et al., 2010) y Córdoba (Cristo et al., 2013),
además de los que recientemente el Área de Prehistoria de la
UAH está documentando en las Sierras de la zona oriental de
Guadalajara. En los últimos años, la extensión del llamado
Arte levantino es un hecho, al igual que la del Arte Macroesquemático, sugiriendo panorámicas menos circunscritas al
Levante y más conectables con recorridos gráficos de mayor
amplitud en el Sur de Europa.
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De cazadores a productores. Transiciones y tradiciones
El enriquecimiento de las temáticas documentadas en la horquilla del XIII al X permite establecer la presencia en estas cronologías de temas relacionables con el Arte Macroesquemático y
con el Arte Esquemático. Pese a la escasez de registros, algunas
cronologías más recientes aseguran la diacronía de fórmulas
gráficas que alcanzan el Neolítico, formando parte de las expresiones simbólicas de los primeros agricultores.
En el primero de los casos se encuentran temas geométricos
con terminaciones en trazos cortos paralelos. Zigzags en diversas
posiciones, y sobre todo temas angulares en líneas rellenas al interior de trazos también geométricos, detectados en Parpalló, son
conocidos en cantos finiglaciales (Coureaud, 1985). Algunas de
estas soluciones temáticas tienen su trasunto en los yacimientos
del Côa, constituyendo el panel de José Esteves un interesante caso de estudio (Baptista, 2008). Más aún cuando los temas
geométricos complejos acompañados de terminaciones en líneas
rectas, paralelas, se repiten en triángulos y líneas onduladas asociados a una escena protagonizada por cérvidos de estilo V (fig. 7).
Otra versión geométrica son las formas sinuosas construidas con líneas dobles, en ocasiones finalizadas en sus extremos
por trazos cortos y paralelos. Su relación con una parte de las
fórmulas más señeras del Macroesquemático, es convincente
(fig. 8). En más de una ocasión se han comparado con diseños
recogidos en las placas del Parpalló que, pese a sus problemas
de datación, presentan un amplio grupo de ejemplares adscritos
al Magdaleniense superior final, donde se concentran algunas de
estas decoraciones (Villaverde, 1994: LIII).
Recientemente, estas formas han revelado un notable protagonismo en Andalucía. Ya las señalamos en el abrigo de Matacabras en Antequera, relacionándolas con el Arte Macroesquemático (Bueno et al., 2009 y e.p.). Martínez desarrolla esta
relación a partir de la documentación de las del abrigo de los
Tajos de Lillo, interpretándolas como la extensión de una fase
antigua de la pintura esquemática dentro del VI milenio cal BC
en toda la Península Ibérica (Martínez, 2013: 101).
La continuidad del trabajo en Antequera aporta otra línea
muy sugerente. El peso de estos conjuntos de líneas sinuosas
dobles y triples es notable en las cuevas con arte paleolítico del
entorno malagueño. Los ondulados pintados de la cueva de la
Pileta, dispuestos en paneles complejos (Breuil et al., 1915), se
suman a los de las cuevas del Cantal (Cantalejo et al., 2007) y a
los grabados de la Cueva de Ardales (Cantalejo et al., 2006: 48),
para señalar referencias en las que enmarcar este tipo de temas
en Andalucía. La singular posición de los temas ondulados del
Fig. 7. Calco del abrigo de José Esteves, según Baptista, 2008.
Fig. 8. Barranc de Famorca abric V, Hernández et al., 1988: 108.
Arte macroesquemático: ondulado de La Sarga, fotografía Museo
de Alicante.
3. DEL PALEOLÍTICO AL NEOLÍTICO
471
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P. Bueno Ramírez y R. de Balbín Behrmann
abrigo de Matacabras, bajo una costra y bajo un panel de Arte
Esquemático, aporta una secuencia gráfica que sugiere la mayor
antigüedad del panel de ondulados (fig. 9). Por tanto, una cronología paleolítica sensu lato, para estas formas en la Baja Andalucía adquiere elementos positivos. La proximidad de otro panel
con este mismo tema en el abrigo antequerano de la Cueva Alta
(Maura, 2011) señala otro aspecto: el de la notable recurrencia
de estas fórmulas gráficas en los territorios mencionados.
Quizás el tema más destacado de todo este conjunto es el antropomorfo. Las fórmulas utilizadas para su representación asocian geometrismo y naturalismo, como sucede en el caso de los
animales. Los pintados en la Cueva Palomera, de Ojo Guareña
Fig. 9. Abrigo de Matacabras, Antequera, Málaga, con detalle del
ondulado. Fotografías R. de Balbín.
472
(Corchón et al., 1996) se erigen en el mejor correlato de las formas y cronologías italianas, confirmando su presencia en el arte
parietal peninsular. La figura de mayor tamaño, denominada “El
brujo” ya fue relacionada por nosotros con antropomorfos antiguos del Arte Levantino y con algunas referencias asociables al
Macroesquemático. Sus nexos con algunas figuras como la de
Gineses, o las de la cerámica de L'Or son reveladores, al igual
que la similitud que ofrece el antropomorfo conformado por tres
formas de línea vertical doble, situado más a la derecha en una
hornacina natural, que remite a algunas figuras del Pla de Petracos. La cronología directa de la figura antropomorfa central de
la Cueva Palomera es una referencia a tener en cuenta para estas
fórmulas gráficas (figs. 10 y 11), que coincide bastante con la
cronología de los antropomorfos del Riparo Dalmeri (datados
entre el 11450±50 BP y el 11000±115 BP; Dalmeri et al., 2005).
La pequeña figura con cabeza triangular aporta otra interesante referencia, asociada a series de zigzags verticales (Corchón et al., 1996). Estas formas verticales con cabeza triangular
son comunes en yacimientos italianos y también tienen protagonismo en alguno de los cantos de Chaves. Además de las
clásicas referencias, entre ellas las piezas pintadas del Riparo
Villabruna, asociadas a un enterramiento recientemente datado
en 12140±70 BP (KIA-27004, en Vercelotti et al., 2008), la documentación arqueológica del Riparo Dalmeri muestra un suelo
de cabaña parte de cuyas piedras están decoradas mediante pinturas con temas animales y humanos (Dalmeri et al., 2011). Sus
cronologías y sus fórmulas gráficas compactan los datos ofrecidos por Cueva Palomera, sumando datos sólidos para situar en
momentos contemporáneos los animales alargados, a veces con
rellenos interiores, animales con formas más clásicas, símbolos
y un repertorio de figuras humanas del mayor interés. Entre ellas
la placa RD 82 (Dalmeri et al., 2009: fig. 25d), muy semejante
a las de Villabruna, Fariseu, Peñahita o a las de algunos abrigos
del Sur y del Oeste ibéricos (fig. 12).
El papel de estas figuras en el Arte Esquemático ha sido recogido por otros autores (Utrilla, 2013: fig. 10), y no nos extenderemos en ello. Pero sí parece oportuno señalar que en algunos
abrigos, caso de la Zarza de Alange, en Badajoz (Breuil, 1933:
Pl. XXXI), forman parte de una primera fase de pinturas a la que
se superpone otra con figuras de ídolos bitriangulares (fig. 13).
Los cantos decorados de Chaves se han relacionado con el
nivel neolítico antiguo de la cueva (Utrilla et al., 2008). Tanto
su número, como sus decoraciones hacen sugerente la idea de
que procediesen de un suelo similar al del Riparo Dalmeri. No
olvidemos que los autores aluden a un nivel Magdaleniense que
no pudo estudiarse. La placa RD 8 de Dalmeri (Dalmeri et al.,
2005: fig. 11) presenta un fragmento de antropomorfo con brazos abiertos y cabeza redondeada acabada en trazos verticales
cortos, como algunos de los de Chaves y, como los que caracterizan el Arte Macroesquemático (fig. 14).
Otro suelo del mismo tipo pudo ser el de los niveles más recientes del yacimiento de Fariseu, en el Côa. De los 300 cantos
detectados algunos de ellos con restos de pintura roja que ahora
están en estudio (cómputo realizado por T. Aubry y Luis Luis),
el único canto publicado por su espectacular conservación estaba también pintado. Se trata de un hecho singular pues es el
primero documentado con esta técnica; el resto de piezas decoradas del Côa de esta cronología, X/IX milenio, son grabadas
(García y Aubry, 2002; Aubry y Sampaio, 2009).
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De cazadores a productores. Transiciones y tradiciones
Fig. 10. Antropomorfos
datados por C14 en
la Cueva Palomera,
Burgos, según Corchón
et al., 1996.
Fig. 11. Antropomorfos de Cueva Palomera no datados
directamente, pero situados en el mismo panel. Fotografía R. de
Balbín.
Fig. 12. Arriba: anverso del canto pintado de Fariseu con
antropomorfo de cabeza triangular con múltiples líneas
horizontales en zigzag. Fotografía R. de Balbín. Placa asociada
al enterramiento del Riparo Villabruna. Abajo: placa RD 82 del
Riparo Dalmeri, según Dalmeri et al., 2005. Placa pintada del
Parpalló, según Villaverde, 1994.
473
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P. Bueno Ramírez y R. de Balbín Behrmann
Fig. 13. Parte del soporte de la Zarza de Alange, según Breuil,
1933. Obsérvese la superposición de figuras bitriangulares a los
ramiformes de líneas en zigzag.
El canto tiene como tema principal un antropomorfo con
una barra vertical acompañada de barras horizontales en líneas
quebradas. Una figura humana que localizamos sin dificultad
en los repertorios mediterráneos citados, además de en algunos
soportes al aire libre de la Península Ibérica. Destacaremos por
su relación con el Arte Macroesquemático la asociación de este
tipo de figuras humanas con zigzags repetidos en series verticales, como los de los abrigos de Roser y Gineses (Utrilla, 2013:
fig. 9), en Aragón, o el recientemente detectado en uno de los
abrigos de Peñahita, Guadalajara, en prospecciones del Área de
Prehistoria de la UAH (fig. 15). La relación de algunas de las figuras humanas de este tipo de asociación con una de las datadas
en el conjunto de Cueva Palomera (Corchón et al., 1996), añade
un elemento más para relacionar estas temáticas con el ámbito
gráfico de fines del Paleolítico.
Conviene recordar que las series de zigzags repetidos comunes en el Arte Macroesquemático aparecen conectadas con
animales de cuerpos alargados en los más clásicos abrigos de
La Sarga y de La Araña (Hernández, 2013: figs. 9 y 10). Una de
las placas más conocidas de Parpalló (Villaverde, 1994) reitera
la asociación símbolo esquemático, animal sobrepuesto que se
observa en los abrigos al aire libre, abriendo la posibilidad de
que estas asociaciones sean contemporáneos (fig. 16).
Las referencias arqueológicas del Côa, las fechas de la
Cueva Palomera o las del Riparo Dalmeri, fijan cronologías
entre el XIII y el X milenio en el Mediterráneo y en el interior
peninsular para repertorios de antropomorfos esquemáticos/
macroesquemáticos, asociados a símbolos geométricos además
de a animales propios del estilo V.
El señalado protagonismo de estos antropomorfos en las
cerámicas de L'Or apunta hacia otra de las cuestiones que
nos parecen fundamentales para comprender la simbología de
los primeros agricultores: sus profundos nexos con un background más antiguo. Tanto los antropomorfos con líneas en
474
Fig. 14. Arriba: canto con antropomorfo del Riparo Dalmeri, según
Dalmeri et al., 2005; canto de Chaves, fotografía R. de Balbín.
Abajo: antropomorfo pintado en la zona exterior del abrigo de
Matascabras, Antequera, Málaga. Fotografía R. de Balbín.
zigzag (fig. 17), como muchas de las fórmulas esquemáticas
que cubren las vasijas, tienen interesantes referencias en los
signos de las placas de Parpalló o en dispositivos parietales.
Quienes decoraron las cerámicas con cardium ofrecieron
una trayectoria simbólica de sus símbolos tradicionales, al menos en una parte muy importante de su repertorio. Evidentemente habrá que estudiar en profundidad esta cuestión, pero el
hecho de que los elementos más recurrentes: antropomorfos y
símbolos, puedan rastrearse tanto en el Mediterráneo como en
el Atlántico desde fases mucho más antiguas, es un punto fundamental para reflexionar sobre el origen de los símbolos que
se asocian a primeros agricultores en los grupos de cazadoresrecolectores del Sur de Europa.
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De cazadores a productores. Transiciones y tradiciones
Fig. 17. Fragmentos decorados de Cova de l'Or con antropomorfos
ramiformes de brazos en zigzags. Fotografías y dibujos según Martí
y Hernández, 1988.
4. DIACRONÍAS Y LONGUE DURÉE. LA TRADICIÓN
COMO TRANSICIÓN
Fig. 15. Arriba: calcos del abrigo del Roser y del abrigo de Gineses,
según Utrilla, 2013. Abajo: personaje central acompañado de
series de zigzags verticales del abrigo de Peñahita, Guadalajara.
Fotografía R. de Balbín.
Fig. 16. Placa pintada del Parpalló con motivo geométrico asociado
a motivo naturalista (Museu de Prehistòria de València)
La diferencia entre lecturas que asocian la simbología cerámica
a nuevos pobladores y nuestras propuestas estriba en el uso de
lecturas diacrónicas que abren un abanico de referencias temáticas y técnicas del ámbito finiglacial para valorar el peso específico de desarrollos antiguos in situ. En ese aspecto, el Levante
ofrece datos de enorme valor en conjuntos mobiliares como el
de Parpalló, lo que unido a las evidencias arqueológicas que en
los últimos años se están publicando en Italia y en los sectores interiores y occidentales de la Península Ibérica, ofrece un
marco ampliado de discusión para la transición entre cazadores-recolectores y primeros productores. Poblaciones en franco
ascenso demográfico, con sólidas redes establecidas desde el
Paleolítico Superior en las que se van integrando productos de
diversa índole, vehiculan ideología y simbología, permitiendo
comprender las versiones del Arte Esquemático antiguo como
el resultado de un largo recorrido. El desarrollo de estos dispositivos adquiere una visibilidad muy extendida a partir del VI
milenio tanto al aire libre como en contextos funerarios, materializando parte de los discursos exhibidos como discursos de
pasado (Bueno et al., 2007 y 2015).
El estado de la cuestión sobre este panorama, ha de incorporar todo un conjunto técnico y temático de cronologías entre el
XIII y el VII milenio. Su desarrollo más específico es aún difícil
de sistematizar, pero sí pueden establecerse algunos puntos de
análisis de enorme trascendencia cultural.
La más evidente, la que aportan los contextos arqueológicos
del Occidente, que han servido de acicate para un estudio más
afinado de las secuencias normalmente aceptadas en Levante.
En paralelo, la documentación obtenida por equipos italianos ha
ratificado las cronologías para este conjunto técnico y temático.
475
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P. Bueno Ramírez y R. de Balbín Behrmann
En los dos casos, la relación con la simbología del Paleolítico
superior es incuestionable, además de sus nexos topográficos
dentro de usos alargados de los mismos territorios.
El arte postglaciar recoge conocimientos técnicos y fórmulas
gráficas anteriores, las cuales constituyen la base para expresiones
que se asocian a distintos contextos: habitacionales, funerarios.
La ventaja de su abundancia cuantitativa en la Península
Ibérica, de la calidad de su conservación y de su acusada visibilidad, ofrece un panorama de lo que pudo ser este tipo de
expresión en toda Europa en sus momentos de máximo apogeo.
Lecturas más afinadas, apoyadas en aplicaciones técnicas y en
cronologías directas, abren un abanico sin igual de reflexiones
acerca del peso de la simbología en los sistemas de ocupación
territorial de los primeros agricultores, que coinciden en un tanto por ciento muy importante de los casos de estudios, con los
territorios de los últimos cazadores.
El Arte Macroesquemático, aceptado en la actualidad como
la materialización de fórmulas gráficas de un Arte Esquemático
antiguo (Hernández, 2013; Martínez, 2013; Utrilla, 2013), se
revela, a partir de las referencias portuguesas, andaluzas, italianas y levantinas como un conjunto de fuertes reminiscencias
paleolíticas, con referencias desde el XIII milenio cal BC, al
igual que el conjunto animalístico asociable al estilo V. Algunos
casos como La Sarga, La Araña y demás abrigos en los que concurren ambas versiones, proponen interesantes correlatos con
paneles como el de José Esteves en el Côa. La posibilidad de
que estos registros estén manifestando fases antiguas de pintura
en los abrigos de Arte Esquemático ha de tenerse en cuenta,
ante las evidencias cada vez más amplias detectadas en el Sur y
Oeste peninsular.
La hipótesis de un arranque paleolítico para las fórmulas
gráficas del Arte Esquemático no es novedosa (Carrasco et al.,
2006; Casabó, 2004; Obermaier, 1916; Züchner, 2005). Pero
las dificultades para fijar algunos de los puntos de esa secuencia van dejando paso, en los últimos años, a documentaciones
más explícitas que permiten aportar referencias sólidas. No
obstante, las evidencias sobre las que reflexionamos aquí se
erigen en un argumento más sobre la continuidad de temas y
técnicas entre finales del Paleolítico superior y el Neolítico
(Bueno et al., 2005, 2009).
Quizás lo más interesante de esta lectura es que las decoraciones cardiales que Martí y Hernández relacionaron con versiones macroesquemáticas en Cova de l'Or, sustentan un largo
recorrido para estas fórmulas gráficas dentro del conjunto de
grafías de los grupos del Paleolítico superior del Sur de Europa. Las cerámicas neolíticas y otros materiales muebles como
los cantos, aseguran la fuerza y persistencia de temas antiguos,
confirmando las raíces en grupos cazadores de algunas de las
fórmulas gráficas detectadas a fines del Paleolítico.
La tradición ejerce un peso específico en las elaboraciones
de fórmulas gráficas que se adaptan a los intereses de los grupos
de primeros agricultores. Tanto la transmisión oral de técnicas
y temas, como el uso de soportes de largo recorrido (cantos,
abrigos al aire libre), aboga por contemplar estas evidencias en
lecturas de long durée. Eso supone matizar notablemente perspectivas rupturistas, según las cuales, una fase desaparece y el
cambio a otra resulta traumático y, en general, provocado por
llegadas de gentes o de ideas, con fuerza arrolladora que anula
el aprendizaje precedente.
476
La hipótesis que proponemos aleja las lecturas iniciales de
trasposiciones temáticas de carácter oriental, a favor de un fuerte background técnico y temático de interesantes consecuencias
para el estudio de los procesos materiales y simbólicos de la
neolitización (Bueno et al., 2007).
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo forma parte de los resultados del proyecto de investigación HAR2012-34701 “Los colores de la muerte”. Algunos
de los datos que manejamos están en elaboración con otros colegas. Nuestro agradecimiento a T. Aubry, C. de Juana y L. Luis
con los que elaboramos los datos de Fariseu y a J. J. Alcolea,
director del proyecto de prospecciones de Peñahita, apoyado por
la Junta de Castilla-La Mancha. S. Consuegra y P. Díaz del Río
nos permitieron estudiar el canto decorado de Casa Montero, así
como su reproducción gráfica. C. Olaria y F. Gusi nos facilitaron la realización de la documentación de los cantos de Cova
Matutano. El conjunto de dólmenes de Antequera ha facilitado
nuestros trabajos en el sitio a partir del permiso otorgado por la
Junta de Andalucía; a lo largo de su realización hemos venido
colaborando con R. Barroso Bermejo y, más recientemente, con
P. Villanueva.
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 481-490.
Arte Macroesquemático vs. Arte Esquemático.
Reflexiones en torno a una relación intuida
MauRo s. HeRnández PéRez
reSumen
Se reflexiona sobre las relaciones entre los artes Macroesquemático y Esquemático en el ámbito mediterráneo de la península
Ibérica a partir del análisis de una serie de imágenes compartidas, entre las que se registran diversos tipos de antropomorfos,
zoomorfos y motivos geométricos sobre soportes rupestres y muebles.
PalabraS
claVe:
Historiografía, Neolítico Antiguo, Arte Macroesquemático, Arte Esquemático, Arte Esquemático
Antiguo.
abSTracT
Macro-Schematic Art vs. Schematic Art. Some thoughts on an intuited relationship. In this work I examine the relationships
between Macro-schematic and Schematic Art in the Mediterranean area of the Iberian Peninsula. The study is based on the
comparison of a number of shared images, including various types of anthropomorphic, zoomorphic and geometric motifs
on rock supports and mobile archaeological record.
keywordS:
Historiography, Early Neolithic, Macro-Schematic Art, Schematic Art, Early Schematic Art.
El mundo simbólico presidiría la vida cotidiana de las sociedades que estudiamos en un grado mucho mayor que el que documentamos en los yacimientos arqueológicos. El arte rupestre,
las decoraciones de los vasos cerámicos, las figurillas, los ídolos, los elementos de adorno y los ajuares funerarios son algunos de los vehículos a través de los cuales se manifestaban las
imágenes de su panteón o los sentimientos de identidad de un
grupo determinado. Con frecuencia, sin embargo, hemos destacado la relación entre la cultura material y el arte rupestre de
un periodo determinado con la finalidad de aproximarnos a la
autoría de éste (Martí, 2005: 136).
El estudio del arte rupestre prehistórico en la fachada oriental
de la península Ibérica es deudor de las investigaciones realizadas por B. Martí Oliver. También lo es en el ámbito de su
gestión, ya que desde el Servicio de Investigación Prehistórica
de la Diputación de Valencia impulsó la revisión del estado de
conservación de los abrigos con arte rupestre en la provincia de
Valencia, que realizaron J.M. Arias y R. Oliver, y la elaboración
de una nueva propuesta de acondicionamiento del cierre de las
Cuevas de la Araña (Bicorp, Valencia), que desde la misma ins-
titución coordinó M.ª Jesús de Pedro. Incorporó en un cuidado
montaje el arte prehistórico del País Valenciano en el discurso
expositivo del Museo de Prehistoria de Valencia. También se
preocupó, desde la Dirección General de Patrimonio de la Generalitat Valenciana, de los trabajos previos a la creación del
Parque Cultural de La Valltorta, en Castellón.
B. Martí se ha convertido en un referente al que todos hemos
acudido cuando necesitábamos información sobre yacimientos
y materiales arqueológicos del País Valenciano, ya que es, sin
duda, el mejor conocedor de nuestra historiografía arqueológica.
Su opinión es apreciada por todos. En el ámbito del arte rupestre
llamó la atención sobre su estudio, cuando apenas interesaba o
se consideraba un tipo de investigación a la que se dedicaban,
en palabras de un prestigioso investigador valenciano, quienes
apenas tenían conocimientos de arqueología.
En efecto, desde un primer momento siguió con gran interés
los hallazgos de arte rupestre que a partir de 1980 se producían
primero en las tierras montañosas del interior de Alicante y luego en el resto del País Valenciano. Participó activamente en la
identificación y caracterización de los horizontes artísticos pre481
[page-n-489]
M. S. Hernández Pérez
históricos, que encontraron en la Cova de l'Or (Beniarrés, Alicante) los argumentos que permitían su datación. A un primer
fragmento cerámico decorado con varios zoomorfos de características esquemáticas, recogido por V. Pascual en la excavación
del Sector F, capa 10 en las campañas de 1955 a 1958, se incorporó otro en la campaña que B. Martí realizó en 1982 procedente de la Capa 15 del Cuadro K-3, con la representación de un
cáprido impreso cardial. En otro fragmento, posiblemente del
mismo recipiente recogido en anteriores campañas –entre 1977
y 1979– en la Capa 18 del Cuadro K-18, se identificó con posterioridad un ciervo y un bóvido, también impreso cardial. Ambos
fragmentos pronto se relacionaron con el Arte Levantino. A partir de este momento otras muchas imágenes que decoraban las
cerámicas de la misma cueva permitieron caracterizar los artes
rupestres Macroesquemático y Esquemático, siempre siguiendo
el camino abierto por B. Martí. A una primera revisión (Martí
y Hernández, 1988), siguieron otras (Martí, 2005; Martí y Juan
Cabanilles, 2002), cuya asociación con los horizontes artísticos
rupestres no siempre sería aceptada.
A partir de las reflexiones de Bernat Martí, que no dudo en
calificar de extraordinarias y una de las aportaciones de mayor
interés en la investigación arqueológica hispana de las últimas décadas, en esta ocasión analizaré las relaciones entre los horizontes
artísticos macroesquemático y esquemático que, como reflejan las
decoraciones cerámicas de la Cova de l'Or, son contemporáneos
y comparten un mismo territorio, al menos en algunos momentos
de su desarrollo. Mientras el primero se encuentra bien caracterizado, el Arte Esquemático se considera “una manifestación artística de larga perduración y gran extensión (que) correspondería
a creaciones independientes, de acuerdo con la cronología y con
la geografía compartimentada del Neolítico, del Calcolítico y de
la Edad del Bronce peninsulares” (Martí, 2006: 123). Como he
señalado en otra ocasión existen en la península Ibérica varios
“Artes Esquemáticos” (Hernández, 2006)
1. DE NUEVO, EL ARTE MACROESQUEMÁTICO
Siguiendo a B. Martí, la identificación del Arte Macroesquemático como un horizonte artístico del Neolítico Antiguo es incuestionable, a pesar de la insistencia de algunos investigadores
sobre las diferencias formales entre las imágenes rupestres y
muebles, sobre las que en parte se sustentaba la propuesta inicial, enriquecida después con otros argumentos. Por mi parte,
he reiterado en varias ocasiones sobre la caracterización del
Arte Macroesquemático que considero una manifestación artística independiente dentro de un arte Neolítico que se manifiesta
mediante diferentes imágenes y convencionalismos, compartiendo en ocasiones los mismos yacimientos y paneles en la
vertiente rupestre y, como reflejan las cerámicas de la Cova de
l'Or, también en la mueble. No obstante, ha sido considerado
una “tendencia local” del Arte Esquemático (Alonso y Grimal,
1999: 59) o “como una variación formal, con carácter muy local
de lo propiamente esquemático” (Mateo, 2005: 143). Otros investigadores han señalado que las diferencias entre ambas manifestaciones “és més una qüestió terminològica que cultural”
(Torregrosa, Galiana y Ribera, 2001: 357).
Sobre el Arte Macroesquemático, a la inicial distribución
espacial –tierras alicantinas delimitadas por el mar y las sierras de Aitana, Benicadell y Mariola– y cronológica –Neolítico
482
Antiguo cardial– se han ido incorporando nuevos argumentos
que enriquecen el análisis de este horizonte artístico que, pese
al tiempo transcurrido, todavía impacta por la excepcionalidad de sus imágenes y los lugares elegidos para su ubicación
(fig. 1). A un primer registro en los inicios de la década de
los años 80 del pasado siglo, se añadieron nuevos hallazgos
que hace más de 20 años fijaron el catálogo en 10 conjuntos
con un total de 18 abrigos (Hernández, Ferrer y Catalá, 1994).
Su distribución espacial refleja una cuidada selección de los
lugares elegidos para la ubicación de las imágenes y coincide
en el mismo territorio con varios de los yacimientos de hábitat
adscritos a los primeros agricultores y ganaderos con cerámica
impresa, preferentemente cardial. La misma técnica se utiliza en las decoraciones macroesquemáticas muebles, de ahí la
estrecha relación que se ha establecido entre el territorio macroesquemático y el territorio cardial en las comarcas centromeridionales valencianas.
Tampoco se ha incrementado la iconografía propuesta inicialmente, con diversos tipos de antropomorfos y de serpentiformes como principales referentes, junto a barras, gruesos
puntos y otros motivos de difícil identificación, entre los que se
encuentran los del Abric VIII del Pla de Petracos que, siguiendo
las sugerencias de F. Jordá, he relacionado con posibles representaciones de una mujer y la cabeza de un toro que, si bien con
algunas reservas, mantengo. La imagen más conocida es, sin
duda, la de un antropomorfo con los brazos levantados hacia
arriba y las manos abiertas con indicación de los dedos. Esta
imagen se identifica como un o una orante, que en el caso del
Abric V del Pla de Petracos se rodea de motivos geométricos,
barras y serpentiformes que presentan un desarrollo vertical y
algunas de ellas acaban en círculos y/o pequeños trazos que simulan dedos. También se han considerado representaciones de
la figura humana unos motivos en forma de X, Y y doble Y, que
remitían a las propuestas tipológicas de P. Acosta para la pintura
esquemática del III milenio.
La imagen del orante –y en algún caso con las piernas
abiertas y dobladas hacia arriba, como las del Abric V de
Pla de Petracos y el Abric II (Conjunto IV) de Barranc de
l'Infern– es un tema universal (Beltrán, 1989). Su relación
con los orantes impresos cardiales que B. Martí identificó
en la Cova de l'Or es incuestionable, a pesar de las reservas
que reiteran de manera recurrente algunos investigadores. Se
trata de una representación femenina –orante o diosa–, a juzgar por la impresión del natis del cardium en una imagen de
la Cova de l'Or o la posición de las piernas hacia arriba para
mostrar un sexo –no representado– en las rupestres. En esta
misma línea interpreto como una vulva unos motivos ovales
apuntados, uno de ellos con una barra en su interior, en los
abrigos de La Sarga.
Las imágenes muebles señalan su relación con los primeros
agricultores del interior montañoso de Alicante y con el Neolítico Antiguo impreso cardial. La distribución espacial de las imágenes rupestres es coincidente. El territorio macroesquemático
es sinónimo de territorio cardial. Por el momento no encuentro
argumentos para ampliar el territorio macroesquemático propuesto en su día, aunque algunas imágenes en abrigos de las comarcas valencianas de la Vall d'Albaida y La Costera muestran
una estrecha relación con las alicantinas.
[page-n-490]
Arte Macroesquemático vs. Arte Esquemático. Reflexiones en torno a una relación intuida
Fig. 1. Distribución del Arte
Macroesquemático en Alicante.
2. HACIA UN ARTE ESQUEMÁTICO ANTIGUO
Hasta hace algunos el Arte Esquemático había sido considerado
un horizonte artístico menor, por el escaso número de abrigos
registrados y la simplicidad y monotonía de sus representaciones ante las extraordinarias imágenes del Arte Levantino. A partir de los años 80 del pasado siglo se suceden los hallazgos que
en las tierras valencianas, donde apenas se conocían una decena
de yacimientos, ahora supera ampliamente los dos centenares.
Espectacular desarrollo alcanza en Alicante, donde comparte un
territorio, abrigo e, incluso, panel con otras manifestaciones artísticas de cronología prehistórica, de las que aquí interesa destacar el Arte Macroesquemático (fig. 2).
A partir del registro mueble, una serie de imágenes –antropomorfos, zoomorfos, zigzags, serpentiformes, ramiformes
y esteliformes–, ausentes en el Arte Macroesquemático, se ha
utilizado para identificar en el Neolítico Antiguo un Arte Esquemático Antiguo, con soporte rupestre y mueble. Primero se localizó en abrigos de la región central del Mediterráneo peninsular
para luego utilizarse en otros territorios. En estos momentos,
cabría plantearse si corresponde con una fase inicial del tradicional Arte Esquemático o, como creo, se trata de un horizonte
artístico independiente dentro del Arte Neolítico.
La imagen del orante es un tema universal (Beltrán, 1989).
El convencionalismo de los brazos levantados con indicación
de los dedos, no siempre en número de cinco, se registra en
otras figuras humanas del arte rupestre del arco mediterráneo
peninsular que, en mi opinión, no pueden considerarse macroesquemáticas. En Alicante está presente en una representación
levantina de Benirrama I, en la Vall de Gallinera (Hernández,
Ferrer y Catalá, 1988: 187-188) y en otras esquemáticas de la
Penya de l'Ermita del Vicari, en Altea (Barciela, 2015). En la
imagen femenina de Benirrama I se indican los dedos y de uno
de sus brazos cuelga un recipiente –bolso o vasija– de forma
ovoide con larga asa. Las esquemáticas del Vicari se asemejan a
los antropomorfos bitriangulares pintados en abrigos de Sierra
Morena y a los ídolos planos con escotaduras que en las tierras
valencianas se fechan hacia el 4500 BP (Pascual, 1998: 187).
En Castellón, una confusa figura humana del abrigo del Mas
de Barberà, en Forcall, identificada como levantina, aunque se
podría cuestionar su adscripción, se considera un falso orante
que alza los brazos para impresionar o dar miedo, a modo de un
monstruo prehistórico (Mesado, Barreda y Andrés, 1997: 125).
También se ha señalado la presencia de orantes en La Coquinera
II (Obón, Huesca) y en los guijarros pintados de la Cueva de
Chaves (Bastarás, Huesca). El motivo de la Cova del Tabac (Camarasa, Lleida), que en su momento se identificó como un ídolo
oculado (Alonso, 1994), en opinión de P. Utrilla podría interpretarse como “un orante de dobles brazos en un intento de marcar
el movimiento hacia arriba y hacia abajo” (Utrilla, 2013: 233).
Similar convencionalismo en la representación de los brazos
483
[page-n-491]
M. S. Hernández Pérez
Fig. 2. Distribución
de los artes
Macroesquemático
y Esquemático en
Alicante (según G.
García Atiénzar).
tiene uno de los cinco orantes de La Coquinera, considerados
seminaturalistas, pintados en rojo oscuro y superpuestos a ciervos mucho más esquemáticos en rojo claro (Perales y Picazo,
1998). En el excepcional –y por el momento único– conjunto de
arte mueble sobre guijarros de la Cueva de Chaves, correspondiente al Neolítico Antiguo, se han identificado cuatro orantes
que se han relacionado con las representaciones cardiales de las
cuevas alicantinas, con las que tienen “en común las cabezas
radiadas, la posición de orante y la obsesión por marcar los cinco dedos de la mano” (Utrilla, 2013: 234). Otro antropomorfo
de Los Estrechos de Albalate, sin bien de pequeño tamaño, con
cabeza rodeada de rayos, brazos inclinados hacia abajo y cinco
largos dedos “no deja de recordar modelos del arte macroesquemático” (Utrilla y Martínez-Bea, 2010: 119).
El segundo grupo de antropomorfos macroesquemáticos se
identificó en el Abric IV del Barranc de Benialí, en la Vall de
Gallinera (Alicante), a partir de su color y técnica de ejecución,
similar a la de los serpentiformes verticales, algunos de ellos
con dedos del mismo panel (fig. 3). Formalmente se relacionan
con los tipos esquemáticos en X, Y y doble Y, y con imágenes
impresas en cerámicas de Neolítico Antiguo. Se ha señalado la
presencia de estos tipos de antropomorfos impresos cardiales
entre las asas asimétricas de pequeñas botellas de la Cova de
l'Or, por lo que su adscripción al Neolítico Antiguo resulta evidente (Martí, 2006) (fig. 4).
En el momento de su identificación se llamó la atención acerca de las dificultades “a la hora de intentar establecer una diferenciación entre los paralelos muebles del Arte Macroesquemático y
Arte Esquemático, hasta el punto que esta división resulta verosímil en el caso del arte parietal pero no siempre en el arte mueble” (Martí y Hernández, 1988: 89). A partir de aquella inicial
484
Fig. 3. Abric IV del Barranc de Benialí (la Vall de Gallinera,
Alicante) y reresentaciones de figuras humanas en Y, doble Y y X
en cerámicas cardiales.
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Arte Macroesquemático vs. Arte Esquemático. Reflexiones en torno a una relación intuida
Fig. 4. Vaso impreso cardial de la Cova de l'Or (Beniarrés,
Alicante). Fotografía: Museu de Prehistòria de València.
adscripción en el ámbito del arco mediterráneo de la península
Ibérica –y también en otros territorios– otras muchas imágenes
similares se consideran macroesquemáticas, aunque a menudo
se observen claras diferencias en el tipo de pintura y en su ejecución. En el tradicional Arte Esquemático no son abundantes
(Acosta, 1968). Sin embargo, en el territorio macroesquemático
alicantino se constata su presencia en varios abrigos, compartiendo, incluso, paneles con imágenes macroesquemáticas. Con éstas
se han relacionado otras en la provincia de Valencia –Barranc
de Carbonera (Beniatjar), Barranc de la Mata (Otos), Abrigo de
Encarna (Millares) y Abrigo de Juan Galdón (Millares)– (Hernández, Segura y Barciela, 2013-2014; Martínez, 2014; Torregrosa, Galiana y Ribera, 2006), que se han incluido en el Arte
Esquemático Antiguo. En Castellón, un motivo en Y invertida
del Abric I del Port d'Ares, en Ares del Maestre, también se ha
relacionado con los alicantinos y los de la cuenca del Júcar, y se
considera del Arte Esquemático Antiguo (Guillem y Martínez,
2006). Con anterioridad P. Acosta (1968: 43) incluyó dentro de
la pintura esquemática un ejemplar de Selva Pascuala (Villar del
Humo, Cuenca), que A. Beltrán considera levantino, al igual que
el caballo que sujeta con lazo o ronzal (Beltrán, 1968).
En las figuras humanas del complejo esquemático aragonés
no se constata este tipo de figura humana (Utrilla y MartínezBea, 2010: 112). En cambio, se conocen ejemplares en las
tierras de Jaén, Murcia y Albacete. De ellas interesa destacar
aquí por su cercanía a los yacimientos valencianos dos antropomorfos de la Cueva de la Vieja (Alpera Albacete) que, unidos
por sus extremidades, se consideraron esquemáticos (Alonso y
Grimal, 1999) y luego se identificaron como motivo abstractos esquemáticos (Alonso y Grimal, 2002: 68). Sobre estas dos
figuras J. Cabré destacó “su tinta muy fuerte de color oscuro
vivo” (Cabré, 1915: 200). Teniendo en cuenta la ubicación de la
cueva en los bordes del “territorio macroesquemático” no dudo
en relacionar estos dos antropomorfos, junto a otros del mismo
yacimiento, con los ejemplares valencianos.
Comparten tipo de pinturas y abrigo e incluso panel otros
antropomorfos que también se podrían incluir en el Arte Esquemático Antiguo. Tienen un tocado o cabeza en forma de
montera y tronco sin detalles anatómicos, con las extremidades
Fig. 5. Antropomorfo y zoomorfos del Barranc del Bosquet
(Moixent, Valencia).
Fig. 6. Antropomorfos y serpentiformes de la Balsa de Calicanto
(Bicorp, Valencia). En el recuadro se indica uno de los antropomorfos
con cabeza tipo montera.
inclinadas hacia abajo y la indicación del sexo entre las piernas
mediante la prolongación del tronco, mientras en otras el cuerpo
se reduce a una barra ancha en algún caso con la indicación de
las piernas (Barranc del Bosquet, Balsa de Calicanto, Marmalo
IV...) (fig. 5 y 6). En otros el tronco se resuelve mediante una
doble barra, de los que se conocen varios ejemplares en la Balsa
de Calicanto y la Cueva del Tío Modesto.
En el Arte Macroesquemático no se constata la representación de animales, si bien el llamado “brujo” de La Sarga tenga
cuernos –de bóvido o cáprido–, y uno de los motivos del Abric
VIII de Pla de Petracos se haya interpretado como la cabeza de
485
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M. S. Hernández Pérez
Fig. 7. Cova de l'Or (Beniarrés, Valencia). Fotografía: Museu de
Prehistòria de València.
un toro. En la relación de temas del Arte Esquemático Antiguo
regional no se han incluido los zoomorfos. Ahora, sin embargo, me atrevo a reconsiderar mi opinión, a partir de la revisión
de algunas de estas imágenes. El ya citado fragmento cerámico
con tres animales, incisos y rellenos de pasta blanca, de la Cova
de l'Or, para el que se propuso una adscripción en momentos
avanzados del Neolítico, se sitúa ahora en el Neolítico Antiguo
cardial por su contexto de aparición y sus características tecnotipológicas, en las que se ha descartado la presencia de almagra
(Domingo et al., 2007: 175) (fig. 7). El tratamiento lineal de estos zoomorfos, interpretados como ciervas, recuerda al de otros
zoomorfos pintados en el Abric II de La Sarga y en la Cova
Jeroni, en la Vall de Gallinera (fig. 8), que siempre incluí en la
tradicional pintura esquemática y ahora, de confirmarse la cronología propuesta para el fragmento inciso de la Cova de l'Or,
se situarían en el Neolítico Antiguo. En éste también incluyo
el cáprido del Abric IV del Barranc de Benialí, que comparte
panel con serpentiformes y antropomorfos macroesquemáticos
y restos de motivos levantinos. En otros zoomorfos de la cuenca
del Júcar se ha utilizado una pintura oscura y densa. Unos, como
el del Barranc de Bosquet (Moixent, Valencia), son de tosca factura y se relacionan, a nivel de ejecución, con antropomorfos y
motivos geométricos. En otros el cuerpo es de tendencia fusiforme con cortas patas, entre los que se encuentra el cáprido de la
Balsa de Calicanto (Bicorp, Valencia) (fig. 9).
Se ha discutido la adscripción al Arte Levantino del cáprido
y ciervo impresos cardiales en el fragmento de la Cova de l'Or,
aduciendo la cornamenta en forma de peine del último ejemplar.
Efectivamente este tipo de convencionalismos se asocia a los
cérvidos esquemáticos, por lo que no descarto esta adscripción,
aunque mantengo que el cáprido es levantino. De confirmarse la pertenencia de estos dos fragmentos a una misma vasija
se corroboraría la coexistencia de ambos horizontes, ya dentro
del llamado Arte Neolítico, cuestión que espero abordar con B.
Martí en próximas aportaciones (fig. 10).
486
Fig. 8. Cova Jeroni (la Vall de Gallinera, Alicante).
En el Arte Macroesquemático abundan los serpentiformes,
unos asociados a figuras humanas y otros aislados, tanto verticales como horizontales. Entre estos últimos destaca por sus
dimensiones y complejidad el espectacular conjunto del Abric
II de La Sarga. Transformados en zigzags algunos de ellos se
han incluido en el Arte Esquemático Antiguo por el tipo de trazo
denso de la pintura, a menudo de color rojo intenso, que recuerda al macroesquemático. Estos zigzags son abundantes en la
cuenca del Júcar, tanto en la provincia de Cuenca como en la de
Valencia. El ejemplo más conocido y, sin duda, de mayor interés
por su posición estratigráfica, corresponde a la Cueva de la Araña (Bicorp, Valencia), donde la cornamenta de un gran ciervo se
Fig. 9. Balsa de Calicanto (Bicorp, Valencia).
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Arte Macroesquemático vs. Arte Esquemático. Reflexiones en torno a una relación intuida
Fig. 10. Cova de l'Or (Beniarrés, Valencia). Dibujos: B. Martí (2006).
Fig. 11. Cueva de la Araña (Bicorp, Valencia).
superpone a zigzags verticales (fig. 11) que, según E. Hernández
Pacheco, “se encuentran en otras localidades de pinturas trogloditas y rupestres de muy diversas edades, desde las que se
reputan más antiguas, del auriñaciense, hasta las de edad neolítica” (Hernández Pacheco, 1924: 77). En su propuesta de fases
cronológicas de las cuevas de la Araña no incluye los zigzags,
que en su opinión parecen hechos con los dedos mojados en
pintura roja, mientras el ciervo corresponde a la tercera fase. En
La Araña se confirma la secuencia de La Sarga, donde imágenes
levantinas se superponen a serpentiformes macroesquemáticos,
aquí transformados en zigzags. Los zigzags de la Cueva de la
Vieja (Alpera, Albacete) se encuentran “debajo del individuo
encaramado á un palo ó árbol… Pertenecen á la segunda ó tercera fase; pero idénticamente se encontró otro en la Cueva del
Queso hecho con tinta amarillenta, y sin duda alguna es de la
época ó fase de las cabras monteses” (Cabré, 1915: 201), que
asocia a la primera fase del conjunto de Alpera. En abrigos del
Barranco Moreno (Bicorp, Valencia) se concentran los mejores ejemplos de zigzags verticales pintados en rojo con pintura
densa y pastosa de todo el Arco mediterráneo peninsular, que
en la Balsa de Calicanto presentan un excelente grado de con-
servación (fig. 12). Los Gineses presentan un deficiente estado
de conservación, aunque claramente se relacionan con los de
la Balsa de Calicanto, existiendo entre estos dos conjuntos una
clara interconexión visual. También se registran en abrigos del
vecino término municipal de Millares. En el abrigo II de Encarna Rubio (Martínez i Rubio, 2014) alcanzan los 147 cm de longitud y recuerdan, si bien muy simplificados, los serpentiformes
del Abric II de La Sarga.
En Cuenca, a los ya conocidos de Marmalo IV, en Villar del
Humo, se incorporan, además de algunos inéditos en la Sierra de
las Cabras, los del Abrigo del Tío Modesto, en Henarejos. En este
yacimiento se encuentran infrapuestos a arqueros y zoomorfos levantinos (Hernández, Ferrer y Catalá, 2001), mientras que en Marmalo IV, según A. Alonso los zigzags “contactan” con las figuras
levantinas, expresión que también se utiliza para los de la Cueva
de la Vieja (Alpera, Albacete) que, como se ha señalado, para J.
Cabré se encontraban debajo de una figura humana levantina.
En Castellón los zigzags verticales de la Cova del Civil,
en Tírig, se consideran “una imitación de las formas macroesquemáticas (que) constituirían un indicador más del proceso de
aculturación que tendría lugar en las primeras fases del proceso
de neolitización” (Martínez Valle y Guillem, 2006: 82). También se señala “un aire de tradición macroesquemática” en los
serpentiformes angulares de Les Coves de Baldellou, en la Noguera Ribagorzana, uno de los cuales incluso parece terminar en
“deditos” (Utrilla y Martínez-Bea, 2010).
Como ha señalado B. Martí, en las cerámicas cardiales y
epicardiales valencianas son extraordinariamente abundantes
los zigzags, tanto horizontales como verticales. Se confirma de
este modo la presencia temprana de estos motivos en las manifestaciones rupestres (Martí, 2005; Martí y Hernández, 1998;
Martí y Juan Cabanilles, 2002).
En la revisión del arte rupestre del conjunto del Barranco
Moreno, entre los que se encuentra Los Gineses, se confirma
la existencia de un tipo de pintura de color rojo intenso y de
trazo denso que se relacionó con el trazo macroesquemático.
Los mejores ejemplos, aunque no únicos, se hallan en la Balsa
de Calicanto, donde, además de unos pocos zoomorfos levantinos, se registran figuras antropomorfas y zigzags verticales de
mediano y gran tamaño. En anteriores ocasiones he asociado
la figura humana rodeada de zigzags de Los Gineses (Bicorp,
Valencia) y Rosser (Millares, Valencia) con el orante del Abric
V del Pla de Petracos, aunque esta relación no se considere muy
487
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M. S. Hernández Pérez
Fig. 12. Balsa de Calicanto (Bicorp,
Valencia).
ortodoxa (Utrilla y Martínez-Bea, 2010) y, en efecto, estas imágenes en los abrigos valencianos tienen los brazos inclinados
hacia abajo (fig. 13). No obstante, por su tipo de pintura y la propia composición no dudo en mantener mi propuesta, compartida
por otros investigadores valencianos, y para la que se dispone de
su correspondiente imagen mueble en un fragmento impreso de
instrumento dentado del Abric de la Falguera, en Alcoi (Martí,
2006: 125-126).
P. Acosta consideró que el estudio de los ramiformes resultaba de gran interés dentro del conjunto de pintura esquemática
(Acosta, 1968: 124). Tras la revisión de las imágenes muebles
por parte de B. Martí, su interés se ha incrementado al constatarse su presencia en cerámicas impresas cardiales de las cuevas
de L'Or y La Sarsa (fig. 14). Este motivo no se ha incluido en el
registro de imágenes macroesquemáticas, aunque el tipo de pintura del ejemplar del Abric II de La Sarga recuerda a la utilizada
en las macroesquemáticas del mismo abrigo.
También remonta al Neolítico Antiguo la aparición de los
esteliformes, de los que se señala su presencia en cerámicas impresas cardiales de las cuevas de Or, Sarsa y Fosca (fig. 15).
Asimismo se registran entre las imágenes pintadas en los cantos
de la Cueva de Chaves, con similar cronología. Como también
ocurre con los ramiformes, perduran hasta la Edad del Bronce,
aunque muchos de estos esteliformes, similares al impreso cardial de la Cova de l'Or, se asocian al fenómeno del enterramiento colectivo y a la Edad del Cobre.
3. CONSIDERACIONES FINALES
Como ha demostrado B. Martí, en la fachada oriental de la
península Ibérica las cerámicas impresas cardiales confirman
la existencia de imágenes esquemáticas en el Neolítico Antiguo. Su registro actual lo integran algunos tipos de antropomorfos y zoomorfos, además de ramiformes, esteliformes
Fig. 13. Antropomorfos rodeados de serpentiformes-zigzags. 1: Pla de Petracos. 2: Los Gineses. 3: Abrigo Roser.
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Arte Macroesquemático vs. Arte Esquemático. Reflexiones en torno a una relación intuida
Fig. 15. Esteliforme impreso cardial. Cova de l'Or. Fotografía:
Museu de Prehistòria de València.
Fig. 14. Ramiformes. 1: Abric II de La Sarga (Alcoi); 2: Abric I del
Barranc de Frainós (Alcoleja); 3 y 4: cerámica impresa cardial de la
Cova de l'Or (Beniarrés).
y líneas quebradas o zigzags. La mayoría de ellas proceden
de cuevas de habitación ubicadas en el territorio macroesquemático, donde en la actualidad se conoce un importante
número de abrigos con arte rupestre Esquemático. Algunas
de las imágenes, al menos los antropomorfos en Y y doble
Y, y posiblemente también los ramiformes, son compartidas
por ambas manifestaciones. En los abrigos de La Sarga imágenes identificadas como macroesquemáticas, esquemáticas y
levantinas comparten el mismo espacio. Entre las dos primeras
existen evidentes similitudes a nivel de color y tipo de pintura,
aunque las diferencias temáticas son evidentes. Al igual que
entre el zoomorfo y los serpentiformes del Abric IV del Barranc de Benialí, un abrigo en el que también existen evidencias de Arte Levantino. En mi opinión estos dos yacimientos
alicantinos confirman la existencia de un Arte Neolítico, en el
que se pueden identificarse tres horizontes artísticos. Entre dos
de ellos –artes Macroesquemático y Esquemático– se intuye
una relación que necesita ser confirmada con analíticas de sus
pigmentos. Este Arte Esquemático se identifica como Antiguo
para diferenciarlo del fechado en el Neolítico Final y la Edad
del Cobre, sin que por el momento me atreva a establecer una
continuidad entre ambos, que la documentación disponible no
permite plantear.
Muchas de las imágenes de la cuenca del Júcar se incluyeron en un territorio de influencia macroesquemática
(Hernández Pérez, 2006b) que podría ponerse en relación
con el denominado territorio pericardial, identificado como
“aquellos espacios que, fuera de la zona pionera o nuclear,
revelan una temprana presencia de características neolíticas,
principalmente elementos cerámicos impresos e incisos”
(García Atiénzar, 2009: 121), en el que se incluye, además
de la cuenca del río Júcar, el río Vinalopó, el Altiplano Jumilla-Yecla, la Vega Alta del Segura, el nacimiento de los ríos
Mundo y Segura.
En el estudio de las pinturas rupestres de los abrigos de
Barranc de Carbonera (Beniatjar, Valencia) y del Barranc del
Bosquet (Moixent, Valencia) intuí ciertas similitudes con el
Arte Macroesquemático alicantino, aunque no me atreví a ampliar el territorio macroesquemático. La mayoría de las imágenes del abrigo I del Barranc del Bosquet se incluyeron en
un inicial estudio dentro del Arte Esquemático, que en estas
tierras sugería la existencia de una “provincia” dentro de esta
manifestación artística que en aquellos momentos no estaba
bien definida (Hernández y C.E.C., 1984: 20). Con posterioridad algunas de ellas se identificaron como macroesquemáticas
y se relacionaron directamente con las del Pla de Petracos,
aunque se insistía en su menor tamaño (Aparicio, Beltrán y
Boronat, 1988: 61).
La revisión de los abrigos con arte rupestre en la cuenca del
Júcar, donde también se han descubierto otros nuevos, permite
relacionarlos con los del territorio macroesquemático a partir
del análisis de la icononografía y de sus características técnicas.
Muchas de las imágenes de los abrigos del Barranc de Carbonera y Barranc del Bosquet, a los que ahora se une algunas del
Barranc de la Mata, marcan el camino recorrido desde la Sierra
del Benidadell a la cuenca media del Júcar. Y es aquí donde debería caracterizarse el Arte Esquemático Antiguo que mantiene
en origen relaciones no bien precisadas por el momento con el
Arte Macroesquemático.
Muchos fueron los caminos que B. Martí trazó en una investigación arqueológica que daba signos de agotamiento o que
ni siquiera se habían planteado. Sus trabajos, sus siempre razonadas opiniones, sus reflexiones y su posicionamiento ético ha
sido un ejemplo para todos. Mucho hemos aprendido a su lado
y, todavía, mucho nos queda por aprender.
489
[page-n-497]
M. S. Hernández Pérez
NOTA
Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto HAR 201233710 “III y II milenios cal. BC: poblamiento, ritualidad y cambio
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[page-n-498]
Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 491-499.
Motius figuratius en la ceràmica del neolític antic inicial
i art (macro)esquemàtic a Catalunya
F. X. OMs ARias, M. À. Petit MendizàBal i F. J. LóPez CaCHeRo
Serveixi aquest article, que tracta un tema que li és car,
d'homenatge a l'amic i mestre Bernat Martí.
reSum
Es presenten algunes ceràmiques amb decoracions figuratives corresponents al neolític antic inicial de Catalunya i motius
pintats en abrics que correspondrien al mateix àmbit simbòlic i cronocultural. D'igual manera es planteja la problemàtica a
l'hora de caracteritzar aquest fenomen, que podria suposar l'assimilació de gran part de l'art esquemàtic, tradicionalment situat
en períodes posteriors a aquest moment. Es discuteixen les dades cronològiques aportades per les datacions absolutes lligades
a les ceràmiques objecte d'estudi, així com la distribució geogràfica tant dels jaciments com dels abrics pintats.
ParauleS clau:
neolític antic inicial, art esquemàtic, ceràmica cardial/impresa, Catalunya.
réSumé
Nous présentons des céramiques avec décors figuratifs du Néolithique ancien initial de la Catalogne et des représentations
peintes en abris qui pourraient correspondre au même phénomène symbolique et à la même période cronoculturelle. On aborde
aussi la problématique de la caractérisation de ce phénomène, qui pourrait impliquer l'assimilation d'une grande partie de l'art
schématique, traditionnellement attribué aux périodes plus récents. Les données chronologiques fournies par les datations
absolues liées à la céramique objet d'étude sont aussi discutées, ainsi que la répartition géographique des sites avec céramique
à décor figuré et des abris peints.
moTS cléS
: Néolithique ancien, art schématique, céramique cardial/imprimé, Catalogne.
1. INTRODUCCIÓ
Fa poc més de trenta anys es descobriren per a l'arqueologia un
conjunt de pintures que foren estudiades i publicades sota l'epígraf
d'art macroesquemàtic (Hernández i Segura, 1985). L'apel·latiu
feu fortuna. D'igual manera ben aviat es comprovà la inqüestionable semblança d'aquelles figures antropomorfes amb algunes
representacions figuratives de la ceràmica impresa valenciana
(Martí i Hernández, 1988). A partir d'aquest moment, i a banda de permetre la datació indirecta de l'art recentment descobert,
s'anaren albirant d'altres similituds entre les representacions pintades que acompanyaven els antropomorfs (ziga-zagues, punts,
corones, estel·liformes) i les sanefes cardials i alguns motius relativament freqüents impresos com els umbons que equivaldrien
als punts pintats i d'altres més rars (estel·liformes i animalístics).
Finalment s'arribà a la conclusió que les barroques decoracions
impreses de la ceràmica dels primers neolítics peninsulars podien
tenir una lectura de caire simbòlic que les allunyava del mer sentit
decoratiu (Martí i Juan Cabanilles, 2002). D'ençà llavors i fins el
present no s'ha deturat la recerca sobre aquestes qüestions augmentant el seu nombre i la seva distribució geogràfica.
Un punt d'inflexió en la recerca fou sens dubte la descoberta i publicació dels còdols decorats procedents del nivell cardial de la cova de Chaves (Utrilla i Baldellou, 20012002; Utrilla et al., 2008). Entre aquests hi trobem tres
“orants”, en especial un de molt clar, i d'altres representacions (estel·liformes, punts, ratlles, etc.) que també han trobat
els seus paral·lels en l'art macroesquemàtic. La descoberta
va permetre ampliar la geografia de l'art del neolític antic
inicial.1 Utrilla, en parlar-ne, posa en relació els “orants” de
Chaves amb un “orant” pintat de la cova del Tabac; d'igual
manera comenta un fragment de ceràmica de la cova del Vidre
amb representacions de ziga-zagues i d'aquesta manera introdueix l'existència a Catalunya d'art macroesquemàtic i de
ceràmica impresa amb motius paral·lelitzables a les pintures
(Utrilla, 2012). Hem de dir, però, que ja amb anterioritat Martí i Juan Cabanilles havien comentat un vas de la cova Gran
de Montserrat en el mateix sentit (2002).
1
Denominem neolític antic inicial les fases c. 5500-5000 cal BC prèvies a l'Epicardial.
491
[page-n-499]
F. X. Oms Arias, M. A. Petit Mendizàbal i F. J. López Cachero
Fig. 1. Distribució de jaciments amb ceràmiques amb motius figuratius del neolític antic inicial (■) i dels abrics amb pintures (●) esmentats
en el text: 1. Guixeres de Vilobí (Sant Martí Sarroca); 2. Esquerda de les Roques del Pany (Torrelles de Foix); 3. cova Gran (Collbató); 4.
cova del Toll (Moià); 5. cova de l'Or (Sant Feliu del Llobregat); 6. la Draga (Banyoles); 7. cova de la Font Major (L'Espluga de Francolí);
8. cova del Vidre (Roquetes); 9. cova Colomera (Sant Esteve de la Sarga); 10. cova Joan d'Os (Tartareu); 11. cova dels Vilasos (Os de
Balaguer); 12. cova del Tabac (Camarasa); 13. Les Aparets (Alòs de Balaguer); 14. Antona (Artesa de Segre); 15. Pedra de les Orenetes
(La Roca del Vallès); 16. Portell de les Lletres (Montblanc); 17. Mas del Gran (Montblanc); 18. Britus (Montblanc); 19. abric de Gallicant
(Cornudella de Montsant).
Finalment s'han incorporat diversos motius (com ara els ramiformes) que apareixen en ceràmiques impreses o no i que
trobarien el seu paral·lel en les representacions de l'art esquemàtic peninsular (Hernández i Hernández, 2013), atribuïdes tradicionalment a períodes més tardans del neolític i àdhuc de les
edats dels metalls. L'ampliació de motius amb paral·lels tant
a l'epicardial (Ten, 1979; Flors, 2009; Garcia Borja i Aguilella, 2013; Utrilla, 2013) com en el bronze inicial (Maya i Petit,
1986) desvirtua, al nostre entendre, la força de correspondència
cronocultural entre el macroesquemàtic i les ceràmiques impreses del neolític antic inicial. Per això no els tenim en compte.
492
2. LES EVIDÈNCIES EN TERRITORI CATALÀ
Un dels problemes que es presenta en el cas català a l'hora
d'identificar tant les ceràmiques com els seus paral·lels
pintats (tot i que extrapolable a altres territoris del llevant
peninsular) és el de quins motius considerem com a vàlids
per establir-ne la concordança. Pensem que limitar-nos a
uns motius concrets permet observar millor fins a quin punt
els indrets amb aquestes pintures i la procedència dels individus ceràmics amb decoracions figurades es corresponen
geogràficament (fig. 1).
[page-n-500]
Motius figuratius en la ceràmica del neolític antic inicial i art (macro)esquemàtic a Catalunya
Fig. 2. Materials ceràmics esmentats al text: 1-2. Guixeres de Vilobí; 3. cova Joan d'Os; 4. Esquerda de les Roques del Pany; 5. cova
Colomera; 6. cova de la Font Major; 7-8. cova del Vidre; 9, 13 i 15. cova Gran de Collbató; 10. cova del Toll; 11-12. la Draga; 14. cova de
l'Or. Les fotografíes procedeixen de Oms (2014), excepte les de la Cova del Vidre (Bosch, 2009) i de la Cova Gran (Fons del Museu de
l'Abadia de Montserrat). Els dibuixos de la Draga procedeixen de Bosch et al. (2011), el de la cova Gran de Collbató de Baldellou et al.
(1989) i el de la cova de l'Or de Granados (1981).
2.1. leS ceràmIqueS
Ja a la tesi doctoral d'un de nosaltres (F.X.O.) s'abordà tot i
que de manera colateral, la qüestió de las ceràmiques amb motius figuratius (Oms, 2014: 393-399) i es mostraren algunes
evidències ceràmiques que presentarien decoracions impreses
figurades i/o assimilables a les publicades en altres indrets del
llevant peninsular. En aquest sentit es van descriure un seguit
d'efectius corresponents a diversos jaciments a partir dels 32
conjunts estudiats. En la recopilació que ara presentem n'hem
afegit algun més. En total tractem 14 vasos diferents (7 amb
antropomorfs (dos d'ells d'un mateix vas), una corona, 4 amb
motius solars, un amb una garlanda, un amb un zoomorf i un
amb un geomètric) (fig. 2).
493
[page-n-501]
F. X. Oms Arias, M. A. Petit Mendizàbal i F. J. López Cachero
Endemés del casos de la cova del Vidre i de la cova Gran
de Collbató que hem mencionat, un altre motiu figuratiu ja havia estat comentat per Utrilla (2013), concretament la probable
corona o cap d'un antropomorf de la cova Colomera, fragment
ceràmic que havia estat publicat per un de nosaltres (Oms,
2008). A continuació en parlarem de tots ells.
pretat com un motiu solar (Oms, 2008) sinó, i ja ho apuntà
Utrilla encertadament, com el cap d'un orant del que surten
uns raigs o bé una corona relacionada amb un antropomorf
(Utrilla, 2013) (fig. 2.5).
2.1.1. Antropomorfs i corones
A la cova de la Font Major tenim un únic fragment ceràmic decorat amb boquique a base de franges horitzontals i inclinades
que convergeixen cap un motiu circular incomplert que podria
tractar-se d'un motiu solar (fig. 2.6). Al jaciment de La Draga
s'ha localitzat un fragment decorat amb pinta. Es tracta d'un
motiu que s'articula a partir d'un mugró al redós del qual es
disposa un cercle del que surten faixes d'impressions rectilínies
descendents i ascendents al costat de les quals hi veiem sengles
triangles invertits. Ho interpretem com un motiu solar (fig.
2.11). A la cova de Joan d'Os s'exhumà un fragment en el que
s'entreveu una decoració molt incomplerta a base d'una possible garlanda amb boquique i sota un motiu solar de perímetre
sinuós o meandriforme (fig. 2.3). Un altre exemple el trobem a
la cova Gran de Collbató; tres fragments formen un motiu circular realitzat amb cardial arrossegat al voltant d'un botó aplicat. Limita aquests cercles concèntrics un seguit d'impressions
cardials obliqües. Al voltant d'aquestes s'articulen una sèrie de
franges en diferents sentits (fig. 2.9).
En primer lloc hem de dir que cap jaciment de Catalunya
ha proporcionat una ceràmica amb una representació complerta i clara d'un antropomorf. En tots els casos es tracta
de fragments, sovint petits, que permeten entreveure parcialment figuracions que podrien assimilar-se a antropomorfs
i poca cosa més. Així tenim quatre fragments d'un mateix
vas procedent de les Guixeres de Vilobí amb una decoració
de cardial oblic que representa un motiu vertical format per
un cos massís envoltat de traces obliqües impreses a la part
superior i inferior i d'un espigat lateral (fig. 2.1); tot i que
la complicada orientació de la peça no permet assegurar-ne
la representació podria tractar-se d'una part d'un antropomorf. D'igual manera la cova del Toll lliurà dos fragments
d'un mateix vas amb tècnica incisa, cardial oblic i umbó que
representaria un cos vertical central, en bona part desaparegut, i dos sanefes en garlanda que podrien correspondre a dos
braços aixecats (fig. 2.10 ). També la cova Gran proporcionà
un gran fragment d'un vas amb coll destacat decorat amb un
cordó i impressions cardials obliqües que conformarien un
tronc del que sortirien extremitats en ziga-zaga (fig. 2.13).
Aquest fragment és el que fou citat com un possible antropomorf per Martí i Juan Cabanilles com hem dit més amunt.
Podria tractar-se d'un antropomorf del tipus “cama-obert”
descrit per Utrilla (2013). La cova del Vidre ha proporcionat també dos vasos amb decoració figurada. Un d'ells està
decorat a base de cardial oblic i impressió simple. El motiu
apareix incomplert i podria ser un antropomorf amb el tronc
central vertical del que surten dos braços alçats de tendència
rectilínia. També hi podem veure tres dits o l'esquematització
de la mà estesa del braç esquerra (fig. 2.15). El segon (Bosch,
2010) correspon al mencionat per Utrilla i integrat per aquesta dins dels antropomorfs “cama-oberts” (2013). Es tracta
d'un exemplar de vas mitjà amb perfil en “S”; al centre del
vas s'hi desenvolupa un motiu complex realitzat amb cardial
oblic i impressió simple. Es pot definir com un tronc vertical
que neix i mor en sengles franges horitzontals incises-impreses. Del cos surten tres parelles de extremitats en ziga-zaga
de desenvolupament horitzontal. Al fragment mencionat per
Utrilla cal afegir-ne un altre de representació idèntica i pertanyent al mateix vas (fig. 2.7 i 8 ). Granados publicà (1981:
149) diversos materials procedents de la cova de l'Or entre
els que destaca un fragment amb decoració impresa cardial
oblic en les que es poden veure dos troncs verticals dels que
surten en forma de ziga-zagues probables extremitats superiors i inferiors que s'ajunten (fig. 2.14), novament del tipus
antropomorf “cama-obert”. Probablement relacionada amb
un antropomorf, la cova Colomera lliurà un petit fragment
informe imprès amb un mínim de tres cercles concèntrics, del
més exterior dels quals surten vuit raigs que no completen
la totalitat del cercle. Per tant el conjunt no pot ser inter494
2.1.2. Motius solars o estel·liformes
2.1.3. Altres
En els registres que hem analitzat recentment a Catalunya (Oms,
2014), hem notat la presència molt habitual de motius en chevron, en ziga-zaga, en meandre o en d'altres figures geomètriques que, en alguns casos, podrien tenir cabuda en aquest treball
(balma de l'Espluga, cova del Bolet, cova de la Valldan, cova de
la Toralla o la Vinya d'en Pau entre molts d'altres). No obstant,
considerem que és quelcom massa estès i per tant, seria molt
agosarat per part nostra proposar-los tots com a figuracions.
Esmentarem només tres exemples, que considerem interessants
i representatius, i que podrien tenir una “explicació” figurativa.
Procedent de La Draga es recuperà un fragment ceràmic
amb decoració geomètrica que forma una retícula inacabada
que en alguns punts recorda un motiu reticulat (fig. 2.12). De
l'Esquerda de les Roques del Pany disposem de tres fragments
que formen part d'un mateix vas. Per sota d'una franja horitzontal impresa, s'hi reprodueix un motiu que clarament representa
un meandre (fig. 2.4).
Per últim, destacarem la presència d'un possible zoomorf
a les Guixeres de Vilobí (fig. 2.2), on mitjançant una tècnica
cardial obliqua en diferents posicions, podria representar una
cornamenta.
2.2. elS moTIuS PInTaTS
2.2.1. Antropomorfs i corones
En l'art esquemàtic de Catalunya hi ha figures antropomorfes
de cos cilíndric i robust que s'allunyen dels esquemes de representació humana de l'art llevantí. D'igual manera no es corresponen amb les formes de les figures antropomorfes “clàssiques”
esquemàtiques que podrien assimilar-se als ramiformes o a figures molt simples com ara les creus.
[page-n-502]
Motius figuratius en la ceràmica del neolític antic inicial i art (macro)esquemàtic a Catalunya
Dels antropomorfs de cos cilíndric quan en podem identificar el sexe aquest és masculí, cas dels dos del Mas del Gran (fig.
3.1) i dels dos de Britus II (fig. 3.2). També ens trobem cossos
cilíndrics i robustos formant sèries a Les Aparets II (fig. 3.3 ).
Sovint la literatura els ha anomenat digitacions per considerar
que eren simples traços realitzats amb els dits seguint un ritme
vertical paral·lel. No obstant això, en alguna ocasió podem distingir-ne l'aspecte antropomorf com ara a l'abric de Gallicant
(fig. 3.4). També considerem que és antropomòrfica una figura
del Portell de les Lletres (fig. 3.5); tot i trobar-se molt malmesa
aquesta figura conserva un braç dret aixecat i s'acompanya al
costat esquerre d' un seguit de traços verticals.
Molt més clara i al nostre entendre amb inqüestionables
paral·lels en l'art anomenat macroesquemàtic és la representació de la cova del Tabac. Es tracta d'un antropomorf
amb els dos braços aixecats i acabats en mans en forma de
bola. S'acompanya a dreta i esquerra d'un seguit de traços
verticals i ondulants rematats amb boles que semblen repetir-se de manera equidistant (fig. 4.1). Val a dir que aquest
antropomorf ja ha estat datat al neolític antic tot comparant-
lo amb les representacions humanes pintades en els còdols
(Ch.92.13A?Ib.66) i en un bloc (Ch. 92.203) procedents de la
Cova de Chaves (Bastarás) amb els qui té similituds enormes
(Utrilla i Baldellou, 2001-02). Malauradament la millor representació rupestre d'art del neolític més antic de Catalunya
es troba malmesa per grafits moderns.
A les Aparets IV (fig. 3.6) hi trobem una figura en forma de la
lletra grega “phi” que podria ser perfectament la part superior d'un
antropomorf amb els braços aixecats. El còdol (Ch.13B'.170.48) de
Chaves té una representació que també ha estat interpretada com
una “phi”. Considerem, però agosarat encabir totes les figures en
“phi” de l'art esquemàtic (com les de Mas d'en Carles, o cova de
les Creus, ambdós a Montblanc) en una única fase cronològica, com
també les figures en forma de creu, feixos o ramiformes per molt
que aquests motius apareguin en els còdols pintats de Chaves.
També podríem posar algunes objeccions al conjunt
d'antropomorfs que ara presentem. Per exemple, els dos de Mas
del Gran que agafen amb ambdues mans un objecte allargat de
difícil identificació i que endemés semblen acompanyar-se de
diversos quadrúpedes que semblen realitzats per una mateixa
Fig. 3. Pintures de possibles antropomorfs: 1. Mas del Gran; 2. Britus II; 3. Les Aparets II; 4. Abric de Gallicant; 5. Portell de les Lletres;
6. Les Aparets IV. Les il·lustracions procedeixen de DDAA (1990 i 1994).
495
[page-n-503]
F. X. Oms Arias, M. A. Petit Mendizàbal i F. J. López Cachero
Fig. 4. Panell pintat de la Cova del Tabac (Camarasa). Il·lustració de DDAA (1990).
Fig. 5. Motius en “corona”: 1 i 2. Portell de les Lletres; 3. Antona III. Les il·lustracions procedeixen de DDAA (1990 i 1994).
mà. Sovint podríem confondre alguns d'aquests cossos rectangulars, amb pocs trets humans, amb simples bandes verticals.
No obstant això els hem volgut reunir i presentar.
Pel que fa als semicercles radiats o “corones” les trobem
abastament representades al Portell de les Lletres ( fig. 5.1 i 2)
isolades o formant part d'un complex motiu en el que se'n troben tres. També ho és la representació d'un cercle seguit per
dos traços verticals que surten de la seva part inferior i que es
localitza al panell d'Antona III (fig. 5.3).
496
2.2.2. Estel·liformes i cercles concèntrics
Dins d'aquest capítol en trobem una representació molt clara
a la cova del Tabac (fig. 4.2). Està pintada amb la mateixa tonalitat ataronjada-vermellosa de l'antropomorf abans esmentat
i tal vegada tot el conjunt pintat d'aquesta cova podria formar
part d'una mateixa composició. Un estel·liforme molt semblant
el trobaríem en un dels còdols pertanyents a Chaves (Ch. 90.
11E.138.15).
[page-n-504]
Motius figuratius en la ceràmica del neolític antic inicial i art (macro)esquemàtic a Catalunya
2.2.3 Altres
Sempre ha estat conceptuat com un motiu serpentiforme el que
apareix a la Pedra de les Orenetes. Dins del mateix panell hi ha
un altra representació semblant, però més curta i dues més verticals. Es tracta d'un element únic en tota la iconografia de pintura
rupestre catalana. Les representacions en ziga-zaga s'han associat
a l'art macroesquemàtic, però aquestes acostumen a aparèixer en
un nombre repetitiu. Com hem vist a la Pedra de les Orenetes
apareixen ziga-zagues verticals i horitzontals. El conjunt es troba
en molt mal estat de conservació. Tot i amb això podem dir que
les ziga-zagues verticals i la gran ziga-zaga horitzontal són del
mateix color castany-vermellós (fig. 7.1 i 2), mentre que la més
petita horitzontal és de color ataronjat. (fig. 7.3).
3. LA DISTRIBUCIÓ GEOGRÀFICA (fig.1)
Fig. 6. Motius de cercles concèntrics: 1. Els Vilasos; 2 i 3. Antona
II. Les il·lustracions procedeixen de DDAA (1990).
Pel que fa als motius de cercles, a la cova dels Vilasos o
dels Vilars (fig. 6.1) n'hi podem veure un fet amb quatre cercles
concèntrics incomplerts. A Antona II (fig. 6.2 i 3 ) hi trobem dos
cercles amb un doble anell concèntric.
No podem isolar les evidències suara aportades d'àmbits geogràfics més extensos com ara el Prepirineu o la vall Segre-Cinca, els quals se situen també a la comunitat autònoma d'Aragó
(Utrilla, 2013).
La relació geogràfica més evident i ja advertida per Utrilla (2012) és la de l'orant de la cova del Tabac amb el fragment ceràmic de la cova Colomera. Ambdós jaciments es
troben a una distància molt reduïda i dins el mateix context
geogràfic (Segre-Serralada del Montsec). En el mateix sentit, els motius pintats d'Antona també podrien tenir relació
amb el motiu solar de la ceràmica de la cova Joan d'Os atesa
la seva proximitat. Cal remarcar que a la cova del Tabac,
a més de les pintures ja esmentades, també s'hi documen-
Fig. 7. Panell pintat de la Roca de les Orenetes (La Roca del Vallès). Il·lustració de DDAA (1994).
497
[page-n-505]
F. X. Oms Arias, M. A. Petit Mendizàbal i F. J. López Cachero
ten un mínim de 22 vasos decorats amb clares analogies als
conjunts de la cova Colomera i de la cova Joan d'Os (Oms,
2014). No obstant, entre el registre disponible, no es troba
cap ceràmica amb figuracions.
Fora d'aquestes relacions de proximitat i temàtica la resta
de distribucions de ceràmiques i de motius pintats no sembla correspondre's massa geogràficament. En un àrea amb alta
densitat de ceràmiques figuratives com és el prelitoral central
(Guixeres, Or, Toll, Gran de Collbató), hi ha també la presència de llocs pintats amb trets esquemàtics, tot i que els motius
allà documentats no semblen tenir relació amb les ceràmiques
figuratives. Al Vallès, la Pedra de les Orenetes apareix isolada
i només sembla presentar afinitats amb L'Esquerda de les Roques del Pany situada força distant. A la Conca de Barberà, els
nombrosos exemples d'art esquemàtic als voltants de Montblanc només troben proximitat amb el fragment figuratiu de
la Font Major.
Com veiem la coincidència és escassa, tot i que pensem que
la cerca aprofundida dels registres podria completar el mapa i
millorar la possible relació geogràfica.
4. LA CRONOLOGIA
Els jaciments dels quals procedeixen les ceràmiques tractades
en aquest treball, compten en algunes ocasions, amb datacions
radiocarbòniques. A les Guixeres de Vilobí i a la cova del Toll
n'hi ha de disponibles que es localitzen en el primer tram de la
seqüència catalana del neolític antic. La resta de conjunts datats es situen dins una fase avançada del neolític antic inicial:
la cova de la Font Major, la Draga, la cova del Vidre i la cova
Colomera en són els exemples disponibles (taula 1).
Observem un mínim de dues tradicions culturals a Catalunya. Per una banda, els fragments de la cova Colomera s'integren
bé dins el neolític antic de ceràmiques impreses/boquique, mentre que la resta de fragments/jaciments ben datats es relacionen de manera més clara amb la tradició cardial. Els individus/
jaciments sense estratigrafia ni datació absoluta segueixen la
mateixa pauta: les evidències de la cova de l'Or i de la cova
Gran de Collbató s'integren dins de l'esfera cardial, mentre que
la de la cova Joan d'Os presenta clares analogies amb la cova
Colomera (Oms, 2014).
Per tant, podem veure com les ceràmiques amb motius figuratius que trobem a Catalunya apareixen des del primer moment del
neolític i també en un estadi més avançat del neolític antic, sempre
dins del que hem anomenat neolític antic inicial (c. 5500-5000 cal
BC) anterior a l'epicardial; els veiem tant en conjunts de clares analogies cardials com vinculades al neolític continental (Oms, 2014).
5. CONCLUSIONS
Hem presentat un conjunt de ceràmiques en les quals observem
motius figuratius amb el ben entès que, donada l'alta fragmentació dels vasos, sovint resulta molt difícil descriure'ls i assegurar-ne la representació figurada. Podríem haver-ne afegit algunes més, amb motius verticals que recorden elements de tipus
vegetal, chevrons, en ziga-zaga, en meandre o en d'altres figures
geomètriques, però hem preferit ser prudents al respecte. Estem
segurs que en un futur algunes de les ceràmiques ara presentades es rebutjaran i d'altres s'afegiran a l'inventari.
Pel que fa als motius pintats que hem triat són aquells que
hem pogut paral·lelitzar amb les decoracions ceràmiques comentades. També aquí hem procurat ser restrictius per tal de
ser el més rigorosos possibles. Si en un futur s'afegeixen nous
motius ceràmics probablement podran sumar-se noves pintures.
Per exemple els denominats pectiniformes verticals o els ramiformes podrien associar-se als abans esmentats possibles motius
vegetals. També succeeix el mateix amb alguna representació
de triangles com ara els de Britus I i II (DDAA, 1994).
Pensem que hi ha representacions com ara “l'orant” de la
cova del Tabac que són inqüestionables i estilísticament molt
semblants a les representacions de Chaves tot prefigurant una
possible “província” estilística prepirinenca amb característiques
pròpies respecte del macroesquemàtic “clàssic” alacantí.
Certament queda molt camí per recórrer. Nosaltres només
hem volgut presentar alguns elements per tal d'iniciar-ne el debat i sobretot la cerca. La revisió dels vells fons i de les ceràmiques procedents d'excavacions recents que no hem pogut consultar, segur que forniran nous exemples d'elements figuratius
que contribuiran a fixar aquest fenomen, cronoculturalment ben
establert, del neolític antic inicial de Catalunya. Segurament llavors es podrà dibuixar també millor la geografia de la “província” cultural del nord-est peninsular.
Taula 1. Datacions radiocarbòniques de jaciments amb ceràmiques que tenen motius figuratius.
Jaciment
Mostra
Referència
Data BP
Var.
Cal BC 2σ
Bibliografia
Guixeres A
Toll IIb
Toll IIb
Font Major Ig
Draga E5 fogar
Draga sector B
Draga sector C
Vidre II-fogar
Colomera CE14
Colomera CE13
Colomera CE12
Ovis aries
Ovis aries
Ovis aries
Ovis aries
Llavor
Llavor
Llavor
Carbons
Triticum a/d
Triticum a/d
Buxus s.
OxA-26069
OxA-26070
OxA-26071
Beta-317705
OxA20234
OxA20232
Beta278256
Beta58934
OxA-23634
Beta-240551
Beta-248523
6458
6425
6390
6310
6127
6121
6170
6180
6170
6150
6020
38
35
34
40
33
33
40
90
30
40
40
5485 - 5342
5474 - 5330
5469 - 5315
5367 - 5215
5210 - 4981
5208 - 4961
5221 - 5000
5326 - 4851
5216 - 5031
5216 - 4993
5011 - 4799
Oms et al., 2014
Cebrià et al., 2014
Cebrià et al., 2014
Cebrià et al., 2014
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
Morales et al., 2010
Oms et al., 2012
Oms et al., 2012
Oms et al., 2012
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Motius figuratius en la ceràmica del neolític antic inicial i art (macro)esquemàtic a Catalunya
NOTA
Aquest treball ha estat dut a terme en el marc dels projectes
2014SGR-108 de la Generalitat de Catalunya, HAR2011-26193
del Ministerio de Ciencia e Innovación i HAR2013-48010-P del
Ministerio de Economía y Competitividad. Agraïm als organitzadors d'aquest homenatge la oportunitat de participar-hi amb el
present treball.
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499
[page-n-507]
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 501-520.
Arte rupestre y hábitat en la prehistoria del Riu de les Coves.
Aproximación a la cronología del Arte Levantino
a través de la red de caminos óptimos
Valentín VillaVeRde, tRinidad MaRtínez i RuBio,
PeRe M. guilleM Calatayud, RaFael MaRtínez Valle y José ángel MaRtínez álVaRez
reSumen
La documentación existente en el Riu de les Coves, compuesta por un total de 54 abrigos con arte rupestre Levantino y
Esquemático y 47 yacimientos arqueológicos que abarcan desde el Epimagdaleniense a la Edad del Bronce, permite analizar
la relación existente entre la red de caminos de menor coste y la ubicación de los distintos horizontes artísticos. La posibilidad
de establecer las redes de caminos para los asentamientos de cada fase cultural y la distribución de los distintos horizontes
artísticos (Arte Finipaleolítico, Arte Levantino –horizontes Centelles, Civil, Mas d'en Josep, Cingle de la Mola Remigia y
Lineal–, Arte Esquemático), facilita evaluar el grado de correlación paisajística entre el proceso de ocupación humana y la
ejecución del arte. Los resultados obtenidos indican una estrecha correlación entre el Arte Levantino y el Neolítico II, fase en
la que se registra un notable incremento de las evidencias de ocupación en la zona; así como la estabilidad de ese modelo para
el conjunto de los horizontes gráficos levantinos; y la dificultad de establecer, a partir de los datos disponibles, una correlación
entre las grafías asignadas al Arte Esquemático Antiguo y el poblamiento del Neolítico I.
PalabraS claVe:
arte rupestre Levantino, arte rupestre Esquemático, SIG, red de caminos de menor coste, Neolítico,
arqueología del paisaje, la Valltorta.
abSTracT
Rock art and habitat in the prehistory of the ‘Riu de les Coves'. Approach to the chronology of Levantine Rock Art trhough
the optimum routes network. Archaeological documentation at the ‘Riu de les Coves', with a total of 54 rock-shelters with
Levantine and Schematic Rock Art and 47 archaeological sites documented (ranging from the Epimagdalenian to the Bronze
Age), opens the possibility of evaluate the relationship between the optimum routes network and the location of the different
artistic horizons. It is possible to establish the relation between the optimum routes network settlements of each cultural phase
and the distribution of the different artistic horizons (Epimagdalenian Art, Levantine Art –Centelles, Civil, Mas d'en Josep,
Cingle de la Mola Remigia and Lineal horizons–, and Schematic Art), and evaluate the degree of correlation between the
process of human occupation of the landscape and Rock Art distribution. The results indicate: a strong correlation between the
Levantine Art and Neolithic II, phase in which a significant increase in the evidence of occupation in the area is recorded; the
stability of this model for all the Levantine graphic horizons; and the difficulty of establishing, from the available data, a clear
correlation between the pictures assigned to the Ancient Schematic Art and Neolithic I period.
keywordS:
Levantine Rock Art, Schematic Rock Art, GIS, optimum routes network, Neolithic, Landscape Archaeology,
Valltorta.
1. INTRODUCCIÓN
La cronología del Arte Levantino constituye uno de los tópicos
que mayor debate y atención ha suscitado desde su descubrimiento. En los últimos decenios la discusión se ha centrado en si
su origen puede tener una raíz mesolítica o es de cronología plenamente neolítica. Esta cuestión se ha abordado frecuentemente
a partir de la valoración temática, considerada por algunos investigadores como indicativa del contexto social y económico
al que hacen referencia los motivos o las escenas pintadas, o a
partir del análisis estilístico, especialmente centrado en el estudio e implicaciones de las superposiciones cromáticas de los diferentes estilos levantinos y su relación con el arte Esquemático
(Villaverde et al., 2012).
En algunas ocasiones el debate se ha dirigido a otros campos
de discusión, en la idea de integrar el fenómeno gráfico en un
contexto territorial articulado a partir de las evidencias arqueológicas disponibles. Mientras que en otros trabajos, a partir de
la incorporación de métodos propios de la arqueología espacial,
se ha prestado especial atención a la distribución y posición de
los distintos horizontes gráficos holocenos y su articulación con
el territorio y sus características geográficas. En esta misma línea, y a través de estudios que han recurrido a los métodos propios de la arqueología espacial y del paisaje, se han realizado
aproximaciones a la articulación entre los abrigos con pinturas
y los yacimientos arqueológicos a través del estudio de los caminos óptimos. Un enfoque que resulta especialmente interesante cuando la diversidad de horizontes estilísticos es amplia
501
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V. Villaverde, T. Martínez i Rubio, P. M. Guillem Calatayud, R. Martínez Valle y J. A. Martínez Álvarez
y cuando la documentación arqueológica se apoya en un buen
conocimiento de la secuencia arqueológica y su distribución espacial, especialmente si existe una cierta amplitud cronológica
en la misma, pues permite evaluar el grado de relación existente
entre la distribución de los distintos periodos arqueológicos y
los diferentes horizontes artísticos.
La Valltorta constituye una de las zonas en las que el Arte
Rupestre alcanza una elevada concentración de yacimientos y
presenta, además, una larga trayectoria de trabajo de campo arqueológico que remonta a los primeros hallazgos en los comienzos del siglo XX y se ha continuado con interrupciones hasta
la actualidad. Estas circunstancias permiten plantear un estudio
como el que ahora presentamos: aplicar desde la perspectiva de
la arqueología espacial, mediante un GIS, una correlación entre
los distintos horizontes gráficos de la secuencia artística y las
evidencias arqueológicas reconocidas en la zona.
Nuestra atención se centra en la comparación de estos datos
con las características físicas del territorio, para intentar extraer
información sobre la relación entre el poblamiento prehistórico
en sus diversas fases y la distribución de los distintos horizontes gráficos determinados en el Arte Levantino. Para ello, se ha
creado una base de datos geográfica y arqueológica en la que
se integran las características físicas y el entorno de cada sitio,
sean estos yacimientos o conjuntos rupestres.
Contamos con una importante cantidad de datos, resultado del trabajo realizado en los últimos quince años en el
mismo núcleo de Valltorta-Gassulla por el Instituto de Arte
Rupestre y la Universitat de València, una labor que ha dado
como resultado una importante renovación y ampliación de
la información disponible del registro arqueológico prehistórico y que en el campo del arte rupestre se concreta en la
identificación de diferentes horizontes artísticos, a partir de
la sistematización de las representaciones levantinas y un detenido análisis de sus principales características estilísticas,
temáticas, compositivas y cromáticas.
Nuestro esfuerzo viene motivado por la necesidad de incorporar el arte a su contexto temporal e integrarlo en el proceso histórico del que formó parte. Esta preocupación, expresada ya en los primeros trabajos de revisión de los grandes
conjuntos rupestre de la zona (Villaverde y Martínez, 2002),
nace del interés por profundizar en el conocimiento del proceso de ocupación humana del territorio. El esfuerzo se centra en
superar la caracterización de ese contexto a partir de una mera
valoración de la proximidad física entre manifestaciones artísticas y otras evidencias arqueológicas, integrando la discusión
en un mismo discurso histórico, atento a las relaciones con el
entorno geográfico y su apropiación por los distintos grupos
humanos del pasado.
En esta ocasión, nos centraremos en el movimiento. En concreto las rutas que comunican los distintos yacimientos, para
tratar de entender y explicar la localización de los sitios de arte
rupestre. Aunque no es nuevo en las ciencias humanas (Llobera,
2000), la aplicación del análisis del movimiento a los estudios
del arte es relativamente reciente en nuestra área de estudio.
Tradicionalmente, el emplazamiento de los abrigos ha sido valorado en función de la dispersión de puntos que se generaba
en un mapa o, más recientemente, por su visibilidad o por la
proximidad a caminos tradicionales. Desde las propuestas de
la Arqueología del Paisaje, J. Martínez introducía en 1998 el
502
concepto de movimiento de manera consciente. Este autor clasifica los abrigos en función de su emplazamiento respecto a los
accidentes geográficos principales: cerros, cañones, barrancos,
etc., y entre ellos distingue aquellos cuyo emplazamiento viene
determinado por el movimiento entre ambientes diferentes. La
metodología propuesta se ha aplicado a otras áreas de arte rupestre con éxitos desiguales, dada la dificultad de adaptarla a
ambientes orográficos diferentes.
Este es el caso de los trabajos de S. Fairén (2002) que aplicó
la tipología de abrigos antes expuesta al importante núcleo de
Arte rupestre del Norte de Alacant. Al profundizar en el estudio
del movimiento, esta misma autora (Fairén, 2006) introduciría
el análisis de los caminos óptimos entre los grandes asentamientos neolíticos alicantinos para estudiar su relación con los sitios
de arte rupestre. Siguiendo, entre otros, los trabajos de Bell y
Lock (2000) en el cálculo de los caminos óptimos se proponen
elementos de paisaje que pudieron servir como atrayentes para
las rutas. En este caso, los abrigos con arte que, por su situación
y características, tuvieron que ser escogidos en relación con el
movimiento de los grupos autores de los distintos horizontes o
estilos gráficos documentados en la región.
En esa misma línea, pero centrada fundamentalmente en el
movimiento de los grupos ganaderos, Cruz Berrocal (2005) señala la relación entre la ubicación de los conjuntos de arte rupestre de la Valltorta y las vías pecuarias, así como la superposición
de éstos con los pastos tradicionales. Rasgos, en su opinión, significativos de su asociación a economías ganaderas y forestales.
Recientemente, uno de los firmantes de este trabajo (Martínez i Rubio, 2011; Martínez i Rubio y Martorell, 2012) ha
abordado el estudio de los caminos óptimos en relación con
los conjuntos de arte rupestre de la cuenca media del río Júcar.
De inicio se tuvo en cuenta solamente el criterio topográfico
para no condicionar los trazados y poder descartar la elección
de los emplazamientos decorados en función de las rutas. La
reconstrucción de los caminos neolíticos a través de este territorio racionalizaba coherentemente la localización de los
abrigos de arte rupestre Esquemático Antiguo y Levantino.
En este caso, las alternativas observadas en sus recorridos podrían tener un componente secuencial con modificaciones a
lo largo del tiempo.
M. Sebastián (2011) ha contemplado, de igual manera, el
estudio del movimiento proponiendo una aproximación al arte
rupestre que debe quedar definitivamente incorporada en los
análisis a escala macro. Sus trabajos relacionados con el núcleo
del Bajo Aragón, donde señala las diferencias encontradas en
la distribución longitudinal de los conjuntos de Arte Esquemático y la de carácter más circular y abierta del Arte Levantino (Sebastián, 2011), se han ampliado con la valoración de los
conjuntos rupestres esquemáticos del valle del Ésera (Huesca),
prestando atención a las transformaciones paisajísticas y la valoración de las posibilidades de explotación del entorno, tanto
agrícola como ganadero, en relación con los yacimientos neolíticos y de la Edad del Bronce (Sebastián y Bea, 2011).
Enmarcados en un enfoque claramente relacionado con la
Arqueología del paisaje, varios trabajos han llamado la atención
sobre el papel del arte rupestre en la construcción del paisaje
social a partir del neolítico, en clara relación con la práctica ganadera y los caminos pecuarios (Berrocal et al., 2014; Fairén et
al., 2006; García, 2006). De especial interés resultan las apre-
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Aproximación a la cronología del Arte Levantino a través de la red de caminos óptimos
ciaciones metodológicas y de enfoque formuladas por Fairén y
coautores (2006) en relación con las vías pecuarias y los caminos óptimos, al valorar la incidencia de los sistemas económicos, los condicionantes históricos y los núcleos de población en
el recorrido de las primeras.
En un posterior trabajo (Cruz Berrocal et al., 2014), se ha
puesto en relación el arte rupestre con el uso del territorio en la
vertiente mediterránea ibérica, llegando a la conclusión de que
los yacimientos con pinturas levantinas presentan unas características bien definidas en su ubicación, asociándose a medios
de montaña de altitud media y zonas transicionales entre diversos biotopos, abiertas a la explotación de diversos recursos y en
clara relación con las prácticas ganaderas y la apropiación del
paisaje por parte de los grupos productores del Neolítico.
Al centrarnos en el estudio de la Valltorta, y a partir de
una rápida observación de los yacimientos con arte rupestre,
resulta evidente que sus autores, fueran estos quienes fueran,
no vivían en estos abrigos. De los 66 sitios con arte rupestre
inventariados tan solo siete han proporcionado restos materiales de ocupación; de estos, cinco incluyen materiales que
no son adscribibles cronoculturalmente (Abric del Barranc de
les Calçades, Cova de la Pipa, Cova Gran de l'Aigua, Cova
de l'Estaró y Cova Gran del Puntal) por la escasez o el estado
de conservación que presentan. El Cingle de l'Ermità ha dado
materiales correspondientes al Epipaleolítico Geométrico y al
Horizonte Campaniforme de Transición. El Mas Blanc o de
Les Covarxelles presenta a los pies del abrigo restos abundantes pertenecientes al Epimagdaleniense. A partir sólo de estos
datos resulta imposible dilucidar, en términos regionales, la
relación entre Arte rupestre levantino y una etapa concreta de
la ocupación prehistórica.
Tan solo el 10,5% de los yacimientos con arte rupestre presentan materiales arqueológicos a sus pies, de lo que se desprende que los autores de los grafismos se desplazarían, mayoritariamente, desde los puntos de hábitat hasta los abrigos elegidos,
para realizar en ellos tareas que no implicaron la utilización intensa de objetos líticos u otros materiales, o son puntos de paso
en desplazamientos más largos. La presencia del arte constituye,
así, la única evidencia de su visita. Por otra parte, las características de algunos enclaves, dominando pasos, con cierta visibilidad del entorno, o en algunos casos mayor visibilidad territorial, explican que su frecuentación pueda alcanzar una amplitud
cronológica elevada, aunque no necesariamente vinculada a la
decoración de sus paredes. Su frecuentación, ya sea en relación
con actividades ganaderas o como puntos de ojeo vinculadas a
actividades cinegéticas, no estuvo acompañada de actividades
de mantenimiento o de fabricación y consumo, y no ha dado
lugar a la formación de depósitos arqueológicos significativos
en el entorno inmediato de las paredes decoradas.
Los desplazamientos forman parte de las actividades cotidianas, tanto de los grupos de economía cazadora como productora. Abarcando mayor o menor distancia, con mayor o
menor duración, los grupos humanos se desplazan desde los
asentamientos fijos o temporales a lo largo de su territorio. El
tránsito por el territorio inmediato es, de hecho, un acto sistémico, naturalizado a pesar de que debe ser aprendido y deberá
ser enseñado. Dicho de otra forma, en una zona de ambiente
mediterráneo, como es la Valltorta y sus alrededores, las características paisajísticas evidencian la necesidad de un control de
los vados, accesos y zonas aptas para un movimiento fluido y
eficaz. Los puntos de acceso a determinadas áreas, a determinados recursos, deben ser transmitidos, aprendidos en pos de un
rendimiento energético que, de entrada, no negaremos a ninguna población prehistórica. Este mismo proceso de transmisión
conduce a su vez a un proceso de identificación con este mismo territorio transitado, explotado y habitado. Y cuando ya es
aprendido, el tránsito facilita las tareas de control, bien sea de
recursos o de personas.
Los caminos unen un punto de origen y un destino, y entre
ambos hay elementos en el paisaje habitado que condicionan
el movimiento: rutas que se desvían o son atraídas por diferentes elementos culturales, políticos o económicos. Pero de los
tres supuestos, los dos primeros resultan difíciles de inferir de
manera directa a partir de los restos arqueológicos. En cambio,
la aproximación a los factores económicos resulta en principio
abordable desde los estudios geográficos y paleoambientales.
Hay elementos comunes a todos los caminos. Estos son:
1. Los caminos precisan de una infraestructura o mantenimiento mínimos. Los caminos de tierra deben ser transitados
con cierta asiduidad para evitar la proliferación de la cubierta
vegetal que los borraría. Paralelamente, a lo largo de su recorrido pueden existir zonas con pendientes más pronunciadas que
precisen de la construcción de un pavimento, aunque mínimo,
para la conservación del suelo, etc.
2. Los caminos se ajustan al principio de racionalización
energética. En función de la dirección que se siga, la pendiente
ejerce una u otra resistencia. Así, cuando se asciende frontalmente, la resistencia es el total de la pendiente; en cambio, esta
resistencia disminuye considerablemente cuando se asciende
tangencialmente a la pendiente (Bell y Lock, 2000). Este principio físico explica el zigzaguear de tantos caminos y carreteras
todavía en la actualidad. Sobre las limitaciones y consideraciones en su evaluación a través de los SIG han de tenerse en cuenta las reflexiones formuladas por Grau (2011).
2. METODOLOGÍA
A partir de estas constataciones, la metodología aplicada para
realizar los caminos óptimos precisaba de 3 elementos: (1) los
puntos –de origen y destino–, (2) la pendiente –el coste– y (3) la
dirección –hacia donde se sigue en cada momento–. El algoritmo
aplicado, conocido como Algoritmo de Coste Anisotrópico incorpora de esta manera tanto la magnitud del coste (la pendiente)
como la dirección. Basado plenamente en la pendiente, el método
da total primacía al criterio topográfico en detrimento de cualquier otro elemento cultural, político o económico que pudiera
ejercer de atrayente o repelente al trazado de los caminos. Como
ya se ha expuesto, el acceso a este otro tipo de datos resulta complicado. Para empezar, desconocemos el peso específico del factor conservación en la dispersión actual de sitios de arte rupestre,
por ejemplo, y varía la intensidad y extensión de los trabajos de
prospección en el territorio analizado. Sin embargo la topografía
es un factor influyente neto y por tanto un buen principio a partir
del cual iniciar el estudio y poder explorar otras posibilidades.
En la base de todo trabajo con Sistemas de Información
Geográfica están los datos introducidos y su calidad. En este
sentido, por un lado contamos con la información obtenida desde diferentes organismos tales como el Instituto Geográfico Na503
[page-n-511]
V. Villaverde, T. Martínez i Rubio, P. M. Guillem Calatayud, R. Martínez Valle y J. A. Martínez Álvarez
cional de Cartografía donde se han recogido el Modelo Digital
del Territorio con un peso de malla de 25 metros y los mapas
topográficos y ortofotos que han servido de apoyo durante el
proceso de generación y análisis de los mapas resultantes. De
los servicios cartográficos ofrecidos desde las instituciones autonómicas, cabe destacar la cartografía vectorial de las vías pecuarias del Servei de Gestió Forestal de la Conselleria de Medi
Ambient, Aigua, Urbanisme i Habitatge. La importancia de estos datos en el establecimiento de las rutas obtenidas obedece a
la lógica de un territorio determinado con sus especificidades,
siguiendo trabajos anteriores que apuntan esta posibilidad y la
potencialidad de las vías pecuarias como elementos para el análisis arqueológico (Fairén et al., 2006).
Por otro lado, y fruto de la intensa labor de prospección,
contamos en el entorno de la Valltorta, Serra d'en Galceran y la
Serra del Molló, con 54 abrigos con arte rupestre adscritos a los
horizontes gráficos “Finipaleolítico”, Levantino, Esquemático y
Esquemático Antiguo (tabla 1). Otros 12 corresponden a fases
históricas y no se han tenido en cuenta en este trabajo (Guillem et al., 2011). Dentro del Levantino distinguimos cinco horizontes gráficos con características estilísticas y compositivas
específicas y secuenciados en base a criterios de superposición,
adición y pautas de ocupación del espacio en los paneles. Estos son los Horizontes Centelles, Civil, Mas d'en Josep (MdJ),
Cingle de la Mola Remigia (CMR) y el Lineal, enunciados de
más antiguo a más moderno, aunque con dudas con respecto a
alguno de ellos (Domingo Sanz, 2005; López Montalvo, 2005).
En la actualidad hay contabilizados 47 yacimientos en los
que se han recuperado materiales líticos, cerámicos, de fauna o
de cualquier otra naturaleza que indican la ocupación humana
por períodos de duración muy variable.
Este inventario de yacimientos es consecuencia de los trabajos
de prospección realizados en la zona por diferentes equipos y en
diferentes etapas, desde el año 1917 hasta el año 2005 (Guillem
et al., 2011). La fiabilidad de la información para establecer modelos de ocupación del territorio está sujeta a las cautelas propias
de los registros en superficie y a la influencia de las características
fisiográficas de un territorio en el que los procesos erosivos desarrollados en los últimos siglos han sido muy intensos.
De los 47 yacimientos (tabla 2), en 12 casos se han realizado
excavaciones arqueológicas y los restantes presentan diferente
grado de fiabilidad en la adscripción cronocultural (Fernández
López de Pablo et al., 2002). Pese a esta circunstancia se trata de
yacimientos cuyos materiales han sido estudiados al detalle en
diversos trabajos de investigación (Fernández López de Pablo,
2005, 2006; García Robles, 2003). Las adscripciones cronoculturales de estos materiales de superficie se han podido perfilar
con mayor precisión tomando como base los materiales recuperados en las excavaciones modernas realizadas en la zona.
En función de las adscripciones realizadas para dichos materiales se han tomado en consideración para este trabajo seis
períodos culturales distintos. Estos son el Epimagdaleniense, el
Mesolítico Geométrico, el Neolítico, diferenciando dentro de
este amplio horizonte el Neolítico I, el Neolítico II y el Horizonte Campaniforme de Transición (HCT), y finalmente la Edad
del Bronce. Esta larga secuencia abarca prácticamente todo el
Holoceno prehistórico lo que ha de permitir obtener una visión
diacrónica del comportamiento del poblamiento y la relación
que se deduce con los abrigos de arte rupestre.
504
Otras características que se toman en cuenta, independientemente del origen de los datos –de excavación o de recogida
sistemática en superficie– son: la localización del yacimiento
(cueva, abrigo o al aire libre), la extensión que ocupa, la abundancia relativa de materiales y la función que se deduce para
el yacimiento. En relación con la funcionalidad se han discriminado los yacimientos considerados lugares de enterramiento
como puntos de origen o destino de las rutas trazadas. Estos, así
como los sitios con arte rupestre, deben ponerse en relación con
los sitios habitados, y pueden ser objeto de un estudio detallado
que, de momento, posponemos.
A la hora de relacionar la información hay que considerar
que un abrigo puede presentar diversos horizontes gráficos o
estilísticos, y un yacimiento ocupaciones de diferentes etapas
cronoculturales, con lo que en ambos casos puede aparecer reiteradamente en los mapas.
3. RUTAS DE MÍNIMO COSTE Y YACIMIENTOS
ARQUEOLÓGICOS
A continuación pasamos a exponer el análisis de las rutas de
mínimo coste calculadas entre yacimientos adscritos a cada uno
de los períodos cronoculturales en relación con los diferentes
horizontes gráficos y estilísticos diferenciados.
3.1. ePImagdalenIenSe
Los yacimientos implicados en esta cronología y para esta
zona son: el Mas Blanc o de les Covarxelles (‘32), la Cova del
Trenc (‘12) y Sant Joan Nepomucé (‘2). El primero se localiza
en la cara sur de la Serra del Molló, el segundo en el tramo
medio del Barranc de la Valltorta y el tercero al este del pico
de la Bastida.
El camino óptimo (fig. 1) entre Sant Joan Nepomucé y les
Covarxelles se aleja de la Cova del Trenc para recorrer la depresión Tírig-la Barona, superar el Montegordo por su cara occidental y acceder a la Serra de la Creu cruzando la Rambla de la
Morellana. Los caminos hacia la Cova del Trenc discurren por
el flanco oriental de dicha depresión.
Resulta complicado establecer una relación entre estos
caminos óptimos y los sitios de arte rupestre en general. El
conjunto del Barranc de l'Espigolar (61) de cronología Epimagdaleniense queda al sur de Sant Joan Nepomucé y parece
más vinculado a un eje en sentido altitudinal que comunica el
valle de la Rambla de Vilanova con la parte alta de la Serra
d'en Galceran.
En principio, desestimamos el Arte Esquemático Antiguo, asociado a poblaciones neolíticas, a la hora de establecer correlaciones. Los yacimientos con Arte Levantino presentan una dispersión alejada de las rutas trazadas. Tan sólo
en el punto en que los caminos llegan a la Cova del Trenc y
cruzan el Barranc de la Valltorta, los caminos se aproximan
a la Cova del Rull (21) al norte y a las dudosas figuraciones
documentadas en la Font del Bosc (20) en la vertiente sur. El
arte rupestre levantino en su conjunto rodea las rutas, pero
no las sigue.
Un dato interesante de la observación de las rutas para este
período es la reiterada utilización del Barranc de les Calçades
como acceso a la Serra d'en Galceran desde la zona baja del
[page-n-512]
Aproximación a la cronología del Arte Levantino a través de la red de caminos óptimos
Tabla 1. Catálogo de los conjuntos con arte objeto de estudio. La numeración coincide con la propuesta en Guillem et al. (2011) para el
conjunto de arte rupestre documentado en el Riu de les Coves y sólo se incluyen los abrigos con Arte Esquemático y Levantino.
Nº
Conjunto
Estilo
Nº motivos
1
3
4
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
17
18
19
20
21
22
23
24
26
27
28
29
30
31
32
33
34
35
36
37
38
39
40
41
42
43
45
46
47
48
49
50
53
54
55
56
57
60
61
62
65
Abric del Barranc de les Calçades
Abric II del Pou de Nosca
Mas d'en Salvador o Cingle de Martínez
Cingle de l'Ermità
Abric del Barranc Fondo
Coveta de Montegordo
Abric II de Montegordo
Abric III de Montegordo
Abric IV de Montegordo
Cingle dels Coloms
El Campanarenc
Abric I de la Rambla de la Morellana
Abric II de la Rambla de la Morellana
Roca del Migdia
Coves dels Ribassals o del Civil
Cova dels Tolls Alts
La Font del Bosc
Cova del Rull
Cova dels Cavalls
La Cova de l'Arc
L'Arc
Cova de la Taruga
Abric I de la Penya de la Mula
Abric II de la Penya de la Mula
Cingle del Mas d'en Josep
Cova Alta del Lledoner
Cova de la Pipa
Cova Gran de l'Aigua
Calçades del Matà
Cingle dels Tolls de la Saltadora
Coves de la Saltadora
Cova de l'Estaró
Covetes del Puntal
Coveta de Matamoros
Cova Gran del Puntal
Cingle dels Tolls del Puntal
Abric del Mas d'Abad
Abric Centelles
Abric de la Mostela
Abric I del Barranc d'en Cabrera
Abric II del Barranc d'en Cabrera
Roca dels Ermitans. Abric I
Roca dels Ermitans. Abric II
Abric I del Barranc del Mas d'Enruna
Abric II del Barranc del Mas d'Enruna
Abric del Racó del Quildo
Abric I del Morral del Voltor
Abric II del Morral del Voltor
La Cova Roja
Abric del Mas Blanc o de les Covarxelles
Mas de Custodi
Cingle del Barranc de l'Espigolar
Abric I del Barranc del Povàs o del Barranc del Quarto
Abric II del Barranc de les Voltes
Levantino y Esquemático
Levantino
Levantino
Levantino y CMR
Levantino
Levantino y Lineal
Levantino y Esquemático
Levantino y Civil
Levantino
Levantino
Esquemático
Levantino
Esquemático
Levantino
Levantino, Civil, Lineal y Esquemático
Levantino y Centelles
Levantino
Levantino y CMR
Levantino, Centelles, Civil, MdJ, CMR, Lineal y Esquemático
Levantino y MdJ
Levantino
Levantino
Esquemático
Levantino y Esquemático
Levantino, MdJ, Lineal y Esquemático
Levantino, Centelles, CMR y Lineal
Esquemático
Levantino y Esquemático
Levantino, MdJ, CMR y Lineal
Esquemático e Histórico
Levantino, Centelles, MdJ, CMR, Lineal y Esquemático
Esquemático y Protohistórico
Levantino, Centelles, CMR, Lineal y Esquemático
Esquemático
Levantino, MdJ y Esquemático
Levantino, Centelles y Civil
Esquemático
Levantino, Centelles, MdJ, CMR y Lineal
Levantino y Lineal
Levantino y Esquemático
Esquemático
Levantino e Histórico
Levantino, Centelles, Esquemático e Histórico
Levantino, Civil y Esquemático
Levantino y Lineal
Levantino e Histórico
Levantino, Lineal e Histórico
Levantino
Levantino e Histórico
Levantino e Histórico
Levantino y Lineal
Finipaleolítico, Levantino y Esquemático
Levantino, Lineal e Histórico
Levantino
11
6
27
26
1
11
5
1
1
Sin precisar
3
5
Sin precisar
5
Sin precisar
7
Sin precisar
12
97
2
1
1
Sin precisar
3
34
12
11
Sin precisar
17
3
Sin precisar
Sin precisar
37
2
9
7
1
Sin precisar
7
3
1
5
13
16
3
7
1
2
8
8
6
10
4
Sin precisar
505
[page-n-513]
V. Villaverde, T. Martínez i Rubio, P. M. Guillem Calatayud, R. Martínez Valle y J. A. Martínez Álvarez
Tabla 2. Catálogo de los yacimientos arqueológicos del Riu de les Coves.
Nº
Yacimiento
Cronología
Funcionalidad
Materiales
'1
'2
'3
'4
'5
'6
'7
'8
'9
'10
'11
'12
'13
'14
'15
'16
'17
'18
'19
'20
'21
'22
'23
'24
'25
'26
'27
'28
'29
'30
'31
'32
'33
'34
'35
'36
'37
'38
'39
'40
'41
'42
'43
'44
'45
'46
'47
Mas del Boix
Sant Joan Nepomucé
Cingle de l'Ermità
Mas de Martí de Sant Miquel
Coveta del Mas de Martí
Barranc de Cabrera
Cova de la Gralla
Mas de Brusca
Mas dels Torans
Mas de Marín
El Campanaret de Montegordo
Cova del Trenc
Barranc Fondo
Cova de les Tàbegues
Vessant Nord de les Tàbegues
El Colmenar
Planell de la Bastida
Planell del Mas d'en Josep
Planell del LLidoner
Cova de la Rabosa
Calçades del Matà
Cova Gran del Puntal
Planell del Puntal
Cova de l'Estaró
Planell de la Rompuda
Pla del Serretó
Pla d'en Peraire
La Mallaeta
Cova del Mas d'Abad
Mas del Riu
Abric del Mas de Martí
Mas Blanc o de les Covarxelles
Els Horts
El Tossal
Cova Malena
Les Clotes
El Povatxo
El Degollador
Mas del Bracet
Mas de Martí de Sant Pau
Mas de Sanç
Mas del Viudo
Mas del Gat
Les Antones
Mas de la Rueda
Les Canals
La Marieta
Mesolítico Macrolítico y Neolítico II
Epimagdaleniense
Mesolítico Geométrico y HCT
Neolítico I
Neolítico II y Edad del Bronce
Neolítico II
Neolítico II y Edad del Bronce
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico II
Bronce
Epimagdaleniense
Neolítico II
Neolítico II y Bronce
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico II y Edad del Bronce
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico II
Edad del Bronce
Neolítico II
Mesolítico Geométrico, Neolítico I y Neol. II
Epimagdaleniense
Neolítico II
Neolítico I
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico II
Edad del Bronce
Neolítico II
Mesolítico Geométrico y Neolítico II
Edad del Bronce
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico I, Neolítico II y HCT
Neolítico II
Neolítico II
Hábitat
Hábitat
Hábitat y enterramiento (HCT)
Hábitat
Enterramiento (Bronce)
Hábitat
Hábitat y enterramiento (Bronce)
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat y enterramiento (Bronce)
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Enterramiento (Bronce)
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Enterramiento (Bronce)
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Superficie
Excavación
Excavación
Superficie
Excavación
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
Excavación
Superficie
Excavación
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
Excavación
Superficie
Excavación
Superficie
Excavación
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
Excavación
Superficie
Excavación
Excavación
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
Excavación
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
valle. El Barranc Fondo nace de dos vaguadas a los pies del pico
de Sant Joan de Nepomucé. La ruta de mínimo coste trazada
entre les Covarxelles y Sant Joan de Nepomucé accede al yacimiento por la vaguada occidental del mismo modo que lo hace
el azagador de la Careta de Grau a Sant Pau. Esta coincidencia
refuerza la validez del criterio topográfico para la generación de
rutas o caminos entre yacimientos.
506
3.2. meSolíTIco
Los yacimientos implicados son Abric del Mas de Martí (‘31),
el Cingle de l'Ermità (‘3) y el Mas de Martí de Sant Pau (‘40).
En general, y a pesar que incorpora un eje NW-SE (‘31-‘3),
la ruta establecida entre sitios de hábitat queda fuera del alcance
de los yacimientos de arte (o viceversa) (fig. 2). Esta ruta trans-
[page-n-514]
Aproximación a la cronología del Arte Levantino a través de la red de caminos óptimos
Fig. 1. Relación entre las rutas óptimas de los yacimientos del Epimagdaleniense y los conjuntos de arte Esquemático Antiguo, Levantino
y Esquemático.
507
[page-n-515]
V. Villaverde, T. Martínez i Rubio, P. M. Guillem Calatayud, R. Martínez Valle y J. A. Martínez Álvarez
Fig. 2. Relación entre las rutas óptimas de los yacimientos del Mesolítico Geométrico y los conjuntos de arte Esquemático Antiguo,
Levantino y Esquemático.
508
[page-n-516]
Aproximación a la cronología del Arte Levantino a través de la red de caminos óptimos
versal rodea el Montegordo y transcurre por el valle del Riu de
Sant Miquel-Barranc Fondo (depresión Tírig-la Barona). Con
todo, el eje principal continua siendo el N-S (‘31-‘40).
Por horizontes gráficos, de entrada descartaríamos que hubiera cualquier relación entre los asentamientos mesolíticos y
el Arte Esquemático Antiguo (AEA) que, como se ha indicado
en el apartado anterior, se atribuye a partir de la iconografía
y los paralelos muebles a poblaciones del Neolítico Antiguo.
La localización de estos dos tipos de yacimiento, los asentamientos mesolíticos y los abrigos con AEA, se puede analizar
desde la complementariedad del territorio implicado, sin embargo, a las escasas presencias de ambos tipos de yacimientos, hay que sumar la proximidad del Cingle de l'Ermità (‘3)
a les Coves del Civil (18).
No es fácil establecer una relación entre los yacimientos con
Arte Rupestre Levantino y las rutas establecidas para el mesolítico, a pesar del aumento notable de sitios con este tipo de figuraciones con respecto al horizonte anterior. Es más, las concentraciones de abrigos de la Valltorta, de la Serra del Molló o d'en
Galceran se alejan del territorio transitado, el cual se concentra
alrededor del Barranc Fondo y del Barranc de Sant Miquel.
Analizado el levantino por Horizontes observamos cómo
para el Horizonte Centelles, el Abric de Centelles (42) se encuentra a escasos metros de distancia del Mas de Martí. El
resto de abrigos de este horizonte van desde Cavalls (22) hacia
el este, a lo largo del Barranc de la Valltorta y también en la
Serra del Molló.
Una imagen muy similar se desprende con el Horizonte Civil. De hecho, todavía se alejan más los yacimientos de hábitat,
y los caminos que los unen, de los puntos decorados durante
esta fase. A pesar de las dudas que genera la existencia del horizonte en el Abric III de Montegordo (10), el primer yacimiento
donde se documenta con seguridad es precisamente el Abric del
Civil y este se desplaza hacia el este del centro de los yacimientos de hábitat y sus rutas.
Esta tendencia se acentúa con el Horizonte Mas d'en Josep a
pesar de la presencia de motivos adscritos a dicho horizonte en
el Abric de Centelles (42), tan próximo al Mas de Martí (‘31).
Situación que se repite con el Horizonte del CMR.
Con el aumento de yacimientos con representaciones lineares en sus paredes, la situación respecto a los sitios de hábitat
mesolítico no varía sustancialmente. De hecho, los puntos de la
Serra d'en Galceran continúan alejados del hábitat y sus rutas.
Del mismo modo, la concentración del Barranc de la Valltorta
muestra el eje al norte del Montegordo y los yacimientos de la
Serra del Molló quedan fuera del alcance del sitio de hábitat más
septentrional que es el Mas de Martí.
Finalmente, con el horizonte gráfico Esquemático la distribución de yacimientos de hábitat y de arte no permite tampoco establecer una relación directa entre ellos. Al contrario, al
poco espacio implicado por las rutas y los escasos yacimientos
adscritos a la cronología hay que añadir que las concentraciones de abrigos con Arte Esquemático se encuentran alejados.
Aun a pesar de que se confirmase la presencia de Esquemático
en el Abric II de Montegordo (9), y con el mismo un posible
punto de paso, de parada o de control de la ruta, el aislamiento
de esta situación con respecto al conjunto del horizonte dificulta su asociación.
3.3. neolíTIco I
Yacimientos implicados: Mas de Martí de Sant Miquel (‘4, Nueva Planta –NP–), Mas de Martí (‘31), Mas de la Rueda (‘45,
NP) y el Tossal (‘34, NP) (fig. 3). De entrada, no se detecta un
aumento destacable de los yacimientos respecto a cronologías
anteriores. Sin embargo, destaca la ausencia de materiales de
momentos previos, lo que nos sitúa frente a yacimientos que en
su mayoría son de “nueva planta”.
En una aproximación geográfica general, los yacimientos
se localizan en torno a la planicie de Albocàsser. Al norte, el
Mas de Martí y el Mas de Martí de Sant Miquel se encuentran
en la ladera occidental de la Rambla de Sant Miquel. En el
fondo del valle localizamos el Tossal. El yacimiento más meridional, el Mas de Rueda, se sitúa en la cara norte de la Serra
d'en Galceran. La disposición de los yacimientos determina
un eje norte-sur en el trazado que une, mediante los caminos
de menor coste, los yacimientos de hábitat. La relación entre
los yacimientos de hábitat, los caminos calculados y los sitios de arte se establece en función del horizonte gráfico que
tratemos.
Los sitios con Arte Esquemático Antiguo quedan alejados
de dichas rutas. Desplazados hacia el este, les Coves del Civil
(18) y la Cova dels Cavalls (22) se alejan de los yacimientos de
hábitat del Neolítico Antiguo.
Las relaciones que se pueden establecer entre el Neolítico I y los yacimientos con Arte Levantino son escasas y
se reducen a la proximidad entre el yacimiento de Mas de
Martí (‘31) y el Abric de Centelles (42). La existencia en
este último de figuras asociadas a los horizontes estilísticos
Centelles, Mas d'en Josep, Cingle de Mola Remigia y Lineal
se contrapone al hecho de que el Mas de Martí es el yacimiento más septentrional, y el eje trazado por los caminos se
dirige hacia el sur dejando el Abric de Centelles a su espalda
y sin vínculo con los restantes conjuntos en los que el horizonte Centelles se ha documentado. El arte de este horizonte
se concentra en la zona este, de norte a sur (el Abric II de
la Roca dels Ermitans (48), el Abric I del Barranc del Mas
d'Enruna (49), la Cova dels Cavalls (22), la Cova de l'Arc
(23), la Cova dels Tolls Alts (19), les Coves de la Saltadora
(35), les Covetes del Puntal (37) y la Cova Gran del Puntal).
A estas referencias se puede, finalmente, añadir la presencia
de un figura, bastante perdida, pero claramente identificable,
en les Coves del Civil (18), cuyos paralelos conducen a la
variante de piernas menos voluminosas bien definida en Centelles (Villaverde et al., 2006) y cuya situación marcaría el
punto más cercano por el este al camino que une el Mas de
Martí y el Mas de Rueda.
Los sitios con representaciones adscritas al horizonte estilístico Civil, también se alejan hacia el este y quedan desvinculadas, en principio, de las rutas que unen los yacimientos del
Neolítico Antiguo.
Del mismo modo, cuesta relacionar de manera directa los
sitios con arte Esquemático con las rutas del Neolítico I. Al este
se encuentran los abrigos del Barranc d'en Cabrera (45 y 46);
al oeste, el sitio más próximo es el Abric II de Montegordo (9),
que sin embargo se abre en la ladera opuesta a las rutas. El resto
de sitios con Esquemático quedan fuera del alcance de los sitios
de hábitat y de los caminos que los unirían.
509
[page-n-517]
V. Villaverde, T. Martínez i Rubio, P. M. Guillem Calatayud, R. Martínez Valle y J. A. Martínez Álvarez
Fig. 3. Relación entre las rutas óptimas de los yacimientos del Neolítico I y los conjuntos de arte Esquemático Antiguo, Levantino y
Esquemático.
510
[page-n-518]
Aproximación a la cronología del Arte Levantino a través de la red de caminos óptimos
3.4. neolíTIco II
Son 31 los yacimientos implicados de los cuales, 28 son de
“nueva planta” y 3 muestran continuidad con momentos anteriores: el Mas de Martí (‘31) y el Abric del Mas de Martí de Sant
Pau (‘40) desde el Mesolítico, y el Mas de la Rueda (‘45) desde
el Neolítico I. A simple vista se evidencia un aumento destacado
del número de yacimientos relacionados con esta fase y, con
ello, el aumento de la complejidad de la red de caminos óptimos
que se puede trazar (fig. 4).
En el Barranc de la Valltorta se da por primera vez una
clara coincidencia entre el territorio en el que se distribuye
el arte y el territorio habitado. Al aumento demográfico que
explicaría el incremento de sitios con ocupaciones durante este
período se correspondería un aumento de las actividades en los
sitios decorados. Esto es, el aumento del tránsito por la zona,
su ocupación más intensiva, tendría un reflejo en el número de
sitios decorados. Sin embargo esta imagen se puede matizar a
partir del análisis detallado por horizontes gráficos. La posibilidad de establecer una contrastación que, en principio, tiene
implicaciones cronológicas, obliga a detenerse en el comentario de este aspecto.
3.4.A. Neolítico II y Esquemático Antiguo
La escasa representación del horizonte Esquemático Antiguo
impide, nuevamente, su valoración en relación con las rutas de
este periodo. Se puede apuntar la plena integración de las escasas evidencias de este horizonte artístico en el territorio del
Neolítico medio. La proximidad de les Coves del Civil a los
yacimientos del Mas de Marín (‘10) y del Barranc Fondo (‘13)
cerrando por el oeste y la agrupación del extremo este con yacimientos como Planell de la Bastida (‘17), Planell del Lledoner
(‘19), les Calçades del Matà (‘21) o la Cova Gran del Puntal
(‘22) que enmarcan en su centro la Cova dels Cavalls (22). Con
todo, la relación se da más por proximidad que por la vinculación con las rutas de movimiento calculadas.
3.4.B. Neolítico II y Levantino
Una situación diferente se da con el Levantino. Considerándolo
como un todo, hay varios detalles que resaltan al observar la
distribución de los sitios de arte, los yacimientos de hábitat y los
caminos óptimos calculados.
Por un lado, las agrupaciones de arte del norte, de la Serra
del Molló, y al sur, de la Serra d'en Galceran, se alejan y quedan
desvinculadas de los yacimientos de hábitat. Sin embargo, hay
que tener en cuenta que el método marca los límites de manera
rotunda, estableciendo fronteras artificiales sobre el mapa, con
lo que el territorio del norte queda fuera de la red de caminos
al carecer de la información sobre yacimientos para esta zona.
En cambio en la Serra d'en Galceran hay un núcleo importante
de yacimientos de hábitat en su vertiente norte que no hallan
correspondencia con los sitios de arte rupestre. Esto es, en el
territorio que involucra la serie de yacimientos que jalonan la
cara norte de la sierra tan sólo encontramos los escasos motivos
lineales del Abric del Barranc de les Calçades (1).
Una situación diferente se da en la zona centro-septentrional
del territorio implicado. Esto es en el Barranc de la Valltorta
donde se concentran los yacimientos de hábitat y de arte. Re-
sulta llamativo que en esta zona se aprecia una asociación entre
los yacimientos de arte y las rutas de mínimo coste calculadas.
- El Abric I del Barranc d'en Cabrera (45) se encuentra en el
camino entre el yacimiento del Barranc d'en Cabrera (‘6) y la
Cova Malena (‘35).
- En el camino entre esta cueva y el Abric del Mas de Martí
(‘31) se localiza el Abric Centelles (42).
- Entre la Cova Malena y el Mas del Riu (‘30), se encuentra el
Abric de la Mostela (43).
- En la cara este del Montegordo, entre el Mas de Marín (‘10)
y el Mas dels Torans (‘9) encontramos asociado a la ruta calculada, la Coveta de Montegordo (8) y los abrigos II, III, IV del
Montegordo (9, 10 y 11).
- Desde el Mas de Marín (‘10) hacia el este en el camino al
Vessant Nord de les Tàbegues (‘15), encontramos el Planell del
Mas d'en Josep un tanto desplazado hacia arriba respecto a la
ruta trazada entre los dos yacimientos y les Calçades del Matà
(‘21), con una ubicación integrada en la ruta.
- Entre el mismo Mas dels Torans (‘9) y el Barranc Fondo
(‘13) encontramos, muy cerca de este último, el Cingle de
l'Ermità (6).
- El Barranc Fondo (‘13) se establece como un punto central
pues, hacia el sur, en la ruta hacía les Clotes (‘36), pasa por enfrente del Mas d'en Salvador (4).
- Hacia el este, la ruta entre el Barranc Fondo (‘13) y el Vessant Nord de les Tàbegues (‘15) pone en relación los sitios del
Cingle dels Coloms (12) y la Roca del Migdia (17).
- En la misma dirección, pero desplazándose ligeramente hacia el sur, la ruta que une el Barranc Fondo (‘13) con El Colmenar (‘16) vincula la Cova dels Tolls Alts (19).
- Entre los sitios del Vessant Nord de les Tàbegues (‘15) y el
Colmenar (‘16) se localizan los sitios de arte de la Cova dels
Cavalls (22), la Cova de l'Arc (23), L'Arc (24) y Els Carrasquissos (25).
- A pesar del corto recorrido entre el Planell de la Bastida (‘17)
y el Planell del Lledoner (‘19), pone en relación, al establecer la
ruta de mínimo coste, los abrigos I y II de la Penya de la Mula
(27 y 28 respectivamente).
- Igualmente corto pero interesante es el trazado que une el
Planell del Mas d'en Josep (‘18) y les Calçades del Matà (‘21),
el cual pone en juego los sitios de arte de la Cova Alta del Lledoner (30), Cova de la Pipa (31) y la Cova Gran de l'Aigua (32).
Los datos disponibles relacionan, mediante las rutas de
mínimo coste, los yacimientos de hábitat del Neolítico II y
los sitios de arte rupestre Levantino. Esta situación, con todo,
se observa fundamentalmente en la zona centro-septentrional
del área de estudio donde se da la concentración de sitios de
arte y de hábitat. El arte vinculado a la Serra del Molló se
encuentra apartado de yacimientos de ocupación de cierta entidad, ya sea en términos temporales o de extensión. Mientras
que la vertiente norte de la Serra d'en Galceran muestra una
dispersión bastante intensa de yacimientos de hábitat para el
período del Neolítico.
Esta situación, que se observa de manera clara cuando analizamos el Levantino en conjunto, se matiza cuando se aumenta
el nivel de detalle hasta contemplar los distintos horizontes estilísticos que distinguimos dentro del mismo (fig. 5).
511
[page-n-519]
V. Villaverde, T. Martínez i Rubio, P. M. Guillem Calatayud, R. Martínez Valle y J. A. Martínez Álvarez
Fig. 4. Relación entre las rutas óptimas de los yacimientos del Neolítico II y los conjuntos de arte Esquemático Antiguo, Levantino y
Esquemático.
512
[page-n-520]
Aproximación a la cronología del Arte Levantino a través de la red de caminos óptimos
3.4.B.1. Horizonte Centelles: con presencia en 10 yacimientos.
Muestran una concentración en el sector este de la Valltorta, a
pesar de la posición noroccidental del Abric Centelles (42) y los
yacimientos aislados al norte del territorio: Abric II de la Roca
dels Ermitans (48) y Abric I del Barranc del Mas d'Enruna (49).
La importante presencia de este horizonte en la Cova dels Cavalls (22) y en menor medida en la Cova de l'Arc (23) centraliza
los puntos existentes en el sector este y se contrapone al Abric
Centelles en el oeste, situando el Mas de Marín (‘10) como centro a partir del cual establecer un eje de simetría. Eje que por
otro lado se ve descompensado por la presencia del horizonte en
Coves de la Saltadora (35), Covetes del Puntal (37), Cova Gran
del Puntal (39) y de manera más dudosa en la Cova dels Tolls
Alts (19) y el Cingle dels Tolls del Puntal (40).
3.4.B.2. Horizonte Civil: presente en 5 yacimientos. A diferencia del horizonte anterior, donde los yacimientos se establecían
más agrupados, en este caso la disposición tiende a ser lineal,
si exceptuamos la situación del Abric I del Barranc del Mas
d'Enruna (49), que ocupa una posición septentrional y desvinculada de los de la zona en la que se concentran los yacimientos
de hábitat conocido. En el centro del territorio ocupado por los
yacimientos de hábitat del Neolítico II se encuentra Coves del
Civil (18). Aunque con dudas, este horizonte podría encontrarse
representado en el Abric III de Montegordo (10) que se establecería como el extremo occidental de este tipo de representaciones en el estricto territorio analizado. En el otro extremo, igualmente con dudas en cuanto a la identificación de este horizonte
en sus paredes, se encuentra el Cingle dels Tolls del Puntal (40)
mientras que en el centro se sitúa la Cova dels Cavalls (22) con
una representación moderada de este tipo de figuras y las mencionadas Coves del Civil, yacimiento en el que se concentra el
mayor número de representaciones de este horizonte.
3.4.B.3. Horizonte Mas d'en Josep: cuenta con 7 yacimientos.
La imagen general es muy similar a la que se obtiene en el Horizonte Centelles, aunque la distribución de yacimientos se modifique ligeramente y la disposición tenga tendencia a ser lineal.
Así pues, en el sector occidental, alejado de la zona de mayor
concentración, encontramos el Abric Centelles (42) en el camino que une el Abric del Mas de Martí (‘31) con la Cova Malena
(‘35). En el sector oriental, se localizan la Cova dels Cavalls
(22) y, con dudas, la Cova de l'Arc (23); y cerrando por el este
el Barranc de la Valltorta, el Cingle de Mas d'en Josep (29), la
Cova Gran del Puntal (39), les Coves de la Saltadora (35) y la
ya más dudosa de les Calçades del Matà (33).
3.4.B.4. Horizonte Cingle Mola Remigia: presente en 7 yacimientos. La imagen no varía mucho respecto a los horizontes
anteriores. Nuevamente encontramos el Abric Centelles (42)
con figuras asociadas a este horizonte. Su presencia es dudosa
en el Cingle de l'Ermità (6), aunque de confirmarse, este sitio
se encuentra estrechamente vinculado a la ruta que une el Mas
dels Torans (‘9) y el Barranc Fondo (‘13). Este último, en su
unión mediante un camino óptimo con el Vessant Nord de les
Tàbegues (‘15) vincula el yacimiento de la Cova del Rull (21),
con presencia también dudosa de este horizonte. La existencia
de figuras de CMR en la Cova dels Cavalls (22) está bien documentada y su localización sitúa el sitio entre los yacimientos del
Vessant Nord de les Tàbegues (‘15) y el Colmenar (‘16). Como
se observa en el horizonte anterior, los tres últimos yacimientos con figuras adscritas al Horizonte CMR cierran la presencia
arqueológica en el extremo oriental de la Valltorta. Estos son
Calçades del Matà (33), Covetes del Puntal (37) y Coves de la
Saltadora (35).
3.4.B.5. Horizonte Lineal: está presente con seguridad en 10
yacimientos y en otros 5 su presencia es dudosa. El aumento de
yacimientos implicados tiene su correspondencia en el aumento
del territorio de dispersión hacia el sur. Sin embargo, nuevamente encontramos el Abric II del Barranc del Mas d'Enruna (50)
y el Abric I del Morral del Voltor (54) en las inmediaciones de
la Serra del Molló aislados y descontextualizados respecto a los
yacimientos de hábitat. Lo mismo sucede con el Mas del Custodi (60) y el Abric I del Barranc de les Voltes (62) en la vertiente
sureste de la Serra d'en Galceran. De otro lado, el aislamiento
podría ser la situación que definiese al Abric del Barranc de les
Calçades (1), sin embargo su orientación en la vertiente norte lo
sitúa en las proximidades de la agrupación de yacimientos de
la Serra d'en Galceran entre los que destacan por su tamaño el
Mas del Boix (‘1), el Mas de la Rueda (‘45) y el Mas de Martí
de San Pau (‘40).
Los yacimientos que se concentran en las vertientes del
Barranc de la Valltorta muestran la misma situación que en los
horizontes precedentes. Así pues, en el extremo occidental, en
este caso junto al Abric Centelles (42) encontramos el Abric de
la Mostela (43), asociado al camino entre la Cova Malena (‘35)
y el Mas del Riu (‘30). En el centro del territorio es la Coveta
del Montegordo (8) el conjunto rupestre que podría asociarse
al camino entre el Mas de Marín (19-‘10) y el Mas dels Torans
(‘9). A poca distancia, Coves del Civil en la margen izquierda
de la Rambla de la Morellana. Mientras, en el extremo oriental
la presencia del horizonte se agrupa en yacimientos próximos
a la Cova de la Saltadora (35) como el Cingle del Mas d'en
Josep (29), la Cova Alta del Lledoner (30), Calçades del Matà
(33) y podría ser el caso de Covetes del Puntal (37) aunque su
presencia es dudosa.
Ejerciendo de punto de unión entre la agrupación oriental
y los sitios del centro se encuentra la Cova dels Cavalls (22)
aunque la presencia de este horizonte estilístico sea escasa en
el yacimiento.
3.4.C. Neolítico II y Esquemático
Con el Esquemático, el número de sitios implicados desciende a
la mitad. El Arte Esquemático esta registrado en 19 yacimientos
frente a los 41 en los que se documenta Arte Levantino, y en
doce de estos conviven los dos estilos. A pesar de la reducción
de los puntos (fig. 4), la dispersión espacial es amplia y la concentración de yacimientos se da, nuevamente, en el tramo bajo
del Barranc de la Valltorta, donde se contabilizan hasta 10 conjuntos donde está presente este horizonte, con Coves de la Saltadora cerrando la concentración oriental. En esta agrupación
los conjuntos son moderados a excepción de Covetes del Puntal
(37) y la Cova de la Pipa (31), ambos asociados a caminos que
parten desde el yacimiento de Calçades del Matà (‘21) de nueva planta, al aire libre, con una extensión grande y abundantes
restos materiales (recuperados en superficie) hacia el oeste. El
513
[page-n-521]
V. Villaverde, T. Martínez i Rubio, P. M. Guillem Calatayud, R. Martínez Valle y J. A. Martínez Álvarez
Fig. 5. Relación entre las rutas óptimas de los yacimientos del Neolítico II y los conjuntos de arte tipo Centelles, Civil, Mas d'en Josep,
Cingle de la Mola Remigia y Lineal, así como indeterminados.
514
[page-n-522]
Aproximación a la cronología del Arte Levantino a través de la red de caminos óptimos
primer camino se dirige hacia el norte y, una vez superado el
yacimiento de la Cova de la Rabosa (‘20) y el Planell del Mas
d'en Josep (‘18) conecta el propio Mas d'en Josep (29).
Por el sur, desde Calçades del Matà (‘21), la ruta enlaza la
Cova Gran del Puntal (‘22-39) y deja el Cingle dels Tolls Alts
de la Saltadora (34) y las mismas Coves de la Saltadora (35) a
su izquierda para llegar a la Cova de l'Estaró (‘24-36) con Arte
Esquemático en sus paredes, el Planell de la Rompuda (‘25) y
el Pla del Serretó (‘26), muy próximos entre si y los tres sin
materiales de períodos anteriores.
Esta ruta, dentro del mapa que une caminos entre yacimientos
del Neolítico II, enlaza con la agrupación de yacimientos de la
vertiente norte de la Serra d'en Galceran. En este sector meridional del territorio analizado, destaca el Abric del Barranc de les
Calçades (1) por contener un número considerable de figuraciones adscritas al Esquemático. Este sitio queda fuera de las rutas
calculadas y a una distancia mínima de 1,8 kilómetros del yacimiento más próximo, pero en posición central y elevada en relación a los tres grandes yacimientos de la zona –Mas del Boix (‘1),
Mas de Martí de Sant Pau (‘40) y Mas de la Rueda (‘45)–. Más
desplazado y difícil de relacionar con los yacimientos de hábitat
registrados se encuentra el Cingle del Barranc de l'Espigolar (61).
En el sector occidental de la zona de estudio, en la ruta trazada entre la Cova Malena (‘35) y Les Canals (‘46), llegando
ya a este último, se encuentran el Abric I y II del Barranc d'en
Cabrera (45 y 46). Finalmente, en el extremo norte del territorio estudiado, están los sitios del Abric II de la Rambla de la
Morellana (15), el Abric I del Barranc del Mas d'Enruna (49),
el Abric II de la Roca dels Ermitans (48) ambos en la Serra del
Molló, al este del Morral del Voltor y, finalmente, el Campanarenc (13), todavía más alejado y aislado de los restantes.
Prueba de la coincidencia general de la distribución de los
conjuntos esquemáticos y levantinos la constituye el hecho de
que en 12 abrigos coinciden ambos estilos, y otros 4 se encuentran muy próximos de enclaves levantinos. Las coincidencias
en un mismo abrigo, en aquellos conjuntos en los que el grado
de conservación de las pinturas permite una asignación relativamente segura a alguno de los horizontes gráficos establecidos,
dan lugar a situaciones relativamente diversas y poco decantadas hacia un horizonte en particular. Así, el horizonte Lineal
convive con el Esquemático en 5 ocasiones, el horizonte Centelles en 4 casos y el horizonte Mas d'en Josep en otros 4, mientras que los horizontes Civil y Cingle de la Mola Remigia solo
presentan una coincidencia en cada uno de los casos.
3.5. hcT
Con un único yacimiento de hábitat al sur del territorio analizado, el Mas de la Rueda (‘45), no se puede establecer un segundo
punto de origen o destino necesario para el cálculo de rutas de
mínimo coste. Sin embargo, más allá de los caminos óptimos,
cabe destacar el descenso de yacimientos para esta cronología,
teniendo en cuenta siempre el origen de los datos y la duración
del Horizonte Campaniforme de Transición.
3.6. bronce
Los yacimientos implicados son el Campanaret de Montegordo
(‘11), el Degollador (‘38) y el Mas de Sanç (‘41) los tres sin
ocupaciones previas documentadas. De otro lado, se ha docu-
mentado la existencia en la zona de enterramientos adscritos a
esta cronología. Este es el caso de Coveta del Mas de Martí (‘5),
Cova de la Gralla (‘7), Cova de les Tàbegues (‘14), Cova de la
Rabossa (‘20) y Cova del Mas d'Abad (‘29). Su presencia y su
localización se deben tener en cuenta como un elemento estructurador (o reflejo de la estructuración) del paisaje. Sin embargo,
tal y como se ha procedido con los sitios de arte rupestre, no se
han considerado para la generación de la red de caminos.
Aunque el número de yacimientos de hábitat permite el
cálculo de los caminos (fig. 6), el peso demográfico vuelve a
niveles anteriores al Neolítico II, según se deduce de la escasa
presencia de yacimientos documentados. A diferencia de cronologías anteriores, el eje se desplaza en dirección sur-este, hacia
la costa, con el yacimiento del Degollador (‘38), de reducida
extensión pero con una considerable cantidad de materiales.
El Campanaret de Montegordo (‘11) ocupa una posición relativamente central con relación a los enterramientos adscritos
a esta fase en la zona; sin embargo, estos mismos yacimientos
quedan desplazados al NW de los otros dos yacimientos relacionados en esta cronología. Este vacío podría tener su origen
en la falta de prospección, lo que explicaría a su vez la falta de
enterramientos al sur de la Valltorta.
Finalmente, los ejes que trazan los caminos óptimos entre
los yacimientos de hábitat del Bronce se alejan de las agrupaciones principales de yacimientos de arte rupestre Levantino y
Esquemático.
4. VALORACIÓN DE LOS RESULTADOS
La reconstrucción del movimiento se muestra útil desde una
doble vertiente. La primera, conseguida de manera indirecta al
estudiar el poblamiento desde una perspectiva diacrónica en la
que se tienen en cuenta las principales etapas cronoculturales.
Esta aproximación deberá completarse con un estudio de los
territorios inmediatos de los yacimientos y las relaciones entre
las localizaciones del arte rupestre y las áreas de abastecimiento
de recursos. De otro lado, la reconstrucción de la red de caminos permite aportar algunos datos que deberán tenerse en cuenta
para el debate de la cronología y autoría del arte rupestre postpaleolítico, especialmente del Levantino. De entrada, hay que
valorar la capacidad de los individuos o, mejor, del grupo para
la realización de las expresiones gráficas. Pero, ¿cuántos grupos, de qué tamaño, cuántas generaciones son necesarias para
la realización del basto corpus de arte rupestre documentado en
la Valltorta? De momento no contamos con una respuesta para
estas preguntas. Sin embargo, y como se ha comentado durante
el análisis de los mapas de caminos de las diferentes cronologías, durante las primeras fases estudiadas, Epimagdaleniense,
Mesolítico Geométrico y Neolítico I, la población que ocupaba
el territorio debió ser muy limitada. Esta imagen contrasta con
el Neolítico II donde se evidencia un crecimiento demográfico
constatable en la multiplicación de yacimientos. Estos nuevos
puntos habitados son en su mayoría de “nueva planta”, sin materiales que puedan adscribirse a momentos anteriores.
Del mismo modo, en cuanto se analizan de manera estricta
las redes de caminos se observa que no es hasta el Neolítico
II cuando el eje de la Valltorta entra en juego de manera clara.
Hasta ese momento, al bajo número de yacimientos para los momentos del Epimagdaleniense, Mesolítico Geométrico y Neolí515
[page-n-523]
V. Villaverde, T. Martínez i Rubio, P. M. Guillem Calatayud, R. Martínez Valle y J. A. Martínez Álvarez
Fig. 6. Relación entre las rutas óptimas de los yacimientos de la Edad del Bronce, los conjuntos de arte Esquemático Antiguo, Levantino
y Esquemático, y los enterramientos de la Edad del Bronce.
516
[page-n-524]
Aproximación a la cronología del Arte Levantino a través de la red de caminos óptimos
tico I, refleja un eje predominante N-S, vinculado a las tierras
altas en los momentos Epimagdalenienses y a los llanos durante
el Mesolítico geométrico y el Neolítico I.
En contraste, en el Neolítico II, y por primera vez, coinciden
de manera clara el territorio en el que se documenta el arte y el
territorio habitado (transitado). La red de caminos entre yacimientos racionaliza las localizaciones del arte rupestre en torno
al Barranc de la Valltorta. El aumento de yacimientos, y con
ellos la mayor complejidad de la red de caminos calculada, acerca muchos de los sitios de arte a alguna de las rutas establecidas.
Sin embargo, en este caso y para esta cronología, queda por
explicar la ausencia de sitios de arte en torno a las agrupaciones
de yacimientos de hábitat de la vertiente norte de la Serra d'en
Galceran (al sur) y, por el contrario, la ausencia de lugares de
habitación contrasta con la presencia de conjuntos con arte en la
Serra del Molló al norte del barranco.
En la vertiente norte de la Serra d'en Galceran contamos
con yacimientos de dimensiones considerables y con dispersiones de materiales importantes, pero el arte rupestre es escaso
y parece alejarse de estos asentamientos. Las notables diferencias entre la Serra d'en Galcelan y el Barranc de la Valltorta en
número y presencia de yacimientos podría explicarse desde la
complementariedad de dos ambientes ecológicamente distintos.
Por un lado, la situación de los yacimientos d'en Galceran en
la vertiente norte de la sierra los encara al valle de Albocàsser
(Guillem, 2002), zona apta para el desarrollo de la agricultura
con presencia abundante de agua en las diversas lagunas endorreicas existentes en la zona. En contraposición, el ambiente del
Barranc de la Valltorta viene marcado por los procesos erosivos
que limitan la generación de suelos aptos para la agricultura,
como muestra el escaso desarrollo de la misma y la limitación
a la producción a los planells. Esta dualidad de ambientes, en
principio complementarios en sistemas agropecuarios, facilita
una asociación del arte rupestre Levantino a otras actividades
complementarias: la caza o la recolección. Las opciones de la
caza y la recolección como actividades complementarias en
unos sistemas de base agropecuaria ya han sido valoradas en
otros trabajos (Martínez y Villaverde, 2002).
Al considerar el papel de la ganadería, cabe la posibilidad
de que el Barranc de la Valltorta actuase de canal de tránsito
de los movimientos transterminantes de los rebaños entre las
tierras altas y el valle de Les Coves de Vinromà, tal y como se
documenta desde la Edad Media para la zona (Castán y Serrano,
2004), movimientos que han quedado fosilizados en los azagadores que, desde el Barranc de Matamoros, siguen el recorrido
del barranco hacia las sierras del interior. De igual modo, por
este barranco transcurre el camino óptimo calculado que se dirige hacia las estribaciones norte de la Serra d'en Galceran y que
conecta con la concentración de yacimientos que ésta aloja del
mismo modo que lo hace el camino tradicional que lo transita.
En este punto es interesante subrayar cómo en todos los casos Coves de la Saltadora, enfrente de la desembocadura del
Barranc de Matamoros, se establece como límite oriental de la
dispersión del arte rupestre de la Valltorta. Este excepcional yacimiento es, junto a la Cova dels Cavalls, Coves del Civil y el
Abric de Centelles, uno de los cuatro grandes centros de arte
rupestre en la Valltorta. Estos cuatro yacimientos siguen el eje
del barranco y, superando el Montegordo por el norte, llegan a
las estribaciones orientales de la Serra de Valldàngel occidental.
La acumulación de motivos y de fases estilísticas en Saltadora,
Cavalls y Civil incide en la continua y repetida visita de estos yacimientos a lo largo del tiempo, con lo que se establecen
como puntos de “parada habitual o reiterada”.
Volviendo a la hipótesis de la transterminancia, los desplazamientos de carácter estacional podrían explicar la localización del arte rupestre en el eje oeste-este con una orientación
predominantemente hacía el sur. Por un lado, las vertientes de
solana al presentar una menor cobertura vegetal facilitan el movimiento en ladera; por otro lado, esta orientación, mayoritaria
entre los yacimientos con arte Levantino se entiende desde condiciones climáticas frescas de invierno u otoño, pues los veranos son intensos y cabría pensar en zonas de umbría para los
meses más calurosos.
Después del Neolítico II ningún otro momento estudiado
muestra tal grado de coincidencia entre el territorio habitado y
el territorio artístico. La drástica reducción de los yacimientos
documentados para el Horizonte Campaniforme de Transición
no puede obedecer tan sólo a la corta duración del período considerado. Habrá que buscar las razones en causas de corte demográfico que expliquen la escasa ocupación del territorio para
momentos del Bronce. Si bien el HCT no puede ser considerado
por la escasez de muestras, el Bronce dibuja un tímido repunte
de la ocupación, pero sobre todo un desplazamiento del eje de
los yacimientos de hábitat hacía el sur del territorio analizado,
alejándose de la máxima concentración de arte rupestre.
5. CONCLUSIONES
El análisis del movimiento por parte de una población determinada a nivel arqueológico nos sitúa frente a realidades concretas
como son los desplazamientos cotidianos a través de un territorio. Esta aproximación, puede ayudar a entender mejor los
emplazamientos del arte rupestre, pues de entrada no se puede
descartar ningún condicionante a la elección de los abrigos que
serán decorados.
La coincidencia de los caminos óptimos trazados mediante
el SIG con los caminos históricos conocidos valida la elección
del criterio topográfico para la generación de dichos caminos.
Los puntos de origen y destino son distintos y sin embargo hay
que suponer una racionalización del territorio facilitando el desplazamiento al acceder del valle a la sierra, o al revés, al salvar
el barranco o dirigiéndose de la manera más directa posible hacia el destino a través de un valle.
Expresábamos las dudas acerca de la población mínima
indispensable para la generación de un corpus de arte, conservado, como el existente en la Valltorta. Esto se debe a que la
presencia de población con un abanico cronológico tan amplio
impide hablar con seguridad de la asignación de la autoría. Sin
embargo, resulta altamente ilustrativa la coincidencia entre los
territorios del arte y del Neolítico II en el ámbito estricto de la
Valltorta.
De asociarse la realización del arte rupestre Levantino al
Neolítico II, encajaría con aquellas propuestas que abogan
por un ciclo artístico largo para este horizonte gráfico (Hernández Pérez, 2009; Villaverde, 2005). De este modo, hay
que tener en cuenta, cuando hablamos del Neolítico II y lo
relacionamos con la secuencia levantina, el lapso temporal
al que nos estamos refiriendo. Tratado de manera indepen517
[page-n-525]
V. Villaverde, T. Martínez i Rubio, P. M. Guillem Calatayud, R. Martínez Valle y J. A. Martínez Álvarez
diente a partir del registro lítico, el Neolítico IIC u Horizonte Campaniforme de Transición (HCT) muestra un descenso
considerable del número de yacimientos implicados. De esta
manera, si consideramos el Neolítico IIA i IIB1 y 2 (Bernabeu, 1989) –Neolítico medio y precampaniforme– nos
enfrentamos a 1.500 años, aproximadamente, de cambios y
transformaciones sociales; unas 70 generaciones que ocuparon y plasmaron sus ideas en las paredes de los abrigos. Estos
cambios podrían reflejarse, entre otros indicadores culturales, en el arte rupestre levantino. Las variaciones estilísticas
en la figura humana, uno de los componente centrales de la
iconografía artística levantina, abogan por la existencia de
una cierta dimensión temporal, pues se integran formas de representación bien diferenciadas en escenas o composiciones
que van dotándose, a partir de añadidos o adiciones, de nueva significación. Como se señaló con anterioridad, los cuatro
grandes conjuntos rupestres de la zona constituyen lugares
en los que se acumularon las representaciones de diferentes
horizontes. Parece que su existencia sirve, por sí misma, para
dar cuenta de la continuidad observada en la distribución de
los conjuntos decorados y su relación con la red de caminos
óptimos. Sin embargo, se pueden añadir algunos datos adicionales a esta consideración, si nos ceñimos a los conjuntos de
Arte Levantino, el número de yacimientos que se caracterizan
por una única fase estilística decorativa es reducido, con sólo
14 casos, de los que 8 corresponden al horizonte Lineal, 2 al
horizonte Centelles, 2 al horizonte Cingle de la Mola Remigia, 1 al de Mas d'en Josep y 1 al de Civil.
La coincidencia entre sitios de arte y de hábitat y su relación mediante la red de caminos teóricos permite apuntar una
cronología, y una autoría, centrada en los pobladores del cuarto y tercer milenio, unos resultados que apuntan en la misma
dirección que los señalados en otros trabajos que desvinculan
la cronología del Arte Levantino del proceso de neolitización
(Martí y Juan-Cabanilles, 2002; García Puchol et al., 2004;
García Robles et al., 2005).
En esta línea, los cambios sociales que se detectan a nivel
arqueológico tendrían su correspondencia en los cambios estilísticos que muestra el arte rupestre Levantino. La dualidad de
continuidad y cambio, parecen afectar tanto a los espacios decorados principales, como a la temática en la que intervienen las
figuras humanas representadas. No se trata sólo de un contraste
en naturalismo/volumen y simplificación/linealidad, sino de la
aparición de temáticas que remiten claramente a la conflictividad social o territorial.
Esta lectura se complementa en la Valltorta, por un lado,
con la escasa documentación del Neolítico I. Propuesta que
está en consonancia con el escaso desarrollo artístico del Esquemático Antiguo, presente sin embargo, en alguno de los
yacimientos más importantes del núcleo, como son la Cova
dels Cavalls y Coves del Civil. En este sentido, los yacimientos arqueológicos se orientan en un marcado eje norte-sur,
que coincide con el observado en el Epimagdaleniense y en
el Mesolítico Geométrico, mientras que el Arte Esquemático
Antiguo se sitúa por primera vez en el eje de la Valltorta. La
no coincidencia entre los caminos óptimos de los yacimientos arqueológicos y el Arte Esquemático Antiguo, reducido en
cualquier caso a pocos efectivos, constituye una discordancia
con lo que cabría esperar al respecto de la cronología atribuida
518
al mismo, lo que obligará a replantear su asignación en términos temáticos y estilísticos, o a formular un modelo de complementariedad en su ubicación con respecto al eje formado
por los asentamientos.
Sin embargo, esta propuesta no elude alguna de las principales problemáticas que atañen al arte rupestre postpaleolítico
en esta zona de la península Ibérica. Entre otras, el hecho de
que podría significar la simultaneidad de lenguajes gráficos
en la zona si se considera que una parte del Arte Esquemático se está desarrollando durante este período (Hernández,
2009; Martínez y Guillem, 2006) de manera paralela al Arte
Levantino. Este punto encierra a su vez algunos aspectos
relativos a este Arte Esquemático todavía no aclarados y de
difícil resolución a día de hoy. No se puede obviar la diversidad cronocultural que encierra este horizonte gráfico en la
fachada oriental de la península Ibérica. Se están realizando
importantes esfuerzos por desenmarañar un corpus de figuras
muy amplio y los avances en los últimos años son importantes (Torregrosa y Galiana, 2001; Guillem y Martínez, 2006;
Hernández, 2009; Martínez i Rubio, 2011) individualizando
un sistema gráfico de rasgos esquemáticos propio del Neolítico Antiguo, mencionado unas líneas más arriba. No obstante,
sigue resultando difícil determinar o clasificar las distintas
realidades socioculturales, con significación cronológica, que
parece que se dan dentro del Arte Esquemático.
Los datos obtenidos en la Valltorta ofrecen, de entrada,
diferencias con la distribución y relación que presenta el Arte
Esquemático Antiguo y el poblamiento neolítico cardial en el
núcleo del Caroig (Martínez Rubio y Martorell, 2012). Sin embargo allí el Arte Esquemático Antiguo tiene más entidad y sus
rasgos se ajustan con más precisión a lo observado en el núcleo
del Pla de Petracos.
De otro lado, tampoco se pueden explicar, desde la generación de los caminos óptimos y su correlación con los asentamientos de hábitat, los vacíos poblacionales o los artísticos
que se evidencian a partir de la visualización de los mapas de
dispersiones de puntos. En concreto, las agrupaciones de yacimientos al norte de la Serra d'en Galceran no encuentran la
correspondencia esperable con el arte rupestre. Su localización, bordeando la zona meridional del valle de Albocàsser,
podría responder a una voluntad de control de una zona apta
para el desarrollo agrícola. Se trata de una de las zonas más
aptas de todo el territorio analizado para desarrollar dicha
actividad y la distribución de los yacimientos podría obedecer a una racionalización del espacio situándose en el punto
de unión entre la zona baja del valle y la ladera de la sierra.
De manera contraria, los yacimientos de arte rupestre, tanto
Esquemático como Levantino, de la Serra del Molló no se
pueden poner en relación de manera directa con los sitios de
hábitat conocidos. Este hecho puede deberse, sin embargo,
a una limitación inherente al método seguido al trazar el estudio, ya que desdibuja los bordes del territorio analizado al
dirigir la red, y la atención, hacia el centro.
En su conjunto, se ha venido llamando la atención a lo largo
de este estudio sobre las escasas diferencias observables en la
distribución de los distintos horizontes gráficos levantinos. Tan
sólo el horizonte Lineal presenta una distribución más extensa y
menos ajustada a la zona oriental de la Valltorta. Esta situación
propicia la idea de que en la mayor parte de la secuencia, coin-
[page-n-526]
Aproximación a la cronología del Arte Levantino a través de la red de caminos óptimos
cidiendo fundamentalmente con las fases en las que la figura
humana ha estado dotada de un cierto volumen y modelado, se
registra una marcada continuidad territorial. En todo caso ello
no entra en contradicción con el hecho de que los distintos horizontes gráficos registren cambios significativos en la temática y
la forma de concebir la figura humana, lo que apunta, como ya
se ha señalado, a una perspectiva temporal de suficiente entidad
como para que vaya asociada a cambios sociales que se reflejan
en la expresión gráfica.
Hay que tener en cuenta, y esto es algo que se deduce directamente de la terminología con la que se han identificado
determinados horizontes gráficos levantinos de la Valltorta,
que en el núcleo de Gassulla se localizan importantes abrigos
en los que están bien documentados buena parte de horizontes gráficos identificados en el Riu de les Coves. Al igual que
en esta zona, también existen en la Gassulla algunos enclaves de especial importancia en el número de figuras y fases
decorativas, como es el caso de Cova Remigia y el Cingle de
la Mola Remigia, lo que indica la existencia de continuados
contactos e interrelaciones entre estas dos zonas. Y algo similar ocurre al dirigir la atención al Maestrazgo turolense.
Como ha sido reiteradamente puesto de manifiesto (Utrilla
2000; Utrilla y Villaverde, 2004; Guillem y Martínez, 2004;
López-Montalvo, 2005; Domingo, 2005; Bea, 2009), son
numerosos los elementos de semejanza existentes entre el
núcleo de la Valltorta y el Bajo Aragón/Maestrazgo turolense (trepadores, escenas de caza del jabalí, disposición de las
figuras del horizonte Centelles/Arquetipo robusto, representaciones de toros, etc.), y es necesario en el futuro integrar,
mediante aplicación de una metodología común, los estudios
realizados en ambas zonas, para intentar establecer cuáles
fueron las vías de conexión entre ellas. Estos trabajos han
de constituir la base sobre la que profundizar en la forma en
que se articularon las redes de contacto que sustentaron esas
similitudes estilísticas y temáticas.
De entrada, con respecto a las conclusiones obtenidas en
los trabajos del Bajo Aragón, se observan diferencias entre el
paisaje lineal del Esquemático en Aragón (Sebastián, 2011) y
los datos de Valltorta. Tampoco parece que el modelo de distribución propuesto para esa región, con “grandes centros” que
reúnen un elevado número de representaciones y que aparecen
separados entre sí por distancias con frecuencia de 50 km y no
inferiores a los 25 km, articulando en su entorno una red de conjuntos menores (Bea, 2012), sea similar al de la Valltorta, donde
el conjunto de yacimientos mayores se integra en una distancia
que no sobrepasa en su totalidad los 25 km y donde se observan
conjuntos de numerosas figuras y fases decorativas escasamente
separados. Algo que también ocurre en el núcleo de la Gassulla.
Ya se ha llamado la atención (Cruz Berrocal, 2006) sobre la necesidad de realizar estudios regionales que faciliten una valoración detallada de las semejanzas y diferencias de los diferentes
territorios levantinos, de cara a una posterior integración de los
resultados en una visión macro. Las diferencias ahora señaladas
y la información proporcionada por la Valltorta aportan nueva
información a esta problemática y permiten proseguir en futuros
trabajos en la obtención de una visión suprarregional que sea
más sensible a la concreción de los factores culturales derivados
de la compartimentación territorial que, sin duda, debió asociarse al fenómeno artístico parietal levantino.
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Autors
Marta ALCOLEA
Área de Prehistoria, Grupo de investigación “Primeros
Pobladores del Valle del Ebro”, Universidad de Zaragoza.
malcolea@unizar.es
Amparo BARRACHINA IBÁÑEZ
Servei d'Investigacions Arqueològiques i Prehistòriques (SIAP),
Diputació de Castelló.
abarrachina@dipcas.es
Sara ALIAGA
Consell Comarcal de la Cerdanya, Puigcerdà.
cultura@cerdanya.org
Miguel BENITO IBORRA
Museo Arqueológico de Alicante (MARQ),
Diputación de Alicante.
mbenito@diputacionalicante.es
Paloma ARANDA
Área de Prehistoria, Departamento de Ciencias de la Antigüedad,
Universidad de Zaragoza.
paranda@unizar.es
Héctor ARCUSA MAGALLÓN
Arqueólogo profesional.
hectorarcusa@gmail.com
Eduardo ARROYO PARDO
Departamento de Toxicología y Legislación Sanitaria,
Facultad de Medicina, Universidad Complutense de Madrid.
earroyop@med.ucm.es
J. Emili AURA TORTOSA
Departament de Prehistòria i Arqueologia,
Facultat de Geografia i Història, Universitat de València.
emilio.aura@uv.es
Ernestina BADAL
Departament de Prehistòria i Arqueologia,
Facultat de Geografia i Història, Universitat de València.
Ernestina.Badal@uv.es
R. de BALBÍN BEHRMANN
Departamento de Historia y Filosofía, Universidad de Alcalá
de Henares.
rodrigo.balbin@uah.es
Maria BARBERÀ
Museu Arqueològic d'Ontinyent i la Vall d'Albaida (MAOVA).
mibama@hotmail.com
Abel BERDEJO
Grupo de investigación arqueológica y divulgación
“De la Roca al Metal”.
delarocaalmetal@gmail.com
Jean-François BERGER
Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS),
UMR 5600 EVS, Université de Lyon 2 – IRG.
Jean-Francois.Berger@univ-lyon2.fr
Joan BERNABEU AUBÁN
Departament de Prehistòria i Arqueologia,
Facultat de Geografia i Història, Universitat de València.
jbauban@uv.es
Paolo BIAGI
Dipartimento di Studi sull'Asia e l'Africa Mediterranea,
Università Ca' Foscari, Ca' Cappello, Venezia.
pavelius@unive.it
Concepción BLASCO
Departamento de Prehistoria y Arqueología, Facultad
de Filosofía y Letras, Universidad Autónoma de Madrid.
concepcion.blasco@uam.es
Joaquim BOLUFER MARQUÉS
Museu Arqueològic i Etnogràfic “Soler Blasco”, Xàbia.
mvsev.xabia@gmail.com
Helena BONET ROSADO
Museu de Prehistòria de València, Diputació de València.
helena.bonet@dival.es
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Juan de Dios BORONAT SOLER
Fundació CIRNE, Xàbia.
juandeboronat@hotmail.com
Josep BOSCH
Museu de Gavà.
jbosch@gava.cat
P. BUENO RAMÍREZ
Departamento de Historia y Filosofía,
Universidad de Alcalá de Henares.
p.bueno@uah.es
Juan Antonio CÁMARA SERRANO
Departamento de Prehistoria y Arqueología,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Granada.
jacamara@ugr.es
Javier CARRASCO RUS
Departamento de Prehistoria y Arqueología,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Granada.
jcrus@ugr.es
Yolanda CARRIÓN
Departament de Prehistòria i Arqueologia,
Facultat de Geografia i Història, Universitat de València.
Yolanda.Carrion@uv.es
António Faustino CARVALHO
Universidade do Algarve, FCSH, Faro.
afcarva@ualg.pt
Artur CEBRIÀ
Seminari d'Estudis i Recerques Prehistòriques (SERP),
Departament de Prehistòria, Història Antiga i Arqueologia,
Universitat de Barcelona.
arturcebria@gmail.com
Júlia CHINCHILLA
Escola Superior de Conservació i Restauració de Béns Mobles
de Catalunya, Barcelona.
juliachinchi@hotmail.com
Emilio CORTELL PÉREZ
Museu Arqueològic Municipal “Camil Visedo Moltó”, Alcoi.
ecortell@alcoi.org
Manuel CRESPO DÍEZ
Taller de Estudios Medioambientales y Arqueológicos (TeMa),
Universidad de Valladolid.
prehist@fyl.uva.es
Antonio DELGADO HUERTAS
Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra,
CSIC-Universidad de Granada.
antoniodelgado@ugr.es
524
Germán DELIBES DE CASTRO
Departamento de Prehistoria, Facultad de Filosofía y Letras,
Universidad de Valladolid.
Delibes@fyl.uva.es
Agustín DÍEZ CASTILLO
Departament de Prehistòria i Arqueologia,
Facultat de Geografia i Història, Universitat de València.
a.diez@uv.es
Rafael DOMINGO
Área de Prehistoria, Grupo de investigación “Primeros
Pobladores del Valle del Ebro”, Universidad de Zaragoza.
rdomingo@unizar.es
Rosa ENGUIX ALEMANY
Museu de Prehistòria de València, Diputació de València.
reaguix@yahoo.es
Marco Aurelio ESQUEMBRE BEBIA
Arpa Patrimonio, Sant Vicent del Raspeig.
arpapatrimonio@gmail.com
Carlos FERRER GARCÍA
Museu de Prehistòria de València, Diputació de València.
carlos.ferrer@dival.es
Yolanda FONS GRAU
Museu de Prehistòria de València, Diputació de València.
yolanda.fons@dival.es
Josep M. FULLOLA
Seminari d'Estudis i Recerques Prehistòriques (SERP),
Departament de Prehistòria, Història Antiga i Arqueologia,
Universitat de Barcelona.
fullola@ub.edu
Lorenzo GALINDO
Arqueoestudio Sociedad Cooperativa, Madrid.
lorenzo.galindo@arqueoestudio.com
Gabriel GARCÍA ATIÉNZAR
Instituto Universitario de Investigación en Arqueología
y Patrimonio Histórico (INAPH), Área de Prehistoria,
Universidad de Alicante.
g.garcia@ua.es
Pau GARCÍA BORJA
Universidad Nacional de Educación a Distancia, Valencia.
paucanals@hotmail.com
Jesús GARCÍA GAZÓLAZ
Dirección General de Cultura, Gobierno de Navarra.
jesus.garcia.gazolaz@cfnavarra.es
Íñigo GARCÍA MARTÍNEZ DE LAGRÁN
Departamento de Geografía, Prehistoria y Arqueología,
Universidad del País Vasco.
igmtzl@gmail.com
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Oreto GARCÍA PUCHOL
Investigadora Programa Ramón y Cajal, Departament
de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València.
Oreto.Garcia@uv.es
Rafael GARRIDO PENA
Departamento de Prehistoria y Arqueología, Facultad
de Filosofía y Letras, Universidad Autónoma de Madrid.
rafael.garrido@uam.es
Juan Francisco GIBAJA BAO
Institució Milà i Fontanals, Departament d'Arqueologia i
Antropologia, CSIC, Barcelona.
jfgibaja@imf.csic.es
Joaquim JUAN CABANILLES
Museu de Prehistòria de València, Diputació de València.
joaquim.juan@dival.es
Rafael LABORDA
Área de Prehistoria, Grupo de investigación “Primeros
Pobladores del Valle del Ebro”, Universidad de Zaragoza.
laborda@unizar.es
Corina LIESAU
Departamento de Prehistoria y Arqueología, Facultad
de Filosofía y Letras, Universidad Autónoma de Madrid.
corina.liesau@uam.es
Olga GÓMEZ PÉREZ
Departament de Prehistòria i Arqueologia,
Facultat de Geografia i Història, Universitat de València.
Olga.Gomez-Perez@uv.es
Joaquín LOMBA MAURANDI
Departamento de Prehistoria, Arqueología, Historia Antigua,
Historia Medieval y Ciencias y Técnicas Historiográficas,
Facultad de Letras, Universidad de Murcia.
jlomba@um.es
Jean GUILAINE
Collège de France.
jguilaine@wanadoo.fr
Lola LÓPEZ
Arqueòloga professional.
lolabichos@gmail.com
P. M. GUILLEM CALATAYUD
Institut Valencià de Conservació i Restauració de Béns
Culturals (IVCR), Àrea d'Arqueologia i Paleontologia.
guillempere@yahoo.es
F. J. LÓPEZ CACHERO
Seminari d'Estudis i Recerques Prehistòriques (SERP),
Departament de Prehistòria, Història Antiga i Arqueologia,
Universitat de Barcelona.
xavierlopez@ub.edu
María HABER URIARTE
Departamento de Prehistoria, Arqueología, Historia Antigua,
Historia Medieval y Ciencias y Técnicas Historiográficas,
Facultad de Letras, Universidad de Murcia.
mariahaber@um.es
Mauro S. HERNÁNDEZ PÉREZ
Instituto Universitario de Investigación en Arqueología
y Patrimonio Histórico (INAPH), Área de Prehistoria,
Universidad de Alicante.
mauro.hernandez@ua.es
Ignacio HORTELANO
IH Intervenciones Arqueológicas.
ignacio.hortelano@gmail.com
Sylvia Alejandra JIMÉNEZ BROBEIL
Laboratorio de Antropología Física, Facultad de Medicina,
Universidad de Granada.
jbrobeil@ugr.es
Irene JIMÉNEZ JIMÉNEZ
Instituto Arcadia, Fundación General de la Universidad
de Valladolid.
irene.jimenezjim@gmail.com
Francisco Javier JOVER MAESTRE
Instituto Universitario de Investigación en Arqueología
y Patrimonio Histórico (INAPH), Área de Prehistoria,
Universidad de Alicante.
javier.jover@ua.es
Juan Antonio LÓPEZ PADILLA
Museo Arqueológico de Alicante (MARQ),
Diputación de Alicante.
japadi@diputacionalicante.es
José I. LORENZO
Servicio de Investigación y Difusión del Patrimonio Cultural,
Dirección General de Patrimonio Cultural,
Diputación General de Aragón.
jilorenzo@aragón.es
Patricia MARTÍN
Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social
(IPHES), Grup d'Autoecologia Humana del Quaternari,
Universitat Rovira i Virgili, Tarragona.
patrimr@gmail.com
José Ángel MARTÍNEZ ÁLVAREZ
Departament de Prehistòria i Arqueologia,
Facultat de Geografia i Història, Universitat de València.
Jomaral9@topo.upv.es
M. Isabel MARTÍNEZ NAVARRETE
Departamento de Arqueología y Procesos Sociales,
Instituto de Historia, Centro de Ciencias Humanas y Sociales,
CSIC, Madrid.
isabel.martinez@cchs.csic.es
525
[page-n-533]
Trinidad MARTÍNEZ I RUBIO
Departament de Prehistòria i Arqueologia,
Facultat de Geografia i Història, Universitat de València.
trinidad.martinez@uv.es
Jordi NADAL
Seminari d'Estudis i Recerques Prehistòriques (SERP),
Departament de Prehistòria, Història Antiga i Arqueologia,
Universitat de Barcelona.
jordinadal@ub.edu
Francisco MARTÍNEZ-SEVILLA
Departamento de Prehistoria y Arqueología,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Granada.
martinezsevilla@ugr.es
Trinidad NÁJERA COLINO
Departamento de Prehistoria y Arqueología,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Granada.
tnajera@ugr.es
Rafael MARTÍNEZ VALLE
Institut Valencià de Conservació i Restauració de Béns
Culturals (IVCR), Àrea d'Arqueologia i Paleontologia.
ramavalle@yahoo.es
María NTINOU
M.H. Wiener Laboratory for Archaeological Science,
American School of Classical Studies at Athens, Greece.
maria.ntinou@uv.es
Susana MENDIELA
Departamento de Prehistoria, Arqueología, Historia Antigua,
Historia Medieval y Ciencias y Técnicas Historiográficas,
Facultad de Letras, Universidad de Murcia.
susanamendiela@gmail.com
Oriol MERCADAL
Museu Cerdà, Puigcerdà.
oriolmuseu@puigcerda.cat
Josep MESTRES
VINSEUM, Museu de les Cultures del Vi, Vilafranca del
Penedès.
josepmestres@hotmail.com
Garyfalia METALLINOU
8e Ephorie des Antiquités Préhistoriques et Classiques de Corfou.
gmetallinou@gmail.com
Fernando MOLINA GONZÁLEZ
Departamento de Prehistoria y Arqueología,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Granada.
molinag@ugr.es
Juan I. MORALES
Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social
(IPHES), Grup d'Autoecologia Humana del Quaternari,
Universitat Rovira i Virgili, Tarragona.
jignacio.morales@gmail.com
Antonio MORGADO
Departamento de Prehistoria y Arqueología,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Granada.
morgado@ugr.es
Magdalena MOSKAL-DEL HOYO
Instytut Botaniki im W. Szafera Polskiej Akademii Nauk,
Kraków, Polonia.
m.moskal@botany.pl
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Alberto OBÓN
Grupo de investigación arqueológica y divulgación
“De la Roca al Metal”.
delarocaalmetal@gmail.com
F. Xavier OMS ARIAS
Seminari d'Estudis i Recerques Prehistòriques (SERP),
Departament de Prehistòria, Història Antiga i Arqueologia,
Universitat de Barcelona.
xavieroms@gmail.com
Teresa OROZCO KÖHLER
Departament de Prehistòria i Arqueologia,
Facultat de Geografia i Història, Universitat de València.
Teresa.Orozco@uv.es
Ángel Luis PALOMINO LÁZARO
Arqueólogo profesional.
angel@aratikos.com
Salvador PARDO GORDÓ
Departament de Prehistòria i Arqueologia,
Facultat de Geografia i Història, Universitat de València.
salvador.pardo@uv.es
Josep PASCUAL BENEYTO
Museu Arqueològic d'Ontinyent i la Vall d'Albaida (MAOVA).
arqueologiapascual@gmail.com
Josep Lluís PASCUAL BENITO
Museu de Prehistòria de València, Diputació de València.
Josep.ll.pascual@uv.es
Mireia PEDRO
Seminari d'Estudis i Recerques Prehistòriques (SERP),
Departament de Prehistòria, Història Antiga i Arqueologia,
Universitat de Barcelona.
mirepeter@hotmail.com
María Jesús de PEDRO MICHÓ
Museu de Prehistòria de València, Diputació de València.
mjesus.depedro@dival.es
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Guillem PÉREZ JORDÀ
Grupo de investigación Bioarqueología, Instituto de Historia,
Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC.
guillem.perez@cchs.csic.es
Department of Archaeology, University of Cape Town.
Department of Archaeogenetics, Max-Planck Institute for the
Science of Human History, Jena.
Domingo_carlos@eva.mpg.de
Manuel PÉREZ RIPOLL
Departament de Prehistòria i Arqueologia,
Facultat de Geografia i Història, Universitat de València.
Manuel.Perez@uv.es
Vicente Marcos SÁNCHEZ
Arqueoestudio Sociedad Cooperativa, Madrid.
vmsanchez@arqueoestudio.com
M. À. PETIT MENDIZÀBAL
Seminari d'Estudis i Recerques Prehistòriques (SERP),
Departament de Prehistòria, Història Antiga i Arqueologia,
Universitat de Barcelona.
petit@ub.edu
Agustí RIBERA
Museu Arqueològic d'Ontinyent i la Vall d'Albaida (MAOVA).
info@maova.com
Patricia RÍOS
Departamento de Prehistoria y Arqueología, Facultad
de Filosofía y Letras, Universidad Autónoma de Madrid.
patricia.rios@uam.es
José Antonio RIQUELME CANTAL
Departamento de Geografía y Ciencias del Territorio,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Córdoba.
jriquelme@uco.es
Consuelo ROCA DE TOGORES MUÑOZ
Museo Arqueológico de Alicante (MARQ),
Diputación de Alicante.
crocat@dip-alicante.es
José M.ª RODANÉS
Área de Prehistoria, Departamento de Ciencias
de la Antigüedad, Universidad de Zaragoza.
jrodanes@unizar.es
José Antonio RODRÍGUEZ MARCOS
Departamento de Ciencias Históricas y Geografía,
Universidad de Burgos.
jrmarcos@ubu.es
Manuel A. ROJO GUERRA
Departamento de Prehistoria y Arqueología,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Valladolid.
marojo@fyl.uva.es
Pablo ROSSER LIMIÑANA
Departamento de Patrimonio Cultural,
Municipalidad de Alicante.
pablo.rosser@alicante-ayto.es
Domingo C. SALAZAR-GARCÍA
Department of Human Evolution, Max-Planck Institute for
Evolutionary Anthropology, Leipzig.
Departament de Prehistòria i Arqueologia, Facultat de
Geografia i Història, Universitat de València.
Jesús SESMA SESMA
Sección de Arqueología, Departamento de Cultura,
Deporte y Juventud, Gobierno de Navarra.
jsesmase@gmail.com
Jorge A. SOLER DÍAZ
Museo Arqueológico de Alicante (MARQ),
Diputación de Alicante.
jasoler@dip-alicante.es
Seila SOLER ORTIZ
Arqueóloga.
seilaaixa@gmail.com
Liliana SPANEDDA
Departamento de Prehistoria y Arqueología,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Granada.
spanedda@ugr.es
Elisabetta STARNINI
Dipartimento di Studi Storici, Scuola di Scienze Umanistiche,
Università di Torino.
elisabetta.starnini@unito.it
Soprintendenza Archeologia della Liguria, Genova.
elisabetta.starnini@beniculturali.it
Eulàlia SUBIRÀ DE GALDÁCANO
Unitat d'Antropologia Biològica, Departament de Biologia
Animal, Biologia Vegetal i Ecologia,
Universitat Autònoma de Barcelona.
eulalia.subira@uab.cat
Josep TARRÚS
Prehistoriador.
joseptarrus@gmail.com
Cristina TEJEDOR RODRÍGUEZ
Instituto Arcadia, Fundación General de la Universidad
de Valladolid.
tejedor.cristina@gmail.com
Mercedes UNZU URMEMETA
Arqueóloga profesional, Gabinete Trama S.L., Pamplona.
tramasl@gmail.com
Pilar UTRILLA
Área de Prehistoria, Grupo de investigación “Primeros
Pobladores del Valle del Ebro”, Universidad de Zaragoza.
utrilla@unizar.es
527
[page-n-535]
Paloma VIDAL
Departament de Prehistòria i Arqueologia,
Facultat de Geografia i Història, Universitat de València.
Paloma.Vidal@uv.es
Ángel VELASCO BERZOSA
Servei d'Arqueologia, Ajuntament de Xàtiva.
museo@ayto-xativa.es
Valentín VILLAVERDE
Departament de Prehistòria i Arqueologia,
Facultat de Geografia i Història, Universitat de València.
valentin.villaverde@uv.es
528
José VIÑALS IRANZO
Médico.
jgonzalezbaeza@gmail.com
João ZILHÃO
Institució Catalana de Recerca i Estudis Avançats (ICREA).
Seminari d'Estudis i Recerques Prehistòriques (SERP;
SGR2014-00108), Departament de Prehistòria, Història Antiga
i Arqueologia, Facultat de Geografia i Història, Universitat de
Barcelona.
Centro de Arqueologia da Universidade de Lisboa (UNIARQ),
Faculdade de Letras.
joao.zilhao@ub.edu
[page-n-536]
[page-n-537]
SE RV IC IO D E IN VESTI GACI ÓN PREHI STÓRI CA
D E L MU SE O D E PREHI STORI A DE VALENCI A
S E R I E D E T R A B A J O S VA R I O S
Núm. 119
Del neolític a l'edat del bronze
en el Mediterrani occidental
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver
DIP UTAC IÓN DE VAL E NC IA
2016
[page-n-2]
S E RV IC IO D E IN VESTI GACI ÓN PREHI STÓRI CA
D E L MU SE O D E PREHI STORI A DE VALENCI A
S E R I E D E T R A B A J O S VA R I O S
Núm. 119
Del neolític a l'edat del bronze
en el Mediterrani occidental
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver
DIP UTAC IÓN DE VAL E NC IA
2016
[page-n-3]
DIPUTACIÓN DE VALENCIA
SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
S E R I E D E T R A B A J O S VA R I O S
Núm. 119
La Serie de Trabajos Varios del SIP se intercambia con cualquier publicación dedicada a la Prehistoria, Arqueología en general y ciencias
o disciplinas relacionadas (Etnología, Paleoantropología, Paleolingüística, Numismática, etc.) a fin de incrementar los fondos de la
Biblioteca del Museu de Prehistòria de València.
We exchange Trabajos Varios del SIP with any publication concerning Prehistory, Archaeology in general, and related sciences (Ethnology,
Human Palaeontology, Palaeolinguistics, Numismatics, etc) in order to increase the batch of the Library of the Prehistory Museum of
Valencia.
INTERCAMBIOS
Biblioteca del Museu de Prehistòria de València
Corona, 36 – 46003 València
Tel.: +34 963 883 599; Fax: +34 963 883 536
Correo-e: bibliotecasip@dival.es
Los Trabajos Varios del SIP y el resto de publicaciones del Museu de Prehistòria de València son de libre acceso, en formato PDF,
en la sección Publicaciones de la página web del museo (www.museuprehistoriavalencia.es).
Edita: MUSEU DE PREHISTÒRIA DE VALÈNCIA – DIPUTACIÓ DE VALÈNCIA
Creative Commons. Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España (CC BY-NC-SA 3.0)
Excepto para aquellas imágenes donde se indican reservas de derechos
ISBN: 978-84-7795-755-3
eISSN: 1989-540
Depósito legal: V 960-2016
Coordinación: JJC
Diseño y maquetación: MG
Imprime: Artes Gráficas Impressa | www.impressa.es
[page-n-4]
Índex
H. Bonet Rosado
Bernat Martí, el SIP y nosotros
1
J. Juan CaBanilles i M. J. de PedRo MiCHó
L'escola valenciana de prehistòria i Bernat Martí Oliver
5
R. enguix aleMany i y. Fons gRau
Bernat Martí Oliver: el professional, la persona i la seua producció bibliogràfica
17
J. guilaine, g. Metallinou et J.-F. BeRgeR
La néolithisation de la Méditerranée occidentale : sur la piste des pionniers ?
27
P. Biagi e e. staRnini
La Cultura della Ceramica Impressa nella Liguria di Ponente (Italia Settentrionale):
Distribuzione, cronologia e aspetti culturali
35
J. BeRnaBeu auBán
Dispersiones humanas y culturales durante la Transición Neolítica:
Sistemas Complejos y Prehistoria
51
o. gaRCía PuCHol, a. díez Castillo y s. PaRdo goRdó
Radiocarbono y neolitización en la Península Ibérica
61
P. utRilla, a. BeRdeJo, a. oBón, R. laBoRda, R. doMingo y M. alColea
El abrigo de El Esplugón (Billobas-Sabiñánigo, Huesca). Un ejemplo de transición
Mesolítico-Neolítico en el Prepirineo central
75
F. x. oMs, J. MestRes, a. CeBRià, J. i. MoRales, J. nadal, M. PedRo, s. Mendiela,
P. MaRtín i J. M. Fullola
La cova de la Guineu (Font-Rubí, Barcelona) i les relacions plana-muntanya al Penedès
durant el neolític inicial
97
J. BosCH
La cerámica de la Cova del Vidre (Roquetes) y el Neolítico Cardial Franco-Ibérico
109
M. PéRez RiPoll
Los niveles de corral en el yacimiento neolítico de la Cova de l'Or, sectores K34, K35 y K36.
Información aportada por el estudio de la fauna
117
V
[page-n-5]
P. gaRCía BoRJa, d. C. salazaR-gaRCía, e. auRa toRtosa, e. CoRtell PéRez
y a. VelasCo BeRzosa
El registro funerario cardial valenciano: dataciones radiocarbónicas
t. oRozCo KöHleR
Los brazaletes de esquisto: un elemento de la identidad cardial
141
J. l. PasCual Benito
Unas técnicas muy neolíticas: ranurado y abrasión para la elaboración de punzones
a partir de metapodios de ungulados
147
J. CaRRasCo Rus, a. MoRgado y F. MaRtínez-seVilla
Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica.
Reflexiones sobre algunos modelos interpretativos desde los inicios del siglo XXI
159
M. a. RoJo gueRRa, i. gaRCía MaRtínez de lagRán, R. gaRRido Pena, C. teJedoR RodRíguez,
e. suBiRà de galdáCano, J. gaRCía gazólaz, J. sesMa sesMa, J. F. giBaJa Bao,
M. unzu uRMeMeta, a. l. PaloMino lázaRo, i. JiMénez JiMénez, e. aRRoyo PaRdo
y H. aRCusa Magallón
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
para una actualización de la evidencia empírica
181
a. F. CaRValHo
The Pena d'Água rock-shelter (Torres Novas, Portugal): two distinct life ways
within a Neolithic sequence
211
P. RosseR liMiñana y s. soleR oRtiz
Propuesta de fases cronológicas para el asentamiento neolítico del Tossal de les Basses (Alicante,
España)
225
J. taRRús, s. aliaga, J. CHinCHilla y o. MeRCadal
Ca n'Isach (Palau-saverdera), un poblado neolítico (V-IV milenio a.C.) en la zona dolménica
del Alt Empordà
249
C. BlasCo, l. galindo, V. M. sánCHez, P. Ríos y C. liesau
Ampliando el registro del Neolítico en el interior peninsular: ocupaciones inéditas
en tres yacimientos de la región de Madrid
257
e. Badal, y. CaRRión, M. ntinou, M. MosKal-del Hoyo y P. Vidal
Punto de encuentro: los bosques neolíticos en varias regiones de Europa
269
J. PasCual Beneyto, a. RiBeRa, M. BaRBeRà, C. FeRReR, y. CaRRión, J. l. PasCual Benito,
l. lóPez, i. HoRtelano i g. PéRez JoRdà
Un nucli de sitges calcolítiques al Mas de Pepelillo (Agullent)
287
a. BaRRaCHina iBáñez y J. Viñals iRanzo
La Covacha III de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner (Sagunt, Valencia).
Estudio previo de la campaña de 1994
311
J. a. soleR díaz, C. RoCa de togoRes Muñoz, M. a. esqueMBRe BeBia, o. góMez PéRez,
J. de d. BoRonat soleR, M. Benito iBoRRa, C. FeRReR gaRCía y J. BoluFeR MaRqués
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en La Marina Alta (Alicante).
A propósito de los trabajos desarrollados en la Cova del Randero de Pedreguer
y en la Cova del Barranc del Migdia de Xàbia
323
J. loMBa MauRandi y M. HaBeR uRiaRte
El registro funerario calcolítico en el extremo suroriental de la Península Ibérica:
los valles del Guadalentín y Segura (Murcia)
VI
125
349
[page-n-6]
g. gaRCía atiénzaR
El Peñón de la Zorra (Villena, Alicante) y la caracterización del Campaniforme (2400-2100 cal AC)
en el Alto Vinalopó
365
J. zilHão
Beaker people without Beaker pots: the Chalcolithic funerary context from the Galeria da Cisterna
(Almonda karst system, Torres Novas, Portugal)
379
g. deliBes de CastRo, M. CResPo díez y J. a. RodRíguez MaRCos
Anatomía de un recinto de fosos calcolítico del valle medio del Duero:
el Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid)
387
M. i. MaRtínez naVaRRete
“Hoyos” y “recintos” en positivo: construcciones y modelo económico
403
J. M. Rodanés, J. i. loRenzo y P. aRanda
Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón durante el Neolítico y la Edad del Bronce
411
F. J. JoVeR MaestRe y J. a. lóPez Padilla
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce
en el Levante peninsular: el asentamiento de Terlinques (Villena, Alicante)
427
F. Molina gonzález, J. a. CáMaRa seRRano, a. delgado HueRtas, s. a. JiMénez BRoBeil,
t. náJeRa Colino, J. a. RiquelMe Cantal y l. sPanedda
Problemas cronológicos y análisis de dieta en la Edad del Bronce de los Altiplanos granadinos:
el caso del Cerro de la Virgen (Orce, Granada, España)
451
P. Bueno RaMíRez y R. de BalBín BeHRMann
De cazadores a productores. Transiciones y tradiciones
465
M. s. HeRnández PéRez
Arte Macroesquemático vs. Arte Esquemático. Reflexiones en torno a una relación intuida
481
F. x. oMs aRias, M. à. Petit MendizàBal i F. J. lóPez CaCHeRo
Motius figuratius en la ceràmica del neolític antic inicial i art (macro)esquemàtic a Catalunya
491
V. VillaVeRde, t. MaRtínez i RuBio, P. M. guilleM Calatayud, R. MaRtínez Valle
y J. a. MaRtínez álVaRez
Arte rupestre y hábitat en la prehistoria del Riu de les Coves. Aproximación a la cronología
del Arte Levantino a través de la red de caminos óptimos
501
Llista d'autors participants
523
VII
[page-n-7]
[page-n-8]
Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 1-3.
Bernat Martí, el SIP y nosotros
Helena Bonet Rosado
Hacer una semblanza de Bernat Martí resulta difícil, a la
vez que emotivo, al estar hablando de vivencias personales
y profesionales, de más de cuarenta años, que han marcado
la trayectoria profesional de muchos de nosotros, muy especialmente los que hemos tenido la suerte de trabajar con él
en el Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación
de Valencia, compartiendo su maestría y amistad hasta su
reciente jubilación.
Conocí a Bernat Martí, un joven profesor de 26 años de
espesa barba negra y gafas metálicas, en los últimos años de
mi carrera en el año 1975, cuando, junto a Gerardo Pereira,
impartían puntualmente las asignaturas de prehistoria y epigrafía, respectivamente, sustituyendo a las profesoras Milagro Gil-Mascarell y Carmen Aranegui, en el Departamento
de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Valencia,
el antiguo Laboratorio de Arqueología. Con este equipo, de
un incuestionable nivel científico y fuerte compromiso político en los últimos años del franquismo, nos formamos una
primera generación de arqueólogos, como Consuelo Mata,
Pilar Carmona, Albert Ribera, Josep Vicent Lerma, Joan Bernabeu, Pilar Fumanal, Michèlle Dupré, Valentín Villaverde o
Pere Pau Ripollès, por citar sólo los que más coincidimos en
las excavaciones de los años 70. De aquella época, recuerdo
especialmente el II Congreso Internacional de Prehistoria de
Morella, en 1975, unos días entrañables, donde ponentes e
investigadores, toda la plana mayor de la prehistoria peninsular y francesa, compartían con nosotros tapas y rondas de
vino en los mesones de Morella. Descubrimos a los “inaccesibles científicos” como gente amena y, sobre todo, muy
cercana. En aquellos días de convivencia, la mayoría de nosotros nos vinculamos definitivamente a este equipo y nos
agrupamos en torno a Carmen, Milagro, Bernat, Gerardo y
también Rosa Enguix, según nos íbamos decantando hacia la
Prehistoria o la Arqueología clásica.
Aunque Bernat Martí nunca se desvinculó de sus compañeros de Departamento, en el año 1979 entró en el SIP de la
mano de Domingo Fletcher como técnico arqueólogo, permaneciendo toda su vida profesional comprometido con esta institución. En la inolvidable biblioteca del SIP, donde estudiantes, profesores y eruditos locales compartíamos espacio con
el director Domingo Fletcher y el subdirector Enrique Pla,
se sumó Bernat en una mesa frente a “don Domingo”. Todos
ellos atendían cualquier consulta de estudiosos o aficionados,
a la vez que comentaban y discutían las novedades científicas,
mientras la bibliotecaria María Victoria Goberna nos proporcionaba libros y separatas de entre las magníficas estanterías
de madera que cubrían las paredes de la sala. Allí podías
consultar desde joyas bibliográficas, como las obras de los
hermanos Siret, Juan Vilanova y Piera, Le Bon, Cartailhac o
Chabret, hasta la última noticia periodística sobre prehistoria
valenciana pacientemente recortada, pegada y guardada por
Enrique Pla en archivadores de cartón.
En este ambiente, Bernat Martí ya apuntaba el perfil del gran
investigador que es. Desprendía una “seriedad cercana”, siempre dispuesto a escuchar e interesado por nuestros proyectos de
estudio. Pero donde realmente tuvimos la ocasión y el privilegio
de conocerle, tanto a nivel personal como profesional, fue en
las excavaciones. Aunque algunos de nosotros ya nos íbamos
inclinando hacia la protohistoria o el mundo romano, trabajar
con Bernat en yacimientos prehistóricos era una apuesta segura
para iniciarse en el mundo de las excavaciones y la metodología
arqueológica. Pero tal vez lo más importante de su maestría era
el empeño que ponía en que reflexionásemos ante el objeto y
la secuencia estratigráfica y que nos planteásemos proyectos y
líneas de investigación futuros.
Las excavaciones de la Cova de l'Or, en Beniarrés, en
los veranos de 1975-1976, y en la Ereta del Pedregal, en Navarrés, en 1976, eran una verdadera escuela de disciplina y
aprendizaje arqueológico. Como se recuerda en otro texto
del presente libro, fue el primer investigador en la prehistoria
valenciana que utilizó una metodología puntera en cueva, adquirida desde su estancia en Francia, como becario del CSIC,
en las excavaciones en la cueva de Font Juvenal dirigidas
por J. Guilaine, en 1975. Y fue pionero en crear un equipo
interdisciplinar con investigadores especializados en sedimentología, palinología, carpología y fauna, convirtiendo las
campañas de la Cova de l'Or en un referente metodológico
pero, sobre todo, en un referente de los estudios sobre la neolitización en la vertiente mediterránea peninsular.
En sus campañas se trabajaba y se aprendía a conciencia.
Por las mañanas, de la Cova de l'Or, recuerdo las cuadrículas
J y K donde se marcaba con chinchetas y se dibujaba en papel
1
[page-n-9]
H. Bonet Rosado
milimetrado cada hallazgo; la pizarra y el jalón para las fotos
en blanco y negro, en color y diapositivas; la pesada mira y
el primer nivel óptico del SIP; o las sesiones de criba frente
al Benicadell. Memorables también los ascensos a la cueva, y
los descensos, cantando y cargados como mulas, hasta llegar
al “dos caballos” de Bernat aparcado ladera abajo en la carretera de Beniarrés. Después de comer no había siesta pero
sí partida de dominó en el bar del pueblo. Y por las tardes
clases intensivas de lavar, inventariar y dibujar sílex y cerámica cardial hasta la saciedad. Pero lo mejor era el diario que
teníamos que redactar, y exponer delante del equipo, sobre
la jornada de excavación ante la mirada “implacable” de un
Bernat que debía de estar desternillado de nuestros disparates.
Aprendimos a convivir –algunos hasta a comer correctamente– en casas y pensiones hoy imposibles de imaginar, a trabajar en equipo y a asumir responsabilidades. En este ambiente
de trabajo y compañerismo se crearon unos vínculos de amistad entre todos los que participamos en aquellas excavaciones
que han perdurado hasta nuestros días.
Como jóvenes estudiantes que éramos, en aquella época
no fuimos conscientes del enorme privilegio que era trabajar con Bernat Martí, ya una gran promesa investigadora y
toda una autoridad. Autoridad por sus conocimientos pero
también por su personalidad íntegra, donde el afán de protagonismo no tenía cabida, por su capacidad de trabajo y por su
carácter tranquilo y dialogante. Era un gran docente que despertó en todos nosotros un espíritu crítico y supo trasmitirnos
su pasión por la investigación y la arqueología. En realidad,
recogía los valores del denominado “espíritu del SIP” de don
Isidro Ballester, don Domingo Fletcher y don Enrique Pla,
donde la austeridad, el rigor científico y el trabajo en equipo
serían los pilares de la institución.
Bernat Martí siempre estuvo muy unido a Enrique Pla, y
cuando éste fue nombrado director del SIP en 1982, tras la
jubilación de Fletcher, pasó a ser su hombre de total confianza. Vivió junto a él uno de los periodos más difíciles de la
institución, como fue el traslado del museo desde el Palau de
la Batlia hasta su nueva sede en la, aún en funcionamiento,
Casa de Beneficencia. Durante un largo periodo de más de
15 años, entre la nueva ubicación en La Beneficencia hasta
la apertura del actual Museo de Prehistoria en 1995, el papel de Bernat fue clave. Con un museo empaquetado como
buenamente se pudo, pues el traslado hubo que hacerlo en un
mes, y ubicado en un edificio en obras y todavía ocupado con
cuidadores y niños y niñas internos, era realmente un reto sacar adelante el SIP y su museo. Sin embargo, inmediatamente
se abrió al público la biblioteca del Servicio, considerada el
alma de la institución, y se inició un colosal trabajo de inventario, catalogación y restauración de los fondos del museo así
como el inventario del archivo documental, el fotográfico y
el de yacimientos arqueológicos valencianos.
Durante los diez años que dirigió la institución, entre
1987 y 1996, con el museo cerrado y un edificio en obras,
Bernat Martí realizó un trabajo interno extraordinario. En
este periodo de tiempo amplía la plantilla del SIP con cuatro
técnicos arqueólogos –Helena Bonet, Joaquim Juan Cabanilles, María Jesús de Pedro y Rafael Pérez–, un técnico dibujante –Francisco Chiner–, una auxiliar de biblioteca –Consuelo Martín– y un capataz restaurador –Inocencio Sarrión–.
2
Se consolidan las publicaciones del SIP con 5 números de
la revista APL y 8 números de la serie monográfica Trabajos
Varios, y se inician nuevas series, como los catálogos de las
exposiciones temporales o la edición especial de libros dedicados a las colecciones más emblemáticas del SIP, como
las plaquetas de la Cova del Parpalló de Gandia o los vasos
pintados del Tossal de Sant Miquel de Llíria.
En este periodo había una gran actividad de investigadores estudiando las colecciones del museo con el objetivo de
realizar trabajos de investigación, memorias de excavaciones
o tesis doctorales. Es de lamentar que no exista de aquellos
años documentación gráfica de los espacios acondicionados
como almacenes y salas de trabajo. En la inmensidad de corredores, patios porticados y jardines de una Casa de Beneficencia medio abandonada y ruinosa, subías, con un gran
manojo de pesadas llaves, por escaleras de desconchados
alicatados, atravesabas cancelas de hierro, patios con estatuas de cristos y vírgenes rodeadas de magníficos azulejos
–todo ello hoy desaparecido–, seguías por comedores y habitaciones donde todavía se amontonaban desvencijadas cunas
o mesitas y sillitas para escolares; cruzabas terrazas llenas
de trastos abandonados hasta llegar finalmente a una torre
–hoy inexistente–, sin luz y con un frío glacial, donde los
sufridos investigadores, sobre mesas de mármol recicladas
de los antiguos comedores, extendían sus materiales para ser
dibujados e inventariados. En ese ambiente se estudiaron y
clasificaron la colección de plaquetas de la Cova del Parpalló de Gandia, la colección púnica de Ibiza, las campañas de
excavaciones de la Cova Negra de Xàtiva, la Cova de l'Or de
Beniarrés, la Ereta del Pedregal de Navarrés, la Cova de la
Pastora de Alcoi, la Rambla Castellarda de Llíria, el Tossal
de Sant Miquel de Llíria, etc. En este acogedor ambiente, y
ésta es solo una de tantas anécdotas que se podrían contar de
aquellos años 80, tuvo que batallar Bernat Martí para sacar
adelante el museo.
A pesar de la falta de instalaciones adecuadas consiguió que
el SIP viviese una de las épocas más fructíferas a nivel de investigación. Los trabajos de campo se integran, cada vez más,
dentro de proyectos de investigación interdisciplinares en los
que existe una estrecha vinculación, y muy activa, con el Departament de Prehistòria i Arqueologia de la Universitat de València. Continuaron las excavaciones arqueológicas, iniciadas en
la época de Enrique Pla, en la Ereta del Pedregal de Navarrés,
la Cova de l'Or de Beniarrés, la Cova Negra de Xàtiva, la Cova
Foradada de Oliva, la Muntanya Assolada de Alzira, la Lloma
de Betxí de Paterna, en Los Villares de Caudete de las Fuentes,
el Castellar de Meca de Ayora, el Corral de Saus de Moixent,
el Castellet de Bernabé de Llíria, en La Seña de Villar del Arzobispo o en el Pla de Nadal de Riba-roja de Túria, y se inicia
la primera campaña en el yacimiento paleolítico de la Cova del
Bolomor de Tavernes de la Valldigna.
Junto a las labores de investigación, conservación e inventario ya citadas, Bernat Martí era muy consciente de que
había que abrir al público las colecciones del museo y así,
siguiendo la línea expositiva iniciada con la sala permanente
abierta en 1984 sobre “Las sociedades cazadoras de la prehistoria valenciana”, se inaugura en 1987 la sala dedicada al
neolítico “Los primeros agricultores y ganaderos”. Si bien
en 1983 se había hecho la primera exposición temporal sobre
[page-n-10]
Bernat Martí, el SIP y nosotros
“La cultura ibérica”, en la etapa de su dirección se abre un
programa de exposiciones temporales e itinerantes que no ha
cesado hasta nuestros días. En 1991, “Un siglo de Arqueología valenciana” itineró al centro cultural de la CAM de
Alicante, mientras que en 1994 se inauguraba la exposición
sobre “El Apolo de Pinedo”, en el Palau dels Scala, con motivo de la presentación de la escultura completa del Apolo
tras la compra de su pierna en 1992, veinte años después de
su hallazgo en las aguas de Pinedo.
A nivel museográfico, en 1993 la Diputación de Valencia
emprendió la reforma de la antigua Casa de Beneficencia, para
convertirla en un Centro Cultural, y en ese marco se desarrolló
un nuevo proyecto del museo para la exposición permanente de
las colecciones del SIP, que abarcaba desde el Paleolítico inferior hasta época romana y una pequeña muestra numismática de
épocas posteriores. Consciente de este reto, Bernat Martí tenía
que conjugar la tradición y el trabajo de varias generaciones,
que daban el soporte científico al discurso expositivo, con los
nuevos avances tecnológicos del momento. En una profunda
reflexión sobre los nuevos museos, publicada en la revista “Canelobre” del Instituto alicantino de Cultura ‘Juan Gil-Albert',
en el año 2000, y bajo el epígrafe de Cal mirar darrere dels
anuncis lluminosos, remarca “el peligro de caer deslumbrados
ante una apuesta excesivamente espectacular, atractiva o de escaparate, con el único objetivo de conseguir cada vez un mayor
número de visitantes y olvidando, en muchos casos, la verdadera función del museo, que es ofrecer al público autenticidad
y rigor científico”. Con esta filosofía se inaugura, en 1995, el
Museo de Prehistoria en el edificio de La Beneficencia totalmente rehabilitado. Por fin, se exponen ya de forma permanente
los fondos del Museo de Prehistoria en un montaje estructurado
cronológicamente que todavía hoy podemos seguir en las salas
dedicadas a las Sociedades prehistóricas y la Cultura Ibérica.
Abrir las puertas del Museo de Prehistoria planteaba
otras líneas de actuación que no terminaban en la publicación y difusión de los resultados de las excavaciones, o en la
apertura al público de las salas del museo, sino que se dio un
nuevo paso extendiendo el museo a los propios yacimientos
con el objetivo de propiciar el encuentro entre la sociedad y
su patrimonio arqueológico. En esta línea, una faceta importante en la etapa de la dirección de Bernat Martí es su preocupación por la puesta en valor del patrimonio arqueológico
valenciano. A finales de los años 80 y a lo largo de la década
de los 90, impulsa la consolidación de los yacimientos ibéricos del Puntal dels Llops de Olocau, el Castellet de Bernabé,
La Seña o el Tossal de Sant Miquel, y del poblado de la Edad
del Bronce de la Lloma de Betxí. Mientras que en la Bastida
de les Alcusses de Moixent se emprende, en 1990, uno de los
proyectos de investigación y puesta en valor patrimonial más
emblemático del Museo de Prehistoria.
El injusto cese de Bernat Martí como director del Museo
de Prehistoria en 1996 nos sumió a toda la plantilla del SIP
en un estado de impotencia e indignación difícil de explicar.
Y no solo al Museo de Prehistoria, sino a toda la comunidad
científica valenciana y española. Y ahí, de nuevo, vuelve a
destacar la figura de Bernat. De una generosidad sin límites y de un empeño investigador inagotable, en los últimos
veinte años en que hemos seguido compartiendo vivencias
con él en el SIP, sigue sorprendiéndonos por su equilibrio
emocional ante las adversidades y su actitud conciliadora,
su continua maestría, su plena confianza en el personal que
él mismo ha formado y, sobre todo, por su lealtad y cariño
hacia el SIP y su museo.
No es nuestra intención tratar aquí su fructífera trayectoria investigadora realizada en estos últimos años desde el SIP,
que ha compaginado con la actividad docente como profesor
asociado en el Departament de Prehistòria i Arquelogia de la
Universitat de València. Pero sí hemos querido relatar en estas
páginas cómo, a través de todos estos años, hemos ido descubriendo al Bernat profesor, al investigador, al director pero,
sobre todo, al compañero y al gran amigo que sigue siendo
hoy desde su siempre querida biblioteca del SIP.
3
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 5-16.
L'escola valenciana de prehistòria i Bernat Martí Oliver
JoaquiM Juan CaBanilles i MaRia Jesús de PedRo MiCHó
Alguns autors actuals, per escrit o oralment, s'han referit en
més d'una ocasió a l'«escola valenciana de prehistòria» com
un corrent autòcton, ferm, de la recerca arqueològica. Això
s'ha fet sovint dins d'un context historiogràfic en relació amb
l'edat del bronze, en tocar el moment i els responsables del destriament del bronze local, el bronze valencià, del gran referent
per a aquesta etapa de la prehistòria que constituïa la «cultura»
d'El Argar.1 Efectivament, i a aquest respecte, hi ha uns autors
«passats» i un treball fins als quals sol recular-se: la memòria
d'excavació del poblat de l'Ereta del Castellar (Vilafranca del
Maestrat), presentada per J. Arnal, H. Prades i D. Fletcher dins
la sèrie de «Trabajos Varios» del SIP (núm. 35, de data 1968).
En la pàg. 31 d'aquesta memòria, a l'hora d'intentar donar nom
a la «cultura» representada a l'Ereta del Castellar, es diu: «[...]
nosotros, de acuerdo con la escuela valenciana de prehistoria
[la remarca és nostra], seguiremos denominando provisionalmente este complejo cultural con el nombre de “Bronce Valenciano”, con el propósito de distinguirlo del “Bronce argárico”
con el que presenta tantas diferencias», distinció, conforme a
la nota al peu oberta al final del paràgraf, que ja venia fent-se
de vell per l'esmentada escola.
Una cosa és el tema de la discussió nominal i arqueològica,
i una altra el del terme o concepte d'«escola valenciana de
prehistòria». La seua encunyació, no hi ha dubte, és obra de
L. Pericot García, dins la semblança biogràfica d'I. Ballester
Tormo, amb motiu de l'òbit d'aquest, apareguda en el volum
III de l'Archivo de Prehistoria Levantina, de 1952, primer tom
dels dedicats en homenatge al que fou el fundador i primer director del Servei d'Investigació Prehistòrica (SIP) de la Diputació de València. En parlar de l'encert d'I. Ballester a l'hora
d'elegir els seus col·laboradors, L. Pericot acaba dient: «Puede hablarse de una escuela valenciana de Prehistoria y es con
orgullo que nos atrevemos a pretender una común paternidad
en ella». És clar que Pericot es referia a l'«escola» formada al
voltant del SIP, la institució creada el 1927 a instàncies de Ba-
1
La referència escrita més recent es deu a M. S. Hernández Pérez,
en un text, «Un recorregut centenari: l'edat del bronze a les terres
valencianes», per al catàleg de l'exposició Viure vora el Túria fa
4.000 anys. La Lloma de Betxí, presentada pel Museu de Prehistòria de València el febrer del 2015 (pàg. 20).
llester i de la qual el mateix Pericot n'havia estat el subdirector
pràcticament des de la seua arribada a València, aquell mateix
any, com a catedràtic de la Universitat.
El 1950, data de la mort d'I. Ballester, el SIP comptava vinti-tres anys d'existència i ja s'havia fet un lloc gran entre les institucions espanyoles dedicades a la prehistòria i l'arqueologia.2
Això era degut a una labor de camp intensa i ben dirigida, i a
una tasca de divulgació no menys important, editorial i de presència en congressos i simposis arqueològics. Entre el 1927 i el
1950, el SIP realitza excavacions tan transcendentals com les dels
jaciments ibèrics de la Bastida de les Alcusses, a Moixent (192831), i el Tossal de Sant Miquel, a Llíria (1933-36); dels jaciments
paleolítics de la Cova del Parpalló, a Gandia (1929-31), i la Cova
Negra, a Xàtiva (1928-33, intermitentment); del jaciment epipaleolític de la Cueva de la Cocina, a Dosaigües (1941-43, 1945);
del jaciment neolític de la Cova de la Sarsa, a Bocairent (1928-39,
intermitentment); o del jaciment eneolític de l'Ereta del Pedregal,
a Navarrés (1942, 1944-48). El maig del 1929, L. Pericot, en representació del SIP, participa en el XII congrés de l'Asociación
Española para el Progreso de las Ciencias, realitzat a Barcelona,
i relata la fundació del Servei, el seu treball en curs i les principals troballes efectuades. La concurrència de membres del SIP és
major uns mesos després (setembre) al IV congrés internacional
d'arqueologia celebrat igualment a Barcelona, on, a banda d'I.
Ballester, L. Pericot i M. Jornet Perales presenten la Cova del
Parpalló i G. Viñes Masip la Cova Negra, jaciments les excavacions dels quals tot just havien acabat de començar. Amb motiu
d'aquest congrés viatgen també a Barcelona peces de Parpalló,
Cova Negra i Bastida de les Alcusses, mostrades al Palau Nacional de l'Exposició. Les comunicacions i els objectes exposats
desperten un gran interès nacional i internacional pel SIP i la seua
tasca, el que comportà felicitacions expresses dels organitzadors
del congrés a la institució i a la Diputació de València.3 El 1930,
2
3
Sobre la creació i les primeres dècades d'existència del SIP, vegeu
Bonet Rosado, H.; PedRo MiCHó, M. J. de; SánCHez Molina, A. i
FeRReR GaRCía, C. (coord.) (2006): Arqueologia en blanc i negre.
La labor del SIP: 1927-1950. Museu de Prehistòria de València,
Diputació de València, València, 333 p.
Veg. La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su museo
en el pasado año 1929. Diputación Provincial, València, 1930, pàg.
8-12.
5
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J. Juan Cabanilles i M. J. de Pedro Michó
Excavació de la Bastida de les Alcusses de Moixent el 1928. En
primer pla, d'esquerra a dreta, L. Pericot i I. Ballester, subdirector
i director del SIP acabat de crear; en 5a i 6a posició, G. Viñes i M.
Jornet, col·laboradors inicials del SIP. Arxiu MPV.
La Cova del Parpalló de Gandia cap al 1929, al començament de les
excavacions de L. Pericot. Arxiu MPV.
L. Pericot envia una nova comunicació al XV congrés internacional d'antropologia i arqueologia prehistòriques (Coïmbra i Porto)
sobre el solutrià i l'aurinyacià de la Cova del Parpalló, llegida, en
absència d'aquell, per J. Pérez de Barradas, director del Servicio
de Investigaciones Prehistóricas de l'ajuntament de Madrid, un
dels centres de recerca que havien inspirat la creació del servei
homònim valencià. Una última participació del SIP a ressenyar
en aquest període és al I congrés d'arqueologia del «Levante»
(València, 1946), amb una «massiva» representació (a més d'I.
Ballester i L. Pericot, F. Jordà Cerdà, M. Vidal i López, E. Pla
Ballester, D. Fletcher Valls i V. Pascual Pérez), tot delatant la intensa activitat del Servei i el recanvi i l'acreixement dels seus
col·laboradors. Les comunicacions presentades a aquest congrés
seran publicades pel SIP dins la seua sèrie de «Trabajos Varios»
(núm. 10, 1947).
Les publicacions, òbviament, són un gran aparador de la
labor institucional del SIP, tant de camp, com museística, de
recerca, etc. Abans del 1950, el Servei només havia pogut
editar dos números del seu anuari «programàtic», l'«Archivo de
Prehistoria Levantina». Tanmateix, l'acollida del primer volum,
de 1929, va ser gran i plena d'elogis, amb recensions força
favorables.4 A banda dels membres i col·laboradors del SIP,
en APL I hi ha les contribucions del reconegut prehistoriador
francès H. Breuil i del català P. Bosch Gimpera. L'«abat»
Breuil, junt amb R. Lantier, tornarà a escriure en APL II (1946),
i també altres investigadors forans com A. Fernández de Avilés,
S. Vilaseca Anguera, V. Lebzelter o A. Beltrán Martínez. En
aquests dos números es divulgaran en «paper», amb major o
menor detall, excavacions i col·leccions del SIP, entre altres les
de Cova Negra, Cueva de la Cocina, Cova de la Sarsa, Bastida de
les Alcusses o Tossal de Sant Miquel; o les de Cova de la Pastora
(jaciment eneolític a Alcoi), Mas de Menente (poblat del bronze
a Alcoi) o el Xarpolar (poblat ibèric a la Vall d'Alcalà), materials,
els de Menente i Xarpolar, la compra dels quals és a l'origen
de la creació del SIP i el seu museu. Abans també del 1950, la
sèrie monogràfica «Trabajos Varios del SIP», iniciada el 1937
amb el nom de «Treballs Solts»,5 tenia al carrer onze números.
Aquesta sèrie naix com a complement de la revista-anuari APL,
amb la idea primera de donar eixida a notes i xicotets treballs
sobre prehistòria valenciana (en relació amb el SIP o no); amb el
temps, però, es constituirà com una sèrie monogràfica de major
envergadura i abast.6 Els primers números de TVSIP donen
compte, entre altres continguts, d'estudis com ara els de la fauna
de la Cova Negra, o la fauna i la malacofauna de la Cova del
Parpalló (núm. 6, 1942 i 1947), o d'un vas «escrit» del Tossal
de Sant Miquel (núm. 8, 1942); també de l'enterrament eneolític
de la Cova de Rocafort (núm. 9, 1944), o de l'excavació del
jaciment meso-neolític de la Covacha de Llatas a Andilla (núm.
11, 1949). La dèria per divulgar l'activitat del SIP, sobretot els
resultats del treball de camp, farà que s'aprofiten per a aqueixa
comesa les memòries anuals que la Direcció del Servei havia
de lliurar a la Secretaria de la Diputació (memòries conegudes
com La labor del SIP). En forma de tiratges a part d'aquestes
memòries (convenientment ampliades) es van donar a conèixer
4
6
Veg. Labor SIP… 1930 (València, 1931), pàg. 20-26.
5
6
El 1937, i fins al final del 1938, el SIP és integrat en l'Institut d'Estudis
Valencians (IEV), organisme depenent del Consell Provincial de
València, institució que havia substituït aleshores la Diputació (veg.
Juan CaBanilles, J. [2006]: «El SIP i l'Institut d'Estudis Valencians».
Dins Bonet Rosado i altres, op. cit. nota 2, pàg. 177-182. Juan
CaBanilles, J. [2014]: «La Secció Històrico-Arqueològica». Dins
Ciència i Cultura en la Guerra. L'Institut d'Estudis Valencians
1937-1938. Universitat de València, València, pàg. 57-70). Durant
el parèntesi de la Guerra Civil espanyola, aturada pràcticament la
labor de camp, el més destacable del SIP és l'edició dels cinc primers
números del que serà la seua sèrie monogràfica, publicats en valencià
per ser aquesta la llengua oficial de l'IEV.
Sobre les publicacions del SIP, veg. Juan CaBanilles, J. i GozalBes
FeRnández de PalenCia, M. (2006): «Les primeres publicacions del
SIP: Archivo de Prehistoria Levantina, Memorias Anuales i Treballs Solts / Trabajos Varios». Dins Bonet Rosado i altres, op. cit.
nota 2, pàg. 83-94.
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L'escola valenciana de prehistòria i Bernat Martí Oliver
I. Ballester, en primer pla, de visita al Tossal de Sant Miquel de Llíria
els anys 1940; en segon pla, J. Alcàcer Grau, un dels col·laboradors
del SIP aleshores. Arxiu MPV.
vasos espectaculars i inscripcions del Tossal de Sant Miquel (La
labor... 1934, 1935-39 i 1940-48), o els materials de la Cova
de les Malladetes, a Barx, excavada entre 1946-1948, de la
Cova de la Pastora o de l'Ereta del Pedregal (La labor... 194048). Prova, en suma, del prestigi que anava assolint el SIP és
la creació en el seu si, l'any 1945, de la secció de prehistòria
a València del Consejo Superior de Investigaciones Científicas
(CSIC), a través de l'institut «Diego de Velázquez».7
En parlar d'una escola valenciana de prehistòria i
relacionar-la de primer antuvi amb el SIP, cal preguntar-se
què hi havia o què hi havia hagut fora d'aquesta institució
en el terreny concret de l'arqueologia prehistòrica. B. Martí
Oliver ha fet un succint balanç de l'arqueologia valenciana en
general anterior al SIP,8 del qual n'extractarem allò més tocant
a la prehistòria, amb alguna complementació.9 El punt de
partida és la Societat Arqueològica Valenciana (SAV), entitat
fundada el 1871 dins de la Societat Econòmica d'Amics del
País, de València, per un grup de membres d'aquesta societat
7
8
9
Veg. FletCHeR Valls, D. i Pla BallesteR, E. (1977): Cincuenta años
de actividades del Servicio de Investigación Prehistórica (19271977). Servicio de Investigación Prehistórica, Diputación Provincial
de Valencia (Trabajos Varios del SIP, 57), València, pàg. 36-37.
MaRtí oliVeR, B. (1992): Museo de Prehistoria de la Diputación
de Valencia. Nuestros Museos, t. V, vol. I, Vicente García Editores, València, 165 p. (el balanç en pàg. 21-24). Veg. també: GoBeRna ValenCia, M. V. (1985): «Arqueología y prehistoria en el
País Valenciano: Aportaciones a la historia de la investigación».
Dins Arqueología del País Valenciano: panorama y perspectivas.
Universidad de Alicante (Anejo de la revista Lucentum), Alacant,
pàg. 9-30. HeRnández PéRez, M. i enguix aleMany, R. (2006): «El
Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología valenciana». Dins Bonet Rosado i altres, op. cit. nota 2, pàg. 17-32.
Hi deixem de banda conscientment l'arqueologia «ibèrica», objecte
d'estudi molt preferent dins dels programes «prehistòrics» del SIP. És
evident que avui un iberista no seria considerat exactament un prehistoriador, però això no era tant així en el temps de l'arrancada del SIP.
La necessitat imperiosa de divulgar treballs i estudis abocarà,
des d'un bon inici, a una intensa labor editorial per part del SIP.
Coberta del primer volum de la revista APL.
amants de les antiguitats i el col·leccionisme.10 El caràcter
«clàssic» de l'arqueologia pretesa per la SAV (recollida i
estudi d'inscripcions lapidàries i de monedes i medalles), no
va impedir que s'hi organitzara una Comissió de prehistòria,
darrere de la qual hi ha principalment «José» Vilanova i Piera,
germà del prestigiós geòleg «Juan» Vilanova i Piera. L'activitat
«prehistòrica» de la SAV no serà gran, però sí important pel fet
que aquesta ciència, la prehistòria, serà objecte d'atenció per
primera vegada en el territori valencià. Un exemple d'aquesta
activitat és el descobriment i l'exploració del poblat eneolític
de l'Ereta del Pedregal (llavors referenciat com una «estació
prehistòrica» a Bolbait),11 jaciment que més tard, com hem
vist, formarà part dels programes d'intervenció del SIP (des
dels anys 1940);12 també en són exemple les excavacions de S.
Moreno Tovillas, enginyer militar i corresponsal de la SAV a
Oriola, en alguns punts de la serra al voltant d'aquesta localitat,
com en la Cueva de Roca, amb enterraments eneolítics, o en el
10 Sobre la SAV, veg. goBeRna ValenCia, M. V. (1981): «La Sociedad Arqueológica Valenciana». Archivo de Prehistoria Levantina,
XVI, València, pàg. 575-608. PaPí Rodes, C. (2002): «La Sociedad
Arqueológica Valenciana. Reglamentos, socios y actividades». Boletín del Museo Arqueológico Nacional, 20 (1-2), Madrid, 2002,
pàg. 265-292.
11 VilanoVa i PieRa, «José» (1879): «Los Estudios Prehistóricos».
Memoria de los trabajos llevados a cabo por la Sociedad Arqueológica Valenciana durante el año 1878. València, pàg. 13-29 (esment
a l'Ereta en pàg. 24). VilanoVa i PieRa, «Juan» (1879): «Estación
prehistórica de Bolbaite». Anales de la Sociedad Española de Historia Natural, VIII, Actas, Madrid, pàg. 73-74.
12 Veg. Juan CaBanilles, J. (2006): «L'Ereta del Pedregal (Navarrés,
València)». Dins Bonet Rosado i altres, op. cit. nota 2, pàg. 189-195.
7
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J. Juan Cabanilles i M. J. de Pedro Michó
La Societat Arqueològica Valenciana serà la primera entitat a casa
nostra en parar un xic d'atenció, la dècada dels 1870, a la naixent
«ciència prehistòrica». Coberta de la primera memòria d'activitats
de la SAV.
Portada d'una de les obres emblemàtiques de «Juan» Vilanova i
Piera, impulsor destacat dels estudis de prehistòria a Espanya.
poblat de l'edat del bronze de la Ladera de San Antón, treballs
de què es donarà compte en la memòria de la SAV corresponent
a l'any 1872 (València, 1873, pàg. 15-19) i que seran publicats
en complet prou anys després pel SIP en la sèrie de «Trabajos
Varios» (núm. 7, 1942).
El coneixement i primera divulgació de l'Ereta del Pedregal
va lligada als germans Vilanova i Piera: «José», enginyer de
mines i un dels membres més dinàmics de la SAV, i «Juan»,
catedràtic de geologia i paleontologia a la universitat central
de Madrid i un dels impulsors dels estudis de prehistòria a
Espanya;13 aquest darrer no consta com a «soci» –ni numerari ni
corresponsal– de la SAV, però hi ha el convenciment que la seua
figura i la seua influència haurien planejat tothora sobre aquesta
Societat.14 «Juan» Vilanova i Piera publicarà en 1872 la primera
obra de conjunt sobre prehistòria europea i peninsular, Origen,
naturaleza y antigüedad del hombre, on es donen a conèixer
les troballes més rellevants fetes fins aleshores en el territori
valencià: el suposat dolmen del Castellet del Porquet i la Cova
de Sant Nicolau, a l'Olleria, la Cova de les Meravelles, a Gan-
dia, la Cova Avellanera, a Catadau, i les ja anomenades Cova
del Parpalló de Gandia, Cova Negra de Xàtiva i Cueva de Roca
d'Oriola, jaciments molts dels quals, com ja hem vist, seran
objecte d'atenció especial pel SIP.15 «Juan» Vilanova firmarà
també, junt amb E. Vilaplana i Julià, un informe dels treballs en
la Cova de les Llometes, a Alcoi, cavitat amb enterraments excavada per l'enginyer alcoià E. Vilaplana el 1884,16 única intervenció prehistòrica efectuada en l'àmbit valencià en un període,
del 1880 al 1900, en què es posen en marxa i es multipliquen les
excavacions sistemàtiques arreu d'Espanya.
Des que a la primeria de la dècada dels 1880 deixa de
funcionar la SAV, no hi ha una altra entitat fins als anys 1920
que es dedique a promoure conscientment la recerca prehistòrica
valenciana. No pot considerar-se en aqueixos termes l'activitat
arqueològica de la societat cultural Lo Rat Penat, fundada el
1878 i que sembla recollir el testimoni de la SAV,17 per bé que tot
acabarà en el mer excursionisme cultural. Un poc més acostada,
13 Sobre l'il·lustre geòleg i paleontòleg valencià, veg. Pelayo lóPez,
F. i gozalo gutiéRRez, R. (2012): Juan Vilanova y Piera (18211893), la obra de un naturalista y prehistoriador valenciano. La
donación Masiá Vilanova en el Museo de Prehistoria de Valencia.
Servicio de Investigación Prehistórica del MPV, Diputación de Valencia (Trabajos Varios del SIP, 114), València, 323 p.
14 Tanmateix, veg. PaPí Rodes, op. cit. nota 10, pàg. 281.
8
15 Com a anècdota, la reinterpretació del Castellet del Porquet com
un poblat de l'edat del bronze i no com un dolmen, deguda a I.
Ballester, serà el tema «monogràfic» tractat en el primer número de
la sèrie –aleshores, 1937– «Treballs Solts».
16 L'informe, «La gruta de “Les Llometes” en Alcoy», un temps
inèdit, serà recuperat i transcrit per R. Vicedo Sanfelipe dins la seua
obra: Historia de Alcoy y su región. Imprenta «El Serpis», Alcoi,
1920-1922, pàg. 67-80.
17 PaPí Rodes, op. cit. nota 10, pàg. 283-84.
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L'escola valenciana de prehistòria i Bernat Martí Oliver
en canvi, és la labor de la Secció d'Antropologia i Prehistòria
del Centre de Cultura Valenciana, creat aquest el 1915 i aquella
el 1927, amb una intensa tasca prospectora, ja paral·lela al SIP,
davall la qual hi ha la personalitat de N. P. Gómez Serrano. I és
el cas també de la Societat Castellonenca de Cultura, fundada
el 1919, el butlletí de la qual, editat a partir del 1920, acull
bastants notícies arqueològiques i prehistòriques, referides
sovint als descobriments i estudis de les pintures rupestres de
l'àmbit castellonenc; a ressaltar en les pàgines d'aquest butlletí
és l'informe sobre l'assentament campaniforme de «Villa
Filomena», a Vila-real, descobert el 1917 i excavat el 1922, amb
un gran ressò local.18
En qualsevol cas, en les dues primeres dècades del segle
XX, l'activitat de camp i la recerca prehistòrica estaran en mans
d'afeccionats particulars, de distinta formació i distints interessos. Així per exemple, entre 1902-1908, el jesuïta d'origen
gascó Juli Furgús excava diversos jaciments a Oriola, especialment el poblat argàric de San Antón, explorat ja anteriorment
–com hem vist– per S. Moreno Tovillas; igual com els treballs
d'aquest darrer, els de Furgús seran publicats pel SIP en el núm.
5 dels «Treballs Solts» (1937), una mena de compilació d'articles dispersos i de difícil accés traduïts al valencià. I. Ballester
Tormo, abans de ser director del SIP, i deixant de banda jaciments ibèrics explorats o intervinguts en el període 1906-1920
(p. ex. el poblat de Covalta, a Albaida), excava també entre
1924-1925 els poblats de l'edat del bronze del Tossal Redó i
Tossal del Caldero, a Bellús, estudiats i donats a conèixer ben
posteriorment per M. Tarradell Mateu en APL (vol. VII, 1958);
fins i tot, sent ja director del SIP, I. Ballester excava a títol personal, entre 1928-1929, les coves eneolítiques de Camí Real, a
Albaida, i Barranc del Castellet, a Carrícola,19 divulgades també
en APL, la primera, pel mateix Ballester (vol. I, 1929), i la segona per E. Pla Ballester (vol. V, 1954). Més exemples de treballs
d'iniciativa particular, normalment autoritzats per la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades, creada el 1912, són les
excavacions dels poblats alcoians de l'edat del bronze del Mas
de Menente, per F. Ponsell Cortés (1925, abans d'esdevindre
col·laborador del SIP i continuar-hi les intervencions), i de la
Mola Alta de Serelles, per E. Botella Candela (1925-27); els
materials de tots dos acabaran en el SIP, adquirits per compra als
respectius excavadors el 1927 (Menente) i el 1937 (Serelles).20
18 sos Baynat, V. (1922-23-24): «Una estación prehistórica en
Villarreal. Informe resumido». Boletín de la Sociedad Castellonense
de Cultura, III, pàg. 394-398; IV, pàg. 99-103; V, pàg. 49-51. Sobre
la importància i la repercussió d'aquest jaciment, veg. soleR
díaz, J. A. (ed.) (2013): Villa Filomena, Vila-real (Castellón de la
Plana). Memoria de una excavación nonagenaria. Un poblado de
Hoyos con campaniforme. Servei d'Investigacions Arqueològiques
i Prehistòriques, Diputació de Castelló (Monografies de prehistòria
i arqueologia castellonenques, 9), Castelló de la Plana, 344 p.
19 Veg. de PedRo MiCHó, M. J. (2006): «Isidre Ballester Tormo i la
creació del Servei d'Investigació Prehistòrica». Dins Bonet Rosado i altres, op. cit. nota 2, pàg. 47-66 (pàg. 59).
20 De l'aval d'aquests treballs per la Junta Superior de Excavaciones
y Antigüedades són testimoni els informes publicats per aquesta
institució en les seues «Memorias»: Menente: JSEA, mem. gral. 78,
n. 8 de 1924-25, Madrid, 1926; Serelles: mateixa mem. gral., n. 9
dels mateixos anys i mem. gral. 94, n. 2 de 1927, Madrid, 1928. Menente, a més, serà presentat més extensament en APL I (1929).
Saltant de nou a les institucions, el 1921 es crea el Laboratori
d'Arqueologia de la Universitat de València (LAV), una mena de
«seminari» orientat a la realització de pràctiques de paleografia,
numismàtica i arqueologia dins la càtedra d'Arqueologia, Epigrafia i Numismàtica, regentada des del 1905 per L. Gonzalvo
París.21 En el LAV confluiran professors universitaris i estudiants,
però també, i de manera destacada, erudits locals, entre els quals
es troba I. Ballester Tormo, integrat com a «especialista» dins
d'una Secció de prehistòria.22 L'etapa més dinàmica del LAV, en
els primers temps, serà entre 1924-1927, reduïda, però, a pràctiques docents, excursions, xerrades i reunions. El LAV, igual com
el Centre de Cultura Valenciana, no tindrà gaire capacitat institucional per portar a efecte excavacions arqueològiques, contràriament al SIP, per al qual, com hem vist, el treball de camp constituirà des del 1927 una de les principals raons de ser. A més a més,
i tenint en compte la manca de menció expressa a l'arqueologia
prehistòrica en els escassos documents «fundacionals» del LAV,
s'ha especulat que açò hauria fet decantar l'àmbit d'actuació preferent del SIP cap a la prehistòria,23 una partició de competències
entre ambdues institucions que tornarà a veure's unes dècades
després i que reprendrem més avall.
El 1950, després de la mort d'I. Ballester, la direcció del
SIP queda en mans de D. Fletcher Valls i la subdirecció, creada
aleshores, en les d'E. Pla Ballester, tots dos col·laboradors
del Servei des de bastant temps enrere (sobretot el primer).
D. Fletcher, ja com a director, escriu unes paraules de record
a I. Ballester en La labor del SIP... 1950 (València, 1951,
pàg. 35-36), on no s'està de considerar-lo el creador d'una
escola d'excavadors i prehistoriadors valencians, tal com farà
L. Pericot en la necrològica de Ballester citada amunt de tot.
Davall D. Fletcher i E. Pla, el projecte de Ballester tindrà tota la
seua continuïtat durant la dècada dels 1950 i les immediatament
posteriors, cosa que portarà a la consolidació definitiva del SIP i
a acréixer el seu nom. Només apuntar que als 50 anys de la seua
creació (1977), el SIP havia efectuat 35 campanyes d'excavació
en 8 jaciments paleolítics, a més dels ja citats de Cova Negra,
Parpalló i Malladetes, en les coves de la Petxina (Bellús), Barranc
Blanc i Rates Penades (Ròtova), Meravelles (Gandia) i Volcán
del Faro (Cullera); 11 campanyes en 4 jaciments epipaleolítics/
mesolítics, fora de Cocina i Llatas, principalment en Cova
del Barranc Fondo (Xàtiva); 12 campanyes en 3 jaciments
neolítics, llevat de Sarsa, principalment també en Cova de
l'Or (Beniarrés); 34 campanyes en 14 jaciments eneolítics, a
més de Pastora, Ereta del Pedregal i Cova de Rocafort, en les
21 Sobre el LAV, veg. L aniversario de la fundación del Laboratorio
de Arqueología. 1924-1974. Universidad de Valencia, Facultad
de Filosofía y Letras (Papeles del Laboratorio de Arqueología de
Valencia, 11), València, 1975 (articles en concret de L. Pericot
García, D. Fletcher Valls, M. Ballesteros Gaibrois i F. Mateu i
Llopis). MaRtí oliVeR, B. i VillaVeRde Bonilla, V. (1997): «El
Laboratori d'Arqueologia de la Universitat de València a la dècada
del 1940». Saitabi, 47, València, pàg. 153-171. auRa toRtosa,
J. E. (2006): «La creació del Laboratori d'Arqueologia de la
Universitat de València: entre l'Escola Superior de Diplomàtica
i “por la ciencia hacia Dios” (1921-1940)». Dins Bonet Rosado i
altres, op. cit. nota 2, pàg. 33-46.
22 auRa toRtosa, op. cit. nota supra, pàg. 41.
23 Ibíd., pàg. 37-38.
9
[page-n-17]
J. Juan Cabanilles i M. J. de Pedro Michó
Tota la labor del SIP, i especialment el treball de camp, del 1928
al 1977, queda ben reflectida en el volum de la sèrie de «Trabajos
Varios» dedicat a commemorar el 50 aniversari de la institució.
coves sepulcrals de Torre del Mal Paso (Castellnou), Ribera i
Giner (Cullera), Ladera del Castillo (Xiva), Sima de la Pedrera
(Polinyà de Xúquer), Cara-sol de Vernissa (Xàtiva), entre
d'altres; 11 campanyes en 11 jaciments de l'edat del bronze,
fora de Mas de Menente i Ereta del Castellar, en els poblats de
Muntanyeta de Cabrera (Torrent), Peña de la Dueña (Begís), La
Atalayuela (la Llosa del Bisbe), els Germanells (Rafelbunyol),
Castillarejo de los Moros (Andilla), Puntal de Cambra (el
Villar), entre d'altres; 5 campanyes en 3 jaciments de la primera
edat del ferro, principalment en Vinarragell (Borriana); 48
campanyes en 17 jaciments ibèrics, llevat de Tossal de Sant
Miquel i Bastida de les Alcusses, en els poblats de Los Villares
(Caudete de las Fuentes), Cerro Lucena (Énguera), Alt del Fort
(Cullera), la Carència (Torís), la Solivella (Alcalà de Xivert), Alt
de Benimaquia i Pic de l'Àguila (Dénia), o en la necròpolis de
Corral de Saus (Moixent), entre d'altres. Tot açò sense comptar
les excavacions en jaciments d'època romana o posterior,
el munt de prospeccions en altres tants jaciments de totes les
èpoques o els treballs en abrics i estacions d'art rupestre.24
A banda de la labor de camp, el 1977 el SIP havia publicat
14 volums de l'Archivo de Prehistoria Levantina, 52 números
de la sèrie Treballs Solts/Trabajos Varios i 39 memòries de la
Direcció (La labor...), mitjans, tots plegats, on es donava compte de la major part de les excavacions i tasques realitzades. El
balanç editorial encara ha d'incloure, per la seua rellevància,
una altra sèrie de publicacions en col·laboració amb altres institucions, com ara l'estudi monogràfic de la Cova del Parpalló,
degut a L. Pericot, editat el 1942 per l'Instituto de Arte y Ar-
24 Veg. FletCHeR Valls i Pla BallesteR, op. cit. nota 7, pàg. 63-75.
10
queología Diego de Velázquez, del CSIC; o la presentació de
la ceràmica del Tossal de Sant Miquel en el «Corpus Vasorum
Hispanorum», obra pòstuma d'I. Ballester editada el 1954 per
l'Instituto Español de Arqueología Rodrigo Caro, continuador
de l'anterior institut dins del mateix CSIC.25
Tornant un poc arrere en el temps i a la trajectòria del
Laboratori d'Arqueologia de la Universitat de València, els
anys 1930 i part dels 1940 i 1950 seran bastant grisos quant a
l'activitat d'aquest «seminari» universitari. La dècada dels 40,
el LAV es troba a càrrec de M. Ballesteros Gaibrois, catedràtic
d'Història General de la Cultura, si bé el mateix docent
acumula, entre d'altres, la càtedra d'Arqueologia, Epigrafia i
Numismàtica. Certament, Ballesteros exerceix la direcció del
LAV des d'una càtedra distinta i amb una línia d'investigació
poc a veure amb l'enfocament i els objectius del Laboratori,
fet que explicaria en part la baixa intensitat de les actuacions
d'aquest.26 De tota manera, Ballesteros sí que intenta recuperar la
passada «normalitat» del LAV,27 cosa que sembla produir-se un
xic entre el 1946 i el 1948 pel que fa a l'activitat més purament
acadèmica (les pràctiques de laboratori, sobre monedes, làpides i
documents) o a la capacitat de convocatòria dels estudiosos locals
(les reunions setmanals, en les actes de les quals, corresponents
a aquest període, hi ha anotada l'assistència de membres del SIP
com I. Ballester, D. Fletcher, E. Pla o M. Vidal).28 L'afluència
d'alumnes al LAV sembla ser gran –relativament parlant– en
aquests anys concrets, com posaria de manifest la bona presència
del Laboratori en el primer congrés arqueològic del «Levante
Español» (1946) i en els primers congressos arqueològics del
«Sudeste» (1946 a 1948).29 Després d'aquest breu episodi, tot
sembla decaure: el 1950 Ballesteros marxa a Madrid i el pla
de recuperació del LAV hauria d'esperar fins l'arribada de M.
Tarradell Mateu a la Universitat de València.
M. Tarradell s'incorpora a la UV el curs 1957 com a catedràtic d'Arqueologia, Epigrafia i Numismàtica, i, contràriament
als seus antecessors en la càtedra, ell hi accedeix ja amb una
preocupació manifesta per l'estudi de la prehistòria.30 De fet, en
la primera mitat dels anys 1940, sent alumne i acabat de llicenciar per la Universitat de Barcelona, Tarradell havia participat
en les excavacions d'alguns dòlmens de l'Empordà, ajudant
L. Pericot; en 1946-47, en una estada d'un any a Granada intentant organitzar un servei d'arqueologia, participà també en
25 Ibíd., pàg. 30-35.
26 Sobre el LAV en els anys 1940, veg. MaRtí oliVeR i VillaVeRde
Bonilla, op. cit. nota 21.
27 Ell mateix ho relata, amb totes les vicissituds, en la publicació dedicada al cinquanta aniversari de la fundació del Laboratori, op. cit.
nota 21, pàg. 27-40.
28 MaRtí oliVeR i VillaVeRde Bonilla, op. cit. nota 21, pàg. 161.
29 Ibíd., pàg. 166.
30 L. Pericot, quan el 1927 arriba a València, ho fa com a catedràtic
d'Història Moderna i Contemporània. Tanmateix, segons I. Ballester
(APL I, 1929, pàg. 215), Pericot hauria estat al front d'una assignatura de «Prehistoria española». Per aqueixes dates també, sol incidir-se
en el fet que part dels col·laboradors del SIP (D. Fletcher Valls, J. San
Valero Aparisi, E. Jiménez Navarro, M. Vidal i López) són alumnes
de la «Cátedra de Prehistoria de la Facultad de Filosofía y Letras de
la Universidad» (p. ex. en La labor… 1932, València, 1932, pàg. 2),
càtedra que seria a càrrec de Pericot, tenint en compte que aquest és
qui redacta la Labor en qüestió i que aquells eren alumnes seus.
[page-n-18]
L'escola valenciana de prehistòria i Bernat Martí Oliver
M. Tarradell en el jaciment tardoromà i visigòtic excavat pel SIP de
la Punta de l'Illa, a Cullera, el 1955, un parell d'anys abans de la
seua incorporació a la Universitat de València. Arxiu MPV.
Un dinar de celebritats a València, el 1962. Asseguts d'esquerra a
dreta: D. Fletcher (primer pla), M. Tarradell, J. Reglà, L. Pericot, S.
Vilarrasa i E. Pla. Arxiu personal de L. Fletcher.
els treballs d'excavació d'alguns poblats argàrics, experiència
i coneixement que plasmarà en la seu tesi doctoral, llegida el
1949, sobre la cultura d'El Argar; o entre 1948-56, sent cap del
servei d'excavacions del protectorat espanyol del Marroc i del
museu de Tetuan, investiga en les coves neolítiques de Gar Cahal i Cahf Taht el-Gar.31 La importància de tot açò és que, amb
Tarradell, el Laboratori d'Arqueologia de la UV superarà dues
assignatures fins aleshores bastant pendents: la recerca prehistòrica i el treball arqueològic de camp. Des del final dels 1950
i, sobretot, la dècada dels 1960, el LAV (és a dir, Tarradell i els
seus col·laboradors i alumnes) realitza sondejos o excavacions
en els poblats ibèrics de Tossal de la Cala (Benidorm), Tossal
de Manises (Alacant), el Puig i la Serreta (Alcoi), o el Xarpolar
(Planes); en els jaciments principalment neolítics de Cova Ampla del Montgó (Xàbia) i Cova d'en Pardo (Planes); en el poblat
de l'edat del bronze de Mas de Miró (Alcoi); en els jaciments
d'època romana de Punta de l'Arenal-Banyets de la Reina (Xàbia) i la mateixa Valentia (intervenció urbana en la plaça de la
Reina, davant la façana principal de la Seu de València), com a
activitat de camp més destacable.32
D'aquesta relació de treballs i l'entitat dels jaciments, ressalten dos fets. El primer és la concentració de les excavacions
en territori «alacantí». E. A. Llobregat Conesa, un dels deixebles de Tarradell, ho explica dient que aquest «sempre fou molt
contrari a excavar dins de l'àrea provincial de València, perquè
era la zona d'actuació del SIP», per això el decantament pel sud
valencià.33 El segon fet és el poc nombre d'excavacions pròpiament «prehistòriques». És fàcil voler veure ací una intenció més
de no interferir en el camp de treball principal del SIP, el que
ens porta a les especulacions sobre els àmbits de competències
conscientment triats pel SIP i el LAV: en el moment de la seua
creació, el SIP s'hauria inclinat cap a la prehistòria perquè això
era la part feble del LAV; en el moment de la seua reactivació,
impulsada per Tarradell, el LAV hauria deixat de banda la prehistòria per ser això el camp primordial del SIP. L'arqueologia
«ibèrica», però, objecte de la major atenció del LAV, també era
un interès del SIP. Aleshores, la voluntat de no interferència institucional no hauria estat tant «temàtica» com «territorial».
Siga el que siga, allò cert és la bona relació mantinguda tothora entre el SIP i el LAV, entre la Universitat i el SIP. En el
temps de Tarradell, el pont d'aquesta relació per part del SIP
era E. Pla Ballester; a ambdós els unia una amistat personal que
venia de l'excavació, el 1955, del santuari visigòtic de Punta de
l'Illa, a Cullera.34 En temps d'I. Ballester, fundador del SIP, el
pont amb la Universitat era L. Pericot, i el punt de trobada de
tots dos tal vegada havia estat el mateix LAV. I un repunt dels
nexes: Tarradell havia tingut de mestre Pericot allà a Barcelona; Pericot, al seu torn, P. Bosch Gimpera; i aquest darrer havia
estat una de les influències i un dels contactes «científics» d'I.
Ballester.35 Sembla clar, a cada arribada a València, què calia
buscar i a qui encomanar-se.
M. Tarradell formarà al LAV un magnífic equip d'arqueòlegs i prehistoriadors, entre els quals, per la seua relació i collaboració més directa amb el mestre, cal esmentar G. Martín
Ávila, E. A. Llobregat Conesa, M. Gil-Mascarell Boscà o C.
Aranegui Gascó. Una formació que, paral·lelament, es completarà al SIP, en la seua biblioteca, amb els seus materials i
amb les seues excavacions, tal com havia ocorregut tres dècades
abans amb els alumnes de L. Pericot. Per al temps que tractem,
la Direcció del SIP ho expressava així el 1965: «Como es norma
en este Servicio, se ha seguido prestando la necesaria ayuda bibliográfica y técnica a los alumnos de la Cátedra de Prehistoria
y Etnología y de la Cátedra de Arqueología, ambas de la Universidad de Valencia, […] que en gran número han venido a la
31 Veg. lloBRegat Conesa, E. A. (1995): «Miquel Tarradell: nacionalista, arqueòleg i historiador». Saguntum-PLAV, 28 (Homenatge al
professor Dr. Miquel Tarradell i Mateu), pàg. 21-27 (pàg. 22). PReVosti, M. (2011): «Miquel Tarradell, arrelat i transgressor». Butlletí
de la Societat Catalana d'Estudis Històrics, XXII, Barcelona, pàg.
349-385.
32 lloBRegat Conesa, op. cit. nota supra, pàg. 26.
33 Ibíd.
34 Veg. MaRtín áVila, G. (1995): «Miquel Tarradell en Valencia».
Saguntum-PLAV, 28 (Homenatge al professor Dr. Miquel Tarradell
i Mateu), pàg. 13-20 (pàg. 15).
35 Sobre aquest últim respecte, veg. de PedRo MiCHó, op. cit. nota 19,
pàg. 49.
11
[page-n-19]
J. Juan Cabanilles i M. J. de Pedro Michó
E. A. Llobregat (primer pla a la dreta), exalumne del LAV i deixeble
de M. Tarradell, participant en les excavacions del SIP a l'Ereta del
Pedregal de Navarrés, campanya del 1964. Arxiu MPV.
M. Gil-Mascarell, professora ja del LAV-Departament de Prehistòria
i Arqueologia de la UV, dirigint les primeres excavacions del SIP a
la Carència de Torís, campanya del 1972. Arxiu MPV.
Biblioteca para realizar sus trabajos de curso, habiendo, en ocasiones, hasta acompañado al campo para estudiar directamente las zonas elegidas para sus respectivas tareas» (La labor…
1965, pàg. 87). O així el 1964: «En los mismos términos [que
els anys anteriors] se ha ayudado a los alumnos de la Cátedra
de Arqueología, Epigrafía y Numismática, también de nuestra
Universidad, a cargo del doctor Tarradell Mateu, tanto en lo referente a trabajos de curso como a la preparación de tesinas y
tesis doctorales» (La labor… 1964, p. 17). I Abans, 1962, ja
s'havia remarcat que «La Cátedra de Arqueología de la Facultad
de Filosofía y Letras de nuestra Universidad viene realizando
una labor conjunta con este Servicio, lo que indudablemente ha
de redundar en beneficio de los estudios de Prehistoria en nuestra provincia» (La labor... 1962, pàg. 17). Aquests tipus de notes
es repeteixen quasi com una falca en totes les Labor del SIP des
del començament dels anys 1960.
Els alumnes que inclús s'acompanyaven al camp per veure
els jaciments objecte dels seus treballs de curs, tesines i tesis
doctorals, acabaran acompanyant els membres del SIP, ja com a
especialistes, en un munt de visites als llocs de troballes i en les
exploracions i prospeccions sobre el terreny, i fins i tot acabaran
dirigint les mateixes excavacions del Servei, tal com queda
reflectit en les Labor dels anys 60 i primeria dels 70. G. Martín,
per exemple, serà a càrrec dels treballs de camp en la factoria
pesquera romana de la Punta de l'Arenal (Xàbia), els anys 1963 i
1964, la direcció «titular» dels quals corresponia al SIP (el seu cap,
en aquest cas D. Fletcher) i al «Comisario de Zona del Servicio de
Excavaciones Arqueológicas» (a l'efecte M. Tarradell) (La labor...
1963, pàg. 16); pot dir-se que era una excavació compartida pel
SIP i el LAV, que a més serà publicada pel Servei en la sèrie de
Trabajos Varios (núm. 38, 1970). E. A. Llobregat col·laborarà,
assistint el subdirector del SIP E. Pla, en quasi totes les campanyes
de l'Ereta del Pedregal dels anys 60, quan s'hi reprenen els treballs
aparcats des del final dels anys 40. Llobregat firmarà, juntament
amb E. Pla i D. Fletcher, la memòria de la campanya concreta
de l'any 1963, publicada pel Servicio Nacional de Excavaciones
Arqueológicas del Ministerio de Educación Nacional, en la sèrie
Excavaciones Arqueológicas en España (núm. 42, 1964). M.
Gil-Mascarell s'encarregarà, per absència d'E. Pla, que hi havia
iniciat els treballs en 1966, de l'excavació el 1968 de les restes
del poblat ibèric de l'Alt del Fort (Cullera); el 1971 serà al front
d'una intervenció pràcticament d'urgència al Pla de l'Arc (Llíria),
en el solar de la futura Casa de la Cultura, amb restes de l'Edeta
romana; el 1971 també, i el 1972, es farà càrrec de l'excavació del
poblat iberoromà de la Carència (Torís), planejada des de bastant
temps arrere pel SIP; o, el 1974, dirigirà els treballs en el santuari
ibèric emplaçat en una de les coves del Puntal del Horno Ciego
(Villargordo del Cabriel). Una altra exalumna de M. Tarradell, R.
Enguix Alemany, col·laboradora del LAV i del SIP alhora, portarà
l'excavació, el 1975, del taller d'àmfores romanes localitzat en el
solar del carrer «Ángel del Alcázar», núm. 9, d'Oliva; la memòria
d'aquests treballs, realitzada amb C. Aranegui, la publicarà el SIP
en el núm. 54 de la sèrie Trabajos Varios, de 1977. Anteriorment,
R. Enguix havia confeccionat el VI Repertorio de Bibliografía
Arqueológica Valenciana, recopilatori bibliogràfic iniciat pel SIP
el 1951; aquest sisè repertori constituirà el núm. 48 dels Trabajos
Varios (1974).
El 1970, M. Tarradell deixa València amb destí a la Universitat de Barcelona. En aquest moment, al LAV resten pràcticament en solitari M. Gil-Mascarell i C. Aranegui; E. A. Llobregat se n'havia anat el 1966, en guanyar la plaça de director del
Museu Arqueològic d'Alacant, i G. Martín ho havia fet el 1969,
12
R. Enguix, assídua col·laboradora del LAV des de Tarradell i del
SIP, en el jaciment romà del carrer «Ángel del Alcázar» d'Oliva,
l'any 1977, un taller d'àmfores l'excavació del qual havia dirigit
per compte del SIP. Arxiu MPV.
[page-n-20]
L'escola valenciana de prehistòria i Bernat Martí Oliver
B. Martí (al fons) en les excavacions acabades de reprendre de la
Cova de l'Or de Beniarrés, any 1975. Arxiu MPV.
rumb a la universitat federal de Pernambuco, a Recife. Quasi
immediatament a la marxa de Tarradell s'incorpora al Laboratori G. Pereira Menaut, un dels darrers alumnes seus a València,
i un poc després, el 1974, B. Martí Oliver, que a penes hi havia
coincidit amb el professor català.
Bernat Martí Oliver, objecte d'aquest llibre d'homenatge,
és un dels més bons exemples d'arqueòleg/prehistoriador valencià format a cavall del LAV i del SIP. B. Martí comença a
aparèixer en las pàgines de La labor a partir del 1974, acabat
d'entrar al LAV –que a poc a poc va esdevenint Departament de
Prehistòria i Arqueologia– i un any després d'aconseguir-ne la
llicenciatura. El primer esment seu és en relació amb la visita, el
5 d'octubre del 1974, a una sèrie d'abrics amb pintures rupestres
localitzats al Barranco Moreno de Bicorb, acompanyant E. Pla,
junt amb altra gent, en qualitat de «profesor de la Universidad
de Valencia» (La labor... 1974, pàg. 107). En la mateixa memòria d'activitats (pàg. 123-24) consta la lectura de la seua tesina
«Planteamientos en torno al Neolítico inicial de la costa mediterránea peninsular» que, segons s'hi indica, havia estat preparada al SIP. La col·laboració de B. Martí amb el Servei, del
LAV/Departament estant, és certament molt intensa, bé en les
labors de visita, exploració o prospecció d'indrets i jaciments,
bé en les excavacions programades, tal com ja era comú per als
membres del LAV des de Tarradell.
Centrant-nos en les excavacions, l'any 1975 el SIP reprèn
les intervencions en la Cova de l'Or de Beniarrés, iniciades la
dècada dels 1950. En aquesta segona etapa, B. Martí comença
assistint tècnicament V. Pascual Pérez, director del Museu Municipal d'Alcoi i vell col·laborador del Servei, a càrrec del qual es
troba la direcció dels treballs. Martí hi és en condició, a més de
professor de la Universitat, de «becario de la Sección de Prehistoria en Valencia del Patronato “Saavedra Fajardo” del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas» (La labor... 1975, pàg.
41). La «Sección de Prehistoria en Valencia», com s'ha dit més
amunt, era el mateix SIP, centre «tutelar» de les beques del CSIC;
en concepte de becari, Martí assisteix també el 1975 a les excavacions del jaciment neolític francès de Font Juvenal, dirigides
pel «maître de reherches» J. Guilaine (ibíd., pàg. 58), i és clar
que la finalitat del viatge era de recollir la màxima informació i
experiència possibles a aplicar en els treballs de la Cova de l'Or.
El 1976, en faltar V. Pascual, Martí és designat pel SIP director
Les primeres campanyes (1975-76) de la segona etapa
d'excavacions a la Cova de l'Or, dirigides per B. Martí, seran
publicades dins la sèrie monogràfica del SIP en forma d'un pioner
estudi interdisciplinari.
de les excavacions en la reconeguda cova neolítica de Beniarrés,
direcció que ostentarà continuadament fins a la finalització dels
treballs cap a la mitat dels anys 1980. El mateix 1976, i per la raó
dita, substitueix V. Pascual com a assistent tècnic d'E. Pla en la
nova etapa també d'excavacions que s'inicia a l'Ereta del Pedregal de Navarrés. Aquest jaciment havia començat a ser intervingut la dècada dels 1940, posteriorment del 1963 al 1974, i ara, el
1976, s'encetava una tercera fase en què, sens dubte, tot el pes i
la iniciativa dels treballs requeien en B. Martí, i així hi seguirà
fins a la conclusió d'aquests a la primeria dels 1980. En aquest
període encara, el 1978 el SIP mamprèn les excavacions en el
poblat de l'edat del bronze de la Muntanya Assolada d'Alzira, en
la direcció principal de les quals romandrà Martí tot el temps fins
a la mitat dels anys 1990 i més enllà.
L'excavació de la Cova de l'Or, en particular, serà cabdal en
aquests moments (i en els posteriors) per a encarrilar i apuntalar
la carrera professional de B. Martí. L'arreplega de documentació
sobre el jaciment, paral·lela al procés mateix d'excavació, es concretarà en un primer treball monogràfic sobre l'Or publicat en Trabajos Varios (núm. 51, 1977). D'altra banda, els primers resultats
de les intervencions iniciades el 1975 formaran el cos principal de
dades de la seua tesi doctoral sobre el neolític valencià, llegida el
1978 en la Facultat de Geografia i Història de la UV.
En el sentit que anem parlant, B. Martí no deixa de ser una
mostra més de l'acreixement de la interacció LAV-SIP que es produeix durant la segona mitat dels 1970, tot derivat d'un flux cada
vegada major d'alumnes al LAV/Departament com a conseqüència, a banda de les circumstàncies socioeconòmiques generals,
dels canvis en els plans docents universitaris que comportaran la
creació de l'especialitat d'Arqueologia dins la carrera de Geografia i Història. Limitant-nos novament a l'activitat sistemàtica de
camp, els antics membres i col·laboradors del LAV continuaran
participant en moltes de les excavacions patrocinades pel SIP: la
13
[page-n-21]
J. Juan Cabanilles i M. J. de Pedro Michó
B. Martí en l'excavació de l'Ereta del Pedregal de Navarrés, cap al
1979. Arxiu MPV.
La Muntanya Assolada d'Alzira en la campanya del 1980,
excavacions començades per B. Martí el 1978. Arxiu MPV.
malaguanyada M. Gil-Mascarell serà a càrrec, el 1978, dels treballs en la partida de La Balsa (Camporrobles), lloc amb troballes
romanes, i, a partir del 1979, de diverses campanyes en el poblat
ibèric de Los Villares (Caudete de las Fuentes); R. Enguix farà el
mateix, el 1977, en la Llometa del Tio Figuetes (Benaguasil), jaciment amb restes de l'edat del bronze i d'època ibèrica, i el 1978
en el poblat del bronze del Pic dels Corbs (Sagunt), una excavació amb direcció compartida pel SIP i el Centro Arqueológico
Saguntino i que, uns anys abans, el 1974, n'havia estat al front,
per delegació del Servei, M. Pérez Ripoll, aleshores becari del
patronat «Saavedra Fajardo» del CSIC, beca que anava gaudint
des del 1972; G. Pereira, al seu torn, dirigirà els treballs, des del
1978, en el jaciment romà tardà i visigòtic de València la Vella
(Riba-roja de Túria). Però les noves generacions d'alumnes del
LAV també començaran a tindre protagonisme en aquest marc de
relacions i col·laboracions interinstitucionals, com ara H. Bonet
Rosado i C. Mata Parreño, que des del 1978 s'encarregaran de
les excavacions al poblat ibèric del Puntal dels Llops (Olocau). A
partir, doncs, del 1975, i sobretot en l'últim terç d'aquesta dècada,
les Labor del SIP es poblen de noms, entre alumnes, llicenciats
recents i joves professors, que els trobem fent les seues tesines i
tesis doctorals amb materials i els mitjans documentals del SIP, o
participant, com hem dit i vist, en les diverses tasques de camp del
Servei; un seguit de noms que poc després entraran a formar part
de l'arqueologia institucional valenciana (a banda de les esmentades H. Bonet i C. Mata, P. P. Ripollès Alegre, A. Ribera Lacomba,
J. Bernabeu Auban, J. V. Lerma Alegria, V. Villaverde Bonilla, J.
L. Peña Sánchez, F. Arasa i Gil, entre altres). I tot açò mateix ha
prosseguit fins l'actualitat.
Tornant a B. Martí Oliver, com a membre del LAV, i junt
amb la resta de col·legues departamentals, el 1974 serà en la
iniciativa de traure avant la revista Papeles del Laboratorio de
Arqueología de Valencia (PLAV), aprofitant el 50 aniversari
del Laboratori.36 La revista PLAV havia estat fundada per M.
Tarradell el 1962, com a mitjà per a la divulgació de l'activitat científica del LAV.37 A banda d'aportar articles als Papeles
(PLAV núm. 11, 1975; núm. 12, 1977, ací en col·laboració amb
R. Enguix; núm. 13, 1978), com ho havia fet també a l'APL
(vol. XV, 1978),38 B. Martí participarà el 1975 en el II col·loqui
internacional de prehistòria de Morella, davall el lema «Métodos y técnicas en Prehistoria», amb una comunicació firmada
per tot l'equip del LAV (publicada el 1980). I el 1978, ja en
solitari, concorrerà a la reunió organitzada per la fundació Juan
March a Madrid «C14 y Prehistoria de la Península Ibérica», on
presentarà les datacions radiomètriques obtingudes arran de les
excavacions en curs a la Cova de l'Or.
El febrer del 1979, B. Martí entra a formar part del cos
tècnic del SIP. La Labor ho anuncia així: «A solicitud de la Dirección del Servicio, la Corporación Provincial, en sesión del
Pleno del día 26 de enero, acordó “crear en plantilla una plaza de Ayudante del Servicio de Investigación Prehistórica con
exigencia de título superior y nivel de proporcionalidad 10, sometiendo el presente acuerdo al visado de la Dirección General de Administración Local, para proceder a la reglamentaria
provisión de dicha plaza; contratando mientras tanto…” al Dr.
don Bernardo Martí Oliver, propuesto por este Servicio y que
venía colaborando con él desde hacía ya varios años. El señor
Martí Oliver tomó posesión de la plaza el día 1 de febrero» (La
labor… 1979, pàg. 122). Pot dir-se que B. Martí és el primer
arqueòleg que dóna el salt professional del LAV al SIP. D.
Fletcher Valls, director aleshores del Servei, provenia també
de la branca d'Històries de la Facultat de Filosofia i Lletres de
la Universitat de València, i havia freqüentat el LAV en tots
els períodes de màxima activitat d'aquest, però no havia tingut
cap vincle «laboral» amb la UV.
36 El 1975 es publicarà el volum de l'aniversari en qüestió (PLAV
núm. 11), amb contribucions de membres passats i presents del Laboratori. En aquell moment, per a la creació del LAV es tenia la
data de 1924 i no la de 1921, que és la que consta en les poques
fonts documentals existents (cf. auRa toRtosa, op. cit. nota 21).
14
37 Veg. «Saguntum-Papeles del Laboratorio de Arqueología de Valencia», dins A. Simon i Tarrés (dir.): Diccionari d'Historiografia Catalana. Enciclopèdia Catalana, Barcelona, 2003, s. v. (veu redactada per
J. Juan Cabanilles). MaRtín áVila, G. i aRanegui gasCó, C. (2012):
«Papeles del Laboratorio de Arqueología de Valencia 50 años: la historia y la verdad». Saguntum-PLAV, 44, València, pàg. 11-13.
38 Les referències completes d'aquests articles, i de les publicacions
ja citades o que hi puguen ser-ho, es troben en la bibliografia de B.
Martí Oliver presentada en aquest mateix llibre.
[page-n-22]
L'escola valenciana de prehistòria i Bernat Martí Oliver
Dins del SIP, B. Martí ha desenvolupat tota la seua principal
tasca investigadora, canalitzada des del primer contacte amb el
Servei cap a la prehistòria recent valenciana, com a cas particular.
De manera sintètica, els seus temes de recerca preferents els han
constituït el neolític en general (inclòs l'eneolític o calcolític) i
la neolitització, l'edat del bronze i l'art postpaleolític (parietal
i moble). És clar que molta culpa d'aquestes inclinacions
temàtiques l'han tinguda els jaciments començats a excavar i a
estudiar en l'etapa inicial de col·laborador del SIP. Per referirnos d'entrada al cas més eloqüent, per al primer neolític i la
neolitització hi ha la Cova de l'Or, jaciment cabdal no solament
des de la perspectiva arqueològica valenciana, sinó des de la
de l'àmbit ampli del Mediterrani occidental. L'excavació de
l'Or (1975-1984) és important per moltes raons: en primer
lloc, perquè afecta un depòsit ric en material (sobretot per
al neolític antic) i arqueològicament «homogeni» (conté
vestigis d'ocupacions solament neolítiques des de la mateixa
base); en segon lloc, perquè és una excavació feta amb
metodologia «moderna» (sistema tridimensional, sondatge
inicial, prossecució en extensió, etc.) i una de les primeres a
escala peninsular amb caràcter interdisciplinari (intervenció
a peu de tall d'especialistes en sedimentologia, palinologia,
arqueofauna, etc.39); i en tercer lloc, per la qualitat dels resultats
assolits, a resumir en una seqüència arqueològica bastant
completa per al període comprès –grosso modo– entre el 5500
i el 4000 AC (del neolític antic a l'evolucionat) i un bon nivell
d'informació, per a aquest període, quant al paleoambient
(dades sedimentològiques i palinològiques), l'economia
(dades faunístiques i carpològiques) o la tecnologia i l'activitat
industrial (dades sobre les produccions ceràmica, lítica, òssia,
d'ornaments, etc.).
Arran de la publicació dels primers resultats (treballs
del 1975-76), en el que constituirà el segon volum dedicat
al jaciment (Trabajos Varios núm. 65, de 1980),40 la Cova de
l'Or esdevé un referent total per al tema de la neolitització
de la vessant mediterrània peninsular. Les dades de l'Or, a
banda de publicades, seran presentades ben d'hora (ja les de
tots els treballs en conjunt) en importants congressos sobre el
neolític, com ara l'organitzat per la Fédération Archéologique
de l'Hérault a Montpeller el 1981, o pel Centre National de la
Recherche Scientifique també a Montpeller el 1983, congressos
que contribuiran a la projecció internacional del jaciment i del
seu excavador.
El contacte de B. Martí amb les fases finals del neolític i
amb l'eneolític el proporcionarà l'excavació de l'Ereta del Pedregal (1976-1982), on participa pràcticament el mateix equip
interdisciplinari que a la Cova de l'Or. La importància de l'Ereta
39 Cas, en les tres especialitats que anomenem i per ordre, de la malaguanyada M. P. Fumanal García i de M. Dupré Ollivier, del Departament de Geografia de la Universitat de València, i de M. Pérez
Ripoll, antic becari del SIP, com hem vist, i col·laborador aleshores
del Servei i del LAV, i professor més tard del LAV/Departament de
Prehistòria i Arqueologia.
40 El vol. II de l'Or, concebut ja de manera multidisciplinària, compta amb les col·laboracions especialitzades de M. D. Gallart Martí
(tecnologia ceràmica), P. López García (cereals), M. Pérez Ripoll
(fauna de vertebrats) i J. D. Acuña Hernández i F. Robles Cuenca
(malacofauna).
L'art postpaleolític serà un dels temes intensament abordats per B.
Martí dins la seua tasca investigadora. Coberta de l'obra dedicada
a la cerca de paral·lels rupestres per a l'art moble neolític, firmada
junt amb M. S. Hernández Pérez (1988).
com a jaciment és semblant a la de l'Or, donada així mateix per
un bon depòsit sedimentari i arqueològic. A banda del mètode acurat, l'estratègia de treball principal ací serà l'excavació
en extensió, el que permetrà, junt amb les reglamentàries cales
verticals, posar al descobert un seguit d'estructures en pedra
(murs i empedrats) pertanyents almenys a tres fases constructives. L'Ereta es desmarcava així de la majoria d'assentaments
«neo-eneolítics» coneguts fins aquell moment, caracteritzats per
les construccions peribles (a base de fang i fusta) i les fosses i
sitges excavades en el sòl. Contràriament a l'Or, els treballs dels
1970-80 a l'Ereta no han arribat a originar una memòria expressa i completa, però la informació obtinguda sí que ha estat
donada a conèixer, en dosis més o menys grans, dins d'un munt
de publicacions diverses que, al remat, han contribuït a refermar
la singularitat d'aquest jaciment.41
La Muntanya Assolada d'Alzira, de la seua banda,
introduirà B. Martí en el món excitant de l'edat del bronze. En
l'excavació (1978-1996, principalment) d'aquest típic poblat en
41 La història de l'Ereta com a jaciment i tota la bibliografia generada
(informes de campanyes d'excavació, estudis de materials, anàlisis de mostres biòtiques i abiòtiques, etc.) pot veure's dins Juan
CaBanilles, op. cit. nota 12. Per destacar alguns dels estudis més
«interdisciplinaris», els resultats sedimentològics i palinològics
han estat presentats (igual com els de la Cova de l'Or i altres llocs
excavats pel SIP) dins: FuManal gaRCía, M. D. (1986): Sedimentología y clima en el País Valenciano. Las cuevas habitadas en
el Cuaternario reciente. Servicio de Investigación Prehistórica,
Diputación Provincial de Valencia (Trabajos Varios del SIP, 83),
València, 207 p. duPRé olliVieR, M. (1988): Palinología y paleoambiente: Nuevos datos españoles. Referencias. Servicio de Investigación Prehistórica, Diputación Provincial de Valencia (Trabajos
Varios del SIP, 84), València, 160 p.
15
[page-n-23]
J. Juan Cabanilles i M. J. de Pedro Michó
B. Martí en la biblioteca del SIP el 2011.
alt col·laborarà novament l'equip interdisciplinari que ho feia a
l'Or i a l'Ereta, una excavació que diferirà del que fins aleshores
era comú per a aquest tipus de jaciments: l'obertura de grans
espais de terreny, a fi de facilitar el reconeixement d'estructures
i les seues continuïtats i discontinuïtats, enfront dels petits
sondatges practicats un poc pertot de manera inconnexa. La
Muntanya Assolada serà presentada per primera vegada al
XVI Congreso Nacional de Arqueología, celebrat a Múrcia i
Cartagena el 1982, juntament amb els treballs més recents de
l'Ereta del Pedregal, congrés les actes del qual es publicaran
el 1983; d'altra banda, el jaciment i les excavacions han estat
objecte de múltiples notes, articles i avanços que posen en relleu
la significació d'aquest poblat tan representatiu del «bronze
valencià» (cf. bibliografia de B. Martí).
Pel que fa a l'art postpaleolític, la preocupació de B. Martí
per aquest tema s'aferma a partir de la descoberta de l'art rupestre «Macroesquemàtic», el 1980,42 la recerca d'una cronologia
precisa per a aquesta modalitat d'art i la consegüent troballa
de paral·lels mobles en les ceràmiques sobretot de la Cova de
l'Or. Aquests paral·lels advocaven per una cronologia a situar
en el neolític antic, però les ceràmiques de l'Or també aportaven
dades en aqueix sentit per als vells –quant a coneixença– arts
Llevantí i Esquemàtic; això, i les superposicions parietals entre
arts, permetien parlar d'un cicle artístic en conjunt més curt del
que es pensava, al fixar-se el seu començament en els primers
temps neolítics. Els resultats d'aquesta recerca els presentarà B.
Martí, junt amb M. S. Hernández Pérez, de la Universitat d'Alacant, en el treball monogràfic El Neolític valencià. Art rupestre
i cultura material, publicat pel SIP el 1988, una obra que tragirarà totes les visions que es tenien sobre la identitat dels distints
arts postpaleolítics i la seua seqüència temporal.
I ens aturem ací. El present text no pretén ser una exposició
exhaustiva de la trajectòria científica de Bernat Martí Oliver,
molt ben coneguda a hores d'ara; el propòsit ha estat més
42 L'art Macroesquemàtic es dóna a conèixer el 1982 (cf. HeRnández PéRez, M. S. i CentRe d'estudis Contestans [1982]: «Consideraciones sobre un nuevo tipo de arte rupestre prehistórico».
Ars Praehistorica, 1, Sabadell, pàg. 179-187), i el primer corpus
de jaciments el 1988 (HeRnández PéRez, M. s.; FeRReR MaRset,
P. i Catalá FeRReR, E. [1988]: Arte rupestre en Alicante. Fundación Banco Exterior i Banco de Alicante-Grupo Banco Exterior,
Alacant, 312 p.).
16
B. Martí, flanquejat pels autors del text, i per H. Bonet, en el
jaciment de l'edat del bronze de la Lloma de Betxí, a Paterna, el
març del 2016.
d'assenyalar-ne els orígens i les primeres passes, i els impulsos.
De la intensitat d'aquesta trajectòria, en dóna fe la bibliografia
de l'homenatjat que, com ja s'ha advertit, s'ofereix en apartat
a banda; una trajectòria definida pel rigor en el tractament dels
temes i l'exhaustivitat en la documentació, tot fonamentat en un
coneixement ampli dels registres i els contextos arqueològics.
Tanmateix, sí que hi cal remarcar de B. Martí Oliver la seua
condició de representant genuí de l'escola valenciana de
prehistòria, avui molt consolidada i no només pel patronatge
continuat del SIP de la Diputació de València i del LAV de
la Universitat de València, sinó per la resta de departaments
universitaris valencians del mateix ram (en concret de les
universitats d'Alacant i de Castelló) i de centres institucionals
relacionats amb el patrimoni arqueològic (Museu Arqueològic
d'Alacant-MARQ, Museu Arqueològic Municipal d'Alcoi,
Servei d'Investigacions Arqueològiques i Prehistòriques-SIAP
de la Diputació de Castelló, per citar-ne alguns dels principals
amb projectes adreçats a la prehistòria). Amb tots aquests
centres universitaris i institucionals, i això és important també
de subratllar-ho, B. Martí ha estat el «pont» des del SIP pel
qual s'han entreteixit relacions de tot tipus que, al capdavall,
han redundat en benefici del mateix Servei i del conjunt de
l'arqueologia valenciana, prehistòrica i no.
Tornarem a incidir en B. Martí com a ver exponent de
l'escola valenciana de prehistòria, i com a persona que des
de dins del SIP, especialment, ha continuat fent escola alhora.
Del seu magisteri, sense cap dubte, en som deutors els firmants
d'aquest text, i no cal dir en quina mesura ens sentim honrats
d'haver estat els seus col·laboradors des del nostre ingrés en
el SIP. La capacitat intel·lectual de B. Martí és ara mateix ben
sencera i viva, i la seua predisposició investigadora també,
amb moltes coses a fer i a dir. I Estem convençuts que per
molts anys encara.
[page-n-24]
Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 17-26.
Bernat Martí Oliver: el professional, la persona
i la seua producció bibliogràfica
Rosa enguix aleMany i yolanda Fons gRau
Qualsevol consideració sobre la trajectòria professional de
Bernat Martí Oliver ha d'acompanyar-se, necessàriament,
del que ha sigut fins ara la seua producció bibliogràfica,
però ens sembla interessant, per a una millor comprensió
de la magnitud de la seua obra, assenyalar que, a més, unes
altres activitats i actituds han ocupat –i ocupen– el seu
temps de treball. Actituds i activitats que s'han assumit,
al llarg de molts anys, en la institució on en major grau
ha desenvolupat la seua professió: el Servei d'Investigació
Prehistòrica de la Diputació de València.
Hem de subratllar que la llista bibliogràfica que
s'hi ofereix no està gens tancada, que les investigacions
continuen en curs, més si tenim en compte les peticions
constants de col·laboració que segueix rebent Bernat Martí
des de diversos centres d'investigació actuals, alguna de les
quals, sens dubte, la durà a terme. La seua jubilació no ha
representat en absolut una ruptura amb la institució on ha
desenvolupat, quasi per complet, l'activitat investigadora i
docent. Els seus inicis en el Departament de Prehistòria de
la Universitat de València, amb el Laboratori d'Arqueologia
adjunt, i el seu salt al SIP n'han marcat el quefer professional
i han donat continuïtat a aquest caràcter docent, amable i
vital que caracteritza la seua activitat quotidiana, en la qual
atén els joves prehistoriadors que demanden el seu consell i
sapiència. Ho hem vist i hem rebut part d'aquesta generositat
amb què ha compartit el seu temps i els seus coneixements.
Però, més enllà de la relació personal entranyable que ens
puga unir, tractarem d'exposar, encara que siga breument,
alguns trets del seu perfil professional i humà.
Caldria recordar l'anomenat «esperit del SIP», que
va imprimir el seu fundador, Isidro Ballester, i van continuar Domingo Fletcher i Enrique Pla, amb els seus
propis matisos, fins arribar a Bernat Martí. Luis Pericot,
subdirector del SIP des del seu inici, va atribuir a Isidro
Ballester unes qualitats que havia transmés, unes per les
circumstàncies i unes altres per convicció, al funcionament de la institució. Aquestes característiques les va resumir en el panegíric que va escriure després de la mort
de Ballester (APL III, 1952, p. 15), i eren: vocació, honestedat científica, minuciositat i austeritat. Vegem com
s'han manifestat les qualitats que va veure L. Pericot en
el primer director del SIP, en Bernat Martí, també director d'aquesta institució entre 1987 i 1996.
Respecte a la vocació, no està de més recordar que era
un estudiant de Ciències, que va començar a estudiar una
carrera que tenia un prestigi social innegable, i que la va
deixar per a dedicar-se a «això» de la Prehistòria. No crec
que s'haja penedit de la seua elecció, ni davant de les situacions adverses que va viure la institució, ni les seues pròpies com a membre d'aquesta, ni davant de les sol·licituds
d'ocupar càrrecs socialment majors, encara que de gestió,
proposats des de la Conselleria de Cultura de la Generalitat
Valenciana, en la qual va presentar un informe preciós sobre el que hauria de fer-se en l'Arqueologia d'aquest país,
però declinant l'oferiment per a seguir en el SIP.
De la seua honestedat científica molts en podem donar prova, per manifestar-se no sols en les seues investigacions, sinó en posicions en comissions i reunions a
les quals havia d'assistir pel càrrec que ocupava i en les
ponderades opinions expressades a companys i a alumnes. ¿S'han oblidat, potser, les conseqüències d'aquella
situació en la Comissió de l'Institut Valencià d'Estudis i
Investigació, allà per l'any 1996, respecte de la renovació
de membres? La independència i l'honestedat científica
també tenen un cost personal i institucional que en aquest
cas va ser assumit amb serenitat, més o menys continguda.
Quant a la minuciositat, no cal insistir massa, ja que els
qui hagen treballat en les seues excavacions i hagen llegit
un poc de la seua obra, la poden percebre perfectament. I
qui haja col·laborat amb ell en alguna publicació, també.
L'austeritat, hem d'assenyalar, és una de les «normes» del
SIP, en part per les circumstàncies de la seua creació i els
avatars històrics que va viure; i així continua. Potser caldria assenyalar que respecte a la Biblioteca del SIP aquesta
norma d'austeritat és relativa, i així era també amb direccions anteriors. Sempre s'ha tingut, des de la Direcció, un
interés especial a conéixer, catalogar i ubicar tot el contingut d'aquesta magnífica biblioteca, com també acréixer-la
al màxim de les possibilitats econòmiques de la institució,
fins i tot a pesar de les noves tecnologies que permeten
consultes inimaginables per altres mitjans més enllà del
paper. No obstant això, la Biblioteca del SIP continua sent
un lloc de treball i investigació per a estudiants universitaris i per a tots aquells que pretenguen indagar sobre
qüestions prehistòriques i les circumstàncies que rodegen
a aquesta ciència. Bernat Martí també va convertir el crei17
[page-n-25]
R. Enguix Alemany i Y. Fons Grau
xement i el bon funcionament de la Biblioteca del SIP en
un objectiu primordial, i va posar tots els mitjans possibles
perquè romanguera oberta el major temps possible en els
temps difícils de trasllats del Servei i el Museu de Prehistòria. Així mateix, l'ús continuat d'aquesta ha convertit B.
Martí en un referent impagable per a qualsevol altre usuari
de la biblioteca, pel seu coneixement dels distints títols i
continguts que s'hi alberguen, de manera que és capaç de
resoldre qualsevol necessitat d'informació. El mateix podem dir del desenvolupament i l'organització de l'arxiu
gràfic, com a element fonamental per a l'estudi, la consulta
i la investigació. A aquest respecte, és una dada a ressenyar que la primera activitat de B. Martí, abans d'ocupar el
seu lloc de treball diàriament, era saludar els responsables
d'aquestes seccions.
Hi ha un altre aspecte que s'ha de remarcar i que ha format part del funcionament del SIP en major o menor grau:
la cordialitat en el tractament amb els altres col·legues i institucions amb l'objectiu de saber de l'estat en general del
patrimoni arqueològic i per a ajudar millor a preservar-lo.
Els arqueòlegs i els aficionats solen ser atesos amb deferència, la qual cosa ha creat un sòlid entramat de relacions i
contactes que permet la col·laboració i l'intercanvi continu
de notícies, tot tan important per a conéixer la situació ar-
queològica del País Valencià i més enllà dels seus límits.
Aquesta actitud no és nova en el SIP. Recordem les paraules d'Enrique Pla sobre Domingo Fletcher en la jubilació
també d'aquest: «Durante estos primeros años [anys 1950]
de la Dirección de Domingo Fletcher se encauzó casi toda
la actividad del Servicio en la ampliación de las relaciones
científicas y bibliográficas con organismos e instituciones
dedicados a la Arqueología y a la Prehistoria» (APL XVII,
1987, p. 6). Tots recordem aquelles visites d'arqueòlegs i
aficionats demanant informació i consell a Domingo Fletcher, i com aquest obtenia les dades necessàries que pogueren revertir en benefici de l'Arqueologia. Bernat Martí ha
continuat amb aquesta mateixa actitud i ha sol·licitat, rebut,
oferit i compartit tot tipus de demandes i activitats –xarrades, assistència a esdeveniments, col·laboracions, etc.– que
li hagen requerit entitats interessades en aquestes qüestions
amb una verdadera cordialitat.
Arqueòleg de camp precís, científic minuciós, gestor
responsable i notable mestre per a tots els qui el requeriren.
Aquestes serien les qualitats professionals que hem trobat en
la persona de Bernat Martí Oliver. El nostre desig és continuar gaudint de totes elles i d'aquesta gentilesa amb què sol
acompanyar, fins a les portes del SIP, els col·legues que el visiten o treballen amb ell. Potser anecdòtic, però significatiu.
***
La relació bibliogràfica que segueix, ordenada per anys, no conté obres o treballs que no hagen sigut publicats (tesi,
tesina, memòries, informes, textos de preactes de congressos…), però sí que pot dir-se que inclou tota la bibliografia
essencial de Bernat Martí Oliver.
1975
MARTÍ OLIVER, B. (1975): “Sobre el concepto de Neolítico”. En L Aniversario de la fundación del Laboratorio
de Arqueología. 1924-1974. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Valencia (Papeles del Laboratorio de
Arqueología de Valencia, 11), Valencia, p. 109-117.
1976
MARTÍ OLIVER, B. (1976): “El Neolítico en la Región Valenciana”. Información Arqueológica, 20-21, Barcelona, p. 63-64.
GIL SANCHO, J.; MARTÍ OLIVER, B. (1976): “Benivaire Alt”. En Carcaixent. Fira i Festes. 1976. Carcaixent, s/p.
1977
MARTÍ OLIVER, B. (amb la col·laboració de R. Pardo Ballester i J.M. Segura Martí) (1977): Cova de l'Or (Beniarrés,
Alicante). Vol. I. Servicio de Investigación Prehistórica, Diputación Provincial de Valencia (Trabajos Varios del SIP,
51), Valencia, 96 p.
ENGUIX ALEMANY, R.; MARTÍ OLIVER, B. (1977): “El poblamiento prehistórico del Bajo Palancia”. SaguntumPapeles del Laboratorio de Arqueología de Valencia, 12, Valencia, p. 11-30.
1978
MARTÍ OLIVER, B. (1978): “Cova de l'Or (Beniarrés, Alicante). Nuevos datos sobre el Neolítico del Este peninsular”.
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26
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 27-34.
La néolithisation de la Méditerranée occidentale :
sur la piste des pionniers ?
Jean guilaine, gaRyFalia Metallinou et Jean-FRançois BeRgeR
réSumé
La grotte des Arene Candide (Finale Ligure, Italie) est caractérisée, dans les niveaux du Néolithique ancien, par une céramique
originale décorée selon la technique du « sillon d'impressions ». Il en résulte un faciès particulier, connu depuis les publications
de L. Bernabò Brea, qui se distingue des autres groupes à poterie imprimée (« impressa ») de la péninsule italique. Or, au
cours de ces dernières années, plusieurs sites relevant de cet horizon culturel ont été reconnus en France méridionale et en
Espagne méditerranéenne. Les datations radiocarbone indiquent clairement qu'il s'agit d'un horizon précoce, contemporain
de la première diffusion du Néolithique en Méditerranée occidentale et antérieur au développement du « Cardial » jusqu'ici
considéré comme la plus ancienne version néolithique de l'Ouest méditerranéen. Mais ce faciès a-t-il émergé en Ligurie
même ? La présente enquête montre qu'en fait ce marqueur est déjà présent plus à l'Est, en Méditerranée sud-adriatique,
et qu'il est notamment attesté à Sidari (Grèce de l'Ouest) ainsi que sur d'autres sites siciliens ou italiques. On dispose donc
aujourd'hui d'un premier aperçu de gisements le plus souvent côtiers qui, de la Grèce occidentale à l'Andalousie, révèlent
l'existence d'une première « vague » néolithique ayant propagé, par voie maritime, l'économie de production.
moTS cléS
: Néolithisation, pionniérisme, céramique « impressa », sillon d'impressions, Méditerranée occidentale.
reSumen
La neolitización del Mediterráneo occidental: ¿sobre la pista de los pioneros? En sus niveles del Neolítico antiguo, el yacimiento
ligur de Arene Candide (Finale Ligure, Italia) viene caracterizado por una cerámica original decorada con la técnica del sillon
d'impressions. Dicha cerámica, conocida desde las publicaciones de L. Bernabò Brea, determina una facies particular que se
distingue de las otras facies o grupos con cerámica impresa de la península itálica (grupos a impressa). Ahora bien, en el curso de
los últimos años, en el sur de Francia y en la España mediterránea, han sido reconocidos diversos yacimientos adscribibles a este
horizonte cultural. Las dataciones de radiocarbono indican claramente que se trata de un horizonte precoz, contemporáneo de la
primera difusión del Neolítico en el Mediterráneo occidental y anterior al desarrollo del “Cardial”, considerado tradicionalmente
este como la manifestación neolítica más antigua del oeste mediterráneo. La pregunta, sin embargo, es si esta facies u horizonte
ha surgido en la propia Liguria. El presente trabajo muestra que, de hecho, sus marcadores distintivos se encuentran ya presentes
más al este, en el Mediterráneo sur-adriático, atestiguados en Sidari (oeste de Grecia) y en otros yacimientos de Sicilia y el sur
de la península italiana. Así pues, se cuenta hoy en día con un conjunto de yacimientos mayormente costeros que, desde Grecia
occidental hasta Andalucía, revelan la existencia de una primera “oleada” neolítica que habría propagado, por vía marítima, la
economía de producción.
PalabraS claVe:
Neolitización, pionerismo, cerámica impresa, sillon d'impressions, Mediterráneo occidental.
Les modalités de la transmission de l'économie néolithique
du Proche-Orient à l'Occident méditerranéen ne sont pas
encore clairement établies dans le détail. En évoquant les
deux grandes artères de la propagation du Néolithique, l'une,
maritime par la Méditerranée, l'autre, terrestre par le bassin
du Danube, V. G. Childe s'en tenait à un scénario global
très schématique (Childe, 1925). Plus tard, L. Bernabò Brea,
adoptant cette thèse diffusionniste mais souhaitant approfondir
les caractères de cette transmission, rapprocha diverses
cultures à céramiques imprimées et considéra qu'elles avaient
été les vecteurs du Néolithique, du Levant jusqu'à la péninsule
Ibérique (Bernabò Brea, 1950). En les regroupant dans un
même horizon, il en minimisait volontairement les différences
alors que la variabilité morphologique et décorative de leurs
productions est souvent bien affirmée (Guilaine, 1976). De
plus les liens génétiques entre les groupes à poterie imprimée
de la Cilicie au Liban et ceux de Méditerranée centrale et
occidentale (Fuggazzola et al., 2002) ne sont pas démontrés à
partir de jalons géographiques continus. Outre les divergences
techniques, morphologiques et ornementales entre les poteries
de la Dark Faced Burnished Ware (Balossi Restelli, 2006) et
celles de l'Impressa italo-adriatique, les oppositions portent
aussi sur les caractères de l'habitat et sur le lithique (armatures
perçantes en Orient / flèches tranchantes en Méditerranée
centrale). On soustraira par ailleurs du Néolithique ancien
libanais les fameux poignards de Byblos (Cauvin, 1994) qui
semblent plutôt relever du PPNB par suite d'un mélange de
couches sur ce site (Garfinkel, 2004).
27
[page-n-35]
J. Guilaine, G. Metallinou et J.-F. Berger
Les difficultés à trouver des jalons insulaires dans cette
éventuelle diffusion méditerranéenne sont évidentes. C'est ainsi
que Chypre dont les relations maritimes avec le Levant-Nord
sont très précoces (Vigne et al., 2012) ne peut être considérée
comme un relais potentiel car la céramique ne s'y développe
que très tardivement lors de la culture de Sotira, au Ve millénaire avant notre ère. La présence sporadique à Khirokitia d'une
céramique grise plus ancienne manque de consistance pour être
valablement prise en compte (Dikaios, 1953).
Autre île importante dans une éventuelle transmission vers
l'Ouest, la Crète n'apporte pas de données convaincantes. Le
néolithique s'implante sur cette île à Cnossos vers 7000 / 6800
BC à un stade acéramique (Evans, 1964 ; Efstratiou et al.,
2004). Par contre le site n'est l'objet que de fréquentations peu
consistantes durant la plage du Néolithique ancien grec (- 6500
/ - 5800 BC). Son occupation reprend aux alentours de 5500
BC comme l'indiquent les datations des récentes interventions
de N. Efstratiou c'est-à-dire au Néolithique moyen. Un hiatus
semble donc exister à Cnossos entre l'horizon acéramique et
les premières strates avec poteries. Par leur style, ces dernières
relèvent globalement du Néolithique moyen, de sorte que les
dénominations de J. Evans les concernant (Early Neolithic I,
Early Neolithic II) peuvent prêter à confusion en regard de la
chronologie égéenne générale (Guilaine, 2003). Chypre et la
Crète ne semblent donc guère, en l'état des données, avoir été
des relais dans l'éventuelle propagation vers l'Ouest de céramiques imprimées orientales.
1. LES GROUPES NÉOLITHIQUES À CÉRAMIQUE
IMPRIMÉE DE MÉDITERRANÉE CENTRALE ET
OCCIDENTALE
Identifiés de longue date, ces premiers horizons néolithiques
ont été regroupés, en macro-analyse, en deux familles : les cultures a ceramica impressa de l'aire italo-adriatique (Bernabò
Brea, 1950 ; Batovic, 1966 ; Muller, 1994 ; Forenbaher et Miracle, 2014), le Cardial de l'arc nord-méditerranéen occidental (Bernabò Brea, 1946, 1956 ; Guilaine, 1976, 2007 ; Martí,
1977, 1980 ; Bernabeu, 1989), ce dernier considéré comme
une dérivation des précédentes. La progression des recherches
a permis d'introduire diverses subdivisions, géographiques et
chronologiques, au sein de ces deux grands ensembles. Ainsi,
dans l'aire adriatique, une phase à céramique impressa « archaïque » est-elle prolongée par des phases à céramique gravée ou peinte (Tiné, 1983 ; Pessina et Tiné, 2008). En Calabre
et Sicile, à un horizon également ancien (Kronio) succède la
culture de Stentinello. Plus au Nord, dans les Marche, se développe un faciès à céramique imprimée singulier plus tardif que
l'Impressa du Sud-Est (Ripabianca di Monterado) (Fugazzola
et al., 2002).
Sur le versant tyrrhénien (Latium, Ombrie, Toscane, Sardaigne, Corse), le Cardial connaît un faciès original à décoration géométrique dominante. En Ligurie s'épanouit un faciès a
ceramica impressa particulier, dit « ligure ».
De la Provence au Portugal, des nuances existent entre les
divers groupes régionaux du « Cardial franco-ibérique » : groupe de Provence-Languedoc, « Montserratien » catalan, Cardial
valencien, groupes d'Andalousie et du Portugal méridional. Par
la suite ces groupes cèderont la place à l'Épicardial, vaste en28
semble étalé du Rhône à l'Andalousie avec une large emprise sur les plateaux centraux de la péninsule Ibérique, lui aussi
empreint d'une certaine variabilité régionale. Au Portugal, un
Néolithique ancien II, très typé, succède au Cardial.
2. LA QUESTION LIGURIENNE
Cette diversité spatiale reconnue au sein des populations étalées de l'Adriatique au Portugal laisse ouverte la question de
leur déroulement chronologique interne et, surtout, de leurs interférences et de leurs enchaînements réciproques : comment
est-on passé d'un horizon à l'autre ? Quel héritage procède
d'un groupe voisin et quelle est la part de créativité de chacun ?
Quels sont les dénominateurs communs à plusieurs groupes et,
en revanche, les marqueurs spécifiques ? Nous aborderons ici
tout particulièrement le cas de la céramique impressa ligure,
longtemps considérée comme un faciès géographiquement limité mais dont l'intérêt semble avoir été sous-estimé dans les
processus de néolithisation ouest-méditerranéens.
L. Bernabò Brea avait remarqué que les styles céramiques
du Néolithique ancien de la grotte des Arene Candide (Finale
Ligure) s'originalisaient notamment par une technique décorative qui les isolait des autres groupes de la sphère italique. Rapprochée par cet auteur de la technique « stab and drag » (Bernabò Brea, 1956 : 59), on lui a donné par la suite l'expression
plus neutre de « sillon d'impressions » (grooved impressions)
dans la mesure où elle produit des sortes de cannelures caractérisées en leur intérieur par une succession d'impressions en file.
Dans le détail, technique et rendu peuvent varier : cannelures
accentuées à impressions successives rapprochées, impressions
plus distantes sur un même axe, sillons profonds régulièrement
sectionnés, etc. C'est ce marqueur techno-décoratif qui a permis
d'isoler un style « Arene Candide » parmi les autres groupes
néolithiques ouest-méditerranéens (fig. 1) (Bernabò Brea, 1946,
1956 ; Maggi, 1997 ; Tiné, 1999). En Ligurie même d'autres
cavités ont livré cette variété de céramique décorée (grotta Pollera, Arma di Nasino) (Odetti, 2002 ; Scotti et Maggi, 2002).
Fig. 1. Grotte des Arene Candide (Finale Ligure, Italie). Vase
néolithique décoré selon la technique du « sillon d'impressions »
(cliché Musée de Finale Ligure).
[page-n-36]
La néolithisation de la Méditerranée occidentale : sur la piste des pionniers ?
Fig. 2. Peiro Signado (Portiragnes, France). Éléments céramiques à
décor de sillons d'impressions.
Fig. 3. Pont de Roque Haute (Portiragnes, France). Éléments
céramiques à décor de sillons d'impressions.
On a par la suite découvert plusieurs sites sur le littoral méditerranéen français ou proches de celui-ci qui ont pu être rattachés à ce même faciès : Caucade (Alpes-Maritimes), (Binder
et al., 1993), Peiro Signado (Hérault) (Roudil, 1990 ; Briois et
Manen, 2009) (fig. 3), Pont de Roque Haute (Hérault) (Guilaine,
Manen et Vigne, 2007) (fig. 2), grotte Gazel (Guilaine, 1970),
Petite grotte de Bize (Aude), grotte des Fées à Leucate (Aude)
(Guilaine, 1993). Plus récemment ont eu lieu les premières reconnaissances de ce faciès en Espagne : site d'El Barranquet
(Valencia) (Bernabeu et al., 2009), Mas d'Is (Valencia) (Bernabeu et Martí, 2014), Cueva de Nerja (García Borja et al., 2011,
Cortés Sánchez et al., 2012). Cette liste est seulement indicative. Il est vraisemblable que la reconnaissance d'autres sites
se poursuivra dans la péninsule Ibérique. Toutefois la technique
du « sillon d'impressions » se retrouvera en Espagne dans des
faciès néolithiques plus récents, voire à l'âge du Bronze (style
« Boquique ») et on évitera de les décompter dans les inventaires liés à l'impressa ligure (sur ce sujet Alday, 2009). Le style
« Arene Candide » se caractérise par des motifs en chevrons
ou perpendiculaires, privilégiant donc des dispositions de sens
contrarié. Au contraire beaucoup de sites ibériques affectionnent
des motifs « en guirlande » distincts de la céramique ligure et
n'entrant donc pas dans le même horizon culturel.
Avec l'identification de cette céramique a impressa ligure, puis la reconnaissance de sa propagation à l'Ouest de
la Ligurie, deux problèmes ont surgi : quelle est sa chrono-
logie ? s'agit-il d'une création ouest-méditerranéenne ou sa
souche est-elle plus orientale ? Une première donnée provient des datations livrées par les niveaux du Néolithique ancien de la grotte des Arene Candide dont plusieurs se situent
dans les tout premiers siècles du VIIe millénaire BP1 ce qui
les place dans un créneau proche, voire contemporain, des
plus anciennes datations obtenues dans le Sud-Est de la péninsule italique (Maggi, 1997). Les datations fournies par les
sites du Sud de la France montrent également qu'il s'agit des
plus anciennes manifestations néolithiques connues.2 Elles se
placent vers 5800-5700 BC. En Espagne le site de El Barranquet serait un peu plus récent (vers 5650 / 5550 BC) (Bernabeu et Martí, 2014).3
1
2
3
Italie : Arene Candide : UB-2423 : 6980±115 BP; LJ-4143 :
6910±110 BP; Beta-66553 : 6880±60 BP (datations sur charbons).
Sud de la France : Pont de Roque Haute : Ly-7607 : 6850±65 BP
(sur charbon). Beta-30895 : 6920±30 BP ; Beta-39895 : 6910±30
BP ; Beta-39895 : 6870±30 BP (sur Triticum dicoccum). Peiro Signado : Ly-8399 : 6770±55 BP ; Beta-330612 : 6670±40 BP ; Ly8400 : 6840±55 BP (sur charbons). De nouvelles dates sur graines,
inédites, confirment ces datations, voire les vieillissent un peu.
Espagne : El Barranquet : Beta-221431 : 6510±50 BP (Ovis aries).
Mas d'Is : Beta-239378 : 6600±40 BP (Monocotyledone). Cueva
de Nerja : Beta-13157 : 6590±40 BP (Ovis aries).
29
[page-n-37]
J. Guilaine, G. Metallinou et J.-F. Berger
Un premier enseignement tiré de ces données montre donc
l'existence de la Ligurie à l'Andalousie de fréquentations pionnières néolithiques antérieures au « Cardial franco-ibérique »
souvent considéré comme la plus ancienne culture néolithique
de l'Occident méditerranéen.
Un autre résultat de cette révision chrono-culturelle réside
dans le statut économique de cette première vague néolithisante.
Sur les habitats de plein air non perturbés par d'éventuels remaniements stratigraphiques, et notamment les deux sites de
Portiragnes (Hérault) (Pont de Roque Haute et Peiro Signado),
l'agriculture et l'élevage constituent la base de l'alimentation,
la chasse étant réduite à un rôle très mineur, quasi insignifiant
(Marinval, 2007 ; Vigne, 2007). Cette observation indique clairement qu'on se trouve face à des sites « pionniers » véhiculant
des techniques économiques exogènes, parfaitement maîtrisées.
Il faut donc envisager des groupes intrusifs dont la souche est à
rechercher plus à l'Est.
C'est pourquoi nous avons mené une enquête pour tâcher
de trouver des jalons de ce faciès Arene Candide dans le bassin
central de la Méditerranée. En dehors des sites ligures, nos recherches nous ont notamment permis de repérer trois sites, deux
insulaires, un continental.
- En Sicile le plus ancien niveau néolithique de la grotta del
Kronio (Antro Fazello), près de Sciacca, comporte un horizon à impressa archaïque dans lequel figure un vase sphérique à anse orné
de sillons d'impressions sub-parallèles selon la technique « Arene
Candide » (Tiné, 2002 : 749, bas, et renseignement E. Natali).
- En Ombrie, le site de La Lucciola près Panicarola, sur les
bords du lac Trasimène, a livré plusieurs éléments céramiques à
décor de sillons d'impressions et autres fragments proches des
séries des sites de Portiragnes (de Angelis et Moroni Lanfredini,
2004). Il convient de souligner la position plus nettement continentale de ce site, ce qui montre également une pénétration intérieure de ces groupes humains, peut-être à partir du versant adriatique. À cet effet il serait intéressant d'analyser en détail les matériaux issus de sites de la côte est, de l'Albanie à l'Istrie. À se fier
à certaines illustrations, on n'excluera pas la présence à vérifier de
possibles sillons d'impressions sur certains gisements de ce secteur : Pokrovnik (Muller, 1994 : pl. I, n° 3), Urbica (Muller, 1994 :
pl. 12, n° 3, pl. 15, n° 2), Jamina Sredi (Muller, 1994 : pl. 46, n° 6).
- Sur l'île del Giglio, dans l'archipel toscan, un ensemble
céramique présente une thématique décorative très proche de
celle des Arene Candide et des sites méridionaux de Portiragnes
(Brandaglia, 1991 ; Manen, 2000).
On insistera sur le fait que, dans l'ensemble des sites évoqués
ci-dessus, le décor de sillons d'impressions n'est pas exclusif. Il
est toujours l'une des composantes du répertoire ornemental d'un
groupe humain mais son originalité permet de le repérer comme
marqueur techno-culturel. Où donc chercher les plus anciennes
productions de ce type ? De récentes observations ont permis de
détecter sa présence parmi les séries céramiques du site de Sidari
dans l'île de Corfou. L'intérêt de cette reconnaissance réside dans
le fait que Sidari est actuellement le site le plus oriental connu
des groupes à poterie imprimée de Méditerranée centrale et occidentale. Les usagers de la technique du décor d'impressions ne
seraient-ils pas finalement parmi les « pionniers », les acteurs de
la colonisation néolithique en Méditerranée centrale et occidentale ? Leur présence potentielle en Grèce de l'Ouest constituerait
ici le point de départ de cette propagation.
30
3. DE LA CÉRAMIQUE IMPRESSA À « SILLONS
D'IMPRESSIONS » EN GRÈCE DE L'OUEST ?
Fouillé en 1965-1966 (Sordinas, 1969) puis en 2004 (Metallinou, dir., 2004 ; Berger et al., 2014), le site de Sidari a récemment donné lieu à une révision de son interprétation stratigraphique. Les recherches d'A. Sordinas avaient permis d'observer
sur une partie aujourd'hui disparue du gisement la succession
suivante :
- Niveau D : « Escargotière » mésolithique – C14 : 7770±340 BP.
- Niveau C base : Néolithique initial (poterie et élevage) –
C14 : GXO-771 : 7670±120 BP.
- Hiatus.
- Niveau C sup : Néolithique ancien a impressa italo-adriatique – C14 : GXO-772 : 7340±180 BP.
Les datations C14 alors disponibles, affectées d'un important écart-type, ne pouvaient donner qu'une note chronologique
indicative.
De nouvelles fouilles de sauvetage ont eu lieu en 2004 sous
la direction de G. Metallinou, dans un secteur du site menacé par
l'avancée du front marin, à environ 50 m de la zone précédemment étudiée. Elles ont mis en évidence plusieurs occupations
datées par toute une série d'analyses C14. Les dépôts observés
peuvent être comparés à ceux reconnus par A. Sordinas avec
toutefois d'importantes précisions géomorphologiques et sédimentologiques révélant une complexité trop schématisée dans
les travaux antérieurs (Berger et al., 2014). De plus 18 datations
AMS affinent considérablement la périodisation observée :
- Mésolithique développé entre 7100 et 6600 BC.
- Néolithique initial (6450-6100 BC) subdivisé en deux phases.
- Niveau de destruction et aggradation fluviale.
- Néolithique ancien a impressa (6050-5960 BC).
Dans un souci de corréler les deux secteurs de la fouille,
nous avons procédé à un réexamen des séries céramiques du
Néolithique initial et du Néolithique ancien a impressa. L'intérêt
de cette approche était de mieux dater l'implantation du plus ancien Néolithique à Corfou dans le cadre de la diffusion néolithique, de caractériser le Néolithique « initial » dans le contexte
égéen, d'essayer de cerner le premier développement des céramiques à décor imprimé dans l'extrême Sud de l'Adriatique.
La comparaison entre les fouilles de 1965-1966 et 2004
montre que les deux secteurs, en dépit de données céramiques
dans les deux cas limitées, présentent de sensibles différences.
1. Dans la fouille Metallinou, le « Néolithique initial » n'est
représenté que par des poteries monochromes, à l'instar de ce
qui se passe dans les diverses régions de Grèce. La chronologie
de cette étape est fixée ici par diverses datations C14 qui montrent un développement de cette phase entre 6450 et 6110 BC,
c'est-à-dire en conformité avec la première moitié de la séquence égéenne du Néolithique ancien (6500/5800 BC). Lui succède
dans le secteur 2004 un Néolithique à décor d'impressions typique de la famille a ceramica impressa du Sud-Est italien et de la
côte dalmate. Cet horizon est ici daté (sur céréales) de 7170±40
BP (6050-5960 cal. BC).
2. Dans la fouille Sordinas, le Néolithique initial est caractérisé selon cet auteur par une céramique mal cuite ou cuite à
basse température, se désagrégeant dans l'eau, éventuellement
[page-n-38]
La néolithisation de la Méditerranée occidentale : sur la piste des pionniers ?
Fig. 4. Sidari (Corfou, Grèce). Reconstitution d'un récipient à décor
de sillons d'impressions.
Fig. 5. Sidari (Corfou, Grèce). Vue du détail du même récipient.
décorée par incisions (Sordinas, 1969 ; Perlès, 2001). De fait
le réexamen de cette série montre que cet horizon comporte au
moins deux composantes :
(7170±40 BP), obtenue sur grain de céréale, donne une plus
sûre précision à cet horizon (6062-5960 av. J.-C.). Il évite surtout l'écueil de l'effet « vieux bois » qui, dans un contexte local
de forêt mature « atlantique ancien » dominé par le chêne caducifolié (S. Thiébault com. pers.), peut parfaitement expliquer
le vieillissement de près de deux siècles observé entre la date
sur charbons de bois (non identifié spécifiquement) de la fouille
Sordinas et celle sur céréale récemment obtenue. Notons que
cette date est l'une des plus anciennes de toute l'aire adriatique
(McClure et al., 2014).
- de la céramique monochrome d'excellente qualité, bien
cuite, bien lissée, telle qu'on pourrait la trouver dans les plus
anciens horizons thessaliens. Ici toutefois s'arrête la comparaison car l'industrie lithique de Sidari est fondée sur un débitage
in situ d'éclats en silex locaux, ainsi que de rares pièces sur lames qui pourraient indiquer des contacts externes (Koczanowka
et Kozlowski, 2014). Cette industrie se démarque fortement de
celle de Grèce du nord où l'industrie laminaire sur silex blond
moucheté de source inconnue ou sur importations d'obsidienne
de Mélos tient une large place (Perlès, 2001).
- de la poterie mal cuite, grossière, à éléments dégraissants
apparents, à ornementation dans un cas de bandes en guirlandes
ornées de traits incisés ou impressions désordonnées.
Le Néolithique ancien italo-adriatique du site comporte,
pour sa part, divers tessons à décoration imprimée variée correspondant à des récipients sub-cylindriques ou sphériques à
léger pied, courtes incisions désordonnées ou en rangées subparallèles, sillons parallèles ou sécants, impressions en arceaux,
etc. C'est parmi cet ensemble que figurent les restes d'un récipient sub-sphérique, à pied circulaire, orné d'un motif traité en
« sillons d'impressions » (fig. 4 et 5). Ces sillons, qui semblent
couvrir la totalité de la surface externe du vase, sont disposés
en panneaux de rangées parallèles obliques combinées avec
d'autres panneaux de sens contrarié. Ce niveau avait fourni une
datation C14 de 7340±180 BP mais son écart-type et son ancienneté en regard du développement de la céramique imprimée
en Méditerranée centrale la rendaient peu utilisable. Une datation de l'horizon à poterie imprimée de la fouille Metallinou
4. CONCLUSIONS ET PERSPECTIVES
- La reconnaissance au sein du plus ancien Néolithique à poterie imprimée de Méditerranée centrale et occidentale, d'une
technique décorative particulière – le sillon d'impressions –
permet de suivre sur quelques sites généralement côtiers la propagation de ce marqueur original depuis la Grèce occidentale
(Corfou) jusqu'en Valencia et en Andalousie (Nerja). Ceci semble confirmer un processus de néolithisation par déplacements
maritimes (fig. 6)
- Au sein des sites dans lesquels cette technique orientale
a été reconnue, elle n'est jamais exclusive. D'autres motifs
l'accompagnent, indice qu'à l'intérieur d'un même groupe
humain plusieurs traditions décoratives sont à l'œuvre,
indiquant des traditions ornementales diverses sans doute
par le jeu des mariages et des filiations. Parmi les autres
marqueurs on citera les rangées d'impressions verticales à
la coquille sub-équidistantes, les faisceaux d'impressions
en arceaux, les impressions en pincement symétriques, etc.
L'originalité du sillon d'impressions pourrait indiquer une
filiation potière spécifique.
31
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J. Guilaine, G. Metallinou et J.-F. Berger
Fig. 6. Répartition des sites du Néolithique ancien à céramique impressa à décor de sillons d'impressions en Méditerranée centrale et
occidentale cités dans le texte. La carte évoque clairement une propagation de type maritime. 1. Sidari (Grèce). 2. Kronio (Sicile, Italie).
3. Isola del Giglio (Italie). 4. La Lucciola (Panicarola, Italie). 5. Arene Candide (Finale, Italie). 6. Grotte Pollera (Italie). 7. Arma di Nasino
(Italie). 8. Caucade (France). 9. Pont de Roque-Haute (France). 10. Peiro Signado (France). 11. Petite grotte de Bize (France). 12. Grotte
Gazel (France). 13. Grotte des Fées (Leucate, France). 14. El Barranquet (Espagne). 15. Mas d'Is (Espagne). 16. Cueva de Nerja (Espagne).
- Les poteries à décor de « sillons d'impressions » sont notamment associées aux dépôts primaires du Néolithique ancien
à Sidari (Grèce), Kronio (Sicile), Arene Candide (Ligurie), Pont
de Roque Haute et Peiro Signado (Languedoc), El Barranquet et
Mas d'Is (Valencia). Il s'agit donc d'un marqueur de premier intérêt pour suivre le déplacement des « pionniers » néolithiques.
La répartition de ces sites indique une colonisation maritime par
implantations isolées, parfois distantes les unes des autres et
sans intégration à un réseau régional densifié.
- Il serait intéressant de jumeler cette expansion avec certaines
productions lithiques. Or l'industrie de cette première diffusion
est encore peu connue. La série la plus représentative provient du
site de Peiro Signado à Portiragnes (Hérault). Elle pourrait comporter une composante de style castelnovien (nombreux trapèzes
à retouches abruptes) (Briois, 2005). Tout particulièrement intéressante est l'association, avec les céramiques à sillons d'impressions,
d'éléments de faucilles composites disposés en insertion oblique
(Ibáñez-Estévez et al., sous presse). Cette façon d'armer les faucilles est connue dans les niveaux néolithiques inférieurs des Arene
Candide, à Peiro Signado, à Mas d'Is, à El Barranquet, à Nerja. Ce
marqueur technique correspond donc à une première vague néolithique que l'on pourrait relier avec les « pionniers » ici évoqués
sous l'angle céramique. Cette technique est déjà attestée à Chypre en contexte PPNB dès la première moitié du VIIIe millénaire
(Briois, 2011). En Méditerranée occidentale elle sera ensuite marginalisée au cours du Cardial au profit d'un modèle avec insertion
parallèle à l'axe du manche (Ibáñez-Estévez et al., sous presse).
- Ces documents céramiques peuvent servir à mesurer la vitesse de propagation du plus ancien Néolithique en Méditerranée de l'Ouest : présents en Grèce occidentale vers 6000 BC, ils
sont attestés en Espagne méditerranéenne vers 5650/5600 BC
(Bernabeu et Martí, 2014). La distance côtière approximative
parcourue (soit plus de 2500 km) en quatre siècles pourrait sug32
gérer, à titre d'hypothèse purement indicative, une progression
moyenne de plus de 6 km/an. Une transmission plus rapide encore, compte tenu des datations récemment obtenues pour les
sites de Portiragnes, n'est pas à exclure.
NOTE
Article réalisé dans le cadre des programmes de recherche ArcheoMed-Paléomex (L. Carozza et L. Lespez dirs.) et du programme
PROCOME « Prolongements de la néolithisation méditerranéenne »
de l'Agence Nationale de la Recherche – ANR-13-CULT-0001-01http://www.anrprocome.com/ (C. Manen dir.).
L'ensemble des datations AMS du site de Sidari (Grèce) a été
réalisé dans le cadre de l'appel d'offre Artémis-INSHS au Centre de
datations par le radiocarbone, UMR 5138 Archéométrie et Archéologie, Lyon (C. Oberlin) et les mesures des teneurs en 14C à l'accélérateur ARTÉMIS, UMS 2572, Laboratoire de mesure du carbone
14 (LMC 14), Saclay (C. Moreau).
Les nouvelles datations sur céréales de Pont de Roque-Haute
(France) ont été réalisées dans le cadre du projet PROCOME de
l'Agence Nationale de la Recherche mentionné ci-dessus.
REMERCIEMENTS
Les auteurs adressent leurs vifs remerciements à François Briois
qui les a autorisés à illustrer ce texte par des vestiges céramiques
issus de sa fouille de Peiro Signado (Portiragnes, Hérault), à Claire
Manen qui a aimablement contribué à l'illustration de cet article et
qui leur a transmis les nouvelles datations de Pont de Roque-Haute
(Portiragnes, Hérault), à Isabelle Carrère et Christiane Guilaine qui
ont géré le manuscrit et les figures correspondantes, à Elena Natali
qui les a fait bénéficier d'informations sur le site de Kronio (Sicile).
Angeliki Koursari, architecte à l'Ephorie des Antiquités de Corfou,
a dessiné la céramique de Sidari illustrant le présent mémoire.
[page-n-40]
La néolithisation de la Méditerranée occidentale : sur la piste des pionniers ?
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National Academy of Sciences of the United States of America,
109, 22, p. 8845-8849.
[page-n-42]
Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 35-49.
La Cultura della Ceramica Impressa
nella Liguria di Ponente (Italia Settentrionale):
Distribuzione, cronologia e aspetti culturali
Paolo Biagi e elisaBetta staRnini
rIaSSunTo
Il presente lavoro prende in esame il problema della Cultura della Ceramica Impressa nella Liguria di Ponente. In questa
regione dell'Italia nordoccidentale sono note alcune concentrazioni di siti di questo aspetto, principalmente costituiti da livelli
di occupazione entro cavità naturali. La maggior parte delle stazioni ha restituito pochissimi reperti fittili caratteristici. Le
industrie litiche di questo periodo sono mal note e le datazioni radiometriche sono state ottenute solamente da 8 siti, nella
maggior parte dei casi senza seguire dei progetti di datazione sistematici. Il quadro di conoscenze che ne risulta è molto
frammentario, basato principalmente sulle sequenze di quelle stazioni in cui sono stati eseguiti scavi di recente, e su quelle i
cui complessi sono stati riesaminati negli ultimi anni. In base alle nostre conoscenze attuali è difficile impostare una seriazione
dei complessi Liguri che presentano comunque una cronologia variabile e, in alcuni casi, caratteristiche ceramiche eguali a
quelle dei siti della Francia meridionale (Provenza e Linguadoca) e della Toscana nord-occidentale.
Parole chIaVe:
Ceramica Impressa, Neolitico Antico, Liguria di Ponente, Alto Tirreno, Distribuzione e Cronologia.
abSTracT
The Impressed Ware Culture in Western Liguria (Northern Italy): Distribution, chronology and cultural aspects. This paper
describes and discusses the Early Neolithic Impressed Ware settlement of Western Liguria. In this region the Impressed Ware
Culture sites are known mainly from caves and rock-shelters, 8 of which have been radiocarbon-dated. Most sites have yielded
just a few characteristic sherds decorated with instrumental or shell impressed patterns. The chipped stone assemblages of
this aspect are badly known. Our knowledge of the Early Neolithic of the study region is very fragmentary. It is based mainly
on the results obtained from a few recently excavated sequences, and the re-analysis of old assemblages stored in museum
collections. At present it is difficult to suggest a seriation of the Ligurian complexes. Their chronology is variable and, in some
cases, their ceramic assemblages show affinities with those from sites from Provence, Languedoc and north-western Tuscany.
keywordS:
Impressed Ware Culture, Early Neolithic, Western Liguria, North Tyrrhenian Sea, Distribution and Chronology.
1. INTRODUZIONE
Il presente lavoro riguarda alcuni aspetti della Neolitizzazione
della Liguria di Ponente, una regione dell'Italia settentrionale
con caratteristiche morfologiche peculiari dove, almeno dalla
metà del'Ottocento, sono noti insediamenti attribuiti genericamente alla Cultura della Ceramica Impressa (Laviosa Zambotti,
1943: 97; Bernabò Brea, 1946; Barnett, 2000), un complesso
tuttora di non facile definizione (Vigne, 2000; Guilaine, 2007),
di cronologia variabile (Gasco, 1987; Binder, 2000; Bernabeu
Aubán e Molina Balaguer, 2009; Binder e Sénépart, 2010), e di
discussa origine (Lewthwaite, 1981; Guilaine, 2000; Mazurié
de Keroulin, 2003: 100-104; Zilhão, in stampa), che ha comunque giocato un ruolo fondamentale nella diffusione delle prime
civiltà di allevatori-agricoltori in molte regioni del Mediterraneo (Guilaine, 2003, 2013; Berger, 2009).
Stretta fra il mare e le propaggini alpine più occidentali
dell'Italia settentrionale, la Liguria di Ponente presenta pochissimi territori pianeggianti, per di più di estensione limitata, in
particolare la Piana di Albenga, dell'antropizzazione della quale tuttora conosciamo poco o nulla. Ne consegue che la nostra
attuale conoscenza della distribuzione delle stazioni neolitiche
della Liguria di Ponente è limitata quasi esclusivamente ad insediamenti posti all'interno di cavità o ripari sottoroccia (Bernabò
Brea, 1947). Questa situazione, del tutto anomala, probabilmente deriva non solo dalla geografia particolarmente corrugata del
territorio, ma anche dalla scarsità di prospezioni sistematiche e
dall'eccessiva edificazione recente, poco controllata, della fascia costiera.
Da quanto sappiamo sinora gli insediamenti della Cultura
della Ceramica Impressa della Liguria di Ponente sono dislocati in quattro sole aree (fig. 1). Queste sono, da occidente a
35
[page-n-43]
P. Biagi e E. Starnini
Fig. 1. Liguria di Ponente: distribuzione dei siti della Cultura della Ceramica Impressa menzionati nel testo: 1) Arma di Nasino, 2) Arma
dello Stefanin, 3) Grotta del Pertusello, 4) Grotta di S. Lucia Superiore, 5) Caverna del Ponte di Vara (Varé), 6) Grotta dell'Edera, 7)
Caverna delle Arene Candide, 8) Caverna della Mandurea, 9) Caverna dei Parmorari (Armorari), 10) Grotta Pollera, 11) Caverna di S.
Eusebio, 12) Caverna della Matta o del Sanguineto, 13) Caverna dell'Acqua o del Morto, 14) Caverna della Fontana o dell'Acqua, 15)
Arma dell'Aquila, 16) Caverna dei Pipistrelli (Borzini), 17) Riparo di Pian del Ciliegio, 18) Caverna delle Fate, 19) S. Sebastiano di Perti,
20) Caverna Bergeggi (disegno di P. Biagi).
oriente 1) la Val Pennavaira, 2) il Toiranese, 3) la Val Maremola e 4) il Finalese: verso quest'ultima è stata diretta principalmente la ricerca.
2. I SITI ARCHEOLOGICI
2.1. la Val PennaVaIra
Prende il nome dal Rio Pennavaira che origina a circa 1380 m di
altezza sotto il Colle di Caprauna superato il quale si entra nella
Valle del Tanaro, in Piemonte, e di qui si scende nella Valle del
Po. Lungo la Val Pennavaira, a tratti molto incassata, con conformazione a V, si aprono numerose cavità e ripari sottoroccia
(Leale Anfossi, 1958-1961a), alcuni dei quali sono stati oggetto
di ricerche e di scavi condotti da M. Leale Anfossi a partire dagli anni Cinquanta, per conto dell'Istituto Internazionale di Studi Liguri (Bordighera) e dell'Istituto Italiano di Paleontologia
Umana (Roma) (Barker et al., 1990).
Durante le sue perlustrazioni, M. Leale Anfossi rinvenne
tre ripari sottoroccia in cui condusse scavi che hanno restituito orizzonti riconducibili alla Cultura della Ceramica Impressa:
l'Arma di Nasino (Leale Anfossi, 1967, 1974), l'Arma dello
Stefanin (Leale Anfossi, 1972) e la Grotta del Pertusello (fig. 2)
(Leale Anfossi, 1958-1961b).
36
Fig. 2. Grotta del Pertusello: fotografia originale degli scavi del 1959
di M. Leale Anfossi, a destra nell'immagine, ripresa nell'agosto del
1960 (Archivi della Soprintendenza Archeologia della Liguria).
[page-n-44]
La Cultura della Ceramica Impressa nella Liguria di Ponente: Distribuzione, cronologia e aspetti culturali
L'Arma di Nasino si apre a circa 12 km dalla linea di costa
attuale, lungo il lato settentrionale del Rio Pennavaria a circa
150 m di altezza, 18 m al di sopra del corso del fiume (fig. 1,
n. 1). Si presenta come un grande riparo sottoroccia, profondo
circa 6 m (Leale Anfossi, 1967: fig. 2), nel quale sono stati riconosciuti 15 periodi principali di occupazione compresi fra l'età
Romana e l'Epigravettiano Finale (Paleolitico Superiore). Gli
strati X, IX e anche VIII della complessa sequenza rinvenuta
all'interno del riparo hanno restituito industrie neolitiche riferibili alla Cultura della Ceramica Impressa, con ceramiche decorate anche con motivi cardiali (fig. 3, nn. 4-6) (Leale Anfossi,
1974: fig. 4). Dallo strato IX provengono la sepoltura incompleta di un giovane, deposto in posizione rannicchiata, e i crani
di due bambini rinvenuti nella parte più interna del riempimen-
to. Da carboni raccolti in diversi riquadri dello stesso strato IX
sono state ottenute 5 date radiocarboniche, che hanno fornito risultati compresi fra 6470±120 (R-267) e 5955±65 BP (R-316α)
(Alessio et al., 1968). Altre datazioni radiometriche inquadrabili
nella seconda metà del VII millennio BP sono state ottenute da
carboni raccolti nello strato VIII (vedi Tabella 1).
L'Arma dello Stefanin è un riparo che si apre a 400 m
di altezza lungo parete meridionale del corso del Rio Pennavaria, a circa 22 km dalla linea di costa attuale (fig. 1, n.
2). Venne individuata come località archeologica nel 1952, e
poi indagata a partire dallo stesso anno, fino al 1962, da M.
Leale Anfossi (1972). Gli scavi furono poi ripresi nel 1982
dalla Soprintendenza Archeologica della Liguria (Biagi et al.,
1987). Durante entrambe le ricerche, venne portato alla luce
un orizzonte di pochi centimetri di spessore contenente pochi
materiali fittili e litici attribuiti alla Cultura della Ceramica
Impressa, fra cui rari frammenti ceramici decorati con motivi
e cordoni impressi e impressioni cardiali, datato a 6610±60
BP (Bln-3276) su frammenti di carbone vegetale (Bagolini e
Biagi, 1990: 111).
La Grotta del Pertusello si trova poco a nord dell'arma
dello Stefanin, a circa 550 m di altezza, lungo la parete meridionale della Val Pennavaira (Leale Anfossi, 1958-1961b)
(fig. 1, n. 3). Gli scavi, già intrapresi da G. Chiappella (1962)
a partire dal 1952, vennero poi riaperti e portati avanti da
M. Leale Anfossi nel 1963. Lo strato IV della sequenza ha
restituito materiali attribuiti alla Cultura della Ceramica Impressa, fra cui frammenti di un grande recipiente ricostruito
decorato con cordoni verticali ed orizzontali e motivi cardiali
impressi (Bagolini e Biagi, 1990: Fig. 7, n. 8) (fig. 3, nn.
1-3). L'unica datazione radiocarbonica ottenuta su frammenti
di carbone raccolti in questo strato ha fornito un risultato
inquadrabile nella metà del VI millennio BP (R-157: Alessio
et al., 1967: 348).
2.2. Il ToIraneSe
Fig. 3. 1) disegno e fotografia del recipiente frammentario con
decorazione impressa strumentale dallo strato IV della Grotta del
Pertusello (scavi M. Leale Anfossi); 2) ricostruzione grafica del
recipiente cordonato con decorazione ad impressioni a conchiglia
dalla Grotta del Pertusello (scavi M. Leale Anfossi); 3) recipiente
pluriansato della Cultura della Ceramica Impressa dagli strati
III e IV della Grotta del Pertusello (scavi M. Leale Anfossi); 4)
ricostruzione grafica di frammento di recipiente con decorazione ad
impressioni dall'Arma di Nasino, strati VIII e IX (scavi M. Leale
Anfossi); 5) ricostruzione grafica di recipiente con decorazione
impressa strumentale dall'Arma di Nasino (scavi M. Leale Anfossi);
6) fotografia di due frammenti pertinenti e ricostruzione grafica
di recipiente con decorazione impressa strumentale dall'Arma di
Nasino, strato IX (scavi M. Leale Anfossi) (disegni di B. Bagolini e
P. Biagi, fotografie di E. Starnini).
L'unica località da cui provengono materiali attribuibili alla
Cultura della Ceramica Impressa è la Grotta di S. Lucia Superiore, ubicata lungo la fiancata occidentale della Val Varatella, a
241 m sul livello del mare (fig. 1, n. 4). Le ricerche, condotte nel
1963 a 50 m dall'ingresso, hanno messo in luce una sequenza
archeologica in cui l'orizzonte di superficie A ha restituito reperti neolitici attribuiti a diversi aspetti culturali, fra cui alcuni
decorati con impressioni cardiali (Tozzi, 1962; Maggi e Starnini, 1984: fig. 4).
2.3. la Val maremola
All'interno di Pietra Ligure, nei pressi della confluenza del corso del Torrente Giustenice nel Maremola, ad un'altezza di m
11, si apre la Caverna del Ponte di Vara, altrimenti detta Varé
(fig. 1, n. 5). Gli scavi, condotti nel 1981-1985, hanno permesso
di constatare il rimaneggiamento dei depositi della cavità, dai
quali sono stati per altro raccolti alcuni frammenti ceramici neolitici fra cui alcuni decorati con motivi cardiali impressi (Odetti,
1982-1986a; 1996: fig. 12).
Sempre in Val Maremola, lungo il versante orientale
del Bric Tampa, a circa 480 m di altezza, si trova la Grotta
dell'Edera (fig. 1, n. 6). Gli scavi aperti nella sala principale
37
[page-n-45]
P. Biagi e E. Starnini
Tabella 1. Datazioni radiocarboniche ottenuti da orizzonti della Cultura della Ceramica Impressa dei siti della Liguria di Ponente
menzionati nel testo.
Strato
Scavo
Materiale
N° Laboratorio
Data BP
Cal. BC 1σ* Bibliografia
Carboni
Carboni
Carboni
MC-756
MC-1148
MC-757
6950±100 5848±99
6880±100 5788±95
6580±100 5526±83
Tiné, 1974: 52
Odetti, 1990: 143
Tiné, 1974: 52
Grotta Pollera (Finalese)
XXIV
XXI
XXIII
S. Tiné 1971-73
S. Tiné 1971-73
S. Tiné 1971-73
S. Sebastiano di Perti (Finalese)
Sezione
Sezione
E. Starnini 1992
E. Starnini 1992
Trit. dicoccum OxA-21359
GrA-25715
Hordeum sp.
6767±39
6760±45
5677±29
5674±32
Colledge, com. pers. 2010
Capelli et al., 2006: 90
Sezione
E. Starnini 1992
Trit. vulgare
OxA-19734
6675±33
5599±29
Colledge, com. pers. 2010
Arma dell'Aquila (Finalese)
Sepoltura fanciullo C. Richard 1942
7° “focolare”
C. Richard 1942
Cranio umano OxA-V-2365-31
Cranio umano OxA-V-2365-50
6678±33
6669±34
5600±29
5596±29
Mannino et al., 2015
Mannino et al., 2015
Sepoltura Richard 1 C. Richard 1938
Sepoltura Richard 4 C. Richard 1938
3° strato sotto 5°
C. Richard 1942
“focolare”
Costa umana
Ossa umane
Carboni
OxA-V-2365-36
GrA-38257
Bln-3450
6318±33
6315±35
6240±90
5288±42
5286±42
5189±111
Mannino et al., 2015
Unpublished
Bagolini e Biagi, 1990: 11
Carboni
Bln-3276
6610±60
5559±48
Barker et al., 1990: 111
Carboni
Carboni
MC-2332
MC-2333
6510±110 5466±97
6490±110 5449±97
Odetti, 1986: 107
Odetti, 1986: 107
Carboni
Carboni
Carboni
Carboni
Carboni
R-267
R-313
R-313α
R-315
R-265
6470±120
6420±65
6400±105
6280±70
6280±120
5431±103
5400±58
5365±99
5232±93
5227±144
Alessio et al., 1968: 354
Alessio et al., 1968: 355
Alessio et al., 1968: 355
Alessio et al., 1968: 355
Alessio et al., 1968: 354
R-263
6140±110 5077±130
Alessio et al., 1968: 354
Arma dello Stefanin (Val Pennavaira)
2
P. Biagi, R. Maggi
1982-84
Grotta dell'Edera (Val Maremola)
Focolare
Focolare
G. Odetti 1976-77
G. Odetti 1976-77
Arma di Nasino (Val Pennavaira)
IXi, 2,8-3,0 m
VIII, A-B-W
VIII, A-B-W
IXs, A-B-W
IXs, B-C-L-O;
B-C-G-M
M. Leale Anfossi 1963
M. Leale Anfossi 1966
M. Leale Anfossi 1966
M. Leale Anfossi 1966
M. Leale Anfossi 1963
VIIIa, B-C-G
M. Leale Anfossi 1963 Carboni
* Date calibrate col programma CalPal online, quickcal2007 ver.1.5, utilizzando la curva di calibrazione CalPal2007_HULU.
hanno restituito reperti attribuibili a diversi periodi del Neolitico (Odetti, 1982-1986b). Alla base del deposito è stato rinvenuto un focolare con due momenti di utilizzo sovrapposti
datati a 6510±110 BP (MC-2332) e 6490±110 BP (MC-2333)
(Odetti, 1986: 107) dai quali si desume che il suo insediamento avvenne in un periodo ben definito della Cultura della Ceramica Impressa in Liguria.
2.4. Il FInaleSe
È il territorio più ricco di cavità e di insediamenti neolitici in
grotta di tutta la Liguria di Ponente. Ad oggi sono note 12 caverne che hanno restituito complessi o materiali della Cultura
della Ceramica Impressa, oltre che un insediamento all'aperto
a S. Sebastiano di Perti (Starnini e Vicino, 1993; Capelli et al.,
2006). La descrizione dei siti segue quella degli itinerari riportati da L. Bernabò Brea nel suo lavoro sulle caverne del Finale
(Bernabò Brea, 1947).
38
La Caverna delle Arene Candide si apre, con imbocco
verso il mare, a 89 m di altezza, lungo le pendici del Monte
Caprazzoppa (fig. 1, n. 7). Dopo le prime ricerche condotte
nel'Ottocento gli scavi furono ripresi prima da L. Bernabò Brea
e L. Cardini nel 1940-1950 (Bernabò Brea, 1946, 1956; Cardini, 1980), poi da S. Tiné nel 1972-1977 (Tiné, 1986, 1999). I
risultati degli scavi di L. Bernabò Brea e L. Cardini furono poi
ripubblicati da R. Maggi et al. (1997), mentre quelli di S. Tiné,
a cura dello stesso autore (Tiné, 1999).
In particolare, durante le ricerche condotte da quest'ultimo, è
stata portata alla luce la sepoltura di un individuo adulto di sesso
maschile, deposto apparentemente nello strato 14, attribuito alla
Cultura della Ceramica Impressa (Traverso, 1999). L'inumato
giaceva con le gambe flesse all'interno di una semplice fossa,
cosparso di ocra rossa (ACT2: Canci et al., 1999). La datazione
AMS eseguita su di una costa ha restituito il risultato di 5178±25
BP (MAMS-11443) (Mannino e Talamo, com. pers. 2009) che
attribuisce, in realtà, la sepoltura alla Cultura di Chassey (fig. 4).
[page-n-46]
La Cultura della Ceramica Impressa nella Liguria di Ponente: Distribuzione, cronologia e aspetti culturali
I depositi delle Arene Candide hanno restituito una delle sequenze neolitiche più importanti del Mediterraneo, alla base della quale L. Bernabò Brea rinvenne per la prima volta, in posto,
un orizzonte della Cultura della Ceramica Impressa (figg. 5-7)
che egli ritenne la più antica espressione neolitica del Mediterraneo nord-occidentale (Bernabò Brea, 1955: 66), diffusasi
per via marittima attraverso “isole talvolta anche piccolissime”
(Bernabò Brea, 1950a: 31). A questa cultura egli attribuì “una
lunghissima durata, il che spiega le notevoli differenziazioni stilistiche, le diverse specializzazioni che essa ha raggiunto nelle
varie regioni” (Bernabò Brea, 1950a: 35).
In particolare l'analisi delle ceramiche raccolte durante le
ricerche di cui sopra (Maggi e Starnini, 1997; Traverso, 1999;
Del Lucchese e Starnini, 2006-2007) e le datazioni radiocarboniche (Tabella 2) (Maggi, 1997; Pearce, 2013: 82) hanno in
parte contribuito al miglioramento delle nostre conoscenze di
questo importante aspetto del Neolitico Antico della Liguria di
Ponente, i cui problemi, tuttora aperti (Biagi, 1987: 208), vengono discussi in dettaglio nel capitolo che segue.
Nel territorio di Borgio e di Verezzi due grotte hanno
restituito reperti della Cultura della Ceramica Impressa: La
Caverna della Mandurea (Tozzi, 1965) e la Caverna dei Parmorari o Armorari.
Fig. 4. Caverna delle Arene Candide: sepoltura rinvenuta nello
strato 14 degli scavi S. Tiné (Traverso, 1999: Tav. XV), ritenuta
della Cultura della Ceramica Impressa, in realtà da attribuire alla
Cultura di Chassey in base alla datazione AMS eseguita su una
costa dell'inumato (MAMS-11443: 5178±25 BP) (Mannino e
Talamo, com. pers. 2009).
La Caverna della Mandurea si apre a circa 40 m sul livello
del mare, subito a est del paese di Borgio Verezzi (fig. 1, n. 8). In
un piccolo saggio condotto nel 1964 è stata esposta una sequenza neolitica alla base della quale, la parte superiore dello strato
4, ha restituito frammenti ceramici della Cultura della Ceramica
Impressa (fig. 8, n. 4). Alcuni di questi presentano una decorazione cardiale, altri motivi a zig-zag di punzonature ricorrenti, o
“sillons d'impressions” (Tozzi, 1965: fig. 3).
La Caverna dei Parmorari (o Armorari) fu indagata principalmente da C. Richard (1932) che portò alla luce un'importante
sequenza del Pleistocene (fig. 1, n. 9). Al di sopra di questa la
serie Olocenica conteneva materiali neolitici attribuibili a diversi aspetti culturali, fra cui un frammento di orlo di recipiente
profondo con decorazioni incise a zig-zag forse (?) attribuibile
alla Cultura della Ceramica Impressa.
Fig. 5. Forme e decorazioni della Cultura della Ceramica Impressa
dalla Caverna delle Arene Candide: 1) tazza ansata ricomposta da
frammenti dagli strati 14 e 15 degli scavi S. Tiné e delle collezioni
ottocentesche; 2) tazza ansata ricomposta da frammenti dallo strato
14 degli scavi S. Tiné; 3) scodella ricomposta da frammenti dagli
strati 14 e 15 degli scavi S. Tiné e delle collezioni ottocentesche;
4) recipiente profondo con ansa o presa ricomposto da frammenti
dallo strato 12, 14 e 15 degli scavi S. Tiné e delle collezioni
ottocentesche; 5 e 6) frammenti di tazza troncoconica ricomposta
da frammenti raccolti negli scavi di L. Bernabò Brea e negli strati
14 e 15 degli scavi S. Tiné; 7) recipiente globulare con prese a
bugna ricomposto da frammenti degli strati 13-15 degli scavi S.
Tiné; 8) scodella ricomposta da frammenti dallo strato 14 e 15 degli
scavi S. Tiné (da Del Lucchese e Starnini, 2006-2007: fig. 1, con
modificazioni).
39
[page-n-47]
P. Biagi e E. Starnini
Fig. 6. Forme e decorazioni della Cultura della Ceramica Impressa
dalla Caverna delle Arene Candide: 1) recipiente profondo ansato
ricomposto da frammenti raccolti negli scavi di L. Bernabò Brea e
negli strati 14 e 15 degli scavi S. Tiné; 2) frammento di orlo dallo
strato 15 degli scavi S. Tiné; 3) frammento di orlo di scodella con
decorazione cardiale dallo strato 13 degli scavi S. Tiné; 4) scodella
ricomposta da frammenti dagli strati 14 e 15 degli scavi S. Tiné; 5)
olla cordonata con prese a lingua ricomposta da frammenti dagli
strati 18, 17, 15, 14 e 12 degli scavi S. Tiné; 6) olla con prese a
lingua ricomposta da frammenti dagli strati 14 e 15 degli scavi S.
Tiné; 7) olla con prese a lingua ricomposta da frammenti dagli strati
14 e 15 degli scavi S. Tiné (da Del Lucchese e Starnini, 2006-2007:
fig. 2 e 4, con modificazioni).
Fig. 7. Forme e decorazioni della Cultura della Ceramica Impressa
dalla Caverna delle Arene Candide: 1) scodella ricomposta da
frammenti dagli strati 14 e 13 degli scavi S. Tiné; 2) recipiente
profondo ovoidale ricomposto con frammenti dagli strati 14 e 15
degli scavi S. Tiné; 3) frammenti di fiasco dallo strato 14 degli scavi
S. Tiné; 4) spalla di fiasco ricomposta da frammenti dallo strato 15
degli scavi S. Tiné; 5) collo di fiasco ricomposto con frammenti
dallo strato 15, 14 e 13 degli scavi S. Tiné; 6) porzione di ventre di
fiasco ricomposta da frammenti dagli strati 25 e 27 degli scavi di
L. Bernabò Brea e degli scavi S. Tiné; 7) collo di fiasco ricomposto
da frammenti dallo strato 15 degli scavi S. Tiné (da Del Lucchese e
Starnini, 2006-2007: fig. 3-5, con modificazioni).
La Grotta Pollera si trova lungo il pendio occidentale della
rocca che domina la Valle di Pian Marino, a circa 280 m di altezza (fig. 1, n. 10). Nota sin dalla seconda metà dell'Ottocento
come località di interesse archeologico, è stata oggetto di numerose campagne di scavo a partire dal 1870 (Odetti, 1972).
Negli anni Settanta gli scavi furono ripresi a cura di S. Tiné,
durante i quali è stata rilevata un'importante sequenza neolitica, alla base della quale, nello strato III, si rinveniva per la
prima volta un deposito attribuibile alla Cultura della Ceramica Impressa, poi suddiviso in sei livelli artificiali (XXIV-XIX)
(Odetti, 1990: fig. 9).
Dal deposito rimaneggiato e dallo strato III, dello spessore
di circa 50 cm, provengono frammenti di recipienti decorati con
svariati motivi impressi strumentali e cardiali (fig. 8, nn. 6 e 7)
ed alcuni frammenti cordonati. Sfortunatamente le datazioni radiocarboniche, che si distribuiscono in un periodo lungo più di
300 anni (da MC-756 a MC-757), non concordano con la seriazione pubblicata dello scavo, e di conseguenza non è possibile
stabilire eventuali variazioni stilistiche all'interno del complesso ceramico (vedi Tabella 1).
La Caverna di S. Eusebio si trova nei pressi di Pian Marino,
lungo le pendici meridionali della Rocca Carsanca, a circa 310 m
di altezza, al di sopra del Rio La Valle (Odetti, 1983) (fig. 1, n.
11). Secondo le descrizioni fornite da N. Morelli (1893) il deposito
Neolitico si trovava in posto a circa 3 m di profondità. Fra i reperti del Neolitico Antico figura anche un vaso integro decorato con
complessi motivi impressi (fig. 8, n. 8), e un frammento di recipiente con motivi cardiali orizzontali sotto l'orlo (fig. 8, n. 9).
40
[page-n-48]
La Cultura della Ceramica Impressa nella Liguria di Ponente: Distribuzione, cronologia e aspetti culturali
Tabella 2. Caverna delle Arene Candide: datazioni radiocarboniche ottenute dagli strati della Cultura della Ceramica Impressa o da strati
che hanno restituito frammenti di Ceramica Impressa (strato 13, scavi S. Tiné).
Strato
Scavo
Materiale
N° Lab.
Data. BP Cal. BC 1σ* Bibliografia
14
14
27G
S. Tiné 1972-1977
S. Tiné 1972-1977
L. Bernabò Brea 1940-1950
6980±115 5867±106
6870±100 5780±95
6880±60 5778±60
Biagi et al., 1989: 539.
Linick, 1980: 1038-39
Maggi, 1997: 36, Tab. 2
10
10
14
R. Maggi 1996-2004-2005
R. Maggi 1996-2004-2005
S. Tiné 1972-1977
Carboni
UB-2423
Carboni
LJ-4143
Pistacia terebinthus Beta-66553
CAMS-9421
Beta-110542
Hordeum sp.
Triticum dicoccum OxA-23072
Carboni
UB-2424
6830±40 5711±32
6778±39 5682±28
6700±145 5630±117
Pearce, 2013: Table 3.47
Colledge, pers. comm. 2010
Bagolini e Biagi, 1990: 11
S. Tiné 1972-1977
L. Bernabò Brea 1940-1950
Carboni
Carboni
6490±100 5451±88
6487±175 5423±163
Linick, 1980: 1038-39
Maggi, 1997: 36, Tab. 2
9b
26ABD
R. Maggi 1996-2004-2005
L. Bernabò Brea 1940-1950
6370±50
6350±60
5377±60
5344±78
Pearce, 2013: Table 3.47
Maggi, 1997: 36, Tab. 2
13C
Tomba VII
13B
25-26
13C
13A
27C
S. Tiné 1972-1977
L. Bernabò Brea 1940-1950
S. Tiné 1972-1977
L. Bernabò Brea 1940-1950
S. Tiné 1972-1977
S. Tiné 1972-1977
L. Bernabò Brea 1940-1950
Rhamnus alaternus Beta-109619
Quercus sez. Robur Beta-66551
CAMS-9419
Carboni
UB-2422
Osso umano
GX-16963-G
Carboni
LJ-4139
Carboni
R-101
Carboni
LJ-4141
Carboni
UB-2420
Beta-66552
Phillyrea sp.
CAMS-9420
6345±180
6255±55
6230±90
6220±55
6220±100
6205±105
6150±70
5268±193
5209±85
5180±112
5180±89
5168±122
5152±129
5102±95
Bagolini e Biagi, 1990: 11
Maggi, 1997: 36, Tab. 2
Linick, 1980: 1038-39
Maggi, 1997: 36, Tab. 2
Linick, 1980: 1038-39
Bagolini e Biagi, 1990: 10
Maggi, 1997: 36, Tab. 2
Cluster 1
Cluster 2
14
25
LJ-4144
Pi-27 bis
Cluster 3
* Date calibrate col programma CalPal online, quickcal2007 ver.1.5, utilizzando la curva di calibrazione CalPal2007_HULU.
Sempre seguendo gli itinerari di cui sopra, numerose sono
le cavità lungo la parete occidentale della Valle dell'Aquila. Fra
queste la Caverna della Matta, o del Sanguineto (fig. 1, n. 12), alla
quota di 105 m, lungo il costone che divide la Valle dell'Aquila da
quella del Rio della Valle (Odetti, 2002a). Dal riempimento della
caverna provengono importanti complessi dal Neolitico Medio
all'età del Ferro, oltre che pochi frammenti fittili attribuiti alla
Cultura della Ceramica Impressa (Del Lucchese, 2002; Odetti,
2002b: Tav. I), alcuni dei quali decorati con motivi cardiali.
Alcune centinaia di metri più a nord si aprono le due Caverne dell'Acqua o del Morto (o di Zerbi) (fig. 1, n. 13) e della
Fontana o dell'Acqua (fig. 1, n. 14), poco sopra i 250 m di quota
del Bric Scimarco. Entrambe hanno restituito pochi reperti ceramici attribuibili alla Cultura della Ceramica Impressa (fig. 8,
n. 5). Gli scavi condotti nel 1982-1983 dalla Soprintendenza Archeologica della Liguria nella Caverna dell'Acqua o del Morto
hanno confermato ancora una volta la presenza del Neolitico
Antico nella cavità (Del Lucchese e Vignolo, 1989).
Lungo la parte orientale della Valle dell'Aquila si colloca la
caverna omonima (fig. 1, n. 15). Qui gli scavi di F.H. Zambelli
(1937), G. Silla (1937) e C. Richard (1941-1942) hanno portato alla luce un'importante sequenza stratigrafica con numerosi
momenti di abitazione distribuiti a partire dall'inizio del Paleolitico Superiore (Aurignaziano) all'età del Bronzo. L'Arma
dell'Aquila, che si articola in realtà in due grotte principali, un
riparo sotto roccia e il suo talus esterno, si apre a quota m 230
lungo il fianco orientale del Bric Spaventaggi, a circa 5 km dalla
linea di costa (Arobba et al., 1987).
Durante le ricerche, C. Richard rinvenne diversi orizzonti
antropici che egli chiamò “focolari” perché ricchi di carbone
vegetale, alcuni dei quali attribuibili al Neolitico, ed una serie
di sepolture per lo più distribuite fra il 7° e il 6° “focolare”.
Numerosi materiali ceramici attribuibili alla Cultura della Ceramica Impressa furono raccolti principalmente nel 7° e 6° “focolare”. Fra questi anche un esemplare reintegrato di recipiente
profondo (fig. 8, n. 1) decorato con impressioni cardiali (Bernabò Brea, 1950b). Le datazioni disponibili indicherebbero che
la cavità fu insediata in due momenti ben distinti del Neolitico
Antico da parte di popolazioni in possesso della Cultura della
Ceramica Impressa (Tabella 1) che vi deposero almeno due individui le cui datazioni AMS ci riportano ai momenti più antichi di abitazione del Neolitico a Ceramica Impressa della cavità
(OxA-V-2365-31 e 50: Mannino et al., 2015).
Nella regione di Orco, lungo la parete occidentale del corso
de La Fiumara, non distante dal punto in cui il Rio dei Cornei vi
confluisce, si apre, come una fenditura del complesso miocenico del Nava, a circa 320 m di quota, la Caverna dei Pipistrelli o
Borzini (fig. 1, n. 16).
41
[page-n-49]
P. Biagi e E. Starnini
Fig. 8. 1) disegno e fotografia del recipiente reintegrato con motivi
impressi strumentali dall'Arma dell'Aquila; 2) frammento di
scodella con decorazione impressa dalla Caverna delle Fate (scavi
Amerano, Museo di Genova-Pegli); 3) frammento con decorazione
impressa e incisa dalla Grotta di Bergeggi (scavi Modigliani o Rossi,
Museo di Genova-Pegli); 4) frammento di orlo con decorazione
impressa a sequenza dalla Caverna della Mandurea (scavi C. Tozzi
1964); 5) frammento di scodella con motivi impressi lineari dalla
caverna dell'Acqua o Fontana (Museo di Genova-Pegli); 6) due
frammenti di orlo di recipiente decorato con impressioni a sequenza
dalla Grotta Pollera (scavi S. Tiné); 7) frammento di parete di
recipiente profondo con impressioni a conchiglia dalla Grotta
Pollera (rimaneggiato scavi S. Tiné); 8 e 9) ricostruzione grafica
di due recipienti profondi con decorazioni impresse di vario tipo
dalla Caverna di S. Eusebio (Museo di Genova-Pegli) (disegni di P.
Biagi, fotografie di E. Starnini).
Gli scavi condotti dalla missione Spagnola e Italiana negli
anni 1953-1956 hanno confermato l'importanza della cavità
abitata, ed anche impiegata come area sepolcrale, durante diversi periodi del Neolitico (Delfino, 1981: 88). Dallo strato I e
II degli scavi degli anni Cinquanta provengono numerosi reperti
attribuibili alla Cultura della Ceramica Impressa fra cui reperti
ceramici con impressioni cardiali ed un frammento di anellone
in marmo bianco (Almagro et al., 1957).
Sull'Altipiano delle Mànie, lungo la parete occidentale di
una vallecola tributaria della Valle dei Ponci, si apre, a 220 m
di altezza, il Riparo di Pian del Ciliegio (Del Lucchese, 2009)
42
(fig. 1, n. 17). Le ricerche condotte nel 1992-1997 dalla Soprintendenza Archeologica della Liguria hanno dimostrato che
la cavità venne insediata principalmente in diversi periodi del
Neolitico Medio. I pochi frammenti ceramici caratteristici della Cultura della Ceramica Impressa rinvenuti sparsi all'interno
del deposito, in posizione secondaria, indicano che il riparo era
stato abitato anche nel Neolitico Antico (Del Lucchese e Scotti,
2009). Interessante da sottolineare che l'analisi archeometrica
di questi frammenti ha rivelato la presenza di un esemplare di
importazione dal territorio tosco-laziale (Capelli et al., 2009a,
2009b).
La Caverna delle Fate, lungo la parete orientale della Valle dei Ponci, a circa 100 m di altezza (fig. 1, n. 18), è nota
principalmente per le ricerche condotte nella seconda metà
dell'Ottocento nei depositi pleistocenici (Issel, 1908: 164-181),
durante le quali furono rinvenuti i resti di centinaia di individui
di Ursus spelaeus. Dal riempimento di superficie provengono
anche frammenti di ceramica neolitica alcuni dei quali attribuibili alla Cultura della Ceramica Impressa (fig. 8, n. 2) (Bernabò
Brea, 1947: 70).
L'unico insediamento all'aperto di questo aspetto sinora
rinvenuto nella Liguria di Ponente è quello di S. Sebastiano di
Perti, lungo il versante orientale della Val di Pora (Starnini e
Vicino, 1993; Capelli et al., 2006) (fig. 1, n. 19). I materiali
raccolti lungo una sezione esposta hanno rivelato la presenza di
un abitato con materiali ceramici attribuibili a svariati recipienti
della Cultura della Ceramica Impressa, fra i quali ne figurano
alcuni decorati con impressioni cardiali (fig. 9, nn. 6, 8-11). Le
tre datazioni AMS ottenute su cariossidi di frumento ed orzo
hanno fornito risultati omogenei e ricadono tutte in un arco di
tempo notevolmente limitato (da OxA-21359 a OxA-19734:
Tabella 1).
La sola stazione in grotta che non rientra nelle quattro regioni precedentemente descritte è quella del Capo di Bergeggi che
si apre al livello del mare alla base del promontorio stesso (fig.
1, n. 20). Da questa cavità provengono reperti neolitici ed anche
di epoche preistoriche più recenti. Fra quelli neolitici figura un
frammento d'orlo sotto il quale si trovano numerosi segmenti
lineari incisi, proveniente dalle ricerche condotte nell'Ottocento
(fig. 8, n. 3).
3. CONSIDERAZIONI
La Liguria è una regione dell'Italia settentrionale con caratteristiche territoriali peculiari e notevoli differenze geografiche e
morfologiche che distinguono nettamente la regione del Levante da quella del Ponente. Non è un caso che i due territori siano
separati dal Colle di Cadibona, che segna il punto in cui l'arco
alpino ha inizio e si chiude la catena appenninica. La sottile linea di costa Ligure funge come da cerniera tra la Provenza, ad
ovest, e la Toscana ad est, di fronte alla quale si trova la Corsica,
separata dal Mar Ligure (fig. 1).
Come accennato nell'introduzione, il territorio è pressoché
privo di aree pianeggianti che, nel Ponente, si limitano alla sola
Piana di Albenga. Nonostante molto sia stato scritto, pochissimo è noto della neolitizzazione della Liguria di Ponente mentre,
inaspettatamente, non sappiamo quasi nulla delle modalità di
questo processo nel Levante ligure che, in teoria, dovrebbe essere meglio documentato.
[page-n-50]
La Cultura della Ceramica Impressa nella Liguria di Ponente: Distribuzione, cronologia e aspetti culturali
Fig. 9. S. Sebastiano di Perti: frammenti vascolari con decorazione impressa con motivi decorativi caratteristici strumentali (nn. 1, 2, 4, 5,
7), a sequenza (n. 3) e a conchiglia (nn. 6, 8-11) (fotografie di E. Starnini).
Di fatto le nostre conoscenze del Ponente sono limitate principalmente alle informazioni fornite da poche stazioni in grotta,
che si aprono in territori ben definiti e limitati da un punto di
vista geografico (Biagi e Nisbet, 1986), dalle quali gli scavi hanno posto in luce delle sequenze neolitiche che sono state solo
in alcuni casi radiodatate (Caverna delle Arene Candide, Arma
dell'Aquila, Grotta Pollera, Arma di Nasino). Le altre località
sono nel complesso poco utili per lo studio della neolitizzazione
della regione in quanto si tratta o di sequenze molto limitate in
grotta, sulle quali solo in alcuni casi sono state eseguite datazioni radiocarboniche (Grotta dell'Edera, Grotta di S. Eusebio,
Grotta Mandurea, Varé, Grotta del Pertusello, Arma dello Stefanin), oppure di rinvenimenti di frammenti ceramici isolati (si
vedano le altre località).
Di conseguenza le poche informazioni che conosciamo derivano da situazioni anomale da un punto di vista archeologico, oltre che poco facilmente controllabili da un punto di vista
stratigrafico e sedimentario, quali appunto sono le sequenze in
grotta (Schmid, 1969; Brush et al., 2010). Se a questo aggiungiamo che le uniche stazioni utilizzabili per uno studio dettagliato sono solamente le quattro sopraccitate, tre delle quali per
altro note da decenni (De Pascale, 2008), non è difficile concludere che le nostre conoscenze sull'argomento sono notevolmente carenti e non sono certo progredite di molto negli ultimi
trent'anni (Biagi, 1987).
Alle considerazioni di cui sopra va aggiunto che 1) solamente sette stazioni della Liguria di Ponente sono state sinora
radiodatate (Pearce, 2013: fig. 3.27), 2) molte delle datazioni
assolute sinora disponibili non sono state ottenute con il metodo dell'acceleratore spettrometro di massa (AMS), 3) che la
loro deviazione standard è in molti casi troppo alta per poter
costruire una sequenza dettagliata, 4) che spesso non sono stati
impiegati laboratori di ricerca, bensì commerciali, e 5) che quasi
tutti i risultati non derivano da progetti di ricerca sistematici
(Tabelle 1 e 2). Le uniche seriazioni attendibili, costruite grazie
a datazioni AMS in seguito a progetti di ricerca definiti, sono di
fatto quella dell'Arma dell'Aquila (Mannino et al., 2015) e del
sito all'aperto di S. Sebastiano di Perti (Starnini e Vicino, 1993;
Capelli et al., 2006), come è chiaramente visibile nella struttura
della curva di calibrazione presentata nella fig. 10.
Fig. 10. Plot di tutte le datazioni radiocarboniche, calibrate secondo
OxCal 4.2.4, disponibili per i siti della Cultura della Ceramica
Impressa della Liguria di Ponente, con l'indicazione dei possibili
periodi di occupazione delle diverse stazioni Arene Candide escluse
(disegno di P. Biagi).
43
[page-n-51]
P. Biagi e E. Starnini
4. DISCUSSIONE
Il problema della neolitizzazione della Liguria di Ponente rientra nel quadro più generale della neolitizzazione del Mediterraneo centro-occidentale, e della Penisola Italiana in particolare
(Guilaine, 2003), che sappiamo aver avuto luogo in un periodo
di forti cambiamenti climatici (Weninger et al., 2006; Berger,
2009; Bernabeu et al., 2014), secondo modelli e velocità diseguali a seconda dei diversi territori, seguendo delle modalità
definite “aritmiche” (Berger e Guilaine, 2009; Guilaine, 2013).
Per quanto riguarda l'Italia, queste differenze sono documentate dalle informazioni raccolte principalmente negli insediamenti distribuiti lungo la costa Dalmata (Berger et al., 2014;
Forenbaher e Miracle, 2014; McClure et al., 2014) e la costa
Italiana dell'Adriatico (Biagi e Starnini, 1999; Biagi e Spataro,
2002; Spataro, 2002); mentre i dati a disposizione sono molto
più carenti per quella Tirrenica, principalmente a causa delle
nostre limitate conoscenze della distribuzione e della cronologia
delle stazioni del Neolitico Antico in buona parte del territorio
(Fugazzola Delpino, 2002). Le poche datazioni radiometriche
a disposizione per la Calabria (Ammerman, 1985: 59; Ammerman e Bonardi, 1985-1986; Tiné, 2009), sembrerebbero comunque indicare che il processo di neolitizzazione si realizzò in
tempi rapidi anche lungo la costa Tirrenica (Pearce, 2013: 84),
in contrasto con quanto noto per quella Adriatica occidentale.
Come si può notare nella descrizione delle località della Cultura della Ceramica Impressa della Liguria di Ponente, queste
sono rappresentate principalmente da stazioni all'interno di cavità, distribuite in territorio ristretto con caratteristiche morfologiche non comuni (fig. 1). In base alle datazioni radiometriche
disponibili, ottenute dalla sequenza della Caverna delle Arene
Candide (UB-2423) e della Grotta Pollera (MC-756) (Tabella 1
e 2), la neolitizzazione del territorio ebbe luogo intorno alla fine
dell'VIII, inizio del VII millennio BP. I risultati disponibili per
la Caverna delle Arene Candide mostrano chiaramente periodi
di interruzione di abitato durante il Neolitico Antico, in particolare fra il cluster 1 e 2 di date (Tabella 2); mentre quelle ottenute
dalle altre cavità sembrerebbero indicare che gli insediamenti
ebbero luogo in diversi periodi, forse anche con caratteristiche
di episodicità e complementarietà, talvolta anche dopo lunghi
intervalli all'interno dello stesso sito (fig. 10).
Per quanto riguarda l'inizio del periodo climatico Atlantico, i
reperti litici di superficie, raccolti principalmente lungo le pendici
e gli spartiacque dell'Appennino di Levante, fra i 750 e i 1600 m
di altezza (Franco, 2011: 274, 275), sono attribuibili al Mesolitico Castelnoviano esclusivamente in base alle loro caratteristiche tipologiche. Di conseguenza questi reperti non consentono
di formulare nessuna ipotesi circa la cronologia delle eventuali
stazioni degli ultimi cacciatori-raccoglitori nel territorio. Nulla è
noto della loro periodizzazione e la mancanza di ricerche degli
ultimi trent'anni non ha contribuito al rinvenimento di nuovi siti
rispetto agli 11 già noti negli anni Ottanta (Baffico et al., 1983;
Biagi e Maggi, 1983; Biagi, 1991: figg. 2 e 3).
L'ipotesi formulata a suo tempo circa la presenza di insediamenti castelnoviani neoliticizzati nella Liguria di Levante
(Binder e Maggi, 2001: fig. 1) da una parte non trova riscontri
nei ritrovamenti degli ultimi anni, e dall'altra non contribuisce
all'interpretazione degli eventi in seguito ai quali il processo di
neolitizzazione si sarebbe affermato (Rowley-Conwy, 2001). In
effetti le poche strutture sinora note, attribuite alle più antiche po44
polazioni neolitiche pedeappenniniche della Toscana nord-occidentale, sono radiodatate fra 6680±80 BP (Rome-548) e 6160±65
BP (Rome-427) (Tozzi e Zamagni, 2000: 65).
Inoltre, nel quadro descritto, tuttora incerto e povero di ritrovamenti, la definizione di una “facies della Pianaccia di Suvero” (dal sito eponimo nello Spezzino: Ferrari e Steffè, 2006: 88),
nella quale sono stati fatti convergere materiali litici e ceramici
eterogenei di difficile interpretazione, non è ad oggi supportata
da ritrovamenti in contesti convincenti. Da sottolineare che dal
sito eponimo scavi recenti hanno solo restituito aspetti dell'età
del Rame (Maggi, 1984a; Maggi et al., 1987), mentre i reperti
ceramici e litici sui quali è stata definita la suddetta “facies” sono
esclusivamente frutto di una raccolta di superficie, in parte tuttora
inedita, condotta da appassionati locali nel corso di un decennio
(Maggi, 1979-1980: 172-173, fig. 4; Maggi, 1984b: 47).
Ancora più recenti sono le datazioni AMS ottenute
dall'insediamento con ceramiche anche impresse scavato recentemente a Cala Giovanna Piano, nell'Isola di Pianosa, comprese
fra 6222±60 BP (LTL-1468a) e 5680±40 BP (GrA-13474) (Colombo e Tozzi, 2007: 77). Questi ultimi dati non contribuiscono
certo all'interpretazione del problema della neolitizzazione della
Liguria, anche di Ponente, della provenienza dei primi abitanti
del Finalese e della loro origine, nel quadro delle nostre conoscenze del Neolitico più antico del Mediterraneo nordoccidentale.
5. CONCLUSIONI
Come accennato precedentemente, durante il Neolitico Antico
la Liguria si trova al centro di un territorio interessato da un
aspetto culturale recentemente definito dagli studiosi francesi
Impresso-Cardiale (Binder e Sénépart 2010: 149), in base alle
caratteristiche degli stili ornamentali che decorano alcune dei
prodotti vascolari. Una proposta di periodizzazione di questa
fase era stata avanzata da Binder e Maggi (2001) che avevano
distinto un “Neolitico antico 1”, con motivi decorativi prevalentemente eseguiti con punzoni o impressioni “a sequenza” o
a “sillons d'impressions”, definito anche “Ligurien” (Roudil,
1990), riconosciuto, nella Francia sudorientale, fino all'Herault
e la Linguadoca (Roudil e Soulier, 1983; Manen, 2000; Manen
e Guilaine, 2007), e un “Neolitico antico 2”. Quest'ultimo complesso coinciderebbe con il Cardiale propriamente detto, caratterizzato da ceramiche decorate con impressioni eseguite col
margine di conchiglie marine (Nonza, 2000), che è attestato,
oltre che nell'arco liguro-provenzale, in un areale molto vasto
del Mediterraneo centro-occidentale.
La proposta di cui sopra è stata avanzata sulla base di recenti
scavi eseguiti in due siti con serie stratigrafiche che presenterebbero questi aspetti in successione: il Riparo di Pendimoun nelle
Alpi Marittime (Binder et al., 1993) e la Caverna delle Arene
Candide in Liguria (Binder e Maggi, 2001).
In quest'ultima grotta, gli scavi recenti condotti su lembi residui di deposito, lasciati intatti da precedenti ricerche, sembrano
aver dimostrato l'anteriorità dell'aspetto ceramico con decorazione ad impressioni strumentali organizzate in riquadri alternati
sulle superfici dei recipienti (fig. 5). A questo stile decorativo seguirebbe un aspetto con ceramiche impresse decorate con motivi
a fasce oblique ottenuti con il bordo della conchiglia (fig. 6, nn.
1-3). Gli scavi in oggetto, i cui risultati non sono stati ancora pubblicati in maniera esaustiva, sembrerebbero aver intercettato una
[page-n-52]
La Cultura della Ceramica Impressa nella Liguria di Ponente: Distribuzione, cronologia e aspetti culturali
parte di stratigrafia che, seppur limitata in estensione, conserverebbe due strati (9b e 10: Binder e Maggi, 2001: 417, fig. 4) con
materiali ceramici distinguibili stilisticamente, contrariamente a
quanto invece era emerso dallo studio della dispersione dei materiali degli scavi precedenti. In questo secondo caso, infatti, la
ricomposizione dei recipienti, eseguita su frammenti provenienti
da tutti i livelli della Cultura della Ceramica Impressa, e anche dai
diversi scavi del secolo scorso, ha dimostrato una dispersione sia
in orizzontale, sia in verticale dei reperti ceramici nella stratigrafia, con conseguente difficoltà di provare in modo inequivocabile la presenza di (due) frequentazioni distinte (Maggi e Starnini,
1997; Del Lucchese e Starnini, 2006-2007). È importante sottolineare, a questo proposito, che l'ultima data AMS (OxA-23072)
ottenuta da questa serie su di una cariosside di Triticum dicoccum raccolta nello strato 10, il più basso, ha restituito un risultato
coevo all'occupazione di S. Sebastiano di Perti (vedi Tabella 1).
Tuttavia, in attesa della pubblicazione completa dei dati raccolti negli ultimi scavi, la situazione del Neolitico Antico osservata delle Arene Candide sembra meglio riflettere un palinsesto di
frequentazioni difficilmente riconoscibili stratigraficamente, con
materiali fittili che rispecchiano una pluralità di stili decorativi
che, in generale, spaziano in un arco geografico molto ampio cha
va, da est, dalla Toscana nordoccidentale, ad ovest, all'Herault
(Manen, 2007: fig. 89).
Come è già stato sottolineato in un precedente lavoro (Capelli et al., 2011), la presenza di ceramiche impresse importate
in alcuni siti liguri (fig. 11), e le similitudini stringenti con la
Cultura della Ceramica Impressa di facies centro e nord tirrenica, riscontrate sia a livello stilistico (forme, decorazioni) nella
produzione fittile (fig. 12), sia negli altri aspetti della cultura
materiale, possono essere giustificate dai contatti diretti intercorsi tra le popolazioni dei siti costieri di questa parte del Mediterraneo (Negrino e Starnini, 2003; Manen et al., 2006; Manen, 2007: 163) che, come documentato, oltre a rocce silicee,
ossidiana sarda e di Palmarola e oggetti in “rocce verdi” liguri,
scambiavano forse anche beni deperibili contenuti in recipienti
ceramici (Tozzi, 2007).
Fig. 11. Arma di Nasino: frammento di recipiente profondo di
grandi dimensioni, ansato e cordonato (scavi M. Leale Anfossi, Inv.
n. 1836) con impasto contenente elementi ofiolitici, di produzione
non locale, importato da settori produttivi della Liguria orientale,
o della Toscana, o della Corsica (vedi Capelli et al., 2011: 21, 22).
Osservando il movimento delle correnti marine, si può peraltro notare come la rotta da sud-est verso nord-ovest, proposta
dalla provenienza delle ceramiche di importazione individuate
in Liguria, possa essere stata favorita dalla prevalente circolazione in senso antiorario delle correnti superficiali nel settore
alto tirrenico (Stocchino e Testoni, 1976: fig. 2; Pennacchioni,
1998: fig. 1; Pinardi e Masetti, 2000; Brandaglia, 2002: 423;
Capotondi, 2004: fig. 1).
Fig. 12. Frammenti con decorazione impressa a conchiglia associata
a impressioni puntiformi, organizzate in bande alternate: 1) dal sito
La Scola sull'Isola di Pianosa nell'arcipelago Toscano (da Ducci
et. al., 2000: fig. 4, n.1); 2) dalla Caverna delle Arene Candide,
collezioni ottocentesche (da Bernabò Brea, 1946: Tav. XXXIII, n.
17); 3) dalla Caverna delle Arene Candide, scavi S. Tiné, strato 15
(da Del Lucchese e Starnini, 2006-2007: fig. 4, n. 7).
45
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P. Biagi e E. Starnini
D'altra parte è stato fatto osservare come il mantenimento
di contatti attraverso la navigazione fosse importante per la costruzione di legami sociali e identità culturali tra le popolazioni
del Neolitico Mediterraneo, e come scarsa attenzione sia stata
posta finora allo studio della circolazione via mare durante la
preistoria (Farr, 2006), principalmente nel Mediterraneo Occidentale (Zilhão, 2014). La complessità generale dei problemi
trattati in questo lavoro è già stata discussa alcuni anni fa in
molti dei suoi suoi aspetti più rilevanti (Guilaine, 2002: 47-49).
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TV SIP 119, València, 2016, p. 51-60.
Dispersiones humanas y culturales durante
la Transición Neolítica: Sistemas Complejos y Prehistoria
Joan BeRnaBeu auBán
reSumen
En este texto se explora la complementariedad y la utilidad de la Teoría Evolutiva y de los Sistemas Complejos Adaptativos
en su aplicación a la Arqueología. Si bien la primera de las aproximaciones goza de una más extensa tradición en nuestra
disciplina, la aplicación de los conceptos y métodos basados en la(s) Teoría(s) de la Complejidad son mucho más recientes.
En este contexto el desarrollo del modelado computacional, generalmente, aunque no sólo, de modelos de agentes, constituye
una herramienta eficaz para evaluar hipótesis sobre cambios a largo plazo que afectan a las sociedades humanas. A partir de
dos ejemplos relacionados con el Neolítico, se exploran las características de estos nuevos conceptos y métodos incidiendo
de forma especial en la problemática que para su correcta utilización entraña la comprensión de qué es y cómo se forma el
registro arqueológico.
PalabraS claVe:
Neolítico, Sistemas Complejos Adaptativos, Teoría Evolutiva, Modelado Computacional.
abSTracT
Human and cultural dispersions during the Neolithic Transition: Complex Systems and Prehistory. This text explores how the
complementarity and usefulness of Evolutionary Theory and Complex Adaptive Systems in its application to the archeology.
While the first of these approaches has a longer tradition in our discipline, the application of the concepts and methods based
on (s) Theory (s) of complexity are much more recent. In this context the development of computational modeling, generally,
but not exclusively, Agent Based Models, is an effective way to test hypotheses about long-term changes affecting human
societies tool. From two examples related to the Neolithic, the characteristics of these new concepts and methods are explored,
focusing specially on the problem that for its use entails understanding what is and how the archaeological record is formed.
keywordS:
Neolithic, Complex Adaptive Systems, Evolutionary Theory, Computational Modeling.
Corría el año 1976. Me encontraba a mitad de mis estudios
de licenciatura, con intención de profundizar en algún campo
relacionado con la Arqueología, pero aún no tenía claramente
decidido hacia donde dirigiría mis pasos, más allá de una vaga
preferencia por el mundo antiguo. Al final la decisión no fue
sólo mía. Vino de la mano de mi participación, por vez primera,
en una excavación arqueológica. A través de mis compañeros,
acudí a Bernat Martí, que por aquel entonces había retomado
las excavaciones en la Cova de l'Or, para preguntar por la posibilidad de asistir a la campaña de excavación de ese verano. La
experiencia que a la postre resultó de su respuesta afirmativa,
terminó por transformar mis inquietudes.
Mi interés por la Prehistoria Reciente y, más en concreto
por el Neolítico, es claramente deudora de aquellas ya lejanas
experiencias. Por eso, cuando desde el Museo de Prehistoria de
Valencia me propusieron participar en un volumen de homenaje
a Bernat Martí, con ocasión de su jubilación, no lo dudé un sólo
instante. La decisión sobre el tema a tratar fue algo más costosa.
Me parecía claro que este debería versar sobre el Neolítico; lo
que no resultaba tan evidente era sobre qué aspectos del Neolítico debería centrar mi atención.
Vistas en perspectiva, las casi cuatro décadas transcurridas
desde que de la mano de Bernat Martí entré en contacto con la
arqueología del Neolítico, han supuesto gran cantidad de cambios tanto empíricos como teóricos. No es mi intención relatar
ahora, siquiera sea brevemente, la historia de tales cambios.
Creo más interesante centrar esta aportación en algunos aspectos recientes que, al menos desde mi punto de vista, implican
una mayor capacidad de entender la forma en cómo podemos
analizar y comprender mejor el registro arqueológico. Para ello
utilizaré algunos de los viejos problemas y, otros nuevos, referidos al Neolítico.
Generalmente se admite que los datos arqueológicos sugieren dos vías geográficas primarias utilizadas para la expansión
de la agricultura en Europa: a través del corredor del río Danubio y alrededor del litoral mediterráneo. Aunque hasta la fecha
51
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J. Bernabeu Aubán
la mayoría de los esfuerzos en la modelización se ha centrado en
el corredor danubiano, recientes avances parecen mostrar paralelismos interesantes entre ambas regiones, incluyendo:
a) Una expansión rápida pero discontinua dejando grandes
áreas desocupadas por los agricultores, al menos en los momentos iniciales.
b) Una distribución posterior amplia de los complejos neolíticos –el LBK en la Europa Central y el Impreso-Cardial en el
Mediterráneo– y pocas centurias después una marcada fragmentación de estos patrones culturales.
¿Pueden estos procesos aparentemente paralelos en ambas
áreas relacionarse con las fluctuaciones demográficas (incluyendo migraciones), cambios climáticos globales, problemas de
transmisión cultural o fragmentaciones de las redes sociales? Y
lo que es más importante, ¿cómo podemos identificar de manera
fiable estos fenómenos en el registro arqueológico de manera
que pueda evaluarse entre modelos alternativos de dinámicas
sociales relevantes?
La respuesta pasa no sólo por disponer de más información, sino también por comprender qué representa y cómo esta
constituido el registro arqueológico, y, paralelamente, desarrollar otras formas de enfocar las dinámicas del cambio social.
Los nuevos enfoques relacionados con los Sistemas Complejos y la teoría Evolutiva pueden, en mi opinión, ayudarnos en
este propósito.
1. SISTEMAS COMPLEJOS, EVOLUCIÓN
Y ARQUEOLOGIA
Antes que nada debe subrayarse que no existe equivalencia entre el concepto “sociedad compleja”, utilizado generalmente en
las ciencias sociales y más específicamente en Arqueología, y
el más general de “sistema complejo”; de hecho la más simple
de las sociedades humanas se considera un sistema complejo.
Los Sistemas Complejos Adaptativos (CAS, de sus siglas
en inglés), representan sistemas dinámicos caracterizados por
la transmisión y procesamiento de información que les permite
adaptarse a los cambios motivados por circunstancias externas
e internas. Aunque las aproximaciones basadas en los Sistemas Complejos aún no se contemplan conjuntamente bajo un
marco teórico sólido, se han identificado importantes propiedades de organización y comportamiento a través de diferentes
fenómenos. Algunas de éstas son particularmente interesantes
cuando se aplican a las ciencias sociales y, por tanto, también
a la Arqueología.
Los CAS son sistemas abiertos. Necesitan capturar energía
para mantener su estructura y orden, es decir, para reproducirse
como tales. Por ejemplo, el ser humano necesita capturar energía para subsistir, y lo hace a través del agua, la comida y el
aire. En la sociedad, por ejemplo, este papel puede ser interpretado por la información, la forma cómo se genera y distribuye,
afectando a las formas como esta se organiza. Por esta razón
el procesamiento de la información es un requisito importante
para que cualquier grupo social pueda reproducirse.
Los CAS están formados por multitud de componentes (células en un organismo, neuronas en el cerebro, individuos en
una sociedad) que se organizan en una jerarquía de grupos superpuestos de profundidad variable. Cuanto más complejo es un
sistema, mayor cantidad de niveles organizativos superpuestos.
52
En términos sociales, por ejemplo, puede tratarse de familias
dentro de bandas de forrajeadores, dentro de metapoblaciones
regionales; o artesanos, dentro de gremios, dentro de ciudades
organizadas en estados. Esta clase de organización resulta de la
forma en que estos sistemas crecen: los componentes de más
bajo nivel se reúnen en subgrupos y estos, a su vez, en grupos
de alcance cada vez mayor. Esta característica permite explicar
la trayectoria evolutiva, de lo simple a lo complejo, repetidamente observada en diversos trabajos arqueológicos (y de otras
disciplinas) y que podríamos denominar como progresivismo
evolutivo (p.e. Rosenwig, 2000: 4).
Una implicación de este proceso es que los subsistemas
que lo componen están conectados entre sí a su mismo nivel,
más que al de sus componentes. Por ejemplo, en un estado
tributario forma parte de un imperio territorial, alianza que se
expresa a través de la relación entre los jefes de tal estado y
del imperio del que forma parte y no a través de las relaciones
personales de cada miembro del estado tributario con el “emperador”. Un corolario interesante que deriva de esta característica es que los subsistemas pueden seguir desarrollando sus
funciones aunque el sistema (imperio en el caso anterior) se
fragmente o colapse, dando lugar a distintas entidades territoriales independientes. Por ejemplo, las córneas o los corazones humanos, pueden trasplantarse y seguir desarrollando
sus funciones. Esta propiedad, denominada Descomposición
Cercana, significa que los sistemas complejos tienden a fragmentarse en sentido inverso a como se han formado. Como
sistemas complejos, podemos esperar que las sociedades humanas se comporten de modo similar.
En los CAS, las relaciones entre sus componentes son tan o
más importantes que sus características de manera que podría
decirse que son aquellas las que determinan el comportamiento del sistema en su conjunto. Las interacciones entre individuos y grupos en las sociedades humanas pueden representarse como redes, en las que los agentes sociales serían los nodos,
y las conexiones entre nodos (aristas en la terminología propia
del análisis de redes) representarían las interacciones (Wasserman y Faust, 1994). Esto permite la aplicación de un buen
número de herramientas y modelos matemáticos desarrollados
en este campo (Newman, 2010) para comprender la dinámica
evolutiva de las redes sociales, cuyo impacto no ha pasado
desapercibido en nuestra disciplina (Knaped, 2010; Mills et
al., 2013; Brughmans, 2012).
Una de las características clave de los CAS es que la relación entre sus componentes es dinámica, y resulta capaz de
transmitir información sobre el estado del sistema a partir de
interacciones mayoritariamente locales. Suele decirse que el
carácter de la relaciones entre sus componentes es tan o más
importante que la naturaleza de los mismos para comprender el
comportamiento general de CAS. Es decir, que las Dinámicas
propias de estos sistemas son no Lineales. Como consecuencia, la dirección y la escala de los cambios del sistema no son
directamente proporcionales a las propias del fenómeno (o fenómenos) que las causan. O sea, las mismas causas no provocan los mismos efectos, y su corolario: idénticos efectos pueden
obedecer a causas distintas. Este aspecto es consecuencia de la
conocida como “sensibilidad” a las condiciones iniciales que,
desde una perspectiva de la Historia, significa reconocer la incidencia de la coyuntura histórica en la trayectoria posterior de las
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Dispersiones humanas y culturales durante la Transición Neolítica: Sistemas Complejos y Prehistoria
sociedades humanas. En términos de CAS, pequeñas diferencias en las condiciones iniciales pueden derivar en trayectorias
divergentes con el paso del tiempo.
Esta causalidad no lineal hace difícil predecir los cambios
del sistema en base de las propiedades de sus componentes. Lo
que nos lleva a otra de las características de estos sistemas: la
Emergencia, esto es, la propiedad que tienen estos sistema de
exhibir comportamientos que no están contenidos en ninguna
de sus partes componentes. Por ejemplo, los atascos de tráfico pueden verse como una propiedad emergente de un sistema
formado por coches, conductores y vías de comunicación, así
como sus interacciones.
¿Cómo pueden estos conceptos ayudarnos en la resolución
de los problemas de la arqueología? La respuesta, en mi opinión, depende de si somos también capaces de comprender la
naturaleza del registro arqueológico y desarrollar metodologías
adecuadas para utilizarlo en la verificación de hipótesis. A pesar
de su potencial como marco adecuado para la explicación de
los procesos de cambio a largo plazo, como los propios de la
Arqueología, la aplicación de una perspectiva CAS a la arqueología entraña ciertas dificultades y, desde luego, supone un reto
evidente. Un enfoque tipo CAS supone centrar nuestra atención
en dinámicas como el flujo de información, la toma de decisiones, las interacciones que se realizan a diferentes escalas organizativas, así como las dinámicas mediante las cuales los agentes
interactúan entre sí dando lugar a la formación de comportamientos sistémicos emergentes, que son los que generalmente
nos interesa explicar.
Sin embargo, no tenemos modo de observar estas dinámicas
en el registro arqueológico. Debemos reconocer que éste, a la
postre, constituye un conjunto, a veces desorganizado, de elementos materiales, estático, fragmentario y acumulativo (p.e.,
consecuencia de la acción continuada de diversos agentes durante períodos más o menos largos de tiempo). Los patrones
significativos que podemos observar en él constituyen las consecuencias materiales indirectas de tales dinámicas, pero no las
dinámicas (agencia, emergencia) en sí mismas (Barton, 2012).
La pregunta entonces es: ¿cómo podemos reconocer y explicar cadenas causales no-lineales que derivan de la actuación de
individuos y los grupos entre sí y con el medio biofísico? Necesitamos algún modo de hacer operativos los conceptos CAS en
su aplicación a la Arqueología, de manera que podamos reconocer sus efectos en el registro aunque no podamos observarlos
directamente, esto es, ¿qué elementos del registro arqueológico
constituyen indicadores adecuados de las dinámicas evolutivas
humanas que se quieren analizar?
Aunque existen algunas propuestas preliminares y tentativas en este sentido (Bernabeu et al., 2012), debemos reconocer
que todo ello requiere de una teoría robusta sobre los motores
de estas dinámicas y desde luego de nuevas formas de praxis
arqueológica.
Respecto a la praxis arqueológica, sería conveniente desplazar nuestro enfoque desde la reconstrucción inductiva en la que
ahora nos movemos, hacia formas de evaluar sistemáticamente
hipótesis. Ciertamente, no podemos realizar experimentos a la
manera en que lo hacen otras disciplinas; sin embargo, el modelado computacional puede ofrecer una vía para representar
la forma en que los CAS funcionan y se modifican (Mitchell,
2009). Básicamente se trata de desarrollar (poner a punto) “la-
boratorios virtuales” en los cuales generar resultados, a partir
de hipótesis previas, que después habrán de evaluarse frente al
registro arqueológico.
El modelado computacional envuelve la generación de
múltiples entidades discretas (o agentes), imbuidas de un conjunto de reglas algorítmicas mediante las cuales percibe y filtra
su medio, procesa la información y realiza acciones en base
a tal información. Estas entidades operan e interactúan en un
mundo virtual, aunque en ocasiones representa al mundo real,
y pueden tomar formas diversas: las celdas de un tablero en un
modelo de Autómatas Celulares; nodos y aristas en una Red
Dinámica o agentes en un Modelo Basado en Agentes (Gilbert
y Troitzsch, 2005).
En el contexto de los sistemas complejos adaptativos la simulación computacional posibilita realizar inferencias sobre los
aspectos ausentes del registro arqueológico. La Teoría de la evolución tiene un papel principal ya que permite dotar a los agentes de reglas de comportamiento generando escenarios (p.e.,
registros arqueológicos) alternativos (Miller y Page, 2007: 180).
Debe quedar claro que el objetivo no es reconstruir sociedades del pasado, sino más bien construir entornos virtuales en
los cuales el investigador puede modificar sistemáticamente las
condiciones y variables que se supone influyen en ciertas dinámicas; de este modo se genera un abanico de resultados posibles
y controlados que son los que, finalmente, se comprarán con el
registro arqueológico.
Un par de ejemplos pueden ayudarnos a comprender cómo
se desarrolla este proceso. El primero presenta el problema de
los ciclos de auge y caída, de expansión y fragmentación cultural que han generado un reciente interés en la bibliografía. En
el mismo me limito a presentar cómo un enfoque basado en los
anteriores presupuestos se enfrenta a este problema. El segundo
sí presenta un modelo, elaborado a partir de los autómatas celulares, para tratar de explicar el clásico problema de cómo se
produjo la expansión del Neolítico.
2. AUGE Y CAÍDA DEL MUNDO CARDIAL
Desde que Bocquet-Appel (2002) desarrollara el concepto de
Transición Demográfica Neolítica (TDN), diferentes aproximaciones han tratado de describir y explicar la dinámica evolutiva
del primer Neolítico como un ciclo de auge y caída, que no es
tan sólo demográfico. Diversos autores, utilizando las fechas C14
como una especie de indicador demográfico, identifican un patrón consistente en un rápido auge demográfico coincidente con
la aparición del primer Neolítico, seguido, unas centurias después, por un igualmente rápido descenso en diferentes regiones
europeas (Shennan et al., 2013), incluyendo la península Ibérica
(Bernabeu et al., 2014; Balsera et al., 2015).
Curiosamente este fenómeno parece correlacionarse con el
desarrollo inicial de entidades arqueológicas –culturas– extensas (LBK, impreso-cardial), seguido de una posterior fragmentación que coincidiría con el final del Neolítico antiguo y con el
descenso demográfico antes citado. Todo ello sugiere la existencia de redes extensas de interacción dentro de las cuales la
información y los objetos fluyen afectando a grandes áreas con
diferentes escalas e intensidad y, coincidiendo con el declive,
alguna clase de fragmentación de estas redes de interacción social, afectando al flujo de información previamente establecido.
53
[page-n-61]
J. Bernabeu Aubán
Se han aducido tanto causas internas –un crecimiento rápido
que llevó a la población cerca del umbral económicamente sostenible (Shennan et al., 2013)–, como externas –específicamente cambios climáticos globales cuyo efecto sería similar (Groneborn, 2010)– para explicar este patrón. Sin embargo, tal y como
se ha señalado en otras ocasiones (Bernabeu et al., 2014), las
consecuencias de estos factores para las sociedades humanas
son variables local y regionalmente. Esta variación se debe, por
ejemplo, a la diversa importancia de los factores bióticos y del
comportamiento humano; y como ambos aspectos son históricamente contingentes, resultaría sorprendente encontrar los mismos efectos en todas partes como consecuencia de eventos climáticos globales; o el aumento de la densidad demográfica y sus
efectos sobre los recursos. Asumiendo esto, parece claro que lo
que necesitaríamos es no sólo un mayor y mejor registro (como
es común advertir en la mayoría de los trabajos arqueológicos),
sino también una forma de comprender cómo dinámicas locales
distintas pueden resultar en patrones globales de cambio, justamente los que queremos explicar. Y es justamente este aspecto
el que nos puede permitir profundizar en la comprensión de los
fenómenos causales que se encuentran detrás de estos “ciclos”,
a través de la dinámica de redes.
En dos trabajos recientes, uno de ellos aún inédito, varios
autores nos preguntábamos acerca de la existencia de estos
ciclos y las razones (causas) que podrían explicarlo. Tras comprobar que si bien a escala peninsular, existía cierta coincidencia entre el evento climático 7.1 ka cal BP (relacionable con el
IRD 5b), y una caída en las curvas de datación radiocarbónica,
enfocando este mismo aspecto región a región se evidenciaba
cierta diversidad de situaciones reflejo de que, como suponíamos, las consecuencias de tal evento climático global eran regionalmente diversas.
Como alternativa, se decidió examinar los efectos de la interacción entre los sistemas agrícolas y el territorio circundante durante generaciones. Utilizando los resultados del proyecto
MEDLAND (Barton et al., 2012), diseñado para reproducir
estos efectos sobre simulaciones computacionales en ambientes mediterráneos. Sus resultados sugerían que cierta clase de
prácticas agrícolas tuvieron un efecto expansivo sobre pequeñas comunidades, pero a medida que estas crecían traspasando
ciertos límites localmente determinados, las consecuencias de
estas mismas prácticas cambiaban, creando un desequilibrio
que finalmente afectaba negativamente a su territorio de producción agrícola.
La pregunta es: ¿cómo pudieron estos procesos ser responsables de los cambios descritos a nivel del sistema?, y, en caso
afirmativo, ¿cómo podemos evaluarlos? La repuesta a la primera cuestión descansa en las estrategias implementadas por
las comunidades locales, descubiertas por el modelo: reducción del tamaño de los grupos, vía fisión y migración o, lo que
no resulta tan evidente a primera vista, aumentando el área dedicada al pastoreo en relación con la agricultura. Nada impide,
por otra parte, que se intentaran ambas estrategias a un tiempo.
En cualquier caso, estas estrategias implicaron cambios locales que afectaron a la ubicación y/o desaparición de sitios. En
términos de Redes: las respuestas implicaron la modificación/
desaparición de ciertos nodos, afectando al flujo de información a través del sistema y, en consecuencia, modificando el
sistema a escala global.
54
Para evaluar esta hipótesis se necesita actuar en un doble
sentido. Primero, comprobando si existen indicadores arqueológicos que sugieran la presencia de nuevas estrategias económicas que impliquen un mayor peso de las actividades ganaderas;
o la desaparición de sitios ocupados, junto a la ocupación de
nuevas zonas; y, en segundo lugar, la reconstrucción de las redes
de interacción social de manera que puedan generarse diversos
escenarios de distribución de patrones de cultura material comparables con los observables en el registro. El primer aspecto
parece que encuentra cierto soporte en el registro (Bernabeu et
al., en prensa); el segundo necesita de la implementación de un
modelo y la recogida de información clave (otra vez indicadores
arqueológicos) sobre diversos aspectos de cultura material en
los que se esta trabajando en estos momentos.
3. LA EXPASIÓN DEL NEOLÍTICO. ESPACIO,
TIEMPO Y CULTURA
Probablemente, el problema de la expansión del Neolítico en
Europa ha sido y es uno de los asuntos que mas literatura arqueológica ha generado. En la actualidad, suele admitirse que
la agricultura y la ganadería se introducen en el continente a
partir del próximo oriente. Consecuentemente, su expansión
implicó la distribución espacial y temporal de las nuevas especies, de nuevas tecnologías y prácticas sociales. Sin embargo,
todavía existe debate en torno a los mecanismos concretos que
motivaron dicho proceso. ¿Fue consecuencia de los movimientos migratorios correspondientes a los grupos de agricultores,
mezclándose o no con los grupos mesolíticos allí donde existieron?, ¿o más bien fue la transmisión de la información, de los
materiales y de las tecnologías apropiadas para su utilización las
que se desplazaron y propiciaron la formación de las primeras
culturas neolíticas? (difusión démica vs. difusión cultural).
La aproximación más conocida a este problema fue la propuesta por Ammerman y Cavalli-Sforza (1984). Esta trataba
de explicar el gradiente cronológico observado en sentido
SE-NW utilizando una versión de las ecuaciones de reaccióndifusión propuesta originariamente por Fisher. Con posterioridad, utilizando bases de datos de radiocarbono cada vez
más amplias, este gradiente ha sido comprobado en repetidas
ocasiones. Sin embargo, la relación lineal entre cronología y
distancia al centro originario que se encuentra detrás de este
gradiente, dejaba cierta parte de la variación sin explicar, lo
que sugería que el proceso de dispersión pudo ser regionalmente heterogéneo, dejando abierta la posibilidad de que el
patrón global observado fuera el resultado de una expansión
démica, cultural o, más probablemente, una mezcla regionalmente variable de ambas.
Paralelamente, se han propuesto diversos modelos narrativos (no formales) que tratan, justamente, de dar cuenta de la
variabilidad inexplicada por el modelo de “Ola de Avance”. Estos modelos necesitaban movilizar otras variables, además del
espacio y el tiempo, para poder ser evaluados. Por ejemplo:
- La interacción entre diferentes grupos (mesolíticos/
neolíticos), dando lugar a hibridaciones o transferencias que se
proponen en algunos modelos (Arrítmico, Dual, Disponibilidad),
necesita movilizar variables de cultura material para evaluar el
efecto de tal interacción en los patrones de variabilidad cultural
resultantes.
[page-n-62]
Dispersiones humanas y culturales durante la Transición Neolítica: Sistemas Complejos y Prehistoria
- Por otra parte, si, como se asume generalmente, la expansión se debió fundamentalmente a un proceso démico, deberíamos asumir que tal proceso necesariamente tuvo algún efecto
en la variabilidad cultural en el espacio y en el tiempo, como resultado, por ejemplo, de la hipótesis del Autoestopista: “Demic
flow raises the possibility that cultural, genetic and linguistic
traits with no intrinsic advantage may ‘hitchhike', i.e., spread
with the advancing farmers” (Ackland et al., 2007: 8714). Es
decir, cualquier rasgo preexistente junto con el ventajoso puede
ser transportado junto con la difusión de éste con independencia
de su valor intrínseco.
La hipótesis del “autoestopista” es un préstamo tomado de
la genética donde se trata de explicar la difusión de un carácter
neutro en una población como consecuencia de su “asociación”
con otro ventajoso. En la sugerencia expresada por Ackland y
colaboradores, ambos caracteres son culturales aunque de naturaleza distinta: el papel del gen ventajoso estaría representado
por la agricultura y ganadería; mientras que el carácter neutro
podría ser la lengua o, lo que puede ser más interesante para
nosotros, el sistema decorativo de la cerámica.
Ambos procesos (autoestop cultural, interacción e hibridaciones Mesolítico-Neolítico) afectan, evidentemente, a los patrones de variabilidad espacio-temporal de los ítems culturales.
Y, por tanto, necesitan movilizar variables relativas a la cultura
material para ser evaluados. Desde una perspectiva evolucionista, los patrones espaciales de la “cultura” pueden explicarse
como consecuencia de procesos de trasmisión vertical u horizontal o, quizás, como una mezcla de ambos procesos. Esto no
es sorprendente, dado que ambos procesos están influenciados
por distintos factores, cada uno de los cuales puede generar resultados diferentes en el registro. Por ejemplo, la tasa de mutación o las preferencias de interacción entre individuos y grupos.
Pero además, como se ha puesto de manifiesto recientemente (p.e. Crema et al., 2014) no resulta fácil decidir, en base
al análisis empírico solamente, qué factores determinaron la
variabilidad real observada. Nos encontramos, por tanto, ante
problemas similares: ¿de qué procesos son resultado los patrones espacio-temporales observables en el registro arqueológico del primer Neolítico? Si el simple análisis empírico no
proporciona respuesta fiable, ¿cómo podemos aproximarnos a
estos problemas?
En los dos ejemplos citados más arriba, ¿qué factores intervienen en la conformación del patrón espacio-temporal relativo
a la aparición del Neolítico y a su variabilidad cultural?; por
ejemplo, ¿puede producir un movimiento tipo “ola de avance”
una distribución de la ocupación neolítica similar a la observable?; o ¿reproduce mejor el resultado un movimiento a saltos?;
y sobre todo, ¿cómo podemos saberlo? Una forma de proceder
a contrastar estos supuestos es simplemente obtener registros
arqueológicos “virtuales” a partir de parámetros conocidos. Es
decir, simular resultados controlando las variables que intervienen en los mismos.
Algunos trabajos ya han explorado el potencial de estas
nuevas herramientas. Parisi y colaboradores (2009), utilizando
un modelo basado en los Autómatas celulares, han intentado
reconstruir la variabilidad cultural resultante de una expansión
démica, de acuerdo a ciertas reglas de transmisión. Su comparación con la variabilidad lingüística no parece ser una opción
adecuada, dado que ésta nos es desconocida, excepto en tiempos
demasiado recientes. Este último aspecto ejemplifica la clase de
problemas a los que se enfrenta la nueva metodología: encontrar
indicadores arqueológicos adecuados y, además, controlar el
tiempo, de manera que los resultados virtuales sean comprables
con los reales en tiempo similar.
Más recientemente se han tratado estos problemas en dos
trabajos distintos. En uno (Bernabeu et al., 2015) el objetivo
era abordar los patrones espacio-temporales de la aparición del
Neolítico, utilizando para ello la información de la península
Ibérica. El otro, aunque partía de los parámetros utilizados en
el primero, pretende algo diferente: comprobar si la hipótesis
del autoestop, propuesta por Ackland, puede ser corroborada.
Este último está aún inédito, y forma parte del trabajo de tesis
doctoral de S. Pardo Gordó (2015), por lo que haré referencia al
mismo de forma limitada y contando con su permiso.
En el primero de los ejemplos se trataba de comprobar la
existencia del gradiente cronológico en la aparición del Neolítico, medido como fecha de aparición de la agricultura y ganadería en cierto lugar. La cuestión, por tanto, consistía en aplicar
la nueva metodología al clásico problema del frente de avance,
generalmente tratado mediante modelos matemáticos. La información utilizada fue la misma que en aquellos: la variabilidad
espacial (sitios neolíticos) y temporal (fechas C14) de la aparición del Neolítico, si bien en este caso nos limitamos a la península Ibérica a fin de controlar mejor ambas variables.
De acuerdo con la hipótesis démica, el Neolítico debería
aparecer primero en el mediterráneo. Con todo, resulta necesario señalar que los patrones resultantes no serían los mismos si
el proceso obedecía a un movimiento tipo ola de la avance u a
otro tipo leap-frog, con distancias de salto variables. Tampoco
debieron ser idénticos los resultados si el proceso de expansión
siguió una única vía (tradicionalmente, la costa noroccidental
del mediterráneo) o si también se utilizó la vía norteafricana.
Este último aspecto ha cobrado vigencia recientemente, si bien
existen posiciones diferentes sobre su incidencia en el proceso
de expansión neolítica (Manen, 2007; Bernabeu et al., 2009;
Zilhão, 2014).
Como forma de enfocar el problema se diseñó un modelo,
utilizando la plataforma NetLogo (Wilensky, 1999), basado tan
sólo en la expansión démica, es decir, ignorando a propósito la
existencia y posible incidencia de grupos mesolíticos. Es aquí
donde mejor se observa una de las características de la modelización actual: lo que se pretende no es reconstruir el pasado,
sino generar escenarios derivados de reglas controladas que
puedan compararse con el registro arqueológico. A partir de
aquí se consideraron los siguientes factores:
- Ecología. En este caso, se diseña un mundo real, en este
caso la península Ibérica, dividido en parcelas de 5x5 km. Cada
parcela posee un valor de productividad agrícola basado en la
combinación de ciertas variables que afectan al rendimiento del
trigo en la actualidad. El investigador puede elegir un límite (índice) por debajo del cual la ocupación de determinada celda no
se producirá.
- Movimiento. Variación entre el Ola de Avance –cada
agente en cada turno se mueve tan sólo a aquellas celdas
vecinas, económicamente aptas para la agricultura y que
no estén ocupadas–; y a saltos –variando aleatoriamente la
distancia de salto entre 20 y 120 km, y manteniendo el resto de
limitaciones similar.
55
[page-n-63]
J. Bernabeu Aubán
- Coste de ocupación. Este indicador trata de medir la disminución en la capacidad de carga agrícola de cada celda que
se produce tras su ocupación por los grupos de agricultores. De
este modo se permite que una celda esté ocupada por más de un
grupo. Su implementación trataba de valorar la incidencia de un
modelo de acceso a los recursos basado en la Distribución Ideal
Despótica.
- Puntos de origen. Se exploraron diversas posibilidades de
inicio, ubicadas alrededor de la península Ibérica y en el centro,
a fin de comprobar si una o varias de ellas explicaban igualmente bien los datos disponibles. Queda claro que, por ejemplo, si
la hipótesis de un origen mediterráneo fuera correcta, las correlaciones obtenidas entre escenarios ubicados al Oeste, Norte o
el Centro peninsular deberían obtener claramente peores ajustes
con respecto al registro arqueológico.
La información arqueológica utilizada para contrastar los
resultados está formada por los sitios y niveles con fechas correspondientes al primer Neolítico en cada celda de 5x5. Los
datos no se interpolaron. La base de datos resultante se sometió
a un proceso de evaluación que dio como resultado tres muestras arqueológicas distintas, elaboradas según diversas combinaciones a partir de las muestras utilizadas en la datación. De
este modo se pretendía, también, valorar el efecto que sobre los
resultados de cualquier modelo podría tener la utilización de
muestras de vida larga, vida corta o directas. Así, se confeccionaron 4 muestras distintas:
- Directas. Sólo sitios con fechas obtenidas a partir de muestras de especies domésticas.
- Cortas. Además de las anteriores, se incluyen aquellos sitios con muestras de vida corta datadas (incluyendo conchas).
Si un sitio se encuentra datado con muestras Directas y de Vida
corta, se prefieren las primeras.
- Mejores: La fecha más antigua de cada sitio obtenida sobre
muestras domésticas, vida corta o vida larga, por ese orden de
preferencia.
- Más Viejas: La fechas más antigua de cada lugar, con independencia de la muestra datada.
Antes de proceder a realizar los experimentos, debíamos resolver una cuestión importante: ¿cómo comparar los resultados
virtuales con los arqueológicos? Generalmente, esta cuestión
implica resolver primero la equivalencia temporal entre el modelo y la realidad. En nuestro caso, sin embargo, este aspecto no
fue necesario. En lugar de proceder a escalar el tiempo virtual
en relación con el tiempo real (años radiocarbono calibrados),
procedimos a calcular el coeficiente de correlación de Pearson
entre el número de tics (tiempo virtual) que el programa tardaba
en alcanzar cada lugar con información arqueológica disponible, y la media de las fechas radiocarbono de esos mismos lugares (celdas). A mayor correlación negativa mejor ajuste entre el
escenario virtual y la realidad arqueológica.
A partir de estos postulados se realizaron diversos experimentos. El primero consistió en valorar qué muestras arqueológicas se comportaban mejor y qué lugares de expansión inicial
proporcionaban mejores resultados. Utilizando los valores de
movimiento, distancia y coste de ocupación señalados en la tabla 1 se obtuvieron 340 escenarios, cada uno de los cuales se
ejecutó 50 veces a fin de obtener valores estadísticos confiables.
Sobre los valores medios de cada escenario se calculó el coeficiente de correlación simple (r) de Pearson, cuyos resultados
permitieron observar:
- Que, efectivamente, las muestras utilizadas influyen en
los resultados; de manera que en nuestro caso, las correlaciones
más elevadas se obtuvieron siempre al comparar los escenarios
con las muestras procedentes de dataciones directas (fig. 1).
- Y que, como era de esperar, los mejores puntos iniciales se
ubican sistemáticamente en el Este y Sureste de España, lo que
permitía confirmar el origen mediterráneo del Neolítico.
Aún con estos resultados, las correlaciones obtenidas en este
experimento no eran demasiado elevadas, lo que sugería que las
estrategias de movimiento, la demografía y/o el atractivo agrícola de las regiones (medido como capacidad para el cultivo del
trigo), podían resultar determinantes. Asimismo, la posibilidad
de que la ruta norteafricana fuera igualmente importante en la
explicación del proceso no podía descartarse tampoco.
Por estas razones, se diseñó una segunda serie de experimentos. El primero de ellos iba destinado a conocer si la correlación entre escenarios virtuales y la realidad arqueológica mejoraba si, en lugar de un único punto de origen, se consideraban
dos o más. Se trataba, en realidad, de simular una situación en
la que el Neolítico llegara a la península Ibérica a la vez por el
Norte (vía S de Francia) y por el Sur (vía N de África).
Tabla 1. Parámetros utilizados en el experimento 1.
Estrategias de movimiento
Vecino a vecino
Leap-frog (saltos)
Distancia
Celdas adjacentes sin ocupación
y con valor agrícola adecuado.
Cualquier celda no ocupada La mejor de las celdas adyacentes.
en un radio de 5 (25 km).
Límite agrícola
0. Sin importancia.
3. Imposibilidad de expandirse
a celdas con valor inferior al
indicado.
0. Sin importancia.
3. Imposibilidad de
expandirse a celdas con
valor inferior al indicado.
3. Imposibilidad de expandir
a celdas con valor inferior al
indicado. El valor decrece a medida
que la población aumenta vía la
instalación de nuevos grupos.
Demografía
Sin importancia.
Sin importancia.
El valor agrícola de un celda
decrece un 5% cuando un nuevo
grupo se instala en ella.
56
IDD (Distribución Ideal Despótica)
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Dispersiones humanas y culturales durante la Transición Neolítica: Sistemas Complejos y Prehistoria
Fig. 1. Mejor ajuste (r de Pearson)
entre los escenarios virtuales (con
un solo punto de origen para la
expansión del Neolítico) y los 4 tipos
de muestras arqueológicas (fechas
C14) utilizadas para su contraste (ver
texto). Puede observarse claramente
cómo las mejores correlaciones se
obtienen cuando se utiliza la muestra
formada por fechas obtenidas sobre
elementos domésticos. En todos los
casos, los mejores puntos de inicio se
ubican al este de la península Ibérica.
Utilizando las mismas estrategias de movimiento que en el
experimento anterior (tabla 1), se exploró sistemáticamente la
adecuación de los distintos escenarios basados en diversas combinaciones del siguiente modo:
- Primero se originó un escenario utilizando todos los puntos
de origen a un tiempo.
- A continuación se eliminaron, uno a uno, los distintos puntos de origen, evaluando su correlación con los datos arqueológicos. Si al sustraer un punto de origen, la correlación del
escenario mejoraba, el punto de origen se descartaba; en caso
contrario, se mantenía.
Los resultados obtenidos permitieron, en primer lugar, descartar la idea de que la correlación mejoraba a medida que aumentaban los puntos de origen.
Descendiendo al detalle, del conjunto de las combinaciones
utilizadas diez escenarios mejoraban notablemente la correlación obtenida utilizando tan sólo un punto de origen. En cinco
ellos, se encontraba presente el rio Júcar; y los que obtenían
una correlación mayor incluían puntos de origen en el Norte y
Sur (fig. 2). Uno de ellos, además, incluía tres puntos de origen,
ubicados al Norte (río Llobregat), en el Este (río Júcar) y en el
Sur (Málaga).
¿Qué sugiere esta situación respecto al problema de la doble
vía en la expansión del Neolítico? Ciertamente, la mejor correlación entre escenarios con dos y tres puntos de origen, respecto
a cualquier otra posibilidad es compatible con una doble vía de
entrada del Neolítico a la península Ibérica; aunque, por otra
parte, tampoco cabe descartar que este patrón se originase como
consecuencia de un movimiento tipo leap-frog extraordinariamente rápido, al menos en sus inicios, soportando así la sugerencia de Zilhão (2001).
Aunque parece claro que la combinación de varios puntos
(2 ó 3) de origen, mejora la correlación, ahora situada en torno a
-0.49 en el mejor escenario, quedaba por investigar la influencia
de las decisiones locales. Para ello se diseño un experimento en
el que utilizando el mejor escenario logrado en el experimento
anterior, se variaron sistemáticamente el resto de las variables
(coste de ocupación, un símil de IDD; distancia de salto, productividad agrícola de la parcela). De los más de 10.000 escenarios generados, sólo 28 mejoraban la correlación obtenida en
el experimento anterior. Y de estos, sólo cuatro utilizaban un
algoritmo de dispersión vecino-a-vecino (wave of advance) en
su dispersión.
Asumiendo un inicio simultáneo en tres puntos (norte, centro y sur de la costa mediterránea), las mejores combinaciones
eran aquellas basadas en un movimiento tipo leap-frog, con distancias de salto moderadas en cualquier dirección (entre 25-50
km); un coste demográfico entre moderado y alto (20-100%) y
una preferencia por ocupar parcelas con índices de productividad medios (5 ó 6 sobre 10 como mínimo). Se trata, en buena
medida, de un comportamiento pionero que facilita la colonización de regiones extensas sobre la base de ignorar aquellas con
escaso atractivo agrícola y una tendencia a ocupar celdas desocupadas o con escasa población. Los tres de los mejores escenarios ilustran perfectamente esta situación. Su valor de ajuste
con el registro arqueológico se situaba ahora entre -0.55 y -0.56.
Más allá de las conclusiones sustantivas que puedan derivarse del modelo (v. Bernabeu et al., 2015), lo que me interesa
subrayar a partir de este ejemplo son algunos aspectos clave
de esta metodología. En el discurso que sigue haré mención a
algunos aspectos relativos al modelo implementado por S. Pardo (2015) en su tesis doctoral para investigar la incidencia de
la demografía y la transmisión de la información en el patrón
de variabilidad cultural del primer Neolítico en el Mediterráneo
Occidental.
A estas alturas debe parecer evidente a través de las descripciones anteriores que la modelización no se utiliza para “reconstruir” el pasado, sino para explorarlo, manipulando siste57
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J. Bernabeu Aubán
Fig. 2. Escenarios virtuales basados en dos o más puntos de origen que mejoran la correlación obtenida
en el experimento anterior (ver fig. 1). De nuevo todos los puntos de origen se encuentran en la fachada
mediterránea ibérica. Los mejores de entre ellos incluyen un movimiento a saltos (leap-frog) sobre parcelas
con valores medios y/o altos de productividad agrícola (ecolog, IDD). Ver texto para más detalle.
máticamente los parámetros considerados “clave” para explicar
el proceso de que se trate de manera que se obtienen diversos
resultados (escenarios) posibles. En consecuencia, la cuestión
importante es cómo comparar los escenarios virtuales con el registro arqueológico. Pero antes de enfrentar esta cuestión deberán resolverse algunos aspectos.
1. El primero es la elección de los indicadores arqueológicos adecuados al problema analizado. En el caso anterior,
parece bastante evidente que la utilización de las coordenadas
geográficas y fechas C14 constituyen indicadores adecuados si
lo que se pretende es medir la dispersión del Neolítico: cuándo
y dónde debería aparecer el primer Neolítico, de acuerdo a
ciertas reglas.
Sin embargo, este aspecto resulta menos evidente si lo que
se pretende es medir la variabilidad de la cultura material. Por
ejemplo, si la hipótesis del Autoestopista expresada por Ackland
es correcta, ¿qué efectos deberíamos esperar sobre el registro
material de las primeras sociedades neolíticas en el Mediterráneo Occidental?, ¿qué indicadores arqueológicos podríamos
utilizar?, y ¿cómo deberíamos medirlos?
La tesis doctoral de S. Pardo trata, justamente, de resolver
estas preguntas. Para ello, partiendo de la base de un modelo
de expansión similar al descrito anteriormente, se diseñó un
modelo basado en agentes que incorporaba varias formas relativas a la transmisión de la información con diferentes tasas
de mutación. De este modo, sobre la base de los postulados de
la teoría evolutiva, pudieron generarse diversos escenarios que
permitían evaluar si la variabilidad observada en los primeros
conjuntos cerámicos en el MW podría o no explicarse mediante tres conjuntos de reglas que gobiernan la transmisión de
58
información, cada uno de ellos combinado con diversas tasas
de mutación y tres clases de movimiento: vecino a vecino; y a
saltos de 120 ó 150 km.
Siguiendo la estela de trabajos recientes (Bernabeu et al.,
en prensa) el autor propone utilizar la decoración cerámica, en
concreto la técnica utilizada para confeccionarla, como posible
indicador. Sobre los cómputos (recuentos) de cada región, se
procedió a calcular un índice de similitud específicamente diseñado para tratar con esta clase de muestras.
Nótese que la unidad de recuento es diferente con respecto a
la utilizada en el primer ejemplo. Ahora la información se agrupa
por regiones con el fin de minimizar algunos de los problemas inherentes al registro arqueológico (vide supra). No se trata sólo de
los problemas relacionados con el tamaño de la muestra, sino que
aspectos como las practicas arqueológicas (prospección, sondeos,
excavaciones en área), o la funcionalidad de los sitios pueden introducir sesgos en la muestra presente en cada sitio.
Además, como se ha señalado en otra parte (Bernabeu et al.,
en prensa), el registro arqueológico suele ser acumulativo. Cada
unidad arqueológica (un nivel, o el relleno de un pequeño silo) es
el resultado de un proceso más o menos prolongado en el tiempo.
Aunque los arqueólogos clasificamos varios de ellos dentro del
mismo período (p.e., Neolítico Antiguo), esto no cambia que cada
uno por separado tenga una duración diferente. Como consecuencia, se producirán variaciones en la cultura material de modo que
resulta difícil esperar que se comporten del mismo modo en lo
que atañe a la representatividad de su cultura material.
Una forma de minimizar el impacto de esta variación consiste en desarrollar estrategias adecuadas si queremos comparar unidades de muestreo distintas. A partir de experiencias
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Dispersiones humanas y culturales durante la Transición Neolítica: Sistemas Complejos y Prehistoria
previas (Bernabeu et al., en prensa) el autor desarrolla una
estrategia basada en ventanas temporales como forma de reunir las unidades observadas (niveles, silos, etc.) en conjuntos
temporalmente definidos que agrupan períodos de 150 y 300
años, desde el inicio de la secuencia cerámica en cada región.
La estrategia utilizada es acumulativa, de manera que un conjunto que ocupara la primera ventana temporal estaba también
incluido en la segunda.
Lógicamente esta estrategia es mejorable. Una mayor finura sería posible si se dispusiera de mayor precisión en las dataciones y pudieran aplicarse métodos estadísticos apropiados
para decidir la pertenencia de cualquier unidad a una de estas
ventanas temporales. Los métodos basados en aproximaciones
bayesianas pueden ser una forma adecuada de enfocar este problema. Su utilización, además, puede proporcionar una forma
de incluir en el registro (ampliando la muestra disponible) aquellos conjuntos no datados, al estilo de las propuestas realizadas
en otros ámbitos cronológicos (Fernández López de Pablo y
Barton, 2014) y geográficos (Mills et al., 2013).
2. Tiempo Virtual vs. Tiempo Real. Necesitamos también
transformar el tiempo del “ordenador” en tiempo real. En algunos casos, como pone de relieve el ejemplo de la expansión del
Neolítico, este aspecto no tiene que ser explícito, de manera que
no resulta necesario establecer la equivalencia entre pasos de la
simulación (o ciclos) y años reales.
Ahora bien, en el segundo de los ejemplo citados, este aspecto sí debe acometerse con antelación: necesitaremos conocer cuántos años reales representa cada paso del modelo puesto
que la información de salida deberá organizarse en las ventanas
temporales (150 y 300 años) previamente establecidas; es decir,
¿cuántos pasos del modelo representan 150 años? En el modelo
diseñado por S. Pardo (2015), este variaba entre aproximadamente 1 y 3 años por paso dependiendo del tipo de movimiento.
Para llegar a esta conclusión simplemente se dividió el número
medio de pasos que el modelo necesita para llegar a ciertos puntos (yacimientos con dataciones sobre elementos domésticos),
por la media calibrada de la datación obtenida en ese mismo
punto geográfico.
3. Resultados virtuales. También necesitamos una estrategia adecuada para recoger los resultados del modelo. Este aspecto depende, básicamente, de los objetivos que se pretenda
evaluar y de la información disponible, lo que a su vez remite a
la cuestión de qué indicadores arqueológicos son adecuados al
proceso que se desea analizar.
Volviendo al primer ejemplo, el modelo disponía de un
“mundo realista” dividido en parcelas de 5x5 km. La información arqueológica consistía en sitios datados y georreferenciados. En caso de coincidencia de dos sitios en la misma celda,
sólo se conservó la información correspondiente al más antiguo
de ellos. Con esta estructura de información, bastaba con recoger la información virtual correspondiente a cada celda con
valores arqueológicos, ignorando el resto. Esto facilitaba los
cálculos y ahorraba tiempo de computación al limitar la recogida de la información a aquellas parcelas donde disponíamos
información arqueológica.
En otras ocasiones esta estrategia no resulta útil. Así en el
segundo de los casos comentados, se procedió a agrupar los
sitios disponibles por regiones, de manera que la información
recogida consistió en el cómputo medio acumulado de cada
técnica decorativa en cada región de la que se disponía de documentación arqueológica, ignorando el resto, y para cada ventana temporal definida de acuerdo con el número de pasos/años
establecidos.
4. Virtual vs. Real (Arqueológico). Resuelto lo anterior, el
último paso consiste en seleccionar métodos estadísticos que
permitan evaluar el ajuste de los diversos escenarios obtenidos
con la información empírica. En el primer caso expuesto, el
coeficiente de correlación simple de Pearson entre los pasos del
modelo para llegar a cada celda y la media de la datación C14
disponible para esa misma celda era un criterio suficiente. De
este modo, una adecuación perfecta entre cualquier escenario
y la realidad, debería arrojar una correlación negativa perfecta
(r = -1). Cualquier resultado ≥ 0 debería desecharse por
insatisfactorio.
En el segundo caso, la cuestión resultaba más compleja. Más
allá de los detalles (que no corresponde explicar en el presente
texto), el autor disponía de una muestra arqueológica formada
por ciertas regiones caracterizadas cada una de ellas por un índice que medía su distancia cultural (diferencia en la proporción
de técnicas decorativas presentes) a cualquiera de las demás.
Asumiendo que la expansión se produjo desde el S de Italia, tan
sólo había que comparar la distancia “cultural” respecto al S de
Italia entre cada escenario virtual y el arqueológico. De nuevo
se recurrió el coeficiente de correlación simple de Pearson para
proceder a las comparaciones, asumiendo que a mayor correlación positiva mejor ajuste entre el modelo y la realidad. Sus
resultados sugieren algunas cosas interesantes:
- Que la variabilidad de las cerámicas correspondientes al
primer Neolítico puede perfectamente comprenderse, utilizando
criterios de arqueología evolutiva, como consecuencia de una
expansión desde el sur de Italia.
- Que implicaría un proceso de autoestop cultural (copia sin
cambios durante la primera colonización) seguida por procesos
de transmisión de la información basados tanto en la copia aleatoria (Drift) como sesgada (copiando el más común o el más
antiguo, dentro de cierto radio), si bien con ratios de mutación
diferentes en cada caso.
En coincidencia con el modelo de dispersión, los mejores
resultados se obtenían si la dispersión se producía mediante un
movimiento tipo leap-frog, lo que en mi opinión refuerza la coherencia de los resultados de ambos.
En resumen, los nuevos métodos basados en la simulación
(sean estos modelos de agentes, autómatas celulares o redes)
pueden proporcionar herramientas muy útiles a una disciplina
que, como la nuestra, intenta comprender las dinámicas de cambio a largo plazo, aunque no puede observarlas directamente.
Junto con la teoría de complejidad, y la teoría evolutiva, y la
simulación computacional como método, pueden resultar en
una combinación teórico-metodológica valiosa. Sin embargo,
son diversos los retos que deben acometerse para poner a punto
estas herramientas. En las páginas anteriores me he centrado básicamente en uno de ellos: las limitaciones inherentes al registro
arqueológico. Necesariamente debemos comprenderlas y actuar
en consecuencia a fin de evitarlas, minimizarlas y, lo que resulta
más interesante, utilizarlas de forma adecuada a los requisitos
derivados de la simulación computacional.
59
[page-n-67]
J. Bernabeu Aubán
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[page-n-68]
Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 61-73.
Radiocarbono y neolitización en la Península Ibérica
oReto gaRCía PuCHol, agustín díez Castillo y salVadoR PaRdo goRdó
reSumen
En este trabajo hemos llevado a cabo una recopilación de las dataciones radiocarbónicas disponibles para el conjunto de la
Península Ibérica con el objetivo de construir mapas temporales del desarrollo del proceso de neolitización. Hemos representado
de este modo la densidad de las dataciones radiocarbónicas calibradas espacialmente, lo cual permite realizar una lectura
diacrónica sobre las dinámicas poblacionales de los últimos caza-recolectores y los primeros agricultores y ganaderos. La
asunción de partida consiste en considerar el conjunto de las dataciones como una muestra casi aleatoria para indagar sobre la
evolución del poblamiento peninsular. En la bibliografía reciente se han señalado diversos problemas relativos a la variabilidad
de la muestras consideradas, como aquellos que conciernen a la visibilidad diferencial de los distintos sitios arqueológicos
(especialmente aquellos al aire libre), el grado de intensidad de las investigaciones llevadas a cabo según las diferentes áreas,
el tipo de muestra datada, o su contexto arqueológico. En cualquier caso, el creciente número de muestras disponible y también
el incremento de la precisión en la selección de las mismas y en los resultados, permiten albergar expectativas razonables
sobre el interés de explorar este tipo de análisis a escala peninsular, en este caso enfocado a la investigación del proceso de
neolitización.
PalabraS claVe:
Proceso de neolitización, península ibérica, Carbono 14, mapas de densidades de dataciones calibradas.
abSTracT
Radiocarbon and Neolithisation in the Iberian Peninsula. In this work we have carried out a compilation of radiocarbon
dates availables for the entire Iberian Peninsula with the goal to built temporal maps about the neolitisation process. We have
calculated the calibrated radiocarbon dating densities and we have represented them spacially in order to show the population
dynamics of last hunter-gatherers and first farmers. We assume that the ensemble of radiocarbon dates constitutes a random
sample to investigate population dynamics. Some authors point out several problems linked with the variability of samples as
the visibility of the sites, the degree of regional research, the type of material dated, or the archaeological context. Nevertheless
the increasing number of available samples and the improvement in the results allow to consider the interest of this kind of
analysis, in this case focused on to investigate the neolithisation process.
keywordS:
Neolithisation process, Iberian Peninsula, 14C, calibrated radiocarbon dating density maps.
1. INTRODUCCIÓN
Abordamos en este texto un tema recurrente en la bibliografía reciente sobre el Neolítico en la Península Ibérica, la cronología de
su aparición a la luz de las dataciones radiocarbónicas, siguiendo
para ello la estela de las reflexiones planteadas por Bernat Martí
a partir de sus trabajos de excavación en el emblemático yacimiento de Cova de l'Or de Beniarrés (Martí, 1977; Martí et al.,
1980). Su visión general y particular del proceso de neolitización
mantiene toda su vigencia de modo que el denominado “modelo dual” descrito para el territorio valenciano confluye en gran
medida con los modelos de neolitización mixtos comúnmente
aceptados a escala europea. La elaboración del mismo se ha visto enriquecida a través de los nuevos datos arqueológicos y de
forma muy particular gracias a la creciente concreción del marco
cronométrico, a medida que el método avanzaba en precisión paralelamente a la exigencia en la selección de las muestras susceptibles de ser datadas (Bernabeu, 1999; Bernabeu, Barton y Pérez,
2001; Zilhão, 2001; Bernabeu, 2006). En los últimos 15 años se
ha producido a escala de la Península Ibérica un incremento notable en el número de yacimientos conocidos a través de trabajos
de prospección o excavación, tanto en áreas con escasa o nula
información previa (el interior peninsular), como en otras bien
conocidas en la bibliografía (Cataluña, Valle del Ebro, País Valenciano y Portugal). La publicación de fechas radiocarbónicas
ha experimentado también un importante auge, abriendo nuevas
expectativas para explorar la expansión del Neolítico a escala
peninsular. Partiendo de estas premisas nos proponemos actualizar la información disponible sobre las dataciones del Mesolítico
final y el primer Neolítico en la Península Ibérica recientemente
recopiladas (Bernabeu et al., en prensa) haciendo hincapié en
el análisis de la naturaleza de las muestras y su distribución espacial. Centraremos a partir de este momento la discusión en el
significado de esta información para atender a la cuestión sobre
la aparición del Neolítico y su expansión.
61
[page-n-69]
O. García Puchol, A. Díez Castillo y S. Pardo Gordó
2. MATERIAL Y MÉTODOS
La recopilación de dataciones radiocarbónicas llevada a cabo se
nutre de recientes trabajos dirigidos a investigar las dinámicas
socioecológicas en el marco del proceso de neolitización a escala peninsular y del Mediterráneo occidental (Bernabeu et al.,
2014; Bernabeu et al., en prensa; García Puchol et al., en prensa). Varias síntesis publicadas en los últimos años (Juan Cabanilles y Martí, 2002; García Puchol, 2005; Bernabeu, 2006; Rojo
et al., 2012; Fano, Cubas y Wood, 2014), bases de datos regionales (Catalunya C14: http://www.telearchaeology.com/c14/index.htm), además de publicaciones recientes (Aura et al., 2013;
Gibaja et al., 2015; Oms et al., 2014; Cebrià et al., 2014; García
Borja et al., 2012; Martí, 2011; Medved, 2013; Peña Chocarro
et al., 2013; Rojo et al., 2015; Salazar et al., 2013; Vergés et al.,
2008) conforman la base de la misma. En este trabajo analizamos las dataciones radiocarbónicas entre el 8000 y el 5000 BP
(circa 7400 a 4500 cal BC) referidas al conjunto del territorio
peninsular. Un total de 1.276 fechas quedan recogidas en la tabla 1, donde podemos apreciar su repartición territorial según
las principales cuencas hidrográficas y ambientes costeros. Se
refiere también su clasificación atendiendo al material datado de
forma que son visibles las diferencias relativas al peso específico de determinados materiales según regiones. En este punto
advertimos del creciente interés en datar elementos singulares
directamente relacionados con el evento datado, que para el primer neolítico serían los elementos domésticos (Zilhão, 2001;
Bernabeu, 2006). Los problemas planteados por determinados
materiales tales como los moluscos marinos y su inclusión en la
dieta humana debido al denominado efecto reservoir han sido
señalados en diferentes trabajos (Ascough, Cook y Dugmore,
2005). Del mismo modo el denominado efecto de la madera
vieja ha propiciado crecientes críticas al uso del carbón no identificado tal y como ha quedado demostrado en varios ejemplos
publicados (Bernabeu, Barton y Pérez, 2001; Bernabeu et al.,
2006; Rojo et al., 2006). También conviene referir los problemas relativos a las muestras óseas y la utilización o no de métodos específicos de ultrafiltración para el control de la calidad del
colágeno (Bonsall et al., 2015; Wood, 2015). Y todo ello unido a
la información contextual sobre la procedencia de las muestras,
no siempre bien especificada, lo cual añade incertidumbre sobre
su relación con el evento que se quiere datar (Wood, 2015).
Un uso habitual del conjunto de dataciones disponibles en
una determinada área, con la aplicación de filtros más o menos
restrictivos, es el de la representación de la suma de las probabilidades de las dataciones calibradas y su lectura diacrónica más
o menos extensa desde la perspectiva de un indicador demográfico relativo (Gamble et al., 2005; Shennan, 2013; Shennan
et al., 2013; Bernabeu et al., 2014; Bernabeu et al., en prensa;
Timpson et al., 2014). La validez del método estaría basada en
la asunción de que la utilización de un gran número de muestras
equilibraría los efectos de los errores en las mismas. Resulta
habitual la aplicación de diversos filtros para evitar algunos de
estos posibles efectos perversos como la eliminación de muestras con desviaciones estándar elevadas (Williams, 2012), o el
cálculo de la media de las dataciones procedentes de un mismo
yacimiento y nivel para evitar sobre-representaciones de una
misma procedencia (Shennan et al., 2013). No vamos a discutir
ahora los resultados del uso de este método como una herramienta más para explorar determinadas cuestiones, y su validez,
siempre y cuando se apliquen determinados criterios restrictivos
en la selección de las muestras tal y como hemos mostrado en
otros trabajos (Bernabeu et al., 2014; Bernabeu et al., en prensa).
Nuestro interés reside en cartografiar el poblamiento de los últi-
71
15
37
0
32
3
4
4
1
0
0
0
134
33
44
2
53
16
25
23
15
6
7
1
71
11
27
1
18
15
2
8
8
0
4
8
77
10
24
0
13
7
3
36
31
4
0
0
22
10
5
0
2
0
1
0
0
5
0
10
246
67
66
4
95
8
54
1
0
79
1
0
Dataciones seleccionadas
Yacimientos
SD
834
239
59,9
101
38
62
168
30
52,6
27
9
59,4
74
35
66,4
10
9
60,7
32
14
48,8
66
15
58,8
98
25
60,1
57
10
58,4
62
4
62,7
4
2
117,5
135
46
64,4
62
Portugal
Bajo Guadiana /
Guadalquivir
38
18
21
2
14
3
7
1
1
0
0
1
Sur mediterráneo
30
22
21
0
0
0
0
0
0
0
8
3
Este/sureste
149
56
87
0
39
1
17
3
1
18
0
1
Este
60
17
42
0
8
1
3
10
8
0
1
0
Alto/medio Tajo
195
34
79
3
95
10
20
15
14
0
0
3
Galicia
173
61
92
6
46
14
18
23
16
0
1
5
Cantabrico
Alto/medio Guadiana /
Guadalquivir
Dataciones
Yacimientos
Carbón
Carbon vida corta
Hueso total
Domésticos
Humanos
Semilla/fruto total
Cereal
Malacofauna
Otros
Indeterminado
Alto/medio Duero
Alto/medio Ebro
1275
347
545
18
414
79
154
131
95
112
22
33
Iberia
Noreste
Tabla 1. Relación de dataciones radiocarbónicas de la Península Ibérica (entre 8000 y 5000 bp) según la naturaleza de la muestra y su
localización atendiendo a las regiones consideradas. Queda reflejado también el número de dataciones utilizadas para la construcción
de los mapas, el número de yacimientos con dataciones en las diferentes regiones y la media de la desviación estándar de las mismas.
[page-n-70]
Radiocarbono y neolitización en la Península Ibérica
mos caza-recolectores y los primeros agricultores y ganaderos.
Para ello vamos a utilizar igualmente las dataciones radiocarbónicas con el objetivo de ilustrar espacialmente la densidad de
las probabilidades calibradas de las mismas a modo también de
un indicador demográfico relativo. Admitiendo la incertidumbre introducida por estos métodos para evaluar el poblamiento
humano (Combré and Robinson, 2014) coincidimos con otros
autores en que se trata de una herramienta útil para al menos
observar determinadas tendencias generales, que en cualquier
caso requerirán del contraste con otros datos arqueológicos de
carácter general y regional. Partiendo de estas premisas hemos
aplicado filtros similares con el fin de incrementar la fiabilidad
de la muestra y siempre teniendo en cuenta que su tamaño, al
considerar el conjunto de Iberia, disminuye los efectos negativos derivados de su naturaleza y procedencia. Un primer filtro
ha consistido en no considerar las muestras sobre malacofauna
y huesos humanos afectados por el efecto reservoir. El segundo
filtro practicado ha sido descartar las muestras con una desviación estándar (SD) superior a 150.
A partir de este conjunto de fechas se ha realizado una serie de cálculos con el programa R (R Core Team, 2014) que
comienzan con la calibración de cada una de las fechas con la
librería Bchron (Parnell, 2014) y la curva de calibración Intcal
2013 (Reimer et al., 2013), lo que nos proporciona las probabilidades por año calendárico. A continuación sumamos las probabilidades de cada fecha en rangos de 200 años (comenzando por
el rango 7800-7601 cal BC) añadiendo los resultados a la tabla
original como una nueva variable. Esta nueva variable se agrupa
por yacimientos y se suman las probabilidades para cada uno
de ellos. Con el fin de obtener datos similares por intervalos, la
suma obtenida en cada uno de los yacimientos en un rango de
fechas determinado se normaliza a la unidad (Wickman, 2014).
Los datos así obtenidos se interpolan mediante un kernel isotrópico gausiano suavizado (Badeley y Turner, 2005) con una distancia aproximada de 50 km. Finalmente para la realización de
cada mapa se rasteriza el resultado de la interpolación (Hijmans,
2015) y para su presentación se representa el resultado con el
paquete rasterVis (Perpinan y Hijmans, 2014).
El resultado permite representar la densidad de las dataciones radiocarbónicas espacialmente, lo que nos ha servido de
base para realizar una lectura diacrónica sobre las dinámicas
espaciales de los últimos caza-recolectores y los primeros agricultores y ganaderos. Asumiremos pues que el conjunto de las
dataciones puede ser considerado como una muestra casi aleatoria para indagar sobre la evolución del poblamiento peninsular. Esta asunción no está exenta de problemas, ya señalados
por distintos autores, como aquellos relativos a la visibilidad
diferencial de los diferentes sitios arqueológicos (especialmente
aquellos al aire libre), el grado de intensidad de las investigaciones llevadas a cabo según las distintas áreas, el tipo de muestra
datado, o su contexto arqueológico (Combré y Robinson, 2014;
Wood, 2015). No obstante, el creciente número de muestras, su
dispersión espacial al amparo de numerosas síntesis publicadas
en los últimos años, y también el incremento de la precisión en
la selección de las mismas y en los resultados, permiten albergar
expectativas razonables sobre el interés de explorar este tipo de
análisis a escala peninsular, en este caso enfocado a la investigación del proceso de neolitización.
Con el fin de abordar de forma directa la discusión sobre
la llegada de los domésticos a Iberia hemos implementado una
serie de mapas donde únicamente representamos las dataciones
sobre domésticos (tabla 2), en un caso teniendo en cuenta todas
las identificaciones referidas a animales y cereales, en otro considerando solo las fechas sobre cereales. El método seguido ha
sido el mismo, sumar las densidades de las dataciones calibradas por yacimiento normalizándolas a 1 y aplicando un kernel
de distancia de 50 km. Estos últimos mapas aportan datos de
particular interés sobre el objeto de este trabajo, dado que sobre
este tipo de muestras podemos centrar con mayores garantías el
foco del debate sobre el tiempo de la neolitización.
Tabla 2. Dataciones radiocarbónicas sobre domésticos (cereales, ovicápridos y bóvidos) en el marco de la Península Ibérica consideradas
en el presente trabajo.
Yacimiento
Ref. lab.
Caldeirão
Caldeirão
Carigüela
Costamar
Cova d'en Pardo
Los Cascajos
Los Cascajos
Arenaza
Carrascal
Cova de la Sarsa
Cova de la Sarsa
Mas d'Is
Mas d'Is
Carrascal
Cova d'en Pardo
Cova d'en Pardo
Cueva de Nerja
Cueva de Nerja
Cueva de Nerja
Cueva de Nerja
Cueva de Nerja
Cueva de Nerja
Cueva de Nerja
Cueva de Nerja
OxA1036
OxA1037
Col1565
OxA23578
Beta231876
Ua17793
Ua17995
OxA7157
Beta276401
OxA236022
OxA236025
Beta331018
Beta331019
Beta296582
Beta231877
Beta231879
OxA26079
OxA26080
OxA26081
OxA26082
OxA26083
OxA26084
OxA26085
OxA26086
Data BP
5870
5970
6749
5995
5790
5720
6125
6040
6280
6389
6399
6030
6140
6200
6240
6610
6207
6196
6219
6214
6252
6254
6342
6466
SD Material
Especie
Referencia
80
120
39
38
40
90
80
75
40
33
35
30
30
40
40
40
32
31
33
35
33
33
37
33
Bos
Bos
Bos
Bos
Bos
Bos
Bos
Bos Taurus
Bos Taurus
Bos Taurus
Bos Taurus
Bos Taurus
Bos Taurus
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Medved 2013
Flors et al. 2012
Rojo et al. 2012
García Martínez de Lagrán 2012
García Gazólaz et al. 2011
Fano et al. 2014
Cardoso 2011
García Borja et al. 2012a
García Borja et al. 2012a
Bernabeu et al. 2014
Bernabeu et al. 2014
Cardoso 2011
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Aura et al. 2013
Aura et al. 2013
Aura et al. 2013
Aura et al. 2013
Aura et al. 2013
Aura et al. 2013
Aura et al. 2013
Aura et al. 2013
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
63
[page-n-71]
O. García Puchol, A. Díez Castillo y S. Pardo Gordó
Tabla 2 (cont.).
Yacimiento
Ref. lab.
Hostal Guadalupe
La Draga
La Draga
La Revilla del Campo
La Revilla del Campo
La Revilla del Campo
Roca Chica
Vale Boi
Vale Boi
Reina Amàlia
Abric de la Falguera
Caldeirão
Caldeirão
Carigüela
Carigüela
Carigüela
Casa Montero
Chaves
Chaves
Cova de l'Or
Cova de la Sarsa
Cova de la Sarsa
Cova de les Cendres
Cova de les Cendres
Cova Fosca Vall d'Ebo
El Barranquet
La Paleta
Les Guixeres
Les Guixeres
Peña Larga
Roca Chica
Ventana
Vinya d'en Pau
Carigüela
Carigüela
Carigüela
Can Fiulà
Can Roqueta
Codella
Cova Bonica
Cova de l'Or
Cova del Frare
Cova del Toll
Cova del Toll
Cova del Vidre
Cova del Vidre
Cueva de Nerja
Cueva Font Major
El Tonto
Cueva de Nerja
Cueva de Nerja
Cueva de Nerja
Peña Larga
Can Sadurní
Costamar
Cova de l'Or
Cova de l'Or
Cova de l'Or
Cova de l'Or
Cova de l'Or
Cova de l'Or
Cova de les Cendres
Cova de les Cendres
Cova de les Cendres
Cova dels Trocs
Cova dels Trocs
Cueva de los Murciélagos
Cueva de los Murciélagos
Cueva de los Murciélagos
Cueva de los Murciélagos
Cueva de los Murciélagos
Wk25167
Beta278255
Beta278256
KIA21353
KIA21354
KIA21356
Wk25162
OxA13445
Wk17030
Beta259278
AA60627
OxA1034
OxA1035
Col1560
Col1564
Col1567
Beta295152
GrA38022
UCIAMS66317
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6510
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6350
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6181
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6590
6310
6230
6300
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5720
6405
5965
6290
6340
6200
6265
6275
6310
6340
5980
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6080
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6184
6192
6199
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30
40
40
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31
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30
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40
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80
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39
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25
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40
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70
70
100
90
40
40
45
45
35
35
36
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovicaprino
Ovis aries
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis
Ovis/Capra
Ovis/Capra
Ovis/Capra
Ovis aries
Ovis aries
Ovis aries
Ovis aries
Ovis aries
Ovis aries
Ovis aries
Ovis aries
Ovis aries
Ovis aries
Ovis aries
Ovis aries
Ovis aries
Ovis/Capra
Ovis/Capra
Ovis/Capra
Ovis/Capra
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cortés et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Cortés et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
González 2009
García Puchol et al. 2009
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Medved 2013
Medved 2013
Medved 2013
Díaz del Río y Consuegra 2011
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Martí 2011
García Borja et al. 2012a
García Borja et al. 2012a
Bernabeu y Molina 2009
Bernabeu y Molina 2009
García Borja et al. 2012b
Rojo et al. 2012
Jiménez Guijarro 2008
Oms et al. 2014
Oms et al. 2014
Rojo et al. 2012
Cortés et al. 2012
Jiménez Guijarro 2008
Oms et al. 2014
Mednev 2013
Mednev 2013
Mednev 2013
Oms et al. 2014
Cebrià et al. 2014
Catalunya C14
Oms et al. 2014
Pérez Jordà 2013
Oms et al. 2014
Oms et al. 2014
Oms et al. 2014
Oms et al. 2014
Oms et al. 2014
Aura et al. 2013
Oms et al. 2014
Pardo Gordó 2015
García Borja et al. 2014
García Borja et al. 2014
García Borja et al. 2014
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Martí 2011
Martí 2011
Martí 2011
Martí 2011
Martí 2011
Martí 2011
Bernabeu y Molina 2009
Bernabeu y Molina 2009
Bernabeu y Molina 2009
Rojo et al. 2015
Rojo et al. 2015
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Peña Chocarro et al. 2013
Peña Chocarro et al. 2013
Peña Chocarro et al. 2013
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Hueso
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
[page-n-72]
Radiocarbono y neolitización en la Península Ibérica
Tabla 2 (cont.).
Yacimiento
Ref. lab.
Cueva de los Murciélagos
El Mirón
Hostal Guadalupe
Hostal Guadalupe
La Draga
La Draga
La Draga
La Draga
La Draga
La Draga
La Revilla del Campo
La Revilla del Campo
La Revilla del Campo
La Revilla del Campo
La Revilla del Campo
La Revilla del Campo
Los Cascajos
Los Castillejos
Los Castillejos
Los Castillejos
Los Castillejos
Los Castillejos
Los Castillejos
Los Castillejos
Los Castillejos
Los Castillejos
Los Castillejos
Los Castillejos
Los Castillejos
Los Castillejos
Los Castillejos
Mas d'Is
Mas d'Is
Mas d'Is
Roca Chica
Roca Chica
El Cavet
El Cavet
La Paleta
Cueva de los Mármoles
Cueva de Nerja
Mas d'Is
Cueva de los Murciélagos
Cueva de los Murciélagos
Cueva del Toro
Cova dels Trocs
Cova dels Trocs
Cova dels Trocs
Cova dels Trocs
Can Sadurní
Can Sadurní
Can Sadurní
El Mirador
Abric de la Falguera
La Lámpara
Cova Colomera
Cova Colomera
Cueva de los Mármoles
Cueva de los Mármoles
Cueva de los Mármoles
Cueva de los Mármoles
Cueva de los Murciélagos
Cueva de los Murciélagos
Cueva de los Murciélagos
Cueva del Toro
El Mirador
El Mirador
El Mirador
El Mirador
Cova de Sant Llorenç
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6240
6120
6260
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6140
6600
5550
5590
6265
6185
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6050
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6170
6110
5590
5580
6050
5590
6421
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6375
6300
6510
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6150
6170
6100
6250
6180
6180
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6110
6070
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6160
SD Material
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35
40
50
35
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33
33
33
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50
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60
50
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40
45
45
45
40
45
45
40
45
50
45
50
45
50
40
40
60
30
40
36
60
31
40
50
40
37
30
40
40
40
40
34
34
34
50
80
50
40
30
40
40
40
30
40
40
40
30
40
50
40
40
40
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal (Tritic.)
Cereal (Tritic.)
Cerealia sp.
Hordeum
Hordeum
Hordeum
Hord. vulgare
Hord. vulgare
Hord. vulgare
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
T. dicoccum
T. dicoccum
T. dicoccum
T. dicoccum
T. monococcum
T. monococcum
T. aest./durum
T. aest./durum
T. aest./durum
T. aest./durum
T. aest./durum
T. aest./durum
T. aest./durum
T. aest./durum
T. aest./durum
T. aest./durum
T. aest./durum
Triticum
Triticum
Triticum
Tritucum
Peña Chocarro et al. 2013
Rojo et al. 2012
Cortés et al. 2012
Cortés et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
García Gazólaz et al. 2011
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Bernabeu et al. 2014
Bernabeu et al. 2014
Bernabeu et al. 2014
Cortés et al. 2012
Cortés et al. 2012
Oms et al. 2014
Oms et al. 2014
Jiménez Guijarro 2008
Rojo et al. 2012
Aura et al. 2013
Bernabeu et al. 2014
Peña Chocarro et al. 2013
Peña Chocarro et al. 2013
Peña Chocarro et al. 2013
Rojo et al. 2015
Rojo et al. 2015
Rojo et al. 2015
Rojo et al. 2015
Cebrià et al. 2014
Cebrià et al. 2014
Cebrià et al. 2014
Vergés et al. 2008
García Puchol et al. 2009
Rojo et al. 2012
Rojo et al. 2012
Oms et al. 2014
Peña Chocarro et al. 2013
Peña Chocarro et al. 2013
Peña Chocarro et al. 2013
Peña Chocarro et al. 2013
Peña Chocarro et al. 2013
Peña Chocarro et al. 2013
Peña Chocarro et al. 2013
Peña Chocarro et al. 2013
Vergés et al. 2008
Vergés et al. 2008
Vergés et al. 2008
Vergés et al. 2008
Oms et al. 2014
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/Fruto
Semilla/Fruto
Semilla/Fruto
Semilla/Fruto
Semilla/Fruto
Semilla/Fruto
Semilla/Fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/Fruto
Semilla/Fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
Semilla/fruto
65
[page-n-73]
O. García Puchol, A. Díez Castillo y S. Pardo Gordó
3. RESULTADOS
La tabla 1 ofrece la información general sobre la compilación
radiocarbónica realizada atendiendo al conjunto de la muestra y
a su clasificación según las regiones aquí consideradas. Podemos observar la composición de la misma y su variabilidad en
los diferentes territorios. El carbón no identificado constituye el
material más datado seguido de cerca por el material óseo. Los
elementos domésticos suponen una cifra discreta, principalmente referidos a cereales, pero también a animales domésticos. A
este respecto conviene advertir de diferencias significativas entre regiones de modo que determinados territorios cuentan con
una muestra muy reducida o nula para el período considerado.
En el extremo encontramos a Galicia y el Bajo Guadiana/Guadalquivir, donde ningún elemento doméstico queda recogido en
la tabla. El área cantábrica (Asturias, Cantabria y el País Vasco occidental) apenas cuenta con 2 muestras (una sobre cereal
y otra sobre bovino), 4 muestras domésticas corresponden al
área comprendida entre el Alto/Medio Tajo, 4 también referidas
al este peninsular (área entre el sur del Ebro y el norte del río
Júcar), y apenas 9 al amplio territorio de Portugal (todas ellas
sobre animales). La concentración de dataciones sobre domésticos se sitúa en el área mediterránea, desde el norte al sureste,
y el corredor del Ebro. Las dataciones sobre malacofauna son
poco comunes con la excepción de Portugal donde su número
es significativo. Una vez aplicados los filtros referidos (eliminar
todas aquellas dataciones superiores a 150 de desviación estándar además de todas las efectuadas sobre conchas marinas) el
total de muestras contemplado en el análisis asciende a 834 procedentes de 239 yacimientos. La distribución por yacimientos
a
7200−7000 BC
b
7000−6800 BC
1.0
42
es totalmente irregular y varía desde yacimientos con más de
30 dataciones (La Revilla o Cueva de Nerja) hasta los 119 que
poseen una única datación. Se podrían haber empleado otras estrategias como agrupar los yacimientos por cuadrículas de una
dimensión determinada pero nosotros hemos preferido utilizar
el yacimiento como unidad de análisis. El número de dataciones ahora se reduce sensiblemente en algunas áreas (Galicia,
Bajo Guadiana/Guadalquivir), y en algún caso se concentran en
muy pocos yacimientos (Alto/Medio Guadiana/Guadalquivir:
4). Hemos anotado también en la tabla la media de la desviación estándar (SD) del conjunto de la muestra utilizada para la
construcción de los mapas, y también por regiones, de modo
que observamos cómo en general ofrecen una desviación media
aceptable para este tipo de análisis (Williams, 2012).
Tal como explicábamos en el apartado anterior, hemos utilizado el conjunto de dataciones seleccionadas para construir mapas
sobre el poblamiento de la Península Ibérica en el marco temporal
considerado. A través de estos mapas trataremos de explorar las
dinámicas de ocupación del territorio desde una amplia perspectiva diacrónica que engloba los prolegómenos de la neolitización y
la introducción y expansión de la economía de producción.
La figura 1 refleja los mapas resultado de la interpolación de
la densidad de dataciones en intervalos de 200 años de duración
desde el 7400 al 4200 cal BC. En esta primera representación
se han incluido dataciones de vida larga y corta, agregados o
singulares, entendiendo que ciertos “outliers” pueden detectarse
precisamente en base a las variables temporal y espacial representadas. Advertiremos también cómo la lectura de los mapas
inicial y final debe hacerse con cautela dados los límites establecidos en la selección de las dataciones (entre 8000 y 5500 bp).
5600−5400 BC
5400−5200 BC
1.0
42
40
40
38
38
36
0.8
6800−6600 BC
36
6600−6400 BC
0.8
5200−5000 BC
5000−4800 BC
0.6
6400−6200 BC
0.6
6200−6000 BC
42
4800−4600 BC
0.4
4600−4400 BC
42
40
38
0.4
40
38
36
36
6000−5800 BC
5800−5600 BC
0.2
4400−4200 BC
4200−4000 BC
0.0
−8 −6 −4 −2
0
2
0.2
0.0
−8 −6 −4 −2
0
2
Fig. 1. Mapas resultado de la interpolación de la densidad de dataciones en intervalos de 200 años de duración desde el 7400 al 4200 cal
BC en la Península Ibérica.
66
[page-n-74]
Radiocarbono y neolitización en la Península Ibérica
Una primera inspección de la figura advierte del crecimiento general en el número de yacimientos datados a medida que avanzamos en el tiempo con alguna matización (un ligero descenso
en torno al 4800-4600 cal BC). Un segundo aspecto a remarcar
sería la imagen de una repartición más amplia de los yacimientos a partir del intervalo 5800-5600 cal BC.
Si nos centramos en los mapas iniciales (fig. 1a), que se corresponden con yacimientos mesolíticos (desde el final del Mesolítico con muescas y denticulados al desarrollo del Mesolítico
geométrico, incluyendo el desarrollo del Asturiense), debemos
señalar la concentración de los sitios datados en el área articulada
por la fachada mediterránea, el corredor del Ebro y la región cantábrica. Portugal cuenta también con una concentración de sitios
datados en torno a la desembocadura del Tajo. Del mismo modo,
tal como se ha señalado de forma reiterada en la bibliografía,
grandes espacios como el interior peninsular no disponen de esta
clase de información (Juan Cabanilles y Martí, 2002). No podemos despreciar el sesgo de la misma determinado por la escasez
de proyectos de investigación dirigidos a estudiar estas dinámicas
poblacionales en determinados territorios, si bien es cierto que
el incremento de intervenciones de urgencia de los últimos años
(prospecciones y excavaciones) no parece haber aportado en general grandes novedades al respecto. Un ligero cambio se aprecia
a partir del intervalo 5800-5600 cal BC cuando las dataciones
empiezan a avanzar hacia el interior peninsular y de forma más
marcada en el intervalo 5600-5400 cal BC, momento en que es
evidente el incremento en la densidad de dataciones especialmente en la costa mediterránea. A partir de este punto la densidad
de las mismas aumenta igualmente hacia el interior y el sur peninsular (particularmente en el núcleo malagueño). Este interva6000−5800 BC
lo ya concentra un gran número de yacimientos neolíticos en la
fachada mediterránea. Una dinámica similar se mantiene hasta el
intervalo 5200-5000 cal BC. La tendencia se invierte ligeramente
en el intervalo 4800-4600 cal BC, cuando el número de sitios
arqueológicos con fechas disminuye en general, apreciándose la
recuperación ya en el intervalo 4600-4400 cal BC.
Tal como apuntábamos en el apartado anterior, con el fin
de añadir datos directos a la discusión sobre la neolitización
en Iberia hemos procedido a construir mapas de densidades
de dataciones teniendo en cuenta exclusivamente la representación de las muestras sobre domésticos (fig. 2). En esta figura
se representa la densidad de todos los domésticos incluidos cereales y animales. En el primer mapa (6000-5800 cal BC) aparece representado de forma aislada el yacimiento de Carigüela
en el sur peninsular. El segundo mapa (5800-5600 cal BC)
ofrece una serie de puntos aislados hacia el interior y el centro
peninsular y la concentración de dataciones en tres áreas (Catalunya, comarcas centro-meridionales valencianas y costa de
Málaga). El tercer mapa (5600-5400 cal BC) advierte de un
ligero aumento en la densidad de dataciones sobre domésticos
en algunas de las áreas anteriores así como la inclusión del
territorio portugués. El siguiente mapa (5400-5200 cal BC) ve
incrementarse de forma significativa el número de yacimientos
con dataciones de domésticos en buena parte del territorio, con
vacíos destacados en el noroeste peninsular y gran parte de
la cornisa cantábrica. Este vacío se mantiene en los siguientes mapas aquí representados, y también resulta visible en los
mapas que reflejan todos los yacimientos datados (fig. 1b). En
cambio, obtenemos una imagen distinta si tenemos en cuenta en exclusiva las dataciones sobre cereales (fig. 3). La dis-
5800−5600 BC
6000−5800 BC
5
42°N
5800−5600 BC
42°N
3.0
40°N
40°N
38°N
38°N
2.5
4
36°N
36°N
5600−5400 BC
5600−5400 BC
5400−5200 BC
5400−5200 BC
2.0
Latitude
Latitude
3
1.5
2
1.0
5200−5000 BC
5200−5000 BC
5000−4800 BC
1
42°N
5000−4800 BC
42°N
0.5
40°N
40°N
38°N
38°N
14
7
1
36°N
0
8°W 6°W 4°W 2°W 0° 2°E
Fig. 2. Mapas resultado deLongitude
la interpolación de la densidad de
dataciones calibradas en intervalos de 200 años de duración
teniendo en cuenta las dataciones sobre el conjunto de domésticos.
14
7
1
36°N
0.0
8°W 6°W 4°W 2°W 0° 2°E
Longitude
Fig. 3. Mapas resultado de la interpolación de la densidad de
dataciones calibradas en intervalos de 200 años de duración
atendiendo a las dataciones sobre cereales.
67
[page-n-75]
O. García Puchol, A. Díez Castillo y S. Pardo Gordó
tribución de cereales observa una concentración inicial en la
zona mediterránea centrada en el área catalana y las comarcas
centro-meridionales valencianas a partir del intervalo 58005600 cal BC y sobre todo a partir del siguiente (5600-5400
cal BC). En ambos mapas aparece un punto aislado referido
al yacimiento interior de La Paleta (provincia de Toledo) cuya
datación se ha realizado sobre restos de cereales (Jiménez
Guijarro, 2008). En el siguiente intervalo (5400-5200 cal BC)
observamos un crecimiento en la densidad de estas áreas y la
incorporación de nuevas tanto en el interior peninsular como
en el sur de la península. Sin embargo, y a diferencia de lo observado en los mapas que incluyen a los animales clasificados
como domésticos, la progresión hacia el Cantábrico y la costa
atlántica resulta ahora menos pronunciada.
En definitiva podemos observar a través de los mapas construidos que el mapa radiocarbónico actual ha incrementado su
resolución gracias a la apuesta creciente por la exigencia en la
calidad de las muestras seleccionadas, aspecto que permite la
lectura de ciertas tendencias desde una perspectiva diacrónica.
En cualquier caso conviene insistir en la necesidad de avanzar
en este aspecto dada la desigualdad detectada cuando descendemos al detalle temporal y espacial.
4. DISCUSIÓN
Nuestro objetivo en este trabajo ha consistido en abordar el
proceso de neolitización teniendo en cuenta la información
proporcionada por el marco radiométrico actual. El punto de
partida lo ha proporcionado un trabajo clave publicado por Juan
Cabanilles y el homenajeado Bernat Martí (2002) en el cual se
elaboró una cartografía de la neolitización en base a los contextos arqueológicos disponibles y también las fechas publicadas
hasta ese momento.
En los mapas aquí recreados hemos considerado igualmente
los prolegómenos del proceso que incluyen un amplio abanico
temporal desde el final del Complejo de Muescas y Denticulados y el Mesolítico Geométrico. Centrándonos en el análisis
de los mismos nos detendremos en aquellos aspectos más relevantes. De un lado advertimos un incremento paulatino en el
número de yacimientos datados a partir del 7000 cal BC hasta
el intervalo 6000-5800 cal BC. La repartición de los yacimientos sigue unas pautas similares alrededor de las regiones costeras mediterráneas, particularmente desde el sur del Ebro hasta
la costa malagueña, la costa cantábrica, desde Asturias al País
Vasco, la costa atlántica portuguesa alrededor de los estuarios
de los principales ríos, y el corredor del río Ebro. Esta distribución general se mantiene hasta el intervalo 5800-5600 cal BC,
momento que muestra un cambio en la tendencia que implica
una ligera disminución en el número de yacimientos datados
seguido de un aumento notable en la densidad de sitios datados
en el siguiente intervalo (5600-5400 cal BC). La inflexión descrita resulta particularmente llamativa puesto que coincide con
el momento en el que aparecen las primeras especies domésticas
en el registro arqueológico peninsular. En cualquier caso el análisis exhaustivo de este punto requiere de zooms microrregionales que aporten el detalle de los desarrollos regionales. Este
aspecto ha sido desarrollado en trabajos recientes (Bernabeu et
al., 2014; Bernabeu et al., en prensa) haciendo hincapié en el
este peninsular.
68
Si nos centramos en los prolegómenos de la neolitización,
diversos trabajos han explorado las dinámicas poblacionales de
los últimos caza-recolectores poniendo el énfasis en su relación
con las fluctuaciones climáticas (Cortés et al, 2012; González
et al., 2009; Fernández y Gómez, 2009). En particular los efectos del evento 8.2 ka cal BP, reconocido a escala global como
una fluctuación corta que supone una disminución brusca de la
temperatura y humedad (Frigola et al., 2007), se ha relacionado
con ciertos reajustes del poblamiento mesolítico en el valle del
Ebro, Bajo Aragón y Maestrat (González et al., 2009; Fernández y Gómez, 2009). En cambio, la información que dibujan los
mapas no parece reflejar diferencias significativas en cuanto a
la repartición de los yacimientos en el intervalo afectado (62006000 cal BC). Ahondando en este punto, hemos insistido en
otros trabajos (Bernabeu et al., 2014) sobre la necesidad de contar con una información regional y microrregional más precisa
a la hora de valorar adecuadamente todos los parámetros afectados (arqueológicos y medioambientales) dado que los datos
actuales no parecen concluyentes. Otros autores (Cortés et al.,
2012) refieren una relación causa/efecto climática en relación
con la reconfiguración del poblamiento del mesolítico final en
el área andaluza justo unos siglos después, momento en que se
detectan ciertos patrones de cambio en diferentes indicadores
climáticos (sondeo Alborán) que podrían afectar a la disponibilidad de determinados recursos, principalmente marinos. El
mismo problema en cuanto a la valoración del registro arqueológico disponible puede aducirse, dada la precaria definición
actual del poblamiento del mesolítico final en Andalucía. No
obstante, resulta obvio que estas fluctuaciones climáticas pudieron tener su trascendencia y en cualquier caso abogamos por
una mayor definición a la hora de concretar sus efectos directos.
En el detalle de los mapas sí podemos advertir ciertas inflexiones que resultan de interés y que han sido señaladas en
otros trabajos que abordan el registro regional. Algunos aspectos deben además ser explorados con mayor nitidez atendiendo
a estos datos, y teniendo en cuenta que los mapas incorporan
cierto ruido principalmente relacionado con la naturaleza de las
muestras datadas. A este respecto dos áreas han sido señaladas
de forma repetida en relación con el poblamiento del Mesolítico final. De un lado Cataluña y la ausencia de un registro que
pueda vincularse claramente con el Mesolítico Geométrico en
alguna de sus dos fases reconocidas. En los mapas vemos una
débil densidad en los intervalos entre 6600 y el 5800 cal BC que
corroboraría la ausencia de poblamiento a partir de la información actual. De otro lado el área de los valles del Serpis, en las
comarcas centro-meridionales valencianas, donde vemos que se
confirmaría la inflexión aducida sobre la práctica ausencia de
fase B (Cocina II) visible en el intervalo 6000-5800 cal BC.
A partir del 5800 y sobre todo del 5600 cal BC, los mapas
reflejan un cambio de tendencia que marca la llegada del Neolítico y que sobre todo implicaría el aumento de la densidad
de sitios datados en el área litoral mediterránea y la expansión
hacia el interior peninsular. Este aspecto resulta especialmente
relevante por cuanto es indicativa de la aparición y rápida expansión del neolítico.
La combinación de la lectura diacrónica de estos mapas con
los confeccionados a partir de todas las fechas sobre domésticos (fig. 2), y exclusivamente con los cereales (fig. 3), permite ahondar en la lectura del proceso entrando de lleno en el
[page-n-76]
Radiocarbono y neolitización en la Península Ibérica
debate actual (Alday, 2009; Bernabeu et al., 2009; Bernabeu y
Martí, 2014; Cruz Berrocal, 2012; Díaz del Río, 2011; García
Borja et al., 2010; García Puchol et al., 2009; Rojo, Garrido y
García-Martínez de Lagrán, 2012; Zilhão, 2001 y 2011). De este
modo, la evolución de las dinámicas socioecológicas muestra
unas pautas indicativas de un poblamiento continuado, y con
variaciones locales, durante el Mesolítico final, principalmente
focalizado en las áreas litorales (costa cantábrica, mediterránea,
el núcleo de la desembocadura del Tajo y el corredor del Ebro).
En el intervalo 6000-5800 cal BC se advierte cierto repliegue
(que habría que analizar a partir de una mayor resolución de
los datos) en algunas áreas costeras mediterráneas. Coincide
este repliegue con la primera datación sobre doméstico, en este
caso en la costa sur de la Península Ibérica. Corresponde a la
datación de Carigüela en Granada (Medved, 2013) sobre Ovis/
Capra, la cual genera un punto aislado cuya significación habrá
que discutir con más datos y sobre todo atendiendo a ciertos problemas señalados para las dataciones sobre hueso, tanto cuestiones técnicas (empleo de técnicas de medición de la calidad del
colágeno y depuración del mismo [Wood, 2014]), taxonómicas
(problemas derivados de la identificación de las especies animales domésticas), e incluso arqueológicas (clarificación de la
secuencia y contexto arqueológico de Carigüela). El siguiente
mapa observa en cambio más puntos (algunos litorales, desde
Cataluña al País Valenciano) junto a otros aislados en territorios
interiores siguiendo el valle del Ebro (Chaves, Huesca; Peña
Larga, Álava) o el Tajo (La Paleta, Toledo). El mapa resultante
abogaría por una muy rápida extensión de los domésticos en la
Península Ibérica, siguiendo tanto el litoral como el curso de los
principales ríos. En cambio, la confección del mapa relativo a
los cereales datados ofrece un panorama, tal como hemos visto, algo distinto. En este caso las densidades de dataciones más
altas se sitúan con un ligero retraso respecto al mapa anterior,
concentradas en la costa mediterránea y con un punto inicial en
el núcleo neolítico centro-meridional valenciano. La datación
de La Paleta ofrece un punto aislado en el interior peninsular
que debería clarificarse con datos precisos. La inmediata expansión sigue por la costa y hacia el interior con ritmos distintos,
no tan pronunciados.
En cualquiera de los mapas dibujados se intuye la importancia de los ríos como vías de comunicación entre las redes sociales
ya en el Mesolítico Geométrico. Además de la vía mediterránea,
la vía del Tajo podría explicar los nexos de la cultura material
entre el mediterráneo central y el estuario de este río. Es posteriormente, a partir de la aparición de los primeros domésticos,
cuando parece perfilarse a través de las dataciones disponibles la
vía de comunicación en relación a este último río.
Si nos fijamos en las figuras 2 y 3 observaremos cómo
los domésticos dibujan un avance rápido sobre determinados
territorios, si bien con los matices asociados a la introducción de la agricultura, claramente más tardía en el occidente
y norte peninsular.
Dos puntos parecen clave a la hora de abordar los modelos
de expansión neolítica a lo largo del territorio peninsular: el modelo de expansión (démico versus cultural) y las posibles vías de
penetración en el territorio. Sobre el primer aspecto, y a través
de los mapas dibujados, incidiremos en cómo la expansión neolítica en la Península Ibérica tiene lugar sobre un espacio donde
existía un poblamiento mesolítico previo, si bien desigualmente
repartido. De hecho, en el área mediterránea los primeros domésticos aparecen en áreas donde el poblamiento mesolítico
muestra importantes vacíos en estos momentos (5800-5600 cal
BC) –las ausencias documentales señaladas en Cataluña, comarcas centro-meridionales valencianas y costa de Málaga–. En
el Ebro los primeros domésticos muestran un patrón similar, al
tiempo que en los siglos posteriores hacen su aparición en otras
áreas, coincidiendo también con una información escasa o nula
sobre el poblamiento mesolítico (meseta, territorio portugués
en torno al macizo extremeño). De otro lado, el gradiente este/
oeste resulta obvio, aun cuando se han generado algunos puntos discrepantes que merecerán una confirmación futura (Carigüela, La Paleta). Los vínculos de estos primeros yacimientos
con domésticos (recordemos que no existen aquí los agriotipos
silvestres de las principales especies domesticas), con el primer
neolítico en el mediterráneo occidental favorecen la hipótesis
de una expansión démica en la base del primer poblamiento
neolítico. Parece por tanto plausible plantear que el impulso
démico inicial debió tener su incidencia en la explicación de
la expansión neolítica a escala peninsular (Bernabeu, 1989). Al
mismo tiempo observamos que el avance de los domésticos en
la segunda mitad del VI milenio cal BC parece estar restringido
a un patrón territorial limitado. Ciertamente los condicionantes
ecológicos pueden haber sido determinantes en su expansión,
aunque la observación de los mapas denota la persistencia de
dataciones en determinadas áreas donde el impacto de los domésticos apenas ha tenido lugar en el intervalo de tiempo referido (buena parte del área cantábrica y los estuarios del Tajo
y Sado). Por lo tanto, un modelo mixto que asume el impulso
démico inicial, así como la incorporación desigual en el espacio
y el tiempo de la población mesolítica, no puede ser descartado.
En cualquier caso requerirá de datos directos para su validación
(ADN antiguo sobre humanos, la comprensión de los procesos
tafonómicos de determinados yacimientos, o la concreción de la
base de datos radiocarbónica, entre otros aspectos relevantes).
El otro punto actual de discusión versa sobre las vías de expansión del Neolítico. En los últimos años se ha reabierto la
posibilidad de una doble vía mediterránea de progresión hacia
la Península Ibérica: desde el sur de Francia y el norte de África.
Sobre la primera vía, recientemente ha sido aislado un horizonte
inicial (Impreso) en unos pocos yacimientos valencianos (localizados en el núcleo neolítico centro-meridional valenciano) que
parecen ampliar la variabilidad del registro inicial (con vínculos
también con el horizonte impreso inicial del mediterráneo occidental [Bernabeu et al., 2009]). Aun cuando el marco radiocarbónico actual no permite detallar el proceso a esta escala temporal, sí es indicativo de la relevancia de esta vía de expansión del
Neolítico desde el sur de Francia. Solo la datación de Carigüela
mostraría su discordancia. Considerando que se trata de un dato
aislado, y además asociado a un registro material que muestra
sus vínculos con el neolítico del este peninsular, podemos mantener la cautela con respecto a la misma (Medved, 2013).
Por otro lado, la hipótesis africana ha sido referida para explicar ciertas características del registro material observadas en
el primer Neolítico portugués (Carvalho, 2009) y en la costa
de Málaga, particularmente el yacimiento de Cueva de Nerja
(García Borja et al., 2010; Aura et al., 2013). Recientemente
se ha argumentado que ciertos paralelismos tecnológicos referidos al uso de las hoces neolíticas también indicarían un mapa
69
[page-n-77]
O. García Puchol, A. Díez Castillo y S. Pardo Gordó
distintivo del primer Neolítico entre los territorios meridionales
y septentrionales (Gibaja y Carvalho, 2010). A este respecto,
los mapas construidos no parecen resultar lo suficientemente
indicativos. En cualquier caso, el panorama radiocarbónico al
otro lado del estrecho adolece todavía de una mayor precisión
aun cuando se están llevando a cabo importantes avances (Linstädter et al., 2011). Se observa además una diferencia con los
restantes territorios peninsulares en el avance del Neolítico: los
primeros cereales datados aparecen unos siglos después que en
otras áreas peninsulares. Todos estos indicios podrían apuntar
hacia una mayor diversidad en la composición del primer Neolítico peninsular si bien será necesario ampliar la definición del
contexto arqueológico en general además de avanzar en la precisión del marco cronométrico.
además de incidir en la necesidad de avanzar en el proceso de
selección de los materiales susceptibles de ser datados (contexto arqueológico y muestras directas identificadas) tal como ha
sido reiterado en la bibliografía reciente (Zilhão, 2001 y 2011;
Bernabeu, 2006). Se trata de un proceso complejo que requiere el análisis de información diversa y precisa, y atendiendo a
diferentes escalas espaciales y temporales. La obra de Bernat
Martí nos ofrece múltiples reflexiones al respecto cuya lectura
siempre aporta nuevas ideas construidas sobre la base de un profundo conocimiento del registro arqueológico.
5. CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
El análisis del proceso de neolitización en la Península Ibérica
constituye uno de los temas principales abordados en las investigaciones llevadas a cabo por Bernat Martí. El trabajo de este
autor ha sentado sus bases en el registro arqueológico del primer neolítico valenciano, pero también se nutre de un extenso
repertorio de lecturas que ha alimentado a todos aquellos investigadores que hemos podido disfrutar de sus enriquecedoras
reflexiones y sugerencias. Nuestra aportación con este texto ha
tratado de seguir sus pasos incidiendo en la lectura del marco
radiométrico del proceso a través de técnicas SIG de interpolación de datos en el marco de la Península Ibérica a partir de
una base de datos de dataciones actualizada y haciendo uso de
diferentes tipos de filtros. Con todo ello tratamos de alimentar
un debate abierto, con múltiples matices, en ocasiones debido al
sesgo de la investigación, en otras a los paradigmas explicativos
aplicados. En cualquier caso, el objetivo perseguido ha consistido en poner al día la cartografía de la neolitización atendiendo
a la actualización de la base de datos radiocarbónica. Los mapas
confeccionados permiten explorar patrones generales sobre las
dinámicas espaciales de los últimos caza-recolectores y el primer Neolítico. De los patrones dibujados en los intervalos temporales considerados, y su variabilidad en el tiempo, cabe deducir ciertas tendencias que pueden ser referidas a la problemática
relativa al proceso de neolitización a escala peninsular. De estas tendencias retendremos los dos aspectos que consideramos
esenciales: la presencia variable y desigualmente distribuida de
poblamiento mesolítico en los prolegómenos de la neolitzación
y el rápido impacto y expansión de los domésticos especialmente por la costa mediterránea y los corredores de los principales
ríos (Ebro y Tajo). Ambos puntos nos remiten una vez más a la
interpretación del registro valenciano en relación a la hipótesis
de un modelo mixto (dual) de neolitización y a las aportaciones
de Bernat Martí al respecto (Martí, 1978 y 2011; Martí y Fortea, 1984-1985; Martí y Juan Cabanilles, 1997, 2000, 2003 y
2014; Juan Cabanilles y Martí, 2002; Bernabeu y Martí, 2014).
Sin embargo, la contrastación empírica del modelo no resulta
sencilla, y queda desdibujada en un registro arqueológico no
siempre esclarecedor (Juan Cabanilles y Martí, 2007-2008). La
creciente concreción del marco radiométrico va a resultar sin
duda determinante, junto a otros análisis, para discernir algunos de los aspectos esbozados. En este trabajo hemos querido
reflejar las características de la muestra radiocarbónica actual,
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Arqueología y Museos, Extra 01, Alicante, p. 183-188.
70
Gràcies Bernat per la teua especial contribució en el nostre
procés d'aprenentatge sobre el neolític, i sobretot per la teua
generositat i amistat.
[page-n-78]
Radiocarbono y neolitización en la Península Ibérica
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73
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 75-96.
El abrigo de El Esplugón (Billobas-Sabiñánigo, Huesca).
Un ejemplo de transición Mesolítico-Neolítico
en el Prepirineo central
PilaR utRilla, aBel BeRdeJo, alBeRto oBón,
RaFael laBoRda, RaFael doMingo y MaRta alColea
Para Bernat, nuestro entrañable amigo.
reSumen
Presentamos a continuación un avance de los resultados más importantes obtenidos tras las últimas campañas de excavación
y estudio del abrigo de El Esplugón (Billobas-Sabiñánigo, Huesca). Este yacimiento destaca por su posición geoestratégica,
su buen estado de conservación y su riqueza arqueológica, con varios niveles mesolíticos geométricos y neolíticos. A pesar de
que solo hemos intervenido en algunos cuadros podemos decir que estamos ante uno de los referentes de este periodo cronocultural para comprender el proceso de neolitización en el Valle del Ebro.
PalabraS claVe:
Mesolítico geométrico, Neolítico, Prepirineo central, Valle del Ebro, arte Levantino, análisis funcional,
antracología, cerámica.
réSumé
L'abri de l'Esplugón (Billobas-Sabiñánigo, Huesca). Un exemple de transition Mésolithique-Néolithique dans les Prépyrénées
centrales. Nous présentons ensuite les principaux résultats obtenus sur les fouilles récentes et l'étude de l'abri l'Esplugón
(Billobas-Sabiñánigo, Huesca). Ce site se distingue par sa position géostratégique, son bon état de conservation et la richesse
archéologique composée de différents niveaux mésolithiques géométriques et néolithiques. Malgré des opérations de fouille
qui concernent seulement quelques mètres carrés, nous pouvons affirmer que l'Esplugón est déjà un des référents de cette
période chrono-culturelle pour comprendre le processus de néolithisation dans le Bassin de l'Èbre.
m o T S c l é S : Mésolithique géométrique, Néolithique, Prépyrénées centrales, Bassin de l'Èbre, Art Levantin, analyse
fonctionnelle, anthracologie, céramique.
1. INTRODUCCIÓN
El gran abrigo de El Esplugón, también conocido como la
Esplunga, está situado en la margen derecha del río Guarga
a tan solo 500 m del Molino de Billobas, en término municipal de Sabiñánigo (Huesca). Se trata de un abrigo profundo
abierto en un farallón rocoso de areniscas y conglomerados, a
una altitud de 800 msnm. El valle del río Guarga, afluente de
la margen izquierda del río Gállego, actúa como un corredor
natural de Este a Oeste. Conecta la Depresión Intrapirenaica
(Canal de Berdún) con el Sobrarbe destacando la facilidad
con la que se forman abrigos al presentar todo el valle una
litología blanda característica de la Formación Campodarbe
(Puigdefábregas, 1975), proclive a una erosión rápida por la
acción hídrica en continuo cambio. Estos dos hechos, su disposición de eje natural Este-Oeste y la facilidad de formación
de abrigos en los conglomerados, unidos al intenso despoblamiento de la segunda mitad del S. XX, hacen de la Guarguera
un territorio con un amplio potencial para detectar ocupaciones prehistóricas no alteradas.
El abrigo reúne unas excelentes condiciones de habitabilidad: una orientación S-SE que le protege del viento y permite
una excelente insolación, una gran superficie potencialmente
utilizable y un curso de agua contiguo. Además se ha tallado
en época imprecisa un largo surco a lo largo del borde de la
gran visera horizontal, lo que permite canalizar el agua y verterla en un lugar destinado para su almacenamiento. La riqueza
de sus niveles, la extensión del yacimiento, las características
de habitabilidad y su posición geoestratégica lo convierten en
un excelente lugar para establecer en él un hábitat permanente
o semipermanente. Existen restos de una antigua construcción
que ha podido servir para guardar ganado alterando su nivel superficial (fig. 1).
Su descubrimiento fue llevado a cabo dentro del proyecto dirigido por dos de nosotros (A. Berdejo y A. Obón) titulado “Prospecciones en la Guarguera y Valles de Nozito y Bara” (180/2008)
comenzado en el año 2008, proyecto que continúa activo por
parte del grupo de investigación De la Roca al Metal. Las dos
primeras campañas de excavación (2009 y 2010) se realizaron sin
soporte económico alguno. La incorporación de P. Utrilla al equi75
[page-n-83]
P. Utrilla, A. Berdejo, A. Obón, R. Laborda, R. Domingo y M. Alcolea
Fig. 1. Vista del abrigo y localización en el Prepirineo oscense.
po directivo en el año 2011 permitió obtener algunos fondos dentro de dos Proyectos MICINN (HAR 2008-05451 y HAR 201127197). Con ellos, sumados a otras colaboraciones,1 se efectuaron
las campañas de 2011, 2012 y 2013.
Se han abierto 8 m2 de superficie aunque solo en cinco de
los cuadros (3A, 1A, 1W, 2A y 4A) se han alcanzado niveles
estériles. En el resto tan sólo se han excavado algunos niveles
superiores. Uno de ellos fue un sondeo exterior al muro de
cierre, estéril en elementos arqueológicos. Aunque las principales pautas sedimentarias han sido reconocidas y descritas, existe una división de los niveles atendiendo a criterios
tecno-tipológicos y no exclusivamente sedimentológicos dadas las características de homogeneidad de la estratigrafía. A
grandes rasgos, todos los estratos, salvo el 4 con su horizonte
de plaquetas, son similares en cuanto a su composición granulométrica, algo frecuente en las secuencias holocénicas como
Mendandia (Alday, 2005), Kanpanoste Goikoa (Alday, 1998)
o Forcas II (Utrilla y Mazo, 2014).
1
76
A falta del soporte económico de la Comunidad Autónoma, inexistente por los recortes de la crisis, han sido muchas las personas e
instituciones que nos han ayudado a llevar a cabo la excavación
del yacimiento: los vecinos de Aineto que colaboraron en el alojamiento y el sustento; los propietarios del Molino de Billobas que
nos facilitaron la infraestructura en la criba; Santiago Berdejo quien
realizó el entibado de los cortes; o el CSO Kike Mur que prestó
apoyo financiero para los desplazamientos.
La importancia del yacimiento radica en tres datos interesantes:
1) La riqueza de sus niveles del Mesolítico geométrico (3
inf. y 4) y Neolítico (2 y 3 sup.) que entregan 195 geométricos:
49 trapecios, 52 triángulos, 6 segmentos (3 abruptos y 3 de doble bisel), 22 truncaduras (la mayoría geométricos fracturados)
y 55 microburiles. A ellos se añaden 11 puntas de dorso que
podrían considerarse segmentos alargados de retoque abrupto
y 2 D+T. Una cifra nada despreciable entre los yacimientos de
transición Mesolítico-Neolítico.
2) La existencia de una completa secuencia que arranca en un
posible Mesolítico microlaminar (léase Sauveterriense o Aziliense) (niveles 5 y 6), apenas detectado en el Alto Aragón en Forcas
II (niveles 7, 9 y 10), Peña 14 (nivel d) y Legunova (nivel m)
(Montes, 2001-2002; Montes, 2005; Utrilla y Mazo, 2014), que
continúa con dos niveles del Mesolítico geométrico (niveles 4 y 3
inferior pertenecientes a las dos etapas de trapecios y triángulos)
para terminar en dos niveles neolíticos (niveles 3 superior y 2) y
uno calcolítico, muy revuelto con materiales modernos (nivel 1).
3) Rellena el espacio vacío existente entre los dos núcleos
de yacimientos mesolíticos conocidos del Alto Aragón: Forcas
II en la parte oriental y el núcleo de Biel (Peña 14, Valcervera,
Rambla de Legunova) en la parte occidental, acompañado en
el centro por el yacimiento de Espantalobos en Quicena (junto
a Huesca) recientemente excavado por L. Montes y R. Domingo. El abrigo con arte rupestre levantino de la Raja (Baldellou
et al., 1997) en Nueno, pudiera estar vinculado con los habitantes de ambos yacimientos.
[page-n-84]
El abrigo de El Esplugón. Un ejemplo de transición Mesolítico-Neolítico en el Prepirineo central
Un avance al estudio de este yacimiento en sus tres primeras
campañas (2009, 2010 y 2011) puede verse en el Homenaje a
Juan Fernández Tresguerres donde se detalla la composición de
los niveles (Utrilla, Berdejo y Obón, 2012). En el presente artículo nos centraremos en la transición de los niveles del Mesolítico
geométrico (4 y 3inf.) al Neolítico (2 y 3 sup.) incorporando los
materiales de las dos últimas campañas (2012 y 2013) y realizando estudios específicos de sus cerámicas (R. Laborda), la industria lítica (P. Utrilla), las láminas con pátina de cereal (R. Domingo) y el análisis antracológico (M. Alcolea). Otros aspectos como
los geoarqueológicos y sedimentológicos, la tecnología lítica (A.
Berdejo y A. Obón), la dispersión espacial de los restos (M. Castro) o la fauna se presentarán en próximas publicaciones. Los tres
directores de la excavación se responsabilizan de su estratigrafía
y de la dinámica cultural del yacimiento. Todos los dibujos de
materiales han sido realizados por M.C. Sopena.
2. ESTRATIGRAFÍA
Se han diferenciado hasta 6 niveles arqueológicos que se agrupan en cuatro momentos culturales (fig. 2):
Esplugón I.- comprende el nivel superficial y el nivel 1, SlmcR en la nomenclatura de la estratigrafía analítica de la escuela
de Laplace (Aguirre et al., 1999), de arenas y limos con algunas
gravas procedentes del conglomerado, todo ello muy revuelto
con el nivel superficial. Se trata de un depósito calcolítico con
cerámicas a mano bruñidas y de aplicaciones plásticas además
de dos puntas de flecha foliáceas, una foliforme y otra cruciforme, más una lámina con pátina de cereal. Contiene además algunas cerámicas vidriadas posteriores y microlitos geométricos
procedentes de niveles inferiores.
Esplugón II.- depósito neolítico que agrupa los niveles 2
(Asmk) y 3 sup (Slm-1). El nivel 2 está formado por arcillas
y arenas de color marrón claro con algunos cantos, de textura
compacta. Su espesor llega en algunos tramos a 30 cm. En contacto con la superficie existe una diferencia en su composición
granulométrica, con menor proporción de cantos y mayor de
carbonatos. El nivel denominado 3 sup., de textura más suelta,
presenta un contenido mayor en carbones y ocres.
Esplugón III.- depósito mesolítico geométrico que comprende los niveles 3 inf (Slm-2) y 4 (Slmc). El nivel 3 inf. está
formado por arenas y limos de color marrón claro. Su espesor
oscila entre 25 y 30 cm. Su génesis es similar a la del nivel 2 y
3 superior, formado por el aporte lateral de sedimento y el desmantelamiento de la pared del abrigo.
El nivel 4 está formado por arenas y limos de color marrón
oscuro pero destaca fundamentalmente por la alta proporción de
clastos que lo cubren. Éstos se presentan en forma de plaquetas
caídas del techo en dos hileras, derivados quizá de fenómenos
de gelifracción propios de la tan llevada y traída pulsación del
8.2 event. Su espesor varía entre 12 y 20 cm, aumentando significativamente la proporción de carbones de pequeño tamaño y
la fracción arenosa.
Esplugón IV.- depósito mesolítico genérico, de color negro,
tierra arenosa, muy suelta, sin clastos y de tacto untoso. Comprende los niveles 5 (Sln) y 6 (Slnc), muy similares entre sí distinguidos por la mayor o menor intensidad del color negro de
su sedimento.
Se recogieron dos triángulos rectángulos pigmeos (más un
tercero fracturado), dos triángulos escalenos alargados (o D+T),
ambos tipos similares a otros de Socuevas, Peña 14 d y Atxoste
VIb procedentes de niveles microlaminares (Soto et al., 2014).
Se registran también 6 microburiles, 5 laminitas truncadas (2
de ellas geométricos fracturados), 3 raspadores, una punta de
dorso, 3 núcleos, 3 denticulados espesos, 2 láminas con escotaduras a ambos lados, 1 buril (y 2 más muy dudosos) y varios
fragmentos de asta. No hay que descartar que apareciera algún
nivel magdaleniense al profundizar en la excavación.
Fig. 2. Distribución de los niveles en el corte N (banda A y W).
77
[page-n-85]
P. Utrilla, A. Berdejo, A. Obón, R. Laborda, R. Domingo y M. Alcolea
Fig. 3. Industria lítica característica de los niveles neolíticos 2 y 3 sup. Geométricos de doble bisel (1 a 12); taladros (13 y 14); hojas de
hoz con lustre vegetal (18 a 22); raspadores (16 y 17) y láminas retocadas (23 a 25).
78
[page-n-86]
El abrigo de El Esplugón. Un ejemplo de transición Mesolítico-Neolítico en el Prepirineo central
3. LA INDUSTRIA LÍTICA: ESTUDIO TIPOLÓGICO
3.1. loS nIVeleS neolíTIcoS (2 y 3 SuP.)
Estudiamos en conjunto los dos niveles neolíticos (2 y 3 sup.) por
ser difícil su diferenciación en algunas zonas y por no poseer suficiente número de efectivos para realizar una estadística válida.
En total se computan 42 objetos agrupados del siguiente modo: 32
geométricos, entre los que dominan los triángulos, 9 de ellos de
doble bisel (fig. 3, nº 5 a 8, 10 y 11), destacando en 3 ejemplares
un retoque plano invasor (fig. 3, nº 1 a 3), un tipo desconocido
hasta el momento en Aragón. En efecto, no los encontramos ni en
Forcas, ni en el núcleo de Biel ni en el Bajo Aragón, aunque en
Costalena algún triángulo de doble bisel del nivel c2 parece tender
al retoque plano (Barandiarán y Cava, 1989: fig. 22, nº 10 y 13,
por ejemplo). Sí se halla presente sin duda en dos ejemplares del
yacimiento navarro de Aizpea en la parte alta del nivel b, datado
en 6370±70 BP (Cava, 2001: fig. 13, nº 2 y, no tan claro, en fig.
8, nº 25). Les acompañaban 3 segmentos de doble bisel (fig. 3, nº
4, 9 y 12), 5 trapecios de retoque abrupto (fig. 4, nº 1 a 4 y 6), 4
triángulos de retoque abrupto (fig. 4, nº 5, 7, 10 y 11), entre ellos
uno ocluso (nº 5) presente en Aizpea y en yacimientos alaveses y
aquitanos, 2 microburiles (fig. 4, nº 17 y 18) más un posible microburil de Krukovski computable como puntita de dorso (fig. 4, nº
16), 4 truncaduras (dos de ellas claros microlitos fracturados) (fig.
4, nº 8, 9, 14, 22), 5 puntas o laminitas de dorso (fig. 4, nº 12, 13,
15, 20 y 23), 3 raspadores (fig. 3, nº16 y 17 y, menos claro, fig. 4,
nº 19), 2 puntas de posibles taladros neolíticos (fig. 3, nº 13 y 14),
5 láminas de retoque simple (fig. 3, nº 15, 23, 24 y 25 y fig. 4, nº
21) y 5 láminas con pátina de cereal (fig. 3, nº 18 a 22). Dominio
por tanto de triángulos (40,6%) sobre trapecios (15,6%). Las puntas de dorso curvo alargado (5 ejemplares) registran un porcentaje
apreciable (15,6%) siguiendo la tendencia observada a fines del
Mesolítico geométrico, momento en el que conviven con los tipos
Cocina. Los microburiles (6,2%) son residuales, algo esperable en
una industria basada en los geométricos de doble bisel.
Fig. 4. Piezas de retoque abrupto (geométricos y truncaduras) y microburiles de los niveles neolíticos (2 y 3 sup).
79
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P. Utrilla, A. Berdejo, A. Obón, R. Laborda, R. Domingo y M. Alcolea
Fig. 5. Trapecios del nivel 3 inf.
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El abrigo de El Esplugón. Un ejemplo de transición Mesolítico-Neolítico en el Prepirineo central
Fig. 6. Triángulos del nivel 3 inf. Nótese el retoque inverso en los tipos 1, 23 y 25.
81
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P. Utrilla, A. Berdejo, A. Obón, R. Laborda, R. Domingo y M. Alcolea
Fig. 7. Piezas varias del nivel 3 inf.
82
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El abrigo de El Esplugón. Un ejemplo de transición Mesolítico-Neolítico en el Prepirineo central
Fig. 8. Microburiles del nivel 3 inf.
A destacar la presencia en los niveles neolíticos de 3 pequeños
raspadores, casi ausentes en los dos ricos niveles del Mesolítico
geométrico (solo l ejemplar) pero presentes de nuevo (3 ejemplares) en los niveles de base (5 y 6), de momento muy pobres
y pertenecientes a un mesolítico indefinido con elementos macrolíticos (algún écaillé y denticulado) y microlaminares (D+T).
Esta presencia de raspadores en los niveles neolíticos junto a los
dos posibles taladros de larga punta central, tipo Chaves (Cava,
2000), los 3 segmentos de doble bisel y las 5 láminas con pátina
de cereal dan la clave para aventurar una función del abrigo como
hábitat más o menos estable con variedad de actividades (raspado, perforado, siega), no reducidas únicamente a la caza.
3.2. loS nIVeleS del meSolíTIco geoméTrIco (3 InF. y 4)
Se caracterizan ambos por el dominio casi exclusivo de los microlitos geométricos, (muy abundantes con 98 ejemplares en el
3 inferior y 59 en el nivel 4) lo que sugeriría una especialización
en actividades de caza. Destaca también la masiva presencia de
microburiles, en especial en el nivel 4, lo que demostraría una
talla in situ de los geométricos.
En el nivel 3 inferior tras la campaña de 2013 se computan
103 geométricos: 27 trapecios (fig. 5), la mayoría alargados, siendo 17 de ellos de lado cóncavo (fig. 5, nº 6, 9, 10, 12, 16, 17,
19, 21, 22 a 30) y uno rectángulo (fig. 5, nº 2). Entre ellos, 16
ejemplares presentan algún tipo de fractura, lo que representa un
59,2% de los trapecios. Algo más numerosos son los triángulos,
con 33 ejemplares (fig. 6) de los que 11 presentan algún tipo de
rotura, un 33,3%. Llama la atención la presencia de un diminuto
tranchet (fig. 6, nº 31) y de 5 ejemplares con retoque inverso en
la base (fig. 6, nº 1, 2, 23, 25 y 26) lo que sugeriría una supuesta
procedencia ultrapirenaica, tal como ocurría en otros yacimientos
prepirenaicos contemporáneos de finales del VIII milenio (nivel
IV de Forcas y II de Aizpea) (Utrilla y Mazo, 2014; Cava, 2001).
Un triángulo escaleno con retoque inverso forma casi una punta
de dorso alargada (fig. 6, nº 32) muy similar a otros de Costalena,
83
[page-n-91]
P. Utrilla, A. Berdejo, A. Obón, R. Laborda, R. Domingo y M. Alcolea
Fig. 9. Geométricos procedentes del nivel 4.
tanto del nivel c3, como del c2 (Barandiarán y Cava, 1989: fig.
12, nº 43 y 44 y fig. 22, nº 37, respectivamente). Los microburiles
entregan 23 ejemplares (un 22,3%) (fig. 8). Completan el utillaje 2 segmentos abruptos (fig. 7, nº 1 y 2), 5 puntas de retoque
abrupto (fig. 7, nº 3 a 7), 13 truncaduras, la mayoría posibles fragmentos de geométricos fracturados (fig. 6, nº 19, 24 y 26 a 28),
un raspador sobre lámina (fig. 7, nº 19) y 15 láminas con retoque
simple (fig. 7, nº 8 a 23 y 25), algunas quizá asociadas a la cadena
operativa del microburil (fig. 7, nº 12, 15, 16 y 25) .
Respecto al nivel 4 su contenido arqueológico no es tan rico
como el del nivel anterior (60 microlitos geométricos, cantidad
nada despreciable por otra parte), pero registra un cambio significativo encaminado hacia una mayor presencia de trapecios
en detrimento de los triángulos (28,3% frente a 10%) (fig. 9).
Destaca la alta proporción de microburiles (30 ejemplares) (fig.
10), junto con 17 trapecios (5 de ellos de lado cóncavo), 6 trián84
gulos, 6 truncaduras (fragmentos de geométricos), dos hojitas
de dorso truncadas (D+T), un segmento de dorso alargado y l
hojita de dorso. Acompañan a los geométricos 3 piezas écaillées
(fig. 11, nº 4, 8 y 11), 4 láminas con escotaduras (fig. 11, nº 2, 3,
5 y 6); algunos denticulados (fig. 11, nº 12), 2 truncaduras (fig.
11, nº 1 y 9) y 2 núcleos piramidales de laminillas (fig. 11, nº 7 y
10). A destacar la alta proporción de microburiles que constituyen el 50% del total de elementos geométricos frente al 22,3%
que registraba el nivel 3. Pudiera ser también significativa la
existencia de piezas écaillées y denticulados que registran ecos
de la fase macrolítica de muescas y denticulados, presente todavía a comienzos de las secuencias del mesolítico geométrico en
Botiquería 2; los Baños 3 inf., o abrigo de Ángel (Barandiarán,
1978; Utrilla y Rodanés, 2004; Utrilla, Domingo y Bea, 2003).
En la tabla 1 pueden verse los geométricos en números absolutos y sus porcentajes dentro del mismo nivel.
[page-n-92]
El abrigo de El Esplugón. Un ejemplo de transición Mesolítico-Neolítico en el Prepirineo central
Fig. 10. Nivel 4: microburiles (1 a 29) y truncaduras (30 a 34).
3.3. análISIS FuncIonal de lámInaS neolíTIcaS
En el contexto de un estudio más amplio (Domingo, 2014) que
afectaba a casi una cuarentena de piezas procedentes del Neolítico antiguo de la cueva de Chaves, estudiamos un pequeño
conjunto de 10 láminas de distintos sitios del Valle Medio del
Ebro: cueva del Moro de Olvena, abrigo de Forcas II (nivel
VIII), abrigo de El Esplugón (niveles 2 y 3 sup) y Plano del Pulido. Todos los enclaves, excepto el último, localizados junto al
propio río Ebro en el entorno de Caspe, se hallan en las Sierras
Exteriores oscenses.
Cinco de los ejemplares estudiados pertenecen al abrigo de
El Esplugón: una lámina apareció en el nivel 2 (Es.3W.110.99);
otra en la transición 3 inf/3 sup (Es.3A.141.419) y las otras
tres en el nivel 3sup. (Es.1A.146.16; Es.2A.151.38; y
Es.6A.159.106). Excepto dos, prácticamente enteras y de
unos 3 cm de longitud, el resto son fragmentos (curiosamente
distal, medial y proximal). Sus dimensiones varían: el fragmento distal apenas alcanza los 2 cm de longitud, mientras
que los trozos medial y proximal llegan respectivamente a 2,5
y 3,25 cm. La anchura varía entre 1,2 y 1,9 cm, siendo muy
85
[page-n-93]
P. Utrilla, A. Berdejo, A. Obón, R. Laborda, R. Domingo y M. Alcolea
Fig. 11. Nivel 4. Láminas retocadas (1, 2, 3, 5 y 6), piezas écaillées (4, 8 y 11), denticulados (12) y nucleítos de laminillas (7 y 10).
homogéneo el espesor, que ronda los 0,4 cm, lo que indicaría
una talla cuidada, dentro de una cadena operativa bien establecida (fig. 3, nº 18 a 22).
La conservación de las piezas es aceptable, aunque presentan lustres que asociamos a la humedad que afecta de manera
notable al sedimento en que han estado conservadas. En dos de
los ejemplares los lustres son la única característica microscópica apreciable. Las otras dos láminas sí muestran huellas funcionales. En una de ellas, el fragmento distal siglado Es.1A.146.16,
se observan micropulidos muy poco desarrollados no identifi86
cables en el filo izquierdo. Únicamente se puede confirmar que
fue utilizada aunque sin precisar ni la materia trabajada ni la
cinemática desarrollada. La pieza Es.2A.151.38, del nivel 3 sup,
sí ofrece elementos para un diagnóstico claro, mostrando unas
bien desarrolladas huellas microscópicas típicas del corte de vegetal no leñoso (lo que da lugar a nivel macroscópico al denominado “lustre de cereal”) en estado verde: la mayor humedad
de los vegetales aún no madurados genera morfologías más desarrolladas, especialmente en brillo y volumen. Todo el filo izquierdo presenta el característico micropulido denso, brillante,
[page-n-94]
El abrigo de El Esplugón. Un ejemplo de transición Mesolítico-Neolítico en el Prepirineo central
Tabla 1. Geométricos de los niveles neolíticos y mesolíticos.
Tipos
Niv. 2 + 3 sup
%
Niv. 3 inf.
%
Niv. 4
%
Total
Trapecios
5
15,6
27
26,2
17
28,3
49
Triángulos
13 (9db)
40,6
33
32
6
10
52
Segmentos
3 db
9,3
2
1,9
1
1,6
6
Microburiles
2
6,2
23
22,3
30
50
55
Puntas dorso alargado (ab)
5
15,6
5
4,8
1
1,6
11
Truncaduras (o frag. geom.)
4
12,5
13
12,6
5
8,3
22
Total
32
coalescente y voluminoso, aunque muy limitado a una estrecha
franja: quizás la pieza estuvo profundamente enmangada y la
zona expuesta al contacto con el vegetal verde era muy limitada,
porque este tipo de estigmas microscópicos suelen extenderse
mucho hacia el interior de la pieza.
La pieza Es.3W.110.99 presenta en su filo izquierdo, especialmente por la cara dorsal, un micropulido denso, coalescente y voluminoso, de brillo apagado, que indicaría un
empleo relativamente prolongado sobre vegetal no leñoso
seco (fig. 12 y fig. 3, nº 22). A simple vista parece apreciarse
cierto “lustre de cereal”, aunque mucho menos acusado que
en la pieza anterior.
Como contextualización podemos exponer los resultados
obtenidos en los enclaves citados: en Chaves, de 38 láminas
analizadas presentaban marcas funcionales 25 (65%), 15 de las
cuales habían sido usadas con seguridad en tareas de corte de
vegetales no leñosos (“siega”), un 60% de las utilizadas. En 13
se pudo determinar el grado de humedad de los vegetales cortados: en 6 casos era vegetal verde (2 de forma breve, 4 con un
uso prolongado) y en 7 vegetal seco (4 brevemente, 3 con un
tiempo de uso largo). No pudimos discernir la altura desde el
suelo a la que se cortaron los tallos vegetales, por la casi ausencia de estrías, lo que también dificultó la identificación del tipo
de enmangue, no pudiendo establecerse si era oblicuo o paralelo. El contexto del yacimiento nos hace pensar que los vegetales
segados eran cereales cultivados. Otras láminas fueron empleadas en tareas distintas, aunque con ciertas dudas: cuatro para
103
60
195
cortar carne y una para trabajar piel. De otros yacimientos, dos
láminas de Olvena y una de Forcas II habían “segado” vegetales
no leñosos en estado verde (Domingo, 2014).
En regiones vecinas encontramos lugares como Mendandia
(Domingo, 2005), donde sólo 3 de las 21 láminas del Neolítico antiguo analizadas mostraban huellas de uso, en un contexto general
de mala conservación por lustres térmicos y sedimentarios. Dos
de ellas habían cortado vegetales no leñosos y la tercera materiales
blandos no identificables. Podemos citar, por último, el trabajo de
Gibaja (2002), quien analizó un amplio conjunto de láminas procedentes de diferentes yacimientos de la región catalana. Señalaremos aquí los materiales de La Draga y de Cova del Frare, niveles
C5 y C6. El número de piezas estudiadas en La Draga y Frare C5
es muy notable (555 y 101 respectivamente), por lo que los índices
de uso resultan difícilmente comparables. En el primero alrededor de 1/4 de las piezas estudiadas habían sido empleadas como
elemento de hoz; en Frare C5 este porcentaje descendía hasta el
10%. En Frare C6, con un número de elementos estudiados más
equiparable a las cifras de Chaves o Mendandia (35 láminas), el
índice de uso registrado por Gibaja fue del 44%.
En conclusión, el estudio de las cinco piezas de El Esplugón
es una primera aproximación que esperamos complementar en un
futuro próximo con la incorporación de nuevos materiales procedentes del yacimiento oscense. Los resultados, anecdóticos por el
momento debido a la escasa cantidad de elementos estudiados,
están perfectamente en consonancia con lo que se conoce por el
momento en el Valle del Ebro y zonas aledañas.
Fig. 12. Imagen microscópica, a 100
aumentos, de las huellas microscópicas
de corte de vegetales no leñosos secos
en la lámina Es.3W.110.99.
87
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P. Utrilla, A. Berdejo, A. Obón, R. Laborda, R. Domingo y M. Alcolea
4. HUESO, CONCHAS Y CANTOS PINTADOS
4.1. hueSo Trabajado
El yacimiento de El Esplugón ha entregado una industria ósea
interesante por la presencia de varillas de asta preparadas en los
niveles inferiores (5 y 6) junto a algunas piezas de sección planoconvexa trabajadas. En la etapa que nos ocupa, transición del
Mesolítico al Neolítico, hemos seleccionado seis piezas, cuatro
de los dos niveles neolíticos (fig. 13, nº 1 a 4) y dos del nivel
3 inf., del Mesolítico geométrico tardío (fig. 13, nº 5 y 6). Son
habituales los punzones o puntas finas (nº 2, 3 y 5) pero destacamos un fragmento de pieza muy plana (nº 4) que podría formar
parte de una espátula (nivel 3 sup.) y una diáfisis recortada por
los dos extremos que pudo servir bien como un mango de hueso,
bien como elemento colgante a modo de cuenta (nº 6, nivel 3
inf.). Completa el conjunto un candil de ciervo con abundantes
marcas en su extremo de las que cuatro, ubicadas en la derecha
de la imagen, son sin duda antrópicas, dado que son rigurosamente paralelas y situadas a la misma distancia.
4.2. conchaS
Se han encontrado 4 ejemplares perforados de la especie mediterránea Columbella rustica: 2 de ellas, procedentes del nivel 4,
Mesolítico geométrico, aparecieron juntas a 191 cm de profundidad, estando ennegrecidas y algo craqueladas por el fuego. Los
otros dos ejemplares aparecieron uno en el cuadro 3A, en contacto entre 3 inferior y 3 superior en la misma zona y profundidad de
donde procede la datación de un hueso de 6730±40 BP. El otro, en
el cuadro 1A, se halló en el interior de la cubeta c1 (Slat-1) pro-
cedente de alguno de los niveles neolíticos. Se trata de conchas
en muy buen estado de conservación. Según informa E. Álvarez,
las perforaciones, situadas en la zona del labro (parte opuesta a
la columela), presentan huellas de uso en todo su contorno (en el
caso de los dos ejemplares completos) pero también en la zona de
la boca, lo que indica que se han utilizado como objetos de adorno
durante un periodo indeterminado.
El yacimiento de El Esplugón se inserta así en la larga lista
de yacimientos del Mesolítico geométrico y del Neolítico antiguo del Valle del Ebro que presentan inexorablemente este tipo
de adornos. Y no sólo ocurre en los yacimientos del Bajo Aragón próximos a la costa (Botiquería, Costalena, Pontet, Plano
del Pulido, Baños de Ariño, Ángel 1 y 2) sino también en yacimientos navarros y alaveses como Peña, Atxoste o Socuevas,
distantes unos 300 km del Mediterráneo; o en el centro de la
Depresión del Ebro (Cabezo de la Cruz). En el Alto Aragón se
registra también en Forcas, Chaves, Valcervera y Espantalobos,
por lo que no podían faltar en el yacimiento de El Esplugón. Su
presencia supone sin duda un símbolo identificativo, además de
certificar los contactos directos o indirectos con la costa mediterránea refrendando la movilidad de las poblaciones, tal como
se ha señalado en repetidas publicaciones (Utrilla, 2002; Cava,
2004, Alday et al., 2009; Utrilla y Domingo, 2014).
4.3. loS canToS PInTadoS
Los cantos pintados de El Esplugón merecen sin duda un estudio monográfico, no sólo por su paralelismo con los cantos pintados del Neolítico de Chaves (Utrilla y Baldellou, 2002) sino
también por su implicación cronológica en el estudio del arte
postpaleolítico. En efecto, entre la decena de cantos pintados o
Fig. 13. Huesos trabajados. 1 a 3:
nivel 2; 4: 3 sup.; 5 y 6: 3 inf.
88
[page-n-96]
El abrigo de El Esplugón. Un ejemplo de transición Mesolítico-Neolítico en el Prepirineo central
Fig. 14. Cantos pintados.
Imágenes. 5 y 6 tratadas mediante
D-Strech lre.
con restos de ocre que se han recogido en el yacimiento de El
Esplugón encontramos algunos esperados paralelos con el arte
esquemático o macroesquemático, algo que quedó ya patente en
los cantos de Chaves poseedores de orantes, y que ahora se repite por ejemplo en un motivo serpentiforme que recuerda modelos del Pla de Petracos (Martí y Hernández, 1988; Hernández y
Martí, 1999) (fig. 14, nº 3 y 6).
Sin embargo, ahora nos encontramos ante una gran novedad: en uno de ellos parece apreciarse una figura de cabra, claramente levantina, que se reconoce mejor utilizando el consabido
programa D-Strech para Image J, una herramienta bien útil pero
extremadamente peligrosa ya que en ocasiones fuerza imágenes
que no es posible reconocer a simple vista (fig. 14, nº 2 y 5). Su
posición estratigráfica, justo en la transición entre el nivel 3 inf.
(Mesolítico geométrico tardío) y 3 sup. (ya Neolítico antiguo)
merece un estudio pormenorizado, con dataciones directas de
huesos del mismo sector y profundidad. Sin embargo, no nos
hemos resistido en lanzar la primicia en el homenaje a nuestro
amigo Bernat Martí porque el estudio de los paralelos entre el
arte parietal postpaleolítico y los motivos reproducidos en arte
mueble es, sin duda, un tema que le apasiona (Martí, 2006).
Resaltamos como muy importante el hecho de que estemos
ante el primer ejemplo de arte mueble que repite ejemplos parietales de cabras levantinas. Recordamos entre los muchos paralelos la cabra a la carrera de la figura 55 del abrigo del Garroso
que publicamos en el Coloquio de Caspe (Utrilla et al., 19861987); o la figura 16 de Valdelcharco del Agua Amarga, super-
puesta a barras verticales que Beltrán identifica con el estilo
lineal-geométrico de Fortea o macroesquemático de Hernández
(Beltrán, 2002: 86); o el abrigo VIII de Cueva Remigia (Ripoll,
1968: pl. XIX) y tantas otras… En el Alto Aragón, donde debemos buscar los paralelos más próximos, el ejemplo más claro es
la cabra de Regacens, en el Vero, situada a 35 km de Esplugón
y en este caso la longitud de sus cuernos curvos llevan a identificarla como la Capra ibex, especie que parece reproducir el
canto de Esplugón (Baldellou et al., 1993: fig. 6).
5. LAS CERÁMICAS MANUFACTURADAS
El Esplugón ha ofrecido hasta ahora un total de 355 fragmentos de cerámica, que proceden de los niveles 1, 2 y 3 superior.
La información que suministra esta muestra ha de ser interpretada con precaución y considerarla provisional, debido a que
la excavación no ha concluido y a la extrema fragmentación de
los restos, que dificulta el reconocimiento de recipientes individualizados. Pese a ello, a partir de los fragmentos decorados
(34) se estima la presencia mínima de 5 vasos diferentes en el
nivel 1 (fig. 16), 5 vasos en el nivel 2 (fig. 17) y al menos 6 en
el nivel 3 sup (fig. 18).
En cuanto a su reparto por la zona del recipiente, los 355
fragmentos son la suma de 319 fragmentos de panza, 4 trozos
pertenecientes al fondo de un mismo vaso, y 32 a bordes, pertenecientes a 26 vasos diferentes. De éstos, los 7 decorados se
han asociado a algunos de los recipientes concretados en las
89
[page-n-97]
P. Utrilla, A. Berdejo, A. Obón, R. Laborda, R. Domingo y M. Alcolea
figuras 16 a 18. Los 19 bordes no decorados podrían pertenecer
a algunos de los vasos identificados, o a otros vasos que no han
podido ser todavía individualizados (lisos o decorados), por lo
que no se han estimado en el prudente cómputo de recipientes
que se ofrece: es muy posible que la colección de fragmentos
cerámicos pertenezca a varios vasos más, pero no hay forma de
certificar ese número.
Por otra parte, aunque en los 3 niveles estudiados se han
hallado cerámicas de indudable adscripción neolítica, en el
nivel 1 (y en algún caso también en el 2), éstas están mezcladas con elementos más modernos (hierros, cerámicas vidriadas, o fragmentos de otras cerámicas que apuntan a la Edad
del Bronce), por lo que únicamente tendríamos totalmente
intacto el nivel 3 superior.
5.1. morFología de loS recIPIenTeS
Para el estudio de la morfología de los 26 bordes y labios diferenciados, se ha optado por simplificar al máximo las variables,
dada la naturaleza y la escasez del registro. Se han clasificado
entre bordes rectos, entrantes o exvasados; y labios redondeados, planos, apuntados, biselados y engrosados.
En todos los niveles los bordes rectos son los más numerosos, si bien en el 1 y 2 están sobre todo asociados a labios
redondeados, mientras que en el 3 superior está más equilibrada su combinación con labios redondeados (2), apuntados (1) y
planos (3). Los bordes exvasados están ausentes en el nivel 3 superior, combinan con labios redondeados en el nivel 2, mientras
que el nivel 1 únicamente ofreció con labio apuntado y otro con
labio plano. Por último los bordes reentrantes son los menos numerosos. Tenemos uno con labio redondeado en el nivel 1, otro
con labio engrosado en el nivel 2 y dos con labio redondeado en
el 3 superior (tabla 2).
Por otra parte, el pequeño tamaño de la mayoría de los fragmentos y su inconexión entre sí hace que no podamos proceder
a la identificación de formas, a excepción del vaso ya publicado
(Utrilla, Berdejo y Obón, 2012: 241), y del que han sido recuperados más fragmentos en las últimas campañas (vaso 6, figura 17). Se trata de un recipiente mediano, tipo olla, cuyo perfil
tiende a ovoide. Es previsible que este recipiente se complete en
próximas intervenciones, al haber sido hallados sus fragmentos
en un extremo de la cata.
5.2. SISTemaS de PrenSIón
El nivel 1 únicamente ofreció un fragmento de pared con pezón, asociado al vaso 2. En el nivel 2 los elementos de prensión
se limitan a varios fragmentos con perforaciones realizadas en
puntos cercanos al borde y las correspondientes al vaso 6, rea-
lizadas en la panza del recipiente. En este nivel encontramos
también dos pequeños fragmentos con varias perforaciones que
excluimos de este apartado por considerarlos pertenecientes a
un mismo recipiente de tipo quesera, remisible al Calcolítico/
Bronce. En el nivel 3 superior hay un fragmento de borde que
conserva una lengüeta en disposición horizontal bajo éste y varios fragmentos con perforaciones. La única asa hasta el momento proviene del revuelto y es de morfología anular y pequeñas dimensiones. Además no hay que olvidar que el conjunto
de los cordones, decorados o no, también actúan como sistema
de prensión por parada de mano si su desarrollo es horizontal.
5.3. coccIoneS
En las cocciones hemos diferenciado tres tipos: oxidantes, reductoras e irregulares. Se ha optado por el término de cocción
“irregular” en vez de “mixta” por considerarlo más cercano a la
realidad de la tecnología de cocción en hoguera, donde es más
difícil controlar el tiro de aire.
En los niveles 1 y 2 dominan con escasa diferencia las cocciones oxidantes sobre las irregulares (un 50% frente a un 40%).
En el nivel 3 sup. se invierte esta tendencia y es la cocción irregular la más representativa con un 60% frente a un 35% de oxidantes. Los fragmentos con cocción reductora son minoritarios
en todos los niveles, y en ningún caso llegan al 10%.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que dadas las características de las cocciones en hoguera, fragmentos de un mismo
recipiente pueden tener aparentemente diferente cocción, determinada por la exposición de las distintas partes del recipiente al
oxigeno durante el proceso.
5.4. deSgraSanTeS
Lo más llamativo es la alta presencia de mica (en torno a un
70%) en todos los niveles. Esto es común a otros yacimientos
del Neolítico en el Alto Aragón como la cueva del Moro en Olvena, donde las 6 muestras estudiadas petrológicamente (Gallart y Mata, 1995) dieron presencia de micas.
Por otra parte, es importante la asociación de micas y cuarzos en todos los niveles, lo que puede ser además el resultado
de machacar bloques de granitos para conseguir desgrasantes
añadidos como pudo suceder en Forcas II (Bea, 2014: 231-232)
si bien en el caso de El Esplugón, la observación macroscópica
de los desgrasantes no permite determinar si las micas son desgrasantes añadidos o formaban parte de las arcillas recogidas
para la manufactura de los vasos.
La calcita es bastante minoritaria (nunca supera el 30%)
y no se han advertido ni chamota ni desgrasantes orgánicos
en ninguno de los fragmentos, si bien y como curiosidad en
Tabla 2. Síntesis de los fragmentos de borde en El Esplugón.
Para los labios: R = Redondeado; A = Apuntado; P = Plano; E = Engrosado.
Bordes
Rectos
Exvasados
Reentrantes
Total
Labios
Nivel 1
Nivel 2
Nivel 3
A
0
1
1
P
0
0
3
E
0
0
0
Total
5
5
6
R
0
3
0
A
1
1
0
P
1
0
0
E
0
0
0
Total
2
4
0
R
1
0
2
A
0
0
0
P
0
0
0
E
0
1
0
Total
1
1
2
8
10
8
Total
90
R
5
4
2
11
2
3
0
16
3
2
1
0
6
3
0
0
1
4
26
[page-n-98]
El abrigo de El Esplugón. Un ejemplo de transición Mesolítico-Neolítico en el Prepirineo central
un pequeño fragmento se ha hallado una impronta de hoja en
la pasta cerámica, que creemos fruto del azar. Ésta pertenece
a una hoja simple o un foliolo de nervadura pinnada y forma
oval y podría proceder de alguno de los pequeños árboles o arbustos pertenecientes a la familia de las rosáceas que tal como
ha revelado el estudio antracológico estarían presentes en el
entorno del yacimiento.
5.5. acabadoS
Por cuestiones prácticas se han establecido cinco grandes categorías: alisados, bruñidos/espatulados toscos, rugosos y erosionada/indeterminada para aquellas en las que no ha sido posible
definirlo por su mala conservación).
Hemos decidido unificar los grupos de bruñidos y espatulados, dado que el resultado de usar uno u otro instrumento (piedra o trapo para bruñido, y espátula para espatulado) suele ser
similar, y en ningún caso se han hallado marcas inequívocas que
denunciara uno frente al otro.
Hay que tener en cuenta además que en muchas ocasiones
los propios procesos postdeposicionales afectan a los bruñidos
de las cerámicas, y que es posible que algunos fragmentos que
llegan a nosotros con aspecto de “alisados” fueran en su origen
bruñidos o espatulados, tal y como se han podido documentar en
fragmentos de una misma vasija de este yacimiento.
En todos los niveles dominan los alisados seguidos muy de
cerca por los bruñidos/espatulados. La principal diferencia entre
los niveles radica en la ligera presencia de cerámicas rugosas en
los niveles superficiales (nivel 1 y 2) que pueden corresponder a
cerámicas rugosas de la Edad del Bronce (fig. 15).
5.6. decoracIoneS
Las decoraciones del nivel 1 de El Esplugón se reparten entre
impresiones simples (recipientes 1 y 2) y complejas (recipientes 3 y 5) y un caso de combinación de apliques e impresiones
en un fragmento con cordón impreso (recipiente 4). En el re-
cipiente 3 se desarrollan franjas verticales paralelas de impresiones con instrumento complejo, quizás una espátula dentada
similar a la que apareció en La Draga (Legrand-Pineau, 2011:
118). Los motivos son simples, y consisten en franjas de impresiones de diferente grosor. Dado el escaso tamaño de los
fragmentos no podemos aventurar su orientación respecto al
recipiente (fig. 16).
El nivel 2 ofrece el vaso decorado más interesante de todo
el conjunto (recipiente 6). En él se desarrollan dos franjas paralelas compuestas a su vez por dos líneas anexas de impresiones
continuas realizadas mediante un instrumento biapuntado, que
nacen de dos pezones contiguos. El recipiente 7 está formado
únicamente por un minúsculo fragmento. En él se da la asociación de incisión e impresión. Dado su tamaño y su recurrente
decoración, ésta podría encontrar paralelos tanto en multitud de
ejemplos de cerámica del Epicardial aragonés o catalán (Manen,
2002: 161) como en vasos más recientes campaniformes. En
este sentido hay que recordar que en el nivel 2 encontramos elementos de etapas posteriores al neolítico, como los fragmentos
de quesera. El vaso 8 estaría decorado con un instrumento de
las mismas características al del recipiente 3, pero éste sería de
diferente tamaño, y la orientación de estas bandas horizontales.
Por último el nivel 2 ofreció un borde impreso (recipiente 9) y
un fragmento de pared con un somero cordón impreso mediante
instrumento (recipiente 10) (fig. 17).
El nivel 3 superior es el que más vasos decorados ha ofrecido (6). En él dominan los cordones impresos ya sea mediante
digitaciones (recipiente 11) o instrumento simple (vaso 12) o
complejo (vaso 16), y se da la única decoración incisa (vaso 14)
y cardial (vaso 15) de todo el yacimiento.
La decoración incisa consiste en dos bandas paralelas de
orientación indeterminada dadas las dimensiones del fragmento. La decoración cardial se desarrolla en una amplia franja que
ocupa el fragmento por completo y que cubre un pequeño pezón
cercano al borde del recipiente. Las impresiones se han realizado con la concha en posición ligeramente oblicua y de manera
perpendicular al borde (fig. 18).
Fig. 15. Acabados por
niveles de las cerámicas.
91
[page-n-99]
P. Utrilla, A. Berdejo, A. Obón, R. Laborda, R. Domingo y M. Alcolea
Fig. 16. Cerámicas decoradas del nivel 1.
En conclusión, aunque las cerámicas de El Esplugón proceden de niveles diferentes, el grueso de los fragmentos presenta una similitud de base en cuanto a su elaboración (acabados,
desgrasantes y cocciones) y a las decoraciones. Éstas se limitan
con alguna excepción a motivos impresos no muy complejos y
a aplicaciones plásticas que en ocasiones combinan impresiones
digitadas o de otros instrumentos sobre el cordón aplicado. El yacimiento también ha ofrecido en su nivel cerámico más antiguo
un fragmento de cerámica cardial (vaso 15) y otro con decoración
incisa (vaso 14) lo que se encuentra dentro de la normalidad dentro de los conjuntos de la Península Ibérica, y concuerda con la
fecha obtenida (5970±30 BP / 4940-4790 cal a.C.) que nos sitúa
en un momento avanzado del Neolítico Antiguo. Una síntesis de
las técnicas decorativas puede verse en la figura 19.
6. PALEOAMBIENTE Y GESTIÓN DEL COMBUSTIBLE
Desde el punto de vista biogeográfico, el yacimiento de El Esplugón se encuentra en la Región Mediterránea, Provincia Aragonesa, sector Montano aragonés (Rivas Martínez, 1982). Dentro de esta región y en función del relieve podemos encontrar
diversos pisos bioclimáticos reflejo de la adaptación de la vegetación a la gradación altitudinal de los factores climáticos; la
situación del yacimiento, a 800 m.s.n.m., lo ubica en la zona de
transición entre los pisos mesomediterráneo y supramediterráneo, que se caracteriza de forma general, por las formaciones de
quercíneas. En este contexto, podemos observar que en la actualidad, la vegetación del entorno del yacimiento está constituida
por bosques de coníferas y frondosas marcescentes, entre las
que destacan por su abundancia Pino albar (Pinus sylvestris L.),
Pino laricio (Pinus nigra Arnold), Caxico (Quercus cerrioides
Wilk & Costa) y Quejigo (Quercus faginea Lam. subsp. fagui92
Fig. 17. Cerámicas decoradas del nivel 2.
nea), acompañadas de especies arbustivas y subarbustivas como
Boj (Buxus sempervirens L.), Endrino (Prunus spinosa), Majuelo (Crataegus monogyna Jacq.), Cornejo (Cornus sanguinea
Jacq.) y de matorral rastrero como Erizón (Echinospartum horridum (Vahl) Rothm). También, a pocos metros del yacimiento,
se encuentra la ribera del rio Guarga, que aparece flanqueada
por una formación de bosque galería muy alterada por la acción
antrópica, en la que destacan Álamo negro (Populus nigra L.) y
sauces o bergueras (Salix eleagnos Scop.).
Durante las campañas de excavación 2012 y 2013 se han planteado estrategias de muestreo sistemáticas y exhaustivas, centradas en la recuperación de macrorrestos vegetales, en las que se han
combinado diferentes estrategias de procesado del sedimento. Por
un lado, se ha llevado a cabo la recogida manual de aquellos fragmentos visibles durante el transcurso de la excavación y, por otro
lado, se ha tamizado la totalidad del sedimento, ya sea en seco o
con agua, adaptándose en cada caso a la naturaleza del sedimento
a procesar. El estudio antracológico del yacimiento se encuentra
en proceso, no obstante, apuntaremos aquí algunos de los datos de
los que disponemos a modo de resultados preliminares.
Hasta el momento se ha estudiado una muestra de 100 fragmentos de carbón por cada uno de los niveles arqueológicos descritos, lo que supone un total de 600 fragmentos analizados. Entre
los restos de madera carbonizados se han identificado un total de
7 taxones (tabla 3). El taxón mejor representado en el registro
[page-n-100]
El abrigo de El Esplugón. Un ejemplo de transición Mesolítico-Neolítico en el Prepirineo central
Fig. 18. Cerámicas decoradas del nivel 3 sup.
antracológico de Esplugón es el pino de tipo laricio-albar (Pinus
tipo sylvestris/nigra) que alcanza unos porcentajes muy altos en
todos los niveles estudiados. La utilización de la madera de estos
pinos como combustible es ubicua en los yacimientos arqueológicos peninsulares en etapas pleniglaciares y tardiglaciares en las
que esta especie jugó un importante papel en los paisajes vegetales (Allué, 2002; Zapata y Peña-Chocarro, 2005; Alcolea, 2014).
Las coníferas aparecen también representadas por los enebrossabinas (Juniperus sp.). La madera de estos arbustos es aromática y fácil de trabajar, así como un buen combustible. Entre las
frondosas, destaca el género Quercus, que aparece representado
por especies tanto de tipo caducifolio (Quercus sp. tipo caducifolio) como perennifolio (Quercus ilex/coccifera). La madera de las
quercíneas es muy apreciada por su gran poder calorífico y sus
frutos para su consumo animal o humano. Las rosáceas sólo han
podido ser determinadas a nivel de familia aunque si documentamos que aparecen tanto especies de tipo maloideas (Rosaceae/
Maloideae) como el género Prunus (Rosaceae/Prunoideae). Estas plantas, que crecen en orlas y claros de bosque, se caracterizan
por tener frutos comestibles. Por último, la vegetación de ribera
aparece únicamente documentada por un taxón, el fresno (Fraxinus sp.), cuya madera, flexible y resistente, es muy apreciada
para la fabricación de herramientas. Sus hojas son consumidas
por el ganado y tienen algunas propiedades medicinales, aunque
son ligeramente tóxicas para el ser humano.
La antracologia como disciplina arqueobotánica, nos permitirá tener una imagen diacrónica de la vegetación del entorno del
yacimiento en los diferentes momentos de ocupación del abrigo.
La dinámica general de la vegetación holocena está marcada por
la codominancia Pinus/Quercus y, tal como reflejan las secuencias
polínicas pirenaicas (González-Sampériz, 2005; Pérez-Sanz, 2014)
se resolverá a favor de los bosques mixtos o mayoritariamente caducifolios con una especial presencia de las quercíneas. Hasta el
momento, los diferentes niveles arqueológicos estudiados en Esplugón presentan diferencias entre sí en cuanto a la diversidad y
composición de la flora, aunque estas diferencias no son significativas ni nos permiten todavía aventurar ninguna hipótesis acerca de
la tendencia en la evolución de la vegetación a nivel local.
Fig. 19. Técnicas decorativas
por niveles.
93
[page-n-101]
P. Utrilla, A. Berdejo, A. Obón, R. Laborda, R. Domingo y M. Alcolea
Tabla 3. Taxones determinados, por niveles, en el carbón analizado (n=600).
2
3 sup.
1
Fraxinus sp.
-
3 inf.
4
-
-
5
6
-
-
1
-
-
-
-
3
79
Juniperus sp.
Pinus tipo sylvestris/nigra
89
76
92
85
80
Rosaceae / Prunoideae
-
-
-
-
-
1
Quercus sp. caducifolio
9
6
4
-
11
3
Quercus ilex / coccifera
2
-
-
-
2
-
Rosaceae / Maloideae
1
-
-
-
-
1
No determinables
7
5
20
8
2
12
100
100
100
100
100
100
Total
7. DATACIONES ABSOLUTAS Y CLASIFICACIÓN
CULTURAL
Se han enviado a datar 11 muestras, siendo 8 de ellas de un
solo hueso, enviadas a Beta Analytic y 3 de carbón, enviadas
al Laboratorio de la Universidad de Groningen. Entre las de
hueso dos muestras no dieron suficiente colágeno por lo que
sólo 9 han dado resultados, siendo 2 de ellos no válidos en
cuanto al nivel del que supuestamente proceden pero sí reflejan bien el momento de la ocupación prehistórica ya que
se trata de un solo hueso o un solo carbón (en cursiva en la
tabla). Es el caso de la datación de 7715±45 BP, asignable
al nivel 4, mesolítico geométrico, pero que se recogió en el
nivel 6 por alteraciones postdeposicionales, o la hallada a la
altura del nivel 4 de 6120±40 BP pero que procedía de una
cubeta abierta desde alguno de los niveles neolíticos. El resto de las siete fechas adolece de un cierto rejuvenecimiento
en los resultados esperables pero son compatibles con la secuencia prevista por lo que las consideramos aceptablemente
válidas (tabla 4).
7.1. loS nIVeleS neolíTIcoS
Dos son las fechas que permiten datar los niveles neolíticos de la
fase II de Esplugón. El nivel 2, el más reciente, entregó una fecha de 5970±30, a caballo entre el séptimo y sexto milenio acorde con otras del Prepirineo procedentes de Chaves Ia (6380±40
BP), Puyascada (5930±60 BP), Trocs I (6285±25 BP), Paco Pons
(6045±45 BP), Parco E1 (6120±90 BP), Huerto Raso (6310±60
BP) o Aizpea III (6370±70 BP). Las cerámicas irían acordes con
esta etapa del Neolítico Antiguo Evolucionado (NAE). La segunda muestra (1A.172.1) de 6120±40 BP, procedente del sondeo de
la primera campaña y realizada sobre un solo hueso, se recogió a
mayor profundidad (172 cm) de la que cabría asignar al nivel 2 o
3 superior de los que supuestamente procedería en origen. Debió
pertenecer a una de las dos cubetas registradas en el cuadro 1A,
con cerámicas documentadas hasta 167 cm de profundidad.
Para el nivel 3 superior no tenemos todavía una datación
inapelable. La muestra de 3A.128.534 (6730±40 BP) procedía
de un hueso hallado en el límite entre el nivel 3 superior y 3
inferior. A esa profundidad apareció en el mismo cuadro un solo
Tabla 4. Dataciones absolutas calibradas.
Sigla
Nivel
Fecha BP
Fecha Cal BC
Laboratorio
Material
Cultura
2W.127.2
2
5970±30
4940-4790
Beta-338509
Hueso
Neolítico Antiguo
1A.172.1
Cubeta con
6120±40
cerámica a 167 cm
5210-4940
Beta-283899
Hueso
Neolítico Antiguo
3A.128.534
3 sup / 3
6730±40
5590-5570
Beta-313517
Hueso
¿Mesolítico Geométrico o
Neolítico Antiguo?
2A.165.218
3 bajo
6950±50
5920-5730
Beta-306723
Hueso
Mesolítico Geométrico
2A.182.25
4
7620±40
6474±26
GrA-59632
Carbón Pinus
sil. nigra
Mesolítico Geométrico
4A.229.101
6
7715±45
6549±48
GrA-59634
Carbón Pinus
sil. nigra
1W.189.361
5
7860±40
6620-6610
Beta-306725
Hueso
Sauveterriense / Macrolítico
2A.199.1
5
8015±45
6939±93
GrA-59633
Carbón Pinus
sil. nigra
Sauveterriense / Macrolítico
1A.218.11
6
8380±40
7870-7680
Beta-306722
Hueso
Microlaminar / Magdaleniense
94
[page-n-102]
El abrigo de El Esplugón. Un ejemplo de transición Mesolítico-Neolítico en el Prepirineo central
fragmento de pared cerámica, además de una Columbella perforada. Sin embargo, los geométricos, todos de retoque abrupto,
alguno con retoques inversos en la base, concuerdan con ese
momento de transición de fines del Mesolítico geométrico que
aparece en el nivel IV de Forcas. Su cronología coincide en
cambio con la del nivel V de Forcas, ésta ya con un 50% de
piezas en doble bisel y cerámicas cardiales.
Sin embargo, desde el punto de vista de la cultura material no
dudamos en adscribir la fase Esplugón II en el grupo del auténtico
Neolítico de Chaves y Olvena, acorde con la existencia de dos
posibles taladros neolíticos, tres segmentos de doble bisel y de
varias láminas con pátina lustral, ausentes en el Neolítico aculturado de Forcas V y VI y en todo el mesolítico geométrico del Bajo
Aragón. Sólo el Plano del Pulido de Caspe y Alonso Norte en Alcañiz entregan una industria lítica similar, a falta de que se publiquen los resultados del abrigo de Valmayor IX, en Mequinenza,
yacimiento que probablemente deba ingresar en este grupo.
De este modo, desde el punto de la tipología lítica, son estas
piezas (taladros, segmentos y láminas con pátina de cereal) junto
a la presencia de cantos pintados y una industria ósea elaborada,
lo que marcaría la diferencia entre un neolítico tipo Chaves y uno
aculturado. De hecho, los triángulos en doble bisel, presentes en
ambos niveles de Esplugón, ya aparecían en Forcas V y VI y otros
yacimientos aculturados del Bajo Aragón (Botiquería, Costalena,
Pontet). Por ello, a falta de obtener más datos en las próximas
campañas, reseñamos únicamente que, en principio, los niveles
neolíticos de Esplugón, ubicados en torno al 6000 BP, parecen
aproximarse más a Chaves y Olvena que a Forcas, lo cual concuerda con las magníficas condiciones de habitabilidad del abrigo, idóneo para un hábitat más o menos permanente. Y dentro de
Chaves más a la etapa del nivel Ia, Neolítico Antiguo avanzado,
que a la del nivel Ib, dada la presencia de una sola cerámica cardial. Por otra parte los tres triángulos de retoque plano presentan
sus únicos paralelos en el Valle del Ebro en la parte alta del nivel
b de Aizpea (fase III) datado en 6370±70 BP, y en otros yacimientos del Sur de Francia (punta de Gazel) (Thévenin, 1998), por lo
que de nuevo nos hallamos en un ámbito ultrapirenaico que ya se
registra en los niveles mesolíticos.
7.2. loS nIVeleS meSolíTIcoS
Los niveles 3 inf y 4 que forman el horizonte de Esplugón III
se enmarcan en el mismo grupo del Mesolítico Geométrico clásico presente en Forcas, Bajo Aragón y Alto Ebro. Ahora bien,
dentro de la fase Esplugón III existen, al menos, dos momentos
del mesolítico geométrico tal como indican las fechas de C14
y su cultura material: uno de fase A, con la fecha de 7620±40
BP que aporta el nivel 4 (más la ya comentada del 7715±45
BP procedente del nivel 6) y uno de fase B, confirmado por
el 6950±50 BP que entrega el nivel 3 inferior y, quizá, el ya
citado de 6730±40 BP en la transición de 3 inferior a 3 superior,
transición que presenta sólo leves variaciones estratigráficas por
color, textura, o composición granulométrica, algo habitual en
los depósitos del Valle del Ebro.
En efecto, la industria lítica parece estar señalando estos
dos momentos: en el nivel 4 dominan los trapecios (con algunos tipos écaillés procedentes del momento anterior de muescas y denticulados) lo que marcaría la etapa antigua de fase
A, mientras que en el nivel 3 inferior encontramos un ligero
dominio de los triángulos, con algunos tipos ultrapirenaicos
evolucionados, como los triángulos de retoque inverso en la
base presentes en Forcas IV y Aizpea en momentos recientes
del Mesolítico. En cambio, no se documentan en Esplugón los
típicos triángulos de tipo Cocina presentes a partir del 6800 BP
en Secans, Botiquería 4 o Costalena c3.
El horizonte de plaquetas a techo del nivel 4 y el retroceso de
especies mesófilas en este nivel (el pino de tipo albar es el único
taxón documentado según el estudio antracológico) señalarían un
clima frío y seco. Sin embargo, este momento no acaba de concordar con las dataciones asignadas al nivel 4 (8424±26 calBP)
para pensar en el evento climático del 8.2 como responsable.
En conjunto, se observa en Esplugón una evolución desde
un Mesolítico de tipo microlaminar/sauveterriense hasta un
Neolítico, pasando por dos momentos del Mesolítico geométrico que casan bien con los útiles que ha entregado el yacimiento. Recientemente hemos revisado para el Coloquio de
Toulouse todo el mesolítico geométrico y la transición al Neolítico en el Valle del Ebro (Utrilla y Domingo, 2014: figs. 6, 7
y 8), al igual que en la monografía de Forcas en los capítulos
2.4 y 7.2 (Utrilla y Mazo, 2014). A estas dos publicaciones
remitimos para conocer el marco del Valle del Ebro en el que
se desarrolla nuestro yacimiento.
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[page-n-104]
Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 97-107.
La cova de la Guineu (Font-Rubí, Barcelona) i les relacions
plana-muntanya al Penedès durant el neolític inicial
F. xaVieR oMs, JoseP MestRes, aRtuR CeBRià, Juan i. MoRales, JoRdi nadal,
MiReia PedRo, susana Mendiela, PatRiCia MaRtín i JoseP M. Fullola
reSum
En aquest treball presentem les dades inèdites sobre les primeres ocupacions neolítiques a la cova de la Guineu (Font-rubí,
Alt Penedès, Barcelona). Un cop contextualitzat el jaciment, es presenten les restes ceràmiques, zooarqueològiques i de la
indústria lítica i òssia, així com una datació radiocarbònica AMS, també inèdita, que emmarca l'ocupació al jaciment durant el
darrer terç del VIè mil·lenni cal BC. Per últim, s'analitza el jaciment en el seu territori i les relacions que podrien existir amb
d'altres jaciments penedesencs durant l'establiment de les primeres societats productores al NE de la Península. S'observa en
aquest punt un complicat entramat de relacions entre la plana i la muntanya, sobretot la serralada prelitoral.
PalabraS claVe:
cova de la Guineu, neolític cardial, Penedès, NE Península Ibèrica.
réSumé
La grotte de La Guineu (Font-Rubí, Barcelone) et les relations plaine-montagne au Néolithique ancien. Cet article vise à
fournir des informations inédites sur les premières occupations néolithiques de la grotte de La Guineu (Font-rubí, Alt Penedès,
Barcelone). Après une présentation du gisement et celle des résultats de l'analyse archéozoologique, ce sont les données sur
les industries lithique, osseuse et céramique qui sont exposées. Une nouvelle datation 14C par AMS permet de préciser que
l'occupation néolithique de la grotte a eu lieu au cours du dernier tiers du VIème millénaire cal BC. En considérant La Guineu
au sein de son territoire, nous avons alors cherché à établir les liens que ce site a pu avoir avec d'autres sites contemporains
du nord-est de la péninsule ibérique à ce moment de l'expansion des premières sociétés paysannes dans cette région. De fait,
il semble qu'un tissu complexe de relations se soit établi entre les zones de plaine et de montagne, notamment dans le secteur
de la chaîne pré-littorale.
moTS cléS
: grotte de La Guineu, Néolithique cardial, Penedès, Nord-Est péninsule ibérique.
1. INTRODUCCIÓ
Al territori conegut com a Penedès històric (les comarques de
l'Alt i Baix Penedès i el sud del Garraf) es coneixen fins a 26
jaciments que presenten restes ceràmiques de les primeres fases
del neolític antic, 17 en cova i abric i la resta, a l'aire lliure.
Malauradament només disposem de dades arqueoestratigràfiques d'una petita quantitat d'aquests assentaments: Guixeres de
Vilobí, Mas d'en Boixos, La Serreta, Vinya d'en Pau, la cova
del Bolet, la cova de la Guineu, la cova de la Plana Pineda, la
cova de Sant Llorenç i la cova Foradada (Baldellou i Mestres,
1981; Mestres, 1981-82; Equip Guineu, 1995; Oms et al., 2014;
Oms, 2014; Borrell et al., 2014). D'altres jaciments emblemàtics, com la cova de Can Pasqual i l'Esquerda de les Roques
del Pany, van ser excavats durant la dècada dels 20' i 30' del
segle passat i les seves dades són utilitzables d'una manera molt
parcial (Grivé, 1936; Mestres, 1989). La major concentració de
jaciments es troba tant a la plana prelitoral com a la serralada
prelitoral (a la comarca de l'Alt Penedès), mentre que les zones
costaneres només coneixem dues ocupacions (Foradada a Calafell, Baix Penedès, i Sant Llorenç a Sitges, Garraf). En aquest
treball analitzarem el registre arqueològic associat a la primera
fase neolítica de la cova de la Guineu i les relacions existents
durant aquesta fase al territori penedesenc.
2. EL JACIMENT
La cova de la Guineu es troba al municipi de Font-rubí (Alt
Penedès, Barcelona), a 725 msnm al cim del puig de la Plana Pineda (Serralada Prelitoral). Es troba molt propera a l'estratègica
carrerada del coll de la Barraca i per sobre de la Font de Llinars,
únic punt d'aigua natural proper a la cavitat (fig. 1.A).
L'entorn geològic de la zona del coll de la Barraca és el clàssic de la formació juràssic-triàsic: gresos vermells del Keuper a
la base, calcàries del Muschelkalk al tram mitjà i dolomies de
97
[page-n-105]
F. X. Oms, J. Mestres, A. Cebrià, J. I. Morales, J. Nadal, M. Pedro, S. Mendiela, P. Martín i J. M. Fullola
Fig. 1. A) Localització del jaciment a Catalunya (punt blanc). B) Tall estratigràfic diacrònic del jaciment, amb indicació de la procedència
dels nivells cardials. C) Planta de la cavitat.
gra fi a la part superior. En aquest context, la cova de la Guineu
(de fet, un avenc amb conca de recepció pròpia, que compleix la
funció de dolina), és una obertura per dissolució de les esquerdes de la capa de calcàries del Muschelkalk. L'aspecte actual
del jaciment és una cavitat d'uns 35 m2 (Sector Cova), un espai
amb morfologia d'abric de fins a 40 m2 (Sector Exterior) i tota la
dolina externa d'uns prop de 110 m2 (Sector Ampliació).
El jaciment fou excavat sense cap control a les darreries de
la dècada dels anys 70 del proppassat segle per part de la AECC
de Mediona. Aquest grup d'afeccionats va actuar de manera
molt important en els dipòsits del Sector Cova, donant a conèixer un lot de materials molt significatius, que van poder ser estudiats per membres de l'Equip Guineu durant la dècada de 1980.
Aquests materials oferien una idea bàsica sobre les ocupacions
a la cavitat, des del neolític antic cardial fins el bronze final.
Sortosament, el Sector Exterior, on es troba la visera despresa,
quedà intacte i és on s'han concentrat els esforços en els darrers
anys d'excavació.
La seqüència del jaciment comprèn grosso modo dues fases.
Una primera i més antiga, d'ocupació en sentit estricte que ocupa tant el nivell III (epipaleolític microlaminar), els nivells postcardials (II interior, II fumier i Id exterior) i el que aquí ens ocupa, el nivell Ie exterior (fig. 1.B i 1.C). En aquest moment, la cavitat presentava unes característiques àmplies, amb prop d'uns
70-80 m2 habitables. Després, ja durant el IV mil·lenni, la visera
col·lapsà i s'inicien una sèrie d'ocupacions que s'adapten a un
nou aspecte de la cova, pràcticament un avenc. En aquesta se-
98
gona fase s'hi succeïren primer un llarg període d'inhumacions
col·lectives paradolmèniques durant el III mil·lenni cal BC (nivell Ic) i ocupacions esporàdiques durant l'edat del bronze ple
(nivell Ia base), el bronze tardà-primera edat del ferro (nivell Ia)
i freqüentacions ibèriques fins a tardorromanes. La cova acaba
sent emprada com a carbonera i cabana de pastors des d'època
post-medieval fins quasi l'actualitat.
El registre material que associem a la primera ocupació neolítica de la cova es troba en diferents àmbits de la mateixa. El
nivell II interior (al Sector Cova) (fig. 1.B), presenta força material tot i que aquest fou arrasat per les ocupacions del neolític
postcardial. D'aquesta manera, tot i un ric registre, aquest es troba barrejat amb ceràmiques de tipus Molinot. També es troben,
fruit de les remocions modernes, algunes restes disperses per
diversos estrats remenats de la cavitat. No obstant, fora de la cavitat (Sector Exterior) es va poder identificar un nivell d'aquesta
fase, el Ie. Aquest és l'únic tram intacte on s'ha excavat una
capa del neolític inicial del jaciment. És per ara una zona molt
reduïda, només se n'han excavat 4-5 m2. De fracció fina compost per argiles vermelloses i algunes graves, s'assenta i percola
sobre un nivell de grans blocs, amb una potència que no supera
ara per ara els 20 cm. El fet que es trobi just a l'única zona no
protegida per cap tram de cova o d'abric ha provocat l'alteració
de certs materials, sobretot la fauna, que apareix lixiviada. En
el futur, amb l'avançament de l'excavació del Sector Exterior,
es podrà assolir una extensió de prop de 40m2 per aquest nivell.
[page-n-106]
La cova de la Guineu i les relacions plana-muntanya al Penedès durant el neolític inicial
3. L'OCUPACIÓ I ELS MATERIALS DEL NEOLÍTIC
INICIAL
En aquest article es presenten una part dels materials que pertanyen a les ocupacions cardials de la cova. Per una banda, a
l'estudi de la ceràmica i la indústria òssia s'inclouen els materials amb procedència diversa (nivell Ie, barrejat amb postcardial al nivell II interior i descontextualitzat). Per l'altra, les
dades referents a la zooarqueologia i de la indústria lítica només
fan referència al nivell Ie. Tot i que no se'n donaran més detalls
aquí, és molt habitual la presència en aquest nivell de plaques de
gres fragmentades (prop d'una vintena) i sobretot, petits fragments d'argila cuita.
D'aquest nivell s'ha obtingut una datació radiocarbònica
AMS sobre un carbó de branqueta de Laurus nobilis (taula 1).
Considerem aquest taxó més recomanable que no altres com
Quercus o Pinus per exemple, per tenir una vida potencialment
més curta.
Taula 2. Trets tècnics i morfològics de la cova de la Guineu.
Reductora
13 (37,1%)
5 (14,3%)
Allisat
Polit
Espatulat
18 (51,4%)
0
Gran
Mitjà
Petit
9 (25,7%)
Mida
Oxidant
17 (48,5%)
Acabats
Irregular
17 (48,5%)
Coccions
22 (62,8%)
4 (11,4%)
Ovoide/esfèric Hemisfèric
Cilíndric
7 (21,87%)
Formes
8 (21,87%) 2 (6,25%)
3 (9,37%)
Compost
Taula 1. Datació radiocarbònica AMS de la cova de la Guineu,
calibrada mitjançant el programari OxCal v.4.2. corba IntCal13.
Taula 3. Decoracions documentades per vasos, senzilles i desglossades, de la cova de la Guineu.
Nivell
Mostra
Ie
Laurus Beta-406998 26.5
nobilis
(carbó)
Referència
Ratio
Data BP
Cal BC 2σ
Tècniques decoratives
6140±30
5209-5002
Tècniques simplificades
La datació obtinguda és la més recent de les conegudes fins
el moment a l'Alt Penedès. Tot i així s'integra perfectament dins
l'escenari general català, amb els exemples de la cova del Frare
c6 (Martins et al., 2015), la cova Bonica IV o la Draga (Bosch et
al., 2011) entre molts d'altres. En una segona fase de la neolitització, entre 5300-4900 cal BC, les tradicions cardials més pures
es mantenen als focus antics (Garraf-Pla de Barcelona, Penedès
i Vallès) i a Girona. Mentre que en d'altres territoris es donen
fenòmens de transició i contacte amb conjunts epicardials antics
(cova del Vidre i cova de la Font Major), o per contra, una autèntica substitució als jaciments de l'àrea Segre-Pirineus (Oms,
2014), on la ceràmica cardial és testimonial.
3.1. la ceràmIca cardIal
Amb la metodologia emprada en un treball recent, s'han analitzat un total de 47 fragments ceràmics decorats, entre els quals
destaquen vuit vores i dos colls. Aquests fragments han estat
reduïts a 35 vasos ceràmics decorats.
Pel que fa als trets tècnics, les coccions irregulars i les oxidants tenen una gran importància (17 i 13 vasos respectivament), mentre que la reductora està poc present (taula 2).
Pel que fa als acabats de les superfícies, la cova de la Guineu
destaca per la àmplia presència de vasos amb un acabat polit (18
vasos), que supera per poc la representació d'allisats (17). No
s'han documentat vasos amb acabats espatulats o brunyits.
Els trets morfològics analitzats mostren una clara preferència
pels vasos mitjans (22), tot i que els grans també estan prou presents (9), mentre que els petits tenen una presència quasi testimonial. Pel que fa a les formes dels vasos, molts no han pogut ser definits (15 indeterminats). De la resta, s'ha establert un clar equilibri
Cardial
NR
%
16
45,7%
Cardial sobre cordó
6
17,1%
Cordó llis
7
20%
Cresta
2
5,7%
Impressió simple (no petxina)
2
5,7%
Pinta
1
2,8%
1
2,8%
Incisió
Total
35
Tècniques desglossades
Cardial oblic
9
25,7%
Cardial perpendicular
2
5,7%
Cardial arrossegat
2
5,7%
Impressió simple
2
5,7%
Pinta
1
2,8%
Incisió
1
2,8%
Cordó llis
7
20%
Cresta
2
5,7%
26
74,2%
Cardial oblic + perpendicular
2
5,7%
Cardial oblic + arrossegat
1
2,8%
Cardial oblic + perpendicular + cordó
1
2,8%
Cardial oblic + arrossegat + cordó
1
2,8%
Cardial perpendicular + arrossegat + cordó
1
2,8%
Cardial oblic + cresta
1
2,8%
Cardial perpendicular + cresta
1
2,8%
Cardial indet + cordó
1
2,8%
Total
9
25,7%
Total
Tècniques combinades
99
[page-n-107]
F. X. Oms, J. Mestres, A. Cebrià, J. I. Morales, J. Nadal, M. Pedro, S. Mendiela, P. Martín i J. M. Fullola
Fig. 2. Selecció de vasos
ceràmics decorats de la cova
de la Guineu (els números 4 i 9
s'associen al nivell Ie).
entre els vasos ovoides/esfèrics i cilíndrics amb set i vuit exemples
respectivament, tres hemisfèrics i dos compostos amb coll destacat. Si es combinen les dades sobre la morfologia dels vasos (les
mides més freqüents i les formes), s'observa que els grans només
es documenten en perfils cilíndrics (set vasos). En canvi, en els
vasos mitjans no se'n documenten de cilíndrics mentre que tenen
una representació sostinguda de la resta de morfologies, destacant
sobretot els ovoides/esfèrics (en sis vasos) (taula 2).
Les decoracions documentades estan clarament dominades
per la impressió cardial, que de manera solitària es troba en 16
vasos (taula 3 i fig. 2); quan es combina amb cordó se'n documenten sis més. En ordre d'importància, només els cordons llisos tenen una representació important amb nou vasos (dos d'ells
crestes). La resta, les impressions no cardials, es troben en tres
casos, dos vasos amb impressió simple successiva i un vas amb
impressió composta (pinta). Per últim, un únic vas presenta una
decoració incisa (taula 3).
100
A la mostra analitzada, en la majoria dels casos (26/35)
les decoracions es troben com a únic element present en el
vas. No obstant, hi ha nou vasos que presenten major complexitat en la formació dels esquemes decoratius. En tres vasos es dona una triple combinació (dos tipus de decoració
cardial i cordó), en la resta de casos es tracta de diferents
combinacions entre dos impressions cardials en tres vasos
i la combinació d'una impressió cardial i una cresta en dos
vasos (taula 3). Aquesta circumstància implicaria una certa
simplicitat en els models decoratius, factor que s'haurà de
corroborar amb els motius documentats.
S'han documentat un total de nou motius diferents (segons
Oms, 2014), no obstant en 10 casos no s'ha pogut establir a
causa de les dimensions del/s fragment/s analitzat/s. La diversitat de motius és molt elevada en comparació amb el baix
nombre de vasos documentats, no obstant existeix un clar
predomini del cordó llis horitzontal simple (I1) amb 7 casos,
[page-n-108]
La cova de la Guineu i les relacions plana-muntanya al Penedès durant el neolític inicial
seguit de la franja horitzontal simple (A1) i la franja horitzontal múltiple limitada (B2) amb 3 vasos en cada cas. La franja
horitzontal limitada amb meandres limitats (D4) es troba en
2 casos, igual que la franja horitzontal àmplia simple (E1).
La resta de motius estan presents únicament en un vas, com
la franja horitzontal limitada (A2), la franja horitzontal ampla
amb cordó inferior (E3), la franja horitzontal simple que integra cordó enmig (F1) o la franja horitzontal amb franja obliqua
descendent (H3). Per últim, en un sol cas s'ha documentat un
vas amb doble motiu o motiu complex, basat en una composició B1 + F1, que consta de franges horitzontals múltiples
combinades amb un cordó al tram inferior.
Si ens centrem en la sintaxi decorativa basada en la combinació de les tècniques decoratives emprades i els motius més
habituals, s'ha de tenir en compte que els motius no han pogut
ser tots definits. Per això i a partir d'un anàlisi combinat de només 22 vasos (els que sí han estat definits), les dades són poc
representatives. Tan sols es pot destacar:
- que el motiu senzill l'A1 només es realitza amb una sola
matriu (impressió d'instrument o impressió cardial de qualsevol
tipus);
- en el mateix sentit, el motiu I1 també es realitza amb una
sola tècnica;
- en la resta de casos, tot i que hi hagi motius més complexes
es pot emprar una sola tècnica, i al contrari, en els casos amb
tres tècniques associades es pot observar un motiu senzill.
de 55 mm, les seccions són triangulars i els talons unifacetats
amb bulbs difusos i sense presència de llavi, el que sembla
apuntar a la percussió directa tova com a tècnica de talla.
Per últim, el conjunt només compta amb tres elements retocats, sent un d'ells una peça estellada. Els altres dos són una
ascla amb retoc continu en un dels fils i sobretot, un trapezi
(30,6 x 9,8 x 2,7) amb la base petita còncava.
3.3. alTreS elemenTS: IndúSTrIa òSSIa I malacologIa
Diversos elements han estat recuperats a la cova de la Guineu
que s'associen amb l'ocupació cardial de la cavitat. La major
part dels ítems procedeixen del nivell II interior, on s'hi barreja
l'ocupació cardial amb la posterior postcardial. Al nivell Ie no
s'ha documentat cap resta fins el moment.
S'han recomptat fins a 8 elements ossis i un de malacològic. Aquest darrer es correspon amb una Columbella rustica
amb perforació antròpica a la volta columel·lar. L'àpex està
trencat, sense que es pugui precisar si la fractura és antròpica
o natural. Entre els primers, trobem una cullera o pala/paleta
(fig. 3.1), sobre suport ossi no determinat (entenent que les
culleres presenten perfil còncau a la part ampla i les pales no,
en tipologia de Rodanés, 1987 i Pascual Benito, 1998). En
Pel que fa a les temàtiques representades dins els motius, el
component horitzontal és netament superior a la resta, amb 21
vasos on es tracta de l'únic tema documentat. Els temes en disposició obliqua es compten únicament en tres vasos. En quatre
vasos no s'ha pogut establir amb seguretat el tema i s'han classificat com indeterminats. Els que comprenen més d'un tipus són
una minoria, però tenen en comú la presència de la variable horitzontal, combinada amb temes ondulants (dos vasos) i oblics
(tres). Cal ressenyar que no es documenta cap espiga, element
poc freqüent al Penedès.
3.2. IndúSTrIa líTIca
El conjunt lític recuperat al nivell Ie és escàs, fragmentari i mostra un grau d'alteració postdeposicional notable. S'han recuperat únicament 65 restes, de les quals, 16 són plaques de sorrenca. La resta, 49 elements, no permeten aportar excessives dades
a nivell tecnològic ni tipològic sobre les dinàmiques tècniques
dels grups cardials.
Les matèries primeres documentades són el sílex i en menor
mesura, el quars. El primer mostra en general un desenvolupament
important de pàtines d'alteració tèrmica que no permeten per ara
el seu estudi petrològic. Tot i l'escassa mostra, sembla detectar-se
una gestió diferencial entre els dos materials. El sílex (NR=42) està
representat per fragments de làmina, configurats i restes de talla, és
a dir una cadena operativa fragmentada que suggereix que els processos de talla no es van desenvolupar majoritàriament a la cova,
sent el jaciment el lloc d'abandonament dels útils finals o de talla
ocasional. Per altra banda, el quars (NR=7) té representades totes
les categories estructurals, incloent un nucli esgotat.
A nivell tecnològic només es pot destacar la relativa importància del component laminar en el sílex ja que es documenten
set fragments de làmina. La longitud màxima documentada és
Fig. 3. Elements d'indústria òssia de la cova de la Guineu.
101
[page-n-109]
F. X. Oms, J. Mestres, A. Cebrià, J. I. Morales, J. Nadal, M. Pedro, S. Mendiela, P. Martín i J. M. Fullola
aquest cas, tota la peça presenta una deformació còncava, segurament pel suport fet servir (possiblement una costella). Un
altre element destacat és un fragment d'anell llis no decorat
(segons Pascual Benito, 1998) o bague (en terminologia de
Barge-Mahieu i altres, 1991), sobre os no determinat anatòmicament ni taxonòmicament, amb coloració negra per termoalteració (fig. 3.5). S'observen marques de poliment transversal
que semblen fetes amb posterioritat a l'alteració tèrmica. Un
punxó, possiblement sobre metàpode de cérvol. S'aprecien estries de fabricació per abrasió i dos intents de perforació a la
part proximal (fig. 3.2). Si aquestes perforacions s'haguessin
dut a terme, caldria descriure-les tipològicament com una agulla (independentment de la mida). Sobre dent (fig. 3.3), hi ha
un penjoll fet per perforació a l'arrel d'un ullal superior de
Felis silvetris (l'atribuïm a aquesta espècie i es descarta, per
la mida, el linx). Un tub d'ós, realitzat mitjançant una dena
cilíndrica sobre os buidat i termoalterat. Podria ser, per algunes característiques internes, banya de cèrvid, retallada, polida
i brunyida. És similar a alguns dels elements proposats per
Martí i altres (2001) com a possibles instruments musicals.
Una cullera-espàtula realitzada sobre un fragment d'ullal inferior de Sus mascle (fig. 3.8). Polit i potser brunyit, presenta
una sèrie incisions reticulades en un tram medial de la cara
interior, massa intenses i ordenades per a relacionar-les amb
traces tècniques de fabricació de la peça. Un altre element és
un fragment de lamineta d'os termoalterada que conserva part
d'una perforació (fig. 3.7). Per morfologia i mides, es podria
relacionar amb els penjolls recto-rectangulars de Pascual Benito i entraria dins de l'amplitud de variació de les peces més
petites del País Valencià. Un altre element (fig. 3.6), és similar
a l'anterior però més esvelt. Per últim un fragment d'os pla,
polit i trencat per la base, podria tractar-se d'un fragment de
paleta o un penjoll recto-rectangular (fig. 3.4).
Totes les peces descrites poden entrar dintre de les tipologies i les mètriques dels elements sobre os del Sud de França,
Vall de l'Ebre i País Valencià durant el neolític inicial. Algunes
peces són similars a les recuperades en jaciments com Or, Sarsa,
Balma de l'Espluga, pel que fa al neolític antic (Rodanés, 1987;
Barge-Mahieu et al.,1991; Pascual, 1998). Per la seva banda, els
objectes ornamentals sobre Columbella rustica són molt generalitzats a tota la prehistòria, però també és cert que predominen a l'epipaleolític i al neolític antic, i poden considerar-se un
element diagnòstic a la zona catalana, valenciana i de la Vall de
l'Ebre (Álvarez, 2008).
el material es troba en un alt grau de fragmentació, cosa que
ha suposat que en la majoria dels casos les identificacions solament s'hagin pogut fer a través de la dentició, únics elements
que de vegades han aparegut complets. A més i tal com s'ha
dit abans (punt 2), les restes òssies també es veuen afectades
en les corticals amb alteracions similars a la meteorització,
àcids radiculars i trampling, cosa que ha impedit l'observació
de marques d'origen antròpic. Solament es poden detectar termoalteracions, en diferents graus, que afecten una mica més
del 16% del total. La distribució taxonòmica de les restes determinades és: ovicaprins: 10 restes (dentició i dos fragments de
metacarpians), que podrien estar representant un únic individu
adult. No podem saber si es tracta d'una ovella o una cabra. Bos
taurus: 4 restes (dentició) que podrien representar 2 individus
per l'estat de desgast de la dentició, però que és molt difícil de
discernir. Sus sp.: 2 restes (que representarien dos individus, un
de molt jove, per un fragment de parietal molt petit i un animal
amb dentició adulta, una incisiva superior). Cervus elaphus: 2
(un molar superior i un fragment de banya) que representa un
únic individu adult mascle. Equus caballus: 1 resta (un fragment d'escàpula que presenta la cavitat glenoïdal amb endentació) que representaria un individu. Oryctolagus cuniculus: 8
restes (fonamentalment dents, un metatarsià i una 3a falange).
A banda, entre el material modificat antròpicament, hem de recordar que s'havia identificat una dent de Felis silvestris.
Es tracta d'una relació estadísticament no significativa i, per
tant, no podem treure conclusions contrastables més enllà de la
simple presència dels taxons, d'altra banda, prou diversificats
atesa la reduïda mostra. A nivell de nombre de restes determinades, solament podem mencionar que, com és tradicional per
aquestes cronologies en entorns de cova, hi ha un predomini
dels ovicaprins (si tenim en compte només els grans mamífers
–tot excloent de la mostra els conills–) que seria del 52,3%, però
que estaria superat per gairebé totes les altres espècies si fem
una valoració de la biomassa aportada, si la calculem dels nombre mínim d'individus representats. Altra valoració que cal fer
és la importància de la fauna salvatge, representada per un mínim de tres espècies, conill, cérvol i cavall. Si bé el cavall ja no
és cap novetat en els contextos neolítics catalans, continua sent
un taxó poc representat, i de difícil atribució (salvatge/domèstic) a finals del neolític, el calcolític i el bronze inicial. En el cas
que ara ens afecta, sembla clar que es tractaria, per cronologia,
d'un animal salvatge.
3.4. leS dadeS arqueozoològIqueS
4. RELACIONS PLANA-MUNTANYA DURANT EL
NEOLÍTIC INICIAL AL PENEDÈS
S'han analitzat 110 restes òssies que es corresponen amb el
nivell Ie de la cova de la Guineu. No incloem les restes-suport
d'indústria òssia esmentades anteriorment (tot i que puguem
fer alguna referència posterior), ja que podrien correspondre's
amb elements transportats. De les restes analitzades, 27 han estat determinades anatòmicament i taxonòmicament (24,54%),
mentre que les 83 restants han quedat no identificades taxonòmicament (75,46%). Entre les restes no identificades,
s'observen dues mides diferenciades: grans mamífers de mida
mitjana (que podrien correspondre, entre els taxons identificats
que després relacionarem, a ovicaprins, suids i potser cérvols
juvenils o femelles), i grans mamífers de mida gran (bovins,
èquids o cérvols adults, preferentment mascles). D'altra banda,
102
Com s'ha dit a la introducció, al Penedès hi ha 26 jaciments que
compten amb restes cardials (fig. 4). Les Guixeres de Vilobí,
a Sant Martí Sarroca, i Sant Pau, a Vilafranca del Penedès (no
excavat, però amb característiques molt similars al primer), serien els veritables assentaments amb estructures habitacionals
de la zona. Es localitzen al vessant meridional dels dos únics
relleus aturonats que despunten sobre la plana en aquest tram
central de la depressió penedesenca. Ambdós estan situats en
un emplaçament estratègic rodejat de planes endorreiques que
durant el neolític antic serien zones humides amb petites llacunes i aiguamolls i en una posició central respecte les terres que
ofereixen millor potencialitat agrícola.
[page-n-110]
La cova de la Guineu i les relacions plana-muntanya al Penedès durant el neolític inicial
Fig. 4. Mapa amb els jaciments amb vestigis cardials al Penedès. 1.
cova de la Guineu; 2. cova de la Plana Pineda; 3. cova del Bolet; 4.
Fondal de Vandellòs (cova de la Boira; cova de la Jeta; balma del
Sílex; cova de la Rasa; balma del Pèndol); 5. abrics de Cal Marquet;
6. cova de la Masia; 7. Esquerda de les Roques del Pany; 8. Masia
de la cova del Garrofet; 9. cova de Can Pasqual; 10. Guixeres de
Vilobí; 11. Guixeres de Baix; 12. Mas d'en Boixos; 13. Pedrera
de Sant Jordi; 14. Sant Pau; Vinya Torrelletes; 15. La Serreta; 16.
Vinya d'en Pau; 17. Torrent de Sant Marçal; 18. cova del Pi d'en
Barba; 19. cova del Pèlag; 20. cova de Sant Llorenç; 21. cova
Foradada.
Les Guixeres de Vilobí (Sant Martí Sarroca) és l'únic jaciment que ens permet entreveure la configuració d'aquests assentaments (Mestres, 1981-82; Mestres, 1987; Oms et al., 2014).
Excavat el 1974 i de 1981 a 1984, s'hi documenten estructures
negatives i altres evidències arqueològiques que permeten teoritzar l'existència de cabanes extenses sostingudes per pilons de
fusta i fosses de diversa funcionalitat, en una extensió aproximada de 1500 m2. La seqüència estratigràfica indica una continuïtat d'ocupació, en termes culturals (que no cronològics),
que s'estén a les tres fases del neolític antic: cardial, epicardial i
postcardial tipus Molinot.
Tal com es va proposar al Col·loqui de Puigcerdà (Mestres,
1992), les característiques documentades a les Guixeres de Vilobí, així com la densitat (1,8 kilòmetres quadrats per assentament) i la proximitat espacial (menys de 4 kilòmetres) amb els
altres assentaments dels que els hi suposem una mateixa funcionalitat, posen de manifest un model semi sedentari amb petites
aldees ocupades de manera discontínua, seguint el ritme imposat per unes pràctiques agrícoles itinerants que comportaven el
desplaçament periòdic dels cultius i potser també de l'hàbitat.
Aquestes mateixes pràctiques agrícoles haurien generat
un altre tipus d'establiments a l'aire lliure amb una funcionalitat primordialment econòmica relacionada amb les activitats
productives i caracteritzats arqueològicament per la presència,
en nombre variable, de sitges excavades en el subsòl. Aquests
enclavaments constituirien unitats d'explotació agrícola vinculades als camps de conreu i dedicades essencialment a la conservació i emmagatzematge d'una part de la collita de cereals,
ja sigui com a reserva pel consum o per llavor per la propera
sembra. Dispersos i propers als anteriors assentaments residencials, aquests establiments els trobem ubicats en posicions
topogràfiques reiteratives: els vessants meridionals o orientals
dels suaus relleus que configuren la característica fisonomia
ondulada d'aquest sector central de la plana penedesenca, vinculats a sòls lleugers ben drenats. Els casos millor coneguts
són La Serreta (Vilafranca del Penedès), el Mas d'en Boixos
(Pacs) i la Vinya d'en Pau (Vilafranca del Penedès). Tenen unes
capacitats projectades d'uns 600 litres i s'hi han documentat
restes de Triticum sp., Hordeum sp., Triticum aestivum/durum
i Hordeum vulgare (López, Antolín i Alonso, en premsa; López, 2013). Els rebliments d'aquestes estructures demostren
que foren amortitzades amb deixalles: fragments de blocs termoalterats o no, ceràmica altament fragmentada i molt pocs
elements lítics (sílex, jaspi i cristall de roca) i malacològics.
És important ressenyar que no es documenten restes faunístiques, ítems sí presents de manera reiterada durant el neolític
epicardial a la regió (Pou Nou i Pujolet de Moja, a Nadal et
al., 1999). Tots aquests fets ens indueixen a proposar que ens
trobem davant d'abocaments fruit d'estades de curta durada en
zones destinades a tasques agràries, potser petites granges itinerants. Altres exemples a l'aire lliure com el Torrent de Sant
Marçal (Sant Cugat Sesgarrigues) o Vinya Torrelletes (Vilafranca del Penedès) podrien ser també ocupacions d'un tipus
similar. L'erosió dels trams superiors ens impedeix conèixer
l'existència d'estructures negatives menys profundes (forats
de pal, estacades, cabanes, fogars, etc.). És important ressenyar que la construcció de sitges és una estratègia econòmica
típica del cardial a Catalunya. En trobem també a la comarca veïna del Vallès i al litoral barceloní i tarragoní. En canvi,
les sitges no estan documentades a d'altres territoris cardials,
com ara les planes del Roine, la zona del sud de València-nord
d'Alacant o a l'Estremadura portuguesa. En aquests indrets
doncs, s'emprarien mètodes d'emmagatzematge diferent.
Malgrat que aquest patró d'assentament estigui indicant
que l'agricultura ocupava un lloc preeminent en el sistema
econòmic d'aquestes primeres comunitats neolítiques, no es
pot oblidar el paper també destacat i complementari que hi
jugava la ramaderia, així com altres activitats de menor importància com la recol·lecció de recursos vegetals silvestres i
la cacera. Moltes d'aquestes activitats requeriran la freqüentació d'uns entorns ecològics muntanyencs que generarà un
patró d'implantació territorial, complementari i subsidiari al
desenvolupat a la plana, dominat per ocupacions de diversa
funcionalitat en coves i abrics.
Presumiblement, la necessària disponibilitat de pastures
fresques al llarg de l'any va requerir la progressiva mobilitat
estacional cap a entorns més muntanyencs (Riera, Nadal i Esteve, 2007). En el transcurs d'aquests desplaçaments per les
muntanyes i altiplans de les serralades que envolten la plana,
els pastors cardials haurien fixat recorreguts, llocs d'abeurada,
pastures i aixoplucs, però també noves fonts d'aprovisionament
de matèries primeres i nous entorns de recol·lecció. És a dir,
ampliaven el territori rural de la comunitat neolítica cap a uns
103
[page-n-111]
F. X. Oms, J. Mestres, A. Cebrià, J. I. Morales, J. Nadal, M. Pedro, S. Mendiela, P. Martín i J. M. Fullola
àmbits territorials més abruptes i accidentats que, a banda i banda del sector central de la plana, abracen les serres d'Ancosa,
Puigfred, Font-rubí i Mediona pel costat nord-occidental i, pel
llevant, els relleus més meridionals del Massís del Garraf, entre
Olèrdola i Subirats. Per aquest costat sud-oriental, el territori s'estendria fins la costa en la zona compresa entre Cubelles
i Sitges. Amb tot, la feble documentació disponible (cova de
Sant Llorenç i cova Foradada), no tan sols pel cardial sinó pel
conjunt del neolític antic, fa pensar en una baixa intensitat de
l'ocupació del litoral.
En aquest nou paisatge, coves i abrics monopolitzen el patró d'assentament, assumint sense excessives dificultats la diversitat d'usos requerits per les múltiples i variades activitats
relacionades amb l'explotació econòmica i les funcions socials
i culturals d'aquests entorns muntanyencs. Així, en l'àmbit
econòmic, coves més o menys espaioses com la cova de la
Guineu, la cova del Bolet (Mediona) o la cova de Can Pasqual
(Castellví de la Marca) són cavitats d'importància cabdal per
entendre la mobilitat de les poblacions neolítiques. En el cas de
la cova de la Guineu, la presència prou abundant de vasos de
mida gran incideixen en la idea que es tracti d'un indret lligat
a l'emmagatzematge. No obstant, la presència de petites planes
fèrtils al seu redós i punts d'aigua (paratge de la Font de Llinars,
on a més hi ha un taller de sílex i sobretot la vall de les Llombardes, al nord) també li conferiria la propietat de lloc adient per un
establiment regular durant els mesos de bonança, on poder fer
conreus complementaris als de la plana, durant els mesos de mobilitat. Com s'ha pogut observar, tot i l'escassa extensió encara
excavada dels nivells cardials intactes, la cova de la Guineu presenta ja les traces d'una ocupació prou consolidada i variada, on
els ovicaprins no són exclusius enfront d'altres domesticats i la
cacera té uns índexs remarcables. Els estudis paleocarpològics,
ara en curs, proporcionaran noves dades al respecte. Malgrat
tot, teoritzar sobre el tipus d'ocupació que representa la Guineu
és complex. La presència de nombrosos elements d'abillament
i funcionals i d'altres quasi constructius/estructurals (argila cuita i plaques de sorrenca) denota una complexitat que, a hores
d'ara, ens és difícil de copsar. Aquesta complexitat es veu corroborada pel registre ceràmic, lític i també per la datació. Al nivell
Ie, el datat aquí en una fase cardial avançada c.5200-5000 cal
BC, s'hi han documentat decoracions impreses amb la tècnica
del cardial arrossegat (en dos casos) equiparades a les de cardial oblic, a més d'un únic efectiu amb una decoració incisa. La
presència important de la tècnica arrossegada (dins d'un conjunt
molt reduït) i d'un amb incisió, denoten que aquest conjunt seria
tardà respecte a altres conjunts penedesencs. En canvi, aquesta
proporció es capgira del tot en el conjunt de l'interior de la cavitat i predominen altres tècniques. Aquest fet indicaria, a priori,
l'existència de com a mínim, dos nivells cardials a la cavitat.
Malauradament, el del Sector Cova es troba barrejat. La indústria lítica, ja sense jaspi i cristall de roca (habituals durant una
fase més antiga, a Guixeres de Vilobí i La Serreta per exemple,
Mestres, 1987; Sànchez de la Torre, 2013), es caracteritza només per la presència d'algunes làmines i també pel triangle amb
un costat còncau. Si bé aquest ítem podria recordar a contextos
mesolítics recents, hi ha d'altres elements similars en conjunts
cardials com Chaves (Cava, 2000) i Cendres (García-Puchol,
2009), així com també a Nerja (Aura et al., 2013).
Altres cavitats d'exigües dimensions s'ocuparien de manera
ocasional com simples aixoplucs en funció de la mateixa activitat pastoral o d'altres activitats econòmiques complementàries,
com la cacera o l'explotació de recursos forestals. Aquest podria
ser el cas de la cova de la Masia (Torrelles de Foix), la cova de la
Plana Pineda (Font-rubí) i la cova del Pi d'en Barba (Avinyonet)
entre d'altres (fig. 4).
D'altra banda, pel que fa a aspectes socioculturals, algunes
cavitats haurien acollit pràctiques sepulcrals i/o amb accions
de caràcter simbòlic. Una funcionalitat sepulcral es podria atri-
Taula 4. Datacions radiocarbòniques del neolític antic del territori penedesenc.
Jaciment
Nivell
Mostra
Referència
BP
Var.
Cal BC 2s
Bibliografia
Guineu
Ie
Laurus nobilis
Beta-406998
6140
30
5209-5002
Inèdita
Guixeres
A
Ovis/Capra*
OxA-26068
6655
45
5644-5491
Oms et al., 2014
Guixeres
A
Ovis aries
OxA-26069
6458
38
5485-5342
Oms et al., 2014
La Serreta
E61
Arbutus unedo
Beta-280862
6490
40
5527-5367
Oms et al., 2014
La Serreta
E79
Arbutus unedo
Beta-280866
6420
40
5473-5326
Oms et al., 2014
La Serreta
E59
Angiosperma
Beta-280860
6410
40
5472-5322
Oms et al., 2014
Foradada
Ib base
Os humà
Beta-248524
6200
40
5295-5045
Oms et al., en premsa
Sant Llorenç
n.2
Triticum sp.
Beta-299597
6200
40
5295-5045
Borrell et al., 2014
Pou Nou
E-3
Ovis/Capra
OxA-26066
6033
36
5029-4836
Martins et al., 2015
Pou Nou
E-13
Ovis/Capra
OxA-26067
6009
32
4994-4803
Martins et al., 2015
La Serreta
E-75
Quercus sp.
Beta-280865
6160
40
5217-5000
Inèdita
Sant Llorenç
n.3
Ovis/Capra
OxA-26072
6004
32
4989-4802
Borrell et al., 2014
Sant Llorenç
n.3
Ovis/Capra
Beta-311605
5910
40
4897-4705
Borrell et al., 2014
Sant Llorenç
n.3
Triticum a/d
Beta-299598
5860
40
4831-4612
Borrell et al., 2014
* Recentment, un estudi no ha pogut demostrar que aquesta mostra pertanyi a Ovis aries (Martins et al., 2015), tot i que havia estat inicialment
publicada com a tal (Oms et al., 2014).
104
[page-n-112]
La cova de la Guineu i les relacions plana-muntanya al Penedès durant el neolític inicial
buir a l'Esquerda de les Roques del Pany (Torrelles de Foix).
Tot i el poc que coneixem de les antigues i deficientment documentades intervencions dels anys trenta, la descripció de les
troballes que ens reporta el seu excavador (Grivé, 1936) pot
fer-nos pressuposar l'existència de varies inhumacions individuals (fins a 12) de caràcter primari successiu relacionades
amb materials ceràmics cardials i objectes més o menys sumptuaris. Un estudi recent (Oms, 2014) indica la presència de
fins a 29 vasos decorats en aquesta cavitat. Alguns d'ells junt
a restes que podrien acomplir la funció d'aixovar (ullals, tres
culleres d'os, diferents punxons ossis i nombroses denes en
diferents taxons malacològics: Tirvia sp., Cardium sp., Glycimeris sp., Columbella rustica) podrien formar part d'un conjunt funerari. La cova Foradada també fou emprada per la inhumació durant el neolític cardial, tot i que les característiques
d'aquest registre són molt limitades (Oms et al., en premsa).
Per últim, la cova del Pèlag (Avinyonet del Penedès), a partir
de certs trets del seu registre i característiques del jaciment,
també podria complir aquesta funció.
Un cas molt particular representa el Fondal de Vandellós
(Mediona). En aquest paratge de petites dimensions, format per
un caos de blocs despresos de la cinglera, s'hi compta amb un
total de 14 jaciments arqueològics. D'entre aquests caus sense
cap condició d'habitabilitat o ús (espais d'entre 4-8 m2), cinc
comptaven amb ceràmica cardial: cova de la Boira, cova de
la Jeta, balma del Sílex, balma del Pèndol i cova de la Rasa.
Per la naturalesa dels propis jaciments, només un caràcter vo-
tiu/simbòlic pot ser proposat (Boira a més compta amb restes
humanes). Interpretació que ve recolzada per la continuïtat
d'ocupacions amb objectes de característiques específiques similars fins a finals de l'època romana (Ribé, 1995).
En el futur, la publicació de les dades inèdites procedents
de les excavacions de la cova del Bolet i de la cova de la Plana
Pineda (Equip Guineu, 1993, 1996) i la obtenció de datacions
radiocarbòniques del Pany i Boira permetrà sistematitzar millor
a nivell temporal la sincronia de les ocupacions penedesenques.
Per ara, les datacions disponibles del neolític inicial del Penedès mostren un escenari ben complex (taula 4 i fig. 5). Per
una banda, la datació OxA-26068 de les Guixeres de Vilobí s'ha
de situar en una fase precardial, que junt amb alguns materials
mostren certes afinitats a horitzons no estrictament cardials
(Oms, 2014; Martins et al., 2015). Cal aclarir però, que fins el
moment aquest nivell no ha estat detectat en el jaciment, només
comptem amb la datació i uns pocs materials ceràmics. Després
de cert decalatge, quasi imperceptible a nivell radiocarbònic,
l'ocupació cardial stricto sensu es manifesta notablement al territori penedesenc, amb les datacions OxA-26069 de Guixeres
i les de la Serreta (Oms et al., 2014). La datació inèdita de la
Vinya d'en Pau es situa també en aquesta forquilla antiga (com.
pers. Francesc Florensa).
A partir d'aquest moment, les dades perden tota la intensitat a la plana i només comptem amb dades de jaciments
litorals (Foradada i Sant Llorenç) i a la cova de la Guineu.
Considerem anòmal aquest fet i creiem que un major nom-
Fig. 5. Gràfic gaussià amb les datacions calibrades (2σ) mitjançant el software OxCal v.4.2 amb la corba IntCal13.
105
[page-n-113]
F. X. Oms, J. Mestres, A. Cebrià, J. I. Morales, J. Nadal, M. Pedro, S. Mendiela, P. Martín i J. M. Fullola
bre de datacions radiocarbòniques modificarà aquest escenari. En aquest punt, si incloem les dates conegudes de
l'epicardial penedesenc, observem que es torna a detectar
cert decalatge cronològic entre el darrer cardial i el primer
epicardial, ben observable a partir de les dates de Pou Nou
i la cova de Sant Llorenç. Només la datació de la E-75 de la
Serreta trenca aquesta dinàmica. Coneixent la cronologia de
l'epicardial a Catalunya, considerem que aquesta datació és
massa antiga (fruit potser del taxó emprat) i ha de ser presa
amb precaucions.
El model territorial mostrat en aquest treball proposa un
fort component de mobilitat a nivell micro. Això, no obstant,
no significa la inexistència de relacions amb d'altres grups
de territoris similars en extensió i característiques, que ben
segur existien (obtenció de jaspi o de malacologia marina,
per exemple). Models com el del Penedès es reprodueixen
a d'altres territoris del NE peninsular durant el neolític cardial, tant en una fase antiga (c.5500-5300 cal BC) com en
una de recent (c.5300-5000 cal BC) (Oms, 2014). Altres
autors proposen models similars, ja sigui des d'un punt de
vista teòric pel que fa a l'existència de diversos grups (Garcia Borja et al., 2011; Garcia Borja et al., 2012), a la seva
composició i funcionament (García Atiénzar, 2011) i inclús
basats en paràmetres tècnics de les produccions ceràmiques
(Manen et al., 2010).
5. CONCLUSIONS
La cova de la Guineu comença tot just ara a proporcionar dades
sobre les seves ocupacions durant el neolític inicial. Amb unes
característiques ben peculiars (tipus de cavitat, localització,
alçada, registre material), esdevé un assentament clau per entendre els models d'establiment de les primeres comunitats agroramaderes a Catalunya. Integrada dins el territori penedesenc, a
priori, com un assentament secundari a la serralada prelitoral,
proper a d'altres de similars (Bolet), més especialitzats (Pany
i Plana Pineda) i un de principal (Guixeres), proporcionarà en
el futur una quantitat major d'informació amb l'extensió dels
treballs arqueològics. El material ceràmic presentat s'entronca
perfectament amb les produccions cardials franco-ibèriques del
cardial del NE peninsular, i més particularment amb les altres
col·leccions penedesenques (Oms, 2014). La datació radiocarbònica disponible situa el nivell Ie entre els més recents del
Penedès, similar a moltes d'altres coves catalanes del litoral i
prelitoral central.
NOTA
Dediquem aquest treball a Bernat Martí Oliver, un dels pioners i
referents dels estudis moderns sobre el neolític a la Península Ibèrica, a més de mestre i amic. Agraïm als organitzadors que ens hagin
convidat a participar en aquest homenatge.
La recerca a la cova de la Guineu es porta a terme dins el projecte “Substitucions humanes i transformacions econòmiques entre
el Plistocè superior final i l'Holocè al Penedès” (2014/100482),
integrat dins el projecte 2014SGR-108 i el HAR2011-26193 del
SERP de la Universitat de Barcelona. Agraïm a Ethel Allué la determinació taxonòmica del carbó datat i a Xavier Esteve la realització
del mapa de la figura 5.
106
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107
[page-n-115]
[page-n-116]
Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 109-115.
La cerámica de la Cova del Vidre (Roquetes)
y el Neolítico Cardial Franco -Ibérico
JoseP BosCH
reSumen
En este trabajo se estudia la colección cerámica del yacimiento de la Cova del Vidre (Roquetes, Bajo Ebro). Dicha colección se
adscribe en su práctica totalidad, según criterios relativos sobretodo a sus decoraciones, a un Neolítico Cardial Franco-Ibérico
Reciente, adscripción confirmada por las tres fechas radiocarbónicas obtenidas para el único nivel neolítico localizado en
este yacimiento (6180, 6181 y 6248 BP). El estudio nos ha conducido a observar que el Neolítico Cardial Franco-Ibérico y el
Precardial Itálico que lo precedió pudieron tener, además de orígenes distintos, como sus nombres indican, siendo el primero
enteramente occidental dentro del contexto del Mediterráneo, modelos de expansión por las costas del sector occidental de este
mar también distintos. De dirección única, de este a oeste, en el caso del Precardial, y de distintas direcciones en el del Cardial.
PalabraS claVe:
Cerámica, Bajo Ebro, Neolítico Cardial.
réSumé
La céramique de la Grotte du Vidre (Roquetes) et le Néolithique Cardial Franc-Ibérique. Dans ce travail on étudie la collection
céramique du site de la Grotte du Vidre (Roquetes, Bas Èbre). Selon des critériums relatifs surtout à leurs décorations, on
l'inscrit, pratiquement toute, dans un Néolithique Cardial Franc-Ibérique Récent, laquelle chose a été confirmé par les trois
dates radiocharboniques obtenues pour l'unique niveau néolithique localisé dans ce site (6180, 6181 et 6248 BP). L'étude nous
a conduit à observer que le Néolithique Cardial Franc-Ibérique et le Precardial Italique qui l'avait précédé purent avoir, en
outre des origines différents, comme leurs noms l'indiquent, ayant été le premier entièrement occidental dans le contexte de
la Méditerranée, des modèles d'expansion par les côtes du secteur occidental de cette mer aussi différents. Avec une direction
unique, d'est à ouest, le Precardial, et avec différents directions le Cardial.
moTS cléS
: Céramique, Bas Èbre, Néolithique Cardial.
1. EL POR QUÉ DE ESTE ARTÍCULO
Las excavaciones efectuadas en la Cova del Vidre, en parte por
nosotros, han proporcionado un conjunto notable de cerámicas
atribuibles a aquello que se ha convenido en llamar horizonte
Neolítico Cardial Franco-Ibérico. Dicho horizonte, en particular
su cerámica, ha centrado la atención del Doctor Bernat Martí
Oliver a lo largo de toda su carrera. Prueba de ello son numerosos trabajos, de los que aquí sólo citaremos, entre los más antiguos, los efectuados sobre la Cova de l'Or (Beniarrés) (Martí,
1977 y Martí et al., 1980), mientras que entre los más recientes, su participación en un trabajo colectivo sobre la cerámica
impresa del Neolítico Antiguo (Italia y Mediterráneo) (Martí,
2002), el publicado en las actas del Congreso de Arte Rupestre
Esquemático en la Península Ibérica – Comarca de Los Vélez
(Martí, 2006) y el publicado en las actas del IV Congreso del
Neolítico en la Península Ibérica de Alicante (Martí, 2008). El
mismo Bernat Martí nos ha expresado, en distintas ocasiones, su
interés por la Cova del Vidre y sus cerámicas neolíticas, dadas a
conocer de forma sólo parcial. Por todo ello y por el afecto que
le tenemos, nos ha parecido oportuno publicar un trabajo en este
homenaje y hacerlo sobre dichas cerámicas.
2. LA COVA DEL VIDRE Y SUS EXCAVACIONES
La Cova del Vidre (Roquetes, Bajo Ebro) se encuentra en la
sierra del Caro, la cual se extiende de nordeste a sudoeste,
constituye el lado marítimo del macizo del Port y, con su cima
el Caro o Montcaro (1447 m snm), la mayor elevación entre
el Turó de l'Home al norte y el Peñagolosa al sur, se levanta
imponente sobre el valle bajo del Ebro. La Cova del Vidre se
encuentra a unos 1100 m snm, abierta al pie de un escarpado
rocoso, en la conocida como Mola del Boix. Desde su boca, que
está orientada al este-nordeste, se divisa un amplio panorama,
109
[page-n-117]
J. Bosch
que incluye el valle inferior del Ebro, el delta de este río y su
desembocadura en el Mediterráneo. Está formada por dos cavidades contiguas. La mayor de ellas, abierta al exterior con una
amplia boca, tiene la forma de una pirámide tres lados caída,
con el vértice en el fondo de la cueva y la base en dicha boca.
Mide 43 m de profundidad, 30 de ancho y 14 de alto. En su pared norte se abre la segunda cavidad, de menores dimensiones
y techo más bajo. La Cova del Vidre se encuentra debajo de un
anticlinal, formado por un potente estrato de roca calcárea, con
el plegamiento cortado por un encabalgamiento. En el techo de
la cavidad principal se observan diversas fisuras longitudinales,
entre las que destaca una profunda diaclasa cenital, por la que el
agua se precipita al interior de la cueva, sin llegar a inundarla,
lo cual es posible que contribuyera a hacerla interesante como
lugar de habitación.
Las primeras noticias sobre la existencia de restos arqueológicos prehistóricos en la Cova del Vidre corresponden a los últimos años del siglo XIX. Así, el 1890, Lucas Mallada los citó en
su “Geografía de España”. Las primeras excavaciones arqueológicas en el yacimiento de las que tenemos constancia fueron
practicadas por Francesc Esteve Gálvez, arqueólogo que, el año
1943, llegó a Tortosa como profesor de instituto de enseñanza
media y que, en el 1954, fue nombrado Comisario Local de Excavaciones Arqueológicas en la demarcación de dicha ciudad.
Primero excavó el mes de marzo del año 1945 y, posteriormente,
volvió a hacerlo el otoño del 1954 (Esteve, 2000). El segundo en
excavar en esta cueva fue Ignasi Cantarell Fontcuberta, médico
y aficionado a la arqueología, anteriormente descubridor de otro
importante yacimiento prehistórico del Bajo Ebro, el de la Cova
de la Mallada (El Perelló), que publicó de forma conjunta con
Salvador Vilaseca en el 1956. Cantarell llevó a cabo tres campañas de excavación en la Cova del Vidre, la primera el año 1957,
la segunda el 1958 y la tercera el 1960. Cantarell, que aún vive
cuando escribimos este artículo y a quien no queremos dejar de
agradecer aquí la generosidad y amabilidad que siempre nos ha
mostrado, no ha publicado nunca los resultados de sus excavaciones en la Cova del Vidre.
Transcurridos treinta y dos años de la última de las campañas de Cantarell, en el verano de 1992, se llevó a cabo bajo
nuestra dirección una nueva campaña de excavaciones en la
Cova del Vidre. Su objetivo era contrastar y completar los resultados de las anteriores y obtener nuevos datos que pudiesen
ser de ayuda para comprender mejor los ya disponibles. Previamente habíamos revisado y estudiado los resultados de los
diferentes trabajos efectuados hasta entonces, que incluían la
documentación inédita de las excavaciones de Cantarell, guardada en su archivo particular, y los materiales arqueológicos
extraídos tanto por Esteve como por Cantarell, los primeros
conservados en el actual Museu de les Terres de l'Ebre, en Am-
posta, y los segundos repartidos entre la colección particular
de Cantarell (posteriormente donada al Museu de Tortosa), la
Universitat de Barcelona y el Museu Nacional d'Arqueologia
de Catalunya, en Barcelona. Este trabajo de revisión y estudio
puso de manifiesto la conveniencia de una nueva intervención
que, como hemos dicho, efectuamos el verano del año 1992.
Entonces, reabrimos las catas de Cantarell y efectuamos una
serie de sondeos en diferentes puntos de la cueva. De esta forma, reconocimos dos secuencias estratigráficas de interés arqueológico, una en el sector interior de la cavidad más grande
y la otra en el sector central de la misma cavidad. La secuencia
cronológica se inicia en el sector interior, primero, con un nivel que hemos atribuido al Epipaleolítico Microlaminar y, a
continuación, con otro nivel que corresponde, según hemos
podido determinar, al Epipaleolítico Geométricio de tipo Filador. La secuencia sigue en el sector central, primero con un
nivel del Epipaleolítico Geométrico de tipo Cocina y, después,
con un nivel del Neolítico Antiguo Cardial, período del que
nos ocuparemos en este artículo, más concretamente de las cerámicas a él atribuidas.
3. LAS FECHAS RADIOCARBÓNICAS OBTENIDAS
Hemos obtenido tres dataciones radiocarbónicas para el Neolítico Cardial de la Cova del Vidre. Las tres sobre muestras recogidas, con nuestras excavaciones del verano del 1992, en el nivel
2 central (tabla 1).
La primera de estas tres dataciones es convencional y las
otras dos aceleradas. El carbón utilizado para la primera procede de un hogar en cubeta excavada en el suelo, mientras que
los huesos de oveja, determinados por la arqueozoóloga Maria Saña, de la Universitat Autònoma de Barcelona, que fueron
utilizados para la segunda y la tercera proceden de las proximidades de dicho hogar. La primera de las tres dataciones fue
realizada gracias a fondos de un proyecto de investigación dirigido por el profesor Miquel Molist, también de la Universitat Autònoma de Barcelona, mientras que las dos aceleradas se
efectuaron con motivo de la tesis de doctorado de Haidé Margarita da Costa Martins, The Early Neolithic in the mediterranean
context, realizada en la University of Bristol (Beca FCT-SFRH/
BD/44089/2008).
Las tres fechas obtenidas coinciden en un periodo que ocupa
el último tercio del VI milenio antes de nuestra era, en cronología calibrada a 2 sigma, extendiéndose la primera (no acelerada)
una centuria dentro del siguiente milenio. Las tres fechas son
acordes con la cronología establecida para el Neolítico Cardial
en Cataluña, no para sus momentos más antiguos, que se remontan hasta mediados del VI milenio cal. a.C., pero sí para su etapa
reciente (5300-5000 cal. a.C.) (Morales et al., 2010).
Tabla 1. Dataciones para el Neolítico Cardial de la Cova del Vidre.
Laboratorio y referencia
Tipo de muestra
Fecha BP
Fecha cal BC (2σ)
Beta-58934
6180±90
5380-4900
Hueso de oveja
6181±35
5224-5011
OxA-26065
110
Carbón
OxA-26064
Hueso de oveja
6248±33
5311-5076
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La cerámica de la Cova del Vidre y el Neolítico Cardial Franco-Ibérico
4. LA CERÁMICA DE LA COVA DEL VIDRE
4.1. la coleccIón eSTudIada
Para este artículo hemos estudiado unos 800 fragmentos de
cerámica que corresponden a las excavaciones de Esteve, a
las de Cantarell y a las nuestras, fragmentos de cerámica que
hemos atribuido al Neolítico Cardial por su procedencia estratigráfica, por su parecido con materiales hallados en contexto
estratigráfico o por criterios técnicos y estilísticos. Únicamente hemos considerado de un periodo posterior un fragmento
de cerámica, decorada con líneas horizontales incisas y trazos
oblicuos a ellas también incisos, formando una especie de fleco. A cerca de esta cerámica, el profesor Joan Maluquer de
Motes, en un informe inédito del año 1961 sobre los materiales cerámicos obtenidos por Cantarell en la Cova del Vidre,
escribió que sin duda pertenece a las cerámicas acanaladas de
los Campos de Urnas. Por nuestra parte, hemos de decir que
efectivamente la decoración descrita recuerda mucho la de
cerámicas localizadas en la cercana Cova del Janet (Tivissa),
atribuidas al Bronce Final (Vilaseca, 1973). Cantarell localizó
este fragmento de cerámica, junto con algunos restos de sílex,
en el fondo de la cavidad grande de la cueva, en un nivel superior que, al parecer, había desaparecido cuando efectuamos
nuestras excavaciones en el año 1992. Es difícil saber si estos
materiales corresponden a una ocupación continuada durante el Bronce Final, cuyos restos habrían sido extraídos de la
cueva por motivos que desconocemos, o si únicamente son
testigos de frecuentaciones esporádicas en dicha época.
Las colecciones de cerámica del Neolítico Cardial del nordeste de la Península Ibérica presentan, a menudo, una fragmentación alta y un número de remontajes bajo, lo cual hace
que sea difícil reconocer las formas de los recipientes, calcular
sus medidas completas y, así mismo, que raramente puedan ser
estudiadas las composiciones de sus decoraciones, debiéndose
limitar su análisis a los elementos y los motivos decorativos,
una limitación con la que nos encontramos en el caso de las
cerámicas de Vidre.
rectos y los verticales también rectos. Si tenemos además en
cuenta la morfología de los labios, podemos establecer un gran
número de tipos de bordes distintos, la mayoría con porcentajes muy bajos, siendo los más bien representados los verticales
rectos con labio redondeado, los exvasados rectos con labio
plano y los exvasados convexos con labio redondeado.
En cuanto a los elementos de prensión y suspensión, aparecen sobre un total de 41 fragmentos, entre los cuales hemos
distinguido asas de cinta, lengüetas, botones y perforaciones.
Las asas de cinta pueden ser de sección plana interiormente y
abombada o cóncava por fuera, elíptica o informe. Dos de ellas
tienen una morfología singular: una, con una especie de orejetas y una lengüeta más baja, y otra, con una chepa pronunciada
(figs. 1.1 y 1.2). Más reducido es el número de lengüetas, que
tienen tamaños distintos, y el de botones. Uno de los botones se encuentra debajo mismo de una elevación del borde,
combinación que parece dirigida a facilitar la sujeción con los
dedos pulgar e índice (fig. 1.3). Otros botones, en cambio, especialmente los más pequeños, pudieron ser más elementos
decorativos que de prensión. Finalmente, también debieron
servir para prender o suspender, pasando un cordel a través de
ellos, los agujeros de algunos de los fragmentos de cerámica
estudiados, aunque, a veces, perforaciones parecidas podían
haber sido hechas para coser fragmentos de recipientes rotos.
4.2. FormaS y TamañoS
Los grosores de los fragmentos de cerámica analizados se reparten entre los 4 y los 13 milímetros, si bien la mayoría se
encuentran entre los 6 y los 8, estando poco representados los
grosores inferiores a 5 y los superiores a 10. A partir de los
fragmentos de borde, hemos podido calcular los diámetros de
la boca de algunos de los vasos representados, diámetros que
se sitúan entre los 10 y los 42 centímetros, principalmente entre 14 y 19. De estos datos podemos deducir que, probablemente, entre la vajilla cerámica de Vidre abundaban más los
vasos medianos que los pequeños y grandes. En cuanto a las
formas de estos vasos, debido como hemos dicho a la elevada
fragmentación y al número reducido de remontajes, tan sólo
podemos decir que entre los fragmentos conservados los hay
que parecen corresponder a recipientes con forma de cuenco
(semiesférico y abierto) y de botella (cuerpo globular cerrado
con cuello vertical y recto), siendo esta última menos frecuente. Los bordes estudiados se reparten entre distintos grupos,
según su orientación y curvatura, abundando más los exvasados y los verticales que los entrantes, sobretodo los exvasados
Fig 1. Fragmentos de cerámica con elementos de prensión (1, 2 y
3), cuchara de cerámica (5), fragmentos de cerámica con decoración
impresa cardial (8), decoración incisa e impresa cardial (4 y 7) y
decoración impresa con relleno de almagra (6). .
111
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J. Bosch
Entre los restos cerámicos de Vidre no sólo hay recipientes,
también existe una cuchara que pertenece a la colección Cantarell. Fue hallada rota, aunque conservaba buena parte tanto
del mango, de sección circular, como de la cazoleta, cóncava y
semioval (fig. 1.5). Durante el Neolítico, las cucharas, fueran de
cerámica o de hueso, permitirían ingerir alimentos semisólidos,
como purés o papillas, cocinadas con los nuevos instrumentos
de molienda y con los también nuevos recipientes cerámicos,
siendo de esta forma útiles para alimentar a los niños, que todavía no pudiesen comer alimentos sólidos, y a los viejos, con
dificultades para seguir comiéndolos.
La mayoría de los más de 800 fragmentos de cerámica
analizados de la Cova del Vidre presentan un acabado de la
superficie liso, siendo muy pocos los que lo presentan pulido. En cuanto al color de dicha superficie, abundan más las
tonalidades grises que las rojizas. Una tercera parte de dichos
fragmentos (264) están decorados. Las técnicas decorativas
utilizadas son variadas, también lo son los motivos y, probablemente, las composiciones.
4.3. TécnIcaS decoraTIVaS
Las técnicas decorativas más numerosas entre las cerámicas
neolíticas de la Cova del Vidre son la impresión no cardial,
que aparece sobre un 35% de los fragmentos decorados, y la
incisión, que lo hace en un 31%. Menos representados están
los relieves, con un 17%, y la decoración impresa cardial, con
un 16%. Para obtener esta última se utilizó, principalmente, el
borde dentado de una concha (Cardium edule, Acanthocardia
tuberculata o Cerastoderma glaucum), en posición vertical o
inclinada oblicua externa, en este segundo caso seguida a veces
de un arrastrado de menor profundidad (fig. 1.4), tan sólo sobre
una pieza, de la que se conservan distintos fragmentos, la impresión cardial pudo haberse realizado con la parte exterior de
la concha en posición horizontal (fig. 1.8) y sobre ninguna con
el gancho o charnela. A menudo, dos o más de estas técnicas
aparecen combinadas sobre una misma cerámica, como la incisión y la impresión, el relieve y la impresión, o la impresión con
relleno de almagra (fig. 1.6).
4.4. elemenToS decoraTIVoS, moTIVoS y comPoSIcIoneS
Los elementos básicos de las decoraciones de las cerámicas de
Cova del Vidre y del Neolítico en general, son el punto y la
línea, los cuales, según el pintor y teórico del arte ruso Vasilij
Kandinskij (1866-1944), iniciador del arte abstracto a principios del siglo XX, son los dos elementos gráficos esenciales.
El punto, forma elemental y elemento decorativo primario, y la
línea, su antítesis, traza recta, curva, sinuosa o quebrada dejada
por el punto al moverse. En las cerámicas que hemos estudiado,
puntos y líneas forman diversos motivos, a menudo repetitivos,
y éstos composiciones, que pueden alcanzar una complejidad
considerable, aunque, como ya se ha dicho, en el caso de Vidre,
la ausencia de formas enteras hace que gran parte de ellas no
puedan ser reconocidas o que sólo podamos conocerlas de forma parcial. Se trata, básicamente, de composiciones no figurativas, es decir, que no representan nada que podamos identificar
de forma directa con la realidad externa. Sólo parece figurativa,
sin dejar de tener un fuerte aire esquemático, una composición
aparentemente antropomorfa, presente sobre diversos fragmen112
tos de un mismo recipiente. Se trata de una decoración impresa
cardial e incisa, formando bandas rectilíneas horizontales y verticales con apéndices en zigzag horizontales (fig. 1.7). La decoración de este vaso presenta un parecido estrecho con la de otros
vasos del Neolítico Cardial, hallados en algunos yacimientos
del sector oriental de la Península Ibérica. El paralelo geográfico más próximo procede del abrigo de Costalena (Maella), en
el vecino Bajo Aragón (Barandiarán y Cava, 1989). Un número
mayor de paralelos son conocidos al sur de Valencia, sobretodo en el yacimiento de Cova de l'Or (Beniarrés) y también en
el de Cova de la Sarsa (Bocairent) (Martí y Hernández, 1988;
Martí, 2006). De acuerdo con la interpretación antropomorfa de
esta composición, los apéndices en zigzag pueden representar,
de forma repetitiva, la posición de las piernas de una madre en
el acto de dar a luz, separadas y con las rodillas levantadas formando una M. Es por ello que en esta composición puede verse
una evocación de la fertilidad y la imagen de una divinidad maternal, integrante quizás de un panteón neolítico.
5. DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES: DE KOINÉ
PRECARDIAL A DIALECTOS CARDIALES
La cerámica de la Cova del Vidre muestra, como hemos dicho,
una estrecha analogía con la de aquello que se ha convenido en
denominar Cardial Franco-Ibérico, extendido por la zona litoral mediterránea, aproximadamente entre los Alpes y Gibraltar,
desde el 5500 hasta el 5000 cal. a.C.; una denominación que expresa su ruptura respecto al territorio itálico próximo. Concretamente, la analogía se observa con una fase avanzada del grupo
Cardial Franco-Ibérico citado, iniciada en el 5300 cal. a.C., que
se ha visto confirmada por las tres dataciones C14 obtenidas
(6180, 6181 y 6248 BP).
Los rasgos decorativos de las cerámicas de Vidre que podemos adscribir a un Neolítico Cardial Reciente Franco-Ibérico
son varios (Martín et al., 2010). Por un lado, la abundancia de
las impresiones no cardiales y de las incisiones, aisladas o combinadas entre ellas, formando líneas de puntos, impresiones de
uña desordenadas, líneas incisas horizontales y paralelas, que
pueden ir acompañadas de líneas de puntos intercaladas o subrayándolas (figs. 2.2 a 2.7), triángulos incisos rellenos de líneas
paralelas también incisas (fig. 2.8), punteado en forma de T (fig.
2.1) y franjas horizontales de puntos impresos o de incisiones
oblicuas que pueden estar o no delimitadas. Otras decoraciones
que pueden ser adscritas al Neolítico Cardial Reciente FrancoIbérico son los labios almenados y los cordones, éstos pueden
ser lisos o impresos, curvilíneos o rectilíneos, y agrupados en
disposición paralela u ortogonal (fig. 3). Finalmente, resulta
característica del Neolítico Cardial Reciente Franco-Ibérico, la
presencia no dominante de la decoración impresa cardial. Es
enteramente cardial la decoración de un fragmento de cerámica que forma una franja horizontal, con triángulos o palmetas
adheridos formando una especie de dientes de sierra (fig. 4.1).
También lo son las impresiones observadas sobre algunas asas
(fig. 4.2) y el motivo compuesto por una cornisa de líneas horizontales y por una especie de glifos que cuelgan de ella dejando
metopas no decoradas (fig. 4.5). Aunque lo más frecuente es
que las impresiones cardiales aparezcan combinadas con otras
técnicas decorativas, sobre todo incisiones, como en el caso de
la decoración de líneas incisas, paralelas y sinuosas, con flecos
[page-n-120]
La cerámica de la Cova del Vidre y el Neolítico Cardial Franco-Ibérico
Fig 2. Fragmentos de cerámica con decoración impresa (1),
decoración incisa (6 y 8) y decoración incisa e impresa (2, 3, 4,
5 y 7).
Fig. 3. Fragmentos de cerámica con decoración en relieve (1, 2,
3, 4 y 6), en relieve e impresa (9) y decoración en relieve impreso
(5, 7, 8 y 10).
de impresiones cardiales por los dos lados (fig. 4.3), de la serie
de triángulos rellenos de impresiones cardiales y delimitados
por finas incisiones (fig. 4.4), o de la decoración ya citada con
bandas de impresiones cardiales e incisiones y grupos de tres
líneas paralelas en zigzag también de impresiones cardiales
(fig. 1.7). Esta decoración se asemeja, como se ha dicho, a la
de varios fragmentos de cerámicas y vasos enteros de la Cova
de l'Or (Beniarrés) y de la Cova de Sarsa (Bocairent), al sur de
Valencia, donde, dado su mayor número y su mayor antigüedad
pueda quizás situarse el lugar de creación de esta composición
decorativa y desde donde habría sido introducida en la región
del curso inferior del Ebro.
La posibilidad de que la decoración en zigzag citada hubiera sido introducida en el curso inferior del Ebro desde un foco
originario situado al sur de Valencia, nos permite pensar que el
modelo de expansión del Cardial Franco-Ibérico fue distinto del
seguido por el Neolítico Precardial, al que pertenecen las primeras implantaciones agropastorales del levante de la Península
Ibérica y del Mediodía francés y al que, dados sus estrechos lazos con la Liguria, la Toscana, el archipiélago toscano e incluso
el Lacio, también nos podremos referir como Itálico (Roudil,
1990; Courtin, 2000). La expansión de este Neolítico Precardial
Itálico se produjo a través de desplazamientos largos (400-600
km), siguiendo el litoral del Mediterráneo occidental de este a
oeste y estableciéndose en las proximidades de lugares habitados por cazadores-recolectores del Epipaleolítico final con
los que poder relacionarse. Sólo de esta forma, los grupos del
Neolítico Precardial que se desplazaron, dadas las dimensiones
reducidas que debían tener y las grandes distancias respecto a
sus sociedades de origen a las que llegaron, pudieron asegurar
su reproducción. Así, los lugares del Mediterráneo Occidental
con un Neolítico Precardial Itálico, como los de Arene Candide,
Pendimoun y Caucade, en la Liguria y los Alpes-Marítimos, entre Génova y Niza (Binder, 1990), los de Peiro-Signado y Pont
de Roque-Haute, en las costas del Languedoc, en la zona de
Agde y Bèziers (Roudil, 1990; Guilaine y Manen, 2002) y los
de Mas d'Is y el Barranquet, al sur de Valencia, entre Oliva y
Alcoi (Bernabeu et al., 2009), cuentan en sus proximidades con
yacimientos del Epipaleolítico final, los primeros del Castelnoviense, los segundos del grupo Gazel-Cuzoul y los terceros
del grupo Cocina (Ghesquière y Marchand, 2010; Martí et al.,
2009). No es éste el caso de Cataluña, cosa que quizás explique
la ausencia en ella de asentamientos del Neolítico Precardial Itálico. La expansión del Neolítico Cardial Franco-Ibérico, como
se ha dicho sin la conexión con el Neolítico Itálico mostrada por
el Precardial, se habría producido en cambio a través de movi113
[page-n-121]
J. Bosch
cada uno de los cuales habría experimentado desarrollos particulares, pudiendo ser ésta una de las causas de la diversidad
observada en el seno del Neolítico Cardial citado. Utilizando
un símil lingüístico, podemos decir que una koiné precardial, es
decir una lengua común, general y uniforme en todo el Mediterráneo franco-ibérico, acabó dando paso a distintos dialectos
cardiales, es decir distintas modalidades de una misma lengua
habladas en las distintas regiones de dicho territorio.
Recapitulando, en este trabajo hemos podido reafirmar el
interés de la colección cerámica del yacimiento de la Cova del
Vidre; hemos visto cómo esta colección se adscribe estilísticamente al Neolítico Cardial Reciente Franco-Ibérico, adscripción
confirmada por las tres fechas radiocarbónicas obtenidas para el
nivel neolítico del yacimiento; y, por último, hemos observado,
a partir del estudio de las cerámicas de Vidre, que el Cardial
Franco-Ibérico y el Precardial Itálico pudieron tener orígenes
y modelos de expansión distintos, habiendo sido dicho Cardial
un grupo neolítico enteramente occidental dentro del contexto
mediterráneo.
AGRADECIMIENTOS
Queremos agradecer a María José Bel su colaboración en la
realización de los dibujos y a Benet Solina la digitalización de
los mismos.
BIBLIOGRAFÍA
Fig 4. Fragmentos de cerámica con decoración impresa cardial (1,
2 y 5) y decoración impresa cardial e incisa (3 y 4).
mientos más cortos, estableciéndose de forma más generalizada
a lo largo del litoral del Mediterráneo occidental, con desplazamientos de este a oeste, pero también en dirección inversa.
En esta segunda dirección llegaría al curso inferior del Ebro la
decoración antropomorfa en zigzag citada (fig. 1.7) y, quizás
también, una decoración de tipo precardial itálico que hemos
documentado entre la cerámica de Vidre, constituida por series
de impresiones lineales cortas que forman diseños pectiniformes (fig. 1.8). Se trata de la única decoración que, en el caso de
Vidre, hemos considerado que pudo haberse realizado mediante
impresión de la parte externa de una concha estriada. Una decoración parecida a ésta se encuentra entre las cerámicas del
llamado horizonte de Pendimoun (Castellar), yacimiento de los
Alpes-Marítimos (Binder, 1990). Sin embargo, también se ha
documentado en el Precardial Itálico de la zona de Oliva-Alcoi,
concretamente en el yacimiento del Barranquet (Oliva) (Esquembre et al., 2008). Por lo tanto, la decoración impresa tipo
Pendimoun, podría haber viajado, durante el Neolítico Precardial desde los Alpes-Marítimos hasta la zona al sur de Valencia,
en dirección este-oeste, y después, durante el Neolítico Cardial,
en una especie de reflujo en sentido contrario, desde el sur de
Valencia hasta el curso inferior del Ebro, junto a la decoración
antropomorfa en zigzag citada. En este caso, podríamos pensar
que el Cardial Franco-Ibérico, a diferencia del Precardial Itálico
anterior, se formó a partir de los distintos enclaves de dicho Precardial existentes en el Mediterráneo igualmente franco-ibérico,
114
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Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 117-124.
Los niveles de corral en el yacimiento neolítico
de la Cova de l'Or, sectores K34, K35 y K36.
Información aportada por el estudio de la fauna
Manuel PéRez RiPoll
reSumen
En este trabajo presentamos la información tafonómica sobre los restos óseos depositados a los largo de la secuencia
sedimentaria de la Cova de l'Or. El cotejo de una serie de variables indica claramente que esta cavidad ha funcionada como
un redil desde el neolítico antiguo, especialmente a partir de los niveles epicardiales. Los ritmos ocupacionales por ganados y
por humanos han sido muy variables; en los niveles inferiores han primado más las estancias humanas y en los intermedios y
superiores el lugar ha servido para estabular ganado ovino y caprino.
PalabraS claVe:
Redil, Neolítico, rebaño, huesos alterados, dientes deciduos.
abSTracT
Poultry levels in the Neolithic site of Cova de l'Or, sectors K34, K35 and K36. Information provided by the study of the fauna.
In this paper we present taphonomic information on the skeletal remains deposited along the sedimentary sequence of the Cova
de l'Or. The comparison of a number of variables clearly indicates that this cavity has operated as a fold from the old Neolithic,
particularly from the epicardial levels. Cooking activities have been determined at lower levels, while in the middle and upper
levels the place has served to enclose sheep and goats.
keywordS:
Sheepfold, Neolithic, flock, altered bones, deciduous teeth.
La realización de este trabajo me ha traído a la memoria viejos y buenos recuerdos de cuando la cueva fue objeto de varias
campañas de excavación bajo la dirección de Bernat Martí, en
las que participé y en las que se fraguaron los comienzos de
estudios especializados que dieron lugar a trabajos en equipo,
que cuajaron y continúan vigentes hoy en día. Este estudio es
una clara muestra de ello.
1. INTRODUCCIÓN
Determinadas cuevas y abrigos han funcionado como cuevasredil a partir del Neolítico. Sus depósitos sedimentarios se denominan de una manera genérica fumiers, que son el testimonio
de la utilización de estos lugares como zonas de cerramiento
de ganado. La presencia de tales yacimientos es de gran importancia para aproximarnos al conocimiento de la organización
territorial de las sociedades productoras desde al Neolítico a la
Edad del Bronce. Se trata de obtener información a cerca de la
ocupación de estas cuevas y abrigos en conexión con la explotación de un territorio, de las interrelaciones con asentamientos al
aire libre ubicados en el llano y del carácter de especialización
ganadera, unido a una serie de movimientos estacionales de los
pastores con sus rebaños, en los que no se contemplan desplazamientos a larga distancia.
La analítica para el conocimiento de los depósitos de estercoleros es diversa. La más corriente utiliza la microsedimentología, iniciada con los trabajos de Brochier, basada en los componentes minerales de los fumiers (Brochier, 1983, 1991, 1996);
hay que añadir los estudios de antracología (Badal, 1999), los
de macro y micro restos vegetales (Delhon et al., 2008 y 2009;
Badal y Atienza, 2007; Allué, 2005), estudios de coprolitos (Badal y Atienza, 2007 y 2009) y los trabajos de arqueozoología
(Helmer, 1884; Pérez-Ripoll, 1999, 2006; Bréhard et al., 2010).
Los comienzos tuvieron que ver con las propuestas de microsedimentología emprendidas por Brochier, pero también con
la interpretación de retos de fauna. En el año 1984, Helmer sugirió que los dientes de caída estudiados en los niveles del Neolítico antiguo de Fontbrégoua formaban parte de los depósitos
del fumier de este yacimiento, que hasta entonces eran interpretados como restos de cenizas de hogares neolíticos y no como
117
[page-n-125]
M. Pérez Ripoll
la acumulación de materia orgánica procedente del ganado allí
encerrado. El reemplazo de la dentición infantil por la dentición
permanente tenía lugar en el exterior del redil pero también en
su interior cuando el ganado permanecía recluido en la cavidad.
Posteriormente, los trabajos de Brochier confirmaron la teoría
de Helmer. Los estudios realizados en la Grotta de l'Uzzo (Brochier et al., 1992) corroboraron las teorías de Helmer, afirmando
que las cavidades fueron utilizadas por los pastores para encerrar animales desde el Neolítico antiguo. Las investigaciones
emprendidas en Arene Candide reafirmaron el uso de este lugar
como un redil desde el Neolítico antiguo (Courty et al., 1992;
Nisbet, 1997). En este mismo sentido se interpretan los niveles
del Neolítico antiguo de la Balma Margineda, Andorra (Brochier, 1995).
Aunque los inicios de estas prácticas se remontan al Neolítico antiguo, la formación de potentes secuencias sedimentarias
de fumiers tuvieron lugar a partir del Neolítico medio en estos
y en otros yacimientos del sur de Francia (Delhon et al., 2009),
Alpes franceses (Delhon et al., 2008), Liguria y los Abruzzos
(Boschian, 2000; Iaconis y Boschian, 2007).
En el ámbito mediterráneo peninsular, hay bastante información sobre cuevas-redil. Son numerosos los yacimientos que
funcionaron como tales desde el Neolítico epicardial, como
Cova Colomeras (Oms et al., 2008), Cova de la Guineu (Bergadá, 1997; Allué y Bergadá, 2005), Cova del Vidre y Cova del
Parco (Bergadá, 1997). En otros yacimientos, las formaciones
sedimentarias de fumiers comenzaron con el Neolítico final y
continuaron a lo largo del Calcolítico y Edad del Bronce, como
Cova Gran (Polo et al., 2014).
En el ámbito valenciano, la información sobre las cuevasredil también es abundante. Cova de les Cendres contiene una
larga secuencia de niveles de corral que va desde el epicardial
a la Edad del Bronce (Bergadá, 2001; Badal y Atienza, 2007).
La Falguera, especialmente los niveles del Neolítico medio y
final (Verdasco, 2006; Pérez-Ripoll, 2006; Molina et al., 2006;
Carrión et al., 2006). Santa Maira, en los niveles del Neolítico
medio y final (Verdasco, 2001). Cova de les Bruixes, desde los
niveles epicardiales a los eneolíticos (Mesado et al., 1997). El
abrigo de El Cinto Mariano, que contiene un potente registro de
fumiers que corresponden al Neolítico final y Eneolítico (JuanCabanilles et al., 2005).
En el interior de la Península ibérica, los estudios de la cueva del Mirador han aportado abundante documentación sobre
las cuevas-redil desde el Neolítico antiguo a la Edad del Bronce
(Angelucci et al., 2008) y los de los Husos con potentes niveles de estabulación a partir del Neolítico avanzado (Fernández
Eraso, 2008).
En este trabajo damos a conocer la información que la fauna
puede suministrar para la caracterización de los niveles de corral del yacimiento neolítico de la Cova de l'Or.
2. METODOLOGÍA DE ESTUDIO
En este apartado presentamos los métodos de trabajo que hemos
utilizado para conocer la existencia de prácticas de estabulación
en la secuencia de la Cova de l'Or. La agrupación de las capas
por sectores y fases culturales de los sectores K34, K35 y K36
(v. tabla 1) procede de las publicaciones de Martí (1983) y Badal, Martí y Pérez-Ripoll (2012).
118
Los depósitos sedimentarios de este yacimiento contienen
una gran variedad de restos materiales que corresponden a
procesos diferenciados; unos podemos calificarlos de cotidianos, como preparación de la comida, confección de cerámica,
útiles líticos, etc., y otros tienen que ver con el uso de la cueva
como un redil. A lo largo de la secuencia, los ritmos de ambas
actividades han ido variando, de forma que en unos momentos
la actividad cotidiana prima sobre la ganadera, en otros sucede lo contrario. Estos ritmos dan lugar a unas configuraciones
sedimentarias intercaladas, en las que la formación de fumiers
es muy destacable e indicativa del uso ganadero en la cueva
(Badal et al., 2012).
El material óseo estudiado puede perfilar el uso diferenciado
del lugar. Los dos procesos quedan registrados a lo largo de la
secuencia: la actividad ganadera, que genera una serie de vestigios (coprolitos, macro y micro restos vegetales y determinados
vestigios óseos directamente relacionados con esta práctica), y la
actividad culinaria, que es responsable de otros materiales, como
restos vegetales relacionados con la alimentación humana (cereales, legumbres), restos óseos (huesos con marcas de carnicería),
carbones que provienen de fuegos culinarios, etc. Consecuentemente, en lo referente a los estudios de fauna, la simple presentación de un listado de taxones no es suficiente para hablar de actividades ganaderas diversificadas en el entorno de la cueva (ganado
bovino, porcino, caprino, ovino); muchos de estos taxones pueden
ser restos de comida traídos de fuera, del mismo modo que los
cereales y las legumbres proceden de asentamientos situados en
zonas idóneos para el cultivo de alimentos de origen vegetal. Por
ello, procedemos a diferenciar los dos grandes procesos.
a. maTerIal que TIene que Ver con la alImenTacIón
humana
1. La composición taxonómica de Cova de l'Or se caracteriza
por la abundancia de ovejas y cabras (predominando siempre
la oveja sobre la cabra), la relativa participación de los cerdos y escasa presencia de los bovinos (Pérez-Ripoll, 1980;
en preparación los Sectores K34, K35 y K36), panorama
que se repite en la Cova de la Sarsa (Boessneck y Driesch,
1980), Cova de les Cendres (Iborra y Martínez-Valle, 2009)
y Abric de la Falguera (Pérez-Ripoll, 2006). La mayor parte
de los restos óseos de dichos taxones forman parte de la alimentación humana, según el estudio de las marcas antrópicas
(percusiones, cortes líticos, alteraciones térmicas, etc.). Esto
plantea una disyuntiva, o bien la cueva era frecuentada por
ganados diferenciados, o una parte son restos de comida que
proviene de un asentamiento al aire libre situado en una zona
de labranza. Desde este punto de vista, los bovinos y cerdos
no parece guardar conexión con la actividad pastoril que se
desarrollaría en los entornos de Cova de l'Or; el biotopo de
ladera no es adecuado para estos dos taxones; por el contrario los caprinos y ovinos están mejor adaptados a los recursos de este medio (Pérez-Ripoll, 1999). Los estudios de sedimentología han puesto de manifiesto que tanto los coprolitos
como los componentes minerales microscópicos (esferolitos,
fitolitos y oxalatos) corresponden a explotaciones de ganados
caprinos y ovinos (Brochier, 1983; Verdasco, 2001; Badal y
Atienza, 2007 y 2008; Bergadá, 2001; Bergadá et al., 2005).
Consecuentemente, todo parece indicar que este tipo de ganado frecuentaba la cavidad. Por el contrario, la composición de
[page-n-126]
Los niveles de corral en el yacimiento neolítico de la Cova de l'Or, sectores K34, K35 y K36
Tabla 1. Numero de restos (NR) determinados, NR con marcas de corral, NR de fetos y recién nacidos, NR de dientes deciduos y
NR de quirópteros en relación con los estratos y capas de los sectores K34, K35 y K36. Determinaciones estratigráficas y atribución
cronocultural según Martí (1983) y Badal, Martí y Pérez (2012).
C2
H4
IB
D1
IA
H5
D2
1
1
2
4
9
8
24
10
14
12
6
1
1
1
1
12
6
IC
1
3
5
H4
IB
1
D1
1
IA
3
2
B
H2
C1
H3
C2
H5
D2
la fauna de los asentamientos situados en llanura señala que
la cabaña bovina tenía una gran importancia (Saña, 1998 y
2011; Bosch et al., 2008). Desafortunadamente, en los poblados del Neolítico antiguo cercanos a Cova de l'Or, como el
Mas d'Is, el material óseo no se conserva y no se ha podido
estudiar la composición taxonómica de este yacimiento; esto
mismo ocurre en el poblado de Benàmer (Tormo, 2011). Los
poblados del Neolítico final y Calcolítico conservan mejor la
fauna y sus patrones muestran diferencias con los de las cuevas, especialmente en lo referente a la representatividad de los
bovinos (Martínez-Valle, 1993; Pérez-Ripoll, 1990 y 1999;
Juan-Cabanilles y Martínez-Valle, 1988).
2. Los huesos que tienen que ver con la alimentación humana,
una vez que sus nutrientes son consumidos, se arrojan al fumier
(fig. 1).
3. Estos restos se incorporan al sedimento y se ven sometidos a
la acción de los agentes tafonómicos que actúan en el lugar: el
ganado allí encerrado y la descomposición de la materia orgá-
3
6
12
6
6
11
14
9
10
1
4
6
1
2
3
IB
3
1
Quirópteros
A
H1
B
H2
C1
H3
C2
14
4
15
10
16
11
D1
17
0
18
6
19
10
20
20
21-22 19
23
15
24-25 26
H5
26
0
D2 27-28
7
29
0
1
H4
IA
3
1
Fetos y recién nacidos
3
1
1
IC
NR con marcas de
corral
3
1
14
6
65
229
46
12
7
3
1
6
NR determinados
1
2
1
Capa
1
2
1
IIA
Estrato
1
1
Fase neolítica
4
5
Quirópteros
Dentición decídua
1
1-2
3
12
4-5
23
6
46
7
48
8
29
9
31
10
14
11
50
12
85
13
13
14
11
15
8
16
32
17
46
18
47
19
33
20
20
21-22 249
23
58
24-25 109
26
68
27-28 98
29
34
NR con marcas de corral
1
NR determinados
2
2
IIA A
H1
Capa
3
Estrato
3
Fase neolítica
Quirópteros
Fetos y recién nacidos
3
4
K36
Fetos y recién nacidos
IIC
H2
C1
H3
47
14
8
8
27
43
16
49
17
18
12
11
25
1
12
30
46
88
31
28
41
56
44
19
Dentición decídua
H1
B
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
Con marcas de corral
A
NR determinados
IIA
Capa
Estrato
K35
Fase neolítica
K34
1
4
2
1
1
1
1
1
nica. En el primer caso, el pisoteo es el responsable de la fragmentación acusada de los restos óseos. En el segundo caso, los
ácidos húmicos alteran la estructura ósea del material depositado (fig. 2).
b. maTerIal cuya ProcedencIa Se relacIona con el ganado
encerrado en la cueVa
1. Cuando el ganado permanece encerrado en época de los partos, algunas crías mueren en el nacimiento y sus restos se incorporan al fumier. Normalmente, los huesos están enteros. No
hay marcas de carnicería. Sólo los perros dejan sus improntas
cuando proceden a comerlos; en ese caso, se observan marcas
de mordeduras en algunos restos.
2. Los animales juveniles que acompañan al ganado pueden
cambiar la dentición decidua por la permanente en el momento de su retiro y encierro. Estos dientes se caracterizan por un
fuerte desgaste erosivo y por la inexistencia de raíces. Al caer se
incorporan al suelo para formar parte del fumier.
119
[page-n-127]
M. Pérez Ripoll
3. LOS RITMOS OCUPACIONALES DE LA CUEVA
a. loS daToS ProPorcIonadoS Por la Fauna
El uso de la cueva puede ser evaluado a partir del manejo de
una serie de variables, que a continuación detallamos (tabla 1).
1. La evolución del número de restos determinados
Fig. 1. Sector K34, capa 18. NRD con concreciones minerales
negras y grisáceas procedentes de la descomposición del estiércol.
Algunos de estos restos contienen marcas de carnicería.
El número de restos determinados varía a lo largo de tres momento diferenciados: en las capas inferiores, el NRD es superior con respecto a las capas centrales y superiores debido a una
menor fragmentación, que hace posible que la mayor parte de
los huesos puedan ser clasificados. Sin embargo en las capas
intermedias, la cantidad de huesos determinados desciende por
la escasez de restos y por la dificultad de su asignación taxonómica. En las capas superiores aumenta relativamente el NR
determinados (fig. 3).
2. Número de restos con marcas de corral
En el Sector K34, la concentración de restos con marcas de corral se sitúa entre las capas 10 a la 18; sólo hay unos pocos en las
capas inferiores, correspondientes al inicio de la secuencia. En
el K35, la concentración se sitúa entre las capas 10 a la 18. Pero
en las capas inferiores son escasos. En el Sector K36 no hay
restos con estas marcas, a excepción de la capa 14 (fig. 1 y 2)
3. Fetos y recién nacidos
El número de restos de fetos y recién nacidos en el Sector K34
se encuentra entre las capas superiores y las intermedias. En el
Sector K35, también aparecen en el mismo tramo. En el K36
sólo hay dos restos (capa 16 y capa 23).
4. Dentición decidua
En el K34 sólo aparece en el tramo superior (capas 1 a la 9). En
el K35 en el superior y parte del medio, coincidiendo con los
fetos y recién nacidos. En el K36 no hay.
5. Los quirópteros
Fig. 2. Restos óseos muy afectados químicamente por la acción
de los ácidos húmicos. La fragmentación es muy acusada por el
pisoteo del ganado. La gran mayoría no se pudieron determinar
taxonómicamente.
3. Los niveles de estabulación se caracterizan por la formación
de potentes sedimentos de materia orgánica que entra en descomposición, liberando ácidos que modifican la superficie de
los huesos depositados en el propio sedimento, provocando alteraciones químicas y/o depósitos oscuros adheridos a los huesos
(fig. 2).
4. Los episodios de mayor intensidad en el uso de la cavidad
como un redil se traducen en una escasez de material óseo y una
fragmentación acusada del mismo debida al pisoteo. La cueva
no es ocupada por los pastores, y si lo hacen sus vestigios son
muy pocos
120
La fauna de quirópteros aporta una información muy valiosa
con el fin de valorar los ritmos de ocupación de la cueva. Las
especies estudiadas son, Myotis myotis, Miniopterus schreibersii y Rhinolophus ferrumequinum, todas ellos son cavernícolas.
En la actualidad pueden convivir en la misma cueva. El desarrollo biológico de estas comunidades es incompatible con la
acción humana. Sus momentos más críticos son la hibernación
y la época de cría; las colonias no deben de ser alteradas porque
de lo contrario se impediría la reproducción o se provocaría la
muerte en el caso de ruptura del periodo de hibernación. La intervención humana ya sea por el ejercicio de las actividades cotidianas, o por actividades ganaderas, especialmente si conlleva
la práctica de fuegos higiénicos del estiércol o del vaciado del
mismo, rompería el ritmo biológico natural.
El dato claro que evidencia que el desarrollo biológico de
los quirópteros es incompatible con la actividad humana y ganadera se basa en el estado de conservación de los huesos. Casi
[page-n-128]
Los niveles de corral en el yacimiento neolítico de la Cova de l'Or, sectores K34, K35 y K36
Fig. 3. Número de restos determinados (NRD). Evolución numérica a lo largo de la secuencia.
todos ellos están enteros, a pesar de su fragilidad, y no contienen
marca alguna que nos haga pensar en ocupaciones simultáneas o
separadas por intervalos cortos de tiempo, lo que indica que estos depósitos óseos corresponden a muertes naturales, que permanecieron inalterados por largos periodos de tiempo en los que
la cueva no fue frecuentada por humanos y sus ganados (fig. 4).
b. la ValoracIón de loS daToS
Las capas inferiores que corresponden al Neolítico IA tienen en
común una escasa fragmentación ósea, la presencia de fracturas antrópicas y marcas líticas. No hay restos de fetos y recién
nacidos. Tampoco hay quirópteros en los sectores K34, K35 y
K36. Todos estos indicios nos llevan a pensar que la cueva funcionaba como un lugar de habitación, las actividades cotidianas
están bien representadas (huesos con marcas de manipulación
humana) y los aspectos relacionados con un redil son inexistentes o escasos (los restos con marcas de corral son pocos o
inexistentes).
A partir del Neolítico IB, los indicios sobre el funcionamiento del lugar como un redil aumentan progresivamente
hasta llegar a la capa 18, momento en el que los restos con
marcas de corral son abundantes (tramo superior del estrato
D1). Con el Neolítico IC, sigue la trayectoria apuntada anteriormente, a lo que hay que añadir la presencia de fetos, ani-
Fig. 4. K35, capa 12. Acumulación de restos de quirópteros. A pesar de la fragilidad de estos restos, la mayoría se conservan enteros
y no contienen adherencias procedentes de la descomposición del estiércol. Todo ello nos indica que no han estado sometidos a la
acción del pisoteo de animales ni de los grupos humanos. Consecuentemente, los ritmos de ocupación de los quirópteros son totalmente
independientes de los del ganado y de las personas.
121
[page-n-129]
M. Pérez Ripoll
males recién nacidos y dientes deciduos. A excepción de las
capas del H4, siempre hay huesos que contienen marcas de
carnicería, lo que nos hace pensar que en la cueva vivían los
pastores junto a sus rebaños.
Existe una fuerte interrelación entre el descenso del número
de restos determinados taxonómicamente y las mayores concentraciones de huesos de corral, especialmente en el H4. Todo
ello parece indicar que aquí se encuentran las mayores potencias
del fumier, al tiempo que la actividad culinaria es inexistente o
mínima. A esto hay que añadir que no hay medidas higiénicas
que impliquen un vaciado del estiércol, ni tampoco la práctica
de fuegos ya que no hay ningún hueso quemado total o parcialmente. Además, de haber existido un fuego, los murciélagos no
hubieran podido vivir. Por tanto, estas capas corresponden a una
descomposición de potentes acumulaciones de estiércol.
Con el Neolítico IIA, desaparecen las marcas de corral, pero
sigue la presencia de fetos, recién nacidos y dientes deciduos.
La cueva funcionando como un redil, pero el encierro de animales no es obstáculo para que los pastores viven en la cueva,
según las marcas de carnicería que aparecen en los huesos. La
ausencia de marcas de corral puede deberse a la práctica de medidas higiénicas, como el vaciado del estiércol que impediría
que éste se acumulara y entrara en descomposición. Es posible
la práctica de la quema del estiércol, pero los huesos con marcas
de fuego son muy pocos.
Por último, la presencia de los quirópteros es muy interesante para comprender los ritmos de ocupación y desocupación por
pastores y ganados. La mayor concentración se encuentra en los
estratos H3 y C2 del K34, que coincide con la presencia de huesos de corral, fetos, animales recién nacidos y denticiones deciduas. Estos datos parecen indicar que el lugar estuvo desocupado en determinados momentos, con periodos superiores a un
año, tiempo que como mínimo las comunidades de murciélagos
necesitan para reproducirse. De manera temporal, los pastores
y sus ganados ocupaban la cavidad. Estas desocupaciones son
largas y no tienen un carácter estacional. La ausencia de quirópteros o su escasez en las capas inferiores puede indicarnos
unas ocupaciones humanas más estables, momentos en los que,
como ya hemos comentado, la cavidad funciona como lugar de
habitación.
4. CONCLUSIONES
Abrigos y cavidades han funcionado como cuevas-redil desde
el Neolítico epicardial, como un fenómeno general en el Mediterráneo (Angelucci et al., 2009). Las perspectivas se centran
en la observación de funciones diferenciadas en la ocupación
del territorio, de modo que poblados situados en el valle y cuevas-redil situadas en las laderas responden a la estructuración
del territorio que apunta hacia una especialización productiva,
en la que la agricultura se desarrolla en el llano y la ganadería
en la ladera, utilizando las cuevas como rediles para encerrar
el ganado (Martí y Juan-Cabanilles, 1997; Badal et al., 2012).
Los estudios de la fauna de la Cova de l'Or han proporcionado
una información muy valiosa para caracterizar el uso de la cavidad a lo largo de la secuencia. Los resultados han mostrado
que en las capas inferiores del Neolítico cardial el uso principalmente corresponde a una ocupación de habitación, sin descartar actividades ganaderas de carácter puntual. A partir de
122
las capas que corresponden al Neolítico epicardial, los huesos
con marcas de corral van progresivamente aumentado, especialmente a partir de la capa 18 de los sectores K34 y K35; son
los momentos más importantes del desarrollo del fumier. Estas
características se mantienen hasta la capa 11. Paralelamente,
entran en consideración otros materiales, los dientes recién
caídos y los restos de fetos y neonatos, que coinciden con los
depósitos óseos de quirópteros.
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[page-n-132]
Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 125-139.
El registro funerario cardial valenciano:
dataciones radiocarbónicas
PaBlo gaRCía BoRJa, doMingo C. salazaR-gaRCía,
eMili auRa toRtosa, eMilio CoRtell PéRez y ángel VelasCo BeRzosa
reSumen
Se analiza el conjunto de dataciones sobre hueso humano disponible para el País Valenciano entre el final del Paleolítico y el
Neolítico medio, y más concretamente las correspondientes a individuos del Neolítico antiguo con el fin de caracterizar de
forma más precisa el ritual de enterramiento de esta etapa entre los ríos Xúquer y Vinalopó. La distribución geográfica de los
yacimientos que contienen restos humanos y cerámica cardial señala la presencia de diferentes comunidades neolíticas que, ya
desde un inicio, ocupan de forma ordenada el territorio. Por el momento, vista la información global en secuencia cronológica,
se detectan tanto coincidencias como divergencias en la elección de los lugares de enterramiento en las etapas anteriores y
posteriores a la aparición y el colapso del modelo de comunidades neolíticas cardiales.
PalabraS claVe:
Neolítico antiguo, dataciones radiocarbónicas, ritual funerario, comunidades cardiales.
abSTracT
Cardial funerary record: Radiocarbon dates. This paper reviews the available direct radiocarbon dates on human bone for the
Valencian region between the Late Palaeolithic and the Middle Neolithic. Its aim is to use these dates to better understand the
early Neolithic inhumation ritual between the rivers Xúquer and Vinalopó. The geographical situation of the archaeological
sites with human remains and cardial pottery suggests the presence of different cardial communities that occupy the territory
in an organized manner. When looking at it all together, the Valencian archaeological sequence shows coincidences between
changes in burial location types and the apparition/collapse of cardial communities.
keywordS:
Early Neolithic, radiocarbon dates, funerary ritual, cardial communities.
1. INTRODUCCIÓN
Los textos que Bernat Martí Oliver ha generado a lo largo de su
trayectoria profesional son una lectura obligada para cualquier
investigador que desee aproximarse a la Prehistoria reciente en
el Mediterráneo occidental. Son especialmente significativos
sus estudios sobre el Neolítico antiguo en el País Valenciano,
incorporando en sus excavaciones de la década de los años 1970
los últimos avances metodológicos y teóricos que se venían
aplicando en la arqueología prehistórica europea, impulso definitivo en la formación de un nuevo grupo de especialistas en diferentes disciplinas, que no sólo transformó el modo de estudiar
el Neolítico valenciano, también la propia “escuela valenciana”.
Queremos aprovechar la invitación a participar en este homenaje para compartir los resultados y reflexiones generados
de nuestra aproximación a las prácticas funerarias en el espacio
y tiempo que ha ocupado buena parte de la investigación de B.
Martí y, de este modo, mostrar nuestra gratitud por los magisterios que brindó a cada investigador que solicitaba su consejo en
el Servei d'Investigació Prehistòrica de la Diputació de València.
El punto de partida queda establecido en la síntesis realizada
por J. Bernabeu, L. Molina y O. García (2001) tras la revisión de
la información disponible a finales del siglo XX. La recuperación
de restos humanos y elementos diagnósticos del Neolítico antiguo, principalmente cerámica impresa cardial, en grandes cuevas
intensamente ocupadas y en pequeñas oquedades no aptas para tal
fin, les llevó a plantear dos posibles escenarios.
Por una parte, cuevas de tamaño medio y grande que también pueden ser utilizadas como espacio de hábitat como la
Coveta Emparetà (Asquerino, 1975), Sa Cova de Dalt (Sarrión,
1976; López y Molina, 1995), Forat de l'Aire Calent (Aparicio,
San Valero y Sancho, 1979; Aparicio, Gurrea y Climent, 1983),
Cova dels Pilars (Segura, 1985), Cova del Somo (García Atienzar y Roca, 2004), Cova Negra de Gaianes (Rubio y Cortell,
1982-83), Cova Fosca de la Vall d'Ebo (García Borja, 2005),
Cova de les Cendres (Rodes et al., 2001), Cova de l'Or (Martí et
al., 1980) o Cova de la Sarsa (De Miguel, 2008).
Por otra, una serie de pequeñas cuevas no aptas para ocupaciones estables, utilizadas como necrópolis en el Neolítico final
y Calcolítico, con presencia de escasos materiales del Neolítico
125
[page-n-133]
P. García Borja, D. C. Salazar-García, E. Aura Tortosa, E. Cortell Pérez y A. Velasco Berzosa
antiguo, que posibilita proponer que fueron espacios en los que
se depositó alguna inhumación durante ese horizonte. Los mejores ejemplos de yacimientos que presentan estas características
son: Cara-sol de Vernissa (Bernabeu, Molina y García, 2001),
Coveta del Barranc del Castellet (Pla, 1954), Coveta del Moro
(Asquerino, 1979), Cova de l'Almud (Juan-Cabanilles y Cardona, 1986) y Cova del Frontó (Pastor y Torres, 1969). En el caso
de que estas cuevas albergasen enterramientos del Neolítico antiguo, cabría esperar inhumaciones individuales, recurrentes o
no, con ajuares simples.
La revisión de las colecciones de materiales arqueológicos
y de los contextos de aparición de los restos humanos no nos ha
permitido avanzar en la definición del ritual funerario cardial.
Por este motivo se ha realizado una serie de dataciones radiocarbónicas sobre huesos humanos procedentes de yacimientos
con restos muebles del Neolítico antiguo localizados entre los
ríos Xúquer y Vinalopó, espacio geográfico ocupado por grupos
humanos agrícolas y ganaderos pertenecientes a lo que denominamos Cultura Cardial valenciana.
2. LAS DATACIONES RADIOCARBÓNICAS
La selección de las muestras a datar ha estado condicionada por
las propias características de las colecciones y las directrices
marcadas por las instituciones que custodian los restos. El objetivo inicial era conseguir un muestreo representativo de los
diferentes tipos de cuevas en las que se han localizado restos
humanos. Se han tomado muestras de Cova de la Sarsa, Cova de
l'Or, Cova Negra de Gaianes, Cova del Forat de l'Aire Calent,
Coveta Emparetà, Cova Fosca de la Vall d'Ebo y Cara-sol de
Vernissa.
Las muestras se prepararon directamente en el Department
of Human Evolution del Max-Planck Institute for Evolutionary Anthropology (MPI-EVA) (Leipzig, Alemania). Para la
extracción del colágeno se utilizó el protocolo descrito por Talamo y Richards (2011). Entre 3 y 5 mg de colágeno se enviaron o bien a la Radiocarbon Accelerator Unit de la University
of Oxford (Reino Unido) o al Klaus-TSchira-AMS Facility del
Curt-Engelhorn-Zentrum (Mannheim, Alemania), donde fueron grafitados y datados por AMS (Kromer et al., 2013). El
control de los indicadores de calidad del colágeno se realizó
a través del análisis de isótopos estables y del rendimiento de
colágeno, utilizando criterios descritos por Ambrose (1990) y
Van Klinken (1999). Los análisis de isótopos estables se realizaron en el MPI-EVA utilizando un Thermo Finnigan Flash
EA acoplado a un espectrómetro de ratio isotópico de masas
Delta V. En dos casos (OxA-31629 y OxA-26073) el colágeno
fue extraído directamente en el mismo laboratorio donde se
realizó la datación.
Los resultados se presentan en tablas en las que aparece el
resultado de cada una de las muestras, su ratio, rendimiento de
colágeno, sus rangos de calibración a uno y dos sigmas a partir
del programa OxCal 4.2.3. (Bronk Ramsey y Lee, 2013) utilizando la curva IntCal 13 (Reimer et al., 2013) y la máxima
probabilidad obtenida por el programa CalPal online (Danzeglocke, Jöris y Weninger, 2012). En cada caso, se señala el tipo
de hueso muestreado y, en los casos en los que ha podido determinarse, la edad y el sexo.
126
Cova de la Sarsa
La Cova da la Sarsa está ubicada en la vertiente norte de la Serra Mariola (Bocairent, València), a unos 860 msnm. Su boca de
entrada actual es de forma trapezoidal, con unas dimensiones de
4,50 m de ancho y 2 m de alto. Está orientada al noreste y proporciona el acceso a un vestíbulo alargado, de 12 m de longitud, 7 m
de anchura y 3 m de altura, que comunica con el resto de la cueva
por medio de un brusco escalón. Al SE del vestíbulo se abre una
estrecha gatera que comunica con otra sala interior previa a las intrincadas galerías y pasadizos que conforman el laberíntico conjunto cárstico de hasta 47 m de desnivel, con un recorrido total de
unos 200 m. En su vestíbulo se recuperó una de las colecciones de
cerámicas impresas cardiales más importantes del Mediterráneo
(San Valero, 1950; Asquerino, 1978; Pérez Botí, 1999).
La cavidad fue considerada como cueva sepulcral desde
los primeros trabajos (Ballester, 1928; Ponsell, 1929). Tras el
estudio de los restos humanos recuperados en su interior, De
Miguel (2008) concluyó que el número mínimo de individuos
inhumados era de diez. Hemos aumentado esta cifra a once tras
comprobar que el conocido cráneo trepanado (García Sánchez,
1983) no puede asimilarse con los restos craneales del individuo
perinatal que fue depositado en el Museu Arqueològic Municipal “Camil Visedo Moltó” d'Alcoi tras el fallecimiento de Asquerino y que no pudo ser examinado por De Miguel.
Se han realizado 11 dataciones radiocarbónicas sobre 11
huesos humanos de la Cova de la Sarsa (tabla 1). Los resultados
permiten plantear que la cueva ha sido utilizada como lugar de
enterramiento en diferentes momentos de la secuencia arqueológica valenciana. La más reciente pertenece a una inhumación
de época andalusí, en el momento de tránsito de la época emiral
a la califal. La otra fecha de época histórica se sitúa en período
visigodo. El primer resultado asociado a momentos prehistóricos se relaciona con un uso funerario de la cavidad en el Bronce
antiguo. Ya en el Calcolítico pre-campaniforme se depositarían
en la cueva los restos de, al menos, dos nuevas inhumaciones, la
más antigua con una fecha que podría ubicarse en el Neolítico
final, periodo al que quedan asociadas otras dos fechas.
Finalmente, cuatro dataciones sitúan a otras tantas inhumaciones en el Neolítico antiguo. Dos pertenecen a los dos individuos recuperados en una brecha al interior de la cavidad. Aunque los restos se extrajeron de la forma más cuidadosa posible
(Casanova, 1978), no fueron recuperados en el transcurso de
una campaña de excavación. Las muestras se han tomado de la
mandíbula del individuo masculino y de un fragmento correspondiente a la segunda vértebra cervical, que conserva parte de
la apófisis odontoides y del arco vertebral derecho. Las diferentes paleoantropólogas que han observado la pieza de forma
directa coinciden en proponer que se trataría de un fragmento de
vértebra del individuo de sexo femenino.
Las otras dos fechas del Neolítico antiguo se relacionan con
dos posibles inhumaciones en la sala del Vestíbulo, única en
la que F. Ponsell (1929) documentó restos arqueológicos y que
excavó casi en su totalidad en la primera mitad del siglo XX.
Una de las fechas se ha obtenido de un fragmento de neurocráneo perteneciente a un individuo masculino de avanzada edad,
constituyendo a día de hoy la fecha sobre hueso humano más
antigua del cardial franco-ibérico. La otra datación del Neolítico
antiguo se realizó sobre un fragmento de cráneo de perinatal
(Salazar-García, 2012).
[page-n-134]
El registro funerario cardial valenciano: dataciones radiocarbónicas
Tabla 1. Dataciones radiocarbónicas sobre hueso humano de la Cova de la Sarsa.
N
Ref. laboratorio
Descripción
Edad
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
MAMS-19066
MAMS-19068
OxA-V-2392-26
OxA-31629
MAMS-19070
MAMS-19069
MAMS-19065
OxA-V-2360-23
MAMS-19067
MAMS-19071
OxA-V-2360-24
Neurocrá.
Parietal
Vértebra
Maxila
Neurocrá.
Neurocrá.
Occipital
Occipital
Parietal
Neurocrá.
Occipital
Adulto-senil
Perinatal
Adulto-senil
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
Sexo C:N
♀
-
♀
♂
-
♂?
♀?
♀
-
♀
3,3
3,2
3,4
3,2
3,2
3,2
3,3
3,3
3,2
3,2
3,2
Cova de l'Or
Se ubica en la vertiente meridional de la Serra del Benicadell,
dentro del término municipal de Beniarrés (Alacant), presenta
una gran sala alargada de 24 m de longitud por 8 m de anchura, a
la que se accede por una amplia boca. Prospectada inicialmente
en los años treinta del pasado siglo por R. Pardo Ballester, es
objeto posteriormente de dos grandes intervenciones arqueológicas. La primera entre 1955 y 1958 bajo la dirección de V. Pascual Pérez (el primer año junto con J. San Valero), la segunda
entre 1975 y 1985 bajo la dirección de B. Martí (el primer año
junto con V. Pascual). Estas excavaciones han proporcionado
una de las secuencias estratigráficas de referencia para el Neolítico peninsular y mediterráneo (Martí et al., 1980; Martí, 1983).
Al igual que ocurre con la Cova de la Sarsa, destaca el gran
número de restos del Neolítico antiguo sobre diferente soporte
localizados en su interior, interpretados también como el resultado de intensas ocupaciones. Ha proporcionado el conjunto de
cerámica impresa cardial más numeroso conocido hasta la fecha
(fig. 1). La datación radiocarbónica más antigua obtenida me-
% Col. Años BP
1,9
5,4
1,6
1,4
1,2
1,4
3,1
3,6
1,9
4,5
2,5
6532±24
6459±33
6341±30
6309±36
4573±22
4534±22
4241±27
4062±28
3552±21
1457±18
927±24
Cal BC 1σ
Cal BC 2σ
Media Cal BC
5512-5477
5476-5380
5363-5302
5321-5227
3369-3196
3354-3125
2904-2873
2831-2497
1936-1882
569-610 AD
1044-1154 AD
5536-5472
5484-5363
5461-5224
5357-5218
3488-3126
3361-3105
2910-2713
2839-2488
1955-1777
556-636 AD
1033-1160 AD
5500±15
5429±39
5331±25
5282±39
3287±79
3244±99
2848±48
2589±64
1909±22
604±19 AD
1095±44 AD
diante AMS sobre un resto doméstico con un margen de error
inferior a 100 años es UCI-AMS66316: 6475±25 BP, momento
en torno al cual situamos el inicio de sus ocupaciones (Martí,
2011). También se han identificado ocupaciones epicardiales,
del Neolítico medio y del Neolítico final.
Los restos humanos localizados en la cavidad están siendo objeto de estudio por parte de M. Paz de Miguel y todavía
no se cuenta con el número mínimo de individuos recuperados. Se han seleccionado cuatro muestras para su datación
(tabla 2), dos del Sector F, una del Sector G y otra del Sector
H (Salazar-García, 2012). Dos de estas muestras fueron recuperadas en estratos fechados en el Neolítico antiguo cardial,
una en la capa 6 del cuadro H-3 (MAMS-19065) y otra en
la capa 7 del cuadro F-4 (OxA-V-2360-19). Las otras dos
lo fueron en contextos menos definidos, con materiales de
diferente cronología, una en la capa 2 del Sector G (MAMS19064) y otra en la capa 1 del cuadro F-2 (OxA-V-2360-21).
A excepción de la mandíbula recuperada en la capa 6 del
cuadro H-3, todas han proporcionado un marco cronológico
del Neolítico final-Calcolítico.
Fig. 1. Cerámicas de la Cova de l'Or decoradas con la técnica de la impresión cardial.
127
[page-n-135]
P. García Borja, D. C. Salazar-García, E. Aura Tortosa, E. Cortell Pérez y A. Velasco Berzosa
Tabla 2. Dataciones radiocarbónicas sobre huesos humanos aparecidos en cuevas con cerámica cardial.
Yacimiento
Ref. laboratorio Descripción Edad
C. Fosca Ebo
C. de l'Or
C. de l'Or
C. de l'Or
C. de l'Or
C. Negra Gaianes
C. Emparetà
C. Emparetà
Cara-sol Vernissa
Cara-sol Vernissa
Forat Aire Calent
OxA-26073
MAMS-19065
MAMS-19064
OxA-V-2360-19
OxA-V-2360-21
MAMS-18662
MAMS-18663
MAMS-18664
MAMS-18259
MAMS-20435
MAMS-18661
Fémur
Mandíbula
Mandíbula
Mandíbula
Mandíbula
Parietal
Cráneo
Cráneo
Cráneo
Mandíbula
Fémur
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto?
Adulto
Sexo C:N % Col.
♂
-
♂
♂
♀
-
-
Los resultados permiten plantear que en la Cova de l'Or
se realizó, al menos, una inhumación del Neolítico antiguo.
Sin embargo la utilización de la cueva como espacio sepulcral continuado no parece constatarse hasta el Neolítico final
y el Calcolítico precampaniforme. Al igual que la Cova de la
Sarsa, la Cova de l'Or no debió ser utilizada como necrópolis estable durante el Neolítico antiguo. La utilidad principal
de la cavidad sería la de un espacio para el hábitat en el que
también se realizan inhumaciones.
Cova Negra de Gaianes
Se encuentra a unos 6 km de la Cova de l'Or, en la misma Serra
del Benicadell (Gaianes, Alacant). De planta irregular, mide 20
m de longitud y 10 m de anchura máxima en su zona central, con
la boca orientada al sur, de 7,5 m de anchura por 3 m de altura
(Rubio y Cortell, 1982-1983). En su interior se han localizado
escasos fragmentos cerámicos impresos cardiales, que impiden
proponer que la cavidad fue ocupada de forma intensa durante
el Neolítico antiguo. Entre los restos humanos recuperados destaca un parietal izquierdo, fragmentos del parietal derecho y
el occipital de un cráneo humano perteneciente a un individuo
adulto, de sexo indeterminado. Su datación ha proporcionado
un resultado que vincula estos restos con la deposición en la
cavidad de, al menos, una inhumación durante el Epicardial
(MAMS-18662: 6048±21 BP).
Cova del Forat de l'Aire Calent
Se ubica en la cresta de una alargada loma del término municipal de Ròtova (Valencia), de donde parte el Barranc de les
Galeries, que comunica con el río Vernissa. La cueva se relaciona con el conjunto de cuevas con ocupaciones del Neolítico antiguo que envuelven la pedanía de Marxuquera. Su
morfología actual parece muy distinta de la que presentaría
durante el Neolítico, debido al derrumbe de la techumbre y
de su visera, apareciendo los restos arqueológicos bajo los
grandes bloques desprendidos en el interior. Entre los mismos, cerámicas impresas cardiales y restos humanos (Aparicio, Gurrea y Climent, 1983). Esto ha permitido proponer la
posible existencia de inhumaciones del Neolítico antiguo en
la cavidad (Soler, 2002).
128
3,3
3,2
3,2
3,2
3,2
3,3
3,3
3,2
3,3
3,3
3,2
7,9
2,3
4,7
5,4
5
7,8
6,4
11,9
2
1,9
9,1
Años BP
Cal BC 1σ
Cal BC 2σ Media Cal BC
10060±45
6356±23
3899±20
4418±29
4381±28
6048±21
3204±17
3366±18
4727±20
4657±19
4230±19
9798-9458
5359-5315
2461-2348
3100-2940
3030-2920
4994-4896
1494-1452
1685-1635
3627-3384
3498-3372
2894-2875
9866-9391
5470-5320
2467-2301
3320-2920
3090-2910
5016-4851
1504-1433
1734-1615
3631-3380
3514-3368
2900-2761
9648±165
5340±19
2401±45
3036±60
2996±54
4959±29
1474±20
1663±24
3512±104
3450±46
2884±9
Por esta razón, se decidió realizar una datación radiocarbónica sobre una muestra extraída del fémur de un individuo
adulto (sigla 859318) cuyo resultado (MAMS-18661: 4230±19
BP) no permite vincularlo con una inhumación del Neolítico antiguo, confirmándose la utilización de la cavidad en el Neolítico
final para la deposición de, al menos, una inhumación.
Coveta Emparetà
Se encuentra situada en la vertiente norte de la Serra Mariola, a
media ladera del Salt d'Alcoi, a unos 500 m de la Cova de la Sarsa y a 3.000 m del municipio de Bocairent (València). Se trata de
una pequeña cueva de planta irregular, de casi 10 m de longitud
por 2,5 m de anchura, cuya techumbre declina hacia el fondo de
la misma. Presenta una amplia boca de entrada orientada al oeste,
de más de siete metros de anchura y tres de altura, desde la que
se domina buena parte del valle. Conocida en primera instancia
como Caseta Molina, la Coveta Emparetà constituye la primera
referencia de cerámicas con decoración impresa cardial del País
Valenciano (Visedo, 1925; Ballester, 1928). Explorada por Camil
Visedo y por Fernando Ponsell, no será objeto de una excavación sistemática hasta 1970 (Asquerino, 1975), evidenciándose
diferentes ocupaciones a lo largo de la Prehistoria reciente, una
de ellas del Neolítico antiguo. Además de cerámica y sílex, se
recuperaron varios fragmentos de molino, un machacador con
evidencias de haberse utilizado para el molturado de colorante
rojo, escasa fauna y restos humanos.
Los restos de inhumaciones se localizan en la parte más profunda de la cavidad, planteándose la posibilidad de que pertenecieran al Neolítico antiguo o al medio. La revisión de las colecciones depositadas en Alcoi y Bocairent, procedentes de las excavaciones de Asquerino y de las visitas de Visedo, han proporcionado un número mínimo de ocho individuos inhumados, cuatro
adultos y cuatro infantiles o subadultos. Se han seleccionado dos
muestras de dos individuos adultos para su datación por AMS,
que han proporcionado un marco cronológico de los momentos
plenos de la Edad del Bronce: MAMS-18663: 3204±17 BP y
MAMS-18664: 3366±18 BP. Las dataciones radiocarbónicas no
permiten asociar las actividades realizadas en el Neolítico antiguo
con su uso como necrópolis cardial, interpretándose los objetos
de esta cronología como los restos de ocupaciones ocasionales
en las que la talla de sílex queda constatada (Asquerino, 1975).
[page-n-136]
El registro funerario cardial valenciano: dataciones radiocarbónicas
Cova Fosca de la Vall d'Ebo
Valoración crítica
La Cova Fosca de la Vall d'Ebo (Alicante) se encuentra en el
margen izquierdo del Barranc de Benissit, que desemboca en
el fértil valle conocido con el mismo nombre que el municipio en el que se ubica la cueva. Es un yacimiento conocido
principalmente gracias al descubrimiento en sus paredes de
grabados atribuidos al Solutrense antiguo (Hernández, Ferrer
y Catalá, 1988). En relación con la ejecución de los trabajos
de documentación de dichos grabados, se proyectó la realización de un sondeo arqueológico en el extremo sur del vestíbulo de la cueva, que puso de manifiesto la existencia de
un potente nivel arqueológico del Neolítico antiguo (García
Borja, 2005). Éste se asentaba sobre un estrato que contenía
materiales arqueológicos del Paleolítico final, sin llegar a
identificar materiales pertenecientes al Mesolítico geométrico
(Doménech, 1990).
Entre este nivel fechado en el Neolítico antiguo se recuperaron diferentes fragmentos de hueso humano (García Borja et
al., 2012a). Se tomó una muestra de un fragmento de fémur.
Se trata del resto humano de mayores dimensiones localizado
en el sondeo, concretamente en la capa h del Nivel II, acompañado por diez fragmentos cerámicos realizados a mano, uno
de ellos decorado con impresiones cardiales sobre un cordón.
Tanto en la capa posterior (capa IIg) como la anterior (capa
IIi), la técnica de la impresión cardial está documentada. El resultado que ha proporcionado es 10060±45 BP (OxA-26073).
Este resultado indica la presencia de huesos humanos de cronología paleolítica en la cueva. Es evidente que no puede interpretarse en relación con un contexto arqueológico del Neolítico antiguo. Su rango temporal podría relacionarse con los
materiales descritos en el Nivel III (Doménech, 1990), dentro
de la dinámica de transformación de las industrias epimagdalenienses que se han descrito desde el final del Younger Dryas
(Aura, 2001; Aura et al., 2011).
El resultado de las dataciones confirma la existencia de inhumaciones en cuevas utilizadas como espacios de hábitat continuado. En la Cova de l'Or se ha constatado la presencia de una
mandíbula del Neolítico antiguo que puede ser relacionada
con la práctica del ritual de la inhumación. En el interior de la
Cova de la Sarsa se depositaron, al menos, cuatro inhumaciones del Neolítico antiguo, dos en el vestíbulo y otras dos en
la grieta ubicada en la zona de paso a las galerías interiores.
Lo ocurrido entre su depósito y su recuperación arqueológica
puede ser explicado desde alternativas diversas. La datación
directa de los inhumados permite conocer su edad, pero no la
historia de lo ocurrido ni durante ni después de su incorporación al depósito. En todo caso, se dispone de referencias de
enterramientos individuales en fosa, como el proporcionado
por la Cueva de Chaves (Bastarás, Huesca), que ilustra un tipo
de enterramiento que podría haberse realizado en las zonas de
hábitat de Or y de Sarsa, y que se habrían visto afectados por
procesos post-deposicionales. Cerca de la boca de entrada de
Chaves se descubrió un enterramiento individual fechado en
6230±45 BP (5308-5057 Cal BC), sobre el que se colocaron
cantos rodados y se identificó un nivel de cenizas (Utrilla et
al., 2008). Se trata de una inhumación individual en fosa, localizada en una zona de hábitat y con escaso ajuar: un anillo y
una lámina de cristal de roca, que incluso ofrece dudas sobre
su relación con la inhumación.
Las dataciones por AMS sobre cereales o animales domésticos de la Cova de l'Or (Martí, 2011), la Cova de la Sarsa
(García Borja et al., 2012b) o la propia Cueva de Chaves (Baldellou, 2011), proporcionan resultados estadísticamente indistinguibles de los obtenidos sobre los restos humanos asociados
a contextos cardiales, hecho que unido a las propias características de los hallazgos, permite proponer que las prácticas
funerarias se realizaron en espacios de uso doméstico. La datación que genera más dudas al respecto es la obtenida sobre
el individuo adulto-senil (unos 50-60 años de edad) de la Cova
de la Sarsa, la más antigua de la cavidad, pudiendo asociarse a
las primeras poblaciones neolíticas aquí establecidas, dejando
abierta cualquier posibilidad.
Sobre el segundo escenario identificado para las prácticas
funerarias, las pequeñas cuevas en las que se deposita un número limitado de cuerpos (Bernabeu, Molina y García, 2001),
las dataciones sobre las muestras de Cara-sol de Vernissa no
han servido para demostrar estas prácticas. Sin embargo, el
propio tamaño de estas cavidades y el limitado número de
piezas que se viene documentando para las inhumaciones cardiales, posibilita mantener que durante el Neolítico antiguo se
realizaban inhumaciones simples o dobles en pequeñas cavidades no aptas para el hábitat.
Como novedad destacable, se constata la presencia de inhumaciones del Neolítico antiguo en cuevas de tamaño medio
cercanas a yacimientos intensamente ocupados. El resultado de
la Cova Negra de Gaianes indica que en este tipo de cavidades
utilizadas de forma esporádica se depositaría alguna inhumación
durante el Neolítico antiguo epicardial. En realidad, era la Coveta Emparetà el yacimiento que mayores expectativas generaba.
Al igual que la Cova Negra, se encuentra en las inmediaciones de
otra intensamente ocupada como es Sarsa, recuperándose en su
interior restos humanos e industrias del Neolítico antiguo. No es
Cara-sol de Vernissa
El Cara-sol de Vernissa se ubica en la parte de la solana de la
Serra Vernissa, en término municipal de Xàtiva (València). Se
trata de una pequeña cueva a la que se accede por una estrecha
boca de entrada de menos de un metro de diámetro en la que
fueron depositadas unas 15 inhumaciones, la mayoría pertenecientes al Neolítico final, pero entre las que podría encontrarse
algún individuo del Neolítico antiguo. Un conocido aficionado
local entregó un fragmento cerámico decorado con impresiones cardiales al Museu de Prehistòria de València (Fletcher,
1975), indicando que lo recuperó en el interior de la cueva.
Por tanto, aunque la mayoría de los materiales pertenecen al
Neolítico final, existe la posibilidad de que también albergara
alguna inhumación del Neolítico antiguo (Bernabeu, Molina y
García, 2001).
Se han fechado dos restos óseos, uno brechificado (MAMS20435) y otro que no lo estaba (MAMS-18259), atendiendo a
un criterio basado en la tafonomía de los restos depositados en
el Museu de Prehistòria de València, con el fin de establecer si
los escasos restos brechificados correspondían a inhumaciones
más antiguas. Los resultados no han permitido individualizar
inhumaciones del Neolítico antiguo en la cavidad, situándose
ambos restos en el Neolítico final.
129
[page-n-137]
P. García Borja, D. C. Salazar-García, E. Aura Tortosa, E. Cortell Pérez y A. Velasco Berzosa
posible descartar que en Coveta Emparetà exista alguna inhumación del Neolítico antiguo, pero desprovista de su dependencia
como necrópolis de Sarsa durante este horizonte.
De hecho los resultados no permiten proponer la utilización
de cuevas como necrópolis estables a lo largo de varias generaciones. La forma de enterrar a los difuntos en el horizonte cardial
valenciano no incluye, por el momento, la acumulación de cadáveres en un mismo lugar a lo largo de varias generaciones.
Del mismo modo, los resultados obtenidos vuelven a mostrar
que los restos aparecidos en contextos arqueológicos a priori
definidos, están sujetos a procesos de alteración estratigráfica
(Fortea y Martí, 1985; Bernabeu, Pérez y Martínez, 1999;
Zilhão, 2011; Aura et al., 2010) que obligan a la prudencia a la
hora de proporcionar un marco cronológico preciso a los restos
humanos aparecidos en estratos aparentemente definidos. Los
resultados de la muestra fechada en la Cova Fosca de la Vall
d'Ebo y de una de las de la Cova de l'Or, se unen a la larga lista
de restos datados cuyo resultado es claramente discordante con
su contexto arqueológico de aparición. Son un nuevo ejemplo
de las alteraciones a las que están sujetos los yacimientos en
general, y los que son ocupados durante el Neolítico antiguo
en particular.
3. EL RITUAL FUNERARIO EN EL NEOLÍTICO
ANTIGUO VALENCIANO
La inhumación doble recuperada en la brecha de la Cova de la
Sarsa sigue siendo el mejor documento arqueológico del que
disponemos para aproximarnos al ritual funerario cardial en el
País Valenciano y afirmar que durante el Neolítico antiguo se
realizan prácticas rituales para el tránsito de la vida a la muerte.
Es una cuestión que se relaciona con la expresión formal de una
identidad religiosa que remite a lo sobrenatural y de la que ya se
tenía constancia a través de la cerámica (Martí, 2006) y del arte
rupestre (Martí y Hernández, 1988).
Los restos aparecieron depositados en una grieta de 2,80 m
de largo y entre 0,21 y 0,52 m de ancho. Durante el proceso de
recuperación de los mismos se identificó la existencia de un pe-
queño muro de piedra de unos 60 cm de altura que separaba este
espacio del resto de la cueva (Casanova, 1978). Junto a ellos, se
recogieron los restos de un posible ajuar formado por diferentes
fragmentos cerámicos con decoración impresa cardial pertenecientes a un mismo vaso (fig. 2), tres punzones y una cuchara
o espátula ancha de hueso, dos fragmentos de anillo de hueso,
tres Columbella, una valva de Cardium, tres Pectunculus perforados, un objeto de hueso de forma fusiforme, cinco láminas y
una lasca de sílex (Casanova, 1978), si bien en la publicación de
Asquerino (1976) se hace referencia a una pieza más de sílex.
Las edades calculadas para ambos individuos permiten proponer que primero es depositado un individuo masculino y años
después el de sexo femenino. Las dataciones obtenidas apoyan el
uso de un mismo espacio para la inhumación de dos individuos,
que podrían haber pertenecido a una misma unidad familiar. Del
mismo modo, los rangos de calibración permiten plantear otras
posibilidades: que fueran inhumados a la vez o que el tiempo
transcurrido entre una inhumación y otra superara los 150 años.
La grieta se ubica en la zona de paso a las galerías interiores,
donde se encuentran los pequeños lagos de agua, confirmando
que los habitantes de Sarsa desarrollaban actividades en espacios
alejados de las zonas iluminadas de forma natural, no vinculados
a la realización de tareas domésticas. Junto a la grieta se han documentado pinturas rupestres de estilo Esquemático en las que
aparece un motivo antropomorfo, en un panel cuya morfología
recuerda a una silueta de felino (Miret et al., 2008). La existencia
de este panel en las inmediaciones de la grieta donde se realizaron
las inhumaciones (fig. 3), podría relacionarse con lo propuesto
para algunas cuevas de la península itálica que también presentan
un pequeño lago en su interior y restos humanos (Grifoni, 2007).
La conjunción de los elementos descritos podría indicar la existencia de un espacio sacralizado anexo a la zona doméstica.
Estas evidencias indican, al menos por ahora, que los contextos funerarios del cardial valenciano se componen de un
número limitado de individuos, estando ausentes también las
inhumaciones al aire libre. Los restos documentados hasta la
fecha se han recuperado en cuevas de diferente morfología. En
los huesos no se han identificado marcas antrópicas de proce-
Fig. 2. Vaso cerámico decorado con la técnica de la impresión cardial encontrado junto a la inhumación doble de la Cova de la Sarsa.
130
[page-n-138]
El registro funerario cardial valenciano: dataciones radiocarbónicas
Fig. 3. Ubicación de la
inhumación doble y de las
pinturas rupestres de la Cova de
la Sarsa. Modificado a partir de
plano realizado por J.M. Segura
y J.L. Martínez en 1971.
sado de los cadáveres o de prácticas de canibalismo. Por lo que
respecta a los rangos de edad y al sexo de los individuos, cabe
destacar la heterogeneidad de la muestra existente, documentándose individuos masculinos y femeninos, ancianos, adultos
y jóvenes, incluso un perinatal si aceptamos que la muestra de
Sarsa pertenece a una inhumación.
La representación cartográfica de los yacimientos con evidencias de actividades funerarias entre el Xúquer y el Vinalopó, en relación con el resto de enclaves en los que se ha recuperado cerámica cardial (fig. 4), muestra que aldeas, cuevas intensamente ocupadas, abrigos, cuevas de ocupación esporádica
y covachas en las que podrían existir inhumaciones antiguas,
se organizan a lo largo de espacios definidos (comunidades)
dentro de un marco territorial más amplio (Cultura Cardial valenciana). La utilización sincrónica de varios tipos de enclaves
por un mismo grupo humano explica cómo las diferentes comunidades, formadas por familias en número limitado, ocupan
el territorio de manera ordenada a lo largo del Neolítico antiguo
cardial. Es un modelo de ocupación y explotación del territorio
en el que el registro funerario cardial conocido se inserta de
forma coherente (García Borja et al., 2011).
Una visión mediterránea del ritual de inhumación cardial
(Zemour, 2011) ofrece la misma problemática documentada a
nivel peninsular: escasez tanto de datos como de dataciones
radiocarbónicas sobre huesos humanos, y muchas dificultades
a la hora de identificar verdaderas necrópolis, ninguna corroborada. En términos generales el ritual funerario cardial queda
definido por: el depósito de inhumaciones individuales en decúbito lateral o en posición fetal en cuevas de diferente morfología, la escasez de ajuares acompañando a las inhumaciones
y la ausencia de necrópolis.
Esta visión general se ve matizada por la detección de algunos
casos particulares. En la Plaça de la Vila de Madrid (Barcelona)
(Pou et al., 2010), se ha documentado una inhumación en fosa sin
ajuar cuya datación directa remite al Neolítico antiguo, ejemplo al
que podrían sumarse los casos de Le Moulin y Col Sainte-Anne,
131
[page-n-139]
P. García Borja, D. C. Salazar-García, E. Aura Tortosa, E. Cortell Pérez y A. Velasco Berzosa
Fig. 4. Yacimientos con cerámica impresa cardial. 1: Cova de la Sarsa. 2: Coveta Emparetà. 3: Cova de la Gerra. 4: Les Dotze. 5: Solana de
Carbonell. 6: Cova del Moro. 7: Cova dels Pilars. 8: Cova de l'Olivaret. 9: Cova del Barranc del Castellet. 10: Cova Negra de Gaianes. 11:
Cova de l'Or. 12: Benàmer. 13: Cova de l'Almud. 14: Cova del Frontó. 15: Penya del Comptador. 16: Les Florències. 17: Regadiuet. 18:
Mas Blanc. 19: Mas del Pla. 20: Mas d'Is. 21: Mas del Cantó. 22: El Regall. 23: Abric del Salt. 24: Abric de la Falguera. 25: El Fontanal.
26: AC-147. 27: AC-157. 28: Abric de les Calderes. 29: Penya Roja de Catamarruc. 30: Cova de l'Agüela. 31: Tossal de la Roca. 32: Cova
d'en Pardo. 33: Cova de l'Àliga. 34: Abric del Barranc del Moro. 35: Cova Fosca de la Vall d'Ebo. 36: Coves de Santa Maira. 37: Cova del
Somo. 38: Sa Cova de Dalt. 39: Cova de les Meravelles de Xaló. 40: Cova Bolumini. 41: Cova Fosca d'Ondara. 42: Cova del Montgó; 43:
Cova del Randero. 44: Cova de les Cendres. 45: Cova de la Solana de l'Almuixic. 46: El Barranquet. 47: Cova de les Rates Penades. 48:
Forat de l'Aire Calent. 49: Cova Negra de Marxuquera. 50: Cova de les Meravelles. 51: Cova de la Recambra. 52: Cova del Llop. 53: Cova
del Parpalló. 54: Cova de les Malladetes. 55: Cova del Barranc Fondo. 56: Cara-sol de Vernissa. 57: Covacha de la Bellota. 58: Cueva de
la Araña. 59: Cova de les Dones. 60: Ceñajo de la Peñeta. 61: Cova de Pertecates. 62: Cueva de la Cocina. 63: Cova Santa de Font de la
Figuera. 64: Cova de Sant Martí. 65: Casa de Lara. 66: Arenal de la Virgen. 67: Cueva Santa de Caudete. 68: Cueva de los Secos. Los dos
últimos yacimientos se encuentran fuera del territorio estudiado.
Propuesta de comunidades diferenciadas: (A) Comunidad de la Valleta d'Agres. (B) Comunidad del Benicadell. (C) Comunidad de la
cabecera del Serpis-Penàguila. (D) Comunidad de Planes-Serpis medio. (E) Comunidad del bajo Serpis-Marxuquera. (F) Comunidad de la
cabecera del Gorgos. (G) Comunidad del bajo Gorgos-Girona. (H) Comunidad del Cànyoles medio-Costera de Ranes. (I) Comunidad del
Xúquer medio. (J) Comunidad de la cubeta de Villena.
132
[page-n-140]
El registro funerario cardial valenciano: dataciones radiocarbónicas
ya en la costa mediterránea francesa; en la Cova de la Sarsa, un
enterramiento doble; y en cuevas como Fontbrégoua (Le BrasGoude et al., 2010) o Can Sadurní (Blasco, Edo y Villalba, 2011),
un número mayor de inhumaciones en un mismo espacio, que en
el caso de la primera ofrece variaciones por la manipulación post
mortem de los restos óseos. Del mismo modo que encontramos
dificultades en la definición del rito funerario cardial a escala mediterránea, cabe admitir que en todos los casos es posible enumerar varios de los rasgos comunes definitorios descritos, por lo que
esta diversidad puede tener su explicación en el particular devenir
histórico que cada comunidad experimenta en su territorio, difuminándose alguna de las características originarias con el paso
de los años e incorporándose otras nuevas en cada territorio. Los
datos refuerzan la definición de una entidad cultural mayor, de carácter mediterráneo, con la que se identifican los grupos humanos
que forman las culturas regionales, cuyo símbolo más perceptible
es la utilización de conchas dentadas en la decoración de sus vajillas mediante la técnica de la impresión (Martí, 2008).
Sin embargo, a escala peninsular el conjunto de datos disponibles proyecta una imagen de mayor heterogeneidad durante
el Neolítico antiguo, en función de la zona que se analice. A
diferencia del ámbito cultural cardial, en la vertiente norte de
la península Ibérica, buena parte de las inhumaciones localizadas hasta la fecha anteriores al 5000 cal BC se documentan en
espacios al aire libre, cuyos habitantes decoraban sus vajillas
con otros tipos de impresión, entre los que destaca el boquique
(Alday, 2009; Alday y Ruiz, 2011). El yacimiento que mayor
información ha aportado al respecto es el de los Cascajos (Los
Arcos, Navarra) donde, hasta la fecha, se han documentado 37
individuos inhumados en fosas excavadas en el suelo (García
Gazólaz y Sesma, 2007). Las sepulturas se sitúan dentro del poblado, si bien las tres cuartas partes de las mismas se agrupan
en una superficie de 550 m², lugar en el que no existe ningún
otro tipo de estructura, por lo que puede considerarse un espacio
de necrópolis. Los ajuares que acompañan a los enterramientos
tampoco son abundantes ni especialmente llamativos (García
Gazólaz y Sesma, 2007). Otro yacimiento con características
similares es el de Paternanbidea (Ibero, Navarra), donde se han
documentado tres fosas con enterramientos dobles y una con
enterramiento múltiple (Hervella et al., 2009). Estas fosas están
separadas de las estructuras de hábitat más próximas, fechadas
en el Calcolítico, y se interpretan como parte de una necrópolis
de la que no se conocen estructuras de habitación contemporáneas (García Gazólaz, 2007). Es llamativo el elevado número
de adornos personales recuperados en las tumbas, considerando
que en el anterior yacimiento los ajuares resultan escasos. Finalmente, en la Lámpara (Ambrona, Soria) también se localizó una
inhumación al aire libre en fosa con ajuar fechada en 6144±46
BP (Rojo y Kunst, 1999).
Son evidentes las diferencias de este tipo de prácticas con
las documentadas para el cardial valenciano o el catalán. La utilización mayoritaria de la técnica decorativa del boquique en
una vajilla definida (Rojo et al., 2008; García Gazólaz et al.,
2011; García Martínez de Lagrán et al., 2011), el modelo de
aldea documentado (García Gazólaz y Sesma, 2007), el propio
ritual de inhumación (García Gazólaz, 2007; García Gazólaz y
Sesma, 2007; Rojo y Kunst, 1999) o las especies de cereales que
se cultivan (Stika, 2005), son poco afines al horizonte cardial,
encontrando mejores paralelos en otros ámbitos centroeuropeos.
Es una cuestión similar a la que se propone para el Neolítico
Andaluz (García Borja et al., 2014), donde las diferencias entre
la cultura material que lo caracteriza en su parte oriental y central
(Pellicer y Acosta, 1982 y 1997) y la definida para el horizonte
cardial valenciano son evidentes, planteándose la existencia de
una cultura arqueológica diferenciada desde fechas tempranas,
que desde la costa de Málaga se va expandiendo hacia buena
parte de Andalucía. Las dataciones radiocarbónicas sobre restos
humanos en el ámbito andaluz son todavía escasas, pero la información es suficiente para establecer que las inhumaciones se
depositaron en cuevas de hábitat, en otras de menor tamaño que
podrían albergar un importante número de cuerpos, en simas sin
posibilidades de ser habitadas y en espacios alejados de las bocas de entrada. El ajuar de las inhumaciones anteriores al 5200
cal BC de la provincia de Málaga (Cortés et al., 2012) y buena
parte de Granada y Córdoba (Carrasco y Martínez, 2014) no se
caracterizan por incorporar cerámicas impresas cardiales, por lo
que será necesaria una revisión de estos comportamientos para
valorar las relaciones culturales entre el ámbito cardial mediterráneo y el Neolítico andaluz.
El caso de la cueva de Carigüela (Piñar, Granada) merece
un tratamiento diferenciado, pues recuerda a los casos de Or,
Sarsa o Chaves. Vinculada al horizonte cardial, las dataciones
disponibles sobre muestras recuperadas en la cavidad demuestran que albergó alguna inhumación en el Neolítico antiguo
(Fernández et al., 2007).
4. DISCUSIÓN: CONTINUIDAD O RUPTURA EN
LAS PRÁCTICAS FUNERARIAS
Los datos descritos para las prácticas funerarias del Neolítico
antiguo pueden ser comparados con los conocidos para los momentos anteriores y posteriores (García Puchol et al., 2012). El
contraste con lo ocurrido antes y lo que sucederá después es posiblemente lo que permite su mejor definición, al menos por ahora.
El número de restos humanos y enterramientos formalizados
conocidos en la región mediterránea ibérica para el Paleolítico-Epipaleolítico y Mesolítico es reducido. Su distribución cronológica indica un cierto incremento a lo largo del Paleolítico
superior y una clara eclosión desde las fases antiguas del Mesolítico, coincidiendo con lo que se ha descrito como el Mesolítico de Muescas-Denticulados (= MMD). Hace algunos años se
indicó que el incremento de evidencias estaba acompañado de
una mayor variedad de contextos, anotando también que algunos de los restos “sueltos”, con claras marcas de manipulación
antrópica, pudieran ser considerados como una variante más de
prácticas funerarias (Aura, Morales y De Miguel, 2010).
Centrándonos en los yacimientos mesolíticos del territorio
valenciano, se han identificado, al menos, 34 individuos para los
que se han obtenido 26 dataciones directas (tabla 3). Una breve
relación de las situaciones conocidas permite identificar necrópolis con sucesivos enterramientos en El Collao (Aparicio,
2008; Gibaja et al., 2015), Cingle del Mas Nou (Olària, 2003 y
2010), Casa Corona (Fernández-López de Pablo et al., 2013) y
posiblemente también en Penya Comptador (Aura et al., 2006).
Por su parte, restos “sueltos” de uno o varios individuos se han
recuperado en Tossal de la Roca (Cacho et al., 1995), Cova del
Mas Gelat, Coves de Santa Maira, boca W (Aura et al., 2006 y
2010) y Cova Foradada de Xàbia (Casabó, 2014).
133
[page-n-141]
P. García Borja, D. C. Salazar-García, E. Aura Tortosa, E. Cortell Pérez y A. Velasco Berzosa
Tabla 3. Dataciones radiocarbónicas sobre huesos humanos del Mesolítico en el País Valenciano.
Yacimiento
Ref. laboratorio Edad
Cingle Mas Nou
Cingle Mas Nou
Cingle Mas Nou
Cingle Mas Nou
Casa Corona
Casa Corona
El Collao 11
Foradada Xàbia
El Collao 9
El Collao 12
El Collao 13
El Collao 5
El Collao 1
El Collao 6
Coves Sta. Maira
El Collao 7
El Collao 3
El Collao 4
Penya Comptador
Coves Sta. Maira
Coves Sta. Maira
Penya Comptador
El Collao XIII
El Collao XIII
El Collao IV
El Collao VI
Beta170715
OxA-V-2360-28
Beta170714
OxA-V-2360-29
Beta272856
OxAV239292
CNA-16261.1
Beta-167654
CNA-1625.1.1
CNA-1627.1.1
CNA-1628.1.1
CNA-1622.1.1
CNA-1619.1.1
CNA-1623.1.1
OxA236026
CNA-1624.1.1
CNA-1620..1.1
CNA-1621.1.1
Beta156025
Beta-244010
Beta-244011
OxA236030
UBAR280
UBAR281
UBAR-927
UBAR-928
Sexo Años BP Cal BC 1σ
Cal BC 2σ
6820±40 5731-5668
5770-5636
5872-5716
5886-5721
5886-5731
6023-5849
6058-5916
6642-6486
6682-6480
6696-6506
7022-6648
7047-6713
7051-6774
7141-6830
7304-7064
7466-7188
7505-7201
7538-7356
7590-7512
7651-7534
7936-7591
8206-7722
8202-7754
6804-6066
6766-6232
8188-7551
7298-6780
Adulto
♂ 6897±34 5807-5731
Infantil
Adulto
Infantil
Joven
-
Joven
Adulto
Joven
Adulto
Adulto
Adulto
Infantil
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
Adulto
♀
-
♂
-
♂
♂
♀
♀
♂
-
♀
♂
♂
-
♂?
♀?
-
6910±40
6925±35
7070±40
7116±32
7742±35
7770±50
7801±38
7900±32
7976±33
7992±34
8067±34
8166±35
8283±37
8319±35
8388±36
8491±37
8570±40
8690±50
8810±50
8829±38
7570±160
7640±120
8690±100
8080±60
5836-5739
5839-5751
6002-5910
6026-5930
6611-6507
6648-6514
6659-6594
6813-6682
7030-6827
7042-6830
7081-6864
7183-7075
7452-7200
7460-7346
7525-7382
7577-7536
7604-7568
7736-7606
8164-7754
8170-7816
6590-6251
6628-6398
7936-7591
7174-6844
La inhumación mayoritaria parece ser la individual, sobre
el suelo, en fosa o entre piedras. También la hay múltiple
(Cingle del Mas Nou) y se han descrito posibles agrupaciones
de restos y afecciones de antiguas tumbas por la práctica de
nuevos enterramientos, caso de algunas agrupaciones de pocos
restos en El Collao, o por la reapertura de la tumba como se
ha argumentado para explicar el caso del Cingle del Mas Nou
(Olària, 2003). En los dos sitios mencionados se documentan
enterramientos perinatales-infantiles asociados a adultos. En
cuanto a los restos sueltos, existen datos tafonómicos para los
restos de Santa Maira-W que indican una clara manipulación
antrópica, con un procesado similar al del resto de la fauna
consumida en el yacimiento.
Los datos conocidos sobre el ritual y ajuares vinculados a
los enterramientos formalizados son limitados. En El Collao se
menciona la disposición de pequeños caracoles de agua dulce
junto al cráneo y los pies de los inhumados, así como la existencia de un lecho de astas de ciervo a medio metro por encima
de uno de ellos (Aparicio, 2008). Para la tumba del Cingle del
Mas Nou se ha indicado el hallazgo de dos cuernas de cabra
montés, con presumible carácter votivo. El individuo articulado
presentaba la pérdida del ojo derecho, ocupando el espacio de
esta órbita una bola de ocre rojo en cuyo centro habían sido
realizadas unas incisiones radiales simulando el iris, mientras
que otras bolas del mismo material, en gran cantidad, aparecían
en el espacio de la tumba, bastantes de ellas acumuladas en el
interior de la boca del mismo individuo (Olària, 2003).
134
Med. Cal BC Bibliografía
5703±30
5785±39
5797±44
5806±43
5956±38
5991±33
6569±47
6588±55
6633±31
6763±63
6916±88
6929±84
7019±53
7169±71
7344±88
7406±52
7406±53
7458±57
7588±14
7704±71
7954±150
7992±145
6428±161
6504±109
6690±100
7019±121
Olaria et al., 2005
Salazar-García et al., 2014
Olaria et al., 2005
Salazar-García et al., 2014
Fdez.-López de Pablo et al., 2013
Fdez.-López de Pablo et al., 2013
Gibaja et al., 2015
Casabó, 2014
Gibaja et al., 2015
Gibaja et al., 2015
Gibaja et al., 2015
Gibaja et al., 2015
Gibaja et al., 2015
Gibaja et al., 2015
Salazar-García et al., 2014
Gibaja et al., 2015
Gibaja et al., 2015
Gibaja et al., 2015
Aura et al., 2006
Aura et al., 2009
Aura et al., 2009
Salazar-García et al., 2014
Aparicio, 2008
Aparicio, 2008
Aparicio, 2008
Aparicio, 2008
La comparación de estos datos con los descritos para el
Neolítico antiguo establece algunas diferencias. Así, el número
y variedad de evidencias es claramente favorable a las prácticas
funerarias mesolíticas. Se cuenta con un número de individuos
más numeroso y en bastantes casos con una articulación esquelética reconocible, lo cual es prácticamente desconocido para
el Neolítico antiguo valenciano. De hecho, es posible hablar
de necrópolis para describir los contextos mesolíticos, tanto en
cueva como al aire libre, lo que es más complejo en el caso del
Neolítico antiguo. Sólo en la Cova de la Sarsa se identifica una
doble inhumación: un caso y en cueva, sin ejemplos al aire libre.
Una comparación más sencilla permiten los llamados “restos sueltos”, desarticulados, parciales y a menudo pertenecientes a varios individuos. Su identificación tanto en cuevas con
ocupaciones del Mesolítico y del Neolítico remite a la historia
de la formación y conservación de estos depósitos, más que a
posibles prácticas o rituales compartidos. Además, el estudio
tafonómico de los restos mesolíticos de Santa Maira-W indica
manipulación y consumo de varios individuos, lo que por ahora
no está constado en contextos del Neolítico antiguo valenciano.
En el momento actual, existen más diferencias que coincidencias en la documentación correspondiente a las prácticas
funerarias mesolíticas y neolíticas. Además, las dataciones radiocarbónicas sobre restos humanos establecen un vacío de al
menos 400 años entre los dos extremos de las series entre el
Xúquer y el Vinalopó, zona en la que se asientan los primeros
grupos neolíticos en el País Valenciano.
[page-n-142]
El registro funerario cardial valenciano: dataciones radiocarbónicas
Tabla 4. Dataciones radiocarbónicas sobre huesos humanos del Neolítico medio entre los ríos Xúquer y Vinalopó.
Yacimiento
Ref. laboratorio Años BP
Cal BC 1σ
Cal BC 2σ Med. Cal BC Contexto
Bibliografía
Camí de Missena
Cova de Sant Martí
Cova d'en Pardo
Tossal de les Basses
Tossal de les Basses
Tossal de les Basses
Tossal de les Basses
Tossal de les Basses
Tossal de les Basses
Tossal de les Basses
Beta-244535
Beta-166467
Beta-208464
Beta-225216
Beta-225223
Beta-225227
Beta-225222
Beta-225218
Beta-225224
Beta-225217
4780-4620
4677-4535
4677-4535
4538-4460
4538-4460
4447-4356
4444-4334
4038-3960
3966-3810
3626-3378
4798-4584
4696-4491
4696-4491
4611-4373
4611-4373
4462-4338
4455-4271
4218-3813
3981-3797
3633-3372
Soler, 2013
Torregrosa y López, 2004
Soler, 2012
Rosser y Fuentes, 2007
Rosser y Fuentes, 2007
Rosser y Fuentes, 2007
Rosser y Fuentes, 2007
Rosser y Fuentes, 2007
Rosser y Fuentes, 2007
Rosser y Fuentes, 2008
5840±40
5740±40
5740±40
5670±40
5670±40
5560±40
5520±40
5180±40
5110±40
4710±40
En este sentido, los recientes estudios de ADN mitocondrial sobre individuos del Neolítico antiguo peninsular (Lacan et al., 2011; Gamba et al., 2012) inciden en esta ruptura
entre el Paleolítico superior final y el Neolítico antiguo. En
nuestro ámbito se dispone del ADN mitocondrial del individuo masculino de la inhumación doble de la Cova de la Sarsa
y del individuo al que perteneció la mandíbula fechada de la
Cova de l'Or (Olalde et al., 2015). Presentan haplogrupos K1a
y H4, también presentes en individuos del Neolítico antiguo
del LBK (Gamba et al., 2014; Bandt et al., 2013; Haak et al.,
2015), poco afines a los disponibles para individuos del Paleolítico superior final. Son datos que unidos a la obtención del
primer genoma completo sobre un resto humano procedente
de la Cova Bonica de Vallirana (Barcelona), sugieren que la
llegada de la agricultura y la ganadería fue gracias a la llegada
de grupos de colonos portadores de este nuevo modo de vida,
cuyo foco originario se sitúa en el Próximo Oriente, aunque
los planos genéticos y fenotípicos indican una antigua metapoblación alrededor de la península de los Balcanes, que se
separa en dos nuevas rutas migratorias, una siguiendo el Danubio y otra la costa mediterránea (Olalde et al., 2015).
Con respecto a la comparación con lo ocurrido con posterioridad al Neolítico antiguo, los cambios también son apreciables.
La evidencia arqueológica más reconocible que marca el final
de la Cultura Cardial valenciana es, precisamente, la desaparición de la cerámica decorada con esta técnica en favor de otras
técnicas como el peinado o la combinación de impresiones e
incisiones. Durante el tránsito entre el Neolítico antiguo y medio, también se documentan variaciones en la funcionalidad
de cuevas de hábitat que pasan a ser utilizadas como corrales
(Badal, Martí y Pérez, 2012); un posible cambio en el modelo
agrario, que pasa a ser extensivo (Pérez Jordà y Peña, 2013);
mayor deforestación (Badal, 2009) provocadas por estos cambios económicos y el aumento demográfico; o el mayor arraigo
a los hábitats al aire libre, para los que se propone la presencia
de silos ya en el V milenio cal BC (Torregrosa, Jover y López,
2011). En su conjunto, permiten establecer el momento en que
el modelo de comunidades propuesto deja de definirse como lo
hacía en el Neolítico antiguo.
En el registro funerario, estos cambios podrían vincularse
con la aparición de nuevas prácticas, generalizándose la utilización de fosas al aire libre en las que se deposita un cuerpo
sin vida. El ejemplo más conocido lo proporciona el yacimiento
4702±60
4602±59
4602±59
4508±38
4508±38
4406±37
4389±38
4002±32
3893±33
3504±99
Individual-fosa
Múltiple?-cueva
Individual-cueva
Individual-fosa
Individual-fosa
Individual-fosa
Individual-fosa
Individual-fosa
Individual-fosa
Individual-fosa
del Tossal de les Basses (Alicante), en el que se han documentado inhumaciones en fosas junto a las cabañas, siguiendo un
ritual bastante homogéneo a lo largo de todo el Neolítico medio
(Rossser y Fuentes, 2007; Rosser, 2010).
En el Camí de Missena (la Pobla del Duc) se ha documentado una inhumación en fosa al aire libre cuyo resultado (Beta244535, 5840±40 BP) (Soler, 2013) es sincrónico con el final
del modelo de comunidades cardiales. Las dataciones disponibles para el Neolítico medio (tabla 4), demuestran que se siguen
practicando inhumaciones en cuevas de tamaño medio y grande,
esta vez utilizadas como rediles para los rebaños de cabras y
ovejas (Soler, 2012). Cabe también mencionar los hallazgos en
la Cova de Sant Martí (Agost, Alacant), interpretada como un
refugio para ocupaciones estacionales durante la primera mitad
del V milenio cal BC (Torregrosa y López, 2004), en la que también se documentan inhumaciones, principalmente infantiles.
El número de individuos calculados tampoco parece suficiente
como para proponer que estamos frente a una cueva utilizada
como necrópolis, hecho que no se constata hasta los inicios del
IV milenio cal BC.
5. CONCLUSIONES
La cronología radiocarbónica aplicada a restos humanos incluidos en ocupaciones del Neolítico antiguo cardial ha permitido
reconocer la sincronicidad entre prácticas funerarias y habitacionales, aunque está pendiente una mejor caracterización de
los rituales de enterramiento cardiales, cuyo documento más
definitorio sigue siendo la grieta de Cova de la Sarsa.
La hipótesis establecida para el registro funerario cardial valenciano, tanto referente a grandes cuevas habitadas, como a pequeñas covachas no aptas para este fin, puede seguir siendo una
explicación adecuada de la información disponible. El registro
peninsular y regional matiza la existencia de necrópolis cardiales, lo que contrasta con los momentos mesolíticos anteriores y
con el Neolítico medio posterior, donde a la generalización de
necrópolis se añade su identificación en diferentes contextos: al
aire libre (en fosas individuales) y en cueva.
Los resultados de las dataciones también han permitido constatar la compleja formación y conservación de los registros en
cueva, al incluirse en los contextos neolíticos restos humanos con
una cronología amplia: desde el Epipaleolítico a la Edad Media.
135
[page-n-143]
P. García Borja, D. C. Salazar-García, E. Aura Tortosa, E. Cortell Pérez y A. Velasco Berzosa
AGRADECIMIENTOS
A Mari Paz de Miguel, Ángela Pérez e Isabel Collado por su
ayuda en la selección y descripción de las muestras datadas. A
Juan Vicente Morales por compartir sus datos. A Lysanne Raedisch, Sahra Talamo, Michael P. Richards y Jean-Jacques Hublin
por su apoyo.
La Sociedad Max-Planck, el Ministerio Español de Ciencia y
Tecnología (Contrato FPU AP2005-1509), la Generalitat Valenciana (VALi+d APOSTD/2014/123 y Proyecto para grupos emergentes GV/2015/060), el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert y la Fundación BBVA (I Ayudas a Investigadores, Innovadores
y Creadores Culturales) han financiado parte de los trabajos.
El estudio de las prácticas funerarias mesolíticas forma parte
del proyecto LongTransMed (HAR2013-46861-R), financiado
por el Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno
de España.
Agradecemos también a la Direcció General de Cultura de la
Generalitat Valenciana, al Museu de Prehistòria de València, al
Museu Arqueològic Municipal “Camil Visedo Moltó” de Alcoi,
al Ajuntament de Bocairent, al Museu Arqueològic Etnològic del
Comtat y al Museu Arqueològic de Gandia las facilidades prestadas
a la hora del estudio de los materiales y la selección de las muestras
a fechar.
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 141-146.
Los brazaletes de esquisto:
un elemento de la identidad cardial
teResa oRozCo KöHleR
reSumen
Los brazaletes de esquisto son uno de los elementos de cultura material asociados al registro arqueológico de las primeras
comunidades agrícolas y ganaderas en la zona valenciana. Su concentración en yacimientos del neolítico inicial con un registro
excepcional, como son Cova de l'Or y Cova de la Sarsa inciden en el carácter excepcional de estas piezas. Su elevada
fragmentación y transformación que posibilita su reutilización nos hablan del elevado valor social de estos objetos.
PalabraS claVe:
brazaletes de esquisto, Neolítico inicial, fragmentación, reutilización.
abSTracT
Schist bracelets: an element of the Cardial identity. Schist bracelets are one of the elements of material culture associated with
the archaeological record of the first agricultural and farmers communities in the Valencian area. Their concentration in some
Early Neolithic sites with an exceptional record such as Cova de l'Or and Cova de la Sarsa are affecting the exceptional nature
of these ornaments. Their high fragmentation and transformation that allows their reuse speak to us of the high social value
of these objects.
k e y w o r d S : schist bracelets, Early Neolithic, fragmentation, reuse.
1. LOS BRAZALETES DE ESQUISTO
EN EL NEOLÍTICO VALENCIANO
En el territorio valenciano, los brazaletes líticos son un elemento de adorno frecuente en los contextos neolíticos. En este
trabajo nos centramos en los conocidos como brazaletes estrechos de pizarra también llamados brazaletes finos, piezas
asociadas habitualmente a las etapas iniciales del neolítico, y
que se han venido considerando como uno de los elementos
de adorno ‘clásicos' de las primeras comunidades agrícolas y
ganaderas en esta zona.
Tipológicamente se trata de objetos de morfología anular,
con una amplia perforación interior con una dimensión media
cercana a 74 mm para los brazaletes recuperados en tierras valencianas (Pascual Benito, 1998: 160). Suelen presentar sección
subrectangular, con el borde exterior convexo, aunque también
encontramos secciones cuadrangulares, lo que conforma un tipo
de pulsera muy estrecho y ligero (fig. 1). Las superficies externas suelen presentar un pulido fino, que confiere un acabado
cuidado a estas piezas. Buena parte de los brazaletes finos están
realizados sobre esquisto, y presentan como rasgo común un
color oscuro que suele oscilar entre gris y negro, en contraste
con los brazaletes elaborados con otros soportes (mármol, caliza, concha) de tonalidades claras.
Destaca por su volumen el registro recuperado en Cova de
l'Or (25) y Cova de la Sarsa (21), donde la alta cantidad de
piezas incide en la singularidad de estas cavidades, señalada en
anteriores trabajos (Bernabeu et al., 2006). Otros yacimientos
valencianos muestran una presencia puntual, como se refleja en
Cova de les Cendres (2) (Orozco, 2000; Pascual Benito, 2009),
Cova Fosca (1) (Aparicio y San Valero, 1977), Cova del Montgó (1) (Soler, 2007) y Benàmer (1) (Torregrosa et al., 2011).
Más allá del territorio valenciano están presentes tanto en cuevas como en poblados de Andalucía Oriental y Murcia (fig. 2).
2. LOS BRAZALETES DE ESQUISTO:
ORNAMENTOS PARA LOS VIVOS
Los conjuntos con mayor cantidad de efectivos en el País Valenciano son los procedentes de Cova de l'Or (Beniarrés) y Cova
de la Sarsa (Bocairent), yacimientos excavados en fechas tempranas e incorporados al debate historiográfico sobre el proceso
141
[page-n-149]
T. Orozco Köhler
Fig. 1. Fragmentos de brazaletes neolíticos recuperados en Cova de
l'Or (Beniarrés, Alicante).
En su mayor parte estos elementos de adorno fueron recuperados en antiguas campañas de excavación, por lo que
su posición estratigráfica precisa no puede ser atribuida con
garantías. La secuencia estratigráfica de Cova de les Cendres
(Moraira) sí que muestra mayor precisión; los brazaletes de
esquisto están presentes durante las fases IA y IB del Neolítico, y su encuadre temporal corresponde a la segunda mitad del VI milenio a.C. en los momentos que se desarrollan
los horizontes de cerámicas impresas en el yacimiento. Los
tres fragmentos recuperados en Benàmer (Muro d'Alcoi) pertenecen a una misma pieza recuperada en la fase III de este
yacimiento (horizonte de las cerámicas peinadas o neolítico
IC), para la que se obtuvo una datación (sobre una muestra de
agregados de polen) que fecha este contexto en torno al 4500
cal BC (Torregrosa et al., 2011: 91). Los rasgos deposicionales
nos parecen interesantes, pues los fragmentos de brazalete se
asocian a diversos fragmentos cerámicos erosionados y materiales líticos de adscripción neolítica, en un contexto que se
interpreta como un desecho. Pocas indicaciones encontramos
sobre el contexto en el que se recuperaron los fragmentos en
Cova del Montgó (Xàbia) y en Cova Fosca (Ares).
Del mismo modo, no es posible establecer la relación de
estas piezas con otros ítems del registro, como tampoco entre
los diversos brazaletes en los conjuntos más numerosos. Con independencia de la utilización sepulcral puntual de Sarsa (o parte
de la cueva) señalada anteriormente, en el resto de yacimientos
la presencia de brazaletes de esquisto no puede relacionarse con
prácticas funerarias, por lo que cabe considerar que se trata de
elementos que forman parte del mundo de los vivos.
3. LOS BRAZALETES FINOS ¿UNA PRODUCCIÓN
PARA EL INTERCAMBIO?
Fig. 2. Algunos yacimientos peninsulares donde se han recuperado
brazaletes finos de esquisto: 1) Cueva de Nerja (Nerja, Málaga),
2) Cueva del Toro (Antequera, Málaga), 3) Cueva de la Carigüela
(Píñar, Granada), 4) Cueva de las Ventanas (Píñar, Granada),
5) Cueva del Agua (Prado Negro, Granada), 6) Cabecicos Negros
(Vera, Almería), 7) Cerro Virtud (Cuevas del Almanzora, Almería),
8) Sima de la Serreta (Cieza, Murcia), 9) Benàmer (Muro del Comtat,
Alicante), 10) Cova de la Sarsa (Bocairent, Valencia), 11) Cova
de l'Or (Beniarrés, Alicante), 12) Cova de les Cendres (MorairaTeulada, Alicante), 13) Cova del Montgó (Xàbia, Alicante), 14) Cova
Fosca (Ares, Castellón).
de neolitización peninsular. Atendiendo a la excepcionalidad de
su registro arqueológico, ambas cavidades se consideran lugares
de agregación en el conjunto de los Valles del Serpis. En ellas se
ha recuperado gran cantidad de ítems simbólicos y de prestigio
que van desde recipientes cerámicos con decoración simbólica,
instrumentos musicales, materiales colorantes y brazaletes de
esquisto. La presencia y exhibición de estos elementos de prestigio indica una funcionalidad de estos yacimientos que va más
allá de su uso como lugar de hábitat. El uso funerario puntual
de Cova de la Sarsa en los inicios del neolítico (García Borja et
al., 2011) no impide su utilización como espacio habitacional,
es más, incide en su especial significación social.
142
Estos objetos expresan un valor cultural compartido en un amplio territorio, como refleja el mapa anterior (fig. 2). Su peculiaridad viene dada por su propia naturaleza, por la materia prima
lítica utilizada para su fabricación que, en este caso, corresponde a rocas metamórficas (esquistos), cuyo ámbito litogénico se
localiza en otros dominios geológicos de los que afloran en el
área valenciana (Orozco, 2000), y pueden ponerse en relación
con algunos mantos y unidades de los dominios internos de las
Cordilleras Béticas (Alpujárride). Aunque estamos pendientes del análisis y comparación de las piezas arqueológicas con
muestras de campo, con certeza estas litologías de naturaleza
metamórfica no afloran en zonas cercanas a los yacimientos
valencianos considerados, y su obtención –bien de la materia
prima sin transformar o de piezas acabadas o fragmentos– se
realiza a través de un sistema de explotación indirecta, esto es,
a través de contactos e intercambios. Ello se confirma a partir
de los datos sobre explotación y transformación de este material
lítico documentados en algunos yacimientos neolíticos del SE
peninsular. El proceso de producción completo de los brazaletes finos de esquisto, identificando todos los pasos, está perfectamente documentado en el yacimiento de Cabecicos Negros
(Vera, Almería) (Goñi et al., 1999). La proximidad a la materia
prima, con numerosos afloramientos de esquisto en el entorno
cercano, es una variable que puede haber tenido importancia en
cuanto al desarrollo de estas artesanías en el yacimiento. Sin
embargo la cercanía a las fuentes de materia prima no es el úni-
[page-n-150]
Los brazaletes de esquisto: un elemento de la identidad cardial
Fig. 3. Brazaletes de esquisto fragmentados a lo largo del proceso
de fabricación, recuperados en Cabecicos Negros (Vera, Almería).
Depósito: Museo de Almería.
co factor que pudo actuar como estímulo para desarrollar una
producción especializada; en otros yacimientos próximos, como
Cerro Virtud (Cuevas del Almanzora, Almería), estos adornos
aparecen en menor número o son testimoniales.
El proceso de fabricación está perfectamente diseñado
y las piezas resultantes son altamente estandarizadas (Goñi
et al., 1999). Comienza con la selección del material, y las
primeras modificaciones consisten en el trabajo y rebaje del
contorno exterior y del grosor de la plancha de pizarra, para ir
conformando la morfología general del brazalete. El siguiente paso en la producción es, con seguridad, uno de los más
delicados: la configuración y realización de la perforación.
Es uno de los momentos que requiere mayor atención a lo
largo del proceso por las posibilidades de fractura, que implicaría el desecho del esbozo (fig. 3). Posteriormente se realiza
un trabajo de modelado y regularización de las superficies,
que se lleva a cabo aplicando un proceso de raspado, que
deja profundas estrías, apreciables a simple vista; a medida
que se va realizando este adelgazamiento se va ampliando
la perforación. Finalmente, obtenidas las dimensiones deseadas, el último paso consiste en el pulimento de las superficies
y borde exterior, lo que confiere al objeto un aspecto pulido
y un tacto suave.
También se ha podido constatar en los niveles neolíticos
de Cabecicos Negros la elaboración in situ de brazaletes de
mármol y cuentas discoidales (Goñi et al., 2001). Quizás nos
encontremos ante un taller dedicado a la confección, no solo
de brazaletes, sino de diversos elementos de adorno personal.
Tomando en consideración el volumen de los restos que se
han recuperado en este yacimiento se aprecia que su fabricación va más allá de las necesidades de un grupo doméstico y
que esta producción se destinó, al menos en parte, al intercambio con otros grupos.
4. USO Y TRANSFORMACIÓN DE UN REGISTRO
FRAGMENTADO
Estos brazaletes, como ornamentos, fueron incorporados en la
vestimenta personal. El uso de estas piezas como pulsera, que son
portadas en el antebrazo o en el brazo se reconoce claramente a
partir de su morfología y dimensiones. Aunque no puede excluirse
su utilización en las extremidades inferiores, la rigidez del material
Fig. 4. Fragmentos de brazaletes procedentes de Cova de la Sarsa
(Bocairent, Valencia), presentan perforaciones en ambos extremos
que atraviesan la pieza.
lítico frente a la movilidad de la articulación permite considerar
que su utilización como tobillera no parece adecuada, aunque esta
opción que no puede descartarse por completo.
La fragilidad de estos brazaletes es una característica que
explica –en parte– su elevada fragmentación. Ante un registro
altamente fragmentado llama la atención el elevado número de
piezas recuperadas en Or y Sarsa que presentan una o dos perforaciones. Dominan las perforaciones de sección troncocónica
sobre las de sección cónica, lo que indica la direccionalidad de
este gesto técnico.
Aunque se ha señalado que el objeto de las perforaciones
es la reparación de los brazaletes, facilitando el atado de los
segmentos por medio de algún elemento (Pascual, 1988: 160),
consideramos que existen otras posibilidades. Por un lado, puede tratarse de un intento de agrandar o ampliar el diámetro de
las piezas, en lo que podría considerarse un ‘aumento de talla';
pero también en muchos casos las perforaciones tienen como
finalidad transformar el fragmento de brazalete en colgante, realizando agujeros de suspensión (fig. 4).
Esto se aprecia de forma clara en el acondicionamiento
de uno o ambos extremos del fragmento (fig. 5), suavizando
la zona de fractura mediante un rebajado y pulido del remate
(fig. 6). Esta manipulación –posterior a la fractura– nos indica
la voluntad de conservar el objeto o una parte de él, si bien con
un cambio en el uso ornamental que ahora debe ser exhibido en
otra parte del cuerpo o de los ropajes (fig. 7). Los ornamentos
son formas culturales emotivas (provocan emociones) y memorables (provocan recuerdos), cuyo significado social y simbólico puede variar con el paso del tiempo.
Contextualmente, los adornos están estrechamente asociados con las personas y sus cuerpos, y así, inevitablemente, llegan a estar enlazados con sus prácticas sociales y relaciones, e
imbuidos de sus identidades (Skeates, 2010). Estos ornamentos,
a través del tiempo y del espacio también acumulan asociacio143
[page-n-151]
T. Orozco Köhler
Fig. 7. Posible reutilización de los brazaletes de esquisto como
colgantes, atendiendo a las perforaciones que presentan los
fragmentos.
Fig. 5. En ocasiones la transformación del fragmento en colgante
comprende el acondicionamiento de ambos extremos. Pieza
procedente de Cova de l'Or (ref. 105.357 SIP).
nes y valores diversos, en un proceso dinámico, en particular
en el curso de su circulación a través de redes de intercambio.
Estos objetos pueden evocar emociones por sus cualidades visuales y materiales.
Algunos elementos de adorno parecen más valiosos o importantes tanto por estar confeccionados con materiales restringidos o exóticos como por ser distintivos visualmente. También
el grado de modificación física de un ornamento puede incrementar ese valor; ello se puede conseguir utilizando técnicas
como perforación y pulido, alterando en diversos grados la morfología original.
Esta transformación de brazaletes en un objeto menor como
son los colgantes, encaja con la definición propuesta por K.T.
Lillios (2010) sobre la fabricación de reliquias a través de la modificación y/o miniaturización de un objeto de valor, teniendo en
cuenta que no todas las reliquias son objetos sagrados. Aunque
la autora no considera justificado separar las reliquias en una
categoría de análisis (Lillios, 1999) sí que apunta algunas consideraciones interesantes, remarcando que sirven para propiciar
el recuerdo, para invocar un pasado distante, ancestral. Estos
objetos no son accesibles de la misma manera a los miembros de
una comunidad, su posesión puede ser el reflejo de diferencias
sociales, y se mantienen en uso o circulación durante un número
de generaciones.
5. FRAGMENTACIÓN INTENCIONAL
Fig. 6. Las modificaciones que presentan algunos fragmentos de
brazalete comprenden, además de la perforación, el rebaje y pulido
del extremo. Pieza procedente de Cova de l'Or (ref. 105.387 SIP).
144
La idea de que los objetos fragmentados son resultado de la
rotura accidental o de procesos tafonómicos, es decir procesos no relacionados con intencionalidad humana, está profundamente enraizada. No obstante, algunos autores (Chapman,
2000) han cuestionado esta premisa y exploran la posibilidad
de una fragmentación deliberada y uso de los fragmentos para
el establecimiento y mantenimiento de lazos entre personas
y grupos. Sus trabajos sobre materiales del neolítico balcánico aportan ideas sugerentes: en contextos arqueológicos, la
ausencia de remontajes puede indicar que los fragmentos de
objetos “incompletos” se transportaron fuera del sitio para su
uso o su deposición en otro lugar. Sus estudios han mostrado,
a través del remontaje de cerámicas y figurillas, el grado de
movilidad de un objeto tras su desperfecto o rotura, argumentando que diversos fragmentos de materiales seleccionados
fueron utilizados en intercambios, enlazando gentes y luga-
[page-n-152]
Los brazaletes de esquisto: un elemento de la identidad cardial
res (Chapman y Gaydarska, 2007). El término que define está
práctica social es el de ‘encadenamiento'; los remontajes de
fragmentos encontrados en varios yacimientos, en ocasiones
alejados a gran distancia, se consideran ilustrativos de estas
transacciones o actividades sociales.
En el caso de los brazaletes finos en yacimientos valencianos no hemos localizado ningún remontaje entre yacimientos.
Los escasos fragmentos que remontan pertenecen a un mismo
yacimiento. Este hecho hace pensar en la posibilidad de que
no se trate únicamente de brazaletes rotos, sino de objetos incompletos. No podemos descartar la posibilidad de que estos
ornamentos llegaran a estos yacimientos y se depositaran incompletos. Podemos suponer que en ocasiones, a lo largo de la
prehistoria, los elementos intercambiados son fragmentos que
pueden –del mismo modo que un objeto completo– crear lazos
o relaciones entre personas o grupos, y transmitir el significado
simbólico de la pieza completa.
Tampoco podemos descartar la idea de que nos encontremos ante la destrucción deliberada de objetos de valor. Algunos
autores (Chapman, 2000) han señalado que la fragmentación
intencional de elementos de la cultura material puede constituir
un proceso asociado al duelo o luto. Los ornamentos sirven para
encarnar o reflejar roles y estatus, y tal vez la pérdida o desaparición de estas cualidades se plasme en la fragmentación y
amortización de brazaletes.
Un mismo objeto puede sufrir cambios en su valoración y
significado dependiendo de múltiples factores. La reutilización
y reincorporación de los brazaletes fragmentados al ornamento
personal es una forma de interactuar con el pasado.
6. ALGUNAS REFLEXIONES: LOS BRAZALETES
COMO ELEMENTOS DE MEMORIA
No podemos asumir con certeza que al romperse un brazalete acaba su utilidad y los fragmentos son amortizados. Las
partes de un objeto pueden desplazarse en el espacio y en
el tiempo desde la rotura, incluso pueden ser objeto de otra
fragmentación. Los fragmentos también traen a la memoria
el brazalete completo, pueden evocar recuerdos tanto colectivos como personales.
En el caso de los brazaletes finos de esquisto, la manipulación y acondicionamientos realizados para su transformación en
colgantes tras su fractura nos hablan del interés y la voluntad de
preservar estos ornamentos.
Las cualidades formales de la materia prima, sus caracteres visuales, textura y otros efectos juegan un papel importante
en el efecto de recordar. En este caso, el escaso grosor de los
brazaletes, el color oscuro de la roca empleada como soporte,
y el acabado pulido pueden motivar la rememoración de eventos, lugares geográficos o creencias con las que estos objetos se
asociaron. Esos recuerdos pueden jugar un papel crucial en la
formación de identidades y valores sociales compartidos.
La distribución geográfica de estas piezas es sugerente.
Un vistazo al mapa de yacimientos (fig. 2) nos muestra que
la presencia de estas piezas está ligada a buena parte de los
yacimientos en los que se ha definido el proceso de neolitización peninsular, con presencia de cerámicas impresas. Son
unas piezas que se relacionan claramente con las comunidades del ámbito mediterráneo.
También resulta interesante constatar donde no aparecen
estos objetos. En la zona catalana no encontramos brazaletes
finos de esquisto, lo que podría significar la posible existencia
de diferentes tradicionales culturales dentro del mundo cardial.
El hecho de que los conjuntos numerosos de estas piezas estén presentes en algunas cavidades peninsulares como Nerja,
Carigüela, Or o Sarsa incide en la idea del papel singular que
debieron tener estos espacios.
Aun con ciertas lagunas sobre el contexto deposicional preciso en muchos de los yacimientos, se puede afirmar que los
brazaletes de esquisto son elementos para los vivos, y no están
ligados a prácticas funerarias.
Estos ornamentos presentan cierta fragilidad y fácilmente
pueden fracturarse, perderse o ser destruidos. Se mantienen
en uso y se reutilizan durante algunas generaciones
porque tienen cierto valor para sus poseedores. En este
caso, los brazaletes finos de esquisto tienen una presencia
temporal acotada a las primeras fases del neolítico inicial,
y desaparecen del registro arqueológico valenciano en el V
milenio a.C., considerando los datos que ofrece Cova de les
Cendres (Pascual Benito, 2009). Si nos fijamos en la reciente
excavación de Benàmer (Torregrosa et al., 2011), los autores
indican que atendiendo a las características de las evidencias
que aparecen en el depósito donde se recuperó un brazalete
de esquisto y un fragmento de cerámica cardial, se trata de
objetos desechados. Este hallazgo, y la datación del contexto,
indica que en el V milenio a.C. la importancia y el aprecio
hacia estos objetos había decaído por completo. Ello puede
interpretarse como una reordenación de los valores sociales
y culturales de los grupos neolíticos, que pueden virar hacia
otros adornos, otra ideología y otros rituales.
Los adornos de materiales duraderos tienen un ciclo de producción, uso, circulación, durante el cual están asociados de
forma dinámica a lugares, grupos, personas y desplazamientos
dentro de las redes sociales. Los recuerdos asociados a estas piezas son olvidados cuando dejan de estar en uso. Los brazaletes
de esquisto no volverán a formar parte de la cultura material de
los grupos neolíticos. Su abandono o desuso indica el final de
un ciclo y una reordenación de los lazos sociales así como de
las redes y circuitos de intercambio que estuvieron en funcionamiento durante el mundo cardial. Tras este momento se configura un nuevo orden donde será necesaria una nueva identidad
social que se expresará por cauces diversos pero incorporando
otros elementos de adorno y de prestigio.
Todavía estamos lejos de conocer toda la información que
pueden aportar estos ornamentos, y son más los interrogantes
que se abren tras una breve revisión de los materiales recuperados en unos yacimientos paradigmáticos como Cova de l'Or
y Cova de la Sarsa. Este breve ensayo es un punto de partida,
a partir del cual se hace necesario profundizar en el estudio de
las colecciones, en las caracterizaciones petrológicas a fin de
confirmar o descartar procedencias, y en la cronología y temporalidad de los brazaletes, y su relación con otros apartados
del registro. Añadir el carácter nmemotécnico de unos objetos
tan singulares a la interpretación arqueológica puede ayudar a
entender su valor cultural y social.
145
[page-n-153]
T. Orozco Köhler
AGRADECIMIENTOS
No quiero dejar de agradecer las facilidades que nos ofrecieron en
el Museo Arqueológico de Granada y en el Museo de Almería para
la consulta de sus fondos. El punto de partida de este trabajo en curso ha sido el Servei d'Investigació Prehistòrica de la Diputación de
Valencia, sus colecciones, y su personal, que conoce sobradamente
mi gratitud.
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 147-158.
Unas técnicas muy neolíticas:
ranurado y abrasión para la elaboración de punzones
a partir de metapodios de ungulados
JoseP lluís PasCual Benito
reSumen
Los punzones elaborados a partir de la mitad longitudinal de metapodios de cápridos y cérvidos que conservan parte de la
epífisis como base son un tipo que posee una vigencia cronológica amplia y una gran distribución geográfica, documentándose
en casi todos los yacimientos peninsulares desde el inicio de la economía de producción hasta la Edad del Bronce, en
ocasiones en gran cantidad. En este trabajo se analizan los diversos procedimientos técnicos utilizados para la bipartición de
los metapodios y los posteriores pasos seguidos para la fabricación de este tipo de punzones, tomando como base las piezas
técnicas documentadas en los yacimientos neolíticos y calcolíticos del País Valenciano y Andalucía, y los datos obtenidos a
partir de los punzones acabados procedentes de yacimientos valencianos.
PalabraS claVe:
Neolítico, Calcolítico, País Valenciano, Andalucía, punzones, metapodios.
abSTracT
Really Neolithic techniques: grooving and abrasion for the production of awls from metapodial bones of ungulates. Awls made
from longitudinal halves of caprine and cervids metapodial bones that preserve part of their epiphysis constitute a type of tool
having a broad chronology and wide geographical distribution. In fact, they are recorded in a number of settlements of the
Iberian Peninsula from the Neolithic period up to the Bronze Age. In this work we analyse the technological sequence for the
partition of metapodial bones and the subsequent steps carried out in the production of this type of awls. We take into account
objects recovered from Neolithic and Chalcolithic sites from the Valencian country and Andalusia.
keywordS:
Neolithic, Chalcolithic, Valencian country, Andalusia, awls, metapodial bones.
En el registro arqueológico es un hecho bien documentado que a
la introducción de la economía de producción se asocia una cultura material nueva entre la que la industria ósea tiene un papel
destacado. Las primeras comunidades neolíticas fabricaron toda
una serie de implementos en materia dura animal que carecía de
precedentes entre los últimos grupos de cazadores-recolectores.
El listado de novedades resulta amplio y variado, destacando
nuevos útiles como las cucharas o las gradinas, o elementos de
adorno como los anillos.
Como suele ocurrir en las industrias óseas prehistóricas,
también durante el Neolítico el grupo de utensilios más numeroso pertenece a la familia de los apuntados. Dentro de ellos
existe un tipo que se documenta en casi todos los yacimientos,
en ocasiones en gran cantidad, el de los punzones elaborados a
partir de la mitad longitudinal de metapodios de ungulados, generalmente de talla pequeña. Sin embargo, a pesar de su importancia numérica, las evidencias sobre su fabricación son escasas
en el registro arqueológico.
En este artículo trataremos de los diversos procedimientos
técnicos utilizados para la fabricación de este tipo de punzones
en base a las piezas técnicas documentadas en los yacimien-
tos de la península Ibérica y a los datos obtenidos a partir de
los punzones acabados procedentes de yacimientos valencianos
analizados con anterioridad (Pascual Benito, 1988).
Con este trabajo queremos homenajear a Bernat Martí, maestro de los que nos dedicamos a la investigación de la Prehistoria
reciente y un autor referente para el Neolítico del Mediterráneo
occidental. Respecto al tema que nos ocupa, señalar que B. Martí, en el análisis del hueso trabajado de los sectores J de la Cova
de l'Or (Martí et al., 1980), nos ofrece interesantes observaciones sobre este tipo de punzones que van más allá de la muestra
analizada. Ya en el inventario de materiales las descripciones que
utiliza son rigurosas, señalando las partes del hueso utilizadas y,
en ocasiones, la especie, además de acompañarlas con ilustraciones que muestran dos o tres caras de los punzones, aspectos poco
habituales en el momento del estudio. En el análisis posterior,
entre otros aspectos, señala que “durante el Neolítico antiguo la
mayor parte de los punzones se fabrican sobre metapodios de
ovicápridos cortados longitudinalmente y presentan una fina
punta de sección circular” (ibíd.: 139), indica su perduración
a lo largo de todo el Neolítico –aunque son menos abundantes
conforme este avanza– y durante el Eneolítico, cuando son más
147
[page-n-155]
J. L. Pascual Benito
numerosos los punzones de tibia de conejo y los de metapodio
de ovicáprido con la caña entera y la punta biselada, poniendo
como ejemplo la Ereta del Pedregal. También hace observaciones sobre la funcionalidad de estos elementos considerando que
los “finos punzones sobre la mitad de metapodio de ovicáprido
debieron ser agujas para el cabello” (ibíd.).
1. LAS MATRICES SOBRE METAPODIO EN LA
PENÍNSULA IBÉRICA
Los metapodios con evidencias de ser matrices para la confección de punzones son escasos en el registro arqueológico
holoceno. En la península Ibérica, hasta la fecha, solo se han
documentado en dos zonas. Por una parte en el País Valenciano, donde contamos con once ejemplares procedentes de cinco
yacimientos (fig. 1), la mayor parte de los cuales ya fueron
estudiados en un trabajo anterior (Pascual Benito, 1998: 106107) y que, junto con los nuevos hallazgos, han podido ser
analizados directamente con mayor detalle, correspondiendo
seis al Neolítico antiguo y cinco al Neolítico final. Por otra
parte en Andalucía, donde el rastreo bibliográfico ha permitido
encontrar diez piezas documentadas en ocho yacimientos, cuyos datos hemos extraído de las, a veces, escuetas descripciones y de las ilustraciones de las publicaciones donde se presentan (fig. 2), dos de ellas corresponden al Neolítico antiguo, una
al Neolítico medio, una al Neolítico tardío, una al Neolítico
final, una al Calcolítico precampaniforme y cuatro a contexto
indeterminado.
Dado lo exiguo de la muestra, a continuación se describen
cada una de las matrices de punzones indicando su procedencia,
la clasificación taxonómica en los casos analizados directamente1 o en los que se indica cuando fueron publicados, las señales
antrópicas que presentan, su adscripción cronocultural y sus dimensiones en milímetros (longitud, anchura máxima y espesor
máximo).
Cova de l'Or (Beniarrés, Alicante)
- Metacarpo derecho de Ovis aries con restos de ocre en la
epífisis distal. K-35 capa 28. Inicio del Neolítico antiguo.
151x26x18 mm (fig. 1: 1).
- Metatarso derecho de Ovis aries con profundos surcos por
incisión longitudinal que recorren la totalidad de las caras dorsal y plantar. H-4 capa 6. Neolítico antiguo (Vento, 1985: fig.
13: 1). 156x23x11mm (fig. 1: 2).
- Metapodio con fina incisión longitudinal en la cara dorsal,
fragmentado en la epífisis distal. K-35 capa 23. Neolítico antiguo. 118x22x15 mm (fig. 1: 3).
- Metacarpo derecho de Ovis aries con dos facetas de abrasión
en la cara dorsal y una en la palmar. En ambas la dirección
de la abrasión es oblicua con respeto al eje longitudinal de la
pieza. Neolítico antiguo. 131x23x11,5 mm (Pascual Benito,
1998: fig. III.98: 2) (fig. 1: 5).
- Metacarpo derecho de Capra sp. con amplias facetas de abrasión en las caras dorsal y palmar. La dirección de la abrasión
es oblicua y transversal al eje longitudinal de la pieza. Fragmentado en la diáfisis a la altura del inicio de la epífisis distal.
Neolítico antiguo. 116x26x10,5 mm (Pascual Benito, 1998:
fig. III.98: 1) (fig. 1: 6).
Ereta del Pedregal (Navarrés, Valencia)
- Metacarpo izquierdo de Ovis aries que en la cara palmar
de la diáfisis presenta un surco longitudinal que es doble
en el tercio proximal por desvío de útil lítico con el que se
realizó la incisión. Fragmentado en dos trozos a la altura del
tercio distal. Sector B capa 3. Neolítico final. 140x23x15
mm (fig. 1: 7).
Niuet (l'Alqueria d'Asnar, Alicante)
- Metacarpo derecho de Ovis aries que en su cara palmar presenta un surco longitudinal irregular formado por dos incisiones más profundas y abundantes incisiones oblicuas que parten del mismo, producto del desvío de útil lítico con el que se
realizó la incisión. Foso A, estrato II, D capa 4. Neolítico final.
125x23x16 mm (Pascual Benito, 1994: fig. 5-1: 13; 1998: fig.
III.98: 3) (fig. 1: 8).
- Metacarpo izquierdo de Ovis aries con la epífisis distal
desprendida en cuyas caras dorsal y palmar presenta surcos
longitudinales. En la cara dorsal el surco está formado por
una única incisión recta, mientras que en la palmar se observan múltiples incisiones longitudinales aplicadas en ambos
sentidos a las que se suman abundantes incisiones oblicuas
menos profundas que parten del surco central producidas
por el desvío del útil lítico con el que se efectuó la incisión.
Foso A, estrato II, H-5 capa 21. Neolítico final. 120x25x16
mm (Pascual Benito, 1994: fig. 5-1: 14; 1998: fig. III.98: 4)
(fig. 1: 9).
- Mitad longitudinal de metapodio de caprino fragmentado
en ambos extremos con restos de una incisión longitudinal
profunda y otras oblicuas de menor profundidad producto del
desvío del útil de corte en el borde mejor conservado. Foso A,
estrato IV. Neolítico final. 199x10,5x6 mm (Pascual Benito,
1994: fig. 5-1: 15; 1998: fig. III.98: 5).
Fuente Flores (Requena, Valencia)
Cova de la Sarsa (Bocairent, Valencia)
- Mitad longitudinal de metacarpo derecho de Ovis aries hendido por sendas incisiones longitudinales en las caras dorsal y
palmar. Ambos bordes presentan largas estrías longitudinales,
finas y paralelas. Neolítico antiguo. 116x26x10,5 mm (fig. 1: 4).
1
Agradecemos a Alfred Sanchis la ayuda facilitada en esta tarea.
148
- “Fragmento proximal de metacarpo derecho de Cervus
elaphus con profunda incisión central” (Juan-Cabanilles y
Martínez Valle, 1989: 201). Conserva parte de la epífisis
proximal. La incisión longitudinal se realiza aprovechando el canal del surcus medularis de la cara dorsal que tras
la operación presenta sección en V, observándose en ambas
partes abundantes incisiones longitudinales, finas y paralelas. Neolítico final. M-52432. 58x30x14,5 mm (fig. 1: 10).
[page-n-156]
Unas técnicas muy neolíticas: ranurado y abrasión para la elaboración de punzones a partir de metapodios de ungulados
Fig. 1. 1-3: Cova de l'Or (Beniarrés, Alicante). 4-6: Cova de la Sarsa (Bocairent, Valencia). 7: Ereta del Pedregal (Navarrés, Valencia). 8-9:
Niuet (l'Alqueria d'Asnar, Alicante). 10: Fuente Flores (Requena, Valencia).
149
[page-n-157]
J. L. Pascual Benito
Cueva del Toro (Antequera, Málaga)
- Metatarso de Ovis aries con dos profundas acanaladuras longitudinales en la caras dorsal y palmar producidas por incisión
que han eliminado la totalidad del espesor del hueso diafisario
en gran parte de su recorrido. Procede de la Fase IV atribuida
al Neolítico antiguo. 114,6x23x10,4 (Martín, Cámalich y González, 2004: fig. 98: 5; Cámalich y Martín, 2013: Lám. 1:1;
foto: don Hilario) (fig. 2: 1).
El Malagón (Cúllar-Baza, Granada)
- “Metatarso de Ovis aries, virtualmente completo a excepción
de una pequeña fractura reciente en uno de sus lados junto a la
epífisis proximal. El hueso presenta una profunda incisión en
cada una de sus caras lo que sugiere que estaba siendo utilizado para la fabricación de objetos, muy probablemente punzones. Tales incisiones recorren la pieza en toda su longitud, y
probablemente fueron realizados con una pieza de sílex, bien
una sierra, un perforador, etc. Los bordes de dichas cisuras son
simétricos y regulares”. Procede de la cabaña F atribuida al
Calcolítico precampaniforme (Salvatierra, 1982: 129, fig. 7:
2a) (fig. 2: 2).
Cueva de los Inocentes (Priego, Córdoba)
- Mitad longitudinal de metapodio de caprino hendido. Sin
referencia estratigráfica. Pieza depositada en el Museo de
Córdoba en 1967 por el Grupo de Espeleología de Córdoba.
Atribuido al Neolítico medio, ca. 3800-3500 a.C. 130x12x6
mm (CER.es) (fig. 2: 3).
- Metapodio de caprino “seccionado parcialmente en sentido
longitudinal en ambas caras, además de haberse adelgazado
por frotación, como indican las señales que muestra en su superficie”. Procede de rebuscas clandestinas. 127x22,9x14,6
mm (Gavilán, 1987: 444, fig. 204: 31) (fig. 2: 4).
Cueva de la Murcielaguina (Priego, Córdoba)
- Metapodio de caprino con la epífisis distal desprendida que
“muestra en una de sus caras evidentes señales de abrasión”,
acción que, según el dibujo publicado, ha producido una faceta
plana y eliminado el hueso diafisario en su mitad proximal.
Procede de rebuscas superficiales. 127x21,9x11,4 mm (Gavilán, 1989: 243, fig. 130: 188) (fig. 2: 5).
Cueva de la Carigüela (Píñar, Granada)
- Metapodio de caprino con una cara totalmente plana repleta de trazos oblicuos producto de una abrasión intensa que
ha hecho desaparecer la pared ósea del extremo proximal,
mientras en el distal “se habían empezado a alisar las dos
partes de la articulación; el resto de la pieza no presenta señales de trabajo” (Salvatierra, 1980: 67; 1982: 62). Procede
del estrato VIII del corte G, atribuido por su excavador al
Bronce I inicial (Pellicer, 1964: 36, fig. 13: 5) y, posteriormente, al Neolítico tardío (Salvatierra, 1980: 67, fig. 2: 5).
132x20x17 mm (fig. 2: 6).
- Mitad longitudinal de metapodio de caprino que “conserva
ambas epífisis y con huellas indudables de haber sido cortado
en ambos laterales”. Procede de estratos del Neolítico antiguo
150
(Salvatierra, 1980: 44, fig. 1: 2). Por la morfología de la epífisis proximal que se observa en la publicación debe tratarse de
un metatarso. 139,8x18x9 mm (fig. 2: 7).
Cueva de la Ventana (Píñar, Granada)
- Metapodio de caprino “trabajado por abrasión en sus dos
caras laterales hasta obtener una lámina muy fina. Conserva
toda la anchura de la epífisis distal, habiendo sido empezada
a eliminar la proximal. Pudo obtenerse un punzón de longitud
extraordinaria o incluso dos. El medio de fabricación viene a
significar una variación y un perfeccionamiento del sistema
de abrasión frontal, con posibilidades de unirlo al de abrasión
doble” (Salvatierra, 1980: 53, fig. 6: 9). “El trabajo fue realizado mediante abrasión intensa, habiéndose eliminado prácticamente el canal medular, presentando una cara plana, mientras
la otra, exterior, presenta los bordes redondeados”. 148x8,4
mm (Salvatierra, 1982: 75, fig. 3: 1) (fig. 2: 8).
Polideportivo de Martos (Jaén)
- “Mitad longitudinal de metapodio, posiblemente de cérvido”, clasificado como “resto de manufactura”, que conserva
parte de la epífisis proximal. Se encuentra “seccionado longitudinalmente por cortes practicados en ambas caras facilitándose la escisión por el surco natural del soporte. Una de
las caras conserva las estrías de los deslizamientos laterales, e
involuntarios, del útil al iniciarse la operación”. El yacimiento
se data entre fines del IV e inicios del III milenio a.C. (Mérida,
1991-92: 127, fig. 3: 10) (fig. 2: 9).
Los Castillejos (Montefrío, Granada)
- Mitad longitudinal de metapodio de Cervus elaphus. Según
el dibujo publicado la cara interior se encuentra totalmente alisada, solo marcando ligeramente el canal medular cerca de las
epífisis. En la publicación no se indica ninguna referencia estratigráfica de la pieza (Salvatierra, 1982: 231, fig. 6.1) (fig. 2: 10).
Como se observa en la tabla 1, en la península Ibérica, aunque
existe un buen número de casos que carecen de una determinación anatómica precisa, se constata en las matrices una preferencia por los metacarpos de Ovis aries. Si bien en los punzones
acabados de algunos yacimientos como la Cova Fosca (Ares)
son los metatarsos los que dominan (Gutiérrez et al., 2014), al
igual que sucede en otras regiones extrapeninsulares como el
mediodía francés, hecho que se ha explicado por la naturaleza
del metatarso respecto al metacarpo: más largo, redondo y fino,
y con el surco anatómico más profundo, por lo que se dejaría
serrar con mayor facilidad (Choi, 1999: 70).
Tabla 1. Materia prima de las matrices de punzones de la península
Ibérica.
Metapodio
Metatarso
Metacarpo
3
6
1
Total
1
Ovis aries
Capra sp.
Caprino
Cervus elaphus
7
2
9
4
8
21
1
Total
9
1
8
3
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Unas técnicas muy neolíticas: ranurado y abrasión para la elaboración de punzones a partir de metapodios de ungulados
Fig. 2. 1: Cueva del Toro (Antequera, Málaga) (dibujo: Martín, Cámalich y González, 2004: fig. 98: 5; Cámalich y Martín, 2013: lám. 1:1.
Fotografía: don Hilario). 2: El Malagón (Cúllar-Baza, Granada) (Salvatierra, 1982: fig. 7: 2). 3-4: Cueva de los Inocentes (Priego, Córdoba)
(CER.es. Fotografía: Valme Rodríguez Escudero; Gavilán, 1987: fig. 204: 31). 5: Cueva de la Murcielaguina (Priego, Córdoba) (Gavilán,
1987: fig. 130: 188). 6-7: Cueva de la Carigüela (Píñar, Granada) (Salvatierra, 1980: fig. 1: 2 y 2: 5). 8: Cueva de la Ventana (Píñar,
Granada) (Salvarierra, 1980: 53, fig. 6: 9). 9: Polideportivo de Martos (Jaén) (Mérida, 1991-92: fig. 3: 10). 10: Los Castillejos (Montefrío,
Granada) (Salvatierra, 1982: fig. 6.1).
Respecto a la especie mayoritaria, Ovis aries, encuentra su
explicación en su mayor presencia entre los restos de fauna, por
tanto en su mayor disponibilidad. Así ocurre por ejemplo en la
fauna de la Cova de l'Or, donde los restos de ovicaprinos suponen el 56,2% del total y, entre los que se ha podido discriminar
la especie, el 87,6% corresponden a ovejas (Pérez Ripoll, 1980).
Si atendemos a los punzones acabados, encontramos resultados similares. El estudio de un conjunto de 188 piezas de
hueso trabajado de las excavaciones antiguas de la Cova de
l'Or concluía que, del total, el 22% correspondía a huesos de
Capra/Ovis y el 23,7% de Ovis aries, y que los metapodios
eran los huesos del esqueleto más empleados para la confec151
[page-n-159]
J. L. Pascual Benito
ción de punzones, ya que comprendían el 70% del total de
utensilios de cabra/oveja y el 42% del total de las especies
(Pérez Ripoll, 1980: 250-51).
Posteriormente, el análisis de 411 punzones sobre metapodio hendido procedentes de yacimientos neolíticos valencianos reveló un amplio predominio de los metapodios de
rumiantes de pequeña talla sobre los de gran talla, el 92,2 %
pertenecían a ovicaprinos, entre los que se identificaron Ovis
aries, Capra hircus y, en algún caso, Capreolus capreolus, y
el 6,2% a ungulados de gran talla, de los que el 3,4% eran de
Cervus elaphus, el 0,5% de Equus sp. y el 2,4% de gran mamífero indeterminado, mientras que el 1,5% correspondía a
indeterminados. Los metapodios de ovicaprinos eran seleccionados mayoritariamente entre individuos de más de tres años
de edad con el fin de que la polea articular de la epífisis distal
del hueso se encontrara ya soldada, cosa que sucedía en el
86,5% de los casos (Pascual Benito, 1998).
En cuanto a las dimensiones de estas matrices (tabla 2) se
corresponden a las medidas anatómicas de los metapodios. Únicamente en un par de ejemplares el espesor varía a lo largo de
todo el hueso, siendo menor que en estado natural al haber sido
adelgazados por abrasión.
Tabla 2. Dimensiones en milímetros de las matrices de punzones de
yacimientos valencianos.
Máxima
Mínima
Media
156
120
134,4
Ancho distal
26
8,5
20,3
Espesor distal
16
4,5
12,4
Ancho medial
16
11
12,5
Espesor medial
11
5,5
9,8
Ancho proximal
25
10,5
20,9
Espesor proximal
15
6
12,1
Longitud total
2. LA FABRICACIÓN DE PUNZONES A PARTIR DE
METAPODIOS
2.1. el SeccIonado longITudInal de loS meTaPodIoS
La abrasión, el ranurado longitudinal, la mezcla de ambas técnicas o la percusión se aplican sobre huesos largos, generalmente metapodios, con el objeto de dividirlos en dos mitades
simétricas que permiten la obtención de dos o cuatro útiles.
La efectividad de estas técnicas ha sido constatada mediante las diversas reconstrucciones experimentales realizadas
por varios investigadores, sobre todo a partir de metapodios
de pequeños rumiantes, caprinos sobre todo (Poplin, 1974;
Camps-Fabrer y d'Anna, 1977; Murray, 1979) y también sobre metapodios de grandes rumiantes, ciervo (Mihail y Provenzano, 2014) o caballo (Choyke y Tóth, 2013).
La observación de las huellas que presentan los metapodios
anteriormente descritos muestran que se emplearon diversos
procedimientos técnicos para el seccionado longitudinal de los
mismos, los cuales en ocasiones coexistieron en el mismo yacimiento, y que pasamos a describir a continuación.
152
2.1.1. Ranurado longitudinal
Consiste en practicar una incisión longitudinal sobre una o las
dos caras de los metapodios –dorsal y palmar– con un instrumento de piedra tallada mediante repetidas incisiones que producen un amplio surco, aprovechando el canal medular anatómico (surcus medularis) de estos huesos.
Resultado de esta operación es una profunda ranura longitudinal o surco de sección en V que recorre todo el hueso hasta
ambas epífisis, la cual muestra en sus caras múltiples estrías paralelas, finas y poco profundas orientadas longitudinalmente. En
algunas ocasiones se pueden observar a los lados del surco, incisiones paralelas o ligeramente inclinadas con respecto al canal
medular, y otras más desviadas o líneas de fuga que se producen
al salir el instrumento lítico del surco principal (Pascual Benito,
1998: fig. III.98: 3-5).
El procedimiento de ranurado longitudinal se constata en
once de los casos analizados, pudiéndose localizar sobre una
o sobre las dos facetas del metapodio: siete en las caras dorsal
y palmar (Or, Sarsa, Niuet, Carigüela, Toro, Inocentes y Malagón), tres sólo en la cara dorsal (Or, Niuet, Fuente Flores) o uno
sólo en la cara palmar (Ereta).
Cuatro de los ejemplares analizados son mitades longitudinales del metapodio que, en ambos bordes, muestran restos de
una de las facetas de la ranura longitudinal (Sarsa, Niuet, Carigüela e Inocentes).
La separación definitiva de las dos mitades longitudinales
de los metapodios se consigue cuando el surco del ranurado ha
alcanzado la profundidad adecuada. Dos técnicas pueden ser
empleadas: la flexión y la percusión indirecta con la ayuda de
un instrumento biselado (¿cinceles de hueso?) colocado en el
caso de ranurado longitudinal a la altura del canal interóseo distal, práctica que, en algunos casos ha quedado reflejada en una
muesca presente en los bordes del fuste cerca de la epífisis, visible aún en algunos punzones acabados, como se puede observar
en piezas de Or y Sarsa (fig. 4: 1, 11 y 12). Una vez separadas
las dos mitades, cada uno de los bordes que se situaban por debajo del surco muestran una superficie irregular que contrasta
con la de la faceta del corte mucho más suave y repleta finas
trazas longitudinales y paralelas (fig. 4: 2 y 3).
2.1.2. Abrasión
Consiste en el adelgazamiento de la superficie dorsal y/o palmar
del metapodio mediante abrasión. Se efectúa frotando el metapodio sobre una superficie lisa de piedra abrasiva, acción que produce en el hueso una faceta plana repleta de abundantes estrías paralelas, cuyo espesor varía en función del grano abrasivo empleado.
En las piezas estudiadas la abrasión afecta a las dos caras,
dorsal y palmar, en tres ocasiones (2 en Sarsa, Ventana) o a una
sola cara en dos casos (Carigüela y Murcielaguina).
Se constatan al menos dos métodos de abrasión en función
del tamaño de la superficie en que se aplica: sobre la totalidad
de la superficie o sobre parte de la misma. En el primer caso
se encuentran dos piezas de Sarsa con las facetas abrasionadas
planas, una presenta una amplia faceta alisada en cada cara mediante abrasión transversal, las cuales son paralelas entre sí (fig.
1: 6), y la otra tiene dos estrechas facetas alisadas en la cara dorsal que dejan una arista central y otra en la cara palmar, separada
por el canal medular (fig. 1: 5).
[page-n-160]
Unas técnicas muy neolíticas: ranurado y abrasión para la elaboración de punzones a partir de metapodios de ungulados
sidad en el tercio proximal. El resultado es el adelgazamiento
de la epífisis proximal hasta el punto que ha provocado sendas
perforaciones, mientras que la epífisis distal se ha conservado
completa (fig. 2: 4).
La otra pieza donde se combinan la abrasión y el ranurado
es un punzón del silo 6 de Niuet, el cual presenta abrasión total
sobre una faceta, dejando la superficie plana, y dos profundas
incisiones longitudinales en el centro de la diáfisis de la faceta
opuesta, por lo que posiblemente estaba preparado para proceder a la bipartición del metapodio antes de decidir dejarlo entero
(Pascual Benito, 1994: Fig 5.1: 6).
2.1.4. Percusión indirecta
Fig. 3. Punzón sobre metapodio de Cervus elaphus. Cova de l'Or.
Una variante de este procedimiento la encontramos en un
metapodio de Ventana, el cual presenta un tipo de abrasión peculiar. Se efectuó abrasión por ambas caras con diferente intensidad. En una de ellas afectó a la zona medio proximal del
hueso, mientras que en la otra afectó a la totalidad, habiendo
eliminado en un extremo la mitad transversal de los cóndilos
de la epífisis distal mientras que en el otro se conserva una
pequeña porción de la epífisis proximal, quedando la diáfisis
de sección plana en gran parte de su recorrido (fig. 2: 8). “La
ausencia de productos acabados que hayan podido ser obtenidos con esta peculiar técnica impide conocer el resultado de la
operación, si bien podría haberse destinado para confeccionar
un alfiler o varilla con una cabeza formada por la epífisis distal seccionada” (Salvatierra, 1980: 53). En Or existe un punzón sobre metapodio de ciervo que conserva la epífisis distal y
que fue fabricado mediante la abrasión de un solo lateral pero
afectando suavemente los cóndilos articulares (Pascual Benito,
1998: fig. III.17: 1) (fig. 3) y que, a diferencia del caso andaluz, resulta una pieza de gran robustez. En este caso, como en
otros constatados sobre metapodio de ovicaprino, la abrasión
se efectúa con una orientación oblicua respecto al hueso y no se
busca la bipartición del mismo, sino la fabricación de un único
punzón que tiene como base la epífisis distal completa aunque
afectada por abrasión en una cara.
2.1.3. Ranurado longitudinal más abrasión
En un par de ocasiones se constata el empleo de un procedimiento que combina dos técnicas, con ranurado longitudinal y
abrasión en la misma pieza. Un metapodio de Inocentes presenta sendas ranuras longitudinales en las caras dorsal y palmar de
la diáfisis que han afectado en su totalidad al espesor del hueso
diafisario en su parte central. Con posterioridad se efectuó una
abrasión en ambas caras. En una cara la abrasión es regular en
toda la diáfisis, mientras que la cara opuesta muestra más inten-
Existe además otro procedimiento más sencillo que no requiere
la preparación previa del metapodio para conseguir la preforma
de un punzón que conserve en su base la media diáfisis distal,
de la que no hemos encontrado matrices y que resulta difícil
observarlo en los punzones acabados toda vez que los posteriores pasos han borrado las trazas de esta operación. Se trata
de la obtención de un fragmento longitudinal de la parte distal
de metapodio por medio de percusión indirecta con la ayuda de
un cincel o cuña. En las reconstrucciones experimentales se ha
efectuado de dos maneras. Por una parte con el hueso en posición vertical, golpeando sobre la hendidura natural que presenta
la epífisis distal entre los dos cóndilos. Por otra, con el hueso en
posición horizontal, percutiendo sobre la parte distal de la diáfisis (Camps-Fabrer y d'Anna, 1977: figs. 2 y 3; Stordeur-Yedit,
1999). En ambos casos se obtiene una preforma más corta que
con los procedimientos de ranurado o abrasión.
2.2. el FaceTado de loS PunzoneS
Resulta difícil averiguar, en la mayor parte de los casos, el
procedimiento técnico utilizado para la obtención de un metapodio hendido, toda vez que por lo general las posteriores operaciones de regularización de la pieza han borrado las señales
que permiten reconocerlos. Solo en contadas ocasiones se han
conservado señales que evidencian el modo de obtención. Así,
en algunos punzones realizados mediante ranurado aún visibles los restos de las incisiones longitudinales (fig. 4: 4-6, 8
y 9) o las incisiones de fuga (fig. 4: 12), mientras que en los
obtenidos mediante abrasión, los bordes de algunos punzones
presentan una o las dos caras laterales de los cóndilos regularizados por abrasión (fig. 5).
Sea cual fuere la técnica utilizada, una vez obtenida la
mitad longitudinal del metapodio se observan diversos pasos
para la elaboración de las piezas acabadas, según se deduce
del análisis de cuatro centenares de punzones procedentes de
yacimientos valencianos desde el Neolítico antiguo a la Edad
del Bronce (Pascual Benito, 1998) y de las reconstrucciones
experimentales citadas.
Paso 1. Tras la bipartición longitudinal del metapodio, cada
una de las dos mitades pudo fragmentarse transversalmente a una
altura determinada, en función de la longitud buscada para los
punzones. Si se buscaba un punzón largo de cada mitad, una de
las epífisis era eliminada por percusión o flexión, consiguiendo de
ella un único punzón (fig. 4: 1), mientras que si se querían punzones más cortos, se fracturaba por la zona medial de la diáfisis,
con lo que se podían confeccionar dos punzones de cada mitad.
153
[page-n-161]
J. L. Pascual Benito
Fig. 4. Punzones sobre mitades longitudinales de metapodio de caprino obtenidos por ranurado longitudinal. Cova de la Sarsa: 1, 6-8, 11,
14 y 18. Cova de l'Or: 2-5, 9, 10, 12, 13, 15-17.
154
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Unas técnicas muy neolíticas: ranurado y abrasión para la elaboración de punzones a partir de metapodios de ungulados
Fig. 5. Punzones sobre mitades longitudinales de metapodio de
caprino obtenidos por abrasión. Cova de la Sarsa: 1 y 4. Cova de
l'Or: 2, 3, 5 y 6.
En los punzones localizados en yacimientos valencianos, se
constata la preferencia de conservar la media epífisis distal, un
86,8% del total de los mismos, de los cuales un 86,5% poseen
la media polea articular entera y un 13,5% presentan la polea
articular desprendida (fig. 4: 16 y 17), mientras en el 13,2% de
los casos es la epífisis proximal la conservada (fig. 4: 18).
Paso 2. Regularización de los bordes de la fractura y confección de la punta mediante raspado con útil de sílex y con
abrasión. Generalmente esta operación se realiza sobre toda la
superficie interior del hueso, excepto en algunos ejemplares en
los que quedan restos del inicio de la otra polea articular. Se produce mediante abrasión unifacial que, en muchos casos, elimina
los restos del canal medular. La punta se obtiene de la misma
forma pero modificando la inclinación de plano de abrasión en
todo el perímetro distal. En un par punzones (uno de Or y otro
de Cendres) se observan incisiones transversales en los bordes
producidas por el filo de un útil de piedra tallada, para ayudar a
su adelgazamiento (fig. 4: 7).
El extremo distal apuntado, generalmente se presenta con
los bordes rectilíneos que convergen progresivamente hasta
formar una punta afilada (93,4%), si bien existen además algunas puntas con forma destacada (3,6%), ojival (1,5%), biselada
(1%) y roma (0,5%).
Por su parte, la zona medial o fuste presenta los bordes paralelos (66,6%), convergentes (27,7%) y bicóncavos (5,7%). Según el grado de elaboración del fuste, el 54,6% de los punzones
tienen el canal medular presente, de sección cóncavo-convexa
marcada, mientras en el 45,4% el canal medular fue alisado, presentando diversas secciones: cóncavo-convexa suave (24,8%),
plano-convexa (6,8%), oval (7%), plana (3,9%), rectangular
(1,9%), plano-cóncava (0,5%) o circular (0,5%).
Paso 3. En algunos punzones se observa la regularización
de la media epífisis conservada. Si bien en la mayor parte de
los casos (76,2%) se conserva en su estado natural, algunos
de ellos (el 4,4%) presentan además un abultamiento parte de
la otra polea articular (fig. 4: 1, 11-13), en el 23,8% de punzones la epífisis se encuentra alisada. De los punzones con la
epífisis modificada, en el 69,6% el alisado se efectúa generalmente sobre los bordes laterales de la polea articular por
medio de dos facetas planas, testigo de la técnica empleada
para el tratamiento del metapodio fue la abrasión (fig. 5). En
el resto se produce una importante transformación y la abrasión afecta también a las otras partes del cóndilo, dando lugar a diferentes secciones: rectangular (16,5%), oval (6,3%),
trapezoidal (3,8%) o plana (3,8%), y a diversas morfologías
de la base: recta (71,4%), convexa (20%), ojival (2,9%) y
hendida (5,7%).
Paso 4. En tres punzones se observan algunas particularidades, consistentes en acanaladuras en la zona distal o proximal.
Un ejemplar de Or presenta una acanaladura transversal perimetral a escasa distancia de la punta (fig. 4: 9), un fragmento
distal de Sarsa conserva cuatro profundas incisiones transversales cortas en un borde del extremo distal y un ejemplar de Ereta
presenta una marcada acanaladura perimetral entre la epífisis y
el inicio de la diáfisis.
Paso 5. La última operación es el pulido total en la mayor
parte de los ejemplares, para lo cual se emplearía una muela
durmiente de arenisca de grano fino. Este tipo de abrasión produce una superficie alisada muy uniforme que, observada a gran
aumento, se encuentra cubierta de multitud grupos de microestrías muy juntas y paralelas, de profundidad y anchura semejante que se entrecruzan entre sí.
3. PECULIARIDADES REGIONALES Y CRONOLOGÍA
Los punzones fabricados a partir de metapodios hendidos tienen amplia vigencia cronológica y gran distribución geográfica.
Constituyen un tipo que, realizado sobre metapodios de mamíferos salvajes, aparece de forma esporádica desde el Paleolítico
superior y que, sobre metapodios de ovicaprinos, es un objeto
corriente en prácticamente todas las regiones europeas a partir
155
[page-n-163]
J. L. Pascual Benito
de la domesticación de estos animales, desarrollándose durante
el Neolítico y perdurando en algunos lugares hasta época romana (Camps-Fabrer et al., 1990a).
En el País Valenciano este tipo de punzones se documentan tanto en contextos de habitación como funerarios desde el
inicio del Neolítico hasta el inicio de la Edad del Bronce (Pascual Benito, 1998). Son cuantitativamente importantes en las
industrias óseas del Neolítico antiguo, momento en el que se
encuentran presentes en prácticamente todos los yacimientos,
alcanzando por lo general los porcentajes más altos del utillaje
óseo, un 39,30% como media, aunque en algunos yacimientos
como Cova de la Sarsa alcanzan el 50,8%, descendiendo al
32,4% en el Neolítico medio. Constituye un tipo muy variado
en cuanto a dimensiones, grado de elaboración y señales de
uso, por lo que engloba elementos de pueden haber tenido una
funcionalidad muy diversa. Más de las dos terceras partes de
estos punzones coinciden en su morfometría y cuidado acabado final, por lo que pueden haberse utilizado también para funciones ajenas a las de un útil apuntado, como la de servir como
alfileres para el cabello o como elemento de sujeción, teniendo
en cuenta el lustre que aún conservan algunos ejemplares en
su parte medial.
Durante el Neolítico final, si bien los punzones realizados
sobre metapodio hendido siguen teniendo una presencia generalizada en algunos yacimientos y se encuentran bien representados, 5,6% en contexto de hábitat y 16,5% en enterramientos
del total de la industria ósea, serán los punzones sobre tibia de
lepórido los que dominen el conjunto, representando la tercera
parte del utillaje óseo. Los punzones sobre metapodio alisado de
ovicaprino de mayor longitud corresponden a contextos funerarios de este horizonte, así como el empleo de metapodio hendido de cérvido en sendos ejemplares de las cuevas de Pastora y
Llometes (Pascual Benito, 1998: fig. III.21).
A partir del Calcolítico campaniforme el descenso de los
punzones sobre metapodio hendido de ovicaprino se hace más
patente, suponiendo tan solo el 5% del total de la industria ósea
y desapareciendo en contextos funerarios. Pasan a ocupar el tercer lugar entre los punzones, dominando ahora los realizados
sobre diáfisis indeterminadas hendidas, seguidos de los totalmente facetados.
Durante la Edad del Bronce desaparecen estos punzones
y solo se documentan de forma anecdótica en escasos yacimientos y siempre en un número muy reducido de ejemplares
(López Padilla, 2011: 367).
Un comportamiento similar al del territorio valenciano se
observa en Andalucía oriental. Así, en la provincia de Granada,
los punzones sobre metapodio hendido son totalmente mayoritarios durante el Neolítico, descendiendo su producción en
época precampaniforme para desaparecer durante las fases del
Campaniforme y Bronce pleno (Salvatierra, 1982: 233). Igual
ocurre con los punzones sobre metapodio de ovicaprino obtenidos mediante la abrasión de una de sus caras que afecta a la epífisis distal, la cual se conserva completa pero abrasionada. Este
tipo de punzones son menos frecuentes que los anteriores como
se observa en la cuenca de Vera (Maicas, 2007: 139), salvo en
algunos conjuntos como el de la cueva de Carigüela de Píñar,
donde se encuentran estratificados en los niveles pertenecientes
al Neolítico medio, tardío y final (Salvatierra, 1980), o en el
Polideportivo de Martos, donde se seleccionan para ello los me156
tacarpos y representan casi la mitad del total de los metapodios
trabajados, siendo el soporte de industria ósea más abundante
(Mérida, 1991-92).
En Catalunya, durante el Neolítico antiguo existe gran variedad de punzones realizados a partir de metapodios de grandes y
pequeños rumiantes que conservan la epífisis distal o proximal,
con empleo de las técnicas de ranurado y de abrasión para su bipartición y ejemplares muy estandarizados de fuste fino y sección
rectangular, como se observa en el poblado de La Draga (Banyoles) (Rueda, 2000; Legrand-Pineau, 2011). Durante el Neolítico
medio, en contextos funerarios de la Cultura de los Sepulcros de
Fosa, son extraordinariamente abundantes los punzones de gran
tamaño obtenidos a partir de mitades longitudinales de metapodios de ovicaprinos y cérvidos mediante ranurado y que generalmente conservan la epífisis distal, existiendo algunas zonas como
la comarca de Solsona donde más abundan, en especial los que
superan una longitud de 190 mm fabricados a partir de metapodios de ciervo, clasificados como “puñales” y considerados como
característicos de esta cultura (Muñoz, 1965: 283). Así mismo son
los punzones más numerosos localizados en contextos no funerarios, como sucede en la minas de Gavà (Estrada, Borrell y Nadal,
2009). En el Valle del Ebro este tipo de punzones, denominados
allí de base articular, se constatan a partir del Neolítico antiguo en
el Prepirineo aragonés, pero es durante el Neolítico medio y final
cuando son más frecuentes, realizados generalmente en metapodios de ovicaprinos (Rodanés, 1987: 189).
En contextos extrapeninsulares los punzones realizados mediante la técnica de ranurado longitudinal son los que mayor
extensión geográfica y cronológica poseen, siendo comunes
en prácticamente todas las regiones europeas (Camps-Fabrer,
1990a), mientras que los confeccionados mediante abrasión son
más esporádicos y se documentan básicamente durante el Neolítico (Camps-Fabrer, 1990b). Para estos últimos se ha distinguido el uso de tres métodos de fabricación distintivos en los que
se emplea la abrasión. El más extendido es el de solo abrasión,
ampliamente difundido durante el Neolítico antiguo en Bulgaria,
Grecia, Europa continental y Cerdeña, estando presente también
en periodos neolíticos posteriores (culturas de Cortaillod en Suiza, Lagozza en Italia, Chassey en Francia y Calcolítico en Bulgaria). De menor extensión geográfica y cronológica son los otros
dos procedimientos técnicos, considerados como adaptaciones
locales, una con aserrado primero y posterior abrasión, utilizada
sobre todo en el Neolítico final de Bulgaria y sur de Europa occidental (Chassey), y otra en la que el orden se invierte con abrasión
primero y posterior aserrado, un método específico de la esfera
Cortaillod (Sidéra, 2005: 85, fig. 7).
En el Rubané de la Cuenca de París y en la Alta Alsacia la
presencia de punzones sobre metapodio “a flancs plats” –terminologia empleada por I. Sidéra (2008) para los punzones fabricados por abrasión–, de brazaletes de Glycymeris y de conchas
Columbella rustica perforadas se ha interpretado como producto de relaciones con el Cardial mediterráneo a partir del 5100
A.C. (Sidéra, 2010).
Como ocurre en algunos yacimientos valencianos, existen
lugares donde los metapodios de pequeños rumiantes alcanzan
notables proporciones dentro de la industria ósea, como por
ejemplo en los niveles del Neolítico antiguo del yacimiento búlgaro de Kovacevo, donde suponen el 25% de los útiles apuntados (Sidéra, 1998: 222).
[page-n-164]
Unas técnicas muy neolíticas: ranurado y abrasión para la elaboración de punzones a partir de metapodios de ungulados
En definitiva, los punzones fabricados a partir de la bipartición de metapodios de pequeños rumiantes se encuentran presentes en todas las regiones mediterráneas, desde el Próximo
Oriente hasta la península Ibérica desde los inicios de la economía de producción, perdurando hasta la Edad del Bronce, momento en que se constatan en escasos lugares. Podemos concluir
por tanto que este tipo de punzones constituyen un elemento
material característico de la industria ósea neolítica que, al contrario de otros productos óseos como las cucharas y los anillos,
se confeccionan en todos los lugares de forma similar, perdurando más de tres milenios sin que se produzcan cambios notables
en los procedimientos técnicos de fábrica.
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Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 159-180.
Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur
de la península ibérica. Reflexiones sobre algunos modelos
interpretativos desde los inicios del siglo XXI
JaVieR CaRRasCo Rus, antonio MoRgado
y FRanCisCo MaRtínez-seVilla
reSumen
Las recientes investigaciones del Neolítico andaluz en los inicios del siglo XXI están incidiendo sobre sus orígenes y
posteriores desarrollos. Consideramos necesaria una reflexión al respecto, valorando las líneas interpretativas generadas desde
el siglo precedente y cómo están afectando a los nuevos planteamientos. Varios son los modelos que con mayor o menor
éxito han sido formulados. Desde esta perspectiva, intentaremos reflexionar sobre algunos de ellos, con especial atención al
recientemente propuesto de la reactualización de la llamada “Cultura de las Cuevas” y “Cultura de la cerámicas impresasalmagras” a partir de la secuencia de Cueva de Nerja, con su posible incidencia en otros ámbitos geográficos, especialmente de
Andalucía Oriental. Asimismo, puntualizamos sobre la actual dispersión de “lo cardial” en el ámbito andaluz y sus apariciones
en cuevas sepulcrales y asentamientos. De igual forma, abundaremos sobre la problemática de estos enclaves y sus conjuntos
arqueológicos, generalmente vinculados a tradiciones diferenciadas y ámbitos geográficos concretos. En definitiva, breves
reflexiones sobre el Neolítico andaluz que nos han permitido sumarnos al muy merecido homenaje de nuestro querido amigo
y colega Bernardo Martí.
PalabraS claVe:
Neolítico Antiguo, Andalucía, cerámica cardial, Cultura de las Cuevas.
abSTracT
Settlement and development of neolithic groups in the south of the Iberian Peninsula. Reflections on some interpretive models
since the beginning of the 21st century. The 21st century research on the Neolithic in Andalusia has focused on its origin and
development. In this paper we consider several theoretical approaches by assessing the different interpretative lines of the
previous century and how these inform current thinking. Several models have been formulated with varying degrees of success
and here we reflect on some of these approaches, with special attention to the reactualized model of the “Culture of the Caves”
and the “Culture of the imprinted and almagras ceramics”, which emerged from the sequence of the “Cueva de Nerja”, and
evaluate their possible impact on other geographical areas such as eastern Andalucia. Furthermore, we will look at the current
dispersion of the cardial pottery in the Andalucia area and its appearances on burial caves and settlements. We also analyse the
problematic of archaeological sites and their archaeological remains linked to different traditions and specific geographical
areas. We conclude with some brief reflections on the Andalucia Neolithic which allow us to pay tribute to our dear friend and
colleague Bernardo Martí.
keywordS:
Early Neolithic, Andalucía, cardial pottery, Culture of the Caves.
1. LA INVESTIGACIÓN DEL NEOLÍTICO EN
ANDALUCÍA EN EL SIGLO XX. UNA PRIMERA
VALORACIÓN
Alguno de nosotros hemos explicitado que la investigación
sobre el Neolítico andaluz ha estado, en los últimos años, condicionada por un modelo interpretativo discutible (Carrasco
y Pachón, 2009; Carrasco et al., 2009, 2010a, 2010b, 2011a,
2011c, 2012, 2014). Este modelo tiene dos pilares básicos. Por
un lado, su estructura evolutiva de sucesión sociocultural sustentada desde la aparente coherencia sedimentaria de las “ocupaciones” de cuevas equiparada a rango cultural. Los restos
arqueológicos existentes en estos particulares lugares se han
elevado a la categoría de “cultura” sin pasar por un adecuado
planteamiento sobre qué representan estos contextos. En segundo lugar, la caracterización cultural y los cambios de este
Neolítico han sido realizados desde el análisis tipológico (formal y descriptivo) de las cerámicas procedentes de estos contextos geoarqueológicos. Todo ello al margen de una falta de
cuestionamiento y autocrítica, por parte de los investigadores,
entre los cuales en un primer momento nos incluimos, sobre
la naturaleza conductual del uso de los sistemas cavernarios
en el Neolítico y los procesos postdeposicionales, naturales
o antrópicos, que permitieron la formación de estos registros.
159
[page-n-167]
J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
Por tanto, las reflexiones mantenidas en este artículo abordan el debate sobre la dimensión de la caracterización cultural
de los primeros agricultores y ganaderos del sur de Iberia. Para
ello debemos partir de la crítica a los planteamientos mantenidos hasta la fecha, excesivamente normativistas, aunque extrañamente siguen funcionando. No obstante, consideramos que
son necesarias unas primeras líneas historiográficas para la mejor comprensión del problema aquí planteado.
En principio, tendríamos que incidir sobre la hipótesis de
trabajo emitida a partir de los años veinte del siglo pasado por P.
Bosch Gimpera, de gran trascendencia y reiteración en el tiempo, en su momento inimaginable para este investigador. Así,
en su “Arqueología Prerromana Hispánica” (Bosch Gimpera,
1920), expuesta como apéndice a la “Hispania” de Schulten,
sistematizaba el Neolítico peninsular. Trabajo en el que distinguía durante este largo periodo de la Prehistoria Reciente,
cuatro grandes círculos culturales en la península, entre los
cuales destacaba la “Cultura Central o de las Cuevas”, donde
incluía Andalucía, caracterizada por el asentamiento en cueva y
la cerámica decorada. En consecutivas investigaciones (Bosch
Gimpera, 1945, 1954, etc.) siguió manteniendo su hipótesis, con
alguna nueva caracterización, como la relación de estos asentamientos en cueva y los abrigos con arte esquemático. Posteriores investigadores como L. Pericot, M. Martínez Santa-Olalla,
J. San Valero, entre otros, aceptaron este modelo, aunque con
algunas matizaciones sobre sus orígenes, sin que variara sustancialmente el trasfondo cultural.
Los trabajos más recientes del citado investigador (Bosch,
1956) introdujeron algunos cambios terminológicos. Así, sustituyó la denominación de “Cultura de las Cuevas”, que daba
nombre al círculo que nos interesa, por el de “Cultura de las
Cuevas con Cerámica Decorada”. Terminología que se ha seguido utilizando hasta el momento presente, en su tiempo considerada por M. Tarradell (1960) como “la mejor y la más apropiada de todas las dadas hasta el momento”, matizando que la
vida en cuevas y la cerámica decorada son las dos características más importantes de este Neolítico. Este autor establecía cuatro grupos culturales: Cataluña, Levante, Andalucía y Portugal,
precisando que no todos tenían una similar caracterización, pues
existían ciertos atributos formales que los singularizaba, como
por ejemplo la cerámica cardial, aparentemente ausente en el
grupo andaluz y el asentamiento en poblados, solo reconocido
en el área levantina. Sin entrar en el debate sobre este modelo,
por el tiempo en que se realizó, consideramos la escasa validez
de su aplicación para la comprensión del poblamiento de las
comunidades del Neolítico, al menos en Andalucía. Al respecto,
podemos apuntar que no sólo se puede constatar la formalidad
de las cerámicas decoradas en contextos cavernarios, aunque
nunca se llegó a establecer el verdadero alcance de la funcionalidad conductual de su aparición en estos lugares, obviando
la asociación de estos conjuntos con las inhumaciones en ellas
realizadas. Ello plantea una nueva problemática vinculada al reconocimiento de los asentamientos al aire libre y sus modos de
vida, más de tipo agrícola que la tradicionalmente considerada
de comunidades pastoriles, deducidas de estos supuestos “hábitats cavernarios”.
En esta dinámica historiográfica, a finales de los años cuarenta tuvieron lugar las excavaciones de Bernabò Brea en Arene Candide de la Liguria italiana (1946 y 1956), que marcarán
160
un hito en el estudio del Neolítico mediterráneo, especialmente
para la estructuración de los conjuntos arqueológicos conocidos
procedentes de cuevas. Se establecía sobre su secuencia estratigrafíca una nueva periodización en Antiguo, Medio y Superior,
con contenidos específicos que anteriormente habían sido considerados en bloque. Ahora se definió un horizonte Neolítico
antiguo, caracterizado en todo el Mediterráneo occidental por la
“ineludible” presencia de la cerámica impresa cardial. La estratigrafía obtenida de esta cueva italiana influyó de forma decisiva
en los trabajos de excavación realizados en la Cueva de Carigüela de Píñar (Granada) y en su posterior sistematización (Pellicer, 1964), que constituiría el segundo parámetro que enunciábamos. Aquí se describe una gran secuencia de asentamiento,
a pesar de la homogeneidad de sus estratos sedimentarios, gran
cantidad de restos óseos humanos exhumados (no bien documentados en toda la sucesión estratigráfica) y la irregular evolución de sus registros arqueográficos basados en la cerámica y
las concepciones tipológicas de la época. Esto último permitió
subdividir toda la secuencia en diferentes fases evolutivas, siguiendo modelos alóctonos.
En resumen, sin entrar en descripciones tipológicas o de
otro tipo que no vienen al caso en este lugar, consideramos globalmente que ni la configuración interna de la cueva en donde se
documentó la estratigrafía, unido a la no distinción del contexto
arqueológico, la gran potencia de sus deposiciones sedimentarias, geológicamente indiferenciada en un pasillo angosto como
es la zona D donde el nivel de ocupación subiría varios metros
por encima de su uso inicial, serían propios de un asentamiento
estable o temporal. Por lo que, en la actualidad, nos inclinamos
por otorgar a Carigüela una funcionalidad más de tipo ritualizado, de carácter funerario (Carrasco et al., 2010b). Ajustándose
esto último a los mismos parámetros observados para la gran
mayoría de las cuevas andaluzas conocidas, aunque con ciertas
matizaciones en este caso, más relacionadas con su continuada utilización temporal y colmatación, que con otros aspectos.
Todo lo cual, no fue óbice para seguir siendo considerada la
secuencia de ocupación neolítica paradigmática del Neolítico
andaluz, por no extendernos al resto de la península ibérica. Podemos decir que aún hizo más factible el modelo de asentamientos en cuevas de P. Bosch Gimpera, siendo totalmente asumido
y nunca cuestionado.
Por otra parte, este modelo y la secuencia de Carigüela
tuvieron el respaldo definitivo con la tesis de M.S. Navarrete
Enciso (1976) sobre el Neolítico de Cuevas con Cerámica Decorada en Andalucía Oriental. Trabajo que ha marcado un antes
y un después, pues ha constituido un continuo referente para las
investigaciones más recientes, especialmente las desarrolladas
en Andalucía. La autora siguió las interpretaciones expuestas
por P. Bosch, que junto a la secuencia de Arene Candide, fueron aplicadas a los conjuntos de Cueva de Carigüela. En dicha
tesis, se realizó un estudio preciso de las tipologías cerámicas,
en las que se corregían y adecuaban muchas de las alteraciones
observadas en el registro arqueológico obtenido por M. Pellicer.
Objeto de especial atención constituyeron los tipos cerámicos
de la secuencia neolítica. Estudio que, posteriormente, serviría
a la autora como parámetro de referencia y fiabilidad para sus
análisis del resto de los conjuntos cerámicos neolíticos procedentes de cuevas de Andalucía Oriental (Navarrete et al., 1991).
De esta forma, la formulación de la secuencia tipológica de Ca-
[page-n-168]
Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
rigüela, construida ad hoc, se hizo cada vez más determinante,
marcando las pautas secuenciales del Neolítico en Andalucía,
constituyendo el modelo evolutivo. Todo ello sin cuestionarse el
uso social de la cavidad y, por ende, de las del resto del ámbito
andaluz, siguiendo las pautas marcadas por M. Tarradell (1964).
Admitiendo la cueva como tipo de asentamiento habitual durante el Neolítico, M.S. Navarrete planteará en su trabajo toda una
serie de problemas relacionados con esta única funcionalidad.
En este sentido, fue admitido, después de múltiples supuestos
y paralelos, un modelo que asumía para el Neolítico una doble
funcionalidad de la cueva como “habitación y enterramiento”
(Navarrete et al., 1991: 31), lo cual creó en su momento a esta
autora un problema de difícil solución, al comprobar la existencia de asentamientos al aire libre que habían proporcionado
similares conjuntos a los estudiados en cuevas, lo que en cierta
manera le era poco comprensible y, más aún, cuando estos dos
tipos de asentamientos estaban próximos entre sí ¿cómo explicar entonces esta diferencia? La respuesta a este interrogante no
consideramos actualmente que plantee excesivas dudas.
Las últimas dos décadas del siglo XX configuraron definitivamente la visión tradicional. Se consolidó la interpretación
“colonizadora” del Neolítico en Andalucía mediante un nuevo
modo de producción de alimentos pero manteniendo un sistema
de ocupación del territorio itinerante, cuya explicación estaba
sustentada en la asunción de la trashumancia del ganado, complementándose con una agricultura residual (Molina González,
1983: 43-44). Ello se deducía de unos aparentes asentamientos
esporádicos en cuevas o abrigos rocosos. Este patrón estaba sintéticamente basado en los ejemplos de las provincias de Granada –Carigüela (Navarrete Enciso, 1976: 85-258), el conjunto de
Alhama de Granada (McPherson, 1870; Mengíbar et al., 1981;
Botella et al., 1981; Navarrete et al., 1985)–, Málaga –Nerja
(Pellicer y Acosta, 1986 y 1997)–, la Subbética cordobesa (Gavilán Ceballos, 1989) e incluso Almería –Ambrosio (Jiménez
Navarro, 1962)–, entre otros. Este modelo sólo se vería alterado en el Neolítico Reciente, por la ruptura de esta homogeneidad en la segunda mitad del IV milenio BC (Navarrete Enciso,
1976; Molina González, 1983) con la aparición de frecuentes
asentamientos campesinos (Gossé, 1941; Lizcano Pretel et al.,
1991-92; Fernández-Miranda et al., 1993, Pérez Bareas et al.,
1999). En el mundo montañoso de la Subbética, la aparición
de los primeros asentamientos al aire libre se vinculaba a las
influencias de las regiones cercanas (Arribas y Molina, 1979;
Sáez y Martínez, 1981: 32).
El modelo tradicional se asimilaba a una especie de metáfora en la cual las comunidades del Neolítico “salen de las cavernas”, para asentarse en la llanura, expresado con la frase de “los
primeros hábitats al aire libre”. Pero ¿qué ocurre en los lugares
donde no había este tipo de hábitat cavernícola? Aparecía aquí
un tipo de explicación muy difundida en el Sureste: las zonas
más aluviales son ocupadas mediante una “colonización agrícola”, llevada a cabo por grupos procedentes de esta Cultura de
las Cuevas (p. ej. Mathers, 1984) que, con el paso del tiempo,
acabaron influyendo sobre las comunidades de procedencia. En
este sentido, las carencias de investigación sobre asentamientos al aire libre eran enormes, debido a la propia naturaleza de
las evidencias, pero conforme avanzaba la investigación (Sáez
y Martínez Fernández, 1981; Aguayo de Hoyos et al., 1987;
Carrasco et al., 1987; Ramos Muñoz y Martín Córdoba, 1987;
Aguayo et al., 1989-90; Ramos Muñoz et al., 1992) se descubría
y completaba en las zonas montañosas de la Cordillera Bética
un panorama que venía siendo simplificado en grupos de pastores con asentamientos estacionales en cavernas que, gradualmente y por la influencia de grupos vecinos del Sureste y valle
del Guadalquivir, iban adoptado la sedentarización, cuya causa
se sustentaba en el auge de una agricultura que pasaba de marginal a preponderante. Con este panorama la investigación se
introdujo en las primeras décadas del siglo XXI.
Podríamos avanzar algunas conclusiones generales, resumen de las influencias poco favorables que han tenido estas
interpretaciones para la investigación posterior sobre el poblamiento neolítico andaluz. En principio hemos de indicar
que todas las investigaciones realizadas sobre los registros
arqueológicos de las supuestas estratigrafías de asentamientos
en cuevas, especialmente los dedicados a tipologías cerámicas, tienen que enfrentarse a una realidad no valorada: proceder de contextos funerarios (Jiménez Brobeil, 1990) donde la
remoción reiterada del subsuelo debe ser tenida en cuenta. De
igual forma, podríamos asumir que el concepto de economía
pastoril y asentamientos poco estables que, tradicionalmente,
se han asociado sin solución de continuidad a las poblaciones
del Neolítico Antiguo/Medio, ha sido justificado, más que nada,
por la localización de estas cuevas ubicadas en altura y nichos
poco favorables a cualquier tipo de agricultura. Sin embargo, la
frecuentación, envergadura y consistencia de las inhumaciones
de ciertas cuevas indican estabilidad en los asentamientos, por
lo que parecen más vinculados a modos de vida aldeanos donde
la agricultura debió jugar un papel destacado. Por último, sólo
indicar que un horizonte antiguo con cerámica cardial o sin ella,
quizás más antiguo de lo que en la actualidad se admita, es factible en este Neolítico andaluz, pero no tenemos seguridad del
resto de cerámicas y tipos de decoraciones que lo configuraban
y completaban o precedían en origen y sus posteriores desarrollos hasta etapas más tardías. Desechándose, de igual forma, que
existiese una dualidad de poblamiento en cuevas/asentamientos
al aire libre en similares nichos ecológicos, como frecuentemente se ha admitido. Asimismo, no se puede admitir que las cuevas
tuviesen una generalizada utilización de asentamiento estable,
en ningún período neolítico y, menos aún, durante la Edad del
Cobre. En definitiva, hemos de partir de cero para la comprensión del poblamiento neolítico andaluz, centrándonos sólo, en el
caso que nos ocupa, en el posible conocimiento de algunos de
los yacimientos al aire libre que existan en la región y, en relación con ellos, la mayoría de cuevas como lugares ritualizados.
Desde de estas sucintas reflexiones introductorias, intentaremos adentrarnos particularmente en algunos factores relacionados con ellas, a partir de algunos innovadores datos y de otros
no tan novedosos, que en la actualidad siguen incidiendo sobre
modelos que poco o nada han ayudado a la comprensión de los
orígenes del Neolítico en Andalucía.
En nuestra opinión tres factores son los que han condicionado el desconocimiento que en la actualidad se tiene sobre esta
cuestión. En primer lugar, se centraría en el mal conocimiento
que se tiene de las últimas poblaciones de cazadores y recolectores y su distribución en Andalucía. En segundo lugar, el
desconocimiento de los modos de vida de las poblaciones epipaleolíticas y mesolíticas, lo que implica conocer el impacto y
asimilación de los nuevos modos de vida neolíticos. Asimismo,
161
[page-n-169]
J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
en tercer lugar, por desconocerse el momento concreto, a nivel
cronológico, en que se produjeron. Al margen de ello, sucintamente incidiremos en algunos aspectos tecnotipológicos de
ciertos registros arqueológicos y la consideración de algunos
yacimientos, como puede ser Cueva de Nerja o incluso la misma costa malagueña, últimamente reconsiderada dentro de un
nuevo modelo bifronte de los orígenes del Neolítico andaluz.
2. EL SUSTRATO MESOLÍTICO. ENTRE LA
CONTINUIDAD Y LA RUPTURA
La irrupción del Neolítico en el sur de Iberia hizo considerar
la pregunta sobre qué ocurrió con las últimas poblaciones de
cazadores y recolectores. Durante la segunda mitad del siglo se
consideró, a falta de mejores argumentos, un vacío poblacional
entre el Pleistoceno Superior/Holoceno Antiguo en Andalucía.
Este vacío es requerido para la argumentación del modelo dual:
la llegada del Neolítico viene de la mano de poblaciones exógenas a la península ibérica que ocuparían estos espacios. Una
traslación de la propuesta dualista argumentada para toda la fachada mediterránea del levante peninsular, que últimamente se
ha actualizado (García Atiénzar, 2013) incluyendo una perspectiva de confrontación, exclusión o autoexclusión de los grupos
depredadores frente a los agricultores y ganaderos (Jover Maestre, 2013; Jover Maestre y García Atiénzar 2014).
En el sur de Iberia la falta de evidencias de las últimas poblaciones de cazadores y recolectores ha hecho factible, en este
aspecto, todo tipo de formulaciones hipotéticas con mejores o
peores argumentos. Esta ausencia de documentación continua
siendo evidente. Algunos investigadores han intentado reforzar
sus propuestas argumentando que la realidad arqueológica de
las comunidades mesolíticas, si bien no está del todo configurada, sí esta perfilada (Aura et al., 2013). En nuestra opinión
todavía carecemos de un panorama esclarecedor de la ocupación y modos de vida de las poblaciones cazadores y recolectoras del VII milenio cal BC. Esto es debido a múltiples causas
que podríamos resumir en las siguientes. En primer lugar por la
manifiesta ausencia de proyectos de investigación e investigadores implicados en el estudio de estos momentos. En algunas
intervenciones arqueológicas no sistemáticas, a veces se llega
al extremo de la no distinción o confusión con los rasgos arqueográficos del Neolítico Antiguo o incluso Paleolítico, como
pudiera ser la Dehesilla (Acosta y Pellicer, 1990), en la cual una
revisión sobre los objetos líticos indica una diversidad tipológica impropia del Neolítico. En segundo lugar, porque las escasas
investigaciones realizadas se han centrado en el análisis desde
los registros de los supuestos “asentamientos en cuevas”, cuando en realidad, estas poblaciones, de igual forma que las precedentes del Paleolítico Superior, tendrían en los asentamientos al
aire libre uno de sus puntos fuertes. Efectivamente, a veces es
problemática la localización de los asentamientos mesolíticos
al aire libre, debido a sus posibles ubicaciones en lugares muy
antropizados, con débiles estructuras de imposible o difícil localización. En último lugar, los escasos asentamientos neolíticos
excavados no han proporcionado secuencias prolongadas, con
ausencia de datos sobre las pervivencias e imbricaciones de sus
registros. Sí podríamos indicar que, aunque escasos y anticuados, los elementos de referencia que poseemos son indicadores,
especialmente por su distribución y una ocupación territorial di162
versificada a fines del Pleistoceno e inicios del Holoceno en la
geografía andaluza (Fortea Pérez, 1986; Cortés Sánchez et al.,
1996). Cuestión nada novedosa, pues sería el resultado de una
ocupación y aprovechamiento territorial de los diferentes ecosistemas regionales en este amplio ámbito geográfico. A nivel
tecnotipológico, se sigue estableciendo la convergencia de estos
grupos mesolíticos de Europa Occidental con el tecnocomplejo
Capsiense superior a partir de la aparición de la técnica de talla por presión y ciertos elementos geométricos (Binder et al.,
2012), aunque la escasez de datos sobre estos momentos previos
a la aparición del “paquete neolítico” impide establecer la naturaleza de esta convergencia.
Sucintamente podemos referirnos al grado de ocupación
del territorio por parte de los últimos cazadores/recolectores.
Desde los mejor conocidos asentamientos de la costa mediterránea, cuyo mejor representante es la Cueva de Nerja (Aura
Tortosa et al., 2009), o del entorno del Estrecho de Gibraltar
(Ramos Muñoz y Lazarich González, 2002a, 2002b), a los
peor conocidos en el interior de la región, donde sólo se destacan algunas antiguas secuencias, como las de los abrigos
del Nacimiento (Asquerino y Lopez, 1981) y Valdecuevas
(Sarrión, 1980) en Jaén y Ambrosio en Almería (Jiménez
Navarro, 1962), pasando por algunos conjuntos superficiales
de la Subbética cordobesa (Asquerino, 1992). Investigaciones futuras deberán avanzar la verdadera dimensión de este
aprovechamiento diversificado y su gestión por los grupos
epipaleolíticos/mesolíticos. Ello nos permitirá calibrar la implantación de los nuevos sistemas productivos del Neolítico y
su reflejo a nivel poblacional.
A ello debemos indicar otra cuestión. Los lugares frecuentados entre el VIII y VI milenio, donde se puede mostrar la
transición entre los últimos cazadores y recolectores y los primeros grupos neolíticos, expresan la problemática de la atribución de los materiales arqueológicos a uno y otro contexto
cultural (Ramos Muñoz, 2000). Así se aprecia en la determinación antropológica de ciertos enterramientos en la Cueva de
Nerja adscritos a momentos del Paleolítico Superior o del Epipaleolítico (García Sánchez, 1982; Simón Vallejo, 2003), que
en recientes análisis contextuales con dataciones absolutas no
han podido resistir dichas atribuciones cronoculturales (Simón
et al., 2005). Este problema también está presente en otras secuencias, como los sobrevalorados estratos de estos momentos
de Bajondillo (Torremolinos, Málaga) (Cortés Sánchez, 2007),
con una escasa materialidad cultural cuyo aporte es la datación
radiométrica obtenida a la que se asocia un único objeto lítico.
Así, se presenta para caracterizar este horizonte mesolítico un
trapecio de lados cóncavos (Cortés Sánchez, 2007: 454), mientras que otro elemento geométrico con técnica de microburil
se asocia ya al nivel neolítico, análisis traceológicos posteriores revelaron lo apuntado, su funcionalidad como elemento de
hoz (Gibaja et al., 2009). Esto último, aunque anecdótico, es
sintomático del problema que estamos tratando o, dicho de un
modo más novelesco, la “levedad del ser” entre mesolítico y
neolítico de los artefactos.
Por último, en relación con lo expuesto, al margen de otras
consideraciones, tendríamos que hacer mención de los restos
humanos y las dataciones absolutas procedentes de Cueva del
[page-n-170]
Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
Esqueleto (Cortes de la Frontera, Málaga).1 Esta inédita cavidad, cuyos materiales antropológicos fueron descubiertos a
principios de los setenta del siglo pasado, presentaba un cráneo
bien conservado y algunos otros escasos restos antropológicos
que han sido objeto de análisis por nosotros. En espera de la
publicación definitiva, podemos avanzar que los restos antropológicos han sido datados entre el VII y VI milenio cal BC.
¿Continuidad o cambio? Está claro que ello sugiere un pequeño
lugar que sirvió para la inhumación de un escaso número de
individuos. Una misma cavidad que continuó usándose como
lugar de enterramiento para las comunidades cronológicamente
situadas en el periodo de transición, sin diferencias sustanciales
a nivel de dieta o antropología.
3. LOS INICIOS DEL NEOLÍTICO
El origen del neolítico andaluz, en los últimos cincuenta años, ha
transitado como un desarrollo secundario del acaecido en otras
zonas peninsulares, especialmente la levantina. Esta última,
por su parte, considerada subsidiaria o receptora de lo ocurrido
previamente en las regiones más orientales del Mediterráneo.
Recientemente, para la comprensión del neolítico andaluz, se ha
insistido en la importancia que debió tener el sur de Italia en ese
trasiego de poblaciones, especies animales, nuevas tecnologías,
etc., entre ambas márgenes el Mediterráneo (García Borja et al.,
2010, 2014; Aura Tortosa et al., 2014). De igual forma, se ha
vuelto a retomar la vía africana como modelo explicativo para la
comprensión y justificación de las primeras comunidades neolíticas en el sur de Iberia (Cortés Sánchez et al., 2012). Desde esta
perspectiva, por su mayor proximidad al continente africano,
tomaría importancia en orden a su teórica mayor antigüedad,
todo lo acaecido a partir de finales del VII e inicios del VI milenio BC en las costas de Cádiz y Málaga, esta última cuestión
por comprobar. Más problemático resulta lo relacionado con las
reelaboraciones de secuenciación tipológica que últimamente
se están realizando sobre algunos de los antiguos registros de
ciertas cuevas. De forma sucinta, trataremos en mayor o menor
extensión algunos de estos puntos en los que se comprobara la
complejidad y problemática del origen del Neolítico andaluz.
3.1. el Sol neolíTIco Sale Por orIenTe
Frecuentemente se ha insistido sobre su dependencia en
relación con el Neolítico levantino. Es decir neolíticos “puros”
llegados directamente desde Oriente, estableciéndose a modo
de “colonias” en esta área del mediterráneo peninsular (ver Juan
Cabanilles y García Puchol, 2013). Desde esta plataforma, se
irían especialmente extendiendo al área andaluza neolitizando
sus poblaciones indígenas en mayor o menos grado de evolución
cultural. Modelo justificado por la mayor presencia del elemento
cardial en la costa levantina, considerado en origen como
propio del Mediterráneo Oriental. Es lo que tradicionalmente ha
constituido la base del “modelo dual” ampliamente sustanciado
para explicar el boom del Neolítico inicial levantino y su
expansión. Modelo que se impuso por el desarrollo e insistencia
de las investigaciones realizadas sobre yacimientos de la región
1
En proceso de estudio por parte de los firmantes.
valenciana, bien por la pretendida escasez de “lo cardial” fuera
de esta región, no bien ajustada a la realidad o, por último,
por lo condicionado del desarrollo de la investigación sobre el
Neolítico en Andalucía.
En la actualidad, se vuelve a relanzar la consideración
del horizonte cardial andaluz como una “difusión” o importación levantina (García Borja et al., 2010, 2011, 2014). Esto
último puede ser cuestionado, considerar “lo cardial” como
prioritario para la comprensión de un horizonte definitorio del
Neolítico Antiguo en esta región, al igual que la cronología de
éstos como posteriores a las ofrecidas por la región levantina.
En realidad las dataciones absolutas en una u otra región son
paralelas, con la particularidad que la región valenciana tiene
una mayor perduración y representatividad hacia el 5300-5100
cal BC. Sin embargo, en el sur peninsular, algunos de nosotros
comprobamos la posibilidad de que pueda sobrepasar la barrera del 5500 cal BC (Carrasco y Martínez-Sevilla, 2014). En
este sentido, se comprobaría la mayor variedad y distribución
de yacimientos, aunque mal conocidos, ocupando un territorio
casi cuatro veces más extenso que la región valenciana y un
poblamiento ininterrumpido desde el Epipaleolítico. Por tanto, el horizonte de Neolítico Antiguo cardial no constituye un
fenómeno unitario, sino que forma parte de un espectro más
amplio, como es en general el mundo de las cerámicas antiguas impresas o de otros tipos no bien especificados. Por ello,
en el registro de los yacimientos neolíticos de Andalucía no
puede afirmarse con rotundidad que el horizonte de cerámicas
impresas cardiales sea anterior a las incisas, pintadas u otras,
o, incluso simplemente lisas.
De igual forma todo apunta a que existe una dicotomía entre
cerámicas de contextos funerarios (frecuentemente localizados
en cuevas) y los contextos domésticos. Desafortunadamente las
valoraciones cuantitativas sobre el repertorio cerámico siempre
se han realizado sobre las procedentes de los contextos cavernarios. El análisis de la cultura material cerámica de los escasos
asentamientos al aire libre excavados nos indica que no alcanza
una gran relevancia. Este fenómeno es más claramente identificable en la región valenciana, si comparamos el registro cerámico de las cuevas de L'Or o La Sarsa (por ejemplo) con asentamientos como Mas d'Is y Barranquet. Redundando en esta
cuestión, es evidente que existen algunos tipos cerámicos que
podrían apuntar en este sentido, como pueden ser los cuencos
pitorros y los vasos geminados con o sin decoración, impresa o
incisa, característicos de los yacimientos en cuevas. Formas con
escasa representación en el área levantina, por el contrario bien
reflejada en el Neolítico Antiguo andaluz. No obstante, la cerámica es sólo un elemento, debemos enriquecer el panorama de
la cultura material con otros que podrían ser más esclarecedores
del debate planteado, como sería la tecnología lítica o algunos
ítems singulares, como los brazaletes líticos, elementos de exorno individual con connotaciones identitarias.
Así, por ejemplo, la tecnología lítica parece quedar claro
que, al menos en los yacimientos del Neolítico Antiguo de la
región andaluza la técnica de talla por presión asociada al tratamiento térmico del sílex está bien atestiguada en la secuencia de
Los Castillejos de Montefrío desde sus inicios (Morgado y Pelegrin, 2012; Martínez et al., 2010), con preparación previa de
preformas de núcleos carenados o carenoides y el abandono de
los mismos durante el proceso de producción después del trata163
[page-n-171]
J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
miento térmico. Debemos recordar que este tipo de tratamiento
ha sido datado en la costa francesa sólo a principios del V milenio cal BC (Binder y Gassin, 1988; Binder y Perlès, 1990; Léa,
2004; Léa et al., 2004). Las fechas más antiguas establecidas
en el sureste peninsular podrían indicar una difusión de dicho
procedimiento desde el sur. Junto a ello hay que citar el caso de
los brazaletes líticos.
Con estas simples reflexiones, y otras en las que abundaremos, intentamos cuestionar que en el registro arqueológico
actual no es muy viable reactualizar la tradicional hipótesis de
la supuesta antigüedad del Neolítico valenciano y su difusión
hacia la región sureña peninsular. La conclusión de la misma es
evidente: la neolitización del sur es subsidiaria de la levantina,
dentro de una ola de avance de este a oeste. Nada nuevo, el
sol (de ese nuevo mundo) siempre sale por oriente (ex oriente
lux). Desde un punto de vista cronológico y arqueográfico, no
consideramos totalmente demostrada la vía oriental, o de sus
intermediarios del área levantina, como decisiva ni prioritaria
para la comprensión de los orígenes del Neolítico andaluz. En
último caso, sí consideraríamos formular la hipótesis de unos
inicios precoces en Andalucía y un desarrollo en la zona levantina con el boom de lo cardial, como hecho más característico
del desarrollo del Neolítico en esa zona.
3.2. llegan laS PaTeraS. la Vía norTeaFrIcana
Una aproximación coherente en la búsqueda de posibles vías
de neolitización del sur de la península últimamente ha vuelto insistir en el modelo africano como una alternativa a la vía
oriental (Manen et al., 2007; Bernabeu Aubán et al., 2009: 91;
Gibaja y Carvalho, 2009; Carvalho, 2010). Modelo que no es
novedoso, ni en la actualidad esta contrastado, o por el momento no ofrece reales alternativas en relación con la vía oriental
para una comprensión de los orígenes neolíticos en Andalucía.
Sin embargo esta vía norteafricana en un futuro inmediato debe
ser tenida en cuenta.
En la actualidad las investigaciones que se realizan en áreas
del norte de África no son muy concluyentes en la búsqueda de
similitudes y analogías, ni por tipología de los registros ni por
sus cronologías con los ya contrastados en Andalucía. Por el
contrario sí es muy sugerente la antigüedad de algunos de los
asentamientos y registros localizados en el área del Estrecho de
Gibraltar, en las proximidades del continente africano, pero en
territorio andaluz. Dataciones absolutas muy próximas o superando el VI milenio cal BC (Carrasco y Martínez-Sevilla, 2014),
que por su antigüedad para los momentos de su obtención no
fueron muy tenidas en cuenta por ciertos sectores y, más modernamente, por haber sido extraídas de carbones y no de semillas,
huesos de animales domésticos o de huesos humanos. Pero que
sí sirvieron para que M. Pellicer y P. Acosta diesen a esta zona
occidental andaluza una primacía, en nuestra opinión no bien
justificada pero con posibilidades, en el proceso general de neolitización en relación con su sector oriental, tradicionalmente
considerado en este aspecto, como hemos indicado, subsidiario
del neolítico levantino.
Pero insistiendo en las investigaciones africanas, muy de
moda en los últimos tiempos, comprobamos una revaluación
en lo concerniente a las actividades desarrolladas por algunos
investigadores españoles en Marruecos (Bernal et al., 2008; Ramos et al., 2008). Estas investigaciones vienen focalizándose en
164
los registros arqueológicos obtenidos en ciertas cuevas o abrigos en los que se evidenciaban similitudes, especialmente en relación con las decoraciones cerámicas, reflejadas en las impresas cardiales, con las procedentes de algunas cuevas peninsulares. Estos paralelismos tipológicos han motivado que el factor
africano sea actualmente considerado como dinamizador en la
búsqueda de las motivaciones que debieron facilitar la neolitización del sur peninsular. Estas misiones arqueológicas arrojan
resultados no excesivamente halagüeños en relación o prelación
con lo conocido en Andalucía (Carrasco y Martínez-Sevilla,
2014; García Borja et al., 2010; Aura et al., 2013). Posiblemente porque sus registros proceden de ámbitos domésticos y sus
comparaciones con los andaluces mayoritariamente extraídos
de cuevas no admiten excesivas similitudes, cronológicamente
son más antiguos. De igual forma tienen pocas similitudes con
los igualmente conocidos de las cuevas clásicas de los mismos
entornos geográficos norteafricanos.
La alternativa del norte de África como dinamizador del
neolítico andaluz fue considerada desde el siglo pasado por diferentes investigadores. La presencia de cerámicas con decoraciones impresas cardiales y de otros tipos impresos e incisos en
diversos ámbitos africanos, similares a otras documentadas en
las cuevas andaluzas, sustentó este modelo explicativo hasta el
momento no bien justificado. Posteriormente nuevas investigaciones han vuelto a incidir en aspectos tipológicos concretos,
especialmente cerámicos que en poco o nada han ayudado a
una mejor comprensión de este neolítico norteafricano y aún
menos, en lo relacionado con las posibles y desconocidas facies arcaicas del andaluz. Además, se han considerado diversos estilos decorativos cerámicos y posibles y mal descritas
“tradiciones culturales” secuenciadas en diversos ámbitos mediterráneos, que en poco o nada ayudan por el momento a la
dialéctica que tratamos.
Nuevamente, en los inicios de este siglo XXI se ha intensificado la investigación en diversos yacimientos marroquíes,
valorándose sus posibles relaciones con los registros de cuevas
documentados en áreas costeras gaditanas y, principalmente,
malagueñas. Con anterioridad, algunos trabajos realizados por
investigadores marroquíes las centraban en las tradiciones alfareras desarrolladas en el norte de Marruecos, ligadas unas al
mundo de las impresas cardiales y otras al de las incisas-impresas. Lo cual no dejaba de ser una obviedad sin ningún tipo de
trasfondo cronocultural, menos aún cuando se conocen multitud
de casos en los que se combinan conjuntamente diversas técnicas de impresión, incisión, almagra…, en un mismo vaso cerámico. Asimismo, esta hipótesis de las dos tradiciones alfareras
ha sido retomada más recientemente por ciertos investigadores
(Manen et al., 2007; Marchand y Manen, 2010), para explicar
también la existencia en Portugal de dos tradiciones alfareras
A y B que acogerían en primer lugar el elemento cardial y en
segundo una variada muestra de impresas con instrumento, incisas, etc., en algún caso relacionado con tradiciones norteafricanas. A su vez, hipótesis sustentada por algunos aspectos técnicos novedosos en el trabajo del sílex como son el tratamiento
térmico y la presión. No insistiremos en este aspecto, pues ni
por cronologías absolutas ni por la existencia de secuencias estratigráficas no sólo en el área portuguesa, marroquí e incluso
peninsular, existen datos fehacientes como para aislar este tipo
de tradiciones con un matiz cultural diferenciado.
[page-n-172]
Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
Como conclusión general sobre la vía africana, alguno de nosotros indicábamos recientemente (Carrasco y Martínez-Sevilla,
2014) con relación a las últimas investigaciones que vienen realizándose por un equipo alemán/marroquí en zonas del Norte de
Marruecos, entre el Río Muluya al Este y las montañas del Rif al
Oeste, sobre una serie de pequeños asentamientos al aire libre y
abrigos (Linstädter, 2010a, 2010b; Morales et al., 2013) con secuencias del Epipaleolítico/Neolítico, que por el momento, no
aportan excesivos datos para la comprensión de los orígenes del
Neolítico andaluz. Las cronologías absolutas procedentes de Ifri
Oudadane, Hassi Ouenzga entre otros, sobre especies vegetales autóctonas, de igual forma que las secuencias estratigráficas obtenidas en estos pequeños enclaves, no guardan una especial relevancia
en relación con lo similar conocido en el sur de Iberia. No sólo por
sus cronologías absolutas, sino por el uso de terminologías no muy
adecuadas como es por ejemplo “Epipaleolítico con cerámicas”.
De igual forma que el concepto de Neolítico Antiguo A, B y C, que
por sus dataciones absolutas ocuparía toda la secuencia neolítica de
Oudadane, poco contrastable con los desarrollos andaluces. En resumen, una investigación con posibilidades de futuro en orden a la
comprensión del Neolítico andaluz, pero no en el momento actual,
dado su estadio embrionario. También considerábamos sugerente
y de gran interés para el futuro, los registros cerámicos obtenidos
en los lejanos poblados de Nabta-Playa en el Sahara Oriental (Jórdeczka et al., 2010), considerados epipaleolíticos con cerámicas
impresas y cronologías absolutas muy altas del IX milenio BC.
Cerámicas realizadas con ruedecillas dentadas y otras con peines
arrastrados, tradiciones decorativas muy en sintonía con similares,
aunque más tardías, detectadas en algunas cuevas andaluzas adscritas al Neolítico Antiguo (Carrasco y Martínez-Sevilla, 2014).
Enlazando con lo anterior, recientemente se ha intentado relacionar la neolitización del sur de Iberia, en especial de la costa
malagueña, dentro de un proceso general con los movimientos
de poblaciones neolíticas antiguas pre-cardiales, de base ganadera, que se expandirían desde otros ambientes africanos más
meridionales a través del Atlas hasta el norte de Marruecos. El
fundamento de esta apreciación se ha justificado por un posible cambio climático entre el 6000-5300 BC en estos ecosistemas africanos que posibilitaría la emigración de algunas de
sus poblaciones al sur de Iberia (Cortés Sánchez et al., 2012).
Insistiéndose en que la llegada de “colonos” desde el norte de
África sería el modelo más viable para comprender los inicios
del Neolítico en esta área peninsular. Esta hipótesis sigue valorando el factor demográfico foráneo como determinante del
Neolítico andaluz. Cuestión que en un futuro puede constituir
una opción, como ya ha sido expuesto, pero que en la actualidad no está contrastada como así ha sido recientemente indicado
(García Borja et al., 2010 y 2014; Aura et al., 2013). Dentro de
esta hipótesis de determinismo climático que influye en el movimiento de poblaciones, es evidente establecer bien, en primer
lugar, las consecuencias reales de dichos cambios en los modos
de vida y su reflejo en la cultura material, para después valorar
las cronologías absolutas en los ámbitos geográficos propuestos
del Norte de Marruecos y la costa malagueña. Pues las cronologías absolutas que recientemente se han obtenido en la última
región, al margen de su importancia, no son antiguas en este
sentido ni fechan ningún tipo de registro material, por lo que
en la actualidad no pueden asociarse a los inicios del desarrollo
formal del Neolítico Antiguo andaluz.
Sin embargo, en este contexto de la formulación de la neolitización de la región costera andaluza existe un “factor novedoso”, que en cierta forma se ha considerado al margen de este
proceso por vía africana. Se trata de un nuevo modelo para la
comprensión del Neolítico Antiguo en gran parte de Andalucía.
Elaborado a partir de las últimas aportaciones (García Borja et
al., 2010 y 2014; Aura et al., 2013) obtenidas de las reelaboradas secuencias de las excavaciones antiguas realizadas principalmente por Jordá y Pellicer en Cueva de Nerja.
3.3. nerja, regreSo al PaSado. ¿oTro modelo PoSIble?
Los análisis tipológicos de las cerámicas de los niveles neolíticos de la Cueva de Nerja han sido la base de la formulación
de nuevas hipótesis neolitizadoras. No insistiremos sobre los
rituales funerarios realizados en esta cueva, fehacientemente
constatados para la Prehistoria Reciente (Pellicer, 1962; Pellicer y Acosta, 1986; Jordá et al., 1983; Pellicer, 1987; GonzálezTablas, 1990; Simón Vallejo, 2003). La formación de estructuras en negativo para las fosas de enterramiento realizadas
sobre sedimentos más antiguos están en la base de desfasadas
afirmaciones sobre las especies domesticas en el VIII milenio
B.C., como la presencia de cánidos considerados del Neolítico
Antiguo que cuando han sido datados son históricos (Carrasco
y Pachón, 2009), ni de sus inhumaciones solutrenses y mesolíticas cuando a lo sumo eran de un Neolítico Medio (Simón et
al., 2005), ni de su “tensador textil” bien fechado en los ¿inicios
del Cobre? (González Tablas, 1982 ) cuya revisión no deja duda
sobre su contexto del Neolítico Antiguo (Carrasco et al., 2009).
Tampoco entraremos en otro tipo de cuestiones que afectan a la
metodología arqueológica que se utilizó en las excavaciones,
propias de la época. Aunque sí comentaremos otros aspectos,
de elaboración más tardía, relacionados con ella, ya que pueden
en un futuro afectar a una mejor comprensión de los procesos
de neolitización acaecidos en algunas áreas concretas del sur
de Iberia.
En principio hemos de indicar que estos trabajos de reelaboración sobre la Cueva de Nerja (García Borja et al., 2010
y 2014; Aura et al., 2013, etc.) tienen aspectos muy positivos
pues cuantifican y documentan gran parte de sus registros cerámicos, hasta la fecha no bien conocidos. Otra cuestión es la
forzada adscripción de aquéllos a horizontes cronosecuenciales bien definidos. Asimismo las dataciones absolutas puntuales, con valor en sí mismas, que recientemente se vienen obteniendo de sus registros son de sumo interés, especialmente
como más relevante la antigua obtenida sobre hueso de Ovis
aries (Aura et al., 1998). Pero otras dataciones absolutas que
ha proporcionado este enclave no de vida corta o con un margen de error amplio, también fueron en su momento utilizadas
por algunos de nosotros para sustentar una visión global de las
ocupaciones funerarias que pudieron haber sucedido en esta
cueva. De igual forma que otras muchas dataciones, en la actualidad no muy tenidas en cuenta, procedentes de actuaciones
arqueológicas realizadas en diversos asentamientos y cuevas
funerarias andaluzas, como pueden ser entre otras Murciélagos de Albuñol, Carigüela, La Dehesilla, Parralejo, Cueva del
Nacimiento… (Carrasco y Martínez-Sevilla, 2014), que con
anterioridad fueron obviadas por su excesiva antigüedad y hoy
día lo son por no ajustarse a los parámetros imperantes. Es
decir, presentan una horquilla estadística muy alta, por haber165
[page-n-173]
J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
se obtenido de muestras de carbón o de especies animales no
domésticas, pero que en la actualidad pueden ser coherentes
para la comprensión de los primeros momentos del Neolítico,
no sólo en Andalucía sino en el resto de la Península.
Por tanto, hay que valorar todas estas aportaciones de la
Cueva de Nerja. Sin embargo, hay que sopesarlas teniendo en
cuenta cómo se ha ido generando el registro arqueológico de
esta cueva y sus cronologías absolutas. Podríamos preguntar si
se puede establecer una conexión segura entre la materialidad
artefactual generada y la nueva realidad de las dataciones radiométricas. Máxime si introducimos los sesgos de cómo afectan
las fosas funerarias y otras alteraciones estratigráficas al registro
generado y, a posteriori, hacerlo todo ello extensible a otros ámbitos del sur peninsular.
De este modo, reflexionaremos sobre algunos aspectos generales coincidentes en las últimas publicaciones generadas, todas ellas tienen puntos en común y de partida muy esclarecedores. En dichos aspectos subsisten viejos tópicos que nos remiten
al pasado más o menos lejano. Uno de ellos, por ejemplo, es
dar nuevo contenido a la “vieja” Cultura de las Cuevas, hacer
subsidiaria Andalucía del Neolítico valenciano, amén de hacer
de Nerja y la costa de Málaga el centro de un modelo irradiado
de neolitización hacia gran parte del interior andaluz (García et
al., 2010). Cuestiones todas ellas que, en nuestra opinión, no
dejan de ser en la actualidad meras formulaciones normativistas basadas en la tipología cerámica, procedentes de contextos
mal conocidos y peor estructurados. Su fiabilidad es discutible
para establecer una evolución sociocultural con fases concretas,
como se ha intentado para revalorizar una secuencia de “uso
doméstico” como asentamiento de la cueva de Nerja.
De manera simple, no abundaremos en lo expresado por
algunos de nosotros sobre el tema de la más que discutible
“Cultura de las Cuevas con Cerámica Decorada”, en especial
con cierta insistencia sobre las cuevas que constituyeron el
paradigma clásico, como Carigüela y Nerja, con importante
incidencia funeraria en ellas. Curiosamente ambas excavadas
en su momento por el mismo investigador (Pellicer, 1964; Pellicer y Acosta 1986), aplicando, por tanto, un mismo sistema
de excavación y documentación arqueológica. En ambas intervenciones, con sus secuelas posteriores, se ha obviado el
problema que plantea la remoción de sedimentos mediante la
reiterada creación de rituales de inhumación. Esta cuestión
relacionada con el contexto arqueológico y la formación del
registro ha sido obviada. Por otro lado, en Andalucía se conocen centenares de cavidades (cuevas, simas, diaclasas y demás
complejos cavernarios) con evidencias arqueológicas que jalonan buena parte de los sistemas kársticos de la Cordillera
Bética andaluza. Gran parte de ellas reconocidas en la bibliografía arqueológica, si bien muchas de ellas sólo conocidas
por publicaciones no especializadas, permaneciendo todavía
inéditas o sin una detallada publicación. Podemos indicar que
cuando aludimos a sus usos funerarios, es porque poseemos
suficientes argumentos para ello. Por ejemplo de “Carigüela”,
recientemente hemos visionado una fotografía antigua que
realizó C. Spahni sobre los registros óseos humanos exhumados en sus intervenciones arqueológicas, solamente de huesos
largos y cráneos podemos decir que ocupan intensamente la
superficie de una gran sala. De igual forma, sería difícil imaginar los que se debieron exhumar en las posteriores interven166
ciones realizadas en la citada cueva. En la Cueva de Nerja, con
las mismas técnicas de excavación utilizadas en Carigüela, no
nos atreveríamos a cuantificar el número de inhumaciones que
se debieron realizar en su Prehistoria Reciente. Aunque en
otro trabajo sí indicábamos que su número sobrepasaría ampliamente el centenar (Carrasco y Pachón, 2009). No abundaremos más, por obvio, sobre el carácter ritual y funerario de
esta cueva durante la Prehistoria Reciente, de igual forma que
ocurre en la mayor parte de cavidades conocidas en la costa malagueña, así como del resto de Andalucía. Aunque, qué
duda cabe, han podido, las que tuviesen condiciones físicas
para ello, tener ocupaciones estacionales en algún caso de tipo
doméstico o como refugios temporales, etc., pero no sólo durante la Prehistoria sino hasta tiempos históricos. Últimamente
se ha puesto de moda el status de cuadras, establos, apriscos o
asimilables para justificar algunas de estas ocupaciones, cuando en realidad, en la mayoría de los casos habría de establecer
qué condiciones físicas reunieron para darle tal uso, antes de
generalizar esta propuesta de forma sistemática. Da la impresión que es más aceptable reconocer para ellas este tipo de uso
social que aceptar la realidad sepulcral. Diríamos que si no tienen condiciones físicas para asentamientos humanos, tampoco
la debieron tener para estabular o refugiar una cierta cabaña
ganadera. Cuestión sobre la que no insistiremos, pero sobre la
que tenemos dudas más que justificadas, que no es necesario
exponer en esta ocasión.
La dialéctica presente en la auténtica naturaleza del uso de
las cuevas, asentamiento versus necrópolis, ha residido en los
apriorismos que tradicionalmente se han vertido sobre un más
que hipotético “modo de vida cavernario” para las comunidades neolíticas. De tal manera que el Neolítico Reciente marcaba la “salida de la cueva”, como indicábamos al principio de
este artículo. El posterior intento de secuenciar de una u otra
forma sus ricos materiales arqueológicos, profusamente decorados, no resiste una comparación con los proporcionados por
los asentamientos al aire libre, con conjuntos cerámicos cuantitativamente menos numerosos y con una decoración más somera. En su momento tomó cuerpo el concepto de “Cultura
de las Cuevas” como un complejo cultural (Navarrete Enciso,
1976) que posteriormente indicó una etapa cronológica en el
desarrollo del Neolítico del sur de Iberia (Navarrete Enciso et
al., 1991). A nivel teórico es sintomático cómo se conceptuaba el contexto sistémico o cultural desde la particularidad del
contexto arqueológico y su localización en cuevas, equiparando ambos sin distinguirlos (Schiffer, 1972, 1987). Las recientes aportaciones de los investigadores de la Cueva de Nerja insisten y abundan en dar contenido cultural a esta terminología
que no se sostiene, ni a nivel formal ni teórico. Aceptaríamos
esta nomenclatura por el peso de la tradición, sólo para aludir
a los registros del Neolítico de la mayor parte de cuevas de
uso ritual, con el fin de ser diferenciados de los domésticos
de los asentamientos al aire libre. Pero siendo conscientes que
unos y otros son expresiones arqueográficas, formales, de un
mismo complejo cultural, especialmente durante el sexto milenio BC. Aunque los ritos funerarios en cavidades se prolongó
en el tiempo. Tampoco fueron los únicos que se pueden asociar al Neolítico, pues conviven a partir del V milenio BC con
otras formas y ritos funerarios, relacionados con los inicios
del mundo megalítico. Asimismo, tampoco podemos pensar
[page-n-174]
Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
que la única forma de tratar los cadáveres en el VI milenio
BC es exclusivamente su deposición en cuevas kársticas. En
otros casos, la inexistencia de este enclave natural nos indica
la inhumación en fosas realizadas ex profeso en el interior de
los mismos poblados, como por ejemplo pudo ocurrir, entre
otros, en el asentamiento de las Catorce Fanegas (Carrasco et
al., 1987, 2011b) e incluso en Cerro Virtud (Ruiz y Montero,
1999) y otros enclaves neolíticos documentados en tierras almerienses y de la Baja Andalucía. El problema es que este tipo
primario de inhumación al aire libre no se ha conservado en
el paisaje como ocurre con las cuevas, otras veces no han sido
detectados por localizarse en zonas colmatadas bajo amplios
horizontes de sedimentos. En definitiva, no consideramos que
la “Cultura de las Cuevas” sensu stricto conforme ninguna facies concreta, ni cronológica ni culturalmente, dentro del Neolítico. Cueva de Nerja fue utilizada al menos desde el Neolítico como lugar de enterramiento de las comunidades que
debieron asentarse en sus entornos cercanos. El problema de la
no aceptación del carácter funerario de estas cuevas se refleja
en los problemas estratigráficos de los mismos, sin entrar en la
metodología aplicada para su documentación por parte de sus
primeros investigadores. Ello plantea, en el estado actual de
la investigación, qué validez otorgar a dicha documentación
para estructurar una secuencia evolutiva sociocultural sobre
el Neolítico en pleno siglo XXI. No queremos decir que en su
momento fueran oportunas y tuvieran éxito, dentro del panorama de la época. Prueba de esta situación son las continuas
reelaboraciones que en la actualidad se realizan de sus registros funerarios, con el fin de adecuarlos, mejor justificarlos y
darles contenido secuencial con carácter habitacional. Estas
fosas de enterramiento son obviadas de las secuencias. Es posible que en los próximos años sigan proponiéndose nuevas
aportaciones bibliográficas, pero se debe realizar una auténtica
crítica del material exhumado, la metodología aplicada y su
contrastación con la investigación de los asentamientos inmediatos. Sólo así podremos valorar en sus justos términos toda
esta problemática.
El problema planteado es que Cueva de Nerja, desde sus
primeras excavaciones no ha cesado de ofrecer datos contradictorios relacionados con sus secuencias estratigráficas de la
Prehistoria Reciente. Ha aportado multitud de datos geológicos,
medioambientales, etc., de todo tipo y el mayor volumen conocido de dataciones radiométricas, no sólo extensible al sur peninsular. En recientes estudios, de nuevo se ha intentado situar
sus registros cerámicos a partir de las secuencias estratigráficas
y dataciones radiocarbonicas, pero según los autores “intentando discriminar aquellos aspectos de la cultura material que podrían no encontrarse en su posición originaria” (García Borja et
al., 2010). Una primera pregunta a resolver es qué metodología
de registro se siguió y, en consecuencia, en qué lugar de la secuencia estratigrafía se sitúan (¿todos, algunos?) para valorar el
cómputo de estos conjuntos, no concordantes con la secuencia
preestablecida, además de qué parámetros tecnotipológicos se
han seguido para secuenciar.
Pero al margen de esta pequeña cuestión, recientemente
sugeríamos sobre los registros arqueológicos de la Sima LJ11
(Carrasco et al., 2014) y, en general de todos los extraídos de
cuevas y simas de las Sierras de Loja/Alhama, de igual forma
que de otras oquedades andaluzas y geografías próximas, que
no se podían aislar motivos y técnicas para obtener secuencias
cronológicas precisas. La elaboración de tablas sintéticas puede ser útil para definir zonas/estilo, pero no para establecer una
secuencia cronológica de validez sociocultural en intervalos de
tiempo cortos. Y esto es así porque la mayoría de los esquemas
de motivos se han realizado a partir de registros obtenidos en
cuevas que no tienen un mínimo de garantía estratigráfica, por
lo que en nuestra opinión su secuenciación a nivel cronológico
no tiene validez desde estos parámetros. Sin embargo, a nivel
de técnicas empleadas para la plasmación de las decoraciones
cerámicas sí pueden ofrecer datos, aunque muy generales y sólo
para horizontes cronológicos sensu lato. En síntesis, la existencia o no de ciertas técnicas decorativas en estas cerámicas, pueden responder no sólo al momento cronológico de su realización
sino al sesgado conocimiento de la funcionalidad propia del yacimiento en cuestión: el carácter funerario o conductual específico dentro de un uso social diacrónico, tradiciones decorativas
relativas al concepto de estilo o con elementos identitarios.
En el caso de Cueva de Nerja, recientemente se ha intentado establecer una secuencia cronotipológica “ajustada” que no
parece responder a ningún tipo de argumento contrastado. No
tendría trascendencia y se podría considerar una particularidad,
como muchas otras, que a lo largo de los tiempos se ha ofertado por parte de los excavadores y posteriores investigadores
para este enclave arqueológico. Sin embargo, en esta ocasión,
el modelo de secuenciación para sus registros cerámicos, trasciende lo propiamente local, intentándose extrapolar al resto o
gran parte de Andalucía. Sustentándose para ello en hipotéticas
filiaciones con el recurso a los paralelos de yacimientos no bien
definidos e igualmente descontextualizados, presentes en otros
enclaves próximos o lejanos que igualmente serían objeto de
similares críticas, al menos desde nuestras actuales perspectivas. Por otra parte, sorprenden las ocupaciones “intensas” del
Neolítico antiguo entre el 5600 y 4800 cal BC subdivida en 4
fases, referenciándose períodos de entre 150 años para las más
antiguas y 200/300 para las más recientes. El Neolítico Medio
de igual forma se ha subdividido en dos fases: I (4800-4300 cal
BC) y II (4300-3700 cal BC) y el Neolítico final entre 37002900 cal BC. Grosso modo todo, salvo ciertas puntualizaciones,
nos parecería, como cualquier otro, correcto. Pero ¿sobre qué
base argumental y qué registros arqueológicos se ha elaborado esta cronosecuencia? Evidentemente sobre registros cerámicos y dataciones absolutas con valor solo en sí mismas. De
igual forma, llama la atención, entre otras cuestiones, que entre
5600/4800 BC (Neolítico Antiguo) se establezcan cuatro subfases a partir de tipologías cerámicas, cuando recientemente argumentábamos que ya constituiría un éxito si se pudiese definir
materialmente y de forma precisa todo este periodo. Igualmente
los autores aluden a fuertes ocupaciones epimagdalenienses y
neolíticas, cambios en las producciones líticas y dataciones para
la presencia de ocupaciones mesolíticas, pero que no han podido aislarse estratigráficamente. ¿Qué significa esto?
Asimismo se indica que el horizonte del Neolítico arcaico
impreso de Nerja, verdadera piedra de toque del modelo propuesto, se documenta por la posibilidad de su existencia en diferentes enclaves de la península italiana, sudeste de Francia y
País Valenciano especialmente en los yacimientos del Barranquet o de Mas d'Is, pero ausente en las cuevas valencianas. Indicándose como una de las características principales de este
167
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J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
horizonte arcaico “la heterogeneidad de técnicas decorativas
empleadas y la escasez de impresiones cardiales, siempre presentes aunque sea en escaso porcentaje”. La verdad, es que no
existe gran precisión en esta caracterización y más aún cuando
se afirma que “no es posible definir la vajilla de este horizonte
en la cueva de Nerja”. En cierta forma justificada por los autores, cuando indican que es difícil rastrear los materiales de los
poblados al aire libre con los de estos horizontes en las cuevas,
cuestión obvia sobre la que no insistiremos.
En estas especulaciones se comprueba la insistencia sublimada de intentar adecuar registros cerámicos a la existencia en
esta cueva de una fechación de posible Ovis aries por encima
del 5500 BC., en nuestra opinión sin viabilidad alguna. Lo cual
se significa cuando por parte de los autores se indica “que entre el 5600 y el 5300 cal BC la cerámica ya se caracteriza por:
una notable presencia porcentual de la técnica de la incisión,
utilización de colorante rojo en tratamientos a la almagra y en
el relleno de las decoraciones, de técnicas aplicadas (cordones),
asas pitorro, decoraciones pivotantes con concha no dentada,
ausencia de impresiones de punto y raya con arrastre y escasa
presencia testimonial de impresiones cardiales. Variables que
ofrecen escasa afinidad con los conjuntos impresos del Neolítico antiguo arcaico o cardial inicial del sur de Francia y Península Ibérica” (García Borja et al., 2010).
Al respecto nos preguntaríamos ¿en qué se diferencian o
se asemejan las ambiguas caracterizaciones expuestas para lo
arcaico europeo, el Barranquet y Mas d'Is y los registros de
Nerja, entre el 5600/5300 BC? Cuando todas las decoraciones
cerámicas de este horizonte considerado como “arcaico” grosso
modo serían similares a las estudiadas en la gran mayoría de los
conjuntos cerámicos de gran parte de los yacimientos andaluces
que consideramos Neolítico Epicardial. Aunque, efectivamente,
quizás es posible que esta denominación no se adecue estrictamente a la realidad, pues presupondría en Andalucía un fuerte
horizonte cardial anterior, cuestión que cada vez consideramos
más dudosa. Terminología que hemos paliado, cuando en trabajos anteriores siempre hemos considerado un Neolítico Antiguo
sensu stricto, que igualmente podría denominarse Arcaico, anterior al 5500 BC. Aunque el problema no reside en el tipo de
terminología empleada, sino en definir de forma concreta los
registros que lo configuran y esto en la actualidad es difícil de
precisar, por la inexistencia de verdaderas secuencias al aire libre. De igual forma que ponerse un tope del 5600 BC para las
primeras manifestaciones neolíticas en Andalucía, pues dados
sus amplios y variados registros cerámicos, ya posiblemente en
esta fecha, podría esperarse para ellos unos orígenes que consideramos más antiguos. Especialmente por su dispersión, complejidad y ocupación de los muy diferenciados nichos ecológicos que comprende el territorio andaluz.
4. ¿ÁREAS CULTURALES EN EL NEOLÍTICO
ANTIGUO? CULTURA DE LAS CERÁMICAS
IMPRESAS VS. CULTURA DE LAS CUEVAS
Tradicionalmente el problema de las cronologías neolíticas se
ha paliado con comparaciones y paralelos entre los conjuntos
cerámicos procedentes de las cuevas ubicadas en diferentes
ámbitos próximos o lejanos, lo que en cierta forma posibilitaba
algún tipo de cronología relativa. Ello establecía una “red cro168
nológica” entre los diferentes conjuntos materiales procedentes
de las variadas y diversificadas cavidades kársticas de Andalucía. De igual forma, las dataciones absolutas obtenidas procedentes de estas cuevas, como hemos indicado en múltiples
ocasiones (Carrasco y Martínez-Sevilla, 2014; Carrasco et al.,
2014), sólo afectan a la temporalidad de la muestra obtenida. A
no ser que se obtuviesen de conjuntos óseos perfectamente aislados en relación con los materiales artefactuales, o que éstos, a
su vez, formasen parte de un horizonte cultural medianamente
definido en el tiempo. En este último aspecto, obtendríamos
sólo ciertas temporalidades globales y no específicas de los
conjuntos funerarios estudiados, lo que en nuestra opinión ya
constituiría un éxito. Más aún, cuando comprobamos que desde
sus primeros momentos las investigaciones efectuadas sobre el
poblamiento neolítico en todo el sur peninsular, mayoritariamente se han realizado sobre la peculiaridad de estos contextos,
confundidos por comparaciones estilísticas o similares, de difícil cuantificación temporal. En este aspecto, somos conscientes
de la gran dificultad que ofrecen para su datación los registros
procedentes de cavidades funerarias, especialmente de aquellas
que intensamente fueron utilizadas en el tiempo. Por lo que es
compleja su secuenciación o atribuirles cronologías específicas
exclusivamente por tipologías, ya que de éstas no se conocen
orígenes ni pervivencias en el tiempo. Problema que se comprueba, especialmente, cuando se investigan y catalogan los
registros funerarios de cuevas del VI y V milenio BC.
Asimismo, las dataciones que recientemente se están aportando para fechar de forma novedosa algún tipo de cereal doméstico
o similar por debajo del 5500 BC no son relevantes en la actualidad para situar orígenes, pues se asume que a partir de esta cronología la mayor parte del territorio andaluz debió estar ocupado
por comunidades estables, ampliamente neolítizadas que implicaron también rituales de inhumación. La consolidación de estas
comunidades en el paisaje, asociadas a núcleos diversificados de
población con similares registros funerarios en tiempo y espacio,
muestran estabilidad y profundidad de poblamiento a la par que
una amplia antropización relacionada con los recursos a explotar
en áreas y nichos ecológicos diversificados.
A continuación vamos a puntualizar los conjuntos cerámicos
recientemente sistematizados de la Cueva de Nerja, dada la importancia que se le atribuye como centro o “foco neolitizador”
hacia otras áreas andaluzas. Está fuera de duda la importancia
de ciertas cuevas en orden a la búsqueda de una posible secuencia del Epipaleolítico/Neolítico. Especialmente en aquella en las
que de una u otra forma se han detectado registros arqueológicos
pleistocenos y holocenos, siendo el caso, entre otras, de Nerja
y Hoyo de la Mina en la costa oriental malagueña, Carigüela y
Malalmuerzo en el sector granadino de las Sierras Subbéticas,
de igual forma que Dehesilla en las Serranías de Cádiz. Sin embargo, es difícil a partir de ellas comprender la neolitización de
áreas andaluzas menos conocidas. En este aspecto, solamente
podríamos indicar que la relevancia de Nerja, en relación con
otras mencionadas o no, es el gran número de dataciones absolutas obtenidas de ella. No sólo las de vida corta sino las obtenidas de carbones o con un margen superior a los cien años, que
siempre hemos valorado. Es el caso de las dataciones de vida
corta que en la actualidad se obtienen de otros yacimientos en
cuevas como Murciélagos de Zuheros, donde se puede asumir
que son similares a las “incorrectas” de vida larga conocidas con
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Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
anterioridad. Valoraciones que no han podido realizarse o no ha
interesado también en otras cuevas como pueden ser, al margen
de las descritas, Cueva de las Majolicas, Ventanas, Prado Negro,
Parralejo, Cueva Chica, entre otras. Así, podemos indicar que
las dataciones de Carigüela se desestiman porque se han realizado sobre caballo salvaje y pólenes. De La Dehesilla y Parralejo, ya que se obtuvieron sobre carbones, algunas con márgenes
superiores a cien años y, básicamente, porque presentaban altas
cronologías, inaceptables para la investigación imperante. Del
resto de enclaves mencionados con registros si no más antiguos,
al menos similares a los que se han denominado “arcaicos” en
Nerja no tienen ningún tipo de datación absoluta.
Todo ello ha llevado a concluir que las dataciones consideradas “correctas” de vida corta sobre restos de especies domésticas, situadas por debajo del 5500 BC, son las únicas estimadas
en orden a los inicios neolíticos en Andalucía. En realidad sólo
fechan algún grano de cereal o de huesos de animales domésticos, no asociados a registros materiales, con valor en sí mismas
y cronologías asumibles para muchos de los conjuntos materiales conocidos de la mayoría de los enclaves neolíticos andaluces, considerados por su tipología no de los más antiguos, con
un sólo apoyo secuencial en la estratigrafía de las Peñas de los
Gitanos de Montefrío.
Considerándose algunos de los registros originales del horizonte arcaico de Nerja y las conclusiones que se han obtenido de
ellos, comprobamos la escasa aplicación que en la actualidad o en
un futuro próximo pudiesen tener en territorio andaluz. Conclusiones, en todo caso, obtenidas de supuestos no contrastados, a
veces haciéndose alusión a la tesis de M.S. Navarrete para sopesar la incidencia del cardial en Andalucía, sin considerar el año de
su publicación. Otras ofrece la impresión que se ha computado y
comparado con otros enclaves andaluces, que en nuestra opinión,
no se deben conocer pues algunos son inéditos, en otros son confundidos con otras formas de impresión y, en último caso, otros
proceden de asentamientos al aire libre, bien de superficie o de los
eximios sondeos de difícil cuantificación. A partir de estos datos
se llega a la conclusión que en territorio granadino se concentra el
90% de los vasos con impresión cardial en Andalucía. Cuestión
de difícil y dudosa contrastación en la actualidad, diríamos más
relacionada con fortuitas coyunturas que con la propia realidad
arqueológica. Supuesto aún más irreal, cuando se vuelve a insistir, consideramos en base a bibliografía antigua, que la muestra
cardial en Carigüela constituye una simple extensión del levantino y a partir de ella, una posterior dispersión al resto de Andalucía, sobre lo que hablaremos más adelante.
Se ha indicado que entre el 5400 y el 5100 cal BC coexisten
en Andalucía diferentes tradiciones alfareras: una que presenta
un elevado porcentaje de cerámicas impresas cardiales, otra que
incorpora entre sus técnicas decorativas las impresiones en boquique y finalmente las que presentan cerámicas con decoraciones
impresas utilizando multitud de instrumentos, con escasa muestra
cardial y uso frecuente de la almagra considerada como tradición
cerámica impresa-almagra que los autores (García Borja et al.,
2010) hacen “equiparable a la Cultura de las Cuevas”, lo que requiere algún tipo de comentario adicional. Es evidente que entre
la cronología comentada, no solamente existen este tipo de decoraciones cerámicas, sino otras muchas más, como por ejemplo
las esgrafiadas, peinadas, reticuladas, plásticas, excisas, acanaladas… De igual forma, las impresas cardiales no presentan en
ningún caso porcentajes altos ni componen una tradición unitaria,
pues siempre están asociadas a otros tipos de impresiones consideradas antiguas. Todas ellas situadas entre el 5500/4900 BC,
apenas sobrepasan un 10% del cómputo general. Una revisión
más técnica de las decoraciones cardiales en Carigüela, Ventanas, Montefrío, entre otras estaciones, es posible que no alcance
este porcentaje, que no es elevado en relación con otros tipos de
impresas. Seguramente, si se conociesen en profundidad los registros de La Esperilla y Morrón de Lebrija en la Baja Andalucía,
incluso los ofrecerían mayores que en los yacimientos granadinos. Asimismo, no existen dataciones absolutas para los cardiales
de estos asentamientos. ¿Por qué debemos considerar las cerámicas cardiales de Dehesilla, El Retamar, Nerja, etc., incluso las de
Carigüela, como posteriores a las procedentes del área levantina?
Más aún, es posible pensar que la abundancia cuantitativa de lo
cardial en aquella región representaría su flourit, más que considerarlo como los inicios de él en la Península. De todas formas,
con el registro actual, el cardial andaluz debe mejor relacionarse con el mundo de las impresas antiguas que con un horizonte “puro” aportado de no sabemos dónde, si europeo o africano,
como modelo de colonización pionera marítima (Zilhão, 1997,
2001; Bernabeu Aubán, 1996, 2002) o incluso autóctono. No
obstante, podemos indicar que es propio del sexto milenio BC,
posiblemente con orígenes y desarrollos en su primera mitad y
pervivencias más o menos destacadas a partir del 5500 BC.
La segunda separación cultural distinguida a partir de la tradición alfarera ha sido relacionada con la aparición de la impresión por boquique o “punto y raya”. Este tratamiento decorativo
ha sido revalorizado en los últimos años para definir cronológicamente horizontes neolíticos antiguos, incluso más antiguos
que los así considerados tradicionalmente para otros tipos de
impresas antiguas, incluso cardiales (Alday, 2009). Al respecto,
no consideramos de especial importancia este tipo de impresión
en relación con el gran grupo de las impresas, ni que tenga un
contenido cronológico preciso. De hecho aparecen en los conjuntos de las cuevas andaluzas como procedentes de múltiples
hallazgos. Solamente existen datos fiables de ellas, por estratigrafía y cronologías absolutas, en el poblado de Los Castillejos
de Montefrio. Comprobándose que se fechan por debajo del
5400 BC, pero es aproximadamente a partir del 5000 BC cuando tienen mejor representatividad y se consolidan como técnica
relevante de impresión de las decoraciones cerámicas.
Sobre la ambigüedad expresada para definir la tercera tradición no se podría precisar nada. Pues señalarse impresas desarrolladas con multitud de instrumentos, con pequeños porcentajes
de cardial, uso frecuente de almagras, etc., consideradas como
tradición cerámica impresa-almagra “equiparable a la Cultura
de las Cuevas” no deja de ser un galimatías, propio de lo que
representan los contextos funerarios de cuevas, propiciado por
la inexistencia de secuencias de asentamientos estables en ellas
y la tradicional y condicionada lectura sesgada de la que han
sido objeto. De aquí muchos de los equívocos y contradicciones
de sus registros arqueológicos dando lugar, sorprendentemente
en algunos casos, a revaloraciones como el propio concepto de
“Cultura de las Cuevas”, sobre el que de nuevo no insistiremos,
pues como ya en múltiples ocasiones se ha expuesto, en la actualidad no le comprobamos contenido alguno. A no ser que se
sobreentienda como un status ritualizado propio de las primeras
sociedades neolíticas.
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J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
Pero el problema expuesto de estas tradiciones cerámicas,
agrupadas de manera normativa como grupos culturales, es que
todas responden a un mismo supuesto y, en general, con mayor
o menor cronología aparecen en los diferentes yacimientos. La
cuestión de base está en aislarlos contextualmente, a ser posible
con un buen sustento estratigráfico y asociarlos a dataciones absolutas y no al contrario, como en la actualidad se realiza para
estos registros, construyendo un armazón cronológico y a continuación sustentarlo con conjuntos arqueológicos. De aquí, las
controversias tipológicas/cronológicas y la escasa o mala definición, que no pormenorizaremos, de las supuestas tradiciones
cerámicas en el Neolítico Andaluz.
Insistiendo sobre lo cardial, parece ser que ya no constituye
o no forma parte del horizonte cerámico más antiguo constatado
en Andalucía, cuestión no bien argumentada en base al registro
arqueológico actual de la Cueva de Nerja, pero sí utilizada para
incidir en la importancia de esta cueva como inicial foco neolitizador de una extensa zona de la geografía andaluza. Este modelo propuesto, insistimos, no tiene en la actualidad bases reales
en que sustentarse. Simplificando y de forma global, se centra
en la aparición en la “secuencia” de Nerja de unos registros cerámicos antiguos, llegados de no sabemos dónde. Supuestamente más antiguos que los propios cardiales, aunque una pequeña
muestra de ellos también se incluyen en este horizonte antiguo
“pre cardial”. Sin embargo, este momento antiguo también se
comprueba, no sabemos cómo, en los niveles más antiguos de
Carigüela asociados a cerámicas cardiales, considerándose este
horizonte posterior al inicial de Cueva de Nerja. El componente
cardial de esta cueva, a su vez propuesto como llegado desde la
región levantina, se expandiría más tarde a Nerja y costa malagueña superponiéndose a un supuesto horizonte cerámico más
antiguo. Todo este modelo tiene las siguientes debilidades. En
primer lugar ni están bien caracterizadas estas supuestas cerámicas antiguas de Nerja, ni están bien contextualizadas, ni en
último lugar incluso los investigadores dudan de su existencia
(García Borja et al., 2010; Aura et al., 2013). En otro sentido,
extraerse conclusiones sobre su existencia o no en los estratos
XV y XVI de Carigüela y de su posible asociación a lo cardial,
no deja de ser un hecho presunto.
Asimismo, volviendo sobre la llegada del cardial desde el
Levante a Carigüela y desde aquí hasta Nerja no se justifica en
el registro actual de sus apariciones. En la actualidad siguen
sin constatarse en el territorio que puede separar Sierra Harana, en donde se ubica Carigüela, Ventanas, posiblemente Prado
Negro, y el área levantina. En ese amplio espacio geográfico
se han detectado numerosos enclaves neolíticos, tanto en territorios giennenses como granadinos, que pudiésemos catalogar
como antiguos. Algunos con cronologías muy altas como las
proporcionadas por los antiguos niveles neolíticos del abrigo,
no cueva, del Nacimiento de Pontones (Rodríguez, 1979; Asquerino y López, 1881), otros con registros de la segunda mitad
del sexto milenio como son los de Cueva de la Pastora (Carrasco y Martínez-Sevilla, 2014) en las Sierras de Caniles, de igual
forma que Cueva Morenes (Sánchez et al., 1996), etc., en estos
mismos ámbitos serranos, no han proporcionado decoraciones
cardiales. Es decir el posible itinerario Levante/Sierra Harana
para justificar la llegada del cardial a Carigüela no se comprueba. Igualmente, no consideramos que ni por tipología de los
vasos, tecnología cerámica sensu stricto, incluso cronología,
170
exista una estrecha vinculación, incluso relación nítida entre el
cardial levantino y el granadino de Carigüela. En este modelo,
el siguiente paso sería una expansión del cardial hacia la costa
malagueña en donde ya estarían asentadas poblaciones neolíticas más arcaicas. Ejemplificándose o justificándose por este
motivo, según estos investigadores (García Borja et al., 2010;
Aura et al., 2013), su presencia en cuevas como Nerja, Cueva
de las Goteras de Mollina y Complejo del Humo 6 en Cala del
Moral (Málaga). Cuestión no comprobada y consideramos, alejada de la realidad, pues el posible itinerario desde Carigüela
hasta Nerja, precisamente tampoco lo atestigua. En teoría la
multitud de enclaves neolíticos que pudiésemos considerar antiguos, conocidos o inéditos, que jalonan esta posible vía hacia
la costa malagueña, no presentan precisamente una excesiva
muestra cardial. Diríamos que escasa o nula, en la actualidad
bien contabilizada como es un fragmento con motivos simbólicos procedente de una de las múltiples simas u oquedades que
jalonan las Sierras de Alhama/Loja como es Sima del Conejo
(Carrasco et al., 2010a, 2014), sin parangón entre los registros
conocidos de las cuevas de Sierra Harana, ni ninguna otra en
Andalucía. Este itinerario hacia la costa malagueña tampoco ha
proporcionado por este sector muestra cardial. Por el granadino, antes de llegar a Nerja, se han localizado otras cuevas, en
los escarpes interiores de las sierras locales que conforman la
Cordillera Bética volcada hacia el mar. Muy referenciadas en
bibliografía, que tampoco han proporcionado muestra cardial,
como son de oeste a este, Sima de los Intentos (Navarrete et al.,
1986) en Gualchos, Campanas (Mengíbar et al., 1983; Carrasco
et al., 2011a) en Lobres, Murciélagos (Góngora, 1868; Carrasco y Pachón, 2009) en Albuñol, exceptuándose de este clásico grupo de la costa granadina Cueva del Capitán (Navarrete,
1976), que en pequeña escala sí ha proporcionado cardiales,
pero muy diferenciadas de las constatadas en Carigüela. Cueva de Nerja, a unos treinta o cuarenta kilómetros en dirección
oeste, siguiendo la línea costera, aparece como un enclave aislado, no sólo respecto a las cuevas granadinas, sino con respecto a las otras cavidades malagueñas en donde se ha señalado
cardial, localizadas a similar distancia de las granadinas pero
por su sector oeste, como son Cueva del Higuerón en Rincón
de la Victoria y por contrastar Complejo del Humo 6 en Cala
el Moral. Respecto a los indicios de cardial en estas cuevas y
su relación con Carigüela, no lo consideramos muy apropiado
pues la impresión por natis de posible cardium no está presente
en ella, sí en Malalmuerzo en Moclín y el grueso del material
cerámico que lo acompaña, claramente funerario, tendría una
mejor relación con los registros documentados en el grupo de
Alhama/Loja, especialmente con los procedentes de la Sima
LJ11 (Carrasco et al., 2014). En relación con el registro cerámico considerado cardial del Complejo del Humo 6, debería
ser objeto de una revisión para caracterizarlo correctamente,
de igual manera que el resto de sus conjuntos de sumo interés
y claro matiz funerario, sin secuenciación estratigráfica y gran
cantidad de inhumaciones. En resumen Cueva de Nerja y las
dos oquedades señaladas del grupo Cala del Moral/Rincón de
la Victoria, serían los únicos enclaves que han proporcionado
cerámicas cardiales en todos los sectores costeros malagueños,
desde Nerja hasta la provincia de Cádiz. Con características tipológicas poco homogéneas entre ellas de igual forma que las
procedentes de Carigüela.
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Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
Más extraño aún, es que se relacione Cueva de las Goteras
de Mollina con el grupo costero malagueño, supuestamente influenciado por el cardial de Carigüela. Enclave muy alejado no
sólo de la cueva granadina sino de las propias malagueñas, que
junto con Cueva del Toro de Antequera (Martin et al., 2004), el
fragmento localizado en Acinipo (Ronda) (inédito) y el de Cueva del Charcón de Alozaina (Jiménez y Conejo, 2006), constituyen los únicos datos conocidos sobre cardial en todo el extenso
interior de la Provincia de Málaga.
El panorama se ha incrementado en los últimos tiempos con
la aparición de muestras cardiales en la Baja Andalucía, cuya
“afiliación” o distancia con Carigüela es más lejana. Estas nuevas evidencias, no conocidas o interpretadas ofrecen nuevas
perspectivas para el estudio de su dispersión en el sur Peninsular. Recordemos que la cuestión del cardial en Andalucía se
creía resuelto a partir de un modelo explicativo escasamente
contrastado, en el que se admitían dos tradiciones cerámicas
que se corresponderían con dos ámbitos geográficos, diríamos
que ficticios, a ambos lados de una línea imaginaria que iría
desde Cueva de Nerja hasta Cueva de los Murciélagos de Zuheros (fig. 1) (ver Carrasco et al., 2011c: 6-7). Una centrada en
su parte Oriental o Alta Andalucía influenciada por el cardial de
Carigüela de procedencia levantina y otra centrada en lo que se
denominó parte occidental o Baja Andalucía, caracterizada por
la presencia en sus conjuntos cerámicos de abundantes decoraciones a la almagra junto a impresas no cardiales y otras muestras no bien especificadas. Adecuándose convenientemente ad
usum privatum a estos dos ámbitos geográficos los registros
cerámicos conocidos o manipulados de la época. Por ejemplo,
obviándose o catalogándose como “cardialoides” las escasas
muestras cardiales registradas en la supuesta Baja Andalucía
frente a la sobrevaloración de las mal descritas o peor computadas en Carigüela. En la actualidad, al margen de estas forzadas
divisiones territoriales, se comprueba lo artificial de este modelo y su escasa contrastación, que en cierta forma ha rarificado la
comprensión del cardial en Andalucía. Sobre ello efectuaremos
alguna observación y cómputo actualizado de su distribución.
Por su parte norte, Andalucía está limitada por Sierra Morena,
que se iniciaría por el este en el sector giennense prolongándose
hacia el oeste por tierras de Córdoba y zona norte de Sevilla, sierras también participadas por ámbitos meseteños y extremeños.
En este amplio territorio, salvo excepciones en el sector cordobés
y sevillano, no se ha documentado una mediana ocupación neolítica que justifique los numerosos abrigos con arte esquemático
localizado en sus entornos, principalmente giennense, cordobés
y manchego. Por supuesto, en ellas no se han descrito muestras
cerámicas con decoración cardial, aunque sí se han señalado
“cardialoides” en Cueva Chica de Cazalla de la Sierra (Amores,
2009), lo cual nos hace dudar de su no existencia.
Más hacia el sur, estarían las campiñas que delimitan la
cuenca del Guadalquivir. En el sector giennense, sin excesiva
contrastación se han señalado posibles cardiales en Llano de los
Horneros (Baeza), Cueva Prieta (Porcuna), Marroquíes Bajos
(Jaén) y Los Álamos (Fuentes de Andalucía) (Acosta, 1995) en
el sector sevillano.
En su parte meridional estas campiñas están delimitadas por
las escarpadas Cordilleras Subbéticas, que prácticamente se desarrollan en dirección Este/Oeste, desde el Cabo de la Nao en
Alicante hasta tierras gaditanas. Tradicionalmente, las amplias
áreas montañosas, sus pasillos intermedios y las vegas interiores
con abundantes surgencias de agua y pequeños ríos afluentes del
Guadalquivir que configuran estas sierras han sido consideradas
como un eje de progresión del poblamiento neolítico desde el
Levante hacia Andalucía, cuestión en ningún caso contrastada,
con iguales o más posibilidades incluso de reinvertirse esta dirección. Evidentemente, estas cordilleras han proporcionado
gran parte de los abundantísimos conjuntos neolíticos funerarios
de cuevas conocidas o no en la región andaluza. En este aspecto
su potencial arqueológico lo consideramos incuantificable, todo
relacionado con un rico patrimonio de manifestaciones esquemáticas plasmadas en sus oquedades y abrigos, propios de un
relieve calizo. Distinguiéndose núcleos importantes de cuevas
funerarias con ricos ajuares, propios del Neolítico Antiguo en
muchos casos asociados o próximos a manifestaciones esquemáticas, destacando entre ellos los núcleos de la transversal Alcaudete/Jaén y la denominada Subbética cordobesa, no habiéndose documentado en todos ellos ni una sola muestra cardial.
Sin embargo en el Subbético granadino, próximo a los citados
sectores giennenses y cordobeses, sus dos enclaves más importantes, por haber sido objeto de excavación, son el asentamiento
de las Peñas de los Gitanos (Arribas y Molina,1979) en Montefrío y la cueva funeraria de Malalmuerzo en Moclín (Carrasco et
al., 2011c), que en diferente grado, sí los han proporcionado. En
la parte final del sector Subbético granadino, en sus contactos
con los inicios de las Zonas Internas de la denominada Cordilleras Bética que bordean la costa de Granada y la parte oriental
de Málaga, emerge una imponente masa caliza configurada entre las Sierras de Alhama/Loja. Estas montañas están horadadas
por multitud de simas y diaclasas y grietas profundas, algunas
de las cuales han proporcionado ricos conjuntos funerarios del
Neolítico Antiguo, que junto con las cuevas clásicas de Alhama
han configurado uno de los más consistentes núcleos neolíticos
conocidos en territorio granadino. Una de sus simas, la denominada de El Conejo (Carrasco et al., 2010a, 2014), ha proporcionado un único fragmento cardial con motivos simbólicos. Pero,
especialmente tendríamos que mencionar Sierra Harana, en el
interior de la Provincia, en las estribaciones septentrionales de
la prominente Sierra Nevada, rodeada por amplios valles conformados por los afluentes del río Genil y por las altiplanicies
de la depresión de Guadix. Multitud de cuevas con conjuntos
antiguos neolíticos han sido documentadas en estas sierras discontinuas, que por su parte occidental desembocan en la gran
Vega de Granada. En concreto Sierra Harana ha proporcionado registros cerámicos con cardial, especialmente en Carigüela
(Pellicer, 1964; Navarrete, 1976) y posiblemente, a falta de análisis más precisos, Cueva de las Ventanas (Riquelme, 2002) en
Píñar y Cueva del Agua de Prado Negro (Iznalloz) (inédito). En
las estribaciones de la Sierra de la Yedra, paralela y próxima a la
anterior, en el término de Alfacar, Las Majolicas asentamiento
al aire libre y cueva funeraria, también ha proporcionado una
variada muestra cardial (Molina, 1970; Navarrete, 1976). En las
Zonas Internas de la cordillera que bordean la costa granadina,
las excavaciones de la Cueva del Capitán en Lobres, también
proporcionaron algunas cerámicas con este tipo de decoración.
Más hacia el oeste de los territorios granadinos y cordobeses, entraríamos en ámbitos interiores de la provincia de Málaga, documentándose cerámica cardial en Cueva de las Goteras
(Mollina) y Cueva del Toro (Antequera). Todavía más hacia el
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J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
oeste Cueva del Charcón (Alozaina) por el este y Acinipo al sur
de las anteriores ya en las proximidades al ámbito gaditano y
sevillano, dentro de la vertiente de la cabecera de los ríos que
desembocan en la costa atlántica. A partir de aquí se encuentran
las áreas más meridionales de Andalucía, en donde en los últimos tiempos se han señalado nuevos asentamientos y antiguas
cuevas funerarias con registros cardiales, de gran interés por antigüedad y proximidad a territorios africanos del otro lado del
Estrecho Gibraltar.
En el término de Arcos de la Frontera (Cádiz), en las últimas estribaciones del Penibético, y la Unidad del Campo de
Gibraltar se señalaron cerámicas “cardialoides” procedentes de
Cueva de la Dehesilla y Cueva del Parralejo, en nuestra opinión
cardiales, formando parte de los conjuntos funerarios excavados
en estas oquedades. Junto a ellos aparecen en el asentamiento al aire libre de Cabezo de Hortales (Prado del Rey, Cádiz).
Hacia el Sur de estos enclaves, se detectan yacimientos al aire
libre junto a la costa o en la conformada en la antigüedad por el
Lago Ligustinus de la desembocadura del Guadalquivir que los
han proporcionado, como son: en Cádiz, La Esperilla (Espera)
(Gutiérrez et al., 1996), El Retamar (Puerto Real) (Ramos et al.,
2002a y 2002b) y Bustos (Trebujena) (Lavado, 1990); en Sevilla, Cabezo de Lebrija (Caro et al., 1987 y 1999), ¿Los Pozos?
(Lebrija) (Acosta, 1995); y en Huelva, La Dehesa (Lucena del
Puerto) (Cámalich y Martín, 2013) (fig. 1).
En relación con la distribución de estos enclaves, cuevas
funerarias y asentamientos al aire libre que han proporcionado
muestras cardiales puede efectuarse una serie de observaciones
preliminares, relacionadas con los contextos en que aparecen
este tipo de cerámicas y la supuesta importancia de Carigüela, especialmente para sustentar el tradicional y “nuevo modelo
dual” de las dos tradiciones culturales (áreas culturales) basadas
en las cerámicas. Simplificando, una, básicamente singularizada
por la presencia de cerámica con cardial en la preconfigurada
Alta Andalucía y otra grosso modo caracterizada especialmente
por las cerámicas a la almagra, con impresiones no cardiales y
por otros tipos no bien delimitados.
Anteriormente indicábamos que, por cuestiones muy simples, las observaciones que pudiésemos realizar sobre la aparición del elemento cardial en Andalucía no pueden de ningún
modo ser consideradas definitivas. En primer lugar se trata de
una distribución sesgada e incompleta. Somos conscientes que
Fig. 1. 1.Cueva de la Murcielaguina (Castillo de Locubin); 2. Cueva de la Carigüela (Píñar); 3. Cueva de las Ventanas (Píñar); 4. Cueva
del Agua (Prado Negro); 5. Las Majolicas (Alfacar); 6. Cueva de Malalmuerzo (Moclín); 7. Peña de los Gitanos (Montefrio); 8. Sima del
Conejo (Alhama de Granada); 9. Cueva del Capitán (Lobres); 10. Cerro de las Animas (Vélez Rubio); 1. Cabecicos Negros (Cuevas de
Almanzora); 12. Llano Manzano (Mojacar); 13. Cabezo de las Eras (Cuevas de Almanzora); 14. Mojacar el Viejo (Mojacar); 15. Cueva
de las Goteras (Mollina); 16. Cueva del Toro (Antequera); 17. Acinipo (Ronda); 18. Cueva del Charcón (Alozaina); 19. Cueva de Nerja
(Nerja); 20. Cueva del Higuerón (Rincón de la Victoria); 21. Complejo del Humo 6 (Cala del Moral); 22. Cueva Chica de Santiago
(Cazalla de la Sierra); 23. Los Alamos (Fuentes de Andalucía); 24. Los Pozos (Lebrija); 25. El Cabezo (Lebrija); 26. Cueva de la Dehesilla
(Algar. Arcos de la Frontera); 27. Cueva del Parralejo (San José del Valle. Arcos de la Frontera); 28. Esperilla (Espera); 29. Cabezo de
Hortales (Prado del Rey); 30. Bustos (Trebujena); 31. EL Retamar (Puerto Real) y 32. La Dehesa (Lucena del Puerto).
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Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
salvo en áreas muy concretas, no existe un verdadero catálogo documental de su presencia. Hecho propiciado por la gran
dificultad que supone localizar este tipo de yacimientos, como
ocurre en las vegas, depresiones y márgenes de los ríos que
básicamente configuran los sistemas montañosos, verdadero
armazón vertebrador de gran parte de Andalucía, en donde se
ha documentado el mayor número de cuevas, conocidas o no
en bibliografía, con registros funerarios que en teoría estarían
asociados a sus correspondientes asentamientos al aire libre.
En segundo lugar, porque consideramos que muchas cerámicas que se han descrito con decoración de cardium, de igual
forma que otras que no lo han sido, deberían ser mejor contrastadas, a ser posible con métodos y medios más determinantes
recurriendo a los referentes experimentales y la documentación mediante microscopía binocular de dichos estigmas de
impresión. Esto, también se debería hacer extensible no sólo
a los registros obtenidos en prospecciones superficiales sino a
los procedentes de las escasas secuencias obtenidas en excavaciones. Pues son demasiadas dudas las que se observan en sus
diagnósticos finales que pueden alterar las actuales visiones
que se tienen sobre ellas, especialmente para una mejor comprensión de su real distribución por el territorio andaluz. En
tercer lugar, hemos de destacar que en la actualidad no se puede cuantificar el potencial real de lo cardial en el sur peninsular, pues la mayoría de sus hallazgos se debe a prospecciones
superficiales y excavaciones de urgencia o limpieza. De poblados al aire libre con excavaciones arqueológicas, las únicas
secuencias neolíticas con cardial sólo se han obtenido en Las
Peña de los Gitanos (Montefrío, Granada), Cabezo de Lebrija
(Lebrija, Sevilla), y con menor secuencia Cabecicos Negros
(Cuevas de Almanzora, Almería), posiblemente La Dehesa
(Lucena del Puerto, Huelva), El Retamar (Puerto Real, Cádiz),
pudiéndose añadir los procedentes de las antiguas excavaciones de los hermanos Siret en la cuenca del Almanzora como
Llano Manzano, Cabezo del Eral, Mojacar el Viejo y Cerro de
las Ánimas (Vélez Rubio) ya en el norte de la provincia almeriense procedente de las excavaciones de Federico de Motos.
Algunos de estos enclaves con investigaciones actualizadas.
En cuevas con actuaciones de excavación Carigüela (Píñar,
Granada), Las Majolicas (Alfacar, Granada), ¿Cueva de las
Ventanas? (Píñar, Granada), Cueva de Malalmuerzo (Moclín,
Granada), Cueva de Nerja (Nerja, Málaga), ¿Complejo del
Humo 6? (Cala del Moral, Málaga), Cueva del Toro (Antequera, Málaga), Dehesilla y Parralejo (Arcos de la Frontera,
Cádiz) y Cueva Chica (Cazalla de la Sierra, Sevilla), y otros
producto de prospecciones como Cueva de la Murcielaguina
(Castillo de Locubin, Jaén), El Charcón (Alozaina, Málaga).
El resto de los hallazgos, considerados de superficie, de
igual forma que los secuenciados de cuevas, pueden, en nuestra
opinión, tener un similar tratamiento estadístico, cronológico
y posiblemente de contextualización, como se ha realizado en
cueva de Nerja y otras igualmente significativas. En resumen,
escasos datos en este aspecto, para extraerse conclusiones de
validez sociocultural y menos aún sopesar un mayor impacto
del cardial en la Alta Andalucía en detrimento de la Baja Andalucía. Solamente una vista rápida sobre el boceto de distribución de esta muestra cerámica para comprobarse dicha afirmación (fig. 1). La línea imaginaria trazada entre Cueva de Nerja
y Cueva de los Murciélagos en Zuheros en los años ochenta
por parte de M. Pellicer y P. Acosta para separar durante el
Neolítico andaluz estos dos ámbitos territoriales y culturales,
en la actualidad no tiene sentido alguno. Aunque, consideramos de igual forma que este modelo desde un primer momento
tuvo poca contrastación, pues se obviaban o resaltaban ciertos
tipos cerámicos, según conveniencias o desconocimiento, para
su posterior y mejor justificación. ¿Sobre qué registros cerámicos contrastados se basaba el modelo propuesto? En aquellos
momentos, en la teórica Alta Andalucía sólo se conocían los
sobrevalorados de Carigüela y posteriormente de Majolicas,
el mal definido vaso de Cacín, algún vaso aislado en el Cerro
de las Ánimas de Vélez Rubio (Almería) y los fragmentos de
Cueva del Capitán (Lobres, Granada), no considerados estrictamente cardiales por parte de M. Pellicer. Estos escasos datos
fueron suficientes para considerar esta área geográfica como
subsidiaria, para este tipo de cerámicas, del área levantina y,
por consiguiente, caracterizada y diferenciada de la Baja Andalucía, por su mayor y casi exclusiva presencia cardial. Lo
cual contrastaba, pues ya en los mismos momentos en que se
emitió el modelo propuesto, esta área baja andaluza presentaba iguales o mejores argumentos para la comprensión del
cardial en Andalucía como podían ser La Dehesilla, Parralejo,
Cueva Chica, Cueva de Nerja, Cueva del Higuerón, Cueva de
las Goteras. Sin embargo las tradiciones cerámicas aquí se caracterizaron, incomprensiblemente, por impresas no cardiales,
almagras, lisas y otras, a su vez obviándose las cardiales bajo
el seudónimo de “cardialoides”, es decir sí pero no. Lo cual ha
tenido una cierta trascendencia en trabajos posteriores.
En la actualidad, si revisamos el mapa de dispersión de lo
cardial en Andalucía (fig. 1), comprobamos su distribución zonal de yacimientos. La Alta Andalucía ofrece un cómputo de
hallazgos menor que la Baja Andalucía. En esta última con localizaciones y agrupaciones de gran interés, con escasas o nulas
conexiones con Carigüela y sí con otros ámbitos geográficos
cercanos, en la actualidad no bien conocidos.
En el estado actual de las interpretaciones sobre los inicios
del Neolítico andaluz, cualquier modelo que se acerque a este
tema es siempre válido, pero expresaríamos que al menos se
sustentase en argumentos mínimamente contrastados y este no
es el caso que nos ocupa. Sobre la presencia de una fase previa
a lo cardial en Nerja, que formaría parte del horizonte neolítico
más arcaico de esta cueva, al margen de nuestras dudas sobre su
definición, no existen otro tipo de argumentos en esta ocasión
para sustentarla en Andalucía ni, fuera de ella, en otros ámbitos peninsulares. Hemos señalado en Andalucía de forma más o
menos precisada el cardial al menos en una treintena de enclaves, entre cuevas y asentamientos. No es que taxativamente no
aceptemos una fase precardial para los inicios del neolítico andaluz, pues en múltiples trabajos ya citados, alguno de nosotros
hemos expresado la posible presencia de una fase antigua con
o sin cardial, en nuestra opinión, muy posiblemente por encima
del 5500 BC. Apreciación siempre determinada por la secuencia estratigráfica, al margen de otras cuestiones, obtenida en el
poblado de Los Castillejos de Montefrío por proporcionar la
más completa y mejor documentada secuencia cronocultural de
un asentamiento neolítico. Se podrían señalar otras, como por
ejemplo el Cabezo de Lebrija, con secuencia más corta, de igual
forma que el Abrigo del Nacimiento, ocupación al aire libre,
bajo una gran cornisa, pero sin cardial, o Cerro Virtud de más
173
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J. Carrasco Rus, A. Morgado y F. Martínez-Sevilla
escasa estratigrafía, iniciada a principios de un Neolítico Medio.
Los Castillejos prueba la dificultad de desligar el elemento cardial de otros tipos de decoraciones antiguas, llámense impresas,
incisas, almagras antiguas o de otro tipo.
De igual forma presentar tipos decorativos, porcentajes de
sus apariciones, entre otros, sin tenerse en cuenta, ya desde un
principio de donde se extrajeron, no deja de ser un ejercicio
descriptivo. Sin embargo elevarlos a la categoría de interpretación social e identitaria plantea problemas. Hay que recordar
cómo las definiciones estratigráficas elaboradas sobre las intervenciones arqueológicas en cuevas, para los momentos de la
Prehistoria Reciente, han sufrido continuadas rectificaciones
y reelaboraciones con el avance de la investigación sobre los
asentamientos al aire libre, donde se expresaba con mayor exactitud, en vida corta, la realidad sociocultural de la formación
de sus fases. En este aspecto, consideramos que la no asunción
de la existencia real de una dicotomía entre “cuevas funerarias/
asentamientos al aire libre”, por parte de investigadores muy
apegados a ciertas tradiciones, como ha sido la existencia en
Andalucía de un “Neolítico de Cuevas con Cerámica Decorada”, no ayuda a la comprensión de muchos de los problemas
que, en general, afectan a los inicios de su Neolítico. Especialmente si se sigue insistiendo en secuenciarlo a partir de los
conjuntos extraídos de sus cuevas, pues de ellos solo se pueden
extraer conclusiones generales sobre tipos, decoraciones, modas
regionales, posibles “áreas-estilo”, porcentajes de apariciones,
etc., y obtenerse dataciones absolutas de ciertas muestras de tipo
orgánico, pero con valor en sí mismas, no para fechar conjuntos
cerrados o posibles niveles domésticos sin contrastar. Aún menos para obtenerse “cronologías concretas” de cincuenta, cien
años o incluso doscientos años entre ellos, como se ha intentado
efectuar con el modelo propuesto para Cueva de Nerja. En un
cómputo general, comprobamos que prácticamente todos los
tipos cerámicos y decoraciones que pudiésemos asociar o relacionar con las primeras fases del Neolítico en Andalucía, como
pueden entre otras ser: cardiales, impresas antiguas a peine, almagras, incisas, pivotantes, etc., se distribuyen y repiten con
mayor o menor insistencia en todos sus ámbitos geográficos.
Exceptuándose de esta globalidad algunas muestras cerámicas
con decoraciones no muy frecuentes como son las denominadas
“esgrafiadas”, “reticuladas” y “excisas”, en la actualidad sólo
documentadas en ámbitos granadinos.
Al hilo de estas breves reflexiones, se comprueba cómo en
la investigación andaluza aún en la actualidad se sigue intentado
diferenciar dos ámbitos durante el Neolítico Antiguo, en sí no
tanto por los registros cerámicos documentados en ellos, sino
especialmente por sus dos tipos de ocupaciones diferenciadas:
al “aire libre” y en “cuevas”, también relacionadas, con ámbitos concretos de la Baja y Alta Andalucía. En una investigación
reciente (Ceballos y Escacena, 2009) se han avanzado una serie
de consideraciones al respecto. A partir de la distribución del
elemento cardial (fig. 1) no se puede en la actualidad seguir considerando dos ficticios ámbitos territoriales. Aunque los datos
que aportamos no dejan de ser simples, justificados por una manifiesta falta de investigación, es evidente que la Baja Andalucía
presenta un mayor número de enclaves con cardial. También
es obvio, más en la Alta que en la Baja, que sus apariciones
o mayores porcentajes están más relacionados con trabajos de
excavación que con hallazgos aislados superficiales. Aunque en
174
la Baja, donde éstas se han efectuado, también las han proporcionado con más intensidad. Por lo que se puede concluir, que
la aparición o no del cardial y su conocimiento en Andalucía,
en buena medida ha estado condicionado por el mayor o menor
grado de intervenciones arqueológicas realizadas.
En segundo lugar, sus apariciones en cuevas y al aire libre,
está marcado exclusivamente por el diversificado biotopo del amplio territorio andaluz en que se distribuye, aunque existen zonas,
como es la costa occidental de Málaga, desde Torremolinos a Estepona, con poblamiento antiguo que no lo han proporcionado,
cuando al Este y al Oeste, sí se ha documentado, generalmente en
cuevas. En este aspecto, la presencia o no de afloramientos calcáreos, con sus correspondientes y variadas oquedades, marcan el
tipo de sepulturas o necrópolis utilizadas, si en “cueva” o al “aire
libre”, por las primeras poblaciones neolíticas.
Recientemente se ha sugerido algún tipo de modelo, no muy
concretado, para justificar el uso de las cuevas, no así de los segundos (Ceballos y Escacena, 2009). Se indica para ellas un uso
como asentamiento en el interior de las tierras altas andaluzas
con fuerte incidencia del cardial y el asentamiento al aire libre
en las zonas bajas, indicándose en un primer momento también
diferencias por sus registros arqueológicos. Aunque posteriormente, se argumenta que en cualquier caso el repertorio material
obtenido en los enclaves de la banda atlántica son similares a
los del interior, sugiriéndose la existencia, solo para todos estos
ámbitos, de un único horizonte cultural con influencias, no concretadas, llegadas por mar o por caminos costeros. Fundamentalmente materializadas por la alfarería de tradición cardial que
no llegó arraigar de forma importante en la Banda Atlántica. Por
otra parte, se hace hincapié en la mayor carga decorativa, mejor
conservación y mayor cantidad y documentación de los registros procedentes de las cuevas localizadas en Sierra Morena y
Sierras Subbéticas que en los enclaves al aire libre. Justificado
o bien por la mayor incidencia que tradicionalmente ha tenido
la investigación sobre las cuevas y por tanto un mayor conocimiento de sus registros o bien, porque en ellas estos se han
preservado mejor, haciéndose en este aspecto, una comparativa
entre los procedentes de El Retamar y La Dehesilla. Modelos
y opiniones que por nuestra parte, admiten algún sucinto comentario. En relación con la presencia o no del cardial como
definidor de ámbitos regionales, no tiene sentido, pues aparece
con mayor o menor insistencia en todos sus ámbitos. Aunque es
evidente una mayor orografía caliza en la Alta que en la Baja
Andalucía, determinante en la mayor o menor presencia de cuevas. Podemos estar de acuerdo, a tenor de los registros materiales actualmente conocidos, que puede existir para los inicios del
Neolítico andaluz, un horizonte más o menos homogéneo, globalmente bien representado en todos sus ámbitos. En algún caso
con ciertos matices diferenciadores que en nuestra opinión, no
dejarían de ser coyunturales, como podrían ser la mayor o menor presencia de ciertos tipos decorativos, especial tratamiento
de alguna superficie o pasta cerámica, etc.
Pero, aceptada grosso modo esta posible homogeneidad entre los registros procedentes de cuevas y asentamientos en la
Baja y Alta Andalucía, sin embargo, comprobamos cómo esta
cuestión se rarifica cuando por parte de los autores (Gavilán y
Escacena, 2009) se intenta establecer diferencias internas entre
ellos, especialmente por sus registros cerámicos. Y no por estrictas consideraciones tipológicas o de otro tipo, sino especial-
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Implantación y desarrollo de los grupos neolíticos del sur de la península ibérica
mente diríamos que de visualización. Es decir, por el grado de
conservación y carga decorativa que presentan, según procedencia de uno u otro ámbito, o por el mayor grado de conocimiento
que se tiene de los documentados en cuevas. Cuestión, con la
que no podemos estar de acuerdo, pues existe un trasfondo más
lógico y profundo que lo justifica. Concretando, las cuevas y los
asentamientos al aire libre pueden documentar producciones cerámicas con ciertas similitudes tipológicas, pero también existen
diferencias concretas, con tipos específicos para cada ámbito,
cuestión ya comentada. De igual forma que entre las producciones de unas y otros, a simple vista, se observan diferentes grados
de amortización y conservación. Desde las opciones explicativas de los autores para justificarlas, se da la impresión que la
buena conservación de los registros cerámicos de cuevas ha dependido exclusivamente del especial y homogéneo microclima
existente en ellas. Tipo de consideración que tradicionalmente,
no solamente en este caso, ha supuesto consecuencias negativas
en las investigaciones realizadas sobre el Neolítico andaluz. La
bondad y espectacularidad de los registros cerámicos de cuevas, así como sus excelentes conservaciones sólo se justifica
por su uso no doméstico y sí de representación o para contener las ofrendas, posiblemente alimenticias o de ritualizaciones
post mortem de los inhumados en ellas. Es decir con un uso no
amortizado y rodado como sucede con los procedentes de los
auténticos poblados al aire libre. De igual forma las cerámicas
sepulcrales ofrecen decoraciones más exuberantes y una fácil
reconstrucción posterior, lo que no sucede con las de poblados.
En resumen, en este apartado, ¿se puede seguir aún insistiendo sobre el carácter habitacional de cuevas de difícil acceso,
angostas, sin luz natural, húmedas, a veces grietas, simas, con
inhumaciones y registros cerámicos no utilizados?
De igual forma nos preguntaríamos: ¿dónde se localizan las
inhumaciones de los asentamientos del Neolítico Antiguo señalados en áreas sin afloramientos calcáreos? Sin excesivas dudas,
en el interior de los propios asentamientos, en fosas excavadas
en su subsuelo. Difíciles de detectar en zonas con gran sedimentación y fuertemente antropizadas del interior andaluz, no así en
otras áreas como pueden ser las costeras del Bajo Guadalquivir
o en ambientes áridos almerienses, en donde a veces han quedado al descubierto por la erosión, conteniendo todo tipo de restos
óseos y materiales.
5. SÍNTESIS
En páginas anteriores hemos intentado reflexionar sobre algunas cuestiones relacionadas con ciertos aspectos relativos a la
caracterización del Neolítico Antiguo en Andalucía. Especialmente, esta definición formal, fundamentalmente basada en los
conjuntos cerámicos y el significado de la decoración cardial,
sustenta viejos y nuevos modelos interpretativos. Lo cardial,
dentro de una visión normativa, ha servido para diferenciar en
Andalucía dos grupos o áreas culturales. En este trabajo hemos
reflexionado sobre lo irreal de este “nuevo modelo dual” de lo
cardial. De igual forma, la comprensión del cardial en el sur
de Iberia no debe justificarse como una simple extensión o influencia del área levantina, constituyendo en la actualidad una
cuestión más compleja de difícil solución. Particularmente, y
sin excesiva contrastación, las redes de irradiación de los nuevos modos de vida neolíticos por la vía norteafricana deben ser
analizadas como proceso factible o con mayores posibilidades
para el desarrollo del Neolítico del sur peninsular. Asimismo,
en el estado actual de los conocimientos se comprueba que en
el registro arqueológico es más que hipotético intentar aislar un
horizonte cerámico arcaico con ausencia de cardial. Pues éste
siempre ha aparecido asociado a otras cerámicas impresas o de
otros tipos. De momento no existe una sola cueva sepulcral o
asentamiento en el sur peninsular en donde se pueda constatar
un inicial horizonte de cerámicas antiguas sin estar asociadas a
fragmentos con decoración cardial. No es que no se considere
factible su existencia pero con el registro arqueológico actual
y menos aún en base a los procedentes de cuevas como Nerja,
Carigüela, Dehesilla es imposible su contrastación. Son precisamente estas cavidades en Andalucía, al margen de sus ricos
registros arqueológicos, los que en este aspecto han tenido posibilidades de facilitarlo, aunque en la actualidad las lecturas de
sus posibles “secuencias estratigráficas”, no lo hubiese propiciado. Solamente secuencias estratigráficas extensas próximas a
la primera mitad del VI mileno cal BC, son las que nos pueden
ofrecer datos significativos para aislar horizontes cerámicos antiguos bien contrastados o especies domesticadas antiguas. La
secuencia de Los Castillejos de Montefrío puede ser en la actualidad un ejemplo de esta situación, pues tiene posibilidades
de una mayor profundidad en su estratigrafía y aproximarse a
la cronología propuesta. Pero siempre teniéndose en cuenta que
los registros de cuevas presentan tipos característicos propios de
ambientes con una funcionalidad especial, como fue la funeraria
o ritual, muy diferenciados de los procedentes de asentamientos
domésticos. La escasez de cerámicas impresas con o sin cardial
es comprensible en estos últimos, no así en cuevas, en donde
son algo más frecuentes y mejor conservadas, por su status más
de tipo representativo que utilitario. Intentar justificar estos registros por la presencia de diferentes tipos de comunidades que
coexisten de manera paralela sólo conduciría en la actualidad
a una problemática de difícil solución, además de constituir un
normativismo que equipararía la formalidad de un único elemento material (un tipo de tratamiento decorativo) con el conjunto de la identidad comunitaria. Además, la tecnología lítica
de productos laminares nos está indicando el procedimiento de
talla por presión y calentamiento térmico desde fechas más tempranas a las de otros grupos neolíticos como los de las costas
mediterráneas francesas. Se podría tratar de una difusión tecnológica de sur a norte por la región mediterránea.
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 181-210.
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular:
nuevos datos para una actualización de la evidencia empírica
Manuel a. RoJo gueRRa, íñigo gaRCía MaRtínez de lagRán, RaFael gaRRido Pena,
CRistina teJedoR RodRíguez, eulàlia suBiRà de galdáCano, Jesús gaRCía gazólaz,
Jesús sesMa sesMa, Juan FRanCisCo giBaJa Bao, MeRCedes unzu uRMeMeta,
ángel luis PaloMino lázaRo, iRene JiMénez JiMénez,
eduaRdo aRRoyo PaRdo y HéCtoR aRCusa Magallón
reSumen
A la vez que dar a conocer tumbas y cronologías inéditas de los inicios del Neolítico en el interior peninsular, se pretende
analizar con el detalle que nos permite en cada contexto la bibliografía existente, todos los casos de tumbas de esta fase en
el interior peninsular y en el Valle del Ebro. Serán analizados con detalle el tipo de estructura utilizada y la naturaleza del
depósito funerario, la edad y el sexo de los enterrados, el tipo de ajuar, su presencia o ausencia en cada caso, así como la
posición y la orientación de los difuntos en la tumba. Todo ello con la intención de ofrecer una visión integral de las evidencias
funerarias en los inicios de la economía con rendimientos diferidos.
PalabraS claVe:
Inhumación, Neolítico antiguo, interior peninsular, Valle del Ebro, cronología absoluta.
abSTracT
Early Neolithic tombs from the interior of Iberia: new data for an updating of the empirical evidences.Together with the
publication of new tombs and radiocarbon dates from the Early Neolithic, an analysis is made about the complete catalogue of
graves known of this chronology in the interior of the Iberian Peninsula and the Ebro Valley: the structure of the tomb used,
the nature of the burial deposition, the sex and age of the individuals, the grave offerings (presence or absence) as well as the
position and orientation of the deceased inside the grave. The aim is to show a general overview of the burial evidences of the
first farmers in this region.
keywordS:
Early Neolithic, Interior of Iberia, Ebro Valley, 14C.
1. INTRODUCCIÓN
Los años de bonanza económica en nuestro país llevaron consigo una enorme proliferación de obras públicas, proyectos de urbanización, planes parciales de industrialización etc., cuya ejecución debía contar con la correspondiente intervención arqueológica de urgencia. De esta ingente actividad excavadora, no
siempre investigadora, han surgido hallazgos interesantes que
vienen a informarnos sobre un aspecto bastante desconocido,
hasta ahora, en el registro del Neolítico Antiguo Peninsular: las
tumbas. Prácticamente sólo Chaves y la Lámpara son tumbas
descubiertas en el seno de sendos proyectos de investigación,
el resto de las que presentaremos a continuación lo han sido a
través de intervenciones arqueológicas de urgencia o gestión.
El objetivo que nos mueve al publicar este trabajo es triple;
por una parte dar a conocer algunas tumbas inéditas en el interior peninsular y/o Valle del Ebro reflejadas en la figura 1. En
segundo lugar, presentar algunas dataciones inéditas que hemos
obtenido de los individuos enterrados en el Montico, Molino
de Arriba o Villamayor y, en tercer lugar, reunir y analizar en
conjunto todas las evidencias conocidas hasta el presente correspondientes a los primeros momentos de la neolitización,
hasta ahora valoradas y contextualizadas en trabajos generales,
junto con otros casos del Neolítico medio/final y del megalitismo (Rubio de Miguel, 2002; Garrido et al., 2012).
2. MUESTRA ANALIZADA
2.1. el llano del monTIco (monreal-Izco)
El yacimiento de El Llano del Montico estaba incluido en el
IAN (Inventario Arqueológico de Navarra) con la referencia
09311240001, catalogado como un asentamiento al aire libre
de amplia extensión y cronología imprecisa por la presencia,
en superficie, de abundante sílex, cerámica poco definitoria y
pulimentados diversos.
181
[page-n-189]
M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 1. Mapa de dispersión de las tumbas analizadas en el texto: 1) Paternanbidea, 2) El Llano del Montico, 3) Los Cascajos,
4) Alto de Rodilla, 5) Fuente Celada, 6) Molino de Arriba, 7) El Prado, 8) Chaves, 9) La Lámpara, 10) El Congosto, 11) Valdivia,
12) Villamayor de Calatrava.
El trazado de la Autovía Subpirenaica, Pamplona-JacaHuesca, en concreto, la construcción del tramo Monreal-Izco,
en los puntos kilométricos 9+500 y 9+930 afectaba a algunos
sectores de la delimitación del yacimiento por lo que, bajo los
auspicios del Servicio de Arqueología de la Comunidad Foral
de Navarra, se planteó una intervención arqueológica que fue
encargada al Gabinete TRAMA S.L.
El Llano del Montico se ubica en el extremo sureste de la
Falla de Ibargoiti; un pasillo natural de margas eocénicas dentro de la cuenca de Lumbier-Aoiz, surcada por el río Elorz de
sureste a noroeste y flanqueada por la serreta que le separa del
Valle de Unciti y por la sierra calcárea de La Higa. Pues bien, el
yacimiento se sitúa en el extremo sureste de este pasillo, en la
falda de la Peña de Izaga, a 600 m sobre el nivel del mar.
La flora autóctona, que se conserva en algunos rodales residuales, estaba compuesta por robles y encinas en las solanas y
pinos silvestres y hayas en las umbrías. Sin embargo, en la actualidad, la mayor parte del paisaje, al margen del fondo de los
valles ocupados por cultivos cerealistas, se compone de pinares
de repoblación.
Desde Abril a Septiembre de 2007 se llevaron a cabo varias
fases de intervención en los 20.000 m2 en que el yacimiento
era afectado por el trazado de la autovía y que consistieron en
la retirada mecánica de la primera capa superficial, limpieza y
topografía de todas las evidencias negativas observadas y, por
último, excavación de las más importantes. El resultado fue la
constatación de un enorme hábitat al aire libre, arqueológica182
mente compuesto por una ingente cantidad de estructuras negativas que conferían al enclave el aspecto característico de los
llamados “campos de hoyos”, tan habituales en la prehistoria
peninsular desde el Neolítico a la Edad del Bronce (Bellido
Blanco, 1996). Frecuentemente los “Campos de hoyos” son
asentamientos de enormes dimensiones, con ocupaciones recurrentes a lo largo del tiempo que se van yuxtaponiendo en el
espacio. Ello hace que no se forme una estratigrafía vertical y
la segregación cronológico-cultural de cada fase debe realizarse
mediante el estudio tecnotipológico de los materiales o la aplicación de técnicas de datación absoluta.
El Llano del Montico responde perfectamente a esta tipología de yacimiento; la superficie excavada supera las 2 hectáreas,
siendo considerablemente mayor aún el área de dispersión de
materiales, tipológicamente las cerámicas recuperadas corresponden a diferentes momentos (Neolítico, Calcolítico, Campaniforme, Edad del Bronce), y las estructuras, con diferentes
adscripciones culturales se disponen anárquicamente, por todo
el área intervenida.
Según el informe elaborado por el Gabinete TRAMA S.L.,
los resultados totales de la intervención arqueológica (en sus
diferentes fases de delimitación, limpieza y excavación) fue la
constatación de las siguientes estructuras:
a) Depósitos en hoyo: En diferentes puntos del yacimiento se localizaron, a lo largo de las tres fases de la intervención
arqueológica, un total de 190 depósitos en hoyo de cronología
prehistórica. En general se trataba de cubetas no muy profundas
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Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
con diámetros de entre 1 y 2 m. En estas estructuras negativas se recuperaron diversos materiales arqueológicos entre los
que destacan abundantes restos cerámicos y óseos –con y sin
evidencias de la acción del fuego–, varias puntas de flecha y
microlitos realizados en sílex, varias hachas pulimentadas así
como algunos molinos de mano.
Muchos de estos depósitos fueron colmatados, una vez
abandonados, por piedras y cantos, definiendo pequeñas concentraciones líticas de planta de tendencia circular con diámetros que oscilan entre el metro y el metro y medio. En la mayoría
de los casos, las concentraciones contenían material arqueológico prácticamente igual al del resto de los depósitos, aunque en
menor cantidad.
b) Hoyos de poste: De los 19 pequeños hoyos verticales localizados, tan sólo 11 parecen corresponder a los restos de auténticas
estructuras de postes ya que en su interior no se ha hallado ningún
tipo de material arqueológico excepto carbones. A pesar de que no
ha sido posible definir con claridad la planta de una unidad de habitación, parece innegable que debió de existir en esa zona algún
tipo de estructura ya que 10 de ellos se encuentran relativamente
agrupados en el extremo noroccidental del yacimiento.
c) Enterramientos: Seis de las estructuras negativas contenían restos humanos y, por tanto, fueron consideradas como
tumbas. En todos los casos podemos afirmar que, aunque correspondan a diferentes períodos culturales, comparten las mis-
mas características: depósitos poco profundos (circunstancia
impuesta por la presencia de bloques de piedra de gran tamaño
que dificultaban la excavación del terreno natural) en forma de
cubeta; presencia de más de un individuo en el interior de cada
uno de los depósitos (enterramientos dobles); en los casos en
que se han conservado suficientes partes del esqueleto postcraneal, fueron depositados en posición fetal en decúbito lateral
izquierdo. Igualmente, en todos los casos era patente su lamentable estado de conservación.
Enterramiento nº 6.- La estructura catalogada en el informe
de TRAMA S.L. como enterramiento nº 6 es la única que, tanto
por su ajuar funerario como por su cronología (como veremos)
corresponde al Neolítico antiguo y es objeto de un estudio especial en este trabajo. Se trataba de una cubeta hemisférica excavada en las gravas de la terraza, de 1,15 m de diámetro y una
profundidad conservada de 10 cm. En su interior se hallaron los
restos parciales de dos individuos que estaban depositados en
la mitad este del fondo del hoyo. Sobre los restos humanos se
había depositado lo que pudiera ser una cornamenta completa
de ciervo de la que sólo se conservaban identificables el pivote,
las dos rosetas y un cuerpo principal con la corona machacada y
una punta rota. En el proceso de excavación se recuperaron una
luchadora, dos puntas medias con candiles, otras dos sin ellos y
tres candiles más. Igualmente se recuperó un punzón de hueso
fragmentado y muy desgastado (fig. 2).
Fig. 2. Planta del enterramiento 6 de El Llano del Montico con fotografía ampliada de hueso largo sobre el que se observan 2
microlitos geométricos. Luchaderas y candiles de ciervo como ajuar de la tumba.
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
El individuo nº 1, adulto masculino (entre 30/40 años) tiene
un índice de preservación (Walker et al., 1988 y Safont et al.,
1999) próximo al 72%, conservando la mayoría de los huesos
largos, 16 piezas dentales y prácticamente todos los huesos de
las manos y pies (fig. 3). En relación con posibles patologías se
aprecian caries en dos dientes, cálculo dental en todas las piezas
y ausencia de hipoplasia del esmalte lo que, con toda probabilidad, es la causa del fuerte desgaste dental, especialmente de las
piezas anteriores. Se aprecian, asimismo, inserciones musculares palmares de las falanges proximales que implicarían un gran
desarrollo muscular relacionado con la prensión de las manos.
El individuo nº 2, adulto joven masculino (entre 20/25 años),
tiene un índice de preservación claramente inferior, en torno al
48% (fig. 3). No conserva los huesos propios de manos y pies,
sólo algunos de cara y cabeza, partes de mandíbula y maxilar y
algunas diáfisis de huesos largos (húmeros, fémures y un peroné).
Conserva únicamente 7 piezas dentales y en ningún caso, posiblemente debido a su juventud, se aprecia en ellos cálculo dental,
caries o hipoplasia del esmalte. No se ha podido observar ninguna
lesión ni patología en la escasa muestra ósea conservada.
En general, en ambos individuos, se observa una buena conservación por lo que a la superficie y textura de las diáfisis se
refiere, pero no ocurre lo mismo con los extremos o epífisis y,
en general con todo el tejido esponjoso (ausencia absoluta de
raquis vertebral y de casi todas las costillas). Esta ausencia epifisaria y de sustancia esponjosa debe ponerse en relación con
procesos tafonómicos de descomposición natural ya que no se
han apreciado evidencias de alteraciones por roedores u otros
animales. Esta circunstancia ha impedido obtener datos válidos
sobre el cálculo de estatura y robustez de los individuos. Tan
sólo, y para la extremidad inferior, se ha podido calcular el índice platimérico del fémur en ambos individuos y el platicnémico
en la tibia derecha del individuo 1. En ambos casos los fémures
son platiméricos y la tibia del individuo 1 es platicnémica (tabla
1), lo que podría ponerse en relación con la práctica habitual de
marchas largas por terrenos pedregosos.
En relación con la naturaleza del depósito, esto es, si se trata
de una deposición primaria o secundaria, simultánea o sucesiva,
existe un cierto grado de incertidumbre, motivado por la roturación secular de los campos y la retirada mecánica de la montera
del terreno. Sin embargo hay suficientes indicios en el proceso
de excavación y registro para intentar aproximarnos a la realidad y plantear una posible interpretación. En primer lugar, el hecho de que la cuerna de ciervo estuviera prácticamente completa
sobre los restos óseos nos hace pensar que su colocación supuso
la última intervención humana en la tumba. Bajo ella y, según
un análisis detallado de las fotografías de la excavación y la
planimetría, se pueden adivinar algunas conexiones articulares
a nivel de extremidades así como de algunas partes del esqueleto que corresponden al individuo 1. Este aparece orientado
S-E, probablemente fue depositado en decúbito supino con las
extremidades inferiores flexionadas de forma alzada, de modo
que las piernas se apoyarían en la pared de la estructura. Sobre
estas extremidades inferiores, a nivel de las rodillas y apoyándose también en la pared de la estructura se depositó el asta de
ciervo. La tumba no se colmató de tierra de forma inmediata por
Fig. 3. Comparación del estado de preservación de los individuos de El Llano del Montico.
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Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
Tabla 1. Índices calculados en la extremidad inferior de los individuos 1 y 2.
Individuo 1
Derecho Izquierdo
Índ. platimería
Índ. platicnémico
Individuo 2
Derecho Izquierdo
-
82,9
77,4
74,2
58
-
-
-
lo que, al descomponerse el cadáver y, bajo el peso de las astas,
las extremidades cedieron sobre el suelo de la tumba hallándose
en la posición actual. En otra imagen del proceso de excavación,
aparece la pierna derecha con el fémur, la tibia y parte del peroné en paralelo por la cara anterior de los huesos. En este caso
la posición es fruto meramente del desplazamiento producido
al perder la sustancia blanda. El fémur izquierdo aparece por
la norma posterior articulado con el coxal del mismo lado que
se presenta en norma lateral. El peso del asta desplazó a los
mismos hacia el norte haciendo que rotara el fémur en el coxal
dejándolo en la disposición en la que han sido hallados.
En el extremo más al sur de la fosa, se observa un fragmento
de mandíbula asociado a restos craneales que muestran un cierto desplazamiento gravitacional propio de la descomposición a
nivel craneal con la desarticulación mandibular y la caída de la
misma. La distancia (espacio) entre el cráneo y los coxales correspondería perfectamente al necesario para albergar el tórax. No
está clara la distribución de las extremidades superiores de este
individuo si bien en las fotografías parecen reconocerse fragmentos humerales en lo que correspondería a la región torácica.
Vistas así las cosas, parece fuera de toda duda que el individuo nº 1 se encontraba en posición primaria, depositado en
decúbito supino con las extremidades inferiores arqueadas y las
superiores posiblemente recogidas en el tórax. La descripción
realizada se corresponde perfectamente con la que García y
Sesma (2007a: 62 y fig.4) hacen para el individuo A del enterramiento nº 2 de Paternanbidea.
Ahora bien, ¿qué podemos decir del individuo nº 2? Tanto
en las fotos de excavación como en planimetría ha sido imposible reconocer ningún hueso que correspondiera al mismo, por
lo que debemos deducir que sus restos, sin conexión anatómica
alguna, se encontraban bajo el individuo nº 1 que a su vez estaba bajo la cuerna de ciervo. Ante ello sólo podemos evaluar
la naturaleza de su depósito atendiendo a criterios estrictamente antropológicos. En primer lugar debemos prestar atención
a la representación anatómica, encontrándonos con un índice
de preservación inferior al 50%. Es ésta, la subrepresentación
anatómica, un primer e importante indicador de los depósitos
secundarios, también llamados en dos o más tiempos (Velasco
Vázquez, 2014: 194). Otro detalle a considerar es la ausencia
de conexiones anatómicas, especialmente las lábiles (manos, raquis cervical, pies). Teniendo en cuenta que el individuo 1 si poseía todos los huesos de manos y pies, no podemos achacar esta
ausencia a procesos tafonómicos naturales de preservación diferencial, lo que contribuye, aún más, a pensar en que el individuo
nº 2 había sufrido algún tipo de tratamiento post mortem. Pero
¿qué tipo concreto de tratamiento? Ante la ausencia de otros importantes indicadores para determinar el carácter secundario del
depósito (presencia de huellas evidentes de descarnado activo,
marcas y huellas producidas por la acción de animales cuando
los huesos se hallaban expuestos al aire) y habiendo considerado el carácter primario para el individuo nº 1 (descomposición
en un espacio abierto, colocación de un asta de ciervo sobre
el conjunto de los restos, recuperada en su posición original),
podemos concluir que más que un enterramiento secundario del
individuo nº 2 se haya producido una reducción del mismo, es
decir, un reagrupamiento de una buena parte de los huesos del
primer individuo depositado en el mismo espacio en el que se
produjo su depósito inicial (Duday et al., 1990: 44).
Con todo, creemos que la definición más acertada y precisa que podemos realizar sobre la naturaleza del depósito
hallado en el enterramiento nº 6 de El Llano del Montico, es
la de una deposición doble sucesiva con reducción del primer
individuo inhumado.
Por más que la norma habitual conocida hasta ahora para
los enterramientos del Neolítico Antiguo en las Tierras del Interior Peninsular sea la de la inhumación individual en fosa como
lo atestiguan la mayoría de los ejemplos que citaremos en este
trabajo, no faltan en el Valle de Ebro casos en los que podemos
interpretar que la norma de enterramiento haya sido, como en
El Llano del Montico, la inhumación doble sucesiva con reducción de los primeros restos inhumados. Nos estamos refiriendo
al yacimiento de Paternanbidea en Ibero, Navarra, que dista escasos 30 kilómetros en línea recta de El Llano del Montico. En
concreto podemos hacer esta misma interpretación del enterramiento nº 3 y, en menor medida, del nº 1 donde se dan varias deposiciones sucesivas con reducciones (García Gazólaz y Sesma,
2007a: 60 y 62), como veremos más adelante.
2.1.1. Ajuar del enterramiento de El Llano del Montico
Al margen del asta de ciervo descrito más arriba, resulta ciertamente interesante, por novedoso, constatar la existencia de un
riquísimo ajuar lítico compuesto por 41 objetos de los que 36
son microlitos geométricos, 4 fragmentos de ápices de geométricos y un extremo distal de laminita de forma perfectamente
triangular (fig. 4). Dada su abundancia y peculiaridad a continuación presentamos el análisis tecnotipológico y traceológico
de estas piezas.
2.1.1.1. Análisis tecno-tipológico de los geométricos
del yacimiento de El Llano del Montico
Mediante una lupa binocular convencional con un rango de
20X a 40X aumentos hemos podido establecer los parámetros
tipométricos y morfológicos de la colección así como la secuencia de retoque de cada pieza y, con ello, el proceso tecnológico de fabricación.
Como se ha dicho, la colección está compuesta por 41 ítems,
en todos los casos realizados sobre sílex de variadas procedencias. Un primer vistazo, realizado por A. Tarriño, permite intuir
que quizá el grueso de las piezas haya sido fabricado sobre sílex
de la Sierra de Urbasa (Navarra), pero se constata la presencia
de sílex de Treviño (Burgos) e incluso del tipo Chalosse (Francia). De todos ellos, 39 encajan perfectamente en la categoría de
microlitos geométricos. Los otros dos casos son un fragmento
probablemente perteneciente a un geométrico (fig. 4.19), pero
demasiado pequeño para confirmarlo, y otro fragmento distal de
lámina apuntada, exenta de retoque, pero de curiosa morfología
trapecial y con una fractura buriloide en el extremo (fig. 4.8).
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 4. Ajuar lítico tallado de El Llano del Montico.
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Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
Los tipos y sus dimensiones
El troceado de las láminas
Las tres morfologías básicas están presentes en la tumba, contabilizándose 28 segmentos de círculo (fig. 4.1-4.3, 4.6, 4.9, 4.11,
4.12, 4.14-4.16, 4.20, 4.21, 4.23-4.32, 4.34, 4.35, 4.38-4.40),
10 trapecios (fig. 4.4, 4.5, 4.7, 4.10, 4.13, 4.18, 4.22, 4.33, 4.36,
4.37) y 1 triángulo (4.17). Como suele ser habitual, estas formas geométricas neolíticas no suelen ser tan netas como en el
precedente Mesolítico, por ello no siempre es fácil diferenciar
entre algunos trapecios y segmentos, o incluso dentro de estos
últimos hay diferencias en función del índice de alargamiento.
Por lo que se refiere a la tipometría, si tenemos en cuenta los
extremos de los tres parámetros mensurables, no parecen existir diferencias notables. En los segmentos la longitud oscila entre los 14
y 23 mm, la anchura entre los 6 y 12 mm, y el espesor entre 1,8 a
3 mm. En los trapecios, por su parte, la longitud oscila entre 15-23
mm, la anchura entre 7 y 11 y el espesor entre 1,5 y 3 mm. Con todo,
contrastando los prismas promediados en los que se inscriben estos,
sí ofrecen algunas diferencias: segmentos 19,1 x 9,1 x 2,2 mm y trapecios 18,8 x 9,3 x 2 mm, con lo que deducimos que los segmentos
son un poco más largos y están fabricados sobre láminas algo más
espesas. Por último, si analizamos estos mismos prismas en función del tipo de retoque utilizado en la conformación del geométrico, observamos cómo la diferencia entre ellos es algo más acusada:
geométricos en doble bisel 19 x 9,1 x 2,3 mientras que en los de
retoque abrupto los parámetros son ligeramente inferiores (18,4 x
8,9 x 2 mm), lo que nos indica que se busca intencionadamente un
módulo más alargado y espeso para fabricar los primeros.
Es un hecho constatado, al menos en el Valle del Ebro, que con
el advenimiento del Neolítico la técnica del microburil, masivamente empleada durante el Mesolítico, parece dejar de utilizarse. Ello se ha asociado tanto al desarrollo del retoque en
doble bisel (que elimina los estigmas que las técnicas de troceado hubieran podido dejar), como al aumento en el espesor
de las láminas soporte con las que fabrican sus geométricos los
primeros agricultores.
Entre los geométricos de El Llano del Montico existen 5
casos, todos ellos segmentos de círculo, 4 en doble bisel (fig.
4.16, 4.20, 4.34, 4.38) y 1 de retoque abrupto (fig. 4.9), en donde identificamos estigmas que interpretamos como originados
durante el proceso de fragmentación de la lámina soporte. Se
trata de ápices triédricos similares a los reconocidos en la técnica de microburil, sin embargo no comparten una característica
fundamental, y es que se trata de fracturas totalmente rectas y
no oblicuas. Esta singular circunstancia creemos que está totalmente relacionada con la técnica empleada, y a su vez condicionada por el espesor de las láminas fragmentadas. Pensamos que
probablemente se continúen utilizando muescas para reducir la
anchura de la fractura, pero que ésta ya no se hace golpeando la
lámina apoyada de forma oblicua sobre un yunque, sino que es
de forma perpendicular a un borde del mismo o, incluso y más
probablemente, mediante flexión manual, ya sea apoyando o no.
En conclusión, podemos afirmar que la técnica del microburil tal y como se ha reconocido para el geometrismo mesolítico,
no se practica en el primer Neolítico, no al menos en El Llano
del Montico, ello a pesar de que la masiva existencia de fracturas en los extremos de los geométricos han podido enmascarar
opciones de lectura sobre las técnicas de fabricación. Estas fracturas, como luego veremos, se deben a un uso preciso y generalizado de los mismos.
Las láminas soporte
Todos los geométricos, excepto un caso (fig. 4.6), están fabricados sobre lámina. Este caso excepcional se trata de un segmento
de círculo conformado mediante retoque abrupto para cuya fabricación se ha utilizado como soporte una lasca.
No son demasiadas las características que se pueden glosar
sobre estas láminas escogidas probablemente ex profeso, ya que
el propio proceso de fabricación (troceado y retocado final) elimina la mayor parte de las mismas. No obstante nos fijaremos al
menos en dos aspectos, la sección y el espesor, que normalmente no sufren alteraciones significativas que impidan su mensura.
Se reconocen dos tipos de sección, en función del número de
nervios que guíen la extracción de la lámina: triangular (un nervio
normalmente centrado) y trapezoidal (dos nervios de tendencia
paralela). En la colección 19 geométricos están fabricados sobre
láminas de sección triangular y 17 sobre sección trapezoidal, lo
que parece indicar que no es un factor determinante a la hora de la
selección de un tipo u otro de la lámina soporte para la extracción.
Respecto al espesor los rangos extremos se sitúan entre 1,5 mm
y 3 mm, rango en el que se incluyen todos los geométricos tanto
Neolíticos como Mesolíticos (Montes y Domingo, 2013).
Es necesario cruzar estos datos con la morfología que establecen los tipos para obtener algún patrón que pueda ser indicativo. Así, parece existir una preferencia por las secciones
triangulares para la fabricación de segmentos, que por otra parte
coinciden con las láminas de un mayor espesor, por encima de
los 2,2 mm y el uso del retoque en doble bisel. Por contra en la
fabricación de los trapecios, se prefieren las láminas de sección
trapezoidal, coincidiendo con unos espesores inferiores o en torno a los 2 mm, asociados al retoque abrupto.
El proceso de retoque: la secuencia
Los geométricos de la muestra que se estudia presentan tanto
retoques abruptos como en doble bisel. Siendo su distribución
de la siguiente forma: 27 en doble bisel (22 segmentos –fig.
4.1-4.3, 4.11, 4.12, 4.14, 4.16, 4.20, 4.21, 4.23-4.26, 4.28, 4.30,
4.32, 4.34, 4.35, 4.38-4.40–, 4 trapecios –fig. 4.4., 4.10, 4.22,
4.37–, 1 triángulo –fig. 4.17–) y 12 con abrupto (6 segmentos
–fig. 4.6, 4.9, 4.15, 4.27, 4.29, 4.31– y 6 trapecios –fig. 4.5, 4.7,
4.13, 4.18, 4.33, 4.36–).
Cuándo se realiza un examen más detenido de las piezas se
comprueba que tal y como es habitual en estos geométricos neolíticos, sobre todo en los contextos de hábitat al aire libre como
el que nos ocupa, muchos de los retoques cuyo ángulo interpretamos como abrupto están, más bien, a camino entre los 45º y
los 90º. Quiere ello decir que encontramos una diferencia entre
los retoques que conforman estos geométricos y los típicamente
mesolíticos. Esta circunstancia no es extraña teniendo en cuenta
que, en realidad, el retoque que realmente va a caracterizar estas
series geométricas neolíticas es el retoque simple, sobre todo en
su modalidad bifacial o de doble bisel. Incluso en ocasiones, y
dado que parece realizarse por presión, alcanza casi la condición
de retoque plano.
Con objeto de comprobar si existen procesos recurrentes
o modos de retocado en la última fase de fabricación de los
geométricos, se ha realizado una lectura, mediante lupa binocu187
[page-n-195]
M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
lar, tratando de secuenciar el retocado de cada pieza. Para ello
es preciso reconocer cada uno de los retoques y comprobar la
presencia de los estigmas habituales en un proceso de retocado,
seguramente por presión; punto de apoyo del punzón, contrabulbo, escamas parásitas, etc. Igualmente es interesante advertir
la inexistencia de los mismos por haber sido eliminados parcialmente por otro retoque posterior, ya sea desde la misma cara de
la pieza (doble delineación) o la contraria (bifacial). Partiendo
de la base de que el tallador tiene en sus manos el fragmento de
lámina, que previamente ha troceado y que va a servir de soporte, con la lectura de la secuencia de retoque podemos establecer
algunas conclusiones (fig. 5):
- Que algunos geométricos se han fabricado con solo una tanda de retoque. Es el caso de 5 segmentos (fig. 4.6, 4.9, 4.15,
4.29, 4.31) y 2 trapecios con retoque abrupto (fig. 4.7, 4.13).
Los trapecios con retoque directo y en los segmentos 2 directo
y 3 inverso. Diríamos que esta es la forma más rápida de conformación de un geométrico y que se asocia a la aplicación del
retoque abrupto.
- Que la mayor parte de los geométricos, 24 casos, se retocan
exigiendo tan sólo un volteo de la pieza. Es el caso de 21 segmentos y 3 trapecios. En el caso de los segmentos todos presentan retoque en doble bisel. La mayor parte de ellos (14) presentan una primera tanda de retoque simple (en 9 casos primero
directo –fig. 4.11, 4.14, 4.16, 4.25, 4.26, 4.32, 4.34, 4.40– y en
5 casos primero inverso –fig. 4.23, 4.24, 4.38, 4.39–) en todo el
arco para, a continuación, voltear la pieza y aplicar una segunda
tanda otorgándole el carácter bifacial. En 7 casos (fig. 4.1-4.3,
4.12, 4.20, 4.21, 4.28) los segmentos presentan una primera tanda que afecta a toda la cuerda y tras el volteo de la pieza se apli-
ca una segunda tanda pero que no afecta a toda la cuerda sino
sólo a zonas puntuales del geométrico, normalmente los extremos. Por lo que respecta a los trapecios (fig. 4.5, 4.18, 4.36) se
trata de combinaciones de dos lados mediante retoque abrupto
directo y volteo de la pieza para aplicar retoque inverso simple
y crear el lado corto.
- Que los trapecios de retoque en doble bisel (fig. 4.4, 4.10,
4.22, 4.37) son piezas de fabricación más laboriosa. Los cuatro
ejemplares de la colección han exigido al menos dos volteos de
la pieza, ya que presentan un lado retocado con alternancia de
retoques simples directo/inverso y el opuesto con alternancia de
retoques simples inverso/directo.
- Que tan sólo se han detectado dos casos (1 trapecio –fig.
4.33– y 1 segmento –fig. 4.30–) de retoque bifacial alternante. Este tipo de delineación requiere tantos volteos de la pieza
como retoques se realicen, por lo que en los casos analizados
son al menos 6 las veces en que el tallador tuvo que voltear el
geométrico en su mano. Por otra parte se constata que este tipo
de proceso ofrece unas aristas más sinuosas e irregulares que los
modos descritos anteriormente.
- Que en muchos de los geométricos estudiados, antes de dar
por finalizada su fabricación, se produce una revisión de la delineación de sus lados o cuerda en el caso de los segmentos, pues
presentan algún retoque esporádico por encima y al margen de
los esquemas mencionados.
A modo de conclusión podemos destacar que los microlitos geométricos del yacimiento de El Llano del Montico
participan de las mismas características que los relacionados
en otros contextos del neolítico antiguo del Valle del Ebro
(Cava, 2000), al menos en lo referente a tipología y tipome-
Fig. 5. Esquema secuencial del proceso de retoque en doble bisel de un segmento de círculo de El Llano del Montico.
188
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Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
tría. Cuestión aparte es la de la tecnología, donde al margen
de la estandarización que la propia técnica de fabricación
de geométricos requiere, sin embargo, no encontramos un
único patrón en los procesos de conformación y diseños del
retoque, sino que estos parecen bastante aleatorios sin que
hayamos podido concretar qué variables los determinan. En
todo caso, sería interesante realizar análisis de las secuencias
de retoque como la aquí presentada en otras colecciones del
Valle del Ebro con objeto de conocer si se repiten o son similares en yacimientos diversos.
2.1.1.2. Análisis funcional de los geométricos del yacimiento
de El Llano del Montico
El análisis se ha llevado a cabo conjugando una lupa binocular
Leica MZ16A, que abarca entre 10-90 aumentos, y un microscopio metalográfico Olympus BH2, cuyos aumentos van desde
50X a 400X aumentos, dotado con una cámara Canon 450D.
Además, para el caso de Llano del Montico, hemos podido emplear un software fotográfico (Helicon Focus v. 4.62) para adquirir y procesar imágenes totalmente enfocadas.
La primera cuestión que debemos apuntar en relación al
análisis de las piezas documentadas en esta sepultura, es que
su estado de conservación es pésimo. El hecho de que todo el
utillaje presente fuertes lustres de suelo y que el 25% muestren
pátinas desarrolladas, nos impiden hacer un análisis microscópico con el objetivo de detectar modificaciones generadas por su
uso (en concreto estrías y micropulidos).
No obstante, había un aspecto positivo ante la grave conservación del material, y es que sabemos que en los contextos
neolíticos los microlitos geométricos suelen ser proyectiles. Tal
determinación se basa en gran parte en la presencia de fracturas de impacto macroscópicas como resultado del contacto del
geométrico con alguna parte del esqueleto del animal. En base
a este criterio, hemos analizado los numerosos microlitos de El
Llano del Montico con el fin de documentar si tenían o no fracturas de impacto.
A este respecto, hemos podido determinar que de las 42
piezas analizadas, 25 (59,5%) muestran fracturas diagnósticas
producto de su uso como proyectiles, 8 (19,1%) tienen algunas
roturas que quizás fueron igualmente generadas por impacto,
pero sobre las que tenemos ciertas dudas por sus características
morfológicas, y sobre 9 (21,4%) no tenemos criterios suficientes para afirmar o negar que fueron utilizadas.
En aquellos microlitos geométricos donde determinamos
con seguridad que fueron empleados como elementos de proyectil, no sólo suelen presentar fracturas absolutamente diagnósticas (caso de las que presentan una morfología en forma
aburilada o con terminaciones abruptas o reflejadas), sino que
a menudo no aparecen de manera individualizada sino conjunta
(fig. 6). Así, por ejemplo, de esas 25 con fracturas de impacto,
hay 6 que tienen dos o más fracturas aburiladas, a menudo en
los dos extremos producto del impacto con el esqueleto y del
contragolpe de la pieza con el astil, y 11 tienen distintos tipos de
fracturas asociadas con abundantes melladuras apreciables en el
filo largo no retocado.
Además, otro aspecto relevante relacionado con el uso de
los microlitos geométricos, es que hasta 9 muestran fracturas
tan importantes que es imposible su reutilización. Por nuestra
experiencia, las pequeñas roturas generadas por impacto no
siempre suponen un impedimento para seguir usándolas. En
ocasiones son fácilmente reparadas con una ligera modificación
por retoque. Cuando las fracturas son tan importantes como las
observadas en las citadas piezas de El Llano del Montico, los
que las emplearon estuvieron obligados a abandonarlas porque
no pudieron ni siquiera repararlos. De hecho algunas de esas
piezas son pequeños fragmentos mediales o de uno de los extremos del geométrico.
Para conocer la posición en la que los microlitos geométricos estaban insertados en los astiles, se suele tener en cuenta,
por un lado, la dirección de las estrías que se producen en la
superficie, como resultado del roce de una partícula del propio
geométrico que se ha desprendido o del contacto con la materia
con la que ha percutido, y por otro, la dirección y localización
de las fracturas y melladuras de impacto.
En el caso que nos ocupa, la alteración de la superficie nos
ha imposibilitado analizar las piezas a nivel microscópico con
el fin de detectar estrías. Por ello, en relación a esta cuestión
sólo hemos valorado las fracturas de impacto y las melladuras de los filos. A este respecto, la morfología alargada de los
propios segmentos y el hecho de que la totalidad de las fracturas las encontremos en los extremos, en paralelo o diagonal
al filo largo, y que haya numerosas melladuras en tales filos
con una morfología y dirección tendente a estar igualmente en
diagonal, nos hacen proponer que la mayor parte debieron enmangarse como puntas o en forma de barbelures. En cuatro de
los microlitos geométricos además hemos reconocido posibles
residuos negruzcos que podrían ser restos de enmangue (fig.
7a). No obstante, deberían hacerse los análisis pertinentes para
confirmar dicha propuesta.
En definitiva estamos ante un conjunto muy amplio de microlitos geométricos que la mayor parte presentan fracturas de
impacto por su uso como proyectiles, e incluso algunos muestran roturas tan importantes que no pueden repararse y seguir
siendo utilizadas.
Si comparamos estos resultados con los que hemos obtenidos por nosotros en otros muchos contextos funerarios, especialmente del noreste peninsular, donde se suelen depositar
como ajuar microlitos geométricos, las diferencias son absolutas. En necrópolis como la Bòbila Madurell-Can Gambús, Camí
de Can Grau, Pla del Riu de les Marcetes, etc. (Gibaja, 2003;
Gibaja y Palomo, 2004), lo que solemos encontrar son:
- Microlitos geométricos sin usar o con pequeñas fracturas microscópicas que nos demuestran que si bien se utilizaron están
aún en perfecto estado.
- Nunca se depositan piezas totalmente fracturadas e inoperantes para una futura reutilización.
- La cantidad de microlitos nunca es tan elevada. Lo normal
es encontrar entre 1-3, siendo excepcional los enterramientos
que sobrepasan este número no llegando nunca a haber más
de 6-7 microlitos como es el caso de la estructura nº 4 de
Paternanbidea.
- Estos microlitos pueden hallarse en ocasiones junto a otros
elementos de proyectil como son las puntas pedunculadas. No
obstante, tales puntas tienen un comportamiento similar, es decir sin usar o con pequeñas roturas que no los han inutilizado.
Por lo tanto, estamos ante un comportamiento absolutamente distinto. Frente a los contextos funerarios del noreste peninsular donde evidentemente hay una selección para
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 6. Microlitos geométricos de El Llano del Montico con fracturas de impacto en las zonas apicales. La mayor parte pertenecen a
intensas fracturas de morfología aburilada.
190
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Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
Fig. 7. A. Posibles residuos de enmangue en los laterales retocados de dos microlitos geométricos de El Llano del Montico; B. Lámina
de sílex de la sepultura de La Lámpara. Huellas macroscópicos de los laterales retocados y rastros microscopios relacionados con el
corte de madera.
el ajuar de aquellos microlitos geométricos que son nuevos
o están en buen estado, en El Llano del Montico documentamos proyectiles fracturados e incluso totalmente rotos e
inutilizables. Frente a este hecho nos preguntamos por qué
se dejaron en una sepultura tantos proyectiles con roturas
e incluso inefectivos: ¿se dejó cualquier proyectil independientemente de su estado?, ¿no importaba su estado, sólo era
relevante el que fueran microlitos geométricos?, ¿acaso algunos estaban fracturados porque llegaron clavados en los
individuos inhumados?
Verdaderamente son preguntas a responder a medida que
podamos conocer otras sepulturas similares y observar si en
ellas existe un comportamiento similar. Mientras para el noreste peninsular tenemos un rico registro funerario en el que
podemos hacer valoraciones comparativas, para el caso de El
Llano del Montico solo podemos compararlo remotamente
con el enterramiento 3 de Paternanbidea (vid. supra) que no
hemos podido analizar por hallarse en proceso de estudio por
otros investigadores.
2.2. la lámPara: hoyo 1 (ambrona, SorIa)
Es una de las pocas, si no la única, de las evidencias funerarias
del Neolítico Antiguo descubiertas en el Interior Peninsular a
raíz de un proyecto de investigación integral y no como fruto de las labores de documentación de yacimientos antes de su
destrucción por algún tipo de obra pública. No la incluimos en
este trabajo por su novedad, ya que es de sobra conocida (Rojo
Guerra y Kunst, 1999b: 26 y ss.; Rojo Guerra et al., 2008: 81 y
ss.), sino por ser una de las mejor documentadas y contener el
ajuar más espectacular y rico de todas las halladas hasta ahora
en la Península, como veremos en este apartado. Esto nos permite describir con sumo detalle aspectos poco frecuentes relacionados con la ceremonia o ritual que se debió de desarrollar
antes y durante el sepelio (fig. 8).
La tumba, una fosa profunda (1,5 x 1 m y 1,23 m3 de capacidad), de perfil sinuoso, posiblemente fuera en origen un silo que
se amortizó y se reutilizó con fines funerarios. En la misma, podríamos identificar una boca ancha, un estrangulamiento medial
191
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 8. Ajuar de la tumba de La Lámpara. Parte superior: ajuar cerámico: los puntos negros de menor tamaño hacen referencia a otros fragmentos
cerámicos. Parte inferior: otros materiales del ajuar: izquierda: fragmento de neurocráneo de oveja; derecha: lámina de sílex retocada de 4,7 cm
de longitud; abajo: industria ósea (de izquierda a derecha): 1) posible bruñidor sobre metápodo de ovicáprido de 14,5 cm de longitud; 2) punzón
sobre metápodo de ovicáprido de 12,5 cm de longitud; 3) puñal sobre candil de ciervo de 14,5 cm de longitud. Los triángulos negros de menor
tamaño hacen referencia a restos de fauna, y los cuadrados grises a restos líticos tallados y dispersión de los mismos.
192
[page-n-200]
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
(sellado con piedras calizas planas) y un fondo abombado donde se depositó el cuerpo de una mujer adulta en posición fetal.
Desde el propio depósito funerario, hasta el relleno de la fosa,
parecía responder a un planificado y estandarizado proceder que
se habría realizado en las siguientes etapas:
1) Colocación del cuerpo: El cadáver se dispuso en decúbito lateral derecho, con las extremidades inferiores replegadas y
las superiores recogidas a la altura del cuello, en una posición
bastante excéntrica dentro de la fosa, con la cabeza demasiado
próxima al borde de la misma, lo que hizo que quedase en un
plano más elevado que el resto del cuerpo. Los resultados del
estudio antropológico (Lohrke y Wiedmann, 2000) indican que
se trata de una mujer de edad avanzada, puede que incluso senil
(unos 50 años) pues no tenía evidencia alguna de las suturas
craneales. Su estado de conservación era deficiente, en especial
las partes esponjosas (costillas y epífisis) debido al terreno extremadamente básico y a las filtraciones de aguas fuertes con
mucho componente calcáreo que precipita carbonato cálcico sobre los restos esqueléticos. A pesar de la general ausencia de las
epífisis, el fémur izquierdo se conservaba en plenitud por lo que,
unido a los datos extraídos de los húmeros, fue determinante
para fijar la altura de la anciana en 152,46 cm ± 3,5.
2) Disposición de ofrendas junto al cuerpo: En reiteradas
ocasiones hemos defendido la existencia de un “ajuar personal
o directo” como ofrenda de todo el grupo (Rojo Guerra y Kunst,
1999b: 506) con la clara intención de segregar los objetos recuperados junto al cuerpo de la difunta (a los pies de la misma),
de los recogidos en el relleno de la fosa. Este “ajuar personal”
estaba compuesto por el único recipiente no fragmentado del
interior de la tumba (fig. 8a, signo de más) y por una lámina de
sílex retocada y con evidentes huellas de uso. Además de ellos,
se encontraron otros elementos cerámicos, líticos y óseos en
cotas coincidentes con las del enterramiento, pero resulta muy
difícil establecer hasta qué punto son ofrendas colocadas donde
aparecieron o si son más bien elementos que formaban parte
del relleno de sedimento que, como veremos a continuación, se
arrojaron para rellenar la fosa. Entre ellos podemos destacar un
puñal sobre candil de ciervo, que se halló en posición horizontal y a la misma cota que la difunta, aunque, eso sí, en el otro
extremo de la fosa (fig. 8b, triángulo negro con punto blanco).
En relación con la vasija completa que formaba el “ajuar
personal” hay que precisar que se trata de un pequeño jarro,
al que, no obstante, le faltaban el cuello y el borde, que habían sido intencionadamente eliminados con el propósito, muy
probablemente, de que esta supresión, junto con una parte del
conjunto decorativo, recordarse un rostro humano barbado. El
resto de la decoración muestra varias composiciones y temas
muy típicos en los conjuntos cerámicos del Neolítico Antiguo
del Interior Peninsular. En primer lugar, se aprecian los restos de
un conjunto decorativo definido por García-Martínez de Lagrán
et al. (2011: 99) como un Tema 7, esto es, una composición de
líneas horizontales paralelas bajo la cual se desarrollan una serie
de triángulos, en este caso rematados con “flecos”. Asimismo,
en el punto de inflexión de la panza aparece una composición
muy frecuente en el Grupo temático 5 (ibídem: 98), formado por
distintas relaciones entre un conjunto de líneas horizontales paralelas y series de puntos o trazos cortos dispuestos sobre, bajo o
enmarcando el conjunto de líneas horizontales, como en el caso
que nos ocupa. Como ya han constatado diversos autores (Gui-
laine, van Willigen y Convertini, 2008: 760; García-Martínez de
Lagrán, 2012), la extensión geográfica de este grupo temático
en distintas composiciones es realmente amplia, y abarca desde
el sur de Francia, e incluso podría remontar el Ródano, hasta
Andalucía. Por último, la combinación de la incisión y de la impresión simple en un mismo recipiente es otra constante en las
colecciones cerámicas de todo el Interior, siendo, junto con los
cordones, las dos técnicas mayoritarias en todos los conjuntos.
Como se ha dicho, en varios trabajos ya publicados (Rojo y
Kunst, 1999a: 505-506) todo apunta a que la supresión del asa y
las características de su decoración quizás tenía como objeto convertirla en la figura aproximada de un rostro humano barbado (fig.
9a). Este tipo de representaciones antropomorfas realizadas sobre
cerámicas, aprovechando determinadas características de su forma (por ejemplo el asa como nariz) o decoración, es una práctica
ampliamente documentada en distintos contextos y lugares del
mundo. El paralelo más próximo lo encontramos en el yacimiento
de La Paleta donde se ha definido una decoración figurada en un
recipiente de almacenaje (Jiménez Guijarro, 2007: 579, fig. 350)
o en una cerámica singular profusamente decorada con técnica
cardial de la Cova de l'Or que organiza su diseño ornamental a
partir, precisamente, del asa. A un lado y otro del mismo y bajo
el borde del recipiente se desarrolla un conjunto decorativo de
tres líneas horizontales de las que penden triángulos rematados
con flecos que no son otra cosa que la impresión del natis del
cardium. Alrededor y bajo el asa la decoración semeja un rostro
barbado siendo los ojos el primero y último de los triángulos que
penden de las líneas horizontales bajo el borde (fig. 9b). Se conocen algunos otros excepcionales e interesantes ejemplos en varios
yacimientos neolíticos de Europa septentrional (Tilley, 1996),
central y oriental, como en los húngaros de Öcsöd-Kováshalom y
Füzesabony-Kettõshalom (Raczky, 1999-2000). Algunos autores
consideran, a partir de diversos testimonios etnográficos, que para
muchos grupos las cerámicas representan y “son” personas, en
ocasiones se decoran de la misma forma, y a veces representan
tanto a los dioses como a miembros vivos y muertos de la familia
(Nicholas et al., 1988).
En relación con la lámina de sílex profusamente retocada
y recuperada a los pies de la difunta es necesario señalar que
se trata de una lámina fragmentada por su parte proximal en la
que ambos filos muestran un retoque semiabrupto y ligeramente
denticulado relacionado, como veremos, con su utilización. En
efecto, el estudio traceológico nos ha demostrado que fue un
instrumento reutilizado en dos materias diferentes. Primero los
dos laterales fueron empleados para cortar plantas no leñosas y
cuando dejaron de ser efectivos, fueron reavivados para poder
obtener así, y mediante el retoque, filos denticulados más obtusos y resistentes para realizar la segunda de las tareas: el corte
de madera (fig. 7b). Se trata, por lo tanto, de un útil con una
larga vida activa que por sus características morfológicas no se
desechó después de usarla en la primera actividad, sino que se
modificó para ser reutilizada y, finalmente, fue amortizada como
ajuar singular en el sepelio, posiblemente, de su dueña.
3) Relleno de la fosa: Una vez depositado el cuerpo en el
fondo de la fosa y junto a él los objetos antes referidos, ésta se
fue cubriendo arrojando sedimento que estaba repleto de materiales (fragmentos de cerámica, muchos de ellos decorados,
piezas de industria lítica, restos de fauna, un neurocráneo de
oveja con uno de los cuernos aún en su lugar, etc. (fig. 8). En
193
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 9. Representaciones de rostros barbados en dos recipientes cerámicos: a) La Lámpara; b) Cova de l'Or. El recipiente de L'Or está
modificado de Baldellou, Mestres, Martí y Juan-Cabanilles (1989).
particular destaca la clara concentración de hallazgos de restos de fauna, que parecen haberse colocado justo encima del
cuerpo de la mujer allí enterrada. Asimismo, es posible que la
tierra fuese intencionadamente traída de alguna acumulación
de “desechos”, muy probablemente generada por los asistentes al funeral y en el curso del desarrollo del mismo. Sólo así
se podría explicar el elevadísimo porcentaje de materiales que
presenta esta estructura. En la zona del estrangulamiento del
hoyo, donde los silos suelen presentar el cierre, se documentó un auténtico sellado con piedras planas de caliza mezcladas
con una importante concentración de fragmentos cerámicos,
restos de industria lítica y fauna.
De este sector nos gustaría destacar algunos recipientes. En
primer lugar un cuenco/olla, prácticamente entero, con decoración inciso/impresa, ligeramente cerrado y con un diámetro de
boca de 26-27 cm (fig.8a, círculo negro con borde blanco). Su
decoración pertenece al Grupo temático 5, antes mencionado,
aunque con una variante distinta al disponerse dos líneas de impresiones simples bajo las líneas horizontales paralelas. Como
en la inmensa mayoría de los recipientes del Neolítico Antiguo
del Interior, su decoración se restringe al tercio superior. Se re194
cogieron más de una treintena de fragmentos con los que pudimos reconstruir todo el recipiente completo. Este hecho nos
autoriza a plantear la posibilidad de que hubiera sido intencionadamente roto fuera del hoyo (¿tras ser utilizado en la ceremonia funeraria?), arrojándose después casi todos sus fragmentos,
entre las piedras que cierran el estrangulamiento de la fosa.
También nos gustaría detenernos brevemente en una pequeña botella decorada mediante impresiones de peine formando
un conjunto decorativo singular en su parte superior y a lo largo
de su cuello mediante la disposición de diferentes líneas/bandas
entrelazadas y otras colgantes (fig. 8a, cuadro negro con punto
blanco). Podemos encontrar paralelos de este recipiente en zonas
geográficas distintas como en el valle del Ebro (concretamente
en Chaves, Huesca) o en varios yacimientos de Andalucía (como
las cuevas de Los Botijos y Tapada, en Málaga) (Rojo, Kunst et
al., 2008: 133, 170 y 381). El resto de recipientes del relleno de la
fosa reproducen algunos tipos (cuencos, ollas), temas decorativos
y técnicas (diferentes tipos de cordones, variaciones del tema 7,
y presencia del 4 y 1) muy frecuentes en el Interior peninsular
(Rojo, Kunst et al., 2008: 379-386; García et al., 2011). Para concluir nos gustaría comentar la presencia del Grupo temático 1 en
[page-n-202]
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
otro recipiente de esta tumba (fig. 8a, hexágono negro). Se trata
de una olla con decoración en el labio y en el tercio superior mediante la combinación de impresión, cordón impreso y acanaladura ancha y poco profunda, todo ello estructurado a partir de los
elementos de prensión. La combinación de este tema con la impresión y la acanaladura, especialmente cuando es ancha y poco
profunda, parece ser un elemento distintivo propio de la Meseta
norte donde su representación, hasta el momento, es más frecuente (García-Martínez de Lagrán, 2012: 601, fig. 3.304).
También se documentaron en este mismo sector del relleno
dos útiles de industria ósea, un punzón (fig. 8b, cuadro negro
con punto blanco) y un bruñidor (fig. 8b, círculo negro con punto blanco). Por otro lado, la flotación del sedimento de este nivel
proporcionó restos de cereales domésticos (Triticum monococum L., Triticum monococcum L./dicoccum y Cerealia indet.),
aunque dada su escasa presencia no queda claro si formaban
parte de las ofrendas fúnebres o quedaron incluidos por casualidad en el relleno. No obstante y a partir de la datación absoluta
de uno de estos granos de cereal que deparó la fecha calibrada
a 2 sigma del 5370-5200 a.C. nos inclinamos por la segunda
interpretación dada la evidente mayor antigüedad en relación
con la datación obtenida a partir de los fémures de la difunta
(5201-4910 a.C.), como más adelante veremos.
Finalmente sobre este sector de cierre de la estructura se depositó un sedimento homogéneo de color marrón oscuro con
piedras pequeñas de caliza propias de las tierras del entorno,
pero en el que siguen apareciendo materiales arqueológicos, eso
sí, de forma mucho menos abundante.
2.3. molIno de arrIba (bunIel, burgoS)
Estamos ante un nuevo yacimiento excavado y, por tanto destruido en parte, por mor del progreso, es decir, por la expansión
urbanística de un núcleo de población, Buniel, en los alrededores de Burgos que, como otros muchos casos, ha quedado en
suspenso tras el crash económico. En concreto, los restos arqueológicos de distintas épocas (especialmente romanos y medievales) se distribuían por una amplia superficie, próxima a las
9 hectáreas, del polígono nº 501 del término municipal, situado
entre las coordenadas UTM 432385//4685542 en el extremo
norte y 432322//4685297 en el extremo sur (Aratikos, 2008).
El espacio en el que se llevó a cabo la intervención arqueológica está comprendido entre la vía férrea Madrid-Irún y un
camino paralelo a la carretera N-620. Topográficamente se localiza en la primera línea de terraza de la margen izquierda del río
Arlanzón, de cuyo cauce dista unos 400 metros. Se trata de un
amplio espacio de perfil llano situado dentro de la abierta vega
que configura el río en este sector, por donde discurren varios
arroyos y un cauce molinar. Los suelos son de matriz arenosa
con abundantes cantos de cuarcita. El yacimiento se manifiesta
en superficie por la presencia de diverso material de construcción: tegulae, ladrillo macizo, teja curva, bloques de piedra y
baldosas, así como fragmentos cerámicos de cronología romana y algunos elementos líticos en sílex. Se documenta a ambos
lados del ferrocarril, siendo más abundante en la parte oeste y
observándose cierta concentración en las proximidades del molino, sobre todo al sur del mismo.
Pues bien, en el área afectada por los trabajos de urbanización (Sector 2, fase II, parcelas nº 147, 150, 151, 154, 155, 158,
159 y 163 del polígono nº 501), se planteó una correcta docu-
mentación arqueológica mediante la realización de 6 sondeos
estratigráficos de 20 m² (10 x 2 m). Los restos arqueológicos
que analizamos en el presente trabajo aparecieron en el sondeo 2
donde la estratigrafía estaba formada por un nivel de tierra (UE
200) de matriz arcillosa de color marrón de unos 130 cm de potencia, depositado sobre una terraza fluvial (UE 201) compuesta
por una mezcla de cantos rodados y arcillas de tonalidad marrón
clara. Este substrato geológico fue alterado antrópicamente en
el extremo oriental del sondeo por una fosa (UE 202) de planta
circular con un diámetro aproximado de 110 cm. En su interior
se han identificado los restos de una inhumación individual en
decúbito lateral derecho, con las piernas flexionadas pero sin
llegar a alcanzar la posición fetal. Los brazos aparecen estirados descansando las manos en la zona del abdomen. Los restos
humanos recuperados corresponden a un joven de aproximadamente 18 años de edad de sexo masculino con una preservación
que supera el 75% (IP1= 75%; IP2=78% y IP3=81%) (Walker
et al., 1988 y Safont et al., 1999). Se conservan los primeros y
segundos molares tanto de ambos lados como del maxilar y la
mandíbula. No se ha observado ninguna patología oral, ni caries, ni fístulas, ni retroceso alveolar así como tampoco presenta
acúmulos de cálculo o la formación de hipoplasia del esmalte.
Del mismo modo, los restos no presentaban ninguna evidencia
de la causa de la muerte.
En cuanto a las alteraciones postdeposicionales conviene resaltar que falta la parte inferior de ambas piernas, que se
interrumpen sólo un poco por debajo de la articulación de las
rodillas, y la mano derecha. Además, la cadera derecha se descubrió desplazada hacia la parte superior del cuerpo, sobre las
vértebras dorsales. Finalmente la columna vertebral parece describir una llamativa curva que probablemente también se deba a
desplazamientos postdeposicionales.
El ajuar funerario de esta tumba se compone de tres recipientes cerámicos que presentaban una disposición singular en relación al inhumado (fig. 10). En primer lugar, el recipiente nº 3
estaba sostenido por las manos del muerto cuyos brazos estaban
estirados y alcanzaban la zona del abdomen. Se trataba de una
pequeña olla con un diámetro máximo de 15 cm en cuyo tercio
superior se disponía una composición decorativa perteneciente al
Grupo temático 5 (García-Martínez de Lagrán et al., 2011) que en
este caso concreto diseña tres líneas horizontales paralelas bajo
las cuales se dispuso una línea de impresiones simples.
Más extraña es la decoración del recipiente nº 2 que apareció en la parte posterior de la cabeza del difunto. La conservación del recipiente dificulta su reproducción pero es muy probable que se compusiera de dos zonas decoradas enfrentadas.
Éstas estarían compuestas por un ligero cordón impreso bajo
el cual aparecían dos líneas de impresiones. Lo específico de la
decoración no son tanto estas composiciones sino el hecho de
ocupar un espacio restringido sobre la superficie del recipiente.
Por último, se recuperó, a la altura y delante de la cara del
difunto, un pequeño cuenco sin decoración y con un asa (fig. 10,
recipiente nº 1) relleno completamente de ocre y dentro del cual
aparecieron dos cuentas de collar de hueso.
En los trabajos de excavación de todo el solar se recuperaron otros materiales cerámicos que podemos asociar a la ocupación neolítica como los representados en la parte inferior de
la propia figura 10. El fragmento más completo y decorado corresponde a una olla con una composición decorativa peculiar
195
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 10. Enterramiento y ajuar del yacimiento de El Molino de Arriba, Buniel (Burgos) y cerámicas neolíticas en el entorno.
por rara ya que la combinación de líneas horizontales enmarcando una serie de líneas verticales no es muy frecuente. Por
otro lado, el conjunto decorativo podría encuadrarse dentro del
Grupo temático 5 (García-Martínez de Lagrán et al., 2011: 98)
aunque, insistimos, su composición no es habitual. Asimismo,
la técnica decorativa utilizada, boquique, es frecuente en esta
zona de la Meseta norte, concretamente en el entorno de Burgos
(yacimientos de la Sierra de Atapuerca, por ejemplo). Los otros
dos fragmentos se corresponden con sendos galbos con decoraciones impresas, en uno de ellos sobre un cordón aplicado.
2.4. VIllamayor de calaTraVa (cIudad real)
Este yacimiento se ubica a unos dos km de la población de Villamayor de Calatrava y fue descubierto durante los trabajos de
seguimiento arqueológico del trazado del gaseoducto SevillaMadrid en 1990 (Rojas y Villa, 1996). La zanja que se abrió
para introducir la tubería de abastecimiento seccionó una fosa
“de algo más de 2 metros de profundidad, con alzado en forma
de pera y planta circular” (ibídem: 509 y fig. 2). El yacimiento
en el que se engloba el hallazgo se encuentra en una pequeña
franja de terreno amesetado, y a, aproximadamente, 400 m de
los arroyos de la Dehesa y de La Ventilla. El terreno circundante
196
se dedica actualmente al cultivo cerealístico, viñedos y algunas
manchas de olivares, mientras que se conservan algunas encinas
en los linderos de las parcelas como reliquias de una vegetación
autóctona natural casi extinta.
En el interior de la fosa, ocupando prácticamente el centro
de la misma, se depositaron los restos de lo que, según el análisis antropológico (Prieto Carrero, 1996: 513) podría corresponder a un sujeto de sexo masculino, identificado como tal a partir
del diámetro de la cavidad cotiloidea y anchura mínima ilíaca
a nivel de coxal izquierdo. La ausencia de suturas tanto a nivel
endocraneal como exacraneal permiten concluir que se trataba
de un individuo de edad avanzada (anciano), mayor de 50 años
y su altura, según la longitud de los metacarpianos, habría podido acercarse a los 170 cm con un ± de 5 cm. Entre las patologías
observadas se encuentran erosiones articulares osteoartríticas en
manos y algún signo de periostitis a nivel de tercio proximal de
fémur derecho y tibia izquierda.
En relación con el relleno de la tumba poco podemos añadir
a lo publicado por Rojas y Villa ya que nos ha sido del todo
imposible analizar los materiales en el Museo. Parece ser que
el relleno de toda la fosa presentaba una gran homogeneidad y
estaba formado por diversos materiales arqueológicos. La tierra
que formaba este relleno no era la misma que la obtenida con la
[page-n-204]
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
excavación de la estructura por lo que Rojas y Villa (1996: 512)
plantean la posibilidad de que procediera de un lugar de hábitat,
que distaría unos 120 m del enterramiento.
El ajuar de esta tumba se distribuía por todo el relleno de
la misma y estaba compuesto por diversos materiales. Entre
la cerámica se contabilizaron más de 100 fragmentos, entre
los cuales 17 estaban decorados con impresiones, incisiones y
cordones. Las formas a las que pertenecen son cuencos, ollas
globulares, vasijas con asas y recipientes de gran tamaño. Todo
ello muy característico de las colecciones cerámicas del Interior
peninsular.
En lo que respecta a la industria lítica estaba compuesta por
materiales en sílex, cuarcita, cristal de roca, basalto y granito. La
mayor parte del utillaje está fabricado en sílex, habiéndose recuperado un conjunto más abundante de lascas que de láminas.
Entre estas últimas, por ser más significativas tipológicamente,
destacan una laminita de dorso abatido junto a otras láminas retocadas y sin retocar y un segmento de círculo. Sobre granito y
basalto se habían fabricado un molino y un mortero respectivamente, varias lascas de cuarcita y unas laminitas sobre cristal de
roca. Una cuenta de collar y una pequeña lúnula en concha junto
con una punta sobre hueso completan el conjunto material.
2.5. oTraS eVIdencIaS
En este apartado pretendemos hacernos eco del resto de evidencias sobre enterramientos en el Neolítico Antiguo del Interior peninsular que se rastrean en la bibliografía científica. Por
tanto, nuestra aportación en este punto concreto es la mera recopilación de información ya conocida sin aportar ningún dato
inédito. Sirva, pues, a modo de inventario general sin mayores
pretensiones:
2.5.1. Los Cascajos
Se trata, a nuestro juicio, del yacimiento que aporta, por el momento, la mejor información conocida sobre el mundo funerario
del Neolítico Antiguo y Medio en el interior peninsular y, en
concreto, en el Valle del Ebro (García y Sesma, 1999, 2001,
2007b y 2008; Hervella, 2010). En él se han identificado un total
de 34 estructuras negativas (hoyos) identificadas como sepulturas en las que se han recuperado un total de 36 individuos. En la
práctica totalidad de los casos se tratan de inhumaciones individuales en posición flexionada bien sobre un costado (60% de los
casos) o la espalda (30%). Las extremidades se repliegan hacia
el tronco y éste se vuelca ligeramente al frente. Esta postura contraída la presentan todos los cuerpos, independientemente de la
forma y dimensiones de la fosa-contenedor. El 66% de las inhumaciones presentan el cuerpo orientado hacia el SE-SO, y con la
cabeza girada hacia su izquierda, es decir, mirando a poniente.
El enterramiento es mayoritariamente individual, aunque tres
casos podrían tratarse de inhumaciones dobles coetáneas. En lo
que se refiere a la representación poblacional existe una mayoría
de individuos identificados de sexo masculino (63,88%) frente a
femeninos (11,11%) y en cuanto a rango de edad la relación es
de 27 adultos jóvenes (75%) y 6 subadultos (16,66%).
Los ajuares que acompañan a las inhumaciones no son
abundantes ni especialmente ricos. Sólo la mitad de las sepulturas que se conservan completas los tienen y se componen de
utensilios y objetos de adorno. Entre los primeros nos encon-
tramos cerámicas, láminas de sílex, molinos, manos de molinos, molederas, hachas y azuelas pulimentadas, etc. Los objetos
de adorno serían collares o diademas de cuentas de dentalium,
cuentas discoides y colgantes de hueso o concha, etc. La única
estructura que se sale de esta parquedad es la 196.
Las tres cuartas partes de estas estructuras funerarias (25 individuos) se localizan en un área de 550 m² de forma semicircular, que se ha identificado con una zona de necrópolis dentro del
propio poblado. El resto (11 individuos) aparecen en estructuras
similares, dispersas por las 4 hectáreas excavadas del poblado
hasta el momento.
A partir de las dataciones absolutas publicadas hasta el presente podemos identificar dos fases en el devenir del poblado;
una fase antigua o Fase I ubicada cronológicamente en el último
tercio del VI milenio cal BC y una Fase II, más reciente, que
podemos situar hacia mediados del V milenio cal BC.
Algunas de las sepulturas excavadas presentan ciertos rasgos peculiares que las hacen más interesantes. Así, por ejemplo,
la estructura 497 se corresponde con un silo piriforme que posteriormente es utilizado como fosa funeraria. La boca de este
hoyo se cubrió con una acumulación de materiales pétreos y
restos de un gran recipiente de barro sin cocer y fragmentos de
dos vasijas para almacenaje. Por su parte, la estructura 196 llama la atención por su ajuar: el inhumado portaba un cuenco en
las manos y en el hombro derecho un conjunto formado por una
espátula, un hachita pulimentada de fibrolita, un núcleo de sílex
agotado y empleado como chisquero, cuatro candiles de ciervo
y dos metapodios de ovicáprido. Por último, en la estructura 73,
al igual que ocurre en otros yacimientos de esta época, tanto al
aire libre como en cueva, se recuperan restos óseos humanos
inconexos, concretamente una extremidad inferior izquierda y
la parte superior de un individuo junto con abundante fauna.
En otro de los aspectos en los que Cascajos es especial es en
el estudio detallado que se ha realizado sobre ADNmt de buena
parte de los individuos recuperados, en concreto de 23. Hervella
(2010: 176 y ss.) ha identificado 14 haplotipos diferentes que ha
agrupado en 4 haplogrupos mitocondriales caucasoides, el H,
U, K y J. Los tres primeros son los más frecuentes en las poblaciones europeas actuales y presentan una coalescencia entre los
25.000 y los 13.500 años por lo que su presencia en Los Cascajos resulta coherente y normal dada la variedad de haplotipos
obtenida. Esta diversidad parece apoyar la hipótesis de una población abierta, con múltiples conexiones y nada endogámica.
El haplogrupo J es interesante por cuanto se ha propuesto como
el indicador de conexiones con los grupos neolíticos del Próximo Oriente dada su coalescencia entre los 8.000 y los 10.000
años. Dos individuos de Los Cascajos portan este haplogrupo,
por lo que, según los planteamientos actuales podemos considerarles como un exponente claro de la relación o del flujo génico
de los agricultores neolíticos del Próximo Oriente en los primeros momentos de la neolitización peninsular (ibídem: 177).
2.5.2. Paternanbidea
El yacimiento, que se ubica al suroeste de la gran cubeta sedimentaria de la Cuenca de Pamplona y sobre la tercera terraza
del río Arga, fue objeto de intervención en 1997 dentro de un
proyecto de investigación de la Universidad de Navarra en colaboración con el Gobierno Foral sobre “Poblamiento y terri197
[page-n-205]
M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
torialidad de la Cuenca de Pamplona” (García Gazólaz, 1998;
García y Sesma, 2007a; Hervella et al., 2009 y Hervella, 2010).
Se excavaron 2420 m² donde se exhumaron 34 estructuras negativas correspondientes a distintas épocas desde el Neolítico
a la Edad del Bronce. En el presente trabajo nos interesan, especialmente, cuatro fosas que se correspondieron con sendas
tumbas agrupadas en un reducido espacio de 50 m² que nos
autoriza a calificarlo como un recinto sepulcral sin definir completamente su auténtica dimensión y sus características reales.
Han sido identificadas en la bibliografía científica (García y
Sesma, 2007a) como:
- Enterramiento nº 1: Se trata de una fosa elíptica irregular con
distintos restos funerarios que conforman lo que se ha identificado como un enterramiento acumulativo múltiple. Los restos
óseos se agrupaban en cuatro conjuntos: Individuo 2; Cráneos
3, 4 y 5; Cráneo 1; y “Área H” (amalgama de restos óseos). Es
una estructura especialmente rica en objetos de adorno aunque
el carácter acumulativo y la reducción de algunos cadáveres
han hecho que no se pueda atribuir ningún objeto o adorno concreto a individuos determinados por más que alguno de ellos
se encuentren cerca de determinados cráneos. Las cuentas y/o
adornos son de diferentes tipos y morfología y se realizaron
sobre concha (600 ejemplares), piedra, hueso, variscita, tubo
de hueso, etc.
- Enterramiento 2: En el fondo de una fosa elíptica de reducidas dimensiones se recuperaron dos individuos jóvenes en conexión anatómica. Las características de la inhumación hacen
pensar que fueron depositados en un solo acto y sin intervalo de
tiempo, por tanto podríamos definirlo como un enterramiento
doble simultáneo. El individuo A, portaba como ajuar un collar
y una pulsera, dos segmentos de círculo en doble bisel y una
lámina de sílex. Por su parte el individuo B se relaciona con un
recipiente cerámico con decoración impresa depositado sobre
su costado izquierdo.
- Enterramiento 3: Fosa elíptica muy similar en dimensiones
a la anterior en cuyo fondo se recuperaron dos individuos en
desigual grado de conservación y con desigual índice de preservación. El individuo A sería un hombre adulto de unos 1,78
m de altura, y el individuo B, peor conservado, una mujer de
unos 1,68 m de altura y entre 20 y 25 años. Los importantes
desplazamientos del individuo B, incluida la desaparición de
parte de su esqueleto, hacen pensar en una reutilización de la
fosa para albergar al individuo A, encontrándonos, por tanto,
ante una inhumación doble con reducción del primer difunto. El
ajuar lo componen cuatro segmentos de círculo de doble bisel y
una laminita en cristal de roca.
- Enterramiento 4: Se trataba, en este caso, de una nueva fosa
elíptica de dimensiones ligeramente mayores que las de los enterramientos 2 y 3. En su interior se recuperaron dos individuos:
un hombre de entre 25 y 30 años y 1,71 m de altura, y una mujer de entre 25 y 30 años, ambos con patologías dentales. Las
características de ambos esqueletos inducen a pensar que su inhumación fue simultánea. El ajuar lo componen seis segmentos
de círculo en doble bisel, un elemento de hoz sobre lámina y un
prisma de cristal de roca.
Hervella et al. (2009) han publicado un estudio antropológico molecular de esta necrópolis cuyos resultados podríamos
resumir en:
198
- Identificación en total de 13 individuos; 7 en el enterramiento
1 y dos en cada una de las otras tres estructuras funerarias.
- En lo que respecta a la estimación del sexo hay un 50% de
identificados como masculinos y otro 50% como femeninos (del
77% de individuos con rasgos claramente diagnósticos).
- La edad de los enterrados en la necrópolis abarca un amplio
rango desde el primer año de vida hasta la edad adulto-senil.
Es digno de tener en cuenta la distribución de sexo y edad en el
enterramiento 1 por cuanto que en un principio se pensó que podría tratarse de los miembros de un grupo familiar dado el perfil
demográfico con predominio de infantiles y jóvenes (cinco de
siete individuos) (ibídem: 35). De todas formas esta circunstancia se ve invalidada por el hecho de que no se hayan hallado
haplotipos mitocondriales comunes en ninguno de los 4 individuos con resultados válidos en el análisis del ADNmt.
- No hay ninguna evidencia de que los individuos de una misma fosa hubieran tenido relación de parentesco vía materna. Sin
embargo en el conjunto de los individuos analizados se han hallado dos haplotipos compartidos (ht2 y ht3) por dos individuos
inhumados en fosas diferentes (fosas 1 y 2 el ht2 y fosas 1 y 4
el ht3). Ambos haplotipos pertenecen al haplogrupo H, muy frecuente en la población europea actual. Teniendo en cuenta que
la muestra analizada es bastante reducida, podría pensarse que
la presencia de dos individuos del subhaplogrupo H3 (los individuos con el ht3) se explicaría por la existencia de parentesco
vía materna, descartando, obviamente, que pudiera deberse a
una variación aleatoria (ibídem: 36).
- Finalmente, el análisis molecular observa una alta diversidad
genética lo que es indicio, al igual que se advertía en el yacimiento de Los Cascajos, de una sociedad abierta y de tamaño
suficiente para que los cruces endogámicos no fuesen habituales.
A la luz del estudio antropológico de Hervella et al. (2009)
resulta clara la práctica de reducción de los cadáveres en el yacimiento. En el caso del enterramiento 3 parece evidente ya que la
descripción antropológica refleja la existencia de subrepresentación anatómica en el individuo B, junto a conexiones fuertes
parciales. Incluso, se señala la posibilidad de que dicho individuo sufriera desplazamientos y la desaparición de determinadas
partes esqueléticas (ibídem: 63) en una hipotética reapertura de
la fosa para alojar al individuo A. Este, por su parte, conservaba su posición primaria y prácticamente todo el esqueleto a
excepción del cráneo que pudo ser retirado en una tercera remoción de la fosa. El enterramiento 1, por su parte (ibídem: 60), es
de más compleja interpretación ya que nos encontramos ante
una fosa poco profunda de forma elíptica irregular y de 1,60 x
1,29 m en sus ejes. En el interior se han encontrado restos de,
al menos, 5 individuos (número contabilizado a partir de los
cráneos recuperados), pero que un análisis antropológico posterior (Hervella, 2009) asciende a 7, de los que sólo 1 (individuo 2) se hallaba en conexión anatómica clara. El resto apareció
formando un pequeño conjunto de cráneos (cráneos 3, 4 y 5),
en un caso ocupando un lugar destacado sobre una “bandeja
de arenisca”, siendo a la vez un individuo infantil en su primer
año de vida (cráneo 1) y, por fin, una amalgama de huesos del
esqueleto postcraneal muy mal conservados y con escasas conexiones anatómicas lo que supone un claro indicio de haber
sido manipulados post mortem. Creemos que las evidencias de
la estructura 1 son claros indicadores de la existencia de una
estructura abierta y muy posiblemente aérea elaborada con ma-
[page-n-206]
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
teriales perecederos al modo de casas de la muerte de los dowayo en Camerún (Barley, 1995: imagen 17), en la que se habría
producido sucesivas reducciones de cadáveres con cada nueva
inhumación. Somos conscientes de que es ésta una interpretación un tanto arriesgada y que muy bien se hubiera podido tratar
de una tumba en fosa que se abriera en sucesivas ocasiones para
introducir nuevos individuos, para lo que habría sido necesario
un reacondicionamiento del espacio y, por tanto, del contenido
de la tumba con las correspondientes reducciones de cadáveres.
2.5.3. La Cueva de Chaves
Desde 1975 se vienen realizando excavaciones en la hoy tristemente famosa Cueva de Chaves (Utrilla et al., 2008). El
calificativo obedece al desafortunado acontecimiento de su
destrucción en 2007 por mor de la acción desaprensiva de su
propietario quien, sin encomendarse a Dios ni al diablo, realizó un vaciado mecánico completo de los niveles neolíticos y
algunos infrayacentes, para convertir el lugar en un bebedero
de animales introducidos con dudosa legalidad para fines cinegéticos. Durante la campaña desarrollada en 1984 y exactamente en la cata 84C, se descubrió un enterramiento neolítico
que vio la luz 24 años después en una comunicación al IV
Congreso del Neolítico en la Península Ibérica. El análisis antropológico muy completo, realizado por José Ignacio Lorenzo, identificó un individuo masculino cuya edad fue cifrada,
a partir de la sincondrosis sutural, entre los 45/55 años. Los
restos óseos no presentaban ningún tipo de deformación ni
manipulación pre ni post mortem, por lo que nos encontramos
ante una inhumación individual primaria en una “escueta fosa
de 65 x 50 cm, excavada con muy poco cuidado en la tierra de
limos del nivel c.” (ibídem: 134). En todo caso, la disposición
de los huesos advertía un proceso entrópico que aparece muy
bien descrito y reconstruido en una ilustración de M. C. Sopena (ibídem: 153, Fig.2). Según ésta, el cadáver, debidamente
amortajado y atado en las dos primeras horas posteriores a
su defunción o pasadas 36 de la misma, ofrecía una posición
replegada con las rodillas flexionadas y las manos cruzadas
sobre ellas. Posteriormente, el cuerpo, una vez que estuvo libre de la sustancia blanda, sufrió un proceso de desconexión
anatómica en el que la cabeza y con ella las vértebras cervicales y algunas costillas habrían rodado fuera de su posición
original. Quizás en ese mismo momento las piernas se habrían
volteado hacia la izquierda hasta alcanzar la posición horizontal que detentaban en el momento de su hallazgo, quedando configurada así la disposición definitiva de los restos. Es
ésta una interpretación interesante y atractiva, pero que choca
con el hecho, no advertido en la publicación que referimos,
de la necesidad de que la deposición se hubiera realizado en
un espacio hueco y hubiera permanecido así hasta, al menos,
su desconexión anatómica. Para ello, debería haber contado
con una estructura (¿pétrea?, ¿lignea?) que hubiera cubierto
el hueco de la tumba y sobre la que se hubiera dispuesto el
“tumulillo” de cantos rodados (hasta 296 cantos rodados blancos de entre 5 y 8 cm de diámetro). ¿No podría ser la capa de
cenizas blancas con restos de carbón que cubrían totalmente
al difunto, la evidencia de una posible cubierta de madera?
Sólo así, podría mantenerse la interpretación del proceso de
desconexión anatómica que se describe. No compartimos la
hipótesis de que los restos de cenizas blancas y carbones formasen parte de ningún ritual (no se describe ningún indicio de
cremación aunque sea parcial en los restos humanos), ni mucho menos que fuera cal viva, aunque un elemental análisis
hubiera aportado luz a esta cuestión dada la nítida diferencia
entre una sustancia y otra.
La inhumación apenas contaba con ajuar a no ser una pequeña lámina de cristal de roca y sin duda (ibídem: 135) un grueso
anillo de sección circular que se halló colocado en una falange
de la mano derecha. El propio tamaño de la pieza, y especialmente su grosor, es lo que ha servido como argumento a los autores del artículo para considerar este adorno como meramente
ceremonial y no como un objeto de uso habitual.
La detallada descripción del descubrimiento revela otros aspectos interesantes de la tumba. Por ejemplo, el hallazgo de un
pequeño resto de tejido o venda pegado a los huesos del muerto.
Este hecho, unido a que el cráneo y otros restos de extremidades
inferiores y superiores aparecieron teñidos de ocre rojo, es un
indicio más que suficiente para asegurar que el difunto debió
enterrarse vestido y sobre el mismo se espolvorearía el polvo
rojo tan habitual en las tumbas prehistóricas de distintos períodos y culturas.
Pero esta inhumación individual en fosa no contiene los únicos restos humanos aparecidos en el yacimiento de Chaves. Distribuidos por distintas partes de la zona de hábitat han aparecido
restos correspondientes a un número mínimo de 7 individuos así
como ¿un enterramiento fantasma? (ibídem: 137), definido así
a raíz del hallazgo en 1987 de una fosa circular con el contorno
jalonado de piedras hincadas verticalmente y cubierta por una
gran losa plana de 60 cm de diámetro. Todo parecía indicar que
esta estructura correspondería a una nueva tumba que, dado lo
avanzado de la campaña de excavación se reservó su exhumación para el año siguiente. El desencanto debió ser grande pues
en el verano de 1988 cuando se volvió a la cueva todo había
desaparecido por acciones clandestinas incontroladas.
Recientemente (Gamba et al., 2012) han realizado un estudio de ADN tanto sobre los restos del inhumado en la fosa como
sobre los hallados en la zona de hábitat. En el primer caso se ha
identificado el haplogrupo K y en el segundo el H. Ambos, con
una edad de coalescencia superior a los 10.000 años, forman
parte del elenco genético heredado de poblaciones europeas, al
menos desde época magdaleniense.
2.5.4. Alto de Rodilla
Tenemos conocimiento de la existencia de este yacimiento gracias a la comunicación presentada por J. Jiménez Echevarría y
C. Alonso Fernández (e.p.) en el V Congreso del Neolítico Peninsular celebrado en Faro (Lisboa) del 7 al 9 de abril de 2011.
Sin duda alguna trabajos arqueológicos de urgencia posibilitaron
la excavación de este yacimiento, en cuya estructura nº 2 se halló
inhumado un individuo infantil de unos 10 años. Se trataba de
una fosa de forma circular con un relleno ceniciento que parecía
estar sellada parcialmente en la boca por una secuencia de lajas
calizas en torno a las cuales se recuperaron un conjunto de objetos
arqueológicos que pudieron formar parte del ajuar: cerámicas, un
prisma de cuarzo y un bruñidor. Su inclusión en este apartado
obedece a que deparó una datación de finales del VI milenio cal
BC que luego valoraremos en el siguiente apartado.
199
[page-n-207]
M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
2.5.5. Fuente Celada
Nuevamente una intervención de urgencia, motivada por la
instalación de un parque eólico en el municipio de Quintanadueñas, localidad a 8 km al noroeste de la ciudad de Burgos,
fue la responsable de la exhumación de un auténtico “campo
de hoyos”. La actuación preventiva afectó a un área de 4.930
m2 lo que, según sus excavadores, supondría aproximadamente el 14,5% de la superficie total del yacimiento (Alameda et
al., 2011: 49). Las estructura exhumadas fueron fundamentalmente hoyos y depósitos (ibídem: 50 y 55) donde se recogieron
abundante cerámica, industria lítica, ósea, restos constructivos,
faunísticos, elementos de molienda y, especialmente por lo que
nos interesa en este trabajo, inhumaciones individuales en fosas
(Carmona, 2011).
El registro funerario del yacimiento lo componen tres estructuras negativas de las que aquí vamos a considerar únicamente la aparecida en el hoyo 62 por haber deparado una
cronología del Neolítico Antiguo. Las otras dos (hoyos 19 y
5) aunque interesantes, son más recientes (Alameda et al.,
2011: tabla 3).
El hoyo 62 se localiza en el extremo norte del yacimiento
y se trata de una exigua cubeta de escasos 25 cm de profundidad y en torno a los 85 de diámetro. En su interior se recuperó
el esqueleto casi completo de un individuo adulto colocado en
posición fetal. Como único ajuar o como adorno personal, sólo
se hallaron tres aros de hueso situados en torno al cuello, por lo
que se deduce que formarían parte de un collar (ibídem: 60 y fig.
12). Los análisis antropológicos determinaron que se trataba de
un individuo masculino adulto/juvenil con una estatura en torno a 1,60 m y con evidencias de determinadas patologías tales
como reabsorción alveolar, osteofitosis, artrosis y osteoporosis,
todas ellas justificadas por “lo avanzado de su edad” (Carmona,
2011: 505 y fig. 3).
2.5.6. Valdivia (Madrid)
Los datos que se poseen de este yacimiento no son muy numerosos y proceden de mediados del siglo XX. El yacimiento
se ubicaría en la terraza media del Manzanares, a unos 20 m
sobre el mismo. Jiménez Guijarro (2001: 61) considera que este
yacimiento tuvo una finalidad habitacional y funeraria. Esta última se concretaría en una fosa que presentaría como ajuar un
brazalete o pulsera de esquisto o pizarra y una vasija cerámica
con cuello recto y cuerpo globular decorada con acanaladuras
anchas que se distribuyen por el cuello y hasta la mitad del recipiente (ibídem: fig. 3.52).
2.5.7. El Congosto (Rivas-Vaciamadrid)
En 2004 y concretamente entre enero y mayo, las obras de ampliación de la Escuela Nacional de Protección Civil en RivasVaciamadrid (Martín Bañón, 2007) propiciaron la excavación
arqueológica del yacimiento de El Congosto. Nuevamente nos
encontramos con un extenso yacimiento de hoyos donde se han
documentado ocupaciones recurrentes a lo largo de diferentes
etapas históricas y prehistóricas como puedan ser en este caso la
época visigoda, la Edad del Bronce y lo que nos interesa resaltar
en este trabajo, la neolítica. La parte excavada del yacimiento
200
la componen hasta 416 estructuras negativas, 16 de las cuales
deben adscribirse a la fase neolítica, sobre todo a partir del análisis tipológico de las cerámicas (ibídem: 204-205, fig. 6 y 7)
entre las que se pueden adivinar (la calidad de la publicación
online no permite realizar muchas más precisiones) acanaladas,
almagra, cordones impresos o líneas inciso/impresas paralelas
de las que cuelgan trazos cortos, impresos (grupo temático 1 de
García-Martínez de Lagrán et al., 2011).
Las 16 estructuras subterráneas con evidencias neolíticas
responden a una similar tipología, esto es, suelen ser cubetas
circulares de poca profundidad a excepción de dos de ellas que
responden al tipo de silo subterráneo (Martín Bañón, 2007:
201). En una de ellas, formada por las UUEE 240, 241 y 242
(ibídem: fig. 5), se recuperaron los restos de dos individuos, uno
infantil y otro adulto.
No disponemos de más información que la sección que aparece en la mencionada figura 5, donde se advierte un silo excéntrico que podría asimilarse a una variante de los tipos B o C de
sepulcros de fosa (Roig et al., 2010: fig. 3).
Precisamente, en el fondo del silo o fosa y en el sector más
excéntrico se halló un cráneo infantil, después de haberse exhumado un esqueleto de un individuo adulto algo más arriba. Todo
parece indicar (a falta de análisis más detallados) que nos hallamos, nuevamente, ante inhumaciones sucesivas con reducción
del primer individuo depositado.
2.5.8. El Prado, Pancorbo (Burgos)
El Prado se sitúa en el noreste de la provincia de Burgos, muy
cerca del desfiladero de Pancorbo, paso obligado entre la depresión de la Bureba y la Llanada de Miranda, ya en el río Ebro. El
yacimiento se ubica en el fondo de un valle avenado por distintos arroyos menores (Alonso y Jiménez, 2014).
La excavación realizada en el enclave, nuevamente con
carácter de urgencia, afectó a una superficie de 1.805 m2 en
la que se documentaron diversas estructuras como silos de almacenamiento, fosas/cubetas, un pozo/abrevadero (¿?) y dos
fosas funerarias. Son estas últimas las que nos interesan especialmente aquí. Se trata de las estructuras E06 y E14, ambas
tienen plantas ligeramente ovaladas y similares dimensiones
que rondan los 2 metros de eje mayor y el 1,50 de menor. Presentan una morfología compleja (ibídem: 45) ya que se hallan
realizadas mediante pequeños bancales entallados, a modo de
escalones, a través de los cuales se accede al fondo de la fosa.
Es allí donde se hallan, en cada caso, los restos humanos. Este
lugar concreto es de dimensiones considerablemente menores,
en torno a los 0,80 por 0,50 metros en el caso de la fosa E06 y
de 1,17 y 1,03 metros en la E14.
En la fosa E06 se habían depositado los restos de una mujer de entre 40 y 45 años y en la E14, otra mujer de entre 48
y 56 años. Los autores del trabajo refieren que ambos cuerpos
fueron manipulados antes de recibir sepultura definitiva a juzgar por el análisis de la naturaleza de las conexiones a partir
de los diferentes procesos sepulcrales, posdeposicionales, etc.
(ibídem: 47). En cualquier caso, el cuerpo de la estructura E06
estaba bastante desarticulado y no conservaba apenas vértebras,
ni cintura escapular. Por las descripciones que se realizan en el
artículo, nos inclinamos a pensar que se podría tratar de un enterramiento secundario con todas las reservas posibles.
[page-n-208]
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
La otra mujer depositada en la E14 debió fallecer a causa de un
trauma en la región frontal del cráneo. El cuerpo se depositó en posición flexionada (decúbito lateral izquierdo) con orientación SE.
En relación con el ajuar depositado, los autores, con buen
criterio, señalan que a pesar de que son las estructuras que más
materiales han deparado (el 12,44% de la lítica y el 15,95% de
la cerámica), su presencia no tiene por qué estar necesariamente
relacionada con una actividad votiva ya que se encontraba formando parte del sedimento del relleno (ibídem: 48). Sí que se
podrían considerar ajuar algunos molinos y una azuela de ofita
depositada junto al brazo derecho de la mujer de la estructura E14. El resto de objetos en el relleno, que podrían ser o no
componentes del ajuar, serían fragmentos cerámicos diversos,
laminillas y láminas de sílex.
3. MARCO CRONOLÓGICO DE LAS TUMBAS
DEL NEOLÍTICO ANTIGUO DEL INTERIOR
PENINSULAR Y DEL VALLE DEL EBRO
Dentro del conjunto de diferentes características y elementos que
muestran las tumbas del Neolítico Antiguo del Interior Peninsular, la cronología se presenta como un elemento que les otorga
cierta homogeneidad ya que acota un marco temporal concreto y
preciso, al menos en sus comienzos. Hemos elaborado una serie
de tablas y figuras para analizar el significado de estas dataciones
absolutas en el complejo proceso de neolitización. Así, si observamos las dataciones de la tabla 2 (donde aparecen las fechas
C14 sobre restos humanos de todas las tumbas comentadas y en
las que presentamos 3 nuevas inéditas, Villamayor de Calatrava, El Montico y El Molino de Arriba), vemos cómo dos fechas
presentan valores ligeramente superiores al 5300 (Chaves Ib,
Los Cascajos E 497), y tres (Molino de Arriba, Alto de Rodilla
y Los Cascajos E183) superan significativamente el 5200. En la
figura 11 estas dataciones presentan un lapso calibrado relativa-
mente amplio con dos momentos claramente diferenciados, antes
y después del 5200. La explicación la encontramos en la figura
12 en la que se recogen los gráficos de calibración individuales
de las cuatro tumbas más antiguas. Como se puede observar en
la parte izquierda de cada gráfico y en la curva de calibración,
entre el 6300 y el 6100 BP existen dos “mesetas” que impiden
una calibración precisa. Concretamente, el tramo horizontal de
la curva entre el 6300 y el 6200 hace que todas estas dataciones
presenten lapsos importantes anteriores al 5200, especialmente
en Chaves Ib y Los Cascajos E 497 que incluso calibradas a 1s,
presentan valores cercanos al 5300. En cambio, en Molino de
Arriba y en Los Cascajos E 183 las probabilidades más allá del
5250 disminuyen de manera importante incluso a 2s, 11,2% y
5% respectivamente.
En resumen, y teniendo en cuenta que manejamos lapsos
temporales (calibrados) y no fechas concretas, podríamos establecer el periodo 5300-5000 como el momento de inicio de
la tradición funeraria del Neolítico Antiguo en el Interior Peninsular. Sin embargo, si atendemos a los datos analizados en
el párrafo anterior, podríamos acotar el límite más antiguo de
este momento al 5250-5200, como se observa también en la
suma de estas dataciones reflejada en la figura 11 (Sum TUMBAS NEO. ANTIGUO).
Lo que muestra esta determinación cronológica es que estas tumbas se crearon en un momento ligeramente posterior
(a partir del 5300-5200) al inicio del Neolítico Antiguo en el
territorio estudiado (tabla 3), y a la llegada de las primeras
comunidades neolíticas pioneras (5700-5600) (Rojo et al.,
2008; García-Martínez de Lagrán, 2015). Por lo tanto, podríamos aventurar la hipótesis de que esta tradición funeraria
se iniciaría en el seno de comunidades plenamente neolíticas,
muy probablemente surgidas de los contactos e interacciones
entre las primeras comunidades neolíticas pioneras (tanto a
nivel peninsular como más concretamente en el Interior) y
Tabla 2. Dataciones de las tumbas del Neolítico antiguo en el valle del Ebro y en el Interior Peninsular.
Yacimiento
inteRioR
Ref. laboratorio
Data BP
cal BC 2σ
Bibliografía
Molino de Arriba
KIA-41450
6210±30
5293-5057
Inédita
6171±55
5296-4987
Jiménez y Alonso, en prensa
6120±30
5208-4961
Alameda-Cuenca et al., 2011
6087±28
5201-4910
Alto de Rodilla E 2
Fuente Celada E 62
UGA-7565
R_Combine: La Lámpara H 1
La Lámpara H 1
6144±46
5217-4962
Rojo et al., 2008
KIA-6789
6055±34
5047-4848
Rojo et al., 2008
El Congosto UE 2242
KIA-27582
6015±50
5041-4788
Martín, 2007
Villamayor
KIA-41449
5945±40
4932-4725
Inédita
El Prado
Valle del eBRo
KIA-6790
La Lámpara H 1
Beta-365669
5880±30
4827-4692
Alonso y Jiménez, 2014
Chaves Ib
GrA-26912
6230±45
5308-5057
Baldellou, 2011
Los Cascajos E 497
Ua-24426
6230±50
5311-5054
García y Sesma, 2007
Los Cascajos E 183
Ua-16024
6185±45
5291-5006
García y Sesm,a 2007
El Montico
KIA-41451
6125±30
5209-4983
Inédita
Paternanbidea Fosa 1 Individ. 2
GrA-13673
6090±40
5207-4854
García Gazólaz, 2007
Paternanbidea Fosa 2 Individ. A
GrA-13675
5960±40
4941-4729
García Gazólaz, 2007
Los Cascajos E 196
Ua-24423
5945±95
5194-4558
Inédita
201
[page-n-209]
M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 11. Gráfico de las calibraciones de las
fechas de las tumbas del Neolítico antiguo
del Valle del Ebro y del Interior Peninsular,
con la suma de sus distribuciones y la suma
de las dataciones de los yacimientos del
Neolítico antiguo en este mismo territorio
recogidas en la tabla 3.
Fig. 12. Gráficos de calibración de las
dataciones de la tumbas de Chaves Ib,
Los Cascajos E 497 y E 183, y Molino de
Arriba (datos y referencias en tabla 2).
202
[page-n-210]
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
Tabla 3. Dataciones de yacimientos del Neolítico antiguo en el valle del Ebro y en el Interior Peninsular. Datas calibradas con OxCal
4.2.3: https://c14.arch.ox.ac.uk/oxcal/OxCal.html.
Yacimiento
Ref. laboratorio
Data BP
cal AC 2σ
Muestra
Bibliografía
Peña Larga IV
La Paleta
Chaves Ib
Chaves Ib
La Vaquera IB-N.94
La Lámpara H 18
Chaves Ia
La Revilla E 14
La Revilla E 4
La Ventana
El Mirador MIR 23
La Revilla E 9
La Revilla E 4
La Lámpara H 1
La Lámpara H 9
La Revilla E 14
La Revilla E 2
Los Cascajos E 516
La Revilla E 12
La Revilla E 4
Los Husos I XVI
La Revilla E 16
Botiquería 8
La Revilla E 13
Atxoste IIIb
La Revilla E 2
La Revilla E 2
La Revilla E 13
La Revilla E 12
La Revilla E 12
El Mirador MIR 22
Los Husos I XV
Los Cascajos E 214
La Lámpara H 11
El Mirador MIR 18
La Revilla E 4
El Mirador MIR 24
El Mirador MIR 20
El Portalón de Cueva Mayor N9
La Vaquera IB-N.98
Los Husos II VII
Arenaza IC2
Botiquería 6
Los Husos II IX
La Draga A-NII
La Draga B-NII
La Draga A-NI
La Draga A-NI
La Draga B-NII
La Draga A-NI
La Draga A-NI
Beta-242783
Beta-223092
GrA-38022
UCIAMS-66317
GrA-9226
KIA-21347
GrA-28341
KIA-21358
KIA-21356
Beta-166231
Beta-208134
UtC-13347
KIA-21351
UtC-13346
KIA-21352
KIA-21357
UtC-13269
Ua-24427
UtC-13295
KIA-21359
Beta-161182
UtC-13294
GrA-13270
KIA-21355
GrA-9789
UtC-13350
KIA-21346
KIA-21354
KIA-21349
KIA-21353
Beta-208133
Beta-161180
Ua-17795
KIA-21348
Beta-208132
UtC-13348
Beta-220914
Beta-197384
Beta-222339
GrA-8241
Beta-221640
OxA-7157
GrA-13268
Beta-221642
OxA-20233
OxA-20231
OxA-20235
OxA-20234
OxA-20232
Hd-15451
UBAR-313
6720±40
6660±60
6580±35
6470±25
6440±50
6407±34
6380±40
6365±36
6355±30
6350±40
6320±50
6313±48
6289±31
6280±50
6280±33
6271±31
6250±50
6250±50
6250±50
6245±34
6240±60
6240±50
6240±50
6230±30
6220±60
6210±60
6202±31
6177±31
6158±31
6156±33
6150±40
6130±60
6125±80
6125±33
6120±40
6120±60
6110±40
6100±50
6100±50
6080±70
6050±40
6040±75
6040±50
6040±40
6179±33
6163±31
6143±33
6127±33
6121±33
6060±40
6010±70
5715-5561
5671-5483
5614-5478
5482-5375
5482-5322
5470-5323
5471-5304
5470-5233
5466-5230
5466-5225
5466-5212
5466-5209
5320-5216
5366-5073
5322-5211
5317-5211
5321-5058
5321-5058
5321-5058
5310-5075
5326-5030
5316-5056
5316-5056
5302-5070
5316-5020
5309-5011
5290-5052
5219-5034
5214-5018
5213-5011
5216-4993
5225-4854
5291-4846
5210-4965
5209-4953
5220-4851
5208-4942
5210-4856
5210-4856
5213-4834
5056-4836
5208-4780
5194-4796
5047-4836
5221-5025
5215-5022
5210-5001
5210-4981
5208-4961
5195-4842
5201-4721
Ovicáprido
Cerealia
Ovicáprido
Ovicáprido
Bellota
Fauna
Bellota
Fauna
Ovicáprido
Fauna
Cereal
Cereal
Fauna
Cereal
Fauna
Fauna
Cereal
Cereal
Cereal
Sus sp.
Fauna
Cereal
Fauna
Fauna
Fauna
Cereal
Fauna
Ovicáprido
Fauna
Ovicáprido
Cereal
Fauna
Bos
Fauna
Cereal
Cereal
Cereal
Ceral
Fauna
Bellota
Fauna
Fauna
Fauna
Fauna
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Fernández-Eraso, 2011
Jiménez-Guijarro, 2010
Baldellou, 2011
Baldellou, 2011
Estremera, 2003
Rojo et al., 2008
Baldellou, 2011
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Jiménez-Guijarro, 2010
Vergès-Bosch et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Inédita
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Fernández-Eraso, 2011
Rojo et al., 2008
Barandiarán y Cava, 2000
Rojo et al., 2008
Alday, 2012
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Vergès-Bosch et al., 2008
Fernández-Eraso, 2011
Com. pers. J. Sesma y J. García
Rojo et al., 2008
Vergès-Bosch et al., 2008
Rojo et al., 2008
Vergès-Bosch et al., 2008
Vergès-Bosch et al., 2008
Ortega et al., 2008
Estremera, 2003
Fernández-Eraso, 2011
Arias y Altuna, 1999
Barandiarán y Cava, 2000
Fernández-Eraso, 2011
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
203
[page-n-211]
M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
los grupos locales, lo que hemos definido como comunidades
de 2ª, 3ª,… generación (Rojo et al., 2008; García-Martínez
de Lagrán, 2014).
Este argumento viene corroborado, en parte, por los análisis genéticos que se han realizado sobre Cascajos y Paternanbidea, donde coexisten haplogrupos con edades de coalescencia
de entre 20.000 y 25.000 años y, por tanto, correspondientes a
poblaciones europeas previas a la neolitización (Haplogrupos
H, U, K), con otros cuya edad de coalescencia se establece
entre 8.000 y 10.000 años (Haplogrupo J) y cuyo origen se sitúa en el Próximo Oriente. En este sentido, un reciente trabajo
plantea la existencia de dos grandes migraciones en la Prehistoria Europea, coincidiendo la primera con los grupos neolíticos provenientes del Próximo Oriente. En la Península Ibérica se observa cómo existe una ruptura genética importante
con la llegada de esta primera corriente de neolitización para,
inmediatamente, producirse una mezcla con las poblaciones
autóctonas que se manifiesta, especialmente, en el Neolítico
Medio y Final con el rebrote, de forma mayoritaria, de los li-
najes ancestrales previos a la neolitización (Haak et al., 2015).
Como vemos, unos cientos de años después del primer aporte
foráneo a la Península, las poblaciones ya se han diversificado genéticamente como muestra de una población abierta, con
múltiples conexiones y nada endogámica.
Otro ligero desfase cronológico que habrá que confirmar en
el futuro con más datos, se da en algunos yacimientos con dataciones de tumbas y de contextos de habitación. En los casos de
Chaves y La Lámpara las fechas de las tumbas son varios siglos
más recientes que las de las primeras ocupaciones, en cambio
en Los Cascajos, por ejemplo, éstas parecen contemporáneas
(fig. 13). La interpretación de esta información es complicada y no va más allá de las meras hipótesis. Como ya hemos
comentado la aparición de estas tumbas no se produce en las
primeras ocupaciones de estos asentamientos (desde luego no
en los contextos colonos pioneros, por ejemplo en Peña Larga
IV: 5715-5561; o en Chaves Ib: 5614-5478), sino en una fase
posterior. Tal vez su aparición podría relacionarse con conflictos
o cuestiones de ámbito territorial, social y/o económico, como
Fig. 13. Dataciones de Chaves,
La Lámpara y Los Cascajos.
En negro las fechas de los
enterramientos y en gris otras
muestras de los yacimientos.
204
[page-n-212]
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
la apropiación del espacio frente a otros grupos sociales u otras
comunidades, o de reafirmación individual o familiar en el seno
de la comunidad, como se ha sugerido en otros ámbitos como
la LBK (Hofmann, 2012), o, incluso, con cuestiones rituales de
refundación de nuevos asentamientos tras la muerte de un individuo importante, también en la LBK (Bogucki, 2000).
Sea cual fuere la causa y la finalidad de estas tumbas su
tradición perdura a lo largo de bastante tiempo. Como ya hemos comentado, las dataciones acotan su inicio en las últimas
centurias del VI milenio y la prolongan a lo largo del V. Posteriormente, y a medida que avance el tiempo, aparecerán otros rituales, símbolos, ajuares, arquitecturas, y tradiciones funerarias
(Rojo Guerra, 2014 y Garrido-Pena et al., 2012).
Con todos los datos obtenidos y considerando en conjunto
como un único registro los últimos yacimientos (si no lo hiciéramos así, todo el análisis global se reduciría a repetir las observaciones realizadas sobre Cascajos y Paternanbidea), podemos
establecer un conjunto de regularidades en el comportamiento
funerario de las primeras poblaciones neolíticas en cuanto a tipo
de estructuras utilizadas y naturaleza del depósito, sexo y edad
de los inhumados, presencia/ausencia de ajuar y características
del mismo, así como la posición del difunto dentro de la tumba
y sus orientaciones. Todos estos puntos aparecen reflejados en
la tabla 4 y podríamos resumirlos en:
a) Tipos de estructuras y naturaleza del depósito: La inmensa
mayoría de las tumbas documentadas se corresponden con fosas
cerradas donde se depositan enterramientos primarios. En cuatro
casos (El Montico, una estructura de Paternanbidea, Chaves y El
Congosto) podríamos asegurar que el/los difuntos se depositaron
en una fosa abierta susceptible de manipulaciones posteriores a
la deposición. En estos casos (Montico, Paternanbidea y El Congosto) estaríamos ante depósitos dobles sucesivos con reducción
de partes del primer inhumado. Sólo en un caso, la estructura 1
de Paternanbidea, pese a considerarla un depósito sucesivo con
reducción del primer inhumado, podríamos estar ante un sepulcro
más bien múltiple o colectivo. En este caso, estamos convencidos
de que, pese a que los difuntos fueron depositados en una depresión (no nos atrevemos a clasificarlo como fosa), debió existir
una estructura aérea de algún tipo de material perecedero que no
ha llegado hasta nosotros. Por último, en un solo caso (Chaves)
el difunto debió depositarse en una fosa abierta con algún tipo de
cubierta, posiblemente de madera.
4. CONCLUSIONES FINALES
En el presente estudio se han analizado 12 yacimientos con evidencias de enterramientos. Por diversas razones, mencionadas
en el texto, la información sobre cada uno de ellos es muy dispar y desequilibrada. Por lo general, en cada yacimiento se ha
documentado una sepultura a excepción de los yacimientos de
El Prado con dos estructuras y dos individuos, Paternanbidea
con 4 estructuras y un número mínimo de 13 individuos, y Los
Cascajos. Es, sin duda, este yacimiento el que ha deparado el
mayor número de sepulturas pero que corresponden a dos fases
diferentes: un Neolítico Antiguo y un Neolítico Medio. A la primera fase pertenecen con seguridad 12 tumbas y a la segunda 6.
Las 19 restantes no tienen una adscripción precisa bien por falta
de ajuar y/o bien por ausencia de dataciones absolutas.
Tabla 4. Cuadro resumen de las características generales de las tumbas del Neolítico Antiguo en el Interior Peninsular y Valle del Ebro.
SW
SE
NW
NE
W
E
S
Orientación
N
Sentado
Supino
Prono
DLI
Fauna
DLD
Múltiple / colectivo
Sucesivo con reducción
Primario
Adornos
Cerámico
Posición difunto
6
Lítico
Adulto
27
Secundario
Naturaleza
Depósito
Ajuar
Juvenil
Edad
Infantil
Hembra
Sexo
Vvarón
Otros
Fosa cerrada
Fosa abierta
Tipo
estructura
Montico
La Lámpara
Molino Arriba
Villamayor
Los Cascajos
71% 13%
Paternanbidea
50% 50%
30%
Chaves
8% 8%
8%
50% 25%
?
Alto Rodilla
Fuente Celada
El Congosto
Valdivia
El Prado
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
205
[page-n-213]
M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
b) Sexo y edad: La composición por sexos de la necrópolis
de Los Cascajos refleja por sí misma la tónica general de los
enterramientos del interior peninsular al contar con un 71% de
varones frente a un 13% de mujeres. Por tanto la mayor parte de los difuntos conocidos del Neolítico Interior Peninsular
son varones a excepción de El Prado con dos mujeres ancianas,
La Lámpara donde se depositó una anciana y la necrópolis de
Paternanbidea donde el 50% son mujeres. Por edades, hay que
destacar la escasa presencia de población infantil (El Congosto,
Alto de Rodilla y Paternanbidea) y la mayoría de individuos
adultos, aunque en Los Cascajos observemos 27 juveniles y 6
adultos. Por tanto, la población juvenil adulta es la que aparece
mayormente representada.
c) Ajuar: Tanto la presencia/ausencia de ajuar como la importancia cuantitativa en cada caso son absolutamente dispares. Por
ejemplo, en Los Cascajos el ajuar es muy pobre por lo general y
sólo en unos pocos casos existe y, en menos aún, es ciertamente
significativo, como hemos visto en el apartado correspondiente.
Por el contrario, en Paternanbidea, sin ser muy numeroso, sí que
es significativo y, aunque podamos hallar tanto industria lítica
(microlitos), cerámica o fauna, lo que realmente destaca, como
hemos visto también, son los adornos (cuentas de collar o colgantes). Hay dos casos que sobresalen en este apartado por encima de
los demás y por motivos distintos: el primero es El Montico, que
destaca por el número de microlitos hallados junto a los restos
de las inhumaciones. Son un total de 41 monturas con el valor
añadido de que la inmensa mayoría presentan huellas de haber
sido utilizados. Ya hemos planteado la posibilidad de que estemos ante una posible ejecución, idea sugerida por la traceología
(ver apartado 2.1.1.2) y no descartable al analizar algunas de las
fotografías del proceso de excavación donde, como se observa
en la figura 2, dos de las posibles puntas de proyectil descansan
directamente sobre uno de los fémures. Sea como fuere, de todas son conocidas las escenas de ejecuciones en el arte levantino (López Montalvo, 2011) y la inusual concentración de puntas
de proyectil en esta tumba nos podría sugerir una escena similar
como causa de la muerte de uno de los individuos enterrados.
Otra circunstancia interesante y única de este yacimiento entre
las tumbas del Neolítico Antiguo Peninsular es la colocación de
toda una cornamenta de ciervo sobre la última deposición que nos
hace recordar a las tan renombradas tumbas epipaleolíticas de Teviec y Hoedic en la Bretaña francesa. El hecho excepcional en El
Montico es la presencia de la cornamenta completa, pues luchaderas (basales, segunda, central o, incluso candiles) y otros restos
de fauna aparecen con mayor frecuencia en las tumbas neolíticas
como sucede en La Lámpara, Villamayor, varias de Los Cascajos,
Paternanbidea o Alto de Rodilla.
El segundo caso excepcional en este apartado es la tumba
de La Lámpara en Ambrona. Es uno de esos raros ejemplos en
los que se inhuma a una mujer anciana con un ajuar extensísimo
que hemos detallado anteriormente y en el que hemos llegado a
distinguir un ajuar personal (vasija cerámica completa, lámina
con huellas de reutilizaciones y reavivados y un amplio ajuar
colectivo especialmente cerámico (536 fragmentos de vasos),
pero también lítico y objetos de fauna como espátulas, candiles
de ciervo y cornamenta de cabra. La enorme cantidad de objetos
presentes en esta tumba, por cierto de forma peculiar ya que la
sección de la misma parece haber correspondido a un silo reaprovechado, nos hacen precisar dos aspectos interesantes; uno
206
sería el alto rango o la alta consideración que la anciana debía
tener en vida, visto el ajuar desde una perspectiva procesualista
y, otro sería el hecho de que el relleno contenga una buena parte
del ajuar. La evidencia arqueológica en este sentido es variada
y múltiples, también, las interpretaciones. Por ejemplo, los escasos materiales que se recuperaron en el relleno de Chaves no
se consideran ajuar sensu estricto, opinión que compartimos.
Lo mismo ocurre con el relleno de otras fosas como Villamayor,
El Congosto o El Prado. En Villamayor los propios autores del
descubrimiento señalan que la tierra del relleno procede de un
yacimiento próximo y no del entorno inmediato a la fosa. En
este caso, y en un sentido animista, podemos pensar en que todo
es ritual, ajuar o lo que queramos decir, aunque el difunto no
tenga unas ofrendas específicas.
Ofrendas específicas que sí tienen los muertos con ajuar
de Cascajos, Paternanbidea, Buniel o la mencionada cuerna
de ciervo en El Montico. En La Lámpara, como hemos comentado, todo el relleno estaba perfectamente estructurado y
diseñado de antemano. A la difunta se le colocaron una vasija
completa y una lámina con lustre de cereal a los pies en el momento de su deposición en el fondo del silo. Posteriormente,
según se iban rellenando, se rompieron varias vasijas cerámicas que, junto con restos de fauna, completaron el sellado de
la tumba. Da la sensación de que toda esta evidencia podría ser
el resultado de un auténtico banquete funerario ocurrido con
motivo del sepelio de una anciana especialmente importante
para las gentes del poblado.
d) Posición de los difuntos y orientaciones: La mayoría de los
difuntos están depositados en decúbito lateral derecho, algunos
menos en la misma posición sobre el costado izquierdo, pero lo
más significativo, junto a un caso en que el difunto se depositó
sentado (Chaves) es que sólo en el Valle del Ebro se documenta la
posición de supino, y en todos los yacimientos además; El Montico, hasta el 30% de los casos en Cascajos y en Paternanbidea. En
cuanto a orientaciones, la predominante es la SE ya que el 33% de
los individuos de Cascajos tienen esa orientación al igual que El
Montico, La Lámpara y algunos individuos de Paternanbidea. En
Cascajos, un número significativo también está orientado al SW
(33%) al igual que algunos difuntos de Paternanbidea. Sólo en un
caso de está necrópolis y el inhumado en Fuente Celada tienen
una orientación NW mientras que el único individuo inhumado
con una orientación W se da en Paternanbidea.
Para concluir, nos gustaría ofrecer una interpretación de los
puntos anteriores desde la perspectiva del proceso de neolitiziación y del Neolítico Antiguo en el Interior y en la Península
Ibérica en general. En nuestra opinión (Rojo et al., 2008; García-Martínez de Lagrán et al., 2011; García-Martínez de Lagrán,
2012, 2014, 2015) la extensión del Neolítico por la Península
Ibérica podría articularse en dos etapas. La primera, el proceso de neolitización propiamente dicho, entre el 5700-5600 y el
5300-5200 cal AC. Entendemos como tal, el periodo de contacto, interacción y convivencia de grupos neolíticos pioneros y
grupos indígenas de cazadores-recolectores. A partir del 53005200 esta situación tiene como resultado el inicio del Neolítico
Antiguo en una gran parte de la Península Ibérica. Por lo tanto,
optamos por un proceso ecléctico en el que comparten protagonismo los grupos mesolíticos y las comunidades neolíticas
pioneras que llegan de territorios foráneos (sur de Francia por
los Pirineos, Mediterráneo occidental, norte de África: Berna-
[page-n-214]
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
beu et al., 2009; Bernabeu y Martí, 2012, 2014; García-Borja et
al., 2010; Manen, 2014; Manen et al., 2007; Utrilla, 2002, entre
otros). Denominamos a estos grupos comunidades de 1ª generación ya que son los primeros grupos plenamente neolíticos
que llegan a Iberia. Posteriormente, su interacción durante tres
o cuatro siglos con los grupos locales dará lugar a comunidades
de 2ª, 3ª, 4ª,... generación, éstas últimas, a su vez, colonizarían
nuevos territorios (o antiguos y ya conocidos) produciendo nuevas dualidades culturales, relaciones, interacciones, transmisión
de conocimientos, etc.
Los datos sobre el mundo funerario que acabamos de analizar apoyarían este modelo eclético de interacción. En este sentido nos gustaría destacar tres puntos a modo de resumen:
a) Los análisis genéticos: Como ya hemos comentado, la
coexistencia de diferentes haplogrupos en la población analizada (especialmente Cascajos y Paternanbidea) apoyaría la idea
de comunidades abiertas a los contactos, con aportes genéticos
externos y locales.
b) Las características del ritual funerario: estructuras,
ajuares, inhumados, etc. Hemos repetido varias veces a lo largo
del texto que estas tumbas muestran una serie de características
comunes en un amplio territorio que les confieren un cierto grado o sentido de unidad. Este hecho también se ha detectado en
otros aspectos del registro como la cerámica (García-Martínez
de Lagrán et al., 2011; García-Martínez de Lagrán, 2012) y también en algunos aspectos de la industria lítica, especialmente en
el desarrollo y uso de las láminas simples como útiles polifuncionales. Sin embargo, al mismo tiempo, todas estas variables
(cerámica, industria lítica, tumbas) muestran peculiaridades
regionales o locales, como el predominio de ciertos temas y
técnicas en áreas específicas (García-Martínez de Lagrán et al.,
2011; García-Martínez de Lagrán, 2012), o la distribución de
los tipos de geométricos (Alday y Cava, 2009; Barandiarán y
Cava, 1992; Utrilla et al., 2009), o de los tipos de hoces (Gibaja
et al., 2012; Perales et al., 2015).
Por lo tanto, estaríamos, al mismo tiempo, ante un fondo
común y ciertas peculiaridades geográficas. En nuestra opinión
esta situación es consecuencia de los protagonistas y los escenarios que se producen durante el proceso de neolitización en
el Interior y en el valle del Ebro. La cronología que presentan
todas estas tumbas también apoyaría esta hipótesis. Su datación
a partir del 5300-5000 nos indicaría que fueron construidas y
utilizadas por comunidades de 2ª, 3ª,… generación, esto es,
grupos del Neolítico antiguo. Ante esta afirmación es obligatorio preguntarse cuál pudo ser el aporte o la influencia de estos
grupos en este mundo funerario, como veremos a continuación.
c) La influencia del mundo funerario mesolítico y neolítico pionero: El primer hecho que llama la atención del mundo
funerario mesolítico es su distribución geográfica, centrada
principalmente en las zonas periféricas/costeras. Sin embargo,
es curioso que en el valle del Ebro, por ejemplo, no se hayan
encontrado este tipo de manifestaciones a pesar de un destacado poblamiento mesolítico, ya que el único caso conocido,
Aizpea, presenta también esta ubicación periférica dentro del
territorio navarro (Barandiarán y Cava, 2001).
Recientemente Gallego (2009) ha realizado una síntesis de
este tema definiendo las siguientes características para el mundo
funerario mesolítico de la Península Ibérica: la inhumación de
personas de cualquier sexo y edad, aunque en algunos sitios hay
un claro predominio por los hombres adultos, por ejemplo en El
Collado (Gibaja et al., 2015); gran variedad de prácticas funerarias; la existencia de posturas y orientaciones variables aunque
con una cierta estandarización dentro de cada yacimiento; la ausencia generalizada de ajuares; la presencia mayoritaria de enterramientos individuales y la existencia de enterramientos múltiples diacrónicos con reaperturas de las estructuras funerarias; la
constatación del fenómeno de los “huesos perdidos” y, por lo tanto, de prácticas de desarticulación y manipulación corporal, etc.
En resumen, podríamos plantear la hipótesis de que ciertas características del mundo funerario del Neolítico Antiguo en el Interior Peninsular y el valle del Ebro suponen una influencia directa
del Mesolítico, como por ejemplo, la edad y el sexo de los inhumados, o la presencia mayoritaria de enterramientos individuales
junto con otros múltiples, o la reapertura de algunas estructuras, o,
incluso, la escasa importancia de los ajuares, etc. Bien es cierto, que
con los datos actuales, tanto del Mesolítico como del Neolítico, es
muy aventurado realizar cualquier afirmación.
En este sentido, no conocemos los rituales ni las costumbres
funerarias de los grupos neolíticos pioneros o comunidades de
1ª generación que llegaron a la Península Ibérica. Sólo podemos
sugerir que determinadas características de las tumbas analizadas en este trabajo serían un aporte de estos grupos, nos referimos concretamente a las evidencias (estructuras, ajuares, restos
arqueológicos, etc.) de estas tumbas y rituales relacionados con
la agricultura y la ganadería.
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 211-223.
The Pena d'Água rock-shelter (Torres Novas, Portugal):
two distinct life ways within a Neolithic sequence
antónio Faustino CaRValHo
abSTracT
Among testimonies of other occupations, the Pena d'Água Rock-shelter revealed two “stratigraphic blocks” (i.e. sets of layers)
reporting, respectively, to the Early and Middle Neolithic, with preservation of organic matter (charcoal and faunal assemblages).
The older “stratigraphic block” is characterized by decorated pottery, use of local raw materials, and the balanced exploitation of a
large spectrum of animals (both domestic and wild), whereas the younger is characterized by plain pottery, long-distance exchange
of raw materials, and specialization in the hunting of cervids and herding of sheep/goat (itinerant pastoralism?). This cultural and
subsistence shift coincides with increasing aridity and the emergence of megalithism in Portugal, but sound correlations between
these phenomena are still to be made.
keywordS:
Portugal, Neolithic, site formation process, economy, palaeo-environment.
reSumen
El abrigo de Pena d'Água (Torres Novas, Portugal): dos modos de vida distintos en una secuencia neolítica. Entre los testimonios
de otras ocupaciones, el abrigo de Pena d'Água ha revelado dos “bloques estratigráficos” (es decir, conjuntos de capas) referidos,
respectivamente, al Neolítico antiguo y al Neolítico medio, con preservación de materia orgánica (restos de carbón y de fauna).
El “bloque estratigráfico” más antiguo se caracteriza por la cerámica decorada, el uso de materias primas locales y la explotación
equilibrada de un amplio espectro de animales (domésticos y salvajes), mientras que el más reciente viene determinado por la
cerámica lisa, el intercambio de materias primas a larga distancia y la especialización en la caza de cérvidos y el pastoreo de
ovicápridos (¿pastoreo itinerante?). Este cambio cultural y de subsistencia coincide con el aumento de la aridez y la aparición del
megalitismo en Portugal, si bien la correlación entre ambos fenómenos precisaría confirmarse.
PalabraS claVe:
Portugal, Neolítico, proceso de formación de yacimientos, economía, paleoambiente.
1. INTRODUCTION
Promoted by the Servicio de Investigación Prehistórica, the resumption of the systematic study of the important Cova de l'Or
(Alicante, Spain) took place from 1975 onwards under the direction of B. Martí, who studied the remains devoid of a secure
context (Martí, 1977) and began excavations with stratigraphic
control in the cave's Sector J (Martí et al., 1980). At this very
same time, Portuguese Prehistory was experiencing a major
methodological turning point regarding cave archaeology. As
widely acknowledged, after a promising beginning in the mid19th century, a decline in the quality of excavation methodologies would characterize most of the following century. It was
only in the 1970–80s that a renewed focus on stratigraphy,
recording of particular contexts (human-made structures, funerary practices, etc.), the introduction of so-called “ancillary
disciplines” (sedimentology, zooarchaeology, radiocarbon dating, etc.), and the thorough sieving of sediments, would become common procedures. Guilaine and Ferreira's (1970) paper
on Early Neolithic pottery production in Portugal constitutes an
excellent example of the state of the art of cave research before this turning point: pottery chronologies were established
through stylistic comparisons with cave sequences from Spain
and France rather than by the provenance contexts of the vessels
themselves.
An evaluation and discussion of the changing methodologies and techniques put in practice in karst archaeology in
Portugal during the 1970–80s is beyond the scope of this text.
However, the work by B. Martí on the Iberian Neolithic and
cave archaeology impacted Portuguese research perhaps more
than usually perceived. Not only a new, sound stratigraphic sequence for the Neolithic in the peninsula was provided by the
Cova de l'Or sequence (Martí et al., 1980, 1987)—that would
soon become crucial as a comparison framework for the homologous evidence from Portugal—but also a critical perspective
on the understanding of cave deposits was introduced in the debate by the often-cited paper in collaboration with J. Fortea on
the beginnings of the Neolithic in Mediterranean Spain (Fortea
211
[page-n-219]
A. F. Carvalho
and Martí, 1984/85). These contributions would be developed
by J. Zilhão (1992, 1993) in his reinterpretation of several cave
sequences in the Iberian Peninsula and the Languedoc, which
would revolutionise the whole picture of the transition to farming in the western Mediterranean regions. This methodological turning point inspired my own methodological options in the
excavation, among other sites, of the long and rather complex
stratigraphic sequence discovered at the Pena d'Água Rockshelter (Torres Novas, Portugal).
The aim of this text is, thus, to present Pena d'Água by focusing on the current understanding of the processes underlying
the formation of its sedimentary deposit and, regarding the Neolithic period as recorded at the site, by noting the main changes
observable in both cultural (mainly through pottery production)
and economic (raw material and animal exploitation strategies)
behaviour. As will be shown, two main moments (corresponding to two “stratigraphic blocks”) within the Neolithic sequence were recognized and may bear relevant consequences for the
understanding of the Early and Middle Neolithic periods in the
southern regions of Portugal. This cultural record is here tentatively framed in the available palaeo-environmental data, either
locally obtained or derived from larger-scale proxies.
2. DISCOVERY AND DESCRIPTION
When, in December 1991, a local team of speleologists from the
Sociedade Torrejana de Espeleologia e Arqueologia (STEA)
used a backhoe to open the access to a seasonal spring through
the sedimentary deposit that was obstructing it—in a place
symptomatically named Pena d'Água (meaning literally “scarp
of the water”)—numerous fragments of pottery, knapped stone
and animal bones emerged from the removed earth. Immediately halted, this operation nonetheless enabled the discovery of
a rock-shelter in this sector of the Arrife, a local term derived
from the Arabic ar-rîff (“coast”, “scarp”) to name the several
kilometre-long fault escarpment that separates the Limestone
Massif of Estremadura from the Tagus Basin (Fig. 1).
Indeed, the inspection of the deposit profiles by J. Zilhão
and STEA members were able to confirm the presence of strata
with human occupation down to a depth of around 5 metres. The
scarp wall is very abrupt here—around 30 m in height, culminating at ca. 180 metres a.s.l. in its upper summits—whereas the
area in front of the Arrife forms a steep slope due to the accumulation of huge boulders collapsed from the rock-shelter's roof.
The deposit reveals itself through a very prominent topography
visible at the foot of the limestone scarp (Fig. 1), reaching 125–
130 metres a.s.l. It has an estimated length of around 70 metres,
with a NE–SW orientation, only affected by the opening of the
access at its easternmost end.
At a regional scale, it should be emphasised that there are,
along the foot of the Arrife, successive sedimentary deposits
whose archaeological interest is evident. These, however, lie
under thick vegetation cover (shrubs, olive and oak trees, some
of them centennial) and, most probably, collapsed rock-shelters,
as in the case of Pena d'Água. Only very intrusive actions may
be able to identify similar sites and evaluate their archaeological
potential. This was what happened at Pena d'Água, permitting
archaeological excavations to be carried out during eight short
field seasons between 1992 and 2000.
212
In a first stage (1992–1995), a 2×3m test pit was excavated
in squares L29-30 (Fig. 2). In 1997, this was extended to an
adjacent area of 3×7m, corresponding to the I-K/25-30 squares,
which allowed the observation that the tip of the deposit was
affected by hydrologic processes caused by the local spring,
resulting in the thinning of the strata and their truncation by
erosive channels in the lower layers. Given these limitations,
the excavation had to be focused on the rectangle represented
by squares I-K/29-30 in the last, third stage of excavations at the
site (1998–2000). Overall, the excavation is very limited in area
and only further excavations, in the upper sector of the deposit,
would permit the recovery of sounder evidence related to the
Neolithic occupation of the site.
The above work resulted in several publications. After a
first modelling of the Neolithic sequence in the regional framework (Zilhão and Carvalho, 1996), a set of studies was
published in the 1998 volume of the Revista Portuguesa de
Arqueologia, where detailed accounts of the 1992–1995 fieldwork, site formation processes and human occupations were
made (Carvalho, 1998a) along with studies on anthracology
(Figueiral, 1998), insectivores and rodents (Póvoas, 1998),
and zooarchaeology of larger mammals (Valente, 1998).
More recently, a geo-archaeological analysis of the excavated
deposit has also been carried out (Simões, 2012) and further
zooarchaeological studies of Early (Carvalho, Valente and
Haws, 2004) and Middle Neolithic (Luís, Correia and Fernandes, n.d.) assemblages from the 1998–2000 seasons have
been published.
The Early Neolithic has been the occupation phase to which
a larger number of studies have been devoted: alongside a more
complete approach (Carvalho, 2008a), lithic techno-typological
and use-wear analyses (Carvalho, 1998b; Carvalho and Gibaja, 2005; Gibaja and Carvalho, 2005) and ceramic provenance
studies (Masucci and Carvalho, 2015) have also been carried
out. Other occupations were also published: Medieval and/or
Modern potsherds from Layer A (Ferreira, 1998), Iron Age pottery and radiocarbon determinations from Layer B (Carvalho,
2008b), and the Epipalaeolithic occupation from Layer F (Pereira and Carvalho, 2015). A brief synthesis of the site is available
in Spanish (Carvalho, 2012: 193–196).
3. STRATIGRAPHY AND SITE FORMATION
PROCESSES
Immediately after its discovery, the upper stratigraphic unit,
formed by huge limestone boulders, was observed to be the
result of the rock-shelter's collapse. All the underlying units
with remains of human occupation were sealed under it. At
first, this conditioned the excavation methodology (Fig. 3):
picks and shovels (and explosives whenever necessary) had to
be used to remove this deposit (thereafter, Layer A) and reach
archaeologically-rich layers. Sediments were then excavated
with trowels and systematically dry-sieved using a 3mm mesh
screen. Bulk samples of unsieved sediments (10 litres per artificial level and unit square) were collected for flotation (presently in course) in order to recover very small-sized elements
(microfauna, seeds, etc.). Strata were subdivided in 5 or 10cm
thick arbitrary levels and materials were given 3D coordinates
as exhaustively as possible.
[page-n-220]
The Pena d'Água rock-shelter (Torres Novas, Portugal): two distinct life ways within a Neolithic sequence
Fig. 1. Location of the Pena d'Água Rock-shelter. A: location in Portuguese Estremadura; B: Google image of the Arrife, with
the limestone plateau on the right and the plains of the Tagus Valley on the left; C: photo of the Arrife with indication of the
excavated sector (note the rising topography to the left of the arrow due to the rock-shelter deposit beneath the vegetation cover).
This methodology was able to identify nine main stratigraphic units (Fig. 4), designated, from top to bottom, Layers
A to F (for a short description of each layer and its respective
cultural assignment, see Table 1). Unfortunately, bones preserved insufficient collagen for AMS dating (despite the systematic attempts) and, therefore bulk charcoal samples (mostly of
long-lived species) were the only usable type of sample, which
implies severe limitations regarding their correlation with human occupational events, the only exceptions being samples of
charcoal exhumed from hearths in Layers B and Eb-top (Table
2). However, for the reconstitution of site formation processes
the available determinations may be of some help (see below).
Indeed, what seems at first glance to be a simple, straightforward stratigraphic sequence is, however, the result of a rather
complex interaction of multiple phenomena. Six main phases
in the formation history of the Pena d'Água Rock-shelter deposit can be preliminarily proposed based on stratigraphic observations during excavation, geo-archaeological analyses and
various proxies of palaeoenvironmental nature, either local, regional or even global (Table 3).
The earliest, Phase 1, corresponds to the formation of layer F,
which took place under a very distinctive condition: according to
field observations (Carvalho, 1998a) and sedimentological analysis (Simões, 2012), its accumulation was due to the circulation
213
[page-n-221]
A. F. Carvalho
Fig. 2. Excavation plan of the Pena d'Água at top of layer B.
Marked squares refer to the excavated area: L-N/29-30 in 1992–
1995 and I-K/29-30 in 1998–2000. The blank area on the upper
right corresponds to the access opened in 1991.
of water from nearby springs, probably through the remobilizing
of the Miocene substratum. Technologically and typologically, its
artefacts are of Epipalaeolithic age. This was confirmed by a radiocarbon result, whose calibration makes it broadly coeval with
the 8.2 kyr cold event (or Bond 5) which caused major changes
in human settlement and mobility in the Estremadura and lower
Tagus region (e.g., Pereira and Carvalho, 2015).
After a first episode of roof collapse in an indeterminate
moment in time (Phase 2), apparently associated with a sedimentary hiatus, a constant accumulation of sediments with an
argillaceous component started to take place (Phase 3). Spring
activity resulted in the truncation of layers by channels and in
more or less severe—depending to the channels' topography
and depth—disturbance of the archaeological horizons. The
whole formation of layers Eb to Ea, dated in the Early Neolithic, occurred under such environmental conditions at the local
scale. As pointed out above, these limitations constrained the
excavation to Squares I-K/29-30 in the last stage of excavations
(1998–2000).
Phase 4 is particularly visible in profile due to a major change in stratification (Fig. 4): after a horizontal, slow accumulation
of sediments in the previous phase (evidenced by a horizontal
level of 30–40 cm large blocks on top of Layer Ea), Layers Db
to C, dated to the Middle Neolithic, were accumulated according to a SW–NE inclination (evidenced by a second, sloping
level of blocks of the same size). This changing sedimentation
angle was due to still unknown reasons. It is also associated
with a faster rate of sedimentation, reduction in its argillaceous
component and the presence of iron oxides in Layers Db and
Da, which may be related to in situ post-depositional alterations
associated to soil-forming processes and increasing aridity conditions (Simões, 2012). There is no evidence for spring activity
in this phase, which together with the precipitation of iron oxides is therefore congruent with the inferred aridity.
After the formation of Layer B, a long period of time with
no significant sedimentation must have taken place at Pena
d'Água, thus giving place to Phase 5. This sedimentary hiatus
and the continuous human occupation at the site resulted in an
archaeological palimpsest (Late Neolithic, Iron Age, Roman),
attested by mixed material culture items and disparate radiocarbon determinations (Carvalho, 1998a, 2008b). This means
Fig. 3. Evolution of the excavation works at the Pena d'Água Rock-shelter. A: before the beginning of the excavations (1992); B: during
the removal of boulders from layer A (1992); C: general overview of the excavated area in 1997 (note the boulders of the collapsed roof).
214
[page-n-222]
The Pena d'Água rock-shelter (Torres Novas, Portugal): two distinct life ways within a Neolithic sequence
Fig. 4. Stratigraphic profile of the
Pena d'Água (layer A removed). Note
the inclination of the upper layers (C
and Da) while the lower ones (Ea to F)
show a horizontal stratification.
Table 1. Summary of the stratigraphy and archaeology of the Pena d'Água Rock-shelter.
Layer
Stratigraphy
Archaeology
A
Big boulders (>2 tons) from collapsed roof and loose sediments of miscellaneous
colours with penetrating tree and shrub roots.
Scattered Medieval and
Modern potsherds.
B
Medium-sized clasts (10-15 cm) in a sandy-argillaceous matrix of greyish to brownish / reddish sediments away or closer to the shelter's wall, respectively. In outer
squares (rows I–J) part of the matrix was slope-washed.
Palimpsest of Late Neolithic,
Iron Age and Roman occupations.
C
Small-sized clasts (1000
años) indican la permanencia de los robledales debido a condicionantes climáticos más favorables, en concreto, precipitaciones más altas y periodos cortos de sequía estival. No obstante,
estos robledales experimentarían varios estados de degradación/regeneración a lo largo del tiempo que tal vez tengamos
reflejados en el uso de diversos tipos de vegetación, como los
bosques de coníferas de montaña.
En los yacimientos de los valles del Tisza y Körös no podemos ver la dinámica forestal porque los sitios sólo tienen
una fase de ocupación. Con frecuencia esta fase corresponde
a la primera aparición de grupos neolíticos en la zona y por
Fig. 8. Secuencia teórica de la ocupación agrícola de un territorio y su impacto en la vegetación.
280
[page-n-288]
Punto de encuentro: los bosques neolíticos en varias regiones de Europa
eso se documenta el bosque prístino holoceno. Destaca la presencia de taxones heliófilos (Maloideae, Prunus sp., Cornus
sp.) desde el inicio de la ocupación, lo que puede indicar la
presencia de espacios abiertos o bosques semi-abiertos como
las estepas arboladas, más aptos para la fundación de los poblados y las actividades agrícolas. Debido al impacto humano
en las zonas cercanas a los yacimientos, después de varios siglos de la ocupación, se observa el desarrollo de formaciones
todavía más abiertas.
En Piana di Curinga no se observan cambios significativos
entre el Neolítico antiguo y el Calcolítico. Es decir, los bosques
perennifolios y su cortejo son similares en las tres fases de ocupación. Esto puede ser debido a la situación geográfica, ya que
las fachadas occidentales de las penínsulas mediterráneas reciben mucho mayor flujo de humedad y, por tanto, tienen mayor
capacidad de regeneración forestal que las fachadas orientales,
tanto en Iberia como en Italia y Grecia. No obstante, entre los
niveles de ocupación de Piana di Curinga siempre hay hiatus
largos que, tal vez, posibilitaron la regeneración forestal entre
una ocupación y la siguiente, por eso vemos el mismo bosque
en el Neolítico inicial (Stentinello) que en el final (Diana) o
en el Calcolítico (Piano Conte). En definitiva, la secuencia no
es continua y pensamos que durante las fases de abandono la
vegetación se regeneró.
En Alicante, a partir del Neolítico medio, los poblados crecen en número ocupando valles fértiles y el territorio productivo estaría estructurado en los campos de cultivos, los pastos
y el bosque. En muchos de esos poblados no se observan cambios significativos de la composición vegetal si las ocupaciones han sido cortas (± 500 años). Al contrario, en las cuevas
se observan cambios si tienen ocupaciones largas. Es en ellas
donde mejor se observa la dinámica regresiva de los bosques
prístinos, probablemente debido a la funcionalidad pastoral
durante el Neolítico medio y reciente. En las cuevas de Alicante, los cambios que se observan son: a) la variación diacrónica
en las proporciones de los taxones principales (Q. caducifolio,
Q. perennifolio, Olea, Pinus), y/o b) la desaparición o aparición de los taxones más sensibles al impacto agrícola. En la
primera fase de ocupación, dominan los bosques de quercíneas
(Quercus, carrascas/quejigos) y estos serán paulatinamente
sustituidos por los pinares de pino carrasco (Pinus halepensis)
o matorrales varios donde el acebuche (Olea) suele ser muy
importante (Badal, 2009; Badal et al., 2012).
c) En cualquier lugar, los primeros cambios en el paisaje vegetal se aprecian unos 500 años después de practicar la
agricultura y la ganadería y siempre que los sitios continúen
habitados, ya que si se abandona antes no se verán cambios.
Es el caso de los sitios de la Gran Llanura Húngara, en Piana
di Curinga o en los poblados del valle de Alcoi (Bernabeu y
Badal, 1992).
d) Los cambios que se observan en las secuencias antracológicas largas pueden tener múltiples causas: reflejo de los
ciclos productivos, causas climáticas o la conjunción de ambas,
aunque generalmente, los primeros adquieren un peso más importante para estas cronologías.
e) El punto de unión de todos los bosques neolíticos de
Europa son las quercíneas (robles y carrascas en sentido amplio). En las regiones más húmedas son los robles caducifolios los protagonistas, mientras que en las más secas y cálidas
son los perennifolios (encinas, carrascas, coscojas, roble de
Palestina, etc.). Aunque la anatomía vegetal impide distinguir
las especies es de suponer gran diversidad regional de especies entre oriente y occidente entre el sur y el norte, como en
la actualidad.
f) La personalidad regional se produce por las especies
acompañantes. Mientras que en el Mediterráneo central y, sobre todo, occidental Olea tiene gran protagonismo, en Grecia
sólo se encuentra en las zonas más secas y cálidas y en cronologías bastante tardías del Holoceno. Además, el papel de los
robles parece ser bastante más importante en los yacimientos
griegos, incluso los más meridionales, en comparación con
yacimientos de la misma latitud en el mediterráneo central y
occidental.
g) No todas las regiones tienen la misma capacidad de regeneración forestal. Si comparamos la Cova de les Cendres y
Piana di Curinga situadas a prácticamente la misma latitud y
altitud, se puede constatar que la fachada occidental de la península italiana mantiene la misma formación forestal desde el
Neolítico antiguo hasta el Calcolítico, mientras que la oriental
de Iberia sufre una regresión del bosque al matorral pasando
por el pinar de carrasco.
h) Con la identificación de los carbones se aprecia la flora
autóctona y endémica de las regiones, sirvan de ejemplo el ciprés y el plátano oriental en Grecia.
6. CONCLUSIÓN
El estudio de los yacimientos de Grecia fue financiado por la beca
de la Fundación Estatal de Becas de Grecia y la Geoarchaeology Fellowship del M.H. Wiener Laboratory, ASCSA, otorgadas a
MN. Los estudios antracológicos de Hungría y Eslovaquia fueron
financiados en el marco del programa V Segles de la Universitat
de València de Becas Predoctorales otorgada a MM y el proyecto de investigación financiado por el Centro Nacional de Ciencia
de Polonia, número 2012/06/M/HS3/00288. Los análisis de Alicante fueron financiados por varios proyectos de investigación,
siendo el más reciente el concedido por la Generalitat Valenciana
(GV/2011/020) “Los bioindicadores del cambio climático: caracterización de los paisajes mediterráneos en el transito PleistocenoHoloceno a partir de la madera carbonizada”. El Departamento
de Prehistoria de la Universidad de Valencia facilitó en todo momento la realización del estudio de todos los yacimientos tratados
en el texto.
La breve exposición de los datos antracológicos de varios yacimientos distribuidos por la geografía europea muestran varios
puntos de encuentro y discusión que se pueden sintetizar en:
a) La mejoría climática del Holoceno antiguo influye directamente en la diversidad de los bosques europeos que alcanzan
una configuración plenamente holocena durante el Boreal. No
se detecta una influencia importante de los cazadores-recolectores en los territorios.
b) La primera ocupación agrícola de un territorio, independientemente del momento en que ésta ocurra, se produce en
territorios ocupados por un bosque prístino en sus variantes regionales, y ésta será la imagen que ofrecen los datos arqueobotánicos disponibles para los primeros momentos del Neolítico.
AGRADECIMIENTOS
281
[page-n-289]
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285
[page-n-293]
[page-n-294]
Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 287-310.
Un nucli de sitges calcolítiques al Mas de Pepelillo (Agullent)
JoseP PasCual Beneyto, agustí RiBeRa, MaRia BaRBeRà,
CaRlos FeRReR, yolanda CaRRión, JoseP l. PasCual Benito,
lola lóPez, ignaCio HoRtelano i guilleM PéRez JoRdà
A Bernat Martí, mestre excel·lent.
reSumen
Se presenta el registro de una excavación arqueológica de salvamento, donde pudieron documentarse una serie de subestructuras
prehistóricas, muy parcialmente conservadas que, por los materiales encontrados, deben centrarse en la segunda mitad del III
milenio a.n.e., con presencia de materiales campaniformes.
PalabraS claVe:
Calcolítico, Campaniforme, silos, Vall d'Albaida, País Valenciano.
abSTracT
A site with storage pits at ‘Mas de Pepelillo' (Agullent, Valencia, Spain). In this paper we present the results of a rescue
excavation where several substructures, partially preserved, have been documented. They are dated to the second half of the
third millennium BC and the materials associated belong to the Bell Beaker culture.
keywordS:
Chalcolithic, Bell Beaker, storage pits, Albaida Valley, Valencia region.
1. ANTECEDENTS
Les restes del nucli de sitges prehistòriques del qual anem
a tractar ací, Pepelillo 2 –Sud-oest–, es localitzen a la Vall
d'Albaida, al ponent del terme d'Agullent i molt properes al
límit amb Ontinyent. Des de principis dels anys 1980 teníem
localitzats diversos llocs d'interès arqueològic a les proximitats del jaciment que ara ens interessa, però a la banda del
terme d'Ontinyent (Ribera, 1985) (fig. 1).
En primer lloc, a la zona anomenada el Morenet, vam tindre notícia de l'aparició el 1981, fent un pou, d'una magnífica destral o aixa en diorita verdosa, que vam poder examinar
breument i fotografiar (fig. 2). Al lloc de la troballa (el Morenet 1 –Sud–), no vam poder localitzar estrat o altres deixalles amb què contextualitzar la peça. Tanmateix, a uns bancals
d'oliveres situats uns 300 m més al nord, sí que vam poder
trobar diverses peces i resquills de sílex i algun fragmentet de
ceràmica a mà (el Morenet 2 –Nord–).
Igualment, uns 300 m més al nord encara, en una lloma
al punt culminant de la zona, anomenada “el Molló”, precisament per l'existència d'una fita entre els termes d'Ontinyent i
Agullent, apareixien nombroses restes superficialment d'època
medieval i alguna romana, més escampades cap a la vessant
agullentina; molt probablement aquest jaciment del Molló, tot i
no haver-hi constatat nosaltres material ibèric, es correspondria
amb un dels dos que va visitar en la zona el tècnic del SIP, J.
Aparicio, l'any 1975, denominant-lo, segons el seu descobridor,
l'agullentí A. Lloret, el Bancal de la Corona (Fletcher, 1976).
També, segons s'indica en la citada nota: “Se recogieron abundantes cerámicas, entre las que hay que destacar las características de la Edad del Bronce, lisas y hechas a mano”. Algun material ceràmic a mà també vam recollir nosaltres, tot i que bastant
escàs (fig. 3), per això vam incloure el Molló com un jaciment
de l'edat del bronze en els nostres estudis sobre el poblament
d'aqueix moment a l'alta Vall d'Albaida (Ribera i Pascual Beneyto, 1994, 1995 i 1997).
L'any 1992, poc després, pel que es veu, d'un canvi de
propietari del mas de Pepelillo, finca a la qual pertanyia tot
aquest sector del terme d'Agullent, s'efectuaren unes primeres grans transformacions del terreny, amb maquinària, consistents en desfer alguns dels abancalaments tradicionals per a
fer bancals més grans. A resultes d'açò, la part cimal del Mo287
[page-n-295]
J. Pascual Beneyto, A. Ribera, M. Barberà, C. Ferrer, Y. Carrión, J. L. Pascual Benito, L. López, I. Hortelano i G. Pérez Jordà
Fig. 1. Jaciments localitzats a la zona, sobre foto aèria del 1989.
lló quedà relativament aplanada i, entre les terres remogudes,
poguérem observar l'aparició d'una gran quantitat de ceràmica andalusina, alguns ossos humans i més escassos materials
romans tardans (Ribera i Bolufer, 1997, 2000), així com uns
pocs d'atribuïbles en principi a l'edat del bronze, com ja s'ha
dit; això sí, tot regirat i sense constatar cap estructura, a pesar de la presència de pedres soltes, sens dubte producte de
la destrucció (fig. 4). Suposant que encara pogueren quedar
restes soterrades i en previsió d'altres desmunts posteriors, es
feren les fitxes d'Inventari de Jaciment corresponents per a la
Conselleria de Cultura, etc.
Igualment producte de les transformacions del 1992 fou
l'aparició al tall d'un nou abancalament, molt prop ja del Mas
(Pepelillo 1 –Sud-est–) d'algunes sitges i/o fosses seccionades,
almenys 4, que per les observacions que es pogueren fer al seu
moment, deurien ser d'època medieval andalusina (fig. 5).
Encara cap al 1994, en Joaquim Bolufer realitzà un treball
d'inventari de jaciments arqueològics del terme d'Agullent,
amb compliment de les corresponents fitxes d'Inventari de Jaci-
Fig. 2. Aixa del Morenet 1 (sud).
Fig. 3. Ceràmica a mà del Molló.
288
[page-n-296]
Un nucli de sitges calcolítiques al Mas de Pepelillo (Agullent)
Fig. 4. Part alta del Molló després dels desmunts del 1992.
Fig. 5. Pepelillo 1, sitges andalusines seccionades el 1992.
ments per a la Conselleria de Cultura, i de les quals ens consta
que va quedar dipositada còpia al propi Ajuntament d'Agullent.
D'aquest treball també es va publicar un resum (Bolufer, 1995),
on clarament s'arreplega el jaciment del Molló (fig. 6).
Volem dir amb tot açò que aquests jaciments no eren pas
uns desconeguts, sinó que estaven fitxats de sobra i, per tant,
l'administració corresponent en tenia coneixença. Bé és de veres
que el sector estricte on posteriorment apareixerien els culs de les
sitges calcolítiques no havia segut detectat a nivell de superfície. El
cas és que ignorem com va succeir, però seria cap al principi del
2007 que ens adonarem que estava fent-se un enorme nou polígon
industrial al lloc. Quan ho visitàrem comprovàrem estupefactes que
totes les zones de jaciment havien desaparegut en haver-se rebaixat
el terreny una mitja de més de 5 m en una àrea de més de 15 ha, incloent-hi òbviament els dos espais de jaciment coneguts, el Molló
i Pepelillo 1, dels quals no quedava ni rastre, exceptuant-ne la zona
oest del Molló, en terme d'Ontinyent, que ara es trobava damunt
d'un talús lineal (fita de terme), de més de 8 m d'altura (fig. 7).
Tanmateix, de l'observació dels desmunts entre les zones en
obres, detectàrem una àrea amb un sector on apareixien algunes
restes de ceràmica medieval, juntament amb ceràmica a mà i sí-
lex, i semblava veure's algunes taques que bé podrien ser sitges...,
per la qual cosa s'iniciaren els tràmits perquè s'actuara almenys
en aquest sector o Pepelillo 2, que és el que ara es presenta.
No fou casualitat que els desmunts els trobàrem ja en estat tan
avançat. L'activitat frenètica d'aquells anys ens impedí arribar a
hora, segurament per tindre massa on acudir, i en aquest cas concret, a més a més, per haver coincidit eixes dates amb l'arribada al
Museu de diferents permisos d'intervencions arqueològiques, per
diferents equips, alguns d'ells a IP d'Agullent, cosa que ens féu
pensar, quan ho veiem de lluny, que allò deuria estar controlat.
Tampoc era aquesta la primera vegada que es destruïen,
prou impunement, uns jaciments arqueològics a Agullent. Hi ha
més aviat un bon ramell de flors negres. Com per exemple la
necròpolis andalusina de l'Alqueriola, on després d'assabentarnos de la destrucció del gros de la necròpolis, se sol·licità permís per a actuar en el poc que en quedava, seria cap a mitjan
dècada dels 90, allò s'entrebancà, encara ignorem per què, i el
permís no hi arribà mai; òbviament tot ha desaparegut davall
de les naus industrials. O l'Alt de la Filosa, jacimentet ibèric
en la serra, ben fitxat, i que el gasoducte s'emportà per davant.
O la vila romana de la Canaleta, possiblement única candidata
Fig. 6. Jaciments localitzats a
la zona, sobre foto del 2002.
289
[page-n-297]
J. Pascual Beneyto, A. Ribera, M. Barberà, C. Ferrer, Y. Carrión, J. L. Pascual Benito, L. López, I. Hortelano i G. Pérez Jordà
Fig. 7. Foto de la zona
des del llevant, el 2008.
a fer visitable un jaciment romà en tota la comarca de la Vall,
excavada amb presses, en campanyes d'urgència, per a quedar
de nou sepultada després d'anys de deteriorament, sense consolidar, a la intempèrie. Amb tot i d'altra banda, cal dir que el cas
d'Agullent no és, ni de bon tros, una excepció, dissortadament.
2. MARC GEOMORFOLÒGIC
El jaciment arqueològic del Mas de Pepelillo 2 es troba situat a
la banda centre-meridional de la Vall d'Albaida, entre els vessants calcaris de la Serra d'Agullent (Serra Grossa) i les terrasses fluvials del Riu d'Ontinyent (o Clariano).
El paisatge està constituït per serres calcàries del cretaci
d'orientació SO-SE que delimiten aquesta i altres valls, farcides de sediments margosos miocens que han estat sotmesos
a successius períodes d'incisió i buidatge, i en menor mesura
de farciment, al llarg del Plio-Quaternari, com a resultat de
la dinàmica fluvial i l'activitat neotectònica. Aquestes fases
s'expressen bàsicament en superfícies d'erosió a les quals de
vegades s'associen nivells encrostats i edàfics quaternaris.
La sèrie de nivells morfogenètics documentada es correspon
amb fins a quatre nivells de buidatge que van des dels peus dels
promontoris calcaris fins al centre de la vall, a cotes situades de
mitjana al voltant dels 470 m en els més pròxims a aquests, que
anomenem nivell I, 415 m per al nivell II, 385 m per al nivell
III i 365 m per al nivell IV, i amb variacions de fins a 30 m entre
les parts més altes i més baixes d'aquests nivells dins de la vall.
Entre aquests nivells, especialment a partir del segon, apareixen
tàlvegs i conques farcides de sediments a cotes intermèdies. Es
tracta de la unitat A, situada al voltant de 400 m, la B a 370 m,
entre d'altres. A partir de la cota 340 m apareixen nivells amb
farcits al·luvials més potents, vinculats a la xarxa de drenatge
actual, en forma de tàlvegs i terrasses fluvials. El nivell descrit
com a D en l'esquema geomorfològic es correspon amb el nivell
de terrassa T2, del Plistocè Mitjà (Bernabeu Aubán et al., 1993),
en el qual s'ubica el jaciment de l'Arenal de la Costa (fig. 8).
290
El jaciment arqueològic que tractem es troba situat sobre un
dels nivells erosius que ocupa la cimera aplanada d'un allargat
coll orientat de SO a NE i al voltant dels 383 m d'altitud (a
les cotes més altes de la unitat IV), al costat de petits retalls
d'un nivell més alt situat a l'est (el Molló). Al sud limita amb
sengles tàlvegs amb un fons a pocs metres per sota (possiblement es tracta de la unitat B). El que es dirigeix cap a llevant va
a parar a l'encaixat Barranc de Benatzar, tributari de l'Albaida,
i el de ponent es dirigeix cap al riu d'Ontinyent. Al nord, un
pendent molt més pronunciat culmina en un tàlveg profund al
qual s'associen formacions sedimentàries més potents i recents,
la Canyada, que també drena cap a l'Ontinyent. L'encaixament
del barranc de Benatzar ha de ser més recent (Fumanal, 1990;
Ferrer et al., 1993), pel que les dificultats de drenatge es puguen
haver produït en fases antigues de l'Holocè .
El substrat del jaciment és doncs de margues blanques i
grises transportades amb diversos graus de edafització, que pot
arribar a ser molt intensa, donada la seua antiguitat. El tàlveg
meridional posseeix sòls en ocasions hidromorfs, com a resultat
de les dificultats de drenatge en algunes fases del Quaternari
més recent, sovint coberts per sediments posteriors.
2.1. el SubSTraT edàFIc del jacImenT
S'ha estudiat des del punt de vista sedimentològic un conjunt
de cinc unitats estratigràfiques del substrat geològic vinculades
a quatre estructures arqueològiques, corresponents als núm. 1,
10, 14 (dos nivells) i 19.
UE 19000
Es correspon amb un nivell superior de l'estructura negativa 19.
Es tracta d'un sediment de sorres (40,27%) amb argiles de color
marró grisenc prou fosc (gris marró 10YR 5/2 segons Munsell),
formant pocs agregats. Gairebé sense fracció gruixuda, expressada en algunes graves (fonamentalment restes fossilíferes marines del substrat). El sediment posseeix percentatges rellevants
de matèria orgànica (0,71%) i baixíssims percentatges de carbo-
[page-n-298]
Un nucli de sitges calcolítiques al Mas de Pepelillo (Agullent)
Fig. 8. Esquema geomorfològic de
l'entorn del jaciment del Mas de
Pepelillo. En números romans les
superfícies d'erosió de la més antiga
a la més recent. En lletres llatines
majúscules les unitats deposicionals
quaternàries. En verd les calcàries de
la Serra d'Agullent.
nat càlcic (25,7%). Les sorres són homomètriques i de grandària
mitjana i petita (6-9 phi), de quars mat preferentment (75%), encara que estan presents algunes calcàries (20%) i agregats amb
ciment calcari sense forma (5%).
La distribució textural mostra un sediment bimodal format
en condicions d'un flux hídric de baixa energia, però amb un
component amb suficient capacitat de transport per assolir una
elevada classificació en la fracció sorrenca fina, amb dos modes entorn de 2 y 3 phi. La cua de fins (argiles) respon a una
segona fase del flux en la qual aquest perd energia i produeix la
decantació de la fracció que transporta en suspensió. Respon a
un model de glacis de moderada energia. No hi ha evidències en
la seua configuració que l'activitat humana haja generat canvis
en el sediment.
UE 14000
Es correspon amb un nivell superior de l'estructura negativa 14.
Es tracta d'un sediment format per llimargiles poc agregades de
color grisenc de to blanquinós (blanc 5Y 8/1). Els percentatges
de matèria orgànica disminueixen i els de carbonats augmenten,
encara que són semblants al nivell inferior (0,45% i 58,3% respectivament). La resta de trets texturals es repeteixen, excepte
per un increment de les sorres fines d'agregats procedents de
conductes radiculars (40%), i per la presència d'un important
percentatge de fracció llimosa, heteromètrica (fig. 9).
UE 14010
Es correspon amb al nivell inferior de l'estructura negativa
14. Es tracta d'un sediment format per argiles (més del 50%)
amb sorres i llims poc agregades de color grisencs de to blanquinós (blanc 5Y 8/1). Els seus trets texturals característics
són semblants als de la unitat anterior, encara que les sorres
són menys abundants i els processos de decantació són més
intensos. Des del punt de vista litològic les sorres procedents
d'agregats calcaris augmenten a un 20%. El percentatge de
matèria orgànica es relativament baix (0,63%) i el de carbonat càlcic es elevat (55%), amb coherència amb un sediment
en origen margós.
UE 10000
Es correspon amb el nivell superior de l'estructura negativa 10.
Es tracta d'un sediment format per argiles amb sorres i llims poc
agregats de color marró gris suau (10YR 6/2). Petits agregats
blanquinosos margosos i algunes graves d'igual origen que en la
resta de nivells. Les sorres son en aquest cas heteromètriques de
quars i calcària mate (90%) de color mel i transparents. El percentatge de matèria orgànica és alt, i el de carbonats, prou baix,
molt semblants als de la unitat estratigràfica inferior. També ho
és la distribució textural de la fracció fina.
UE 10010
Es correspon amb en nivell inferior de l'estructura negativa 10.
Es tracta d'un sediment format per argiles amb sorres i llims
poc agregades de color marró grisenc de to clar (gris 5 Y 6/1).
Petits agregats blanquinosos margosos. Amb relativament alts
percentatges de matèria orgànica (0,76%) i baixos percentatges
de carbonat (35,4%), possiblement en relació amb els trets del
substrat que li va servir d'origen. Els trets texturals són de nou
semblants a la resta de nivells amb dues modes entorn de les
sorres, però poc rellevants, i una important cua a les argiles més
fines. Els llims presenten una distribució anòmala, que podria
estar en relació amb la influència humana.
291
[page-n-299]
J. Pascual Beneyto, A. Ribera, M. Barberà, C. Ferrer, Y. Carrión, J. L. Pascual Benito, L. López, I. Hortelano i G. Pérez Jordà
2.2. dIScuSSIó
Fig. 9. Extracció de mostres per a anàlisi geomorfològica.
UE 1000
Es correspon amb el nivell inferior de l'estructura negativa
núm. 1. Es tracta d'un sediment format per argiles amb sorres
i llims poc agregats. Color marró grisenc (2,5Y 5/2) i gris molt
fosc (2,5Y 3/1). Formant agregats poc resistents i travessades
per pseudomicelis de carbonat blanquinosos. Abundants restes
vegetals carbonitzades molt integrades en el sediment. Són sorres homomètriques rodades de calcàries i quars mates (70%),
que emparenten amb el substrat margós calcari que constitueixen els farcits en l'estructura 14. Molt elevats percentatges de
matèria orgànica (3,42%) associables a la presència de carbó
vegetal generat a baixa temperatura –potser deguts a contaminació o contacte amb els farcits adjunts corresponents– i
percentatges de carbonat (59,6%) correlacionables amb les
margues calcàries.
La distribució textural mostra un sediment bimodal format
en condicions d'un flux hídric de baixa energia. La moda a les
arenes es prou significativa, i com en el cas de la mostra de
la estructura 19, denota una moderadament elevada energia. La
cua de fins a les argiles més fines respon a la decantació de la
fracció que transporta en suspensió. S'associa com la resta a un
model de glacis de molt baixa pendent.
292
Les mostres analitzades presenten trets característics que les
emparenten. Es tracta de sediments amb distribucions texturals
bimodals vinculats a components de fluxos hídrics de baixa i
moderada energia i fases de pèrdua total de l'energia i decantació. Són sediments típics de glacis de baixa pendent. Ara bé,
detectem almenys tres tipus de sediments. El que constitueix
l'estructura 1 (UE 1000) està clarament afectat per la presència
de restes antropogènics –com s'ha dit, potser deguts a contaminació o contacte amb els farcits adjunts corresponents–, encara
que el dipòsit no sembla posseir trets molt diferents als d'un
sediment natural. En tot cas presenta un enriquiment en la matèria orgànica i els carbonats, en relació amb la presència de
carbons i cendres, i un augment de la fracció llimosa. Sobre
això últim, certs autors (Capel, 1977; Serna, 1993) coincideixen
a assenyalar que el seu augment relatiu respondria a la presència d'activitats humanes. Encara que no podem descartar que
es dega a l'existència de corrents extractives menys selectives,
com fluxos liqüefactes, la hipòtesi antropogènica és coherent
amb allò expressat sobre les característiques químiques.
L'augment del percentatge de llims es produeix també en les
unitats estratigràfiques 14000, 10000 i 10010, en particular en
aquestes dues últimes, amb distribucions anòmales, que reforçarien la hipòtesi de l'alteració humana.
Els altres sediments tenen característiques menys afectades
per l'antropització. A la unitat estratigràfica 14010 predominen
els processos de decantació i a la unitat 19000 són més importants els processos de transport hídric de major energia.
Per altra banda, des del punt de vista de la presència de
matèria orgànica i carbonats, així com pel color del sediment,
s'identifiquen dos grans grups d'unitats. Les que presenten
baixos percentatges de matèria orgànica, elevats de carbonats i
color blanc, és el cas de les mostres de l'estructura 14, enfront
de les que posseeixen percentatges inversos i color gris en les
estructures 19 i 10. Sembla doncs que els canvis observats estarien més en relació amb els diferents orígens dels sediments
dels rebliments interiors en contacte, que amb processos edafosedimentaris contemporanis a la seua deposició.
En les unitats que conformen una successió estratigràfica,
en les estructures 14 i 10, observem com els percentatges de
matèria orgànica són majors en els nivells inferiors. Sent més
significativa la variació en l'estructura 14, coincidint amb les
anomalies en la distribució textural ja esmentades (fig. 10).
Com a conclusió podem afirmar que els nivells parietals de
les estructures estudiades mostren en general una baixa influència
de l'activitat humana, tot i que hem documentat un augment de la
fracció llimosa als nivells de l'estructura 10 i al nivell superior de
l'estructura 14, que podria significar que el substrat va estar afectat
per les activitats humanes al llarg del període d'ocupació.
Dins la uniformitat percebuda, que es mostra en les semblances documentades en els trets texturals, hi ha dues associacions remarcables: d'una banda hi ha dos tipus de substrat per
als nivells. Les mostres de les estructures 14 i 10 procedeixen
de margues calcàries terciàries. Les estructures 19 i 1 procedeixen en canvi de sediments poc carbonatats de color gris i amb
més matèria orgànica, que podríem associar a un substrat miocè diferent a la típica marga calcària o a formacions edàfiques
holocenes. D'altra banda, les unitats superiors semblen posseir
trets que indiquen un lleuger empitjorament en les condicions
[page-n-300]
Un nucli de sitges calcolítiques al Mas de Pepelillo (Agullent)
Fig. 10. Histogrames texturals de les mostres analitzades amb representació de fracciones en dimensions phi (eix d'abscisses) i percentatges
(eix d'ordenades).
ambientals, encara que tots en general reflecteixen unes condicions similars a les actuals, resultat d'una evolució des de
moments previs amb condicions més favorables (nivells edàfics
heretats). Això és coherent amb l'Holocè superior, amb posterioritat a l'Òptim Climàtic Holocè, que finalitzaria entorn del
6000 (Ferrer García, 2012) o del 5000 cal BP (Fumanal, 1995).
3. DESCRIPCIÓ DELS TREBALLS
Durant l'any 2007 s'havien desenvolupat treballs de desmunt per
a la urbanització del Polígon Industrial “El Pepelillo”. Malgrat
desenrotllar-se aquests sobre uns terrenys en què no només es
coneixia l'existència de dos jaciments arqueològics (Mas de Pepelillo 1 i El Molló), sinó que estaven perfectament documentats,
fitxats i inclosos en el PGOU d'Agullent, no es van desenvolupar els preceptius treballs arqueològics: excavació (possiblement
mitjançant sondejos), prospecció de les zones contigües als jaciments coneguts i seguiment arqueològic d'obres.
A finals de la primavera del 2007 es cursa per part de la
Direcció Territorial de Cultura una ordre de paralització cautelar dels treballs d'urbanització, quedant supeditada aquesta als
treballs arqueològics que es pugueren desenvolupar en la zona
objecte d'estudi (fig. 11).
Després dels resultats de successives visites realitzades en
l'àmbit territorial del Programa d'Actuació Integrada del Pepelillo, es va poder constatar que:
1. Pepelillo 1. Després de continus treballs de transformació
agrària realitzada prèviament als treballs d'urbanització, en la
zona coneguda com a Pepelillo 1, consideràrem en aquell moment la possibilitat que pugueren encara conservar-se subestructures, sobretot sitges –com les que es van descobrir a la dècada
dels 80 per part del Servei Arqueològic d'Ontinyent–. Aquestes
estructures eren en la seua totalitat de cronologia medieval islàmica. Després de diverses visites localitzàrem una zona al sud
de l'actuació en la qual es van observar abundants restes ceràmiques preferentment de cronologia andalusí. Es tractava d'un
Fig. 11. Fotografía de la zona des del
ponent, el 2008.
293
[page-n-301]
J. Pascual Beneyto, A. Ribera, M. Barberà, C. Ferrer, Y. Carrión, J. L. Pascual Benito, L. López, I. Hortelano i G. Pérez Jordà
espai en què els darrers treballs havien estat menys agressius,
pel que poguérem desprendre dels plànols i de les ortofotos en
aquesta zona, no obstant això, en les dècades dels 80 i 90 sí que
es van realitzar importants moviments de terra, sobretot de regularització de bancals. En aquell moment pensàrem que podien
encara conservar-se de manera parcial algunes subestructures.
2. El Molló. Pel que fa al jaciment del Molló observàrem
molt clarament que la part d'aquest existent al terme municipal
d'Agullent, tot i estar ben documentat i amb fitxa catàleg al PG
d'Agullent, havia desaparegut en la seua totalitat, és a dir, el
treballs d'urbanització havien destruït totalment el jaciment en
la part en la qual era més visible. Només poguérem localitzar
una mena de subestructura-abocador? –existent en l'enorme talús molt a prop del Camí d'Agullent a Ontinyent–. La resta de
jaciment, de menor intensitat, es troba –com es pogué constatar
per la visita a la zona– dins del terme municipal d'Ontinyent.
3.1. l'excaVacIó
Després d'obtinguts els preceptius permisos per part de la Direcció General del Patrimoni Cultural, de la Generalitat Valenciana,
iniciem els treballs d'excavació a “Mas de Pepelillo-2” el 25 de
març de 2008, finalitzant-los el 29 d'abril del mateix any. Amb
una màquina excavadora mixta vam començar a retirar la terra
vegetal existent en la zona que havíem marcat feia uns mesos, que
com s'ha indicat era on creiem que podia restar, ni que fora molt
parcialment, el jaciment andalusí del Pepelillo. El que primer ens
va sorprendre va ser que en superfície –ara molt llavada per les
pluges– apareixien gran quantitat de fragments de sílex: restes de
talla (resquills i trencalls), així com també alguns utensilis retocats. També observàrem algunes ceràmiques fetes a mà, sens dubte prehistòriques. La sorpresa va ser gran quan varen començar
a aparèixer les primeres estructures: cubetes i sitges on es van
localitzar també materials prehistòrics.
Netejàrem tota la zona, en total uns 3.000 m2, localitzant
22 estructures (fig. 12). Després de la neteja general del terreny
i de numerar les estructures realitzàrem un primer alçament
topogràfic iniciant l'excavació per la zona més elevada de la
parcel·la. Primerament retiràrem el sediment superficial i la resta de terra de conreu que restava, tal com s'ha dit, utilitzant una
excavadora amb cullera de neteja. Conforme anàvem netejant
apareixien en planta un bon nombre d'estructures fins a 22 en
total. Un cop desmuntat tot el terreny vam procedir a realitzar
un aixecament topogràfic i a continuació vam començar a excavar manualment les estructures per unitats estratigràfiques.
Metodològicament utilitzàrem el mètode Harris adaptant-lo a
aquest tipus d'estructures.
Evidentment realitzàrem els treballs de planimetria habituals, plantes i seccions de totes les estructures, nous aixecaments topogràfics amb les cotes, un ampli arxiu fotogràfic, així
com la recollida de mostres de sediments, carbons i tot tipus de
registre material per a posteriors anàlisis.
Utilitzàrem el cribratge doble amb aigua per, d'aquesta
manera, poder recollir restes materials de mida petita; també utilitzàrem la tècnica de flotació per poder recuperar sobretot llavors (resta relativament habitual en aquest tipus
d'estructures). Aquest cribratge amb aigua es va realitzar en
la pròpia excavació. Passàrem per la màquina de flotació més
de 450 litres de sediment, localitzant tan sols dues llavors en
294
les unitats estratigràfiques 5001 (estructura 5) i en la 12001
(estructura 12). També ens enduguérem al Servei Arqueològic
d'Ontinyent (MAOVA), una reserva de mostres de sediments
de les estructures per a futures anàlisis.
3.2. leS eSTrucTureS
En total s'excavaren 22 estructures de diverses grandàries i
morfologia. La majoria fosses i sitges de planta més o menys
circular i/o ovalada; també vam localitzar unes petites fosses de
funcionalitat incerta. Amb secció troncocònica n'hi ha quatre
que són: les núm. 10, 12, 15 i 19; l'estructura núm. 4, de petites
dimensions amb forma de gobelet; la núm. 20 és rectangular; i
la resta són cubetes o en alguns casos només quedaven uns 8 o
9 cm de fons com en la núm. 8 i la núm. 13. Les estructures més
profundes són les de secció troncocònica, superant la núm. 15
els 80 cm de profunditat, mentre que les altres es mouen entre
els 50/70 cm. Pràcticament totes tenen planta circular o ovalada,
menys la núm. 20 que ofereix una planta rectangular.
La majoria d'estructures presenten una sola unitat estratigràfica; però les estructures núm. 5, 6, 7, 10, 14 i 19 tenen un
farcit més complex amb més d'una unitat estratigràfica. Això no
obstant, l'estat del jaciment i la mateixa morfologia d'aquest, fa
que en general estiguem davant d'estratigrafies prou simples.
Solament matisos de color, major presència i variació de la fracció, així com l'existència o no de materials o la quantitat dels
mateixos, són altres dels factors que ens ajuden a diferenciar
les diverses UEs. Entre les estructures del jaciment destaquen:
Estructura 1: estructura subterrània amb una planta arrodonida prou irregular i secció en forma de cubeta. La base és plana
i regular. Les seues dimensions són 0,36 m de fondària màxima i un diàmetre màxim d'1,57 m. S'hi han diferenciat dues
unitats estratigràfiques: la primera, UE 1001, està formada per
nombrosos blocs, grans i mitjans, i algun còdol, molts d'ells –la
majoria– amb senyals de foc. Destaquen 10 fragments de parts
passives de molí de mà, així com 3 parts actives, una d'elles
sencera. La UE 1002 està formada per un sediment color marró molt obscur format per argiles amb 8 centímetres escassos
de mitjana. La fracció és escassa, tan sols algunes graves. El
sediment està ple de restes de foc: carbons i sediment ennegrit.
El material és quasi nul, sols un trencall de sílex i un fragment
atípic de ceràmica a mà. La base, és a dir la UE 1005, te clares
senyals de rubefacció (fig. 13, fig. 14).
Ens inclinem a pensar que es pot tractar d'una fossa de pedres calentes, feta per coure aliments, tipus d'estructura anomenada four polynésien o earth oven en la literatura i l'etnografia.
En l'etnografia s'assenyala que es tracta d'una mena de forn que
s'utilitza en ocasió de grans festes i celebracions, ja que consumeix una gran quantitat de llenya, ideal per cuinar l'animal
sencer. També se'ls atribueix el possible ús per bollir líquids,
inclús per produir vapor d'aigua (Miret, 2014: 58-61).
En general, i pel que fa a la seua funcionalitat darrera, la majoria
de sitges són abocadors, encara que desconeixem en alguns casos
el seu ús primigeni. La troballa de restes de llavors en les estructures 5 i 12, estructures tant de secció troncocònica com cilíndrica,
entra en la morfologia característica de les estructures utilitzades
com a contenidors de cereals, que es desenvolupen durant el neolític, tenint la seua expansió durant el IV mil·lenni amb la generalització del poblament en zones planes junt a llocs d'aprovisionament
d'aigua (fig. 15, fig. 16, fig. 17). Entre aquestes:
[page-n-302]
Un nucli de sitges calcolítiques al Mas de Pepelillo (Agullent)
Fig. 12. Planta general del sector excavat.
Fig. 13. Estructura 1.
Estructura 5: estructura de planta circular, amb secció en
forma de cubeta, amb un diàmetre màxim d'1,18 m i una fondària màxima de 0,38 m. La base és regular i plana. S'hi han
diferenciat dues unitats estratigràfiques, de les quals la UE 5001
arriba fins a -28/30 cm de fondària i està formada per un sediment color marró obscur argilenc i amb arenes, cohesionat però
poc compactat. La fracció és escassa i de mida mitjana. El material és variat: ceràmica, sílex, pedra polida, fang cuit, carbons.
La UE 5002 només té uns 6 cm de potència. El sediment és de
color marró clar amb presència d'arenes i restes calcàries. Apareix cohesionat i més compactat. La presència de materials disminueix, sols dos fragments ceràmics atípics i un fragment de
fang cuit. La fracció és escassa o nul·la (fig. 18, fig. 19, fig. 20).
Estructura 12: estructura de planta circular amb secció
troncocònica. El diàmetre màxim de la planta superior és
d'1,32 m i el de la planta inferior d'1,73 m. La fondària màxi295
[page-n-303]
J. Pascual Beneyto, A. Ribera, M. Barberà, C. Ferrer, Y. Carrión, J. L. Pascual Benito, L. López, I. Hortelano i G. Pérez Jordà
Fig. 14. Estructura 2.
Fig. 15. Estructura 3.
Fig. 16. Estructura 6.
ma és de 0,78 m. Presenta una base irregular. Sols s'hi ha diferenciat una unitat estratigràfica, UE 12001, amb un sediment
color marró obscur. Presenta arenes i argiles i es troba molt
compactat i cohesionat. La fracció és escassa i mitjana. El material és prou abundant i variat: ceràmiques, carbons, sílex,
malacofauna, fang cuit i pedra polida.
296
L'estructura 4 és de planta circular i secció en forma de
cubilet. El seu diàmetre màxim és de 0,38 m i la fondària de
0,30 m. La base és regular i plana. S'hi ha diferenciat una
única unitat estratigràfica, UE 4001, formada per un rebliment de color marró obscur amb tonalitats grises i negres. El
sediment es troba compactat i cohesionat i farcit de carbons,
[page-n-304]
Un nucli de sitges calcolítiques al Mas de Pepelillo (Agullent)
Fig. 17. Estructura 7.
Fig. 18. Estructura 13.
Fig. 19. Estructura 16.
sent-ne l'única evidència arqueològica. No hi ha fracció ni
cap altre tipus de material. Pensem que pot tractar-se d'un
forat de pal, les restes de carbons i cendres són restes característics d'aquest tipus d'estructures. Estaria en relació amb
dues estructures properes, la núm. 5 i la núm. 3, relacionades,
perquè no, amb una unitat d'habitació.
L'estructura 20 (fig. 21), de planta rectangular de petites dimensions: 0,48x0,20x0,07, de cronologia imprecisa en la qual
sols localitzàrem un fragment ceràmic de data incerta, però que
la trobem junt a d'altres, d'estructures, totes elles clarament
prehistòriques. Això no obstant la seua morfologia i dimensions s'avindrien prou bé amb un clot per plantar vinya, ja de
297
[page-n-305]
J. Pascual Beneyto, A. Ribera, M. Barberà, C. Ferrer, Y. Carrión, J. L. Pascual Benito, L. López, I. Hortelano i G. Pérez Jordà
Fig. 20. Estructura 19.
Fig. 21. Estructura 20.
Fig. 22. Dibuix de planta i tall
de les estructures negatives.
298
[page-n-306]
Un nucli de sitges calcolítiques al Mas de Pepelillo (Agullent)
cronologia històrica, antiga o medieval, com els documentats
per exemple al Bancal del Cel –Ontinyent– (post s.VII) o a la
Cooperativa –la Font de la Figuera– (possiblement romans),
per citar només alguns exemples propers al jaciment. El fet de
no documentar-ne altres immediates, com caldria esperar, contribuiria a indicar-nos el greu estat d'arrabassament de la zona
previ als nostres treballs.
Estructura 19: estructura amb planta circular, secció troncocònica i base regular i plana. El diàmetre màxim de la planta
superior és d'1,47 m i el de la planta inferior d'1,59 m. La seua
fondària màxima és de 0,62 m. Hi diferenciem dues unitats estratigràfiques. La UE 19001 està formada per un sediment color
marró constituït per argiles. Es troba compactat però poc cohesionat i té algunes arenes. La fracció és escassa i sols són petits
còdols. El material és regular i variat: fang cuit amb forma, fauna,
carbons, sílex, malacofauna marina i ceràmiques. També hi ha
part passiva i activa de molí de mà. La UE 19002 la identifiquem
als 0,50 m de fondària i està formada per un sediment color marró
clar constituït per arenes i argiles. Està molt compactat i cohesionat i la fracció és prou abundant i de mida mitjana i gran. Hi ha
ceràmica, fang cuit, fauna i carbó. La gran quantitat de fang cuit
localitzat en aquesta estructura, com ara els dos “capfoguers” i altres fragments que presenten cares planes, arrodonides, marques
de branques, etc., fa pensar en alguna funció relacionada amb el
foc (forn...); l'estructura núm. 10 també ens ha proporcionat una
gran quantitat de fang cuit.
Altres estructures suposem que poden ser directament abocadors, fets ex professo, sitges, o fosses per a altres usos que ara
se'ns escapen, com per exemple l'extracció d'argiles, etc.
La presència de restes materials no és directament proporcional, encara que podria semblar-ho, a les dimensions de les estructures. Així, destacar com l'estructura 11, la 16 i la 14, totes elles
prou arrasades, contenien abundants materials; mentre la 15, de
grans dimensions, a penes va proporcionar material arqueològic.
Tampoc la distribució espacial de les estructures, fins i
tot obviant la seua suposada cronologia relativament diversa,
ens dóna base per a cap conclusió, car aquesta distribució és
enormement irregular i/o atzarosa. Sobta, una vegada més, que
el que hem trobat siguen clarament restes de sitges, segons
creiem, però de les que en cap cas es conserva més d'una tercera part. Aquesta conservació tan parcial de les estructures
ens dóna a entendre que l'espai ha sofert fenòmens de destrucció o transformació de gran abast i que desconeixem absolutament. En aquest cas més encara perquè ja vam trobar desfigurada la seua ubicació topogràfica en el entorn. Tot i això, per
les anàlisis de les fotografies i plànols anteriors, sembla clar
que la ubicació d'aquest nucli de sitges no estava en la major
altura relativa de l'interfluvi, com sol ser més corrent, sinó en
un vessant suau (fig. 22).
4. ELS MATERIALS
4.1. la ceràmIca
La indústria ceràmica està formada per 1.080 fragments, 929 són
atípics, la resta, és a dir, 151, està formada per llavis, elements
de prensió, bases i fragments decorats. La majoria de les pastes
estan poc cuidades, amb desgreixants de dimensions mitjanes,
trobant-se ben representades les mides mitjanes i grosses.
Les superfícies, com és obvi en una col·lecció en què una part
està formada per recollida superficial, es troben prou erosionades,
encara que hi ha superfícies tractades, allisades i brunyides.
Entrant ja en l'anàlisi més detallat de la indústria ceràmica, en
el Pepelillo hem trobat un total de 107 llavis, sent els més nombrosos els arrodonits, el que representa el 85,9% amb 92 efectius;
després, amb presència molt modesta estan els apuntats, engrossits
externs, els dos amb el 4,6% i 5 peces respectivament, i el plans
amb 3 peces i un 2,8%, i els bisellats arrodonits amb 2 (1,8%).
Els elements de prensió són extraordinàriament escassos amb
un total de 9 mamellons de distintes dimensions i una ansa de cinta. Pel que fa a les bases, en són 7, totes elles planes o aplanades.
A pesar de tractar-se d'una actuació tan limitada i un conjunt
tan escàs, el grup de fragments decorats és nombrós i interessant. En total hi ha 27 fragments decorats, el que representa un
2,5% sobre el total de fragments ceràmics. Entre aquests destaquen els de decoracions pentinades, tan solament interiors com
solament exteriors, així com interiors i exteriors, 13 fragments,
és a dir, el 48,1%; per darrere estan les incises amb 6 i un 22,2%,
4 amb cordons i un 14,8%, 3 impreses amb instrument amb punta (11,1%) i 1 fragment amb unglades (3,7%).
Pel que fa a les formes, la fragmentació de la col·lecció ha
fet que tan sols hi hem pogut identificar 11 formes. El mètode
d'anàlisi del material ceràmic ha seguit les pautes que va establir J. Bernabeu (1989) per al neolític del País Valencià, que en
posteriors publicacions ha patit algunes petites variacions (Bernabeu et al., 1993 i 1994). Hi dominen les formes de classe A i
B amb 4 efectius cadascuna. La classe A es conforma en 3 escudelles, és a dir grup 1, i un plat o font de perfil compost, grup 3
tipus IB amb lleuger perfil en S. La classe B, tots 4 són del tipus
I bols hemisfèrics i/o globulars. La classe C està formada per
dos vasos del grup 14 tipus I, és a dir, vas troncocònic amb perfil sortint, amb base còncava o plana. I de la classe D tenim un
exemplar del grup 14 amb un fragment d'una ansa de cullerot.
Allò que fa més interessant la indústria ceràmica del Pepelillo és el petit conjunt de ceràmiques decorades:
Un primer fragment, procedent de recollida superficial (fig.
23, 3), del cos d'un vas, decorat amb bandes farcides de petites
impressions fetes amb una “gradina” o petita pinta, combinades
amb bandes lliures de decoració, amb una superfície que conserva restes d'allisada i que combina cocció oxidant i reductora. El
desgreixant es petit quasi inapreciable. Es tracta d'un fragment
campaniforme marítim imprès de la varietat “Herringbone”.
De l'estructura 2, UE 2001, tenim dos petits fragments decorats: el primer, 2001.63, petit fragment ceràmic del cos, possible
carena, cocció oxidant exterior i reductora interior, desgreixant
petit i decoració a base de bandes impreses amb instrument o
“gradina”, amb bandes lliures. La superfície es troba molt erosionada (fig. 23, 2). L'altre fragment, 2001.62, és un petit fragment del cos amb cocció oxidant tant en el seu interior com
en l'exterior, desgreixant molt petit i decoració feta també amb
bandes impreses d'instrument o “gradina” i amb bandes lliures.
Encara que la superfície es troba erosionada, hi resten senyals
de brunyit (fig. 23, 1).
L'últim fragment clarament campaniforme el localitzàrem
també en l'estructura 2, UE 2001 (2001.60). Es tracta d'un
fragment d'un petit bol hemisfèric, amb llavi arrodonit, cocció
reductora i superfície brunyida, no erosionada. El vas es troba
decorat amb bandes confeccionades amb la tècnica d'incisió i
299
[page-n-307]
J. Pascual Beneyto, A. Ribera, M. Barberà, C. Ferrer, Y. Carrión, J. L. Pascual Benito, L. López, I. Hortelano i G. Pérez Jordà
Fig. 23. Material ceràmic.
farcides amb un reticulat fet també amb línies incises, deixant
bandes lliures sense decorar (fig. 24, 5). Aquest últim fragment
característic de moments post marítims, varietat incisa dins del
campaniforme valencià, que conviu amb varietats pseudo excises, molt semblant a alguns vasos del Promontori (Bernabeu,
1984: 77; Ruiz, 1990: 77).
L'existència en l'estructura nº 2 de dues varietats campaniformes que en principi tindrien cronologies, orígens i morfologia diferents pot obeir al fet que en el darrers moments de la tradició campaniforme marítima convivien ceràmiques d'aquesta
tradició amb les primeres varietats autòctones (fig. 25).
Fig. 24. Material ceràmic.
300
En aquests moments els jaciments coneguts al País Valencià
que presenten dins dels seu repertori restes materials ceràmiques
assignables al campaniforme marítim i/o epimarítim en són 18.
Fent una breu síntesi trobem restes ceràmiques marítimes de la
variant Cordada (AOC) a Vil·la Filomena (Vila-real) (Bernabeu,
1984: 119, làm. 1), a la Cueva Merinel (Bugarra) (Aparicio, 1991:
fig. 2), i a la Vital (Gandia) (Pérez Jordà et al., 2011: 198, fig.
14.9), així com campaniforme mixt (Z/ZM) també a Vil·la Filomena (Bernabeu, 1984: 120, làm. 2-8 i 9), la Vital (Pérez Jordà
et al., 2011: pàg. 198, fig. 14.10) i la cova de l'Absis de Morella
(Andrés Bosch, 2005: fig. 6 i 9; Soler, 2014: 75).
[page-n-308]
Un nucli de sitges calcolítiques al Mas de Pepelillo (Agullent)
Fig. 25. Material ceràmic.
Campaniforme marítim imprès (ZM(H)) el trobem a
la cova de les Aranyes (Alzira) (Bernabeu, 1984: 333, fig.
1-A1), la cova de la Recambra (Gandia) (Bernabeu, 1984: 36,
fig. 4-R1 i R2), la cova del Conill (Cocentaina) (Bernabeu,
1984: 83, fig. 51.1; Pascual Benito, 1988: 138, fig. 23-1 a 6),
la cova del Negre (Cocentaina) (Pascual Benito, 1988: 152,
fig. 1), el camí de l'Alfogàs (Bèlgida) (Bernabeu, 1984: 35,
fig. 3.2), la cova de Bolumini (Alfafara) (Bernabeu, 1984: 72,
fig. 40.3), Serrella (Banyeres) (Pascual Beneyto, 1993: 123,
fig. 12), Las Espeñetas (Orihuela) (Bernabeu, 1984: 72, fig.
40.3), la covarxa 2 de can Ballester (Gusi i Olaria, 1979: 3996), la cova Santa (la Font de la Figuera) (Bernabeu, 1984:
124, làm. 6-Cs 1), i Pepelillo (Agullent).
Assenyalem l'existència, dins de l'horitzó marítim imprès, tant en la cova del Conill (Bernabeu, 1984: 84, fig. 51.2;
Pascual, 1989: 137, fig. 22.13) com en la cova de l'Absis de
Morella, de la variant marítima lineal.
A més se sumen amb decoració epimarítima, tant amb
estil compost com geomètric, els jaciments de: cova de les
Aranyes (Bernabeu, 1984: 33, fig. 1-A2 i A3), cova dels Gats
(Alzira) (Bernabeu, 1984: 45, fig. 13.1), camí de l'Alfogàs
(Bernabeu, 1984: 34, fig. 2.1), sima de la Pedrera (Benicull)
(Bernabeu, 1984: fig. 11.3; Aparicio, 1978: 83, fig. 8), cova
de les Cendres (Moraira) (Vento, 1986: 121, fig. 2.2 i 124,
fig. 5.2; Bernabeu i Molina, 2009: 68, fig. 38-310 i 216), les
Moreres (Crevillent) (González Prats i Ruiz, 1994) i Las Espeñetas (Bernabeu, 1984: fig. E2).
Ens interessa destacar que, del total, 11 jaciments són en
cova, en alguns cohabiten tradicions campaniformes marítimes junt a d'altres postmarítimes, amb clara continuïtat cro-
nològica. Així trobem que en la Cueva de Merinel de Bugarra
conviuen ceràmiques cordades (AOC) amb d'altres incises.
A la sima de la Pedrera de Polinyà del Xúquer, ceràmiques
impreses epimarítimes amb postmarítimes (incises); a la
cova dels Gats d'Alzira ceràmiques impreses epimarítimes
amb ceràmiques postmarítimes (incises i pseudoexcises); a la
cova de la Recambra de Gandia ceràmiques impreses marítimes (ZM(H)) amb ceràmiques incises, a la cova Santa de la
Font de la Figuera ceràmiques impreses marítimes (ZM(H))
amb d'altres incises i pseudoexcises, i per últim a la cova de
les Cendres de Teulada-Moraira impreses epimarítimes amb
incises i pseudoexcises.
Quatre jaciments, per la seua banda: la Vital, camí de
l'Alfogàs, Vil·la Filomena i el Pepelillo, són jaciments a l'aire
lliure en pla amb subestructures: sitges i fosses... seguint la tradició que s'havia generalitzat durant el IV mil·lenni. D'aquests,
en la Vital, per ara, sols existeixen vasos de l'horitzó marítim; en tots els altres hi ha variants marítimes i postmarítimes.
D'aquesta manera al camí de l'Alfogàs de Bèlgida conviuen
ceràmiques impreses marítimes (ZM(H)), epimarítimes i postmarítimes (incises); a Vil·la Filomena (Vila-real) les varietats
cordades tant (AOC) com (C/ZM) junt amb d'altres clarament
postmarítimes (incises), i en el cas que ara ens ocupa veiem
la existència en Pepelillo de ceràmiques impreses marítimes
(ZM(H)) al costat d'un fragment postmarítim (incís).
Tres jaciments, les Moreres, Las Espeñetas y Serrella, responen a jaciments en altura, alguns com les Moreres amb defenses amb –en principi– un model d'assentament que es generalitzarà durant l'edat del bronze. Tots tres jaciments situats al sud
del País, dos d'ells amb ceràmiques campaniformes de l'horitzó
marítim (ZM(H)), tant a Serrella, junt a la capçalera del riu Vinalopó, com a Las Espeñetas. Pel que fa a les Moreres, amb
ceràmiques epimarítimes. Tots tres presenten juntament amb les
ceràmiques campaniformes impreses marítimes d'altres postmarítimes, incises i pseudoexcises.
Per altra banda, les ceràmiques pentinades presenten un
percentatge exagerat amb el 48,1%; aquest es deu, sense dubte,
a les circumstàncies particulars del jaciment. Aquestes ceràmiques les tenim presents a la cova de la Sarsa, la cova de l'Or
i la cova de les Cendres des dels primers moments del neolític, encara que es tracta d'un tipus decoratiu en aquests primers
moments del NIA solament testimonial, inferior al 2%; serà a
partir del NIB1 que les pentinades se situen entre el 6 i el 12%,
arribant en el NIB2 fins al 18,2%. Aquest tipus decoratiu, en
ocasions considerat sols com un tractament de les superfícies i
no com una decoració, fou aïllat a partir dels nivells VII i VI de
Cendres. Bernabeu caracteritzà el NIC, o Horitzó de ceràmiques
pentinades que va passar del 20% fins al 64,6% del total de les
decoracions, variant el percentatge si considerem sols el fragments o els vasos. Les ceràmiques pentinades perduraran durant
tot el neolític II fins arribar a l'HCT.
4.2. el Sílex
La indústria lítica tallada del jaciment del Pepelillo està constituïda per un total de 241 peces, de les quals el major volum,
és a dir, 174, provenen de la recollida superficial. Assenyalar
que quan vam començar a treballar trobàrem la superfície molt
rentada –feia uns mesos que s'havia desbrossat– i les restes materials lítiques es veien fàcilment.
301
[page-n-309]
J. Pascual Beneyto, A. Ribera, M. Barberà, C. Ferrer, Y. Carrión, J. L. Pascual Benito, L. López, I. Hortelano i G. Pérez Jordà
Només 67 peces procedeixen dels treballs d'excavació.
El sílex el localitzem en 12 de les 22 estructures, destacant la
presència d'aquest material arqueològic en la nº 12 i la nº 14
(amb 15 i 13 restes respectivament).
El sílex és la matèria emprada en la confecció de la indústria
lítica en pedra tallada del Pepelillo. Trobem força varietat entre
els tipus de sílex utilitzats: blancs, melats, rosencs, etc. (fig. 26).
Els productes de talla constitueixen el major nombre de restes, 218 (taula 1). Entre els resquills i els fragments indeterminats
superen el 52% del total, seguit de les ascles 17,8%, les fulles i
fulletes 10,5%, els nuclis –la majoria esgotats o molt esgotats–
5,9%. Testimonials són les làmines de cresta i les taules de revifat. Les fulles/fulletes i ascles amb senyals d'ús representen el 2,7
de les restes de talla –utillatge no retocat–. Com hem assenyalat,
els nuclis ens han arribat en un estat d'esgotament molt avançat;
això suposa que la majoria siguen de mida molt reduïda. Destaquen pel seu nombre els nuclis per extreure ascles, predominant
els informes, seguits dels piramidals, discoides i prismàtics.
Els treballs de talla estan ben presents en el jaciment, encara
que la major part de les restes s'han localitzat en les recollides
superficials. D'entre les estructures excavades destaca la nº 12
amb 14 productes de talla.
Fig. 26. Material lítics.
Taula 1. Pepelillo. Sílex. Restes de talla.
Estructures
2
UE
2001
Senyals d'ús
Sobre ascla
Sobre fulla/fulleta
Restes de talla
Fulles/fulletes
1
Ascles
Trencalls
1
Resquills
Informes
Làmina de cresta
Tauleta de reavivat
Nuclis
Total
2
302
5
5001
9
10
11
12
14
14
15
16
17
18
19
Sup/Net Total
9001 10001 11001 12001 14001 14002 15001 16001 17001 18001 19001
1
1
1
1
1
1
1
2
1
1
1
1
1
3
3
2
2
3
1
1
1
3
1
2
2
1
3
2
6
4
4
1
2
1
5
1
13
1
5
19
21
43
55
18
1
1
7
166
23
39
52
62
22
1
1
13
218
3
1
6
4
3
1
3
1
[page-n-310]
Un nucli de sitges calcolítiques al Mas de Pepelillo (Agullent)
Fig. 27. Sílex.
L'utillatge retocat és molt escàs: 23 peces, (taula 2) de les
quals pràcticament la meitat procedeix de la recollida superficial i de la neteja: un total de 9. Les fulles retocades ocupen una
primera posició en el volum de les peces retocades del Pepelillo,
un 45% del total. Destaquen les que posseeixen retocs marginals, sobre les de retoc abrupte i pla-invasor respectivament. El
segon grup tipològic per importància són les ascles retocades,
un 27% del total, normalment amb retocs simples, marginals i
continus. Testimonials són les osques/denticulats amb dues peces, 9%, una punta de fletxa, un raspador, un trepant i una dent
de falç.
En resum la indústria lítica del Pepelillo és característica del
III-IV mil·lenni aC, en general del neolític. La seua escassetat fa
que les valoracions i percentatges tinguen un valor mínim. Tanmateix destaca la important component laminar de la indústria –
observada en els materials de recollida superficial–, la presència
del retoc pla-invasor: en fulles/fulletes, punta de fletxa i alguna
ascla. Pel que fa a la punta de sageta, és del subtipus d'aletes
incipients i agudes, i peduncle curt, segons Juan-Cabanilles
(2008). Es tracta d'un grup de puntes característic del neolític
avançat i de l'eneolític. Les d'aletes incipients agudes, encara
que en percentatges no gaire significatius, estan més presents
en moments finals de l'Ereta del Pedregal (Ereta III i IV), en
context clarament campaniforme, si bé sense arribar a la significació del subtipus amb aletes agudes i peduncle desenvolupat,
rases o sobrepassades (fig. 27, 28 i 29).
Juan-Cabanilles (2008: 171) anota, seguint allò que va indicar J. Bernabeu (1984), que les serres i dents de falç, encara
que característiques i quasi exclusives de l'edat del bronze,
disposen d'antecedents en els moments finals del neolític
(Neolític IIC), i fins i tot una mica anteriors a aquest moment.
També destaca la dent de falç, morfològicament diferent als
elements de falç (Fortea, 1973; Martí, 1977 i 1983). Bernabeu, basant-se en les troballes del Bancalico de los Moros a
Redován (Ros Dueñas, 1980), observa que la dent de falç, considerada com a fòssil director de l'edat del bronze al País Valencià, apareix abans, així com passa en el sud-est peninsular
(Bernabeu, 1984). En el poblat de Redován apareixen dents de
falç junt amb materials campaniformes; açò ho podem veure
en els jaciments d'Orce (Shule i Pellicer, 1966) i en la fase V
de Montefrío (Arribas i Molina, 1979). Treballs posteriors i
més propers no fan més que constatar-ho, i així trobem dents
de falç en moments cronològics precampaniformes: en la cova
del Racó Tancat i la cova del Balconet (Cocentaina) (Pascual,
1988), amb elements del Neolític IIB; en contextos campaniformes: en la cova del Llidoner (Cocentaina), la Cueva Oriental de Salvatierra (Villena) (Soler, 1981; Guitart, 1987), en el
nivell III de l'Ereta del Pedregal (Navarrés) (Pla et al., 1983),
la cova dels Anells (Banyeres) (Aparicio, 1981), en Casa de
Lara (Villena) (Guitart, 1987), Molí Roig, l'Illa.
L'altre tipus de clara filiació neolítica, poc present en els
moments darrers (EP III), és el trepant sobre fulleta fracturada, de punta curta i retoc abrupte i directe, seguint JuanCabanilles (2008).
Taula 2. Pepelillo. Sílex. Material retocat.
Estructures
UE
Fulles i fulletes retocades
Retoc marginal
Retoc invasor
Vora abatuda
Escotadura
Mosses i denticulats
Fulla/fulleta amb mossa
Puntes de sageta
Peduncle
Raspador
Trepant
Dents de falç
Ascles retocades
Total
5
9
10
11
12
14
19
5001
9001
10001
11001
12001
14001
19001
2
1
1
1
1
1
1
Total
Neteja
1
1
5
1
10
4
2
3
1
2
2
1
1
1
2
1
6
9
23
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
3
5
2
303
[page-n-311]
J. Pascual Beneyto, A. Ribera, M. Barberà, C. Ferrer, Y. Carrión, J. L. Pascual Benito, L. López, I. Hortelano i G. Pérez Jordà
Fig. 28. Selecció de
peces de sílex.
Fig. 29. Selecció de
peces de sílex.
4.3. la Pedra
Fig. 30. Pedra polida.
304
Els estris de mòlta són abundants, la majoria fragments, sobretot
parts passives que en total sumen 11, per 5 d'actives, en aquest
últim cas amb 3 de senceres. Sobresurt el cas de l'estructura 1,
en la qual aparegueren 9 fragments de molí, 6 parts passives i 3
d'actives, en un farcit pràcticament estèril, amb una estructura de
planta força irregular i secció en forma de cubeta amb base plana i
regular amb un diàmetre màxim d'1,57 m i tan sols 0,36 m de fondària màxima. El sediment destaca per la gran quantitat de matèria
orgànica, sediment profundament ennegrit amb abundants carbons;
ben bé es podria tractar d'una estructura de combustió.
També assenyalar l'existència d'una maça de morter amb
restes de poliment localitzada a l'estructura nº 12.
De pedra polida les restes són molt escasses, tan sols uns
fragments informes de la recollida superficial i, en l'estructura
nº 12, una aixa sencera (fig. 30).
En pedra, a part dels estris de mòlta dels que ja s'ha parlat,
destaquen dos braçalets de pedra calcària, un amb una secció
més o menys quadrada i l'altre clarament ovalada; es tractarà
d'ells en l'apartat d'ornat.
[page-n-312]
Un nucli de sitges calcolítiques al Mas de Pepelillo (Agullent)
4.4. el Fang cuIT
4.5. la Fauna
Es tracta de la resta material més abundant després de les
ceràmiques i les restes lítiques, en total 177 fragments. El
fang cuit és molt abundant en dues estructures. En la 10, tant
en la UE 10001 com en la 10002, alguns dels fragments presenten formes, cares planes, arrodonides i d'altres amb marques de brancatge. L'altra estructura és la 19, on destaquen
alguns fragments, de mitjanes i grans dimensions, i dos fragments de “capfoguer”. Aquests dos són de forma cilíndrica i
un d'ells presenta una clara perforació, trobant-ne paral·lels
en Niuet (Bernabeu et al., 1994: 38) i en la Mola Alta de
Serelles (Trelis, 1984). La funcionalitat d'aquestes peces
sembla ser de suport en estructures de combustió; la resta
de peces de fang semblem restes d'elements de construcció,
fragments d'estructures domèstiques d'emmagatzematge,
combustió, etc. (fig. 31). En la neteja superficial va aparèixer
un fragment de grans dimensions informe de més de 2 quilos,
pròxim precisament a l'estructura 19.
Al jaciment del Pepelillo només s'han identificat dues estructures que han proporcionat restes faunístiques. Aquestes, però,
són molt escasses i no ens han permès conèixer molta informació sobre les espècies presents en el jaciment.
Estructura 19, UE 19.001: En aquesta estructura s'ha recuperat una única resta faunística en molt mal estat de conservació
i trencada en nombrosos fragments. Es tracta d'una diàfisi de
metapodi de boví (Bos taurus). El grau d'alteració que presenta
a causa de les condicions postdeposicionals ens impedeix obtenir-ne més informació. Així, ha estat impossible detectar tant
marques de carnisseria com alteracions d'origen animal (mossegades o rosegat).
Estructura 10, UE 10.001: Les restes faunístiques localitzades en aquesta estructura són una mica més nombroses.
Ací també s'ha identificat una resta de boví (Bos taurus). Es
tracta d'una diàfisi de radi, que també es troba molt afectada
per processos postdeposicionals, de manera que tampoc s'han
identificat marques de carnisseria ni alteracions d'origen animal (mossegades i/o rosegats) en la seua superfície. A aquesta
resta, cal afegir la presència de dos fragments de diàfisi indeterminats, que semblen pertànyer a espècies de talla mitjana
(mesofauna) com ovicaprins o suids, encara que la deficient
conservació dels mateixos ens impedeix una major aproximació a nivell taxonòmic.
Donada la pràctica inexistència de restes faunístiques al jaciment del Pepelillo, com la seua deficient conservació, ens és
impossible inferir dades de l'economia o de l'ecosistema que
l'envoltava.
4.6. la malacoFauna I l'ornaT
Fig. 31. Fang cuit.
Entre la malacofauna recuperada a Pepelillo el gènere millor
representat és Glycymeris sp., amb un total de vint-i-tres restes
pertanyents a un nombre mínim de set valves. La major part de
les restes són fragments de petita mida amb fractures no erosionades, pel que es trencaren al jaciment. Només dues valves
es conserven completes amb una altura al voltant de 50 mm,
una d'elles amb el “natis” perforat per erosió natural, i l'altra
no erosionada però faltant-li bona part de la vora per fractura
actual. L'altra resta de mol·lusc d'origen marí és un fragment
de dimensió molt petita pertanyent a la xarnera d'un bivalve indeterminat. Els mol·luscs continentals es redueixen a un exemplar complet de Pseudotachea splendida i a un petit fragment
d'helicidae indeterminat.
La presència de valves de Glycymeris resulta molt freqüent
en contextos d'hàbitat a l'aire lliure del neolític final/calcolític (finals del IV i gran part del III mil·lenni aC) de la regió
central del Mediterrani peninsular, on apareixen en un nombre
elevat, constituint el gènere millor representat, amb percentatges que superen sempre la meitat de les restes, entre el 51 i el
87% (Pascual Benito, 2008). Com ocorre al conjunt del Pepelillo, es constata en tots els jaciments una selecció d'aquestes
petxines en base a la seua mida, doncs la major part supera els
40 mm d'alçària. Bona part de las valves es troben afectades
per l'erosió marina en major o menor mesura, fet indicatiu
que la seua recollida es va dur a terme en la platja, una vegada
mort l'animal. Aquests factors, units a la mateixa morfologia
còncava, a la consistència d'aquestes petxines, a més del que
305
[page-n-313]
J. Pascual Beneyto, A. Ribera, M. Barberà, C. Ferrer, Y. Carrión, J. L. Pascual Benito, L. López, I. Hortelano i G. Pérez Jordà
s'observa en alguns exemplars d'altres jaciments, apunta al fet
que bona part de les valves d'aquest gènere foren recollides per
a la seua utilització com a eines, com ara petits contenidors de
matèria colorant o com a allisadors/gratadors. El fet que es documente alguna valva amb el “natis” perforat no indica necessàriament que fóra utilitzada com a elements d'ornat com s'ha
considerat tradicionalment, ja que les que presenten perforació
antròpica solen tindre una grandària reduïda, notablement inferior a la mitjana (taula 3).
Taula 3. Malacofauna documentada al Mas de Pepelillo.
Estructures
Glycymeris violacescens
Glycymeris sp.
Bivalv indeterminat
Pseudotachea splendida
Helicidae indeterminat
10
11
2
5
1
1
1
12
2
3
14
19
1
1
Total
2
12
1
1
1
Respecte als dos fragments de braçalets de pedra trobats
en superfície (fig. 32), un d'ells està fabricat amb pedra calcària blanca, de secció el·lipsoïdal i superfície molt erosionada, i l'altre amb pedra gris fosca, quasi negra, d'estructura
compacta i granulosa, observant-se cristalls en una de les
fractures. El primer presenta unes característiques semblants
a un altre trobat a la Cova de les Cendres en nivells del neolític IC (Pascual Benito, 2009: fig. III.169: 9), encara que
els braçalets de pedra calcària o de marbre tenen una gran
amplitud cronològica: apareixen en un moment avançat del
neolític antic i són freqüents en assentaments del neolític final i de l'horitzó campaniforme, perdurant fins a l'edat del
bronze. El segon braçalet del Pepelillo posseeix una morfometria, color i acabat semblant als fabricats amb esquist,
els quals es documenten en jaciments valencians de manera
exclusiva en el neolític antic.
Fig. 32. Braçalets de pedra polida.
306
En definitiva, resulta complicat assegurar la contemporaneïtat dels fragments de braçalet trobats en superfície amb
les estructures de cronologia campaniforme del jaciment, podent indicar una ocupació anterior de la zona no localitzada en
aquesta intervenció.
4.7. elS carbonS: la VegeTacIó llenyoSa
al maS de PePelIllo
Al Mas de Pepelillo s'ha recuperat carbó procedent del rebliment de 14 estructures, que han ofert quantitats dissemblants
de material, sent escàs en algunes, però prou representatiu en
altres. En tot cas, el conjunt de les restes recuperades (346 fragments) constitueix una mostra de la vegetació llenyosa existent
en l'entorn, i que va anar a parar a l'interior de les estructures
mitjançant processos antròpics i/o naturals. Al jaciment no s'ha
localitzat clarament una àrea d'hàbitat o d'activitat més enllà
d'un conjunt d'estructures excavades, pel que resulta difícil relacionar el carbó amb una activitat antròpica concreta. Algunes
estructures poden associar-se a sitges, encara que d'altres són de
funcionalitat indeterminada i només una (l'estructura 4) correspon a un possible forat de pal.
Les estructures negatives, cas de les sitges, s'utilitzen
freqüentment com a abocadors d'escombraries quan deixen
d'utilitzar-se per al seu ús original; també és freqüent que es
rebleixen unes estructures abandonades amb el sediment resultant d'excavar-ne de noves, de manera que sempre hi ha un
cert grau d'incertesa quant a l'origen i cronologia dels materials
trobats a l'interior. En tot cas, els carbons procedents d'un conjunt d'estructures excavades poden arribar a oferir una imatge
coherent de la vegetació llenyosa existent en els voltants del lloc
(Bernabeu y Badal, 1990; Gómez Puche et al., 2005; Carrión
Marco, 2009; Pérez Jordà i Carrión Marco, 2011; García Puchol
et al., 2014).
Al Mas de Pepelillo, el fet que la fusta estiga carbonitzada, remet sens dubte al seu pas per un foc, domèstic o natural (un incendi, per exemple). Per l'aparença molt poc rodada
dels fragments de carbó, així com la gran mida d'alguns d'ells,
ens inclinaríem a pensar en un origen no llunyà al lloc de les
estructures. En alguns casos, el conjunt de carbons trobats en
una estructura apunten a la seua procedència d'una mateixa
fusta fracturada: això es pot observar quan tots els fragments
presenten un mateix estat de conservació o unes particularitats
anatòmiques comunes. Aquest fet seria prou evident en el carbó
procedent de l'estructura 4, la qual cosa corroboraria que podria
tractar-se de les restes del propi pal, en aquest cas elaborat amb
fusta de roure.
També s'observen alguns processos naturals que afecten el
carbó, ja que quasi tot es trobava molt encegat per carbonats i
pel propi sediment; això ha causat un cert grau d'indeterminació
anatòmica, fent que algunes espècies que generalment són de
fàcil identificació hagen quedat englobades en el rang de gènere.
Els resultats de l'anàlisi del carbó han ofert una llista floral escassa, ja que tenim representades un màxim de 7 espècies
(taula 4). La major part són arbres o arbusts de port alt, de manera que pensem que hi ha un biaix de representació, i que falten
les espècies de matoll característiques del sotabosc; és possible
que hagen desaparegut del registre per problemes de conservació o que els abocaments fossen puntuals i selectius, mostrant
només una part de la vegetació explotada.
[page-n-314]
Un nucli de sitges calcolítiques al Mas de Pepelillo (Agullent)
Erica sp. (bruc)
Olea europaea (ullastre)
Pinus halepensis (pi blanc)
Pistacia lentiscus (llentiscle)
Pistacia cf. terebinthus (terebint)
Pistacia sp.
Quercus caducifoli (roure)
Quercus perennifoli (carrasca, coscoll)
Quercus sp.
Indeterminable
Total
5001
5002
9001
10001
11001
12001
14001
15001
16001
17001
19001
21001
22001
Taxons
4001
UE
1002
Taula 4. Freqüències dels tàxons identificats en les sitges del Mas de Pepelillo.
n
n
n
n
n
n
n
n
n
n
n
n
n
n
n
4
1
1
2
2
3
7
4
1
2
17
60
20
2
82
1
1
4
8
11
4
30
1
2
11
7
5
36
1
13
2
1
12
4
30
2
3
3
3
El contingut de cada estructura és diferent a nivell qualitatiu
i quantitatiu (la qual cosa corrobora que el carbó ha de procedir
d'abocaments diversos, probablement resultat de diferents activitats), però es detecten algunes espècies dominants, més que
pels seus valors relatius globals, per la seua ubiqüitat en moltes
estructures, com és el cas dels Quercus (taula 4). Aquests són
dominants en quasi totes les sitges, excepte en els rebliments
11001 i 19001, on destaquen els valors de Pistacia. La resta
de tàxons (pins, brucs, ullastre) apareixen de forma aïllada en
només algunes de les estructures.
Encara que, amb les dades disponibles, és arriscat qualsevol
tipus de reconstrucció de la composició de la vegetació amb
detall, sí que destaca l'abundància de Quercus en general, i de
la varietat caducifòlia (roure) en particular (fig. 33), que són
representants de bosc de tipus roureda-carrascar, ja en retrocés
en altres zones en cronologies similars (Badal, 2009; Badal et
al., 2012). La presència de pins i espècies de matoll, excepte
el llentiscle, és anecdòtica. La manca d'evidències clares de
desforestació en el registre antracològic del Mas de Pepelillo
està en la línia d'altres jaciments amb sitges, com a Colata (Gómez Puche et al., 2005), o a Jovades i Niuet (Bernabeu i Badal,
1990) on s'interpreta aquest fet com l'efecte de la brevetat del
7
4
50
23
1
9
38
10
11
3
2
7
21
6
1
4
11
2
6
8
3
1
20
7
2
30
2
Total
n
1
5
2
7
8
69
102
50
68
34
346
%
0,29
1,45
0,58
2,02
2,31
19,94
29,48
14,45
19,65
9,83
100
període d'ocupació d'aquests poblats o com l'existència d'un
equilibri entre les zones agrícoles i forestals. No obstant això,
l'ocupació més prolongada en Niuet si deixa veure un primer
efecte de l'impacte agrícola en el paisatge, amb el desenvolupament d'indicadors d'antropització com ara els brucs, les lleguminoses o el pi blanc, entre d'altres (Bernabeu i Badal, 1990).
L'absència d'indicadors d'antropització evident en alguns
dels jaciments esmentats, així com al Mas de Pepelillo, pot tenir
diverses lectures, a més que es tracte d'una ocupació relativament curta; és possible que existís una concentració de l'activitat
en la plana al·luvial, de manera que se seguiren mantenint les
zones forestals per a la seua explotació. Però sembla que també
estem davant del model que dicta que la primera ocupació agrícola es realitza sobre un paisatge intacte o amb activitat prèvia
de baixa o nul·la intensitat, independentment de la cronologia
en què es produeix l'ocupació (Badal et al., en premsa). Quan
els agricultors s'assenten per primera vegada en un territori, explotaran llenya de les formacions originals i així es reflectirà en
les anàlisis antracològiques. Una ocupació més prolongada sí
que deixarà sentir els efectes d'aquesta explotació, amb el retrocés de les masses forestals i la progressió d'espècies indicadores
de la presència humana.
Fig. 33. Principals formacions
documentades a partir del carbó del Mas
de Pepelillo.
307
[page-n-315]
J. Pascual Beneyto, A. Ribera, M. Barberà, C. Ferrer, Y. Carrión, J. L. Pascual Benito, L. López, I. Hortelano i G. Pérez Jordà
5. CONSIDERACIONS FINALS
Amb les dades que tenim actualment del jaciment del Mas de Pepelillo, l'inici d'aquest deu situar-se més o menys en el moment
de l'abandonament del jaciment de la Vital-l'Alqueria de Sant Andreu-Sanxo Llop a Gandia (Pérez Jordà et al., 2011; Pascual Beneyto et al., 2008), és a dir, entre el 2450 i el 2300 cal. aC (Pérez Jordà
et al., 2011: 237), moment en què es documenten els primers vasos
campaniformes. El final del Pepelillo aniria marcat per la datació
en el jaciment veí de l'Arenal de la Costa.
En l'actualitat posseïm tant sols 8 datacions radiocarbòniques
(publicades en aquest moment) per poder datar l'horitzó campaniforme, tres d'aquestes fetes sobre carbó (dos de la cova de les
Cendres i una de l'Arenal de la Costa) i cinc amb restes òssies.
De la Vital hi ha dues datacions clarament campaniformes, Beta229791 i Beta-222443, la calibració de les quals ofereix uns valors
límits entre 2400 i 2200 cal. aC; una de l'Arenal de la Costa (Ontinyent) feta també sobre restes de vida curta (Hordeum vulgare
var. nudum), Beta 228894, mitjana calibrada 2089 aC; la del jaciment del Quintaret (Montesa) (García Puchol et al., 2014) sobre
Vicia sativa; i una altra de la Mola d'Agres, feta sobre Triticum
aestivum-durum (Pérez Jordà et al., 2011).
Així, sembla que la datació mitjana de la Vital (3833±22 BP,
ca. 2450 cal. aC) definiria l'inici del fenomen campaniforme al País
Valencià i el final seria posterior a la datació de l'Arenal de la Costa
(3700±40 BP, ca. 2100 cal. aC) (Pérez Jordà et al., 2011: 244-245).
L'última datació publicada del Quintaret, sobre la Q138 (García
Puchol et al., 2014: 206-207), és considerablement elevada respecte a les altres que tenim, com hem dit força escasses; la datació,
sobre Vicia sativa (veça comuna): 2617-2468 cal. aC a 2 sigmes.
En el cas que ara ens ocupa, l'existència en l'estructura núm. 2, en
la mateixa unitat estratigràfica, de dos tipus decoratius campaniformes diferents, un de clara filiació marítima i un altre clarament
postmarítim, pot ser indici de la cohabitació dels diferents tipus
decoratius posteriors a les fàcies cordades. En terres valencianes
és a la cova de les Cendres on trobem campaniforme marítim en
el nivell H4, i sobre aquest, els nivells H2/H3 ofereixen vasos amb
decoracions incises, pseudoexcises i estampades (Bernabeu i Molina, 2009: 68, vasos 215 i 221).
Coneixem una datació, de context campaniforme, Fase I del
Peñón de la Zorra (Villena) amb ceràmiques de tradició local
amb una datació de la meitat del III mil·lenni (2480-2280 cal.
aC) (García Atiénzar, 2014), que planteja no poques preguntes i
que va en la línia d'allò que es veu al Quintaret, però en aquest
cas en un jaciment en altura.
És interessant, com així assenyala López Padilla (2006: 231),
reconsiderar el model de “transició” a l'edat del bronze. Així és
com s'entenia (Bernabeu, 1984) l'HCT, ja que el que observem
en terres valencianes és un possible abandonament dels jaciments
campaniformes, no sols els jaciments ubicats en les zones planes, la majoria junt a cursos d'aigua, així l'Ereta del Pedregal,
l'Arenal de la Costa, el Molí Roig, el Mas del Barranc, el camí de
l'Alfogàs, l'Atarcó, el mateix Pepelillo... sinó també els que estan
situats en altura com Serrella, Peñón de la Zorra, Puntal de los
Carniceros, Las Espeñetas, Puntal sobre la Rambla Castellarda
i les Moreres, així com que algunes de les restes materials que
definien aquest pas, aquesta idea de transició que és l'HCT, cap a
l'edat del bronze, sembla que apareixen clarament abans del fenomen campaniforme, és a dir, abans de la meitat del III mil·lenni
aC. Així les dents de falç, com ja hem explicat, i la metal·lúrgia,
308
que tan bé es veu en les excavacions desenvolupades al jaciment
de l'Alqueria de Sant Andreu-la Vital-Sanxo Llop (Gandia), excavacions que fan que es puga parlar de l'existència durant el III
mil·lenni d'un veritable calcolític al País Valencià.
Com hem vist, el nombre de jaciments de les sèries marítimes
o internacionals i epimarítimes és escàs a tot el País Valencià; en
concret, a la comarca de la Vall d'Albaida es limita a dos jaciments
a l'aire lliure: el Pepelillo i el Camí de l'Alfogàs. En comarques veïnes s'amplia sols lleugerament: Serrella i la Cova Santa de la Font
de la Figuera. Com passa a la resta del País, els jaciments amb variants postmarítimes, és a dir, incises i pseudoexcises, són més nombrosos, i així trobem aquestes ceràmiques a l'Arenal de la Costa, al
Cabeço de Sant Antoni (Bocairent), a l'Atarcó i Beniprí (Bèlgida),
a la Cova del Barranc del Castellet (Carrícola), la Cova del Racó
Tancat (Terrateig) i la troballa feta al Teler d'Ontinyent.
La troballa de materials característics del món campaniforme: braçalets d'arquer, botons de perforació en V, utillatge
metàl·lic, etc., ens fa pensar en incloure i evidentment augmentar el nombre de jaciments: el Tossal del Pou Clar i Cagalló del
Gegant a Ontinyent, possiblement el Castellar a Ontinyent/Bocairent i la Lloma de Galbis a Bocairent (Ribera, 1990; Pascual
Beneyto, 1991; Pascual Beneyto et al., 2010).
El Pepelillo ens ha dut a reflexionar sobre el significat de l'horitzó campaniforme. El metall i el treball d'aquest
(metal·lúrgia), els poblats en altura i possiblement les diferències
socials, aquestes produïdes per processos d'acumulació i derivades del prestigi i/o de la força, es donen en moments lleugerament
anteriors a l'aparició del fenomen campaniforme.
Cap a la meitat del III mil·lenni aC arriben a les nostres terres les ceràmiques campaniformes junt amb altres elements que
conformen l'horitzó campaniforme, elements materials i immaterials. A partir de l'arribada del campaniforme marítim, que pel que
veiem en les darreres datacions té un horitzó temporal curt així
com una presència territorial també molt escassa, es desenvoluparan unes varietats ceràmiques locals (incises, pseudoexcises,
estampillades...) que romandran més i s'estendran per tot el País.
En aquest període d'uns 500 anys, segona meitat del III mil·lenni,
coexistiran dos models d'hàbitat: el tradicional en pla i els jaciments en altura que sembla que no perduraran, sense lapsus, fins a
l'edat del bronze. Prop del Pepelillo trobem un bon exemple de la
coexistència d'aquests models, la capçalera del Vinalopó-Marjal,
que ens remet a l'existència d'un conjunt important de jaciments
que presenten restes materials pròpies del món campaniforme en
un territori d'unes 1.600 ha. Per una banda trobem un jaciment en
pla, el Molí Roig, que ocupa una gran extensió, que iniciaria la
seua ocupació a finals del IV mil·lenni i que es desenvoluparia durant tot el mil·lenni següent, acabant la seua vida a finals d'aquest,
moment darrer del calcolític, amb presència de ceràmica campaniforme pseudoexcisa (Pascual Beneyto i Ribera, 2004). Trobem
tres jaciments en altura: en la capçalera del Vinalopó, la Lloma
de Galbis (Bocairent), on arreplegàrem un botó amb perforació
en V de pedra calcària; Serrella (Banyeres), jaciment complex en
el qual localitzàrem restes campaniformes marítimes i postmarítimes (Pascual Beneyto, 1991); i en la capçalera del Marjal, el
Cabeço de Sant Antoni (Bocairent), amb un fragment campaniforme pseudoexcís. En la capçalera del Vinalopó també, dues coves d'enterrament que en algun moment de la seua existència, la
cova del Partidor (Banyeres) amb un botó amb perforació en V i
la cova dels Anells (Bocairent) amb una bona col·lecció de restes
[page-n-316]
Un nucli de sitges calcolítiques al Mas de Pepelillo (Agullent)
metàl·liques i un fragment de ceràmica decorada amb incisions,
van ser utilitzades com a llocs d'enterrament per individus pertanyents a la cultura campaniforme (Pascual Beneyto, 2015).
En relació amb aquests i dins del corredor “Valleta d'AgresBocairent-Alt Vinalopó”, estarien els jaciments del Peñón de la
Zorra i la Mola d'Agres (Peña et al., 2014).
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[page-n-318]
Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 311-322.
La Covacha III de la Costera de la Casa
de la Viuda de Sanchis Guarner (Sagunt, Valencia).
Estudio previo de la campaña de 1994
aMPaRo BaRRaCHina iBáñez y José Viñals iRanzo
reSumen
En 1994, al mismo tiempo que realizábamos la campaña anual en el Pic dels Corbs (Sagunt, Valencia), excavamos una
covacha situada junto al mismo cerro. En su exterior habíamos localizado un incisivo humano y una lámina de sílex blanco.
La excavación confirmó que se trataba de un enterramiento colectivo y los materiales mostraron que fue utilizada durante la
segunda mitad del III milenio. En las siguientes líneas presentaremos el estudio antropológico preliminar y detallaremos las
características del enterramiento.
PalabraS
claVe:
Excavación, covacha de enterramiento, materiales, antropología física, cremaciones parciales,
Eneolítico.
réSumé
La ‘Covacha III de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner' (Sagunt, Valence). Étude préliminaire de la
campagne de 1994. Alors que nous effectuons, en 1994, la campagne annuelle sur le site de Pic dels Corbs (Sagunt, Valence),
nous avons fouillé aussi une petite grotte près de la même colline. A l'extérieur, nous avions trouvé une incisive humaine et
une lame de silex blanc. La fouille a confirmé qu'il s'agit d'une sépulture collective et les matériaux ont montré qu'elle a
été utilisée au cours de la seconde moitié du troisième millénaire. Dans les lignes qui suivent nous allons présenter l'étude
anthropologique préliminaire et les caractéristiques de l'enterrement.
moTS clé
: Fouille archéologique, grotte funéraire, matériaux, anthropologie physique, crémations partielles, Énéolithique.
1. INTRODUCCIÓN
Son escasas las referencias que tenemos del Eneolítico para el
Camp de Morvedre. Las primeras reseñas las encontramos en
un corto pero denso artículo de Enric Pla Ballester (Pla, 1963)
en el que se incorpora un plano con la distribución de los yacimientos en las distintas épocas. Esta primera aproximación
permitió apreciar la importancia económica y estratégica que
suponían las tierras alrededor de la desembocadura del Palancia y las carencias en materia de prehistoria. Con posterioridad se publicó una monografía sobre Sagunt en el volumen
número doce de la revista Saguntum-Papeles del Laboratorio
de Arqueología de Valencia, año 1977. En él se recogen dos
trabajos que ampliaban esos primeros datos y se centraban
en los siglos precedentes a la romanización. Uno dedicado
a la prehistoria redactado por Rosa Enguix y Bernat Martí
Oliver: “El poblamiento prehistórico del bajo Palancia”. El
segundo dedicado a la etapa ibérica presentado por Milagros
Gil-Mascarell y Carmen Aranegui: “El poblamiento del bajo
Palancia en época ibérica”.
En el primero de ellos Enguix y Martí hacen un balance de
la documentación conocida hasta ese momento y señalan la falta
de información entre la presencia mesolítica de Els Estanys de
Almenara y las ocupaciones de la Edad del Bronce. Algunos
de los yacimientos allí presentados se conocían con anterioridad desde las publicaciones de Andrés Monzó Nogués (Monzó,
1946), Santiago Bru i Vidal (Bru i Vidal, 1958) y de Enric Llobregat (Llobregat, 1972).
Posteriormente, ya en los años 90, encontramos el estudio
de Eva Ripollés sobre el yacimiento de Les Raboses de Albalat
dels Tarongers en el que se realiza una primera aproximación
a la ubicación de los asentamientos de la Edad del Bronce y su
estructura constructiva (Ripollés, 1994). Trabajo que nos aportó
una valiosa información para la redacción de nuestro estudio
sobre el Pic dels Corbs (Barrachina, 2012).
En todos los trabajos citados se nota una escasa presencia
de yacimientos que se inscriban cronológicamente en el periodo
del Eneolítico. Incluso las cuevas de enterramiento, tan presentes en todo el Mediterráneo desde el Neolítico, apenas están representadas. Éstas se reducen a la Cova del Picaio en el término
311
[page-n-319]
A. Barrachina Ibáñez y J. Viñals Iranzo
Fig. 1. El Pic dels Corbs y su entorno. A la derecha, el Alt de Romeu.
de Puçol1 (Lerma y Bernabeu, 1978: fig. 4), la Cova de la Collita de Quart de les Valls2 (Donat, 1967; Enguix y Martí, 1977:
24), la Cova dels Fardatxos de Albalat dels Tarongers3 (Sarrión,
1975, 1976; Enguix y Martí, 1977: 23) y la Cova dels Lladres de
Sagunt4 (Donat, 1967; Enguix y Martí, 1977: 23).
Algunos de los estudios realizados desde finales del siglo
XX en comarcas vecinas a la del Camp de Morvedre han podido
comprobar que la ocupación de la franja costera fue bastante
intensa durante el Neolítico y el Eneolítico (Costamar en el Pla
de Cabanes, Vila Filomena en Vila-real y La Vital en Gandia,
por ejemplo). En muchas ocasiones los asentamientos se sitúan
muy próximos a los marjales, totalmente integrados en el medio
al que adaptaban tanto su economía como su forma de vida. En
el Camp de Morvedre no disponemos por ahora de información,
a excepción de algunos elementos dispersos que nos indican, al
menos, la explotación económica de este espacio: un hacha pulida en la Alqueria de Montiver, una lasca de sílex en la Alqueria
Nova y dos puntas de flecha de El Pozo.
Así pues, dentro de este contexto, queremos presentar los
resultados previos de una excavación que realizamos en el año
1994 en una covacha situada junto al Pic dels Corbs, al mismo
1
2
3
4
Se excavó en el año 1977 y aunque no se encontraron restos óseos
sí se recuperaron los objetos que suelen acompañar a los enterramientos: varias cuentas de collar discoidales y tubulares, alguna
lasca de sílex sin trabajar y un fragmento de punzón de cobre de
sección cuadrada.
En superficie se recuperaron cerámicas a mano y a torno islámicas,
punzón de hueso, punta de flecha de aletas y pedúnculo y huesos
quemados.
En superficie se recogieron cuatro cuentas discoidales y una pequeña lasca de sílex.
Aquí se encontró cerámica a mano, lasca de sílex retocado y huesos
quemados.
312
tiempo que se desarrollaba la campaña en el cerro. Una excavación que finalmente no pudimos continuar, por lo que no nos
habíamos decidido con anterioridad a publicar estos datos.
La covacha se localizó durante una inspección sistemática,
iniciada en el año 1992, de las cavidades que habíamos observado en los farallones rocosos alrededor del Pic (fig. 1). En su
mayoría pudimos comprobar que, o eran demasiado pequeñas,
o estaban sin sedimentación. Sólo algunas parecían presentar
condiciones para contener enterramientos. Las encontramos
distribuidas en el mismo cerro del Pic dels Corbs –en los farallones rocosos orientados al este–, en el Pic del Cuquello, en los
barrancos que arrancan desde el Alt de Romeu y en el acceso
norte al cerro donde se asoman los farallones del Aixeve (fig. 2).
Estas últimas, situadas al norte del cerro del Pic dels Corbs
con orientación hacia el SE y de fácil acceso desde el pie de
monte, son cuatro covachas de diferente aspecto. Dos de ellas
estaban casi totalmente vaciadas y otra con poco sedimento.
Solo una mantenía su contenido, la denominada covacha número tres de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner.
En ella, además de observarse en su interior, a nivel superficial,
lo que parecían estructuras (dos alineaciones de piedra haciendo
esquina en la parte izquierda del fondo), encontramos en su exterior un incisivo humano y una lámina de sílex blanco retocada.
Fueron estos indicios los que nos animaron a iniciar los trabajos.
2. BREVE DESCRIPCIÓN GEOGRÁFICA
La Costera de la Casa de la Viuda se encuentra en el extremo sur
de la Vall de Segó. Este pequeño valle abierto al mar se encuentra al noroeste de la población de Sagunt y suroeste de Almenara, lindando con la provincia de Castellón. Es una subcomarca
del Camp de Morvedre que está formada por el agrupamiento
de varios municipios originados en alquerías islámicas, ocupando un espacio de 21,7 kilómetros cuadrados. Se define como
[page-n-320]
La Covacha III de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner (Sagunt, Valencia)
Fig. 2. Dispersión de covachas en torno
al Pic dels Corbs:
1. Costera de la Casa de la Viuda II, III, IV.
2. Costera de la Casa de la Viuda I.
3. Cista del Aixeve.
4. Cova del Barranc Roig.
5. Cova de la Collita.
una zona plana que se estrecha hacia el oeste y se abre al mar
por el este, fundiéndose con el delta del Palancia y el marjal de
Almenara. Cuenta con una de las surgencias naturales más importantes de la comarca, la Font de Quart de les Valls, a escasos
200 metros del núcleo urbano actual. De ella Cavanilles señala
que sus “cristalinas aguas brotan entre las arenas y guijo muy
menudo. Los manantiales y balsas que de ellos resultan ocupan
unos 300 pies de diámetro, dejando entre sí varias isletas y terrenos de seis pies de altura; se reúnen luego en un canal común,
dividido después en otros, y van a fertilizar las huertas del Valle
de Segó y Almenara” (Cavanilles, 1991: 119).
El valle está rodeado de un circo montañoso donde las máximas alturas llegan a los 378 metros por el oeste (Salt del Cavall
y La Frontera) y por el norte (Puig d'Almenara); y a los 350
metros por el sur (La Creu, Alt de Romeu, L'Aixeve y La Pedrera), lo que le confiere unas condiciones climáticas privilegiadas
al protegerla del viento frío del norte, y de los secos del oeste y
suroeste. El cerro del Pic dels Corbs, con una altitud de 239,5
metros, se localiza en el extremo meridional de la Vall de Segó,
siendo el punto más avanzado de la Muntanya de Romeu. El
camino por el que se accede al Pic desde el norte se inicia en la
Costera de la Casa de la Viuda.
3. METODOLOGÍA Y TRABAJOS DESARROLLADOS
EN LA PRIMERA CAMPAÑA
La covacha se abre en los farallones calcáreos de uno de los
contrafuertes de la Muntanya de Romeu que bajan hacia el Aixeve, al N del Pic dels Corbs, custodiando uno de los caminos
por los que se accede hasta el poblado. Actualmente la zona está
transformada para el cultivo del naranjo, con una fuerte alteración de sus laderas bajas, mientras que en la parte más escarpada mantiene los abancalamientos para el cultivo de árboles de
secano, hoy abandonados (fig. 3).
Su forma interior es triangular y parece formada a partir de dos
grietas. Una que se observa al fondo de la covacha (fig. 4) y otra
en el techo (fig. 5). Sus dimensiones son de unos cuatro metros de
profundidad, con una amplitud que varía entre 1,27 m en la parte
más profunda y 1,83 m en su boca. La altura varía entre los 1,40
y los 3,55 m. En superficie pudimos observar la presencia de dos
alineaciones de piedras que cerraban el interior de la cueva: una al
inicio de la grieta del fondo y la segunda delimitando un recoveco
de la covacha. En su cara interior se acumulaba el derrumbe de
ambos muros. Bajo éste excavamos otro derrumbe anterior que
buzaba hacia la boca de la covacha con piedras de mayor tamaño
que las que aparecen en el resto del espacio interior.
313
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A. Barrachina Ibáñez y J. Viñals Iranzo
Fig. 3. Ubicación de la Covacha
III de la Costera de la Casa de la
Viuda.
Fig. 4. Planta con las
principales dispersiones
de huesos (se ha tomado
como referencia la
planta obtenida a 60
cm de profundidad):
A. Huesos del cráneo,
mandíbulas y huesos
largos.
B. Incisivos, caninos,
premolares y molares.
C. Falanges.
Fig. 5. A. Dispersión de
los objetos del ajuar. B.
Sección de la covacha.
314
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La Covacha III de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner (Sagunt, Valencia)
En la parte exterior de la boca de acceso también localizamos durante el proceso de excavación una posible alineación de
piedras que parecían colocadas intencionalmente para contener
el sedimento en el que estaban los huesos depositados. En la
parte de fuera se acumulaba un derrumbe de piedras que ocultaba esta alineación. Lo cual nos plantea la posibilidad de que
estuviera cerrada y posteriormente se desmoronara propiciando
la acumulación.
Con la idea de realizar el trabajo en varias campañas consecutivas se procedió a dividir el espacio en cuatro sectores. Los
sectores A y B dividían la planta principal mediante un eje longitudinal; C, era el espacio que quedaba al otro lado del murete.
Al profundizar en la excavación, una vez retirado el murete que
separaba el sector A y C, se pudo comprobar que ambos estaban
relacionados, por lo que ambos fueron asimilados en el sector
A. El sector D se diferenció porque en las primeras visitas que
efectuamos vimos que en el fondo de la covacha existía una
alineación de piedras, bien colocadas y cuando se iniciaron los
trabajos, tras retirar numerosos bloques y piedras de mediano
tamaño, advertimos que la covacha continuaba tras esa alineación cerrándose hasta convertirse en una grieta que se prolongaba en un zigzag, observándose en ella la presencia de huesos de
apariencia humana.
La excavación se inició en el sector A con capas artificiales
de 10 centímetros y anotando en una tabla la aparición de restos arqueológicos mediante coordenadas cartesianas. Al mismo
tiempo se procedió a dibujar la planta de la covacha cada vez
que se hacía un rebaje, de modo que pudiéramos observar las
transformaciones que se evidenciaban en sus paredes y ubicar
cada uno de los hallazgos mediante su símbolo correspondiente.
La profundidad que se alcanzó durante los trabajos fue de
70 centímetros, sin embargo la estratigrafía no ofrece apenas
variaciones de textura o color. Ésta es de color marrón rojizo,
de textura arcillosa y muy removida. Al excavarse por capas
artificiales de 10 centímetros pudimos comprobar algunas diferencias. Así hasta los 20 centímetros se presenta como tierra
muy suelta, algo granulosa y mezclada con piedras de tamaño
inferior a 5 centímetros. A partir de esta cota, con la misma textura y color, el tamaño de las piedras pequeñas aumenta y se
localiza el segundo derrumbe al que hacíamos referencia antes.
A 27 centímetros de profundidad localizamos una acumulación
de caracoles muy machacados formando una especie de círculo
y un poco más abajo un lentejón de margas y algunos carbones
dispersos de pequeño tamaño. A partir de los 30 centímetros la
textura y color sigue sin cambiar y aumenta de nuevo la cantidad de piedrecillas, ahora mucho más pequeñas.
Respecto a la metodología seguida, uno de los aspectos que
se pensó en valorar a través de este sistema era la posibilidad de
relacionar a posteriori, en trabajo de laboratorio, las asociaciones que se producían entre el material disperso de huesos y ajuares. Más tarde, con la aparición de los paquetes, creímos necesario mantener este registro como modo de asociar este material
disperso a los paquetes, y entender o explicar si la cueva tenía
una remoción intencionada, natural o causada por animales.
En los 40 centímetros primeros el material aparecía de manera dispersa, pero en gran cantidad y muy fragmentado. A partir de esa cota, comenzamos a detectar los primeros paquetes de
huesos. Interpretamos como “paquetes” toda aquella acumulación de huesos que estuviera colocada intencionalmente, con
independencia de su cantidad. El número total de paquetes excavados fue de cinco. Estos aparecían entre la cota 0,40 y 0,60
centímetros. Sin embargo durante el estudio antropológico preliminar pudimos comprobar que los denominados “paquetes”
contenían huesos de diferentes individuos, por lo que no eran
significativos para la identificación de individuos únicos, sino
que demostraban la remoción de los enterramientos en la parte
excavada de la covacha.
Los ajuares aparecieron de manera dispersa, aunque algunos elementos se localizaron cerca de los paquetes, o también
formando parte íntegra de ellos (especialmente las cuentas de
collar), pero estos testimonios fueron escasos.
4. DESCRICIÓN DE LOS MATERIALES
Junto a los restos óseos también se recogió un interesante conjunto de útiles y adornos realizados en piedra, metal y arcilla.
Su morfología apunta hacia conjuntos materiales que podrían
inscribirse en la segunda parte del tercer milenio aNE.
4.1. Cerámica. Todas las formas de este material son de perfil sencillo abierto, forma concoide y sin decoración. En total
se recuperaron unos veinte fragmentos, de los cuales solo siete
presentaban forma. Son de cocción mixta y con superficies alisadas (fig. 6).
Fig. 6. Formas cerámicas relacionadas con el ajuar: cuencos.
315
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A. Barrachina Ibáñez y J. Viñals Iranzo
4.2. Sílex. El segundo grupo está formado por dieciocho piezas realizadas sobre sílex de color blanco lechoso y gris oscuro
principalmente. De ellas dos son geométricos, más una lasca
(fig. 7, 17), una lámina y catorce puntas de flecha.
Uno de los geométricos es un triángulo con el lado menor
cóncavo y de retoque abrupto: 27 milímetros de alto por 16 de
ancho y 3 de espesor (fig. 7, 5); el segundo es un segmento sobre
lámina con retoque marginal: 33 milímetros de alto por 13 de
ancho y 3 de espesor (fig. 7, 15).
La lámina es una hoja con retoque plano, directo y marginal:
79 milímetros de largo por 16 de ancho y 4 de espesor (fig. 7, 10).
Las puntas de flecha presentan una tipología variada en la
que encontramos foliformes, romboidales y de pedúnculo y aletas (Juan Cabanilles, 2008):
Punta de flecha foliforme asimétrica de base apuntada con
retoque invasor: 38 milímetros de alto por 18 de ancho y 6 de
espesor (fig. 7, 1).
Punta de flecha foliforme simétrica de base apuntada y retoque cubriente: 35 milímetros de alto por 11 de ancho y 6 de
espesor (fig. 7, 11).
Punta de flecha romboidal simétrica con apéndices laterales
y base ensanchada, retoque profundo: 31 milímetros alto por 16
de ancho y 5 de espesor (fig. 7, 2).
Punta de flecha rombo-ojival de base ensanchada con aletas
rectas incipientes, retoque oblicuo, invasor y bifaz. Una de las
aletas está rota: 48 milímetros de alto por 15 de ancho y 3 de
espesor (fig. 7, 9).
Punta de flecha rombo-ojival de base ensanchada con aletas
apenas esbozadas y a la que le falta la parte distal, retoque profundo: 24 milímetros de alto conservado por 11 de ancho y 4 de
espesor (fig. 7, 12).
Punta de flecha de pedúnculo y aletas agudas. Aletas incipientes, pedúnculo alargado y robusto, retoque profundo: 28
milímetros de alto por 15 de ancho y 3 de espesor (fig. 7, 3).
Punta de flecha de pedúnculo y aletas agudas de lados rectilíneos, retoque profundo: 22 milímetros de alto por 19 de ancho
y 4 de espesor (fig. 7, 7).
Punta de flecha de pedúnculo y aletas agudas desarrolladas,
retoque oblicuo, profundo y bifaz. Tiene una aleta rota: 41 milímetros de alto por 20 de ancho conservado y 3 de espesor (fig.
7, 8).
Punta de flecha de pedúnculo corto y aletas agudas de lados
rectilíneos, retoque profundo: 20 milímetros de alto por 19 de
ancho y 3 de espesor (fig. 7, 13).
Punta de flecha de pedúnculo largo y aletas agudas, retoque
profundo: 27 milímetros de alto conservado por 12 de ancho
conservado y 4 de espesor (fig. 7, 18).
Punta de flecha de pedúnculo y aletas rectas poco desarrolladas, retoque profundo: 34 milímetros de alto por 17 de ancho
y 5 de espesor (fig. 7, 4).
Punta de flecha de pedúnculo corto y aletas rectas, retoque
abrupto: 40 milímetros de alto por 15 de ancho y 6 de espesor
(fig. 7, 6).
Punta de flecha de pedúnculo y aletas rectas poco desarrolladas, retoque profundo: 30 milímetros de alto por 20 de ancho
y 4 de espesor (fig. 7, 14).
Fragmento distal de punta de flecha con retoque profundo:
30 milímetros de alto conservado por 17 de ancho y 4 de espesor
(fig. 7, 16).
316
4.3. Adornos. Entre éstos destaca por su volumen la presencia de cuentas discoidales de diversos tamaños. En total suman
ciento sesenta y seis piezas realizadas en distintas piedras: negras, jaspeadas, blancas, translúcidas y grises, algunas de ellas
están quemadas. Su contorno es circular, con facetas planas generalmente paralelas y corte cónico o recto. Sus dimensiones
oscilan entre 71 milímetros y 38 de diámetro con una altura que
varía entre los 63 y 17; las más numerosas son las que tienen un
diámetro entorno a los 50 milímetros y una altura inferior a los
20 con el corte recto (fig. 8, 37).
El resto de los adornos es más variado y supone un total de
nueve objetos realizados sobre diferentes materiales, principalmente piedra, concha y cerámica. Se trata de siete cuentas y dos
botones de perforación en uve (V).
De aquellas, cuatro son cuentas cilíndricas: una sobre hueso,
aunque quizá podría ser un silbato dada su perforación; tiene 18
milímetros de alto y un diámetro de 5 (fig. 8, 31); otra de piedra
roja, de 25 milímetros de alto y 6 de diámetro (fig. 8, 32); la
tercera tiene una perforación central, no interna, realizada sobre
fragmento de concha, de 20 milímetros de alto y 5 de diámetro
(fig. 8, 33); por último otra de cerámica, de 11 milímetros de
alto por 6 de diámetro (fig. 8, 40).
Una cuenta prismática con perforación central realizada sobre concha, de 21 milímetros de alto y 5 de ancho (fig. 8, 39).
Una cuenta de forma ovoide con los extremos truncados y
sección oval o circular y perforación longitudinal centrada, también llamada cuenta en oliva, ovoide, tonel o tonelete. Alto de
12 milímetros y diámetro 8 (fig. 8, 42).
Una cuenta bitroncocónica realizada sobre piedra verde.
Alto, 13 milímetros; diámetro máximo, 9 (fig. 8, 41).
Un botón plano circular con perforación en uve (V) que corta las dos caras, de modo que en el anverso se observan dos
perforaciones alineadas en el centro de su eje mayor y escasamente separadas, mientras que en el reverso solo observamos
un agujero de salida central. Diámetro: 20 milímetros, espesor,
5 (fig. 8, 34).
Un botón prismático cuya cara ventral es rectangular con
vértices redondeados; la dorsal, en cambio, está formada por
dos planos rectangulares que convergen en una arista, generalmente redondeada, y otros dos planos triangulares perpendiculares a la cara dorsal (Pascual, 1998: 167-168). Medidas: altura
9 milímetros, anchura 8 y espesor 6 (fig. 8, 38).
4.4. Metal. Los objetos metálicos no son muy numerosos,
pero sí podemos decir que son objetos muy representativos cronológicamente:
Punzón biapuntado romboidal de sección rectangular. Largo
actual 17,1 milímetros, ancho 2 y grosor 1 (fig. 9, SA312).
Fragmento de punzón de sección cuadrangular. Largo actual
21 milímetros, ancho 19 y grosor 19 (fig. 9, SA313).
Punzón biapuntado de sección cuadrangular. Largo actual
118 milímetros, ancho 2 y grosor 22 (fig. 9, SA314).
Fragmento de punzón curvado, o arete, de sección rectangular u ovalada. Largo actual 38 milímetros, ancho 20 y grosor 15
(fig. 9, SA310).
Arete de sección ovalada y extremos apuntados separados.
Diámetro interior 15,5 milímetros y grosor 1,2 (fig. 9, SA308).
4.5. Industria ósea. Dos fragmentos de punzón de hueso
(fig. 9, 35 y 36).
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La Covacha III de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner (Sagunt, Valencia)
Fig. 7. Industria lítica: geométricos (5 y 15), lamina (10), puntas de flecha foliformes (1 y 11), puntas de flecha
romboidales (2, 9 y 12) y puntas de flecha de aletas y pedúnculo (3, 4, 6, 7, 8, 13, 14 y 18).
317
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A. Barrachina Ibáñez y J. Viñals Iranzo
Fig. 8. Adornos: cuentas discoidales
(37), cilíndricas (31, 32, 33 y
40), prismática (39), ovoide (42),
bitroncocónica (41) y botones de
perforación en V (34 y 38).
Fig. 9.- Objetos de metal (SA308,
SA310, SA312, SA313, SA314) y
hueso (35 y 36).
5. DESCRIPCIÓN DE LOS RESTOS HUMANOS.
ESTUDIO PREVIO
El mayor volumen de restos recuperados en el enterramiento
corresponde al conjunto de huesos humanos. Si bien aún no
hemos tenido oportunidad de hacer un estudio profundo de los
datos preliminares aportados, creemos que serán de interés dadas las observaciones que pudimos hacer al terminar la excavación. Quedan estos resultados como base para un futuro trabajo
más amplio.
En total se ha recuperado alrededor de quinientos restos en
diversos estados de fragmentación, dependiendo de las partes
del esqueleto. No todas ellas están representadas; por ejemplo,
se observa una escasa presencia de vértebras, sólo tenemos registradas tres. Tampoco son numerosas las costillas, en total,
veintidós, que por otra parte, presentan una alta fragmentación.
Los huesos largos también son escasos, sesenta y cinco, y aparecen igualmente muy fragmentados en su mayoría. Todo lo
contrario que los dientes que suponen un total de doscientas
sesenta y una piezas; o las falanges de pies y manos, que suponen unas ochenta y seis.
318
Del cráneo tampoco tenemos una representación amplia,
únicamente veintiún fragmentos de los que uno presenta parte
del hueso frontal en el que se aprecia parte de los arcos supraciliares (fig. 10). Interesa destacar de los fragmentos craneales
que algunos están quemados post mortem aunque con una incidencia del fuego muy dispar, desde la cremación más intensa
que calcina el hueso a la más superficial y parcial.
En cuanto a las mandíbulas, suman un total de cinco con diversos estados de conservación. Cuatro de ellas corresponden al
maxilar inferior. Una está completa aunque sólo conserva cuatro
muelas de su dentadura, dos a cada lado; dos conservan el mentón y parte del cuerpo maxilar; una únicamente un fragmento
del cuerpo lateral. Sólo otra corresponde al maxilar superior y
también está fragmentada (fig. 11).
Como podemos ver en las figuras 4 y 5 todos estos fragmentos aparecieron dispersos por la superficie excavada y a profundidades muy diferentes, siguiendo la pauta que hemos visto en
el conjunto de los restos.
La mayor parte de la información, por el momento, la hemos
obtenido de los dientes. Del conjunto, doscientos diez corresponden a adultos y se han identificado cuarenta y seis molares;
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La Covacha III de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner (Sagunt, Valencia)
Fig. 10. Hueso frontal en el que se aprecia parte de los arcos
supraciliares.
osteomielitis observable en un fragmento de humero derecho–;
tres de entre veinticinco y treinta y cinco años, a los que pertenecen dos de las mandíbulas; dos de cuarenta/cuarenta y cinco
años y dos con más de sesenta.
Al contrario de lo que vemos en los adultos, los cincuenta y
un dientes relacionados con la presencia de niños en el enterramiento no presentan ningún tipo de marca. De lo que se deduce
su buen estado de salud. El cálculo de individuos infantiles a
partir de las piezas dentales nos señalan un número aproximado
de cinco que recorren casi todas las edades: uno de ellos de entre
dos y tres años, del que además se ha identificado una paleta
humeral y una falange de la mano, así como un premolar caduco
con hipoplasia y caries, lo que sería la excepción; uno de entre
tres y cuatro años que presenta los incisivos en pala; uno de entre cinco y seis años, con el que relacionamos un fragmento de
maxilar inferior y los primeros molares sin eclosionar; uno de
ocho años con el primer premolar y el segundo molar sin eclosionar; uno de nueve o diez años que presenta ligera hipoplasia
en el primer incisivo y un premolar caduco con dos raíces de
forma bífida y perlada.
En cuanto al diagnóstico de la estatura y al género, nos faltan datos para poder establecerla con concreción. No hay muchos huesos largos completos y la mayoría de los indicadores
necesarios para establecer el género no están presentes entre los
restos. Aun así especulamos a partir de los pocos elementos reunidos que las alturas se situarían en general entre los 140-150 y
los 158-165 centímetros.
Así pues podríamos resumir este estudio preliminar señalando que, por el momento, el número de individuos enterrados era
de entre doce y trece, de los cuales cinco pertenecen a niños y
entre siete y ocho a adultos. Las marcas de hipoplasia en el esmalte nos señalan una mejor salud de los primeros años de vida
en los infantes registrados que en los adultos, mientras que las
patologías observadas se reducen a la presencia de un húmero
con osteomielitis. Destacando la presencia de huesos del cráneo
quemados, además de un fragmento de calcáneo.
6. VALORACIÓN FINAL
Fig. 11. Maxilar inferior y superior, no pertenecientes al mismo
individuo. Se observa en el maxilar inferior una muela con una
profunda caries.
treinta y ocho premolares; dieciséis caninos y cincuenta incisivos, catorce de los cuales son primeros incisivos.
Se ha prestado especial atención al estudio de las patologías que se vinculan con el estrés metabólico durante la infancia
como la hipoplasia del esmalte que está presente en treinta piezas dentales, además de la presencia de veintidós caries, algunas
de ellas de un tamaño importante (fig. 11). La hipoplasia se presenta tanto como una ligera línea, semejante a surcos marcados
que se acompañan en algunos casos de abrasión y sarro. Destacamos un primer incisivo, posiblemente de una anciana, con
caries y desgaste por la cara lingual que podría estar relacionado
con trabajos de cestería o curtido de pieles.
A partir del número de incisivos superiores hemos estimado
la presencia de entre siete y ocho individuos adultos. Sus edades oscilan entre los veinte años –al que pertenece una de las
mandíbulas que conserva el M1 y M2, el cual pudo padecer una
Los trabajos de excavación sobre la covacha no pudieron ser
completados en su momento, por lo que carecemos de una visión de conjunto del enterramiento. No obstante los elementos
analizados en estas líneas ponen de manifiesto la extensa temporalidad que debió de tener su uso y la variedad de objetos
que formaban parte de los ajuares. Si bien, dado el número de
individuos, entre doce y trece, no se puede señalar que estos
fueran muy abundantes.
Los materiales recuperados aparecían dispersos entre el conjunto de restos humanos y corresponden a cerámica, adornos,
sílex y metal (fig. 5, A). Su distribución en el enterramiento es
aleatoria, sin acumulaciones ni asociaciones con los huesos que
sean significativas (fig. 4 y 5). Esto parece en consonancia con
el hecho de sólo haber establecido en la excavación un único
estrato que creemos señala la remoción de la covacha en algún
momento posterior a su uso bien sea natural, por las filtraciones
de agua de las dos grietas –una vertical y otra horizontal– que
permitirían la escorrentía, arrastre y también la acumulación de
tierra o por animales; por ejemplo encontramos el hueso del ala
de un murciélago entre los restos óseos. En el primer caso cree319
[page-n-327]
A. Barrachina Ibáñez y J. Viñals Iranzo
Tabla 1. Análisis por microscopía electrónica de barrido Z>9. Espectrómetro de energía dispersiva de rayos X (Universidad de Alicante,
Servicios Técnicos).
Nº análisis
Fe
Ni
Cu
Zn
As
Ag
Sn
Sb
Pb
SA308
0,16
0,04
88,68
0,07
1,85
0,15
0,12
0,02
nd
SA310
0,06
nd
97,64
0,6
1,41
nd
nd
0,18
0,14
SA312
0,17
nd
96,26
nd
3,54
0,24
0,11
nd
nd
SA313
0,13
nd
98,55
0,14
1,46
nd
nd
nd
nd
SA314
0,08
nd
96,22
0,39
4,11
0,32
nd
nd
nd
mos que se justificarían los derrumbes del interior de la cueva
y los del exterior pues ambos estarían pensados para sellar la
cueva y aislarla de cualquier alteración.
Por otro lado su utilización posterior, primero en época islámica, con la presencia en superficie de fragmentos de jarrita,
y después en el siglo XVII5 indica que para esos momentos la
boca ya estaba abierta.
En cuanto a la cerámica recuperada junto a los huesos humanos, presenta formas simples similares a la forma F1 del Pic
dels Corbs, con superficies alisadas en las que en ocasiones se
puede ver un mamelón. Los adornos son en su mayoría cuentas
y botones cuya cronología abarca desde el Neolítico hasta el
Horizonte Campaniforme de Transición, con variaciones que
llegan hasta la Edad del Bronce (Pascual, 1998: 118-168). Algunos de los paralelos próximos los encontramos en las cuentas cilíndricas de la Cova del Picaio (Lerma y Bernabeu, 1978: fig. 4).
Los botones prismáticos perforados en uve (V) y realizados con hueso abundan en sepulturas campaniformes del sur de
Francia y norte de Cataluña perdurando durante el Bronce Antiguo. En el Bronce Valenciano los encontramos en la Lloma de
Betxí de Paterna, en el Cagalló del Gegant de Ontinyent, y las
de forma piramidal en el Picarcho de Camporrobles y la Peladilla de Requena (Pascual, 1998: 167-168).
La industria lítica está formada por una lámina de sílex
grande, dos puntas foliácea, tres romboidales, ocho puntas de
flecha de aletas y pedúnculo, una de aletas incipientes y dos
geométricos. Su composición, a falta de los nuevos datos que
pudiera aportar la ampliación de la excavación, nos remite a
la fase 5 de Soler para las cuevas de inhumación múltiple que
fecha a partir de la segunda mitad del III milenio (Soler, 2002:
91-96). A esta fase se atribuye una mayor presencia de cuentas
cilíndricas –además de las discoidales– y de puntas de flecha de
aletas y pedúnculo frente a una menor incidencia de las puntas
foliáceas o romboidales de aletas inversas y de los geométricos.
En cuanto a los objetos metálicos la mayoría son punzones, de los cuales dos están completos siendo de tipo biapuntado. Uno de sección cuadrangular de casi 120 milímetros y
en muy buen estado de conservación, y el segundo de menos
de 20 milímetros con la sección en el centro rectangular y de
forma romboidal, también en buen estado de conservación. Los
dos son de cobre arsenicado (tabla 1) aunque el pequeño biapuntado romboidal contiene un poco de estaño (0,11%). Los
punzones de longitud superior a 75 milímetros se asocian a los
5
Se encontró una moneda de vellón de cobre puro de la época de
Felipe III acuñada desde 1599 y cerámica vidriada de la época.
320
ajuares calcolíticos o campaniformes presentes en todo el País
Valenciano, es decir, en la segunda mitad del III milenio aNE a
inicios del II milenio aNE, tanto en enterramientos como en poblados y con un valor social que incluía tanto el ornamento personal como su funcionalidad en las tareas cotidianas. A partir
de la presencia del campaniforme se observa una disminución
del índice de longitud y ancho de los punzones biapuntados,
que sería el caso de nuestro romboidal (Simón, 1998). No obstante en la covacha no hemos encontrado ningún fragmento de
campaniforme aunque sí en el poblado, en los niveles inferiores
de las excavaciones antiguas.
Los otros dos punzones están fragmentados e igualmente son
de cobre arsenicado, ambos de sección cuadrada aunque uno de
ellos apareció curvado. Esta inutilización de su función inicial ha
sido constatada con cierta frecuencia en los poblados y enterramientos tanto del Eneolítico como de la Edad del Bronce.
El quinto objeto es un arete de cobre que también presenta
algo de estaño en su composición (0,12 %).
Todo el conjunto descrito nos está indicando una deposición
diacrónica de los enterramientos que se iniciaría en un momento previo a la ocupación del cerro del Pic dels Corbs pero con
una continuidad que llegaría hasta el primer asentamiento, Fase
IA. Al mismo tiempo se utilizan otras de las cavidades situadas
alrededor de los cortados calcáreos que configuran la orografía
en torno al cerro. Podemos confirmar, al menos, otro enterramiento de estas características a escasos metros del que estamos
estudiando, situado en una grieta en el farallón que corona la
Costera de la Casa de la Viuda y que nosotros denominamos con
el número 1 en las fichas de la Direcció General de Patrimoni.
La información nos la ofreció un miembro del Centro Arqueológico Saguntino que en la década de los 70 había realizado
un reconocimiento de esta covacha. Por el momento, no hemos
podido acceder a los materiales recuperados.
Junto a estas dos covachas también se conocen otros dos
enterramientos que relacionamos con las fases de la Edad del
Bronce del Pic (fases IB-II). Uno de ellos, descubierto en 1960,
es una cista de inhumación doble localizada a un metro de
profundidad y construida con cinco losas de rodeno de entre
1,70/1,30 metros de largo y 1 de ancho. La quinta, dividida en
dos, tapaba la estructura. Junto a la cabeza de cada uno de los
cadáveres había dos hachas, y cada uno de ellos estaba orientado a uno de los extremos de la cista (Hernández, 1964).
El otro se descubrió en 1991 durante las extracciones de
tierra y los barrenados para recortar la roca cuando se construyó el vertedero de residuos sólidos de la vertiente sur, destruyéndose en un 75%. Los restos óseos fueron recogidos por uno
de nosotros, José Viñals, junto a Antonio Mateo y depositados
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La Covacha III de la Costera de la Casa de la Viuda de Sanchis Guarner (Sagunt, Valencia)
en el Museu Arqueològic de Sagunt, procediendo posteriormente a su estudio (Barrachina y Viñals, 1995; Barrachina,
Salvador y Viñals, 1996).
El espacio del enterramiento, tal y como lo vemos en la actualidad, es una grieta en la roca formada en las areniscas dolomíticas que forma estratos ligeramente plegados y que se disgrega en ángulo recto. Desconocemos qué tipo de acceso tenía.
Los restos estudiados demostraron que se trataba de un enterramiento colectivo con un número mínimo de diez-once individuos de edades variadas, desde ancianos hasta infantes, con
escasas patologías. El único ajuar documentado es el de varios
fragmentos de cerámica sin forma, bastante grosera y con desgrasante de tamaño grande (Barrachina, Salvador y Viñals, 1996).
Volviendo a la covacha número 3, su cronología relativa a
partir de la presencia de los componentes del ajuar nos permite
relacionar este enterramiento con un hábitat en el llano que se
extiende frente al cerro. De hecho, a pocos kilómetros en línea
recta –El Pozo– localizamos la presencia de dos puntas de Palmela (Barrachina, 2012: fig. 70) que se relacionan con el Tipo
1 de Simón y se encuadran cronológicamente en los últimos
momentos del III milenio y los inicios del II aNE. Próxima a la
zona donde encontramos las puntas de Palmela, en la Alqueria
de Montiver, también se recogió hace unos años un hacha pulida
que actualmente aún permanece en la colección Chabret.
Ambos hallazgos, aunque muy puntuales, vienen a señalarnos la casi segura ocupación del llano lacustre en torno al marjal
para la que existen otros ejemplos en nuestros llanos litorales
(Gusi, Luján, Barrachina y Aguileia, 2010).
Por lo que se refiere al estudio antropológico preliminar llama la atención varios aspectos. En primer lugar la escasa presencia de algunas partes del cuerpo (vértebras, costillas, huesos
largos…) y la alta de dientes y falanges. En segundo lugar las
diferencias observadas en la calidad de los dientes. A pesar de la
diacronía entre adultos y niños es significativo que los primeros
presenten numerosas muestras de haber pasado una infancia de
privaciones o enfermedades que han dejado surcos marcados de
hipoplasia, mientras que la población de infantes no los muestra. En tercer lugar recordar que no hemos encontrado ningún
esqueleto articulado, incluso los denominados por nosotros “paquetes” pudimos comprobar que incluían huesos de diferentes
individuos. En cuarto y último lugar la presencia de restos quemados de cráneo y de un calcáneo, los cuales parecen haber
sido quemados con el hueso en seco y una distribución de la
intensidad del fuego muy diversa.
En la bibliografía (Delibes, 1995: 72-74; Soler, 2002: 106107) hemos podido comprobar que existen referencias a estas
prácticas de cremación parcial desde el Neolítico pero sin que
se pueda afirmar si formaban parte de los rituales o estaban relacionadas con accidentes fortuitos en el entorno, como la posibilidad de un incendio externo, como medida de higiene para
evitar la propagación de olores/enfermedades o el uso de iluminación durante la inhumación.
El ámbito de dispersión de esta posible práctica la encontramos tanto en el Mediterráneo peninsular como en ambas Mesetas. De toda la bibliografía destacamos la Cueva Maturras de
Ciudad Real donde se excavó un enterramiento colectivo del III
milenio aNE en el que el espacio funerario mostraba una utilización diferencial: en la zona oeste se depositaron los cuatro cuerpos, mientras que el lado este contenía los ajuares y restos de
troncos carbonizados junto a cenizas y carbones (Vidal, 2003:
40-41). Los troncos en este caso fueron utilizados en el interior
de la cueva, posiblemente como iluminación, y en el sellado del
enterramiento con la finalidad de formar una capa de calcarenita
mediante la combustión de conglomerados y calizas sometidas
a un potente fuego (Vidal, 2003: 45). Este ejemplo evidente del
uso del fuego y su repercusión en los cadáveres muestra una de
las muchas posibilidades que se debieron dar en los contextos
funerarios del Neolítico-Eneolítico. En nuestro caso creemos
que la cremación de los fragmentos del cráneo y del calcáneo
fue fortuita, vinculada más a una utilización de la iluminación
del espacio interno por medio de antorchas u otros artificios que
a una cremación premeditada. Quizá los escasos restos de carbón recuperados en la covacha pueden estar en relación con esta
función utilitaria del fuego. No obstante habremos de esperar
a una futura excavación completa de la covacha para establecer causas más concretas. Así como abrigamos la intención de
poder completar el estudio de los huesos y con ello ampliar la
visión de esta población.
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 323-348.
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación
múltiple en la Marina Alta (Alicante). A propósito de los trabajos
desarrollados en la Cova del Randero de Pedreguer
y en la Cova del Barranc del Migdia de Xàbia
JoRge a. soleR díaz, Consuelo RoCa de togoRes Muñoz,
MaRCo auRelio esqueMBRe BeBia, olga góMez PéRez, Juan de dios BoRonat soleR,
Miguel Benito iBoRRa, CaRlos FeRReR gaRCía y JoaquiM BoluFeR MaRqués
reSumen
Recientes proyectos de investigación desarrollados en la comarca de La Marina Alta permiten abordar el fenómeno de la
inhumación múltiple desde nuevas perspectivas. Se exponen los resultados de la vertiente funeraria de las cavidades de
Randero y Migdia, consignada en ambas durante la primera mitad del III milenio a.C. En la primera, resulta muy difícil
identificar el contexto de enterramiento al caracterizarse también como cueva de habitación, de fácil acceso, muy violentada en
el s. XX. Muy al contrario, la disposición de la segunda ha favorecido su preservación, habiéndose excavado una necrópolis en
muy buen estado de conservación. La similitud de los elementos del registro material de ambas cavidades y su temporalidad,
establecida a partir de dataciones de C14, favorece la observación de una fase avanzada dentro del hecho funerario abordado,
reconociéndose en la de Migdia una práctica de enterramientos secundarios a partir de un exhaustivo análisis antropológico.
PalabraS claVe:
Calcolítico, cuevas de enterramiento, antropología física, ritual funerario.
abSTracT
Advances in the study of multiple burial in La Marina Alta (Alicante). On the archaeological research in Randero Cave
(Pedreguer) and Barranc del Migdia Cave (Xàbia). This paper presents a new perspective of the phenomenon of multiple
burials in caves during the first half of the III millennium BC. The study is based on recent research projects developed in the
Randero and Migdia Caves (La Marina Alta, north of Alicante province, Spain). It is very difficult to identify the burial context
in Randero Cave (Pedreguer) because it has been used as a human dwelling during the III millennium BC and has had many
alterations over the last century. By contrast, the location of the Migdia Cave (Xàbia), high on a cliff of the Montgó Mountain,
has preserved the human remains. The similarity of the material culture in both cavities and a number of radiocarbon dates
reveal an advanced chronology for these funerary rituals. Moreover, detailed anthropological analyses on the human remains
have allowed us to identify the practice of secondary burials in the Migdia Cave.
keywordS:
Chalcolithic, burial caves, Physical Anthropology, Funerary Rituals.
1. ESTADO DE LA CUESTIÓN DEL FENÓMENO
DE INHUMACIÓN EN TIERRAS VALENCIANAS A
PARTIR DE LAS APORTACIONES DE BERNAT MARTÍ
A PROPÓSITO DE LA COVA SANTA DE VALLADA
De manera simultánea en los últimos años se viene actuando
en la Cova del Randero de Pedreguer1 y en la Cova del Barranc
del Migdia de Xàbia. En la primera se han desarrollado hasta la
fecha 8 campañas (2007-2014) dentro del plan de excavaciones
ordinarias que promueve el MARQ, mientras que en la cavidad
del Montgó se actúa bajo el impulso del Museu Arqueològic i
Etnogràfic Municipal “Soler Blasco” y el patrocinio de la Fun-
1
En el marco de un convenio de colaboración entre la Diputación
de Alicante y el Ayuntamiento de Pedreguer. Bajo la dirección de
Jorge. A. Soler Díaz, Consuelo Roca de Togores Muñoz y, desde
2012, de Olga Gómez Pérez.
dación CIRNE de Xàbia, contando también con la colaboración
del Museo Arqueológico de Alicante, habiéndose efectuado
desde 2009 un total de 5 campañas de intervención arqueológica.2 La realización de ambos proyectos ha permitido reunir
especialistas en distintas disciplinas, teniendo en cuenta la amplia secuencia que ofrece la cavidad de Randero, desde el Paleolítico Superior a la Protohistoria, y el enorme interés que en
la de Migdia suscita la coincidencia de representaciones de Arte
Rupestre Esquemático y la práctica de la inhumación múltiple.
2
Bajo la dirección de Joaquim Bolufer Marques, Juan de Dios Boronat Soler, Marco Aurelio Esquembre Bebiá y Jorge A. Soler Díaz.
Las actuaciones se han desarrollado del 2 al 27 de octubre de 2009
(I), del 11 junio al 5 de julio de 2010 (II), del 15 de noviembre al 3
de diciembre de 2010 (III), del 15 diciembre de 2012 al 15 de enero
de 2013 (IV) y del 11 al 29 de agosto de 2014. Todos los trabajos
de campo han sido sufragados por la Fundación CIRNE, habiendo
sido ejecutados por la empresa ARPA Patrimonio.
323
[page-n-331]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Distante no más de 11 km de la de Xàbia (fig. 1),3 en la cavidad de Pedreguer los mejores resultados se vienen obteniendo en
la evaluación de su uso como redil de ganado durante la segunda mitad del V milenio a.n.e. (Soler, Gómez y Roca de Togores,
2014). En el marco de ese interés, que hace de la investigación de
esta cueva continuidad del esfuerzo desarrollado de 1993 a 2007
en la Cova d'en Pardo de Planes, en distintas ocasiones hemos
recibido la visita de Bernat Martí, con quien a menudo hemos
compartido los avances en la excavación e investigación de la
cavidad de La Marina, y años antes los de aquella de El Comtat,
beneficiados de su magisterio y siempre atentos a sus recomendaciones y consejos. Agradeciendo al Museo de Prehistoria de
Valencia la invitación a participar en este volumen de Homenaje
al Conservador que fuera su Director y principal impulsor de su
remodelación y concepto actual, no podemos dejar pasar la oportunidad de expresar nuestro reconocimiento a quien es uno de los
principales investigadores de la Prehistoria del País Valenciano,
recordando que en su fructífera trayectoria fue uno de los primeros en plantear un marco de investigación pluridisciplinar, un
modo de hacer participativo a la vez que enormemente riguroso,
que hizo de la Cova de l'Or de Beniarrés referencia internacional
de nuestro Neolítico. Si en lo científico sus aportaciones significan un todo, en la vertiente profesional y humana, pensar en Bernat Martí Oliver es evocar lo que significa anteponer a cualquier
dificultad o ambición perentoria valores de largo recorrido, inherentes al código deontológico de los Hombres que ponen su vocación al servicio de la búsqueda y transmisión del conocimiento.
De manera concreta en la temática elegida para esta aportación, resulta de indudable interés la síntesis que Martí Oliver
(1981) planteara en el número XVI del Archivo de Prehistoria
Fig. 1. Situación de las cavidades de Randero (1), y Barranc del
Migdia (2) y Cova Ampla del Montgó (3).
3
De manera expresa queremos agradecer las colaboraciones para
la elaboración de la parte gráfica de este trabajo a Gabriel García
Atiénzar (fig. 1), Pilar Mas Hurtuna (fig. 2, 4 y 5), Oscar Magdaleno Montes (fig. 3) y Blanca C. Quintana Sellés (fig. 6).
324
Levantina, con ocasión de presentar los hallazgos de la Cova
Santa de Vallada, por cuanto que, sin género de dudas el trabajo significa el punto de partida de la renovación de los estudios
sobre la vertiente funeraria de los yacimientos en cueva asimilados al “Eneolítico valenciano”; aspecto éste por otra parte
bien tratado por todos aquellos que le precedieran en la Dirección del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo, si
se recuerdan los trabajos de Isidro Ballester Tormo sobre la
Cova del Camí Real d'Alacant de Albaida y la Cova de la Pastora de Alcoy (Ballester Tormo, 1928 y 1949), la publicación
de la Cueva de las Laderas del Castillo de Chiva por parte de
Domingo Fletcher Valls (1957), o las aportaciones de Enrique
Pla Ballester (1954 y 1958) sobre las grutas de Barranc del
Castellet de Carrícola o Ribera de Cullera. Esa implicación, en
la que se debe incluir al que fuera Director del Museo Arqueológico de Alicante, Enrique Llobregat Conesa (1963 y 1966),
es en cualquier caso demostrativa de la importancia que alcanza el estudio de las cavidades de enterramiento dentro del
desarrollo de nuestra Prehistoria, a pesar de la frustración que
provoca no acabar de conocer bien el ritual de inhumación,
al tratarse de contextos donde apenas podemos aventurar la
disposición de los inhumados, no sólo teniendo en cuenta el
altísimo nivel de profanación que les caracteriza, sino también
las causas naturales y aquellas otras inherentes a las pautas
culturales que regirían su uso (Martí Oliver, 1981: 181).
Cabe recordar que dirigidos por Bernat Martí, como colaborador primero y como Ayudante del SIP después (Fletcher
Valls, 1979 y 1980), los trabajos de Cova Santa de Vallada
parten de la correcta implicación de un grupo de aficionados
debidamente aleccionados, lo que permite recuperar buena
parte de los datos antes de la alteración del contexto,4 y cuentan con la directa participación del médico Francisco Ruiz Perales, quien identifica los restos humanos en el transcurso de
la exhumación para proceder luego a su clasificación (Martí
Oliver, 1981: 159). Con ese cualificado asesoramiento se consigue determinar de una parte un área de osario en la cavidad,
como ejemplo de enterramiento secundario, motivado no tanto
por el traslado de individuos desde otros emplazamientos tal y
como lo considerara I. Ballester (1928: 46-47), sino más bien
por la necesidad de aprovechar el espacio para nuevas inhumaciones, conducta bien ejemplificada en los restos de individuos que, aunque alterados, guardarían una posición primaria
en la cueva, suponiendo en atención al registro material que
les acompaña su enterramiento sucesivo en un corto margen de
tiempo (Martí Oliver, 1981: 181-182). De otra parte, la observación de un buen número de restos de fauna entre la osamenta
humana hace ver la importancia del análisis arqueozoológico
especializado –ahí a cargo de Manuel Pérez Ripoll e Inocencio
Sarrión Montañana–, que reparando en la presencia de distin-
4
La cavidad de Santa de Vallada fue excavada en siete días de los
años 1978 y 1979 en colaboración con miembros del Grup Pare
Presentat de Vallada. Posteriormente a esos trabajos en los que,
Bernat Martí se acompaña de Josep Vicent Lerma Alegría y la actual Directora del Museo de Prehistoria, Helena Bonet Rosado, la
cavidad fue violentada en 1980, lo que motiva una tercera intervención en julio de aquel año, para cribar las tierras removidas por
los desaprensivos y excavar las partes intactas restantes (Fletcher
Valls, 1979: 61-62; 1980: 81-82; 1982: 92-93).
[page-n-332]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
tos individuos domésticos (ovejas, quizá cabras y un bóvido),
resuelve lo que se estima la mayor aportación del yacimiento:
la evidencia de ofrendas alimenticias (ibíd.: 184).
Sintetizaba B. Martí (1981: 185-188) que en el fenómeno
del enterramiento múltiple consignado en cavidades de distintas
dimensiones caben esas inhumaciones primarias descubiertas a
finales del s. XIX en la alcoyana Cova de les Llometes; las secundarias que hacen ver una acomodación de los restos posterior al
descarnamiento, bien ejemplificadas en el caso de las localizadas
en los años cuarenta del siglo XX en Pastora; y finalmente aquellas simas donde los restos se arrojarían desde la apertura superior sin guardar cuidado alguno, como dictamina para aquella de
la Pedrera de Benicull, excavada una treintena de años después.
Manifestaciones funerarias que en la redacción de aquellas líneas
ya no se perciben únicas en la vertiente funeraria del “Eneolítico
valenciano”, al rememorar el aprovechamiento de lo que se estima como estructura artificial de Càlig, “pozo” o “silo” con restos
humanos y ajuares descubierto en 1929; y aquellos enterramientos en poblados con hoyos que por vez primera se reconocieran
al inicio de aquellos años veinte en el hábitat de Villa Filomena
de Vila-real. Todo ello sin dejar de observar la prevalencia de las
cavidades de enterramiento múltiple con los ajuares característicos que Enrique Pla Ballester (1958) considerara propios de la
vertiente funeraria de un “Eneolítico”, del que la Cova Santa es
expresión final en atención a la presencia de elementos líticos característicos de las cavidades clásicas para la definición de ese
fenómeno (Pastora o Barcella de Torre de les Maçanes) junto a
otros metálicos y cerámicos que hacen ver una transición hacia la
Edad del Bronce (Martí Oliver, 1981: 185-191).
Frente al desarrollo que en los últimos años ha cobrado la
investigación de las necrópolis integradas en los poblados, son
evidentes las limitaciones que, en atención a lo antedicho, ofrecen
las cavidades de enterramiento (Soler Díaz, 2002: II, 101-108;
Bernabeu Aubán, 2010: 48). No obstante, pasadas tres décadas
de la publicación de la Cova Santa, con toda la problemática que
supone abordar y revisar conjuntos tan afectados en su conservación por las distintas causas que ahí se señalaran, se han producido distintos avances que pasan por la actualización de datos,
la práctica de nuevas excavaciones, la disposición de una buena
batería de dataciones absolutas o la realización de estudios especializados centrados en el registro de huesos humanos. En primer
término cabe destacar la disposición de una obra de síntesis del
fenómeno de la inhumación múltiple donde se recoge un número
ingente de cavidades y materiales, a partir de su revisión en los
museos y colecciones que los conservan (Soler, 2002); conjunto
luego enriquecido por actualizaciones concretas –la muy reciente
del Ermitorio del Salvador de Onda (Aguilella y Coch, 2015) o la
previa de la Cova del Montgó de Xàbia (Soler Díaz, ed., 2007)–,
o la incorporación de nuevos registros resultado de intervenciones irregulares –caso de Cueva de las Mulatillas de Villar Gordo
del Cabriel (Molina y Pedraz, 2000)– o antiguas que ahora cobran
otra dimensión, como se hace ver a partir de los materiales que
trascienden de las cavidades de la Costa Lloguera de Castellón
(Oliver, Arroyo y Fernández, 2008), antes asimiladas a un momento si no muy avanzado del “Eneolítico”, a la Edad del Bronce
(Esteve Gálvez, 1965: 56).
En el apartado de excavaciones el siglo XX culmina con la
intervención en la Cova del Cantal de Biar, donde se descubre
una clara área de osario (López, García y Ortega, 1990-91) y
el inicio de desarrollo de programas multidisciplinares, como
el que atiende a la Cova d'en Pardo, que en el campo alcanzan
la primera década del XXI, disponiéndose distintas aproximaciones y de una reciente monografía que recupera datos de las
antiguas intervenciones, interpretados a la luz del nuevo ciclo
de investigación (Soler Díaz, coord., 2012), prestando especial
interés a la espacialidad, cronología y significación cultural del
ritual de enterramiento desarrollado en un ámbito contemplado
como sacro (Soler y Roca de Togores, 2012). De esos programas también se ha beneficiado el yacimiento del Avenc dels Dos
Forats o Cova del Monedero de Carcaixent (Martí y Gil, 1978),
que ahora se nos presenta en ese nuevo formato que procura
datos especializados de inmenso interés para comprender la dinámica del aprovechamiento funerario de las cavidades (García
Puchol et al., 2010); y la emblemática cavidad de la Cova de la
Pastora de Alcoy, donde el trabajo de campo se acompaña de un
interesante programa de revisión de materiales (García Puchol
y McClure, 2010).
A partir del desarrollo que procuran esos programas se dispone de una buena serie de dataciones absolutas (McClure, garcía Puchol y Culleton, 2010; soler y Roca de Togores, 2012)
que permiten estimar la segunda mitad del IV y la primera del
III milenio a.n.e. como la temporalidad propia de esas cavidades que tradicionalmente han venido constituyendo la vertiente
funeraria del “Eneolítico Pleno Valenciano”. Con todo resulta
especialmente destacable la reactivación de estudios vinculados
a la antropología, una vertiente que se tiene muy en cuenta al
inicio del proceso de investigación y que en el siglo XXI se
aborda desde nuevas perspectivas retomando el tema de las trepanaciones (Roca de Togores y Soler, 2010), poniendo sobre la
mesa detalles tan importante como la detección de marcas que
se vinculan a la manipulación de los cadáveres para el acomodo
de las osamentas, lo que es evidente en los registros de En Pardo
vinculados a la Edad del Bronce (Soler et al., 1999), y en aquellos contados que se observan en el Avenc dels Dos Forats para
los que no se desestima pudieran deberse a la práctica de canibalismo ritual (García Puchol et al., 2010: 188-193), algo que en
En Pardo sólo podría intuirse en huesos humanos de cronología
neolítica previa (Roca de Togores y Soler, 2012: 204). La identificación de lesiones de probable origen violento en el registro
de esa cavidad de Planes (Rodes et al., 2006; Soler, Roca de
Togores y Rodes, 2008); los primeros resultados de estudios de
paleodieta a partir de los registros del Avenc dels Dos Forats y
de la Cova de la Pastora (García Puchol et al., 2010: 194-194 y
McClure et al., 2011); y las primeras aproximaciones sobre el
vínculo genético que guardan los inhumados, señalándose una
filiación matrilineal en el estudio que se dispone de los huesos
que F. Esteve localizara en los sepulcros de la Lloguera de Castellón (Oliver, Arroyo y Fernández, 2008), marcan la pauta de la
investigación que sobre el fenómeno de la inhumación múltiple
se desarrolla bien entrado el s. XXI.
En esos logros cabe incluir el programa de investigación que
se viene desarrollando en la Marina Alta, donde no solamente
se excavan las cavidades de Randero y Migdia, sino también
se está culminando el proceso de recuperación de datos de un
enorme conjunto de materiales que, extraídos irregularmente de
distintas cavidades en la década de los noventa del siglo XX, se
encuentran depositados para su estudio en el MARQ, institución que, con el Museo Arqueològic i Etnogràfic de Xàbia –éste
325
[page-n-333]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
como custodio definitivo de ese ingente lote de objetos– ha impulsado las distintas prospecciones que han permitido identificar los yacimientos de origen. Habiendo trascendido algunas referencias (Costa, Ballester y García, 2009; Soler y Roca de Togores, 2012; Soler, Roca de Togores y Gómez, 2014), su pronta
publicación contribuirá a incrementar el panorama de cuevas de
enterramiento del área (Soler, 2002: I, 183-201), y también –es
muy triste decirlo–, del número de yacimientos expoliados, auténtico desastre patrimonial, a la vez que lastre que de manera
irremediable arrastra la investigación valenciana a la hora de
ver con nuevas perspectivas la vertiente funeraria de la segunda
mitad del IV y buena parte del III milenio a.n.e.
En las líneas que siguen se tratarán los avances que significan las excavaciones planteadas en las cavidades de Randero
y Migdia, ésta última excepcional en el panorama antedicho a
la vista del buen estado de conservación del yacimiento que le
caracteriza. La comparativa de ambos contextos permite introducir novedades en un ritual que no debe responder en todos los
casos a inhumaciones primarias, luego desplazadas por distintas pautas de movimiento, antrópicas o naturales, dentro de los
mismos yacimientos, como se ha propuesto para el caso de la
Cova d'en Pardo (Soler y Roca de Togores, 2012) y de modo
general se estima para el fenómeno de la inhumación múltiple
(Soler Díaz, 2002: 104; Bernabeu Aubán, 2010: 49; García Puchol et al., 2010: 198). De otra parte, la disposición de nuevas
dataciones y el registro material que se exhuma junto a los restos humanos permite observar la continuidad del hecho funerario caracterizado por aquellos ítems que se hicieran ver para
el “Eneolítico” en la síntesis de Enrique Pla (1958) en fechas
avanzadas del III milenio a.n.e., cuando en los territorios meridionales de la provincia de Alicante se estiman cambios en el
patrón de asentamiento que, hacia el 2400 a.n.e. caracterizan
un panorama social, por más complejo diferente al propio de
las comarcas centrales valencianas (López Padilla, 2006: 227-
229). Se hace ver entonces la singularidad de una comarca o en
términos más precisos de las tierras vinculadas al cauce medio
y bajo del río Gorgos, donde se observa el aprovechamiento funerario de un número importante de cavidades de inhumación
múltiple, por otra parte antes consignada por la presencia de
elementos característicos como las cerámicas con decoración
pintada (Boronat Soler, 1983); un área de tratamiento específico
en la bibliografía (Molina Balaguer, 2000; Boronat Soler, 1983;
Cebrián Miralles, 2008-2009), donde la sierra del Montgó, preciosa y principal elevación del entorno, todavía escondía en su
interior uno de los conjuntos funerarios mejor conservados de la
costa mediterránea de la Península Ibérica.
2. SOBRE LAS DIFICULTADES A LA HORA DE
APROXIMARSE A LAS EVIDENCIAS DEL USO
FUNERARIO DE LA CAVIDAD DE PEDREGUER
En el marco de las II Jornadas de Arqueología y Patrimonio Alicantino (Alicante, noviembre de 2012) se han presentado los
trabajos que desde 2007 se desarrollan en la Cova del Randero
de Pedreguer (Soler, Gómez y Roca de Togores, 2014). La reciente publicación de las actas de ese encuentro nos exime abordar aquí los antecedentes y metodología de la excavación para
centrarnos en la problemática de los restos humanos localizados
en el yacimiento. La cavidad se abre a 165 m s. n. m. en la ladera
meridional del macizo calcáreo del Seguili, a unos 100 m del
cauce del Barranquet de la Llosa –(ETRS89) -30S- X: 760695;
Y: 4296924–, disponiendo una planta todavía no descubierta en
su totalidad, en la que se observan bien tres espacios pseudo
rectangulares de los que parten galerías, algunas inexploradas
(fig. 2). Al primero de éstos o Sala de la entrada se accede desde
la boca triangular y estrecha que da a un corto pasillo de acceso
a la misma. Contando con esa entrada, este primer ámbito tiene
Fig. 2. Planta
de la Cova del Randero.
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Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
una superficie de unos 93m2 –15,8 m de largo x 7,4 m de ancho
y unos 3,5 m de altura en sus dimensiones mayores–, espacio
que se agrandaría considerablemente a poco que se ahondara en
el sedimento, al descubrirse todo un desarrollo en el lateral septentrional al que se accede a partir de la Galería de la izquierda.
Ésta es una de las tres galerías identificadas desde la Sala de la
entrada, cuya primera exploración en 2010 sólo se ha remitido
a su acceso, donde se observa un contexto de revuelto. No presentando interés la Galería de la derecha, al tratarse de un sumidero, la excavación arqueológica ha encontrado su continuidad
en la Galería central, un espacio que al inicio de la excavación
en 2009 era realmente un angosto pasillo totalmente colmatado
por piedras de tamaño medio y que al final de la campaña de
2013 conforma un área de unos 22,6 m2, con unas dimensiones
máximas de 6,7 m de largo y unos 4 m de ancho. Caracterizada
por formaciones estalagmíticas que condicionan el espacio en
los límites de su desarrollo longitudinal, conforma un pasillo
que comunica la Sala de la entrada con la Sala interior, ámbito
este último diáfano de unos 64,5 m2, que en su longitud y anchura máxima alcanza 13,6 m y 6,5 m respectivamente, con las
paredes suaves y redondeadas, también provista de formaciones
estalagmíticas que afloran en el centro y en áreas concretas de
los laterales. De esta galería hay un acceso a otra más recóndita,
todavía no recogida en el plano, donde en 1988, en la primera
visita que uno de nosotros (J.S.D.) efectuara al yacimiento pudo
observar algunos restos óseos en superficie (Soler Díaz, 2002: I,
197; Soler, Gómez y Roca de Togores, 2014: 191).
A lo largo del desarrollo de la planta hay distintas evidencias que permiten considerar que la gruta fue aprovechada como
necrópolis de inhumación múltiple, si bien ese uso está muy
afectado en su conservación. Esos vestigios son mayores en la
Galería central y en la Sala interior, siendo muy interesante
detenerse en la distribución de los indicios en cada uno de los
ámbitos que se distinguen en la caverna. En lo que afecta al
espacio mayor o Sala de la entrada las evidencias son muy reducidas, y ello a pesar que de ahí procedían las tierras que, extraídas en la década de los setenta en una acción que guardaba
la descabellada intención de instalar en dicho ámbito un celler
o bodega, fueron cribadas en 1979, proponiéndose a partir de
los hallazgos la asimilación del yacimiento al Neolítico FinalEneolítico (Aparicio et al., 1983: 422). No obstante, a pesar de
ese dictamen y de haber trascendido la presencia de contados
huesos humanos (Simón García, 1990: 112) en el lote resultante
de aquella intervención depositado en la Colección Museográfica de Gata de Gorgos y de otras visitas realizadas por el Grupo
Espeleológico Gatense, en primer diagnóstico no se observaron
elementos materiales característicos de las cavidades de inhumación múltiple (Soler Díaz, 2002: I, 197-198).
Tampoco en las intervenciones realizadas por el MARQ en
la Sala de la entrada ha podido refrendarse de manera nítida un
nivel asimilable al IV-III milenio a.n.e. Superpuesto al propiamente Postcardial,5 el potente nivel de piedras y tierras super-
5
A los efectos de este texto se considera Neolítico Final a la fase con
cerámicas lisas asimilada al “Neolítico Final II” (Bernabeu, 1982)
o la primera parte del desarrollo que sustentaba el “Neolítico IIB”
–“IIB1”– (Bernabeu, Guitart y Pascual, 1988: 170). En atención a
los hallazgos de La Vital de Gandia, se acepta el uso del término
Calcolítico para cronologías posteriores al 2800 cal ANE, conside-
ficial, además de materiales propios de los desarrollos infrayacentes, contiene fragmentos de cerámicas a mano conformando
un conjunto indefinido en el que cabrán elementos de la época
que tratamos de vislumbrar con otros, como los de recipientes
de bases planas que, como ya advirtiera J. L. Simón a partir
de la observación de los materiales de Gata, de un modo no
mucho más preciso testimonian la frecuentación de la cavidad
durante la Edad del Bronce. Son en cualquier caso sólo indicios
en el totum revolutum que hace ver el carácter interesantísimo
que guardaría la sala antes del expolio, cuando hubiera un orden
estratigráfico en el que estos materiales quedaran por debajo de
los abundantes fragmentos de ánforas y otros recipientes cerámicos protohistóricos y también de otros más recientes, como
algunos del medievo que acompañaran las monedas emirales
que antes y en el transcurso de nuestras excavaciones han podido recuperarse (Soler, Gómez y Roca de Togores, 2014).
Por fortuna, ese orden estratigráfico sí se ha observado a lo
largo de la excavación de la Galería central donde se ha intervenido en un potente nivel sedimentario únicamente caracterizado
en lo vascular por cerámicas prehistóricas lisas infrapuesto a
otro en el que sobresalen las mentadas producciones a torno. El
conjunto de unidades estratigráficas que define al que denominaremos “Nivel de cerámicas lisas” (NCL) queda por encima de
las que significan la continuidad del nivel Postcardial abierto en
la Sala de la entrada.6 El proceso de trabajo en este ámbito iniciado en 2009 ha sido muy costoso por lo angosto de un espacio
que gana en amplitud a partir de las tierras que envuelven los
fragmentos de cerámica peinada. Ahí la disposición horizontal
de la estratigrafía que define la excavación en extensión ha permitido valorar distintos indicios que hacen ver dos fases dentro
del NCL: una más reciente de enterramiento que, por las dataciones que más adelante se exponen, se puede considerar asimilable al Calcolítico, y otra previa que, definida por restos mal
conservados de algunas manchas o acumulaciones cenicientas
de combustión,7 puede asimilarse a un Neolítico Final.
6
7
rándose el inicio del “Neolítico IIB” hacia el 3500 a.C. (Bernabeu y
Molina, 2011: 276). De manera genérica con la acepción Neolítico
Postcardial o Neolítico Medio nos referiremos aquí a los niveles
que caracterizan las cerámicas peinadas del yacimiento de Pedreguer que en la secuencia regional equivaldrían al “Neolítico IC” y
“IIA” (Bernabeu, 1989: 10), en atención a la presencia de cerámicas peinadas y esgrafiadas. Para la cronología de esa secuencia se
estiman los límites expresados en C14 calibrado (Bernabeu et al.,
2006: 100).
En la Galería central se observa la presencia definitoria de fragmentos de cerámica peinada y esgrafiada a partir de la UE 217,
potente unidad sedimentaria que en su desarrollo ocupa buena parte
del espacio de ese ámbito. La suprayacente e igualmente extensa
(UE 216) integra un conjunto material que hace considerarla de
transición entre el Neolítico Postcardial y el Neolítico Final. La
falta de esos fragmentos cerámicos en el amplio lecho sedimentario
que conforma la inmediatamente superior, UE 213, hace considerar su adscripción al Neolítico Final. Por encima de la UE 213 se
resuelve el potente paquete (UEs 200-211) que, por las razones que
se van comentando en el texto, se asimila a la vertiente funeraria
del Calcolítico.
Las manchas o acumulaciones de restos combustionados son características del nivel del Neolítico Postcardial del yacimiento de
Pedreguer, presentando la estratificación característica: tierras rojizas rubefactadas, infrayacentes a una lámina de carbones y a otra
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J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
La excavación de la Sala interior se ha iniciado en la campaña de 2014, no observándose en la intensa actuación que se
ha desarrollado hacia su acceso prácticamente evidencias de
su aprovechamiento en la Protohistoria. Es muy posible que
no fuera transitada en la época en la que en la Galería central
se depositaran ánforas cuyos fragmentos ahora estudia Pascual
Costa, y que su estrecha entrada, muy condicionada por la columna estalagmítica que caracteriza el fondo de la galería que le
antecede, estuviera cerrada por un cúmulo importante de piedra
y tierras. Quizá sólo fuera traspasada por “escarbadores” clandestinos del siglo XX que entrarían arrastrándose por un lado,
y ello, porque al abrirse paso, la excavación reglada descubre
en el otro lado del angosto acceso todo un manto estalagmítico
más reciente en su formación que las columnas cársticas que la
caracterizan. Reñida con una frecuentación antrópica, la formación horizontal de ese espeleotema se observa por encima de
unidades estratigráficas del todo equivalentes a las prehistóricas
de la Galería central, documentándose inmediatamente por debajo del manto estalagmítico unidades estratigráficas sólo definidas en lo cerámico por fragmentos a mano lisos (NCL), conformando un paquete bien diferenciado y superpuesto a aquel
que en 2014 recién asoma y se caracteriza por la presencia de
otros con decoración esgrafiada o con tratamiento de peinado.
Debe indicarse que, a diferencia de la estratigrafía horizontal que guarda el relleno de la Galería central, en el acceso a
la interior se observa un fuerte buzamiento del paquete estratigráfico dispuesto por debajo del manto estalagmítico antedicho.
En la explicación de esa pronunciada inclinación, es seguro que
los aportes procedentes del exterior encontraron buen freno en
un acceso condicionado por las formaciones estalagmíticas del
fondo de la Galería central y de un cúmulo de grandes piedras
ahí dispuestas en algún momento del Neolítico Medio, todo
lo cual contribuiría a generar una barrera entre ambos ámbitos, Galería central y Sala interior, recrecida con el tiempo y
luego, por distintos factores, vertida hacia adentro de la sala,
un espacio menos colmatado por no ocuparse por aquellos que
aprovecharon intensamente la Galería central como almacén
de recipientes o basurero de fragmentos anfóricos. Por tanto,
la excavación del NCL se ha practicado sobre tierras vertidas
desde la Galería central, lo que de una parte imposibilita hacer
diferencias a la hora de considerar la ordenación que podrían
guardar las evidencias funerarias con respecto a las ocupacionales previas y de otra asegurar que en aquella sala hubieran
podido practicarse inhumaciones, haciendo ver que los restos
óseos recogidos podrían haberse visto desplazados desde el ámbito espacial previo.
Centrándonos en la Galería central, a nivel estratigráfico no
puede hablarse de una distinción de las dos fases que, desde un
registro material característico y por la distribución a techo de
los huesos humanos, se intuyen dentro del NCL. El sedimento
es prácticamente el mismo y si hay algo que lo caracteriza es su
coloración grisácea y la abundante presencia de carbones suel-
tos.8 La buena presencia de carbones en estudio por David Duque podría vincularse con un uso de la cavidad como redil, considerándose su dispersión por el desmantelamiento de manchas
de combustión sitas ahí o en la parte más inmediata de la Sala de
la entrada, por causas naturales debidas a la intervención de los
animales en momentos de desocupación, o del agua cuando la
Galería de la derecha ha servido de desagüe de la Sala de la entrada, o a conductas antrópicas vinculadas con la higienización
de la Sala de la entrada, como ámbito principal de la habitación
del yacimiento; o posteriores y relacionadas con aquellos que se
sirven del lugar para depositar cuerpos o mover huesos humanos, alterando el estrato que pisan, tal y como desde la sedimentología se propuso para explicar la abundancia de carbones en
el nivel funerario de En Pardo (Soler, Roca de Togores y Ferrer,
2010: 197-198). No obstante, como también se ha estimado para
la cavidad de Planes (Soler Díaz, 2000: 188) o para la Cova
del Monedero (García et al., 2010: 156), es ilógico no pensar
que algunos de éstos se generaran cuando la cavidad fuera de
enterramiento, pudiendo vincularse con el encendido de fuegos
si no relacionados con el ritual funerario sí con la necesidad de
calentarse o alumbrase.
Otro tanto ocurre con el registro arqueozoológico, por
cuanto que si bien no puede desestimarse que algunos huesos
guarden relación con ofrendas alimenticias, la mayor parte de
los restos que caracterizan el NCL deben tener que ver con la
gestión ganadera de la cueva, en atención a su diversidad y a la
alta fragmentación que le caracteriza, de seguro consecuencia
de las causas naturales y antrópicas antedichas. Avanzando datos de su estudio, la muestra se nos revela enormemente alterada
quedando compuesta en su práctica totalidad por dientes y pequeños fragmentos óseos de distintas especies salvajes (caballo,
ciervo, jabalí y conejo) y domésticas (buey/vaca, oveja, cabra y
cerdo), con un rango de edad en las mayoritarias (o/C y Sus domesticus), en el que por predominar el sacrificio de individuos
en estados de crecimiento (infantiles y juveniles), resultan muy
similares a los observados en el nivel Postcardial, y por ello
coherentes con una regulación ganadera. Como quiera que la
fragmentación observada en el NCL es mucho mayor que la que
atiende a las propias del nivel Postcardial de la Galería central,
podría estimarse, como una de las primeras causas de esa alteración, la que propicia el cambio de funcionalidad de un espacio
por poco amplio de seguro necesitado de un acondicionamiento
para el depósito de restos humanos y ajuares.9 Sin más datos
8
9
de cenizas blanquecina. Por encima de este nivel se reconocen sólo
indicios de las mismas en dos unidades estratigráficas de la Galería
central adscritas al Neolítico Final: la UE 260 define una lámina
cenicienta alterada y desplazada por procesos naturales y la UE 212
una mancha de cenizas y carbones que no guarda la estratificación
característica.
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Está formado por un depósito de limoarcillas con arenas, abundantes carbones y fracción gruesa calcárea. Conforma una unidad masiva de color marrón gris (5/2 10 YR), con agregados y manchas de
color gris claro (7/2 10 YR) y marrón pálido (6/3 10 YR). Los abundantes carbones, en la fracción grava y canto, y la fracción gruesa
calcárea, de gravas, cantos y bloques subangulosos, aparecen en
posición horizontal a la base, aunque en ocasiones se documentan
concentraciones singulares.
La muestra se basa en el estudio de los restos óseos de UEs en este
texto atribuidas al Calcolítico (UE 200, 206 y 207). Sus características contrastan con las vistas en la UE 217, propia del nivel postcardial, donde la entidad de los huesos es mayor, observándose bajo
una piedra un conjunto de costillas de o/C perteneciente a una misma
porción de carne de falda dispuesta sobre el sedimento tras su manipulación carnicera. Del mismo modo que en las calcolíticas comentadas en el texto, ahí predominan restos de o/C y de suidos subadultos.
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Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
que lo avalen y sólo considerando su posición a techo del NCL,
no puede descartarse que contados huesos de bóvido de más
entidad (una clavija y otros de las patas) pudieran vincularse a
algún tipo de gesto ritual.
Esa dispersión de elementos que en vertical caracteriza
todo el NCL también debe tenerse en cuenta a la hora de valorar la presencia de un material que por su similitud con el
infrayacente nivel postcardial y falta de caracterización, no
debe guardar relación con el fenómeno funerario, por más que
aparezca en unidades estratigráficas con huesos humanos. De
modo que además de fragmentos cerámicos, en el apartado lítico los percutores y fragmentos de molino, y en el concreto
del sílex los meros fragmentos, restos de talla, lascas, lascas
laminares o láminas de formato menor, deben vincularse con
ese hecho habitacional alterado, si no antes, al filo de la utilización funeraria de la cueva.
Separados del análisis los elementos que deben proceder de
la ocupación previa, en el tramo superior de ese potente conjunto estratigráfico definido por la presencia de cerámicas lisas,
son nítidos los elementos que atestiguan el uso funerario de la
Galería central de la cavidad de Pedreguer (tabla 1 y fig. 3 [3.1
a 3.4]). Comenzando por el registro material, ahí quedan útiles tan característicos del fenómeno de la inhumación múltiple
como 4 puntas de flecha en sílex, todas con pedúnculo y aletas
diferenciadas. Tan sólo un fragmento se observa muy por debajo
del resto, ya en la sedimentación vinculada al Neolítico Postcardial (UE 216), lo que hace ver su carácter desplazado por
percolación. Con ellas coinciden fragmentos de láminas no retocadas y de otras afectadas por un retoque plano o sobreelevado
característico, destacando un raspador realizado aprovechando
una pieza previa conseguida mediante retoque plano en peladura (fig. 3.3, nº 31). Estas piezas son distintas a las recogidas
hacia la base del NCL (UE 213), donde hay un par de formato
laminar que, por afectadas por un retoque simple o abrupto, son
menos frecuentes en los conjuntos materiales asimilados a las
cuevas de inhumación múltiple.
También la distribución de los elementos pulimentados manufacturados en diabasa puede hace ver su mayor vinculación
con el uso funerario de la Galería central. Hacia la base del
NCL solamente se localiza una pieza (UE 213), mientras que
en la parte superior se encuentran 3 ejemplares, cifra mayor si
a ellos se añaden dos localizados entre tierras y piedras de seguro desplazadas de ese ámbito: una pieza de diabasa hallada
en un vertido de esa galería a la Sala de la entrada (UE 17)
y otra en sillimanita más pequeña localizada en una capa de
fuerte buzamiento hacia la Sala interior (UE 5003), donde los
huesos humanos se hacen presentes. De manera clara en el paquete Postcardial sólo se reconoce un fragmento en diabasa en
lo excavado en la Sala interior (UE 5009), no siendo imposible que se tratara de un objeto igualmente desplazado y que en
origen se encontrara a una cota superior. De igual modo puede
indicarse que los vasos cerámicos más característicos de esos
ajuares –formas elipsoides o esféricas, cerradas o abiertas– se
determinan en ese tramo superior que acoge las puntas de flecha, recordando alguno de los perfiles (fig. 3.2, nº 17) a recipientes característicos de conjuntos funerarios como el que se
define en la Cueva del Cantal de Biar o en la Necrópolis de la
Algorfa (Soler, 2002: II, Lám. 70 y 202 ) o los que más adelante
se exponen de la Cova del Barranc del Migdia (fig. 6.2).
Comentario aparte merecen las conchas perforadas de Glicimerys gaditanus (tabla 2). En el yacimiento hay una alta representación de esta especie, contabilizándose unas setenta entre ejemplares enteros y fragmentos. A nivel general, más de un
50% de la muestra se recoge en unidades estratigráficas propias
del Neolítico Postcardial y del Neolítico Final, por lo que no
hay muchas dudas a la hora de considerar que su presencia en
un yacimiento tan próximo a la costa se deba al gusto que por
ellas sintieran los ocupantes neolíticos de la cueva, con los que
por otra parte cabe relacionar contados adornos más elaborados
localizados en niveles del Neolítico Medio. No obstante, si de
ese conjunto sólo nos fijamos en aquellas que están afectadas
por una perforación en el natis 14 (20%) se hace ver una cierta mejor representación en las unidades estratigráficas que se
vienen relacionando con el hecho funerario, algo que, sin confirmarlo, impide descartar su posible vinculación con un ornato
de difuntos, que aquí en cualquier caso queda desprovisto de
esa suerte de elementos, cuentas y colgantes, que acompañados
de características varillas planas en buena medida permitieron
a Enrique Pla (1958) singularizar la vertiente funeraria del
“Eneolítico” valenciano.
En lo que atiende al registro antropológico, en las 8 campañas de excavación practicadas (2007 a 2014) se han podido
identificar más de un centenar de huesos humanos (111 unidades), distribuidos en todos los ámbitos descritos (tabla 3 [3.1 a
3.5]), con la circunstancia común de ser de poca entidad voluminosa, correspondiéndose a pequeños fragmentos de huesos
largos o planos, huesos de las manos y pies, y huesos de individuos infantiles, así como piezas dentarias aisladas, principalmente. Este panorama ha dificultado la realización de analíticas,
resultando difícil la selección de muestras a efectos de su datación y otros estudios.10
La entidad de la muestra es menor en los ámbitos donde no
pueden identificarse de manera nítida elementos susceptibles
de haber podido formar parte de ajuares funerarios. La mayor
parte de los restos hallados en la Sala de la entrada (40: 36%)
se localizan en el área septentrional de la misma, esto es, en la
parte más próxima al acceso de la entrada de la Galería central. En su mayor parte (79,9%) se recogen en las unidades
estratigráficas superficiales, localizándose sólo una decena en
los niveles postcardiales. Por proximidad, con este conjunto
debe relacionarse los localizados en el contexto revuelto de la
entrada de la Galería de la izquierda (5: 4,5%) y una costilla
(1: 0,9%) encontrada en 2007 en el exterior, entre las tierras
extraídas irregularmente de la cueva.
La muestra mayor se recoge en la Galería central (56:
50,5%), donde la presencia de huesos humanos es coherente con
el orden estratigráfico que descubre la excavación y con la distribución a techo de los elementos de vinculación funeraria antes
enumerados dentro del NCL. Así, el 85,7% de los huesos hallados
en la galería se adscriben a las unidades estratigráficas superiores
del paquete estratigráfico caracterizado por las cerámicas lisas,
lo que, de manera coherente con lo que se deduce de la distribu-
10 Por falta de colágeno el laboratorio desestimó la datación de un
húmero izquierdo de la UE 208 (Galería central). Los huesos humanos hallados en las unidades postcardiales más infrayacentes no
reúnen condiciones idóneas para su datación.
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J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Tabla 1. Cova del Randero. Elementos vinculados con el nivel Neolítico Final-Calcolítico hallados en el “exterior”***, Sala de la
entrada**, Galería central y Sala interior*.
Año/UE /nº
09/27/Cr50
09/200/71
09/200/73
09/205/81
11/216/202
Total: 5
Puntas de flecha
Pedúnculo y aletas agudas. (21) x 17 x 5 mm. Fig. 3: 34.
Pedúnculo y aletas obtusas. (28) x 16 x 5 mm. Fig. 3: 33.
Pedúnculo y aletas agudas. (36) x (26) x 3 mm. Fig. 3: 36.
Pedúnculo y una aleta aguda y otra obtusa. 31 x 13 x 3 mm. Fig. 3: 37.
Fragmento. 20 x 10 x 3 mm. Fig. 3: 38.
Superficial (UE 27): 1 Calcolítico (UE 200-205): 3 Neolítico Postcardial (UE 216): 1
Año/UE /nº
09/12/Cr137
10/206/327
10/207/19
10/210/53
10/211/11
12/211/3
10/213/2
10/213/3.
10/213/4
14/5004/23
Total: 10
Útiles sobre lámina
Lámina con retoque plano invasor. 38 x 12 x 4 mm. Fig. 3: 35.
Raspador sobre fragmento distal. Retoque sobreelevado (frente) y simple en ambos laterales. 30 x 12 x 5 mm. Fig. 3: 39.
Raspador. Retoque sobreeleevado (frente) y plano en todo el contorno. 43 x 19 x 4 mm. Fig. 3: 40.
Fragmento proximal. 42 x 21 x 7 mm. Fig. 3: 26.
Fragmento proximal. 32 x 17 x 3 mm. Fig. 3: 27.
Raspador. Retoque sobreelevado (frente) y plano cubriente en peladura. 46 x 24 x 6 mm. Fig. 3: 31.
Fragmento distal de lámina. 55 x 12 x 4 mm. Fig. 3: 29.
Lámina con retoque abrupto en un lado y simple en el otro. 34 x 12 x 4 mm. Fig. 3: 28.
Fragmento proximal con retoque simple en ambos laterales. 46 x 15x 5 mm. Fig. 3: 30.
Raspador sobre fragmento distal. Retoque sobreelevado (frente) y muy profundo en el contorno. 64 x 18 x 8 mm. Fig. 3: 32.
Superficial (UE 12): 1 Calcolítico (UE 206-211 y 5004*): 6 Neolítico Final (UE 213): 3
Año/UE /nº
08/5/Cr1
08/17/Cr11
10/207/14
10/209/1
12/211/42
12/213/216
14/5003/115
14/5009/47
Total: 8
Hachas-azuelas
Hacha. Diabasa. Sección oval. 76 x 51 x 22 mm. Fig. 3: 41.
Fragmento proximal. Diabasa. Sección oval. 81 x 58 x 33 mm. Fig. 3: 42.
Azuela. Diabasa. Sección oval. Mide 57 x 44 x 19 mm. Fig. 3: 43.
Fragmento proximal. Diabasa. Sección oval. Mide 74 x 54 x 30 mm. Fig. 3: 44.
Hacha. Fragmento distal. Diabasa. Sección rectangular. (50) x (44) x 38 mm. Fig. 3: 46.
Hacha. Fragmento distal. Diabasa. Sección oval (34) x (30) x 22 mm. Fig. 3: 45.
Azuela. Sección oval. Sillimanita. 38 x 27 x 10 mm. Fig. 3: 48.
Fragmento proximal. Diabasa. Sección oval. 58 x 40 x 35 mm. Fig. 3: 47.
Superf. (UE 5*** y 17**): 2 Calcolítico (UE 207-211 y 5003*): 4 Neol. Final (UE 213): 1 Neol. Postcardial (5009*): 1
Año/UE /nº
09/200/92
09/205/125
10/206/222
10/206/257
10/206/258
10/206/288
10/207/18
10/207/27
10/208/5
10/211/44
13/211/76
13/211/85
13/211/88
13/211/90
13/211/105
14/5000/36
14/5002/019
14/5002/035
14/5004/Cr2
14/5005/26
14/5200/Cr4
14/5100/Cr11
Total: 22
Vasos esféricos - elipsoides
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 11 mm de espesor (e). Fig. 3: 1.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 10 mm de e. Fig. 3: 2.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 8 mm de e. Fig. 3: 3.
Fragmento de borde exvasado. Labio redondeado. Vaso en casquete esférico. Mide 7 mm de e. Fig. 3: 5.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 6 mm de e. Fig. 3: 4.
Fragmento de borde. Labio redondeado. Vaso semiesférico. 9 mm de e. Fig. 3: 8.
Fragmento de borde entrante. Labio plano. Vaso semielipsoide vertical. 6 mm de e. Fig. 3: 6.
Fragmento de borde. Labio plano. Vaso semiesférico. 7 mm de e. Fig. 3: 9.
Fragmento de borde. Labio redondeado. Vaso semielipsoide vertical. 11 mm de e. Fig. 3: 11.
Fragmento de borde. Labio plano. Vaso semiesférico. 12 mm de e. Fig. 3: 10.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 10 mm de e. Fig. 3: 12.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 8 mm de e. Fig. 3: 15.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 8 mm de e. Fig. 3: 13.
Fragmento de borde y cuerpo. Labio plano. Vaso semielipsoide de base aplanada. 10 mm de e. Fig. 3: 17.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 10 mm de e. Fig. 3: 16.
Fragmento de borde entrante. Labio apuntado. Vaso esférico u elipsoide. 13 mm de e. Fig. 3: 18.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso semielipsoide vertical. 10 mm de e. Fig. 3: 19.
Fragmento de borde. Labio redondeado. Vaso semiesférico. 12 mm de e. Fig. 3: 20.
Fragmento de borde. Labio redondeado. Vaso semiesférico. 8 mm de e. Fig. 3: 21.
Fragmento de borde entrante. Labio apuntado. Vaso esférico u elipsoide. 10 mm de e. Fig. 3: 22.
Fragmento de borde. Labio redondeado. Vaso semiesférico. 14 mm de e. Fig. 3: 24.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. Mide 10 mm de e. Fig. 3: 23.
Superficial (UE 5000*, 5100* y 5200*): 3
Calcolítico (UE 200-211 y 5002*-5005*): 19
Año/UE /nº
12/213/Cr43
Total: 1
Cerámica pintada
Borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico o elipsoide. Dos bandas en “V”, rojo. Mide 7 mm de e. Fig. 3: 14.
Neolítico Final (UE 213: 1)
330
[page-n-338]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
Fig. 3.1. Materiales cerámicos del Nivel de Cerámicas Lisas de la Cova del Randero.
Fig. 3.2. Materiales cerámicos del Nivel de Cerámicas Lisas de la Cova del Randero.
331
[page-n-339]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Fig. 3.3. Materiales en sílex del Nivel de Cerámicas Lisas de la Cova del Randero.
Fig. 3.4. Materiales en piedra pulimentada del Nivel de Cerámicas Lisas de la Cova del Randero.
332
[page-n-340]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
Tabla 2. Cova del Randero. Distribución de las conchas de Glycymeris gaditanus con perforación en el natis. Campañas 2008-2014.
Sala de la entrada
Galería central
Sala interior
08/100/71
08/101/73
08/102/22
08/102/26
Neolítico Postcardial (UE 100-102): 4
09/22/Cr20-1, 09/22/Cr20-2,
09/206/41, 10/206/243,
10/206/269, 10/206/309,
12/211/Cr8, 12/213/315
Superficial (UE 22): 2
Calcolítico (UE 206-211): 5
Neolítico Final (UE 213): 1
14/5002/130
14/5002/79
Calcolítico (UE 5002): 2
Tabla 3.1. Cova del Randero. Relación de los huesos humanos hallados en el exterior de la cavidad.
Individuos (edad/sexo)
Nº huesos
Campaña/UE/Referencia
Descripción-Observaciones
Adulto
indeterminado/indeterminado
1
2007/5/75
Fragmento de extremidad
dorsal de costilla.
NMI: 1
Total : 1
Desplazado, procedente del interior de la cavidad: 1
Tabla 3.2. Cova del Randero. Relación de los huesos humanos hallados en la Sala de la entrada.
Individuos (edad/sexo)
Nº huesos
Campaña/UE/Ref.
Descripción-Observaciones
Infantil de 6-8 años/
indeterminado
8
2010/122/cr2
Húmero. Epífisis distal izquierdo. Podría tratarse del mismo individuo que CRP'2009 CRP'09 UE 24 (cr41).
2011/6/cr38
2010/117/100
2010/117/114
2011/128/12
2011/6/cr39
2010/117/38
2010/117/86
2011/6/cr24
Cabeza de húmero, cabeza de fémur y 2 metatarsos del pie.
Pieza dentaria (21).
Vértebra (4ª o 5ª dorsal).
Pieza dentaria (64).
Peroné. Parte proximal de peroné derecho.
Huesos del pie. Tarso.
Apófisis espinosa de vértebra dorsal.
21 fragmentos de hueso (diáfisis de fémur, tres de ellos quemados, fragmento distal de tibia, metacarpo, fragmentos de costillas, tres fragmentos
de vértebras dorsales y fragmentos de hueso largo indeterminado).
Fragmento de cráneo posiblemente parietal.
Fragmento mesial de costilla.
Pieza dentaria (24). Hipoplasia de grado medio.
Pieza dentaria (38).
Pieza dentaria (12). Rotura parcial de la corona postmortem.
Fragmento mesial de costilla.
Vértebra. Posiblemente la 4ª o 5ª lumbar.
Cúbito izquierdo. Muestra callo óseo por fractura consolidada próxima a la extremidad distal.
Adulto/varón
Adulto/indeterminado
1
31
2011/6/cr30
2011/6/cr30
2011/61/cr22
2011/62/cr15
2011/128/11
2011/128/41
2008/113/6
2008/100/52
NMI: 2
Total : 40
Superficial (UE 6, 61 y 62): 31 (77,5%)
Neolítico Postcardial (UE 100-128): 9 (22,5%)
Tabla 3.3. Cova del Randero. Relación de los huesos humanos hallados en la Galería de la izquierda. 2008-2014.
Individuos (edad/sexo)
Nº huesos
Campaña/UE/Ref.
Descripción-Observaciones
Adulto/varón
Adulto/indeterminado
1
4
2010/302/12
2010/32/Cr4
2010/32/Cr4
2010/302/Cr15
2010/302/Cr36
Cráneo. Fragmento frontal, conserva glabela y cuenca orbitaria derecha.
Primera falange de la mano.
Vértebra lumbar. Signos de artrosis.
Pieza dentaria (21). Desgaste de grado medio.
Hueso de la mano. Tercer metacarpo.
NMI: 2
Total: 5
Contexto revuelto: 5
333
[page-n-341]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Tabla 3.4. Cova del Randero. Relación de los huesos humanos hallados en la campaña de 2014 en la Galería central.
Individuos (edad/sexo) Nº huesos Campaña/UE/Ref. Descripción-Observaciones
Infantil de 6-8 años/
indeterminado
4
Infantil de 3-4 años/
3
indeterminado
Infantil de 9-10 años/ 1
indeterminado
Adulto de 17-20 años/ 2
varón
Adulto/femenino (?)
1
Adulto/ indeterminado 45
NMI: 6
334
Total: 56
2009/24/Cr41
2009/27/Cr51
2010/209/Cr26
2010/209/Cr26
2010/210/Cr31
Mitad distal de diáfisis de húmero derecho.
Pieza dentaria (11).
Fémur. Fragmento de cabeza femoral.
Pieza dentaria (44).
1ª, 2ª , 3ª falanges de dedo de la mano.
2010/207/Cr11
Pieza dentaria (85).
2010/209/2
2010/208/1
Hemimandíbula izquierda. Conserva las piezas dentarias 33, 34, 35, 36, 37, 38.
Hemimandíbula derecha. Conserva las piezas dentarias 44, 45, 45, 46, 47, 48.
Ambos fragmentos unen.
2013/240/29
Húmero derecho. Tercio distal con pérdidas en epífisis. Marcas de carnívoros.
2009/200/118
3 fragmentos de cráneo, posiblemente correspondiente a parietal.
2009/200/13
Rótula izquierda.
2009/200/109
Pieza dentaria (36).
2009/202/cr3
Fragmento de cráneo, posiblemente correspondiente al occipital.
2ª falange de la mano.
2009/205/40
Fragmento de rótula derecha.
2009/205/41
Fragmentos mesiales de peroné.
2009/205/43
Fragmento de cráneo, posiblemente correspondiente al frontal.
2010/206/143
Huesos de la mano. 2ª falange.
2010/206/58
1ª costilla derecha.
2010/206/66
Huesos de la mano. Fragmentos de metacarpo.
2010/12/cr4
Pieza dentaria (37).
2010/29/cr2
Pieza dentaria (38).
2010/206/167
1ª, 3ª falanges del pie.
2010/206/201
Pieza dentaria (21). Desgaste grado medio.
2010/206/276
Hueso del pie. Calcáneo izquierdo. Marcas de carnívoro. Podría tratarse del
mismo individuo que CRP'10 UE 206 (cr 3).
2010/206/318
Pieza dentaria (35).
2010/206/331
Hueso del pie. 5º metatarso izquierdo. Podría tratarse del mismo individuo
CRP'10 UE 211 (32).
2010/206/cr3
2 huesos del pie. Fragmento de calcáneo y astrágalo derecho. Marcas de
carnívoro. Podría tratarse del mismo individuo que CRP'10 UE 206 (276).
2010/206/322
Pieza dentaria (36).
2010/207/5
Hueso de la mano. 2ª falange.
2010/207/cr6
Hueso de la mano. 2ª falange.
Hueso del pie. 1ª falange.
2010/208/3
2 fragmentos de cráneo correspondientes a parietal derecho.
2010/208/6
Húmero. Fragmento mesial.
2010/208/6
Húmero. Fragmento diafisario izquierdo.
2010/208/cr24
Pieza dentaria (11). Desgaste grado medio.
Cráneo. Fragmento indeterminado.
Huesos de mano. Falange.
Huesos del pie. 1º cuneiforme.
2010/209/3
Esquirlas de hueso largo indeterminado.
2010/209/7
Tibia. Mitad distal de tibia izquierda.
2010/211/5
Cráneo. Posible fragmento de parietal.
2010/211/32
Hueso del pie. 5º metatarso. Podría tratarse del mismo individuo que CRP'10
UE 206 (331).
2010/211/34
Fragmento de hueso largo, posiblemente de tibia.
2011/217/13
Fragmento de posible metatarso. Concreciones adheridas.
2011/217/25
Cráneo. Fragmento indeterminado.
2011/217/44
Pieza dentaria (12).
2012/217/895
Pieza dentaria (33).
2010/211/cr43
Hueso del pie. Fragmento de metatarso.
Superficial (UE 24-29): 4 (7,1%)
Calcolítico (UE 200-211 y 240): 48 (85,7%)
Neolítico Postcardial (UE 217): 4 (7,1%)
[page-n-342]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
Tabla 3.5. Cova del Randero. Relación de los huesos humanos hallados en la campaña de 2014 en la Sala interior.
Individuos (edad/sexo)
Nº huesos
Campaña/UE/Ref.
Adulto/ indeterminado
6
Infantil de 3-4 años/
Indeterminado
3
NMI: 2
Total: 9
2014/5003/220
Hueso de la mano. Diáfisis de metacarpo.
2014/5003/261
Hueso de la mano. 2º metacarpo de la mano derecha. C14.
2014/5005/21
Tercio distal tibia izquierda. Marcas de carnívoros. C14.
2014/5004/57
Fragmento mesial de fémur. Concreciones adheridas.
2014/5004/73
Fragmento indeterminado.
2014/5400/Cr1
Hueso del pie. Astrágalo izquierdo.
2014/5003/232
Fragmento de costilla.
2014/5003/255
Húmero izquierdo (155 mm de longitud).
2014/5003/271
Fragmento de costilla.
Calcolítico: UE 5003-5005: 8 huesos
Descripción-Observaciones
Superficial: UE 5400: 1 hueso
ción del registro material característico, hace ver la funcionalidad
funeraria de un espacio que antes fue ocupacional. La carencia
de huesos humanos en las unidades inferiores del NCL, por sus
cerámicas adscrito al Neolítico Final y su registro anecdótico en
el infrayacente nivel Postcardial (UE 217: 7,1%) delimita bien las
dos funciones estimadas para la galería, debiéndose considerar
un probable fenómeno de percolación como causa que explica
la posición de esos contados infrayacentes. Igualmente, con un
fenómeno de remoción o con la dificultad de distinguir bien los
límites de las unidades estratigráficas debe explicarse la presencia
de contados huesos (7,1%) en las capas superficiales al NCL que
integran producciones a torno.
A partir de esa observación estratigráfica de la Galería central también se puede evaluar la distribución de los restos humanos hallados en la Sala de la entrada, donde aparentemente
algunos, los localizados a cotas más bajas dentro del nivel Postcardial (UE 117, 122 y 128) podrían ser prevalentes en el tiempo.
No obstante, vista su presencia anecdótica en el paquete homólogo de la Galería central, cabe considerar que, como en aquella,
estos restos de la Sala de la entrada estuvieran desplazados por
percolación de un nivel superior, por las causas antes expuestas,
ahí perdido para la investigación. El encuentro de un número
mayor de huesos en unidades estratigráficas del techo del mismo
nivel Postcardial (UE 100 y 113), en las más superficiales que
incluyen materiales a torno (UE 6, 61 y 62) y en las también revueltas que se distinguen en la excavación del inmediato acceso
a la Galería de la izquierda (UE 32 y 302), dan verosimilitud
a que existiera un nivel funerario contemporáneo al Calcolítico
de la Galería central del todo afectado, cuando en la estancia se
efectuara el vaciado del sedimento en el s. XX.
Valorando la muestra de la Galería central en conjunto puede
dirimirse un depósito de un número mínimo de individuos (NMI)
de 6, de los que tres son infantiles, de 3-4, 6-8 y 9-10 años, y otros
3 adultos, entre los que se puede identificar a un varón joven de
17-20 años y, con muchas reservas y sin más precisión, a una
mujer. En atención al desplazamiento sedimentario señalado, con
esos restos deben relacionarse los encontrados en la Sala interior
(9: 8,1%). Sin que por ahora pueda asegurarse la acepción del
espacio como ámbito funerario, la muestra ósea que se observa es
de 9 fragmentos óseos, de los cuales 2 de ellos son de al menos un
individuo infantil y los otros 7 de uno o más individuos adultos.
A los efectos de su datación se seleccionaron dos huesos de adulto, en atención a su mejor estado de conservación y preservación
localizados en dos unidades estratigráficas distintas, un metacarpiano y una tibia, encontrados en la campaña de 2014. Las fechas
obtenidas (tabla 4) en los análisis de radiocarbono11 respectivos
–Beta-396104: 4140±30 BP, 2874(2757)2621 cal ANE 2 sigma;
y Beta-396103: 4130±30 BP, 2871(2727)2583 cal ANE 2 sigma–
resultan muy próximas, situando el uso funerario de la cavidad
hacia mediados de la primera mitad del III milenio a.n.e. (c. 2750
/ 2700 a.n.e.). Obviamente se trata de un marco orientativo, no
siendo imposible a la vista de la proximidad de las dataciones que
ambos huesos resulten de un mismo individuo.
De analizar la muestra de la cueva en su conjunto tanto el
NMI como la identificación de los individuos por edades y sexo
es equivalente al observado en la Galería central, todo lo que
conduce a estimar un número más bien reducido de inhumaciones en la cavidad de Pedreguer y a considerar la posibilidad
de que muchos de estos restos tan minúsculos como dispersos
pudieran corresponder a las mismas personas. Ello puede significar que la más recóndita Galería central constituyera el área
de depósito de restos óseos de cadáveres antes dispuestos en la
espaciosa Sala de la entrada, un espacio idóneo para acometer
ritos. La escasa afectación de los restos por parte de carnívoros
–5 (4,5% sobre el total): 4 huesos hallados en la Galería central
y 1 en la Sala interior– invita a pensar en la protección de los
restos cuando la cavidad fuera necrópolis, algo especialmente
sencillo en Randero, teniendo en cuenta la facilidad de cierre no
sólo de la entrada sino también de los distintos ámbitos internos.
Juega a favor del hecho del desplazamiento una mayor proporción de huesos del cuerpo (vértebras y costillas) en la Sala de
la entrada que en la Galería central, donde apenas están presentes predominando los huesos de la cabeza y las extremidades. No obstante, con una muestra tan insuficiente en una cueva
tan alterada poco puede asegurarse, estando cualquier lectura
condicionada por los problemas de conservación que ofrece el
yacimiento.
11 Todas las dataciones consideradas en este texto se han tratado con
el programa Calib Radiocarbon Calibration. Version 7, conforme a
la curva IntCal 13 (Reimer et al., 2013).
335
[page-n-343]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Tabla 4. Dataciones sobre huesos humanos de la Cova del Randero y la Cova del Barranc del Migdia. Cal=calibración con rango a 1 ó 2
σ; (m) media de los valores máximo y mínimo de la horquilla a 2 σ. Calibración conforme a la curva IntCal13.14c (Reimer et al., 2013).
Muestra
UE
1
2
3
4
5
6
Referencia
Material
Datación BP
CAL BC
2σ+
CAL BC
2σ-
Prob.
CRP'14
Beta-396104
UE 5003.261 Metacarpiano.
Adulto.
4140±30
2874
2621
1.000
CRP'14
UE 5005.21
Beta-396103
Tibia. Adulto.
4130±30
CBMX'10
UE 47(2)
Paquete II
Beta-300992
Tibia. Infantil.
4070±30
CBMX'10
UE 34(49)
Paquete IV
Beta-292719
Fémur. Infantil.
4040± 40
CBMX'10
UE 50 (12)
Paquete III
CBMX'10
UE 41(4)
Paquete IV
Beta-296221
4020±30
Húmero.
Adulto femenino.
Beta-300991
3800±40
Cúbito.
Adulto masculino.
2871
2792
2780
2609
2832
2659
2634
2516
2839
2676
2800
2788
2617
2583
2819
2651
2569
2500
2814
2469
0.286
0.006
0.664
0.044
0.103
0.051
0.727
0.119
0.048
0.952
2619
2599
2587
2451
2438
2405
2350
2082
2606
2593
2471
2443
2420
2378
2132
2059
0.028
0.013
0.959
0.006
0.014
0.027
0.935
0.019
2727
2666
2654
2545
CAL BC
1σ+
CAL BC
1σ-
Prob.
2871
2792
2780
2609
2859
2821
2753
2702
2832
2659
2634
2800
2788
2617
2583
2831
2809
2721
2630
2819
2651
2569
0.286
0.006
0.664
0.044
0.202
0.086
0.223
0.489
0.103
0.051
0.727
2619
2600
2589
2540
2573
2539
2605
2592
2547
2489
2549
2490
0.103
0.055
0.349
0.492
0.328
0.672
2293
2171
2747
Los útiles líticos en sílex, puntas de flecha y elementos sobre
lámina, y en diabasa, hachas y azuelas, presentan un grado de
fracturación coherente con el que se observa en la muestra de
huesos humanos y también en la de fauna, si es que alguno de los
fragmentos que la integran pudiera vincularse con algún tipo de
ofrenda. Para la Sala de la entrada la respuesta es aparentemente
fácil porque por tremenda es notoria la violación del yacimiento
en la Edad Contemporánea, pero a la vista del orden estratigráfico
que guarda el material en la Galería central, donde se advierte
una secuencia que de manera ordenada permite vislumbrar distintas etapas (Protohistoria, Calcolítico-Neolítico Final y Neolítico
Postcardial) hay que pensar en otros factores que han modificado
el espacio en distintas etapas del uso de la cavidad.
En el momento más antiguo de la gestión ganadera del Postcardial la Galería central es un ámbito de paso hacia la Sala
interior y también de ocupación de lo que es muestra un posible
hoyo de poste hallado a la entrada y las acumulaciones de carbones y de cenizas bien estructuradas (Soler, Gómez y Roca de Togores, 2014). A medida que los depósitos se fueran colmatando,
por causas antrópicas y naturales la Galería central se iría reduciendo, convirtiéndose en un recoveco, que muy posiblemente y
con la consiguiente alteración de la sedimentación infrayacente
se acondicionó para un uso funerario del que quedan restos en
ese ámbito, en la parte septentrional de la Sala de la entrada
próxima a su acceso y en la Sala interior. El mal estado de esas
evidencias invita a considerar otro fenómeno de alteración an336
CAL BC
2σ (m)
2196
2146
0.834
0.166
2255
trópica vinculado con la Protohistoria, cuando pudo volverse
a acondicionar el por entonces estrecho espacio, de modo que
lo que resta del Calcolítico pudiera ser solamente la base de un
registro funerario mayor desplazado a los laterales y al fondo,
constituyendo huella de aquella afectación los materiales prehistóricos y los contados huesos humanos que ofrece ese nivel
superior de la galería caracterizado por la presencia de un buen
número de ánforas.
Con todo, es cierto que con la sola excepción de un cúbito
de adulto (CRP'08 UE 100-52) hallado en la Sala de la entrada, tras varias campañas de excavación resulta extraño no haber
encontrado ningún hueso humano de entidad en el yacimiento
y de un modo especial en los laterales de esa Galería central
que reúne la mayor parte de la muestra ósea humana conservada. Podrá pensarse que Randero es una cueva muy grande y en
muchos aspectos inexplorada. De hecho, apenas se han iniciado
los trabajos en la Sala interior y no se ha estimado conveniente
invertir esfuerzos en la excavación de los desarrollos laterales
de la Galería de la izquierda, de donde parte todo un recóndito
pasillo colmatado de sedimento que, comunicando aquella con
la Galería central corre paralelo al lado septentrional de la Sala
de la entrada, quedando separada de esta por el desarrollo más
bajo del techo de la caverna (v. fig. 2).
Teniendo en cuenta el alto grado de fragmentación de la
muestra ósea y de la cultura material, el mayor logro del trabajo
efectuado resulta sin duda consignar la existencia de una necró-
[page-n-344]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
polis funeraria de al menos 6 individuos, número algo menor al
que se descubre en la Sala central de la Cova del Barranc del
Migdia, donde el excelente estado de conservación del depósito
plantea aproximarse con mayores exigencias a un registro material que ofrece muchas similitudes con el que se intuye dispondría la maltratada Cova del Randero de Pedreguer.
3. EL UNICUM QUE POR SU CONSERVACIÓN
CONSTITUYE LA NECRÓPOLIS DE LA CAVIDAD
DE MIGDIA DE XÀBIA
Sobre la Cova del Barranc del Migdia también se dispone de una
reciente publicación donde se presenta la metodología y el proceso de investigación que se ha desarrollado en la cavidad y se
da cuenta de los principales elementos materiales hallados en las
cuatro primeras campañas (2009-2012). Los diferentes estudios
están en avanzado proceso de desarrollo por parte del equipo
multidisciplinar que ahí se detalla, y que es responsable de los
distintos aspectos que en clave divulgativa se dan a conocer en el
catálogo que sustentara la exposición “Art i Mort al Montgó. La
cova del Barranc del Migdia. Rituales funerarios en un santuario
del III milenio a.C.”.12 El descubrimiento merecía ese esfuerzo
divulgativo13, teniendo en cuenta el excelente estado de conservación del conjunto funerario que recoge el yacimiento, un unicum
dentro de todo el panorama de asalto y deterioro que caracteriza
el conjunto de cavidades de enterramiento de La Marina.
Migdia se abre en la vertiente meridional del Montgó a unos
375 msnm –(ETRS89) X:771415 m, Y:4299629 m–. Para acceder
a la misma debe escalarse unos 12 m y traspasar la boca más practicable, aquella oval, de 2 x 1,5 m orientada a levante. Los ámbitos
de la cavidad son la Galería de la entrada, o estrecho corredor de
12 m de largo y no más de 1,2 m de anchura que conduce a la Sala
central, ámbito de planta poligonal de unos 14 m2, con unas dimensiones máximas de unos 5 m de largo por 3,6 m de ancho que
en el momento de iniciar su excavación en 2009 alcanzaba en su
zona central 1,65 m de altura máxima (fig. 4). De esta sala parten
tres estrechas galerías, la llamada Galería de la izquierda de 8 m
de longitud y sólo 1 m de anchura que comunica con el exterior;
la Galería de la derecha que se adentra más de 4 m en el interior de
la montaña y la Galería central que, tras 3,5 m de desarrollo, comunica salvando un escalón de unos 4 m con el ámbito mayor –de
11 m de longitud, 8 m de anchura y 4 m de altura máxima– que, a
modo de balcón se abre a un acantilado de unos 40 m de altura, al
que se le da la denominación de Sala de las Pinturas por las distintas representaciones de Arte Esquemático que acoge.
12 Inaugurada en 2012 en la sede de la Fundación CIRNE de Xàbia.
Luego se mostró en el Museu Arqueològic i Etnogràfic “Soler Blasco” de la misma localidad (2012), el MARQ (2013) y en el Museo
de Guardamar del Segura (2014).
13 Planificado desde el Museu Arqueològic i Etnològic Municipal
“Soler Blasco”. De manera muy afortunada la institución municipal obtuvo una importante ayuda del Ministerio de Cultura para la
realización del proyecto denominado “Arte Rupestre y Prácticas
Funerarias en el Calcolítico”, como acción que se enmarcaba dentro de los “proyectos” para la Conservación Protección y Difusión
de los bienes declarados Patrimonio Mundial. Para la itinerancia
del montaje se contó con la colaboración del MARQ, institución
que editó el catálogo correspondiente.
La cavidad de Migdia se reconocía por esas manifestaciones
(Casabó, Martínez y Sanpedro, 1997) y también por el registro
funerario que acoge (Soler Díaz, 1997). Antes del proceso de
excavación patrocinado por la asociación CIRNE, en el Museo
de Xàbia se mostraban algunos productos de las pesquisas realizadas por el Centre Espeleològic Gatense, quienes en 1989
salvando los 40 m altura que distan entre la base del acantilado
y el balcón de la Sala de las Pinturas accedieron al yacimiento,
localizando al adentrarse en la Galería de la derecha un material arqueológico que permitía identificar la cavidad como de
enterramiento. Se trataba de dos piezas en sílex –una punta de
flecha de base cóncava y una lámina afectada por un retoque
abrupto distal– y un vaso elipsoide horizontal en excelente estado de conservación (Soler Díaz, 2002: I, 192-193), todo lo cual
hizo tomar cartas en el asunto al Museu de Xàbia, institución
por entonces dirigida por Josep Casabó que, con la desinteresada ayuda de Enric Martínez y Jesús Sanpedro, promovió los
primeros calcos y realizó el cierre del yacimiento para proteger
un conjunto que se preveía en buena conservación. A diferencia
de la Cova del Randero, Migdia no parece tener un uso previo
al propiamente funerario y tras ese que a continuación se trata,
la cavidad sólo recibiría visitas muy esporádicas atestiguadas
por contados materiales tardorromanos y del siglo XIII, compartiendo con la cavidad de Pedreguer la circunstancia de haber
servido de escondrijo de monedas, en este caso de época almohade (Soler et al., 2013: 71-74), todo lo que en principio no
afectó al contenido prehistórico del yacimiento, incólume hasta
la visita de los espeleólogos.
El hecho funerario se identifica en Migdia en la Sala de la
entrada, en la que se han centrado las intervenciones arqueológicas desarrolladas a partir de 2009, y en la inmediata Galería
de la derecha, de donde proceden los restos que hallaran los
espeleólogos, cuya excavación está pendiente. La sala intervenida constituye un espacio poligonal que en su parte occidental
dispone una colada estalagmítica a pie de la entrada del acceso
a la Galería de la izquierda y de una superficie geológica más
aplanada en su perímetro meridional. Esas superficies en gran
medida descubiertas en el transcurso del proceso de la intervención, han sido idóneas para acometer con cierta comodidad
la excavación de la parte centro septentrional de la sala, donde el sedimento cubría la depresión que ahí conforma el lecho
geológico. Al excavar en su totalidad esa área, alcanzando en
2014 plenamente la base geológica del vaso o depresión natural,
se observa que realmente la Galería de la derecha es una prolongación septentrional del desarrollo de esa Sala central que
se ilumina de un modo impactante al atardecer (Bolufer et al.,
2013: 26), cuando el sol cae frente a la boca del estrecho tubo
que constituye la Galería de la izquierda.
Buena diferencia con Randero son los carbones, ahí abundantes y muy deteriorados por haber sido pisados, y aquí, en Migdia,
a tenor de las observaciones de Yolanda Carrión de más entidad,
y resultantes de encendidos necesarios para iluminar el área sacra que ocuparan aquellos que pudieran necesitar más tiempo del
que ofrece la iluminación natural de la estancia en el ritual que
lleva implícito la gestión de la necrópolis. Su localización en distintas unidades estratigráficas del sedimento y la carencia en la
osamenta humana de afecciones provocadas por el fuego, revela
el encendido en un espacio inmediato al depósito de los huesos
humanos, acaso en esos ámbitos perimetrales que ofrece el le337
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J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Fig. 4. Planta de la
Cova del Barranc
del Migdia.
cho geológico, tan idóneos para depositar los elementos técnicos
necesarios para intervenir en el s. XXI, como para disponer de
los distintos elementos que, previamente a su definitivo entierro
exigiera el ritual a mediados del III milenio a.n.e.
Sin que se determinaran muchas evidencias en superficie, en
la depresión que conforma el lecho geológico de la Sala central
a lo largo de las 5 campañas se ha podido exhumar cerca de
un millar de huesos y piezas dentarias dentro de un estrato de
sedimento uniforme de no más de 1 m de potencia,14 resultante
de la cubrición de la osamenta por una tierra muy granulosa
donde abundan microclastos. Aunque el conjunto no parece haber sufrido percance antrópico alguno tras el último depósito,
la muestra ósea nos llega en un estado de alta fragmentación
y erosión. La mayoría de los huesos largos están alterados por
su epífisis, conservándose únicamente dos cráneos más o menos completos, pero muy alterados. En general presentan una
coloración muy clara, pérdidas óseas y concreciones calcáreas
adheridas, factores que guardan relación tanto con las condiciones a las que han estado sometidos, como las que deben inferirse
de su traslado, aunque en comparación con otros contextos, y a
la vista de la abundancia de huesos pequeños, no puede decirse
que se tratara de una manipulación poco cuidadosa.
El análisis tafonómico revela que deben tenerse en cuenta
distintos fenómenos posdeposicionales de tipo medioambiental
y biológico que han propiciado no sólo el alto grado de degradación sino también desplazamientos desde la primigenia colocación de los huesos conformando paquetes, imputables a los
roedores y a la acción del agua. De otra parte, ésta podría ser
14 Formado por limos y de color pardo amarillo (7/6 10 YR) con
abundantes gravas y cantos angulosos, con frecuencia con morfología de plaquetas. Parece responder a procesos de meteorización
mecánica en el marco de la cavidad a lo largo de amplios periodos
del Cuaternario reciente.
338
el agente de degradación más importante, en un medio donde
la humedad se alterna con la sequedad del ambiente, algo que
se consigue en esa sala especialmente ventilada y se facilita por
la naturaleza granulosa del sedimento. Esta afectación no solamente se observa en los huesos humanos sino también en el
registro material, documentándose un hacha elaborada en piedra
metamórfica con pérdidas imputables a ese fenómeno (Soler et
al., 2013: 66) y de modo general en las condiciones de conservación de buena parte de la muestra cerámica, extraída con
sumo cuidado, para someterse a un proceso de consolidación.
También la osamenta humana está afectada por concreciones
calcáreas que pueden deberse a los efectos de la precipitación
desde la techumbre y laterales, aunque no lleguen a apreciarse
fenómenos de fusión del material. Tratándose de un conjunto
de inhumaciones secundarias, no es descartable que esas alteraciones también hayan podido producirse en otro ámbito tras
la putrefacción de cadáveres, acaso sólo cubiertos por piedras,
protección en cualquier caso eficaz en atención a la ausencia de
marcas de carnívoros en la muestra.
La excavación se ha desarrollado con una metodología de
alta precisión que permite, a la vez que la documentación tridimensional del yacimiento, lo que es de especial interés para
el caso del arte rupestre (Tejerina et al., 2012), la de todos los
elementos del registro,15 observándose distintas agrupaciones o
15 La fotogrametría permite documentar el patrimonio de acuerdo a su
naturaleza tridimensional. Para el registro arqueológico se han generado modelos digitales de cada una de las unidades, consiguiendo la captura y ubicación tridimensional de todos y cada uno de los
elementos y materiales existentes. Los puntos de control o “targets”
se han georreferenciado en el sistema ETRS89. Las secuencias arqueológicas han sido documentadas mediante pases fotográficos
predefinidos y marcados, procesándose luego las tandas de captura
de imágenes mediante software específico, generando el cálculo
completo del modelo digital. Las ortofotos obtenidas a partir de ese
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Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
Fig. 5. Ubicación de los paquetes
con huesos humanos identificados
en la Sala central de la Cova del
Barranc del Migdia.
paquetes óseos (fig. 5). Por el momento se pueden considerar
restos de un NMI de 10 individuos dispuestos en 5 paquetes
que, numerados conforme al proceso de identificación, se observan en algunos casos bajo piedras de tamaño medio aisladas, de
los que el I es el más meridional, situándose a una cota superior
con respecto al resto y el II es el más septentrional, guardando
también una posición elevada con respecto a los centrales IV y
III y superponiéndose al V, que viene a quedar algo más bajo
que éstos. Se exponen a continuación conforme a la ordenación
sur-norte que presentan en plano (v. fig. 4), con las dataciones
ya publicadas (Bolufer et al., 2013: 42).
- Paquete I (UE 26). Se sitúa en el extremo suroeste del vaso
geológico que alberga el depósito, a una cota ligeramente superior con respecto al resto. Está conformado por un varón de
35-39 años. El cómputo de restos hallados no alcanza el 50%
del esqueleto. Comprende sobre todo huesos pequeños de las
manos y pies, vértebras, costillas y dientes aislados, así como
pequeños restos de coxales, craneales y de la mandíbula, documentándose únicamente como huesos largos un fragmento del
húmero derecho, fragmentos de radio y cúbito izquierdos, así
como de peronés. En la unidad estratigráfica que define el Paquete I sólo se recoge una concha de Dentalium.
- Paquete IV (UE 30, 33, 34, 36, 37 y 41). Situado en el extremo sureste, algo más bajo que el anterior. Recoge restos de
tres individuos: un hombre de 25-35 años, una mujer de 17-20
años y un niño de 4-5 años, identificándose en sus proximidades
4 puntas de flecha en sílex (UE 34), una cuenta de collar (UE
50), un fragmento de cerámica pintada (UE 34) y un metapodio
de ovicáprido (UE 34). En este caso el índice de conservación
modelo permite una realización precisa de distintas planimetrías.
Tras la ubicación inmediata de los elementos encontrados, toda la
documentación ha sido procesada en programas de tratamiento de
datos complejos generando nueva y valiosa información.
de cada uno de ellos es bajo, aproximadamente un 50% del esqueleto del individuo masculino y un 40% del femenino, si bien
es verdad que muchos huesos o fragmentos de huesos no se han
podido diferenciar sexualmente, y ello incrementaría el porcentaje de conservación de uno u otro individuo. El individuo infantil sólo está representado por 9 fragmentos óseos (fragmentos de diáfisis de huesos largos, vértebras, falanges y costillas).
La datación de un fémur del menor dio como resultado la fecha
Beta-292719: 4040±40 BP. De un cúbito del varón adulto se
ha obtenido la fecha más reciente del conjunto (Beta-300991:
3800±40 BP).
- Paquete III (UUEE 32, 35, 49 y 50). Situado al norte y a la
misma altura que el IV, con restos de tres individuos: dos adultos, un varón y una mujer, de entre 20 y 40 años de edad y los
de un niño de no más de un año de vida. Con esta agrupación
se relacionan dos puntas de flecha (UE 32 y 49). La representatividad del esqueleto de los dos individuos adultos es menor
del 50%, documentándose fragmentos de diáfisis de casi todos
los huesos largos, fragmentos de costillas y vértebras, coxales
y algunos huesos de manos y pies, no encontrándose restos de
cráneo. La representación del esqueleto del niño es muy baja,
únicamente identificado por pocos fragmentos de huesos largos,
costillas, cuerpos vertebrales y falanges además de dos pequeños fragmentos de cráneo. Se dispone de la datación de la mujer,
a partir del análisis de un húmero (Beta-296221: 4020±30 BP).
- Paquete II (UE 45, 46, 47 y 48). Situado en el extremo septentrional del depósito, con restos de dos individuos: un niño de
unos 3-4 años de edad y una mujer de 30-35 años, de la que nos
llega el cráneo prácticamente entero, a pesar de que el índice de
conservación es bajo, alrededor de un 30% del esqueleto, y documentarse una altísima fragmentación de los huesos, así como
la ausencia de huesos pequeños, únicamente algunos fragmentos de costillas, un diente, un metacarpo y una falange, lo que
es coherente con el hecho de tratarse de un conjunto de huesos
desplazados. Próxima a los restos infantiles se localizó una pe339
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J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
queña azuela de sillimanita (UE 44), mientras que más cerca a
los de la mujer se hallaron una laminita (UE 45) y una punta de
flecha en sílex (UE 45), además de un fragmento de punzón en
cobre de sección angular (UE 32) y un vaso semielipsoide entero (UE 45). De una tibia del individuo infantil se ha obtenido la
datación más antigua del conjunto (Beta-300992: 4070±30 BP).
- Paquete V (UE 53). Localizado al norte por debajo del II,
que al terminar de excavarlo se descubrió el cráneo de un tercer individuo: una mujer de 15-18 años con una representación
de más del 70% del esqueleto, conservando buena parte de los
huesos de las manos, pies, ambas rótulas además de fragmentos
de costillas y vértebras. En la misma unidad estratigráfica que
lo define se encuentran los restos del mismo individuo infantil
de 3-4 de años que por encima se relacionan con el Paquete II.
Con esta agrupación se vincula una punta de flecha en sílex y 3
hachas pulimentadas.
Analizada la muestra en su conjunto, a la vista de la distribución expuesta y conforme a las dataciones que se disponen es
interesante indicar:
1. Que la posición estratigráfica más superficial del varón del Paquete I y la datación más reciente –Beta-300991:
2451(2255)2059 cal ANE 2 sigma– correspondiente al hombre
del Paquete IV, revela que los últimos depósitos se realizaron en
la parte meridional de la depresión, hacia el último cuarto del III
mileno a.n.e. Por lo que más abajo se expone, con los restos de
este individuo del Paquete IV se depositaron los de la mujer que
le acompaña. Los restos infantiles del mismo paquete disponen
de una datación más antigua –Beta 292719: 2839(2654)2469
cal ANE 2 sigma– y con la sola excepción de un hueso desplazado se encuentran agrupados.
2. Que la posición estratigráfica más profunda de la mujer del
Paquete V y la datación más antigua de la batería actual –Beta300992: 2832(2666)2500 cal ANE 2 sigma– correspondiente
al niño localizado entre los huesos de las agrupaciones II y V,
resuelve la prevalencia de estos depósitos septentrionales con
respecto a los más meridionales.
3. Que teniendo en cuenta la proximidad de la datación del
niño del Paquete IV –Beta-292719: 2839(2654)2469 cal
ANE 2 sigma– y la de la mujer del Paquete III –Beta 296221:
2619(2545)2471 cal ANE 2 sigma–, con respecto a la más antigua del Paquete V –Beta-300992: 2832(2666)2500 cal ANE
2 sigma–, la mayor parte del área que afecta a las agrupaciones
óseas acogería restos de fallecidos en el entorno de los dos últimos siglos de la primera mitad del III milenio a.n.e.
4. Que en atención a la diferencia (411) de la media que ofrece
el intervalo de calibración a 2 sigma (2666) del niño del Paquete
IV con respecto a la del varón del Paquete I (2255), puede resolverse que la pequeña Sala central acoge restos de individuos
cuya fecha de fallecimiento podría distar varios siglos.
5. Que en atención al orden norte sur expuesto y teniendo en
cuenta que el desarrollo más septentrional de los depósitos todavía permanece en la Galería de la derecha, es muy probable
que los restos más antiguos de Migdia todavía se encuentren en
el yacimiento.
La ordenación de las dataciones y de las referencias estratigráficas puede hacer pensar que se trata de un proceso paulatino
del que la fecha referencia el óbito y la disposición de los huesos
en el receptáculo que se constituye en la Sala central un paso
final, tras una fase de depósito primario en la que la mayoría de
340
los huesos perdieran los ligamentos. No obstante es posible que
existan más posibilidades y que ese orden que se estima esconda una realidad conductual más compleja que la que se supone
deposita el cadáver, espera a la esqueletización y traslada los
restos para colocarlos en otro sitio sin perder la identidad del
difunto fallecido tiempo atrás.
Al respecto, la observación de la osamenta permite consignar que para el traslado de los restos no se siguió la misma pauta
temporal a partir del fallecimiento. Hay evidencias de que éstos
se produjeron en distintos momentos del proceso de esqueletización del cuerpo, consignándose un movimiento para algunos
individuos en una temporalidad suficientemente distanciada del
óbito, cuando las conexiones anatómicas estaban desprovistas
de las uniones ligamentosas entre huesos. En otros sin embargo
su traslado no debió prolongarse tanto, siendo muy interesante
al respecto la observación de los restos de la mujer y el hombre del Paquete IV, una vez que de la primera se conservan en
posición anatómica los huesos del pie derecho y del segundo la
parte inferior de la columna vertebral y cintura pélvica; y que de
modo general en este paquete hay 25 huesos de pies, 13 huesos
de manos y 28 fragmentos de costillas entre los dos adultos,
todo lo que es coherente con un traslado a la vez que cuidadoso
realizado cuando parte de la osamenta conservara las ligaduras.
También ese par de individuos pueden ofrecer claves en
cuanto a la dinámica del traslado y al criterio de ordenación
que esconden las agrupaciones óseas, cuando acogen restos
de más de un individuo, de modo que su conjunción podría
deberse a que guardaran algún tipo de vínculo. El proceso de
investigación es lento y obviamente está condicionado por
el presupuesto, pero sería imprescindible disponer una datación de esta mujer del Paquete IV que acompaña al individuo
masculino fallecido en c. 2255 a.n.e., por cuanto que sus restos están ligados de tal modo16 que debieron ser trasladados a
la vez, siendo su recogida y posterior colocación totalmente
aleatoria, sin mantener una diferenciación de ambos esqueletos. Además, en el mismo Paquete IV, cerca de los mismos
pero nítidamente separados se localizan 8 de los 9 huesos
que permiten dirimir la presencia de un menor fallecido en c.
2654 a.n.e., esto es, mucho tiempo antes que el varón datado,
de modo que se evidencian conductas que prefieren preservar
en el último depósito el vínculo por encima de la identidad de
los individuos y no es descartable que dentro de esa conjunción existan discrepancias cronológicas que pudieran tener
que ver con el linaje.
Un caso enormemente interesante es el del individuo infantil cuyos restos se distribuyen entre las agrupaciones II y
V, por cuanto que conserva un número muy importante de restos, localizándose los huesos de tal modo que este sujeto, que
por el momento constituye el fallecido más antiguo, pudiera
haberse depositado nada más morir, constituyendo quizá un
16 Los huesos de los dos individuos adultos se encuentran mezclados,
sin ningún orden aparente; por ejemplo, el pie derecho de la mujer
se localiza por debajo de los dos coxales del varón, y el fémur derecho de la mujer está por encima del fémur izquierdo del varón. El
cúbito datado del varón se localizó por debajo de los huesos largos
de ambos sujetos, varón y mujer, y por encima del pie de la mujer
y de la columna del varón.
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Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
caso excepcional de inhumación primaria, luego alterada;17 y
otro, desde luego, el de aquellas dos mujeres de los mismos
paquetes de las que nos llega el cráneo apoyado sobre los
parietales, esto es, en posición invertida, algo que de seguro
refiere una pauta de ritual, que pudiera tener relación con su
especial preservación con piedras, guardando una posición
centrada en la necrópolis si a lo excavado se añade lo que
resta de la Galería de la derecha.
4. SOBRE LA AFINIDAD CULTURAL DE LOS
INHUMADOS EN LAS CAVIDADES DE RANDERO
DE PEDREGUER Y MIGDIA DE XÀBIA
Observando la tabla que recoge la totalidad de las dataciones
sobre huesos humanos realizadas en la Cova del Randero y
en la Cova del Barranc del Migdia (tabla 4), resulta patente la
proximidad de fechas. Las dos dataciones de Randero avalan su
uso funerario en c. 2750-2700 a.n.e., mientras que las cuatro de
Migdia hacen ver un uso pleno en torno a c. 2650-2550 a.n.e.,
testimoniándose su perduración en c. 2250 a.n.e. La posibilidad de que Migdia todavía acoja en su interior inhumaciones
más antiguas, y que el par de fechas de Randero acaso sólo date
uno del mínimo de seis individuos que arroja su maltrecha osamenta, invita a considerar que ambas necrópolis pudieran haber
sido contemporáneas, al menos en el tramo cronológico que se
determina en la primera mitad del III milenio a.n.e., donde entre
los mediados de los siglos sexto y octavo se consignan 5 de las
6 dataciones que se ofrecen en la tabla indicada.
La cercanía entre los yacimientos y la afinidad de la cultura
material permite intuir una fuerte vinculación entre los que se sirvieron de ambas cavidades como lugar de enterramiento. A este
respecto, en primer término puede valorarse la similitud de los
grupos de elementos que se identifican en ambos contextos funerarios (cf. tabla 1 y tabla 5; fig. 3 [3.1 a 3.4] y fig. 6 [6.1 y 6.2]):
puntas de flecha y láminas en sílex; hachas y azuelas en piedra
pulimentada –de tamaño medio, elaboradas sobre diabasa u otras
rocas o, en menor número, de dimensiones menores manufacturadas en sillimanita–; y recipientes cerámicos simples de forma
elipsoide. En segundo lugar se descubre que lo que está mínimamente representado en la cavidad de Xàbia no se observa en el
registro material de la de Pedreguer, bien porque como ocurre con
el punzón metálico, el ítem no abunda en las cavidades funerarias
donde aparece y es fácil que ahí no se localice, porque no estuviera o porque no se encuentra, en atención al mayor tamaño de la
cueva y al peor estado de conservación del contexto funerario; o
bien porque subraya una identidad común en aspectos clave como
el ornato de los difuntos, cuando se hace ver que, a diferencia de
la riqueza de elementos como cuentas de collar o varillas planas
17 Los huesos del esqueleto de este niño se documentan arqueológicamente en una disposición que advierte de la posibilidad de que
hubiera podido guardar una disposición anatómica. Aunque ninguno muestra conexión, se localizan las piezas dentarias próximas a
los restos de cráneo, los huesos de los miembros superiores muy
próximos entre sí, observándose muy cerca huesos que conforman
las piernas, quizá por haber mantenido una disposición en decúbito
lateral flexionado. Muy cerca se documentan los restos contemporáneos de una madriguera y de un conejo, que con toda seguridad
podría haber desplazado los huesos del infante.
que se determinan en registros concretos y conocidos como el de
Pastora de Alcoy, tras cribar cientos de litros de sedimento, no se
contemplan en la Cova del Randero.
Podrá haber discrepancias y particularidades, como la forma de las puntas de flecha, anotándose aquellas tan especiales
de base cóncava en la cavidad de Pedreguer, pero sin negar la
mayor, la misma sintonía que provoca el ejercicio comparativo
podrá servir para no poner mucho entusiasmo en refrendar la
vinculación al contexto funerario de Pedreguer de grupos dudosos, como aquel de las conchas perforadas de bivalvos, por no
descubrirse en la metódica excavación de Migdia y ser tan del
gusto de los pastores que aprovechan la cavidad de Randero en
tiempos previos a los de su uso funerario. En cualquier caso el
certificado de afinidad se obtiene cuando se observa que en ambas cuevas hay un pequeño pero precioso fragmento de cerámica pintada, lo que sirve recuperar para el contexto funerario de
Randero esa pieza única, ahí localizada hacia la base del Nivel
de Cerámicas Lisas.
Buen símbolo éste de las cerámicas pintadas para caracterizar un grupo que entierra en la única cueva que hasta ahora
hace coincidir manifestaciones de arte rupestre esquemático con
enterramientos. Algún motivo rupestre de esa mentalidad como
el que se reconoce en el Abric de la Penya del Vicari de Altea
(Galiana y Torregrosa, 1995: 303) recuerda sin mucho esfuerzo
a los zigzags que se observan en el repertorio decorativo que
pintado en rojo ofrece esta cerámica característica de la comarca (Boronat Soler, 1983), sobre la que la investigación se ha
venido haciendo tantas preguntas a partir de su descubrimiento en los años 30 del siglo XX en la Cova Ampla del Montgó
(Soler Díaz, 2007), contexto que mejor la contiene, y que por
el tamaño y presencia de la cavidad sobre el entorno sin duda
alguna resultaría principal hacia esos siglos de la primera mitad
del III milenio a.n.e. en los que Randero y Migdia fueron necrópolis (v. fig. 1). Si sin detenerse en exceso se repasa el catálogo de materiales que sobre la emblemática cavidad del Montgó
editara el MARQ (Esquembre y Torregrosa, 2007), merece la
pena observar el soberbio conjunto de útiles pulimentados que
ofrece, la presencia de láminas y puntas de flecha en sílex o la
documentación de elementos metálicos; a la vez que caer en la
cuenta que el mínimo registro de varillas óseas y de cuentas de
collar, que si a la luz de Pastora podíamos imputar a una mala
praxis arqueológica, ahora nos llega de un modo que, a la vista
de lo que nos enseña Migdia, nos hace percibir una identidad
para los pobladores que durante el Calcolítico disfrutaron del
entorno inmediato de la sierra del Montgó.
Transcurrida más de una quincena de años desde que se
tratara de elaborar una seriación de los distintos conjuntos de
inhumación múltiple para las tierras valencianas, contando solamente con criterios de incidencia de tipos en los distintos
registros materiales y basándose en estratigrafías de excavaciones antiguas (Soler Díaz, 1997; 2002: II, 13-101), se anotan
avances que, con nuevos mimbres, permiten vislumbrar progresos de conocimiento como éste que se anota para las tierras
de La Marina, donde se revela un panorama funerario señalado
por regional y reciente con respecto al observado en cavidades
de L'Alcoià-Comtat, clásicas en la definición del fenómeno
de la inhumación múltiple en tierras valencianas. Quizá todavía es pronto porque Migdia todavía conserva restos que por
lo antedicho podrían ser más antiguos, pero en atención a las
341
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J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Tabla 5. Cova del Barranc del Migdia. Relación de materiales hallados en las campañas 2009-2012. [Con excepción de los fragmentos
cerámicos no decorados, en la tabla se presentan los materiales de las cuatro primeras campañas (2009-2012). Los hallazgos de la última campaña (2014) constituyen un conjunto menor de elementos que no afecta a la composición esencial de la muestra].
Año/UE /nº
Paquete
Puntas de flecha
10/34/20
89/5553*
10/34/47
IV
De base cóncava. 30 x 17 x 4 mm. Fig. 6: 7.
De base cóncava. 34 x 17 x 4 mm (Soler, 2002: I, 193; II, Lám. 65: 14). Fig. 6: 11.
Foliácea saliciforme. 39 x 12 x 4 mm. Fig. 6: 9.
Foliácea saliciforme. 50 x 19 x 4,5 mm. Fig. 6: 15.
Romboidal saliciforme36 x 17 x 6 mm. Fig. 6: 12.
Romboidal saliciforme. 33 x 17 x 4 mm. Fig. 6: 8.
Romboidal saliciforme. 36,6 x 18,6 x 3,9 mm Fig. 6: 13.
Pedúnculo y aletas obtusas. 32 x 26 x 5 mm. Fig. 6: 16.
Pedúnculo y aletas obtusas. 38 x 21 x 4,5 mm. Fig. 6: 10.
Pedúnculo y aletas agudas. 36,5 x 18,7 x 5,7 mm. Fig. 6: 14.
10/49/2
10/34/2
12/53/160
10/45/1
10/32/1
12/55/4
IV
IV
III
IV
V
II
III
Año/UE /nº
89/5554A*
10/19/3
10/45/2
Paquete
II
Útiles sobre lámina
Lámina truncada. Retoque abrupto distal. 60 x 18 x 6 mm (Soler, 2002: I, 193; II, Lám. 65: 13). Fig. 6: 3.
Fragmento mesial de lámina. 35 x 16 x 9 mm. Fig. 6: 2.
Laminita. 90 x 11 x 4 mm. Fig. 6: 1.
Año/UE /nº
10/44/1
12/53/433
12/53/373
12/53/237
Paquete
II
V
V
V
Hachas-azuelas
Azuela. Sillimanita. Sección oval. 33 x 30 x 9 mm. Fig. 6: 20.
Hacha. Diabasa. Sección oval. 105,4 x 55,4 x 27,9 mm. Fig. 6: 18.
Hacha. Diabasa. Sección oval. 160,5 x 58,5 x 43,9 mm. Fig. 6: 19.
Hacha. Piedra metamórfica. Sección oval. 100,9 x 55,2 x 34,9 mm. Fig. 6: 17.
Año/UE /nº
10/45/6
89/5567A*
Paquete
II
Vasos elipsoides
Semielipsoide horizontal de base convexa. Labio apuntado. Diám. boca: 109 mm, h: 77 mm. Fig. 6: 22.
Elipsoide horizontal de base convexa. Labio redondeado. Diám.: 180 mm, h: 134 mm (Soler, 2002: I,
193; II, Lám. 65: 12). Fig. 6: 21.
Año/UE /nº
10/34/57
Paquete
IV
Cerámica pintada
Fragmento indeterminado. Triángulo, ángulo y banda en rojo. 8 mm e. Fig. 6: 23.
Año/UE /nº
10/32/2
Paquete
II
Útiles metálicos
Fragmento de punzón. Sección angular. Cobre. (36) x 5 x 3 mm. Fig. 6: 4.
Año/UE /nº
09/07/26
12/36/50
12/55/9
Paquete
I
IV
Elementos de adorno y atuendo
Concha de Dentalium sp. 17 x 3 x 2 mm.
Cuenta de collar. Piedra blanca. Sección rectangular. Diám.: 5,4 mm, e: 2,9 mm. Fig. 6: 5.
Fragmento mesial de varilla plana en hueso. Sección plano-convexa. (48) x 8 x 3 mm. Fig. 6: 6.
dataciones que ahora ofrece, no puede pasar desapercibido
que, sólo guiándonos por las fechas medias de los intervalos
de calibración, para cuando muere el individuo más antiguo
ahí localizado –el niño del Paquete II–, pueden haber pasado
doscientos años desde el óbito del que proporciona la datación
más reciente de la Cova d'en Pardo de Planes, una cavidad
cuyo uso funerario se estima entre c. 3350 a.n.e. y 2850 a.n.e.
(Soler y Roca de Togores, 2012), y que contiene un registro
con notables diferencias con respecto al de Migdia, al observarse un fantástico desarrollo de lo que en lo ornamental y
simbólico se vincula al trabajo de la piedra y el hueso, con esa
suerte de ídolos violín o planos, alfileres, colgantes o varillas,
sin anotarse apenas la presencia de utillaje pulimentado (Soler,
2002: II, 204-225; Soler et al., 2012).
Frente a lo que ofrece la cavidad de Planes, la horquilla de
las dataciones sobre huesos humanos de la Cova de la Pastora de
Alcoi es mayor, remontando su antigüedad a las postrimerías de
la primera mitad del IV milenio a.n.e., para alcanzar las primeras
342
centurias del II milenio a.n.e. No obstante parece que la mayor
parte de las fechas entran en el segmento cronológico que ofrece
En Pardo (Soler y Roca de Togores, 2012, 221), prolongándose
hasta alcanzar los tiempos en que, ahora sabemos, se debió inhumar en Randero y en Migdia, si se presta atención a las dataciones sobre mandíbulas (McClure, García Puchol y Culleton, 2010:
29): UCIAMS-66310: 4150±20 BP, 2873(2754)2635 Cal BC 2
sigma; y UCIAMS-66311: 3875±20 BP, 2459(2376)2293 Cal BC
2 sigma. Esa larga cronología justifica la variedad de ajuares que
atiende el yacimiento paradigmático de lo que fue el “Eneolítico
valenciano” (Pla, 1958), observándose conjuntos materiales del
todo próximos a los de En Pardo, otros que ahí encuentran un
desarrollo especial como es el caso de los ídolos oculados sobre
huesos largos y otros que no costaría nada vincular con lo que se
observa en las dos cavidades de la Marina que aquí se tratan, si se
hace ver la magnífica serie de elementos en piedra pulimentada
o se observa la presencia de un ítem tan característico como una
punta de flecha de base cóncava (Soler, 2002: II, 263-293).
[page-n-350]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
Fig. 6.1. Materiales en sílex, cuenta en piedra y fragmento de varilla de la Cova del Barranc del Migdia.
Fig. 6.2. Cerámica y elementos en piedra pulimentada de la Cova del Barranc del Migdia.
343
[page-n-351]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Si es cierta la tendencia que se observa a partir de estos
progresos de conocimiento que reporta la investigación de La
Marina podrían empezar a reconocerse al menos dos fases diferenciadas en el panorama de cuevas de enterramiento múltiple
previas al conjunto de enterramientos en cavidades asimilables
al “Horizonte Campaniforme de Transición” (Bernabeu, 1984)
–c. 2350/2100 a.n.e. (Bernabeu y Molina, 2011: 276)–: una de
cronología neolítica propia de la segunda mitad del IV milenio
y primeras centurias del III milenio a.n.e., de la que En Pardo
puede constituir buena referencia, y otra de cronología calcolítica, a partir del octavo siglo de ese milenio, por observarse tras
las primeras evidencias metalúrgicas en las tierras de La Safor
–c. 2800 a.n.e. (Bernabeu y Molina 2011: 276)–, de la que el
contexto de Migdia sería el mejor definido, expresándose en los
ajuares una suerte menor de elementos de ornato y atuendo, un
incremento de objetos en piedra pulimentada y la presencia de
los primeros elementos metálicos.
No será el momento ahora, pero teniendo a mano el corpus de materiales de las cuevas de inhumación múltiple no
es difícil estimar más ejemplos para este cuadro. De disponer
dataciones, uno nítido se determinaría en la Cova del Cantal
de Biar, cuyo registro material, carente de las realizaciones
que caracterizan En Pardo, incluye un interesante conjunto
de instrumental pulimentado y metálico (Soler Díaz, 2002:
II, 191-192); otros sin embargo exigen una mayor atención
como es el caso de la Cova del Monedero, donde se observa
un conjunto más afín al propio de En Pardo, enriquecido por
la presencia de un ídolo oculado del que trasciende una datación (García Puchol et al., 2010): UCIAMS-66318: 4115±25
BP, 2863(2720)2578 Cal BC 2 sigma, fecha que quizá no corresponda al más antiguo de los 10 que sustenta el número
mínimo de individuos, por más que se resuelva a partir de un
hueso localizado hacia la base del depósito sondeado; y otros
que de nuevo suscitan crítica relectura como ocurre en el caso
de la Cova de la Barcella, donde como se expresa en Pastora
debe estimarse un largo uso funerario, debiéndose descartar
esa perturbadora vinculación de materiales que para los tres
primeros esqueletos propusiera el sacerdote que al final de la
década de los veinte del pasado siglo la excavara (Soler, 2002:
I, 375-378), considerando inhumaciones primarias a las que en
su momento no diera crédito Isidro Ballester (1928: 58), advirtiendo seriamente Enrique Pla de su falta de rigor a la hora
atribuir los elementos de ajuar (Pla, 1964: 220).
Claro que de ningún modo deberán considerarse de nuevo
artificiales líneas que segmenten en lo temporal este legado funerario que, por llegarnos sujeto a una enorme variedad de factores, es preferible seguir estimándolo de inhumación múltiple,
aunque en algunos casos como estos comentados de la Marina
nos acerquemos más en el tiempo y el espacio al colectivo que
dispusieran ambas cavidades como necrópolis. Se tratará en
cualquier caso sólo de tendencias que se observan en el desarrollo de un fenómeno funerario dilatado en el tiempo que se caracteriza más por una continuidad que por claras discrepancias,
donde la ideología que lo sustenta, más que cambia, perdura, a
la vista no sólo del aprovechamiento funerario de la cueva natural para la inhumación sucesiva de individuos seleccionados,
sino también por la permanencia de objetos a lo largo de un
milenio de enorme expresión simbólica como son, entre otros,
las puntas de flecha (Soler Díaz, 2002: II, 107-108).
344
El mejor conocimiento de la práctica de la inhumación secundaria a partir de los datos que ha proporcionado la excavación de la Cova del Barranc del Migdia, constituye con todo uno
de los mayores logros de este proceso de conocimiento, haciendo ver que los restos estuvieron depositados en otro ámbito un
tiempo que, a partir de la observación del proceso de esqueletización, no parece el mismo para cada uno de los individuos.18
La conjunción de restos que guardan algunos de los paquetes
localizados en la Sala central de la cavidad de Xàbia advierte de
un movimiento conjunto de varios de los restos de individuos,
guardando la intención de hacer perdurar la vinculación que tendrían los fallecidos.
En la acción de la inhumación secundaria se revela toda una
preocupación a la hora de aprovechar el espacio, así como un interés en preservar y localizar los cráneos que se conservan. Nos
faltan datos para precisar cuándo o de qué manera se resuelve
este segundo enterramiento, que a la vista de la diferencia de las
dataciones, quizá pudiera haberse hecho en varias fases. No obstante, es seguro que el gesto de traslado más reciente se determina en la parte más meridional del depósito, pudiéndose haberse
realizado hacia el último cuarto del III milenio a.n.e., teniendo
en cuenta la datación del individuo masculino del Paquete IV c.
2255 a.n.e., la vinculación que guardan sus restos con los huesos de la mujer del mismo paquete y la posición estratigráfica
suprayacente del individuo del Paquete I. En cuanto se disponga
nuevas dataciones deberemos saber si ese movimiento afecta a
individuos con fechas de fallecimiento más o menos próximas,
o si se determina un gesto que incluye el traslado simultáneo de
individuos fallecidos con anterioridad. Los otros datados, podrían remontar su óbito a los siglos VII (c. 2666 y c. 2654 ) y
VI (c. 2545) a.n.e., existiendo una posibilidad en cuanto a que la
datación más antigua correspondiera a la inhumación primaria
de un menor en atención a la distribución de los huesos, si bien
en este aspecto es cierto que, a falta de conexión anatómica, los
indicios son insuficientes por más que aparentemente guarden
una posición natural que invite a considerar su depósito en decúbito lateral con las extremidades flexionadas.
Desde la perspectiva más humana el rito de la inhumación
secundaria queda lejos de aquel solemne y doloroso para los más
próximos que significa el entierro de aquellos que, recién fallecen, se les debe honrar. A ese respecto es muy interesante subrayar, desde su comparación con aquel contexto de inhumaciones
primarias que Bernat Martí nos acercara de la cavidad de Santa
de Vallada, el carácter mínimo de restos de animales domésticos,
identificados por Rafael Martínez y Pilar Iborra, que se descubre entre el millar de huesos humanos recogidos en Migdia, lo
que advierte que de haberse producido ofrendas alimenticias en
el lugar donde se depositaron los cadáveres, éstas quedaron níti-
18 Es clásico el ejemplo que al respecto de ese tipo de depósitos trasciende de los Huron, pueblo indígena de América del Norte, descubierto en los inicios del s. XVII en las proximidades del lago Ontario que en lo funerario disponía una práctica que cada cierto tiempo
recogía la totalidad de los huesos de todos los fallecidos desde la
última ceremonia, de modo que se recogían restos de individuos totalmente desarticulados junto con otros menos descompuestos para
enterrarlos luego en una gran fosa común, dejando en el depósito
primario solamente aquellos que acababan de fallecer (Ubelaker,
2007: 42).
[page-n-352]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
damente diferenciadas, no constituyendo luego ningún interés su
traslado al ámbito de la Sala central que acoge los paquetes óseos
una vez esqueletizados. Por el contrario, el traslado si afectó a enseres como recipientes cerámicos y distintos elementos materiales antes comentados quizá por perdurar en ellos los valores que
primigeniamente representaran. El estado de descomposición y la
disposición de los restos allá donde se encontraran serían factores
que condicionaron su recogida y traslado, acciones éstas a las que
en gran medida debe imputarse esas pérdidas que, en diferente
grado se observan a la hora de computar los huesos que todavía
identifican a aquellos individuos.
Las dos cavidades que aquí se han tratado reúnen condiciones
de acceso totalmente distintas y determinantes a la hora de evaluar la diferente conservación de los yacimientos arqueológicos
que contienen. La Cova del Randero es una cueva de entrada a pie
llano caracterizada por una prolongada ocupación como factor
clave para la no preservación de las evidencias funerarias que, por
el contrario, hacen de la más inaccesible cavidad de Migdia un
unicum para la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en nuestras tierras. El estado de la muestra apenas nos permite
hacer consideraciones para el caso de la cavidad de Pedreguer,
salvo la de indicar que su planta reúne condiciones para haber
funcionado como una necrópolis que podría haber acogido tanto
cadáveres como osamentas, disponiendo la llamada Sala de la entrada de un espacio suficiente para practicar ritos funerarios y la
más recóndita Galería central para disponer restos desarticulados
en esa dinámica de movimiento de huesos que se ha propuesto
desde el centro al fondo de la Cova d'en Pardo de Planes (Soler
y Roca de Togores, 2012: 207-216), algo que en cualquier caso
sólo podemos intuir, estando muy lejos de poder asegurar nada,
no perdiendo de vista el bajo número de restos que se preserva,
con respecto al volumen de espacio que se dispone.
Muy diferentes son las condiciones de Migdia, una cavidad
caracterizada por una planta que alberga espacios interiores menos diáfanos entre los que destaca esa Sala central que en su
parte septentrional alberga una concentración de restos óseos
en la depresión que conforma el lecho geológico (v. fig. 5). Fuera de esa concentración se han recogido huesos humanos, cuya
poca entidad numérica y dispersión hace pensar guarden esa
disposición a resultas de un desplazamiento desde la concentración principal, fenómeno éste del todo verosímil a la hora de explicar la presencia de algunos huesos humanos en unidades estratigráficas superiores a las que contienen los paquetes. Habrá
que indicar también que, de manera concreta, en el área sureste
de la Sala de la entrada, ahí donde se descubre una plataforma
rocosa tras excavar el sedimento suprayacente (UE 23), sólo se
identificaron un par de falanges y 3 dientes, muestra insuficiente
para señalar la superficie como asiento de cadáveres, que, de no
responder al fenómeno de dispersión aludido, acaso pudieran
relacionarse con algún tipo de manipulación de la osamenta in
situ por aquellos que luego la dispusieran de manera ordenada
en la parte septentrional de la sala.
Aunque el espacio pudiera ser justo para acoger algún cadáver, éste no sería muy idóneo para el complejo ritual que significara, y ello porque en los 14 m2 de la Sala central, apenas
hay sitio para andar erguido en un área constreñida por la colada estalagmítica que ganando en altura se dispone por debajo
del acceso a la Galería de la izquierda, y porque la dimensión
y altura de la bóveda sólo permitiría la presencia de contados
individuos que mal pudieran manipular las osamentas para disponer los restos como los encontramos, en caso de tener que reservar ámbitos para permitir la descomposición de los cuerpos.
Esas condiciones hacen difícil considerar un área donde los más
allegados pudieran sentir recogimiento o transmitir el respeto al
fallecido, invocando lo que fuera en vida a la vez que dotándolo
de distintas ofrendas y enseres.
De existir algún tipo de ceremonia debería pensarse en la
más amplia e impactante por el paisaje Sala de las Pinturas y
quizá en ella, de practicarse algo que tuviera relación con lo
funerario, habría que estimar un rito que evocara el contenido
de la Sala central de la cavidad sin disponer ahí cadáveres, una
vez que en ese espacio abierto no se ha encontrado ninguna evidencia arqueológica que permita su inserción en una dinámica
de enterramiento, lo que por otra parte es lógico teniendo en
cuenta los 40 m de altura que guarda el acantilado al que asoma
y la dificultad que implicaría trasladarse hasta ahí en grupo con
el cuerpo y las ofrendas atravesando en posiciones incómodas y
acaso poco dignas todo el desarrollo de cavidad, tras salvar los
12 m que permiten el acceso a la boca que estos últimos años se
ha traspasado para acometer la intervención arqueológica.
Al respecto de esas dificultades siempre es interesante recordar casos de necrópolis en cueva, como las que del Bronce Final se observan en Menorca, la Cova des Mussol de Ciutadella
abierta en un acantilado sobre el mar (Lull et al., 1999: 73) y la
Cova del Pas de Ferreries con la boca dispuesta en un acantilado
a 15 m sobre la roca base (Fullola et al., 2007: 96). En la primera
se observa que contiene un contexto de inhumación secundaria,
indicándose solamente el caso de una mujer en posición primaria, no llegándose a descartar que por ello y en atención a otros
factores, se tratara de alguien que falleciera en el mismo interior
de la cavidad (Rihuete, 1999: 46). No se descarta sin embargo
que a la cueva llegaran con considerable esfuerzo y riesgo cadáveres que luego se desarticularan, lo que se relaciona con un rasgo de significación social con respecto a individuos inhumados
en otros espacios (Lull et al., 1999b: 51 y 60). Del ingenio para
afrontar esos riesgos las mejores enseñanzas las proporciona la
Cova del Pas, cavidad que alberga en su interior una sorprendente necrópolis de inhumación primaria sucesiva que acoge 70
individuos en posición fetal forzada que se estima debieron ser
transportados en fardos colocados sobre camillas de madera de
las que restan evidencias (Fullola et al., 2007: 104).
Si la dificultad de acceso o las características del espacio
pueden ser factores que hagan comprensible que en Migdia no
se encuentren indicios de inhumaciones primarias, imputándose al traslado la falta de huesos humanos en los recuentos o la
anecdótica presencia de fauna, podría entenderse que la cavidad
se seleccionó con una voluntad clara para la práctica de enterramientos secundarios, materializándose su depósito en un lugar
tan elevado sobre el entorno como recóndito y protegido. Lejos
de querer retomar aquella discusión que, en los inicios del s.
XX, sostuvieran Pedro Bosch Gimpera y Juan Cabré Aguiló a
la hora de valorar los huesos desarticulados de la necrópolis de
Canyaret de Calaceite (Teruel), como el resultado de una manipulación realizada in situ, como argumentara el primero, o en
otro ámbito para llegar a la cueva ya descarnados, como opinión que, manteniéndola el arqueólogo aragonés, la hiciera suya
Isidro Ballester para explicar la formación de la necrópolis de
Camí Real d'Albaida (Ballester Tormo, 1928: 47-48), estable345
[page-n-353]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
ciéndose una pauta generalizada de “segundos enterramientos”
hasta que a propósito de Santa de Vallada se hiciera valer la
opinión de Bosch (Martí, 1981: 181-182), se pone sobre la mesa
el carácter especial de este depósito en gran medida realizado en
una temporalidad tardía en el desarrollo de un fenómeno que en
las tierras centro meridionales valencianas se percibe milenario
(Soler y Roca de Togores, 2012: 216-228), si se trae a colación
la entidad de un último gesto de traslado y colocación que al
menos afecta a la osamenta de tres individuos en una temporalidad c. 2225 a.n.e. contemporánea al llamado Horizonte Campaniforme de Transición, sin mediar en el registro de la cavidad de
Xàbia ningún elemento definitorio de ese concepto.
En diferente estado de desarticulación y conservación, se
dispusieron en la Sala central los restos de individuos fallecidos
tiempo atrás, guardando un especial cuidado en la disposición
de los cráneos que no todos los individuos conservan, colocándolos entre piedras que a su vez los señalaran para buscar su
definitiva preservación. Sobre su procedencia todo queda abierto. De no llegar los cuerpos enteros a la cueva, algo que a pesar
de todo lo expuesto no dejará de ser posible, cabe considerar su
traslado desde otros lugares de enterramiento y ello en principio
no debería ser difícil porque precisamente en la temporalidad
que los asiste se reconocen varios ejemplos de necrópolis integradas en los hábitats, como aquella de Beniteixir de Piles,
sita en la inmediata comarca de La Safor, a una treintena de
kilómetros al norte del Montgó, que dispone inhumaciones individuales en fosa, trascendiendo del enterramiento de la estructura 13 una fecha obtenida sobre una muestra de hueso humano
–Beta-244533: 4060±40 BP, 2852(2664)2476 Cal ANE 2 sigma
(Pascual Beneyto, 2010: 193 y Soler Díaz, 2013: 157)–. De otra
parte, nada impide que procedieran de otra cueva, movimiento
de huesos que, considerando otro discurso expositivo, se ha propuesto desde la investigación desarrollada en el enterramiento
múltiple de la Cueva de los Cabezos Viejos de Archena, donde se descubren distintas inhumaciones primarias a la par que
acumulaciones óseas tan desprovistas de orden que se definen
como “caos antropológico”. Para explicar esa dicotomía, quienes la investigan proponen un trasvase de huesos que, de una
cavidad a otra, permitiría sacralizar nuevos espacios funerarios
para, vinculando cavidades, extender la práctica de inhumaciones primarias (Lomba y Zapata, 2005: 30-32).
Sin descartar la posibilidad que atiende el caso del niño del
Paquete V, por otra parte por su edad fácil de transportar y recolocar, a la oquedad abierta en la vertiente meridional de la
Sierra del Montgó pudieron llegar en hatillos restos en diferente
estado de esqueletización de distintos individuos para ser colocados metódicamente en la Sala central, observándose una conducta, reflejo de una marcada preocupación por la conservación
de esos restos en un ámbito especial por su acceso, posición,
arte e iluminación. Se desconoce su procedencia, pero si vinieran de alguna otra cueva, se trataría de un gesto tan acertado
como premonitorio, a la vista del mal estado que se observa en
una cavidad tan accesible como la de Randero de Pedreguer, y
de todo ese desastre patrimonial, cuya sobrecogedora pérdida
empaña los ojos que ven lo que de manera milagrosa ofrece
Migdia, al ser conscientes que la comarca, de no haber sufrido
tanto saqueo, pudiera haber constituido una de las áreas más
significativas para el mejor conocimiento de la vertiente funeraria del Neolítico Final y Calcolítico en la fachada oriental de la
346
Península Ibérica, y de modo particular de aquellos pobladores
que gustaran de vasijas con decoración pintada. Sin que decaiga
nuestro ánimo, habrá que intentar profundizar en estos progresos de conocimiento, acercándonos de nuevo a las cuevas, independientemente de su afectación por quienes sin escrúpulos las
violentaran, con el debido respeto a aquellas gentes, y con el rigor que guardan investigadores que, como Bernat Martí Oliver,
nos han mostrado las principales líneas de éste y de otros retos.
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en Homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 349-364.
El registro funerario calcolítico
en el extremo suroriental de la Península Ibérica:
los valles del Guadalentín y Segura (Murcia)
Joaquín loMBa MauRandi y MaRía HaBeR uRiaRte
reSumen
El trabajo actualiza los datos sobre el registro funerario calcolítico en la Región de Murcia, analizando aspectos relacionados
con la tipología de las tumbas, los diferentes modos en que se disponen los restos humanos, y la presencia y disposición
de los elementos que los acompañan, con especial atención a los restos faunísticos y, dentro de la cultura material, a
los elementos en sílex. Se reflexiona sobre la consideración explícita de ajuar de estos elementos, y se proponen pautas
generales de comportamiento del registro funerario, con atención a casos peninsulares y europeos en los que se evidencian
tratamientos o casos similares a los documentados en la zona de estudio.
PalabraS claVe:
Enterramientos, Calcolítico, ajuar, cremación, cánidos, sureste peninsular.
abSTracT
Chalcolithic funerary record in the southeastern end of the Iberian Peninsula: Guadalentín and Segura valleys (Murcia region,
Spain). The work updates the information on the Chalcolithic burial record in the Region of Murcia, analyzing aspects related
to the typology of the graves, the different manners in which they arrange the human bones and the tracks of cremation, and the
presence and disposition of the elements that they accompany, singularly the faunal remains and, inside the material culture,
special incident in the flint elements. One thinks about the explicit consideration of burial goods of these elements, and propose
general guidelines of behavior of the burial record, with attention to peninsular and european cases in which treatments or
similar cases are demonstrated to documented in the zone of study.
keywordS:
Burial graves, Chalcolithic, burial goods, cremation, dogs, southeast Spain.
1. INTRODUCCIÓN. BREVES APUNTES
HISTORIOGRÁFICOS
Los Siret (1890: 24-25) son los primeros en citar un enterramiento en la zona, Cueva de los Toyos (Águilas), una inhumación del Neolítico Medio. De esa misma época son las primeras noticias de la necrópolis de Murviedro (Lorca), y poco más
tarde de Rambla Bermeja (Lorca) y Cerro del Mojón (Caravaca), de la que sólo conocemos esa cita. En 1927 se descubre
Blanquizares (Totana) (Cuadrado, 1929), con 92 individuos y
una abundante cultura material, incluidos numerosos vasos de
madera; a los 30 años se publica su ajuar (Arribas Palau, 195253), y después la del ya expoliado hipogeo de Loma de los
Peregrinos (Alguazas) (Nieto Gallo, 1958).
No se producen nuevos datos hasta el hallazgo en los 80 de
las cavidades de Los Alcores y La Represa (Caravaca) (García Toro, 1980a; San Nicolás del Toro, 1981), de Pino (Jumilla)
(Molina y Hernández, 1986), Barranco de la Higuera (Fortuna)
(García Toro, 1980b) y abrigo del Milano (Mula) (Walker y San
Nicolás, 1995). Se interviene en el único megalito conservado
de Murviedro (Idáñez Sánchez, 1986) y del Cabezo del Plomo
(Mazarrón) (Muñoz Amilibia, 1986) y se limpia el mayor de los
de Bagil (Moratalla) (San Nicolás y Martínez, 1979-80), de un
conjunto de 6 que también se delimitarán posteriormente (Eiroa
García, 1998) (fig. 1). Son los años de los trabajos en la Cueva de los Tiestos (Jumilla) y sus cerámicas pintadas (Molina
Grande, 1990; Molina Burguera, 2003); en la expoliada Cueva
Sagrada I (Lorca) y su ajuar de madera y textiles (Ayala Juan,
1987); en Cueva del Calor (Cehegín) (Martínez y San Nicolás, 1993); y en la pequeña cavidad del Barranco de Carboneros (Totana) (López García, 1991: 234). Además, se descubren
los 12 rundgräber del Cerro Negro (Zarcilla de Ramos, Lorca)
(Gilman y San Nicolás, 1995) y se excava el abrigo de Grajos
III (Cieza) (Lomba et al., 1999).
Desde finales de los 90 se empiezan a localizar enterramientos en silos o fosas en contextos de habitación en los cascos
urbanos de Lorca (García et al., 2003), Archivel-Casa Noguera
(García y Martínez, 2004: 240) y Caravaca-Molinos de Papel
(Pujante Martínez, 2006); y se excavan 3 sepulcros con un registro antropológico en un aceptable estado de conservación:
349
[page-n-357]
J. Lomba Maurandi y M. Haber Uriarte
1. Abrigo del Milano
2. Abrigo de Carboneros
3. Blanquizares de Lébor
4. Cabezo del Plomo
5. Cabezos Viejos
6. Camino del Molino
7. Casa Noguera
8. Casa Forestal Martí
9. Cerro del Buitre
10. Cerro Negro
13. C. de Lucas
14. C. de la Peña Rubia
15. C. de la Represa
19. C. de los Alcores
20. C. de los Tiestos
21. C. del Bco. de la Higuera
24. C. de Pino
25. C. del Poniente
26. Cueva Sagrada I y II
27. Cuevas que recalan
28. Grajos III
29. Loma de los Peregrinos
30. Lorca
31. Los Realejos
32. Menhir de la Tercia
33. Murviedro 1 y 3
En el Sector A:
11. C. Amador
12. C. de Doña Joaquina
16. C. de las Canteras
17. C. de las Conchas
18. C. de las Palomas
22. C. del Calor
23. C. del Humo
34. Pajasola
Fig. 1. Ubicación de los enterramientos calcolíticos de Murcia citados en el texto.
Pajasola, Cabezos Viejos y Camino del Molino. El resto de información procede de expolios o es aislada, pero puede combinarse bien con la más fidedigna de las excavaciones (tabla 1).
2. TIPOLOGÍA FORMAL DE LOS
ENTERRAMIENTOS
en Blanquizares y Cabezos Viejos. En otras tres, los abrigos se
completan con lajas formando una cámara circular (El Milano)
o conformando un pequeño dromos de acceso (Cueva Sagrada
II) (fig. 2), generando esquemas (que no dimensiones) claramente megalíticos; el tercer caso es Murviedro, completado con
bloques de grandes dimensiones (Lomba Maurandi, 1999).
2.1. caVIdadeS naTuraleS, acondIcIonadaS y arTIFIcIaleS
El enterramiento en cavidades naturales es el más abundante,
con más de un centenar de casos de los que sólo han sido excavadas las cuevas de Los Alcores, del Barranco de la Higuera, de
Pino, de Los Tiestos, La Represa, del Calor, Sagrada I y Pajasola, y los abrigos de los Carboneros y Grajos III. En este sentido,
el territorio comparte rasgos con el área valenciana, donde los
enterramientos son sobre todo en cavidades –García Puchol et
al. (2012: 44) refieren 130– aunque también empiezan a aparecer en estructuras negativas. La única artificial es Loma de los
Peregrinos, de cámara circular y techo abovedado con acceso
por un pozo vertical lateral; y quizás también Los Realejos (Cieza), ambas en la cuenca media del Segura. Además, las paredes de algunas cuevas son parcialmente acondicionadas, como
350
Fig. 2. Acceso al abrigo de Cueva Sagrada II (Lorca), observándose
la colocación de lajas que delimitan el espacio sepulcral y de acceso.
[page-n-358]
El registro funerario calcolítico en el extremo suroriental de la Península Ibérica: los valles del Guadalentín y Segura
C. Amador (Cehegin)
C. de Doña Joaquina
(Cehegín)
C. de Lucas (Mazarrón)
C. de la Peña Rubia
(Lorca)
C. de La Represa
(Caravaca)
C. de las Canteras
(Cehegín)
x
x
x
x
x
x
x
x
x
3-4
23
x
x
x
x
1.336
x
x
x
x
1
x
x
x
x
x
2
-
x
x
-
x
x
-
x
x
-
x
x
-
x
x
x
x
x
x
x
x
x
-
x
x
x
x
x
x
x
x
x
x
x
x
x
x
x
x
x
x
2.2. eSTrucTuraS negaTIVaS
Desde finales del s. XX se localizan estructuras negativas en los
cascos urbanos de Lorca, Archivel y Caravaca, en cuyas proximidades se descubre Camino del Molino. Sumemos las noticias
de un enterramiento en el interior de lo que llamaban “fondo de
cabaña” en La Parrilla (Lorca), y la localización de 10 huesos
humanos mezclados con los restos de fauna de El Prado (Jumilla) (Lillo y Walker, 1987: 105-107). Excepto en Camino del
Molino, se trata de estructuras con diámetros entre 1,5 y 2,7
m, cuyas dimensiones y morfología se aproximan más a lo que
solemos entender por “fondos de cabaña”.
Fauna
Ídolos
x
x
Metal
92
x
Campaniforme
x
C. de las Conchas
(Cehegín)
C. de las Palomas
(Cehegín)
C. de Los Alcores
23
(Caravaca)
C. de los Tiestos (Jumilla) 16
C. del Bco. de La Higuera 7
(Fortuna)
C. del Calor (Cehegín)
C. del Humo (Cehegín)
C. de Pino (Jumilla)
C. del Poniente (Jumilla)
C. Sagrada I (Lorca)
5
C. Sagrada II (Lorca)
1
Cuevas que recalan
(Lorca)
Grajos III (Cieza)
7
Loma de los Peregrinos 17-18
(Alguazas)
Lorca-Corredera 47
3
Lorca-Juan II
varios
Lorca-Glorieta San
1
Vicente
Lorca-Marianela
2
Lorca-Rincón de
2
Moncada
Los Realejos (Cieza)
18-20
Menhir de la Tercia
(Lorca)
Murviedro 1 (Lorca)
50
Murviedro 3 (Lorca)
15
Pajasola (Caravaca)
21
Cerámica
1
x
Cuentas
x
Varillas óseas
x
Lítica pulim.
x
Lítica tallada
Campaniforme
x
Cremación
Cerámica
x
Yacimiento
NMI conocido
Cuentas
x
Fauna
Varillas óseas
x
Ídolos
Lítica pulim.
8-9
Metal
Lítica tallada
Abrigo del Milano
(Mula)
Abrigo de Carboneros
(Totana)
Blanquizares de Lébor
(Totana)
Cabezo del Plomo
(Mazarrón)
Cabezos Viejos
(Archena)
Camino del Molino
(Caravaca)
Casa Noguera 7
(Archivel, Caravaca)
Casa Noguera 8
(Archivel, Caravaca)
Casa Forestal Martí
(Totana)
Cerro del Buitre IIA
(Lorca)
Cerro del Buitre IIB
(Lorca)
Cerro Negro (Lorca)
NMI conocido
Yacimiento
Cremación
Tabla 1. Enterramientos calcolíticos de la Región de Murcia con información sobre su contenido.
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tipos excluyentes, pues ambos coinciden en el tercio occidental
de la Región de Murcia (Walker y San Nicolás, 1995: 131).
2.3. eSTrucTuraS megalíTIcaS
En el tercio occidental de la región (Lomba Maurandi, 1999)
hay 18 necrópolis que suman 46 megalitos (excavados Murviedro 1, Cabezo del Plomo, Bajil 1-3 y Cerro Negro 12), todos rundgräber (fig. 3) menos Murviedro (abrigo-megalito) y
Menhir de la Tercia (monolito asociado a materiales propios de
enterramiento). En cualquier caso, megalitos y cavidades no son
Fig. 3. Vista general de uno de los enterramientos megalíticos de la
necrópolis del Cerro Negro (Zarcilla de Ramos, Lorca).
351
[page-n-359]
J. Lomba Maurandi y M. Haber Uriarte
3. INDIVIDUALES Y MÚLTIPLES, PRIMERAS
Y SEGUNDAS INHUMACIONES, PAQUETES
FUNERARIOS
Cuevas, abrigos y megalitos albergan siempre varios individuos
y, cuando se ha podido estudiar, ello responde a la reiteración
del depósito en un mismo lugar. Excepciones serían Carboneros (López García, 1991: 234), con una mujer con la cabeza
vendada entre restos de madera de lo que podría haber sido una
estructura de litera; y Cueva Sagrada II, donde se cita un solo
individuo en decúbito supino con un rollo de esparto a cada lado
del cráneo y un puñal de sílex. Las disposiciones primarias conviven con recolocación de restos, formando a veces paquetes
funerarios o arrinconamientos, acondicionamientos generalizados, fases claramente diferenciadas o incluso la presencia incompleta de algunos individuos.
El carácter individual o múltiple, o si ha habido segundas inhumaciones, se puede analizar con garantías en 29 yacimientos: 8
estructuras negativas (NMI=17), 9 cuevas (NMI=233), 3 abrigos
(NMI=17-18), 4 megalitos (NMI=68-69), 3 cuevas artificiales
(NMI=35-38) y la fosa de Camino del Molino (NMI=1.336). En
general, las pautas en cuanto al número de individuos son similares en cuevas y megalitos, mientras que abrigos y estructuras negativas (menos Camino del Molino) albergan grupos pequeños.
3.1. InhumacIoneS en eSTrucTuraS negaTIVaS
Dentro de las estructuras negativas en hábitat encontramos 2 enterramientos individuales (Casa Noguera E.7; Glorieta San Vicente), 4 dobles (Casa Noguera E.8; C/Marianela; y dos en Molinos de Papel) y 2 con más individuos (C/Rincón de Moncada,
C/Corredera-47; C/Juan II-3 con C/Leonés-5); hay primeras y
segundas inhumaciones, y son frecuentes las remociones intencionales con selección de huesos, pero no se conocen cremaciones en restos humanos o ajuares, incluido Camino del Molino.
De Casa Noguera procede un enterramiento individual (E.7)
en primera inhumación en decúbito prono y con el cráneo calzado con piedras, y otro doble (E.8): uno se depositó manteniendo
aún tejidos blandos –en decúbito lateral y con el cráneo de nuevo calzado con piedras, con su mandíbula y extremidades inferiores reubicadas, faltándole las superiores–, mientras que del
otro sólo había huesos de las piernas, pero sin los pies, y fragmentos de costillas (García y Martínez, 2004: 240-241), lo que
apoya la posibilidad de una colocación simultánea pero no completa. De otra intervención en el mismo yacimiento (Álvarez y
Andrés, 2009) se citan 19 individuos de estructuras siliformes
del Neolítico Final/Calcolítico, si bien la publicación señala que
los enterramientos son del Bronce (ibíd.: 126), además de referir
usos de época ibérica; a la espera de una publicación detallada,
parece prudente no incluirlos en el estudio, aunque ciertas referencias formales podrían apuntar al Calcolítico.
En el casco de Lorca son varios los hallazgos. En C/Juan
II-3 con C/Leonés-5, un “fondo de cabaña” de 2,30 x 2,50 m
con enterramientos humanos y de animales (Bellón Aguilera,
2003: 108), desprendiéndose del texto que debe tratarse de más
de dos individuos. Posteriormente se descubrió un “silo” con un
enterramiento doble de un anciano y un joven de 18 años, sin
ajuar (Verdú Bermejo, 2004: 31-32), pero no se hace referencia
a la disposición de restos. En Glorieta de San Vicente apareció
una estructura negativa con una primera inhumación en decúbi352
to prono (García et al., 2003: 20); junto a este individuo, que por
su posición parece haber estado envuelto, se depositó un fragmento de cráneo de otro, así como una escápula de ovicáprido
(identificación por observación directa) con un motivo pintado
en rojo de puntos que rodean a un oculado y una datación sobre
hueso humano de 4075±30 BP (KIA-19491) (Martínez et al.,
2006: 515 y 517). En C/Rincón de Moncada, un enterramiento
doble en la covacha lateral de una estructura negativa, con un
individuo completo en posición, así como una agrupación de
huesos de otro sujeto al fondo (Ramos y García, 2004: 109) en
la que una segunda revisión detectó el fragmento de un fémur
y algunos huesos de una extremidad superior de un tercer individuo de 18-19 años, posiblemente femenino (Haber Uriarte,
2007); y en C/Corredera-47, una estructura negativa de 2,5 m de
diámetro y 0,7 m de profundidad con restos inconexos de 3 individuos colocados inicialmente completos y removidos cuando
se incorporó el sacrificio de 18 cánidos y un felino, y con ellos
un cuenco (Ramírez Águila, 2004: 118) (fig. 4).
Sumemos a esta relación la referencia ya hecha a La Parrilla,
así como a las 6 falanges, 1 fragmento de parietal derecho, 1
calcáneo izquierdo y 2 fragmentos de pelvis de El Prado (Jumilla) en el contexto de acumulaciones de fauna que en su día
se interpretaron como desechos alimenticios (Lillo y Walker,
1987: 109); la ausencia de huesos largos y su dispersión llevó a
los excavadores a apuntar que provendrían de algún pudridero y
que posteriormente se llevarían al hábitat.
Bajo la actual Caravaca está Molinos de Papel. En una de las
49 estructuras negativas de una primera intervención de 1999 se
identificó una fosa cubierta con túmulo de piedras (Sepultura 2)
bajo el cual apareció un individuo con diversos huesos desplazados, y bajo éste otro en decúbito lateral derecho y flexionado con
un anillo de plata entre las manos y un botón de marfil con doble
perforación en sus extremos junto a su omóplato (Pujante Martínez, 2006: 149), del Bronce –KIA-39854: 3610-30 BP: 2109
(1999) 1889 Cal ANE 2sg–; próximo al enterramiento (ibíd.:
150), un hogar con restos de carbón y varios objetos quemados.
En otro sector, una estructura siliforme en el interior de una cabaña, con un enterramiento (Sepultura 1) de dos individuos en
posición flexionada, asociados a una Palmela (ibíd.: 156-157).
Fig. 4. Vista general de la estructura negativa de C/ Corredera, 47
(Lorca), en la que aparecieron restos de 3 individuos acompañados
de 18 cánidos en posición anatómica.
[page-n-360]
El registro funerario calcolítico en el extremo suroriental de la Península Ibérica: los valles del Guadalentín y Segura
A 600 m está Camino del Molino, una estructura negativa
circular excavada en travertino de unos 7 m de diámetro y un
alzado de 1,60 m (Lomba et al., 2009), con un NMI=1.336 (cráneos): primeras inhumaciones, 182 sujetos (completos o no) en
posición anatómica (Haber et al., 2012), acumulaciones de cráneos en las paredes, y una ingente cantidad de restos inconexos
que constituyen la mayor parte del registro antropológico (fig.
5). El 44,7% son varones, el 39,4% mujeres, el 4,9% probablemente masculinos, el 5% probablemente femeninos, y un 7,3%
son indeterminados. En cuanto a las edades, el 58,7% son adultos (unión epifisaria completa de sus huesos), y por lo tanto hay
un porcentaje muy alto de infantiles, incluidos algunos fetos.
Entre los adultos predominan los adultos jóvenes (47,5%), seguidos de maduros (33,6%) y seniles (4,5%). No se documentan
paquetes funerarios de huesos largos reagrupados, vinculados o
no a cráneos –a diferencia de lo que veíamos en Cabezos Viejos– ni tampoco marcas antrópicas. Es interesante señalar que
tanto en la base de la secuencia como en varios momentos ulteriores hay fuegos muy localizados, excesivamente pequeños
para poder vincularlos a una acción deliberada de cremación,
lo que por otra parte casa con la práctica ausencia de huesos
quemados que, cuando aparecen, lo están sin gran afectación
de su estado. Se observan traumatismos craneales en 21 adultos
(57% varones; 42,9% mujeres) provocados por objetos romos,
posiblemente piedras, y que en la mayoría de los casos fueron
causa de muerte.
3.2. InhumacIoneS en caVIdadeS
La mayor parte de datos procede de hallazgos casuales, intervenciones antiguas o remociones clandestinas, lo que dificulta
su estudio global. Son 11 las cuevas con restos humanos contabilizados, 235 sujetos de los que se ha estudiado el 63% (Cabezos Viejos, Cueva de los Tiestos, Cueva Barranco Higuera,
Cueva Sagrada I, Grajos III y Pajasola). Para el estudio de las
pirámides de población se ha prescindido de Blanquizares, La
Represa y Los Alcores, ya que no se han realizado estudios antropológicos; en Los Alcores García Toro (1980a: 246) calculó
un NMI=23 “por la cantidad de fémures y maxilares superiores”, mereciendo por tanto este conjunto una revisión.
Hablamos de enterramientos múltiples en los que se documenta selección de los huesos y recolocaciones. Podría ser una
excepción la Cueva de los Tiestos (Jumilla), donde De Miguel
Fig. 5. Vista general del cuadrante suroccidental de la estructura negativa de Camino del Molino (Caravaca de la Cruz). Obsérvese la
presencia de individuos en posición primaria, otros articulados pero desplazados, y una gran masa de huesos completamente mezclados y
con un alto índice de fragmentación en áreas de paso.
353
[page-n-361]
J. Lomba Maurandi y M. Haber Uriarte
(2003: 124) sólo puede corroborar inhumación primaria al recuperarse piezas óseas de pequeño tamaño, así como una posible
recolocación o selección al no conservarse cráneos completos;
se recuperan individuos pertenecientes a todas las edades, desde
Infantil I (0 y 2 años) hasta un senil de >50 años en La Higuera, si bien no aparecen representados por igual. Con los datos
extraídos de los estudios antropológicos (NMI=78), un 19,2 %
de los individuos son infantiles (4 Infantil I y 11 Infantil II),
el 29,5% adultos jóvenes (entre 20 y 35 años) con predominio
de 17-25 años (quizá escape de la norma Grajos III, con 4 individuos de c. 40), el 46,2% adultos (entre 36 y 50 años) y un
5% seniles. Hombres y mujeres parecen estar representados en
porcentajes similares.
En Cabezos Viejos (Lomba y Zapata, 2005: 14-15), la secuencia (NMI=23) se inicia con restos muy aislados e inconexos
de 2 individuos en la base, uno en cada una de las dos cámaras, y
sobre ellos los restos de otros 21. En la primera cámara se identifican dos series o agrupaciones con 9 individuos en primera inhumación o arrinconados sobre ese primer individuo, cerrando
la secuencia otros 2 formando paquetes. En la segunda, lateral
y con un ajuar más valioso y numeroso, la secuencia se inicia
también con restos aislados e inconexos de un individuo, luego
restos removidos pero completos de 3, y se cierra la serie con
paquetes funerarios de otros 3 individuos. Ya entonces planteamos que los restos que inician la secuencia procedieran de otro
lugar distinto a la cueva, y que los últimos, también incompletos, fueran de individuos trasladados a otro lugar en el que se
reiniciaría otra secuencia. No hay restos de fauna. En cuanto
a edades, se recuperaron un infantil de 6-8 años en primera inhumación, 11 adultos jóvenes (seis de 17-25 años) y 9 adultos
(Lomba y Zapata, 2005); no se logró identificación sexual de
ningún individuo. También es reseñable la presencia de ocre en
uno de los restos humanos, como también vemos en las cuevas
de Tirieza (Lorca) y B-2 de Totana.
De Cueva Sagrada I (Lorca) provienen un Infantil I (0-2 años)
y dos II (3-12 años), un adulto joven y un posible adulto femenino
(Doménech et al., 1987); el cráneo de uno de los niños estaba
sobre la estera de esparto y asociado a todo el ajuar del enterramiento, pero nada sabemos más sobre la disposición de los restos,
aunque parecen ser segundas inhumaciones. En la Cueva de los
Tiestos (Jumilla) (NMI=16) se identifican 2 Infantiles I, 4 Infantiles II y 2 adultos jóvenes, siendo el 50% de la muestra adultos,
tanto varones como mujeres (Molina Burguera, 2003), removidos
de antiguo. En Los Losares 1 (Cieza) se conoce una mujer adulta,
así como un posible adulto en Los Losares 9, pero se trata de
restos de superficie de yacimientos sin excavar.
Del Barranco de la Higuera (Fortuna) proceden seis adultos
(3 mujeres y 2 hombres) y una mujer senil, aunque sólo tenemos
cinco cráneos (Campillo, 1980). Los restos estaban dispersos
pero, sobre todo, destaca su localización en el área derecha de
la cavidad, mientras que el ajuar aparecía en el centro. Llama
la atención la mutilación dentaria en 3 de los sujetos (afilados
o recortados) que además compartían rasgos epigenéticos, poniéndose esto en relación con un posible ritual. Casos de “cirugía” calcolítica también están documentados en la manipulación
ante mortem del centro de la raíz de un segundo molar superior
del individuo VI de Los Grajos, con el fin de atajar una fuerte
inflamación (Lomba et al., 1999: 99); y en la trepanación de uno
de los cráneos de Blanquizares.
354
Otra cueva natural es Pajasola o Balsa Salada (Cehegín)
(NMI=21) (Walker y San Nicolás, 1995: 113), con una cámara
de 3x3 m y 0,5 m de depósito, en cuyo lateral se localizó una
concentración de cráneos sin mandíbulas, que aparecían dispersas por el resto de la tumba, lo que evidencia remociones
intencionales (como en Camino del Molino, a una decena de
kilómetros). Los huesos largos también estaban agrupados y
sin conexión, pero al mismo tiempo se localizaron partes esqueléticas que sí estaban en posición (articulaciones de manos
y muñecas, piernas, áreas torácicolumbares completas, brazos
flexionados) y que parecen indicar que se depositaron originalmente para posteriormente ser removidos. No hay marcas antrópicas ni restos de cremación alguna que afecten a los restos
humanos, y tampoco se han publicado referencias a fauna. De
los 21 sujetos, 5 son infantiles (1 menor de 2 años, 1 de 2-9, 1
de 6-8, 1 de 8-10 años y un indeterminado), 8 adultos jóvenes
(1 de 9-17 y 7 de 17-25 años), 4 adultos (3 de 25-33 y 1 de
35-45 años) y 3 seniles, habiéndose podido sexuar 6 varones
y 5 mujeres entre los grupos de jóvenes y adultos, siendo el
resto alofisos.1
En cuanto a los abrigos, conocemos 3 casos con datos antropológicos suficientes: Grajos III, Carboneros y El Milano.
En el primero, la acidez del suelo provocó que sólo se conservaran los dientes de un NMI=7: 2 adultos de 20-25 años,
2 varones de 35-45, un varón de 40-50, un posible varón de
más de 40 y una posible mujer de 15-20 (Lomba et al., 1999).
En Carboneros se hace referencia a una inhumación femenina, como ya se ha dicho con la cabeza envuelta en una tela
(López García, 1991: 234). El tercer abrigo de interés es El
Milano (San Nicolás, 2009: 29), con una pequeña estructura
de piedras verticales que delimitaban una cámara de 0,9 x
1,4 m adosada a la pared y enlosada en su base. Dentro, 7-8
individuos, los últimos en posición anatómica y con especial
incidencia de cremación en las apófisis de las partes anatómicas con mayor masa muscular; se cubre con un encachado y
sobre éste, un fino sedimento terroso que dejaba ver la parte
superior de los bloques de piedra. Posteriormente se amplió
la cámara por el S pero respetando lo anterior, y se colocó un
enterramiento individual calcinado, el fémur de un conejo y
fragmentos de un metapodio de ovicaprino, por lo que para
todo el sepulcro se calcula un NMI=7. Las trazas de cremación afectan en menor medida a cráneos y segmentos distales
de las extremidades, y algunos fragmentos muestran un nivel
de afectación de fuego muy superior al resto, lo que llevó a
plantear que se quemaran en un mismo lugar fuera de la cámara, de forma que algunos restos sufrieran varias cremaciones
al quedar en la pira, incorporándose al sepulcro mezclados
con los de otro cremado con posterioridad. En dos costillas
hay, además, huellas de descarnación (Walker, 2009: 61-62;
Walker, 2009) que se suman a la evidencia de cortes en una
falange de Cueva del Calor (Lillo y Walker, 1987: 109 y figs.
11 y 12). De las cuevas artificiales, Loma de los Peregrinos
y Los Realejos, sólo se conoce la estimación de individuos,
17-18 y 18-20, respectivamente.
1
Agradecemos a D. Miguel San Nicolás del Toro, director de las
excavaciones, la información facilitada sobre la composición de la
población depositada en Pajasola, inédita.
[page-n-362]
El registro funerario calcolítico en el extremo suroriental de la Península Ibérica: los valles del Guadalentín y Segura
En cinco de las cavidades en las que se han recuperado restos
óseos se ha registrado cremación no solo en los restos humanos,
que suele ser lo que se señala en las publicaciones, sino también
en algunos de los elementos de ajuar, cuando no en las paredes
de la cavidad. La mayoría confirman una cremación, de la que a
nivel peninsular existen evidencias en todo su territorio, aunque
con mayor número de casos en el área oriental (Pascual Benito,
2002) que no corrobora una acción del fuego anterior a la esqueletización, coincidiendo esto con la afirmación de Weiss-Krejci
(2005: 51) en su revisión de los casos peninsulares, de que no es
común que los cuerpos se quemen frescos.
3.3. enTerramIenToS en megalIToS
Sólo se conoce el NMI de 4 de los megalitos, siempre sin estudio antropológico: Cabezo del Plomo I (3-4), Bagil (sólo se
citan restos de cremación en los huesos y ajuar), Murviedro I
(50, con huellas de fuego en las paredes, y en la mitad de los
restos humanos) y Murviedro III (15, con primeras y segundas
inhumaciones).
4. SOLOS O ACOMPAÑADOS: CÁNIDOS Y OTRA
FAUNA ASOCIADA A ENTERRAMIENTOS
Es frecuente la identificación de fauna en tumbas argáricas
como eventos de comensalidad (Aranda Jiménez, 2012: 264).
En contextos calcolíticos su detección se ha visto dificultada
por tratarse de tumbas con abundantes restos humanos removidos o alterados, y también por haberse centrado los estudios en
una cultura material a menudo llamativa. Dos son los registros
faunísticos: a) restos óseos aislados, o animales en posición
anatómica completos o casi completos –cánidos y bóvidos,
como bien señalan Márquez y Jiménez (2010a: 146) para los
poblados con fosos del sur peninsular–, que pueden acompañar a restos humanos o ser protagonistas únicos de la tumba; y
b) elementos anatómicos aislados. Conviene recordar aquí el
trabajo clásico de Horwitz (1987) sobre ofrendas animales en
el Bronce israelí, que citaba 8 situaciones que por sí solas no
señalan necesariamente actividad ritual, pero sí la confluencia de varias de ellas: presencia de animales completos o en
porciones articuladas, de sujetos muy viejos o muy jóvenes,
selección de partes específicas (cornamentas, cabezas, etc.),
preponderancia de un sexo, abundancia de un taxón particular,
presencia de taxones raros, asociación con restos humanos y
asociación con bienes de ajuar. Para la zona estudiada, todos
los animales en posición anatómica, excepto en un caso, son
cánidos, y no aparecen en megalitos ni en cavidades, sino únicamente en estructuras negativas.
En el solar de Glorieta de San Vicente (Lorca), una estructura negativa contenía 4 cánidos, y de otra provienen vértebras y
costillas de un bóvido, también en posición (García et al., 2003:
20), único caso de no cánido articulado; en C/Corredera-47, sobre 3 humanos posteriormente removidos se depositaron 18 cánidos completos y restos inconexos de un felino (Ramírez Águila, 2004: 118); en C/Juan II-3 con C/Leonés-5, en una misma
tumba un sujeto senil y un joven de 18 años se acompañaban de
abundante fauna sin disposición anatómica (sin especificar), bivalvos y gasterópodos marinos (Verdú Bermejo, 2004: 32); por
último, un “fondo de cabaña” (Bellón Aguilera, 2003: 108) cuya
excavación se interrumpió al paralizarse los trabajos arqueológicos, contenía restos humanos y faunísticos, con noticias del
hallazgo de dos posibles perros.
En la última campaña en Molinos de Papel (Caravaca) se
localizó un silo con fragmentos cerámicos y huesos de ovicaprinos y, en el fondo, un pequeño perro en posición anatómica
dentro de una vasija.2 En Casa Noguera, el único individuo de
la tumba E.7 tenía sobre sus manos sendas patas de ovicaprinos,
pero lo más interesante es que esos restos se cubrían con un túmulo de piedras, dentro aún del “silo”, y sobre esa acumulación
se depositaron dos perros articulados y cuartos traseros, extremidades y cráneos de ovicaprinos y jabalíes (García y Martínez,
2004: 240). Uno de los perros presentaba una malformación que
le generó cojera, a pesar de lo cual fue sacrificado en edad senil
mediante un fuerte golpe en la región frontal (referencia inédita
de García Moncó, citada en Ruiz García-Vaso, 2013: 84).
Por último, en Camino del Molino hay 44 cánidos, individualizándose de momento 28 de ellos: 1 Vulpes vulpes, 22
Canis lupus familiaris y 5 Canis lupus (Ruiz et al., 2013). Todos los perros son adultos jóvenes menos 3 cachorros y un
senil con una fractura consolidada que le provocó una notable
cojera, mientras que los lobos se identifican tanto por su tamaño (alzada de cruz de 64-70 cm frente a perros de menos
de 45 y otro grupo de 47-55) (Ruiz García-Vaso, 2013: 86)
como por estudios de ADN; en C/Corredera-47 (Lorca), uno
de los perros también encaja en los parámetros de los perros
de reducidas dimensiones del yacimiento caravaqueño (ibíd.:
79). La fauna de Camino del Molino (NR=1.993, de los que
1.780 son de cánidos), incluye 132 huesos de cabra (mayoritariamente muy jóvenes, sin marcas, identificándose claramente dos ejemplares con estas características, pero también un
ejemplar adulto); 58 de felinos (un gato montés macho senil
con una patología que debió afectar la sensibilidad de sus molares y premolares izquierdos y piel del mentón, y un cachorro
de >6 meses; esta distribución de edad y sexo abunda en la
interpretación de que formen parte de los elementos intencionalmente depositados en el enterramiento); 2 de équidos (una
falange media y una proximal de un adulto); 4 de bovinos (un
individuo de >48 meses y envergadura similar a las vacas domésticas actuales); 5 de suidos, 10 de lagomorfos y 2 de aves
(Ruiz García-Vaso, 2013: 69-74), una cornamenta de ciervo y
parte del cuerpo mandibular de un suido.
En cuanto a yacimientos en los que sólo se cita fauna que no
se corresponde con cánidos, la última fase (campaniforme) de
El Milano incluye un fémur de conejo y un fragmento de metapodio de ovicaprino (San Nicolás, 2009: 29). De Cueva Sagrada
I conocemos, además de restos de roedores y reptiles probablemente intrusivos, un esqueleto de lagomorfo y una escápula de
perro (Sánchez Carrasco, 1987) que podrían ser parte del ritual
funerario. En C/Juan II-3 con C/Leonés-5 (Lorca) se refieren
restos de animales acompañando a humanos en una estructura
negativa que no pudo excavarse (Bellón Aguilera, 2003: 108), y
de otra intervención en el mismo solar se cita un enterramiento
2
Agradecemos a Dña. Juana María Marín Muñoz, directora de las
excavaciones, el traslado de esta información inédita, que se encuentra en el marco de un estudio global del contenido de las estructuras negativas de este poblado, en el que participamos.
355
[page-n-363]
J. Lomba Maurandi y M. Haber Uriarte
doble con abundante fauna, bivalvos y gasterópodos, asociado
todo a 2 pulseras de caliza, con una fecha de sellado del silo de
4050±25 BP (Verdú, 2004: 31-32).
Si atendemos a las lesiones en cánidos, además de la letal
fractura frontal de uno de los perros de Casa Noguera y la fractura fusionada del senil de Camino del Molino, uno de los perros de C/Corredera-47 presentaba una punta de flecha clavada
en el tabique nasal, casi perpendicular al eje craneal; y otro de
Camino del Molino mostraba una fractura similar a la de Casa
Noguera, pero con reconstrucción ósea en el seno frontal derecho que apunta a una cierta supervivencia. Las lesiones frontales como método de sacrificio están documentadas en el Bronce
europeo (Vretemark y Sten, 2006: 211), así como en el Bronce
Inicial del asentamiento de Can Roqueta II (Barcelona), donde
se citan 3 cráneos con fractura frontal letal (Alziburi, 2011: 17).
Además, uno de los lobos de Camino del Molino muestra dos
orificios en la bóveda craneana, sin supervivencia y de indudable origen antrópico (Ruiz García-Vaso, 2013: 82).
5. REGISTRO Y CULTURA MATERIAL EN
CONTEXTOS FUNERARIOS
Junto a los restos humanos suele aparecer ajuar funerario, sin
que se diferencie entre los elementos depositados intencionalmente junto al difunto, los que forman parte de su indumentaria
o que incluso puedan estar en el propio cuerpo, y los que se han
aportado con posterioridad (eventos de comensalidad o rememoración). Así, no es claro que parte del registro faunístico no
deba considerarse ajuar, en la misma medida en que ciertos elementos de la cultura material quizás no lo sea en stricto sensu.
La relación espacial con los restos humanos es básica, pero la
mayoría de enterramientos son múltiples, muchos están afectados por recolocaciones y algunos, cuando es posible identificar
su ubicación, resulta que se nos muestran en diferentes posiciones. Otra cuestión previa es el perfil que tienen los elementos
que encontramos; García Sanjuán (2006: 157), para el SW peninsular en 3300-850 Cal BC, indica que en el 90% de los casos
son medios de producción o consumo (cerámica, piedra tallada
o pulimentada), el resto adornos personales y objetos mágico/
religiosos (ídolos, piedras exóticas usadas como amuletos), que
sólo en algunas ocasiones superan ese 10%; parecidas consideraciones podemos hacer para la zona. Haremos referencia a
algunos de los materiales que aparecen en las tumbas.
Un caso claro es el de las varillas planas de hueso, que pueden aparecer vinculadas al cráneo como tocado o peinado, como
se señala en la Cova del Barranc del Migdia (Xàbia) (Bolufer
et al., 2013: 52); en el área próxima a la cabeza, en cuyo caso
puede darse la misma interpretación, pero también que sean el
cierre del fardo funerario entre las manos replegadas y el pecho,
como en los enterramientos 337 y 342 del Hipogeo I de Monte Canelas (Portugal) (Parreira y Silva, 2010: 423), o en Can
Gambús 1 (Sabadell), donde los individuos de las tumbas 228
y 664 presentan 1-2 punzones de hueso a la altura de la cabeza,
mientras que otro (tumba 122) los muestra aún en posición, a
uno y otro lado del cráneo (Alliese et al., 2014: 461); o formando paquetes o fajos, como las 11 espátulas decoradas de El
Miradero (Garrido et al., 2012: 159), con frecuencia próximos
a las manos pero junto al cadáver –no sobre él–, siendo el único
caso que permite señalarlos como elementos explícitos de ajuar.
356
Delibes de Castro (2010: 32) insiste en que algunos objetos de
las tumbas posiblemente no puedan considerarse tanto ofrendas
como parte de la propia indumentaria del finado, concretamente
las cuentas de collar (a menudo sobre el pecho) o las espátulas
de hueso. Cuando son apuntados o biapuntados de reducido tamaño, es frecuente que aparezcan sobre el esqueleto y en zonas
en la que podrían interpretarse como cierres del fardo o vestimenta; así, Alday et al. (2011: 236) plantean la posibilidad de
que biapuntados con estrechamiento medial de 25 a 85 mm del
yacimiento paleolítico de El Portalón de Cueva Mayor (Burgos)
no sean anzuelos sino elementos para la sujeción de vestimenta, a modo de presillas. En la zona es clara la posición de las
varillas en el individuo 16 de Cabezos Viejos: en el lateral del
cráneo aparecían aún en posición tres varillas planas dispuestas
radialmente con eje en el área auricular derecha, mientras que
los individuos 4 y 5 mostraban junto a sus manos un paquete de
varillas (Lomba y Zapata, 2005: 18 y 24).
Si atendemos a cuentas de collar y colgantes, son el elemento más frecuente y normalmente se esparcen por todo el área
sepulcral, señal inequívoca del frecuente trasiego de restos humanos dentro de la misma. En Grajos III se agrupan próximas a
las piezas dentarias, configurando 8 collares vinculados a 7 individuos (Lomba et al., 1999), y en Camino del Molino se aprecia
una concentración de tubulares sobre huesecillos de ave en el
área pectoral de un individuo. Cuando están en posición es en el
tórax o, en menos casos, cerca de las muñecas, por lo que es más
sencillo no considerarlas ajuar sino una parte consustancial del
individuo como el tatuaje, el peinado o la vestimenta, o como
los botones, cuya disposición corporal ha sido bien descrita por
Marín et al. (2013: 166), con abundantes ejemplos peninsulares
y europeos, a propósito de un enterramiento en fosa del Bronce
en Molinos de Papel con un espectacular ajuar de marfil; también existen casos de alineamiento a lo largo de una pierna (Rocallaura) o configurando una línea, como si formaran parte de
una túnica (López Padilla: 2006: 27).
Los punzones aparecen en hueso o metal, alguno de estos últimos conservando el enmangue de hueso, como uno de Camino
del Molino. Sus dimensiones y carácter utilitario admitirían la
posibilidad de que los portara el individuo y formara parte del
fardo, pero en los ejemplos conocidos es muy excepcional que
estén afectados por fuego (cuando los restos humanos y otros
objetos sí lo están), y esto no ocurre nunca cuando son metálicos, lo que lleva a proponer que se trata de ajuar funerario
estrictamente y que no estaban en el interior del fardo funerario.
Donde se ha podido relacionar el punzón con sexo, como en el
Paquete II de la Cova del Barranc del Migdia (Xàbia) (Bolufer
et al., 2013: 46) o la mayoría de casos del Bronce meridional,
se asocia a una mujer, si bien también hay algún caso relacionado con varones, como el metálico del enterramiento secundario del Conjunto 3 de La Vital (Gandía), fechado en 4000±50 y
3946±28 BP (García Puchol et al., 2011: 84).
Hachas, azuelas y cinceles también acompañan sin duda al
individuo. Como norma, su presencia es muy escasa y no se ven
afectadas por fuego, lo que nos indica que nunca forman parte
de la pira sino que se incorporan después, o junto a individuos
no cremados, siendo excepción uno de los 12 objetos de este
tipo de Camino del Molino, que además contrasta con la ausencia de cremación en el yacimiento. El único caso en el que la
piedra pulimentada se constituye en un elemento sustancial del
[page-n-364]
El registro funerario calcolítico en el extremo suroriental de la Península Ibérica: los valles del Guadalentín y Segura
ajuar es en Cabezos Viejos, donde hay varios individuos con 4-5
piezas de este tipo, algunas de carácter muy excepcional; y seguidamente Pajasola, donde se localizan 6 elementos de piedra
pulimentada en un contexto de sólo 21 individuos.
Tras las cuentas de collar, el utillaje lítico es el elemento
más común, sobre todo puntas de flecha y láminas, que suman
el 76% del sílex (43,6 y 32,4%, respectivamente), seguidas de
lascas (7,9%), geométricos (6,6%) y laminitas (3,8%), estando
muy poco representados otros elementos, entre ellos los puñales (tabla 2). Mención aparte merecerían los relacionados con
cadenas operativas como la veintena de núcleos, un centenar de
débris y al menos 3/5 de todas las lascas.
Las láminas se reparten casi al 50% entre retocadas y no
retocadas, el 84,7% representadas sólo por fragmentos (83,6
si son retocadas, 85,9 si no lo están). En la zona son muy
infrecuentes recursos líticos autóctonos que permitan longitudes superiores a los 12 cm, y de hecho la media de las
163 láminas completas conocidas en cualquier contexto es
de 64 mm, dato aún más destacable cuando en tumbas se
concentran piezas completas de dimensiones muy superiores
(hasta 195 mm en Blanquizares o 176 mm en La Quintilla).
Las completas consideradas grandes láminas (L>160 mm.)
son las menos afectadas por fuego, aumentando claramente
esta alteración si se trata de fragmentos, que en un 17% es
8
17
4
1
10
9
7
2
16
18
2
26
8
12
4
17
4
5
2
91
3
3
7
1
3
8
4
21
20
2
1
3
Buriles y Perforadores
Totales
3
57
40
87
10
9
25
1
15
1
Debris
39
28
1
15
Núcleos
99
2
7
1
8
49
3
Raspadores
701
32
67
8
29
141
4
41
48
Fracturas retocadas
Totales
2
12
5
1
Geométricos
3
3
Puntas de flecha
3
1
Puñales
Laminitas
2
188
Dientes de hoz
Lascas
Abrigo del Milano
Blanquizares de Lébor
Cabezo Roquel
Cabezos Viejos
Camino del Molino
Casa Forestal Martí
Cerro del Buitre IIA
Cerro del Buitre IIB
Cerro Negro-Cueva Grande
Cerro Negro-Cueva Negra
C. Amador
C. de Doña Joaquina
C. de la Excomunión
C. de la Peña Rubia
C. de La Represa
C. de las Canteras
C. de las Palomas
C. de Los Alcores
C. de los Tiestos
C. del Bco. La Higuera
C. del Calor
C. de Pino
C. del Poniente
C. Sagrada I
C. Sagrada II
Cuevas que recalan
Grajos III
Loma de los Peregrinos
Los Realejos
Menhir de la Tercia
Murviedro 1
Murviedro 3
Pajasola
Yacimiento
Muescas y denticulados
Láminas
Tabla 2. Desglose de ajuar lítico tallado de enterramientos en la Región de Murcia.
4
21
418
10
75
566
14
93
54
129
10
26
97
39
4
47
43
31
5
79
14
225
29
31
6
1
12
18
69
30
43
218
110
19
1
8
8 295
1
3
14
1
7
1
1
2
2
3
3
1
1
1
8
6
21
5
37
10
101
7
3
4
3
1
1
1
1
1
2
1
3
16
11
11
1
1
2
2
1
15
2
1
1
1
14
4
22
104
16
16
3
2
1
2
9
4
7
257 101
1
1
5
1
13
1
1
3
23
25
21
12
18
48
20
17
53
85
3
912
2
2
21
1
2
1
4
144
20
35
9
14 324
2.586
357
[page-n-365]
J. Lomba Maurandi y M. Haber Uriarte
además la causa de fractura. Se puede concluir que la mayor
parte de las láminas son fragmentos y que están afectados
por fuego en una proporción muy superior a las piezas completas; que en las completas destaca una presencia notable de
grandes láminas; que los fragmentos no retocados tienen una
afectación térmica superior a aquellos con retoque; y que da
la sensación de que buena parte de las fragmentadas proviene de ejemplares que podrían considerarse originariamente
grandes láminas.
El segundo grupo de interés es el de puntas de flecha, 912 en
28 yacimientos (de un total de 2.586 elementos líticos tallados
procedentes de contextos funerarios), que podemos agrupar en
cuatro grandes conjuntos: 21,2% de foliáceas (incluyendo las
bases cóncavas), 60,5% de apéndices laterales poco evolucionados (incluyendo las de alerones), 13,4% de apéndices laterales evolucionados (con presencia de alerón y aleta, o de aletas,
en diversos grados) y 4,9% atípicas y no identificables (tabla
3). No hemos logrado una correlación aceptable entre NMI,
tipología de la tumba, ubicación geográfica, presencia o no de
segundas inhumaciones o cremación, y tipología y cantidad de
estos elementos. Tan solo merece destacarse que el fuego no
actúa del mismo modo sobre esos grupos: sólo el 10-12% de
las foliáceas y de apéndices laterales desarrollados se ven afectadas, frente al 28,9% de aquellas cuyos apéndices laterales
están poco evolucionados. Pero si observamos las 1.513 puntas de enterramientos y poblados, el 18,7% tiene alteraciones
térmicas (en enterramientos sube al 26,9%), por tipos vuelven
las foliáceas a ser las menos afectadas, y todos los grupos tienen menos afectación térmica que en las tumbas. Viene al caso
recordar los datos del alicantino Abric d'Escurrupènia, donde
el 84,9% de la lítica estaba afectado por el fuego (95,7% en
el caso de puntas y láminas), así como las varillas planas de
hueso (Pascual Benito, 2002: 157-158).
Las puntas, por su variada tipología y elevada presencia
en tumbas, merecen una especial atención. La primera reflexión tiene que ver sobre si son o no medios de producción
y consumo, pues es frecuente que no haya proporcionalidad
entre su número (ni siquiera si a éstas sumamos los geométricos) y la importancia de la caza en la economía calcolítica,
aunque tengamos excepciones como Les Jovades; esto podría
Tabla 3. Distribución de puntas de flecha en enterramientos, especificándose las que no presentan alteración térmica (no), las que
sí (sí) y su porcentaje sobre el total, por tipos.
De apéndices
Totales
Foliácea
Poco evolucionados
Evolucionados
Otros
no
sí
%
no
sí
%
no
sí
%
no
sí
%
no
sí
Blanquizares de Lébor
Cabezo Roquel
Cabezos Viejos
Camino del Molino
Cerro del Buitre IIA
Cerro del Buitre IIB
Cerro Negro-C. Grande
Cerro Negro-C. Negra
C. Amador
C. de Doña Joaquina
C. de La Represa
C. de las Canteras
C. de las Palomas
C. de los Tiestos
C. del Bco. La Higuera
C. del Calor
C. de Pino
C. del Poniente
C. Sagrada I
Cuevas que recalan
Grajos III
Loma de los Peregrinos
Los Realejos
Menhir de la Tercia
Murviedro 1
Murviedro 3
Pajasola
126
4
41
48
34
36
41
0
9
17
3
20
5
37
10
50
7
3
4
11
18
48
20
16
51
75
3
15
23
4
46
10
8
3
1
51
1
1
2
10
-
10.6
40.3
10.0
52.9
100
32.0
50.0
4.7
50.5
8.3
5.8
3.8
11.7
-
21
4
15
5
1
3
0
3
3
8
8
6
2
1
3
2
20
6
9
10
44
-
3
3
2
1
3
1
1
1
4
-
12.5
50.0
100
25.0
33.3
33.3
10.0
9.1
8.3
-
81
41
21
27
26
29
0
8
9
0
6
2
18
10
33
2
1
1
7
18
22
10
7
25
16
2
9
-
10.0
-
20
3
33
6
4
3
1
28
3
-
42.5
10.3
53.2
100
30.7
100
14.3
45.9
15.8
-
14
12
1
3
8
0
1
4
4
10
11
2
2
6
4
8
15
-
2
2
1
5
1
2
13
3
-
12.5
66.6
25.0
38.4
100
33.3
54.1
16.6
-
10
1
1
1
0
1
1
1
0
1
1
6
1
1
1
5
1
1
7
1
-
Totales
737
175
23.7
174
19
10.9
422
110
26.1 105
29
27.6
25
17
358
[page-n-366]
El registro funerario calcolítico en el extremo suroriental de la Península Ibérica: los valles del Guadalentín y Segura
señalar un significado social o simbólico que, además, podría estar relacionado con los individuos masculinos –cuando
hay tumbas individuales, como en Bóbila Madurell o en Can
Grau, puntas y geométricos se vinculan casi exclusivamente
a varones (Fernández et al., 2008: 309)–, lo que justificaría la
desproporción en tumbas. En el E de Francia, los datos también apuntan a una alta presencia de puntas, a pesar del escaso
aporte cárnico de la caza, insistiendo Pétrequin y Pétrequin
(1988: 208) en que esto coincide, además, con el desarrollo y
diversificación de estos elementos, lo que no deja de llamar la
atención. Cuando se ha estudiado su distribución en grandes
áreas, su patrón no sólo tiene una gran complejidad, sino que
esa dispersión es mayor en enterramientos que en poblados,
como en Portugal (Forenbaher, 1999: 99) o en el área cantábrica, en la que son más abundantes de nuevo en enterramientos que en hábitats, muy en línea con la escasa importancia de
la caza (Ontañón Peredo, 2002: 225).
La segunda reflexión es si en todos los casos son ajuar, pues
a veces son la indudable causa de muerte. Así se evidencia en
San Juan Ante Portam Latinam (Álava) (Armendáriz Gutiérrez,
2007: 129) y en otros 17 yacimientos peninsulares (Etxeberría
y Herrasti, 2014: 208-231 y 231-235). En el hipogeo francés de
Boileau (NMI=270) la diferente mortalidad de hombres/mujeres
en la cohorte de 20-29 años podría tener que ver con la violencia
sufrida por los primeros, acorde con la asociación de algunas
puntas a esqueletos y al hecho de que se hayan detectado heridas por este tipo de armamento que han cicatrizado (Devriendt
et al., 2004: 558). Además, la diferente presencia porcentual de
hombres y mujeres en enterramientos, cuando la de los primeros
se dispara, es un indicador óptimo de la existencia de episodios
de guerra (Bishop y Knüsel, 2005: 205-206). A esta evidencia
hemos de añadir que muchas aparecen fracturadas (disparo e
impacto en un material duro que podría ser hueso) y los porcentajes de fractura por flexión son elevados en los apéndices proximales (pedúnculo y aletas), lo que es compatible con la acción
de intentar extraer la punta del cuerpo sin conseguirlo. En Can
Martorell la mayoría de ellas fueron utilizadas, 55 de 68 presentan fracturas por uso, y no se localizan los largos pedúnculos ni
las aletas rotas, de lo que los autores infieren la posibilidad de
que estuvieran en el interior de los cuerpos, y no como ajuar
(Mercader et al., 2003: 673). Márquez y Muñoz (2001: 151)
experimentaron con puntas de pedúnculo y aletas de tipología
solutrense disparadas sobre un rebeco recién muerto: en 3 casos
no fue posible su ulterior extracción y se desmangaron, otra tocó
hueso pero no se partió al hacerlo, y en la quinta se partió el pedúnculo y el resto de la punta quedó en el animal, fracturándose
además una de sus aletas.
En cuanto a la cuestión del número medio de puntas por
NMI, el cálculo no nos lleva a ninguna parte (de las 0,03 de
Camino del Molino a las 5 de Murviedro 3), dada su elevada
variabilidad tanto en la zona en estudio como en otras peninsulares. Parece que se deben interpretar más como armas que
como elementos para la caza, aunque marginalmente se pudieran emplear para tal fin (Aranda y Sánchez, 2004: 267). No está
claro que por defecto se trate siempre de ajuar, salvo que la ubicación espacial marque lo contrario, como en Cueva Sagrada 1,
donde sobre la estera de esparto sin trenzar apareció doblada la
túnica de lino, sobre ella el plato de madera, al lado el cráneo de
un niño y junto a él, muchas cuentas de collar, 5 puntas, varillas
planas de hueso, tres punzones de cobre, un mango de madera,
un ídolo oculado lígneo y un ramo de flores (Ayala, 1987: 11); el
individuo E167 de Can Gambús, por ejemplo, muestra 8 geométricos y 3 puntas junto a su rodilla, pudiendo haber estado en un
carcaj (Roig et al., 2010: 75-76).
Un tercer elemento lítico que debe destacarse es la presencia
de geométricos (tabla 4). La mitad de las 285 piezas proceden de
enterramientos, siendo coherente la distribución de tipos entre poblados y enterramientos, con un claro predominio de trapecios rectángulos, seguidos de trapecios rectángulos con un lado cóncavo,
lo que puede estar indicando su uso preferente como puntas, como
también señalan Fernández et al. (2008: 308-309) para contextos
neolíticos de la fachada atlántica, aunque no exclusivo. Con respecto a esta última apreciación, también merece destacar la presencia
de algunos segmentos de círculo. La comparación de poblados y
enterramientos parece apuntar a una cronología anterior en los primeros, lo que podría indicar cierto efecto de tradición en la incorporación de estos elementos en las tumbas, fenómeno que también
podría estar dándose en el caso de algunas puntas de flecha.
Como elemento lítico singular hay que llamar la atención,
por último, sobre los 15 puñales, hechos tanto sobre tabletas
como sobre grandes láminas, destacando entre estas últimas algunos ejemplares que claramente imitan prototipos metálicos
(Cabezos Viejos y Loma de los Peregrinos), mientras que en
las tabletas se adopta una silueta triangular muy característica
y base habitualmente recta. Sólo los tres de Murviedro están
afectados por la acción del fuego.
La cerámica es otro elemento frecuente, sean vasijas completas (fracturadas o intactas) o fragmentos, decoradas o no.
Como ocurre con láminas y puntas, no logramos una correlación aceptable con el NMI, edad o sexo, pero es evidente que
no forman parte del fardo funerario, ni participan de alteración térmica alguna salvo restos de fuego en el interior de una
completa de Blanquizares. Cuando aparecen completas suelen
ser vasos de dimensiones reducidas y capacidades menores
de 1,5 litros, sobre todo con fondos planos y paredes rectas,
mientras que los fragmentos son tanto de estas formas, como
de recipientes abiertos y diámetros a veces considerables con
abundantes platos y fuentes, y en mucha menor proporción
vasos de almacenaje. La cerámica es un elemento que merecería un estudio mucho más profundo, pues parece importante
diferenciar si determinadas formas se pueden vincular más a
fenómenos de consumo comunal que finalizan con la destrucción de la vajilla y el depósito de algunos fragmentos; si hay
fenómenos similares en vasos que no responden a ese perfil; y
qué formas son las que con más frecuencia aparecen completas. Un buen caso de estudio es Camino del Molino, con cerca
de 14.000 fragmentos (recordemos que hay 1.336 inhumados)
cuyo estudio ha deparado no más de 600 recipientes de los
que sólo 8 estaban completos; pero lo más llamativo es que un
número importante está representado sólo con 1-2 fragmentos,
singularmente las grandes fuentes. Clop (2008: 139) encontró
en el megalito de Les Maioles (NMI=15), del primer tercio
del II milenio, 122 elementos cerámicos (2 vasos, 5 bordes,
2 fondos, 2 decoraciones y 111 no significativos), planteando una destrucción intencional vinculada a la recolocación de
restos humanos pero que no explica porqué no aparecen todos
los fragmentos. Y Valera y Costa (2013: 273), para el S portugués, plantean que la aparición de animales parcialmente re359
[page-n-367]
J. Lomba Maurandi y M. Haber Uriarte
Tabla 4. Presencia de geométricos en enterramientos y comparativa con la presencia en hábitats, por tipos.
Geométricos (tipologia de Fortea)
4
5 6 7 8 9 12
1
2
3
Abrigo del Milano
Blanquizares de Lébor
Camino del Molino
Cerro del Buitre IIA
Cabezo Roquel
C. Amador
C. Doña Joaquina
C. de La Represa
C. de las Palomas
C. de Los Alcores
C. de Los Tiestos
C. de Pino
C. de Poniente
Dolmen de Bagil
Murviedro 1
Peña Rubia (Cehegín)
Peña Rubia (Lorca)
2
1
1
1
1
1
1
9
-
3
-
4
1
1
1
1
-
4
30
7
1
5
1
7
3
6
7
1
1
2
8
4
1
1
11
2
1
-
2
2
1
1
-
1
-
2
-
1
2
-
Subtotal enterramientos
17
3
8
73
30
6
1
2
6
1
9
74
22
2
3
4 17
147
52
8
4
Subtotal hábitats
Total
23
presentados podría estar suponiendo el mismo fenómeno que
observamos también en las cerámicas u otros elementos, que
encontramos rotos y solamente representados por unos pocos
fragmentos. También se conocen situaciones en las que se han
arrojado restos de fauna, cerámica y sílex, como en el Hoyo
1 de La Lámpara (Soria) (Rojo et al., 2008: 66), afectando
a veces a campaniforme, y en Murcia hay tanto fragmentos
aislados de esta cerámica (Milano, Represa) como vasos completos, rotos (Murviedro) o no (Blanquizares).
No tan escaso como el campaniforme es el metal, pero sigue siendo un elemento absolutamente excepcional, presente
sólo en 17 enterramientos, normalmente a través de punzones, localizándose sólo 3 puñales de lengüeta y otras tantas
Palmelas. La principal consideración que, a nuestro juicio,
merecen estos elementos en los contextos funerarios analizados, es que suponen la incorporación de un elemento de alto
valor añadido que, si cabe, potencia aún más la repercusión
social que provoca la amortización de bienes por sí mismos
valiosos, pero siguiendo la misma tónica que reflejan otros
materiales. En este punto conviene ahondar en la doble faceta
de algunos elementos que encontramos en las tumbas. Así,
los punzones metálicos pueden pertenecer funcionalmente al
mismo ámbito que los óseos, pero el valor amortizado es infinitamente superior, de forma que función y valor se muestran
como escenarios diferentes e incluso no relacionados, y de
hecho se nos escapa el posible carácter prestigioso del perfil
funcional, frente al evidente del material metálico con que se
fabrica, que sin duda prima sobre la forma o función. No es
el caso de los puñales de lengüeta, con cuyo parangón lítico
comparten no solo un idéntico escenario funcional, ya de por
sí probablemente prestigioso, sino el añadido carácter valioso
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derivado de su escasez, la delicadeza de su factura o incluso
su lejana procedencia. Este hecho diferencial “punzón versus
puñal” podríamos extenderlo a la punta Palmela con respecto
a las foliáceas y puntas de sílex de pedúnculo y aletas, pero lo
más interesante de la cuestión posiblemente estribe en atender
otra perspectiva: en qué medida los puñales líticos son una
reacción a la irrupción, como elemento de prestigio, de los
puñales de lengüeta hechos en cobre. Este fenómeno no se
observa con claridad en el caso de los punzones, pero sí con
los puñales de sílex, tal y como Vaquer et al. (2014: 139-140
y 145) señalan, sobre todo para los de lengüeta ancha tipo Taillan, en el NW mediterráneo, dándose además la circunstancia
de que los de sílex son un elemento novedoso que coincide
en el tiempo con la aparición de los metálicos (Remicourt y
Vaquer, 2011: 141). También podría ser el caso de otros puñales líticos con respecto a foliáceos metálicos de cronología
campaniforme (Soler, 2007: 40), habiéndose detectado incluso gestos técnicos similares en los reavivados, como ocurre
con los del Grand-Pressigny, con trazas de pulimento en el
dorso para preparar las extracciones, del mismo modo que se
obra en los metálicos (Mallet, 1992: 179). En los punzones de
cobre parece que el objeto supera con creces el valor de los
de hueso, probablemente sin la pertinencia de una competencia funcional, mientras que en los puñales esa competencia es
patente a todos los niveles, pues se juega en el terreno de la
similitud formal, de la eficacia funcional y, en tercer lugar, del
exotismo y rareza que provocan sus esmerados acabados e incluso los sílex de procedencia lejana. Que la producción lítica
intentara mimetizar en piedra modelos metálicos se plantea
para el Valle del Ebro (Rodríguez de la Esperanza, 2005: 147)
o el Calcolítico francés (Honegger, 2002: 142).
[page-n-368]
El registro funerario calcolítico en el extremo suroriental de la Península Ibérica: los valles del Guadalentín y Segura
6. CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
No se constatan diferencias en contenidos o NMI entre megalitos y
cavidades, aunque sí en el hecho de que los primeros se restringen
al tercio más occidental de la región, mientras que los segundos
aparecen por toda su geografía, así como en tierras valencianas
(Soler García, 2002; García et al., 2010: 195) y andaluzas. En cuanto a las estructuras negativas, las evidencias conocidas remiten sólo
a ese tercio occidental, coincidiendo el presunto vacío con un área
en la que apenas se han excavado hábitats de esta cronología, por
lo que entendemos que se debe a un vacío de investigación, pues
se trata de una modalidad que está bien documentada en Andalucía
(Márquez y Jiménez, 2010b: 215-221) y País Valenciano. Ante esta
aparente contemporaneidad de continentes y similitud de contenidos, como indican Cámara et al. (2010: 316), es difícil considerar
todos los “silos” como correspondientes a niveles sociales bajos, no
solo por su vinculación a la riqueza pecuaria (perros como elemento exclusivo en silos) sino también por el hecho de que la mayoría
de la población no parece acceder a enterramiento alguno, cuestión
esta sobre la que los resultados definitivos de Camino del Molino
aportarán información de gran interés.
La manipulación de restos humanos y cultura material es generalizada en megalitos, cuevas y estructuras negativas, sin diferencias entre la tipología de tumbas salvo en la total ausencia
de cremación en estas últimas, salvedad que sólo coincide con
otra: sólo en las estructuras negativas encontramos depositados
cánidos, perros en su inmensa mayoría. Esa manipulación, que
implica restos incompletos y removidos de individuos, parece
poder responder a fenómenos de fundación y clausura de tumbas, como en Cabezos Viejos, como vemos también en contextos portugueses (Figueiredo, 2011: 40), en la misma línea que
apuntan Cámara et al. (2012: 62) en Marroquíes Bajos (Jaén),
un estudio de referencia para enterramientos en estructuras negativas que dibuja con precisión la complejidad ritual y social
de los fenómenos de continua frecuentación, la continua manipulación de los restos y del ajuar, la destrucción de bienes
vinculados a eventos de comensalidad y/o rememoración, y el
significado del valor de los bienes allí amortizados, insistiéndose en la importancia de la presencia de perros. Y esa manipulación de restos la encontramos incluso en momentos avanzados
del Calcolítico, como sugieren las dataciones más recientes de
Camino del Molino (Beta-261519, 3970±40 BP, 2570-2440,
2420-2400 y 2380-2350 Cal BC, 2 sigmas) o la presencia de
campaniforme en el último enterramiento de El Milano o La
Represa, en consonancia con los datos andaluces (Marroquíes
Bajo) o del área valenciana, donde con esa cronología en La
Vital la Tumba 11 muestra la retirada intencional de un cráneo
(García et al., 2013: 269), con una convivencia entre tumbas
individuales y múltiples que lleva a plantear prácticas distintas
entre grupos diferentes pero vecinos (ibíd.: 273).
Por último, hay que insistir en la necesidad de lograr diferenciar qué elementos depositados en el enterramiento son
parte del ajuar, pertenecen a la indumentaria o adorno personal,
constituyen elementos del propio fardo funerario, son elementos intencional y cuidadosamente depositados para acompañar a
la persona difunta, o pertenecen a la dinámica de ceremonias de
comensalidad, rememoración o incluso traslado de restos. También en la de entender la variabilidad formal de la tipología de
tumbas y cómo convive con las distintas distribuciones posibles
de edad y sexo de los individuos que albergan.
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El Peñón de la Zorra (Villena, Alicante) y la caracterización
del Campaniforme (2400-2100 cal AC) en el Alto Vinalopó
gaBRiel gaRCía atiénzaR
reSumen
En este trabajo se presentan los primeros resultados de las recientes excavaciones emprendidas en el yacimiento del Peñón
de la Zorra (Villena, Alicante), centrándonos en su fase campaniforme. Los nuevos datos aportados permiten profundizar en
el patrón de ocupación durante este momento y abordar la cuestión de la dualidad de asentamientos –en llano y en altura– así
como otros temas relacionados con la complejidad social.
PalabraS claVe:
Campaniforme, Calcolítico, Alto Vinalopó, complejidad social, patrón de asentamiento.
abSTracT
The Peñon de la Zorra (Villena, Alicante) and the characterization of Bell Beakers (2400-2100 cal BC) in Alto Vinalopó.
In this paper we present the results of recent excavations undertaken at the site of the Peñón de la Zorra (Villena, Alicante),
focusing on its Bell-Beaker phase. New data allow to analyze the models of land occupation during this time and address the
issue of dual settlement pattern –in plain and height– and other subjects related to social complexity.
keywordS:
Bell Beaker, Chalcolithic, Alto Vinalopó, social complexity, settlement pattern.
Bajo el título “Los poblados coronan las montañas: los inicios de la investigación valenciana sobre la Edad del Bronce” publicaba Bernat Martí Oliver (2001) su aportación al
catálogo de la exposición …Y acumularon tesoros. Mil años
de Historia en nuestras tierras, en la que se hacía eco de las
primeras andaduras de la arqueología prehistórica valenciana, especialmente de aquélla centrada en el II milenio cal
AC. Dentro de la siempre exquisita minuciosidad que caracterizan los trabajos del Doctor Martí Oliver, cabe reseñar la
mención hecha a la visita que I. Ballester hiciera en 1909
al yacimiento de Castellet del Porquet (l'Olleria, Valencia).
Las posteriores excavaciones que Ballester (1937) realizó en
este asentamiento y la visita a otros yacimientos similares
de la zona marcan un hito en la Prehistoria valenciana, al
considerarse a partir de entonces la existencia de poblados en
altura propios de la Edad del Bronce (Gil-Mascarell, 1995:
64; Martí, 2001: 130; 2004: 15). Desde aquel momento, el
emplazamiento en altura ha sido una de las características
que tradicionalmente se ha empleado para definir a las sociedades de la Edad del Bronce, más incluso que la propia
materia prima que da nombre al periodo (Tarradell, 1969).
Años más tarde, en la primera síntesis para el Campaniforme valenciano (Bernabeu, 1984), se apunta a esta misma característica como uno de los elementos definidores de este periodo,
aunque compartido con la continuidad de los asentamientos en
llano propios de momentos anteriores. Este rasgo, junto con la
aparición de la cerámica decorada campaniforme y la generalización de determinados productos elaborados sobre materias
primas exógenas –fundamentalmente cobre–, ha servido para
definir el Campaniforme en las tierras valencianas (Lerma,
1981; Bernabeu, 1984; Hernández Pérez, 1994; Juan-Cabanilles, 2005). Por otro lado, el emplazamiento en altura de algunos
poblados con campaniforme también sirvió, junto a otros indicadores, para establecer este periodo como base para el posterior desarrollo de la Edad del Bronce (Bernabeu, 1984: 112),
extremo matizado por otros investigadores quienes desligan el
origen del “Bronce valenciano” del fenómeno campaniforme en
las cuencas del Júcar, Albaida y Serpis (López Padilla, 2006), al
considerar a éste como un epílogo del Neolítico final.
En relación con esto último, el conjunto de yacimientos del
Peñón de la Zorra ha jugado un interesante papel desde que
J. M.ª Soler publicase los resultados de su excavación (Soler
365
[page-n-373]
G. García Atiénzar
García, 1981). El escueto lote de materiales publicados, la referencia a estructuras “defensivas” observadas en la ladera y la
relación directa entre este yacimiento y las cavidades de inhumación localizadas en ambos farallones, sirvieron para que este
asentamiento se convirtiera en modelo de poblado campaniforme en altura y fortificado (Bernabeu, 1984; Jover et al., 1995;
Hernández Pérez, 2003; Juan-Cabanilles, 2005). Sin embargo,
las excavaciones emprendidas en 2011 han revelado la existencia de una secuencia estratigráfica realmente compleja que abarca desde ca. 2400 cal AC hasta ca. 1800 (1700?) cal AC y en
la que se apuntan, matizan y refutan algunas de las propuestas
que se han esbozado para este yacimiento en particular, y para
el Campaniforme en general.
1. NEOLÍTICO FINAL, CAMPANIFORME
Y EL PROCESO DE COMPLEJIZACIÓN SOCIAL
El ajuar campaniforme –armas de cobre, adornos de oro y
marfil, vajilla decorada, etc.– supone la conjunción de diferentes elementos de prestigio compartidos por determinados
individuos y asumidos como tales por el conjunto de la comunidad (Sherratt, 1987; Garrido, 2000, 2006). En diferentes
contextos peninsulares, se ha entendido que la emergencia
de estas élites sociales se desarrolla a partir del monopolio
de la producción de determinados productos, así como del
control de las rutas de intercambio (Kunst, 1998; Delibes y
del Val, 2007-2008). Uno de los principales contextos arqueológicos asociados a esta nueva realidad social serían
las primeras inhumaciones individuales, sin obviar la posibilidad de que algunos individuos destacados pudiesen haber
recibido un tratamiento diferenciado en sepulcros colectivos
–en cuevas naturales o artificiales y en megalitos– (Rojo et
al., 2005; Bueno et al., 2007-2008). La amortización en estas tumbas de determinados bienes de prestigio elaborados
sobre materias primas exóticas (oro, marfil, etc.) o tecnologías novedosas (metalurgia del cobre, orfebrería, etc.) podría
interpretarse como indicador de incipientes procesos de disimetrías sociales en el seno de determinadas comunidades a
lo largo de los siglos centrales del III milenio cal AC. Esta
imagen queda bien evidenciada en distintos yacimientos del
interior peninsular (por citar algunos ejemplos de reciente
excavación, podrían destacarse Camino de las Yeseras, Humanejos o La Magdalena –Blasco y Ríos, 2010; Liesau y
Blasco, 2011-2012–), o del área portuguesa (Kunst, 1998).
En el Levante peninsular resulta complejo inferir este tipo
de manifestaciones por diversos factores, principalmente por
la perduración del fenómeno de inhumación múltiple en cueva característico del Neolítico final/Calcolítico (Soler Díaz,
2002), aunque sí se han determinado enterramientos de carácter individual en áreas de poblados (La Vital, Villa Filomena, Lloma de l'Atarcó, Arenal de la Costa). La singularidad de estos hallazgos y la vinculación con ajuares cerámicos
campaniformes los convierten en el reflejo de la existencia de
individuos con ciertas prerrogativas, aunque no podemos olvidar que rituales similares se vienen documentando desde el
V milenio cal AC en yacimientos como Tossal de les Basses,
Costamar, Camí de Missena, etc. (Bernabeu, 2010; García
Puchol et al., 2013), aunque sin la amortización de productos
de alto valor social.
366
Por otro lado, algunas de las premisas que apuntábamos
como bases sustentadoras de las élites campaniformes no se observan en el registro de la región aquí analizada –cuenca alta
del Vinalopó– ya que carece tanto de vetas de cobre como de
otros recursos minerales –p. ej. cinabrio1–. Sin embargo, en determinados contextos –hábitat y funerarios– sí se determina la
presencia del llamado paquete campaniforme, hecho equiparado a la existencia de esas élites emergentes. Cabría preguntarse, entonces, cuáles fueron las bases sobre las que se apoyó la
emergencia social en un ámbito carente de determinadas materias primas o recursos. En este sentido, algunos indicios podrían
estar apuntando a que fueron los procesos de intensificación
productiva, fundamentalmente agropecuaria, los que llevarían
hacia el desarrollo de una mayor complejidad en las comunidades del Neolítico final/Calcolítico (ca. 3500-2500 cal AC).
En este trabajo pretendemos profundizar en la caracterización de estos emergentes procesos de diferenciación social a
partir del análisis de varios indicadores arqueológicos, especialmente los patrones de ocupación del territorio en un área concreta en tanto consideramos que las transformaciones observadas en este espacio a lo largo de la segunda mitad del III milenio
cal AC pueden relacionarse con nuevas formas de organización
social tendentes hacia la desigualdad.
2. 3500-2500 CAL AC: INTENSIFICACIÓN
PRODUCTIVA Y PATRÓN DE ASENTAMIENTO
Entre el IV y los primeros siglos del III milenio cal AC se define
en el Levante de la península Ibérica un patrón de asentamiento
caracterizado por una intensa ocupación de los fondos de valle
y cursos de ríos y ramblas. En la mayor parte de los casos, las
excavaciones efectuadas han deparado el hallazgo de concentraciones de estructuras negativas destinadas al almacenamiento o
conservación de alimentos, hecho que se ha asociado con procesos de intensificación productiva (López Padilla, 2006; Jover
et al., 2012) e incluso con el desarrollo de fenómenos cíclicos
de concentración de poder (Bernabeu et al., 2006; Pérez Jordà et
al., 2011). Otros indicadores de este proceso de intensificación
serían la especialización agraria en torno a determinados tipos
de cereales (Pérez Jordà, 2005) o el empleo de la fuerza motriz
de bóvidos para el arrastre de arados que supondría un efecto
multiplicador al permitir cultivar mayores extensiones de terreno (Pérez Ripoll, 1999).
En muchos de estos yacimientos se han detectado construcciones de carácter doméstico, algunas con una extraordinaria
perduración en el tiempo, a las que se vinculan áreas de actividad. Estos asentamientos –aldeas– se emplazan en torno a áreas
endorreicas o fondos de valle, cerca de las tierras de mejor calidad para uso agrícola y próximos a espacios lagunares o cursos
de agua donde los recursos naturales debieron ser abundantes
(García Atiénzar, 2009; Jover et al., 2012). Estas evidencias,
unidas a la existencia de fosos que delimitarían el área ocupada
y la larga secuencia cronológica de algunos de ellos –Les Jo-
1
La sal, como recurso explotable por las comunidades prehistóricas
del Alto Vinalopó, no encuentra evidencias arqueológicas, aunque se
ha apuntado su posible explotación y uso en relación al yacimiento
de Cabezo Redondo y el Bronce Tardío/Final (Mederos, 1999).
[page-n-374]
El Peñón de la Zorra y la caracterización del Campaniforme en el Alto Vinalopó
vades en Cocentaina o El Prado de Jumilla son buen ejemplo
con más de 500 años de ocupación (Pascual Benito, 2003; Jover
et al., 2012)–, evidencian la definitiva fijación territorial de las
comunidades neolíticas.
La constitución de este patrón de asentamiento se podría
explicar desde el progresivo aumento poblacional de las sociedades neolíticas y el afianzamiento de las relaciones intrasociales (Martí, 1983; García Atiénzar, 2009), pero también puede analizarse desde las relaciones intersociales que establecieron con las poblaciones del Sureste peninsular, en especial,
con las situadas al sur de la cuenca del Segura (López Padilla,
2006). En este último territorio, y una vez que las comunidades neolíticas se consolidaron demográfica y territorialmente,
los procesos de intensificación productiva empezaron a desarrollarse en la primera mitad del IV milenio cal AC gracias
a la mayor variedad de recursos litológicos, la diversidad en
la capacidad productiva de los suelos y la exclusividad en el
acceso a afloramientos metalíferos. A partir de aquí, los grupos
dirigentes emergentes intensificaron la obtención, producción
e intercambio de materias primas y productos hacia territorios
vecinos, desarrollándose relaciones de complementariedad y
dependencia social entre grupos (Jover et al., 2012).
De este modo, se constituyó en el Sureste una estructura política, que antropológicamente respondería a entidades de tipo
tribal jerárquico (Sarmiento, 1992), reconocida como el grupo
arqueológico de Los Millares. La expansión de este grupo se vería apoyada en un desigual grado de conocimiento técnico y de
aprovechamiento de recursos, especialmente los metalúrgicos.
En este entramado social, la redistribución de bienes y el control
de la fuerza de trabajo se materializaría en la creación de aldeas
de gran tamaño como Los Millares (Molina y Cámara, 2005) o
la ubicada bajo el casco urbano de Lorca (López Padilla, 2006).
Por el contrario, los territorios situados entre las cuencas
de los ríos Segura y Júcar no son espacios con recursos diferenciados, sino que en todos ellos se dan litologías similares y
ausencia total de vetas metalíferas. En estos territorios se pudieron dar crecimientos demográficos de cierta entidad allí donde
convergían dos importantes condiciones: buenas y amplias extensiones de tierras que permitieran la obtención de suficientes
recursos alimenticios y puntos de comunicación entre cuencas o
entre territorios desde donde controlar y redistribuir las materias
primas y productos procedentes de distintos puntos (Jover et al.,
2012). Todo parece indicar que no se desarrollaron mecanismos
de control social ni entre los distintos ámbitos territoriales ni
en el seno de cada grupo ya que los recursos necesarios para
la reproducción y mantenimiento de cada unidad productiva se
podían conseguir fácilmente en cada cuenca de forma independiente. No obstante, conforme determinados productos –cobre,
marfil, rocas silíceas y metamórficas– adquirieron mayor importancia en la articulación de las relaciones inter e intrasociales
y los vínculos con los territorios meridionales se consolidaron,
se fueron acentuando los mecanismos de control de la distribución de los mismos. De este modo, surgió la delimitación
de territorios entre comunidades –bien reflejada a través de las
manifestaciones funerarias colectivas (Soler Díaz, 2002; García
y de Miguel, 2009)– y el inicio del proceso de transformación
desde los principios de reciprocidad, que hasta el momento habían sido dominantes entre las comunidades neolíticas, hacia
la redistribución asimétrica con la apropiación del trabajo de
unos linajes sobre otros. Así, y aunque los recursos existentes
en cada territorio siguieron siendo de propiedad comunal, los
productos resultantes ya no lo eran, convirtiéndose el control de
la fuerza de trabajo en el elemento clave para el desarrollo de la
desigualdad entre linajes, ya que la organización de determinados procesos productivos y las capacidades de decisión política
quedaron al alcance de los grupos de filiación con mayor fuerza
de trabajo disponible.
La ampliación y consolidación de estas redes sociales, especialmente patentes desde la primera mitad del III milenio cal
AC, derivaría en la aparición de cambios en las dinámicas sociales que pueden inferirse a partir de las siguientes evidencias
arqueológicas:
- Un mayor control territorial de estos lugares de intercambio y transmisión, siendo buen indicador la ocupación de puntos
elevados.
- La mayor presencia de productos metálicos.
- La presencia de evidencias funerarias en los entornos de
las áreas de poblado, tanto en asentamientos al aire libre como
en grietas asociadas a los primeros asentamientos en altura.
Un análisis detallado de este fenómeno permite observar que
este proceso presenta un marcado gradiente cronológico y espacial (López Padilla, 2006; Bernabeu y Molina, 2011; Jover et al.,
2012; García Atiénzar et al., e.p.). Así, para las tierras próximas a
las cuencas de los ríos Segura y Mundo (fig. 1) estas evidencias
aparecen en los primeros siglos del III milenio cal AC (Lomba,
1996; López Padilla, 2006), habiéndose observado la presencia
de yacimientos calcolíticos en altura, con productos metálicos y
con arquitectura doméstica circular en la cuenca del Mundo (García Atiénzar et al., e.p.) y en el Altiplano de Jumilla (Hernández
Carrión, 2015). Por otra parte, en las tierras asociadas a la cuenca
del Vinalopó, la documentación de estos indicadores se concreta
a partir de la segunda mitad del milenio, asociándose en muchas
Fig. 1. Área de estudio y localización de los principales yacimientos
citados en el texto. Aldeas: 1. Ereta del Pedregal; 2. Quintaret; 3.
La Vital; 4. Arenal de la Costa; 5. Molí Roig; 6. Casa de Lara;
7. El Prado; 8. Terrazas del Pantano. Asentamientos en altura: a.
Mola d'Agres; b. La Serrella, c. Peñón de la Zorra; d. Puntal de los
Carniceros; e. El Monastil; f. Herrada del Tollo; g. Tabayá; h. Les
Moreres.
367
[page-n-375]
G. García Atiénzar
ocasiones a la aparición de la cerámica campaniforme (López Padilla, 2006), mientras que la metalurgia pudo haber precedido a
este tipo cerámico (Simón, 1998). Este gradiente permite defender la idea de una expansión en sentido sur-norte de estas transformaciones, aunque no puede obviarse la existencia de otros
procesos que pudieron seguir otras vías y otros ritmos si se toma
en consideración la prematura aparición de actividad metalúrgica en la desembocadura del Serpis (Bernabeu y Molina, 2011:
277) o la existencia de asentamientos en altura con estructuras
defensivas en la cuenca media del Turia –Puntal sobre la Rambla
Castellarda– (Aparicio et al., 1977).
N
Peñón de la Zorra
Puntal de los Carniceros
3. LA CUBETA DE VILLENA EN EL CAMPANIFORME
La ocupación humana de la cubeta de Villena se remonta al Paleolítico medio. Desde los inicios del Holoceno, este territorio
se define por la existencia de extensas lagunas salobres que se
constituyeron en una reserva ecológica y en un punto de atracción para las poblaciones humanas. De hecho, el entorno de la
Laguna de Villena se convirtió en un espacio ocupado de forma
casi ininterrumpida desde el Epipaleolítico (Soler García, 1976;
Fernández et al., 2013).
Hacia finales del Neolítico, se documentan varios yacimientos que, si bien no han sido excavados en extensión y su registro es limitado, podrían interpretarse como asentamientos tipo
aldea que muestran algunas de las características advertidas en
el epígrafe anterior. De este modo, en la cubeta de Villena se reconocen varios yacimientos que plasmarían el proceso de intensificación económica (Casa de Lara y La Macolla), así como los
cambios de patrón de asentamiento que permiten inferir, cuanto
menos, un cambio en las formas de organización social.
Entre los yacimientos cuya ocupación se inicia en momentos anteriores al Campaniforme (fig. 2) debe destacarse el de
Casa de Lara. Se trata de un extenso asentamiento situado en el
perímetro de una antigua laguna salobre cuya ocupación se inicia en el Epipaleolítico (Soler García, 1961; Fernández, 1999;
Fernández et al., 2013). De este yacimiento cabe destacar el hallazgo de varios productos metálicos –puñal de lengüeta y hoja
romboidal– que tipológica y tecnológicamente podrían adscribirse al Campaniforme2 (Simón, 1998), aunque la ausencia de
contexto estratigráfico impide valorar correctamente estos hallazgos (fig. 3). Este asentamiento mostraría así la continuidad
poblacional entre el Neolítico final y el Campaniforme, característica que también se observa en otros yacimientos ubicados
en cuencas limítrofes: El Prado de Jumilla (Jover et al., 2012),
Quintaret en Montesa (García Puchol et al., 2014), Molí Roig en
Banyeres (Pascual y Ribera, 2004), Ereta del Pedregal en Navarrés (Juan-Cabanilles, 1994), Promontori d'Elx (Ramos Fernández, 1981) o La Vital en Gandía (Pérez Jordà et al., 2011).
Asociados también a materiales campaniformes, aparecen
los primeros poblados en altura sin que en ninguno de ellos se
observen evidencias de ocupación previa. El Puntal de los Carniceros (Soler García, 1981; Jover y de Miguel, 2002) se ubica
sobre una meseta elevada unos 60 m sobre el llano circundante.
2
En el cercano yacimiento de Casa Corona se han documentado algunos fragmentos con decoración campaniforme (M.A. Esquembre, comunicación personal).
368
Casa de Lara
Fig. 2. Localización de los yacimientos campaniformes en Villena.
Fig. 3. Objetos metálicos procedentes de Casa de Lara (Simón,
1998: fig. 59).
Desde este emplazamiento se tiene un excelente control visual
sobre el acceso al corredor de Almansa, paso que conecta la
costa mediterránea y la Meseta a través del valle del Vinalopó, y
sobre el valle de Beneixama, pasillo natural que permite acceder
desde Villena hacia la costa a través del valle del Serpis. Arquitectónicamente, se caracteriza por estar delimitado por muros
de mampostería en tres de sus lados –Norte, Este y Sur– y por
[page-n-376]
El Peñón de la Zorra y la caracterización del Campaniforme en el Alto Vinalopó
un fuerte escarpe en la ladera Oeste, definiéndose un recinto
de planta rectangular de unos 3500 m2. La notable inversión
de trabajo realizada en esta obra queda también reflejada en el
muro que cierra el lado septentrional, el cual presenta un grosor
superior a los 3 metros en algunos tramos, hasta cinco hiladas
de mampuestos de mediano tamaño dispuestas de paralelo y un
desarrollo superior a los 90 m (fig. 4). La información estratigráfica se limita a un sondeo realizado en la década de los años
1960 en el que no se documentaron estructuras, aunque sí varios
fragmentos campaniformes de estilo inciso.
El yacimiento que más información ofrece es el del Peñón
de la Zorra (Soler García, 1981; Jover y de Miguel, 2002; García
Atiénzar, 2014). Se trata de un asentamiento ubicado en un espolón rocoso de forma triangular, concentrándose las evidencias
campaniformes en el extremo más elevado, situado a 100 m de
altura con respeto al fondo del valle. En superficie se observan
cuatro líneas de muros de entre 1 y 1,50 m de ancho, paralelas
a las curvas de nivel, que delimitan un área superior a los 5.000
m2 y que se encuentran separadas entre sí por una distancia que
oscila entre los 50 m para las dos primeras líneas y 20 m para
las dos situadas en la parte más elevada, que delimitan el área
con relleno arqueológico –cerca de 900 m2– (fig. 5). En algunos
de estos muros se han documentado prolongaciones en paralelo a los escarpes que podrían interpretarse como un sistema de
circulación a modo de pasillo entre los espacios construidos y
los farallones.
Las excavaciones emprendidas en 2011 (García Atiénzar,
2014) han permitido reconocer en la Terraza Superior3 varias
construcciones de mampostería que pueden definirse como
unidades habitacionales, además de una estructura maciza de
tendencia circular construida con bloques de mampostería de
gran tamaño que se levanta sobre una triple plataforma escalonada de idénticas características técnicas. Su morfología, su
disposición como eje de articulación del resto de construcciones, la cantidad de derrumbe que se documentó y su posición
sobreelevada permiten interpretarla como un punto de observación desde el cual se podría controlar el espacio circundante, especialmente el valle de Beneixama, principal vía natural
que conecta esta región y la Meseta con la costa a través del
corredor Albaida-Serpis.
Las distintas relaciones estratigráficas permiten proponer
hasta 4 episodios constructivos. El primero viene definido por
un único espacio (UH5) de planta trapezoidal y una superficie
de unos 25 m2 delimitado por paramentos de mampostería de
mediano/gran calibre. Este espacio se encuentra adosado a la estructura sobreelevada, lo que situaría a ambas en los momentos
más antiguos del asentamiento. Interiormente se definió un pequeño banco de mampostería adosado a una de sus paredes, un
suelo formado por grandes lajas de piedra y tierra apisonada y
una estructura de combustión que se documentó totalmente desmantelada. En este nivel de uso –datado a partir de una semilla
de trigo en ca. 2480-2280 cal AC; 3900±40BP– se evidenció un
conjunto de materiales arqueológicos dentro de los cuales cabe
destacar la presencia de un mínimo de trece recipientes cerámicos con decoración campaniforme que, por sus características
3
Esta zona ocupa un área de 380 m2, de la cual se ha excavado hasta
la base estratigráfica el 70%.
Fig. 4. Puntal de los Carniceros. Localización del asentamiento y
planimetría del muro de mampostería de cierre.
Fig. 5. Peñón de la Zorra. Localización del asentamiento –con
indicación de las estructuras de delimitación– y de las cuevas de
enterramiento.
369
[page-n-377]
G. García Atiénzar
Fig. 6. Peñón de la
Zorra. Registro cerámico
campaniforme procedente
de la UH5.
estilísticas –se combinan la incisión con la impresión de puntos
y la pseudo-excisión, así como una disposición de los motivos
en franjas horizontales alternas, observándose también franjas
verticales convergentes hacia la base de los recipientes–, podría
adscribirse adscribir a lo que Bernabeu (1984: 92) definió como
estilo clásico tardío. Dentro de esta vajilla, se documentaron las
tres formas típicas del ajuar cerámico campaniforme: el vaso
con perfil en S, la cazuela y el cuenco semiesférico (fig. 6). El
resto del conjunto material lo conforman otros vasos sin decoración de pequeño y medio tamaño, una espátula de hueso, una
concha perforada de Cerastoderma, algunas lascas de sílex y
varios percutores y molederas.
Estas construcciones debieron de estar en uso hasta ca.
2100 cal AC, momento en el cual se observa una fuerte transformación de la trama constructiva de la Terraza Superior y el
abandono de la Unidad Habitacional 5. Durante la segunda y
tercera fase se construye el muro transversal –que Soler definió
como lienzo de muralla– que conecta ambos bordes del espolón
y que sirve a su vez de muro de aterrazamiento, al tiempo que
va a seguir en funcionamiento el muro meridional de la UH 5
que presenta varias refacciones. Uniendo estos dos muros –que
delimitan un espacio de unos 180 m2–, se construye una línea
perpendicular de idéntica factura y que también apoyan sobre la
base geológica del cerro. A partir de estos ejes se construyen es-
Fig. 7. Peñón de la Zorra. Planimetría del yacimiento e indicación de las fases constructivas documentadas.
370
[page-n-378]
El Peñón de la Zorra y la caracterización del Campaniforme en el Alto Vinalopó
pacios de planta rectangular caracterizados por la presencia de
pavimentos de barro endurecido a los que se asocian estructuras
de combustión. Aunque el estado de conservación es parcial –la
erosión afecta a los muros de cierre próximos a la ladera oriental y varias estructuras quedan amortizadas por la construcción
de otras asociadas a Fase IV– podrían definirse como espacios
domésticos cuya superficie útil oscilaría entre los 25 y los 35 m2.
La construcción de este segundo momento se sitúa en el último
siglo del III milenio cal AC (3680±30BP: 2142-1964 cal AC) y
se define por la perduración de la cerámica campaniforme, aunque su presencia es testimonial si se compara con el momento
anterior y tiende a concentrarse en los niveles fundacionales. La
Fase III viene determinada por la construcción de nuevos suelos
de ocupación –observables en dos de los tres espacios excavados–, aunque ello no supone la modificación de los muros de
la Fase II (fig. 7). Si bien nunca se ha intervenido, en la terraza
inmediatamente inferior –de unos 400 m2– en este momento pudieron disponerse espacios constructivos semejantes si se toman
en consideración los lienzos de muro que se observan en superficie y en los perfiles dejados por la erosión lateral.
Por encima, y posiblemente tras un lapso de abandono, se
documenta una última fase constructiva en la que no se han documentado suelos de ocupación a causa de la erosión superficial
y la fuerte actividad vegetal y en la que, a grandes rasgos, se
observa una reducción de los espacios –fenómeno también documentado para la Fase II de Terlinques (Jover et al., 2014)– y
la total desaparición de la cerámica campaniforme.
4. LA EMERGENCIA DE LAS ÉLITES SOCIALES
CAMPANIFORMES EN EL ALTO VINALOPÓ
Tradicionalmente, los hallazgos campaniformes de Villena han
sido interpretados como el paradigma de la emergencia de las
élites sociales (Soler García, 1981; Bernabeu, 1984). Esta inferencia se realizaba fundamentalmente a partir de las evidencias
funerarias del Peñón de la Zorra, especialmente las documentadas en la Cueva Oriental. Esta cavidad, junto a la ubicada en
la vertiente occidental, excavadas ambas por J. M.ª Soler en la
primavera de 1964, fueron publicadas como evidencias de sendos enterramientos individuales asociados a ajuares metálicos
campaniformes –puñal de lengüeta y las dos puntas de Palmela
descubiertas en la Cueva Oriental– (Soler García, 1981) (fig.
8). La revisión posterior de los restos antropológicos permitió
concretar que el número de inhumados era mayor, seis para la
Cueva Oriental y dos para la Occidental (Jover y de Miguel,
2002). De este modo, lo que había sido interpretado como ejemplo de enterramientos individuales campaniformes, se convertía
en enterramientos colectivos que, en cierta medida, mantenían
las tradiciones funerarias propias del Neolítico final. No obstante, determinadas características suponen una novedad con respecto a las prácticas funerarias previas ya que, por primera vez,
se documentan enterramientos vinculados a poblados en altura,
hecho que también se ha determinado en asentamientos campaniformes en llano (Bernabeu, 2010; Pérez Jordà et al., 2011; Soler Díaz, 2013). Por otra parte, el número de inhumados es bajo
si se compara con el observado en las cuevas de enterramiento
múltiple (Soler Díaz, 2002). Por último, se amortiza armamento
metálico como parte del ajuar funerario, aunque hay evidencias
de ajuares metálicos en momentos inmediatamente anteriores
Fig. 8. Ajuares metálicos documentados en la Cueva Oriental del
Peñón de la Zorra (Simón, 1998: fig. 58).
(Pérez Jordà et al., 2011). También cabe destacar el hallazgo de
dos aretes de plata, uno en cada cavidad, hecho que había sido
interpretado por algunos autores como un signo de modernidad
que permitía entroncar el uso fúnebre de las cavidades con los
inicios de la Edad del Bronce (Bernabeu, 1984; Simón, 1998).
En este sentido, la datación de uno de los individuos de la Cueva Oriental indica que éste debió ser enterrado en momentos
avanzados de la Edad del Bronce (MAMS-19108 3357±22 BP:
1736-1611 cal AC), pudiendo haber coincidido con el momento
final de ocupación del poblado –Fase IV– y resultando coherente con la presencia de plata (Lull et al., 2014). Por lo tanto, y dado el dilatado uso funerario que pudieron tener estas
cavidades, consideramos que estas evidencias no son las más
idóneas para abordar la explicación del proceso de emergencia
de liderazgos sociales en tanto en cuanto pueden responder a
procesos de larga duración o afectar a diferentes grupos sociales
con distintos niveles de organización social.
Creemos que el análisis de los patrones de asentamiento, así
como de algunas de las características arquitectónicas descritas
anteriormente, pueden ser buenos indicadores para analizar este
proceso. Sin embargo, cualquier análisis que sobre el patrón de
ocupación del territorio quiera realizarse debe partir de dos preguntas fundamentales: ¿son los asentamientos con campaniforme –en llano y en altura– contemporáneos? o, por el contrario,
¿el abandono de los primeros supone la inauguración de los situados en puntos elevados? Son varias las regiones situadas en
371
[page-n-379]
G. García Atiénzar
el entorno de Villena en las que se observa la existencia de yacimientos en llano y en alto con materiales campaniformes. En
todas ellas, el modelo de asentamiento en altura va a perdurar
durante el II milenio cal AC, mientras que ocupaciones emplazadas en los fondos de los valles nunca se han documentado más
allá de este límite cronológico.
En este sentido, podemos destacar los casos de la cubeta
de Jumilla, donde se han observado materiales cerámicos campaniformes en el asentamiento en llanura de El Prado (Jover
et al., 2012) y objetos metálicos de tipología campaniforme en
Coimbra del Barranco Ancho (Simón et al., 1999; Hernández
Carrión, 2015); del Medio Vinalopó, donde se documentaron
cerámicas campaniformes en el asentamiento en llano de Terrazas del Pantano y también en el enclave elevado de El Monastil
(Segura y Jover, 1997); o el de Banyeres de Mariola, donde se
recuperaron cerámicas campaniformes tanto en el asentamiento
en llano de Molí Roig como en el elevado de La Serrella (Pascual y Ribera, 2004; Pascual Beneyto, 2015). Este binomio, por
el contrario, no se documenta en el área del Bajo Segura donde
el campaniforme aparece en la base estratigráfica de yacimientos argáricos como Tabayá de Aspe (Hernández Pérez, 1997),
Laderas del Castillo de Callosa y San Antón de Orihuela (López
y Jover, 2014: 396). En este territorio también cabe destacar el
caso de Les Moreres (Crevillent), asentamiento en altura y con
un cierre a modo de pequeña muralla similar a la del Puntal de
los Carniceros, cuya primera ocupación arrancaría en el Campaniforme (González y Ruiz, 1991-1992).
Por el contrario, en el territorio comprendido entre la cuenca
del Serpis y la cuenca del Júcar, los contextos de hábitat campaniformes se circunscriben mayoritariamente a asentamientos
en llano, algunos con una larga secuencia de ocupación como
Ereta del Pedregal (Juan-Cabanilles, 1994), aunque existen materiales campaniformes localizados en altura en yacimientos
como Mola d'Agres (Gil-Mascarell, 1981: 89), Puntal sobre la
Rambla Castellarda de Llíria (Aparicio et al., 1977) o Tossal del
Castell de la Vilavella (Castellón) (Juan-Cabanilles, 2005: 398;
Gusi y Luján, 2012: 36).
Son pocos los yacimientos excavados hasta la fecha –y menos aún los asociados a contextos de hábitat–, aunque las escasas dataciones disponibles apuntan a la presencia de materiales
campaniformes en yacimientos situados en el fondo de los valles desde ca. 2500 cal AC (fig. 9). Estas evidencias aparecen
asociadas a asentamientos que venían siendo ocupados desde
la primera mitad del III milenio cal AC como Quintaret, Ereta
del Pedregal, El Prado, Casa de Lara o La Vital. Por otra parte,
una de las primeras evidencias de ocupación campaniforme en
altura sería el nivel de uso de la UH 5 del Peñón de la Zorra que
presenta una fecha algo más tardía, situándose a partir de ca.
2400-2300 cal AC. Esta datación, que podría ser compartida por
el Puntal de los Carniceros dadas las similitudes observadas tanto en las características constructivas y de emplazamiento como
de registro material, resulta próxima a la obtenida –sin que se
haya especificado el contexto– para la Mola d'Agres: 3790±40
BP: 2401-2046 cal AC (Aguilera et al., 2012).
Debemos reconocer que las evidencias cronológicas son aún
demasiado exiguas como para aventurarse a realizar propuestas
firmes en torno a la contemporaneidad o no de estos dos modelos de asentamiento (tabla 1). La distancia radiocarbónica entre
las fechas que refieren a contextos en llano y la más antigua
372
Fig. 9. Dataciones radiocarbónicas de poblados precampaniformes
y campaniformes citados en el texto.
obtenida para el Peñón de la Zorra es de apenas un siglo, aunque
cabe tener presente que el contexto datado para este yacimiento
se asocia a un momento de uso/amortización y no de construcción. Por otra parte, cabe destacar también la propuesta realizada para el asentamiento en llano de La Vital, cuyo abandono
se situaría a partir de la llegada del Campaniforme (Bernabeu
y Molina, 2011: 276). Sin embargo, otros asentamientos como
Arenal de la Costa pudieron perdurar hasta el último siglo del
III milenio cal AC, coincidiendo su abandono con el inicio de la
Fase II de Peñón de la Zorra.
Así, con la documentación actualmente disponible, la coexistencia de ambos modelos resulta plausible, aunque este fenómeno debería analizarse en una escala más reducida, observándolo en cada una de las unidades geográficas, en tanto en cuanto
consideramos que los cambios advertidos siguieron diferentes
ritmos a lo largo de la franja existente entre las cuencas del Segura y el Turia. En cualquier caso, durante la última centuria del
III milenio cal AC se produciría, al menos en el ámbito del Alto
Vinalopó, pero probablemente también en el resto de la cuenca,
la progresiva concentración de parte de la población en asentamientos situados en puntos elevados.
[page-n-380]
El Peñón de la Zorra y la caracterización del Campaniforme en el Alto Vinalopó
Tabla 1. Dataciones radiocarbónicas procedentes de poblados con contextos precampaniformes y campaniformes.
Contexto
Ref. lab.
Muestra
BP
Cal BC 2s (95,4%)
Bibliografía
Rambla Castellarda
Beta-327996
Hordeum vulgare
4180±40
Pérez Jordà, 2013
La Vital Silo 70
Beta-229794
Sus sp.
4180±40
Ereta del Pedregal
La Vital Casa 4
Beta-327998
Beta-229793
Triticum aestivum-durum 4150±30
4150±50
Bos taurus
La Vital Hogar 102
Beta-229792
Ovis aries
4100±50
El Prado UH3
Beta-293368
Ovicaprino
4090±40
La Vital Casa 8
Beta-229795
Sus domesticus
4070±50
La Vital Foso 115
AA-72170
Bos taurus
4045±52
La Vital Casa 5
Beta-222445
Ovis aries
4040±50
Quintaret
Beta-348075
Vicia Sativa
4010±30
La Vital Sepultura 3
Beta-222444
Hueso humano
4000±50
La Vital Sepultura 3
OxA-V-2360-15 Hueso humano
3946±28
La Vital Sepultura 10
Beta-229791
Hueso humano
3920±50
La Vital Casa 7
Beta-222446
Bos taurus
3920±40
Peñón Zorra UE 1010
Beta-332584
Triticum aestivum-durum 3900±40
Arenal de la Costa Silo Beta-4323
Carbón
3890±80
2891-2831 (22,1%)
2821-2631 (73,3%)
2891-2831 (22,1%)
2821-2631 (73,3%)
2880-2620
2881-2617 (90,6%)
2611-2581 (4,8%)
2873-2565 (90,6%)
2525-2496 (4,8%)
2866-2804 (19,3%)
2776-2562 (69,2%)
2535-2493 (6,9%)
2864-2806 (14,6%)
2760-2717 (7,2%)
2711-2474 (73,6%)
2859-2809 (9,5%)
2753-2721 (3,5%)
2702-2467 (82,5%)
2840-2814 (4,9%)
2677-2469 (90,5%)
2617-2611 (0,9%)
2581-2468 (94,5%)
2835-2817 (1,7%)
2667-2397 (90,5%)
2385-2346 (3,2%)
2566-2524 (14,1%)
2497-2344 (81,3%)
2568-2519 (7,2%)
2499-2281 (86%)
2250-2231 (1,8%)
2218-2214 (0,4%)
2561-2536 (3,2%)
2492-2290 (92,2%)
2481-2279 (92,7%)
2251-2230 (2,1%)
2220-2212 (0,6%)
2575-2140
La Vital Casa 7
Beta-222447
Bos taurus
3870±50
2472-2202
Pérez Jordà et al., 2011
La Vital Sepultura 11
Beta-222443
Hueso humano
3830±40
Pérez Jordà et al., 2011
Mola d'Agres
Beta-286988
Triticum aestivum-durum 3790±40
Arenal de la Costa
Peñón Zorra UE 1054
Beta-228894
Beta-409217
Hordeum sp.
Hordeum vulgare
2459-2196 (91,5%)
2170-2148 (3,9%)
2401-2383 (1,3%)
2348-2127 (89,7%)
2090-2046 (4,4%)
2203-1972
2190-2181 (1,2%)
2142-1965 (94,2%)
Así, durante buena parte de la segunda mitad del III milenio
cal AC, se habría desarrollado un modelo de poblamiento complementario, con poblados en llano con una vocación agropecuaria y
asentamientos en altura delimitados por muros y con un excelente
control visual sobre las tierras de labor y las vías de comunicación.
La fecha que podría marcar la definitiva ruptura de esta dualidad
poblacional se situaría en torno al 2100 cal AC con el desarrollo
en el ámbito del Alto Vinalopó de una importante reorganización
3700±40
3680±30
Pérez Jordà et al., 2011
Pérez Jordà, 2013
Pérez Jordà et al., 2011
Pérez Jordà et al., 2011
Jover et al., 2012)
Pérez Jordà et al., 2011
Pérez Jordà et al., 2011
Pérez Jordà et al., 2011
García Puchol et al., 2014
Pérez Jordà et al., 2011
Pérez Jordà et al., 2011
Pérez Jordà et al., 2011
Pérez Jordà et al., 2011
Inédita
Pascual Beneyto et al., 1993
Aguilera et al., 2012
Pérez Jordà et al., 2011
Inédita
poblacional que supuso el abandono definitivo de los asentamientos en llano, la reordenación interna de los asentamientos en altura
y la constitución de otros de nueva planta como Terlinques, configurándose las bases de lo que conocemos como Edad del Bronce
(Jover y López, 2001: 296; Jover et al., 2014: 61). A partir de esta
fecha, los yacimientos en alto con materiales campaniformes continúan siendo ocupados, como es el caso del Peñón de la Zorra,
que perdura con seguridad hasta ca. 1800 cal AC.
373
[page-n-381]
G. García Atiénzar
5. ENTRE EL CALCOLÍTICO Y LA EDAD DEL
BRONCE: EL CAMPANIFORME COMO ESCENARIO
En los últimos años se ha generado un interesante debate historiográfico en torno al significado del Campaniforme en las
tierras valencianas, especialmente en el área meridional (Bernabeu, 1984; Bernabeu y Molina, 2011; López Padilla, 2006,
2011). Pese a las significativas discrepancias, buena parte de la
investigación ha asumido que muchas de las transformaciones
advertidas a lo largo de la segunda mitad del III milenio cal AC
estuvieron espoleadas por las relaciones socio-económicas que
se establecieron con el Sureste de la península Ibérica, además
de por el propio crecimiento demográfico que, en un momento
dado, debió llegar, e incluso superar, las limitaciones impuestas por el modelo agropecuario basado en aldeas dispersas. Sin
embargo, como se ha apuntado anteriormente, el calado de tales
transformaciones resultó ser distinto en cada territorio, especialmente en lo que afecta a los patrones de ocupación del territorio.
La presencia de asentamientos en altura, algunos delimitados o fortificados, es una constante en los territorios asociados
a la cuenca del Guadalentín durante la primera mitad del III milenio cal BC (Lomba, 1996; López Padilla, 2006), integrándose
éstos en el llamado grupo de Los Millares. Este modelo parece
extenderse más allá de la frontera del Segura, coincidiendo con
la presencia de los primeros recipientes campaniformes y encontrando buena representación en el Bajo Segura –Espeñetas,
Rincón–, siendo Les Moreres su manifestación más septentrional. De este modo, en torno al 2500 cal AC se habría producido
el nivel de máxima expansión geográfica de Los Millares, coincidiendo sus límites con el área caracterizada por la presencia
de vetas cupríferas (López Padilla, 2006).
Al norte de este espacio, y en torno a la fecha ca. 24002300 cal AC, van a observarse los primeros emplazamientos
en altura aunque, a partir de la información ofrecida por las
excavaciones del Peñón de la Zorra, más que de cambio en
el patrón de asentamiento debemos hablar de ampliación de
los sistemas de ocupación. Esta nueva realidad ocupacional
podría explicarse desde la óptima de la intensificación de las
relaciones socio-económicas que con el área del Sureste, desarrollándose asentamientos en altura desde los cuales no sólo se
dominarían las tierras de labor circundantes, sino también las
principales vías de paso entre las distintas unidades geográficas por las que circulaban materias primas y productos de alto
valor social (fig. 10). Es precisamente en estos asentamientos
donde se observa una enorme inversión laboral en la construcción y mantenimiento de los sistemas de delimitación y donde
se concentran parte de estos productos en modo de vasos decorados. Esta transformación no sólo indica una nueva forma
de asentamiento, sino que también hace referencia a un modelo
distinto de organización social ya que supone la concentración
de población en un espacio reducido y destacado, sistema distinto al observado en el Neolítico final –incluso en las fases iniciales del Campaniforme– en el cual se observaba la existencia
de aldeas conformadas por unas pocas unidades habitaciones
que se encontraban dispersas a lo largo de las mejores tierras de
labor o en torno a zonas lacustres o vegas de ríos.
Fig. 10. Visibilidad acumulada desde el Peñón de la Zorra y el Puntal de los Carniceros.
374
[page-n-382]
El Peñón de la Zorra y la caracterización del Campaniforme en el Alto Vinalopó
El registro material asociado a la UH 5 del Peñón de la Zorra revelaría la existencia de diferentes actividades de producción y consumo por lo que puede inferirse la presencia de un
grupo doméstico o linaje. La interpretación de este contexto se
antoja compleja aunque, tomando en consideración su posición
dominante sobre el territorio, el linaje que ocupó el Peñón de la
Zorra en su Fase I pudo ejercer un papel destacado en cuanto al
control, producción y redistribución de determinados bienes hacia el resto de linajes que seguían ocupando el llano. En el territorio próximo al Peñón de la Zorra, además de los asentamiento
de Casa de Lara o Puntal de los Carniceros –para los cuales
no hay excavaciones en extensión–, destaca el asentamiento de
Arenal de la Costa que ocupa una extensión de 6 ha delimitada
por un doble foso concéntrico (Bernabeu et al., 2012) y en cuyo
interior se documentaron varios silos que parecen distribuirse
de forma exponencial (Bernabeu et al., 2006). Estas evidencias
apuntan hacia un proceso de concentración de la población en
asentamientos agregados y delimitados, transformaciones que
podrían explicarse desde la óptica del progresivo incremento
poblacional y la necesidad de superar las contradicciones que
ello supondría. En este momento no se observan mejoras ni en
los medios de producción –a excepción de la aparición de los
dientes de hoz– ni en las técnicas agrícolas, con lo que la única
forma de aumentar la capacidad productiva necesaria para cubrir las necesidades alimenticias y para obtener determinados
productos con un alto valor social sería una reorganización de
la producción a través de la agrupación de fuerza de trabajo
y de los medios de producción. Este mayor nivel de integración social se advertiría a partir de la constatación de trabajos comunales no relacionados con la economía subsistencial,
como serían los muros/fosos de delimitación de los poblados
o la estructura sobreelevada del Peñón de la Zorra. En cualquier caso, lo que evidencian estos indicadores es la superación
de la unidad doméstica tribal como forma básica de organización social –caracterizada por la reciprocidad solidaria entre
sus miembros– y la aparición de linajes con mayor capacidad
de decisión y organización. Estos grupos, cuyo principal papel
pudo estar relacionado con la gestión de la producción agropecuaria o la organización de otras tareas no productivas –como
sería el control de las redes de intercambio a su paso por el Alto
Vinalopó–, se distinguirán por la ostentación y amortización de
productos metálicos, especialmente en forma de armamento, y
la vajilla campaniforme. Por otra parte, ratificarían su preeminencia con respecto al resto de la comunidad, vinculando sus
sepulturas a los espacios domésticos, bien en silos amortizados
bien en pequeñas grietas abiertas en los mismos cerros donde
se ubican los poblados, inaugurando así una tradición funeraria
que se desarrollará a lo largo de la Edad del Bronce tanto en el
Sureste como en el Levante peninsular.
Sin embargo, este ciclo de concentración y generación de
explotación social no debió fraguar si tomamos en consideración la aparición de nuevos asentamientos en altura en torno
al 2200-2100 cal AC (Jover et al., 2014). En cualquier caso,
la no consolidación de estas distancias sociales supuso la aparición de un nuevo contexto social y el no retorno al punto de
partida que suponían las comunidades aldeanas del Neolítico
final. Esta transformación marcaría, por otra parte, el definitivo abandono de los yacimientos en llano, no sólo en la cuenca
del Vinalopó sino también en las cuencas situadas más al nor-
te. La fundación de estos nuevos enclaves cabría relacionarla
con el traslado y concentración de la población asentada en
la fase precedente en el llano, constituyéndose asentamientos
que replicarían las formas sociales de las aldeas basadas en la
reciprocidad y la filiación, caracterizados por la aparición de
unidades habitacionales de buen tamaño que se han relacionado con grupos familiares de tipo extenso (Jover y Padilla,
2004: 296). Se ha propuesto la existencia de un patrón de distribución uniforme de los asentamientos en el que cada unidad
familiar buscaría su propia autosuficiencia (Jover y Padilla,
2004). Considerando el espacio con relleno sedimentario y el
delimitado por los muros perimetrales durante las Fases II-III
(2100-1800 cal AC), Peñón de la Zorra tendría en este momento una superficie próxima a las 0,5 ha, lo cual lo convertiría en
uno de los asentamientos de mayor entidad de la zona frente
a otros de nueva planta cuya extensión máxima se sitúa en
torno a las 0,15 ha. La delimitación de este gran espacio con
bloques ciclópeos –similares a los observados en la estructura
sobeelevada– supuso una notable inversión que podría relacionarse con un sistema de encierre de ganado, posibilidad que
cobraría sentido si se tiene en cuenta la existencia de varias
pozas en las que se pudo almacenar agua. Así, el tamaño del
asentamiento, unido a la posibilidad de una mayor capacidad
productiva, haría del grupo asentando en este poblado en uno
de los más significados del territorio del Alto Vinalopó durante
los momentos iniciales de la Edad del Bronce.
BIBLIOGRAFÍA
AGUILERA, M.; FERRIO, J.P.; PÉREZ JORDÀ, G.; ARAUS,
J.L. y VOLTAS, J. (2012): “Holocene changes in precipitation
seasonality in the western Mediterranean Basin: a multi-species
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 379-386.
Beaker people without beaker pots:
the Chalcolithic funerary context from the Galeria da Cisterna
(Almonda karst system, Torres Novas, Portugal)
João zilHão
abSTracT
Even though no characteristic ceramics were found, a small set of V-perforated buttons indicates that the Galeria da Cisterna cave
was used for funerary purposes by people of the Beaker culture. Direct dating of human bone corroborates that the bodies of at
least four adult individuals were laid down here during the second half of the third millennium cal BC. The buttons belong to wellknown types and their textural properties suggest that, as with all the other Portuguese specimens analyzed so far, sperm whale
ivory is the raw-material used. A small fragment of a gold spiral completes the site's Beaker context.
keywordS:
Bell Beaker, V-perforated buttons, sperm whale ivory, radiocarbon, Portugal.
reSumen
Campaniformes sin campaniforme: el contexto funerario calcolítico de Galeria da Cisterna (complejo cárstico de Almonda, Torres
Novas, Portugal). A pesar de que no se han recuperado cerámicas del Campaniforme en Galeria da Cisterna, un pequeño conjunto
de botones con perforación en “V” indica que la cueva fue utilizada como lugar de inhumación por gentes de esa cultura. La
datación directa de restos humanos confirma que al menos cuatro individuos fueron enterrados allí durante la segunda mitad del
tercer milenio cal BC. Los botones pertenecen a tipos bien conocidos y las características de la materia prima utilizada indican que,
como ocurre con todos los ejemplares de yacimientos portugueses hasta ahora analizados, están fabricados en marfil de cachalote.
Un pequeño fragmento de espiral en oro completa este contexto.
PalabraS claVe:
Vaso Campaniforme, botones de perforación en “V”, marfil de cachalote, radiocarbono, Portugal.
1. INTRODUCTION
The Galeria da Cisterna (Gallery of the Cistern; 39°30'17.32”N,
8°36'55.06”W; WGS84 datum; Fig. 1) is an ancient karst outlet of
the Almonda river, whose spring is now found ~5 m below, at the
base of a ~75 m high rock face. This narrow, meandering passage
is approximately 100 m long, and its cross-section is in general less
than 2×2 m (Fig. 2). The entrance was exposed in the 1920s by a
landslide, which allowed access and a first phase of limited archeological work, carried out between 1937 and 1942 (Paço et al., 1947;
Guilaine and Veiga Ferreira, 1970). In 1988-89, a second phase
of work delimited the area affected by these earlier explorations,
identified additional deposits filling discontinuous depressions in
the karren-like bedrock, and excavated them in three loci: AMD1,
AMD2 and AMD3 (Maurício, 1988; Zilhão, Maurício and Souto,
1991, 1993; Zilhão and Carvalho, 2011; Zilhão, 1997, 2001, 2009;
Carvalho, 2007; Trinkaus et al., 2011; Martins et al., 2015).
Under Holocene cave earth, a remnant Upper Paleolithic
deposit containing two archeologically fertile units (levels 3
and 4) existed in the AMD1 locus. A few tens of stone tools
and animal bone fragments were recovered in each; level 3,
radiocarbon-dated to 13-14 ka cal BP (thousands of calendar
years before present), also yielded perforated shell beads and
a small set of human remains. AMD3 corresponded to a lowdensity lens of organic sediments directly atop bedrock. AMD2
(of which AMD3 is but a continuation, the two loci being separated by outcropping bedrock) is the more spacious area of
the Galeria da Cisterna. The upper reaches of the stratigraphy
uncovered here consisted of a homogeneous, 20-40 cm thick
cave earth of Holocene age (level A); this deposit lied on beaver teeth-yielding, river-accumulated Pleistocene sands (level
C), from which it was separated by a dense lens of microfaunal
remains, mostly of bats (level B).
Level A contained a chronologically heterogeneous, highdensity accumulation of pottery and stone and metal tools, as
well as personal ornaments made of shell, bone, stone, glass,
bronze and iron, commingled with highly fragmented faunal
and human osteological remains. The lack of internal stratigraphic differentiation is primarily due to the thinness of the deposit, compounded by the impact of repeated prehistoric and early
379
[page-n-387]
J. Zilhão
Fig. 1. The Almonda karst system: location and geographical setting. The GoogleEarth view uses imagery dated December 31, 2009 and
has elevations set at 1.5x. The spring of the Almonda opens at the base of the fault escarpment separating the Tertiary basin of the Tagus
from the Central Limestone Massif of Estremadura.
historic human frequentation and the activity of burrowing animals. The occasional reactivation of the passage whenever the
water level in the karst is exceptionally high has always represented an additional source of turbation. The restricted space,
unsuitable for residential purposes, and the numerous human
skeletal remains, suggest an exclusively funerary use of the
place; the associated fauna and artefacts are therefore likely to
reflect burial offerings and/or to be part of the clothing borne by
the deceased at the time of body deposition in the cave.
2. THE BEAKER CONTEXT
The overwhelming majority of the diagnostic ceramics from
AMD2 is of unambiguous attribution to the Early Neolithic,
and the same applies to the small number of stone tools found
alongside. The range of ornaments in these deposits is also dominated by items that are characteristic of the Early Neolithic
as documented in both eastern Spain (Pascual, 1998) and Portugal (Zilhão, 1992, 1993, 2009). However, although primarily
an Early Neolithic cemetery, the presence of later prehistoric,
proto-historic and Roman artefacts shows that the AMD2 locus
of Galeria da Cisterna continued to be used in similar manner in
post-Neolithic times.
Given the unstratified nature of the Holocene deposit, the
age of the different AMD2 occupations was established via
direct radiocarbon dating of samples consisting of diagnostic artefact categories and/or faunal and human remains representing different individuals (Zilhão, 2001; Martins et al.,
2015). This strategy corroborated use of the locus in periods
for which occupation was inferred on the basis of typological
considerations, namely:
- Early Neolithic, as anticipated from the Cardial and Epicardial affinities of most decorated ceramics and confirmed by
results of 6445±45 BP (OxA-9287) for a pierced deer canine,
380
6445±45 BP (OxA-9288) for a bone bead imitating the shape of
a deer canine, and 6280±34 BP (OxA-28855) for a first phalange of the right foot of an adult human;
- Bronze Age, as anticipated on the basis of undecorated
sherds with characteristic carinated morphology and confirmed
by the results obtained on three right astragali of caprines —
3378±32 BP (OxA-X-2515-17; sheep), 3354±28 BP (OxA27984; goat), and 3310±28 BP (OxA-27983; probably goat);
- Late Iron Age, as anticipated on the basis of a few fragments of wheeled pottery with characteristic stamped impressions and confirmed by another result on a right astragalus of a
caprine (probably sheep) — 2129±27 BP (OxA-27982).
Four other adult human first phalanges of the right foot representing as many different individuals (Table 1; Fig. 3) were
dated to between 3774±28 BP (OxA-28856) and 3847±29 BP
(OxA-28859) (Table 2; Fig. 4). According to the Calib 7.0.4
significance test (Ward and Wilson, 1978; Stuiver and Reimer,
1993), these samples are statistically indistinguishable at the
95% confidence level. They indicate funerary use of the AMD2
locus during the second half of the third millennium cal BC,
more specifically between 2061 and 2433 cal BC. If we assume
that a single burial episode is represented by the four results and
calculate their pooled mean, we can restrict this interval to just
under a century (2201-2298 cal BC); whether the assumption is
warranted is, however, uncertain.
In Portugal, this chronological range corresponds to the Bell
Beaker culture of the Copper Age. Based on the contexts recently published by Cardoso (2014a) — namely, the open-air
settlement of Freiria, AMS-dated on animal bone to 3630±40
BP (Beta-296577) and 3770±40 BP (Beta-260301), and the
cave burial site of Ponte da Lage, AMS-dated on human bone
to 3833±26 BP (Wk-34424) and 3846±30 BP (Wk-25164) —
the four AMD2 individuals from the third millennium would
belong to a later phase of the culture, when the characteristic
[page-n-388]
Beaker people without beaker pots: the Chalcolithic funerary context from the Galeria da Cisterna
Fig. 2. The Galeria da Cisterna (Almonda karst system). TOP: distribution (number of items per grid unit) of the V-perforated buttons
recovered in the 1988–89 excavations; those from G20, G21 and G23 come from the basal spits of layer A. MIDDLE: topographic plan
and profile, with indication of the excavation grid. BOTTOM: stratigraphic cross-section along the longitudinal axis of the grid (elevations
in cm below datum); except in G20, tested to a depth of ~140 cm below surface, excavation stopped at the surface of layer C, marked by
an accumulation of boulders and slabs and a dense lens of bat bones (layer B).
decoration of its ceramics was effected with incision rather than
impression techniques. However, because no Beaker pots were
recovered in the Galeria da Cisterna, this inference cannot be
taken any further.
The artefact assemblage recovered in the Galeria da Cisterna also features a set of V-perforated buttons (Table 3, Figs.
2 and 5), a type of object that is commonly found in Beaker
contexts (Roche and Veiga Ferreira, 1961; Uscatescu, 1992).
One was recovered on the surface of locus AMD1, the others
come from the excavation of locus AMD2. Six are complete,
three are half-broken, and two are small fragments preserving
enough of the original morphology for their classification to
be secure; there is also a possibly unfinished blank, and two
small flat ivory fragments probably represent as many addi381
[page-n-389]
J. Zilhão
Table 1. Human right foot first phalanges from Galeria da Cisterna
(AMD2) directly dated to the Beaker period. Measurements are in
mm; the value in italics is an estimate of the distal breadth prior to
loss of the missing articulation.
Catalogue #
GL
Bp
SD
Bd
F23-90
26.9
17.3
10.6
13.6
G18-187
31.5
18.5
11.9
16.5
G19-785
29.7
17.1
12.9
14.8
G21-1765
39.2
20.5
13
17
GL = greatest length
Bp = greatest breadth of the proximal end
SD = smallest breadth of the dyaphysis
Bd = greatest breadth of the distal end
Fig. 3. Human first phalanges from the right foot, representing
four different individuals, directly dated by radiocarbon to the time
range of the Bell Beaker period. A. F23-90; B. G19-785. C. G211765; D. G18-187. Scale bars = 1 cm.
tional buttons. The complete specimens correspond to the
following types: pyramidal with square base (Fig. 5, nos.
1-3), and anthropomorphic (Fig. 5, nos. 4-5 and 7). One of
the anthropomorphic buttons (Fig. 5, no. 5) bears two simple
perforations on the reverse side instead of the normal V-perforation seen on the other two. Another (Fig. 5, no. 7) was found
in two separate, conjoining halves, and three of the fragments
of anthropomorphic buttons correspond to similar halves of
identical morphology whose pair could not be found.
A perforated ivory piece in the shape of a baseball bat
(Fig. 5, no. 6) probably belongs in this context as well; it
could represent an elongated variant of Uscatescu's (1992)
“tortuga with one appendix” type, perhaps repaired or reworked from a larger piece after breaking (Pascual Benito, personal communication, July 17, 2015). Indeed, similar, Vperforated specimens are known from a few sites elsewhere
in Iberia, namely the Copper Age fortified settlement of Vila
Nova de São Pedro, situated some 40 km to the Southwest
(Roche and Veiga Ferreira, 1961).
In the rock-cut tombs of Rocallaura, in Catalonia (Vilaseca,
1953), and São Pedro do Estoril, in Portugal (Leisner, Paço and
Ribeiro, 1964; Cardoso, 2014b), aligned rows (of thirteen and
eleven, respectively) of buttons were found in situ, indicating
the presence of clothing and corroborating the items' inferred
functionality. Vilaseca (1953) suggests that, of the two individuals in the Rocallaura tomb, the row of buttons associated
with one indicates the presence of a front-buttoned skirt and,
hence, of a female (the other, based on its association with a
copper dagger, would have been male). Harrison and Heyd's
(2007) argument that, in the Beaker culture, such buttons are
female-related, supports Vilaseca's suggestions and, following
these authors, we would therefore conclude that at least one of
the adult humans from AMD2 dated to the Beaker period would
have been a woman. The fragmentary nature of the bone remains prevents addressing the issue from a physical anthropological perspective, but ongoing ancient DNA work has already
established that two of them are indeed female (Lalueza-Fox,
personal communication, July 20, 2015).
Schuhmacher et al. (2013) analyzed 15 Portuguese V-perforated buttons, including eight of the anthropomorphic type
and four of the related tortuga type. They have shown that, in
all cases, these buttons were carved out of sperm whale ivory.
Visual inspection of the Galeria da Cisterna specimens indicates that, whenever the distinction can be ascertained, they
too are made out of tooth, not bone; in particular, nos. 2-3
and 5-6 of Fig. 5 display a white-over-orange/brown coloring
pattern reflecting the marked separation between cementum
and dentine featured by the teeth of the sperm whale. Given
Table 2. Oxford AMS radiocarbon dating results for Galeria da Cisterna (AMD2) Beaker humans. Calibration used OxCal v.4.2.4 with
the INTCAL13 calibration curve (Bronk Ramsey, 2013; Reimer et al., 2013).
Catalogue #
F23-90
Spit
OxA-
Age BP
Used (mg)
Yield (mg)
%Yld
%C
δ13C (‰)
δ15N (‰)
C:N ratio cal BC (2σ)
–
28859
3847±29
600
34.4
5.7
43.8
-19.24
9.20
3.3
2206-2457
G18-187
A1
28857
3836±29
600
66.99
11.2
45.4
-19.15
9.30
3.3
2201-2456
G19-785
A2
28856
3774±28
620
51.62
8.3
46.6
-19.53
8.60
3.3
2061-2290
G21-1765
A4
28858
3819±29
820
46.5
5.7
45
-19.50
8.90
3.4
2144-2433
382
[page-n-390]
Beaker people without beaker pots: the Chalcolithic funerary context from the Galeria da Cisterna
Fig. 4. Age ranges of the four individuals from the Galeria da Cisterna directly dated by radiocarbon to the Bell Beaker period. Calibration
used OxCal v.4.2.4 with the INTCAL13 calibration curve (Bronk Ramsey, 2013; Reimer et al., 2013).
this texture and the 9.2 mm thickness of one of the pyramidal
specimens in which the pattern can be observed, we can infer
that large, non-hollowed teeth were used in the manufacture of
these buttons. This fact excludes other marine mammals, and
the overall size of these buttons further implies that such teeth
could have not come from even the largest of the terrestrial
mammals, wild or domestic, then living in the country.
Even though analytical corroboration remains necessary, it is
therefore concluded that the raw-material the Galeria da Cisterna
buttons are made of is sperm whale ivory. The occurrence of the
species in coastal waters is well documented; historical records
extend its exploitation back to the 12th century AD but whether
this involved hunting or just the manipulation of the bodies of
stranded animals remains to be clarified (Brito, 2008). As pointed
out by Schuhmacher et al. (2013), a significant implication of the
Portuguese Beaker buttons is that, along the country's coast, landbased whaling has deep roots in late prehistoric times.
A small fragment of gold spiral recovered in zone AMD3
(Fig. 6) completes this Beaker context. In the rock-cut tomb
of São Pedro do Estoril, a complete gold spiral of similar
Table 3. Buttons from the Galeria da Cisterna. Measurements are in mm. Length is the dimension defined by the horizontal alignment of the perforations and width is the dimension measured perpendicular to length; for the flat forms, height is the maximum
thickness of the object and sagitta is the height of the arc defined along the length of the concave face, when one exists.
Catalogue number
Layer
Spit
Condition
Length
Width
Height
Sagitta
Anthropomorphic
AMD1-SUP88-41
Surface
–
half-broken
30.0
–
5.8
1.3
AMD2-F20-26
A
–
complete
24.8
20.1
7.2
0.0
AMD2-F20-27
A
–
fragment
–
–
2.9
–
AMD2-F22-81
A
–
half-broken
24.8
–
5.5
–
AMD2-G20-1090/G21-2273
A
B2/A4
two broken halves refitted
28.4
24.2
7.0
4.2
AMD2-G21-2272
A
A4
complete
21.5
16.7
3.2
0.0
AMD2-G23-6
A
A4
half-broken
30.4
–
6.0
–
AMD2-F22-80
A
–
complete
13.1
14.4
5.6
n/a
AMD2-F24-7
A
–
complete
15.4
14.8
9.2
n/a
AMD2-G18-455
A
A1
complete
23.3
20.5
9.2
n/a
AMD2-F21-87
A
–
fragment
–
–
–
–
AMD2-G19-523
A
A1
unfinished?
22.8
13.5
2.2
0.6
AMD2-G21-122
A
A1
fragment?
–
–
1.8
–
AMD2-G23-15
A
A4
fragment?
–
–
3.7
–
Pyramidal
Undetermined
383
[page-n-391]
J. Zilhão
Fig. 6. The fragment of gold spire from Galeria da Cisterna (AMD36). Scale bar = 5 mm.
Fig. 5. The complete V-perforated and associated ivory buttons
from Galeria da Cisterna: 1-3. Pyramidal; 4-5, 7. Anthropomorphic;
6. Reworked tortuga type (?). Inventory numbers: 1. F24-7; 2. G18455; 3. F22-80; 4. G21-2272; 5. F20-26; 6. F18-20; 7. G20-1090/
G21-2273. Scale bar = 1 cm. Photos: José Paulo Ruas.
make was found around a human phalange, proving use as
a ring. Direct dating of that phalange to 3790±40 BP (Beta178468; Gonçalves, 2009) placed the associated spiral in the
time range (2045-2401 cal BC) of the Beaker-aged humans
from Galeria da Cisterna. This result supports attribution to
the same period of the Cisterna gold piece as well as its interpretation as funerary gear — in this case, given size, we are
probably dealing with an earring fragment.
3. DISCUSSION
In Spain as a whole, according to Uscatescu (1992), the square base type of pyramidal buttons is commonly ascribed to the
“Eneolithic”, a designation that subsumes the Beaker culture with
the Bronze Age. On the face of this ascription, one might be led to
384
posit that it is equally plausible that the specimens of this specific
type found in AMD2 belong in the Bronze Age context defined
by this locus' carinated ceramics and caprine bones, dated by the
latter to the second quarter of the second millennium cal BC.
However, in Valencia, Bernabeu (1984: 101) states that most
pyramidal buttons come from Incised Beaker contexts, namely those retrieved from the sites of Cova Bolta, Cova Bolumini, Cova de
la Recambra and Cova Santa de Mallada. Interestingly, this author
also cites two instances where such buttons are the only Beaker
diagnostic present — Cova de Giner and Cova del Partidor. Rather
than stand for the persistence of the type into non-Beaker, later
periods (and the absence of Bronze Age ceramics does preclude
such an assignment), these two sites therefore seem to represent
Valencian counterparts of the Beaker-people-without-Beaker-pots
situation identified in the Galeria da Cisterna.
Assigning pyramidal buttons to the Beaker period is also consistent with the Catalonian evidence. In the Rocallaura tomb, the
presumably male-associated dagger found with the presumably
female-associated pyramidal buttons is of a type (elongated, tongued) commonly found in Beaker contexts. Another sepulchral
cave yielding a closed context of rather homogeneous material
culture is Calvari d'Amposta (Esteve, 1966); here, Beaker pots
and a copper tongue dagger were found in Burials 1 and 2, while
Burial 4 yielded five pyramidal buttons made out of shell in association with a small, undecorated, hemispheric vessel (10 cm in
diameter, 5.6 cm in height).
In addition, in the few cases where pyramidal buttons come
from stratified contexts, Beaker ceramics were found alongside.
This is the case in Portugal, where the square-based subtype was
hitherto unrecorded but the one rectangular-based specimen known
comes from the Beaker level of Vila Nova de São Pedro (Roche
and Veiga Ferreira, 1961: Fig. 1, no. 8). It is also the case in Catalonia, namely at Cova del Frare, where a square-based pyramidal button comes from level 3, dated on a bulk charcoal sample to
3990±100 BP (MC-2296) and for which a date on a similar sample
collected at the interface with overlying Bronze Age level 2 provides the terminus ante quem of 3790±100 BP (Martín, Guilaine
and Thommeret, 1981). These chronological constraints place the
Cova del Frare specimen in the time range of the Cisterna Beaker
humans; in addition, this 15 mm object is about the same size as the
AMD2 specimens, even if a bit thinner (5 mm) — which may well
relate to the fact that it is made out of shell instead of ivory.
[page-n-392]
Beaker people without beaker pots: the Chalcolithic funerary context from the Galeria da Cisterna
Another Catalonian example concerns the Neo-Chalcolithic
funerary horizon of Can Sadurní cave, where both forms of the
pyramidal button, rectangular and square, were found together
(Edo, Blasco and Villalba, 2011). This horizon is a cultural palimpsest spanning the entire interval comprised between the
Middle Neolithic and the Bronze Age; establishing the associations of the buttons is therefore not an easy task but, alongside the
characteristic ceramics, this horizon yielded a number of other
Beaker diagnostics, namely barbed and tanged, bifacially flaked
flint arrowheads. In addition, most of the 53 buttons retrieved
therein were found at the interface between excavation units 8
(defined as “Neo-Chalcolithic”) and 9c (defined as “Early Bronze
Age”). This stratigraphic evidence suggests that the Can Sadurní
buttons belong in the later part of the Copper Age and are more
likely to be related to the Beaker ceramics found in the upper
part of unit 8 than to the components defining an earlier, Late
Neolithic or Verazien mortuary context, most of which were recovered towards the base of that unit.
This pattern is replicated in the Balearic archipelago. In Mallorca, a set of pyramidal buttons is known from the rock-shelter
of Cueva de los Muertos (Waldren and Kopper, 1967; Stuiver,
1969). Retrieved in an apparently well-stratified sequence, they
were associated with Incised Beaker ceramics, and a bulk charcoal date of 3790±80 BP (Y-1789) obtained for this context falls,
again, in the time range of the Cisterna Beaker humans.
Although pyramidal is believed to be the correct classification, describing one of the AMD2 specimens (no. 3 of Fig. 5) as
prismatic would not be inappropriate because of its low height
and flattened, smoothed apex. According to Uscatescu (1992: Fig.
34), however, prismatic buttons are only found in the eastern half
of the Iberian Peninsula and in the Balearics while, chronologically, they would belong in the Early Bronze rather than the Copper
Age. In the case of the Galeria da Cisterna specimen, assignment
to the prismatic type would therefore imply, on one hand, a significant geographic distribution anomaly, and, on the other, the possibility that this button (and perhaps the pyramidal ones as well)
related to an Early Bronze Age context whose other components
would remain unidentified (namely, among the ceramics). Considering the set of available radiocarbon results, however, it is clear
that no use of the Galeria da Cisterna is documented during a period of at least four centuries (2061-1658 cal BC) — and perhaps
as much as eight (2290-1511 cal BC) — following the interval
defined by the Beaker dates. As this hiatus entirely encompasses
the time range of the Early Bronze Age in Portugal (Mataloto,
Martins and Soares, 2014), it is therefore rather unlikely that any
of the Cisterna buttons relates to this period instead of the Beaker.
Bearing in mind the problems of typological ambiguity illustrated by the Cisterna specimen, it must also be noted that Uscatescu (1992) records a number of Catalonian instances where
the prismatic-square type is associated with Beaker or so-called
epi-Beaker ceramics, namely: the Garrofer cave, where the association included a pyramidal specimen; and Cova del Frare,
where, as seen above, a pyramidal specimen comes from level
3 and the prismatic specimen is from overlying level 2 — assigned to the Bronze Age but also containing ceramics decorated in
Beaker fashion (Martín, Guilaine and Thommeret, 1981: 105).
Considering the fuzziness of the boundaries and the instances of
stratigraphic reversals apparent in the site's dating (Martins et al.,
2015), this Cova del Frare evidence is not inconsistent with the
notion that the two buttons belong in its Beaker occupation. That
buttons classified as prismatic can also occur in Beaker contexts
is further supported by Pascual's (1998: 168) account, based on
Arribas and Molina (1979), of the distribution of the type in the
stratified settlement of Castillejos de Montefrío (Granada): “pyramidal ivory buttons appear in phase IV, in association with maritime and stippled Beakers, and become larger, adopting a range of
shapes (pyramidal and prismatic), in phase V (Incised Beaker)”.
The buttons that Roche and Veiga Ferreira (1961) define as
“stylized anthropomorphic” and form Ucatescu's (1992) type
XIV are exclusive to the Lisbon peninsula. These authors list
finds made at habitation sites, namely the hilltop settlements of
Castro de Olelas and Castro do Zambujal, as much as in funerary sites of four kinds: rock-cut tombs (Quinta do Anjo, Palmela;
São Pedro do Estoril, Cascais); dolmens (Cabeço dos Moinhos,
Figueira da Foz); tholoi (São Martinho, Sintra, and Conchadas,
Adebeja); and natural caves (Casa da Moura, Cesareda; Verdelha
dos Ruivos, Vila Franca de Xira). In all these instances, pottery
and other items regionally diagnostic of the Beaker culture were
also present.
4. CONCLUSION
Despite the shortcomings of their immediate context, the small
set of V-perforated buttons from the Galeria da Cisterna can therefore be confidently considered as documenting funerary use of
the site by people of the Bell Beaker culture. The dating evidence
and the broader context suggest that such use more specifically
occurred during the later, so-called “Incised” phase of the culture. The raw-material used for the manufacture of these buttons is
likely to have been sperm whale ivory, as previously documented in a number of localities in littoral Portugal (Schuhmacher
et al., 2013): the Palmela rock-cut necropolis, on the estuary of
the Sado; the megalithic tomb of Conchadas, the cave of Verdelha dos Ruivos, and the hill-top settlement of Pedra do Ouro, on
the estuary of the Tagus. The spring of the Almonda, however, is
located >40 km inland, and the innermost reaches of the Tagus
estuary are at a similar distance. The ivory, therefore, is unlikely
to have been directly obtained by the resident populations that
used the site for funerary purposes. Rather, its acquisition, or that
of the finished objects themselves, must reflect the existence of
trade networks through which the material and/or the items circulated widely across the region. By the same token, we can infer
from such a circulation that, like the gold ornaments with which,
as is the case at Cisterna, they are often associated, ivory buttons
would have been rare, valuable and prized — perhaps more so
than the distinctive decorated vessels that define the Beaker culture and are conspicuously absent from the Galeria da Cisterna
ceramic assemblage.
ACKNOWLEDGMENTS
Josefina Zapata classified the Holocene human bone remains from
Galeria da Cisterna submitted for dating, while Simon Davis,
Montse Sanz and Jordi Nadal helped with the classification of the
caprine samples. António F. Carvalho, António Monge Soares, F.
Xavier Oms, João L. Cardoso, Katina Lillios, Michael Kunst, Richard Harrison and Volker Heyd read a draft and contributed comments that significantly improved the manuscript.
385
[page-n-393]
J. Zilhão
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[page-n-394]
Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 387-401.
Anatomía de un recinto de fosos calcolítico del valle medio
del Duero: el Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid)
geRMán deliBes de CastRo, Manuel CResPo díez
y José antonio RodRíguez MaRCos
reSumen
Las siete campañas arqueológicas efectuadas en el “recinto de fosos” de El Casetón de la Era (Villalba de Los Alcores,
Valladolid) han permitido conocer las líneas maestras de estos yacimientos del inicio de la Edad del Cobre en el sector central
de la Submeseta Norte española. La investigación aporta datos relevantes sobre el trabajo comprometido en la construcción de
este dispositivo, sobre la adición de los fosos a un poblado previo, sobre la economía agropecuaria de sus ocupantes y sobre el
impacto medioambiental de sus actividades. Los “recintos de fosos”, que entrañan un notable esfuerzo cooperativo, se asocian
en el valle medio del Duero al primer poblamiento auténticamente estable y a la consolidación de la vida agraria.
PalabraS claVe:
Calcolítico, valle del Duero, recintos de fosos, poblados, economía agrícola, impacto ambiental.
abSTracT
Anatomy of a Chalcolithic Causeway Enclosure of the Middle Duero Basin: El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores,
Valladolid, Spain). The seven seasons of excavation at the ditched enclosure of El Casetón de la Era (Villalba de los
Alcores, Valladolid) have revealed the main features of these Copper Age sites in the central area of the Iberian Northern
Plateau. New data about a wide range of issues, such as the labour required to construct the ditches, the addition of the
ditches to an earlier settlement, the agricultural economy of the inhabitants of El Casetón de la Era, or the environmental
alterations resulting from their activities, are now available. Ditched enclosures, the construction of which implies a great
cooperative effort, are the earliest permanent settlements in the Middle Duero valley, and they point up the consolidation
of the farming economy within this area.
keywordS:
Copper Age, Duero basin, causewayed enclosures, ditches, settlement, agricultural economy, environmental
impact.
1. EL FENÓMENO DE LOS “RECINTOS DE FOSOS”
EN EL VALLE MEDIO DEL DUERO
La huella de este tipo de monumentos, ampliamente documentada desde antiguo en Europa y reconocida en la mitad meridional
de la Península Ibérica desde hace cuatro décadas (Márquez y
Jiménez, 2010), ha alcanzado a detectarse en los últimos años
también en la cuenca sedimentaria del Duero gracias a un proyecto de arqueología aérea. Los yacimientos identificados al día de
hoy en este espacio central de la Submeseta Norte se aproximan
al medio centenar, distribuidos por las provincias de Palencia, Salamanca, Segovia, Valladolid y Zamora, y corresponden, a juzgar
por los materiales arqueológicos que entregan en superficie y por
algunas dataciones de carbono 14, al “horizonte Las Pozas” o Cobre Precampaniforme regional: un fenómeno arqueológico, por
tanto, homogéneo, que se concentra en las últimas centurias del
IV Milenio y en la primera mitad del III AC (Delibes et al., 2014),
por más que doscientos kilómetros al Este, en el soriano valle
de Ambrona, existan enclosures del Neolítico Antiguo, como La
Revilla, que reivindican fechas del VI milenio (Rojo et al., 2008).
Dotadas de escala y debidamente ortorrectificadas (pues en su
mayoría son oblicuas), las fotos aéreas (fig. 1) proporcionan invariablemente imágenes de recintos de diseño anular y reducido
tamaño, lo que no significa que sean iguales. Porque, según los
casos, pueden presentar una única línea de fosos (Los Melonares,
San Miguel, Somante al Cuadro), dos (El Mesón, El Moscatel,
Santa Cruz II) o tres (El Casetón de la Era, Las Canteras, Las
Pozas 1, Los Villares), y porque sus superficies oscilan entre 0,5
ha de La Corona o Las Ligeras de Abajo y 3,5 ha de, por ejemplo, Las Canteras y Los Villares, muy lejos en cualquier caso de
las 6 ha de los enclosures considerados oficialmente “grandes”
(Oswald et al., 2001: 73). Otro rasgo común es la discontinuidad
de los trazados de sus fosos, esto es la existencia de interrupciones
que debieron actuar como puertas a la vista de que en los recintos
de anillos concéntricos se presentan nada raramente alineadas.
Puertas, por lo demás, cuya posición suele resaltarse incurvando
los extremos del foso hasta adoptar la forma de embudos (Cuesta
del Pájaro y Los Villares) y de entradas en esviaje (San Martín),
cuando no de sofisticadas barbacanas a modo de “pinzas de cangrejo” (Las Canteras) (Delibes et al., 2014).
387
[page-n-395]
G. Delibes de Castro, M. Crespo Díez y J. A. Rodríguez Marcos
Fig. 1. Fotografías ortorectificadas de algunos recintos de fosos del valle medio del Duero, provincia de Valladolid. 1.- El Mesón,
Villarmentero; 2.- San Miguel, Cubillas de Cerrato; 3.- El Moscatel, Torrelobatón; 4.- El Casetón de la Era, Villalba de los Alcores.
Por sí solas, las fotos no permiten deducir cuál era la funcionalidad de los recintos de fosos pero sí revelan su asociación sistemática a “campos de hoyos”. Nada más lejos de nuestra intención
que discutir aquí el significado de estos complejos yacimientos
“de hoyos”, aunque recordemos que la opinión mayoritaria considera son cuanto sobrevive de unos asentamientos prehistóricos
con construcciones de barro y madera literalmente arrasados por
la erosión (Fernández-Posse, 1998: 112-115; Blanco González,
2009: 105-114). Por más que el moteado de los hoyos sobrepase
con frecuencia los límites de los recintos, parece lógico pensar,
pues, que los fosos actuaran como cinturones o contornos de unos
poblados cuyas viviendas solo muy excepcionalmente alcanzan a
detectarse en los fotogramas aéreos (García García, 2013: 181).
Pero, afirmado esto, urge añadir que no todos los establecimientos
calcolíticos precampaniformes del valle medio del Duero contaron con fosos delimitadores, lo que obliga a reconocer en los que
los tienen, en los dotados de infraestructuras tan onerosas como
indudablemente fueron aquellas largas y profundas trincheras, un
carácter especial y seguramente cierta centralidad dentro de las
redes de poblamiento.
En todo caso, como tales hábitats, los recintos se atienen a
un patrón de asentamiento bastante regular en el que prima la
vecindad a pastos húmedos y a tierras de cultivo en detrimento
de mejores condiciones defensivas. Unos planteamientos que,
388
en esta zona del Duero medio, determinan que los enclaves
se alejen de las crestas de los páramos y de las culminaciones
de las cuestas para instalarse cerca del fondo de los valles,
cuando no a orillas mismas de los ríos, siempre, eso sí, con
la precaución de elegir un leve promontorio o una arruga del
terreno que, una decena de metros sobre el entorno inmediato,
les ponga a resguardo de las avenidas fluviales. El estudio, por
último, de la capacidad agrológica de los suelos próximos a los
yacimientos revela una tendencia acusada a fundar los recintos
junto a las vegas más fértiles y fáciles de labrar, cuyos suelos
de gravas envueltas en un sedimento de arenas y limos suelen
ser, significativamente, los más abundantes en los entornos
inmediatos de los recintos pese a su relativa rareza a nivel general de la zona (Delibes et al., 2014: 154-164). Un valioso
indicador, sin duda, de la vocación agrícola de los ocupantes
de nuestros yacimientos.
El acceso a esta información sobre los recintos de fosos, que
amplió sensiblemente las perspectivas de estudio del Calcolítico
de la Submeseta Norte, no hizo, sin embargo, sino magnificar la
necesidad de diseccionar y conocer a fondo uno de estos yacimientos. El elegido fue El Casetón de la Era, en Villalba de los
Alcores (Valladolid) en el que desde 2006 se han desarrollado
siete campañas de excavación de las que se han ido publicando
pequeños avances (Delibes et al., 2009; Delibes et al., 2010).
[page-n-396]
Anatomía de un recinto de fosos calcolítico del valle medio del Duero: el Casetón de la Era
Hoy presentamos aquí una visión de conjunto muy renovada
del funcionamiento de este enclave, como homenaje a un sabio
arqueólogo, a un hombre justo y a un entrañable amigo: Bernat
Martí Oliver.
2. EL TRIPLE ANILLO FOSADO DE EL CASETÓN
DE LA ERA: EMPLAZAMIENTO, TRAZAS, ACCESOS
Y RELLENOS
El yacimiento se localiza en un espacio de transición entre la
plataforma calcárea de los Montes Torozos, cuyas cuestas se
levantan inmediatamente al Sur y al Oeste de la estación, y la
campiña de Tierra de Campos que se abre, en dilatado horizonte, en dirección Norte (fig. 2). Ocupa la culminación y la
vertiente septentrional de un leve alomamiento, a cuyos flancos
discurren los arroyos Mijares y de las Cárceles, y en perspectiva geológica se asienta sobre depósitos de margas y arcillas,
fáciles de labrar en condiciones de humedad, que se asimilan a
las facies “Cuestas” y “Tierra de Campos” del ciclo miocénico
Astaraciense-Vallesiense (Hernández Pacheco, 1915). Desde su
emplazamiento se domina una amplia cuenca visual en dirección norte –que significativamente coincide con las campiñas de
mayor potencial agrícola del entorno-, mientras que en el resto
de las orientaciones las laderas de los páramos vecinos bloquean
enseguida las líneas de visión.
Fig. 2. Localización del yacimiento.
Gracias a una amplia colección de fotografías aéreas y a las
imágenes obtenidas en una prospección geomagnética efectuada en 2008 (Becker et al., e.p.), disponemos de una buena visión
de conjunto del yacimiento, constituido por tres a fosos concéntricos circulares o ligeramente ovales, que circunvalan una
superficie de 1,7 ha y a lo largo de cuyo trayecto existen diversas interrupciones a modo de accesos (fig. 3). El foso exterior o
Foso 3, que mide 153 m de diámetro, cuenta con cinco de tales
entradas; en el intermedio (Foso 2), cuyo diámetro alcanza los
85 m, se registran cuatro interrupciones; y en el interior (Foso
1), de 46 m, únicamente dos.
La sección y las dimensiones de los fosos presentan contrastes considerables a lo largo de su trazado: la anchura, por
ejemplo, oscila según los tramos entre los 3,5 m y los 5 m; la
profundidad, que alcanza los 2,5 m en el foso 2, apenas llega
al metro y medio en el foso 3; y las secciones pueden ser en
“U”, de paredes cóncavas (Foso 3), o en “V”, aunque en este
caso los taludes, muy pronunciados, no llegan a converger en
un ángulo diedro, por formar antes un estrecho fondo plano
(Fosos 1 y 2) (fig. 4).
En lo que no existe variación es en que los fosos aparecen
sistemática y totalmente colmatados como consecuencia de procesos de origen diverso. Por ejemplo, los análisis sedimentológicos efectuados en el Foso 1 atestiguan que, mientras el tramo
inferior del relleno acoge casi en exclusiva arcillas limpias,
desplazadas por gravedad, y el intermedio vertidos naturales y
echadizos antrópicos, en el superior predominan por completo estos últimos, lo que trasluce cierta voluntad de amortizar
la zanja. En todo caso, aunque no puedan descartarse posibles
limpiezas o “recuttings” de los fosos, la impresión dominante es
Fig. 3. Magnetograma realizado en 2008.
389
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G. Delibes de Castro, M. Crespo Díez y J. A. Rodríguez Marcos
Fig. 4. Sección del Foso 1.
que los rellenos fueron fruto de procesos continuados y de corta
duración, dentro de la misma dinámica de ocultamiento que rige
en yacimientos similares y que ha inducido a acuñar el término
“arquitectura reversible” (Márquez Romero, 2013: 82).
El argumento clave a la hora de defender la rapidez de la
formación de los rellenos, más que las dataciones absolutas que,
con mostrarse muy agrupadas, carecen de suficiente resolución,
es que la sedimentación en ningún momento se detuvo o estabilizó el tiempo suficiente para que a techo llegaran a formarse
verdaderos suelos: sencillamente la continuidad de los vertidos
lo impidió (Delgado, 2007). Una situación, en todo caso, que no
es incompatible ni con que dentro de la zanja llegaran a brotar
plantas de vida corta en primavera, ni con que determinados
elementos arqueológicos del relleno, caso de los huesos, a juzgar por su alteración postdeposicional (por agua, por raíces, por
actividad de roedores o por carroñeo de carnívoros), muestren
huellas de exposición aérea.1
Otra cuestión a discutir es el orden de excavación de los
fosos. Tal y como algunos autores han planteado, es difícil que
una obra de esta envergadura se realizara de una sola vez e,
incluso, que todos los fosos permanecieran abiertos al unísono (Díaz del Río, 2008; Ríos Mendoza, 2011: 74-80: Balsera
et al., 2015: 151-153). En el caso concreto de El Casetón de
la Era algunos detalles nos hacen sospechar que ni la obra de
los tres fosos fue simultánea ni existió un proyecto inicial de
conjunto que contemplara todos ellos abiertos a la vez, como
los vemos hoy. La primera evidencia proviene de la disposición
de las entradas en los recintos. Las once o doce con que cuenta
el conjunto no se reparten equitativamente entre los tres fosos,
sino que su número decrece de fuera hacia adentro. Ello no tendría mayor importancia y se podría considerar una simple forma
de restringir el acceso al espacio central del recinto, si no fuera
porque –en perfecta oposición a los que sucede en los “erdwerke” centroeuropeos de, por ejemplo, Osterhofen-Schmiedorf,
Tesetice-Kyjovie o Bucany (Parkinson y Duffy, 2007: 104, fig.
4)– en El Casetón de la Era apenas se registran alineaciones en-
1
Información que agradecemos al Dr. Carlos Fernández, de la Universidad de León, responsable del estudio de la colección faunística
del yacimiento.
390
tre las puertas de los distintos recintos, reconociéndose solo con
claridad la existencia de un eje Noroeste-Sureste que atraviesa
los recintos 1 y 2.
Un segundo argumento a favor de la diacronía de los fosos
lo aportan las columnas polínicas efectuadas en ellos. En la base
de la correspondiente al foso 1 los pólenes registran una fase
caracterizada por una cobertura arbórea/arbustiva considerable
que no tiene correspondencia en los sedimentos del relleno inferior de los fosos 2 y 3. Aquí, en efecto, lo acreditado es ya una
degradación de aquella vegetación clímax en la que el bosque/
monte retrocede ante la explosión de plantas no arbóreas como
Aster, Cardueae, Cichorioreae, Cerealia… exponentes claros
de una progresiva antropización del paisaje (López Sáez, 2007).
Por tanto, si interpretamos el retroceso de la masa arbórea como
resultado de una presión humana acumulada, el inicio de la colmatación del foso 1 hubo de preceder a la excavación e inicio
del relleno de los fosos 2 y 3, demostrando que no fueron sincrónicos en origen.
Por último, disponemos de ocho dataciones radiocarbónicas
para el relleno de los fosos (fig. 5) que denotan una indudable
concentración y que sitúan la vida del recinto en la primera mitad del III milenio cal BC. Tres de ellas, sobre muestras que proceden de los estratos basales del relleno del Foso 1 (GrA-34319,
GrA-42526 y PoZ-43671), resultan muy coherentes entre sí y
datan el inicio de la colmatación del foso con un máximo de
probabilidad entre 2750-2500 cal AC. Otra (GrN-30550), que
procede de la base del Foso 2, muestra un grado de incertidumbre tal que podría relacionarse con cualquier momento de la
trayectoria ocupacional del yacimiento. El resultado de GrA42529, que se refiere al inicio de la colmatación del Foso 3,
remite por su parte al 2580-2340 cal AC, fecha a todas luces
Fig. 5. Dataciones radiocarbónicas, calibradas a 2 sigmas, para el
relleno de los fosos y madera de un poste de la Cabaña A.
[page-n-398]
Anatomía de un recinto de fosos calcolítico del valle medio del Duero: el Casetón de la Era
posterior a las defendidas para los inicios del relleno del Foso
1. Y, además, esta última datación se superpone prácticamente
tanto con GrA-42527: 2580-2340 cal AC, obtenida para la culminación del Foso 1, como con PoZ-57753: 2567-2341 cal AC,
del final del relleno del Foso 2, de lo que se deduce que, por más
que nos encontremos ante un yacimiento de trayectoria corta, la
excavación del foso exterior tuvo lugar cuando los dos interiores estaban prácticamente amortizados.
3. EL ESPACIO DOMÉSTICO INTRAFOSOS:
VIVIENDAS Y HOYOS
Las excavaciones en el interior de los recintos del Casetón de la
Era han permitido identificar numerosas estructuras que, en función de su naturaleza y morfología, cabe agrupar en dos clases.
A la primera corresponderían ocho cabañas circulares (fig. 6)
cuyos restos apenas sobreviven debido, en parte, a su construcción en “blando” (barro y materia vegetal), pero sobre todo a
causa de la erosión severa sufrida por el yacimiento que supuso
la eliminación de cualquier estrato horizontal de ocupación en
su interior. De tamaño variable, las cabañas o casas aparecen
delimitadas por una zanja perimetral de cimentación de sección
en “U” y 20/30 cm de profundidad, en cuyo fondo y de forma
espaciada (p.e. en la cabaña A) se documentan los pies de poste
de lo que fue el armazón principal de sus paredes. Las hay grandes, con diámetros que superan los 6 m (A, C y F), y pequeñas,
de solo 3-4 m (B, E y D), y en general –por problemas de conservación– no está muy claro ni dónde se situaban sus accesos ni
cómo se distribuía su espacio interior, aunque parece tratarse de
viviendas de dependencia única similares a las de otros enclaves
coetáneos tanto de la propia cuenca del Duero (ver, p.e., Fabián
García, 2006: 203-222) como extrameseteños (ver, p.e., Zafra
de la Torre et al., 1999: 84; Serrano et al., 2011: 125-126).
Con todo, pese a su mala conservación general, no faltan
algunas evidencia de equipamiento interno en dos de las viviendas: en la Cabaña A, los restos de un pavimento tosco, de tierra,
lo que parece ser una placa de hogar asimismo de arcilla, y tres
pequeños hoyos de poste (dos de ellos calzados con cantos de
caliza), que se alinean en el interior y debieron formar parte del
dispositivo que soportaba la techumbre. Por su parte, la Cabaña B, conserva también intramuros los restos de una solería de
barro rojizo que ocupa gran parte de su superficie meridional.
Nos consta al menos la superposición de dos de las cabañas
–la B corta en dos puntos la zanja de cimentación de la A– lo que
revela, por un lado, la necesidad de renovar unas construcciones
no muy duraderas, y por otro la determinación de los ocupantes
de seguir haciendo uso del mismo espacio. Los alzados de estas
estructuras no se conocen con precisión pero no debieron ser
muy distintos de los de otros poblados calcolíticos, a base de
un “cuerpo bajo cilíndrico y cubierta cónica, formada por un
entramado de madera y ramajes flexibles, reforzado con algunos
postes en el perímetro y la entrada y con un posible cubrimiento
de barro para mejorar el aislamiento” (Lechuga Chica, Soto y
Rodríguez-Ariza, 2014: 357). De todo ello, en El Casetón no se
conserva sino un ingente número de pellas de barro, cuajadas
de improntas de tallos de cereal, de hojas, de ramas y de postes
de distintos calibres, que tienden a concentrarse en los fosos
y en determinados hoyos más que en el espacio habitacional
propiamente dicho.
Fig. 6. Cabaña H.
La localización de estas ocho unidades domésticas al interior del perímetro fosado2 se presta a la lectura de que estos
últimos delimitaban y proporcionaban defensa al poblado,
constituyendo ambos un conjunto armónico; pero, para poder
afirmarlo con garantías es preciso demostrar que el caserío y
los fosos estuvieron operativos al mismo tiempo. Y, a falta de
relaciones estratigráficas directas entre ambos, porque ya hemos dicho que el yacimiento se halla en gran medida arrasado,
encontramos tres inconvenientes importantes para aceptarlo: 1)
que algunas de las cabañas (p.e. la A y la C) han sido “cortadas”
directamente por los fosos; 2) que tanto la Cabaña A como la B,
contra toda organicidad funcional, se sitúan al exterior de una
de las puertas del recinto nº 1, prácticamente bloqueándolo; y 3)
que una de las fechas C14 sobre carbón procedente de la zanja de
la Cabaña A (PoZ-57754: 2890-2620 cal AC) es resueltamente
más “antigua” que cualquiera de las dataciones de los niveles
basales del relleno de los fosos. Tres argumentos contundentes,
entendemos, en favor de contemplar la existencia de dos fases,
las dos calcolíticas y consecutivas, en la vida del yacimiento:
la primera correspondiente a la fundación de una aldea abierta,
sin límites establecidos, y otra posterior, una vez excavados los
fosos, en la que tiene lugar la “monumentalización” del sitio.
Todo ello prueba que nos hallamos ante un yacimiento complejo, en permanente reelaboración y con, incluso, cambios de
uso a lo largo de su vida: el caserío original, de cierta trayectoria
–la superposición de las zanjas de cimentación de las viviendas
así lo demuestra–, en un determinado momento, cuando se excavan los fosos, parece perder su función originaria o, cuando
menos, se ve obligado a subordinar su urbanismo al trazado de
aquellos, convertidos desde entonces en principal elemento vertebrador del espacio.
Finalmente, quedaría por despejar la incógnita de cuál fue
la relación entre el poblado y los fosos, para lo que resulta imprescindible reconocer la trayectoria cronológica de ambos fenómenos o, lo que es lo mismo, discernir si llegaron a funcionar
2
En su mayor parte (Cabañas A, B, C y D) se sitúan en el espacio que
media entre los fosos 1 y 2. Tan solo la Cabaña E, ubicada entre los
fosos 2 y 3 y la H, identificada en el espacio comprendido por el
foso 1, escapan a esta dinámica.
391
[page-n-399]
G. Delibes de Castro, M. Crespo Díez y J. A. Rodríguez Marcos
Fig. 7. Cráneo de bóvido, rodeado de piedras, en el Hoyo nº 67.
Fig. 8. Hoyo nº 39, durante su proceso de excavación.
a la vez o fueron simplemente sucesivos. En todo caso, la constatación de que al menos una parte de los recintos es posterior a
algunas de las cabañas nos pone sobre aviso de que estos lugares
fueron auténticos palimpsestos; sitios que acumulan evidencias
de distintos momentos, erróneamente homogeneizadas y posiblemente con funciones y significados diferentes a lo largo del
tiempo, lo cual supone un lastre para cualquier intento de estudio desde un enfoque simplista y unilineal.
Pero, volviendo a las estructuras intra fosos, junto a las
cabañas, se documentan otras estructuras, subterráneas, que
permiten vincular El Casetón de la Era a los yacimientos tipo
“campo de hoyos” tan representativos de la Prehistoria Reciente de la Meseta. Durante las excavaciones se ha exhumado
un total de 56 de tales hoyos correspondientes al Calcolítico Pleno, los cuales se distribuyen sin planificación ni orden
aparente. Muchos son contemporáneos de los recintos y los
excavados representan solo una parte insignificante de los
existentes a juzgar por los cientos de ellos –nada raramente
desbordando el perímetro de los fosos y formando pequeñas
agrupaciones– que se aprecian tanto en el magnetograma como
en la fotografía aérea. Cuentan con profundidades y dimensiones variables, aunque en la mayor parte de los casos domina
la profundidad sobre la anchura (v. fig. 12) Y serían muchos
los rasgos a destacar sobre la naturaleza y particularidades de
sus rellenos, ciertamente complejos, pero nos conformamos
con apuntar algunas tendencias. Por ejemplo que, además de
las consabidas cenizas, restos de fauna y añicos de cerámica
que, comúnmente son interpretados como “basura”, incluyen
no pocas veces contenidos de significado más explícito, como
los que aconsejan a algunos autores a hablar de “depósitos estructurados” (Márquez Romero, 2006: 15-26). Entre ellos los
hay que cobijan en su interior osamentas de animales domésticos y no raramente elementos de molienda. Por ejemplo el nº
67, de 102 cm de diámetro y 110 de profundidad, contiene un
cráneo completo de bóvido (fig. 7) cuya disposición –junto a la
pared sur del hoyo y rodeado por piedras– tiene paralelos muy
ajustados en el poblado calcolítico de Camino de las Yeseras
(Liesau et al., 2008: 106-107). Y en el hoyo nº 7 el depósito
consiste en dos patas completas de ternera acompañadas de la
solera de un enorme molino de vaivén.
En otras ocasiones lo que aparecen son materiales relacionados con actividades artesanales concretas o restos constructivos.
Encontramos buen ejemplo de lo primero en el hoyo nº 70 (de
134 cm de diámetro y 116 cm de profundidad), con los restos
amortizados de un taller de talla de sílex: una docena de percutores de cuarcita de distinto tamaño, núcleos, lascas y debris con
los que ha sido posible realizar diversos remontajes, y un útil
sobre extremo de candil de asta, seguramente un compresor. Y
no es peor testimonio de lo segundo el hoyo nº 39 (de 120 cm de
diámetro en la boca y 140 de profundidad), colmatado enteramente con pellas y manteados de barro que, procedentes de las
paredes de alguna de las cabañas del enclave, fueron conducidas
hasta el interior de la cubeta, una vez que la vivienda de la que
formaban parte dejó de ser operativa (fig. 8).
Si tenemos en cuenta que tales hoyos nada excepcionalmente
muestran unos gestos de colmatación pautados, que bastantes de
ellos presentaban en su parte superior espesos “tapones” de barro
limpio (entre 25 y 40 cm) que sin duda alguna sirvieron para
sellarlos, y que algunos más –p.e. el hoyo nº 5– presentaban la
boca rodeada por un anillo construido con cantos medianos de
caliza, buscando significar la estructura, llegaremos a la conclusión de que la funcionalidad de muchos de los hoyos en el estado
en que han llegado hasta nosotros reviste un matiz ideológico
y ritual más que meramente utilitario. Seguramente en origen,
dadas sus dimensiones y perfiles, muchas de estas estructuras sirvieron como almacenes o silos, pero, en último término, algunas
terminaron adquiriendo una funcionalidad ritual, propiciatoria,
relacionada con el importante papel que la ganadería, la agricultura y otra serie de actividades de la vida cotidiana jugaban en la
pequeña comunidad propietaria del enclave.
392
4. ESCENARIO DE ACTIVIDADES AGRÍCOLAS Y
GANADERAS
No nos pasa por alto que, siendo la principal pretensión de este
trabajo dar testimonio de la “anatomía” del recinto de fosos de El
Casetón de la Era, ocuparnos de la subsistencia de sus habitantes
nos desplaza resueltamente a la vertiente de su “fisiología”. Sin
embargo, el vínculo de las actividades de aquellas gentes con la
[page-n-400]
Anatomía de un recinto de fosos calcolítico del valle medio del Duero: el Casetón de la Era
tierra, con algo tan físico como el suelo que pisan, es tan estrecho,
que nos sentimos legitimados para hacer una breve incursión en
este terreno. Ya adelantamos páginas atrás que el estudio de los
criterios locacionales que rigieron en la elección de los emplazamientos de los recintos de fosos del Duero Medio demuestra que
el factor decisivo no fue ni la prominencia (altitud respecto a la
media del entorno) ni el afán de dominio visual, sino la accesibilidad a los espacios productivos. La regularidad más significativa,
en efecto, es que todos los yacimientos disponen en sus inmediaciones, concretamente en la isocrona de 15 minutos, de mayoría
de terrenos aptos para el cultivo, incluso para una agricultura de
altos rendimientos, mientras que, conforme nos alejamos, el espacio laborable decrece sustancialmente en favor de tierras “marginales” constituidas por monte y terrenos improductivos.
En el caso concreto de El Casetón de la Era, en el rango del
primer cuarto de hora de marcha se registra nada menos que un
92% de tierras cultivables (76% de cultivo extensivo y 16% intensivo); en la isocrona de media hora, el porcentaje ha descendido hasta el 57% (47 y 10% respectivamente); y en la de una
hora, cultivo y monte/improductivo prácticamente se equiparan
(52 y 48%). Así las cosas, no resulta temerario plantear que la
población que ocupaba el yacimiento orientaba especialmente
su quehacer al cultivo extensivo cerealista, aunque el equilibrio
existente en el último de los rangos entre tierras laborables y
no laborales no oculte la notable importancia que hubo de tener
también la ganadería (Delibes et al., 2014: 154-183).
En rigor, los datos del registro arqueológico, pese a su
indudable interés, no tienen la fuerza necesaria para validar
el modelo de usos de suelo sugerido, pero sí aportan algunos
argumentos a su favor. La información de sendos sondeos polínicos en los fosos 1 y 2 se hace eco de varios detalles interesantes al respecto: el primero que, aunque no desde el mismo
comienzo de la trayectoria de El Casetón, los valores de cerealia superan el 3%, lo que significa con toda seguridad que los
campos de grano se hallaban –en coincidencia con lo previsto
en el análisis locacional– al borde mismo del poblado. Además
que, conforme la fundación aldeana se estabiliza, los bosques
de quercíneas de las inmediaciones fueron disminuyendo en
extensión, fueron aclarándose, lo que en algún caso pudo ser
consecuencia de la necesidad de ampliar el espacio cultivable
(López Sáez, 2007). La información carpológica, por otra parte, insiste en la importancia de la agricultura cerealista a través
de la abundancia de granos de cebada (Hordeum vulgare) y
de trigo desnudo (Triticum aestivum/durum), que son los dos
únicos cultígenos registrados, a falta de otros cereales y de
semillas de cualquier leguminosa (Ruiz Alonso y Peña Chocarro, 2012). Pero lo que da verdadera medida de la importancia
de la agricultura de cereal es el uso de trillos, esto es de aperos
concebidos para procesar el grano en grandes cantidades. Su
existencia se rastrea en El Casetón de la Era a través del hallazgo de las “chinas” o dentales que empedraban su vientre,
cuyo análisis traceológico permite comprobar la coexistencia
de desgastes producidos tanto por el roce con el suelo de la era
como durante el corte del bálago (Gibaja et al., 2012).
Los dentales son grandes lascas o láminas espesas de sílex
oscuro, con talla bifacial (fig. 9), que sabemos fabricadas en
el propio yacimiento pero también en otros puntos próximos
de los Torozos donde se han localizado importantes talleres
como el de Los Cercados, en Mucientes (Delibes y Herrán,
2007: 162-167). A juzgar por el considerable índice de carenado de los pedernales, la barquilla en la que iban encastrados
debió estar constituida no por una tabla sino por palos o cañas
atados, igual que en los llamados “trillos cananeos”, alineándose las piedras en las juntas y permaneciendo fijadas a ellas
gracias a la aplicación de algún tipo de almáciga (Anderson
e Inizan, 1994). Las tres decenas de piezas de El Casetón de
la Era fueron halladas independientemente y en diferentes lugares, lo cual nos priva de cualquier pista sobre dónde pudieron encontrarse las eras. Sí sabemos, en cambio, gracias a la
identificación de fitolitos en el filo de una de las piezas, que lo
trillado, al menos en ocasiones, fue trigo y que, como vimos
páginas atrás, la paja cortada y picada se utilizaba, mezclada con barro y probablemente con excrementos de rumiante,
como parte del manteado con el que se protegían las paredes
de ramas y troncos de las cabañas.
Todo ello acredita, sin reservas, la pujanza del cultivo de
cereales en el centro de la Submeseta Norte durante el III Milenio; cereales que, como indican los fitolitos de los molinos
de mano, de caliza local, del propio Casetón de la Era (Portillo
y Albert, 2012), se transformaban normalmente en harina lo
que sugiere que los habitante del sitio eran ya auténticos comedores de pan, sitofagoi como decía Homero. Un dato éste,
por cierto, que se corresponde perfectamente con lo que se
sabe de la dieta de la población meseteña del Cobre precampaniforme gracias a un estudio de oligoelementos de los esqueletos de la sepultura abulense de El Tomillar, en Bercial de
Zapardiel (Trancho et al., 1996).
Fig. 9. Foliáceos identificados como dentales de trillo.
393
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G. Delibes de Castro, M. Crespo Díez y J. A. Rodríguez Marcos
Y, como es normal en cualquier economía agraria, el ganado
desempeñó también un papel destacado. De sus posibilidades
en El Casetón habla en cierto modo la amplia extensión de los
suelos de uso potencial “monte”, que, como vimos, constituyen
casi la mitad de los habidos en la isocrona de una hora (Delibes
et al., 2014: 179). Pero existen otros datos más concluyentes,
como los altos porcentajes en los análisis polínicos de Sordaria y Sporormiella, dos ascosporas coprófilas que parasitan las
deyecciones del ganado y se consideran muy indicativas de la
presión pastoril sobre el entorno. Y, también en relación con el
paleoambiente, es reseñable que la superficie de los bosques, a
juzgar por la dinámica de PA/PNA, tiende durante la vida del
yacimiento a la regresión: el fuego, como delata otra ascospora
fúngica, esta vez carbonícola, Chaetomium, fue, al menos en los
primeros momentos del establecimiento, utilizado para aclarar
el bosque, muy probablemente con la intención de crear nuevas
zonas de pasto (López Sáez, 2007).
Además de los polínicos, otros muchos datos abundan en la
importancia de la actividad pecuaria. Sin ir más lejos, los restos
óseos del relleno del Foso nº 1 y de cinco hoyos asimismo calcolíticos (Fernández Rodríguez, 2010 y 2014) revelan la existencia de una cabaña ganadera diversificada y bien asentada,
compuesta por vacas, cerdos y ovicaprinos, a los que no nos
atrevemos a añadir el caballo mientras los análisis de ADN en
curso no garanticen –y, por el momento, no es la hipótesis mejor valorada– su condición de especie doméstica (fig. 10). Una
situación no muy diferente de la documentada en el yacimiento
zamorano coetáneo de Las Pozas (Morales Muñiz, 1992).
Comenzando por las tres especies cuyo carácter doméstico
es seguro, observamos como el ganado vacuno jugó un importante papel en la economía del asentamiento, ya que si bien es
cierto que en número de restos (NR) y número mínimo de individuos (NMI) se ve superado por los ovicaprinos, en lo referente
al peso se erige en claro dominador de la muestra con valores
que alcanzan el 67% de la fauna doméstica del Foso 1 y el 80%
en los hoyos. Este protagonismo, documentado también en otras
estaciones contemporáneas del valle medio del Duero (García
Barrios, 2007: 413) y de la vecina cuenca del Arlanzón (Carmona, 2013: 302-306), parece indicativo de su importante papel
como “proveedor de biomasa” para las gentes de El Casetón de
la Era. Sin embargo, no sería ésta la única ni probablemente la
principal utilidad de la vacada. La gestión de esta cabaña ofrece
unos patrones de sacrificio en los que, si bien se da muerte a
algunos individuos infantiles y juveniles, más del 60% sobrevive a dicha edad, en una dinámica que supone el cuidado y la
alimentación de un número de ejemplares adultos muy superior
al necesario para asegurar la tasa de reposición del rebaño. De
ahí lo razonable de deducir una estrategia orientada, más que a
consumo cárnico, a otros usos como la producción láctea y la
obtención de fuerza tractora, hecho este último que, en ausencia
de caballos domésticos, obliga a pensar en los bueyes como único posible elemento tractor de los trillos.
Fig. 10. Gráficas con porcentajes de fauna hallada en el Foso 1 y en los hoyos y edades de sacrificio de las especies más representadas.
394
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Anatomía de un recinto de fosos calcolítico del valle medio del Duero: el Casetón de la Era
Como ya se ha señalado, el NR de los ovicaprinos es superior (57% en el foso y 49% en los hoyos), pero el aporte
cárnico, a juzgar por su peso, que solo representa un 21% de
los restos hallados en el foso y un 13% de los recuperados
en los hoyos, puede considerarse bajo. La edad de sacrificio
responde a pautas muy similares a las del vacuno, con más del
60% de las reses sacrificadas a edad adulta y subadulta, lo cual
refrenda la importancia en El Casetón del aprovechamiento
de los “productos secundarios” del ganado: leche, abono y, en
este caso, tal vez lana.
Y completa la muestra de domésticos el porcino, con valores
entre 16% en el foso y 20% en los hoyos en NR y de 7% (hoyos)
a 12% (foso) en peso. Más del 60% de los individuos son cochinillos, primales y marranos de segundo año, es decir, ejemplares que aún no han alcanzado su óptimo cárnico, por lo que
es probable que a los pocos adultos representados les estuvieran
reservadas funciones reproductoras. Tras este patrón de sacrificio a edades tempranas subyace, sin duda, un aprovechamiento
cárnico peculiar que podría responder tanto a preferencias gastronómicas como a la necesidad de controlar la demografía de
un animal omnívoro como es el cerdo, cuya base alimentaria se
solapa en gran medida con la humana.
En definitiva, a la vista de los datos disponibles se puede
afirmar que los habitantes de El Casetón de la Era contaron con
una cabaña ganadera variada, equilibrada y conciliable con las
actividades agrícolas. Seguramente lo más significativo de la
gestión pecuaria sea el alto porcentaje de ejemplares adultos de
vacuno y lanar, delator del aprovechamiento de sus recursos secundarios, pero también es destacable el control de las poblaciones de cerdos y ovicaprinos mediante el sacrificio de ejemplares
infantiles y jóvenes, pues minimizaría los daños potenciales de
dichas especies a los cultivos cerealistas. Por último, determinados detalles, como que algún segmento del grupo disfrutara
ocasionalmente del consumo de carnes tiernas, revelan también
la existencia de excedentes ganaderos, algo bastante impropio
de una economía de mera subsistencia.
Análisis aparte merecen los caballos, tanto por su importancia cuantitativa como por las singulares pautas de tratamiento
de las que parece fueron merecedoras sus carcasas. Representan
el 51% del peso y el 25% del N.R. de toda la fauna estudiada,
incluidas las especies salvajes,3 proporciones no habituales en el
Calcolítico meseteño, donde la presencia de caballo acostumbra
a ser casi anecdótica, aunque con parangón en el yacimiento
abulense de Aldeagordillo (24,64% del N.R. y 46,1% del peso)
(Fabián García, 2006: 74). Otro rasgo a tener en cuenta sobre
los équidos de El Casetón de la Era es su edad de sacrificio: en
toda la muestra no hay un solo potro, siendo todos los ejemplares subadultos, adultos (la mayoría) y seniles. Esta constatación
acredita que el sacrificio se polarizó en individuos con una edad
óptima para su uso como montura o fuerza de tiro, lo que nos inclina a pensar que se trataba de animales silvestres cazados. En
todo caso, puede asegurarse que se trataba una actividad cinegética perfectamente planificada y nada oportunista presidida por
dos preocupaciones: una cuidadosa selección de los ejemplares
que aportaban mayor biomasa y una renuncia absoluta al sacrificio de individuos jóvenes, en este caso con el fin de asegurar la
supervivencia de la manada.
Cuestión merecedora también de comentario es la evidente
selección de los contextos en los que los restos de équidos fueron depositados. En este sentido, resulta enormemente reveladora la comparación entre los hallazgos de caballo habidos en
los hoyos, donde no representan más del 9% del NR y del 13%
del peso, y los realizados en el Foso 1, donde suponen el 30%
del NR y el 55% del peso. La posibilidad de que esta desproporción observada en el foso sea puramente casual se ve minimizada por el hecho de que los análisis faunísticos de los Fosos 2 y 3,
actualmente en curso, apuntan en la misma dirección. Se diría,
pues, que existe una pauta de deposición específica de los restos
de caballo que prioriza a fosos frente a hoyos, lo que se repite
con otras dos especies, esta vez silvestres, ciervo y uro, aunque
el número de restos sea en ambos casos mucho más bajo.4 En
contraposición, las especies domésticas comparecen por igual
en hoyos y fosos y no se aprecian grandes desproporciones en
las cifras de unos y otros.
Consecuentemente, consideramos que la abundancia de caballo en el Foso 1 y su falta de correspondencia en los hoyos
responde a un comportamiento particular y deliberado que, por
cierto, no difiere mucho de las dinámicas de relleno de algunos
enclosures europeos, caso de Windmill Hill (Whittle y Pollard,
1998: 241-242; Whittle et al., 1999: 368), donde, en palabras
de Márquez Romero (2006: 20), se detectan sofisticadas “relaciones estructurales entre contenidos y contenedores”. En
este sentido, no nos resistimos a apuntar que quizá este criterio selectivo en la deposición de los équidos y otras especies
silvestres pudiera guardar relación con actividades cinegéticas
que requirieran de la participación colectiva del grupo, y con
posteriores ceremonias de consumo comunitario, cuyo colofón
consistía precisamente en arrojar los restos resultantes al fondo
de los fosos. Un comportamiento, en suma, que generaría un registro arqueofaunístico muy diferente al de los hoyos, en el que
predominan por completo las faunas domésticas tal vez, sencillamente, porque fueron resultado de un consumo no grupal sino
doméstico y estrictamente familiar.
5. LA REOCUPACIÓN DEL CASETÓN DE LA ERA
EN EL BRONCE MEDIO
En el mediodía de la Península Ibérica se conocen algunos recintos que continúan añadiendo fosos durante la segunda mitad
del III milenio AC. Sucede, por ejemplo, en Perdigôes, donde
el foso exterior, que varía ostensiblemente su trazado para salvar la necrópolis de tholoi, presenta cerámicas campaniformes
en su relleno (Evangelista y Jacinto, 2007: 126). Circunstancia similar, a juzgar por su datación C14, se acredita tanto en el
foso 5 de Marroquíes Bajos, que se asimila a la fase ZAMB 3,
ya campaniforme (Márquez y Jiménez, 2010: 177), como en el
4
3
Del estudio se han descartado abundantísimos restos de conejo aparecidos, dada su problemática asociación temporal con los contextos excavados.
Se han descartado las astas de ciervo, elemento que si aparece con
cierta frecuencia en los hoyos, por considerar que muchas de ellas
pueden ser de desmogue y estar relacionadas no con el consumo de
carne, sino con su uso como materia prima para la fabricación de
puntas de flecha, mangos y otros útiles.
395
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G. Delibes de Castro, M. Crespo Díez y J. A. Rodríguez Marcos
también jienense foso 1 de La Venta de Rapa (Lechuga et al.,
2014). Y, con la diferencia de que representa un complemento
de una fortificación murada, parecida valoración convendría al
foso de la ciudadela del asentamiento pacense de San Blas cuya
colmatación culminó hacia 2235 AC (Hurtado, 2004: 147).
Se trata, sin embargo, de situaciones excepcionales, pues la
norma, tanto en los recintos del Suroeste peninsular como en
los de la Meseta Sur, es que todo el dispositivo de fosos se halle ya completamente amortizado a finales del Cobre Pleno sin
que a partir de entonces vuelvan a excavarse nuevas trincheras
(Márquez y Jiménez, 2010: 204-208). Podría afirmarse, entonces, que la larga trayectoria del fenómeno de los recintos toca a
su fin con el campaniforme, pero poniendo buen cuidado en advertir que no por ello todos los sitios en origen fosados sufrieron
abandono. Más bien al contrario, los ejemplos de reutilización
campaniforme de antiguos yacimientos con anillos son innumerables cual prueban en la propia Meseta los sitios de Gózquez
y Camino de Las Yeseras: allí una serie de estratos horizontales con cerámicas Ciempozuelos se superponen a los depósitos
más altos de la colmatación de la zanja exterior (Díaz del Río,
2003: 69), mientras que en Yeseras el calibre de los documentos
funerarios campaniformes es de tal magnitud que nos exime de
aportar otros datos para ilustrarlo (Liesau et al., 2008).
En El Casetón de la Era donde, como vimos páginas atrás,
se cumple el axioma de que los tres fosos se hallaban amortizados ya en el Cobre Pleno, no hay huella alguna en cambio –y es dato bastante sólido, al haberse excavado cerca de
1.500 m2– de ocupación posterior campaniforme. La situación,
además, probablemente guarda relación con lo anotado en la
mayoría de los recintos conocidos del valle medio del Duero,
pues durante su prospección, pese a la abundancia de hallazgos, solo alcanzó a rescatarse un aislado fragmento de cerámica Ciempozuelos en uno de ellos, el anillo vallisoletano de
El Cesto, en Nueva Villa de las Torres (Delibes et al., 2014:
116-117). Es posible que las cosas sean así porque, como revela un estudio de la trayectoria del patrón de asentamiento
del sector central de la Submeseta Norte, los establecimientos
campaniformes, a diferencia de los poblados con fosos que por
sistema se ubican en zonas bajas, de vega, se decantaron por
emplazamientos en alto y con amplio dominio visual (Rodríguez Marcos, 2008: 398-407). En todo caso, lo inobjetable es
que en esta fase de la Prehistoria Reciente El Casetón sufrió un
absoluto abandono, siendo probable que su población se trasladara medio kilómetro al Oeste, cerca del arroyo Mijares y
junto a la base de las cuestas que se desploman abruptas desde
los Montes Torozos. Y es que allí, bajo las ruinas del monasterio cisterciense de Santa María de Matallana, fundado a fines
del siglo XII (Crespo et al., 2006), se documenta la existencia
de un campo de hoyos entre cuyos restos no faltan las típicas
cerámicas del estilo Ciempozuelos (fig. 11).
Tras un prolongado vacío de casi un milenio, porque tampoco se conocen restos del Bronce Antiguo,5 El Casetón volverá
a la vida a mediados del II milenio AC, aunque no estemos en
condiciones de asegurar que la ocupación fuera de la misma
5
No así en el interior del vecino monasterio de Matallana, en cuyo
patio de entrada se han hallado varios hoyos con materiales cerámicos de esta cronología.
396
Fig. 11. Fragmento de cuenco campaniforme del estilo
Ciempozuelos hallado en el subsuelo del vecino monasterio de
Santa María de Matallana.
naturaleza que la registrada en la Edad del Cobre. En esta, como
vimos, el binomio cabañas / hoyos con restos de consumo avala
sin reparos la existencia de un poblado, de una aldea, mientras
que cuanto se conoce del Bronce Medio son solo unos hoyos
dispersos sin el complemento de las viviendas lo cual, unido al
aire ceremonial del contenido de alguno de los pozos, no descarta otras formas de uso.
Pese a ser conscientes de que solo analizando pormenorizadamente cada hoyo, esto es, diseccionando con rigor el contexto
de los hallazgos, será posible acceder a su verdadero significado, a cuanto aspiramos aquí es a proporcionar una visión de
conjunto de las estructuras de este tipo correspondientes a la
Edad del Bronce. Su número y densidad –27 hoyos frente a 56
en el área excavada– son claramente más bajos que los calcolíticos; no es raro que se presenten agrupados en determinadas
zonas del yacimiento; y difieren de los de la Edad del Cobre en
su morfología ya que, siendo ambos cilíndricos –o todo lo más,
los calcolíticos, en forma de saco–, resultan en general mucho
menos profundos, o dan al menos la impresión de más apaisados
debido a la amplitud del diámetro de sus bocas (fig. 12).
Otro rasgo común a la mayoría de los hoyos del Bronce
Medio es que presentan las paredes rubefactadas, como consecuencia de haberse practicado fuego en su interior; fuego del
que, además, nada raramente sobreviven en el fondo de las fosas
cenizas y restos de madera quemada. Y, salvo en el hoyo nº 14,
que contenía el esqueleto completo de una ternera decapitada
(la cabeza colocada encima del cuerpo) y que no había sido objeto del menor aprovechamiento cárnico, lo que da pie a pensar
en un sacrificio (fig. 13), los materiales de sus rellenos no suelen prestarse a otra interpretación que no sea la de basureros…
aunque pudieran no haberlo sido: cenizas, restos no muy abundantes de fauna, algún sílex aislado y unas cuantas cerámicas
cuyo grado de fragmentación es infinitamente superior al que
presentan normalmente las de los hoyos de la Edad del Cobre.
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Anatomía de un recinto de fosos calcolítico del valle medio del Duero: el Casetón de la Era
Fig. 12. Secciones de hoyos calcolíticos y de la Edad del Bronce.
397
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G. Delibes de Castro, M. Crespo Díez y J. A. Rodríguez Marcos
Fig. 13. Osamenta de bóvido
depositado en el Hoyo nº 14.
Casi todos los citados fragmentos corresponden a recipientes lisos cuyas formas no es fácil reconstruir, pero no faltan unos
pocos cuyos perfiles (de vasijas troncocónicas y bordes muy
abiertos) y cuyas decoraciones (sobre todo triángulos y espigas
incisas que adornan la panza y los bordes) apuntan concluyentemente a la fase formativa de Cogotas I u Horizonte Cogeces,
representativo del Bronce Medio del interior peninsular (Delibes y Fernández Manzano, 1981; Abarquero, 2005; Abarquero
et al., 2013: 315-317). En algunas de las piezas las decoraciones
conservan, además, restos de pasta blanca, lo que es también
muy característico de la alfarería del momento, y, aunque raras
(hoyos 2, 17, 26 y 28), se registran asimismo algunas piezas
con líneas de Boquique, lo que parece trasladarnos a momentos
avanzados del Protocogotas (Rodríguez Marcos, 2008: 362).
Todo ello se ve en gran medida refrendado por el radiocarbono (fig. 14). Cuatro de las cinco dataciones relativas a contextos
del Bronce Medio de El Casetón de la Era –dos del hoyo 14 y una
de los hoyos 23 y 28– muestran una indudable agrupación que remite, ya calibradas las fechas a 1 sigma,6 a la horquilla 1600-1335
AC. La media de probabilidad del conjunto asciende a 1475 AC,
es decir a un momento ligeramente anterior al inicio de la etapa
de Plenitud de Cogotas I (Esparza et al., 2012: 267-269), pero el
desfase entre la mediana de la más antigua (hoyo 23 = 1526 AC)
y la de la más moderna (hoyo 38 = 1422 AC) es considerable sugiriendo que la actividad en el yacimiento en la Edad del Bronce
lejos de reducirse a un instante, se extendió durante cierto tiempo
a caballo entre el final del Protocogotas y el inicio del Cogotas
Pleno. En definitiva, en la ocupación del Bronce se advierte una
trayectoria y cierta profundidad temporal, detalle éste, por otra
parte, que tampoco cuesta gran trabajo admitir tanto observando
que determinados hoyos –por ejemplo los nº 22 y 26– se cortan
entre sí, como sabiendo a través de los datos de un sondeo puntual que a 300 m al sur del recinto exterior, al pie de la loma de
6
Calibración realizada de acuerdo con el programa OxCal v4.2.4
(Bronk Ramsey y Lee, 2013).
398
La Tejera, menudean las cerámicas con formas evolucionadas y
complejas decoraciones excisas y del Boquique, propias ambas
de momentos plenos y finales del Cogotas I.
Por último, merece un comentario especial la datación C14 referida al hoyo nº 16 que muestra la particularidad de haber sido
excavado en el relleno superior del foso 2, de clara cronología
calcolítica como vimos. La presencia en su interior de cerámicas
inconfundibles de la Edad del Bronce demuestra que fue entonces
cuando se acometió su relleno, por más que la datación, sobre
muestra de hueso, se remonte a la Edad del Cobre: 2572-2487
AC a 1 sigma. La explicación parece sencilla: tras realizarse el
depósito Cogotas, el hoyo fue inmediatamente amortizado para
lo que se utilizó el sedimento calcolítico del foso extraído durante su excavación. Todo, sin duda, de una gran coherencia y
muy aleccionador de cara a interpretar la convivencia de objetos
de distintas épocas que se repite en no pocos pozos de cualquier
campo de hoyos prehistórico (Liesau et al., 2014).
6. EPÍLOGO
Escribían hace años T. Darvill y J. Thomas (2001: 13) que la
idea de que todos los recintos de fosos europeos pudieran haber respondido a las mismas necesidades y haber desempeñado idéntica función era tan ridícula como la de intentar aplicar
idénticos criterios para su clasificación. Con esto subrayaban,
de un lado, el carácter polimorfo del fenómeno, y de otro el
muy diferente desarrollo de las sociedades que los crearon,
porque parece evidente, por ejemplo, que la complejidad de
las comunidades responsables de la gran obra de Marroquíes
Bajos, abarcando en su interior 113 ha, no es, ni de lejos, comparable con la de los pequeños enclosures de la Submeseta
Norte. Y a través de su afirmación, también, se ponía de manifiesto la necesidad de afrontar estudios “de caso” como el de
nuestro yacimiento.
A propósito, concretamente, de El Casetón de la Era y de
los recintos del valle medio del Duero cabe destacar sus pequeñas dimensiones porque, asumiendo que, en general, todos los
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Anatomía de un recinto de fosos calcolítico del valle medio del Duero: el Casetón de la Era
Fig. 14. Dataciones radiocarbónicas,
calibradas a 2 sigmas, para contextos de
la Edad del Bronce.
enclosures, fueron fruto de una labor comunal, relativiza tanto
el tamaño de la fuerza de trabajo que fue necesario movilizar
para su construcción como la capacidad de hacerlo por parte de
algunos líderes. Por lo que conocemos hasta ahora de este sector de la Meseta, no se registra una dinámica de agregación del
poblamiento o un fenómeno de sinecismo a gran escala; no existen enormes enclaves como los del mediodía peninsular (Díaz
del Río, 2004). Y, frente a ello, la imagen que destila nuestro
establecimiento es la de una modesta aldea en la que, por más
que se acredite una notable producción agrícola, rige básicamente un “modo doméstico” de producción, sin especialistas,
porque ¿qué plusvalía pudo obtener de su trabajo el propietario
del único crisol hallado en el yacimiento, cuando en los 1500 m2
excavados solo han aparecido cinco pequeños objetos de metal?
Tenemos la impresión, pues, de estar ante el poblado de una
pequeña comunidad campesina que además vive muy replegada
sobre sí misma, recurriendo casi exclusivamente al entorno para
la obtención de las materias primas necesarias para la fabricación de su instrumental: el sílex y la caliza de los páramos vecinos. Y es que, curiosamente, apenas llegan al yacimiento con
cuentagotas objetos o materiales foráneos (hachas pulimentadas de sillimanita y diorita, cuentas de variscita, algún pedernal
exótico, el propio cobre…) en una etapa, paradójicamente, en
la que los circuitos por los que fluían los bienes de prestigio se
hallaban especialmente activos.
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“Hoyos” y “recintos” en positivo:
construcciones y modelo económico
M. isaBel MaRtínez naVaRRete
reSumen
“Silos”, “fondos de cabaña” y “basureros” son subestructuras que, en la Prehistoria reciente, se creen testimonios o de aldeas
agrícolas permanentes o de depósitos rituales realizados en lugares donde se reúnen grupos móviles. El inicio de la economía
campesina es el trasfondo teórico del debate al que el texto contribuye desde una perspectiva externa. Tras sintetizar la
historiografía sobre las subestructuras, se revisa la lectura cultual de los procesos de formación del registro. El contrapunto
es una definición del campesinado basada en la inversión de trabajo social en la tierra. Asumiendo el hábitat agrario como su
mejor testimonio, se propone la arquitectura en tierra neolítica del sureste europeo y tradicional de la Meseta norte como una
analogía pertinente para interpretar las subestructuras de la Península Ibérica. Se aboga por diseñar la excavación mediante
técnicas estadísticas de muestreo y por formalizar los modelos interpretativos de manera que sea posible determinar la
representatividad del registro y evitar los apriorismos y falsas disyuntivas sociales que lastran el estado actual de la cuestión.
P a l a b r a S c l a V e : Estructuras negativas, campesinado, arquitectura en barro, historiografía, perspectiva externa, análisis
comparativo, Península Ibérica, Mediterráneo occidental, Neolítico, Calcolítico, Prehistoria reciente.
réSumé
“Fosses” et “enceintes” en positif : constructions et modèle économique. Des “silos”, “fonds de cabanes” et “réservoirs
d'ordures” sont des sous-structures qui, dans la Préhistoire Récente, sont interprétées comme témoignages de villages agricoles
permanents ou comme des dépôts rituels dans des lieus où sont réunis des groupes semi-nomades. Le départ de l'économie
paysanne est le fond théorique du débat auquel le texte il contribue, d'un point de vue externe. Après avoir synthétisé
l'historiographie sur les sous-structures, il est révisé la lecture cultuelle des procès de formation du registre. Le contrepoint
est une définition du système paysan basé dans l'investissement de travail social dans la terre. En assumant l'habitat agricole
comme son meilleur témoignage, on propose l'architecture en terre néolithique du sud-est européen et traditionnel du Plateau
Nord comme une analogie pertinente pour interpréter les sous-structures de la Péninsule Ibérique. On plaide pour concevoir
l'excavation au moyen de techniques statistiques d'échantillonnage et pour formaliser les modèles interprétatifs de sorte qu'il
soit possible de déterminer la représentativité du registre et éviter les apriorismes et fausses disjonctives sociales qui lestent
l'état actuel de la question.
m o T S c l é S : Fossés, système paysan, architecture en boue, historiographie, perspective externe, analyse comparatif,
Péninsule Ibérique, Méditerranée occidental, Néolithique, Chalcolithique, Préhistoire Récent.
1. INTRODUCCIÓN
Las estructuras denominadas “silos”, “fondos de cabaña”, “basureros” y “hoyos” son espacios subterráneos o semisubterráneos excavados artificialmente, rellenos de materiales arqueológicos y sedimentos predominantemente cenicientos. En la actualidad identifican a los yacimientos de la Prehistoria reciente,
localizados en los valles fluviales o en altozanos próximos a
cursos de agua (Márquez y Jiménez, 2010; Bernabeu, Orozco
y Diez, 2012; Soler, 2013; Delibes et al., 2014). El estudio de
estos “agujeros negros” (Márquez, 2001) es de potencial interés
general por su amplia distribución territorial y cronológica en la
Península Ibérica. La investigación más reciente ha reforzado
ese interés en particular al revitalizar el debate que conecta la
interpretación funcional de las subestructuras con la movilidad,
la economía, la organización de las primeras sociedades productoras y su impacto en el territorio. Mi contribución se centrará
en las vertientes teórico-metodológicas. Está en deuda con la
atención del grupo de investigación donde me integro por las
primeras sociedades campesinas (Vicent, 1990, 1991) y por el
“registro en negativo” madrileño (Martínez Navarrete, 1985:
884-911; Díaz-del-Río, 2001, 2003).
Desde su identificación inicial se han sucedido asignaciones funcionales con poco contraste arqueológico, inspiradas en
las conceptualizaciónes vigentes sobre la supuesta actividad de
las comunidades prehistóricas que las excavaron. A fines del siglo XIX el referente eran los agricultores de la “Cultura de los
silos del Guadalquivir” (Márquez, 2001: 208). Tras una década
se incorporan los “fondos de cabaña”, excavados en las terrazas
del Manzanares y Jarama en torno a Madrid. Quizá por haberse
403
[page-n-411]
M. I. Martínez Navarrete
estudiado en el marco de la institucionalización de la Prehistoria
más antigua, previo a la Guerra Civil, se concibieron sin problema como viviendas ocupadas por cazadores, conocedores de la
ganadería y cultivadores, con cerámicas decoradas de la “Cultura
de las cuevas” (Martínez Navarrete, 1985: 834, 841, 843). La investigación en ambas zonas de la Península Ibérica irá consolidando una visión social contrapuesta: comunidades estables con
almacenes agrícolas y viviendas semiexcavadas al Sur y ganaderas móviles con “basureros” a ambos lados del Sistema Central.
En la década de los 1970 se multiplican las excavaciones por
toda España y con ellas la identificación de subestructuras. Entre
1975 y 1979 se actúa en yacimientos clave en peligro: Valencina
de la Concepción, Papa Uvas (Martín de la Cruz, 1985: 46, 184),
la Pijotilla (Hurtado, 1991: 45) y Las Pozas (Delibes et al., 2014:
86). Además de los “hoyos” tenían zanjas alargadas a las que se
asignaron usos muy diversos, cuyos rellenos incluían artefactos
(Márquez, 2001: 211). Unos y otras se integraron en la visión
desarticulada de los yacimientos del momento, muy condicionada por la presión de los propietarios del suelo para reducir el
tiempo de las intervenciones y constreñirlas a sondeos dispersos
en unos terrenos sin delimitación arqueológica (Arribas y Molina, 1984: 91; Pellicer, 1986: 245-246). Los cambios se aceleran
por esas fechas. Las administraciones públicas ibéricas fijan los
criterios de tutela de los sitios arqueológicos, incorporan nuevos
agentes (empresas y profesionales no funcionarios) y generalizan
la planificación. Las Comunidades Autónomas españolas, en uso
de sus nuevas competencias, combinan las políticas preventivas
de protección del patrimonio con la atención a los imperativos
urbanísticos. En poco tiempo se rebajan grandes superficies, identificando muchos yacimientos en extensión y definiendo mejor
otros (Díaz-del-Río, 1999; Zafra, Hornos y Castro, 1999: 78; Soler, 2013: 79, 81; Delibes et al., 2014: 10).
Este registro fundamental se completa con el procedente de
las prospecciones para los inventarios arqueológicos. La Junta de
Extremadura financia las iniciativas pioneras, promovidas por V.
Hurtado (1991: 45-47) de la Universidad de Sevilla, en La Pijotilla: un vuelo fotogramétrico en 19841 y una prospección arqueomagnética para orientar la cuadriculación de la excavación
en 1990. La prospección aérea detecta un recinto completo delimitado por zanjas “con un diámetro de 900 m” y una superficie
calculada en “más de 80 Ha” (Hurtado, 1991: 60). Como resultado, La Pijotilla se equipara con “Valencina de la Concepción,
el único publicado de la Península Ibérica que lo supera en extensión”. Este posible centro de jerarquización del poblamiento
en la Cuenca Media del Guadiana, más longevo de lo supuesto,
alberga en su perímetro necrópolis, cabañas, silos y, quizás, el territorio de explotación agrícola (Hurtado, 1991: 66). Desde 1993,
la Junta de Castilla y León emplea la prospección aérea en sus inventarios regionales (Olmo [1999]: 48-49) y, en 1997, el Instituto
Portugués del Patrimonio Arquitectónico en el proyecto de A. C.
Valera - empresa Era-Arqueología en Perdigões. Las imágenes
definen un poblado de 16 ha, delimitado por varios fosos. El más
externo abraza la necrópolis (Márquez et al., 2011: 176-178). Las
costosas prospecciones geofísicas, microsondeos y catas se retoman más tarde con universidades extranjeras y/o especialistas,
1
Directora General de Patrimonio Cultural, Milagro Gil-Mascarell
(1984-1986).
404
precisando estas arquitecturas a escala local (García, Barton y
Bernabeu, 2008; Bernabeu, Orozco y Diez, 2012: 54; Wheatley
et al., 2012) y regional (Delibes et al., 2014).
En paralelo, manejar el registro neolítico y calcolítico de
otros países europeos (Bernabeu et al., 1989: 112, 114; Lizcano
et al., 1997: 23; Díaz-del-Río, 2001: 208; Márquez, 2001: 209)
favorece que las zanjas se planteen como elementos delimitadores (Arenal de la Costa, en Pascual Benito, Bernabeu y Pascual
Beneyto, 1993: 42, 45). Los asentamientos excavados en el área
valenciana y el de Papa Uvas pasan ya a algún manual universitario como poblados con fosos del “VI-V milenio BP” (Bernabeu, Aura y Badal, 1993: 292-293). Esta iniciativa multiplica
el impacto de la nueva visión del poblamiento. En la Meseta
Díaz-del-Río (2001: 208-209) define los primeros recintos circulares al excavar en extensión Las Matillas y Gózquez (1998
y 1999) y valora su semejanza formal con los de la cuenca del
Duero (Olmo, [1999]: 44-45, 49), reforzada por las fechas de
Gózquez y Las Pozas.
La nueva interpretación de las zanjas, algunas muy antiguas
(VI milenio cal a.C., en Mas d'Is, Bernabeu, Orozco y Diez,
2012: 61-63), articuló el palimpsesto de subestructuras que se
asociaban con ellas. Los “campos de hoyos” se parcelaron en
espacios interiores o exteriores a cada anillo del “recinto de
fosos”, planificador y ordenador espacial de los asentamientos
(Delibes et al., 2014: 8). Esta organización se intuyó donde solo
se conocían “hoyos”. El éxito de esta tipología de asentamientos
queda constatado por su continuidad milenaria (Balsera et al.,
2015: 149) y su amplia distribución. Hasta el momento, solo
faltan en los rebordes montañosos septentrionales peninsulares
(Fábregas, Bonilla y César, 2007; Márquez y Jiménez, 2010:
280-288; Gianotti et al., 2011).
La orientación post-procesual, predominante en los estudios
extrapeninsulares sobre recintos, se ha materializado como una
poderosa alternativa interna. En la senda de S.O. Jorge y V.O.
Jorge (Universidad de Oporto), J.E. Márquez y V. Jiménez (2010:
40, 42) desde la Universidad de Málaga reclaman contextualizar
los “campos de silos” en la investigación sobre la “arquitectura
inscrita” de la fachada atlántica europea, dada la manifiesta afinidad –morfológica, espacial y funcional–, entre ambas fenomenologías arqueológicas (Márquez, 2001: 209). Los recintos ya no
son aldeas, sino centros de culto o lugares de agregación social
complementarios de hábitats temporales por encontrar. La tesis
de Márquez Romero (2001: 215) sobre el carácter ideológico de
los mismos contradecía el concepto formalista que guiaba el estudio de los primeros agricultores. Al defender unos asentamientos
provisionales amenazaba una vida campesina que, por entonces y
en buena medida gracias a los recintos, por fin, se había estabilizado fuera de las cuevas (Martí y Bernabeu, 2012: 129-130, 132).
En el debate inmediato entre las alternativas emic/etic su énfasis
en la determinación ideológica superó al de cualquier otro colega,
a la vez que rechazaba con ellos una división rígida, conceptual y
física, entre lo sagrado y lo profano (Márquez, 2000: 222; Delibes
et al., 2014: 180; Márquez y Jiménez, 2014: 151-152).
El subrayado ritual, como antítesis reconocida del enfoque
formalista, atañe a la teoría más que a “un problema sobre la
formación del registro arqueológico” (Jáimez y Márquez, 2006:
39). Ello no contradice el potencial crítico de la relectura “emic”
de los indicadores socio-económicos al uso. Pueden adolecer de
otro tipo de apriorismos que sea bueno revisar.
[page-n-412]
“Hoyos” y “recintos” en positivo: construcciones y modelo económico
2. LA FORMACIÓN DEL REGISTRO ARQUEOLÓGICO
COMO “DEPÓSITO ESTRUCTURADO”
Los paleolitistas señalaron, ya en los 1960, que explicar el registro arqueológico en términos históricos exigía comprender
su formación. Tras casi veinte años la percepción se generaliza
entre los prehistoriadores por influencia más o menos directa
y consciente de Binford y su reivindicación de técnicas de
inferencia independientes de las teorías acerca de la dinámica
del pasado. La investigación de Schiffer es el referente reconocido de unos estudios, abordados ahora desde posiciones
no procesuales (González-Ruibal, 2003a: 52; Hardy-Smith y
Edwards, 2004: 255-256). Es el caso de los defensores de los
“depósitos estructurados” (Jiménez y Márquez, 2006: 39-40;
Jiménez, 2007: 475-477), si bien conceptos tafonómicos básicos como “desecho primario” y “secundario”, más que articular un programa empírico específico, organizan la crítica
bibliográfica a los marcadores habituales de “fondos de cabaña” y “silos”. Las obras sobre la “arquitectura inscrita” de la
Europa atlántica inspiran la atribución de un origen ritual a la
formación del registro.
Márquez (2000: 206, 218) asume la antigüedad de la agricultura en el sur de la Península Ibérica pero no que de ella se
sigan procesos inevitables de intensificación de la producción
y acopio de excedentes como reclamaba la interpretación hegemónica de las subestructuras del valle del Guadalquivir.
Opone a este enfoque evolucionista el concepto alternativo
de Neolítico que, desde los 1990 (Márquez, 2000: 217-219),
guía sus estudios sobre el Neolítico final y Calcolítico en el
sureste. Una información arqueológica similar en las sociedades megalíticas dentro y fuera de la península justifica un
modelo explicativo único, menos para las relacionadas con
los asentamientos amurallados y necrópolis tipo Millares y
sus entornos (Márquez, 2000: 206-207, n. 2). En Málaga,
Márquez define un modelo territorial, basado en las necrópolis y los asentamientos, contrastante con el de la Edad del
Bronce. En sitios no prominentes se construyen “fondos de
cabaña” con cubiertas de entramado de cañizo recubierto de
barro. Otras estructuras subterráneas de almacenaje (algunas
“convencionalmente silos”) formarían parte de hábitats de
rasgos similares a los anteriores (Márquez, 2000: 208-211).
Su “invisibilidad espacial” y “la escasa entidad de las construcciones” sugieren que tengan una fase, algo extraño en un
“modo de vida plenamente campesino” pero coherente con
lo conocido sobre los poblados megalíticos en el resto de
Europa (Márquez, 2000: 217).
Jiménez, en artículos posteriores sobre las subestructuras
de la “región clásica”, rechaza que haya dos tipos con y sin
estratigrafía: los procesos que condujeron a su formación y el
contenido arqueológico son muy similares y la distinción morfológica, la única admisible entre “silos” y “fondos de cabaña”, no siempre es posible (Jiménez, 2007: 479, n. 13). Según
Jiménez y Márquez el debate sobre las supuestas viviendas
debería empezar por su tipología. Proponen las “casas-pozo”
hohokam: su base es una fosa excavada y los muros las paredes interiores. A menudo se les superpone alguna otra “‘aérea'
con materiales perecederos o bloques de piedra” (Jiménez y
Márquez, 2006: 43). Fuentes etnográficas y experimentales
definen las condiciones de habitabilidad y los requerimientos
técnicos (Jiménez y Márquez, 2006: 44, 46). A ellas se remite
la evaluación del registro arqueológico. Las subestructuras no
son “casas-pozo”: ni tienen evidencias constructivas (cf. supra
Márquez, 2000), ni espacios adecuados para una ocupación
prolongada, ni una sedimentación paulatina de los niveles de
ocupación (Jiménez, 2007: 478, 489). Su colmatación es acelerada e intencionada. Corresponde a “basureros”, si el relleno
es “masivo y aleatorio” y a contenedores de “actos de significación simbólica”, si hay estratigrafía, a la que los oficiantes
pueden aportar potentes sedimentaciones naturales (Jiménez,
2007: 478-481). Si algunas estructuras tuvieron usos sucesivos, ninguno fue el de “casa-pozo” (Jiménez, 2007: 489).
La breve ocupación que sugiere la lectura vertical de los
rellenos es desconocida en depósitos correspondientes a los
“niveles culturales” de un hábitat (cf. Márquez, 2000: 204205). De ahí derivan los afanes de los colegas en identificar
estratigrafías horizontales (Jiménez, 2007: 481), esfuerzos
fallidos al faltar una conexión estratigráfica directa entre los
depósitos de estructuras cercanas: “de ser fondos de cabañas, nunca habría dos cabañas en uso a la vez” (Jiménez,
2007: 482). A su vez, los pocos años de vida de sus materiales de construcción no se corresponden con los requeridos para “una acumulación tan exagerada” de artefactos y
sedimentos (hasta 2 m de potencia) (Jiménez, 2007: 486).
La relectura pasa, por fin, de las estructuras aisladas a los
“lugares de agregación”. En general de gran extensión están
afectados solo en parte por los episodios destructivos constatados en multitud de pozos tras su cierre (en adelante Jiménez, 2007: 487). Esto hace sospechar que, a menudo, los
procesos postdeposicionales con los que se quiere justificar
que no haya evidencias de “casas-pozo”, sean “fantasmas”,
imaginados por los colegas. Fuera de sospecha quedan las
excavaciones y actividades agrícolas que retiran la “gruesa
capa de tierra, normalmente en un avanzado estado de pedogénesis” que cubre, y oculta, los restos más superficiales de
las estructuras. Pero tal reserva no llega al punto de que las
remociones expliquen la falta de elementos estructurales de
las supuestas cabañas, ni de restos procedentes de sus rellenos, diseminados entre ellas sobre el suelo actual. A escala
micro, y a partir del Polideportivo de Martos (Lizcano et al.,
1997), tampoco la falta de superficies ‘fósiles' de ocupación
se debe a distorsiones del registro. Las remociones ni afectan
a todas las estructuras, ni eliminan todo el depósito en las
alteradas (Jiménez, 2007: 488): las nivelaciones y remodelaciones internas podrían preservar más que destruir los suelos
de ocupación (Jiménez, 2007: 489).
Márquez y Jiménez declaran la unión de lo sagrado y lo
profano pero enfatizan lo simbólico y ritual (Cámara y Molina, 2015: 106). Una carencia profana notable es la cota de
frecuentación original desde la que se excavaron los “depósitos estructurados”. Solo si se debieran a seres humanos con
otra forma de marcha, la desconexión estratigráfica directa
entre ellos podría explicarse sin procesos postdeposicionales.
Otra rara ausente, decidiéndose el origen ritual o natural de
los depósitos, es la geología (Jiménez, 2007: 478, 480). Ir de
lo secular a lo sagrado facilita más el contraste empírico que
la vía inversa.
405
[page-n-413]
M. I. Martínez Navarrete
3. CAMPESINADO Y VIVIENDAS:
UN PAR DE EJEMPLOS DE LA EUROPA MERIDIONAL
PASADA Y PRESENTE
El punto de partida de quienes estudiamos historia es la unidad de la experiencia humana por la que asumimos respuestas
análogas y, por tanto, rastreables, ante procesos regulares. La
dificultad reside en que su expresión, sin un patrón universal de
racionalidad, varía en cada comunidad. Tras plantear la perspectiva interna y externa como alternativas opuestas para abordar
esa diversidad, ahora su contraste ayuda a repensar los conceptos y estrategias rutinarias de recopilación de datos (GonzálezRuibal, 2003b: 416- 417). Soy partidaria de reflexionar sobre
los sesgos ideológicos que configuran el registro, pero no veo
como alternativa una arqueología prehistórica que pretendiera
asumir la perspectiva de los potenciales estudiados. Los testimonios arqueológicos filtrados por la producción y reproducción social admiten lecturas múltiples o alternativas pero, por su
propia condición física, contradicen las más inverosímiles dado
un cierto contexto histórico. En el tema de la “arquitectura inscrita” el protagonista es un campesinado (Vicent, 1990, 1991:
35-47; Díaz-del-Río, 1995), vinculado de modo ineludible a sus
medios de producción, de los cuales el principal es la tierra. La
inversión de trabajo social para una producción diferida convierte el “paisaje natural” en “paisaje agrario”, haciendo superior el coste del abandono y de una nueva inversión al mantenimiento de una productividad mínima.
Para no extenderme centro mis comentarios (versus sección 2) en un paisaje agrario específico: el de los constructores
de recintos de fosos, descrito en las terrazas en torno a Madrid (Díaz-del-Río, 1995, 2001, 2003). La versión más habitual vincula el poblamiento con ganaderos móviles de ovejas
y cabras que siguen los pastos permanentes situados en los
humedales de la llanura aluvial. Se basa en el alineamiento
de los yacimientos con los cursos de agua, en el mayor número de restos de esas especies que el de vacas y cerdos, en
identificar estabilidad y arquitectura en piedra y en considerar las vegas poco cultivables. El trasfondo es un concepto de
Historia que define las culturas como asociaciones de rasgos
clasificatorios sin articulación funcional. A partir de fuentes
etnográficas, ajenas al medio natural más característico de la
Península Ibérica desde esta fase del Holoceno, y específico
de la Meseta, se define una dicotomía agricultura-sedentarismo y pastoreo-movilidad, interpretada como dualidad de poblaciones. Sin embargo el rasgo propio del campesinado en
la zona mediterránea es la integración de la ganadería en la
economía agraria doméstica como alimento, abono, fuerza de
tiro y transporte (Delibes, 2011). La racionalidad económica
pasa por la falta de especialización, el uso de diversos ecosistemas, el almacenaje y el reciclaje de materia, energía, agua y
residuos. La movilidad a corto, medio o largo plazo que esta
gestión agro-forestal pueda suponer no implica sin remedio
a todo el grupo doméstico. Sus componentes básicos tenderán a acercarse al hábitat agrario, como un ejemplo más de
la minimización de esfuerzo característica de las sociedades
campesinas. Tales estrategias sociales, en conjunto, reducen
la incertidumbre proveniente de una naturaleza impredecible,
manteniendo una amplia heterogeneidad espacial y diversidad
biológica. Su finalidad es inmovilista: el campesino es conservador en lo ecológico y, sobre todo, en lo social. Un rasgo tan
406
connotado en el debate sobre el origen de la desigualdad como
el almacenaje busca, en principio, la seguridad alimentaria y
no una acumulación que conduzca directa e inexorablemente a
la sociedad de clases.
El hábitat agrario es el mejor testimonio del modo de vida
campesino por su relación con la vida social y productiva y con
los aspectos ideológicos y culturales de la misma. Está determinado por las condiciones ambientales más en sentido negativo
(lo excluido) que positivo. Este tópico antropológico tan pertinente en el debate sobre la movilidad de los constructores de la
“arquitectura inscrita” carece, sin embargo, de programas específicos de investigación. En ello influye, como en otras zonas
europeas, el concepto de cambio cultural por sustitución demográfica (Stevanović, 1997: 336) y también el debate citado favorecido por la modestia de los escombros hallados (restos de adobe y de entramados vegetales cubiertos de barro). Como fuente
alternativa de analogías propongo la arquitectura neolítica del
sureste de Europa y la arquitectura popular del barro de la Tierra
de Campos, en la Meseta norte. Ambas cuentan con importantes
tradiciones de estudio. La pertinencia del sureste europeo reside
en su condición de cruce de caminos entre Europa y el Próximo
Oriente, cuna de una arquitectura en barro bien conocida, antigua y ligada a hábitats permanentes. La investigación sobre la arquitectura popular castellana (Maldonado y Vela-Cossío, 2011)
se amplió a partir de los 1980 con iniciativas privadas (Centro
Navapalos, Soria) y públicas (EE.TT.SS. de Arquitectura: Centro de Investigación de Arquitectura Tradicional, Madrid; Grupo
Tierra, Valladolid…), encaminadas a la difusión, conservación
y experimentación con este material de construcción en proyectos de rehabilitación, sostenibilidad y ayuda al desarrollo. Esta
arquitectura tiene raíces medievales y su abandono se relaciona
con el éxodo rural, acelerado en los 1950.
El estudio de Stevanović (1997: 336, 342-344, 354-355) sobre la arquitectura Vinča tiene trascendencia regional dada la
llamativa semejanza en las actividades constructivas de las culturas neolíticas de todo el sureste europeo. En su opinión la casa
es un artefacto en sí misma. Debe ser estudiada como tal en las
4 fases de su vida útil: la construcción (técnicas y materiales),
el uso (organización espacial), el mantenimiento y la destrucción interpretable como una práctica tecnológica deliberada.
La vivienda Vinča está levantada con técnica de encestado y se
vincula con aldeas de ocupación prolongada (en extensión o en
tell). El tipo arquitectónico tuvo un uso mínimo hasta el Neolítico antiguo. Su tecnología moviliza materiales antes inexistentes
como cantidades masivas de arcilla, obtenidas en excavación,
mezcladas con agua y restos orgánicos como la cascarilla y paja
de los cultivos. Requiere una organización de complejidad adecuada y el acceso a los materiales y a la zona edificable. Dado
el peso de las arcillas y la limitación del transporte se cree que
su extracción tuvo un efecto concatenado en las aldeas: los pozos de forma oblonga y los desplazamientos horizontales de las
viviendas. Este hábitat aéreo se prefiere de manera creciente al
subterráneo y semisubterráneo.
El análisis de la arquitectura en barro castellana considera
las mismas fases que acabamos de citar, incluyendo la cuarta
de demolición y eliminación de residuos (Sánchez, 2000: 1316; Cortés, 2013: 191-194). En todas impera el principio del
mínimo esfuerzo y mayor proximidad con el máximo aprovechamiento y mínimo costo. La edificación sirve como residen-
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“Hoyos” y “recintos” en positivo: construcciones y modelo económico
cia y unidad mínima de producción, acoge al ganado y sirve
de almacén. También la tecnología refuerza la adaptación a las
condiciones ambientales: la disponibilidad y proximidad de los
materiales de extracción (sobre todo arcilla y cal) y del agua es
decisiva al minimizar el gasto energético por acarreo. Culturalmente las construcciones son los elementos identitarios más
significativos del paisaje. Implican la transmisión oral de conocimientos para la selección de las técnicas constructivas y estrategias proyectuales más funcionales y económicas. Socialmente
el patrón de explotación agraria de la arquitectura popular logra
una gran cohesión al generar espacios para la vida en común.
El proceso constructivo no permite una disociación nítida
de las dimensiones ambientales y económicas. Su fin es la simplificación tecnológica y la reducción de componentes que se
combinan, según la altura del edificio, para lograr la máxima
efectividad del conjunto. Los materiales son la piedra, el barro
crudo y la madera. La piedra requiere poca transformación y
mantenimiento y es duradera. Se emplea en los zócalos, en la
primera hilada del tapial o, como cantos, en otras escalonadas
en los muros. El barro es la base de los muros de tapial y adobe
y sirve como mortero, revoque, relleno de encestados y piso.
El tapial se hace con tierras arenosas graduadas con arcilla que
actúa de conglomerante. Se prepara dejando las tierras centenales en montones a la intemperie al menos de otoño a otoño para
airear las arcillas y eliminar toda materia orgánica, susceptible
de germinar y debilitar los muros. Los cajones se rellenan en
tandas con tierra humedecida cuya consistencia suele aumentarse con paja de centeno. La masa se prensa para evitar huecos,
sin que pase mucho tiempo entre cada hilada. El adobe es más
manejable que el tapial. La arcilla procede del barrero y se criba
para quitar impurezas. Se fortalece mezclándola con paja, cal,
arena o estiércol y pisándola con algo de agua. El estiércol se
ha extraído de las cuadras y dejado orear en pequeños montones antes de usarlo. La masa resultante se mete en la gradilla.
Se aprieta bien, se rasa, se extrae del molde y se deja secar al
sol. Conviene hacer el adobe en primavera y otoño: en verano las altas temperaturas agrietarían el barro, y en invierno hay
problemas de humedad y frío. Las otras aplicaciones del barro
exigen también su preparación. Se trae del barrero más cercano
y se deja orear unos días. Luego se ara, macha, pisa o muele. Se
mezcla con el agua y se soba para que la masa sea moldeable y
se endurece con greda cribada.
La arquitectura en barro sustituye los alzados con estructuras ligeras por potentes muros de carga (entre 45 y 60 cm) que
asumen la labor portante. La fragilidad del barro al viento y la
lluvia impone esa masividad, el cuidado periódico y la reposición de los revocos cada pocos años. La contrapartida son las
propiedades bioclimáticas de los muros: su gran aislamiento
e inercia térmica. La adición de material fibroso como la paja
trillada, en los muros y en los acabados, frena su tendencia a
resquebrajarse por retracción y aporta mayor resistencia mecánica a flexión. Contrarresta la acción del sol y la lluvia y mejora el comportamiento térmico del material, ya que las briznas
de paja funcionan como pequeñas cámaras de aire con gran
capacidad aislante.
La madera es imprescindible en la estructura general del
edificio (armaduras de las cubiertas, viguería, entramados de
paredes y tabiques, escaleras, barandillas) y en la carpintería
(puertas, ventanas, mobiliario). Se emplea como enramado (en
techumbres, paramentos y estructuras recubiertas de barro), tablón (suelos y protección de muros de barro) y en rollo, descortezado o al natural. Se usan los árboles locales, p. ej., chopos
en los páramos y en Tierra de Campos. Se talan al principio del
otoño-invierno cuando, casi sin savia, aprietan las fibras. En la
construcción se usan secos pero, antes, el rollo se deja a orear a
la intemperie en el almacén o lugar de la obra para que se empape de lluvia, se lave y se endurezca. Después se trocea y, en su
caso, escuadra y cepilla. La durabilidad de la madera (entre 3 y
500 años) depende de la especie y de las condiciones de conservación (contacto con el suelo, aireación, sequedad).
Otro rasgo de la arquitectura popular es que el grupo familiar solo, o con apoyo vecinal, construye y realiza las tareas
campesinas, lo que requiere una permanencia anual mínima
para alternarlas y combinarlas. Los recursos ambientales y
agrarios empleados en la vivienda se incorporan a los campos
cultivados en su cuarta fase de vida útil: la demolición y eliminación de residuos.
4. LA FORMACIÓN DEL REGISTRO ARQUEOLÓGICO
COMO ESCOMBRO
“Desecho” y “basura” son conceptos relativos. Cada sociedad
tiene los suyos, incluyendo la primacía del componente ideológico sobre cualquier otro (mal de ojo, menstruaciones, hechizos
ruptura de tabúes…). Pero la mayoría del tiempo la gente estuvo
disponiendo la basura de un modo muy conveniente: dejándola
simplemente donde caía (Rathje y Murphy, 1992: 32-33). Solo
mucho después de hacernos sedentarios, la basura empezó a ser
un problema. Las comunidades campesinas tienen excedentes
limitados y los elementos descartados, en general orgánicos,
son reciclables. La situación es similar en muchas sociedades
preindustriales donde “no se tira nada e incluso lo aparentemente más inservible se guarda para posibles usos insospechados”
(González-Ruibal, 2003a: 63). La distinción entre abandonados
planeados y no planeados y entre los que prevén o no retorno
es relevante a este respecto pero, en general, el despoblamiento
es un “proceso que va desde la ocupación como residencia a
tiempo total hasta el abandono irreversible” (González-Ruibal,
2003a: 59, 57; Hardy-Smith y Edwards, 2004: 256).
Las recuperaciones de artefactos (piezas metálicas, molinos, ídolos…) tras dejar una estructura tienen gran potencial
de distorsión del registro, si buscamos indicadores de esferas
concretas de la vida social. En cambio, para explicar el proceso
de formación de un yacimiento lo relevante es la extracción de
elementos de la arquitectura como vigas o postes (GonzálezRuibal, 2003a: 65) y la de sus propios escombros si el edificio
es de tierra. Los primeros manuales de labranza europeos (Anónimo, 1860: 13-14) incluían entre el abonado unas mezclas de
tierras, reconocibles en la composición de tapias y adobes (sección 3): tierra y marga gredosa para el terreno arenoso; tierra y
marga arenosa y caliza, yeso de demoliciones para el gredoso
o arcilloso… Los blogs sobre pueblos castellanos recogen testimonios de antiguos agricultores para los que la tierra infértil
durante muchos años, procedente de tirar los edificios de barro,
mejora los huertos y los campos pedregosos o con surgencias.
No he encontrado datos arqueológicos relativos al abonado con aporte mineral pero Poirier y Nuninger (2012: 10,
12-13, 5), aun sin planteárselo, ofrecen elementos para con407
[page-n-415]
M. I. Martínez Navarrete
siderar su empleo: a) los testimonios de la antigüedad del estercolado (IV milenio BC en Suiza), b) los trozos de cerámica incorporados al estiércol que pudieron llegar también en
los escombros de tapial y adobe y c) una cadena detallada de
inferencias que condiciona que haya o no artefactos fuera del
yacimiento (Poirier y Nuninger, 2012: 20, Fig.7). Los autores
aluden a la frecuencia con la que cacharros rotos y materiales
de construcción caen con los otros desechos en los montones
de estiércol, en general, situados junto al hábitat. Tras estercolarse los campos y descomponerse la materia orgánica,
esos restos antrópicos serían el único testigo de la práctica
del abonado. El estercolamiento sea cual fuere la regularidad
en su práctica y el modo de transporte utilizado prioriza las
huertas a menos de un km del hábitat pero puede llegar hasta
un radio de 1 a 2 km del mismo (Poirier y Nuninger, 2012:
15-16). Las fuentes etnográficas, los textos agronómicos latinos y la iconografía antigua (en parihuelas), medieval (en
cuévanos) atestiguan el transporte de pequeñas cantidades
regulares de abono a parcelas incluso más alejadas. En suma,
los campos se pueden fertilizar sin recurrir a la tala y quema,
pero optar por esa alternativa implica replantearse la breve
permanencia del hábitat y la ganadería móvil y precisar el
almacenado de los recursos agrícolas.
5. REFLEXIONES FINALES SOBRE EL ESTADO
DE LA CUESTIÓN Y ALGUNAS ALTERNATIVAS
Nuestras interpretaciones defienden de modo bastante apriorístico disyuntivas que los aspectos concretos del registro
ayudan a reconocer como falsas. Los restos arqueológicos
evidencian la combinación de materiales en la arquitectura
del hábitat o de ciertos edificios, y cómo la durabilidad de
los más frágiles (barro, madera) es más contextual (tecnología, posición en el edificio) que intrínseca. La dimensión
ceremonial de los “agujeros negros”, sugerida por el hallazgo
de enterramientos, ídolos, piezas de oro (Murillo-Barroso et
al., 2015), tiene su sentido en el marco de la “ritualización
de la vida doméstica”, según R. Bradley, propia de las sociedades campesinas (Delibes, 2011: 16). La especialización de
la investigación arqueobiológica sobre agricultura y ganadería justifica abordar por separado las respectivas evidencias.
Pero mantener esta estrategia al caracterizar la economía
agraria, proyecta una imagen errónea de las sociedades campesinas (sección 3). Es raro, por ejemplo, leer que la ganadería basada en múltiples cabañas se asocia indefectiblemente
con núcleos agrícolas asentados sobre tierras de cultivo más
o menos fértiles (Liesau y Morales, 2012: 122). Lo habitual
es la dualidad automática cultivos-asentamientos permanentes y ganado-movilidad. Pero la versatilidad residencial de
los agricultores es tan conocida (Hardy-Smith y Edwards,
2004: 257, 272) como discutida la pertinencia de los indicadores arqueológicos “a muy corto plazo” (estacionales,
anuales…), dados los límites de precisión de nuestros métodos radiométricos (de décadas a centurias). Lo más ventajoso sería combinarlos con otras variables. Delibes (2011: 17)
propone inferir la estabilidad del asentamiento de la fuerza
de trabajo invertida en excavar fosos en gredas pesadas y con
la sencilla tecnología a mano. Quizá esa inversión se pudiera valorar al modo como algunos autores han calculado las
408
arcillas necesarias para levantar los muros de las viviendas
LBK (en Stevanović, 1997: 354). También se puede aproximar la permanencia del poblado conectándola con el tiempo
impuesto por el ciclo agrícola pecuario y vegetativo de cada
especie identificada y con la preparación de los materiales de
construcción. Antes de rechazar la pertinencia del segundo,
por ausencia de granos de cereal, se puede intentar rastrear
su cultivo reciclando la estrategia experimental y analítica
de Stevanović (1997: 353-361). Su fin es determinar si la
destrucción por fuego de los poblados Vinča es intencional.
Estudia los escombros de cuatro casas del de Opovo donde
muestrea el peso de las arcillas y estima la madera, las cañas
y los restos de plantas y granos de cereal empleados, tras una
cuidadosa revisión de las improntas. El entorno del poblado
no parece adecuado para el cultivo pero los considerables
restos vegetales añadidos al barro expresarían una estrecha
interdependencia entre agricultura y forma doméstica de
vida. Otra medida empírica de la duración del asentamiento
sería la presión antrópica expresada en las secuencias polínicas (Delibes, 2011: 18).
Un aspecto específico de la temporalidad se relaciona con
la dificultad de identificar estratigrafías horizontales por la indefinición del propio hábitat (sección 1) y la desaparición de
la cota de frecuentación original (sección 2). Lo habitual es
que ignoremos qué representan las catas excavadas respecto
a la superficie total del yacimiento y a su variabilidad interna
(temporal y/o social, económica política, ideológica). La particularidad actual es que la combinación de prospección aérea
y datos geomagnéticos de alta resolución revela, a veces con
sorprendente precisión (Rassman et al., 2014), la completa
planimetría de los asentamientos con subestructuras. Sus dimensiones y complejidad dejan en evidencia la inadecuación
de las estrategias más generalizadas de intervención arqueológica para controlar ese registro y confirman las intuiciones
más pesimistas sobre la parcialidad de lo que conocemos. Una
alternativa ventajosa a escala micro es el desarrollo de técnicas
de muestreo para la excavación, como ha demostrado su aplicación en la compleja mina neolítica de sílex de Casa Montero
(Díaz-del-Río et al., 2007). El estudio del paisaje agrario, en
cambio, exige una modelización espacial a otras escalas (Poirier y Nuninger, 2012). Se debe a Gilman la primera, y más influyente, basada en el materialismo histórico y propuesta para
el sureste de la Península Ibérica (Gilman y Thornes, 1985).
Es una de las fuentes del “modelo factorial del paisaje” de Vicent (1991) todavía pionero por su carácter experimental que
le hace susceptible de soportar la aplicación de técnicas matemáticas de modelización y simulación estadística. Estamos
en el mejor momento para dejar por fin atrás los apriorismos,
falsas disyuntivas y visiones monolíticas, sea cual sea el sesgo
escogido.
AGRADECIMIENTOS
Estoy en deuda con los organizadores de este homenaje a B. Martí
Oliver por invitarme y, en concreto, con J. Juan Cabanilles por su
apoyo durante la redacción del texto. Su temática se contextualiza
en el proyecto HAR2013-47776-R (2013-2016). Debo a su I.P., P.
Díaz-del-Río, a V. Mayoral (IAM, CSIC), C. Ortiz, I. Sastre, J. Vicent (IH, CCHS-CSIC), orientaciones de gran utilidad. Soy la única
responsable del resultado. C. Varela tradujo los textos en francés.
[page-n-416]
“Hoyos” y “recintos” en positivo: construcciones y modelo económico
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 411-426.
Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón
durante el Neolítico y la Edad del Bronce
José M.ª Rodanés, José i. loRenzo y PaloMa aRanda
reSumen
Uno de los objetivos específicos planteados en el proyecto “Dinámica de la ocupación prehistórica del Valle Medio del Ebro
durante el Holoceno Superior” (HAR2012-36967) es el estudio del ritual de enterramiento en cuevas y abrigos. Para ello
se proponía la prospección en determinadas comarcas al mismo tiempo que se procedía a la datación absoluta y revisión de
los materiales arqueológicos y antropológicos de yacimientos ya conocidos. Con ello pretendemos mejorar el conocimiento
sobre las poblaciones prehistóricas de la zona y analizar las prácticas funerarias, basándonos en la utilización de cavidades
desde el Neolítico hasta los momentos finales de la Edad del Bronce.
PalabraS claVe:
Cuevas sepulcrales, Neolítico, Edad del Bronce, Valle Medio del Ebro.
abSTracT
Burials in caves and shelters in Upper Aragon during the Neolithic and the Bronze Age. One of the specific objectives of
the project “Dynamics of prehistoric occupation of the Middle Ebro Valley during the Upper Holocene” (HAR2012-36967)
is the research on burial rituals in caves and shelters. For this purpose, a field survey was proposed in certain regions and at
the same time absolute dating and revision of archaeological and anthropological materials from known sites was carried
out. Our aims are to improve knowledge about the prehistoric population in the area and to analyse burial rituals, basing our
research on the occupation of caves from the Neolithic to the Late Bronze Age.
keywordS:
Burial caves, Neolithic, Bronze Age, Middle Ebro valley.
1. LOS ENTERRAMIENTOS EN CUEVAS Y ABRIGOS
EN EL ALTO ARAGÓN: YACIMIENTOS
DE REFERENCIA
Incluimos aquellos que han sido excavados y en especial los que
cuentan con dataciones absolutas (fig. 1). Las fechas, en su mayoría, proceden de muestras de vida corta, sin embargo de poco
sirve esta precisión ante el contexto en el que se han recogido, ya
que la mayor parte de los yacimientos han sufrido una evolución
postdeposicional que hace imposible la interrelación y el análisis
pormenorizado de restos antropológicos entre sí y aún menos con
la cultura material. Estos condicionantes unidos a las sucesivas
ocupaciones en el mismo yacimiento –solo en el caso de Chaves
se trata de un conjunto cerrado– añaden incertidumbre al estudio
de los componentes que podrían definir las diferentes fases de
utilización y su relación con horizontes arqueológicos. No obstante estas dataciones, que reflejan momentos concretos como el
del fallecimiento de un individuo, permiten observar tendencias y
destacar aspectos generales que pueden ser comparados con procesos similares detectados en otros territorios (tabla 1).
Cueva de los Huesos (Castillonroy)
Cavidad de acceso restringido por estar actualmente bajo las
aguas del embalse. Se accede por una pequeña boca que da
paso a una galería vertical. Entre el barro y las piedras aparecen
restos humanos y fragmentos de cerámica (fig. 2). La datación
absoluta coincidente con la tipología cerámica apoya una cronología del Bronce Reciente- Final (GrA-32959: 3115±35 BP)
(Montes et al., 2006).
Cueva de los Moros 2b (Gabasa)
Excavada por Baldellou y Utrilla en 1984. En el nivel
superior aparecieron restos humanos inconexos de un número
indeterminado de individuos. Los materiales, igualmente
revueltos, procedentes del nivel a, pertenecían a diferentes
épocas: una raedera, un hacha pulimentada y numerosos
fragmentos cerámicos de cronología neolítica, junto a cerámica
torneada y un plato de cerámica gris paleocristiana del siglo
IV-V d.C. (Utrilla y Baldellou, 1984: 11; Ramón, 2006: 55;
Utrilla, Laborda y Sebastián, 2014: 700).
411
[page-n-419]
J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
Fig. 1. Situación de las cuevas
sepulcrales en el Alto Aragón.
Cueva de los Moros 5 (Gabasa)
En el mismo enclave, a escasos metros de la cueva principal
y durante la misma campaña se localizaron un cráneo humano
junto a restos líticos, elementos de adorno, una punta de flecha de hueso y un dado romano. Los materiales más numerosos
son los cerámicos que conforman un lote de 326 fragmentos de
los que 135 son a torno (Utrilla y Baldellou, 1984: 11; Ramón,
2006: 55-56; Utrilla, Laborda y Sebastián, 2014: 700).
Cueva del Moro (Alins del Monte)
Se abre en la ladera de una pequeña cárcava que confluye en
el barranco de las Carboneras, frente al Pico Roldan. Se trata de una grieta que se continúa a través de una cámara baja
que desemboca en una sima. En el fondo se localizaron huesos
humanos junto a un interesante ajuar que en estos momentos
estamos estudiando.
Los restos aparecieron inconexos. Se han identificado un
número mínimo de once individuos, el 40% femeninos y el 60%
masculinos. Se detecta una importante mortalidad infantil que
alcanza el 45% de la muestra, sin que exista constancia de individuos maduros o seniles. No se documentan restos de mayores
de 40 años. Algunos huesos aparecieron impregnados de ocre
rojo. Se han diagnosticado caries, hipoplasias, cálculos y casos
de periodontitis.
412
Los materiales arqueológicos son numerosos, de gran relevancia y de variada tipología con diferentes cronologías. Destacan varias piezas de hoz y láminas sin retocar, así como una
serie de objetos pulimentados de pequeño tamaño. Entre los
elementos de adorno señalamos una cuenta de variscita y otra
de pasta vítrea. En hueso, dos puntas de flecha de pedúnculo y
aletas. Significativa es la presencia de tipos metálicos en bronce como un hacha plana, un puñal triangular de remaches, una
punta de flecha de pedúnculo y aletas, un punzón, un alfiler o
una fíbula aucissa. En hierro destacamos un cincel, un fragmento de llave, un asa, varios remaches y una aguja de grandes
dimensiones. La cerámica no es numerosa pero destaca la presencia de una vasija carenada y un fragmento inciso-impreso
o punto y raya junto a otros no identificables. Quizás lo más
sorprendente de este conjunto, que próximamente aparecerá
publicado, es la presencia de objetos de madera, entre los que
destacan recipientes, un peine y otros de difícil interpretación
que formarían parte de útiles compuestos, así como varios elementos de cestería.
La cronología es muy amplia. Un fragmento cerámico decorado y una cuenta de collar nos pueden situar en un contexto
neolítico con claros paralelos en cuevas cercanas, mientras que
los objetos de hierro, la fíbula y la cuenta de pasta vítrea son
claramente romanos, muy probablemente de época augustea.
El resto coincidiría con el Bronce Pleno y Reciente donde se
[page-n-420]
Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón durante el Neolítico y la Edad del Bronce
Tabla 1. Cuadro de dataciones radiocarbónicas de las cuevas sepulcrales.
Yacimiento
Ref. laboratorio
Datación BP
1 σ cal BC
2 σ cal BC
cal med BC
Trocs I (Bisaurri)
Trocs I (Bisaurri)
Trocs I (Bisaurri)
Trocs I (Bisaurri)
Trocs I (Bisaurri)
Chaves (Bastarás)
Trocs I (Bisaurri)
Trocs I (Bisaurri)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Trocs III (Bisaurri)
Trocs III (Bisaurri)
Trocs III (Bisaurri)
Foz de Escalete 2 (Riglos)
San Juan (Loarre)
Rambla de Legunova (Biel)
Trocs III (Bisaurri)
Cueva de la Sierra (Campodarbe)
Cueva de los Cristales (Sarsa de Surta)
Forcas II (Graus)
Cueva de los Cristales (Sarsa de Surta)
San Juan (Loarre)
San Juan (Loarre)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Cueva de los Cristales (Sarsa de Surta)
Abrigo de Paco Pons (Biel)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Cueva de los Moros (Alins del Monte)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Cueva de las Güixas (Villanúa)
San Juan (Loarre)
Cueva de los Murciélagos (Vadiello)
Cueva de los Huesos (Castillonroy)
MAMS-16163
MAMS-16159
MAMS-16168
MAMS-16164
MAMS-16166
GRA-26912
MAMS-16162
MAMS-16161
GRA-33914
MAMS-16165
MAMS-16160
MAMS-14856
BETA-332606
GRA-38270
GRA-24746
MAMS-16167
BETA-332608
GRA-38061
BETA-281899
GRA-38062
GRA-38268
GRA-3795
GRA-38063
GRA-33935
GRA-33936
GRN-26967
GRN-25997
GRA-25757
GRA-30996
BETA-337287
GRA-33938
BETA-332607
GRA-38396
GRN-25557
GRA-32959
6285±25
6280±25
6249±28
6249±25
6234±28
6230±45
6218±24
6217±25
5855±40
5035±23
5008±23
5005±27
4730±30
4620±30
4545±45
4512±25
4400±30
4370±30
4330±40
4125±30
4120±30
4110±30
4105±30
4000±35
3975±35
3900±100
3850±100
3830±45
3790±60
3520±30
3440±35
3320±30
3285±30
3210±30
3115±35
5305-5225
5305-5225
5300-5210
5295-5215
5300-5080
5300-5080
5285-5075
5470-4855
4785-4690
3935-3785
3905-3710
3895-3710
3630-3380
3500-3355
3365-3115
3345-3110
3090-2930
3015-2920
3015-2895
2860-2625
2860-2620
2855-2585
2850-2580
2570-2475
2570-2465
2560-2205
2470-2150
2400-2200
2340-2065
1895-1775
1870-1685
1640-1530
1615-1525
1505-1445
1430-1305
5315-5215
5315-5215
5310-5075
5310-5080
5305-5070
5310-5055
5295-5065
5630-4590
4830-4605
3950-3765
3935-3705
3940-3705
3635-3375
3515-3345
3490-3095
3350-3100
3265-2915
3090-2905
3085-2885
2870-2580
2870-2575
2865-2570
2865-2505
2620-2460
2580-2345
2835-2040
2580-2025
2460-2145
2460-2035
1930-1750
1880-1660
1685-1520
1630-1495
1595-1415
1490-1280
5265
5265
5255
5255
5225
5205
5160
5140
4725
3880
3785
3780
3530
3460
3215
3210
3015
2980
2955
2715
2700
2680
2670
2530
2505
2375
2310
2290
2230
1835
1750
1595
1565
1475
1380
agrupan las dataciones absolutas de maderas, cestería e inhumaciones. Sirva como ejemplo la ofrecida por una muestra de uno
de los inhumados 3520±30 BP (Beta-337287).
Cueva del Moro (Olvena)
Conocida desde las primeras décadas del siglo XX, fue excavada por V. Baldellou y P. Utrilla durante los años ochenta
del siglo pasado (Baldellou y Utrilla, 1995-1996). Desde su
descubrimiento y hasta la edición de la memoria fue objeto de
numerosas visitas, y “prospecciones” no autorizadas. El artículo de Berges y Solanilla (1966) da cuenta de la existencia
de dos paquetes de huesos, sin los cráneos, localizados en un
estrecho corredor junto a cuentas de collar y piezas líticas sin
especificar. Las síntesis de T. Andrés (1977, 1979 y 1992) sobre el fenómeno funerario en el Valle del Ebro recogen la noticia e inciden en la dificultad de asociar los materiales con los
enterramientos aunque se mantenga la hipótesis de la posible
relación con los objetos de adorno, incluso con las cerámicas
con decoración campaniforme. Las modernas excavaciones
poco pudieron aportar. Los únicos restos humanos aparecieron mayoritariamente en OV2 y descontextualizados (Utrilla
y Baldellou, 1996: 248). Se trata de una población mínima de
cuatro y estimada en seis individuos, entre los que se encuentran infantiles, juveniles y al menos dos adultos, gráciles todos
ellos (Lorenzo, 1992: 625).
413
[page-n-421]
J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
Fig. 2. Materiales cerámicos de
Cueva de los Huesos de Castillonroy
(Montes et al., 2006).
Forcas II (Graus)
En la base del nivel 7 y en una grieta adosada a la pared se
encontraron restos humanos correspondientes a enterramientos
de al menos cinco individuos, tres mujeres y dos hombres, en
estado muy fragmentado y sin conexión anatómica, excepto los
localizados en el cuadro 4C. Se trata de una población muy grácil (Lorenzo, 2014: 338), datándose uno de los restos durante el
Calcolítico (Beta-281899: 4330±40 BP) (Utrilla, Mazo y Domingo, 2014: 397). El ajuar se desconoce y su relación con el
resto de los niveles de la Edad del Bronce es difícil de determinar (Rodanés y Sopena, 2014: 287).
Cueva de Els Trocs (Bisaurri)
Situada a 1.500 metros de altitud, presenta tres momentos de
ocupación neolítica. La combinación de análisis arqueológicos,
arqueobotánicos y geoarqueológicos ha confirmado la ocupación estacional de la cueva por pastores trashumantes (Lancelotti et al., 2014; Rojo et al., 2013).
La primera ocupación, Trocs I, datada en el Neolítico Antiguo (Mams-16163: 6285±25 BP; Mams-16159: 6280±25 BP;
Mams-16164: 6249±25 BP; Mams-16168: 6249±28 BP; Mams16166: 6234±28 BP; Mams-16162: 6218±24 BP; Mams-16161:
6217±25 BP), presenta abundantes restos humanos asociados a
pavimentos (UE 20) y a dos estructuras de gran tamaño (64 y
414
68). Su presencia se explica por su carácter ritual o simbólico
debido a la existencia de marcas de cortes y fracturas intencionadas, cuerpos infantiles descuartizados y signos de violencia
(Rojo et al., 2013: 45).
Dentro de los depósitos, la deposición de fetos y neonatos ovicaprinos, en ocasiones junto a restos humanos, se ha
relacionado con el universo simbólico de estas comunidades
y la importancia de la actividad ganadera (Rojo et al., 2013:
45-46). Es relevante el hallazgo de un cráneo infantil datado
en 6280±25 BP (Mams-16159) sobre los restos de un feto de
ovicaprino del 6060±40 BP (Beta-295782). Se ha planteado la
hipótesis de la circulación y/o reutilización de partes del cuerpo humano con un uso ritual a lo largo de varios siglos (Rojo
et al., 2013: 17-18).
El estudio de ADN de cinco muestras de Trocs I ha permitido identificar a tres hombres y tres mujeres, la consanguineidad
entre dos de los restos masculinos, así como identificar los haplogrupos J, T, N, V y K (Haak et al., 2015).
En la fase Trocs III, datada en el primer tercio del IV milenio
cal BC, durante el Neolítico Final (Mams-16165: 5035±23 BP;
Mams-16160: 5008±23 BP; Mams-14856: 5005±27 BP; Mams16167: 4512±25 BP) se han documentados dos fosas de grandes
dimensiones de carácter rito-funerario (UUEE 38 y 69) con huesos humanos y fauna en su interior, mezclados con otros restos
arqueológicos (Rojo et al., 2013: 20).
[page-n-422]
Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón durante el Neolítico y la Edad del Bronce
Cueva Negra (Olsón)
La cueva sepulcral se encuentra suspendida en unos afloramientos de arcosa intercalados con otros arcillosos. Se presenta como una balma con visera parcialmente desplomada. Los
restos humanos aparecen desarticulados y condensados en una
anchura de unos 2 metros. La potencia del depósito se reduce
a unos 40 cm. Se identifican al menos tres individuos que carecían de ajuar.
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Con un desarrollo cercano a los cien metros, se abre bajo el collado de Sampietro. Ha sido excavada por L. Montes y M. Bea
(2006 y 2007) y completada con breves campañas durante 2008
y 2009 (Montes y Domingo, 2014: 417).
En el interior, junto a una estructura de piedras, aparecieron una serie de restos dispersos procedentes de un enterramiento, en el que al menos se identificó un maxilar izquierdo
con los tres molares, perteneciente a una mujer de entre 25 y
30 años. Se dató un carbón en el interior de una costra estalagmítica sin relación aparente con los restos humanos (GrA33914: 5855±40 BP).
En la entrada se practicó un sondeo que ofreció un nivel (a)
con grandes variaciones cronológicas (GrA-33938: 3440±35
BP; GrA-30996: 3790±60 BP; GrA-25757: 3830±45 BP;
GrA-33936: 3975±35 BP; GrA-33935: 4000±35 BP; GrA38063: 4105±30 BP. En él se recogió un importante conjunto
cerámico en el que destacan los recipientes con decoración
campaniforme (fig. 3).
Cueva de los Cristales (Sarsa de Surta)
Cavidad cercana a Drólica, abierta sobre el arroyo Balcés. En
una sala de reducidas dimensiones a la que se accede por un
estrecho corredor aparecieron restos humanos. En una posterior
campaña durante 2007 se recogieron nuevos restos de inhumaciones junto a cinco fragmentos de cerámica manufacturada
(Montes y Domingo, 2014: 419). Se han datado tres muestras
de los enterramientos (GrN-26967: 3900±100 BP.; GrA-38062:
4125±30 BP y GrA-38061: 4370±30 BP).
Cueva de la Sierra (Campodarbe)
Localizada por José Gracia, A. Castán recogió restos humanos y
cerámicos que estamos estudiando en el Museo de Huesca. Con
posterioridad se tomaron muestras en la cavidad ya que las noticias mencionaban la existencia de inhumaciones individuales
sobre rocas desprendidas, impregnadas de pintura roja. La datación ofreció una fecha de 4400±30 (Beta-332608) y el análisis
de los colorantes demostró la utilización de cinabrio.
Cueva del Forcón (La Fueva)
En los acantilados de la Sierra Ferrera se abre la boca de la
cueva, de angosto recorrido, y que da acceso a un pequeño
vestíbulo donde se localizó un depósito (Zona Y) en cuyo interior se recogieron huesos humanos junto a material arqueológico (Baldellou, 1983: 152). Destaca la importante colección
de cerámicas con decoraciones impresas a las que hay que
añadir las incisas mediante triángulos, elementos de adorno
(cuentas discoideas sobre concha, una sobre hueso, otra en
piedra verde y un dentalium), varias piezas líticas en sílex y
un fragmento de útil pulimentado, así como tres punzones de
hueso y materiales romanos entre los que destaca una fíbula
en omega, fragmentos de vidrio y una cuenta de pasta vítrea.
La cueva del Forcón pudo haber sido utilizada con fines funerarios durante el Neolítico de cerámicas impresas, en la época
de ocupación de la Espluga de la Puyascada, siendo probable
que dicha utilización se repitiera en tiempos del Neolítico final
o del Eneolítico (Baldellou, 1983: 160).
Fig. 3. Cerámica campaniforme de Cueva Drólica, Sarsa de Surta (Montes y Martínez-Bea, 2006).
415
[page-n-423]
J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
Espluga de la Puyascada (San Juan de Toledo)
Cueva de los Murciélagos (Vadiello, Loporzano)
Cuenta con un nivel de ocupación del Neolítico Antiguo con cerámicas impresas al que posiblemente corresponderían los restos de un posible enterramiento cuyo resto más significativo es
un premolar humano (5930±60, 5580±70, 4560±80 BP; N.O.II
CSIC-384, CSIC-382 y N.O.I I CSIC-383) (Baldellou, 1987;
Lorenzo, 1994).
Localizada por E. Vlcek en una ladera sobre el cauce del Guatizalema, se accede por una rampa cubierta con bloques desprendidos. En la zona más profunda se recogieron restos de cerámicas de la Edad del Bronce junto a huesos humanos (Lorenzo,
1994). En prospecciones posteriores, en una grieta interior entre
huesos de cabra apareció un húmero humano de un individuo
adulto, con una datación de 3210±30 BP (GrN-25557). Al fondo de una grieta apareció una calota craneana que no se pudo
extraer (Montes et al., 2004: 386-387).
Cueva de los Arnales (Tella-Sin)
Cavidad localizada por el Grupo de espeleología de Badalona,
quienes recogieron material depositado en su sede local. Posteriormente A. Conte, desde el Instituto de Aínsa, visitó el lugar
acompañado de un grupo de alumnos recogiendo materiales arqueológicos que depositaron en el Museo de Huesca. El único
cráneo conservado corresponde a un tipo mediterráneo grácil
(Lorenzo, 1994).
Cueva de Chaves (Bastarás)
Inhumación de un individuo adulto, entre 45 y 55 años, cubierto
de cantos blancos. Se encontraba en posición forzada, sentado
con las rodillas flexionadas y con las manos cruzadas sobre las
rodillas, la cabeza había caído sobre la cintura pélvica. Fue introducido en una fosa de 60 x 50 cm de diámetro, excavada en
limos del sector central, de la sala principal de la cueva. Adherido a los huesos apareció un pequeño fragmento de tejido
que pudo formar parte de la mortaja o de posibles ataduras que
mantuvieran la forzada posición (fig. 4). Como único elemento
de ajuar, en una falange de la mano derecha, portaba un anillo de
hueso de sección circular y parte del esqueleto mantenía restos
de ocre rojo. La datación absoluta (GrA-26912: 6230±45 BP)
enmarca el enterramiento durante el Neolítico Antiguo.
A ello hay que añadir que en la zona de hábitat se recogieron restos de un mínimo de siete individuos que posiblemente
pertenecieran a otras fosas dispersas por la superficie excavada
(Utrilla et al., 2008: 131-140).
El análisis genético de tres muestras permite incluir los individuos dentro del haplogrupo K y H (Gamba et al., 2011).
Fig. 4. Enterramiento en fosa de Chaves, Bastarás (Utrilla et al.,
2008).
416
Balma de Mondó (Arascués, Nueno)
Los restos aparecen en una balma abierta en la zona de contacto de un nivel de gravas trabadas con calizas y arcillas arenosas subyacentes. Gerardo Benito localizó, en 1990, unos restos esqueletales con una punta de sílex, de pedúnculo y aletas.
Los restos se encontraban ya violados, pero con posterioridad
han sido objeto de un salvaje expolio. Quedaban en posición
fragmentos craneales y partes del esqueleto de una población
numerosa en buen estado de conservación (Lorenzo, 1994). En
2013 se notificó la existencia de una nueva remoción de restos,
recogiendo nuevas evidencias.
San Juan (Loarre)
Pequeña cavidad, orientada al oeste, en el barranco de los Vallazos, de apenas 2,5 por 1,5 m, cuya excavación sacó a la luz
las inhumaciones de al menos 47 individuos, dispersos por la
cavidad de manera inconexa sin que se pudieran determinar enterramientos individualizados (Pastor y Vicente, 2009: 336).
El perfil de los inhumados se corresponde con un 50% de
masculinos y otro 50% de femeninos, con una alta mortalidad
en los primeros meses de vida (34%) aumentando un 10% al incluir los juveniles. No aparecen individuos mayores de 60 años.
El umbral de esperanza de vida se situaría entre los 30 y 35
años. Se aprecian patologías relacionadas con carencias alimentarias, enfermedades periodontales y sobrecargas de la columna
vertebral desde la primera edad adulta. No se documentan signos de violencia (Gimeno, 2009: 386).
El ajuar, muy variado, reunía una colección de objetos entre
los que destacaban los elementos en concha (21) en especial
Dentalia, Cardium y posibles gasterópodos, los fragmentos cerámicos (9), láminas en sílex (7), cuentas de collar en piedra
(4) y objetos de adorno en hueso (7) entre los que destacan colgantes trapezoidales, placas perforadas, una cuenta tubular y un
colmillo de Sus scrofa (fig. 5).
La disposición de los restos humanos y de los ajuares así
como las dataciones absolutas confirman el carácter colectivo
y acumulativo del depósito que se extendería desde el Neolítico final o inicio del Calcolítico hasta los momentos finales
del Bronce Medio (GrA-38396: 3285±30 BP; GrA-38268:
4120±30 BP; GrA-38270: 462030 BP; GrA-3795: 4110±30
BP) (Pastor y Vicente, 2009: 357). Se trataría de una sucesión
de inhumaciones primarias que se irían depositando a lo largo del tiempo, incluso en momentos puntuales se produciría
la cremación de algunos cadáveres sin que ello suponga un
cambio de ritual.
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Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón durante el Neolítico y la Edad del Bronce
Fig. 5. Elementos del ajuar
de la cueva de San Juan,
Loarre (Pastor y Vicente,
2009).
Cueva del Oso (Rasal)
Se trata de una cavidad al pie del escarpe de la cara norte de la
Sierra de Riglos, en una situación de difícil acceso. La cavidad no
tiene un gran desarrollo. En la entrada localizamos una excavación clandestina con restos del Oso que dio nombre a la cavidad
y en el interior, en una sala, a la que se accede por una estrecha
ventana, identificamos restos humanos en buen estado de conservación (Domínguez, Magallón y Casado, 1983; Lorenzo, 1994).
Cueva de las Güixas (Villanúa)
Cavidad abierta en el macizo de Collarada. En una galería terminal, de forma dispersa, aparecieron los restos de inhumaciones correspondientes al menos a cinco individuos, entre los que
se identifican dos infantiles (Lorenzo, 1992: 625). En la entrada
y galería principal se han realizado varias campañas de excava-
ción. Las ejecutadas entre 2000 y 2004 ofrecieron información
sobre diferentes fases de ocupación. Al menos tres niveles con
variado y abundante material quedaron reflejados en los informes preliminares. El superficial de época contemporánea, el II
de época tardorromana con el singular hallazgo de un sólido de
Teodosio y el III que por las formas cerámicas se puede adscribir a los momentos medios y finales de la Edad del Bronce.
La secuencia no puede descartar la existencia de otras ocupaciones en otros lugares de la cavidad, quizás calcolíticas, a juzgar
por la presencia de elementos de adorno como un botón con
perforación en V o una punta foliácea en sílex (Gobierno de
Aragón. Informe de Bienes Culturales).
La datación absoluta de una muestra de hueso humano proporcionó una fecha posiblemente contemporánea a la ocupación
del nivel III, durante el Bronce Medio y Tardío (Beta-332607:
3320±30 BP).
417
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J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
Cueva de la Foz de Escalete 1 (Peñas de Riglos)
Cueva de la Foz de Escalete 2 (Peñas de Riglos)
Abertura en una pared caliza a unos 8 metros de altura sobre el
cauce de la Foz. En la pequeña cámara se realizó un sondeo que
ofreció materiales cerámicos entre los que destaca un borde de
campaniforme de estilo mixto, una punta Palmela, cuatro punzones y cuentas de collar en hueso y dos útiles pulimentados
junto a láminas de sílex. El resto del conjunto inventariado (166
fragmentos) permite diferenciar 17 bordes (redondeados, apuntados, biselados y planos) correspondientes a 16 vasos de paredes lisas. Completan la muestra, un fondo plano y dos fragmentos de asas, una con depresión central y otra de sección elíptica.
Destaca la decoración impresa, digitada o con instrumento en
los labios de cinco fragmentos, y un fragmento con decoración
incisa en retícula (fig. 6). Los restos humanos pertenecían al
menos a cuatro individuos (Lorenzo y Etayo, 1985: 66; Etayo y
Lorenzo, 1985: 294).
En la margen derecha de la Foz de Escalete. Enfrentada con la
cavidad anterior, a 20 metros del cauce, sobre una grieta vertical
aparecieron, bajo unos bloques encajados en la misma diaclasa,
restos humanos de más de 5 individuos. Hay que destacar la
presencia de tres cráneos casi completos y dos mandíbulas (Lorenzo, 1986 y 1992; Rodríguez Simón, 2009).
Se han inventariado 233 fragmentos cerámicos, sin que se
puedan identificar perfiles completos. Destacan 16 bordes con
formas redondeadas y planas y 8 fondos planos. La mayoría de
los fragmentos son lisos. Las escasas decoraciones coinciden
con digitaciones o impresiones con instrumento en los labios o
en cordones, a los que habría que añadir unas líneas incisas en
un fondo plano (fig. 7).
La datación de uno de los inhumados nos proporcionó una
fecha de 4730±30 BP (Beta-332606).
Fig. 6. Material cerámico de Foz
de Escalete 2, Peñas de Riglos.
418
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Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón durante el Neolítico y la Edad del Bronce
Abrigo de Paco Pons (Biel)
Los restos de un enterramiento aparecieron en el talud de relleno de
un abrigo. En la campaña del año 2000 se excavó la zona superior
del relleno (nivel 1), identificándose al menos tres individuos de
sexos y edades distintos. Al año siguiente se profundizó en el nivel 2, que al igual que en la campaña anterior ofreció restos óseos
junto a fauna, cerámica y una industria lítica en la que destaca el
componente geométrico (Montes, Cuchi y Domingo, 2000: 9596). Una muestra de huesos humanos fue datada en 3850±100 BP
(GrN-25997), mientras que el nivel 2 ofreció una mayor antigüedad 6010±45 BP (GrA-19294) y 6045±45 BP (GrA-19295).
Rambla de Legunova (Biel)
Abrigo rocoso con la visera desplomada descubierto en 2002. En
la ladera se localizó un potente depósito donde aparecieron restos
humanos de al menos tres individuos, dos infantiles y un adulto.
Los restos materiales fueron escasos, apenas tres fragmentos de
cerámicas lisas, restos de talla en sílex y una lámina de 13 cm de
longitud. La datación absoluta (GrA-24746: 4545±45 BP) sitúa
los enterramientos en el Neolítico Final o inicios del Calcolítico.
No queremos terminar este repertorio, todavía incompleto,
sin citar los comentarios de Felipe Donayre (1873) que, en su
Bosquejo de una descripción física y geológica de la provincia
de Zaragoza, encargado por la Comisión del Mapa Geológico de
España, cita su descubrimiento de la Caverna de Biel, cerca del
Pie de Mulo: “En el término de Biel, y cerca del Pié de Mulo,
existe una caverna de difícil acceso, en la que hemos encontrado
multitud de huesos...”, y explica que se trata de restos de fauna
y humanos. En la encuesta realizada en Biel y Luesia la cavidad
resulta desconocida (Lorenzo, 1994).
Fig. 7. Material cerámico de Foz
de Escalete 2, Peñas de Riglos.
419
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J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
2. ESTUDIO HISTÓRICO-ARQUEOLÓGICO
DE LOS ENTERRAMIENTOS EN ABRIGOS
Y CUEVAS DEL ALTO ARAGÓN
2.1. PrácTIcaS FunerarIaS
Utilizaremos el concepto de prácticas funerarias frente al de ritual
funerario por considerar que este último tiene unas connotaciones
en el que las creencias, que presumiblemente las hubo, juegan un
papel determinante pero muy difícil de desvelar. Es evidente que
las sepulturas siempre demuestran algo. El hecho de inhumar a
los muertos pasa por ser uno de los mejores criterios para demostrar la existencia de conceptos religiosos. No existe ningún pueblo conocido en el que la inhumación no haya ido acompañada de
manifestaciones religiosas (Leroi-Gourhan, 1981: 18). “Cuando
se trata de la muerte de un ser humano los fenómenos fisiológicos
no lo son todo, pues al acontecimiento humano se sobreañade un
conjunto complejo de creencias, emociones y actos que le dan
un carácter propio. Ante el hecho de la vida que se extingue nos
enfrentamos con un lenguaje particular” (Hertz, 1990: 15), imposible de comprender desde fuera de la propia tradición cultural.
El primer concepto, relacionado con las prácticas, se remite al
conjunto de acciones que se realizan con el difunto o a las que se
somete el cadáver en sus diferente fases del proceso y que pueden
dejar constancia en el registro arqueológico, desde la elección del
lugar de enterramiento, su posición, tratamiento del cuerpo o del
esqueleto, ajuar y ofrendas que le acompañan. Esto nos permite
definir una serie de variables y rasgos que ya seleccionamos en
el estudio del Valle Medio del Ebro que ayudan a comprender el
fenómeno funerario y su evolución (Rodanés, 1999: 177). Algunas de las más significativas para los yacimientos que estamos
tratando las resumimos a continuación:
- No haremos distinción entre cuevas y abrigos ya que ha
quedado demostrado que el ritual practicado es similar, cambiando únicamente las dimensiones o la profundidad de las
estructuras naturales. Coexisten los dos tipos y contamos con
buenos ejemplos de abrigos con escaso recorrido como Paco
Pons, Rambla de Legunova, Forcas II o Gabasa 2b y 5, si bien es
cierto que en el Valle Medio del Ebro, por las características del
terreno, son más frecuentes las cuevas de grandes dimensiones,
excepto en las comarcas del Bajo Aragón por motivos geológicos evidentes (Rodanés, 1999: 180).
- En los yacimientos analizados se da un claro predominio de la
función exclusivamente sepulcral. La hemos documentado en San
Juan, Los Moros de Alins del Monte, Los Cristales, Los Murciélagos, Los Huesos, las dos cuevas de Foz de Escalete, los dos abrigos
de Gabasa o las menos conocidas de cueva Negra, Campodarbe,
Arnales, Oso, Mondó o Pie de Mulo. En muchos de estos ejemplos
se cumplen algunas de las premisas que se han venido manejando
para los yacimientos de este tipo, descartando lugares accesibles
con espacios amplios (Armendáriz y Etxeberria, 1983: 331).
- La función mixta de los lugares que acogen en su interior hábitat y enterramiento tiene una representación menor. En éstos las
condiciones de habitabilidad son mejores y en algunos casos hay
una superposición de enterramientos en los mismos niveles de
ocupación (Paco Pons, Legunova o Forcas II), mientras en otros
se producen en lugares distintos (Chaves o Las Güixas).
- La inhumación está presente en la totalidad de los yacimientos analizados. Solo en San Juan de Loarre se ha documentado restos de cremaciones, que como bien apuntan las
420
autoras de la publicación, no necesariamente formarían parte
del ritual sino que podrían ser considerados como una medida
práctica o profiláctica provocada por la necesidad de utilizar
el espacio para nuevos enterramientos. En este caso, además,
al no ser una cueva de tipo mixto, no puede atribuirse a una
cremación parcial causada por la presencia de hogares u otras
actividades propias de un hábitat.
- No existe un patrón definido en la disposición de las inhumaciones. La única estructura clara es la fosa de Chaves.
En el resto los enterramientos aparecían dispersos en galerías
secundarias como en las Güixas o de reducidas dimensiones
como Los Cristales, en el fondo de simas como Los Moros de
Alins, en grietas exteriores como Foz de Escalete I, interiores
como Los Murciélagos, o en zonas de paso y corredores como
Moro de Olvena.
- Es difícil identificar individuos en conexión anatómica
como sucede en el 80% de los enterramientos de este tipo en el
Valle Medio del Ebro (Rodanés, 1999: 186). Por ello la relación
entre los restos humanos y los materiales arqueológicos son difíciles de precisar. Habitualmente, cuando identificamos un yacimiento funerario los objetos se consideran parte del ajuar, si
bien sería más correcto hablar de materiales asociados. En este
estudio el único caso indudable sería el anillo que portaba el inhumado en la fosa de Chaves. En otros casos, aunque la función
funeraria de todo el depósito sea indiscutible, el ajuar de cada
individuo o el de cada fase es imposible de determinar. Salvo
que se trate de un enterramiento múltiple pero simultáneo con
una cronología idéntica para todo el conjunto –hecho que no
se produce en ninguno de los casos analizados–, el carácter secuencial o acumulativo unido a la evolución postdeposicional,
impide relacionar directamente las inhumaciones con las fases
prehistóricas o históricas documentadas a través de la tipología
de los materiales o de las seriaciones de dataciones absolutas.
- Ciertamente curiosa es la asociación de fetos o neonatos
ovicaprinos en relación con los huesos humanos de la cueva
de Els Trocs (Rojo et al., 2013: 17-18). Igualmente sugerentes, aunque no las compartimos, son las arriesgadas interpretaciones del carácter ritual y simbólico de marcas de corte o
fracturas intencionadas, cuerpos supuestamente descuartizados
o con signos de violencia (Rojo et al., 2013: 45), o la presencia
de restos humanos en el interior de niveles de habitación (Chaves y Espluga de la Puyascada), también explicada por rituales
que tendrían “como protagonista al cuerpo humano difunto o
sacrificado para la ocasión”, interpretándose, incluso, “como
auténticas reliquias que circularían entre los distintos grupos o
yacimientos” (Rojo, 2014: 55).
- Más claro sería el ritual inferido a través del estudio de
huesos con restos de ocre identificado en Chaves y la cueva
del Moro de Alins o de cinabrio en Campodarbe que estamos
analizando y estudiando en estos momentos. El fenómeno está
documentado en distintos yacimientos y diferentes ámbitos con
sugerentes interpretaciones rituales (Delibes, 2000; Hunt-Ortiz
et al., 2011; López, Miguel y Arnay, 2012).
En el Valle Medio del Ebro los enterramientos en cuevas
no deben ser considerados como exclusivos o representativos
de un periodo. La cueva como receptáculo funerario se ha utilizado a lo largo de la prehistoria, al menos desde el Paleolítico
Medio. Se podría decir que es una constante o una alternativa
si se quiere a los tipos que se consideran habituales en cada
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Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón durante el Neolítico y la Edad del Bronce
cultura. Coexisten como veremos con las fosas neolíticas, con
los monumentos megalíticos, con fosas colectivas, con enterramientos individuales campaniformes o con hoyos de la Edad del
Bronce. Mucho se ha escrito sobre la alternativa, por ejemplo,
de las cuevas frente a los sepulcros megalíticos, o de la profusión de cuevas durante el Calcolítico, con campaniforme o no,
o durante la Edad del Bronce. Sin embargo son escasas las cavidades, excepto las artificiales, que puedan considerarse como
auténticos panteones y como referentes para una comunidad.
Este podría ser el caso en nuestra zona de San Juan de Loarre
o Moro de Alins, que a lo largo del tiempo han mantenido su
carácter sepulcral para las comunidades que poblarían el entorno, prolongándose su utilización durante sucesivas fases y con
diferentes horizontes arqueológicos que aparecen contrastados
por sus dataciones o por la tipología de sus materiales.
2.2. una VISIón dIacrónIca
Las recientes investigaciones, tanto prospecciones como excavaciones, en las comarcas septentrionales de las provincias
de Huesca y Zaragoza sitúan esta zona como una de las mejor
conocidas del Valle del Ebro. Se demuestra como ya habíamos
anunciado (Rodanés, 1999: 179) que la desigual distribución
de hallazgos, entre zonas que presentan similitudes geológicas,
está más relacionada con la intensidad y sistematización de las
investigaciones que con las características del propio paisaje.
En el Valle Medio del Ebro, exceptuando los singulares restos neandertales de la cueva de Los Moros de Gabasa (Lorenzo
y Montes, 2001) o el molar de la cueva de Alquerdi en Navarra
(Barandiarán y Cava, 2008: 43) y descartando definitivamente
la cronología paleolítica de la mandíbula de Molinos (Rodanés
y Lorenzo, 2014), el enterramiento más antiguo se localizó en el
abrigo de Aizpea en Navarra. Corresponde a una mujer de unos
30 años colocada en posición replegada y acostada sobre su lado
derecho, junto a la pared del fondo del abrigo y bajo una acumulación de bloques. Se data en 6600±50 BP coincidiendo con el
final del Mesolítico geométrico (Barandiarán y Cava, 2008: 51).
En el Alto Aragón la ocupación funeraria de las cuevas se
extiende desde el Neolítico hasta el Bronce Tardío y Final, con
posteriores ocupaciones no necesariamente funerarias en época
romana. Se documentan todas las fases propuestas para el Valle
Medio del Ebro (Rodanés, 1999). Igualmente tienen correspondencia las identificadas en la Comunidad Valenciana (fase 1 a
6), con la salvedad de que el corpus de referencia se basaba
esencialmente en el estudio de las inhumaciones múltiples de
facies calcolítica por lo que ya de entrada quedaron fuera algunos yacimientos con otras cronologías (Soler, 2002: 69).
Los primeros enterramientos catalogados en el Alto Aragón
tienen lugar a finales del VI milenio cal BC en Trocs I y Chaves. Ambos contextos son diferentes. La primera cavidad, independientemente de la interpretación ritual ya señalada, acoge a
varios individuos en un fenómeno similar en algunos aspectos
al que encontramos en la cueva de Can Sadurní con un nivel
sepulcral datado en 6421±34 BP en un contexto neolítico cardial
(Gamba et al., 2011). Exceptuando el singular caso de las inhumaciones del Mesolítico final del Cingle del Mas Nou (Olaria,
2014), supone el inicio de lo que será la utilización de cavidades
con enterramientos múltiples que, en Cataluña, luego encontraremos en L'Avellaner (5830±100 BP), en Les Grioteres o en El
Pasteral (5270±70) (Martí y Juan-Cabanilles, 2014: 30; Gibaja
et al., 2010: 53). También en Levante aparecen enterramientos
de este tipo en cavidades como el encontrado en una grieta de
la cueva de La Sarsa (6341±30 BP), confirmándose la utilización posterior de cuevas naturales como San Martí con al menos
cinco enterrados (5740±40 BP) (Martí y Juan-Cabanilles, 2014:
31) u otras en las que es más difícil la relación directa entre cerámicas cardiales e inhumaciones (Soler, 2002: 71).
Por el contrario la inhumación de Chaves nos pone en relación con enterramientos en fosa, ligeramente más antiguos en
Cataluña, como la sepultura de la plaza de la Vila de Madrid en
el Casco Antiguo de Barcelona (6440±40 BP) (Martí y Juan-Cabanilles, 2014: 30), Costamar en Castellón (Flors, 2010) o más
al interior como las encontradas en el poblado de Los Arcos en
Navarra, que se extienden a lo largo de más de un siglo y cuya
fecha más antigua coincide plenamente con la ofrecida por la
cueva oscense (6230±50 BP) (García-Gazólaz y Sesma, 2008:
52-58) o las cuatro documentadas de Paternanbidea que refleja
un mismo horizonte pero con una mayor variedad en el ritual:
enterramientos dobles, simultáneo y acumulativo, o múltiples,
junto a una gran riqueza en los ajuares (enterramiento 1, individuo 2: 6090±40 BP; enterramiento 2, individuo A: 5960±40 BP)
(García-Gazólaz, 2008: 59-65).
Ambos sistemas de enterramiento, en cavidades o en fosa,
van a tener continuidad a lo largo del tiempo en diferentes territorios. En Cataluña, la fosa se convertirá en el elemento diferencial de la cultura por excelencia del Neolítico Medio, mientras
que en otros lugares las cavidades serán el lugar habitual. Este
es el caso del Valle del Ebro donde compartirán protagonismo
con las manifestaciones megalíticas cuyo origen habría que situarlo desde finales del V milenio y comienzos del IV cal BC,
destacando el apogeo del fenómeno en el Nordeste peninsular a
finales de este mismo milenio.
Trocs III, enmarcada en la primera mitad del IV milenio cal
BC, sería exponente de su utilización en los momentos avanzados del Neolítico. Quizá también se pudieran incluir con más
reservas (pueden ser incluso anteriores) las fases iniciales no
datadas de El Forcón, Gabasa 2b y 5. Los materiales conocidos
son heterogéneos y difícilmente asimilables de forma individualizada a los enterramientos. Las fechas de Trocs III son plenamente comparables con las proporcionadas por otras formas
sepulcrales en Cataluña como la Mina 6-pozo1g de Can Tintorer
(5070±100 BP), Fosa F6 de Cal Oliaire (5080±80 BP), silo B12
de Bòbila Madurell (5010±80 BP) o Mina 90 de Gavà-Ferrers
(5000±40 BP) por citar algunos ejemplos significativos (Gibaja
et al., 2010: 53). En diferente ámbito pero con cronologías comparables, encontramos cuevas como San Juan ante Portam Latinam con un enterramiento múltiple, simultáneo, de al menos
338 individuos con visibles huellas de violencia que pueden responder a enfrentamientos entre diferentes grupos que poblaron
las tierras riojanas a finales del Neolítico (Vegas, 2008: 235).
El aumento demográfico y la presión sobre el medio se hace
patente en estos momentos, generando conflictos que aparecen
reflejados en enterramientos como el comentado y en otros que
tendrán su mayor representación durante el Calcolítico en la
mayor parte de la Península Ibérica.
En el estado actual de las investigaciones no podemos definir las primeras fase de la metalurgia en el Valle del Ebro o lo
que es lo mismo, la transición Neolítico-Calcolítico. Recuérdese
que ha sido habitual en la historiografía el término de Neoeneo421
[page-n-429]
J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
lítico (Andrés, 1977 y 1979). No tenemos elementos de juicio
ni yacimientos significativos, bien funerarios bien de hábitat,
para marcar el paso de uno a otro ni para hacer una seriación
interna como propusimos en 1999, utilizando como elemento
diferencial la presencia o ausencia de cerámica campaniforme
(Rodanés, 1999: 233-236). Los lugares que conocemos en el
Alto Aragón durante la segunda mitad del IV milenio cal BC
como Foz de Escalete 2, San Juan de Loarre y Rambla de Legunova ofrecen materiales poco significativos. Por la coincidencia
de las dataciones, que no por sus materiales, incluimos aquí los
enterramientos de Forcas II o el momento más antiguo de Los
Cristales. Podríamos, asimismo, asimilar a esta fase, en sus momentos más recientes y con serias dudas, el abrigo de Foz de
Escalete 1, con campaniforme mixto y una punta Palmela como
elementos significativos, así como El Moro de Olvena que presenta adornos similares al enterramiento de San Juan de Loarre,
o Drólica con un singular vaso con decoración campaniforme
inciso-impresa, quizás anterior a las decoraciones ofrecidas por
la ya citada cueva de Olvena o el abrigo de Forcas.
Los yacimientos que hemos incluido en esta etapa, amplia y
poco definida, coinciden en espacio y tiempo con sepulcros como
Barranco de la Mina Vallfera (4760±190 BP y 4320±200 BP), La
Capilleta en Paules de Sarsa, Ainsa (4360±35 BP) o Caseta de las
Balanzas en Almazorre, Barcabo (3795±35 BP) (Royo y Gómez
1992, 1996; Rodanés, 1992: 492), mientras que en el resto de
Aragón y Valle Medio del Ebro, las cuevas con fechas similares
se distribuyen desde las más antiguas de Los Husos (4730±110
BP) con cifras similares a la que estudiamos de Foz de Escalete 2,
Peña Larga (4470±160 BP) y Abauntz (4370±70 BP y 4240±140
BP) hasta las bajoaragonesas de Balsa Nueva (3960±35 BP) o
Cortada II (3865±35 BP) (Rodanés, 1999: 231).
Esta etapa, como ya hemos avanzado, coincide con la utilización masiva de cuevas naturales con enterramientos múltiples
en todo el ámbito mediterráneo y gran parte del interior peninsular. Es el caso de numerosas cavidades catalanas como el nivel 9 de Can Sadurní con más de 300 inhumaciones primarias,
con ricos ajuares entre los que se incluyen cerámicas con decoración campaniforme, y una serie de dataciones que comienzan
a finales del IV milenio y se extienden por la primera mitad del
III cal BC (Martínez y Edo, 2011) o las numerosas catalogadas en Levante (Soler, 2002), con excepcionales hallazgos en
la comunidad de Murcia como el Camino del Molino con más
de 1.300 individuos con fechas que se encuadran en la primera
mitad del III milenio cal BC (Lomba, 2009).
Durante la Edad del Bronce se incluirían el resto de los yacimientos anteriormente catalogados con dataciones a partir de
la segunda mitad del III milenio, centradas mayoritariamente en
la primera mitad del II cal BC. Desde Drólica, Cristales, Paco
Pons, Los Moros de Alins, San Juan de Loarre, Los Murciélagos o la más reciente de Los Huesos de Castillonroy. En estos
momentos se simultanean con otras formas de sepultura como
reutilización de megalitos, cistas o fosas, prolongándose hasta
la aparición de Campos de Urnas (Ruiz Zapatero, 1985: 359).
Con esta cronología se identifica el conjunto más numeroso
del Valle Medio del Ebro. Muchas de estas cavidades se atribuían genéricamente al Calcolítico. Los materiales que acompañan a los enterramientos suelen ser esencialmente cerámicos y
coinciden con los horizontes propios de cada territorio. A pesar
de que el número es considerable, la secuencia en Álava o Na422
varra es complicada por la indefinición del periodo y la dificultad de interrelacionar hábitat y enterramientos. Es factible, por
el contrario, la identificación con el horizonte Cogotas I sobre
todo en La Rioja (Tragaluz o Los Lagos) o Zaragoza (Moncín)
o con el Bronce turolense con secuencias que abarcarían desde
Baticambras o Negra de Albalate del Arzobispo hasta las más
recientes de Sima del Ruidor (Rodanés, 1999: 237).
Muchas de estas cavidades fueron frecuentadas en época
histórica. No sabemos a ciencia cierta si tuvieron una utilización sepulcral o más bien sirvieron como refugio temporal en
momentos de inestabilidad. Durante época altoimperial (siglos
I-III) se utilizaron el Forcón, Els Trocs, Forcas II y la cueva del
Moro de Alins, mientras que durante el Bajo Imperio (siglos IVVI) se encontraron restos en Moro de Olvena, Moros de Gabasa
o Las Güixas (Utrilla, Laborda y Sebastián, 2014). El fenómeno
está muy documentado en el Valle Medio del Ebro, en especial
las de datación más reciente, con ejemplos significativos en el
Alto Ebro y País Vasco (Rodanés, 1997 y 1999).
3. PALEODEMOGRAFÍA
Dentro del territorio aragonés, ha sido estudiado el ADN de restos humanos de la cueva de Els Trocs (Haak et al., 2015) y de
Chaves (Gamba et al., 2011).
En el estudio de ADN de Chaves se identificaron los haplogrupos H y K, contrastando con el haplogrupo U5 frecuente en
individuos datados durante el mesolítico en Aizpea o Mas Nou
(Utrilla y Domingo, 2014: 353; Olaria, 2014: 366) y sugiriendo
su llegada coincidiendo con la expansión del Neolítico desde el
Próximo Oriente, junto con los haplogrupos N* y X1, identificados en otras cuevas del mismo estudio (Gamba et al., 2011: 10).
En el reciente estudio de Haak et al. (2015), el análisis de
muestras de ADN procedentes de Els Trocs I junto a otras de
Alemania y Hungría sugiere la existencia de un antepasado común para los europeos del Neolítico Antiguo (Haak et al., 2015:
69). Ello ha permitido plantear la hipótesis del origen de la expansión neolítica desde el Próximo Oriente, bien a través del
Mediterráneo hasta la Península Ibérica o a través del Danubio
hasta Hungría y Alemania (Haak et al., 2015: 5, 9).
Los datos son insuficientes, la metodología y la recogida
de muestras se deberá perfeccionar, pero cada vez parece más
evidente que los estudios marcan una tendencia en la que se
debe contemplar la presencia de gentes con antecedentes más
o menos directos en el Próximo Oriente, con claras diferencias
con las poblaciones anteriores, que configuran el substrato, lo
que reforzaría las hipótesis mantenidas por los modelos mixtos
en los que se incide en la difusión démica y cultural (Rodanés y
Picazo, 1995: 60-67).
Se ha detectado una modificación en la base antropológica de
las poblaciones del Valle Medio del Ebro que parece coincidir con
cambios en la cultura material que, a su vez, denotan modificaciones económicas y sociales. A partir del Neolítico podríamos decir
que se instala mayoritariamente el “pool” mediterráneo, con individuos en algunos casos de mayor robustez como el inhumado
en la fosa de Chaves, con persistencias de formas del mesolítico
visibles en la protuberancia superciliar que casi forma un torus
(Els Trocs, Chaves), pero con una mayoría de enterramientos en
los que predominan los individuos gráciles y de bóvedas bajas,
que caracterizarán el grupo mediterráneo de tipología dolicocrá-
[page-n-430]
Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón durante el Neolítico y la Edad del Bronce
nea. A partir del Calcolítico el aumento demográfico es apreciable
y la población de tipo mediterráneo aparece generalizada (Foz de
Escalete, Forcas, Olvena…). Estas poblaciones ocupaban toda la
superficie del Valle, generándose una cierta regionalización pero
siempre con vinculaciones mediterráneas y del sur de Francia. A
partir de este periodo aparecen tipos mesocráneos y en algunos
casos (El Estrechuelo, Borja), tipos braquicráneos, más robustos
y cortos de talla.
3.1. PaleoPaTología
La enfermedad periodontal es claramente apreciable en el enterramiento de Chaves. Se documenta tanto por la pérdida de
piezas dentales y afección alveolar como por los potentes depósitos de sarro que ocupan espacios radiculares –por debajo del
cuello anatómico–, indicativos de la presencia de reabsorción
alveolar. Esta hiperhenia gingival se detecta en adultos y aparece muy extendida en las poblaciones pirenaicas, por lo que
consideramos que está relacionada con la dieta, el tipo de aguas
y carencia minerales.
Las cuevas de San Juan de Loarre (Gimeno, 2009: 389) y
especialmente los casos inéditos de Foz de Escalete ofrecen un
claro testimonio de estas patologías. En Foz de Escalete 1 aparecieron 3 piezas dentales con surcos de desgaste artificial en el
cuello fisiológico de las mismas. Se localizan en dos incisivos
inferiores centrales, derecho e izquierdo y un canino inferior derecho. Los surcos de los incisivos parecen corresponder al mismo individuo (Lorenzo, 1986). Se trata de trayectorias oblicuas,
de arriba abajo, situados por debajo del cuello anatómico. Coinciden con las observaciones de Bermúdez de Castro y Arsuaga
(1983) quienes las relacionan con la paradontosis y el uso de
palillos de dientes (Rosas et al., 2011). Podría tratarse también
del uso de fibras vegetales o tendones, similares al hilo dental.
Etxeberria (1986) ya había documentado prácticas similares en
la Edad del Bronce en Gobaederra y Urratxa 3 (Gobera, Vizcaya). En Foz de Escalete 2 se ha estudiado una mandíbula masculina de 25 a 35 años de edad, muy robusta. Presenta un reborde
alveolar externo entre M2 y M3. Las piezas dentales cuentan
con depósitos de sarro en ambas caras. El desgaste es plano y
de dominancia superior. Presenta un osteoma en la cara alveolar interna entre P2 y M1d, sin relación con caries en la pieza
correspondiente. Hay caries del grado 2 en M2ID en el borde
del plano oclusal con el vestibular y se perdieron ante-mortem
I1ID, CII y P1II. A este caso habría que añadir un fragmento de
maxilar con proceso gingivítico importante y un absceso abierto
que fistulizó hacia seno maxilar y cara vestibular. Igualmente
interesante es el caso del cráneo FE 2 nº1, correspondiente a
un individuo femenino de entre 55 a 60 años de edad. La sinóstosis sutural interna está muy avanzada excepto en la sutura
lamdoidea pero es visible en todo su desarrollo exterior. En sus
proximidades pero no articulada se encontraba una mandíbula
(FE 2, nº 308), con proceso gingivítico y reabsorción bilateral
en M3. Se trata de un individuo ligeramente dolicocráneo (I.C.
73.92) con un orificio circular sobre asterio derecho compatible
con un fuerte golpe de 20,78 mm. Por último, FE 2, nº 100, que
se identifica con un cráneo masculino de un adulto de 30 a 35
años de edad con un mesocráneo alto (I.C. 79.66), que presenta
una frente con marcados superciliares y ligeramente retirada,
cara cuadrangular pequeña con abertura piriforme estrecha, bóveda alta y curvo-occipital. Debemos destacar un Inion con fosa
suprainiaca muy marcada y plano nucal. Presenta osteomas ligeros sobre los parietales y el maxilar cuenta con la reabsorción
desde Pm2 a M3 de carácter bilateral.
Otra de las patologías frecuentes en poblaciones de la época
es la artrosis presente en individuos adultos del mismo modo que
las fracturas con supervivencia. En la cueva del Oso de Rasal,
contamos con un metatarso 5 derecho con una fractura consolidada transversal a altura media de la diáfisis sin traslación mecánica. Es una fractura limpia y bien consolidada. En Foz de Escalete 2 aparecieron sendas vértebras, dorsal y lumbar, con lesiones
artrósicas, aplastamiento y producción de corona osteofítica. El
hecho está igualmente documentado en San Juan de Loarre con
presencia de vértebras bicóncavas o de espina de pez, vinculadas
a procesos osteoporósicos (Gimeno, 2009: 389).
Por último queremos destacar la singularidad del tercer cráneo de FE2 que corresponde a un joven de 25 a 30 años, mesocráneo, de rasgos muy gráciles, con frontal abovedado. Presenta una
trepanación occipital (Lacroix, 1972; Perrot, 1975-1976; Campillo, 1992) en una localización inusual ya que alcanza desde el
contacto con la sutura lambdoidea derecha pars 2, hasta pasado
el inion (fig. 8). Aunque no se conserva la totalidad de la zona
afectada el desarrollo de la lesión desciende bajo la línea nucal
y la protuberancia nucal externa, lo que afectaría a ligamentos
y músculos bucales. La zona afectada está dividida en dos focos
elípticos irregulares de arriba abajo, de unos 36,82 mm. El axial
tiene una anchura preservada de 28,9 mm y el externo de 19,8
mm. La zona intermedia tiene una anchura de 35,6 mm. El espesor mínimo del occipital en la zona intervenida es de 2,90 mm.
Aflora en toda la superficie diploe biselando suavemente en los
bordes, sin huellas de cortes vivos y no alcanza la tabla interna
en ninguna zona preservada. Es una lesión irregular con salientes suavizados no compatible con otros casos en los que se ha
propuesto que la lesión corresponda a un corte con hacha o arma
blanca. En el borde de contacto de la sutura lambdoidea izquierda
aparecen incisiones paralelas compatibles con labores fricativas
Fig. 8. Trepanación occipital, cráneo FE2 de Foz de Escalete 2.
423
[page-n-431]
J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
BIBLIOGRAFÍA
Fig. 9. Radiografía de trepanación occipital, cráneo FE2 de Foz
de Escalete 2.
intensas. El cráneo en norma superior cuenta con una deformación fronto izquierda, parietal derecha, intra vitam. La interpretación, a la luz del estudio radiológico, en el que no se evidencia
callo óseo, ni reacción osteológica alguna, nos conduce más que
a una intervención terapéutica a un scalp, es decir a un desgarro
post craneal con afección de colgajos que pudo producirse por
ataques de perros o golpe sobre corte irregular de gran fuerza (fig.
9). Es posible que hubiera un intento reparativo que tendría relación con los cortes superpuestos sobre parietal. La zona no es la
habitual en trepanaciones ya que los senos occipitales son muy
finos y la zona cerebral muy sensible. Además la prensa de Herófilo tiene un grosor muy variable que dificultaría su intervención.
El que la lesión afecte a una zona musculada del cuello y a que
la afección no llegue a perforar el cráneo, ni exista supervivencia
nos inclina por una lesión por scalp de manera accidental, con
una supervivencia muy corta.
En resumen, de las muestras analizadas en profundidad, podemos concluir que la enfermedad que se nos presenta de manera
más generalizada es la parodontosis, en grados de afección muy
elevados, con pérdida de piezas generalizada y aparición de fístulas. La existencia de surcos extrafisiológicos en Foz de Escalete
I coincide con la piorrea y con signos de estrés en la población.
La artrosis vertebral es la segunda alteración patológica reseñable. Al mismo tiempo que encontramos osteomas difusos
que indican ligeras lesiones craneales, contusiones y traumatismos con consolidación de fracturas y una gran lesión craneal
compatible con un accidente y una posible actuación reparadora, sin que hasta la fecha hayamos identificados signos de violencia resultado de conflictos bélicos como, por ejemplo, en la
cueva riojana de San Juan ante Portan Latinam.
424
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 427-449.
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas
de la Edad del Bronce en el Levante peninsular:
el asentamiento de Terlinques (Villena, Alicante)
FRanCisCo JaVieR JoVeR MaestRe y Juan antonio lóPez Padilla
reSumen
Se presenta un avance de los resultados de quince campañas de excavación realizadas entre 1997 y 2011 en el yacimiento
de Terlinques (Villena, Alicante). Se trata de un asentamiento de la Edad del Bronce ubicado en la cubeta de Villena, en el
Alto Vinalopó, y del que se ha explorado aproximadamente una tercera parte. El yacimiento ofrece una dilatada secuencia de
ocupación que abarca desde finales del III milenio a mediados del II milenio cal BC. Los trabajos han permitido registrar tres
fases arqueológicas sucesivas, en las que se produjeron importantes cambios arquitectónicos y urbanísticos. El más relevante
se sitúa en torno a 1750 cal BC, cuando se advierte una transformación radical de la trama urbana del asentamiento y cambios
profundos en la distribución de las áreas de actividad. Por último, se propone una explicación del proceso histórico en el
que estuvo involucrado el asentamiento de Terlinques, en el marco de las relaciones intersociales mantenidas entre el Grupo
Argárico del Bajo Segura y Bajo Vinalopó y el Grupo del Prebético Meridional Valenciano, al que se adscribe el yacimiento.
PalabraS claVe:
Edad del Bronce, Valle del Vinalopó, proceso histórico, asentamiento, áreas de actividad.
abSTracT
New archaeological evidence for the study of Bronze Age communities in the eastern Iberian Peninsula: the settlement of
Terlinques (Villena, Alicante). Presented here is a preview of the results of fifteen seasons of field work, undertaken between
1997 and 2011 at the site of Terlinques (Villena, Alicante). Terlinques is a Bronze Age settlement located in the Villena
Basin in the Alto Vinalopó Valley. Around a third of its total surface has been investigated, revealing the site's long sequence
of occupation, from the late third millennium to the middle of the second millennium cal BC. The field work has provided
evidence of three successive phases, during which important architectural and urban changes occurred. The most significant
took place around 1750 cal BC, when a radical transformation of the urban plan and substantial changes in the distribution of
activity areas occurred. Finally, we put forward an explanation of the historical processes that were taking place at the time
of the settlement of Terlinques, describing the intersocietal relations between the Argaric Group, of the Bajo Segura y Bajo
Vinalopó valleys and the Southern Valencian Pre-Betic Group, which this site was part of.
keywordS:
Bronze Age, Vinalopó Valley, historical process, settlement, activity areas.
1. INTRODUCCIÓN
Han transcurrido ya más de tres décadas desde que B. Martí
publicara un breve pero trascendental trabajo que con el título
El naixement de l'agricultura en el País Valencià. Del Neolític a l'Edat del Bronze, venía a sintetizar de forma magistral
el estado de la cuestión acerca de la Prehistoria reciente en el
área valenciana. En aquéllas páginas (Martí, 1983a: 85-120), el
Bronce Valenciano se presentaba como un área cultural con rasgos plenamente diferenciados de El Argar, aunque mostrando
claras influencias de éste último en las zonas más meridionales
de un extenso territorio cuya ocupación se caracterizaba por un
sinfín de pequeños asentamientos, ampliamente distribuidos
en cerros o estribaciones montañosas. Pese a que estos grupos
campesinos elaboraban y hacían uso habitualmente de un varia-
do conjunto de útiles –recipientes cerámicos, herramientas líticas, utensilios de hueso y asta, etc.– y eran capaces de producir
diversos objetos metálicos –hachas, cuchillos, punzones, etc.–
nada permitía, a su juicio, considerar la existencia de artesanos
especializados ni de división social del trabajo (Martí, 1983a:
95). Además, y a diferencia de lo que ocurría en otros ámbitos
del mediodía peninsular, donde la generalización de prácticas
de inhumación individual en el interior de los poblados parecía
reflejar el afianzamiento de la institución familiar, en el caso del
área valenciana las evidencias no se mostraban tan claramente
acordes con esa tendencia (Martí, 1983a: 92).
En esencia, estos rasgos continúan describiendo, apropiadamente, a las comunidades de la Edad del Bronce de las tierras
valencianas, si bien durante el tiempo transcurrido se han efectuado significativos avances que han posibilitado matizar y pre427
[page-n-435]
F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
cisar algunas de estas observaciones y formular otras de orden
económico, cultural y, sobre todo, cronológico, sociológico y
político (Jover, 1999; De Pedro, 2004a; De Pedro y Martí, 2004;
Martí, 2004; Jover y López, 2004; 2009a; Hernández, Jover y
López, 2013; Jover, López y García-Donato, 2014). Ello ha sido
posible gracias a una mejora considerable de las bases arqueológicas disponibles que, es de esperar, contribuya a la creación
de firmes escaleras estratigráficas, desafortunadamente todavía
muy endebles (Jover y López, 2011).
Con el ánimo de contribuir a ese camino de progreso en
la investigación ofrecemos aquí, como resultado de las quince campañas de excavación realizadas entre 1997 y 2011, la
secuencia de ocupación del asentamiento de Terlinques1 y algunas consideraciones sobre las relaciones que sus habitantes
mantuvieron con su espacio social. No imaginamos un marco
más apropiado para ello que este volumen en homenaje a Bernat Martí Oliver, una de las personas que más han influido en
nuestra trayectoria investigadora y en quien siempre que lo
hemos requerido, hemos hallado la serena y sabia reflexión
propia de quien es profundo conocedor de la Prehistoria valenciana y de sus problemas.
2. SOBRE LA CARACTERIZACIÓN DE LA EDAD DEL
BRONCE EN LAS TIERRAS VALENCIANAS
El estudio de las comunidades campesinas de la Edad del
Bronce en las tierras valencianas ya ha cumplido más de un
siglo (Martí, 2001). Las excavaciones efectuadas en la década de 1920 en la Mola Alta de Serelles (Botella, 1926, 1928)
y Mas de Menente (Ponsell, 1926; Pericot y Ponsell, 1928)
fueron claves en el proceso inicial de caracterización material de la posteriormente denominada Cultura del Bronce
Valenciano. Desde finales de la década de 1940, M. Tarradell (1947, 1950) había comenzado a proponer unos límites
geográficos más restringidos para la Cultura de El Argar. En
torno a dichos límites se distribuían los territorios de otras
áreas culturales contemporáneas, entre las que se encontraba
el área valenciana y para la que otros investigadores apuntaban así mismo una personalidad propia (Fletcher, 1952; Pla
Ballester, 1958).
Como rasgos definitorios de esta nueva área cultural, M.
Tarradell destacaba la ausencia de enterramientos en el interior
de los poblados, un menor desarrollo de la metalurgia y de la
variedad tipológica de los instrumentos metálicos y una vajilla cerámica poco diversificada, de escasa calidad, y en la que
faltaban determinadas formas cerámicas típicamente argáricas,
como las copas. Con estas premisas, no resulta extraño que M.
Tarradell (1963: 180) insistiera en la necesidad de dirigir las
investigaciones sobre el Bronce Valenciano hacia el empleo del
1
El proyecto de actuación arqueológica en Terlinques (Villena, Alicante) ha sido autorizado anualmente entre 1997 y 2011 y financiado por la Conselleria de Cultura, Educación y Deportes de la
Generalitat Valenciana dentro de un convenio de colaboración con
la Universidad de Alicante. Dicho proyecto ha sido dirigido por
los autores del presente texto, contando con la colaboración de un
amplio equipo de investigadores y la participación de más de 50
licenciados y estudiantes de diversas universidades españolas, especialmente de la Universidad de Alicante.
428
radiocarbono en la datación de contextos arqueológicos y la obtención de series estratigráficas fiables, con el fin de mejorar sus
bases cronológicas y secuenciales.
Las décadas siguientes posibilitaron el inicio de excavaciones
arqueológicas en un buen número de asentamientos (Jover
y López, 2011), cuyos resultados comenzaron a mostrar la
complejidad y la heterogeneidad de lo que, hasta ese momento,
resultaba ser un área cultural caracterizada más por carecer de
algunos de los rasgos más típicamente argáricos, que por poseer
unos rasgos singulares propios (Hernández, 1986). En diversos
yacimientos como Torrelló d'Onda (Gusi, 1974), Mola d'Agres
(Gil-Mascarell, 1980, 1982) o Muntanya Assolada (Martí,
1982, 1983b; Enguix y Martí, 1988; Martí, De Pedro y Enguix,
1995) se advertía una considerable complejidad arquitectónica
y una dilatada historia deposicional y ocupacional que, junto
al incremento del número de dataciones absolutas, permitía
efectuar las primeras propuestas de periodización interna (Gusi,
1975; Enguix, 1980; Gil-Mascarell, 1982).
Sin embargo, ha sido a partir de las tres últimas décadas
cuando se ha asistido a la difusión de una ingente producción
científica, que ha mejorado sustancialmente las bases materiales
en muy variados aspectos del registro. A partir de algunos trabajos publicados (De Pedro, 2004a, 2004b, 2010; De Pedro y
Martí, 2004; Jover y López, 2009a; Hernández, Jover y López,
2013), se pueden indicar una serie de rasgos principales:
a) En la mayoría de las cuencas fluviales que han sido
estudiadas en profundidad –caso del Vinalopó, Albaida,
Cànyoles, Gorgos o Palància– se ha documentado una alta
densidad de yacimientos, ampliamente distribuidos desde las
cabeceras hasta la desembocadura (Pascual, 1990; Moraño
y García, 1991; Palomar, 1995; Jover, López Mira y López
Padilla, 1995; Jover y López, 1999; Pascual Beneyto, 1993;
Ribera y Pascual 1994, 1997; Esquembre, 1997; Segura y Jover, 1997; Simón, 1999; Pérez Botí, 2001; De Pedro y Martí,
2001; Gusi, 2001; Esquembre y Simón, 2001). Los asentamientos ocupan mayoritariamente cerros aislados, sobre terrazas fluviales y fondos de valle o sobre crestas montañosas,
contando casi invariablemente con una amplia cuenca visual.
Su tamaño suele ser muy reducido –más del 60 % tienen menos de 400 m²– mientras que los de mayor tamaño –menos
del 15 % entre más de un millar de yacimientos– presentan una extensión superficial entre 0,1 y 0,4 ha. Estos datos
contrastan notoriamente con el tamaño de los asentamientos
constatado en el territorio argárico, donde núcleos como La
Bastida, en Totana (Murcia) superan ampliamente las 4 ha
(Lull et al., 2014) y un número considerable de otras sobrepasa las 1,5 ha de extensión (Legarra, 2013; López Padilla,
2009; Martínez Monleón, 2014).
b) La distribución de los asentamientos en el espacio geográfico no parece ser aleatoria. Los asentamientos de mayor
tamaño –entre 0,1 y 0,4 ha– suelen repartirse de forma uniforme sobre el territorio, manteniendo una distancia media
entre sí de aproximadamente 6 km (Jover y López, 1999). En
torno a ellos se distribuyen, de forma agrupada, los asentamientos de menor tamaño (fig. 1). Sin embargo, este patrón
no parece darse en zonas agrestes o montañosas, alejadas de
los fondos de valle, donde la ubicación de los yacimientos
no parece ajustarse estrictamente a ese modelo. Se trata en
este caso de asentamientos siempre de muy reducido tamaño,
[page-n-436]
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
edificar espacios habitables que, como en el caso de Muntanya
Assolada (De Pedro, 2004b: 106), se ampliaron en función de
las necesidades del grupo. El notable esfuerzo invertido en la
construcción de estos asentamientos y sus largas secuencias
de ocupación, permiten inferir un proyecto social ligado a
una prolongada fijación no sólo al espacio de residencia,
sino también al territorio (Jover, 1999). En contraste, otros
asentamientos de muy reducidas dimensiones, como la Foia
de la Perera (Cerdà, 1994) o Polovar,2 presentan un único
momento de ocupación. Los edificios, por otro lado, constituyen
inicialmente departamentos o habitaciones de planta rectangular
amplias, con muros de gran porte y alzado –como se constata en
Lloma de Betxí (De Pedro, 1998) o Terlinques (Jover y López,
2004; 2009a)– mientras que, por el contrario, en momentos
más avanzados parecen reducir su tamaño considerablemente,
con plantas rectangulares o cuadrangulares de no más de 35 m²
y muros de escasa entidad, que habitualmente se encuentran
adosados unos a otros siguiendo perpendicularmente el trazado
de estrechos callejones.
Fig. 1. Mapa de la Cubeta de Villena con la distribución de
yacimientos de la Edad del Bronce registrados, con indicación de
los polígonos de Thyessen calculados para los asentamientos de
mayor tamaño (círculos grandes) y localización de los yacimientos
de Terlinques, Polovar y Barranco Tuerto (señalados en negro).
de menos de 500 m² –incluso en la mayoría de las ocasiones inferiores a 200 m²– repartidos de manera aparentemente
aleatoria en el espacio geográfico, junto a los que habría que
considerar el uso de cuevas, utilizadas para diversos menesteres (Fairén, 2001; García Borja et al., 2012). Además, en
el caso del valle del Vinalopó se ha señalado la presencia de
asentamientos de muy pequeño tamaño –normalmente menos
de 200 m²– ubicados en crestas montañosas y muy alejados
de las tierras con potencial agrícola, cuya principal característica en común es la de disponer de una muy amplia cuenca
visual, que generalmente alcanza a los valles vecinos. Es por
esta circunstancia que se ha propuesto un carácter logístico
para estos emplazamientos en relación con el control visual
del territorio, de los que el mejor conocido es, probablemente, Barranco Tuerto (Jover y López, 2005).
c) Este reparto más o menos ordenado de los yacimientos
en el territorio en función de unos determinados patrones solo
refleja, no obstante, una imagen estática en lo temporal: una
foto fija de un espacio ocupado por un conjunto de enclaves
que pudieron ser fundados en cualquier momento entre
2150 y 1500 cal BC, y de los que en su inmensa mayoría
se desconoce si tuvieron una larga o corta duración. En este
sentido, algunos de los asentamientos mayores, como Lloma de
Betxí, Muntanya Assolada o Terlinques, muestran una enorme
inversión de trabajo en la construcción de recintos murarios y
de grandes plataformas de aterrazamiento, imprescindibles para
d) A diferencia del ámbito argárico, donde se ha considerado la existencia de poblados especializados dedicados a labores metalúrgicas –como Peñalosa (Contreras, 2000; Moreno,
2000)–, en las tierras valencianas todos los poblados excavados
hasta el momento se caracterizan por una orientación económica predominantemente agropecuaria, aunque en algunos de
ellos se constatan instrumentos y restos relacionados con la fundición y trabajo del cobre (Simón, 1998).
f) En lo que se refiere a las prácticas funerarias, las dataciones radiocarbónicas obtenidas recientemente en cuevas de enterramiento como la Cova de la Pastora (McClure et al., 2010)
vienen a reafirmar la continuidad del uso de cuevas como lugares de inhumación múltiple durante el II milenio cal BC (Jover
y López, 1997). Junto a éstas, no obstante, se constatan algunas
inhumaciones individuales en fosas o grietas, en su gran mayoría carentes de ajuar, ubicadas esporádicamente en las plataformas, terrazas o espacios exteriores no habitados de los poblados
(De Pedro, 2010).
g) Por último, si bien una parte de las hipótesis interpretativas en relación con el tipo de organización social de estos
grupos apuntan a su consideración como sociedades segmentarias (De Pedro y Martí, 2004), hace tiempo que venimos defendiendo la hipótesis de que se trataría de una sociedad de tipo
tribal en apariencia que, no obstante, en esencia, soportaría unas
relaciones de explotación con los grupos dominantes argáricos
que la conducirían, finalmente, al desarrollo de una sociedad de
clases, definitivamente constituida hacia mediados del II milenio cal BC (Jover y López, 2004, 2009a) y cuya expresión más
ostensible sería la estructura política organizada en torno al núcleo de Cabezo Redondo (Hernández, Jover y López, 2013). El
asentamiento de Terlinques, a apenas 5 km de distancia de éste,
nos ha permitido seguir, a través de su secuencia ocupacional y
su registro material, el desarrollo y culminación de este proceso.
2
Las excavaciones efectuadas entre 2012 y 2015 en Polovar han
sido dirigidas por Fco. Javier Jover Maestre y Sergio Martínez
Monleón, y autorizadas por la Consellería de Cultura, Educación y
Deportes de la Generalitat Valenciana. Agradecemos a Sergio Martínez Monleón las facilidades prestadas y sus aportaciones.
429
[page-n-437]
F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
3. TERLINQUES: LA HISTORIA DE UN
ASENTAMIENTO COMO UNIDAD DE ANÁLISIS
3.1. ubIcacIón y caracTeríSTIcaS
El yacimiento de Terlinques se ubica a unos 5 km al SO del casco urbano de Villena, en la Boquera del Puerto, sobre la cima y
laderas de un cerro aislado, a escasamente 300 m al norte de la
carretera comarcal que une esta localidad con Pinoso (fig. 2). A
su pie se accede a través de un camino sin asfaltar que se dirige
a la casa Canales. Sus coordenadas centrales son E: 682721m;
N: 4274911m del huso 30SXH. Su altitud máxima sobre el nivel
del mar es de 580 m, y de unos 70 m sobre el llano circundante.
Desde la cima se cuenta con una amplia visibilidad sobre la
cubeta de Villena gracias a su posición, al sur de la Laguna del
Rey o de Villena y en la zona central del corredor. Desde allí
se observan perfectamente todos los yacimientos ubicados a su
alrededor en un radio de 5-7 km de distancia: Polovar, Peñón
de los Mosquitos, Cabezos de Valera 1 y 2, Cabezos de Penalva
1 y 2, Cerro de la Virgen Peñicas, Peñón del Rey, Peñón de la
Moneda y Cabezo Redondo.
En cuanto a sus características físicas, se trata de un cabezo
o cerro de origen triásico con una cresta caliza que lo corona
longitudinalmente. Presenta una cima aplanada de unos 20 m de
anchura en su eje N-S por unos 50 m de longitud en el E-O, y
una ladera meridional y occidental con algo menos de pendiente, lo que facilitó que la ocupación se expandiera también por
ellas. En total, el yacimiento podría haber alcanzado los 1.600
m², ya que la superficie con relleno arqueológico en la ladera
meridional ha resultado algo mayor que la considerada inicialmente –1.200 m²– en las prospecciones efectuadas (Jover, López Mira y López Padilla, 1995).
algunos años más tarde, en una publicación dedicada al descubrimiento y estudio del Tesoro de Villena (Soler, 1965). Hasta
la fecha se han llevado a cabo tres actuaciones arqueológicas de
diversa magnitud e importancia. La primera se realizó en 1969, la
segunda en 1970 y la tercera, entre los años 1997 y 2011.
3.2.1. La primera excavación de 1969
Después de la difusión de los trabajos efectuados en Cabezo
Redondo y de los descubrimientos en 1963 del Tesorillo de
Cabezo Redondo y del Tesoro de Villena, con los que esta localidad pasó a ser reconocida internacionalmente en el ámbito
de la arqueología, el interés por seguir investigando en otros
yacimientos de la comarca se incrementó considerablemente.
La posibilidad de llevar a cabo nuevas intervenciones en otros
yacimientos de la zona, como Terlinques, acabó concretándose a instancias del profesor de la Universidad de Valencia,
Miguel Tarradell Mateu y de Eduardo Fernández Moscoso,
alumno de éste en la Facultad de Historia de esta misma universidad. Como Delegado de Zona de Valencia del Servicio
Nacional de Excavaciones, Tarradell autorizó su realización
en la primavera de 1969, consistiendo en un pequeño sondeo
de pocos días de duración, orientado sobre todo a comprobar
la potencia estratigráfica y a conocer las características del yacimiento, pero también, como más tarde reconocería abiertamente el propio Tarradell (1970), con la intención de obtener
algunas muestras para su datación absoluta. En la campaña
de excavaciones, efectuada en la Semana Santa de 1969, se
decidió realizar una cata de aproximadamente 5 m de lado al
NO del cabezo, justo en uno de los escalones inferiores a la
cima. Los resultados depararon el hallazgo de, al menos, dos
tramos de muros pertenecientes a dos departamentos, el nº I y
II, y un buen conjunto de materiales arqueológicos asociados
a un nivel de incendio del primero (Soler y Fernández, 1970).
3.2.2. La actuación del “Grupo de Madrid” en 1970:
la ampliación de la excavación de 1969
Fig. 2. Vista general del cerro de Terlinques desde el Sur.
3.2. laS excaVacIoneS arqueológIcaS
El yacimiento fue descubierto en 1952, como resultado de unas
prospecciones realizadas por J. M. Soler García y sus colaboradores habituales. Aunque inicialmente fue publicado en la revista
Noticiario Arqueológico Hispánico con el nombre de Cabezo de
las Alforjas (Soler, 1955a), el cambio de denominación se realizó
430
Las expectativas que se abrieron con la primera campaña de
excavaciones mantuvieron viva en J. M. Soler, a buen seguro, la
idea de continuar y ampliar el reducido sondeo practicado cuya
excavación quedó, además, inconclusa.
No tuvo que aguardar mucho tiempo para ver cumplidos
esos deseos, pues en este punto Ismael Olivares, otro estudiante natural de Villena, y cuya familia mantenía una buena relación con J. M. Soler, le propuso participar en alguna actividad arqueológica en la zona de Villena, a lo que éste se mostró
inmediatamente dispuesto. I. Olivares se encargó de captar la
curiosidad de un grupo de estudiantes de la Universidad Complutense de Madrid que habían participado ya en unas excavaciones realizadas en Almería, y a través de M.ª Ángeles Guzmán
consiguieron el apoyo de M. Almagro Basch para sufragar los
gastos de la actuación.
Después de visitar y reconocer el yacimiento, el 22 de marzo
de 1970 se decidió abrir una cata de escasas dimensiones adyacente a la realizada el año anterior por J. M. Soler y E. Fernández, situada en el extremo occidental del cerro, en dirección a la
cima (fig. 3). Los trabajos se iniciaron con la cuadriculación de
un área de 4 m² (Jover y López, 2009b). Al mismo tiempo, los
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Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
Fig. 3. Excavaciones en el yacimiento de Terlinques llevadas a
cabo por el Grupo de Madrid en el año 1970. A la derecha, José
María Soler García observando los trabajos. Fotografía del Grupo
de Madrid depositada en la Fundación José María Soler García
de Villena.
miembros del “Grupo Madrid”, llevaron a cabo una prospección
superficial de todo el cerro que, entre otros, deparó el hallazgo
de un arete de oro recogido en la ladera oeste.
Los hallazgos materiales y la fecha obtenida, publicada por
M. Tarradell (1970) en el mismo volumen en el que se daba
cuenta de la memoria de los trabajos, permitieron a J. M. Soler y E. Fernández (1970) realizar diversas consideraciones, la
primera de las cuales tenía que ver con la adscripción cultural
del poblado. A pesar de lo reducido de la superficie excavada, la
comparación del registro obtenido con el documentado por Soler en Cabezo Redondo les llevó a proponer que Terlinques era
un poblado argárico. La relativa abundancia de objetos de metal, la planta rectangular de las viviendas, el sistema de calzos de
poste o la presencia de brazales de arquero, entre otros, fueron
los argumentos esgrimidos para justificar tal consideración. El
hecho de no haber hallado enterramientos en el interior del área
excavada no se consideró relevante en ese sentido.
Por otra parte, las puntas de flecha de sílex localizadas indicaban, a su juicio, una relación directa con el mundo eneolítico
previo, idea que se vería reforzada por la fecha radiocarbónica
obtenida, la cual era 200 años anterior a la más antigua de las
obtenidas para Cabezo Redondo.
A partir de la publicación de estos trabajos (Soler y Fernández, 1970; Tarradell, 1970), el yacimiento pasó a convertirse en
referencia obligada en el estudio y valoración del “Bronce Valenciano” y del Argar en las tierras valencianas (Aparicio, 1976;
Martí, 1983a; Hernández, 1986). No en vano, la antigüedad de
la fecha obtenida obligó a replantear el inicio de la Edad del
Bronce y la relación entre ambos grupos culturales (Bernabeu,
1984; Hernández, 1985; 1986; Jover y López, 2009b).
3.2.3. Las actuaciones entre 1997 y 2011
Casi tres décadas más tarde, en los primeros años de 1990 y
bajo la supervisión de M. S. Hernández Pérez, comenzamos un
proyecto de prospecciones arqueológicas en la comarca de Vi-
llena que permitió caracterizar el conjunto de los asentamientos
de la zona, clasificándolos en tres grupos a partir de su tamaño
y de las características de su emplazamiento (Jover, López Mira
y López Padilla, 1995) (ver fig. 1). De acuerdo con los objetivos marcados en nuestra estrategia de investigación, el siguiente
paso debía consistir en la excavación y documentación exhaustiva de al menos un asentamiento de cada uno de los tres grupos
identificados.
En 1995 se pudo excavar en Barranco Tuerto, un yacimiento
en el que ya había intervenido J. M. Soler (1955b), deparando
unos resultados más relevantes de lo esperado (Jover y López,
2005). Poco más tarde, en 1997, se iniciaba la excavación en
Terlinques. Los argumentos que justificaban la elección de este
yacimiento eran, en primer lugar, la necesidad de corroborar la
existencia de niveles de ocupación de la antigüedad apuntada
por la datación obtenida en los años setenta por J. M. Soler; y en
segundo lugar, la de determinar la relación de Terlinques con el
ámbito argárico y documentar su secuencia de ocupación, que
no parecía ser monofásica a tenor del conjunto de materiales
documentados en superficie.
La selección del área de actuación en el yacimiento durante
la primera campaña de 1997 perseguía comprobar si efectivamente éste se extendía hasta el extremo oriental de la cima, en
la zona opuesta a aquélla donde previamente se había actuado en 1969 y 1970. Pronto pudo comprobarse que así era. En
esa primera campaña se documentó la unidad habitacional I –a
partir de ahora UH–, en cuyo pavimento, cubierto por un nivel de incendio, se localizó un conjunto de husos o bobinas de
hilo carbonizados ubicados en el interior de un saco de esparto
(Jover et al., 2001), cuyo hallazgo posibilitó la continuidad del
proyecto dentro de un convenio de excavaciones arqueológicas
establecido entre la Generalitat Valenciana y la Universidad de
Alicante. Esta tercera y última –por el momento– intervención
arqueológica en Terlinques se prolongó durante quince campañas, con carácter anual, entre 1997 y 2011. En total se han podido excavar algo más de 700 m² de la cima en su extremo oriental
y ladera meridional, documentándose una amplia secuencia de
ocupación que pasamos a exponer.
4. HISTORIA OCUPACIONAL DEL ASENTAMIENTO
En el momento de iniciar los trabajos de campo, el yacimiento
de Terlinques se encontraba afectado básicamente por procesos
erosivos de ladera y, ante todo, por las remociones de terreno
realizadas durante la repoblación forestal que, tanto en Villena
como en otras muchas regiones del estado español, llevó a cabo
el Instituto para la Conservación de la Naturaleza (ICONA) en
cientos de miles de hectáreas de monte público. Desconocemos
a ciencia cierta en qué momento estas actuaciones afectaron
al yacimiento, aunque debieron producirse entre 1971 y 1972.
Debido a la composición esencialmente yesosa de los estratos
superiores, la replantación de pinos proyectada nunca llegó a
dar resultados positivos, pero las huellas del surco de los arados
mecánicos y de las fosas para la colocación de los plantones son
perfectamente reconocibles bajo la capa de sedimentos superficial. Mientras que las fosas de plantación –a pesar de su elevado
número– apenas han alterado la estratigrafía, los surcos de arado
penetran considerablemente en el terreno, seccionando muros y
diversas estructuras por todo el yacimiento. A pesar de ello, el
431
[page-n-439]
F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
Fig. 4. Planta general del área excavada entre los años 1997 y 2011, con indicación de las unidades habitacionales (UH) identificadas.
registro obtenido durante nuestros trabajos permite realizar una
representación bastante fiel de la secuencia de ocupación del
yacimiento desde su fundación hasta su definitivo abandono.
Durante sus aproximadamente 700 años de existencia, el
asentamiento de Terlinques sufrió diversas transformaciones
en su organización espacial y estructural. Estos cambios han
permitido reconocer tres grandes fases constructivas, sucesivas en el tiempo, aunque conservadas y documentadas en distinto grado (fig. 4).
4.1. FaSe I
Durante la primera fase de ocupación el asentamiento se emplazaba en la cima del cerro, y de acuerdo con los diferentes
puntos en los que se han documentado evidencias estratificadas,
432
podemos inferir que al menos desde los momentos iniciales toda
ella pudo estar ocupada. El elemento arquitectónico que organizaba el asentamiento en esta fase fundacional parece ser un
largo muro de mampostería trabada con arcillas de color rojizo
y amarillento, que posiblemente recorría y delimitaba el perímetro del asentamiento. Este muro, de un espesor variable –entre
0,70 y 0,90 m–, estaba calzado sobre una serie de estructuras de
mampostería que, a modo de zapatas alargadas y escalonadas
en paralelo a éste, tenían la misión de aliviar la descarga de esta
pared a favor de la pendiente. El tramo mejor documentado es el
que se encontraba situado en la vertiente meridional del cabezo
–UE 2006– del que al finalizar los trabajos de campo se habían
descubierto casi 40 m de longitud. En la ladera opuesta, el muro
UE 2268 debe constituir posiblemente su prolongación o, en
todo caso, desempeñar las mismas funciones.
[page-n-440]
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
Fig. 5. Planta parcial de la UH 1 (área oriental) con la situación de los restos arqueológicos registrados sobre el pavimento –UE 1009–
en el momento de su destrucción a causa de un incendio. En ella se puede apreciar la localización de las distintas áreas de actividad
documentadas. El área principal de almacenamiento se encontraba al este, en relación con el tabique de postes revestido de barros: aquí se
encontraron los sacos de esparto repletos de cereal carbonizado, uno de los cuales contenía varias bobinas de hilo de junco en su interior;
así mismo, diversos recipientes de cerámica llenos de grano se encontraban junto a dos calzos de poste apoyados contra la cara interna
de la pared meridional de la estancia; un pequeño cuchillo (nº 4) y un lingote de metal (nº 3) se encontrarían posiblemente colgados o
dispuestos sobre algún tipo de repisa en la que igualmente debía haber, al menos, una hoz de la que se encontraron varias piezas de sílex
(nº 10, 30 y 31). Hacia el oeste se delimita un área de actividad entre un banco de barro y mampuesto, muy destruido, adosado a la cara
interna de la pared meridional, y una pequeña bancada de barro con un calzo de poste en el medio. Sobre el primero se halló un punzón de
metal (nº 5) y entre ambos, sobre el pavimento, una placa de madera trabajada (nº 80); junto al segundo, además de restos de un capazo
de esparto con cereal carbonizado, se localizó un asta de ciervo de gran tamaño y un conjunto de palos de madera aguzados con una
hoja de metal (nº 81). En el extremo occidental del banco adosado a la pared se ubicaba un área de molturación consistente en un poyete
de mampuesto trabado con barro amasado, sobre el que se había dispuesto un molino con su correspondiente moledera y, junto a él, un
conjunto de recipientes de cerámica conteniendo cereales carbonizados. A su alrededor se documentó un amplio conjunto de molinos y
molederas. Entre el poyete y el banco de barro, por último, se disponía un hogar delimitado por un anillo de barro con algunas piedras de
mediano tamaño.
Al interior del recinto se localizaban los espacios de habitación, correspondientes a las unidades habitacionales UH 1 y
UH 16. Del pavimento y mobiliario de la primera sólo se ha
conservado una franja de aproximadamente 1,5-3 m de anchura
máxima que discurre en paralelo al muro UE 2006, en contacto
con su cara interna. Se desconocen las características y ubicación de la pared septentrional de esta unidad habitacional, ya
que las diferentes remodelaciones del asentamiento efectuadas
en las fases posteriores la hicieron desaparecer completamente.
Algo similar ocurrió con la parte meridional de la UH 16, en la
vertiente septentrional del yacimiento.
La unidad habitacional mejor registrada es la UH 1 (fig. 5).
Se trata de un espacio amplio, en el que se distribuían ordenadamente diversas áreas de actividad. La parte más oriental
ya ha sido descrita pormenorizadamente (Jover y López, 2004:
291-292) así como algunos de los hallazgos más relevantes, entre los que sin lugar a dudas destacan las bobinas de hilo de
junco encontradas en el interior de una de las sacas de cereal
carbonizado (Jover et al., 2001). Con toda probabilidad, el hilo
de estas bobinas estaba destinado al cosido y reparación de los
sacos de cereal almacenados en la estancia. En el mismo contexto, y depositados sobre un banco de mampostería adosado a la
433
[page-n-441]
F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
cara interna del muro UE 2006, se localizaron una fusayola de
cerámica y un punzón de metal, elementos que nos hablan así
mismo de la realización de actividades de hilado y posiblemente
también de cosido de paños de tela (Jover y López, 2013: 156).
A pesar de encontrarse muy destruido, en el extremo occidental de este banco se pudo reconocer la existencia de un
poyete sobre el que se encontraba dispuesta, aún en su posición
original, una muela y una moledera de piedra. Los bordes de
dicho poyete estaban delimitados por un pequeño filete de barro
endurecido, de unos 10-15 cm de espesor, que debía estar destinado a impedir que la harina se derramara mientras se realizaba
la molturación del cereal. Junto a esta estructura se hallaron varios recipientes de cerámica, de entre 2 y 15 litros de capacidad
y restos de sacas de esparto conteniendo cereales. También resulta interesante destacar la notable concentración de molinos
que se encontraban, al parecer, apilados al oeste de esta área de
molturación. No menos reseñable es la conservación de un hogar delimitado por una serie de mampuestos y lajas trabados con
barros, localizado en la misma zona (fig. 6). En el momento de
la destrucción de la vivienda, en su interior se había depositado
un capazo de esparto trenzado que contenía una gran cantidad
de excrementos de ovicaprino, que con toda seguridad debieron
emplearse como combustible. Por último, entre los objetos loca-
lizados también destaca lo que denominamos como un pequeño
lingote conformado por una agregación de pequeñas bolas provenientes de una primera reducción del mineral de cobre.
Hacia el oeste se documentaba un nuevo tabique de mampostería de poco espesor, con gran cantidad de barro, que debió
formar la parte inferior de una estructura básicamente de madera, de la que colgaban espuertas o sacos de esparto conteniendo
cereales y en la que debían hallarse también almacenados diversos utensilios de trabajo –entre ellos, un conjunto de dientes de
hoz correspondientes a una hoz–. Por su morfología y por los
elementos documentados asociados, inferimos que se trataría de
una estructura semejante a la registrada en 1997 en el extremo
oriental de la UH 1: una especie de alacena o entramado de baldas de madera fijadas en el suelo –o, como en este caso, sobre
una base de mampostería– en donde almacenar producto agropecuario y también útiles de trabajo y materias primas diversas.
Al lado de esta estructura, sobre el suelo, aparecieron diversos
recipientes de cerámica, en su mayoría fragmentados, y más travesaños de madera correspondientes a la techumbre. Algunos
metros más allá, cerca del límite de la superficie documentada
de esta UH, unas estructuras de barro de forma pseudo-cilíndrica, firmemente asentadas sobre el piso, contenían en su interior
una delgada capa de cenizas entre las que se llegó a localizar un
pequeño fragmento de escoria de metal, y en su entorno, semillas de cereal y algunos coprolitos carbonizados (fig. 7). Resulta
difícil atribuir una finalidad concreta a estas estructuras, para las
que no hemos hallado un referente claro en el registro arqueológico consultado. Sin embargo, la presencia de una pequeña escoria en el interior de una de ellas podría apuntar quizá a algún
tipo de operación relacionada con la producción metalúrgica.
No obstante, en sus alrededores no aparecieron moldes, crisoles
ni ningún otro elemento vinculado expresamente con este tipo
de actividad.
En la vertiente septentrional del cerro hemos documentado otra unidad habitacional perteneciente a la fase I, la UH 16,
aunque su grado de conservación no es comparable al de las unidades habitacionales de la vertiente meridional. Ello se debe no
sólo a la erosión, sino también a la presencia de un buen número
Fig. 6. Detalle del hogar registrado en la UH 1, en el que se aprecian
los restos del capazo repleto de coprolitos de ovicaprino que se
hallaba en su interior.
Fig. 7. Estructura de combustión de forma cilíndrica localizada en
la UH 1. Estaba hecha de barro sin cocer y su interior se encontraba
relleno de cenizas.
434
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Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
de calzos de poste relacionados con las edificaciones de la fase
III, que perforan el paquete estratigráfico hasta alcanzar la roca.
A pesar de ello, se pudo registrar un pavimento sobre el que se
documentaron restos de vasijas de cerámica y otros objetos bajo
un nivel de derrumbe con carbones relacionado con la destrucción de la vivienda (Jover et al., 2014: 205).
La imagen, por tanto, que proyectan los datos registrados en
relación con esta primera fase de ocupación, es la de unas unidades habitacionales muy amplias, alargadas, que no cuentan
con tabiques ni separaciones netas de tipo arquitectónico que
dividan ambientes, y que posiblemente estaban dispuestas sobre
la cima, asentando sus muros perimetrales sobre una serie de
anillos de mampostería que, a manera de plataformas de aterrazamiento y zapatas de refuerzo, se distribuían escalonadamente
en paralelo a aquéllos. Aunque carentes de divisorias internas,
las distintas áreas de actividad –almacenamiento, molienda, trabajo de la madera, hilado, cocina, etc.– estaban separadas por
bancos, resaltes en el suelo o estructuras de madera reforzadas
con barro o con mampuestos cogidos con arcillas en la base.
4.2. FaSe II
La destrucción de las unidades habitacionales de la fase I se
produjo hacia 1950 cal BC, de acuerdo con las fechas calibradas. Sobre los derrumbes de éstas aparecen nuevos pavimentos
y estructuras que hasta donde ha podido documentarse, en la
práctica son una réplica, tanto en morfología como en disposición, de las registradas en la fase anterior.
Significativamente, el zócalo del muro UE 2006, que delimitaba la UH 1 por su lado sur, permaneció en pie. Sin embargo, para esta segunda fase sí se registra una divisoria en el
extremo occidental del área excavada, en forma de un muro que
contactaba claramente con la cara interior de la pared UE 2006,
pero que cabalgaba no menos claramente sobre los derrumbes
de la UH 1. Este muro dividiría el ambiente de la ladera sur en
al menos dos unidades habitacionales. Sin embargo, al término
de los trabajos arqueológicos en el yacimiento no fue posible
explorar esta segunda habitación, quedando este tabique o muro
separador en el perfil del corte abierto en esta zona.
Debido a la posición que ocupa en la estratigrafía del yacimiento, la fase II es la que peor se ha conservado y de la
que menor información se ha podido obtener. La extensión
superficial registrada es apenas una franja de terreno similar
a la conservada para la fase I, con la diferencia de que ésta se
encuentra a su vez mucho más afectada por las remodelaciones
y refacciones llevadas a cabo en el yacimiento durante la fase
III, que supuso una auténtica transformación del aspecto urbanístico del asentamiento.
El pavimento de la vivienda mejor documentada –UE 1050–
se dispone directamente sobre los escombros de la UH 1. Sobre
una explanación bastante irregular de éstos el pavimento buza
de forma acusada a favor de la pendiente hasta contactar en
algún punto con la cara interna del muro UE 2006. Sobre él,
encontramos un hogar –UE 2090– muy similar en factura y dimensiones al registrado sobre el pavimento de la fase anterior.
Lo más destacable de los elementos documentados en esta
fase en la vertiente septentrional son dos silos –cuya construcción no es posible asegurar que no fuera anterior– excavados en
la roca y alineados N-S, aunque distanciados unos 8 m. Uno de
ellos fue reutilizado durante la siguiente fase como fosa para un
Fig. 8. Detalle del silo localizado en la UH 16, con los recipientes
hallados en su interior.
calzo de poste. Por el contrario, el otro silo se hallaba colmatado
por un sedimento de limos y arenas finas seguido de un paquete
de derrubios procedente de la destrucción de la vivienda. Dentro del silo se localizaron hasta ocho recipientes de cerámica,
alguno de los cuales conservaba aún semillas carbonizadas en
su interior (Jover et al., 2014: 204) (fig. 8).
4.3. FaSe III
Con gran diferencia, la tercera y última fase arqueológica documentada es la que permite una visión más completa de la organización del asentamiento. Sin embargo, tampoco se ha visto
libre de los efectos de la erosión de ladera, que ha cercenado al
menos un tercio de las unidades habitacionales de la vertiente
meridional y septentrional, aunque ha respetado el paquete sedimentario emplazado en la cima. En este punto, precisamente,
es donde se ubica el elemento en torno al cual se articula el
entramado urbanístico del poblado en esta fase: una calle que
cruza en sentido E-O la pequeña planicie superior del cerro, y a
la que parecen abrirse los diversos edificios construidos a uno y
otro lado de la misma.
Se trata de un conjunto de 14 unidades habitacionales, todas con una planta rectangular con el eje longitudinal orientado más o menos en sentido N-S, con paredes de mampostería
y, en algún caso, muros con un gran contenido de barro amasado y enlucidos. A pesar de que mantienen un diseño básico
similar, difieren en cuanto a su arquitectura interior, anchura
y, sobre todo, en cuanto al registro arqueológico conservado
dentro de ellas.
La anchura de la calle –UH 3– difiere entre sus extremos
oriental y occidental. Si en el primero ésta es de apenas 1,5 m,
hacia el extremo occidental se ensancha hasta alcanzar y superar
los 3 m. Sin embargo, en su tramo oriental su trazado se varió
de forma notable en un determinado momento de esta tercera
fase, remodelación que implicó una sustancial modificación de
las fachadas septentrionales y de la orientación de los vanos de
acceso de las UH 4, 5 y 6, que se desplazaron más o menos ostensiblemente hacia la esquina nororiental.
435
[page-n-443]
F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
Fig. 9. Vista de la UH 7 desde el norte, desde la calle central (UH3). En ella puede apreciarse cómo el vano de acceso a su interior se
localizaba en una de las esquinas de la pared norte del edificio. A la derecha, detalle de los restos de vajilla y otros utensilios líticos y óseos
registrados sobre el pavimento de la UH 7.
A nuestro juicio, este cambio en la planta de estas edificaciones tenía por objetivo estrechar el paso en un punto concreto
de la calle, justo en donde un grueso paño se adosa a la fachada
meridional de la UH 14. De este modo se lograba reducir la
anchura del callejón a apenas 0,80 m. La presencia de cuatro
calzos de poste emplazados justamente en este punto hace pensar en la construcción de una puerta o de algún tipo de estructura
de madera que permitía cerrar el ingreso al tramo de la calle
situado al oeste de este punto. Es posible que este particular
trazado respondiera a la necesidad de utilizar la calle central del
poblado como aprisco para el ganado, a la vez que posibilitaba
un cierto control restrictivo del acceso al asentamiento por la
ladera oriental del cerro. Después de zigzaguear a lo largo de un
tramo de unos 10 m, la calle alcanzaba una anchura de más de
3 m que se mantiene ya invariable a lo largo del resto del tramo
documentado en las excavaciones.
La pared septentrional de la UH 7 (fig. 9) presenta también
un desplazamiento hacia el norte que configura un vano de
acceso en su esquina nororiental, como en el caso de la UH
6. Mucho menos exagerado, puede adivinarse una tendencia
similar en la pared norte de la UH 5. El resultado es una planta
bastante inusual, que no encuentra paralelos en los yacimientos de la Edad del Bronce excavados en las áreas aledañas del
Prebético valenciano o de La Mancha Oriental. No obstante,
no resulta completamente excepcional, ya que este diseño resulta sorprendentemente similar al documentado por los Siret en el yacimiento de El Argar, en unos edificios también
adosados, localizados durante sus excavaciones (Siret y Siret,
1890: Lám. XV). Hasta un total de ocho viviendas adosadas
aparecen figuradas en una planta a escala, con sus vanos de
acceso claramente desplazados hacia una de las esquinas. La
existencia de un asentamiento de los siglos IX-X d.C. en este
mismo lugar ha arrojado sombras de duda acerca de la cronología exacta de estos edificios reportados por Siret, que las
prospecciones electromagnéticas realizadas no permitieron
despejar (Schubart, 1987). Sin embargo, no existen paralelos
conocidos de época emiral para ellas (Gutiérrez, 2012) pero sí,
como vemos ahora, para edificaciones del segundo tercio del
II milenio cal BC.
436
Aunque no ha sido posible establecer relaciones estratigráficas directas, es probable que este replanteamiento de la calle se
diera más o menos al mismo tiempo que otras modificaciones
detectadas en algunas otras unidades habitacionales. Es claramente el caso de las UH 7, 8, 9 y 10 (fig. 10). La primera de ellas
es sin duda una de las edificaciones más interesantes de esta fase
III del yacimiento. Se trata de una construcción de muros de
mampostería –aunque alguna de sus paredes (UE 2072) presentaba una considerable cantidad de barro amasado mezclado con
los mampuestos, así como un revestimiento interior– de planta
rectangular, con una anchura de 5 m y una longitud máxima que
no debió ser inferior a los 8-9 m. El vano de acceso a su interior
se hallaba, como hemos comentado, en el ángulo nororiental,
presentando desplazada la pared septentrional hacia el norte, en
ángulo de 40 grados, aproximadamente, en relación con los muros oriental y occidental. Tras un primer momento de uso, que
no ha podido apenas ser documentado, el espacio interior fue
dividido por la mitad mediante la construcción de un tabique de
mampostería, de apenas 0,30 m de espesor, levantado en sentido
E-O. En las dos habitaciones resultantes se realizaron hasta 14
calzos de poste, de los cuales 9 estaban situados en la habitación
meridional –UH 8–. Cuatro de ellos destacaban claramente por
las dimensiones de sus fosas, de alrededor de 0,80-0,90 m de
diámetro, que superaban ampliamente a las del resto; por otra
parte, aparecían dispuestos en pares a un lado y otro del tabique
de mampostería guardando una más que evidente simetría entre
sí. Todo hace pensar en que este edificio estuvo dotado de una
planta más –o al menos un altillo–, sostenida por estos calzos
de poste y por el tabique que dividía su interior en dos estancias
independientes.
Por su parte, las UH 9 y 10 presentan también dos momentos constructivos diferentes dentro de esta fase III, evidenciados
en la refacción del muro que las separa. Así mismo, ambas presentan adosadas a su fachada exterior estructuras muy destruidas, que podrían ser bancos o poyetes.
Las diferencias más notables entre las unidades habitacionales de la fase III se aprecian en el registro arqueológico obtenido
en su interior. En las UH 2, 4, 5 y 6 éste se reduce a unos pocos
objetos y a la excavación de algunas fosas en el pavimento, re-
[page-n-444]
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
Fig. 10. Planta general de las UH 7, 8, 9 y 10 de Terlinques, con la distribución de los artefactos localizados sobre sus pavimentos. Las UH
9 y 10 sufrieron una importante remodelación, que incluyó la construcción de un nuevo tabique de separación entre ambos y un realzado
de los pavimentos.
llenas posteriormente de piedras. Su funcionalidad concreta se
nos escapa, al hallarlas amortizadas. En la UH 7, en cambio, se
documentó un área de talla de sílex y de trabajo del asta (López
Padilla, 2011: 343), ambas situadas cerca de la zona de entrada
desde la calle. También se documentó un recipiente de cerámica
completamente embutido en el pavimento, que al momento de
ser excavado se encontraba colmatado por derrubios procedentes de la destrucción de la estancia. De la UH 8 apenas pudo
documentarse un pequeño trozo de pavimento, casi desmantelado por la erosión, sin que se conservara material arqueológico
sobre él. De esta estancia básicamente conocemos la disposición de los calzos de poste que sujetaban una más que probable
segunda planta y de los que ya hemos hecho referencia. En la
excavación de los rellenos de las fosas de uno de estos calzos se
hallaron algunas piezas singulares de barro, como una pastilla
de arcilla con pequeños agujeros en los bordes y una fusayola
de cerámica partida por la mitad, en la que se aprecia claramente
cómo el palo del huso no llegaba a perforarla completamente
(Jover y López, 2013: 157).
En la UH 9 aledaña, el elemento singular del registro lo
constituye una agrupación de pequeños agujeros en el pavimento, resultado de haber hincado en el suelo una serie de
palos, presumiblemente de madera (fig. 11). El conjunto se
encuentra muy cercano al vano de acceso a la estancia, y relativamente alejado del resto de elementos documentado en su
interior. Resulta difícil precisar la funcionalidad a la que pudo
437
[page-n-445]
F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
Fig. 11. A la izquierda, vista de la UH 9 desde el norte; a la derecha, detalle de los orificios detectados en el pavimento.
responder la construcción de esta estructura, aunque como hipótesis aventuramos la posibilidad de que se trate de las huellas
dejadas por el uso de un telar de suelo, instalado y desmontado
en repetidas ocasiones.
En algunos puntos, los rellenos detectados en la calle –UH
3– contienen abundantes restos, tanto fragmentos de recipientes
cerámicos como, sobre todo, huesos de fauna y desperdicios de
diversos procesos de trabajo.
Frente a una exigua presencia de instrumentos macrolíticos
y la ausencia de grandes contenedores cerámicos en las unidades localizadas al sur de la calle, en el interior de las UH 11 y 12
se da, por el contrario, una acusada concentración de los primeros y la presencia exclusiva de los segundos. Éstos últimos se
documentaron en un pequeño ámbito de apenas 9 m2 localizado
al sur de la UH 11. La división entre esta estancia y la UH 12
situada al oeste se concreta mediante un muro de mampuesto y
abundantes arcillas y barros, al norte, dispuesto en sentido perpendicular a la calle central, que encuentra su prolongación en
una sucesión de calzos de poste que alcanza la cara interna de
la pared meridional –UE 2049–. Este último tramo parece, por
tanto, haber consistido básicamente en una divisoria de maderos y cañizo, y entre ella y el muro septentrional antes aludido
debía encontrarse un vano que permitía la comunicación entre
las UH 11 y 12. Sobre el pavimento de estas dos unidades habitacionales intercomunicadas se localizaron 17 piezas de molino
o molederas de conglomerados y areniscas, y 18 percutores y/o
bruñidores líticos, elaborados sobre cantos. En relación con el
conjunto registrado en toda el área excavada del yacimiento,
esto significa que durante esta fase III en este espacio se concentraba casi el 70% del instrumental dedicado a la molturación
del cereal localizado en todo el asentamiento, además de contar
con el único ámbito documentado destinado al almacenamiento
en recipientes cerámicos de mayor tamaño (fig. 12).
La UH 13, adosada a la UH 11 por el este, contaba con una
pared divisoria en sentido E-O que separaba el interior de la
estancia en dos ámbitos, al igual que ocurría en la UH 7, an438
tes descrita. Sin embargo, en este caso el tabique parece dejar
abierto un vano en su extremo oriental, por el que posiblemente
ambos se ponían en comunicación. Como en la UH 7, hallamos
una gran profusión de calzos de poste, que discurren en su mayor parte paralelos a la cara interna de las paredes oriental y
occidental del edificio. En la parte noroccidental de esta unidad
habitacional se localizó, además, una estructura rectangular
construida con pequeñas piedras y barros de color anaranjado
en cuyo interior se concentraba una inusual cantidad de instrumentos líticos, en especial bruñidores y percutores elaborados
en cantos rodados. Junto a esta estructura apareció un fragmento de brazalete de marfil, que es la única pieza de este material
hallada en la fase III.
Las UH 14 y 15, localizadas en la parte más oriental del
poblado, al norte de la calle, se encuentran bastante afectadas
por la erosión y la acción de la reja de arado. Mientras que la
primera parece repetir el esquema ya conocido en el resto de las
unidades habitacionales de esta zona del asentamiento, la UH
15 se diferencia por ser la única al norte de la calle que presenta
calzos adosados a la cara interna del muro meridional, además
de ser, junto con la UH 12, una de las más amplias de esta fase.
El único elemento que parece distribuirse con cierta aleatoriedad en el asentamiento son una serie de fosas, de forma
circular u oval, con gruesos revestimientos de arcillas –en su
mayoría, gredas verdosas del Triásico– que a juzgar por el sedimento contenido en su interior pudieron estar destinadas a la
recogida y almacenamiento de agua (fig. 13). Se han detectado
en las UH 2, 5, 9, 12 y 14, aunque la mejor documentada es
la que se construyó al sur de la UH 5. De forma aproximadamente circular, su diámetro máximo interior conservado es de
casi 1 m, pero por el dibujo del perfil de sus paredes interiores
se deduce que pudo llegar a alcanzar una anchura mayor. Los
sedimentos limosos localizados en la base denotan que estuvo
rellena de líquido. El perímetro de esta fosa estaba, además,
rodeado por una serie de cuatro calzos de poste de pequeño
o mediano tamaño, lo que nos hace cuestionarnos si, tal vez,
[page-n-446]
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
Fig. 12. Planta de las UH de la fase III de Terlinques con la distribución de los artefactos macrolíticos (molinos, molederas y percutores)
registrados.
Fig. 13. Fotografía en planta y sección de una de las fosas revestidas de arcilla localizadas en el yacimiento, que presumiblemente
sirvieron para la recogida y almacenamiento de agua.
el líquido almacenado en este contenedor pudiera ser agua de
lluvia captada por medio de algún tipo de acondicionamiento
de la techumbre en este punto.
Las UH 17 y 19, que se encuentran separadas por un estrecho callejón –UH 18– conforman las únicas edificaciones localizadas hasta la fecha en las terrazas inferiores del yacimiento.
Aunque parcialmente descritas (Jover et al., 2014: 205), por el
momento resulta difícil precisar su relación estratigráfica con
las fases arqueológicas identificadas hasta ahora. Creemos poco
probable que puedan relacionarse con la fase I, y todo apunta a
que podría tratarse de unidades habitacionales vinculadas también a la última fase de ocupación del poblado.
439
[page-n-447]
F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
5. EL TIEMPO DE TERLINQUES
El estudio del proceso histórico que involucra las relaciones de
El Argar con el Grupo del Prebético meridional valenciano ha
constituido, desde sus inicios, un aspecto esencial en nuestra investigación. Más allá de su contemporaneidad, incuestionablemente corroborada por el radiocarbono hace ya mucho (Jover y
López, 2009b), ha podido determinarse que, en buena medida,
las trayectorias de ambos como entidades sociales fueron resultado de su interacción a lo largo del tiempo (Jover y López,
1997, 2004), circunstancia que también se ha apuntado para
otras áreas circundantes al territorio argárico, como la serranía
turolense o el área oriental de La Mancha (Fernández-Posse et
al., 1996: 121; Burillo y Picazo, 1997: 51).
El área del Prebético Meridional valenciano ofrece uno de
los mayores índices de yacimientos con fechas radiocarbónicas
disponibles para la Edad del Bronce en las tierras valencianas,
entre los que se encuentran los dos yacimientos con las series
más amplias –Terlinques (López Padilla, 2011) y Cabezo Redondo (Hernández, 2009, 2012).
La serie de Terlinques consta de 20 dataciones, de las cuales
19 se han obtenido en las excavaciones que se vienen realizando
en el yacimiento desde 1997 (tabla 1). El inicio de la ocupación de
Terlinques –fase I– se fija a partir de dos fechas procedentes de las
unidades estratigráficas más antiguas. La fauna empleada en los
rellenos de nivelación del pavimento –Beta-240938– y de los maderos empleados en la construcción de las viviendas –Beta-136171
y Beta-189753– llevan el inicio del asentamiento a los siglos finales del III milenio cal BC. Este intervalo resulta coherente con la
fecha que proporcionó la muestra I-4525, tomada probablemente
también de un poste y que fue la primera fecha radiocarbónica
obtenida en el yacimiento (Tarradell, 1970; Soler y Fernández,
1970). El final de esta primera fase de ocupación se relaciona con
un buen número de dataciones sobre muestras de cereales carbonizados asociados o contenidos en capazos de esparto depositados o
esparcidos sobre el pavimento. Dos de ellas –Beta-122343 y Beta122344– provienen de las semillas contenidas en un mismo saco,
y una tercera de cereales localizados a varios metros de distancia
sobre el mismo pavimento de la UH 1 –Beta-227373–. Otras tres
dataciones –Beta-268988, Beta-268989 y Beta-268990– se tomaron igualmente de semillas depositadas sobre el piso de otra unidad habitacional –UH 16–, estratigráficamente contemporánea y
situada en la ladera septentrional del cerro. Todas ellas señalan con
claridad un mismo horizonte cronológico, en torno a 1950 cal BC,
para el incendio y destrucción del poblado al final de esta fase, del
que pueden advertirse huellas por todo el yacimiento.
Sobre los derrumbes de estas habitaciones se levantan las
construcciones de la fase II, fechadas a partir de los anillos
exteriores de dos fragmentos de maderos pertenecientes a las
vigas de la techumbre o al sistema de sujeción de ésta. La única fecha relacionada con el final de esta segunda fase –Beta189757– fue tomada de un resto de esparto depositado sobre el
pavimento de una de las casas.
La fase III, que muestra una completa remodelación urbanística del asentamiento, fija su cronología entre las fechas
Beta-256351 (UH 11) y Beta-189758 (UH 7), tomadas de un
resto óseo y de un fragmento de esparto, respectivamente.
Por su parte, en el área argárica del Bajo Segura y Bajo Vinalopó –a la que se ha de añadir el enclave costero de la Illeta
dels Banyets, en El Campello– apenas se cuenta con dos series
440
radiocarbónicas de distinta naturaleza: la de la Illeta dels Banyets, que perfila la cronología del extremo más lejano del oriente argárico, y la de Cabezo Pardo, un pequeño enclave orientado
a la actividad agropecuaria situado a pocos kilómetros al este de
la sierra de Callosa de Segura (López Padilla, 2014). La serie
de la Illeta dels Banyets consta de cinco dataciones asociadas
a niveles estratigráficos documentados, mientras que el resto
corresponde a enterramientos (Soler Díaz, Pérez y Belmonte,
2006; Soler Díaz, 2009). Excepto éstas últimas, todas proceden
de micromuestras sedimentarias extraídas de los testigos y perfiles, careciéndose de una información precisa de carácter contextual. La serie de dataciones más amplia corresponde a Cabezo Pardo, que cuenta con un total de 19 dataciones absolutas
de las cuales 17 pertenecen a contextos de la Edad del Bronce.
En un reciente trabajo (Jover, López y García-Donato, 2014),
hemos intentado mostrar cómo la aplicación de un modelo bayesiano a un cuantioso –aunque todavía limitado– conjunto de
dataciones absolutas debidamente contextualizadas, procedentes
de tres asentamientos próximos entre sí –Cabezo Pardo, Terlinques y Cabezo Redondo–ubicados a un lado y otro del extremo
septentrional del espacio social argárico, ha hecho posible determinar la cronología de las transformaciones y cambios urbanísticos registrados en varios asentamientos ubicados en un marco
geográfico pertinente, y evaluar así su eventual sincronía.
De acuerdo con los datos del modelo, los valores cronológicos que pueden proponerse para los inicios y finales de las
fases arqueológicas reconocidas son los siguientes, expresados
en forma de intervalos al 80% de probabilidad –[...]– en los que
se incluye el valor más probable o moda. En algunos casos la
distribución es multimodal, por lo que se adjuntan todas ellas
ordenadas de mayor a menor importancia.
Terlinques:
Fase I: 2151 [2129, 2280] - 1986, 2015 [1978, 2031] cal BC
Fase II: 1946 [1890, 1999] - 1741, 1861, 1801 [1731, 1861] cal BC
Fase III: 1741 [1660, 1779] - 1511 [1444, 1612] cal BC
Cabezo Pardo:
Fase I: 1936, 1996 [1926, 2006] - 1790 [1768, 1864] cal BC
Fase II: 1741, 1706 [1706, 1754] - 1671 [1655, 1732] cal BC
Fase III: 1631 [1584, 1684] - 1566 [1525, 1619] cal BC
Cabezo Redondo:3
Sin H-2277: 1691 [1628, 1744] - 1391 [1345, 1458] cal BC
Con H-2277: 1756 [1706, 1850] - 1381 [1318, 1432] cal BC
Los resultados del ajuste del modelo evidencian en varios
casos una elevada sincronía entre los procesos de construcción
y destrucción de las estructuras y edificios asociados a varias
de las fases arqueológicas reconocidas en los yacimientos (fig.
14) y sugieren las siguientes hipótesis en relación a su orden
cronológico más verosímil:
3
La datación H-2277, que por su antigüedad se muestra un tanto
disonante con respecto al conjunto de la serie radiocarbónica disponible actualmente para el yacimiento (Hernández, 2012), se tomó
de una muestra de vida larga –un poste carbonizado procedente del
Departamento VI (Soler García, 1987)– que por sus características
obliga a considerar el efecto old wood (Schiffer, 1986). En consecuencia, se ha optado por ensayar dos aplicaciones del modelo,
incluyendo y excluyendo, respectivamente, la datación. Como se
puede comprobar, los valores obtenidos varían ligeramente.
[page-n-448]
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
Tabla 1. Dataciones radiocarbónicas de Terlinques, ordenadas de acuerdo con las tres fases arqueológicas reconocidas en el yacimiento:
fase I (arriba), fase II (centro) y fase III (abajo).
Sigla
Matrícula
UE
Contexto
Fase Muestra
Peso
Descripción
Fecha BP
Carbón
Frag. de vértebra
de ovicaprino
Carbón (Pinus
halepensis)
Carbón (Pinus
halepensis)
Semillas de trigo
(Triticum durum)
Semillas de trigo
y cebada
(Triticum y Hordeum)
Semillas de trigo
y cebada
(Triticum y Hordeum)
Semillas de trigo
(Triticum sp)
Semilla de trigo
(Triticum durum)
Semillas de trigo
(Triticum durum)
3800±75
3770±40
Carbón (Pinus
halepensis)
Carbón (Pinus
halepensis)
Semillas de trigo
(Triticum durum)
Esparto trenzado
(Stipa tenacissima)
3590±40
TE-0 I-4525
Dep. I Poste?
TE-15 Beta-240938 1016 Desechos en relleno de
construcción
TE-5 Beta-189753 2016 Poste. UH I.
1 Carbón
1 Hueso animal 1,8 g
1 Carbón
5,3 g
TE-3
1 Carbón
86 g
TE-11 Beta-227373 1009
Larguero de techumbre. UH I. Fase
I
Semillas almacenadas. UH I. Fase I
1 Semillas
36 g
TE-1
Beta-122343 1009
Semillas almacenadas. UH I. Fase I
1 Semillas
20 g
TE-2
Beta-122344 1009
Semillas almacenadas. UH I. Fase I
1 Semillas
15 g
TE-17 Beta-268988 1437
Derrrumbe/Nivel de incendio
1 Semillas
4 semillas
TE-18 Beta-268989 1464
Nivel de incendio
1 Semillas
1 semilla
TE-19 Beta-268990 1485
Nivel de incendio
1 Semillas
4 semillas
TE-8
Beta-189756 1066
2 Carbón
2,5 +25 g
TE-4
Beta-136172 1006
Madero techumbre o viga. UH I.
Fase II
Larguero de techumbre. UH I. Fase
II
Cereales carbonizados abandono
UH XIII
Estera o capazo desecho. UH I.
Fase II
2 Carbón
105 g
2 Semillas
6 semillas
2 Esparto
carbonizado
15,9 +12 g
TE-16 Beta-256351 1427
Estrato de derrumbe sobre
pavimento UH XI
3 Hueso animal 21 g
Húmero
de ovicaprino
3450±40
TE-12 Beta-227574 1304
Desecho sobre pavimento. UH X
3 Hueso animal 104 g
3380±40
TE-7
Derrumbe techumbre y paredes.
UH VII
Derrumbe techumbre y paredes.
UH XI
Derrumbe techumbre y paredes.
UH VI
Esparto trenzado desecho. UH VII
3 Carbón
5,3 g
3 Carbón
11 g
3 Carbón
2,5+5,6 g
3 Esparto
carbonizado
2,9+7 g
Diáfisis de bóvido
(Bos taurus)
Carbón (Pinus
halepensis)
Carbón (Pinus
halepensis)
Carbón (Pinus
halepensis)
Esparto (Stipa
tenacissima)
Beta-136171 1006
TE-14 Beta-240937 1372
TE-9
Beta-189757 1066
Beta-190806 1076
TE-13 Beta-227575 1341
TE-6
Beta-189754 1053
TE-10 Beta-189758 1076
a) La fundación de Terlinques es muy anterior a la fundación
de Cabezo Pardo, con una media de 203 años con un intervalo de
probabilidad al 80%. Podemos establecer que la primera ocupación de Terlinques ocurrió muy posiblemente –una probabilidad
aproximada de 0,80– en el intervalo 2280-2129 cal BC, con fecha
más probable –moda a posteriori– 2151 cal BC. Esto se aviene a
las fechas que marcan el inicio de la Edad del Bronce en gran parte
del mediodía peninsular, en torno a 2200 cal BC (Lull et al., 2010).
b) El periodo de transición entre la fase I y la fase II de
Terlinques es concordante con la fundación de Cabezo Pardo,
la cual se produjo entre aproximadamente 2006 y 1926 cal BC
(con probabilidad 0,80) y con 1996 o 1936 cal BC como fecha
más probable, más bien hacia el final de la primera fase de ocupación de Terlinques, que se sitúa con probabilidad cercana al
3750±60
3630±60
3680±40
3640±70
3530±60
3640±40
3710±40
3600±40
3500±70
3530±40
3420±80
3330±70
3310±40
3300±60
3210±100
0,80 en el intervalo 1999-1890 cal BC. Por tanto, existe una
probabilidad alta de que la distancia temporal entre el inicio de
la fase II de Terlinques y el comienzo de la fase I de Cabezo
Pardo sea de unas pocas décadas.
c) El final de la segunda fase de Terlinques es coincidente
o ligeramente posterior al final de la primera fase de Cabezo
Pardo. La probabilidad de que la distancia temporal entre ambos eventos fuera de menos de 50 años es de 0,50 llegando a
una probabilidad de 0,86 para una distancia menor de 100 años.
De hecho, la media de la distancia temporal estimada es de 25
años con intervalo (-94,80) –o sea, de apenas una generación– y
todavía más estrecha parece la distancia media entre el inicio de
la fase II de Cabezo Pardo y el de la fase III de Terlinques, que
es de apenas 5 años con intervalo (-54,74). Esta coincidencia en
441
[page-n-449]
F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
Fig. 14. Gráfico con la distribución de los inicios y finales de las fases arqueológicas documentadas en Terlinques,
Cabezo Pardo y Cabezo Redondo, según los intervalos cronológicos proporcionados por el modelo estadístico obtenido.
442
[page-n-450]
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
el tiempo resulta tanto más relevante por cuanto que también
coincide, en uno y otro emplazamiento, con la implantación de
un modelo urbanístico muy similar: una calle transversal a lo
largo de la cima del cerro que articula en torno suyo un conjunto
de unidades habitacionales de tamaño más o menos modular y
en las que se advierte una marcada especialización en cuanto al
tipo de actividades llevadas a cabo en su interior.
d) El abandono de Terlinques y de Cabezo Pardo es anterior
al abandono de Cabezo Redondo. Excluyendo del conjunto del
análisis la datación H-2277 (Soler García, 1987), la fundación de
Cabezo Redondo vendría a situarse en el intervalo 1744-1628 cal
BC. Este resultado situaría el comienzo de Cabezo Redondo en
algún momento de la fase II de Cabezo Pardo, posiblemente cercano al final de ésta. Con respecto a Terlinques, se situaría antes
que el final de Terlinques III (probabilidad 0,99), lo que hace muy
plausible la coexistencia de ambos asentamientos. Igualmente,
está muy avalado por el modelo que la fundación de Cabezo Redondo sería posterior al final de la fase II de Terlinques (probabilidad 0,92). Si a todo esto añadimos su razonable sincronía con el
inicio de Terlinques III –la probabilidad de que transcurran menos
de 75 años entre ambos eventos es de 0,64– podemos concluir
que en este caso el inicio de Cabezo Redondo se situaría en algún
momento del tránsito entre las fases II y III de Terlinques.
e) El análisis del modelo ajustado también sugiere una marcada sintonía en cuanto al intervalo en el que se fija el abandono de
los poblados de Terlinques y Cabezo Pardo. Ambos parecen estar,
muy probablemente, desocupados con posterioridad a 1420 cal
BC. En el caso de Terlinques, dicho evento se dio, con la mayor
probabilidad, entre 1612 y 1444 cal BC, mientras que el abandono de Cabezo Pardo parece situarse preferentemente en el intervalo 1619-1525 cal BC. En cualquier caso, ninguno coincidió en
el tiempo con el final de la ocupación de Cabezo Redondo. En
términos absolutos, ésta se estima que pudo producirse, con (probabilidad 0,80) en el intervalo 1458-1345 cal BC –sin H-2277–
de manera que los datos respaldan claramente su continuidad más
allá de la desocupación de Terlinques y Cabezo Pardo.
En conclusión, y con independencia de que en el futuro puedan concretarse mucho más las franjas temporales en las que
se produjeron dichas transformaciones, parece evidente que en
el transcurso de lo que denominamos Edad del Bronce, en las
tierras del Sureste y Este de la península Ibérica se dieron situaciones relevantes de reorganización social y de alteraciones en
los patrones de ocupación y explotación de los espacios ocupados en torno a las fechas 2200/2150, 1980/1950, 1800/1750,
1550/1500 y 1350/1300 cal BC.
6. TERLINQUES EN SU ESPACIO SOCIAL
Hacia finales del III milenio cal BC, un pequeño grupo humano decidió trasladarse y fijar su lugar de residencia permanente
desde las tierras llanas del centro del corredor de Villena a la
cima del cerro de Terlinques. Ello conllevó una gran inversión
de trabajo, concretada en la creación de grandes plataformas de
aterrazamiento sobre las que construyeron varios edificios de
carácter residencial. Este hecho no fue un evento aislado, sino
que constituye una prueba directa del nuevo proyecto político
iniciado por una serie de sociedades concretas emplazadas en
las tierras del Levante peninsular.
Este proyecto social de consolidación económica y política
consistió en un reparto institucionalizado de la tierra y de la
gestión de los recursos existentes en las proximidades de los
lugares de asentamiento y espacios adyacentes, lo que llevaba
implícito el afianzamiento de un nuevo modelo de ocupación
territorial –que ya se venía gestando desde la fase campaniforme–, basado en consolidación de la propiedad del objeto de
trabajo (Jover, 1999). La destacada inversión de trabajo en la
construcción edilicia con materiales duraderos, su constante
mantenimiento a lo largo de varias generaciones y las repetidas
reedificaciones en los mismos lugares, son claros argumentos
a favor del mantenimiento y la transmisión de la propiedad del
objeto de trabajo y de los espacios residenciales de generación
en generación.
Por el momento, no podemos determinar en qué medida influyeron en este proceso de cambio las transformaciones económicas, sociales y políticas constatadas en el Sureste peninsular. El surgimiento de lo que reconocemos como El Argar y,
en concreto, la fundación de grandes núcleos poblacionales, en
algunos casos, con grandes líneas de muralla, como se constata
en La Bastida (Lull et al., 2014), tuvieron que suponer cambios importantes en las relaciones sociales y en los procesos de
circulación de materias primas y productos. No obstante, desde momentos previos –o fase campaniforme– ya se observan
cambios significativos en esta dirección (López Padilla, 2006),
con la fundación de asentamientos en altura, en algunos casos
amurallados, como es el caso del Peñón de la Zorra (García
Atiénzar, 2012).
En cualquier caso, Terlinques es un claro ejemplo de este
proceso de consolidación iniciado por las diferentes entidades
sociales que ocuparon las tierras del Levante peninsular. La
continuidad y estabilidad de su ocupación durante 700 años,
desde su fundación hacia el 2150 hasta el momento de su definitivo abandono hacia el 1500/1450 cal BC, unido a las profundas transformaciones urbanísticas que se llevaron a cabo en el
mismo en torno al 1750 cal BC, permiten inferir un cierto crecimiento demográfico y significativos cambios en la organización
de las actividades productivas.
Desconocemos cuál sería el tamaño de Terlinques en sus
momentos iniciales. Las evidencias arqueológicas sitúan en
estas fechas la construcción del aterrazamiento superior de la
ladera meridional (fig. 15), lo que permite plantear la posibilidad de que toda la cima y el anillo aterrazado que la circundaba
estuviesen ocupados en estos momentos. Si esto fuera así, estaríamos ante un asentamiento que podría alcanzar los 1.000 m²
desde sus inicios. Sin embargo, el alto grado de transformación
que sufrió la cima a partir del 1750 cal BC –fase III– no permite
asegurarlo.
Hacia 1750 cal BC, Terlinques fue reestructurado por completo. En torno a una calle central, con disposición E-O en el
centro de la cima, fueron edificados un amplio número de unidades habitacionales adosadas. Además, también se constata
la creación de otras dependencias en la ladera meridional, más
allá de los muros de aterrazamiento construidos inicialmente.
Ahora las habitaciones pasan a ser de un tamaño muy inferior,
de entre 28 y 40 m², constatándose en su interior exclusivamente las actividades de mantenimiento, con la excepción de
un edificio central –con tabiques internos separando al menos
dos ambientes– donde parecen concentrarse las actividades de
443
[page-n-451]
F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
Fig. 16. “Lingote” de cobre compuesto por una agregación de
pequeñas esferificaciones de metal, localizado sobre el pavimento
de la UH 1.
Fig. 15. Plataformas de aterrazamiento y muros de mampostería de
la ladera meridional de Terlinques.
tipo productivo y de almacenamiento, unido a un espacio techado contiguo donde fueron hallados un elevado número de
instrumentos líticos, en especial, percutores.
Según los datos recogidos para esta tercera fase, es posible
que el asentamiento creciese ahora hasta superar los 1.500 m².
Este incremento –que también parece atestiguado en otros yacimientos contemporáneos excavados, como Muntanya Assolada
(De Pedro, 2004b: 106)– debió responder a un aumento del número de habitantes que, sin embargo, resulta difícil cuantificar
con exactitud. Si seguimos los cálculos teóricos utilizados por R.
Chapman (1991) el número máximo de personas que pudieron residir en Terlinques no debió sobrepasar el medio centenar. Ahora
bien, si tenemos en cuenta que se ha excavado algo más de la mitad de la extensión del poblado, y que para la tercera fase se han
documentado catorce unidades habitacionales, y le atribuimos a
cada unidad habitacional un número mínimo de 4 miembros, Terlinques pudo llegar a tener cerca de 100 habitantes.
Si consideramos estas propuestas como cercanas a la realidad, Terlinques no parece ser un asentamiento de gran importancia. No obstante, debemos contemplarlo en un contexto
en el que Terlinques no era, ni mucho menos, un asentamiento
aislado. En el corredor de Villena-Caudete se han documentado
cerca de 60 yacimientos de dimensiones diversas, de los cuales sólo 9 presentan un tamaño superior a 0,1 ha, siendo en su
gran mayoría inferiores a 400 m² –60%–. El mayor de todos
los asentamientos es Cabezo Redondo, cuya extensión superaría ampliamente la hectárea. No obstante, su fundación se debe
situar sobre 1700 cal BC, prolongándose su ocupación hasta
aproximadamente 1300 cal BC (Hernández, 2012; Jover, López
y García Donato, 2014). Por tanto, si bien Cabezo Redondo es
coetáneo en sus primeros momentos a la fase III de Terlinques,
a diferencia de éste y de buena parte del resto de los asentamientos de la cubeta de Villena, permaneció ocupado después de
1500/1450 cal BC, horizonte en el que prácticamente todos los
demás poblados parecen abandonarse (Hernández, Jover y López, 2013). Una revisión reciente del yacimiento del Cabezo de
la Escoba ha permitido, por otra parte, datar varias muestras de
vida corta que sitúan su ocupación entre el 2150 y 1800 cal BC
444
(Cabezas, 2015: 70-734) y las recientes excavaciones efectuadas
en Polovar han revelado varias ocupaciones monofásicas, caracterizadas por construcciones de diversa tipología ocupadas en
diferentes momentos del II milenio cal BC.
En lo económico, y sin excepción, todo este conjunto de
asentamientos tuvo una clara orientación agropecuaria. Las
principales actividades productivas se centraban en el cultivo
de cereales y leguminosas y en la cría de ganado, además de la
elaboración de instrumentos y adornos de hueso, piedra y metal y diversos productos textiles. Aunque no se haya constatado
el empleo del lino, éste podría haber sido cultivado en las zonas encharcadas existentes en su entorno inmediato (Jover et
al., 2001; Jover y López, 2013). Similares procesos podemos
considerar para la lana. De igual modo, se ha documentado una
enorme variedad de valvas perforadas de moluscos marinos (Jover y Luján, 2009), también presentes en otros yacimientos de la
zona, cuya obtención y distribución no parece requerir una destacada inversión de trabajo. A todo ello cabe añadir la presencia
en el yacimiento de lingotes de cobre (fig. 16), objetos de oro
y plata y productos de marfil (López Padilla, 2011), obtenidos
necesariamente a través de las redes sociales de intercambio establecidas con su espacio social.
Al igual que en Terlinques, en asentamientos próximos de
similar tamaño, como Cabezo de la Escoba (Jover, López y
López, 1995; García Guardiola, 2006; Cabezas, 2015) –y por
lo que indica hoy el radiocarbono, fundado aproximadamente
en momentos prácticamente sincrónicos– se constatan también
actividades de fundición de cobre, producción textil y consumo
de una gran variedad de caparazones marinos y de algunos objetos de marfil. En ninguno de ellos se han localizado formas
cerámicas que se puedan vincular claramente con El Argar –
cuestión que sí se puede plantear para Cabezo Redondo a partir
de momentos próximos a mediados del II milenio cal BC. Sin
embargo, del Cabezo de la Escoba proviene un arete de plata con carrete o dilatador de oro (Soler, 1965; Jover y López,
4
Agradecemos a R. Cabezas la información proporcionada sobre
Cabezo de la Escoba, procedente de su trabajo fin de Máster, defendido en 2013 en el Máster de Arqueología profesional y Gestión
del Patrimonio de la Universidad de Alicante, bajo la tutela de uno
de nosotros.
[page-n-452]
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
1997; Cabezas, 2015: 92-99) (fig. 17) con claros y exclusivos
paralelos en el ámbito argárico. Piezas de orfebrería similares
han sido documentados recientemente en una tumba doble en
urna, considerada como principesca, donde el individuo femenino, además, portaba una diadema de plata (Lull et al., 2015).
En otros asentamientos de menor tamaño emplazados en la
cubeta de Villena, como Peñicas (Hernández, Pérez y Menargues, 2004), Pedruscales (García Guardiola, 2004), Barranco
Tuerto (Jover y López, 2005) o Polovar –área central–, en los
que se han llevado a cabo intervenciones arqueológicas, se han
constatado también diversas actividades de producción y consumo; en algún caso, de producción textil y presencia de valvas
de moluscos marinos. Aunque han aparecido objetos de cobre,
en ninguno de ellos hay evidencias de producción metalúrgica.
Estas diferencias en el acceso al consumo de determinados
productos o materias primas de lejana procedencia, pero
sobre todo, la localización de la producción metalúrgica en
aquellos asentamientos de mayor tamaño en la zona –por
ahora constatado en los mayores de 0,1 ha–, permiten inferir
la existencia de vínculos o lazos de reciprocidad/dependencia
entre los asentamientos de pequeño tamaño y los núcleos
mayores (López Padilla, 2011: 111-112).
Así mismo, parece lógico suponer la existencia de vínculos
entre estos asentamientos en lo que concierne a su reproducción
biológica, aunque en este caso las redes de apareamiento debieron
ser más amplias, en especial, las de los grupos o linajes mejor
posicionados en la escala social. Éstos podrían establecer parentesco con otras poblaciones más alejadas con las que mantendrían
relaciones sociales de intercambio de materias primas y productos. En este sentido, no se puede descartar que estos vínculos de
tipo reproductivo/productivo pudieran establecerse, ya entrado el
II milenio cal BC, con poblaciones argáricas. Así parece evidenciarlo, entre otros elementos, la materialidad de Cabezo Redondo
y, sobre todo, el desarrollo, a partir de aproximadamente 1600
cal BC, de prácticas funerarias de inhumación individual en el
interior de las viviendas de este asentamiento (Hernández, 2012).
Fig. 17. Dilatador de oreja de oro con arete de plata del Cabezo
de la Escoba (Villena, Alicante). Fotografía: Archivo Gráfico del
MARQ.
Con todo, los datos recopilados y las series radiocarbónicas obtenidas en los últimos años ponen de manifiesto que
la densidad y profusión de asentamientos constatada para el
periodo 2150-1500 cal BC en el corredor de Villena –y por extensión, en las tierras valencianas– no refleja con exactitud un
momento concreto del desarrollo de la sociedad que decidió
su localización, construcción y, por último, su abandono, sino
que es resultado de la agregación en el espacio social de múltiples acciones cuya secuencia responde a los requerimientos
de un dilatado proceso histórico cuya dinámica comenzamos
a desentrañar. Si la fundación de Terlinques y otros enclaves
de similares características, como Cabezo de la Escoba, parecen remontarse a 2150 cal BC, otros núcleos de tamaño más
reducido, como el de la cresta occidental de Polovar, parecen
ser fundados hacia el tránsito del III al II milenio cal BC y
abandonados entre el 1900 y 1800 cal BC. De igual modo,
Barranco Tuerto (Jover y López, 2005), un asentamiento de
muy pequeño tamaño encumbrado en lo alto de la sierra de la
Villa, fue fundado hacia 1850/1800 cal BC. Un poco después,
hacia el 1750/1700 cal BC, se iniciaría la secuencia de Cabezo
Redondo (Jover, López y García Donato, 2014) y más tarde,
ya entre 1600 y 1500 cal BC, se produciría la ocupación de la
cresta central de Polovar.
Así pues, sobre la base de los datos de que disponemos
en la actualidad, se pueden efectuar algunas consideraciones en torno al desarrollo del proceso histórico del espacio
social al que perteneció Terlinques entre aproximadamente
2150 y 1450 cal BC.
Los datos permiten sostener como hipótesis más viable
que los asentamientos que parecen ser de mayor tamaño en la
zona, es decir, superiores a 0,1 ha –aunque no tienen por qué
ser todos ellos– fueron los fundados en los primeros momentos
de lo que conocemos como Edad del Bronce. Éstos, además,
parecen ser los que probablemente fueron ocupados de forma
ininterrumpida hasta 1500 cal BC. La consolidación del modelo de reparto territorial, que antropológicamente podríamos
caracterizar como de tipo tribal (Vargas, 1988; Sarmiento,
1992), iría acompañada –y estimulada– por un crecimiento demográfico de los asentamientos que encontraría sus límites en
el punto en que se alcanzara un determinado valor en la tasa de
rendimiento del trabajo que impidiera disponer de un adecuado
nivel de plusproducto agropecuario. Ante la imposibilidad de
aumentar la productividad, la superación de las contradicciones
propias de este modo de producción se resolvería con la fisión
del grupo familiar inicial, fundando un nuevo núcleo en tierras
o espacios cercanos, no explotados hasta el momento (Jover y
López, 2004). El desarrollo ampliado de esta estrategia podría
explicar la fundación, más tarde, de nuevos asentamientos de
menor tamaño en el entorno de algunos de los asentamientos
primigenios, como sería el caso de Polovar, a apenas 1 km de
distancia de Terlinques.
Por otro lado, entre el 1900-1800 cal BC, se constata, además, la necesidad de controlar visualmente el conjunto del territorio de la comunidad, al crear asentamientos encumbrados
como Barranco Tuerto (Jover y López Padilla, 2005) destinados
a someter a control visual el territorio de la cuenca, u otros mucho más encumbrados todavía, como el Peñón de la Moneda,
cuyo control visual se extiende a más de una cuenca hidrográfica (Jover, López Mira y López Padilla, 1995).
445
[page-n-453]
F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
Entre c. 1950 y c. 1850 cal BC es el territorio, por tanto, el
escenario en el que se advierten los cambios más esenciales en
el registro arqueológico, con la fundación de nuevos enclaves en
áreas no ocupadas previamente y en puntos de valor estratégico
para el control territorial. A partir de aproximadamente 1800 cal
BC, en cambio, pasarán a ser los propios asentamientos las unidades en las que se pueda observar las principales transformaciones. En un horizonte temporal que, grosso modo, podemos
fijar entre 1850-1750 cal BC, se produjo el desmantelamiento
del modelo de asentamientos con unidades habitacionales más o
menos amplias en las que se concentraban las principales áreas
de actividad –como el almacenaje, procesado y consumo de
bienes subsistenciales y la elaboración de una amplia variedad
de productos artesanales– y su sustitución por otro basado en
una distribución de los espacios que parece potenciar un mayor
grado de concentración y segregación de determinadas áreas de
actividad (Jover y López, 2009).
La aplicación de la estadística bayesiana al conjunto de
dataciones radiocarbónicas de la zona ha permitido inferir la
estrecha sincronía que muestra el inicio de este fenómeno en
asentamientos tan distantes como Cabezo Pardo y Terlinques
(Jover, López y García-Donato, 2014), lo que hace sospechar
la acción de un mismo motor de cambio en ambos casos cuya
naturaleza, sin embargo, no es fácil concretar. Un aspecto a valorar en este sentido es la replicación de determinadas prácticas
de clara raigambre argárica –enterramientos en el interior del
espacio habitado, inhumaciones infantiles en urnas de cerámica
(fig. 18), consumo de determinados productos de metal, de oro
o de marfil, e incluso la adopción de ciertas soluciones arquitectónicas en la planificación y construcción del asentamiento– en
Cabezo Redondo (Hernández, Jover y López, 2013), ubicado
en plena cubeta de Villena, más allá del territorio nororiental
argárico (Jover y López, 1997) y cuya fundación podemos situar, cuando menos, en torno a 1700 cal BC (Hernández, 2012).
La contemporaneidad de Cabezo Redondo con la última
fase de ocupación de otros asentamientos cercanos como Terlinques –fase III, con unidades habitacionales pequeñas, con áreas
de actividad distribuidas y concentradas en determinadas zonas,
inexistencia de enterramientos en el interior del espacio habitado y un registro material en general menos variado y de menor
Fig. 18. Enterramiento infantil en urna localizado en el Departamento
XX de Cabezo Redondo. Fotografía: Mauro S. Hernández Pérez.
446
calidad– ha quedado sobradamente avalada por el radiocarbono
(Jover, López y García-Donato, 2014), al igual que la pervivencia de Cabezo Redondo más allá de la cronología estimada para
el abandono de Terlinques, en torno a 1500 cal BC.
Por tanto, la consolidación social y productiva del proyecto
social implantado en el corredor de Villena parece mantenerse hasta el 1500/1450 cal BC, como lo muestra el crecimiento
de Cabezo Redondo, la fundación de sitios menores como el
ubicado en el área central de Polovar y la estabilidad del hábitat en Terlinques durante 700 años. A partir de estas fechas de
mediados del II milenio cal BC, muchos asentamientos fueron
abandonados, constatándose un fenómeno similar al documentado en el área argárica (Lull et al., 2013), lo que viene a ser
una prueba más que de que el proceso histórico de las comunidades campesinas que ocuparon las tierras valencianas durante
la Edad del Bronce estuvo íntimamente ligado a las transformaciones sociales y políticas que se produjeron en todo el Sureste
y buena parte del mediodía peninsular.
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 451-463.
Problemas cronológicos y análisis de dieta
en la Edad del Bronce de los Altiplanos granadinos:
el caso del Cerro de la Virgen (Orce, Granada, España)
FeRnando Molina gonzález, Juan a. CáMaRa seRRano, antonio delgado HueRtas,
sylVia a. JiMénez BRoBeil, tRinidad náJeRa Colino, José a. RiquelMe Cantal y liliana sPanedda
reSumen
La contextualización espacio-temporal de las sepulturas excavadas en el Cerro de la Virgen (Orce, Granada) por W. Schüle en
los años sesenta del siglo pasado, incluyendo la datación por C-14 de casi la totalidad de los restos humanos, nos ha permitido
analizar las posibles causas de las diferencias de los niveles en δ15N y δ13C revelados por el análisis de isótopos estables. La
variación se debe principalmente a factores cronológicos, lo que viene apoyado por la comparación con el enterramiento
colectivo de Cueva Carada (Huéscar, Granada), datado en la transición del Neolítico al Calcolítico. Otros factores que inciden
en la variación son el sexo y la unidad de residencia (como expresión de relaciones familiares). Las diferencias según la edad
se centran en los altos valores de los individuos maduros y seniles en δ15N. Aunque los valores medios de los enterramientos
en fosa son diferentes a los del resto de tipo de enterramientos, no ha sido posible señalar diferencias que se puedan atribuir
claramente al nivel social, si bien se debe tener en cuenta que un gran número de sepulturas del Cerro de la Virgen pueden
considerarse “ricas” respecto a los niveles de ajuar característicos del resto de yacimientos de la zona.
PalabraS claVe:
Edad del Bronce, Cultura de El Argar, Altiplanos Granadinos, Cronología, Análisis de isótopos estables,
Cambio ambiental, Diferenciación social.
abSTracT
Chronological problems and diet analysis in Granada province eastern plateaus during the Bronze Age: the case of Cerro
de la Virgen archaeological site (Orce, Granada, Spain). Spatial and temporal contextualization of Cerro la Virgen (Orce,
Granada) graves excavated by W. Schüle in 1960's, including C-14 datings for almost all human remains, has made possible
to discuss the possible causes of the differences in levels δ15N and δ13C revealed by stable isotope analysis. Variation is mainly
due to chronological factors, which is supported by the comparison with Cueva Carada (Huéscar, Granada) Chalcolithic
collective burial. Other factors affecting the change are sex and residence unit (as an expression of family relationships).
Differences by age focus on the high values of mature and senile individuals in δ15N. Although the mean values of pit burials
are different from those of other burial types, it has not been possible to identify differences that can be clearly attributed to
social class, although it should be noted that a large number of Cerro de la Virgen graves may be considered “rich” compared
to typical grave goods from other sites in the area.
k e y w o r d S : Bronze Age, El Argar Culture, Eastern Granada plateaus, Chronology, Stable Isotope Analysis, Environmental
change, Social differentiation.
Con este trabajo nos sumamos al homenaje a nuestro colega y
amigo Bernat Martí, cuya producción científica, aunque centrada en el Neolítico, ha abordado en muchas ocasiones temáticas
relacionadas con la Edad del Bronce.
1. INTRODUCCIÓN. EL CERRO DE LA VIRGEN
A partir del 2000 A.C. las características que definen la cultura argárica (asentamientos en cerros escarpados, enterramientos bajo las casas y cultura material mueble específica) se
extienden por los Altiplanos orientales granadinos (Cámara y
Molina, 2011). En esta zona aparecen numerosos poblados de
nueva fundación y pequeñas dimensiones destinados a un con-
trol estricto del territorio como se observa en su dispersión por
los ríos Guadiana Menor, Galera, Huéscar y Castril (Jabaloy y
Salvatierra, 1980; Molina et al., 1986, Fresneda et al., 1999).
Se trata de asentamientos con el hábitat aterrazado y con enterramientos en el interior de las viviendas (Molina et al., 1986;
Fresneda et al., 1991, 1992, 1993). Estas innovaciones afectaron también a algunos yacimientos ocupados desde momentos
anteriores, en los que tuvieron lugar transformaciones urbanísticas y económicas y en los que encontramos enterramientos
bajo las casas. El más conocido e importante de todos ellos es
el Cerro de la Virgen (Orce, Granada), excavado desde mediados del siglo pasado por W. Schüle (Schüle y Pellicer, 1966;
Schüle, 1980).
451
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F. Molina, J. A. Cámara, A. Delgado, S. A. Jiménez, T. Nájera, J. A. Riquelme y L. Spanedda
El yacimiento arqueológico del Cerro de la Virgen ocupa un espolón amesetado (fig. 1) que muestra un patrón de
asentamiento típico del Calcolítico al situarse relativamente cerca del agua en una posición fácilmente defendible por
estar limitado en tres de sus lados por el río principal y dos
pequeños barrancos. Estas características son visibles pese
a que amplias áreas de los límites del yacimiento están muy
afectadas por los trabajos agrícolas, como también la parte
superior de la meseta donde produjeron alteraciones una serie de construcciones (alquería medieval, cortijo y ermita)
(Schüle y Pellicer, 1966).
En los 400 m2 excavados por W. Schüle se identificaron
36 sepulturas, aunque al menos 8 de ellas realmente no contenían restos humanos y en la mayoría de los casos se trataba
de grandes vasijas de cerámica que pudieron tener una función no funeraria. Sólo han sido estudiados a nivel antropológico los restos humanos de 21 de las sepulturas (Botella,
1976). Entre ellos se han identificado un feto, 9 individuos
infantiles (3 de ellos de más de 6 años y el resto de menos
de 3 años, infrarrepresentados en relación con la mortalidad
infantil que debió existir), 3 jóvenes (en torno a 14-18 años,
uno de ellos probablemente femenino), además de 16 adultos
(2 indeterminados, 7 hombres, uno de ellos dudoso, y 7 mujeres, 2 de ellas de dudosa adscripción).
Muestras óseas de 27 de esos 29 individuos se han datado
por AMS (tabla 1) en el Tandem Laboratory de la Universidad
de Uppsala (Ua) (Cámara y Molina, 2009: 175-178; Molina et
al., 2014). De los restos humanos disponibles sólo han quedado
sin datar el individuo infantil de la tumba 31 y un individuo
femenino adulto del que se desconoce su procedencia. Las dataciones ya han sido ya discutidas en relación con las tumbas que
habían sido consideradas múltiples por su excavador (sepulturas
4, 6, 21, 22, 29 y 30), de las que ni la 21 ni la 30 lo son; en el
primer caso por tratarse de tumbas superpuestas y en el segundo
por corresponder realmente a tres fosas muy cercanas entre sí y
no a una única fosa, con la fuerte probabilidad de que en este
último caso estemos ante enterramientos preargáricos (Molina
et al., en prensa), aunque hayan sido usadas para sugerir una
expansión temprana de las características argáricas por la zona
(Delgado, 2013: 17, 121). Junto a estas fechas sobre huesos humanos se dispone de otra datación sobre una muestra de vida
larga (GrN5594), procedente de la sepultura 14 (Castro et al.,
1993-94: 79 n. 3).
Además, en lo que respecta a los objetivos de este artículo,
se han realizado análisis isotópicos sobre los 27 individuos datados y sobre el individuo infantil de la tumba 31.
2. OBJETIVOS Y METODOLOGÍA
Este trabajo pretende utilizar los datos procedentes de las dataciones y los análisis de isótopos estables sobre huesos humanos para discutir sobre el cambio ambiental entre el III y el II
Milenio A.C. y analizar otras causas de variabilidad intragrupal
como el sexo, la edad o el nivel social. En relación con el primer tema se han incluido, a efectos comparativos, los resultados isotópicos (δ13C y δ15N) de 20 muestras sobre restos óseos
humanos de individuos adultos (11 masculinos y 9 femeninos)
correspondientes a un enterramiento colectivo cercano, Cueva
Carada (Huéscar, Granada) (Molina, 1983), datado en la tran452
Fig. 1. Vista aérea del Cerro de la Virgen (fot. Paisajes Españoles).
sición entre el Neolítico y la Edad del Cobre y del que hasta
ahora no disponemos de fechas absolutas. Aunque estas últimas
muestras se salen del rango de ocupación del yacimiento del
Cerro de la Virgen (2600-1450 cal A.C.) (Molina et al., 2004, en
prensa; Cámara et al., en prensa) permiten obtener una visión de
los cambios acaecidos a más largo plazo.
Los valores isotópicos a partir del análisis del δ13C presente en huesos y dientes de mamíferos informan sobre la evolución medioambiental a partir de la humedad (Longinelli, 1984;
Delgado et al., 1995; Delgado, Iacumin y Longinelli, 1997).
Los valores isotópicos (δ15N, δ13C) de restos de tejidos de materia orgánica, o del colágeno que se puede extraer de restos
arqueológicos, permiten conocer como fue la dieta de animales y personas (Vogel y Van der Merwe, 1977; De Niro, 1985;
O'Connell et al., 2012; Schoeninger, 2014), aunque a veces
se planteen problemas relacionados con un consumo puntual
(Dickson et al., 2000).
Diferentes tipos de muestra (huesos, dientes…) parecen
conducir a diferentes resultados (Balasse, Bocheren y Mariotti,
1999; Harrison y Katzenberg, 2003; Eerkens et al., 2014; Henderson, Lee-Thorp y Loe, 2014; Naumann, Price y Richards,
2014; Salazar-García et al., 2014b; Webb, White y Longstaffe,
2014; Burt, 2015), por lo que se ha optado aquí por usar sólo
muestras procedentes del colágeno extraído de los huesos.
Este tipo de estudios isotópicos está siendo cada vez más
empleado especialmente para el análisis de los patrones de
consumo de las poblaciones prehistóricas de la Península Ibérica (Lubell et al., 1994; Arias, 2005, 2007; Hillier, Boaventura y Richards, 2008; Arias y Schulting, 2010; Fontanals-Coll
et al., 2014). Independientemente de estudios sobre cambios
de dieta en periodos de larga duración (Van Strydonck et al.,
2005; Fuller, Márquez-Grant y Richards, 2010; Nehlich et al.,
2012), la mayoría de los estudios en el área mediterránea de
la Península Ibérica se concentran en la transición entre el
Mesolítico y el Neolítico (García-Guixé, Subirà y Richards,
2006; Salazar, 2009; McClure et al., 2011; Fernández-López
et al., 2013; Salazar-García et al., 2014a), pero recientemente
[page-n-460]
Problemas cronológicos y análisis de dieta en la Edad del Bronce de los Altiplanos granadinos: el caso del Cerro de la Virgen
Tabla 1. Dataciones de C-14 por AMS realizadas en el Tandem Laboratory de la Universidad de Uppsala para restos humanos
del Cerro de la Virgen.
Tumba e individuo
Sexo
Edad
Núm. lab.
Fecha BP
Fecha BC 1 σ
Fecha BC 2 σ
1
Infantil II
Ua39397
3286±34
1611-1529
1642-1463
4.1
Infantil II
Ua39398
3466±35
1876-1700
1884-1692
Feto
Ua39399
3437±34
1865-1688
1878-1660
5
4.2
Femenino
Adulto
Ua39400
3479±33
1877-1750
1890-1695
6.1
Masculino
Adulto
Ua39401
3488±34
1878-1765
1898-1696
6.2
Femenino
11
Masculino
3500±35
1883-1771
1918-1700
3426±34
1770-1666
1876-1635
Adulto
Ua39404
3394±36
1740-1642
1866-1613
Ua39405
3468±34
1876-1701
1885-1692
Femenino
Maduro
Ua39406
3564±34
1965-1832
2022-1775
Infantil I
Ua39407
3709±41
2191-2035
2269-1975
Femenino
Maduro
Ua39408
3216±33
1508-1443
1625-1418
16
19
Ua39402
Ua39403
Juvenil
12
14
Maduro
Adulto
8
20
Masculino
Adulto
Ua39409
3187±31
1497-1432
1522-1409
21.1
Masculino
Senil
Ua39410
3586±36
2009-1892
2034-1781
21.2
Femenino
Senil
Ua39411
3391±34
1738-1641
1770-1613
22.1
Juvenil
Ua39412
3525±33
1906-1775
1939-1754
22.2
Juvenil
Ua39413
3433±30
1857-1688
1877-1646
24
26
Infantil I
27
29.1
29.2
Ua39414
3487±30
1878-1763
1891-1699
Maduro
Ua39415
3429±31
1770-1685
1876-1641
Infantil I
Masculino
Ua39416
3323±31
1640-1534
1686-1526
Infantil I
Femenino
Ua39417
3401±30
1742-1661
1766-1624
Juvenil
Ua39418
3326±30
1657-1535
1686-1528
30A
Masculino
Adulto
Ua39419
3802±30
2288-2155
2339-2140
30B
Femenino
Adulto
Ua39420
3780±32
2280-2142
2298-2051
Infantil I
Ua39421
3785±33
2282-2144
2336-2058
30C
32
34
Infantil II
Masculino
Ua39422
3406±30
1743-1664
1860-1625
Adulto
Ua39423
3395±35
1740-1643
1862-1614
se han publicado estudios sobre yacimientos más recientes
como La Vital (Gandía) (Salazar, 2011), algunos megalitos y
contextos funerarios asociados de la Baja Andalucía (DíazZorita, 2013) y también a contextos de la Edad del Bronce, especialmente manchegos (Nájera et al., 2010; Sánchez, 2014),
mientras los resultados obtenidos sobre los yacimientos de
la Cultura de El Argar no han sido todavía publicados extensamente (Cámara y Molina, 2011; Díaz-Zorita et al., 2011;
Díaz-Zorita, Waterman y Peate, 2014).
3. LAS DATACIONES DE LAS SEPULTURAS
DEL CERRO DE LA VIRGEN Y SUS PROBLEMAS
Dentro de la larga ocupación del Cerro de la Virgen, que
comienza hacia el 2600 cal A.C. (Cámara et al., en prensa)
según la suma de probabilidades de las dataciones calibradas
por la curva IntCal13 (Reimer et al., 2013), los enterramientos que se han localizado en el yacimiento se pueden adscribir
en el rango 1 σ a un periodo entre el 1918 y el 1608 cal A.C.
al 96,53% de probabilidad y en el rango 2 σ al periodo com-
prendido entre 1977 y 1426 cal A.C. al 87,67%, de acuerdo al
programa Calib 7.0.2. Estas fechas entran perfectamente en
el rango aceptado para los enterramientos argáricos (Lull et
al., 2009, 2010a, 2010b, 2011), aunque ya se ha discutido que
tres fosas situadas en el perímetro externo del asentamiento
(30A, 30B y 30C) ofrecen fechas excesivamente tempranas
para las dataciones disponibles de las tumbas argáricas de
los Altiplanos granadinos, por lo que cabe pensar que tengan
relación con la ocupación calcolítica del yacimiento (Molina
et al., en prensa).
Un aspecto importante, que merece la pena recordar aquí
por su relación con las diferencias de sexo, edad y nivel social, es la cronología de los diferentes tipos de contenedores
funerarios (Molina et al., en prensa). Las tumbas en fosa con
revestimiento de piedra se sitúan entre el 1888 y el 1526 (al
100% de probabilidad dentro del intervalo 2 σ según la suma de
probabilidades realizada a través del Programa Calib 7.0.2). En
cuanto a las tumbas en fosa simple, independientemente de las
sepulturas 30A, 30B y 30C cuyo probable carácter calcolítico
ya hemos indicado, agrupan sus dataciones entre 1888 y 1434
453
[page-n-461]
F. Molina, J. A. Cámara, A. Delgado, S. A. Jiménez, T. Nájera, J. A. Riquelme y L. Spanedda
(68,61% de probabilidad en el rango 2 σ). Las tumbas realizadas
con estructuras de mampostería (fig. 2) se sitúan entre 1982 y
1419 (96,69% en el intervalo 2 σ). Sin embargo las tumbas verdaderamente monumentales (14, 21A y 22) se fechan en un arco
más corto entre 1985 y 1771 al 91,98% en el intervalo 2 σ (fig.
3). Las tumbas en vasija se sitúan entre 1883 y 1593 cal A.C. al
79,49% dentro del rango 2 σ con un desarrollo que se inscribe
dentro del periodo propuesto para los enterramientos en vasija
en el mundo argárico (Lull et al., 2011) (fig. 4).
Se puede señalar que la mayor parte de los tipos de enterramiento se desarrollaron a partir del 1900 cal A.C. (Molina et al.,
en prensa), y sólo las tumbas con mampostería muestran dataciones ligeramente más antiguas que no contradicen una introducción de la cultura argárica en los Altiplanos granadinos entre
1950 y 1900 cal A.C. (Cámara y Molina, 2011). En este contexto
no parece adecuado considerar las fechas de las tumbas 30A, 30B
y 30C como expresión de una introducción temprana del Argar en
el área (Delgado, 2013), sobre todo teniendo en cuenta la escasez
de ajuar diagnóstico en esas tumbas. Por ello podemos utilizar estas tumbas como exponentes de un momento de fines del III Milenio A.C., anterior a la llegada de las influencias argáricas proce-
dentes de las áreas costeras del Sudeste y, en lo que nos interesa
en este artículo, intentar caracterizar a partir de ellas cambios en
el ambiente y en la dieta reflejados en los isótopos estables, utilizándolas como un conjunto puente entre las muestras de Cueva
Carada ya descritas y el resto de muestras de las tumbas del Cerro
de la Virgen, correspondientes a la Edad del Bronce.
Para matizar aún más los cambios temporales, podemos intentar aproximarnos a la secuencia de las tumbas argáricas del
Cerro de la Virgen, utilizando las dataciones y los escasos datos
estratigráficos que hemos discutido en otro trabajo (Molina et
al., en prensa). Considerando como fase 1 las tumbas 30A, 30B
y 30C ya indicadas, el resto de las sepulturas se puede agrupar
en otras dos fases, la segunda con las tumbas 4, 5, 6, 14, 20,
21A, 22, 24 y 26, y la tercera con las tumbas 1, 8, 11, 12, 16,
19, 21B, 27, 29, 32 y 34. Respecto a esta atribución, que, como
hemos dicho, ha tenido en cuenta los datos estratigráficos, las
fechas de C-14 de las tumbas 12, 16 y 20 son las únicas que
ofrecen diferencias evidentes con las dataciones esperadas. Aun
no contando con datos radiométricos ni estratigráficos directos,
se podría pensar que la tumba 31 puede pertenecer por su situación espacial a la tercera fase.
Fig. 3. Sepultura 14 del Cerro de la Virgen con mampostería
monumental (fot. W. Schüle).
Fig. 2. Sepultura 20 del Cerro de la Virgen en fosa con revestimiento
de mampostería (fot. W. Schüle).
454
Fig. 4. Sepultura 16 del Cerro de la Virgen en vasija (fot. W. Schüle).
[page-n-462]
Problemas cronológicos y análisis de dieta en la Edad del Bronce de los Altiplanos granadinos: el caso del Cerro de la Virgen
Las tumbas 30A, B y C, posiblemente calcolíticas, se situarían a finales del III Milenio, entre 2282 y 2144 A.C., según la
suma de probabilidades del Programa Calib 7.0.2 al 100% de
probabilidad en el intervalo 1 σ. Pese a los problemas antes indicados la segunda y la tercera fase pueden separarse con claridad
en torno al 1750/1725 cal A.C., situándose la segunda fase entre
1892 y 1733 (88,03% de probabilidad dentro del intervalo 1 σ)
y la tercera entre 1755 y 1534 cal A.C. al 100% de probabilidad
dentro del intervalo 1 σ (Molina et al., en prensa).
4. DISCUSIÓN DE LOS RESULTADOS
DE LOS ANÁLISIS ISOTÓPICOS
Tanto las muestras del Cerro de la Virgen (tabla 2) como las de
Cueva Carada (tabla 3) ofrecen unos resultados más homogéneos para el δ13C (desviación típica de 0,371 y 0,547 respectivamente) que para el δ15N (1,369 y 1,428 respectivamente). A
priori podría pensarse que la variabilidad en el caso del Cerro
de la Virgen tendría que ver con factores como la edad y el
nivel social, aunque exploraremos otras causas. No obstante,
en la muestra analizada del enterramiento colectivo de Cueva
Carada al incluir sólo adultos de ambos sexos la variedad debe
atribuirse a factores sociales de diversa índole (residencia, nivel social, etc.), difíciles de evaluar pero que no deben ser excluidos de partida en los contextos calcolíticos (Nocete, 2014),
aun cuando algunos autores (García y Murillo, 2013) tiendan a
minimizar las diferencias de carácter social. En cualquier caso
no podemos profundizar aquí en esos aspectos para el caso de
Cueva Carada y, como hemos dicho, usaremos esta muestra
sólo a efectos comparativos.
En este sentido lo primero que se debe señalar es que tanto
a nivel del δ15N (10,91 frente a 9,72) como del δ13C (-18,99
frente a -19,54) existen diferencias entre el Cerro de la Virgen
y Cueva Carada, siendo en ambos casos superiores los valores
en el primero de estos yacimientos. Ello parece indicar por un
lado un mayor consumo de proteínas de rumiantes en la Edad
del Bronce y por otro un ambiente progresivamente más seco.
Esta situación coincide con los datos proporcionados por otros
Tabla 2. Valores isotópicos de δ15N y δ13C obtenidos para restos humanos del Cerro de la Virgen.
Sepultura
Sexo
Edad
δ15N ‰ (Air-N2)
δ13C ‰ (V-PDB)
Tipo Sepultura
Fase
Grupo
Nivel
11,74
-19,57
Fosa revestida
3
4
1
1
Infantil II
4 (1)
Infantil II
11,25
-19,38
Vasija
2
2b
5
4 (2)
Feto
12,88
-18,48
Vasija
2
2b
5
10,61
-18,75
Vasija
2
6
3
5
Mujer
Adulta
6 (1)
Hombre
Adulta
11,45
-18,14
Mampostería
2
5
1
6 (2)
Mujer
Senil
10,46
-19,26
Mampostería
2
5
1
Adulta
8,63
-19,36
Vasija
3
3
Adulta
11,73
-19,42
Fosa revestida
3
3
3
Juvenil
11,98
-18,43
Fosa
3
1b
5
Senil
10,12
-19,23
Mampostería monumental
2
3
2
Infantil I
11,70
-19,66
Vasija
3
1b
2
8
11
Hombre
12
14
Mujer
16
19
Mujer
Senil
12,24
-19,35
Vasija
3
1b
3
20
Hombre
Adulta
12,26
-19,11
Mampostería
2
1b
2
21 (1)
Hombre
Senil
13,35
-18,50
Mampostería monumental
2
1a
2
21 (2)
Mujer
Senil
11,40
-19,17
Fosa revestida
3
1a
2
22 (1)
Juvenil
10,74
-18,85
Mampostería monumental
2
7c
2
22 (2)
Juvenil
10,54
-18,81
Mampostería monumental
2
7c
2
24
Infantil I
11,41
-18,87
Fosa
2
1b
4
Madura
11,59
-19,24
Fosa revestida
2
2b
2
27
Infantil I
10,27
-18,85
Fosa
3
0
3
29 (1)
Infantil I
10,95
-18,73
Vasija
3
7a
5
26
Hombre
29 (2)
Mujer
Juvenil
12,07
-19,13
Vasija
3
7a
5
30A
Hombre
Adulta
10,18
-18,95
Fosa
1
7b
5
30B
Mujer
Adulta
9,63
-19,02
Fosa
1
7b
5
30C
Infantil I
7,38
-19,26
Fosa
1
7b
5
31
Infantil I
9,10
-18,73
Vasija
3
8
5
Infantil II
8,36
-18,70
Fosa
3
8
2
Adulta
11,43
-18,70
Mampostería
3
9
4
32
34
Hombre
455
[page-n-463]
F. Molina, J. A. Cámara, A. Delgado, S. A. Jiménez, T. Nájera, J. A. Riquelme y L. Spanedda
Tabla 3. Valores isotópicos de δ15N y δ13C obtenidos para
restos humanos de Cueva Carada (Huéscar, Granada).
Nº Registro
excavación
19
29
30
31
33
35
36
38
39
42
43
s/n
26
27
28
50
55
59
66
67
Sexo
δ15N ‰
(Air-N2)
Hombre
Hombre
Hombre
Hombre
Hombre
Hombre
Hombre
Hombre
Hombre
Hombre
Hombre
Mujer
Mujer
Mujer
Mujer
Mujer
Mujer
Mujer
Mujer
Mujer
10,71
11,12
10,76
10,28
9,76
9,98
8,38
10,56
10,42
4,72
9,71
9,89
8,04
10,48
10,12
9,64
9,89
9,45
11,27
9,24
δ13C ‰
(V-PDB)
-18,94
-18,86
-19,32
-19,19
-19,31
-19,69
-19,66
-19,30
-19,24
-20,53
-19,61
-19,56
-21,31
-19,27
-19,59
-19,60
-19,66
-19,31
-19,66
-19,14
yacimientos granadinos como La Cuesta del Negro, donde se
aprecia un aumento del δ15N a lo largo del tiempo, y con los
datos paleoambientales disponibles para el Sudeste que sugieren un radical aumento de la aridez en el II Milenio A.C.,
sin desechar también la importancia de la acción antrópica en
este proceso (Carrión et al., 2001, 2007; Fuentes et al., 2005).
En cualquier caso no se puede descartar que el consumo de
carne también fuera significativo durante el III Milenio A.C.,
teniendo en cuenta la importancia en esta época de los suidos
(Driesch, 1972), cuya carne no queda representada del mismo
modo en los valores del δ15N por razones relacionadas con el
metabolismo humano (Pearson et al., 2010). Las diferencias
entre ambos yacimientos se hacen más evidentes si suprimimos de la muestra del Cerro de la Virgen los individuos infantiles, quedando las medias de éste en 11,13 para el δ15N
y -18,97 para el δ13C con desviaciones típicas de 1,12 y 0,36
respectivamente.
Aún podríamos definir mejor las diferencias isotópicas si consideramos la periodización cronológica de las tumbas del Cerro
de la Virgen. Entre las fases 1 y 2 los valores aumentan (aunque
el número de muestras es muy diferente entre los dos conjuntos),
lo que parece apoyar las reflexiones anteriores. Sin embargo entre
las fases 2 y 3 las diferencias, aunque leves, van en el sentido
contrario (fig. 5). Estas tendencias no varían si se suprimen de la
muestra los individuos infantiles, aunque quedan matizadas, con
medias de 9,91, 11,35 y 11,23 en el δ15N (desviaciones de 0,39,
1,24 y 1,04 respectivamente) y medias de -18,99, -18,88 y -19,08
en el δ13C (desviaciones de 0,47, 0,38 y, 0,38) (fig. 6).
456
Fig. 5. Diagrama de cajas con la distribución de los valores de δ13C
y δ15N según las fases cronológicas (0: Cueva Carada; 1, 2 y 3: fases
1, 2 y 3 de las tumbas del Cerro de la Virgen).
Como ya se ha indicado, la comparación entre ambos yacimientos sólo puede extenderse al análisis de la diferenciación
por sexos. En ambos yacimientos debemos recordar que la desviación típica es mucho menor en el δ13C. La media de los hombres del Cerro de la Virgen es de 11,71 en δ15N y -18,86 en δ13C,
mientras en Cueva Carada es de 9,67 y -19,42, en el primer caso
con una fortísima desviación típica (1,8). Para las mujeres las
medias del Cerro de la Virgen son de 10,93 en δ15N y -19,13 en
δ13C y las de Cueva Carada de 9,78 y -19,68 respectivamente.
Ello implica que en ambos sexos se mantienen las diferencias
entre los dos yacimientos, siendo interesante que las existentes
entre sexos sean más acusadas en el Cerro de la Virgen, especialmente en lo que respecta al δ15N (fig. 7).
Puede ser interesante comparar los enterramientos masculinos y femeninos del Cerro de la Virgen excluyendo las sepulturas calcolíticas 30A, 30B y 30C, es decir considerando sólo
los enterramientos argáricos. Las mujeres ofrecen unos valores
medios de 11,15 en δ15N y -19,15 en δ13C y los hombres de
11,97 en δ15N y -18,85 en δ13C, lo que indica que las diferencias
observadas a nivel general derivan principalmente de los contextos de la Edad del Bronce.
[page-n-464]
Problemas cronológicos y análisis de dieta en la Edad del Bronce de los Altiplanos granadinos: el caso del Cerro de la Virgen
Fig. 6. Diagrama de cajas con la distribución de los valores de δ13C
y δ15N según las fases cronológicas, sin incluir individuos infantiles
(0: Cueva Carada; 1, 2 y 3: fases 1, 2 y 3 de las tumbas del Cerro
de la Virgen).
Fig. 7. Diagrama de cajas con la distribución de los valores de δ13C
y δ15N en Cueva Carada y el Cerro de la Virgen según el sexo (CC,
Cueva Carada; CV, Cerro de la Virgen; en azul, varones; en blanco,
mujeres).
Las diferencias por edad en el Cerro de la Virgen tanto en
el δ13C como en el δ15N son poco acusadas (fig. 8). Aunque la
mayoría de los enterramientos infantiles del Cerro de la Virgen
presentan altos niveles en δ15N (fig. 8), tanto en los individuos
menores de 6 años (Infantil I) (con media de 10,91) como en los
mayores de esa edad (Infantil II) (media de10,45), existen casos
con valores muy bajos en δ15N, como se aprecia por las altas
desviaciones típicas (1,37 y 1,83 respectivamente). En el caso
de los niños más pequeños, el valor más bajo corresponde a la
tumba 30C, cuya cronología más antigua ya hemos discutido.
Suprimiendo ésta la media en δ15N se eleva a 11,05 (aunque la
desviación típica sigue siendo alta con 1,29), con los valores extremos correspondientes al feto incluido en la tumba 4 (12,88)
y al niño de 18 meses enterrado en la vasija de la tumba 31
(9,10). Dentro de los valores de los niños de edad más avanzada
(Infantil II) el valor más bajo (8,32) pertenece a la inhumación
de la tumba en fosa 32 (10 años), mientras los otros dos individuos (tumbas 4 y 1, de 7 y 10 años respectivamente) presentan
valores altos, en el segundo caso correspondientes a un niño de
cronología reciente (en torno al 1550 A.C.) acompañado de un
puñal largo. Los valores del δ13C son más homogéneos, apreciándose diferencias entre las medias de los niños más pequeños
y los de edad más avanzada (-18,94 y -19,22 de medias respectivas), que se mantienen incluso si se suprime la tumba 30C
(quedando la media en -18,89).
Las medias en δ15N en el resto de categorías de edad son
más bajas: 11,53 para los juveniles (hasta 18 años), 10,74
para los adultos y 11,53 para maduros-seniles (desde 45
años), con desviaciones típicas todavía altas (1,18, 1,21 y
1,18 respectivamente). Ello implica que no se aprecian en
el Cerro de la Virgen variaciones sensibles en el consumo
de proteínas animales a lo largo de las diferentes edades de
los individuos estudiados. Incluso las personas que llegaron
a edad muy avanzada siguieron consumiendo una cantidad
alta de carne de rumiantes. Si suprimimos los restos de las
tumbas 30A y 30B la media en edad adulta es de 11,02, con
una alta desviación típica de 1,29, que sin duda deriva de los
bajos valores, 8,63, de los restos muy escasos y desarticulados de un adulto que fue considerado por W. Schüle como
sepultura 8, asociándolos a una vasija fragmentada como
457
[page-n-465]
F. Molina, J. A. Cámara, A. Delgado, S. A. Jiménez, T. Nájera, J. A. Riquelme y L. Spanedda
Fig. 9. Diagrama de cajas con la distribución de los valores de
δ15N en el Cerro de la Virgen según el tipo de contenedores de las
tumbas (1, fosa simple; 2, fosa revestida de piedras; 3, tumbas de
mampostería; 4, tumbas monumentales; 5, tumbas en vasija).
Fig. 8. Diagrama de cajas con la distribución de los valores de δ13C
y δ15N en el Cerro de la Virgen según la edad (0, feto; 1, Infantiles
I; 2, Infantiles II; 3, Juveniles; 4, Adultos; 5, Maduros y Seniles).
contenedor; sin ellos la media se eleva a 11,5 y la desviación
típica se reduce a 0,6. Respecto al δ13C los valores medios
de juveniles, adultos y maduro-seniles son de -18,8, -18,93
y -19,12, con desviaciones típicas de 0,29, 0,41 y 0,31 respectivamente. En este sentido parece que los niveles de δ13C
disminuyen con la edad. Suprimiendo entre los adultos los
valores de la tumba 30 la media de éstos pasa a -18,91 y la
desviación típica a 0,48, no existiendo por tanto variación en
la tendencia, aunque las diferencias entre juveniles y adultos se reducen significativamente si no incluimos tampoco
la tumba 8, pasando la media a -18,82 (con una desviación
típica que se mantiene en 0,48).
A la hora de examinar las diferencias en δ15N y δ13C por el
tipo de contenedores se debe tener en cuenta tanto las variaciones temporales entre ellos (Molina et al., en prensa), referidas
en el apartado anterior, como el hecho de que las vasijas fueron
458
utilizadas casi exclusivamente para inhumar individuos infantiles (con la salvedad de los dudosos restos parciales de adulto de
la tumba 8 a los que ya hemos hecho referencia).
En δ15N (fig. 9) las fosas simples, fosas revestidas con piedra, vasijas, sepulcros de mampostería y sepulcros monumentales presentan los siguientes valores: 9,89, 11,39, 11,05, 11,71 y
11,19, con desviaciones típicas de 1,61, 0,54, 1,42, 0,47 y 1,46
respectivamente. La primera impresión es que todas las medias
son más o menos similares, a excepción de la de las fosas, bien
es cierto que en éstas encontramos la más alta desviación típica.
En cualquier caso, aun eliminando de la muestra de fosas las
sepulturas 30A, 30B y 30C los valores medios en δ15N de los
individuos enterrados en fosas siguen siendo significativamente
menores (10,51, con una desviación típica de 1,6) aun incluyendo individuos infantiles y juveniles. Sin embargo, sólo el
individuo Infantil II de la tumba 32 presenta los valores más
bajos dentro de su categoría de edad, siendo, por el contrario, el
que presenta un mejor ajuar de todo este conjunto.
En cuanto al δ13C las fosas simples, fosas revestidas con piedras, vasijas, tumbas en mampostería y tumbas monumentales
presentan valores medios muy similares (-18,87, -19,33, -19,06,
-18,65 y -18,85 respectivamente), con desviaciones típicas bajas (0,26, 0,16, 0,4, 0,48 y 0,30). Son ligeramente más altos los
valores de las fosas y las tumbas en mampostería y monumentales, lo que podría indicarnos un ambiente relativamente más
seco en los momentos más antiguos del bronce argárico matizando los valores ya referidos en función de la periodización.
Antes de pasar a discutir los resultados por niveles de riqueza expresados en los ajuares, debemos hacer referencia a
las agrupaciones espaciales. Aunque hay pocos datos sobre las
viviendas en que se incluyeron las sepulturas, para la mayoría
[page-n-466]
Problemas cronológicos y análisis de dieta en la Edad del Bronce de los Altiplanos granadinos: el caso del Cerro de la Virgen
Fig. 10. Diagrama de cajas con la distribución de los valores de
δ15N en el Cerro de la Virgen según las agrupaciones espaciales de
las tumbas.
de las tumbas podemos establecer su posición espacial relativa
(Delgado, 2013; Molina et al., en prensa). Aun con las diferencias temporales visibles en las relaciones estratigráficas se
puede pensar en algún tipo de relación parental (sanguínea o
de adscripción) entre los inhumados más o menos cercanos,
que suelen ofrecer valores isotópicos parecidos. Las dataciones obtenidas para algunas de las tumbas dobles, aún con excepciones como la tumba 29, presentan diferencias temporales
muy escasas y, en cualquier caso, la contemporaneidad entre
los inhumados no se puede descartar en ninguna de estas tumbas (Cámara y Molina, 2009; Molina et al., en prensa).
Los valores medios (o únicos en los casos de sepulturas
aisladas) de las agrupaciones principales (de la 0 a la 9) en
δ15N son los siguientes (fig. 10): 10,27 (0), 12,05 (1), 11,91
(2), 10,16 (3), 11,74 (4), 10,95 (5), 10,61 (6), 10,21 (7), 8,73
(8) y 11,43 (9). Dejando de lado las agrupaciones 0 (de ubicación desconocida), 4, 6 y 9 de las que sólo se ha analizado
una muestra, las desviaciones típicas siguen siendo amplias
en las agrupaciones 1, 3 y 7 (1,67, 1,55 y 1,46 respectivamente), la primera y la última susceptibles de ser divididas en
agrupaciones más pequeñas (1a, 1b, 7a, 7b y 7c). La relación
de los valores isotópicos del δ15N, con variaciones no sólo
temporales sino espaciales, ha sido también indicada para la
Cuesta del Negro (Purullena) (Cámara y Molina, 2011).
En cuanto a los valores medios del δ13C por agrupaciones
espaciales la homogeneidad es mayor: -18,85 (0), -19,01 (1),
-19,03 (2), -19,34 (3), -19,57 (4), -18,7 (5), -18,75 (6), -18,96
(7), -18,72 (8) y -18,7 (9), con desviaciones típicas relativamente bajas, tendencia que se generaliza para los valores
del δ13C en el yacimiento del Cerro de la Virgen. Incluso las
agrupaciones mayores mantienen esta tendencia (0,44, 0,48,
0,09, 0,79, 0,19 y 0,019), destacando sin embargo la tumba
6 –agrupación 5– donde un hombre adulto presenta los valores más altos de todo el yacimiento en δ13C (-18,14), tal vez
una indicación de la circulación de individuos entre diferentes
yacimientos que habría que confirmar mediante el análisis de
isótopos de oxígeno.
Fig. 11. Diagrama de cajas con la distribución de los valores de δ13C
y δ15N en el Cerro de la Virgen según el nivel social.
Sin duda un aspecto destacado en los resultados isotópicos
del Cerro de la Virgen tiene que ver con el nivel social, caracterizado a partir de los ajuares y el tipo de enterramiento (fig. 11).
Como paso previo en el análisis se han considerado 5 niveles de
“riqueza” en los ajuares funerarios: 1) tumbas con oro o tumbas
infantiles con elementos plenamente característicos de los adultos de alto nivel social; 2) tumbas de carácter monumental con
adornos en plata; 3) tumbas sin adornos en metales preciosos
pero con puñal o punzón y algunos vasos cerámicos o adornos
en cobre; 4) tumbas que han proporcionado únicamente recipientes cerámicos; y 5) tumbas sin ajuar.
Las medias en δ15N de las tumbas incluidas en cada una
de estas categorías de ajuar son: 11,22, 11,12, 11,21, 11,42
y 10,60 con desviaciones típicas de 0,67, 1,41, 0,93, 0,01
y 1,71. El primer problema es el bajo número de sepulturas
(2) que incluyen las categorías 1 y 4, con el agravante de
que la tumba 34, incluida en esta última, fue posiblemente
expoliada y, por tanto, desconocemos su ajuar total. Pese a
ello existe una diferencia considerable entre las 4 primeras
categorías y los individuos que no recibieron ningún ajuar.
459
[page-n-467]
F. Molina, J. A. Cámara, A. Delgado, S. A. Jiménez, T. Nájera, J. A. Riquelme y L. Spanedda
Sin embargo, si suprimimos de esta última las tumbas 30A,
30B y 30C, al no considerarlas argáricas, la media de este
grupo 5 se eleva hasta 11,37, con desviación típica de 1,30.
La situación es todavía más singular, dado que la mayoría de los individuos sin ajuar (categoría 5) son infantiles
(aunque los de menor nivel en δ15N son los juveniles de
las tumbas 12 y 29), por lo que la ausencia de ajuar estaría
más relacionada con la no generalización del acceso de los
individuos de joven edad a determinados símbolos movilizados en los funerales, como se ha planteado para las fases
tempranas argáricas (Lull et al., 2004), si bien la datación
de la tumba 29 es relativamente reciente (Molina et al., en
prensa). Parece, por tanto, que en la muestra analizada del
Cerro de la Virgen no se pueden apreciar diferencias significativas en la dieta a partir del δ15N, al contrario de lo que
hemos planteado para otros yacimientos (Cámara y Molina,
2011). Ello puede deberse al hecho de que los individuos
objeto de este estudio proceden de una zona muy circunscrita del yacimiento, tal vez residencia de un sector social
privilegiado, y al hecho del carácter jerárquico del Cerro de
la Virgen, expresado en su continuidad respecto a las fases
calcolíticas y en la misma entidad general de los ajuares
con una gran cantidad de tumbas con adornos en metales
preciosos (Molina et al., en prensa).
Aunque ya hemos visto que no existen diferencias en los
valores medios del δ15N según los niveles de ajuar, debemos,
en cualquier caso, continuar nuestra comparación a partir de
los niveles de δ13C. Los valores medios de los cinco niveles
descritos son respectivamente: -18,99, -19,03, -19,09, -18,78 y
-18,9, con desviaciones típicas de 0,75, 0,35, 0,34, 0,12 y 0,33.
Los valores más altos en las medias se dan en la categoría 4,
aunque excepcionalmente los valores absolutos más altos los
encontramos en las tumbas 6 y 21A (categorías 1 y 2 respectivamente). De todas ellas sólo la tumba 34 ha ofrecido una
datación que la sitúa en la fase 3. Esto sugiere que los valores
del δ13C están muy relacionados con la cronología como antes hemos discutido de forma general. Sin embargo debemos
indicar que en el conjunto de tumbas de nivel 5 los valores
altos corresponden a la fase 3 mientras que los valores más
bajos pertenecen a las tumbas 30A, 30B y 30C (fase 1), cuya
supresión en cualquier caso del conjunto de tumbas de nivel
5 no cambia apenas la media ni la desviación típica (-18,81 y
0,37 respectivamente). Por todo ello, siendo prudentes, sólo
podemos afirmar el continuo deterioro climático entre el III y
el II Milenios A.C.
5. VALORACIÓN FINAL
Especialmente a través de la comparación de los datos del
Cerro de la Virgen con Cueva Carada se puede afirmar por
los valores del δ13C una tendencia general hacia una mayor
aridez en los altiplanos orientales granadinos entre el III y el
II Milenios A.C. Como ya hemos dicho se trata de un aspecto
que ha sido ya planteado desde diferentes aproximaciones incluso en relación con el área de estudio y sus inmediaciones
(Rodríguez, Valle y Esquivel, 1996; Carrión et al., 2007; Rodríguez, 2012). Pudieron existir oscilaciones en este proceso,
como se ha visto en secuencias largas de ambientes naturales
(Carrión et al., 2001; Bellin, Vanacker y De Baets, 2013) y
460
en otros yacimientos arqueológicos (Nachasova et al., 2007;
Yanes et al., 2011), pero son difíciles de probar a partir de la
muestra disponible.
A nivel temporal las diferencias en los valores medios en
δ15N entre Cueva Carada y la fase 1 del Cerro de la Virgen
frente a las fases 2 y 3 de este yacimiento, es altamente significativa. Esta diferencia no tiene por qué implicar un radical
aumento en el consumo de carne, teniendo en cuenta que en
los niveles calcolíticos del yacimiento la especie mayoritaria es
el cerdo (Driesch, 1972) como también sucede en otras áreas
andaluzas en la Edad del Cobre (Cámara y Riquelme, en prensa), pero sí sugiere una mayor dedicación a la ganadería en la
Edad del Bronce y se correlaciona bien con la mayor presencia
de ovicápridos en la cabaña ganadera del Cerro de la Virgen en
ese periodo (Driesch, 1972). Este aumento no sólo estaría relacionado con el empeoramiento ambiental citado sino también
con una mayor especialización en las especies ganaderas que se
gestionan y en un mayor énfasis en estas zonas orientales de los
altiplanos granadinos hacia especies más móviles y adaptables
(ovicápridos), frente a otras especies de rumiantes de mayor
talla (bóvidos y équidos) que van a ser dominantes en otros
yacimientos más occidentales (Molina y Cámara, 2004).
Las diferencias por edad en los valores medios de δ15N y
δ13C son poco significativas, a excepción de los altos niveles
en proteínas animales de los individuos maduros y seniles
cuya alimentación pudo contribuir a su supervivencia durante
más tiempo. El dato más sorprendente es, sin embargo, la escasez de individuos infantiles que muestren las consecuencias
del cambio desde la alimentación con leche materna a una alimentación de adulto. Ello puede tener que ver con el carácter
de la muestra, posiblemente procedente de un conjunto de familias de nivel social relativamente alto, como se aprecia en la
abundancia de metales preciosos en los ajuares y en la práctica
inexistencia de diferencias en las medias del δ15N si atendemos
a las agrupaciones definidas por los niveles de ajuar.
Una matización a esta afirmación podría venir de los valores medios en δ15N obtenidos de las sepulturas en fosa simple
que son los únicos que se separan claramente del conjunto,
incluso sin tener en cuenta los valores de las tumbas de la fase
1 (presumiblemente calcolíticas).
Aun con los problemas en cuanto al estudio de la relación
espacio-temporal de las sepulturas, uno de los resultados más
interesantes que se ha obtenido en este análisis es la mayor homogeneidad que existe en los valores del δ15N si comparamos
tumbas relativamente cercanas. Ello parece indicar que al interior de las unidades residenciales la mayoría de los individuos
accedieron de similar forma a los recursos, incluso teniendo en
cuenta que en los niveles argáricos del Cerro de la Virgen hay
una tendencia a que los hombres muestren medias mayores en
δ15N que las mujeres.
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo se inscribe en el desarrollo de los proyectos “Demografía, Dieta y Ritual en La Edad del Bronce de los Altiplanos Granadinos (HAR2011-27718)”, financiado por el Ministerio de Ciencia
e Innovación, y “Dieta y movilidad en la Prehistoria Reciente de
Andalucía. Un estudio de la jerarquización social a partir del registro funerario (P12-HUM-1510)”, financiado por la Consejería de
Economía, Innovación, Ciencia y Empleo de la Junta de Andalucía.
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Problemas cronológicos y análisis de dieta en la Edad del Bronce de los Altiplanos granadinos: el caso del Cerro de la Virgen
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463
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 465-480.
De cazadores a productores. Transiciones y tradiciones
P. Bueno RaMíRez y R. de BalBín BeHRMann
reSumen
La transición en Prehistoria es un tema muy actual. Levante es uno de los pocos casos en Europa donde este género de lecturas
tiene en cuenta los datos gráficos, gracias, en parte, al trabajo de Bernardo Martí.
Proponemos una lectura actualizada de las evidencias entre el Paleolítico y el Neolítico, que conecta los datos de Levante
con los del Sur y Oeste peninsular, además de con recientes documentaciones italianas. Con ella, pretendemos argumentar
el fuerte background técnico y temático de cazadores-recolectores, perceptible en los más antiguos símbolos de los primeros
agricultores. La tradición simbólica y técnica es uno de los elementos que sustentan la transición material.
PalabraS claVe:
Estilo V, Paleolítico, Neolítico, Arte Esquemático.
réSumé
De chasseurs à producteurs. Transitions et traditions. La transition est un aspect très actuel dans l'étude de la Préhistoire. Le
levant espagnol est un des très peu exemples dans l'Europe où il y a des évaluations qui tiens compte de l'art préhistorique. Ça
a été possible grâce au travail de Bernardo Martí.
Nous proposons dans cet article un state of art des données graphiques entre le Paléolithique et le post-paléolithique, où nous
incluons le Sud et l'Ouest péninsulaire en plus des données italiennes. Nous voulons montrer la force du background technique
et thématique des chasseurs à travers les symbols des premiers agriculteurs. C'est la tradition symbolique et technique qui
soutient la transition matérielle.
moTS cléS
: Style V, Paléolithique, Néolithique, Art Schémathique.
1. INTRODUCCIÓN
El destacado papel de Bernardo Martí en una lectura arqueológica del arte rupestre es un hecho incuestionable. Su propuesta
de conexión entre el Arte Macroesquemático y las representaciones antropomorfas sobre la cerámica cardial de Cova de
l'Or ha sido el arranque de una perspectiva que situaba el Arte
Levantino en una secuencia Macroesquemático-Levantino
(Martí y Hernández, 1988). En suma, añadiendo un argumento gráfico al conjunto de los relacionados con el modelo dual
(García Puchol et al., 2009).
La transición entre los distintos períodos de la Prehistoria
es un tema muy actual y Levante es uno de los pocos casos en Europa donde este género de lecturas tiene en cuenta
los datos gráficos. Parece, pues, un interesante ejercicio para
este merecido homenaje señalar algunos aspectos del estado
actual de la cuestión.
Aunque la secuencia del arte postglaciar tiene sus problemas, incluidos entre ellos sus propias “transiciones”, el aspecto
de mayor impacto en las hipótesis sobre las versiones genéri-
camente denominadas esquemáticas es, precisamente, el de la
transición entre el Paleolítico y el Neolítico. Esta se ha valorado
de modos muy distintos en la historiografía ibérica (Bueno y
Balbín, 2009a); desde una auténtica ausencia de grafías entre
el Paleolítico superior final y el Neolítico, hasta versiones más
recientes en las que se admite un arte paleolítico muy final que
alcanzaría hasta el X milenio cal BC (Villaverde, 1994), reconociendo su correlato parietal (Casabó, 2004: 337; Martínez et al.,
2011; Villaverde et al., 2012).
El abanico de opciones interpretativas ha ido creciendo,
especialmente en los últimos 20 años, siendo la Península
Ibérica uno de los sectores europeos donde más se ha incrementado el conocimiento de estas grafías, en relación con la
documentación de los yacimientos paleolíticos al aire libre en
el Oeste peninsular (Aubry et al., 2014; Balbín y Bueno, 2009;
Bueno y Balbín, 2009 b). Sus secuencias gráficas y su contexto
arqueológico abren el abanico de las decoraciones parietales
en el marco de la continuidad de uso en los mismos territorios,
proponiendo matices a las más clásicas hipótesis de vacíos poblacionales (Bueno, 2009).
465
[page-n-473]
P. Bueno Ramírez y R. de Balbín Behrmann
El esfuerzo realizado en la documentación analítica en conjuntos levantinos ha sido muy importante (Hernán et al., 2014;
Roldán et al., 2005 y 2013), aunque hasta el momento no se
han obtenido fechas C14 sobre pigmentos. Más éxito han tenido
algunos intentos de datar costras que al menos han permitido fijar momentos en los que esas expresiones estaban ya realizadas
(Ruiz et al., 2006). Unas y otras aplicaciones son imprescindibles para sostener cronologías y acercarse a los modos específicos de la cadena operativa del arte prehistórico. A ello hay que
añadir que esta especialización ha enriquecido notablemente la
experiencia de equipos españoles en la documentación del arte
prehistórico. El uso de scanner 3 D y 4 D se ha extendido (Ruiz
y Pereira, 2014), así como el de la fotografía para reproducir
los soportes, abandonando por completo el recurso a plásticos y
otro tipo de superficies pegadas a la pared que tantos daños han
ocasionado en algunos de los abrigos.
El arte mueble ha sido y sigue siendo una constante arqueológica de evidentes aplicaciones cronológicas. La consideración
estilística y la datación propuesta por Leroi-Gourhan (1971)
partía de ese principio: las decoraciones de las placas y objetos muebles detectadas en estratigrafías permitían extrapolar
sus fórmulas a las realizadas en las paredes, y se constituían en
la base de su datación. Siguiendo ese protocolo arqueológico,
propusimos situar algunos conjuntos parietales del Occidente
peninsular en momentos finiglaciales, con el interés añadido de
que los soportes decorados estaban asociados a estratigrafías
datadas (Fariseu), al igual que algunos dispositivos parietales
pintados (Ojo Guareña) (Bueno et al., 2007, 2009).
Animales alargados con rellenos interiores lineales, signos
reticulares complejos, triangulares y ovales además de antropomorfos empezaban a conformar un conjunto de evidencias, cuya
comparación con algunos casos de Levante apuntaba cronologías en estas horquillas para parte del denominado Arte Levantino (Bueno y Balbín, 2009a; Viñas et al., 2010). Una relación
cada vez más patente con el descubrimiento de soportes al aire
libre en Levante decorados con incisión (Martínez et al., 2003,
2009) que reiteran fórmulas conocidas en los cantos de cronologías similares en Levante. Aportaciones recientes (GarcíaArgüelles et al., 2014) enriquecen los registros gráficos de esta
etapa en Levante y lo acercan de nuevo a algunas evidencias del
Sur peninsular (Mas, 2000: Lám. XXIV).
Animales naturalistas y símbolos relacionables con el ámbito macroesquemático han comenzado a tomar cuerpo en los
registros del Sur, del interior y del Oeste con fuerza (Balbín et
al., e.p.; Bueno et al., 2009; Collado y García, 2013; Martínez,
2013). A ello se suma la definición cada vez más precisa de un
Arte Esquemático antiguo, relacionable con las decoraciones
cerámicas del Neolítico antiguo, ya sea cardial (Martí y Hernández, 1988), ya sea con otro tipo de impresiones o incisiones
(Carrasco et al., 2006). Esto ocurre no sólo en el desarrollo de
figuras antropomorfas esquemáticas y soles, tan comunes a todo
el espectro parietal esquemático, sino en relación con todo un
conjunto de símbolos geométricos, cuadrúpedos y organizaciones complejas del espacio, cuyo rastreo en otros productos mobiliares ofrece interesantes referencias.
Ambas situaciones afectan muy directamente a Levante,
donde la abundante presencia de cerámica decorada aporta una
referencia fundamental para la persistencia de los símbolos de
cazadores-recolectores en los grupos más recientes.
466
Ciertamente no todo está resuelto. Los datos a partir del X
milenio no son muy abundantes. Parte de estas carencias podrían explicarse en el evento frío 8.2 ka (Cortés et al., 2008;
Morales y Oms, 2012). Pero cronologías del interior y del Sur
(Arias et al., 2005), proponen su valoración como causante de
arrastres sedimentológicos que pueden dejar rastros arqueológicos (López et al., 2007). Algunos yacimientos funerarios apuntan en la misma dirección (Arias, 2012; Gibaja et al., 2015).
A medida que las investigaciones añaden nuevas evidencias,
las preguntas también se amplían. Por un lado es importante
comprender el nexo de estos procesos de transformación en
el Sur de Europa; por otro, su influencia en la generación de
fórmulas gráficas que constituyen la base de nuestro conjunto
postglaciar más conocido: el Arte Esquemático. Sus versiones
pintadas y grabadas tienen amplio respaldo en toda la Europa
mediterránea y comienzan a documentarse más al Norte en soportes parietales (Cârciumariu, 2010; Giuli y Priuli, 2013), y en
repertorios de cerámicas decoradas en el primer neolítico (Beeching, 2009; Züchner, 2005).
2. TERRITORIOS Y GRAFÍAS
La presencia en los mismos yacimientos, en los mismos soportes o en soportes contiguos, de estilos paleolíticos y postpaleolíticos añade un elemento más a las interpretaciones del arte
prehistórico. Muchos de los lugares presentan secuencias gráficas como reflejo de secuencias materiales (Bueno et al., 2010,
2011). La asociación paleo-postpaleo en soportes al aire libre es
notable en el occidente de la Península Ibérica, donde diversos
grupos de investigación han trabajado con premisas insertas en
líneas abiertas a partir de los años 90 del pasado siglo.
Se acumulan casos en Andalucía, especialmente en las sierras gaditanas y malagueñas. En abrigos al aire libre con Arte
Esquemático se está documentando un abundante arte paleolítico pintado (Balbín et al., e.p.; Breuil y Burkitt, 1929; Bergmann,
2009; Martínez, 2009; Villanueva, 2012). Uno de los aspectos
más notable de estos conjuntos es que comparten espacios y
cronología con cuevas decoradas en los mismos territorios (Balbín y Alcolea, 2006), insertando estos soportes en redes de lugares marcados a lo largo del Paleolítico superior.
Aunque la investigación en este aspecto es aún reciente, algunas cuestiones de interés parecen señalarse. Así la percepción
de que grupos de abrigos esquemáticos tienen como referencia
central un abrigo de origen más antiguo, lo que coincide con
las agrupaciones de paneles grabados al aire libre en distintos
momentos, en las que los grabados más recientes se disponen
en torno a los más antiguos, haciendo “crecer” el yacimiento
a partir de los soportes antiguamente decorados (Bueno, 2009;
Bueno et al., 2010, 2011).
Asumiendo las diacronías paleo-postpaleolítico en las grafías peninsulares, la posibilidad de fijar tiempos para su secuencia cronológica es más compleja. Pero algunas circunstancias
han venido a ofrecer contextos arqueológicos muy ajustados.
Es el caso del conjunto portugués del Côa, en el que los esfuerzos por obtener estratigrafías (Aubry, 2000; Aubry y Sampaio,
2009; Aubry et al., 2010, 2014) han confirmado las hipótesis
cronológicas establecidas a partir de una lectura estilística (Balbín y Alcolea, 2001). Un estilo más reciente, el estilo V, documentado hace tiempo en algunos yacimientos del Sur de Francia
[page-n-474]
De cazadores a productores. Transiciones y tradiciones
(Roussot, 1990; Lorblanchet, 1989) ha tomado cuerpo a partir
de datos obtenidos sobre elementos muebles, y sobre conjuntos
pintados y grabados de carácter parietal, en la zona interior (fig.
1). Las fechas C14 que se le asocian, bien en los contextos del
Côa, o de Estebanvela (Cacho, 2013), o bien por sus cronologías
directas C14 sobre dispositivos parietales pintados (Corchón et
al., 1996), permitieron fijar algunas de sus características (Bueno et al., 2007, 2009).
Explicamos entonces el problema que suscitan las distintas nomenclaturas aplicadas al final del Paleolítico superior y
las primeras industrias epipaleolíticas. Un Magdaleniense final sería el término usado por nuestros colegas portugueses y
del interior peninsular, mientras que en Andalucía y Levante
las industrias microlaminares protagonizan este período para
conjuntos líticos enraizados en el Paleolítico superior final. El
uso del término Aziliense se aplica en el Norte peninsular y Sur
de Francia, para aquellos productos materiales que presentan
puntas azilienses y cantos y placas decoradas con símbolos
geométricos y naturalistas que se afincan en los del Paleolítico
Superior. Los cantos y placas de la Peña de Estebanvela son uno
de los ejemplos más claros de productos gráficos “azilienses”,
junto con los documentados en el Côa o los que más abajo co-
Côa
Siega Verde
Domingo
García
mentaremos de Italia. A ello hay que añadir los cantos decorados del Levante peninsular (Casabó, 2004). En suma, todo un
conjunto de expresiones gráficas que, al igual que sucede con
el arte paleolítico, muestran una unidad simbólica más allá de
las diferencias materiales. Su confirmación en contextos de arte
mueble y mediante fechas directas de dispositivos parietales es
una de las mejores evidencias de que estas secuencias existen.
El Cantábrico, con sus amplios registros gráficos paleolíticos, ha quedado al margen de estudios dedicados a las últimas
cronologías de estos usos, con escasas excepciones normalmente asentadas sobre el arte mueble (Barandiarán, 1972; González,
1989). Pero algunas cronologías y desde luego, algunas fórmulas gráficas: caso de la cueva de La Clotilde, en Santander, o de
la cueva de Gouy al otro lado de los Pirineos (Guy, 1997), apuntan hacia la representatividad en soportes parietales del estilo
V en estos contextos. Tampoco es de extrañar esta continuidad
de los mismos soportes en un sector donde algunas importantes
cuevas, como el Castillo, presentan grafías esquemáticas.
Las hipótesis que hemos justificado mediante técnicas,
temas y cronologías han incluido algunas notas para relecturas del panorama levantino. Levante dispondría de secuencias
gráficas en los mismos territorios en los que arte paleolítico,
La Griega
Estebanvela
La Uña
Ojo Guareña
Caballos
Toros
Ciervos
Cabras
Peces
Antropomorfos
Signos
Dataciones
absolutas
10510±40 BP
8930±80 BP
11060±50 BP
11400±120 BP
11540±100 BP
10950±100 BP
Fig. 1. Yacimientos, técnicas, temas y cronologías del Estilo V en el área del Duero, según Bueno et al., 2007.
467
[page-n-475]
P. Bueno Ramírez y R. de Balbín Behrmann
estilo V (parte del Arte Levantino) y Arte Esquemático, nos
ofrecerían algunos de los casos de estudio más importantes de
todo el Sur de Europa.
Admitida esta posibilidad, el Mesolítico pleno sería la actual
barrera entre el estilo V y un posible vacío posterior, hasta la
llegada del Neolítico (García et al., 1997; Guillem y Martínez,
2009; Villaverde et al., 2012). El argumento para esta propuesta
es que las pocas piezas decoradas conocidas serían estrictamente geométricas (canto de Blaus, placa de Cueva Tosca y placas
de la Cocina), por tanto, prueba de la desaparición del naturalismo que había caracterizado tanto el arte paleolítico como como
parte del estilo V.
Algunas referencias aportan algo de luz a esta horquilla,
señalando que la dicotomía temporal entre naturalismo y esquematismo no es tan clara. El clásico trabajo de Lorblanchet
(1989) ya había argumentado una continuidad más allá del X
milenio para ambas expresiones, reconociendo el mayor peso
del esquematismo. El reestudio de algunos yacimientos como la
Borie del Rey (Langlais et al., 2012), confirma su hipótesis. A
ello se suman recientes trabajos en yacimientos de Levante con
relecturas como la de los datos de Sant Gregori de Falset que,
junto con Matutano y otros conjuntos han venido a alargar esta
barrera (García y Vaquero, 2006; Mangado et al., 2010; Martínez et al., 2011) (fig. 2).
El importante desarrollo de temas geométricos grabados que
certifica la placa de la Balma Guilanyà (Martínez et al., 2011),
contrasta con la pintura de las placas del Molí del Salt (fig. 3)
asociada a motivos animales (Gómez et al., 2013), sumando
evidencias para una continuidad de temas figurativos en asociación con elementos geométricos, en un sentido que ya dejaba
sospechar la cronología de los niveles arqueológicos del Arenal
de Fonseca (Utrilla et al., 2003) en los que también se documentó colorante (Sebastián, 1992).
A ellos tendríamos que sumar la placa pintada de Picamoixons, un conjunto de barras gruesas en color rojo formalmente relacionables con el Arte Esquemático, y localizada en un
yacimiento con cronologías del X al VIII milenio (García et al.,
1997). Incluso el detalle del trazo 2 (ibídem: foto11) deja apreciar lo que pudo ser una terminación en líneas cortas verticales,
semejante a algunas formas detectadas en Chaves.
Una vez más las referencias procedentes del Oeste y
del Sur pueden abrir nuevas vías de análisis, como sucedió
hace unos años con la propuesta del estilo V (Bueno et al.,
2005, 2007). Las fórmulas utilizadas en estas decoraciones
se siguen sin dificultad en el marco gráfico occidental, donde
abrigos como José Esteves o materiales muebles como los de
Quinta da Barca y Fariseu, confirman el largo recorrido de
estas fórmulas (fig. 4). Las pinturas de animales alargados y
rellenos lineales datadas por C14 de Ojo Guareña (Corchón
et al., 1996) confirman las cronologías de los yacimientos
portugueses, además de señalar la convivencia en el mismo
soporte y con cronologías similares para formas humanas de
carácter esquemático y temas triangulares en series repetidas
relacionados con vulvas. El trabajo de documentación en el
Norte de Portugal aporta los espectaculares datos de Medal,
un yacimiento con un conjunto de placas decoradas de cronología larga (Paleolítico superior, Epipaleolítico), en cuyo
territorio se localizan paneles con expresiones de estilo V
(Figueiredo et al., 2014). El estudio de los datos arqueológicos permite albergar expectativas sobre cronologías absolutas. También en el Norte, el abrigo de Passadeiro (Sanches y
Teixeira, 2014) ofrece un nuevo punto a sumar a estos contextos gráficos.
Decíamos arriba que la documentación de algunos conjuntos funerarios como el del Collado (Gibaja et al., 2015), abren la
puerta a asociaciones como las que este género de ritual aporta
en yacimientos del Norte. En los Canes, Asturias (Arias, 2012),
la tumba II presentaba un canto pintado y otro piqueteado con
un posible tema antropomorfo. Asociación bien conocida en la
zona por el enterramiento de Los Azules datado en el VIII milenio cal BC (Drak y Garralda, 2009; Fernández-Tresguerres y
Quintana, 1990).
Fig. 2. Anverso y reverso de placa
decorada (animales con rellenos
geométricos) del yacimiento de Fariseu,
nivel 4, según García y Aubry, 2002.
Anverso y reverso de un canto de
Matutano (2894). Pequeños animales y
líneas. Fotografía R. de Balbín.
468
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De cazadores a productores. Transiciones y tradiciones
Fig. 3. Placa 3 del Molí del Salt con
grabados incisos y pintura roja, según
Gómez et al., 2011.
Fig. 4. Algunas placas
decoradas del nivel 4 de
Fariseu, Côa, Portugal,
según Aubry et al., 2009.
469
[page-n-477]
P. Bueno Ramírez y R. de Balbín Behrmann
Fig. 6. Decoraciones antropomorfas en cerámicas de Cova de
l'Or, según Martí y Hernández, 1988. Abajo a la izquierda, canto
de Chaves, fotografía R. de Balbín. A la derecha, placa del Riparo
Dalmeri, según Dalmeri et al., 2005.
Fig. 5. Anverso y cara superior del canto de Casa Montero. Arriba
se observan dos triángulos realizados con puntos y unidos, y uno
más aislado. En el anverso, un antropomorfo con arco y gran hacha,
según Bueno y Balbín, 2009b.
Algunos cantos neolíticos inciden en la pervivencia del uso
de estos soportes, además de presentar temáticas que conectan
con las más antiguas que estamos señalando. Un interesante
caso es el canto de Casa Montero, en Madrid (Bueno y Balbín,
2009b) (fig. 5). Un antropomorfo con arco, como el del canto
del Complejo Humo también del Neolítico antiguo (Ramos y
470
Aguilera, 2006), está acompañado de temas triangulares en un
estilo muy semejante al descrito en algunos ejemplares mesolíticos franceses.
El conjunto mobiliar más conocido en Levante es el de
los cantos de Chaves (Utrilla y Baldellou, 2002; Utrilla et al.,
2008), junto con las referencias asociadas a los motivos de cerámicas decoradas. Estos recogen temáticas clásicas del Arte Esquemático, además de formas geométricas que llamaremos de
tradición, pues aparecen en los repertorios más antiguos arriba
descritos (fig. 6).
La tantas veces mencionada singularidad del Arte Levantino comienza a plantear algunas preguntas. A los datos que
ya señalamos en Guadalajara (Balbín et al., 1989) y Toledo
(Piñón et al., 1984) se han ido sumando los de Extremadura
(González y Alvarado, 1993), Cuenca (Hernández, 2001), Zaragoza (Utrilla et al., 2010) y Córdoba (Cristo et al., 2013),
además de los que recientemente el Área de Prehistoria de la
UAH está documentando en las Sierras de la zona oriental de
Guadalajara. En los últimos años, la extensión del llamado
Arte levantino es un hecho, al igual que la del Arte Macroesquemático, sugiriendo panorámicas menos circunscritas al
Levante y más conectables con recorridos gráficos de mayor
amplitud en el Sur de Europa.
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De cazadores a productores. Transiciones y tradiciones
El enriquecimiento de las temáticas documentadas en la horquilla del XIII al X permite establecer la presencia en estas cronologías de temas relacionables con el Arte Macroesquemático y
con el Arte Esquemático. Pese a la escasez de registros, algunas
cronologías más recientes aseguran la diacronía de fórmulas
gráficas que alcanzan el Neolítico, formando parte de las expresiones simbólicas de los primeros agricultores.
En el primero de los casos se encuentran temas geométricos
con terminaciones en trazos cortos paralelos. Zigzags en diversas
posiciones, y sobre todo temas angulares en líneas rellenas al interior de trazos también geométricos, detectados en Parpalló, son
conocidos en cantos finiglaciales (Coureaud, 1985). Algunas de
estas soluciones temáticas tienen su trasunto en los yacimientos
del Côa, constituyendo el panel de José Esteves un interesante caso de estudio (Baptista, 2008). Más aún cuando los temas
geométricos complejos acompañados de terminaciones en líneas
rectas, paralelas, se repiten en triángulos y líneas onduladas asociados a una escena protagonizada por cérvidos de estilo V (fig. 7).
Otra versión geométrica son las formas sinuosas construidas con líneas dobles, en ocasiones finalizadas en sus extremos
por trazos cortos y paralelos. Su relación con una parte de las
fórmulas más señeras del Macroesquemático, es convincente
(fig. 8). En más de una ocasión se han comparado con diseños
recogidos en las placas del Parpalló que, pese a sus problemas
de datación, presentan un amplio grupo de ejemplares adscritos
al Magdaleniense superior final, donde se concentran algunas de
estas decoraciones (Villaverde, 1994: LIII).
Recientemente, estas formas han revelado un notable protagonismo en Andalucía. Ya las señalamos en el abrigo de Matacabras en Antequera, relacionándolas con el Arte Macroesquemático (Bueno et al., 2009 y e.p.). Martínez desarrolla esta
relación a partir de la documentación de las del abrigo de los
Tajos de Lillo, interpretándolas como la extensión de una fase
antigua de la pintura esquemática dentro del VI milenio cal BC
en toda la Península Ibérica (Martínez, 2013: 101).
La continuidad del trabajo en Antequera aporta otra línea
muy sugerente. El peso de estos conjuntos de líneas sinuosas
dobles y triples es notable en las cuevas con arte paleolítico del
entorno malagueño. Los ondulados pintados de la cueva de la
Pileta, dispuestos en paneles complejos (Breuil et al., 1915), se
suman a los de las cuevas del Cantal (Cantalejo et al., 2007) y a
los grabados de la Cueva de Ardales (Cantalejo et al., 2006: 48),
para señalar referencias en las que enmarcar este tipo de temas
en Andalucía. La singular posición de los temas ondulados del
Fig. 7. Calco del abrigo de José Esteves, según Baptista, 2008.
Fig. 8. Barranc de Famorca abric V, Hernández et al., 1988: 108.
Arte macroesquemático: ondulado de La Sarga, fotografía Museo
de Alicante.
3. DEL PALEOLÍTICO AL NEOLÍTICO
471
[page-n-479]
P. Bueno Ramírez y R. de Balbín Behrmann
abrigo de Matacabras, bajo una costra y bajo un panel de Arte
Esquemático, aporta una secuencia gráfica que sugiere la mayor
antigüedad del panel de ondulados (fig. 9). Por tanto, una cronología paleolítica sensu lato, para estas formas en la Baja Andalucía adquiere elementos positivos. La proximidad de otro panel
con este mismo tema en el abrigo antequerano de la Cueva Alta
(Maura, 2011) señala otro aspecto: el de la notable recurrencia
de estas fórmulas gráficas en los territorios mencionados.
Quizás el tema más destacado de todo este conjunto es el antropomorfo. Las fórmulas utilizadas para su representación asocian geometrismo y naturalismo, como sucede en el caso de los
animales. Los pintados en la Cueva Palomera, de Ojo Guareña
Fig. 9. Abrigo de Matacabras, Antequera, Málaga, con detalle del
ondulado. Fotografías R. de Balbín.
472
(Corchón et al., 1996) se erigen en el mejor correlato de las formas y cronologías italianas, confirmando su presencia en el arte
parietal peninsular. La figura de mayor tamaño, denominada “El
brujo” ya fue relacionada por nosotros con antropomorfos antiguos del Arte Levantino y con algunas referencias asociables al
Macroesquemático. Sus nexos con algunas figuras como la de
Gineses, o las de la cerámica de L'Or son reveladores, al igual
que la similitud que ofrece el antropomorfo conformado por tres
formas de línea vertical doble, situado más a la derecha en una
hornacina natural, que remite a algunas figuras del Pla de Petracos. La cronología directa de la figura antropomorfa central de
la Cueva Palomera es una referencia a tener en cuenta para estas
fórmulas gráficas (figs. 10 y 11), que coincide bastante con la
cronología de los antropomorfos del Riparo Dalmeri (datados
entre el 11450±50 BP y el 11000±115 BP; Dalmeri et al., 2005).
La pequeña figura con cabeza triangular aporta otra interesante referencia, asociada a series de zigzags verticales (Corchón et al., 1996). Estas formas verticales con cabeza triangular
son comunes en yacimientos italianos y también tienen protagonismo en alguno de los cantos de Chaves. Además de las
clásicas referencias, entre ellas las piezas pintadas del Riparo
Villabruna, asociadas a un enterramiento recientemente datado
en 12140±70 BP (KIA-27004, en Vercelotti et al., 2008), la documentación arqueológica del Riparo Dalmeri muestra un suelo
de cabaña parte de cuyas piedras están decoradas mediante pinturas con temas animales y humanos (Dalmeri et al., 2011). Sus
cronologías y sus fórmulas gráficas compactan los datos ofrecidos por Cueva Palomera, sumando datos sólidos para situar en
momentos contemporáneos los animales alargados, a veces con
rellenos interiores, animales con formas más clásicas, símbolos
y un repertorio de figuras humanas del mayor interés. Entre ellas
la placa RD 82 (Dalmeri et al., 2009: fig. 25d), muy semejante
a las de Villabruna, Fariseu, Peñahita o a las de algunos abrigos
del Sur y del Oeste ibéricos (fig. 12).
El papel de estas figuras en el Arte Esquemático ha sido recogido por otros autores (Utrilla, 2013: fig. 10), y no nos extenderemos en ello. Pero sí parece oportuno señalar que en algunos
abrigos, caso de la Zarza de Alange, en Badajoz (Breuil, 1933:
Pl. XXXI), forman parte de una primera fase de pinturas a la que
se superpone otra con figuras de ídolos bitriangulares (fig. 13).
Los cantos decorados de Chaves se han relacionado con el
nivel neolítico antiguo de la cueva (Utrilla et al., 2008). Tanto
su número, como sus decoraciones hacen sugerente la idea de
que procediesen de un suelo similar al del Riparo Dalmeri. No
olvidemos que los autores aluden a un nivel Magdaleniense que
no pudo estudiarse. La placa RD 8 de Dalmeri (Dalmeri et al.,
2005: fig. 11) presenta un fragmento de antropomorfo con brazos abiertos y cabeza redondeada acabada en trazos verticales
cortos, como algunos de los de Chaves y, como los que caracterizan el Arte Macroesquemático (fig. 14).
Otro suelo del mismo tipo pudo ser el de los niveles más recientes del yacimiento de Fariseu, en el Côa. De los 300 cantos
detectados algunos de ellos con restos de pintura roja que ahora
están en estudio (cómputo realizado por T. Aubry y Luis Luis),
el único canto publicado por su espectacular conservación estaba también pintado. Se trata de un hecho singular pues es el
primero documentado con esta técnica; el resto de piezas decoradas del Côa de esta cronología, X/IX milenio, son grabadas
(García y Aubry, 2002; Aubry y Sampaio, 2009).
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De cazadores a productores. Transiciones y tradiciones
Fig. 10. Antropomorfos
datados por C14 en
la Cueva Palomera,
Burgos, según Corchón
et al., 1996.
Fig. 11. Antropomorfos de Cueva Palomera no datados
directamente, pero situados en el mismo panel. Fotografía R. de
Balbín.
Fig. 12. Arriba: anverso del canto pintado de Fariseu con
antropomorfo de cabeza triangular con múltiples líneas
horizontales en zigzag. Fotografía R. de Balbín. Placa asociada
al enterramiento del Riparo Villabruna. Abajo: placa RD 82 del
Riparo Dalmeri, según Dalmeri et al., 2005. Placa pintada del
Parpalló, según Villaverde, 1994.
473
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P. Bueno Ramírez y R. de Balbín Behrmann
Fig. 13. Parte del soporte de la Zarza de Alange, según Breuil,
1933. Obsérvese la superposición de figuras bitriangulares a los
ramiformes de líneas en zigzag.
El canto tiene como tema principal un antropomorfo con
una barra vertical acompañada de barras horizontales en líneas
quebradas. Una figura humana que localizamos sin dificultad
en los repertorios mediterráneos citados, además de en algunos
soportes al aire libre de la Península Ibérica. Destacaremos por
su relación con el Arte Macroesquemático la asociación de este
tipo de figuras humanas con zigzags repetidos en series verticales, como los de los abrigos de Roser y Gineses (Utrilla, 2013:
fig. 9), en Aragón, o el recientemente detectado en uno de los
abrigos de Peñahita, Guadalajara, en prospecciones del Área de
Prehistoria de la UAH (fig. 15). La relación de algunas de las figuras humanas de este tipo de asociación con una de las datadas
en el conjunto de Cueva Palomera (Corchón et al., 1996), añade
un elemento más para relacionar estas temáticas con el ámbito
gráfico de fines del Paleolítico.
Conviene recordar que las series de zigzags repetidos comunes en el Arte Macroesquemático aparecen conectadas con
animales de cuerpos alargados en los más clásicos abrigos de
La Sarga y de La Araña (Hernández, 2013: figs. 9 y 10). Una de
las placas más conocidas de Parpalló (Villaverde, 1994) reitera
la asociación símbolo esquemático, animal sobrepuesto que se
observa en los abrigos al aire libre, abriendo la posibilidad de
que estas asociaciones sean contemporáneos (fig. 16).
Las referencias arqueológicas del Côa, las fechas de la
Cueva Palomera o las del Riparo Dalmeri, fijan cronologías
entre el XIII y el X milenio en el Mediterráneo y en el interior
peninsular para repertorios de antropomorfos esquemáticos/
macroesquemáticos, asociados a símbolos geométricos además
de a animales propios del estilo V.
El señalado protagonismo de estos antropomorfos en las
cerámicas de L'Or apunta hacia otra de las cuestiones que
nos parecen fundamentales para comprender la simbología de
los primeros agricultores: sus profundos nexos con un background más antiguo. Tanto los antropomorfos con líneas en
474
Fig. 14. Arriba: canto con antropomorfo del Riparo Dalmeri, según
Dalmeri et al., 2005; canto de Chaves, fotografía R. de Balbín.
Abajo: antropomorfo pintado en la zona exterior del abrigo de
Matascabras, Antequera, Málaga. Fotografía R. de Balbín.
zigzag (fig. 17), como muchas de las fórmulas esquemáticas
que cubren las vasijas, tienen interesantes referencias en los
signos de las placas de Parpalló o en dispositivos parietales.
Quienes decoraron las cerámicas con cardium ofrecieron
una trayectoria simbólica de sus símbolos tradicionales, al menos en una parte muy importante de su repertorio. Evidentemente habrá que estudiar en profundidad esta cuestión, pero el
hecho de que los elementos más recurrentes: antropomorfos y
símbolos, puedan rastrearse tanto en el Mediterráneo como en
el Atlántico desde fases mucho más antiguas, es un punto fundamental para reflexionar sobre el origen de los símbolos que
se asocian a primeros agricultores en los grupos de cazadoresrecolectores del Sur de Europa.
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De cazadores a productores. Transiciones y tradiciones
Fig. 17. Fragmentos decorados de Cova de l'Or con antropomorfos
ramiformes de brazos en zigzags. Fotografías y dibujos según Martí
y Hernández, 1988.
4. DIACRONÍAS Y LONGUE DURÉE. LA TRADICIÓN
COMO TRANSICIÓN
Fig. 15. Arriba: calcos del abrigo del Roser y del abrigo de Gineses,
según Utrilla, 2013. Abajo: personaje central acompañado de
series de zigzags verticales del abrigo de Peñahita, Guadalajara.
Fotografía R. de Balbín.
Fig. 16. Placa pintada del Parpalló con motivo geométrico asociado
a motivo naturalista (Museu de Prehistòria de València)
La diferencia entre lecturas que asocian la simbología cerámica
a nuevos pobladores y nuestras propuestas estriba en el uso de
lecturas diacrónicas que abren un abanico de referencias temáticas y técnicas del ámbito finiglacial para valorar el peso específico de desarrollos antiguos in situ. En ese aspecto, el Levante
ofrece datos de enorme valor en conjuntos mobiliares como el
de Parpalló, lo que unido a las evidencias arqueológicas que en
los últimos años se están publicando en Italia y en los sectores interiores y occidentales de la Península Ibérica, ofrece un
marco ampliado de discusión para la transición entre cazadores-recolectores y primeros productores. Poblaciones en franco
ascenso demográfico, con sólidas redes establecidas desde el
Paleolítico Superior en las que se van integrando productos de
diversa índole, vehiculan ideología y simbología, permitiendo
comprender las versiones del Arte Esquemático antiguo como
el resultado de un largo recorrido. El desarrollo de estos dispositivos adquiere una visibilidad muy extendida a partir del VI
milenio tanto al aire libre como en contextos funerarios, materializando parte de los discursos exhibidos como discursos de
pasado (Bueno et al., 2007 y 2015).
El estado de la cuestión sobre este panorama, ha de incorporar todo un conjunto técnico y temático de cronologías entre el
XIII y el VII milenio. Su desarrollo más específico es aún difícil
de sistematizar, pero sí pueden establecerse algunos puntos de
análisis de enorme trascendencia cultural.
La más evidente, la que aportan los contextos arqueológicos
del Occidente, que han servido de acicate para un estudio más
afinado de las secuencias normalmente aceptadas en Levante.
En paralelo, la documentación obtenida por equipos italianos ha
ratificado las cronologías para este conjunto técnico y temático.
475
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P. Bueno Ramírez y R. de Balbín Behrmann
En los dos casos, la relación con la simbología del Paleolítico
superior es incuestionable, además de sus nexos topográficos
dentro de usos alargados de los mismos territorios.
El arte postglaciar recoge conocimientos técnicos y fórmulas
gráficas anteriores, las cuales constituyen la base para expresiones
que se asocian a distintos contextos: habitacionales, funerarios.
La ventaja de su abundancia cuantitativa en la Península
Ibérica, de la calidad de su conservación y de su acusada visibilidad, ofrece un panorama de lo que pudo ser este tipo de
expresión en toda Europa en sus momentos de máximo apogeo.
Lecturas más afinadas, apoyadas en aplicaciones técnicas y en
cronologías directas, abren un abanico sin igual de reflexiones
acerca del peso de la simbología en los sistemas de ocupación
territorial de los primeros agricultores, que coinciden en un tanto por ciento muy importante de los casos de estudios, con los
territorios de los últimos cazadores.
El Arte Macroesquemático, aceptado en la actualidad como
la materialización de fórmulas gráficas de un Arte Esquemático
antiguo (Hernández, 2013; Martínez, 2013; Utrilla, 2013), se
revela, a partir de las referencias portuguesas, andaluzas, italianas y levantinas como un conjunto de fuertes reminiscencias
paleolíticas, con referencias desde el XIII milenio cal BC, al
igual que el conjunto animalístico asociable al estilo V. Algunos
casos como La Sarga, La Araña y demás abrigos en los que concurren ambas versiones, proponen interesantes correlatos con
paneles como el de José Esteves en el Côa. La posibilidad de
que estos registros estén manifestando fases antiguas de pintura
en los abrigos de Arte Esquemático ha de tenerse en cuenta,
ante las evidencias cada vez más amplias detectadas en el Sur y
Oeste peninsular.
La hipótesis de un arranque paleolítico para las fórmulas
gráficas del Arte Esquemático no es novedosa (Carrasco et al.,
2006; Casabó, 2004; Obermaier, 1916; Züchner, 2005). Pero
las dificultades para fijar algunos de los puntos de esa secuencia van dejando paso, en los últimos años, a documentaciones
más explícitas que permiten aportar referencias sólidas. No
obstante, las evidencias sobre las que reflexionamos aquí se
erigen en un argumento más sobre la continuidad de temas y
técnicas entre finales del Paleolítico superior y el Neolítico
(Bueno et al., 2005, 2009).
Quizás lo más interesante de esta lectura es que las decoraciones cardiales que Martí y Hernández relacionaron con versiones macroesquemáticas en Cova de l'Or, sustentan un largo
recorrido para estas fórmulas gráficas dentro del conjunto de
grafías de los grupos del Paleolítico superior del Sur de Europa. Las cerámicas neolíticas y otros materiales muebles como
los cantos, aseguran la fuerza y persistencia de temas antiguos,
confirmando las raíces en grupos cazadores de algunas de las
fórmulas gráficas detectadas a fines del Paleolítico.
La tradición ejerce un peso específico en las elaboraciones
de fórmulas gráficas que se adaptan a los intereses de los grupos
de primeros agricultores. Tanto la transmisión oral de técnicas
y temas, como el uso de soportes de largo recorrido (cantos,
abrigos al aire libre), aboga por contemplar estas evidencias en
lecturas de long durée. Eso supone matizar notablemente perspectivas rupturistas, según las cuales, una fase desaparece y el
cambio a otra resulta traumático y, en general, provocado por
llegadas de gentes o de ideas, con fuerza arrolladora que anula
el aprendizaje precedente.
476
La hipótesis que proponemos aleja las lecturas iniciales de
trasposiciones temáticas de carácter oriental, a favor de un fuerte background técnico y temático de interesantes consecuencias
para el estudio de los procesos materiales y simbólicos de la
neolitización (Bueno et al., 2007).
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo forma parte de los resultados del proyecto de investigación HAR2012-34701 “Los colores de la muerte”. Algunos
de los datos que manejamos están en elaboración con otros colegas. Nuestro agradecimiento a T. Aubry, C. de Juana y L. Luis
con los que elaboramos los datos de Fariseu y a J. J. Alcolea,
director del proyecto de prospecciones de Peñahita, apoyado por
la Junta de Castilla-La Mancha. S. Consuegra y P. Díaz del Río
nos permitieron estudiar el canto decorado de Casa Montero, así
como su reproducción gráfica. C. Olaria y F. Gusi nos facilitaron la realización de la documentación de los cantos de Cova
Matutano. El conjunto de dólmenes de Antequera ha facilitado
nuestros trabajos en el sitio a partir del permiso otorgado por la
Junta de Andalucía; a lo largo de su realización hemos venido
colaborando con R. Barroso Bermejo y, más recientemente, con
P. Villanueva.
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Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 481-490.
Arte Macroesquemático vs. Arte Esquemático.
Reflexiones en torno a una relación intuida
MauRo s. HeRnández PéRez
reSumen
Se reflexiona sobre las relaciones entre los artes Macroesquemático y Esquemático en el ámbito mediterráneo de la península
Ibérica a partir del análisis de una serie de imágenes compartidas, entre las que se registran diversos tipos de antropomorfos,
zoomorfos y motivos geométricos sobre soportes rupestres y muebles.
PalabraS
claVe:
Historiografía, Neolítico Antiguo, Arte Macroesquemático, Arte Esquemático, Arte Esquemático
Antiguo.
abSTracT
Macro-Schematic Art vs. Schematic Art. Some thoughts on an intuited relationship. In this work I examine the relationships
between Macro-schematic and Schematic Art in the Mediterranean area of the Iberian Peninsula. The study is based on the
comparison of a number of shared images, including various types of anthropomorphic, zoomorphic and geometric motifs
on rock supports and mobile archaeological record.
keywordS:
Historiography, Early Neolithic, Macro-Schematic Art, Schematic Art, Early Schematic Art.
El mundo simbólico presidiría la vida cotidiana de las sociedades que estudiamos en un grado mucho mayor que el que documentamos en los yacimientos arqueológicos. El arte rupestre,
las decoraciones de los vasos cerámicos, las figurillas, los ídolos, los elementos de adorno y los ajuares funerarios son algunos de los vehículos a través de los cuales se manifestaban las
imágenes de su panteón o los sentimientos de identidad de un
grupo determinado. Con frecuencia, sin embargo, hemos destacado la relación entre la cultura material y el arte rupestre de
un periodo determinado con la finalidad de aproximarnos a la
autoría de éste (Martí, 2005: 136).
El estudio del arte rupestre prehistórico en la fachada oriental
de la península Ibérica es deudor de las investigaciones realizadas por B. Martí Oliver. También lo es en el ámbito de su
gestión, ya que desde el Servicio de Investigación Prehistórica
de la Diputación de Valencia impulsó la revisión del estado de
conservación de los abrigos con arte rupestre en la provincia de
Valencia, que realizaron J.M. Arias y R. Oliver, y la elaboración
de una nueva propuesta de acondicionamiento del cierre de las
Cuevas de la Araña (Bicorp, Valencia), que desde la misma ins-
titución coordinó M.ª Jesús de Pedro. Incorporó en un cuidado
montaje el arte prehistórico del País Valenciano en el discurso
expositivo del Museo de Prehistoria de Valencia. También se
preocupó, desde la Dirección General de Patrimonio de la Generalitat Valenciana, de los trabajos previos a la creación del
Parque Cultural de La Valltorta, en Castellón.
B. Martí se ha convertido en un referente al que todos hemos
acudido cuando necesitábamos información sobre yacimientos
y materiales arqueológicos del País Valenciano, ya que es, sin
duda, el mejor conocedor de nuestra historiografía arqueológica.
Su opinión es apreciada por todos. En el ámbito del arte rupestre
llamó la atención sobre su estudio, cuando apenas interesaba o
se consideraba un tipo de investigación a la que se dedicaban,
en palabras de un prestigioso investigador valenciano, quienes
apenas tenían conocimientos de arqueología.
En efecto, desde un primer momento siguió con gran interés
los hallazgos de arte rupestre que a partir de 1980 se producían
primero en las tierras montañosas del interior de Alicante y luego en el resto del País Valenciano. Participó activamente en la
identificación y caracterización de los horizontes artísticos pre481
[page-n-489]
M. S. Hernández Pérez
históricos, que encontraron en la Cova de l'Or (Beniarrés, Alicante) los argumentos que permitían su datación. A un primer
fragmento cerámico decorado con varios zoomorfos de características esquemáticas, recogido por V. Pascual en la excavación
del Sector F, capa 10 en las campañas de 1955 a 1958, se incorporó otro en la campaña que B. Martí realizó en 1982 procedente de la Capa 15 del Cuadro K-3, con la representación de un
cáprido impreso cardial. En otro fragmento, posiblemente del
mismo recipiente recogido en anteriores campañas –entre 1977
y 1979– en la Capa 18 del Cuadro K-18, se identificó con posterioridad un ciervo y un bóvido, también impreso cardial. Ambos
fragmentos pronto se relacionaron con el Arte Levantino. A partir de este momento otras muchas imágenes que decoraban las
cerámicas de la misma cueva permitieron caracterizar los artes
rupestres Macroesquemático y Esquemático, siempre siguiendo
el camino abierto por B. Martí. A una primera revisión (Martí
y Hernández, 1988), siguieron otras (Martí, 2005; Martí y Juan
Cabanilles, 2002), cuya asociación con los horizontes artísticos
rupestres no siempre sería aceptada.
A partir de las reflexiones de Bernat Martí, que no dudo en
calificar de extraordinarias y una de las aportaciones de mayor
interés en la investigación arqueológica hispana de las últimas décadas, en esta ocasión analizaré las relaciones entre los horizontes
artísticos macroesquemático y esquemático que, como reflejan las
decoraciones cerámicas de la Cova de l'Or, son contemporáneos
y comparten un mismo territorio, al menos en algunos momentos
de su desarrollo. Mientras el primero se encuentra bien caracterizado, el Arte Esquemático se considera “una manifestación artística de larga perduración y gran extensión (que) correspondería
a creaciones independientes, de acuerdo con la cronología y con
la geografía compartimentada del Neolítico, del Calcolítico y de
la Edad del Bronce peninsulares” (Martí, 2006: 123). Como he
señalado en otra ocasión existen en la península Ibérica varios
“Artes Esquemáticos” (Hernández, 2006)
1. DE NUEVO, EL ARTE MACROESQUEMÁTICO
Siguiendo a B. Martí, la identificación del Arte Macroesquemático como un horizonte artístico del Neolítico Antiguo es incuestionable, a pesar de la insistencia de algunos investigadores
sobre las diferencias formales entre las imágenes rupestres y
muebles, sobre las que en parte se sustentaba la propuesta inicial, enriquecida después con otros argumentos. Por mi parte,
he reiterado en varias ocasiones sobre la caracterización del
Arte Macroesquemático que considero una manifestación artística independiente dentro de un arte Neolítico que se manifiesta
mediante diferentes imágenes y convencionalismos, compartiendo en ocasiones los mismos yacimientos y paneles en la
vertiente rupestre y, como reflejan las cerámicas de la Cova de
l'Or, también en la mueble. No obstante, ha sido considerado
una “tendencia local” del Arte Esquemático (Alonso y Grimal,
1999: 59) o “como una variación formal, con carácter muy local
de lo propiamente esquemático” (Mateo, 2005: 143). Otros investigadores han señalado que las diferencias entre ambas manifestaciones “és més una qüestió terminològica que cultural”
(Torregrosa, Galiana y Ribera, 2001: 357).
Sobre el Arte Macroesquemático, a la inicial distribución
espacial –tierras alicantinas delimitadas por el mar y las sierras de Aitana, Benicadell y Mariola– y cronológica –Neolítico
482
Antiguo cardial– se han ido incorporando nuevos argumentos
que enriquecen el análisis de este horizonte artístico que, pese
al tiempo transcurrido, todavía impacta por la excepcionalidad de sus imágenes y los lugares elegidos para su ubicación
(fig. 1). A un primer registro en los inicios de la década de
los años 80 del pasado siglo, se añadieron nuevos hallazgos
que hace más de 20 años fijaron el catálogo en 10 conjuntos
con un total de 18 abrigos (Hernández, Ferrer y Catalá, 1994).
Su distribución espacial refleja una cuidada selección de los
lugares elegidos para la ubicación de las imágenes y coincide
en el mismo territorio con varios de los yacimientos de hábitat
adscritos a los primeros agricultores y ganaderos con cerámica
impresa, preferentemente cardial. La misma técnica se utiliza en las decoraciones macroesquemáticas muebles, de ahí la
estrecha relación que se ha establecido entre el territorio macroesquemático y el territorio cardial en las comarcas centromeridionales valencianas.
Tampoco se ha incrementado la iconografía propuesta inicialmente, con diversos tipos de antropomorfos y de serpentiformes como principales referentes, junto a barras, gruesos
puntos y otros motivos de difícil identificación, entre los que se
encuentran los del Abric VIII del Pla de Petracos que, siguiendo
las sugerencias de F. Jordá, he relacionado con posibles representaciones de una mujer y la cabeza de un toro que, si bien con
algunas reservas, mantengo. La imagen más conocida es, sin
duda, la de un antropomorfo con los brazos levantados hacia
arriba y las manos abiertas con indicación de los dedos. Esta
imagen se identifica como un o una orante, que en el caso del
Abric V del Pla de Petracos se rodea de motivos geométricos,
barras y serpentiformes que presentan un desarrollo vertical y
algunas de ellas acaban en círculos y/o pequeños trazos que simulan dedos. También se han considerado representaciones de
la figura humana unos motivos en forma de X, Y y doble Y, que
remitían a las propuestas tipológicas de P. Acosta para la pintura
esquemática del III milenio.
La imagen del orante –y en algún caso con las piernas
abiertas y dobladas hacia arriba, como las del Abric V de
Pla de Petracos y el Abric II (Conjunto IV) de Barranc de
l'Infern– es un tema universal (Beltrán, 1989). Su relación
con los orantes impresos cardiales que B. Martí identificó
en la Cova de l'Or es incuestionable, a pesar de las reservas
que reiteran de manera recurrente algunos investigadores. Se
trata de una representación femenina –orante o diosa–, a juzgar por la impresión del natis del cardium en una imagen de
la Cova de l'Or o la posición de las piernas hacia arriba para
mostrar un sexo –no representado– en las rupestres. En esta
misma línea interpreto como una vulva unos motivos ovales
apuntados, uno de ellos con una barra en su interior, en los
abrigos de La Sarga.
Las imágenes muebles señalan su relación con los primeros
agricultores del interior montañoso de Alicante y con el Neolítico Antiguo impreso cardial. La distribución espacial de las imágenes rupestres es coincidente. El territorio macroesquemático
es sinónimo de territorio cardial. Por el momento no encuentro
argumentos para ampliar el territorio macroesquemático propuesto en su día, aunque algunas imágenes en abrigos de las comarcas valencianas de la Vall d'Albaida y La Costera muestran
una estrecha relación con las alicantinas.
[page-n-490]
Arte Macroesquemático vs. Arte Esquemático. Reflexiones en torno a una relación intuida
Fig. 1. Distribución del Arte
Macroesquemático en Alicante.
2. HACIA UN ARTE ESQUEMÁTICO ANTIGUO
Hasta hace algunos el Arte Esquemático había sido considerado
un horizonte artístico menor, por el escaso número de abrigos
registrados y la simplicidad y monotonía de sus representaciones ante las extraordinarias imágenes del Arte Levantino. A partir de los años 80 del pasado siglo se suceden los hallazgos que
en las tierras valencianas, donde apenas se conocían una decena
de yacimientos, ahora supera ampliamente los dos centenares.
Espectacular desarrollo alcanza en Alicante, donde comparte un
territorio, abrigo e, incluso, panel con otras manifestaciones artísticas de cronología prehistórica, de las que aquí interesa destacar el Arte Macroesquemático (fig. 2).
A partir del registro mueble, una serie de imágenes –antropomorfos, zoomorfos, zigzags, serpentiformes, ramiformes
y esteliformes–, ausentes en el Arte Macroesquemático, se ha
utilizado para identificar en el Neolítico Antiguo un Arte Esquemático Antiguo, con soporte rupestre y mueble. Primero se localizó en abrigos de la región central del Mediterráneo peninsular
para luego utilizarse en otros territorios. En estos momentos,
cabría plantearse si corresponde con una fase inicial del tradicional Arte Esquemático o, como creo, se trata de un horizonte
artístico independiente dentro del Arte Neolítico.
La imagen del orante es un tema universal (Beltrán, 1989).
El convencionalismo de los brazos levantados con indicación
de los dedos, no siempre en número de cinco, se registra en
otras figuras humanas del arte rupestre del arco mediterráneo
peninsular que, en mi opinión, no pueden considerarse macroesquemáticas. En Alicante está presente en una representación
levantina de Benirrama I, en la Vall de Gallinera (Hernández,
Ferrer y Catalá, 1988: 187-188) y en otras esquemáticas de la
Penya de l'Ermita del Vicari, en Altea (Barciela, 2015). En la
imagen femenina de Benirrama I se indican los dedos y de uno
de sus brazos cuelga un recipiente –bolso o vasija– de forma
ovoide con larga asa. Las esquemáticas del Vicari se asemejan a
los antropomorfos bitriangulares pintados en abrigos de Sierra
Morena y a los ídolos planos con escotaduras que en las tierras
valencianas se fechan hacia el 4500 BP (Pascual, 1998: 187).
En Castellón, una confusa figura humana del abrigo del Mas
de Barberà, en Forcall, identificada como levantina, aunque se
podría cuestionar su adscripción, se considera un falso orante
que alza los brazos para impresionar o dar miedo, a modo de un
monstruo prehistórico (Mesado, Barreda y Andrés, 1997: 125).
También se ha señalado la presencia de orantes en La Coquinera
II (Obón, Huesca) y en los guijarros pintados de la Cueva de
Chaves (Bastarás, Huesca). El motivo de la Cova del Tabac (Camarasa, Lleida), que en su momento se identificó como un ídolo
oculado (Alonso, 1994), en opinión de P. Utrilla podría interpretarse como “un orante de dobles brazos en un intento de marcar
el movimiento hacia arriba y hacia abajo” (Utrilla, 2013: 233).
Similar convencionalismo en la representación de los brazos
483
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M. S. Hernández Pérez
Fig. 2. Distribución
de los artes
Macroesquemático
y Esquemático en
Alicante (según G.
García Atiénzar).
tiene uno de los cinco orantes de La Coquinera, considerados
seminaturalistas, pintados en rojo oscuro y superpuestos a ciervos mucho más esquemáticos en rojo claro (Perales y Picazo,
1998). En el excepcional –y por el momento único– conjunto de
arte mueble sobre guijarros de la Cueva de Chaves, correspondiente al Neolítico Antiguo, se han identificado cuatro orantes
que se han relacionado con las representaciones cardiales de las
cuevas alicantinas, con las que tienen “en común las cabezas
radiadas, la posición de orante y la obsesión por marcar los cinco dedos de la mano” (Utrilla, 2013: 234). Otro antropomorfo
de Los Estrechos de Albalate, sin bien de pequeño tamaño, con
cabeza rodeada de rayos, brazos inclinados hacia abajo y cinco
largos dedos “no deja de recordar modelos del arte macroesquemático” (Utrilla y Martínez-Bea, 2010: 119).
El segundo grupo de antropomorfos macroesquemáticos se
identificó en el Abric IV del Barranc de Benialí, en la Vall de
Gallinera (Alicante), a partir de su color y técnica de ejecución,
similar a la de los serpentiformes verticales, algunos de ellos
con dedos del mismo panel (fig. 3). Formalmente se relacionan
con los tipos esquemáticos en X, Y y doble Y, y con imágenes
impresas en cerámicas de Neolítico Antiguo. Se ha señalado la
presencia de estos tipos de antropomorfos impresos cardiales
entre las asas asimétricas de pequeñas botellas de la Cova de
l'Or, por lo que su adscripción al Neolítico Antiguo resulta evidente (Martí, 2006) (fig. 4).
En el momento de su identificación se llamó la atención acerca de las dificultades “a la hora de intentar establecer una diferenciación entre los paralelos muebles del Arte Macroesquemático y
Arte Esquemático, hasta el punto que esta división resulta verosímil en el caso del arte parietal pero no siempre en el arte mueble” (Martí y Hernández, 1988: 89). A partir de aquella inicial
484
Fig. 3. Abric IV del Barranc de Benialí (la Vall de Gallinera,
Alicante) y reresentaciones de figuras humanas en Y, doble Y y X
en cerámicas cardiales.
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Arte Macroesquemático vs. Arte Esquemático. Reflexiones en torno a una relación intuida
Fig. 4. Vaso impreso cardial de la Cova de l'Or (Beniarrés,
Alicante). Fotografía: Museu de Prehistòria de València.
adscripción en el ámbito del arco mediterráneo de la península
Ibérica –y también en otros territorios– otras muchas imágenes
similares se consideran macroesquemáticas, aunque a menudo
se observen claras diferencias en el tipo de pintura y en su ejecución. En el tradicional Arte Esquemático no son abundantes
(Acosta, 1968). Sin embargo, en el territorio macroesquemático
alicantino se constata su presencia en varios abrigos, compartiendo, incluso, paneles con imágenes macroesquemáticas. Con éstas
se han relacionado otras en la provincia de Valencia –Barranc
de Carbonera (Beniatjar), Barranc de la Mata (Otos), Abrigo de
Encarna (Millares) y Abrigo de Juan Galdón (Millares)– (Hernández, Segura y Barciela, 2013-2014; Martínez, 2014; Torregrosa, Galiana y Ribera, 2006), que se han incluido en el Arte
Esquemático Antiguo. En Castellón, un motivo en Y invertida
del Abric I del Port d'Ares, en Ares del Maestre, también se ha
relacionado con los alicantinos y los de la cuenca del Júcar, y se
considera del Arte Esquemático Antiguo (Guillem y Martínez,
2006). Con anterioridad P. Acosta (1968: 43) incluyó dentro de
la pintura esquemática un ejemplar de Selva Pascuala (Villar del
Humo, Cuenca), que A. Beltrán considera levantino, al igual que
el caballo que sujeta con lazo o ronzal (Beltrán, 1968).
En las figuras humanas del complejo esquemático aragonés
no se constata este tipo de figura humana (Utrilla y MartínezBea, 2010: 112). En cambio, se conocen ejemplares en las
tierras de Jaén, Murcia y Albacete. De ellas interesa destacar
aquí por su cercanía a los yacimientos valencianos dos antropomorfos de la Cueva de la Vieja (Alpera Albacete) que, unidos
por sus extremidades, se consideraron esquemáticos (Alonso y
Grimal, 1999) y luego se identificaron como motivo abstractos esquemáticos (Alonso y Grimal, 2002: 68). Sobre estas dos
figuras J. Cabré destacó “su tinta muy fuerte de color oscuro
vivo” (Cabré, 1915: 200). Teniendo en cuenta la ubicación de la
cueva en los bordes del “territorio macroesquemático” no dudo
en relacionar estos dos antropomorfos, junto a otros del mismo
yacimiento, con los ejemplares valencianos.
Comparten tipo de pinturas y abrigo e incluso panel otros
antropomorfos que también se podrían incluir en el Arte Esquemático Antiguo. Tienen un tocado o cabeza en forma de
montera y tronco sin detalles anatómicos, con las extremidades
Fig. 5. Antropomorfo y zoomorfos del Barranc del Bosquet
(Moixent, Valencia).
Fig. 6. Antropomorfos y serpentiformes de la Balsa de Calicanto
(Bicorp, Valencia). En el recuadro se indica uno de los antropomorfos
con cabeza tipo montera.
inclinadas hacia abajo y la indicación del sexo entre las piernas
mediante la prolongación del tronco, mientras en otras el cuerpo
se reduce a una barra ancha en algún caso con la indicación de
las piernas (Barranc del Bosquet, Balsa de Calicanto, Marmalo
IV...) (fig. 5 y 6). En otros el tronco se resuelve mediante una
doble barra, de los que se conocen varios ejemplares en la Balsa
de Calicanto y la Cueva del Tío Modesto.
En el Arte Macroesquemático no se constata la representación de animales, si bien el llamado “brujo” de La Sarga tenga
cuernos –de bóvido o cáprido–, y uno de los motivos del Abric
VIII de Pla de Petracos se haya interpretado como la cabeza de
485
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M. S. Hernández Pérez
Fig. 7. Cova de l'Or (Beniarrés, Valencia). Fotografía: Museu de
Prehistòria de València.
un toro. En la relación de temas del Arte Esquemático Antiguo
regional no se han incluido los zoomorfos. Ahora, sin embargo, me atrevo a reconsiderar mi opinión, a partir de la revisión
de algunas de estas imágenes. El ya citado fragmento cerámico
con tres animales, incisos y rellenos de pasta blanca, de la Cova
de l'Or, para el que se propuso una adscripción en momentos
avanzados del Neolítico, se sitúa ahora en el Neolítico Antiguo
cardial por su contexto de aparición y sus características tecnotipológicas, en las que se ha descartado la presencia de almagra
(Domingo et al., 2007: 175) (fig. 7). El tratamiento lineal de estos zoomorfos, interpretados como ciervas, recuerda al de otros
zoomorfos pintados en el Abric II de La Sarga y en la Cova
Jeroni, en la Vall de Gallinera (fig. 8), que siempre incluí en la
tradicional pintura esquemática y ahora, de confirmarse la cronología propuesta para el fragmento inciso de la Cova de l'Or,
se situarían en el Neolítico Antiguo. En éste también incluyo
el cáprido del Abric IV del Barranc de Benialí, que comparte
panel con serpentiformes y antropomorfos macroesquemáticos
y restos de motivos levantinos. En otros zoomorfos de la cuenca
del Júcar se ha utilizado una pintura oscura y densa. Unos, como
el del Barranc de Bosquet (Moixent, Valencia), son de tosca factura y se relacionan, a nivel de ejecución, con antropomorfos y
motivos geométricos. En otros el cuerpo es de tendencia fusiforme con cortas patas, entre los que se encuentra el cáprido de la
Balsa de Calicanto (Bicorp, Valencia) (fig. 9).
Se ha discutido la adscripción al Arte Levantino del cáprido
y ciervo impresos cardiales en el fragmento de la Cova de l'Or,
aduciendo la cornamenta en forma de peine del último ejemplar.
Efectivamente este tipo de convencionalismos se asocia a los
cérvidos esquemáticos, por lo que no descarto esta adscripción,
aunque mantengo que el cáprido es levantino. De confirmarse la pertenencia de estos dos fragmentos a una misma vasija
se corroboraría la coexistencia de ambos horizontes, ya dentro
del llamado Arte Neolítico, cuestión que espero abordar con B.
Martí en próximas aportaciones (fig. 10).
486
Fig. 8. Cova Jeroni (la Vall de Gallinera, Alicante).
En el Arte Macroesquemático abundan los serpentiformes,
unos asociados a figuras humanas y otros aislados, tanto verticales como horizontales. Entre estos últimos destaca por sus
dimensiones y complejidad el espectacular conjunto del Abric
II de La Sarga. Transformados en zigzags algunos de ellos se
han incluido en el Arte Esquemático Antiguo por el tipo de trazo
denso de la pintura, a menudo de color rojo intenso, que recuerda al macroesquemático. Estos zigzags son abundantes en la
cuenca del Júcar, tanto en la provincia de Cuenca como en la de
Valencia. El ejemplo más conocido y, sin duda, de mayor interés
por su posición estratigráfica, corresponde a la Cueva de la Araña (Bicorp, Valencia), donde la cornamenta de un gran ciervo se
Fig. 9. Balsa de Calicanto (Bicorp, Valencia).
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Arte Macroesquemático vs. Arte Esquemático. Reflexiones en torno a una relación intuida
Fig. 10. Cova de l'Or (Beniarrés, Valencia). Dibujos: B. Martí (2006).
Fig. 11. Cueva de la Araña (Bicorp, Valencia).
superpone a zigzags verticales (fig. 11) que, según E. Hernández
Pacheco, “se encuentran en otras localidades de pinturas trogloditas y rupestres de muy diversas edades, desde las que se
reputan más antiguas, del auriñaciense, hasta las de edad neolítica” (Hernández Pacheco, 1924: 77). En su propuesta de fases
cronológicas de las cuevas de la Araña no incluye los zigzags,
que en su opinión parecen hechos con los dedos mojados en
pintura roja, mientras el ciervo corresponde a la tercera fase. En
La Araña se confirma la secuencia de La Sarga, donde imágenes
levantinas se superponen a serpentiformes macroesquemáticos,
aquí transformados en zigzags. Los zigzags de la Cueva de la
Vieja (Alpera, Albacete) se encuentran “debajo del individuo
encaramado á un palo ó árbol… Pertenecen á la segunda ó tercera fase; pero idénticamente se encontró otro en la Cueva del
Queso hecho con tinta amarillenta, y sin duda alguna es de la
época ó fase de las cabras monteses” (Cabré, 1915: 201), que
asocia a la primera fase del conjunto de Alpera. En abrigos del
Barranco Moreno (Bicorp, Valencia) se concentran los mejores ejemplos de zigzags verticales pintados en rojo con pintura
densa y pastosa de todo el Arco mediterráneo peninsular, que
en la Balsa de Calicanto presentan un excelente grado de con-
servación (fig. 12). Los Gineses presentan un deficiente estado
de conservación, aunque claramente se relacionan con los de
la Balsa de Calicanto, existiendo entre estos dos conjuntos una
clara interconexión visual. También se registran en abrigos del
vecino término municipal de Millares. En el abrigo II de Encarna Rubio (Martínez i Rubio, 2014) alcanzan los 147 cm de longitud y recuerdan, si bien muy simplificados, los serpentiformes
del Abric II de La Sarga.
En Cuenca, a los ya conocidos de Marmalo IV, en Villar del
Humo, se incorporan, además de algunos inéditos en la Sierra de
las Cabras, los del Abrigo del Tío Modesto, en Henarejos. En este
yacimiento se encuentran infrapuestos a arqueros y zoomorfos levantinos (Hernández, Ferrer y Catalá, 2001), mientras que en Marmalo IV, según A. Alonso los zigzags “contactan” con las figuras
levantinas, expresión que también se utiliza para los de la Cueva
de la Vieja (Alpera, Albacete) que, como se ha señalado, para J.
Cabré se encontraban debajo de una figura humana levantina.
En Castellón los zigzags verticales de la Cova del Civil,
en Tírig, se consideran “una imitación de las formas macroesquemáticas (que) constituirían un indicador más del proceso de
aculturación que tendría lugar en las primeras fases del proceso
de neolitización” (Martínez Valle y Guillem, 2006: 82). También se señala “un aire de tradición macroesquemática” en los
serpentiformes angulares de Les Coves de Baldellou, en la Noguera Ribagorzana, uno de los cuales incluso parece terminar en
“deditos” (Utrilla y Martínez-Bea, 2010).
Como ha señalado B. Martí, en las cerámicas cardiales y
epicardiales valencianas son extraordinariamente abundantes
los zigzags, tanto horizontales como verticales. Se confirma de
este modo la presencia temprana de estos motivos en las manifestaciones rupestres (Martí, 2005; Martí y Hernández, 1998;
Martí y Juan Cabanilles, 2002).
En la revisión del arte rupestre del conjunto del Barranco
Moreno, entre los que se encuentra Los Gineses, se confirma
la existencia de un tipo de pintura de color rojo intenso y de
trazo denso que se relacionó con el trazo macroesquemático.
Los mejores ejemplos, aunque no únicos, se hallan en la Balsa
de Calicanto, donde, además de unos pocos zoomorfos levantinos, se registran figuras antropomorfas y zigzags verticales de
mediano y gran tamaño. En anteriores ocasiones he asociado
la figura humana rodeada de zigzags de Los Gineses (Bicorp,
Valencia) y Rosser (Millares, Valencia) con el orante del Abric
V del Pla de Petracos, aunque esta relación no se considere muy
487
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M. S. Hernández Pérez
Fig. 12. Balsa de Calicanto (Bicorp,
Valencia).
ortodoxa (Utrilla y Martínez-Bea, 2010) y, en efecto, estas imágenes en los abrigos valencianos tienen los brazos inclinados
hacia abajo (fig. 13). No obstante, por su tipo de pintura y la propia composición no dudo en mantener mi propuesta, compartida
por otros investigadores valencianos, y para la que se dispone de
su correspondiente imagen mueble en un fragmento impreso de
instrumento dentado del Abric de la Falguera, en Alcoi (Martí,
2006: 125-126).
P. Acosta consideró que el estudio de los ramiformes resultaba de gran interés dentro del conjunto de pintura esquemática
(Acosta, 1968: 124). Tras la revisión de las imágenes muebles
por parte de B. Martí, su interés se ha incrementado al constatarse su presencia en cerámicas impresas cardiales de las cuevas
de L'Or y La Sarsa (fig. 14). Este motivo no se ha incluido en el
registro de imágenes macroesquemáticas, aunque el tipo de pintura del ejemplar del Abric II de La Sarga recuerda a la utilizada
en las macroesquemáticas del mismo abrigo.
También remonta al Neolítico Antiguo la aparición de los
esteliformes, de los que se señala su presencia en cerámicas impresas cardiales de las cuevas de Or, Sarsa y Fosca (fig. 15).
Asimismo se registran entre las imágenes pintadas en los cantos
de la Cueva de Chaves, con similar cronología. Como también
ocurre con los ramiformes, perduran hasta la Edad del Bronce,
aunque muchos de estos esteliformes, similares al impreso cardial de la Cova de l'Or, se asocian al fenómeno del enterramiento colectivo y a la Edad del Cobre.
3. CONSIDERACIONES FINALES
Como ha demostrado B. Martí, en la fachada oriental de la
península Ibérica las cerámicas impresas cardiales confirman
la existencia de imágenes esquemáticas en el Neolítico Antiguo. Su registro actual lo integran algunos tipos de antropomorfos y zoomorfos, además de ramiformes, esteliformes
Fig. 13. Antropomorfos rodeados de serpentiformes-zigzags. 1: Pla de Petracos. 2: Los Gineses. 3: Abrigo Roser.
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Arte Macroesquemático vs. Arte Esquemático. Reflexiones en torno a una relación intuida
Fig. 15. Esteliforme impreso cardial. Cova de l'Or. Fotografía:
Museu de Prehistòria de València.
Fig. 14. Ramiformes. 1: Abric II de La Sarga (Alcoi); 2: Abric I del
Barranc de Frainós (Alcoleja); 3 y 4: cerámica impresa cardial de la
Cova de l'Or (Beniarrés).
y líneas quebradas o zigzags. La mayoría de ellas proceden
de cuevas de habitación ubicadas en el territorio macroesquemático, donde en la actualidad se conoce un importante
número de abrigos con arte rupestre Esquemático. Algunas
de las imágenes, al menos los antropomorfos en Y y doble
Y, y posiblemente también los ramiformes, son compartidas
por ambas manifestaciones. En los abrigos de La Sarga imágenes identificadas como macroesquemáticas, esquemáticas y
levantinas comparten el mismo espacio. Entre las dos primeras
existen evidentes similitudes a nivel de color y tipo de pintura,
aunque las diferencias temáticas son evidentes. Al igual que
entre el zoomorfo y los serpentiformes del Abric IV del Barranc de Benialí, un abrigo en el que también existen evidencias de Arte Levantino. En mi opinión estos dos yacimientos
alicantinos confirman la existencia de un Arte Neolítico, en el
que se pueden identificarse tres horizontes artísticos. Entre dos
de ellos –artes Macroesquemático y Esquemático– se intuye
una relación que necesita ser confirmada con analíticas de sus
pigmentos. Este Arte Esquemático se identifica como Antiguo
para diferenciarlo del fechado en el Neolítico Final y la Edad
del Cobre, sin que por el momento me atreva a establecer una
continuidad entre ambos, que la documentación disponible no
permite plantear.
Muchas de las imágenes de la cuenca del Júcar se incluyeron en un territorio de influencia macroesquemática
(Hernández Pérez, 2006b) que podría ponerse en relación
con el denominado territorio pericardial, identificado como
“aquellos espacios que, fuera de la zona pionera o nuclear,
revelan una temprana presencia de características neolíticas,
principalmente elementos cerámicos impresos e incisos”
(García Atiénzar, 2009: 121), en el que se incluye, además
de la cuenca del río Júcar, el río Vinalopó, el Altiplano Jumilla-Yecla, la Vega Alta del Segura, el nacimiento de los ríos
Mundo y Segura.
En el estudio de las pinturas rupestres de los abrigos de
Barranc de Carbonera (Beniatjar, Valencia) y del Barranc del
Bosquet (Moixent, Valencia) intuí ciertas similitudes con el
Arte Macroesquemático alicantino, aunque no me atreví a ampliar el territorio macroesquemático. La mayoría de las imágenes del abrigo I del Barranc del Bosquet se incluyeron en
un inicial estudio dentro del Arte Esquemático, que en estas
tierras sugería la existencia de una “provincia” dentro de esta
manifestación artística que en aquellos momentos no estaba
bien definida (Hernández y C.E.C., 1984: 20). Con posterioridad algunas de ellas se identificaron como macroesquemáticas
y se relacionaron directamente con las del Pla de Petracos,
aunque se insistía en su menor tamaño (Aparicio, Beltrán y
Boronat, 1988: 61).
La revisión de los abrigos con arte rupestre en la cuenca del
Júcar, donde también se han descubierto otros nuevos, permite
relacionarlos con los del territorio macroesquemático a partir
del análisis de la icononografía y de sus características técnicas.
Muchas de las imágenes de los abrigos del Barranc de Carbonera y Barranc del Bosquet, a los que ahora se une algunas del
Barranc de la Mata, marcan el camino recorrido desde la Sierra
del Benidadell a la cuenca media del Júcar. Y es aquí donde debería caracterizarse el Arte Esquemático Antiguo que mantiene
en origen relaciones no bien precisadas por el momento con el
Arte Macroesquemático.
Muchos fueron los caminos que B. Martí trazó en una investigación arqueológica que daba signos de agotamiento o que
ni siquiera se habían planteado. Sus trabajos, sus siempre razonadas opiniones, sus reflexiones y su posicionamiento ético ha
sido un ejemplo para todos. Mucho hemos aprendido a su lado
y, todavía, mucho nos queda por aprender.
489
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M. S. Hernández Pérez
NOTA
Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto HAR 201233710 “III y II milenios cal. BC: poblamiento, ritualidad y cambio
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Motius figuratius en la ceràmica del neolític antic inicial
i art (macro)esquemàtic a Catalunya
F. X. OMs ARias, M. À. Petit MendizàBal i F. J. LóPez CaCHeRo
Serveixi aquest article, que tracta un tema que li és car,
d'homenatge a l'amic i mestre Bernat Martí.
reSum
Es presenten algunes ceràmiques amb decoracions figuratives corresponents al neolític antic inicial de Catalunya i motius
pintats en abrics que correspondrien al mateix àmbit simbòlic i cronocultural. D'igual manera es planteja la problemàtica a
l'hora de caracteritzar aquest fenomen, que podria suposar l'assimilació de gran part de l'art esquemàtic, tradicionalment situat
en períodes posteriors a aquest moment. Es discuteixen les dades cronològiques aportades per les datacions absolutes lligades
a les ceràmiques objecte d'estudi, així com la distribució geogràfica tant dels jaciments com dels abrics pintats.
ParauleS clau:
neolític antic inicial, art esquemàtic, ceràmica cardial/impresa, Catalunya.
réSumé
Nous présentons des céramiques avec décors figuratifs du Néolithique ancien initial de la Catalogne et des représentations
peintes en abris qui pourraient correspondre au même phénomène symbolique et à la même période cronoculturelle. On aborde
aussi la problématique de la caractérisation de ce phénomène, qui pourrait impliquer l'assimilation d'une grande partie de l'art
schématique, traditionnellement attribué aux périodes plus récents. Les données chronologiques fournies par les datations
absolues liées à la céramique objet d'étude sont aussi discutées, ainsi que la répartition géographique des sites avec céramique
à décor figuré et des abris peints.
moTS cléS
: Néolithique ancien, art schématique, céramique cardial/imprimé, Catalogne.
1. INTRODUCCIÓ
Fa poc més de trenta anys es descobriren per a l'arqueologia un
conjunt de pintures que foren estudiades i publicades sota l'epígraf
d'art macroesquemàtic (Hernández i Segura, 1985). L'apel·latiu
feu fortuna. D'igual manera ben aviat es comprovà la inqüestionable semblança d'aquelles figures antropomorfes amb algunes
representacions figuratives de la ceràmica impresa valenciana
(Martí i Hernández, 1988). A partir d'aquest moment, i a banda de permetre la datació indirecta de l'art recentment descobert,
s'anaren albirant d'altres similituds entre les representacions pintades que acompanyaven els antropomorfs (ziga-zagues, punts,
corones, estel·liformes) i les sanefes cardials i alguns motius relativament freqüents impresos com els umbons que equivaldrien
als punts pintats i d'altres més rars (estel·liformes i animalístics).
Finalment s'arribà a la conclusió que les barroques decoracions
impreses de la ceràmica dels primers neolítics peninsulars podien
tenir una lectura de caire simbòlic que les allunyava del mer sentit
decoratiu (Martí i Juan Cabanilles, 2002). D'ençà llavors i fins el
present no s'ha deturat la recerca sobre aquestes qüestions augmentant el seu nombre i la seva distribució geogràfica.
Un punt d'inflexió en la recerca fou sens dubte la descoberta i publicació dels còdols decorats procedents del nivell cardial de la cova de Chaves (Utrilla i Baldellou, 20012002; Utrilla et al., 2008). Entre aquests hi trobem tres
“orants”, en especial un de molt clar, i d'altres representacions (estel·liformes, punts, ratlles, etc.) que també han trobat
els seus paral·lels en l'art macroesquemàtic. La descoberta
va permetre ampliar la geografia de l'art del neolític antic
inicial.1 Utrilla, en parlar-ne, posa en relació els “orants” de
Chaves amb un “orant” pintat de la cova del Tabac; d'igual
manera comenta un fragment de ceràmica de la cova del Vidre
amb representacions de ziga-zagues i d'aquesta manera introdueix l'existència a Catalunya d'art macroesquemàtic i de
ceràmica impresa amb motius paral·lelitzables a les pintures
(Utrilla, 2012). Hem de dir, però, que ja amb anterioritat Martí i Juan Cabanilles havien comentat un vas de la cova Gran
de Montserrat en el mateix sentit (2002).
1
Denominem neolític antic inicial les fases c. 5500-5000 cal BC prèvies a l'Epicardial.
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F. X. Oms Arias, M. A. Petit Mendizàbal i F. J. López Cachero
Fig. 1. Distribució de jaciments amb ceràmiques amb motius figuratius del neolític antic inicial (■) i dels abrics amb pintures (●) esmentats
en el text: 1. Guixeres de Vilobí (Sant Martí Sarroca); 2. Esquerda de les Roques del Pany (Torrelles de Foix); 3. cova Gran (Collbató); 4.
cova del Toll (Moià); 5. cova de l'Or (Sant Feliu del Llobregat); 6. la Draga (Banyoles); 7. cova de la Font Major (L'Espluga de Francolí);
8. cova del Vidre (Roquetes); 9. cova Colomera (Sant Esteve de la Sarga); 10. cova Joan d'Os (Tartareu); 11. cova dels Vilasos (Os de
Balaguer); 12. cova del Tabac (Camarasa); 13. Les Aparets (Alòs de Balaguer); 14. Antona (Artesa de Segre); 15. Pedra de les Orenetes
(La Roca del Vallès); 16. Portell de les Lletres (Montblanc); 17. Mas del Gran (Montblanc); 18. Britus (Montblanc); 19. abric de Gallicant
(Cornudella de Montsant).
Finalment s'han incorporat diversos motius (com ara els ramiformes) que apareixen en ceràmiques impreses o no i que
trobarien el seu paral·lel en les representacions de l'art esquemàtic peninsular (Hernández i Hernández, 2013), atribuïdes tradicionalment a períodes més tardans del neolític i àdhuc de les
edats dels metalls. L'ampliació de motius amb paral·lels tant
a l'epicardial (Ten, 1979; Flors, 2009; Garcia Borja i Aguilella, 2013; Utrilla, 2013) com en el bronze inicial (Maya i Petit,
1986) desvirtua, al nostre entendre, la força de correspondència
cronocultural entre el macroesquemàtic i les ceràmiques impreses del neolític antic inicial. Per això no els tenim en compte.
492
2. LES EVIDÈNCIES EN TERRITORI CATALÀ
Un dels problemes que es presenta en el cas català a l'hora
d'identificar tant les ceràmiques com els seus paral·lels
pintats (tot i que extrapolable a altres territoris del llevant
peninsular) és el de quins motius considerem com a vàlids
per establir-ne la concordança. Pensem que limitar-nos a
uns motius concrets permet observar millor fins a quin punt
els indrets amb aquestes pintures i la procedència dels individus ceràmics amb decoracions figurades es corresponen
geogràficament (fig. 1).
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Motius figuratius en la ceràmica del neolític antic inicial i art (macro)esquemàtic a Catalunya
Fig. 2. Materials ceràmics esmentats al text: 1-2. Guixeres de Vilobí; 3. cova Joan d'Os; 4. Esquerda de les Roques del Pany; 5. cova
Colomera; 6. cova de la Font Major; 7-8. cova del Vidre; 9, 13 i 15. cova Gran de Collbató; 10. cova del Toll; 11-12. la Draga; 14. cova de
l'Or. Les fotografíes procedeixen de Oms (2014), excepte les de la Cova del Vidre (Bosch, 2009) i de la Cova Gran (Fons del Museu de
l'Abadia de Montserrat). Els dibuixos de la Draga procedeixen de Bosch et al. (2011), el de la cova Gran de Collbató de Baldellou et al.
(1989) i el de la cova de l'Or de Granados (1981).
2.1. leS ceràmIqueS
Ja a la tesi doctoral d'un de nosaltres (F.X.O.) s'abordà tot i
que de manera colateral, la qüestió de las ceràmiques amb motius figuratius (Oms, 2014: 393-399) i es mostraren algunes
evidències ceràmiques que presentarien decoracions impreses
figurades i/o assimilables a les publicades en altres indrets del
llevant peninsular. En aquest sentit es van descriure un seguit
d'efectius corresponents a diversos jaciments a partir dels 32
conjunts estudiats. En la recopilació que ara presentem n'hem
afegit algun més. En total tractem 14 vasos diferents (7 amb
antropomorfs (dos d'ells d'un mateix vas), una corona, 4 amb
motius solars, un amb una garlanda, un amb un zoomorf i un
amb un geomètric) (fig. 2).
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F. X. Oms Arias, M. A. Petit Mendizàbal i F. J. López Cachero
Endemés del casos de la cova del Vidre i de la cova Gran
de Collbató que hem mencionat, un altre motiu figuratiu ja havia estat comentat per Utrilla (2013), concretament la probable
corona o cap d'un antropomorf de la cova Colomera, fragment
ceràmic que havia estat publicat per un de nosaltres (Oms,
2008). A continuació en parlarem de tots ells.
pretat com un motiu solar (Oms, 2008) sinó, i ja ho apuntà
Utrilla encertadament, com el cap d'un orant del que surten
uns raigs o bé una corona relacionada amb un antropomorf
(Utrilla, 2013) (fig. 2.5).
2.1.1. Antropomorfs i corones
A la cova de la Font Major tenim un únic fragment ceràmic decorat amb boquique a base de franges horitzontals i inclinades
que convergeixen cap un motiu circular incomplert que podria
tractar-se d'un motiu solar (fig. 2.6). Al jaciment de La Draga
s'ha localitzat un fragment decorat amb pinta. Es tracta d'un
motiu que s'articula a partir d'un mugró al redós del qual es
disposa un cercle del que surten faixes d'impressions rectilínies
descendents i ascendents al costat de les quals hi veiem sengles
triangles invertits. Ho interpretem com un motiu solar (fig.
2.11). A la cova de Joan d'Os s'exhumà un fragment en el que
s'entreveu una decoració molt incomplerta a base d'una possible garlanda amb boquique i sota un motiu solar de perímetre
sinuós o meandriforme (fig. 2.3). Un altre exemple el trobem a
la cova Gran de Collbató; tres fragments formen un motiu circular realitzat amb cardial arrossegat al voltant d'un botó aplicat. Limita aquests cercles concèntrics un seguit d'impressions
cardials obliqües. Al voltant d'aquestes s'articulen una sèrie de
franges en diferents sentits (fig. 2.9).
En primer lloc hem de dir que cap jaciment de Catalunya
ha proporcionat una ceràmica amb una representació complerta i clara d'un antropomorf. En tots els casos es tracta
de fragments, sovint petits, que permeten entreveure parcialment figuracions que podrien assimilar-se a antropomorfs
i poca cosa més. Així tenim quatre fragments d'un mateix
vas procedent de les Guixeres de Vilobí amb una decoració
de cardial oblic que representa un motiu vertical format per
un cos massís envoltat de traces obliqües impreses a la part
superior i inferior i d'un espigat lateral (fig. 2.1); tot i que
la complicada orientació de la peça no permet assegurar-ne
la representació podria tractar-se d'una part d'un antropomorf. D'igual manera la cova del Toll lliurà dos fragments
d'un mateix vas amb tècnica incisa, cardial oblic i umbó que
representaria un cos vertical central, en bona part desaparegut, i dos sanefes en garlanda que podrien correspondre a dos
braços aixecats (fig. 2.10 ). També la cova Gran proporcionà
un gran fragment d'un vas amb coll destacat decorat amb un
cordó i impressions cardials obliqües que conformarien un
tronc del que sortirien extremitats en ziga-zaga (fig. 2.13).
Aquest fragment és el que fou citat com un possible antropomorf per Martí i Juan Cabanilles com hem dit més amunt.
Podria tractar-se d'un antropomorf del tipus “cama-obert”
descrit per Utrilla (2013). La cova del Vidre ha proporcionat també dos vasos amb decoració figurada. Un d'ells està
decorat a base de cardial oblic i impressió simple. El motiu
apareix incomplert i podria ser un antropomorf amb el tronc
central vertical del que surten dos braços alçats de tendència
rectilínia. També hi podem veure tres dits o l'esquematització
de la mà estesa del braç esquerra (fig. 2.15). El segon (Bosch,
2010) correspon al mencionat per Utrilla i integrat per aquesta dins dels antropomorfs “cama-oberts” (2013). Es tracta
d'un exemplar de vas mitjà amb perfil en “S”; al centre del
vas s'hi desenvolupa un motiu complex realitzat amb cardial
oblic i impressió simple. Es pot definir com un tronc vertical
que neix i mor en sengles franges horitzontals incises-impreses. Del cos surten tres parelles de extremitats en ziga-zaga
de desenvolupament horitzontal. Al fragment mencionat per
Utrilla cal afegir-ne un altre de representació idèntica i pertanyent al mateix vas (fig. 2.7 i 8 ). Granados publicà (1981:
149) diversos materials procedents de la cova de l'Or entre
els que destaca un fragment amb decoració impresa cardial
oblic en les que es poden veure dos troncs verticals dels que
surten en forma de ziga-zagues probables extremitats superiors i inferiors que s'ajunten (fig. 2.14), novament del tipus
antropomorf “cama-obert”. Probablement relacionada amb
un antropomorf, la cova Colomera lliurà un petit fragment
informe imprès amb un mínim de tres cercles concèntrics, del
més exterior dels quals surten vuit raigs que no completen
la totalitat del cercle. Per tant el conjunt no pot ser inter494
2.1.2. Motius solars o estel·liformes
2.1.3. Altres
En els registres que hem analitzat recentment a Catalunya (Oms,
2014), hem notat la presència molt habitual de motius en chevron, en ziga-zaga, en meandre o en d'altres figures geomètriques que, en alguns casos, podrien tenir cabuda en aquest treball
(balma de l'Espluga, cova del Bolet, cova de la Valldan, cova de
la Toralla o la Vinya d'en Pau entre molts d'altres). No obstant,
considerem que és quelcom massa estès i per tant, seria molt
agosarat per part nostra proposar-los tots com a figuracions.
Esmentarem només tres exemples, que considerem interessants
i representatius, i que podrien tenir una “explicació” figurativa.
Procedent de La Draga es recuperà un fragment ceràmic
amb decoració geomètrica que forma una retícula inacabada
que en alguns punts recorda un motiu reticulat (fig. 2.12). De
l'Esquerda de les Roques del Pany disposem de tres fragments
que formen part d'un mateix vas. Per sota d'una franja horitzontal impresa, s'hi reprodueix un motiu que clarament representa
un meandre (fig. 2.4).
Per últim, destacarem la presència d'un possible zoomorf
a les Guixeres de Vilobí (fig. 2.2), on mitjançant una tècnica
cardial obliqua en diferents posicions, podria representar una
cornamenta.
2.2. elS moTIuS PInTaTS
2.2.1. Antropomorfs i corones
En l'art esquemàtic de Catalunya hi ha figures antropomorfes
de cos cilíndric i robust que s'allunyen dels esquemes de representació humana de l'art llevantí. D'igual manera no es corresponen amb les formes de les figures antropomorfes “clàssiques”
esquemàtiques que podrien assimilar-se als ramiformes o a figures molt simples com ara les creus.
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Motius figuratius en la ceràmica del neolític antic inicial i art (macro)esquemàtic a Catalunya
Dels antropomorfs de cos cilíndric quan en podem identificar el sexe aquest és masculí, cas dels dos del Mas del Gran (fig.
3.1) i dels dos de Britus II (fig. 3.2). També ens trobem cossos
cilíndrics i robustos formant sèries a Les Aparets II (fig. 3.3 ).
Sovint la literatura els ha anomenat digitacions per considerar
que eren simples traços realitzats amb els dits seguint un ritme
vertical paral·lel. No obstant això, en alguna ocasió podem distingir-ne l'aspecte antropomorf com ara a l'abric de Gallicant
(fig. 3.4). També considerem que és antropomòrfica una figura
del Portell de les Lletres (fig. 3.5); tot i trobar-se molt malmesa
aquesta figura conserva un braç dret aixecat i s'acompanya al
costat esquerre d' un seguit de traços verticals.
Molt més clara i al nostre entendre amb inqüestionables
paral·lels en l'art anomenat macroesquemàtic és la representació de la cova del Tabac. Es tracta d'un antropomorf
amb els dos braços aixecats i acabats en mans en forma de
bola. S'acompanya a dreta i esquerra d'un seguit de traços
verticals i ondulants rematats amb boles que semblen repetir-se de manera equidistant (fig. 4.1). Val a dir que aquest
antropomorf ja ha estat datat al neolític antic tot comparant-
lo amb les representacions humanes pintades en els còdols
(Ch.92.13A?Ib.66) i en un bloc (Ch. 92.203) procedents de la
Cova de Chaves (Bastarás) amb els qui té similituds enormes
(Utrilla i Baldellou, 2001-02). Malauradament la millor representació rupestre d'art del neolític més antic de Catalunya
es troba malmesa per grafits moderns.
A les Aparets IV (fig. 3.6) hi trobem una figura en forma de la
lletra grega “phi” que podria ser perfectament la part superior d'un
antropomorf amb els braços aixecats. El còdol (Ch.13B'.170.48) de
Chaves té una representació que també ha estat interpretada com
una “phi”. Considerem, però agosarat encabir totes les figures en
“phi” de l'art esquemàtic (com les de Mas d'en Carles, o cova de
les Creus, ambdós a Montblanc) en una única fase cronològica, com
també les figures en forma de creu, feixos o ramiformes per molt
que aquests motius apareguin en els còdols pintats de Chaves.
També podríem posar algunes objeccions al conjunt
d'antropomorfs que ara presentem. Per exemple, els dos de Mas
del Gran que agafen amb ambdues mans un objecte allargat de
difícil identificació i que endemés semblen acompanyar-se de
diversos quadrúpedes que semblen realitzats per una mateixa
Fig. 3. Pintures de possibles antropomorfs: 1. Mas del Gran; 2. Britus II; 3. Les Aparets II; 4. Abric de Gallicant; 5. Portell de les Lletres;
6. Les Aparets IV. Les il·lustracions procedeixen de DDAA (1990 i 1994).
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F. X. Oms Arias, M. A. Petit Mendizàbal i F. J. López Cachero
Fig. 4. Panell pintat de la Cova del Tabac (Camarasa). Il·lustració de DDAA (1990).
Fig. 5. Motius en “corona”: 1 i 2. Portell de les Lletres; 3. Antona III. Les il·lustracions procedeixen de DDAA (1990 i 1994).
mà. Sovint podríem confondre alguns d'aquests cossos rectangulars, amb pocs trets humans, amb simples bandes verticals.
No obstant això els hem volgut reunir i presentar.
Pel que fa als semicercles radiats o “corones” les trobem
abastament representades al Portell de les Lletres ( fig. 5.1 i 2)
isolades o formant part d'un complex motiu en el que se'n troben tres. També ho és la representació d'un cercle seguit per
dos traços verticals que surten de la seva part inferior i que es
localitza al panell d'Antona III (fig. 5.3).
496
2.2.2. Estel·liformes i cercles concèntrics
Dins d'aquest capítol en trobem una representació molt clara
a la cova del Tabac (fig. 4.2). Està pintada amb la mateixa tonalitat ataronjada-vermellosa de l'antropomorf abans esmentat
i tal vegada tot el conjunt pintat d'aquesta cova podria formar
part d'una mateixa composició. Un estel·liforme molt semblant
el trobaríem en un dels còdols pertanyents a Chaves (Ch. 90.
11E.138.15).
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Motius figuratius en la ceràmica del neolític antic inicial i art (macro)esquemàtic a Catalunya
2.2.3 Altres
Sempre ha estat conceptuat com un motiu serpentiforme el que
apareix a la Pedra de les Orenetes. Dins del mateix panell hi ha
un altra representació semblant, però més curta i dues més verticals. Es tracta d'un element únic en tota la iconografia de pintura
rupestre catalana. Les representacions en ziga-zaga s'han associat
a l'art macroesquemàtic, però aquestes acostumen a aparèixer en
un nombre repetitiu. Com hem vist a la Pedra de les Orenetes
apareixen ziga-zagues verticals i horitzontals. El conjunt es troba
en molt mal estat de conservació. Tot i amb això podem dir que
les ziga-zagues verticals i la gran ziga-zaga horitzontal són del
mateix color castany-vermellós (fig. 7.1 i 2), mentre que la més
petita horitzontal és de color ataronjat. (fig. 7.3).
3. LA DISTRIBUCIÓ GEOGRÀFICA (fig.1)
Fig. 6. Motius de cercles concèntrics: 1. Els Vilasos; 2 i 3. Antona
II. Les il·lustracions procedeixen de DDAA (1990).
Pel que fa als motius de cercles, a la cova dels Vilasos o
dels Vilars (fig. 6.1) n'hi podem veure un fet amb quatre cercles
concèntrics incomplerts. A Antona II (fig. 6.2 i 3 ) hi trobem dos
cercles amb un doble anell concèntric.
No podem isolar les evidències suara aportades d'àmbits geogràfics més extensos com ara el Prepirineu o la vall Segre-Cinca, els quals se situen també a la comunitat autònoma d'Aragó
(Utrilla, 2013).
La relació geogràfica més evident i ja advertida per Utrilla (2012) és la de l'orant de la cova del Tabac amb el fragment ceràmic de la cova Colomera. Ambdós jaciments es
troben a una distància molt reduïda i dins el mateix context
geogràfic (Segre-Serralada del Montsec). En el mateix sentit, els motius pintats d'Antona també podrien tenir relació
amb el motiu solar de la ceràmica de la cova Joan d'Os atesa
la seva proximitat. Cal remarcar que a la cova del Tabac,
a més de les pintures ja esmentades, també s'hi documen-
Fig. 7. Panell pintat de la Roca de les Orenetes (La Roca del Vallès). Il·lustració de DDAA (1994).
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F. X. Oms Arias, M. A. Petit Mendizàbal i F. J. López Cachero
ten un mínim de 22 vasos decorats amb clares analogies als
conjunts de la cova Colomera i de la cova Joan d'Os (Oms,
2014). No obstant, entre el registre disponible, no es troba
cap ceràmica amb figuracions.
Fora d'aquestes relacions de proximitat i temàtica la resta
de distribucions de ceràmiques i de motius pintats no sembla correspondre's massa geogràficament. En un àrea amb alta
densitat de ceràmiques figuratives com és el prelitoral central
(Guixeres, Or, Toll, Gran de Collbató), hi ha també la presència de llocs pintats amb trets esquemàtics, tot i que els motius
allà documentats no semblen tenir relació amb les ceràmiques
figuratives. Al Vallès, la Pedra de les Orenetes apareix isolada
i només sembla presentar afinitats amb L'Esquerda de les Roques del Pany situada força distant. A la Conca de Barberà, els
nombrosos exemples d'art esquemàtic als voltants de Montblanc només troben proximitat amb el fragment figuratiu de
la Font Major.
Com veiem la coincidència és escassa, tot i que pensem que
la cerca aprofundida dels registres podria completar el mapa i
millorar la possible relació geogràfica.
4. LA CRONOLOGIA
Els jaciments dels quals procedeixen les ceràmiques tractades
en aquest treball, compten en algunes ocasions, amb datacions
radiocarbòniques. A les Guixeres de Vilobí i a la cova del Toll
n'hi ha de disponibles que es localitzen en el primer tram de la
seqüència catalana del neolític antic. La resta de conjunts datats es situen dins una fase avançada del neolític antic inicial:
la cova de la Font Major, la Draga, la cova del Vidre i la cova
Colomera en són els exemples disponibles (taula 1).
Observem un mínim de dues tradicions culturals a Catalunya. Per una banda, els fragments de la cova Colomera s'integren
bé dins el neolític antic de ceràmiques impreses/boquique, mentre que la resta de fragments/jaciments ben datats es relacionen de manera més clara amb la tradició cardial. Els individus/
jaciments sense estratigrafia ni datació absoluta segueixen la
mateixa pauta: les evidències de la cova de l'Or i de la cova
Gran de Collbató s'integren dins de l'esfera cardial, mentre que
la de la cova Joan d'Os presenta clares analogies amb la cova
Colomera (Oms, 2014).
Per tant, podem veure com les ceràmiques amb motius figuratius que trobem a Catalunya apareixen des del primer moment del
neolític i també en un estadi més avançat del neolític antic, sempre
dins del que hem anomenat neolític antic inicial (c. 5500-5000 cal
BC) anterior a l'epicardial; els veiem tant en conjunts de clares analogies cardials com vinculades al neolític continental (Oms, 2014).
5. CONCLUSIONS
Hem presentat un conjunt de ceràmiques en les quals observem
motius figuratius amb el ben entès que, donada l'alta fragmentació dels vasos, sovint resulta molt difícil descriure'ls i assegurar-ne la representació figurada. Podríem haver-ne afegit algunes més, amb motius verticals que recorden elements de tipus
vegetal, chevrons, en ziga-zaga, en meandre o en d'altres figures
geomètriques, però hem preferit ser prudents al respecte. Estem
segurs que en un futur algunes de les ceràmiques ara presentades es rebutjaran i d'altres s'afegiran a l'inventari.
Pel que fa als motius pintats que hem triat són aquells que
hem pogut paral·lelitzar amb les decoracions ceràmiques comentades. També aquí hem procurat ser restrictius per tal de
ser el més rigorosos possibles. Si en un futur s'afegeixen nous
motius ceràmics probablement podran sumar-se noves pintures.
Per exemple els denominats pectiniformes verticals o els ramiformes podrien associar-se als abans esmentats possibles motius
vegetals. També succeeix el mateix amb alguna representació
de triangles com ara els de Britus I i II (DDAA, 1994).
Pensem que hi ha representacions com ara “l'orant” de la
cova del Tabac que són inqüestionables i estilísticament molt
semblants a les representacions de Chaves tot prefigurant una
possible “província” estilística prepirinenca amb característiques
pròpies respecte del macroesquemàtic “clàssic” alacantí.
Certament queda molt camí per recórrer. Nosaltres només
hem volgut presentar alguns elements per tal d'iniciar-ne el debat i sobretot la cerca. La revisió dels vells fons i de les ceràmiques procedents d'excavacions recents que no hem pogut consultar, segur que forniran nous exemples d'elements figuratius
que contribuiran a fixar aquest fenomen, cronoculturalment ben
establert, del neolític antic inicial de Catalunya. Segurament llavors es podrà dibuixar també millor la geografia de la “província” cultural del nord-est peninsular.
Taula 1. Datacions radiocarbòniques de jaciments amb ceràmiques que tenen motius figuratius.
Jaciment
Mostra
Referència
Data BP
Var.
Cal BC 2σ
Bibliografia
Guixeres A
Toll IIb
Toll IIb
Font Major Ig
Draga E5 fogar
Draga sector B
Draga sector C
Vidre II-fogar
Colomera CE14
Colomera CE13
Colomera CE12
Ovis aries
Ovis aries
Ovis aries
Ovis aries
Llavor
Llavor
Llavor
Carbons
Triticum a/d
Triticum a/d
Buxus s.
OxA-26069
OxA-26070
OxA-26071
Beta-317705
OxA20234
OxA20232
Beta278256
Beta58934
OxA-23634
Beta-240551
Beta-248523
6458
6425
6390
6310
6127
6121
6170
6180
6170
6150
6020
38
35
34
40
33
33
40
90
30
40
40
5485 - 5342
5474 - 5330
5469 - 5315
5367 - 5215
5210 - 4981
5208 - 4961
5221 - 5000
5326 - 4851
5216 - 5031
5216 - 4993
5011 - 4799
Oms et al., 2014
Cebrià et al., 2014
Cebrià et al., 2014
Cebrià et al., 2014
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
Morales et al., 2010
Oms et al., 2012
Oms et al., 2012
Oms et al., 2012
498
[page-n-506]
Motius figuratius en la ceràmica del neolític antic inicial i art (macro)esquemàtic a Catalunya
NOTA
Aquest treball ha estat dut a terme en el marc dels projectes
2014SGR-108 de la Generalitat de Catalunya, HAR2011-26193
del Ministerio de Ciencia e Innovación i HAR2013-48010-P del
Ministerio de Economía y Competitividad. Agraïm als organitzadors d'aquest homenatge la oportunitat de participar-hi amb el
present treball.
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499
[page-n-507]
[page-n-508]
Del neolític a l'edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 501-520.
Arte rupestre y hábitat en la prehistoria del Riu de les Coves.
Aproximación a la cronología del Arte Levantino
a través de la red de caminos óptimos
Valentín VillaVeRde, tRinidad MaRtínez i RuBio,
PeRe M. guilleM Calatayud, RaFael MaRtínez Valle y José ángel MaRtínez álVaRez
reSumen
La documentación existente en el Riu de les Coves, compuesta por un total de 54 abrigos con arte rupestre Levantino y
Esquemático y 47 yacimientos arqueológicos que abarcan desde el Epimagdaleniense a la Edad del Bronce, permite analizar
la relación existente entre la red de caminos de menor coste y la ubicación de los distintos horizontes artísticos. La posibilidad
de establecer las redes de caminos para los asentamientos de cada fase cultural y la distribución de los distintos horizontes
artísticos (Arte Finipaleolítico, Arte Levantino –horizontes Centelles, Civil, Mas d'en Josep, Cingle de la Mola Remigia y
Lineal–, Arte Esquemático), facilita evaluar el grado de correlación paisajística entre el proceso de ocupación humana y la
ejecución del arte. Los resultados obtenidos indican una estrecha correlación entre el Arte Levantino y el Neolítico II, fase en
la que se registra un notable incremento de las evidencias de ocupación en la zona; así como la estabilidad de ese modelo para
el conjunto de los horizontes gráficos levantinos; y la dificultad de establecer, a partir de los datos disponibles, una correlación
entre las grafías asignadas al Arte Esquemático Antiguo y el poblamiento del Neolítico I.
PalabraS claVe:
arte rupestre Levantino, arte rupestre Esquemático, SIG, red de caminos de menor coste, Neolítico,
arqueología del paisaje, la Valltorta.
abSTracT
Rock art and habitat in the prehistory of the ‘Riu de les Coves'. Approach to the chronology of Levantine Rock Art trhough
the optimum routes network. Archaeological documentation at the ‘Riu de les Coves', with a total of 54 rock-shelters with
Levantine and Schematic Rock Art and 47 archaeological sites documented (ranging from the Epimagdalenian to the Bronze
Age), opens the possibility of evaluate the relationship between the optimum routes network and the location of the different
artistic horizons. It is possible to establish the relation between the optimum routes network settlements of each cultural phase
and the distribution of the different artistic horizons (Epimagdalenian Art, Levantine Art –Centelles, Civil, Mas d'en Josep,
Cingle de la Mola Remigia and Lineal horizons–, and Schematic Art), and evaluate the degree of correlation between the
process of human occupation of the landscape and Rock Art distribution. The results indicate: a strong correlation between the
Levantine Art and Neolithic II, phase in which a significant increase in the evidence of occupation in the area is recorded; the
stability of this model for all the Levantine graphic horizons; and the difficulty of establishing, from the available data, a clear
correlation between the pictures assigned to the Ancient Schematic Art and Neolithic I period.
keywordS:
Levantine Rock Art, Schematic Rock Art, GIS, optimum routes network, Neolithic, Landscape Archaeology,
Valltorta.
1. INTRODUCCIÓN
La cronología del Arte Levantino constituye uno de los tópicos
que mayor debate y atención ha suscitado desde su descubrimiento. En los últimos decenios la discusión se ha centrado en si
su origen puede tener una raíz mesolítica o es de cronología plenamente neolítica. Esta cuestión se ha abordado frecuentemente
a partir de la valoración temática, considerada por algunos investigadores como indicativa del contexto social y económico
al que hacen referencia los motivos o las escenas pintadas, o a
partir del análisis estilístico, especialmente centrado en el estudio e implicaciones de las superposiciones cromáticas de los diferentes estilos levantinos y su relación con el arte Esquemático
(Villaverde et al., 2012).
En algunas ocasiones el debate se ha dirigido a otros campos
de discusión, en la idea de integrar el fenómeno gráfico en un
contexto territorial articulado a partir de las evidencias arqueológicas disponibles. Mientras que en otros trabajos, a partir de
la incorporación de métodos propios de la arqueología espacial,
se ha prestado especial atención a la distribución y posición de
los distintos horizontes gráficos holocenos y su articulación con
el territorio y sus características geográficas. En esta misma línea, y a través de estudios que han recurrido a los métodos propios de la arqueología espacial y del paisaje, se han realizado
aproximaciones a la articulación entre los abrigos con pinturas
y los yacimientos arqueológicos a través del estudio de los caminos óptimos. Un enfoque que resulta especialmente interesante cuando la diversidad de horizontes estilísticos es amplia
501
[page-n-509]
V. Villaverde, T. Martínez i Rubio, P. M. Guillem Calatayud, R. Martínez Valle y J. A. Martínez Álvarez
y cuando la documentación arqueológica se apoya en un buen
conocimiento de la secuencia arqueológica y su distribución espacial, especialmente si existe una cierta amplitud cronológica
en la misma, pues permite evaluar el grado de relación existente
entre la distribución de los distintos periodos arqueológicos y
los diferentes horizontes artísticos.
La Valltorta constituye una de las zonas en las que el Arte
Rupestre alcanza una elevada concentración de yacimientos y
presenta, además, una larga trayectoria de trabajo de campo arqueológico que remonta a los primeros hallazgos en los comienzos del siglo XX y se ha continuado con interrupciones hasta
la actualidad. Estas circunstancias permiten plantear un estudio
como el que ahora presentamos: aplicar desde la perspectiva de
la arqueología espacial, mediante un GIS, una correlación entre
los distintos horizontes gráficos de la secuencia artística y las
evidencias arqueológicas reconocidas en la zona.
Nuestra atención se centra en la comparación de estos datos
con las características físicas del territorio, para intentar extraer
información sobre la relación entre el poblamiento prehistórico
en sus diversas fases y la distribución de los distintos horizontes gráficos determinados en el Arte Levantino. Para ello, se ha
creado una base de datos geográfica y arqueológica en la que
se integran las características físicas y el entorno de cada sitio,
sean estos yacimientos o conjuntos rupestres.
Contamos con una importante cantidad de datos, resultado del trabajo realizado en los últimos quince años en el
mismo núcleo de Valltorta-Gassulla por el Instituto de Arte
Rupestre y la Universitat de València, una labor que ha dado
como resultado una importante renovación y ampliación de
la información disponible del registro arqueológico prehistórico y que en el campo del arte rupestre se concreta en la
identificación de diferentes horizontes artísticos, a partir de
la sistematización de las representaciones levantinas y un detenido análisis de sus principales características estilísticas,
temáticas, compositivas y cromáticas.
Nuestro esfuerzo viene motivado por la necesidad de incorporar el arte a su contexto temporal e integrarlo en el proceso histórico del que formó parte. Esta preocupación, expresada ya en los primeros trabajos de revisión de los grandes
conjuntos rupestre de la zona (Villaverde y Martínez, 2002),
nace del interés por profundizar en el conocimiento del proceso de ocupación humana del territorio. El esfuerzo se centra en
superar la caracterización de ese contexto a partir de una mera
valoración de la proximidad física entre manifestaciones artísticas y otras evidencias arqueológicas, integrando la discusión
en un mismo discurso histórico, atento a las relaciones con el
entorno geográfico y su apropiación por los distintos grupos
humanos del pasado.
En esta ocasión, nos centraremos en el movimiento. En concreto las rutas que comunican los distintos yacimientos, para
tratar de entender y explicar la localización de los sitios de arte
rupestre. Aunque no es nuevo en las ciencias humanas (Llobera,
2000), la aplicación del análisis del movimiento a los estudios
del arte es relativamente reciente en nuestra área de estudio.
Tradicionalmente, el emplazamiento de los abrigos ha sido valorado en función de la dispersión de puntos que se generaba
en un mapa o, más recientemente, por su visibilidad o por la
proximidad a caminos tradicionales. Desde las propuestas de
la Arqueología del Paisaje, J. Martínez introducía en 1998 el
502
concepto de movimiento de manera consciente. Este autor clasifica los abrigos en función de su emplazamiento respecto a los
accidentes geográficos principales: cerros, cañones, barrancos,
etc., y entre ellos distingue aquellos cuyo emplazamiento viene
determinado por el movimiento entre ambientes diferentes. La
metodología propuesta se ha aplicado a otras áreas de arte rupestre con éxitos desiguales, dada la dificultad de adaptarla a
ambientes orográficos diferentes.
Este es el caso de los trabajos de S. Fairén (2002) que aplicó
la tipología de abrigos antes expuesta al importante núcleo de
Arte rupestre del Norte de Alacant. Al profundizar en el estudio
del movimiento, esta misma autora (Fairén, 2006) introduciría
el análisis de los caminos óptimos entre los grandes asentamientos neolíticos alicantinos para estudiar su relación con los sitios
de arte rupestre. Siguiendo, entre otros, los trabajos de Bell y
Lock (2000) en el cálculo de los caminos óptimos se proponen
elementos de paisaje que pudieron servir como atrayentes para
las rutas. En este caso, los abrigos con arte que, por su situación
y características, tuvieron que ser escogidos en relación con el
movimiento de los grupos autores de los distintos horizontes o
estilos gráficos documentados en la región.
En esa misma línea, pero centrada fundamentalmente en el
movimiento de los grupos ganaderos, Cruz Berrocal (2005) señala la relación entre la ubicación de los conjuntos de arte rupestre de la Valltorta y las vías pecuarias, así como la superposición
de éstos con los pastos tradicionales. Rasgos, en su opinión, significativos de su asociación a economías ganaderas y forestales.
Recientemente, uno de los firmantes de este trabajo (Martínez i Rubio, 2011; Martínez i Rubio y Martorell, 2012) ha
abordado el estudio de los caminos óptimos en relación con
los conjuntos de arte rupestre de la cuenca media del río Júcar.
De inicio se tuvo en cuenta solamente el criterio topográfico
para no condicionar los trazados y poder descartar la elección
de los emplazamientos decorados en función de las rutas. La
reconstrucción de los caminos neolíticos a través de este territorio racionalizaba coherentemente la localización de los
abrigos de arte rupestre Esquemático Antiguo y Levantino.
En este caso, las alternativas observadas en sus recorridos podrían tener un componente secuencial con modificaciones a
lo largo del tiempo.
M. Sebastián (2011) ha contemplado, de igual manera, el
estudio del movimiento proponiendo una aproximación al arte
rupestre que debe quedar definitivamente incorporada en los
análisis a escala macro. Sus trabajos relacionados con el núcleo
del Bajo Aragón, donde señala las diferencias encontradas en
la distribución longitudinal de los conjuntos de Arte Esquemático y la de carácter más circular y abierta del Arte Levantino (Sebastián, 2011), se han ampliado con la valoración de los
conjuntos rupestres esquemáticos del valle del Ésera (Huesca),
prestando atención a las transformaciones paisajísticas y la valoración de las posibilidades de explotación del entorno, tanto
agrícola como ganadero, en relación con los yacimientos neolíticos y de la Edad del Bronce (Sebastián y Bea, 2011).
Enmarcados en un enfoque claramente relacionado con la
Arqueología del paisaje, varios trabajos han llamado la atención
sobre el papel del arte rupestre en la construcción del paisaje
social a partir del neolítico, en clara relación con la práctica ganadera y los caminos pecuarios (Berrocal et al., 2014; Fairén et
al., 2006; García, 2006). De especial interés resultan las apre-
[page-n-510]
Aproximación a la cronología del Arte Levantino a través de la red de caminos óptimos
ciaciones metodológicas y de enfoque formuladas por Fairén y
coautores (2006) en relación con las vías pecuarias y los caminos óptimos, al valorar la incidencia de los sistemas económicos, los condicionantes históricos y los núcleos de población en
el recorrido de las primeras.
En un posterior trabajo (Cruz Berrocal et al., 2014), se ha
puesto en relación el arte rupestre con el uso del territorio en la
vertiente mediterránea ibérica, llegando a la conclusión de que
los yacimientos con pinturas levantinas presentan unas características bien definidas en su ubicación, asociándose a medios
de montaña de altitud media y zonas transicionales entre diversos biotopos, abiertas a la explotación de diversos recursos y en
clara relación con las prácticas ganaderas y la apropiación del
paisaje por parte de los grupos productores del Neolítico.
Al centrarnos en el estudio de la Valltorta, y a partir de
una rápida observación de los yacimientos con arte rupestre,
resulta evidente que sus autores, fueran estos quienes fueran,
no vivían en estos abrigos. De los 66 sitios con arte rupestre
inventariados tan solo siete han proporcionado restos materiales de ocupación; de estos, cinco incluyen materiales que
no son adscribibles cronoculturalmente (Abric del Barranc de
les Calçades, Cova de la Pipa, Cova Gran de l'Aigua, Cova
de l'Estaró y Cova Gran del Puntal) por la escasez o el estado
de conservación que presentan. El Cingle de l'Ermità ha dado
materiales correspondientes al Epipaleolítico Geométrico y al
Horizonte Campaniforme de Transición. El Mas Blanc o de
Les Covarxelles presenta a los pies del abrigo restos abundantes pertenecientes al Epimagdaleniense. A partir sólo de estos
datos resulta imposible dilucidar, en términos regionales, la
relación entre Arte rupestre levantino y una etapa concreta de
la ocupación prehistórica.
Tan solo el 10,5% de los yacimientos con arte rupestre presentan materiales arqueológicos a sus pies, de lo que se desprende que los autores de los grafismos se desplazarían, mayoritariamente, desde los puntos de hábitat hasta los abrigos elegidos,
para realizar en ellos tareas que no implicaron la utilización intensa de objetos líticos u otros materiales, o son puntos de paso
en desplazamientos más largos. La presencia del arte constituye,
así, la única evidencia de su visita. Por otra parte, las características de algunos enclaves, dominando pasos, con cierta visibilidad del entorno, o en algunos casos mayor visibilidad territorial, explican que su frecuentación pueda alcanzar una amplitud
cronológica elevada, aunque no necesariamente vinculada a la
decoración de sus paredes. Su frecuentación, ya sea en relación
con actividades ganaderas o como puntos de ojeo vinculadas a
actividades cinegéticas, no estuvo acompañada de actividades
de mantenimiento o de fabricación y consumo, y no ha dado
lugar a la formación de depósitos arqueológicos significativos
en el entorno inmediato de las paredes decoradas.
Los desplazamientos forman parte de las actividades cotidianas, tanto de los grupos de economía cazadora como productora. Abarcando mayor o menor distancia, con mayor o
menor duración, los grupos humanos se desplazan desde los
asentamientos fijos o temporales a lo largo de su territorio. El
tránsito por el territorio inmediato es, de hecho, un acto sistémico, naturalizado a pesar de que debe ser aprendido y deberá
ser enseñado. Dicho de otra forma, en una zona de ambiente
mediterráneo, como es la Valltorta y sus alrededores, las características paisajísticas evidencian la necesidad de un control de
los vados, accesos y zonas aptas para un movimiento fluido y
eficaz. Los puntos de acceso a determinadas áreas, a determinados recursos, deben ser transmitidos, aprendidos en pos de un
rendimiento energético que, de entrada, no negaremos a ninguna población prehistórica. Este mismo proceso de transmisión
conduce a su vez a un proceso de identificación con este mismo territorio transitado, explotado y habitado. Y cuando ya es
aprendido, el tránsito facilita las tareas de control, bien sea de
recursos o de personas.
Los caminos unen un punto de origen y un destino, y entre
ambos hay elementos en el paisaje habitado que condicionan
el movimiento: rutas que se desvían o son atraídas por diferentes elementos culturales, políticos o económicos. Pero de los
tres supuestos, los dos primeros resultan difíciles de inferir de
manera directa a partir de los restos arqueológicos. En cambio,
la aproximación a los factores económicos resulta en principio
abordable desde los estudios geográficos y paleoambientales.
Hay elementos comunes a todos los caminos. Estos son:
1. Los caminos precisan de una infraestructura o mantenimiento mínimos. Los caminos de tierra deben ser transitados
con cierta asiduidad para evitar la proliferación de la cubierta
vegetal que los borraría. Paralelamente, a lo largo de su recorrido pueden existir zonas con pendientes más pronunciadas que
precisen de la construcción de un pavimento, aunque mínimo,
para la conservación del suelo, etc.
2. Los caminos se ajustan al principio de racionalización
energética. En función de la dirección que se siga, la pendiente
ejerce una u otra resistencia. Así, cuando se asciende frontalmente, la resistencia es el total de la pendiente; en cambio, esta
resistencia disminuye considerablemente cuando se asciende
tangencialmente a la pendiente (Bell y Lock, 2000). Este principio físico explica el zigzaguear de tantos caminos y carreteras
todavía en la actualidad. Sobre las limitaciones y consideraciones en su evaluación a través de los SIG han de tenerse en cuenta las reflexiones formuladas por Grau (2011).
2. METODOLOGÍA
A partir de estas constataciones, la metodología aplicada para
realizar los caminos óptimos precisaba de 3 elementos: (1) los
puntos –de origen y destino–, (2) la pendiente –el coste– y (3) la
dirección –hacia donde se sigue en cada momento–. El algoritmo
aplicado, conocido como Algoritmo de Coste Anisotrópico incorpora de esta manera tanto la magnitud del coste (la pendiente)
como la dirección. Basado plenamente en la pendiente, el método
da total primacía al criterio topográfico en detrimento de cualquier otro elemento cultural, político o económico que pudiera
ejercer de atrayente o repelente al trazado de los caminos. Como
ya se ha expuesto, el acceso a este otro tipo de datos resulta complicado. Para empezar, desconocemos el peso específico del factor conservación en la dispersión actual de sitios de arte rupestre,
por ejemplo, y varía la intensidad y extensión de los trabajos de
prospección en el territorio analizado. Sin embargo la topografía
es un factor influyente neto y por tanto un buen principio a partir
del cual iniciar el estudio y poder explorar otras posibilidades.
En la base de todo trabajo con Sistemas de Información
Geográfica están los datos introducidos y su calidad. En este
sentido, por un lado contamos con la información obtenida desde diferentes organismos tales como el Instituto Geográfico Na503
[page-n-511]
V. Villaverde, T. Martínez i Rubio, P. M. Guillem Calatayud, R. Martínez Valle y J. A. Martínez Álvarez
cional de Cartografía donde se han recogido el Modelo Digital
del Territorio con un peso de malla de 25 metros y los mapas
topográficos y ortofotos que han servido de apoyo durante el
proceso de generación y análisis de los mapas resultantes. De
los servicios cartográficos ofrecidos desde las instituciones autonómicas, cabe destacar la cartografía vectorial de las vías pecuarias del Servei de Gestió Forestal de la Conselleria de Medi
Ambient, Aigua, Urbanisme i Habitatge. La importancia de estos datos en el establecimiento de las rutas obtenidas obedece a
la lógica de un territorio determinado con sus especificidades,
siguiendo trabajos anteriores que apuntan esta posibilidad y la
potencialidad de las vías pecuarias como elementos para el análisis arqueológico (Fairén et al., 2006).
Por otro lado, y fruto de la intensa labor de prospección,
contamos en el entorno de la Valltorta, Serra d'en Galceran y la
Serra del Molló, con 54 abrigos con arte rupestre adscritos a los
horizontes gráficos “Finipaleolítico”, Levantino, Esquemático y
Esquemático Antiguo (tabla 1). Otros 12 corresponden a fases
históricas y no se han tenido en cuenta en este trabajo (Guillem et al., 2011). Dentro del Levantino distinguimos cinco horizontes gráficos con características estilísticas y compositivas
específicas y secuenciados en base a criterios de superposición,
adición y pautas de ocupación del espacio en los paneles. Estos son los Horizontes Centelles, Civil, Mas d'en Josep (MdJ),
Cingle de la Mola Remigia (CMR) y el Lineal, enunciados de
más antiguo a más moderno, aunque con dudas con respecto a
alguno de ellos (Domingo Sanz, 2005; López Montalvo, 2005).
En la actualidad hay contabilizados 47 yacimientos en los
que se han recuperado materiales líticos, cerámicos, de fauna o
de cualquier otra naturaleza que indican la ocupación humana
por períodos de duración muy variable.
Este inventario de yacimientos es consecuencia de los trabajos
de prospección realizados en la zona por diferentes equipos y en
diferentes etapas, desde el año 1917 hasta el año 2005 (Guillem
et al., 2011). La fiabilidad de la información para establecer modelos de ocupación del territorio está sujeta a las cautelas propias
de los registros en superficie y a la influencia de las características
fisiográficas de un territorio en el que los procesos erosivos desarrollados en los últimos siglos han sido muy intensos.
De los 47 yacimientos (tabla 2), en 12 casos se han realizado
excavaciones arqueológicas y los restantes presentan diferente
grado de fiabilidad en la adscripción cronocultural (Fernández
López de Pablo et al., 2002). Pese a esta circunstancia se trata de
yacimientos cuyos materiales han sido estudiados al detalle en
diversos trabajos de investigación (Fernández López de Pablo,
2005, 2006; García Robles, 2003). Las adscripciones cronoculturales de estos materiales de superficie se han podido perfilar
con mayor precisión tomando como base los materiales recuperados en las excavaciones modernas realizadas en la zona.
En función de las adscripciones realizadas para dichos materiales se han tomado en consideración para este trabajo seis
períodos culturales distintos. Estos son el Epimagdaleniense, el
Mesolítico Geométrico, el Neolítico, diferenciando dentro de
este amplio horizonte el Neolítico I, el Neolítico II y el Horizonte Campaniforme de Transición (HCT), y finalmente la Edad
del Bronce. Esta larga secuencia abarca prácticamente todo el
Holoceno prehistórico lo que ha de permitir obtener una visión
diacrónica del comportamiento del poblamiento y la relación
que se deduce con los abrigos de arte rupestre.
504
Otras características que se toman en cuenta, independientemente del origen de los datos –de excavación o de recogida
sistemática en superficie– son: la localización del yacimiento
(cueva, abrigo o al aire libre), la extensión que ocupa, la abundancia relativa de materiales y la función que se deduce para
el yacimiento. En relación con la funcionalidad se han discriminado los yacimientos considerados lugares de enterramiento
como puntos de origen o destino de las rutas trazadas. Estos, así
como los sitios con arte rupestre, deben ponerse en relación con
los sitios habitados, y pueden ser objeto de un estudio detallado
que, de momento, posponemos.
A la hora de relacionar la información hay que considerar
que un abrigo puede presentar diversos horizontes gráficos o
estilísticos, y un yacimiento ocupaciones de diferentes etapas
cronoculturales, con lo que en ambos casos puede aparecer reiteradamente en los mapas.
3. RUTAS DE MÍNIMO COSTE Y YACIMIENTOS
ARQUEOLÓGICOS
A continuación pasamos a exponer el análisis de las rutas de
mínimo coste calculadas entre yacimientos adscritos a cada uno
de los períodos cronoculturales en relación con los diferentes
horizontes gráficos y estilísticos diferenciados.
3.1. ePImagdalenIenSe
Los yacimientos implicados en esta cronología y para esta
zona son: el Mas Blanc o de les Covarxelles (‘32), la Cova del
Trenc (‘12) y Sant Joan Nepomucé (‘2). El primero se localiza
en la cara sur de la Serra del Molló, el segundo en el tramo
medio del Barranc de la Valltorta y el tercero al este del pico
de la Bastida.
El camino óptimo (fig. 1) entre Sant Joan Nepomucé y les
Covarxelles se aleja de la Cova del Trenc para recorrer la depresión Tírig-la Barona, superar el Montegordo por su cara occidental y acceder a la Serra de la Creu cruzando la Rambla de la
Morellana. Los caminos hacia la Cova del Trenc discurren por
el flanco oriental de dicha depresión.
Resulta complicado establecer una relación entre estos
caminos óptimos y los sitios de arte rupestre en general. El
conjunto del Barranc de l'Espigolar (61) de cronología Epimagdaleniense queda al sur de Sant Joan Nepomucé y parece
más vinculado a un eje en sentido altitudinal que comunica el
valle de la Rambla de Vilanova con la parte alta de la Serra
d'en Galceran.
En principio, desestimamos el Arte Esquemático Antiguo, asociado a poblaciones neolíticas, a la hora de establecer correlaciones. Los yacimientos con Arte Levantino presentan una dispersión alejada de las rutas trazadas. Tan sólo
en el punto en que los caminos llegan a la Cova del Trenc y
cruzan el Barranc de la Valltorta, los caminos se aproximan
a la Cova del Rull (21) al norte y a las dudosas figuraciones
documentadas en la Font del Bosc (20) en la vertiente sur. El
arte rupestre levantino en su conjunto rodea las rutas, pero
no las sigue.
Un dato interesante de la observación de las rutas para este
período es la reiterada utilización del Barranc de les Calçades
como acceso a la Serra d'en Galceran desde la zona baja del
[page-n-512]
Aproximación a la cronología del Arte Levantino a través de la red de caminos óptimos
Tabla 1. Catálogo de los conjuntos con arte objeto de estudio. La numeración coincide con la propuesta en Guillem et al. (2011) para el
conjunto de arte rupestre documentado en el Riu de les Coves y sólo se incluyen los abrigos con Arte Esquemático y Levantino.
Nº
Conjunto
Estilo
Nº motivos
1
3
4
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
17
18
19
20
21
22
23
24
26
27
28
29
30
31
32
33
34
35
36
37
38
39
40
41
42
43
45
46
47
48
49
50
53
54
55
56
57
60
61
62
65
Abric del Barranc de les Calçades
Abric II del Pou de Nosca
Mas d'en Salvador o Cingle de Martínez
Cingle de l'Ermità
Abric del Barranc Fondo
Coveta de Montegordo
Abric II de Montegordo
Abric III de Montegordo
Abric IV de Montegordo
Cingle dels Coloms
El Campanarenc
Abric I de la Rambla de la Morellana
Abric II de la Rambla de la Morellana
Roca del Migdia
Coves dels Ribassals o del Civil
Cova dels Tolls Alts
La Font del Bosc
Cova del Rull
Cova dels Cavalls
La Cova de l'Arc
L'Arc
Cova de la Taruga
Abric I de la Penya de la Mula
Abric II de la Penya de la Mula
Cingle del Mas d'en Josep
Cova Alta del Lledoner
Cova de la Pipa
Cova Gran de l'Aigua
Calçades del Matà
Cingle dels Tolls de la Saltadora
Coves de la Saltadora
Cova de l'Estaró
Covetes del Puntal
Coveta de Matamoros
Cova Gran del Puntal
Cingle dels Tolls del Puntal
Abric del Mas d'Abad
Abric Centelles
Abric de la Mostela
Abric I del Barranc d'en Cabrera
Abric II del Barranc d'en Cabrera
Roca dels Ermitans. Abric I
Roca dels Ermitans. Abric II
Abric I del Barranc del Mas d'Enruna
Abric II del Barranc del Mas d'Enruna
Abric del Racó del Quildo
Abric I del Morral del Voltor
Abric II del Morral del Voltor
La Cova Roja
Abric del Mas Blanc o de les Covarxelles
Mas de Custodi
Cingle del Barranc de l'Espigolar
Abric I del Barranc del Povàs o del Barranc del Quarto
Abric II del Barranc de les Voltes
Levantino y Esquemático
Levantino
Levantino
Levantino y CMR
Levantino
Levantino y Lineal
Levantino y Esquemático
Levantino y Civil
Levantino
Levantino
Esquemático
Levantino
Esquemático
Levantino
Levantino, Civil, Lineal y Esquemático
Levantino y Centelles
Levantino
Levantino y CMR
Levantino, Centelles, Civil, MdJ, CMR, Lineal y Esquemático
Levantino y MdJ
Levantino
Levantino
Esquemático
Levantino y Esquemático
Levantino, MdJ, Lineal y Esquemático
Levantino, Centelles, CMR y Lineal
Esquemático
Levantino y Esquemático
Levantino, MdJ, CMR y Lineal
Esquemático e Histórico
Levantino, Centelles, MdJ, CMR, Lineal y Esquemático
Esquemático y Protohistórico
Levantino, Centelles, CMR, Lineal y Esquemático
Esquemático
Levantino, MdJ y Esquemático
Levantino, Centelles y Civil
Esquemático
Levantino, Centelles, MdJ, CMR y Lineal
Levantino y Lineal
Levantino y Esquemático
Esquemático
Levantino e Histórico
Levantino, Centelles, Esquemático e Histórico
Levantino, Civil y Esquemático
Levantino y Lineal
Levantino e Histórico
Levantino, Lineal e Histórico
Levantino
Levantino e Histórico
Levantino e Histórico
Levantino y Lineal
Finipaleolítico, Levantino y Esquemático
Levantino, Lineal e Histórico
Levantino
11
6
27
26
1
11
5
1
1
Sin precisar
3
5
Sin precisar
5
Sin precisar
7
Sin precisar
12
97
2
1
1
Sin precisar
3
34
12
11
Sin precisar
17
3
Sin precisar
Sin precisar
37
2
9
7
1
Sin precisar
7
3
1
5
13
16
3
7
1
2
8
8
6
10
4
Sin precisar
505
[page-n-513]
V. Villaverde, T. Martínez i Rubio, P. M. Guillem Calatayud, R. Martínez Valle y J. A. Martínez Álvarez
Tabla 2. Catálogo de los yacimientos arqueológicos del Riu de les Coves.
Nº
Yacimiento
Cronología
Funcionalidad
Materiales
'1
'2
'3
'4
'5
'6
'7
'8
'9
'10
'11
'12
'13
'14
'15
'16
'17
'18
'19
'20
'21
'22
'23
'24
'25
'26
'27
'28
'29
'30
'31
'32
'33
'34
'35
'36
'37
'38
'39
'40
'41
'42
'43
'44
'45
'46
'47
Mas del Boix
Sant Joan Nepomucé
Cingle de l'Ermità
Mas de Martí de Sant Miquel
Coveta del Mas de Martí
Barranc de Cabrera
Cova de la Gralla
Mas de Brusca
Mas dels Torans
Mas de Marín
El Campanaret de Montegordo
Cova del Trenc
Barranc Fondo
Cova de les Tàbegues
Vessant Nord de les Tàbegues
El Colmenar
Planell de la Bastida
Planell del Mas d'en Josep
Planell del LLidoner
Cova de la Rabosa
Calçades del Matà
Cova Gran del Puntal
Planell del Puntal
Cova de l'Estaró
Planell de la Rompuda
Pla del Serretó
Pla d'en Peraire
La Mallaeta
Cova del Mas d'Abad
Mas del Riu
Abric del Mas de Martí
Mas Blanc o de les Covarxelles
Els Horts
El Tossal
Cova Malena
Les Clotes
El Povatxo
El Degollador
Mas del Bracet
Mas de Martí de Sant Pau
Mas de Sanç
Mas del Viudo
Mas del Gat
Les Antones
Mas de la Rueda
Les Canals
La Marieta
Mesolítico Macrolítico y Neolítico II
Epimagdaleniense
Mesolítico Geométrico y HCT
Neolítico I
Neolítico II y Edad del Bronce
Neolítico II
Neolítico II y Edad del Bronce
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico II
Bronce
Epimagdaleniense
Neolítico II
Neolítico II y Bronce
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico II y Edad del Bronce
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico II
Edad del Bronce
Neolítico II
Mesolítico Geométrico, Neolítico I y Neol. II
Epimagdaleniense
Neolítico II
Neolítico I
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico II
Edad del Bronce
Neolítico II
Mesolítico Geométrico y Neolítico II
Edad del Bronce
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico II
Neolítico I, Neolítico II y HCT
Neolítico II
Neolítico II
Hábitat
Hábitat
Hábitat y enterramiento (HCT)
Hábitat
Enterramiento (Bronce)
Hábitat
Hábitat y enterramiento (Bronce)
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat y enterramiento (Bronce)
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Enterramiento (Bronce)
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Enterramiento (Bronce)
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Hábitat
Superficie
Excavación
Excavación
Superficie
Excavación
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
Excavación
Superficie
Excavación
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
Excavación
Superficie
Excavación
Superficie
Excavación
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
Excavación
Superficie
Excavación
Excavación
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
Excavación
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
Superficie
valle. El Barranc Fondo nace de dos vaguadas a los pies del pico
de Sant Joan de Nepomucé. La ruta de mínimo coste trazada
entre les Covarxelles y Sant Joan de Nepomucé accede al yacimiento por la vaguada occidental del mismo modo que lo hace
el azagador de la Careta de Grau a Sant Pau. Esta coincidencia
refuerza la validez del criterio topográfico para la generación de
rutas o caminos entre yacimientos.
506
3.2. meSolíTIco
Los yacimientos implicados son Abric del Mas de Martí (‘31),
el Cingle de l'Ermità (‘3) y el Mas de Martí de Sant Pau (‘40).
En general, y a pesar que incorpora un eje NW-SE (‘31-‘3),
la ruta establecida entre sitios de hábitat queda fuera del alcance
de los yacimientos de arte (o viceversa) (fig. 2). Esta ruta trans-
[page-n-514]
Aproximación a la cronología del Arte Levantino a través de la red de caminos óptimos
Fig. 1. Relación entre las rutas óptimas de los yacimientos del Epimagdaleniense y los conjuntos de arte Esquemático Antiguo, Levantino
y Esquemático.
507
[page-n-515]
V. Villaverde, T. Martínez i Rubio, P. M. Guillem Calatayud, R. Martínez Valle y J. A. Martínez Álvarez
Fig. 2. Relación entre las rutas óptimas de los yacimientos del Mesolítico Geométrico y los conjuntos de arte Esquemático Antiguo,
Levantino y Esquemático.
508
[page-n-516]
Aproximación a la cronología del Arte Levantino a través de la red de caminos óptimos
versal rodea el Montegordo y transcurre por el valle del Riu de
Sant Miquel-Barranc Fondo (depresión Tírig-la Barona). Con
todo, el eje principal continua siendo el N-S (‘31-‘40).
Por horizontes gráficos, de entrada descartaríamos que hubiera cualquier relación entre los asentamientos mesolíticos y
el Arte Esquemático Antiguo (AEA) que, como se ha indicado
en el apartado anterior, se atribuye a partir de la iconografía
y los paralelos muebles a poblaciones del Neolítico Antiguo.
La localización de estos dos tipos de yacimiento, los asentamientos mesolíticos y los abrigos con AEA, se puede analizar
desde la complementariedad del territorio implicado, sin embargo, a las escasas presencias de ambos tipos de yacimientos, hay que sumar la proximidad del Cingle de l'Ermità (‘3)
a les Coves del Civil (18).
No es fácil establecer una relación entre los yacimientos con
Arte Rupestre Levantino y las rutas establecidas para el mesolítico, a pesar del aumento notable de sitios con este tipo de figuraciones con respecto al horizonte anterior. Es más, las concentraciones de abrigos de la Valltorta, de la Serra del Molló o d'en
Galceran se alejan del territorio transitado, el cual se concentra
alrededor del Barranc Fondo y del Barranc de Sant Miquel.
Analizado el levantino por Horizontes observamos cómo
para el Horizonte Centelles, el Abric de Centelles (42) se encuentra a escasos metros de distancia del Mas de Martí. El
resto de abrigos de este horizonte van desde Cavalls (22) hacia
el este, a lo largo del Barranc de la Valltorta y también en la
Serra del Molló.
Una imagen muy similar se desprende con el Horizonte Civil. De hecho, todavía se alejan más los yacimientos de hábitat,
y los caminos que los unen, de los puntos decorados durante
esta fase. A pesar de las dudas que genera la existencia del horizonte en el Abric III de Montegordo (10), el primer yacimiento
donde se documenta con seguridad es precisamente el Abric del
Civil y este se desplaza hacia el este del centro de los yacimientos de hábitat y sus rutas.
Esta tendencia se acentúa con el Horizonte Mas d'en Josep a
pesar de la presencia de motivos adscritos a dicho horizonte en
el Abric de Centelles (42), tan próximo al Mas de Martí (‘31).
Situación que se repite con el Horizonte del CMR.
Con el aumento de yacimientos con representaciones lineares en sus paredes, la situación respecto a los sitios de hábitat
mesolítico no varía sustancialmente. De hecho, los puntos de la
Serra d'en Galceran continúan alejados del hábitat y sus rutas.
Del mismo modo, la concentración del Barranc de la Valltorta
muestra el eje al norte del Montegordo y los yacimientos de la
Serra del Molló quedan fuera del alcance del sitio de hábitat más
septentrional que es el Mas de Martí.
Finalmente, con el horizonte gráfico Esquemático la distribución de yacimientos de hábitat y de arte no permite tampoco establecer una relación directa entre ellos. Al contrario, al
poco espacio implicado por las rutas y los escasos yacimientos
adscritos a la cronología hay que añadir que las concentraciones de abrigos con Arte Esquemático se encuentran alejados.
Aun a pesar de que se confirmase la presencia de Esquemático
en el Abric II de Montegordo (9), y con el mismo un posible
punto de paso, de parada o de control de la ruta, el aislamiento
de esta situación con respecto al conjunto del horizonte dificulta su asociación.
3.3. neolíTIco I
Yacimientos implicados: Mas de Martí de Sant Miquel (‘4, Nueva Planta –NP–), Mas de Martí (‘31), Mas de la Rueda (‘45,
NP) y el Tossal (‘34, NP) (fig. 3). De entrada, no se detecta un
aumento destacable de los yacimientos respecto a cronologías
anteriores. Sin embargo, destaca la ausencia de materiales de
momentos previos, lo que nos sitúa frente a yacimientos que en
su mayoría son de “nueva planta”.
En una aproximación geográfica general, los yacimientos
se localizan en torno a la planicie de Albocàsser. Al norte, el
Mas de Martí y el Mas de Martí de Sant Miquel se encuentran
en la ladera occidental de la Rambla de Sant Miquel. En el
fondo del valle localizamos el Tossal. El yacimiento más meridional, el Mas de Rueda, se sitúa en la cara norte de la Serra
d'en Galceran. La disposición de los yacimientos determina
un eje norte-sur en el trazado que une, mediante los caminos
de menor coste, los yacimientos de hábitat. La relación entre
los yacimientos de hábitat, los caminos calculados y los sitios de arte se establece en función del horizonte gráfico que
tratemos.
Los sitios con Arte Esquemático Antiguo quedan alejados
de dichas rutas. Desplazados hacia el este, les Coves del Civil
(18) y la Cova dels Cavalls (22) se alejan de los yacimientos de
hábitat del Neolítico Antiguo.
Las relaciones que se pueden establecer entre el Neolítico I y los yacimientos con Arte Levantino son escasas y
se reducen a la proximidad entre el yacimiento de Mas de
Martí (‘31) y el Abric de Centelles (42). La existencia en
este último de figuras asociadas a los horizontes estilísticos
Centelles, Mas d'en Josep, Cingle de Mola Remigia y Lineal
se contrapone al hecho de que el Mas de Martí es el yacimiento más septentrional, y el eje trazado por los caminos se
dirige hacia el sur dejando el Abric de Centelles a su espalda
y sin vínculo con los restantes conjuntos en los que el horizonte Centelles se ha documentado. El arte de este horizonte
se concentra en la zona este, de norte a sur (el Abric II de
la Roca dels Ermitans (48), el Abric I del Barranc del Mas
d'Enruna (49), la Cova dels Cavalls (22), la Cova de l'Arc
(23), la Cova dels Tolls Alts (19), les Coves de la Saltadora
(35), les Covetes del Puntal (37) y la Cova Gran del Puntal).
A estas referencias se puede, finalmente, añadir la presencia
de un figura, bastante perdida, pero claramente identificable,
en les Coves del Civil (18), cuyos paralelos conducen a la
variante de piernas menos voluminosas bien definida en Centelles (Villaverde et al., 2006) y cuya situación marcaría el
punto más cercano por el este al camino que une el Mas de
Martí y el Mas de Rueda.
Los sitios con representaciones adscritas al horizonte estilístico Civil, también se alejan hacia el este y quedan desvinculadas, en principio, de las rutas que unen los yacimientos del
Neolítico Antiguo.
Del mismo modo, cuesta relacionar de manera directa los
sitios con arte Esquemático con las rutas del Neolítico I. Al este
se encuentran los abrigos del Barranc d'en Cabrera (45 y 46);
al oeste, el sitio más próximo es el Abric II de Montegordo (9),
que sin embargo se abre en la ladera opuesta a las rutas. El resto
de sitios con Esquemático quedan fuera del alcance de los sitios
de hábitat y de los caminos que los unirían.
509
[page-n-517]
V. Villaverde, T. Martínez i Rubio, P. M. Guillem Calatayud, R. Martínez Valle y J. A. Martínez Álvarez
Fig. 3. Relación entre las rutas óptimas de los yacimientos del Neolítico I y los conjuntos de arte Esquemático Antiguo, Levantino y
Esquemático.
510
[page-n-518]
Aproximación a la cronología del Arte Levantino a través de la red de caminos óptimos
3.4. neolíTIco II
Son 31 los yacimientos implicados de los cuales, 28 son de
“nueva planta” y 3 muestran continuidad con momentos anteriores: el Mas de Martí (‘31) y el Abric del Mas de Martí de Sant
Pau (‘40) desde el Mesolítico, y el Mas de la Rueda (‘45) desde
el Neolítico I. A simple vista se evidencia un aumento destacado
del número de yacimientos relacionados con esta fase y, con
ello, el aumento de la complejidad de la red de caminos óptimos
que se puede trazar (fig. 4).
En el Barranc de la Valltorta se da por primera vez una
clara coincidencia entre el territorio en el que se distribuye
el arte y el territorio habitado. Al aumento demográfico que
explicaría el incremento de sitios con ocupaciones durante este
período se correspondería un aumento de las actividades en los
sitios decorados. Esto es, el aumento del tránsito por la zona,
su ocupación más intensiva, tendría un reflejo en el número de
sitios decorados. Sin embargo esta imagen se puede matizar a
partir del análisis detallado por horizontes gráficos. La posibilidad de establecer una contrastación que, en principio, tiene
implicaciones cronológicas, obliga a detenerse en el comentario de este aspecto.
3.4.A. Neolítico II y Esquemático Antiguo
La escasa representación del horizonte Esquemático Antiguo
impide, nuevamente, su valoración en relación con las rutas de
este periodo. Se puede apuntar la plena integración de las escasas evidencias de este horizonte artístico en el territorio del
Neolítico medio. La proximidad de les Coves del Civil a los
yacimientos del Mas de Marín (‘10) y del Barranc Fondo (‘13)
cerrando por el oeste y la agrupación del extremo este con yacimientos como Planell de la Bastida (‘17), Planell del Lledoner
(‘19), les Calçades del Matà (‘21) o la Cova Gran del Puntal
(‘22) que enmarcan en su centro la Cova dels Cavalls (22). Con
todo, la relación se da más por proximidad que por la vinculación con las rutas de movimiento calculadas.
3.4.B. Neolítico II y Levantino
Una situación diferente se da con el Levantino. Considerándolo
como un todo, hay varios detalles que resaltan al observar la
distribución de los sitios de arte, los yacimientos de hábitat y los
caminos óptimos calculados.
Por un lado, las agrupaciones de arte del norte, de la Serra
del Molló, y al sur, de la Serra d'en Galceran, se alejan y quedan
desvinculadas de los yacimientos de hábitat. Sin embargo, hay
que tener en cuenta que el método marca los límites de manera
rotunda, estableciendo fronteras artificiales sobre el mapa, con
lo que el territorio del norte queda fuera de la red de caminos
al carecer de la información sobre yacimientos para esta zona.
En cambio en la Serra d'en Galceran hay un núcleo importante
de yacimientos de hábitat en su vertiente norte que no hallan
correspondencia con los sitios de arte rupestre. Esto es, en el
territorio que involucra la serie de yacimientos que jalonan la
cara norte de la sierra tan sólo encontramos los escasos motivos
lineales del Abric del Barranc de les Calçades (1).
Una situación diferente se da en la zona centro-septentrional
del territorio implicado. Esto es en el Barranc de la Valltorta
donde se concentran los yacimientos de hábitat y de arte. Re-
sulta llamativo que en esta zona se aprecia una asociación entre
los yacimientos de arte y las rutas de mínimo coste calculadas.
- El Abric I del Barranc d'en Cabrera (45) se encuentra en el
camino entre el yacimiento del Barranc d'en Cabrera (‘6) y la
Cova Malena (‘35).
- En el camino entre esta cueva y el Abric del Mas de Martí
(‘31) se localiza el Abric Centelles (42).
- Entre la Cova Malena y el Mas del Riu (‘30), se encuentra el
Abric de la Mostela (43).
- En la cara este del Montegordo, entre el Mas de Marín (‘10)
y el Mas dels Torans (‘9) encontramos asociado a la ruta calculada, la Coveta de Montegordo (8) y los abrigos II, III, IV del
Montegordo (9, 10 y 11).
- Desde el Mas de Marín (‘10) hacia el este en el camino al
Vessant Nord de les Tàbegues (‘15), encontramos el Planell del
Mas d'en Josep un tanto desplazado hacia arriba respecto a la
ruta trazada entre los dos yacimientos y les Calçades del Matà
(‘21), con una ubicación integrada en la ruta.
- Entre el mismo Mas dels Torans (‘9) y el Barranc Fondo
(‘13) encontramos, muy cerca de este último, el Cingle de
l'Ermità (6).
- El Barranc Fondo (‘13) se establece como un punto central
pues, hacia el sur, en la ruta hacía les Clotes (‘36), pasa por enfrente del Mas d'en Salvador (4).
- Hacia el este, la ruta entre el Barranc Fondo (‘13) y el Vessant Nord de les Tàbegues (‘15) pone en relación los sitios del
Cingle dels Coloms (12) y la Roca del Migdia (17).
- En la misma dirección, pero desplazándose ligeramente hacia el sur, la ruta que une el Barranc Fondo (‘13) con El Colmenar (‘16) vincula la Cova dels Tolls Alts (19).
- Entre los sitios del Vessant Nord de les Tàbegues (‘15) y el
Colmenar (‘16) se localizan los sitios de arte de la Cova dels
Cavalls (22), la Cova de l'Arc (23), L'Arc (24) y Els Carrasquissos (25).
- A pesar del corto recorrido entre el Planell de la Bastida (‘17)
y el Planell del Lledoner (‘19), pone en relación, al establecer la
ruta de mínimo coste, los abrigos I y II de la Penya de la Mula
(27 y 28 respectivamente).
- Igualmente corto pero interesante es el trazado que une el
Planell del Mas d'en Josep (‘18) y les Calçades del Matà (‘21),
el cual pone en juego los sitios de arte de la Cova Alta del Lledoner (30), Cova de la Pipa (31) y la Cova Gran de l'Aigua (32).
Los datos disponibles relacionan, mediante las rutas de
mínimo coste, los yacimientos de hábitat del Neolítico II y
los sitios de arte rupestre Levantino. Esta situación, con todo,
se observa fundamentalmente en la zona centro-septentrional
del área de estudio donde se da la concentración de sitios de
arte y de hábitat. El arte vinculado a la Serra del Molló se
encuentra apartado de yacimientos de ocupación de cierta entidad, ya sea en términos temporales o de extensión. Mientras
que la vertiente norte de la Serra d'en Galceran muestra una
dispersión bastante intensa de yacimientos de hábitat para el
período del Neolítico.
Esta situación, que se observa de manera clara cuando analizamos el Levantino en conjunto, se matiza cuando se aumenta
el nivel de detalle hasta contemplar los distintos horizontes estilísticos que distinguimos dentro del mismo (fig. 5).
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V. Villaverde, T. Martínez i Rubio, P. M. Guillem Calatayud, R. Martínez Valle y J. A. Martínez Álvarez
Fig. 4. Relación entre las rutas óptimas de los yacimientos del Neolítico II y los conjuntos de arte Esquemático Antiguo, Levantino y
Esquemático.
512
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Aproximación a la cronología del Arte Levantino a través de la red de caminos óptimos
3.4.B.1. Horizonte Centelles: con presencia en 10 yacimientos.
Muestran una concentración en el sector este de la Valltorta, a
pesar de la posición noroccidental del Abric Centelles (42) y los
yacimientos aislados al norte del territorio: Abric II de la Roca
dels Ermitans (48) y Abric I del Barranc del Mas d'Enruna (49).
La importante presencia de este horizonte en la Cova dels Cavalls (22) y en menor medida en la Cova de l'Arc (23) centraliza
los puntos existentes en el sector este y se contrapone al Abric
Centelles en el oeste, situando el Mas de Marín (‘10) como centro a partir del cual establecer un eje de simetría. Eje que por
otro lado se ve descompensado por la presencia del horizonte en
Coves de la Saltadora (35), Covetes del Puntal (37), Cova Gran
del Puntal (39) y de manera más dudosa en la Cova dels Tolls
Alts (19) y el Cingle dels Tolls del Puntal (40).
3.4.B.2. Horizonte Civil: presente en 5 yacimientos. A diferencia del horizonte anterior, donde los yacimientos se establecían
más agrupados, en este caso la disposición tiende a ser lineal,
si exceptuamos la situación del Abric I del Barranc del Mas
d'Enruna (49), que ocupa una posición septentrional y desvinculada de los de la zona en la que se concentran los yacimientos
de hábitat conocido. En el centro del territorio ocupado por los
yacimientos de hábitat del Neolítico II se encuentra Coves del
Civil (18). Aunque con dudas, este horizonte podría encontrarse
representado en el Abric III de Montegordo (10) que se establecería como el extremo occidental de este tipo de representaciones en el estricto territorio analizado. En el otro extremo, igualmente con dudas en cuanto a la identificación de este horizonte
en sus paredes, se encuentra el Cingle dels Tolls del Puntal (40)
mientras que en el centro se sitúa la Cova dels Cavalls (22) con
una representación moderada de este tipo de figuras y las mencionadas Coves del Civil, yacimiento en el que se concentra el
mayor número de representaciones de este horizonte.
3.4.B.3. Horizonte Mas d'en Josep: cuenta con 7 yacimientos.
La imagen general es muy similar a la que se obtiene en el Horizonte Centelles, aunque la distribución de yacimientos se modifique ligeramente y la disposición tenga tendencia a ser lineal.
Así pues, en el sector occidental, alejado de la zona de mayor
concentración, encontramos el Abric Centelles (42) en el camino que une el Abric del Mas de Martí (‘31) con la Cova Malena
(‘35). En el sector oriental, se localizan la Cova dels Cavalls
(22) y, con dudas, la Cova de l'Arc (23); y cerrando por el este
el Barranc de la Valltorta, el Cingle de Mas d'en Josep (29), la
Cova Gran del Puntal (39), les Coves de la Saltadora (35) y la
ya más dudosa de les Calçades del Matà (33).
3.4.B.4. Horizonte Cingle Mola Remigia: presente en 7 yacimientos. La imagen no varía mucho respecto a los horizontes
anteriores. Nuevamente encontramos el Abric Centelles (42)
con figuras asociadas a este horizonte. Su presencia es dudosa
en el Cingle de l'Ermità (6), aunque de confirmarse, este sitio
se encuentra estrechamente vinculado a la ruta que une el Mas
dels Torans (‘9) y el Barranc Fondo (‘13). Este último, en su
unión mediante un camino óptimo con el Vessant Nord de les
Tàbegues (‘15) vincula el yacimiento de la Cova del Rull (21),
con presencia también dudosa de este horizonte. La existencia
de figuras de CMR en la Cova dels Cavalls (22) está bien documentada y su localización sitúa el sitio entre los yacimientos del
Vessant Nord de les Tàbegues (‘15) y el Colmenar (‘16). Como
se observa en el horizonte anterior, los tres últimos yacimientos con figuras adscritas al Horizonte CMR cierran la presencia
arqueológica en el extremo oriental de la Valltorta. Estos son
Calçades del Matà (33), Covetes del Puntal (37) y Coves de la
Saltadora (35).
3.4.B.5. Horizonte Lineal: está presente con seguridad en 10
yacimientos y en otros 5 su presencia es dudosa. El aumento de
yacimientos implicados tiene su correspondencia en el aumento
del territorio de dispersión hacia el sur. Sin embargo, nuevamente encontramos el Abric II del Barranc del Mas d'Enruna (50)
y el Abric I del Morral del Voltor (54) en las inmediaciones de
la Serra del Molló aislados y descontextualizados respecto a los
yacimientos de hábitat. Lo mismo sucede con el Mas del Custodi (60) y el Abric I del Barranc de les Voltes (62) en la vertiente
sureste de la Serra d'en Galceran. De otro lado, el aislamiento
podría ser la situación que definiese al Abric del Barranc de les
Calçades (1), sin embargo su orientación en la vertiente norte lo
sitúa en las proximidades de la agrupación de yacimientos de
la Serra d'en Galceran entre los que destacan por su tamaño el
Mas del Boix (‘1), el Mas de la Rueda (‘45) y el Mas de Martí
de San Pau (‘40).
Los yacimientos que se concentran en las vertientes del
Barranc de la Valltorta muestran la misma situación que en los
horizontes precedentes. Así pues, en el extremo occidental, en
este caso junto al Abric Centelles (42) encontramos el Abric de
la Mostela (43), asociado al camino entre la Cova Malena (‘35)
y el Mas del Riu (‘30). En el centro del territorio es la Coveta
del Montegordo (8) el conjunto rupestre que podría asociarse
al camino entre el Mas de Marín (19-‘10) y el Mas dels Torans
(‘9). A poca distancia, Coves del Civil en la margen izquierda
de la Rambla de la Morellana. Mientras, en el extremo oriental
la presencia del horizonte se agrupa en yacimientos próximos
a la Cova de la Saltadora (35) como el Cingle del Mas d'en
Josep (29), la Cova Alta del Lledoner (30), Calçades del Matà
(33) y podría ser el caso de Covetes del Puntal (37) aunque su
presencia es dudosa.
Ejerciendo de punto de unión entre la agrupación oriental
y los sitios del centro se encuentra la Cova dels Cavalls (22)
aunque la presencia de este horizonte estilístico sea escasa en
el yacimiento.
3.4.C. Neolítico II y Esquemático
Con el Esquemático, el número de sitios implicados desciende a
la mitad. El Arte Esquemático esta registrado en 19 yacimientos
frente a los 41 en los que se documenta Arte Levantino, y en
doce de estos conviven los dos estilos. A pesar de la reducción
de los puntos (fig. 4), la dispersión espacial es amplia y la concentración de yacimientos se da, nuevamente, en el tramo bajo
del Barranc de la Valltorta, donde se contabilizan hasta 10 conjuntos donde está presente este horizonte, con Coves de la Saltadora cerrando la concentración oriental. En esta agrupación
los conjuntos son moderados a excepción de Covetes del Puntal
(37) y la Cova de la Pipa (31), ambos asociados a caminos que
parten desde el yacimiento de Calçades del Matà (‘21) de nueva planta, al aire libre, con una extensión grande y abundantes
restos materiales (recuperados en superficie) hacia el oeste. El
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V. Villaverde, T. Martínez i Rubio, P. M. Guillem Calatayud, R. Martínez Valle y J. A. Martínez Álvarez
Fig. 5. Relación entre las rutas óptimas de los yacimientos del Neolítico II y los conjuntos de arte tipo Centelles, Civil, Mas d'en Josep,
Cingle de la Mola Remigia y Lineal, así como indeterminados.
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Aproximación a la cronología del Arte Levantino a través de la red de caminos óptimos
primer camino se dirige hacia el norte y, una vez superado el
yacimiento de la Cova de la Rabosa (‘20) y el Planell del Mas
d'en Josep (‘18) conecta el propio Mas d'en Josep (29).
Por el sur, desde Calçades del Matà (‘21), la ruta enlaza la
Cova Gran del Puntal (‘22-39) y deja el Cingle dels Tolls Alts
de la Saltadora (34) y las mismas Coves de la Saltadora (35) a
su izquierda para llegar a la Cova de l'Estaró (‘24-36) con Arte
Esquemático en sus paredes, el Planell de la Rompuda (‘25) y
el Pla del Serretó (‘26), muy próximos entre si y los tres sin
materiales de períodos anteriores.
Esta ruta, dentro del mapa que une caminos entre yacimientos
del Neolítico II, enlaza con la agrupación de yacimientos de la
vertiente norte de la Serra d'en Galceran. En este sector meridional del territorio analizado, destaca el Abric del Barranc de les
Calçades (1) por contener un número considerable de figuraciones adscritas al Esquemático. Este sitio queda fuera de las rutas
calculadas y a una distancia mínima de 1,8 kilómetros del yacimiento más próximo, pero en posición central y elevada en relación a los tres grandes yacimientos de la zona –Mas del Boix (‘1),
Mas de Martí de Sant Pau (‘40) y Mas de la Rueda (‘45)–. Más
desplazado y difícil de relacionar con los yacimientos de hábitat
registrados se encuentra el Cingle del Barranc de l'Espigolar (61).
En el sector occidental de la zona de estudio, en la ruta trazada entre la Cova Malena (‘35) y Les Canals (‘46), llegando
ya a este último, se encuentran el Abric I y II del Barranc d'en
Cabrera (45 y 46). Finalmente, en el extremo norte del territorio estudiado, están los sitios del Abric II de la Rambla de la
Morellana (15), el Abric I del Barranc del Mas d'Enruna (49),
el Abric II de la Roca dels Ermitans (48) ambos en la Serra del
Molló, al este del Morral del Voltor y, finalmente, el Campanarenc (13), todavía más alejado y aislado de los restantes.
Prueba de la coincidencia general de la distribución de los
conjuntos esquemáticos y levantinos la constituye el hecho de
que en 12 abrigos coinciden ambos estilos, y otros 4 se encuentran muy próximos de enclaves levantinos. Las coincidencias
en un mismo abrigo, en aquellos conjuntos en los que el grado
de conservación de las pinturas permite una asignación relativamente segura a alguno de los horizontes gráficos establecidos,
dan lugar a situaciones relativamente diversas y poco decantadas hacia un horizonte en particular. Así, el horizonte Lineal
convive con el Esquemático en 5 ocasiones, el horizonte Centelles en 4 casos y el horizonte Mas d'en Josep en otros 4, mientras que los horizontes Civil y Cingle de la Mola Remigia solo
presentan una coincidencia en cada uno de los casos.
3.5. hcT
Con un único yacimiento de hábitat al sur del territorio analizado, el Mas de la Rueda (‘45), no se puede establecer un segundo
punto de origen o destino necesario para el cálculo de rutas de
mínimo coste. Sin embargo, más allá de los caminos óptimos,
cabe destacar el descenso de yacimientos para esta cronología,
teniendo en cuenta siempre el origen de los datos y la duración
del Horizonte Campaniforme de Transición.
3.6. bronce
Los yacimientos implicados son el Campanaret de Montegordo
(‘11), el Degollador (‘38) y el Mas de Sanç (‘41) los tres sin
ocupaciones previas documentadas. De otro lado, se ha docu-
mentado la existencia en la zona de enterramientos adscritos a
esta cronología. Este es el caso de Coveta del Mas de Martí (‘5),
Cova de la Gralla (‘7), Cova de les Tàbegues (‘14), Cova de la
Rabossa (‘20) y Cova del Mas d'Abad (‘29). Su presencia y su
localización se deben tener en cuenta como un elemento estructurador (o reflejo de la estructuración) del paisaje. Sin embargo,
tal y como se ha procedido con los sitios de arte rupestre, no se
han considerado para la generación de la red de caminos.
Aunque el número de yacimientos de hábitat permite el
cálculo de los caminos (fig. 6), el peso demográfico vuelve a
niveles anteriores al Neolítico II, según se deduce de la escasa
presencia de yacimientos documentados. A diferencia de cronologías anteriores, el eje se desplaza en dirección sur-este, hacia
la costa, con el yacimiento del Degollador (‘38), de reducida
extensión pero con una considerable cantidad de materiales.
El Campanaret de Montegordo (‘11) ocupa una posición relativamente central con relación a los enterramientos adscritos
a esta fase en la zona; sin embargo, estos mismos yacimientos
quedan desplazados al NW de los otros dos yacimientos relacionados en esta cronología. Este vacío podría tener su origen
en la falta de prospección, lo que explicaría a su vez la falta de
enterramientos al sur de la Valltorta.
Finalmente, los ejes que trazan los caminos óptimos entre
los yacimientos de hábitat del Bronce se alejan de las agrupaciones principales de yacimientos de arte rupestre Levantino y
Esquemático.
4. VALORACIÓN DE LOS RESULTADOS
La reconstrucción del movimiento se muestra útil desde una
doble vertiente. La primera, conseguida de manera indirecta al
estudiar el poblamiento desde una perspectiva diacrónica en la
que se tienen en cuenta las principales etapas cronoculturales.
Esta aproximación deberá completarse con un estudio de los
territorios inmediatos de los yacimientos y las relaciones entre
las localizaciones del arte rupestre y las áreas de abastecimiento
de recursos. De otro lado, la reconstrucción de la red de caminos permite aportar algunos datos que deberán tenerse en cuenta
para el debate de la cronología y autoría del arte rupestre postpaleolítico, especialmente del Levantino. De entrada, hay que
valorar la capacidad de los individuos o, mejor, del grupo para
la realización de las expresiones gráficas. Pero, ¿cuántos grupos, de qué tamaño, cuántas generaciones son necesarias para
la realización del basto corpus de arte rupestre documentado en
la Valltorta? De momento no contamos con una respuesta para
estas preguntas. Sin embargo, y como se ha comentado durante
el análisis de los mapas de caminos de las diferentes cronologías, durante las primeras fases estudiadas, Epimagdaleniense,
Mesolítico Geométrico y Neolítico I, la población que ocupaba
el territorio debió ser muy limitada. Esta imagen contrasta con
el Neolítico II donde se evidencia un crecimiento demográfico
constatable en la multiplicación de yacimientos. Estos nuevos
puntos habitados son en su mayoría de “nueva planta”, sin materiales que puedan adscribirse a momentos anteriores.
Del mismo modo, en cuanto se analizan de manera estricta
las redes de caminos se observa que no es hasta el Neolítico
II cuando el eje de la Valltorta entra en juego de manera clara.
Hasta ese momento, al bajo número de yacimientos para los momentos del Epimagdaleniense, Mesolítico Geométrico y Neolí515
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V. Villaverde, T. Martínez i Rubio, P. M. Guillem Calatayud, R. Martínez Valle y J. A. Martínez Álvarez
Fig. 6. Relación entre las rutas óptimas de los yacimientos de la Edad del Bronce, los conjuntos de arte Esquemático Antiguo, Levantino
y Esquemático, y los enterramientos de la Edad del Bronce.
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Aproximación a la cronología del Arte Levantino a través de la red de caminos óptimos
tico I, refleja un eje predominante N-S, vinculado a las tierras
altas en los momentos Epimagdalenienses y a los llanos durante
el Mesolítico geométrico y el Neolítico I.
En contraste, en el Neolítico II, y por primera vez, coinciden
de manera clara el territorio en el que se documenta el arte y el
territorio habitado (transitado). La red de caminos entre yacimientos racionaliza las localizaciones del arte rupestre en torno
al Barranc de la Valltorta. El aumento de yacimientos, y con
ellos la mayor complejidad de la red de caminos calculada, acerca muchos de los sitios de arte a alguna de las rutas establecidas.
Sin embargo, en este caso y para esta cronología, queda por
explicar la ausencia de sitios de arte en torno a las agrupaciones
de yacimientos de hábitat de la vertiente norte de la Serra d'en
Galceran (al sur) y, por el contrario, la ausencia de lugares de
habitación contrasta con la presencia de conjuntos con arte en la
Serra del Molló al norte del barranco.
En la vertiente norte de la Serra d'en Galceran contamos
con yacimientos de dimensiones considerables y con dispersiones de materiales importantes, pero el arte rupestre es escaso
y parece alejarse de estos asentamientos. Las notables diferencias entre la Serra d'en Galcelan y el Barranc de la Valltorta en
número y presencia de yacimientos podría explicarse desde la
complementariedad de dos ambientes ecológicamente distintos.
Por un lado, la situación de los yacimientos d'en Galceran en
la vertiente norte de la sierra los encara al valle de Albocàsser
(Guillem, 2002), zona apta para el desarrollo de la agricultura
con presencia abundante de agua en las diversas lagunas endorreicas existentes en la zona. En contraposición, el ambiente del
Barranc de la Valltorta viene marcado por los procesos erosivos
que limitan la generación de suelos aptos para la agricultura,
como muestra el escaso desarrollo de la misma y la limitación
a la producción a los planells. Esta dualidad de ambientes, en
principio complementarios en sistemas agropecuarios, facilita
una asociación del arte rupestre Levantino a otras actividades
complementarias: la caza o la recolección. Las opciones de la
caza y la recolección como actividades complementarias en
unos sistemas de base agropecuaria ya han sido valoradas en
otros trabajos (Martínez y Villaverde, 2002).
Al considerar el papel de la ganadería, cabe la posibilidad
de que el Barranc de la Valltorta actuase de canal de tránsito
de los movimientos transterminantes de los rebaños entre las
tierras altas y el valle de Les Coves de Vinromà, tal y como se
documenta desde la Edad Media para la zona (Castán y Serrano,
2004), movimientos que han quedado fosilizados en los azagadores que, desde el Barranc de Matamoros, siguen el recorrido
del barranco hacia las sierras del interior. De igual modo, por
este barranco transcurre el camino óptimo calculado que se dirige hacia las estribaciones norte de la Serra d'en Galceran y que
conecta con la concentración de yacimientos que ésta aloja del
mismo modo que lo hace el camino tradicional que lo transita.
En este punto es interesante subrayar cómo en todos los casos Coves de la Saltadora, enfrente de la desembocadura del
Barranc de Matamoros, se establece como límite oriental de la
dispersión del arte rupestre de la Valltorta. Este excepcional yacimiento es, junto a la Cova dels Cavalls, Coves del Civil y el
Abric de Centelles, uno de los cuatro grandes centros de arte
rupestre en la Valltorta. Estos cuatro yacimientos siguen el eje
del barranco y, superando el Montegordo por el norte, llegan a
las estribaciones orientales de la Serra de Valldàngel occidental.
La acumulación de motivos y de fases estilísticas en Saltadora,
Cavalls y Civil incide en la continua y repetida visita de estos yacimientos a lo largo del tiempo, con lo que se establecen
como puntos de “parada habitual o reiterada”.
Volviendo a la hipótesis de la transterminancia, los desplazamientos de carácter estacional podrían explicar la localización del arte rupestre en el eje oeste-este con una orientación
predominantemente hacía el sur. Por un lado, las vertientes de
solana al presentar una menor cobertura vegetal facilitan el movimiento en ladera; por otro lado, esta orientación, mayoritaria
entre los yacimientos con arte Levantino se entiende desde condiciones climáticas frescas de invierno u otoño, pues los veranos son intensos y cabría pensar en zonas de umbría para los
meses más calurosos.
Después del Neolítico II ningún otro momento estudiado
muestra tal grado de coincidencia entre el territorio habitado y
el territorio artístico. La drástica reducción de los yacimientos
documentados para el Horizonte Campaniforme de Transición
no puede obedecer tan sólo a la corta duración del período considerado. Habrá que buscar las razones en causas de corte demográfico que expliquen la escasa ocupación del territorio para
momentos del Bronce. Si bien el HCT no puede ser considerado
por la escasez de muestras, el Bronce dibuja un tímido repunte
de la ocupación, pero sobre todo un desplazamiento del eje de
los yacimientos de hábitat hacía el sur del territorio analizado,
alejándose de la máxima concentración de arte rupestre.
5. CONCLUSIONES
El análisis del movimiento por parte de una población determinada a nivel arqueológico nos sitúa frente a realidades concretas
como son los desplazamientos cotidianos a través de un territorio. Esta aproximación, puede ayudar a entender mejor los
emplazamientos del arte rupestre, pues de entrada no se puede
descartar ningún condicionante a la elección de los abrigos que
serán decorados.
La coincidencia de los caminos óptimos trazados mediante
el SIG con los caminos históricos conocidos valida la elección
del criterio topográfico para la generación de dichos caminos.
Los puntos de origen y destino son distintos y sin embargo hay
que suponer una racionalización del territorio facilitando el desplazamiento al acceder del valle a la sierra, o al revés, al salvar
el barranco o dirigiéndose de la manera más directa posible hacia el destino a través de un valle.
Expresábamos las dudas acerca de la población mínima
indispensable para la generación de un corpus de arte, conservado, como el existente en la Valltorta. Esto se debe a que la
presencia de población con un abanico cronológico tan amplio
impide hablar con seguridad de la asignación de la autoría. Sin
embargo, resulta altamente ilustrativa la coincidencia entre los
territorios del arte y del Neolítico II en el ámbito estricto de la
Valltorta.
De asociarse la realización del arte rupestre Levantino al
Neolítico II, encajaría con aquellas propuestas que abogan
por un ciclo artístico largo para este horizonte gráfico (Hernández Pérez, 2009; Villaverde, 2005). De este modo, hay
que tener en cuenta, cuando hablamos del Neolítico II y lo
relacionamos con la secuencia levantina, el lapso temporal
al que nos estamos refiriendo. Tratado de manera indepen517
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V. Villaverde, T. Martínez i Rubio, P. M. Guillem Calatayud, R. Martínez Valle y J. A. Martínez Álvarez
diente a partir del registro lítico, el Neolítico IIC u Horizonte Campaniforme de Transición (HCT) muestra un descenso
considerable del número de yacimientos implicados. De esta
manera, si consideramos el Neolítico IIA i IIB1 y 2 (Bernabeu, 1989) –Neolítico medio y precampaniforme– nos
enfrentamos a 1.500 años, aproximadamente, de cambios y
transformaciones sociales; unas 70 generaciones que ocuparon y plasmaron sus ideas en las paredes de los abrigos. Estos
cambios podrían reflejarse, entre otros indicadores culturales, en el arte rupestre levantino. Las variaciones estilísticas
en la figura humana, uno de los componente centrales de la
iconografía artística levantina, abogan por la existencia de
una cierta dimensión temporal, pues se integran formas de representación bien diferenciadas en escenas o composiciones
que van dotándose, a partir de añadidos o adiciones, de nueva significación. Como se señaló con anterioridad, los cuatro
grandes conjuntos rupestres de la zona constituyen lugares
en los que se acumularon las representaciones de diferentes
horizontes. Parece que su existencia sirve, por sí misma, para
dar cuenta de la continuidad observada en la distribución de
los conjuntos decorados y su relación con la red de caminos
óptimos. Sin embargo, se pueden añadir algunos datos adicionales a esta consideración, si nos ceñimos a los conjuntos de
Arte Levantino, el número de yacimientos que se caracterizan
por una única fase estilística decorativa es reducido, con sólo
14 casos, de los que 8 corresponden al horizonte Lineal, 2 al
horizonte Centelles, 2 al horizonte Cingle de la Mola Remigia, 1 al de Mas d'en Josep y 1 al de Civil.
La coincidencia entre sitios de arte y de hábitat y su relación mediante la red de caminos teóricos permite apuntar una
cronología, y una autoría, centrada en los pobladores del cuarto y tercer milenio, unos resultados que apuntan en la misma
dirección que los señalados en otros trabajos que desvinculan
la cronología del Arte Levantino del proceso de neolitización
(Martí y Juan-Cabanilles, 2002; García Puchol et al., 2004;
García Robles et al., 2005).
En esta línea, los cambios sociales que se detectan a nivel
arqueológico tendrían su correspondencia en los cambios estilísticos que muestra el arte rupestre Levantino. La dualidad de
continuidad y cambio, parecen afectar tanto a los espacios decorados principales, como a la temática en la que intervienen las
figuras humanas representadas. No se trata sólo de un contraste
en naturalismo/volumen y simplificación/linealidad, sino de la
aparición de temáticas que remiten claramente a la conflictividad social o territorial.
Esta lectura se complementa en la Valltorta, por un lado,
con la escasa documentación del Neolítico I. Propuesta que
está en consonancia con el escaso desarrollo artístico del Esquemático Antiguo, presente sin embargo, en alguno de los
yacimientos más importantes del núcleo, como son la Cova
dels Cavalls y Coves del Civil. En este sentido, los yacimientos arqueológicos se orientan en un marcado eje norte-sur,
que coincide con el observado en el Epimagdaleniense y en
el Mesolítico Geométrico, mientras que el Arte Esquemático
Antiguo se sitúa por primera vez en el eje de la Valltorta. La
no coincidencia entre los caminos óptimos de los yacimientos arqueológicos y el Arte Esquemático Antiguo, reducido en
cualquier caso a pocos efectivos, constituye una discordancia
con lo que cabría esperar al respecto de la cronología atribuida
518
al mismo, lo que obligará a replantear su asignación en términos temáticos y estilísticos, o a formular un modelo de complementariedad en su ubicación con respecto al eje formado
por los asentamientos.
Sin embargo, esta propuesta no elude alguna de las principales problemáticas que atañen al arte rupestre postpaleolítico
en esta zona de la península Ibérica. Entre otras, el hecho de
que podría significar la simultaneidad de lenguajes gráficos
en la zona si se considera que una parte del Arte Esquemático se está desarrollando durante este período (Hernández,
2009; Martínez y Guillem, 2006) de manera paralela al Arte
Levantino. Este punto encierra a su vez algunos aspectos
relativos a este Arte Esquemático todavía no aclarados y de
difícil resolución a día de hoy. No se puede obviar la diversidad cronocultural que encierra este horizonte gráfico en la
fachada oriental de la península Ibérica. Se están realizando
importantes esfuerzos por desenmarañar un corpus de figuras
muy amplio y los avances en los últimos años son importantes (Torregrosa y Galiana, 2001; Guillem y Martínez, 2006;
Hernández, 2009; Martínez i Rubio, 2011) individualizando
un sistema gráfico de rasgos esquemáticos propio del Neolítico Antiguo, mencionado unas líneas más arriba. No obstante,
sigue resultando difícil determinar o clasificar las distintas
realidades socioculturales, con significación cronológica, que
parece que se dan dentro del Arte Esquemático.
Los datos obtenidos en la Valltorta ofrecen, de entrada,
diferencias con la distribución y relación que presenta el Arte
Esquemático Antiguo y el poblamiento neolítico cardial en el
núcleo del Caroig (Martínez Rubio y Martorell, 2012). Sin embargo allí el Arte Esquemático Antiguo tiene más entidad y sus
rasgos se ajustan con más precisión a lo observado en el núcleo
del Pla de Petracos.
De otro lado, tampoco se pueden explicar, desde la generación de los caminos óptimos y su correlación con los asentamientos de hábitat, los vacíos poblacionales o los artísticos
que se evidencian a partir de la visualización de los mapas de
dispersiones de puntos. En concreto, las agrupaciones de yacimientos al norte de la Serra d'en Galceran no encuentran la
correspondencia esperable con el arte rupestre. Su localización, bordeando la zona meridional del valle de Albocàsser,
podría responder a una voluntad de control de una zona apta
para el desarrollo agrícola. Se trata de una de las zonas más
aptas de todo el territorio analizado para desarrollar dicha
actividad y la distribución de los yacimientos podría obedecer a una racionalización del espacio situándose en el punto
de unión entre la zona baja del valle y la ladera de la sierra.
De manera contraria, los yacimientos de arte rupestre, tanto
Esquemático como Levantino, de la Serra del Molló no se
pueden poner en relación de manera directa con los sitios de
hábitat conocidos. Este hecho puede deberse, sin embargo,
a una limitación inherente al método seguido al trazar el estudio, ya que desdibuja los bordes del territorio analizado al
dirigir la red, y la atención, hacia el centro.
En su conjunto, se ha venido llamando la atención a lo largo
de este estudio sobre las escasas diferencias observables en la
distribución de los distintos horizontes gráficos levantinos. Tan
sólo el horizonte Lineal presenta una distribución más extensa y
menos ajustada a la zona oriental de la Valltorta. Esta situación
propicia la idea de que en la mayor parte de la secuencia, coin-
[page-n-526]
Aproximación a la cronología del Arte Levantino a través de la red de caminos óptimos
cidiendo fundamentalmente con las fases en las que la figura
humana ha estado dotada de un cierto volumen y modelado, se
registra una marcada continuidad territorial. En todo caso ello
no entra en contradicción con el hecho de que los distintos horizontes gráficos registren cambios significativos en la temática y
la forma de concebir la figura humana, lo que apunta, como ya
se ha señalado, a una perspectiva temporal de suficiente entidad
como para que vaya asociada a cambios sociales que se reflejan
en la expresión gráfica.
Hay que tener en cuenta, y esto es algo que se deduce directamente de la terminología con la que se han identificado
determinados horizontes gráficos levantinos de la Valltorta,
que en el núcleo de Gassulla se localizan importantes abrigos
en los que están bien documentados buena parte de horizontes gráficos identificados en el Riu de les Coves. Al igual que
en esta zona, también existen en la Gassulla algunos enclaves de especial importancia en el número de figuras y fases
decorativas, como es el caso de Cova Remigia y el Cingle de
la Mola Remigia, lo que indica la existencia de continuados
contactos e interrelaciones entre estas dos zonas. Y algo similar ocurre al dirigir la atención al Maestrazgo turolense.
Como ha sido reiteradamente puesto de manifiesto (Utrilla
2000; Utrilla y Villaverde, 2004; Guillem y Martínez, 2004;
López-Montalvo, 2005; Domingo, 2005; Bea, 2009), son
numerosos los elementos de semejanza existentes entre el
núcleo de la Valltorta y el Bajo Aragón/Maestrazgo turolense (trepadores, escenas de caza del jabalí, disposición de las
figuras del horizonte Centelles/Arquetipo robusto, representaciones de toros, etc.), y es necesario en el futuro integrar,
mediante aplicación de una metodología común, los estudios
realizados en ambas zonas, para intentar establecer cuáles
fueron las vías de conexión entre ellas. Estos trabajos han
de constituir la base sobre la que profundizar en la forma en
que se articularon las redes de contacto que sustentaron esas
similitudes estilísticas y temáticas.
De entrada, con respecto a las conclusiones obtenidas en
los trabajos del Bajo Aragón, se observan diferencias entre el
paisaje lineal del Esquemático en Aragón (Sebastián, 2011) y
los datos de Valltorta. Tampoco parece que el modelo de distribución propuesto para esa región, con “grandes centros” que
reúnen un elevado número de representaciones y que aparecen
separados entre sí por distancias con frecuencia de 50 km y no
inferiores a los 25 km, articulando en su entorno una red de conjuntos menores (Bea, 2012), sea similar al de la Valltorta, donde
el conjunto de yacimientos mayores se integra en una distancia
que no sobrepasa en su totalidad los 25 km y donde se observan
conjuntos de numerosas figuras y fases decorativas escasamente
separados. Algo que también ocurre en el núcleo de la Gassulla.
Ya se ha llamado la atención (Cruz Berrocal, 2006) sobre la necesidad de realizar estudios regionales que faciliten una valoración detallada de las semejanzas y diferencias de los diferentes
territorios levantinos, de cara a una posterior integración de los
resultados en una visión macro. Las diferencias ahora señaladas
y la información proporcionada por la Valltorta aportan nueva
información a esta problemática y permiten proseguir en futuros
trabajos en la obtención de una visión suprarregional que sea
más sensible a la concreción de los factores culturales derivados
de la compartimentación territorial que, sin duda, debió asociarse al fenómeno artístico parietal levantino.
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Autors
Marta ALCOLEA
Área de Prehistoria, Grupo de investigación “Primeros
Pobladores del Valle del Ebro”, Universidad de Zaragoza.
malcolea@unizar.es
Amparo BARRACHINA IBÁÑEZ
Servei d'Investigacions Arqueològiques i Prehistòriques (SIAP),
Diputació de Castelló.
abarrachina@dipcas.es
Sara ALIAGA
Consell Comarcal de la Cerdanya, Puigcerdà.
cultura@cerdanya.org
Miguel BENITO IBORRA
Museo Arqueológico de Alicante (MARQ),
Diputación de Alicante.
mbenito@diputacionalicante.es
Paloma ARANDA
Área de Prehistoria, Departamento de Ciencias de la Antigüedad,
Universidad de Zaragoza.
paranda@unizar.es
Héctor ARCUSA MAGALLÓN
Arqueólogo profesional.
hectorarcusa@gmail.com
Eduardo ARROYO PARDO
Departamento de Toxicología y Legislación Sanitaria,
Facultad de Medicina, Universidad Complutense de Madrid.
earroyop@med.ucm.es
J. Emili AURA TORTOSA
Departament de Prehistòria i Arqueologia,
Facultat de Geografia i Història, Universitat de València.
emilio.aura@uv.es
Ernestina BADAL
Departament de Prehistòria i Arqueologia,
Facultat de Geografia i Història, Universitat de València.
Ernestina.Badal@uv.es
R. de BALBÍN BEHRMANN
Departamento de Historia y Filosofía, Universidad de Alcalá
de Henares.
rodrigo.balbin@uah.es
Maria BARBERÀ
Museu Arqueològic d'Ontinyent i la Vall d'Albaida (MAOVA).
mibama@hotmail.com
Abel BERDEJO
Grupo de investigación arqueológica y divulgación
“De la Roca al Metal”.
delarocaalmetal@gmail.com
Jean-François BERGER
Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS),
UMR 5600 EVS, Université de Lyon 2 – IRG.
Jean-Francois.Berger@univ-lyon2.fr
Joan BERNABEU AUBÁN
Departament de Prehistòria i Arqueologia,
Facultat de Geografia i Història, Universitat de València.
jbauban@uv.es
Paolo BIAGI
Dipartimento di Studi sull'Asia e l'Africa Mediterranea,
Università Ca' Foscari, Ca' Cappello, Venezia.
pavelius@unive.it
Concepción BLASCO
Departamento de Prehistoria y Arqueología, Facultad
de Filosofía y Letras, Universidad Autónoma de Madrid.
concepcion.blasco@uam.es
Joaquim BOLUFER MARQUÉS
Museu Arqueològic i Etnogràfic “Soler Blasco”, Xàbia.
mvsev.xabia@gmail.com
Helena BONET ROSADO
Museu de Prehistòria de València, Diputació de València.
helena.bonet@dival.es
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Juan de Dios BORONAT SOLER
Fundació CIRNE, Xàbia.
juandeboronat@hotmail.com
Josep BOSCH
Museu de Gavà.
jbosch@gava.cat
P. BUENO RAMÍREZ
Departamento de Historia y Filosofía,
Universidad de Alcalá de Henares.
p.bueno@uah.es
Juan Antonio CÁMARA SERRANO
Departamento de Prehistoria y Arqueología,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Granada.
jacamara@ugr.es
Javier CARRASCO RUS
Departamento de Prehistoria y Arqueología,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Granada.
jcrus@ugr.es
Yolanda CARRIÓN
Departament de Prehistòria i Arqueologia,
Facultat de Geografia i Història, Universitat de València.
Yolanda.Carrion@uv.es
António Faustino CARVALHO
Universidade do Algarve, FCSH, Faro.
afcarva@ualg.pt
Artur CEBRIÀ
Seminari d'Estudis i Recerques Prehistòriques (SERP),
Departament de Prehistòria, Història Antiga i Arqueologia,
Universitat de Barcelona.
arturcebria@gmail.com
Júlia CHINCHILLA
Escola Superior de Conservació i Restauració de Béns Mobles
de Catalunya, Barcelona.
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Emilio CORTELL PÉREZ
Museu Arqueològic Municipal “Camil Visedo Moltó”, Alcoi.
ecortell@alcoi.org
Manuel CRESPO DÍEZ
Taller de Estudios Medioambientales y Arqueológicos (TeMa),
Universidad de Valladolid.
prehist@fyl.uva.es
Antonio DELGADO HUERTAS
Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra,
CSIC-Universidad de Granada.
antoniodelgado@ugr.es
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Germán DELIBES DE CASTRO
Departamento de Prehistoria, Facultad de Filosofía y Letras,
Universidad de Valladolid.
Delibes@fyl.uva.es
Agustín DÍEZ CASTILLO
Departament de Prehistòria i Arqueologia,
Facultat de Geografia i Història, Universitat de València.
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Rafael DOMINGO
Área de Prehistoria, Grupo de investigación “Primeros
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rdomingo@unizar.es
Rosa ENGUIX ALEMANY
Museu de Prehistòria de València, Diputació de València.
reaguix@yahoo.es
Marco Aurelio ESQUEMBRE BEBIA
Arpa Patrimonio, Sant Vicent del Raspeig.
arpapatrimonio@gmail.com
Carlos FERRER GARCÍA
Museu de Prehistòria de València, Diputació de València.
carlos.ferrer@dival.es
Yolanda FONS GRAU
Museu de Prehistòria de València, Diputació de València.
yolanda.fons@dival.es
Josep M. FULLOLA
Seminari d'Estudis i Recerques Prehistòriques (SERP),
Departament de Prehistòria, Història Antiga i Arqueologia,
Universitat de Barcelona.
fullola@ub.edu
Lorenzo GALINDO
Arqueoestudio Sociedad Cooperativa, Madrid.
lorenzo.galindo@arqueoestudio.com
Gabriel GARCÍA ATIÉNZAR
Instituto Universitario de Investigación en Arqueología
y Patrimonio Histórico (INAPH), Área de Prehistoria,
Universidad de Alicante.
g.garcia@ua.es
Pau GARCÍA BORJA
Universidad Nacional de Educación a Distancia, Valencia.
paucanals@hotmail.com
Jesús GARCÍA GAZÓLAZ
Dirección General de Cultura, Gobierno de Navarra.
jesus.garcia.gazolaz@cfnavarra.es
Íñigo GARCÍA MARTÍNEZ DE LAGRÁN
Departamento de Geografía, Prehistoria y Arqueología,
Universidad del País Vasco.
igmtzl@gmail.com
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Oreto GARCÍA PUCHOL
Investigadora Programa Ramón y Cajal, Departament
de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València.
Oreto.Garcia@uv.es
Rafael GARRIDO PENA
Departamento de Prehistoria y Arqueología, Facultad
de Filosofía y Letras, Universidad Autónoma de Madrid.
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Juan Francisco GIBAJA BAO
Institució Milà i Fontanals, Departament d'Arqueologia i
Antropologia, CSIC, Barcelona.
jfgibaja@imf.csic.es
Joaquim JUAN CABANILLES
Museu de Prehistòria de València, Diputació de València.
joaquim.juan@dival.es
Rafael LABORDA
Área de Prehistoria, Grupo de investigación “Primeros
Pobladores del Valle del Ebro”, Universidad de Zaragoza.
laborda@unizar.es
Corina LIESAU
Departamento de Prehistoria y Arqueología, Facultad
de Filosofía y Letras, Universidad Autónoma de Madrid.
corina.liesau@uam.es
Olga GÓMEZ PÉREZ
Departament de Prehistòria i Arqueologia,
Facultat de Geografia i Història, Universitat de València.
Olga.Gomez-Perez@uv.es
Joaquín LOMBA MAURANDI
Departamento de Prehistoria, Arqueología, Historia Antigua,
Historia Medieval y Ciencias y Técnicas Historiográficas,
Facultad de Letras, Universidad de Murcia.
jlomba@um.es
Jean GUILAINE
Collège de France.
jguilaine@wanadoo.fr
Lola LÓPEZ
Arqueòloga professional.
lolabichos@gmail.com
P. M. GUILLEM CALATAYUD
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Culturals (IVCR), Àrea d'Arqueologia i Paleontologia.
guillempere@yahoo.es
F. J. LÓPEZ CACHERO
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Departament de Prehistòria, Història Antiga i Arqueologia,
Universitat de Barcelona.
xavierlopez@ub.edu
María HABER URIARTE
Departamento de Prehistoria, Arqueología, Historia Antigua,
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Facultad de Letras, Universidad de Murcia.
mariahaber@um.es
Mauro S. HERNÁNDEZ PÉREZ
Instituto Universitario de Investigación en Arqueología
y Patrimonio Histórico (INAPH), Área de Prehistoria,
Universidad de Alicante.
mauro.hernandez@ua.es
Ignacio HORTELANO
IH Intervenciones Arqueológicas.
ignacio.hortelano@gmail.com
Sylvia Alejandra JIMÉNEZ BROBEIL
Laboratorio de Antropología Física, Facultad de Medicina,
Universidad de Granada.
jbrobeil@ugr.es
Irene JIMÉNEZ JIMÉNEZ
Instituto Arcadia, Fundación General de la Universidad
de Valladolid.
irene.jimenezjim@gmail.com
Francisco Javier JOVER MAESTRE
Instituto Universitario de Investigación en Arqueología
y Patrimonio Histórico (INAPH), Área de Prehistoria,
Universidad de Alicante.
javier.jover@ua.es
Juan Antonio LÓPEZ PADILLA
Museo Arqueológico de Alicante (MARQ),
Diputación de Alicante.
japadi@diputacionalicante.es
José I. LORENZO
Servicio de Investigación y Difusión del Patrimonio Cultural,
Dirección General de Patrimonio Cultural,
Diputación General de Aragón.
jilorenzo@aragón.es
Patricia MARTÍN
Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social
(IPHES), Grup d'Autoecologia Humana del Quaternari,
Universitat Rovira i Virgili, Tarragona.
patrimr@gmail.com
José Ángel MARTÍNEZ ÁLVAREZ
Departament de Prehistòria i Arqueologia,
Facultat de Geografia i Història, Universitat de València.
Jomaral9@topo.upv.es
M. Isabel MARTÍNEZ NAVARRETE
Departamento de Arqueología y Procesos Sociales,
Instituto de Historia, Centro de Ciencias Humanas y Sociales,
CSIC, Madrid.
isabel.martinez@cchs.csic.es
525
[page-n-533]
Trinidad MARTÍNEZ I RUBIO
Departament de Prehistòria i Arqueologia,
Facultat de Geografia i Història, Universitat de València.
trinidad.martinez@uv.es
Jordi NADAL
Seminari d'Estudis i Recerques Prehistòriques (SERP),
Departament de Prehistòria, Història Antiga i Arqueologia,
Universitat de Barcelona.
jordinadal@ub.edu
Francisco MARTÍNEZ-SEVILLA
Departamento de Prehistoria y Arqueología,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Granada.
martinezsevilla@ugr.es
Trinidad NÁJERA COLINO
Departamento de Prehistoria y Arqueología,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Granada.
tnajera@ugr.es
Rafael MARTÍNEZ VALLE
Institut Valencià de Conservació i Restauració de Béns
Culturals (IVCR), Àrea d'Arqueologia i Paleontologia.
ramavalle@yahoo.es
María NTINOU
M.H. Wiener Laboratory for Archaeological Science,
American School of Classical Studies at Athens, Greece.
maria.ntinou@uv.es
Susana MENDIELA
Departamento de Prehistoria, Arqueología, Historia Antigua,
Historia Medieval y Ciencias y Técnicas Historiográficas,
Facultad de Letras, Universidad de Murcia.
susanamendiela@gmail.com
Oriol MERCADAL
Museu Cerdà, Puigcerdà.
oriolmuseu@puigcerda.cat
Josep MESTRES
VINSEUM, Museu de les Cultures del Vi, Vilafranca del
Penedès.
josepmestres@hotmail.com
Garyfalia METALLINOU
8e Ephorie des Antiquités Préhistoriques et Classiques de Corfou.
gmetallinou@gmail.com
Fernando MOLINA GONZÁLEZ
Departamento de Prehistoria y Arqueología,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Granada.
molinag@ugr.es
Juan I. MORALES
Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social
(IPHES), Grup d'Autoecologia Humana del Quaternari,
Universitat Rovira i Virgili, Tarragona.
jignacio.morales@gmail.com
Antonio MORGADO
Departamento de Prehistoria y Arqueología,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Granada.
morgado@ugr.es
Magdalena MOSKAL-DEL HOYO
Instytut Botaniki im W. Szafera Polskiej Akademii Nauk,
Kraków, Polonia.
m.moskal@botany.pl
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Alberto OBÓN
Grupo de investigación arqueológica y divulgación
“De la Roca al Metal”.
delarocaalmetal@gmail.com
F. Xavier OMS ARIAS
Seminari d'Estudis i Recerques Prehistòriques (SERP),
Departament de Prehistòria, Història Antiga i Arqueologia,
Universitat de Barcelona.
xavieroms@gmail.com
Teresa OROZCO KÖHLER
Departament de Prehistòria i Arqueologia,
Facultat de Geografia i Història, Universitat de València.
Teresa.Orozco@uv.es
Ángel Luis PALOMINO LÁZARO
Arqueólogo profesional.
angel@aratikos.com
Salvador PARDO GORDÓ
Departament de Prehistòria i Arqueologia,
Facultat de Geografia i Història, Universitat de València.
salvador.pardo@uv.es
Josep PASCUAL BENEYTO
Museu Arqueològic d'Ontinyent i la Vall d'Albaida (MAOVA).
arqueologiapascual@gmail.com
Josep Lluís PASCUAL BENITO
Museu de Prehistòria de València, Diputació de València.
Josep.ll.pascual@uv.es
Mireia PEDRO
Seminari d'Estudis i Recerques Prehistòriques (SERP),
Departament de Prehistòria, Història Antiga i Arqueologia,
Universitat de Barcelona.
mirepeter@hotmail.com
María Jesús de PEDRO MICHÓ
Museu de Prehistòria de València, Diputació de València.
mjesus.depedro@dival.es
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Guillem PÉREZ JORDÀ
Grupo de investigación Bioarqueología, Instituto de Historia,
Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC.
guillem.perez@cchs.csic.es
Department of Archaeology, University of Cape Town.
Department of Archaeogenetics, Max-Planck Institute for the
Science of Human History, Jena.
Domingo_carlos@eva.mpg.de
Manuel PÉREZ RIPOLL
Departament de Prehistòria i Arqueologia,
Facultat de Geografia i Història, Universitat de València.
Manuel.Perez@uv.es
Vicente Marcos SÁNCHEZ
Arqueoestudio Sociedad Cooperativa, Madrid.
vmsanchez@arqueoestudio.com
M. À. PETIT MENDIZÀBAL
Seminari d'Estudis i Recerques Prehistòriques (SERP),
Departament de Prehistòria, Història Antiga i Arqueologia,
Universitat de Barcelona.
petit@ub.edu
Agustí RIBERA
Museu Arqueològic d'Ontinyent i la Vall d'Albaida (MAOVA).
info@maova.com
Patricia RÍOS
Departamento de Prehistoria y Arqueología, Facultad
de Filosofía y Letras, Universidad Autónoma de Madrid.
patricia.rios@uam.es
José Antonio RIQUELME CANTAL
Departamento de Geografía y Ciencias del Territorio,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Córdoba.
jriquelme@uco.es
Consuelo ROCA DE TOGORES MUÑOZ
Museo Arqueológico de Alicante (MARQ),
Diputación de Alicante.
crocat@dip-alicante.es
José M.ª RODANÉS
Área de Prehistoria, Departamento de Ciencias
de la Antigüedad, Universidad de Zaragoza.
jrodanes@unizar.es
José Antonio RODRÍGUEZ MARCOS
Departamento de Ciencias Históricas y Geografía,
Universidad de Burgos.
jrmarcos@ubu.es
Manuel A. ROJO GUERRA
Departamento de Prehistoria y Arqueología,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Valladolid.
marojo@fyl.uva.es
Pablo ROSSER LIMIÑANA
Departamento de Patrimonio Cultural,
Municipalidad de Alicante.
pablo.rosser@alicante-ayto.es
Domingo C. SALAZAR-GARCÍA
Department of Human Evolution, Max-Planck Institute for
Evolutionary Anthropology, Leipzig.
Departament de Prehistòria i Arqueologia, Facultat de
Geografia i Història, Universitat de València.
Jesús SESMA SESMA
Sección de Arqueología, Departamento de Cultura,
Deporte y Juventud, Gobierno de Navarra.
jsesmase@gmail.com
Jorge A. SOLER DÍAZ
Museo Arqueológico de Alicante (MARQ),
Diputación de Alicante.
jasoler@dip-alicante.es
Seila SOLER ORTIZ
Arqueóloga.
seilaaixa@gmail.com
Liliana SPANEDDA
Departamento de Prehistoria y Arqueología,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Granada.
spanedda@ugr.es
Elisabetta STARNINI
Dipartimento di Studi Storici, Scuola di Scienze Umanistiche,
Università di Torino.
elisabetta.starnini@unito.it
Soprintendenza Archeologia della Liguria, Genova.
elisabetta.starnini@beniculturali.it
Eulàlia SUBIRÀ DE GALDÁCANO
Unitat d'Antropologia Biològica, Departament de Biologia
Animal, Biologia Vegetal i Ecologia,
Universitat Autònoma de Barcelona.
eulalia.subira@uab.cat
Josep TARRÚS
Prehistoriador.
joseptarrus@gmail.com
Cristina TEJEDOR RODRÍGUEZ
Instituto Arcadia, Fundación General de la Universidad
de Valladolid.
tejedor.cristina@gmail.com
Mercedes UNZU URMEMETA
Arqueóloga profesional, Gabinete Trama S.L., Pamplona.
tramasl@gmail.com
Pilar UTRILLA
Área de Prehistoria, Grupo de investigación “Primeros
Pobladores del Valle del Ebro”, Universidad de Zaragoza.
utrilla@unizar.es
527
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Paloma VIDAL
Departament de Prehistòria i Arqueologia,
Facultat de Geografia i Història, Universitat de València.
Paloma.Vidal@uv.es
Ángel VELASCO BERZOSA
Servei d'Arqueologia, Ajuntament de Xàtiva.
museo@ayto-xativa.es
Valentín VILLAVERDE
Departament de Prehistòria i Arqueologia,
Facultat de Geografia i Història, Universitat de València.
valentin.villaverde@uv.es
528
José VIÑALS IRANZO
Médico.
jgonzalezbaeza@gmail.com
João ZILHÃO
Institució Catalana de Recerca i Estudis Avançats (ICREA).
Seminari d'Estudis i Recerques Prehistòriques (SERP;
SGR2014-00108), Departament de Prehistòria, Història Antiga
i Arqueologia, Facultat de Geografia i Història, Universitat de
Barcelona.
Centro de Arqueologia da Universidade de Lisboa (UNIARQ),
Faculdade de Letras.
joao.zilhao@ub.edu
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L'escola valenciana de prehistòria i Bernat Martí Oliver.
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Valentín Villaverde Bonilla / Trinidad Martínez Rubio / Pere Miquel Guillem Calatayud / Rafael Martínez Valle / José Ángel Martínez ÁlvarezPag. 501-520descargar