Arqueología en blanco y negro: la labor del SIP 1927-1950
Helena Bonet Rosado
María Jesús de Pedro Michó
Ángel Sánchez Molina
Carlos Ferrer García
2006
, ISBN 84-7795-438-0
978-84-7795-438-5 , 336 p.
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Arqueología
en blanco y negro
La labor del SIP: 1927-1950
H ELENA B ONET R OSADO , M ARÍA J ESÚS DE P EDRO M ICHÓ ,
A NGEL S ÁNCHEZ M OLINA Y C ARLOS F ERRER G ARCÍA
(C OORDS .)
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Arqueología
en blanco y negro
La labor del SIP: 1927-1950
Textos de:
R OSA A LBIACH D ESCALS , C ARMEN A RANEGUI G ASCÓ , J OAN E MILI A URA T ORTOSA ,
H ELENA B ONET R OSADO , M ARÍA J ESÚS DE P EDRO M ICHÓ , R OSA E NGUIX A LEMANY,
C ARLOS F ERRER G ARCÍA , Y OLANDA F ONS G RAU , C ARLOS G ÓMEZ B ELLARD , M ANUEL
G OZALBES F ERNÁNDEZ DE PALENCIA , J OAQUIM J UAN C ABANILLES , M AURO H ERNÁNDEZ
P ÉREZ , M ARY L UZ I VORRA F OLGADO , C ONSUELO M ARTÍN P IERA , C ONSUELO M ATA
PARREÑO , J OSEP L LUÍS PASCUAL B ENITO , T RINIDAD PASÍES O VIEDO , M ARÍA A MPARO
P EIRÓ R ONDA , R AFAEL P ÉREZ M ÍNGUEZ , A NGEL S ÁNCHEZ M OLINA , A LFRED S ANCHIS
S ERRA , I NOCENCIO S ARRIÓN M ONTAÑANA , J OSEP M ARIA S EGURA M ARTÍ , L UCÍA S ORIA
C OMBADIERA , VALENTÍN V ILLAVERDE B ONILLA Y J AIME V IVES -F ERRÁNDIZ S ÁNCHEZ
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Este libro se ha editado con motivo de la
exposición temporal Arqueología en Blanco
y Negro. La labor del SIP: 1927-1950,
inaugurada el día 29 de noviembre de 2006.
Equipo mantenimiento
Vicente Calafat Ferrer
Jesús Aroca Castillo
Javier Serrano Jumilla
DIPUTACIÓN DE VALENCIA
Ayudantes de montaje
José Tamarit Dolz
Amadeo Moliner Blay
Presidente
Fernando Giner Giner
Diputado del Área de Cultura
Vicente Ferrer Roselló
Directora del Museo de Prehistoria y del SIP
Helena Bonet Rosado
Jefe de la Unidad de Difusión, Didáctica y Exposiciones
Santiago Grau Gadea
Proyecto expositivo y documentación
María Jesús de Pedro Michó
Angel Sánchez Molina
Carlos Ferrer García
Francesc Chiner Vives
Grafismo y dibujo
Francesc Chiner Vives
Angel Sánchez Molina
Didáctica
Laura Fortea Cervera
Eva Ripollés Adelantado
Restauración
Trinidad Pasíes Oviedo
María Amparo Peiró Ronda
Inocencio Sarrión Montañana
Alía García Martín
Traducción al valenciano
Unitat de Normalització Lingüística de la
Diputación de Valencia
Servicio de Investigación Prehistórica
Gestión administrativa
Josep Marí Mollà
Vita Korolevych
Producción montaje
Alfonso Nácher Nácher
Artesanos Hermanos Ferrer SL
Blanco y Negro Profesional SL
Galería Cuatro
Carpintería Sebastián López
Sfumato
Símbols. Senyalització Integral
Audiovisual
Montaje: Nisa Digital
Imágenes: IVAC. Ricardo Muñoz Suay. Filmoteca
Valenciana
Composición musical
Luis Ivars
Rotulación
Símbols. Senyalització Integral
Pascual Lucas
Colaboración montaje
Matilde López Guaita
Isabel Villanueva Redondo
Celeste Serra Aracil
María Jesús Navarro Máñez
Ángela Pérez Fernández
Carmen Tormo Cuñat
Guillermo Tortajada Comeche
Halima Afrifa de Haro
José Martí Ferriol
Carmen García-Romeu del Romero
Agradecimientos
Ajuntament d’Elx
Ajuntament d’Atzeneta d’Albaida
Ajuntament de Barx
Ayuntamiento de Caudete de las Fuentes
Ayuntamiento de Enguera
Arxiu Històric de la Universitat de València
Colegiata de la Asunción de N. S. de Xàtiva
Departament de Prehistòria i Arqueologia de la
Universitat de València
Departament de Prehistòria, Història Antiga i
Arqueologia de la Universitat de Barcelona
MARQ Alicante. Diputación Provincial de Alicante
Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC)
Museu Arqueològic Municipal Camil Visedo Moltó
d’Alcoi
Museu de la Valltorta. Generalitat Valenciana
Bernat Martí Oliver y Rafael Fambuena
Arturo Climent, Isabel Chaume, Miguel Pablo Chaume,
Salvador Donet, Julián Fernández (Monferval), Josep
Maria Fullola i Pericot, Amparo García, Carme GómezSenent, Alonso Gràcia, Irene Manclús, Abel Soler, familia
de Emili Gómez Nadal y familia de Francisco Porcar
Archivo documental y fotográfico
Archivo SIP
Archivo General y Fotográfico de la Diputación Provincial
de Valencia
Archivo Familia Fullola-Pericot
Archivo Familia Chaume
Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC)
Museu Arqueològic Municipal Camil Visedo Moltó
d’Alcoi
Museu de la Valltorta. Generalitat Valenciana
Diseño gráfico y maqueta catálogo
Estudio 55
Realización e impresión catálogo
Pentagraf Impresores SL
© de los textos: los autores
© de las imágenes: Diputación de Valencia
© de la edición: Diputación de Valencia
ISBN edición: 84-7795-438-0
Depósito Legal: V- -2006
Impreso en España / Printed in Spain
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Es una satisfacción para la Diputación de Valencia presentar la exposición Arqueología en
Blanco y Negro. La labor del Servicio de Investigación Prehistórica: 1927-1950, poniendo así de
manifiesto el interés de nuestra corporación por difundir, en esta ocasión a través de la fotografía
arqueológica, la importancia de esta pionera institución científica.
La muestra nos sumerge en la etapa inicial de la historia del SIP y su museo, cuando
aquellas inolvidables excavaciones descubren los hallazgos más emblemáticos del Museo de
Prehistoria, cuando se crea una de las bibliotecas especializadas en prehistoria más importantes de España y cuando a través de sus publicaciones se da a conocer, a nivel internacional, la riqueza patrimonial valenciana. Así, en los años 30 del siglo xx, yacimientos como la
Bastida de les Alcusses de Moixent, la Cova del Parpalló de Gandia, Cova Negra de Xàtiva
o el Tossal de Sant Miquel de Llíria eran ya un referente en la arqueología peninsular y todo
ello gracias a un grupo de entusiastas arqueólogos y colaboradores, como Luis Pericot o
Domingo Fletcher que, bajo la Dirección de Isidro Ballester, creyeron y se identificaron con
la institución.
Toda aquella etapa está recogida en este catálogo donde el archivo fotográfico del SIP
es un testimonio excepcional de los trabajos científicos y de la metodología de una época
pero, además, es una valiosa documentación histórica pues, a través de la imagen, los protagonistas del SIP retrataron personajes, costumbres y parajes arqueológicos únicos.
Sirvan estas líneas para expresar nuestra gran admiración por aquella generación de
arqueólogos valencianos que estableció los criterios de trabajo e investigación y, en definitiva, creó la sólida base institucional que marcaría la trayectoria del Servicio de Investigación
Prehistórica de la Diputación de Valencia hasta nuestros días.
Fernando Giner Giner
Presidente de la Diputación de Valencia
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El archivo fotográfico, documental y bibliográfico del SIP se muestra por primera vez al
público en una exposición retrospectiva sobre su trayectoria científica e institucional.
Arqueología en Blanco y Negro. La labor del SIP: 1927-1950 nos relata la gestación de esta
institución pionera en su tiempo, creada en el seno de la Diputación de Valencia en el año
1927, de gran prestigio en la prehistoria y protohistoria peninsular. Su merecida fama no se
limita al campo de la investigación sino a los importantes esfuerzos que se hicieron en los
años 30 y 40 del siglo XX cuando se formaron las primeras colecciones museográficas procedentes de las excavaciones y adquisiciones que, poco a poco, irían creando unos fondos
museísticos de un gran valor patrimonial que hoy pueden contemplarse en las salas del
Museo de Prehistoria de la Diputación de Valencia.
Además de ser un homenaje a la memoria de la institución, la fotografía arqueológica
es un documento excepcional para conocer el entorno sociocultural de la época al mostrarnos las personas y los descubrimientos arqueológicos de aquellos años y la forma de concebir el trabajo del día a día del Museo de Prehistoria en la primera mitad del siglo XX.
La exposición, estructurada en cinco ámbitos que hacen referencia a la creación del SIP,
sus excavaciones arqueológicas, el laboratorio de restauración, el museo y la biblioteca,
recrea el ambiente de la época y narra la historia de la institución, utilizando para ello como
hilo conductor, las magníficas fotografías realizadas por sus miembros y colaboradores.
Acompaña a la muestra el libro Arqueología en Blanco y Negro. La labor del SIP: 1927-1950
concebido como una obra colectiva en la que intervienen 26 investigadores procedentes del propio
SIP y de las Universidades de Valencia y Alicante, y que desde sus especialidades escriben, con una
mirada historicista, sobre las secciones, actividades y piezas más emblemáticas de la institución.
Finaliza el catálogo con una selección de más de cien imágenes procedentes del archivo fotográfico del SIP que recogen los múltiples aspectos que rodeaban los trabajos de esta institución.
Estamos seguros que esta mirada fotográfica al remoto pasado de la vida del SIP contribuirá a comprender mejor la historia de la arqueología valenciana y a valorar aquella
incansable capacidad de trabajo, entusiasmo y espíritu de colaboración de nuestros pioneros
arqueólogos.
Vicente Ferrer Roselló
Vicepresidente 1º y Diputado del Área de Cultura
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En otoño de 2003 se abrieron al público las salas permanentes dedicadas al mundo
romano y visigodo del Museo de Prehistoria de Valencia. Era la culminación de un proyecto
museístico iniciado años atrás en el que, en mayor o menor medida, todo el equipo humano
del Servicio de Investigación Prehistórica colaboró. Inmersos en dicho proyecto, y en la elaboración del correspondiente catálogo, la conmemoración del 75 aniversario de la institución, en octubre de 2002, quedó de alguna manera relegada a un segundo plano.
Ha pasado el tiempo y cierto sentimiento de deuda hacia aquellas personas pioneras
de nuestra labor se ha ido haciendo fuerte y nos ha llevado, años después, a la realización de
esta exposición, Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950. Así, casi
ochenta años después de que el SIP y su Museo iniciaran su andadura, queremos dar a conocer la historia de la institución y de las personas que la hicieron posible, con gran mérito
dadas las difíciles circunstancias de los años en que se desarrollaron los acontecimientos. Y
lo hacemos, sobre todo, mediante las imágenes recogidas en el Archivo Fotográfico del SIP,
en su mayoría desconocidas, y las piezas más relevantes de las colecciones iniciales del
Museo.
De nuevo, en la realización del proyecto ha sido decisiva la implicación de todas las
personas que formamos parte de la institución, aportando en cada caso nuestro esfuerzo y
dedicación, así como la de un buen número de profesionales que han participado en la redacción de los textos de este catálogo. A todos y todas quiero agradecer desde estas líneas su
desinteresada colaboración, y de forma muy especial al equipo responsable de la coordinación tanto de la exposición como del catálogo, María Jesús de Pedro, Francesc Chiner, Carlos
Ferrer y Ángel Sánchez, y a aquellas personas, como Bernat Martí y Rafael Fambuena, que
hoy por hoy constituyen nuestro vínculo con la historia pasada.
Helena Bonet Rosado
Directora del Museo de Prehistoria y SIP
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Í NDICE
17
El Servicio de Investigación Prehistórica
y la Arqueología Valenciana
Mauro Hernández Pérez y Rosa Enguix Alemany
33
La creación del Laboratorio de Arqueología
de la Universidad de Valencia: entre
la Escuela Superior de Diplomática y
«por la ciencia hacia Dios»
Joan Emili Aura Tortosa
47
Isidro Ballester Tormo y la creación del
Servicio de Investigación Prehistórica
María Jesús de Pedro Michó
67
La Statera de la Colección Federico Motos
Rosa Albiach Descals y Rafael Pérez Mínguez
141
Un plomo escrito y un jinete de bronce.
Percepciones y usos de dos piezas de la
Bastida de les Alcusses
Jaime Vives-Ferrándiz Sánchez
149
La colección de plaquetas de la Cova del
Parpalló (Gandia)
Valentín Villaverde Bonilla
157
El parietal de la Cova Negra de Xàtiva
Valentín Villaverde Bonilla
Excavar a principios del siglo
XX
Helena Bonet Rosado
83
135
Las primeras publicaciones del SIP: Archivo
de Prehistoria Levantina, Memorias
Anuales y Treballs Solts/Trabajos Varios
163
Primeros estudios en torno a la fauna
musteriense de la Cova Negra de Xàtiva
Alfred Sanchis Serra e Inocencio Sarrión Montañana
171
Joaquim Juan Cabanilles y Manuel Gozalbes
Fernández de Palencia
95
El Laboratorio de Restauración del
Museo de Prehistoria de Valencia
Trinidad Pasíes Oviedo y María Amparo Peiró Ronda
La Biblioteca del Servicio de Investigación
Prehistórica
Consuelo Martín Piera, Yolanda Fons Grau y
Mary Luz Ivorra Folgado
105
177
Joaquim Juan Cabanilles
183
189
La Covalta y Casa del Monte, dos pájaros
de un tiro
La colección Ponsell y los vínculos de
Alcoi con el SIP
Josep Maria Segura Martí
131
Las colecciones de Ibiza y Ampurias en el
Museo de Prehistoria de Valencia
Carlos Gómez Bellard
La Ereta del Pedregal (Navarrés, Valencia)
Joaquim Juan Cabanilles
197
Consuelo Mata Parreño y Lucia Soria Combadiera
125
La Cueva de la Cocina y el arte epipaleolítico
Josep Lluís Pascual Benito
El Archivo Fotográfico del Servicio de
Investigación Prehistórica
Ángel Sánchez Molina y Carlos Ferrer García
119
El SIP y el Institut d’Estudis Valencians
Corpus Vasorum Hispanorum. Cerámica
del Cerro de San Miguel. Liria
Carmen Aranegui Gascó
203
Catálogo
317
Bibliografía
330
Volver la mirada. Las personas
de la Institución
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Arqueología
en blanco y negro
Textos
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El Servicio de Investigación Prehistórica
y la Arqueología Valenciana
Mauro Hernández Pérez
Universidad de Alicante
Rosa Enguix Alemany
Catedrática de Instituto
La creación del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en
1927 marca un punto de inflexión importante en el desarrollo y conocimiento de la arqueología valenciana, al convertirse la institución, durante años, en el referente para la investigación prehistórica y de la Cultura
ibérica regionales. Heredero de una larga tradición que hunde sus raíces
en los siglos anteriores, el SIP, como es conocido dentro y fuera de nuestras tierras, nace con la vocación de rebasar los límites provinciales para
incluir las tierras de Castellón y Alicante, según recoge Isidro Ballester en
la Memoria de la Diputación de Valencia correspondiente al año 1928,
en un texto que, por su indudable interés, no dudamos en reproducir: «la
Diputación provincial de Valencia, cabeza de una región, siempre rica
por su suelo, que recibiera de modo director y eficaz la fecunda influencia de las grandes culturas antiguas del Oriente mediterráneo, había de
preocuparse también de su remoto pasado. Los hallazgos de pinturas en
las Cuevas de la Araña (Bicorp) y las de los términos de Tírig y
Albocácer; los frecuentes descubrimientos de estaciones de épocas diversas; las fructuosas excavaciones practicadas aisladamente, y con toda
clase de sacrificios, por personas beneméritas; los hallazgos casuales,
como las joyas de Cheste, el tesoro de Jávea y la Dama de Elche, bello e
interesante busto expatriado de una levantina de siglos antes de
Jesucristo; todo demostraba la exuberante riqueza arqueológica del suelo
de nuestra región, apenas explorado» (Ballester, 1929: 6). Ciertamente, el
SIP devendrá muy pronto un referente de la investigación arqueológica
hispana y un modelo a imitar por otras diputaciones provinciales.
Los precedentes
La historiografía tradicional sitúa en el siglo XVI las primeras noticias
sobre el patrimonio arqueológico valenciano de la mano de Pere Antoni
Beuter (ca. 1490-1555) y de Gaspar Escolano (1560-1619), momento también de la formación de las primeras colecciones de medallas y monedas,
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
como la reunida por Juan Bautista Pérez Rubert, obispo de Segorbe, o Juan
Andrés Strany. Serían, no obstante, los novatores e ilustrados del siglo XVIII
quienes deben ser considerados como los verdaderos pioneros de la
arqueología valenciana por la rigurosidad de sus trabajos en los que, junto
a un detenido análisis de los textos clásicos y la crítica a los falsos cronicones, incorporan noticias sobre monedas, inscripciones, esculturas y restos
arquitectónicos monumentales de las ciudades romanas de nuestro territorio. En este sentido conviene recordar las excavaciones en Sagunt del castellonense Manuel Martí, deán de Alicante; los trabajos de crítica histórica de Gregorio Mayans (1699-1781) y de su hermano Juan Antonio
(1718-1801), autor éste último de una monografía dedicada a Ilice que
sitúa en L’Alcúdia d’Elx; y las noticias arqueológicas recogidas en las
Observaciones del propio Antonio José Cavanilles (1745-1804), con una
detenida descripción de sus excavaciones en Els Banys de la Reina de Calp,
acompañada de cuidados dibujos de sus construcciones y mosaico.
Antonio de Valcárcel Pío de Saboya (1748-1808), Conde de Lumiares, es
considerado «la primera figura de sabio valenciano ilustrado y arqueólogo» (Aranegui, 2003: 49) por sus trabajos sobre la cerámica romana —los
llamados «barros saguntinos»— y los orígenes de Lucentum, que identifica con Alicante. Su obra Inscripciones y Antigüedades del Reino de
Valencia, redactada en 1805 y publicada con ilustraciones de Antonio
Delgado en 1852, inaugura una nueva etapa en la arqueología valenciana
que se extendería por todo el siglo, caracterizado por la aparición de los
primeros museos y sociedades preocupadas por la recuperación y estudio
de nuestro Patrimonio Histórico.
La desamortización de los bienes de la Iglesia supuso la creación de
sucesivos organismos —Comisiones Especiales de Ciencias y Artes,
Recolectoras, Científicas y Artísticas— que darían lugar en 1844 a las
Comisiones Provinciales de Monumentos Histórico-Artísticos
(Navarrete, 2001), impulsoras de los primeros museos provinciales. El
de Alicante se abre en 1842 en el Colegio de Santo Domingo de Orihuela
y tres años después el de Castellón (1845) en el antiguo Convento de
Santa Clara, mientras el de Valencia, bajo la dirección de la Academia
de San Carlos, se inauguró en 1839 en el Convento del Carmen.
Al margen de los organismos oficiales, a menudo coartados sus trabajos por la intromisión política, se crea en 1871 la Sociedad
Arqueológica Valenciana (SAV) en el seno de la Sociedad Económica de
Amigos del País, que supone la continuación de la tradición de anticuarios
y coleccionistas, característica de los siglos anteriores (Goberna, 1981), no
en vano sus miembros fundadores eran conocidos coleccionistas de monedas. Entre los objetivos de sus estudios se mencionan «las ciencias arqueológicas, considerándose como tales las de Prehistoria, Arqueología,
Numismática, Paleografía y Bellas Artes», creándose una Comisión
18
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El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
Portada del libro de Juan
Vilanova y Piera: Origen,
naturaleza y antigüedad
del hombre. 1872.
Prehistórica en la que, a instancias de José Vilanova y Piera, se propone
potenciar y animar a la realización de excavaciones arqueológicas en algunos yacimientos que formarán parte, más tarde, de la historia de investigación del SIP. Es el caso de la Ereta del Pedregal, en Navarrés (Valencia),
o la Moleta dels Frares, en Forcall (Castellón). Merced a una cuidada y
selecta red de corresponsales, la Sociedad Arqueológica Valenciana, según
reflejan sus memorias anuales (Papí, 2002a), tiene conocimiento de los
hallazgos arqueológicos que se producen en todo el territorio valenciano,
entre los que destaca la Cueva de Roca, en Orihuela, y de una cueva sepulcral en Requena, con 15 ó 20 cadáveres, «hachas de cobre, flechas de
pedernal, cuencos de barro moldeados a mano toscamente y algún otro
vestigio de gentes prehistóricas» (Papí, 2002b: 278). Ante un intento frustrado de participar en la Exposición Universal de París con algunas de sus
colecciones, organizaron, junto a otras instituciones, la primera exposición arqueológica que se realizó en 1878 en Valencia. La Sociedad se
disuelve en torno a 1883 ó 1884, coincidiendo con los primeros años de
Lo Rat Penat, que en 1879 ya dispone de una sección de Arqueología en
la que se integran muchos de sus miembros.
Todos estos descubrimientos valencianos se incorporan pronto a la
literatura arqueológica hispana gracias a su publicación en los trabajos
de Juan Vilanova y Piera, que por lazos familiares estaría ligado a esta
institución, aunque no figura entre sus miembros. Su magisterio, aunque
lejano, queda patente en dos excepcionales descubrimientos que por
esos años se producirían en las tierras alicantinas: Les Llometes, en
Alcoi, y la Cueva de Roca, en Orihuela.
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
En el primero, descubierto en 1884, intervino en su excavación el
ingeniero Enrique Vilaplana y Juliá, siempre en contacto epistolar con Juan
Vilanova y Piera, redactando ambos una Memoria que permanecería inédita hasta su parcial inclusión en la Historia de Alcoy y su región de Remigio
Vicedo (1922). Los restos humanos recuperados en las excavaciones de esta
cueva eneolítica generarían una extraordinaria polémica en la prensa local
entre creacionistas y evolucionistas, en la que participaría el propio
Vilanova (Aura Tortosa, 2002; Goberna, 1984). También estaría relacionado éste con los trabajos realizados en 1871 por el ingeniero militar Santiago
Moreno Tovillas en la Cueva de Roca, en Orihuela, cuya Memoria sería
publicada por el SIP en su Serie de Trabajos Varios, con el número 7, en
1942 y con anotaciones de Nicolau Primitiu Gómez Serrano, que I.
Ballester calificaría como un «treball de qualitat per a la seua època».
En el último tercio del siglo XIX destacan varias empresas individuales, en las que participarían antiguos socios correspondientes de la SAV.
Una de ellas es la edición de los siete volúmenes de El Archivo, publicados entre 1886 y 1893, primero en Denia y después en Valencia, bajo la
dirección de Roque Chabás, cuyo contenido ha sido objeto de un detenido análisis por parte de Enrique Llobregat con ocasión de su publicación
en facsímil. Por otro lado, Aureliano Ibarra Manzoni (1834-1890) realiza una intensa actividad arqueológica en L’Alcúdia y Vizcarra, en Elche,
que permite identificar definitivamente a la primera con Ilice. Su trabajo
sería continuado por su hermano Pedro Ibarra y Ruiz, creador de la
Sociedad Arqueológica Ilicitana y recopilador de una importante colección arqueológica que tras su muerte constituiría los materiales fundacionales del actual Museo Arqueológico de Elche. Su nombre estaría ligado
a los avatares del descubrimiento y posterior venta de la Dama de Elche
(Olmos, 1997; Manzo Martín, 1997), hallada de manera accidental en
L’Alcúdia en 1897 y adquirida por 4.000 francos para el parisino Museo
del Louvre por Pierre Paris, como antes había hecho Arthur Engel con
otras esculturas ibéricas alicantinas procedentes de Agost —esfinge y
toro, descubiertas en 1893— y un grifo y cabeza de toro de Redován. El
interés de los franceses por L’Alcúdia motivaría una actuación arqueológica en 1898, en la que se recuperaría un fragmento de torso de guerrero con falcata, que también ingresaría en el Museo del Louvre, y una
campaña de excavaciones —la primera realizada por arqueólogos extranjeros en las tierras valencianas—, dirigida por Albertini en 1905.
Con el inicio del siglo XX desaparece esta rica tradición de eruditos, investigadores y coleccionistas valencianos, coincidiendo, en palabras de I. Ballester, con «una època en què en Espanya encara es treballava poc en esta classe d’investigacions». No obstante, en este tiempo
se llevan a cabo los trabajos de excavación e investigación realizados
por el jesuita Julius Furgús entre 1902 y 1908 en la Vega Baja del
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El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
Segura, en la necrópolis eneolítica de Algorfa y poblados argáricos
como el de San Antón de Orihuela, ya conocido por S. Moreno Tovillas,
y el de las Laderas del Castillo de Callosa del Segura, investigación que
el propio I. Ballester no duda en calificar «entre els treballs més importants, i ens atrevim a dir que pitjor coneguts, dels que interessen als prehistoriadors valencians» con ocasión de una cuidada edición en valenciano de estos resultados en la serie Treballs Solts del SIP, a pesar de las
dificultades impuestas por la Guerra Civil que impidieron la publicación de uno de sus artículos y la incorporación de nuevas fotografías de
los materiales arqueológicos recuperados en sus excavaciones. Los
materiales hallados se depositaron en el Museo del Colegio de Santo
Domingo, siendo alabados por sus contemporáneos (Barberá, 1909;
Siret, 1913), y acabarían dispersándose tras el cierre del colegio jesuita
y los avatares de la Guerra Civil. Muchos de estos yacimientos de la
Vega Baja del Segura serían visitados por Luis Siret, que mostró su discrepancia con algunas de las interpretaciones de J. Furgús.
En la segunda década del siglo XX la investigación arqueológica
valenciana cobraría nuevo impulso con la realización de diversas excavaciones o prospecciones, como las de Parpalló, Meca o Peña Roja, con
la creación del Centro de Cultura Valenciana, la Sociedad Castellonense
de Cultura, la publicación de obras generales con continuas referencias
a hallazgos y yacimientos, entre las que cabría citar La antigua civilización ibérica del Reino de Valencia, de Francisco Almarche Vázquez, en
1918, y entre 1918 y 1922 la Geografía General del Reino de Valencia,
dirigida por Francesc Carreras i Candi, a lo que hay que añadir la aparición de una nueva generación de investigadores y la incorporación de
otros foráneos, atraídos por los descubrimientos de arte rupestre en todo
el territorio valenciano.
El Centro de Cultura Valenciana, creado en 1915 bajo el mecenazgo
de la Diputación Provincial y el Ayuntamiento de Valencia, desplegó un
gran interés por los temas arqueológicos, especialmente a partir de 1928
cuando se crea la sección de Prehistoria presidida por N. P. Gómez Serrano.
Una revisión de sus Anales permite conocer la actividad prospectora y de
recogida de noticias durante estos años. Lo mismo sucede con el Boletín de
la Sociedad Castellonense de Cultura, publicado a partir de 1920, que se
convierte en el heraldo de la actividad cultural de la provincia y en el que
ocupan un lugar señalado las noticias arqueológicas y prehistóricas. Los
descubrimientos y estudios de las pinturas rupestres descubiertas en las tierras castellonenses ocupan un amplio espacio en el Boletín, pero también
otros trabajos realizados en Villa Filomena y en diversas estaciones ibéricas. En 1913 y 1914 Herminio Fornés excava el poblado ibérico de
Rotxina, a la orilla del Palancia, en el término de Sot de Ferrer, con permiso de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades.
21
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Isidro Ballester, Adolf
Schulten, Manuel Vidal,
Mariano Jornet y Domingo
Fletcher de visita a un
yacimiento arqueológico.
Hacia 1932.
[Pasta. SIP 3.525]
A la consolidación de la arqueología valenciana en esta década
contribuye la realización de una serie de excavaciones que, con permiso
de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades, se realizarían en
algunos yacimientos de Alicante y Valencia, pronto incorporados a la
historia del SIP, ya sea por la participación directa de Isidro Ballester y
Lluís Pericot o de algunos de sus agregados, como por integrarse sus
materiales en los fondos fundacionales de su Museo. De todas estas
actuaciones conviene destacar aquí las realizadas en Alcoi, por las estrechas relaciones que mantendrían con el recién creado SIP. Así, las excavaciones de C. Visedo en el poblado y santuario ibéricos de La Serreta
22
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El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
De izquierda a derecha:
Lluís Pericot, Isidro
Ballester, Adolf Schulten,
Manuel Vidal, Emili Gómez
Nadal y Julián San Valero
durante una comida.
Hacia 1933.
[Domingo Fletcher. Pasta.
SIP 3.524]
(Visedo, 1922), las realizadas en el poblado ibérico de El Xarpolar, excavado por F. Ponsell (Pericot, 1929), en los poblados de la Edad del
Bronce de Mas de Menente (Ponsell, 1926; Pericot y Ponsell, 1929) y
Mola Alta de Serelles (Botella, 1926 y 1928) y el inicio de los trabajos
en la Cova de la Sarsa, en Bocairent, que el SIP encargó a Fernando
Ponsell.
En esa misma década la Comisión Provincial de Monumentos de
Alicante se muestra significativamente activa, tras la incorporación de José
Lafuente Vidal, Francisco Figueras Pacheco y Juan José Senent, que años
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
antes había realizado una intensa labor arqueológica en Castellón, sin
duda favorecida por su condición de Inspector de Enseñanza, y que luego
continuaría en Valencia, figurando como uno de los agregados del SIP. De
aquellos años conviene recordar los primeros trabajos en L’Albufereta de
Alicante, en la necrópolis ibérica de El Molar, en San Fulgencio y en la
Font de la Barcella en La Torre de les Maçanes, además de las noticias dispersas sobre yacimientos arqueológicos en el Vinalopó de Daniel Jiménez
de Cisneros, colaborador, asimismo, del volumen dedicado a Alicante en
la Geografía General del Reino de Valencia. Para estos años también conviene recordar los trabajos de Pedro Ibarra, cuya monografía Elche:
Materiales para su historia (1926) constituye una excepcional fuente de
documentación sobre yacimientos del Bajo Vinalopó, que se complementa con su manuscrito Efemérides Ilicitanas, lamentablemente inédito. Por
otro lado, Elías Abad Navarro menciona una cueva sepulcral calcolítica
en las laderas de La Mola, en Novelda, aguas abajo de la Cova de la
Serreta de la Vella, en Monòver, conocida por Juan Vilanova y Piera.
Cabría señalar, asimismo, las excavaciones en 1924 de J. Corominas i
Roca, del Institut d’Estudis Catalans, en las Laderas del Castillo de
Callosa del Segura y en la necrópolis ibérica de Oliva, en Valencia. En esta
misma década se inician en Castellón los trabajos de campo de Francesc
Esteve Gálvez, todavía alumno de Bachillerato (Esteve, 2003), que acompañaría, junto con Juan Bautista Porcar, a Pere Bosch Gimpera a varios de
los yacimientos descubiertos por esos años, entre los que se encuentran el
poblado y necrópolis en silos con cerámica campaniforme de Villa
Filomena y el poblado del Bronce Tardío/Final de El Castellet, ampliamente referenciados en la bibliografía arqueológica valenciana. En aquella
visita le comentaron a Bosch que «seria molt profitós disposar d’un estudi de conjunt que reculla tot allò que es coneix de l’arqueologia provincial, que siga punt de referència que ens done a conèixer els problemes que
tenim plantejats i la tasca que convendria fer» (Esteve Gálvez, 2003: 48),
al que pronto contribuye con una extraordinaria síntesis de arqueología
provincial (Bosch Gimpera, 1924) en la que da cuenta de yacimientos y
colecciones, con referencias continuas a J. J. Senent.
El Servicio de Investigación Prehistórica
En este contexto de intensa actividad tiene lugar la fundación del
Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia y la del SIP y
su Museo. El primero centró su actividad en la labor docente, intentando crear una escuela de arqueólogos, que recibiría un gran impulso con
la llegada de L. Pericot, y en la elaboración de un mapa arqueológico de
todo el territorio valenciano. En el caso del SIP resulta esclarecedor que
una de las primeras propuestas de I. Ballester a la Comisión Provincial
Permanente de la Diputación sea la de pedir autorización para dirigirse
a las diferentes sociedades e instituciones que trabajan en el campo de la
24
[page-n-26]
El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
arqueología y de la prehistoria en las tierras valencianas para intercambiar información y colaboración si fuera necesario. De este modo se
dejaba constancia de una de las principales características del SIP desde
su creación: conocer la actividad investigadora en las tres provincias
valencianas, dar apoyo donde se requiriera, tener noticias de los últimos
descubrimientos y mantener una relación lo más fluida posible con
investigadores y aficionados a este mundo de la arqueología. Esta misma
actitud seguirá manteniéndose durante décadas posteriores a la desaparición de I. Ballester.
A este panorama debemos añadir que las intensas remociones de
tierras en la ciudad de Valencia, con ocasión del tendido subterráneo de
la línea telefónica y del alcantarillado, generaron la necesidad de documentar los hallazgos que estaban desapareciendo por todas las transformaciones urbanísticas. Las protestas airadas de los eruditos locales,
que veían destruir la memoria histórica de la milenaria Valentia, provocaron más de una actuación: una, la que protagonizó el Centro de
Cultura Valenciana que encargó a N. P. Gómez Serrano la vigilancia de
las obras, lo que daría como resultado una interesante monografía
donde se recogen los hallazgos (Gómez Serrano, 1932). Otras obras de
ensanche de la ciudad siguieron provocando preocupación hasta que,
en la década de 1940, la Dirección General de Bellas Artes del
Ministerio de Educación Nacional creó la Comisaría Local de
Excavaciones Arqueológicas de Valencia, nombrando para el cargo de
Comisario a José Llorca, dejando como depositario de los hallazgos
arqueológicos al Ayuntamiento de Valencia (Ribera, 1998). Y, volviendo a los tiempos anteriores, en estos años Manuel González Simancas
retoma las excavaciones en Sagunt, dando un nuevo impulso a la investigación de esta ciudad tras el monumental trabajo de Antonio Chabret
en el siglo XIX.
A la creación del Museo de Prehistoria de Valencia seguirían pronto los de Castellón y Alicante. En la creación del primero participó activamente F. Esteve Gálvez, asumiendo el cargo de conservador en 1935.
El Arqueológico de Alicante, inaugurado en los bajos del Palacio provincial por el Presidente de la República el 17 de enero de 1932, recogería
los materiales de las excavaciones que se realizan en los años previos a
la Guerra Civil en diversos yacimientos, entre ellos la Cova de les
Calaveres, en Benidoleig, y los poblados de El Molar, en San Fulgencio,
Illeta dels Banyets, en El Campello, con una interesante ocupación de la
Edad del Bronce infrapuesta a otra ibérica y con una posterior ocupación romana; y en Alicante, el poblado de la Edad del Bronce de Serra
Grossa y el interesante conjunto arqueológico del Tossal de Manises y
L’Albufereta. J. J. Senent, pronto trasladado a Valencia, José Lafuente
Vidal, Francisco Figueras Pacheco y José Belda serían los protagonistas
25
[page-n-27]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Visita del Centro de
Cultura Valenciana a uno
de los abrigos con arte
rupestre del Barranc de la
Carbonera (Beniatjar).
A la derecha de la imagen
se encuentra Nicolau
Primitiu Gómez, junto a él,
Rafael Pardo, descubridor
de las pinturas, y en el
centro Juan José Senent.
1933.
[Papel. D/5.725]
de estos trabajos que, desiguales y con algunas carencias, constituyen,
pese al tiempo transcurrido, una extraordinaria fuente de información
sobre yacimientos objeto de recientes actuaciones de conservación y
difusión. En Elche, donde fallece P. Ibarra en 1934, Alejandro Ramos
Folqués compra la finca de L’Alcúdia, iniciando excavaciones en el yacimiento con carácter oficial en 1935.
El Servicio de Investigación Prehistórica y el Arte rupestre
En la Memoria de la Diputación de Valencia que recoge la creación del SIP se hace una expresa mención a «los hallazgos de pinturas
en las Cuevas de la Araña (Bicorp), y las de los términos de Tírig y
Albocácer», señalando un especial interés por esta manifestación cultural valenciana, tanto a nivel de investigación e inventario como de su
protección y difusión. Con esta cita el SIP se hacía eco de los descubrimientos más conocidos, aunque no únicos, de pinturas rupestres en las
tierras valencianas, cuyas primeras referencias, si exceptuamos la confusa prohibición de celebrar misas en una cueva con caballos pintados
que se suponen del Arte Levantino, por parte del obispo de Valencia
Alonso de Borja, antes de su acceso al solio pontificio con el nombre de
Calixto III, remontan al verano de 1911 con el descubrimiento de la
Cueva de Tortosillas, en Ayora. En 1917 se descubren los excepcionales conjuntos de Morella la Vella y la Valltorta, en Castellón. El primero se debe a J. J. Senent, en aquellos momentos Inspector de Primera
Enseñanza en Castellón, y sería publicado por Eduardo Hernández
Pacheco, con excelentes calcos de Francisco Benítez Mellado. En el
26
[page-n-28]
El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
estudio de los conjuntos del Barranc de la Valltorta intervienen, no sin
polémicas, miembros del Institut d’Estudis Catalans, informados del
descubrimiento por J. J. Senent; Hugo Obermaier y Paul Wernert,
comisionados por el Museo de Ciencias Naturales de Madrid y la Real
Academia de la Historia; y Juan Cabré que, sin duda, había sido informado por el Marqués de Cerralbo, conocedor del hallazgo por sus
correligionarios carlistas de la zona, entre los que se encontraban los
descubridores de las pinturas Francisco Polo y Alberto Roda. De aquellos trabajos iniciales se publica por parte de H. Obermaier y P. Wernert
una monografía, la primera sobre arte rupestre en las tierras valencianas, algunos calcos y descripciones por parte del instituto catalán y de
J. Cabré, quien denuncia el primer expolio de nuestras pinturas en la
temprana fecha de 1922, triste presagio de otros muchos que alcanzan
hasta nuestros días. En un intento de contextualizar las pinturas, el
equipo del Institut realizó las primeras excavaciones en cuevas próximas a los abrigos pintados, al tiempo que elaboraba un detallado plano
topográfico del barranco. De ese momento data la relación de otros
hallazgos arqueológicos, como el enterramiento de Els Espleters en
Salzadella, descubierto por unos trabajos agrícolas. Las discrepancias
acerca de la cronología del Arte Levantino que se empezaban a manifestar en aquellos años encontrarían en estos trabajos en La Valltorta
argumentos para reafirmar las posiciones entre quienes las fechaban en
el Paleolítico, en este caso H. Obermaier y su maestro H. Breuil, o en
momentos posteriores, como comenzaba a abrirse paso entre los investigadores hispanos.
Noticia de prensa referida
a una sesión del Centro
de Cultura Valenciana.
17 de febrero de 1932.
En algunos de estos abrigos también se habían descubierto ciertos
motivos que se incluyeron en el Arte Esquemático, al que pertenece el
primer hallazgo de este tipo de arte rupestre en la provincia de Alicante.
Se trata de Penya Escrita de Tàrbena, conocida por los vecinos del lugar
como Sa Cova de les Lletres, por considerar sus motivos como letras que
no sabían identificar, aunque se relacionaran con la escritura en una delgada lámina de plomo localizada por Camilo Visedo Moltó en el poblado ibérico de La Serreta, en Alcoi. La publicación de D. Jiménez de
Cisneros reproduce en 1922 la descripción y calcos del músico alicantino Oscar Esplá, mientras que los publicados en el volumen IV del monumental Corpus de Arte Esquemático de la Península Ibérica de H. Breuil
corresponden a J. J. Senent, a quien también pertenecen los de Beniatjar,
en Valencia —recogidos en la misma obra—, descubiertos en 1933
según da cuenta La Labor del SIP de ese año, en la que también se indica en relación con el Museo que «han empezado a montarse, para ser
colocadas en la Sala de Paleolítico, las reproducciones de las pinturas de
la Cueva de la Araña, de Bicorp», descubiertas en 1920 y objeto de un
excepcional estudio de E. Hernández Pacheco y no menos excepcionales
reproducciones de F. Benítez Mellado.
27
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Henri Breuil y Hugo
Obermaier en Cova
Remigia (Ares del
Maestrat, Castelló).
1935.
[Papel. D/5.723]
En 1930 se localizan nuevas pinturas rupestres en Castellón. Se
trata del abrigo de La Joquera, en Borriol, que sería publicado, no sin
la ruptura de su amistad con F. Esteve, por J. B. Porcar en el Boletín
de la Sociedad Castellonense de Cultura en 1932, donde en los años
siguientes daría cuenta de los sucesivos hallazgos de pinturas rupestres, de la interpretación de los motivos y de las técnicas utilizadas en
su ejecución, constituyendo en su conjunto una excepcional aportación, no siempre bien valorada y a menudo ignorada, al estudio del
Arte Levantino, fruto de su sólida formación artística. El descubrimiento en 1934 de Cova Remigia, en Ares del Maestre, pone en relación a J. B. Porcar con H. Obermaier y H. Breuil, quienes realizarían
su estudio, que publicarían con los calcos del primero al año siguiente, en 1935, mientras el vecino Cingle de la Mola Remigia, de cuyos
calcos y estudios se encargaría H. Breuil, permanecería inédito. La
monografía sobre Cova Remigia, como en las décadas anteriores lo
habían supuesto las del Barranc de la Valltorta y la Cueva de la Araña,
se convierte en un extraordinario referente, al igual que el resto de las
aportaciones del propio J. B. Porcar, de la metodología utilizada en el
estudio del arte rupestre de su momento y que tardaría en superarse.
De hecho, en la década de los años cuarenta, con la excepción de los
trabajos de Porcar, apenas se registran acontecimientos dignos de
mención.
28
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El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
Uno de ellos está ligado al naciente SIP. Se trata de varios abrigos
en el Barranco de las Letras, como el Cinto de la Ventana, en Dos
Aguas, descubiertos en 1940, de los que J. J. Senent daría la primera
información, encargándose de su posterior estudio una comisión del
Servicio integrada por J. J. Senent, José Alcácer, José Chocomeli y
Salvador Espí, bajo la dirección de J. Cabré, que se interrumpió por la
muerte de éste último y que llevarían a cabo F. Jordá y J. Alcácer en
1951 y publicarían como número 15 de la Serie Trabajos Varios del SIP.
El otro es el descubrimiento en 1947 de la denominada Cova del Polvorí
o de Rossegadors, en la Pobla de Benifassà, publicada con breves descripciones y deficientes calcos por Salvador Vilaseca ese mismo año. Sin
duda, este significativo retroceso en el estudio del arte rupestre debe
ponerse en relación con las duras circunstancias políticas del momento.
Los años de la guerra y la posguerra. Otras instituciones
La Guerra Civil —o incivil, como le gustaba calificarla a F. Jordá
que en los difíciles años de la posguerra encontraría en el SIP apoyo y
trabajo—, interrumpe la investigación arqueológica valenciana, aunque
las Comisiones de Monumentos Provinciales y los propios museos se
encargan de la recuperación y conservación del patrimonio históricoartístico en circunstancias no siempre fáciles.
Rivalidades entre profesionales e instituciones, hallazgos arqueológicos sorprendentes y no exentos de polémicas, consolidación de las instituciones museísticas, creación del Servicio de Investigación Arqueológica
Visita al Museu de
Prehistòria de José María
Albareda Herrera,
Secretario General del
Consejo Superior de
Investigaciones Científicas.
De izquierda a derecha:
Isidro Ballester, Francisco
Jordá, Lluís Pericot, José
María Albareda, Domingo
Fletcher y Manuel Vidal.
1948.
[Papel. Arxiu Diputació
València. ADPV
(SIG.E.8.5.12/C.1)]
29
[page-n-31]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Municipal de la Ciudad de Valencia en 1948, nacimiento de los primeros
congresos que sirvieron de foro de intercambios de conocimientos y de
apertura hacia el exterior de la investigación arqueológica en las comarcas
centro-meridionales valencianas y los contactos con los profesionales catalanes en las septentrionales, serían los elementos que caracterizan a la
arqueología valenciana en la década de los años cuarenta del pasado siglo.
En efecto, los trabajos de F. Esteve en Castellón, antes de su traslado a Tortosa y Amposta donde realizaría una intensa actividad arqueológica de extraordinario interés, encontrarían acogida en la revista
Saitabi, y J. Maluquer de Motes, discípulo de P. Bosch Gimpera, ya en
el exilio, analiza los materiales líticos del Barranc de la Valltorta.
La arqueología alicantina en la década de los años cuarenta, al igual
que en la siguiente, se mueve entre la decepción y la esperanza. Ésta última se alimenta de algunos acontecimientos de interés, entre los que
podríamos citar la creación del Museo Arqueológico de Elche en 1947,
las excavaciones en L’Alcúdia de Elche por parte de A. Ramos Folqués,
los primeros trabajos de José María Soler García en Villena, las interesantes síntesis de J. Lafuente Vidal y F. Figueras Pacheco o los trabajos del
Padre Belda, cuya actitud en su trabajo en el Museo Arqueológico
Provincial, del que era director, en algunas de sus excavaciones y prospecciones y en determinados hallazgos deben incluirse en la decepción de
estos años, como el caso de las falsificaciones del Bancal de la Corona.
Los Congresos Arqueológicos del Sudeste, impulsados desde
Cartagena por Antonio Beltrán, constituirán un significativo impulso
para la arqueología alicantina, ya que el IV se reuniría en Elche en 1948
y el VI, dos años después, en Alcoi. Siguiendo su ejemplo, en 1946 se
celebra en Valencia el I Congreso de Arqueología del Levante Español,
en el que participarían activamente los miembros del SIP, publicando
sus comunicaciones en un volumen de los Trabajos Varios, mientras
otras —no sabemos si todas—, entre las que sólo dos se dedican a la
arqueología valenciana, se incluyen en el número 25-26 de Saitabi.
Éste es otro de los aspectos importantes que debemos señalar del SIP, su
proyección externa, como quedó reflejada en La labor del SIP y su Museo en
el pasado año 1930 (Ballester, 1931: 26 y ss.), donde se dice: «La conveniencia de que el Servicio de fe de vida en el mundo científico, obliga a su concurrencia a cuantos Congresos Arqueológicos se celebren». A resultas de esto
será habitual, desde los albores del SIP, la participación de sus miembros con
ponencias y comunicaciones, tanto en los Congresos Internacionales, como
en los Nacionales cuando comiencen a organizarse, sobre la problemática
prehistórica y arqueológica valenciana. En 1929, en el IV Congreso
Internacional de Arqueología en Barcelona, ya vemos una nutrida presencia
30
[page-n-32]
El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
Francisco Jordá realizando
trabajos de calco en
el Abrigo del Ciervo
(Dos Aguas). 1951.
[Negativo B/N. SIP 1.054]
de miembros del SIP; y la adhesión y presencia del Servicio la podemos seguir
en el XII Congreso de la Asociación Española para el Progreso de la Ciencia
en Barcelona, el V Congreso Internacional de Arqueología en Argel, el
Congreso Internacional de Antropología y Arqueología Prehistórica en
Coimbra y Oporto y en los Congresos Arqueológicos del Sudeste Español,
como hemos señalado más arriba. Conferencias, visitas guiadas, atención a
investigadores foráneos... todo formaba parte de esa proyección que está en
la base del SIP. El apoyo del CSIC, al convertirlo en su sección de Prehistoria
Valenciana, a finales de los cuarenta, suponía el afianzamiento y consolidación del Servicio en esta línea.
31
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Colaboradores del SIP han sido muchos desde entonces: varias
generaciones de arqueólogos y prehistoriadores se han formado y han
trabajado en esta institución y cimentado los principios expuestos por su
fundador, I. Ballester. A pesar de los problemas que en algunos momentos el SIP tuvo dentro de la misma Diputación, como el recorte de presupuesto del año 1932, y del cese de actividades que supuso la Guerra
Civil, el Servicio siguió manteniendo las líneas de actuación descritas
más arriba. Aquellos primeros investigadores que asumieron los principios fundacionales de esta institución como L. Pericot, F. Ponsell,
Mariano Jornet, Gonzalo Viñes, Emilio Gandía, Emili Gómez Nadal,
Francisco Porcar López, Domingo Fletcher, Ernesto Jiménez Navarro,
Julián San Valero, Manuel Vidal y López, Enrique Pla, José Alcácer...
forman parte de la historia del SIP en los años heroicos de su fundación
y consolidación. Sería de desear que el sentido de colaboración entre las
instituciones y los investigadores valencianos que se plantearon en 1927
siguieran funcionando para bien de nuestra Arqueología y Prehistoria.
32
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La creación del Laboratorio de Arqueología de la
Universidad de Valencia: entre la Escuela Superior
de Diplomática y «por la ciencia hacia Dios»
(1921 - 1940)
Joan Emili Aura Tortosa
Universitat de València
A la historia de la Arqueología prehistórica en el País Valenciano
se han dedicado varios trabajos en los últimos veinte años, aunque su
contextualización dentro de la tradición científica valenciana y española, la malla de relaciones trazada entre algunas de sus figuras más destacadas o los matices que se entrevén en ámbitos locales, advierten que es
largo el camino que queda por recorrer1. Para explicar su desarrollo se
suelen buscar marcos interpretativos, o al menos informativos, en los
procesos políticos, sociales y científicos que acompañan la construcción/destrucción del Estado liberal a lo largo del período que media
entre la proclamación de la I y la II República Española, de la que en este
año se conmemora su 75 aniversario.
En este breve texto se analizan los antecedentes directos y los primeros años del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de
Valencia. A partir del análisis de una parte del fondo documental conservado en el actual Departament de Prehistòria i Arqueologia se presta
atención a la figura de su primer director, el profesor Luis Gonzalvo
París, y a las relaciones entre las instituciones implicadas en la investigación arqueológica que, en muchos casos, sólo pueden ser trazadas a partir de las coincidencias personales. La procedencia de sus miembros indica que el Laboratorio traspasó sus iniciales objetivos docentes de ámbito
universitario (Fletcher, 1975), configurando un grupo diverso, en el que
se intuye otro interés común aparte de lo arqueológico: su participación
activa en diferentes publicaciones, sociedades, organizaciones e instituciones culturales y políticas de orientación regionalista y nacionalista.
Antecedentes
Entre el cese de la actividad pública de la Sociedad Arqueológica
Valenciana, fechado en torno a 1883-1886 (Goberna, 1981), y la
segunda década del siglo XX la publicación, escasa, sobre la Prehistoria
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
reciente y la Arqueología valenciana había quedado reducida a lo entregado por algunos sacerdotes —Roque Chabás, Julius Furgús o Remigio
Vicedo Sanfelipe—, aunque no falta alguna interesante síntesis como la
de Francisco Almarche (1918) sobre la «civilización» ibérica o la guía
de Elías Tormo (1923). Este período queda delimitado por los dos episodios en que se expresan las críticas más duras hacia quienes intentaron una cierta conciliación entre la religión y la evidencia científica. El
primero se sitúa entre 1880 y 1885, cuando se producen las críticas más
feroces contra los «transformistas», caricaturizados en el libro de
Manuel Polo y Peirolón o en los artículos de la prensa de Alcoi (Aura,
2000; Catalá, 2001). El segundo corresponde a la celebración en 1909
del centenario del nacimiento de Darwin en el paraninfo de la
Universidad de Valencia, con una mesa presidida por Peregrín
Casanova, Miguel de Unamuno, Juan Bartual y Eduardo Boscá, que
estuvo acompañada de una desproporcionada reacción de los mismos
sectores conservadores (Núñez, 1977; Sanchis Guarner, 1972: 540).
Esta situación no logra explicar, pero sí ayuda a comprender, lo que se
ha descrito como una paradoja: el hecho de que la influencia de Juan
Vilanova y Piera (Gozalo, 1993), la figura más destacada de la
Prehistoria española durante el último tercio del siglo XIX, no lograra
consolidar en Valencia una tradición de estudio, a pesar de la emergente investigación que sobre nuestro país se empezó a articular en torno
a la Sociedad Arqueológica Valenciana (ca. 1871–1886), tal y como ha
sido señalado por María Victoria Goberna (1981 y 1985).
Con estos antecedentes, los estudios arqueológicos y prehistóricos en
el País Valenciano alcanzan una cierta normalidad científica a partir de la
segunda década del siglo XX. La creación del Laboratorio de Arqueología
de la Universidad de Valencia puede ser observada desde diferentes perspectivas, entre las que cabe su consideración como un elemento más de
esta dinámica. La realización de algunas excavaciones (Martí, 1995),
sobre todo en sitios de época ibérica y acogiéndose al reglamento de la
Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades (1912), la creación del
Centro de Cultura Valenciana (1915) y, sobre todo, la del Servicio de
Investigación Prehistórica (SIP) en 1927 constituyen otros ejemplos de esta
situación. Esta «normalidad» será breve, si nos atenemos a lo que ocurrirá en los primeros años de la década de los años cuarenta del siglo XX.
Pero, hasta llegar a 1940, podemos apreciar un período dinámico y de
rápida madurez institucional, tal y como ha sido señalado por Bernat
Martí (1995), pues a la fundación de los centros citados más arriba se
añade la propuesta de creación de un Museo Municipal en Xàtiva (1919),
el Museo Militar de Sagunt (1925), el Museo Arqueológico de Alicante
(1931), la creación del Institut d’Estudis Valencians (1937), o la consolidación de importantes colecciones que servirán de núcleo de destacados
museos como los de Alcoi o Elx.
34
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La creación del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia:
entre la Escuela Superior de Diplomática y «por la ciencia hacia Dios»
El profesor Luis Gonzalvo París
La emergencia de las nuevas instituciones dedicadas al estudio de
la Arqueología y la Prehistoria estuvo precedida de la reforma universitaria de 1900, que trasladó la enseñanza de la Arqueología desde la
Escuela Superior de Diplomática a la Universidad. Coincidiendo con
estos cambios docentes la Arqueología histórica, fundamentalmente la
«clásica», empieza a abandonar los museos de Bellas Artes para conformar museos arqueológicos, manteniendo cierta relación con la Historia
del Arte; y otro tanto ocurrirá con la Prehistoria, aunque en este caso se
encuentra más ligada a la Geología y a la Paleontología (Díaz-Andreu y
Mora, 1985). En este ambiente de transformación hay que situar la formación académica del profesor Gonzalvo.
La Universidad de Valencia contó a partir de 1902 con una sección
de ciencias históricas dentro de su Facultad de Filosofía y Letras (Baldó,
1997) a la que se incorporó L. Gonzalvo en 1905 como catedrático de
Arqueología, Epigrafía y Numismática, aunque en otros textos se sitúa en
1904 su llegada a Valencia (Díaz-Andreu, 2004). Pero los ligeros cambios
en los contenidos docentes no solventaban más que una parte del crítico
diagnóstico que los regeneracionistas venían planteando respecto de la
ciencia y los métodos pedagógicos de la enseñanza en España. En este sentido, la creación del Laboratorio debe ser relacionada con la mejora de la
formación-profesionalización de los estudiantes, dentro de la tímida y
recién estrenada autonomía universitaria del Decreto Silió de 1919 (cf.
Mateu y Llopis, 1952). Igualmente, puede considerarse como el resultado
lógico de una creciente preocupación de profesores, alumnos y diversos
profesionales extrauniversitarios por la investigación y conservación patrimonial (Fletcher, 1975; Martí y Villaverde, 1997).
Dos trabajos de Felipe Mateu y Llopis (1952 y 1975), testigo directo
de aquellos primeros años del Laboratorio, permiten recorrer la transformación académica que empezaba a manifestarse, con especial referencia a
la enseñanza de la Arqueología, y aportan las únicas notas biográficas del
que fue el primer Catedrático de Arqueología de la Universidad de
Valencia. L. Gonzalvo había nacido en Ávila en 1874 y estudió en la antigua Escuela Superior de Diplomática. En 1893 ingresó en el Cuerpo
Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, siendo destinado
al Archivo de Hacienda de Valencia y, tras una breve estancia en el de
Toledo, fue trasladado al Archivo Histórico Nacional donde permaneció
entre 1896 y 1905, año de su regreso a Valencia, ya como catedrático.
Hasta aquí los datos recopilados en el volumen dedicado a conmemorar el
«L Aniversario de la Fundación del Laboratorio de Arqueología» (1975),
ya que no hemos encontrado ninguna necrológica dedicada al profesor
Gonzalvo, a diferencia de lo ocurrido con otros catedráticos de la Facultad.
35
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Lluís Pericot a la entrada
de la Cova del Parpalló
(Gandia). Junto a él se sitúa
un grupo de alumnos
universitarios, entre ellos
Julián San Valero,
a su derecha, y Domingo
Fletcher, el último a su
izquierda. 1932.
[Papel. SIP 16.362]
Se le consideraba alumno del arabista aragonés Francisco Codera,
sin que se pueda establecer una relación estrecha con José Ramón Mélida
(Díaz-Andreu, 2004), siendo descrita cierta «alergia frente a la publicación de los datos que él obtenía y de los comentarios que cualquier tema
en él sugería» (Pericot, 1975: 16); de hecho, el único trabajo suyo que
hemos logrado localizar es el discurso leído con motivo de la apertura del
curso 1914-1915 titulado «Carácter, elaboración y enseñanza de los
estudios históricos» (Gonzalvo, 1914) y algunas notas manuscritas que
deben fecharse en su mayoría entre 1921 y 1927 sobre la creación y los
primeros años del Laboratorio (cf. Apéndice documental).
36
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La creación del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia:
entre la Escuela Superior de Diplomática y «por la ciencia hacia Dios»
Como catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras ocupó la dirección del Instituto de Idiomas de la Universidad de Valencia (Baldó, 1997),
desde donde se mostró contrario a mantener las clases de valenciano impartidas hasta entonces por el Centro de Cultura Valenciana. El objetivo era
otorgar a estos estudios rango universitario y con ese fin la Universidad creó
el Seminario de Filología Valenciana, designando a Manuel Sanchis Guarner
como su encargado, quien por sugerencia de L. Gonzalvo se traslada al
Centro de Estudios Históricos de Madrid, para estudiar con Tomás Navarro
(Mancebo, 1994; Pellicer i Borràs, 2003). Con la proclamación de la
República, L. Gonzalvo combina la dirección del Instituto de Idiomas con su
nombramiento como vicerrector, y desde febrero de 1937 con la dirección de
la Secció Filològica del Institut d’Estudis Valencians, integrada por Carles
Salvador, Manuel Sanchis Guarner, Francesc Almela i Vives y Bernat Artola
(Barona y Mancebo, 2003; Pellicer, 2003). L. Gonzalvo dimitió de su cargo
de vicerrector el 3 de agosto de 1938, tras ser movilizado por la República.
La victoria del golpe militar franquista le supuso la separación de su
cátedra y la jubilación forzosa el 17 de octubre de 1940 y, como en tantos otros casos, sólo logró que se desestimaran los cargos cuando ya había
sobrepasado la edad reglamentaria de jubilación (García y Salavert, 1986;
Baldó, 1987). La última referencia del profesor Gonzalvo es de Nicolau
Primitiu Gómez Serrano (1941), quien relata que le muestra y pide opinión sobre una figura, posiblemente romana, hallada en Valencia.
La herencia de la Escuela superior de Diplomática: «Esfera de
acción del Laboratorio: límites y carácter de su actividad»
Entre la documentación conservada se encuentra una copia del
acta de la Junta de la Facultad de Filosofía y Letras en la que se aprobó
la creación del Laboratorio de Arqueología, celebrada el día 3 de
diciembre de 1921 (cf. Apéndice documental, nº 1) y algunas cuartillas
manuscritas entre las que tienen un interés especial las encabezadas con
el título «Esfera de acción del Laboratorio: límites y carácter de su actividad» (cf. Apéndice documental, nº 2); otros originales de cierto interés son un esbozo de escudo del Laboratorio o la cabecera de un
Reglamento de la Sociedad Artístico-Arqueológica Valenciana a la que
también parece referirse Lluís Pericot (1975: 16).
Esta breve memoria contiene un posicionamiento sobre diversos temas:
la concepción que tenía L. Gonzalvo de la arqueología, los objetivos y funciones del Laboratorio —docentes, documentales, museológicos, profesionales e
investigadores—, o sobre los fines que debía cumplir la Universidad. Resulta
esclarecedor que en las primeras líneas se defina el campo de actuación del
Laboratorio y que no figure ninguna mención a la arqueología prehistórica.
Su formación en la Escuela Superior de Diplomática queda plasmada, sin
37
[page-n-39]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Visita del Centro de
Cultura Valenciana a un
abrigo de arte rupestre en
el Barranc de la Carbonera
(Beniatjar). De izquierda a
derecha aparecen Juan José
Senent, Rafael Pardo y
Nicolau Primitiu Gómez;
sentados a la derecha se
encuentran Lluís Pericot
y Salvador Espí. 1933.
[Papel. SIP D/5.716]
duda, en esta declaración de objetivos y funciones y, posiblemente, propiciará
una definición del ámbito de actuación preferente del SIP. Cuando algunos
años después, en 1926, se llega a formalizar por parte de L. Gonzalvo, José
María Ibarra Folgado y N.P. Gómez Serrano una solicitud para excavar el
poblado prehistórico del Puntal dels Moros (Nàquera), surgen dificultades ajenas al propio Laboratorio que impiden esta incursión en la Prehistoria
(Fletcher, 1975: 24).
La observación de estos acontecimientos, desde una posición personal, permite valorarlos como una delimitación del campo de actuación
del Laboratorio y del SIP, en un contexto inmediato a su creación y a la
incorporación del profesor L. Pericot a la Universidad de Valencia y al
SIP. Ciertamente, no conocemos ninguna referencia sobre cómo se gestionó el solapamiento de actividades entre el Laboratorio de
Arqueología, la sección de Arqueología del Centro de Cultura
Valenciana y el SIP, aunque la coincidencia de diversos miembros en las
tres instituciones —Isidro Ballester, N. P. Gómez Serrano o José
Martínez Aloy, por citar los más destacados— no transmite la existencia de actitudes excluyentes.
En todo caso, la actividad del Laboratorio de Arqueología en esta primera etapa parece ser dinámica entre 1924 y 1927, hasta el extremo de que
es frecuente situar su creación en el curso 1924-25 (VV.AA., 1975). A partir de
1927 no se conocen reuniones ni informes, como los que fueron exhaustivamente referenciados por Domingo Fletcher (1975). Puede que la mejor explicación del cese de la actividad del Laboratorio esté en la dedicación de L.
38
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La creación del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia:
entre la Escuela Superior de Diplomática y «por la ciencia hacia Dios»
Gonzalvo a la gestión universitaria, como director del Instituto de Idiomas
primero y como vicerrector después, aunque no es posible obviar que en el
año 1927 se producen dos hechos decisivos para la investigación sobre la
Prehistoria valenciana: la ya referida creación del SIP y la llegada del profesor
Pericot García a la Universidad de Valencia. Son significativos los recuerdos
de L. Pericot (1975) sobre su llegada a Valencia, el contacto con L. Gonzalvo
y con el Laboratorio y su rápida colaboración con I. Ballester: apenas dos
años después se habían iniciado las excavaciones en la Cova del Parpalló.
Carta de agradecimiento
de Juan José Senent al
Rector de la Universidad
de Valencia por su
nombramiento como
delegado o «individuo
correspondiente» en Alcoi
del Laboratorio de
Arqueología de la
Universidad de Valencia.
1925.
Esta delimitación de áreas de actuación ya estaba aceptada cuando en
1937 se crea el Institut d’Estudis Valencians bajo la presidencia de Josep
Puche, entonces rector de la Universidad de Valencia. A L. Gonzalvo, que era
vicerrector con J. Puche, se le encarga la Secció Filològica y no la HistòricoArqueològica, presidida por I. Ballester y en la que se integra el Museo de
Prehistoria y el SIP. Sobre la Secció Històrico-Arqueològica del Institut puede
consultarse el trabajo de Joaquim Juan Cabanilles incluido en este libro.
39
[page-n-41]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Visita del Centro de
Cultura Valenciana al Puig
(Sagunt). De izquierda a
derecha: Manuel de
Navarrete, Pío Beltrán
Villagrasa, Isidro Ballester,
Rafael Martínez, Nicolau
Primitiu Gómez, Adolf
Schulten, Manuel González
Simancas y Salvador Espí.
1933.
[Papel. D/5.726]
Colaboradores y miembros del Laboratorio: una malla de relaciones
Además de la definición del ámbito de actuación y objetivos del
Laboratorio, L. Gonzalvo redactó unas notas sobre octavas de posibles colaboradores y organizó una Junta Técnica que llegó a proponer al Rector de la
Universidad de Valencia el nombramiento de corresponsales del Laboratorio
en diversas ciudades: Eliseo Gómez Serrano, profesor de Geografía en la
Normal de Alicante, Juan José Senent Ibáñez, Inspector de Primera Enseñanza
de la Provincia de Alicante, Antonio Barberá Sentamans, PresbíteroConservador del Museo Diocesano de Valencia, Manuel Peris Fuentes de
Valencia, José Lizón, Maestro de Primera Enseñanza de Olocau, José Luis
Almunia Reboul de Valencia y Pedro Ibarra Ruíz, Cronista de Elche. Además
de esta lista de corresponsales, se conserva una carta dirigida por J. J. Senent
al Rector de la Universidad de Valencia, en la que agradece el nombramiento.
Las notas individualizadas sobre posibles colaboradores y mecenas,
que el propio Gonzalvo organiza en catedráticos, alumnos y exalumnos, funcionarios del cuerpo de Archiveros y personas ajenas a la Universidad, incorporan unas breves líneas dedicadas a cada uno: Albiol, F. Almarche, el anticuario Almenar, I. Ballester, Antimo Boscá Seytre —hijo de Eduardo Boscá,
Catedrático de Historia Natural y uno de los primeros evolucionistas valencianos (Catalá, 2001)—, José Caruana, Pedro Galiana, N. P. Gómez
Serrano, J. M. Ibarra y Folgado, Emilio Lluch Arnal, J. Martínez Aloy,
Francisco Martínez y Martínez, F. Morote —director del Instituto General y
Técnico—, el fotógrafo Novella, Manuel Peris, Jaime Poch Garí y J. J.
Senent.
40
[page-n-42]
La creación del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia:
entre la Escuela Superior de Diplomática y «por la ciencia hacia Dios»
Visita al Arc Romà
(Cabanes, Castelló).
De izquierda a derecha:
Pedro Ibarra, Luis
Gonzalvo, persona sin
identificar, Emilio Lluch,
Adolf Schulten, persona
sin identificar, Emili Gómez
Nadal, Martín Almagro,
persona sin identificar,
Lluís Pericot y Manuel
de Navarrete. Hacia 1933.
[Papel. D/5.724]
El Laboratorio se organizó en cuatro secciones: Numismática, con L.
Gonzalvo y Pío Beltrán Villagrasa como especialistas; Prehistoria, en la que
figuran I. Ballester, N. P. Gómez Serrano y E. Lluch; Arqueología y Bellas
Artes, a cargo de L. Gonzalvo y Juan de Contreras; y Etnología y Etnografía
de la que eran responsables Manuel Cabrera Waleta y José Llorca.
Desconocemos la composición completa de la Junta Técnica —L. Gonzalvo
era su presidente y Emili Gómez Nadal su secretario— y sobre su Junta de
Patronato, citada en la carta de Senent. En todo caso, lo descrito hasta ahora
transmite la idea de una estructura meditada y una organización minuciosa.
Los miembros del Laboratorio de Arqueología solían reunirse los
miércoles, de 7 a 9 de la tarde, y en los listados de asistentes que hemos
podido consultar figuran L. Gonzalvo, J. de Contreras (Marqués de
Lozoya), M. Cabrera y Waleta, Francisco Beltrán Bigorra, P. Beltrán, J. M.
Ibarra y Folgado, I. Ballester, E. Lluch, F. Martínez y Martínez, Enrique
Peris Fuente, J. J. Senent, Francisco Seytre, José M. Corbin y los alumnos:
Juan Beneyto Pérez, Jesús García Tolsá, J. Llorca, Vicente Genovés
Amorós, Claudio Miralles de Imperial, F. Mateu y Llopis, Olimpia
Arocena Torres y E. Gómez Nadal, que actuaba como secretario.
Hemos mencionado que, aparte del interés histórico, arqueológico
o patrimonial que compartían los miembros del Laboratorio, existía
otro nexo que los relacionaba: su valencianismo cultural y en muchos
casos político. Es anecdótico, pero significativo, el hecho de que de los
cincuenta y dos firmantes de Les Normes de Castelló en el año 1932,
cinco están relacionados con el Laboratorio: J. Beneyto Pérez, E. Gómez
41
[page-n-43]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Nadal, N. P. Gómez Serrano, F. Martínez y Martínez y F. Mateu y
Llopis. Esta referencia puede ser ampliada citando la participación de J.
J. Senent Ibáñez en la fundación de Joventut Valencianista (1908); la
presencia destacada de N. P. Gómez Serrano, J. Martínez Aloy y F.
Martínez y Martínez en el Centre de Cultura Valenciana (1915); las
colaboraciones firmadas entre 1926 y 1931 por J. Beneyto, I. Ballester,
E. Gómez Nadal o F. Mateu y Llopis en Cultura Valenciana, una revista trimestral vinculada a los jesuitas y editada por la Acadèmia
Valencianista del Centre Escolar i Mercantil; o la fundación en 1930 por
un grupo de jóvenes profesores de la Universidad de Valencia de Acció
Cultural Valenciana, en la que participan J. Beneyto, J. Garcia Tolsá
(vicesecretario), E. Gómez Nadal (vicepresidente) y F. Mateu y Llopis
(Pellicer, 2003).
El Laboratorio en 1940: por la ciencia hacia Dios
Desde su creación en 1927, el SIP concentrará y liderará buena
parte de la investigación arqueológica valenciana, sobre todo en lo referente a la Prehistoria. Los trabajos de gestión del profesor Gonzalvo y
las reformas de los planes de estudio que se suceden desde 1928 (Baldó,
1997), posiblemente propiciaron una clara ralentización de las actividades del Laboratorio durante el período republicano, agravadas sin duda
a partir de la insurrección militar.
Ciertamente, en 1939 se inaugura una nueva etapa: el 6 de febrero
E. Gómez Nadal cruzaba la frontera por Le Perthus y el 29 de marzo se
realizaba el traspaso de poderes en la ciudad de Valencia. Se ponen en
marcha los expedientes de depuración que en la Facultad de Filosofía y
Letras afectan a tres de los dieciocho profesores: el ya mencionado E.
Gómez Nadal, profesor auxiliar y miembro de la Secció HistòricoArqueològica del Institut d’Estudis Valencians y los catedráticos José
Deleito Piñuela y L. Gonzalvo (Baldó, 1997). El Laboratorio cambiará
de denominación en los próximos años —al rótulo inicial de
Laboratorio de Arqueología se le añade y de Ciencias Auxiliares— y
sólo la presencia de O. Arocena, la primera mujer que ejerció como profesora en la Facultad (Baldó, 1997), establece cierta continuidad con respecto a la época de L. Gonzalvo.
Se produce una refundación del Laboratorio que el nuevo director
intenta describir como continuista décadas más tarde, incluyendo alguna
referencia irónica sobre los principios «patrióticos» que existían en la
Universidad de Valencia a principios de la década de 1940 (Ballesteros,
1975). También permanece alguno de los miembros de la primera época,
como N. P. Gómez Serrano, y a medida que avance la década se irán
incorporando antiguos alumnos de la universidad republicana: D.
42
[page-n-44]
La creación del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia:
entre la Escuela Superior de Diplomática y «por la ciencia hacia Dios»
Portada del número 1 de
la revista «Saitabi». 1940
Retrato de José Chocomeli,
fundador en 1940 de la
revista «Saitabi»
publicada por la Facultad
de Filosofía y Letras de la
Universidad de Valencia.
Fletcher, Enrique Pla Ballester, Julián San Valero Aparisi o Francisco
Jordá Cerdá, en la medida que los cargos y condenas a los que estuvieron sometidos algunos quedan desestimados o conmutados. En todo
caso, sobre el Laboratorio de Arqueología en la década de 1940 existe un
trabajo reciente de B. Martí y Valentín Villaverde (1997) que analiza los
cambios ocurridos con respecto a los primeros años.
Son años oscuros, un largo túnel que sólo en las últimas décadas
empieza a ser iluminado. Se da la circunstancia de que el juez depurador
nombrado por el nuevo régimen para la Universidad de Valencia era el
catedrático de Mineralogía y Botánica F. Beltrán Bigorra (Mancebo, 1994;
Claret, 2004), sustituto de Eduardo Boscá Casanoves y asistente a las reuniones del Laboratorio en la década de los años veinte. Otros miembros
del Laboratorio también tienen otras dedicaciones: J. Beneyto será
Catedrático de Historia del Derecho en Madrid y dedicará varios trabajos
a justificar el nuevo régimen; Vicente Genovés Amorós es Delegado
Provincial de Enseñanza de Falange y, tras la depuración de María
Moliner, se encarga a J. M. Ibarra y Folgado la dirección de la Biblioteca
de la Universidad (Mancebo, 1994), por citar algunos ejemplos.
En estas circunstancias se inicia la publicación de la revista Saitabi,
Noticiario de Historia, Arte y Arqueología de Levante, en cuyo primer
número se puede leer un editorial que proclama los siguientes principios:
«Realización científica eficiente, fidelidad a la cultura hispana,
prudencia crítica, independencia de escuelas y ajustamiento a las
43
[page-n-45]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Lluís Pericot en la
entrada de la Cova de les
Meravelles (Gandia)
junto a un grupo de
alumnos universitarios.
A la izquierda de la
imagen, Josefa Chaume
se encuentra utilizando el
teodolito junto a Pericot.
De derecha a izquierda,
Julián San Valero es el
primero y Salvador Espí,
el tercero. 1932.
[Papel. SIP D/5.746]
orientaciones nacionales son los caminos que se traza esta revista,
cuyo único norte es procurar y registrar la captación pura de la verdad
histórica para ponerla al servicio de Dios y del renacimiento de la
España Imperial, bajo el signo ejemplar del Caudillo».
Un ideario que está en consonancia con el del Ministro José Ibáñez
Martín (1944: 17) quien, a la hora de establecer la doctrina sobre el
papel de la Ciencia en el nuevo régimen durante la apertura del curso
1944-45 en la Universidad de Valencia, no dudaba en parafrasear la
máxima del nacional-catolicismo que hemos incluido en el título de este
trabajo (tomada de Claret, 2004).
1
Debo expresar a Bernat Martí Oliver mi gratitud por la paciencia con la que ha atendido —y en la mayoría de los casos solventado— las diversas dudas que sobre la historia
de la Arqueología valenciana le he planteado en los últimos años.
44
[page-n-46]
La creación del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia:
entre la Escuela Superior de Diplomática y «por la ciencia hacia Dios»
Apéndice documental
Documento nº 1:
Acta de Junta de Facultad sobre la creación del Laboratorio de Arqueología
En la Universidad Literaria de Valencia en 3 de Diciembre de 1921, reunida la Junta
de Facultad a las 15 horas, bajo la Presidencia de D. Pedro María López, Decano de esta
Facultad, con asistencia de los señores que al margen se expresan [Decano, Ventura, Riba,
Gonzalvo, Deleito, Casado y Velasco, Secretario], se leyó el acta de la anterior sesión, siendo aprobada.
El señor Gonzalvo propuso a la Facultad la creación de un Laboratorio
Arqueológico, donde, de acuerdo con los fines de la Universidad, se puedan organizar
materiales de trabajo, encauzar procedimientos y estimular aficiones, en las distintas
ramas de ese orden de estudios, reuniendo y ordenando series de reproducciones plásticas
y gráficas de todo género de antigüedades, redactando papeletas bibliográficas de
Arqueología, organizando excavaciones y contribuyendo a la formación del inventario
arqueológico de la región y vigorizando por cuantos medios se pueda la especialidad de
Arqueología valenciana.
El Sr. Gonzalvo rogó a la Facultad que si juzgase esta idea digna de ella, la aprobase e hiciese suya, designando una comisión de su seno para que proceda a realizar las gestiones necesarias para la creación y existencia oficial de dicho Laboratorio.
Asimismo manifestó que, con el fin de ganar tiempo y con el carácter de condicionados a juicio del Claustro de la Facultad y del Ordinario de la Universidad, ha realizado
el proponente algunas gestiones particulares, en virtud de las cuales y para el caso de que
la proposición mereciera ser aprobada por esta Junta de Facultad, el que propone hace
presente a la misma de los siguientes ofrecimientos:
1º. Por parte del Ministro de Instrucción Pública y Subsecretario la oferta de apoyo
decidido para la institución, si llega el caso de crearse en esta Facultad.
2º. Por parte del Sr. Rector de esta Universidad, la concesión de un local compuesto por dos salas en el piso principal de la misma Universidad.
3º. Por parte de los alumnos de los dos últimos cursos de esta Facultad, la oferta de
su colaboración personal en cuanto lo permitan sus tareas escolares, y la donación para el
Laboratorio de algunos libros y una cantidad en metálico.
4º. De varias personas pertenecientes y ajenas a la Universidad el ofrecimiento de su
cooperación desinteresada en los trabajos del Laboratorio y de donación de libros y alguna publicación periódica.
5º. Personalmente ofrece el Sr. Gonzalvo, con su voluntad y actividad aunque a la
Universidad pertenezcan ambas, su colección particular de monedas antiguas, otra de
improntas, las papeletas bibliográficas de Arqueología que en número de cinco a seis mil
tiene redactadas, algunos libros de su propiedad y el importe líquido del curso de árabe
clásico que viene explicando.
La propuesta del Sr. Gonzalvo París fue acogida con verdadero entusiasmo por la
Facultad. Todos los señores claustrales hicieron uso de la palabra felicitando al digno compañero por su altruismo, generosidad y elevada idea en pro de la Enseñanza y que tanto
enaltece el nombre de la Facultad que se honra teniendo en su seno a tan cultísimo y laborioso profesor.
45
[page-n-47]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
El Claustro por unanimidad le concedió un voto de gracias e hizo suya la proposición acordando que los señores D. Pedro María López y Don Carlos Riba ayuden al Sr.
Gonzalvo a realizar las gestiones pertinentes para la creación del citado Laboratorio de
Arqueología.
Documento nº 2:
Esfera de acción del Laboratorio: límites y carácter de su actividad
La materia de trabajo ha de ser la Arqueología en el sentido más amplio dentro de
los límites naturales; es decir lo que convencionalmente se divide en Arqueología, Historia
de las Bellas Artes, Numismática, Epigrafía, Diplomática y Bibliología.
El carácter de los trabajos ha de ser de acopio y organización de materiales de estudio en originales o reproducciones, de fomento de estos estudios, de intensificación del
aspecto regional de los mismos y de utilización de aquellos materiales por catedráticos,
alumnos y personas ajenas a la Universidad.
Su interés debe responder al triple fin de la Universidad, pedagógico-profesional,
científico-abstracto, y de difusión de la cultura.
Posibles funciones del Laboratorio.
1º. Obtención de reproducciones:
En escayola, galvanoplastia, etc. de inscripciones, relieves y otros objetos arqueológicos, ya por confección propia, ya por donación, compra o intercambio.
Negativos en ebonita de monedas de museos y colecciones particulares, para reproducir los positivos que fuesen convenientes.
Fotografías de objetos antiguos y de monumentos, tanto para formar un albúmfichero de arqueología, base de una posible publicación que recogiese y completase los diccionarios, mal ordenados los actuales, como para obtener diapositivas utilizables en clases
y conferencias (las que hoy posee la Facultad son muy útiles para Hª del Arte, poco en conjunto, para Arqueología).
Fotografías de documentos no por series de procedencias o por asuntos históricos,
que podría ser el procedimiento en un laboratorio de estudios históricos, sino por selección de modelos diplomáticos y paleográficos como facsimiliario y formulario.
2º. Redacción de cédulas de bibliografía de las materias propias del laboratorio (en
mis papeletas he comprobado la publicación hasta de tres trabajos sobre un asunto, ignorando cada autor la existencia de los trabajos anteriores).
3º. Práctica de excavaciones y lista de sitios excavables.
4º. Preparación del futuro Museo Arqueológico de la Universidad que debe nacer
de este Laboratorio. Para esto se puede contar con las excavaciones y con las donaciones,
que es necesario fomentar.
5º. Inventario arqueológico de la ciudad y luego de la provincia y región, con indagación del paradero de los objetos arqueológicos cuya existencia anterior se atestigua por
los autores o por cualquier fuente fidedigna.
6º. Preparación del consultorio técnico y bibliográfico de arqueología como función
del mismo Laboratorio con carácter público (¿retribuido? y en qué condiciones?).
7º. Organización de una sección especial de estudios arqueológicos valencianos (en
relación con el aspecto particular de algunas de las funcionas expresadas y aparte de las
secciones generales que otras implican).
46
[page-n-48]
Isidro Ballester Tormo y la creación del Servicio
de Investigación Prehistórica
María Jesús de Pedro Michó
Servicio de Investigación Prehistórica
En la época en que yo todavía era una estudiante de Prehistoria y
Arqueología de la Universidad de Valencia comencé a frecuentar la
Biblioteca del Servicio de Investigación Prehistórica, por aquel entonces
ubicada en el Palau de la Batlia. Recuerdo aquel espacio repleto de
librerías, estantes y anaqueles llenos de libros, sobrio y no demasiado
luminoso pero cálido y confortable, con una gran mesa en la que compartían lecturas desde el propio director Domingo Fletcher Valls a los
más jóvenes estudiantes e investigadores, pasando por Enrique Pla
Ballester, subdirector del Museo, o Enrique Llobregat Conesa, director
del Museo Arqueológico de Alicante, y por los profesores y catedráticos de nuestra Universidad. En la parte que daba a la plaza de Manises
estaban las mesas de D. Fletcher y E. Pla, y allí, tras la mesa de Don
Domingo, la fotografía de un señor con gafas oscuras, ya mayor y con
la tez muy blanca, casi albina. Era Isidro Ballester Tormo, fundador de
la institución, aunque entonces yo no sabía nada de él y estaba lejos de
imaginar que algún día escribiría estas líneas que pretenden conmemorar ochenta años de actividad de una institución emblemática, pionera
y modélica de lo que ha sido la investigación arqueológica valenciana y
peninsular de las últimas décadas, el Servicio de Investigación
Prehistórica y su Museo de Prehistoria. Sirvan estas líneas de homenaje a todos aquellos que participaron en la realización del proyecto.
Una aproximación biográfica a la persona de D. Isidro Ballester Tormo
Antes de referirnos a la historia de la institución, el Servicio de
Investigación Prehistórica, vamos a centrarnos en la persona que fue su
alma y pieza clave de su éxito. Así, nos preguntamos qué es lo que
sabemos de I. Ballester antes de la creación del SIP. Nos acercamos al
conocimiento del personaje desde las referencias biográficas publicadas
por Bernat Martí Oliver (2006) y a través de los comentarios de aquellos que lo conocieron en vida. Contamos también con una gran canti-
47
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Retrato de Isidro
Ballester. Hacia 1925.
[José Grollo. Papel.
SIP D/5.727]
dad de notas del propio Ballester, escritas de su puño y letra, impresiones y descripciones de los yacimientos que visita, croquis, dibujos, etc.,
entre los años 1915 y 1929, dispersas en diferentes libretas y hojas
sueltas que se conservan en la Biblioteca del SIP, y también a partir de
la documentación oficial generada durante los primeros años de andadura de la institución a la que representó durante más de 20 años. Al
margen de los hechos conocidos oficialmente y publicados en diversos
trabajos, pretendemos conocer de manera más cercana a la persona,
sus cualidades como investigador, su habilidad política y su mano
izquierda para tratar delicados temas que diariamente se le planteaban
48
[page-n-50]
Isidro Ballester Tormo y la creación del Servicio de Investigación Prehistórica
desde las instancias políticas, teniendo en cuenta que abordamos un
periodo que se inicia durante la dictadura de Primo de Rivera, pasa por
la vuelta al régimen parlamentario en 1930 y por la formación de un
gobierno republicano, atraviesa una guerra civil y continúa con posterioridad en un gobierno dictatorial en los duros años de la posguerra
española. Las referencias biográficas nos dan cuenta de su nacimiento
en Nerpio (Albacete) el 12 de agosto de 1876. Aunque originaria de la
Vall d’Albaida, la familia de I. Ballester se encontraba en esa localidad
a causa de la profesión de notario ejercida por su padre. A los pocos
años se trasladó a la Pobla del Duc, cursó el primer año de bachillerato en Xàtiva y los restantes en los Padres Escolapios de Gandia, donde
entró en contacto con el P. Leandro Calvo, quien le inculcó la afición
por la arqueología. Estudió Derecho en la Universidad de Valencia,
licenciándose en 1901 y pasó a ejercer como abogado. No obstante, al
margen de su actividad profesional, ejercida en Albaida y en Valencia,
inició de forma temprana sus estudios arqueológicos, prospectando un
gran número de yacimientos.
En su necrológica, publicada en el volumen III del Archivo de
Prehistoria Levantina, de 1952, el entonces Presidente de la
Diputación de Valencia, Francisco Cerdá Reig, habla de cuando lo
conoció; de su fama de joven y hábil político para destacar dentro del
partido Conservador desde el que alcanzó la vicepresidencia de la corporación después de haber pertenecido a ella ininterrumpidamente
desde 1915; y de cómo «en aras a su gran vocación científica, sacrificó su carrera y su bufete, sus aspiraciones políticas, su patrimonio económico y hasta la comodidad de su propia vida familiar». Pero los
aspectos más entrañables vienen expresados por Lluís Pericot García,
colaborador de I. Ballester hasta la muerte de éste, tras 23 años de convivencia: «Cuando don Isidro Ballester estaba en la plenitud de sus
fuerzas y de su entusiasmo creador y yo era uno de los catedráticos
más jóvenes y lleno de ilusiones, la Providencia me llevó a la
Universidad de Valencia y me puso en su camino». L. Pericot (1952)
nos descubre la afición de D. Isidro por la caza, su amor al campo y al
monte, su habilidad para la rebusca y la observación de ligeras huellas,
magnífico prospector de yacimientos arqueológicos. Y nos habla de
sus desgracias familiares: «enviudó muy pronto de su primer matrimonio y su hijo murió también a tempranísima edad. En segundas nupcias, su esposa le prodigaba buenos cuidados hasta que quedó ciega
justo en el momento en que él perdía también la vista, lo que aceleró
su muerte que se produjo el 13 de agosto de 1950». Y de las influencias que marcaron su actividad científica, L. Calvo primero y, más
tarde, Francisco Almarche Vázquez, José Sanchis Sivera, Elías Tormo
Monzó y reputados arqueólogos de Madrid y Barcelona como Manuel
Gómez Moreno y Pere Bosch Gimpera.
49
[page-n-51]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Trabajos de excavación
en las proximidades de
Covalta (Albaida).
1906-1919.
[Placa de vidrio. SIP 2.260]
En palabras de L. Pericot, la suerte le acompañó en sus primeros
trabajos de excavación. Hacia 1906 comenzó la exploración del poblado ibérico de Covalta, en Albaida, que excavó entre 1917 y 1919.
Realizó excavaciones en la necrópolis ibérica de Casa del Monte, en
Valdeganga (Albacete) entre 1918 y 1920; y en los poblados de la Edad
del Bronce del Tossal Redó y Tossal del Caldero, en Bellús, entre 1924 y
1925. Entre otros yacimientos, en 1909 visita el Castellet del Porquet de
l’Olleria (Ballester, 1937), interesado en comprobar las citas de Juan
Vilanova y Piera en 1872, de Enrique y Luis Siret, y de Hugo Obermaier;
describe el pozo y dibuja un croquis del mismo, que rectifica en 1926, y
comenta cómo «se hizo de él un tipo arqueológico», haciendo referencia a los dólmenes y túmulos de las tierras valencianas, como el del
Molló de les Mentires de Aielo de Malferit.
De su fecunda actividad durante esos años dan cuenta una serie de
anotaciones dispersas en diferentes cuadernos y libretas. Entre los numerosos yacimientos que descubrió, nos centramos ahora en los poblados
de Bellús, que visita en septiembre de 1922 y excava en 1924, cuando
decide explorar la torre o túmulo del Tossal Redó por tratarse de una
construcción parecida a la del «Sercat» de Gaianes, en la que también se
habían hallado restos humanos y de donde procedían cerámicas y un
hacha que formaban parte de su colección. Continúa la exploración del
Tossal Redó en 1925, pero en 1926, según sus propias notas, no le es
posible excavar por exceso de trabajo. En cuanto al Tossal del Caldero,
empieza su exploración porque cree que la experiencia que le proporcione facilitará la excavación del Tossal Redó; busca la muralla y sólo
50
[page-n-52]
Isidro Ballester Tormo y la creación del Servicio de Investigación Prehistórica
encuentra una terraza artificial, y al final del diario explica: «El escaso
fondo del poblado (mejor diríamos el ningún fondo, porque es casi todo
roca) nos hace suspender la exploración dedicando los restantes días disponibles a explorar el Tossal Redó, estación que manifiesta un profundo estrato, seguramente más fecundo y de enseñanzas más eficaces».
La influencia de L. Calvo en su formación como arqueólogo se deja
ver al indexar un buen número de estaciones de la comarca de la Safor,
algunas de las cuales visita, comentando cada uno de los aspectos destacados por aquél, dibujando sus materiales o los restos de estructuras.
Sus visitas o exploraciones le llevan igualmente a Villena y Yecla, a
Catadau, Llombai, Montserrat, Godelleta y Torís, a Requena, Utiel,
Sinarcas y Minglanilla, y a los yacimientos del «Sercat» de Gaianes,
solana del Benicadell, Altet de Fontanars en Xàtiva y a la estación iberorromana del Camí de Xàtiva en Guadassèquies. Entre sus notas
comenta también las diferentes visitas realizadas a Bèlgida para conocer
la colección de Mariano Jornet Perales, al que le une una buena amistad, y considera interesantes los fondos de cerámica «caliciforme» y
«cardial», única en las tierras valencianas. Visita l’Atarcó en 1924, describiendo el yacimiento y los silos, y la cerámica neolítica; dibuja las
cerámicas campaniformes que él llama «caliciformes», y los hoyos que
se repiten en Caseta del General, Mandola, Camí de l’Alfogàs y Pedrera,
sin restos humanos; hace referencia al hallazgo de M. Jornet de un cráneo en un hoyo, en una sepultura saqueada, y a otros hallazgos entre
1915 y 1921, dibujando los materiales campaniformes de Beniprí. En
ocasiones se refiere a asuntos de su trabajo de abogado: pleitos, embargos, testamentos, junto a algún apunte de arqueología, un gráfico sobre
pesos y medidas, o el dibujo de la iglesia de Santo Domingo de l’Olleria
con la descripción de los cuadros del altar. Y en diferentes cuadernos
aparecen reflejadas sus visitas a los yacimientos de la Vall d’Albaida con
sus croquis, el dibujo de algunos materiales o las referencias bibliográficas que le parecen más adecuadas.
Conocemos su prestigio, anterior a la creación del SIP, de acuerdo
con sus tempranas excavaciones, tal y como muestra la dedicatoria que
le hace F. Almarche en su obra La antigua civilización ibérica en el Reino
de Valencia (1918): «A D. Isidro Ballester Tormo. Diputado Provincial
por Albaida. Peritísimo en el estudio de la cultura ibérica valenciana»,
libro en el que se mencionan los trabajos de Ballester en Covalta, los
materiales que ha adquirido de Gaianes (Coveta de l’Or), «algunos en
perfecto estado de conservación, que avaloran su ya numerosa colección». Y el descubrimiento de unas cuevas en el «Cerro del Porticholet»,
entre Xàtiva y Benigànim, en 1909. También E. Tormo, en su Guía
Levante (1923), se refiere a algunos de los yacimientos explorados por
Ballester, como la «Cueva Alta, en el monte de la Umbría», si bien no
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
cita ni su excavación ni su colección. Por otra parte, desde la creación
del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia en 192021, Ballester frecuentaba sus reuniones semanales, punto de encuentro
de un amplio grupo de estudiosos (Martí y Villaverde, 1997).
De su actividad política sabemos que estuvo afiliado al partido
Conservador desde su juventud, fue diputado provincial por el distrito
de Xàtiva-Albaida desde 1915 hasta la disolución de las diputaciones
por parte del directorio militar en 1924. Elegido en 1915, su renovación
se produjo en 1919 como conservador-datista; fue de nuevo elegido en
las elecciones parciales de 1920 y renovado en 1921, el año del asesinato de Eduardo Dato, y también en 1923, con un breve mandato en esta
ocasión por la llegada de la dictadura de Primo de Rivera. Con el regreso al régimen parlamentario, en febrero de 1930, I. Ballester volvió a ser
diputado, siendo elegido vicepresidente de la Diputación de Valencia
hasta la proclamación de la República en abril de 1931, cuando se produce la dimisión de la Corporación y la creación de la Junta Provincial,
el 15 de abril de 1931. De su labor como diputado sólo existe una mención a un discurso suyo, respecto a la gota fría ocurrida en otoño de
1923 y a la dificultad de pagos a los que se enfrentan los pueblos de la
comarca (Frasquet, 1995: 309). Pero, «sus amplios conocimientos sobre
la Prehistoria valenciana, su relación con las instituciones culturales y su
directa experiencia como diputado le llevaron a proponer la creación de
un Servicio de Investigación Prehistórica por parte de la Diputación de
Valencia, en 1927, del que fue nombrado director. Desde entonces su
actividad quedó vinculada a la de esta institución, promoviendo la realización de numerosas campañas de excavación y la creación del Museo
de Prehistoria de Valencia» (Martí, 1992).
La creación del Servicio de Investigación Prehistórica. De 1927 a 1931
En palabras de L. Pericot, los contactos de I. Ballester con instituciones en Madrid y Barcelona hicieron germinar en su mente una idea
ambiciosa, la de establecer en Valencia un centro dedicado a la investigación prehistórica. Idea que junto al ofrecimiento de Fernando Ponsell
Cortés en el mes de febrero de 1927 para ceder a la Diputación de
Valencia, a cambio de una indemnización, la colección de materiales que
había ido reuniendo en sus excavaciones («La Diputación me abonará
1.025 pesetas, importe del alquiler del local... y un sueldo de 3.000 pesetas anuales, por excavar y reconstruir todos los objetos y mandarlos a la
Diputación en condiciones...; con la obligación de excavar en los pueblos de la provincia de Alicante que se crea conveniente»), y la «voluntad de la corporación por asumir su condición de cabeza de una región
que había dado a la Prehistoria notables manifestaciones artísticas»,
están en el origen de la creación del Servicio de Investigación
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Isidro Ballester Tormo y la creación del Servicio de Investigación Prehistórica
Panel con materiales
de Covalta (Albaida).
1906-1919.
[Casa Grollo. Placa
de vidrio. SIP 293]
Prehistórica. Así, en su sesión del cinco de mayo, la Comisión Provincial
Permanente solicitaba de I. Ballester, teniendo en cuenta su «especial cultura y reconocida competencia en estudios prehistóricos», un informe
sobre la conveniencia de tal adquisición, «cuyos objetos pudieran ser
principio de un museo cuya creación tiene en estudio esta Corporación».
El escrito de I. Ballester valoraba muy positivamente los fondos de la
colección arqueológica de F. Ponsell, procedentes del poblado ibérico del
Xarpolar de Margarida y del poblado de la Edad del Bronce del Mas de
Menente en Alcoi: «Los fondos son de verdadero interés para el estudio de
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
la prehistoria y protohistoria general española y muy especialmente de la
levantina»; consideraba que su adquisición evitaba la dispersión de los
hallazgos y fijaba un precio de mil quinientas pesetas para su compra; recomendaba la «adquisición completa de la colección», pero sin aceptar las
condiciones de F. Ponsell: «Ha de bastar una cantidad mucho menor, suficiente para los trabajos de excavación y reconstrucción e indemnización al
Director de ellos. Los propósitos abrigados por esa corporación, sobre fundación de un Museo Arqueológico, inducen a un necesario servicio de
excavaciones montado por la misma, obligada consecuencia de aquel. El
Museo de Prehistoria o el Arqueológico con sección de aquella, tienen un
carácter fundamentalmente dinámico..., porque debiendo ser las series que
los compongan elementos para el estudio de remotas civilizaciones casi desconocidas, necesariamente han de vivir tales museos en constante renovación de documentos arqueológicos y en perenne movimiento de contraste
las ideas que aquellos sugieran por sí o las que directamente proporcionen
las excavaciones... Si la Excma. Diputación Provincial se decide, pues, por
la creación de un museo Arqueológico, seguramente que lo hará como parte
de un «Servicio de Investigaciones Arqueológicas» que necesariamente, por
Portada del legajo que
reune los documentos
relacionados con la compra
de la colección de Fernando
Ponsell y la creación del
Museo de Prehistoria.
[Arxiu de la Diputació de
València. ADPV]
la fuerza de las cosas, habrá de comprender, aunque sea modestamente, tres
secciones: excavaciones, museo y publicaciones. La Diputación, puesta en
la alternativa de escoger entre subvencionar excavaciones y efectuarlas de
su cuenta bajo su inspección, se incline por lo último como ensayo de futuras decisiones, imponiéndose tan pequeño sacrificio económico, que no
merece el mencionarse. La indemnización de 1.025 pesetas, es preferible se
denomine precio de adquisición, aumentándolo a 1.500 pesetas».
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Isidro Ballester Tormo y la creación del Servicio de Investigación Prehistórica
Ballester apostaba por la creación de un Museo Arqueológico
como parte de un Servicio de Investigaciones Arqueológicas que habría
de comprender tres secciones: excavaciones, museo y publicaciones; e
invitaba a la Diputación a efectuar sus propias excavaciones considerando que éste era el mejor medio para acrecentar las colecciones. Al mismo
tiempo, consciente de las limitaciones presupuestarias iniciales, se
decantaba por la conveniencia de dedicarse a la investigación prehistórica, ya que «para lo “arqueológico”, tan amplio, precisaría, si las cosas
se hacían sólo medianamente, muchísimos miles de duros».
El veinte de octubre de 1927 se aprobó la creación del Servicio de
Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia, siendo nombrado I. Ballester su Técnico principal. En el acuerdo de la Comisión se
decide adquirir la colección Ponsell y continuar sus excavaciones con
una consignación anual de 750 pesetas; dirigirse al Laboratorio de
Arqueología de la Universidad de Valencia «para que formule un plan
metódico general de investigación prehistórica en nuestra región y, si
Ponsell acepta, su colección sea el primer paso en el orden de los sucesivos estudios prehistóricos, acordándose también la instalación provisional de la colección de dicho señor y el estudio de la creación de un verdadero Museo Prehistórico. A propuesta del señor diputado ponente de
Enseñanza y Bellas Artes, se acuerda nombrar a D. Isidro Ballester
Tormo Director Técnico del Museo Prehistórico que esta Corporación
se propone crear, teniendo en cuenta al hacer este nombramiento, la
gran cultura del Sr. Ballester, especialmente en materias prehistóricas y
el interés y el acierto con que, desde el primer momento, ha prestado a
esta Corporación su ilustrado consejo».
El 28 de octubre, aceptadas las condiciones por F. Ponsell, se
adquiere la colección, y el 1 de noviembre I. Ballester acepta y agradece
el nombramiento y solicita que su designación sea interina con el fin de
atender a necesidades inaplazables, y efectuar después el nombramiento
definitivo. El 17 de noviembre la Comisión le pide «avance de la cifra
que en concepto suyo deba consignarse en el Presupuesto de 1928 para
instalación de la colección Ponsell y trabajos de excavación que puedan
realizarse». I. Ballester avanza la cifra de 12.000 pesetas, cantidad que
considera necesaria como presupuesto inicial para instalar el museo,
aumentar los fondos con excavaciones y adquisiciones, el montaje de
nuevos fondos, o la creación del taller de reconstrucción; plantea la
necesidad de acordar las normas que han de reglamentar el Servicio y
pide establecer contactos con Lo Rat Penat, con el Centro de Cultura
Valenciana, con el Laboratorio de Arqueología, y también con entidades
de las provincias hermanas como la Sociedad Castellonense de Cultura.
El 25 de abril se dirige a dichos centros y en especial al Laboratorio de
Arqueología, aludiendo «al importante trabajo de recogida de datos y
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
clasificación de estaciones de Levante realizado por dicho Laboratorio y
la labor de formación del mapa prehistórico encargado a Pericot». En
breve recibirá el incondicional apoyo de dichas instituciones.
El ambicioso proyecto empezó a tomar forma en los primeros meses
de 1928, y ya el 26 de abril comunica a la Corporación que la Colección
Ponsell ha sido «provisionalmente instalada en los entresuelos llamados
del Torreón del Palacio de la Generalidad». Hace constar la eficaz colaboración de L. Pericot y de M. Jornet («culto teniente coronel del Ejercito
y entusiasta investigador arqueológico»); solicita que se establezcan unas
normas para la reglamentación del Servicio y que continúen las excavaciones de Mas de Menente. Solicita personal de Vías y Obras para el
levantamiento de planos o croquis de las excavaciones; poder disponer
con la rapidez necesaria de medios con que atender a viajes, exploraciones, material de excavación, fotografía, etc.; poder publicar la labor realizada por el Servicio de Investigación Prehistórica; formar una pequeña
biblioteca especializada... «Para llevar a efecto las excavaciones y exploraciones que son principal motivo de la creación de este Servicio, interesa acogerse a la ley de 7 de julio de 1911 y al Reglamento de 1 de marzo
de 1912, y solicitar al estado las autorizaciones».
I. Ballester decidió centrarse en la realización de excavaciones, así
como en su estudio y publicación, como único camino de asentar la institución. En junio de 1928 comunica a la Comisión Permanente el plan
de excavaciones, solicitando las autorizaciones para Cova Negra de
Xàtiva, Cova del Parpalló y Coves del Llop, en Gandia; Altet de
Fontanars de Xàtiva y la Bastida de les Alcusses de Moixent. Los trabajos de exploración son encomendados a L. Pericot, Gonzalo Viñes
Masip y F. Ponsell, además de M. Jornet y el propio Ballester. Y ya en
octubre, finalizados los trabajos, se hace más urgente resolver el problema de locales y la falta de personal. Para la reconstrucción de materiales de Bastida hace venir a F. Ponsell desde Alcoi, el cual ha descubierto
un interesante enterramiento en la Cova de la Sarsa y ha solicitado en su
nombre la concesión de excavaciones, aunque I. Ballester pide que la
Comisión se dirija a la Junta Superior haciendo constar la cesión de
derechos a la Diputación y abonando los gastos a F. Ponsell. Comienza
la preparación del Anuario del Servicio, el Archivo de Prehistoria
Levantina, cuyo primer volumen verá la luz en 1929.
Muy pronto se plantea la conveniencia de adquirir materiales
cuando no hay posibilidad de conseguirlos si no es por compra. En
enero de 1929 se ofrecen al Servicio los materiales de la colección de
Federico de Motos, farmacéutico de Vélez Blanco (Almería), de objetos de las primeras Edades del Metal, de gran importancia para el
museo, según su escrito, «por tratarse de una cultura prehistórica
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Isidro Ballester Tormo y la creación del Servicio de Investigación Prehistórica
madre de la nuestra», por un precio de 1.500 pesetas. Y también otros
lotes de objetos que forman parte de la colección de Manuel Cazurro
Ruiz, de Girona, si bien aparecen citados como ofrecimiento de José
Colominas, de Barcelona. Su descripción es la que sigue: un lote del
paleolítico europeo por 250 pesetas, un cartón con 17 lanzas y puntas
de flecha del bronce por 300 pesetas, dos cartones con 26 hachas del
bronce por 800 pesetas, material de un sepulcro de Burgos por 500
pesetas. Y un importantísimo lote de Ampurias, de objetos griegos,
helenísticos y romanos, todo por 2.500 pesetas, «debiendo llevarse la
adquisición con gran secreto y rapidez si se quiere evitar que la junta
del Museo de Barcelona se nos anticipe o nos dificulte aquella».
Ambas adquisiciones se harán efectivas en enero de 1930.
Cartel del Laboratorio
y Museo de Prehistoria.
A finales de abril de 1929 se solicita la incorporación de Salvador
Espí Martí para atender las necesidades del Laboratorio y Museo y se
propone el nombramiento de L. Pericot como subdirector del Museo y
el de M. Jornet, G. Viñes y F. Ponsell como colaboradores. Emilio
Gandía Ortega, natural de Xàtiva, Conservador del Museo de la
Ciudadela de Barcelona y excavador de Ampurias, es nombrado
Conservador Honorario del Museo de Valencia. En palabras de L.
Pericot, ésta es la época más brillante de la vida de I. Ballester.
Las excavaciones iniciadas son un éxito y el Servicio es felicitado
por diferentes organismos de acuerdo con las actividades desarrolladas:
se adhiere al centenario del Instituto de Arqueología de Berlín, siendo
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
representado en los actos celebrados por el «sabio profesor de la
Universidad de Barcelona D. Pedro Bosch Gimpera»; participa, con una
comunicación de L. Pericot, en el XII Congreso de la Asociación
Española para el progreso de las Ciencias y, en la sesión presidida por el
profesor Mendes Correa de Lisboa, se suceden las alabanzas al Servicio
por parte de los Congresistas en nombre de los cuales hablaron Francesc
Carreras Candi, P. Bosch Gimpera y el presidente de la sesión; participa
igualmente en el IV Congreso Internacional de Prehistoria celebrado en
Barcelona en otoño de 1929 y reciben las felicitaciones de H. Obermaier,
Correa de Serpa Pinto y el presidente del Congreso, José Ramón Mélida;
concurren asimismo a la Exposición Internacional en dicha ciudad con
la presentación del plomo hallado en la Bastida de les Alcusses y otros
materiales de las excavaciones de la Cova del Parpalló y de Cova Negra.
En 1930 el SIP se inscribe de nuevo en el V Congreso Internacional de
Arqueología, a celebrarse en Argel.
Su actividad es reconocida por la Dirección General de Bellas
Artes, recibiendo la felicitación de su director M. Gómez Moreno en una
visita realizada a Valencia, al tiempo que E. Tormo es Ministro de
Instrucción Pública y Bellas Artes. El Ponente de Instrucción Pública
aprovecha la ocasión para solicitar ayuda del Estado, en el sentido de
disponer de ejemplares duplicados obtenidos en las excavaciones de la
Alcúdia de Elx que pudieran formar parte de las colecciones del Museo
de Prehistoria de Valencia. Y también para solicitar al Ministerio de
Instrucción Pública que se sirva fomentar la Biblioteca del SIP con las
obras que publican sus diferentes centros sobre dicha materia, entre
otras la serie de Memorias y Boletines de la Real Academia de la
Historia, las Memorias de la Junta Superior de Excavaciones y
Antigüedades, y las Memorias de la Comisión de Investigaciones
Paleontológicas y Prehistóricas.
El prestigio de la institución va en aumento y las peticiones formuladas por I. Ballester son atendidas por la Diputación: se mantiene la continuidad en cuanto a las excavaciones y la política de adquisición de
colecciones (en 1930 se hace efectiva también la compra de material
arqueológico procedente de las excavaciones de Eivissa a la viuda de
Arturo Pérez Cabrero); y consigue el pago de indemnizaciones a L. Pericot
y a F. Ponsell por los servicios prestados: «La importancia creciente que
fue tomando la labor del Servicio, ha ido imponiendo a las personas que
ayudan a llevarla, una asiduidad cada vez mayor y un esfuerzo más constante, que requiere tanto tiempo y sacrificio que ya no puede quedar sin
compensación adecuada. Claro que de ello queda excluido el que suscribe, porque su intervención es meramente temporal por el tiempo preciso
para el total establecimiento del Servicio, y lo que interesa es dejarlo organizado definitivamente». Resulta sorprendente que I. Ballester intentara
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Isidro Ballester Tormo y la creación del Servicio de Investigación Prehistórica
mantener su labor personal de investigación aludiendo a la provisionalidad de su puesto de dirección: «Continuando nuestra antigua labor personal de investigación en el Valle de Albaida y comarcas colindantes,
hemos de solicitar nos conceda la Junta Superior la R. O. para explorar
ciertos yacimientos. Nuestra labor personal y la realizada como Director
del Servicio, hemos conseguido separarla; cosa fácil porque absorbido
nuestro tiempo sobrante por el Servicio, poco hemos podido hacer por
nuestra cuenta; pero de todos modos hemos encargado la labor de la
Diputación a los colaboradores reservándonos solo la Dirección». Y
sigue: «Creemos justificado, porque nuestra intervención al frente del
Servicio no ha de ser permanente, ni será la continuidad del esfuerzo de
la diputación, ni precisa a la labor de la misma las aludidas estaciones prehistóricas, habiendo tanto campo donde desarrollar estas actividades, el
que solicitemos para nosotros las concesiones de referencia. De otro
modo se nos imposibilitará de continuar nuestra personal labor en sitio
de relativa comodidad para nosotros. De todos modos solicitamos de la
Comisión su parecer sobre este punto». El escrito lleva fecha de 21 de
diciembre de 1929 y, en efecto, I. Ballester efectuará excavaciones por
cuenta propia en la Cova del Camí Reial d’Alacant, de Albaida, y en la
Cova del Barranc del Castellet, de Carrícola, y no hará efectiva la donación de su colección hasta años después.
En marzo de 1930, la Comisión Provincial Permanente acuerda:
«Modificar el régimen económico actual del Servicio de Investigación
Prehistórica de esta Corporación, que está a cargo del Sr. Director
Técnico Don isidro Ballester Tormo, y que desde hoy quedará encomendado al Subdirector del citado Servicio Don Luis Pericot García, y que
las peticiones de fondos libradas a dicho señor Pericot, como las cuentas de justificación formuladas por el mismo, serán autorizadas con el
visto bueno del Sr. Director Técnico». El hecho de que se delegue en L.
Pericot la gestión económica debe ponerse en relación con la elección de
I. Ballester como diputado y su puesto de vicepresidente, siendo
Presidente Pedro J. Serrano.
Los años de la República y la Guerra Civil. De 1931 a 1939
El advenimiento de la República supone una limitación a la autonomía de la que gozaba I. Ballester para dirigir el Servicio y en cuanto a
la toma de decisiones. Así lo expresa en un informe de 28 de mayo de
1931 en el que, entre otros temas, solicita permiso para excavar, ya que
se han producido cambios en la Diputación y no sabe si pueden decidir
por su cuenta. Ese mismo año L. Pericot se traslada a Francia, Inglaterra
e Italia, con una pensión de 4 meses, para estudiar Paleolítico superior
en relación con la importancia de los hallazgos de la Cova del Parpalló,
y le comenta a I. Ballester la conveniencia de no dar forma definitiva al
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
trabajo que está preparando sobre dicha cueva, a publicar en el volumen
II del Archivo de Prehistoria Levantina, hasta que concluya su visita de
estudio. En su ausencia, I. Ballester sugiere que sea M. Jornet el encargado de retirar fondos y rendir cuentas. Por otra parte, se reducen las
consignaciones y se producen cambios profundos en la Diputación. Del
entusiasmo de los primeros años se pasa al pesimismo. Los temas siempre presentes en los escritos de I. Ballester son la falta de espacio, de personal y de recursos, y la actitud totalmente voluntarista del equipo de
colaboradores; el presupuesto se reduce a 500 pesetas en 1932 y se paraliza la actividad de campo. De nuevo hace constar su situación de provisionalidad cuando realiza una petición para que se terminen a la
mayor brevedad posible las obras de los entresuelos llamados salas doradas del Palacio de la Generalidad. Con el fin de que «el museo esté en
buenas condiciones de presentación, para evitar posibles críticas de los
visitantes, especialmente de los extranjeros, y para que, instalado debidamente aquel, pueda apreciarse la labor realizada con los sacrificios
que la diputación se impuso. Ello aparte de que la persona que desempeña esta Dirección está esperando hace tiempo la inauguración del
Museo, para dejar aquella, por creer haber cumplido sobradamente con
un deber de valencianía y de amor a la Diputación que le obligaban a
determinados sacrificios. Por todas estas razones rogamos se insista en
el acuerdo de terminar las obras referidas».
En enero de 1933 la Comisión gestora de la Junta Central aprueba
las bases para la reorganización de SIP: «1. Los trabajos de Prehistoria
dependerán de una manera absoluta de la Ponencia que se convertirá
ahora en Dirección. 2. El personal técnico y administrativo será nombrado por la corporación. 3. Los gastos serán satisfechos por la Diputación
previo visto bueno del Director y aprobación de dicho organismo en
sesión pública. Adicional. Memoria anual; aumentar a 10.000 pesetas la
consignación de 500 del presupuesto de gastos para el ejercicio de 1933».
Cabe pensar que se insta a I. Ballester a dejar la dirección en manos de L.
Pericot. Y, finalmente, el 6 de febrero de 1933, se produce su renuncia al
«cargo que vengo desempeñando desde hace cinco años, sin remuneración alguna, antes bien con perjuicio propio, solo con la buena voluntad
de contribuir a la exaltación de la personalidad de esa Corporación a la
que tanto cariño tenemos los que de ella hemos formado parte. Me considero suficientemente pagado de trabajos y sinsabores con que la creación del Servicio fuera a propuesta mía, con haber organizado sus diversas secciones, el Museo entre ellas que ha llegado a estimarse como uno
de los mejores de España, y haber logrado que por ello sea la Diputación
valenciana conocida bastante más allá de sus estrechos límites administrativos. He sido en ello auxiliado por competente personal que escogí he de
decir que acertadamente, y que hoy hace de todo punto innecesaria mi
presencia en el Servicio».
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Isidro Ballester Tormo y la creación del Servicio de Investigación Prehistórica
Isidro Ballester en su
despacho. Hacia 1945.
[J. Alcácer]
No obstante, Ballester continúa vinculado al Servicio y las perspectivas vuelven a mejorar con el inicio de las excavaciones en el
Tossal de Sant Miquel de Llíria. Con posterioridad, el 7 de enero de
1935, la Corporación lo nombra Director Honorario del SIP para que
se encargue temporalmente de la Dirección técnica del Museo, toda vez
que sus ocupaciones le impiden aceptarla con carácter definitivo, y en
atención a que L. Pericot se ha trasladado a Barcelona, aunque continúa como colaborador, igual que M. Jornet, G. Viñes, E. Gómez Nadal
y F. Ponsell; siendo agregados D. Fletcher, Ernesto Jiménez Navarro,
Julián San Valero Aparisi y Manuel Vidal y López, y continuando
como reconstructor S. Espí. Y así llegamos al inicio de la guerra que
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
repercute de nuevo en la situación del personal del Servicio, como se
puede ver en sendos escritos remitidos a la Diputación en septiembre de
1936 por S. Espí y por el propio I. Ballester. El primero expone que lleva
trabajando desde 1929 como reconstructor y que aún no ha sido incluido en la plantilla de personal de la Diputación; se ve afectado por el
acuerdo de suspensión de empleados, subalternos, administrativos, etc.,
y protesta al no serle aplicable el referido acuerdo, por desafección alguna al régimen, solicitando su readmisión y su inclusión en la plantilla.
En cuanto a I. Ballester, en representación de todos los que componen el
Servicio, expone a la Diputación que «el personal del Servicio lo integran un director y un subdirector auxiliados por un grupo de personas
con preparación adecuada para la investigación propia del Servicio, que
trabajan de forma desinteresada, son los colaboradores y agregados, y
que nunca han cobrado sueldos ni dietas. Los logros conseguidos lo han
sido a favor de Valencia y su cultura». Tiene dudas sobre si el acuerdo
de suspensión de plantilla les afecta y hace constar que no se consideran
incursos en motivo alguno que justifique la destitución del personal. El
SIP aparece constituido por I. Ballester, L. Pericot, y por los colaboradores y agregados ya citados, además de Francisco Porcar, Francisco Jordá
y José Chocomeli; propone a F. Porcar como colaborador y solicita elevar a la categoría de colaboradores a los agregados. Pide se ratifique a
los actuales componentes, a excepción de Viñes «por circunstancias
especiales». De nuevo, en 1937, propone a F. Porcar como auxiliar técnico del Servicio, «sus fotos de materiales del museo y sus calcos y dibujos de los vasos de Liria dan fe de su labor». Y también en 1938, y finalmente es nombrado auxiliar técnico del SIP, «con carácter de colaborador sin derecho a retribución ninguna, por no figurar este cargo en las
plantillas de esta Corporación».
La inseguridad de la plantilla se deja ver de nuevo en febrero de
1937. S. Espí se dirige al Presidente del Consejo Provincial de Cultura y
expone que fue nombrado jornalero eventual el 1 de mayo de 1929 y
que muchos jornaleros de otros servicios han pasado a plantilla, sin
embargo su solicitud no ha sido atendida. También I. Ballester expone
que lleva trabajando desde el principio como Director del SIP, ayudado
por colaboradores y agregados, sin compensación por el trabajo: «Y
como hoy, al carecer de ingresos profesionales, no me es posible continuar prestando mis servicios a la Corporación provincial sin remuneración suficiente...», solicita ser incluido en plantilla, comparando su
situación con la del Servei d’Investigacions Arqueològiques de
Barcelona. En una nota manuscrita comenta que su escrito y el de S. Espí
no son entregados hasta junio, «se comieron esta solicitud». El tema no
se resuelve hasta acabada la guerra pues, en 1941, insiste en ello.
Finalmente, el 29 de enero de 1942, la Comisión Gestora acordó:
«Confirmar en propiedad a don Isidro Ballester Tormo en su cargo de
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Isidro Ballester Tormo y la creación del Servicio de Investigación Prehistórica
Director del Servicio de Investigación Prehistórica, nueva denominación
adoptada en la plantilla reorganizada según acuerdo de 15 de diciembre
último y con el haber anual de 8000 pesetas». En el reverso del oficio
hay una diligencia para hacer constar que el 5 de diciembre de 1945 se
aprobó incrementar los haberes de los funcionarios al servicio activo de
la Corporación, a partir del 1 de enero de 1946, percibiendo en consecuencia un sueldo de 12.000 pesetas. Y el 29 de septiembre de 1944 se
produce el acuerdo de la Comisión de Gobernación para que continúe
prestando «sus meritísimos servicios por todo el tiempo necesario para
adquirir derechos pasivos, siempre y cuando lo permitan sus facultades
físicas»; al tiempo que se le reconocen a efectos pasivos todos los servicios prestados a la Corporación con carácter gratuito o retribuido desde
el 20 de octubre de 1927. Y se desestima la última parte de la propuesta referente al aumento de sus haberes.
Pero, siguiendo el curso de los hechos ocurridos durante los años
de guerra, debemos referirnos, aún brevemente, a la creación del Institut
d’Estudis Valencians en 1937 y a la incorporación del Servicio en él. El
conseller de Cultura, Francisco Bosch Morata, comunica a Ballester su
nombramiento como Presidente de la Secció Històrico-Arqueològica de
l’Institut d’Estudis Valencians, el 25 de marzo. El propio F. Bosch solicita del Ministro de Instrucción Pública ayuda para el Museo Provincial
de Prehistoria de Valencia, para que se puedan comprar colecciones particulares valencianas, para acrecentar los fondos del Museo y evitar la
dispersión o desaparición de dichos materiales. Las colecciones que se
proponen adquirir son la de Camilo Visedo Moltó de la Serreta de Alcoi,
la de Francisco Martínez y Martínez de Eivissa, la del propio I. Ballester
de Covalta, Casa del Monte y otras cuevas y despoblados, y la colección
de Enrique Vilaplana y Juliá de Les Llometes de Alcoi, solicitando
60.000 pesetas para ello. Finalmente, la subvención concedida a través
del IEV es de 30.000 pesetas y con ella se efectúa la adquisición de la
colección Martínez y Martínez, y de la colección reunida por Ernesto
Botella Candela, de materiales del poblado de la Edad del Bronce de
Mola Alta de Serelles de Alcoi.
Y llegamos a febrero de 1938, momento en que los bombardeos
sobre la ciudad hacen necesario el traslado de los materiales del museo a
los sótanos de la Generalitat, en la llamada torre, para lo que habría que
construir un banco corrido y un anaquel más alto. Ballester insiste en que
se «atienda cuanto antes al vaciado del sótano de los materiales de combustión fácil y de lo que estorbe al plan propuesto y a amparar de las
explosiones, mediante muros de ladrillo, las ventanas de los entresuelos.
Para ello el SIP, de sus propios medios, ayudaría con la pequeña cantidad
de 1.500 pesetas, lamentando no poder hacerlo de suma mayor». Al parecer no hubo respuesta a dicha petición y, en enero de 1939, el Presidente
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Notas manuscritas de
Isidro Ballester sobre
la Cova de la Sarsa
(Bocairent).
Notas manuscritas de
Isidro Ballester sobre un
libro de Gordon Childe.
de la Junta Delegada de Incautación, Protección y Conservación del
Tesoro Artístico Nacional de Valencia, en oficio dirigido al Presidente del
Consejo Provincial, manifiesta «la conveniencia de que procedamos a la
recogida de los objetos guardados en el Museo de Prehistoria, los cuales
serían conservados y custodiados en los depósitos que esta Junta tiene
establecido en Valencia, esperando lo comunique al Director de dicho
establecimiento para proceder seguidamente a lo acordado». La respuesta
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Isidro Ballester Tormo y la creación del Servicio de Investigación Prehistórica
de I. Ballester es tajante: «El material que necesita preservarse y custodiarse es en su mayoría cerámica de extremada fragilidad, que hace difícil y
delicado su manejo dentro del Museo, por lo que ni deben ni pueden
sacarse de él si no se quiere correr el riesgo de que vuelvan a transformarse de nuevo en un montón de cascos rotos. Y lo mismo para los hierros...»;
su informe es rotundamente contrario a que del Museo se saque pieza
alguna y añade que hace tiempo que se ha pedido habilitar el sótano para
instalar allí las piezas con el menor riesgo posible, adelantándose el
Consejo Provincial a la Junta.
Los fondos permanecieron en la Generalitat en su mayoría,
excepción hecha de los materiales paleontológicos de Cova Negra y
Cova del Parpalló que, junto a colecciones del Museo de Ciencias
Naturales de Madrid, se trasladan a otras dependencias, como prueba un escrito del Ministerio de Educación Nacional, Servicio de
Defensa del Patrimonio Artístico Nacional, Zona de Levante que
dice: «En el Hospital de Sacerdotes Pobres del Milagro y juntamente con material del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, hay
material osteológico perteneciente a ese Servicio. Espero ponerme
de acuerdo con V. para hacerle entrega del mismo en el momento en
que quiera disponer de él. Dios guarde a V. muchos años. Valencia
9 de junio de 1939. Año de la Victoria. El Alférez Jefe del Servicio
Luis Monreal y Tejada».
Era el final de la contienda. Ballester fue admitido en su cargo:
«Tengo el gusto de poner en conocimiento de V. que en virtud de la
información obtenida de su conducta en relación con el Glorioso
Movimiento Nacional y de conformidad con el informe del Sr. Juez
Instructor, el Excmo. Sr. Gobernador Civil de la provincia, en funciones
de Presidente de esta Diputación, ha tenido a bien admitirle en su cargo
de Director del Servicio de Investigación Prehistórica provincial, sin
imposición de sanción alguna y sin perjuicio de lo que la Corporación
acuerde en su día. Lo que comunico a V. para su conocimiento y satisfacción. Dios salve a España y guarde a V. muchos años. Valencia 21 de
julio de 1939. Año de la Victoria».
La continuidad de I. Ballester al frente del SIP daba apariencia de
normalidad y en breve se reanudan los trabajos de excavación en el
Tossal de Sant Miquel y en otros nuevos yacimientos. Se distribuye el
Treball Solt número 5, con pie de imprenta de 1937 y escrito en valenciano, con una nota aclaratoria de I. Ballester, y el número 6, ya en castellano, como Trabajo Vario (Martí y Villaverde, 1997). Se iniciaba una
nueva etapa que, aún significando la consolidación del Servicio y del
Museo de Prehistoria, y el crecimiento de las colecciones y de la plantilla, estuvo marcada por significativas ausencias y proyectos truncados.
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
L. Pericot estaba en Barcelona, aunque mantendrá su vinculación con la
institución; G. Viñes había sido asesinado en los primeros meses de la
guerra; E. Gómez Nadal se exilia y su nombre desaparece repentinamente de la lista de colaboradores. Tras años difíciles, al finalizar la década
de los cuarenta, aquellos alumnos de L. Pericot, como D. Fletcher, J. San
Valero y F. Jordá, se incorporarán a la responsabilidad de nuestras instituciones científicas; se recuperará poco a poco el entusiasmo y surgirán nuevos proyectos y nuevos colaboradores, como José Alcácer Grau
y E. Pla, y en 1950 D. Fletcher asume la dirección del SIP. Sin entrar en
detalles sobre esta nueva etapa, sí queremos señalar la existencia de
importantes lazos personales tejidos en torno a I. Ballester y a L. Pericot,
rodeados siempre por un excelente equipo de colaboradores que, a su
vez, mantuvieron vivo el espíritu investigador y el ambiente de trabajo
del que, tras ochenta años, todos los que formamos parte de la institución nos sentimos herederos.
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Excavar a principios del siglo xx
Helena Bonet Rosado
Servicio de Investigación Prehistórica
Ciento cuarenta y seis es el número de trabajos de campo que realizó el Servicio de Investigación Prehistórica (SIP) entre 1928 y 1950,
número que se distribuye entre sesenta y ocho excavaciones y setenta y
ocho prospecciones, aunque en realidad es una larga historia...
(Fletcher y Pla, 1977: 73-75).
Las primeras exploraciones y excavaciones del SIP van unidas,
como no podía ser de otra manera, a la figura de Isidro Ballester Tormo,
creador y alma del servicio, que conjugando su favorable posición política en la Diputación de Valencia y el cariño por su tierra familiar, la Vall
d’Albaida, convirtió esta comarca en el punto de arranque de una serie
de exploraciones que marcarían la historia del SIP. Desde su casa solariega de Atzeneta combinaba su afición por la caza y su pasión por la
arqueología, lo que le permitía conocer y adentrarse en parajes poco
transitados e ir descubriendo «estaciones» mal o nada conocidas. Así
emprendió, en 1907, las excavaciones en el poblado ibérico de Covalta,
convirtiéndose en uno de los decanos de las excavaciones arqueológicas
en España. A esta primera experiencia habría que añadir las campañas
realizadas, entre 1918 y 1920, en la necrópolis ibérica de Casa del
Monte en Valdeganga, tierras albaceteñas donde solía ir a cazar, y en los
poblados de la Edad del Bronce (entonces denominadas estaciones argáricas) de Tossal Redó y Tossal del Caldero, ambas en la vecina localidad
de Bellús, en 1922.
En aquellos años, además, prospectó y dio a conocer diecinueve
yacimientos valencianos, lo que le proporcionó una base más que sólida
para llevar a cabo una idea ambiciosa: crear un centro para la investigación prehistórica similar a los ya existentes en Madrid y Barcelona
(Pericot, 1952: 3). En esta etapa, previa a la creación del SIP, adivinamos ya el espíritu que iba a transmitir I. Ballester a la futura institución,
espíritu caracterizado por un trabajo riguroso y un enorme interés por
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
conocer y difundir la prehistoria valenciana, a lo que habría que añadir
una austeridad extrema, observada y comentada por todos sus colaboradores, que acentuaba aún más la seriedad de sus trabajos y proyectos.
Recién creado el SIP, la noticia del hallazgo de unos cráneos y restos humanos, junto a la carretera de Xàtiva a Alicante a la altura de
Albaida, hace que se persone en el lugar del hallazgo I. Ballester. Una vez
allí, acompañado por sus descubridores, fotografía el entorno de la covacha sepulcral del Camí Reial d’Alacant desde una «transitada» carretera,
en la que se puede ver «su sencillo Ford», vehículo que alternaba con una
tartana en sus exploraciones por los alrededores de Albaida. La Covarxa
del Camí Reial será la primera excavación de urgencia del Servicio y los
resultados de su estudio abrirán las páginas del primer volumen de la
revista Archivo de Prehistoria Levantina del año 1928.
Ballester era muy consciente de que el futuro del nuevo Servicio y de
su Museo, al carecer de grandes colecciones que exponer, dependía del
éxito de los resultados de los trabajos de campo. Por ello, el único camino para consolidar la institución era la realización de excavaciones
arqueológicas y la publicación de sus hallazgos. También era consciente de
la necesidad de contar con buenos colaboradores y ayudantes universitarios capaces de llevar a cabo excavaciones arqueológicas, y de hecho ya en
el informe que redacta para el correspondiente dictamen de la creación del
SIP señala «que existiendo en la Universidad de Valencia un Laboratorio
de Arqueología en el que semanalmente se reúnen la mayor parte de
arqueólogos de esta región, se dirija a él la Diputación para que formule
un plan metódico general de investigaciones prehistóricas en nuestra
región» (Martí, 1992: 15). Quedando así definitivamente establecida esa
estrecha colaboración y amistad entre el SIP y el Laboratorio de
Arqueología, que ha perdurado hasta nuestros días.
Ese mismo año, en julio de 1928, a los diez meses de la creación del
SIP, I. Ballester, acompañado de Lluís Pericot y Mariano Jornet, se desplaza desde Atzeneta d’Albaida hasta la Bastida de les Alcusses en Moixent
para iniciar la que sería la primera excavación oficial del Servicio. El acierto de la elección queda bien reflejado en palabras de L. Pericot al comentarnos cómo I. Ballester se había decidido por el poblado de la Bastida
entre una docena de estaciones inexploradas. «El futuro del servicio se
jugaba a la carta de la suerte que la excavación nos deparase... A los primeros golpes de azadón nos dimos cuenta que la Bastida de Mogente
pagaría con creces los esfuerzos que costase y que se trataba de un poblado riquísimo... De golpe, la fama de los hallazgos del SIP pasó a los centros arqueológicos españoles. Inmediatamente empezó la preparación del
primer Anuario del Servicio, al que se puso el nombre de Archivo de
Prehistoria Levantina... Con su aparición, la fama de los trabajos del SIP
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Excavar a principios del siglo
XX
alcanzó los centros arqueológicos internacionales y puede decirse que la
vida de aquel parecía asegurada» (Pericot, 1952: 12-13). La Bastida, un
desconocido asentamiento prehistórico, resultó ser la gran revelación para
los estudios ibéricos por la riqueza de sus hallazgos y por la espectacularidad de sus ruinas, y así se recoge en la noticia del 18 de agosto de 1928
de La Semana Gráfica en que se denomina como «la nueva Pompeya».
En aquel primer año comenzaron también las excavaciones en la
Cova Negra de Xàtiva, dirigidas por Gonzalo Viñes y auxiliado por L.
Pericot, pero será en la campaña de 1929 cuando se clasifica el yacimiento como musteriense, haciendo resaltar que es el único yacimiento del
Paleolítico inferior existente en «Levante» objeto de excavaciones sistemáticas. En la introducción del diario de excavación de G. Viñes del año
1931 se aprecia la admiración que sentía éste por Juan Vilanova y Piera
y de ahí su formación y vocación por los estudios geológicos, lo que le
permitió excavar y describir, con una precisión y acierto excepcional para
su época, el entorno del yacimiento y la formación de los estratos.
Como resultado de las exploraciones y excavaciones del fructífero
año 1928 «se instalan 17 vitrinas en las recientes instalaciones del
Museo, no habiendo pieza alguna de procedencia incierta ni de cuyo
hallazgo no se tenga los datos necesarios» (Ballester, 1928: 9). A estos
dos yacimientos se uniría, en 1929, las excavaciones en la Cova del
Parpalló de Gandia. Fue L. Pericot, incentivado por el propio Henri
Breuil, quien propuso a la Dirección del SIP iniciar unas excavaciones en
una estación prehistórica y ninguna mejor que la Cova del Parpalló,
donde el mismo H. Breuil había recogido en el año 1913 unas cuantas
piezas líticas y una plaqueta caliza grabada. Como relata en las primeras líneas del prólogo de su libro sobre este yacimiento: «El trabajo que
sigue es el fruto de los mejores años de mi vida», dedicatoria que hace a
I. Ballester «en recuerdo de los años inolvidables en que juntos trabajamos por la Prehistoria valenciana» y de cómo «los veranos de 1929, 30
y 31 en Parpalló señalan el punto culminante de nuestra vida científica,
todo lo que ha venido después fue consecuencia de ello».
Más adelante, con su característica espontaneidad y talante positivo, refiriéndose a los resultados de estas tres fructíferas y maratonianas campañas de excavación, comenta: «La importancia científica
extraordinaria de esta excavación salta a la vista, pudiendo estar segura la diputación provincial valenciana de haber realizado con ella una
de las más interesantes aportaciones españolas para el estudio de la
Prehistoria en general y en especial del arte realista certero y sobrio,
admiración del presente, que consiguiera el hombre de más de 10.000
años atrás, con tan pobres elementos como unos perdernales aguzados»
(Pericot, 1942: 7).
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Artículo publicado en
«La Semana Gráfica»
sobre las excavaciones en
la Bastida de les Alcusses
(Moixent). 1928.
También los diarios de excavación nos aproximan a las emociones
de esos días del verano de 1929 cuando M. Jornet escribe: «El obrero
Salvador Espí que se halla ocupado en el lavado de las losetas me sorprende con una alegre exclamación al ver que la plaqueta que tiene entre
manos contiene el hermoso grabado del margen» (se refiere a la cierva
de la plaqueta número 20.177). «Es un grabado tan profundo que lo distingo con toda claridad colocada la placa a tres metros de distancia;
Salvador Espí con su buena vista lo ve a cinco metros. Procede del montón grande que había para lavar de días anteriores de losetas. Parece una
vaca sacudiéndose las moscas» (Parpalló, 1929, Diario I: 52). El 11 de
70
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Excavar a principios del siglo
XX
Vista del campamento
de la Bastida de les
Alcusses (Moixent).
Sentados en primer
término y de izquierda a
derecha se encuentran
Lluís Pericot, Isidro
Ballester, Gonzalo Viñes
y Mariano Jornet. 1928.
[Casa Grollo. Placa
de vidrio. SIP 559]
Detalle de la excavación
en la Bastida de les
Alcusses (Moixent).
Los fragmentos de cerámica
aparecen amontonados
junto a los muros de
los departamentos. 1928.
[Isidro Ballester. Placa
de vidrio. SIP 1.140]
julio de ese mismo año, L. Pericot, con su inseparable pluma e ilegible
caligrafía, describe velozmente la cantidad de plaquetas descubiertas en
un solo día, dibujando quince, sin contar las que luego se descubrían al
lavarse. Anotaba al lado de cada dibujo, con gran emoción y nerviosismo «... otra, otra, ...otra... y otra...». Indudablemente, la riqueza de la
Bastida y Parpalló eclipsaron los resultados de otras no menos importantes excavaciones iniciadas en 1931, como las de la Cova de la Sarsa
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
en Alcoi, la Cova de la Petxina de Bellús o la Muntanyeta de Cabrera
del Vedat de Torrent.
Con la proclamación de la República, los años dorados del SIP dan
paso a una etapa difícil, reflejada en la Labor del SIP, donde vemos a un I.
Ballester claramente antirrepublicano al comentar la inexplicable reducción
económica del presupuesto, pues si bien había ido aumentado progresivamente desde el año 1928 con 12.500 pesetas, en 1929 a 25.000 pesetas y
años sucesivos a 30.000 pesetas, «el advenimiento de la República, no obstante su voceado amor por la cultura, trajo malos tiempos para el SIP... en
1932 se redujo a 10.000 y en 1933 se redujo a la irrisoria cantidad de 500
pts que afortunadamente hubo que rectificar por la fuerte reacción producida en los centros culturales valencianos... volviéndose a mantener a 10.000
pts» (Ballester, 1942: 10). L. Pericot matiza la situación: «con el advenimiento de la República, los nuevos políticos no comprendían la obra que el SIP
realizaba o por antiguas rivalidades políticas con su Director creían posible
acabar con el Servicio, pasando a honorario su director y disminuyendo
hasta lo inverosímil la consignación... Poco a poco se fueron remontando las
dificultades desde 1934» (Pericot, 1952: 7).
Efectivamente, durante los años 1932 y 1933 la labor de excavaciones es prácticamente nula, pero se visitan yacimientos como la Cova
de les Meravelles en Gandia y la Cova de l’Or de Beniarrés, entre otros,
y se continúan importantes exploraciones, como las de los poblados ibéricos de la zona de Casinos y Llíria. Será precisamente en esta época
cuando se incorpore al equipo de Ballester y Pericot el joven estudiante
Domingo Fletcher, como él mismo relata: «en los inviernos de 1932 y
1933, por indicación del Director del SIP, iniciaba mis correrías por la
zona de Liria-Casinos, acompañado del restaurador y capataz del
Servicio, Salvador Espí, de imborrable recuerdo. Nuestra tarea se iniciaba a primeras horas de la mañana de domingos y festivos de los meses
de invierno. El autobús de Chelva nos dejaba en plena carretera de Liria
y Casinos, desde donde encaminábamos la marcha al poblado que íbamos a estudiar» (Fletcher, prólogo en Bonet, 1995).
Pero serán las excavaciones en el Tossal de Sant Miquel de Llíria,
a partir del año 1934, las que permitan que el SIP remonte y recobre de
nuevo su prestigio. En realidad, fue la reducción económica de los años
precedentes lo que obligó a abandonar las excavaciones en la Bastida
precisamente cuando tenían previsto estudiar su fortificación, en concreto la posible torre situada en el vértice este del yacimiento (Ballester,
1931: 23). Setenta años después y como ellos previeron, una torre y una
puerta dominan el sector Este, si bien no podían imaginar las espectaculares puertas y fortificaciones que hoy se pueden visitar en el acceso
principal de la que fue su primera excavación.
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Excavar a principios del siglo
XX
Grupo de trabajo posando
delante de un sombrajo en
la Bastida de les Alcusses
(Moixent). A la izquierda
de la imagen se encuentra
Isidro Ballester y en el
centro, al fondo, Mariano
Jornet. 1928.
[Placa de vidrio. SIP 163]
Nadie mejor que L. Pericot para explicar los inicios en Llíria: «No
era posible pensar en 1932 y 1933 en excavaciones importantes, tal
como se había realizado hasta entonces... pues a falta de estaciones lejanas pareció que podría aprovecharse la proximidad y buenas comunicaciones de Liria con la capital para realizar breves prospecciones... muy
pronto se hizo patente que la cerámica de San Miguel era especialmente
rica y empezamos el acicate de descubrir más y más fragmentos... Así es
como nos dimos cuenta de que la cerámica de Liria era algo excepcional
y que el cerro merecía una excavación más cuidada. Ésta fue posible en
1934 al contar con el apoyo de un ponente de Cultura D. Ismael
Barrera, dando medios adecuados...».
La lectura de los diarios de excavación, once cuadernos de
campo de hojas cuadriculadas, escritos e ilustrados por las distintas
plumas y lápices de L. Pericot, M. Jornet, Emili Gómez Nadal, José
Alcácer, Domingo Uriel, D. Fletcher y Enrique Pla, recogen el optimismo e ilusión propia de la época, donde las fatigas y dificultades
quedan ampliamente compensadas por la riqueza de los hallazgos.
Con sus anotaciones, plantas y dibujos se puede seguir, día a día, no
sólo el sistema de excavación y la identificación de los hallazgos sino
las dificultades y alegrías de aquellos días, como cuando L. Pericot,
el 17 de agosto de 1934, anota junto al dibujo de uno de los fragmentos del famoso Vaso de los Guerreros de Llíria «¡el vas dels guerrers
de Micenas!», en clara referencia a la crátera con desfile de guerreros
del siglo XIII a.C. hallada en la mítica Micenas, y que dio lugar a
amplios debates sobre la cronología de la cerámica ibérica. Un dato
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Proximidades de la
Covarxa del Camí Reial
d'Alacant (Albaida). 1928.
[Isidro Ballester. Placa de
vidrio. SIP 235]
anecdótico sobre el éxito de las excavaciones son las continuas visitas al yacimiento de lirianos, autoridades, profesores y colegios,
como la de la mañana del 19 de agosto de 1934 cuando se tuvo que
acotar la zona de excavación ante el acoso de las visitas que acudían
a ver los trabajos (cat. 36 a 43). Ni que decir tiene que la pronta
publicación de los calcos de los vasos figurados y de los textos ibéricos, realizados por Francisco Porcar y J. Alcácer, convirtieron al
Tossal de Sant Miquel de Llíria en un referente de la protohistoria
peninsular, pasando los hallazgos valencianos a ilustrar la todavía
poco conocida Cultura Ibérica tanto en la bibliografía especializada
como en obras de referencia de la entidad de la Enciclopedia
Universal Espasa-Calpe (Suplemento 1936-1939).
Esta fructífera etapa en Sant Miquel quedó truncada por la Guerra
Civil, terminando la campaña el 16 de julio del 36, dos días antes del
estallido de la guerra sin el menor comentario en el diario de excavaciones. Eso sí, tuvieron la previsión de llevar al Museo, como medida de
seguridad, las piezas y los hallazgos más valiosos que estaban depositados en la «Casa de Porcar» en Llíria, y de hecho las cajas de madera que
permanecieron en Llíria en los años de guerra fueron utilizadas por las
tropas para encender fuego con la consiguiente dispersión y pérdida de
materiales.
En los años de guerra, entre 1937 y 1939, el SIP se dedicó a realizar algunas prospecciones en el término de Monforte del Cid y en La
Marjal de Navarrés, pero sobre todo se centró en los trabajos internos de
restauración, catalogación e inventario, sin abandonar la labor editorial,
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Excavar a principios del siglo
XX
Excavación en la Cova
del Parpalló (Gandia).
Lluís Pericot se encuentra
sentado al fondo de la
imagen, a su izquierda
Salvador Espí. Hacia 1930.
[Papel. SIP 17.221]
iniciándose el primer número de la serie de Treballs Solts en el año 1937.
En este periodo hay una profunda preocupación por los fondos del
Museo ante los bombardeos en la ciudad de Valencia y de hecho se pidió
con insistencia a la corporación provincial el acondicionamiento, como
refugio, para las series principales del Museo, del magnífico sótano de la
torre del Palau de la Generalitat y defenderlo con sacos terreros. No se
consiguió y se embalaron las piezas más valiosas en sótanos (Ballester,
1942a: 21)
Finalizada la Guerra Civil, I. Ballester al retomar su cargo de director no oculta su júbilo al referirse siempre a esta nueva etapa como
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
periodo de «Liberación». La normalización fue lenta hasta salir de la
precaria situación de la posguerra, pasando de la asignación de 5.000
pesetas a 25.000 pesetas en 1941 y en 1945 a 40.000 pesetas. A ello
ayudó su nombramiento, en 1941, como comisario provincial de la
Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas (Díaz y Ramírez,
2001)
En la década de los años 40 prosiguen las excavaciones del SIP
en el Tossal de Sant Miquel de Llíria, ahora bajo la dirección de D.
Fletcher, y se emprenden otras nuevas, a lo que habría que añadir la
continuidad de la labor editorial (Pericot, 1952: 6). Se inician, en
1941, las campañas en la Cueva de la Cocina (Dos Aguas), dirigidas
por L. Pericot y ayudado de Francisco Jordá a partir de 1945, y, en
1942, Vicente Pascual excava el enterramiento múltiple eneolítico de
la Cova de la Pastora (Alcoi). Entre 1942 y 1948, bajo la dirección
de José Chocomeli, primero, y de E. Pla después, se excava el asentamiento eneolítico de la Ereta del Pedregal (Navarrés), además de
otras estaciones como la Cova de les Malladetes (Barx), Torre del
Mal Paso (Castellnovo), Monforte del Cid, Covacha de Llatas
(Andilla), etc.
En estos años, I. Ballester, ya con graves problemas en la vista,
sigue visitando las excavaciones y su autoridad está siempre presente:
«siguiendo las órdenes dadas por el Director»... «el Sr. Director ordena abrir una nueva zanja», etc. Lo vemos llegar, según contaba E. Pla,
a la Ereta del Pedregal, desde la Fonda Pura de Navarrés, a lomos de
un burro y protegido del sol por un paraguas negro que sostenía su
siempre fiel capataz S. Espí, refiriéndose siempre éste a su benefactor
como «senyoret».
Una nueva generación de arqueólogos, discípulos de Ballester y
Pericot, irán marcando las nuevas directrices del futuro SIP: se trata de
D. Fletcher y E. Pla. Ellos, todavía como colaboradores, serán los verdaderos propulsores, a partir de los años 40, de los trabajos de campo. E.
Pla, en 1941, realiza el primer sondeo estratigráfico en el departamento
56 del Tossal de Sant Miquel para ver los niveles fundacionales de la ciudad y si bien siguen la tradición de los diarios de excavaciones, éstos
contarán con una mayor información de datos, anotaciones y dibujos, a
la vez que en los trabajos de campo hay una mayor preocupación por la
metodología y las secuencias estratigráficas. Los resultados de esta
nueva escuela se verán rápidamente plasmados en las propias publicaciones del SIP.
Pero, como veremos a continuación, la vida cotidiana en las excavaciones fue muy similar a lo largo de esas dos décadas.
76
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Excavar a principios del siglo
XX
Ánfora encontrada
durante la excavación del
departamento 35 del Tossal
de Sant Miquel (Llíria).
1936.
[Casa Grollo. Placa de
vidrio. SIP 2.492]
Viviendo aquellas campañas: zapapicos, tiendas, viandas y alguna
que otra pulga
Tal vez sean las excavaciones de la Bastida, Parpalló, Llíria y Cocina
las que mejor reflejen el ambiente de aquella época, en la que los preparativos de las campañas eran de vital importancia para el buen desarrollo de
las mismas; por ejemplo, para la Bastida preparan: «zapapicos, carretones,
palas, capazos de esparto, cuerdas gruesas y trencillas de esparto, 2 cintas
métricas de 10 m, (una para Pericot), maderas, una tienda de campaña
tipo playa y cuatro sillitas de campo», además del material de escritorio
complementario compuesto por «cuatro libretas, dos lápices con guardapuntas, 2 gomas, 2 sacapuntas, 2 cuadernillos de barba, papel oficial y
sobres», sin que falte el material de cocina: «4 platos hondos, 4 llanos, 4
de postre, dos boles todo de porcelana, una olla y una cacerola, 4 tenedores, 4 cuchillos, 4 cucharitas de café, un portaviandas, dos candados y una
cesta» (Bastida, 1928, Diario 32: 3-5). En Parpalló, se anotan otros accesorios indispensables como el porrón y el botijo, más las cribas, garrucha,
un par de ganchos, una cuerda, papel de diarios, cuatro cepillos, un pozal,
una viga, una maza y una zafa, instalándose en 1930, dadas las particularidades de la excavación, una escalera de madera de once peldaños y una
polea para subir la tierra desde el fondo de la cueva (Parpalló, 1929-1930,
Diario I: 1). Eso sí, al final de cada campaña se hace el recuento y el
memorandum sobre el estado del material de excavación: «los carretones
están bien salvo uno que le falta un tornillo en una planchuela del eje de
la rueda... se deben reparar dos zapapicos, lo menos seis necesitan mangos nuevos... de las cuatro sillas, una está rota... la tienda de campaña
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Calco del Vas dels
Guerrers del Tossal
de Sant Miquel (Llíria)
realizado por
Francisco Porcar.
grande tiene una rotura, se lleva enseguida al talabartero para que la componga...» (Bastida, 1928, Diario 34: 63). Sin embargo omiten aparatos de
precisión como la cámara de fotografiar o el nivel óptico, que se utilizaron desde las primeras campañas de Parpalló, quizás por ser objetos privados que no se depositaban en el SIP.
En Bastida iniciaban las campañas arreglando la senda para subir
las herramientas, recogiendo troncos y leña para hacer los sombrajos e
instalando las tiendas (cat. 10), mientras que en Cova Negra y Cueva de
la Cocina, cuevas que habían servido para guardar rebaños de cabras,
tenían que «luchar contra verdaderas nubes de pulgas que habían proliferado en la capa de estiércol» para poder iniciar las campañas (Pericot,
prólogo en Fortea, 1971: VII). Parece que, poco a poco, van superando
todas las pruebas pues finalmente vemos «cómodamente» instalados a F.
Jordá y E. Pla en la Cueva de la Cocina descansando sobre unos desvencijados camastros de madera que recorrieron toda la geografía valenciana durante más de veinte años (cat. 59 y 61). De este mismo yacimiento
nos detallan cómo transportaban en mulos las tiendas de campaña, las
ropas y demás enseres al pintoresco campamento montado bajo un gran
pino, junto a la Casa de Valle en Dos Aguas (cat. 51 y 52) (Cueva de la
Cocina, 1943, Diario 25: 1). También D. Fletcher comenta las serias dificultades de manutención y alojamiento que había en las excavaciones de
la posguerra, como la primera posada que «disfrutó» en Llíria «que en
nada tenía que envidiar a las que Gustavo Doré ilustraba en las andanzas de D. Quijote. El comedor estaba emplazado estratégicamente sobre
las cuadras, por lo que las cenas (las comidas las hacíamos afortunadamente en la excavación) se convertían en una lucha a brazo partido con
varios miles de tozudas moscas que, en más de una ocasión, acababan
aterrizando en el plato de hervido o de ensalada. Esta lucha se compensaba con la “comodidad” de unos camastros de “mullidas” tablas, sobre
las que se extendían unos trapajos que alguna vez fueron colchones, y
para el aseo personal, un desvencijado lavabo y un cubo de agua para tres
personas. En años sucesivos cambió la situación gracias a la hospitalidad
que nos ofreció D. Francisco Porcar, quien nos atendió en su casa, llamada La Bombilla» (Fletcher, Prólogo en Bonet, 1995).
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Excavar a principios del siglo
XX
Efectivamente, el aseo diario en barreños y cubos de agua era
común en aquellas campañas sin faltar otras escenas costumbristas tomadas en la Cova del Parpalló, como la siesta de los obreros (cat. 18) o la
tarde de julio cuando sube el barbero a afeitar al personal (cat. 15 y 24).
Era común, al final de cada campaña, celebrar el éxito de las excavaciones con una suculenta paella (Parpalló, 1929, Diario I: 50), celebraciones
en las que se debía de beber más de una copa de vino, vista la foto en la
que unos espontáneos obreros bailan en la Cueva de la Cocina junto a la
improvisada mesa (cat. 60). Pericot, como buen comedor, se ocupaba
personalmente de que en sus excavaciones no faltase nunca la presencia
de un voluntarioso cocinero o cocinera (cat. 29, 31 y 58), como Rafael
Mompó en Parpalló o la señora Adelaida en Bastida, y, de su puño y
letra, nos llega la lista de la compra del primer día de excavación en
Parpalló: «leche, bote de olivas, longanizas, jamón, cebolla, bajoquetes,
pimentón y tomate en lata, pan, galletas, latas de sardinas, fesols, aceite
y arroz», comestibles que traían desde Gandia en una caballería hasta La
Drova, donde estaban alojados, y de ahí a la cueva (Parpalló, 1929,
Diario II: 40). También desde Moixent, un acemilero subía, cada dos
días, las compras a las masías de Les Alcusses donde dormían.
En cuanto a las excavaciones propiamente dichas, no vamos a
insistir aquí en la trascendencia científica de estos emblemáticos yacimientos sino dar a conocer algunas anécdotas poco conocidas que permiten entender la arqueología de los años 30 y 40 y sus protagonistas.
I. Ballester siempre dispuso, con sabia medida, que todo trabajo de excavación se realizara con varias personas al frente, llevando a veces un
doble diario. Se podía hablar de un verdadero equipo donde el director
Página del diario de
excavación del año 1929
en la Cova del Parpalló
(Gandia).
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Grupo de trabajo
almorzando en el interior
de la Cova del Parpalló
(Gandia). En la esquina
superior derecha aparecen
Mariano Jornet y
Salvador Espí. 1930
[Lluís Pericot. Papel.
Arxiu Fullola-Pericot]
y los ayudantes se alternaban escribiendo el diario de excavaciones
mientras el capataz S. Espí se ocupaba de la intendencia y controlaba la
colla de obreros que picaban y cribaban.
Las excavaciones en los grandes despoblados, como la Bastida de
les Alcusses, contaban con unos 20 obreros que, provistos de sus picos,
azadas y capazos, iban descubriendo, a un buen ritmo, los sucesivos
departamentos (250 en cuatro campañas de verano). Los tiestos se iban
amontonando en los muros para ser recogidos al final de la jornada en
cajas de madera, mientras las piezas de valor e interés se dibujaban y
describían minuciosamente en los diarios cada tarde, guardándose en
cajitas, o en tubitos de cristal, que todavía hoy se pueden ver en los
almacenes del SIP.
Esencial fue la selección de «obreros especializados» procedentes
de Atzeneta d’Albaida (cat. 11) que llevaban una veintena de años trabajando con Ballester desde que emprendió las primeras excavaciones en
el poblado ibérico de la Covalta. «Así se ha dado el caso de una villa con
buena parte de su población agrícola especializada en excavaciones
arqueológicas. Y durante muchos veranos una parte de la población
masculina, después de ir a la siembra del arroz y antes de la siega del
cereal en la Ribera, salía para lo que la gente del pueblo llamaba la campaña de la Colla de l’Os y con el módico jornal de 5 pesetas se mantenían y ahorraban para la familia» (Pericot, 1947: 18). Sin embargo, a
pesar de la «especialización», muchas piezas se descubrían a golpe de
zapapico, como se recoge en los diarios: «enseguida surt un barret de
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Excavar a principios del siglo
XX
copa trencat pel cop de l’obrer, amb inscripció al llarg de la vora i figures humanes i motius complicats a la panxa» —se refiere L. Pericot al
famoso kalathos de la danza— (Tossal de Sant Miquel, 1934, Diario 41:
16), o «sobre las cinco de la tarde, cavando Espí, halla, en la segunda
capa compuesta de tierras aún de arrastre, a 40 cm. de la superficie, una
lámina de plomo de forma algo elipsoidal y bordes irregulares, doblada
por el centro sobre sí misma, que al recibir un golpe de zapapico en uno
de los ángulos del doblez, se rompe un poco y deja ver, por dentro, más
aprisionada, otra más pequeña y delgada laminilla de plomo» (Tossal de
Sant Miquel, 1940, Diario 43: 10-11), y en la Ereta del Pedregal, «al dar
los primeros golpes de pico sale el cuchillo más largo que se ha encontrado en esta estación. Es de sílex color miel con muchos y buenos retoques» (Ereta del Pedregal, 1944, Diario 51: 25). Como contrapunto a
estos golpes desafortunados hay que señalar las innumerables veces que
se describe en los diarios como, «con gran cuidado y bajo las ordenes de
la dirección», se descubren piezas de gran valor, como el guerrero y el
plomo de la Bastida o el ídolo oculado de la Ereta del Pedregal.
También son espectaculares las imágenes de la cuadrilla de obreros
de la Cova del Parpalló, turnándose en los trabajos de excavación y criba,
pero, sobre todo, la serie de fotos del talud, el último sector de la cueva
que excavara L. Pericot, en las que se aprecia cómo van bajando las 29
capas del famoso corte, de más 8 metros, con un obrero apoyado en la
roca como referencia (cat. 25 a 28 ) (Aura, 1995: lám. II y III). A pesar de
haberse criticado las limitaciones del sistema de excavación mediante
capas artificiales, de entre 10 y 15 cm, con las repercusiones que ello suponía para interpretar la evolución industrial, así como el haber vaciado
prácticamente toda la tierra de la cueva, el trabajo en Parpalló puede considerarse modélico para la época, pues hay que señalar que si bien la
mayor parte de la cueva fue excavada por capas artificiales se cambió de
sistema de excavación en el talud-testigo, ajustándose las capas a los estratos naturales (Villaverde, 1994: 30).
Sirvan estas páginas para dar a conocer aquellas excavaciones pioneras y el entusiasmo de aquel grupo de personas apasionadas por la
investigación arqueológica, «unos años y unos esfuerzos caracterizados
por la conciencia de formar parte de un proyecto colectivo para el estudio de la prehistoria valenciana y por una profunda identificación entre
las personas y la institución, lo que conducía a notables resultados y
determinaría en gran parte la singladura que el Servicio de Investigación
Prehistórica habría de recorrer en el futuro» (Martí, prólogo en
Villaverde, 1994).
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Las primeras publicaciones del SIP: Archivo
de Prehistoria Levantina, Memorias anuales
y Treballs Solts/Trabajos Varios
Joaquim Juan Cabanilles y Manuel Gozalbes
Fernández de Palencia
Servicio de Investigación Prehistórica
La creación del SIP en 1927 planteó de inmediato la necesidad de
disponer de los medios impresos adecuados para divulgar los trabajos e
investigaciones llevados a cabo por la institución, de acuerdo con sus
objetivos fundacionales. Esta necesidad cobró cuerpo en tres tipos diferentes de publicaciones que, originadas entre finales de la década de 1920
y principios de la de 1940, devinieron los principales órganos de expresión del SIP, a la vez que testimonios de su vida institucional y científica.
La revista Archivo de Prehistoria Levantina apareció en 1929, logrando
un resultado editorial realmente notable para su época dentro del mundo
de la prehistoria y la arqueología, mantenido hasta la actualidad (v. Juan
Cabanilles, 2004). Concebida como anuario, fue la primera publicación
de envergadura del Servicio, alcanzando ya en su número inicial una gran
riqueza de contenidos. También en 1929 comenzaba la publicación de las
Memorias anuales de la Dirección, más conocidas como Labor del SIP,
serie que sin duda se encuentra entre las más originales de la arqueología
española del siglo XX por formato y planteamiento. La tercera serie en
aparecer tuvo que esperar hasta 1937, nueve años más tarde que las dos
anteriores. Ésta última, intitulada Treballs Solts y rebautizada —y consolidada— después de la guerra como Trabajos Varios, estaba destinada a
albergar trabajos monográficos de carácter eminentemente valenciano.
Con el tiempo ha llegado a ser la serie más fructífera de la institución en
lo que al número de volúmenes editados se refiere.
Las tres publicaciones remiten a unas décadas en las que la arqueología comenzaba a tomar carta de naturaleza en los ámbitos académicos
e iniciaba su proyección social a diferentes niveles. Las actividades del SIP
y su Museo fueron conocidas en Valencia, España y el extranjero, avaladas por la categoría científica de los resultados obtenidos, pero difundidas
en gran medida a partir de unas publicaciones para las que, desde el primer momento, se trató de lograr la distribución más amplia posible. Son
publicaciones científicas pero también documentos de una época con una
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
ciencia arqueológica en formación, en cuyos textos se palpa el entusiasmo de
unos investigadores que transmitieron con emoción el fruto de sus trabajos.
El Archivo de Prehistoria Levantina
D. Severiano España, trabajador de la Diputación de Valencia,
dibujó la portada del primer número del «Anuario» del Servicio de
Investigación Prehistórica, tomando como referencia la tipografía del
Comprehensorium, vel Vocabularius ex aliis collectus, de Johannes
Grammaticus, impreso por Lambertus Palmar y fechado en Valencia el
23 de febrero de 1475, libro que cuenta con el privilegio de ser uno de
los primeros salidos de las imprentas valencianas y españolas. Su diseño,
mantenido con ligeras modificaciones hasta la actualidad, se ha convertido en uno de los signos distintivos de una publicación que atravesó
serias dificultades en sus dos primeras décadas de vida, periodo durante
el que únicamente pudieron editarse dos números en fechas tan distantes
como 1929 y 1946 (APL I, como Anuario de 1928, y APL II, de 1945).
Portada del primer
volumen del Archivo de
Prehistoria Levantina.
Lámina original a tinta
realizada por María
Encarnación Cabré, hija de
Juán Cabré, publicada en el
tercer volumen del Archivo
de Prehistoria Levantina
(1952) y originalmente en
el número 105 de las
Memorias de la Junta
Superior de Excavaciones
y Antigüedades en 1930.
Bajo el encabezamiento «A guisa de proemio - el servicio de investigación prehistórica y su anuario» realizaba D. Isidro Ballester Tormo la
presentación del primer número de la revista. El director del SIP justificaba
su aparición con las siguientes palabras: «La publicación del presente
Anuario había de ser inmediata consecuencia de la creación del Servicio,
pues la aridez inherente a todo trabajo técnico, que le hace impropio de
revistas corrientes, así como la necesidad de su máxima difusión en el adecuado medio científico, exigían una publicación especializada; pero esta no
debía limitarse a dar solo a conocer las investigaciones del Servicio, si había
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Las primeras publicaciones del SIP
de quedar cumplida la finalidad de propulsión y ayuda a estos estudios que
la Diputación deseara, sino acoger también en sus páginas la labor de los
prehistoriadores levantinos que trabajan fuera de aquél y de cuantos españoles y aún extranjeros estudian nuestro pasado». El marcado acento
«levantino» que aspiraba ofrecer la publicación lo explicaba de la siguiente manera: «Pretendemos recoger en el Anuario toda actuación científicoprehistórica de Levante; deseamos sea aquél reflejo de lo que en él y sobre
él se trabaja; por ello le intitulamos Archivo de Prehistoria Levantina». El
título escogido rememoraba al de la revista El Archivo, creada por Roque
Chabás a finales del siglo XIX y de la que de algún modo la nueva publicación se sentía continuadora. A pesar de su especial dedicación a la prehistoria valenciana, I. Ballester hacía también hincapié en el carácter abierto
del APL, ofreciéndolo «muy especialmente a los estudiosos de las tres provincias hermanas, así como a los de Murcia, Albacete, Teruel y Cuenca por
su actual y pretérita relación con ellas. Quisiéramos que la labor científica
impulsada por la Diputación valenciana fuese obra conjunta y fraterna de
todo Levante, de un amplio Levante ibérico; obra presidida por una gran
transigencia que imposibilite exclusivismos de personas y de escuelas».
Veía así la luz el primer número, con 264 páginas organizadas alrededor de una cuidada concepción editorial, que incluía introducción, un
cuerpo principal formado por 13 artículos de investigación, un noticiario,
notas bibliográficas y un elaborado índice alfabético final de 16 páginas.
Mención especial merece por su cuidada ejecución la parte gráfica de la
revista, con un total de 39 figuras integradas en los diferentes artículos y
56 láminas (no paginadas) que elevan el grueso total del volumen hasta
las 318 páginas. Tal y como anticipaba I. Ballester en el prólogo, los contenidos científicos del primer APL se articularon casi exclusivamente en
torno a yacimientos valencianos; únicamente un trabajo sobre el Canalizo
del Rayo (Minateda, Albacete) y otro general sobre las relaciones entre el
arte ibérico y el griego escapaban de algún modo a esta consideración. El
elenco de autores de este primer volumen incluye al personal del SIP de
aquel momento, I. Ballester, Lluís Pericot, Mariano Jornet, Gonzalo Viñes
y Fernando Ponsell, junto a tres colaboradores singulares, Henri Breuil,
Nicolau Primitiu Gómez Serrano y Pere Bosch Gimpera.
Las vicisitudes políticas y económicas de los años 30 y 40 retrasaron
la edición del segundo número de la revista, ya que problemas como «la
escasez de papel» (Memoria de 1941, p. 316) o «el extremado encarecimiento alcanzado hoy por la edición de libros, imposibilita la continuación
de tal labor» (Memoria de 1940, p. 275). Cuando al fin, en 1946, apareció
el esperado segundo volumen, se sintió obligado I. Ballester a redactar de
nuevo «Unas palabras de prólogo» para reflexionar sobre la evolución de
las publicaciones del SIP y justificar los dieciséis años de demora sufridos
por el segundo número del APL. Problemas básicamente presupuestarios
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Portada y páginas interiores
de distintos números de las
Memorias anuales de la
Dirección o Labor del SIP.
obligaron a recoger las actividades del SIP durante la II República, Guerra
Civil y posguerra en publicaciones de menor envergadura editorial, como la
serie de Memorias anuales de la Dirección, primero, y más tarde la serie de
monografías Treballs Solts. Un cambio en la Institución se produjo como
consecuencia de la creación por parte del CSIC, en 1945, de su «Sección
valenciana de Prehistoria» a través del «Instituto Diego Velázquez», de la
que formaban parte I. Ballester, Domingo Fletcher, Manuel Vidal y López y
Francisco Jordá. Según I. Ballester, la edición del segundo número de la
revista fue posible gracias a «la feliz coincidencia del mecenazgo del
Consejo Superior de Investigaciones con el de la Diputación provincial»
(Memoria de los años 1940-48, p. 13), sumado a una ayuda personal de
11.500 pesetas realizada por el Sr. Rincón de Arellano, presidente de la
Diputación (ibíd., p. 6). La concurrencia del CSIC en la publicación y la vinculación institucional creada vuelve a recordarse al final del volumen (APL
II, p. 447), señalándose en el mismo lugar la creación de subvenciones especiales por parte de la Diputación para dicha edición.
Precisamente en este contexto de colaboración con el CSIC se
publicó en 1942 la clásica obra de L. Pericot sobre La cueva del Parpalló
(Gandía). Editado en plena Segunda Guerra Mundial, el subdirector del
SIP explica en el núm. II del APL (p. 354) que «las circunstancias por las
que ha atravesado Europa han dificultado enormemente el libre intercambio de ideas científicas», lamentando «que nuestra publicación de
los hallazgos de la cueva del Parpalló... haya tenido escaso eco. Apenas
hemos podido difundir la obra por el extranjero, pues varios ejemplares
que intentamos enviar a los arqueólogos franceses se han perdido».
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Las primeras publicaciones del SIP
El propio índice de publicaciones aparecido al final del núm. II de
la revista hace referencia a la misma como Anuario de los años 19291945. La prolongada espera dio como resultado en este caso un volumen
en que los textos casi duplicaron la extensión del primero y las figuras
aumentaron casi hasta el triple; sin embargo, las láminas vieron reducida
su cantidad total. I. Ballester asumió la redacción de una buena parte del
volumen, presentando 3 artículos y 9 notas prehistóricas. L. Pericot,
como subdirector, y algunos de los colaboradores y agregados del SIP
presentaron también sus trabajos, al tiempo que se ampliaba el elenco de
investigadores con contribuciones desde fuera del centro (Augusto
Fernández de Avilés, Salvador Vilaseca, Viktor Lebzelter, Henri Breuil y
Raymond Lantier, N. P. Gómez, A. Beltrán Martínez). Hay que reseñar
que fue precisamente en este volumen, bajo el epígrafe «Actividades del
SIP», donde aparecieron los primeros textos de Enrique Pla.
Portada y páginas
interiores de los primeros
números de la Sèrie de
Treballs Solts del SIP.
Las Memorias anuales de la Dirección
Mediante un Reglamento del año 1900 se había impuesto a los
Secretarios de las Diputaciones Provinciales remitir una Memoria anual a
la Dirección General de Administración relativa a la gestión de dichas corporaciones en sus diferentes unidades orgánicas. En la Memoria de la
Diputación de Valencia de 1927 se incluyeron ya, dentro del apartado
«Bellas Artes», las primeras noticias relativas a la compra de la colección
arqueológica de Fernando Ponsell y a la creación del Servicio de
Investigación Prehistórica y su Museo. De esta Memoria general derivó un
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Lámina de La labor del
Servicio de Investigación
Prehistórica y su museo en
los años 1935 a 1939 con
una de las planchas de
impresión. 1942.
formato muy particular de publicación que inició su andadura en 1929. En
aquel año se editó un pequeño cuaderno de 32 páginas en el que se daba
cuenta de las actividades desarrolladas por el SIP durante el periodo correspondiente a 1928. Dicho cuaderno se proclamaba como una Tirada aparte de la Memoria reglamentaria de la Secretaría de la Diputación, conteniendo el informe elaborado por I. Ballester como Director del Servicio. A
pesar de la utilidad de ésta y las subsiguientes «separatas», veinte años después de su aparición reflexionaba I. Ballester sobre las limitaciones de un
«formato tan poco a propósito para dar a conocer trabajos de investigación con las ilustraciones inexcusables» (Memoria de 1940-48, p. 177). Lo
cierto es que el provecho de esta publicación fue y sigue siendo inmensa, ya
que la serie gozó de continuidad y a través de ella es posible seguir las actividades llevadas a cabo anualmente por el SIP y su Museo hasta 1983.
En palabras de Ballester, las Memorias estuvieron encaminadas
«siempre a recoger las peculiaridades de la vida interna del Servicio, así
como lo más interesante de sus labores investigadoras, de modo que
quede expuesto cuanto a la vida del S.I.P. se refiere» (ibíd., p. 6). La serie
inició en 1929 su publicación con un formato ciertamente modesto, pero
logrando configurar a través de sus contenidos un auténtico registro cronológico de todas las actividades desarrolladas por el Servicio desde su
creación. Además de permitir dar a conocer con prontitud las novedades
más importantes, su carácter de memoria hizo posible dar cuenta de
prospecciones, visitas a yacimientos o pequeños hallazgos que de otra
manera, muy posiblemente, habrían tardado más en publicarse o permanecido inéditos a causa de su modesta entidad.
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Las primeras publicaciones del SIP
A partir de la Memoria general de la Diputación de 1928 se sentó,
pues, un precedente importante al editarse como tirada aparte el texto
relativo al SIP y su Museo que, por su envergadura, contó desde el principio con un apartado propio dentro de la misma. De esta forma se libraron siete cuadernillos correspondientes a los años 1928-1934, intitulados
a partir del segundo Labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su
Museo, en los que se reproducían idénticos textos a los incluidos en la
Memoria general. El nombre del primer cuadernillo fue El Servicio de
Investigación Prehistórica y su Museo en 1928, título que únicamente volvió a emplearse para el del año 1944, al reanudarse la edición de separatas anuales que se había interrumpido en 1934. Las memorias publicadas
en los años 1931 y 1934 fueron las primeras en desmarcarse ligeramente
en su forma de la Memoria general, al añadir respectivamente 6 y 9 láminas especialmente preparadas para la ocasión (también la de 1929 era
ligeramente diferente, ya que el cajista tuvo que adaptar el texto de la
separata para encajarlo en un cuadernillo). En la de 1931 se incluían significativas imágenes de plaquetas de la Cova del Parpalló, de cerámicas de
la Cova de la Sarsa o la figura del Guerrer recién hallado en la Bastida de
les Alcusses de Moixent. Por su parte, las láminas de 1934 servían para
presentar por vez primera a la comunidad científica las importantes cerámicas con decoración figurada recuperadas en las excavaciones del Tossal
de Sant Miquel de Llíria, mostradas en las láminas V a IX y reproduciendo los calcos y dibujos de F. Porcar.
La Guerra Civil interrumpió la publicación de esta serie, que volvió
a imprimirse en el año 1942, con el volumen correspondiente al periodo
1935-1939, firmado ya en su portada por I. Ballester. Se trataba en esta
ocasión de una publicación independiente que, aunque respetaba el formato de las Memorias precedentes, ya no era una separata de la Memoria de
la Diputación. El mismo criterio se mantuvo en la Memoria concerniente
a los años 1940-1948, aparecida en marzo de 1950. Se habían editado así
dos memorias de extensión considerablemente superior a las anteriores
(168 páginas con 12 láminas y 182 páginas con 43 láminas), ya que abarcaban periodos notablemente más amplios. La novedad más importante es
que, si bien se compusieron como memorias anuales del SIP, ya no estaban
destinadas a incluirse con el mismo formato en la Memoria general, a la
par que el hecho de montarse y editarse de forma separada, permitió hacer
explícita la autoría en las portadas. A partir de ahora, la inserción de los
informes del SIP en la Memoria general se realizaría mediante una versión
resumida «que comprenda principalmente todos los aspectos de carácter
administrativo..., dejando los científicos para su publicación íntegra próxima a darse a luz» (Memoria de 1940, p. 269). Cuando se reanudó la publicación de las Memorias anuales de la Diputación se volvieron a ofrecer las
separatas de estas versiones resumidas del texto (1944-1950), aunque acabarían desapareciendo como tiradas aparte.
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Portada del primer
número de la Serie de
Trabajos Varios editado en
castellano. 1946.
I. Ballester, como director, se encargó de la redacción de todas
estas Memorias; de su pluma tan sólo escaparon las correspondientes
a los años 1932 y 1933, que fueron obra de L. Pericot, del que también se tomaron unas notas sobre «Parpalló» en la de 1930, y el apartado titulado Notas sobre el estudio de las inscripciones ibéricas en
cerámicas de San Miguel, preparado por D. Pío Beltrán Villagrasa en
la de 1934.
Circunstancia peculiar de estas Memorias y tiradas aparte es que
su impresión se llevó a cabo en los talleres de la Casa de Beneficencia
(salvo la de 1944 realizada en Imprenta Sáez), donde se «alberga, educa,
socorre y ocupa a los pobres de ambos sexos que no pueden proveer a
su subsistencia, ni vivir por sí propios por carecer de la protección de sus
familias» (Diputación Provincial de Valencia. Su actuación en el último
quinquenio, Valencia, 1928). La imprenta allí instalada desde 1868 se
encargaba de la impresión de las Memorias de la Diputación y desde
1928 de las tiradas aparte del SIP, en unos años en los que su plantilla
de trabajadores osciló entre los 6 y los 12 asilados. A partir de 1947 fue
rebautizada como Imprenta Provincial, prosiguiendo la labor editora de
estas Memorias.
La serie Treballs Solts / Trabajos Varios
En 1937 se publicaron los cinco primeros números de la nueva Sèrie
de Treballs Solts, breves trabajos monográficos editados con el apoyo del
Consell Provincial - Conselleria de Cultura (que había sustituido a la
90
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Las primeras publicaciones del SIP
Diputación) a través del recién creado Institut d’Estudis Valencians y su
sección Històrico-Arqueològica (sobre esta etapa del SIP, véase trabajo en
este mismo libro). Todos ellos se editaron en valenciano (traducidos por
F. Almela i Vives), idioma oficial del Institut, convirtiéndose en las únicas
publicaciones arqueológicas realizadas por el SIP durante la Guerra Civil.
A partir del núm. 6, con la Diputación de Valencia restaurada y de nuevo
al frente del SIP tras la guerra, la serie reanudó su trayectoria, pero cambiando el nombre por el de «Serie de Trabajos Varios» y pasando a editarse en castellano. El impresor de la serie fue sin embargo el mismo
durante la guerra y la posguerra, ya que sus doce primeros números,
impresos durante el período 1937-1950, fueron realizados en los talleres
de Federico Doménech. Se tiraron 520 ejemplares de cada uno de estos
cinco primeros números, con un coste por unidad que osciló entre 1,03
pesetas (núm. 2) y 5,44 pesetas (núm. 5).
El núm. 1 de la Sèrie de Treballs Solts, dedicado a El Castellet del
Porquet, yacimiento controvertido situado en l’Olleria, fue la primera
monografía realizada por I. Ballester. Curiosamente, el segundo constituye la publicación más breve de todas las realizadas por la Institución a lo
largo de su prolongada historia: Breus notes sobre el poblat ibèric de St.
Miquel de Llíria, de D. Fletcher, con tan sólo cinco páginas de texto y dos
láminas. Los dos siguientes números fueron un original trabajo sobre Els
insectes en l’art quaternari de Manuel Vidal i López (núm. 3) y Un enterrament prehistòric al Barranc del Cinc (Alcoi) de Camilo Visedo (núm.
4). La autoría de los cuatro primeros números de esta serie recayó sobre
investigadores que trabajaban para el SIP, correspondiendo el quinto a un
Montaje de dibujos para
una ilustración del Corpus
Vasorum Hispanorum.
Cerámica del cerro de San
Miguel de Liria.
91
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
recopilatorio de la obra del jesuita Julius Furgús (1855-1909). Este volumen, que no pudo salir al público hasta abril de 1939, presentaba un conjunto de cinco trabajos sobre prehistoria valenciana dados a conocer originalmente entre 1902 y 1909 en diferentes revistas. En un singular prólogo titulado Raó d’esta publicació, lamenta I. Ballester no haber podido
incluir, por las dificultades postales del momento, un artículo de una
revista belga, ni haber logrado reunir fotografías actualizadas de los
materiales, viéndose obligado a reproducir empeoradas aquellas ya defectuosas de las publicaciones originales. Unas «Aclaraciones necesarias»
redactadas por el mismo Ballester refieren las dificultades que impidieron
la distribución del libro en su momento y tratan de justificar su publicación en valenciano por las circunstancias políticas surgidas a raíz de la
creación del Institut d’Estudis Valencians.
Póstumo en cierto modo fue el ya «Trabajo Vario» núm. 6, que recogía una contribución de G. Viñes, colaborador del SIP víctima de la
Guerra Civil. La mayor singularidad de este número reside, sin embargo,
en que se hicieron del mismo dos ediciones que realmente son dos obras
distintas a pesar de estar editadas con tan sólo cinco años de diferencia
(1942 y 1947). Dedicado a la Cova Negra de «Bellús» y a la Cova del
Parpalló, proporcionaron los contenidos de la primera edición, además de
G. Viñes, José Royo Gómez y Vicente Sos Baynat, paleontólogos del
Museo Nacional de Ciencias Naturales que presentaron las primeras relaciones detalladas de los restos óseos de fauna encontrados en las dos cavidades paleolíticas (ambos investigadores habían realizado dicha tarea de
clasificación durante el traslado a Valencia de la Sección de Paleontología
Taller de imprenta en
la Casa de Beneficencia
donde se editaban las
Memorias de la Diputación
de Valencia y en el que
trabajaban los propios
asilados. 1933.
[Publicada en La Memoria
de la Diputación Provincial
de Valencia de 1933]
92
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Las primeras publicaciones del SIP
del mencionado Museo, al inicio de la guerra). «Por un error de imprenta
—relataban años después D. Fletcher y E. Pla—, el tamaño de este folleto... resultó excesivamente pequeño, por lo que fue propósito de la
Dirección del SIP hacer una nueva edición dentro de las medidas habituales de la Serie, lo que no se logró hasta 1947» (TV 57, p. 22). En esta
segunda edición se añadieron nuevos estudios de Francisco Jordá, L.
Pericot, Santiago Alcobé y M. Vidal, dando carta de naturaleza a una
publicación más completa de 61 páginas, con figuras y seis láminas, en las
que se reproducían el cráneo y algunas de las plaquetas grabadas y pintadas de Parpalló.
La primera edición del núm. 6 y la memoria relativa a los años
1935-1939 fueron las primeras publicaciones editadas por el SIP después de la Guerra Civil, llevando todas ellas pie de imprenta de 1942.
Aunque los núms. 7 y 8 consignan el mismo año en el pie, no aparecieron hasta 1943 (TV 57, 1977, p. 22). El núm. 7 daba a conocer un antiguo trabajo del coronel de ingenieros S. Moreno Tovillas (1832-1888),
titulado Apuntes sobre las estaciones prehistóricas de la Sierra de
Orihuela. El origen de este trabajo se encuentra en una Memoria manuscrita presentada por el autor ante la «Sociedad Arqueológica
Valenciana» en 1872. Dicha obra fue casualmente recuperada por N. P.
Gómez en una librería de anticuario de Valencia, encargándose personalmente de preparar su edición añadiendo una introducción y un anexo
con el dictamen que la Sociedad Arqueológica Valenciana había emitido
referente a dicha Memoria. La autoría del núm. 8 se debe a D. Pío
Beltrán, investigador estrechamente ligado a los temas valencianos,
quien elaboró un trabajo titulado Sobre un interesante vaso escrito de
San Miguel de Liria, dedicado en realidad a cuestiones epigráficas
saguntinas.
La aparición del núm. 9 de la serie en 1944 supuso un ligero cambio formal, ya que las gruesas portadas de cartulina gris-azulada que
habían otorgado hasta entonces un sello particular a la serie, fueron sustituidas por otras de menor gramaje de color blanco. Este número tiene
su significado al constituir la segunda y última monografía publicada
por I. Ballester, si exceptuamos la edición póstuma en 1954 de las cerámicas ibéricas del Tossal de Sant Miquel de Llíria dentro del Corpus
Vasorum Hispanorum (sobre esta publicación, véase trabajo en este
mismo libro). El enterramiento en cueva de Rocafort, título del mencionado Trabajo Vario, incluía un apéndice de S. Alcobé sobre un cráneo
perteneciente a dicho espolio. Este yacimiento eneolítico se había dado
a conocer el 2 de julio de 1933, enterándose I. Ballester del hallazgo por
una nota aparecida en el diario Las Provincias, donde se requería de la
intervención del SIP, que al día siguiente —en su persona— se desplazó
hasta el lugar. Ballester se felicita porque «supimos luego que también el
93
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Alcalde de Rocafort habíase dirigido al Sr. Presidente de la Diputación
con el mismo objeto, conducta que estimamos digna de aplauso por lo
poco frecuente». El hallazgo se había producido 10 ó 12 días antes,
dedicándose «descubridores» y «convecinos... a ensanchar la entrada, a
destruir la pared encontrada y a revolver el estrato en busca del siempre
esperado tesoro».
El núm. 10 comparte pie de imprenta de 1947 con la segunda edición del núm. 6; al igual que el APL II, ambos fueron patrocinados en
parte por el Instituto Diego de Velázquez del CSIC. El que hacía número diez se publicaba para dar a conocer las Comunicaciones del S.I.P. al
Primer Congreso Arqueológico del Levante (Noviembre 1946). A este
Congreso, promovido por el Catedrático de Historia D. Manuel
Ballesteros, aportaron los miembros del SIP diversos estudios, en palabras de I. Ballester, «no tan reposados como hubieran sido nuestros
deseos». Tras un año de espera y viendo que algunas de las comunicaciones presentadas se iban publicando aisladamente, se optó por preparar este volumen con los trabajos de F. Jordá, L. Pericot, M. Vidal, E.
Pla, José Alcácer, I. Ballester, C. Visedo, Vicente Pascual y D. Fletcher.
No pudo llegar a mediar el siglo sin que las ediciones del SIP sufriesen otra ligera modificación de origen administrativo. Habiendo sido creada por parte de la Diputación en 1947 la «Institución Alfonso el
Magnánimo», el SIP pasó a quedar integrado en la misma, tal y como
refleja la inclusión de su nombre en portadas y portadillas de la Serie
Trabajos Varios a partir de su núm. 11, con fecha de 1949, pero aparecido en marzo de 1950. Se trata en esta ocasión de un trabajo firmado por
F. Jordá y J. Alcácer, y prologado por L. Pericot, sobre La Covacha de
Llatas (Andilla). El núm. 12, aunque lleva pie de imprenta de 1950, ya fue
distribuido en 1951, conteniendo el estudio de J. San Valero sobre La
cueva de la Sarsa (Bocairente - Valencia). Con este volumen, y a los trece
años de su creación, los Trabajos Varios del SIP apenas habían iniciado
una andadura que, como subrayábamos al principio, había de ser de las
más prolíficas del Servicio en cuanto a labor editora.
94
[page-n-96]
La Biblioteca del Servicio de Investigación
Prehistórica
Consuelo Martín Piera, Yolanda Fons Grau
y Mary Luz Ivorra Folgado
Biblioteca. Servicio de Investigación Prehistórica
Cuando en 1927 D. Isidro Ballester crea el Servicio de
Investigación Prehistórica y se convierte en su primer director, una de las
secciones que confiere identidad al SIP es la biblioteca especializada a la
que se dedicarán, en años sucesivos, los esfuerzos personales y de presupuesto que la convertirán en referente para los estudios de Prehistoria y
Arqueología valencianas. En 1924 se había creado el Laboratorio de
Arqueología de la Universidad de Valencia y en 1927 llega como profesor de la Facultad de Filosofía y Letras D. Lluís Pericot, quien a instancias de I. Ballester es nombrado subdirector del Servicio (años después
sería nombrado director honorario); y los alumnos de la Facultad se
incorporarán al SIP, excavando, publicando y utilizando su biblioteca.
Formar una colección, organizarla y conservarla son retos que se
afrontan inmediatamente y aunque sobre la organización de los fondos
tenemos pocos datos, éstos están reflejados en las Memorias del SIP, en
documentos de la época como facturas, informes, cartas... y en el libro de
registro de la biblioteca. Por las Memorias sabemos que en 1932 varias
alumnas de la Cátedra de Prehistoria han catalogado la Biblioteca (Pericot,
1932) o que entre 1935-1939 se completó el fichero bibliográfico y la
Dirección del SIP inició el fichero de materias, aunque no se concluyó en
esta etapa. Las facturas aportan datos sobre la conservación de unos fondos que se encuadernan cuidadosamente y se instalan en un mobiliario descrito en algunas de ellas, así la de un taller de carpintería (14 de junio de
1929) al que se adquieren «dos librerías con cristales y herraje pulimentados al natural con cinco estantes», u otra (1 de abril de 1937) por la compra de «una librería con puertas de cristal»; también cuentan anécdotas
como que Domingo Fletcher y Enrique Pla (quien tenía 15 años en ese
momento) fueron contratados por un periodo de seis meses para completar
el fichero bibliográfico por un salario de 150 y 75 pesetas al mes respectivamente. En cuanto al libro de registro, tras varios intentos, se inicia el 1 de
septiembre de 1950, asignándosele el número 1 a la obra de Mariano Jornet
95
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Bélgida y su término municipal, registrándose, a continuación, todos los
volúmenes que hay en ese momento en la biblioteca y especificando si se
han obtenido por compra o intercambio y si están encuadernados.
Hoy toda esta documentación nos permite hacer un recorrido por
los libros que los arqueólogos vinculados al SIP hasta 1950 consideraron que debían formar parte de su biblioteca y analizar porqué los querían y cómo los consiguieron.
Formación de la colección
La biblioteca inicia su fondo bibliográfico por medio de donaciones y compras, puesto que hasta 1929 no se edita el número I de Archivo
de Prehistoria Levantina y no se dispone de publicaciones para intercambiar con otras instituciones. A finales de 1930 y con 350 obras y folletos en la Biblioteca, I. Ballester se siente orgulloso de la colección y
según él con tales elementos bibliográficos y el numeroso material del
museo, bien fácil ha de ser desenvolver sus actividades en Valencia, a
quien sienta vocación por estos estudios (Ballester, 1931).
El 6 de diciembre de 1937 la Dirección del Servicio en respuesta a la
solicitud de la Comisaría de Cultura, redacta un anexo a la memoria
anual sobre las actividades del SIP desde su creación y sobre la conveniencia de su continuación. En este informe se dice que la Biblioteca se ha
venido formando con las obras capitales de la especialidad en todas las
lenguas cultas, unas veces mediante compras, otras por regalos de sus
autores, bastantes con el cambio de publicaciones establecido con otros
centros dedicados al mismo estudio.
Portada del libro de
Mariano Jornet: Bélgida
y su término municipal.
1932.
96
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La Biblioteca del Servicio de Investigación Prehistórica
Durante todos estos años el incremento de la colección se verá afectado no sólo por la trayectoria del SIP como institución y su fluctuación presupuestaria sino también por el convulso período histórico que se vive. A
una etapa inicial de crecimiento de la asignación económica le sigue otra de
estancamiento e incluso, desde el advenimiento de la II República hasta los
primeros años de la siguiente década, de retroceso presupuestario. Estas
dificultades se reflejan en la memoria de 1932 en la que se lee cómo la
Biblioteca se acrecienta con las obras más indispensables, las revistas a las
que el Servicio se halla suscrito y las que se reciben por intercambio, no siendo posible adquirir las obras importantes que la Biblioteca necesita, sobre
todo publicaciones recientes, cuyo conocimiento es tan preciso en una ciencia que, como la Prehistoria, está en constante renovación. Lo propio decimos de las revistas de la especialidad, avanzada de esas apuntadas novedades. Comenzamos por tener las más importantes de Europa y alguna de
América para que los estudiosos valencianos hallaran medios de estar al
corriente de toda innovación en esta disciplina, pero poco a poco han tenido que ir disminuyéndose hasta quedar reducidas a las más indispensables
(Pericot, 1932). Será en 1945, con la subvención del CSIC, cuando se incrementen significativamente los recursos económicos pero el conflicto bélico
europeo y el posterior aislamiento al que fue sometido el país afectó en gran
medida a los intercambios y a la posibilidad de compras en el extranjero.
En 1950 de un total de 1.542 volúmenes que forman el fondo
bibliográfico, el 36,8% son monografías, el 33,7% volúmenes de revista y el 29,4% separatas o folletos.
La colección procede básicamente de España (35,2%), Francia
(14,9%), Portugal (6,9%), Alemania (4,3%), Italia (4,3%), Gran
Bretaña (4,0%) y USA (3,6%). El resto de volúmenes (26,8%) se distribuye entre un numeroso grupo de países: Argentina, Dinamarca,
México, Hungría, Irlanda, Checoslovaquia…
En cuanto a las revistas, cuando termina el periodo de dirección de
I. Ballester, la biblioteca cuenta con 74 títulos y 519 volúmenes. Éstos
son mayoritariamente de procedencia española (63,7%), seguida de
Francia (13,1%), Portugal (5,4%), Italia (4,6%), Gran Bretaña (4,6%),
Alemania (4,2%), USA (3,4%). Por títulos, de España proceden 44,
seguida de Portugal (7), Francia (6), Italia (6), Alemania (5), Gran
Bretaña (3) y Estados Unidos (3).
Las compras
En 1950 las compras suponen el 31,2% del fondo bibliográfico, de
ellas 2/3 son monografías y 1/3 volúmenes de revista. Por países básicamente se compra en España (50,1%), Francia (32,4%), Alemania
(6,0%), e Italia (3,7%).
97
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Factura de compra del
Durante estos años de formación de la Biblioteca, las adquisiciones
de monografías se realizan en función de cubrir tres necesidades informativas básicas: las consultas a obras generales o de referencia, el conocimiento de los estudios de Prehistoria y Arqueología anteriores a la creación del SIP y las últimas tendencias de la investigación. Con este criterio se incorporan títulos como Historia de España editada por Ramón
Menéndez Pidal, Essai sur l’Art et l’Industrie de l’Espagne Primitive, de
Pierre Paris o las obras de Pere Bosch Gimpera, Henri Breuil, Hugo
Obermaier o Adolf Schulten. Tenemos documentada la adquisición puntual de dos obras de Arturo Pérez Cabrero sobre arqueología ebusitana
que se realiza con ocasión de la compra a su viuda, de su colección de
material púnico por parte del SIP.
volumen II de la obra
Numantia de Adolf
Schulten. 1930.
De los 17 títulos de revistas que se compran y que suponen un total
de 149 volúmenes, 10 son españoles (89 v.), entre ellos Archivo Español
de Arte y Arqueología, Cuadernos del Seminario de Historia Primitiva del
Hombre, Emerita, Boletín de la Sociedad Castellonense de Cultura o El
Archivo. Entre las revistas extranjeras hay 4 títulos franceses (57 v.), 2 de
ellos, L’Anthropologie y el Bulletin de la Societé Préhistorique Française,
se siguen recibiendo en el año 2006. Muchos de los títulos que se suscribían por compra, tanto en España como en el extranjero, pasaron pronto
a recibirse por intercambio, caso del Boletín de la Sociedad Castellonense
de Cultura, Ampurias y Boletín del Seminario de Arqueología de
Valladolid (de estos dos últimos sólo se compra el primer volumen).
Para las compras se acudía a librerías españolas y extranjeras, tradicionales o de viejo. Disponemos de gran variedad de facturas y correspondencia con distintos proveedores de libros: Librería y Papelería
Maraguat de Ambrosio Huici, Librería Nacional y Extranjera; Carl Krah,
Buch-und Kunstantiquariat; Josep Porté, Llibres rars antics i moderns...
La compra de libros al extranjero era un proceso lento y costoso, sobre
todo en el período que ocupa la II Guerra Mundial, puesto que sólo algunas librerías tenían licencia de importación y había que pedir a los editores las facturas pro forma según las normas que regían la importación de
libros extranjeros; cuando se recibían eran presentadas a la Junta de
Intercambio de Libros en Madrid para su autorización de entrada y en
cuanto se le concedía al librero un cupo de divisas (remitidos por adelantado sus importes) se procedía a realizar el pedido. Los plazos de entrega
dependían de la situación de cada país. En esta época hay escasez de
papel lo que produce un aumento de los precios de los libros que también
varían cada día dependiendo de la oferta y demanda. La compra se realiza a través de catálogos de libros o prospectos que, una vez seleccionado el material, se devuelven a las librerías. También existe la compra
directa realizada por algunos miembros del SIP a algunas librerías. Los
pagos se efectúan mediante factura, transferencia o contra reembolso.
98
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La Biblioteca del Servicio de Investigación Prehistórica
Tomos de El Archivo,
publicación fundada
y dirigida por Roque
Chabás. 1886-1893.
Los intercambios bibliográficos
Desde el principio se tuvo claro que crear una red de intercambios
suponía tanto aumentar el número de ejemplares de la Biblioteca como
dar a conocer las publicaciones propias del SIP. En 1930 ya hay un
amplio sistema de canje y Ballester en la Memoria del SIP de dicho año
señala: «Ha sido criterio de Diputación el dedicar cierto número de
ejemplares a la venta, haciendo así asequible la publicación, hoy y en lo
futuro, a quien interesen estos estudios; y buena parte de aquellos han
sido regalados a Centros científicos y a personalidades destacadas en el
campo de la Prehistoria, tanto nacionales como extranjeras, así como a
las revistas especializadas de más fama con las que, como se ha dicho,
se ha intentado el cambio; alcanzando también el reparto a esfera más
modesta dentro de estos estudios, pero de gran eficacia para su desarrollo en Valencia, o sea a cuantas personas han demostrado su afición o su
interés por las investigaciones prehistóricas; sementera eficaz ésta, especialmente entre las personas de carrera que residen en los pueblos, ya
que en ellos han de ser centinelas avanzados ante todo descubrimiento
ocasional» (Ballester, 1931).
En principio el Archivo de Prehistoria Levantina (al que se denominaba anuario por la intencionalidad que había de que lo fuera) iba a
ser la publicación con la que se iban a realizar los intercambios, pero las
dificultades económicas por las que atravesó el SIP hicieron que transcurrieran 16 años entre la publicación del primer y el segundo volumen.
Por ello, durante estos años, será la Memoria Anual (La Labor del
Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en el año...) la que se
99
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Portada del libro escrito
utilice como cambio con otros organismos y personalidades.
Conscientes de su importancia como testimonio de la investigación científica realizada, se ilustran cada vez con un mayor número de láminas.
A partir de 1937 la nueva publicación monográfica Sèrie de Treballs
Solts, denominada desde 1942 Serie de Trabajos Varios, se distribuirá
entre la amplia red de intercambios. La II Guerra Mundial también afectó a las relaciones institucionales dificultando la distribución de libros.
Cuando en 1942 el CSIC publica La Cova del Parpalló (Gandia):
Excavaciones del SIP de la Excma. Diputación Provincial de Valencia de
Lluís Pericot, según el autor «apenas hemos podido difundir la obra por
el extranjero, pues varios ejemplares que intentamos enviar a los arqueólogos franceses se han perdido» (Pericot, 1946), sólo Gordon Childe
publicará un comentario del libro en la revista Antiquity.
por Juan Vilanova y Piera:
Origen, naturaleza y
antigüedad del hombre.
1872
De los 1.030 volúmenes que se reciben durante estos años por
intercambio, el 20,3% son monografías, el 36,3% volúmenes de revista
y el 43,4 % son separatas o folletos. La alta proporción de separatas
indica la estrecha relación que mantenía el SIP con personalidades de la
Arqueología que se ocupaban de enviar sus artículos a la Biblioteca.
El mayor número de intercambios se realizan con instituciones
españolas (58,5%), portuguesas (9,6%), francesas (7,7%), inglesas
(4,8%), estadounidenses (4,7%), italianas (4,7%) y alemanas (3,7%).
De procedencia española se ingresan en la Biblioteca 603 volúmenes
por intercambio: 130 monografías, 244 volúmenes de revista (44 títulos)
y 229 separatas. La mayoría de las 130 monografías proceden de la Junta
para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (37), la
Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas y Antigüedades (23),
Alto Comisionado Español en Marruecos (5) y del Seminario de Historia
Primitiva de la Universidad de Madrid (4). En el caso de las revistas, en
gran medida provienen de Madrid (105 volúmenes de 8 títulos): Boletín
de la Real Academia de la Historia (29 v.), Memorias de la Junta Superior
de Excavaciones y Antigüedades (19 v.), Boletín de la Sociedad Española
de Excursiones (17 v.), Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos (15 v.),
Investigación y Progreso (13 v.) y Memorias de Museos Arqueológicos
Provinciales (7 v.) entre otros. Le sigue Valencia con 64 volúmenes (8 títulos), destacando Anales del Centro de Cultura Valenciana (16 v.), Boletín
de la Sociedad Castellonense de Cultura (9 v.) y Saitabi (7 v.). De Cataluña
llegan 23 volúmenes (6 títulos), entre ellos Ampurias (9 v.), Anuari de
l’Institut d’Estudis Catalans (7 v.) y el Butlletí de l’Associació Catalana
d’Antropologia (4 v.). Los 19 volúmenes que envía Galicia son en su
mayoría del Boletín de la Real Academia Gallega. De Castilla se recibe
básicamente el Boletín del Seminario de Arqueología de Valladolid (15 v.).
Desde el resto de comunidades llegan publicaciones puntualmente.
100
[page-n-102]
La Biblioteca del Servicio de Investigación Prehistórica
Por lo que respecta a separatas, de las 229 que recibimos por intercambio 88 son de miembros del SIP: L. Pericot (28), I. Ballester (13),
Domingo Fletcher (11), Julian San Valero (11), Manuel Vidal y López
(6), Francisco Jordá (4), Enrique Pla (3), Camilo Visedo (2), José Alcácer
(2), Fernando Ponsell (2), Gonzalo Viñes (1), José Chocomeli (1),
Mariano Jornet (1), Juan Bautista Porcar (1), Ernesto Jiménez (1). Los
investigadores españoles que visitan el SIP nos envían 69 separatas, entre
ellos destacan Antonio García y Bellido (14), P. Bosch Gimpera (8),
Florentino López Cuevillas (7), Julio Martínez Santa-Olalla (7), Nicolau
Primitiu Gómez Serrano (5), Octavio Gil Farrés (5).
Portugal es el país extranjero que más volúmenes envía (99), de éstos
la mayoría son separatas (66) de autores como Eugénio Jalhay (13) y
Afonso do Paço (12). Los 29 volúmenes de revistas se aglutinan en 6 títulos,
entre ellos: Comunicaçoes dos Serviços Geológicos de Portugal (6 v.), O
Archeologo Portugues (4 v.), Arquivo de Beja (4 v.). Hay 4 monografías,
una de ellas de Mendes Correa. De Francia obtenemos 79 volúmenes, 57 de
ellos separatas de autores como: H. Breuil (11), Jean Bouyssonie (9); 2 títulos de revistas: Revue Archeologique (8 v.) y Préhistorie Spéléologie
Ariégeoises (3 v.) y 11 monografías de autores como P. Paris, Leon HenryMartin, André Cheynier y H. Breuil. De Gran Bretaña se reciben 51 volúmenes, de los que 23 pertenecen a 2 títulos de revistas: Antiquity (14 v.) y
Proceeding of the Society of Antiquaries of Scotland (9 v.); 17 monografías
que proceden principalmente del British Museum (4 guías), William Petrie
(3) y G. Childe (2), quien también envía muchas de las 11 separatas. Son 48
los volúmenes enviados por Italia, de los que 23 pertenecen a 5 títulos de
revistas, entre ellos Rivista di Studi Liguri (10 v.) y Rivista Ingauna e
Intemelia. Nuova serie (3 v.), ambas del Istituto di Studi Liguri; entre los
autores de las 21 separatas, se encuentran Raffaello Battaglia (7) y Piero
Barocelli (6); se ingresan también 4 monografías italianas. Estados Unidos
envía sobre todo monografías (destacan 20 de la serie Papers of the
Peadbody Museum of America y 2 de Hispanic Society of America sobre
Historia de España) y revistas del Bulletin of the American School of
Oriental Research (13 v.). Entre las separatas (7) destacan las de Dorothy
Garrod (3); Alemania envía 38 volúmenes, de ellos 22 pertenecen a 5 revistas como Ipek (10 v.), Bericht der Römisch-Germanischen Kommission (5
v.) o Vorgeschichtliche Jahrbuch (4 v.). Las 15 separatas son en gran parte
de Adolf Schulten (6) y Herbert Kühn (3); sólo hay 1 monografía.
Portada del Corpus
Vasorum Hispanorum.
Cerámica del Cerro de
San Miguel de Liria. 1954.
Con los investigadores que recibe el SIP para consultar sus materiales o para visitar sus yacimientos se procura establecer intercambio. Entre
los extranjeros resaltaremos las separatas recibidas de: H. Breuil (18), A.
Schulten (11), G. Childe (9), Germaine Henri-Martín (8), Massimo
Pallotino (5), Philippe Helena (3), D. Garrod (3), H. Kühn (3), Fernando
Russell (3).
101
[page-n-103]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Las donaciones
El libro de registro de 1950 y las memorias anuales cuando indican
la forma de adquisición de cada publicación señalan únicamente las
compras y los intercambios, incluyendo las donaciones puntuales en este
apartado, pero hay constancia de su existencia porque se conserva la
copia de una solicitud de publicaciones al Ministerio de Instrucción
Pública realizada a principios de 1928 cuyo contenido es:
«Acordado por la Excelentísima Diputación Provincial de
Valencia la creación de una biblioteca especializada, que sirva de eficaz auxiliar a su recién creado Servicio de Investigación Prehistórica,
está sobradamente justificado pida al Estado fomente dicha biblioteca con todas aquellas obras que publican sus diversos Centros sobre
dicha materia y con las que, editadas por particulares, figuran entre
los fondos del Ministerio de Instrucción Publica. Interesan entre
otras:
- La serie más completa posible de las Memorias y Boletines de la
Real Academia de la Historia.
- Todas las Memorias publicadas, así mismo por la Junta Superior de
Excavaciones y Antigüedades (van publicadas 92 hasta el año 1925-26).
- Todas las Memorias y Notas que lleva publicadas la Comisión de
Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas (Junta para la Ampliación
de Estudios). Son muchas e interesantes.
Todo ello es publicado con fondos del Estado.
- Y de los fondos de libros del Ministerio, todas cuántas obras tengan relación con los estudios prehistóricos. Entre éstas es de gran interés,
por ser de reciente publicación la Moneda Hispánica».
Portada de la
Memoria de los trabajos
llevados a cabo por la
Sociedad Arqueológica
Valenciana durante
el año 1872.
102
[page-n-104]
La Biblioteca del Servicio de Investigación Prehistórica
Portada del libro de Henri
Le Hon: L’Homme Fossile.
1868.
De lo anteriormente solicitado, se había logrado obtener en 1930
según la Memoria de dicho año, la colección completa de las Memorias
de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades, y poco después, tal
y como se refleja en la memoria de 1931, «la Comisión de Investigaciones
Paleontológicas y Prehistóricas ha regalado al SIP la serie completa de sus
publicaciones» (Ballester, 1931). La publicación La moneda hispánica
también se encuentra entre los fondos de la biblioteca.
La colección
En 1950 la biblioteca ya ha logrado reunir, pese a las vicisitudes por
las que atraviesa el país y, en concreto el SIP, una colección de calidad. Así,
se consigue adquirir algunas obras que podríamos considerar auténticas
joyas bibliográficas como es el caso de Origen, Naturaleza y Antigüedad del
Hombre (Juan Vilanova y Piera, 1872 ), Las Primeras Edades del Metal en
el Sudeste Español (Louis y Henri Siret, 1890), L’Homme Fossile en Europe
(Henri Le Hon, 1868), Antigüedades prehistóricas de Andalucía (Manuel de
Góngora y Martínez, 1868), Les Âges préhistoriques de l’Espagne et du
Portugal (Emile Cartailhac, 1886), Sagunto (Antonio Chabret, 1888), La
antigua civilización ibérica en el Reino de Valencia (Francisco Almarche,
1918). También destacamos algunas obras de referencia como: Dictionnaire
des Antiquités grecques et romaines, dirigido por Daremberg y Saglio,
Reallexikon der Vorgeschichte editado por Ebert, o aquellas sin las cuales
no se podría realizar una historia de la arqueología valenciana, tal es el caso
de: Geografía General del Reino de Valencia, bajo la dirección de F.
Carreras Candi. Cabe realzar asimismo, el Corpus Vasorum Antiquorum,
serie internacional de la que poseemos 51 volúmenes (3,3% del total de la
103
[page-n-105]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
colección). Sobresalen, además, las obras que sobre arte rupestre, edita
l’Institut de Paléontologie Humaine (creado por el mecenazgo del Príncipe
Alberto I de Mónaco): La Caverne d’Altamira, La Pileta, La Pasiega, Les
Peintures Rupestres Schemàtiques de la Péninsule Iberique (4 v.), Les
Combarelles, Les Cavernes de la Région Cantabrique, etc. Contamos también con publicaciones sobre las historias locales de distintas ciudades:
Dénia, Sagunt, Tortosa, Alcoi, o Altea. Una temática repetitiva es la de
Numancia, de la que tenemos publicaciones adquiridas tanto por compra
(de A. Schulten y Blas Taracena) como por intercambio (de autores como
Julio Gómez Santacruz, Friedrich Behn, Ernst Pfretschner o A. Schulten,)…
Páginas interiores del libro
de Luis y Enrique Siret:
Las primeras Edades del
Metal en el Sudeste
de España. 1890.
En cuanto a las revistas, destacamos la existencia de algunas prácticamente completas: L’Anthropologie, Bulletin de la Société Préhistorique
Française, Antiquity, Proceedings of the Society of Antiquaries of
Scotland, El Archivo, Actas y Memorias de la Sociedad Española de
Antropología, Etnografía y Prehistoria, Butlletí de l’Associació Catalana
d’Antropologia, Etnologia i Prehistòria, Archivo Español de Arte y
Arqueología, Anales del Centro de Cultura Valenciana, Emerita, Boletín
de Trabajo del Seminario de Arqueología de Valladolid, y otras muchas.
104
[page-n-106]
El Archivo Fotográfico del Servicio
de Investigación Prehistórica
Ángel Sánchez Molina y Carlos Ferrer García
Servicio de Investigación Prehistórica
La utilidad de la fotografía y las posibilidades del método fotográfico en la Arqueología fueron ya destacadas en la presentación oficial del
daguerrotipo1 en 1839. François Arago, uno de los miembros de la
comisión científica encargada de valorar la utilidad de este invento, consideró entonces muy provechosa para la ciencia arqueológica la posibilidad de obtener representaciones fidedignas de la realidad, documentos
objetivos tal como se perciben en la época (Frizot, 1998: 378)2.
Ese mismo año, Horace Vernet y Frédéric Goupil-Fesquet realizan
las primeras imágenes de monumentos egipcios, aunque es más relevante
la labor realizada en 1841 por John Lloyd Stephens en la difusión de la
cultura maya a través de sus instantáneas. Los daguerrotipos de las ruinas del Yucatán que forman parte de la exposición de Nueva York de
1842 sirven, junto con las piezas originales, como documentos con valor
expositivo, y son buena expresión del importante papel que la
Arqueología otorgará a la fotografía (Casanova y Debroise, 1989: 24-27).
Son también reseñables las expediciones protagonizadas por Karl Richard
Lepsius en Egipto entre 1842 y 1845 y las de Victor Place en Asiria entre
1852 y 18553 cuyas series fotográficas tomadas por Gabriel Tranchand
durante sus excavaciones serán publicadas posteriormente.
En España, más allá de la representación de monumentos y patrimonio artístico, que tuvo un gran desarrollo durante la segunda mitad
del s. XIX4 (López Mondejar, 1989), la fotografía arqueológica tiene también una temprana difusión. Ya en 1880, José Escalante y González,
catedrático de Historia Natural del Instituto de Santander, iluminó las
Cuevas de Altamira para obtener varias instantáneas de sus pinturas.
La rápida implantación de la fotografía como instrumento auxiliar
en el campo de la Arqueología fue acorde a su evolución técnica: la introducción de emulsiones más rápidas ya no hizo necesario el procesado
105
[page-n-107]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
inmediato de la fotografía tras su toma, sino que podía hacerse posteriormente en el laboratorio. Los arqueólogos de esta primera época se convierten en auténticos fotógrafos aficionados que poseen conocimientos
más o menos avanzados de la técnica o colaboran con expertos que disponen de sofisticados equipos para llevar a cabo su trabajo. La fotografía se va consolidando como un instrumento científico básico y, de hecho,
investigadores como Juan Cabré, Manuel Cazurro o el Marqués de
Cerralbo promovieron esta técnica en las campañas de excavación y su
posterior publicación como recurso fundamental de documentación científica de sus descubrimientos (González, 2004).
La fotografía en el SIP
La fotografía ha desempeñado desde la fundación del SIP en 1927
un importante papel en la documentación del trabajo de campo y la
catalogación de las piezas arqueológicas de su Museo. El Archivo
Fotográfico del Servicio se nutre de las obras realizadas tanto por sus
propios miembros como por fotógrafos profesionales contratados, y
reúne un conjunto de imágenes de temática científico-técnica de indiscutible valor patrimonial y documental.
En sus fondos se conservan aproximadamente 50.000 instantáneas
en diversos formatos y soportes que van desde el daguerrotipo y las placas de vidrio, a los negativos, positivos en papel, diapositivas, transparencias e imágenes digitales. De este conjunto destacan por su interés, las
fotografías realizadas con anterioridad a 1950, objeto de este trabajo.
El valor patrimonial del material fotográfico queda reconocido en las leyes
de patrimonio español (artículo 50 Ley 16/1985) y valenciano (artículos 1.2, 76.6
y 77 de la Ley 4/1998); además, su valor como obra de creación intelectual está
recogido en la Ley de Propiedad Intelectual (en particular en los artículos 10 y 128
del R.D.L 1/1996). De igual modo, la colección posee un gran valor documental,
ya que no sólo muestra un amplio conjunto de materiales y de yacimientos arqueológicos, sino que deja constancia de la metodología de trabajo de la época.
Las reproducciones de los objetos arqueológicos que tienen como
finalidad la realización de inventarios y catálogos o la ilustración de publicaciones suponen el mayor porcentaje de imágenes. También es relevante
el número de fotografías que reflejan el proceso de excavación de los yacimientos arqueológicos donde ha intervenido el SIP. Así, encontramos vistas generales y detalles de la excavación, cortes estratigráficos, arqueólogos y obreros trabajando o posando, etc. Finalmente existe un reducido
grupo de imágenes referidas al Museo, su biblioteca y su laboratorio, y
otro que refleja aspectos menos relacionados con la investigación: paisajes, lugares, monumentos, personas, actividades tradicionales, etc.
106
[page-n-108]
El Archivo Fotográfico del SIP
Conjunto de tres enócoes
procedentes de la Bastida
de les Alcusses (Moixent).
[Casa Grollo. Placa
de vidrio. SIP 308]
El estudio actual de estas imágenes saca a la luz datos inéditos que
nos permiten tener una visión más completa de la Arqueología del
momento. A la hora de su análisis es importante considerar que la fotografía no es un sistema completamente neutro de obtención de registros
materiales, ya que su realización implica una puesta en escena que exige
una discreta, pero significativa, interpretación de lo fotografiado (Frizot,
1998: 76-79, Dubois, 1994).
El archivo fotográfico del SIP incluye piezas de gran singularidad
como un daguerrotipo de mediados del s. XIX que representa a un joven
Juan Vilanova y Piera, considerado como el introductor de los estudios
de Prehistoria en España, además de las placas de vidrio de las excavaciones previas a la constitución del Servicio como Casa del Monte
(Valdeganga, Albacete) entre 1918 y 1920, y Covalta (Albaida) en 1919.
También destacan las imágenes que documentan los primeros trabajos
del SIP en la Bastida de les Alcusses (Moixent), Cova del Parpalló
(Gandia) y Cova Negra (Xàtiva) entre 1928 y 1931, y las del Tossal de
Sant Miquel (Llíria) desde 1933, así como aquellas que muestran todo
el conjunto de materiales que va dando forma a los fondos del Museo
de Prehistoria. Son igualmente interesantes las series de negativos que
documentan el proceso de excavación de la Ereta del Pedregal
(Navarrés) desde 1944, los trabajos en la Cueva de la Cocina (Dos
Aguas) entre 1941 y 1945, y el proceso de estudio y calco de las pinturas rupestres de Dos Aguas en 1945.
107
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
La Colección:
Tipos de Soporte
Los soportes empleados para fijar las imágenes han ido variando
con el paso del tiempo. Como ya se ha señalado, existe un único daguerrotipo datado a mediados del s. XIX y 1.916 placas de vidrio de gelatino-bromuro5 fechadas entre 1918 y 1967. Los formatos en vidrio más
usuales son 13x18 y 9x12, aunque también existen formatos inferiores
como 6x9 y muy superiores como 18x24. Muchas de las placas son de
medidas irregulares debido a que frecuentemente era mayor el número de
tomas a realizar que la cantidad de material disponible, lo que obligaba
a practicar el recorte manual de los vidrios. En algunas de ellas se detectan actuaciones directas sobre el soporte, como la aplicación de tiras de
papel negro para aislar o recortar la pieza retratada, o como el uso de
ciertas sustancias para oscurecer zonas sobreexpuestas de la imagen.
Además de estos materiales, hasta 1955 se depositan 1.560 negativos
de plástico o pasta6 y más de 300 instantáneas antiguas de las que sólo se
conserva su positivo en papel. Desde 1950 empiezan a utilizarse en el
Museo los negativos de paso universal en blanco negro y, desde 1970, en
color. Ambos tipos de soporte contabilizan más de 21.900 imágenes.
Fernando Gil Carles, que comienza sus trabajos para el SIP en 1962, realiza las primeras transparencias en color (Berrocal et al., 2005) y hacia 1969
aparecen las primeras diapositivas del Archivo, que suponen un total de
15.500 registros. Las fotografías en formato digital, de las que hasta ahora
se han inventariado unas 4.200, empiezan a realizarse a partir del año 1999.
La temática
Desde el punto de vista temático podemos clasificar el catálogo
fotográfico en dos grandes ámbitos relacionados con la práctica arqueológica. Por un lado las imágenes realizadas durante las excavaciones y,
por otro, las fotografías tomadas en el Museo durante la fase de estudio
y puesta en valor del patrimonio excavado.
En el caso de los materiales arqueológicos, suelen representarse
fuera del contexto arqueológico, lo que de algún modo nos remite a la
concepción de la ciencia arqueológica del momento que prioriza el estudio del objeto. Predominan las piezas aisladas, aunque también son
habituales las composiciones tipológicas con un claro sentido estético
que se asemejan a los lienzos con materiales de principios de siglo o los
bodegones con fondos entelados que en algunos casos permitían realzar
las piezas pero que también les otorga cierto carácter escénico. El objeto de estas imágenes es documentar las colecciones del Museo, así como
disponer de recursos para las publicaciones del Servicio. Efectivamente,
la existencia de una línea editorial que tiene como finalidad difundir sus
108
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El Archivo Fotográfico del SIP
Corte estratigráfico
de la Cova del Parpalló
(Gandia). 1931.
[Lluís Pericot. Placa
de vidrio. SIP 480]
investigaciones, obligó a realizar series fotográficas de las piezas arqueológicas que fueron encomendadas a fotógrafos de la Casa Grollo.
Son escasas, pero de gran valor, algunas fotos que documentan el
proceso de restauración de estas piezas como es el caso de las imágenes
tomadas en el laboratorio del antiguo museo (cat. 91 y cat. 92). Estas
imágenes ofrecen la posibilidad de reconocer el estado de conservación
original de las piezas y las técnicas de restauración aplicadas en aquel
momento. Así, en algunas cerámicas decoradas del Tossal de Sant
Miquel se observa una mayor intensidad de los pigmentos empleados
que permite una mejor identificación de las composiciones.
109
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Grupo de trabajo en la
Bastida de les Alcusses
(Moixent). Mariano Jornet
se encuentra a la derecha
de la imagen sentado con
un sombrero en la mano.
Hacia 1928.
[Casa Grollo. Placa de
vidrio. SIP 1.865]
Otro gran ámbito temático es el de las fotografías realizadas en las
campañas de excavación y prospección de los primeros años. Aunque
de menor peso porcentual, aportan importante información acerca del
proceso de excavación y del contexto arqueológico de los objetos conservados en el Museo. Es por ello que se les ha concedido una mayor
relevancia en este catálogo. Contamos con la excepcionalmente bien
documentada serie correspondiente a la estratigrafía de la Cova del
Parpalló, excavada por Lluís Pericot (cat. 25-28), y con las de los objetos arqueológicos fotografiados in situ en la Bastida de les Alcusses, en
las campañas de Mariano Jornet y Emili Gómez Nadal (cat. 4) y en las
campañas del Tossal de Sant Miquel también dirigidas por L. Pericot.
Dentro de este conjunto, el mayor número de imágenes muestra a
investigadores y obreros posando en momentos de descanso durante la
excavación. Son ya famosas algunas de las realizadas en la Bastida de les
Alcusses, en la Cova del Parpalló, en la Ereta del Pedregal y en la Cueva
de la Cocina, especialmente las de los dos primeros yacimientos, en las
que aparecen representados los obreros de Atzeneta d’Albaida que colaboraron durante años con Isidro Ballester y el Servicio. Existe un apartado de imágenes en las que las personas sirven como referencia o escala, y
otro algo menor en las que se encuentran trabajando, por lo que ofrecen
una valiosa información acerca de la metodología y los equipos utilizados
en el proceso de excavación. Es el caso de las completas series fotográficas del Tossal de Sant Miquel (cat. 36-43) y de las imágenes que recogen
a M. Jornet realizando mediciones o estudiando materiales (cat. 3).
110
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El Archivo Fotográfico del SIP
Comparativamente son más frecuentes las fotos panorámicas de
paisajes y de zonas excavadas. Las primeras pretenden ubicar el yacimiento en su contexto geográfico amplio, mientras que las segundas restringen el espacio representado y ubican la zona excavada en su entorno inmediato.
También existe un reducido, aunque interesante, conjunto de
fotografías de temática variada. Cabe destacar las referidas a las instalaciones del Museo (cat. 94-98) y a sus visitantes (cat. 93), así como
las que recogen excursiones del Centro de Cultura Valenciana a yacimientos y monumentos (cat. 105). Hay un pequeño grupo de fotografías curiosas como las realizadas en torno a la figura de L. Pericot
frente a la entrada de la Cova del Parpalló, sentado (cat. 23) o bebiendo en un botijo (cat. 22). Finalmente encontramos las que representan
grupos humanos y actividades de claro interés etnográfico, como las
realizadas a los habitantes de las casas donde se alojaban los excavadores de Bastida (cat. 13) y de la Cueva de la Cocina (cat. 53), y el trabajo de trillado en una era de la partida de les Alcusses.
Los autores
Gran parte de las imágenes de materiales arqueológicos del Museo
proceden de la empresa fotográfica Grollo. Esta firma fue la única que
realizó este tipo de trabajos hasta 1962 y continuó desarrollando encargos hasta 1975. La Casa Grollo fue fundada en 1898 por José Grollo
Chiarri, personaje de gran relevancia en la sociedad del primer tercio
del s. XX7, lo que le llevó a ser nombrado Diputado durante la
Dictadura de Primo de Rivera (Frasquet, 1995; Mir, 1995) y a formar
parte de la Comisión encargada de aprobar la creación del SIP. En una
nota de I. Ballester a J. Grollo, en la que le exhorta a acelerar los tramites de adquisición de la Colección Ponsell, se deja entrever una relación de amistad entre ambos que podría explicar el posterior vínculo
comercial entre el Servicio y su empresa fotográfica8.
En cualquier caso, las fotografías realizadas para el SIP en nombre
de la Casa Grollo fueron tomadas por Joaquín Adell, fotógrafo colaborador o asociado a dicha casa. Es el autor de las instantáneas de las plaquetas de Parpalló publicadas en 1933 (Pericot, 1933) y 1942 (Pericot,
1942), y firma una carta en 1935 dirigida a L. Pericot en la que reclama
el pago de un trabajo realizado el año anterior. Todo parece indicar que
poseía una posición relevante en la empresa, de la que incluso llegaría a
ser propietario, ya que fue él quien donó la colección de fotografías de
J. Grollo al Archivo del Reino en 1981 (Alcaide, 1994).
Las fotografías en las campañas de excavación y prospección fueron
tomadas por miembros del Servicio y aparecen con el epígrafe «SIP».
111
[page-n-113]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Sólo en contadas ocasiones figura el autor, destacando las aportaciones
de I. Ballester, L. Pericot, José Chocomeli y José Alcácer. Los equipos
fotográficos empleados para realizar estas imágenes no se conservan en
el SIP debido a que pertenecían a los propios investigadores; de hecho,
habrá que esperar hasta 1950 para encontrar la primera cámara adquirida con presupuesto del Servicio: una Leica III c con objetivo 1:2.
Placa de vidrio con
desprendimiento de la
película. Muntanyeta de
Cabrera (Torrent). 1931.
[Casa Grollo. Placa de
vidrio. SIP 620]
Afecciones
El estado de conservación del Archivo Fotográfico del SIP es bastante bueno en general, aunque cada soporte tiene sus propias particularidades. De modo general, los deterioros del material fotográfico pueden ser
de dos tipos: mecánicos y químicos. Los deterioros mecánicos tienen su
origen en una manipulación inadecuada que provoca rayas, escamaciones en la emulsión, rotura o exfoliación de los soportes y pliegues o arrugas. Los deterioros químicos pueden tener su origen en la calidad del procedimiento de obtención de la imagen, la inestabilidad de los materiales
empleados y unas condiciones de conservación deficientes.
Las condiciones medioambientales tienen una poderosa influencia
sobre este tipo de materiales. La temperatura y la humedad relativa son
los causantes de la aparición y desarrollo de muchos de los deterioros.
Estos factores se encuentran íntimamente relacionados, lo que dificulta
la obtención de un equilibrio entre ambos. Como valores generales en su
preservación se aconseja una temperatura máxima de 21º C y entre el 30
y el 50% de humedad relativa.
112
[page-n-114]
El Archivo Fotográfico del SIP
Placa de vidrio con fractura
del soporte y de la película.
[Lluís Pericot. Placa de
vidrio. SIP 2.989]
La luz favorece la oxidación de los materiales y tiene efectos acumulativos sobre ellos, provocando la fragilidad de los soportes, el amarilleamiento, la decoloración o el oscurecimiento de la imagen. Como orientación general, la iluminación que incida directamente sobre los materiales
no debe exceder de 55 lux.
La rotura de algunas de las placas de vidrio, como consecuencia de
una inadecuada manipulación o almacenamiento, manifiesta la fragilidad de este soporte. Pero además, junto a la propia inconsistencia del
vidrio, las placas más antiguas pueden presentar problemas de estabilidad porque se utilizaron como fundentes óxidos de sodio y de potasio e,
incluso, de plomo. Estos óxidos atacan la superficie del vidrio y provocan una exudación (lágrimas de silicato) que puede cristalizar y dar
lugar a pequeñas manchas blanquecinas.
En algunas de las placas de vidrio se observan deterioros provocados por una elevada humedad. Esto desencadena un proceso de oxidoreducción de la plata denominado desvanecimiento o palidecimiento
(Fox, 2003), sobre todo en las partes más oscuras, pero que también
puede acelerar los procesos de deterioro propios del vidrio, lo que provoca un olor a ácido nítrico y acético. Por el contrario, si la humedad
es demasiado baja, el soporte se vuelve quebradizo y desprende un fuerte olor a ácido nítrico. También se constatan otro tipo de daños como
consecuencia de un procedimiento fotográfico defectuoso y de oscilaciones en la humedad y la temperatura: el desprendimiento de la capa
de imagen respecto a su soporte de vidrio, el craquelado de emulsiones
113
[page-n-115]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Familia que vivía en la
Casa de Valle, junto a la
que se instaló el
campamento durante
las excavaciones de la
Cova de Cocina (Dos
Aguas). Hacia 1940.
[Placa de vidrio. SIP 2.716]
y barnices, y la disolución de la emulsión de gelatina por retención de
humedad o acción directa del agua. Así como la aparición de nódulos
irregulares en la emulsión, provocados por la reacción de un depósito
de material residual o, en algunos casos, por la presencia de microorganismos o contaminantes atmosféricos.
Las fotografías sobre pasta presentan en general un buen estado de
conservación, aunque en algunas de ellas se observan problemas de craquelado en la emulsión motivados por la oscilación en los valores de
temperatura y humedad relativa.
En el caso de las diapositivas en color, se ha podido constatar que
un gran número de ellas presenta evidentes problemas. La humedad y
temperatura altas han desencadenado una tendencia hacia los colores
falseados, por la pérdida en la densidad de los tintes cromógenos,
especialmente del cian. En algunos casos también pueden deberse a un
procedimiento fotográfico defectuoso o a la utilización de productos
químicos de baja calidad.
Conservación
La gran diversidad de soportes del Archivo multiplica las variables
a tener en cuenta a la hora de almacenar, organizar y conservar las imágenes. Cada tipo tiene una composición física distinta que reacciona de
modo diferente a los factores ambientales y, desde el punto de vista
morfológico, su variado tamaño y dimensiones puede provocar problemas de organización.
114
[page-n-116]
El Archivo Fotográfico del SIP
Placa de vidrio con
desvanecimiento de la
imagen debido a procesos
de oxido-reducción en la
emulsión. Covarxa del
Camí Reial d’Alacant
(Albaida). 1928.
[Isidro Ballester. Placa
de vidrio. SIP 238]
El mobiliario utilizado en el Museo para la ordenación y almacenamiento de fotografías no digitales es de tipo metálico. Con ello se evita
la emisión de ácidos y otras sustancias nocivas que producen los selladores y adhesivos empleados en muebles de madera. Los vidrios y pastas
antiguas se guardan en sobres de papel de conservación. Las diapositivas
se almacenan en hojas archivadoras de plástico transparente con capacidad para veinte unidades, con cubierta protectora y varilla para colgar
de las casas Panodia y Lacor. Los negativos de paso universal son archivados en carpetas de la marca Paterson con hojas clasificadoras de papel
de conservación que pueden contener siete filas de negativos. Sin embargo, dada la fragilidad de esta colección, es necesaria para su preservación
futura la adopción de medidas singulares de conservación preventiva.
115
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Trabajos de trillado en los
alrededores de la Bastida
de les Alcusses (Moixent).
Hacia 1929.
[Isidro Ballester. Placa
de vidrio. SIP 2.516]
El riesgo inminente de desaparición de algunas imágenes ha forzado a realizar su duplicación o cambio de formato. Mediante la duplicación sólo se preserva el valor informativo de la fotografía al intervenir
sobre su contenido icónico y no sobre su soporte o procedimiento fotográfico. Para los primeros duplicados se utilizaron negativos en blanco
y negro de paso universal, pero en la actualidad se ha optado por la
digitalización de las fotografías.
A modo de conclusión, podemos afirmar que nos encontramos
ante un archivo iconográfico de gran valor que constituye una visión
unitaria, completa, representativa y evocadora de la Arqueología de
principios del siglo XX en Valencia. Es también una aproximación a los
protagonistas de una época en la que se vivió el tránsito hacia la profesionalización de una actividad que ha permitido recuperar nuestro
patrimonio arqueológico.
1
El daguerrotipo, invento de Louis Daguerre y Nicephore Niepce, es un positivo directo
monocromo sobre una plancha de metal (normalmente plata de cobre) donde la imagen se
ve en positivo o negativo según el ángulo de visión y la incidencia de la luz.
2
F. Arago señaló en su discurso en la sesión conjunta de las Academías de Ciencias y Bellas
Artes de Francia: «¡El mundo de la arqueología se verá inmensamente enriquecido gracias a la nueva ciencia! Para copiar los millones y millones de jeroglíficos que cubren en
116
[page-n-118]
El Archivo Fotográfico del SIP
el exterior incluso, los grandes monumentos de Tebas, de Menfis, de Karnak, etc. se necesitarían veintenas de años y legiones de dibujantes. Con el daguerrotipo, un solo hombre
podría llevar a cabo a buen fin ese trabajo inmenso». Citado en Marie-Loup Soguees
(1981: 58).
3
Ninive et l’Assirie de V. Place (París, 1867-1870)
4
Campaña emprendida por C. Clifford y J. Laurent para el registro fotográfico del patrimonio artístico de la Península.
5
La técnica de gelatino-bromuro sobre vidrio fue desarrollada por R. Leach en 1878, y
parte de una emulsión de bromuro de cadmio y de una solución a partes iguales de gelatina y agua. Una vez sensibilizada esta emulsión con nitrato de plata se extiende sobre el
vidrio y se deja secar.
6
Nitrato de celulosa, diacetato de celulosa y tricetato de celulosa.
7
(1875-1936). Presidente de la Unión Gremial, es uno de los mejores fotógrafos de su
época. Fue también presidente de la Feria Muestrario desde su fundación en 1917 hasta el
año de su muerte. Tanto la Biblioteca Valenciana (Col·lecció Huguet), como el Archivo del
Reino de Valencia (Fondo José Grollo) posee parte de su obra.
8
«[...] Querido Pepe:[...] creo debeis daros prisa en tomar el acuerdo pertinente. De lo contrario os exponeis a no llegar a tiempo. [...]». 10 de octubre de 1927. Archivo SIP.
117
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La Covalta y Casa del Monte, dos pájaros de un tiro
Consuelo Mata Parreño
Universitat de València
Lucía Soria Combadiera
Universidad de Castilla-La Mancha
Abogado de profesión, Isidro Ballester Tormo compatibilizó esta
actividad profesional con tres de sus grandes pasiones: la política, la
arqueología y la caza. Su afición por la caza le permitía pasar largas
horas en el monte y cazar… no sabemos si cazaba, pero lo que sí sabemos es que identificó numerosos yacimientos en algunos lugares por
donde tuvo la fortuna de pasar.
Los lazos familiares y la profesión le llevaron a estar largas temporadas en la Vall d’Albaida, lo que le permitió iniciar, en 1907, su primera
excavación en la Covalta, convirtiéndose, así, en el primer «despoblado»
ibérico valenciano excavado en extensión. Las campañas se prolongaron
hasta 1919 y duraban, siempre, pocos días pues los trabajos corrían a sus
expensas, incluso a partir de 1917, año en que solicitó permiso a la Junta
Superior de Excavaciones y Antigüedades. Una vez acabadas las excavaciones, siguió visitando el lugar, al menos hasta el año 1925, cuando hace
la última anotación en su diario.
A pesar del interés del sitio, I. Ballester nunca publicó la totalidad
de los hallazgos, pero sí que permitió el acceso a los mismos a todo aquel
que se desplazara a su casa de Atzeneta d’Albaida, donde los tenía
expuestos en vitrinas. Publicó seis artículos sobre materiales de la
Covalta y resulta curioso leer en casi todos ellos una enumeración bastante detallada de los hallazgos más importantes, así como una disculpa
continuada por no haberlos publicado totalmente.
Así, en las actas del IV Congreso Arqueológico del Sureste, celebrado en Elx en 1948, se puede leer «una escueta comunicación relativa a
dos tiestos covaltinos… aun siendo de viejo conocidos por algunos de
vosotros, especialmente por los que visitaron nuestra colección…; y que
por diversas causas no ha podido publicarse totalmente, ha estado siempre lo hallado a disposición de los estudiosos» (Ballester, 1949b). No
119
[page-n-121]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
obstante, otros autores también publicaron materiales de Covalta como
María Angeles Vall (1969 y 1971) y, más recientemente, la revisión completa de los mismos hecha por Manuela Raga (1994 y 1995).
Desgraciadamente, los diarios no se encuentran en el archivo del
Servicio de Investigación Prehistórica, por lo que se desconocen detalles
como la duración exacta de las campañas o las impresiones de su excavador. No sucede lo mismo con la siguiente excavación que lleva a cabo,
en esta ocasión en Valdeganga (Albacete).
El hallazgo de la necrópolis de Casa del Monte acontece en el transcurso de una cacería que se celebraba anualmente durante el mes de
marzo en la finca que da nombre al yacimiento. Según relata I. Ballester,
las primeras noticias se remontan al último cuarto del siglo XIX, momento en que se destruyeron gran número de urnas en el extremo noroeste
(Ballester, 1930b: 28). Este hecho no trasciende más allá de las personas
que allí trabajan y será en 1917 cuando el azar quiso que saliera a la luz.
Ese año, Ballester acudió invitado por el entonces propietario de la finca.
Así relata su hallazgo:
«En Marzo de 1917, con motivo de una excursión de caza a la Casa
del Monte, finca de D. Feliciano Colomer y Ramírez de Arellano, labor
situada en el linde mismo de los términos de Chinchilla y Valdeganga, y
no sé bien también si en Albacete, casi en las mismas paredes de la casa
de labor, extensa y amplia, […] encontramos unos pequeños tiestos ibéricos decorados con segmentos de círculos y fajas amplias de color siena...
Detalle de varias
tumbas de la necrópolis
de Casa del Monte
(Valdeganga, Albacete).
[Isidro Ballester. Placa de
vidrio. SIP 451]
120
[page-n-122]
La Covalta y Casa del Monte, dos pájaros de un tiro
»La pequeña loma, mejor dicho cerrillo, inclinaba rápidamente sus
vertientes, unas para el SE, cortándose por el S, por donde llegaba el
Camino del Caserío de La Felipa... El hallazgo de cerámicas nos obligó a
un reconocimiento más detenido, encontrando en los terrenos y campos
inmediatos una cerámica antigua, algunas astillas de pedernal y sobre
todo, en el borde de la cortadura de la meseta por el Camino de
Valdeganga, vemos a espaldas de la casa en la inmediación del Camino de
La Felipa, todo ya en el cerrillo, cimientos de paredes de piedra en seco,
que nos recordaban a la técnica de los despoblados ibéricos valencianos y
así dejamos las cosas hasta la nueva temporada de caza».
Los trabajos de I. Ballester en la necrópolis consistieron en un sondeo
realizado en 1918 y tres cortas campañas entre 1919 y 1920. En el diario de
1918 no hay anotaciones referidas a los días de trabajo ni a la participación
de peones; sin embargo, considerando el ritmo de sepulturas exhumadas en
años posteriores, no creemos que la campaña durase más de uno o dos días.
Da la impresión de que se limita a tantear el yacimiento y se aprecia que es
la primera vez que excava una necrópolis. Practicó «unas catas» en un punto
donde eran visibles restos constructivos, que interpretó en un principio como
viviendas, al partir de la idea preconcebida de que se trataba de un «despoblado ibérico al estilo de los valencianos». Es evidente que la experiencia
adquirida en Covalta le va a ser de gran utilidad, sobre todo a la hora de
identificar determinadas cerámicas a las que se refiere como «tipo Covalta».
En marzo de 1919 contó con la ayuda de peones pues en el diario
anota tres jornales el primer día y cuatro los restantes. En 1920 acudió
a la finca en dos ocasiones, en marzo y en octubre. En marzo, le ayudaron entre cinco y ocho peones, así como un joven de Valdeganga llamado Pascual Martínez García que, según anota en la última página del
diario, estaba haciendo el servicio militar en Alcoi. En el mes de octubre, acudió con su esposa Matilde y, desconocemos el motivo, se llevó
«tres braceros valencianos» a los que se sumaron, en los días siguientes,
otros cuatro de Valdeganga. Se dedica a aclarar algunos aspectos de las
campañas anteriores y excava algunas tumbas más. Entre los días 14 y
16, inicia la apertura de zanjas con intención de delimitar la extensión
de la necrópolis, como consecuencia de la cual halló dos departamentos
del poblado que denomina «mansiones».
En la última página del diario hay un resumen de las cuentas relativas a las excavaciones de 1919 (marzo) y 1920 (marzo y octubre). En
1919, los jornales de la excavación, «aparte comidas», ascienden a
52,50 ptas (0,31 Euros); en marzo de 1920 pagó las peonadas a 4 ptas
(0,02 Euros), suponiendo un total de 110 ptas en jornales (0,66 Euros);
las cuentas referidas a octubre de ese año están incompletas, anotando
sólo los jornales correspondientes a los tres primeros días.
121
[page-n-123]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Plano original con
anotación de mediciones
y copia a tinta en papel
entelado de la excavación
de Casa del Monte
(Valdeganga, Albacete).
El trabajo de I. Ballester en la Casa del Monte fue minucioso, ejemplar para la época. Los comentarios y descripciones del diario revelan que
el proceso de excavación fue meticuloso, así como la observación de la disposición espacial de los hallazgos, también detallada en los escritos, lo que
la convierte en la primera excavación realizada con criterios científicos en
la provincia de Albacete. Quizá descuidó la parte gráfica, pues aunque concedió gran importancia a la disposición original de las piezas del ajuar funerario, describiendo su localización en el nicho y el estado en que aparecían
los restos (doblados, rotos...), no hace croquis estratigráficos ni dibujos.
El sistema de trabajo contemplaba la apertura de zanjas a partir de
la localización en superficie de restos de estructuras tumulares o manchas
de cenizas, hasta ampliar los márgenes para su correcta visualización. En
total se excavaron 38 sepulturas y, a partir del croquis conservado, hemos
calculado que abre una zona en sentido O-E con un eje aproximado de 33
m y otro S-N de 16/17 m.
Un aspecto elogiable en la metodología de campo de I. Ballester, aunque difícilmente trasladable a la realidad por las imprecisiones y carencias
que contiene (no llega a triangular), es la casi obsesiva presencia de mediciones para intentar situar cada sepultura, en especial las tumulares con respecto a otras. Se advierte en cada una de ellas un número excesivo de medidas: desde las cuatro esquinas hacia otras sepulturas y la distancia más corta
en línea recta hasta el túmulo más próximo. Todo este intrincado sistema
de medidas y distancias lo reflejó en el croquis general de la excavación.
122
[page-n-124]
La Covalta y Casa del Monte, dos pájaros de un tiro
Sus escritos manifiestan las diversas impresiones que tuvo en el transcurso de los trabajos y, desde luego, siempre plasma todo lo que acontece
en el proceso de exhumación de las tumbas, especialmente cuando advierte
algo que no sabe explicar a priori y procede a su descripción para después,
entre interrogantes, proponer una explicación. Sirva como ejemplo la interpretación que realiza de la tumba VI (excavada el 28 de marzo de 1919),
cuyo interior no albergaba resto alguno ni del difunto ni del ajuar. Es destacable la interpretación que hace de la tumba como posible cenotafio
(Ballester, 1930b: 32), aunque también se planteó la posibilidad de que se
tratase de una antigua «mansión» reutilizada como enterramiento. En efecto, estos monumentos cenotáficos se han identificado también en necrópolis excavadas y publicadas con posterioridad, como sucede en el Estacar de
Robarinas (Linares) (Blázquez y García-Gelabert, 1987: 187) y, tal vez, en
Cabezo Lucero (Guardamar del Segura) (Aranegui et al., 1993: 30).
En los años que duran las excavaciones en Casa del Monte, la arqueología albacetense estaba en manos de la Comisión Provincial de
Monumentos de Albacete, creada en 1844 y dependiente de la Comisión
Central, y no existía el Museo Provincial, lo que propició que los hallazgos
de este yacimiento y de otros lugares visitados por I. Ballester en la provincia pasaran a formar parte de su colección particular. En 1949, la donó al
Servicio de Investigación Prehistórica de Valencia, en la que se encontraban
también los materiales de Covalta (Fletcher y Pla, 1977: 103), junto a fotografías y diarios de campo, pues casi toda esta documentación se encuentra en el archivo de dicho Servicio. Actualmente, las piezas más significativas de ambos yacimientos pueden verse en las salas del Museo de
Prehistoria de la Diputación de Valencia.
Materiales procedentes
de la necrópolis ibérica
de Casa del Monte
(Valdeganga, Albacete).
[Casa Grollo. Placa de
vidrio. SIP 402]
123
[page-n-125]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Página del inventario de
materiales de Casa de
Monte (Valdeganga,
Albacete).
124
[page-n-126]
La colección Ponsell y los vínculos de Alcoi
con el SIP
Josep Maria Segura Martí
Museu Arqueològic Municipal Camil Visedo Moltó (Alcoi)
Los poblados de la Edad del Bronce del Mas de Menente y de la
Mola Alta de Serelles, yacimientos arqueológicos de la geografía alcoyana en los que de forma precoz se realizaron excavaciones en la década de 1920, guardan una relación estrecha con la trayectoria inicial del
Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo de Prehistoria.
Ambas instituciones fueron creadas en 1927 por la Diputación de
Valencia a propuesta de Isidro Ballester Tormo, quien desde aquella
fecha fue nombrado su director, ocupando el puesto de subdirector
Lluís Pericot García, y figurando como colaboradores en aquel año
Fernando Ponsell Cortés, Mariano Jornet Perales y Gonzalo Viñes
Masip.
Las primeras piezas arqueológicas que ingresan en este Museo proceden de la colección de F. Ponsell, quien el 22 de febrero de 1927 ofrece a la Diputación de Valencia, a cambio de una indemnización de 1.500
pesetas, los objetos arqueológicos recuperados en sus excavaciones en El
Xarpolar (Planes, Vall d’Alcalà, Vall de Gallinera) y en el Mas de
Menente (Alcoi).
El interés por acrecentar fondos para el Museo fomentó la realización de excavaciones en diferentes puntos de la geografía valenciana;
también se adquirieron antiguas colecciones privadas y se recuperaron
piezas singulares. En 1928 F. Ponsell entrega al Museo de Prehistoria de
Valencia los restos escultóricos de unas «bichas» o cuadrúpedos localizados en Balones. En este sentido, conocemos una carta de I. Ballester a
F. Ponsell (del 1 de junio de 1928) en la que le anuncia que él y L. Pericot
van a ir a Alcoi para ver las colecciones («…los cartones del Sr. Cura de
Torremanzanas, material que obra aun en esa…»), y le dice que «haga
el favor de avisar a todos los que tienen colecciones nuestra visita…»
(Segura y Cortell, 1984: 48).
125
[page-n-127]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Vista general del Mas de
Menente (Alcoi, Alacant).
[Papel. Museu d’Alcoi]
¿Pero quién era F. Ponsell? Nacido en 1898 en la pequeña población
alicantina de Alcalà de la Jovada (Vall d’Alcalà), residió unos años en
Cocentaina y fijó su domicilio en Alcoi, donde desarrollaría su actividad
profesional al frente de una pequeña industria textil. Descubre y explora
algunos yacimientos arqueológicos de su tierra natal y, en 1923, el dueño
de El Xarpolar le autoriza para realizar excavaciones en este poblado ibérico. En 1924 descubre el yacimiento de la Edad del Bronce del Mas de
Menente (Alcoi), donde realizará excavaciones a partir del 6 de febrero
de 1925, publicando sus trabajos en las Memorias de la Junta Superior
de Excavaciones y Antigüedades, núm. 78 de 1926, yacimiento en el que
volverá a excavar en 1928, comisionado por el SIP y en colaboración con
L. Pericot. En ese mismo año, F. Ponsell y L. Pericot excavan en
Quatretondeta un «depósito de brazaletes de pectúnculo» en la Penya
Roja. Ambas excavaciones se publican en el volumen primero del anuario Archivo de Prehistoria Levantina, correspondiente a 1929.
Comisionado por I. Ballester para realizar excavaciones, F. Ponsell
explora en agosto de 1928 el yacimiento neolítico de la Cova de la Sarsa
(Bocairent, Valencia), cavidad que excava por encargo del SIP en 1929, realizando posteriormente varias campañas de trabajos a lo largo de la década
de los años treinta. A partir de 1939 F. Ponsell no realizará más excavaciones para el SIP; posiblemente sus obligaciones laborales no le permitieron
dedicarse como antes a sus aficiones arqueológicas, y aunque mantuvo su
relación con I. Ballester y, desde 1950, con Domingo Fletcher Valls —como
director del SIP—, al parecer su relación se limita a publicar dos artículos
en el Archivo de Prehistoria Levantina de los años 1952 y 1958.
126
[page-n-128]
La colección Ponsell y los vínculos de Alcoi con el SIP
Detalle de la excavación
de la Mola Alta de Serelles
(Alcoi, Alacant).
[Placa de vidrio. Museu
d’Alcoi]
Diez años después de la creación del SIP, en febrero de 1937 el Consell
Provincial de València (organismo que había sustituido a la Diputación)
crea el Institut d’Estudis Valencians, incorporándose a éste el SIP y su
Museo. El alcoyano Camil Visedo Moltó es propuesto por I. Ballester
como Delegado en Alcoi del Institut d’Estudis Valencians, cuestión ésta que
se confirma en una carta de fecha 1 de julio de 1937 en la que C. Visedo le
agradece a I. Ballester el nombramiento, y le comenta aspectos de la publicación del trabajo «Un enterrament del Barranc del Sint», que C. Visedo
publica ese mismo año en la Sèrie de Treballs Solts.
Una nueva adquisición de fondos para el Museo de Prehistoria de
Valencia tiene lugar en 1937, gestionada por el Institut d’Estudis
Valencians, quien compra al alcoyano Ernesto Botella Candela la colección de objetos prehistóricos de la Mola Alta de Serelles (Alcoi), producto de sus excavaciones en este yacimiento de la Edad del Bronce autorizadas por el Estado en 1925 y 1926 (Martí, 1992: 33). Este ingreso
incorporaba a las colecciones del Museo de Prehistoria decenas de vasos
cerámicos, varios moldes de fundición y algunas piezas metálicas.
Además de la relación del SIP y las colecciones de F. Ponsell y de E.
Botella, el nombre de Alcoi y el de algunos alcoyanos es una constante a lo
largo de las diferentes etapas de la historia del SIP, y de ello dan testimonio las
memorias de Labor del Servicio de Investigación Prehistórica y varias cartas
que documentan la relación de I. Ballester con F. Ponsell, C. Visedo y Vicente
Pascual Pérez, que nos informan de sus hallazgos e investigaciones, de sus
inquietudes… y de su amistad, forjada a través de una relación fecunda.
127
[page-n-129]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Son varios los trabajos que se han ocupado de documentar las primeras excavaciones arqueológicas que concurren en Alcoi, como el
hallazgo y la excavación de los enterramientos prehistóricos de Les
Llometes, en 1884, así como las excavaciones que autorizó la Junta
Superior de Excavaciones y Antigüedades en los años 1920 en tres yacimientos de Alcoi, una ciudad industrial en la que algunos miembros de
su burguesía ilustrada se interesan por los estudios históricos, las investigaciones geológicas o arqueológicas, etc., inquietudes que llegan a
calar hondo en determinadas personas que emplean parte de su tiempo
en estos menesteres. Y entre las aportaciones más destacadas está la del
presbítero y cronista de la ciudad, Remigio Vicedo Sanfelipe (18681937), quien recopiló numerosos hallazgos en su inacabada Historia de
Alcoy y su Región (1920-22) y mantuvo contactos con sus contemporáneos Francisco Figueras Pacheco, Francisco Almarche Vázquez, etc., con
quienes cruzó información.
Muchas de las referencias aportadas por R. Vicedo son fruto de
los primeros trabajos de C. Visedo (1876-1958), quien desde 1917
realiza frecuentes excursiones con fines exploratorios por las montañas de Alcoi, y llega a reunir una colección de fósiles y de objetos
arqueológicos; desde 1920 excava con la preceptiva Real Orden el
yacimiento ibérico de La Serreta (Alcoi, Cocentaina, Penàguila), al
que consagró sus esfuerzos durante cuatro décadas. En aquellos años
la legislación sobre excavaciones arqueológicas determinaba que el
Estado concedía a los descubridores españoles autorizados por él la
propiedad de los objetos recuperados en excavaciones, si bien tenían
Conjunto cerámico
procedente del Mas de
Menente (Alcoi, Alacant).
[Casa Grollo. Placa de
vidrio. SIP 2.780]
128
[page-n-130]
La colección Ponsell y los vínculos de Alcoi con el SIP
Vista del gabinete de la
colección de Ernesto Botella
en Alcoi (Alacant).
[Placa de vidrio. Museu
d’Alcoi]
la obligación de mostrarlos a quien lo solicitase. La colección de C.
Visedo estaba ordenada y expuesta al público interesado en un gabinete de su domicilio, y en ese sentido encontramos una interesante
referencia en la edición de 1923 de una guía regional que incluye la
siguiente cita: «Hay un Museo de Historia Natural. Colección paleontológica y prehistórica de los alrededores de Alcoy, perteneciente a
D. Camilo Visedo, calle de Nic. Factor, 2. Puede visitarse solicitando
permiso a su dueño» (Tormo, 1923: 244).
C. Visedo, nombrado Agregado del SIP en 1940, está considerado como la principal figura de la investigación arqueológica alcoyana.
Sus colecciones formaron el núcleo del Museo Municipal de Alcoi, creado en 1945, del que fue su primer conservador. A su muerte en 1958,
el Ayuntamiento de Alcoi nombra conservador del Museo a V. Pascual
(1917-1976), discípulo de Visedo y descubridor de yacimientos
arqueológicos como el enterramiento prehistórico del Barranc del Cint
(Alcoi), hallazgo éste publicado por C. Visedo en 1937, o el de la Cova
de la Pastora (Alcoi), cavidad localizada en una masía propiedad de
los padres de V. Pascual, quien realiza en su interior excavaciones y
exhuma decenas de enterramientos de época eneolítica que aparecían
acompañados de ricos ajuares funerarios, ídolos oculados, etc. La
colección de materiales arqueológicos de La Pastora se conserva en el
Museo de Prehistoria de Valencia, producto de las excavaciones que en
1944, 1946 y 1950 realizaron José Alcácer y V. Pascual, comisionados
por el SIP.
129
[page-n-131]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Otro episodio que relaciona al SIP con los arqueólogos alcoyanos
tuvo lugar en el verano de 1944, a raíz de un descubrimiento localizado
en el Bancal de la Corona de la finca del Mas d’Is (Penàguila), un hallazgo —especie de silo o cisterna que contenía diversos objetos arqueológicos— que C. Visedo y V. Pascual tenían previsto excavar para el SIP. La
dudosa autenticidad de alguno de los objetos hallados, la disputa entre
los museos de Alacant y Valencia por la jurisdicción de los hallazgos, y
las reticencias de la propiedad, determinaron que los trabajos quedasen
suspendidos. En aquellas fechas, 21 de julio de 1944, V. Pascual era nombrado Agregado del SIP, designación que vino a reforzar los vínculos
entre la institución y Pascual, una persona dotada de excelentes cualidades para el dibujo y para el trabajo de campo, que a partir de la década
de 1950 —por encargo de D. Fletcher— fue comisionado por el SIP en
diferentes ocasiones para realizar trabajos arqueológicos en yacimientos
como la Cova de l’Or (Beniarrés), la Ereta del Pedregal, etc. La estima
que se profesaban V. Pascual y D. Fletcher es patente en las numerosas
cartas que cruzaron ambos a lo largo de más de veinticinco años.
Por último, hemos de referirnos al profesor Francisco Jordá Cerdá
(1914-2004), un alcoyano vinculado al SIP quien tuvo sus primeros contactos con la institución en los años 1935 y 1936, en los que finalizó la
licenciatura en Historia en la Universidad de Valencia. En 1943 reanuda su colaboración con la institución y en ese mismo año es nombrado
Agregado, integrándose en el equipo de excavaciones de la Cueva de la
Cocina, y posteriormente participa en las excavaciones de Cova Negra,
Cova de les Malladetes, etc., además de realizar estudios y calcos en
abrigos con Arte Rupestre de Dos Aguas, en colaboración con J. Alcácer,
que se publicaron en 1951 en la Serie de Trabajos Varios.
130
[page-n-132]
Las colecciones de Ibiza y Ampurias
en el Museo de Prehistoria de Valencia
Carlos Gómez Bellard
Universitat de València
El origen de la colección ibicenca del Museo de Prehistoria de
Valencia (MPV) se remonta prácticamente a los albores de la arqueología
de la isla. En efecto, en fecha tan temprana como 1903, se constituyó la
Sociedad Arqueológica Ebusitana (SAE), cuyo objetivo era estudiar los
restos del rico patrimonio que se encontraban por toda Ibiza, y muy en
particular los pertenecientes a la época púnica. Sin duda los espectaculares hallazgos que desde unos años antes se estaban realizando en Cartago,
Cerdeña y Malta tuvieron mucho que ver con esta iniciativa.
Inmediatamente la Sociedad se puso a trabajar ayudada económicamente
por sus miembros, muchos de los cuales pertenecían a la alta burguesía
local, y con el respaldo institucional del ayuntamiento de la ciudad, que
incluso le cedió los locales de la antigua Universitat para ubicar un incipiente museo. No en vano el secretario del Ayuntamiento era D. Arturo
Pérez-Cabrero y Tur, (1870-1916), que fue el auténtico impulsor de la
SAE. Una parte de su colección formará el núcleo de la del MPV.
Entre 1903 y 1906 se excavaron un gran número de yacimientos por
toda la isla, destacando diferentes necrópolis, pero especialmente la de la
ciudad, el Puig des Molins, y los santuarios de Puig d’En Valls, Illa Plana
y Es Cuieram. Esto dio lugar a la rápida formación de una importante
colección, lo que movió a la SAE a ofrecer el Museo al Estado, para que
diera digna acogida a los objetos, pues todo lo conseguido desbordaba la
actividad de una simple asociación de aficionados. Se creó así el Museo
Arqueológico de Ibiza en 1907, aunque poco después se inició también un
expolio continuado de muchos yacimientos, en especial el del Puig des
Molins. Como consecuencia de ello se fueron formando numerosas colecciones particulares, que a lo largo del tiempo han ido acabando afortunadamente en entidades públicas. Así, las dos más importantes existentes
fuera de la isla, la del Museo Arqueológico Nacional y la del Museu de
Catalunya proceden respectivamente de las colecciones de Antonio Vives
y Escudero, Catedrático de la Universidad de Madrid, y de José Costa
131
[page-n-133]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Ferrer «Picarol», anticuario ibicenco afincado en Barcelona. También hay
que mencionar la del pintor Santiago Rusinyol, en su casa del Cau Ferrat
de Sitges (Barcelona), la colección Mulet de Palma y la muy interesante de
Miguel Martí Esteve, hoy en el Servicio de Investigación Arqueológica
Municipal de Valencia (Fernández, 1992: 33-38).
Terracota púnica
procedente de Ibiza
perteneciente a la colección
Arturo Pérez Cabrero.
[Casa Grollo. Placa de
vidrio. SIP 140]
Terracota procedente
de Ibiza perteneciente a la
colección Francisco
La colección ibicenca del MPV procede en su gran mayoría de la que
poseía Doña Dolores Adrover, viuda de A. Pérez Cabrero. En efecto, a la
prematura muerte de éste en 1916, una gran parte de su colección fue
entregada al Museo de Ibiza, pero la familia conservó un lote importante, que fue vendido en 1930 a la Diputación de Valencia, gracias a la
mediación de Lluís Pericot, por la respetable suma de 1.250 pesetas. El
inventario entonces realizado refleja 212 piezas muy variadas, aunque el
catálogo definitivo redactado hace unos años recoge bastantes más. Pocos
años después, en 1937, la Diputación tuvo la oportunidad de adquirir un
pequeño pero extraordinario lote de 16 terracotas púnicas ibicencas, propiedad del erudito alicantino Francisco Martínez y Martínez, quién sin
duda las había comprado a su vez en el mercado de antigüedades (Picard,
1972). Una última y apreciable aportación fue un espléndido huevo de
avestruz decorado, que donó en 1956 Domingo Fletcher, quien fuera
director del SIP entre 1950 y 1982.
De esta forma la colección que hoy posee el MPV, parte de la cual
se encuentra expuesta en la sala de colonizaciones, está formada por una
selección muy representativa de los dos yacimientos emblemáticos de la
isla. De la necrópolis del Puig des Molins proceden la mayoría de los
objetos, que incluyen jarras, platos, ungüentarios, terracotas, joyas y
amuletos púnicos, además de algunas cerámicas áticas e itálicas, todos
ellos elementos habituales de los ajuares funerarios de los ss. V-II a.C.
Completan la colección algunas piezas romanas, entre las que cabe destacar un interesante grupo de cerámicas de paredes finas del s. I a.C., y
varias medievales. De la cueva de Es Cuieram son sin duda alguna varias
terracotas o fragmentos de éstas que representan a la diosa Tanit, con el
manto de plumas y tocada con un kalathos, siguiendo la iconografía
específica de este santuario (Aubet, 1982).
Martínez y Martínez.
[Casa Grollo. Placa de
vidrio. SIP 28]
132
El otro ámbito cultural de las colonizaciones de la Protohistoria
peninsular presente en el MPV lo constituye el notable lote de objetos
procedentes de la colonia griega de Ampurias (Girona), adquirido por la
Diputación en 1929 —tan sólo dos años después de la fundación del
SIP— junto con una colección de sílex y otra de objetos de bronce.
Perteneció a Don Manuel Cazurro Ruiz (Madrid, 1865-Barcelona,
1935), naturalista, prehistoriador, y un personaje típico de los albores de
la investigación arqueológica en España. Catedrático de Historia
Natural en el Instituto de Girona a los 26 años, escribió varias obras
[page-n-134]
Las colecciones de Ibiza y Ampurias en el Museo de Prehistoria de Valencia
Vista de la necrópolis
del Puig des Molins
(Eivissa). Hacia 1920.
[Museu Arqueològic
d’Eivissa i Formentera]
especialmente de Geología antes de abordar otros campos, y a él se
deben diferentes libros sobre las cuevas de Serinyà, el Cuaternario en
Cataluña y tal vez el más conocido Monumentos megalíticos de la provincia de Gerona (1912).
Nos interesa aquí destacar su vinculación a las excavaciones de
Ampurias prácticamente desde sus inicios, pues antes de 1908 era ya
miembro de la Delegación de la Junta de Museos para la excavación de
la ciudad, actividad que queda reflejada en algunas cortas publicaciones
en el Anuari de l’Institut d’Estudis Catalans, siendo especialmente recordada la que da a conocer el famoso vaso ibérico decorado que sigue llevando su nombre, sobre el que aparecen representados dos hombres
corriendo, caso único de representación antropomorfa en la cerámica
ibérica pintada del noreste. Paralelamente y como era frecuente en su
época, fue formando una valiosa colección particular con objetos procedentes de Ampurias que, a pesar de su cargo en la Comisión de
Monumentos de Gerona, iba adquiriendo (como muchos otros) a los
saqueadores habituales de la zona, muchos vecinos de la Escala
(Almagro, 1953: 20). Unos años antes de morir decidió venderla al
museo valenciano y al de Barcelona. Desgraciadamente y al contrario
que para la colección ibicenca, carecemos de documentación que nos
permita conocer más detalles de la transacción.
En cualquier caso se trata de un conjunto muy representativo del
material griego y romano de la ciudad, compuesto por 267 objetos muy
variados. Gran parte de ellos son piezas completas y en buen estado de
133
[page-n-135]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Conjunto de lekythoi áticos
procedentes de Empúries
(Girona) pertenecientes a la
colección Manuel Cazurro.
[Casa Grollo. Placa de
vidrio. SIP 1.713]
conservación, ya que muchas proceden de las necrópolis ampuritanas,
excavadas y a menudo expoliadas en las primeras décadas del s. XX. Es
ésta una tendencia generalizada de la época: el Museo necesita buenas
piezas para exponer y, al igual que con la colección de Ibiza, compra piezas completas y de calidad de culturas o procedencias difíciles de encontrar en la provincia de Valencia, su teórico ámbito de trabajo.
Sobresalen, entre todas, las cerámicas áticas, especialmente los lekythoi
de figuras negras, una gran crátera de figuras rojas y varios kylix, así
como algunas cerámicas corintias (Trías, 1968). No faltan diversas piezas ebusitanas, jarras y lucernas, que recuerdan las estrechas relaciones
que a lo largo de los siglos mantuvo la colonia griega con Ibiza. Se trata
en definitiva de dos pequeñas pero interesantes colecciones, adquiridas
siguiendo las directrices habituales en la Museología de las primeras
décadas del s. XX. Constituyen en cualquier caso una buena muestra de
los yacimientos que pretenden ilustrar, y no cabe duda que la larga relación de varios siglos establecida por el mundo ibérico tanto con Ibiza
como con Ampurias justifica su integración en las salas del MPV.
134
[page-n-136]
La Statera de la Colección Federico Motos
Rosa Albiach Descals y Rafael Pérez Mínguez
Servicio de Investigación Prehistórica
La primera pieza relevante de época romana que ingresó en los
fondos del Museo de Prehistoria fue la statera de la colección Motos,
razón por la cual se le dedica especial atención en este trabajo,
Arqueología en blanco y negro, donde se rememoran los orígenes del
Servicio de Investigación Prehistórica (SIP) y del Museo de Prehistoria
de la Diputación de Valencia en su devenir desde el año 1927 hasta
1950.
Esta balanza fue ofrecida al SIP por parte de Don Federico de
Motos Fernández, propietario de la misma, junto a un conjunto de
materiales que había conseguido en algunos yacimientos de Vélez
Blanco (Almería), donde nació y ejerció de farmacéutico (Lentisco,
1990: 35), ya que en aquellos años era lícito tener en propiedad los restos que se hallaban durante las excavaciones, que previamente habían
sido autorizadas por la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades.
El relato de sus trabajos fue publicado en su único libro La Edad
Neolítica en Vélez Blanco donde narró, entre otras, las actuaciones en el
cerro de las Canteras y en Cueva Ambrosio.
El dictamen del director del Servicio Don Isidro Ballester
Tormo sobre la conveniencia de adquirir dicha colección fue aceptado por la Comisión Provincial Permanente de Valencia, que acordó su compra en enero de 1930 por la cantidad de 1.500 pesetas
(Ballester, 1930a: 15). Los materiales llegaron a Valencia el 19 de
mayo del mismo año tras ser debidamente inventariados y embalados desde Vélez Blanco por el subdirector del Museo, Lluís Pericot,
y por el capataz reconstructor Salvador Espí (Alcácer, 1972: 6). Este
lote sólo era una parte de la totalidad de la colección que también
fue vendida a Museos de Madrid, el de Ciencias Naturales y el
Antropológico Nacional, del que pasó en 1942 al Museo
Arqueológico Nacional (Alcácer, 1972: 9).
135
[page-n-137]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Carta de Federico Motos
dirigida a Isidro Ballester
donde amplía el número
de objetos en venta de su
colección, ofreciendo
además «una romana
de cobre».
El SIP realizó el inventario de éstos materiales, 485 unidades, cuya
procedencia era Puerto Lumbreras (Murcia) y Vélez Blanco, aunque sin
ubicación clara, excepto los ajuares funerarios del Cerro de la Tejera y del
Cerro de las Canteras. El margen cronológico abarcaba desde la
Prehistoria hasta la Época Romana, constando de industria lítica tallada
con 270 piezas entre puntas de flecha, lascas y nódulos; 41 hachas, 4 plaquetas, 1 afilador, 2 fragmentos de molde de aguja y 3 bolas de piedra;
23 vasos enteros de cerámica hecha a mano y 14 fragmentos; 5 puñales
de bronce, además de 4 hachas, 8 anillos, 1 brazalete en espiral, 1 varilla
y 1 anzuelo; 17 punzones de hueso y 9 fragmentos; 15 conchas, además
de 31 perforadas; 6 cuentas de collar y 21 dientes perforados, 1 estátera
136
[page-n-138]
La Statera de la Colección Federico Motos
de bronce, 2 fósiles, 1 alisador y, finalmente, 6 fragmentos de huesos
humanos tanto de cráneo como mandíbula, diente y extremidades.
El conjunto de objetos, incluida la statera, estuvo expuesto desde
su ingreso en el Museo de Prehistoria de Valencia y su evolución expositiva pasó de las Salas Doradas del entresuelo del Torreón Viejo del
Palau de la Generalitat (Fletcher y Pla, 1977: 12) al Palau de Jaudenes,
antiguo edificio de la Batlia, donde se mostraban entre las salas IV y VI.
El conjunto de piezas era poco conocido y estaba falto de una publicación en la que se dieran a conocer en su totalidad (Alcácer, 1972: 10),
siendo la statera estudiada a finales de los años 50 (Santandreu, 1959),
con una completa descripción y estudio comparativo, estableciéndose su
cronología en época imperial.
La balanza, libra en latín y también trutina, tenía una variante
que llevaba platos y se llamaba balanza romana o statera, proveniente de state/res que era una antigua moneda de cálculo. Podía tener ganchos en suspensión en lugar de platos, como la pieza que nos ocupa, y
éstos servían para sujetar la mercancía a pesar. En cuanto a su metrología, en su varilla había una gradación que se indicaba en libras con
las cifras de I a X, que también podía ser de I a VII u VIII, con puntos
intermedios para los decimales, las decenas con X y las medias con V,
y el contrapeso solía constar de pesas de metal y piedra (Daremberg y
Saglio, 1918: 1225 y 1228).
La statera de Vélez Blanco es de bronce y tiene una varilla o scapus de sección cuadrada que se conserva incompleta, con solo 9,3 cm
de longitud, porque le falta la parte graduada donde estaban las cifras
y el contrapeso o aequipodium. La sujeción la tiene en la parte central con un gancho para asirla en suspensión, y de uno de sus extremos penden dos cadenas con sendos ganchos en sus extremos finales,
aunque originariamente habría tres. Éstos servían para coger la mercancía a pesar que, a diferencia de la balanza de platos, permitía una
mayor capacidad. Los dos ganchos son iguales y también las cadenas,
de 16 y 17 cm, hechas con eslabones en forma de ocho, que se unen
al scapus mediante una pequeña barra doblada en su centro. En su
otro extremo hay otro gancho sujeto directamente a la varilla, sin
cadena.
Respecto al lugar donde apareció poseemos una breve referencia en
el catálogo de la colección Motos, realizado por José Alcácer en los años
70, donde la describe como «Estátera romana. Esta interesante pieza fue
hallada en uno de los cerritos próximos a Vélez Blanco, sin que nos haya
sido posible encontrar más referencias sobre la misma... Inv. C.M.
483...» (Alcácer, 1972: 36).
137
[page-n-139]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Retrato de Federico
de Motos Fernández.
Vélez Blanco (Almería),
1865-1931.
[Revista Velezana núm. 9,
p. 35, 1990]
Statera de bronce de la
colección Federico Motos.
1958.
[Casa Grollo. Pasta.
SIP 3.605]
Conocer su contexto estratigráfico es una de las cuestiones más
importantes al realizar su estudio porque éste inserta al objeto en un espacio y en un momento histórico que da sentido a su existencia, completando así cuestiones sobre su uso, comercio y entidad del lugar en la época.
Los yacimientos cercanos a la localidad de Vélez Blanco, que están situados en un cerro y que pertenecen a época romana se conocen por las
recientes prospecciones sistemáticas realizadas en Los Vélez por los profesores de la Universidad de Granada Francisco Muñoz y Cándida Martínez,
que han puesto de manifiesto «... la relevancia de los asentamientos romanos con resultados positivos en el término de Velez Blanco: Macián, Las
Canteras, Leria, Alfahuara, Los Valencianos, Las Almohallas, etc...»
(www.velezrubio.org/Museo_Comarcal_Velezano.htm). Estamos a la
espera de su publicación para saber si alguno se puede ajustar, por su
ubicación, características y materiales, a un enclave asociado al comercio, como pudo plantearse con una pieza hallada en un pecio de las costas valencianas (Aranegui, 1989: 264 y 1991: 107).
La colección Motos fue una de las que ingresó inicialmente en el Museo
junto a otros dos lotes pertenecientes a la de Cazurro de Empúries y Pérez
Cabrero de Eivissa, que contenían objetos púnicos, ibéricos, griegos y romanos. Se adquirieron con la intención de completar fondos interesantes y de
difícil obtención por otros medios, porque lo habitual era incrementarlos
mediante las excavaciones que realizaba el Servicio (Ballester 1930a: 15).
Resulta oportuno resaltar el valor que I. Ballester dio a la obtención de material preclásico y clásico, en aquellos incipientes años en que el Museo estaba
gestándose y nutriéndose de los objetos que formarían sus colecciones, y que
138
[page-n-140]
La Statera de la Colección Federico Motos
han resultado ser una buena base para las colecciones de referencia y la exhibición de éstas culturas mediterráneas.
La arqueología romana, en aquel momento, se desarrollaba en localidades valencianas como Sagunt, Dénia, El Forcall, Elx y Valencia, algunas
de las cuales ya desarrollaban una tradición desde el siglo anterior. Aunque
el Servicio y su Museo centraron sus objetivos en la Prehistoria (De Pedro
y Juan Cabanilles, 2003: 20), no por ello dejaron de atender a propuestas
puntuales de intervención en yacimientos romanos y al ingreso en sus fondos de donaciones y hallazgos casuales que fueron llegando desde el mismo
año de su fundación procedentes de diversos municipios valencianos.
La primera excavación de época romana del SIP se hizo en la ciudad
de Valencia en 1945, en el subsuelo del Museo, y estuvo motivada por las
obras de ampliación en el Palau de la Generalitat (Ballester, 1949a: 7).
Suscitó un interés general ante la posibilidad de hallar restos del primitivo
asentamiento, que entonces se creía de origen ibérico, y su estudio fue
publicado por el Servicio (Gómez Serrano, 1945). Desde el año 1948 en
que se creó un Servicio de Investigación Arqueológica Municipal (SIAM)
en Valencia, éste atendió los asuntos de arqueología en la ciudad.
Vista general de
la excavación en el Palau
de la Generalitat (Valencia).
Imagen publicada en
el APL II. 1945.
139
[page-n-141]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
A ésta intervención del SIP le siguió otra, entre 1946 y 1947, en la
cueva de la Torre del Mal Paso en Castellnovo (Castelló) donde afloraron restos históricos con anterioridad a los prehistóricos, aunque el
hallazgo en superficie de piezas romanas en cuevas, y asociadas a un
uso esporádico, ya se había documentado en las excavaciones de la
Cova del Parpalló (Gandia) en 1929-30 y la Cueva de la Cocina (Dos
Aguas) en 1945, y posteriormente se haría en la Cova Negra (Gandia)
en 1949 y la Cova de la Pastora (Alcoi) en 1950. La actividad romana
y visigoda del Museo aumentó en sus prospecciones a partir de las
décadas siguientes, al mismo tiempo que se realizaron varias excavaciones arqueológicas.
140
[page-n-142]
Un plomo escrito y un jinete de bronce.
Percepciones y usos de dos piezas de la Bastida
de les Alcusses
Jaime Vives-Ferrándiz Sánchez
Servicio de Investigación Prehistórica
Los museos arqueológicos exhiben un mundo material, muestran
objetos a los que otorgamos belleza o importancia, y expresan la relación circular, dinámica, entre éstos y los sujetos que los recuperan y les
dan significado. En estas líneas se examina el modo en que se perciben
y presentan dos piezas halladas en las primeras excavaciones en la
Bastida de les Alcusses (1928-1931): una inscripción en una plancha de
plomo y un bronce que representa un guerrero a caballo. Basarse en los
objetos no implica estar limitado por éstos, pues sus significados, su presentación y representación cambian —o se matizan— según el contexto
académico e institucional del SIP y de sus miembros.
La excavación es el punto de partida. Las páginas de los diarios suelen ofrecer información estratigráfica, croquis, dibujos y datos diversos del
transcurso de las campañas, pero, en ocasiones, transmiten emociones y
sensaciones pasando de la mera descripción de los restos a la narrativa:
«Al limpiar Pepe Guerrero la tierra sobre [una muela de molino] asoma
una lámina arrollada de plomo. La forma nos intriga [...] La tierra sobre
que se asienta levanta unos 15 cts sobre el suelo y con las precauciones del
caso la vamos rebajando hasta sacar el plomo que, contra lo que creíamos
es algo estrecho. Inmediatamente y con verdadera emoción vemos que está
lleno de letras ibericas a renglones separados por rayas horizontales formando espacios» (subrayado en el original).
Así describe Isidro Ballester el momento del hallazgo de una lámina
de plomo escrita, el 28 de julio de 1928, en el diario de la primera campaña de excavaciones. Para los que hemos excavado allí, leer estas líneas
lleva a imaginarse arriba en la loma, en el departamento T —ese era el
nombre dado en un principio al recinto, el departamento 48—, cuando
el capataz Pepe Guerrero limpió el plomo con su navaja siguiendo órdenes del propio I. Ballester. Sabemos incluso la hora del hallazgo, las doce
y media de la mañana, anotada en el margen izquierdo del diario y con
141
[page-n-143]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
doble subrayado («12 ½»). Sin duda el momento debió ser especial. Ese
día, el último, habían subido tarde a excavar porque la tarde anterior
hubo una tempestad de aire que había retrasado la labor diaria de inventario, vendaval que incluso, explican, se llevaría por delante una de las
dos tiendas de campo. Y al día siguiente, limpieza de muros por la mañana y recogida por la tarde: las tiendas y las sillas se quedan en el Mas de
Palmi (cat. 12-13), donde dormían, y las carretillas y otros materiales en
el Mas de Bas con evaluación de daños de las herramientas; eso sí, la
cesta de viandas se la lleva I. Ballester.
Lámina de plomo
en el momento de su
hallazgo. 1928.
[Casa Grollo. Placa de
vidrio. SIP 1.888]
Volvamos al plomo. Su hallazgo era excepcional porque, en primer
lugar, podía ofrecer nuevos datos sobre el alfabeto ibérico, exponente de
las manifestaciones culturales ibéricas valencianas, pues en 1928 sólo se
conocían los plomos escritos del Pujol de Gasset (Castellón), la Serreta
(Alcoi-Cocentaina-Penàguila), la Covalta (Albaida-Agres) y unos fragmentos del Cabezo de Mariola (Alfafara-Bocairent) (Ballester, 1929:
18). En una crónica de La Semana Gráfica dos semanas después, el 18
de agosto, I. Ballester ponderaba el hallazgo comparándolo con la plancha escrita de la Serreta —«la reina hasta ahora» decía— que, sin
embargo, era más corta en tamaño y sin tanta «riqueza de caracteres».
En segundo lugar el plomo había sido hallado con una referencia estratigráfica precisa (cat. 4), como escribe I. Ballester en el diario: «la alegría ha sido general y la suerte y fortuna no para: pues se ha presentado
el plomo en condiciones de tiempo y situación tales que ha permitido al
sospecharlo por su forma arrollada, tomar toda clase de medidas y datos
gráficos, que harán de este plomo el único documento de tal clase al que
acompañen datos precisos de su situación. Tomamos otra fotografía de
142
[page-n-144]
Un plomo escrito y un jinete de bronce.
Percepciones y usos de dos piezas de la Bastida de les Alcusses
modo que se vea la forma como está plegada la lámina». Sin embargo,
quedará el interés de la pieza como documento únicamente epigráfico
como se desprende de las posteriores publicaciones1 en las que el contexto doméstico del hallazgo es, en el mejor de los casos, una noticia curiosa para ilustrar la ocultación del plomo ante el asalto violento que sufrió
el poblado ibérico.
La referencia a «la suerte y fortuna» es muy significativa para el
devenir del SIP en los años siguientes. No sólo en las noticias periodísticas del mes siguiente —la semejanza con otros textos de I. Ballester hacen
pensar que fueron redactadas o dictadas por él mismo— sino que también
Lluís Pericot aludiría a ella al rememorar, años más tarde, las circunstancias previas a la excavación: «El futuro del servicio se jugaba a la carta de
la suerte que la excavación nos deparase [...] A los primeros golpes de azadón nos dimos cuenta de que La Bastida de Mogente pagaría con creces
los esfuerzos que costase [...] La campaña culminó con los hallazgos de
joyas y sobre todo, con la del famoso plomo escrito» (Pericot, 1952: 12
y 13). De este modo, la excavación en la «nueva Pompeya», como titulaba La Semana Gráfica, se presentaba como un acierto y un éxito en el
marco del ambicioso plan de trabajo. Por ello el SIP encontraba en la
plancha de plomo escrito no sólo mera satisfacción arqueológica sino una
justificación de la fuerte apuesta realizada —se invirtieron 12.000 pesetas— en la búsqueda de las raíces culturales propias (no olvidemos que el
servicio se crea a semejanza de otros en Cataluña, Galicia o País Vasco)
como gustaba destacar a la corriente regionalista.
Anverso y reverso de
la lámina de plomo escrita
de la Bastida de les Alcusses
(Moixent). 1928.
[Casa Grollo. Placa
de vidrio. SIP 3.162
y SIP 4.177]
143
[page-n-145]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Ahora bien, las notas entre las páginas culturales de los periódicos
locales serían sólo necesarias argucias publicitarias del I. Ballester político si no constara también el eco del magnífico hallazgo en foros científicos. En el primer número del Archivo de Prehistoria Levantina (APL), I.
Ballester y L. Pericot publican una extensa reseña de la campaña de 1928
y reiteran la inquietud documental y metodológica: «es la única pieza de
esta clase cuyo descubrimiento se documenta tan completamente»
(Ballester y Pericot, 1928: 192). El plomo ya desplegado —no faltan en
el diario las lógicas preocupaciones por su posible rotura— es protagonista de las dos primeras láminas que ilustran el catálogo de materiales
(láminas VIII y IX) lo que es significativo de la importancia que le otorgan. Además, antes, dos participaciones en sendos congresos contribuyen a publicitar el trabajo realizado. En mayo de 1929 L. Pericot presenta los trabajos en la Bastida, entre otros yacimientos excavados por el
SIP, en el XII Congreso de la Asociación Española para el progreso de las
Ciencias, en Barcelona. En septiembre de ese mismo año el Servicio es
invitado al IV Congreso Internacional de Arqueología, celebrado también en Barcelona con motivo de la Exposición Internacional. Aunque no
se presentó ninguna comunicación sobre la Bastida, se expuso el plomo
escrito2 en la Sala V (Civilización Ibérica) de la sección «España
Primitiva» del Museo del Palacio Nacional de la Exposición que pretendía ser «una verdadera síntesis de la evolución histórica de la cultura
española en sus múltiples aspectos [ilustrando] cuanto puede estudiarse,
en el estado actual de la investigación» (Bosch, 1929). Impactan los
resultados, sobre todo de la Cova del Parpalló, y en la sesión de clausura del Congreso las felicitaciones llegan por parte de la comunidad científica de vanguardia. Estos saludos y parabienes son recogidos con detalle y convenientemente ponderados en diversas notas de la prensa local y
en la memoria del museo de ese año, con la voluntad de legitimar, desde
la propia institución, sus actividades. Nicolau Primitiu Gómez Serrano
escribió impresiones del congreso en Las Provincias y señalaba que «la
representación levantina ha sido la más numerosa de todas, española y
extranjera, en cuanto a individuos y en cuanto a trabajos» con un evidente tono panegírico.
Son momentos de gloria y la lámina de plomo nos permite evaluar
esta proyección y el interés foráneo por las excavaciones del SIP. Lo ilustra
también la visita a Valencia de Manuel Gómez Moreno, a la sazón
Director General de Bellas Artes y muy vinculado a la Institución Libre de
Enseñanza, para examinar algunos materiales ya vistos en Barcelona y que
incluso elevará una petición escrita pidiendo detalles sobre el curso de las
investigaciones (Ballester, 1932: 28). En este contexto de colaboración
fructífera sería invitado a realizar un estudio epigráfico del plomo (citado
por Ballester y Pericot, 1928: 191) aparecido en 1962, e incluso el mismo
Adolf Schulten estuvo también interesado ya que en la Labor del SIP de
144
[page-n-146]
Un plomo escrito y un jinete de bronce.
Percepciones y usos de dos piezas de la Bastida de les Alcusses
Página del diario de
excavación de la Bastida de
les Alcusses (Moixent),
que recoge la aparición del
Guerrer de Moixent. 1931.
1933 se acusa el recibo de un trabajo para el APL aunque renunciaba a
publicarlo hasta que M. Gómez Moreno no lo hiciera, según indica L.
Pericot a I. Ballester en carta personal el 13 de junio de 1933 (Archivo SIP).
El caso del bronce que representa un jinete es diferente. El descubrimiento del Guerrer el 21 de julio de 1931 no causó tanto impacto como el
plomo escrito según se desprende de su tratamiento en el diario de ese año.
La figura es, obviamente, descrita con detalle, se dice qué obrero la halla, se
señala en el croquis general el lugar exacto y se aportan medidas y precisiones: «cinco minutos antes de dejar el trabajo para la comida, el obrero
Vicente Espí desenterró una bellísima escultura de bronce representada por
un guerrero a caballo», añadiendo un aire narrativo y juicios de valor al
señalar «el sello arrogante del guerrero» o que «la cabeza del caballo es de
una expresión grotesca». La Bastida ya había dado muestras durante las tres
campañas anteriores de su riqueza en materiales, y el Guerrer no destaca
especialmente en un diario escrito y dibujado cada vez con más prisas —esa
campaña es intensísima, llegan a trabajar 25 obreros y vacían alrededor de
100 departamentos. Otros objetos reciben el mismo tratamiento analítico
que el Guerrer como sucede con un bronce representando un buey con parte
del yugo descubierto por Joaquin Quilis o una cadenita de oro hallada por
Vicente Sanjuán, ilustrando La Labor del SIP de 1931 (Ballester, 1932: láminas V y VI). No obstante, la misma tarde del 21 de julio Mariano Jornet
envía una carta a I. Ballester comunicándole el hallazgo —«vale la pena de
que le ponga las letras», señala— y adjuntando un dibujo a tamaño natural,
como se hacía regularmente cuando I. Ballester se ausentaba del trabajo de
campo (correspondencia personal de I. Ballester, Archivo SIP).
145
[page-n-147]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Figura de bronce conocida
como Guerrer de Moixent.
1931.
[Casa Grollo. Placa de
vidrio. SIP 1.326]
La resonancia en la comunidad científica no fue igual a la del plomo,
y sin embargo la pieza se ha convertido en uno de los iconos del museo y
un elemento identitario del municipio de Moixent. El impacto inicial no es
comparable al plomo porque, ante todo, las circunstancias institucionales
no son las mismas. Si durante el periodo entre 1928 y 1931 se recogían alabanzas a la gestión e investigaciones emprendidas y se difundía la labor en
foros científicos, en 1932 el SIP sufría una reducción de dos tercios de su
asignación presupuestaria que acabaría minando no sólo la intensidad de
los trabajos sino también su divulgación, afectando a la excavación en la
Bastida, a pesar de que el yacimiento hubiera sido declarado Monumento
146
[page-n-148]
Un plomo escrito y un jinete de bronce.
Percepciones y usos de dos piezas de la Bastida de les Alcusses
Histórico-Artístico en 19313; y, de hecho, el segundo volumen del anuario
APL no sería publicado hasta 1945, dieciséis años después del primero.
El bronce se publicó por primera vez en La Labor del SIP de 1931
(Ballester, 1932: lámina V, 2), se recogió poco después en la Historia de
España dirigida por L. Pericot (Pericot, 1934: 405), y en 1954 fue objeto de un estudio más detallado (Kukahn, 1954). Sólo en la segunda
mitad de la década de los 70 el Guerrer adquiere relevancia iconográfica vinculándose, no casualmente, a las celebraciones del 50 aniversario
del SIP en 1977. De hecho, el Guerrer ocupa la portada del folleto explicativo del Museo editado ese mismo año, como precursor del logotipo
que hoy conocemos. Además, la Bastida es el único de aquellos yacimientos pioneros que se visita de manera oficial y el Ayuntamiento de
Moixent aprovecha la ocasión para erigir una copia de la pieza a escala
20:1 en Valencia, similar a otra existente entonces en Moixent. Así, se
crea e institucionaliza una seña de identidad que vincula al Cap i Casal
con el pasado ibérico representado por el Guerrer. Esta asociación entre
objeto y representación, entre icono e identidad, la encontramos también en Moixent, donde sorprende la abundancia de establecimientos y
asociaciones vecinales llamadas «el Guerrer» y no «la Bastida de les
Alcusses».
Pero me he alejado demasiado del marco temporal que pretende esta
retrospectiva de modo que acabaré con una anécdota que da cuenta de la
relevancia de la Bastida en el contexto local de aquellos años y es un ejemplo de los usos institucionalizados de la Historia. El presidente de la
Diputación abrió una sesión de la Comisión Provincial permanente con el
sonido de una campanita de bronce hallada en el departamento 2 de la
Bastida el 7 de julio de 1931 evidenciando la “necesidad” de ponderar el
remoto pasado «dando al mismo tiempo gloria a su “Presente”» (Ballester,
1932: 6). Y destaco “necesidad” porque en este acto simpático se vislumbra
la implicación de los estudios de la Antigüedad, en este caso abanderados
por el SIP, en la construcción de una identidad propia. Destacar la personalidad —regional, eso sí— en la trayectoria histórica debía ser cometido del
museo y, no en vano, a partir del recorte presupuestario de 1932 algunas
voces exigirán, en la prensa local, mayor atención y dotación económica a
una institución que garantizara la digna conservación del pasado para dar
solidez a un Estatuto Regional Valenciano que entonces se reclamaba.
1
Además de las tres obras monográficas dedicadas al plomo (Beltrán, 1954 y 1962; Fletcher,
1982) hay numerosas referencias entre las que destacan: Ballester y Pericot, 1928; Pericot,
1934: 406; Serra Ràfols, 1936: 333 y ss.; Fletcher, 1953 y Gómez Moreno, 1962.
147
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
2
Otras piezas de la Bastida en la exposición son una cacha de espada o puñal, una pieza de
hueso, dos pendientes de oro y una placa de cinturón de bronce. Son pocas comparadas
con las 277 que también viajan de la colección particular de I. Ballester de la Covalta.
3
La estrecha relación entre I. Ballester y Elías Tormo, natural de Albaida, miembro del
partido conservador y ministro de Instrucción Pública en 1930, tuvo que favorecer esta
declaración.
148
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La colección de plaquetas de la Cova
del Parpalló (Gandia)
Valentín Villaverde Bonilla
Universitat de València
En los primeros días de junio de 1929, cuando Lluís Pericot inició
la excavación de la Cova del Parpalló, poco era lo que se sabía del arte
paleolítico en la vertiente mediterránea peninsular. Las cuevas de la
Pileta y de Trinidad de Ardales, publicadas por Henri Breuil los años
1915 y 1921, constituían las únicas referencias de un arte cavernario
que en aquellas fechas se consideraba contemporáneo de las manifestaciones pintadas descubiertas en los abrigos de la zona levantina. Se trataba de una visión que proponía la existencia en la Península Ibérica de
dos tradiciones culturales distintas durante el Paleolítico superior. Una
septentrional y cantábrica, estrechamente relacionada con el ámbito
francés, y otra meridional y fundamentalmente mediterránea, de tradición capsiense, emparentada con el Norte de África. Esta situación, en
gran parte consecuencia de la visión que tenían H. Breuil y Hugo
Obermaier del Arte Levantino, complicaba la explicación misma del arte
parietal descubierto en las dos cavidades malagueñas. Su concepto y su
temática nada tenían que ver con el Arte Levantino, pese a encontrarse
en el necesario punto de paso de las influencias norteafricanas.
El mismo H. Breuil había visitado y recogido el año 1913 en la Cova
del Parpalló unas cuantas piezas líticas y una plaqueta caliza grabada que
no tardó en publicar. En ella identificó la representación grabada de una
cabeza de lince. Una identificación que, dicho sea de paso y a pesar del
indudable magisterio del sabio francés, nunca fue aceptada en la bibliografía especializada. Con todo, el arte mueble paleolítico era bien conocido en Francia en esas fechas y no resultó extraño asimilar con facilidad el
descubrimiento de una pieza sobre ese tipo de soporte en el yacimiento
gandiense. Eran ya numerosas las colecciones de plaquetas y cantos grabados conocidas en tierras francesas o cantábricas.
A pesar de que la plaqueta de la Cova del Parpalló se diferenciaba
en la técnica y en la temática del arte rupestre levantino, su existencia no
149
[page-n-151]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
provocó el más mínimo problema para el mantenimiento de la teoría
defendida en torno a la cronología paleolítica del Arte Levantino. En el
modelo interpretativo imperante en esas fechas no cabía otra solución
que pensar que uno y otro arte, el mueble y el parietal, podían diferenciarse por motivos de significación.
Los años de excavación de la Cova del Parpalló fueron decisivos
para que esta visión fuera cambiando. Ciertamente, la evidencia proporcionada por las excavaciones de este yacimiento fue determinante, pero
justo es reconocer que la situación había estado precedida del cuestionamiento por parte de Eduardo Hernández Pacheco de la visión defendida
por H. Breuil y H. Obermaier con respecto al Arte Levantino. A partir
del estudio de las pinturas levantinas de la Cueva de la Araña de Bicorp,
E. Hernández Pacheco propuso la cronología mesolítica de una buena
parte del Arte Levantino, vinculando sus orígenes con el final del ciclo
artístico magdaleniense y su final con el Neolítico.
Página del diario de
excavación de los años
1929-1930 en la Cova
del Parpalló (Gandia).
La excavación de Parpalló se realizó en tres campañas, de 1929 a
1931. La participación de una nutrida cuadrilla de obreros y el levantamiento del relleno mediante capas artificiales de una cierta potencia
explican el reducido tiempo empleado en el proceso de excavación, pero
esas fueron circunstancias propias de la época y que también concurrieron en otros importantes yacimientos excavados en otras regiones europeas. El control estratigráfico fue escaso, salvo en lo que se refiere a la
última campaña de excavación, en la que se disponía a cara vista del
corte dejado por los trabajos en los sectores excavados hasta entonces.
150
[page-n-152]
La colección de plaquetas de la Cova del Parpalló (Gandia)
Vista de la entrada
de la Cova del Parpalló
(Gandia). 1929-1931.
[Lluís Pericot. Placa
de vidrio. SIP 755]
Muchas fueron las novedades que la excavación de la Cova del
Parpalló proporcionó. La importancia del yacimiento quedó pronto
puesta de manifiesto por la gran cantidad de material lítico y óseo
recuperado, por la abundancia de restos óseos de la fauna consumida,
por la constatación de la riqueza de la colección de arte mueble y, lo
que no es menos importante, la amplitud de la secuencia arqueológica, con más de siete metros de potencia sedimentaria que permitía
establecer con criterios sólidos la evolución del Paleolítico superior en
la vertiente mediterránea peninsular.
151
[page-n-153]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Industria y secuencia sirvieron para asentar una nueva visión del
Paleolítico superior mediterráneo, dejando de lado el africanismo hasta
entonces imperante en algunos investigadores. Los hallazgos de la Cova
del Parpalló fueron pronto manejados por Luis Siret para sustentar su
propuesta de seriación de los yacimientos del Sureste peninsular. Pero la
gran novedad de Parpalló, lo que le otorgó su excepcionalidad como
yacimiento paleolítico, la constituyó su rica colección de arte mueble,
que abarcaba la totalidad de la secuencia arqueológica paleolítica.
En los primeros trabajos publicados por L. Pericot sobre los hallazgos de Parpalló, y en particular en aquellos que dedicó al arte mueble,
quedó clara su visión de este arte como un fenómeno culturalmente relacionado con el arte paleolítico franco-cantábrico, y no sólo con el mobiliar. Las referencias a paralelos parietales son constantes en las páginas de
la monografía dedicadas al estudio de las plaquetas, con citas a cavidades
tan conocidas entonces como Covalanas, la Pasiega, la Pileta,
Combareles, la Peña del Candamo, Font de Gaume o Altamira.
Sin embargo, la comparación efectuada por Paolo Graziosi entre la
Cova del Parpalló y Grotta Romanelli en fecha tan temprana como
1932, llevó también a L. Pericot a proponer la existencia de una relación
entre los motivos geométricos dominantes en las plaquetas de algunos
niveles de la secuencia de Parpalló y los motivos grabados de carácter
geométrico de algunos yacimientos capsienses. Es conveniente recordar
que Dorothy A. E. Garrod consideró en sus trabajos de 1936 y 1938,
precisamente a partir de las piezas solutrenses encontradas en Parpalló,
que esas relaciones remontaban al menos a este periodo del Paleolítico
y constituían la explicación del origen mismo del Solutrense europeo.
La idea de que el arte mediterráneo adquiría especificidad regional
frente al franco-cantábrico, especialmente en los momentos magdalenienses de la secuencia, constituyó una de las propuestas más originales
de P. Graziosi y L. Pericot. La idea llegó incluso a considerar que ese
marco de relaciones sobrepasaba el ámbito europeo y alcanzaba el
Norte de África. A pesar de que esta última propuesta duró tan sólo
mientras imperaron en la investigación del paleolítico peninsular las
tesis africanistas, la relación entre el arte de Parpalló y el arte italiano
adquirió mayor solidez e hizo que arraigara en la investigación del arte
paleolítico europeo la idea de que existían dos grandes provincias artísticas a partir del momento en que se constataba en la Cova del Parpalló
la diversificación regional del final del Solutrense.
La trascendencia de esta visión se comprende rápidamente al comprobar que en las sucesivas síntesis del Arte Paleolítico europeo realizadas de André Leroi-Gourhan, en los años que van de mediados de los
152
[page-n-154]
La colección de plaquetas de la Cova del Parpalló (Gandia)
sesenta a inicios de los ochenta del pasado siglo, la idea de P. Graziosi
estuvo siempre presente y con ella la consideración de atipicidad y especificidad del arte de Parpalló con respecto al arte franco-cantábrico.
Pero al referirnos a esta cuestión, trascendental a la hora de hacer
una recapitulación sobre la importancia de la repercusión del arte mueble de este yacimiento en la comprensión del arte paleolítico, nos alejamos considerablemente de las fechas a las que remiten las primeras
publicaciones sobre el mismo, las comprendidas entre el inicio de las
excavaciones y la progresiva pérdida de importancia en la escena internacional de las ideas de H. Breuil, a finales de los años cincuenta e inicio de los sesenta.
Si nos ceñimos a esas fechas, y sobre todo a los años que circundan
la publicación monográfica del yacimiento, podemos constatar que la
repercusión que tuvieron los hallazgos de arte mueble de Parpalló en el
panorama de la investigación internacional fue escasa y desigual. En
buena parte esta circunstancia se explica por la crítica situación que se
produjo en los años siguientes a la finalización de las excavaciones. La
Guerra Civil española y la II Guerra Mundial constituyeron eventos de
suficiente envergadura como para explicar que entre los años 1936 y
1945 la investigación y la divulgación de los hallazgos científicos de este
yacimiento se vieran afectados por una situación poco propicia para esa
difusión científica de resultados. Además, justo es señalar que, con anterioridad a la publicación de la monografía dedicada al yacimiento en el
año 1942, los avances publicados por L. Pericot fueron escasos.
Como él mismo señala en las páginas de la mencionada monografía, las publicaciones se limitaron a algunas comunicaciones presentadas
a congresos de ámbito nacional y un artículo incluido en el libro homenaje al Conde de Henri Bégouën, publicado en los Mélanges de
Préhistoire et d’Archaeologie de Toulouse el año 1939. Una corta pero
importante reflexión sobre las plaquetas pintadas del yacimiento valenciano que, probablemente de haberse publicado en otras fechas, debería
haber tenido una repercusión que en esos años no alcanzó.
La Cova del Parpalló había proporcionado la más rica colección de
plaquetas con motivos figurativos y signos pintados conocida hasta
entonces. El trabajo de L. Pericot daba a conocer la importancia de éstas
piezas a lo largo de toda la secuencia y especialmente en las etapas solutrenses. H. Bégouën publicó en la misma monografía una nota sobre las
piezas pintadas de cronología magdaleniense de los yacimientos franceses,
pero muchos años después la bibliografía francesa siguió insistiendo en la
rareza de la pintura en el arte mobiliar paleolítico e ignoró la importancia de este procedimiento técnico en la secuencia de la Cova del Parpalló.
153
[page-n-155]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Plaqueta calcárea decorada
de la Cova del Parpalló
(Gandia) número 18.705.
Caballo pintado y grabado
del Solútreo-gravetiense III.
1929-1931.
[Casa Grollo. Placa
de vidrio. SIP 48]
La razón hay que buscarla en la idea, imperante entonces y que ha
durado hasta hace bien poco, de que el arte mueble paleolítico tenía una
significación distinta que el arte parietal, formaba parte del fenómeno
artístico doméstico o cotidiano y se apartaba, por tanto, de la dimensión
religiosa o sacra del arte parietal. Como han señalado recientemente
Manuel González Morales y Oscar Moro el concepto de artesanía dominaba la interpretación del arte mobiliar paleolítico, una idea que explica la facilidad con que se aceptó la existencia de este arte a comienzos
del siglo XIX y explica también las reticencias que rodearon la aceptación
de la autenticidad del arte paleolítico parietal. En ese contexto teórico,
la pintura de las plaquetas de la Cova del Parpalló sugería un concepto
gráfico muy parietal, una imagen que entraba en contradicción con esa
visión dualista de la expresión artística paleolítica.
La otra gran novedad de la Cova del Parpalló provenía de la
importancia del arte solutrense. Casi la mitad de las plaquetas correspondían a ese periodo y proporcionaban la más rica colección de arte
solutrense bien datado jamás conocida. Sin embargo, la provincia
mediterránea y sus implicaciones de especificidad jugaron en contra de
Parpalló y la valoración de su arte solutrense. La normalidad con la
que tanto P. Graziosi como L. Pericot abordaron las relaciones del arte
de esos niveles con el de la región franco-cantábrica pronto fue olvidada, dando paso a una visión más contrapuesta entre ambas regiones
desde el inicio del Paleolítico superior. Esa al menos fue la propuesta
de A. Leroi-Gourhan, y su influencia alcanzó a la mayor parte de la
investigación hasta finales de los años setenta.
154
[page-n-156]
La colección de plaquetas de la Cova del Parpalló (Gandia)
Plaqueta calcárea decorada
de la Cova del Parpalló
(Gandia) número 20.177.
Ciervo grabado del
Magdaleniense superior.
1929-1931.
[Casa Grollo. Placa
de vidrio. SIP 781
Nos referimos a esas fechas, al final de esta nota, porque constituyen el punto de inflexión con respecto a la visión que hasta entonces
se había tenido de la Cova del Parpalló, del Paleolítico superior mediterráneo y de su colección de arte mueble. A partir de entonces distintos trabajos de investigación se centraron en la revisión y estudio de los
materiales recuperados en los años treinta por L. Pericot. Y el fruto de
esa labor fue modificar la visión de esta región, al señalar sus estrechos
vínculos culturales con las regiones más inmediatas, el Sur de Francia y
la región cantábrica peninsular, y entender la evolución de sus industrias y su arte a partir de esas relaciones.
La idea de existencia de una región mediterránea contrapuesta a
la franco-cantábrica ha sido paulatinamente abandonada y ha dado
paso a una visión más regionalizada del arte paleolítico europeo. Ahora
se considera que la vertiente mediterránea ibérica no ofrece especiales
relaciones con el Sur de Italia, sino con sus regiones limítrofes más
inmediatas, con lo que el arte de Parpalló ha vuelto a ser analizado en
los mismos términos en los que L. Pericot lo hizo al valorar las representaciones figurativas de sus plaquetas, esto es, en estrecha relación
con el arte de los yacimientos parietales y muebles del resto de la
Península Ibérica y de la mitad meridional de Francia. La vigencia de la
colección de arte de la Cova del Parpalló se ha visto así mismo reforzada por el descubrimiento de arte parietal en el mismo yacimiento y en
la vecina Cova de les Meravelles, también de Gandia. El arte solutrense de la Cova del Parpalló, acompañado de numerosos conjuntos parietales de esa misma cronología, constituye ahora uno de los referentes
155
[page-n-157]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
más importantes para establecer las características del arte paleolítico
europeo de esas fechas. Cerca de alcanzar los ochenta años desde el inicio de las excavaciones de L. Pericot en el yacimiento, la colección de
arte mueble de Parpalló continúa constituyendo un referente singular
en el panorama del arte paleolítico europeo.
156
[page-n-158]
El parietal de la Cova Negra de Xàtiva
Valentín Villaverde Bonilla
Universitat de València
Pocos son los datos que poseemos de las circunstancias del descubrimiento del parietal encontrado en las excavaciones practicadas por
Gonzalo Viñes en la Cova Negra de Xàtiva el año 1933. Algo más puede
decirse de su estudio y de la repercusión que ha tenido en la valoración
de los neandertales en la Península Ibérica y en Europa.
La prematura muerte de G. Viñes, en diciembre de 1936, impidió
que este investigador diese cuenta detallada de los resultados obtenidos
en sus excavaciones en la Cova Negra durante los años 1928, 1930,
1931 y 1933. En la breve nota póstuma que el SIP publicó los años
1942 y 1947 se incluye, además de unas cuantas páginas en las que se
describe someramente el relleno de la cavidad y el interés de proseguir
en las excavaciones del yacimiento en su parte interior, el contenido de
una hoja suelta encontrada entre sus pertenencias, fechada en el año
1933, en la que no existe ninguna referencia al parietal descubierto ese
mismo año.
La figura de G. Viñes arqueólogo es también poco conocida, aunque su trayectoria insinúa que se trataba de un investigador dotado de
una buena formación y una indudable capacidad. Baste recordar que fue
becado para completar su formación con Hugo Obermaier en Madrid y
que la encomienda de dirigir las excavaciones en Cova Negra coincidió
con la labor de campo que Lluís Pericot realizaba en esas mismas fechas
en Parpalló. Los trabajos en la Cova Negra se integraron, por tanto, en
el ambicioso plan de investigación que Isidro Ballester propició en torno
al, por aquel entonces, recién creado SIP. La Cova Negra era yacimiento conocido sobre todo a través de catas y colecciones procedentes de
excavaciones incontroladas realizadas con anterioridad y su adscripción
cronológica se hacía coincidir con el Capsiense antiguo (Auriñaciense),
tal y como se refleja en las páginas dedicadas al inventario de yacimientos paleolíticos valencianos del Hombre fósil de H. Obermaier.
157
[page-n-159]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Vista de la Cova Negra
(Xàtiva). Hacia 1928.
[Placa de vidrio. SIP 2.856]
Fue G. Viñes quien primero señaló la adscripción de las industrias
encontradas en sus distintos niveles sedimentarios al Musteriense, y en
su corta bibliografía dedicada al yacimiento destacan los trabajos presentados al Congreso Internacional de Arqueología celebrado en
Barcelona el año 1929 y el breve artículo publicado en el primer tomo
del Archivo de Prehistoria Levantina ese mismo año.
Por ser de la primera campaña, se trata de notas en las que se apunta la clasificación del yacimiento, pero no se presenta documentación
sobre las características del relleno sedimentario.
158
[page-n-160]
El parietal de la Cova Negra de Xàtiva
La única publicación en la que este aspecto queda recogido es la
antes mencionada nota póstuma de los años 1942 y 1947, donde se
aprecia con toda claridad el método arqueológico utilizado en su excavación y el buen conocimiento de la geología. Esas reducidas páginas
resultan especialmente meritorias en las fechas en las que se escribieron,
pues remiten a un trabajo de campo basado en el reconocimiento de las
grandes unidades sedimentarias y la ordenación de los materiales por
criterios estratigráficos. No cabe duda de que G. Viñes excavó en la
Cova Negra de acuerdo con una metodología absolutamente moderna
con relación a otros trabajos realizados en esas mismas fechas.
Con todo, ni la valoración del parietal ni la propuesta definitiva de
ordenación de sus materiales por unidades sedimentarias fueron actividades que G. Viñes pudiera realizar, y correspondió esa labor a
Francisco Jordá, quien en colaboración con otros miembros del SIP revisó los materiales de G. Viñes e inició en los años cincuenta nuevas excavaciones en el yacimiento.
Que sepamos, la primera publicación que menciona el fósil es la de
José Royo Gómez, en realidad una relación de ciento diecisiete restos
correspondientes al yacimiento, estudiados en los años en los que la
Sección de Paleontología del Museo Nacional de Ciencias Naturales se
trasladó a Valencia con motivo de la Guerra Civil. Una escueta descripción que corresponde al número 48 del inventario, donde se indica su
adscripción al género Homo y su identificación como porción craneal
del estrato medio interior. La relación se incluyó en el mismo volumen,
del año 1947, en el que se publicaron las notas manuscritas de G. Viñes
y una nota sobre la interpretación de la secuencia efectuada por F. Jordá.
El estudio detallado y la publicación del parietal de la Cova Negra
encontrado en la campaña de 1933 se debe a Miguel Fusté y remonta al
año 1953. Habían transcurrido veinte años desde su descubrimiento y
las referencias a su posición estratigráfica siguieron siendo tan escuetas
como las de la nota de J. Royo, con la inclusión tan sólo de la fecha de
localización del resto, el 11 de julio de 1933. La correspondencia del
estrato medio interior con la secuencia propuesta por F. Jordá a partir
de sus excavaciones de inicios de los cincuenta y su reinterpretación de
la secuencia de G. Viñes remitió entonces al nivel C. El resto fue identificado como un parietal derecho de neandertal, reconstruido a partir de
ocho fragmentos, perteneciente a un individuo adulto, de unos cuarenta
años, probablemente masculino por su espesor.
Si bien los hallazgos de restos humanos fósiles de neandertales eran
relativamente abundantes en Europa, los correspondientes a la Península
ibérica no lo eran tanto, por lo que el fósil de la Cova Negra alcanzó
159
[page-n-161]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Cara externa del
parietal de Homosapiens
neanderthalensis
encontrado en la
Cova Negra (Xàtiva).
[Casa Grollo. Placa de
vidrio. SIP 99]
pronto una cierta notoriedad. Recordemos al respecto que tan sólo los
hallazgos efectuados en los yacimientos de Forbes’ Quarry (Gibraltar) en
1848, en Genista (Gibraltar) en 1865, en Banyoles (Girona) en 1887 y
Devil’s Tower (Gibraltar) en 1926 precedían al de la Cova Negra en el
marco peninsular.
Sin embargo, y a pesar de la excelente publicación de M. Fusté, la
trascendencia internacional de los restos de Cova Negra fue reducida
hasta que el resto fue revisado por Marie Antoniette de Lumley en 1973.
En esta ocasión la propuesta de clasificación del fósil como perteneciente a un Anteneandertal y su adscripción a una cronología rissiense, asociado a una industria tayaciense, constituyeron las bases de su notoriedad; una notoriedad que no ha dejado de generar numerosos problemas
y ha sido el origen de la exclusión del parietal de alguna de las obras de
síntesis dedicadas a los neandertales europeos.
Los últimos años han sido de gran importancia para actualizar la visión
de la secuencia de Cova Negra y obtener nueva información sobre este importante yacimiento, circunstancias que han redundado en la recuperación del
interés por el parietal en la bibliografía especializada nacional e internacional.
Ha de tenerse en cuenta que, por circunstancias diversas, ni los
materiales líticos procedentes de las excavaciones de G. Viñes, ni los de
160
[page-n-162]
El parietal de la Cova Negra de Xàtiva
las excavaciones de F. Jordá habían sido objeto de estudio sistemático
antes de los años ochenta del pasado siglo. Sólo los restos óseos de
mamíferos de las campañas de F. Jordá habían sido objeto de estudio
por parte de Manuel Pérez Ripoll a finales de los setenta. A partir de esas
fechas Bertila Galván estudió los materiales de la colección Viñes depositados en el Museo de Prehistoria de Valencia y, de nuevo dentro del
programa de actividades del SIP, revisamos los materiales líticos de las
excavaciones de F. Jordá y emprendimos nuevas excavaciones en Cova
Negra, con la finalidad de resolver los problemas cronológicos suscitados por el estudio de M. A. de Lumley.
Como resultado de esa iniciativa se revisaron los fondos de las
excavaciones de G. Viñes y F. Jordá, encontrando nuevos fósiles humanos que habían quedado inéditos, se revisó el parietal publicado por M.
Fusté, de cara a precisar su adscripción de especie, así como los fósiles
encontrados en las campañas de F. Jordá en los años 1951 y 1953, previamente publicados por Miguel Crusafont, J. M. Golpe y M. Pérez
Ripoll, y se encontraron nuevos restos en las excavación del año 1987,
completando así una de las colecciones de restos de neandertales más
rica de la Península Ibérica.
Plano de la Cova Negra
(Xàtiva) firmado por
Domenech. 1928.
161
[page-n-163]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Antiguo montaje
de imágenes con industria
lítica de la Cova Negra
(Xàtiva).
Una de las mayores sorpresas de esos años ha sido encontrar en los
fondos del Museo de Prehistoria de Valencia otro parietal derecho (parietal II), en este caso de un individuo inmaduro, cuya etiqueta remitía a la
campaña de 1931, concretamente al 1 de septiembre, y a las tierras rojas
del corte C, parte delantera del recinto excavado ese año (excavaciones
Viñes). Esto es, una pieza que se descubrió dos años antes que el otro
parietal.
El estudio del conjunto de esta colección, donde junto a otros
investigadores de su equipo ha participado de manera decisiva Juan Luis
Arsuaga, ha permitido, setenta años después de que se encontrara el primer parietal en la Cova Negra, comprobar los rasgos neandertales de los
fósiles y apreciar el elevado número de restos infantiles recuperados a lo
largo de toda la secuencia del yacimiento.
Nueva es la visión que se posee ahora de la colección de fósiles
humanos neandertales de la Cova Negra, como nueva y enriquecida es
la visión que se tiene de los neandertales en la Península Ibérica, con
fósiles que remiten a casi una veintena de yacimientos e importantes
novedades que incluyen desde la obtención y caracterización del ADN
mitocondrial de algunos restos a la mejor precisión de su filogenia. Una
situación bastante alejada de la del año 1933, pero en la que el parietal
I de la Cova Negra sigue ocupando un lugar de privilegio por su robusta morfología y buen nivel de conservación en la cara endocraneal.
162
[page-n-164]
Primeros estudios en torno a la fauna musteriense
de la Cova Negra de Xàtiva
Alfred Sanchis Serra e Inocencio Sarrión Montañana
Servicio de Investigación Prehistórica
Los diversos proyectos de excavación llevados a cabo en el yacimiento Musteriense de la Cova Negra de Xàtiva por parte del Servicio
de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia proporcionaron un importante conjunto de restos de fauna. El primer trabajo
arqueozoológico que trata en profundidad estos materiales se lo debemos a Manuel Pérez Ripoll, que estudió los mamíferos de las campañas
de los años 50 dirigidas por Francisco Jordá Cerdá (Pérez Ripoll, 1977).
En la década de los 80 del siglo XX Valentín Villaverde Bonilla retoma
las excavaciones en la cueva de manera sistemática; la fauna obtenida en
las nuevas campañas, junto a la de los años 50, sirve de base para la realización de las tesis doctorales de Pere Guillem Calatayud y Rafael
Martínez Valle, y la publicación de numerosos artículos y monografías.
Pero en este artículo nos vamos a centrar en la fauna procedente de
las cuatro campañas de excavación practicadas por Gonzalo Viñes
Masip, colaborador del SIP, antes de la guerra civil (1928, 1929, 1931 y
1933), estando Isidro Ballester al frente de la institución. Después de la
primera de ellas su excavador publica un trabajo donde define el depósito como Musteriense, diferenciando cinco niveles, en los que abundan
los instrumentos tallados y los despojos de fauna, entre los que aparecen
—en el nivel inferior— dientes de caballo y ciervo, así como algún resto
de elefante y rinoceronte (Viñes, 1928; Ballester, 1929 y 1930a). La atribución de los restos de fauna se debe a Hugo Obermaier, sacerdote
como G. Viñes, que visita el yacimiento en las dos primeras décadas del
siglo XX. Imaginamos que la relación entre ambos fue estrecha ya que la
Diputación tenía previsto pensionar a G. Viñes para viajar a Madrid y
ampliar sus estudios sobre Prehistoria junto a H. Obermaier, lo que no
fue posible a causa del alzamiento militar de 1936 y el asesinato de G.
Viñes en diciembre de ese mismo año (Ballester, 1942b). La Cova Negra
era un yacimiento que comenzaba a ser reconocido por los especialistas
pues en 1929 se celebran en Barcelona el IV Congreso Internacional de
163
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Arqueología y el XII Congreso de la Asociación Española para el
Progreso de las Ciencias, en los que respectivamente G. Viñes y Lluís
Pericot leen ponencias donde se describen los materiales y el depósito
que se ha comenzado a excavar (Ballester, 1930a). Como consecuencia
se realizan intercambios de piezas de la Cova Negra con el Museo
Nacional de Prehistoria de Francia (Ballester, 1931). En 1942 el SIP
publica el número 6 de sus Trabajos Varios donde se transcriben parte
de las notas de excavación recogidas por G. Viñes en las campañas de
1931 y 1933, y en alguna de sus columnas publicadas en el periódico
local El Obrero Setabense (Viñes, 1933). De nuevo se cita la aparición
de restos de caballo y ciervo, a los que se añaden otros de cápridos, bóvidos y alguno de «fiera», mencionando también la presencia de algunos
huesos labrados y otros pintados de rojo1 (Viñes, 1942). Una segunda
edición de este mismo trabajo incluye además un artículo de F. Jordá,
valorando la importancia del yacimiento y haciendo hincapié en los huesos trabajados (metápodos laterales de équidos) que habían aparecido
en las excavaciones practicadas (Jordá, 1947).
Además de las estimaciones por parte de G. Viñes, basadas en las
de H. Obermaier, la primera catalogación de materiales osteológicos de
la Cova Negra no se lleva a cabo hasta 1937-1938, a raíz de la presencia en Valencia del geólogo y paleontólogo castellonense José Royo
Gómez, trabajo que no se publicará hasta años más tarde (Royo, 1942),
con resultados que serán presentados también en el V Congreso del
INQUA y que confirmaban el potencial del yacimiento (Fletcher, 1957).
Más de 100 restos óseos, entre los que se encontraba el fragmento derecho de parietal humano, fueron catalogados a nivel genérico o específico conformando la siguiente columna: Equus caballus, Equus sp,
Rhinoceros merckii, Rhinoceros sp, Sus scrofa, Sus sp, Cervus elaphus,
Cervus sp, Capra sp, Ovis aries, Bos sp, Canis sp, Felix pardus, Elephas
iolensis, Lepus sp, Microtus aff. arvalis meridianus, Homo, Ave,
Testudo sp y Melanopsis tricarinata.
Resulta importante realizar un breve repaso a la biografía de Royo
Gómez lo que puede explicar el interés de un geólogo y paleontólogo por
una disciplina como la Prehistoria: J. Royo nace en Castellón en 1895,
cursa la licenciatura en Ciencias Naturales en la Universidad de Madrid
que, por aquel entonces, se llevaba a cabo en el Museo Nacional de
Ciencias Naturales, donde desde muy joven desarrolla sobre todo actividades de tipo docente. Allí conoce a Vicente Sos Baynat, también castellonense, siendo ambos discípulos de Eduardo Hernández Pacheco. En 1914
Royo es presentado por E. Hernández Pacheco como miembro de la Real
Sociedad Española de Historia Natural. A partir de 1917, y por oposición,
toma posesión del cargo de colector en el museo, con la tarea de recoger
ejemplares y aumentar las colecciones y para formar otras que se enviaban
164
[page-n-166]
Primeros estudios en torno a la fauna musteriense de la Cova Negra de Xàtiva
Gonzalo Viñes en el
interior de la Cova
del Parpalló (Gandia).
1930
a los centros de enseñanza españoles que las solicitaban. En 1921 se doctora con una tesis sobre el Mioceno Continental Ibérico y su fauna malacológica. Al año siguiente aprueba una plaza de profesor encargado de los
cursos prácticos de Mineralogía y Geología, donde dedicará siete clases a
la enseñanza de la Estratigrafía y de la Paleontología y, a partir de 1930,
de la Prehistoria. En 1926 se celebra en Madrid el XIV Congreso
Internacional de Geología, por lo que se realizan trabajos de ordenación e
instalación de las colecciones de Paleontología y Mineralogía en un nuevo
local dentro del Museo, iniciando J. Royo su faceta museística (Diéguez,
2004). Siempre que tuvo la ocasión de ser pensionado (1924, 1925 y
165
[page-n-167]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
1927), Royo realizó viajes a museos europeos de Historia Natural
(Zurich, Lyon, Bruselas, París, Grenoble, Ginebra, Munich, Sttutgart,
Frankfurt, Marburg, Göttingen, Hannover, Buckeburg, Londres,
Cambridge, Oxford, Burdeos, Toulouse, Boulogne-sur-Mer, Le Havre y
Cen) donde no sólo estudió las colecciones y la forma de exposición de los
fósiles, sino también el funcionamiento interno de estas instituciones.
Fruto de estos viajes, recoge una importante colección de más de 3.000
ejemplares (Diéguez, 2004). El traslado del Museo de Ciencias Naturales
a los Altos del Hipódromo en 1928 supone el inicio de su faceta museográfica. En 1930 es nombrado responsable de la sección de Paleontología,
centrándose en la recuperación, inventario y catalogación de los fósiles, así
como en su exposición en una sala especial de Paleontología (Aguirre,
2004; Michavila, 2004). En 1934 J. Royo lleva a cabo el proyecto de
exposición de las colecciones paleontológicas donde se ponen de manifiesto las influencias de sus viajes por Europa (Diéguez, 2004). La actividad
científica es compaginada en parte con su actuación política. Tanto él
como V. Sos Baynat militan en el republicanismo de izquierdas. J. Royo es
elegido diputado por Castellón en 1931 y nombrado Director General de
Minas y Combustibles en 1936.
En junio de 1937 los bombardeos sobre Madrid afectan a las salas
del Museo Nacional de Ciencias Naturales, por lo que se decide el traslado a Valencia de algunos investigadores, del instrumental científico y
de parte del material del museo, junto con el Museo Antropológico y el
Jardín Botánico, instalándose las tres instituciones (ya como Instituto
Nacional de Ciencias Naturales) en el Hospital de los Sacerdotes Pobres
Instalación del
laboratorio del Museo
Nacional de Ciencias
Naturales en Valencia.
Al fondo de laimagen se
encuentra José Royo y en
primer término Gabriel
Martín. 1937-1938.
Publicada en Homenaje
a José Royo Gómez.
1895-1961 (2004).
166
[page-n-168]
Primeros estudios en torno a la fauna musteriense de la Cova Negra de Xàtiva
o del Milagro situado en la calle Trinquete de Caballeros (Diéguez,
2004). Ese mismo año J. Royo realiza un viaje a la URSS junto a V. Sos
Baynat, Gabriel Martín Cardoso y Rafael Candel representando a la
República Española en el XVII Congreso Geológico Internacional.
Durante su estancia en Valencia visita la Cova Negra de Xàtiva y
muestra interés por el estudio de la fauna recuperada en las excavaciones
realizadas por G. Viñes. Los materiales se encontraban depositados en el
Museo de Prehistoria, ubicado en el actual Palau de la Generalitat y se
trasladan al Instituto Nacional de Ciencias Naturales. J. Royo se encargó del conjunto de la Cova Negra, mientras que V. Sos Baynat (también
en Valencia) hace lo propio con los restos de la Cova del Parpalló. Los
huesos fueron limpiados, se estudiaron e incluso se realizaron moldes de
los principales. En sesión de la Real Sociedad Española de Historia
Natural celebrada en Valencia el 4 de mayo de 1938, J. Royo comunica
que «ha obtenido placas de Testudo en la Cueva Negra de Játiva, restos
de vertebrados y trozos de cráneo humano» (Perejón, 2004). En 1938
publica otro artículo en el que describe un molar de elefante de la Cova
Negra como perteneciente a la forma enana Elephas iolensis (Royo,
1938) que H. Obermaier había atribuido a Elephas antiquus. Años más
tarde, la tesis doctoral de Emiliano Aguirre sirve para demostrar que se
trata de un molar decidual (D4) de Paleoloxodon antiquus (Pérez Ripoll,
1977). Los materiales estudiados no fueron devueltos al SIP hasta después de la guerra; con fecha de 9 de junio de 1939, Luis Monreal Tejada,
Alférez Jefe del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional de
la Zona de Levante y futuro Catedrático de Historia del Arte, envía una
carta a I. Ballester comunicándole que en el Hospital de los Sacerdotes
pobres se encuentra depositado material osteológico perteneciente al servicio. El agregado Manuel Vidal es el encargado de recoger el material,
ordenarlo y exponerlo en una instalación provisional. Según I. Ballester
los estudios originales realizados por J. Royo y V. Sos se depositaron en
el Servicio (Ballester, 1942c). Como se mencionó antes, los estudios fueron publicados en 1942, pero debido al «carácter socialista de ambos
autores», la dirección del SIP se vio obligada antes a solicitar la conformidad de la Comisión de Enseñanza, Cultura y Bellas Artes de la
Diputación Provincial, que en documento del 26 de febrero la autorizaba (Ballester, 1942a).
En 1939, y perdida la guerra para el gobierno republicano, Royo
se traslada a Barcelona donde junto a su familia inicia el camino del
exilio a Francia. En los primeros meses se afinca en Toulouse pero
pronto toma un barco desde el puerto de Le Havre rumbo a Colombia
donde llega en abril de ese mismo año. Si J. Royo ha de marcharse de
España por sus ideas y responsabilidades públicas, su amigo V. Sos
Baynat sufre un exilio interior en Extremadura donde trabaja como
167
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Documento del Servicio
de Defensa del Patrimonio
Artístico Nacional que
informa de la existencia
de material del SIP y
del Museo de Ciencias
Naturales en el Hospital
de Sacerdotes Pobres
del Milagro. 1939.
Documento de la
Diputación de Valencia que
autoriza la publicación
de los trabajos de José
geólogo para una empresa privada, perdiendo su puesto de catedrático
de instituto que no recuperará hasta su jubilación. Además de la relación de respeto y amistad que les acompañó durante la época de trabajo en Madrid en el Museo de Ciencias Naturales, desde la salida de J.
Royo de España se inicia entre ambos una relación epistolar que durará hasta su muerte. Los dos científicos pertenecieron al último grupo de
geólogos vinculados a la Institución Libre de Enseñanza (Ontañon,
2004). La figura de J. Royo se enmarca en la corriente universitaria iniciada por Juan Vilanova y Piera y representada a principios del siglo XX
por E. Hernández Pacheco y la expansión de la Escuela Madrileña. La
Paleontología que Royo desarrolló en España fue la descriptiva y la
estratigráfica (Truyols, 2004). Su formación de naturalista le permitió
tratar todas las facetas de la Geología, abordando incluso disciplinas
como la Prehistoria.
Royo y Vicente Sos. 1942.
En Colombia, y más tarde en Venezuela, J. Royo desempeñó funciones como geólogo, compaginando estos cargos con el de director de
diversos museos geológicos y profesor en otras tantas universidades,
pudiendo plasmar todo lo aprendido en España (Martínez Gorroño,
2004). Falleció en Caracas en 1961 sin poder regresar a España.
168
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Primeros estudios en torno a la fauna musteriense de la Cova Negra de Xàtiva
En 1995 se cumplieron 100 años del nacimiento de J. Royo y por
ello diversas instituciones rindieron un merecido homenaje a figura tan
importante de la Geología y Paleontología española de la primera
mitad del siglo XX. Se prepararon dos exposiciones, una en Madrid y
otra en Castellón, y se publicó un libro (VV.AA., 2004) del cual hemos
obtenido mucha de la información utilizada en este trabajo. Otros centros como la Comisión de Historia de la Geología de España también
tuvieron en cuenta esta efeméride (VV.AA., 1995).
El estudio llevado a cabo por Royo no sólo significó la primera
catalogación seria de materiales faunísticos procedentes de la Cova
Negra, sino también un antes y un después por lo que se refiere a la
exposición de estos restos en las salas del Museo de Prehistoria de
Valencia. Antes de la estancia de J. Royo en Valencia, G. Viñes había
estudiado sólo los materiales arqueológicos, y de los paleontológicos se
expusieron aquellos más importantes y de clasificación fácil (básicamente molares). A partir de su catalogación, la fauna de la Cova Negra crece
desde el punto de vista expositivo (Ballester, 1932a; 1942c).
Sirvan estas páginas como homenaje del SIP a Gonzalo Viñes
Masip y a José Royo Gómez, víctimas de una guerra que privó a nuestro país de dos intelectuales de primer orden.
1
Las manchas rojas presentes en algunos huesos corresponden a la acción de los óxidos de
hierro.
169
[page-n-171]
[page-n-172]
El Laboratorio de Restauración
del Museo de Prehistoria de Valencia
Trinidad Pasíes Oviedo y María Amparo Peiró Ronda
Servicio de Investigación Prehistórica
Desde sus primeros años de existencia y junto a las labores de excavación, estudio y exposición de piezas, el Laboratorio del Museo de
Prehistoria y del Servicio de Investigación Prehistórica se encargó de los
trabajos de restauración de todos aquellos materiales que iban conformando la colección arqueológica. Su trayectoria, tal y como vemos reflejada en las Memorias anuales de la Dirección o Labor del SIP, ha sido
complicada, pero llena del entusiasmo de fervientes amantes de nuestra
cultura que se encargaron de recuperar y restaurar los diversos materiales con los escasos medios de la época. Han pasado muchas décadas
desde su creación, muchos avatares y anécdotas que quedaron en la
memoria de los distintos profesionales que han formado parte del
museo. Hoy, iniciada una nueva andadura, desde el Laboratorio de restauración queremos recordar cuál ha sido nuestra historia en aquellos
primeros años; y que estas líneas sirvan de homenaje a todos aquellos
que, durante este periodo, se han dedicado a tan paciente labor con
innegable dedicación y esfuerzo1.
Los orígenes del laboratorio de restauración con nombre propio:
Salvador Espí Martí.
La historia del Laboratorio se remonta a los propios orígenes del
SIP en 1927; nos centraremos, sin embargo, en las primeras décadas de
su funcionamiento, donde el recuerdo está ligado a un nombre propio:
Salvador Espí Martí (1891-1965), «capataz reconstructor» que entró en
el Servicio de la mano de D. Isidro Ballester Tormo. Su ayudante fue José
María Montañana que pasará oficialmente a formar parte de la corporación provincial en 1945, aunque ya venía trabajando desde tiempo
atrás. Releyendo en las antiguas memorias y escuchando aún las palabras de algunos relatores, se entreve el tesón y la sorprendente capacidad de esfuerzo de estos profesionales que, a menudo con un jornal
mínimo, dedicaron la vida a su trabajo:
171
[page-n-173]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Salvador Espí
manipulando una de las
piezas en el Laboratorio
de Restauración del SIP.
Hacia 1957-58.
[Jesús Alonso. Papel. SIP]
«Los domingos, tomaba Salvador el tren y volvía cargado con un saco
de cerámica que durante la semana siguiente limpiaba. Así nos dimos cuenta de los tesoros que aquel lugar guardaba. Entonces, su jornal (que sólo
cobraba los días laborables) era todavía de seis pesetas» (Pericot, 1966: 9).
Aquel lugar era el Tossal de Sant Miquel (Llíria) y los tesoros hallados uno de los conjuntos de cerámicas pintadas más importantes de la
cultura ibérica. La personalidad de S. Espí ha sido y sigue siendo recordada dentro del SIP; el primer jefe y organizador del taller era una persona modesta y trabajador incansable que pasó casi toda su vida ligado al
mundo de la arqueología y la restauración, reconstruyendo centenares de
172
[page-n-174]
El Laboratorio de Restauración del Museo de Prehistoria de Valencia
vasos cerámicos o, como mejor alguien expresaría luchando «por ajustar
y suplir algunos tiestos» (Las Provincias, 28 de marzo de 1947, p. 8). Y
a pesar de su enorme capacidad de trabajo tuvo que conformarse durante muchos años con el salario mínimo de un jornalero eventual y no será
hasta 1939 cuando ingrese finalmente en la plantilla de funcionarios de
la Diputación de Valencia. Su formación fue totalmente autodidacta,
aprendiendo de la experiencia y perfeccionando poco a poco su talento.
La labor de S. Espí traspasó incluso las fronteras del propio laboratorio y su presencia fue solicitada en diversas ocasiones, allí donde se
requería un trabajo de mayor precisión; el capataz reconstructor del SIP
participó, por ejemplo, en las extracciones de varios de los mosaicos
aparecidos en la localidad de Sagunt, así como en las intervenciones
sobre materiales de Banyoles, entre otros (Fletcher y Pla, 1977: 61).
Como responsable del Laboratorio de Restauración, desde 1927
hasta su jubilación anticipada en 1959, las competencias de S. Espí iban
más allá de las de un mero restaurador. De hecho no deja de ser curiosa
la propia denominación de nuestra profesión en aquellos años, cuando se
simultaneaban las labores de «reconstructor», o restaurador de piezas en
laboratorio, con las de «capataz» o peón ayudante en excavaciones y
otras actividades. Son incontables los trabajos que se iban realizando in
situ en las propias excavaciones; más, eso sí, como trabajos de simple
recogida de materiales que como tratamientos bien entendidos de conservación. Pero una labor que bien podía desempeñar un simple peón era tremendamente valorada y apreciada por los propios directores de las campañas arqueológicas, convirtiéndose arqueólogo y restaurador en figuras
indisolubles. El propio Lluís Pericot, autor de un entrañable artículo escrito a la muerte de S. Espí, hablaba en estos términos del papel esencial que
desempeñaba cuando le acompañaba a sus diversas excavaciones:
«Se podía tener la seguridad de que no deformaría un dato, una
observación, aunque haciéndolo así perdiera un elogio o un reconocimiento a su método. Para don Isidro y para mí, esa lealtad se convertía
en algo de veneración que le impulsaba a ser colaborador, amigo, ayuda
de cámara, hombre providencial para todas las grandes o pequeñas incomodidades que la vida en el monte y las incidencias que estos trabajos
llevan consigo» (Pericot, 1966: 9).
Aparte de los numerosos viajes de campo que se organizaban, la
principal función del laboratorio era la intervención directa sobre los
materiales recogidos. Así ha quedado reflejado en las Memorias que
publicaba el Servicio de Investigación Prehistórica, ligado desde sus inicios al propio Museo (Labor del SIP). En la mayoría de ellas se introduce con las siguientes palabras:
173
[page-n-175]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
«Vaso de los Guerreros»
procedente del Tossal de
Sant Miquel (Llíria)
durante su proceso
de restauración.
Hacia 1940.
[Papel. SIP D/5.733]
«Una de las tareas propias del laboratorio de este Servicio de
Investigación Prehistórica, en la que se emplean muchas horas por su personal, es la dedicada a la limpieza, clasificación, reconstrucción y consolidación
de los objetos que ingresan en el mismo como resultado de las prospecciones
y excavaciones que se efectúan o a consecuencia de donaciones, y con la finalidad de realizar una selección para ser, los más interesantes, expuestos en el
Museo, y los demás, almacenados convenientemente» (Fletcher, 1974: 101).
Pero los inicios no fueron fáciles; escasos eran los medios materiales y
humanos e insuficientes los espacios y las infraestructuras. La ubicación del
laboratorio sabemos que varió mucho a lo largo de los años, a raíz de los
continuos movimientos de la propia corporación provincial. Su primera sede,
aunque de manera provisional, fue un pequeño espacio que compartía, además, con el destinado al Servicio Agrícola de la Diputación, «local insuficiente, por su pequeñez, para una sola de dichas atenciones, menos había de serlo
para ambas» (Ballester, 1931: 14-15); hasta que al poco tiempo, realizando
algunas obras, se habilitó uno de los sótanos del Palau de la Generalitat:
«Se ha enlosado convenientemente; se construyó un vasar y un ancho
poyo a lo largo de dos de las paredes, para la colocación y clasificación del
material, cerámico especialmente, para cuyo lavado se han dispuesto dos
grandes artesas forradas de plancha de plomo; y se ha construido y colocado, además el menaje complementario, tal como una amplia mesa y un clasificador de cerámica, con enrejado para facilitar su desecación» (Ballester,
1931: 15).
Allí, en estos primeros años de actividad, se limpiaron, clasificaron y
reconstruyeron pacientemente gran cantidad de materiales procedentes,
entre otras, de las excavaciones de la Cova del Parpalló (Gandia), la Bastida
174
[page-n-176]
El Laboratorio de Restauración del Museo de Prehistoria de Valencia
de les Alcusses (Moixent), la Cova de la Sarsa (Bocairent), el Tossal de Sant
Miquel (Llíria), etc. Más escuetas son las Memorias en cuanto a referencias
sobre los antiguos métodos de restauración; gracias a los textos sabemos
que de forma habitual se realizaban tratamientos en «agua acidulada»
(Ballester, 1949a: 117) tanto para piezas cerámicas como para objetos
metálicos. Los hierros, por ejemplo, se sumergían en agua hirviendo para,
posteriormente, ser parafinados también por inmersión en recipientes especialmente diseñados (Ballester, 1942a: 25; Fletcher, 1951: 8; Fletcher, 1952:
6). Gran parte de la colección de armamento ibérico del Museo, tanto la
que se exhibe en las salas como la que se guarda en los almacenes, ha sufrido este tipo de intervención. Asimismo, muchos de los materiales metálicos
se trataron con limpiezas de tipo electroquímico y electrolítico.
Continuamente se reivindicaba la necesidad de dotar al laboratorio no sólo de espacios más amplios, sino de más personal. El periodo
de la Guerra Civil fue especialmente fructífero para avanzar los trabajos
del Laboratorio, a consecuencia de la paralización que supuso la contienda en lo referente al normal desarrollo de las excavaciones arqueológicas, tal y como nos relata I. Ballester:
«En el año 1935 y la primera mitad de 1936, o sea hasta el glorioso Alzamiento Nacional, el trabajo de Laboratorio se ha venido resistiendo, como en años anteriores, de insuficiente, pues era imposible que un
solo empleado, el señor Espí, pudiese llevar al día los trabajos de lavado,
clasificación y reconstrucción del material cerámico abundantísimo proporcionado por las excavaciones... El ambiente de inusitado desorden y
de extremada violencia en que se ha vivido durante el periodo rojo, o sea
en la mayor parte del tiempo a que se contrae esta Memoria, imposibilitando casi en absoluto las actividades del SIP en el campo, ha dado lugar
a que se intensificaran en lo posible los trabajos de Laboratorio. Y buena
falta hacía ello, ya que el exceso de atenciones corrientes e inaplazables,
Tinajilla y cálato
conocido como «Vaso
de la danza bastetana»
procedentes del Tossal
de Sant Miquel (Llíria).
Hacia 1940.
[Papel. SIP D/5.734]
175
[page-n-177]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Gran lebes de pie alto,
con labio moldurado,
conocido como
«Vaso de la danza guerrera»
y procedente del Tossal
de Sant Miquel (Llíria).
Hacia 1940.
[Placa de vidrio. SIP 2.417]
como queda dicho, y la casi total carencia de personal retribuido que
atendiera a las de que nos ocupamos, fue obligando a aplazar para mejor
ocasión el atender a alguna de éstas, y ella se presentó al paralizarse la
marcha ordinaria y normal del SIP, y pudo realizarse, como acabamos de
exponer, en el periodo marxista» (Ballester, 1942a: 24-25).
Con el paso de los años la falta de espacio se hizo cada vez más preocupante y, finalmente, en 1951 comienza el traslado a los antiguos locales de Vías y Obras, en el Palau del Temple. En 1955 se produce otro cambio, acondicionándose en ese momento diversas estancias en el conocido
como Palau de la Batlia, aunque la sede volvería a cambiar en 1982,
situándose en la antigua Casa de la Beneficencia, donde hoy nos encontramos. Es por ello que el laboratorio ha tenido siempre que acomodarse
a unos espacios y locales ya existentes que, en la mayoría de ocasiones, no
reunían las condiciones propias del trabajo que allí se desempeñaba.
Sin embargo, a pesar de todos estos avatares, estamos plenamente
convencidos de que la colección que hoy integra el Museo de Prehistoria
se ha salvado gracias al trabajo de las personas que formaron parte del
laboratorio desde su creación, en 1927, hasta nuestros días. Sin duda, es
mucho lo que podemos y debemos aprender de ellos, cuanto menos la sencillez, el esfuerzo y la dedicación de toda una vida dedicada al patrimonio.
1
Las autoras quieren expresar su agradecimiento a Alía García, becaria del laboratorio, por
su ayuda en la tarea de documentación y a Rafael Fambuena e Inocencio Sarrión por toda
la información facilitada para la realización de este trabajo.
176
[page-n-178]
El SIP y el Institut d’Estudis Valencians
Joaquim Juan Cabanilles
Servicio de Investigación Prehistórica
La relación del SIP con el Institut d’Estudis Valencians (IEV) se
reduce a una corta etapa, la de la efímera existencia de este organismo
(1937 a 1939), marcada por unas circunstancias históricas extraordinarias como las que supuso la Guerra Civil española y en las que también
se vio inmersa la propia Diputación Provincial de Valencia.
Con el estallido de la guerra, en julio de 1936, las competencias de
la Diputación, que había pasado por diferentes reestructuraciones desde
la proclamación de la II República (abril de 1931), quedaron subsumidas
—como relata Javier Paniagua (1995), al que continuadamente aquí se
parafrasea— en el denominado Comité Ejecutivo Popular de Valencia,
constituido por los partidos del Frente Popular y el sindicato de la CNT.
Dicho Comité se estructuró en base a la organización provincial y se erigió prácticamente como único poder en la provincia hasta enero de 1937,
con el reconocimiento del gobierno de la República que, en un primer
momento, había enviado a Valencia una Junta Delegada con el propósito de restablecer la autoridad gubernamental. A partir de la constitución
del gobierno de Largo Caballero, en octubre de 1936, y su posterior traslado a Valencia en noviembre, la autoridad del Comité fue disminuyendo
a medida que el ejecutivo republicano conseguía recuperar la iniciativa
como el auténtico poder del Estado, eliminando los múltiples centros de
decisiones. El resultado final fue la disolución por Decreto (diciembre de
1936) del Comité Ejecutivo Popular, sustituido por un Consejo Provincial
que, en la práctica, tenía las mismas competencias que en su origen tuvo
la Diputación. En el nuevo Consejo participarían todos los partidos del
Frente Popular, los sindicatos y la FAI, bajo la presidencia —más nominativa que real— del Gobernador civil, distribuyéndose los respectivos
representantes por distintas «Consellerias» con competencias inicialmente poco definidas. Tras diversas crisis internas, dadas las dificultades para
llevar a cabo una buena administración en las circunstancias del momento (escasez de recursos, pocas facultades para recaudar fondos y con una
Escudo de la Secció
històrico-arqueològica
del Institut d’Estudis
Valencians.
177
[page-n-179]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Portada del Reglamento
Interior del Institut
d’Estudis Valencians. 1937.
tesorería provincial ya de por sí exhausta y deficitaria, desatención por
parte de un ejecutivo gubernamental que luchaba contra la autonomía de
las instituciones, etc.), el Consejo Provincial se reorganizó y reestructuró
sus funciones en noviembre de 1937, bajo el gobierno de Negrín y con
mayoría de sus representantes (socialistas, comunistas, republicanos de
izquierda), lo que supuso la completa subordinación del Consejo al poder
del Estado.
En esta tesitura política, de precariedad de medios y con la guerra
como telón de fondo hay que situar la creación del Institut d’Estudis
178
[page-n-180]
El SIP y el Institut d’Estudis Valencians
Valencians, aprobada por unanimidad del Pleno del Consejo Provincial
(Decreto de 9 de febrero de 1937) a propuesta del Conseller de Cultura
Francesc Bosch Morata. La constitución del IEV también hay que entenderla desde el clima de un renovado valencianismo político y cultural propiciado por el advenimiento de la República. F. Bosch Morata, representante a la
sazón del Partit Valencianista d’Esquerra en el Consejo Provincial, es autor
de la Memòria (redactada en valenciano) presentada al Pleno del Consejo en
la que se exponían los antecedentes y las necesidades del momento que justificarían un organismo como el IEV canalizador de la actividad cultural
valenciana, dedicado a la investigación y a la orientación en temas de
Ciencia, Filología, Historia, etc. En esta Memòria (publicada en un opúsculo que incluye los decretos de creación y de aprobación del reglamento interior del IEV: Institut d’Estudis Valencians. Memòria - Membres - Reglament
interior, València, 1937) ya se hace alusión al Museo de Prehistoria y al SIP,
al hablar de la fecundidad arqueológica del territorio valenciano y del problema que las investigaciones en este campo estuvieran, en una gran parte,
en manos de estudiosos particulares, no siempre con posibilidades económicas suficientes y sin rendir a la cultura general «els fruits que calen per la
seua condició privada» (p. 11). El papel a desempeñar por aquellas instituciones, heredadas de la anterior Diputación, era claro en la mente de F.
Bosch Morata: «[...] l’actual Museu de Prehistòria iniciat per la Diputació
Provincial valenciana fa deu anys [...] constituïx l’índex del que el nostre País
podria representar en esta disciplina cultural si se li prestara l’atenció i l’ajuda degudes, màxim tenint en compte les moltes estacions prehistòriques de
la nostra terra i la seua riquesa arqueològica» (p. 11). Y refiriéndose al SIP:
«Per tal, doncs, d’assegurar al Servei d’Investigació Prehistòrica una labor
orgànica i continuada amb plans sistemàtics de excavacions, treballs de
laboratori, de classificació i estudi, contribuint eficaçment a l’engrandiment
del Museu de Prehistòria sota normes rigurosament científiques, considerem
indispensable una Secció Històrico-Arqueològica de la que dependria el
Museu de Prehistòria» (p. 12).
Esta sección, por supuesto, cobrará cuerpo en el Decreto de creación
del IEV (9-II-1937; artículo 2º), especificándose su cometido: «Entendrà en
la publicació d’obres de caràcter històric i arqueològic en el més ample sentit de la paraula: Excavacions; viatges d’exploració; estudi i formació de
Museus i Biblioteques, etc.». Las otras tres secciones creadas serán la
Filològica, la de Ciències y la de Estudis Econòmics. Por lo que se refiere al
Museo de Prehistoria y al SIP, en el artículo 4º del mismo Decreto es donde
se dispone que «L’actual Museu de Prehistòria, la seua Biblioteca i el Servei
d’Investigació Prehistòrica de l’extingida Diputació Provincial de València,
queden adscrits a la Secció Històrico-Arqueològica de l’Institut d’Estudis
Valencians». Dicha sección, como cualquier otra, y según estipulaba el artículo 3º del Decreto, había de estar compuesta por cinco miembros, entre los
cuales se elegiría un Director. La designación de miembros se aprobó por
179
[page-n-181]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Páginas del Reglamento
que hacen referencia al
Museu de Prehistoria.
180
nuevo Decreto de 19 de marzo de 1937 (junto con el Reglament interior),
pasando a integrar la sección Històrico-Arqueològica Isidro Ballester
Tormo, Domingo Fletcher i Valls, Felipe Mateu i Llopis, Leopoldo Querol
Roso y Emili Gómez Nadal. De estos cinco miembros, I. Ballester continuaba ostentando el cargo de director del SIP, del que había sido el impulsor y
primer director en la etapa inmediatamente previa de la Diputación
Provincial, mientras que E. Gómez Nadal y D. Fletcher eran colaborador y
agregado, respectivamente, del mismo Servicio. La constitución definitiva
del IEV se realizaría el 25 de marzo, y con ella la elección de cargos reglamentarios, ya que según el artículo 2º del Reglament interior, cada sección
debía elegir un President (apelativo de rango preferible al de Director, por
considerarse éste «de regust autocràtic») y un Secretari de Secció, el primer
cargo a desempeñar durante dos años (reelegible), y el segundo vitalicio.
Cada presidente de sección lo sería del IEV por turno rotativo de seis meses,
rigiendo el pleno del Instituto. Al final, I. Ballester asumió la presidencia de
la sección Històrico-Arqueològica, y D. Fletcher la secretaría. Como presidente del IEV se nombró a José Puche Álvarez, rector en ese momento de
la Universitat de València y miembro de la sección de Ciències; como secretario general a Carles Salvador Gimeno, de la sección Filològica, y como
tesorero a Robert Feo García, de la misma sección que el presidente.
[page-n-182]
El SIP y el Institut d’Estudis Valencians
La corta vida institucional del IEV, y sus vicisitudes, puede seguirse
en las 22 actas de las sesiones ordinarias y extraordinarias realizadas
entre el 25 de marzo de 1937 y el 25 de noviembre de 1938, de las que
existe copia en el Archivo de la Diputación de Valencia. En ellas queda
bien reflejado que la historia del IEV es la de los proyectos continuamente aplazados por la persistente carencia de recursos humanos y económicos (por ejemplo, la creación de la Biblioteca del País Valencià o del
Museu de Ciències; la edición del Tirant lo Blanc o del Vocabulari
Castellà-Valencià; la publicación de una revista orgánica y de boletines
de las respectivas secciones, etc.). En lo que respecta al SIP y Museo de
Prehistoria, la actividad de campo quedará prácticamente paralizada en
este periodo (v. Ballester, 1942a), aunque no su labor de gabinete o laboratorio y, sobre todo, de divulgación científica editorial. Estancada la
publicación del segundo volumen del «Archivo de Prehistoria
Levantina» (revista-anuario del SIP, iniciada en 1928), que pretendía editar el IEV (acta de 25-III-1937), bajo los auspicios del Institut sí tendrá
lugar un hecho de gran trascendencia: la creación de la serie de Treballs
Solts, con el objetivo de presentar notas y pequeños trabajos monográficos sobre prehistoria valenciana (v. Martí y Juan Cabanilles, 2000). Con
pie de imprenta de 1937 salieron a la luz cinco números de esta serie,
Páginas del Reglamento
con el listado de miembros
del Institut d’Estudis
Valencians.
181
[page-n-183]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
redactados en valenciano por ser ésta la lengua oficial del IEV
(Reglament, art. 13é), distribuyéndose el último de ellos ya acabada la
guerra, hecho un tanto sorprendente dada la situación en que quedan las
culturas españolas no «oficiales» tras la caída de la República. Los
Treballs Solts, y esto es lo realmente importante, tendrán continuidad
como serie en los difíciles tiempos que abre el franquismo, pero rebautizados con el nombre de «Trabajos Varios», habiendo sobrevivido así
hasta la actualidad (sobre las publicaciones del SIP, ver el texto correspondiente en este mismo catálogo).
Por lo que se deduce de la documentación conservada, el SIP parece ser el único órgano, dentro del IEV, con una dinámica de funcionamiento regular y bien reconocida por los estamentos de gobierno. Esto
explicaría que, en el presupuesto Provincial de 1938, se le asignara más
subvención a él solo que al resto de la sección de la que formaba parte
(42.000 pesetas frente a 10.000), o que a las restantes secciones, incluida la Secció Filològica que también tenía a sus expensas la Biblioteca del
País Valencià (acta de 25-IV-1938). Paradójicamente, este presupuesto
no pudo tener aplicación. El cerco de la guerra a Valencia, y el ser ésta
una zona de evacuación, obligó al Consejo Provincial a limitar sus subsidios a las tareas más imprescindibles, entre las que no se encontraban
las desempeñadas por el IEV. Privado de su consignación anual, el Pleno
del Institut, presidido por I. Ballester (que había accedido al cargo de
President por turno reglamentario en marzo de 1938), acordó suspender
todas las actividades «fins que el Consell Provincial haja arribat a una
normalitat econòmica que faça possible el pagament de la subvenció»
(acta de 25-VI-1938). Normalidad, por supuesto, a la que ya no pudo
llegarse.
A modo de colofón: el Institut d’Estudis Valencians fue creado por
un ente «provincial», pero en el pensamiento de sus impulsores y miembros siempre estuvo la conciencia de una institución de país, como ha
sido también la conciencia que ha presidido la larga andadura del SIP
desde su fundación.
182
[page-n-184]
La Cueva de la Cocina y el arte epipaleolítico
Josep Lluís Pascual Benito
Servicio de Investigación Prehistórica
La Cueva de la Cocina (Dos Aguas, Valencia) se abre en la Sierra de
Martés a 405 metros de altitud, en un acusado meandro del Barranco de
la Ventana que a poca distancia desagua en el Barranco del Falón, afluente del Xúquer. Se trata de una cavidad de grandes dimensiones —unos 300
m2— que durante gran parte de la primera mitad del siglo XX sirvió como
corral. Las intervenciones efectuadas en el pasado siglo por el Servicio de
Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia la convirtieron en
un yacimiento imprescindible para la definición del Epipaleolítico reciente de la vertiente mediterránea peninsular (Pericot, 1945; Fortea, 1973), al
contener sus estratos abundante documentación sobre la evolución de los
últimos caza-recolectores y el proceso de interacción con las primeras
comunidades campesinas neolíticas.
Vista de la Cueva de
la Cocina (Dos Aguas).
Hacia 1945.
[Pasta. SIP 519]
183
[page-n-185]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
José Alcácer realizando
trabajos de calco en el
Cinto de la Ventana (Dos
Aguas). 1951.
[Negativo B/N. SIP 1.053]
La primera intervención arqueológica en el yacimiento data del 19
de octubre de 1940, cuando Salvador Espí, capataz del SIP, realiza una
cata en la entrada de la cueva en el marco de la expedición que junto a
Juan José Senent, José Chocomeli y José Alcácer visitaba las recién descubiertas pinturas rupestres del Barranco de las Letras y del Cinto de la
Ventana cercanas a la cavidad (Brotons, 1940; Jordá, 1985). Ante los buenos resultados obtenidos, al año siguiente se efectúa la primera campaña
de excavación bajo la dirección del subdirector del SIP, Lluís Pericot, a
quien acompañaban Juan Cabré, J. J. Senent y J. Alcácer, que iniciaron los
trabajos de documentación de las pinturas mencionadas (Jordá y Alcácer,
1951). Las campañas de excavación continuaron en 1942 y 1943 en colaboración con J. Alcácer y Enrique Pla, y en 1945 con Francisco Jordá.
Estas primeras excavaciones se realizaron en plena posguerra con
dificultades de alojamiento y manutención. Se reside en tiendas de campaña instaladas junto a la era de la Casa de Valle y la intervención se inicia tras «una cómica, pero impresionante batalla con verdaderas nubes
de pulgas que habían proliferado en la capa de estiércol que cubría
buena parte del yacimiento» (Pericot, 1971: 6). La publicación de una
memoria de estas campañas, en el número II del Archivo de Prehistoria
Levantina, dará a conocer el yacimiento y planteará las cuestiones más
sobresalientes (Pericot, 1945).
Posteriormente, Javier Fortea publica una monografía sobre materiales líticos de la excavación de L. Pericot (Fortea, 1971) y, para comprobar y ampliar los resultados alcanzados en su estudio, a partir de
184
[page-n-186]
La Cueva de la Cocina y el arte epipaleolítico
1974 inicia nuevas excavaciones en la Cueva de Cocina que durarán
hasta 1981, procediendo en 1975 al cierre de la cueva con una verja
metálica que sustituye al muro de piedra en seco anterior. De estas campañas han sido dados a conocer el estudio sedimentológico, que ha permitido conocer las oscilaciones medioambientales (Fumanal, 1979), y el
estudio faunístico por parte de Manuel Pérez Ripoll, que evidencia la
especialización del yacimiento en la caza de la cabra montés a lo largo
de toda la secuencia (Fortea et al., 1987). Otros estudios sobre la industria lítica se han centrado en la comparación del modelo geométrico de
Cocina con el del Neolítico antiguo (Juan Cabanilles, 1984).
A partir de la secuencia estratigráfica de 4,5 m de potencia obtenida
en la Cueva de la Cocina, una de las más completas del Epipaleolítico
reciente mediterráneo, se articuló la evolución del denominado
«Epipaleolítico geométrico», un complejo industrial con armaduras geométricas de «filiación» tardenoide o de facies Cocina en terminología peninsular (Fortea, 1973; Fortea et al., 1987), en cuatro horizontes caracterizados
por diferentes proporciones en dichas armaduras, posteriormente corroborados en líneas generales por los resultados obtenidos en diversos yacimientos de la cuenca del Ebro. Así, a Cocina I o fase A, con desarrollo en el VII
milenio a.C., y con dominio de trapecios y presencia de macroútiles sobre
lasca, le sucede Cocina II (B) (primera mitad del VI milenio a.C.), con
mayor proporción de triángulos y presencia de un tipo singular, los triángulos de tipo Cocina, con lados cóncavos y espina central. Cocina III (C), en
la segunda mitad del VI milenio a.C., presenta un desarrollo de segmentos
y hojitas de dorso, y presencia de cerámica impresa que indica contactos
con los primeros grupos neolíticos, aunque continúa la tecnología y el
modo de subsistencia epipaleolítico. El nivel superficial o Cocina IV (D)
sería la evolución final de esas industrias en un horizonte neolítico más
avanzado (cerámicas esgrafiadas y peinadas), con algunos materiales de la
Edad del Bronce, ibéricos, medievales y modernos, consecuencia del frecuente uso de la cueva como refugio temporal y corral.
Otra circunstancia que avala la importancia del yacimiento es la presencia de arte prehistórico. La Cueva de la Cocina ha ofrecido una variada muestra de manifestaciones artísticas tanto rupestres como muebles,
entre las que destaca el conjunto de placas grabadas que se englobaron en
un nuevo estilo artístico denominado «arte lineal-geométrico» y, en palabras de su descubridor, «representan una novedad en la Prehistoria española y nos convencen una vez más de la magnitud de lo que ignoramos»
(Pericot, 1945: 62), siendo aún hoy en día una de las escasas muestras del
arte de los últimos cazadores-recolectores de la península Ibérica. La experiencia de L. Pericot en la Cova del Parpalló hizo que desde el comienzo de
la excavación se lavaran todas las piedras idóneas, descubriendo así un
buen conjunto de grabados y pinturas sobre plaquetas y cantos de caliza.
185
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
En las campañas de los años cuarenta se documentaron 28 pequeñas plaquetas decoradas, tres de ellas por ambas caras, mediante un grabado fino y poco profundo que ocupa toda la superficie disponible. En
las campañas posteriores apareció otra plaqueta y se confirmó la posición estratigráfica en la capa superior del nivel II en un momento inmediatamente antecardial (Fortea, 1975: 189; Fortea et al., 1987). La
mayor parte permanecen inéditas, ya que tan sólo han sido publicadas
fotografías de trece placas (Pericot, 1945; Fletcher, 1956; Fortea 1973 y
1975) y calcos aproximados de siete de ellas (Barandiarán, 1987).
Los motivos que decoran las placas son poco variados, a base de combinaciones de grupos de líneas rectas que raramente llegan a cortarse. En la
mayoría la decoración se distribuye a partir de uno o más ejes formados por
bandas de varias líneas paralelas, de las que salen en sentido oblicuo series
de trazos paralelos o divergentes. En menor número la decoración se reduce a líneas paralelas, líneas radiales a partir del centro de la placa o bandas
paralelas formadas por series de trazos cortos. Aunque L. Pericot afirma que
todas tienen sólo combinaciones geométricas, indica que «hay un ejemplar
en que acaso podría verse en la confusión de líneas un contorno animal»
(Pericot, 1945: 53). En un par de plaquetas el grabado se combina con la
pintura, una de ellas con ambas caras decoradas fue «pintada previamente
de rojo y posteriormente grabada» (Fortea, 1975: 359, lámina XI, 2).
Página del inventario
de materiales de la Cueva
de la Cocina (Dos Aguas).
1941-1942.
186
[page-n-188]
La Cueva de la Cocina y el arte epipaleolítico
Peor conocidos son los cantos y plaquetas pintados. En los diarios de L. Pericot se citan 4 cantos y 13 plaquetas pintadas, mientras
que en la publicación: «No pasa de una docena las piedras con manchas de color, rojo siempre, en un caso tirando a ocre amarillento. En
muchos otros casos la piedra misma tiene tonalidades rojizas que pueden engañar fácilmente». La mayoría presentan manchas informes,
pero también se han descrito otros motivos, dos plaquetas del nivel III
con trazos lineales y con «figura animal muy dudosa», y otras dos del
nivel IA, una plaqueta con «una forma indefinible» y «dos o tres cantos con puntos rojos que tanto hacen pensar en los cantos azilienses»
(Pericot, 1945: 53). De las excavaciones posteriores se menciona la
presencia en el estrato H1 de «cantos manchados de negro y rojo
encontrados alrededor de un hogar», y en el estrato H2 «cantos pintados con manchas subcirculares rojas y ocres» (Fletcher, 1980: 9192).
Como manifestaciones artísticas muebles de posible carácter
naturalista aparecen citadas en la bibliografía otras dos piezas, hecho
que no ha sido confirmado con posterioridad: «un cuerno de ciervo
con un grabado en que creemos ver el dibujo de un cáprido incompleto» (Pericot, 1945: 52), que según nuestra observación corresponde a
un extremo de candil con incisiones irregulares, y un «canto de caliza con algunas percusiones laterales donde hay una pequeña cabeza
de cierva de factura estilizada», a «reservas de una observación
macroscópica» (Fletcher, 1980: 91).
Desde su descubrimiento la Cueva de la Cocina se relacionó con los
abrigos pintados próximos, más aún cuando en 1942 L. Pericot observó
restos de pintura en la pared derecha de la cueva al excavar el nivel neolítico que los cubría. La interpretación de estos restos resulta controvertida.
Su descubridor observa «vestigios de figuras, al parecer de animal una de
ellas, en rojo, pintadas en la pared sur de la cueva. La pátina y el humo
que han recubierto estos muros laterales impiden su exacta apreciación»
(Pericot, 1945: 54). Fueron calcados por J. Fortea, quien los describe
como «unas pocas líneas paralelas, quebradas, en espiga y vagamente trapezoidales, de color rojo claro, una mancha del mismo color y un trazo
triangular de color oscuro amoratado» (Fortea, 1975: 197 y 1976: 154),
incluyéndolos en el arte lineal geométrico y paralelizándolos con motivos
infrapuestos al Arte Levantino de Cantos de la Visera II, la Cueva de la
Araña y la Sarga. Posteriormente, se ha realizado un calco parcial del
panel y analizado desde el punto de vista técnico un pequeño trazo bien
conservado en el que se ha observado un «trazo de pluma levantino»,
mientras desde el aspecto formal, «no parecen corresponder a una composición abstractogeométrica, sino más bien los restos de un cuadrúpedo,
morfológicamente afín a los del arte levantino» (Grimal, 1995: 324).
187
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Plaqueta grabada
núm. 15.439 de la Cueva
de la Cocina (Dos Aguas).
[Pasta B/N. SIP 459]
La circunstancia de estar recubiertos por niveles cerámicos ha sido
uno de los argumentos esgrimidos para la datación del arte levantino
con anterioridad al horizonte Cocina III. Sólo la limpieza de la capa de
suciedad que cubre la pintura podría aclarar su correcta atribución a un
estilo artístico concreto, mientras que para su datación habría que analizar detenidamente la mecánica de formación de los niveles que cubrían la pintura y de los subyacentes, al encontrarse en la zona donde más
afectan a los depósitos las frecuentes inundaciones con fenómenos de
erosión y sedimentación (Fumanal, 1979).
Por último, mencionar la existencia de dos grabados rupestres en
el interior de Cocina, a los que se ha prestado poca atención quizás por
su cronología incierta aunque posterior al resto de manifestaciones artísticas, uno de tipo cruciforme en el suelo rocoso de la entrada (Pericot,
1945: 40), y el otro, de mayor tamaño, piqueteado sobre una gran losa
desprendida del techo ubicada en el centro de la cueva, con un motivo
geométrico cerrado con divisiones internas.
En definitiva, la aportación de la Cueva de la Cocina a la prehistoria peninsular puede considerarse fundamental, y el legado que conserva el SIP producto de las intervenciones del pasado siglo espera a que
nuevas generaciones de prehistoriadores puedan extraer de él parte de la
información escondida que aún contienen.
188
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La Ereta del Pedregal (Navarrés, Valencia)
Joaquim Juan Cabanilles
Servicio de Investigación Prehistórica
La Ereta del Pedregal, junto con otras pocas estaciones prehistóricas valencianas, comparte el privilegio de haber sido dada a conocer tempranamente por Juan Vilanova y Piera, tras visitarla mediado el siglo XIX
(Vilanova y Piera, 1879). J. Vilanova la situó en el término municipal de
Bolbaite y no en el de Navarrés, al que actualmente pertenece, considerándola una «estación palustre» por su emplazamiento en un «lugar
pantanoso y de turbera», como hasta tiempos relativamente recientes ha
sido La Marjal de Navarrés, hoy prácticamente desecada. Caída en el
olvido, la Ereta fue redescubierta en 1933 por José Chocomeli, quien,
patrocinado por el SIP, realizó unos primeros sondeos al año siguiente
(1934) e inició en 1942 su excavación, ayudado por los miembros del
Servicio Enrique Pla y Salvador Espí (Chocomeli, 1946). Los trabajos se
prosiguieron durante casi todo el resto de la década de los 40 (de 1944
a 1948), ahora bajo la dirección de Isidro Ballester y la colaboración en
las tareas de campo de José Alcácer, E. Pla y Francisco Jordá (Ballester,
1949a: 77-100; Fletcher, 1961). Después de un paréntesis en los años 50,
la excavación se reanudó en 1963, de manera casi continuada hasta
1974, estando al frente de ella E. Pla y colaborando en diversos momentos Enrique A. Llobregat y Vicente Pascual, entre otros (Fletcher, Pla y
Llobregat, 1964; Fletcher y Pla, 1966; La Labor del SIP, años 1965 a
1974). Con la incorporación de Bernat Martí a la dirección, al lado de
E. Pla, se inicia el ciclo más reciente de intervenciones, en 1976, seguido
sin interrupción hasta 1982, con una última campaña adicional en 1990
(Pla, Martí y Bernabeu, 1983a; Juan Cabanilles, 1994). Estas cerca de 25
campañas de excavación, repartidas por 4 décadas principales, dan idea
de la atención puesta por el SIP en la Ereta, a la cual van ligados los nombres de los miembros y colaboradores más destacados del Servicio.
La historia de la Ereta del Pedregal como hábitat prehistórico es la
historia misma de sus interpretaciones en el tiempo, al compás de los
trabajos de excavación, sus métodos y la documentación acopiada.
189
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Vista de la Ereta del
Pedregal (Navarrés) con
la zona de excavación
inundada. 1948.
[Placa de vidrio. SIP 3.432]
Desde J. Vilanova y Piera, siempre ha prevalecido la visión de un poblado lacustre, que J. Chocomeli (1946) relacionó con los «steinbergers»
suizos o los «crannogs» de Irlanda y Escocia (asentamientos en medios
lagunares sobre basamentos de piedras), por lo que la discusión ha solido centrarse en los aspectos culturales y cronológicos. Hasta principios
de la década de 1960, como recogían D. Fletcher, E. Pla y E. A.
Llobregat (1964), las atribuciones culturales, basadas en las fases de
ocupación del poblado reveladas por la estratigrafía, habían basculado
entre periodos que iban del Neolítico —antiguo o reciente— al
Eneolítico (J. Chocomeli, I. Ballester, F. Jordá), el Eneolítico a secas
(Lluís Pericot, Julio Martínez Santa-Olalla), el Eneolítico final o Bronce
inicial (E. Pla), o del Eneolítico al Bronce inicial (Domingo Fletcher,
Miquel Tarradell). A esta última adscripción cronocultural se adherían
los mismos autores tras la campaña de 1963 y los resultados de los trabajos anteriores (años 40), habiéndose mantenido en sus líneas generales hasta tiempos recientes (Pla, Martí y Bernabeu, 1983b).
En la actualidad, y a partir de la reevaluación de los resultados y
datos de las excavaciones del periodo 1976-1982, y de la campaña complementaria de 1990, la Ereta se percibe como un poblado desarrollado
en tres fases cronológicas sucesivas, atendiendo a sendos episodios en
que el hábitat habría experimentado cambios sustanciales en sus acondicionamientos y construcciones en piedra. El inicio de la ocupación parece situarse en el Neolítico final (segunda mitad del IV milenio a.C.), y
con ella se relacionan densas acumulaciones de piedras, de mediano y
gran tamaño, que se explican como un basamento destinado a aislar el
190
[page-n-192]
La Ereta del Pedregal (Navarrés, Valencia)
suelo de habitación del subsuelo muy húmedo y poco firme que constituiría en ese instante el lugar elegido para el asentamiento, probablemente una de las orillas de La Marjal. La fase siguiente, ya en el Eneolítico
inicial/pleno (primera mitad del III milenio a.C.), viene definida por la
erección de unas grandes viviendas de planta alargada, con suelos empedrados, hogares y pavimentos de barro cocho, de las que ha subsistido la
base de los muros, fabricados con piedra y tierra y delimitados en sus
caras externas por lajas verticales; estos muros son el primer testimonio,
en el ámbito valenciano, de la utilización de la piedra en la construcción
de recintos domésticos. La fase más reciente, que corresponde al
Eneolítico final u Horizonte Campaniforme de Transición (tercer cuarto
del III milenio a.C.), la caracterizan nuevas construcciones pétreas, en
forma igualmente de muros pero de técnica distinta a los de la fase anterior, levantados a dos caras mediante aparejo regular de piedras en seco,
y en forma también de potentes acumulaciones de grandes bloques, con
o sin paramentos divisorios, a modo de amplias plataformas.
Localizadas estas estructuras en uno de los sectores periféricos del poblado, las de tipo mural parecen pertenecer tanto a viviendas como a un sistema de cierre externo, mientras que las de tipo plataforma, desarrolladas extramuros, se interpretan como posibles «diques» con la finalidad
de proteger el espacio habitado en aquellos puntos más amenazados de
inundación por la subida del nivel del marjal, circunstancia que habría
ido dándose paulatinamente en el transcurso del III milenio y que al final
obligaría al abandono del enclave.
La significación de la Ereta del Pedregal, aparte de las estructuras
de piedra reveladas y la secuencia cronocultural que han ayudado a
precisar —una de las pocas con que se cuenta para la etapa del
Neolítico final y el Eneolítico en el marco valenciano—, radica también
en la importante colección de materiales y restos exhumados. Parte de
estos materiales han ido dándose a conocer en diferentes trabajos
temáticos, como es el caso de los ídolos oculados recuperados en las
más viejas campañas de excavación (Ballester, 1946), vueltos a estudiar, junto con otros objetos simbólicos y de adorno (cuentas de collar,
colgantes, brazaletes, etc.), de hueso y otras materias (piedra verde,
pizarra, caliza, conchas marinas y continentales, etc.), y junto con un
no menos rico conjunto de utillaje óseo (mangos, punzones, agujas,
espátulas, cinceles, cucharas, etc.), por Josep Lluís Pascual Benito
(1998). Determinadas piezas metálicas, entre ellas tres hachas planas y
una lezna de cobre, recogidas también en las antiguas exploraciones y
excavaciones, fueron objeto de un primer análisis espectrográfico por
parte de Beatrice M. Blance (1959); posteriormente, José Luis Simón
(1998) ha ofrecido el inventario completo de los hallazgos metálicos de
la Ereta (hachas, punzones de sección cuadrada, escoplos, hojas de
cuchillos o puñales, laminillas, etc.) y nuevos análisis metalográficos.
191
[page-n-193]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Ídolo oculado de la Ereta
del Pedregal (Navarrés).
[Casa Grollo. Placa
de vidrio. SIP 63]
Joan Bernabeu utilizó en su momento muestras de adornos (1979), y
después de cerámicas (1984), para ilustrar los rasgos tipológicos del
Eneolítico valenciano en esos concretos apartados; igual que ha hecho
más recientemente Teresa Orozco (2000) con un importante conjunto
de objetos de piedra pulida (hachas, azuelas, martillos, pequeños cinceles, etc.), analizando también sus características petrológicas y confirmando —y ampliando a la vez— las primeras determinaciones de
procedencia realizadas por María Dolores Gallart y Marcelino Lago
(1988), que apuntaban al cercano Cerro Negro de Quesa como zona
principal de aprovisionamiento. Otros materiales de la Ereta están en
192
[page-n-194]
La Ereta del Pedregal (Navarrés, Valencia)
Utensilios de sílex
de la Ereta del Pedregal
(Navarrés).
[Casa Grollo. Placa de
vidrio. SIP 416]
fase de estudio, caso del utillaje de piedra tallada, básicamente en sílex,
caracterizado por las grandes hojas-cuchillo y una gran cantidad y
variedad de puntas de flecha foliáceas, fabricadas in situ como atestigua la no menor cantidad de esbozos y desechos que las acompañan.
Testimonio de otras actividades llevadas a cabo en el asentamiento son
algunas pesas de telar de cerámica y fusayolas de piedra, además de
molinos de mano, molederas y trituradores también de piedra. A todos
estos testimonios de la cultura material hay que sumar los abundantes
restos óseos de fauna, doméstica y salvaje, analizados por Manuel
Pérez Ripoll (1990).
193
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Página del inventario
de materiales de la Ereta
del Pedregal (Navarrés).
La fauna silvestre documentada (ciervo, corzo, cabra montés,
jabalí, lince, caballo, etc.) ya da una idea del medio natural que rodeaba a la Ereta en el momento de su ocupación, pero los datos más significativos sobre la paleoecología y el paleoambiente de la zona provienen del análisis de sedimentos del propio yacimiento, realizado por
María Pilar Fumanal (1986), y de los análisis de los pólenes que éstos
contienen, llevados a cabo primeramente por Josefa Menéndez Amor
y F. Florschütz (1961), y luego por Michèle Dupré (1988), información
palinológica que ha venido completándose a partir de otros sondeos
practicados en el interior de La Marjal de Navarrés (Carrión y Dupré,
194
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La Ereta del Pedregal (Navarrés, Valencia)
1996). La preocupación por los aspectos paleoambientales y económicos, aunque arrancando de antiguo, sería el objetivo prioritario del
último ciclo de excavaciones iniciado en 1976, representando en ese
momento un pionero programa de estudio interdisciplinar.
En una breve pincelada, la imagen de la Ereta y sus habitantes, tal
como permiten reconstruirla todos estos estudios y análisis, quedaría así
trazada: instalados en un medio lagunar y un entorno natural relativamente virgen, los ocupantes del poblado, a través de una intensificación
continuada de las prácticas de subsistencia (caza, pastoreo, agricultura),
habrían contribuido a la transformación de ese entorno en un periodo
en que parece manifestarse un cambio también progresivo hacia unas
condiciones ambientales de mayor humedad, con la consecuente reactivación hídrica del marjal y la imposibilidad, ya señalada, de permanencia en el espacio de asentamiento.
Desde la publicación de los primeros trabajos, la Ereta del
Pedregal ha constituido una referencia obligada a la hora de entender o
valorar cualquier aspecto del Neolítico final y el Eneolítico del territorio valenciano. Sus colecciones siempre han estado expuestas en el
Museo de Prehistoria, como ejemplo integral de lo que representaría la
cultura material neoeneolítica, al proceder de un lugar de hábitat o contexto doméstico, frente al carácter selectivo de los ajuares recuperados
en las cuevas sepulcrales del mismo periodo.
195
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Corpus Vasorum Hispanorum.
Cerámica del Cerro de San Miguel. Liria
Carmen Aranegui Gascó
Universitat de València
Entre 1907 y 1936 la investigación española tuvo el propósito de
fomentar el contacto internacional siguiendo criterios promovidos por la
Junta de Ampliación de Estudios. En esta línea se inserta el acuerdo del
Museo Arqueológico Nacional y del Institut d’Estudis Catalans con la Unión
Académica Internacional para participar en la elaboración de corpora de
vasos cerámicos antiguos (Corpora Vasorum Antiquorum), griegos e itálicos
principalmente, siguiendo las pautas establecidas en París en 1920, destinados a incluir los hallazgos y colecciones de España en la recopilación académica ilustrada que debía facilitar su difusión universal. La Guerra Civil truncó buena parte de tal apertura hasta el punto de sustituir la catalogación de
las cerámicas pintadas clásicas por las autóctonas, lanzando la serie de los
Corpora Vasorum Hispanorum, con el mismo formato que los anteriores,
poco después de la creación, el 24 de noviembre de 1939, del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas y en consonancia con las inquietudes
del momento, tan proclives a utilizar a los pueblos prerromanos peninsulares como armas arrojadizas. Esta hispanización nunca fue aceptada por la
Unión Académica.
Pero fue en ese marco como la sección de arqueología del Instituto Diego
de Velázquez inauguró el primer encargo de los «vasos hispanos» a Juan
Cabré, editor de las piezas pintadas de Azaila en 1944 (que consideró célticas
adaptándose a los tiempos que corrían, que le hicieron abandonar el término
hispano, conciliador y del gusto de Manuel Gómez Moreno, al que antes
había recurrido), precedido de un prólogo de Blas Taracena. Se ha dicho que
otro de estos encargos, no concluido en su momento, recayó sobre L’Alcúdia
d’Elx, aunque el texto póstumo de Alejandro Ramos (Alicante, 1990) sobre
sus cerámicas ibéricas no alude a ello. De ahí que el segundo volumen de esta
serie, ya en el programa del Instituto Rodrigo Caro, fuera el del Tossal de Sant
Miquel de Llíria (Madrid, 1954), seguido, años después, por el de Numancia
(Madrid, 1963), obra de Federico Wattenberg y último de una serie que
Ricardo Olmos juzga una «utopía de la posguerra» (Olmos 1999: 155-166).
197
[page-n-199]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Tinajilla conocida como
«Vaso de los cabezotas»
procedente del Tossal de
Sant Miquel (Llíria).
[Casa Grollo. Placa de
vidrio. SIP 108]
Fue B. Taracena, como secretario del Instituto de Arte y
Arqueología Diego de Velázquez del CSIC, quien admitió el volumen de
Llíria para su publicación, gracias a los buenos oficios tanto de Isidro
Ballester como de Lluís Pericot y, en términos generales, con la confianza profesional que le inspiraba el Servicio de Investigación Prehistórica
de la Diputación de Valencia a quien fuera director del Museo
Numantino. El corpus de Llíria tiene en consecuencia una primera posibilidad de valoración como testimonio historiográfico de la arqueología
ibérica de mediados del siglo XX, pues la colección en que vio la luz y la
institución que, junto a la Diputación de Valencia, lo hizo posible patrocinaron una obra llamada a ser la primera monografía en gran formato
198
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Corpus Vasorum Hispanorum. Cerámica del Cerro de San Miguel. Liria
dedicada a la cerámica ibérica, tras una etapa de debates en la que, no
sin pasión, se repetía la palabra «problema» en buena parte de los títulos de investigaciones sobre el tema, desde Pere Bosch (1915) hasta
Domingo Fletcher (1960), ya que la filiación, dispersión territorial y cronología de los vasos pintados con temas vegetales y humanos fue objeto
de una polémica tan crispada como la de la identidad o identidades de
las Españas.
Otro punto de vista complementario es el que suscita esta obra desde
la perspectiva valenciana. El SIP supo impulsar a los arqueólogos que trabajaron en sus proyectos un entusiasmo inquebrantable que pasaba por la
entrega personal a las tareas acometidas y la ambición del trabajo bien
hecho, hasta el punto de poderse afirmar que esos factores han sido los que
han consolidado su perduración hasta la actualidad. Es bien cierto que el
Servicio y su Museo se vieron recompensados por la extraordinaria riqueza
de algunos yacimientos objeto de excavación, base de sus fondos arqueológicos, y, entre todos, el que probablemente fue más generoso en un momento, por otra parte, crucial, fue el Tossal de Sant Miquel debido a las cerámicas que dieron lugar al corpus, pero, como explicó L. Pericot en el prólogo,
la institución atravesó también momentos administrativamente muy difíciles. En 1932 I. Ballester fue cesado temporalmente en su puesto de director
y el SIP tuvo una reducción presupuestaria tan grande que desistió de la
habitual campaña de excavaciones en la Bastida de les Alcusses (Moixent)
para dirigir sus pasos hacia Llíria, localidad que permitía el desplazamiento diario de los arqueólogos, simplificando la intendencia de la excavación.
Entre 1934 y 1936 y desde 1940 a 1949 se realizaron las excavaciones
cuyas cerámicas se describen en el corpus. A su documentación, bajo múltiples aspectos, contribuyó no sólo el grupo de miembros del SIP sino también, entre otros benefactores, Domingo Uriel, que había descubierto algunas cerámicas decoradas del yacimiento antes de la excavación, Francisco
Porcar, que conservaba entonces en su finca de Llíria el mosaico de los «trabajos de Hércules», y Pío Beltrán, atento a las inscripciones ibéricas, todo
lo cual redundó en que el texto, con sus ilustraciones, estuviera concluido
en 1951, con la única sombra del fallecimiento en 1950 de I. Ballester, que
no pudo ver el éxito de unos resultados científicos por los que tanto había
luchado plasmados en una obra que unió a la Diputación de Valencia con
el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, caso único en aquellos
tiempos. Los nombres de D. Fletcher, Enrique Pla, Francisco Jordá y José
Alcácer, precedidos del acertado prólogo de L. Pericot y con el plano de
Mariano Jornet, quedarán siempre como primer ejemplo del trabajo en
equipo en la arqueología ibérica, con una segunda edición, igualmente
sobresaliente, en las publicaciones de Bastida (Fletcher, Pla y Alcácer, 1965
y 1969) a las que se sumaron puntualmente especialistas extranjeros (Nino
Lamboglia, Erich Kukahn…), que consagraron internacionalmente la eficacia y el nivel de una manera de trabajar propia del SIP.
199
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Portada del Corpus
Vasorum Hispanorum.
Cerámica del Cerro de San
Miguel de Liria, ilustración
y planchas para su
edición. 1954.
El corpus de Llíria es también un exponente de la metodología más
moderna de su tiempo, es decir, del tratamiento de las piezas según su
materialidad, con sus medidas, la descripción de sus formas y de sus pinturas, con el propósito de crear un léxico y unas nomenclaturas lo más
objetivos posible en la óptica del positivismo, lo cual fue, en su momento,
un modelo a seguir. La consideración del contexto de los departamentos
donde ocurrieron los hallazgos, la atención a su restauración, calco (aquí
participó en ocasiones F. Porcar), dibujo, tipología y fotografía, consiguen
dar a conocer un conjunto de enorme singularidad que se mantuvo como
un ejemplo durante más de treinta años. Todavía los cuadros y las tablas
de motivos dibujados por J. Alcácer se copian y reproducen en algunos
estudios más recientes, como los de Elena María Maestro (1975) o Miguel
Ángel Elvira (1979), entre los que me incluyo (Aranegui 1974: 31-53), y
si la lectura de las decoraciones complejas de Llíria ha podido alcanzar
nuevos horizontes, ha sido porque el Corpus Vasorum Hispanorum de
1954 ha facilitado el acceso a un repertorio único e inagotable, tanto
desde el punto de vista iconográfico propiamente dicho, como epigráfico
ya que casi un centenar de vasos presenta letreros en ibérico añadidos a la
decoración, estando alguno de ellos, concretamente el de la «batalla
naval» reproducida en la figura 42 del corpus y en su inscripción XII, en
la base de la propuesta vasco-iberista para el desciframiento de una lengua que no ha encontrado por esta vía solución a su traducción.
La datación de las importaciones, la comprensión de los yacimientos a
la luz de la historia política de la Antigüedad —la batalla de Lauro como
argumento para el abandono de Edeta— y la de las propias cerámicas con
200
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Corpus Vasorum Hispanorum. Cerámica del Cerro de San Miguel. Liria
decoración compleja han cambiado en los años transcurridos, como es lógico. Sin embargo, desde la reflexión sobre la cultura ibérica que muchos nos
hacemos hoy, aquello que el tiempo transcurrido desde su primera publicación ha ido haciendo más y más visible es el déficit en la interpretación de la
temática en el corpus. En los años 1950 se fue instaurando una división
modernizadora entre arte, arqueología e historia antigua que dio lugar a que
la arqueología ibérica adoptara la consideración de artefacto o pieza de cultura material para muchos de sus elementos, obviando su tratamiento en
tanto que imágenes de la sociedad que los hizo. En el corpus las cerámicas se
ordenan por clases (prehistórica, arcaizante, importada e ibérica) y, a continuación, por tipos, de modo que las decoraciones no constituyen más que un
atributo de la forma, pese a su vistosidad y a que en la publicación haya más
ilustraciones de frisos con escenificaciones que perfiles de vasijas. Los autores
describen los motivos (con una terminología ajena a la de la historia del arte
clásico) y las figuraciones, pero se mantienen al margen de su interpretación,
con un cierto distanciamiento respecto a «mirar más allá» de lo que estrictamente «se ve», en coherencia con las reglas del positivismo estricto.
De este modo se relega a un segundo término una polémica entonces vigente sobre los protagonistas de determinadas escenas guerreras:
romanos, según Antonio García y Bellido, o iberos; y, sobre todo, se deja
de lado la cuestión de si son relatos de acontecimientos históricos o
representaciones idealizadas de efemérides locales, obviándose la razón
de ser de unos vasos que hoy tratamos como piezas de encargo de uso
restringido (Aranegui, Mata y Pérez Ballester, 1997) pero que entonces
suscitaron en el SIP tan sólo cuestiones de cronología y, sobre todo por
parte de I. Ballester, de filiación cultural.
Montaje de una de las
figuras del Corpus con
dibujos de José Alcácer.
201
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
«Vaso de los Guerreros»
del Tossal de Sant Miquel
(Llíria).
[Casa Grollo. Placa
de vidrio. SIP 18]
Para la datación, el corpus de Llíria opera con una asociación de
presencias y ausencias de cerámicas importadas y, en su caso, monedas,
para establecer un orden cronológico que, o bien se inclina a los siglos
V y IV a.C. cuando se presentan productos áticos, o bien se sitúa entre
los siglos III y I a.C. cuando aparecen cerámicas campanienses y lucernas
romano-republicanas. Estaba todavía lejos la aplicación de técnicas
estratigráficas al trabajo de campo, tal como las entendemos hoy. Las
habitaciones de los poblados ibéricos se vaciaban a pico y pala observando atentamente las capas de tierra y, en el caso de las excavaciones
del SIP, haciendo anotaciones en diarios de excavaciones que constituyen un archivo documental de primer orden (Bonet, 1995). Tras la experiencia de la Bastida de les Alcusses, los hallazgos de Llíria mostraron
una fase más reciente en la que se presentan las decoraciones complejas,
recompensa de los esfuerzos de los arqueólogos y orgullo de los edetanos que las vieron primero salir de la tierra y luego ser reconocidas en
una obra que, entonces y ahora, es digna de elogio.
202
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Arqueología
en blanco y negro
Catálogo
[page-n-205]
Se presenta una selección de imágenes del Archivo Fotográfico del SIP siguiendo tres unidades
temáticas: yacimientos arqueológicos ordenados según la fecha de su excavación o de llegada de los
materiales al Museo; el Museo y sus servicios; y, finalmente, una miscelánea compuesta de imágenes
singulares, excursiones y homenajes.
[page-n-206]
Catálogo
1. Vista general de la excavación en la Bastida de les Alcusses (Moixent). 1928.
[Casa Grollo. Placa de vidrio. SIP 561]
205
[page-n-207]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
2. Vista general de obreros trabajando en los departamentos de la Bastida de les Alcusses (Moixent). En pri-
mer término aparece el dept. 193. 1931.
[Casa Grollo. Placa de vidrio. SIP 564]
206
[page-n-208]
Catálogo
3. Detalle de la excavación del departamento 42 de la Bastida de les Alcusses (Moixent). En segundo plano
aparece Mariano Jornet acompañado de un grupo de obreros. 1928.
[Isidro Ballester. Placa de vidrio. SIP 986]
207
[page-n-209]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
4.
Detalle de excavación del departamento 48 de la Bastida de les Alcusses (Moixent). Junto al molino de gran
tamaño apareció el famoso plomo de la Bastida. En primer plano hay un conjunto de veinte pesas de telar. 1928.
[Isidro Ballester. Placa de vidrio. SIP 1.144]
208
[page-n-210]
Catálogo
5. Detalle de excavación de la Bastida de les Alcusses (Moixent). Dos obreros posan junto a un gran molino
en uno de los departamentos. 1928.
[Casa Grollo. Placa de vidrio. SIP 1.866]
209
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
6. Obrero posando junto a una base circular de piedras para molino en la Bastida de les Alcusses (Moixent).
1928.
[Casa Grollo. Placa de vidrio. SIP 1.867]
210
[page-n-212]
Catálogo
7. Detalle de excavación en la Bastida de les Alcusses (Moixent) con Isidro Ballester supervisando los trabajos,
en el centro de la imagen y con chaqueta blanca. A su izquierda se encuentran Emili Gómez Nadal y Manuel
Navarrete. Mariano Jornet se sitúa tras ellos apoyado en un bastón. 1928.
[Papel. SIP D/5.705]
211
[page-n-213]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
8. Detalle de excavación en la Bastida de les Alcusses (Moixent) con Mariano Jornet en el centro de la imagen
realizando trabajos de medición. 1928.
[Placa de vidrio. SIP 17]
212
[page-n-214]
Catálogo
9. Grupo de trabajadores de la Bastida de les Alcusses (Moixent) posando al fondo de la imagen. A la izquierda
del grupo aparece destacado Mariano Jornet. Hacia 1929.
[Placa de vidrio. SIP 2.521]
213
[page-n-215]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
10. Trabajos de poda y recogida de leña en las proximidades de la Bastida de les Alcusses (Moixent).
Hacia 1929.
[Casa Grollo. Placa de vidrio. SIP 2.024]
214
[page-n-216]
Catálogo
11. Grupo de trabajadores de Atzeneta d’Albaida en la Bastida de les Alcusses (Moixent). Sentados y de
izquierda a derecha se reconocen a José Espí (José de Calaix), Joaquín Quilis (Joaquinet del Piu), Isidoro
Montaner, José Espí (el Sequier), Antonio Ferri (Toni Boix), Vicente Domingo (Mingo Carmeleta) y José
Guerrero (Pepe Cocullo). De pie en primer lugar el tio Bossero, Hermenegildo Soler el tercero, José Nácher
el séptimo, Bautista Nácher el octavo y Rosendo Micó el noveno. Hacia 1931.
[Pasta. SIP 3.527]
215
[page-n-217]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
12. Grupo familiar de masoveros posando junto a la Casa de Palmi, uno de los alojamientos de los arqueólogos
(Les Alcusses, Moixent). 1928-1931.
[Placa de vidrio. SIP 2.828]
216
[page-n-218]
Catálogo
13. Grupo familiar de masoveros posando a la entrada de la Casa de Palmi (Les Alcusses, Moixent). 1928-1931.
[Casa Grollo. Placa de vidrio. SIP 2.845]
217
[page-n-219]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
14. Grupo de obreros realizando trabajos de limpieza en la entrada de la Cova del Parpalló (Gandia). De pie,
en el centro de la imagen, aparece Salvador Espí. 1929.
[Lluís Pericot. Placa de vidrio. SIP 758]
218
[page-n-220]
Catálogo
15. Barbero afeitando a Salvador Espí en el interior de la Cova del Parpalló (Gandia). 1929.
[Lluís Pericot. Papel. Archivo Fullola-Pericot]
219
[page-n-221]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
16. Vista del interior de la Cova del Parpalló (Gandia) con Rafael Mompó indicando con una rama el punto 0
de la excavación, un pastor y su perro. 1929.
[Lluís Pericot. Placa de vidrio. SIP 2.617]
220
[page-n-222]
Catálogo
17. Grupo de personas posando en la Font del Garrofer (Gandia). 1929.
[Placa de vidrio. SIP 2.969]
221
[page-n-223]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
18. Obreros descansando cerca de la Cova del Parpalló (Gandia). 1929.
[Placa de vidrio. SIP 2.620]
222
[page-n-224]
Catálogo
19. Vista de la entrada de la Cova del Parpalló (Gandia) con obreros trabajando en la
criba. 1929.
[Lluís Pericot. Placa de vidrio. SIP 2.637]
223
[page-n-225]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
20. Grupo de obreros de Atzeneta d’Albaida en la Cova del Parpalló (Gandia). Arriba a la izquierda se encuen-
tra Salvador Espí, en el centro de la imagen Rafael Mompó, fumando, a su izquierda José Guerrero, y en
primer término, sentados a la derecha, Tomás Molina, con gorra, y Andrés Altabert, con sombrero. 1930.
[Lluís Pericot. Placa de vidrio. SIP 786]
224
[page-n-226]
Catálogo
21. Vista del exterior desde la entrada de la Cova del Parpalló (Gandia). Los obreros realizan trabajos en la criba.
1930.
[Lluís Pericot. Placa de vidrio. SIP 2.926]
225
[page-n-227]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
22. Lluís Pericot a la entrada de la Cova del Parpalló (Gandia). 1930.
[Papel. SIP 16.356]
226
[page-n-228]
Catálogo
23. Lluís Pericot sentado a la entrada de la Cova del Parpalló (Gandia). 1930.
[Papel. SIP 16.357]
227
[page-n-229]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
24. Obreros extraen tierra del interior de una galería de la Cova del Parpalló (Gandia),
mientras el barbero afeita a uno de ellos. 1930.
[Lluís Pericot. Placa de vidrio. SIP 2.870]
228
[page-n-230]
Catálogo
25. Cova del Parpalló (Gandia). Corte frontal del talud tras excavar las capas con
industrias del Magdaleniense reciente y parte del Magdaleniense antiguo. 1931.
[Lluís Pericot. Placa de vidrio. SIP 790]
229
[page-n-231]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
26. Cova del Parpalló (Gandia). Corte frontal del talud tras la excavación de las 11
capas iniciales. 1931.
[Lluís Pericot. Placa de vidrio. SIP 792]
230
[page-n-232]
Catálogo
27. Cova del Parpalló (Gandia). Corte frontal del talud durante la excavación de las
capas 18 a 20. Al marcar el contorno de las capas de excavación sobre el corte
puede apreciarse su claro buzamiento y grosor desigual. 1931.
[Lluís Pericot. Placa de vidrio. SIP 791]
231
[page-n-233]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
28. Cova del Parpalló (Gandia). Corte frontal del talud durante la excavación de
las capas 20 a 23. 1931.
[Lluís Pericot. Placa de vidrio. SIP 789]
232
[page-n-234]
Catálogo
29. Rafael Mompó, cocinero de la excavación, preparando una paella en las proximidades
de la Cova del Parpalló (Gandia). 1931.
[Lluís Pericot. Placa de vidrio. SIP 2.381]
233
[page-n-235]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
30. Vista de La Drova (Barx) con un obrero sentado en primer término. 1929-1931.
[Lluís Pericot. Placa de vidrio. SIP 2.979]
234
[page-n-236]
Catálogo
31. Mujeres cocinando cerca de la Cova del Parpalló (Gandia). A la derecha aparece
Obdulia Castillo, propietaria de la casa de La Drova (Barx) donde se alojan los
arqueólogos. 1929-1931.
[Papel. SIP 16.355]
235
[page-n-237]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
32. Primer plano de una mujer en las proximidades de la Cova del Parpalló (Gandia).
La imagen presenta ciertas veladuras seguramente debidas a un movimiento de la
modelo durante el tiempo de exposición. Hacia 1931.
[Placa de vidrio. SIP 3.025]
236
[page-n-238]
Catálogo
33. Vista de la entrada de la Cova Negra (Xàtiva) con dos obreros en un lateral de
la imagen. 1928.
[Placa de vidrio. SIP 3.030]
237
[page-n-239]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
34. Vista de la Cova Negra (Xàtiva) con un grupo de seis personas. Hacia 1931.
[Placa de vidrio. SIP 3.019]
238
[page-n-240]
Catálogo
35 Grupo de niños y adultos, posible visita escolar, posando en la entrada de la Cova
Negra (Xàtiva). Hacia 1931.
[Placa de vidrio. SIP 3.026]
239
[page-n-241]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
36-37 Excavación en el Tossal de Sant Miquel (Llíria) bajo la dirección
de Lluís Pericot. Visita al yacimiento el domingo 19 de agosto
de 1934. En la fotografía 36 aparece a la izquierda, de pie,
Francisco Porcar.
[Papel. SIP 17.227] [Papel. SIP 17.228]
240
[page-n-242]
Catálogo
38-39 Excavación en el Tossal de Sant Miquel (Llíria) bajo la dirección
de Lluís Pericot. Visita al yacimiento el domingo 19 de agosto de
1934.
[Papel. SIP D/5.706] [Papel. SIP D/5.707]
241
[page-n-243]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
40-41 Excavación en el Tossal de Sant Miquel (Llíria) bajo la dirección
de Lluís Pericot. Visita al yacimiento el domingo 19 de agosto
de 1934. En la imagen 40, el tercero desde la izquierda es
Francisco Porcar.
[Papel. SIP D/5.708] [Papel. SIP D/5.709]
242
[page-n-244]
Catálogo
42-43 Excavación en el Tossal de Sant Miquel (Llíria) bajo la dirección
de Lluís Pericot. Visita al yacimiento el domingo 19 de agosto
de 1934.
[Papel. SIP D/5.710] [Papel. SIP D/5.711]
243
[page-n-245]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
44. Detalle de excavación en el Tossal de Sant Miquel (Llíria). Se observa material in
situ de uno de los departamentos y capazos llenos de material cerámico. Hacia
1936.
[Casa Grollo. Placa de vidrio. SIP 2.586]
244
[page-n-246]
Catálogo
45. Vista general de la excavación en la ladera del Tossal de Sant Miquel (Llíria).
Hacia 1936.
[Placa de vidrio. SIP 254]
245
[page-n-247]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
46. Vista general de los trabajos de excavación en el sector I del Tossal de Sant Miquel (Llíria). En primer
término se encuentra el departamento 35. 1936.
[Placa de vidrio. SIP 255]
246
[page-n-248]
Catálogo
47. Detalle de la excavación del Departamento 32 en el Tossal de Sant Miquel (Llíria). 1936.
[Placa de vidrio. SIP 345]
247
[page-n-249]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
48. Vista de la ladera del Tossal de Sant Miquel (Llíria). Domingo Fletcher subido sobre una línea de piedras,
posible muralla. Hacia 1936.
[Lluís Pericot. Placa de vidrio. SIP 1.319]
248
[page-n-250]
Catálogo
49. Domingo Fletcher, Salvador Espí y José María Montañana en la ladera del Tossal de Sant Miquel (Llíria). Hacia
1950.
[Negativo B/N. SIP 1.190]
249
[page-n-251]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
50. Detalle de la excavación de la Cueva de la Cocina (Dos Aguas). Aparece un
trabajador junto al corte estratigráfico. Hacia 1942.
[Placa de vidrio. SIP 529]
250
[page-n-252]
Catálogo
51. Vista del campamento de la excavación en la Cueva de la Cocina (Dos Aguas)
situado en la era de Casa de Valle. De izquierda a derecha aparecen Enrique Pla,
Salvador Espí, José Alcácer y uno de los obreros. Hacia 1942.
[Placa de vidrio. SIP 531]
251
[page-n-253]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
52. Vista general del campamento de la excavación en la Cueva de la Cocina (Dos Aguas) situado en la era de
Casa de Valle. Hacia 1942.
[Placa de vidrio. SIP 532]
252
[page-n-254]
Catálogo
53. Grupo familiar frente a la Casa de Valle (Cueva de la Cocina, Dos Aguas). 1942-1943.
[Placa de vidrio. SIP 2.748]
253
[page-n-255]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
54. Detalle de excavación de la Cueva de la Cocina (Dos Aguas). E. Pla Ballester posa junto a una gran losa que
asoma en la cata. 1943.
[Placa de vidrio. SIP 2.715]
254
[page-n-256]
Catálogo
55. Detalle de excavación de la Cueva de la Cocina (Dos Aguas) con una persona sin identificar al fondo. 1943.
[Placa de vidrio. SIP 2.725]
255
[page-n-257]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
56. Vista del campamento de la Cueva de la Cocina (Dos Aguas) instalado junto a la era de Casa de Valle. 1943.
[Placa de vidrio. SIP 2.736]
256
[page-n-258]
Catálogo
57. José Alcácer indicando la posición de las pinturas rupestres del interior de la Cueva de la Cocina (Dos Aguas).
1943.
[Placa de vidrio. SIP 2.749]
257
[page-n-259]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
58. Mujeres preparando la comida en la excavación de la Cueva de la Cocina (Dos Aguas). 1941-1945.
[Placa de vidrio. SIP 2.514]
258
[page-n-260]
Catálogo
59. Interior de la Cueva de la Cocina (Dos Aguas) acondicionado como lugar de descanso. 1945.
[Papel. SIP D/5.712]
259
[page-n-261]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
60. Celebración de una comida en el interior de la Cueva de la Cocina (Dos Aguas).
1945.
[Papel. SIP D/5.713]
260
[page-n-262]
Catálogo
61. Francisco Jordá y Enrique Pla, sentado en un camastro, en el interior de la Cueva
de la Cocina (Dos Aguas). 1945.
[Papel. SIP D/5.714]
261
[page-n-263]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
62. Francisco Jordá y José Alcácer revisan unos dibujos durante los trabajos de calco en Dos Aguas. 1951.
[Negativo B/N. SIP 1.072]
262
[page-n-264]
Catálogo
63. José Alcácer revisa unos documentos junto a uno de los obreros durante los trabajos de calco de la pinturas
rupestres de Dos Aguas. 1951.
[Negativo B/N. SIP 1.073]
263
[page-n-265]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
64. Grupo de trabajo en la Ereta del Pedregal (Navarrés). De pie, de izquierda a derecha se encuentran Salvador
Espí, Enrique Pla y José Chocomeli. 1942.
[Pasta. SIP 1.136]
264
[page-n-266]
Catálogo
65 Vista general de la excavación de la Ereta del Pedregal (Navarrés). 1942.
[José Chocomeli. Pasta. SIP 1.142]
265
[page-n-267]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
66. Detalle de la excavación de la Ereta del Pedregal (Navarrés) con Isidro Ballester sentado a la derecha de la
imagen. Hacia 1944.
[Placa de vidrio. SIP 509]
266
[page-n-268]
Catálogo
67. Panorámica general de la excavación de la Ereta del Pedregal (Navarrés). Hacia 1944.
[Placa de vidrio. SIP 974]
267
[page-n-269]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
68. Detalle de la excavación de la Ereta del Pedregal (Navarrés). Hacia 1944.
[Placa de vidrio. SIP 977]
268
[page-n-270]
Catálogo
69. Grupo de obreros en la Ereta del Pedregal (Navarrés). Destacado en primer término se encuentra José María
Montañana. Hacia 1944.
[Placa de vidrio. SIP 978]
269
[page-n-271]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
70. Puerta oriental del yacimiento de Covalta (Albaida). En primer término aparece un muro recien excavado
(Albaida). 1919.
[Placa de vidrio. SIP 2.261]
270
[page-n-272]
Catálogo
71. Camino de acceso a la puerta oriental del yacimiento de Covalta (Albaida). 1919.
[Isidro Ballester. Placa de vidrio. SIP 3.146]
271
[page-n-273]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
72 Vista del yacimiento del Altet de Fontanars (L’Alcúdia de Crespins). Montaje realizado a partir de dos
placas de vidrio tal como se publicó en el primer número de Treballs Solts del SIP. Hacia 1912.
[Isidro Ballester. Placas de vidrio. SIP 3131-3132]
272
[page-n-274]
Catálogo
73. Mariano Jornet sentado junto a la entrada de la covacha sepulcral del Vedat (Torrent). 1931.
[Placa de vidrio. SIP 2.101]
273
[page-n-275]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
74. Detalle de la intervención en la covacha sepulcral del Vedat (Torrent). Al fondo de la imagen se distingue
un cráneo humano. 1931.
[Placa de vidrio. SIP 2.534]
274
[page-n-276]
Catálogo
75. Grupo de personas posando a la entrada de la covacha sepulcral del Vedat (Torrent). Mariano Jornet y Lluís
Pericot aparecen en el centro de la imagen. 1931.
[Papel. SIP D/5.720]
275
[page-n-277]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
76. Vista de la excavación en la Muntanyeta de Cabrera del Vedat (Torrent). 1931.
[Placa de vidrio. SIP 620]
276
[page-n-278]
Catálogo
77. Detalle de un muro en la excavación de la Muntanyeta de Cabrera del Vedat (Torrent). 1931.
[Placa de vidrio. SIP 2.102]
277
[page-n-279]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
78. Detalle de la torre de Cova Foradà (Llíria). Sobre ella se encuentra Juan José Senent y a un lado Salvador Espí.
1932.
[Pasta. SIP 2.827]
278
[page-n-280]
Catálogo
79. Ubicación del enterramiento, posiblemente eneolítico, descubierto por José Chocomeli en uno de los
abrigos de Mola Remigia (Ares del Maestrat, Castelló). 1935.
[Papel. SIP D/5.729]
279
[page-n-281]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
80. Restos de muros y una persona dentro de un foso en el Castellet del Porquet (L’Olleria). Hacia 1937.
[Placa de vidrio. SIP 2.052]
280
[page-n-282]
Catálogo
81. Detalle de los restos de un muro del Castellet del Porquet (L’Olleria). Salvador Espí es el primero de la
izquierda. El adolescente del centro de la imagen es Enrique Pla. 1937.
[Isidro Ballester. Placa de vidrio. SIP 3.128]
281
[page-n-283]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
82. Grupo de seis obreros posando en el yacimiento de La Atalayuela (Losa del
Obispo). 1946.
[José Alcácer. Pasta. SIP 3.322]
282
[page-n-284]
Catálogo
83. Grupo de obreros con Salvador Espí en primer término en el Puntal de Cambra (Villar del Arzobispo). 1948.
[José Alcácer. Pasta. SIP 1.819]
283
[page-n-285]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
84. Lluís Pericot a la entrada de la Cova de les Rates Penades (Ròtova). 1951.
[Pasta. SIP 1.010]
284
[page-n-286]
Catálogo
85. Vista de trabajos arqueológicos en el exterior de la Cova de les Meravelles (Gandia). 1953.
[Negativo B/N. SIP 1.280]
285
[page-n-287]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
86. Obreros trabajando a la entrada de la Cova de l’Or (Beniarrés, Alacant). 1955.
[Negativo B/N. SIP 1.966]
286
[page-n-288]
Catálogo
87. Grupo de obreros posando a la entrada de la Cova de l’Or (Beniarrés, Alacant). Salvador Espí es el
primero por la izquierda. 1955.
[Negativo B/N. SIP 1.973]
287
[page-n-289]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
88. Grupo familiar junto a la entrada de su casa (Bejís, Castelló). En una de las
jambas de la entrada se conserva una inscripción romana. Años 50.
[Pasta. SIP 1.815]
288
[page-n-290]
Catálogo
89. Inscripción romana. Años 50.
[Negativo B/N. SIP 1.614]
289
[page-n-291]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
90. Instalaciones del Museu de Prehistòria en la Sala Daurada del Palau de la Generalitat. 1946.
[Pasta. Arxiu Diputació València. ADPV (n.1.033)]
290
[page-n-292]
Catálogo
91. Trabajos de restauración en el Laboratorio del Museu de Prehistòria. Salvador Espí aparece sentado y José
María Montañana de pie junto a un banco. Años 40.
[Papel. D/5.721]
291
[page-n-293]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
92. Detalle de los trabajos de restauración en el Laboratorio del Museu de Prehistòria a cargo de Salvador Espí.
Años 40.
[Papel. D/5.722]
292
[page-n-294]
Catálogo
93. Visita al Museu de Prehistòria de destacados investigadores europeos. Lluís Pericot explica las Salas a
John D’A Waechter, Dorothy Garrod, Germaine Henri-Martín y Suzanne de Saint Mathurin. Salvador
Espí aparece a la izquierda de Pericot. 1951.
[Negativo B/N. SIP 3.800]
293
[page-n-295]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
94. Instalaciones del Museu de Prehistòria en el Palau de la Batlia. Vitrina con materiales de la Edad del
Bronce. Hacia 1955.
[Casa Grollo. Pasta. SIP 3.197]
294
[page-n-296]
Catálogo
95. Instalaciones del Museu de Prehistòria en el Palau de la Batlia. Sala con materiales paleolíticos. En las
paredes del fondo aparecen reproducciones de arte rupestre levantino. Hacia 1955.
[Casa Grollo. Pasta. SIP 3.198]
295
[page-n-297]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
96. Instalaciones del Museu de Prehistòria en el Palau de la Batlia. Vitrinas con materiales ibéricos. Hacia 1955.
[Casa Grollo. Pasta. SIP 3.199]
296
[page-n-298]
Catálogo
97. Instalaciones del Museu de Prehistòria en el Palau de la Batlia. Vitrinas con materiales ibéricos. Hacia 1955.
[Casa Grollo. Pasta. SIP 3.200]
297
[page-n-299]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
98. Instalaciones del Museu de Prehistòria en el Palau de la Batlia. Vista de una de las salas con materiales
fenicio-púnicos. Hacia 1955.
[Casa Grollo. Pasta. SIP 3.201]
298
[page-n-300]
Catálogo
99. Vista de la entrada del Museu de Prehistòria en el Palau de la Batlia. Hacia 1955.
[Casa Grollo. Negativo B/N. SIP 4400]
299
[page-n-301]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
100 Retrato de Juan Vilanova y Piera. Hacia 1850.
. [Daguerrotipo. SIP D/3.285]
300
[page-n-302]
Catálogo
101. Visita al yacimiento de Empúries (Girona) durante el IV Congreso Internacional de Arqueología celebrado
en Barcelona. Zona de la Torre Atalaia en la Neápolis. Apoyado en un muro y con gabardina, Juan Cabré,
a su lado Emilio Gandía y, con gafas oscuras, Isidro Ballester. Tras el muro y junto a ellos, aparecen de derecha a izquierda: Fernando Ponsell, Lluís Pericot y Pere Bosch Gimpera. El cuarto desde la parte superior
izquierda de la imagen es Gonzalo Viñes, a su lado aparece Manuel de Navarrete y delante de ellos Nicolau
Primitiu Gómez y María Encarnación Cabré, vestida de blanco. 1929.
[Papel. SIP D/5.731]
301
[page-n-303]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
102 Visita al yacimiento de Empúries (Girona) durante el IV Congreso Internacional de Arqueología de
. Barcelona. Comida celebrada en el Hotel Empúries. De pie a la izquierda de la imagen se encuentra Emilio
Gandía, al que abraza Isidro Ballester. Junto a ellos y sentados hacia el fondo, aparecen Gonzalo Viñes, Juan
José Senent, Nicolau Primitiu Gómez y Manuel de Navarrete. Al otro lado de la mesa, el tercero es Fernando
Ponsell. 1929.
[Papel. SIP D/5.732]
302
[page-n-304]
Catálogo
103. Visita a La Monravana (Llíria). De derecha a izquierda aparecen Manuel de Navarrete, Pío Beltrán
Villagrasa, Manuel Vidal y Adolf Schulten. 1932.
[Papel. SIP D/5.718]
303
[page-n-305]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
104. Visita al yacimiento del Puig (Sagunt). De izquierda a derecha aparecen Isidro Ballester, Manuel González
Simancas, Nicolau Primitiu Gómez, Pío Beltran Villagrasa y Manuel de Navarrete. 1933.
[Papel. SIP D/5.717]
304
[page-n-306]
Catálogo
105. Visita del Centro de Cultura Valenciana a la casa de Francisco Porcar (Llíria). De izquierda a derecha se
encuentran Pío Beltrán Villagrasa, Francisco Porcar, Manuel Vidal, Salvador Espí, persona desconocida,
Juan José Senent, Manuel de Navarrete, Rafael Martínez y Adolf Schulten. 1933.
[Papel. SIP D/5.715]
305
[page-n-307]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
106. Visita al yacimiento del Bancal de la Corona (Penàguila, Alacant). De izquierda a
derecha Camil Visedo, Fernando Ponsell, Vicente Pascual e Isidro Ballester. 1944.
[Papel. SIP D/5.730]
306
[page-n-308]
Catálogo
107. Domingo Fletcher y Enrique Pla en el puerto de Gandia. 1951.
[Papel. SIP D/5.719]
307
[page-n-309]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
108. Comida en un restaurante durante una visita a la Cova de les Malladetes (Barx). En primer término apa-
rece la investigadora Dorothy Garrod, a su izquierda se sitúan Luis Aveleyra, John D’A Waechter y
Germaine Henri-Martín. Lluís Pericot se encuentra sentado al otro extremo de la mesa y a su izquierda,
Suzanne de Saint Mathurin y Enrique Pla con un brazalete negro en señal de luto por la muerte de su tío
Isidro Ballester. 1951.
[Negativo B/N. SIP 3.791]
308
[page-n-310]
Catálogo
109. Excursión del Centro Arqueológico Saguntino a La Torre (Benavites). De izquierda a derecha: Miguel Vera
y Encarnación Adelantado. 1951-1952.
[Negativo B/N. SIP 1.620]
309
[page-n-311]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
110. Homenaje a Lluís Pericot en La Drova (Barx). Momento en el que se descubre la placa de la avenida con
su nombre. 1953.
[Negativo B/N. SIP 1.029]
310
[page-n-312]
Catálogo
111. Instantánea del homenaje a Lluís Pericot en La Drova (Barx) situado a espaldas de Domingo Fletcher. Entre las
personas del fondo se distingue de derecha a izquierda a Sancho, Rafael Fambuena, José Alcácer y Salvador
Espí. 1953.
[Negativo B/N. SIP 1.033]
311
[page-n-313]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
112. Vista general de la plaza de La Drova (Barx) donde se desarrolla el homenaje a Lluís Pericot. 1953.
[Negativo B/N. SIP 1.036]
312
[page-n-314]
Catálogo
113. Discurso de Lluís Pericot durante el homenaje que recibió en La Drova (Barx).
1953.
[Negativo B/N. SIP 1.038]
313
[page-n-315]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
114. Despachos del SIP. En primer plano a la derecha se encuentra Rafael Fambuena. Al fondo, sentados en la
misma mesa, Francisco Jordá y Domingo Fletcher, y de espaldas, Enrique Pla. Hacia 1955.
[José María Penalba. Papel. SIP D/5.736]
314
[page-n-316]
Catálogo
115. Visita al Museu de Prehistòria del Grupo Cultural de Empleados del Banco de Bilbao («Bancobao») en
Valencia. En el centro de la imagen, Domingo Fletcher explica una de las salas junto a la réplica de la Dama
d’Elx. 1958.
[Papel. SIP D/5.735]
315
[page-n-317]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
116. «Dama de Elche viviente» (Victoria García) elegida por el Patronato Histórico Artístico Cultural de Elche.
1950.
[Casa Monferval. Papel. SIP D/5745]
316
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VOLVER
LA MIRADA.
LAS
PERSONAS DE LA INSTITUCIÓN
El trabajo del SIP en la primera mitad del siglo xx contribuyó a impulsar la arqueología valenciana. Quienes
fundaron y formaron la institución, perceptibles hoy tras el museo y los objetos que lo forman, convirtieron
la historia del servicio en parte de sus vidas, al igual que éstas protagonizan también cuanto aquí se narra.
Hoy volvemos la mirada hacia aquellas personas que imaginaron realidad sus ilusiones. Que estas páginas...
sirvan de homenaje a su labor.
[page-n-332]
Ballester Tormo, Isidro
Pericot Garcia, Lluís
Fletcher Valls, Domingo
Pla Ballester, Enrique
(Nerpio, Albacete, 1876 - Valencia, 1950)
Fundador y director del SIP de la Diputación
de Valencia y su Museo de Prehistoria, de 1927 a 1950.
(Valencia, 1912 - 1995)
Agregado del SIP desde 1931, director del SIP
entre 1950 y 1982.
(Girona, 1899 - Barcelona, 1978)
Subdirector del SIP entre 1928 y 1950.
(Ontinyent, 1922 - Valencia, 1988)
Agregado del SIP en 1940, subdirector del Servicio
entre 1950 y 1982, y director entre 1982 y 1987.
331
[page-n-333]
Jornet Perales, Mariano
Viñes Masip, Gonzalo
Ponsell Cortés, Fernando
Gómez Nadal, Emili
Espí Martí, Salvador
Vidal y López, Manuel
Jiménez Navarro, Ernesto
San Valero Aparisi, Julián
Chaume Aguilar, Josefa
(Bélgida, 1869 - 1953)
Colaborador del SIP desde
1928.
(Valencia, 1907 - Valence
d’Agen, Francia, 1994)
Agregado del SIP en 1930.
(Buñol, 1911 - 1968)
Agregado del SIP en 1931 y
colaborador en 1932
332
(Xàtiva, 1883 - Vallés, Xàtiva
1936)
Colaborador del SIP desde
1928.
(Atzeneta d’Albaida, 1891 Aielo de Malferit, 1965)
Restaurador y capataz de excavaciones del SIP desde 1929.
(Valencia, 1913 - 1998)
Agregado del SIP desde 1931.
(Alcalá de la Jovada, 1898 Alcoi, 1975)
Colaborador del SIP desde
1928.
(Valencia, 1885 - 1959)
Agregado del SIP desde 1931.
(Valencia, 1901 - 1982)
Agregada del SIP en 1932.
[page-n-334]
Chocomeli Galán, José
Porcar López, Francisco
Alcácer Grau, José
Jordá Cerdá, Francisco
Visedo Moltó, Camilo
Pascual Pérez, Vicente
Gómez Serrano, Nicolau
Primitiu
Senent Ibáñez, Juan José
Porcar Ripollés, Juan
Bautista
(Xàtiva, 1893 - 1946)
Agregado del SIP desde 1935.
(Alcoi, 1914 - Madrid, 2004)
Colaborador del SIP desde
1935.
(Sueca, 1877 - Valencia, 1971)
Director de la Sección
de Prehistoria del Centro de
Cultura Valenciana en 1928.
(Llíria, 1868 - Valencia, 1948)
Agregado del SIP desde 1935
y colaborador desde 1938.
(Alcoi, 1876 - 1958)
Agregado del SIP desde 1940.
(Massarrojos, Valencia, 1883 Valencia, 1948)
Director de número del Centro
de Cultura Valenciana.
(Valencia, 1910 - 1977)
Agregado del SIP desde 1935.
(Alcoi, 1917 - 1976)
Agregado del SIP desde 1944.
(Castellón, 1889 - 1974)
Pintor y especialista en temas
de arte rupestre.
333
[page-n-335]
[page-n-336]
Este libro se terminó de imprimir
el día 20 de octubre de 2006,
fecha en la que se cumplían 79 años
de la creación del Servicio
de Investigación Prehistórica.
[page-n-337]
[page-n-338]
[page-n-2]
Arqueología
en blanco y negro
La labor del SIP: 1927-1950
H ELENA B ONET R OSADO , M ARÍA J ESÚS DE P EDRO M ICHÓ ,
A NGEL S ÁNCHEZ M OLINA Y C ARLOS F ERRER G ARCÍA
(C OORDS .)
[page-n-3]
[page-n-4]
Arqueología
en blanco y negro
La labor del SIP: 1927-1950
Textos de:
R OSA A LBIACH D ESCALS , C ARMEN A RANEGUI G ASCÓ , J OAN E MILI A URA T ORTOSA ,
H ELENA B ONET R OSADO , M ARÍA J ESÚS DE P EDRO M ICHÓ , R OSA E NGUIX A LEMANY,
C ARLOS F ERRER G ARCÍA , Y OLANDA F ONS G RAU , C ARLOS G ÓMEZ B ELLARD , M ANUEL
G OZALBES F ERNÁNDEZ DE PALENCIA , J OAQUIM J UAN C ABANILLES , M AURO H ERNÁNDEZ
P ÉREZ , M ARY L UZ I VORRA F OLGADO , C ONSUELO M ARTÍN P IERA , C ONSUELO M ATA
PARREÑO , J OSEP L LUÍS PASCUAL B ENITO , T RINIDAD PASÍES O VIEDO , M ARÍA A MPARO
P EIRÓ R ONDA , R AFAEL P ÉREZ M ÍNGUEZ , A NGEL S ÁNCHEZ M OLINA , A LFRED S ANCHIS
S ERRA , I NOCENCIO S ARRIÓN M ONTAÑANA , J OSEP M ARIA S EGURA M ARTÍ , L UCÍA S ORIA
C OMBADIERA , VALENTÍN V ILLAVERDE B ONILLA Y J AIME V IVES -F ERRÁNDIZ S ÁNCHEZ
[page-n-5]
Este libro se ha editado con motivo de la
exposición temporal Arqueología en Blanco
y Negro. La labor del SIP: 1927-1950,
inaugurada el día 29 de noviembre de 2006.
Equipo mantenimiento
Vicente Calafat Ferrer
Jesús Aroca Castillo
Javier Serrano Jumilla
DIPUTACIÓN DE VALENCIA
Ayudantes de montaje
José Tamarit Dolz
Amadeo Moliner Blay
Presidente
Fernando Giner Giner
Diputado del Área de Cultura
Vicente Ferrer Roselló
Directora del Museo de Prehistoria y del SIP
Helena Bonet Rosado
Jefe de la Unidad de Difusión, Didáctica y Exposiciones
Santiago Grau Gadea
Proyecto expositivo y documentación
María Jesús de Pedro Michó
Angel Sánchez Molina
Carlos Ferrer García
Francesc Chiner Vives
Grafismo y dibujo
Francesc Chiner Vives
Angel Sánchez Molina
Didáctica
Laura Fortea Cervera
Eva Ripollés Adelantado
Restauración
Trinidad Pasíes Oviedo
María Amparo Peiró Ronda
Inocencio Sarrión Montañana
Alía García Martín
Traducción al valenciano
Unitat de Normalització Lingüística de la
Diputación de Valencia
Servicio de Investigación Prehistórica
Gestión administrativa
Josep Marí Mollà
Vita Korolevych
Producción montaje
Alfonso Nácher Nácher
Artesanos Hermanos Ferrer SL
Blanco y Negro Profesional SL
Galería Cuatro
Carpintería Sebastián López
Sfumato
Símbols. Senyalització Integral
Audiovisual
Montaje: Nisa Digital
Imágenes: IVAC. Ricardo Muñoz Suay. Filmoteca
Valenciana
Composición musical
Luis Ivars
Rotulación
Símbols. Senyalització Integral
Pascual Lucas
Colaboración montaje
Matilde López Guaita
Isabel Villanueva Redondo
Celeste Serra Aracil
María Jesús Navarro Máñez
Ángela Pérez Fernández
Carmen Tormo Cuñat
Guillermo Tortajada Comeche
Halima Afrifa de Haro
José Martí Ferriol
Carmen García-Romeu del Romero
Agradecimientos
Ajuntament d’Elx
Ajuntament d’Atzeneta d’Albaida
Ajuntament de Barx
Ayuntamiento de Caudete de las Fuentes
Ayuntamiento de Enguera
Arxiu Històric de la Universitat de València
Colegiata de la Asunción de N. S. de Xàtiva
Departament de Prehistòria i Arqueologia de la
Universitat de València
Departament de Prehistòria, Història Antiga i
Arqueologia de la Universitat de Barcelona
MARQ Alicante. Diputación Provincial de Alicante
Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC)
Museu Arqueològic Municipal Camil Visedo Moltó
d’Alcoi
Museu de la Valltorta. Generalitat Valenciana
Bernat Martí Oliver y Rafael Fambuena
Arturo Climent, Isabel Chaume, Miguel Pablo Chaume,
Salvador Donet, Julián Fernández (Monferval), Josep
Maria Fullola i Pericot, Amparo García, Carme GómezSenent, Alonso Gràcia, Irene Manclús, Abel Soler, familia
de Emili Gómez Nadal y familia de Francisco Porcar
Archivo documental y fotográfico
Archivo SIP
Archivo General y Fotográfico de la Diputación Provincial
de Valencia
Archivo Familia Fullola-Pericot
Archivo Familia Chaume
Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC)
Museu Arqueològic Municipal Camil Visedo Moltó
d’Alcoi
Museu de la Valltorta. Generalitat Valenciana
Diseño gráfico y maqueta catálogo
Estudio 55
Realización e impresión catálogo
Pentagraf Impresores SL
© de los textos: los autores
© de las imágenes: Diputación de Valencia
© de la edición: Diputación de Valencia
ISBN edición: 84-7795-438-0
Depósito Legal: V- -2006
Impreso en España / Printed in Spain
[page-n-6]
[page-n-7]
[page-n-8]
Es una satisfacción para la Diputación de Valencia presentar la exposición Arqueología en
Blanco y Negro. La labor del Servicio de Investigación Prehistórica: 1927-1950, poniendo así de
manifiesto el interés de nuestra corporación por difundir, en esta ocasión a través de la fotografía
arqueológica, la importancia de esta pionera institución científica.
La muestra nos sumerge en la etapa inicial de la historia del SIP y su museo, cuando
aquellas inolvidables excavaciones descubren los hallazgos más emblemáticos del Museo de
Prehistoria, cuando se crea una de las bibliotecas especializadas en prehistoria más importantes de España y cuando a través de sus publicaciones se da a conocer, a nivel internacional, la riqueza patrimonial valenciana. Así, en los años 30 del siglo xx, yacimientos como la
Bastida de les Alcusses de Moixent, la Cova del Parpalló de Gandia, Cova Negra de Xàtiva
o el Tossal de Sant Miquel de Llíria eran ya un referente en la arqueología peninsular y todo
ello gracias a un grupo de entusiastas arqueólogos y colaboradores, como Luis Pericot o
Domingo Fletcher que, bajo la Dirección de Isidro Ballester, creyeron y se identificaron con
la institución.
Toda aquella etapa está recogida en este catálogo donde el archivo fotográfico del SIP
es un testimonio excepcional de los trabajos científicos y de la metodología de una época
pero, además, es una valiosa documentación histórica pues, a través de la imagen, los protagonistas del SIP retrataron personajes, costumbres y parajes arqueológicos únicos.
Sirvan estas líneas para expresar nuestra gran admiración por aquella generación de
arqueólogos valencianos que estableció los criterios de trabajo e investigación y, en definitiva, creó la sólida base institucional que marcaría la trayectoria del Servicio de Investigación
Prehistórica de la Diputación de Valencia hasta nuestros días.
Fernando Giner Giner
Presidente de la Diputación de Valencia
[page-n-9]
[page-n-10]
El archivo fotográfico, documental y bibliográfico del SIP se muestra por primera vez al
público en una exposición retrospectiva sobre su trayectoria científica e institucional.
Arqueología en Blanco y Negro. La labor del SIP: 1927-1950 nos relata la gestación de esta
institución pionera en su tiempo, creada en el seno de la Diputación de Valencia en el año
1927, de gran prestigio en la prehistoria y protohistoria peninsular. Su merecida fama no se
limita al campo de la investigación sino a los importantes esfuerzos que se hicieron en los
años 30 y 40 del siglo XX cuando se formaron las primeras colecciones museográficas procedentes de las excavaciones y adquisiciones que, poco a poco, irían creando unos fondos
museísticos de un gran valor patrimonial que hoy pueden contemplarse en las salas del
Museo de Prehistoria de la Diputación de Valencia.
Además de ser un homenaje a la memoria de la institución, la fotografía arqueológica
es un documento excepcional para conocer el entorno sociocultural de la época al mostrarnos las personas y los descubrimientos arqueológicos de aquellos años y la forma de concebir el trabajo del día a día del Museo de Prehistoria en la primera mitad del siglo XX.
La exposición, estructurada en cinco ámbitos que hacen referencia a la creación del SIP,
sus excavaciones arqueológicas, el laboratorio de restauración, el museo y la biblioteca,
recrea el ambiente de la época y narra la historia de la institución, utilizando para ello como
hilo conductor, las magníficas fotografías realizadas por sus miembros y colaboradores.
Acompaña a la muestra el libro Arqueología en Blanco y Negro. La labor del SIP: 1927-1950
concebido como una obra colectiva en la que intervienen 26 investigadores procedentes del propio
SIP y de las Universidades de Valencia y Alicante, y que desde sus especialidades escriben, con una
mirada historicista, sobre las secciones, actividades y piezas más emblemáticas de la institución.
Finaliza el catálogo con una selección de más de cien imágenes procedentes del archivo fotográfico del SIP que recogen los múltiples aspectos que rodeaban los trabajos de esta institución.
Estamos seguros que esta mirada fotográfica al remoto pasado de la vida del SIP contribuirá a comprender mejor la historia de la arqueología valenciana y a valorar aquella
incansable capacidad de trabajo, entusiasmo y espíritu de colaboración de nuestros pioneros
arqueólogos.
Vicente Ferrer Roselló
Vicepresidente 1º y Diputado del Área de Cultura
[page-n-11]
[page-n-12]
En otoño de 2003 se abrieron al público las salas permanentes dedicadas al mundo
romano y visigodo del Museo de Prehistoria de Valencia. Era la culminación de un proyecto
museístico iniciado años atrás en el que, en mayor o menor medida, todo el equipo humano
del Servicio de Investigación Prehistórica colaboró. Inmersos en dicho proyecto, y en la elaboración del correspondiente catálogo, la conmemoración del 75 aniversario de la institución, en octubre de 2002, quedó de alguna manera relegada a un segundo plano.
Ha pasado el tiempo y cierto sentimiento de deuda hacia aquellas personas pioneras
de nuestra labor se ha ido haciendo fuerte y nos ha llevado, años después, a la realización de
esta exposición, Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950. Así, casi
ochenta años después de que el SIP y su Museo iniciaran su andadura, queremos dar a conocer la historia de la institución y de las personas que la hicieron posible, con gran mérito
dadas las difíciles circunstancias de los años en que se desarrollaron los acontecimientos. Y
lo hacemos, sobre todo, mediante las imágenes recogidas en el Archivo Fotográfico del SIP,
en su mayoría desconocidas, y las piezas más relevantes de las colecciones iniciales del
Museo.
De nuevo, en la realización del proyecto ha sido decisiva la implicación de todas las
personas que formamos parte de la institución, aportando en cada caso nuestro esfuerzo y
dedicación, así como la de un buen número de profesionales que han participado en la redacción de los textos de este catálogo. A todos y todas quiero agradecer desde estas líneas su
desinteresada colaboración, y de forma muy especial al equipo responsable de la coordinación tanto de la exposición como del catálogo, María Jesús de Pedro, Francesc Chiner, Carlos
Ferrer y Ángel Sánchez, y a aquellas personas, como Bernat Martí y Rafael Fambuena, que
hoy por hoy constituyen nuestro vínculo con la historia pasada.
Helena Bonet Rosado
Directora del Museo de Prehistoria y SIP
[page-n-13]
[page-n-14]
Í NDICE
17
El Servicio de Investigación Prehistórica
y la Arqueología Valenciana
Mauro Hernández Pérez y Rosa Enguix Alemany
33
La creación del Laboratorio de Arqueología
de la Universidad de Valencia: entre
la Escuela Superior de Diplomática y
«por la ciencia hacia Dios»
Joan Emili Aura Tortosa
47
Isidro Ballester Tormo y la creación del
Servicio de Investigación Prehistórica
María Jesús de Pedro Michó
67
La Statera de la Colección Federico Motos
Rosa Albiach Descals y Rafael Pérez Mínguez
141
Un plomo escrito y un jinete de bronce.
Percepciones y usos de dos piezas de la
Bastida de les Alcusses
Jaime Vives-Ferrándiz Sánchez
149
La colección de plaquetas de la Cova del
Parpalló (Gandia)
Valentín Villaverde Bonilla
157
El parietal de la Cova Negra de Xàtiva
Valentín Villaverde Bonilla
Excavar a principios del siglo
XX
Helena Bonet Rosado
83
135
Las primeras publicaciones del SIP: Archivo
de Prehistoria Levantina, Memorias
Anuales y Treballs Solts/Trabajos Varios
163
Primeros estudios en torno a la fauna
musteriense de la Cova Negra de Xàtiva
Alfred Sanchis Serra e Inocencio Sarrión Montañana
171
Joaquim Juan Cabanilles y Manuel Gozalbes
Fernández de Palencia
95
El Laboratorio de Restauración del
Museo de Prehistoria de Valencia
Trinidad Pasíes Oviedo y María Amparo Peiró Ronda
La Biblioteca del Servicio de Investigación
Prehistórica
Consuelo Martín Piera, Yolanda Fons Grau y
Mary Luz Ivorra Folgado
105
177
Joaquim Juan Cabanilles
183
189
La Covalta y Casa del Monte, dos pájaros
de un tiro
La colección Ponsell y los vínculos de
Alcoi con el SIP
Josep Maria Segura Martí
131
Las colecciones de Ibiza y Ampurias en el
Museo de Prehistoria de Valencia
Carlos Gómez Bellard
La Ereta del Pedregal (Navarrés, Valencia)
Joaquim Juan Cabanilles
197
Consuelo Mata Parreño y Lucia Soria Combadiera
125
La Cueva de la Cocina y el arte epipaleolítico
Josep Lluís Pascual Benito
El Archivo Fotográfico del Servicio de
Investigación Prehistórica
Ángel Sánchez Molina y Carlos Ferrer García
119
El SIP y el Institut d’Estudis Valencians
Corpus Vasorum Hispanorum. Cerámica
del Cerro de San Miguel. Liria
Carmen Aranegui Gascó
203
Catálogo
317
Bibliografía
330
Volver la mirada. Las personas
de la Institución
[page-n-15]
[page-n-16]
Arqueología
en blanco y negro
Textos
[page-n-17]
[page-n-18]
El Servicio de Investigación Prehistórica
y la Arqueología Valenciana
Mauro Hernández Pérez
Universidad de Alicante
Rosa Enguix Alemany
Catedrática de Instituto
La creación del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en
1927 marca un punto de inflexión importante en el desarrollo y conocimiento de la arqueología valenciana, al convertirse la institución, durante años, en el referente para la investigación prehistórica y de la Cultura
ibérica regionales. Heredero de una larga tradición que hunde sus raíces
en los siglos anteriores, el SIP, como es conocido dentro y fuera de nuestras tierras, nace con la vocación de rebasar los límites provinciales para
incluir las tierras de Castellón y Alicante, según recoge Isidro Ballester en
la Memoria de la Diputación de Valencia correspondiente al año 1928,
en un texto que, por su indudable interés, no dudamos en reproducir: «la
Diputación provincial de Valencia, cabeza de una región, siempre rica
por su suelo, que recibiera de modo director y eficaz la fecunda influencia de las grandes culturas antiguas del Oriente mediterráneo, había de
preocuparse también de su remoto pasado. Los hallazgos de pinturas en
las Cuevas de la Araña (Bicorp) y las de los términos de Tírig y
Albocácer; los frecuentes descubrimientos de estaciones de épocas diversas; las fructuosas excavaciones practicadas aisladamente, y con toda
clase de sacrificios, por personas beneméritas; los hallazgos casuales,
como las joyas de Cheste, el tesoro de Jávea y la Dama de Elche, bello e
interesante busto expatriado de una levantina de siglos antes de
Jesucristo; todo demostraba la exuberante riqueza arqueológica del suelo
de nuestra región, apenas explorado» (Ballester, 1929: 6). Ciertamente, el
SIP devendrá muy pronto un referente de la investigación arqueológica
hispana y un modelo a imitar por otras diputaciones provinciales.
Los precedentes
La historiografía tradicional sitúa en el siglo XVI las primeras noticias
sobre el patrimonio arqueológico valenciano de la mano de Pere Antoni
Beuter (ca. 1490-1555) y de Gaspar Escolano (1560-1619), momento también de la formación de las primeras colecciones de medallas y monedas,
17
[page-n-19]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
como la reunida por Juan Bautista Pérez Rubert, obispo de Segorbe, o Juan
Andrés Strany. Serían, no obstante, los novatores e ilustrados del siglo XVIII
quienes deben ser considerados como los verdaderos pioneros de la
arqueología valenciana por la rigurosidad de sus trabajos en los que, junto
a un detenido análisis de los textos clásicos y la crítica a los falsos cronicones, incorporan noticias sobre monedas, inscripciones, esculturas y restos
arquitectónicos monumentales de las ciudades romanas de nuestro territorio. En este sentido conviene recordar las excavaciones en Sagunt del castellonense Manuel Martí, deán de Alicante; los trabajos de crítica histórica de Gregorio Mayans (1699-1781) y de su hermano Juan Antonio
(1718-1801), autor éste último de una monografía dedicada a Ilice que
sitúa en L’Alcúdia d’Elx; y las noticias arqueológicas recogidas en las
Observaciones del propio Antonio José Cavanilles (1745-1804), con una
detenida descripción de sus excavaciones en Els Banys de la Reina de Calp,
acompañada de cuidados dibujos de sus construcciones y mosaico.
Antonio de Valcárcel Pío de Saboya (1748-1808), Conde de Lumiares, es
considerado «la primera figura de sabio valenciano ilustrado y arqueólogo» (Aranegui, 2003: 49) por sus trabajos sobre la cerámica romana —los
llamados «barros saguntinos»— y los orígenes de Lucentum, que identifica con Alicante. Su obra Inscripciones y Antigüedades del Reino de
Valencia, redactada en 1805 y publicada con ilustraciones de Antonio
Delgado en 1852, inaugura una nueva etapa en la arqueología valenciana
que se extendería por todo el siglo, caracterizado por la aparición de los
primeros museos y sociedades preocupadas por la recuperación y estudio
de nuestro Patrimonio Histórico.
La desamortización de los bienes de la Iglesia supuso la creación de
sucesivos organismos —Comisiones Especiales de Ciencias y Artes,
Recolectoras, Científicas y Artísticas— que darían lugar en 1844 a las
Comisiones Provinciales de Monumentos Histórico-Artísticos
(Navarrete, 2001), impulsoras de los primeros museos provinciales. El
de Alicante se abre en 1842 en el Colegio de Santo Domingo de Orihuela
y tres años después el de Castellón (1845) en el antiguo Convento de
Santa Clara, mientras el de Valencia, bajo la dirección de la Academia
de San Carlos, se inauguró en 1839 en el Convento del Carmen.
Al margen de los organismos oficiales, a menudo coartados sus trabajos por la intromisión política, se crea en 1871 la Sociedad
Arqueológica Valenciana (SAV) en el seno de la Sociedad Económica de
Amigos del País, que supone la continuación de la tradición de anticuarios
y coleccionistas, característica de los siglos anteriores (Goberna, 1981), no
en vano sus miembros fundadores eran conocidos coleccionistas de monedas. Entre los objetivos de sus estudios se mencionan «las ciencias arqueológicas, considerándose como tales las de Prehistoria, Arqueología,
Numismática, Paleografía y Bellas Artes», creándose una Comisión
18
[page-n-20]
El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
Portada del libro de Juan
Vilanova y Piera: Origen,
naturaleza y antigüedad
del hombre. 1872.
Prehistórica en la que, a instancias de José Vilanova y Piera, se propone
potenciar y animar a la realización de excavaciones arqueológicas en algunos yacimientos que formarán parte, más tarde, de la historia de investigación del SIP. Es el caso de la Ereta del Pedregal, en Navarrés (Valencia),
o la Moleta dels Frares, en Forcall (Castellón). Merced a una cuidada y
selecta red de corresponsales, la Sociedad Arqueológica Valenciana, según
reflejan sus memorias anuales (Papí, 2002a), tiene conocimiento de los
hallazgos arqueológicos que se producen en todo el territorio valenciano,
entre los que destaca la Cueva de Roca, en Orihuela, y de una cueva sepulcral en Requena, con 15 ó 20 cadáveres, «hachas de cobre, flechas de
pedernal, cuencos de barro moldeados a mano toscamente y algún otro
vestigio de gentes prehistóricas» (Papí, 2002b: 278). Ante un intento frustrado de participar en la Exposición Universal de París con algunas de sus
colecciones, organizaron, junto a otras instituciones, la primera exposición arqueológica que se realizó en 1878 en Valencia. La Sociedad se
disuelve en torno a 1883 ó 1884, coincidiendo con los primeros años de
Lo Rat Penat, que en 1879 ya dispone de una sección de Arqueología en
la que se integran muchos de sus miembros.
Todos estos descubrimientos valencianos se incorporan pronto a la
literatura arqueológica hispana gracias a su publicación en los trabajos
de Juan Vilanova y Piera, que por lazos familiares estaría ligado a esta
institución, aunque no figura entre sus miembros. Su magisterio, aunque
lejano, queda patente en dos excepcionales descubrimientos que por
esos años se producirían en las tierras alicantinas: Les Llometes, en
Alcoi, y la Cueva de Roca, en Orihuela.
19
[page-n-21]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
En el primero, descubierto en 1884, intervino en su excavación el
ingeniero Enrique Vilaplana y Juliá, siempre en contacto epistolar con Juan
Vilanova y Piera, redactando ambos una Memoria que permanecería inédita hasta su parcial inclusión en la Historia de Alcoy y su región de Remigio
Vicedo (1922). Los restos humanos recuperados en las excavaciones de esta
cueva eneolítica generarían una extraordinaria polémica en la prensa local
entre creacionistas y evolucionistas, en la que participaría el propio
Vilanova (Aura Tortosa, 2002; Goberna, 1984). También estaría relacionado éste con los trabajos realizados en 1871 por el ingeniero militar Santiago
Moreno Tovillas en la Cueva de Roca, en Orihuela, cuya Memoria sería
publicada por el SIP en su Serie de Trabajos Varios, con el número 7, en
1942 y con anotaciones de Nicolau Primitiu Gómez Serrano, que I.
Ballester calificaría como un «treball de qualitat per a la seua època».
En el último tercio del siglo XIX destacan varias empresas individuales, en las que participarían antiguos socios correspondientes de la SAV.
Una de ellas es la edición de los siete volúmenes de El Archivo, publicados entre 1886 y 1893, primero en Denia y después en Valencia, bajo la
dirección de Roque Chabás, cuyo contenido ha sido objeto de un detenido análisis por parte de Enrique Llobregat con ocasión de su publicación
en facsímil. Por otro lado, Aureliano Ibarra Manzoni (1834-1890) realiza una intensa actividad arqueológica en L’Alcúdia y Vizcarra, en Elche,
que permite identificar definitivamente a la primera con Ilice. Su trabajo
sería continuado por su hermano Pedro Ibarra y Ruiz, creador de la
Sociedad Arqueológica Ilicitana y recopilador de una importante colección arqueológica que tras su muerte constituiría los materiales fundacionales del actual Museo Arqueológico de Elche. Su nombre estaría ligado
a los avatares del descubrimiento y posterior venta de la Dama de Elche
(Olmos, 1997; Manzo Martín, 1997), hallada de manera accidental en
L’Alcúdia en 1897 y adquirida por 4.000 francos para el parisino Museo
del Louvre por Pierre Paris, como antes había hecho Arthur Engel con
otras esculturas ibéricas alicantinas procedentes de Agost —esfinge y
toro, descubiertas en 1893— y un grifo y cabeza de toro de Redován. El
interés de los franceses por L’Alcúdia motivaría una actuación arqueológica en 1898, en la que se recuperaría un fragmento de torso de guerrero con falcata, que también ingresaría en el Museo del Louvre, y una
campaña de excavaciones —la primera realizada por arqueólogos extranjeros en las tierras valencianas—, dirigida por Albertini en 1905.
Con el inicio del siglo XX desaparece esta rica tradición de eruditos, investigadores y coleccionistas valencianos, coincidiendo, en palabras de I. Ballester, con «una època en què en Espanya encara es treballava poc en esta classe d’investigacions». No obstante, en este tiempo
se llevan a cabo los trabajos de excavación e investigación realizados
por el jesuita Julius Furgús entre 1902 y 1908 en la Vega Baja del
20
[page-n-22]
El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
Segura, en la necrópolis eneolítica de Algorfa y poblados argáricos
como el de San Antón de Orihuela, ya conocido por S. Moreno Tovillas,
y el de las Laderas del Castillo de Callosa del Segura, investigación que
el propio I. Ballester no duda en calificar «entre els treballs més importants, i ens atrevim a dir que pitjor coneguts, dels que interessen als prehistoriadors valencians» con ocasión de una cuidada edición en valenciano de estos resultados en la serie Treballs Solts del SIP, a pesar de las
dificultades impuestas por la Guerra Civil que impidieron la publicación de uno de sus artículos y la incorporación de nuevas fotografías de
los materiales arqueológicos recuperados en sus excavaciones. Los
materiales hallados se depositaron en el Museo del Colegio de Santo
Domingo, siendo alabados por sus contemporáneos (Barberá, 1909;
Siret, 1913), y acabarían dispersándose tras el cierre del colegio jesuita
y los avatares de la Guerra Civil. Muchos de estos yacimientos de la
Vega Baja del Segura serían visitados por Luis Siret, que mostró su discrepancia con algunas de las interpretaciones de J. Furgús.
En la segunda década del siglo XX la investigación arqueológica
valenciana cobraría nuevo impulso con la realización de diversas excavaciones o prospecciones, como las de Parpalló, Meca o Peña Roja, con
la creación del Centro de Cultura Valenciana, la Sociedad Castellonense
de Cultura, la publicación de obras generales con continuas referencias
a hallazgos y yacimientos, entre las que cabría citar La antigua civilización ibérica del Reino de Valencia, de Francisco Almarche Vázquez, en
1918, y entre 1918 y 1922 la Geografía General del Reino de Valencia,
dirigida por Francesc Carreras i Candi, a lo que hay que añadir la aparición de una nueva generación de investigadores y la incorporación de
otros foráneos, atraídos por los descubrimientos de arte rupestre en todo
el territorio valenciano.
El Centro de Cultura Valenciana, creado en 1915 bajo el mecenazgo
de la Diputación Provincial y el Ayuntamiento de Valencia, desplegó un
gran interés por los temas arqueológicos, especialmente a partir de 1928
cuando se crea la sección de Prehistoria presidida por N. P. Gómez Serrano.
Una revisión de sus Anales permite conocer la actividad prospectora y de
recogida de noticias durante estos años. Lo mismo sucede con el Boletín de
la Sociedad Castellonense de Cultura, publicado a partir de 1920, que se
convierte en el heraldo de la actividad cultural de la provincia y en el que
ocupan un lugar señalado las noticias arqueológicas y prehistóricas. Los
descubrimientos y estudios de las pinturas rupestres descubiertas en las tierras castellonenses ocupan un amplio espacio en el Boletín, pero también
otros trabajos realizados en Villa Filomena y en diversas estaciones ibéricas. En 1913 y 1914 Herminio Fornés excava el poblado ibérico de
Rotxina, a la orilla del Palancia, en el término de Sot de Ferrer, con permiso de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades.
21
[page-n-23]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Isidro Ballester, Adolf
Schulten, Manuel Vidal,
Mariano Jornet y Domingo
Fletcher de visita a un
yacimiento arqueológico.
Hacia 1932.
[Pasta. SIP 3.525]
A la consolidación de la arqueología valenciana en esta década
contribuye la realización de una serie de excavaciones que, con permiso
de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades, se realizarían en
algunos yacimientos de Alicante y Valencia, pronto incorporados a la
historia del SIP, ya sea por la participación directa de Isidro Ballester y
Lluís Pericot o de algunos de sus agregados, como por integrarse sus
materiales en los fondos fundacionales de su Museo. De todas estas
actuaciones conviene destacar aquí las realizadas en Alcoi, por las estrechas relaciones que mantendrían con el recién creado SIP. Así, las excavaciones de C. Visedo en el poblado y santuario ibéricos de La Serreta
22
[page-n-24]
El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
De izquierda a derecha:
Lluís Pericot, Isidro
Ballester, Adolf Schulten,
Manuel Vidal, Emili Gómez
Nadal y Julián San Valero
durante una comida.
Hacia 1933.
[Domingo Fletcher. Pasta.
SIP 3.524]
(Visedo, 1922), las realizadas en el poblado ibérico de El Xarpolar, excavado por F. Ponsell (Pericot, 1929), en los poblados de la Edad del
Bronce de Mas de Menente (Ponsell, 1926; Pericot y Ponsell, 1929) y
Mola Alta de Serelles (Botella, 1926 y 1928) y el inicio de los trabajos
en la Cova de la Sarsa, en Bocairent, que el SIP encargó a Fernando
Ponsell.
En esa misma década la Comisión Provincial de Monumentos de
Alicante se muestra significativamente activa, tras la incorporación de José
Lafuente Vidal, Francisco Figueras Pacheco y Juan José Senent, que años
23
[page-n-25]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
antes había realizado una intensa labor arqueológica en Castellón, sin
duda favorecida por su condición de Inspector de Enseñanza, y que luego
continuaría en Valencia, figurando como uno de los agregados del SIP. De
aquellos años conviene recordar los primeros trabajos en L’Albufereta de
Alicante, en la necrópolis ibérica de El Molar, en San Fulgencio y en la
Font de la Barcella en La Torre de les Maçanes, además de las noticias dispersas sobre yacimientos arqueológicos en el Vinalopó de Daniel Jiménez
de Cisneros, colaborador, asimismo, del volumen dedicado a Alicante en
la Geografía General del Reino de Valencia. Para estos años también conviene recordar los trabajos de Pedro Ibarra, cuya monografía Elche:
Materiales para su historia (1926) constituye una excepcional fuente de
documentación sobre yacimientos del Bajo Vinalopó, que se complementa con su manuscrito Efemérides Ilicitanas, lamentablemente inédito. Por
otro lado, Elías Abad Navarro menciona una cueva sepulcral calcolítica
en las laderas de La Mola, en Novelda, aguas abajo de la Cova de la
Serreta de la Vella, en Monòver, conocida por Juan Vilanova y Piera.
Cabría señalar, asimismo, las excavaciones en 1924 de J. Corominas i
Roca, del Institut d’Estudis Catalans, en las Laderas del Castillo de
Callosa del Segura y en la necrópolis ibérica de Oliva, en Valencia. En esta
misma década se inician en Castellón los trabajos de campo de Francesc
Esteve Gálvez, todavía alumno de Bachillerato (Esteve, 2003), que acompañaría, junto con Juan Bautista Porcar, a Pere Bosch Gimpera a varios de
los yacimientos descubiertos por esos años, entre los que se encuentran el
poblado y necrópolis en silos con cerámica campaniforme de Villa
Filomena y el poblado del Bronce Tardío/Final de El Castellet, ampliamente referenciados en la bibliografía arqueológica valenciana. En aquella
visita le comentaron a Bosch que «seria molt profitós disposar d’un estudi de conjunt que reculla tot allò que es coneix de l’arqueologia provincial, que siga punt de referència que ens done a conèixer els problemes que
tenim plantejats i la tasca que convendria fer» (Esteve Gálvez, 2003: 48),
al que pronto contribuye con una extraordinaria síntesis de arqueología
provincial (Bosch Gimpera, 1924) en la que da cuenta de yacimientos y
colecciones, con referencias continuas a J. J. Senent.
El Servicio de Investigación Prehistórica
En este contexto de intensa actividad tiene lugar la fundación del
Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia y la del SIP y
su Museo. El primero centró su actividad en la labor docente, intentando crear una escuela de arqueólogos, que recibiría un gran impulso con
la llegada de L. Pericot, y en la elaboración de un mapa arqueológico de
todo el territorio valenciano. En el caso del SIP resulta esclarecedor que
una de las primeras propuestas de I. Ballester a la Comisión Provincial
Permanente de la Diputación sea la de pedir autorización para dirigirse
a las diferentes sociedades e instituciones que trabajan en el campo de la
24
[page-n-26]
El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
arqueología y de la prehistoria en las tierras valencianas para intercambiar información y colaboración si fuera necesario. De este modo se
dejaba constancia de una de las principales características del SIP desde
su creación: conocer la actividad investigadora en las tres provincias
valencianas, dar apoyo donde se requiriera, tener noticias de los últimos
descubrimientos y mantener una relación lo más fluida posible con
investigadores y aficionados a este mundo de la arqueología. Esta misma
actitud seguirá manteniéndose durante décadas posteriores a la desaparición de I. Ballester.
A este panorama debemos añadir que las intensas remociones de
tierras en la ciudad de Valencia, con ocasión del tendido subterráneo de
la línea telefónica y del alcantarillado, generaron la necesidad de documentar los hallazgos que estaban desapareciendo por todas las transformaciones urbanísticas. Las protestas airadas de los eruditos locales,
que veían destruir la memoria histórica de la milenaria Valentia, provocaron más de una actuación: una, la que protagonizó el Centro de
Cultura Valenciana que encargó a N. P. Gómez Serrano la vigilancia de
las obras, lo que daría como resultado una interesante monografía
donde se recogen los hallazgos (Gómez Serrano, 1932). Otras obras de
ensanche de la ciudad siguieron provocando preocupación hasta que,
en la década de 1940, la Dirección General de Bellas Artes del
Ministerio de Educación Nacional creó la Comisaría Local de
Excavaciones Arqueológicas de Valencia, nombrando para el cargo de
Comisario a José Llorca, dejando como depositario de los hallazgos
arqueológicos al Ayuntamiento de Valencia (Ribera, 1998). Y, volviendo a los tiempos anteriores, en estos años Manuel González Simancas
retoma las excavaciones en Sagunt, dando un nuevo impulso a la investigación de esta ciudad tras el monumental trabajo de Antonio Chabret
en el siglo XIX.
A la creación del Museo de Prehistoria de Valencia seguirían pronto los de Castellón y Alicante. En la creación del primero participó activamente F. Esteve Gálvez, asumiendo el cargo de conservador en 1935.
El Arqueológico de Alicante, inaugurado en los bajos del Palacio provincial por el Presidente de la República el 17 de enero de 1932, recogería
los materiales de las excavaciones que se realizan en los años previos a
la Guerra Civil en diversos yacimientos, entre ellos la Cova de les
Calaveres, en Benidoleig, y los poblados de El Molar, en San Fulgencio,
Illeta dels Banyets, en El Campello, con una interesante ocupación de la
Edad del Bronce infrapuesta a otra ibérica y con una posterior ocupación romana; y en Alicante, el poblado de la Edad del Bronce de Serra
Grossa y el interesante conjunto arqueológico del Tossal de Manises y
L’Albufereta. J. J. Senent, pronto trasladado a Valencia, José Lafuente
Vidal, Francisco Figueras Pacheco y José Belda serían los protagonistas
25
[page-n-27]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Visita del Centro de
Cultura Valenciana a uno
de los abrigos con arte
rupestre del Barranc de la
Carbonera (Beniatjar).
A la derecha de la imagen
se encuentra Nicolau
Primitiu Gómez, junto a él,
Rafael Pardo, descubridor
de las pinturas, y en el
centro Juan José Senent.
1933.
[Papel. D/5.725]
de estos trabajos que, desiguales y con algunas carencias, constituyen,
pese al tiempo transcurrido, una extraordinaria fuente de información
sobre yacimientos objeto de recientes actuaciones de conservación y
difusión. En Elche, donde fallece P. Ibarra en 1934, Alejandro Ramos
Folqués compra la finca de L’Alcúdia, iniciando excavaciones en el yacimiento con carácter oficial en 1935.
El Servicio de Investigación Prehistórica y el Arte rupestre
En la Memoria de la Diputación de Valencia que recoge la creación del SIP se hace una expresa mención a «los hallazgos de pinturas
en las Cuevas de la Araña (Bicorp), y las de los términos de Tírig y
Albocácer», señalando un especial interés por esta manifestación cultural valenciana, tanto a nivel de investigación e inventario como de su
protección y difusión. Con esta cita el SIP se hacía eco de los descubrimientos más conocidos, aunque no únicos, de pinturas rupestres en las
tierras valencianas, cuyas primeras referencias, si exceptuamos la confusa prohibición de celebrar misas en una cueva con caballos pintados
que se suponen del Arte Levantino, por parte del obispo de Valencia
Alonso de Borja, antes de su acceso al solio pontificio con el nombre de
Calixto III, remontan al verano de 1911 con el descubrimiento de la
Cueva de Tortosillas, en Ayora. En 1917 se descubren los excepcionales conjuntos de Morella la Vella y la Valltorta, en Castellón. El primero se debe a J. J. Senent, en aquellos momentos Inspector de Primera
Enseñanza en Castellón, y sería publicado por Eduardo Hernández
Pacheco, con excelentes calcos de Francisco Benítez Mellado. En el
26
[page-n-28]
El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
estudio de los conjuntos del Barranc de la Valltorta intervienen, no sin
polémicas, miembros del Institut d’Estudis Catalans, informados del
descubrimiento por J. J. Senent; Hugo Obermaier y Paul Wernert,
comisionados por el Museo de Ciencias Naturales de Madrid y la Real
Academia de la Historia; y Juan Cabré que, sin duda, había sido informado por el Marqués de Cerralbo, conocedor del hallazgo por sus
correligionarios carlistas de la zona, entre los que se encontraban los
descubridores de las pinturas Francisco Polo y Alberto Roda. De aquellos trabajos iniciales se publica por parte de H. Obermaier y P. Wernert
una monografía, la primera sobre arte rupestre en las tierras valencianas, algunos calcos y descripciones por parte del instituto catalán y de
J. Cabré, quien denuncia el primer expolio de nuestras pinturas en la
temprana fecha de 1922, triste presagio de otros muchos que alcanzan
hasta nuestros días. En un intento de contextualizar las pinturas, el
equipo del Institut realizó las primeras excavaciones en cuevas próximas a los abrigos pintados, al tiempo que elaboraba un detallado plano
topográfico del barranco. De ese momento data la relación de otros
hallazgos arqueológicos, como el enterramiento de Els Espleters en
Salzadella, descubierto por unos trabajos agrícolas. Las discrepancias
acerca de la cronología del Arte Levantino que se empezaban a manifestar en aquellos años encontrarían en estos trabajos en La Valltorta
argumentos para reafirmar las posiciones entre quienes las fechaban en
el Paleolítico, en este caso H. Obermaier y su maestro H. Breuil, o en
momentos posteriores, como comenzaba a abrirse paso entre los investigadores hispanos.
Noticia de prensa referida
a una sesión del Centro
de Cultura Valenciana.
17 de febrero de 1932.
En algunos de estos abrigos también se habían descubierto ciertos
motivos que se incluyeron en el Arte Esquemático, al que pertenece el
primer hallazgo de este tipo de arte rupestre en la provincia de Alicante.
Se trata de Penya Escrita de Tàrbena, conocida por los vecinos del lugar
como Sa Cova de les Lletres, por considerar sus motivos como letras que
no sabían identificar, aunque se relacionaran con la escritura en una delgada lámina de plomo localizada por Camilo Visedo Moltó en el poblado ibérico de La Serreta, en Alcoi. La publicación de D. Jiménez de
Cisneros reproduce en 1922 la descripción y calcos del músico alicantino Oscar Esplá, mientras que los publicados en el volumen IV del monumental Corpus de Arte Esquemático de la Península Ibérica de H. Breuil
corresponden a J. J. Senent, a quien también pertenecen los de Beniatjar,
en Valencia —recogidos en la misma obra—, descubiertos en 1933
según da cuenta La Labor del SIP de ese año, en la que también se indica en relación con el Museo que «han empezado a montarse, para ser
colocadas en la Sala de Paleolítico, las reproducciones de las pinturas de
la Cueva de la Araña, de Bicorp», descubiertas en 1920 y objeto de un
excepcional estudio de E. Hernández Pacheco y no menos excepcionales
reproducciones de F. Benítez Mellado.
27
[page-n-29]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Henri Breuil y Hugo
Obermaier en Cova
Remigia (Ares del
Maestrat, Castelló).
1935.
[Papel. D/5.723]
En 1930 se localizan nuevas pinturas rupestres en Castellón. Se
trata del abrigo de La Joquera, en Borriol, que sería publicado, no sin
la ruptura de su amistad con F. Esteve, por J. B. Porcar en el Boletín
de la Sociedad Castellonense de Cultura en 1932, donde en los años
siguientes daría cuenta de los sucesivos hallazgos de pinturas rupestres, de la interpretación de los motivos y de las técnicas utilizadas en
su ejecución, constituyendo en su conjunto una excepcional aportación, no siempre bien valorada y a menudo ignorada, al estudio del
Arte Levantino, fruto de su sólida formación artística. El descubrimiento en 1934 de Cova Remigia, en Ares del Maestre, pone en relación a J. B. Porcar con H. Obermaier y H. Breuil, quienes realizarían
su estudio, que publicarían con los calcos del primero al año siguiente, en 1935, mientras el vecino Cingle de la Mola Remigia, de cuyos
calcos y estudios se encargaría H. Breuil, permanecería inédito. La
monografía sobre Cova Remigia, como en las décadas anteriores lo
habían supuesto las del Barranc de la Valltorta y la Cueva de la Araña,
se convierte en un extraordinario referente, al igual que el resto de las
aportaciones del propio J. B. Porcar, de la metodología utilizada en el
estudio del arte rupestre de su momento y que tardaría en superarse.
De hecho, en la década de los años cuarenta, con la excepción de los
trabajos de Porcar, apenas se registran acontecimientos dignos de
mención.
28
[page-n-30]
El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
Uno de ellos está ligado al naciente SIP. Se trata de varios abrigos
en el Barranco de las Letras, como el Cinto de la Ventana, en Dos
Aguas, descubiertos en 1940, de los que J. J. Senent daría la primera
información, encargándose de su posterior estudio una comisión del
Servicio integrada por J. J. Senent, José Alcácer, José Chocomeli y
Salvador Espí, bajo la dirección de J. Cabré, que se interrumpió por la
muerte de éste último y que llevarían a cabo F. Jordá y J. Alcácer en
1951 y publicarían como número 15 de la Serie Trabajos Varios del SIP.
El otro es el descubrimiento en 1947 de la denominada Cova del Polvorí
o de Rossegadors, en la Pobla de Benifassà, publicada con breves descripciones y deficientes calcos por Salvador Vilaseca ese mismo año. Sin
duda, este significativo retroceso en el estudio del arte rupestre debe
ponerse en relación con las duras circunstancias políticas del momento.
Los años de la guerra y la posguerra. Otras instituciones
La Guerra Civil —o incivil, como le gustaba calificarla a F. Jordá
que en los difíciles años de la posguerra encontraría en el SIP apoyo y
trabajo—, interrumpe la investigación arqueológica valenciana, aunque
las Comisiones de Monumentos Provinciales y los propios museos se
encargan de la recuperación y conservación del patrimonio históricoartístico en circunstancias no siempre fáciles.
Rivalidades entre profesionales e instituciones, hallazgos arqueológicos sorprendentes y no exentos de polémicas, consolidación de las instituciones museísticas, creación del Servicio de Investigación Arqueológica
Visita al Museu de
Prehistòria de José María
Albareda Herrera,
Secretario General del
Consejo Superior de
Investigaciones Científicas.
De izquierda a derecha:
Isidro Ballester, Francisco
Jordá, Lluís Pericot, José
María Albareda, Domingo
Fletcher y Manuel Vidal.
1948.
[Papel. Arxiu Diputació
València. ADPV
(SIG.E.8.5.12/C.1)]
29
[page-n-31]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Municipal de la Ciudad de Valencia en 1948, nacimiento de los primeros
congresos que sirvieron de foro de intercambios de conocimientos y de
apertura hacia el exterior de la investigación arqueológica en las comarcas
centro-meridionales valencianas y los contactos con los profesionales catalanes en las septentrionales, serían los elementos que caracterizan a la
arqueología valenciana en la década de los años cuarenta del pasado siglo.
En efecto, los trabajos de F. Esteve en Castellón, antes de su traslado a Tortosa y Amposta donde realizaría una intensa actividad arqueológica de extraordinario interés, encontrarían acogida en la revista
Saitabi, y J. Maluquer de Motes, discípulo de P. Bosch Gimpera, ya en
el exilio, analiza los materiales líticos del Barranc de la Valltorta.
La arqueología alicantina en la década de los años cuarenta, al igual
que en la siguiente, se mueve entre la decepción y la esperanza. Ésta última se alimenta de algunos acontecimientos de interés, entre los que
podríamos citar la creación del Museo Arqueológico de Elche en 1947,
las excavaciones en L’Alcúdia de Elche por parte de A. Ramos Folqués,
los primeros trabajos de José María Soler García en Villena, las interesantes síntesis de J. Lafuente Vidal y F. Figueras Pacheco o los trabajos del
Padre Belda, cuya actitud en su trabajo en el Museo Arqueológico
Provincial, del que era director, en algunas de sus excavaciones y prospecciones y en determinados hallazgos deben incluirse en la decepción de
estos años, como el caso de las falsificaciones del Bancal de la Corona.
Los Congresos Arqueológicos del Sudeste, impulsados desde
Cartagena por Antonio Beltrán, constituirán un significativo impulso
para la arqueología alicantina, ya que el IV se reuniría en Elche en 1948
y el VI, dos años después, en Alcoi. Siguiendo su ejemplo, en 1946 se
celebra en Valencia el I Congreso de Arqueología del Levante Español,
en el que participarían activamente los miembros del SIP, publicando
sus comunicaciones en un volumen de los Trabajos Varios, mientras
otras —no sabemos si todas—, entre las que sólo dos se dedican a la
arqueología valenciana, se incluyen en el número 25-26 de Saitabi.
Éste es otro de los aspectos importantes que debemos señalar del SIP, su
proyección externa, como quedó reflejada en La labor del SIP y su Museo en
el pasado año 1930 (Ballester, 1931: 26 y ss.), donde se dice: «La conveniencia de que el Servicio de fe de vida en el mundo científico, obliga a su concurrencia a cuantos Congresos Arqueológicos se celebren». A resultas de esto
será habitual, desde los albores del SIP, la participación de sus miembros con
ponencias y comunicaciones, tanto en los Congresos Internacionales, como
en los Nacionales cuando comiencen a organizarse, sobre la problemática
prehistórica y arqueológica valenciana. En 1929, en el IV Congreso
Internacional de Arqueología en Barcelona, ya vemos una nutrida presencia
30
[page-n-32]
El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
Francisco Jordá realizando
trabajos de calco en
el Abrigo del Ciervo
(Dos Aguas). 1951.
[Negativo B/N. SIP 1.054]
de miembros del SIP; y la adhesión y presencia del Servicio la podemos seguir
en el XII Congreso de la Asociación Española para el Progreso de la Ciencia
en Barcelona, el V Congreso Internacional de Arqueología en Argel, el
Congreso Internacional de Antropología y Arqueología Prehistórica en
Coimbra y Oporto y en los Congresos Arqueológicos del Sudeste Español,
como hemos señalado más arriba. Conferencias, visitas guiadas, atención a
investigadores foráneos... todo formaba parte de esa proyección que está en
la base del SIP. El apoyo del CSIC, al convertirlo en su sección de Prehistoria
Valenciana, a finales de los cuarenta, suponía el afianzamiento y consolidación del Servicio en esta línea.
31
[page-n-33]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Colaboradores del SIP han sido muchos desde entonces: varias
generaciones de arqueólogos y prehistoriadores se han formado y han
trabajado en esta institución y cimentado los principios expuestos por su
fundador, I. Ballester. A pesar de los problemas que en algunos momentos el SIP tuvo dentro de la misma Diputación, como el recorte de presupuesto del año 1932, y del cese de actividades que supuso la Guerra
Civil, el Servicio siguió manteniendo las líneas de actuación descritas
más arriba. Aquellos primeros investigadores que asumieron los principios fundacionales de esta institución como L. Pericot, F. Ponsell,
Mariano Jornet, Gonzalo Viñes, Emilio Gandía, Emili Gómez Nadal,
Francisco Porcar López, Domingo Fletcher, Ernesto Jiménez Navarro,
Julián San Valero, Manuel Vidal y López, Enrique Pla, José Alcácer...
forman parte de la historia del SIP en los años heroicos de su fundación
y consolidación. Sería de desear que el sentido de colaboración entre las
instituciones y los investigadores valencianos que se plantearon en 1927
siguieran funcionando para bien de nuestra Arqueología y Prehistoria.
32
[page-n-34]
La creación del Laboratorio de Arqueología de la
Universidad de Valencia: entre la Escuela Superior
de Diplomática y «por la ciencia hacia Dios»
(1921 - 1940)
Joan Emili Aura Tortosa
Universitat de València
A la historia de la Arqueología prehistórica en el País Valenciano
se han dedicado varios trabajos en los últimos veinte años, aunque su
contextualización dentro de la tradición científica valenciana y española, la malla de relaciones trazada entre algunas de sus figuras más destacadas o los matices que se entrevén en ámbitos locales, advierten que es
largo el camino que queda por recorrer1. Para explicar su desarrollo se
suelen buscar marcos interpretativos, o al menos informativos, en los
procesos políticos, sociales y científicos que acompañan la construcción/destrucción del Estado liberal a lo largo del período que media
entre la proclamación de la I y la II República Española, de la que en este
año se conmemora su 75 aniversario.
En este breve texto se analizan los antecedentes directos y los primeros años del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de
Valencia. A partir del análisis de una parte del fondo documental conservado en el actual Departament de Prehistòria i Arqueologia se presta
atención a la figura de su primer director, el profesor Luis Gonzalvo
París, y a las relaciones entre las instituciones implicadas en la investigación arqueológica que, en muchos casos, sólo pueden ser trazadas a partir de las coincidencias personales. La procedencia de sus miembros indica que el Laboratorio traspasó sus iniciales objetivos docentes de ámbito
universitario (Fletcher, 1975), configurando un grupo diverso, en el que
se intuye otro interés común aparte de lo arqueológico: su participación
activa en diferentes publicaciones, sociedades, organizaciones e instituciones culturales y políticas de orientación regionalista y nacionalista.
Antecedentes
Entre el cese de la actividad pública de la Sociedad Arqueológica
Valenciana, fechado en torno a 1883-1886 (Goberna, 1981), y la
segunda década del siglo XX la publicación, escasa, sobre la Prehistoria
33
[page-n-35]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
reciente y la Arqueología valenciana había quedado reducida a lo entregado por algunos sacerdotes —Roque Chabás, Julius Furgús o Remigio
Vicedo Sanfelipe—, aunque no falta alguna interesante síntesis como la
de Francisco Almarche (1918) sobre la «civilización» ibérica o la guía
de Elías Tormo (1923). Este período queda delimitado por los dos episodios en que se expresan las críticas más duras hacia quienes intentaron una cierta conciliación entre la religión y la evidencia científica. El
primero se sitúa entre 1880 y 1885, cuando se producen las críticas más
feroces contra los «transformistas», caricaturizados en el libro de
Manuel Polo y Peirolón o en los artículos de la prensa de Alcoi (Aura,
2000; Catalá, 2001). El segundo corresponde a la celebración en 1909
del centenario del nacimiento de Darwin en el paraninfo de la
Universidad de Valencia, con una mesa presidida por Peregrín
Casanova, Miguel de Unamuno, Juan Bartual y Eduardo Boscá, que
estuvo acompañada de una desproporcionada reacción de los mismos
sectores conservadores (Núñez, 1977; Sanchis Guarner, 1972: 540).
Esta situación no logra explicar, pero sí ayuda a comprender, lo que se
ha descrito como una paradoja: el hecho de que la influencia de Juan
Vilanova y Piera (Gozalo, 1993), la figura más destacada de la
Prehistoria española durante el último tercio del siglo XIX, no lograra
consolidar en Valencia una tradición de estudio, a pesar de la emergente investigación que sobre nuestro país se empezó a articular en torno
a la Sociedad Arqueológica Valenciana (ca. 1871–1886), tal y como ha
sido señalado por María Victoria Goberna (1981 y 1985).
Con estos antecedentes, los estudios arqueológicos y prehistóricos en
el País Valenciano alcanzan una cierta normalidad científica a partir de la
segunda década del siglo XX. La creación del Laboratorio de Arqueología
de la Universidad de Valencia puede ser observada desde diferentes perspectivas, entre las que cabe su consideración como un elemento más de
esta dinámica. La realización de algunas excavaciones (Martí, 1995),
sobre todo en sitios de época ibérica y acogiéndose al reglamento de la
Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades (1912), la creación del
Centro de Cultura Valenciana (1915) y, sobre todo, la del Servicio de
Investigación Prehistórica (SIP) en 1927 constituyen otros ejemplos de esta
situación. Esta «normalidad» será breve, si nos atenemos a lo que ocurrirá en los primeros años de la década de los años cuarenta del siglo XX.
Pero, hasta llegar a 1940, podemos apreciar un período dinámico y de
rápida madurez institucional, tal y como ha sido señalado por Bernat
Martí (1995), pues a la fundación de los centros citados más arriba se
añade la propuesta de creación de un Museo Municipal en Xàtiva (1919),
el Museo Militar de Sagunt (1925), el Museo Arqueológico de Alicante
(1931), la creación del Institut d’Estudis Valencians (1937), o la consolidación de importantes colecciones que servirán de núcleo de destacados
museos como los de Alcoi o Elx.
34
[page-n-36]
La creación del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia:
entre la Escuela Superior de Diplomática y «por la ciencia hacia Dios»
El profesor Luis Gonzalvo París
La emergencia de las nuevas instituciones dedicadas al estudio de
la Arqueología y la Prehistoria estuvo precedida de la reforma universitaria de 1900, que trasladó la enseñanza de la Arqueología desde la
Escuela Superior de Diplomática a la Universidad. Coincidiendo con
estos cambios docentes la Arqueología histórica, fundamentalmente la
«clásica», empieza a abandonar los museos de Bellas Artes para conformar museos arqueológicos, manteniendo cierta relación con la Historia
del Arte; y otro tanto ocurrirá con la Prehistoria, aunque en este caso se
encuentra más ligada a la Geología y a la Paleontología (Díaz-Andreu y
Mora, 1985). En este ambiente de transformación hay que situar la formación académica del profesor Gonzalvo.
La Universidad de Valencia contó a partir de 1902 con una sección
de ciencias históricas dentro de su Facultad de Filosofía y Letras (Baldó,
1997) a la que se incorporó L. Gonzalvo en 1905 como catedrático de
Arqueología, Epigrafía y Numismática, aunque en otros textos se sitúa en
1904 su llegada a Valencia (Díaz-Andreu, 2004). Pero los ligeros cambios
en los contenidos docentes no solventaban más que una parte del crítico
diagnóstico que los regeneracionistas venían planteando respecto de la
ciencia y los métodos pedagógicos de la enseñanza en España. En este sentido, la creación del Laboratorio debe ser relacionada con la mejora de la
formación-profesionalización de los estudiantes, dentro de la tímida y
recién estrenada autonomía universitaria del Decreto Silió de 1919 (cf.
Mateu y Llopis, 1952). Igualmente, puede considerarse como el resultado
lógico de una creciente preocupación de profesores, alumnos y diversos
profesionales extrauniversitarios por la investigación y conservación patrimonial (Fletcher, 1975; Martí y Villaverde, 1997).
Dos trabajos de Felipe Mateu y Llopis (1952 y 1975), testigo directo
de aquellos primeros años del Laboratorio, permiten recorrer la transformación académica que empezaba a manifestarse, con especial referencia a
la enseñanza de la Arqueología, y aportan las únicas notas biográficas del
que fue el primer Catedrático de Arqueología de la Universidad de
Valencia. L. Gonzalvo había nacido en Ávila en 1874 y estudió en la antigua Escuela Superior de Diplomática. En 1893 ingresó en el Cuerpo
Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, siendo destinado
al Archivo de Hacienda de Valencia y, tras una breve estancia en el de
Toledo, fue trasladado al Archivo Histórico Nacional donde permaneció
entre 1896 y 1905, año de su regreso a Valencia, ya como catedrático.
Hasta aquí los datos recopilados en el volumen dedicado a conmemorar el
«L Aniversario de la Fundación del Laboratorio de Arqueología» (1975),
ya que no hemos encontrado ninguna necrológica dedicada al profesor
Gonzalvo, a diferencia de lo ocurrido con otros catedráticos de la Facultad.
35
[page-n-37]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Lluís Pericot a la entrada
de la Cova del Parpalló
(Gandia). Junto a él se sitúa
un grupo de alumnos
universitarios, entre ellos
Julián San Valero,
a su derecha, y Domingo
Fletcher, el último a su
izquierda. 1932.
[Papel. SIP 16.362]
Se le consideraba alumno del arabista aragonés Francisco Codera,
sin que se pueda establecer una relación estrecha con José Ramón Mélida
(Díaz-Andreu, 2004), siendo descrita cierta «alergia frente a la publicación de los datos que él obtenía y de los comentarios que cualquier tema
en él sugería» (Pericot, 1975: 16); de hecho, el único trabajo suyo que
hemos logrado localizar es el discurso leído con motivo de la apertura del
curso 1914-1915 titulado «Carácter, elaboración y enseñanza de los
estudios históricos» (Gonzalvo, 1914) y algunas notas manuscritas que
deben fecharse en su mayoría entre 1921 y 1927 sobre la creación y los
primeros años del Laboratorio (cf. Apéndice documental).
36
[page-n-38]
La creación del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia:
entre la Escuela Superior de Diplomática y «por la ciencia hacia Dios»
Como catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras ocupó la dirección del Instituto de Idiomas de la Universidad de Valencia (Baldó, 1997),
desde donde se mostró contrario a mantener las clases de valenciano impartidas hasta entonces por el Centro de Cultura Valenciana. El objetivo era
otorgar a estos estudios rango universitario y con ese fin la Universidad creó
el Seminario de Filología Valenciana, designando a Manuel Sanchis Guarner
como su encargado, quien por sugerencia de L. Gonzalvo se traslada al
Centro de Estudios Históricos de Madrid, para estudiar con Tomás Navarro
(Mancebo, 1994; Pellicer i Borràs, 2003). Con la proclamación de la
República, L. Gonzalvo combina la dirección del Instituto de Idiomas con su
nombramiento como vicerrector, y desde febrero de 1937 con la dirección de
la Secció Filològica del Institut d’Estudis Valencians, integrada por Carles
Salvador, Manuel Sanchis Guarner, Francesc Almela i Vives y Bernat Artola
(Barona y Mancebo, 2003; Pellicer, 2003). L. Gonzalvo dimitió de su cargo
de vicerrector el 3 de agosto de 1938, tras ser movilizado por la República.
La victoria del golpe militar franquista le supuso la separación de su
cátedra y la jubilación forzosa el 17 de octubre de 1940 y, como en tantos otros casos, sólo logró que se desestimaran los cargos cuando ya había
sobrepasado la edad reglamentaria de jubilación (García y Salavert, 1986;
Baldó, 1987). La última referencia del profesor Gonzalvo es de Nicolau
Primitiu Gómez Serrano (1941), quien relata que le muestra y pide opinión sobre una figura, posiblemente romana, hallada en Valencia.
La herencia de la Escuela superior de Diplomática: «Esfera de
acción del Laboratorio: límites y carácter de su actividad»
Entre la documentación conservada se encuentra una copia del
acta de la Junta de la Facultad de Filosofía y Letras en la que se aprobó
la creación del Laboratorio de Arqueología, celebrada el día 3 de
diciembre de 1921 (cf. Apéndice documental, nº 1) y algunas cuartillas
manuscritas entre las que tienen un interés especial las encabezadas con
el título «Esfera de acción del Laboratorio: límites y carácter de su actividad» (cf. Apéndice documental, nº 2); otros originales de cierto interés son un esbozo de escudo del Laboratorio o la cabecera de un
Reglamento de la Sociedad Artístico-Arqueológica Valenciana a la que
también parece referirse Lluís Pericot (1975: 16).
Esta breve memoria contiene un posicionamiento sobre diversos temas:
la concepción que tenía L. Gonzalvo de la arqueología, los objetivos y funciones del Laboratorio —docentes, documentales, museológicos, profesionales e
investigadores—, o sobre los fines que debía cumplir la Universidad. Resulta
esclarecedor que en las primeras líneas se defina el campo de actuación del
Laboratorio y que no figure ninguna mención a la arqueología prehistórica.
Su formación en la Escuela Superior de Diplomática queda plasmada, sin
37
[page-n-39]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Visita del Centro de
Cultura Valenciana a un
abrigo de arte rupestre en
el Barranc de la Carbonera
(Beniatjar). De izquierda a
derecha aparecen Juan José
Senent, Rafael Pardo y
Nicolau Primitiu Gómez;
sentados a la derecha se
encuentran Lluís Pericot
y Salvador Espí. 1933.
[Papel. SIP D/5.716]
duda, en esta declaración de objetivos y funciones y, posiblemente, propiciará
una definición del ámbito de actuación preferente del SIP. Cuando algunos
años después, en 1926, se llega a formalizar por parte de L. Gonzalvo, José
María Ibarra Folgado y N.P. Gómez Serrano una solicitud para excavar el
poblado prehistórico del Puntal dels Moros (Nàquera), surgen dificultades ajenas al propio Laboratorio que impiden esta incursión en la Prehistoria
(Fletcher, 1975: 24).
La observación de estos acontecimientos, desde una posición personal, permite valorarlos como una delimitación del campo de actuación
del Laboratorio y del SIP, en un contexto inmediato a su creación y a la
incorporación del profesor L. Pericot a la Universidad de Valencia y al
SIP. Ciertamente, no conocemos ninguna referencia sobre cómo se gestionó el solapamiento de actividades entre el Laboratorio de
Arqueología, la sección de Arqueología del Centro de Cultura
Valenciana y el SIP, aunque la coincidencia de diversos miembros en las
tres instituciones —Isidro Ballester, N. P. Gómez Serrano o José
Martínez Aloy, por citar los más destacados— no transmite la existencia de actitudes excluyentes.
En todo caso, la actividad del Laboratorio de Arqueología en esta primera etapa parece ser dinámica entre 1924 y 1927, hasta el extremo de que
es frecuente situar su creación en el curso 1924-25 (VV.AA., 1975). A partir de
1927 no se conocen reuniones ni informes, como los que fueron exhaustivamente referenciados por Domingo Fletcher (1975). Puede que la mejor explicación del cese de la actividad del Laboratorio esté en la dedicación de L.
38
[page-n-40]
La creación del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia:
entre la Escuela Superior de Diplomática y «por la ciencia hacia Dios»
Gonzalvo a la gestión universitaria, como director del Instituto de Idiomas
primero y como vicerrector después, aunque no es posible obviar que en el
año 1927 se producen dos hechos decisivos para la investigación sobre la
Prehistoria valenciana: la ya referida creación del SIP y la llegada del profesor
Pericot García a la Universidad de Valencia. Son significativos los recuerdos
de L. Pericot (1975) sobre su llegada a Valencia, el contacto con L. Gonzalvo
y con el Laboratorio y su rápida colaboración con I. Ballester: apenas dos
años después se habían iniciado las excavaciones en la Cova del Parpalló.
Carta de agradecimiento
de Juan José Senent al
Rector de la Universidad
de Valencia por su
nombramiento como
delegado o «individuo
correspondiente» en Alcoi
del Laboratorio de
Arqueología de la
Universidad de Valencia.
1925.
Esta delimitación de áreas de actuación ya estaba aceptada cuando en
1937 se crea el Institut d’Estudis Valencians bajo la presidencia de Josep
Puche, entonces rector de la Universidad de Valencia. A L. Gonzalvo, que era
vicerrector con J. Puche, se le encarga la Secció Filològica y no la HistòricoArqueològica, presidida por I. Ballester y en la que se integra el Museo de
Prehistoria y el SIP. Sobre la Secció Històrico-Arqueològica del Institut puede
consultarse el trabajo de Joaquim Juan Cabanilles incluido en este libro.
39
[page-n-41]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Visita del Centro de
Cultura Valenciana al Puig
(Sagunt). De izquierda a
derecha: Manuel de
Navarrete, Pío Beltrán
Villagrasa, Isidro Ballester,
Rafael Martínez, Nicolau
Primitiu Gómez, Adolf
Schulten, Manuel González
Simancas y Salvador Espí.
1933.
[Papel. D/5.726]
Colaboradores y miembros del Laboratorio: una malla de relaciones
Además de la definición del ámbito de actuación y objetivos del
Laboratorio, L. Gonzalvo redactó unas notas sobre octavas de posibles colaboradores y organizó una Junta Técnica que llegó a proponer al Rector de la
Universidad de Valencia el nombramiento de corresponsales del Laboratorio
en diversas ciudades: Eliseo Gómez Serrano, profesor de Geografía en la
Normal de Alicante, Juan José Senent Ibáñez, Inspector de Primera Enseñanza
de la Provincia de Alicante, Antonio Barberá Sentamans, PresbíteroConservador del Museo Diocesano de Valencia, Manuel Peris Fuentes de
Valencia, José Lizón, Maestro de Primera Enseñanza de Olocau, José Luis
Almunia Reboul de Valencia y Pedro Ibarra Ruíz, Cronista de Elche. Además
de esta lista de corresponsales, se conserva una carta dirigida por J. J. Senent
al Rector de la Universidad de Valencia, en la que agradece el nombramiento.
Las notas individualizadas sobre posibles colaboradores y mecenas,
que el propio Gonzalvo organiza en catedráticos, alumnos y exalumnos, funcionarios del cuerpo de Archiveros y personas ajenas a la Universidad, incorporan unas breves líneas dedicadas a cada uno: Albiol, F. Almarche, el anticuario Almenar, I. Ballester, Antimo Boscá Seytre —hijo de Eduardo Boscá,
Catedrático de Historia Natural y uno de los primeros evolucionistas valencianos (Catalá, 2001)—, José Caruana, Pedro Galiana, N. P. Gómez
Serrano, J. M. Ibarra y Folgado, Emilio Lluch Arnal, J. Martínez Aloy,
Francisco Martínez y Martínez, F. Morote —director del Instituto General y
Técnico—, el fotógrafo Novella, Manuel Peris, Jaime Poch Garí y J. J.
Senent.
40
[page-n-42]
La creación del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia:
entre la Escuela Superior de Diplomática y «por la ciencia hacia Dios»
Visita al Arc Romà
(Cabanes, Castelló).
De izquierda a derecha:
Pedro Ibarra, Luis
Gonzalvo, persona sin
identificar, Emilio Lluch,
Adolf Schulten, persona
sin identificar, Emili Gómez
Nadal, Martín Almagro,
persona sin identificar,
Lluís Pericot y Manuel
de Navarrete. Hacia 1933.
[Papel. D/5.724]
El Laboratorio se organizó en cuatro secciones: Numismática, con L.
Gonzalvo y Pío Beltrán Villagrasa como especialistas; Prehistoria, en la que
figuran I. Ballester, N. P. Gómez Serrano y E. Lluch; Arqueología y Bellas
Artes, a cargo de L. Gonzalvo y Juan de Contreras; y Etnología y Etnografía
de la que eran responsables Manuel Cabrera Waleta y José Llorca.
Desconocemos la composición completa de la Junta Técnica —L. Gonzalvo
era su presidente y Emili Gómez Nadal su secretario— y sobre su Junta de
Patronato, citada en la carta de Senent. En todo caso, lo descrito hasta ahora
transmite la idea de una estructura meditada y una organización minuciosa.
Los miembros del Laboratorio de Arqueología solían reunirse los
miércoles, de 7 a 9 de la tarde, y en los listados de asistentes que hemos
podido consultar figuran L. Gonzalvo, J. de Contreras (Marqués de
Lozoya), M. Cabrera y Waleta, Francisco Beltrán Bigorra, P. Beltrán, J. M.
Ibarra y Folgado, I. Ballester, E. Lluch, F. Martínez y Martínez, Enrique
Peris Fuente, J. J. Senent, Francisco Seytre, José M. Corbin y los alumnos:
Juan Beneyto Pérez, Jesús García Tolsá, J. Llorca, Vicente Genovés
Amorós, Claudio Miralles de Imperial, F. Mateu y Llopis, Olimpia
Arocena Torres y E. Gómez Nadal, que actuaba como secretario.
Hemos mencionado que, aparte del interés histórico, arqueológico
o patrimonial que compartían los miembros del Laboratorio, existía
otro nexo que los relacionaba: su valencianismo cultural y en muchos
casos político. Es anecdótico, pero significativo, el hecho de que de los
cincuenta y dos firmantes de Les Normes de Castelló en el año 1932,
cinco están relacionados con el Laboratorio: J. Beneyto Pérez, E. Gómez
41
[page-n-43]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Nadal, N. P. Gómez Serrano, F. Martínez y Martínez y F. Mateu y
Llopis. Esta referencia puede ser ampliada citando la participación de J.
J. Senent Ibáñez en la fundación de Joventut Valencianista (1908); la
presencia destacada de N. P. Gómez Serrano, J. Martínez Aloy y F.
Martínez y Martínez en el Centre de Cultura Valenciana (1915); las
colaboraciones firmadas entre 1926 y 1931 por J. Beneyto, I. Ballester,
E. Gómez Nadal o F. Mateu y Llopis en Cultura Valenciana, una revista trimestral vinculada a los jesuitas y editada por la Acadèmia
Valencianista del Centre Escolar i Mercantil; o la fundación en 1930 por
un grupo de jóvenes profesores de la Universidad de Valencia de Acció
Cultural Valenciana, en la que participan J. Beneyto, J. Garcia Tolsá
(vicesecretario), E. Gómez Nadal (vicepresidente) y F. Mateu y Llopis
(Pellicer, 2003).
El Laboratorio en 1940: por la ciencia hacia Dios
Desde su creación en 1927, el SIP concentrará y liderará buena
parte de la investigación arqueológica valenciana, sobre todo en lo referente a la Prehistoria. Los trabajos de gestión del profesor Gonzalvo y
las reformas de los planes de estudio que se suceden desde 1928 (Baldó,
1997), posiblemente propiciaron una clara ralentización de las actividades del Laboratorio durante el período republicano, agravadas sin duda
a partir de la insurrección militar.
Ciertamente, en 1939 se inaugura una nueva etapa: el 6 de febrero
E. Gómez Nadal cruzaba la frontera por Le Perthus y el 29 de marzo se
realizaba el traspaso de poderes en la ciudad de Valencia. Se ponen en
marcha los expedientes de depuración que en la Facultad de Filosofía y
Letras afectan a tres de los dieciocho profesores: el ya mencionado E.
Gómez Nadal, profesor auxiliar y miembro de la Secció HistòricoArqueològica del Institut d’Estudis Valencians y los catedráticos José
Deleito Piñuela y L. Gonzalvo (Baldó, 1997). El Laboratorio cambiará
de denominación en los próximos años —al rótulo inicial de
Laboratorio de Arqueología se le añade y de Ciencias Auxiliares— y
sólo la presencia de O. Arocena, la primera mujer que ejerció como profesora en la Facultad (Baldó, 1997), establece cierta continuidad con respecto a la época de L. Gonzalvo.
Se produce una refundación del Laboratorio que el nuevo director
intenta describir como continuista décadas más tarde, incluyendo alguna
referencia irónica sobre los principios «patrióticos» que existían en la
Universidad de Valencia a principios de la década de 1940 (Ballesteros,
1975). También permanece alguno de los miembros de la primera época,
como N. P. Gómez Serrano, y a medida que avance la década se irán
incorporando antiguos alumnos de la universidad republicana: D.
42
[page-n-44]
La creación del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia:
entre la Escuela Superior de Diplomática y «por la ciencia hacia Dios»
Portada del número 1 de
la revista «Saitabi». 1940
Retrato de José Chocomeli,
fundador en 1940 de la
revista «Saitabi»
publicada por la Facultad
de Filosofía y Letras de la
Universidad de Valencia.
Fletcher, Enrique Pla Ballester, Julián San Valero Aparisi o Francisco
Jordá Cerdá, en la medida que los cargos y condenas a los que estuvieron sometidos algunos quedan desestimados o conmutados. En todo
caso, sobre el Laboratorio de Arqueología en la década de 1940 existe un
trabajo reciente de B. Martí y Valentín Villaverde (1997) que analiza los
cambios ocurridos con respecto a los primeros años.
Son años oscuros, un largo túnel que sólo en las últimas décadas
empieza a ser iluminado. Se da la circunstancia de que el juez depurador
nombrado por el nuevo régimen para la Universidad de Valencia era el
catedrático de Mineralogía y Botánica F. Beltrán Bigorra (Mancebo, 1994;
Claret, 2004), sustituto de Eduardo Boscá Casanoves y asistente a las reuniones del Laboratorio en la década de los años veinte. Otros miembros
del Laboratorio también tienen otras dedicaciones: J. Beneyto será
Catedrático de Historia del Derecho en Madrid y dedicará varios trabajos
a justificar el nuevo régimen; Vicente Genovés Amorós es Delegado
Provincial de Enseñanza de Falange y, tras la depuración de María
Moliner, se encarga a J. M. Ibarra y Folgado la dirección de la Biblioteca
de la Universidad (Mancebo, 1994), por citar algunos ejemplos.
En estas circunstancias se inicia la publicación de la revista Saitabi,
Noticiario de Historia, Arte y Arqueología de Levante, en cuyo primer
número se puede leer un editorial que proclama los siguientes principios:
«Realización científica eficiente, fidelidad a la cultura hispana,
prudencia crítica, independencia de escuelas y ajustamiento a las
43
[page-n-45]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Lluís Pericot en la
entrada de la Cova de les
Meravelles (Gandia)
junto a un grupo de
alumnos universitarios.
A la izquierda de la
imagen, Josefa Chaume
se encuentra utilizando el
teodolito junto a Pericot.
De derecha a izquierda,
Julián San Valero es el
primero y Salvador Espí,
el tercero. 1932.
[Papel. SIP D/5.746]
orientaciones nacionales son los caminos que se traza esta revista,
cuyo único norte es procurar y registrar la captación pura de la verdad
histórica para ponerla al servicio de Dios y del renacimiento de la
España Imperial, bajo el signo ejemplar del Caudillo».
Un ideario que está en consonancia con el del Ministro José Ibáñez
Martín (1944: 17) quien, a la hora de establecer la doctrina sobre el
papel de la Ciencia en el nuevo régimen durante la apertura del curso
1944-45 en la Universidad de Valencia, no dudaba en parafrasear la
máxima del nacional-catolicismo que hemos incluido en el título de este
trabajo (tomada de Claret, 2004).
1
Debo expresar a Bernat Martí Oliver mi gratitud por la paciencia con la que ha atendido —y en la mayoría de los casos solventado— las diversas dudas que sobre la historia
de la Arqueología valenciana le he planteado en los últimos años.
44
[page-n-46]
La creación del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia:
entre la Escuela Superior de Diplomática y «por la ciencia hacia Dios»
Apéndice documental
Documento nº 1:
Acta de Junta de Facultad sobre la creación del Laboratorio de Arqueología
En la Universidad Literaria de Valencia en 3 de Diciembre de 1921, reunida la Junta
de Facultad a las 15 horas, bajo la Presidencia de D. Pedro María López, Decano de esta
Facultad, con asistencia de los señores que al margen se expresan [Decano, Ventura, Riba,
Gonzalvo, Deleito, Casado y Velasco, Secretario], se leyó el acta de la anterior sesión, siendo aprobada.
El señor Gonzalvo propuso a la Facultad la creación de un Laboratorio
Arqueológico, donde, de acuerdo con los fines de la Universidad, se puedan organizar
materiales de trabajo, encauzar procedimientos y estimular aficiones, en las distintas
ramas de ese orden de estudios, reuniendo y ordenando series de reproducciones plásticas
y gráficas de todo género de antigüedades, redactando papeletas bibliográficas de
Arqueología, organizando excavaciones y contribuyendo a la formación del inventario
arqueológico de la región y vigorizando por cuantos medios se pueda la especialidad de
Arqueología valenciana.
El Sr. Gonzalvo rogó a la Facultad que si juzgase esta idea digna de ella, la aprobase e hiciese suya, designando una comisión de su seno para que proceda a realizar las gestiones necesarias para la creación y existencia oficial de dicho Laboratorio.
Asimismo manifestó que, con el fin de ganar tiempo y con el carácter de condicionados a juicio del Claustro de la Facultad y del Ordinario de la Universidad, ha realizado
el proponente algunas gestiones particulares, en virtud de las cuales y para el caso de que
la proposición mereciera ser aprobada por esta Junta de Facultad, el que propone hace
presente a la misma de los siguientes ofrecimientos:
1º. Por parte del Ministro de Instrucción Pública y Subsecretario la oferta de apoyo
decidido para la institución, si llega el caso de crearse en esta Facultad.
2º. Por parte del Sr. Rector de esta Universidad, la concesión de un local compuesto por dos salas en el piso principal de la misma Universidad.
3º. Por parte de los alumnos de los dos últimos cursos de esta Facultad, la oferta de
su colaboración personal en cuanto lo permitan sus tareas escolares, y la donación para el
Laboratorio de algunos libros y una cantidad en metálico.
4º. De varias personas pertenecientes y ajenas a la Universidad el ofrecimiento de su
cooperación desinteresada en los trabajos del Laboratorio y de donación de libros y alguna publicación periódica.
5º. Personalmente ofrece el Sr. Gonzalvo, con su voluntad y actividad aunque a la
Universidad pertenezcan ambas, su colección particular de monedas antiguas, otra de
improntas, las papeletas bibliográficas de Arqueología que en número de cinco a seis mil
tiene redactadas, algunos libros de su propiedad y el importe líquido del curso de árabe
clásico que viene explicando.
La propuesta del Sr. Gonzalvo París fue acogida con verdadero entusiasmo por la
Facultad. Todos los señores claustrales hicieron uso de la palabra felicitando al digno compañero por su altruismo, generosidad y elevada idea en pro de la Enseñanza y que tanto
enaltece el nombre de la Facultad que se honra teniendo en su seno a tan cultísimo y laborioso profesor.
45
[page-n-47]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
El Claustro por unanimidad le concedió un voto de gracias e hizo suya la proposición acordando que los señores D. Pedro María López y Don Carlos Riba ayuden al Sr.
Gonzalvo a realizar las gestiones pertinentes para la creación del citado Laboratorio de
Arqueología.
Documento nº 2:
Esfera de acción del Laboratorio: límites y carácter de su actividad
La materia de trabajo ha de ser la Arqueología en el sentido más amplio dentro de
los límites naturales; es decir lo que convencionalmente se divide en Arqueología, Historia
de las Bellas Artes, Numismática, Epigrafía, Diplomática y Bibliología.
El carácter de los trabajos ha de ser de acopio y organización de materiales de estudio en originales o reproducciones, de fomento de estos estudios, de intensificación del
aspecto regional de los mismos y de utilización de aquellos materiales por catedráticos,
alumnos y personas ajenas a la Universidad.
Su interés debe responder al triple fin de la Universidad, pedagógico-profesional,
científico-abstracto, y de difusión de la cultura.
Posibles funciones del Laboratorio.
1º. Obtención de reproducciones:
En escayola, galvanoplastia, etc. de inscripciones, relieves y otros objetos arqueológicos, ya por confección propia, ya por donación, compra o intercambio.
Negativos en ebonita de monedas de museos y colecciones particulares, para reproducir los positivos que fuesen convenientes.
Fotografías de objetos antiguos y de monumentos, tanto para formar un albúmfichero de arqueología, base de una posible publicación que recogiese y completase los diccionarios, mal ordenados los actuales, como para obtener diapositivas utilizables en clases
y conferencias (las que hoy posee la Facultad son muy útiles para Hª del Arte, poco en conjunto, para Arqueología).
Fotografías de documentos no por series de procedencias o por asuntos históricos,
que podría ser el procedimiento en un laboratorio de estudios históricos, sino por selección de modelos diplomáticos y paleográficos como facsimiliario y formulario.
2º. Redacción de cédulas de bibliografía de las materias propias del laboratorio (en
mis papeletas he comprobado la publicación hasta de tres trabajos sobre un asunto, ignorando cada autor la existencia de los trabajos anteriores).
3º. Práctica de excavaciones y lista de sitios excavables.
4º. Preparación del futuro Museo Arqueológico de la Universidad que debe nacer
de este Laboratorio. Para esto se puede contar con las excavaciones y con las donaciones,
que es necesario fomentar.
5º. Inventario arqueológico de la ciudad y luego de la provincia y región, con indagación del paradero de los objetos arqueológicos cuya existencia anterior se atestigua por
los autores o por cualquier fuente fidedigna.
6º. Preparación del consultorio técnico y bibliográfico de arqueología como función
del mismo Laboratorio con carácter público (¿retribuido? y en qué condiciones?).
7º. Organización de una sección especial de estudios arqueológicos valencianos (en
relación con el aspecto particular de algunas de las funcionas expresadas y aparte de las
secciones generales que otras implican).
46
[page-n-48]
Isidro Ballester Tormo y la creación del Servicio
de Investigación Prehistórica
María Jesús de Pedro Michó
Servicio de Investigación Prehistórica
En la época en que yo todavía era una estudiante de Prehistoria y
Arqueología de la Universidad de Valencia comencé a frecuentar la
Biblioteca del Servicio de Investigación Prehistórica, por aquel entonces
ubicada en el Palau de la Batlia. Recuerdo aquel espacio repleto de
librerías, estantes y anaqueles llenos de libros, sobrio y no demasiado
luminoso pero cálido y confortable, con una gran mesa en la que compartían lecturas desde el propio director Domingo Fletcher Valls a los
más jóvenes estudiantes e investigadores, pasando por Enrique Pla
Ballester, subdirector del Museo, o Enrique Llobregat Conesa, director
del Museo Arqueológico de Alicante, y por los profesores y catedráticos de nuestra Universidad. En la parte que daba a la plaza de Manises
estaban las mesas de D. Fletcher y E. Pla, y allí, tras la mesa de Don
Domingo, la fotografía de un señor con gafas oscuras, ya mayor y con
la tez muy blanca, casi albina. Era Isidro Ballester Tormo, fundador de
la institución, aunque entonces yo no sabía nada de él y estaba lejos de
imaginar que algún día escribiría estas líneas que pretenden conmemorar ochenta años de actividad de una institución emblemática, pionera
y modélica de lo que ha sido la investigación arqueológica valenciana y
peninsular de las últimas décadas, el Servicio de Investigación
Prehistórica y su Museo de Prehistoria. Sirvan estas líneas de homenaje a todos aquellos que participaron en la realización del proyecto.
Una aproximación biográfica a la persona de D. Isidro Ballester Tormo
Antes de referirnos a la historia de la institución, el Servicio de
Investigación Prehistórica, vamos a centrarnos en la persona que fue su
alma y pieza clave de su éxito. Así, nos preguntamos qué es lo que
sabemos de I. Ballester antes de la creación del SIP. Nos acercamos al
conocimiento del personaje desde las referencias biográficas publicadas
por Bernat Martí Oliver (2006) y a través de los comentarios de aquellos que lo conocieron en vida. Contamos también con una gran canti-
47
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Retrato de Isidro
Ballester. Hacia 1925.
[José Grollo. Papel.
SIP D/5.727]
dad de notas del propio Ballester, escritas de su puño y letra, impresiones y descripciones de los yacimientos que visita, croquis, dibujos, etc.,
entre los años 1915 y 1929, dispersas en diferentes libretas y hojas
sueltas que se conservan en la Biblioteca del SIP, y también a partir de
la documentación oficial generada durante los primeros años de andadura de la institución a la que representó durante más de 20 años. Al
margen de los hechos conocidos oficialmente y publicados en diversos
trabajos, pretendemos conocer de manera más cercana a la persona,
sus cualidades como investigador, su habilidad política y su mano
izquierda para tratar delicados temas que diariamente se le planteaban
48
[page-n-50]
Isidro Ballester Tormo y la creación del Servicio de Investigación Prehistórica
desde las instancias políticas, teniendo en cuenta que abordamos un
periodo que se inicia durante la dictadura de Primo de Rivera, pasa por
la vuelta al régimen parlamentario en 1930 y por la formación de un
gobierno republicano, atraviesa una guerra civil y continúa con posterioridad en un gobierno dictatorial en los duros años de la posguerra
española. Las referencias biográficas nos dan cuenta de su nacimiento
en Nerpio (Albacete) el 12 de agosto de 1876. Aunque originaria de la
Vall d’Albaida, la familia de I. Ballester se encontraba en esa localidad
a causa de la profesión de notario ejercida por su padre. A los pocos
años se trasladó a la Pobla del Duc, cursó el primer año de bachillerato en Xàtiva y los restantes en los Padres Escolapios de Gandia, donde
entró en contacto con el P. Leandro Calvo, quien le inculcó la afición
por la arqueología. Estudió Derecho en la Universidad de Valencia,
licenciándose en 1901 y pasó a ejercer como abogado. No obstante, al
margen de su actividad profesional, ejercida en Albaida y en Valencia,
inició de forma temprana sus estudios arqueológicos, prospectando un
gran número de yacimientos.
En su necrológica, publicada en el volumen III del Archivo de
Prehistoria Levantina, de 1952, el entonces Presidente de la
Diputación de Valencia, Francisco Cerdá Reig, habla de cuando lo
conoció; de su fama de joven y hábil político para destacar dentro del
partido Conservador desde el que alcanzó la vicepresidencia de la corporación después de haber pertenecido a ella ininterrumpidamente
desde 1915; y de cómo «en aras a su gran vocación científica, sacrificó su carrera y su bufete, sus aspiraciones políticas, su patrimonio económico y hasta la comodidad de su propia vida familiar». Pero los
aspectos más entrañables vienen expresados por Lluís Pericot García,
colaborador de I. Ballester hasta la muerte de éste, tras 23 años de convivencia: «Cuando don Isidro Ballester estaba en la plenitud de sus
fuerzas y de su entusiasmo creador y yo era uno de los catedráticos
más jóvenes y lleno de ilusiones, la Providencia me llevó a la
Universidad de Valencia y me puso en su camino». L. Pericot (1952)
nos descubre la afición de D. Isidro por la caza, su amor al campo y al
monte, su habilidad para la rebusca y la observación de ligeras huellas,
magnífico prospector de yacimientos arqueológicos. Y nos habla de
sus desgracias familiares: «enviudó muy pronto de su primer matrimonio y su hijo murió también a tempranísima edad. En segundas nupcias, su esposa le prodigaba buenos cuidados hasta que quedó ciega
justo en el momento en que él perdía también la vista, lo que aceleró
su muerte que se produjo el 13 de agosto de 1950». Y de las influencias que marcaron su actividad científica, L. Calvo primero y, más
tarde, Francisco Almarche Vázquez, José Sanchis Sivera, Elías Tormo
Monzó y reputados arqueólogos de Madrid y Barcelona como Manuel
Gómez Moreno y Pere Bosch Gimpera.
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[page-n-51]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Trabajos de excavación
en las proximidades de
Covalta (Albaida).
1906-1919.
[Placa de vidrio. SIP 2.260]
En palabras de L. Pericot, la suerte le acompañó en sus primeros
trabajos de excavación. Hacia 1906 comenzó la exploración del poblado ibérico de Covalta, en Albaida, que excavó entre 1917 y 1919.
Realizó excavaciones en la necrópolis ibérica de Casa del Monte, en
Valdeganga (Albacete) entre 1918 y 1920; y en los poblados de la Edad
del Bronce del Tossal Redó y Tossal del Caldero, en Bellús, entre 1924 y
1925. Entre otros yacimientos, en 1909 visita el Castellet del Porquet de
l’Olleria (Ballester, 1937), interesado en comprobar las citas de Juan
Vilanova y Piera en 1872, de Enrique y Luis Siret, y de Hugo Obermaier;
describe el pozo y dibuja un croquis del mismo, que rectifica en 1926, y
comenta cómo «se hizo de él un tipo arqueológico», haciendo referencia a los dólmenes y túmulos de las tierras valencianas, como el del
Molló de les Mentires de Aielo de Malferit.
De su fecunda actividad durante esos años dan cuenta una serie de
anotaciones dispersas en diferentes cuadernos y libretas. Entre los numerosos yacimientos que descubrió, nos centramos ahora en los poblados
de Bellús, que visita en septiembre de 1922 y excava en 1924, cuando
decide explorar la torre o túmulo del Tossal Redó por tratarse de una
construcción parecida a la del «Sercat» de Gaianes, en la que también se
habían hallado restos humanos y de donde procedían cerámicas y un
hacha que formaban parte de su colección. Continúa la exploración del
Tossal Redó en 1925, pero en 1926, según sus propias notas, no le es
posible excavar por exceso de trabajo. En cuanto al Tossal del Caldero,
empieza su exploración porque cree que la experiencia que le proporcione facilitará la excavación del Tossal Redó; busca la muralla y sólo
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Isidro Ballester Tormo y la creación del Servicio de Investigación Prehistórica
encuentra una terraza artificial, y al final del diario explica: «El escaso
fondo del poblado (mejor diríamos el ningún fondo, porque es casi todo
roca) nos hace suspender la exploración dedicando los restantes días disponibles a explorar el Tossal Redó, estación que manifiesta un profundo estrato, seguramente más fecundo y de enseñanzas más eficaces».
La influencia de L. Calvo en su formación como arqueólogo se deja
ver al indexar un buen número de estaciones de la comarca de la Safor,
algunas de las cuales visita, comentando cada uno de los aspectos destacados por aquél, dibujando sus materiales o los restos de estructuras.
Sus visitas o exploraciones le llevan igualmente a Villena y Yecla, a
Catadau, Llombai, Montserrat, Godelleta y Torís, a Requena, Utiel,
Sinarcas y Minglanilla, y a los yacimientos del «Sercat» de Gaianes,
solana del Benicadell, Altet de Fontanars en Xàtiva y a la estación iberorromana del Camí de Xàtiva en Guadassèquies. Entre sus notas
comenta también las diferentes visitas realizadas a Bèlgida para conocer
la colección de Mariano Jornet Perales, al que le une una buena amistad, y considera interesantes los fondos de cerámica «caliciforme» y
«cardial», única en las tierras valencianas. Visita l’Atarcó en 1924, describiendo el yacimiento y los silos, y la cerámica neolítica; dibuja las
cerámicas campaniformes que él llama «caliciformes», y los hoyos que
se repiten en Caseta del General, Mandola, Camí de l’Alfogàs y Pedrera,
sin restos humanos; hace referencia al hallazgo de M. Jornet de un cráneo en un hoyo, en una sepultura saqueada, y a otros hallazgos entre
1915 y 1921, dibujando los materiales campaniformes de Beniprí. En
ocasiones se refiere a asuntos de su trabajo de abogado: pleitos, embargos, testamentos, junto a algún apunte de arqueología, un gráfico sobre
pesos y medidas, o el dibujo de la iglesia de Santo Domingo de l’Olleria
con la descripción de los cuadros del altar. Y en diferentes cuadernos
aparecen reflejadas sus visitas a los yacimientos de la Vall d’Albaida con
sus croquis, el dibujo de algunos materiales o las referencias bibliográficas que le parecen más adecuadas.
Conocemos su prestigio, anterior a la creación del SIP, de acuerdo
con sus tempranas excavaciones, tal y como muestra la dedicatoria que
le hace F. Almarche en su obra La antigua civilización ibérica en el Reino
de Valencia (1918): «A D. Isidro Ballester Tormo. Diputado Provincial
por Albaida. Peritísimo en el estudio de la cultura ibérica valenciana»,
libro en el que se mencionan los trabajos de Ballester en Covalta, los
materiales que ha adquirido de Gaianes (Coveta de l’Or), «algunos en
perfecto estado de conservación, que avaloran su ya numerosa colección». Y el descubrimiento de unas cuevas en el «Cerro del Porticholet»,
entre Xàtiva y Benigànim, en 1909. También E. Tormo, en su Guía
Levante (1923), se refiere a algunos de los yacimientos explorados por
Ballester, como la «Cueva Alta, en el monte de la Umbría», si bien no
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
cita ni su excavación ni su colección. Por otra parte, desde la creación
del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia en 192021, Ballester frecuentaba sus reuniones semanales, punto de encuentro
de un amplio grupo de estudiosos (Martí y Villaverde, 1997).
De su actividad política sabemos que estuvo afiliado al partido
Conservador desde su juventud, fue diputado provincial por el distrito
de Xàtiva-Albaida desde 1915 hasta la disolución de las diputaciones
por parte del directorio militar en 1924. Elegido en 1915, su renovación
se produjo en 1919 como conservador-datista; fue de nuevo elegido en
las elecciones parciales de 1920 y renovado en 1921, el año del asesinato de Eduardo Dato, y también en 1923, con un breve mandato en esta
ocasión por la llegada de la dictadura de Primo de Rivera. Con el regreso al régimen parlamentario, en febrero de 1930, I. Ballester volvió a ser
diputado, siendo elegido vicepresidente de la Diputación de Valencia
hasta la proclamación de la República en abril de 1931, cuando se produce la dimisión de la Corporación y la creación de la Junta Provincial,
el 15 de abril de 1931. De su labor como diputado sólo existe una mención a un discurso suyo, respecto a la gota fría ocurrida en otoño de
1923 y a la dificultad de pagos a los que se enfrentan los pueblos de la
comarca (Frasquet, 1995: 309). Pero, «sus amplios conocimientos sobre
la Prehistoria valenciana, su relación con las instituciones culturales y su
directa experiencia como diputado le llevaron a proponer la creación de
un Servicio de Investigación Prehistórica por parte de la Diputación de
Valencia, en 1927, del que fue nombrado director. Desde entonces su
actividad quedó vinculada a la de esta institución, promoviendo la realización de numerosas campañas de excavación y la creación del Museo
de Prehistoria de Valencia» (Martí, 1992).
La creación del Servicio de Investigación Prehistórica. De 1927 a 1931
En palabras de L. Pericot, los contactos de I. Ballester con instituciones en Madrid y Barcelona hicieron germinar en su mente una idea
ambiciosa, la de establecer en Valencia un centro dedicado a la investigación prehistórica. Idea que junto al ofrecimiento de Fernando Ponsell
Cortés en el mes de febrero de 1927 para ceder a la Diputación de
Valencia, a cambio de una indemnización, la colección de materiales que
había ido reuniendo en sus excavaciones («La Diputación me abonará
1.025 pesetas, importe del alquiler del local... y un sueldo de 3.000 pesetas anuales, por excavar y reconstruir todos los objetos y mandarlos a la
Diputación en condiciones...; con la obligación de excavar en los pueblos de la provincia de Alicante que se crea conveniente»), y la «voluntad de la corporación por asumir su condición de cabeza de una región
que había dado a la Prehistoria notables manifestaciones artísticas»,
están en el origen de la creación del Servicio de Investigación
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Isidro Ballester Tormo y la creación del Servicio de Investigación Prehistórica
Panel con materiales
de Covalta (Albaida).
1906-1919.
[Casa Grollo. Placa
de vidrio. SIP 293]
Prehistórica. Así, en su sesión del cinco de mayo, la Comisión Provincial
Permanente solicitaba de I. Ballester, teniendo en cuenta su «especial cultura y reconocida competencia en estudios prehistóricos», un informe
sobre la conveniencia de tal adquisición, «cuyos objetos pudieran ser
principio de un museo cuya creación tiene en estudio esta Corporación».
El escrito de I. Ballester valoraba muy positivamente los fondos de la
colección arqueológica de F. Ponsell, procedentes del poblado ibérico del
Xarpolar de Margarida y del poblado de la Edad del Bronce del Mas de
Menente en Alcoi: «Los fondos son de verdadero interés para el estudio de
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
la prehistoria y protohistoria general española y muy especialmente de la
levantina»; consideraba que su adquisición evitaba la dispersión de los
hallazgos y fijaba un precio de mil quinientas pesetas para su compra; recomendaba la «adquisición completa de la colección», pero sin aceptar las
condiciones de F. Ponsell: «Ha de bastar una cantidad mucho menor, suficiente para los trabajos de excavación y reconstrucción e indemnización al
Director de ellos. Los propósitos abrigados por esa corporación, sobre fundación de un Museo Arqueológico, inducen a un necesario servicio de
excavaciones montado por la misma, obligada consecuencia de aquel. El
Museo de Prehistoria o el Arqueológico con sección de aquella, tienen un
carácter fundamentalmente dinámico..., porque debiendo ser las series que
los compongan elementos para el estudio de remotas civilizaciones casi desconocidas, necesariamente han de vivir tales museos en constante renovación de documentos arqueológicos y en perenne movimiento de contraste
las ideas que aquellos sugieran por sí o las que directamente proporcionen
las excavaciones... Si la Excma. Diputación Provincial se decide, pues, por
la creación de un museo Arqueológico, seguramente que lo hará como parte
de un «Servicio de Investigaciones Arqueológicas» que necesariamente, por
Portada del legajo que
reune los documentos
relacionados con la compra
de la colección de Fernando
Ponsell y la creación del
Museo de Prehistoria.
[Arxiu de la Diputació de
València. ADPV]
la fuerza de las cosas, habrá de comprender, aunque sea modestamente, tres
secciones: excavaciones, museo y publicaciones. La Diputación, puesta en
la alternativa de escoger entre subvencionar excavaciones y efectuarlas de
su cuenta bajo su inspección, se incline por lo último como ensayo de futuras decisiones, imponiéndose tan pequeño sacrificio económico, que no
merece el mencionarse. La indemnización de 1.025 pesetas, es preferible se
denomine precio de adquisición, aumentándolo a 1.500 pesetas».
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Isidro Ballester Tormo y la creación del Servicio de Investigación Prehistórica
Ballester apostaba por la creación de un Museo Arqueológico
como parte de un Servicio de Investigaciones Arqueológicas que habría
de comprender tres secciones: excavaciones, museo y publicaciones; e
invitaba a la Diputación a efectuar sus propias excavaciones considerando que éste era el mejor medio para acrecentar las colecciones. Al mismo
tiempo, consciente de las limitaciones presupuestarias iniciales, se
decantaba por la conveniencia de dedicarse a la investigación prehistórica, ya que «para lo “arqueológico”, tan amplio, precisaría, si las cosas
se hacían sólo medianamente, muchísimos miles de duros».
El veinte de octubre de 1927 se aprobó la creación del Servicio de
Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia, siendo nombrado I. Ballester su Técnico principal. En el acuerdo de la Comisión se
decide adquirir la colección Ponsell y continuar sus excavaciones con
una consignación anual de 750 pesetas; dirigirse al Laboratorio de
Arqueología de la Universidad de Valencia «para que formule un plan
metódico general de investigación prehistórica en nuestra región y, si
Ponsell acepta, su colección sea el primer paso en el orden de los sucesivos estudios prehistóricos, acordándose también la instalación provisional de la colección de dicho señor y el estudio de la creación de un verdadero Museo Prehistórico. A propuesta del señor diputado ponente de
Enseñanza y Bellas Artes, se acuerda nombrar a D. Isidro Ballester
Tormo Director Técnico del Museo Prehistórico que esta Corporación
se propone crear, teniendo en cuenta al hacer este nombramiento, la
gran cultura del Sr. Ballester, especialmente en materias prehistóricas y
el interés y el acierto con que, desde el primer momento, ha prestado a
esta Corporación su ilustrado consejo».
El 28 de octubre, aceptadas las condiciones por F. Ponsell, se
adquiere la colección, y el 1 de noviembre I. Ballester acepta y agradece
el nombramiento y solicita que su designación sea interina con el fin de
atender a necesidades inaplazables, y efectuar después el nombramiento
definitivo. El 17 de noviembre la Comisión le pide «avance de la cifra
que en concepto suyo deba consignarse en el Presupuesto de 1928 para
instalación de la colección Ponsell y trabajos de excavación que puedan
realizarse». I. Ballester avanza la cifra de 12.000 pesetas, cantidad que
considera necesaria como presupuesto inicial para instalar el museo,
aumentar los fondos con excavaciones y adquisiciones, el montaje de
nuevos fondos, o la creación del taller de reconstrucción; plantea la
necesidad de acordar las normas que han de reglamentar el Servicio y
pide establecer contactos con Lo Rat Penat, con el Centro de Cultura
Valenciana, con el Laboratorio de Arqueología, y también con entidades
de las provincias hermanas como la Sociedad Castellonense de Cultura.
El 25 de abril se dirige a dichos centros y en especial al Laboratorio de
Arqueología, aludiendo «al importante trabajo de recogida de datos y
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
clasificación de estaciones de Levante realizado por dicho Laboratorio y
la labor de formación del mapa prehistórico encargado a Pericot». En
breve recibirá el incondicional apoyo de dichas instituciones.
El ambicioso proyecto empezó a tomar forma en los primeros meses
de 1928, y ya el 26 de abril comunica a la Corporación que la Colección
Ponsell ha sido «provisionalmente instalada en los entresuelos llamados
del Torreón del Palacio de la Generalidad». Hace constar la eficaz colaboración de L. Pericot y de M. Jornet («culto teniente coronel del Ejercito
y entusiasta investigador arqueológico»); solicita que se establezcan unas
normas para la reglamentación del Servicio y que continúen las excavaciones de Mas de Menente. Solicita personal de Vías y Obras para el
levantamiento de planos o croquis de las excavaciones; poder disponer
con la rapidez necesaria de medios con que atender a viajes, exploraciones, material de excavación, fotografía, etc.; poder publicar la labor realizada por el Servicio de Investigación Prehistórica; formar una pequeña
biblioteca especializada... «Para llevar a efecto las excavaciones y exploraciones que son principal motivo de la creación de este Servicio, interesa acogerse a la ley de 7 de julio de 1911 y al Reglamento de 1 de marzo
de 1912, y solicitar al estado las autorizaciones».
I. Ballester decidió centrarse en la realización de excavaciones, así
como en su estudio y publicación, como único camino de asentar la institución. En junio de 1928 comunica a la Comisión Permanente el plan
de excavaciones, solicitando las autorizaciones para Cova Negra de
Xàtiva, Cova del Parpalló y Coves del Llop, en Gandia; Altet de
Fontanars de Xàtiva y la Bastida de les Alcusses de Moixent. Los trabajos de exploración son encomendados a L. Pericot, Gonzalo Viñes
Masip y F. Ponsell, además de M. Jornet y el propio Ballester. Y ya en
octubre, finalizados los trabajos, se hace más urgente resolver el problema de locales y la falta de personal. Para la reconstrucción de materiales de Bastida hace venir a F. Ponsell desde Alcoi, el cual ha descubierto
un interesante enterramiento en la Cova de la Sarsa y ha solicitado en su
nombre la concesión de excavaciones, aunque I. Ballester pide que la
Comisión se dirija a la Junta Superior haciendo constar la cesión de
derechos a la Diputación y abonando los gastos a F. Ponsell. Comienza
la preparación del Anuario del Servicio, el Archivo de Prehistoria
Levantina, cuyo primer volumen verá la luz en 1929.
Muy pronto se plantea la conveniencia de adquirir materiales
cuando no hay posibilidad de conseguirlos si no es por compra. En
enero de 1929 se ofrecen al Servicio los materiales de la colección de
Federico de Motos, farmacéutico de Vélez Blanco (Almería), de objetos de las primeras Edades del Metal, de gran importancia para el
museo, según su escrito, «por tratarse de una cultura prehistórica
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Isidro Ballester Tormo y la creación del Servicio de Investigación Prehistórica
madre de la nuestra», por un precio de 1.500 pesetas. Y también otros
lotes de objetos que forman parte de la colección de Manuel Cazurro
Ruiz, de Girona, si bien aparecen citados como ofrecimiento de José
Colominas, de Barcelona. Su descripción es la que sigue: un lote del
paleolítico europeo por 250 pesetas, un cartón con 17 lanzas y puntas
de flecha del bronce por 300 pesetas, dos cartones con 26 hachas del
bronce por 800 pesetas, material de un sepulcro de Burgos por 500
pesetas. Y un importantísimo lote de Ampurias, de objetos griegos,
helenísticos y romanos, todo por 2.500 pesetas, «debiendo llevarse la
adquisición con gran secreto y rapidez si se quiere evitar que la junta
del Museo de Barcelona se nos anticipe o nos dificulte aquella».
Ambas adquisiciones se harán efectivas en enero de 1930.
Cartel del Laboratorio
y Museo de Prehistoria.
A finales de abril de 1929 se solicita la incorporación de Salvador
Espí Martí para atender las necesidades del Laboratorio y Museo y se
propone el nombramiento de L. Pericot como subdirector del Museo y
el de M. Jornet, G. Viñes y F. Ponsell como colaboradores. Emilio
Gandía Ortega, natural de Xàtiva, Conservador del Museo de la
Ciudadela de Barcelona y excavador de Ampurias, es nombrado
Conservador Honorario del Museo de Valencia. En palabras de L.
Pericot, ésta es la época más brillante de la vida de I. Ballester.
Las excavaciones iniciadas son un éxito y el Servicio es felicitado
por diferentes organismos de acuerdo con las actividades desarrolladas:
se adhiere al centenario del Instituto de Arqueología de Berlín, siendo
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
representado en los actos celebrados por el «sabio profesor de la
Universidad de Barcelona D. Pedro Bosch Gimpera»; participa, con una
comunicación de L. Pericot, en el XII Congreso de la Asociación
Española para el progreso de las Ciencias y, en la sesión presidida por el
profesor Mendes Correa de Lisboa, se suceden las alabanzas al Servicio
por parte de los Congresistas en nombre de los cuales hablaron Francesc
Carreras Candi, P. Bosch Gimpera y el presidente de la sesión; participa
igualmente en el IV Congreso Internacional de Prehistoria celebrado en
Barcelona en otoño de 1929 y reciben las felicitaciones de H. Obermaier,
Correa de Serpa Pinto y el presidente del Congreso, José Ramón Mélida;
concurren asimismo a la Exposición Internacional en dicha ciudad con
la presentación del plomo hallado en la Bastida de les Alcusses y otros
materiales de las excavaciones de la Cova del Parpalló y de Cova Negra.
En 1930 el SIP se inscribe de nuevo en el V Congreso Internacional de
Arqueología, a celebrarse en Argel.
Su actividad es reconocida por la Dirección General de Bellas
Artes, recibiendo la felicitación de su director M. Gómez Moreno en una
visita realizada a Valencia, al tiempo que E. Tormo es Ministro de
Instrucción Pública y Bellas Artes. El Ponente de Instrucción Pública
aprovecha la ocasión para solicitar ayuda del Estado, en el sentido de
disponer de ejemplares duplicados obtenidos en las excavaciones de la
Alcúdia de Elx que pudieran formar parte de las colecciones del Museo
de Prehistoria de Valencia. Y también para solicitar al Ministerio de
Instrucción Pública que se sirva fomentar la Biblioteca del SIP con las
obras que publican sus diferentes centros sobre dicha materia, entre
otras la serie de Memorias y Boletines de la Real Academia de la
Historia, las Memorias de la Junta Superior de Excavaciones y
Antigüedades, y las Memorias de la Comisión de Investigaciones
Paleontológicas y Prehistóricas.
El prestigio de la institución va en aumento y las peticiones formuladas por I. Ballester son atendidas por la Diputación: se mantiene la continuidad en cuanto a las excavaciones y la política de adquisición de
colecciones (en 1930 se hace efectiva también la compra de material
arqueológico procedente de las excavaciones de Eivissa a la viuda de
Arturo Pérez Cabrero); y consigue el pago de indemnizaciones a L. Pericot
y a F. Ponsell por los servicios prestados: «La importancia creciente que
fue tomando la labor del Servicio, ha ido imponiendo a las personas que
ayudan a llevarla, una asiduidad cada vez mayor y un esfuerzo más constante, que requiere tanto tiempo y sacrificio que ya no puede quedar sin
compensación adecuada. Claro que de ello queda excluido el que suscribe, porque su intervención es meramente temporal por el tiempo preciso
para el total establecimiento del Servicio, y lo que interesa es dejarlo organizado definitivamente». Resulta sorprendente que I. Ballester intentara
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Isidro Ballester Tormo y la creación del Servicio de Investigación Prehistórica
mantener su labor personal de investigación aludiendo a la provisionalidad de su puesto de dirección: «Continuando nuestra antigua labor personal de investigación en el Valle de Albaida y comarcas colindantes,
hemos de solicitar nos conceda la Junta Superior la R. O. para explorar
ciertos yacimientos. Nuestra labor personal y la realizada como Director
del Servicio, hemos conseguido separarla; cosa fácil porque absorbido
nuestro tiempo sobrante por el Servicio, poco hemos podido hacer por
nuestra cuenta; pero de todos modos hemos encargado la labor de la
Diputación a los colaboradores reservándonos solo la Dirección». Y
sigue: «Creemos justificado, porque nuestra intervención al frente del
Servicio no ha de ser permanente, ni será la continuidad del esfuerzo de
la diputación, ni precisa a la labor de la misma las aludidas estaciones prehistóricas, habiendo tanto campo donde desarrollar estas actividades, el
que solicitemos para nosotros las concesiones de referencia. De otro
modo se nos imposibilitará de continuar nuestra personal labor en sitio
de relativa comodidad para nosotros. De todos modos solicitamos de la
Comisión su parecer sobre este punto». El escrito lleva fecha de 21 de
diciembre de 1929 y, en efecto, I. Ballester efectuará excavaciones por
cuenta propia en la Cova del Camí Reial d’Alacant, de Albaida, y en la
Cova del Barranc del Castellet, de Carrícola, y no hará efectiva la donación de su colección hasta años después.
En marzo de 1930, la Comisión Provincial Permanente acuerda:
«Modificar el régimen económico actual del Servicio de Investigación
Prehistórica de esta Corporación, que está a cargo del Sr. Director
Técnico Don isidro Ballester Tormo, y que desde hoy quedará encomendado al Subdirector del citado Servicio Don Luis Pericot García, y que
las peticiones de fondos libradas a dicho señor Pericot, como las cuentas de justificación formuladas por el mismo, serán autorizadas con el
visto bueno del Sr. Director Técnico». El hecho de que se delegue en L.
Pericot la gestión económica debe ponerse en relación con la elección de
I. Ballester como diputado y su puesto de vicepresidente, siendo
Presidente Pedro J. Serrano.
Los años de la República y la Guerra Civil. De 1931 a 1939
El advenimiento de la República supone una limitación a la autonomía de la que gozaba I. Ballester para dirigir el Servicio y en cuanto a
la toma de decisiones. Así lo expresa en un informe de 28 de mayo de
1931 en el que, entre otros temas, solicita permiso para excavar, ya que
se han producido cambios en la Diputación y no sabe si pueden decidir
por su cuenta. Ese mismo año L. Pericot se traslada a Francia, Inglaterra
e Italia, con una pensión de 4 meses, para estudiar Paleolítico superior
en relación con la importancia de los hallazgos de la Cova del Parpalló,
y le comenta a I. Ballester la conveniencia de no dar forma definitiva al
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
trabajo que está preparando sobre dicha cueva, a publicar en el volumen
II del Archivo de Prehistoria Levantina, hasta que concluya su visita de
estudio. En su ausencia, I. Ballester sugiere que sea M. Jornet el encargado de retirar fondos y rendir cuentas. Por otra parte, se reducen las
consignaciones y se producen cambios profundos en la Diputación. Del
entusiasmo de los primeros años se pasa al pesimismo. Los temas siempre presentes en los escritos de I. Ballester son la falta de espacio, de personal y de recursos, y la actitud totalmente voluntarista del equipo de
colaboradores; el presupuesto se reduce a 500 pesetas en 1932 y se paraliza la actividad de campo. De nuevo hace constar su situación de provisionalidad cuando realiza una petición para que se terminen a la
mayor brevedad posible las obras de los entresuelos llamados salas doradas del Palacio de la Generalidad. Con el fin de que «el museo esté en
buenas condiciones de presentación, para evitar posibles críticas de los
visitantes, especialmente de los extranjeros, y para que, instalado debidamente aquel, pueda apreciarse la labor realizada con los sacrificios
que la diputación se impuso. Ello aparte de que la persona que desempeña esta Dirección está esperando hace tiempo la inauguración del
Museo, para dejar aquella, por creer haber cumplido sobradamente con
un deber de valencianía y de amor a la Diputación que le obligaban a
determinados sacrificios. Por todas estas razones rogamos se insista en
el acuerdo de terminar las obras referidas».
En enero de 1933 la Comisión gestora de la Junta Central aprueba
las bases para la reorganización de SIP: «1. Los trabajos de Prehistoria
dependerán de una manera absoluta de la Ponencia que se convertirá
ahora en Dirección. 2. El personal técnico y administrativo será nombrado por la corporación. 3. Los gastos serán satisfechos por la Diputación
previo visto bueno del Director y aprobación de dicho organismo en
sesión pública. Adicional. Memoria anual; aumentar a 10.000 pesetas la
consignación de 500 del presupuesto de gastos para el ejercicio de 1933».
Cabe pensar que se insta a I. Ballester a dejar la dirección en manos de L.
Pericot. Y, finalmente, el 6 de febrero de 1933, se produce su renuncia al
«cargo que vengo desempeñando desde hace cinco años, sin remuneración alguna, antes bien con perjuicio propio, solo con la buena voluntad
de contribuir a la exaltación de la personalidad de esa Corporación a la
que tanto cariño tenemos los que de ella hemos formado parte. Me considero suficientemente pagado de trabajos y sinsabores con que la creación del Servicio fuera a propuesta mía, con haber organizado sus diversas secciones, el Museo entre ellas que ha llegado a estimarse como uno
de los mejores de España, y haber logrado que por ello sea la Diputación
valenciana conocida bastante más allá de sus estrechos límites administrativos. He sido en ello auxiliado por competente personal que escogí he de
decir que acertadamente, y que hoy hace de todo punto innecesaria mi
presencia en el Servicio».
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Isidro Ballester Tormo y la creación del Servicio de Investigación Prehistórica
Isidro Ballester en su
despacho. Hacia 1945.
[J. Alcácer]
No obstante, Ballester continúa vinculado al Servicio y las perspectivas vuelven a mejorar con el inicio de las excavaciones en el
Tossal de Sant Miquel de Llíria. Con posterioridad, el 7 de enero de
1935, la Corporación lo nombra Director Honorario del SIP para que
se encargue temporalmente de la Dirección técnica del Museo, toda vez
que sus ocupaciones le impiden aceptarla con carácter definitivo, y en
atención a que L. Pericot se ha trasladado a Barcelona, aunque continúa como colaborador, igual que M. Jornet, G. Viñes, E. Gómez Nadal
y F. Ponsell; siendo agregados D. Fletcher, Ernesto Jiménez Navarro,
Julián San Valero Aparisi y Manuel Vidal y López, y continuando
como reconstructor S. Espí. Y así llegamos al inicio de la guerra que
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
repercute de nuevo en la situación del personal del Servicio, como se
puede ver en sendos escritos remitidos a la Diputación en septiembre de
1936 por S. Espí y por el propio I. Ballester. El primero expone que lleva
trabajando desde 1929 como reconstructor y que aún no ha sido incluido en la plantilla de personal de la Diputación; se ve afectado por el
acuerdo de suspensión de empleados, subalternos, administrativos, etc.,
y protesta al no serle aplicable el referido acuerdo, por desafección alguna al régimen, solicitando su readmisión y su inclusión en la plantilla.
En cuanto a I. Ballester, en representación de todos los que componen el
Servicio, expone a la Diputación que «el personal del Servicio lo integran un director y un subdirector auxiliados por un grupo de personas
con preparación adecuada para la investigación propia del Servicio, que
trabajan de forma desinteresada, son los colaboradores y agregados, y
que nunca han cobrado sueldos ni dietas. Los logros conseguidos lo han
sido a favor de Valencia y su cultura». Tiene dudas sobre si el acuerdo
de suspensión de plantilla les afecta y hace constar que no se consideran
incursos en motivo alguno que justifique la destitución del personal. El
SIP aparece constituido por I. Ballester, L. Pericot, y por los colaboradores y agregados ya citados, además de Francisco Porcar, Francisco Jordá
y José Chocomeli; propone a F. Porcar como colaborador y solicita elevar a la categoría de colaboradores a los agregados. Pide se ratifique a
los actuales componentes, a excepción de Viñes «por circunstancias
especiales». De nuevo, en 1937, propone a F. Porcar como auxiliar técnico del Servicio, «sus fotos de materiales del museo y sus calcos y dibujos de los vasos de Liria dan fe de su labor». Y también en 1938, y finalmente es nombrado auxiliar técnico del SIP, «con carácter de colaborador sin derecho a retribución ninguna, por no figurar este cargo en las
plantillas de esta Corporación».
La inseguridad de la plantilla se deja ver de nuevo en febrero de
1937. S. Espí se dirige al Presidente del Consejo Provincial de Cultura y
expone que fue nombrado jornalero eventual el 1 de mayo de 1929 y
que muchos jornaleros de otros servicios han pasado a plantilla, sin
embargo su solicitud no ha sido atendida. También I. Ballester expone
que lleva trabajando desde el principio como Director del SIP, ayudado
por colaboradores y agregados, sin compensación por el trabajo: «Y
como hoy, al carecer de ingresos profesionales, no me es posible continuar prestando mis servicios a la Corporación provincial sin remuneración suficiente...», solicita ser incluido en plantilla, comparando su
situación con la del Servei d’Investigacions Arqueològiques de
Barcelona. En una nota manuscrita comenta que su escrito y el de S. Espí
no son entregados hasta junio, «se comieron esta solicitud». El tema no
se resuelve hasta acabada la guerra pues, en 1941, insiste en ello.
Finalmente, el 29 de enero de 1942, la Comisión Gestora acordó:
«Confirmar en propiedad a don Isidro Ballester Tormo en su cargo de
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Isidro Ballester Tormo y la creación del Servicio de Investigación Prehistórica
Director del Servicio de Investigación Prehistórica, nueva denominación
adoptada en la plantilla reorganizada según acuerdo de 15 de diciembre
último y con el haber anual de 8000 pesetas». En el reverso del oficio
hay una diligencia para hacer constar que el 5 de diciembre de 1945 se
aprobó incrementar los haberes de los funcionarios al servicio activo de
la Corporación, a partir del 1 de enero de 1946, percibiendo en consecuencia un sueldo de 12.000 pesetas. Y el 29 de septiembre de 1944 se
produce el acuerdo de la Comisión de Gobernación para que continúe
prestando «sus meritísimos servicios por todo el tiempo necesario para
adquirir derechos pasivos, siempre y cuando lo permitan sus facultades
físicas»; al tiempo que se le reconocen a efectos pasivos todos los servicios prestados a la Corporación con carácter gratuito o retribuido desde
el 20 de octubre de 1927. Y se desestima la última parte de la propuesta referente al aumento de sus haberes.
Pero, siguiendo el curso de los hechos ocurridos durante los años
de guerra, debemos referirnos, aún brevemente, a la creación del Institut
d’Estudis Valencians en 1937 y a la incorporación del Servicio en él. El
conseller de Cultura, Francisco Bosch Morata, comunica a Ballester su
nombramiento como Presidente de la Secció Històrico-Arqueològica de
l’Institut d’Estudis Valencians, el 25 de marzo. El propio F. Bosch solicita del Ministro de Instrucción Pública ayuda para el Museo Provincial
de Prehistoria de Valencia, para que se puedan comprar colecciones particulares valencianas, para acrecentar los fondos del Museo y evitar la
dispersión o desaparición de dichos materiales. Las colecciones que se
proponen adquirir son la de Camilo Visedo Moltó de la Serreta de Alcoi,
la de Francisco Martínez y Martínez de Eivissa, la del propio I. Ballester
de Covalta, Casa del Monte y otras cuevas y despoblados, y la colección
de Enrique Vilaplana y Juliá de Les Llometes de Alcoi, solicitando
60.000 pesetas para ello. Finalmente, la subvención concedida a través
del IEV es de 30.000 pesetas y con ella se efectúa la adquisición de la
colección Martínez y Martínez, y de la colección reunida por Ernesto
Botella Candela, de materiales del poblado de la Edad del Bronce de
Mola Alta de Serelles de Alcoi.
Y llegamos a febrero de 1938, momento en que los bombardeos
sobre la ciudad hacen necesario el traslado de los materiales del museo a
los sótanos de la Generalitat, en la llamada torre, para lo que habría que
construir un banco corrido y un anaquel más alto. Ballester insiste en que
se «atienda cuanto antes al vaciado del sótano de los materiales de combustión fácil y de lo que estorbe al plan propuesto y a amparar de las
explosiones, mediante muros de ladrillo, las ventanas de los entresuelos.
Para ello el SIP, de sus propios medios, ayudaría con la pequeña cantidad
de 1.500 pesetas, lamentando no poder hacerlo de suma mayor». Al parecer no hubo respuesta a dicha petición y, en enero de 1939, el Presidente
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Notas manuscritas de
Isidro Ballester sobre
la Cova de la Sarsa
(Bocairent).
Notas manuscritas de
Isidro Ballester sobre un
libro de Gordon Childe.
de la Junta Delegada de Incautación, Protección y Conservación del
Tesoro Artístico Nacional de Valencia, en oficio dirigido al Presidente del
Consejo Provincial, manifiesta «la conveniencia de que procedamos a la
recogida de los objetos guardados en el Museo de Prehistoria, los cuales
serían conservados y custodiados en los depósitos que esta Junta tiene
establecido en Valencia, esperando lo comunique al Director de dicho
establecimiento para proceder seguidamente a lo acordado». La respuesta
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Isidro Ballester Tormo y la creación del Servicio de Investigación Prehistórica
de I. Ballester es tajante: «El material que necesita preservarse y custodiarse es en su mayoría cerámica de extremada fragilidad, que hace difícil y
delicado su manejo dentro del Museo, por lo que ni deben ni pueden
sacarse de él si no se quiere correr el riesgo de que vuelvan a transformarse de nuevo en un montón de cascos rotos. Y lo mismo para los hierros...»;
su informe es rotundamente contrario a que del Museo se saque pieza
alguna y añade que hace tiempo que se ha pedido habilitar el sótano para
instalar allí las piezas con el menor riesgo posible, adelantándose el
Consejo Provincial a la Junta.
Los fondos permanecieron en la Generalitat en su mayoría,
excepción hecha de los materiales paleontológicos de Cova Negra y
Cova del Parpalló que, junto a colecciones del Museo de Ciencias
Naturales de Madrid, se trasladan a otras dependencias, como prueba un escrito del Ministerio de Educación Nacional, Servicio de
Defensa del Patrimonio Artístico Nacional, Zona de Levante que
dice: «En el Hospital de Sacerdotes Pobres del Milagro y juntamente con material del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, hay
material osteológico perteneciente a ese Servicio. Espero ponerme
de acuerdo con V. para hacerle entrega del mismo en el momento en
que quiera disponer de él. Dios guarde a V. muchos años. Valencia
9 de junio de 1939. Año de la Victoria. El Alférez Jefe del Servicio
Luis Monreal y Tejada».
Era el final de la contienda. Ballester fue admitido en su cargo:
«Tengo el gusto de poner en conocimiento de V. que en virtud de la
información obtenida de su conducta en relación con el Glorioso
Movimiento Nacional y de conformidad con el informe del Sr. Juez
Instructor, el Excmo. Sr. Gobernador Civil de la provincia, en funciones
de Presidente de esta Diputación, ha tenido a bien admitirle en su cargo
de Director del Servicio de Investigación Prehistórica provincial, sin
imposición de sanción alguna y sin perjuicio de lo que la Corporación
acuerde en su día. Lo que comunico a V. para su conocimiento y satisfacción. Dios salve a España y guarde a V. muchos años. Valencia 21 de
julio de 1939. Año de la Victoria».
La continuidad de I. Ballester al frente del SIP daba apariencia de
normalidad y en breve se reanudan los trabajos de excavación en el
Tossal de Sant Miquel y en otros nuevos yacimientos. Se distribuye el
Treball Solt número 5, con pie de imprenta de 1937 y escrito en valenciano, con una nota aclaratoria de I. Ballester, y el número 6, ya en castellano, como Trabajo Vario (Martí y Villaverde, 1997). Se iniciaba una
nueva etapa que, aún significando la consolidación del Servicio y del
Museo de Prehistoria, y el crecimiento de las colecciones y de la plantilla, estuvo marcada por significativas ausencias y proyectos truncados.
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
L. Pericot estaba en Barcelona, aunque mantendrá su vinculación con la
institución; G. Viñes había sido asesinado en los primeros meses de la
guerra; E. Gómez Nadal se exilia y su nombre desaparece repentinamente de la lista de colaboradores. Tras años difíciles, al finalizar la década
de los cuarenta, aquellos alumnos de L. Pericot, como D. Fletcher, J. San
Valero y F. Jordá, se incorporarán a la responsabilidad de nuestras instituciones científicas; se recuperará poco a poco el entusiasmo y surgirán nuevos proyectos y nuevos colaboradores, como José Alcácer Grau
y E. Pla, y en 1950 D. Fletcher asume la dirección del SIP. Sin entrar en
detalles sobre esta nueva etapa, sí queremos señalar la existencia de
importantes lazos personales tejidos en torno a I. Ballester y a L. Pericot,
rodeados siempre por un excelente equipo de colaboradores que, a su
vez, mantuvieron vivo el espíritu investigador y el ambiente de trabajo
del que, tras ochenta años, todos los que formamos parte de la institución nos sentimos herederos.
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Excavar a principios del siglo xx
Helena Bonet Rosado
Servicio de Investigación Prehistórica
Ciento cuarenta y seis es el número de trabajos de campo que realizó el Servicio de Investigación Prehistórica (SIP) entre 1928 y 1950,
número que se distribuye entre sesenta y ocho excavaciones y setenta y
ocho prospecciones, aunque en realidad es una larga historia...
(Fletcher y Pla, 1977: 73-75).
Las primeras exploraciones y excavaciones del SIP van unidas,
como no podía ser de otra manera, a la figura de Isidro Ballester Tormo,
creador y alma del servicio, que conjugando su favorable posición política en la Diputación de Valencia y el cariño por su tierra familiar, la Vall
d’Albaida, convirtió esta comarca en el punto de arranque de una serie
de exploraciones que marcarían la historia del SIP. Desde su casa solariega de Atzeneta combinaba su afición por la caza y su pasión por la
arqueología, lo que le permitía conocer y adentrarse en parajes poco
transitados e ir descubriendo «estaciones» mal o nada conocidas. Así
emprendió, en 1907, las excavaciones en el poblado ibérico de Covalta,
convirtiéndose en uno de los decanos de las excavaciones arqueológicas
en España. A esta primera experiencia habría que añadir las campañas
realizadas, entre 1918 y 1920, en la necrópolis ibérica de Casa del
Monte en Valdeganga, tierras albaceteñas donde solía ir a cazar, y en los
poblados de la Edad del Bronce (entonces denominadas estaciones argáricas) de Tossal Redó y Tossal del Caldero, ambas en la vecina localidad
de Bellús, en 1922.
En aquellos años, además, prospectó y dio a conocer diecinueve
yacimientos valencianos, lo que le proporcionó una base más que sólida
para llevar a cabo una idea ambiciosa: crear un centro para la investigación prehistórica similar a los ya existentes en Madrid y Barcelona
(Pericot, 1952: 3). En esta etapa, previa a la creación del SIP, adivinamos ya el espíritu que iba a transmitir I. Ballester a la futura institución,
espíritu caracterizado por un trabajo riguroso y un enorme interés por
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
conocer y difundir la prehistoria valenciana, a lo que habría que añadir
una austeridad extrema, observada y comentada por todos sus colaboradores, que acentuaba aún más la seriedad de sus trabajos y proyectos.
Recién creado el SIP, la noticia del hallazgo de unos cráneos y restos humanos, junto a la carretera de Xàtiva a Alicante a la altura de
Albaida, hace que se persone en el lugar del hallazgo I. Ballester. Una vez
allí, acompañado por sus descubridores, fotografía el entorno de la covacha sepulcral del Camí Reial d’Alacant desde una «transitada» carretera,
en la que se puede ver «su sencillo Ford», vehículo que alternaba con una
tartana en sus exploraciones por los alrededores de Albaida. La Covarxa
del Camí Reial será la primera excavación de urgencia del Servicio y los
resultados de su estudio abrirán las páginas del primer volumen de la
revista Archivo de Prehistoria Levantina del año 1928.
Ballester era muy consciente de que el futuro del nuevo Servicio y de
su Museo, al carecer de grandes colecciones que exponer, dependía del
éxito de los resultados de los trabajos de campo. Por ello, el único camino para consolidar la institución era la realización de excavaciones
arqueológicas y la publicación de sus hallazgos. También era consciente de
la necesidad de contar con buenos colaboradores y ayudantes universitarios capaces de llevar a cabo excavaciones arqueológicas, y de hecho ya en
el informe que redacta para el correspondiente dictamen de la creación del
SIP señala «que existiendo en la Universidad de Valencia un Laboratorio
de Arqueología en el que semanalmente se reúnen la mayor parte de
arqueólogos de esta región, se dirija a él la Diputación para que formule
un plan metódico general de investigaciones prehistóricas en nuestra
región» (Martí, 1992: 15). Quedando así definitivamente establecida esa
estrecha colaboración y amistad entre el SIP y el Laboratorio de
Arqueología, que ha perdurado hasta nuestros días.
Ese mismo año, en julio de 1928, a los diez meses de la creación del
SIP, I. Ballester, acompañado de Lluís Pericot y Mariano Jornet, se desplaza desde Atzeneta d’Albaida hasta la Bastida de les Alcusses en Moixent
para iniciar la que sería la primera excavación oficial del Servicio. El acierto de la elección queda bien reflejado en palabras de L. Pericot al comentarnos cómo I. Ballester se había decidido por el poblado de la Bastida
entre una docena de estaciones inexploradas. «El futuro del servicio se
jugaba a la carta de la suerte que la excavación nos deparase... A los primeros golpes de azadón nos dimos cuenta que la Bastida de Mogente
pagaría con creces los esfuerzos que costase y que se trataba de un poblado riquísimo... De golpe, la fama de los hallazgos del SIP pasó a los centros arqueológicos españoles. Inmediatamente empezó la preparación del
primer Anuario del Servicio, al que se puso el nombre de Archivo de
Prehistoria Levantina... Con su aparición, la fama de los trabajos del SIP
68
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Excavar a principios del siglo
XX
alcanzó los centros arqueológicos internacionales y puede decirse que la
vida de aquel parecía asegurada» (Pericot, 1952: 12-13). La Bastida, un
desconocido asentamiento prehistórico, resultó ser la gran revelación para
los estudios ibéricos por la riqueza de sus hallazgos y por la espectacularidad de sus ruinas, y así se recoge en la noticia del 18 de agosto de 1928
de La Semana Gráfica en que se denomina como «la nueva Pompeya».
En aquel primer año comenzaron también las excavaciones en la
Cova Negra de Xàtiva, dirigidas por Gonzalo Viñes y auxiliado por L.
Pericot, pero será en la campaña de 1929 cuando se clasifica el yacimiento como musteriense, haciendo resaltar que es el único yacimiento del
Paleolítico inferior existente en «Levante» objeto de excavaciones sistemáticas. En la introducción del diario de excavación de G. Viñes del año
1931 se aprecia la admiración que sentía éste por Juan Vilanova y Piera
y de ahí su formación y vocación por los estudios geológicos, lo que le
permitió excavar y describir, con una precisión y acierto excepcional para
su época, el entorno del yacimiento y la formación de los estratos.
Como resultado de las exploraciones y excavaciones del fructífero
año 1928 «se instalan 17 vitrinas en las recientes instalaciones del
Museo, no habiendo pieza alguna de procedencia incierta ni de cuyo
hallazgo no se tenga los datos necesarios» (Ballester, 1928: 9). A estos
dos yacimientos se uniría, en 1929, las excavaciones en la Cova del
Parpalló de Gandia. Fue L. Pericot, incentivado por el propio Henri
Breuil, quien propuso a la Dirección del SIP iniciar unas excavaciones en
una estación prehistórica y ninguna mejor que la Cova del Parpalló,
donde el mismo H. Breuil había recogido en el año 1913 unas cuantas
piezas líticas y una plaqueta caliza grabada. Como relata en las primeras líneas del prólogo de su libro sobre este yacimiento: «El trabajo que
sigue es el fruto de los mejores años de mi vida», dedicatoria que hace a
I. Ballester «en recuerdo de los años inolvidables en que juntos trabajamos por la Prehistoria valenciana» y de cómo «los veranos de 1929, 30
y 31 en Parpalló señalan el punto culminante de nuestra vida científica,
todo lo que ha venido después fue consecuencia de ello».
Más adelante, con su característica espontaneidad y talante positivo, refiriéndose a los resultados de estas tres fructíferas y maratonianas campañas de excavación, comenta: «La importancia científica
extraordinaria de esta excavación salta a la vista, pudiendo estar segura la diputación provincial valenciana de haber realizado con ella una
de las más interesantes aportaciones españolas para el estudio de la
Prehistoria en general y en especial del arte realista certero y sobrio,
admiración del presente, que consiguiera el hombre de más de 10.000
años atrás, con tan pobres elementos como unos perdernales aguzados»
(Pericot, 1942: 7).
69
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Artículo publicado en
«La Semana Gráfica»
sobre las excavaciones en
la Bastida de les Alcusses
(Moixent). 1928.
También los diarios de excavación nos aproximan a las emociones
de esos días del verano de 1929 cuando M. Jornet escribe: «El obrero
Salvador Espí que se halla ocupado en el lavado de las losetas me sorprende con una alegre exclamación al ver que la plaqueta que tiene entre
manos contiene el hermoso grabado del margen» (se refiere a la cierva
de la plaqueta número 20.177). «Es un grabado tan profundo que lo distingo con toda claridad colocada la placa a tres metros de distancia;
Salvador Espí con su buena vista lo ve a cinco metros. Procede del montón grande que había para lavar de días anteriores de losetas. Parece una
vaca sacudiéndose las moscas» (Parpalló, 1929, Diario I: 52). El 11 de
70
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Excavar a principios del siglo
XX
Vista del campamento
de la Bastida de les
Alcusses (Moixent).
Sentados en primer
término y de izquierda a
derecha se encuentran
Lluís Pericot, Isidro
Ballester, Gonzalo Viñes
y Mariano Jornet. 1928.
[Casa Grollo. Placa
de vidrio. SIP 559]
Detalle de la excavación
en la Bastida de les
Alcusses (Moixent).
Los fragmentos de cerámica
aparecen amontonados
junto a los muros de
los departamentos. 1928.
[Isidro Ballester. Placa
de vidrio. SIP 1.140]
julio de ese mismo año, L. Pericot, con su inseparable pluma e ilegible
caligrafía, describe velozmente la cantidad de plaquetas descubiertas en
un solo día, dibujando quince, sin contar las que luego se descubrían al
lavarse. Anotaba al lado de cada dibujo, con gran emoción y nerviosismo «... otra, otra, ...otra... y otra...». Indudablemente, la riqueza de la
Bastida y Parpalló eclipsaron los resultados de otras no menos importantes excavaciones iniciadas en 1931, como las de la Cova de la Sarsa
71
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
en Alcoi, la Cova de la Petxina de Bellús o la Muntanyeta de Cabrera
del Vedat de Torrent.
Con la proclamación de la República, los años dorados del SIP dan
paso a una etapa difícil, reflejada en la Labor del SIP, donde vemos a un I.
Ballester claramente antirrepublicano al comentar la inexplicable reducción
económica del presupuesto, pues si bien había ido aumentado progresivamente desde el año 1928 con 12.500 pesetas, en 1929 a 25.000 pesetas y
años sucesivos a 30.000 pesetas, «el advenimiento de la República, no obstante su voceado amor por la cultura, trajo malos tiempos para el SIP... en
1932 se redujo a 10.000 y en 1933 se redujo a la irrisoria cantidad de 500
pts que afortunadamente hubo que rectificar por la fuerte reacción producida en los centros culturales valencianos... volviéndose a mantener a 10.000
pts» (Ballester, 1942: 10). L. Pericot matiza la situación: «con el advenimiento de la República, los nuevos políticos no comprendían la obra que el SIP
realizaba o por antiguas rivalidades políticas con su Director creían posible
acabar con el Servicio, pasando a honorario su director y disminuyendo
hasta lo inverosímil la consignación... Poco a poco se fueron remontando las
dificultades desde 1934» (Pericot, 1952: 7).
Efectivamente, durante los años 1932 y 1933 la labor de excavaciones es prácticamente nula, pero se visitan yacimientos como la Cova
de les Meravelles en Gandia y la Cova de l’Or de Beniarrés, entre otros,
y se continúan importantes exploraciones, como las de los poblados ibéricos de la zona de Casinos y Llíria. Será precisamente en esta época
cuando se incorpore al equipo de Ballester y Pericot el joven estudiante
Domingo Fletcher, como él mismo relata: «en los inviernos de 1932 y
1933, por indicación del Director del SIP, iniciaba mis correrías por la
zona de Liria-Casinos, acompañado del restaurador y capataz del
Servicio, Salvador Espí, de imborrable recuerdo. Nuestra tarea se iniciaba a primeras horas de la mañana de domingos y festivos de los meses
de invierno. El autobús de Chelva nos dejaba en plena carretera de Liria
y Casinos, desde donde encaminábamos la marcha al poblado que íbamos a estudiar» (Fletcher, prólogo en Bonet, 1995).
Pero serán las excavaciones en el Tossal de Sant Miquel de Llíria,
a partir del año 1934, las que permitan que el SIP remonte y recobre de
nuevo su prestigio. En realidad, fue la reducción económica de los años
precedentes lo que obligó a abandonar las excavaciones en la Bastida
precisamente cuando tenían previsto estudiar su fortificación, en concreto la posible torre situada en el vértice este del yacimiento (Ballester,
1931: 23). Setenta años después y como ellos previeron, una torre y una
puerta dominan el sector Este, si bien no podían imaginar las espectaculares puertas y fortificaciones que hoy se pueden visitar en el acceso
principal de la que fue su primera excavación.
72
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Excavar a principios del siglo
XX
Grupo de trabajo posando
delante de un sombrajo en
la Bastida de les Alcusses
(Moixent). A la izquierda
de la imagen se encuentra
Isidro Ballester y en el
centro, al fondo, Mariano
Jornet. 1928.
[Placa de vidrio. SIP 163]
Nadie mejor que L. Pericot para explicar los inicios en Llíria: «No
era posible pensar en 1932 y 1933 en excavaciones importantes, tal
como se había realizado hasta entonces... pues a falta de estaciones lejanas pareció que podría aprovecharse la proximidad y buenas comunicaciones de Liria con la capital para realizar breves prospecciones... muy
pronto se hizo patente que la cerámica de San Miguel era especialmente
rica y empezamos el acicate de descubrir más y más fragmentos... Así es
como nos dimos cuenta de que la cerámica de Liria era algo excepcional
y que el cerro merecía una excavación más cuidada. Ésta fue posible en
1934 al contar con el apoyo de un ponente de Cultura D. Ismael
Barrera, dando medios adecuados...».
La lectura de los diarios de excavación, once cuadernos de
campo de hojas cuadriculadas, escritos e ilustrados por las distintas
plumas y lápices de L. Pericot, M. Jornet, Emili Gómez Nadal, José
Alcácer, Domingo Uriel, D. Fletcher y Enrique Pla, recogen el optimismo e ilusión propia de la época, donde las fatigas y dificultades
quedan ampliamente compensadas por la riqueza de los hallazgos.
Con sus anotaciones, plantas y dibujos se puede seguir, día a día, no
sólo el sistema de excavación y la identificación de los hallazgos sino
las dificultades y alegrías de aquellos días, como cuando L. Pericot,
el 17 de agosto de 1934, anota junto al dibujo de uno de los fragmentos del famoso Vaso de los Guerreros de Llíria «¡el vas dels guerrers
de Micenas!», en clara referencia a la crátera con desfile de guerreros
del siglo XIII a.C. hallada en la mítica Micenas, y que dio lugar a
amplios debates sobre la cronología de la cerámica ibérica. Un dato
73
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Proximidades de la
Covarxa del Camí Reial
d'Alacant (Albaida). 1928.
[Isidro Ballester. Placa de
vidrio. SIP 235]
anecdótico sobre el éxito de las excavaciones son las continuas visitas al yacimiento de lirianos, autoridades, profesores y colegios,
como la de la mañana del 19 de agosto de 1934 cuando se tuvo que
acotar la zona de excavación ante el acoso de las visitas que acudían
a ver los trabajos (cat. 36 a 43). Ni que decir tiene que la pronta
publicación de los calcos de los vasos figurados y de los textos ibéricos, realizados por Francisco Porcar y J. Alcácer, convirtieron al
Tossal de Sant Miquel de Llíria en un referente de la protohistoria
peninsular, pasando los hallazgos valencianos a ilustrar la todavía
poco conocida Cultura Ibérica tanto en la bibliografía especializada
como en obras de referencia de la entidad de la Enciclopedia
Universal Espasa-Calpe (Suplemento 1936-1939).
Esta fructífera etapa en Sant Miquel quedó truncada por la Guerra
Civil, terminando la campaña el 16 de julio del 36, dos días antes del
estallido de la guerra sin el menor comentario en el diario de excavaciones. Eso sí, tuvieron la previsión de llevar al Museo, como medida de
seguridad, las piezas y los hallazgos más valiosos que estaban depositados en la «Casa de Porcar» en Llíria, y de hecho las cajas de madera que
permanecieron en Llíria en los años de guerra fueron utilizadas por las
tropas para encender fuego con la consiguiente dispersión y pérdida de
materiales.
En los años de guerra, entre 1937 y 1939, el SIP se dedicó a realizar algunas prospecciones en el término de Monforte del Cid y en La
Marjal de Navarrés, pero sobre todo se centró en los trabajos internos de
restauración, catalogación e inventario, sin abandonar la labor editorial,
74
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Excavar a principios del siglo
XX
Excavación en la Cova
del Parpalló (Gandia).
Lluís Pericot se encuentra
sentado al fondo de la
imagen, a su izquierda
Salvador Espí. Hacia 1930.
[Papel. SIP 17.221]
iniciándose el primer número de la serie de Treballs Solts en el año 1937.
En este periodo hay una profunda preocupación por los fondos del
Museo ante los bombardeos en la ciudad de Valencia y de hecho se pidió
con insistencia a la corporación provincial el acondicionamiento, como
refugio, para las series principales del Museo, del magnífico sótano de la
torre del Palau de la Generalitat y defenderlo con sacos terreros. No se
consiguió y se embalaron las piezas más valiosas en sótanos (Ballester,
1942a: 21)
Finalizada la Guerra Civil, I. Ballester al retomar su cargo de director no oculta su júbilo al referirse siempre a esta nueva etapa como
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
periodo de «Liberación». La normalización fue lenta hasta salir de la
precaria situación de la posguerra, pasando de la asignación de 5.000
pesetas a 25.000 pesetas en 1941 y en 1945 a 40.000 pesetas. A ello
ayudó su nombramiento, en 1941, como comisario provincial de la
Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas (Díaz y Ramírez,
2001)
En la década de los años 40 prosiguen las excavaciones del SIP
en el Tossal de Sant Miquel de Llíria, ahora bajo la dirección de D.
Fletcher, y se emprenden otras nuevas, a lo que habría que añadir la
continuidad de la labor editorial (Pericot, 1952: 6). Se inician, en
1941, las campañas en la Cueva de la Cocina (Dos Aguas), dirigidas
por L. Pericot y ayudado de Francisco Jordá a partir de 1945, y, en
1942, Vicente Pascual excava el enterramiento múltiple eneolítico de
la Cova de la Pastora (Alcoi). Entre 1942 y 1948, bajo la dirección
de José Chocomeli, primero, y de E. Pla después, se excava el asentamiento eneolítico de la Ereta del Pedregal (Navarrés), además de
otras estaciones como la Cova de les Malladetes (Barx), Torre del
Mal Paso (Castellnovo), Monforte del Cid, Covacha de Llatas
(Andilla), etc.
En estos años, I. Ballester, ya con graves problemas en la vista,
sigue visitando las excavaciones y su autoridad está siempre presente:
«siguiendo las órdenes dadas por el Director»... «el Sr. Director ordena abrir una nueva zanja», etc. Lo vemos llegar, según contaba E. Pla,
a la Ereta del Pedregal, desde la Fonda Pura de Navarrés, a lomos de
un burro y protegido del sol por un paraguas negro que sostenía su
siempre fiel capataz S. Espí, refiriéndose siempre éste a su benefactor
como «senyoret».
Una nueva generación de arqueólogos, discípulos de Ballester y
Pericot, irán marcando las nuevas directrices del futuro SIP: se trata de
D. Fletcher y E. Pla. Ellos, todavía como colaboradores, serán los verdaderos propulsores, a partir de los años 40, de los trabajos de campo. E.
Pla, en 1941, realiza el primer sondeo estratigráfico en el departamento
56 del Tossal de Sant Miquel para ver los niveles fundacionales de la ciudad y si bien siguen la tradición de los diarios de excavaciones, éstos
contarán con una mayor información de datos, anotaciones y dibujos, a
la vez que en los trabajos de campo hay una mayor preocupación por la
metodología y las secuencias estratigráficas. Los resultados de esta
nueva escuela se verán rápidamente plasmados en las propias publicaciones del SIP.
Pero, como veremos a continuación, la vida cotidiana en las excavaciones fue muy similar a lo largo de esas dos décadas.
76
[page-n-78]
Excavar a principios del siglo
XX
Ánfora encontrada
durante la excavación del
departamento 35 del Tossal
de Sant Miquel (Llíria).
1936.
[Casa Grollo. Placa de
vidrio. SIP 2.492]
Viviendo aquellas campañas: zapapicos, tiendas, viandas y alguna
que otra pulga
Tal vez sean las excavaciones de la Bastida, Parpalló, Llíria y Cocina
las que mejor reflejen el ambiente de aquella época, en la que los preparativos de las campañas eran de vital importancia para el buen desarrollo de
las mismas; por ejemplo, para la Bastida preparan: «zapapicos, carretones,
palas, capazos de esparto, cuerdas gruesas y trencillas de esparto, 2 cintas
métricas de 10 m, (una para Pericot), maderas, una tienda de campaña
tipo playa y cuatro sillitas de campo», además del material de escritorio
complementario compuesto por «cuatro libretas, dos lápices con guardapuntas, 2 gomas, 2 sacapuntas, 2 cuadernillos de barba, papel oficial y
sobres», sin que falte el material de cocina: «4 platos hondos, 4 llanos, 4
de postre, dos boles todo de porcelana, una olla y una cacerola, 4 tenedores, 4 cuchillos, 4 cucharitas de café, un portaviandas, dos candados y una
cesta» (Bastida, 1928, Diario 32: 3-5). En Parpalló, se anotan otros accesorios indispensables como el porrón y el botijo, más las cribas, garrucha,
un par de ganchos, una cuerda, papel de diarios, cuatro cepillos, un pozal,
una viga, una maza y una zafa, instalándose en 1930, dadas las particularidades de la excavación, una escalera de madera de once peldaños y una
polea para subir la tierra desde el fondo de la cueva (Parpalló, 1929-1930,
Diario I: 1). Eso sí, al final de cada campaña se hace el recuento y el
memorandum sobre el estado del material de excavación: «los carretones
están bien salvo uno que le falta un tornillo en una planchuela del eje de
la rueda... se deben reparar dos zapapicos, lo menos seis necesitan mangos nuevos... de las cuatro sillas, una está rota... la tienda de campaña
77
[page-n-79]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Calco del Vas dels
Guerrers del Tossal
de Sant Miquel (Llíria)
realizado por
Francisco Porcar.
grande tiene una rotura, se lleva enseguida al talabartero para que la componga...» (Bastida, 1928, Diario 34: 63). Sin embargo omiten aparatos de
precisión como la cámara de fotografiar o el nivel óptico, que se utilizaron desde las primeras campañas de Parpalló, quizás por ser objetos privados que no se depositaban en el SIP.
En Bastida iniciaban las campañas arreglando la senda para subir
las herramientas, recogiendo troncos y leña para hacer los sombrajos e
instalando las tiendas (cat. 10), mientras que en Cova Negra y Cueva de
la Cocina, cuevas que habían servido para guardar rebaños de cabras,
tenían que «luchar contra verdaderas nubes de pulgas que habían proliferado en la capa de estiércol» para poder iniciar las campañas (Pericot,
prólogo en Fortea, 1971: VII). Parece que, poco a poco, van superando
todas las pruebas pues finalmente vemos «cómodamente» instalados a F.
Jordá y E. Pla en la Cueva de la Cocina descansando sobre unos desvencijados camastros de madera que recorrieron toda la geografía valenciana durante más de veinte años (cat. 59 y 61). De este mismo yacimiento
nos detallan cómo transportaban en mulos las tiendas de campaña, las
ropas y demás enseres al pintoresco campamento montado bajo un gran
pino, junto a la Casa de Valle en Dos Aguas (cat. 51 y 52) (Cueva de la
Cocina, 1943, Diario 25: 1). También D. Fletcher comenta las serias dificultades de manutención y alojamiento que había en las excavaciones de
la posguerra, como la primera posada que «disfrutó» en Llíria «que en
nada tenía que envidiar a las que Gustavo Doré ilustraba en las andanzas de D. Quijote. El comedor estaba emplazado estratégicamente sobre
las cuadras, por lo que las cenas (las comidas las hacíamos afortunadamente en la excavación) se convertían en una lucha a brazo partido con
varios miles de tozudas moscas que, en más de una ocasión, acababan
aterrizando en el plato de hervido o de ensalada. Esta lucha se compensaba con la “comodidad” de unos camastros de “mullidas” tablas, sobre
las que se extendían unos trapajos que alguna vez fueron colchones, y
para el aseo personal, un desvencijado lavabo y un cubo de agua para tres
personas. En años sucesivos cambió la situación gracias a la hospitalidad
que nos ofreció D. Francisco Porcar, quien nos atendió en su casa, llamada La Bombilla» (Fletcher, Prólogo en Bonet, 1995).
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Excavar a principios del siglo
XX
Efectivamente, el aseo diario en barreños y cubos de agua era
común en aquellas campañas sin faltar otras escenas costumbristas tomadas en la Cova del Parpalló, como la siesta de los obreros (cat. 18) o la
tarde de julio cuando sube el barbero a afeitar al personal (cat. 15 y 24).
Era común, al final de cada campaña, celebrar el éxito de las excavaciones con una suculenta paella (Parpalló, 1929, Diario I: 50), celebraciones
en las que se debía de beber más de una copa de vino, vista la foto en la
que unos espontáneos obreros bailan en la Cueva de la Cocina junto a la
improvisada mesa (cat. 60). Pericot, como buen comedor, se ocupaba
personalmente de que en sus excavaciones no faltase nunca la presencia
de un voluntarioso cocinero o cocinera (cat. 29, 31 y 58), como Rafael
Mompó en Parpalló o la señora Adelaida en Bastida, y, de su puño y
letra, nos llega la lista de la compra del primer día de excavación en
Parpalló: «leche, bote de olivas, longanizas, jamón, cebolla, bajoquetes,
pimentón y tomate en lata, pan, galletas, latas de sardinas, fesols, aceite
y arroz», comestibles que traían desde Gandia en una caballería hasta La
Drova, donde estaban alojados, y de ahí a la cueva (Parpalló, 1929,
Diario II: 40). También desde Moixent, un acemilero subía, cada dos
días, las compras a las masías de Les Alcusses donde dormían.
En cuanto a las excavaciones propiamente dichas, no vamos a
insistir aquí en la trascendencia científica de estos emblemáticos yacimientos sino dar a conocer algunas anécdotas poco conocidas que permiten entender la arqueología de los años 30 y 40 y sus protagonistas.
I. Ballester siempre dispuso, con sabia medida, que todo trabajo de excavación se realizara con varias personas al frente, llevando a veces un
doble diario. Se podía hablar de un verdadero equipo donde el director
Página del diario de
excavación del año 1929
en la Cova del Parpalló
(Gandia).
79
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Grupo de trabajo
almorzando en el interior
de la Cova del Parpalló
(Gandia). En la esquina
superior derecha aparecen
Mariano Jornet y
Salvador Espí. 1930
[Lluís Pericot. Papel.
Arxiu Fullola-Pericot]
y los ayudantes se alternaban escribiendo el diario de excavaciones
mientras el capataz S. Espí se ocupaba de la intendencia y controlaba la
colla de obreros que picaban y cribaban.
Las excavaciones en los grandes despoblados, como la Bastida de
les Alcusses, contaban con unos 20 obreros que, provistos de sus picos,
azadas y capazos, iban descubriendo, a un buen ritmo, los sucesivos
departamentos (250 en cuatro campañas de verano). Los tiestos se iban
amontonando en los muros para ser recogidos al final de la jornada en
cajas de madera, mientras las piezas de valor e interés se dibujaban y
describían minuciosamente en los diarios cada tarde, guardándose en
cajitas, o en tubitos de cristal, que todavía hoy se pueden ver en los
almacenes del SIP.
Esencial fue la selección de «obreros especializados» procedentes
de Atzeneta d’Albaida (cat. 11) que llevaban una veintena de años trabajando con Ballester desde que emprendió las primeras excavaciones en
el poblado ibérico de la Covalta. «Así se ha dado el caso de una villa con
buena parte de su población agrícola especializada en excavaciones
arqueológicas. Y durante muchos veranos una parte de la población
masculina, después de ir a la siembra del arroz y antes de la siega del
cereal en la Ribera, salía para lo que la gente del pueblo llamaba la campaña de la Colla de l’Os y con el módico jornal de 5 pesetas se mantenían y ahorraban para la familia» (Pericot, 1947: 18). Sin embargo, a
pesar de la «especialización», muchas piezas se descubrían a golpe de
zapapico, como se recoge en los diarios: «enseguida surt un barret de
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Excavar a principios del siglo
XX
copa trencat pel cop de l’obrer, amb inscripció al llarg de la vora i figures humanes i motius complicats a la panxa» —se refiere L. Pericot al
famoso kalathos de la danza— (Tossal de Sant Miquel, 1934, Diario 41:
16), o «sobre las cinco de la tarde, cavando Espí, halla, en la segunda
capa compuesta de tierras aún de arrastre, a 40 cm. de la superficie, una
lámina de plomo de forma algo elipsoidal y bordes irregulares, doblada
por el centro sobre sí misma, que al recibir un golpe de zapapico en uno
de los ángulos del doblez, se rompe un poco y deja ver, por dentro, más
aprisionada, otra más pequeña y delgada laminilla de plomo» (Tossal de
Sant Miquel, 1940, Diario 43: 10-11), y en la Ereta del Pedregal, «al dar
los primeros golpes de pico sale el cuchillo más largo que se ha encontrado en esta estación. Es de sílex color miel con muchos y buenos retoques» (Ereta del Pedregal, 1944, Diario 51: 25). Como contrapunto a
estos golpes desafortunados hay que señalar las innumerables veces que
se describe en los diarios como, «con gran cuidado y bajo las ordenes de
la dirección», se descubren piezas de gran valor, como el guerrero y el
plomo de la Bastida o el ídolo oculado de la Ereta del Pedregal.
También son espectaculares las imágenes de la cuadrilla de obreros
de la Cova del Parpalló, turnándose en los trabajos de excavación y criba,
pero, sobre todo, la serie de fotos del talud, el último sector de la cueva
que excavara L. Pericot, en las que se aprecia cómo van bajando las 29
capas del famoso corte, de más 8 metros, con un obrero apoyado en la
roca como referencia (cat. 25 a 28 ) (Aura, 1995: lám. II y III). A pesar de
haberse criticado las limitaciones del sistema de excavación mediante
capas artificiales, de entre 10 y 15 cm, con las repercusiones que ello suponía para interpretar la evolución industrial, así como el haber vaciado
prácticamente toda la tierra de la cueva, el trabajo en Parpalló puede considerarse modélico para la época, pues hay que señalar que si bien la
mayor parte de la cueva fue excavada por capas artificiales se cambió de
sistema de excavación en el talud-testigo, ajustándose las capas a los estratos naturales (Villaverde, 1994: 30).
Sirvan estas páginas para dar a conocer aquellas excavaciones pioneras y el entusiasmo de aquel grupo de personas apasionadas por la
investigación arqueológica, «unos años y unos esfuerzos caracterizados
por la conciencia de formar parte de un proyecto colectivo para el estudio de la prehistoria valenciana y por una profunda identificación entre
las personas y la institución, lo que conducía a notables resultados y
determinaría en gran parte la singladura que el Servicio de Investigación
Prehistórica habría de recorrer en el futuro» (Martí, prólogo en
Villaverde, 1994).
81
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Las primeras publicaciones del SIP: Archivo
de Prehistoria Levantina, Memorias anuales
y Treballs Solts/Trabajos Varios
Joaquim Juan Cabanilles y Manuel Gozalbes
Fernández de Palencia
Servicio de Investigación Prehistórica
La creación del SIP en 1927 planteó de inmediato la necesidad de
disponer de los medios impresos adecuados para divulgar los trabajos e
investigaciones llevados a cabo por la institución, de acuerdo con sus
objetivos fundacionales. Esta necesidad cobró cuerpo en tres tipos diferentes de publicaciones que, originadas entre finales de la década de 1920
y principios de la de 1940, devinieron los principales órganos de expresión del SIP, a la vez que testimonios de su vida institucional y científica.
La revista Archivo de Prehistoria Levantina apareció en 1929, logrando
un resultado editorial realmente notable para su época dentro del mundo
de la prehistoria y la arqueología, mantenido hasta la actualidad (v. Juan
Cabanilles, 2004). Concebida como anuario, fue la primera publicación
de envergadura del Servicio, alcanzando ya en su número inicial una gran
riqueza de contenidos. También en 1929 comenzaba la publicación de las
Memorias anuales de la Dirección, más conocidas como Labor del SIP,
serie que sin duda se encuentra entre las más originales de la arqueología
española del siglo XX por formato y planteamiento. La tercera serie en
aparecer tuvo que esperar hasta 1937, nueve años más tarde que las dos
anteriores. Ésta última, intitulada Treballs Solts y rebautizada —y consolidada— después de la guerra como Trabajos Varios, estaba destinada a
albergar trabajos monográficos de carácter eminentemente valenciano.
Con el tiempo ha llegado a ser la serie más fructífera de la institución en
lo que al número de volúmenes editados se refiere.
Las tres publicaciones remiten a unas décadas en las que la arqueología comenzaba a tomar carta de naturaleza en los ámbitos académicos
e iniciaba su proyección social a diferentes niveles. Las actividades del SIP
y su Museo fueron conocidas en Valencia, España y el extranjero, avaladas por la categoría científica de los resultados obtenidos, pero difundidas
en gran medida a partir de unas publicaciones para las que, desde el primer momento, se trató de lograr la distribución más amplia posible. Son
publicaciones científicas pero también documentos de una época con una
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
ciencia arqueológica en formación, en cuyos textos se palpa el entusiasmo de
unos investigadores que transmitieron con emoción el fruto de sus trabajos.
El Archivo de Prehistoria Levantina
D. Severiano España, trabajador de la Diputación de Valencia,
dibujó la portada del primer número del «Anuario» del Servicio de
Investigación Prehistórica, tomando como referencia la tipografía del
Comprehensorium, vel Vocabularius ex aliis collectus, de Johannes
Grammaticus, impreso por Lambertus Palmar y fechado en Valencia el
23 de febrero de 1475, libro que cuenta con el privilegio de ser uno de
los primeros salidos de las imprentas valencianas y españolas. Su diseño,
mantenido con ligeras modificaciones hasta la actualidad, se ha convertido en uno de los signos distintivos de una publicación que atravesó
serias dificultades en sus dos primeras décadas de vida, periodo durante
el que únicamente pudieron editarse dos números en fechas tan distantes
como 1929 y 1946 (APL I, como Anuario de 1928, y APL II, de 1945).
Portada del primer
volumen del Archivo de
Prehistoria Levantina.
Lámina original a tinta
realizada por María
Encarnación Cabré, hija de
Juán Cabré, publicada en el
tercer volumen del Archivo
de Prehistoria Levantina
(1952) y originalmente en
el número 105 de las
Memorias de la Junta
Superior de Excavaciones
y Antigüedades en 1930.
Bajo el encabezamiento «A guisa de proemio - el servicio de investigación prehistórica y su anuario» realizaba D. Isidro Ballester Tormo la
presentación del primer número de la revista. El director del SIP justificaba
su aparición con las siguientes palabras: «La publicación del presente
Anuario había de ser inmediata consecuencia de la creación del Servicio,
pues la aridez inherente a todo trabajo técnico, que le hace impropio de
revistas corrientes, así como la necesidad de su máxima difusión en el adecuado medio científico, exigían una publicación especializada; pero esta no
debía limitarse a dar solo a conocer las investigaciones del Servicio, si había
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Las primeras publicaciones del SIP
de quedar cumplida la finalidad de propulsión y ayuda a estos estudios que
la Diputación deseara, sino acoger también en sus páginas la labor de los
prehistoriadores levantinos que trabajan fuera de aquél y de cuantos españoles y aún extranjeros estudian nuestro pasado». El marcado acento
«levantino» que aspiraba ofrecer la publicación lo explicaba de la siguiente manera: «Pretendemos recoger en el Anuario toda actuación científicoprehistórica de Levante; deseamos sea aquél reflejo de lo que en él y sobre
él se trabaja; por ello le intitulamos Archivo de Prehistoria Levantina». El
título escogido rememoraba al de la revista El Archivo, creada por Roque
Chabás a finales del siglo XIX y de la que de algún modo la nueva publicación se sentía continuadora. A pesar de su especial dedicación a la prehistoria valenciana, I. Ballester hacía también hincapié en el carácter abierto
del APL, ofreciéndolo «muy especialmente a los estudiosos de las tres provincias hermanas, así como a los de Murcia, Albacete, Teruel y Cuenca por
su actual y pretérita relación con ellas. Quisiéramos que la labor científica
impulsada por la Diputación valenciana fuese obra conjunta y fraterna de
todo Levante, de un amplio Levante ibérico; obra presidida por una gran
transigencia que imposibilite exclusivismos de personas y de escuelas».
Veía así la luz el primer número, con 264 páginas organizadas alrededor de una cuidada concepción editorial, que incluía introducción, un
cuerpo principal formado por 13 artículos de investigación, un noticiario,
notas bibliográficas y un elaborado índice alfabético final de 16 páginas.
Mención especial merece por su cuidada ejecución la parte gráfica de la
revista, con un total de 39 figuras integradas en los diferentes artículos y
56 láminas (no paginadas) que elevan el grueso total del volumen hasta
las 318 páginas. Tal y como anticipaba I. Ballester en el prólogo, los contenidos científicos del primer APL se articularon casi exclusivamente en
torno a yacimientos valencianos; únicamente un trabajo sobre el Canalizo
del Rayo (Minateda, Albacete) y otro general sobre las relaciones entre el
arte ibérico y el griego escapaban de algún modo a esta consideración. El
elenco de autores de este primer volumen incluye al personal del SIP de
aquel momento, I. Ballester, Lluís Pericot, Mariano Jornet, Gonzalo Viñes
y Fernando Ponsell, junto a tres colaboradores singulares, Henri Breuil,
Nicolau Primitiu Gómez Serrano y Pere Bosch Gimpera.
Las vicisitudes políticas y económicas de los años 30 y 40 retrasaron
la edición del segundo número de la revista, ya que problemas como «la
escasez de papel» (Memoria de 1941, p. 316) o «el extremado encarecimiento alcanzado hoy por la edición de libros, imposibilita la continuación
de tal labor» (Memoria de 1940, p. 275). Cuando al fin, en 1946, apareció
el esperado segundo volumen, se sintió obligado I. Ballester a redactar de
nuevo «Unas palabras de prólogo» para reflexionar sobre la evolución de
las publicaciones del SIP y justificar los dieciséis años de demora sufridos
por el segundo número del APL. Problemas básicamente presupuestarios
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Portada y páginas interiores
de distintos números de las
Memorias anuales de la
Dirección o Labor del SIP.
obligaron a recoger las actividades del SIP durante la II República, Guerra
Civil y posguerra en publicaciones de menor envergadura editorial, como la
serie de Memorias anuales de la Dirección, primero, y más tarde la serie de
monografías Treballs Solts. Un cambio en la Institución se produjo como
consecuencia de la creación por parte del CSIC, en 1945, de su «Sección
valenciana de Prehistoria» a través del «Instituto Diego Velázquez», de la
que formaban parte I. Ballester, Domingo Fletcher, Manuel Vidal y López y
Francisco Jordá. Según I. Ballester, la edición del segundo número de la
revista fue posible gracias a «la feliz coincidencia del mecenazgo del
Consejo Superior de Investigaciones con el de la Diputación provincial»
(Memoria de los años 1940-48, p. 13), sumado a una ayuda personal de
11.500 pesetas realizada por el Sr. Rincón de Arellano, presidente de la
Diputación (ibíd., p. 6). La concurrencia del CSIC en la publicación y la vinculación institucional creada vuelve a recordarse al final del volumen (APL
II, p. 447), señalándose en el mismo lugar la creación de subvenciones especiales por parte de la Diputación para dicha edición.
Precisamente en este contexto de colaboración con el CSIC se
publicó en 1942 la clásica obra de L. Pericot sobre La cueva del Parpalló
(Gandía). Editado en plena Segunda Guerra Mundial, el subdirector del
SIP explica en el núm. II del APL (p. 354) que «las circunstancias por las
que ha atravesado Europa han dificultado enormemente el libre intercambio de ideas científicas», lamentando «que nuestra publicación de
los hallazgos de la cueva del Parpalló... haya tenido escaso eco. Apenas
hemos podido difundir la obra por el extranjero, pues varios ejemplares
que intentamos enviar a los arqueólogos franceses se han perdido».
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Las primeras publicaciones del SIP
El propio índice de publicaciones aparecido al final del núm. II de
la revista hace referencia a la misma como Anuario de los años 19291945. La prolongada espera dio como resultado en este caso un volumen
en que los textos casi duplicaron la extensión del primero y las figuras
aumentaron casi hasta el triple; sin embargo, las láminas vieron reducida
su cantidad total. I. Ballester asumió la redacción de una buena parte del
volumen, presentando 3 artículos y 9 notas prehistóricas. L. Pericot,
como subdirector, y algunos de los colaboradores y agregados del SIP
presentaron también sus trabajos, al tiempo que se ampliaba el elenco de
investigadores con contribuciones desde fuera del centro (Augusto
Fernández de Avilés, Salvador Vilaseca, Viktor Lebzelter, Henri Breuil y
Raymond Lantier, N. P. Gómez, A. Beltrán Martínez). Hay que reseñar
que fue precisamente en este volumen, bajo el epígrafe «Actividades del
SIP», donde aparecieron los primeros textos de Enrique Pla.
Portada y páginas
interiores de los primeros
números de la Sèrie de
Treballs Solts del SIP.
Las Memorias anuales de la Dirección
Mediante un Reglamento del año 1900 se había impuesto a los
Secretarios de las Diputaciones Provinciales remitir una Memoria anual a
la Dirección General de Administración relativa a la gestión de dichas corporaciones en sus diferentes unidades orgánicas. En la Memoria de la
Diputación de Valencia de 1927 se incluyeron ya, dentro del apartado
«Bellas Artes», las primeras noticias relativas a la compra de la colección
arqueológica de Fernando Ponsell y a la creación del Servicio de
Investigación Prehistórica y su Museo. De esta Memoria general derivó un
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Lámina de La labor del
Servicio de Investigación
Prehistórica y su museo en
los años 1935 a 1939 con
una de las planchas de
impresión. 1942.
formato muy particular de publicación que inició su andadura en 1929. En
aquel año se editó un pequeño cuaderno de 32 páginas en el que se daba
cuenta de las actividades desarrolladas por el SIP durante el periodo correspondiente a 1928. Dicho cuaderno se proclamaba como una Tirada aparte de la Memoria reglamentaria de la Secretaría de la Diputación, conteniendo el informe elaborado por I. Ballester como Director del Servicio. A
pesar de la utilidad de ésta y las subsiguientes «separatas», veinte años después de su aparición reflexionaba I. Ballester sobre las limitaciones de un
«formato tan poco a propósito para dar a conocer trabajos de investigación con las ilustraciones inexcusables» (Memoria de 1940-48, p. 177). Lo
cierto es que el provecho de esta publicación fue y sigue siendo inmensa, ya
que la serie gozó de continuidad y a través de ella es posible seguir las actividades llevadas a cabo anualmente por el SIP y su Museo hasta 1983.
En palabras de Ballester, las Memorias estuvieron encaminadas
«siempre a recoger las peculiaridades de la vida interna del Servicio, así
como lo más interesante de sus labores investigadoras, de modo que
quede expuesto cuanto a la vida del S.I.P. se refiere» (ibíd., p. 6). La serie
inició en 1929 su publicación con un formato ciertamente modesto, pero
logrando configurar a través de sus contenidos un auténtico registro cronológico de todas las actividades desarrolladas por el Servicio desde su
creación. Además de permitir dar a conocer con prontitud las novedades
más importantes, su carácter de memoria hizo posible dar cuenta de
prospecciones, visitas a yacimientos o pequeños hallazgos que de otra
manera, muy posiblemente, habrían tardado más en publicarse o permanecido inéditos a causa de su modesta entidad.
88
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Las primeras publicaciones del SIP
A partir de la Memoria general de la Diputación de 1928 se sentó,
pues, un precedente importante al editarse como tirada aparte el texto
relativo al SIP y su Museo que, por su envergadura, contó desde el principio con un apartado propio dentro de la misma. De esta forma se libraron siete cuadernillos correspondientes a los años 1928-1934, intitulados
a partir del segundo Labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su
Museo, en los que se reproducían idénticos textos a los incluidos en la
Memoria general. El nombre del primer cuadernillo fue El Servicio de
Investigación Prehistórica y su Museo en 1928, título que únicamente volvió a emplearse para el del año 1944, al reanudarse la edición de separatas anuales que se había interrumpido en 1934. Las memorias publicadas
en los años 1931 y 1934 fueron las primeras en desmarcarse ligeramente
en su forma de la Memoria general, al añadir respectivamente 6 y 9 láminas especialmente preparadas para la ocasión (también la de 1929 era
ligeramente diferente, ya que el cajista tuvo que adaptar el texto de la
separata para encajarlo en un cuadernillo). En la de 1931 se incluían significativas imágenes de plaquetas de la Cova del Parpalló, de cerámicas de
la Cova de la Sarsa o la figura del Guerrer recién hallado en la Bastida de
les Alcusses de Moixent. Por su parte, las láminas de 1934 servían para
presentar por vez primera a la comunidad científica las importantes cerámicas con decoración figurada recuperadas en las excavaciones del Tossal
de Sant Miquel de Llíria, mostradas en las láminas V a IX y reproduciendo los calcos y dibujos de F. Porcar.
La Guerra Civil interrumpió la publicación de esta serie, que volvió
a imprimirse en el año 1942, con el volumen correspondiente al periodo
1935-1939, firmado ya en su portada por I. Ballester. Se trataba en esta
ocasión de una publicación independiente que, aunque respetaba el formato de las Memorias precedentes, ya no era una separata de la Memoria de
la Diputación. El mismo criterio se mantuvo en la Memoria concerniente
a los años 1940-1948, aparecida en marzo de 1950. Se habían editado así
dos memorias de extensión considerablemente superior a las anteriores
(168 páginas con 12 láminas y 182 páginas con 43 láminas), ya que abarcaban periodos notablemente más amplios. La novedad más importante es
que, si bien se compusieron como memorias anuales del SIP, ya no estaban
destinadas a incluirse con el mismo formato en la Memoria general, a la
par que el hecho de montarse y editarse de forma separada, permitió hacer
explícita la autoría en las portadas. A partir de ahora, la inserción de los
informes del SIP en la Memoria general se realizaría mediante una versión
resumida «que comprenda principalmente todos los aspectos de carácter
administrativo..., dejando los científicos para su publicación íntegra próxima a darse a luz» (Memoria de 1940, p. 269). Cuando se reanudó la publicación de las Memorias anuales de la Diputación se volvieron a ofrecer las
separatas de estas versiones resumidas del texto (1944-1950), aunque acabarían desapareciendo como tiradas aparte.
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Portada del primer
número de la Serie de
Trabajos Varios editado en
castellano. 1946.
I. Ballester, como director, se encargó de la redacción de todas
estas Memorias; de su pluma tan sólo escaparon las correspondientes
a los años 1932 y 1933, que fueron obra de L. Pericot, del que también se tomaron unas notas sobre «Parpalló» en la de 1930, y el apartado titulado Notas sobre el estudio de las inscripciones ibéricas en
cerámicas de San Miguel, preparado por D. Pío Beltrán Villagrasa en
la de 1934.
Circunstancia peculiar de estas Memorias y tiradas aparte es que
su impresión se llevó a cabo en los talleres de la Casa de Beneficencia
(salvo la de 1944 realizada en Imprenta Sáez), donde se «alberga, educa,
socorre y ocupa a los pobres de ambos sexos que no pueden proveer a
su subsistencia, ni vivir por sí propios por carecer de la protección de sus
familias» (Diputación Provincial de Valencia. Su actuación en el último
quinquenio, Valencia, 1928). La imprenta allí instalada desde 1868 se
encargaba de la impresión de las Memorias de la Diputación y desde
1928 de las tiradas aparte del SIP, en unos años en los que su plantilla
de trabajadores osciló entre los 6 y los 12 asilados. A partir de 1947 fue
rebautizada como Imprenta Provincial, prosiguiendo la labor editora de
estas Memorias.
La serie Treballs Solts / Trabajos Varios
En 1937 se publicaron los cinco primeros números de la nueva Sèrie
de Treballs Solts, breves trabajos monográficos editados con el apoyo del
Consell Provincial - Conselleria de Cultura (que había sustituido a la
90
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Las primeras publicaciones del SIP
Diputación) a través del recién creado Institut d’Estudis Valencians y su
sección Històrico-Arqueològica (sobre esta etapa del SIP, véase trabajo en
este mismo libro). Todos ellos se editaron en valenciano (traducidos por
F. Almela i Vives), idioma oficial del Institut, convirtiéndose en las únicas
publicaciones arqueológicas realizadas por el SIP durante la Guerra Civil.
A partir del núm. 6, con la Diputación de Valencia restaurada y de nuevo
al frente del SIP tras la guerra, la serie reanudó su trayectoria, pero cambiando el nombre por el de «Serie de Trabajos Varios» y pasando a editarse en castellano. El impresor de la serie fue sin embargo el mismo
durante la guerra y la posguerra, ya que sus doce primeros números,
impresos durante el período 1937-1950, fueron realizados en los talleres
de Federico Doménech. Se tiraron 520 ejemplares de cada uno de estos
cinco primeros números, con un coste por unidad que osciló entre 1,03
pesetas (núm. 2) y 5,44 pesetas (núm. 5).
El núm. 1 de la Sèrie de Treballs Solts, dedicado a El Castellet del
Porquet, yacimiento controvertido situado en l’Olleria, fue la primera
monografía realizada por I. Ballester. Curiosamente, el segundo constituye la publicación más breve de todas las realizadas por la Institución a lo
largo de su prolongada historia: Breus notes sobre el poblat ibèric de St.
Miquel de Llíria, de D. Fletcher, con tan sólo cinco páginas de texto y dos
láminas. Los dos siguientes números fueron un original trabajo sobre Els
insectes en l’art quaternari de Manuel Vidal i López (núm. 3) y Un enterrament prehistòric al Barranc del Cinc (Alcoi) de Camilo Visedo (núm.
4). La autoría de los cuatro primeros números de esta serie recayó sobre
investigadores que trabajaban para el SIP, correspondiendo el quinto a un
Montaje de dibujos para
una ilustración del Corpus
Vasorum Hispanorum.
Cerámica del cerro de San
Miguel de Liria.
91
[page-n-93]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
recopilatorio de la obra del jesuita Julius Furgús (1855-1909). Este volumen, que no pudo salir al público hasta abril de 1939, presentaba un conjunto de cinco trabajos sobre prehistoria valenciana dados a conocer originalmente entre 1902 y 1909 en diferentes revistas. En un singular prólogo titulado Raó d’esta publicació, lamenta I. Ballester no haber podido
incluir, por las dificultades postales del momento, un artículo de una
revista belga, ni haber logrado reunir fotografías actualizadas de los
materiales, viéndose obligado a reproducir empeoradas aquellas ya defectuosas de las publicaciones originales. Unas «Aclaraciones necesarias»
redactadas por el mismo Ballester refieren las dificultades que impidieron
la distribución del libro en su momento y tratan de justificar su publicación en valenciano por las circunstancias políticas surgidas a raíz de la
creación del Institut d’Estudis Valencians.
Póstumo en cierto modo fue el ya «Trabajo Vario» núm. 6, que recogía una contribución de G. Viñes, colaborador del SIP víctima de la
Guerra Civil. La mayor singularidad de este número reside, sin embargo,
en que se hicieron del mismo dos ediciones que realmente son dos obras
distintas a pesar de estar editadas con tan sólo cinco años de diferencia
(1942 y 1947). Dedicado a la Cova Negra de «Bellús» y a la Cova del
Parpalló, proporcionaron los contenidos de la primera edición, además de
G. Viñes, José Royo Gómez y Vicente Sos Baynat, paleontólogos del
Museo Nacional de Ciencias Naturales que presentaron las primeras relaciones detalladas de los restos óseos de fauna encontrados en las dos cavidades paleolíticas (ambos investigadores habían realizado dicha tarea de
clasificación durante el traslado a Valencia de la Sección de Paleontología
Taller de imprenta en
la Casa de Beneficencia
donde se editaban las
Memorias de la Diputación
de Valencia y en el que
trabajaban los propios
asilados. 1933.
[Publicada en La Memoria
de la Diputación Provincial
de Valencia de 1933]
92
[page-n-94]
Las primeras publicaciones del SIP
del mencionado Museo, al inicio de la guerra). «Por un error de imprenta
—relataban años después D. Fletcher y E. Pla—, el tamaño de este folleto... resultó excesivamente pequeño, por lo que fue propósito de la
Dirección del SIP hacer una nueva edición dentro de las medidas habituales de la Serie, lo que no se logró hasta 1947» (TV 57, p. 22). En esta
segunda edición se añadieron nuevos estudios de Francisco Jordá, L.
Pericot, Santiago Alcobé y M. Vidal, dando carta de naturaleza a una
publicación más completa de 61 páginas, con figuras y seis láminas, en las
que se reproducían el cráneo y algunas de las plaquetas grabadas y pintadas de Parpalló.
La primera edición del núm. 6 y la memoria relativa a los años
1935-1939 fueron las primeras publicaciones editadas por el SIP después de la Guerra Civil, llevando todas ellas pie de imprenta de 1942.
Aunque los núms. 7 y 8 consignan el mismo año en el pie, no aparecieron hasta 1943 (TV 57, 1977, p. 22). El núm. 7 daba a conocer un antiguo trabajo del coronel de ingenieros S. Moreno Tovillas (1832-1888),
titulado Apuntes sobre las estaciones prehistóricas de la Sierra de
Orihuela. El origen de este trabajo se encuentra en una Memoria manuscrita presentada por el autor ante la «Sociedad Arqueológica
Valenciana» en 1872. Dicha obra fue casualmente recuperada por N. P.
Gómez en una librería de anticuario de Valencia, encargándose personalmente de preparar su edición añadiendo una introducción y un anexo
con el dictamen que la Sociedad Arqueológica Valenciana había emitido
referente a dicha Memoria. La autoría del núm. 8 se debe a D. Pío
Beltrán, investigador estrechamente ligado a los temas valencianos,
quien elaboró un trabajo titulado Sobre un interesante vaso escrito de
San Miguel de Liria, dedicado en realidad a cuestiones epigráficas
saguntinas.
La aparición del núm. 9 de la serie en 1944 supuso un ligero cambio formal, ya que las gruesas portadas de cartulina gris-azulada que
habían otorgado hasta entonces un sello particular a la serie, fueron sustituidas por otras de menor gramaje de color blanco. Este número tiene
su significado al constituir la segunda y última monografía publicada
por I. Ballester, si exceptuamos la edición póstuma en 1954 de las cerámicas ibéricas del Tossal de Sant Miquel de Llíria dentro del Corpus
Vasorum Hispanorum (sobre esta publicación, véase trabajo en este
mismo libro). El enterramiento en cueva de Rocafort, título del mencionado Trabajo Vario, incluía un apéndice de S. Alcobé sobre un cráneo
perteneciente a dicho espolio. Este yacimiento eneolítico se había dado
a conocer el 2 de julio de 1933, enterándose I. Ballester del hallazgo por
una nota aparecida en el diario Las Provincias, donde se requería de la
intervención del SIP, que al día siguiente —en su persona— se desplazó
hasta el lugar. Ballester se felicita porque «supimos luego que también el
93
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Alcalde de Rocafort habíase dirigido al Sr. Presidente de la Diputación
con el mismo objeto, conducta que estimamos digna de aplauso por lo
poco frecuente». El hallazgo se había producido 10 ó 12 días antes,
dedicándose «descubridores» y «convecinos... a ensanchar la entrada, a
destruir la pared encontrada y a revolver el estrato en busca del siempre
esperado tesoro».
El núm. 10 comparte pie de imprenta de 1947 con la segunda edición del núm. 6; al igual que el APL II, ambos fueron patrocinados en
parte por el Instituto Diego de Velázquez del CSIC. El que hacía número diez se publicaba para dar a conocer las Comunicaciones del S.I.P. al
Primer Congreso Arqueológico del Levante (Noviembre 1946). A este
Congreso, promovido por el Catedrático de Historia D. Manuel
Ballesteros, aportaron los miembros del SIP diversos estudios, en palabras de I. Ballester, «no tan reposados como hubieran sido nuestros
deseos». Tras un año de espera y viendo que algunas de las comunicaciones presentadas se iban publicando aisladamente, se optó por preparar este volumen con los trabajos de F. Jordá, L. Pericot, M. Vidal, E.
Pla, José Alcácer, I. Ballester, C. Visedo, Vicente Pascual y D. Fletcher.
No pudo llegar a mediar el siglo sin que las ediciones del SIP sufriesen otra ligera modificación de origen administrativo. Habiendo sido creada por parte de la Diputación en 1947 la «Institución Alfonso el
Magnánimo», el SIP pasó a quedar integrado en la misma, tal y como
refleja la inclusión de su nombre en portadas y portadillas de la Serie
Trabajos Varios a partir de su núm. 11, con fecha de 1949, pero aparecido en marzo de 1950. Se trata en esta ocasión de un trabajo firmado por
F. Jordá y J. Alcácer, y prologado por L. Pericot, sobre La Covacha de
Llatas (Andilla). El núm. 12, aunque lleva pie de imprenta de 1950, ya fue
distribuido en 1951, conteniendo el estudio de J. San Valero sobre La
cueva de la Sarsa (Bocairente - Valencia). Con este volumen, y a los trece
años de su creación, los Trabajos Varios del SIP apenas habían iniciado
una andadura que, como subrayábamos al principio, había de ser de las
más prolíficas del Servicio en cuanto a labor editora.
94
[page-n-96]
La Biblioteca del Servicio de Investigación
Prehistórica
Consuelo Martín Piera, Yolanda Fons Grau
y Mary Luz Ivorra Folgado
Biblioteca. Servicio de Investigación Prehistórica
Cuando en 1927 D. Isidro Ballester crea el Servicio de
Investigación Prehistórica y se convierte en su primer director, una de las
secciones que confiere identidad al SIP es la biblioteca especializada a la
que se dedicarán, en años sucesivos, los esfuerzos personales y de presupuesto que la convertirán en referente para los estudios de Prehistoria y
Arqueología valencianas. En 1924 se había creado el Laboratorio de
Arqueología de la Universidad de Valencia y en 1927 llega como profesor de la Facultad de Filosofía y Letras D. Lluís Pericot, quien a instancias de I. Ballester es nombrado subdirector del Servicio (años después
sería nombrado director honorario); y los alumnos de la Facultad se
incorporarán al SIP, excavando, publicando y utilizando su biblioteca.
Formar una colección, organizarla y conservarla son retos que se
afrontan inmediatamente y aunque sobre la organización de los fondos
tenemos pocos datos, éstos están reflejados en las Memorias del SIP, en
documentos de la época como facturas, informes, cartas... y en el libro de
registro de la biblioteca. Por las Memorias sabemos que en 1932 varias
alumnas de la Cátedra de Prehistoria han catalogado la Biblioteca (Pericot,
1932) o que entre 1935-1939 se completó el fichero bibliográfico y la
Dirección del SIP inició el fichero de materias, aunque no se concluyó en
esta etapa. Las facturas aportan datos sobre la conservación de unos fondos que se encuadernan cuidadosamente y se instalan en un mobiliario descrito en algunas de ellas, así la de un taller de carpintería (14 de junio de
1929) al que se adquieren «dos librerías con cristales y herraje pulimentados al natural con cinco estantes», u otra (1 de abril de 1937) por la compra de «una librería con puertas de cristal»; también cuentan anécdotas
como que Domingo Fletcher y Enrique Pla (quien tenía 15 años en ese
momento) fueron contratados por un periodo de seis meses para completar
el fichero bibliográfico por un salario de 150 y 75 pesetas al mes respectivamente. En cuanto al libro de registro, tras varios intentos, se inicia el 1 de
septiembre de 1950, asignándosele el número 1 a la obra de Mariano Jornet
95
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Bélgida y su término municipal, registrándose, a continuación, todos los
volúmenes que hay en ese momento en la biblioteca y especificando si se
han obtenido por compra o intercambio y si están encuadernados.
Hoy toda esta documentación nos permite hacer un recorrido por
los libros que los arqueólogos vinculados al SIP hasta 1950 consideraron que debían formar parte de su biblioteca y analizar porqué los querían y cómo los consiguieron.
Formación de la colección
La biblioteca inicia su fondo bibliográfico por medio de donaciones y compras, puesto que hasta 1929 no se edita el número I de Archivo
de Prehistoria Levantina y no se dispone de publicaciones para intercambiar con otras instituciones. A finales de 1930 y con 350 obras y folletos en la Biblioteca, I. Ballester se siente orgulloso de la colección y
según él con tales elementos bibliográficos y el numeroso material del
museo, bien fácil ha de ser desenvolver sus actividades en Valencia, a
quien sienta vocación por estos estudios (Ballester, 1931).
El 6 de diciembre de 1937 la Dirección del Servicio en respuesta a la
solicitud de la Comisaría de Cultura, redacta un anexo a la memoria
anual sobre las actividades del SIP desde su creación y sobre la conveniencia de su continuación. En este informe se dice que la Biblioteca se ha
venido formando con las obras capitales de la especialidad en todas las
lenguas cultas, unas veces mediante compras, otras por regalos de sus
autores, bastantes con el cambio de publicaciones establecido con otros
centros dedicados al mismo estudio.
Portada del libro de
Mariano Jornet: Bélgida
y su término municipal.
1932.
96
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La Biblioteca del Servicio de Investigación Prehistórica
Durante todos estos años el incremento de la colección se verá afectado no sólo por la trayectoria del SIP como institución y su fluctuación presupuestaria sino también por el convulso período histórico que se vive. A
una etapa inicial de crecimiento de la asignación económica le sigue otra de
estancamiento e incluso, desde el advenimiento de la II República hasta los
primeros años de la siguiente década, de retroceso presupuestario. Estas
dificultades se reflejan en la memoria de 1932 en la que se lee cómo la
Biblioteca se acrecienta con las obras más indispensables, las revistas a las
que el Servicio se halla suscrito y las que se reciben por intercambio, no siendo posible adquirir las obras importantes que la Biblioteca necesita, sobre
todo publicaciones recientes, cuyo conocimiento es tan preciso en una ciencia que, como la Prehistoria, está en constante renovación. Lo propio decimos de las revistas de la especialidad, avanzada de esas apuntadas novedades. Comenzamos por tener las más importantes de Europa y alguna de
América para que los estudiosos valencianos hallaran medios de estar al
corriente de toda innovación en esta disciplina, pero poco a poco han tenido que ir disminuyéndose hasta quedar reducidas a las más indispensables
(Pericot, 1932). Será en 1945, con la subvención del CSIC, cuando se incrementen significativamente los recursos económicos pero el conflicto bélico
europeo y el posterior aislamiento al que fue sometido el país afectó en gran
medida a los intercambios y a la posibilidad de compras en el extranjero.
En 1950 de un total de 1.542 volúmenes que forman el fondo
bibliográfico, el 36,8% son monografías, el 33,7% volúmenes de revista y el 29,4% separatas o folletos.
La colección procede básicamente de España (35,2%), Francia
(14,9%), Portugal (6,9%), Alemania (4,3%), Italia (4,3%), Gran
Bretaña (4,0%) y USA (3,6%). El resto de volúmenes (26,8%) se distribuye entre un numeroso grupo de países: Argentina, Dinamarca,
México, Hungría, Irlanda, Checoslovaquia…
En cuanto a las revistas, cuando termina el periodo de dirección de
I. Ballester, la biblioteca cuenta con 74 títulos y 519 volúmenes. Éstos
son mayoritariamente de procedencia española (63,7%), seguida de
Francia (13,1%), Portugal (5,4%), Italia (4,6%), Gran Bretaña (4,6%),
Alemania (4,2%), USA (3,4%). Por títulos, de España proceden 44,
seguida de Portugal (7), Francia (6), Italia (6), Alemania (5), Gran
Bretaña (3) y Estados Unidos (3).
Las compras
En 1950 las compras suponen el 31,2% del fondo bibliográfico, de
ellas 2/3 son monografías y 1/3 volúmenes de revista. Por países básicamente se compra en España (50,1%), Francia (32,4%), Alemania
(6,0%), e Italia (3,7%).
97
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Factura de compra del
Durante estos años de formación de la Biblioteca, las adquisiciones
de monografías se realizan en función de cubrir tres necesidades informativas básicas: las consultas a obras generales o de referencia, el conocimiento de los estudios de Prehistoria y Arqueología anteriores a la creación del SIP y las últimas tendencias de la investigación. Con este criterio se incorporan títulos como Historia de España editada por Ramón
Menéndez Pidal, Essai sur l’Art et l’Industrie de l’Espagne Primitive, de
Pierre Paris o las obras de Pere Bosch Gimpera, Henri Breuil, Hugo
Obermaier o Adolf Schulten. Tenemos documentada la adquisición puntual de dos obras de Arturo Pérez Cabrero sobre arqueología ebusitana
que se realiza con ocasión de la compra a su viuda, de su colección de
material púnico por parte del SIP.
volumen II de la obra
Numantia de Adolf
Schulten. 1930.
De los 17 títulos de revistas que se compran y que suponen un total
de 149 volúmenes, 10 son españoles (89 v.), entre ellos Archivo Español
de Arte y Arqueología, Cuadernos del Seminario de Historia Primitiva del
Hombre, Emerita, Boletín de la Sociedad Castellonense de Cultura o El
Archivo. Entre las revistas extranjeras hay 4 títulos franceses (57 v.), 2 de
ellos, L’Anthropologie y el Bulletin de la Societé Préhistorique Française,
se siguen recibiendo en el año 2006. Muchos de los títulos que se suscribían por compra, tanto en España como en el extranjero, pasaron pronto
a recibirse por intercambio, caso del Boletín de la Sociedad Castellonense
de Cultura, Ampurias y Boletín del Seminario de Arqueología de
Valladolid (de estos dos últimos sólo se compra el primer volumen).
Para las compras se acudía a librerías españolas y extranjeras, tradicionales o de viejo. Disponemos de gran variedad de facturas y correspondencia con distintos proveedores de libros: Librería y Papelería
Maraguat de Ambrosio Huici, Librería Nacional y Extranjera; Carl Krah,
Buch-und Kunstantiquariat; Josep Porté, Llibres rars antics i moderns...
La compra de libros al extranjero era un proceso lento y costoso, sobre
todo en el período que ocupa la II Guerra Mundial, puesto que sólo algunas librerías tenían licencia de importación y había que pedir a los editores las facturas pro forma según las normas que regían la importación de
libros extranjeros; cuando se recibían eran presentadas a la Junta de
Intercambio de Libros en Madrid para su autorización de entrada y en
cuanto se le concedía al librero un cupo de divisas (remitidos por adelantado sus importes) se procedía a realizar el pedido. Los plazos de entrega
dependían de la situación de cada país. En esta época hay escasez de
papel lo que produce un aumento de los precios de los libros que también
varían cada día dependiendo de la oferta y demanda. La compra se realiza a través de catálogos de libros o prospectos que, una vez seleccionado el material, se devuelven a las librerías. También existe la compra
directa realizada por algunos miembros del SIP a algunas librerías. Los
pagos se efectúan mediante factura, transferencia o contra reembolso.
98
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La Biblioteca del Servicio de Investigación Prehistórica
Tomos de El Archivo,
publicación fundada
y dirigida por Roque
Chabás. 1886-1893.
Los intercambios bibliográficos
Desde el principio se tuvo claro que crear una red de intercambios
suponía tanto aumentar el número de ejemplares de la Biblioteca como
dar a conocer las publicaciones propias del SIP. En 1930 ya hay un
amplio sistema de canje y Ballester en la Memoria del SIP de dicho año
señala: «Ha sido criterio de Diputación el dedicar cierto número de
ejemplares a la venta, haciendo así asequible la publicación, hoy y en lo
futuro, a quien interesen estos estudios; y buena parte de aquellos han
sido regalados a Centros científicos y a personalidades destacadas en el
campo de la Prehistoria, tanto nacionales como extranjeras, así como a
las revistas especializadas de más fama con las que, como se ha dicho,
se ha intentado el cambio; alcanzando también el reparto a esfera más
modesta dentro de estos estudios, pero de gran eficacia para su desarrollo en Valencia, o sea a cuantas personas han demostrado su afición o su
interés por las investigaciones prehistóricas; sementera eficaz ésta, especialmente entre las personas de carrera que residen en los pueblos, ya
que en ellos han de ser centinelas avanzados ante todo descubrimiento
ocasional» (Ballester, 1931).
En principio el Archivo de Prehistoria Levantina (al que se denominaba anuario por la intencionalidad que había de que lo fuera) iba a
ser la publicación con la que se iban a realizar los intercambios, pero las
dificultades económicas por las que atravesó el SIP hicieron que transcurrieran 16 años entre la publicación del primer y el segundo volumen.
Por ello, durante estos años, será la Memoria Anual (La Labor del
Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en el año...) la que se
99
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Portada del libro escrito
utilice como cambio con otros organismos y personalidades.
Conscientes de su importancia como testimonio de la investigación científica realizada, se ilustran cada vez con un mayor número de láminas.
A partir de 1937 la nueva publicación monográfica Sèrie de Treballs
Solts, denominada desde 1942 Serie de Trabajos Varios, se distribuirá
entre la amplia red de intercambios. La II Guerra Mundial también afectó a las relaciones institucionales dificultando la distribución de libros.
Cuando en 1942 el CSIC publica La Cova del Parpalló (Gandia):
Excavaciones del SIP de la Excma. Diputación Provincial de Valencia de
Lluís Pericot, según el autor «apenas hemos podido difundir la obra por
el extranjero, pues varios ejemplares que intentamos enviar a los arqueólogos franceses se han perdido» (Pericot, 1946), sólo Gordon Childe
publicará un comentario del libro en la revista Antiquity.
por Juan Vilanova y Piera:
Origen, naturaleza y
antigüedad del hombre.
1872
De los 1.030 volúmenes que se reciben durante estos años por
intercambio, el 20,3% son monografías, el 36,3% volúmenes de revista
y el 43,4 % son separatas o folletos. La alta proporción de separatas
indica la estrecha relación que mantenía el SIP con personalidades de la
Arqueología que se ocupaban de enviar sus artículos a la Biblioteca.
El mayor número de intercambios se realizan con instituciones
españolas (58,5%), portuguesas (9,6%), francesas (7,7%), inglesas
(4,8%), estadounidenses (4,7%), italianas (4,7%) y alemanas (3,7%).
De procedencia española se ingresan en la Biblioteca 603 volúmenes
por intercambio: 130 monografías, 244 volúmenes de revista (44 títulos)
y 229 separatas. La mayoría de las 130 monografías proceden de la Junta
para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (37), la
Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas y Antigüedades (23),
Alto Comisionado Español en Marruecos (5) y del Seminario de Historia
Primitiva de la Universidad de Madrid (4). En el caso de las revistas, en
gran medida provienen de Madrid (105 volúmenes de 8 títulos): Boletín
de la Real Academia de la Historia (29 v.), Memorias de la Junta Superior
de Excavaciones y Antigüedades (19 v.), Boletín de la Sociedad Española
de Excursiones (17 v.), Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos (15 v.),
Investigación y Progreso (13 v.) y Memorias de Museos Arqueológicos
Provinciales (7 v.) entre otros. Le sigue Valencia con 64 volúmenes (8 títulos), destacando Anales del Centro de Cultura Valenciana (16 v.), Boletín
de la Sociedad Castellonense de Cultura (9 v.) y Saitabi (7 v.). De Cataluña
llegan 23 volúmenes (6 títulos), entre ellos Ampurias (9 v.), Anuari de
l’Institut d’Estudis Catalans (7 v.) y el Butlletí de l’Associació Catalana
d’Antropologia (4 v.). Los 19 volúmenes que envía Galicia son en su
mayoría del Boletín de la Real Academia Gallega. De Castilla se recibe
básicamente el Boletín del Seminario de Arqueología de Valladolid (15 v.).
Desde el resto de comunidades llegan publicaciones puntualmente.
100
[page-n-102]
La Biblioteca del Servicio de Investigación Prehistórica
Por lo que respecta a separatas, de las 229 que recibimos por intercambio 88 son de miembros del SIP: L. Pericot (28), I. Ballester (13),
Domingo Fletcher (11), Julian San Valero (11), Manuel Vidal y López
(6), Francisco Jordá (4), Enrique Pla (3), Camilo Visedo (2), José Alcácer
(2), Fernando Ponsell (2), Gonzalo Viñes (1), José Chocomeli (1),
Mariano Jornet (1), Juan Bautista Porcar (1), Ernesto Jiménez (1). Los
investigadores españoles que visitan el SIP nos envían 69 separatas, entre
ellos destacan Antonio García y Bellido (14), P. Bosch Gimpera (8),
Florentino López Cuevillas (7), Julio Martínez Santa-Olalla (7), Nicolau
Primitiu Gómez Serrano (5), Octavio Gil Farrés (5).
Portugal es el país extranjero que más volúmenes envía (99), de éstos
la mayoría son separatas (66) de autores como Eugénio Jalhay (13) y
Afonso do Paço (12). Los 29 volúmenes de revistas se aglutinan en 6 títulos,
entre ellos: Comunicaçoes dos Serviços Geológicos de Portugal (6 v.), O
Archeologo Portugues (4 v.), Arquivo de Beja (4 v.). Hay 4 monografías,
una de ellas de Mendes Correa. De Francia obtenemos 79 volúmenes, 57 de
ellos separatas de autores como: H. Breuil (11), Jean Bouyssonie (9); 2 títulos de revistas: Revue Archeologique (8 v.) y Préhistorie Spéléologie
Ariégeoises (3 v.) y 11 monografías de autores como P. Paris, Leon HenryMartin, André Cheynier y H. Breuil. De Gran Bretaña se reciben 51 volúmenes, de los que 23 pertenecen a 2 títulos de revistas: Antiquity (14 v.) y
Proceeding of the Society of Antiquaries of Scotland (9 v.); 17 monografías
que proceden principalmente del British Museum (4 guías), William Petrie
(3) y G. Childe (2), quien también envía muchas de las 11 separatas. Son 48
los volúmenes enviados por Italia, de los que 23 pertenecen a 5 títulos de
revistas, entre ellos Rivista di Studi Liguri (10 v.) y Rivista Ingauna e
Intemelia. Nuova serie (3 v.), ambas del Istituto di Studi Liguri; entre los
autores de las 21 separatas, se encuentran Raffaello Battaglia (7) y Piero
Barocelli (6); se ingresan también 4 monografías italianas. Estados Unidos
envía sobre todo monografías (destacan 20 de la serie Papers of the
Peadbody Museum of America y 2 de Hispanic Society of America sobre
Historia de España) y revistas del Bulletin of the American School of
Oriental Research (13 v.). Entre las separatas (7) destacan las de Dorothy
Garrod (3); Alemania envía 38 volúmenes, de ellos 22 pertenecen a 5 revistas como Ipek (10 v.), Bericht der Römisch-Germanischen Kommission (5
v.) o Vorgeschichtliche Jahrbuch (4 v.). Las 15 separatas son en gran parte
de Adolf Schulten (6) y Herbert Kühn (3); sólo hay 1 monografía.
Portada del Corpus
Vasorum Hispanorum.
Cerámica del Cerro de
San Miguel de Liria. 1954.
Con los investigadores que recibe el SIP para consultar sus materiales o para visitar sus yacimientos se procura establecer intercambio. Entre
los extranjeros resaltaremos las separatas recibidas de: H. Breuil (18), A.
Schulten (11), G. Childe (9), Germaine Henri-Martín (8), Massimo
Pallotino (5), Philippe Helena (3), D. Garrod (3), H. Kühn (3), Fernando
Russell (3).
101
[page-n-103]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Las donaciones
El libro de registro de 1950 y las memorias anuales cuando indican
la forma de adquisición de cada publicación señalan únicamente las
compras y los intercambios, incluyendo las donaciones puntuales en este
apartado, pero hay constancia de su existencia porque se conserva la
copia de una solicitud de publicaciones al Ministerio de Instrucción
Pública realizada a principios de 1928 cuyo contenido es:
«Acordado por la Excelentísima Diputación Provincial de
Valencia la creación de una biblioteca especializada, que sirva de eficaz auxiliar a su recién creado Servicio de Investigación Prehistórica,
está sobradamente justificado pida al Estado fomente dicha biblioteca con todas aquellas obras que publican sus diversos Centros sobre
dicha materia y con las que, editadas por particulares, figuran entre
los fondos del Ministerio de Instrucción Publica. Interesan entre
otras:
- La serie más completa posible de las Memorias y Boletines de la
Real Academia de la Historia.
- Todas las Memorias publicadas, así mismo por la Junta Superior de
Excavaciones y Antigüedades (van publicadas 92 hasta el año 1925-26).
- Todas las Memorias y Notas que lleva publicadas la Comisión de
Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas (Junta para la Ampliación
de Estudios). Son muchas e interesantes.
Todo ello es publicado con fondos del Estado.
- Y de los fondos de libros del Ministerio, todas cuántas obras tengan relación con los estudios prehistóricos. Entre éstas es de gran interés,
por ser de reciente publicación la Moneda Hispánica».
Portada de la
Memoria de los trabajos
llevados a cabo por la
Sociedad Arqueológica
Valenciana durante
el año 1872.
102
[page-n-104]
La Biblioteca del Servicio de Investigación Prehistórica
Portada del libro de Henri
Le Hon: L’Homme Fossile.
1868.
De lo anteriormente solicitado, se había logrado obtener en 1930
según la Memoria de dicho año, la colección completa de las Memorias
de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades, y poco después, tal
y como se refleja en la memoria de 1931, «la Comisión de Investigaciones
Paleontológicas y Prehistóricas ha regalado al SIP la serie completa de sus
publicaciones» (Ballester, 1931). La publicación La moneda hispánica
también se encuentra entre los fondos de la biblioteca.
La colección
En 1950 la biblioteca ya ha logrado reunir, pese a las vicisitudes por
las que atraviesa el país y, en concreto el SIP, una colección de calidad. Así,
se consigue adquirir algunas obras que podríamos considerar auténticas
joyas bibliográficas como es el caso de Origen, Naturaleza y Antigüedad del
Hombre (Juan Vilanova y Piera, 1872 ), Las Primeras Edades del Metal en
el Sudeste Español (Louis y Henri Siret, 1890), L’Homme Fossile en Europe
(Henri Le Hon, 1868), Antigüedades prehistóricas de Andalucía (Manuel de
Góngora y Martínez, 1868), Les Âges préhistoriques de l’Espagne et du
Portugal (Emile Cartailhac, 1886), Sagunto (Antonio Chabret, 1888), La
antigua civilización ibérica en el Reino de Valencia (Francisco Almarche,
1918). También destacamos algunas obras de referencia como: Dictionnaire
des Antiquités grecques et romaines, dirigido por Daremberg y Saglio,
Reallexikon der Vorgeschichte editado por Ebert, o aquellas sin las cuales
no se podría realizar una historia de la arqueología valenciana, tal es el caso
de: Geografía General del Reino de Valencia, bajo la dirección de F.
Carreras Candi. Cabe realzar asimismo, el Corpus Vasorum Antiquorum,
serie internacional de la que poseemos 51 volúmenes (3,3% del total de la
103
[page-n-105]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
colección). Sobresalen, además, las obras que sobre arte rupestre, edita
l’Institut de Paléontologie Humaine (creado por el mecenazgo del Príncipe
Alberto I de Mónaco): La Caverne d’Altamira, La Pileta, La Pasiega, Les
Peintures Rupestres Schemàtiques de la Péninsule Iberique (4 v.), Les
Combarelles, Les Cavernes de la Région Cantabrique, etc. Contamos también con publicaciones sobre las historias locales de distintas ciudades:
Dénia, Sagunt, Tortosa, Alcoi, o Altea. Una temática repetitiva es la de
Numancia, de la que tenemos publicaciones adquiridas tanto por compra
(de A. Schulten y Blas Taracena) como por intercambio (de autores como
Julio Gómez Santacruz, Friedrich Behn, Ernst Pfretschner o A. Schulten,)…
Páginas interiores del libro
de Luis y Enrique Siret:
Las primeras Edades del
Metal en el Sudeste
de España. 1890.
En cuanto a las revistas, destacamos la existencia de algunas prácticamente completas: L’Anthropologie, Bulletin de la Société Préhistorique
Française, Antiquity, Proceedings of the Society of Antiquaries of
Scotland, El Archivo, Actas y Memorias de la Sociedad Española de
Antropología, Etnografía y Prehistoria, Butlletí de l’Associació Catalana
d’Antropologia, Etnologia i Prehistòria, Archivo Español de Arte y
Arqueología, Anales del Centro de Cultura Valenciana, Emerita, Boletín
de Trabajo del Seminario de Arqueología de Valladolid, y otras muchas.
104
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El Archivo Fotográfico del Servicio
de Investigación Prehistórica
Ángel Sánchez Molina y Carlos Ferrer García
Servicio de Investigación Prehistórica
La utilidad de la fotografía y las posibilidades del método fotográfico en la Arqueología fueron ya destacadas en la presentación oficial del
daguerrotipo1 en 1839. François Arago, uno de los miembros de la
comisión científica encargada de valorar la utilidad de este invento, consideró entonces muy provechosa para la ciencia arqueológica la posibilidad de obtener representaciones fidedignas de la realidad, documentos
objetivos tal como se perciben en la época (Frizot, 1998: 378)2.
Ese mismo año, Horace Vernet y Frédéric Goupil-Fesquet realizan
las primeras imágenes de monumentos egipcios, aunque es más relevante
la labor realizada en 1841 por John Lloyd Stephens en la difusión de la
cultura maya a través de sus instantáneas. Los daguerrotipos de las ruinas del Yucatán que forman parte de la exposición de Nueva York de
1842 sirven, junto con las piezas originales, como documentos con valor
expositivo, y son buena expresión del importante papel que la
Arqueología otorgará a la fotografía (Casanova y Debroise, 1989: 24-27).
Son también reseñables las expediciones protagonizadas por Karl Richard
Lepsius en Egipto entre 1842 y 1845 y las de Victor Place en Asiria entre
1852 y 18553 cuyas series fotográficas tomadas por Gabriel Tranchand
durante sus excavaciones serán publicadas posteriormente.
En España, más allá de la representación de monumentos y patrimonio artístico, que tuvo un gran desarrollo durante la segunda mitad
del s. XIX4 (López Mondejar, 1989), la fotografía arqueológica tiene también una temprana difusión. Ya en 1880, José Escalante y González,
catedrático de Historia Natural del Instituto de Santander, iluminó las
Cuevas de Altamira para obtener varias instantáneas de sus pinturas.
La rápida implantación de la fotografía como instrumento auxiliar
en el campo de la Arqueología fue acorde a su evolución técnica: la introducción de emulsiones más rápidas ya no hizo necesario el procesado
105
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
inmediato de la fotografía tras su toma, sino que podía hacerse posteriormente en el laboratorio. Los arqueólogos de esta primera época se convierten en auténticos fotógrafos aficionados que poseen conocimientos
más o menos avanzados de la técnica o colaboran con expertos que disponen de sofisticados equipos para llevar a cabo su trabajo. La fotografía se va consolidando como un instrumento científico básico y, de hecho,
investigadores como Juan Cabré, Manuel Cazurro o el Marqués de
Cerralbo promovieron esta técnica en las campañas de excavación y su
posterior publicación como recurso fundamental de documentación científica de sus descubrimientos (González, 2004).
La fotografía en el SIP
La fotografía ha desempeñado desde la fundación del SIP en 1927
un importante papel en la documentación del trabajo de campo y la
catalogación de las piezas arqueológicas de su Museo. El Archivo
Fotográfico del Servicio se nutre de las obras realizadas tanto por sus
propios miembros como por fotógrafos profesionales contratados, y
reúne un conjunto de imágenes de temática científico-técnica de indiscutible valor patrimonial y documental.
En sus fondos se conservan aproximadamente 50.000 instantáneas
en diversos formatos y soportes que van desde el daguerrotipo y las placas de vidrio, a los negativos, positivos en papel, diapositivas, transparencias e imágenes digitales. De este conjunto destacan por su interés, las
fotografías realizadas con anterioridad a 1950, objeto de este trabajo.
El valor patrimonial del material fotográfico queda reconocido en las leyes
de patrimonio español (artículo 50 Ley 16/1985) y valenciano (artículos 1.2, 76.6
y 77 de la Ley 4/1998); además, su valor como obra de creación intelectual está
recogido en la Ley de Propiedad Intelectual (en particular en los artículos 10 y 128
del R.D.L 1/1996). De igual modo, la colección posee un gran valor documental,
ya que no sólo muestra un amplio conjunto de materiales y de yacimientos arqueológicos, sino que deja constancia de la metodología de trabajo de la época.
Las reproducciones de los objetos arqueológicos que tienen como
finalidad la realización de inventarios y catálogos o la ilustración de publicaciones suponen el mayor porcentaje de imágenes. También es relevante
el número de fotografías que reflejan el proceso de excavación de los yacimientos arqueológicos donde ha intervenido el SIP. Así, encontramos vistas generales y detalles de la excavación, cortes estratigráficos, arqueólogos y obreros trabajando o posando, etc. Finalmente existe un reducido
grupo de imágenes referidas al Museo, su biblioteca y su laboratorio, y
otro que refleja aspectos menos relacionados con la investigación: paisajes, lugares, monumentos, personas, actividades tradicionales, etc.
106
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El Archivo Fotográfico del SIP
Conjunto de tres enócoes
procedentes de la Bastida
de les Alcusses (Moixent).
[Casa Grollo. Placa
de vidrio. SIP 308]
El estudio actual de estas imágenes saca a la luz datos inéditos que
nos permiten tener una visión más completa de la Arqueología del
momento. A la hora de su análisis es importante considerar que la fotografía no es un sistema completamente neutro de obtención de registros
materiales, ya que su realización implica una puesta en escena que exige
una discreta, pero significativa, interpretación de lo fotografiado (Frizot,
1998: 76-79, Dubois, 1994).
El archivo fotográfico del SIP incluye piezas de gran singularidad
como un daguerrotipo de mediados del s. XIX que representa a un joven
Juan Vilanova y Piera, considerado como el introductor de los estudios
de Prehistoria en España, además de las placas de vidrio de las excavaciones previas a la constitución del Servicio como Casa del Monte
(Valdeganga, Albacete) entre 1918 y 1920, y Covalta (Albaida) en 1919.
También destacan las imágenes que documentan los primeros trabajos
del SIP en la Bastida de les Alcusses (Moixent), Cova del Parpalló
(Gandia) y Cova Negra (Xàtiva) entre 1928 y 1931, y las del Tossal de
Sant Miquel (Llíria) desde 1933, así como aquellas que muestran todo
el conjunto de materiales que va dando forma a los fondos del Museo
de Prehistoria. Son igualmente interesantes las series de negativos que
documentan el proceso de excavación de la Ereta del Pedregal
(Navarrés) desde 1944, los trabajos en la Cueva de la Cocina (Dos
Aguas) entre 1941 y 1945, y el proceso de estudio y calco de las pinturas rupestres de Dos Aguas en 1945.
107
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
La Colección:
Tipos de Soporte
Los soportes empleados para fijar las imágenes han ido variando
con el paso del tiempo. Como ya se ha señalado, existe un único daguerrotipo datado a mediados del s. XIX y 1.916 placas de vidrio de gelatino-bromuro5 fechadas entre 1918 y 1967. Los formatos en vidrio más
usuales son 13x18 y 9x12, aunque también existen formatos inferiores
como 6x9 y muy superiores como 18x24. Muchas de las placas son de
medidas irregulares debido a que frecuentemente era mayor el número de
tomas a realizar que la cantidad de material disponible, lo que obligaba
a practicar el recorte manual de los vidrios. En algunas de ellas se detectan actuaciones directas sobre el soporte, como la aplicación de tiras de
papel negro para aislar o recortar la pieza retratada, o como el uso de
ciertas sustancias para oscurecer zonas sobreexpuestas de la imagen.
Además de estos materiales, hasta 1955 se depositan 1.560 negativos
de plástico o pasta6 y más de 300 instantáneas antiguas de las que sólo se
conserva su positivo en papel. Desde 1950 empiezan a utilizarse en el
Museo los negativos de paso universal en blanco negro y, desde 1970, en
color. Ambos tipos de soporte contabilizan más de 21.900 imágenes.
Fernando Gil Carles, que comienza sus trabajos para el SIP en 1962, realiza las primeras transparencias en color (Berrocal et al., 2005) y hacia 1969
aparecen las primeras diapositivas del Archivo, que suponen un total de
15.500 registros. Las fotografías en formato digital, de las que hasta ahora
se han inventariado unas 4.200, empiezan a realizarse a partir del año 1999.
La temática
Desde el punto de vista temático podemos clasificar el catálogo
fotográfico en dos grandes ámbitos relacionados con la práctica arqueológica. Por un lado las imágenes realizadas durante las excavaciones y,
por otro, las fotografías tomadas en el Museo durante la fase de estudio
y puesta en valor del patrimonio excavado.
En el caso de los materiales arqueológicos, suelen representarse
fuera del contexto arqueológico, lo que de algún modo nos remite a la
concepción de la ciencia arqueológica del momento que prioriza el estudio del objeto. Predominan las piezas aisladas, aunque también son
habituales las composiciones tipológicas con un claro sentido estético
que se asemejan a los lienzos con materiales de principios de siglo o los
bodegones con fondos entelados que en algunos casos permitían realzar
las piezas pero que también les otorga cierto carácter escénico. El objeto de estas imágenes es documentar las colecciones del Museo, así como
disponer de recursos para las publicaciones del Servicio. Efectivamente,
la existencia de una línea editorial que tiene como finalidad difundir sus
108
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El Archivo Fotográfico del SIP
Corte estratigráfico
de la Cova del Parpalló
(Gandia). 1931.
[Lluís Pericot. Placa
de vidrio. SIP 480]
investigaciones, obligó a realizar series fotográficas de las piezas arqueológicas que fueron encomendadas a fotógrafos de la Casa Grollo.
Son escasas, pero de gran valor, algunas fotos que documentan el
proceso de restauración de estas piezas como es el caso de las imágenes
tomadas en el laboratorio del antiguo museo (cat. 91 y cat. 92). Estas
imágenes ofrecen la posibilidad de reconocer el estado de conservación
original de las piezas y las técnicas de restauración aplicadas en aquel
momento. Así, en algunas cerámicas decoradas del Tossal de Sant
Miquel se observa una mayor intensidad de los pigmentos empleados
que permite una mejor identificación de las composiciones.
109
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Grupo de trabajo en la
Bastida de les Alcusses
(Moixent). Mariano Jornet
se encuentra a la derecha
de la imagen sentado con
un sombrero en la mano.
Hacia 1928.
[Casa Grollo. Placa de
vidrio. SIP 1.865]
Otro gran ámbito temático es el de las fotografías realizadas en las
campañas de excavación y prospección de los primeros años. Aunque
de menor peso porcentual, aportan importante información acerca del
proceso de excavación y del contexto arqueológico de los objetos conservados en el Museo. Es por ello que se les ha concedido una mayor
relevancia en este catálogo. Contamos con la excepcionalmente bien
documentada serie correspondiente a la estratigrafía de la Cova del
Parpalló, excavada por Lluís Pericot (cat. 25-28), y con las de los objetos arqueológicos fotografiados in situ en la Bastida de les Alcusses, en
las campañas de Mariano Jornet y Emili Gómez Nadal (cat. 4) y en las
campañas del Tossal de Sant Miquel también dirigidas por L. Pericot.
Dentro de este conjunto, el mayor número de imágenes muestra a
investigadores y obreros posando en momentos de descanso durante la
excavación. Son ya famosas algunas de las realizadas en la Bastida de les
Alcusses, en la Cova del Parpalló, en la Ereta del Pedregal y en la Cueva
de la Cocina, especialmente las de los dos primeros yacimientos, en las
que aparecen representados los obreros de Atzeneta d’Albaida que colaboraron durante años con Isidro Ballester y el Servicio. Existe un apartado de imágenes en las que las personas sirven como referencia o escala, y
otro algo menor en las que se encuentran trabajando, por lo que ofrecen
una valiosa información acerca de la metodología y los equipos utilizados
en el proceso de excavación. Es el caso de las completas series fotográficas del Tossal de Sant Miquel (cat. 36-43) y de las imágenes que recogen
a M. Jornet realizando mediciones o estudiando materiales (cat. 3).
110
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El Archivo Fotográfico del SIP
Comparativamente son más frecuentes las fotos panorámicas de
paisajes y de zonas excavadas. Las primeras pretenden ubicar el yacimiento en su contexto geográfico amplio, mientras que las segundas restringen el espacio representado y ubican la zona excavada en su entorno inmediato.
También existe un reducido, aunque interesante, conjunto de
fotografías de temática variada. Cabe destacar las referidas a las instalaciones del Museo (cat. 94-98) y a sus visitantes (cat. 93), así como
las que recogen excursiones del Centro de Cultura Valenciana a yacimientos y monumentos (cat. 105). Hay un pequeño grupo de fotografías curiosas como las realizadas en torno a la figura de L. Pericot
frente a la entrada de la Cova del Parpalló, sentado (cat. 23) o bebiendo en un botijo (cat. 22). Finalmente encontramos las que representan
grupos humanos y actividades de claro interés etnográfico, como las
realizadas a los habitantes de las casas donde se alojaban los excavadores de Bastida (cat. 13) y de la Cueva de la Cocina (cat. 53), y el trabajo de trillado en una era de la partida de les Alcusses.
Los autores
Gran parte de las imágenes de materiales arqueológicos del Museo
proceden de la empresa fotográfica Grollo. Esta firma fue la única que
realizó este tipo de trabajos hasta 1962 y continuó desarrollando encargos hasta 1975. La Casa Grollo fue fundada en 1898 por José Grollo
Chiarri, personaje de gran relevancia en la sociedad del primer tercio
del s. XX7, lo que le llevó a ser nombrado Diputado durante la
Dictadura de Primo de Rivera (Frasquet, 1995; Mir, 1995) y a formar
parte de la Comisión encargada de aprobar la creación del SIP. En una
nota de I. Ballester a J. Grollo, en la que le exhorta a acelerar los tramites de adquisición de la Colección Ponsell, se deja entrever una relación de amistad entre ambos que podría explicar el posterior vínculo
comercial entre el Servicio y su empresa fotográfica8.
En cualquier caso, las fotografías realizadas para el SIP en nombre
de la Casa Grollo fueron tomadas por Joaquín Adell, fotógrafo colaborador o asociado a dicha casa. Es el autor de las instantáneas de las plaquetas de Parpalló publicadas en 1933 (Pericot, 1933) y 1942 (Pericot,
1942), y firma una carta en 1935 dirigida a L. Pericot en la que reclama
el pago de un trabajo realizado el año anterior. Todo parece indicar que
poseía una posición relevante en la empresa, de la que incluso llegaría a
ser propietario, ya que fue él quien donó la colección de fotografías de
J. Grollo al Archivo del Reino en 1981 (Alcaide, 1994).
Las fotografías en las campañas de excavación y prospección fueron
tomadas por miembros del Servicio y aparecen con el epígrafe «SIP».
111
[page-n-113]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Sólo en contadas ocasiones figura el autor, destacando las aportaciones
de I. Ballester, L. Pericot, José Chocomeli y José Alcácer. Los equipos
fotográficos empleados para realizar estas imágenes no se conservan en
el SIP debido a que pertenecían a los propios investigadores; de hecho,
habrá que esperar hasta 1950 para encontrar la primera cámara adquirida con presupuesto del Servicio: una Leica III c con objetivo 1:2.
Placa de vidrio con
desprendimiento de la
película. Muntanyeta de
Cabrera (Torrent). 1931.
[Casa Grollo. Placa de
vidrio. SIP 620]
Afecciones
El estado de conservación del Archivo Fotográfico del SIP es bastante bueno en general, aunque cada soporte tiene sus propias particularidades. De modo general, los deterioros del material fotográfico pueden ser
de dos tipos: mecánicos y químicos. Los deterioros mecánicos tienen su
origen en una manipulación inadecuada que provoca rayas, escamaciones en la emulsión, rotura o exfoliación de los soportes y pliegues o arrugas. Los deterioros químicos pueden tener su origen en la calidad del procedimiento de obtención de la imagen, la inestabilidad de los materiales
empleados y unas condiciones de conservación deficientes.
Las condiciones medioambientales tienen una poderosa influencia
sobre este tipo de materiales. La temperatura y la humedad relativa son
los causantes de la aparición y desarrollo de muchos de los deterioros.
Estos factores se encuentran íntimamente relacionados, lo que dificulta
la obtención de un equilibrio entre ambos. Como valores generales en su
preservación se aconseja una temperatura máxima de 21º C y entre el 30
y el 50% de humedad relativa.
112
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El Archivo Fotográfico del SIP
Placa de vidrio con fractura
del soporte y de la película.
[Lluís Pericot. Placa de
vidrio. SIP 2.989]
La luz favorece la oxidación de los materiales y tiene efectos acumulativos sobre ellos, provocando la fragilidad de los soportes, el amarilleamiento, la decoloración o el oscurecimiento de la imagen. Como orientación general, la iluminación que incida directamente sobre los materiales
no debe exceder de 55 lux.
La rotura de algunas de las placas de vidrio, como consecuencia de
una inadecuada manipulación o almacenamiento, manifiesta la fragilidad de este soporte. Pero además, junto a la propia inconsistencia del
vidrio, las placas más antiguas pueden presentar problemas de estabilidad porque se utilizaron como fundentes óxidos de sodio y de potasio e,
incluso, de plomo. Estos óxidos atacan la superficie del vidrio y provocan una exudación (lágrimas de silicato) que puede cristalizar y dar
lugar a pequeñas manchas blanquecinas.
En algunas de las placas de vidrio se observan deterioros provocados por una elevada humedad. Esto desencadena un proceso de oxidoreducción de la plata denominado desvanecimiento o palidecimiento
(Fox, 2003), sobre todo en las partes más oscuras, pero que también
puede acelerar los procesos de deterioro propios del vidrio, lo que provoca un olor a ácido nítrico y acético. Por el contrario, si la humedad
es demasiado baja, el soporte se vuelve quebradizo y desprende un fuerte olor a ácido nítrico. También se constatan otro tipo de daños como
consecuencia de un procedimiento fotográfico defectuoso y de oscilaciones en la humedad y la temperatura: el desprendimiento de la capa
de imagen respecto a su soporte de vidrio, el craquelado de emulsiones
113
[page-n-115]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Familia que vivía en la
Casa de Valle, junto a la
que se instaló el
campamento durante
las excavaciones de la
Cova de Cocina (Dos
Aguas). Hacia 1940.
[Placa de vidrio. SIP 2.716]
y barnices, y la disolución de la emulsión de gelatina por retención de
humedad o acción directa del agua. Así como la aparición de nódulos
irregulares en la emulsión, provocados por la reacción de un depósito
de material residual o, en algunos casos, por la presencia de microorganismos o contaminantes atmosféricos.
Las fotografías sobre pasta presentan en general un buen estado de
conservación, aunque en algunas de ellas se observan problemas de craquelado en la emulsión motivados por la oscilación en los valores de
temperatura y humedad relativa.
En el caso de las diapositivas en color, se ha podido constatar que
un gran número de ellas presenta evidentes problemas. La humedad y
temperatura altas han desencadenado una tendencia hacia los colores
falseados, por la pérdida en la densidad de los tintes cromógenos,
especialmente del cian. En algunos casos también pueden deberse a un
procedimiento fotográfico defectuoso o a la utilización de productos
químicos de baja calidad.
Conservación
La gran diversidad de soportes del Archivo multiplica las variables
a tener en cuenta a la hora de almacenar, organizar y conservar las imágenes. Cada tipo tiene una composición física distinta que reacciona de
modo diferente a los factores ambientales y, desde el punto de vista
morfológico, su variado tamaño y dimensiones puede provocar problemas de organización.
114
[page-n-116]
El Archivo Fotográfico del SIP
Placa de vidrio con
desvanecimiento de la
imagen debido a procesos
de oxido-reducción en la
emulsión. Covarxa del
Camí Reial d’Alacant
(Albaida). 1928.
[Isidro Ballester. Placa
de vidrio. SIP 238]
El mobiliario utilizado en el Museo para la ordenación y almacenamiento de fotografías no digitales es de tipo metálico. Con ello se evita
la emisión de ácidos y otras sustancias nocivas que producen los selladores y adhesivos empleados en muebles de madera. Los vidrios y pastas
antiguas se guardan en sobres de papel de conservación. Las diapositivas
se almacenan en hojas archivadoras de plástico transparente con capacidad para veinte unidades, con cubierta protectora y varilla para colgar
de las casas Panodia y Lacor. Los negativos de paso universal son archivados en carpetas de la marca Paterson con hojas clasificadoras de papel
de conservación que pueden contener siete filas de negativos. Sin embargo, dada la fragilidad de esta colección, es necesaria para su preservación
futura la adopción de medidas singulares de conservación preventiva.
115
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Trabajos de trillado en los
alrededores de la Bastida
de les Alcusses (Moixent).
Hacia 1929.
[Isidro Ballester. Placa
de vidrio. SIP 2.516]
El riesgo inminente de desaparición de algunas imágenes ha forzado a realizar su duplicación o cambio de formato. Mediante la duplicación sólo se preserva el valor informativo de la fotografía al intervenir
sobre su contenido icónico y no sobre su soporte o procedimiento fotográfico. Para los primeros duplicados se utilizaron negativos en blanco
y negro de paso universal, pero en la actualidad se ha optado por la
digitalización de las fotografías.
A modo de conclusión, podemos afirmar que nos encontramos
ante un archivo iconográfico de gran valor que constituye una visión
unitaria, completa, representativa y evocadora de la Arqueología de
principios del siglo XX en Valencia. Es también una aproximación a los
protagonistas de una época en la que se vivió el tránsito hacia la profesionalización de una actividad que ha permitido recuperar nuestro
patrimonio arqueológico.
1
El daguerrotipo, invento de Louis Daguerre y Nicephore Niepce, es un positivo directo
monocromo sobre una plancha de metal (normalmente plata de cobre) donde la imagen se
ve en positivo o negativo según el ángulo de visión y la incidencia de la luz.
2
F. Arago señaló en su discurso en la sesión conjunta de las Academías de Ciencias y Bellas
Artes de Francia: «¡El mundo de la arqueología se verá inmensamente enriquecido gracias a la nueva ciencia! Para copiar los millones y millones de jeroglíficos que cubren en
116
[page-n-118]
El Archivo Fotográfico del SIP
el exterior incluso, los grandes monumentos de Tebas, de Menfis, de Karnak, etc. se necesitarían veintenas de años y legiones de dibujantes. Con el daguerrotipo, un solo hombre
podría llevar a cabo a buen fin ese trabajo inmenso». Citado en Marie-Loup Soguees
(1981: 58).
3
Ninive et l’Assirie de V. Place (París, 1867-1870)
4
Campaña emprendida por C. Clifford y J. Laurent para el registro fotográfico del patrimonio artístico de la Península.
5
La técnica de gelatino-bromuro sobre vidrio fue desarrollada por R. Leach en 1878, y
parte de una emulsión de bromuro de cadmio y de una solución a partes iguales de gelatina y agua. Una vez sensibilizada esta emulsión con nitrato de plata se extiende sobre el
vidrio y se deja secar.
6
Nitrato de celulosa, diacetato de celulosa y tricetato de celulosa.
7
(1875-1936). Presidente de la Unión Gremial, es uno de los mejores fotógrafos de su
época. Fue también presidente de la Feria Muestrario desde su fundación en 1917 hasta el
año de su muerte. Tanto la Biblioteca Valenciana (Col·lecció Huguet), como el Archivo del
Reino de Valencia (Fondo José Grollo) posee parte de su obra.
8
«[...] Querido Pepe:[...] creo debeis daros prisa en tomar el acuerdo pertinente. De lo contrario os exponeis a no llegar a tiempo. [...]». 10 de octubre de 1927. Archivo SIP.
117
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La Covalta y Casa del Monte, dos pájaros de un tiro
Consuelo Mata Parreño
Universitat de València
Lucía Soria Combadiera
Universidad de Castilla-La Mancha
Abogado de profesión, Isidro Ballester Tormo compatibilizó esta
actividad profesional con tres de sus grandes pasiones: la política, la
arqueología y la caza. Su afición por la caza le permitía pasar largas
horas en el monte y cazar… no sabemos si cazaba, pero lo que sí sabemos es que identificó numerosos yacimientos en algunos lugares por
donde tuvo la fortuna de pasar.
Los lazos familiares y la profesión le llevaron a estar largas temporadas en la Vall d’Albaida, lo que le permitió iniciar, en 1907, su primera
excavación en la Covalta, convirtiéndose, así, en el primer «despoblado»
ibérico valenciano excavado en extensión. Las campañas se prolongaron
hasta 1919 y duraban, siempre, pocos días pues los trabajos corrían a sus
expensas, incluso a partir de 1917, año en que solicitó permiso a la Junta
Superior de Excavaciones y Antigüedades. Una vez acabadas las excavaciones, siguió visitando el lugar, al menos hasta el año 1925, cuando hace
la última anotación en su diario.
A pesar del interés del sitio, I. Ballester nunca publicó la totalidad
de los hallazgos, pero sí que permitió el acceso a los mismos a todo aquel
que se desplazara a su casa de Atzeneta d’Albaida, donde los tenía
expuestos en vitrinas. Publicó seis artículos sobre materiales de la
Covalta y resulta curioso leer en casi todos ellos una enumeración bastante detallada de los hallazgos más importantes, así como una disculpa
continuada por no haberlos publicado totalmente.
Así, en las actas del IV Congreso Arqueológico del Sureste, celebrado en Elx en 1948, se puede leer «una escueta comunicación relativa a
dos tiestos covaltinos… aun siendo de viejo conocidos por algunos de
vosotros, especialmente por los que visitaron nuestra colección…; y que
por diversas causas no ha podido publicarse totalmente, ha estado siempre lo hallado a disposición de los estudiosos» (Ballester, 1949b). No
119
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
obstante, otros autores también publicaron materiales de Covalta como
María Angeles Vall (1969 y 1971) y, más recientemente, la revisión completa de los mismos hecha por Manuela Raga (1994 y 1995).
Desgraciadamente, los diarios no se encuentran en el archivo del
Servicio de Investigación Prehistórica, por lo que se desconocen detalles
como la duración exacta de las campañas o las impresiones de su excavador. No sucede lo mismo con la siguiente excavación que lleva a cabo,
en esta ocasión en Valdeganga (Albacete).
El hallazgo de la necrópolis de Casa del Monte acontece en el transcurso de una cacería que se celebraba anualmente durante el mes de
marzo en la finca que da nombre al yacimiento. Según relata I. Ballester,
las primeras noticias se remontan al último cuarto del siglo XIX, momento en que se destruyeron gran número de urnas en el extremo noroeste
(Ballester, 1930b: 28). Este hecho no trasciende más allá de las personas
que allí trabajan y será en 1917 cuando el azar quiso que saliera a la luz.
Ese año, Ballester acudió invitado por el entonces propietario de la finca.
Así relata su hallazgo:
«En Marzo de 1917, con motivo de una excursión de caza a la Casa
del Monte, finca de D. Feliciano Colomer y Ramírez de Arellano, labor
situada en el linde mismo de los términos de Chinchilla y Valdeganga, y
no sé bien también si en Albacete, casi en las mismas paredes de la casa
de labor, extensa y amplia, […] encontramos unos pequeños tiestos ibéricos decorados con segmentos de círculos y fajas amplias de color siena...
Detalle de varias
tumbas de la necrópolis
de Casa del Monte
(Valdeganga, Albacete).
[Isidro Ballester. Placa de
vidrio. SIP 451]
120
[page-n-122]
La Covalta y Casa del Monte, dos pájaros de un tiro
»La pequeña loma, mejor dicho cerrillo, inclinaba rápidamente sus
vertientes, unas para el SE, cortándose por el S, por donde llegaba el
Camino del Caserío de La Felipa... El hallazgo de cerámicas nos obligó a
un reconocimiento más detenido, encontrando en los terrenos y campos
inmediatos una cerámica antigua, algunas astillas de pedernal y sobre
todo, en el borde de la cortadura de la meseta por el Camino de
Valdeganga, vemos a espaldas de la casa en la inmediación del Camino de
La Felipa, todo ya en el cerrillo, cimientos de paredes de piedra en seco,
que nos recordaban a la técnica de los despoblados ibéricos valencianos y
así dejamos las cosas hasta la nueva temporada de caza».
Los trabajos de I. Ballester en la necrópolis consistieron en un sondeo
realizado en 1918 y tres cortas campañas entre 1919 y 1920. En el diario de
1918 no hay anotaciones referidas a los días de trabajo ni a la participación
de peones; sin embargo, considerando el ritmo de sepulturas exhumadas en
años posteriores, no creemos que la campaña durase más de uno o dos días.
Da la impresión de que se limita a tantear el yacimiento y se aprecia que es
la primera vez que excava una necrópolis. Practicó «unas catas» en un punto
donde eran visibles restos constructivos, que interpretó en un principio como
viviendas, al partir de la idea preconcebida de que se trataba de un «despoblado ibérico al estilo de los valencianos». Es evidente que la experiencia
adquirida en Covalta le va a ser de gran utilidad, sobre todo a la hora de
identificar determinadas cerámicas a las que se refiere como «tipo Covalta».
En marzo de 1919 contó con la ayuda de peones pues en el diario
anota tres jornales el primer día y cuatro los restantes. En 1920 acudió
a la finca en dos ocasiones, en marzo y en octubre. En marzo, le ayudaron entre cinco y ocho peones, así como un joven de Valdeganga llamado Pascual Martínez García que, según anota en la última página del
diario, estaba haciendo el servicio militar en Alcoi. En el mes de octubre, acudió con su esposa Matilde y, desconocemos el motivo, se llevó
«tres braceros valencianos» a los que se sumaron, en los días siguientes,
otros cuatro de Valdeganga. Se dedica a aclarar algunos aspectos de las
campañas anteriores y excava algunas tumbas más. Entre los días 14 y
16, inicia la apertura de zanjas con intención de delimitar la extensión
de la necrópolis, como consecuencia de la cual halló dos departamentos
del poblado que denomina «mansiones».
En la última página del diario hay un resumen de las cuentas relativas a las excavaciones de 1919 (marzo) y 1920 (marzo y octubre). En
1919, los jornales de la excavación, «aparte comidas», ascienden a
52,50 ptas (0,31 Euros); en marzo de 1920 pagó las peonadas a 4 ptas
(0,02 Euros), suponiendo un total de 110 ptas en jornales (0,66 Euros);
las cuentas referidas a octubre de ese año están incompletas, anotando
sólo los jornales correspondientes a los tres primeros días.
121
[page-n-123]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Plano original con
anotación de mediciones
y copia a tinta en papel
entelado de la excavación
de Casa del Monte
(Valdeganga, Albacete).
El trabajo de I. Ballester en la Casa del Monte fue minucioso, ejemplar para la época. Los comentarios y descripciones del diario revelan que
el proceso de excavación fue meticuloso, así como la observación de la disposición espacial de los hallazgos, también detallada en los escritos, lo que
la convierte en la primera excavación realizada con criterios científicos en
la provincia de Albacete. Quizá descuidó la parte gráfica, pues aunque concedió gran importancia a la disposición original de las piezas del ajuar funerario, describiendo su localización en el nicho y el estado en que aparecían
los restos (doblados, rotos...), no hace croquis estratigráficos ni dibujos.
El sistema de trabajo contemplaba la apertura de zanjas a partir de
la localización en superficie de restos de estructuras tumulares o manchas
de cenizas, hasta ampliar los márgenes para su correcta visualización. En
total se excavaron 38 sepulturas y, a partir del croquis conservado, hemos
calculado que abre una zona en sentido O-E con un eje aproximado de 33
m y otro S-N de 16/17 m.
Un aspecto elogiable en la metodología de campo de I. Ballester, aunque difícilmente trasladable a la realidad por las imprecisiones y carencias
que contiene (no llega a triangular), es la casi obsesiva presencia de mediciones para intentar situar cada sepultura, en especial las tumulares con respecto a otras. Se advierte en cada una de ellas un número excesivo de medidas: desde las cuatro esquinas hacia otras sepulturas y la distancia más corta
en línea recta hasta el túmulo más próximo. Todo este intrincado sistema
de medidas y distancias lo reflejó en el croquis general de la excavación.
122
[page-n-124]
La Covalta y Casa del Monte, dos pájaros de un tiro
Sus escritos manifiestan las diversas impresiones que tuvo en el transcurso de los trabajos y, desde luego, siempre plasma todo lo que acontece
en el proceso de exhumación de las tumbas, especialmente cuando advierte
algo que no sabe explicar a priori y procede a su descripción para después,
entre interrogantes, proponer una explicación. Sirva como ejemplo la interpretación que realiza de la tumba VI (excavada el 28 de marzo de 1919),
cuyo interior no albergaba resto alguno ni del difunto ni del ajuar. Es destacable la interpretación que hace de la tumba como posible cenotafio
(Ballester, 1930b: 32), aunque también se planteó la posibilidad de que se
tratase de una antigua «mansión» reutilizada como enterramiento. En efecto, estos monumentos cenotáficos se han identificado también en necrópolis excavadas y publicadas con posterioridad, como sucede en el Estacar de
Robarinas (Linares) (Blázquez y García-Gelabert, 1987: 187) y, tal vez, en
Cabezo Lucero (Guardamar del Segura) (Aranegui et al., 1993: 30).
En los años que duran las excavaciones en Casa del Monte, la arqueología albacetense estaba en manos de la Comisión Provincial de
Monumentos de Albacete, creada en 1844 y dependiente de la Comisión
Central, y no existía el Museo Provincial, lo que propició que los hallazgos
de este yacimiento y de otros lugares visitados por I. Ballester en la provincia pasaran a formar parte de su colección particular. En 1949, la donó al
Servicio de Investigación Prehistórica de Valencia, en la que se encontraban
también los materiales de Covalta (Fletcher y Pla, 1977: 103), junto a fotografías y diarios de campo, pues casi toda esta documentación se encuentra en el archivo de dicho Servicio. Actualmente, las piezas más significativas de ambos yacimientos pueden verse en las salas del Museo de
Prehistoria de la Diputación de Valencia.
Materiales procedentes
de la necrópolis ibérica
de Casa del Monte
(Valdeganga, Albacete).
[Casa Grollo. Placa de
vidrio. SIP 402]
123
[page-n-125]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Página del inventario de
materiales de Casa de
Monte (Valdeganga,
Albacete).
124
[page-n-126]
La colección Ponsell y los vínculos de Alcoi
con el SIP
Josep Maria Segura Martí
Museu Arqueològic Municipal Camil Visedo Moltó (Alcoi)
Los poblados de la Edad del Bronce del Mas de Menente y de la
Mola Alta de Serelles, yacimientos arqueológicos de la geografía alcoyana en los que de forma precoz se realizaron excavaciones en la década de 1920, guardan una relación estrecha con la trayectoria inicial del
Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo de Prehistoria.
Ambas instituciones fueron creadas en 1927 por la Diputación de
Valencia a propuesta de Isidro Ballester Tormo, quien desde aquella
fecha fue nombrado su director, ocupando el puesto de subdirector
Lluís Pericot García, y figurando como colaboradores en aquel año
Fernando Ponsell Cortés, Mariano Jornet Perales y Gonzalo Viñes
Masip.
Las primeras piezas arqueológicas que ingresan en este Museo proceden de la colección de F. Ponsell, quien el 22 de febrero de 1927 ofrece a la Diputación de Valencia, a cambio de una indemnización de 1.500
pesetas, los objetos arqueológicos recuperados en sus excavaciones en El
Xarpolar (Planes, Vall d’Alcalà, Vall de Gallinera) y en el Mas de
Menente (Alcoi).
El interés por acrecentar fondos para el Museo fomentó la realización de excavaciones en diferentes puntos de la geografía valenciana;
también se adquirieron antiguas colecciones privadas y se recuperaron
piezas singulares. En 1928 F. Ponsell entrega al Museo de Prehistoria de
Valencia los restos escultóricos de unas «bichas» o cuadrúpedos localizados en Balones. En este sentido, conocemos una carta de I. Ballester a
F. Ponsell (del 1 de junio de 1928) en la que le anuncia que él y L. Pericot
van a ir a Alcoi para ver las colecciones («…los cartones del Sr. Cura de
Torremanzanas, material que obra aun en esa…»), y le dice que «haga
el favor de avisar a todos los que tienen colecciones nuestra visita…»
(Segura y Cortell, 1984: 48).
125
[page-n-127]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Vista general del Mas de
Menente (Alcoi, Alacant).
[Papel. Museu d’Alcoi]
¿Pero quién era F. Ponsell? Nacido en 1898 en la pequeña población
alicantina de Alcalà de la Jovada (Vall d’Alcalà), residió unos años en
Cocentaina y fijó su domicilio en Alcoi, donde desarrollaría su actividad
profesional al frente de una pequeña industria textil. Descubre y explora
algunos yacimientos arqueológicos de su tierra natal y, en 1923, el dueño
de El Xarpolar le autoriza para realizar excavaciones en este poblado ibérico. En 1924 descubre el yacimiento de la Edad del Bronce del Mas de
Menente (Alcoi), donde realizará excavaciones a partir del 6 de febrero
de 1925, publicando sus trabajos en las Memorias de la Junta Superior
de Excavaciones y Antigüedades, núm. 78 de 1926, yacimiento en el que
volverá a excavar en 1928, comisionado por el SIP y en colaboración con
L. Pericot. En ese mismo año, F. Ponsell y L. Pericot excavan en
Quatretondeta un «depósito de brazaletes de pectúnculo» en la Penya
Roja. Ambas excavaciones se publican en el volumen primero del anuario Archivo de Prehistoria Levantina, correspondiente a 1929.
Comisionado por I. Ballester para realizar excavaciones, F. Ponsell
explora en agosto de 1928 el yacimiento neolítico de la Cova de la Sarsa
(Bocairent, Valencia), cavidad que excava por encargo del SIP en 1929, realizando posteriormente varias campañas de trabajos a lo largo de la década
de los años treinta. A partir de 1939 F. Ponsell no realizará más excavaciones para el SIP; posiblemente sus obligaciones laborales no le permitieron
dedicarse como antes a sus aficiones arqueológicas, y aunque mantuvo su
relación con I. Ballester y, desde 1950, con Domingo Fletcher Valls —como
director del SIP—, al parecer su relación se limita a publicar dos artículos
en el Archivo de Prehistoria Levantina de los años 1952 y 1958.
126
[page-n-128]
La colección Ponsell y los vínculos de Alcoi con el SIP
Detalle de la excavación
de la Mola Alta de Serelles
(Alcoi, Alacant).
[Placa de vidrio. Museu
d’Alcoi]
Diez años después de la creación del SIP, en febrero de 1937 el Consell
Provincial de València (organismo que había sustituido a la Diputación)
crea el Institut d’Estudis Valencians, incorporándose a éste el SIP y su
Museo. El alcoyano Camil Visedo Moltó es propuesto por I. Ballester
como Delegado en Alcoi del Institut d’Estudis Valencians, cuestión ésta que
se confirma en una carta de fecha 1 de julio de 1937 en la que C. Visedo le
agradece a I. Ballester el nombramiento, y le comenta aspectos de la publicación del trabajo «Un enterrament del Barranc del Sint», que C. Visedo
publica ese mismo año en la Sèrie de Treballs Solts.
Una nueva adquisición de fondos para el Museo de Prehistoria de
Valencia tiene lugar en 1937, gestionada por el Institut d’Estudis
Valencians, quien compra al alcoyano Ernesto Botella Candela la colección de objetos prehistóricos de la Mola Alta de Serelles (Alcoi), producto de sus excavaciones en este yacimiento de la Edad del Bronce autorizadas por el Estado en 1925 y 1926 (Martí, 1992: 33). Este ingreso
incorporaba a las colecciones del Museo de Prehistoria decenas de vasos
cerámicos, varios moldes de fundición y algunas piezas metálicas.
Además de la relación del SIP y las colecciones de F. Ponsell y de E.
Botella, el nombre de Alcoi y el de algunos alcoyanos es una constante a lo
largo de las diferentes etapas de la historia del SIP, y de ello dan testimonio las
memorias de Labor del Servicio de Investigación Prehistórica y varias cartas
que documentan la relación de I. Ballester con F. Ponsell, C. Visedo y Vicente
Pascual Pérez, que nos informan de sus hallazgos e investigaciones, de sus
inquietudes… y de su amistad, forjada a través de una relación fecunda.
127
[page-n-129]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Son varios los trabajos que se han ocupado de documentar las primeras excavaciones arqueológicas que concurren en Alcoi, como el
hallazgo y la excavación de los enterramientos prehistóricos de Les
Llometes, en 1884, así como las excavaciones que autorizó la Junta
Superior de Excavaciones y Antigüedades en los años 1920 en tres yacimientos de Alcoi, una ciudad industrial en la que algunos miembros de
su burguesía ilustrada se interesan por los estudios históricos, las investigaciones geológicas o arqueológicas, etc., inquietudes que llegan a
calar hondo en determinadas personas que emplean parte de su tiempo
en estos menesteres. Y entre las aportaciones más destacadas está la del
presbítero y cronista de la ciudad, Remigio Vicedo Sanfelipe (18681937), quien recopiló numerosos hallazgos en su inacabada Historia de
Alcoy y su Región (1920-22) y mantuvo contactos con sus contemporáneos Francisco Figueras Pacheco, Francisco Almarche Vázquez, etc., con
quienes cruzó información.
Muchas de las referencias aportadas por R. Vicedo son fruto de
los primeros trabajos de C. Visedo (1876-1958), quien desde 1917
realiza frecuentes excursiones con fines exploratorios por las montañas de Alcoi, y llega a reunir una colección de fósiles y de objetos
arqueológicos; desde 1920 excava con la preceptiva Real Orden el
yacimiento ibérico de La Serreta (Alcoi, Cocentaina, Penàguila), al
que consagró sus esfuerzos durante cuatro décadas. En aquellos años
la legislación sobre excavaciones arqueológicas determinaba que el
Estado concedía a los descubridores españoles autorizados por él la
propiedad de los objetos recuperados en excavaciones, si bien tenían
Conjunto cerámico
procedente del Mas de
Menente (Alcoi, Alacant).
[Casa Grollo. Placa de
vidrio. SIP 2.780]
128
[page-n-130]
La colección Ponsell y los vínculos de Alcoi con el SIP
Vista del gabinete de la
colección de Ernesto Botella
en Alcoi (Alacant).
[Placa de vidrio. Museu
d’Alcoi]
la obligación de mostrarlos a quien lo solicitase. La colección de C.
Visedo estaba ordenada y expuesta al público interesado en un gabinete de su domicilio, y en ese sentido encontramos una interesante
referencia en la edición de 1923 de una guía regional que incluye la
siguiente cita: «Hay un Museo de Historia Natural. Colección paleontológica y prehistórica de los alrededores de Alcoy, perteneciente a
D. Camilo Visedo, calle de Nic. Factor, 2. Puede visitarse solicitando
permiso a su dueño» (Tormo, 1923: 244).
C. Visedo, nombrado Agregado del SIP en 1940, está considerado como la principal figura de la investigación arqueológica alcoyana.
Sus colecciones formaron el núcleo del Museo Municipal de Alcoi, creado en 1945, del que fue su primer conservador. A su muerte en 1958,
el Ayuntamiento de Alcoi nombra conservador del Museo a V. Pascual
(1917-1976), discípulo de Visedo y descubridor de yacimientos
arqueológicos como el enterramiento prehistórico del Barranc del Cint
(Alcoi), hallazgo éste publicado por C. Visedo en 1937, o el de la Cova
de la Pastora (Alcoi), cavidad localizada en una masía propiedad de
los padres de V. Pascual, quien realiza en su interior excavaciones y
exhuma decenas de enterramientos de época eneolítica que aparecían
acompañados de ricos ajuares funerarios, ídolos oculados, etc. La
colección de materiales arqueológicos de La Pastora se conserva en el
Museo de Prehistoria de Valencia, producto de las excavaciones que en
1944, 1946 y 1950 realizaron José Alcácer y V. Pascual, comisionados
por el SIP.
129
[page-n-131]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Otro episodio que relaciona al SIP con los arqueólogos alcoyanos
tuvo lugar en el verano de 1944, a raíz de un descubrimiento localizado
en el Bancal de la Corona de la finca del Mas d’Is (Penàguila), un hallazgo —especie de silo o cisterna que contenía diversos objetos arqueológicos— que C. Visedo y V. Pascual tenían previsto excavar para el SIP. La
dudosa autenticidad de alguno de los objetos hallados, la disputa entre
los museos de Alacant y Valencia por la jurisdicción de los hallazgos, y
las reticencias de la propiedad, determinaron que los trabajos quedasen
suspendidos. En aquellas fechas, 21 de julio de 1944, V. Pascual era nombrado Agregado del SIP, designación que vino a reforzar los vínculos
entre la institución y Pascual, una persona dotada de excelentes cualidades para el dibujo y para el trabajo de campo, que a partir de la década
de 1950 —por encargo de D. Fletcher— fue comisionado por el SIP en
diferentes ocasiones para realizar trabajos arqueológicos en yacimientos
como la Cova de l’Or (Beniarrés), la Ereta del Pedregal, etc. La estima
que se profesaban V. Pascual y D. Fletcher es patente en las numerosas
cartas que cruzaron ambos a lo largo de más de veinticinco años.
Por último, hemos de referirnos al profesor Francisco Jordá Cerdá
(1914-2004), un alcoyano vinculado al SIP quien tuvo sus primeros contactos con la institución en los años 1935 y 1936, en los que finalizó la
licenciatura en Historia en la Universidad de Valencia. En 1943 reanuda su colaboración con la institución y en ese mismo año es nombrado
Agregado, integrándose en el equipo de excavaciones de la Cueva de la
Cocina, y posteriormente participa en las excavaciones de Cova Negra,
Cova de les Malladetes, etc., además de realizar estudios y calcos en
abrigos con Arte Rupestre de Dos Aguas, en colaboración con J. Alcácer,
que se publicaron en 1951 en la Serie de Trabajos Varios.
130
[page-n-132]
Las colecciones de Ibiza y Ampurias
en el Museo de Prehistoria de Valencia
Carlos Gómez Bellard
Universitat de València
El origen de la colección ibicenca del Museo de Prehistoria de
Valencia (MPV) se remonta prácticamente a los albores de la arqueología
de la isla. En efecto, en fecha tan temprana como 1903, se constituyó la
Sociedad Arqueológica Ebusitana (SAE), cuyo objetivo era estudiar los
restos del rico patrimonio que se encontraban por toda Ibiza, y muy en
particular los pertenecientes a la época púnica. Sin duda los espectaculares hallazgos que desde unos años antes se estaban realizando en Cartago,
Cerdeña y Malta tuvieron mucho que ver con esta iniciativa.
Inmediatamente la Sociedad se puso a trabajar ayudada económicamente
por sus miembros, muchos de los cuales pertenecían a la alta burguesía
local, y con el respaldo institucional del ayuntamiento de la ciudad, que
incluso le cedió los locales de la antigua Universitat para ubicar un incipiente museo. No en vano el secretario del Ayuntamiento era D. Arturo
Pérez-Cabrero y Tur, (1870-1916), que fue el auténtico impulsor de la
SAE. Una parte de su colección formará el núcleo de la del MPV.
Entre 1903 y 1906 se excavaron un gran número de yacimientos por
toda la isla, destacando diferentes necrópolis, pero especialmente la de la
ciudad, el Puig des Molins, y los santuarios de Puig d’En Valls, Illa Plana
y Es Cuieram. Esto dio lugar a la rápida formación de una importante
colección, lo que movió a la SAE a ofrecer el Museo al Estado, para que
diera digna acogida a los objetos, pues todo lo conseguido desbordaba la
actividad de una simple asociación de aficionados. Se creó así el Museo
Arqueológico de Ibiza en 1907, aunque poco después se inició también un
expolio continuado de muchos yacimientos, en especial el del Puig des
Molins. Como consecuencia de ello se fueron formando numerosas colecciones particulares, que a lo largo del tiempo han ido acabando afortunadamente en entidades públicas. Así, las dos más importantes existentes
fuera de la isla, la del Museo Arqueológico Nacional y la del Museu de
Catalunya proceden respectivamente de las colecciones de Antonio Vives
y Escudero, Catedrático de la Universidad de Madrid, y de José Costa
131
[page-n-133]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Ferrer «Picarol», anticuario ibicenco afincado en Barcelona. También hay
que mencionar la del pintor Santiago Rusinyol, en su casa del Cau Ferrat
de Sitges (Barcelona), la colección Mulet de Palma y la muy interesante de
Miguel Martí Esteve, hoy en el Servicio de Investigación Arqueológica
Municipal de Valencia (Fernández, 1992: 33-38).
Terracota púnica
procedente de Ibiza
perteneciente a la colección
Arturo Pérez Cabrero.
[Casa Grollo. Placa de
vidrio. SIP 140]
Terracota procedente
de Ibiza perteneciente a la
colección Francisco
La colección ibicenca del MPV procede en su gran mayoría de la que
poseía Doña Dolores Adrover, viuda de A. Pérez Cabrero. En efecto, a la
prematura muerte de éste en 1916, una gran parte de su colección fue
entregada al Museo de Ibiza, pero la familia conservó un lote importante, que fue vendido en 1930 a la Diputación de Valencia, gracias a la
mediación de Lluís Pericot, por la respetable suma de 1.250 pesetas. El
inventario entonces realizado refleja 212 piezas muy variadas, aunque el
catálogo definitivo redactado hace unos años recoge bastantes más. Pocos
años después, en 1937, la Diputación tuvo la oportunidad de adquirir un
pequeño pero extraordinario lote de 16 terracotas púnicas ibicencas, propiedad del erudito alicantino Francisco Martínez y Martínez, quién sin
duda las había comprado a su vez en el mercado de antigüedades (Picard,
1972). Una última y apreciable aportación fue un espléndido huevo de
avestruz decorado, que donó en 1956 Domingo Fletcher, quien fuera
director del SIP entre 1950 y 1982.
De esta forma la colección que hoy posee el MPV, parte de la cual
se encuentra expuesta en la sala de colonizaciones, está formada por una
selección muy representativa de los dos yacimientos emblemáticos de la
isla. De la necrópolis del Puig des Molins proceden la mayoría de los
objetos, que incluyen jarras, platos, ungüentarios, terracotas, joyas y
amuletos púnicos, además de algunas cerámicas áticas e itálicas, todos
ellos elementos habituales de los ajuares funerarios de los ss. V-II a.C.
Completan la colección algunas piezas romanas, entre las que cabe destacar un interesante grupo de cerámicas de paredes finas del s. I a.C., y
varias medievales. De la cueva de Es Cuieram son sin duda alguna varias
terracotas o fragmentos de éstas que representan a la diosa Tanit, con el
manto de plumas y tocada con un kalathos, siguiendo la iconografía
específica de este santuario (Aubet, 1982).
Martínez y Martínez.
[Casa Grollo. Placa de
vidrio. SIP 28]
132
El otro ámbito cultural de las colonizaciones de la Protohistoria
peninsular presente en el MPV lo constituye el notable lote de objetos
procedentes de la colonia griega de Ampurias (Girona), adquirido por la
Diputación en 1929 —tan sólo dos años después de la fundación del
SIP— junto con una colección de sílex y otra de objetos de bronce.
Perteneció a Don Manuel Cazurro Ruiz (Madrid, 1865-Barcelona,
1935), naturalista, prehistoriador, y un personaje típico de los albores de
la investigación arqueológica en España. Catedrático de Historia
Natural en el Instituto de Girona a los 26 años, escribió varias obras
[page-n-134]
Las colecciones de Ibiza y Ampurias en el Museo de Prehistoria de Valencia
Vista de la necrópolis
del Puig des Molins
(Eivissa). Hacia 1920.
[Museu Arqueològic
d’Eivissa i Formentera]
especialmente de Geología antes de abordar otros campos, y a él se
deben diferentes libros sobre las cuevas de Serinyà, el Cuaternario en
Cataluña y tal vez el más conocido Monumentos megalíticos de la provincia de Gerona (1912).
Nos interesa aquí destacar su vinculación a las excavaciones de
Ampurias prácticamente desde sus inicios, pues antes de 1908 era ya
miembro de la Delegación de la Junta de Museos para la excavación de
la ciudad, actividad que queda reflejada en algunas cortas publicaciones
en el Anuari de l’Institut d’Estudis Catalans, siendo especialmente recordada la que da a conocer el famoso vaso ibérico decorado que sigue llevando su nombre, sobre el que aparecen representados dos hombres
corriendo, caso único de representación antropomorfa en la cerámica
ibérica pintada del noreste. Paralelamente y como era frecuente en su
época, fue formando una valiosa colección particular con objetos procedentes de Ampurias que, a pesar de su cargo en la Comisión de
Monumentos de Gerona, iba adquiriendo (como muchos otros) a los
saqueadores habituales de la zona, muchos vecinos de la Escala
(Almagro, 1953: 20). Unos años antes de morir decidió venderla al
museo valenciano y al de Barcelona. Desgraciadamente y al contrario
que para la colección ibicenca, carecemos de documentación que nos
permita conocer más detalles de la transacción.
En cualquier caso se trata de un conjunto muy representativo del
material griego y romano de la ciudad, compuesto por 267 objetos muy
variados. Gran parte de ellos son piezas completas y en buen estado de
133
[page-n-135]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Conjunto de lekythoi áticos
procedentes de Empúries
(Girona) pertenecientes a la
colección Manuel Cazurro.
[Casa Grollo. Placa de
vidrio. SIP 1.713]
conservación, ya que muchas proceden de las necrópolis ampuritanas,
excavadas y a menudo expoliadas en las primeras décadas del s. XX. Es
ésta una tendencia generalizada de la época: el Museo necesita buenas
piezas para exponer y, al igual que con la colección de Ibiza, compra piezas completas y de calidad de culturas o procedencias difíciles de encontrar en la provincia de Valencia, su teórico ámbito de trabajo.
Sobresalen, entre todas, las cerámicas áticas, especialmente los lekythoi
de figuras negras, una gran crátera de figuras rojas y varios kylix, así
como algunas cerámicas corintias (Trías, 1968). No faltan diversas piezas ebusitanas, jarras y lucernas, que recuerdan las estrechas relaciones
que a lo largo de los siglos mantuvo la colonia griega con Ibiza. Se trata
en definitiva de dos pequeñas pero interesantes colecciones, adquiridas
siguiendo las directrices habituales en la Museología de las primeras
décadas del s. XX. Constituyen en cualquier caso una buena muestra de
los yacimientos que pretenden ilustrar, y no cabe duda que la larga relación de varios siglos establecida por el mundo ibérico tanto con Ibiza
como con Ampurias justifica su integración en las salas del MPV.
134
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La Statera de la Colección Federico Motos
Rosa Albiach Descals y Rafael Pérez Mínguez
Servicio de Investigación Prehistórica
La primera pieza relevante de época romana que ingresó en los
fondos del Museo de Prehistoria fue la statera de la colección Motos,
razón por la cual se le dedica especial atención en este trabajo,
Arqueología en blanco y negro, donde se rememoran los orígenes del
Servicio de Investigación Prehistórica (SIP) y del Museo de Prehistoria
de la Diputación de Valencia en su devenir desde el año 1927 hasta
1950.
Esta balanza fue ofrecida al SIP por parte de Don Federico de
Motos Fernández, propietario de la misma, junto a un conjunto de
materiales que había conseguido en algunos yacimientos de Vélez
Blanco (Almería), donde nació y ejerció de farmacéutico (Lentisco,
1990: 35), ya que en aquellos años era lícito tener en propiedad los restos que se hallaban durante las excavaciones, que previamente habían
sido autorizadas por la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades.
El relato de sus trabajos fue publicado en su único libro La Edad
Neolítica en Vélez Blanco donde narró, entre otras, las actuaciones en el
cerro de las Canteras y en Cueva Ambrosio.
El dictamen del director del Servicio Don Isidro Ballester
Tormo sobre la conveniencia de adquirir dicha colección fue aceptado por la Comisión Provincial Permanente de Valencia, que acordó su compra en enero de 1930 por la cantidad de 1.500 pesetas
(Ballester, 1930a: 15). Los materiales llegaron a Valencia el 19 de
mayo del mismo año tras ser debidamente inventariados y embalados desde Vélez Blanco por el subdirector del Museo, Lluís Pericot,
y por el capataz reconstructor Salvador Espí (Alcácer, 1972: 6). Este
lote sólo era una parte de la totalidad de la colección que también
fue vendida a Museos de Madrid, el de Ciencias Naturales y el
Antropológico Nacional, del que pasó en 1942 al Museo
Arqueológico Nacional (Alcácer, 1972: 9).
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Carta de Federico Motos
dirigida a Isidro Ballester
donde amplía el número
de objetos en venta de su
colección, ofreciendo
además «una romana
de cobre».
El SIP realizó el inventario de éstos materiales, 485 unidades, cuya
procedencia era Puerto Lumbreras (Murcia) y Vélez Blanco, aunque sin
ubicación clara, excepto los ajuares funerarios del Cerro de la Tejera y del
Cerro de las Canteras. El margen cronológico abarcaba desde la
Prehistoria hasta la Época Romana, constando de industria lítica tallada
con 270 piezas entre puntas de flecha, lascas y nódulos; 41 hachas, 4 plaquetas, 1 afilador, 2 fragmentos de molde de aguja y 3 bolas de piedra;
23 vasos enteros de cerámica hecha a mano y 14 fragmentos; 5 puñales
de bronce, además de 4 hachas, 8 anillos, 1 brazalete en espiral, 1 varilla
y 1 anzuelo; 17 punzones de hueso y 9 fragmentos; 15 conchas, además
de 31 perforadas; 6 cuentas de collar y 21 dientes perforados, 1 estátera
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La Statera de la Colección Federico Motos
de bronce, 2 fósiles, 1 alisador y, finalmente, 6 fragmentos de huesos
humanos tanto de cráneo como mandíbula, diente y extremidades.
El conjunto de objetos, incluida la statera, estuvo expuesto desde
su ingreso en el Museo de Prehistoria de Valencia y su evolución expositiva pasó de las Salas Doradas del entresuelo del Torreón Viejo del
Palau de la Generalitat (Fletcher y Pla, 1977: 12) al Palau de Jaudenes,
antiguo edificio de la Batlia, donde se mostraban entre las salas IV y VI.
El conjunto de piezas era poco conocido y estaba falto de una publicación en la que se dieran a conocer en su totalidad (Alcácer, 1972: 10),
siendo la statera estudiada a finales de los años 50 (Santandreu, 1959),
con una completa descripción y estudio comparativo, estableciéndose su
cronología en época imperial.
La balanza, libra en latín y también trutina, tenía una variante
que llevaba platos y se llamaba balanza romana o statera, proveniente de state/res que era una antigua moneda de cálculo. Podía tener ganchos en suspensión en lugar de platos, como la pieza que nos ocupa, y
éstos servían para sujetar la mercancía a pesar. En cuanto a su metrología, en su varilla había una gradación que se indicaba en libras con
las cifras de I a X, que también podía ser de I a VII u VIII, con puntos
intermedios para los decimales, las decenas con X y las medias con V,
y el contrapeso solía constar de pesas de metal y piedra (Daremberg y
Saglio, 1918: 1225 y 1228).
La statera de Vélez Blanco es de bronce y tiene una varilla o scapus de sección cuadrada que se conserva incompleta, con solo 9,3 cm
de longitud, porque le falta la parte graduada donde estaban las cifras
y el contrapeso o aequipodium. La sujeción la tiene en la parte central con un gancho para asirla en suspensión, y de uno de sus extremos penden dos cadenas con sendos ganchos en sus extremos finales,
aunque originariamente habría tres. Éstos servían para coger la mercancía a pesar que, a diferencia de la balanza de platos, permitía una
mayor capacidad. Los dos ganchos son iguales y también las cadenas,
de 16 y 17 cm, hechas con eslabones en forma de ocho, que se unen
al scapus mediante una pequeña barra doblada en su centro. En su
otro extremo hay otro gancho sujeto directamente a la varilla, sin
cadena.
Respecto al lugar donde apareció poseemos una breve referencia en
el catálogo de la colección Motos, realizado por José Alcácer en los años
70, donde la describe como «Estátera romana. Esta interesante pieza fue
hallada en uno de los cerritos próximos a Vélez Blanco, sin que nos haya
sido posible encontrar más referencias sobre la misma... Inv. C.M.
483...» (Alcácer, 1972: 36).
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Retrato de Federico
de Motos Fernández.
Vélez Blanco (Almería),
1865-1931.
[Revista Velezana núm. 9,
p. 35, 1990]
Statera de bronce de la
colección Federico Motos.
1958.
[Casa Grollo. Pasta.
SIP 3.605]
Conocer su contexto estratigráfico es una de las cuestiones más
importantes al realizar su estudio porque éste inserta al objeto en un espacio y en un momento histórico que da sentido a su existencia, completando así cuestiones sobre su uso, comercio y entidad del lugar en la época.
Los yacimientos cercanos a la localidad de Vélez Blanco, que están situados en un cerro y que pertenecen a época romana se conocen por las
recientes prospecciones sistemáticas realizadas en Los Vélez por los profesores de la Universidad de Granada Francisco Muñoz y Cándida Martínez,
que han puesto de manifiesto «... la relevancia de los asentamientos romanos con resultados positivos en el término de Velez Blanco: Macián, Las
Canteras, Leria, Alfahuara, Los Valencianos, Las Almohallas, etc...»
(www.velezrubio.org/Museo_Comarcal_Velezano.htm). Estamos a la
espera de su publicación para saber si alguno se puede ajustar, por su
ubicación, características y materiales, a un enclave asociado al comercio, como pudo plantearse con una pieza hallada en un pecio de las costas valencianas (Aranegui, 1989: 264 y 1991: 107).
La colección Motos fue una de las que ingresó inicialmente en el Museo
junto a otros dos lotes pertenecientes a la de Cazurro de Empúries y Pérez
Cabrero de Eivissa, que contenían objetos púnicos, ibéricos, griegos y romanos. Se adquirieron con la intención de completar fondos interesantes y de
difícil obtención por otros medios, porque lo habitual era incrementarlos
mediante las excavaciones que realizaba el Servicio (Ballester 1930a: 15).
Resulta oportuno resaltar el valor que I. Ballester dio a la obtención de material preclásico y clásico, en aquellos incipientes años en que el Museo estaba
gestándose y nutriéndose de los objetos que formarían sus colecciones, y que
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La Statera de la Colección Federico Motos
han resultado ser una buena base para las colecciones de referencia y la exhibición de éstas culturas mediterráneas.
La arqueología romana, en aquel momento, se desarrollaba en localidades valencianas como Sagunt, Dénia, El Forcall, Elx y Valencia, algunas
de las cuales ya desarrollaban una tradición desde el siglo anterior. Aunque
el Servicio y su Museo centraron sus objetivos en la Prehistoria (De Pedro
y Juan Cabanilles, 2003: 20), no por ello dejaron de atender a propuestas
puntuales de intervención en yacimientos romanos y al ingreso en sus fondos de donaciones y hallazgos casuales que fueron llegando desde el mismo
año de su fundación procedentes de diversos municipios valencianos.
La primera excavación de época romana del SIP se hizo en la ciudad
de Valencia en 1945, en el subsuelo del Museo, y estuvo motivada por las
obras de ampliación en el Palau de la Generalitat (Ballester, 1949a: 7).
Suscitó un interés general ante la posibilidad de hallar restos del primitivo
asentamiento, que entonces se creía de origen ibérico, y su estudio fue
publicado por el Servicio (Gómez Serrano, 1945). Desde el año 1948 en
que se creó un Servicio de Investigación Arqueológica Municipal (SIAM)
en Valencia, éste atendió los asuntos de arqueología en la ciudad.
Vista general de
la excavación en el Palau
de la Generalitat (Valencia).
Imagen publicada en
el APL II. 1945.
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
A ésta intervención del SIP le siguió otra, entre 1946 y 1947, en la
cueva de la Torre del Mal Paso en Castellnovo (Castelló) donde afloraron restos históricos con anterioridad a los prehistóricos, aunque el
hallazgo en superficie de piezas romanas en cuevas, y asociadas a un
uso esporádico, ya se había documentado en las excavaciones de la
Cova del Parpalló (Gandia) en 1929-30 y la Cueva de la Cocina (Dos
Aguas) en 1945, y posteriormente se haría en la Cova Negra (Gandia)
en 1949 y la Cova de la Pastora (Alcoi) en 1950. La actividad romana
y visigoda del Museo aumentó en sus prospecciones a partir de las
décadas siguientes, al mismo tiempo que se realizaron varias excavaciones arqueológicas.
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Un plomo escrito y un jinete de bronce.
Percepciones y usos de dos piezas de la Bastida
de les Alcusses
Jaime Vives-Ferrándiz Sánchez
Servicio de Investigación Prehistórica
Los museos arqueológicos exhiben un mundo material, muestran
objetos a los que otorgamos belleza o importancia, y expresan la relación circular, dinámica, entre éstos y los sujetos que los recuperan y les
dan significado. En estas líneas se examina el modo en que se perciben
y presentan dos piezas halladas en las primeras excavaciones en la
Bastida de les Alcusses (1928-1931): una inscripción en una plancha de
plomo y un bronce que representa un guerrero a caballo. Basarse en los
objetos no implica estar limitado por éstos, pues sus significados, su presentación y representación cambian —o se matizan— según el contexto
académico e institucional del SIP y de sus miembros.
La excavación es el punto de partida. Las páginas de los diarios suelen ofrecer información estratigráfica, croquis, dibujos y datos diversos del
transcurso de las campañas, pero, en ocasiones, transmiten emociones y
sensaciones pasando de la mera descripción de los restos a la narrativa:
«Al limpiar Pepe Guerrero la tierra sobre [una muela de molino] asoma
una lámina arrollada de plomo. La forma nos intriga [...] La tierra sobre
que se asienta levanta unos 15 cts sobre el suelo y con las precauciones del
caso la vamos rebajando hasta sacar el plomo que, contra lo que creíamos
es algo estrecho. Inmediatamente y con verdadera emoción vemos que está
lleno de letras ibericas a renglones separados por rayas horizontales formando espacios» (subrayado en el original).
Así describe Isidro Ballester el momento del hallazgo de una lámina
de plomo escrita, el 28 de julio de 1928, en el diario de la primera campaña de excavaciones. Para los que hemos excavado allí, leer estas líneas
lleva a imaginarse arriba en la loma, en el departamento T —ese era el
nombre dado en un principio al recinto, el departamento 48—, cuando
el capataz Pepe Guerrero limpió el plomo con su navaja siguiendo órdenes del propio I. Ballester. Sabemos incluso la hora del hallazgo, las doce
y media de la mañana, anotada en el margen izquierdo del diario y con
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
doble subrayado («12 ½»). Sin duda el momento debió ser especial. Ese
día, el último, habían subido tarde a excavar porque la tarde anterior
hubo una tempestad de aire que había retrasado la labor diaria de inventario, vendaval que incluso, explican, se llevaría por delante una de las
dos tiendas de campo. Y al día siguiente, limpieza de muros por la mañana y recogida por la tarde: las tiendas y las sillas se quedan en el Mas de
Palmi (cat. 12-13), donde dormían, y las carretillas y otros materiales en
el Mas de Bas con evaluación de daños de las herramientas; eso sí, la
cesta de viandas se la lleva I. Ballester.
Lámina de plomo
en el momento de su
hallazgo. 1928.
[Casa Grollo. Placa de
vidrio. SIP 1.888]
Volvamos al plomo. Su hallazgo era excepcional porque, en primer
lugar, podía ofrecer nuevos datos sobre el alfabeto ibérico, exponente de
las manifestaciones culturales ibéricas valencianas, pues en 1928 sólo se
conocían los plomos escritos del Pujol de Gasset (Castellón), la Serreta
(Alcoi-Cocentaina-Penàguila), la Covalta (Albaida-Agres) y unos fragmentos del Cabezo de Mariola (Alfafara-Bocairent) (Ballester, 1929:
18). En una crónica de La Semana Gráfica dos semanas después, el 18
de agosto, I. Ballester ponderaba el hallazgo comparándolo con la plancha escrita de la Serreta —«la reina hasta ahora» decía— que, sin
embargo, era más corta en tamaño y sin tanta «riqueza de caracteres».
En segundo lugar el plomo había sido hallado con una referencia estratigráfica precisa (cat. 4), como escribe I. Ballester en el diario: «la alegría ha sido general y la suerte y fortuna no para: pues se ha presentado
el plomo en condiciones de tiempo y situación tales que ha permitido al
sospecharlo por su forma arrollada, tomar toda clase de medidas y datos
gráficos, que harán de este plomo el único documento de tal clase al que
acompañen datos precisos de su situación. Tomamos otra fotografía de
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Un plomo escrito y un jinete de bronce.
Percepciones y usos de dos piezas de la Bastida de les Alcusses
modo que se vea la forma como está plegada la lámina». Sin embargo,
quedará el interés de la pieza como documento únicamente epigráfico
como se desprende de las posteriores publicaciones1 en las que el contexto doméstico del hallazgo es, en el mejor de los casos, una noticia curiosa para ilustrar la ocultación del plomo ante el asalto violento que sufrió
el poblado ibérico.
La referencia a «la suerte y fortuna» es muy significativa para el
devenir del SIP en los años siguientes. No sólo en las noticias periodísticas del mes siguiente —la semejanza con otros textos de I. Ballester hacen
pensar que fueron redactadas o dictadas por él mismo— sino que también
Lluís Pericot aludiría a ella al rememorar, años más tarde, las circunstancias previas a la excavación: «El futuro del servicio se jugaba a la carta de
la suerte que la excavación nos deparase [...] A los primeros golpes de azadón nos dimos cuenta de que La Bastida de Mogente pagaría con creces
los esfuerzos que costase [...] La campaña culminó con los hallazgos de
joyas y sobre todo, con la del famoso plomo escrito» (Pericot, 1952: 12
y 13). De este modo, la excavación en la «nueva Pompeya», como titulaba La Semana Gráfica, se presentaba como un acierto y un éxito en el
marco del ambicioso plan de trabajo. Por ello el SIP encontraba en la
plancha de plomo escrito no sólo mera satisfacción arqueológica sino una
justificación de la fuerte apuesta realizada —se invirtieron 12.000 pesetas— en la búsqueda de las raíces culturales propias (no olvidemos que el
servicio se crea a semejanza de otros en Cataluña, Galicia o País Vasco)
como gustaba destacar a la corriente regionalista.
Anverso y reverso de
la lámina de plomo escrita
de la Bastida de les Alcusses
(Moixent). 1928.
[Casa Grollo. Placa
de vidrio. SIP 3.162
y SIP 4.177]
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Ahora bien, las notas entre las páginas culturales de los periódicos
locales serían sólo necesarias argucias publicitarias del I. Ballester político si no constara también el eco del magnífico hallazgo en foros científicos. En el primer número del Archivo de Prehistoria Levantina (APL), I.
Ballester y L. Pericot publican una extensa reseña de la campaña de 1928
y reiteran la inquietud documental y metodológica: «es la única pieza de
esta clase cuyo descubrimiento se documenta tan completamente»
(Ballester y Pericot, 1928: 192). El plomo ya desplegado —no faltan en
el diario las lógicas preocupaciones por su posible rotura— es protagonista de las dos primeras láminas que ilustran el catálogo de materiales
(láminas VIII y IX) lo que es significativo de la importancia que le otorgan. Además, antes, dos participaciones en sendos congresos contribuyen a publicitar el trabajo realizado. En mayo de 1929 L. Pericot presenta los trabajos en la Bastida, entre otros yacimientos excavados por el
SIP, en el XII Congreso de la Asociación Española para el progreso de las
Ciencias, en Barcelona. En septiembre de ese mismo año el Servicio es
invitado al IV Congreso Internacional de Arqueología, celebrado también en Barcelona con motivo de la Exposición Internacional. Aunque no
se presentó ninguna comunicación sobre la Bastida, se expuso el plomo
escrito2 en la Sala V (Civilización Ibérica) de la sección «España
Primitiva» del Museo del Palacio Nacional de la Exposición que pretendía ser «una verdadera síntesis de la evolución histórica de la cultura
española en sus múltiples aspectos [ilustrando] cuanto puede estudiarse,
en el estado actual de la investigación» (Bosch, 1929). Impactan los
resultados, sobre todo de la Cova del Parpalló, y en la sesión de clausura del Congreso las felicitaciones llegan por parte de la comunidad científica de vanguardia. Estos saludos y parabienes son recogidos con detalle y convenientemente ponderados en diversas notas de la prensa local y
en la memoria del museo de ese año, con la voluntad de legitimar, desde
la propia institución, sus actividades. Nicolau Primitiu Gómez Serrano
escribió impresiones del congreso en Las Provincias y señalaba que «la
representación levantina ha sido la más numerosa de todas, española y
extranjera, en cuanto a individuos y en cuanto a trabajos» con un evidente tono panegírico.
Son momentos de gloria y la lámina de plomo nos permite evaluar
esta proyección y el interés foráneo por las excavaciones del SIP. Lo ilustra
también la visita a Valencia de Manuel Gómez Moreno, a la sazón
Director General de Bellas Artes y muy vinculado a la Institución Libre de
Enseñanza, para examinar algunos materiales ya vistos en Barcelona y que
incluso elevará una petición escrita pidiendo detalles sobre el curso de las
investigaciones (Ballester, 1932: 28). En este contexto de colaboración
fructífera sería invitado a realizar un estudio epigráfico del plomo (citado
por Ballester y Pericot, 1928: 191) aparecido en 1962, e incluso el mismo
Adolf Schulten estuvo también interesado ya que en la Labor del SIP de
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Un plomo escrito y un jinete de bronce.
Percepciones y usos de dos piezas de la Bastida de les Alcusses
Página del diario de
excavación de la Bastida de
les Alcusses (Moixent),
que recoge la aparición del
Guerrer de Moixent. 1931.
1933 se acusa el recibo de un trabajo para el APL aunque renunciaba a
publicarlo hasta que M. Gómez Moreno no lo hiciera, según indica L.
Pericot a I. Ballester en carta personal el 13 de junio de 1933 (Archivo SIP).
El caso del bronce que representa un jinete es diferente. El descubrimiento del Guerrer el 21 de julio de 1931 no causó tanto impacto como el
plomo escrito según se desprende de su tratamiento en el diario de ese año.
La figura es, obviamente, descrita con detalle, se dice qué obrero la halla, se
señala en el croquis general el lugar exacto y se aportan medidas y precisiones: «cinco minutos antes de dejar el trabajo para la comida, el obrero
Vicente Espí desenterró una bellísima escultura de bronce representada por
un guerrero a caballo», añadiendo un aire narrativo y juicios de valor al
señalar «el sello arrogante del guerrero» o que «la cabeza del caballo es de
una expresión grotesca». La Bastida ya había dado muestras durante las tres
campañas anteriores de su riqueza en materiales, y el Guerrer no destaca
especialmente en un diario escrito y dibujado cada vez con más prisas —esa
campaña es intensísima, llegan a trabajar 25 obreros y vacían alrededor de
100 departamentos. Otros objetos reciben el mismo tratamiento analítico
que el Guerrer como sucede con un bronce representando un buey con parte
del yugo descubierto por Joaquin Quilis o una cadenita de oro hallada por
Vicente Sanjuán, ilustrando La Labor del SIP de 1931 (Ballester, 1932: láminas V y VI). No obstante, la misma tarde del 21 de julio Mariano Jornet
envía una carta a I. Ballester comunicándole el hallazgo —«vale la pena de
que le ponga las letras», señala— y adjuntando un dibujo a tamaño natural,
como se hacía regularmente cuando I. Ballester se ausentaba del trabajo de
campo (correspondencia personal de I. Ballester, Archivo SIP).
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Figura de bronce conocida
como Guerrer de Moixent.
1931.
[Casa Grollo. Placa de
vidrio. SIP 1.326]
La resonancia en la comunidad científica no fue igual a la del plomo,
y sin embargo la pieza se ha convertido en uno de los iconos del museo y
un elemento identitario del municipio de Moixent. El impacto inicial no es
comparable al plomo porque, ante todo, las circunstancias institucionales
no son las mismas. Si durante el periodo entre 1928 y 1931 se recogían alabanzas a la gestión e investigaciones emprendidas y se difundía la labor en
foros científicos, en 1932 el SIP sufría una reducción de dos tercios de su
asignación presupuestaria que acabaría minando no sólo la intensidad de
los trabajos sino también su divulgación, afectando a la excavación en la
Bastida, a pesar de que el yacimiento hubiera sido declarado Monumento
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Un plomo escrito y un jinete de bronce.
Percepciones y usos de dos piezas de la Bastida de les Alcusses
Histórico-Artístico en 19313; y, de hecho, el segundo volumen del anuario
APL no sería publicado hasta 1945, dieciséis años después del primero.
El bronce se publicó por primera vez en La Labor del SIP de 1931
(Ballester, 1932: lámina V, 2), se recogió poco después en la Historia de
España dirigida por L. Pericot (Pericot, 1934: 405), y en 1954 fue objeto de un estudio más detallado (Kukahn, 1954). Sólo en la segunda
mitad de la década de los 70 el Guerrer adquiere relevancia iconográfica vinculándose, no casualmente, a las celebraciones del 50 aniversario
del SIP en 1977. De hecho, el Guerrer ocupa la portada del folleto explicativo del Museo editado ese mismo año, como precursor del logotipo
que hoy conocemos. Además, la Bastida es el único de aquellos yacimientos pioneros que se visita de manera oficial y el Ayuntamiento de
Moixent aprovecha la ocasión para erigir una copia de la pieza a escala
20:1 en Valencia, similar a otra existente entonces en Moixent. Así, se
crea e institucionaliza una seña de identidad que vincula al Cap i Casal
con el pasado ibérico representado por el Guerrer. Esta asociación entre
objeto y representación, entre icono e identidad, la encontramos también en Moixent, donde sorprende la abundancia de establecimientos y
asociaciones vecinales llamadas «el Guerrer» y no «la Bastida de les
Alcusses».
Pero me he alejado demasiado del marco temporal que pretende esta
retrospectiva de modo que acabaré con una anécdota que da cuenta de la
relevancia de la Bastida en el contexto local de aquellos años y es un ejemplo de los usos institucionalizados de la Historia. El presidente de la
Diputación abrió una sesión de la Comisión Provincial permanente con el
sonido de una campanita de bronce hallada en el departamento 2 de la
Bastida el 7 de julio de 1931 evidenciando la “necesidad” de ponderar el
remoto pasado «dando al mismo tiempo gloria a su “Presente”» (Ballester,
1932: 6). Y destaco “necesidad” porque en este acto simpático se vislumbra
la implicación de los estudios de la Antigüedad, en este caso abanderados
por el SIP, en la construcción de una identidad propia. Destacar la personalidad —regional, eso sí— en la trayectoria histórica debía ser cometido del
museo y, no en vano, a partir del recorte presupuestario de 1932 algunas
voces exigirán, en la prensa local, mayor atención y dotación económica a
una institución que garantizara la digna conservación del pasado para dar
solidez a un Estatuto Regional Valenciano que entonces se reclamaba.
1
Además de las tres obras monográficas dedicadas al plomo (Beltrán, 1954 y 1962; Fletcher,
1982) hay numerosas referencias entre las que destacan: Ballester y Pericot, 1928; Pericot,
1934: 406; Serra Ràfols, 1936: 333 y ss.; Fletcher, 1953 y Gómez Moreno, 1962.
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
2
Otras piezas de la Bastida en la exposición son una cacha de espada o puñal, una pieza de
hueso, dos pendientes de oro y una placa de cinturón de bronce. Son pocas comparadas
con las 277 que también viajan de la colección particular de I. Ballester de la Covalta.
3
La estrecha relación entre I. Ballester y Elías Tormo, natural de Albaida, miembro del
partido conservador y ministro de Instrucción Pública en 1930, tuvo que favorecer esta
declaración.
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La colección de plaquetas de la Cova
del Parpalló (Gandia)
Valentín Villaverde Bonilla
Universitat de València
En los primeros días de junio de 1929, cuando Lluís Pericot inició
la excavación de la Cova del Parpalló, poco era lo que se sabía del arte
paleolítico en la vertiente mediterránea peninsular. Las cuevas de la
Pileta y de Trinidad de Ardales, publicadas por Henri Breuil los años
1915 y 1921, constituían las únicas referencias de un arte cavernario
que en aquellas fechas se consideraba contemporáneo de las manifestaciones pintadas descubiertas en los abrigos de la zona levantina. Se trataba de una visión que proponía la existencia en la Península Ibérica de
dos tradiciones culturales distintas durante el Paleolítico superior. Una
septentrional y cantábrica, estrechamente relacionada con el ámbito
francés, y otra meridional y fundamentalmente mediterránea, de tradición capsiense, emparentada con el Norte de África. Esta situación, en
gran parte consecuencia de la visión que tenían H. Breuil y Hugo
Obermaier del Arte Levantino, complicaba la explicación misma del arte
parietal descubierto en las dos cavidades malagueñas. Su concepto y su
temática nada tenían que ver con el Arte Levantino, pese a encontrarse
en el necesario punto de paso de las influencias norteafricanas.
El mismo H. Breuil había visitado y recogido el año 1913 en la Cova
del Parpalló unas cuantas piezas líticas y una plaqueta caliza grabada que
no tardó en publicar. En ella identificó la representación grabada de una
cabeza de lince. Una identificación que, dicho sea de paso y a pesar del
indudable magisterio del sabio francés, nunca fue aceptada en la bibliografía especializada. Con todo, el arte mueble paleolítico era bien conocido en Francia en esas fechas y no resultó extraño asimilar con facilidad el
descubrimiento de una pieza sobre ese tipo de soporte en el yacimiento
gandiense. Eran ya numerosas las colecciones de plaquetas y cantos grabados conocidas en tierras francesas o cantábricas.
A pesar de que la plaqueta de la Cova del Parpalló se diferenciaba
en la técnica y en la temática del arte rupestre levantino, su existencia no
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
provocó el más mínimo problema para el mantenimiento de la teoría
defendida en torno a la cronología paleolítica del Arte Levantino. En el
modelo interpretativo imperante en esas fechas no cabía otra solución
que pensar que uno y otro arte, el mueble y el parietal, podían diferenciarse por motivos de significación.
Los años de excavación de la Cova del Parpalló fueron decisivos
para que esta visión fuera cambiando. Ciertamente, la evidencia proporcionada por las excavaciones de este yacimiento fue determinante, pero
justo es reconocer que la situación había estado precedida del cuestionamiento por parte de Eduardo Hernández Pacheco de la visión defendida
por H. Breuil y H. Obermaier con respecto al Arte Levantino. A partir
del estudio de las pinturas levantinas de la Cueva de la Araña de Bicorp,
E. Hernández Pacheco propuso la cronología mesolítica de una buena
parte del Arte Levantino, vinculando sus orígenes con el final del ciclo
artístico magdaleniense y su final con el Neolítico.
Página del diario de
excavación de los años
1929-1930 en la Cova
del Parpalló (Gandia).
La excavación de Parpalló se realizó en tres campañas, de 1929 a
1931. La participación de una nutrida cuadrilla de obreros y el levantamiento del relleno mediante capas artificiales de una cierta potencia
explican el reducido tiempo empleado en el proceso de excavación, pero
esas fueron circunstancias propias de la época y que también concurrieron en otros importantes yacimientos excavados en otras regiones europeas. El control estratigráfico fue escaso, salvo en lo que se refiere a la
última campaña de excavación, en la que se disponía a cara vista del
corte dejado por los trabajos en los sectores excavados hasta entonces.
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La colección de plaquetas de la Cova del Parpalló (Gandia)
Vista de la entrada
de la Cova del Parpalló
(Gandia). 1929-1931.
[Lluís Pericot. Placa
de vidrio. SIP 755]
Muchas fueron las novedades que la excavación de la Cova del
Parpalló proporcionó. La importancia del yacimiento quedó pronto
puesta de manifiesto por la gran cantidad de material lítico y óseo
recuperado, por la abundancia de restos óseos de la fauna consumida,
por la constatación de la riqueza de la colección de arte mueble y, lo
que no es menos importante, la amplitud de la secuencia arqueológica, con más de siete metros de potencia sedimentaria que permitía
establecer con criterios sólidos la evolución del Paleolítico superior en
la vertiente mediterránea peninsular.
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Industria y secuencia sirvieron para asentar una nueva visión del
Paleolítico superior mediterráneo, dejando de lado el africanismo hasta
entonces imperante en algunos investigadores. Los hallazgos de la Cova
del Parpalló fueron pronto manejados por Luis Siret para sustentar su
propuesta de seriación de los yacimientos del Sureste peninsular. Pero la
gran novedad de Parpalló, lo que le otorgó su excepcionalidad como
yacimiento paleolítico, la constituyó su rica colección de arte mueble,
que abarcaba la totalidad de la secuencia arqueológica paleolítica.
En los primeros trabajos publicados por L. Pericot sobre los hallazgos de Parpalló, y en particular en aquellos que dedicó al arte mueble,
quedó clara su visión de este arte como un fenómeno culturalmente relacionado con el arte paleolítico franco-cantábrico, y no sólo con el mobiliar. Las referencias a paralelos parietales son constantes en las páginas de
la monografía dedicadas al estudio de las plaquetas, con citas a cavidades
tan conocidas entonces como Covalanas, la Pasiega, la Pileta,
Combareles, la Peña del Candamo, Font de Gaume o Altamira.
Sin embargo, la comparación efectuada por Paolo Graziosi entre la
Cova del Parpalló y Grotta Romanelli en fecha tan temprana como
1932, llevó también a L. Pericot a proponer la existencia de una relación
entre los motivos geométricos dominantes en las plaquetas de algunos
niveles de la secuencia de Parpalló y los motivos grabados de carácter
geométrico de algunos yacimientos capsienses. Es conveniente recordar
que Dorothy A. E. Garrod consideró en sus trabajos de 1936 y 1938,
precisamente a partir de las piezas solutrenses encontradas en Parpalló,
que esas relaciones remontaban al menos a este periodo del Paleolítico
y constituían la explicación del origen mismo del Solutrense europeo.
La idea de que el arte mediterráneo adquiría especificidad regional
frente al franco-cantábrico, especialmente en los momentos magdalenienses de la secuencia, constituyó una de las propuestas más originales
de P. Graziosi y L. Pericot. La idea llegó incluso a considerar que ese
marco de relaciones sobrepasaba el ámbito europeo y alcanzaba el
Norte de África. A pesar de que esta última propuesta duró tan sólo
mientras imperaron en la investigación del paleolítico peninsular las
tesis africanistas, la relación entre el arte de Parpalló y el arte italiano
adquirió mayor solidez e hizo que arraigara en la investigación del arte
paleolítico europeo la idea de que existían dos grandes provincias artísticas a partir del momento en que se constataba en la Cova del Parpalló
la diversificación regional del final del Solutrense.
La trascendencia de esta visión se comprende rápidamente al comprobar que en las sucesivas síntesis del Arte Paleolítico europeo realizadas de André Leroi-Gourhan, en los años que van de mediados de los
152
[page-n-154]
La colección de plaquetas de la Cova del Parpalló (Gandia)
sesenta a inicios de los ochenta del pasado siglo, la idea de P. Graziosi
estuvo siempre presente y con ella la consideración de atipicidad y especificidad del arte de Parpalló con respecto al arte franco-cantábrico.
Pero al referirnos a esta cuestión, trascendental a la hora de hacer
una recapitulación sobre la importancia de la repercusión del arte mueble de este yacimiento en la comprensión del arte paleolítico, nos alejamos considerablemente de las fechas a las que remiten las primeras
publicaciones sobre el mismo, las comprendidas entre el inicio de las
excavaciones y la progresiva pérdida de importancia en la escena internacional de las ideas de H. Breuil, a finales de los años cincuenta e inicio de los sesenta.
Si nos ceñimos a esas fechas, y sobre todo a los años que circundan
la publicación monográfica del yacimiento, podemos constatar que la
repercusión que tuvieron los hallazgos de arte mueble de Parpalló en el
panorama de la investigación internacional fue escasa y desigual. En
buena parte esta circunstancia se explica por la crítica situación que se
produjo en los años siguientes a la finalización de las excavaciones. La
Guerra Civil española y la II Guerra Mundial constituyeron eventos de
suficiente envergadura como para explicar que entre los años 1936 y
1945 la investigación y la divulgación de los hallazgos científicos de este
yacimiento se vieran afectados por una situación poco propicia para esa
difusión científica de resultados. Además, justo es señalar que, con anterioridad a la publicación de la monografía dedicada al yacimiento en el
año 1942, los avances publicados por L. Pericot fueron escasos.
Como él mismo señala en las páginas de la mencionada monografía, las publicaciones se limitaron a algunas comunicaciones presentadas
a congresos de ámbito nacional y un artículo incluido en el libro homenaje al Conde de Henri Bégouën, publicado en los Mélanges de
Préhistoire et d’Archaeologie de Toulouse el año 1939. Una corta pero
importante reflexión sobre las plaquetas pintadas del yacimiento valenciano que, probablemente de haberse publicado en otras fechas, debería
haber tenido una repercusión que en esos años no alcanzó.
La Cova del Parpalló había proporcionado la más rica colección de
plaquetas con motivos figurativos y signos pintados conocida hasta
entonces. El trabajo de L. Pericot daba a conocer la importancia de éstas
piezas a lo largo de toda la secuencia y especialmente en las etapas solutrenses. H. Bégouën publicó en la misma monografía una nota sobre las
piezas pintadas de cronología magdaleniense de los yacimientos franceses,
pero muchos años después la bibliografía francesa siguió insistiendo en la
rareza de la pintura en el arte mobiliar paleolítico e ignoró la importancia de este procedimiento técnico en la secuencia de la Cova del Parpalló.
153
[page-n-155]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Plaqueta calcárea decorada
de la Cova del Parpalló
(Gandia) número 18.705.
Caballo pintado y grabado
del Solútreo-gravetiense III.
1929-1931.
[Casa Grollo. Placa
de vidrio. SIP 48]
La razón hay que buscarla en la idea, imperante entonces y que ha
durado hasta hace bien poco, de que el arte mueble paleolítico tenía una
significación distinta que el arte parietal, formaba parte del fenómeno
artístico doméstico o cotidiano y se apartaba, por tanto, de la dimensión
religiosa o sacra del arte parietal. Como han señalado recientemente
Manuel González Morales y Oscar Moro el concepto de artesanía dominaba la interpretación del arte mobiliar paleolítico, una idea que explica la facilidad con que se aceptó la existencia de este arte a comienzos
del siglo XIX y explica también las reticencias que rodearon la aceptación
de la autenticidad del arte paleolítico parietal. En ese contexto teórico,
la pintura de las plaquetas de la Cova del Parpalló sugería un concepto
gráfico muy parietal, una imagen que entraba en contradicción con esa
visión dualista de la expresión artística paleolítica.
La otra gran novedad de la Cova del Parpalló provenía de la
importancia del arte solutrense. Casi la mitad de las plaquetas correspondían a ese periodo y proporcionaban la más rica colección de arte
solutrense bien datado jamás conocida. Sin embargo, la provincia
mediterránea y sus implicaciones de especificidad jugaron en contra de
Parpalló y la valoración de su arte solutrense. La normalidad con la
que tanto P. Graziosi como L. Pericot abordaron las relaciones del arte
de esos niveles con el de la región franco-cantábrica pronto fue olvidada, dando paso a una visión más contrapuesta entre ambas regiones
desde el inicio del Paleolítico superior. Esa al menos fue la propuesta
de A. Leroi-Gourhan, y su influencia alcanzó a la mayor parte de la
investigación hasta finales de los años setenta.
154
[page-n-156]
La colección de plaquetas de la Cova del Parpalló (Gandia)
Plaqueta calcárea decorada
de la Cova del Parpalló
(Gandia) número 20.177.
Ciervo grabado del
Magdaleniense superior.
1929-1931.
[Casa Grollo. Placa
de vidrio. SIP 781
Nos referimos a esas fechas, al final de esta nota, porque constituyen el punto de inflexión con respecto a la visión que hasta entonces
se había tenido de la Cova del Parpalló, del Paleolítico superior mediterráneo y de su colección de arte mueble. A partir de entonces distintos trabajos de investigación se centraron en la revisión y estudio de los
materiales recuperados en los años treinta por L. Pericot. Y el fruto de
esa labor fue modificar la visión de esta región, al señalar sus estrechos
vínculos culturales con las regiones más inmediatas, el Sur de Francia y
la región cantábrica peninsular, y entender la evolución de sus industrias y su arte a partir de esas relaciones.
La idea de existencia de una región mediterránea contrapuesta a
la franco-cantábrica ha sido paulatinamente abandonada y ha dado
paso a una visión más regionalizada del arte paleolítico europeo. Ahora
se considera que la vertiente mediterránea ibérica no ofrece especiales
relaciones con el Sur de Italia, sino con sus regiones limítrofes más
inmediatas, con lo que el arte de Parpalló ha vuelto a ser analizado en
los mismos términos en los que L. Pericot lo hizo al valorar las representaciones figurativas de sus plaquetas, esto es, en estrecha relación
con el arte de los yacimientos parietales y muebles del resto de la
Península Ibérica y de la mitad meridional de Francia. La vigencia de la
colección de arte de la Cova del Parpalló se ha visto así mismo reforzada por el descubrimiento de arte parietal en el mismo yacimiento y en
la vecina Cova de les Meravelles, también de Gandia. El arte solutrense de la Cova del Parpalló, acompañado de numerosos conjuntos parietales de esa misma cronología, constituye ahora uno de los referentes
155
[page-n-157]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
más importantes para establecer las características del arte paleolítico
europeo de esas fechas. Cerca de alcanzar los ochenta años desde el inicio de las excavaciones de L. Pericot en el yacimiento, la colección de
arte mueble de Parpalló continúa constituyendo un referente singular
en el panorama del arte paleolítico europeo.
156
[page-n-158]
El parietal de la Cova Negra de Xàtiva
Valentín Villaverde Bonilla
Universitat de València
Pocos son los datos que poseemos de las circunstancias del descubrimiento del parietal encontrado en las excavaciones practicadas por
Gonzalo Viñes en la Cova Negra de Xàtiva el año 1933. Algo más puede
decirse de su estudio y de la repercusión que ha tenido en la valoración
de los neandertales en la Península Ibérica y en Europa.
La prematura muerte de G. Viñes, en diciembre de 1936, impidió
que este investigador diese cuenta detallada de los resultados obtenidos
en sus excavaciones en la Cova Negra durante los años 1928, 1930,
1931 y 1933. En la breve nota póstuma que el SIP publicó los años
1942 y 1947 se incluye, además de unas cuantas páginas en las que se
describe someramente el relleno de la cavidad y el interés de proseguir
en las excavaciones del yacimiento en su parte interior, el contenido de
una hoja suelta encontrada entre sus pertenencias, fechada en el año
1933, en la que no existe ninguna referencia al parietal descubierto ese
mismo año.
La figura de G. Viñes arqueólogo es también poco conocida, aunque su trayectoria insinúa que se trataba de un investigador dotado de
una buena formación y una indudable capacidad. Baste recordar que fue
becado para completar su formación con Hugo Obermaier en Madrid y
que la encomienda de dirigir las excavaciones en Cova Negra coincidió
con la labor de campo que Lluís Pericot realizaba en esas mismas fechas
en Parpalló. Los trabajos en la Cova Negra se integraron, por tanto, en
el ambicioso plan de investigación que Isidro Ballester propició en torno
al, por aquel entonces, recién creado SIP. La Cova Negra era yacimiento conocido sobre todo a través de catas y colecciones procedentes de
excavaciones incontroladas realizadas con anterioridad y su adscripción
cronológica se hacía coincidir con el Capsiense antiguo (Auriñaciense),
tal y como se refleja en las páginas dedicadas al inventario de yacimientos paleolíticos valencianos del Hombre fósil de H. Obermaier.
157
[page-n-159]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Vista de la Cova Negra
(Xàtiva). Hacia 1928.
[Placa de vidrio. SIP 2.856]
Fue G. Viñes quien primero señaló la adscripción de las industrias
encontradas en sus distintos niveles sedimentarios al Musteriense, y en
su corta bibliografía dedicada al yacimiento destacan los trabajos presentados al Congreso Internacional de Arqueología celebrado en
Barcelona el año 1929 y el breve artículo publicado en el primer tomo
del Archivo de Prehistoria Levantina ese mismo año.
Por ser de la primera campaña, se trata de notas en las que se apunta la clasificación del yacimiento, pero no se presenta documentación
sobre las características del relleno sedimentario.
158
[page-n-160]
El parietal de la Cova Negra de Xàtiva
La única publicación en la que este aspecto queda recogido es la
antes mencionada nota póstuma de los años 1942 y 1947, donde se
aprecia con toda claridad el método arqueológico utilizado en su excavación y el buen conocimiento de la geología. Esas reducidas páginas
resultan especialmente meritorias en las fechas en las que se escribieron,
pues remiten a un trabajo de campo basado en el reconocimiento de las
grandes unidades sedimentarias y la ordenación de los materiales por
criterios estratigráficos. No cabe duda de que G. Viñes excavó en la
Cova Negra de acuerdo con una metodología absolutamente moderna
con relación a otros trabajos realizados en esas mismas fechas.
Con todo, ni la valoración del parietal ni la propuesta definitiva de
ordenación de sus materiales por unidades sedimentarias fueron actividades que G. Viñes pudiera realizar, y correspondió esa labor a
Francisco Jordá, quien en colaboración con otros miembros del SIP revisó los materiales de G. Viñes e inició en los años cincuenta nuevas excavaciones en el yacimiento.
Que sepamos, la primera publicación que menciona el fósil es la de
José Royo Gómez, en realidad una relación de ciento diecisiete restos
correspondientes al yacimiento, estudiados en los años en los que la
Sección de Paleontología del Museo Nacional de Ciencias Naturales se
trasladó a Valencia con motivo de la Guerra Civil. Una escueta descripción que corresponde al número 48 del inventario, donde se indica su
adscripción al género Homo y su identificación como porción craneal
del estrato medio interior. La relación se incluyó en el mismo volumen,
del año 1947, en el que se publicaron las notas manuscritas de G. Viñes
y una nota sobre la interpretación de la secuencia efectuada por F. Jordá.
El estudio detallado y la publicación del parietal de la Cova Negra
encontrado en la campaña de 1933 se debe a Miguel Fusté y remonta al
año 1953. Habían transcurrido veinte años desde su descubrimiento y
las referencias a su posición estratigráfica siguieron siendo tan escuetas
como las de la nota de J. Royo, con la inclusión tan sólo de la fecha de
localización del resto, el 11 de julio de 1933. La correspondencia del
estrato medio interior con la secuencia propuesta por F. Jordá a partir
de sus excavaciones de inicios de los cincuenta y su reinterpretación de
la secuencia de G. Viñes remitió entonces al nivel C. El resto fue identificado como un parietal derecho de neandertal, reconstruido a partir de
ocho fragmentos, perteneciente a un individuo adulto, de unos cuarenta
años, probablemente masculino por su espesor.
Si bien los hallazgos de restos humanos fósiles de neandertales eran
relativamente abundantes en Europa, los correspondientes a la Península
ibérica no lo eran tanto, por lo que el fósil de la Cova Negra alcanzó
159
[page-n-161]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Cara externa del
parietal de Homosapiens
neanderthalensis
encontrado en la
Cova Negra (Xàtiva).
[Casa Grollo. Placa de
vidrio. SIP 99]
pronto una cierta notoriedad. Recordemos al respecto que tan sólo los
hallazgos efectuados en los yacimientos de Forbes’ Quarry (Gibraltar) en
1848, en Genista (Gibraltar) en 1865, en Banyoles (Girona) en 1887 y
Devil’s Tower (Gibraltar) en 1926 precedían al de la Cova Negra en el
marco peninsular.
Sin embargo, y a pesar de la excelente publicación de M. Fusté, la
trascendencia internacional de los restos de Cova Negra fue reducida
hasta que el resto fue revisado por Marie Antoniette de Lumley en 1973.
En esta ocasión la propuesta de clasificación del fósil como perteneciente a un Anteneandertal y su adscripción a una cronología rissiense, asociado a una industria tayaciense, constituyeron las bases de su notoriedad; una notoriedad que no ha dejado de generar numerosos problemas
y ha sido el origen de la exclusión del parietal de alguna de las obras de
síntesis dedicadas a los neandertales europeos.
Los últimos años han sido de gran importancia para actualizar la visión
de la secuencia de Cova Negra y obtener nueva información sobre este importante yacimiento, circunstancias que han redundado en la recuperación del
interés por el parietal en la bibliografía especializada nacional e internacional.
Ha de tenerse en cuenta que, por circunstancias diversas, ni los
materiales líticos procedentes de las excavaciones de G. Viñes, ni los de
160
[page-n-162]
El parietal de la Cova Negra de Xàtiva
las excavaciones de F. Jordá habían sido objeto de estudio sistemático
antes de los años ochenta del pasado siglo. Sólo los restos óseos de
mamíferos de las campañas de F. Jordá habían sido objeto de estudio
por parte de Manuel Pérez Ripoll a finales de los setenta. A partir de esas
fechas Bertila Galván estudió los materiales de la colección Viñes depositados en el Museo de Prehistoria de Valencia y, de nuevo dentro del
programa de actividades del SIP, revisamos los materiales líticos de las
excavaciones de F. Jordá y emprendimos nuevas excavaciones en Cova
Negra, con la finalidad de resolver los problemas cronológicos suscitados por el estudio de M. A. de Lumley.
Como resultado de esa iniciativa se revisaron los fondos de las
excavaciones de G. Viñes y F. Jordá, encontrando nuevos fósiles humanos que habían quedado inéditos, se revisó el parietal publicado por M.
Fusté, de cara a precisar su adscripción de especie, así como los fósiles
encontrados en las campañas de F. Jordá en los años 1951 y 1953, previamente publicados por Miguel Crusafont, J. M. Golpe y M. Pérez
Ripoll, y se encontraron nuevos restos en las excavación del año 1987,
completando así una de las colecciones de restos de neandertales más
rica de la Península Ibérica.
Plano de la Cova Negra
(Xàtiva) firmado por
Domenech. 1928.
161
[page-n-163]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Antiguo montaje
de imágenes con industria
lítica de la Cova Negra
(Xàtiva).
Una de las mayores sorpresas de esos años ha sido encontrar en los
fondos del Museo de Prehistoria de Valencia otro parietal derecho (parietal II), en este caso de un individuo inmaduro, cuya etiqueta remitía a la
campaña de 1931, concretamente al 1 de septiembre, y a las tierras rojas
del corte C, parte delantera del recinto excavado ese año (excavaciones
Viñes). Esto es, una pieza que se descubrió dos años antes que el otro
parietal.
El estudio del conjunto de esta colección, donde junto a otros
investigadores de su equipo ha participado de manera decisiva Juan Luis
Arsuaga, ha permitido, setenta años después de que se encontrara el primer parietal en la Cova Negra, comprobar los rasgos neandertales de los
fósiles y apreciar el elevado número de restos infantiles recuperados a lo
largo de toda la secuencia del yacimiento.
Nueva es la visión que se posee ahora de la colección de fósiles
humanos neandertales de la Cova Negra, como nueva y enriquecida es
la visión que se tiene de los neandertales en la Península Ibérica, con
fósiles que remiten a casi una veintena de yacimientos e importantes
novedades que incluyen desde la obtención y caracterización del ADN
mitocondrial de algunos restos a la mejor precisión de su filogenia. Una
situación bastante alejada de la del año 1933, pero en la que el parietal
I de la Cova Negra sigue ocupando un lugar de privilegio por su robusta morfología y buen nivel de conservación en la cara endocraneal.
162
[page-n-164]
Primeros estudios en torno a la fauna musteriense
de la Cova Negra de Xàtiva
Alfred Sanchis Serra e Inocencio Sarrión Montañana
Servicio de Investigación Prehistórica
Los diversos proyectos de excavación llevados a cabo en el yacimiento Musteriense de la Cova Negra de Xàtiva por parte del Servicio
de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia proporcionaron un importante conjunto de restos de fauna. El primer trabajo
arqueozoológico que trata en profundidad estos materiales se lo debemos a Manuel Pérez Ripoll, que estudió los mamíferos de las campañas
de los años 50 dirigidas por Francisco Jordá Cerdá (Pérez Ripoll, 1977).
En la década de los 80 del siglo XX Valentín Villaverde Bonilla retoma
las excavaciones en la cueva de manera sistemática; la fauna obtenida en
las nuevas campañas, junto a la de los años 50, sirve de base para la realización de las tesis doctorales de Pere Guillem Calatayud y Rafael
Martínez Valle, y la publicación de numerosos artículos y monografías.
Pero en este artículo nos vamos a centrar en la fauna procedente de
las cuatro campañas de excavación practicadas por Gonzalo Viñes
Masip, colaborador del SIP, antes de la guerra civil (1928, 1929, 1931 y
1933), estando Isidro Ballester al frente de la institución. Después de la
primera de ellas su excavador publica un trabajo donde define el depósito como Musteriense, diferenciando cinco niveles, en los que abundan
los instrumentos tallados y los despojos de fauna, entre los que aparecen
—en el nivel inferior— dientes de caballo y ciervo, así como algún resto
de elefante y rinoceronte (Viñes, 1928; Ballester, 1929 y 1930a). La atribución de los restos de fauna se debe a Hugo Obermaier, sacerdote
como G. Viñes, que visita el yacimiento en las dos primeras décadas del
siglo XX. Imaginamos que la relación entre ambos fue estrecha ya que la
Diputación tenía previsto pensionar a G. Viñes para viajar a Madrid y
ampliar sus estudios sobre Prehistoria junto a H. Obermaier, lo que no
fue posible a causa del alzamiento militar de 1936 y el asesinato de G.
Viñes en diciembre de ese mismo año (Ballester, 1942b). La Cova Negra
era un yacimiento que comenzaba a ser reconocido por los especialistas
pues en 1929 se celebran en Barcelona el IV Congreso Internacional de
163
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Arqueología y el XII Congreso de la Asociación Española para el
Progreso de las Ciencias, en los que respectivamente G. Viñes y Lluís
Pericot leen ponencias donde se describen los materiales y el depósito
que se ha comenzado a excavar (Ballester, 1930a). Como consecuencia
se realizan intercambios de piezas de la Cova Negra con el Museo
Nacional de Prehistoria de Francia (Ballester, 1931). En 1942 el SIP
publica el número 6 de sus Trabajos Varios donde se transcriben parte
de las notas de excavación recogidas por G. Viñes en las campañas de
1931 y 1933, y en alguna de sus columnas publicadas en el periódico
local El Obrero Setabense (Viñes, 1933). De nuevo se cita la aparición
de restos de caballo y ciervo, a los que se añaden otros de cápridos, bóvidos y alguno de «fiera», mencionando también la presencia de algunos
huesos labrados y otros pintados de rojo1 (Viñes, 1942). Una segunda
edición de este mismo trabajo incluye además un artículo de F. Jordá,
valorando la importancia del yacimiento y haciendo hincapié en los huesos trabajados (metápodos laterales de équidos) que habían aparecido
en las excavaciones practicadas (Jordá, 1947).
Además de las estimaciones por parte de G. Viñes, basadas en las
de H. Obermaier, la primera catalogación de materiales osteológicos de
la Cova Negra no se lleva a cabo hasta 1937-1938, a raíz de la presencia en Valencia del geólogo y paleontólogo castellonense José Royo
Gómez, trabajo que no se publicará hasta años más tarde (Royo, 1942),
con resultados que serán presentados también en el V Congreso del
INQUA y que confirmaban el potencial del yacimiento (Fletcher, 1957).
Más de 100 restos óseos, entre los que se encontraba el fragmento derecho de parietal humano, fueron catalogados a nivel genérico o específico conformando la siguiente columna: Equus caballus, Equus sp,
Rhinoceros merckii, Rhinoceros sp, Sus scrofa, Sus sp, Cervus elaphus,
Cervus sp, Capra sp, Ovis aries, Bos sp, Canis sp, Felix pardus, Elephas
iolensis, Lepus sp, Microtus aff. arvalis meridianus, Homo, Ave,
Testudo sp y Melanopsis tricarinata.
Resulta importante realizar un breve repaso a la biografía de Royo
Gómez lo que puede explicar el interés de un geólogo y paleontólogo por
una disciplina como la Prehistoria: J. Royo nace en Castellón en 1895,
cursa la licenciatura en Ciencias Naturales en la Universidad de Madrid
que, por aquel entonces, se llevaba a cabo en el Museo Nacional de
Ciencias Naturales, donde desde muy joven desarrolla sobre todo actividades de tipo docente. Allí conoce a Vicente Sos Baynat, también castellonense, siendo ambos discípulos de Eduardo Hernández Pacheco. En 1914
Royo es presentado por E. Hernández Pacheco como miembro de la Real
Sociedad Española de Historia Natural. A partir de 1917, y por oposición,
toma posesión del cargo de colector en el museo, con la tarea de recoger
ejemplares y aumentar las colecciones y para formar otras que se enviaban
164
[page-n-166]
Primeros estudios en torno a la fauna musteriense de la Cova Negra de Xàtiva
Gonzalo Viñes en el
interior de la Cova
del Parpalló (Gandia).
1930
a los centros de enseñanza españoles que las solicitaban. En 1921 se doctora con una tesis sobre el Mioceno Continental Ibérico y su fauna malacológica. Al año siguiente aprueba una plaza de profesor encargado de los
cursos prácticos de Mineralogía y Geología, donde dedicará siete clases a
la enseñanza de la Estratigrafía y de la Paleontología y, a partir de 1930,
de la Prehistoria. En 1926 se celebra en Madrid el XIV Congreso
Internacional de Geología, por lo que se realizan trabajos de ordenación e
instalación de las colecciones de Paleontología y Mineralogía en un nuevo
local dentro del Museo, iniciando J. Royo su faceta museística (Diéguez,
2004). Siempre que tuvo la ocasión de ser pensionado (1924, 1925 y
165
[page-n-167]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
1927), Royo realizó viajes a museos europeos de Historia Natural
(Zurich, Lyon, Bruselas, París, Grenoble, Ginebra, Munich, Sttutgart,
Frankfurt, Marburg, Göttingen, Hannover, Buckeburg, Londres,
Cambridge, Oxford, Burdeos, Toulouse, Boulogne-sur-Mer, Le Havre y
Cen) donde no sólo estudió las colecciones y la forma de exposición de los
fósiles, sino también el funcionamiento interno de estas instituciones.
Fruto de estos viajes, recoge una importante colección de más de 3.000
ejemplares (Diéguez, 2004). El traslado del Museo de Ciencias Naturales
a los Altos del Hipódromo en 1928 supone el inicio de su faceta museográfica. En 1930 es nombrado responsable de la sección de Paleontología,
centrándose en la recuperación, inventario y catalogación de los fósiles, así
como en su exposición en una sala especial de Paleontología (Aguirre,
2004; Michavila, 2004). En 1934 J. Royo lleva a cabo el proyecto de
exposición de las colecciones paleontológicas donde se ponen de manifiesto las influencias de sus viajes por Europa (Diéguez, 2004). La actividad
científica es compaginada en parte con su actuación política. Tanto él
como V. Sos Baynat militan en el republicanismo de izquierdas. J. Royo es
elegido diputado por Castellón en 1931 y nombrado Director General de
Minas y Combustibles en 1936.
En junio de 1937 los bombardeos sobre Madrid afectan a las salas
del Museo Nacional de Ciencias Naturales, por lo que se decide el traslado a Valencia de algunos investigadores, del instrumental científico y
de parte del material del museo, junto con el Museo Antropológico y el
Jardín Botánico, instalándose las tres instituciones (ya como Instituto
Nacional de Ciencias Naturales) en el Hospital de los Sacerdotes Pobres
Instalación del
laboratorio del Museo
Nacional de Ciencias
Naturales en Valencia.
Al fondo de laimagen se
encuentra José Royo y en
primer término Gabriel
Martín. 1937-1938.
Publicada en Homenaje
a José Royo Gómez.
1895-1961 (2004).
166
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Primeros estudios en torno a la fauna musteriense de la Cova Negra de Xàtiva
o del Milagro situado en la calle Trinquete de Caballeros (Diéguez,
2004). Ese mismo año J. Royo realiza un viaje a la URSS junto a V. Sos
Baynat, Gabriel Martín Cardoso y Rafael Candel representando a la
República Española en el XVII Congreso Geológico Internacional.
Durante su estancia en Valencia visita la Cova Negra de Xàtiva y
muestra interés por el estudio de la fauna recuperada en las excavaciones
realizadas por G. Viñes. Los materiales se encontraban depositados en el
Museo de Prehistoria, ubicado en el actual Palau de la Generalitat y se
trasladan al Instituto Nacional de Ciencias Naturales. J. Royo se encargó del conjunto de la Cova Negra, mientras que V. Sos Baynat (también
en Valencia) hace lo propio con los restos de la Cova del Parpalló. Los
huesos fueron limpiados, se estudiaron e incluso se realizaron moldes de
los principales. En sesión de la Real Sociedad Española de Historia
Natural celebrada en Valencia el 4 de mayo de 1938, J. Royo comunica
que «ha obtenido placas de Testudo en la Cueva Negra de Játiva, restos
de vertebrados y trozos de cráneo humano» (Perejón, 2004). En 1938
publica otro artículo en el que describe un molar de elefante de la Cova
Negra como perteneciente a la forma enana Elephas iolensis (Royo,
1938) que H. Obermaier había atribuido a Elephas antiquus. Años más
tarde, la tesis doctoral de Emiliano Aguirre sirve para demostrar que se
trata de un molar decidual (D4) de Paleoloxodon antiquus (Pérez Ripoll,
1977). Los materiales estudiados no fueron devueltos al SIP hasta después de la guerra; con fecha de 9 de junio de 1939, Luis Monreal Tejada,
Alférez Jefe del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional de
la Zona de Levante y futuro Catedrático de Historia del Arte, envía una
carta a I. Ballester comunicándole que en el Hospital de los Sacerdotes
pobres se encuentra depositado material osteológico perteneciente al servicio. El agregado Manuel Vidal es el encargado de recoger el material,
ordenarlo y exponerlo en una instalación provisional. Según I. Ballester
los estudios originales realizados por J. Royo y V. Sos se depositaron en
el Servicio (Ballester, 1942c). Como se mencionó antes, los estudios fueron publicados en 1942, pero debido al «carácter socialista de ambos
autores», la dirección del SIP se vio obligada antes a solicitar la conformidad de la Comisión de Enseñanza, Cultura y Bellas Artes de la
Diputación Provincial, que en documento del 26 de febrero la autorizaba (Ballester, 1942a).
En 1939, y perdida la guerra para el gobierno republicano, Royo
se traslada a Barcelona donde junto a su familia inicia el camino del
exilio a Francia. En los primeros meses se afinca en Toulouse pero
pronto toma un barco desde el puerto de Le Havre rumbo a Colombia
donde llega en abril de ese mismo año. Si J. Royo ha de marcharse de
España por sus ideas y responsabilidades públicas, su amigo V. Sos
Baynat sufre un exilio interior en Extremadura donde trabaja como
167
[page-n-169]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Documento del Servicio
de Defensa del Patrimonio
Artístico Nacional que
informa de la existencia
de material del SIP y
del Museo de Ciencias
Naturales en el Hospital
de Sacerdotes Pobres
del Milagro. 1939.
Documento de la
Diputación de Valencia que
autoriza la publicación
de los trabajos de José
geólogo para una empresa privada, perdiendo su puesto de catedrático
de instituto que no recuperará hasta su jubilación. Además de la relación de respeto y amistad que les acompañó durante la época de trabajo en Madrid en el Museo de Ciencias Naturales, desde la salida de J.
Royo de España se inicia entre ambos una relación epistolar que durará hasta su muerte. Los dos científicos pertenecieron al último grupo de
geólogos vinculados a la Institución Libre de Enseñanza (Ontañon,
2004). La figura de J. Royo se enmarca en la corriente universitaria iniciada por Juan Vilanova y Piera y representada a principios del siglo XX
por E. Hernández Pacheco y la expansión de la Escuela Madrileña. La
Paleontología que Royo desarrolló en España fue la descriptiva y la
estratigráfica (Truyols, 2004). Su formación de naturalista le permitió
tratar todas las facetas de la Geología, abordando incluso disciplinas
como la Prehistoria.
Royo y Vicente Sos. 1942.
En Colombia, y más tarde en Venezuela, J. Royo desempeñó funciones como geólogo, compaginando estos cargos con el de director de
diversos museos geológicos y profesor en otras tantas universidades,
pudiendo plasmar todo lo aprendido en España (Martínez Gorroño,
2004). Falleció en Caracas en 1961 sin poder regresar a España.
168
[page-n-170]
Primeros estudios en torno a la fauna musteriense de la Cova Negra de Xàtiva
En 1995 se cumplieron 100 años del nacimiento de J. Royo y por
ello diversas instituciones rindieron un merecido homenaje a figura tan
importante de la Geología y Paleontología española de la primera
mitad del siglo XX. Se prepararon dos exposiciones, una en Madrid y
otra en Castellón, y se publicó un libro (VV.AA., 2004) del cual hemos
obtenido mucha de la información utilizada en este trabajo. Otros centros como la Comisión de Historia de la Geología de España también
tuvieron en cuenta esta efeméride (VV.AA., 1995).
El estudio llevado a cabo por Royo no sólo significó la primera
catalogación seria de materiales faunísticos procedentes de la Cova
Negra, sino también un antes y un después por lo que se refiere a la
exposición de estos restos en las salas del Museo de Prehistoria de
Valencia. Antes de la estancia de J. Royo en Valencia, G. Viñes había
estudiado sólo los materiales arqueológicos, y de los paleontológicos se
expusieron aquellos más importantes y de clasificación fácil (básicamente molares). A partir de su catalogación, la fauna de la Cova Negra crece
desde el punto de vista expositivo (Ballester, 1932a; 1942c).
Sirvan estas páginas como homenaje del SIP a Gonzalo Viñes
Masip y a José Royo Gómez, víctimas de una guerra que privó a nuestro país de dos intelectuales de primer orden.
1
Las manchas rojas presentes en algunos huesos corresponden a la acción de los óxidos de
hierro.
169
[page-n-171]
[page-n-172]
El Laboratorio de Restauración
del Museo de Prehistoria de Valencia
Trinidad Pasíes Oviedo y María Amparo Peiró Ronda
Servicio de Investigación Prehistórica
Desde sus primeros años de existencia y junto a las labores de excavación, estudio y exposición de piezas, el Laboratorio del Museo de
Prehistoria y del Servicio de Investigación Prehistórica se encargó de los
trabajos de restauración de todos aquellos materiales que iban conformando la colección arqueológica. Su trayectoria, tal y como vemos reflejada en las Memorias anuales de la Dirección o Labor del SIP, ha sido
complicada, pero llena del entusiasmo de fervientes amantes de nuestra
cultura que se encargaron de recuperar y restaurar los diversos materiales con los escasos medios de la época. Han pasado muchas décadas
desde su creación, muchos avatares y anécdotas que quedaron en la
memoria de los distintos profesionales que han formado parte del
museo. Hoy, iniciada una nueva andadura, desde el Laboratorio de restauración queremos recordar cuál ha sido nuestra historia en aquellos
primeros años; y que estas líneas sirvan de homenaje a todos aquellos
que, durante este periodo, se han dedicado a tan paciente labor con
innegable dedicación y esfuerzo1.
Los orígenes del laboratorio de restauración con nombre propio:
Salvador Espí Martí.
La historia del Laboratorio se remonta a los propios orígenes del
SIP en 1927; nos centraremos, sin embargo, en las primeras décadas de
su funcionamiento, donde el recuerdo está ligado a un nombre propio:
Salvador Espí Martí (1891-1965), «capataz reconstructor» que entró en
el Servicio de la mano de D. Isidro Ballester Tormo. Su ayudante fue José
María Montañana que pasará oficialmente a formar parte de la corporación provincial en 1945, aunque ya venía trabajando desde tiempo
atrás. Releyendo en las antiguas memorias y escuchando aún las palabras de algunos relatores, se entreve el tesón y la sorprendente capacidad de esfuerzo de estos profesionales que, a menudo con un jornal
mínimo, dedicaron la vida a su trabajo:
171
[page-n-173]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Salvador Espí
manipulando una de las
piezas en el Laboratorio
de Restauración del SIP.
Hacia 1957-58.
[Jesús Alonso. Papel. SIP]
«Los domingos, tomaba Salvador el tren y volvía cargado con un saco
de cerámica que durante la semana siguiente limpiaba. Así nos dimos cuenta de los tesoros que aquel lugar guardaba. Entonces, su jornal (que sólo
cobraba los días laborables) era todavía de seis pesetas» (Pericot, 1966: 9).
Aquel lugar era el Tossal de Sant Miquel (Llíria) y los tesoros hallados uno de los conjuntos de cerámicas pintadas más importantes de la
cultura ibérica. La personalidad de S. Espí ha sido y sigue siendo recordada dentro del SIP; el primer jefe y organizador del taller era una persona modesta y trabajador incansable que pasó casi toda su vida ligado al
mundo de la arqueología y la restauración, reconstruyendo centenares de
172
[page-n-174]
El Laboratorio de Restauración del Museo de Prehistoria de Valencia
vasos cerámicos o, como mejor alguien expresaría luchando «por ajustar
y suplir algunos tiestos» (Las Provincias, 28 de marzo de 1947, p. 8). Y
a pesar de su enorme capacidad de trabajo tuvo que conformarse durante muchos años con el salario mínimo de un jornalero eventual y no será
hasta 1939 cuando ingrese finalmente en la plantilla de funcionarios de
la Diputación de Valencia. Su formación fue totalmente autodidacta,
aprendiendo de la experiencia y perfeccionando poco a poco su talento.
La labor de S. Espí traspasó incluso las fronteras del propio laboratorio y su presencia fue solicitada en diversas ocasiones, allí donde se
requería un trabajo de mayor precisión; el capataz reconstructor del SIP
participó, por ejemplo, en las extracciones de varios de los mosaicos
aparecidos en la localidad de Sagunt, así como en las intervenciones
sobre materiales de Banyoles, entre otros (Fletcher y Pla, 1977: 61).
Como responsable del Laboratorio de Restauración, desde 1927
hasta su jubilación anticipada en 1959, las competencias de S. Espí iban
más allá de las de un mero restaurador. De hecho no deja de ser curiosa
la propia denominación de nuestra profesión en aquellos años, cuando se
simultaneaban las labores de «reconstructor», o restaurador de piezas en
laboratorio, con las de «capataz» o peón ayudante en excavaciones y
otras actividades. Son incontables los trabajos que se iban realizando in
situ en las propias excavaciones; más, eso sí, como trabajos de simple
recogida de materiales que como tratamientos bien entendidos de conservación. Pero una labor que bien podía desempeñar un simple peón era tremendamente valorada y apreciada por los propios directores de las campañas arqueológicas, convirtiéndose arqueólogo y restaurador en figuras
indisolubles. El propio Lluís Pericot, autor de un entrañable artículo escrito a la muerte de S. Espí, hablaba en estos términos del papel esencial que
desempeñaba cuando le acompañaba a sus diversas excavaciones:
«Se podía tener la seguridad de que no deformaría un dato, una
observación, aunque haciéndolo así perdiera un elogio o un reconocimiento a su método. Para don Isidro y para mí, esa lealtad se convertía
en algo de veneración que le impulsaba a ser colaborador, amigo, ayuda
de cámara, hombre providencial para todas las grandes o pequeñas incomodidades que la vida en el monte y las incidencias que estos trabajos
llevan consigo» (Pericot, 1966: 9).
Aparte de los numerosos viajes de campo que se organizaban, la
principal función del laboratorio era la intervención directa sobre los
materiales recogidos. Así ha quedado reflejado en las Memorias que
publicaba el Servicio de Investigación Prehistórica, ligado desde sus inicios al propio Museo (Labor del SIP). En la mayoría de ellas se introduce con las siguientes palabras:
173
[page-n-175]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
«Vaso de los Guerreros»
procedente del Tossal de
Sant Miquel (Llíria)
durante su proceso
de restauración.
Hacia 1940.
[Papel. SIP D/5.733]
«Una de las tareas propias del laboratorio de este Servicio de
Investigación Prehistórica, en la que se emplean muchas horas por su personal, es la dedicada a la limpieza, clasificación, reconstrucción y consolidación
de los objetos que ingresan en el mismo como resultado de las prospecciones
y excavaciones que se efectúan o a consecuencia de donaciones, y con la finalidad de realizar una selección para ser, los más interesantes, expuestos en el
Museo, y los demás, almacenados convenientemente» (Fletcher, 1974: 101).
Pero los inicios no fueron fáciles; escasos eran los medios materiales y
humanos e insuficientes los espacios y las infraestructuras. La ubicación del
laboratorio sabemos que varió mucho a lo largo de los años, a raíz de los
continuos movimientos de la propia corporación provincial. Su primera sede,
aunque de manera provisional, fue un pequeño espacio que compartía, además, con el destinado al Servicio Agrícola de la Diputación, «local insuficiente, por su pequeñez, para una sola de dichas atenciones, menos había de serlo
para ambas» (Ballester, 1931: 14-15); hasta que al poco tiempo, realizando
algunas obras, se habilitó uno de los sótanos del Palau de la Generalitat:
«Se ha enlosado convenientemente; se construyó un vasar y un ancho
poyo a lo largo de dos de las paredes, para la colocación y clasificación del
material, cerámico especialmente, para cuyo lavado se han dispuesto dos
grandes artesas forradas de plancha de plomo; y se ha construido y colocado, además el menaje complementario, tal como una amplia mesa y un clasificador de cerámica, con enrejado para facilitar su desecación» (Ballester,
1931: 15).
Allí, en estos primeros años de actividad, se limpiaron, clasificaron y
reconstruyeron pacientemente gran cantidad de materiales procedentes,
entre otras, de las excavaciones de la Cova del Parpalló (Gandia), la Bastida
174
[page-n-176]
El Laboratorio de Restauración del Museo de Prehistoria de Valencia
de les Alcusses (Moixent), la Cova de la Sarsa (Bocairent), el Tossal de Sant
Miquel (Llíria), etc. Más escuetas son las Memorias en cuanto a referencias
sobre los antiguos métodos de restauración; gracias a los textos sabemos
que de forma habitual se realizaban tratamientos en «agua acidulada»
(Ballester, 1949a: 117) tanto para piezas cerámicas como para objetos
metálicos. Los hierros, por ejemplo, se sumergían en agua hirviendo para,
posteriormente, ser parafinados también por inmersión en recipientes especialmente diseñados (Ballester, 1942a: 25; Fletcher, 1951: 8; Fletcher, 1952:
6). Gran parte de la colección de armamento ibérico del Museo, tanto la
que se exhibe en las salas como la que se guarda en los almacenes, ha sufrido este tipo de intervención. Asimismo, muchos de los materiales metálicos
se trataron con limpiezas de tipo electroquímico y electrolítico.
Continuamente se reivindicaba la necesidad de dotar al laboratorio no sólo de espacios más amplios, sino de más personal. El periodo
de la Guerra Civil fue especialmente fructífero para avanzar los trabajos
del Laboratorio, a consecuencia de la paralización que supuso la contienda en lo referente al normal desarrollo de las excavaciones arqueológicas, tal y como nos relata I. Ballester:
«En el año 1935 y la primera mitad de 1936, o sea hasta el glorioso Alzamiento Nacional, el trabajo de Laboratorio se ha venido resistiendo, como en años anteriores, de insuficiente, pues era imposible que un
solo empleado, el señor Espí, pudiese llevar al día los trabajos de lavado,
clasificación y reconstrucción del material cerámico abundantísimo proporcionado por las excavaciones... El ambiente de inusitado desorden y
de extremada violencia en que se ha vivido durante el periodo rojo, o sea
en la mayor parte del tiempo a que se contrae esta Memoria, imposibilitando casi en absoluto las actividades del SIP en el campo, ha dado lugar
a que se intensificaran en lo posible los trabajos de Laboratorio. Y buena
falta hacía ello, ya que el exceso de atenciones corrientes e inaplazables,
Tinajilla y cálato
conocido como «Vaso
de la danza bastetana»
procedentes del Tossal
de Sant Miquel (Llíria).
Hacia 1940.
[Papel. SIP D/5.734]
175
[page-n-177]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Gran lebes de pie alto,
con labio moldurado,
conocido como
«Vaso de la danza guerrera»
y procedente del Tossal
de Sant Miquel (Llíria).
Hacia 1940.
[Placa de vidrio. SIP 2.417]
como queda dicho, y la casi total carencia de personal retribuido que
atendiera a las de que nos ocupamos, fue obligando a aplazar para mejor
ocasión el atender a alguna de éstas, y ella se presentó al paralizarse la
marcha ordinaria y normal del SIP, y pudo realizarse, como acabamos de
exponer, en el periodo marxista» (Ballester, 1942a: 24-25).
Con el paso de los años la falta de espacio se hizo cada vez más preocupante y, finalmente, en 1951 comienza el traslado a los antiguos locales de Vías y Obras, en el Palau del Temple. En 1955 se produce otro cambio, acondicionándose en ese momento diversas estancias en el conocido
como Palau de la Batlia, aunque la sede volvería a cambiar en 1982,
situándose en la antigua Casa de la Beneficencia, donde hoy nos encontramos. Es por ello que el laboratorio ha tenido siempre que acomodarse
a unos espacios y locales ya existentes que, en la mayoría de ocasiones, no
reunían las condiciones propias del trabajo que allí se desempeñaba.
Sin embargo, a pesar de todos estos avatares, estamos plenamente
convencidos de que la colección que hoy integra el Museo de Prehistoria
se ha salvado gracias al trabajo de las personas que formaron parte del
laboratorio desde su creación, en 1927, hasta nuestros días. Sin duda, es
mucho lo que podemos y debemos aprender de ellos, cuanto menos la sencillez, el esfuerzo y la dedicación de toda una vida dedicada al patrimonio.
1
Las autoras quieren expresar su agradecimiento a Alía García, becaria del laboratorio, por
su ayuda en la tarea de documentación y a Rafael Fambuena e Inocencio Sarrión por toda
la información facilitada para la realización de este trabajo.
176
[page-n-178]
El SIP y el Institut d’Estudis Valencians
Joaquim Juan Cabanilles
Servicio de Investigación Prehistórica
La relación del SIP con el Institut d’Estudis Valencians (IEV) se
reduce a una corta etapa, la de la efímera existencia de este organismo
(1937 a 1939), marcada por unas circunstancias históricas extraordinarias como las que supuso la Guerra Civil española y en las que también
se vio inmersa la propia Diputación Provincial de Valencia.
Con el estallido de la guerra, en julio de 1936, las competencias de
la Diputación, que había pasado por diferentes reestructuraciones desde
la proclamación de la II República (abril de 1931), quedaron subsumidas
—como relata Javier Paniagua (1995), al que continuadamente aquí se
parafrasea— en el denominado Comité Ejecutivo Popular de Valencia,
constituido por los partidos del Frente Popular y el sindicato de la CNT.
Dicho Comité se estructuró en base a la organización provincial y se erigió prácticamente como único poder en la provincia hasta enero de 1937,
con el reconocimiento del gobierno de la República que, en un primer
momento, había enviado a Valencia una Junta Delegada con el propósito de restablecer la autoridad gubernamental. A partir de la constitución
del gobierno de Largo Caballero, en octubre de 1936, y su posterior traslado a Valencia en noviembre, la autoridad del Comité fue disminuyendo
a medida que el ejecutivo republicano conseguía recuperar la iniciativa
como el auténtico poder del Estado, eliminando los múltiples centros de
decisiones. El resultado final fue la disolución por Decreto (diciembre de
1936) del Comité Ejecutivo Popular, sustituido por un Consejo Provincial
que, en la práctica, tenía las mismas competencias que en su origen tuvo
la Diputación. En el nuevo Consejo participarían todos los partidos del
Frente Popular, los sindicatos y la FAI, bajo la presidencia —más nominativa que real— del Gobernador civil, distribuyéndose los respectivos
representantes por distintas «Consellerias» con competencias inicialmente poco definidas. Tras diversas crisis internas, dadas las dificultades para
llevar a cabo una buena administración en las circunstancias del momento (escasez de recursos, pocas facultades para recaudar fondos y con una
Escudo de la Secció
històrico-arqueològica
del Institut d’Estudis
Valencians.
177
[page-n-179]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Portada del Reglamento
Interior del Institut
d’Estudis Valencians. 1937.
tesorería provincial ya de por sí exhausta y deficitaria, desatención por
parte de un ejecutivo gubernamental que luchaba contra la autonomía de
las instituciones, etc.), el Consejo Provincial se reorganizó y reestructuró
sus funciones en noviembre de 1937, bajo el gobierno de Negrín y con
mayoría de sus representantes (socialistas, comunistas, republicanos de
izquierda), lo que supuso la completa subordinación del Consejo al poder
del Estado.
En esta tesitura política, de precariedad de medios y con la guerra
como telón de fondo hay que situar la creación del Institut d’Estudis
178
[page-n-180]
El SIP y el Institut d’Estudis Valencians
Valencians, aprobada por unanimidad del Pleno del Consejo Provincial
(Decreto de 9 de febrero de 1937) a propuesta del Conseller de Cultura
Francesc Bosch Morata. La constitución del IEV también hay que entenderla desde el clima de un renovado valencianismo político y cultural propiciado por el advenimiento de la República. F. Bosch Morata, representante a la
sazón del Partit Valencianista d’Esquerra en el Consejo Provincial, es autor
de la Memòria (redactada en valenciano) presentada al Pleno del Consejo en
la que se exponían los antecedentes y las necesidades del momento que justificarían un organismo como el IEV canalizador de la actividad cultural
valenciana, dedicado a la investigación y a la orientación en temas de
Ciencia, Filología, Historia, etc. En esta Memòria (publicada en un opúsculo que incluye los decretos de creación y de aprobación del reglamento interior del IEV: Institut d’Estudis Valencians. Memòria - Membres - Reglament
interior, València, 1937) ya se hace alusión al Museo de Prehistoria y al SIP,
al hablar de la fecundidad arqueológica del territorio valenciano y del problema que las investigaciones en este campo estuvieran, en una gran parte,
en manos de estudiosos particulares, no siempre con posibilidades económicas suficientes y sin rendir a la cultura general «els fruits que calen per la
seua condició privada» (p. 11). El papel a desempeñar por aquellas instituciones, heredadas de la anterior Diputación, era claro en la mente de F.
Bosch Morata: «[...] l’actual Museu de Prehistòria iniciat per la Diputació
Provincial valenciana fa deu anys [...] constituïx l’índex del que el nostre País
podria representar en esta disciplina cultural si se li prestara l’atenció i l’ajuda degudes, màxim tenint en compte les moltes estacions prehistòriques de
la nostra terra i la seua riquesa arqueològica» (p. 11). Y refiriéndose al SIP:
«Per tal, doncs, d’assegurar al Servei d’Investigació Prehistòrica una labor
orgànica i continuada amb plans sistemàtics de excavacions, treballs de
laboratori, de classificació i estudi, contribuint eficaçment a l’engrandiment
del Museu de Prehistòria sota normes rigurosament científiques, considerem
indispensable una Secció Històrico-Arqueològica de la que dependria el
Museu de Prehistòria» (p. 12).
Esta sección, por supuesto, cobrará cuerpo en el Decreto de creación
del IEV (9-II-1937; artículo 2º), especificándose su cometido: «Entendrà en
la publicació d’obres de caràcter històric i arqueològic en el més ample sentit de la paraula: Excavacions; viatges d’exploració; estudi i formació de
Museus i Biblioteques, etc.». Las otras tres secciones creadas serán la
Filològica, la de Ciències y la de Estudis Econòmics. Por lo que se refiere al
Museo de Prehistoria y al SIP, en el artículo 4º del mismo Decreto es donde
se dispone que «L’actual Museu de Prehistòria, la seua Biblioteca i el Servei
d’Investigació Prehistòrica de l’extingida Diputació Provincial de València,
queden adscrits a la Secció Històrico-Arqueològica de l’Institut d’Estudis
Valencians». Dicha sección, como cualquier otra, y según estipulaba el artículo 3º del Decreto, había de estar compuesta por cinco miembros, entre los
cuales se elegiría un Director. La designación de miembros se aprobó por
179
[page-n-181]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Páginas del Reglamento
que hacen referencia al
Museu de Prehistoria.
180
nuevo Decreto de 19 de marzo de 1937 (junto con el Reglament interior),
pasando a integrar la sección Històrico-Arqueològica Isidro Ballester
Tormo, Domingo Fletcher i Valls, Felipe Mateu i Llopis, Leopoldo Querol
Roso y Emili Gómez Nadal. De estos cinco miembros, I. Ballester continuaba ostentando el cargo de director del SIP, del que había sido el impulsor y
primer director en la etapa inmediatamente previa de la Diputación
Provincial, mientras que E. Gómez Nadal y D. Fletcher eran colaborador y
agregado, respectivamente, del mismo Servicio. La constitución definitiva
del IEV se realizaría el 25 de marzo, y con ella la elección de cargos reglamentarios, ya que según el artículo 2º del Reglament interior, cada sección
debía elegir un President (apelativo de rango preferible al de Director, por
considerarse éste «de regust autocràtic») y un Secretari de Secció, el primer
cargo a desempeñar durante dos años (reelegible), y el segundo vitalicio.
Cada presidente de sección lo sería del IEV por turno rotativo de seis meses,
rigiendo el pleno del Instituto. Al final, I. Ballester asumió la presidencia de
la sección Històrico-Arqueològica, y D. Fletcher la secretaría. Como presidente del IEV se nombró a José Puche Álvarez, rector en ese momento de
la Universitat de València y miembro de la sección de Ciències; como secretario general a Carles Salvador Gimeno, de la sección Filològica, y como
tesorero a Robert Feo García, de la misma sección que el presidente.
[page-n-182]
El SIP y el Institut d’Estudis Valencians
La corta vida institucional del IEV, y sus vicisitudes, puede seguirse
en las 22 actas de las sesiones ordinarias y extraordinarias realizadas
entre el 25 de marzo de 1937 y el 25 de noviembre de 1938, de las que
existe copia en el Archivo de la Diputación de Valencia. En ellas queda
bien reflejado que la historia del IEV es la de los proyectos continuamente aplazados por la persistente carencia de recursos humanos y económicos (por ejemplo, la creación de la Biblioteca del País Valencià o del
Museu de Ciències; la edición del Tirant lo Blanc o del Vocabulari
Castellà-Valencià; la publicación de una revista orgánica y de boletines
de las respectivas secciones, etc.). En lo que respecta al SIP y Museo de
Prehistoria, la actividad de campo quedará prácticamente paralizada en
este periodo (v. Ballester, 1942a), aunque no su labor de gabinete o laboratorio y, sobre todo, de divulgación científica editorial. Estancada la
publicación del segundo volumen del «Archivo de Prehistoria
Levantina» (revista-anuario del SIP, iniciada en 1928), que pretendía editar el IEV (acta de 25-III-1937), bajo los auspicios del Institut sí tendrá
lugar un hecho de gran trascendencia: la creación de la serie de Treballs
Solts, con el objetivo de presentar notas y pequeños trabajos monográficos sobre prehistoria valenciana (v. Martí y Juan Cabanilles, 2000). Con
pie de imprenta de 1937 salieron a la luz cinco números de esta serie,
Páginas del Reglamento
con el listado de miembros
del Institut d’Estudis
Valencians.
181
[page-n-183]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
redactados en valenciano por ser ésta la lengua oficial del IEV
(Reglament, art. 13é), distribuyéndose el último de ellos ya acabada la
guerra, hecho un tanto sorprendente dada la situación en que quedan las
culturas españolas no «oficiales» tras la caída de la República. Los
Treballs Solts, y esto es lo realmente importante, tendrán continuidad
como serie en los difíciles tiempos que abre el franquismo, pero rebautizados con el nombre de «Trabajos Varios», habiendo sobrevivido así
hasta la actualidad (sobre las publicaciones del SIP, ver el texto correspondiente en este mismo catálogo).
Por lo que se deduce de la documentación conservada, el SIP parece ser el único órgano, dentro del IEV, con una dinámica de funcionamiento regular y bien reconocida por los estamentos de gobierno. Esto
explicaría que, en el presupuesto Provincial de 1938, se le asignara más
subvención a él solo que al resto de la sección de la que formaba parte
(42.000 pesetas frente a 10.000), o que a las restantes secciones, incluida la Secció Filològica que también tenía a sus expensas la Biblioteca del
País Valencià (acta de 25-IV-1938). Paradójicamente, este presupuesto
no pudo tener aplicación. El cerco de la guerra a Valencia, y el ser ésta
una zona de evacuación, obligó al Consejo Provincial a limitar sus subsidios a las tareas más imprescindibles, entre las que no se encontraban
las desempeñadas por el IEV. Privado de su consignación anual, el Pleno
del Institut, presidido por I. Ballester (que había accedido al cargo de
President por turno reglamentario en marzo de 1938), acordó suspender
todas las actividades «fins que el Consell Provincial haja arribat a una
normalitat econòmica que faça possible el pagament de la subvenció»
(acta de 25-VI-1938). Normalidad, por supuesto, a la que ya no pudo
llegarse.
A modo de colofón: el Institut d’Estudis Valencians fue creado por
un ente «provincial», pero en el pensamiento de sus impulsores y miembros siempre estuvo la conciencia de una institución de país, como ha
sido también la conciencia que ha presidido la larga andadura del SIP
desde su fundación.
182
[page-n-184]
La Cueva de la Cocina y el arte epipaleolítico
Josep Lluís Pascual Benito
Servicio de Investigación Prehistórica
La Cueva de la Cocina (Dos Aguas, Valencia) se abre en la Sierra de
Martés a 405 metros de altitud, en un acusado meandro del Barranco de
la Ventana que a poca distancia desagua en el Barranco del Falón, afluente del Xúquer. Se trata de una cavidad de grandes dimensiones —unos 300
m2— que durante gran parte de la primera mitad del siglo XX sirvió como
corral. Las intervenciones efectuadas en el pasado siglo por el Servicio de
Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia la convirtieron en
un yacimiento imprescindible para la definición del Epipaleolítico reciente de la vertiente mediterránea peninsular (Pericot, 1945; Fortea, 1973), al
contener sus estratos abundante documentación sobre la evolución de los
últimos caza-recolectores y el proceso de interacción con las primeras
comunidades campesinas neolíticas.
Vista de la Cueva de
la Cocina (Dos Aguas).
Hacia 1945.
[Pasta. SIP 519]
183
[page-n-185]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
José Alcácer realizando
trabajos de calco en el
Cinto de la Ventana (Dos
Aguas). 1951.
[Negativo B/N. SIP 1.053]
La primera intervención arqueológica en el yacimiento data del 19
de octubre de 1940, cuando Salvador Espí, capataz del SIP, realiza una
cata en la entrada de la cueva en el marco de la expedición que junto a
Juan José Senent, José Chocomeli y José Alcácer visitaba las recién descubiertas pinturas rupestres del Barranco de las Letras y del Cinto de la
Ventana cercanas a la cavidad (Brotons, 1940; Jordá, 1985). Ante los buenos resultados obtenidos, al año siguiente se efectúa la primera campaña
de excavación bajo la dirección del subdirector del SIP, Lluís Pericot, a
quien acompañaban Juan Cabré, J. J. Senent y J. Alcácer, que iniciaron los
trabajos de documentación de las pinturas mencionadas (Jordá y Alcácer,
1951). Las campañas de excavación continuaron en 1942 y 1943 en colaboración con J. Alcácer y Enrique Pla, y en 1945 con Francisco Jordá.
Estas primeras excavaciones se realizaron en plena posguerra con
dificultades de alojamiento y manutención. Se reside en tiendas de campaña instaladas junto a la era de la Casa de Valle y la intervención se inicia tras «una cómica, pero impresionante batalla con verdaderas nubes
de pulgas que habían proliferado en la capa de estiércol que cubría
buena parte del yacimiento» (Pericot, 1971: 6). La publicación de una
memoria de estas campañas, en el número II del Archivo de Prehistoria
Levantina, dará a conocer el yacimiento y planteará las cuestiones más
sobresalientes (Pericot, 1945).
Posteriormente, Javier Fortea publica una monografía sobre materiales líticos de la excavación de L. Pericot (Fortea, 1971) y, para comprobar y ampliar los resultados alcanzados en su estudio, a partir de
184
[page-n-186]
La Cueva de la Cocina y el arte epipaleolítico
1974 inicia nuevas excavaciones en la Cueva de Cocina que durarán
hasta 1981, procediendo en 1975 al cierre de la cueva con una verja
metálica que sustituye al muro de piedra en seco anterior. De estas campañas han sido dados a conocer el estudio sedimentológico, que ha permitido conocer las oscilaciones medioambientales (Fumanal, 1979), y el
estudio faunístico por parte de Manuel Pérez Ripoll, que evidencia la
especialización del yacimiento en la caza de la cabra montés a lo largo
de toda la secuencia (Fortea et al., 1987). Otros estudios sobre la industria lítica se han centrado en la comparación del modelo geométrico de
Cocina con el del Neolítico antiguo (Juan Cabanilles, 1984).
A partir de la secuencia estratigráfica de 4,5 m de potencia obtenida
en la Cueva de la Cocina, una de las más completas del Epipaleolítico
reciente mediterráneo, se articuló la evolución del denominado
«Epipaleolítico geométrico», un complejo industrial con armaduras geométricas de «filiación» tardenoide o de facies Cocina en terminología peninsular (Fortea, 1973; Fortea et al., 1987), en cuatro horizontes caracterizados
por diferentes proporciones en dichas armaduras, posteriormente corroborados en líneas generales por los resultados obtenidos en diversos yacimientos de la cuenca del Ebro. Así, a Cocina I o fase A, con desarrollo en el VII
milenio a.C., y con dominio de trapecios y presencia de macroútiles sobre
lasca, le sucede Cocina II (B) (primera mitad del VI milenio a.C.), con
mayor proporción de triángulos y presencia de un tipo singular, los triángulos de tipo Cocina, con lados cóncavos y espina central. Cocina III (C), en
la segunda mitad del VI milenio a.C., presenta un desarrollo de segmentos
y hojitas de dorso, y presencia de cerámica impresa que indica contactos
con los primeros grupos neolíticos, aunque continúa la tecnología y el
modo de subsistencia epipaleolítico. El nivel superficial o Cocina IV (D)
sería la evolución final de esas industrias en un horizonte neolítico más
avanzado (cerámicas esgrafiadas y peinadas), con algunos materiales de la
Edad del Bronce, ibéricos, medievales y modernos, consecuencia del frecuente uso de la cueva como refugio temporal y corral.
Otra circunstancia que avala la importancia del yacimiento es la presencia de arte prehistórico. La Cueva de la Cocina ha ofrecido una variada muestra de manifestaciones artísticas tanto rupestres como muebles,
entre las que destaca el conjunto de placas grabadas que se englobaron en
un nuevo estilo artístico denominado «arte lineal-geométrico» y, en palabras de su descubridor, «representan una novedad en la Prehistoria española y nos convencen una vez más de la magnitud de lo que ignoramos»
(Pericot, 1945: 62), siendo aún hoy en día una de las escasas muestras del
arte de los últimos cazadores-recolectores de la península Ibérica. La experiencia de L. Pericot en la Cova del Parpalló hizo que desde el comienzo de
la excavación se lavaran todas las piedras idóneas, descubriendo así un
buen conjunto de grabados y pinturas sobre plaquetas y cantos de caliza.
185
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
En las campañas de los años cuarenta se documentaron 28 pequeñas plaquetas decoradas, tres de ellas por ambas caras, mediante un grabado fino y poco profundo que ocupa toda la superficie disponible. En
las campañas posteriores apareció otra plaqueta y se confirmó la posición estratigráfica en la capa superior del nivel II en un momento inmediatamente antecardial (Fortea, 1975: 189; Fortea et al., 1987). La
mayor parte permanecen inéditas, ya que tan sólo han sido publicadas
fotografías de trece placas (Pericot, 1945; Fletcher, 1956; Fortea 1973 y
1975) y calcos aproximados de siete de ellas (Barandiarán, 1987).
Los motivos que decoran las placas son poco variados, a base de combinaciones de grupos de líneas rectas que raramente llegan a cortarse. En la
mayoría la decoración se distribuye a partir de uno o más ejes formados por
bandas de varias líneas paralelas, de las que salen en sentido oblicuo series
de trazos paralelos o divergentes. En menor número la decoración se reduce a líneas paralelas, líneas radiales a partir del centro de la placa o bandas
paralelas formadas por series de trazos cortos. Aunque L. Pericot afirma que
todas tienen sólo combinaciones geométricas, indica que «hay un ejemplar
en que acaso podría verse en la confusión de líneas un contorno animal»
(Pericot, 1945: 53). En un par de plaquetas el grabado se combina con la
pintura, una de ellas con ambas caras decoradas fue «pintada previamente
de rojo y posteriormente grabada» (Fortea, 1975: 359, lámina XI, 2).
Página del inventario
de materiales de la Cueva
de la Cocina (Dos Aguas).
1941-1942.
186
[page-n-188]
La Cueva de la Cocina y el arte epipaleolítico
Peor conocidos son los cantos y plaquetas pintados. En los diarios de L. Pericot se citan 4 cantos y 13 plaquetas pintadas, mientras
que en la publicación: «No pasa de una docena las piedras con manchas de color, rojo siempre, en un caso tirando a ocre amarillento. En
muchos otros casos la piedra misma tiene tonalidades rojizas que pueden engañar fácilmente». La mayoría presentan manchas informes,
pero también se han descrito otros motivos, dos plaquetas del nivel III
con trazos lineales y con «figura animal muy dudosa», y otras dos del
nivel IA, una plaqueta con «una forma indefinible» y «dos o tres cantos con puntos rojos que tanto hacen pensar en los cantos azilienses»
(Pericot, 1945: 53). De las excavaciones posteriores se menciona la
presencia en el estrato H1 de «cantos manchados de negro y rojo
encontrados alrededor de un hogar», y en el estrato H2 «cantos pintados con manchas subcirculares rojas y ocres» (Fletcher, 1980: 9192).
Como manifestaciones artísticas muebles de posible carácter
naturalista aparecen citadas en la bibliografía otras dos piezas, hecho
que no ha sido confirmado con posterioridad: «un cuerno de ciervo
con un grabado en que creemos ver el dibujo de un cáprido incompleto» (Pericot, 1945: 52), que según nuestra observación corresponde a
un extremo de candil con incisiones irregulares, y un «canto de caliza con algunas percusiones laterales donde hay una pequeña cabeza
de cierva de factura estilizada», a «reservas de una observación
macroscópica» (Fletcher, 1980: 91).
Desde su descubrimiento la Cueva de la Cocina se relacionó con los
abrigos pintados próximos, más aún cuando en 1942 L. Pericot observó
restos de pintura en la pared derecha de la cueva al excavar el nivel neolítico que los cubría. La interpretación de estos restos resulta controvertida.
Su descubridor observa «vestigios de figuras, al parecer de animal una de
ellas, en rojo, pintadas en la pared sur de la cueva. La pátina y el humo
que han recubierto estos muros laterales impiden su exacta apreciación»
(Pericot, 1945: 54). Fueron calcados por J. Fortea, quien los describe
como «unas pocas líneas paralelas, quebradas, en espiga y vagamente trapezoidales, de color rojo claro, una mancha del mismo color y un trazo
triangular de color oscuro amoratado» (Fortea, 1975: 197 y 1976: 154),
incluyéndolos en el arte lineal geométrico y paralelizándolos con motivos
infrapuestos al Arte Levantino de Cantos de la Visera II, la Cueva de la
Araña y la Sarga. Posteriormente, se ha realizado un calco parcial del
panel y analizado desde el punto de vista técnico un pequeño trazo bien
conservado en el que se ha observado un «trazo de pluma levantino»,
mientras desde el aspecto formal, «no parecen corresponder a una composición abstractogeométrica, sino más bien los restos de un cuadrúpedo,
morfológicamente afín a los del arte levantino» (Grimal, 1995: 324).
187
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Plaqueta grabada
núm. 15.439 de la Cueva
de la Cocina (Dos Aguas).
[Pasta B/N. SIP 459]
La circunstancia de estar recubiertos por niveles cerámicos ha sido
uno de los argumentos esgrimidos para la datación del arte levantino
con anterioridad al horizonte Cocina III. Sólo la limpieza de la capa de
suciedad que cubre la pintura podría aclarar su correcta atribución a un
estilo artístico concreto, mientras que para su datación habría que analizar detenidamente la mecánica de formación de los niveles que cubrían la pintura y de los subyacentes, al encontrarse en la zona donde más
afectan a los depósitos las frecuentes inundaciones con fenómenos de
erosión y sedimentación (Fumanal, 1979).
Por último, mencionar la existencia de dos grabados rupestres en
el interior de Cocina, a los que se ha prestado poca atención quizás por
su cronología incierta aunque posterior al resto de manifestaciones artísticas, uno de tipo cruciforme en el suelo rocoso de la entrada (Pericot,
1945: 40), y el otro, de mayor tamaño, piqueteado sobre una gran losa
desprendida del techo ubicada en el centro de la cueva, con un motivo
geométrico cerrado con divisiones internas.
En definitiva, la aportación de la Cueva de la Cocina a la prehistoria peninsular puede considerarse fundamental, y el legado que conserva el SIP producto de las intervenciones del pasado siglo espera a que
nuevas generaciones de prehistoriadores puedan extraer de él parte de la
información escondida que aún contienen.
188
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La Ereta del Pedregal (Navarrés, Valencia)
Joaquim Juan Cabanilles
Servicio de Investigación Prehistórica
La Ereta del Pedregal, junto con otras pocas estaciones prehistóricas valencianas, comparte el privilegio de haber sido dada a conocer tempranamente por Juan Vilanova y Piera, tras visitarla mediado el siglo XIX
(Vilanova y Piera, 1879). J. Vilanova la situó en el término municipal de
Bolbaite y no en el de Navarrés, al que actualmente pertenece, considerándola una «estación palustre» por su emplazamiento en un «lugar
pantanoso y de turbera», como hasta tiempos relativamente recientes ha
sido La Marjal de Navarrés, hoy prácticamente desecada. Caída en el
olvido, la Ereta fue redescubierta en 1933 por José Chocomeli, quien,
patrocinado por el SIP, realizó unos primeros sondeos al año siguiente
(1934) e inició en 1942 su excavación, ayudado por los miembros del
Servicio Enrique Pla y Salvador Espí (Chocomeli, 1946). Los trabajos se
prosiguieron durante casi todo el resto de la década de los 40 (de 1944
a 1948), ahora bajo la dirección de Isidro Ballester y la colaboración en
las tareas de campo de José Alcácer, E. Pla y Francisco Jordá (Ballester,
1949a: 77-100; Fletcher, 1961). Después de un paréntesis en los años 50,
la excavación se reanudó en 1963, de manera casi continuada hasta
1974, estando al frente de ella E. Pla y colaborando en diversos momentos Enrique A. Llobregat y Vicente Pascual, entre otros (Fletcher, Pla y
Llobregat, 1964; Fletcher y Pla, 1966; La Labor del SIP, años 1965 a
1974). Con la incorporación de Bernat Martí a la dirección, al lado de
E. Pla, se inicia el ciclo más reciente de intervenciones, en 1976, seguido
sin interrupción hasta 1982, con una última campaña adicional en 1990
(Pla, Martí y Bernabeu, 1983a; Juan Cabanilles, 1994). Estas cerca de 25
campañas de excavación, repartidas por 4 décadas principales, dan idea
de la atención puesta por el SIP en la Ereta, a la cual van ligados los nombres de los miembros y colaboradores más destacados del Servicio.
La historia de la Ereta del Pedregal como hábitat prehistórico es la
historia misma de sus interpretaciones en el tiempo, al compás de los
trabajos de excavación, sus métodos y la documentación acopiada.
189
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Vista de la Ereta del
Pedregal (Navarrés) con
la zona de excavación
inundada. 1948.
[Placa de vidrio. SIP 3.432]
Desde J. Vilanova y Piera, siempre ha prevalecido la visión de un poblado lacustre, que J. Chocomeli (1946) relacionó con los «steinbergers»
suizos o los «crannogs» de Irlanda y Escocia (asentamientos en medios
lagunares sobre basamentos de piedras), por lo que la discusión ha solido centrarse en los aspectos culturales y cronológicos. Hasta principios
de la década de 1960, como recogían D. Fletcher, E. Pla y E. A.
Llobregat (1964), las atribuciones culturales, basadas en las fases de
ocupación del poblado reveladas por la estratigrafía, habían basculado
entre periodos que iban del Neolítico —antiguo o reciente— al
Eneolítico (J. Chocomeli, I. Ballester, F. Jordá), el Eneolítico a secas
(Lluís Pericot, Julio Martínez Santa-Olalla), el Eneolítico final o Bronce
inicial (E. Pla), o del Eneolítico al Bronce inicial (Domingo Fletcher,
Miquel Tarradell). A esta última adscripción cronocultural se adherían
los mismos autores tras la campaña de 1963 y los resultados de los trabajos anteriores (años 40), habiéndose mantenido en sus líneas generales hasta tiempos recientes (Pla, Martí y Bernabeu, 1983b).
En la actualidad, y a partir de la reevaluación de los resultados y
datos de las excavaciones del periodo 1976-1982, y de la campaña complementaria de 1990, la Ereta se percibe como un poblado desarrollado
en tres fases cronológicas sucesivas, atendiendo a sendos episodios en
que el hábitat habría experimentado cambios sustanciales en sus acondicionamientos y construcciones en piedra. El inicio de la ocupación parece situarse en el Neolítico final (segunda mitad del IV milenio a.C.), y
con ella se relacionan densas acumulaciones de piedras, de mediano y
gran tamaño, que se explican como un basamento destinado a aislar el
190
[page-n-192]
La Ereta del Pedregal (Navarrés, Valencia)
suelo de habitación del subsuelo muy húmedo y poco firme que constituiría en ese instante el lugar elegido para el asentamiento, probablemente una de las orillas de La Marjal. La fase siguiente, ya en el Eneolítico
inicial/pleno (primera mitad del III milenio a.C.), viene definida por la
erección de unas grandes viviendas de planta alargada, con suelos empedrados, hogares y pavimentos de barro cocho, de las que ha subsistido la
base de los muros, fabricados con piedra y tierra y delimitados en sus
caras externas por lajas verticales; estos muros son el primer testimonio,
en el ámbito valenciano, de la utilización de la piedra en la construcción
de recintos domésticos. La fase más reciente, que corresponde al
Eneolítico final u Horizonte Campaniforme de Transición (tercer cuarto
del III milenio a.C.), la caracterizan nuevas construcciones pétreas, en
forma igualmente de muros pero de técnica distinta a los de la fase anterior, levantados a dos caras mediante aparejo regular de piedras en seco,
y en forma también de potentes acumulaciones de grandes bloques, con
o sin paramentos divisorios, a modo de amplias plataformas.
Localizadas estas estructuras en uno de los sectores periféricos del poblado, las de tipo mural parecen pertenecer tanto a viviendas como a un sistema de cierre externo, mientras que las de tipo plataforma, desarrolladas extramuros, se interpretan como posibles «diques» con la finalidad
de proteger el espacio habitado en aquellos puntos más amenazados de
inundación por la subida del nivel del marjal, circunstancia que habría
ido dándose paulatinamente en el transcurso del III milenio y que al final
obligaría al abandono del enclave.
La significación de la Ereta del Pedregal, aparte de las estructuras
de piedra reveladas y la secuencia cronocultural que han ayudado a
precisar —una de las pocas con que se cuenta para la etapa del
Neolítico final y el Eneolítico en el marco valenciano—, radica también
en la importante colección de materiales y restos exhumados. Parte de
estos materiales han ido dándose a conocer en diferentes trabajos
temáticos, como es el caso de los ídolos oculados recuperados en las
más viejas campañas de excavación (Ballester, 1946), vueltos a estudiar, junto con otros objetos simbólicos y de adorno (cuentas de collar,
colgantes, brazaletes, etc.), de hueso y otras materias (piedra verde,
pizarra, caliza, conchas marinas y continentales, etc.), y junto con un
no menos rico conjunto de utillaje óseo (mangos, punzones, agujas,
espátulas, cinceles, cucharas, etc.), por Josep Lluís Pascual Benito
(1998). Determinadas piezas metálicas, entre ellas tres hachas planas y
una lezna de cobre, recogidas también en las antiguas exploraciones y
excavaciones, fueron objeto de un primer análisis espectrográfico por
parte de Beatrice M. Blance (1959); posteriormente, José Luis Simón
(1998) ha ofrecido el inventario completo de los hallazgos metálicos de
la Ereta (hachas, punzones de sección cuadrada, escoplos, hojas de
cuchillos o puñales, laminillas, etc.) y nuevos análisis metalográficos.
191
[page-n-193]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Ídolo oculado de la Ereta
del Pedregal (Navarrés).
[Casa Grollo. Placa
de vidrio. SIP 63]
Joan Bernabeu utilizó en su momento muestras de adornos (1979), y
después de cerámicas (1984), para ilustrar los rasgos tipológicos del
Eneolítico valenciano en esos concretos apartados; igual que ha hecho
más recientemente Teresa Orozco (2000) con un importante conjunto
de objetos de piedra pulida (hachas, azuelas, martillos, pequeños cinceles, etc.), analizando también sus características petrológicas y confirmando —y ampliando a la vez— las primeras determinaciones de
procedencia realizadas por María Dolores Gallart y Marcelino Lago
(1988), que apuntaban al cercano Cerro Negro de Quesa como zona
principal de aprovisionamiento. Otros materiales de la Ereta están en
192
[page-n-194]
La Ereta del Pedregal (Navarrés, Valencia)
Utensilios de sílex
de la Ereta del Pedregal
(Navarrés).
[Casa Grollo. Placa de
vidrio. SIP 416]
fase de estudio, caso del utillaje de piedra tallada, básicamente en sílex,
caracterizado por las grandes hojas-cuchillo y una gran cantidad y
variedad de puntas de flecha foliáceas, fabricadas in situ como atestigua la no menor cantidad de esbozos y desechos que las acompañan.
Testimonio de otras actividades llevadas a cabo en el asentamiento son
algunas pesas de telar de cerámica y fusayolas de piedra, además de
molinos de mano, molederas y trituradores también de piedra. A todos
estos testimonios de la cultura material hay que sumar los abundantes
restos óseos de fauna, doméstica y salvaje, analizados por Manuel
Pérez Ripoll (1990).
193
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Página del inventario
de materiales de la Ereta
del Pedregal (Navarrés).
La fauna silvestre documentada (ciervo, corzo, cabra montés,
jabalí, lince, caballo, etc.) ya da una idea del medio natural que rodeaba a la Ereta en el momento de su ocupación, pero los datos más significativos sobre la paleoecología y el paleoambiente de la zona provienen del análisis de sedimentos del propio yacimiento, realizado por
María Pilar Fumanal (1986), y de los análisis de los pólenes que éstos
contienen, llevados a cabo primeramente por Josefa Menéndez Amor
y F. Florschütz (1961), y luego por Michèle Dupré (1988), información
palinológica que ha venido completándose a partir de otros sondeos
practicados en el interior de La Marjal de Navarrés (Carrión y Dupré,
194
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La Ereta del Pedregal (Navarrés, Valencia)
1996). La preocupación por los aspectos paleoambientales y económicos, aunque arrancando de antiguo, sería el objetivo prioritario del
último ciclo de excavaciones iniciado en 1976, representando en ese
momento un pionero programa de estudio interdisciplinar.
En una breve pincelada, la imagen de la Ereta y sus habitantes, tal
como permiten reconstruirla todos estos estudios y análisis, quedaría así
trazada: instalados en un medio lagunar y un entorno natural relativamente virgen, los ocupantes del poblado, a través de una intensificación
continuada de las prácticas de subsistencia (caza, pastoreo, agricultura),
habrían contribuido a la transformación de ese entorno en un periodo
en que parece manifestarse un cambio también progresivo hacia unas
condiciones ambientales de mayor humedad, con la consecuente reactivación hídrica del marjal y la imposibilidad, ya señalada, de permanencia en el espacio de asentamiento.
Desde la publicación de los primeros trabajos, la Ereta del
Pedregal ha constituido una referencia obligada a la hora de entender o
valorar cualquier aspecto del Neolítico final y el Eneolítico del territorio valenciano. Sus colecciones siempre han estado expuestas en el
Museo de Prehistoria, como ejemplo integral de lo que representaría la
cultura material neoeneolítica, al proceder de un lugar de hábitat o contexto doméstico, frente al carácter selectivo de los ajuares recuperados
en las cuevas sepulcrales del mismo periodo.
195
[page-n-197]
[page-n-198]
Corpus Vasorum Hispanorum.
Cerámica del Cerro de San Miguel. Liria
Carmen Aranegui Gascó
Universitat de València
Entre 1907 y 1936 la investigación española tuvo el propósito de
fomentar el contacto internacional siguiendo criterios promovidos por la
Junta de Ampliación de Estudios. En esta línea se inserta el acuerdo del
Museo Arqueológico Nacional y del Institut d’Estudis Catalans con la Unión
Académica Internacional para participar en la elaboración de corpora de
vasos cerámicos antiguos (Corpora Vasorum Antiquorum), griegos e itálicos
principalmente, siguiendo las pautas establecidas en París en 1920, destinados a incluir los hallazgos y colecciones de España en la recopilación académica ilustrada que debía facilitar su difusión universal. La Guerra Civil truncó buena parte de tal apertura hasta el punto de sustituir la catalogación de
las cerámicas pintadas clásicas por las autóctonas, lanzando la serie de los
Corpora Vasorum Hispanorum, con el mismo formato que los anteriores,
poco después de la creación, el 24 de noviembre de 1939, del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas y en consonancia con las inquietudes
del momento, tan proclives a utilizar a los pueblos prerromanos peninsulares como armas arrojadizas. Esta hispanización nunca fue aceptada por la
Unión Académica.
Pero fue en ese marco como la sección de arqueología del Instituto Diego
de Velázquez inauguró el primer encargo de los «vasos hispanos» a Juan
Cabré, editor de las piezas pintadas de Azaila en 1944 (que consideró célticas
adaptándose a los tiempos que corrían, que le hicieron abandonar el término
hispano, conciliador y del gusto de Manuel Gómez Moreno, al que antes
había recurrido), precedido de un prólogo de Blas Taracena. Se ha dicho que
otro de estos encargos, no concluido en su momento, recayó sobre L’Alcúdia
d’Elx, aunque el texto póstumo de Alejandro Ramos (Alicante, 1990) sobre
sus cerámicas ibéricas no alude a ello. De ahí que el segundo volumen de esta
serie, ya en el programa del Instituto Rodrigo Caro, fuera el del Tossal de Sant
Miquel de Llíria (Madrid, 1954), seguido, años después, por el de Numancia
(Madrid, 1963), obra de Federico Wattenberg y último de una serie que
Ricardo Olmos juzga una «utopía de la posguerra» (Olmos 1999: 155-166).
197
[page-n-199]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Tinajilla conocida como
«Vaso de los cabezotas»
procedente del Tossal de
Sant Miquel (Llíria).
[Casa Grollo. Placa de
vidrio. SIP 108]
Fue B. Taracena, como secretario del Instituto de Arte y
Arqueología Diego de Velázquez del CSIC, quien admitió el volumen de
Llíria para su publicación, gracias a los buenos oficios tanto de Isidro
Ballester como de Lluís Pericot y, en términos generales, con la confianza profesional que le inspiraba el Servicio de Investigación Prehistórica
de la Diputación de Valencia a quien fuera director del Museo
Numantino. El corpus de Llíria tiene en consecuencia una primera posibilidad de valoración como testimonio historiográfico de la arqueología
ibérica de mediados del siglo XX, pues la colección en que vio la luz y la
institución que, junto a la Diputación de Valencia, lo hizo posible patrocinaron una obra llamada a ser la primera monografía en gran formato
198
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Corpus Vasorum Hispanorum. Cerámica del Cerro de San Miguel. Liria
dedicada a la cerámica ibérica, tras una etapa de debates en la que, no
sin pasión, se repetía la palabra «problema» en buena parte de los títulos de investigaciones sobre el tema, desde Pere Bosch (1915) hasta
Domingo Fletcher (1960), ya que la filiación, dispersión territorial y cronología de los vasos pintados con temas vegetales y humanos fue objeto
de una polémica tan crispada como la de la identidad o identidades de
las Españas.
Otro punto de vista complementario es el que suscita esta obra desde
la perspectiva valenciana. El SIP supo impulsar a los arqueólogos que trabajaron en sus proyectos un entusiasmo inquebrantable que pasaba por la
entrega personal a las tareas acometidas y la ambición del trabajo bien
hecho, hasta el punto de poderse afirmar que esos factores han sido los que
han consolidado su perduración hasta la actualidad. Es bien cierto que el
Servicio y su Museo se vieron recompensados por la extraordinaria riqueza
de algunos yacimientos objeto de excavación, base de sus fondos arqueológicos, y, entre todos, el que probablemente fue más generoso en un momento, por otra parte, crucial, fue el Tossal de Sant Miquel debido a las cerámicas que dieron lugar al corpus, pero, como explicó L. Pericot en el prólogo,
la institución atravesó también momentos administrativamente muy difíciles. En 1932 I. Ballester fue cesado temporalmente en su puesto de director
y el SIP tuvo una reducción presupuestaria tan grande que desistió de la
habitual campaña de excavaciones en la Bastida de les Alcusses (Moixent)
para dirigir sus pasos hacia Llíria, localidad que permitía el desplazamiento diario de los arqueólogos, simplificando la intendencia de la excavación.
Entre 1934 y 1936 y desde 1940 a 1949 se realizaron las excavaciones
cuyas cerámicas se describen en el corpus. A su documentación, bajo múltiples aspectos, contribuyó no sólo el grupo de miembros del SIP sino también, entre otros benefactores, Domingo Uriel, que había descubierto algunas cerámicas decoradas del yacimiento antes de la excavación, Francisco
Porcar, que conservaba entonces en su finca de Llíria el mosaico de los «trabajos de Hércules», y Pío Beltrán, atento a las inscripciones ibéricas, todo
lo cual redundó en que el texto, con sus ilustraciones, estuviera concluido
en 1951, con la única sombra del fallecimiento en 1950 de I. Ballester, que
no pudo ver el éxito de unos resultados científicos por los que tanto había
luchado plasmados en una obra que unió a la Diputación de Valencia con
el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, caso único en aquellos
tiempos. Los nombres de D. Fletcher, Enrique Pla, Francisco Jordá y José
Alcácer, precedidos del acertado prólogo de L. Pericot y con el plano de
Mariano Jornet, quedarán siempre como primer ejemplo del trabajo en
equipo en la arqueología ibérica, con una segunda edición, igualmente
sobresaliente, en las publicaciones de Bastida (Fletcher, Pla y Alcácer, 1965
y 1969) a las que se sumaron puntualmente especialistas extranjeros (Nino
Lamboglia, Erich Kukahn…), que consagraron internacionalmente la eficacia y el nivel de una manera de trabajar propia del SIP.
199
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Portada del Corpus
Vasorum Hispanorum.
Cerámica del Cerro de San
Miguel de Liria, ilustración
y planchas para su
edición. 1954.
El corpus de Llíria es también un exponente de la metodología más
moderna de su tiempo, es decir, del tratamiento de las piezas según su
materialidad, con sus medidas, la descripción de sus formas y de sus pinturas, con el propósito de crear un léxico y unas nomenclaturas lo más
objetivos posible en la óptica del positivismo, lo cual fue, en su momento,
un modelo a seguir. La consideración del contexto de los departamentos
donde ocurrieron los hallazgos, la atención a su restauración, calco (aquí
participó en ocasiones F. Porcar), dibujo, tipología y fotografía, consiguen
dar a conocer un conjunto de enorme singularidad que se mantuvo como
un ejemplo durante más de treinta años. Todavía los cuadros y las tablas
de motivos dibujados por J. Alcácer se copian y reproducen en algunos
estudios más recientes, como los de Elena María Maestro (1975) o Miguel
Ángel Elvira (1979), entre los que me incluyo (Aranegui 1974: 31-53), y
si la lectura de las decoraciones complejas de Llíria ha podido alcanzar
nuevos horizontes, ha sido porque el Corpus Vasorum Hispanorum de
1954 ha facilitado el acceso a un repertorio único e inagotable, tanto
desde el punto de vista iconográfico propiamente dicho, como epigráfico
ya que casi un centenar de vasos presenta letreros en ibérico añadidos a la
decoración, estando alguno de ellos, concretamente el de la «batalla
naval» reproducida en la figura 42 del corpus y en su inscripción XII, en
la base de la propuesta vasco-iberista para el desciframiento de una lengua que no ha encontrado por esta vía solución a su traducción.
La datación de las importaciones, la comprensión de los yacimientos a
la luz de la historia política de la Antigüedad —la batalla de Lauro como
argumento para el abandono de Edeta— y la de las propias cerámicas con
200
[page-n-202]
Corpus Vasorum Hispanorum. Cerámica del Cerro de San Miguel. Liria
decoración compleja han cambiado en los años transcurridos, como es lógico. Sin embargo, desde la reflexión sobre la cultura ibérica que muchos nos
hacemos hoy, aquello que el tiempo transcurrido desde su primera publicación ha ido haciendo más y más visible es el déficit en la interpretación de la
temática en el corpus. En los años 1950 se fue instaurando una división
modernizadora entre arte, arqueología e historia antigua que dio lugar a que
la arqueología ibérica adoptara la consideración de artefacto o pieza de cultura material para muchos de sus elementos, obviando su tratamiento en
tanto que imágenes de la sociedad que los hizo. En el corpus las cerámicas se
ordenan por clases (prehistórica, arcaizante, importada e ibérica) y, a continuación, por tipos, de modo que las decoraciones no constituyen más que un
atributo de la forma, pese a su vistosidad y a que en la publicación haya más
ilustraciones de frisos con escenificaciones que perfiles de vasijas. Los autores
describen los motivos (con una terminología ajena a la de la historia del arte
clásico) y las figuraciones, pero se mantienen al margen de su interpretación,
con un cierto distanciamiento respecto a «mirar más allá» de lo que estrictamente «se ve», en coherencia con las reglas del positivismo estricto.
De este modo se relega a un segundo término una polémica entonces vigente sobre los protagonistas de determinadas escenas guerreras:
romanos, según Antonio García y Bellido, o iberos; y, sobre todo, se deja
de lado la cuestión de si son relatos de acontecimientos históricos o
representaciones idealizadas de efemérides locales, obviándose la razón
de ser de unos vasos que hoy tratamos como piezas de encargo de uso
restringido (Aranegui, Mata y Pérez Ballester, 1997) pero que entonces
suscitaron en el SIP tan sólo cuestiones de cronología y, sobre todo por
parte de I. Ballester, de filiación cultural.
Montaje de una de las
figuras del Corpus con
dibujos de José Alcácer.
201
[page-n-203]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
«Vaso de los Guerreros»
del Tossal de Sant Miquel
(Llíria).
[Casa Grollo. Placa
de vidrio. SIP 18]
Para la datación, el corpus de Llíria opera con una asociación de
presencias y ausencias de cerámicas importadas y, en su caso, monedas,
para establecer un orden cronológico que, o bien se inclina a los siglos
V y IV a.C. cuando se presentan productos áticos, o bien se sitúa entre
los siglos III y I a.C. cuando aparecen cerámicas campanienses y lucernas
romano-republicanas. Estaba todavía lejos la aplicación de técnicas
estratigráficas al trabajo de campo, tal como las entendemos hoy. Las
habitaciones de los poblados ibéricos se vaciaban a pico y pala observando atentamente las capas de tierra y, en el caso de las excavaciones
del SIP, haciendo anotaciones en diarios de excavaciones que constituyen un archivo documental de primer orden (Bonet, 1995). Tras la experiencia de la Bastida de les Alcusses, los hallazgos de Llíria mostraron
una fase más reciente en la que se presentan las decoraciones complejas,
recompensa de los esfuerzos de los arqueólogos y orgullo de los edetanos que las vieron primero salir de la tierra y luego ser reconocidas en
una obra que, entonces y ahora, es digna de elogio.
202
[page-n-204]
Arqueología
en blanco y negro
Catálogo
[page-n-205]
Se presenta una selección de imágenes del Archivo Fotográfico del SIP siguiendo tres unidades
temáticas: yacimientos arqueológicos ordenados según la fecha de su excavación o de llegada de los
materiales al Museo; el Museo y sus servicios; y, finalmente, una miscelánea compuesta de imágenes
singulares, excursiones y homenajes.
[page-n-206]
Catálogo
1. Vista general de la excavación en la Bastida de les Alcusses (Moixent). 1928.
[Casa Grollo. Placa de vidrio. SIP 561]
205
[page-n-207]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
2. Vista general de obreros trabajando en los departamentos de la Bastida de les Alcusses (Moixent). En pri-
mer término aparece el dept. 193. 1931.
[Casa Grollo. Placa de vidrio. SIP 564]
206
[page-n-208]
Catálogo
3. Detalle de la excavación del departamento 42 de la Bastida de les Alcusses (Moixent). En segundo plano
aparece Mariano Jornet acompañado de un grupo de obreros. 1928.
[Isidro Ballester. Placa de vidrio. SIP 986]
207
[page-n-209]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
4.
Detalle de excavación del departamento 48 de la Bastida de les Alcusses (Moixent). Junto al molino de gran
tamaño apareció el famoso plomo de la Bastida. En primer plano hay un conjunto de veinte pesas de telar. 1928.
[Isidro Ballester. Placa de vidrio. SIP 1.144]
208
[page-n-210]
Catálogo
5. Detalle de excavación de la Bastida de les Alcusses (Moixent). Dos obreros posan junto a un gran molino
en uno de los departamentos. 1928.
[Casa Grollo. Placa de vidrio. SIP 1.866]
209
[page-n-211]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
6. Obrero posando junto a una base circular de piedras para molino en la Bastida de les Alcusses (Moixent).
1928.
[Casa Grollo. Placa de vidrio. SIP 1.867]
210
[page-n-212]
Catálogo
7. Detalle de excavación en la Bastida de les Alcusses (Moixent) con Isidro Ballester supervisando los trabajos,
en el centro de la imagen y con chaqueta blanca. A su izquierda se encuentran Emili Gómez Nadal y Manuel
Navarrete. Mariano Jornet se sitúa tras ellos apoyado en un bastón. 1928.
[Papel. SIP D/5.705]
211
[page-n-213]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
8. Detalle de excavación en la Bastida de les Alcusses (Moixent) con Mariano Jornet en el centro de la imagen
realizando trabajos de medición. 1928.
[Placa de vidrio. SIP 17]
212
[page-n-214]
Catálogo
9. Grupo de trabajadores de la Bastida de les Alcusses (Moixent) posando al fondo de la imagen. A la izquierda
del grupo aparece destacado Mariano Jornet. Hacia 1929.
[Placa de vidrio. SIP 2.521]
213
[page-n-215]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
10. Trabajos de poda y recogida de leña en las proximidades de la Bastida de les Alcusses (Moixent).
Hacia 1929.
[Casa Grollo. Placa de vidrio. SIP 2.024]
214
[page-n-216]
Catálogo
11. Grupo de trabajadores de Atzeneta d’Albaida en la Bastida de les Alcusses (Moixent). Sentados y de
izquierda a derecha se reconocen a José Espí (José de Calaix), Joaquín Quilis (Joaquinet del Piu), Isidoro
Montaner, José Espí (el Sequier), Antonio Ferri (Toni Boix), Vicente Domingo (Mingo Carmeleta) y José
Guerrero (Pepe Cocullo). De pie en primer lugar el tio Bossero, Hermenegildo Soler el tercero, José Nácher
el séptimo, Bautista Nácher el octavo y Rosendo Micó el noveno. Hacia 1931.
[Pasta. SIP 3.527]
215
[page-n-217]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
12. Grupo familiar de masoveros posando junto a la Casa de Palmi, uno de los alojamientos de los arqueólogos
(Les Alcusses, Moixent). 1928-1931.
[Placa de vidrio. SIP 2.828]
216
[page-n-218]
Catálogo
13. Grupo familiar de masoveros posando a la entrada de la Casa de Palmi (Les Alcusses, Moixent). 1928-1931.
[Casa Grollo. Placa de vidrio. SIP 2.845]
217
[page-n-219]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
14. Grupo de obreros realizando trabajos de limpieza en la entrada de la Cova del Parpalló (Gandia). De pie,
en el centro de la imagen, aparece Salvador Espí. 1929.
[Lluís Pericot. Placa de vidrio. SIP 758]
218
[page-n-220]
Catálogo
15. Barbero afeitando a Salvador Espí en el interior de la Cova del Parpalló (Gandia). 1929.
[Lluís Pericot. Papel. Archivo Fullola-Pericot]
219
[page-n-221]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
16. Vista del interior de la Cova del Parpalló (Gandia) con Rafael Mompó indicando con una rama el punto 0
de la excavación, un pastor y su perro. 1929.
[Lluís Pericot. Placa de vidrio. SIP 2.617]
220
[page-n-222]
Catálogo
17. Grupo de personas posando en la Font del Garrofer (Gandia). 1929.
[Placa de vidrio. SIP 2.969]
221
[page-n-223]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
18. Obreros descansando cerca de la Cova del Parpalló (Gandia). 1929.
[Placa de vidrio. SIP 2.620]
222
[page-n-224]
Catálogo
19. Vista de la entrada de la Cova del Parpalló (Gandia) con obreros trabajando en la
criba. 1929.
[Lluís Pericot. Placa de vidrio. SIP 2.637]
223
[page-n-225]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
20. Grupo de obreros de Atzeneta d’Albaida en la Cova del Parpalló (Gandia). Arriba a la izquierda se encuen-
tra Salvador Espí, en el centro de la imagen Rafael Mompó, fumando, a su izquierda José Guerrero, y en
primer término, sentados a la derecha, Tomás Molina, con gorra, y Andrés Altabert, con sombrero. 1930.
[Lluís Pericot. Placa de vidrio. SIP 786]
224
[page-n-226]
Catálogo
21. Vista del exterior desde la entrada de la Cova del Parpalló (Gandia). Los obreros realizan trabajos en la criba.
1930.
[Lluís Pericot. Placa de vidrio. SIP 2.926]
225
[page-n-227]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
22. Lluís Pericot a la entrada de la Cova del Parpalló (Gandia). 1930.
[Papel. SIP 16.356]
226
[page-n-228]
Catálogo
23. Lluís Pericot sentado a la entrada de la Cova del Parpalló (Gandia). 1930.
[Papel. SIP 16.357]
227
[page-n-229]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
24. Obreros extraen tierra del interior de una galería de la Cova del Parpalló (Gandia),
mientras el barbero afeita a uno de ellos. 1930.
[Lluís Pericot. Placa de vidrio. SIP 2.870]
228
[page-n-230]
Catálogo
25. Cova del Parpalló (Gandia). Corte frontal del talud tras excavar las capas con
industrias del Magdaleniense reciente y parte del Magdaleniense antiguo. 1931.
[Lluís Pericot. Placa de vidrio. SIP 790]
229
[page-n-231]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
26. Cova del Parpalló (Gandia). Corte frontal del talud tras la excavación de las 11
capas iniciales. 1931.
[Lluís Pericot. Placa de vidrio. SIP 792]
230
[page-n-232]
Catálogo
27. Cova del Parpalló (Gandia). Corte frontal del talud durante la excavación de las
capas 18 a 20. Al marcar el contorno de las capas de excavación sobre el corte
puede apreciarse su claro buzamiento y grosor desigual. 1931.
[Lluís Pericot. Placa de vidrio. SIP 791]
231
[page-n-233]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
28. Cova del Parpalló (Gandia). Corte frontal del talud durante la excavación de
las capas 20 a 23. 1931.
[Lluís Pericot. Placa de vidrio. SIP 789]
232
[page-n-234]
Catálogo
29. Rafael Mompó, cocinero de la excavación, preparando una paella en las proximidades
de la Cova del Parpalló (Gandia). 1931.
[Lluís Pericot. Placa de vidrio. SIP 2.381]
233
[page-n-235]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
30. Vista de La Drova (Barx) con un obrero sentado en primer término. 1929-1931.
[Lluís Pericot. Placa de vidrio. SIP 2.979]
234
[page-n-236]
Catálogo
31. Mujeres cocinando cerca de la Cova del Parpalló (Gandia). A la derecha aparece
Obdulia Castillo, propietaria de la casa de La Drova (Barx) donde se alojan los
arqueólogos. 1929-1931.
[Papel. SIP 16.355]
235
[page-n-237]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
32. Primer plano de una mujer en las proximidades de la Cova del Parpalló (Gandia).
La imagen presenta ciertas veladuras seguramente debidas a un movimiento de la
modelo durante el tiempo de exposición. Hacia 1931.
[Placa de vidrio. SIP 3.025]
236
[page-n-238]
Catálogo
33. Vista de la entrada de la Cova Negra (Xàtiva) con dos obreros en un lateral de
la imagen. 1928.
[Placa de vidrio. SIP 3.030]
237
[page-n-239]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
34. Vista de la Cova Negra (Xàtiva) con un grupo de seis personas. Hacia 1931.
[Placa de vidrio. SIP 3.019]
238
[page-n-240]
Catálogo
35 Grupo de niños y adultos, posible visita escolar, posando en la entrada de la Cova
Negra (Xàtiva). Hacia 1931.
[Placa de vidrio. SIP 3.026]
239
[page-n-241]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
36-37 Excavación en el Tossal de Sant Miquel (Llíria) bajo la dirección
de Lluís Pericot. Visita al yacimiento el domingo 19 de agosto
de 1934. En la fotografía 36 aparece a la izquierda, de pie,
Francisco Porcar.
[Papel. SIP 17.227] [Papel. SIP 17.228]
240
[page-n-242]
Catálogo
38-39 Excavación en el Tossal de Sant Miquel (Llíria) bajo la dirección
de Lluís Pericot. Visita al yacimiento el domingo 19 de agosto de
1934.
[Papel. SIP D/5.706] [Papel. SIP D/5.707]
241
[page-n-243]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
40-41 Excavación en el Tossal de Sant Miquel (Llíria) bajo la dirección
de Lluís Pericot. Visita al yacimiento el domingo 19 de agosto
de 1934. En la imagen 40, el tercero desde la izquierda es
Francisco Porcar.
[Papel. SIP D/5.708] [Papel. SIP D/5.709]
242
[page-n-244]
Catálogo
42-43 Excavación en el Tossal de Sant Miquel (Llíria) bajo la dirección
de Lluís Pericot. Visita al yacimiento el domingo 19 de agosto
de 1934.
[Papel. SIP D/5.710] [Papel. SIP D/5.711]
243
[page-n-245]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
44. Detalle de excavación en el Tossal de Sant Miquel (Llíria). Se observa material in
situ de uno de los departamentos y capazos llenos de material cerámico. Hacia
1936.
[Casa Grollo. Placa de vidrio. SIP 2.586]
244
[page-n-246]
Catálogo
45. Vista general de la excavación en la ladera del Tossal de Sant Miquel (Llíria).
Hacia 1936.
[Placa de vidrio. SIP 254]
245
[page-n-247]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
46. Vista general de los trabajos de excavación en el sector I del Tossal de Sant Miquel (Llíria). En primer
término se encuentra el departamento 35. 1936.
[Placa de vidrio. SIP 255]
246
[page-n-248]
Catálogo
47. Detalle de la excavación del Departamento 32 en el Tossal de Sant Miquel (Llíria). 1936.
[Placa de vidrio. SIP 345]
247
[page-n-249]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
48. Vista de la ladera del Tossal de Sant Miquel (Llíria). Domingo Fletcher subido sobre una línea de piedras,
posible muralla. Hacia 1936.
[Lluís Pericot. Placa de vidrio. SIP 1.319]
248
[page-n-250]
Catálogo
49. Domingo Fletcher, Salvador Espí y José María Montañana en la ladera del Tossal de Sant Miquel (Llíria). Hacia
1950.
[Negativo B/N. SIP 1.190]
249
[page-n-251]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
50. Detalle de la excavación de la Cueva de la Cocina (Dos Aguas). Aparece un
trabajador junto al corte estratigráfico. Hacia 1942.
[Placa de vidrio. SIP 529]
250
[page-n-252]
Catálogo
51. Vista del campamento de la excavación en la Cueva de la Cocina (Dos Aguas)
situado en la era de Casa de Valle. De izquierda a derecha aparecen Enrique Pla,
Salvador Espí, José Alcácer y uno de los obreros. Hacia 1942.
[Placa de vidrio. SIP 531]
251
[page-n-253]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
52. Vista general del campamento de la excavación en la Cueva de la Cocina (Dos Aguas) situado en la era de
Casa de Valle. Hacia 1942.
[Placa de vidrio. SIP 532]
252
[page-n-254]
Catálogo
53. Grupo familiar frente a la Casa de Valle (Cueva de la Cocina, Dos Aguas). 1942-1943.
[Placa de vidrio. SIP 2.748]
253
[page-n-255]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
54. Detalle de excavación de la Cueva de la Cocina (Dos Aguas). E. Pla Ballester posa junto a una gran losa que
asoma en la cata. 1943.
[Placa de vidrio. SIP 2.715]
254
[page-n-256]
Catálogo
55. Detalle de excavación de la Cueva de la Cocina (Dos Aguas) con una persona sin identificar al fondo. 1943.
[Placa de vidrio. SIP 2.725]
255
[page-n-257]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
56. Vista del campamento de la Cueva de la Cocina (Dos Aguas) instalado junto a la era de Casa de Valle. 1943.
[Placa de vidrio. SIP 2.736]
256
[page-n-258]
Catálogo
57. José Alcácer indicando la posición de las pinturas rupestres del interior de la Cueva de la Cocina (Dos Aguas).
1943.
[Placa de vidrio. SIP 2.749]
257
[page-n-259]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
58. Mujeres preparando la comida en la excavación de la Cueva de la Cocina (Dos Aguas). 1941-1945.
[Placa de vidrio. SIP 2.514]
258
[page-n-260]
Catálogo
59. Interior de la Cueva de la Cocina (Dos Aguas) acondicionado como lugar de descanso. 1945.
[Papel. SIP D/5.712]
259
[page-n-261]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
60. Celebración de una comida en el interior de la Cueva de la Cocina (Dos Aguas).
1945.
[Papel. SIP D/5.713]
260
[page-n-262]
Catálogo
61. Francisco Jordá y Enrique Pla, sentado en un camastro, en el interior de la Cueva
de la Cocina (Dos Aguas). 1945.
[Papel. SIP D/5.714]
261
[page-n-263]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
62. Francisco Jordá y José Alcácer revisan unos dibujos durante los trabajos de calco en Dos Aguas. 1951.
[Negativo B/N. SIP 1.072]
262
[page-n-264]
Catálogo
63. José Alcácer revisa unos documentos junto a uno de los obreros durante los trabajos de calco de la pinturas
rupestres de Dos Aguas. 1951.
[Negativo B/N. SIP 1.073]
263
[page-n-265]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
64. Grupo de trabajo en la Ereta del Pedregal (Navarrés). De pie, de izquierda a derecha se encuentran Salvador
Espí, Enrique Pla y José Chocomeli. 1942.
[Pasta. SIP 1.136]
264
[page-n-266]
Catálogo
65 Vista general de la excavación de la Ereta del Pedregal (Navarrés). 1942.
[José Chocomeli. Pasta. SIP 1.142]
265
[page-n-267]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
66. Detalle de la excavación de la Ereta del Pedregal (Navarrés) con Isidro Ballester sentado a la derecha de la
imagen. Hacia 1944.
[Placa de vidrio. SIP 509]
266
[page-n-268]
Catálogo
67. Panorámica general de la excavación de la Ereta del Pedregal (Navarrés). Hacia 1944.
[Placa de vidrio. SIP 974]
267
[page-n-269]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
68. Detalle de la excavación de la Ereta del Pedregal (Navarrés). Hacia 1944.
[Placa de vidrio. SIP 977]
268
[page-n-270]
Catálogo
69. Grupo de obreros en la Ereta del Pedregal (Navarrés). Destacado en primer término se encuentra José María
Montañana. Hacia 1944.
[Placa de vidrio. SIP 978]
269
[page-n-271]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
70. Puerta oriental del yacimiento de Covalta (Albaida). En primer término aparece un muro recien excavado
(Albaida). 1919.
[Placa de vidrio. SIP 2.261]
270
[page-n-272]
Catálogo
71. Camino de acceso a la puerta oriental del yacimiento de Covalta (Albaida). 1919.
[Isidro Ballester. Placa de vidrio. SIP 3.146]
271
[page-n-273]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
72 Vista del yacimiento del Altet de Fontanars (L’Alcúdia de Crespins). Montaje realizado a partir de dos
placas de vidrio tal como se publicó en el primer número de Treballs Solts del SIP. Hacia 1912.
[Isidro Ballester. Placas de vidrio. SIP 3131-3132]
272
[page-n-274]
Catálogo
73. Mariano Jornet sentado junto a la entrada de la covacha sepulcral del Vedat (Torrent). 1931.
[Placa de vidrio. SIP 2.101]
273
[page-n-275]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
74. Detalle de la intervención en la covacha sepulcral del Vedat (Torrent). Al fondo de la imagen se distingue
un cráneo humano. 1931.
[Placa de vidrio. SIP 2.534]
274
[page-n-276]
Catálogo
75. Grupo de personas posando a la entrada de la covacha sepulcral del Vedat (Torrent). Mariano Jornet y Lluís
Pericot aparecen en el centro de la imagen. 1931.
[Papel. SIP D/5.720]
275
[page-n-277]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
76. Vista de la excavación en la Muntanyeta de Cabrera del Vedat (Torrent). 1931.
[Placa de vidrio. SIP 620]
276
[page-n-278]
Catálogo
77. Detalle de un muro en la excavación de la Muntanyeta de Cabrera del Vedat (Torrent). 1931.
[Placa de vidrio. SIP 2.102]
277
[page-n-279]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
78. Detalle de la torre de Cova Foradà (Llíria). Sobre ella se encuentra Juan José Senent y a un lado Salvador Espí.
1932.
[Pasta. SIP 2.827]
278
[page-n-280]
Catálogo
79. Ubicación del enterramiento, posiblemente eneolítico, descubierto por José Chocomeli en uno de los
abrigos de Mola Remigia (Ares del Maestrat, Castelló). 1935.
[Papel. SIP D/5.729]
279
[page-n-281]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
80. Restos de muros y una persona dentro de un foso en el Castellet del Porquet (L’Olleria). Hacia 1937.
[Placa de vidrio. SIP 2.052]
280
[page-n-282]
Catálogo
81. Detalle de los restos de un muro del Castellet del Porquet (L’Olleria). Salvador Espí es el primero de la
izquierda. El adolescente del centro de la imagen es Enrique Pla. 1937.
[Isidro Ballester. Placa de vidrio. SIP 3.128]
281
[page-n-283]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
82. Grupo de seis obreros posando en el yacimiento de La Atalayuela (Losa del
Obispo). 1946.
[José Alcácer. Pasta. SIP 3.322]
282
[page-n-284]
Catálogo
83. Grupo de obreros con Salvador Espí en primer término en el Puntal de Cambra (Villar del Arzobispo). 1948.
[José Alcácer. Pasta. SIP 1.819]
283
[page-n-285]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
84. Lluís Pericot a la entrada de la Cova de les Rates Penades (Ròtova). 1951.
[Pasta. SIP 1.010]
284
[page-n-286]
Catálogo
85. Vista de trabajos arqueológicos en el exterior de la Cova de les Meravelles (Gandia). 1953.
[Negativo B/N. SIP 1.280]
285
[page-n-287]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
86. Obreros trabajando a la entrada de la Cova de l’Or (Beniarrés, Alacant). 1955.
[Negativo B/N. SIP 1.966]
286
[page-n-288]
Catálogo
87. Grupo de obreros posando a la entrada de la Cova de l’Or (Beniarrés, Alacant). Salvador Espí es el
primero por la izquierda. 1955.
[Negativo B/N. SIP 1.973]
287
[page-n-289]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
88. Grupo familiar junto a la entrada de su casa (Bejís, Castelló). En una de las
jambas de la entrada se conserva una inscripción romana. Años 50.
[Pasta. SIP 1.815]
288
[page-n-290]
Catálogo
89. Inscripción romana. Años 50.
[Negativo B/N. SIP 1.614]
289
[page-n-291]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
90. Instalaciones del Museu de Prehistòria en la Sala Daurada del Palau de la Generalitat. 1946.
[Pasta. Arxiu Diputació València. ADPV (n.1.033)]
290
[page-n-292]
Catálogo
91. Trabajos de restauración en el Laboratorio del Museu de Prehistòria. Salvador Espí aparece sentado y José
María Montañana de pie junto a un banco. Años 40.
[Papel. D/5.721]
291
[page-n-293]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
92. Detalle de los trabajos de restauración en el Laboratorio del Museu de Prehistòria a cargo de Salvador Espí.
Años 40.
[Papel. D/5.722]
292
[page-n-294]
Catálogo
93. Visita al Museu de Prehistòria de destacados investigadores europeos. Lluís Pericot explica las Salas a
John D’A Waechter, Dorothy Garrod, Germaine Henri-Martín y Suzanne de Saint Mathurin. Salvador
Espí aparece a la izquierda de Pericot. 1951.
[Negativo B/N. SIP 3.800]
293
[page-n-295]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
94. Instalaciones del Museu de Prehistòria en el Palau de la Batlia. Vitrina con materiales de la Edad del
Bronce. Hacia 1955.
[Casa Grollo. Pasta. SIP 3.197]
294
[page-n-296]
Catálogo
95. Instalaciones del Museu de Prehistòria en el Palau de la Batlia. Sala con materiales paleolíticos. En las
paredes del fondo aparecen reproducciones de arte rupestre levantino. Hacia 1955.
[Casa Grollo. Pasta. SIP 3.198]
295
[page-n-297]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
96. Instalaciones del Museu de Prehistòria en el Palau de la Batlia. Vitrinas con materiales ibéricos. Hacia 1955.
[Casa Grollo. Pasta. SIP 3.199]
296
[page-n-298]
Catálogo
97. Instalaciones del Museu de Prehistòria en el Palau de la Batlia. Vitrinas con materiales ibéricos. Hacia 1955.
[Casa Grollo. Pasta. SIP 3.200]
297
[page-n-299]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
98. Instalaciones del Museu de Prehistòria en el Palau de la Batlia. Vista de una de las salas con materiales
fenicio-púnicos. Hacia 1955.
[Casa Grollo. Pasta. SIP 3.201]
298
[page-n-300]
Catálogo
99. Vista de la entrada del Museu de Prehistòria en el Palau de la Batlia. Hacia 1955.
[Casa Grollo. Negativo B/N. SIP 4400]
299
[page-n-301]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
100 Retrato de Juan Vilanova y Piera. Hacia 1850.
. [Daguerrotipo. SIP D/3.285]
300
[page-n-302]
Catálogo
101. Visita al yacimiento de Empúries (Girona) durante el IV Congreso Internacional de Arqueología celebrado
en Barcelona. Zona de la Torre Atalaia en la Neápolis. Apoyado en un muro y con gabardina, Juan Cabré,
a su lado Emilio Gandía y, con gafas oscuras, Isidro Ballester. Tras el muro y junto a ellos, aparecen de derecha a izquierda: Fernando Ponsell, Lluís Pericot y Pere Bosch Gimpera. El cuarto desde la parte superior
izquierda de la imagen es Gonzalo Viñes, a su lado aparece Manuel de Navarrete y delante de ellos Nicolau
Primitiu Gómez y María Encarnación Cabré, vestida de blanco. 1929.
[Papel. SIP D/5.731]
301
[page-n-303]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
102 Visita al yacimiento de Empúries (Girona) durante el IV Congreso Internacional de Arqueología de
. Barcelona. Comida celebrada en el Hotel Empúries. De pie a la izquierda de la imagen se encuentra Emilio
Gandía, al que abraza Isidro Ballester. Junto a ellos y sentados hacia el fondo, aparecen Gonzalo Viñes, Juan
José Senent, Nicolau Primitiu Gómez y Manuel de Navarrete. Al otro lado de la mesa, el tercero es Fernando
Ponsell. 1929.
[Papel. SIP D/5.732]
302
[page-n-304]
Catálogo
103. Visita a La Monravana (Llíria). De derecha a izquierda aparecen Manuel de Navarrete, Pío Beltrán
Villagrasa, Manuel Vidal y Adolf Schulten. 1932.
[Papel. SIP D/5.718]
303
[page-n-305]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
104. Visita al yacimiento del Puig (Sagunt). De izquierda a derecha aparecen Isidro Ballester, Manuel González
Simancas, Nicolau Primitiu Gómez, Pío Beltran Villagrasa y Manuel de Navarrete. 1933.
[Papel. SIP D/5.717]
304
[page-n-306]
Catálogo
105. Visita del Centro de Cultura Valenciana a la casa de Francisco Porcar (Llíria). De izquierda a derecha se
encuentran Pío Beltrán Villagrasa, Francisco Porcar, Manuel Vidal, Salvador Espí, persona desconocida,
Juan José Senent, Manuel de Navarrete, Rafael Martínez y Adolf Schulten. 1933.
[Papel. SIP D/5.715]
305
[page-n-307]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
106. Visita al yacimiento del Bancal de la Corona (Penàguila, Alacant). De izquierda a
derecha Camil Visedo, Fernando Ponsell, Vicente Pascual e Isidro Ballester. 1944.
[Papel. SIP D/5.730]
306
[page-n-308]
Catálogo
107. Domingo Fletcher y Enrique Pla en el puerto de Gandia. 1951.
[Papel. SIP D/5.719]
307
[page-n-309]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
108. Comida en un restaurante durante una visita a la Cova de les Malladetes (Barx). En primer término apa-
rece la investigadora Dorothy Garrod, a su izquierda se sitúan Luis Aveleyra, John D’A Waechter y
Germaine Henri-Martín. Lluís Pericot se encuentra sentado al otro extremo de la mesa y a su izquierda,
Suzanne de Saint Mathurin y Enrique Pla con un brazalete negro en señal de luto por la muerte de su tío
Isidro Ballester. 1951.
[Negativo B/N. SIP 3.791]
308
[page-n-310]
Catálogo
109. Excursión del Centro Arqueológico Saguntino a La Torre (Benavites). De izquierda a derecha: Miguel Vera
y Encarnación Adelantado. 1951-1952.
[Negativo B/N. SIP 1.620]
309
[page-n-311]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
110. Homenaje a Lluís Pericot en La Drova (Barx). Momento en el que se descubre la placa de la avenida con
su nombre. 1953.
[Negativo B/N. SIP 1.029]
310
[page-n-312]
Catálogo
111. Instantánea del homenaje a Lluís Pericot en La Drova (Barx) situado a espaldas de Domingo Fletcher. Entre las
personas del fondo se distingue de derecha a izquierda a Sancho, Rafael Fambuena, José Alcácer y Salvador
Espí. 1953.
[Negativo B/N. SIP 1.033]
311
[page-n-313]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
112. Vista general de la plaza de La Drova (Barx) donde se desarrolla el homenaje a Lluís Pericot. 1953.
[Negativo B/N. SIP 1.036]
312
[page-n-314]
Catálogo
113. Discurso de Lluís Pericot durante el homenaje que recibió en La Drova (Barx).
1953.
[Negativo B/N. SIP 1.038]
313
[page-n-315]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
114. Despachos del SIP. En primer plano a la derecha se encuentra Rafael Fambuena. Al fondo, sentados en la
misma mesa, Francisco Jordá y Domingo Fletcher, y de espaldas, Enrique Pla. Hacia 1955.
[José María Penalba. Papel. SIP D/5.736]
314
[page-n-316]
Catálogo
115. Visita al Museu de Prehistòria del Grupo Cultural de Empleados del Banco de Bilbao («Bancobao») en
Valencia. En el centro de la imagen, Domingo Fletcher explica una de las salas junto a la réplica de la Dama
d’Elx. 1958.
[Papel. SIP D/5.735]
315
[page-n-317]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
116. «Dama de Elche viviente» (Victoria García) elegida por el Patronato Histórico Artístico Cultural de Elche.
1950.
[Casa Monferval. Papel. SIP D/5745]
316
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VALL, M. A. (1969): «La cabeza de pasta vítrea
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sobre las excavaciones practicadas». En
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las excavaciones en la necrópolis ibérica de La Albufera de Alicante (19341936). MARQ, serie mayor 4, Alicante,
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(1995): «Homenaje al ilustre naturalista
José Royo Gómez (1895-1961)». Boletín
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y antigüedad del hombre. Imprenta de
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(2004): Homenaje a José Royo Gómez.
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WATTENBERG, F. (1963): Corpus Vasorum
Hispanorum. Las cerámicas indígenas de
Numancia. CSIC, Instituto Español de
Prehistoria, Diputación Provincial de
Valladolid, Madrid, 256 p.
329
[page-n-331]
VOLVER
LA MIRADA.
LAS
PERSONAS DE LA INSTITUCIÓN
El trabajo del SIP en la primera mitad del siglo xx contribuyó a impulsar la arqueología valenciana. Quienes
fundaron y formaron la institución, perceptibles hoy tras el museo y los objetos que lo forman, convirtieron
la historia del servicio en parte de sus vidas, al igual que éstas protagonizan también cuanto aquí se narra.
Hoy volvemos la mirada hacia aquellas personas que imaginaron realidad sus ilusiones. Que estas páginas...
sirvan de homenaje a su labor.
[page-n-332]
Ballester Tormo, Isidro
Pericot Garcia, Lluís
Fletcher Valls, Domingo
Pla Ballester, Enrique
(Nerpio, Albacete, 1876 - Valencia, 1950)
Fundador y director del SIP de la Diputación
de Valencia y su Museo de Prehistoria, de 1927 a 1950.
(Valencia, 1912 - 1995)
Agregado del SIP desde 1931, director del SIP
entre 1950 y 1982.
(Girona, 1899 - Barcelona, 1978)
Subdirector del SIP entre 1928 y 1950.
(Ontinyent, 1922 - Valencia, 1988)
Agregado del SIP en 1940, subdirector del Servicio
entre 1950 y 1982, y director entre 1982 y 1987.
331
[page-n-333]
Jornet Perales, Mariano
Viñes Masip, Gonzalo
Ponsell Cortés, Fernando
Gómez Nadal, Emili
Espí Martí, Salvador
Vidal y López, Manuel
Jiménez Navarro, Ernesto
San Valero Aparisi, Julián
Chaume Aguilar, Josefa
(Bélgida, 1869 - 1953)
Colaborador del SIP desde
1928.
(Valencia, 1907 - Valence
d’Agen, Francia, 1994)
Agregado del SIP en 1930.
(Buñol, 1911 - 1968)
Agregado del SIP en 1931 y
colaborador en 1932
332
(Xàtiva, 1883 - Vallés, Xàtiva
1936)
Colaborador del SIP desde
1928.
(Atzeneta d’Albaida, 1891 Aielo de Malferit, 1965)
Restaurador y capataz de excavaciones del SIP desde 1929.
(Valencia, 1913 - 1998)
Agregado del SIP desde 1931.
(Alcalá de la Jovada, 1898 Alcoi, 1975)
Colaborador del SIP desde
1928.
(Valencia, 1885 - 1959)
Agregado del SIP desde 1931.
(Valencia, 1901 - 1982)
Agregada del SIP en 1932.
[page-n-334]
Chocomeli Galán, José
Porcar López, Francisco
Alcácer Grau, José
Jordá Cerdá, Francisco
Visedo Moltó, Camilo
Pascual Pérez, Vicente
Gómez Serrano, Nicolau
Primitiu
Senent Ibáñez, Juan José
Porcar Ripollés, Juan
Bautista
(Xàtiva, 1893 - 1946)
Agregado del SIP desde 1935.
(Alcoi, 1914 - Madrid, 2004)
Colaborador del SIP desde
1935.
(Sueca, 1877 - Valencia, 1971)
Director de la Sección
de Prehistoria del Centro de
Cultura Valenciana en 1928.
(Llíria, 1868 - Valencia, 1948)
Agregado del SIP desde 1935
y colaborador desde 1938.
(Alcoi, 1876 - 1958)
Agregado del SIP desde 1940.
(Massarrojos, Valencia, 1883 Valencia, 1948)
Director de número del Centro
de Cultura Valenciana.
(Valencia, 1910 - 1977)
Agregado del SIP desde 1935.
(Alcoi, 1917 - 1976)
Agregado del SIP desde 1944.
(Castellón, 1889 - 1974)
Pintor y especialista en temas
de arte rupestre.
333
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[page-n-336]
Este libro se terminó de imprimir
el día 20 de octubre de 2006,
fecha en la que se cumplían 79 años
de la creación del Servicio
de Investigación Prehistórica.
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[page-n-338]
El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
Mauro Severo Hernández Pérez / Rosa Enguix AlemanyPag. 17-32descarregarIsidro Ballester Tormo y la creación del Servicio de Investigación Prehistórica
María Jesús de Pedro MichóPag. 47-66descarregarLas primeras publicaciones del SIP: Archivo de Prehistoria Levantina, Memorias anuales y Treballs Solts/Trabajos Varios
Joaquim Juan Cabanilles / Manuel Gozalbes Fernández de PalenciaPag. 83-94descarregarLa Biblioteca del Servicio de Investigación Prehistórica
Consuelo Martín Piera / Yolanda Fons GrauPag. 95-104descarregarEl Archivo Fotográfico del Servicio de Investigación Prehistórica
Ángel Sánchez Molina / Carlos Ferrer GarcíaPag. 105-118descarregarLa Covalta y Casa del Monte, dos pájaros de un tiro
Consuelo Mata Parreño / Lucia Soria CombadieraPag. 119-124descarregarLa colección Ponsell y los vínculos de Alcoi con el SIP
José María Segura MartíPag. 125-130descarregarLas colecciones de Ibiza y Ampurias en el Museo de Prehistoria de Valencia
Carlos Gómez BellardPag. 131-134descarregarLa Statera de la Colección Federico Motos
Rosa Albiach Descals / Rafael Pérez MínguezPag. 135-140descarregarUn plomo escrito y un jinete de bronce. Percepciones y usos de dos piezas de la Bastida de les Alcusses
Jaime Vives-Ferrándiz SánchezPag. 141-148descarregarLa colección de plaquetas de la Cova del Parpalló (Gandia)
Valentín Villaverde BonillaPag. 149-156descarregarPrimeros estudios en torno a la fauna musteriense de la Cova Negra de Xàtiva
Alfred Sanchis Serra / Inocencio Sarrión MontañanaPag. 163-170descarregarEl Laboratorio de Restauración del Museo de Prehistoria de Valencia
Trinidad Pasíes Oviedo / María Amparo Peiró RondaPag. 171-176descarregarCorpus Vasorum Hispanorum. Cerámica del Cerro de San Miguel. Liria
Carmen Aranegui GascóPag. 197-202descarregar