Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple de la Marina Alta (Alicante). A propósito de los trabajos desarrollados en la Cova del Randero de Pedreguer y en la Cova del Barranc del Migdia de Xàbia.
Jorge Agatángelo Soler Díaz
Consuelo Roca de Togores Muñoz
Marco Aurelio Esquembre Bebia
Olga Gómez Pérez
Juan de Dios Boronat Soler
Miguel Benito Iborra
Carlos Ferrer García
Joaquim Bolufer Marqués
2016
[page-n-1]
Del neolític a l’edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 323-348.
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación
múltiple en la Marina Alta (Alicante). A propósito de los trabajos
desarrollados en la Cova del Randero de Pedreguer
y en la Cova del Barranc del Migdia de Xàbia
Jorge A. Soler Díaz, Consuelo Roca de Togores Muñoz,
Marco Aurelio Esquembre Bebia, Olga Gómez Pérez, Juan de Dios Boronat Soler,
Miguel Benito Iborra, Carlos Ferrer García y Joaquim Bolufer Marqués
resumen
Recientes proyectos de investigación desarrollados en la comarca de La Marina Alta permiten abordar el fenómeno de la
inhumación múltiple desde nuevas perspectivas. Se exponen los resultados de la vertiente funeraria de las cavidades de
Randero y Migdia, consignada en ambas durante la primera mitad del III milenio a.C. En la primera, resulta muy difícil
identificar el contexto de enterramiento al caracterizarse también como cueva de habitación, de fácil acceso, muy violentada en
el s. XX. Muy al contrario, la disposición de la segunda ha favorecido su preservación, habiéndose excavado una necrópolis en
muy buen estado de conservación. La similitud de los elementos del registro material de ambas cavidades y su temporalidad,
establecida a partir de dataciones de C14, favorece la observación de una fase avanzada dentro del hecho funerario abordado,
reconociéndose en la de Migdia una práctica de enterramientos secundarios a partir de un exhaustivo análisis antropológico.
p a l a b r a s c l a v e : Calcolítico,
cuevas de enterramiento, antropología física, ritual funerario.
abstract
Advances in the study of multiple burial in La Marina Alta (Alicante). On the archaeological research in Randero Cave
(Pedreguer) and Barranc del Migdia Cave (Xàbia). This paper presents a new perspective of the phenomenon of multiple
burials in caves during the first half of the III millennium BC. The study is based on recent research projects developed in the
Randero and Migdia Caves (La Marina Alta, north of Alicante province, Spain). It is very difficult to identify the burial context
in Randero Cave (Pedreguer) because it has been used as a human dwelling during the III millennium BC and has had many
alterations over the last century. By contrast, the location of the Migdia Cave (Xàbia), high on a cliff of the Montgó Mountain,
has preserved the human remains. The similarity of the material culture in both cavities and a number of radiocarbon dates
reveal an advanced chronology for these funerary rituals. Moreover, detailed anthropological analyses on the human remains
have allowed us to identify the practice of secondary burials in the Migdia Cave.
keywords:
Chalcolithic, burial caves, Physical Anthropology, Funerary Rituals.
1. ESTADO DE LA CUESTIÓN DEL FENÓMENO
DE INHUMACIÓN EN TIERRAS VALENCIANAS A
PARTIR DE LAS APORTACIONES DE BERNAT MARTÍ
A PROPÓSITO DE LA COVA SANTA DE VALLADA
De manera simultánea en los últimos años se viene actuando
en la Cova del Randero de Pedreguer1 y en la Cova del Barranc
del Migdia de Xàbia. En la primera se han desarrollado hasta la
fecha 8 campañas (2007-2014) dentro del plan de excavaciones
ordinarias que promueve el MARQ, mientras que en la cavidad
del Montgó se actúa bajo el impulso del Museu Arqueològic i
Etnogràfic Municipal “Soler Blasco” y el patrocinio de la Fun-
1 En el marco de un convenio de colaboración entre la Diputación
de Alicante y el Ayuntamiento de Pedreguer. Bajo la dirección de
Jorge. A. Soler Díaz, Consuelo Roca de Togores Muñoz y, desde
2012, de Olga Gómez Pérez.
dación CIRNE de Xàbia, contando también con la colaboración
del Museo Arqueológico de Alicante, habiéndose efectuado
desde 2009 un total de 5 campañas de intervención arqueológica.2 La realización de ambos proyectos ha permitido reunir
especialistas en distintas disciplinas, teniendo en cuenta la amplia secuencia que ofrece la cavidad de Randero, desde el Paleolítico Superior a la Protohistoria, y el enorme interés que en
la de Migdia suscita la coincidencia de representaciones de Arte
Rupestre Esquemático y la práctica de la inhumación múltiple.
2 Bajo la dirección de Joaquim Bolufer Marques, Juan de Dios Boronat Soler, Marco Aurelio Esquembre Bebiá y Jorge A. Soler Díaz.
Las actuaciones se han desarrollado del 2 al 27 de octubre de 2009
(I), del 11 junio al 5 de julio de 2010 (II), del 15 de noviembre al 3
de diciembre de 2010 (III), del 15 diciembre de 2012 al 15 de enero
de 2013 (IV) y del 11 al 29 de agosto de 2014. Todos los trabajos
de campo han sido sufragados por la Fundación CIRNE, habiendo
sido ejecutados por la empresa ARPA Patrimonio.
323
[page-n-2]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Distante no más de 11 km de la de Xàbia (fig. 1),3 en la cavidad de Pedreguer los mejores resultados se vienen obteniendo en
la evaluación de su uso como redil de ganado durante la segunda mitad del V milenio a.n.e. (Soler, Gómez y Roca de Togores,
2014). En el marco de ese interés, que hace de la investigación de
esta cueva continuidad del esfuerzo desarrollado de 1993 a 2007
en la Cova d’en Pardo de Planes, en distintas ocasiones hemos
recibido la visita de Bernat Martí, con quien a menudo hemos
compartido los avances en la excavación e investigación de la
cavidad de La Marina, y años antes los de aquella de El Comtat,
beneficiados de su magisterio y siempre atentos a sus recomendaciones y consejos. Agradeciendo al Museo de Prehistoria de
Valencia la invitación a participar en este volumen de Homenaje
al Conservador que fuera su Director y principal impulsor de su
remodelación y concepto actual, no podemos dejar pasar la oportunidad de expresar nuestro reconocimiento a quien es uno de los
principales investigadores de la Prehistoria del País Valenciano,
recordando que en su fructífera trayectoria fue uno de los primeros en plantear un marco de investigación pluridisciplinar, un
modo de hacer participativo a la vez que enormemente riguroso,
que hizo de la Cova de l’Or de Beniarrés referencia internacional
de nuestro Neolítico. Si en lo científico sus aportaciones significan un todo, en la vertiente profesional y humana, pensar en Bernat Martí Oliver es evocar lo que significa anteponer a cualquier
dificultad o ambición perentoria valores de largo recorrido, inherentes al código deontológico de los Hombres que ponen su vocación al servicio de la búsqueda y transmisión del conocimiento.
De manera concreta en la temática elegida para esta aportación, resulta de indudable interés la síntesis que Martí Oliver
(1981) planteara en el número XVI del Archivo de Prehistoria
Fig. 1. Situación de las cavidades de Randero (1), y Barranc del
Migdia (2) y Cova Ampla del Montgó (3).
3 De manera expresa queremos agradecer las colaboraciones para
la elaboración de la parte gráfica de este trabajo a Gabriel García
Atiénzar (fig. 1), Pilar Mas Hurtuna (fig. 2, 4 y 5), Oscar Magdaleno Montes (fig. 3) y Blanca C. Quintana Sellés (fig. 6).
324
Levantina, con ocasión de presentar los hallazgos de la Cova
Santa de Vallada, por cuanto que, sin género de dudas el trabajo significa el punto de partida de la renovación de los estudios
sobre la vertiente funeraria de los yacimientos en cueva asimilados al “Eneolítico valenciano”; aspecto éste por otra parte
bien tratado por todos aquellos que le precedieran en la Dirección del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo, si
se recuerdan los trabajos de Isidro Ballester Tormo sobre la
Cova del Camí Real d’Alacant de Albaida y la Cova de la Pastora de Alcoy (Ballester Tormo, 1928 y 1949), la publicación
de la Cueva de las Laderas del Castillo de Chiva por parte de
Domingo Fletcher Valls (1957), o las aportaciones de Enrique
Pla Ballester (1954 y 1958) sobre las grutas de Barranc del
Castellet de Carrícola o Ribera de Cullera. Esa implicación, en
la que se debe incluir al que fuera Director del Museo Arqueológico de Alicante, Enrique Llobregat Conesa (1963 y 1966),
es en cualquier caso demostrativa de la importancia que alcanza el estudio de las cavidades de enterramiento dentro del
desarrollo de nuestra Prehistoria, a pesar de la frustración que
provoca no acabar de conocer bien el ritual de inhumación,
al tratarse de contextos donde apenas podemos aventurar la
disposición de los inhumados, no sólo teniendo en cuenta el
altísimo nivel de profanación que les caracteriza, sino también
las causas naturales y aquellas otras inherentes a las pautas
culturales que regirían su uso (Martí Oliver, 1981: 181).
Cabe recordar que dirigidos por Bernat Martí, como colaborador primero y como Ayudante del SIP después (Fletcher
Valls, 1979 y 1980), los trabajos de Cova Santa de Vallada
parten de la correcta implicación de un grupo de aficionados
debidamente aleccionados, lo que permite recuperar buena
parte de los datos antes de la alteración del contexto,4 y cuentan con la directa participación del médico Francisco Ruiz Perales, quien identifica los restos humanos en el transcurso de
la exhumación para proceder luego a su clasificación (Martí
Oliver, 1981: 159). Con ese cualificado asesoramiento se consigue determinar de una parte un área de osario en la cavidad,
como ejemplo de enterramiento secundario, motivado no tanto
por el traslado de individuos desde otros emplazamientos tal y
como lo considerara I. Ballester (1928: 46-47), sino más bien
por la necesidad de aprovechar el espacio para nuevas inhumaciones, conducta bien ejemplificada en los restos de individuos que, aunque alterados, guardarían una posición primaria
en la cueva, suponiendo en atención al registro material que
les acompaña su enterramiento sucesivo en un corto margen de
tiempo (Martí Oliver, 1981: 181-182). De otra parte, la observación de un buen número de restos de fauna entre la osamenta
humana hace ver la importancia del análisis arqueozoológico
especializado –ahí a cargo de Manuel Pérez Ripoll e Inocencio
Sarrión Montañana–, que reparando en la presencia de distin-
4 La cavidad de Santa de Vallada fue excavada en siete días de los
años 1978 y 1979 en colaboración con miembros del Grup Pare
Presentat de Vallada. Posteriormente a esos trabajos en los que,
Bernat Martí se acompaña de Josep Vicent Lerma Alegría y la actual Directora del Museo de Prehistoria, Helena Bonet Rosado, la
cavidad fue violentada en 1980, lo que motiva una tercera intervención en julio de aquel año, para cribar las tierras removidas por
los desaprensivos y excavar las partes intactas restantes (Fletcher
Valls, 1979: 61-62; 1980: 81-82; 1982: 92-93).
[page-n-3]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
tos individuos domésticos (ovejas, quizá cabras y un bóvido),
resuelve lo que se estima la mayor aportación del yacimiento:
la evidencia de ofrendas alimenticias (ibíd.: 184).
Sintetizaba B. Martí (1981: 185-188) que en el fenómeno
del enterramiento múltiple consignado en cavidades de distintas
dimensiones caben esas inhumaciones primarias descubiertas a
finales del s. XIX en la alcoyana Cova de les Llometes; las secundarias que hacen ver una acomodación de los restos posterior al
descarnamiento, bien ejemplificadas en el caso de las localizadas
en los años cuarenta del siglo XX en Pastora; y finalmente aquellas simas donde los restos se arrojarían desde la apertura superior sin guardar cuidado alguno, como dictamina para aquella de
la Pedrera de Benicull, excavada una treintena de años después.
Manifestaciones funerarias que en la redacción de aquellas líneas
ya no se perciben únicas en la vertiente funeraria del “Eneolítico
valenciano”, al rememorar el aprovechamiento de lo que se estima como estructura artificial de Càlig, “pozo” o “silo” con restos
humanos y ajuares descubierto en 1929; y aquellos enterramientos en poblados con hoyos que por vez primera se reconocieran
al inicio de aquellos años veinte en el hábitat de Villa Filomena
de Vila-real. Todo ello sin dejar de observar la prevalencia de las
cavidades de enterramiento múltiple con los ajuares característicos que Enrique Pla Ballester (1958) considerara propios de la
vertiente funeraria de un “Eneolítico”, del que la Cova Santa es
expresión final en atención a la presencia de elementos líticos característicos de las cavidades clásicas para la definición de ese
fenómeno (Pastora o Barcella de Torre de les Maçanes) junto a
otros metálicos y cerámicos que hacen ver una transición hacia la
Edad del Bronce (Martí Oliver, 1981: 185-191).
Frente al desarrollo que en los últimos años ha cobrado la
investigación de las necrópolis integradas en los poblados, son
evidentes las limitaciones que, en atención a lo antedicho, ofrecen
las cavidades de enterramiento (Soler Díaz, 2002: II, 101-108;
Bernabeu Aubán, 2010: 48). No obstante, pasadas tres décadas
de la publicación de la Cova Santa, con toda la problemática que
supone abordar y revisar conjuntos tan afectados en su conservación por las distintas causas que ahí se señalaran, se han producido distintos avances que pasan por la actualización de datos,
la práctica de nuevas excavaciones, la disposición de una buena
batería de dataciones absolutas o la realización de estudios especializados centrados en el registro de huesos humanos. En primer
término cabe destacar la disposición de una obra de síntesis del
fenómeno de la inhumación múltiple donde se recoge un número
ingente de cavidades y materiales, a partir de su revisión en los
museos y colecciones que los conservan (Soler, 2002); conjunto
luego enriquecido por actualizaciones concretas –la muy reciente
del Ermitorio del Salvador de Onda (Aguilella y Coch, 2015) o la
previa de la Cova del Montgó de Xàbia (Soler Díaz, ed., 2007)–,
o la incorporación de nuevos registros resultado de intervenciones irregulares –caso de Cueva de las Mulatillas de Villar Gordo
del Cabriel (Molina y Pedraz, 2000)– o antiguas que ahora cobran
otra dimensión, como se hace ver a partir de los materiales que
trascienden de las cavidades de la Costa Lloguera de Castellón
(Oliver, Arroyo y Fernández, 2008), antes asimiladas a un momento si no muy avanzado del “Eneolítico”, a la Edad del Bronce
(Esteve Gálvez, 1965: 56).
En el apartado de excavaciones el siglo XX culmina con la
intervención en la Cova del Cantal de Biar, donde se descubre
una clara área de osario (López, García y Ortega, 1990-91) y
el inicio de desarrollo de programas multidisciplinares, como
el que atiende a la Cova d’en Pardo, que en el campo alcanzan
la primera década del XXI, disponiéndose distintas aproximaciones y de una reciente monografía que recupera datos de las
antiguas intervenciones, interpretados a la luz del nuevo ciclo
de investigación (Soler Díaz, coord., 2012), prestando especial
interés a la espacialidad, cronología y significación cultural del
ritual de enterramiento desarrollado en un ámbito contemplado
como sacro (Soler y Roca de Togores, 2012). De esos programas también se ha beneficiado el yacimiento del Avenc dels Dos
Forats o Cova del Monedero de Carcaixent (Martí y Gil, 1978),
que ahora se nos presenta en ese nuevo formato que procura
datos especializados de inmenso interés para comprender la dinámica del aprovechamiento funerario de las cavidades (García
Puchol et al., 2010); y la emblemática cavidad de la Cova de la
Pastora de Alcoy, donde el trabajo de campo se acompaña de un
interesante programa de revisión de materiales (García Puchol
y McClure, 2010).
A partir del desarrollo que procuran esos programas se dispone de una buena serie de dataciones absolutas (McClure, García Puchol y Culleton, 2010; Soler y Roca de Togores, 2012)
que permiten estimar la segunda mitad del IV y la primera del
III milenio a.n.e. como la temporalidad propia de esas cavidades que tradicionalmente han venido constituyendo la vertiente
funeraria del “Eneolítico Pleno Valenciano”. Con todo resulta
especialmente destacable la reactivación de estudios vinculados
a la antropología, una vertiente que se tiene muy en cuenta al
inicio del proceso de investigación y que en el siglo XXI se
aborda desde nuevas perspectivas retomando el tema de las trepanaciones (Roca de Togores y Soler, 2010), poniendo sobre la
mesa detalles tan importante como la detección de marcas que
se vinculan a la manipulación de los cadáveres para el acomodo
de las osamentas, lo que es evidente en los registros de En Pardo
vinculados a la Edad del Bronce (Soler et al., 1999), y en aquellos contados que se observan en el Avenc dels Dos Forats para
los que no se desestima pudieran deberse a la práctica de canibalismo ritual (García Puchol et al., 2010: 188-193), algo que en
En Pardo sólo podría intuirse en huesos humanos de cronología
neolítica previa (Roca de Togores y Soler, 2012: 204). La identificación de lesiones de probable origen violento en el registro
de esa cavidad de Planes (Rodes et al., 2006; Soler, Roca de
Togores y Rodes, 2008); los primeros resultados de estudios de
paleodieta a partir de los registros del Avenc dels Dos Forats y
de la Cova de la Pastora (García Puchol et al., 2010: 194-194 y
McClure et al., 2011); y las primeras aproximaciones sobre el
vínculo genético que guardan los inhumados, señalándose una
filiación matrilineal en el estudio que se dispone de los huesos
que F. Esteve localizara en los sepulcros de la Lloguera de Castellón (Oliver, Arroyo y Fernández, 2008), marcan la pauta de la
investigación que sobre el fenómeno de la inhumación múltiple
se desarrolla bien entrado el s. XXI.
En esos logros cabe incluir el programa de investigación que
se viene desarrollando en la Marina Alta, donde no solamente
se excavan las cavidades de Randero y Migdia, sino también
se está culminando el proceso de recuperación de datos de un
enorme conjunto de materiales que, extraídos irregularmente de
distintas cavidades en la década de los noventa del siglo XX, se
encuentran depositados para su estudio en el MARQ, institución que, con el Museo Arqueològic i Etnogràfic de Xàbia –éste
325
[page-n-4]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
como custodio definitivo de ese ingente lote de objetos– ha impulsado las distintas prospecciones que han permitido identificar los yacimientos de origen. Habiendo trascendido algunas referencias (Costa, Ballester y García, 2009; Soler y Roca de Togores, 2012; Soler, Roca de Togores y Gómez, 2014), su pronta
publicación contribuirá a incrementar el panorama de cuevas de
enterramiento del área (Soler, 2002: I, 183-201), y también –es
muy triste decirlo–, del número de yacimientos expoliados, auténtico desastre patrimonial, a la vez que lastre que de manera
irremediable arrastra la investigación valenciana a la hora de
ver con nuevas perspectivas la vertiente funeraria de la segunda
mitad del IV y buena parte del III milenio a.n.e.
En las líneas que siguen se tratarán los avances que significan las excavaciones planteadas en las cavidades de Randero
y Migdia, ésta última excepcional en el panorama antedicho a
la vista del buen estado de conservación del yacimiento que le
caracteriza. La comparativa de ambos contextos permite introducir novedades en un ritual que no debe responder en todos los
casos a inhumaciones primarias, luego desplazadas por distintas pautas de movimiento, antrópicas o naturales, dentro de los
mismos yacimientos, como se ha propuesto para el caso de la
Cova d’en Pardo (Soler y Roca de Togores, 2012) y de modo
general se estima para el fenómeno de la inhumación múltiple
(Soler Díaz, 2002: 104; Bernabeu Aubán, 2010: 49; García Puchol et al., 2010: 198). De otra parte, la disposición de nuevas
dataciones y el registro material que se exhuma junto a los restos humanos permite observar la continuidad del hecho funerario caracterizado por aquellos ítems que se hicieran ver para
el “Eneolítico” en la síntesis de Enrique Pla (1958) en fechas
avanzadas del III milenio a.n.e., cuando en los territorios meridionales de la provincia de Alicante se estiman cambios en el
patrón de asentamiento que, hacia el 2400 a.n.e. caracterizan
un panorama social, por más complejo diferente al propio de
las comarcas centrales valencianas (López Padilla, 2006: 227-
229). Se hace ver entonces la singularidad de una comarca o en
términos más precisos de las tierras vinculadas al cauce medio
y bajo del río Gorgos, donde se observa el aprovechamiento funerario de un número importante de cavidades de inhumación
múltiple, por otra parte antes consignada por la presencia de
elementos característicos como las cerámicas con decoración
pintada (Boronat Soler, 1983); un área de tratamiento específico
en la bibliografía (Molina Balaguer, 2000; Boronat Soler, 1983;
Cebrián Miralles, 2008-2009), donde la sierra del Montgó, preciosa y principal elevación del entorno, todavía escondía en su
interior uno de los conjuntos funerarios mejor conservados de la
costa mediterránea de la Península Ibérica.
2. SOBRE LAS DIFICULTADES A LA HORA DE
APROXIMARSE A LAS EVIDENCIAS DEL USO
FUNERARIO DE LA CAVIDAD DE PEDREGUER
En el marco de las II Jornadas de Arqueología y Patrimonio Alicantino (Alicante, noviembre de 2012) se han presentado los
trabajos que desde 2007 se desarrollan en la Cova del Randero
de Pedreguer (Soler, Gómez y Roca de Togores, 2014). La reciente publicación de las actas de ese encuentro nos exime abordar aquí los antecedentes y metodología de la excavación para
centrarnos en la problemática de los restos humanos localizados
en el yacimiento. La cavidad se abre a 165 m s. n. m. en la ladera
meridional del macizo calcáreo del Seguili, a unos 100 m del
cauce del Barranquet de la Llosa –(ETRS89) -30S- X: 760695;
Y: 4296924–, disponiendo una planta todavía no descubierta en
su totalidad, en la que se observan bien tres espacios pseudo
rectangulares de los que parten galerías, algunas inexploradas
(fig. 2). Al primero de éstos o Sala de la entrada se accede desde
la boca triangular y estrecha que da a un corto pasillo de acceso
a la misma. Contando con esa entrada, este primer ámbito tiene
Fig. 2. Planta
de la Cova del Randero.
326
[page-n-5]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
una superficie de unos 93m2 –15,8 m de largo x 7,4 m de ancho
y unos 3,5 m de altura en sus dimensiones mayores–, espacio
que se agrandaría considerablemente a poco que se ahondara en
el sedimento, al descubrirse todo un desarrollo en el lateral septentrional al que se accede a partir de la Galería de la izquierda.
Ésta es una de las tres galerías identificadas desde la Sala de la
entrada, cuya primera exploración en 2010 sólo se ha remitido
a su acceso, donde se observa un contexto de revuelto. No presentando interés la Galería de la derecha, al tratarse de un sumidero, la excavación arqueológica ha encontrado su continuidad
en la Galería central, un espacio que al inicio de la excavación
en 2009 era realmente un angosto pasillo totalmente colmatado
por piedras de tamaño medio y que al final de la campaña de
2013 conforma un área de unos 22,6 m2, con unas dimensiones
máximas de 6,7 m de largo y unos 4 m de ancho. Caracterizada
por formaciones estalagmíticas que condicionan el espacio en
los límites de su desarrollo longitudinal, conforma un pasillo
que comunica la Sala de la entrada con la Sala interior, ámbito
este último diáfano de unos 64,5 m2, que en su longitud y anchura máxima alcanza 13,6 m y 6,5 m respectivamente, con las
paredes suaves y redondeadas, también provista de formaciones
estalagmíticas que afloran en el centro y en áreas concretas de
los laterales. De esta galería hay un acceso a otra más recóndita,
todavía no recogida en el plano, donde en 1988, en la primera
visita que uno de nosotros (J.S.D.) efectuara al yacimiento pudo
observar algunos restos óseos en superficie (Soler Díaz, 2002: I,
197; Soler, Gómez y Roca de Togores, 2014: 191).
A lo largo del desarrollo de la planta hay distintas evidencias que permiten considerar que la gruta fue aprovechada como
necrópolis de inhumación múltiple, si bien ese uso está muy
afectado en su conservación. Esos vestigios son mayores en la
Galería central y en la Sala interior, siendo muy interesante
detenerse en la distribución de los indicios en cada uno de los
ámbitos que se distinguen en la caverna. En lo que afecta al
espacio mayor o Sala de la entrada las evidencias son muy reducidas, y ello a pesar que de ahí procedían las tierras que, extraídas en la década de los setenta en una acción que guardaba
la descabellada intención de instalar en dicho ámbito un celler
o bodega, fueron cribadas en 1979, proponiéndose a partir de
los hallazgos la asimilación del yacimiento al Neolítico FinalEneolítico (Aparicio et al., 1983: 422). No obstante, a pesar de
ese dictamen y de haber trascendido la presencia de contados
huesos humanos (Simón García, 1990: 112) en el lote resultante
de aquella intervención depositado en la Colección Museográfica de Gata de Gorgos y de otras visitas realizadas por el Grupo
Espeleológico Gatense, en primer diagnóstico no se observaron
elementos materiales característicos de las cavidades de inhumación múltiple (Soler Díaz, 2002: I, 197-198).
Tampoco en las intervenciones realizadas por el MARQ en
la Sala de la entrada ha podido refrendarse de manera nítida un
nivel asimilable al IV-III milenio a.n.e. Superpuesto al propiamente Postcardial,5 el potente nivel de piedras y tierras super-
5 A los efectos de este texto se considera Neolítico Final a la fase con
cerámicas lisas asimilada al “Neolítico Final II” (Bernabeu, 1982)
o la primera parte del desarrollo que sustentaba el “Neolítico IIB”
–“IIB1”– (Bernabeu, Guitart y Pascual, 1988: 170). En atención a
los hallazgos de La Vital de Gandia, se acepta el uso del término
Calcolítico para cronologías posteriores al 2800 cal ANE, conside-
ficial, además de materiales propios de los desarrollos infrayacentes, contiene fragmentos de cerámicas a mano conformando
un conjunto indefinido en el que cabrán elementos de la época
que tratamos de vislumbrar con otros, como los de recipientes
de bases planas que, como ya advirtiera J. L. Simón a partir
de la observación de los materiales de Gata, de un modo no
mucho más preciso testimonian la frecuentación de la cavidad
durante la Edad del Bronce. Son en cualquier caso sólo indicios
en el totum revolutum que hace ver el carácter interesantísimo
que guardaría la sala antes del expolio, cuando hubiera un orden
estratigráfico en el que estos materiales quedaran por debajo de
los abundantes fragmentos de ánforas y otros recipientes cerámicos protohistóricos y también de otros más recientes, como
algunos del medievo que acompañaran las monedas emirales
que antes y en el transcurso de nuestras excavaciones han podido recuperarse (Soler, Gómez y Roca de Togores, 2014).
Por fortuna, ese orden estratigráfico sí se ha observado a lo
largo de la excavación de la Galería central donde se ha intervenido en un potente nivel sedimentario únicamente caracterizado
en lo vascular por cerámicas prehistóricas lisas infrapuesto a
otro en el que sobresalen las mentadas producciones a torno. El
conjunto de unidades estratigráficas que define al que denominaremos “Nivel de cerámicas lisas” (NCL) queda por encima de
las que significan la continuidad del nivel Postcardial abierto en
la Sala de la entrada.6 El proceso de trabajo en este ámbito iniciado en 2009 ha sido muy costoso por lo angosto de un espacio
que gana en amplitud a partir de las tierras que envuelven los
fragmentos de cerámica peinada. Ahí la disposición horizontal
de la estratigrafía que define la excavación en extensión ha permitido valorar distintos indicios que hacen ver dos fases dentro
del NCL: una más reciente de enterramiento que, por las dataciones que más adelante se exponen, se puede considerar asimilable al Calcolítico, y otra previa que, definida por restos mal
conservados de algunas manchas o acumulaciones cenicientas
de combustión,7 puede asimilarse a un Neolítico Final.
rándose el inicio del “Neolítico IIB” hacia el 3500 a.C. (Bernabeu y
Molina, 2011: 276). De manera genérica con la acepción Neolítico
Postcardial o Neolítico Medio nos referiremos aquí a los niveles
que caracterizan las cerámicas peinadas del yacimiento de Pedreguer que en la secuencia regional equivaldrían al “Neolítico IC” y
“IIA” (Bernabeu, 1989: 10), en atención a la presencia de cerámicas peinadas y esgrafiadas. Para la cronología de esa secuencia se
estiman los límites expresados en C14 calibrado (Bernabeu et al.,
2006: 100).
6 En la Galería central se observa la presencia definitoria de fragmentos de cerámica peinada y esgrafiada a partir de la UE 217,
potente unidad sedimentaria que en su desarrollo ocupa buena parte
del espacio de ese ámbito. La suprayacente e igualmente extensa
(UE 216) integra un conjunto material que hace considerarla de
transición entre el Neolítico Postcardial y el Neolítico Final. La
falta de esos fragmentos cerámicos en el amplio lecho sedimentario
que conforma la inmediatamente superior, UE 213, hace considerar su adscripción al Neolítico Final. Por encima de la UE 213 se
resuelve el potente paquete (UEs 200-211) que, por las razones que
se van comentando en el texto, se asimila a la vertiente funeraria
del Calcolítico.
7 Las manchas o acumulaciones de restos combustionados son características del nivel del Neolítico Postcardial del yacimiento de
Pedreguer, presentando la estratificación característica: tierras rojizas rubefactadas, infrayacentes a una lámina de carbones y a otra
327
[page-n-6]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
La excavación de la Sala interior se ha iniciado en la campaña de 2014, no observándose en la intensa actuación que se
ha desarrollado hacia su acceso prácticamente evidencias de
su aprovechamiento en la Protohistoria. Es muy posible que
no fuera transitada en la época en la que en la Galería central
se depositaran ánforas cuyos fragmentos ahora estudia Pascual
Costa, y que su estrecha entrada, muy condicionada por la columna estalagmítica que caracteriza el fondo de la galería que le
antecede, estuviera cerrada por un cúmulo importante de piedra
y tierras. Quizá sólo fuera traspasada por “escarbadores” clandestinos del siglo XX que entrarían arrastrándose por un lado,
y ello, porque al abrirse paso, la excavación reglada descubre
en el otro lado del angosto acceso todo un manto estalagmítico
más reciente en su formación que las columnas cársticas que la
caracterizan. Reñida con una frecuentación antrópica, la formación horizontal de ese espeleotema se observa por encima de
unidades estratigráficas del todo equivalentes a las prehistóricas
de la Galería central, documentándose inmediatamente por debajo del manto estalagmítico unidades estratigráficas sólo definidas en lo cerámico por fragmentos a mano lisos (NCL), conformando un paquete bien diferenciado y superpuesto a aquel
que en 2014 recién asoma y se caracteriza por la presencia de
otros con decoración esgrafiada o con tratamiento de peinado.
Debe indicarse que, a diferencia de la estratigrafía horizontal que guarda el relleno de la Galería central, en el acceso a
la interior se observa un fuerte buzamiento del paquete estratigráfico dispuesto por debajo del manto estalagmítico antedicho.
En la explicación de esa pronunciada inclinación, es seguro que
los aportes procedentes del exterior encontraron buen freno en
un acceso condicionado por las formaciones estalagmíticas del
fondo de la Galería central y de un cúmulo de grandes piedras
ahí dispuestas en algún momento del Neolítico Medio, todo
lo cual contribuiría a generar una barrera entre ambos ámbitos, Galería central y Sala interior, recrecida con el tiempo y
luego, por distintos factores, vertida hacia adentro de la sala,
un espacio menos colmatado por no ocuparse por aquellos que
aprovecharon intensamente la Galería central como almacén
de recipientes o basurero de fragmentos anfóricos. Por tanto,
la excavación del NCL se ha practicado sobre tierras vertidas
desde la Galería central, lo que de una parte imposibilita hacer
diferencias a la hora de considerar la ordenación que podrían
guardar las evidencias funerarias con respecto a las ocupacionales previas y de otra asegurar que en aquella sala hubieran
podido practicarse inhumaciones, haciendo ver que los restos
óseos recogidos podrían haberse visto desplazados desde el ámbito espacial previo.
Centrándonos en la Galería central, a nivel estratigráfico no
puede hablarse de una distinción de las dos fases que, desde un
registro material característico y por la distribución a techo de
los huesos humanos, se intuyen dentro del NCL. El sedimento
es prácticamente el mismo y si hay algo que lo caracteriza es su
coloración grisácea y la abundante presencia de carbones suel-
de cenizas blanquecina. Por encima de este nivel se reconocen sólo
indicios de las mismas en dos unidades estratigráficas de la Galería
central adscritas al Neolítico Final: la UE 260 define una lámina
cenicienta alterada y desplazada por procesos naturales y la UE 212
una mancha de cenizas y carbones que no guarda la estratificación
característica.
328
tos.8 La buena presencia de carbones en estudio por David Duque podría vincularse con un uso de la cavidad como redil, considerándose su dispersión por el desmantelamiento de manchas
de combustión sitas ahí o en la parte más inmediata de la Sala de
la entrada, por causas naturales debidas a la intervención de los
animales en momentos de desocupación, o del agua cuando la
Galería de la derecha ha servido de desagüe de la Sala de la entrada, o a conductas antrópicas vinculadas con la higienización
de la Sala de la entrada, como ámbito principal de la habitación
del yacimiento; o posteriores y relacionadas con aquellos que se
sirven del lugar para depositar cuerpos o mover huesos humanos, alterando el estrato que pisan, tal y como desde la sedimentología se propuso para explicar la abundancia de carbones en
el nivel funerario de En Pardo (Soler, Roca de Togores y Ferrer,
2010: 197-198). No obstante, como también se ha estimado para
la cavidad de Planes (Soler Díaz, 2000: 188) o para la Cova
del Monedero (García et al., 2010: 156), es ilógico no pensar
que algunos de éstos se generaran cuando la cavidad fuera de
enterramiento, pudiendo vincularse con el encendido de fuegos
si no relacionados con el ritual funerario sí con la necesidad de
calentarse o alumbrase.
Otro tanto ocurre con el registro arqueozoológico, por
cuanto que si bien no puede desestimarse que algunos huesos
guarden relación con ofrendas alimenticias, la mayor parte de
los restos que caracterizan el NCL deben tener que ver con la
gestión ganadera de la cueva, en atención a su diversidad y a la
alta fragmentación que le caracteriza, de seguro consecuencia
de las causas naturales y antrópicas antedichas. Avanzando datos de su estudio, la muestra se nos revela enormemente alterada
quedando compuesta en su práctica totalidad por dientes y pequeños fragmentos óseos de distintas especies salvajes (caballo,
ciervo, jabalí y conejo) y domésticas (buey/vaca, oveja, cabra y
cerdo), con un rango de edad en las mayoritarias (o/C y Sus domesticus), en el que por predominar el sacrificio de individuos
en estados de crecimiento (infantiles y juveniles), resultan muy
similares a los observados en el nivel Postcardial, y por ello
coherentes con una regulación ganadera. Como quiera que la
fragmentación observada en el NCL es mucho mayor que la que
atiende a las propias del nivel Postcardial de la Galería central,
podría estimarse, como una de las primeras causas de esa alteración, la que propicia el cambio de funcionalidad de un espacio
por poco amplio de seguro necesitado de un acondicionamiento
para el depósito de restos humanos y ajuares.9 Sin más datos
8 Está formado por un depósito de limoarcillas con arenas, abundantes carbones y fracción gruesa calcárea. Conforma una unidad masiva de color marrón gris (5/2 10 YR), con agregados y manchas de
color gris claro (7/2 10 YR) y marrón pálido (6/3 10 YR). Los abundantes carbones, en la fracción grava y canto, y la fracción gruesa
calcárea, de gravas, cantos y bloques subangulosos, aparecen en
posición horizontal a la base, aunque en ocasiones se documentan
concentraciones singulares.
9 La muestra se basa en el estudio de los restos óseos de UEs en este
texto atribuidas al Calcolítico (UE 200, 206 y 207). Sus características contrastan con las vistas en la UE 217, propia del nivel postcardial, donde la entidad de los huesos es mayor, observándose bajo
una piedra un conjunto de costillas de o/C perteneciente a una misma
porción de carne de falda dispuesta sobre el sedimento tras su manipulación carnicera. Del mismo modo que en las calcolíticas comentadas en el texto, ahí predominan restos de o/C y de suidos subadultos.
[page-n-7]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
que lo avalen y sólo considerando su posición a techo del NCL,
no puede descartarse que contados huesos de bóvido de más
entidad (una clavija y otros de las patas) pudieran vincularse a
algún tipo de gesto ritual.
Esa dispersión de elementos que en vertical caracteriza
todo el NCL también debe tenerse en cuenta a la hora de valorar la presencia de un material que por su similitud con el
infrayacente nivel postcardial y falta de caracterización, no
debe guardar relación con el fenómeno funerario, por más que
aparezca en unidades estratigráficas con huesos humanos. De
modo que además de fragmentos cerámicos, en el apartado lítico los percutores y fragmentos de molino, y en el concreto
del sílex los meros fragmentos, restos de talla, lascas, lascas
laminares o láminas de formato menor, deben vincularse con
ese hecho habitacional alterado, si no antes, al filo de la utilización funeraria de la cueva.
Separados del análisis los elementos que deben proceder de
la ocupación previa, en el tramo superior de ese potente conjunto estratigráfico definido por la presencia de cerámicas lisas,
son nítidos los elementos que atestiguan el uso funerario de la
Galería central de la cavidad de Pedreguer (tabla 1 y fig. 3 [3.1
a 3.4]). Comenzando por el registro material, ahí quedan útiles tan característicos del fenómeno de la inhumación múltiple
como 4 puntas de flecha en sílex, todas con pedúnculo y aletas
diferenciadas. Tan sólo un fragmento se observa muy por debajo
del resto, ya en la sedimentación vinculada al Neolítico Postcardial (UE 216), lo que hace ver su carácter desplazado por
percolación. Con ellas coinciden fragmentos de láminas no retocadas y de otras afectadas por un retoque plano o sobreelevado
característico, destacando un raspador realizado aprovechando
una pieza previa conseguida mediante retoque plano en peladura (fig. 3.3, nº 31). Estas piezas son distintas a las recogidas
hacia la base del NCL (UE 213), donde hay un par de formato
laminar que, por afectadas por un retoque simple o abrupto, son
menos frecuentes en los conjuntos materiales asimilados a las
cuevas de inhumación múltiple.
También la distribución de los elementos pulimentados manufacturados en diabasa puede hace ver su mayor vinculación
con el uso funerario de la Galería central. Hacia la base del
NCL solamente se localiza una pieza (UE 213), mientras que
en la parte superior se encuentran 3 ejemplares, cifra mayor si
a ellos se añaden dos localizados entre tierras y piedras de seguro desplazadas de ese ámbito: una pieza de diabasa hallada
en un vertido de esa galería a la Sala de la entrada (UE 17)
y otra en sillimanita más pequeña localizada en una capa de
fuerte buzamiento hacia la Sala interior (UE 5003), donde los
huesos humanos se hacen presentes. De manera clara en el paquete Postcardial sólo se reconoce un fragmento en diabasa en
lo excavado en la Sala interior (UE 5009), no siendo imposible que se tratara de un objeto igualmente desplazado y que en
origen se encontrara a una cota superior. De igual modo puede
indicarse que los vasos cerámicos más característicos de esos
ajuares –formas elipsoides o esféricas, cerradas o abiertas– se
determinan en ese tramo superior que acoge las puntas de flecha, recordando alguno de los perfiles (fig. 3.2, nº 17) a recipientes característicos de conjuntos funerarios como el que se
define en la Cueva del Cantal de Biar o en la Necrópolis de la
Algorfa (Soler, 2002: II, Lám. 70 y 202 ) o los que más adelante
se exponen de la Cova del Barranc del Migdia (fig. 6.2).
Comentario aparte merecen las conchas perforadas de Glicimerys gaditanus (tabla 2). En el yacimiento hay una alta representación de esta especie, contabilizándose unas setenta entre ejemplares enteros y fragmentos. A nivel general, más de un
50% de la muestra se recoge en unidades estratigráficas propias
del Neolítico Postcardial y del Neolítico Final, por lo que no
hay muchas dudas a la hora de considerar que su presencia en
un yacimiento tan próximo a la costa se deba al gusto que por
ellas sintieran los ocupantes neolíticos de la cueva, con los que
por otra parte cabe relacionar contados adornos más elaborados
localizados en niveles del Neolítico Medio. No obstante, si de
ese conjunto sólo nos fijamos en aquellas que están afectadas
por una perforación en el natis 14 (20%) se hace ver una cierta mejor representación en las unidades estratigráficas que se
vienen relacionando con el hecho funerario, algo que, sin confirmarlo, impide descartar su posible vinculación con un ornato
de difuntos, que aquí en cualquier caso queda desprovisto de
esa suerte de elementos, cuentas y colgantes, que acompañados
de características varillas planas en buena medida permitieron
a Enrique Pla (1958) singularizar la vertiente funeraria del
“Eneolítico” valenciano.
En lo que atiende al registro antropológico, en las 8 campañas de excavación practicadas (2007 a 2014) se han podido
identificar más de un centenar de huesos humanos (111 unidades), distribuidos en todos los ámbitos descritos (tabla 3 [3.1 a
3.5]), con la circunstancia común de ser de poca entidad voluminosa, correspondiéndose a pequeños fragmentos de huesos
largos o planos, huesos de las manos y pies, y huesos de individuos infantiles, así como piezas dentarias aisladas, principalmente. Este panorama ha dificultado la realización de analíticas,
resultando difícil la selección de muestras a efectos de su datación y otros estudios.10
La entidad de la muestra es menor en los ámbitos donde no
pueden identificarse de manera nítida elementos susceptibles
de haber podido formar parte de ajuares funerarios. La mayor
parte de los restos hallados en la Sala de la entrada (40: 36%)
se localizan en el área septentrional de la misma, esto es, en la
parte más próxima al acceso de la entrada de la Galería central. En su mayor parte (79,9%) se recogen en las unidades
estratigráficas superficiales, localizándose sólo una decena en
los niveles postcardiales. Por proximidad, con este conjunto
debe relacionarse los localizados en el contexto revuelto de la
entrada de la Galería de la izquierda (5: 4,5%) y una costilla
(1: 0,9%) encontrada en 2007 en el exterior, entre las tierras
extraídas irregularmente de la cueva.
La muestra mayor se recoge en la Galería central (56:
50,5%), donde la presencia de huesos humanos es coherente con
el orden estratigráfico que descubre la excavación y con la distribución a techo de los elementos de vinculación funeraria antes
enumerados dentro del NCL. Así, el 85,7% de los huesos hallados
en la galería se adscriben a las unidades estratigráficas superiores
del paquete estratigráfico caracterizado por las cerámicas lisas,
lo que, de manera coherente con lo que se deduce de la distribu-
10 Por falta de colágeno el laboratorio desestimó la datación de un
húmero izquierdo de la UE 208 (Galería central). Los huesos humanos hallados en las unidades postcardiales más infrayacentes no
reúnen condiciones idóneas para su datación.
329
[page-n-8]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Tabla 1. Cova del Randero. Elementos vinculados con el nivel Neolítico Final-Calcolítico hallados en el “exterior”***, Sala de la
entrada**, Galería central y Sala interior*.
Año/UE /nº
09/27/Cr50
09/200/71
09/200/73
09/205/81
11/216/202
Total: 5
Puntas de flecha
Pedúnculo y aletas agudas. (21) x 17 x 5 mm. Fig. 3: 34.
Pedúnculo y aletas obtusas. (28) x 16 x 5 mm. Fig. 3: 33.
Pedúnculo y aletas agudas. (36) x (26) x 3 mm. Fig. 3: 36.
Pedúnculo y una aleta aguda y otra obtusa. 31 x 13 x 3 mm. Fig. 3: 37.
Fragmento. 20 x 10 x 3 mm. Fig. 3: 38.
Superficial (UE 27): 1 Calcolítico (UE 200-205): 3 Neolítico Postcardial (UE 216): 1
Año/UE /nº
09/12/Cr137
10/206/327
10/207/19
10/210/53
10/211/11
12/211/3
10/213/2
10/213/3.
10/213/4
14/5004/23
Total: 10
Útiles sobre lámina
Lámina con retoque plano invasor. 38 x 12 x 4 mm. Fig. 3: 35.
Raspador sobre fragmento distal. Retoque sobreelevado (frente) y simple en ambos laterales. 30 x 12 x 5 mm. Fig. 3: 39.
Raspador. Retoque sobreeleevado (frente) y plano en todo el contorno. 43 x 19 x 4 mm. Fig. 3: 40.
Fragmento proximal. 42 x 21 x 7 mm. Fig. 3: 26.
Fragmento proximal. 32 x 17 x 3 mm. Fig. 3: 27.
Raspador. Retoque sobreelevado (frente) y plano cubriente en peladura. 46 x 24 x 6 mm. Fig. 3: 31.
Fragmento distal de lámina. 55 x 12 x 4 mm. Fig. 3: 29.
Lámina con retoque abrupto en un lado y simple en el otro. 34 x 12 x 4 mm. Fig. 3: 28.
Fragmento proximal con retoque simple en ambos laterales. 46 x 15x 5 mm. Fig. 3: 30.
Raspador sobre fragmento distal. Retoque sobreelevado (frente) y muy profundo en el contorno. 64 x 18 x 8 mm. Fig. 3: 32.
Superficial (UE 12): 1 Calcolítico (UE 206-211 y 5004*): 6 Neolítico Final (UE 213): 3
Año/UE /nº
08/5/Cr1
08/17/Cr11
10/207/14
10/209/1
12/211/42
12/213/216
14/5003/115
14/5009/47
Total: 8
Hachas-azuelas
Hacha. Diabasa. Sección oval. 76 x 51 x 22 mm. Fig. 3: 41.
Fragmento proximal. Diabasa. Sección oval. 81 x 58 x 33 mm. Fig. 3: 42.
Azuela. Diabasa. Sección oval. Mide 57 x 44 x 19 mm. Fig. 3: 43.
Fragmento proximal. Diabasa. Sección oval. Mide 74 x 54 x 30 mm. Fig. 3: 44.
Hacha. Fragmento distal. Diabasa. Sección rectangular. (50) x (44) x 38 mm. Fig. 3: 46.
Hacha. Fragmento distal. Diabasa. Sección oval (34) x (30) x 22 mm. Fig. 3: 45.
Azuela. Sección oval. Sillimanita. 38 x 27 x 10 mm. Fig. 3: 48.
Fragmento proximal. Diabasa. Sección oval. 58 x 40 x 35 mm. Fig. 3: 47.
Superf. (UE 5*** y 17**): 2 Calcolítico (UE 207-211 y 5003*): 4 Neol. Final (UE 213): 1 Neol. Postcardial (5009*): 1
Año/UE /nº
09/200/92
09/205/125
10/206/222
10/206/257
10/206/258
10/206/288
10/207/18
10/207/27
10/208/5
10/211/44
13/211/76
13/211/85
13/211/88
13/211/90
13/211/105
14/5000/36
14/5002/019
14/5002/035
14/5004/Cr2
14/5005/26
14/5200/Cr4
14/5100/Cr11
Total: 22
Vasos esféricos - elipsoides
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 11 mm de espesor (e). Fig. 3: 1.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 10 mm de e. Fig. 3: 2.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 8 mm de e. Fig. 3: 3.
Fragmento de borde exvasado. Labio redondeado. Vaso en casquete esférico. Mide 7 mm de e. Fig. 3: 5.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 6 mm de e. Fig. 3: 4.
Fragmento de borde. Labio redondeado. Vaso semiesférico. 9 mm de e. Fig. 3: 8.
Fragmento de borde entrante. Labio plano. Vaso semielipsoide vertical. 6 mm de e. Fig. 3: 6.
Fragmento de borde. Labio plano. Vaso semiesférico. 7 mm de e. Fig. 3: 9.
Fragmento de borde. Labio redondeado. Vaso semielipsoide vertical. 11 mm de e. Fig. 3: 11.
Fragmento de borde. Labio plano. Vaso semiesférico. 12 mm de e. Fig. 3: 10.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 10 mm de e. Fig. 3: 12.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 8 mm de e. Fig. 3: 15.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 8 mm de e. Fig. 3: 13.
Fragmento de borde y cuerpo. Labio plano. Vaso semielipsoide de base aplanada. 10 mm de e. Fig. 3: 17.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 10 mm de e. Fig. 3: 16.
Fragmento de borde entrante. Labio apuntado. Vaso esférico u elipsoide. 13 mm de e. Fig. 3: 18.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso semielipsoide vertical. 10 mm de e. Fig. 3: 19.
Fragmento de borde. Labio redondeado. Vaso semiesférico. 12 mm de e. Fig. 3: 20.
Fragmento de borde. Labio redondeado. Vaso semiesférico. 8 mm de e. Fig. 3: 21.
Fragmento de borde entrante. Labio apuntado. Vaso esférico u elipsoide. 10 mm de e. Fig. 3: 22.
Fragmento de borde. Labio redondeado. Vaso semiesférico. 14 mm de e. Fig. 3: 24.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. Mide 10 mm de e. Fig. 3: 23.
Superficial (UE 5000*, 5100* y 5200*): 3 Calcolítico (UE 200-211 y 5002*-5005*): 19
Año/UE /nº
12/213/Cr43
Total: 1
Cerámica pintada
Borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico o elipsoide. Dos bandas en “V”, rojo. Mide 7 mm de e. Fig. 3: 14.
Neolítico Final (UE 213: 1)
330
[page-n-9]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
Fig. 3.1. Materiales cerámicos del Nivel de Cerámicas Lisas de la Cova del Randero.
Fig. 3.2. Materiales cerámicos del Nivel de Cerámicas Lisas de la Cova del Randero.
331
[page-n-10]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Fig. 3.3. Materiales en sílex del Nivel de Cerámicas Lisas de la Cova del Randero.
Fig. 3.4. Materiales en piedra pulimentada del Nivel de Cerámicas Lisas de la Cova del Randero.
332
[page-n-11]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
Tabla 2. Cova del Randero. Distribución de las conchas de Glycymeris gaditanus con perforación en el natis. Campañas 2008-2014.
Sala de la entrada
Galería central
Sala interior
08/100/71
08/101/73
08/102/22
08/102/26
Neolítico Postcardial (UE 100-102): 4
09/22/Cr20-1, 09/22/Cr20-2,
09/206/41, 10/206/243,
10/206/269, 10/206/309,
12/211/Cr8, 12/213/315
Superficial (UE 22): 2
Calcolítico (UE 206-211): 5
Neolítico Final (UE 213): 1
14/5002/130
14/5002/79
Calcolítico (UE 5002): 2
Tabla 3.1. Cova del Randero. Relación de los huesos humanos hallados en el exterior de la cavidad.
Individuos (edad/sexo)
Nº huesos
Campaña/UE/Referencia
Descripción-Observaciones
Adulto
indeterminado/indeterminado
1
2007/5/75
Fragmento de extremidad
dorsal de costilla.
NMI: 1
Total : 1
Desplazado, procedente del interior de la cavidad: 1
Tabla 3.2. Cova del Randero. Relación de los huesos humanos hallados en la Sala de la entrada.
Individuos (edad/sexo)
Nº huesos
Campaña/UE/Ref.
Descripción-Observaciones
Infantil de 6-8 años/
indeterminado
8
2010/122/cr2
Húmero. Epífisis distal izquierdo. Podría tratarse del mismo individuo que CRP’2009 CRP’09 UE 24 (cr41).
2011/6/cr38
2010/117/100
2010/117/114
2011/128/12
2011/6/cr39
2010/117/38
2010/117/86
2011/6/cr24
Cabeza de húmero, cabeza de fémur y 2 metatarsos del pie.
Pieza dentaria (21).
Vértebra (4ª o 5ª dorsal).
Pieza dentaria (64).
Peroné. Parte proximal de peroné derecho.
Huesos del pie. Tarso.
Apófisis espinosa de vértebra dorsal.
21 fragmentos de hueso (diáfisis de fémur, tres de ellos quemados, fragmento distal de tibia, metacarpo, fragmentos de costillas, tres fragmentos
de vértebras dorsales y fragmentos de hueso largo indeterminado).
Fragmento de cráneo posiblemente parietal.
Fragmento mesial de costilla.
Pieza dentaria (24). Hipoplasia de grado medio.
Pieza dentaria (38).
Pieza dentaria (12). Rotura parcial de la corona postmortem.
Fragmento mesial de costilla.
Vértebra. Posiblemente la 4ª o 5ª lumbar.
Cúbito izquierdo. Muestra callo óseo por fractura consolidada próxima a la extremidad distal.
Adulto/varón
Adulto/indeterminado
1
31
2011/6/cr30
2011/6/cr30
2011/61/cr22
2011/62/cr15
2011/128/11
2011/128/41
2008/113/6
2008/100/52
NMI: 2
Total : 40
Superficial (UE 6, 61 y 62): 31 (77,5%)
Neolítico Postcardial (UE 100-128): 9 (22,5%)
Tabla 3.3. Cova del Randero. Relación de los huesos humanos hallados en la Galería de la izquierda. 2008-2014.
Individuos (edad/sexo)
Nº huesos
Campaña/UE/Ref.
Descripción-Observaciones
Adulto/varón
Adulto/indeterminado
1
4
2010/302/12
2010/32/Cr4
2010/32/Cr4
2010/302/Cr15
2010/302/Cr36
Cráneo. Fragmento frontal, conserva glabela y cuenca orbitaria derecha.
Primera falange de la mano.
Vértebra lumbar. Signos de artrosis.
Pieza dentaria (21). Desgaste de grado medio.
Hueso de la mano. Tercer metacarpo.
NMI: 2
Total: 5
Contexto revuelto: 5
333
[page-n-12]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Tabla 3.4. Cova del Randero. Relación de los huesos humanos hallados en la campaña de 2014 en la Galería central.
Individuos (edad/sexo) Nº huesos Campaña/UE/Ref. Descripción-Observaciones
Infantil de 6-8 años/
indeterminado
4
Infantil de 3-4 años/
3
indeterminado
Infantil de 9-10 años/ 1
indeterminado
Adulto de 17-20 años/ 2
varón
Adulto/femenino (?)
1
Adulto/ indeterminado 45
NMI: 6
334
Total: 56
2009/24/Cr41
2009/27/Cr51
2010/209/Cr26
2010/209/Cr26
2010/210/Cr31
Mitad distal de diáfisis de húmero derecho.
Pieza dentaria (11).
Fémur. Fragmento de cabeza femoral.
Pieza dentaria (44).
1ª, 2ª , 3ª falanges de dedo de la mano.
2010/207/Cr11
Pieza dentaria (85).
2010/209/2
2010/208/1
Hemimandíbula izquierda. Conserva las piezas dentarias 33, 34, 35, 36, 37, 38.
Hemimandíbula derecha. Conserva las piezas dentarias 44, 45, 45, 46, 47, 48.
Ambos fragmentos unen.
2013/240/29
Húmero derecho. Tercio distal con pérdidas en epífisis. Marcas de carnívoros.
2009/200/118
3 fragmentos de cráneo, posiblemente correspondiente a parietal.
2009/200/13
Rótula izquierda.
2009/200/109
Pieza dentaria (36).
2009/202/cr3
Fragmento de cráneo, posiblemente correspondiente al occipital.
2ª falange de la mano.
2009/205/40
Fragmento de rótula derecha.
2009/205/41
Fragmentos mesiales de peroné.
2009/205/43
Fragmento de cráneo, posiblemente correspondiente al frontal.
2010/206/143
Huesos de la mano. 2ª falange.
2010/206/58
1ª costilla derecha.
2010/206/66
Huesos de la mano. Fragmentos de metacarpo.
2010/12/cr4
Pieza dentaria (37).
2010/29/cr2
Pieza dentaria (38).
2010/206/167
1ª, 3ª falanges del pie.
2010/206/201
Pieza dentaria (21). Desgaste grado medio.
2010/206/276
Hueso del pie. Calcáneo izquierdo. Marcas de carnívoro. Podría tratarse del
mismo individuo que CRP’10 UE 206 (cr 3).
2010/206/318
Pieza dentaria (35).
2010/206/331
Hueso del pie. 5º metatarso izquierdo. Podría tratarse del mismo individuo
CRP’10 UE 211 (32).
2010/206/cr3
2 huesos del pie. Fragmento de calcáneo y astrágalo derecho. Marcas de
carnívoro. Podría tratarse del mismo individuo que CRP’10 UE 206 (276).
2010/206/322
Pieza dentaria (36).
2010/207/5
Hueso de la mano. 2ª falange.
2010/207/cr6
Hueso de la mano. 2ª falange.
Hueso del pie. 1ª falange.
2010/208/3
2 fragmentos de cráneo correspondientes a parietal derecho.
2010/208/6
Húmero. Fragmento mesial.
2010/208/6
Húmero. Fragmento diafisario izquierdo.
2010/208/cr24
Pieza dentaria (11). Desgaste grado medio.
Cráneo. Fragmento indeterminado.
Huesos de mano. Falange.
Huesos del pie. 1º cuneiforme.
2010/209/3
Esquirlas de hueso largo indeterminado.
2010/209/7
Tibia. Mitad distal de tibia izquierda.
2010/211/5
Cráneo. Posible fragmento de parietal.
2010/211/32
Hueso del pie. 5º metatarso. Podría tratarse del mismo individuo que CRP’10
UE 206 (331).
2010/211/34
Fragmento de hueso largo, posiblemente de tibia.
2011/217/13
Fragmento de posible metatarso. Concreciones adheridas.
2011/217/25
Cráneo. Fragmento indeterminado.
2011/217/44
Pieza dentaria (12).
2012/217/895
Pieza dentaria (33).
2010/211/cr43
Hueso del pie. Fragmento de metatarso.
Superficial (UE 24-29): 4 (7,1%)
Calcolítico (UE 200-211 y 240): 48 (85,7%)
Neolítico Postcardial (UE 217): 4 (7,1%)
[page-n-13]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
Tabla 3.5. Cova del Randero. Relación de los huesos humanos hallados en la campaña de 2014 en la Sala interior.
Individuos (edad/sexo)
Nº huesos
Campaña/UE/Ref.
Adulto/ indeterminado
6
Infantil de 3-4 años/
Indeterminado
3
NMI: 2
Total: 9
2014/5003/220
Hueso de la mano. Diáfisis de metacarpo.
2014/5003/261
Hueso de la mano. 2º metacarpo de la mano derecha. C14.
2014/5005/21
Tercio distal tibia izquierda. Marcas de carnívoros. C14.
2014/5004/57
Fragmento mesial de fémur. Concreciones adheridas.
2014/5004/73
Fragmento indeterminado.
2014/5400/Cr1
Hueso del pie. Astrágalo izquierdo.
2014/5003/232
Fragmento de costilla.
2014/5003/255
Húmero izquierdo (155 mm de longitud).
2014/5003/271
Fragmento de costilla.
Calcolítico: UE 5003-5005: 8 huesos
Descripción-Observaciones
Superficial: UE 5400: 1 hueso
ción del registro material característico, hace ver la funcionalidad
funeraria de un espacio que antes fue ocupacional. La carencia
de huesos humanos en las unidades inferiores del NCL, por sus
cerámicas adscrito al Neolítico Final y su registro anecdótico en
el infrayacente nivel Postcardial (UE 217: 7,1%) delimita bien las
dos funciones estimadas para la galería, debiéndose considerar
un probable fenómeno de percolación como causa que explica
la posición de esos contados infrayacentes. Igualmente, con un
fenómeno de remoción o con la dificultad de distinguir bien los
límites de las unidades estratigráficas debe explicarse la presencia
de contados huesos (7,1%) en las capas superficiales al NCL que
integran producciones a torno.
A partir de esa observación estratigráfica de la Galería central también se puede evaluar la distribución de los restos humanos hallados en la Sala de la entrada, donde aparentemente
algunos, los localizados a cotas más bajas dentro del nivel Postcardial (UE 117, 122 y 128) podrían ser prevalentes en el tiempo.
No obstante, vista su presencia anecdótica en el paquete homólogo de la Galería central, cabe considerar que, como en aquella,
estos restos de la Sala de la entrada estuvieran desplazados por
percolación de un nivel superior, por las causas antes expuestas,
ahí perdido para la investigación. El encuentro de un número
mayor de huesos en unidades estratigráficas del techo del mismo
nivel Postcardial (UE 100 y 113), en las más superficiales que
incluyen materiales a torno (UE 6, 61 y 62) y en las también revueltas que se distinguen en la excavación del inmediato acceso
a la Galería de la izquierda (UE 32 y 302), dan verosimilitud
a que existiera un nivel funerario contemporáneo al Calcolítico
de la Galería central del todo afectado, cuando en la estancia se
efectuara el vaciado del sedimento en el s. XX.
Valorando la muestra de la Galería central en conjunto puede
dirimirse un depósito de un número mínimo de individuos (NMI)
de 6, de los que tres son infantiles, de 3-4, 6-8 y 9-10 años, y otros
3 adultos, entre los que se puede identificar a un varón joven de
17-20 años y, con muchas reservas y sin más precisión, a una
mujer. En atención al desplazamiento sedimentario señalado, con
esos restos deben relacionarse los encontrados en la Sala interior
(9: 8,1%). Sin que por ahora pueda asegurarse la acepción del
espacio como ámbito funerario, la muestra ósea que se observa es
de 9 fragmentos óseos, de los cuales 2 de ellos son de al menos un
individuo infantil y los otros 7 de uno o más individuos adultos.
A los efectos de su datación se seleccionaron dos huesos de adulto, en atención a su mejor estado de conservación y preservación
localizados en dos unidades estratigráficas distintas, un metacarpiano y una tibia, encontrados en la campaña de 2014. Las fechas
obtenidas (tabla 4) en los análisis de radiocarbono11 respectivos
–Beta-396104: 4140±30 BP, 2874(2757)2621 cal ANE 2 sigma;
y Beta-396103: 4130±30 BP, 2871(2727)2583 cal ANE 2 sigma–
resultan muy próximas, situando el uso funerario de la cavidad
hacia mediados de la primera mitad del III milenio a.n.e. (c. 2750
/ 2700 a.n.e.). Obviamente se trata de un marco orientativo, no
siendo imposible a la vista de la proximidad de las dataciones que
ambos huesos resulten de un mismo individuo.
De analizar la muestra de la cueva en su conjunto tanto el
NMI como la identificación de los individuos por edades y sexo
es equivalente al observado en la Galería central, todo lo que
conduce a estimar un número más bien reducido de inhumaciones en la cavidad de Pedreguer y a considerar la posibilidad
de que muchos de estos restos tan minúsculos como dispersos
pudieran corresponder a las mismas personas. Ello puede significar que la más recóndita Galería central constituyera el área
de depósito de restos óseos de cadáveres antes dispuestos en la
espaciosa Sala de la entrada, un espacio idóneo para acometer
ritos. La escasa afectación de los restos por parte de carnívoros
–5 (4,5% sobre el total): 4 huesos hallados en la Galería central
y 1 en la Sala interior– invita a pensar en la protección de los
restos cuando la cavidad fuera necrópolis, algo especialmente
sencillo en Randero, teniendo en cuenta la facilidad de cierre no
sólo de la entrada sino también de los distintos ámbitos internos.
Juega a favor del hecho del desplazamiento una mayor proporción de huesos del cuerpo (vértebras y costillas) en la Sala de
la entrada que en la Galería central, donde apenas están presentes predominando los huesos de la cabeza y las extremidades. No obstante, con una muestra tan insuficiente en una cueva
tan alterada poco puede asegurarse, estando cualquier lectura
condicionada por los problemas de conservación que ofrece el
yacimiento.
11 Todas las dataciones consideradas en este texto se han tratado con
el programa Calib Radiocarbon Calibration. Version 7, conforme a
la curva IntCal 13 (Reimer et al., 2013).
335
[page-n-14]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Tabla 4. Dataciones sobre huesos humanos de la Cova del Randero y la Cova del Barranc del Migdia. Cal=calibración con rango a 1 ó 2
σ; (m) media de los valores máximo y mínimo de la horquilla a 2 σ. Calibración conforme a la curva IntCal13.14c (Reimer et al., 2013).
Muestra
UE
1
2
3
4
5
6
Referencia
Material
Datación BP
CAL BC
2σ+
CAL BC
2σ-
Prob.
CRP’14
Beta-396104
UE 5003.261 Metacarpiano.
Adulto.
4140±30
2874
2621
1.000
CRP’14
UE 5005.21
Beta-396103
Tibia. Adulto.
4130±30
CBMX’10
UE 47(2)
Paquete II
Beta-300992
Tibia. Infantil.
4070±30
CBMX’10
UE 34(49)
Paquete IV
Beta-292719
Fémur. Infantil.
4040± 40
CBMX’10
UE 50 (12)
Paquete III
CBMX’10
UE 41(4)
Paquete IV
Beta-296221
4020±30
Húmero.
Adulto femenino.
Beta-300991
3800±40
Cúbito.
Adulto masculino.
2871
2792
2780
2609
2832
2659
2634
2516
2839
2676
2800
2788
2617
2583
2819
2651
2569
2500
2814
2469
0.286
0.006
0.664
0.044
0.103
0.051
0.727
0.119
0.048
0.952
2619
2599
2587
2451
2438
2405
2350
2082
2606
2593
2471
2443
2420
2378
2132
2059
0.028
0.013
0.959
0.006
0.014
0.027
0.935
0.019
2727
2666
2654
2545
CAL BC
1σ+
CAL BC
1σ-
Prob.
2871
2792
2780
2609
2859
2821
2753
2702
2832
2659
2634
2800
2788
2617
2583
2831
2809
2721
2630
2819
2651
2569
0.286
0.006
0.664
0.044
0.202
0.086
0.223
0.489
0.103
0.051
0.727
2619
2600
2589
2540
2573
2539
2605
2592
2547
2489
2549
2490
0.103
0.055
0.349
0.492
0.328
0.672
2293
2171
2747
Los útiles líticos en sílex, puntas de flecha y elementos sobre
lámina, y en diabasa, hachas y azuelas, presentan un grado de
fracturación coherente con el que se observa en la muestra de
huesos humanos y también en la de fauna, si es que alguno de los
fragmentos que la integran pudiera vincularse con algún tipo de
ofrenda. Para la Sala de la entrada la respuesta es aparentemente
fácil porque por tremenda es notoria la violación del yacimiento
en la Edad Contemporánea, pero a la vista del orden estratigráfico
que guarda el material en la Galería central, donde se advierte
una secuencia que de manera ordenada permite vislumbrar distintas etapas (Protohistoria, Calcolítico-Neolítico Final y Neolítico
Postcardial) hay que pensar en otros factores que han modificado
el espacio en distintas etapas del uso de la cavidad.
En el momento más antiguo de la gestión ganadera del Postcardial la Galería central es un ámbito de paso hacia la Sala
interior y también de ocupación de lo que es muestra un posible
hoyo de poste hallado a la entrada y las acumulaciones de carbones y de cenizas bien estructuradas (Soler, Gómez y Roca de Togores, 2014). A medida que los depósitos se fueran colmatando,
por causas antrópicas y naturales la Galería central se iría reduciendo, convirtiéndose en un recoveco, que muy posiblemente y
con la consiguiente alteración de la sedimentación infrayacente
se acondicionó para un uso funerario del que quedan restos en
ese ámbito, en la parte septentrional de la Sala de la entrada
próxima a su acceso y en la Sala interior. El mal estado de esas
evidencias invita a considerar otro fenómeno de alteración an336
CAL BC
2σ (m)
2196
2146
0.834
0.166
2255
trópica vinculado con la Protohistoria, cuando pudo volverse
a acondicionar el por entonces estrecho espacio, de modo que
lo que resta del Calcolítico pudiera ser solamente la base de un
registro funerario mayor desplazado a los laterales y al fondo,
constituyendo huella de aquella afectación los materiales prehistóricos y los contados huesos humanos que ofrece ese nivel
superior de la galería caracterizado por la presencia de un buen
número de ánforas.
Con todo, es cierto que con la sola excepción de un cúbito
de adulto (CRP’08 UE 100-52) hallado en la Sala de la entrada, tras varias campañas de excavación resulta extraño no haber
encontrado ningún hueso humano de entidad en el yacimiento
y de un modo especial en los laterales de esa Galería central
que reúne la mayor parte de la muestra ósea humana conservada. Podrá pensarse que Randero es una cueva muy grande y en
muchos aspectos inexplorada. De hecho, apenas se han iniciado
los trabajos en la Sala interior y no se ha estimado conveniente
invertir esfuerzos en la excavación de los desarrollos laterales
de la Galería de la izquierda, de donde parte todo un recóndito
pasillo colmatado de sedimento que, comunicando aquella con
la Galería central corre paralelo al lado septentrional de la Sala
de la entrada, quedando separada de esta por el desarrollo más
bajo del techo de la caverna (v. fig. 2).
Teniendo en cuenta el alto grado de fragmentación de la
muestra ósea y de la cultura material, el mayor logro del trabajo
efectuado resulta sin duda consignar la existencia de una necró-
[page-n-15]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
polis funeraria de al menos 6 individuos, número algo menor al
que se descubre en la Sala central de la Cova del Barranc del
Migdia, donde el excelente estado de conservación del depósito
plantea aproximarse con mayores exigencias a un registro material que ofrece muchas similitudes con el que se intuye dispondría la maltratada Cova del Randero de Pedreguer.
3. EL UNICUM QUE POR SU CONSERVACIÓN
CONSTITUYE LA NECRÓPOLIS DE LA CAVIDAD
DE MIGDIA DE XÀBIA
Sobre la Cova del Barranc del Migdia también se dispone de una
reciente publicación donde se presenta la metodología y el proceso de investigación que se ha desarrollado en la cavidad y se
da cuenta de los principales elementos materiales hallados en las
cuatro primeras campañas (2009-2012). Los diferentes estudios
están en avanzado proceso de desarrollo por parte del equipo
multidisciplinar que ahí se detalla, y que es responsable de los
distintos aspectos que en clave divulgativa se dan a conocer en el
catálogo que sustentara la exposición “Art i Mort al Montgó. La
cova del Barranc del Migdia. Rituales funerarios en un santuario
del III milenio a.C.”.12 El descubrimiento merecía ese esfuerzo
divulgativo13, teniendo en cuenta el excelente estado de conservación del conjunto funerario que recoge el yacimiento, un unicum
dentro de todo el panorama de asalto y deterioro que caracteriza
el conjunto de cavidades de enterramiento de La Marina.
Migdia se abre en la vertiente meridional del Montgó a unos
375 msnm –(ETRS89) X:771415 m, Y:4299629 m–. Para acceder
a la misma debe escalarse unos 12 m y traspasar la boca más practicable, aquella oval, de 2 x 1,5 m orientada a levante. Los ámbitos
de la cavidad son la Galería de la entrada, o estrecho corredor de
12 m de largo y no más de 1,2 m de anchura que conduce a la Sala
central, ámbito de planta poligonal de unos 14 m2, con unas dimensiones máximas de unos 5 m de largo por 3,6 m de ancho que
en el momento de iniciar su excavación en 2009 alcanzaba en su
zona central 1,65 m de altura máxima (fig. 4). De esta sala parten
tres estrechas galerías, la llamada Galería de la izquierda de 8 m
de longitud y sólo 1 m de anchura que comunica con el exterior;
la Galería de la derecha que se adentra más de 4 m en el interior de
la montaña y la Galería central que, tras 3,5 m de desarrollo, comunica salvando un escalón de unos 4 m con el ámbito mayor –de
11 m de longitud, 8 m de anchura y 4 m de altura máxima– que, a
modo de balcón se abre a un acantilado de unos 40 m de altura, al
que se le da la denominación de Sala de las Pinturas por las distintas representaciones de Arte Esquemático que acoge.
12 Inaugurada en 2012 en la sede de la Fundación CIRNE de Xàbia.
Luego se mostró en el Museu Arqueològic i Etnogràfic “Soler Blasco” de la misma localidad (2012), el MARQ (2013) y en el Museo
de Guardamar del Segura (2014).
13 Planificado desde el Museu Arqueològic i Etnològic Municipal
“Soler Blasco”. De manera muy afortunada la institución municipal obtuvo una importante ayuda del Ministerio de Cultura para la
realización del proyecto denominado “Arte Rupestre y Prácticas
Funerarias en el Calcolítico”, como acción que se enmarcaba dentro de los “proyectos” para la Conservación Protección y Difusión
de los bienes declarados Patrimonio Mundial. Para la itinerancia
del montaje se contó con la colaboración del MARQ, institución
que editó el catálogo correspondiente.
La cavidad de Migdia se reconocía por esas manifestaciones
(Casabó, Martínez y Sanpedro, 1997) y también por el registro
funerario que acoge (Soler Díaz, 1997). Antes del proceso de
excavación patrocinado por la asociación CIRNE, en el Museo
de Xàbia se mostraban algunos productos de las pesquisas realizadas por el Centre Espeleològic Gatense, quienes en 1989
salvando los 40 m altura que distan entre la base del acantilado
y el balcón de la Sala de las Pinturas accedieron al yacimiento,
localizando al adentrarse en la Galería de la derecha un material arqueológico que permitía identificar la cavidad como de
enterramiento. Se trataba de dos piezas en sílex –una punta de
flecha de base cóncava y una lámina afectada por un retoque
abrupto distal– y un vaso elipsoide horizontal en excelente estado de conservación (Soler Díaz, 2002: I, 192-193), todo lo cual
hizo tomar cartas en el asunto al Museu de Xàbia, institución
por entonces dirigida por Josep Casabó que, con la desinteresada ayuda de Enric Martínez y Jesús Sanpedro, promovió los
primeros calcos y realizó el cierre del yacimiento para proteger
un conjunto que se preveía en buena conservación. A diferencia
de la Cova del Randero, Migdia no parece tener un uso previo
al propiamente funerario y tras ese que a continuación se trata,
la cavidad sólo recibiría visitas muy esporádicas atestiguadas
por contados materiales tardorromanos y del siglo XIII, compartiendo con la cavidad de Pedreguer la circunstancia de haber
servido de escondrijo de monedas, en este caso de época almohade (Soler et al., 2013: 71-74), todo lo que en principio no
afectó al contenido prehistórico del yacimiento, incólume hasta
la visita de los espeleólogos.
El hecho funerario se identifica en Migdia en la Sala de la
entrada, en la que se han centrado las intervenciones arqueológicas desarrolladas a partir de 2009, y en la inmediata Galería
de la derecha, de donde proceden los restos que hallaran los
espeleólogos, cuya excavación está pendiente. La sala intervenida constituye un espacio poligonal que en su parte occidental
dispone una colada estalagmítica a pie de la entrada del acceso
a la Galería de la izquierda y de una superficie geológica más
aplanada en su perímetro meridional. Esas superficies en gran
medida descubiertas en el transcurso del proceso de la intervención, han sido idóneas para acometer con cierta comodidad
la excavación de la parte centro septentrional de la sala, donde el sedimento cubría la depresión que ahí conforma el lecho
geológico. Al excavar en su totalidad esa área, alcanzando en
2014 plenamente la base geológica del vaso o depresión natural,
se observa que realmente la Galería de la derecha es una prolongación septentrional del desarrollo de esa Sala central que
se ilumina de un modo impactante al atardecer (Bolufer et al.,
2013: 26), cuando el sol cae frente a la boca del estrecho tubo
que constituye la Galería de la izquierda.
Buena diferencia con Randero son los carbones, ahí abundantes y muy deteriorados por haber sido pisados, y aquí, en Migdia,
a tenor de las observaciones de Yolanda Carrión de más entidad,
y resultantes de encendidos necesarios para iluminar el área sacra que ocuparan aquellos que pudieran necesitar más tiempo del
que ofrece la iluminación natural de la estancia en el ritual que
lleva implícito la gestión de la necrópolis. Su localización en distintas unidades estratigráficas del sedimento y la carencia en la
osamenta humana de afecciones provocadas por el fuego, revela
el encendido en un espacio inmediato al depósito de los huesos
humanos, acaso en esos ámbitos perimetrales que ofrece el le337
[page-n-16]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Fig. 4. Planta de la
Cova del Barranc
del Migdia.
cho geológico, tan idóneos para depositar los elementos técnicos
necesarios para intervenir en el s. XXI, como para disponer de
los distintos elementos que, previamente a su definitivo entierro
exigiera el ritual a mediados del III milenio a.n.e.
Sin que se determinaran muchas evidencias en superficie, en
la depresión que conforma el lecho geológico de la Sala central
a lo largo de las 5 campañas se ha podido exhumar cerca de
un millar de huesos y piezas dentarias dentro de un estrato de
sedimento uniforme de no más de 1 m de potencia,14 resultante
de la cubrición de la osamenta por una tierra muy granulosa
donde abundan microclastos. Aunque el conjunto no parece haber sufrido percance antrópico alguno tras el último depósito,
la muestra ósea nos llega en un estado de alta fragmentación
y erosión. La mayoría de los huesos largos están alterados por
su epífisis, conservándose únicamente dos cráneos más o menos completos, pero muy alterados. En general presentan una
coloración muy clara, pérdidas óseas y concreciones calcáreas
adheridas, factores que guardan relación tanto con las condiciones a las que han estado sometidos, como las que deben inferirse
de su traslado, aunque en comparación con otros contextos, y a
la vista de la abundancia de huesos pequeños, no puede decirse
que se tratara de una manipulación poco cuidadosa.
El análisis tafonómico revela que deben tenerse en cuenta
distintos fenómenos posdeposicionales de tipo medioambiental
y biológico que han propiciado no sólo el alto grado de degradación sino también desplazamientos desde la primigenia colocación de los huesos conformando paquetes, imputables a los
roedores y a la acción del agua. De otra parte, ésta podría ser
14 Formado por limos y de color pardo amarillo (7/6 10 YR) con
abundantes gravas y cantos angulosos, con frecuencia con morfología de plaquetas. Parece responder a procesos de meteorización
mecánica en el marco de la cavidad a lo largo de amplios periodos
del Cuaternario reciente.
338
el agente de degradación más importante, en un medio donde
la humedad se alterna con la sequedad del ambiente, algo que
se consigue en esa sala especialmente ventilada y se facilita por
la naturaleza granulosa del sedimento. Esta afectación no solamente se observa en los huesos humanos sino también en el
registro material, documentándose un hacha elaborada en piedra
metamórfica con pérdidas imputables a ese fenómeno (Soler et
al., 2013: 66) y de modo general en las condiciones de conservación de buena parte de la muestra cerámica, extraída con
sumo cuidado, para someterse a un proceso de consolidación.
También la osamenta humana está afectada por concreciones
calcáreas que pueden deberse a los efectos de la precipitación
desde la techumbre y laterales, aunque no lleguen a apreciarse
fenómenos de fusión del material. Tratándose de un conjunto
de inhumaciones secundarias, no es descartable que esas alteraciones también hayan podido producirse en otro ámbito tras
la putrefacción de cadáveres, acaso sólo cubiertos por piedras,
protección en cualquier caso eficaz en atención a la ausencia de
marcas de carnívoros en la muestra.
La excavación se ha desarrollado con una metodología de
alta precisión que permite, a la vez que la documentación tridimensional del yacimiento, lo que es de especial interés para
el caso del arte rupestre (Tejerina et al., 2012), la de todos los
elementos del registro,15 observándose distintas agrupaciones o
15 La fotogrametría permite documentar el patrimonio de acuerdo a su
naturaleza tridimensional. Para el registro arqueológico se han generado modelos digitales de cada una de las unidades, consiguiendo la captura y ubicación tridimensional de todos y cada uno de los
elementos y materiales existentes. Los puntos de control o “targets”
se han georreferenciado en el sistema ETRS89. Las secuencias arqueológicas han sido documentadas mediante pases fotográficos
predefinidos y marcados, procesándose luego las tandas de captura
de imágenes mediante software específico, generando el cálculo
completo del modelo digital. Las ortofotos obtenidas a partir de ese
[page-n-17]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
Fig. 5. Ubicación de los paquetes
con huesos humanos identificados
en la Sala central de la Cova del
Barranc del Migdia.
paquetes óseos (fig. 5). Por el momento se pueden considerar
restos de un NMI de 10 individuos dispuestos en 5 paquetes
que, numerados conforme al proceso de identificación, se observan en algunos casos bajo piedras de tamaño medio aisladas, de
los que el I es el más meridional, situándose a una cota superior
con respecto al resto y el II es el más septentrional, guardando
también una posición elevada con respecto a los centrales IV y
III y superponiéndose al V, que viene a quedar algo más bajo
que éstos. Se exponen a continuación conforme a la ordenación
sur-norte que presentan en plano (v. fig. 4), con las dataciones
ya publicadas (Bolufer et al., 2013: 42).
- Paquete I (UE 26). Se sitúa en el extremo suroeste del vaso
geológico que alberga el depósito, a una cota ligeramente superior con respecto al resto. Está conformado por un varón de
35-39 años. El cómputo de restos hallados no alcanza el 50%
del esqueleto. Comprende sobre todo huesos pequeños de las
manos y pies, vértebras, costillas y dientes aislados, así como
pequeños restos de coxales, craneales y de la mandíbula, documentándose únicamente como huesos largos un fragmento del
húmero derecho, fragmentos de radio y cúbito izquierdos, así
como de peronés. En la unidad estratigráfica que define el Paquete I sólo se recoge una concha de Dentalium.
- Paquete IV (UE 30, 33, 34, 36, 37 y 41). Situado en el extremo sureste, algo más bajo que el anterior. Recoge restos de
tres individuos: un hombre de 25-35 años, una mujer de 17-20
años y un niño de 4-5 años, identificándose en sus proximidades
4 puntas de flecha en sílex (UE 34), una cuenta de collar (UE
50), un fragmento de cerámica pintada (UE 34) y un metapodio
de ovicáprido (UE 34). En este caso el índice de conservación
modelo permite una realización precisa de distintas planimetrías.
Tras la ubicación inmediata de los elementos encontrados, toda la
documentación ha sido procesada en programas de tratamiento de
datos complejos generando nueva y valiosa información.
de cada uno de ellos es bajo, aproximadamente un 50% del esqueleto del individuo masculino y un 40% del femenino, si bien
es verdad que muchos huesos o fragmentos de huesos no se han
podido diferenciar sexualmente, y ello incrementaría el porcentaje de conservación de uno u otro individuo. El individuo infantil sólo está representado por 9 fragmentos óseos (fragmentos de diáfisis de huesos largos, vértebras, falanges y costillas).
La datación de un fémur del menor dio como resultado la fecha
Beta-292719: 4040±40 BP. De un cúbito del varón adulto se
ha obtenido la fecha más reciente del conjunto (Beta-300991:
3800±40 BP).
- Paquete III (UUEE 32, 35, 49 y 50). Situado al norte y a la
misma altura que el IV, con restos de tres individuos: dos adultos, un varón y una mujer, de entre 20 y 40 años de edad y los
de un niño de no más de un año de vida. Con esta agrupación
se relacionan dos puntas de flecha (UE 32 y 49). La representatividad del esqueleto de los dos individuos adultos es menor
del 50%, documentándose fragmentos de diáfisis de casi todos
los huesos largos, fragmentos de costillas y vértebras, coxales
y algunos huesos de manos y pies, no encontrándose restos de
cráneo. La representación del esqueleto del niño es muy baja,
únicamente identificado por pocos fragmentos de huesos largos,
costillas, cuerpos vertebrales y falanges además de dos pequeños fragmentos de cráneo. Se dispone de la datación de la mujer,
a partir del análisis de un húmero (Beta-296221: 4020±30 BP).
- Paquete II (UE 45, 46, 47 y 48). Situado en el extremo septentrional del depósito, con restos de dos individuos: un niño de
unos 3-4 años de edad y una mujer de 30-35 años, de la que nos
llega el cráneo prácticamente entero, a pesar de que el índice de
conservación es bajo, alrededor de un 30% del esqueleto, y documentarse una altísima fragmentación de los huesos, así como
la ausencia de huesos pequeños, únicamente algunos fragmentos de costillas, un diente, un metacarpo y una falange, lo que
es coherente con el hecho de tratarse de un conjunto de huesos
desplazados. Próxima a los restos infantiles se localizó una pe339
[page-n-18]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
queña azuela de sillimanita (UE 44), mientras que más cerca a
los de la mujer se hallaron una laminita (UE 45) y una punta de
flecha en sílex (UE 45), además de un fragmento de punzón en
cobre de sección angular (UE 32) y un vaso semielipsoide entero (UE 45). De una tibia del individuo infantil se ha obtenido la
datación más antigua del conjunto (Beta-300992: 4070±30 BP).
- Paquete V (UE 53). Localizado al norte por debajo del II,
que al terminar de excavarlo se descubrió el cráneo de un tercer individuo: una mujer de 15-18 años con una representación
de más del 70% del esqueleto, conservando buena parte de los
huesos de las manos, pies, ambas rótulas además de fragmentos
de costillas y vértebras. En la misma unidad estratigráfica que
lo define se encuentran los restos del mismo individuo infantil
de 3-4 de años que por encima se relacionan con el Paquete II.
Con esta agrupación se vincula una punta de flecha en sílex y 3
hachas pulimentadas.
Analizada la muestra en su conjunto, a la vista de la distribución expuesta y conforme a las dataciones que se disponen es
interesante indicar:
1. Que la posición estratigráfica más superficial del varón del Paquete I y la datación más reciente –Beta-300991:
2451(2255)2059 cal ANE 2 sigma– correspondiente al hombre
del Paquete IV, revela que los últimos depósitos se realizaron en
la parte meridional de la depresión, hacia el último cuarto del III
mileno a.n.e. Por lo que más abajo se expone, con los restos de
este individuo del Paquete IV se depositaron los de la mujer que
le acompaña. Los restos infantiles del mismo paquete disponen
de una datación más antigua –Beta 292719: 2839(2654)2469
cal ANE 2 sigma– y con la sola excepción de un hueso desplazado se encuentran agrupados.
2. Que la posición estratigráfica más profunda de la mujer del
Paquete V y la datación más antigua de la batería actual –Beta300992: 2832(2666)2500 cal ANE 2 sigma– correspondiente
al niño localizado entre los huesos de las agrupaciones II y V,
resuelve la prevalencia de estos depósitos septentrionales con
respecto a los más meridionales.
3. Que teniendo en cuenta la proximidad de la datación del
niño del Paquete IV –Beta-292719: 2839(2654)2469 cal
ANE 2 sigma– y la de la mujer del Paquete III –Beta 296221:
2619(2545)2471 cal ANE 2 sigma–, con respecto a la más antigua del Paquete V –Beta-300992: 2832(2666)2500 cal ANE
2 sigma–, la mayor parte del área que afecta a las agrupaciones
óseas acogería restos de fallecidos en el entorno de los dos últimos siglos de la primera mitad del III milenio a.n.e.
4. Que en atención a la diferencia (411) de la media que ofrece
el intervalo de calibración a 2 sigma (2666) del niño del Paquete
IV con respecto a la del varón del Paquete I (2255), puede resolverse que la pequeña Sala central acoge restos de individuos
cuya fecha de fallecimiento podría distar varios siglos.
5. Que en atención al orden norte sur expuesto y teniendo en
cuenta que el desarrollo más septentrional de los depósitos todavía permanece en la Galería de la derecha, es muy probable
que los restos más antiguos de Migdia todavía se encuentren en
el yacimiento.
La ordenación de las dataciones y de las referencias estratigráficas puede hacer pensar que se trata de un proceso paulatino
del que la fecha referencia el óbito y la disposición de los huesos
en el receptáculo que se constituye en la Sala central un paso
final, tras una fase de depósito primario en la que la mayoría de
340
los huesos perdieran los ligamentos. No obstante es posible que
existan más posibilidades y que ese orden que se estima esconda una realidad conductual más compleja que la que se supone
deposita el cadáver, espera a la esqueletización y traslada los
restos para colocarlos en otro sitio sin perder la identidad del
difunto fallecido tiempo atrás.
Al respecto, la observación de la osamenta permite consignar que para el traslado de los restos no se siguió la misma pauta
temporal a partir del fallecimiento. Hay evidencias de que éstos
se produjeron en distintos momentos del proceso de esqueletización del cuerpo, consignándose un movimiento para algunos
individuos en una temporalidad suficientemente distanciada del
óbito, cuando las conexiones anatómicas estaban desprovistas
de las uniones ligamentosas entre huesos. En otros sin embargo
su traslado no debió prolongarse tanto, siendo muy interesante
al respecto la observación de los restos de la mujer y el hombre del Paquete IV, una vez que de la primera se conservan en
posición anatómica los huesos del pie derecho y del segundo la
parte inferior de la columna vertebral y cintura pélvica; y que de
modo general en este paquete hay 25 huesos de pies, 13 huesos
de manos y 28 fragmentos de costillas entre los dos adultos,
todo lo que es coherente con un traslado a la vez que cuidadoso
realizado cuando parte de la osamenta conservara las ligaduras.
También ese par de individuos pueden ofrecer claves en
cuanto a la dinámica del traslado y al criterio de ordenación
que esconden las agrupaciones óseas, cuando acogen restos
de más de un individuo, de modo que su conjunción podría
deberse a que guardaran algún tipo de vínculo. El proceso de
investigación es lento y obviamente está condicionado por
el presupuesto, pero sería imprescindible disponer una datación de esta mujer del Paquete IV que acompaña al individuo
masculino fallecido en c. 2255 a.n.e., por cuanto que sus restos están ligados de tal modo16 que debieron ser trasladados a
la vez, siendo su recogida y posterior colocación totalmente
aleatoria, sin mantener una diferenciación de ambos esqueletos. Además, en el mismo Paquete IV, cerca de los mismos
pero nítidamente separados se localizan 8 de los 9 huesos
que permiten dirimir la presencia de un menor fallecido en c.
2654 a.n.e., esto es, mucho tiempo antes que el varón datado,
de modo que se evidencian conductas que prefieren preservar
en el último depósito el vínculo por encima de la identidad de
los individuos y no es descartable que dentro de esa conjunción existan discrepancias cronológicas que pudieran tener
que ver con el linaje.
Un caso enormemente interesante es el del individuo infantil cuyos restos se distribuyen entre las agrupaciones II y
V, por cuanto que conserva un número muy importante de restos, localizándose los huesos de tal modo que este sujeto, que
por el momento constituye el fallecido más antiguo, pudiera
haberse depositado nada más morir, constituyendo quizá un
16 Los huesos de los dos individuos adultos se encuentran mezclados,
sin ningún orden aparente; por ejemplo, el pie derecho de la mujer
se localiza por debajo de los dos coxales del varón, y el fémur derecho de la mujer está por encima del fémur izquierdo del varón. El
cúbito datado del varón se localizó por debajo de los huesos largos
de ambos sujetos, varón y mujer, y por encima del pie de la mujer
y de la columna del varón.
[page-n-19]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
caso excepcional de inhumación primaria, luego alterada;17 y
otro, desde luego, el de aquellas dos mujeres de los mismos
paquetes de las que nos llega el cráneo apoyado sobre los
parietales, esto es, en posición invertida, algo que de seguro
refiere una pauta de ritual, que pudiera tener relación con su
especial preservación con piedras, guardando una posición
centrada en la necrópolis si a lo excavado se añade lo que
resta de la Galería de la derecha.
4. SOBRE LA AFINIDAD CULTURAL DE LOS
INHUMADOS EN LAS CAVIDADES DE RANDERO
DE PEDREGUER Y MIGDIA DE XÀBIA
Observando la tabla que recoge la totalidad de las dataciones
sobre huesos humanos realizadas en la Cova del Randero y
en la Cova del Barranc del Migdia (tabla 4), resulta patente la
proximidad de fechas. Las dos dataciones de Randero avalan su
uso funerario en c. 2750-2700 a.n.e., mientras que las cuatro de
Migdia hacen ver un uso pleno en torno a c. 2650-2550 a.n.e.,
testimoniándose su perduración en c. 2250 a.n.e. La posibilidad de que Migdia todavía acoja en su interior inhumaciones
más antiguas, y que el par de fechas de Randero acaso sólo date
uno del mínimo de seis individuos que arroja su maltrecha osamenta, invita a considerar que ambas necrópolis pudieran haber
sido contemporáneas, al menos en el tramo cronológico que se
determina en la primera mitad del III milenio a.n.e., donde entre
los mediados de los siglos sexto y octavo se consignan 5 de las
6 dataciones que se ofrecen en la tabla indicada.
La cercanía entre los yacimientos y la afinidad de la cultura
material permite intuir una fuerte vinculación entre los que se sirvieron de ambas cavidades como lugar de enterramiento. A este
respecto, en primer término puede valorarse la similitud de los
grupos de elementos que se identifican en ambos contextos funerarios (cf. tabla 1 y tabla 5; fig. 3 [3.1 a 3.4] y fig. 6 [6.1 y 6.2]):
puntas de flecha y láminas en sílex; hachas y azuelas en piedra
pulimentada –de tamaño medio, elaboradas sobre diabasa u otras
rocas o, en menor número, de dimensiones menores manufacturadas en sillimanita–; y recipientes cerámicos simples de forma
elipsoide. En segundo lugar se descubre que lo que está mínimamente representado en la cavidad de Xàbia no se observa en el
registro material de la de Pedreguer, bien porque como ocurre con
el punzón metálico, el ítem no abunda en las cavidades funerarias
donde aparece y es fácil que ahí no se localice, porque no estuviera o porque no se encuentra, en atención al mayor tamaño de la
cueva y al peor estado de conservación del contexto funerario; o
bien porque subraya una identidad común en aspectos clave como
el ornato de los difuntos, cuando se hace ver que, a diferencia de
la riqueza de elementos como cuentas de collar o varillas planas
17 Los huesos del esqueleto de este niño se documentan arqueológicamente en una disposición que advierte de la posibilidad de que
hubiera podido guardar una disposición anatómica. Aunque ninguno muestra conexión, se localizan las piezas dentarias próximas a
los restos de cráneo, los huesos de los miembros superiores muy
próximos entre sí, observándose muy cerca huesos que conforman
las piernas, quizá por haber mantenido una disposición en decúbito
lateral flexionado. Muy cerca se documentan los restos contemporáneos de una madriguera y de un conejo, que con toda seguridad
podría haber desplazado los huesos del infante.
que se determinan en registros concretos y conocidos como el de
Pastora de Alcoy, tras cribar cientos de litros de sedimento, no se
contemplan en la Cova del Randero.
Podrá haber discrepancias y particularidades, como la forma de las puntas de flecha, anotándose aquellas tan especiales
de base cóncava en la cavidad de Pedreguer, pero sin negar la
mayor, la misma sintonía que provoca el ejercicio comparativo
podrá servir para no poner mucho entusiasmo en refrendar la
vinculación al contexto funerario de Pedreguer de grupos dudosos, como aquel de las conchas perforadas de bivalvos, por no
descubrirse en la metódica excavación de Migdia y ser tan del
gusto de los pastores que aprovechan la cavidad de Randero en
tiempos previos a los de su uso funerario. En cualquier caso el
certificado de afinidad se obtiene cuando se observa que en ambas cuevas hay un pequeño pero precioso fragmento de cerámica pintada, lo que sirve recuperar para el contexto funerario de
Randero esa pieza única, ahí localizada hacia la base del Nivel
de Cerámicas Lisas.
Buen símbolo éste de las cerámicas pintadas para caracterizar un grupo que entierra en la única cueva que hasta ahora
hace coincidir manifestaciones de arte rupestre esquemático con
enterramientos. Algún motivo rupestre de esa mentalidad como
el que se reconoce en el Abric de la Penya del Vicari de Altea
(Galiana y Torregrosa, 1995: 303) recuerda sin mucho esfuerzo
a los zigzags que se observan en el repertorio decorativo que
pintado en rojo ofrece esta cerámica característica de la comarca (Boronat Soler, 1983), sobre la que la investigación se ha
venido haciendo tantas preguntas a partir de su descubrimiento en los años 30 del siglo XX en la Cova Ampla del Montgó
(Soler Díaz, 2007), contexto que mejor la contiene, y que por
el tamaño y presencia de la cavidad sobre el entorno sin duda
alguna resultaría principal hacia esos siglos de la primera mitad
del III milenio a.n.e. en los que Randero y Migdia fueron necrópolis (v. fig. 1). Si sin detenerse en exceso se repasa el catálogo de materiales que sobre la emblemática cavidad del Montgó
editara el MARQ (Esquembre y Torregrosa, 2007), merece la
pena observar el soberbio conjunto de útiles pulimentados que
ofrece, la presencia de láminas y puntas de flecha en sílex o la
documentación de elementos metálicos; a la vez que caer en la
cuenta que el mínimo registro de varillas óseas y de cuentas de
collar, que si a la luz de Pastora podíamos imputar a una mala
praxis arqueológica, ahora nos llega de un modo que, a la vista
de lo que nos enseña Migdia, nos hace percibir una identidad
para los pobladores que durante el Calcolítico disfrutaron del
entorno inmediato de la sierra del Montgó.
Transcurrida más de una quincena de años desde que se
tratara de elaborar una seriación de los distintos conjuntos de
inhumación múltiple para las tierras valencianas, contando solamente con criterios de incidencia de tipos en los distintos
registros materiales y basándose en estratigrafías de excavaciones antiguas (Soler Díaz, 1997; 2002: II, 13-101), se anotan
avances que, con nuevos mimbres, permiten vislumbrar progresos de conocimiento como éste que se anota para las tierras
de La Marina, donde se revela un panorama funerario señalado
por regional y reciente con respecto al observado en cavidades
de L’Alcoià-Comtat, clásicas en la definición del fenómeno
de la inhumación múltiple en tierras valencianas. Quizá todavía es pronto porque Migdia todavía conserva restos que por
lo antedicho podrían ser más antiguos, pero en atención a las
341
[page-n-20]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Tabla 5. Cova del Barranc del Migdia. Relación de materiales hallados en las campañas 2009-2012. [Con excepción de los fragmentos
cerámicos no decorados, en la tabla se presentan los materiales de las cuatro primeras campañas (2009-2012). Los hallazgos de la última campaña (2014) constituyen un conjunto menor de elementos que no afecta a la composición esencial de la muestra].
Año/UE /nº
Paquete
Puntas de flecha
10/34/20
89/5553*
10/34/47
IV
De base cóncava. 30 x 17 x 4 mm. Fig. 6: 7.
De base cóncava. 34 x 17 x 4 mm (Soler, 2002: I, 193; II, Lám. 65: 14). Fig. 6: 11.
Foliácea saliciforme. 39 x 12 x 4 mm. Fig. 6: 9.
Foliácea saliciforme. 50 x 19 x 4,5 mm. Fig. 6: 15.
Romboidal saliciforme36 x 17 x 6 mm. Fig. 6: 12.
Romboidal saliciforme. 33 x 17 x 4 mm. Fig. 6: 8.
Romboidal saliciforme. 36,6 x 18,6 x 3,9 mm Fig. 6: 13.
Pedúnculo y aletas obtusas. 32 x 26 x 5 mm. Fig. 6: 16.
Pedúnculo y aletas obtusas. 38 x 21 x 4,5 mm. Fig. 6: 10.
Pedúnculo y aletas agudas. 36,5 x 18,7 x 5,7 mm. Fig. 6: 14.
10/49/2
10/34/2
12/53/160
10/45/1
10/32/1
12/55/4
IV
IV
III
IV
V
II
III
Año/UE /nº
89/5554A*
10/19/3
10/45/2
Paquete
II
Útiles sobre lámina
Lámina truncada. Retoque abrupto distal. 60 x 18 x 6 mm (Soler, 2002: I, 193; II, Lám. 65: 13). Fig. 6: 3.
Fragmento mesial de lámina. 35 x 16 x 9 mm. Fig. 6: 2.
Laminita. 90 x 11 x 4 mm. Fig. 6: 1.
Año/UE /nº
10/44/1
12/53/433
12/53/373
12/53/237
Paquete
II
V
V
V
Hachas-azuelas
Azuela. Sillimanita. Sección oval. 33 x 30 x 9 mm. Fig. 6: 20.
Hacha. Diabasa. Sección oval. 105,4 x 55,4 x 27,9 mm. Fig. 6: 18.
Hacha. Diabasa. Sección oval. 160,5 x 58,5 x 43,9 mm. Fig. 6: 19.
Hacha. Piedra metamórfica. Sección oval. 100,9 x 55,2 x 34,9 mm. Fig. 6: 17.
Año/UE /nº
10/45/6
89/5567A*
Paquete
II
Vasos elipsoides
Semielipsoide horizontal de base convexa. Labio apuntado. Diám. boca: 109 mm, h: 77 mm. Fig. 6: 22.
Elipsoide horizontal de base convexa. Labio redondeado. Diám.: 180 mm, h: 134 mm (Soler, 2002: I,
193; II, Lám. 65: 12). Fig. 6: 21.
Año/UE /nº
10/34/57
Paquete
IV
Cerámica pintada
Fragmento indeterminado. Triángulo, ángulo y banda en rojo. 8 mm e. Fig. 6: 23.
Año/UE /nº
10/32/2
Paquete
II
Útiles metálicos
Fragmento de punzón. Sección angular. Cobre. (36) x 5 x 3 mm. Fig. 6: 4.
Año/UE /nº
09/07/26
12/36/50
12/55/9
Paquete
I
IV
Elementos de adorno y atuendo
Concha de Dentalium sp. 17 x 3 x 2 mm.
Cuenta de collar. Piedra blanca. Sección rectangular. Diám.: 5,4 mm, e: 2,9 mm. Fig. 6: 5.
Fragmento mesial de varilla plana en hueso. Sección plano-convexa. (48) x 8 x 3 mm. Fig. 6: 6.
dataciones que ahora ofrece, no puede pasar desapercibido
que, sólo guiándonos por las fechas medias de los intervalos
de calibración, para cuando muere el individuo más antiguo
ahí localizado –el niño del Paquete II–, pueden haber pasado
doscientos años desde el óbito del que proporciona la datación
más reciente de la Cova d’en Pardo de Planes, una cavidad
cuyo uso funerario se estima entre c. 3350 a.n.e. y 2850 a.n.e.
(Soler y Roca de Togores, 2012), y que contiene un registro
con notables diferencias con respecto al de Migdia, al observarse un fantástico desarrollo de lo que en lo ornamental y
simbólico se vincula al trabajo de la piedra y el hueso, con esa
suerte de ídolos violín o planos, alfileres, colgantes o varillas,
sin anotarse apenas la presencia de utillaje pulimentado (Soler,
2002: II, 204-225; Soler et al., 2012).
Frente a lo que ofrece la cavidad de Planes, la horquilla de
las dataciones sobre huesos humanos de la Cova de la Pastora de
Alcoi es mayor, remontando su antigüedad a las postrimerías de
la primera mitad del IV milenio a.n.e., para alcanzar las primeras
342
centurias del II milenio a.n.e. No obstante parece que la mayor
parte de las fechas entran en el segmento cronológico que ofrece
En Pardo (Soler y Roca de Togores, 2012, 221), prolongándose
hasta alcanzar los tiempos en que, ahora sabemos, se debió inhumar en Randero y en Migdia, si se presta atención a las dataciones sobre mandíbulas (McClure, García Puchol y Culleton, 2010:
29): UCIAMS-66310: 4150±20 BP, 2873(2754)2635 Cal BC 2
sigma; y UCIAMS-66311: 3875±20 BP, 2459(2376)2293 Cal BC
2 sigma. Esa larga cronología justifica la variedad de ajuares que
atiende el yacimiento paradigmático de lo que fue el “Eneolítico
valenciano” (Pla, 1958), observándose conjuntos materiales del
todo próximos a los de En Pardo, otros que ahí encuentran un
desarrollo especial como es el caso de los ídolos oculados sobre
huesos largos y otros que no costaría nada vincular con lo que se
observa en las dos cavidades de la Marina que aquí se tratan, si se
hace ver la magnífica serie de elementos en piedra pulimentada
o se observa la presencia de un ítem tan característico como una
punta de flecha de base cóncava (Soler, 2002: II, 263-293).
[page-n-21]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
Fig. 6.1. Materiales en sílex, cuenta en piedra y fragmento de varilla de la Cova del Barranc del Migdia.
Fig. 6.2. Cerámica y elementos en piedra pulimentada de la Cova del Barranc del Migdia.
343
[page-n-22]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Si es cierta la tendencia que se observa a partir de estos
progresos de conocimiento que reporta la investigación de La
Marina podrían empezar a reconocerse al menos dos fases diferenciadas en el panorama de cuevas de enterramiento múltiple
previas al conjunto de enterramientos en cavidades asimilables
al “Horizonte Campaniforme de Transición” (Bernabeu, 1984)
–c. 2350/2100 a.n.e. (Bernabeu y Molina, 2011: 276)–: una de
cronología neolítica propia de la segunda mitad del IV milenio
y primeras centurias del III milenio a.n.e., de la que En Pardo
puede constituir buena referencia, y otra de cronología calcolítica, a partir del octavo siglo de ese milenio, por observarse tras
las primeras evidencias metalúrgicas en las tierras de La Safor
–c. 2800 a.n.e. (Bernabeu y Molina 2011: 276)–, de la que el
contexto de Migdia sería el mejor definido, expresándose en los
ajuares una suerte menor de elementos de ornato y atuendo, un
incremento de objetos en piedra pulimentada y la presencia de
los primeros elementos metálicos.
No será el momento ahora, pero teniendo a mano el corpus de materiales de las cuevas de inhumación múltiple no
es difícil estimar más ejemplos para este cuadro. De disponer
dataciones, uno nítido se determinaría en la Cova del Cantal
de Biar, cuyo registro material, carente de las realizaciones
que caracterizan En Pardo, incluye un interesante conjunto
de instrumental pulimentado y metálico (Soler Díaz, 2002:
II, 191-192); otros sin embargo exigen una mayor atención
como es el caso de la Cova del Monedero, donde se observa
un conjunto más afín al propio de En Pardo, enriquecido por
la presencia de un ídolo oculado del que trasciende una datación (García Puchol et al., 2010): UCIAMS-66318: 4115±25
BP, 2863(2720)2578 Cal BC 2 sigma, fecha que quizá no corresponda al más antiguo de los 10 que sustenta el número
mínimo de individuos, por más que se resuelva a partir de un
hueso localizado hacia la base del depósito sondeado; y otros
que de nuevo suscitan crítica relectura como ocurre en el caso
de la Cova de la Barcella, donde como se expresa en Pastora
debe estimarse un largo uso funerario, debiéndose descartar
esa perturbadora vinculación de materiales que para los tres
primeros esqueletos propusiera el sacerdote que al final de la
década de los veinte del pasado siglo la excavara (Soler, 2002:
I, 375-378), considerando inhumaciones primarias a las que en
su momento no diera crédito Isidro Ballester (1928: 58), advirtiendo seriamente Enrique Pla de su falta de rigor a la hora
atribuir los elementos de ajuar (Pla, 1964: 220).
Claro que de ningún modo deberán considerarse de nuevo
artificiales líneas que segmenten en lo temporal este legado funerario que, por llegarnos sujeto a una enorme variedad de factores, es preferible seguir estimándolo de inhumación múltiple,
aunque en algunos casos como estos comentados de la Marina
nos acerquemos más en el tiempo y el espacio al colectivo que
dispusieran ambas cavidades como necrópolis. Se tratará en
cualquier caso sólo de tendencias que se observan en el desarrollo de un fenómeno funerario dilatado en el tiempo que se caracteriza más por una continuidad que por claras discrepancias,
donde la ideología que lo sustenta, más que cambia, perdura, a
la vista no sólo del aprovechamiento funerario de la cueva natural para la inhumación sucesiva de individuos seleccionados,
sino también por la permanencia de objetos a lo largo de un
milenio de enorme expresión simbólica como son, entre otros,
las puntas de flecha (Soler Díaz, 2002: II, 107-108).
344
El mejor conocimiento de la práctica de la inhumación secundaria a partir de los datos que ha proporcionado la excavación de la Cova del Barranc del Migdia, constituye con todo uno
de los mayores logros de este proceso de conocimiento, haciendo ver que los restos estuvieron depositados en otro ámbito un
tiempo que, a partir de la observación del proceso de esqueletización, no parece el mismo para cada uno de los individuos.18
La conjunción de restos que guardan algunos de los paquetes
localizados en la Sala central de la cavidad de Xàbia advierte de
un movimiento conjunto de varios de los restos de individuos,
guardando la intención de hacer perdurar la vinculación que tendrían los fallecidos.
En la acción de la inhumación secundaria se revela toda una
preocupación a la hora de aprovechar el espacio, así como un interés en preservar y localizar los cráneos que se conservan. Nos
faltan datos para precisar cuándo o de qué manera se resuelve
este segundo enterramiento, que a la vista de la diferencia de las
dataciones, quizá pudiera haberse hecho en varias fases. No obstante, es seguro que el gesto de traslado más reciente se determina en la parte más meridional del depósito, pudiéndose haberse
realizado hacia el último cuarto del III milenio a.n.e., teniendo
en cuenta la datación del individuo masculino del Paquete IV c.
2255 a.n.e., la vinculación que guardan sus restos con los huesos de la mujer del mismo paquete y la posición estratigráfica
suprayacente del individuo del Paquete I. En cuanto se disponga
nuevas dataciones deberemos saber si ese movimiento afecta a
individuos con fechas de fallecimiento más o menos próximas,
o si se determina un gesto que incluye el traslado simultáneo de
individuos fallecidos con anterioridad. Los otros datados, podrían remontar su óbito a los siglos VII (c. 2666 y c. 2654 ) y
VI (c. 2545) a.n.e., existiendo una posibilidad en cuanto a que la
datación más antigua correspondiera a la inhumación primaria
de un menor en atención a la distribución de los huesos, si bien
en este aspecto es cierto que, a falta de conexión anatómica, los
indicios son insuficientes por más que aparentemente guarden
una posición natural que invite a considerar su depósito en decúbito lateral con las extremidades flexionadas.
Desde la perspectiva más humana el rito de la inhumación
secundaria queda lejos de aquel solemne y doloroso para los más
próximos que significa el entierro de aquellos que, recién fallecen, se les debe honrar. A ese respecto es muy interesante subrayar, desde su comparación con aquel contexto de inhumaciones
primarias que Bernat Martí nos acercara de la cavidad de Santa
de Vallada, el carácter mínimo de restos de animales domésticos,
identificados por Rafael Martínez y Pilar Iborra, que se descubre entre el millar de huesos humanos recogidos en Migdia, lo
que advierte que de haberse producido ofrendas alimenticias en
el lugar donde se depositaron los cadáveres, éstas quedaron níti-
18 Es clásico el ejemplo que al respecto de ese tipo de depósitos trasciende de los Huron, pueblo indígena de América del Norte, descubierto en los inicios del s. XVII en las proximidades del lago Ontario que en lo funerario disponía una práctica que cada cierto tiempo
recogía la totalidad de los huesos de todos los fallecidos desde la
última ceremonia, de modo que se recogían restos de individuos totalmente desarticulados junto con otros menos descompuestos para
enterrarlos luego en una gran fosa común, dejando en el depósito
primario solamente aquellos que acababan de fallecer (Ubelaker,
2007: 42).
[page-n-23]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
damente diferenciadas, no constituyendo luego ningún interés su
traslado al ámbito de la Sala central que acoge los paquetes óseos
una vez esqueletizados. Por el contrario, el traslado si afectó a enseres como recipientes cerámicos y distintos elementos materiales antes comentados quizá por perdurar en ellos los valores que
primigeniamente representaran. El estado de descomposición y la
disposición de los restos allá donde se encontraran serían factores
que condicionaron su recogida y traslado, acciones éstas a las que
en gran medida debe imputarse esas pérdidas que, en diferente
grado se observan a la hora de computar los huesos que todavía
identifican a aquellos individuos.
Las dos cavidades que aquí se han tratado reúnen condiciones
de acceso totalmente distintas y determinantes a la hora de evaluar la diferente conservación de los yacimientos arqueológicos
que contienen. La Cova del Randero es una cueva de entrada a pie
llano caracterizada por una prolongada ocupación como factor
clave para la no preservación de las evidencias funerarias que, por
el contrario, hacen de la más inaccesible cavidad de Migdia un
unicum para la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en nuestras tierras. El estado de la muestra apenas nos permite
hacer consideraciones para el caso de la cavidad de Pedreguer,
salvo la de indicar que su planta reúne condiciones para haber
funcionado como una necrópolis que podría haber acogido tanto
cadáveres como osamentas, disponiendo la llamada Sala de la entrada de un espacio suficiente para practicar ritos funerarios y la
más recóndita Galería central para disponer restos desarticulados
en esa dinámica de movimiento de huesos que se ha propuesto
desde el centro al fondo de la Cova d’en Pardo de Planes (Soler
y Roca de Togores, 2012: 207-216), algo que en cualquier caso
sólo podemos intuir, estando muy lejos de poder asegurar nada,
no perdiendo de vista el bajo número de restos que se preserva,
con respecto al volumen de espacio que se dispone.
Muy diferentes son las condiciones de Migdia, una cavidad
caracterizada por una planta que alberga espacios interiores menos diáfanos entre los que destaca esa Sala central que en su
parte septentrional alberga una concentración de restos óseos
en la depresión que conforma el lecho geológico (v. fig. 5). Fuera de esa concentración se han recogido huesos humanos, cuya
poca entidad numérica y dispersión hace pensar guarden esa
disposición a resultas de un desplazamiento desde la concentración principal, fenómeno éste del todo verosímil a la hora de explicar la presencia de algunos huesos humanos en unidades estratigráficas superiores a las que contienen los paquetes. Habrá
que indicar también que, de manera concreta, en el área sureste
de la Sala de la entrada, ahí donde se descubre una plataforma
rocosa tras excavar el sedimento suprayacente (UE 23), sólo se
identificaron un par de falanges y 3 dientes, muestra insuficiente
para señalar la superficie como asiento de cadáveres, que, de no
responder al fenómeno de dispersión aludido, acaso pudieran
relacionarse con algún tipo de manipulación de la osamenta in
situ por aquellos que luego la dispusieran de manera ordenada
en la parte septentrional de la sala.
Aunque el espacio pudiera ser justo para acoger algún cadáver, éste no sería muy idóneo para el complejo ritual que significara, y ello porque en los 14 m2 de la Sala central, apenas
hay sitio para andar erguido en un área constreñida por la colada estalagmítica que ganando en altura se dispone por debajo
del acceso a la Galería de la izquierda, y porque la dimensión
y altura de la bóveda sólo permitiría la presencia de contados
individuos que mal pudieran manipular las osamentas para disponer los restos como los encontramos, en caso de tener que reservar ámbitos para permitir la descomposición de los cuerpos.
Esas condiciones hacen difícil considerar un área donde los más
allegados pudieran sentir recogimiento o transmitir el respeto al
fallecido, invocando lo que fuera en vida a la vez que dotándolo
de distintas ofrendas y enseres.
De existir algún tipo de ceremonia debería pensarse en la
más amplia e impactante por el paisaje Sala de las Pinturas y
quizá en ella, de practicarse algo que tuviera relación con lo
funerario, habría que estimar un rito que evocara el contenido
de la Sala central de la cavidad sin disponer ahí cadáveres, una
vez que en ese espacio abierto no se ha encontrado ninguna evidencia arqueológica que permita su inserción en una dinámica
de enterramiento, lo que por otra parte es lógico teniendo en
cuenta los 40 m de altura que guarda el acantilado al que asoma
y la dificultad que implicaría trasladarse hasta ahí en grupo con
el cuerpo y las ofrendas atravesando en posiciones incómodas y
acaso poco dignas todo el desarrollo de cavidad, tras salvar los
12 m que permiten el acceso a la boca que estos últimos años se
ha traspasado para acometer la intervención arqueológica.
Al respecto de esas dificultades siempre es interesante recordar casos de necrópolis en cueva, como las que del Bronce Final se observan en Menorca, la Cova des Mussol de Ciutadella
abierta en un acantilado sobre el mar (Lull et al., 1999: 73) y la
Cova del Pas de Ferreries con la boca dispuesta en un acantilado
a 15 m sobre la roca base (Fullola et al., 2007: 96). En la primera
se observa que contiene un contexto de inhumación secundaria,
indicándose solamente el caso de una mujer en posición primaria, no llegándose a descartar que por ello y en atención a otros
factores, se tratara de alguien que falleciera en el mismo interior
de la cavidad (Rihuete, 1999: 46). No se descarta sin embargo
que a la cueva llegaran con considerable esfuerzo y riesgo cadáveres que luego se desarticularan, lo que se relaciona con un rasgo de significación social con respecto a individuos inhumados
en otros espacios (Lull et al., 1999b: 51 y 60). Del ingenio para
afrontar esos riesgos las mejores enseñanzas las proporciona la
Cova del Pas, cavidad que alberga en su interior una sorprendente necrópolis de inhumación primaria sucesiva que acoge 70
individuos en posición fetal forzada que se estima debieron ser
transportados en fardos colocados sobre camillas de madera de
las que restan evidencias (Fullola et al., 2007: 104).
Si la dificultad de acceso o las características del espacio
pueden ser factores que hagan comprensible que en Migdia no
se encuentren indicios de inhumaciones primarias, imputándose al traslado la falta de huesos humanos en los recuentos o la
anecdótica presencia de fauna, podría entenderse que la cavidad
se seleccionó con una voluntad clara para la práctica de enterramientos secundarios, materializándose su depósito en un lugar
tan elevado sobre el entorno como recóndito y protegido. Lejos
de querer retomar aquella discusión que, en los inicios del s.
XX, sostuvieran Pedro Bosch Gimpera y Juan Cabré Aguiló a
la hora de valorar los huesos desarticulados de la necrópolis de
Canyaret de Calaceite (Teruel), como el resultado de una manipulación realizada in situ, como argumentara el primero, o en
otro ámbito para llegar a la cueva ya descarnados, como opinión que, manteniéndola el arqueólogo aragonés, la hiciera suya
Isidro Ballester para explicar la formación de la necrópolis de
Camí Real d’Albaida (Ballester Tormo, 1928: 47-48), estable345
[page-n-24]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
ciéndose una pauta generalizada de “segundos enterramientos”
hasta que a propósito de Santa de Vallada se hiciera valer la
opinión de Bosch (Martí, 1981: 181-182), se pone sobre la mesa
el carácter especial de este depósito en gran medida realizado en
una temporalidad tardía en el desarrollo de un fenómeno que en
las tierras centro meridionales valencianas se percibe milenario
(Soler y Roca de Togores, 2012: 216-228), si se trae a colación
la entidad de un último gesto de traslado y colocación que al
menos afecta a la osamenta de tres individuos en una temporalidad c. 2225 a.n.e. contemporánea al llamado Horizonte Campaniforme de Transición, sin mediar en el registro de la cavidad de
Xàbia ningún elemento definitorio de ese concepto.
En diferente estado de desarticulación y conservación, se
dispusieron en la Sala central los restos de individuos fallecidos
tiempo atrás, guardando un especial cuidado en la disposición
de los cráneos que no todos los individuos conservan, colocándolos entre piedras que a su vez los señalaran para buscar su
definitiva preservación. Sobre su procedencia todo queda abierto. De no llegar los cuerpos enteros a la cueva, algo que a pesar
de todo lo expuesto no dejará de ser posible, cabe considerar su
traslado desde otros lugares de enterramiento y ello en principio
no debería ser difícil porque precisamente en la temporalidad
que los asiste se reconocen varios ejemplos de necrópolis integradas en los hábitats, como aquella de Beniteixir de Piles,
sita en la inmediata comarca de La Safor, a una treintena de
kilómetros al norte del Montgó, que dispone inhumaciones individuales en fosa, trascendiendo del enterramiento de la estructura 13 una fecha obtenida sobre una muestra de hueso humano
–Beta-244533: 4060±40 BP, 2852(2664)2476 Cal ANE 2 sigma
(Pascual Beneyto, 2010: 193 y Soler Díaz, 2013: 157)–. De otra
parte, nada impide que procedieran de otra cueva, movimiento
de huesos que, considerando otro discurso expositivo, se ha propuesto desde la investigación desarrollada en el enterramiento
múltiple de la Cueva de los Cabezos Viejos de Archena, donde se descubren distintas inhumaciones primarias a la par que
acumulaciones óseas tan desprovistas de orden que se definen
como “caos antropológico”. Para explicar esa dicotomía, quienes la investigan proponen un trasvase de huesos que, de una
cavidad a otra, permitiría sacralizar nuevos espacios funerarios
para, vinculando cavidades, extender la práctica de inhumaciones primarias (Lomba y Zapata, 2005: 30-32).
Sin descartar la posibilidad que atiende el caso del niño del
Paquete V, por otra parte por su edad fácil de transportar y recolocar, a la oquedad abierta en la vertiente meridional de la
Sierra del Montgó pudieron llegar en hatillos restos en diferente
estado de esqueletización de distintos individuos para ser colocados metódicamente en la Sala central, observándose una conducta, reflejo de una marcada preocupación por la conservación
de esos restos en un ámbito especial por su acceso, posición,
arte e iluminación. Se desconoce su procedencia, pero si vinieran de alguna otra cueva, se trataría de un gesto tan acertado
como premonitorio, a la vista del mal estado que se observa en
una cavidad tan accesible como la de Randero de Pedreguer, y
de todo ese desastre patrimonial, cuya sobrecogedora pérdida
empaña los ojos que ven lo que de manera milagrosa ofrece
Migdia, al ser conscientes que la comarca, de no haber sufrido
tanto saqueo, pudiera haber constituido una de las áreas más
significativas para el mejor conocimiento de la vertiente funeraria del Neolítico Final y Calcolítico en la fachada oriental de la
346
Península Ibérica, y de modo particular de aquellos pobladores
que gustaran de vasijas con decoración pintada. Sin que decaiga
nuestro ánimo, habrá que intentar profundizar en estos progresos de conocimiento, acercándonos de nuevo a las cuevas, independientemente de su afectación por quienes sin escrúpulos las
violentaran, con el debido respeto a aquellas gentes, y con el rigor que guardan investigadores que, como Bernat Martí Oliver,
nos han mostrado las principales líneas de éste y de otros retos.
BIBLIOGRAFÍA
AGUILELLA ARZO, G. y COCH I FERRIOL, C. (2015): “Un
enterrament prehistòric en les proximitats de l’ermita del Salvador
(Onda, Castelló)”. Butlletí d’Estudis d’Onda, 2, p. 27-47.
APARICIO, J.; SAN VALERO, J.; MARTÍNEZ, J.V.; MOROTE, G.;
MARTÍNEZ, J.M.; LATORRE, F.; CISNEROS, F.; LÓPEZ, P.;
SANCHIS, J.R.; MARTÍNEZ, J.S.; MARTÍNEZ, F. y
ESTEVE, C. (1983): “Departamento de Historia Antigua.
Actividades arqueológicas de 1979 a 1982”. En Varia II.
Departamento de Historia Antigua de la Universidad de
Valencia, Serie Arqueológica nº 9, Valencia, p. 201-495.
BALLESTER TORMO, I. (1928): “La covacha sepulcral del Camí
Real, Albaida”. Archivo de Prehistoria Levantina, I, p. 31-85.
BALLESTER TORMO, I. (1949): La labor del S.I.P. y su Museo en
los años 1940‑48. Imprenta Provincial, Valencia.
BERNABEU AUBÁN, J. (1982): “La evolución del Neolítico en el
País Valenciano. Aportaciones al estudio de las cultura neolíticas
en el extremo occidental del Mediterráneo”. Revista del Instituto
de Estudios Alicantinos, 37, II Época, Septiembre‑Diciembre,
p. 85-138.
BERNABEU AUBÁN, J. (1984): El vaso Campaniforme en el
País Valenciano. Trabajos Varios del SIP, nº 80, Servicio de
Investigación Prehistórica, Diputación Provincial de Valencia,
Valencia.
BERNABEU AUBÁN, J. (1989): La tradición cultural de las cerámicas impresas en la zona oriental de la Península Ibérica.
Trabajos Varios, nº 86, Servicio de Investigación Prehistórica,
Diputación Provincial de Valencia, Valencia.
BERNABEU AUBÁN, J. (2010): “El mundo funerario entre el VI y
el II milenio a.C.”. En A. Fernández y B. Soler (coords.): Restos
de vida, restos de muerte. Museu de Prehistòria de València,
València, p. 45-54.
BERNABEU, J. y MOLINA, L. (2011): “El Horizonte Campaniforme
30 años después”. En G. Pérez, J. Bernabeu, Y. Carrión, O. García,
L. Molina y M. Gómez (eds.): La Vital (Gandia, Valencia). Vida
y muerte en la desembocadura del Serpis durante el III y el I
milenio a.C. Trabajos Varios del SIP, nº 113, Museo de Prehistoria
de Valencia, Valencia, p. 275-279.
BERNABEU, J.; GUITART, I. y PASCUAL, J.L. (1988): “El País
Valenciano entre el final del Neolítico y la Edad del Bronce”.
Archivo de Prehistoria Levantina, XVIII, p. 159-80.
BERNABEU, J.; MOLINA, L.; DIEZ, A. y OROZCO, T. (2006):
“Inequalities and power. Three millennia of Prehistory in
Mediterranean Spain (5600-2000 cal BC)”. En P. Díaz del Río
y L. García San Juan (eds.): Social Inequality in Iberian Late
Prehistory. BAR International Series, 1525, Oxford, 97-116.
BOLUFER, J.; BORONAT, J.D.; ESQUEMBRE, M.A.; ROCA DE
TOGORES, C. y SOLER, J.A. (2013): “La Cova del Barranc
del Migdia de Xàbia. Rituales funerarios en un santuario del III
milenio a.C.”. En Art i Mort al Montgó. La Cova del Barranc
del Migdia de Xàbia. Rituales funerarios del III milenio a.C.
Fundación C.V. MARQ, Alicante, p. 9-60.
[page-n-25]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
BORONAT SOLER, J.D. (1983): “Cova de les Meravelles (JalónAlicante)”. En Varia II. Departamento de Historia Antigua de
la Universidad de Valencia, Serie Arqueológica nº 9, Valencia,
p. 43-77.
BORONAT SOLER, J.D. (1986): “El poblamiento neolítico en
la Marina Alta”. Primer Congrés d’Estudis de la Marina Alta.
Instituto de Estudios Juan Gil‑Albert, Alicante, p. 105-116.
CASABÓ, J.; MARTÍNEZ, E. y SAN PEDRO, J. (1997): “Art
Rupestre al Montgó”. Aguaits, 13-14, p. 183-221.
CEBRIÁN MIRALLES, R. (2008-2009): “Una aproximació al
poblament en la vall del riu Gorgos (la Marina Alta, Alacant)
del Neolític a l’Edat del Bronze”. Recerques del Museu d’Alcoi,
17-18, p. 139-164.
COSTA, P.; BALLESTER, R. y GARCÍA, P. (2009): Pedreguer,
memòria d’un poble. Ajuntament de Pedreguer, Pedreguer.
ESQUEMBRE BEBIÁ, P. y TORREGROSA GIMÉNEZ, P. (2007):
“Cova del Montgó. Catálogo de piezas conservadas en el Museo
Arqueológico Provincial de Alicante”. En J.A. Soler (ed.): La
Cova del Montgó (Xàbia, Alicante). Catálogo de Fondos del
MARQ, 7, MARQ-Diputación de Alicante, Alicante, p. 63-114.
ESTEVE GÁLVEZ, F. (1965): “Los sepulcros de ‘La Joquera’,
cerca de Castellón”. Pyrenae, 1, p. 43-58.
FLETCHER VALLS, D. (1957): “La covacha sepulcral de la ladera del
Castillo (Chiva)”. Archivo de Prehistoria Levantina, VI, p. 13-25.
FLETCHER VALLS, D. (1979): La labor del Servicio de
Investigación Prehistórica y su museo en el pasado año de 1978.
Imprenta Provincial, Valencia.
FLETCHER VALLS, D. (1980): La tasca del Servei d’Investigació
Prehistòrica i del seu museu el passat any 1979. Imprenta Provincial, Valencia.
FLETCHER VALLS, D. (1982): La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en el año 1980. Imprenta Provincial, Valencia.
FULLOLA, J.M.; GUERRERO, V.M.; PETIT, M.A.; CALVO, M.;
MALGOSA, A.; ARMENTANO, N.; ARNAU, P.; CHO, S.;
ESTEVE, X.; FADRIQUE, T.; GALTÉS, I.; GARCÍA, E.;
FORNÉS, J.; JORDANA, X.; PEDRO, M.; RIERA, J.;
SINTES, E. y ZUBILLAGA, M. (2007): “La Cova del Pas
(Ferreries, Menorca): un avanç”. L’arqueologia a Menorca: eina
per al coneixement del passat. Llibres del Patrimoni Històric i
Cultural, 3, Consell Insular de Menorca, Mahó, p. 95-110.
GALIANA BOTELLA, M.ªF. y TORREGROSA JIMÉNEZ, P.
(1995): “Las pinturas rupestre de la Penya de l’Ermita del Vicari
(Altea, Alicante)”. Zephyrus, XLVIII, p. 299-315.
GARCÍA PUCHOL, O. y McCLURE, S.B. (2010) “La Cova de la
Pastora (Alcoi, L’Alcoià, Alicante)”. En A. Fernández y B. Soler
(coords.): Restos de vida, restos de muerte. Museu de Prehistòria
de València, València, p. 203-209.
GARCÍA PUCHOL, O.; COTINO, F.; MIRET, C.; PASCUAL, J.L.;
McCLURE, S.B.; MOLINA, L.; ALAPONT, L.; CARRÍON,
Y.; MORALES, J.V.; BLASCO, J. y CULLETON, B. (2010):
“Cavidades de uso funerario durante el Neolítico final/Calcolítico
en el territorio valenciano: trabajos arqueológicos en el Avenc
dels Dos Forats o Cova del Monedero” (Carcaixent, Valencia)”.
Archivo de Prehistoria Levantina, XXVIII, p. 139-206.
LLOBREGAT CONESA, E. (1963): Las cuevas de enterramiento
eneolíticas en el Reino de Valencia. Memoria de Licenciatura,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Valencia (ejemplar depositado en el SIP).
LLOBREGAT CONESA, E. (1966b): “Estudio de los megalitos
portuqueses por los Leisner, y las cuevas de enterramiento
múltiple del país valenciano”. Archivo de Prehistoria Levantina,
XI, p. 81-90.
LOMBA MAURANDI, J. y ZAPATA CRESPO, J. (2007): “El
enterramiento múltiple de Cabezos Viejos (Archena, Murcia):
reflexiones sobre secuencias funerarias calcolíticas”. Anales
de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Murcia, 21,
p. 9-38.
LÓPEZ PADILLA, J.A. (2006): “Consideraciones en torno
al ‘Horizonte Campaniforme de Transición’”. Archivo de
Prehistoria Levantina, XXVI, p. 193-243.
LÓPEZ SEGUÍ, E.J.; GARCÍA BEBIA, M.A. y ORTEGA PÉREZ,
J.R. (1990-91): “La Cova del Cantal (Biar, Alicante)”. Lucentum,
IX-X, p. 25-49.
LULL, V.; MICÓ, R.; RIHUETE, C. y RISCH, R. (1999): Ideología
y sociedad en la Prehistoria de Menorca. La Cova des Càrritx
y la Cova des Mussol. Consell Insular de Menorca, Ajuntament
de Ciutadella, Fundació Rubio Tudurí Andrómaco, Barcelona.
LULL, V.; MICÓ, R.; RIHUETE, C. y RISCH, R. (1999b): La
Cova des Mussol, un lugar de culto en la Menorca prehistórica.
Consell Insular de Menorca y “Sa Nostra” Obra Social y
Cultural, Barcelona.
MARTÍ OLIVER, B. (1981): “La Cova Santa (Vallada, Valencia)”.
Archivo de Prehistoria Levantina, XVI, p. 159-196.
MARTÍ OLIVER, B.y GIL SANCHO, J. (1978): “Perlas de Aletas
y Glóbulos del Cau Rabosser (Carcaixent, Valencia). Algunas
consideraciones sobre el Eneolítico Valenciano”. Archivo de
Prehistoria Levantina, XV, p. 47-68.
McCLURE, S.B.; GARCÍA PUCHOL, O. y CULLETON, B.J.
(2010): “AMS dating of human bone from Cova de la Pastora:
new evidence of ritual continuity in the prehistory of eastern
Spain”. Radiocarbon, 52 (1), p. 25-32.
McCLURE, S.; GARCÍA PUCHOL, O.; ROCA DE TOGORES,
C.; CULLETON, B.J. y KENNET, D. (2011): “Osteological
and paleodietary investigation of burials from Cova de la Pastora, Alicante, Spain”. Journal of Archeological Science, 38,
p. 420-428.
MOLINA BALAGUER, L. (2000): “El poblament prehistòric en la
vall mitjana del riu Gorgos (Marina Alta, Alacant)”. SaguntumPLAV, 32, p. 77-96.
MOLINA BURGUERA, G. y PEDRAZ PENALBA, T. (2000):
“Nuevo aporte al Eneolítico valenciano: la Cueva de las Mulatillas
(Villargordo del Cabriel, Valencia)”. Anales de Prehistoria y
Arqueología de la Universidad de Murcia, 16, p. 7-15.
OLIVER, A.; ARROYO, E. y FERNÁNDEZ, E. (2008):
“Secuencias genéticas matrilineales de los restos óseos humanos
de la Costa Lloquera (Castellón)”. Verdolay, 11, p. 37-48.
PASCUAL BENEYTO, J. (2010): “El Barranc de Beniteixir
(Piles, La Safor)”. Restes de vida, restes de mort. La Mort en
la Prehistòria. Museu de Prehistòria de València, València, p.
191-194.
PLA BALLESTER, E. (1954): “La Coveta del Barranc del Castellet,
Carrícola, Valencia”. Archivo de Prehistoria Levantina, V,
p. 35-63.
PLA BALLESTER, E. (1958): “La Covacha de Ribera (Cullera‑
Valencia)”. Archivo de Prehistoria Levantina, VII, p. 23-54.
PLA BALLESTER, E. (1964): “Los llamados brazaletes de arquero
y el Eneolítico Valenciano”. VIII Congreso Nacional de Arqueología (Sevilla‑Málaga, 1963). Zaragoza, p. 216-225.
REIMER, P.J.; BARD, E.; BAYLISS, A.; BECK, J.W.;
BLACKWELL, P.G.; BRONK RAMSEY, C.; BUCK,
C.E.; CHENG, H.; EDWARDS, R.L.; FRIEDRICH, M.;
GROOTES, P.M.; GUILDERSON, T.P.; HAFLIDASON, H.;
HAJDAS, I.; HATTE, C.; HEATON, T.J.; HOFFMANN, D.L.;
HOGG, A.G.; HUGHEN, K.A.; KAISER, K.F.; KROMER, B.;
MANNING, S.W.; NIU, M.; REIMER, R.W.; RICHARDS,
347
[page-n-26]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
D.A.; SCOTT, E.M.; SOUTHON, J.R.; STAFF, R.A.;
TURNEY, C.S.M. y PLICHT, J. (2013): “Intcal 13 and Marine
13 Radiocarbon Age Calibration Curves, 0–50,000 Years Cal
BP”. Radiocarbon, 55 (4), p. 1869-1887.
RIHUETE HERRADA, C. (1999): “Los restos humanos de la
Cova del Mussol”. En V. Lull, R. Micó, C. Rihuete y R. Risch:
Ideología y sociedad en la Prehistoria de Menorca. La cova
des Càrritx y la Cova des Mussol. Consell Insular de Menorca,
Ajuntament de Ciutadella, Fundació Rubio Tudurí Andrómaco,
Barcelona, p. 445-449.
ROCA DE TOGORES MUÑOZ, C. y SOLER DÍAZ, J.A. (2010):
“Trepanaciones en la Prehistoria. Los casos datados por C14
de las cuevas de la Pastora (Alcoy) y En Pardo (Planes)”. En
A. Fernández y B. Soler (coords.): Restos de vida, restos de muerte. Museu de Prehistòria de València, València, p. 117-140.
ROCA DE TOGORES MUÑOZ, C. y SOLER DÍAZ, J.A. (2012):
“Restos humanos en la Cova d’en Pardo (Planes). Problemática
y avance de resultados de la investigación antropológica en una
cavidad de inhumación múltiple excavada en dos etapas: 19611965 y 1993-2007”. En J.A. Soler Díaz (coord.): Cova d’en Pardo.
Arqueología en la Memoria. Excavaciones de M. Tarradell, V.
Pascual y E. Llobregat (1961-1965), catálogo de materiales del
Museo de Alcoy y estudios a partir de las campañas del MARQ
(1993-2007) en la cavidad de Planes, Alicante. Fundación C.V.
MARQ y Ayuntamiento de Alcoy, Alicante-Alcoy, p. 193-204.
RODES, F.; SOLER, J.A.; ROCA DE TOGORES, C.; CHIARRI,
J.; CLOQUELL, B. y MARTÍ, J.B. (2006): “Paleopatología
traumática en dos cráneos encontrados en el nivel III de la Cova
d’en Pardo (Planes, Alicante)”. Marq. Arqueología y Museos,
1, p. 9-24.
SIMÓN GARCÍA, J.L. (1990): “Catálogo y estudio de los fondos
prehistóricos (del V al II milenio) de los Museos de La Marina
Alta”. Ayudas a la Investigación, 1986-87, vol. III. Instituto de
Estudios Juan Gil-Albert, Alicante, p. 105-122.
SOLER DÍAZ, J.A. (1997): “La Cova del Montgó en el marc del
fenomen funerari del III mil·lenni aC a la Marina Alta (Alacant).
Aguaits, 13-14, p. 127-156.
SOLER DÍAZ, J.A. (1997): Cuevas de inhumación múltiple en el
País Valenciano. Tesis Doctoral, Universidad de Alicante.
SOLER DÍAZ, J.A. (2000): “Cova d’en Pardo, Planes, Alicante:
cavidad de inhumación múltiple. Consideraciones en torno a
los niveles funerarios hallados en las campañas efectuadas en
1965”. En J.A. Soler y M. Olcina (coords.): Homenaje a Enrique Llobregat, I. Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, Alicante,
p. 157-199.
SOLER DÍAZ, J.A. (2002): Cuevas de Inhumación Múltiple en
la Comunidad Valenciana. Bibliotheca Archeologica Hispana,
17 - MARQ, Serie Mayor 2, Real Academia de la Historia Diputación Provincial de Alicante, Madrid - Alicante, 2 vols.
SOLER DÍAZ, J.A. (2007) “La Cova Ampla del Montgó y el Museo Arqueológico Provincial de Alicante. Apuntes sobre el catálogo de piezas que conserva el MARQ”. En J.A. Soler (ed.):
La Cova del Montgó (Xàbia, Alicante). Catálogo de Fondos del
MARQ, 7, MARQ-Diputación de Alicante, Alicante, p. 15-43.
SOLER DÍAZ, J.A. (2013): “A nueve décadas de Villa Filomena.
Luces y sombras del proceso de investigación de los poblados
con hoyos del Neolítico y el Calcolítico Valenciano”. En
J.A. Soler Díaz (ed.): Villa Filomena, Vila-real (Castelló de la
Plana). Memoria de una excavación nonagenaria. Un poblado de
348
silos con campaniforme. Monografies de Prehistòria i Arqueologia
Castellonenques, 9, Servei d’Investigacions Arqueològiques i
Prehistòriques, Diputació de Castelló, p. 79-183.
SOLER DÍAZ, J.A. y ROCA DE TOGORES MUÑOZ, C. (2012):
“Ritual funerario en la Cova d’en Pardo ca. 3350-2850 CAL
ANE: espacialidad, cronología y territorio cultural”. En J.A. Soler Díaz (coord.): Cova d’en Pardo. Arqueología en la Memoria.
Excavaciones de M. Tarradell, V. Pascual y E. Llobregat (19611965), catálogo de materiales del Museo de Alcoy y estudios a
partir de las campañas del MARQ (1993-2007) en la cavidad
de Planes, Alicante. Fundación C.V. MARQ y Ayuntamiento de
Alcoy, Alicante-Alcoy, p. 205-248.
SOLER, J.A.; GÓMEZ, O. y ROCA DE TOGORES, C. (2014):
“Excavaciones en la Cova del Randero de Pedreguer. Antecedentes
y avance de resultados”. En M. Olcina y J.A. Soler (eds.): II
Jornadas de Arqueología y Patrimonio Alicantino. Arqueología
en Alicante en la primera década del s. XXI. Revista MARQ.
Arqueología y Museos, Extra 01, Alicante, p. 189-195.
SOLER, J.A.; ROCA DE TOGORES, C. y FERRER, C. (2010):
“Cova d’en Pardo. Precisiones sobre la cronología del fenómeno
de la inhumación múltiple”. En A. Fernández y B. Soler (coords.):
Restos de vida, restos de muerte. La muerte en la Prehistoria.
Museu de Prehistòria de València, València, p. 195-201.
SOLER, J.A.; ROCA DE TOGORES, C. y RODES, F. (2008): “Lesiones en individuos neolíticos de la Cova d’en Pardo (Planes,
Alicante). Mecanismos, circunstancias y cronología”. Actas de
las Jornadas de Antropología Física y Forense, Alicante, 2930 de junio de 2006. Instituto Alicantino de Cultura Juan GilAlbert, Alicante, p. 27-46.
SOLER J.A.; FERRER, C.; GONZÁLEZ, P.; BELMONTE, D.;
LÓPEZ, J.A.; IBORRA, P.; CLOQUELL, B.; ROCA DE
TOGORES, C.; CHIARRI, J.; RODES, F. y MARTÍ, J.B.
(1999): “Uso funerario al final de la Edad del Bronce de la Cova
d’en Pardo, Planes, Alicante. Una perspectiva pluridisciplinar”.
Recerques del Museu d’Alcoi, 8, p. 111-117.
SOLER, J.A.; MOLINA, F.J.; GARCÍA ATIÉNZAR, G.; ROCA
DE TOGORES, C. y DOMÉNECH, E. (2012): “Catálogo de
los materiales de la Cova d’en Pardo depositados en el Museo
Arqueológico de Alcoy. Intervenciones arqueológicas de 1961
y 1965 en la cavidad de Planes, Alicante”. En J.A. Soler Díaz
(coord.): Cova d’en Pardo. Arqueología en la Memoria. Excavaciones de M. Tarradell, V. Pascual y E. Llobregat (19611965), catálogo de materiales del Museo de Alcoy y estudios a
partir de las campañas del MARQ (1993-2007) en la cavidad
de Planes, Alicante. Fundación C.V. MARQ y Ayuntamiento de
Alcoy, Alicante-Alcoy, p. 81-147.
SOLER, J.A.; ESQUEMBRE, M.A.; BORONAT, J.D. y
BOLUFER, J. (2013): “Catálogo de piezas de la Cova del
Barranc del Migdia de Xàbia”. En Art i Mort al Montgó. La
Cova del Barranc del Migdia de Xàbia. Rituales funerarios del
III milenio a.C. Fundación C.V. MARQ, Alicante, p. 61-75.
TEJERINA, D.; BOLUFER, J.; ESQUEMBRE, M.A. y ORTEGA,
J.R. (2012): “Documentación 3D de pinturas rupestres con
Photomodeler Scanner: los motivos esquemáticos de la Cova
del Barranc del Migdia (Xàbia, Alicante)”. Virtual Archaeology
Review, 3 (6), p. 64-67.
UBELAKER, D.H. (2007): Enterramientos humanos. Excavación,
análisis, interpretación. Munibe, Suplemento 24, Sociedad de
Ciencias Aranzadi, Donostia.
[page-n-27]
Del neolític a l’edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 323-348.
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación
múltiple en la Marina Alta (Alicante). A propósito de los trabajos
desarrollados en la Cova del Randero de Pedreguer
y en la Cova del Barranc del Migdia de Xàbia
Jorge A. Soler Díaz, Consuelo Roca de Togores Muñoz,
Marco Aurelio Esquembre Bebia, Olga Gómez Pérez, Juan de Dios Boronat Soler,
Miguel Benito Iborra, Carlos Ferrer García y Joaquim Bolufer Marqués
resumen
Recientes proyectos de investigación desarrollados en la comarca de La Marina Alta permiten abordar el fenómeno de la
inhumación múltiple desde nuevas perspectivas. Se exponen los resultados de la vertiente funeraria de las cavidades de
Randero y Migdia, consignada en ambas durante la primera mitad del III milenio a.C. En la primera, resulta muy difícil
identificar el contexto de enterramiento al caracterizarse también como cueva de habitación, de fácil acceso, muy violentada en
el s. XX. Muy al contrario, la disposición de la segunda ha favorecido su preservación, habiéndose excavado una necrópolis en
muy buen estado de conservación. La similitud de los elementos del registro material de ambas cavidades y su temporalidad,
establecida a partir de dataciones de C14, favorece la observación de una fase avanzada dentro del hecho funerario abordado,
reconociéndose en la de Migdia una práctica de enterramientos secundarios a partir de un exhaustivo análisis antropológico.
p a l a b r a s c l a v e : Calcolítico,
cuevas de enterramiento, antropología física, ritual funerario.
abstract
Advances in the study of multiple burial in La Marina Alta (Alicante). On the archaeological research in Randero Cave
(Pedreguer) and Barranc del Migdia Cave (Xàbia). This paper presents a new perspective of the phenomenon of multiple
burials in caves during the first half of the III millennium BC. The study is based on recent research projects developed in the
Randero and Migdia Caves (La Marina Alta, north of Alicante province, Spain). It is very difficult to identify the burial context
in Randero Cave (Pedreguer) because it has been used as a human dwelling during the III millennium BC and has had many
alterations over the last century. By contrast, the location of the Migdia Cave (Xàbia), high on a cliff of the Montgó Mountain,
has preserved the human remains. The similarity of the material culture in both cavities and a number of radiocarbon dates
reveal an advanced chronology for these funerary rituals. Moreover, detailed anthropological analyses on the human remains
have allowed us to identify the practice of secondary burials in the Migdia Cave.
keywords:
Chalcolithic, burial caves, Physical Anthropology, Funerary Rituals.
1. ESTADO DE LA CUESTIÓN DEL FENÓMENO
DE INHUMACIÓN EN TIERRAS VALENCIANAS A
PARTIR DE LAS APORTACIONES DE BERNAT MARTÍ
A PROPÓSITO DE LA COVA SANTA DE VALLADA
De manera simultánea en los últimos años se viene actuando
en la Cova del Randero de Pedreguer1 y en la Cova del Barranc
del Migdia de Xàbia. En la primera se han desarrollado hasta la
fecha 8 campañas (2007-2014) dentro del plan de excavaciones
ordinarias que promueve el MARQ, mientras que en la cavidad
del Montgó se actúa bajo el impulso del Museu Arqueològic i
Etnogràfic Municipal “Soler Blasco” y el patrocinio de la Fun-
1 En el marco de un convenio de colaboración entre la Diputación
de Alicante y el Ayuntamiento de Pedreguer. Bajo la dirección de
Jorge. A. Soler Díaz, Consuelo Roca de Togores Muñoz y, desde
2012, de Olga Gómez Pérez.
dación CIRNE de Xàbia, contando también con la colaboración
del Museo Arqueológico de Alicante, habiéndose efectuado
desde 2009 un total de 5 campañas de intervención arqueológica.2 La realización de ambos proyectos ha permitido reunir
especialistas en distintas disciplinas, teniendo en cuenta la amplia secuencia que ofrece la cavidad de Randero, desde el Paleolítico Superior a la Protohistoria, y el enorme interés que en
la de Migdia suscita la coincidencia de representaciones de Arte
Rupestre Esquemático y la práctica de la inhumación múltiple.
2 Bajo la dirección de Joaquim Bolufer Marques, Juan de Dios Boronat Soler, Marco Aurelio Esquembre Bebiá y Jorge A. Soler Díaz.
Las actuaciones se han desarrollado del 2 al 27 de octubre de 2009
(I), del 11 junio al 5 de julio de 2010 (II), del 15 de noviembre al 3
de diciembre de 2010 (III), del 15 diciembre de 2012 al 15 de enero
de 2013 (IV) y del 11 al 29 de agosto de 2014. Todos los trabajos
de campo han sido sufragados por la Fundación CIRNE, habiendo
sido ejecutados por la empresa ARPA Patrimonio.
323
[page-n-2]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Distante no más de 11 km de la de Xàbia (fig. 1),3 en la cavidad de Pedreguer los mejores resultados se vienen obteniendo en
la evaluación de su uso como redil de ganado durante la segunda mitad del V milenio a.n.e. (Soler, Gómez y Roca de Togores,
2014). En el marco de ese interés, que hace de la investigación de
esta cueva continuidad del esfuerzo desarrollado de 1993 a 2007
en la Cova d’en Pardo de Planes, en distintas ocasiones hemos
recibido la visita de Bernat Martí, con quien a menudo hemos
compartido los avances en la excavación e investigación de la
cavidad de La Marina, y años antes los de aquella de El Comtat,
beneficiados de su magisterio y siempre atentos a sus recomendaciones y consejos. Agradeciendo al Museo de Prehistoria de
Valencia la invitación a participar en este volumen de Homenaje
al Conservador que fuera su Director y principal impulsor de su
remodelación y concepto actual, no podemos dejar pasar la oportunidad de expresar nuestro reconocimiento a quien es uno de los
principales investigadores de la Prehistoria del País Valenciano,
recordando que en su fructífera trayectoria fue uno de los primeros en plantear un marco de investigación pluridisciplinar, un
modo de hacer participativo a la vez que enormemente riguroso,
que hizo de la Cova de l’Or de Beniarrés referencia internacional
de nuestro Neolítico. Si en lo científico sus aportaciones significan un todo, en la vertiente profesional y humana, pensar en Bernat Martí Oliver es evocar lo que significa anteponer a cualquier
dificultad o ambición perentoria valores de largo recorrido, inherentes al código deontológico de los Hombres que ponen su vocación al servicio de la búsqueda y transmisión del conocimiento.
De manera concreta en la temática elegida para esta aportación, resulta de indudable interés la síntesis que Martí Oliver
(1981) planteara en el número XVI del Archivo de Prehistoria
Fig. 1. Situación de las cavidades de Randero (1), y Barranc del
Migdia (2) y Cova Ampla del Montgó (3).
3 De manera expresa queremos agradecer las colaboraciones para
la elaboración de la parte gráfica de este trabajo a Gabriel García
Atiénzar (fig. 1), Pilar Mas Hurtuna (fig. 2, 4 y 5), Oscar Magdaleno Montes (fig. 3) y Blanca C. Quintana Sellés (fig. 6).
324
Levantina, con ocasión de presentar los hallazgos de la Cova
Santa de Vallada, por cuanto que, sin género de dudas el trabajo significa el punto de partida de la renovación de los estudios
sobre la vertiente funeraria de los yacimientos en cueva asimilados al “Eneolítico valenciano”; aspecto éste por otra parte
bien tratado por todos aquellos que le precedieran en la Dirección del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo, si
se recuerdan los trabajos de Isidro Ballester Tormo sobre la
Cova del Camí Real d’Alacant de Albaida y la Cova de la Pastora de Alcoy (Ballester Tormo, 1928 y 1949), la publicación
de la Cueva de las Laderas del Castillo de Chiva por parte de
Domingo Fletcher Valls (1957), o las aportaciones de Enrique
Pla Ballester (1954 y 1958) sobre las grutas de Barranc del
Castellet de Carrícola o Ribera de Cullera. Esa implicación, en
la que se debe incluir al que fuera Director del Museo Arqueológico de Alicante, Enrique Llobregat Conesa (1963 y 1966),
es en cualquier caso demostrativa de la importancia que alcanza el estudio de las cavidades de enterramiento dentro del
desarrollo de nuestra Prehistoria, a pesar de la frustración que
provoca no acabar de conocer bien el ritual de inhumación,
al tratarse de contextos donde apenas podemos aventurar la
disposición de los inhumados, no sólo teniendo en cuenta el
altísimo nivel de profanación que les caracteriza, sino también
las causas naturales y aquellas otras inherentes a las pautas
culturales que regirían su uso (Martí Oliver, 1981: 181).
Cabe recordar que dirigidos por Bernat Martí, como colaborador primero y como Ayudante del SIP después (Fletcher
Valls, 1979 y 1980), los trabajos de Cova Santa de Vallada
parten de la correcta implicación de un grupo de aficionados
debidamente aleccionados, lo que permite recuperar buena
parte de los datos antes de la alteración del contexto,4 y cuentan con la directa participación del médico Francisco Ruiz Perales, quien identifica los restos humanos en el transcurso de
la exhumación para proceder luego a su clasificación (Martí
Oliver, 1981: 159). Con ese cualificado asesoramiento se consigue determinar de una parte un área de osario en la cavidad,
como ejemplo de enterramiento secundario, motivado no tanto
por el traslado de individuos desde otros emplazamientos tal y
como lo considerara I. Ballester (1928: 46-47), sino más bien
por la necesidad de aprovechar el espacio para nuevas inhumaciones, conducta bien ejemplificada en los restos de individuos que, aunque alterados, guardarían una posición primaria
en la cueva, suponiendo en atención al registro material que
les acompaña su enterramiento sucesivo en un corto margen de
tiempo (Martí Oliver, 1981: 181-182). De otra parte, la observación de un buen número de restos de fauna entre la osamenta
humana hace ver la importancia del análisis arqueozoológico
especializado –ahí a cargo de Manuel Pérez Ripoll e Inocencio
Sarrión Montañana–, que reparando en la presencia de distin-
4 La cavidad de Santa de Vallada fue excavada en siete días de los
años 1978 y 1979 en colaboración con miembros del Grup Pare
Presentat de Vallada. Posteriormente a esos trabajos en los que,
Bernat Martí se acompaña de Josep Vicent Lerma Alegría y la actual Directora del Museo de Prehistoria, Helena Bonet Rosado, la
cavidad fue violentada en 1980, lo que motiva una tercera intervención en julio de aquel año, para cribar las tierras removidas por
los desaprensivos y excavar las partes intactas restantes (Fletcher
Valls, 1979: 61-62; 1980: 81-82; 1982: 92-93).
[page-n-3]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
tos individuos domésticos (ovejas, quizá cabras y un bóvido),
resuelve lo que se estima la mayor aportación del yacimiento:
la evidencia de ofrendas alimenticias (ibíd.: 184).
Sintetizaba B. Martí (1981: 185-188) que en el fenómeno
del enterramiento múltiple consignado en cavidades de distintas
dimensiones caben esas inhumaciones primarias descubiertas a
finales del s. XIX en la alcoyana Cova de les Llometes; las secundarias que hacen ver una acomodación de los restos posterior al
descarnamiento, bien ejemplificadas en el caso de las localizadas
en los años cuarenta del siglo XX en Pastora; y finalmente aquellas simas donde los restos se arrojarían desde la apertura superior sin guardar cuidado alguno, como dictamina para aquella de
la Pedrera de Benicull, excavada una treintena de años después.
Manifestaciones funerarias que en la redacción de aquellas líneas
ya no se perciben únicas en la vertiente funeraria del “Eneolítico
valenciano”, al rememorar el aprovechamiento de lo que se estima como estructura artificial de Càlig, “pozo” o “silo” con restos
humanos y ajuares descubierto en 1929; y aquellos enterramientos en poblados con hoyos que por vez primera se reconocieran
al inicio de aquellos años veinte en el hábitat de Villa Filomena
de Vila-real. Todo ello sin dejar de observar la prevalencia de las
cavidades de enterramiento múltiple con los ajuares característicos que Enrique Pla Ballester (1958) considerara propios de la
vertiente funeraria de un “Eneolítico”, del que la Cova Santa es
expresión final en atención a la presencia de elementos líticos característicos de las cavidades clásicas para la definición de ese
fenómeno (Pastora o Barcella de Torre de les Maçanes) junto a
otros metálicos y cerámicos que hacen ver una transición hacia la
Edad del Bronce (Martí Oliver, 1981: 185-191).
Frente al desarrollo que en los últimos años ha cobrado la
investigación de las necrópolis integradas en los poblados, son
evidentes las limitaciones que, en atención a lo antedicho, ofrecen
las cavidades de enterramiento (Soler Díaz, 2002: II, 101-108;
Bernabeu Aubán, 2010: 48). No obstante, pasadas tres décadas
de la publicación de la Cova Santa, con toda la problemática que
supone abordar y revisar conjuntos tan afectados en su conservación por las distintas causas que ahí se señalaran, se han producido distintos avances que pasan por la actualización de datos,
la práctica de nuevas excavaciones, la disposición de una buena
batería de dataciones absolutas o la realización de estudios especializados centrados en el registro de huesos humanos. En primer
término cabe destacar la disposición de una obra de síntesis del
fenómeno de la inhumación múltiple donde se recoge un número
ingente de cavidades y materiales, a partir de su revisión en los
museos y colecciones que los conservan (Soler, 2002); conjunto
luego enriquecido por actualizaciones concretas –la muy reciente
del Ermitorio del Salvador de Onda (Aguilella y Coch, 2015) o la
previa de la Cova del Montgó de Xàbia (Soler Díaz, ed., 2007)–,
o la incorporación de nuevos registros resultado de intervenciones irregulares –caso de Cueva de las Mulatillas de Villar Gordo
del Cabriel (Molina y Pedraz, 2000)– o antiguas que ahora cobran
otra dimensión, como se hace ver a partir de los materiales que
trascienden de las cavidades de la Costa Lloguera de Castellón
(Oliver, Arroyo y Fernández, 2008), antes asimiladas a un momento si no muy avanzado del “Eneolítico”, a la Edad del Bronce
(Esteve Gálvez, 1965: 56).
En el apartado de excavaciones el siglo XX culmina con la
intervención en la Cova del Cantal de Biar, donde se descubre
una clara área de osario (López, García y Ortega, 1990-91) y
el inicio de desarrollo de programas multidisciplinares, como
el que atiende a la Cova d’en Pardo, que en el campo alcanzan
la primera década del XXI, disponiéndose distintas aproximaciones y de una reciente monografía que recupera datos de las
antiguas intervenciones, interpretados a la luz del nuevo ciclo
de investigación (Soler Díaz, coord., 2012), prestando especial
interés a la espacialidad, cronología y significación cultural del
ritual de enterramiento desarrollado en un ámbito contemplado
como sacro (Soler y Roca de Togores, 2012). De esos programas también se ha beneficiado el yacimiento del Avenc dels Dos
Forats o Cova del Monedero de Carcaixent (Martí y Gil, 1978),
que ahora se nos presenta en ese nuevo formato que procura
datos especializados de inmenso interés para comprender la dinámica del aprovechamiento funerario de las cavidades (García
Puchol et al., 2010); y la emblemática cavidad de la Cova de la
Pastora de Alcoy, donde el trabajo de campo se acompaña de un
interesante programa de revisión de materiales (García Puchol
y McClure, 2010).
A partir del desarrollo que procuran esos programas se dispone de una buena serie de dataciones absolutas (McClure, García Puchol y Culleton, 2010; Soler y Roca de Togores, 2012)
que permiten estimar la segunda mitad del IV y la primera del
III milenio a.n.e. como la temporalidad propia de esas cavidades que tradicionalmente han venido constituyendo la vertiente
funeraria del “Eneolítico Pleno Valenciano”. Con todo resulta
especialmente destacable la reactivación de estudios vinculados
a la antropología, una vertiente que se tiene muy en cuenta al
inicio del proceso de investigación y que en el siglo XXI se
aborda desde nuevas perspectivas retomando el tema de las trepanaciones (Roca de Togores y Soler, 2010), poniendo sobre la
mesa detalles tan importante como la detección de marcas que
se vinculan a la manipulación de los cadáveres para el acomodo
de las osamentas, lo que es evidente en los registros de En Pardo
vinculados a la Edad del Bronce (Soler et al., 1999), y en aquellos contados que se observan en el Avenc dels Dos Forats para
los que no se desestima pudieran deberse a la práctica de canibalismo ritual (García Puchol et al., 2010: 188-193), algo que en
En Pardo sólo podría intuirse en huesos humanos de cronología
neolítica previa (Roca de Togores y Soler, 2012: 204). La identificación de lesiones de probable origen violento en el registro
de esa cavidad de Planes (Rodes et al., 2006; Soler, Roca de
Togores y Rodes, 2008); los primeros resultados de estudios de
paleodieta a partir de los registros del Avenc dels Dos Forats y
de la Cova de la Pastora (García Puchol et al., 2010: 194-194 y
McClure et al., 2011); y las primeras aproximaciones sobre el
vínculo genético que guardan los inhumados, señalándose una
filiación matrilineal en el estudio que se dispone de los huesos
que F. Esteve localizara en los sepulcros de la Lloguera de Castellón (Oliver, Arroyo y Fernández, 2008), marcan la pauta de la
investigación que sobre el fenómeno de la inhumación múltiple
se desarrolla bien entrado el s. XXI.
En esos logros cabe incluir el programa de investigación que
se viene desarrollando en la Marina Alta, donde no solamente
se excavan las cavidades de Randero y Migdia, sino también
se está culminando el proceso de recuperación de datos de un
enorme conjunto de materiales que, extraídos irregularmente de
distintas cavidades en la década de los noventa del siglo XX, se
encuentran depositados para su estudio en el MARQ, institución que, con el Museo Arqueològic i Etnogràfic de Xàbia –éste
325
[page-n-4]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
como custodio definitivo de ese ingente lote de objetos– ha impulsado las distintas prospecciones que han permitido identificar los yacimientos de origen. Habiendo trascendido algunas referencias (Costa, Ballester y García, 2009; Soler y Roca de Togores, 2012; Soler, Roca de Togores y Gómez, 2014), su pronta
publicación contribuirá a incrementar el panorama de cuevas de
enterramiento del área (Soler, 2002: I, 183-201), y también –es
muy triste decirlo–, del número de yacimientos expoliados, auténtico desastre patrimonial, a la vez que lastre que de manera
irremediable arrastra la investigación valenciana a la hora de
ver con nuevas perspectivas la vertiente funeraria de la segunda
mitad del IV y buena parte del III milenio a.n.e.
En las líneas que siguen se tratarán los avances que significan las excavaciones planteadas en las cavidades de Randero
y Migdia, ésta última excepcional en el panorama antedicho a
la vista del buen estado de conservación del yacimiento que le
caracteriza. La comparativa de ambos contextos permite introducir novedades en un ritual que no debe responder en todos los
casos a inhumaciones primarias, luego desplazadas por distintas pautas de movimiento, antrópicas o naturales, dentro de los
mismos yacimientos, como se ha propuesto para el caso de la
Cova d’en Pardo (Soler y Roca de Togores, 2012) y de modo
general se estima para el fenómeno de la inhumación múltiple
(Soler Díaz, 2002: 104; Bernabeu Aubán, 2010: 49; García Puchol et al., 2010: 198). De otra parte, la disposición de nuevas
dataciones y el registro material que se exhuma junto a los restos humanos permite observar la continuidad del hecho funerario caracterizado por aquellos ítems que se hicieran ver para
el “Eneolítico” en la síntesis de Enrique Pla (1958) en fechas
avanzadas del III milenio a.n.e., cuando en los territorios meridionales de la provincia de Alicante se estiman cambios en el
patrón de asentamiento que, hacia el 2400 a.n.e. caracterizan
un panorama social, por más complejo diferente al propio de
las comarcas centrales valencianas (López Padilla, 2006: 227-
229). Se hace ver entonces la singularidad de una comarca o en
términos más precisos de las tierras vinculadas al cauce medio
y bajo del río Gorgos, donde se observa el aprovechamiento funerario de un número importante de cavidades de inhumación
múltiple, por otra parte antes consignada por la presencia de
elementos característicos como las cerámicas con decoración
pintada (Boronat Soler, 1983); un área de tratamiento específico
en la bibliografía (Molina Balaguer, 2000; Boronat Soler, 1983;
Cebrián Miralles, 2008-2009), donde la sierra del Montgó, preciosa y principal elevación del entorno, todavía escondía en su
interior uno de los conjuntos funerarios mejor conservados de la
costa mediterránea de la Península Ibérica.
2. SOBRE LAS DIFICULTADES A LA HORA DE
APROXIMARSE A LAS EVIDENCIAS DEL USO
FUNERARIO DE LA CAVIDAD DE PEDREGUER
En el marco de las II Jornadas de Arqueología y Patrimonio Alicantino (Alicante, noviembre de 2012) se han presentado los
trabajos que desde 2007 se desarrollan en la Cova del Randero
de Pedreguer (Soler, Gómez y Roca de Togores, 2014). La reciente publicación de las actas de ese encuentro nos exime abordar aquí los antecedentes y metodología de la excavación para
centrarnos en la problemática de los restos humanos localizados
en el yacimiento. La cavidad se abre a 165 m s. n. m. en la ladera
meridional del macizo calcáreo del Seguili, a unos 100 m del
cauce del Barranquet de la Llosa –(ETRS89) -30S- X: 760695;
Y: 4296924–, disponiendo una planta todavía no descubierta en
su totalidad, en la que se observan bien tres espacios pseudo
rectangulares de los que parten galerías, algunas inexploradas
(fig. 2). Al primero de éstos o Sala de la entrada se accede desde
la boca triangular y estrecha que da a un corto pasillo de acceso
a la misma. Contando con esa entrada, este primer ámbito tiene
Fig. 2. Planta
de la Cova del Randero.
326
[page-n-5]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
una superficie de unos 93m2 –15,8 m de largo x 7,4 m de ancho
y unos 3,5 m de altura en sus dimensiones mayores–, espacio
que se agrandaría considerablemente a poco que se ahondara en
el sedimento, al descubrirse todo un desarrollo en el lateral septentrional al que se accede a partir de la Galería de la izquierda.
Ésta es una de las tres galerías identificadas desde la Sala de la
entrada, cuya primera exploración en 2010 sólo se ha remitido
a su acceso, donde se observa un contexto de revuelto. No presentando interés la Galería de la derecha, al tratarse de un sumidero, la excavación arqueológica ha encontrado su continuidad
en la Galería central, un espacio que al inicio de la excavación
en 2009 era realmente un angosto pasillo totalmente colmatado
por piedras de tamaño medio y que al final de la campaña de
2013 conforma un área de unos 22,6 m2, con unas dimensiones
máximas de 6,7 m de largo y unos 4 m de ancho. Caracterizada
por formaciones estalagmíticas que condicionan el espacio en
los límites de su desarrollo longitudinal, conforma un pasillo
que comunica la Sala de la entrada con la Sala interior, ámbito
este último diáfano de unos 64,5 m2, que en su longitud y anchura máxima alcanza 13,6 m y 6,5 m respectivamente, con las
paredes suaves y redondeadas, también provista de formaciones
estalagmíticas que afloran en el centro y en áreas concretas de
los laterales. De esta galería hay un acceso a otra más recóndita,
todavía no recogida en el plano, donde en 1988, en la primera
visita que uno de nosotros (J.S.D.) efectuara al yacimiento pudo
observar algunos restos óseos en superficie (Soler Díaz, 2002: I,
197; Soler, Gómez y Roca de Togores, 2014: 191).
A lo largo del desarrollo de la planta hay distintas evidencias que permiten considerar que la gruta fue aprovechada como
necrópolis de inhumación múltiple, si bien ese uso está muy
afectado en su conservación. Esos vestigios son mayores en la
Galería central y en la Sala interior, siendo muy interesante
detenerse en la distribución de los indicios en cada uno de los
ámbitos que se distinguen en la caverna. En lo que afecta al
espacio mayor o Sala de la entrada las evidencias son muy reducidas, y ello a pesar que de ahí procedían las tierras que, extraídas en la década de los setenta en una acción que guardaba
la descabellada intención de instalar en dicho ámbito un celler
o bodega, fueron cribadas en 1979, proponiéndose a partir de
los hallazgos la asimilación del yacimiento al Neolítico FinalEneolítico (Aparicio et al., 1983: 422). No obstante, a pesar de
ese dictamen y de haber trascendido la presencia de contados
huesos humanos (Simón García, 1990: 112) en el lote resultante
de aquella intervención depositado en la Colección Museográfica de Gata de Gorgos y de otras visitas realizadas por el Grupo
Espeleológico Gatense, en primer diagnóstico no se observaron
elementos materiales característicos de las cavidades de inhumación múltiple (Soler Díaz, 2002: I, 197-198).
Tampoco en las intervenciones realizadas por el MARQ en
la Sala de la entrada ha podido refrendarse de manera nítida un
nivel asimilable al IV-III milenio a.n.e. Superpuesto al propiamente Postcardial,5 el potente nivel de piedras y tierras super-
5 A los efectos de este texto se considera Neolítico Final a la fase con
cerámicas lisas asimilada al “Neolítico Final II” (Bernabeu, 1982)
o la primera parte del desarrollo que sustentaba el “Neolítico IIB”
–“IIB1”– (Bernabeu, Guitart y Pascual, 1988: 170). En atención a
los hallazgos de La Vital de Gandia, se acepta el uso del término
Calcolítico para cronologías posteriores al 2800 cal ANE, conside-
ficial, además de materiales propios de los desarrollos infrayacentes, contiene fragmentos de cerámicas a mano conformando
un conjunto indefinido en el que cabrán elementos de la época
que tratamos de vislumbrar con otros, como los de recipientes
de bases planas que, como ya advirtiera J. L. Simón a partir
de la observación de los materiales de Gata, de un modo no
mucho más preciso testimonian la frecuentación de la cavidad
durante la Edad del Bronce. Son en cualquier caso sólo indicios
en el totum revolutum que hace ver el carácter interesantísimo
que guardaría la sala antes del expolio, cuando hubiera un orden
estratigráfico en el que estos materiales quedaran por debajo de
los abundantes fragmentos de ánforas y otros recipientes cerámicos protohistóricos y también de otros más recientes, como
algunos del medievo que acompañaran las monedas emirales
que antes y en el transcurso de nuestras excavaciones han podido recuperarse (Soler, Gómez y Roca de Togores, 2014).
Por fortuna, ese orden estratigráfico sí se ha observado a lo
largo de la excavación de la Galería central donde se ha intervenido en un potente nivel sedimentario únicamente caracterizado
en lo vascular por cerámicas prehistóricas lisas infrapuesto a
otro en el que sobresalen las mentadas producciones a torno. El
conjunto de unidades estratigráficas que define al que denominaremos “Nivel de cerámicas lisas” (NCL) queda por encima de
las que significan la continuidad del nivel Postcardial abierto en
la Sala de la entrada.6 El proceso de trabajo en este ámbito iniciado en 2009 ha sido muy costoso por lo angosto de un espacio
que gana en amplitud a partir de las tierras que envuelven los
fragmentos de cerámica peinada. Ahí la disposición horizontal
de la estratigrafía que define la excavación en extensión ha permitido valorar distintos indicios que hacen ver dos fases dentro
del NCL: una más reciente de enterramiento que, por las dataciones que más adelante se exponen, se puede considerar asimilable al Calcolítico, y otra previa que, definida por restos mal
conservados de algunas manchas o acumulaciones cenicientas
de combustión,7 puede asimilarse a un Neolítico Final.
rándose el inicio del “Neolítico IIB” hacia el 3500 a.C. (Bernabeu y
Molina, 2011: 276). De manera genérica con la acepción Neolítico
Postcardial o Neolítico Medio nos referiremos aquí a los niveles
que caracterizan las cerámicas peinadas del yacimiento de Pedreguer que en la secuencia regional equivaldrían al “Neolítico IC” y
“IIA” (Bernabeu, 1989: 10), en atención a la presencia de cerámicas peinadas y esgrafiadas. Para la cronología de esa secuencia se
estiman los límites expresados en C14 calibrado (Bernabeu et al.,
2006: 100).
6 En la Galería central se observa la presencia definitoria de fragmentos de cerámica peinada y esgrafiada a partir de la UE 217,
potente unidad sedimentaria que en su desarrollo ocupa buena parte
del espacio de ese ámbito. La suprayacente e igualmente extensa
(UE 216) integra un conjunto material que hace considerarla de
transición entre el Neolítico Postcardial y el Neolítico Final. La
falta de esos fragmentos cerámicos en el amplio lecho sedimentario
que conforma la inmediatamente superior, UE 213, hace considerar su adscripción al Neolítico Final. Por encima de la UE 213 se
resuelve el potente paquete (UEs 200-211) que, por las razones que
se van comentando en el texto, se asimila a la vertiente funeraria
del Calcolítico.
7 Las manchas o acumulaciones de restos combustionados son características del nivel del Neolítico Postcardial del yacimiento de
Pedreguer, presentando la estratificación característica: tierras rojizas rubefactadas, infrayacentes a una lámina de carbones y a otra
327
[page-n-6]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
La excavación de la Sala interior se ha iniciado en la campaña de 2014, no observándose en la intensa actuación que se
ha desarrollado hacia su acceso prácticamente evidencias de
su aprovechamiento en la Protohistoria. Es muy posible que
no fuera transitada en la época en la que en la Galería central
se depositaran ánforas cuyos fragmentos ahora estudia Pascual
Costa, y que su estrecha entrada, muy condicionada por la columna estalagmítica que caracteriza el fondo de la galería que le
antecede, estuviera cerrada por un cúmulo importante de piedra
y tierras. Quizá sólo fuera traspasada por “escarbadores” clandestinos del siglo XX que entrarían arrastrándose por un lado,
y ello, porque al abrirse paso, la excavación reglada descubre
en el otro lado del angosto acceso todo un manto estalagmítico
más reciente en su formación que las columnas cársticas que la
caracterizan. Reñida con una frecuentación antrópica, la formación horizontal de ese espeleotema se observa por encima de
unidades estratigráficas del todo equivalentes a las prehistóricas
de la Galería central, documentándose inmediatamente por debajo del manto estalagmítico unidades estratigráficas sólo definidas en lo cerámico por fragmentos a mano lisos (NCL), conformando un paquete bien diferenciado y superpuesto a aquel
que en 2014 recién asoma y se caracteriza por la presencia de
otros con decoración esgrafiada o con tratamiento de peinado.
Debe indicarse que, a diferencia de la estratigrafía horizontal que guarda el relleno de la Galería central, en el acceso a
la interior se observa un fuerte buzamiento del paquete estratigráfico dispuesto por debajo del manto estalagmítico antedicho.
En la explicación de esa pronunciada inclinación, es seguro que
los aportes procedentes del exterior encontraron buen freno en
un acceso condicionado por las formaciones estalagmíticas del
fondo de la Galería central y de un cúmulo de grandes piedras
ahí dispuestas en algún momento del Neolítico Medio, todo
lo cual contribuiría a generar una barrera entre ambos ámbitos, Galería central y Sala interior, recrecida con el tiempo y
luego, por distintos factores, vertida hacia adentro de la sala,
un espacio menos colmatado por no ocuparse por aquellos que
aprovecharon intensamente la Galería central como almacén
de recipientes o basurero de fragmentos anfóricos. Por tanto,
la excavación del NCL se ha practicado sobre tierras vertidas
desde la Galería central, lo que de una parte imposibilita hacer
diferencias a la hora de considerar la ordenación que podrían
guardar las evidencias funerarias con respecto a las ocupacionales previas y de otra asegurar que en aquella sala hubieran
podido practicarse inhumaciones, haciendo ver que los restos
óseos recogidos podrían haberse visto desplazados desde el ámbito espacial previo.
Centrándonos en la Galería central, a nivel estratigráfico no
puede hablarse de una distinción de las dos fases que, desde un
registro material característico y por la distribución a techo de
los huesos humanos, se intuyen dentro del NCL. El sedimento
es prácticamente el mismo y si hay algo que lo caracteriza es su
coloración grisácea y la abundante presencia de carbones suel-
de cenizas blanquecina. Por encima de este nivel se reconocen sólo
indicios de las mismas en dos unidades estratigráficas de la Galería
central adscritas al Neolítico Final: la UE 260 define una lámina
cenicienta alterada y desplazada por procesos naturales y la UE 212
una mancha de cenizas y carbones que no guarda la estratificación
característica.
328
tos.8 La buena presencia de carbones en estudio por David Duque podría vincularse con un uso de la cavidad como redil, considerándose su dispersión por el desmantelamiento de manchas
de combustión sitas ahí o en la parte más inmediata de la Sala de
la entrada, por causas naturales debidas a la intervención de los
animales en momentos de desocupación, o del agua cuando la
Galería de la derecha ha servido de desagüe de la Sala de la entrada, o a conductas antrópicas vinculadas con la higienización
de la Sala de la entrada, como ámbito principal de la habitación
del yacimiento; o posteriores y relacionadas con aquellos que se
sirven del lugar para depositar cuerpos o mover huesos humanos, alterando el estrato que pisan, tal y como desde la sedimentología se propuso para explicar la abundancia de carbones en
el nivel funerario de En Pardo (Soler, Roca de Togores y Ferrer,
2010: 197-198). No obstante, como también se ha estimado para
la cavidad de Planes (Soler Díaz, 2000: 188) o para la Cova
del Monedero (García et al., 2010: 156), es ilógico no pensar
que algunos de éstos se generaran cuando la cavidad fuera de
enterramiento, pudiendo vincularse con el encendido de fuegos
si no relacionados con el ritual funerario sí con la necesidad de
calentarse o alumbrase.
Otro tanto ocurre con el registro arqueozoológico, por
cuanto que si bien no puede desestimarse que algunos huesos
guarden relación con ofrendas alimenticias, la mayor parte de
los restos que caracterizan el NCL deben tener que ver con la
gestión ganadera de la cueva, en atención a su diversidad y a la
alta fragmentación que le caracteriza, de seguro consecuencia
de las causas naturales y antrópicas antedichas. Avanzando datos de su estudio, la muestra se nos revela enormemente alterada
quedando compuesta en su práctica totalidad por dientes y pequeños fragmentos óseos de distintas especies salvajes (caballo,
ciervo, jabalí y conejo) y domésticas (buey/vaca, oveja, cabra y
cerdo), con un rango de edad en las mayoritarias (o/C y Sus domesticus), en el que por predominar el sacrificio de individuos
en estados de crecimiento (infantiles y juveniles), resultan muy
similares a los observados en el nivel Postcardial, y por ello
coherentes con una regulación ganadera. Como quiera que la
fragmentación observada en el NCL es mucho mayor que la que
atiende a las propias del nivel Postcardial de la Galería central,
podría estimarse, como una de las primeras causas de esa alteración, la que propicia el cambio de funcionalidad de un espacio
por poco amplio de seguro necesitado de un acondicionamiento
para el depósito de restos humanos y ajuares.9 Sin más datos
8 Está formado por un depósito de limoarcillas con arenas, abundantes carbones y fracción gruesa calcárea. Conforma una unidad masiva de color marrón gris (5/2 10 YR), con agregados y manchas de
color gris claro (7/2 10 YR) y marrón pálido (6/3 10 YR). Los abundantes carbones, en la fracción grava y canto, y la fracción gruesa
calcárea, de gravas, cantos y bloques subangulosos, aparecen en
posición horizontal a la base, aunque en ocasiones se documentan
concentraciones singulares.
9 La muestra se basa en el estudio de los restos óseos de UEs en este
texto atribuidas al Calcolítico (UE 200, 206 y 207). Sus características contrastan con las vistas en la UE 217, propia del nivel postcardial, donde la entidad de los huesos es mayor, observándose bajo
una piedra un conjunto de costillas de o/C perteneciente a una misma
porción de carne de falda dispuesta sobre el sedimento tras su manipulación carnicera. Del mismo modo que en las calcolíticas comentadas en el texto, ahí predominan restos de o/C y de suidos subadultos.
[page-n-7]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
que lo avalen y sólo considerando su posición a techo del NCL,
no puede descartarse que contados huesos de bóvido de más
entidad (una clavija y otros de las patas) pudieran vincularse a
algún tipo de gesto ritual.
Esa dispersión de elementos que en vertical caracteriza
todo el NCL también debe tenerse en cuenta a la hora de valorar la presencia de un material que por su similitud con el
infrayacente nivel postcardial y falta de caracterización, no
debe guardar relación con el fenómeno funerario, por más que
aparezca en unidades estratigráficas con huesos humanos. De
modo que además de fragmentos cerámicos, en el apartado lítico los percutores y fragmentos de molino, y en el concreto
del sílex los meros fragmentos, restos de talla, lascas, lascas
laminares o láminas de formato menor, deben vincularse con
ese hecho habitacional alterado, si no antes, al filo de la utilización funeraria de la cueva.
Separados del análisis los elementos que deben proceder de
la ocupación previa, en el tramo superior de ese potente conjunto estratigráfico definido por la presencia de cerámicas lisas,
son nítidos los elementos que atestiguan el uso funerario de la
Galería central de la cavidad de Pedreguer (tabla 1 y fig. 3 [3.1
a 3.4]). Comenzando por el registro material, ahí quedan útiles tan característicos del fenómeno de la inhumación múltiple
como 4 puntas de flecha en sílex, todas con pedúnculo y aletas
diferenciadas. Tan sólo un fragmento se observa muy por debajo
del resto, ya en la sedimentación vinculada al Neolítico Postcardial (UE 216), lo que hace ver su carácter desplazado por
percolación. Con ellas coinciden fragmentos de láminas no retocadas y de otras afectadas por un retoque plano o sobreelevado
característico, destacando un raspador realizado aprovechando
una pieza previa conseguida mediante retoque plano en peladura (fig. 3.3, nº 31). Estas piezas son distintas a las recogidas
hacia la base del NCL (UE 213), donde hay un par de formato
laminar que, por afectadas por un retoque simple o abrupto, son
menos frecuentes en los conjuntos materiales asimilados a las
cuevas de inhumación múltiple.
También la distribución de los elementos pulimentados manufacturados en diabasa puede hace ver su mayor vinculación
con el uso funerario de la Galería central. Hacia la base del
NCL solamente se localiza una pieza (UE 213), mientras que
en la parte superior se encuentran 3 ejemplares, cifra mayor si
a ellos se añaden dos localizados entre tierras y piedras de seguro desplazadas de ese ámbito: una pieza de diabasa hallada
en un vertido de esa galería a la Sala de la entrada (UE 17)
y otra en sillimanita más pequeña localizada en una capa de
fuerte buzamiento hacia la Sala interior (UE 5003), donde los
huesos humanos se hacen presentes. De manera clara en el paquete Postcardial sólo se reconoce un fragmento en diabasa en
lo excavado en la Sala interior (UE 5009), no siendo imposible que se tratara de un objeto igualmente desplazado y que en
origen se encontrara a una cota superior. De igual modo puede
indicarse que los vasos cerámicos más característicos de esos
ajuares –formas elipsoides o esféricas, cerradas o abiertas– se
determinan en ese tramo superior que acoge las puntas de flecha, recordando alguno de los perfiles (fig. 3.2, nº 17) a recipientes característicos de conjuntos funerarios como el que se
define en la Cueva del Cantal de Biar o en la Necrópolis de la
Algorfa (Soler, 2002: II, Lám. 70 y 202 ) o los que más adelante
se exponen de la Cova del Barranc del Migdia (fig. 6.2).
Comentario aparte merecen las conchas perforadas de Glicimerys gaditanus (tabla 2). En el yacimiento hay una alta representación de esta especie, contabilizándose unas setenta entre ejemplares enteros y fragmentos. A nivel general, más de un
50% de la muestra se recoge en unidades estratigráficas propias
del Neolítico Postcardial y del Neolítico Final, por lo que no
hay muchas dudas a la hora de considerar que su presencia en
un yacimiento tan próximo a la costa se deba al gusto que por
ellas sintieran los ocupantes neolíticos de la cueva, con los que
por otra parte cabe relacionar contados adornos más elaborados
localizados en niveles del Neolítico Medio. No obstante, si de
ese conjunto sólo nos fijamos en aquellas que están afectadas
por una perforación en el natis 14 (20%) se hace ver una cierta mejor representación en las unidades estratigráficas que se
vienen relacionando con el hecho funerario, algo que, sin confirmarlo, impide descartar su posible vinculación con un ornato
de difuntos, que aquí en cualquier caso queda desprovisto de
esa suerte de elementos, cuentas y colgantes, que acompañados
de características varillas planas en buena medida permitieron
a Enrique Pla (1958) singularizar la vertiente funeraria del
“Eneolítico” valenciano.
En lo que atiende al registro antropológico, en las 8 campañas de excavación practicadas (2007 a 2014) se han podido
identificar más de un centenar de huesos humanos (111 unidades), distribuidos en todos los ámbitos descritos (tabla 3 [3.1 a
3.5]), con la circunstancia común de ser de poca entidad voluminosa, correspondiéndose a pequeños fragmentos de huesos
largos o planos, huesos de las manos y pies, y huesos de individuos infantiles, así como piezas dentarias aisladas, principalmente. Este panorama ha dificultado la realización de analíticas,
resultando difícil la selección de muestras a efectos de su datación y otros estudios.10
La entidad de la muestra es menor en los ámbitos donde no
pueden identificarse de manera nítida elementos susceptibles
de haber podido formar parte de ajuares funerarios. La mayor
parte de los restos hallados en la Sala de la entrada (40: 36%)
se localizan en el área septentrional de la misma, esto es, en la
parte más próxima al acceso de la entrada de la Galería central. En su mayor parte (79,9%) se recogen en las unidades
estratigráficas superficiales, localizándose sólo una decena en
los niveles postcardiales. Por proximidad, con este conjunto
debe relacionarse los localizados en el contexto revuelto de la
entrada de la Galería de la izquierda (5: 4,5%) y una costilla
(1: 0,9%) encontrada en 2007 en el exterior, entre las tierras
extraídas irregularmente de la cueva.
La muestra mayor se recoge en la Galería central (56:
50,5%), donde la presencia de huesos humanos es coherente con
el orden estratigráfico que descubre la excavación y con la distribución a techo de los elementos de vinculación funeraria antes
enumerados dentro del NCL. Así, el 85,7% de los huesos hallados
en la galería se adscriben a las unidades estratigráficas superiores
del paquete estratigráfico caracterizado por las cerámicas lisas,
lo que, de manera coherente con lo que se deduce de la distribu-
10 Por falta de colágeno el laboratorio desestimó la datación de un
húmero izquierdo de la UE 208 (Galería central). Los huesos humanos hallados en las unidades postcardiales más infrayacentes no
reúnen condiciones idóneas para su datación.
329
[page-n-8]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Tabla 1. Cova del Randero. Elementos vinculados con el nivel Neolítico Final-Calcolítico hallados en el “exterior”***, Sala de la
entrada**, Galería central y Sala interior*.
Año/UE /nº
09/27/Cr50
09/200/71
09/200/73
09/205/81
11/216/202
Total: 5
Puntas de flecha
Pedúnculo y aletas agudas. (21) x 17 x 5 mm. Fig. 3: 34.
Pedúnculo y aletas obtusas. (28) x 16 x 5 mm. Fig. 3: 33.
Pedúnculo y aletas agudas. (36) x (26) x 3 mm. Fig. 3: 36.
Pedúnculo y una aleta aguda y otra obtusa. 31 x 13 x 3 mm. Fig. 3: 37.
Fragmento. 20 x 10 x 3 mm. Fig. 3: 38.
Superficial (UE 27): 1 Calcolítico (UE 200-205): 3 Neolítico Postcardial (UE 216): 1
Año/UE /nº
09/12/Cr137
10/206/327
10/207/19
10/210/53
10/211/11
12/211/3
10/213/2
10/213/3.
10/213/4
14/5004/23
Total: 10
Útiles sobre lámina
Lámina con retoque plano invasor. 38 x 12 x 4 mm. Fig. 3: 35.
Raspador sobre fragmento distal. Retoque sobreelevado (frente) y simple en ambos laterales. 30 x 12 x 5 mm. Fig. 3: 39.
Raspador. Retoque sobreeleevado (frente) y plano en todo el contorno. 43 x 19 x 4 mm. Fig. 3: 40.
Fragmento proximal. 42 x 21 x 7 mm. Fig. 3: 26.
Fragmento proximal. 32 x 17 x 3 mm. Fig. 3: 27.
Raspador. Retoque sobreelevado (frente) y plano cubriente en peladura. 46 x 24 x 6 mm. Fig. 3: 31.
Fragmento distal de lámina. 55 x 12 x 4 mm. Fig. 3: 29.
Lámina con retoque abrupto en un lado y simple en el otro. 34 x 12 x 4 mm. Fig. 3: 28.
Fragmento proximal con retoque simple en ambos laterales. 46 x 15x 5 mm. Fig. 3: 30.
Raspador sobre fragmento distal. Retoque sobreelevado (frente) y muy profundo en el contorno. 64 x 18 x 8 mm. Fig. 3: 32.
Superficial (UE 12): 1 Calcolítico (UE 206-211 y 5004*): 6 Neolítico Final (UE 213): 3
Año/UE /nº
08/5/Cr1
08/17/Cr11
10/207/14
10/209/1
12/211/42
12/213/216
14/5003/115
14/5009/47
Total: 8
Hachas-azuelas
Hacha. Diabasa. Sección oval. 76 x 51 x 22 mm. Fig. 3: 41.
Fragmento proximal. Diabasa. Sección oval. 81 x 58 x 33 mm. Fig. 3: 42.
Azuela. Diabasa. Sección oval. Mide 57 x 44 x 19 mm. Fig. 3: 43.
Fragmento proximal. Diabasa. Sección oval. Mide 74 x 54 x 30 mm. Fig. 3: 44.
Hacha. Fragmento distal. Diabasa. Sección rectangular. (50) x (44) x 38 mm. Fig. 3: 46.
Hacha. Fragmento distal. Diabasa. Sección oval (34) x (30) x 22 mm. Fig. 3: 45.
Azuela. Sección oval. Sillimanita. 38 x 27 x 10 mm. Fig. 3: 48.
Fragmento proximal. Diabasa. Sección oval. 58 x 40 x 35 mm. Fig. 3: 47.
Superf. (UE 5*** y 17**): 2 Calcolítico (UE 207-211 y 5003*): 4 Neol. Final (UE 213): 1 Neol. Postcardial (5009*): 1
Año/UE /nº
09/200/92
09/205/125
10/206/222
10/206/257
10/206/258
10/206/288
10/207/18
10/207/27
10/208/5
10/211/44
13/211/76
13/211/85
13/211/88
13/211/90
13/211/105
14/5000/36
14/5002/019
14/5002/035
14/5004/Cr2
14/5005/26
14/5200/Cr4
14/5100/Cr11
Total: 22
Vasos esféricos - elipsoides
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 11 mm de espesor (e). Fig. 3: 1.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 10 mm de e. Fig. 3: 2.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 8 mm de e. Fig. 3: 3.
Fragmento de borde exvasado. Labio redondeado. Vaso en casquete esférico. Mide 7 mm de e. Fig. 3: 5.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 6 mm de e. Fig. 3: 4.
Fragmento de borde. Labio redondeado. Vaso semiesférico. 9 mm de e. Fig. 3: 8.
Fragmento de borde entrante. Labio plano. Vaso semielipsoide vertical. 6 mm de e. Fig. 3: 6.
Fragmento de borde. Labio plano. Vaso semiesférico. 7 mm de e. Fig. 3: 9.
Fragmento de borde. Labio redondeado. Vaso semielipsoide vertical. 11 mm de e. Fig. 3: 11.
Fragmento de borde. Labio plano. Vaso semiesférico. 12 mm de e. Fig. 3: 10.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 10 mm de e. Fig. 3: 12.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 8 mm de e. Fig. 3: 15.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 8 mm de e. Fig. 3: 13.
Fragmento de borde y cuerpo. Labio plano. Vaso semielipsoide de base aplanada. 10 mm de e. Fig. 3: 17.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. 10 mm de e. Fig. 3: 16.
Fragmento de borde entrante. Labio apuntado. Vaso esférico u elipsoide. 13 mm de e. Fig. 3: 18.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso semielipsoide vertical. 10 mm de e. Fig. 3: 19.
Fragmento de borde. Labio redondeado. Vaso semiesférico. 12 mm de e. Fig. 3: 20.
Fragmento de borde. Labio redondeado. Vaso semiesférico. 8 mm de e. Fig. 3: 21.
Fragmento de borde entrante. Labio apuntado. Vaso esférico u elipsoide. 10 mm de e. Fig. 3: 22.
Fragmento de borde. Labio redondeado. Vaso semiesférico. 14 mm de e. Fig. 3: 24.
Fragmento de borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico u elipsoide. Mide 10 mm de e. Fig. 3: 23.
Superficial (UE 5000*, 5100* y 5200*): 3 Calcolítico (UE 200-211 y 5002*-5005*): 19
Año/UE /nº
12/213/Cr43
Total: 1
Cerámica pintada
Borde entrante. Labio redondeado. Vaso esférico o elipsoide. Dos bandas en “V”, rojo. Mide 7 mm de e. Fig. 3: 14.
Neolítico Final (UE 213: 1)
330
[page-n-9]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
Fig. 3.1. Materiales cerámicos del Nivel de Cerámicas Lisas de la Cova del Randero.
Fig. 3.2. Materiales cerámicos del Nivel de Cerámicas Lisas de la Cova del Randero.
331
[page-n-10]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Fig. 3.3. Materiales en sílex del Nivel de Cerámicas Lisas de la Cova del Randero.
Fig. 3.4. Materiales en piedra pulimentada del Nivel de Cerámicas Lisas de la Cova del Randero.
332
[page-n-11]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
Tabla 2. Cova del Randero. Distribución de las conchas de Glycymeris gaditanus con perforación en el natis. Campañas 2008-2014.
Sala de la entrada
Galería central
Sala interior
08/100/71
08/101/73
08/102/22
08/102/26
Neolítico Postcardial (UE 100-102): 4
09/22/Cr20-1, 09/22/Cr20-2,
09/206/41, 10/206/243,
10/206/269, 10/206/309,
12/211/Cr8, 12/213/315
Superficial (UE 22): 2
Calcolítico (UE 206-211): 5
Neolítico Final (UE 213): 1
14/5002/130
14/5002/79
Calcolítico (UE 5002): 2
Tabla 3.1. Cova del Randero. Relación de los huesos humanos hallados en el exterior de la cavidad.
Individuos (edad/sexo)
Nº huesos
Campaña/UE/Referencia
Descripción-Observaciones
Adulto
indeterminado/indeterminado
1
2007/5/75
Fragmento de extremidad
dorsal de costilla.
NMI: 1
Total : 1
Desplazado, procedente del interior de la cavidad: 1
Tabla 3.2. Cova del Randero. Relación de los huesos humanos hallados en la Sala de la entrada.
Individuos (edad/sexo)
Nº huesos
Campaña/UE/Ref.
Descripción-Observaciones
Infantil de 6-8 años/
indeterminado
8
2010/122/cr2
Húmero. Epífisis distal izquierdo. Podría tratarse del mismo individuo que CRP’2009 CRP’09 UE 24 (cr41).
2011/6/cr38
2010/117/100
2010/117/114
2011/128/12
2011/6/cr39
2010/117/38
2010/117/86
2011/6/cr24
Cabeza de húmero, cabeza de fémur y 2 metatarsos del pie.
Pieza dentaria (21).
Vértebra (4ª o 5ª dorsal).
Pieza dentaria (64).
Peroné. Parte proximal de peroné derecho.
Huesos del pie. Tarso.
Apófisis espinosa de vértebra dorsal.
21 fragmentos de hueso (diáfisis de fémur, tres de ellos quemados, fragmento distal de tibia, metacarpo, fragmentos de costillas, tres fragmentos
de vértebras dorsales y fragmentos de hueso largo indeterminado).
Fragmento de cráneo posiblemente parietal.
Fragmento mesial de costilla.
Pieza dentaria (24). Hipoplasia de grado medio.
Pieza dentaria (38).
Pieza dentaria (12). Rotura parcial de la corona postmortem.
Fragmento mesial de costilla.
Vértebra. Posiblemente la 4ª o 5ª lumbar.
Cúbito izquierdo. Muestra callo óseo por fractura consolidada próxima a la extremidad distal.
Adulto/varón
Adulto/indeterminado
1
31
2011/6/cr30
2011/6/cr30
2011/61/cr22
2011/62/cr15
2011/128/11
2011/128/41
2008/113/6
2008/100/52
NMI: 2
Total : 40
Superficial (UE 6, 61 y 62): 31 (77,5%)
Neolítico Postcardial (UE 100-128): 9 (22,5%)
Tabla 3.3. Cova del Randero. Relación de los huesos humanos hallados en la Galería de la izquierda. 2008-2014.
Individuos (edad/sexo)
Nº huesos
Campaña/UE/Ref.
Descripción-Observaciones
Adulto/varón
Adulto/indeterminado
1
4
2010/302/12
2010/32/Cr4
2010/32/Cr4
2010/302/Cr15
2010/302/Cr36
Cráneo. Fragmento frontal, conserva glabela y cuenca orbitaria derecha.
Primera falange de la mano.
Vértebra lumbar. Signos de artrosis.
Pieza dentaria (21). Desgaste de grado medio.
Hueso de la mano. Tercer metacarpo.
NMI: 2
Total: 5
Contexto revuelto: 5
333
[page-n-12]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Tabla 3.4. Cova del Randero. Relación de los huesos humanos hallados en la campaña de 2014 en la Galería central.
Individuos (edad/sexo) Nº huesos Campaña/UE/Ref. Descripción-Observaciones
Infantil de 6-8 años/
indeterminado
4
Infantil de 3-4 años/
3
indeterminado
Infantil de 9-10 años/ 1
indeterminado
Adulto de 17-20 años/ 2
varón
Adulto/femenino (?)
1
Adulto/ indeterminado 45
NMI: 6
334
Total: 56
2009/24/Cr41
2009/27/Cr51
2010/209/Cr26
2010/209/Cr26
2010/210/Cr31
Mitad distal de diáfisis de húmero derecho.
Pieza dentaria (11).
Fémur. Fragmento de cabeza femoral.
Pieza dentaria (44).
1ª, 2ª , 3ª falanges de dedo de la mano.
2010/207/Cr11
Pieza dentaria (85).
2010/209/2
2010/208/1
Hemimandíbula izquierda. Conserva las piezas dentarias 33, 34, 35, 36, 37, 38.
Hemimandíbula derecha. Conserva las piezas dentarias 44, 45, 45, 46, 47, 48.
Ambos fragmentos unen.
2013/240/29
Húmero derecho. Tercio distal con pérdidas en epífisis. Marcas de carnívoros.
2009/200/118
3 fragmentos de cráneo, posiblemente correspondiente a parietal.
2009/200/13
Rótula izquierda.
2009/200/109
Pieza dentaria (36).
2009/202/cr3
Fragmento de cráneo, posiblemente correspondiente al occipital.
2ª falange de la mano.
2009/205/40
Fragmento de rótula derecha.
2009/205/41
Fragmentos mesiales de peroné.
2009/205/43
Fragmento de cráneo, posiblemente correspondiente al frontal.
2010/206/143
Huesos de la mano. 2ª falange.
2010/206/58
1ª costilla derecha.
2010/206/66
Huesos de la mano. Fragmentos de metacarpo.
2010/12/cr4
Pieza dentaria (37).
2010/29/cr2
Pieza dentaria (38).
2010/206/167
1ª, 3ª falanges del pie.
2010/206/201
Pieza dentaria (21). Desgaste grado medio.
2010/206/276
Hueso del pie. Calcáneo izquierdo. Marcas de carnívoro. Podría tratarse del
mismo individuo que CRP’10 UE 206 (cr 3).
2010/206/318
Pieza dentaria (35).
2010/206/331
Hueso del pie. 5º metatarso izquierdo. Podría tratarse del mismo individuo
CRP’10 UE 211 (32).
2010/206/cr3
2 huesos del pie. Fragmento de calcáneo y astrágalo derecho. Marcas de
carnívoro. Podría tratarse del mismo individuo que CRP’10 UE 206 (276).
2010/206/322
Pieza dentaria (36).
2010/207/5
Hueso de la mano. 2ª falange.
2010/207/cr6
Hueso de la mano. 2ª falange.
Hueso del pie. 1ª falange.
2010/208/3
2 fragmentos de cráneo correspondientes a parietal derecho.
2010/208/6
Húmero. Fragmento mesial.
2010/208/6
Húmero. Fragmento diafisario izquierdo.
2010/208/cr24
Pieza dentaria (11). Desgaste grado medio.
Cráneo. Fragmento indeterminado.
Huesos de mano. Falange.
Huesos del pie. 1º cuneiforme.
2010/209/3
Esquirlas de hueso largo indeterminado.
2010/209/7
Tibia. Mitad distal de tibia izquierda.
2010/211/5
Cráneo. Posible fragmento de parietal.
2010/211/32
Hueso del pie. 5º metatarso. Podría tratarse del mismo individuo que CRP’10
UE 206 (331).
2010/211/34
Fragmento de hueso largo, posiblemente de tibia.
2011/217/13
Fragmento de posible metatarso. Concreciones adheridas.
2011/217/25
Cráneo. Fragmento indeterminado.
2011/217/44
Pieza dentaria (12).
2012/217/895
Pieza dentaria (33).
2010/211/cr43
Hueso del pie. Fragmento de metatarso.
Superficial (UE 24-29): 4 (7,1%)
Calcolítico (UE 200-211 y 240): 48 (85,7%)
Neolítico Postcardial (UE 217): 4 (7,1%)
[page-n-13]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
Tabla 3.5. Cova del Randero. Relación de los huesos humanos hallados en la campaña de 2014 en la Sala interior.
Individuos (edad/sexo)
Nº huesos
Campaña/UE/Ref.
Adulto/ indeterminado
6
Infantil de 3-4 años/
Indeterminado
3
NMI: 2
Total: 9
2014/5003/220
Hueso de la mano. Diáfisis de metacarpo.
2014/5003/261
Hueso de la mano. 2º metacarpo de la mano derecha. C14.
2014/5005/21
Tercio distal tibia izquierda. Marcas de carnívoros. C14.
2014/5004/57
Fragmento mesial de fémur. Concreciones adheridas.
2014/5004/73
Fragmento indeterminado.
2014/5400/Cr1
Hueso del pie. Astrágalo izquierdo.
2014/5003/232
Fragmento de costilla.
2014/5003/255
Húmero izquierdo (155 mm de longitud).
2014/5003/271
Fragmento de costilla.
Calcolítico: UE 5003-5005: 8 huesos
Descripción-Observaciones
Superficial: UE 5400: 1 hueso
ción del registro material característico, hace ver la funcionalidad
funeraria de un espacio que antes fue ocupacional. La carencia
de huesos humanos en las unidades inferiores del NCL, por sus
cerámicas adscrito al Neolítico Final y su registro anecdótico en
el infrayacente nivel Postcardial (UE 217: 7,1%) delimita bien las
dos funciones estimadas para la galería, debiéndose considerar
un probable fenómeno de percolación como causa que explica
la posición de esos contados infrayacentes. Igualmente, con un
fenómeno de remoción o con la dificultad de distinguir bien los
límites de las unidades estratigráficas debe explicarse la presencia
de contados huesos (7,1%) en las capas superficiales al NCL que
integran producciones a torno.
A partir de esa observación estratigráfica de la Galería central también se puede evaluar la distribución de los restos humanos hallados en la Sala de la entrada, donde aparentemente
algunos, los localizados a cotas más bajas dentro del nivel Postcardial (UE 117, 122 y 128) podrían ser prevalentes en el tiempo.
No obstante, vista su presencia anecdótica en el paquete homólogo de la Galería central, cabe considerar que, como en aquella,
estos restos de la Sala de la entrada estuvieran desplazados por
percolación de un nivel superior, por las causas antes expuestas,
ahí perdido para la investigación. El encuentro de un número
mayor de huesos en unidades estratigráficas del techo del mismo
nivel Postcardial (UE 100 y 113), en las más superficiales que
incluyen materiales a torno (UE 6, 61 y 62) y en las también revueltas que se distinguen en la excavación del inmediato acceso
a la Galería de la izquierda (UE 32 y 302), dan verosimilitud
a que existiera un nivel funerario contemporáneo al Calcolítico
de la Galería central del todo afectado, cuando en la estancia se
efectuara el vaciado del sedimento en el s. XX.
Valorando la muestra de la Galería central en conjunto puede
dirimirse un depósito de un número mínimo de individuos (NMI)
de 6, de los que tres son infantiles, de 3-4, 6-8 y 9-10 años, y otros
3 adultos, entre los que se puede identificar a un varón joven de
17-20 años y, con muchas reservas y sin más precisión, a una
mujer. En atención al desplazamiento sedimentario señalado, con
esos restos deben relacionarse los encontrados en la Sala interior
(9: 8,1%). Sin que por ahora pueda asegurarse la acepción del
espacio como ámbito funerario, la muestra ósea que se observa es
de 9 fragmentos óseos, de los cuales 2 de ellos son de al menos un
individuo infantil y los otros 7 de uno o más individuos adultos.
A los efectos de su datación se seleccionaron dos huesos de adulto, en atención a su mejor estado de conservación y preservación
localizados en dos unidades estratigráficas distintas, un metacarpiano y una tibia, encontrados en la campaña de 2014. Las fechas
obtenidas (tabla 4) en los análisis de radiocarbono11 respectivos
–Beta-396104: 4140±30 BP, 2874(2757)2621 cal ANE 2 sigma;
y Beta-396103: 4130±30 BP, 2871(2727)2583 cal ANE 2 sigma–
resultan muy próximas, situando el uso funerario de la cavidad
hacia mediados de la primera mitad del III milenio a.n.e. (c. 2750
/ 2700 a.n.e.). Obviamente se trata de un marco orientativo, no
siendo imposible a la vista de la proximidad de las dataciones que
ambos huesos resulten de un mismo individuo.
De analizar la muestra de la cueva en su conjunto tanto el
NMI como la identificación de los individuos por edades y sexo
es equivalente al observado en la Galería central, todo lo que
conduce a estimar un número más bien reducido de inhumaciones en la cavidad de Pedreguer y a considerar la posibilidad
de que muchos de estos restos tan minúsculos como dispersos
pudieran corresponder a las mismas personas. Ello puede significar que la más recóndita Galería central constituyera el área
de depósito de restos óseos de cadáveres antes dispuestos en la
espaciosa Sala de la entrada, un espacio idóneo para acometer
ritos. La escasa afectación de los restos por parte de carnívoros
–5 (4,5% sobre el total): 4 huesos hallados en la Galería central
y 1 en la Sala interior– invita a pensar en la protección de los
restos cuando la cavidad fuera necrópolis, algo especialmente
sencillo en Randero, teniendo en cuenta la facilidad de cierre no
sólo de la entrada sino también de los distintos ámbitos internos.
Juega a favor del hecho del desplazamiento una mayor proporción de huesos del cuerpo (vértebras y costillas) en la Sala de
la entrada que en la Galería central, donde apenas están presentes predominando los huesos de la cabeza y las extremidades. No obstante, con una muestra tan insuficiente en una cueva
tan alterada poco puede asegurarse, estando cualquier lectura
condicionada por los problemas de conservación que ofrece el
yacimiento.
11 Todas las dataciones consideradas en este texto se han tratado con
el programa Calib Radiocarbon Calibration. Version 7, conforme a
la curva IntCal 13 (Reimer et al., 2013).
335
[page-n-14]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Tabla 4. Dataciones sobre huesos humanos de la Cova del Randero y la Cova del Barranc del Migdia. Cal=calibración con rango a 1 ó 2
σ; (m) media de los valores máximo y mínimo de la horquilla a 2 σ. Calibración conforme a la curva IntCal13.14c (Reimer et al., 2013).
Muestra
UE
1
2
3
4
5
6
Referencia
Material
Datación BP
CAL BC
2σ+
CAL BC
2σ-
Prob.
CRP’14
Beta-396104
UE 5003.261 Metacarpiano.
Adulto.
4140±30
2874
2621
1.000
CRP’14
UE 5005.21
Beta-396103
Tibia. Adulto.
4130±30
CBMX’10
UE 47(2)
Paquete II
Beta-300992
Tibia. Infantil.
4070±30
CBMX’10
UE 34(49)
Paquete IV
Beta-292719
Fémur. Infantil.
4040± 40
CBMX’10
UE 50 (12)
Paquete III
CBMX’10
UE 41(4)
Paquete IV
Beta-296221
4020±30
Húmero.
Adulto femenino.
Beta-300991
3800±40
Cúbito.
Adulto masculino.
2871
2792
2780
2609
2832
2659
2634
2516
2839
2676
2800
2788
2617
2583
2819
2651
2569
2500
2814
2469
0.286
0.006
0.664
0.044
0.103
0.051
0.727
0.119
0.048
0.952
2619
2599
2587
2451
2438
2405
2350
2082
2606
2593
2471
2443
2420
2378
2132
2059
0.028
0.013
0.959
0.006
0.014
0.027
0.935
0.019
2727
2666
2654
2545
CAL BC
1σ+
CAL BC
1σ-
Prob.
2871
2792
2780
2609
2859
2821
2753
2702
2832
2659
2634
2800
2788
2617
2583
2831
2809
2721
2630
2819
2651
2569
0.286
0.006
0.664
0.044
0.202
0.086
0.223
0.489
0.103
0.051
0.727
2619
2600
2589
2540
2573
2539
2605
2592
2547
2489
2549
2490
0.103
0.055
0.349
0.492
0.328
0.672
2293
2171
2747
Los útiles líticos en sílex, puntas de flecha y elementos sobre
lámina, y en diabasa, hachas y azuelas, presentan un grado de
fracturación coherente con el que se observa en la muestra de
huesos humanos y también en la de fauna, si es que alguno de los
fragmentos que la integran pudiera vincularse con algún tipo de
ofrenda. Para la Sala de la entrada la respuesta es aparentemente
fácil porque por tremenda es notoria la violación del yacimiento
en la Edad Contemporánea, pero a la vista del orden estratigráfico
que guarda el material en la Galería central, donde se advierte
una secuencia que de manera ordenada permite vislumbrar distintas etapas (Protohistoria, Calcolítico-Neolítico Final y Neolítico
Postcardial) hay que pensar en otros factores que han modificado
el espacio en distintas etapas del uso de la cavidad.
En el momento más antiguo de la gestión ganadera del Postcardial la Galería central es un ámbito de paso hacia la Sala
interior y también de ocupación de lo que es muestra un posible
hoyo de poste hallado a la entrada y las acumulaciones de carbones y de cenizas bien estructuradas (Soler, Gómez y Roca de Togores, 2014). A medida que los depósitos se fueran colmatando,
por causas antrópicas y naturales la Galería central se iría reduciendo, convirtiéndose en un recoveco, que muy posiblemente y
con la consiguiente alteración de la sedimentación infrayacente
se acondicionó para un uso funerario del que quedan restos en
ese ámbito, en la parte septentrional de la Sala de la entrada
próxima a su acceso y en la Sala interior. El mal estado de esas
evidencias invita a considerar otro fenómeno de alteración an336
CAL BC
2σ (m)
2196
2146
0.834
0.166
2255
trópica vinculado con la Protohistoria, cuando pudo volverse
a acondicionar el por entonces estrecho espacio, de modo que
lo que resta del Calcolítico pudiera ser solamente la base de un
registro funerario mayor desplazado a los laterales y al fondo,
constituyendo huella de aquella afectación los materiales prehistóricos y los contados huesos humanos que ofrece ese nivel
superior de la galería caracterizado por la presencia de un buen
número de ánforas.
Con todo, es cierto que con la sola excepción de un cúbito
de adulto (CRP’08 UE 100-52) hallado en la Sala de la entrada, tras varias campañas de excavación resulta extraño no haber
encontrado ningún hueso humano de entidad en el yacimiento
y de un modo especial en los laterales de esa Galería central
que reúne la mayor parte de la muestra ósea humana conservada. Podrá pensarse que Randero es una cueva muy grande y en
muchos aspectos inexplorada. De hecho, apenas se han iniciado
los trabajos en la Sala interior y no se ha estimado conveniente
invertir esfuerzos en la excavación de los desarrollos laterales
de la Galería de la izquierda, de donde parte todo un recóndito
pasillo colmatado de sedimento que, comunicando aquella con
la Galería central corre paralelo al lado septentrional de la Sala
de la entrada, quedando separada de esta por el desarrollo más
bajo del techo de la caverna (v. fig. 2).
Teniendo en cuenta el alto grado de fragmentación de la
muestra ósea y de la cultura material, el mayor logro del trabajo
efectuado resulta sin duda consignar la existencia de una necró-
[page-n-15]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
polis funeraria de al menos 6 individuos, número algo menor al
que se descubre en la Sala central de la Cova del Barranc del
Migdia, donde el excelente estado de conservación del depósito
plantea aproximarse con mayores exigencias a un registro material que ofrece muchas similitudes con el que se intuye dispondría la maltratada Cova del Randero de Pedreguer.
3. EL UNICUM QUE POR SU CONSERVACIÓN
CONSTITUYE LA NECRÓPOLIS DE LA CAVIDAD
DE MIGDIA DE XÀBIA
Sobre la Cova del Barranc del Migdia también se dispone de una
reciente publicación donde se presenta la metodología y el proceso de investigación que se ha desarrollado en la cavidad y se
da cuenta de los principales elementos materiales hallados en las
cuatro primeras campañas (2009-2012). Los diferentes estudios
están en avanzado proceso de desarrollo por parte del equipo
multidisciplinar que ahí se detalla, y que es responsable de los
distintos aspectos que en clave divulgativa se dan a conocer en el
catálogo que sustentara la exposición “Art i Mort al Montgó. La
cova del Barranc del Migdia. Rituales funerarios en un santuario
del III milenio a.C.”.12 El descubrimiento merecía ese esfuerzo
divulgativo13, teniendo en cuenta el excelente estado de conservación del conjunto funerario que recoge el yacimiento, un unicum
dentro de todo el panorama de asalto y deterioro que caracteriza
el conjunto de cavidades de enterramiento de La Marina.
Migdia se abre en la vertiente meridional del Montgó a unos
375 msnm –(ETRS89) X:771415 m, Y:4299629 m–. Para acceder
a la misma debe escalarse unos 12 m y traspasar la boca más practicable, aquella oval, de 2 x 1,5 m orientada a levante. Los ámbitos
de la cavidad son la Galería de la entrada, o estrecho corredor de
12 m de largo y no más de 1,2 m de anchura que conduce a la Sala
central, ámbito de planta poligonal de unos 14 m2, con unas dimensiones máximas de unos 5 m de largo por 3,6 m de ancho que
en el momento de iniciar su excavación en 2009 alcanzaba en su
zona central 1,65 m de altura máxima (fig. 4). De esta sala parten
tres estrechas galerías, la llamada Galería de la izquierda de 8 m
de longitud y sólo 1 m de anchura que comunica con el exterior;
la Galería de la derecha que se adentra más de 4 m en el interior de
la montaña y la Galería central que, tras 3,5 m de desarrollo, comunica salvando un escalón de unos 4 m con el ámbito mayor –de
11 m de longitud, 8 m de anchura y 4 m de altura máxima– que, a
modo de balcón se abre a un acantilado de unos 40 m de altura, al
que se le da la denominación de Sala de las Pinturas por las distintas representaciones de Arte Esquemático que acoge.
12 Inaugurada en 2012 en la sede de la Fundación CIRNE de Xàbia.
Luego se mostró en el Museu Arqueològic i Etnogràfic “Soler Blasco” de la misma localidad (2012), el MARQ (2013) y en el Museo
de Guardamar del Segura (2014).
13 Planificado desde el Museu Arqueològic i Etnològic Municipal
“Soler Blasco”. De manera muy afortunada la institución municipal obtuvo una importante ayuda del Ministerio de Cultura para la
realización del proyecto denominado “Arte Rupestre y Prácticas
Funerarias en el Calcolítico”, como acción que se enmarcaba dentro de los “proyectos” para la Conservación Protección y Difusión
de los bienes declarados Patrimonio Mundial. Para la itinerancia
del montaje se contó con la colaboración del MARQ, institución
que editó el catálogo correspondiente.
La cavidad de Migdia se reconocía por esas manifestaciones
(Casabó, Martínez y Sanpedro, 1997) y también por el registro
funerario que acoge (Soler Díaz, 1997). Antes del proceso de
excavación patrocinado por la asociación CIRNE, en el Museo
de Xàbia se mostraban algunos productos de las pesquisas realizadas por el Centre Espeleològic Gatense, quienes en 1989
salvando los 40 m altura que distan entre la base del acantilado
y el balcón de la Sala de las Pinturas accedieron al yacimiento,
localizando al adentrarse en la Galería de la derecha un material arqueológico que permitía identificar la cavidad como de
enterramiento. Se trataba de dos piezas en sílex –una punta de
flecha de base cóncava y una lámina afectada por un retoque
abrupto distal– y un vaso elipsoide horizontal en excelente estado de conservación (Soler Díaz, 2002: I, 192-193), todo lo cual
hizo tomar cartas en el asunto al Museu de Xàbia, institución
por entonces dirigida por Josep Casabó que, con la desinteresada ayuda de Enric Martínez y Jesús Sanpedro, promovió los
primeros calcos y realizó el cierre del yacimiento para proteger
un conjunto que se preveía en buena conservación. A diferencia
de la Cova del Randero, Migdia no parece tener un uso previo
al propiamente funerario y tras ese que a continuación se trata,
la cavidad sólo recibiría visitas muy esporádicas atestiguadas
por contados materiales tardorromanos y del siglo XIII, compartiendo con la cavidad de Pedreguer la circunstancia de haber
servido de escondrijo de monedas, en este caso de época almohade (Soler et al., 2013: 71-74), todo lo que en principio no
afectó al contenido prehistórico del yacimiento, incólume hasta
la visita de los espeleólogos.
El hecho funerario se identifica en Migdia en la Sala de la
entrada, en la que se han centrado las intervenciones arqueológicas desarrolladas a partir de 2009, y en la inmediata Galería
de la derecha, de donde proceden los restos que hallaran los
espeleólogos, cuya excavación está pendiente. La sala intervenida constituye un espacio poligonal que en su parte occidental
dispone una colada estalagmítica a pie de la entrada del acceso
a la Galería de la izquierda y de una superficie geológica más
aplanada en su perímetro meridional. Esas superficies en gran
medida descubiertas en el transcurso del proceso de la intervención, han sido idóneas para acometer con cierta comodidad
la excavación de la parte centro septentrional de la sala, donde el sedimento cubría la depresión que ahí conforma el lecho
geológico. Al excavar en su totalidad esa área, alcanzando en
2014 plenamente la base geológica del vaso o depresión natural,
se observa que realmente la Galería de la derecha es una prolongación septentrional del desarrollo de esa Sala central que
se ilumina de un modo impactante al atardecer (Bolufer et al.,
2013: 26), cuando el sol cae frente a la boca del estrecho tubo
que constituye la Galería de la izquierda.
Buena diferencia con Randero son los carbones, ahí abundantes y muy deteriorados por haber sido pisados, y aquí, en Migdia,
a tenor de las observaciones de Yolanda Carrión de más entidad,
y resultantes de encendidos necesarios para iluminar el área sacra que ocuparan aquellos que pudieran necesitar más tiempo del
que ofrece la iluminación natural de la estancia en el ritual que
lleva implícito la gestión de la necrópolis. Su localización en distintas unidades estratigráficas del sedimento y la carencia en la
osamenta humana de afecciones provocadas por el fuego, revela
el encendido en un espacio inmediato al depósito de los huesos
humanos, acaso en esos ámbitos perimetrales que ofrece el le337
[page-n-16]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Fig. 4. Planta de la
Cova del Barranc
del Migdia.
cho geológico, tan idóneos para depositar los elementos técnicos
necesarios para intervenir en el s. XXI, como para disponer de
los distintos elementos que, previamente a su definitivo entierro
exigiera el ritual a mediados del III milenio a.n.e.
Sin que se determinaran muchas evidencias en superficie, en
la depresión que conforma el lecho geológico de la Sala central
a lo largo de las 5 campañas se ha podido exhumar cerca de
un millar de huesos y piezas dentarias dentro de un estrato de
sedimento uniforme de no más de 1 m de potencia,14 resultante
de la cubrición de la osamenta por una tierra muy granulosa
donde abundan microclastos. Aunque el conjunto no parece haber sufrido percance antrópico alguno tras el último depósito,
la muestra ósea nos llega en un estado de alta fragmentación
y erosión. La mayoría de los huesos largos están alterados por
su epífisis, conservándose únicamente dos cráneos más o menos completos, pero muy alterados. En general presentan una
coloración muy clara, pérdidas óseas y concreciones calcáreas
adheridas, factores que guardan relación tanto con las condiciones a las que han estado sometidos, como las que deben inferirse
de su traslado, aunque en comparación con otros contextos, y a
la vista de la abundancia de huesos pequeños, no puede decirse
que se tratara de una manipulación poco cuidadosa.
El análisis tafonómico revela que deben tenerse en cuenta
distintos fenómenos posdeposicionales de tipo medioambiental
y biológico que han propiciado no sólo el alto grado de degradación sino también desplazamientos desde la primigenia colocación de los huesos conformando paquetes, imputables a los
roedores y a la acción del agua. De otra parte, ésta podría ser
14 Formado por limos y de color pardo amarillo (7/6 10 YR) con
abundantes gravas y cantos angulosos, con frecuencia con morfología de plaquetas. Parece responder a procesos de meteorización
mecánica en el marco de la cavidad a lo largo de amplios periodos
del Cuaternario reciente.
338
el agente de degradación más importante, en un medio donde
la humedad se alterna con la sequedad del ambiente, algo que
se consigue en esa sala especialmente ventilada y se facilita por
la naturaleza granulosa del sedimento. Esta afectación no solamente se observa en los huesos humanos sino también en el
registro material, documentándose un hacha elaborada en piedra
metamórfica con pérdidas imputables a ese fenómeno (Soler et
al., 2013: 66) y de modo general en las condiciones de conservación de buena parte de la muestra cerámica, extraída con
sumo cuidado, para someterse a un proceso de consolidación.
También la osamenta humana está afectada por concreciones
calcáreas que pueden deberse a los efectos de la precipitación
desde la techumbre y laterales, aunque no lleguen a apreciarse
fenómenos de fusión del material. Tratándose de un conjunto
de inhumaciones secundarias, no es descartable que esas alteraciones también hayan podido producirse en otro ámbito tras
la putrefacción de cadáveres, acaso sólo cubiertos por piedras,
protección en cualquier caso eficaz en atención a la ausencia de
marcas de carnívoros en la muestra.
La excavación se ha desarrollado con una metodología de
alta precisión que permite, a la vez que la documentación tridimensional del yacimiento, lo que es de especial interés para
el caso del arte rupestre (Tejerina et al., 2012), la de todos los
elementos del registro,15 observándose distintas agrupaciones o
15 La fotogrametría permite documentar el patrimonio de acuerdo a su
naturaleza tridimensional. Para el registro arqueológico se han generado modelos digitales de cada una de las unidades, consiguiendo la captura y ubicación tridimensional de todos y cada uno de los
elementos y materiales existentes. Los puntos de control o “targets”
se han georreferenciado en el sistema ETRS89. Las secuencias arqueológicas han sido documentadas mediante pases fotográficos
predefinidos y marcados, procesándose luego las tandas de captura
de imágenes mediante software específico, generando el cálculo
completo del modelo digital. Las ortofotos obtenidas a partir de ese
[page-n-17]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
Fig. 5. Ubicación de los paquetes
con huesos humanos identificados
en la Sala central de la Cova del
Barranc del Migdia.
paquetes óseos (fig. 5). Por el momento se pueden considerar
restos de un NMI de 10 individuos dispuestos en 5 paquetes
que, numerados conforme al proceso de identificación, se observan en algunos casos bajo piedras de tamaño medio aisladas, de
los que el I es el más meridional, situándose a una cota superior
con respecto al resto y el II es el más septentrional, guardando
también una posición elevada con respecto a los centrales IV y
III y superponiéndose al V, que viene a quedar algo más bajo
que éstos. Se exponen a continuación conforme a la ordenación
sur-norte que presentan en plano (v. fig. 4), con las dataciones
ya publicadas (Bolufer et al., 2013: 42).
- Paquete I (UE 26). Se sitúa en el extremo suroeste del vaso
geológico que alberga el depósito, a una cota ligeramente superior con respecto al resto. Está conformado por un varón de
35-39 años. El cómputo de restos hallados no alcanza el 50%
del esqueleto. Comprende sobre todo huesos pequeños de las
manos y pies, vértebras, costillas y dientes aislados, así como
pequeños restos de coxales, craneales y de la mandíbula, documentándose únicamente como huesos largos un fragmento del
húmero derecho, fragmentos de radio y cúbito izquierdos, así
como de peronés. En la unidad estratigráfica que define el Paquete I sólo se recoge una concha de Dentalium.
- Paquete IV (UE 30, 33, 34, 36, 37 y 41). Situado en el extremo sureste, algo más bajo que el anterior. Recoge restos de
tres individuos: un hombre de 25-35 años, una mujer de 17-20
años y un niño de 4-5 años, identificándose en sus proximidades
4 puntas de flecha en sílex (UE 34), una cuenta de collar (UE
50), un fragmento de cerámica pintada (UE 34) y un metapodio
de ovicáprido (UE 34). En este caso el índice de conservación
modelo permite una realización precisa de distintas planimetrías.
Tras la ubicación inmediata de los elementos encontrados, toda la
documentación ha sido procesada en programas de tratamiento de
datos complejos generando nueva y valiosa información.
de cada uno de ellos es bajo, aproximadamente un 50% del esqueleto del individuo masculino y un 40% del femenino, si bien
es verdad que muchos huesos o fragmentos de huesos no se han
podido diferenciar sexualmente, y ello incrementaría el porcentaje de conservación de uno u otro individuo. El individuo infantil sólo está representado por 9 fragmentos óseos (fragmentos de diáfisis de huesos largos, vértebras, falanges y costillas).
La datación de un fémur del menor dio como resultado la fecha
Beta-292719: 4040±40 BP. De un cúbito del varón adulto se
ha obtenido la fecha más reciente del conjunto (Beta-300991:
3800±40 BP).
- Paquete III (UUEE 32, 35, 49 y 50). Situado al norte y a la
misma altura que el IV, con restos de tres individuos: dos adultos, un varón y una mujer, de entre 20 y 40 años de edad y los
de un niño de no más de un año de vida. Con esta agrupación
se relacionan dos puntas de flecha (UE 32 y 49). La representatividad del esqueleto de los dos individuos adultos es menor
del 50%, documentándose fragmentos de diáfisis de casi todos
los huesos largos, fragmentos de costillas y vértebras, coxales
y algunos huesos de manos y pies, no encontrándose restos de
cráneo. La representación del esqueleto del niño es muy baja,
únicamente identificado por pocos fragmentos de huesos largos,
costillas, cuerpos vertebrales y falanges además de dos pequeños fragmentos de cráneo. Se dispone de la datación de la mujer,
a partir del análisis de un húmero (Beta-296221: 4020±30 BP).
- Paquete II (UE 45, 46, 47 y 48). Situado en el extremo septentrional del depósito, con restos de dos individuos: un niño de
unos 3-4 años de edad y una mujer de 30-35 años, de la que nos
llega el cráneo prácticamente entero, a pesar de que el índice de
conservación es bajo, alrededor de un 30% del esqueleto, y documentarse una altísima fragmentación de los huesos, así como
la ausencia de huesos pequeños, únicamente algunos fragmentos de costillas, un diente, un metacarpo y una falange, lo que
es coherente con el hecho de tratarse de un conjunto de huesos
desplazados. Próxima a los restos infantiles se localizó una pe339
[page-n-18]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
queña azuela de sillimanita (UE 44), mientras que más cerca a
los de la mujer se hallaron una laminita (UE 45) y una punta de
flecha en sílex (UE 45), además de un fragmento de punzón en
cobre de sección angular (UE 32) y un vaso semielipsoide entero (UE 45). De una tibia del individuo infantil se ha obtenido la
datación más antigua del conjunto (Beta-300992: 4070±30 BP).
- Paquete V (UE 53). Localizado al norte por debajo del II,
que al terminar de excavarlo se descubrió el cráneo de un tercer individuo: una mujer de 15-18 años con una representación
de más del 70% del esqueleto, conservando buena parte de los
huesos de las manos, pies, ambas rótulas además de fragmentos
de costillas y vértebras. En la misma unidad estratigráfica que
lo define se encuentran los restos del mismo individuo infantil
de 3-4 de años que por encima se relacionan con el Paquete II.
Con esta agrupación se vincula una punta de flecha en sílex y 3
hachas pulimentadas.
Analizada la muestra en su conjunto, a la vista de la distribución expuesta y conforme a las dataciones que se disponen es
interesante indicar:
1. Que la posición estratigráfica más superficial del varón del Paquete I y la datación más reciente –Beta-300991:
2451(2255)2059 cal ANE 2 sigma– correspondiente al hombre
del Paquete IV, revela que los últimos depósitos se realizaron en
la parte meridional de la depresión, hacia el último cuarto del III
mileno a.n.e. Por lo que más abajo se expone, con los restos de
este individuo del Paquete IV se depositaron los de la mujer que
le acompaña. Los restos infantiles del mismo paquete disponen
de una datación más antigua –Beta 292719: 2839(2654)2469
cal ANE 2 sigma– y con la sola excepción de un hueso desplazado se encuentran agrupados.
2. Que la posición estratigráfica más profunda de la mujer del
Paquete V y la datación más antigua de la batería actual –Beta300992: 2832(2666)2500 cal ANE 2 sigma– correspondiente
al niño localizado entre los huesos de las agrupaciones II y V,
resuelve la prevalencia de estos depósitos septentrionales con
respecto a los más meridionales.
3. Que teniendo en cuenta la proximidad de la datación del
niño del Paquete IV –Beta-292719: 2839(2654)2469 cal
ANE 2 sigma– y la de la mujer del Paquete III –Beta 296221:
2619(2545)2471 cal ANE 2 sigma–, con respecto a la más antigua del Paquete V –Beta-300992: 2832(2666)2500 cal ANE
2 sigma–, la mayor parte del área que afecta a las agrupaciones
óseas acogería restos de fallecidos en el entorno de los dos últimos siglos de la primera mitad del III milenio a.n.e.
4. Que en atención a la diferencia (411) de la media que ofrece
el intervalo de calibración a 2 sigma (2666) del niño del Paquete
IV con respecto a la del varón del Paquete I (2255), puede resolverse que la pequeña Sala central acoge restos de individuos
cuya fecha de fallecimiento podría distar varios siglos.
5. Que en atención al orden norte sur expuesto y teniendo en
cuenta que el desarrollo más septentrional de los depósitos todavía permanece en la Galería de la derecha, es muy probable
que los restos más antiguos de Migdia todavía se encuentren en
el yacimiento.
La ordenación de las dataciones y de las referencias estratigráficas puede hacer pensar que se trata de un proceso paulatino
del que la fecha referencia el óbito y la disposición de los huesos
en el receptáculo que se constituye en la Sala central un paso
final, tras una fase de depósito primario en la que la mayoría de
340
los huesos perdieran los ligamentos. No obstante es posible que
existan más posibilidades y que ese orden que se estima esconda una realidad conductual más compleja que la que se supone
deposita el cadáver, espera a la esqueletización y traslada los
restos para colocarlos en otro sitio sin perder la identidad del
difunto fallecido tiempo atrás.
Al respecto, la observación de la osamenta permite consignar que para el traslado de los restos no se siguió la misma pauta
temporal a partir del fallecimiento. Hay evidencias de que éstos
se produjeron en distintos momentos del proceso de esqueletización del cuerpo, consignándose un movimiento para algunos
individuos en una temporalidad suficientemente distanciada del
óbito, cuando las conexiones anatómicas estaban desprovistas
de las uniones ligamentosas entre huesos. En otros sin embargo
su traslado no debió prolongarse tanto, siendo muy interesante
al respecto la observación de los restos de la mujer y el hombre del Paquete IV, una vez que de la primera se conservan en
posición anatómica los huesos del pie derecho y del segundo la
parte inferior de la columna vertebral y cintura pélvica; y que de
modo general en este paquete hay 25 huesos de pies, 13 huesos
de manos y 28 fragmentos de costillas entre los dos adultos,
todo lo que es coherente con un traslado a la vez que cuidadoso
realizado cuando parte de la osamenta conservara las ligaduras.
También ese par de individuos pueden ofrecer claves en
cuanto a la dinámica del traslado y al criterio de ordenación
que esconden las agrupaciones óseas, cuando acogen restos
de más de un individuo, de modo que su conjunción podría
deberse a que guardaran algún tipo de vínculo. El proceso de
investigación es lento y obviamente está condicionado por
el presupuesto, pero sería imprescindible disponer una datación de esta mujer del Paquete IV que acompaña al individuo
masculino fallecido en c. 2255 a.n.e., por cuanto que sus restos están ligados de tal modo16 que debieron ser trasladados a
la vez, siendo su recogida y posterior colocación totalmente
aleatoria, sin mantener una diferenciación de ambos esqueletos. Además, en el mismo Paquete IV, cerca de los mismos
pero nítidamente separados se localizan 8 de los 9 huesos
que permiten dirimir la presencia de un menor fallecido en c.
2654 a.n.e., esto es, mucho tiempo antes que el varón datado,
de modo que se evidencian conductas que prefieren preservar
en el último depósito el vínculo por encima de la identidad de
los individuos y no es descartable que dentro de esa conjunción existan discrepancias cronológicas que pudieran tener
que ver con el linaje.
Un caso enormemente interesante es el del individuo infantil cuyos restos se distribuyen entre las agrupaciones II y
V, por cuanto que conserva un número muy importante de restos, localizándose los huesos de tal modo que este sujeto, que
por el momento constituye el fallecido más antiguo, pudiera
haberse depositado nada más morir, constituyendo quizá un
16 Los huesos de los dos individuos adultos se encuentran mezclados,
sin ningún orden aparente; por ejemplo, el pie derecho de la mujer
se localiza por debajo de los dos coxales del varón, y el fémur derecho de la mujer está por encima del fémur izquierdo del varón. El
cúbito datado del varón se localizó por debajo de los huesos largos
de ambos sujetos, varón y mujer, y por encima del pie de la mujer
y de la columna del varón.
[page-n-19]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
caso excepcional de inhumación primaria, luego alterada;17 y
otro, desde luego, el de aquellas dos mujeres de los mismos
paquetes de las que nos llega el cráneo apoyado sobre los
parietales, esto es, en posición invertida, algo que de seguro
refiere una pauta de ritual, que pudiera tener relación con su
especial preservación con piedras, guardando una posición
centrada en la necrópolis si a lo excavado se añade lo que
resta de la Galería de la derecha.
4. SOBRE LA AFINIDAD CULTURAL DE LOS
INHUMADOS EN LAS CAVIDADES DE RANDERO
DE PEDREGUER Y MIGDIA DE XÀBIA
Observando la tabla que recoge la totalidad de las dataciones
sobre huesos humanos realizadas en la Cova del Randero y
en la Cova del Barranc del Migdia (tabla 4), resulta patente la
proximidad de fechas. Las dos dataciones de Randero avalan su
uso funerario en c. 2750-2700 a.n.e., mientras que las cuatro de
Migdia hacen ver un uso pleno en torno a c. 2650-2550 a.n.e.,
testimoniándose su perduración en c. 2250 a.n.e. La posibilidad de que Migdia todavía acoja en su interior inhumaciones
más antiguas, y que el par de fechas de Randero acaso sólo date
uno del mínimo de seis individuos que arroja su maltrecha osamenta, invita a considerar que ambas necrópolis pudieran haber
sido contemporáneas, al menos en el tramo cronológico que se
determina en la primera mitad del III milenio a.n.e., donde entre
los mediados de los siglos sexto y octavo se consignan 5 de las
6 dataciones que se ofrecen en la tabla indicada.
La cercanía entre los yacimientos y la afinidad de la cultura
material permite intuir una fuerte vinculación entre los que se sirvieron de ambas cavidades como lugar de enterramiento. A este
respecto, en primer término puede valorarse la similitud de los
grupos de elementos que se identifican en ambos contextos funerarios (cf. tabla 1 y tabla 5; fig. 3 [3.1 a 3.4] y fig. 6 [6.1 y 6.2]):
puntas de flecha y láminas en sílex; hachas y azuelas en piedra
pulimentada –de tamaño medio, elaboradas sobre diabasa u otras
rocas o, en menor número, de dimensiones menores manufacturadas en sillimanita–; y recipientes cerámicos simples de forma
elipsoide. En segundo lugar se descubre que lo que está mínimamente representado en la cavidad de Xàbia no se observa en el
registro material de la de Pedreguer, bien porque como ocurre con
el punzón metálico, el ítem no abunda en las cavidades funerarias
donde aparece y es fácil que ahí no se localice, porque no estuviera o porque no se encuentra, en atención al mayor tamaño de la
cueva y al peor estado de conservación del contexto funerario; o
bien porque subraya una identidad común en aspectos clave como
el ornato de los difuntos, cuando se hace ver que, a diferencia de
la riqueza de elementos como cuentas de collar o varillas planas
17 Los huesos del esqueleto de este niño se documentan arqueológicamente en una disposición que advierte de la posibilidad de que
hubiera podido guardar una disposición anatómica. Aunque ninguno muestra conexión, se localizan las piezas dentarias próximas a
los restos de cráneo, los huesos de los miembros superiores muy
próximos entre sí, observándose muy cerca huesos que conforman
las piernas, quizá por haber mantenido una disposición en decúbito
lateral flexionado. Muy cerca se documentan los restos contemporáneos de una madriguera y de un conejo, que con toda seguridad
podría haber desplazado los huesos del infante.
que se determinan en registros concretos y conocidos como el de
Pastora de Alcoy, tras cribar cientos de litros de sedimento, no se
contemplan en la Cova del Randero.
Podrá haber discrepancias y particularidades, como la forma de las puntas de flecha, anotándose aquellas tan especiales
de base cóncava en la cavidad de Pedreguer, pero sin negar la
mayor, la misma sintonía que provoca el ejercicio comparativo
podrá servir para no poner mucho entusiasmo en refrendar la
vinculación al contexto funerario de Pedreguer de grupos dudosos, como aquel de las conchas perforadas de bivalvos, por no
descubrirse en la metódica excavación de Migdia y ser tan del
gusto de los pastores que aprovechan la cavidad de Randero en
tiempos previos a los de su uso funerario. En cualquier caso el
certificado de afinidad se obtiene cuando se observa que en ambas cuevas hay un pequeño pero precioso fragmento de cerámica pintada, lo que sirve recuperar para el contexto funerario de
Randero esa pieza única, ahí localizada hacia la base del Nivel
de Cerámicas Lisas.
Buen símbolo éste de las cerámicas pintadas para caracterizar un grupo que entierra en la única cueva que hasta ahora
hace coincidir manifestaciones de arte rupestre esquemático con
enterramientos. Algún motivo rupestre de esa mentalidad como
el que se reconoce en el Abric de la Penya del Vicari de Altea
(Galiana y Torregrosa, 1995: 303) recuerda sin mucho esfuerzo
a los zigzags que se observan en el repertorio decorativo que
pintado en rojo ofrece esta cerámica característica de la comarca (Boronat Soler, 1983), sobre la que la investigación se ha
venido haciendo tantas preguntas a partir de su descubrimiento en los años 30 del siglo XX en la Cova Ampla del Montgó
(Soler Díaz, 2007), contexto que mejor la contiene, y que por
el tamaño y presencia de la cavidad sobre el entorno sin duda
alguna resultaría principal hacia esos siglos de la primera mitad
del III milenio a.n.e. en los que Randero y Migdia fueron necrópolis (v. fig. 1). Si sin detenerse en exceso se repasa el catálogo de materiales que sobre la emblemática cavidad del Montgó
editara el MARQ (Esquembre y Torregrosa, 2007), merece la
pena observar el soberbio conjunto de útiles pulimentados que
ofrece, la presencia de láminas y puntas de flecha en sílex o la
documentación de elementos metálicos; a la vez que caer en la
cuenta que el mínimo registro de varillas óseas y de cuentas de
collar, que si a la luz de Pastora podíamos imputar a una mala
praxis arqueológica, ahora nos llega de un modo que, a la vista
de lo que nos enseña Migdia, nos hace percibir una identidad
para los pobladores que durante el Calcolítico disfrutaron del
entorno inmediato de la sierra del Montgó.
Transcurrida más de una quincena de años desde que se
tratara de elaborar una seriación de los distintos conjuntos de
inhumación múltiple para las tierras valencianas, contando solamente con criterios de incidencia de tipos en los distintos
registros materiales y basándose en estratigrafías de excavaciones antiguas (Soler Díaz, 1997; 2002: II, 13-101), se anotan
avances que, con nuevos mimbres, permiten vislumbrar progresos de conocimiento como éste que se anota para las tierras
de La Marina, donde se revela un panorama funerario señalado
por regional y reciente con respecto al observado en cavidades
de L’Alcoià-Comtat, clásicas en la definición del fenómeno
de la inhumación múltiple en tierras valencianas. Quizá todavía es pronto porque Migdia todavía conserva restos que por
lo antedicho podrían ser más antiguos, pero en atención a las
341
[page-n-20]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Tabla 5. Cova del Barranc del Migdia. Relación de materiales hallados en las campañas 2009-2012. [Con excepción de los fragmentos
cerámicos no decorados, en la tabla se presentan los materiales de las cuatro primeras campañas (2009-2012). Los hallazgos de la última campaña (2014) constituyen un conjunto menor de elementos que no afecta a la composición esencial de la muestra].
Año/UE /nº
Paquete
Puntas de flecha
10/34/20
89/5553*
10/34/47
IV
De base cóncava. 30 x 17 x 4 mm. Fig. 6: 7.
De base cóncava. 34 x 17 x 4 mm (Soler, 2002: I, 193; II, Lám. 65: 14). Fig. 6: 11.
Foliácea saliciforme. 39 x 12 x 4 mm. Fig. 6: 9.
Foliácea saliciforme. 50 x 19 x 4,5 mm. Fig. 6: 15.
Romboidal saliciforme36 x 17 x 6 mm. Fig. 6: 12.
Romboidal saliciforme. 33 x 17 x 4 mm. Fig. 6: 8.
Romboidal saliciforme. 36,6 x 18,6 x 3,9 mm Fig. 6: 13.
Pedúnculo y aletas obtusas. 32 x 26 x 5 mm. Fig. 6: 16.
Pedúnculo y aletas obtusas. 38 x 21 x 4,5 mm. Fig. 6: 10.
Pedúnculo y aletas agudas. 36,5 x 18,7 x 5,7 mm. Fig. 6: 14.
10/49/2
10/34/2
12/53/160
10/45/1
10/32/1
12/55/4
IV
IV
III
IV
V
II
III
Año/UE /nº
89/5554A*
10/19/3
10/45/2
Paquete
II
Útiles sobre lámina
Lámina truncada. Retoque abrupto distal. 60 x 18 x 6 mm (Soler, 2002: I, 193; II, Lám. 65: 13). Fig. 6: 3.
Fragmento mesial de lámina. 35 x 16 x 9 mm. Fig. 6: 2.
Laminita. 90 x 11 x 4 mm. Fig. 6: 1.
Año/UE /nº
10/44/1
12/53/433
12/53/373
12/53/237
Paquete
II
V
V
V
Hachas-azuelas
Azuela. Sillimanita. Sección oval. 33 x 30 x 9 mm. Fig. 6: 20.
Hacha. Diabasa. Sección oval. 105,4 x 55,4 x 27,9 mm. Fig. 6: 18.
Hacha. Diabasa. Sección oval. 160,5 x 58,5 x 43,9 mm. Fig. 6: 19.
Hacha. Piedra metamórfica. Sección oval. 100,9 x 55,2 x 34,9 mm. Fig. 6: 17.
Año/UE /nº
10/45/6
89/5567A*
Paquete
II
Vasos elipsoides
Semielipsoide horizontal de base convexa. Labio apuntado. Diám. boca: 109 mm, h: 77 mm. Fig. 6: 22.
Elipsoide horizontal de base convexa. Labio redondeado. Diám.: 180 mm, h: 134 mm (Soler, 2002: I,
193; II, Lám. 65: 12). Fig. 6: 21.
Año/UE /nº
10/34/57
Paquete
IV
Cerámica pintada
Fragmento indeterminado. Triángulo, ángulo y banda en rojo. 8 mm e. Fig. 6: 23.
Año/UE /nº
10/32/2
Paquete
II
Útiles metálicos
Fragmento de punzón. Sección angular. Cobre. (36) x 5 x 3 mm. Fig. 6: 4.
Año/UE /nº
09/07/26
12/36/50
12/55/9
Paquete
I
IV
Elementos de adorno y atuendo
Concha de Dentalium sp. 17 x 3 x 2 mm.
Cuenta de collar. Piedra blanca. Sección rectangular. Diám.: 5,4 mm, e: 2,9 mm. Fig. 6: 5.
Fragmento mesial de varilla plana en hueso. Sección plano-convexa. (48) x 8 x 3 mm. Fig. 6: 6.
dataciones que ahora ofrece, no puede pasar desapercibido
que, sólo guiándonos por las fechas medias de los intervalos
de calibración, para cuando muere el individuo más antiguo
ahí localizado –el niño del Paquete II–, pueden haber pasado
doscientos años desde el óbito del que proporciona la datación
más reciente de la Cova d’en Pardo de Planes, una cavidad
cuyo uso funerario se estima entre c. 3350 a.n.e. y 2850 a.n.e.
(Soler y Roca de Togores, 2012), y que contiene un registro
con notables diferencias con respecto al de Migdia, al observarse un fantástico desarrollo de lo que en lo ornamental y
simbólico se vincula al trabajo de la piedra y el hueso, con esa
suerte de ídolos violín o planos, alfileres, colgantes o varillas,
sin anotarse apenas la presencia de utillaje pulimentado (Soler,
2002: II, 204-225; Soler et al., 2012).
Frente a lo que ofrece la cavidad de Planes, la horquilla de
las dataciones sobre huesos humanos de la Cova de la Pastora de
Alcoi es mayor, remontando su antigüedad a las postrimerías de
la primera mitad del IV milenio a.n.e., para alcanzar las primeras
342
centurias del II milenio a.n.e. No obstante parece que la mayor
parte de las fechas entran en el segmento cronológico que ofrece
En Pardo (Soler y Roca de Togores, 2012, 221), prolongándose
hasta alcanzar los tiempos en que, ahora sabemos, se debió inhumar en Randero y en Migdia, si se presta atención a las dataciones sobre mandíbulas (McClure, García Puchol y Culleton, 2010:
29): UCIAMS-66310: 4150±20 BP, 2873(2754)2635 Cal BC 2
sigma; y UCIAMS-66311: 3875±20 BP, 2459(2376)2293 Cal BC
2 sigma. Esa larga cronología justifica la variedad de ajuares que
atiende el yacimiento paradigmático de lo que fue el “Eneolítico
valenciano” (Pla, 1958), observándose conjuntos materiales del
todo próximos a los de En Pardo, otros que ahí encuentran un
desarrollo especial como es el caso de los ídolos oculados sobre
huesos largos y otros que no costaría nada vincular con lo que se
observa en las dos cavidades de la Marina que aquí se tratan, si se
hace ver la magnífica serie de elementos en piedra pulimentada
o se observa la presencia de un ítem tan característico como una
punta de flecha de base cóncava (Soler, 2002: II, 263-293).
[page-n-21]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
Fig. 6.1. Materiales en sílex, cuenta en piedra y fragmento de varilla de la Cova del Barranc del Migdia.
Fig. 6.2. Cerámica y elementos en piedra pulimentada de la Cova del Barranc del Migdia.
343
[page-n-22]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
Si es cierta la tendencia que se observa a partir de estos
progresos de conocimiento que reporta la investigación de La
Marina podrían empezar a reconocerse al menos dos fases diferenciadas en el panorama de cuevas de enterramiento múltiple
previas al conjunto de enterramientos en cavidades asimilables
al “Horizonte Campaniforme de Transición” (Bernabeu, 1984)
–c. 2350/2100 a.n.e. (Bernabeu y Molina, 2011: 276)–: una de
cronología neolítica propia de la segunda mitad del IV milenio
y primeras centurias del III milenio a.n.e., de la que En Pardo
puede constituir buena referencia, y otra de cronología calcolítica, a partir del octavo siglo de ese milenio, por observarse tras
las primeras evidencias metalúrgicas en las tierras de La Safor
–c. 2800 a.n.e. (Bernabeu y Molina 2011: 276)–, de la que el
contexto de Migdia sería el mejor definido, expresándose en los
ajuares una suerte menor de elementos de ornato y atuendo, un
incremento de objetos en piedra pulimentada y la presencia de
los primeros elementos metálicos.
No será el momento ahora, pero teniendo a mano el corpus de materiales de las cuevas de inhumación múltiple no
es difícil estimar más ejemplos para este cuadro. De disponer
dataciones, uno nítido se determinaría en la Cova del Cantal
de Biar, cuyo registro material, carente de las realizaciones
que caracterizan En Pardo, incluye un interesante conjunto
de instrumental pulimentado y metálico (Soler Díaz, 2002:
II, 191-192); otros sin embargo exigen una mayor atención
como es el caso de la Cova del Monedero, donde se observa
un conjunto más afín al propio de En Pardo, enriquecido por
la presencia de un ídolo oculado del que trasciende una datación (García Puchol et al., 2010): UCIAMS-66318: 4115±25
BP, 2863(2720)2578 Cal BC 2 sigma, fecha que quizá no corresponda al más antiguo de los 10 que sustenta el número
mínimo de individuos, por más que se resuelva a partir de un
hueso localizado hacia la base del depósito sondeado; y otros
que de nuevo suscitan crítica relectura como ocurre en el caso
de la Cova de la Barcella, donde como se expresa en Pastora
debe estimarse un largo uso funerario, debiéndose descartar
esa perturbadora vinculación de materiales que para los tres
primeros esqueletos propusiera el sacerdote que al final de la
década de los veinte del pasado siglo la excavara (Soler, 2002:
I, 375-378), considerando inhumaciones primarias a las que en
su momento no diera crédito Isidro Ballester (1928: 58), advirtiendo seriamente Enrique Pla de su falta de rigor a la hora
atribuir los elementos de ajuar (Pla, 1964: 220).
Claro que de ningún modo deberán considerarse de nuevo
artificiales líneas que segmenten en lo temporal este legado funerario que, por llegarnos sujeto a una enorme variedad de factores, es preferible seguir estimándolo de inhumación múltiple,
aunque en algunos casos como estos comentados de la Marina
nos acerquemos más en el tiempo y el espacio al colectivo que
dispusieran ambas cavidades como necrópolis. Se tratará en
cualquier caso sólo de tendencias que se observan en el desarrollo de un fenómeno funerario dilatado en el tiempo que se caracteriza más por una continuidad que por claras discrepancias,
donde la ideología que lo sustenta, más que cambia, perdura, a
la vista no sólo del aprovechamiento funerario de la cueva natural para la inhumación sucesiva de individuos seleccionados,
sino también por la permanencia de objetos a lo largo de un
milenio de enorme expresión simbólica como son, entre otros,
las puntas de flecha (Soler Díaz, 2002: II, 107-108).
344
El mejor conocimiento de la práctica de la inhumación secundaria a partir de los datos que ha proporcionado la excavación de la Cova del Barranc del Migdia, constituye con todo uno
de los mayores logros de este proceso de conocimiento, haciendo ver que los restos estuvieron depositados en otro ámbito un
tiempo que, a partir de la observación del proceso de esqueletización, no parece el mismo para cada uno de los individuos.18
La conjunción de restos que guardan algunos de los paquetes
localizados en la Sala central de la cavidad de Xàbia advierte de
un movimiento conjunto de varios de los restos de individuos,
guardando la intención de hacer perdurar la vinculación que tendrían los fallecidos.
En la acción de la inhumación secundaria se revela toda una
preocupación a la hora de aprovechar el espacio, así como un interés en preservar y localizar los cráneos que se conservan. Nos
faltan datos para precisar cuándo o de qué manera se resuelve
este segundo enterramiento, que a la vista de la diferencia de las
dataciones, quizá pudiera haberse hecho en varias fases. No obstante, es seguro que el gesto de traslado más reciente se determina en la parte más meridional del depósito, pudiéndose haberse
realizado hacia el último cuarto del III milenio a.n.e., teniendo
en cuenta la datación del individuo masculino del Paquete IV c.
2255 a.n.e., la vinculación que guardan sus restos con los huesos de la mujer del mismo paquete y la posición estratigráfica
suprayacente del individuo del Paquete I. En cuanto se disponga
nuevas dataciones deberemos saber si ese movimiento afecta a
individuos con fechas de fallecimiento más o menos próximas,
o si se determina un gesto que incluye el traslado simultáneo de
individuos fallecidos con anterioridad. Los otros datados, podrían remontar su óbito a los siglos VII (c. 2666 y c. 2654 ) y
VI (c. 2545) a.n.e., existiendo una posibilidad en cuanto a que la
datación más antigua correspondiera a la inhumación primaria
de un menor en atención a la distribución de los huesos, si bien
en este aspecto es cierto que, a falta de conexión anatómica, los
indicios son insuficientes por más que aparentemente guarden
una posición natural que invite a considerar su depósito en decúbito lateral con las extremidades flexionadas.
Desde la perspectiva más humana el rito de la inhumación
secundaria queda lejos de aquel solemne y doloroso para los más
próximos que significa el entierro de aquellos que, recién fallecen, se les debe honrar. A ese respecto es muy interesante subrayar, desde su comparación con aquel contexto de inhumaciones
primarias que Bernat Martí nos acercara de la cavidad de Santa
de Vallada, el carácter mínimo de restos de animales domésticos,
identificados por Rafael Martínez y Pilar Iborra, que se descubre entre el millar de huesos humanos recogidos en Migdia, lo
que advierte que de haberse producido ofrendas alimenticias en
el lugar donde se depositaron los cadáveres, éstas quedaron níti-
18 Es clásico el ejemplo que al respecto de ese tipo de depósitos trasciende de los Huron, pueblo indígena de América del Norte, descubierto en los inicios del s. XVII en las proximidades del lago Ontario que en lo funerario disponía una práctica que cada cierto tiempo
recogía la totalidad de los huesos de todos los fallecidos desde la
última ceremonia, de modo que se recogían restos de individuos totalmente desarticulados junto con otros menos descompuestos para
enterrarlos luego en una gran fosa común, dejando en el depósito
primario solamente aquellos que acababan de fallecer (Ubelaker,
2007: 42).
[page-n-23]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
damente diferenciadas, no constituyendo luego ningún interés su
traslado al ámbito de la Sala central que acoge los paquetes óseos
una vez esqueletizados. Por el contrario, el traslado si afectó a enseres como recipientes cerámicos y distintos elementos materiales antes comentados quizá por perdurar en ellos los valores que
primigeniamente representaran. El estado de descomposición y la
disposición de los restos allá donde se encontraran serían factores
que condicionaron su recogida y traslado, acciones éstas a las que
en gran medida debe imputarse esas pérdidas que, en diferente
grado se observan a la hora de computar los huesos que todavía
identifican a aquellos individuos.
Las dos cavidades que aquí se han tratado reúnen condiciones
de acceso totalmente distintas y determinantes a la hora de evaluar la diferente conservación de los yacimientos arqueológicos
que contienen. La Cova del Randero es una cueva de entrada a pie
llano caracterizada por una prolongada ocupación como factor
clave para la no preservación de las evidencias funerarias que, por
el contrario, hacen de la más inaccesible cavidad de Migdia un
unicum para la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en nuestras tierras. El estado de la muestra apenas nos permite
hacer consideraciones para el caso de la cavidad de Pedreguer,
salvo la de indicar que su planta reúne condiciones para haber
funcionado como una necrópolis que podría haber acogido tanto
cadáveres como osamentas, disponiendo la llamada Sala de la entrada de un espacio suficiente para practicar ritos funerarios y la
más recóndita Galería central para disponer restos desarticulados
en esa dinámica de movimiento de huesos que se ha propuesto
desde el centro al fondo de la Cova d’en Pardo de Planes (Soler
y Roca de Togores, 2012: 207-216), algo que en cualquier caso
sólo podemos intuir, estando muy lejos de poder asegurar nada,
no perdiendo de vista el bajo número de restos que se preserva,
con respecto al volumen de espacio que se dispone.
Muy diferentes son las condiciones de Migdia, una cavidad
caracterizada por una planta que alberga espacios interiores menos diáfanos entre los que destaca esa Sala central que en su
parte septentrional alberga una concentración de restos óseos
en la depresión que conforma el lecho geológico (v. fig. 5). Fuera de esa concentración se han recogido huesos humanos, cuya
poca entidad numérica y dispersión hace pensar guarden esa
disposición a resultas de un desplazamiento desde la concentración principal, fenómeno éste del todo verosímil a la hora de explicar la presencia de algunos huesos humanos en unidades estratigráficas superiores a las que contienen los paquetes. Habrá
que indicar también que, de manera concreta, en el área sureste
de la Sala de la entrada, ahí donde se descubre una plataforma
rocosa tras excavar el sedimento suprayacente (UE 23), sólo se
identificaron un par de falanges y 3 dientes, muestra insuficiente
para señalar la superficie como asiento de cadáveres, que, de no
responder al fenómeno de dispersión aludido, acaso pudieran
relacionarse con algún tipo de manipulación de la osamenta in
situ por aquellos que luego la dispusieran de manera ordenada
en la parte septentrional de la sala.
Aunque el espacio pudiera ser justo para acoger algún cadáver, éste no sería muy idóneo para el complejo ritual que significara, y ello porque en los 14 m2 de la Sala central, apenas
hay sitio para andar erguido en un área constreñida por la colada estalagmítica que ganando en altura se dispone por debajo
del acceso a la Galería de la izquierda, y porque la dimensión
y altura de la bóveda sólo permitiría la presencia de contados
individuos que mal pudieran manipular las osamentas para disponer los restos como los encontramos, en caso de tener que reservar ámbitos para permitir la descomposición de los cuerpos.
Esas condiciones hacen difícil considerar un área donde los más
allegados pudieran sentir recogimiento o transmitir el respeto al
fallecido, invocando lo que fuera en vida a la vez que dotándolo
de distintas ofrendas y enseres.
De existir algún tipo de ceremonia debería pensarse en la
más amplia e impactante por el paisaje Sala de las Pinturas y
quizá en ella, de practicarse algo que tuviera relación con lo
funerario, habría que estimar un rito que evocara el contenido
de la Sala central de la cavidad sin disponer ahí cadáveres, una
vez que en ese espacio abierto no se ha encontrado ninguna evidencia arqueológica que permita su inserción en una dinámica
de enterramiento, lo que por otra parte es lógico teniendo en
cuenta los 40 m de altura que guarda el acantilado al que asoma
y la dificultad que implicaría trasladarse hasta ahí en grupo con
el cuerpo y las ofrendas atravesando en posiciones incómodas y
acaso poco dignas todo el desarrollo de cavidad, tras salvar los
12 m que permiten el acceso a la boca que estos últimos años se
ha traspasado para acometer la intervención arqueológica.
Al respecto de esas dificultades siempre es interesante recordar casos de necrópolis en cueva, como las que del Bronce Final se observan en Menorca, la Cova des Mussol de Ciutadella
abierta en un acantilado sobre el mar (Lull et al., 1999: 73) y la
Cova del Pas de Ferreries con la boca dispuesta en un acantilado
a 15 m sobre la roca base (Fullola et al., 2007: 96). En la primera
se observa que contiene un contexto de inhumación secundaria,
indicándose solamente el caso de una mujer en posición primaria, no llegándose a descartar que por ello y en atención a otros
factores, se tratara de alguien que falleciera en el mismo interior
de la cavidad (Rihuete, 1999: 46). No se descarta sin embargo
que a la cueva llegaran con considerable esfuerzo y riesgo cadáveres que luego se desarticularan, lo que se relaciona con un rasgo de significación social con respecto a individuos inhumados
en otros espacios (Lull et al., 1999b: 51 y 60). Del ingenio para
afrontar esos riesgos las mejores enseñanzas las proporciona la
Cova del Pas, cavidad que alberga en su interior una sorprendente necrópolis de inhumación primaria sucesiva que acoge 70
individuos en posición fetal forzada que se estima debieron ser
transportados en fardos colocados sobre camillas de madera de
las que restan evidencias (Fullola et al., 2007: 104).
Si la dificultad de acceso o las características del espacio
pueden ser factores que hagan comprensible que en Migdia no
se encuentren indicios de inhumaciones primarias, imputándose al traslado la falta de huesos humanos en los recuentos o la
anecdótica presencia de fauna, podría entenderse que la cavidad
se seleccionó con una voluntad clara para la práctica de enterramientos secundarios, materializándose su depósito en un lugar
tan elevado sobre el entorno como recóndito y protegido. Lejos
de querer retomar aquella discusión que, en los inicios del s.
XX, sostuvieran Pedro Bosch Gimpera y Juan Cabré Aguiló a
la hora de valorar los huesos desarticulados de la necrópolis de
Canyaret de Calaceite (Teruel), como el resultado de una manipulación realizada in situ, como argumentara el primero, o en
otro ámbito para llegar a la cueva ya descarnados, como opinión que, manteniéndola el arqueólogo aragonés, la hiciera suya
Isidro Ballester para explicar la formación de la necrópolis de
Camí Real d’Albaida (Ballester Tormo, 1928: 47-48), estable345
[page-n-24]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
ciéndose una pauta generalizada de “segundos enterramientos”
hasta que a propósito de Santa de Vallada se hiciera valer la
opinión de Bosch (Martí, 1981: 181-182), se pone sobre la mesa
el carácter especial de este depósito en gran medida realizado en
una temporalidad tardía en el desarrollo de un fenómeno que en
las tierras centro meridionales valencianas se percibe milenario
(Soler y Roca de Togores, 2012: 216-228), si se trae a colación
la entidad de un último gesto de traslado y colocación que al
menos afecta a la osamenta de tres individuos en una temporalidad c. 2225 a.n.e. contemporánea al llamado Horizonte Campaniforme de Transición, sin mediar en el registro de la cavidad de
Xàbia ningún elemento definitorio de ese concepto.
En diferente estado de desarticulación y conservación, se
dispusieron en la Sala central los restos de individuos fallecidos
tiempo atrás, guardando un especial cuidado en la disposición
de los cráneos que no todos los individuos conservan, colocándolos entre piedras que a su vez los señalaran para buscar su
definitiva preservación. Sobre su procedencia todo queda abierto. De no llegar los cuerpos enteros a la cueva, algo que a pesar
de todo lo expuesto no dejará de ser posible, cabe considerar su
traslado desde otros lugares de enterramiento y ello en principio
no debería ser difícil porque precisamente en la temporalidad
que los asiste se reconocen varios ejemplos de necrópolis integradas en los hábitats, como aquella de Beniteixir de Piles,
sita en la inmediata comarca de La Safor, a una treintena de
kilómetros al norte del Montgó, que dispone inhumaciones individuales en fosa, trascendiendo del enterramiento de la estructura 13 una fecha obtenida sobre una muestra de hueso humano
–Beta-244533: 4060±40 BP, 2852(2664)2476 Cal ANE 2 sigma
(Pascual Beneyto, 2010: 193 y Soler Díaz, 2013: 157)–. De otra
parte, nada impide que procedieran de otra cueva, movimiento
de huesos que, considerando otro discurso expositivo, se ha propuesto desde la investigación desarrollada en el enterramiento
múltiple de la Cueva de los Cabezos Viejos de Archena, donde se descubren distintas inhumaciones primarias a la par que
acumulaciones óseas tan desprovistas de orden que se definen
como “caos antropológico”. Para explicar esa dicotomía, quienes la investigan proponen un trasvase de huesos que, de una
cavidad a otra, permitiría sacralizar nuevos espacios funerarios
para, vinculando cavidades, extender la práctica de inhumaciones primarias (Lomba y Zapata, 2005: 30-32).
Sin descartar la posibilidad que atiende el caso del niño del
Paquete V, por otra parte por su edad fácil de transportar y recolocar, a la oquedad abierta en la vertiente meridional de la
Sierra del Montgó pudieron llegar en hatillos restos en diferente
estado de esqueletización de distintos individuos para ser colocados metódicamente en la Sala central, observándose una conducta, reflejo de una marcada preocupación por la conservación
de esos restos en un ámbito especial por su acceso, posición,
arte e iluminación. Se desconoce su procedencia, pero si vinieran de alguna otra cueva, se trataría de un gesto tan acertado
como premonitorio, a la vista del mal estado que se observa en
una cavidad tan accesible como la de Randero de Pedreguer, y
de todo ese desastre patrimonial, cuya sobrecogedora pérdida
empaña los ojos que ven lo que de manera milagrosa ofrece
Migdia, al ser conscientes que la comarca, de no haber sufrido
tanto saqueo, pudiera haber constituido una de las áreas más
significativas para el mejor conocimiento de la vertiente funeraria del Neolítico Final y Calcolítico en la fachada oriental de la
346
Península Ibérica, y de modo particular de aquellos pobladores
que gustaran de vasijas con decoración pintada. Sin que decaiga
nuestro ánimo, habrá que intentar profundizar en estos progresos de conocimiento, acercándonos de nuevo a las cuevas, independientemente de su afectación por quienes sin escrúpulos las
violentaran, con el debido respeto a aquellas gentes, y con el rigor que guardan investigadores que, como Bernat Martí Oliver,
nos han mostrado las principales líneas de éste y de otros retos.
BIBLIOGRAFÍA
AGUILELLA ARZO, G. y COCH I FERRIOL, C. (2015): “Un
enterrament prehistòric en les proximitats de l’ermita del Salvador
(Onda, Castelló)”. Butlletí d’Estudis d’Onda, 2, p. 27-47.
APARICIO, J.; SAN VALERO, J.; MARTÍNEZ, J.V.; MOROTE, G.;
MARTÍNEZ, J.M.; LATORRE, F.; CISNEROS, F.; LÓPEZ, P.;
SANCHIS, J.R.; MARTÍNEZ, J.S.; MARTÍNEZ, F. y
ESTEVE, C. (1983): “Departamento de Historia Antigua.
Actividades arqueológicas de 1979 a 1982”. En Varia II.
Departamento de Historia Antigua de la Universidad de
Valencia, Serie Arqueológica nº 9, Valencia, p. 201-495.
BALLESTER TORMO, I. (1928): “La covacha sepulcral del Camí
Real, Albaida”. Archivo de Prehistoria Levantina, I, p. 31-85.
BALLESTER TORMO, I. (1949): La labor del S.I.P. y su Museo en
los años 1940‑48. Imprenta Provincial, Valencia.
BERNABEU AUBÁN, J. (1982): “La evolución del Neolítico en el
País Valenciano. Aportaciones al estudio de las cultura neolíticas
en el extremo occidental del Mediterráneo”. Revista del Instituto
de Estudios Alicantinos, 37, II Época, Septiembre‑Diciembre,
p. 85-138.
BERNABEU AUBÁN, J. (1984): El vaso Campaniforme en el
País Valenciano. Trabajos Varios del SIP, nº 80, Servicio de
Investigación Prehistórica, Diputación Provincial de Valencia,
Valencia.
BERNABEU AUBÁN, J. (1989): La tradición cultural de las cerámicas impresas en la zona oriental de la Península Ibérica.
Trabajos Varios, nº 86, Servicio de Investigación Prehistórica,
Diputación Provincial de Valencia, Valencia.
BERNABEU AUBÁN, J. (2010): “El mundo funerario entre el VI y
el II milenio a.C.”. En A. Fernández y B. Soler (coords.): Restos
de vida, restos de muerte. Museu de Prehistòria de València,
València, p. 45-54.
BERNABEU, J. y MOLINA, L. (2011): “El Horizonte Campaniforme
30 años después”. En G. Pérez, J. Bernabeu, Y. Carrión, O. García,
L. Molina y M. Gómez (eds.): La Vital (Gandia, Valencia). Vida
y muerte en la desembocadura del Serpis durante el III y el I
milenio a.C. Trabajos Varios del SIP, nº 113, Museo de Prehistoria
de Valencia, Valencia, p. 275-279.
BERNABEU, J.; GUITART, I. y PASCUAL, J.L. (1988): “El País
Valenciano entre el final del Neolítico y la Edad del Bronce”.
Archivo de Prehistoria Levantina, XVIII, p. 159-80.
BERNABEU, J.; MOLINA, L.; DIEZ, A. y OROZCO, T. (2006):
“Inequalities and power. Three millennia of Prehistory in
Mediterranean Spain (5600-2000 cal BC)”. En P. Díaz del Río
y L. García San Juan (eds.): Social Inequality in Iberian Late
Prehistory. BAR International Series, 1525, Oxford, 97-116.
BOLUFER, J.; BORONAT, J.D.; ESQUEMBRE, M.A.; ROCA DE
TOGORES, C. y SOLER, J.A. (2013): “La Cova del Barranc
del Migdia de Xàbia. Rituales funerarios en un santuario del III
milenio a.C.”. En Art i Mort al Montgó. La Cova del Barranc
del Migdia de Xàbia. Rituales funerarios del III milenio a.C.
Fundación C.V. MARQ, Alicante, p. 9-60.
[page-n-25]
Progresos en la investigación del fenómeno de inhumación múltiple en la Marina Alta (Alicante)
BORONAT SOLER, J.D. (1983): “Cova de les Meravelles (JalónAlicante)”. En Varia II. Departamento de Historia Antigua de
la Universidad de Valencia, Serie Arqueológica nº 9, Valencia,
p. 43-77.
BORONAT SOLER, J.D. (1986): “El poblamiento neolítico en
la Marina Alta”. Primer Congrés d’Estudis de la Marina Alta.
Instituto de Estudios Juan Gil‑Albert, Alicante, p. 105-116.
CASABÓ, J.; MARTÍNEZ, E. y SAN PEDRO, J. (1997): “Art
Rupestre al Montgó”. Aguaits, 13-14, p. 183-221.
CEBRIÁN MIRALLES, R. (2008-2009): “Una aproximació al
poblament en la vall del riu Gorgos (la Marina Alta, Alacant)
del Neolític a l’Edat del Bronze”. Recerques del Museu d’Alcoi,
17-18, p. 139-164.
COSTA, P.; BALLESTER, R. y GARCÍA, P. (2009): Pedreguer,
memòria d’un poble. Ajuntament de Pedreguer, Pedreguer.
ESQUEMBRE BEBIÁ, P. y TORREGROSA GIMÉNEZ, P. (2007):
“Cova del Montgó. Catálogo de piezas conservadas en el Museo
Arqueológico Provincial de Alicante”. En J.A. Soler (ed.): La
Cova del Montgó (Xàbia, Alicante). Catálogo de Fondos del
MARQ, 7, MARQ-Diputación de Alicante, Alicante, p. 63-114.
ESTEVE GÁLVEZ, F. (1965): “Los sepulcros de ‘La Joquera’,
cerca de Castellón”. Pyrenae, 1, p. 43-58.
FLETCHER VALLS, D. (1957): “La covacha sepulcral de la ladera del
Castillo (Chiva)”. Archivo de Prehistoria Levantina, VI, p. 13-25.
FLETCHER VALLS, D. (1979): La labor del Servicio de
Investigación Prehistórica y su museo en el pasado año de 1978.
Imprenta Provincial, Valencia.
FLETCHER VALLS, D. (1980): La tasca del Servei d’Investigació
Prehistòrica i del seu museu el passat any 1979. Imprenta Provincial, Valencia.
FLETCHER VALLS, D. (1982): La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en el año 1980. Imprenta Provincial, Valencia.
FULLOLA, J.M.; GUERRERO, V.M.; PETIT, M.A.; CALVO, M.;
MALGOSA, A.; ARMENTANO, N.; ARNAU, P.; CHO, S.;
ESTEVE, X.; FADRIQUE, T.; GALTÉS, I.; GARCÍA, E.;
FORNÉS, J.; JORDANA, X.; PEDRO, M.; RIERA, J.;
SINTES, E. y ZUBILLAGA, M. (2007): “La Cova del Pas
(Ferreries, Menorca): un avanç”. L’arqueologia a Menorca: eina
per al coneixement del passat. Llibres del Patrimoni Històric i
Cultural, 3, Consell Insular de Menorca, Mahó, p. 95-110.
GALIANA BOTELLA, M.ªF. y TORREGROSA JIMÉNEZ, P.
(1995): “Las pinturas rupestre de la Penya de l’Ermita del Vicari
(Altea, Alicante)”. Zephyrus, XLVIII, p. 299-315.
GARCÍA PUCHOL, O. y McCLURE, S.B. (2010) “La Cova de la
Pastora (Alcoi, L’Alcoià, Alicante)”. En A. Fernández y B. Soler
(coords.): Restos de vida, restos de muerte. Museu de Prehistòria
de València, València, p. 203-209.
GARCÍA PUCHOL, O.; COTINO, F.; MIRET, C.; PASCUAL, J.L.;
McCLURE, S.B.; MOLINA, L.; ALAPONT, L.; CARRÍON,
Y.; MORALES, J.V.; BLASCO, J. y CULLETON, B. (2010):
“Cavidades de uso funerario durante el Neolítico final/Calcolítico
en el territorio valenciano: trabajos arqueológicos en el Avenc
dels Dos Forats o Cova del Monedero” (Carcaixent, Valencia)”.
Archivo de Prehistoria Levantina, XXVIII, p. 139-206.
LLOBREGAT CONESA, E. (1963): Las cuevas de enterramiento
eneolíticas en el Reino de Valencia. Memoria de Licenciatura,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Valencia (ejemplar depositado en el SIP).
LLOBREGAT CONESA, E. (1966b): “Estudio de los megalitos
portuqueses por los Leisner, y las cuevas de enterramiento
múltiple del país valenciano”. Archivo de Prehistoria Levantina,
XI, p. 81-90.
LOMBA MAURANDI, J. y ZAPATA CRESPO, J. (2007): “El
enterramiento múltiple de Cabezos Viejos (Archena, Murcia):
reflexiones sobre secuencias funerarias calcolíticas”. Anales
de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Murcia, 21,
p. 9-38.
LÓPEZ PADILLA, J.A. (2006): “Consideraciones en torno
al ‘Horizonte Campaniforme de Transición’”. Archivo de
Prehistoria Levantina, XXVI, p. 193-243.
LÓPEZ SEGUÍ, E.J.; GARCÍA BEBIA, M.A. y ORTEGA PÉREZ,
J.R. (1990-91): “La Cova del Cantal (Biar, Alicante)”. Lucentum,
IX-X, p. 25-49.
LULL, V.; MICÓ, R.; RIHUETE, C. y RISCH, R. (1999): Ideología
y sociedad en la Prehistoria de Menorca. La Cova des Càrritx
y la Cova des Mussol. Consell Insular de Menorca, Ajuntament
de Ciutadella, Fundació Rubio Tudurí Andrómaco, Barcelona.
LULL, V.; MICÓ, R.; RIHUETE, C. y RISCH, R. (1999b): La
Cova des Mussol, un lugar de culto en la Menorca prehistórica.
Consell Insular de Menorca y “Sa Nostra” Obra Social y
Cultural, Barcelona.
MARTÍ OLIVER, B. (1981): “La Cova Santa (Vallada, Valencia)”.
Archivo de Prehistoria Levantina, XVI, p. 159-196.
MARTÍ OLIVER, B.y GIL SANCHO, J. (1978): “Perlas de Aletas
y Glóbulos del Cau Rabosser (Carcaixent, Valencia). Algunas
consideraciones sobre el Eneolítico Valenciano”. Archivo de
Prehistoria Levantina, XV, p. 47-68.
McCLURE, S.B.; GARCÍA PUCHOL, O. y CULLETON, B.J.
(2010): “AMS dating of human bone from Cova de la Pastora:
new evidence of ritual continuity in the prehistory of eastern
Spain”. Radiocarbon, 52 (1), p. 25-32.
McCLURE, S.; GARCÍA PUCHOL, O.; ROCA DE TOGORES,
C.; CULLETON, B.J. y KENNET, D. (2011): “Osteological
and paleodietary investigation of burials from Cova de la Pastora, Alicante, Spain”. Journal of Archeological Science, 38,
p. 420-428.
MOLINA BALAGUER, L. (2000): “El poblament prehistòric en la
vall mitjana del riu Gorgos (Marina Alta, Alacant)”. SaguntumPLAV, 32, p. 77-96.
MOLINA BURGUERA, G. y PEDRAZ PENALBA, T. (2000):
“Nuevo aporte al Eneolítico valenciano: la Cueva de las Mulatillas
(Villargordo del Cabriel, Valencia)”. Anales de Prehistoria y
Arqueología de la Universidad de Murcia, 16, p. 7-15.
OLIVER, A.; ARROYO, E. y FERNÁNDEZ, E. (2008):
“Secuencias genéticas matrilineales de los restos óseos humanos
de la Costa Lloquera (Castellón)”. Verdolay, 11, p. 37-48.
PASCUAL BENEYTO, J. (2010): “El Barranc de Beniteixir
(Piles, La Safor)”. Restes de vida, restes de mort. La Mort en
la Prehistòria. Museu de Prehistòria de València, València, p.
191-194.
PLA BALLESTER, E. (1954): “La Coveta del Barranc del Castellet,
Carrícola, Valencia”. Archivo de Prehistoria Levantina, V,
p. 35-63.
PLA BALLESTER, E. (1958): “La Covacha de Ribera (Cullera‑
Valencia)”. Archivo de Prehistoria Levantina, VII, p. 23-54.
PLA BALLESTER, E. (1964): “Los llamados brazaletes de arquero
y el Eneolítico Valenciano”. VIII Congreso Nacional de Arqueología (Sevilla‑Málaga, 1963). Zaragoza, p. 216-225.
REIMER, P.J.; BARD, E.; BAYLISS, A.; BECK, J.W.;
BLACKWELL, P.G.; BRONK RAMSEY, C.; BUCK,
C.E.; CHENG, H.; EDWARDS, R.L.; FRIEDRICH, M.;
GROOTES, P.M.; GUILDERSON, T.P.; HAFLIDASON, H.;
HAJDAS, I.; HATTE, C.; HEATON, T.J.; HOFFMANN, D.L.;
HOGG, A.G.; HUGHEN, K.A.; KAISER, K.F.; KROMER, B.;
MANNING, S.W.; NIU, M.; REIMER, R.W.; RICHARDS,
347
[page-n-26]
J. A. Soler, C. Roca de Togores, M. A. Esquembre, O. Gómez, J. D. Boronat, M. Benito, C. Ferrer y J. Bolufer
D.A.; SCOTT, E.M.; SOUTHON, J.R.; STAFF, R.A.;
TURNEY, C.S.M. y PLICHT, J. (2013): “Intcal 13 and Marine
13 Radiocarbon Age Calibration Curves, 0–50,000 Years Cal
BP”. Radiocarbon, 55 (4), p. 1869-1887.
RIHUETE HERRADA, C. (1999): “Los restos humanos de la
Cova del Mussol”. En V. Lull, R. Micó, C. Rihuete y R. Risch:
Ideología y sociedad en la Prehistoria de Menorca. La cova
des Càrritx y la Cova des Mussol. Consell Insular de Menorca,
Ajuntament de Ciutadella, Fundació Rubio Tudurí Andrómaco,
Barcelona, p. 445-449.
ROCA DE TOGORES MUÑOZ, C. y SOLER DÍAZ, J.A. (2010):
“Trepanaciones en la Prehistoria. Los casos datados por C14
de las cuevas de la Pastora (Alcoy) y En Pardo (Planes)”. En
A. Fernández y B. Soler (coords.): Restos de vida, restos de muerte. Museu de Prehistòria de València, València, p. 117-140.
ROCA DE TOGORES MUÑOZ, C. y SOLER DÍAZ, J.A. (2012):
“Restos humanos en la Cova d’en Pardo (Planes). Problemática
y avance de resultados de la investigación antropológica en una
cavidad de inhumación múltiple excavada en dos etapas: 19611965 y 1993-2007”. En J.A. Soler Díaz (coord.): Cova d’en Pardo.
Arqueología en la Memoria. Excavaciones de M. Tarradell, V.
Pascual y E. Llobregat (1961-1965), catálogo de materiales del
Museo de Alcoy y estudios a partir de las campañas del MARQ
(1993-2007) en la cavidad de Planes, Alicante. Fundación C.V.
MARQ y Ayuntamiento de Alcoy, Alicante-Alcoy, p. 193-204.
RODES, F.; SOLER, J.A.; ROCA DE TOGORES, C.; CHIARRI,
J.; CLOQUELL, B. y MARTÍ, J.B. (2006): “Paleopatología
traumática en dos cráneos encontrados en el nivel III de la Cova
d’en Pardo (Planes, Alicante)”. Marq. Arqueología y Museos,
1, p. 9-24.
SIMÓN GARCÍA, J.L. (1990): “Catálogo y estudio de los fondos
prehistóricos (del V al II milenio) de los Museos de La Marina
Alta”. Ayudas a la Investigación, 1986-87, vol. III. Instituto de
Estudios Juan Gil-Albert, Alicante, p. 105-122.
SOLER DÍAZ, J.A. (1997): “La Cova del Montgó en el marc del
fenomen funerari del III mil·lenni aC a la Marina Alta (Alacant).
Aguaits, 13-14, p. 127-156.
SOLER DÍAZ, J.A. (1997): Cuevas de inhumación múltiple en el
País Valenciano. Tesis Doctoral, Universidad de Alicante.
SOLER DÍAZ, J.A. (2000): “Cova d’en Pardo, Planes, Alicante:
cavidad de inhumación múltiple. Consideraciones en torno a
los niveles funerarios hallados en las campañas efectuadas en
1965”. En J.A. Soler y M. Olcina (coords.): Homenaje a Enrique Llobregat, I. Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, Alicante,
p. 157-199.
SOLER DÍAZ, J.A. (2002): Cuevas de Inhumación Múltiple en
la Comunidad Valenciana. Bibliotheca Archeologica Hispana,
17 - MARQ, Serie Mayor 2, Real Academia de la Historia Diputación Provincial de Alicante, Madrid - Alicante, 2 vols.
SOLER DÍAZ, J.A. (2007) “La Cova Ampla del Montgó y el Museo Arqueológico Provincial de Alicante. Apuntes sobre el catálogo de piezas que conserva el MARQ”. En J.A. Soler (ed.):
La Cova del Montgó (Xàbia, Alicante). Catálogo de Fondos del
MARQ, 7, MARQ-Diputación de Alicante, Alicante, p. 15-43.
SOLER DÍAZ, J.A. (2013): “A nueve décadas de Villa Filomena.
Luces y sombras del proceso de investigación de los poblados
con hoyos del Neolítico y el Calcolítico Valenciano”. En
J.A. Soler Díaz (ed.): Villa Filomena, Vila-real (Castelló de la
Plana). Memoria de una excavación nonagenaria. Un poblado de
348
silos con campaniforme. Monografies de Prehistòria i Arqueologia
Castellonenques, 9, Servei d’Investigacions Arqueològiques i
Prehistòriques, Diputació de Castelló, p. 79-183.
SOLER DÍAZ, J.A. y ROCA DE TOGORES MUÑOZ, C. (2012):
“Ritual funerario en la Cova d’en Pardo ca. 3350-2850 CAL
ANE: espacialidad, cronología y territorio cultural”. En J.A. Soler Díaz (coord.): Cova d’en Pardo. Arqueología en la Memoria.
Excavaciones de M. Tarradell, V. Pascual y E. Llobregat (19611965), catálogo de materiales del Museo de Alcoy y estudios a
partir de las campañas del MARQ (1993-2007) en la cavidad
de Planes, Alicante. Fundación C.V. MARQ y Ayuntamiento de
Alcoy, Alicante-Alcoy, p. 205-248.
SOLER, J.A.; GÓMEZ, O. y ROCA DE TOGORES, C. (2014):
“Excavaciones en la Cova del Randero de Pedreguer. Antecedentes
y avance de resultados”. En M. Olcina y J.A. Soler (eds.): II
Jornadas de Arqueología y Patrimonio Alicantino. Arqueología
en Alicante en la primera década del s. XXI. Revista MARQ.
Arqueología y Museos, Extra 01, Alicante, p. 189-195.
SOLER, J.A.; ROCA DE TOGORES, C. y FERRER, C. (2010):
“Cova d’en Pardo. Precisiones sobre la cronología del fenómeno
de la inhumación múltiple”. En A. Fernández y B. Soler (coords.):
Restos de vida, restos de muerte. La muerte en la Prehistoria.
Museu de Prehistòria de València, València, p. 195-201.
SOLER, J.A.; ROCA DE TOGORES, C. y RODES, F. (2008): “Lesiones en individuos neolíticos de la Cova d’en Pardo (Planes,
Alicante). Mecanismos, circunstancias y cronología”. Actas de
las Jornadas de Antropología Física y Forense, Alicante, 2930 de junio de 2006. Instituto Alicantino de Cultura Juan GilAlbert, Alicante, p. 27-46.
SOLER J.A.; FERRER, C.; GONZÁLEZ, P.; BELMONTE, D.;
LÓPEZ, J.A.; IBORRA, P.; CLOQUELL, B.; ROCA DE
TOGORES, C.; CHIARRI, J.; RODES, F. y MARTÍ, J.B.
(1999): “Uso funerario al final de la Edad del Bronce de la Cova
d’en Pardo, Planes, Alicante. Una perspectiva pluridisciplinar”.
Recerques del Museu d’Alcoi, 8, p. 111-117.
SOLER, J.A.; MOLINA, F.J.; GARCÍA ATIÉNZAR, G.; ROCA
DE TOGORES, C. y DOMÉNECH, E. (2012): “Catálogo de
los materiales de la Cova d’en Pardo depositados en el Museo
Arqueológico de Alcoy. Intervenciones arqueológicas de 1961
y 1965 en la cavidad de Planes, Alicante”. En J.A. Soler Díaz
(coord.): Cova d’en Pardo. Arqueología en la Memoria. Excavaciones de M. Tarradell, V. Pascual y E. Llobregat (19611965), catálogo de materiales del Museo de Alcoy y estudios a
partir de las campañas del MARQ (1993-2007) en la cavidad
de Planes, Alicante. Fundación C.V. MARQ y Ayuntamiento de
Alcoy, Alicante-Alcoy, p. 81-147.
SOLER, J.A.; ESQUEMBRE, M.A.; BORONAT, J.D. y
BOLUFER, J. (2013): “Catálogo de piezas de la Cova del
Barranc del Migdia de Xàbia”. En Art i Mort al Montgó. La
Cova del Barranc del Migdia de Xàbia. Rituales funerarios del
III milenio a.C. Fundación C.V. MARQ, Alicante, p. 61-75.
TEJERINA, D.; BOLUFER, J.; ESQUEMBRE, M.A. y ORTEGA,
J.R. (2012): “Documentación 3D de pinturas rupestres con
Photomodeler Scanner: los motivos esquemáticos de la Cova
del Barranc del Migdia (Xàbia, Alicante)”. Virtual Archaeology
Review, 3 (6), p. 64-67.
UBELAKER, D.H. (2007): Enterramientos humanos. Excavación,
análisis, interpretación. Munibe, Suplemento 24, Sociedad de
Ciencias Aranzadi, Donostia.
[page-n-27]