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RCHIVO
0€
R€HISTO~IA L EVANTINA
J-loMEHAJE
A O.
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fu:rCHER
To.Mo 1
S ERVICIO DE INvES11GN:J6N P R'EHISTORICA
DE
u f:'xc~. D
IPV'fACION P RoVINCJAL oEVALENCIA
VOL XVII
VALENCIA t1CML~XXVII
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
XVII
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ARCHIVO
DE
PREHISTORIA LEvANTINA
HOMENAJE A D. DOMINGO FLETCHER VALLS
TOMO I
SERVICIO DE INVESTIGACION PREIDSTORICA
DE LA EXCELENTISIMA DIPUTACION
PROVINCIAL DE VALENCIA
VOL. XVII
VALENCIA, MCMLXXXVll
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L8.B.N.--M-MH818-0
LS.8.N.-021o-3230
DBPOSli'O LEGAL-V. 868-11187
EDITORIAL F. DOMBNBCH, S. A.-Grclll, 12. 46014 Valeada
IMPRESO EN BSPAfíA
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EXCMO. SR. D. DOMINGO FLETCHER VALLS
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INTRODUCCION
El dta 13 de junio de 1984laExcelentCsirnaDiputaci6n de Valencia
ofreció un homenaje a Domingo Fletcher Valls que, durante treinta y dos
años, estuvo ·al frente del Servicio de Investigación Prehistórica, con
motivo de hacerle entrega del nombramiento de Director Honorario del
mismo. El acto de homenaje se celebró en el Ateneo Mercantil de Valencia, patrocinado por la Corporaci6n Provincial y presidi.do por el Excmo.
Señor Don Antonio Asunción Hemández. En él, entre otras intervenciones más o menos protocolarias, pronunció una conferencia sobre el
«Estado actual de los Estudios Ibéricos», el Excmo. Señor Don Antonio
Tovar Llorente, de la Real Academia Española.
Entre los asistentes al acto se repartió un folleto (<
Domingo Fletcher Valls- 13 de junio de 1984- Valencia, 1984»), en el
que, además del texto de la conferencia del Dr. Tovar, se publicó una
b~eve .~t~ ~ibliográ(jca del fl.l!~~j~ac!l! ;Y ~~ cpn:'pleta_ .~ibliografía.
Con posterioridad a dicho acto, la Dirección del Servicio de Investigación Prehistórica pensó que, para que tal acontecimiento no quedara
reducido a un efúnero acto, se editarian.. unos volúmenes de la revista de
este Centro ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA, dedicados a
Domingo Fletcher Valls, el primero de los cuales es el que ahora
presentamos.
En él, además de la conferencia del Excmo. Señor Don A. tonio
n
Tovar Llorente y de la biografia y bibliografia de Domingo Fletcher
Valls, que formaban parte del folleto mencionado y que por el carácter
del r.Usmo tuvo una limitada difusión, se publican una serie de estudios
de diversos investigadores que han estado siempre en contacto con el
Servicio de Investigaci6n Prehistórica.
Como se puede ver no colabora en este volumen ningún investigador
residente en tierras valencianas, ya que es proyecto de esta Direcci6n
dedicar otro volumen e!f. homenaje a Domingo Fletcher Valls en el que
sólo participen es~osos de la Comunidad Valenciana.
E. P. B.
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ENRIQUE PLA BALLESTER
DOMINGO FLETCHER VALLS
Es para mí una satisfacción trazar la semblanza de quien ha sido
durante más de treinta años el titular del puesto que, en la actualidad y
por causas meramente cronológicas, ocupo, y que, aunque administrativamente fuera un superior, en realidad ha sido siempre un amigo, un
compañero de trabajo con el que he compartido las alegrías y los temores, más las primeras que los segundos, que durante el transcurso de
tantos años ha deparado la consolidación primero y la expansión después del Servicio de llivestigación Prehistórica. Lii compenetración de
ambos en el interés y el esfuerzo por el desarrollo científico del Servicio ha sido absoluta, por lo que pudimos mantener el que se ha venido
llamando espfritu del Seroicio, heredado de Don Isidro Ballester
Tormo y cuyas características principales han sido la plena y absoluta
dedicación a sus tareas, la modestia personal, la independencia científica, la escueta publicidad respecto a los yacimientos y lugares de interés arqueológico, la más estricta vigilancia de las excavaciones y la
absoluta negativa a ser objeto de elogios y alabanzas públicas.
Efectivamente, Domingo Fletcher Valls ha sido y, afortunadamente sigue siéndolo, refractari<;> a todo protagonismo, incluso en
aquellos hechos en los que jugó un papel decisivo, y en los que, favoreciendo al Servicio, se mantuvo en un segundo plano. A pesar, podríamos decir, de sus esfuerzos, ha llegado a alcanzar, internacionalmente
y en el mundo científico, un justo y merecido reconocimiento.
Nació Domingo Fletcher Valle en la ciudad de Valencia, el19 de
agosto de 1912, en el seno de una modesta familia de la que él fue el
único varón.
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2
E. PLA BALLESTER
Sus estudios de Bachillerato los cursó en nuestro entrañable Instituto Luis Vives, de donde pasó a estudiar la caiTera de Filosofía y
Letras en nuestra Universidad, licenciándose en 1934 con Premio
Extraordinario.
Fueron sus años universitarios decisivos para el futuro de
Domingo Fletcher, por la feliz circunstancia de haber coincidido en la
Universidad con los profesores Don Luis Gonzalbo París, catedrático
de Arqueología, Epigrafía y Numismática y Don Luis Pericot García
que, por uno de esos absurdos tan frecuentes en la provisión de cátedras, siendo ya un prehistoriador conocido, ocupaba la Cátedra de
Historia Moderna y Contemporánea de España, pero que explicó un
curso libre de Prehistoria, al que tuvo acceso Domingo Fletcher. La
colaboración del Dr. Pericot García con Don Isidro Ballester Tormo,
que por entonces acababa de fundar el Servicio de Investigación Prehistórica, fue la causa de que sus alumnos más aficionados a la
Arqueología y Prehistoria, entre los que se contaba Domingo Fletcher,
frecuentaran este organismo y colaboraran en sus investigaciones y
excavaciones. P or ello, Domingo Fletcher fue nombrado en 1931 agregado del Servicio y en 1932, colaborador, puestos totalmente gratuitos
y en los que desaiTolló una brillante labor de estudio y prospección.
Este contacto con el Servicio ya no dejaría de mantenerse hasta nuestros días.
Durante el curso 1934-1936, realizó en la Universidad Central los
cursos de Doctorado, siendo esta primera estancia en Madrid también
fructüera;- pues ·tuVO·ocasión de-entrar en contacto con el granmaestro
de la Prehistoria, el Dr. Hugo Obermaier y con el especialista en
arqueología pre-romana Don Antonio García y Bellido. En el curso de
1936-1936, estuvo de profesor ayudante de las cátedras de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Central. Y fue durante estos años
cuando publicó sus primeros estudios: «Art Rupestre. Al voltant de
les troballes de Castelló» en la revista que entonces se publicaba en
Valencia República de les Lletres (193 6), «Nuevas aportaciones gráficas para el conocimi·e nto de la Etnografía ibérica», en Investigación y
Progreso (Madrid, 1936) en el que daba las primeras noticias sobre el
Tos sal de Sant Miquel de Llíria en una revista científica a nivel nacional, y «El poblado ibérico de San Miguel de Liria», en el periódico
ABC, del día 30 de enero de 1936.
También durante el curso de 1936-1936 fue profesor de Arquitectura y Escultura en los cursos para extranjeros organizados por la Universidad e entral.
Desde el año 1936 hasta después de 1939 su permanencia en filas
fue una interrupción en su vida universitaria y científica. No obstante,
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DOMINGO FLETCHER VALLS
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las pocas veces que pudo gozar de permisos fueron suficientes para
que no perdiera el contacto con el Servicio de Investigación Prehistórica y con los demás centros culturales, actuando, cuando las circunstancias lo permitieron, de secretario de la Sección Histórico-Artística
de l'Institut d'Estudis Valenciana, organismo que, a pesar de su efímera vida, realizó durante los tres años que duró la guerra civil una
importante y meritoria labor. Fue bajo el patrocinio de este Institut,
que había acogido en su seno al Servicio de Investigación Prehistórica
que pudo publicar su folleto «Breus notes sobre el poblat iberic de St.
Miquel de Llíria», que constituyó el número 2 de una serie de publicaciones de dicho Servicio que bajo el epígrafe de Serie de Treballs Solts
se iniciara en 1937 y que, transformándose en la Serie de Trabajos
Varios, todavía se continúa publicando.
Terminada la guerra civil volvió Domingo Fletcher a la Universidad Central, colaborando con el profesor Don Julio Martínez SantaOlalla, de cuya cátedra de Historia Primitiva del Hombre fue profesor
ayudante durante el curso de 1940-1941.
Su fecunda labor y preparación científica en la Universidad Central hubo de interrumpirse en 1941 por el fallecimiento de su padre y
la necesidad que tuvo de dedicarse a tareas no científicas durante
algunos años, pues no hemos de olvidar que, como se dijo al principio,
era el único hijo varón de la familia. Entonces dio clases en varios centros privados de enseñanza de Valencia y, hasta 1950, trabsjó en una
empresa comercial totalmente sjena a sus aficiones, pero en la que
desarrolló una actividad tan · idónea · como cortespondía a· su
carácter.
A pesar de estos inconvenientes, Domingo Fletcher no dejó nunca
de estar en contacto con la arqueología. Su relación con el Seminario
de Historia Primitiva del Hombre de la Universidad Central, le había'
conectado con la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas,
dependiente de la Dirección General de Bellas Artes, la que durante
los años 1941 a 1944le designó para la dirección de varias campañas
de excavaciones, entre las que debemos destacar como muestra, además, del amplio espectro de sus conocimientos, las que realizara en los
niveles de la Edad del Bronce de la Cueva de la Pileta, en Benaoján
(Málaga); las del poblado ibérico del Cabezo del Tío Pío, en Archena
(Murcia), y las de la necrópolis visigótica de Castiltierra (Segovia). El
Servicio de Investigación Prehistórica, con el que seguía manteniendo
un estrecho contacto, le encargó, en 1941, la excavación del yacimiento romano de El Secano, de Monforte del Cid (Alacant), donde en
1936 ya había efectuado una prospección y, en 1946, la del poblado
ibérico de la Cueva y Torre del Mal Paso, en Castellnovo (Castelló).
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E. PLA B.ALLESTER
Al ser creada en Valencia el día 26 de marzo de 1945 la Sección de
Prehistoria del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, adscribiéndola al Servicio de Investigación Prehistóli.ca, Domingo Fletcher fue nombrado secretario de la Sección, cargo que ocupó hasta
1953. Igualmente durante estos años y a partir del cw·so 1945-1946
fue profesor de clases prácticas de la Facultad de Filosofía y Letras de
la Universidad de Valencia. Y en 1948 fue nombrado director de
número del Centro de Cultura Valenciana, distinción que se hizo firme
al leer el día 3 de mayo del año siguiente su discurso de ingreso.
A la muerte de Don Isidro Ballester Tormo, director del Servicio
de Investigación Prehistórica, el día 13 de agosto de 1950, la Excma.
Diputación Provincial de Valencia nombró, para sustituirle, a
Domingo Fletcher Valls, que tomó posesión del cargo el día 1 de septiembre siguiente, iniciándose entonces la etapa más brillante de su
vida y de la del Servicio, y lo que significó que, al poco tiempo, fuera
uno de los investigadores en esta ciencia de mayor prestigio de
toda la Península.
Domingo Fletcher se encontró frente a una situación poco favorable en aquellos momentos. El Servicio de Investigación Prehistóli.ca
era ya un organismo científico consolidado administrativamente, de
amplio prestigio entre los investigadores nacionales y extranjeros,
pero con muchas carencias debidas, principalmente, a la escasez de
personal y con un problema de primerísima importancia: 1.8 prácticamente inexistencia del Museo de Prehistoria.
El detentar en tal momento la representación de la Prehistoria
valenciana, junto a su prestigio científico, fue la causa de que ese
mismo año de 1950 se le nombrara delegado provincial de Excavaciones Arqueológicas por la Dirección General de Bellas ~s, cargo que
desempeñó, como en él es habitual, con toda dedicación y autoridad,
intentando, con los escasos medios de que disponía, controlar todas
las excavaciones, prospecciones y rebuscas que se realizaban en el
territorio de su jurisdicción. En 1951 se le designó vocal permanente
de la Comisión Organizadora de los Congresos Arqueológicos
Nacional~s.
Durante estos primeros años de la Dirección de Domingo Fletcher
se encauzó casi toda la actividad del Servicio a la ampliación de las
relaciones científicas y bibliográficas con organismos e instituciones
dedicados a la Prehistoria y a la Arqueología, tanto nacionales como
extranjeros, y al incremento o iniciación, en su caso, de los ficheros y
archivos que facilitaran la labor investigadora. Fue por estos años también cuando se empezaron a tener ayudas personales - gratuitas,
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DOMINGO FLETCHER VALLS
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naturalmente-, de postgraduados universitarios dedicados a nuestras materias.
Las tareas de excavaciones y publicaciones fueron reemprendidas
rápidamente e incrementadas dentro de lo que las disponibilidades
económicas del Servicio lo permitieron, debiendo destacar que el espíritu de austeridad de Domingo Fletcher, heredado sin duda de su antecesor Don Isidro Ballester Tormo hizo que fueran espléndidos los
resultados.
A pesar de su tendencia a no tomar parte en cursos y reuniones,
más o menos científicos, que se celebraban, y se siguen celebrando,
bajo el patrocinio de organismos nacionales y extranjeros, exceptuando los de imprescindible asistencia como los Congresos Nacionales de Arqueología, las reuniones del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, etc., en julio de 1951, e invitado por el profesor Nino
Lamboglia, director dellstituto Intemazionale di Studi Liguri, con el
que siempre le unió una gran amistad, tomó parte en los Cursos Internacionales de Estudios Ligures, pronunciando el día 25 de dicho mes,
en el Museo Bicknell, de Bordighera {Italia), una conferencia sobre
<
El Consejo Superior de Investigaciones Científicas nombró a
Domingo Fletcher, en 1953, jefe de la Sección de Prehistoria en Valencia. La Dirección de Bellas Artes le designó, en 1954, apoderado del
Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional, con jurisdicción regional, puesto al frente del cual consiguió logros muy destacables; Y en- concepto·de·ta:l;·la-mi:sma· Bire-cción General-le·nombl'6~-e--n
1955, director técnico de las obras de restauración del Teatro Romano
de Sagunto, consiguiendo en los años que estuvo al frente de ellas que
se efectuaran grandes progresos y se encauzara el plan de trabajos
para el futuro.
A principios del mes de septiembre de 1955, la Excma. Diputación
de Valencia hizo entrega al Servicio de Investigación Prehistórica de
unos nuevos locales en el Palau de la Batllia, edilicio situado en la plaza
de Manises y enfrentado con elPalau de la Generalitat, para que instalara en ellos todas sus dependencias. El día 16 de dicho mes se inició
el traslado de todas las que quedaban en el Palau de la Generalitatdespachos, biblioteca, laboratorios, almacenes y sala de la Cultura
Ibérica del Museo- a los nuevos locales, a los que, también, una vez
terminado el traslado de éstas, se llevaron las vitrinas del Museo que
había en el Palau del Temple.
Y en estos locales y durante veintiocho años, Domingo Fletcher
Valla, trabajó, estudió e investigó intensamente, no sólo dedicado a la
organización y funcionamiento del Servicio, que a pesar de las insufi-7-
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6
E . PLA BALLESTER
ciencias materiales, alcanzó bajo su dirección un elevado nivel en el
campo de la investigación que le situó entre los primeros de España,
sino también a la edición de los estudios sobre Prehistoria, propios y
ajenos, que incrementaron de forma espectacular las publicaciones
del Servicio.
Este período de casi treinta años, que podemos considerar de
plena madurez, colocó a Domingo Fletcher en un lugar preeminente en
los estudios ibéricos y, en especial, en los relativos a la epigrafía, en
cuyo campo es actualmente una de las primeras figuras mundiales.
Aunque sus investigaciones en estos temas se iniciaron muy pronto,
fue a raíz de la preparación de la recopilación de letreros ibéricos para
ser publicados en el libro «Inscripciones ibéricas del Museo de Prehistoria de Valencia» aparecido en 1953, cuando Domingo Fletcher encaminó sus principales y más fructuosas investigaciones hacia este
campo. La cantidad de estudios que a él ha dedicado puede verse en la
bibliografía que a continuación se da. De la calidad no soy yo el más
indicado para hablar, pero los elogios y opiniones de ilustres especialistas en la materia, así lo han puesto de manifiesto. Pero no fue sólo
entxe los temas de epigrafia entxe los que destaca Domingo Fletcher: sus
estudios sobre arqueología y etnografía de los iberos han sido fundamentales en el progreso del conocimiento de·estos antepasados nuestros. Desde sus primeros escarceos con la arqueología valenciana, fue
el yacimiento del Tossal de Sant Miquel de Llíria objeto de sus preocupaciones, las que han perdurado hasta nuestros días. La publicación
·· eh 1960 de·su monografía «Problemas de la Cultura Ibérica»·fue·fundamental en los estudios del iberismo: Podemos afirmar sin ninguna
clase de reservas que fue el punto de partida de las generaciones
actuales que se dedican a esta específica fase de la historia valenciana
antigua. Y, después de casi un cuarto de siglo de haber sido publicada,
exceptuando algunos aspectos muy particulares, sigue· gozando de
vigencia. Y simultaneando con sus estudios sobre epigrafía, ha seguido
preocupándose de los demás aspectos del iberismo, como lo prueban
sus publicaciones sobre la «Cueva y Torre del Mal Paso», en Castellnovo; los dos volúmenes sobre «La Bastida de les Alcuses», de Moixent (1965 y 1969); el extraordinario estudio de la necrópolis de «La
Solivella», de Alcalá de Xivert (1965); el del poblado de «El Solaig»,
de Betxí, y, entre otros, el de la necrópolis de «L'Orleyl», de Vall
d'Uxó.
Pero sus estudios e investigaciones no se han limitado a temas de
nuestra Cultura Ibérica. El espectro de sus conocimientos ha abarcado, con autoridad, todo el campo de la Prehistoria valenciana, desde
el Paleolítico y Mesolítico hasta tiempos ya Protohistóricos y de Hiato-8-
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DOMINGO FLETCHER VALLS
7
ria de la Antigüedad: desde unas <
publicada en 1941 y unas equilibradas síntesis sobre el Paleolítico y
Mesolítico valencianos aparecidas dos en 1956 y una en 1958, hasta el
estudio de la cripta visigótica de «El Romaní» de Sollana, pasando por
temas neolíticos (véase Bibliografía inserta después, en 1956 y 1963),
eneolíticos (sus estudios sobre «La Ladera del Castillo», de Chiva, en
1957, y sobre «La Ereta del Pedregal», de Navarrés, en 1961), de la
Edad del Bronce («Castillarejo de los Moros», de Andilla, en 1950;
«La Mun~yeta de Cabrera», del Vedat de Torrent, en 1956, y «La
Ereta del Castellar», de Villafranca, en 1968) y de época romana
(1955, 1956, 1958, 1959, 1964·y 1966, entre otros muchos), debiendo
destacarse aquí los publicados sobre la famosa e incógnita Tyris y la
Valentía romana (1953, 1954 y 1962).
La labor divulgadora de Domingo Fletcher ha sido muy amplia,
con multitud de artículos en los medios de comunicación valencianos y
en revistas y publicaciones locales, por lo que sólo mencionaremos su
pequeño libro <
q~e eran escasos los manuales de Prehistoria, llegó hasta a ser recomendada en algunas Universidades españolas.
La labor editorial del Servicio, bajo la dirección de Domingo Fletcher, se incrementó de forma notable; De la Serie «Archivo de Prehistoria Levantina» se publicaron catorce tomos y de la «Serie de
Trabajos·Varios»; sesenta ydos·. Además; se editaron nuevos libros o
folletos de di~erso tipo y, anualmente, las memorias de actividades.
En todas estas series, además de ser preparadas y corregidas personalmente por Domingo Fletcher, él mismo publicó un buen número de
trabajos y monografías, del más alto interés.
Su obligada permanencia en el despacho de la Dirección, con toda
su carga burocrática, redujo en gran manera su actividad prospectora
y excavadora, de manera que para efectuar muchas de las prospecciones que llevó a cabo, aprovechaba los días de fiesta, en los que el Servicio y su Museo estaban cerrados. Su labor de excavaciones se
concretó a las de la «Cova Negra», de Xativa (1950 y 1953), de la
«Cova de les Rates Penades», de Rótova (1951}, de la necrópolis
romana de «Les Foies», de Manuel (1951), del «Tossal del Sant
Miquel», de Llíria (1951 y 1953), de la cripta visigótica de «El
Romaní», de Sollana (1952), el salvamento, en colaboración con el
Excmo. Ayuntamiento de Valencia,' de un mosaico romano en la calle
del Reloj Viejo (1952), la excavación de una covacha eneolítica en la
«Ladera del Castillo», de Chiva (1953), la de la necrópolis ibérica de
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8
E. PLA BALLESTER
«La Solivella», de Alcalá de Xivert (1961), y a los trabajos en «ElFossaret», de la Catedral de Valencia (1963). He dejado aparte sus estudios sobre los acueductos romanos de Riba-roja, porque su realización
retrata perfectamente una faceta de su carácter. Aprovechando los
fines de semana y los períodos de vacaciones, en los que se trasladaba
a la casa que posee en dicha población, en lugar qe dedicarse al descanso, empleó su tiempo libre en recorrer un buen número de kilómetros, durante dos o tres años a partir de 1952, fotografiando, sacando
croquis de plantas y perfiles y estudiando los restos de tales conducciones de agua. Y fue una labor providencial., pues gracias a sus estudios podemos tener una idea bastante completa de ellos, ya que en la
actualidad algunos acueductos han desaparecido y apenas quedan restos de los· demás, a pesar de los esfuerzos realizados por Domingo
Fletcher ante las autoridades locales y provinciales.
Su labor, por muy callada que intentara que fuera, sobrepasó los
límites del Servicio y transcendió a organismos no específicamente
arqueológicos y provinciales. Por la labor efectuada en defensa del
Patrimonio Histórico-Artístico, fue nombrado, en 1959, vocal del
Comité Ejecutivo de los Congresos Nacionales de Arqueología y delegado de los mismos en tierras valencianas¡ en 1960, jefe del Servicio
de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional en las Jefaturas de Servicios de Protección Civil; en 1967, y por el Excmo. Ayuntamiento de
Valencia, cronista oficial de la ciudad; en 1971, vocal de la Comisión
Nacional de Defensa del Arte Rupestre¡ en 197 4, vocal del Patronato
del·Maseo de-Bellas Artes ..de -Valencia;-y en ·19·79; vocal de·la ·J unta
Superior de Excavaciones y Exploraciones. Todos estos puestos, algunos de ellos ubicados en Madrid, fueron servidos lealmente por
Domingo Fletcher Val1s que, sin abandonar sus obligaciones en el Servicio de Investigación Prehistórica, acudió regularmente a las reuniones a las que se le convocaban, lo que es una muestra más de su
capacidad de trabajo.
La organización del Servicio fue uno de los objetivos primordiales
de Domingo Fletcher. La Biblioteca, que contaba alrededor de 2.000
volúmenes cuando se hizo cargo de la Dirección, alcanzaba un número
superior a los 23.000 cuando, el18 de agosto de 1982, se jubiló. Los
departamentos de trabajo fueron debidamente atendidos, creándose
unos ficheros de yacimientos arqueológicos valencianos, otros de artículos y estudios sobre arqueología que han servido para la confección
de los «Repertorios de Bibliografía Arqueológica Valenciana», otros
de fotograbados que han resultado muy útiles para la reutilización de
gráficos en las publicaciones y otro, de material fotográfico, conteniendo las indicaciones necesarias para poder utilizar los más de
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DOMINGO FLETCHER VALLS
9
13.000 negativos que posee el Servicio. Sin contar los que contenían la
relación de los fondos arqueológicos, guardados en los almacenes, y
que permitieron en todo momento y con rapidez, poder consultar cualquier objeto que hubiera en ellos.
Todos estos medios de trabajo hicieron que el Servicio fuera el
lugar al que acudieran los estudiantes de nuestra Universidad para la
realización de sus trabajos de curso, de sus Tesis de Licenciatura y de
sus Tesis de Doctorado, para la ampliación de sus estudios, a todos los
cuales aconsejaba Domingo Fletcher, les aclaraba conceptos y les ayudaba plena y totalmente. Podemos decir, sin exagerar, que las actuales
generaciones de prehistoriadores y arqueólogos, algunos de cuyos
componentes ocupan puestos docentes de la Facultad de Geografía e
Historia o se hallan al frente de organismos de investigación, han
pasado por el Servicio y han recibido sus consejos y aclaraciones, por
lo que puedo afirmar la existencia de una escuela de Arqueología y
Prehistoria valenciana en la que el Servicio de Investigación Prehistórica ha jugado un primordial papel, debido principalmente a los conocimientos y personalidad de Domingo Fletcher.
Sus merecimientos le hicieron acreedor a que algunas sociedades e
instituciones científicas le acogieran en su seno. Así, en 1949 fue nombrado correspondiente de la Associa~ao dos Arqueólogos Portugueses
de Lisboa; en 1950, correspondiente de la Société Préhistorique de
l'Ariege de Tarascon-sur-Ariege; en 1954, correspondiente delDeutschen Archaologischen Instituts de Berlín; en 1959, correspondiente de
la Hispanic Society of America. de.New York, sociedad que en 197 4lo
elevó a la categoría de miembro de la misma, y, en 1967, académico
correspondiente de la Real Academia de la Historia. Con posterioridad a su jubilación, la Excma. Diputación·Provincial de Valencia le
nombró director honorario del Servicio en solemne acto celebrado el
día 13 de junio de 1984, y la Universidad de Valencia le invistió Doctor
Honoris Causa el día 29 de noviembre de 1985.
.
Y por las mismas razones, obtuvo el Premio «Martorell», N~cional
de Arqueología concedido por el Excmo. Ayuntamiento de Barcelona ·
en 1957 por su estudio sobre el poblado ibérico de La Bastida de les
Alcuses, y en ese mismo afto el Premio «Conde de Lumiares», patrocinado por la Comisión Provincial de Monumentos de Alicante por su
Bibliografía Arqueológica de tal provincia; aftos después se le otorgaba el «Cerdá Reig» del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y de la Institución «Alfonso el Magnánimo» de la Excma.
Diputación Provincial de Valencia, por su labor investigadora.
También ha sido designado Coloso del País Valenciano (afto 1977),
Palleter d'Honor (en 1981) y Llama Rotarya (1985).
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E. PLA BALLESTER/M.• VICTORIA GOBERNA
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Aunque jubilado el día 19 de agosto de 1982, no ha inteiTUm.pido
su colaboración con el Servicio ni, mucho menos, la continuación de su
labor investigadora. Todos, o casi todos los días posteriores a su jubilación, y por ventura para los que hemos tenido que recoger la antorcha de sus manos, Domingo Fletcher V alls viene a la Biblioteca, donde
consulta datos para sus futuros trabajos y se mantiene al día de las
novedades que en la bibliografia arqueológica van surgiendo.
Puede estar seguro Domingo que los que todavía permanecemos
en el Servicio procuraremos mantenerlo siguiendo las directrices que
marcó y, dentro de nuestras posibilidades, continuaremos intentando
que siga siendo el centro valenciano de investigación que él, durante
tantos años, deseara.
BffiLIOGRAFIA DE DOMINGO FLETCHER VALLS
Por MARIA VICTORIA GOBERNA VALENCIA
1935
Art Rupestre. Al voltant de les troballes de C'astelló. República de les Lletres, núm.
4, Valencia, 1935. págs. 13-14.
1936
Nuevas aportaciones gráficas para el conocimiento de la Etnograffa ibérica. Investigación y Progreso, X, núm. 3, págs. 65-69. Madriél.
· · El·poblado·ibéric
1937
Breus notes sobre el poblat iberic de Sant Miquel de Lltria. Valencia, Servei d'Investigació PrehistOrica (Serie de Treballs Solts, núm. 2).
Recensión. A. Berthelot, Festus Avienus. Ora Maritima. Emerita, IV, Segundo,
págs. 7-13.
1939
Notas sobre el Paleolítico superior. Ampurias, I, págs. 101-107.
1940
El poblado ibérico de Rochina. Actas y Memorias de la Sociedad Española de
Antropolog{a, Etnograf(a y Prehistoria (Atlantis), XV, págs. 120-140.
El poblado ibérico de la Monravana (Liria). Archivo Español de Arqueolog(a, núm.
41, págs. 131-132.
Recensión. A. Garcfa y Bellido, Los hallazgos griegos en E spaña. Saitabi, 2, págs.
17-18.
Recensión. O. Menghin, Weltgeschichte der Steinzeit. Saitab~ 2, págs. 101-107.
1941
Notas sobre el Paleolftico superior. Actas y Memorias de la Sociedad Española de
-12-
[page-n-19]
BmLIOGRAFJA DE DOMINGO FLETCHER
11
Antropolog(a. Etncgraf(o. y Prehistoria (Atlantis), XVI, 1/2, pág. 80-89.
El poblado ibérico de San Miguel de Liria. Actas y Memprias de la Sociedad Esparlola ck Antropolog{a, Etncgraf(a y Prehistoria (Atlantis), XVI, cuadernos 1/2, págs.
172-178.
Recensión. M. Stekelis, Les Monuments Mégalithiques de Palestine. Sociedad
Esparlola ck Antropolog(a, Etncgra{íay Prehistoria (Atlantis), XVI, 1/2, págs. 210-213.
Recensión. A. Berthelot, Festus Avienus. Ora Marítima. Actas y Memorias de la
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y
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En prensa
Algunas notas sobre el plomo ibérico de El Caatell (Palam6e). Homentüe al Dr.
Jordá. Zephyros, 37.
San Miguel de Llíria. Homenaje al Dr. San Valero. Valencia.
lunatir, palabra ibérica. Homenaje al Dr. Maluquer. Univeraidad de Barcelona.
Epigra.ffa y lengua ibéricas. Homenaje al Dr. Ramos Folquú. Elche.
Ibérico Egiar/l'egiar. Arse, 21. Sagunto.
-28-
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ANTONIO TOVAR LLORENTE
(Madrid)
ESTADO ACTUAL DE LOS ESTUDIOS mERICOS (*)
Querido y admirado Domingo Fletcher, señoras, señores:
Cuando el Servicio d~ Investigación Prehist6rica en el que tanto
has trabajado te reconoce como Director honorario, tengo el inmerecido honor de que, quizá como el más viejo de tus amigos y colegas, se
me haya encargado de hablar hoy. Interpreto esta oportunidad que me
da la celebración de tus méritos y trabajos, como el encargo de situar
tu labor en su tiempo, es decir, de mostrar que todo.trabajo científico
se ha de ordenar en una verdadera sucesión, como nos enseñaron los
griegos,· que disponían··la pl&yade·de sus-filósofos .. en düulochat,-en
sucesión de directores de escuelas, casi en dinastías.
Aprovecharé también la ocasión para examinar, desde mi punto de
vista, el estado actual de los estudios ibéricos, y señalar algunas de las
perspectivas que ofrecen, en especial en lo relativo a la epigraffa y len(-) Conferencia pronunciada por el Excmo. Se11or Don Antonio Tovar Llorente, de la Real Academia Eepaflola, el día 18 deJunlo de 1984, en el eal6n de actoa del Ateneo Mercantil de Valencia, con
motivo del hom~e que ee rindió a Domingo Fletcher Valle por la Exma. Diputación Provinclal al
nombrarle Director Honorario del Servicio de Inveetigaci6n Prehiet6rica, y que fue publicado en un
pequeflo folleto que, con el tftulo «Homenaje a Domingo Fletcher Valle (18 de junio de 1984,.,ee reJIBI"
tl6 entre loa uiatentee al acto.
Cuando, con posterioridad, la Direcci6n del Servicio de Inveatlgaci6n Prehiat6rica ee propueo
publicar un tomo en homenaje a Domin¡o Flethcer Valle, ee pene6 reeditar la confertDCia del Dr. Tovar
Llorente en una publicación que tuviera mayor difuai6n, pera lo que en carta del día 4 de mano de 1986
ee la eoUclt6 eu autorización. El autor concedi6eu permiao mediante carta del día 1211¡uiente, ala que
acijuntaba una cuartilla con correcciones al texto publicado, oorreciouea que bemoe incorporado
ahora.
La lamentable deaaparici6n del Dr. Don Antonio Tovar, fallecido el día 14 de diciembre de eee
miamoaAo 1986, ha Impedido que efectuara unaraviaión de laa pruebu de imprenta, por lo que el uiaten en el texto al¡unoe erroraa 1011 a61o atribuible• a eata Direcci6n. ¡Deecanee en pu el
Maestro! E.P.B.
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ANTONIO TOVAR
gua, y ala relación con la lengua vasca. Me atreveré a señalar que si, en
la época de Fletcher, en nuestra época, nuestro avance ha sido más
bien una llamada a la prudencia en el viejo tema de la equiparación de
vasco e ibérico es posible que, sin abandonar nunca la cautela, se puedan revisar otra vez, en muchas partes de la Península, elementos más
o menos de aspecto vasco, que, si no coincidentes del todo, están sin
duda relacionados con el ibérico y pertenecen en común al remoto
mundo de lo indígena, de lo preindoeuropeo.
Domingo Fletcher ocupa un lugar preeminente en los estudios ibéricos. Durante muchos años ha sido él quien, particularmente en las
tres provincias valencianas, ha impulsado, ha favorecido, ha buscado,
ha coordinado, ha sido generosísimo en la comunicación de hallazgos,
ha publicado las inscripciones y, sobre todo las ha estudiado como
nadie, transcribiéndolas y dibujándolas, examinándolas durante días y
días, haciendo con cada una de las palabras ibéricas todas las comparaciones y referencias que pueden guiar en el oscurísimo campo
de la interpretación.
.
Si repasamos, por ejemplo, ima de sus últimas publicaciones, la de
los plomos de Yátova (1), podemos ver cómo ha conseguido analizar
estos dificilísimos textos epigráficos. Debajo de una escritura halla
otra, y sus ojos y su habilidad de dibujante consiguen desdoblar la caótica apariencia del original, y llegar a darnos el calco separado de los
dos textos del plomo, desglosando el más reciente del que estaba
debajo, semiborrado, y a veces en caracteres pequeños.
··· - El prelJtigio-·del·Servicio-y la diligencia de Domingo Fletcher·son·la ·
causa de que en todo el antiguo reino de Valencia se haya acudido
siempre a él con los hallazgos, que ya no se esconden, ni caen en manos
de mercachifles para exportarlos, ni se pierden para la ciencia. Los
plomos de Yá tova, precisamente, fueron abandonados por unos excavadores clandestinos, que no reconocieron afortunadamente en aquel
«paquete» formado con tierra alrededor el hallazgo importantísimo.
Cultos ciudadanos del pueblo de Buñol se dieron cuenta del valor de
aquello y lo depositaron en el Museo de Prehistoria de la Diputación.
Por suerte, pero no por causalidad, pues nadie como Fletcher podía
estudiar y publicar en pocos meses el dificilísimo material. En esa cultura difundida por todo el país, por la que los ciudadanos pueden
darse cuenta del valor de algo en peligro de perderse, y saben adonde
hay que llevar las inscripciones, se refleja la entusiasta labor de años
(1) D. FLET<.'HER VALLS:
«Los plomos ibúicoa de Y'tova
(Valeocla)~t,
Varios del Servicio de Inveatigaci6n Prehistórica, núm. 66, Vale.ncla, 1980.
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Serie de
Tra~oa
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del Museo de la Diputación. En esa labor, que yo recuerdo iniciada
antes de la guerra civil de 1936, Domingo Fletcher es un eslabón que
ha servido medio siglo a la continuidad científica, y a su difusión en la
cultura de la gente, también de la no profesional. El enriquecimiento
de la epigrafía ibérica, el aumento, ininterrumpido y creciente, de inscripciones, no es una casualidad, y se debe al ceJo y al entu.siasmo de
Fletcher y al prestigio del Servicio de Investigación Prehistórica.
Cuando Fletcher comenzaba a trabajar en el Museo de Prehistoria, los estudios ibéricos vivían en Valencia una etapa brillante. Dirigía
el Servicio su fundador, don Isidro Ballester Tormo, y enseñaba Prehistoria en la Universidad Don Luis Pericot García, maestro de tantos
y tantos prehistoriadores valencianos. Por aquellos años, antes de la
guerra civil, se comenzaron las excavaciones de Liria. La colección de
los vasos de Liria, orgullo del Museo, comenzaba a formarse. A los primeros descubrimientos pertenece el sensacional letrero ibérico gudua
deisdea. Ya saben ustedes la historia: Pericot presentó en la Universidad de Barcelona a una estudiante vasca la inscripción, sin acompañarla de la figura que la contiene en el fragmento cerámico; la
estudiante pensó en las palabras vascas gudu «combate» y deitu «llamar», y entonces pareció por un momento comprobada la vieja tesis
de la identidad vasco-ibérica. Un texto ibérico resultaba inteligible por
el vasco. En vano Don Julio Urquijo, el patriarca de la erudición vasca,
hacía notar unos aiios después (2) que en la frase era un poco raro que
el artículo -a apareciera pospuesto, y en esta forma, alas dos palabras,
y ·que, lo· mismo que ·la ·morfología, ·la·sintaxis na fusr~cmuy ··vasca,
aparte de que si deitu recuerda al latín dictum, gudu no está exento de
la sospecha de ser un germanismo en vasco.
El significado de la frase ibérica les pareció a muchos vascólogos
eminentes que podía ser con todo «llamada de guerra», como ilustrando la pintura. En tal sentido opinaron J. Caro Baroja, A. Irigaray y
Severo Altube (3). En la pintura se ve una barca ocupada por guerreros, dos de ellos con sus escudos ibéricos convexos, enfrentada ala vez
con otra barca, ocupada por un guerrero con su escudo y un perro que
ladra, y que parece que la ha sorprendido por detrás, y con otro guerrero, que desde tierra firme responde tendiendo su arco a una flecha
(2) J. DE URQUIJO E mARRA: «La famosa inscripcl6n ibero-vuca de un vuo de Liria. Gudua
Deltzdea. Error de lectura o error de fecha. Contestación a una cñtiC&Jt, Boletín de la Real Sociedad
Vuconpda de Amigoa del Paíe, 1, 2.•, San Sebastián, 1946, pip. 126-143.
(3) J. CARO BAROJA: «Sobre el vocabulario de lu iNcripcionee lbmcu,., Boletín de la Real
Academia Espallola, XXV, Madrid, 1946, páp. 196 y s. y 202.
A. IRIGARAY: En nota que publica Caro Baroja en la obra citada antes.
S. ALTUBE: En Homenaje a Doo Julio de Urquljo, 1, pá¡a. 861 y u.
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que le disparan desde la primera barca. Los peces que se ven en el
vaso debajo de las barcas, y el ave marina que vuela·sobre ellos, nos
hacen pensar en una escena de ataq\le por sorpresa en la Albufera.
Las excavaciones de Liria continuaron, gracias a la actividad del
Servicio de la Diputaci6n, y hoy la colécci6n valenciana es sin duda la
más rica que existe en epigrafía ibérica. Ya hemos 'dicho la parte que
en ella tiene Domingo Fletcher.
·
El comienzo de las excavaciones de Liria nos ha llevado al tiempo
en que el desciframiento de .la escritura ibérica por Don Manuel
Gómez-Moreno empezaba a ser aceptado. Desde 1922 ese desciframiento estaba publicado, y desde 1925, G6mez-Moreno, en un
segundo artículo, la había explicado de modo más completo, a la vez
que presentaba un mapa etnol6gico de la Península que se mantiene
hoy, después de medio siglo ya cumplido, casi por entero. Pero los
estudiosos somos rutinarios, y amantes de nuestras capillitas y colegas. Es muy dificil romper además con el prestigio de grandes figuras,
y con el peso de la tradici6n. Ni sesudos sabios tudescos, ni eminentes
arque6logos de rivales grupos y escuelas, aceptaban las lecturas de
Gómez-Moreno, y s6lo algunos numismáticos, hacia 1929, empezaron
a utilizarlas por la sencilla raz6n de que, ahora sí, las monedas se
podían leer. Pericot y Ballester Tormo, y el joven Fletcher, como también Don Pío Beltrán, leían al modo 'de G6mez-Moreno los materiales
que iban apareciendo, y el problema ibérico, con inscripciones que ya
no eran el galimatías de las transcripciones de Hübner, se podía plantear de otro modo~ - .. .. .... .. .. ·
Así fue posible descubrir que la escritura ibérica había sido utilizada también por los celtíberos, y confirmar y precisar el mapa etnol6gico que Góme·z-Moreno había trazado. A mí me toc6, como lingüista,
sacar algún partido del descubrimiento. Recordemos, con mis intentos, algunos trabajos de Caro Baroja.
Julio Caro Baroja trat6 en ellos de lo que élllam6 vasco-iberismo,
es decir, de una equiparaci6n o identificaci6n del vasco con el ibérico,
que, por una parte, tenía a su favor un gran prestigio científico, más
por otra, también una tradici6n antiquísima, casi bíblica, pues aiTanca
del pasaje del Génesis en que Tubal, hijo de J afet, aparece como padre
de los iberos, pasaje en el que aSanJer6nimo, al comentarlo y traducir
el comentario de Eusebio se le ocurri6 añadir a Iberi la explicaci6n de
qui et Hispani. Todavía hoy en Tbilisi, la capital de Georgia, la Academia de Ciencias de aquella república soviética publica una revista que
se llama Anuario de lingütstica ibero-caucásica, en ella naturalmente se
admite la relaci6n con el vasco y con ese supuesto antepasado ibero.
Lo mismo que en Georgia, la Iberia caucásica, arraig6la idea de Tubal
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como antepasado en toda España, y muy particularmente entre los
escritores vascos, desde Esteban de Garibay (1571). El origen latino
del castellano y de las otras lenguas románicas estaban ya claro para
Aldrete, por ejemplo, en su libro de 1606, pero el enigma de los orígenes del euskera invitó a mantener la descendencia tubálica a los vascos
durante un par de siglos más. Y uno de los fundadores de la lingüística
moderna, Guillermo de Humboldt, aprendió en su viaje a las provincias vascongadas en 1801la identificación de vasco e ibérico, y las consiguientes relaciones con Georgia y con Italia (estas últimas, en
verdad, eran resultado de las invenciones del falsario Annio de
Viterbo, adulador de Fernando el Católico) y resumió, puso al día y
divulgó toda la tradición vasca, aceptada también por Lorenzo Hervás,
en su famosa Comprobación de las investigaciones sobre los primitivos
habitantes de Hispania por medio de la lengua vasca (4}.
El prestigio de Humboldt, y la continuidad, casi siempre admirable, de la ciencia alemana, aseguraron como indiscutible la vieja doctrina vasco-iberista, y cuando en 1893 el gran epigrafista E. Hübner
publicaba los Monumenta linguae Ibericae, confundía todos los restos
de lenguas antiguas de la Península en una sola lengua, con el erróneo
genitivo de singular Jinguae Ibericae. Y tomando como base el Corpus
de Hübner, el genial romanista y vascólogo Hugo Schuchardt publicaba en las actas de la Academia de Viena, en 1907, una monografía,
«Die iberische Deklination» (5}, en la que se ofrecía al final, de la mezcla de restos que ahora sabemos son ibéricos, celtibéricos, lusitanos,
del .Sudoeste, etc., un. c:lesmedrado cuadro que -Gerhard Biihr-, en su
tesis doctoral de GOttingen (publicada póstuma en Eusko-Jakintza)
(6} no pudo apoyar en ningún punto, como seguidor ya de las lecturas
de Gómez-Moreno.
Tuvimos que hacer un esfuerzo muy grande para romper con esta
fuerte tradición que paralizó largo tiempo los estudios ibéricos, y todavía, cuando no se es prudente con la comparación vasca, los pone en
peligro de caer en el error y en el disparate. Iberistas espaftoles y
extranjeros que creen que, sin conocimiento del euskera, basta abrir
un diccionario para encontrar la clave de una palabra ibérica, no deben
continuar trabajando sin estudiar una lengua que, afortunadamente,
está descifrada pues que se habla como lengua viva. Ya con la base de
<•l L. HERVAS Y PANDURO: «Comprobación de la8 inveatlgacionea sobre loa primitivos habitantes de Hiapanla por medio de la lengua vasca», Madrid, 1821.
(5) H. SC'HUC'HARDT: «Die Iberiache Deklination», Sitsungaberichte der Kaia. Akademie der
Wiaaenachaften in Wien, C'LVll, 2, Viena, 1907.
(6) G. BÁHR: «Baakiech und Iberisch», Euako Jakinw, U, ._5, Biarriu, 1948.
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las lecturas de G6mez-Moreno se pudo ver cuántas propuestas disparatadas había en materia de interpretación del ibérico, y que en Humboldt se presentaban como artículo de fe. Hubo que limitarse a
comparar datos seguros y a lograr así un mínimo aceptable, abandonando precipitada~ conclusiones de la comparación vasco-ibérica. A
esta tarea se sumó enseguida, con su sabiduria lin~stica y su admirable conocimiento del euskera, Luis Michelena que siguió la tradición
crítica de Urquijo y reforzó la actitud reservada frente a la identificación tradicional.
En los últimos decenios se ha progresado mucho en el conocimientos de los restos lingüísticos de la antigua Hispania. El celtíbero y el
lusitano se dibujan con perfiles bastante claros, en mucho mayor
medida el primero que el segundo, pero nuestro conocimiento de la
lengua ibérica no ha podido avanzar tanto. Y es que el celtibérico y el
lusitano son lenguas indoeuropeas, y todo el instrumental del método
comparativo está a disposición del que quiere trabajar sobre las inscripciones. Pero el ibérico pertenece sin duda al mundo preindoeuropeo, y no tenemos ni método seguro, ni referencias ordenadas para
analizarlo. Después nos habremos de ocupar de las posibles conexiones del"ibérico, que nos llevan a campos lingüísticos estudiados en
mayor o menor medida, pero con historia más corta, sin los milenios de
continuidad que nos enseñan tanto sobre las lenguas indoeuropeas.
La situación del desciframiento del ibérico se puede comparar a la
del etrusco. El etrusco es conocido por millares de inscripciones, con
una tan extensa como la -de··la momia de Zagreb con sus aproximadamente 1.270 palabras de texto seguido con fórmulas repetidas, pero podemos decir sin atenuantes que es una lengua no descifrada. Sólo en, por
ejemplo, fórmulas sepulcrales que se repiten a menudo, se entiende
algo con seguridad, pero cuanto más e~tenso es el texto, las dificultades son mayores. Aun en el caso de la bilingüe famosa de Pyrgi, donde
un texto fenicio glosa como en compendio la más extensa en etrusco,
las dificultades que quedan son todavía insuperables.
El problema es semejante en ibérico. La inundación de inscripciones extensas, como el conjunto de Yátova, con 165 palabras en tres
plomos, con sus diez caras si separamos las superposiciones, o el de
Pech-Maho, con sus más de 100, me deja, al menos a mí, abrumado y
perplejo. El desciframiento puede intentarse en una breve estela
donde se pueden esperar fórmulas, o acaso en los letreros que ilustran
las pinturas de vasos, pero en un texto extenso, de cuya naturaleza no
sabemos nada, y que además, con lo que parecen numerales, hacen
pensar en que se trate de cuentas o inventarios, hay que tener
paciencia.
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Una lengua inclasificada, es decir, no incluida dentro de una familia, es por de pronto indescifrable, y sólo por el estudio de lo conocido
(onomástica, especialmente nombres propios identificables, o también palabras extranjeras prestadas) se puede ir rompiendo algún
sello impenetrable. Pero aun así, la experiencia del etrusco nos enseña
que por esta vía no son muy accesibles la morfología y la sintaxis. Lo
que sabemos sobre la estructura de una lengua una vez que podemos
partir de que es indoeuropea, semítica, etc., no nos lo dan penosas
deducciones que, con mucho trabajo, podemos intentar alrededor de
ese punto de claridad que es una palabra identificada o casi. Pero las
tinieblas nos envuelven cuando leemos las inscripciones que se custodian en el Museo de Prehistoria de Valencia. Las contemplamos llenos
de admiración, pero la augusta esfinge esconde su secreto.
LOS IBEROS: LA CULTURA IBERICA
El nombre de iberos, .. I an P e: !; (muy raro " r an p o " ) en griego,
lbeñ en latín, parece enigmático. Sin duda hay que relacionarlo con el
de gran río peninsular que da al Mediterráneo, el Ebro, lberus en latín.
En castellano y en catalán, pervive con el acento del griego" ·I an p, en
la primera süaba, y lo mismo ocurre con el de Fontibre (de Fonte lben),
del lugar donde nace el río. Es natural que tengamos el acento griego
como en otra palabra popular, Isidro (frente a la forma culta Isidoro,
· r a ¡; ó w p o !; , con su acento latino), pues lo mismo ocurre con otro
nombre geográfi~o. el-de Adra--r-Aaó n p.a), provincia de Almería;. y los
topónimos perviven en la lengua hablada (7). Por eso yo me inclino,
contra la idea general, a pensar que el nombre primitivo es el del río, y
no el del pueblo que habitaba en las orillas de su curso bajo.
Pues el nombre del Ebro se explica por las palabras vascas ibai
«río» e ibar «vega». Los griegos se encontraron con que los iberos llamaban al más caudaloso río de la vertiente mediterránea ibar «no», el
río por excelencia.
Las dos formas ibar e ibai están sin duda entre sí en una relación
que se explica por sufijos que en vasco (y parece que también en ibérico) (8), cambian. En este caso tenemor i/r (también intervienen en
otros casos s, n, y otros fonemas) y podemos comparar amai «límite»/
amar «diez (fin, sin duda, de contar los dedos de las manos)», y para
confirmarlo: amaika «once (algo así como un derivado adjetival de
(7) C'fr. para estas palabraa R. MENENDEZ PIDAL: «Manual de gramática hiltórica eapetlola», 6, ._
(8) C'fr. ildun/r, A. TOVAR: «Uxico de lu inacripciooea iWricaa», Estudios dedicados a MeMildez Pidal, n, Madrid, 1961, págs. 273-323, especialmente la pág. 310.
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"diez,, "el que sigue a diez,)»; también se puede recordar -kor/-ko~
doble forma del sufijo vasco que significa «propenso a».
Los griegos jonios que exploraron las costas mediterráneas de
España oyeron !bar en boca de los indígenas, y siguiendo la evolución
de su dialecto, que lo mismo, se supone, que del siglo vn al VI, de
Mada hicieron M1\ 6 o t. • lo convirtieron en .. I Bn P
Que llamaran .. I Bn P e: s a los indígenas del país del • I Bn p pudo
ser debido a que los indígenas llevaran en su lengua un étnico derivado
del nombre del río. Muy posiblemente no, pero de todas maneras en
griego se creó una formación radical, sin añadir nada al tema .. I Bn p.
Paralelos a • I Bn Pe: s serían nombres de pueblos extral\ieros que
hallamos en griego: Ka pe: s , K.; X t.. x e: s . La identidad de la forma no
decide gramaticalmente si lo primitivo es la acepción de un río o la de
un pueblo, pero si se acepta la etimología vasca del nombre del río
(ciertamente hipotética, mientras no la encontráramos confirmada en
fuentes iberas) la semántica parece asegurar que el nombre fue primitivamente el del río.
Los iberos ocupaban en la época de los viajes de los jonios la
fachada mediterránea de la Península, por lo que ésta fue llamada Iberia. Los conocimientos que fueron alcanzando los griegos, entre los
siglos VI y V, de la Península, les mostraron la presencia de celtas en
el Sudoeste, al Norte del Algarve, y que allí comenzaba una extensa
Ke: ~ T t.. )( n, que según Heródoto se extendía por todo el Occidente de
Europa, hasta las fuentes del Danubio. En los autores griegos más
· ntiguos se denomina··Celtioo·la·mitad nordoccidental de la Península,
a
como opuesta a la mitad mediterránea ibérica, pero ya Polibio designó
como Iberia a toda la Península, y esa es la palabra griega para lo que
los romanos, con palabra aprendida de los cartagineses, 11amaron
Hispania.
El territorio en que aparecen los iberos históricos, los que conocieron griegos y romanos, es muy extenso. La comparación de ciertas formas lingüísticas que se repiten en los textos ibéricos, nos ha permitido
demostrar la homogeneidad lingüística de un territorio que se documenta muy bien. Las monedas de Urci, hacia Almena, muestran en su
leyenda ibérica Urcescen la misma terminación que las de Sagunto y
las de los ilergetes, ausetanos, layetanos, indigetes (Unticescen), y la
ciudad de Narbona (Neroncen). En monedas de Ilíberis (Granada)
hallamos la misma palabra cestin que en una inscripción de Liria.
Monedas de Obulco (Porcuna, Jaén) nos dan duidui como Liria, ütir
como Cástulo, Alcoy, Liria, Cabanes, Barcelona, Ullastret, los indigetes, Lérida y Cogul; monedas de esta misma ceca ofrecen iscer, que
aparece en Cástulo, Alcoy, Liria, los indigetes (y escer también en
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Liria), y nos dan también adin, como Liria, Sinarcas, Sagunto, Tarragona, Azaila, y como leemos en varios nombres de la turma Salluitana
(donde también hay -aden), en una inscripción romana de Sofuentes,
al Norte de Egea, y en Ensérune.
La epigrafia pues, nos permite afirmar que desde Porcuna, Granada y Almena se hablaba la misma lengua por toda la costa mediterránea, hasta Ampurias, Narbona y Ensérune, y por el interior hasta el
país de los ilergetes por Lérida y Zaragoza, y de los vascones, en Alagón y Sofuentes. El estudio de estas palabras o elementos de composición permite, aunque no sepamos en general el significado, sostener
que la misma lengua se hablaba en todo este territorio, como presentamos ya hace tiempo en mapas (9). Esta unidad de la lengua ibérica la
admiten J. Maluquer de Motes y Antonio Arribas (10), que exagera un
poco quizá al llevar los1ímites hasta el Ródano y hasta las columnas de
Hércules. Por su parte L. Pericot (11), insiste resueltamente en la unidad de todo el territorio en que la lengua aparece con tan
innegables coincidencias.
Un problema dificil es el de si hubo también iberos en la Bética al
Oeste de Porcuna. Es bien sabido que un río de Huelva, el que ahora
se llama Tinto, se llamaba Hiberus en Avieno e " I en p en Estrabón
(13). Un testimonio antiguo, que se refiere (hacia 400 a. C.) a los viajes
de Hércules y utiliza varias fuentes, que coinciden con Avieno y Heródoto, el de Herodoro de Heraclea (14), llama iberos a todos los pueblos de la zona del estrecho de Gibraltar y mucho más al Este, es decir,
el territorio -de Tartessos· en·su·más amplio· sentido;yconsidera·como
tribus de una misma raza a los cinetes, gletes, tartesios, elbisinios,
mastienos y celcianos, con una corrupción al fin de este texto en la que
parece se menciona el Ródano (15). ¿Se Uamaron realmente iberos los
pobladores de todo el Sur de la Península? ¿Son miembros de la
vn,
(91 A. TOVAR: «Extensión de la lengua ibérica en Andalucía», Zephyrus,
Salamanca, 1966,
páge. 81-83.
A. TOVAR: «The Ancient Language of Spain and Portugal», New York, 1961, p6ga. 60 y u .
(10) J . MALUQUER DE MOTES NIC'OLAU: Prólogo a la obra que ae cita a continuación,
p6g. 20.
A. ARRIBAS PALAU: «Loa Iberos», Barcelona, 1966, pág. 27.
(11) L. PERIC'OT GARC'IA: «La cer6m.ica ibérica», Fotografiu de Toni Vida!, Bareelona, 1979
(198•l), pá¡. 11.
(12) AVIENO. Ora 2~8. C'fr. A. SC'HULTEN: «
págs. 336 y •.
(1!l) ESTRABON, m, 6, 9, pág. 175.
1141 .J. ,JAC'OBY: «Die Fragmente der griech. Histociker>l, I, pá¡a. 216 y e. y 602 y a.
(15) A. SCHUL'IEN: «Fontea Hispaniae Antiquae», n, Bareelona, 1926, páp. 87 y 88.
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misma comunidad étnica que haJJamos en la .Andalucía oriental y en
toda la costa del Este? ¿O iberos en este punto no significa otra cosa
que hispanos? Con los datos lingüísticos, no es fácil dar una respuesta.
Pero habremos aún de volver sobre este punto.
El precoz desarrollo de la cultura tartesia, la presión de los invasores celtas en toda Andalucía, particularmente sobre la occidental, así
como sobre el Alentejo, y la colonización fenicia y púnica, no nos permiten ver si la base étnica de la Andalucía occidental era semejante a
la que se nos manifiesta en el mundo ibérico propiamente tal, en los
límites que la lengua nos señala. El Hiberus de Avieno, "I an P de
Estrabón, podria ser un indicio de que sí, de que en aquella región un
poco marginal se mantuvo conciencia de que eran iberos. Pero cuando
contemplamos el tesoro del Carambolo, o los relieves de Osuna, o se
estudian las cerámicas de Andalucía occidental, nos encontramos con
otras tradiciones que la ibérica propiamente tal.
Es cierto que todavía hace pocos años, al final de su vida, podía
investigador tan competente como Pericot (16), aseverar que <
existe definición satisfactoria y una cronología evidente» sobre los iberos, pero el número grande de inscripciones, cuya lectura es clara, permite, aun sin considerar descifrada la lengua, conocer la identidad de
ella en toda la provincia epigráfica.
Basándonos ~bién en la arqueología de ese territorio, especialmente en la típica cerámica, que coincide con el que la epigrafia nos
asegura como ibérico, podemos intentar una explicación cronológica
del. desarrollo de .esta cultura, ..de.jando .ahora el problema, mucho más
dificil, de sus orígenes. Como dice Maluquer (17), refiriéndose a como
plantean los arqueólogos estas cuestiones, «la cuestión de origen ha
sido substituida por la de fonnacilm de tal o cual pueblo o cultura».
La presencia epigráfica y arqueológica de los iberos permite partir
de la idea de P . Bosch Gimpera (presentada por Pericot) (18) de que
los iberos son una etnia que existe en la Edad del Hierro, y cuya cultura tomó rasgos característicos, determinados en buena parte por
influencias coloniales púnicas y griegas, en el siglo VI.
La cultura ibérica, dentro de la unidad que la lingüística descubre,
muestra düerencias regionales, que resultan sin duda de que las formas culturales ibéricas toman sus rasgos definitivos en la región del
(16) PERIC'OT: Op. cit. en la nota 11, p6g. 8.
(17) MALUQUER DE MOTES: Op. cit. en la nota 10, p6g. 9.
(18) PE RIC'OT: Op. cit.. en la nota 11, p6g. 1L
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11
alto Guadalquivir, y se extienden, seguramente favorecidas para su
expansión por una preexistente comunidad étnica y lingüística, de
Sudeste a Noroeste. Pericot (19) iniste en «la importancia del substrato ibérico en el Este y Sur de España en unas fechas relativamente
elevadas para el desarrollo de la primera etapa de lo ibérico».
Es en la región entre la Sierra Morena y la Sierra Nevada, alrededor del alto Guadalquivir, donde se dan las condiciones para la formación de una cultura, en un territorio relativamente protegido contra las
invasiones indoeuropeas y la presión de las colonizaciones. Allí, sobre
la larga tradición cultural de la región de Almena, vienen a confluir
influencias tartesias.
.
Una muestra innegable de estas influencias tartesias es la escritura ibérica, cuya forma más antigua es la llamada tartesia o bástuloturdetana, es decir, la del Algarve y todo el Sur de la Península, que
seguimos pensando se formó hacia el año 700 a. C. en el Sudoeste,
territorio en que competían influencias griegas con fenicias. El elemento silábico no puede ser del tipo que se llama secundario, es decir,
formado sobre la base de letras alfabéticas, a · menos que esto se
pudiera demostrar. La hipótesis de que el elemento silábico de la
escritura alfabética sea una herencia de los silabarios del ll milenio es
la más obvia para explicar su presencia en el 1 a. C. El argumento que
expuse en 1943 (20) de que el silabismo se mantuviera obedeciendo a
conveniencias fonológicas de la lengua para la que se inventó, sigue
teniendo valor. Se trata de un arcaísmo en zona marginal, semejante al
uso. de. silabarios ..de..antiguo.abolengo. en .Chlpre hast&.tiempos bastante tardíos. No se han hallado, que sepamos, huellas de un 'silabismo
sistemático y completo en nuestra Península. Se puede pensar que un
indígena dueño de las escrituras griega y fenicia, y quizá empapado del
silabismo que l. J. Gelb considera inherente aún al alfabeto fenicio, o
un colonizador compenetrado con la cultura indígena, forjó alrededor
de la fecha que suponemos la escritura cuya alta antigüedad parece
que se confirma cada vez más en excavaciones en Portugal.
En la cultura ibérica que toma sus rasgos característicos en la
región del alto Guadalquivir podemos ver un juego de influencias que
es, un siglo después de que se formara la escritura del Sudoeste, una
combinación semejante de elementos distintos: la metalurgia de los
exvotos ibéricos de Sierra Morena, que surge en el siglo VI, es de tradición indígena, pero la influencia griega es innegable. Más griega,
(19) PERIC'OT: Op. cit. en la nota 11, págs. 236 y s.
(20) A. TOVAR: «Estudios sobre las primitivas lenguas hispánicas», Bue001 Airea, 1949, págs.
17-20.
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pero a la vez oriental, es la escultura en piedra que florece en los antiguos reinos de Murcia y Valencia. No olvidemos que es ese territorio
donde los iberos, en casos que parece podemos considerar poco normales, adoptaron servilmente la escritura jónica para escribir los plomos de Alcoy y Mula.
Contribuyen con tradiciones formativas al ibérico la cultura tartesia, que aabemos extendió su influencia por todo el Sur de España,
hasta incluir la Contestania, y supervivencias de la cultura del Argar,
más remota en el tiempo, pero la última de las que sucesivamente
tuvieron su centro en la región de· Almena. La alta cultura tartesia
explica, con modelos como los legendarios Gárgoris y Ha bis, o el más
histórico Argantonio, la existencia de la monarquía en el Sur.
El estudio que hace Pericot de la cerámica ibérica explica la extensión de las formas caracteristicas con que aparecen en la historia los
iberos, y nos orienta sobre la cronología de la difusión de su
cultura.
Los tipos más antiguos de la cerámica ibérica pintada son los de
Galera, Toya y el Cigarralejo (21). Se fechan en el siglo VI. Vienen después los tipos de Verdolay, junto a Murcia, y los de Elche y Archena.
Liria, donde el hallazgo de un fragmento ático de figuras negras fechable en 476 a. C. acredita un comienzo antiguo, continúa los tipos de
Verdolay (22). Al siglo IV pertenece el comienzo de la cerámica ibérica
del Bajo Aragón (23); al IV-m, Ensérune (24); las piezas cerámicas de
Azaila corresponden al siglo m (25).
· La· extensión de-los estilos cerámicos ibéricos a·Celtiheria se fecha,
según Peiicot (26), en los siglos m y ll.
Aquí tendríamos que resolver la duda que plantea el periplo de
Avieno (27), al decir que el territorio de los iberos, en el que «están
situados en gran extensión hasta las cimas del Pirineo», comienza precisamente en la costa, hacia el cabo de la Nao, frente a la isla de
Ibiza.
.
Además es cierto que pocos versos antes, en el 462 s., el piloto
marsellés dice, refll'iéndose, parece, porque el texto es sumamente
impreciso y difícil, a la misma región del cabo de la Nao: hic terminus
(21)
(22)
(28)
(24)
(26)
(26)
(27)
PERICOT: Op. cit. en la nota
PERICOT: Op. cit. en la nota
PERICOT: Op. cit. en la nota
PERICOT: Op. cit. en la nota
PERIC'OT: Op. cit. en la nota
PERIC'OT: Op. cit. en la nota
AVIENO, Ora. 472 y 88.
11,
11,
11,
11,
11,
11,
pág.
pág.
pág.
pág.
pág.
pág.
241.
248.
246.
274.
250.
268.
- 40 -
[page-n-47]
ESTUDIOS mERICOS
13
quondam stetit/Tartesswrum. Allí, o quizá un poco al Norte, más cerca
del Júcar, «estuvo antaño el límite de los tartesios». Pero ese límite de
los tartesios, que fue límite político, o de supremacía comercial, pertenecía ya al pasado en la fecha del periplo, hacia 520 a. C. No había ya
allí límite político ninguno, y la epigrafía nos enseña que en el
momento en que jonios, como nuestro marsellés, habían introducido
su escritura en Alcoy y en Mula, lo que sería unos cuantos lustros después del periplo, les dieron escritura para escribir en la misma lengua
que descubrimos de Urci a Ensérune. Quizá el piloto marsellés encontró en la costa de Murcia y Alicante tantos elementos coloniales griegos y fenicios, que sólo al llegar al cabo de la Nao creyó encontrar
verdaderos iberos. Pero la difusión de la lengua ibera la epigrafía nos
la asegura también en el Sudeste, y en tiempo no muy posterior, dos
siglos a lo más, a las observaciones de un piloto que hay que suponer
vio menos del interior que de la costa.
Podemos, pues, defender la extensión de la cultura ibérica (lengua, escritura, cerámica, arte, etc.), con variantes regionales, pero con
unidad que se extiende desde Urci por la Bastetania, la Contestania, la
Edetania, las tribus de la costa catalana (ilercaones, lacetanos, cosetanos, layetanos, indigetes) y la zona de Narbona y Ensérune, por la
costa de Rosellón y el Languedoc. El amplio territorio de los ilergetes
es también epigráficamente ibero.
. Dos monumentos epigráficos son preciosos por presentarnos la
zona subpirenaica un poco al Sur de donde se debía hablar el euskera:
me -refiero al famoso -documento que es-la turma·Balluitana (28}, y-al
importantísimo documento, encontrado hace pocos años, de la tabula
Contrebiensis (29).
Los nombres que contiene la primera, de soldados a quienes el
general Cn. Pompeyo Estrabón, el padre del Magno, concede ciudadanía romana por sus méritos en la guerra contra los socios itálicos en 89
a. C., nos da una lista de 49 nombres ibéricos, de ellos uno repetido y
tres incompletos, que pertenecen a diez ciudades: desgraciadamente
sólo son entre estas de identificación segura Zaragoza y Lérida, y de
probable, Egea; Succonsa, la otra cuyo nombre se conocía de antes, se
cita en Ptolomeo, y se puede suponer estaba entre Huesca y
Lérida.
(28) CIL 12, 709, VI, 37.046. Cfr. N. CRINITI: «L'epigrafe di Asculum di Gn. Pompeo Strabone11,
MiUn, 1970.
(29) G. FATAS CABEZA: «Contrebia Bela.isca (Botorrita. Zaragoza). n. T abula Contrebienaia»,
Mono¡raflu Arqueológico, :xxm, Zaragoza, 1980.
- 41 -
[page-n-48]
14
ANTONIO TOVAR
Las personas ibéricas de la segunda, que es un arbitraje que el
senado de Contrebia Belaisca dio, confirmado por el imperator C.
Valerio Flacco, en 87 a. C., en un pleito que tenían los de Alagón contra los de Salluia (Zaragoza) sobre terrenos por los que pasaban aguas
para el riego, son, aparte de seis magistrados de Contrebia que llevan
nombres celtibéricos como los escritos en letras ibéricas en el bronce
de Botorrita, sólo dos: el de [... C] assius hijo de[.] eihar, Salluiensis, y
el de Turibas hijo de Teitabas, Allauonensis. Estos tres nombres, pues
el zaragozano hijo de ]eihar tiene praenomen y nomen romano, son ibéricos, pero nuevos, aunque sólo ]eihar con su h plantea problemas.
Estos nombres nos aseguran de que en territorio que Ptolomeo nos da
como vascón, tenemos nombres ibéricos: en Segia, en Alauon y también en una inscripción latina con el nombre (en su primer elemento
quizá no ibérico) (30), de Turciradin, de Sofuentes, al Norte de
Egea (31).
J. Corominas comentó (32) otra inscripción (33), procedente de la
alta Ribagorza, dándola como en «vasco ribagorzano» del siglo l. Los
dos nombres indígenas que en ella se leen (ambos en dativo): Tannaepaeseri y Asterdwnari, son, el.primero, ibérico en sus dos elementos:
Tanne- (34), y cf. Baesadine, Baesisceris, etc. (35), si bien en Aquitania
también tenemos Dann-, y éste sería un caso en que se descubre un
fondo común ibero-aquitano; en cuanto al segundo nombre, más que
ibérico, en el que no parece se encuentre nada semejante, podría ser
del fondo vasco-pirenaico, como .defiende Corominas, que alega la
palabra vasca azter. «indagación,-examen», y otras parecidas, y elnombre personal Aster en diplomas gascones de los siglos IX y XI, y otros.
La dificultad que hay en -dum- podría resolverse, a mi juicio, con la
falta o rareza de m en ibérico, y explicar así una confusión gráfica del
vasco dun «que tiene», palabra muy frecuente.
Desde el punto de vista del va.sco notaremos aún que resulta sorprendente en esta inscripción la existencia en tiempos romanos, como
supone Corominas, de un dativo de singular en -eri -ari, de la declinación basada en el artículo, es decir, determinada, que no se pensarla
fuera tan antigua. Pero la verdad es que falta documentación en
este punto.
(30) M.• L. ALBERTO S FIRMAT: «La onomástica pei'IOllal primitiva de Hiepania. Ta!:raconenae
y Bátican, Salamanca, 1966, pág. 237.
(31) en. n 2.976.
(32) J . eOROMINAS: «Entre doa llenguatgea», U, Barcelona, 1976, ~~~· 132-Ul.
(33) en. n s.s4o.
(34) ALBERTOS: Op. cit. en la oota 30, ~g. 220.
(36) ALBERTOS: Op. cit. en la nota 30, p4¡. 47.
- 42 -
[page-n-49]
ESTIJDIOS IBERICOS
16
Es posible que en esta inscripción tuviéramos un testimonio de la
relación entre el ibérico y el vasco, en territorio donde se podría esperar más bien vasco o aquitano (que podemos considerar idénticos
entre sí). Quizá hasta allí llegaba, entre personas de posición social
relativamente elevada, que hacían poner una lápida, la influencia
del ibérico.
LA LENGUA IBERICA
Hacer algunas consideraciones sobre la lengua ibérica es muy dificil y muy expuesto a errar. Sin embargo no resistimos a la tentación de
hacerlas porque, al menos, por ese peligroso camino, podemos acercarnos a la cuestión de los orígenes y relaciones de una lengua no
descifrada.
La proposición siguiente: el ibero es una lengua no descifrada, nos
permite enunciar a continuación esta otra: el ibero no es indoeuropeo.
Una lengua de la que poseemos tantos documentos como los que se
exhiben en · l Museo de Valencia, y en otros más, no estaría indescie
frada, una vez que se lee con seguridad, si fuera indoeuropea. Hasta
lenguas que durante mucho tiempo no fueron reconocidas como
indoeuropeas, cual el licio y el lidio, pudieron identificarse como herederas, aunque muy cambiadas de las antiguas lenguas indoeuropeas
anatólicas. Pero la dificultad para reconocerlas como tales estaba en
su escritura, con más puntos oscuros que la ibérica, y en que han
tenido una larga evolución, una vez disuelta la antigua familia anatóücá..del"netitS";··en -erUeste·· aa··A"ia·Menor: ····-···············-·········-······ ·· · · · ··
s
Es cierto que en la pátera de Tivissa (36) se ha señalado que
se lee:
Boutintibas sani cifsto urcetices.
La tercera palabra podría ser en indoeuropeo un aoristo medio
(del tipo del véneto donasto «dedit», fagsto «fecit») del verbo M-Uer-,
bien atestiguado en indio karati «él hace»; galés, para{ «hace, causa»;
irlandés, cruth «figura»; galés, pryd «figura, tiempo». Así lo explicó L.
Michelena y lo aceptó V. Pisani (37).
(311) M. GOMEZ MORENO: <
Cfr. ARRIBAS: Op. cit. en la nota 10, pág. 154.
G. NIC'OLINl: <>, Paría, 1973, págs. 61, 161 y sa.
(37) L. MIC'HELENA: <<¿Un aoristo signuitico indoeuropeo en la pátera ibélica de Tívisa?», Emerita, XX, Madrid, 1962, págs. 163-160.
V. PISAN!: En Archivío glottologico italiano, XXVIn, Torino, J>á~ta. 104 y a. y en Paideía, IX.
~nova, pág. 13.
-43-
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16
ANTONIO TOVAR
Pero en el millar largo de voces ibéricas que se han reunido (38),
no se repite otro caso, ni en desinencias, tipos de flexión, ni, salvo en
algún posible préstamo, en vocablos, se halla nada que se pueda comparar a lenguas indoeuropeas.
Descartada así la comparación, es decir, el origen indoeuropeo, no
parece hasta ahora más tentadora, a juzgar por su fortuna, la que
intenté con el beréber. En un trabajo de 1946 (39), propuse interpretar eban (en) de ciertas inscripciones ibéricas como el beréber y semítico eban «piedra» más un elemento pronominal -en, que se halla así
pospuesto, no al poseedor, sino al poseído, en beréber, y que, pospuesto al poseedor yo considero que es el genitivo vasco que H. Gavel
llamó determinativo, aplicado especialmente a personas y seres animados: en vasco se dice Peruren harria «piedra de Pedro», a diferencia de ibérico Balceadin Isbedarticer ebanen «B. hijo de Isbedar (en
una forma adjetival) piedra-de-él». Con un elemento pronominal posesivo distintO tenemos en Ubico Msult bn-s «Musulamia tumba-su»
(40), y en beréber actual tamaziYt en-s «patria él-su (patria de él)»
(41). Para hacer verdaderamente digna de tomar en cuenta mi hipótesis, recordaré que en la epigrafía hebraica de todos los tiempos eban
significa «lápida», y el epigrafista J.G. Février (42), publicó una serie
de inscripciones latinas de Libia en las que aparece, en cada una, la
palabra aban escrita así, en caracteres latinos, en inscripciones romanas con nombres indígenas.
Pero la verdad es que si admitimos la posibilidad, señalada por
alguien, de que eban «lápida» en ibero fuera un préstamo púnico,.·s6lo
nos quedaría el -en ibérico con paralelos en beréber. Recordaremos
todavía que J . Pokomy, en un trabajo de 1950 (43}, utilizó mi construcción beréber-ibero-vasca para explicar (pues en vasco -en además
de para el genitivo sirve como pronombre relativo) los orígenes del
relativo infijado en irlandés antiguo, en ejemplos como inna aimsire mbtte-som isind fognam «del tiempo en que (n, asimilada a la b que sigue)
están en servicio», sechi chruth do-n-d-r6n «de cualquier forma que (n)
(38) J. SILES RUIZ: «Uxico de inscripciones ib6ricas>>, Madrid, 1985.
(39) Luego incluido en TOVAR, op. cit. en la nota 20.
(40) A. TOVAR: <, Boletín de 'I'rabtlios del Seminario de Estudios de
Arte y Arqueología, X, Valledolid, 1943-1944, pág. 36.
(41) TOVAR: Op. cit. en la nota 20, págs. 61 y as. y 90 y 88.
TOVAR: Op. cit. en la nota 9, en segundo lugar, págs. 62 y 88.
(42) J. G. FEVRIER: En Studi orientali in onore di G. Levi della Vide, 1, Roma, 1956, págs.
182 y 88.
(43) J. POKORNY: ccZum nichtindogei'IIIIlllÍ8chen Substratim Inselkelketischen», Die Sprache, I,
Wien. 1949, pág. 244.
-44-
[page-n-51]
ESTUDIOS ffiERICOS
17
yo lo (á) hiciera (1.• persona singular del perfecto de di-ro-gn()» . Este
complicado juego de relaciones, que puede parecer poco creíble,
adquiere sentido dentro de la idea de un sustrato camítico en el Occidente de Europa, hipótesis que mantuvo Pokomy de un modo que
ahora no se estila, pero que puede tomarse en cuenta según indicaciones resultantes de la léxico-estadística y la tipología, a las que luego
nos referiremos.
No han faltado, naturalmente, intentos de relacionar directamente
el ibero con las lenguas semíticas. Me limitaré a citar dos trabajos que
no me parecen convincentes. Primero el de Juan de Gorostiaga (44).
Sin verdadero análisis, da por seguro que se trata del contrato que
hace un duefto con dos constructores para la reparación de dos casas.
No hace caso de la separación de palabras con puntos y así consigue
aislar dos veces la palabra bait «casa» y una vez el plural betin; adunin
lo traduce por adun «seftor», pero en conjunto no ha explicado las
palabras. En el segundo intento que reseñamos, su autor, J. M. Sola i
Solé (46), parte de identificar, como su precursor, el ibero con el
púnico, lo que, de ser cierto, aseguraría mejores resultados que los que
él alcanza. De una inscripción de Liria saca lo siguiente: «bitiiba (sin
explicar) de Banitewbar hijo de Balcewni». De la del Cerro de los Santos Ba8tulaiacun: m§ «estatua» z «esta», un déictico du, la preposición l y el nombre propio fenicio Y akun «estatua esta aquí para
Yakun». Nada le detiene: la inscripción de Ibiza, Tirtanos Abulocum
Letondunos ge. Beligios, toda identificada: nombre, gentilidad, filiación·y étnico en celtibérico, es traducida a.sí:-«Tirtan Osabul ha erigido
(o dedicado) a su señor el sepulcro de Yws». Basta todo esto para probar que, al menos hasta ahora, el semítico no ha dado resultados.
Una comparación del ibérico que, si lo identificamos demasiado
con el vasco, podría considerarse tradicional, es la que se supone con
las lenguas caucásicas, especialmente con la más importante y la más
antiguamente atestiguada, el georgiano. Como la investigación comparada del ibero (lengua no descifrada) con las lenguas caucásicas es
todavía inexistente, no podemos hacer más que dar brevemente
cuenta de los resultados de la comparación vasco-caucásica. En nuestro tiempo, después de H . Schuchardt y C. C. Uhlenbeck, han sido K .
(44) J . DE GOROSTIAGA: c
dnterpretación, traducción y análi8is del plomo ibmco de C'aatel16n>~,
Boletín de la Real Sociedad Vucongada de Amigoa del País, IX, San SebutUn, 1953, pága.
·
ww~
(.(5) J . M.• SOLA SOLE: «Aaaaig d'interpretaci6 d'algunea inacripciona iberiquea lllitjan~t el
fenici i el punic», Oriena Antiquua. vn. Roma. 1968, págs. 223-24.(.
-45 -
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18
ANTONIO TOVAR
Bouda y R. Lafon los principales mantenedores, con trabajos principalmente en el campo del léxico, e intentos del segundo de estos autores en el de la morfología, de la relación entre el vasco y las lenguas
caucásicas (46).
En 1961 hicimos un trabajo en el que colaboraron varios autores:
además de los dos citados y Michelena, W. Vycichl y el inventor del
método, M. Swadesh (47); en él se pueden ver hasta cierto punto confumadas las semejanzas léxicas entre el vasco y el complejo mundo
caucásico. Nos resultaba un 7'52 %de palabras comunes, en la lista de
100 de Swadesh, al vasco y al georgiano, representante en nuestro trabajo del grupo meridional, otro 7'52 común al vasco y al circasiano,
representante del caucásico nordoccidental, y sólo un 5'37% a vasco y
avar, del grupo del Nordeste, y geográficamente más distante. Aun
siendo escéptico sobre el método léxico-estadístico (yo no lo soy, por
cierto) y admitiendo que, por debajo de 5 %, puede intervenir demasiado la pura causalidad, un 7'52 tiene cierta significación.
Michelena, uno de los principales colaboradores en aquel trabajo,
no oculta, en el capítulo que escribió después para el volumen Le langage, su escepticismo ante la idea, que justificaba en cierto modo el
título de su trabajo (48), de que dos islas lingüísticas como el vasco
(aun añadiéndole el ibero) y el grupo caucásico de lenguas, más de
viente o veinticinco en las tres zonas en que se clasifican, podrían
haber conservado elementos comunes de una amplísima área lingüística cuya unidad habrían roto poderosas familias de lenguas, como la
indoeuropea. Reslmente· las ·distancias; aun· suponiendo, para·lo que
cada vez se halla menos fundamento, que el Mediterráneo hubiera
sido elemento de difusión e intercambio lingüístico, son demasiado
grandes y los obstáculos, insuperables.
Sin embargo, la léxico-estadística no cierra del todo la puerta a las
numerosas comparaciones léxicas reunidas por los citados autores, a
los que se puede añadir, con sus prejuicios A. Trombetti.
El non liquet pronunciado por Michelena al final de su citado trabajo es una prudente advertencia, pero no es una prohibición de seguir
examinando críticamente la posibilidad.
(48) Recordemos de K. BOUDA: «.Bumch-lraukaaieche Etymologien», Heidelberg, 19.(9¡ de R.
LAFON: «Etudea Buques et Caucasiquea», Salamanca, 1962, y de otroe que cita MICHELENA en au
colaboración en el tra~o de la nota siguiente.
(47) A. TOVAR, en colaborac~ con K. BOUDA, R. LAPON, L. ~<.:HELENA, W. VYCICHL y
M. SWADESH: «El m6todo lbico-eatadíatico y au apllcaci6n a lu relaciooea del vucumce». Boletfn
de la Real Sociedad VaSCOQgada de Amigoe del País, Xvn, San SebutUn, 1981, ~p. 2-'9-281.
(48) L. MICHELENA: «L'euakaro-caucaai~n», en «Le langage» dirigido por A. MARTINET,
EIIC)'cl~die de la Pl6yade, Paría, 1988, págs. 1.414-1.487.
-46-
[page-n-53]
ESTUDIOS IBERICOS
19
No hace muchos años (49) apliqué consideraciones tipológicas
que, efectivamente, como las léxicas (estadísticas o no), no tienen más
que un valor de indicio (50), al vasco comparado con el avar y el georgiano, y la verdad es que en la tipología de orden de palabras podemos
afirmar que las dos lenguas caucásicas comparadas comparten con el
vasco tres rasgos muy importantes del tipo m de Greenberg: S(ujeto)
O(bjeto) V(erbo), pos(iciones), y orden G(enitivo) N(ombre); son distintas (aparte de que el georgiano, en contacto con la literatura griega
desde al menos el siglo VI, es una lengua más bien SVO) en que el
vasco coincide con lenguas occidentales, como beréber y galés, en los
rasgos N A(djetivo) y N D(emostrativo). En la tipología cuantificada
propuesta también po1· Greenberg, la ve1·dad es que el vasco comparte
la misma altura con el avar y con el georgiano en el índice de síntesis,
en el de aglutinación (con índice aún mayor en georgiano) y en la que
Greenberg llama «flexión pura». El índice bajo en vasco de composición es mínimo en georgiano y medio en avar, el muy bajo de derivación en vasco lo es aún más en las dos lenguas caucásicas estudiadas,
el medio del vasco en número de prefijos es alto en avar y muy alto en
georgiano, el alto· de sufijos en vasco es muy alto en avar, y aún
más en georgiano.
En cambio el vasco tiene en aislamiento un índice alto, como
vemos que es una tendencia en las lenguas de Europa occidental y en
el beréber, mientras que el georgiano tiene un índice medio y el avar,
bajo; en la concordancia es bajísimo el índice del vasco, y en cambio es
medio el del ge·orgiano· y alto el del" avat: en los otros rasgos flexivos
que la concordancia, también el vasco es bajísimo, mientras que el
avar es alto y el georgiano, altísimo.
En resumen, y para probar la significación de la tipología cuantificada, sorprende en este experimento la semejanza tipológica de dos
lenguas caucásicas vecina. , que coinciden en grado en tres índices, y
s
sólo una vez se alejan una de otra en más de un grado de los cinco que
establecimos (muy alto, alto, medio, bajo, muy bsjo) para valorar los
índices numéricos (51). Nótese también la proximidad de las dos lenguas caucásicas en siete de los diez índices, mientras que en los sintácticos, el vasco es muy distinto. No nos atrevemos a sacar consecuencias,
pero sí a llamar la atención sobre la coherencia de los resultados.
(•9) A. TOVAR, en Euakera, XXIV, Bilbao, 1979, págs. 13-33.
(60) O. DEETERS, citado por MIC'HELENA: Op. cit. nota .S, pq. U16.
(61) A. TOVA.R; En «Euakalerriaren na.zioarteco jardunaldiek», Real Academia Vuce, Bilbao,
1981, p6¡e. 189 y u . eapecialmenta 1aB 162 y 11.
-47-
[page-n-54]
20
ANTONIO TOVAR
Sobre la relación del ibérico con el vasco habría de repetir cosas
que he dicho ya. Sigo pensando como en 1954: «el vasco no es un descendiente del ibérico, aunque haya elementos comunes a una y otra
lengua» (52). En esto coincidimos la mayoría de los estudiosos que
leemos con el descüramiento de Gómez-Moreno las inscripciones. Las
coincidencias que podemos señalar entre el vasco y el ibérico, tanto en
léxico (donde pueden ser homofonías cuando el contexto ibérico no
nos ayuda), como en la fonología, son, lo repetiremos (53), «profundas
y reveladoras».
Me atrevería a decir que el vasco es el único camino, erizado de
dificultades y rodeado de abismos, por el que podemos aspirar a
entender algo más de las inscripciones ibéricas. A todo iberista le recomendaría, no que se comprara un diccionario vasco, sino que estudiara
bien el euskera.
Y dejadme que termine otra vez lleno de dudas ante las tinieblas
que nos rodean. La lengua ibérica es preindoeuropea, y me atrevería a
decir que más preindoeuropea (más exótica) que el etrusco. Podría
tener más elementos camíticos que mi olvidado ebanen, porque un
sustrato camítico hispánico se puede suponer sobre la base del vasco,
que muestra en nuestro trabajo léxico-estadístico casi un 10 % de
coincidencias con dialectos beréberes de Marruecos. La explicación
ibero-caucásica no se ha comenzado a investigar aún, pero buenos
conocedores del georgiano tendrían la palabra.
La tipología permite suponer que el vasco tiene a la vez conexiones
(de origen posiblemente).con Asia, pero también influencias camíticas
que se pueden suponer en el extremo Occidente de Europa.
Y al terminar el examen de los elementos de comparación de que
disponemos para los textos ibéricos, tengo que dar fin a esta exposición. Hubiera querido examinar nuevas cuestiones y puntos de vista, y
hasta haber aportado propuestas nuevas de desciframiento, pero he
intentado más bien presentar el problema en su conjunto. No tengo
derecho a retener más vuestra atención.
Si comencé recordando el estado de los estudios ibéricos cuando
Fletcher y sus coetáneos los heredamos de nuestros maestros, terminaré expresando nuestra esperanza y nuestro deseo de que nuestros
compañeros y discípulos puedan, ahora que disponen de materiales
más abundantes, como entonces no nos atrevíamos a soñar, avanzar en
el conocimiento del enigma, que nosotros dejamos no resuelto, mientras tal vez sonríe la esfince ibérica.
(62) A. TOVAR: «El euakera y liWI parientesn, Biblioteca Vasca, n, Madrid, 1969, p4ga. 38 y a.
(63) TOVAR: Op. cit. en la note anterior, pág. 66.
-48 -
[page-n-55]
FRANCISCO JORDA CERDA
(Salamanca)
SOBRE FIGURAS RUPESTRES PALEOLITICAS
DE POSffiLES CABALLOS DOMESTICADOS
Hace algunos años, con la competente y eficaz ayuda de Magín
Berenguer, revisamos las importantes series de pinturas y grabados
rupestres de la cueva de El Pindal (Pimiango, Asturias) , dados a concr
cer en ~ imp<;>rtante ~bra por H. Breuij. y s~ colaborlldQ.res ~apaño
les (1). Los resultados de aquella revisión fueron importantes, ya que
logramos añadir al primitivo inventario de figuras otras catorce, entre
animales e ideomorfos {2).
Ya por aquellos tiempos, me llamó la atención la figura de un prcr
tomo de caballo, realizada con grabado de trazo múltiple y al que faltaba el resto del cuerpo a causa del desprendimiento del fragmento de
pared que lo contenía (fig. 1). Esta figura, en posición bien visible, ya
que se halla situada en sitio destacado en el gran panel central junto
con otros grabados de caballo, no es posible explicar porqué no fue
inch,ida en el inventario de Breuil.
Este protomo de caballo mira hacia la derecha y sus cabeza y cuello se encuentran inclinados y como dirigidos hacia el suelo, el cual
(1) H. ALCALOE DEL RIO, H. BREUIL y L. SIERRA: ceLes cavemea de la región cantabrique)).
M6naco, 1911, pip. 63-81 y láma. XXXIV-XLVI.
(2) F. JORDA CERDA y M BERENGUE. ALONSO: «La cueva de El Pindal en Asturias. NueR
vas aportaciooea». Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, 23, Oviedo. 1964, p6p. 1-30, 6 lám&. y
un plano.
-49-
[page-n-56]
2
FRANCffiCOJORDA CERDA
parece como si se hubiese intentado representar mediante una serie
de pequeños trazos, de tal modo que el caballo parece como que está
pastando, imagen realista que no dejaría de ser una novedad en el arte
paleolítico. Pero de mayor interés son dos trazos que aparecen a la
altura de la comisura de la boca del animal y que atraviesan desde el
arranque d.el hocico hasta el inicio de la papada. Dichos trazos acaban,
en el exterior del perfil, en cuatro pequeños trazos, de los que los dos
más exteriores es.tán ligeramente curvados, como las partes terminales
de una lazada.
Al realizar la copia de tal figura y su inusual detalle, quedamos sorprendidos por su semejanza a una cuerda que atase el hocico, pero no
nos atrevimos a pronunciarnos sobre el carácter del mismo y al describirlo en la relación de figuras de la cueva nos limitamos a considerarlo
como «una especie de lazada» (3).
e
) =----
({(
Fig. l .-Cabeza de caballo con posible eabe1tro, de la cueva de El Pindal (A.turlu).
(Seg{m Jordá y Berenguer.)
(3) JORDA C'E RDA y BERENGUER ALONSO: Op. cit. en la nota anterior. p6g. lii y ltim. m .
-50-
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FIGURAS RUPESTRES DE CABALLOS DOMES'IYCADOS
3
No es posible explicar las causas que motivaron que este protomo
de caballo no fuese incluido entre las figuras de Pindal, ya que parece
imposible que escapase a la perspicacia visual del gran maestro y creo
que ha de ser considerado tal hecho como un olvido o traspapelado del
calco. Digo estO; porque en otra de las cuevas recogida en la misma
publicación, en la de Hornos de la Peña (San Felices de Buelna, Cantabria) (4) se encuentra el grabado de un caballo (fig. 2), de estilo torpe y
abundante en detalles corporales, en el que en la parte superior del
hocico, cerca de la comisura de la boca, aparece grabado un doble
trazo, semej~nte al del caballo de la cueva asturiana, aunque en la parte
superior'la posible lazada ofrece solamente un pequeño trazo curvado
y vuelto hacia el interior. Dichos trazos dieron pie a que el mismo
Breuil comentara -haciendo referencia a la vieja polémica sobre la
semidomesticaci6n- que seguramente «Piette eut pris pour courroie
autour des nasseaux» (5).
Fig. 2.-Conjunto de ¡rabados de Hornos de la Peña (Cantabria), con un caballo con
posible cabestro. (Según Breuil.)
(4) ALCALDE DEL RIO, BREUIL y SIERRA: Op. cit. en la nota 1. pág. U6.
(6) ALCALDE DEL RIO. BREUIL y SIERRA: Op. cit en la nota 1. pág. 90.
-51 -
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4
FRANCISCO ,JQRDA CERDA
Fig. 3.- Caballos contt·apuestos de Los Casa1·es (Guadalajaa·a), con línea de posible
cabestro el de la izquierda. (Según Cabl'é.)
- 52 -
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FIGURAS RUPESTRES DE CABALLOS DOMESTICADOS
6
A estas dos interesantes figuras que parecen dotadas de lo que
po
hay que añadir otra representación rupestre con un detalle semejante
también sobre el hocico. Se trata de una figura de caballo grabada con
inmejorable estilo en la parte de la cabeza, siendo el resto del cuerpo
de menor calidad en su ejecución, que se encuentra en la cueva de Los
Casares (Riba de Saelices, Guadalajara) (6) (fig. 3). La cabeza, como
decimos, presenta en la parte superior del hocico un gran trazo que lo
atraviesa de parte a parte sobresaliendo un poco al exterior por la
parte frontal y que parece en estrecha relación con los trazos dobles de
los dos caballos anteriores, pero en éste el trazo es único, aunque la
función parece la misma.
Todavía podemos añadir a estas figuras rupestres una interesante
obra de arte mueble, en la que es posible descubrir restos del mismo
tipo de posible cabestro. Se trata de un perfil recortado de caballo
encontrado recientemente y todavía en estudio, por lo que sólo señalaremos en una cara la presencia de dos trazos grabados muy sucintamente y que formando una ligera curva van de una parte a otra por la
zona supelior del hocico, mientras que por la otra ofrece una línea de
trazos pequeños, algo curvada, que parece señalar por dónde discurriría el posible cabestro en su parte inferior (figs. 4 y 5). Este ejemplar
de perfil recortado con cabeza de caballo procede del importante yacimiento del Abrigo de la Viña (Manzaneda, Oviedo, Asturias), todavía
en cw·so de excavación y procedente de su nivel Magdaleneniese
medio (7).
Los tres ejemplos citados de arte rupestre más los dos de arte
mueble creo que son lo suficientemente expresivos como para señalar
la existencia entre las gentes magdalenenses de un modo de sujetar los
caballos enlazándolos por la boca mediante una especie de cuerda o
cinta de cuero - como parecen señalar los dos trazos paralelos en los
ejemplares rupestres y en uno de los perfiles recortados muebles,
hecho que hay que interpretar como elemento o instrumento de tipo
práctico, y no suponerle una finalidad mág_ico-relig_iosa, que es el
cajón de sastre donde se acostumbra ·a recoger todo objeto o instrumento prehistó1ico que no sabemos definir o interpretar. Por mi parte,
como ya he apuntado, pienso que nos encontramos ante repr~senta
ciones estrechamente relacionadas con una probable domesticación
(6) J . C'ABRE AGUILO: «Las cuevas de Los ('asares y de La Hoz». Archivo Eapailol de Arte y
Arqueología, XXX. Madrid. 1934, págs. 25 y ss. y láms. V. 2 y XXIV, 3.
(i) .J. FORTEA PERE Z: «InveMigac:iones en la cuenca media del Nalón, Asturias (Espafta}. Noticia y prim~roR rt•JCultados». Zephyru11. XXXIT-XXXIll. Salamanca. 1981 , pép. li-16 y figs.. í y A.
- 53 -
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6
FRANCISCO JORDA CERDA
FJ.c.
4.-Anveno del perfil recortado de cabeza de caballo con poelble cabetJtro de
cinta o correa, de La Vi6a (.A.tarlu). (Seg6n Portea.)
FJ.c.
5.-Reveno del perfil recortado de cabeza de caballo en la que ee obeerva incJi.
cado con lfnea de punto un poáble cabeRro. Prooed•t.e de La Vl6a (IU&urlu).
(Seg6n Portea.)
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FIGURAS RUPESTRES DE CABALLOS DOMESTICADOS
7
Fig. 8.-Perftl recortado de cabeza de caballo de S t. Michel d'Anady (Pyrin6es Atlantiquea) con loe elemento. de un posible cabnb:o. (Self(m E. Plette. 1906.)
Fig. 7.-.Caballo ¡rabado de la cueva de M8DOulaa (Haute Garonne) con loe elemento•
de un polible cabeltro. (Self(m Plenier.)
del caballo. Obsérvese en relación con esto que decimos que la posible
cinta de cabezo se observa solamente en representaciones de caballo,
lo que estimo que es muy significativo, ya que apuntaría a que la
domesticación del caballo pudo muy bien iniciarse dentró de los tiempos paleolíticos.
En este sentido se ha pronunciado recientemente Bahn (8), quien
ha retomado el tema de la domesticación del caballo iniciado hace
años por E. Piette (9), basándose en la original decoración de Saint
Michel d' Arudy (Pyrénées Atlantiques, Francia) (fig. 6) del que
comentaba la original decoración, en la que se aprecia la existencia de
(8) P. G. BAHN: «Lee bltone percée. Reveil d'une ~ee abandonnée». Prebi.stoire Arié¡eoi.ee
(4
(9) E . PIETI'E: «Le cbevltle et la aemi-domeeti.cat!on de• anlmaux aux tempa pl6iatocl nea».
L' ADthropologie, XVD, Parle, 1906, p6p. 28-76.
-56-
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8
FRANCISCO JORDA CERDA
una posible cuerda de trenzado enrollado, a la que parece hallarse
unida una «pieza» rectangular, decorada con una serie de V, de la que
surgen por el lado opuesto un haz de trazos discontinuos, que no se
unen a ningún otro elemento en el extremo opuesto, por lo que resulta
un tanto dificil asegurar su posible función. Tanto la «pieza» rectangular, como el haz de trazos forman parte de un elemento que se halla en
contacto con la cuerda o cinta de cuero que circunda el hocico. Es
posible que todo ello pueda ser interpretado como la representación
de un instrumento -arnés o cabestro- mediante el cual fuese posible
dirigir al caballo. Fue en este posible instrumento representado en el
perfil recortado de Arudy en el que se basó Piette al formular su hipótesis sobre la semidomesticación anima~ poniendo como ejemplo la
del caballo.
Con ser la pieza mueble de Arudy de un gran valor para poder identificar los distintos elementos rupestres que hemos comentado como
parte integrante del atalaje propio de un caballo domesticado o semidomesticado, todavía resulta más significativa y decisiva la representación de un arnés en un caballo grabado en la cueva de Marsoulas
(Haute Garonne, Francia) (lO) (fig. 7). Se trata de un animal del que se
ha representado la cabeza, su línea dorsal y rabo, aunque bajo éste se
observan dos trazos que podrían con dudas considerarse como representaciones de las patas posteriores. En la zona frontal de la cabeza
aparece la parte superior del hocico con el doble trazo típico, que termina al exterior con largos trazos tras la lazada o nudo. De
.los puntos .de unión del trazo ..doble.con las comisuras. surgen doa.largos tra.zos múltiples, paralelos, que terminan algo más arriba que la
fre~te y arranque de las crines. Estos dos trazos, a la altura de los ojos,
aparecen unidos por un trazo horizontal, que parece prolongarse hacia
la línea del cuello inferior con la que se confunde. La figura así formada
tienen una gran semejanza con el tipo corriente de cabestro con el que
se enjaezan los équidos actualmente. Este tipo de arnés se parece,
según Des Ormeaux (11) a los arneses para renos de los samoyedos
(fig. 8) y también guardan cierta semejanza con los utilizados para sus
caballerías por los sardos. Estos últimos podrían atestiguar la posible
utilización de los bastones perforados como formando parte del resto
(10) A. PLENIER: •L'art de la P"Otte de Maraoulu». Memorial 1 del Institut d' Arch6ologie Prébistorique, Toulouae, 1971.
L PALES y M. TASSIN DE SAINT PEREUSE: «Un chaval pretexte. R'tour du chev8tre».
Objeta et Mondes, tomo 6, fue. 2, 1963, pága. 187-209.
(11) A.-L DES ORMEAUX: «Note sur l'uaage dea batona de boia de rennes ehez les populations
primitivea de l'Europe», Revue d'Ethnologie, 7, Pana, 1889, pága. 88-51.
-56 -
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FIGURAS RUPESTRES DE CABALLOS DOMESTICADOS
9
del arnés o cabestro, como ya había supuesto Piette, aunque la verdadera identificación del bastón perforado paleolítico la llev6 a cabo
Pigorini (12) al establecer los posibles paralelos entre los bastones
perforados y las piezas de madera con perforaciones de los cabestros
utilizados en las caballerías de los sardos (fig. 9).
Fi¡. S.-Cabeza de reno con amN de lipo samoyedo. (Según A. L des Ormeaux.)
En apoyo de estas identificaciones cita Bahn (13), los cabestros,
que según Rudenko, usaban los antiguos escitas, cuya «psalia» parece
haber sido un atalage animal utilizado por aquellos pueblos, la cual
estaba formada por una especie de barra de freno, de hueso, muy
decorada.
Los numerosos ejemplos que hemos ido analizando a través de
estas notas y los paralelos aducidos permiten asegurar que durante los
tiempos paleolíticos es probable que el caballo fuese utilizado por el
hombre en funciones distintas de las puramente alimenticias, iniciándose la domesticación del mismo, proceso que dada, como siempre, la
«opacidad» de los documentos que poseemos hasta el momento, no
nos es posible reconstruir con cierta amplitud, aunque en el momento
(12) L. PIGORINI; <
(13) BAHN: Op. cit en la nota 8, pág. 51.
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10
FRANCISCO JORDA CERDA
Pi¡. 9.-Tlpo• de oabemo. antigu011 de Cerdeaa. (Selán A. L dN Onneau.)
actual no•es posible descartar la hipótesis de una domesticaci6n del
caballo dentro de los tiempos m.agdalenenses, más bien dentro de sus
etapas medias.
Este proceso de domesticaci6n lleva implícitos en sí el problema
de la captura en vivo del animal (14) y el de su utilizaci6n como animal
de carga o de monta y aunque pudo servir para ambas finalidades más
bien nos inclinamos hacia·la segunda, ya que no parece probable·que
los magdalenenses tuviesen muchas cosas que transportar, aunque la
temporaJ.!.dad de muchos de sus yacimientos hace suponer que también fuesen empleados como animales de carga.
(14) El problema de la domesticación del caballo durante loe tlempoe fiDalee del PaleoKtico Sup&rior, reeide en el modo, ~era y condicione• en que pudo efectuerae, ya que había que capturar al animal en vivo, procura11do que ae tratase de potroe pequefloa, ya que la domeeti.caci6n de loe ejemplares
viejoe ea muy ~ciL La captura pudo hacerse mediante lazo, J)Oiloilidad que parece repreeentada en
un grabado mueble con UD caballo eujeto el cuello con una poeible cuerda de Urtiap (J. M. BARANDIARAN: «El hombre prehillt6rico en elPaíe Vaaco», 1963, pác. 61 y fl¡. 20. Tambi6n pudo llevarse a
cabo acorralando a loa cabelloe dentro de un lugar propicio, limitando mediante obetáculoe que eacapaaeo. Quizú fueee una trampa muy eemejante a la de loe llamadoe choreoe, eetraehoe callejonee limitedos por ramaa a UD lado y a otro que desembocan en una foea tapada por ramaje, trampa en ueo hasta
hace poco en la re¡ión cantábrica (J. URIA RIU: «La cua de la montería durante la Edad Media en
Atturiu, León y Galicialt, Oviedo, 1967). Ea tema 61te eobre el que convendña ineiatir, aunque dea¡raciadamente no poeeemoe una informaci6n adecuada procedente de fuentea prebiat6ricu.
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IGNACIO BARANDIARAN MAESTU
(Universidad del País Vasco)
ALGUNOS TEMAS NO FIGURATIVOS DEL ARTE
MUEBLE PREIDSTORICO
(A propósito de las placas grabadas de La Cocina)
l. Presentación
La aportación ejemplar de la obra de Domingo Fletcher al conocimiento de la Prehistoria ibérica ha incidido varias veces en el comentati:o .d~ ~ colecció~ !;Ie__ P.lacas ~aºa~~ . de la .cu~v~. de ~a C9cina.
Encontrando ese lote su justa valoración tanto en textos sintéticos de
fondo (1) como en la espléndida presentación gráfica de los fondos del
Museo de Prehistoria de Valencia (2).
En una clásica definición del arte o de lo artístico (tomada de un
prestigioso diccionario enciclopédico extranjero) se supone que lo sea
cualquier «aplicación de conocimientos razonados y de medios especiales (cualquier tipo de técnica) a la realización de una concepción».
Tal definición amplia permite acoger las múltiples versiones de lo
artístico en la Prehistoria: de expresión figurada o no o en. la dificil
linde conceptual entre lo artístico y lo artesano. Pero restan en el arte
prehistórico (y en el «primitivo», en general) numerosos matices aue
perfilar entre esos ámbitos de conceptos demasiado próximos: su sen(1) D. FLETCHER VALLS: ..Probl.mea et progre• du Paléollthique et du Mésollthique de le
lUglon de Valencia (Espape)''· Quartir, 7/8, Bonn, 1966, p'ga. 66-90.
(2) D. FLETCHER VALLS: «Museo de Prehistoria de la Diputación Provincial de Valencia''· ·
Publicaciones del Círculo de Bellss Artes, Valencia, 1974.
-59-
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2
IGNACIO BARANDIARAN
tido propio y su dependencia/derivación con respecto a las categorias
vecinas. Así, por ejemplo:
a) En el sentido -o sea, la significación, explicación o apreciodel arte portátil (o mueble) frente al rupestre: ¿son manifestaciones «sinónimas» e indistintas, o complementarias, o
alternativas, o independientes?
b) Entre las diversas categorias de expresión (realista, estilizada,
esquemática, abstracta,...) que frecuentemente, y con bastante
incorrección, empleamos casi todos.
e) Entre lo alusivo (es decir, de referencia en cuanto signo a entes
físicos o de razón) y lo decorativo (puramente ilusorio, equilibrado u ornamental).
d) O entre las escuelas, estilos, provincias o facies que se establecen agrupando afinidades más llamativas por evidentes.
Como contribución de amistad al homenaje ofrecido a Domingo
Fletcher he querido tomar el propósito de la colección mobiliar de La
Cocina para suscitar alguna reflexión sobre temas convergentes en el
arte mueble del final del Paleolítico Superior y de etapas prehistóricas
más recientes en la península y zonas vecinas.
2. Las placas grabadas de la cueva de La Cocina
La cueva de La Cocina fue excavada por Luis Pericot entre 1942 y
1945, dentro de los planes de investigación del Servicio de Investigación Prehistórica valenciano, completándose su estudio en campañas
muy recientes por Javier Fortea. Dos publicaciones básicas evalúan
los estratos y efectivos arqueológicos hallados en las excavaciones de
Luis Pericot: por su propio autor y por Javier Fortea (3) basando en la
sucesión de capas de La Cocina la organización de los horizontes culturales del Epipaleolítico «geométrico» del Levante español en su
evolución.
Las piezas aquí interesadas son losas-placas de dimensiones
medianas a pequeñas, de contorno irregular aunque con cierta tendencia a lo ovalado o trapezoidal alargado. La colección que halló Pericot
. suma un total de 35 ejemplares: casi todos (salvo tres que están decorados por ambos lados) fueron grabados por una sola cara. En la figura
(3) L . PERICOT GARCIA: «La cueva d e La Cocina (Dos Aguas). Nota preliminar>>. Archivo de
Prehistoria Levantina, n, 19.6, Valencia, 19.6, págs. 39·70.
J . PORTEA PEREZ: «La cueva de La Cocina. Enaa.yo de cronología del E pipaleol!tico (Facies
Geométricas)». Serie de Tra~os Varios del Servicio de InvestiJt&ci6n Prebiat6rica, nWn.
Valencia, 1971.
•o.
- 60-
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ARTE MUEBLE PREIDSTORICO
3
1.• ofrezco una selección de esos ejemplares con versiones aproximadas que he calcado de fotografias publicadas por Fortea y por Fletcher
(4). La temática de la colección consiste, en esencia, en decoraciones
de trazos rectilíneos dispuestos en tramas, en estructura radial o en
bandas complejas, a partir de la propia forma del soporte o de varios
ejes de simetría suscitados por su módulo. Tales temas encajan en lo
que genéricamente se ha denominado «esquemático» o «lineal
geométrico».
Las placas de La Cocina se hallaron en la parte inferior (entre los
2'30 y los 2'70 metros de profundidad} del «nivel» ll de la cueva. Pertenecen, pues, al «horizonte Cocina TI» de la propuesta de Javier Fortea (5} del Epipaleoñtico de facies geométrica, en una fase pre-cardial:
su datación remontarla a finales del VI Milenio y cubriría el desarrollo
de la primera mitad del V.
Su posición estratigráfica y en el ámbito levantino así como su propia temática no figurativa provocan una compleja discusión sobre su
carácter independiente o derivado de hábitos artísticos anteriores y/o
foráneos. Diversos argumentos muy matizados se han expuesto desde
las varias posiciones que se han enfrentado con la dialéctica
continuidad/ originalidad que la colección de La Cocina sugiere.
La provincia mediterránea propuesta por P. Graziosi para el arte
del Paleolítico Superior tendria una perduración en etapas prehistóricas posteriores con una caracterización predominante en tratamientos
«esquemáticos» y «geométricos» (6).
Para ..F01tea (7), «Cocina ll representa una ·original evolución in
situ, plenamente ibérica, pero hecha desde las bases industriales sentadas en el horizonte precedente de Cocina 1, cuya tipología habrla
que poner en relación con el mundo tardenoisiense y, más concretamente, castelnoviense... (o, en términos preferibles, tardenoide y
castelnovoide) ».
Al estructurar el amplio efectivo de las manifestaciones de arte del
Levante peninsular en su contexto del MeditelTáneo occidental, José
Aparicio (8) ha anotado varias etapas o estilos tras el «arte parpallo(4) FORTEA PEREZ: Op. cit. en la nota anterior.
FLETCHER VALLS: Op. cit. en la nota 2.
(5) FORTEA PEREZ: Op. cit. en la nota 3.
(6) P . GRAZIOSI: «L'art pal6ollthique de la Province m6di~rran6enne et aea lnfluencea dana lea
tempa poat-pal6ollthiquea», en Prehiatoric Art of the Weatem Mediterranean and the Sabara. New
York. 1964, P"· 36.
(7) J . FORTEA PEREZ: «Algunas aportaciones a los problemas del Arte Levantino». Zephyrus,
XXV, Salamanca, 1974, pág. 233.
(8) J. APARI('IO PEREZ: «El Mesolítico en Valencia y en el Mediterráneo occidental». Serie de
Trab~oa Varios del Servicio de Investigación Prehistórica. núm. !i9, Valencia, 1979, págs. 199-262.
-61-
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IGNACIO BARANDIARAN
nés»: a) Incisiones rupestres fusiformes; b) arte rupestre levantino; e)
arte esquemático; y d) arte lineal geométrico de Cocina. Este arte
lineal geométrico de las placas de La Cocina engloba «motivos poco
variados, pudiendo calificarse de monótonos... series de rayas paralelas, que se organizan en zonas, y éstas a su vez forman combinaciones
con otras zonas de distinta orientación. .. ». Para Aparicio «no es posible relacionarlo con el arte parietal contemporáneo, de concepción,
técnica y estilo totalmente diferente... », aunque se reconoce que en el
soporte y en la temática haya en La Cocina una cierta derivación del
arte del Parpalló «surgiendo como forma evolutiva» de él
Ann Sieveking (9) ha expuesto hace poco un alegato a favor del
reconocimiento de una continuidad formal entre el arte'Paleolítico y el
del «Mesolítico» franco-cantábrico en un lote amplio de temas no figurativos o «esquemáticos». Haces de líneas múltiples, temas simétricos
en paralelo, entrecruzados y bandas onduladas aparecen en todo el
ámbito territorial citado apreciándoseles antecedentes en otras evidencias (tanto parietales como muebles) del Paleolítico Superior de la
región. Más aún sugiere Sieveking -con varios ejemplos del arte del
Levante (tanto del rupestre levantino como del mueble de La
Cocina)- una similar comunidad temática en el seno de la «provincia
mediterránea» y de ésta misma con la «franco-cantábrica».
3. Sobre la continuidad/evoluci6n del arte prehist6rico
Las opiniones aducidas. s~ ap9yan ~n argum~m~s ~~naos q~e
pretenden demostrar una cierta derivación del arte postglaciar a partir
del desarrollado en el Paleolítico Superior: así ha sido reiteradamente
expuesto por Paolo Graziosi (lO) en la provincia mediterránea y, sin
mucha dificultad, puede extenderse a bastantes aspectos de otras
áreas del arte prehistórico occidental
Para Graziosi (11) en ese territorio circummediterráneo el arte del
Paleolítico Superior aboca en el del Epipaleolítico, a partir de los
esquemas, convenciones y temas propios del pleno Gravetiense regio-
(9) A. SIEVEKING: «C'ontinui~ dea motifa ach6matiquea, au Pal6ollthique et dana lea p6riodea
poat6rieun en Franco-C'antabrie». Altamira Sympoaium, Madrid, 1981, p6p. 319-337.
(10) P . GRAZIOSI: «C'iottoll dipinti del Gard. n dilegno achematico paleo e poapateoUtico nella
Provinzia Mediterranea», en Featchrift für Lothar Zotz. SteinseitCragen der Alten und Neuen Welt,
Bonn, 1960, pAp. 171·179.
GRAZIOSI: Op. cit. en la nota 6.
(11) P. GRAZIOSI: «L'arte preiatorica in ItaliaJt. Sanaoni editor, Firenze, 1973, pAga. 67·69.
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Ftc.
Fo~
':'"ro"i.?í!:J:IWI6~~.:.......,
1.-Selecclón de placu¡rabadu
ceden
coe • del nivel U. la 6 del 1 ( de la cueva de La e
ele Dollliqo ft tratt¡rafta. (Cal• O¡noetcher laJ avler
y
-63-
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6
IGNACIO BARANDIARAN
nal ha.sta el desarrollo del Neolítico. Este estilo caracteristico ofrece
-según ese a.utor- «la. mescolanza con incisiones naturalistas de
estilo ya mediterráneo, otras de carácter geométrico... llegando en un
cierto momento a un desarrollo autónomo que se separa, en ciertos
a.spectos, de los prototipos franco-cantábricos para aflrmarse en un
estilo y visión suyos propios». Finalmente, «el esquematismo, el geometrismo y la abstracción, encontraron, según sitios y época.s, su
terreno más fecundo en las civiliza.cione~ agiicola-p~toriles, donde el
gran naturalismo zoomorfo de las antiguas culturas de los pueblos
cazadores no tema ya posibilidades o necesidad de desarrollarse» (12).
Una importante presentación de estos problemas de relaciónderivación en el arte del Levante español desde el «estilo Parpalló»
por lo epipaleolítico («tardenoisiense/castelnoviense») a lo de época
cardial ha sido razonada por Javier Fortea (13), señalando que la continuidad se trunca en la fa.cies microlaminar (asegurándose -al
contrario- en la geométrica hacia. el estilo Cocina.) y la quiebra que,
inmediatamente después, supone el arte rupestre levantino. <
Epipaleolítico geométrico para volver a encontrar una aflción artística
algo antes que nuestro litoral mediterráneo empezara. a neolitizarse.
Aparecerá entonces, tanto mueble como parietal, un arte lineal geométrico, sobre el que se superpone el arte levantino, estilística, temática y
conceptualmente distinto del que empezó a nacer en el Gra.vetiense
fina.l-Solutrense inferior,»
Los rasgos de continuidad -o contigüidad- entre los diversos
estilos o «escuelas» del arte prehistórico se presentan en diversos
a.spectos: lo temático, lo técnico o la subordinación de la obra a la entidad de los soportes, entre otros.
El proceso de desarrollo del arte figurativo occidental empieza en
el primer tercio del Paleolítico Superior y se prolonga. -con diversas
matizaciones- en etapas prehistóricas más recientes: así , a.unque
escasísimo, debe anotarse el lote de testimonios de arte figurativo que
en estratos del Aziliense del Lot está encontrando en estos años últimos M. Lorblanchet
(12) GRAZIOSI: Op. cit. en la nota anterior, p,¡. 173.
(13) FORTEA PEREZ: Op. cit. en la nota 7, pqa. 231-239.
(14) J. FORTEA PEREZ: «Arte paleolítico del MediterrÚieo español». Trabejoa de Prehiatoria,
35, Madrid, 1978, P'i· 149.
-64-
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ARTE MUEBLE PREBISTOBICO
7
Otra cuestión paralela, y en parte distinta, es la del desarrollo de
las manüestaciones no realistas: complementarias para unos, sustitu-
tivas para otros y hasta independientes para algunos del arte figurado
animalísticó contemporáneo. Bien dificil es, por otro lado, determinar
cuándo se originan estas manifestaciones artísticas delHomo sapiens:
son frecuentes, desde el Musteriense, los trazos grabados sobre frag·
mentos óseos o líticos pero no es fácil reconocer ni demostrar en ellos
aquel caracter ·artístico. Algunas formas naturales y determinadas
actuaciones puramente «técnicas» suscitarían, en la opinión de ciertos
prehistoriadores, actitudes expresivas y referencias simbólicas entre
las gentes del Paleolítico Medio. Así elucubra -a mi modo de ver no
demasiado convincente pues no resulta evidente la pretendida rela·
ción de causalidad-, M. Chollot-Varagnac: «los neandertalianos
parecen poseer ya muchas técnicas iniciales concernientes a la decoración: las pinturas corporales, tatuajes, elementos de identificación
entre tribus y protecciones mágicas precedieron a las pinturas parietales. El descarnamiento, marcando los huesos suscitará los primeros
trazos geométricos intencionales... los objetos de curiosidad (como
conchas o minerales de formas atractivas) constituirán el inicio del
simbolismo y el punto de partida de la esquematiZación. .. » (15).
No se puede controlar de forma objetiva -y pese a argumentos de
la Etnografia o de la Sociología del Arte- aquel pretendido proceso
evolutivo en la Prehistoria desde lo natural y no intencionado hasta lo
expresivo/simbólico. Como tampoco es fácil a.segurar una relación
concatenada entre algunos temas básicos -en tanto que «prototipos»Ylas pretendidas versiones estereotipadas que se les derivarían -como «esquemas» o «estilizaciones»- tal .como para varias series
«evolutivas» concretas se ha expuesto en importantes ensayos de H.
Breuil, de G.H. Luquet o de M. Chollot-Varagnac.
Más aún, con relativa frecuencia se ha intentado tender puentes de
aproximación entre las dos grandes versiones del arte Paleolítico (lo
mobiliar y lo rupestre) pensando que la semejanza relativa entre los
temas concretos o entre las convenciones expresivas permitirían aplicar a lo parietal las dataciones (estratigráficas o absolutas) obtenidas
de lo portátil. Así, por ejemplo, se ha escrito sobre el sugestivo tratamiento en trazo estriado (detectado de hace tiempo por E. Cartailhac
y H. Breuil y analizado posteriormente por otros - F. Jordá y M.
Almagro- o sobre algunos tipos concretos de signos (así algunos «tec-
(15) M. C'HOLLOT·VARAGNAC': '
6criturea primitlvea en P~biJtoire». Edition Fondation Slnger-Pollgnac, Parla, 1980, páp. 12-16.
-65-
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IGNACIO BARANDIARAN
8
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5
«tectiformes~t en el arte parietu de Lu Herreriu (Aaturlu). 2:
«Eacaleriformee~t grabados en la cueva de Eacoural (Portugal). 8: Plaqueta de
Fi¡. 2.- 1: Sl.poa
ocre del Magdaleniense IDferior de Altamlra. 4 : SJ.cno aobre aoporte óseo del
Magdaleniense Final del Pendo (Cantabria). 5: Sobre uta del Magdaleniense
IDferior de Altamlra (Cantabria). Según venionee de F. Jordá y M. Mallo, M.
Farinha doa Santos et alíi, H. Alcalde del Rio, e Ignacio Barandlarin.
-66-
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ARTE MUEBLE PREHISTORICO
9
tiformes»). Cuestiones que, en una perspectiva metodológica más
general, han sido presentadas de modo sistemático en textos de H
Breuil, P. Graziosi, A. Laming-Emperaire, A. Leroi-Gourhan o P .
Ucko-A. Rosenfeld entre otros y detalladas en casos particulares del
arte paleolítico pór F. Jordá, P. Utrilla, M.• S. Corchón o I. Barandiarán. A Javier Fortea (16) se debe, en lo referido al arte postpaleolítico
del Levante peninsular, el más metódico esfuerzo por establecer los
mínimos de certeza estratigráfica -es decir, cronológica- de la pintura parietal levantina a partir de las evidencias mobiliares de la
región.
En la recopilación de M • del Pilar Casado de los signos del arte
parietal del Paleolítico cantábrico, la mayoría aplastante es de las formas «cerradas» y.complejas -los típicos «tectiformes» (casi el40 %
de contorno exterior rectangular o trapecia~ un 25 % de triangular)y de las «largas» - como «claviformes» (un 28 %)- : que casi nada tienen de parecido con lo inventariado en el arte mueble de la región
Sólo en zig-zags, en serie de V y en retículas (que suponen en aquel
catálogo casi el 5 % del efectivo estudiado) y en contadísimos ejem.plos de «tectiformes» cerrados alargados se aceptaría algunas semejanza con temas de arte portátil (17).
Existe una sólida teoria escrita sobre el aprovechamiento y subordinación de las manifestaciones del arte rupestre a las formas (disposición, dimensiones, textura, alteraciones...) de las paredes y techos de
se
las cuevas. Del mismo modo, - perciben bastantes casos de relación
inmediata entre la forma del·soporte y la- distribución y organización
de los temas en el arte mobiliar del Paleolítico Superior (18). Cuestión
que, sin demasiada dificultad, debe ser suscitada en el lote de placas
de La Cocina, cuyos grabados se organizan a partir de los ejes de simetria de las losetas o/ y de la forma de su contorno general.
3.1. El arte «esquemático» del último tercio del PaleoUtico
Superior
La lista de motivos «no realistas» propuesta por Chollot;.. Varagnac
(19) organiza los que ella clasifica en la rica colección de los fondos del
(16) FORTEA PEREZ: Op. cit. en la nota 7.
(17) M.• P . CASADO LOPEZ: «Loe aignoa en el arte Paleolítico de la Penínaula lbérica~t. Monograftu Arqueol6clcu, XX, Zaragoza, 1977.
(18) L BARANDIARAN MAESTU: «Utilización deleapaclo y p~ao ¡rifico en el arte mueble
peleolítico~t, en Scripta Praehiltorica Fnmciaco Jordá Oblata, Salamanca, 198• , p6p. 126-l• O.
(19) CHOLLOT-VARAGNAC: Op. cit. en la nota 15, páp. 87 y u .
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10
I~CIO BARANDIARAN
Musée des Antiquités Nationales en veinticinco series: zigzags, aspas,
crecientes, festones, muescas, tubérculos, elipses, husos, losanges,
dameros losángicos, líneas sinuosas, curvilíneos, puntillados, círculos, nervaduras circulares, líneas radiales, arcadas, decoraciones en
tomo a una perforación, motivos complejos, Jíneas y entalladuras
transversales, líneas longitudinales, nervaduras longitudinales decoradas, ranuras estriadas, líneas oblicuas incurvadas, y Jíneas oblicuas.
Esta «tipología» -que tomamos como ejemplo de otras que se han
suscitado para colecciones similares y están en su misma línea- es un
adecuado paradigma de las limitaciones de cualquier intento de
estructurar hoy las complejas evidencias de lo «decorativo» en la Prehistoria. Así, anotariamos, entre otras:
- Lo reducido de la muestra empleada, puesto que pese a la entidad de los fondos del Musée des Antiquités Nationales ese
efectivo no representa suficientemente la variedad real del
«grafismo simbólico» de la época en el Sudoeste europeo.
-La atención especial concedida a los temas «organizados», es
decir, a los de mayor complejidad y regularidad o a los inmediatamente suscitados por la forma del soporte y de sus accesorios
(en simetrla, disposición radial o periférica, etc.).
- La justificada tendencia a reducir aquellas «categorias gráficas» a los conceptos formales del mundo moderno: muchas veces
se suelen estar descomponiendo temas que nos parecen «complejos» en los elementos que fácilmente identificamos a partir
de· ·n uestra fc::>rmación .en la geometrla. «clásica». ...
- La dificil aplicación de aquella u otra similar tipología a conjuntos distantes en espacio o tiempo. A quien pretendiera
emplearla, sin más, para la clasificación, por ejemplo, del lote
de La Cocina, se le debe recordar que el efectivo estudiado por
M. ChollotrVaragnac (de cerca de l. 900 ·evidencias) es dominado ampliamente (un 96 % de los casos) por soportes de forma
muy regular (de ellos, el94'3% son instrumentos óseos sofisticados -arpones, azagayas, bastones, colgantes, tubos, placas
recortadas-) frente a sólo un 1' 5 % de cantos de piedra de contomo simétrico y un 2'8% de lajas y otros fragmentos
líticos «amorfos».
Se debe subrayar, con respecto a ese arte mueble del tercio final
del Paleolítico Superior, que la mayoria de los temas bien estructurados (en reiteración, en alternancia o en combinación) se dan en soportes óseos o/y de módulos simétricos, en tanto que otros en haces o en
retículas parecen más propios de placas de hueso o de piedra (siendo
dominantes, luego, en el arte postpaleolítico).
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ARTE MUE.BLB PREHISTORICO
11
En la recopilación del arte mueble del Paleolítico cantábrico existen algunos temas de especial interés, o porque pueden ser comparados con otros del arte rupestre contemporáneo, o por constituir
modelos estereotipados que, sin demasiada reticencia, prefiguran
temas del arte mueble postpaleolítico (20). Aparte de «escaleriformes» (así en El Pendo, Altamira o Cueto de la Mina), de «chocüormes» o de alguna cuadrícula compleja (Candamo, El Pendo), puedo
retener ahora: una plaquita de ocre del Magdaleniense m de Altamira,
en la figura 2.3 (21) y otra, de data aproximada, una especie de «paleta
de ocre» del nivel e de Abauntz), fechada por C14 en los 13.850±350
a. de C. (fig. 3.6) (22). Por otra parte se hallan algunos de aquellos «tectiformes» del arte parietal paleolítico peninsular aproximables a otros
del mobiliar, como los que se reproducen en la figura 2.1, parietal de la
cueva asturiana en La.s Herrenas (23); en la 2.2, parietal de la portuguesa de Escoural (24); en la 2.5, sobre asta del Magdaleniense
de
Altamira (25}, y en la 2.4, sobre soporte óseo del Magdaleniense final
de El Pendo (26}.
El peculiar, y muy interesante, estilo parpallense parece prefigurar
más inmediatamente algunos de los temas de la cueva de La Cocina.
En el riquísimo repertorio del arte mobiliar con grabados sobre piedra
del Parpalló, apreció Luis Pericot (27) una cierta evolución, o cambio,
tanto en temática como en estilo desde lo anterior al Magdaleniense
«antiguo» a lo producido en el desarrollo de esta cultura: especialmente «en la abundancia de motivos geométricos... con combinaciones de rayados, . con temas curvilíneos que son · nu&vos, acaso
coincidente con el desarrollo del grabado en hueso». De tales motivos
lineales geométricos -en retículas o en tramas- he entresacado
varias placas de comparación más sugestiva con las de La Cocina: del
m
(20) L BARANDIARAN MAESTU: «Arte mueble del PaleoUtioo cantábrica». Monograftu
Arqueológicas, XIV, Zaragoza, 1978, págs. 286·296.
(21) H . ALC ALOE DEL RIO: «Las pinturas y grabados de lae cavernas prehiat6ricas de la Provincia de Santander>•. Portugalla, 2/2, Porto, 1906, págs. 1-42, fi¡. 10.
(22) P . UTRILLA MIRANDA: «El yacimiento de la cueva de Abauntz (Arraiz, Navarra)». Trabajos de Arqueología Navarra, 3, Pamplona, 1982, fig. 61.1.
(23) F. JORDA CERDA y M. MALLO VIESCA: «Las pinturas de la Cueva de laa Herrerlaa (Llanea, A.lturiaa)». Biblioteca Z~pb,yrua, n, Salamanca, 197.2.
(24) M. FARINHA DOS SANTOS, M. VARELA GOMES y J. PINHO MONTEIRO: «Deacobertaa de arte rupestre na Gruta do Eacoural (Evora, P ortugal)». Altamira Symposimn, Madrid, 1981,
págs. 205-243, fi¡. 14.
(26) BARANDIARAN MAESTU: Op. cit. en la nota 20, ftg. 56.
(26) BARANDIARAN MAESTU: Op. cit. en la nota 20.
(27) L . PERICOT GARCIA: «La Cueva del Parpal16 (Gandía). Excavaciones del Servicio de Investlgaci6n Prehistórica de la Excma. Diputación Provincial de Valencia». Madrid, 1943, págs. 136-187.
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IGNACIO BARANDIARAN
Fig. 8.-l, 2 y 8, placas del <
Abaun&s (Navarra); 7, luca del Epigravetieue dellUparo Tagliente (Italla).
Según veniones de LuiB Pericot, Pilar Utrllla y Piero LeonardL
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ARTE MUE.BLE PREHIBTORICO
13
Magdaleniense ill en la figura 3, números 1, 2 y 3, y del Magdaleniense
IV en la figura 3, números 4 y 5 (28).
También en el arte sobre piedra del Africa septentrional y sahariana -a caballo entre el final del Paleolítico Superior y la primera
parte del Holoceno- hay un buen lote de evidencias no figurativas. Al
margen de los temas animales y de los llamados signos sexuales se
corresponden, en la catalogación propuesta por Henriette CampsFabrer (29), con algunas de las «decoraciones geométricas elementales» (especialmente con las en «cuadrillajes o tramas», aparte los
casos de «series en V, trazos ramificados en tridente, husos y puntillados»), y, en casos excepcionales, con «decoraciones geométricas complejas» y «signos enigmáticos».
3.2. El «estüo» aziliense
En la figura 3. 7 se reproduce una placa silícea del Epigravetiense
del Riparo Tagliente, modelo suficiente de otros temas en retícula
similares a ese contexto italiano (30).
La posibilidad de comparar esas piezas de La Cocina con otras de
estaciones azilienses de la Dordoña y Pirineos -y hasta de otros
ámbitos del Mediterráneo occidental en contextos del Würmiense o
del primer tercio del Holoceno- fue advertida por Breuil (31). Del
mismo modo, tanto Francisco Jordá, señalando ciertos paralelos entre
plaquetas de La Cocina y algunos grabados azilienses (32), como
sugierep. un relativo c.aracter aziloide (aunque
Domingo Fletcher (33) _
la cronología del depósito de procedencia sea en La Cocina más
reciente que esa etapa) para el lote mobiliar de la cueva valenciana.
De modo reiterado -así por D. Peyrony (34)- se ha anotado que
en el territorio de Pirineos/Dordoña proliferan en el Magdaleniense
terminal, junto a representaciones figuradas de minucioso realismo y
(28) PERICOT GARCIA: Op. cit. en la nota anterior, figa. S90, 404, 406, 479 y 480.
(29) H. CAMPS·FABRER: c
rieMen. Mémolrea du Centre de Recherchea Anthropologiquea, Préhiatoriquea etEthnograpbic¡uea, V,
Alger-Parít, 1966, p6p. 218-2S8.
(SO) P . LEONARDI: «Nuova serie di graffiti e aegni vari paleolitici del Riparo Ta¡liente a Stalla·
vena nei Montl Leaaini Preaao Verona (Italia)». Bollettino del Museo Civico di Storia naturale di
Verona,
Verona, 1980, fiJ. 12 d.
(31) H. BREUIL: «Cailloux gravéa aziliena~t. Qnatemaria, IL Roma. 1966. pá¡a. 89-43.
{82) F. JORDA CERDA: «Anotaciones a loa problemas del Epi¡ravetienae eapallollt. Spelecm.
VI.4, Oviedo, 1966, p6p. 349-361.
(SS) FLETCHER VALLS: Op. cit. an la nota l.
(8 4) D . PEYRONY: 4
capaien». XI CongÑa Préhi.atorique de France, Paría, 1936, p6p. 418-418.
vn,
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IGNACIO BARANDIARAN
de mucho detalle (hasta el «manierismo» y la «blandura», en expresión de Hugo Obermaier), otras esquematizantes de carácter muy sencillo en las que parece prevenirse la forma «abstracta» del arte
del Aziliense.
El Aziliense de Asturias y Cantabria ofrece un menguadísimo
repertorio de arte mueble; cuya única colección -poco importantede cantos pintados ha sido recogida por Fernández Tresguerres (36)
en las excavaciones de la cueva asturiana de Los Azules 1 El catálogo
general de todo lo mobiliar aziliense del conjunto de la Cornisa Cantábrica se caracteriza como de «un esquematismo ya total» (36), suponiéndosele una a modo de liquidación del estilo propio precedente del
Magdaleniense Final.
Los típicos cantos rodados azilienses del Pirineo francés están
normalmente pintados pero ofrecen algunos, por excepción, temas
grabados de organización simétrica que completan -o sustituyen en
algún caso- aquellas pinturas. Tal como sucede en piezas grabadas
procedentes del sitio epónimo del Mas d' Azil (figs. 4.3, 4 y 6) (37), y
del abrigo Gay (ya en el departamento del Ain) (figs. 4.1 y 2)
(38).
La «familia» de los cantos pintados azilienses del Pirineo (con las
citadas evidencias «menores» de la región cantábrica y de zonas francesas más al Norte) tiene algunos representantes relativamente similares en Italia A lo largo de un desarrollo culturaVcronológico desde el
Romanelliense tardío a lo largo del Mesolítico regional hasta entrado
el Neolítico: con ejemplares que podemos recordar d& la Grotta delle
Felci en Capri, de la dell'Orso en Siena, la delle Prazziche en Lecce, y,
(36) J . A. FERNANDEZ-TRESGUERRES VELASCO: «El Azilienae en laa provincias de Asturias y Santander». MonograflA núm. 2 del Centro de Inveatigaciones y Museo de Altamlra,
Santander, 1980.
J. A. FERNANDEZ-TRESGUERRES VELASCO: «Cantos pintados del Azilienae cantábrico». Altamira Symposium, Madrid, 1981, págs. 246-260.
(36) BARANDIARAN MAESTU: Op. cit. en la nota 20, pág. 319.
(37) C. COURAUD, A. ALTEIRAC y R. BEGOUEN: «Lea ¡aleta aziliena dana lea collectiona ariégeoi.aes». Prebistoire Ari'geoiae (Bulletin de la Socil~t' Pr,bistorique de 1' Ari~ge),
Tarascoo-aur-ArUge, 1988, págs. 3-21 y fip. 39, 28 y 22.
(88) C. COURAUD y R. DESBROSSE: «Galets ulliens de l'abric ~ l Poncin (Aid)». L'Anthropologie, 86/86, París, 1982, págs. 682-694, flga. 2.6 y 6.2.
xx:xvm,
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ARTB MUEBLE PREHISTORICO
16
Fle. •.-1 y 2, ¡rabadoe uilleuea del abrigo Ga.Y (Ahl); a, • y&, del Mu d'Adl; 8, de La
Madeleine. Se¡(m venlone11 de C. Co111'1Uld y R. De•broue (loe o Cunero. 1 y 2),
de C. Couraad. A. Alteirac y R. Begoun (lo• n6mero. S, • y &) y H. BreWl (el
n6mero 8).
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16
IGNACIO BARANDIARAN
sobre todo, la della Madona en Cosenza y la di Levanzo en Egadi (39).
Algunos de esos temas «esquemáticos» se han definido como antropomórficos, siendo otros de disposición en bandas transversales o longitudinales bastante parecidos a los típicos azilienses del Pirineo. ·
En el ámbito particular de las piezas grabadas de la época, la presencia de líneas radiales o en entrecruzados sobre, normalmente, placas de piedra se atestigua en bastantes ejemplares, cuyo precedente
se busca, sin reticencias, desde el Magdaleniense avanzado. Esos
«temas» tienden, por lo común: a) a cubrir totalmente la superficie
disponible en la placa; b) disponerse simétricamente sobre el soporte,
a partir de su centro y con respecto al contorno del mismo, y e) incluso
a concretar la línea o eje de simetría que suscita el conjunto del tema.
Son muchos los ejemplos que, al respecto, se pueden aducir: en los
repertorios referidos al Magdaleniense Final y al Aziliense por H.
Breuil y por A. Roussot y J. Ferrie (40) se ofrecen casos de La Madeleine, Mas d' Azil, Raymonden-Chancelade, Gourdan, Abri Dufour,
Villepin, Rochereil, cueva Richard des Eyzies, Abri Pagas, Arudy...
Retenemos como más ilustrativos en el Aziliense franco-cantábrico
algunos casos de La Madeleine, en la figura 4.6, de Berroberria en la
figura 6.1 (placa arenisca), de Mas d'Azil en la figura 5.2 (sobre as~) y
de Villhonneur en la figura 5.3 (en canto rodado) (41).
3. 3 Otras evidencias de contextos epipaleoliticos. y neolíticos
del Mediterráneo occidental
En diversos otros territorios del complejo cultural epipaleolítico
(mesolítico) y neolítico se haJJan relativos paralelos al arte geométrico
(39) G. BUC'HNER: «La stratigrafia dei livelli a ceramica ed i ciottoli dipinti achematici antropomorfl della Grotta delle Felci». Bulletino di Paletnologia Italiana, 64, Roma, 1966, pága. 107-136.
R. GRIFONI: «La Grotta dell'Orso di Sarteno>>. Origini, 1, Roma, 1967, págs. 63-116.
E. BORZAITI VON LOWENSTERN: «Oggetti romanelliani con teetimonianze d'arte nella
Grotta delle Prazziche (Novaglie, Lecce)». Rivista di Scien.ze PraU.toricbe, XX, Flranze, 1966, p'ga.
303-306.
- •
L. (' ARDINI: «Dipinti Schematici della Grotta Romanelli e au ciottoli dei liveli meaolitici della
('averna delle Arene C'andide e deDa Grotta della Madona a Praia a Mara». Atti deUa XIV Reunione
aclentifica deU1atituto Italiano di Preistoria e Protoiatoria in Puglia, 1970, Firen.ze, 1972, págs. 225-235.
P. GRAZIOSI: «Pietra graffita paleolitica e ciottoli diplnti della Grotta di Levan.zo (Egadi)
(Scavi, 1963)». Rivista di Scienze Preistoriche, IX, Firan.ze, 1964, pqa. 79-88.
(40) BREUIL: Op. cit. en la nota 31.
A. ROUSSOTyJ. FERRIER: «Le Roe deMercampa (Gironde). QuelqueanouveUesobaervationa» Bulletin de la Soci6U Prihiltorique ~e. 67, Parla, 1970, págs. 298-SOS.
(41) BREUIL: Op. cit. en la nota 31, fig. 2.1 y fig. 3.1.
BARANDIARAN: Op. cit. en la nota 20, lám. 67.
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«esquemático» de La Cocina. Diversas explicaciones son aducidas
para justificar la comunidad del fenómeno, valorándose de manera
especial la contigüidad estratigráfica entre las evidencias.
En la secuencia de la tarraconense cueva del Filador ha visto Salvador Vilaseca «un proceso que podrlamos suponer de azilianizaci6n
sobre una técnica probablemente epigravetiense que se interrumpe en
el nivel n, todavía sin cerámica» (42}. Precisamente en este nivel II
encontró una placa de pizarra grabada con rayas cruzadas y una especie de triángulos en un borde (43), en un estilo relativamente aproximable al de La Cocina: su estilo «lineal geométrico» está - para J.
Aparicio (44)- <
Cocina».
En el arte del Africa septentrional y sahariana son bastante frecuentes estos signos en trama Del Capsiense superior de la región de
Tebessa (45} proceden varias plaquetas grabadas con temas en trama
q enrejado («cuadrillajes»), al estilo de los que perduran en el Neolítico
del Marruecos sahariano. En la figura 6, 1, 2 y 3 se reproducen.sendas
placas grabadas del Capsiense superior norteafricano de El-Mekta,
Wed Aufaren y Khanguel el-Muhaid (46), cuya tradición continúa en
el Magreb más reciente y hasta neolítico.
Del Neolítico Superior italiano -cultura Lagozziense- del palafito del sitio epónimo Lagozza di Benaste son cantos grabados con
dibujos sencillos en trama (series de líneas cruzadas), normalmente
sobre una sola cara (47). En las figuras 6.4 y 5 reproduzco de Paolo
Graziosi dos de esos ejemplares (48):·
En el covacho oscense de Huerto Raso, atribuido al Neolítico
Pleno («medio avanzado») se halló la placa de arenisca con un «escaleriforme» que se representa en la figura 6.6 (49). Todavía en el Calcolí-
(42) S. VU.ASECA ANGUERA: «Reua y su entorno en la Prehiatmia.». Aeociaci6n de Eatudioa
Reuaenaee, nóme. 48 y 49, Reus, 1973, plig. 63.
(43) S. VILASECA ANGUERA: «Avance al estudio de la cueva del FiJador, de Margalef (Tarragona)». Archivo Eapai\ol de Arqueología, 77, Madrid, 1949, plip. 476-489.
S. VILASECA ANGUERA: «Cuatro día& en la Cueva del FiJador, Margalef>), en La PÑhia·
toire. Problimes et tendancea, París, 1968, pligs. 476-489.
(44) APARICIO PEREZ: Op. cit. en la nota 8, plig. 241.
(46) CAMPS-FABRER: Op. cit. en la nota 29, pligs. 221-223.
(46) CAMPS-FABRER: Op. cit. en la nota 29, figs. X.1, VIL1 y VIL4.
(47) O. CORNAGGIA CASTIGUONE: «1 ciottoli inciai dalla stuione palafitticola dalla Lagozza
di Besnate. Contributi a la coDOII«!naa deUe culture preietoric.be della Valle del Po (IV)11. Bulletino di
Paletnologúl Italiana, nuova aerie, X, vol 66, Roma, 1966, pqa. 143-166.
. (48) GRAZIOSI: Op. cit. en la nota 11, fig. 2.
(49) I. BARANDIARAN MAESTU: «.Materiales arqueológicoe del covacbo del Huerto Raso
(Leclna, Hueaca)l). Zephyrus, XXVI-xxvn, Salamanca, 1976, fig. 9.
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IGNACIO BARANDIARAN
Flg. 5.-Gnbado• ullieue: 1, eD placa de Berroberria (Navarra); 2, eD uta de Mu
d'AzU. y 8, eD cuto rodado de VUhouear (ChareDte). Segó J. Barudiari.D
(el Dúmero 1) y B. Breuil (loe a6mero1 2 y 8).
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tico hay supervivencias ·de aquel mismo estilo geométrico rectilíneo,
como se aprecia en la publicación de R. Guiraud (50).
4. &flexión final
Del hilo de las notas sugeridas por el lote de placas grabadas de La
Cocina se destacan algunas reflexiones críticas sobre la orientación
actual de las investigaciones del arte prehistórico y sobre el significado
mismo de sus manifestaciones.
El complejo panorama de la expresión plástica en los grupos prehistóricos del Viejo Continente y de las zonas próximas de Asia y
Africa suele ser organizado, tradicionalmente, en apartados o capítulos suficientemente individualizados. Se sirve con ello a criterios que
derivan, en buena parte, de estados de opinión muy generalizados
entre quienes en las dos décadas iniciales de este siglo se enfrentaron
con la identificación, la interpretación y la periodización de las primeras manifestaciones controlables del arte de la humanidad Métodos y
argumentos usuales en las escuelas de interpretación paletnológica de
entonces (la evolucionista y, sobre todo, la histórico-cultural) caracterizan la literatura arqueológica habitual: la obra magistral y básica de
Henri Breuil tanto como la de otros tratadistas (H. Obermaier, G.H.
Luquet, R. Lantier, J. Cabré, ...) surgen, se desarrollan y explican precisamente en aquel contexto. Derivando de ellos, como intentos concretos de adaptación (así M.• O. Acanfora, Paolo Graziosi, Herbert
Kühn), la mayor parte de los textos que hoy consideramos fundamentales.
Sin entrar en una valoración de actitudes epistemológicas es fácil
hallar en muchas de las autoridades en arte prehistórico una doble
tendencia:
a) A parcelar la consideración de ese arte en compartimentos
territoriales/ zonales o cronológico/culturales. Así, los estilos y
las provincias -a nivel más amplio-- o las escuelas y las facies
-en un enfoque más de detalle-- aseguran el entramado
básico de los textos que normalmente utilizamos.
b) A organizar la complejidad de esa. manifestaciones artísticas
s
en lotes -temáticos, significativos o expresivos-, que aparecen como piezas sueltas y desarticuladas de la estructura de lo
expresivo-conceptual. Expresiones ya tópicas - como «arte
(60) R. GUIRAUD: «Un galet gravé chalcolithiqlle, découvert dana l'Hérault>1. Travaux de l'Inati-
tut d'Art Ptitu.torique de Toulouse, VI, Toulouse, 1961, págs. 97-101.
-77-
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IGNACIO BARANDIARAN
2
3
6
Pi¡. 6.-1, 2 y S, ¡rabados del CapeieD.Be norteatricano: 1, El Mekta; 2, Wed Aufaren, y
S, Kan¡uel el-Muhaid; 4 y~. grabados del Lagoszieue de Legoza; y 6, placa
del Neolítico de Huerto Ruo (Bueeca). Se¡r6n H. Camp•Pabrer (los n6.meros
1 a S), P. Grulosl (los D.6meros 4 y ~) e L Barandlarúl (el n6.mero 6).
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ARTE MUEBLE PREBIBTORICO
21
megalítico», «esquemático», «signos», «provincia mediterránea», «arte naturalista», ... - consagran concepciones fragmentadoras del hecho artístico en su diacronía, soporte cultural o
étnico, significado, etc.
Tal prurito taxonómico parcela excesivamente la entidad de la
plástica en los grupos prehistóricos. Desconoce, muchas veces, la.s
caracte.risticas de los procesos de génesis, difusión e intercambio de
los temas, símbolos o técnicas; de tal forma que gana en claridad -o
en efectividad didáctica- omitiendo inseguridades o superando el
abigarrado panorama de los hechos que estudia.
En las últimas décadas algunas brillantes intuiciones y varias
investigaciones positivas intentan superar aquellos «paradigmas» de
interpretación. Los pe.riodos o las culturas en Prehistoria empiezan a
ser concebidos como horizontes, como situaciones o como procesos. Y
se valoran cada vez más las conexiones entre las diversas maneras de
expresión prehistórica, que se influyen y prolongan bien lejos de los
ámbitos territoriales o cronológicos que se les suponen propios. Pueden coexistir «estilos» diferentes, en tanto que los contextos funcionales introducen elementos decisivos de variabilidad en el seno de
«grupos» o «culturas» de apariencia uniforme. Más aún, se piensa que
múltiples factores significativos, rituales y expresivos producen «códigos», o estereotipos(= «convenciones») de carácter casi universal y~
en cierto sentido, anacrónico.
El caso aducido de las placas de La Cocina y de los paralelos recordados en el arte mueble no figurativo expresa, creo que con claridad:
a) La ambigüedad (por genérica y falt;Q de claridad en percepción
o en definición) del concepto que engloba tan amplia tipología
de «temas» no figurativos y de las variedades apreciables en su
seno («cuadrillajes», «escaleriformes», «tectiformes», «tramas», «haces», ...).
b) La gran extensión temporal y espacial-no sé si la pervivencia,
en sentido estricto- de aquella temática de trazos lineales
geométricos.
e) Y su presencia en contextos culturales distintos, cuyas bandas
de contacto físico o vías de difusiÓn son difíciles de demostrar.
Vitoria, 10 de agosto de 1985
- 79 -
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ANTONIO BELTRAN
(Zaragoza)
LA FASE «PRE-LEVANTINA» EN EL ARTE
PREIDSTORICO ESPAÑOL
Recientes descubrimientos en el arte rupestre post-paleolítico en
España permiten llegar a la conclusión de que en una etapa anterior a
la del comienzo del llamado «arte levantino» existió una fase artística
cuyas características no están suficientemente aclaradas, pero que se
manifiesta con seguridad a través de datos objetivos que deben ser
valorados. Este planteamiento es el que nos proponemos hacer en este
breve estudio que queremos dedicar, como cordial y afectuoso homenaje, al amigo y compañero, director muchos y fructíferos años del
Servicio de Investigación Prehistórica, de Valencia, Domingo Fletcher
Valls. Parece el tema adecuado, porque la citada fase «pre-levantina»
si no exclusiva de Valencia sí que resulta característica de una zona
que engloba las sierras que, desde Bicorp y Cocentaina, van hasta el
norte de la provincia de Murcia y de la zona aledafta de Albacete, configurando, hipotéticamente, una zona con peculiares notas en la evolución de los principios generales del «arte levantino».
Dentro del sistema'tradicional de ordenación del arte prehistórico
español se ha tenido, durante mucho tiempo, por inamovible, que las
pinturas parietales del magdaleniense final agotaban un «ciclo» tras el
que se abría un vacío que no volvía a llenarse de modo regular hasta la
aparición, en España, de un arte entre el naturalismo y el impresionismo exclusivo de la zona de serranías interiores vecinas del litoral
mediterráneo, que, a su vez, terminaba dejando paso al «arte esquemático» de la Edad del Bronce, en este caso sin solución de continui-81-
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2
ANTONIO BELTRAN
dad, con lo que se completaba una te6rica secuencia artística que
arrancaba del naturalismo paleolítico, seguía, tras un «hiatus», con el
naturalismo impresionista mesoneolítico y acababa con el esquematismo del E neolítico-bronce. Aún se añadía una primera etapa de
«abstracción» a principios del Paleolítico Superior, se sugería (Breuil,
Obermaier, Bosch Gimpera) una datación paleolítica para el más antiguo arte «levantino» y, dentro de las teorías evolucionistas históricoculturales, se aceptaba que el arte «levantino» en un proceso de
estilización y degeneración se transformaba en el arte esquemático
cuya vigencia podía asegurarse hasta la intervención de las corrientes
clásicas a través de las colonizaciones orientales.
Este esquema es falso, al menos en su planteamiento generaL En
primer lugar cada vez son má.s numerosos los hallazgos de arte epipaleolítico no «levantino» y más clara la evidencia de que no existe un
arte «levantino» monolítico y único, tanto en sus principios como en
sus finales, fuera de los territorios y emplazamientos habituales como
el hallazgo de pinturas junto al mar (La Higuera de la Isla Plana de
Cartagena, las Arañas del Carabasí, de Santa Pola, la J oquera, de
Borriol) e incluso rompiendo la constante de pinturas en covachos o
abrigos exteriores para aparecer en cuevas relativamente profundas
(cuevas de Las Conchas, el Humo y Las Palomas de la Peña Rubia de
Cehegín, la citada de Santa Pola y Sant Esteve de Les Gralles, Lérida)
y la posibilidad de evolución estilística en círculos cerrados y la adopción de distintas líneas de transformación en época más antigua de lo
supuesto, como han mostrado con· seguridad las cuevas itaHanas del
sur de Italia, en Otranto, especialmente, Porto Badisco, cerrada en el
Eneolítico y con fechas que alcanzan el IV milenio.
Volviendo al arte «levantino», en nuestra síntesis de 1968 exponíamos que su fase más antigua podía alcanzar fechas absolutas de
hacia el 6.000, en las que una comunidad de cazadores de serranía,
pintaría (y por excepción grabaría) en paredes al aire libre o escasamente protegidas, escenas con figuras de gran tamaño y extraños puntos de contacto con el arte paleolítico, estáticas o escasamente
movidas, en tintas planas fuertemente perfiladas, con «perspectiva
torcida» de cuernos, astas y pezuñas, con color rojo muy patinado y
embebido Em la roca y predilección por la representación de toros y
con participación relativamente escasa de la figura humana; ésta
muestra una tendencia clara a la estilización frente al naturalismo de
los animales repitiendo un elemento conceptual que ya se produjo en
el arte paleolítico. Respecto de los colores, el rojo claro y un rojo
vinoso o carminado correspondían a las figuras más antiguas a las que
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FASE «PRB-LEVANTIN.Alt
S
asimilábamos las figuras blancas de las mismas características de la
Sierra de Albarracín.
En 1968 emitíamos la hipótesis de que hubiese una «fase» antigua
o naturalista, de tradición auriñaco-perigordiense, contemporánea del
Epipaleolítico (6000-3500) con apogeo antes del 5000. Coincide con
la fase a) naturalista, de Ripoll y sus períodos 1 (toros de Albarracín, a
los que habría que añadir el de la Araña y lo$ de Minateda y del Cingle
y el ciervo de Val del Charco) y 2 (ciervos de Calapatá). Es muy posible
que en esta fase, como pasa en el arte paleolítico, hubiera que incluir
signos geométricos y figuras de aire esquemático, como hemos visto en
las superposiciones de la Sarga, la Araña y Cantos de la Visera, donde
hallamos la superposición «ciervo-toro sobre ave». En 1982 nos confirmábamos en los principios generales expuestos, independientemente de la influencia que pueden tener en la cronología los discutidos
descubrimientos de Verdelpino (Cuenca) con dataciones absolutas a
partir del6000 con cerámicas lisas y con fechas del3200 al2680 con
cerámicas decoradas en los niveles superiores. Con todas las reservas
hay que tener en cuenta la fecha del 5220 en el barranco de los Grajos
de Cieza y las de la cerámica cardial del tipo de la Coveta de L'Or (ésto
sin contar con los márgenes de corrección de la 'cronología que
puede llevarla hasta el 5470) y la cierva grabada de este yacimiento de
hacia el4000. Corregíamos así una fase I de simples pinturas geométricas y lineares contemporáneas de las plaquetas de Cocina ll que
podría hacerse llegar hasta el5000 o antes, quedando una fase antigua
o naturalista epipaleolítica o mesolítica, datable entre el 6000 y el
3500 (1) a la que habría que añadir los hallazgos de Cocentaina y la
larga muestra de ejemplos del arte aziliense o de su época.
El asombro que producía el que el arte Paleolítico se agotase con
la cumbre alcanzada en el Magadaleniense final y fuese continuado
sólo a través de las toscas pinturas de los cantos azilienses que, además, se presentaban como un fenómeno muy localizado en el Ariege y
en el yacimiento epónimo, se producía ante un aparente vacío que
sucesivos hallazgos aislados han ido llenando y que, relacionados
entre sí, muestran una continuidad cultural muy digna de ser tenida en
(1) • BELTRAN MARTINEZ: «Arte rupestre levantino», Monografías Arqueol6gicu, IV. Zaragoza, 1968.
A. BELTRAN MARTINEZ: «Arte rupestre levantino (Adicionea 1968-1978,., Caeaarau¡usta,
47-48, pqa. 6-48. Zara¡oza, 1979.
A. BELTRAN MARTINEZ: «Da cacciatori ad allevatori: L'arte rupestre del Levante apa¡nuolo». Milano, 1980. E dición eapat\ola de 1982 con breves adiciones y francesa de 1984 repitiendo la
original italiana.
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ANTONIO BELTRAN
cuenta; así por ejemplo los cantos azilienses de Asturias o de Margaleí, las plaquetas grabadas con temas geométricos de La Cocina, el
canto del abrigo de Graves (fig. 1), de Léobard y las figuras en rojo
claro que ya Breuil había datado en el aziliense en la cueva de Niaux
(2). Además las plaquetas grabadas del abrigo Murat, de Rocamadour,
con caballos (fig. 2), fechad& en elaziliense antiguo por Lorblanchet y
la de La Borie del Rey, del departamento de Lot et Garonne (fig. 3),
encontrada en .un estrato del Dryas m, sin restos de reno y, sin duda,
post-magdaleniense, que perpetúan un estilo paleolítico deben hacer
reflexionar sobre la poca validez de la teoría del «hiatus» postpaleolítico (3). Estas circunstancias vuelven a plantear la importancia
Fi¡. 1.-Léobard, abrigo de Graves. Canto grabado azillenee. (De la revlata
Gallia.)
(2) A. BELTRAN MARTINEZ, R. GAILLI y R. ROBERT: «La Cueva de NiaUX», Monograflaa
Arqueo1
6glcaa, XVI. Zaragoza, 1973.
H. BREUIL: «La Caveme de Niaux. Com,P16menta ~ditea aur aa d6coration>~. PréhiatoireS¡Ml6olo¡ie Ari4geoiaea (Bulletin de la SocUt6 Prihiatorique de l'Ari~ge), vn. Toulouae, 1958, p4ga.
11·35.
J. CLOTI'ES, en «L'art des cavemea». Paría, 1984, pág. 421.
(8) «Gallia Préhlatorique», 26, Fase. 2, Paría, 1982, «lnformation)), de J . CLOTTES, pág. 487,
excavaciones de M. Lorblanchet en el Abrí Murat de Rocamadour, con un nivel azllienae con plaquetas
grabada• y guijuroa con aeñalea de ocre. Las excavaciones de L6obud, con guijatTOI uno con truoa
geom6tricoa grabadoa y otro con manchea de ocre,aon obra de M. Garric. Fínalmente, para la Borie del
Rey, v4ue laa excavaclonea de L. Coulongea, de 1968, en d,e P.Uolithique de l'A¡enaia». Paría,1981:
en la capa poat.magclalenienae sin reno de Dryas m.
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6
Pie· 2.-Bocamadour, abrigo Mura&. Canto grabado procedente de UD Dlvel uilleDM.
(Se¡(m Lorblanchet.)
de la plaqueta grabada de Sant Gregori de Falset y otorgan mucho
valor a la noticia que dio Pericot y ha subrayado Fortea sobre figuras ni
esquemáticas ni levantinas de la cueva .d e La Cocina.
Queda así una época intermedia entre el arte Paleolítico y el
«levantino», naturalmente donde este último arte existe, aunque difícilmente se podrá encontrar en las manifestaciones que hasta ahora
conocemos los orígenes formales del naturalismo «levantino», si bien
puede asegurarse que las tendencias del arte naturalista paleolítico
persisten en algunas de las formas epipaleolíticas, mientras que otras
adoptan una clara tendencia geométrica y esquematizante. En el
estado actual de nuestros conocimientos es imposible afirmar que la
fusión de ambas origine el arte «levantino» en una comarca del sur de
Valencia y el norte de Murcia aunque en ella se localicen concretamente estos nuevos descubrimientos. Otra cosa es plantearse qué ocurre con este «arte intermedio» fuera de la zona «levantina» donde
podría extinguirse para no volver a reaparecer hasta el «esquematismo» de la Edad del Bronce.
El descubrimiento de la cueva de la Moleta de Cartagena, en la
Sierra del Montsiá, venía a introducir una posibilidad de conjunción
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6
ANTONIO BELTRAN
entre el arte paleolítico y levantino, sin perjuicio de que, aun admitiendo que el bóvido y las figuras humanas correspondiesen a cada uno
de los períodos, hubiesen sido pintados en el mismo momento y·pudieran significar el punto de sutura de las dos tendencias. Cuando apareció este conjunto resultaba anómala la presencia de una pintura
paleolítica en la desembocadura del Ebro, pero los continuos hallazgos fuera del núcleo cantábrico eliminan cualquier suspicacia y el
recientemente descubierto grabado de la Tavema, en el Priorato
mismo lo ratifica.
La aproximación geográfica en otros lugares o no existe más que
de un modo relativo (Nerpio y el Niño, Casares-La Hoz y Albarracín) o,
si se produce, no existe la menor relación, como entre la Fuente del
Trucho y Arpán en el mismo barranco de Villacantal (Huesca). Nos
referimos a que la distancia entre las cuevas paleolíticas de Guadalajara y los abrigos de Albarracín no sólo es muy grande, sino que ademá.s supone la travesía de una dificil comarca, lo mismo que en las más
próximas entre sí de la provincia de Albacete, dado que la comarca de
Nerpio, aun en nuestros días, es de difícil acceso en muchos meses del
año. No conocemos aún los grabados paleolíticos de la Cova Fosca de
La Vall d'Ebo, o cerca del conjunto de Cocentaina: aquéllos descubiertos en 1983, pero inéditos contienen cabras, ciervo, caballo y signos y una cabra (o quizá un caballo) pintado en rojo del estilo IV de
Leroi-Gourhan. En la comarca están los más de 125 abrigos con arte
teóricamente «esquemático» tanto en la Vall de Gallinera como en el
Pla de Petracos con algunas figuras «levantinas».
Quizá la mayor contigüidad habría que buscarla entre las plaquetas pintadas y grabadas del Parpalló y las escasas de yacimientos próximos y los frisos levantinos de la comarca, acentuando que
precisamente en una amplia zona del sur de la provincia de Valencia y
el norte de Murcia es donde encontraremos, en mayor número, manifestaciones que hemos de suponer anteriores a los estilos clásicos
«levantinos». A ello hay que añadir los datos de la Cocina, Cova de
L'Or e incluso el canto del Filador de Margalef (4).
Por otra parte los signos, trazos y líneas y otros indefinidos se asimilaban a las figuras de arte mayor a que acompañaban, como es el
caso del paleolítico y así lo hicimos notar en nuestro trabajo de Caesaraugusta (5) mientras que cuando se hallaban de modo autónomo se
(4) J . FORTEA PEREZ: ~ paleolítico del Medit.errmeo e•pa¡tobt, Trab~os de Prehittoria,
36. Madrid, 1978, p6p. 99-149.
(5) A. BELTRAN MARTINEZ: «El p.roblema de la cronolo¡{a del arte rupestre esquemático
eapal'lol», CaHataugu.ata, 39·40. Zaragoza, 1975-76, p6p. 5-18.
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FASE «PRE-LEVANTINAlo
7
incluían sistemáticamente en el «arte esquemático» e invariablemente
en la Edad del Bronce, tanto más avanzada cuanto más progresaban
los signos hacia esquemas complejos. Ya veremos que el descubrimiento de la cueva de Porto Badisco ha hecho cambiar todas estas
ideas, al cerrarse en el Eneolítico y dar una importante data «ante
quem» para muchos de los signos negro-castaños del interior.
La simplificación levantino-esquemático fue resuelta por Breuil en
sus obras monumentales de modo muy simplista; ya no había incluido
ni un solo abrigo levantino en su obra de conjunto sobre el arte paleolítico (6), a pesar de mantener aún la cronología paleolítica y en su obra
sobre el arte esquemático incluyó figuras que nada tenían que ver con
tal estilo, para las que, en muchos casos, convendría la mención de
«levantinas» y que debieron ser catalogadas como «subnaturalistas» o
«subesquemáticas» como hizo Bosch Gimpera.
Cuando estudiamos en 1973 18 cueva de la Sarga caímos en la
cuenta de que ciervos naturalistas, relativamente antiguos dentro del
arte levantino, con el cuerpo perfilado y relleno con líneas sensiblemente paralelas, con técnica análoga a la que encontramos en muchos
abrigos de la zona de Bicorp y en Alpera, que nos parece una simplificación de las más viejas tintas planas (Gasulla, Remigia, Val del
Charco, Calapatá, Albarracín), quedan claramente superpuestos a trazos geométricos de diversas formas, color rojo muy patinado de matiz
diferente, sin que, en lo que se conserva, formasen figuras concretas.
Era evidente que estábamos ante una fase «esquemática» o «geométrica» anterior al naturalismo levantino sin poder avanzar fechas absolutas. No obstante, no nos atrevimos entonces a datar dentro de ese
conjunto, anterior a lo levantino, la gran figura .espiraliforme que no
tenía pinturas levantinas sobre ella ni contiguas, pero sí extraños
«antropomorfos» que respetando las ideas vigentes aceptamos que
pudieran corresponder a una fase esquemática de la Edad del Bronce
y que los descubrimientos de Cocentaina penniten asociar al conjunto
«prelevantino» (7).
No obstante, hicimos una revisión sobre el terreno de diversos
abrigos donde tales superposiciones pudieran observarse con facilidad y las comprobamos en Cantos de la Visera, con un toro muy antiguo, de tinta plana sobre la «zancuda» de aspecto esquemático, en la
Araña, donde las astas de un ciervo cortan líneas en zigzag, paralelas, y
(6) H. BREUIL: ~
Montignac, 1962.
(7) A. BELTRAN MARTINEZ~ «Las pinturas n¡peatna prem.tóricu de La Sarp (Alcoy), El Salt
(Pen6gulla)yElC'alvari(Bocairente)li, Seriede~VariosdelSemc.iodelnveatipci6nPrem.t6-
rica, n11m. 47. Valencia, 1974.
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8
ANI'ONIO BBLTRAN
mm
30
20
tO
5
P.l.'li.!REHT
o
Fi¡. S.-Plaqueta grabada poatmagdalenlenae, del abrlco La Borie del Rey. (Cortesfa
de J. Clottes.)
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9
pensamos que podía haber muchos más ejemplos a investigart sobre
todo porque el hecho comprobado de repintados de figuras o de modificación de éstas (toros en ciervos de la Vieja de Alpera y de Cantos de
la Viserat ciervos en toros del prado de las Olivanas de Tormón, ciervos en cabras del Prado de Azoguet en Aldeaquemada) o bien el toro
blanco de Ceja de Piezarrodilla repintado en negro o los toros del
Prado de las Olivanas inicialmente en rojo y vueltos a pintar en negro
que no nos permiten establecer etapas claras por estilos y colores
puesto que los repintados o imitaciones repiten servilmente el modelo
que recubren.
Insistió sobre el temat acertadamentet J . Forteat subrayando nuestros planteamientos de La Sarga y La Araña (8) y precisando más
nuestras referencias a Cantos de la Viserat partiendo de las observaciones de Cabrét según las cuales en la parte izquierda del abrigo la
figura más antigua es un toro de color rojo amarillento que fue repintado en su tercera fase en un color rojo muy oscurot aunque sin
cubrirlo totalmente y transformándolo en ciervo con la adición de unas
astast lo mismo que habíamos observado en la cueva de la Viejat en
Alpera Yt en proceso contrariot en los ciervos convertidos en toros del
Prado de las Olivanast en Tormón. Tres ciervos pequeñost retocados
también en la citada tercera faset serían originalmente de la primera y
un reticulado existente entre las patas del toro convertido en ciervo y
parcialmente bajo su vientret incluso anterior a la fase rojoamarillenta; uno de los ciervos pequeños se superpone también a la
retícula y al gran torot en la misma format a la zancuda o ave de trazado
esquemático.
Supusimos que una fase plena del arte levantino conocería la conversión de los toros en ciervos o su repintadot entre el 3500 y 2000t
contemporáneamente al Neolítico de las llanuras litorales o quizá después del4000 (9). Fortea concluye que las pinturas más antiguas de La
(8) J. FORTEA PEREZ: <
(avance sobre las pinturas rupestres de La Cocina)», L Aniveraario de la Fundación del Laboratorio de
Arqueolo¡ía, 1924· 1974, Papelea del Laboratorio de Arqueolo¡ía de Valencia, 11. Valencia, 1976,
pág. 196.
J. FORTEA PEREZ: «Algunas aportaciones a loa problemas del arte levantino11, Zeph,yrua,
XXVI. Salamanca, 1974, p"•· 226·227.
J . FORTEA PEREZ: «El arte parietal epipaleolítico del6.• al6.• milenio y su sustitución por el
arte levantino», Coloquio XIX del XI Congrea International dea S cien ces Prihiatoriquea et Protohistoriques. Niza, 1976, ~. 121.
(9) A. BELTRAN MARTINEZ: «Algunos problemas que plantean 1aa superpoli.cionea de pintu·
ras en el arte rupestre levantino», Crónica del XI Congreso Nacional de Arqueología (M'rida, 1969).
Zaragoza, 1970, p,g, 234.
A. BELTRAN MARTINEZ: «Algunas cuestiones sobre las pinturas de las cuevae de la Anula
(Bicorp, Valencia)», Papelea del Laboratorio de Arqueología de Valencia, 10. Valencia, 1970, pág. 12.
-S9-
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10
ANTONIO BELTRAN
Sarga, covacho ll de la Araña y Cantos de la Visera serían «unos signos
abstractos pertenecientes a un horizonte artístico que querríamos llamar arte lineal-geométrico... ». La comparación con el arte epipaleolítico del complejo geométrico, según la terminología de Fortea, resulta
evidente y así lo manifestamos ya en 1968, y lo explica él según la
siguiente ordenación relativa: «Cocina ll estaba integrada de abajo
arriba por los niveles 10 al6. Pero las plaquetas sólo aparecían en la
capa 6, que estadísticamente representaba una vuelta a la ocupación
intensiva de la cueva... sin ninguna solución de continuidad se pasaba
de la capa 6 a la 5 que inauguraba el horizonte industrial de Cocina m.
Lo más importante es que ahora aparecían tres fragmentos de cerámica cardial, que, por su posición estratigráfica, correspondían al inicio de Cocina m. Así pues, la cronología de las plaquetas es
inmediatamente precardial.» La fecha del cardial de Coveta de l'Or
(4670±160 y 4315±75 B. C.) podria autorizar, como Fortea afirma, una
fecha del5000 como «gozne entre los dos conceptos artísticos» (10).
Para terminar con los datos proporcionados por la cueva de la
Cocina, hay que subrayar los aducidos por Pericot en relación con
unas figuras naturalistas, pintadas en la pared sur, conjunto verdaderamente pobre según comprobó Fortea al calcarlo, del que escribe
«pero lo que sí podemos afirmar taxativamente es que su arte no es ni
levantino ni esquemático; lo forman unas pocas líneas paralelas,
quebradas, en espiga y vagamente trapezoidales, de color rojo claro,
una mancha del mismo color lamentablemente casi cubierta por la
suciedad del estrato que. la tapó... y un pequeño trazo triangular de
color rojo oscuro amoratado», que serían cubiertas durante la época
de la ocupación cerámica de la cueva, es decir, en el período Cocina ll
de Fortea (11).
(10) J. FORTEA PEREZ: «Loa complejos microlaminares y geométricos del Epipaleolítico mediterráneo espaflob>, Memorias del Seminario de Prehistoria y Arqueología, 4. Salamanca, 1973.
(1 1) L . PERIC'OT GARCIA: «La cueva de La Cocina (Dos Aguas), nota preliminar•>, Archivo de
Prehistoria Lavantina, n, 1946, Valencia, 1946, p'&J. 54, 68 y 69. Dice: «Por último hemos de refe.rirnos a loa vestigios de figuras, al perecer de animal una de ellaa, en rojo, pintadas en la pared Sur de la
Cll8VL La pátina y el humo que han cubierto eatoe muros latarales impiden eu uacta apreciación. La
altura a que ee encuentran lae coloca al nivel del brazo de un eupueeto artista. cuando el suelo de la
cueva ee encontraba en la segunda etapa d e lae tres que hemos 8ellalado en el yacimiento.» La importancia de estos vesti¡ioa pletóricos no pudo puar inadvertida a Pericot, quien, más adelante, decía:
«En primer lu¡ar sentemos la afirmación de que ea Imposible desligar las pinturas del abrigo llamado
Cinto de la Ventana, de las gentes que habitaron la cueva. Aquel cinto, con sua escasas pinturas de loa
dos tipos, naturalista y esquemático, ae encuentra en el extremo sin salida, por terminar en precipicio,
del barranco en que a unos doa o trescientos metros se abre la cueva de La Cocina. Quienes pintaron
aquellaa figuras habitaron la cueva.>>
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FASE liPRE-LEVANTINA>t
11
Cuanto se ha dicho ha quedado corroborado por los hallazgos de la
región de Cocentaina entre las sierras de Aitana, Mariola y Benicadell
(Alicante), publicados en una mínima parte y sin el estudio de conjunto que seguramente servirá para establecer una hipótesis general,
al menos en lo que se refiere a la comarca del sur de Valencia y el norte
de Murcia, de transición del arte paleolítico (subrayando lo ya dicho
sobre la pintura y grabados de la cueva Fosca de Vall de Ebo) y el
«levantino», que aparece en diversos lugares de Pla de Petracos (C'astell de Castells) con un ciervo de pequeño tamaño y Vall Gallinera, en
donde, al parecer, hay una superposición de las figuras del estilo no
levantino bajo otras levantinas. Lo que conocemos, especialmente en
Pla de Petracos, corresponde a representaciones no estrictamente
geométricas como las plaquetas o pinturas de la Cocina, sino a grandes
formas humanas, que alcanzan hasta más de un metro de altura, con
cabezas radiadas, cuerpos fantásticos y estilizaciones antropomórficas, aparte de trazos cuya significación ignoramos, todo ello en color
rojo y con ausencia, al parecer, de figuras animales (12). Las opiniones
de Mauro Hernández y el Centro de Estudios Contestanos que llevan
estas figuras hasta el V milenio sitúan el conjunto en esta etapa postmagdaleniense y pre-levantina que venimos postulando, aunque será
necesario esperar a la publicación de los ciento veinticinco abrigos que
se anuncia han sido descubiertos para establecer conclusiones definitivas: será conveniente no calificar estas pinturas de «esquemáticas»
por lo menos sin definir lo que quiere decir este término, tal como hace
Mauro Hernández al llamarlo «macro-esquemático»···Por otra parte·la
«.¿Pero a cuél de las fases induatñales de la cueva conesponden las pinturas del cinto'!
Acuciante enigma que no nos ea dado resolver todavía. Por loa indicios que poseemos (placa con vesti·
gios de pinturas) diríamos que las pinturas naturalistas van desde nuestro nivel inferior al medio, y las
esquemáticas podrían atribuirse al superior. Esto hallarla confll'tllacl6n decisiva si se logTa Interpretar
loa vestigios de figuras rojas en la pared meridional de la cueva, que por su altura debieron pintarse
cuando el suelo de la caverna te hallaba a 1'60-1'80 metros del nivel moderno, o sea, en el nivel ll Inicial
o
finaL»
(12) M.• D. ASQUERINO FERNANDEZ y C'ENTRE D'ESTUDIS CONTESTANS: •
estación con pinturas rupestres en Benirrama (Vall de Gallinera, Alicante)», Altamira Symposium.
Madrid, 1980, págs. 427-«8.
M. S. HERNANDEZ PE~Z y CENTRE D'ESTUDIS CONTESTANS: teAJte esq uemático
en el Pala Valenciano. Reclentea aportaciones», Zepbyrua, XXXVI. Salamanca, 1983, pága. 63-75.
M. S. HERNANDEZ PEREZ y C'ENTRE D'ESTUDIS CONTESTANS: ccConaideraciones
sobre un nuevo tipo de arte rupestre prehistórico», Ars Praebiatorica, J. Barcelona, 1982, págs. 179197.
M. S. HERNANDEZ PEREZ y CENTRE D'ESTUDIS CONTESTANS: «Vocbericht über
die Erforachung der FelabUdkunat In der proviru: Alicante», Madrider Mitteilungen, 24, 1983, Mainz,
1984, págs. 32- 46.
m
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12
ANTONIO BELTRAN
atribución que Aparicio (13) hace de algunas de estas figuras a la etapa
entre el 3000 y el1500 por comparación de algunas de las figuras
antropomórfas con los ídolos oculados necesitará de más detenido
estudio cuando conozcamos la totalidad de los conjuntos.
Puede, no obstante, insistirse en que, junto al grupo de figuras claramente humanas, los motivos geométricos son meandros o serpentiformes de desarrollo vertical, con bifurcaciones de dedos en los
extremos o en pequeños círculos, además de otros signos menos claros
(14).
Por otra parte los abrigos de la región de Bicorp han proporcionado varios ejemplos de zig-zags o temas lineales-geométricos combinados con las figuras «levantinas», aunque no siempre exista una
superposición como la apreciada en la cueva de La Sarga; así en el
abrigo de los Gineses los zig-zags bordean una figura femenina, mientras que la Balsa de Calicanto este mismo tipo de trazos simples están
bajo figuras levantinas o junto a un ciervo semejante al de la Sarga (15)
(fig. 4).
Los datos aportados parecían dibujar una «región» para este arte
entre lo lineal-geométrico y lo «macro-esquemático», para usar términos de Fortea y Hernández, entre el sur de Valencia y el norte de Murcia, pero Vicente Baldellou me comunica el reciente descubrimiento,
aún inédito, en el abrigo de Labarta (Huesca) en el que un ciervo naturalista en negro se superpone a signos geométricos de color rojo claro.
No conocemos aún suficientemente el arte prehistórico de esta
comarca que hace algunos años apenas presentaba algunos restos
esquemáticos y que hoy cuenta con gran número de estaciones desde
el Paleolítico a la Edad del Bronce y una evolución estilística que cada
vez parece más clara y que no puede separarse del resto de la zona
oriental de la Península respondiendo a los mismos estímulos culturales (16).
(13) J . APARICIO PEREZ: «El primer arte valenciano, nuevos ballazgoa (1981))), Archivo de Arte
Valenciano, LXll. Valencia, 1981, págs. 106 y 107.
(U) Los abrigoa citados por Mauro HenW!dez y sus colaboradores del C'entze d'Eatudia C'ontea·
tana aon loa del Barrene d e Malafi, entze el Pla de Petzecoe, Rac6 de Sorelleta y Tolloa, Barrene de
Beniali, ('oves Rojea de Benimasaot, Barrene de l'Infern de Fleix y Famorca. En «El Paíe11 (26-ll-86),
se anuncia la posible pubUcaci6n de co~unto por la Diputación alicantina.
(15) J. APARICIO PEREZ: «Yacimientos e investigaciones arqueol6gicu en la comarca eD¡Uerinalt, Enguera, ailo XIX, n6m. 19. Enguera, 1976.
J. APARICIO PEREZ: «Nuevas pinturas rupeatzee en la provincia de Valencia», Crónica del
XV Congreso Nacional de Arqueología (Lugo, 1977). Zaragoza, 1979, páge. SS9-408.
L. DAMS: «Lea peinturea rupeatzes du Levant eapagnol». Parla, 1984, pág. UO y " ·
(16) V. BALLDELLOU: •
Encuentro de Home~e. Zaragoza, 1984, págs. 13S·lS9.
-92-
[page-n-100]
PASE d'RE-LBV~
18
Flc· 4.- Baba de Calicanto (Bicorp). Superpoaioionea de ftcuru levutlnu eobre trazo. lhleale.ceométricoa. (Sep Aparicio.)
-93-
[page-n-101]
ANTONIO BELTRAN
Es muy difícil establecer conclusiones con suficiente validez científica para esta etapa intermedia entre el arte Paleolítico y el Levantino que, en cualquier caso, no tendrán más seguridad que la
correspondiente a hipótesis de trabajo que ya enunciábamos hace casi
veinte años y que van completándose, con no pocas alteraciones sobre
lo que parecía inamovible, a través de los descubrimientos recientes y
la revisión de lo conocido y admitido rutinariamente como inmutable.
Dejando aparte el conjunto del río Vero, en Huesca, cuyo alejamiento
del núcleo de Bicorp, Alcoy, Cocentaina, Yecla e incluso Alpera y Nerpio no puede explicarse fácilmente, pero que responde a una evidente
comunidad de estímulos y bases culturales, sería necesario volver
sobre la fase post-magdaleniense, epipaleolítica y conectada con los
inicios del arte levantino examinando las pinturas y grabados sobre
plaqueta que se datan en estratos azilienses en Francia y sus posibles
paralelos en Cataluña y Levante, como vemos en el canto pintado epipaleolítico de la cueva del Filador de Margalef, con barras rojas (17),
los grabados y pinturas del Parpalló que no son ya un caso excepcional
si se tiene en cuenta el conjunto de más de una decena de plaquetas
procedentes de la cueva de la Roca, cerca de Gandía y el grabado de la
cueva de la Tavema, también de Margalef, en el Montsant, aparte de
la plaqueta de Les Mallaetes (18). Los grabados de l'Or y deSanGregario, aparte de las plaquetas grabadas y los signos parietales de la
Cocina, complementarían esta agrupación que podría mostrarnos
entre el6000 y el 5000 la constitución de una fase intermedia en la que
habría que situar como antecedente el gran conjunto de Cocentaina y
los signos geométricos de la comarca ya citada y que irían seguidos de
V. BALLDELLOU: «El arte esquemático y au re. aci6n con el levantino en la cuenca alta del
l
Vero (Huesca)», Actas del Coloquio Internacional sobre Arte Esquemático de la Peníntula Ibérica
(Salamanca, 1982), en Zepb,yrus, XXXVI. Salamanca, 1983, págs. 113-115.
V. BALLDELLOU, A. PAINAUD y M. J. CALVO: <
Cueva Palomera (Alqulzar, Huesca)». Actas del Coloquio Internacional sobre Arte EAquemático de la
Pe!Únaula Ibérica (Salamanca, 1982), en Zephyrus, XXXVI. Salamanca, 1983, págs. 117-122.
V. BALLDELLOU, A. PAINAUD y M. J. CALVO: «Las pinturas esquemáticas del Toza! de
Mallata (Asque-Colungo, Hueaca)». Actas del Coloquio Internacional sobre Arte Esquemático de la
Pe!ÚnaUla Ibérica (Salamanca, 1982), en Zepb,yrus, XXXVI, Salamanca. 1983, págs. 123-129.
V. BALLDELLOU, A. PAINAUD y M. J. CALVO: «Los abrigos pintados esquemáticos de
Quizana, cueva Palomera y Toza! de Mallata» , B~o Aragón. Prehistoria, IV, C'aspe·Zaragoza. 1982,
págs. 27-60.
A. BELTRAN MARTINEZ y V. BALLDELLOU: «Avance al estudio de las cuevas pintadas
del Barranco de Villacantal». Altamira Symposium. Madrid. 1981, págs. 131-140.
(17) (J .) (M.•) F(ULLOLA) P(ERICOT) en «Arqueologfa en C'atalunya, datos para una sfnte11is»,
Barcelona, 1983, pág. 30.
(18) J . APARICIO PEREZ, V. MESEGUER FOLC'H y F . RUBIO GOMIS: «El primer a t1e valen·
ciano, ll. El arte rupestre levantino». Valencia, 1982.
J . APARICIO PEREZ y J. SAN V ALERO APARISI: ••El primer arte valencilmo. (.El arte
parpallonés11. Valencia, 1983.
- 94 -
[page-n-102]
FASE «PRE-LEVANTJNAlt
16
las grandes figuras rojo-amarillentas de Cantos de la Visera, que permitirían la comparación con los demás animales naturalistas, estáticos
y en tintas planas del arte levantino.
Sin duda habrá que valorar los factores de evolución local y los
hechos aparentemente anómalos, como el conjunto de la provincia de
Huesca o la aparición de conjuntos como los de Cehegín y Mazarrón
con notables coincidencias en las figuras humanas con Porto Badisco,
que plantearán muchos problemas, también, en la fase final del arte
levantino, subnaturalista o subesquemática y ~n la diferente situación
de las zonas con arte levantino o sin él a la hora de establecer la aparición del «arte esquemático» del Eneolítico.
Addenda
Entre las fechas de redacción del presente artículo y la de corrección de pruebas se han producido algunas novedades importantes que
no alteran en esencia lo ya expuesto, pero que comprueban o matizan
las afirmaciones propuestas.
En primer lugar la ampliación ge9gráfica del área de superposiciones de arte levantino sobre pinturas geométricas, lo que quitarla
fuerza a la idea de que se tratase de un fenómeno esencialmente de la
zona del sur de Valencia y norte de Murcia, sin descuidar la consideración especial que merece el conjunto peculiar de Cocentaina. Nos referimos al .hallazgo en Los Chaparros de Albálate del Arzobispo (Teruel)
(fig. 5) de dos arqueros cazando un jabalí cortando este conjunto signos
esquemáticos en color rojo más claro, formados pór líneás verticales
paralelas, zig-zags y otras del mismo estilo (todo ello inédito); y creemos que lo mismo puede existir en La Valltorta, en la cueva del Civil y
en la Cova Gran del Puntal (i9).
Por otra parte, a las fechas indicadas hay que añadir las obtenidas
por Francesc Gusi (20) en la Cova Fosca de la Valltorta, con dataciones epipaleolíticas entre el 7510±160 y 6930±200 y Carmen Olaria
está preparando la publicación de otros resultados que son congruentes con los nombrados.
·
Algunos de los datos citados como inéditos comunicados por los
autores han sido publicados ya (21).
(19) A. BELTRAN MARTINEZ:
(20) F. GUSI JENER: «Prehiatoria del barranco de la Valltorta», en «La Valltorta», dírigida porR.
~AS VALLVERDU, Barcelona, 1982, p6g. 70.
(21) V. BALDELLOU MARTINEZ, A. PAINAUD y M. J. CALVO: «Dos nuevos covachoa con
-96-
[page-n-103]
16
ANTONIO BBLTRAN
J
1
Fig. 5.- Loa Chaparros (Albalate del Arzoblapo). Superpollic16n de una cua de jabalf
sobre temas ceomlltrl~ «prelevantlnos».
pinturas naturallatu en el Vero• , en Eatudiol en honor de Dr. Antonio Beltrin, Zarqou, 1986, P4
123 (superpos!clonea de Labarta).
J. M.• FULLOLAPERICOTyR. YmAS VALLVERDU: «Elprimergrabadoparletalnatmaliata en c:neva de Catelutla: La cova de la Taverna (M.arplef del Montü, Taml(OIIa)», Caeaaraupta.
61-62, Zarqou, 1985, P4 67.
M. MARTINEZ ANDRES: «Lu pinturu rupeatlea de la c:neva de la HI¡uer~, lila Plana,
Cartl¡ena>, Caeearau¡u.ata, 61-62, ZaraJOS&, 1985, ~~. 79.
>
Una pueata al día de las cueatiooea generales en A. BELTRAN MARTINBZ: «Nuevoa horizontes en la inveaticaci6n del arta prehistórico. Cueatlonea ceneralea y eatado de la c:neati6n», en Caeaarau.ruata. 61-62, Zaracou, 1985, pág. 26.
- 96-
[page-n-104]
[page-n-105]
F. J. FORTEA PEREZ y E. AURA TORTOSA
(Oviedo y Valencia)
UNA ESCENA DE VAREO EN LA SARGA (ALCOY)
APORTACIONES A LOS PROBLEMAS DEL ARTE LEVANTINO
Durante la campaña de excavaciones de agosto de 197 5 en La
Cocina (Dos Aguas, Valencia), llevamos a La Sarga (Alcoy, Alicante) al
equipo de excavadores con el objeto de que conocieran su conjunto
rupestre. Examinando los distintos paneles creímos reconocer una
escena de recolecci6n, de la que tomamos una primera serie fotográfi<;a y un esbozo de calco. Comunicamos al Servicio de Investigaci6n
Prehist6rica nuestra impresi6n y allí se nos mostraron los calcos realizados tiempo atrás por Vicente Pascual y la monografía que Antonio
Beltrán (1), con la colaboraci6n del anterior, acababa de publicar. En
ésta, la interpretaci6n era radicalmente distinta y el calco ofrecido
difería en algunos detalles significativos de nuestro esbozo.
Por diferentes razones, las ·diversas visitas que realizamos a La
Sarga para concluir el calco y mejorar la documentaci6n fotográfica
tuvieron que espaciarse mucho. Entretanto, Bernardo Martí (2)
public6 el calco de Beltrán y Pascual con la supresi6n de una figura y la
interpretaci6n de escena de recolecci6n, a la que había· llegado de
modo independiente. Emilio Aura, tras incorporarse al eqtúpo de
(1) A. BELTRAN MARTINEZ: «Lae pinturas ropeatret prehiatóricu de La Sarp (Alcoy), El Salt
(Penquila) y El Calvari (Boeairente)11, Serie de Trab!Üoe Varios del Servicio de lnveetigaclón Prehistórica, ntbnero 47. Valencia, 1974. Con la colaboración de V. PASCUAL PEREZ.
(2) B. MARTI OUVER: «El nacimiento de la agricult ura en el Paía ValenciaDo. Del Neolítico a la
Edad del Bronce11. Unlvemidad de Velencia. Secretariado de Publicacionea. Colección Cultural Univemitarla P opular, l . Valencia, 1983, pi¡. 66, fig. 16.
- 97-
[page-n-106]
F. J. FORTEA Y E. AURA
2
excavadores de La Cocina en 1981, tuvo conocimiento de la escena e
hizo de ella una alusión con la misma interpretación de vareo en un artículo sobre otros aspectos de La Sarga (3), a la espera de su publicación
detenida. A él se debe el calco definitivo que publicamos aquí con
retoques de V. Rodríguez Otero. Las fotografias son de Gil Caries.
Tales diferencias de copia e interpretación tnotivan estas líneas.
l. DESCRIPCION E INTERPRETACION
1.1. La escena que nos ocupa se encuentra situada en el covacho 1
de La Sarga, sector «b», adyacente al sector «a», según la ordenación
de Beltrán. Ha sido observada en diferentes épocas a lo largo de los
últimos años, lo que nos ha permitido constatar la variabilidad en la
calidad de visión de los motivos pintados según humedad, luminosidad, etc., pudiendo así interpretar manchas en ocasiones confusas y
precisar contornos y detalles de las ya conocidas. Paralelamente, nos
auxiliamos con nuestro material fotográfico, que no publicamos aquí,
sustituyéndolo por el excelente trabajo de Gil Caries.
Conviene señalar que en el a 1 m. aroracente secttor la se encuentra uno de los paneles clave para la dilucidación de la problemática
cronológica del Arte Levantino, en razón de las superposiciones de
figuras levantinas típicas sobre un arte distinto que Beltrán adjetivó
de abstracto o esquemático, pero de alguna manera diferente del Arte
Esquemático (4), nosotros Arte Lineal Geométrico (6) y Hemández y
Centre d'Estudis Contesta.ns como Arte Macroesquemático (6).
De derecha a izquierda encontramos los siguientes motivos en el
covacho lb (cf. fig. 1 y lám.s. 1 y
m. .
-Núm. l. Restos de arquero
Muy mal conservado y de lectura difícil. Pueden diferenciarse el
(8) E. AURA TORTOSA: «Aportaciones al estudio de La Sar¡a (Alcoy, Alicante)», en .Lucentum,
U, Alicante, 1983, páp. 5-16.
(') A. BELTRAN MARTINEZ: «Arte Rupestre Levantino», Seminario de P.rebiatoriay Protohistoria. Serie Monograftaa Arqueológicas, IV, Zaragoza, 1968.
A. BELTRAN MARTINEZ: «El problema de la cronología del Arte Rupeatre Eaquemitico
Eapaftol», en Caeaarauguata, 39-.0, Zaragoza, 1976-76, P'P· 5-18.
A. BELTRAN MARTINEZ: «De cazado.rea a putores. El Arte Rupestre del Levante Eepa·
ilol». Edicionea Encuentro, Colección Lu Huellae del Hombre. Madrid, 1982.
(5) F. J . FORTEA PEREZ: «AA¡unaa aportacionea a loe problemaa del Arte Levantino», en
Zepbyn11, XXV, Salamanca, 197,, páp. 225-267.
(6) M. S. HERNANDEZ PEREZ y CENTRE D'ESTUDIS CONTESTANS: «Conaideraciones
aob.re un nuevo tipo de arte .rupestre prehiat6rico~t, an An Praehiatorica, I, Sabadell, 1982, pqe. 175·
187.
M. S. HERNANDEZ PEREZ y CENTRE D'ESTUDIS CONTESTANS: «Arte Eaquemitico
m el
Valenciano. Recientea aportaciones», en Zep~. XXXVI, Sal•m•nca, 1988, pq..
63-78.
Pm
- 98-
[page-n-107]
ESCENA DE VAREO EN LA SARGA
3
tronco, las dos extremidades inferiores y un brazo que lleva un arco de
una sola curva en posición vertical. Color rojo claro.
- Núm. 2. Restos de arquero
Camina hacia la izquierda dando la espalda a la figura anterior. Se
diferencian un tórax triangular y los dos brazos, de los que el derecho
está extendido y el izquierdo, flexionado, sujetando el arco y un
manojo de flechas. Más abajo se ven dos manchas informes. Color rojo
oscuro desvaído.
-Núm. 3. Arquero
De características formales, estilísticas y cromáticas idénticas al
núm. 2 y con su misma lateralización. De la cabeza queda una mancha
redondeada desigualmente conservada, pero un análisis atento en
comparación con la cabeza del núm. 4, permite diferenciar dos partes:
una inferior en forma de trapecio invertido que representaría la zona
comprendida entre la mandíbula y los parietales, y otra superior en
forma de sombrerillo o casquete esférico que rebasa lateralmente a la
anterior. De ella sale un trazo que va a unirse a la rodilla izquierda de
la figura núm. 4 y algo más a la izquierda una alineación de tres
puntos.
Los brazos se conservan hasta la cintura y el izquierdo lleva arco y
manojo de flechas, mal conservados, en la misma posición horizontal
que el arquero núm. 2.
Importa señalar que el brazo derecho se asocia con un largo trazo
lineal oblicuo que atraviesa a un viejo desconchado y a la figura núm.
5, bifurcándose al salir de ésta.
Debajo de la cintura se conservan restos de pintura que permiten
suponer una flexión de piernas similar a la figura núm. 4.
-Núm. 4. Arquero
Igualmente lateralizado a la izquierda como los núms. 2 y 3, es la
figura humana más completa y de mejor tratamiento anatómico, lleno
de detalles, de todo el conjunto de La Sarga.
Su cabeza es similar a la del núm. 3: una silueta trapezoidal invertida cubierta por un sombrerillo de doble curva externa, de cuya
depresión central nace un neto trazo vertical. El término boina, abusivo y fuera de lugar aquí, sería el que mejor describiría la apariencia
formal de la silueta pintada. Pero sólo podemos decir que la cabeza del
arquero estaba tocada con una cubrición amplia de la que salía un
apéndice ¿pluma?, o, quizá, con el pelo recogido en vueltas sobre la
cabeza y tocado con aquel apéndice.
-99-
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ESCENA DE VAREO EN LA SARGA
6
El brazo derecho acaba en una mano con sus cinco dedos cuidadosamente dibujados, cuya muñeca lleva un brazalete de sección circular. Detalle éste que había pasado inadvertido y que obliga a datar a la
figura como no anterior al Neolttico regional.
La mano izquierda, cerrada y con indicación de los nudillos, sujeta
a un arco de curva simple, tensado, y cinco flechas. No se aprecia bien
cómo era su parte perforante, pero sí el emplumado basal que no está
inserto en el extremo del fuste, sino unos centímetros antes. Los extremos lanceolados, menos detallistas que los de esta figura; que muestran las flechas clavadas en animales del Arte Levantino (por ejemplo
el caballo en posición vertical de La Araiia) prueban la antedicha identificación funcional.
El estilizado tronco ofrece dos detalles de interés. Uno, el apéndice triangular que sale de la parte inferior de la espalda, quizá una
bolsa o recipiente que llevaría colgando de los hombros. Otro, el
saliente inguinal que podría representar al falo o a su estuche. Algo
similar ofrece la figura 18 del covacho m de La Sarga.
Sus piernas están flexionadas con la rodilla izquierda hincada en
tierra. Las pantorrillas son muy gruesas, como corresponde a las figuras del más típico Arte Levantino. El pie derecho muestra al pulgar y a
los dos o tres dedos siguientes separados y doblados hacia abajo,
como queriendo afirmarse en el terreno que pisa. Los dedos del pie
izquierdo aparecen doblados hacia atrás. Flexión de piernas y posición
de dedos son las propias de quien tiene una rodilla en tierra y da la
impresión de que el artista así lo quiso indicar.
Es dificil calificar la actitud de esta figura. Para Beltrán sería la de
relajamiento subsiguiente al disparo. Sin embargo, el arco y las flechas
están en reposo. En nuestra opinión, más parece una actitud contemplativa, máxime si esta figura estuviera en relación con las 5, 6 y
7.
·(1•
Color rojo oscuro. En las zonas ocupadas por el pie derecho y
desde la mitad de la pantorrilla hasta el pie-izquierdo, el color va difuminándose hasta hacerse sensiblemente, ~imilar al de las figuras núms.
2 y 3. Así pues, las diferencias de tonalidad, apreciables en la fotograña adjunta, no responden a fases cromáticas distintas, sino a la variabilidad zonal en la conservación de los pigmentos.
Finalmente hay que señalar que por debajo del torso y zona del
arco aparecen difusas manchas de color más claro, que representamos
con una trama menos intensa. ¿Preparación de la roca, trazas de anteriores figuras o borrado de éstas previo al arquero?
-101-
[page-n-110]
6
F. J. FORTEA Y E. AURA
-Núms. 5 y 6. Arboles
Son dos manchas oblongas cuyos contornos se han pintado
mediante una línea perfilante de gruesos puntos seguidos y adyacentes. El perfil se siluetó posteriormente con las mi,smas puntuaciones
dispuestas de modo menos organizado.
De la parte inferior de la mancha núm. 5 salen tres o cuatro trazos
oblicuos y convergentes abajo. Tanto el primero por la derecha como
el central se bifurcan en el tercio anterior a la mancha y el central la
rebosa largamente.
Los mismos trazos oblicuos salen en número de cuatro de la mancha 6, sin llegar a converger a causa de un desconchado reciente.
-Núm. 7. Frutos
Debajo, y simétricamente al espacio comprendido por la proyecció~ basal de las manchas, se encuentran aproximadamente 100 puntos repartidos con irregularidad intencional. Algunos de los infrapuestos al núm. 5 se pintan sobre un antiguo desconchado. Buena parte de
los correspondientes al núm. 6 faltan por la razón antes aludida. Este
desconchado es reciente no sólo por su distinta pátina, más clara que
la del otro, sino también porque corta a alguna de las puntuaciones.
-Núm. 8. Manchas
En el ángulo superior izquierdo aparecen dos manchas de color
rojo sin forma precisa.
1.2. Según A. Rey Pastor y C. Visedo (7), descublidores y autores
de las primeras noticias sobre La Sarga, el conjunto de las figuras
núms. 4, 5 y 6 representaban una escena de caza de dos jabalíes por un
arquero (8). Para Beltrán cualquier interpretación sería muy atrevida,
pero concluye en que no cabría hablar de representaciones de árboles
y que a la izquierda del arquero núm. 4 de nuestra numeración existiría una mancha de color rojo, mal conservada, que podría ser lo que
restara de un animal hacia el que se dirigiría su cazador (9). Recientemente, este autor ha hecho una escueta referencia a árboles (10).
Para nosotros, descripción, calco y fotografía ofrecen una obvia
identificación visual que, sin tener que ir más allá de lo evidente, se
refiere a dos árboles a cuyos pies se han representado frutos caídos.
(7) A. REY PASTOR: «Jijona (Alicante). Cuevu de La Sarga», en Noticiario Arqueológico Hi.ap6nioo, I. 1952, Madrid, 1958, p6p. 25-28.
(8) BELTRAN MARTlNEZ: Op. cit. en la nota 1, piga. 8 y 20.
(9) BELTRAN MARTlNEZ: Op. cit. en la nota 1, pi¡. 19.
(10) BELTRAN MARTlNEZ: Op. cit. en la nota 4, en tercer lugar, p6¡. 28.
-102-
[page-n-111]
ESCENA DE VAREO EN LA SARGA
7
Aunque es esto lo más importante, no deja de tener interés el intento
de identificar de qué árbol se trata. Hemos consultado a M. Dupré
Ollivier y ésta es su autorizada opinión: «Resulta muy difícil y arriesgado dar cualquier determinación, ya que no se sabe hasta qué punto
la representación puede estar idealizada o estilizada, pero parece
claro que se trata de un árbol de cierto porte, con unos troncos limpios
y rectos, poco gruesos, que produce frutos comestibles. Por consiguiente, habría que eliminar a los arbustos o árboles con ramajes en la
prute inferior del tronco; pese a su presencia en los análisis polínicos y
antracológicos, parecen pues descartados el avellano (Corylus avellana), así como el madroño (Arbutus unedo) y el majuelo (Crataegus).»
«La f01ma de las ramas y la copa excluirían también a las coníferas; si acaso, podría recordar al pino piñonero (Pinus pinea), pero los
frutos se asemejru·ían muy poco a la realidad. El pino piñonero no aparece en los análisis antracológicos, a diferencia de los Pinus halepensis,
nigra ssp. salzmannii y syluestris. También se desecharían árboles
mediten·áneos como la can·asca (Quercus rotundifolia) o el olivo (Olea
europaea uar syluestris) ya que éstos tienen aspecto más robusto y
aquellos copas más amplias.»
M. Dupré se inclinru·ía por «una especie de la familia de las rosáceas, que están pt·esentes en los análisis polínicos y antracológicos
durante todo el Holoceno. Precisamente a partir de los finales del
Dryas antiguo que asiste en la Europa mediterránea a un desarrollo de
los Prunus, con Prunus mahaleb, Prunus spinosa y, sobre todo, Prunus
Amygdalus.» (11).
..
. ·
«La Antracología señala dentro de la familia de las rosáceas al
endrino (Prunus spinosa), pero se trata de un arbusto, por tanto de
morfología poco relacionable con lo pintado en La Sarga; al cerecino
(Prunus mahaleb), cuyos frutos, al igual que los del endrino, no se
comen hoy en día, sino que se emplean fermentados para la fabricación de licores. El manzano se documenta en la francesa cueva de Sargel \L&·zac), pero es muy poco frecuente. Tampoco parece muy
(11) E. BAZILE-ROBERT:
tion d'aprea l'analyae anthracolo¡¡ique». Univeraité dea Sciencea et Techniquea du Languedoc, '!'hiae.
Montpellier, 1979.
E. BAZILE-ROBERT, J.-P. SUC y J.-L. VERNE'n «Lea florea m6diterran.6enD81 et l'hia·
toire climatique depuia le Pli~ne11, en Naturalia Monapellenala, Montpellier, 1980, p'&J. 33-40.
l . KRAUSS-MARGUE'n «Contribution a l'histoire de la v6g6tation poatglaciaire dee Granda
Cauaaea d'aprea l'analyae anthracologique du giaement prihiatorlque de La Poqjade (Commune de
Mlllau-Aveyron)». Univerait6 dea Sciencea et Techniquea du Languedoc. Montpellier, 1980.
J . L. VERNET: «Étude sur l'hiatoire de la végétation du Sud-Est de la France au Quater·
naire, d'apres lea cbarbone de bola principalement», en Paléobiolo¡ie Continentale, IV, Montpelller,
1973, págs. 1-90.
-103-
[page-n-112]
8
F. J. FORTBA Y E. AURA
probable, aunque más que· las rosáceas anteriores, la identificación
con el sorbo (Sorbus doméstica) que aparece en la neolítica cueva del
Frare (Matadepera, Barcelona). Con todas las reservas dimanantes dA
la inseguridad antes expuestas, la más plausible identificación de lQ
representado en La Sarga es la del almendro (Prunus amyRdalus). La
pintura aparece bastante estilizada y desproporcionada si se consideran las proporciones hombre, árbol, frutos, pero después de descartar
a la mayoría de los géneros anteriores, parece.la más adecÚada, y, por
otro lado, su ecología es la del paisaje de La Sarga. Los almendros
están presentes, según la Antracología, desde el12.500 B.P. en La
Salpetriere, en La Poujade desd~ el Preboreal y durante el Neolítico
antiguo de la Cova Ampla de Montgó (Alicante) (12), entre otros
yacimientos.»
·
Sea como fuere -sobre ello volveremos- y aunque la pi9tografia
pudo leerse con precisién a este respecto, lo fundamental es la evidente representación de árboles y frutos caídos.
La escena del covacho lb muestra a tres figuras humánas de estilo
unitario cuya actitud y modo de llevar los arcos y flechas no es bélica ni
cinegética. Las tres figuras miran a dos árboles cuyos frutos se desparraman por el implícito suelo. Con el bra.zo derecho de la figura
núm. 3 se asocia un largo trazo lineal que atraviesa y sobrepasa el
follaje de uno de los árboles. Parece ajustado deducir que la escena
narra la recolección de frutos mediante el vareo.
Podría argüirse que si hay tal, quizá sobraran los arcos y las flechas. Que las muy similares características de las tres figuras humanas
formarían por sí mismas una composición y que posteriormente (por
qué no anteriormente) se añadieron árboles, frutos y vara. Pero no hay
que olvidar que árboles y frutos son el punto de referencia de la composición. Y si hay composición poco importa que ésta fuera ex novo,
como color e incluso estilo indican, o el resultado de una integración
significativa de elementos en alguna medida separados en el tiempo,
que no podría ser mucho porque ninguno de los dos elementos escénicos se excluyen desde el punto de vista estilístico y cromático, o de
sustrato cultural como luego veremos. AquelUis integraciones significativas son frecuentes en el Arte Levantino; baste recordar uno de sus
casos de más contenido: la transformación de los cuernos de toros en
(12) E. BADAL GARCIA: «Con1ribución al estudio de la vegetación prehistórica deiiUJ' de Valencia y norte de Alicanta a travú dal aMii.sia antracol6giCOJt. Memoria delJeenciatura. Facultad de Geografta e Hiltoria. Valencia, 1984.
·
-104 -
[page-n-113]
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9
otros de ciervo. Pero al margen de nuestra opinión en el sentido de que
se trata de una composición ex novo, lo que ve1·daderamente importa
es el valor escénico y pictográfico.
2. PARALELOS Y SIGNIF'ICACION
Ciertamente las referencias al paisaje vegetal son escasas en el
Arte Levantino. Se han citado árboles y arbustos en el covacho Ahumado o en el abrigo de Los Trepadores de El Mortero (Alacón, Teruel)
y en el covacho de Dofta Clotilde (Albarracfn, Teruel).
F1" l .-Concho Ahumado (El Mortero. Alac6n. Teruel). La naun n(lmero ll ae encuentra
ea el centro del panel; lu reauntea en su parte Izquierda (ae¡{an Orteao y numeración de
Alntap'O).
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Las dos primeras estaciones no son paralelo válido para la escena
de La Sarga, pero las recogemos aquí porque en ellas se han reconocido figuras humanas junto a árboles o vegetales, o bien trepando por
árboles para recoger frutos.
Así, las figuras 4 y 5 (numeración de Almagro) del Covacha Ahumado con un hombre y un cuadrúpedo junto a un árbol o vegetal; también la figura 21 del mismo covacho, silueta humana inclinada hacia un
árbol del que hace caer frutos (cf. fig. 2}, y las 27 a 32 de Los Trepadores, en las que se han visto personlijes que trepan por árboles con
ayuda de escala, la 29, o sin ella (cf. fig. 3) (13).
Todos los autores que se han ocupado de estas estaciones han
señalado el ambiente neolítico que suponen, con domesticación de
animales y agricultura incipiente. La domesticación es evidente en la
figura 26 de Los Trepadores (cf. fig. 3). Si lo que nos ha quedado de
ella es fiel reflejo de lo que se pintó, porque se ha hecho la salvedad de
que le falta la cabeza, lo que el calco de Ortego refleja es una oveja. Y a
una oveja con más lana que pelo. La Arqueozoología sitúa a lo largo del
Neolítico el inicio de un proceso que favoreció ala lana en detrimento
del pelo. Más adelante, en el Calcolítico del Cerro de La Cabeza
(Valencina de la Concepción, Sevilla) tenemos la presunción de la castración de los machos para favorecer a la lana (14}, o los tensadores
textiles calcolíticos de la cueva de Nerja (15}. En cuanto ala agricultura, ésta se vería reforzada si interpretáramos a los trazos longitudinales de estas estaciones rupestres, sobre lo que incide el vértice de
una sucesión continua y alineada de trazos en V, no como vagos árboles o arbustos, sino como alineaciones de plantas, que no tendrían por
s
qué implicar un surco de arado. Y a las figuras humana. que se inclinan sobre ellos, no como trepadores de árboles, sino como individuos
(13) T. ORTEGO FRIAS: «Nuevaa estaciones de arte rupestre arago~s. El Mortero y Cerro
Fello, en el término de Alacón (Teruel)», en Archivo Eapaflol de Arqueolo¡{a, XXI, Madrid, 1948, págs.
8·37.
M . ALMAGRO BASCH: <
Aragón», de M. ALMAGRO BASCH, A. BELTRAN MARTINEZ y E. RIPOLL PERELLO, Zara·
goza, 1956, pá¡a. 66-90.
A. BELTRAN MARTINEZ: «Peinturea rupestres du levant de el abrigo de loa Recolectores
dana le ravin de El Mortero (Alacón, Teruel, Eapafia», en Prihittoire, S~l~logie Ari~geoiaea, Bulletin
de la Socl6te Prihi.atorique de l'Amge, XVI·XVll, Taraacon·aur-Ari~ge, 1961-62, pá¡a. 15· 50.
(U ) F.-H. HAIN: «Kupferzeitliche Tierlmochenfunde aua Valencina de la Concepción. Sevilla11, en
Studien Qber frQhe Tledmochenfunde von der lberiachen Halblnael, nóm. 8, Manchen, 1982.
C. ALFARO GINER: «Tejido y cestería en la Penrn.ula IWrica». Bibliotheca Praehiatórica
Hilpana, XXI, Madrid, 1984.
(15) F. J. GONZALEZ TABLAS: «Un tensador textil procedente de la cueva de Nerja (MA!aga)»,
en Zepbyrua, XXXIV-XXXV. Salamanca, 1982, págs. 149-152.
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J,
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Flg. S.-Abrigo de Los Trepadores (El Mortero, Alac6n. Teruel). Figuras de Ja parte
derecha del panel (seg6n Ortego y numeración de Almagro).
que realizan algún tipo de actividad en plantas cultivadas. Hachas y
azuelas pulimentadas aparecieron en El Mortero y si en el Arte Levantino se quería representar, aún idealizadamente, a un árbol, se sabía
hacer, como hemos visto en La Sarga y seguidamente en Dofía
Clotilde.
Aquí, en el centro de su único panel pintado aparece un árbol,
interpretado con dudas como un pino, debajo de cuya copa aparecen
unos pequeños frutos ovalados. Importa señalar que el árbol es el eje
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compositivo del panel y su punto de referencia. En tomo a él se sitúa
una variada serie de motivos, de los que nos interesan unos arqueros,
precisamente en número de tres y lateralizados hacia la parte derecha
del árbol. Dos de ellos, de pie, son bien visibles, teniendo que recurrir
a la descripción y calco de Piñón para reconocer el tercero, arrodillado
entre los pies de los dos anteriores (16). Del resto de las figuras destacaríamos a una pareja con personajes de distinto tamaño que, mirándose entre sí, dan la espalda a los tres arqueros anteriores y al árbol. A
la izquierda de éste aparece otra pareja similar a la anterior y en la
misma posición. Uno de sus personajes lleva de la mano a un diminuto
cuadrúpedo, evidentemente un pequeño recental o un animal de compañfa. Incidiendo má. en este carácter de pequeña agricultura, encima
s
vemos a un individuo llevando del ronzal a un cuadrúpedo. El resto de
las figuras se imbrican entre los resquicios de la composición principal o se sitúan en sus aledaños, quizá queriendo asumir y ampliar el
contenido pictográfico de las representaciones (fig. 4).
Hay mucho de agrícola y ritual en tomo al arbolito de Doña Clotilde, e incluso los continentes se representan de manera axial. Pero lo
que ahora nos interesa es señalar que, al igual que en La Sarga, volvemos a encontrar el tema árbol, frutos caídos, hombres con arcos.
¿Pueden paralelizarse ambos paneles teniendo en cuenta que la
bibliografía los ha considerado como propios no sólo de estilos, sino de
Artes distintos y, por ello, situables en cronologías diferentes? Hay
que insistir: todo paralelo ha de serlo en forma, función y cronología,
pudiendo ésta ser relativamente más flexible si hay difusión; porque si
los otros dos términos son análogos pero la cronología es muy dispar o
no explicable culturalmente por un lento proceso de difusión, entonces el problema atañe a la convergencia.
Nadie ha dudado que el covacho lb de La Sarga corresponde al
más típico Arte Levantino. Beltrán {17) lo sitúa en su fase ll, plena, en
la que desaparecen los toros, hay abundancia de ciervos y cabras y
aparece la·figura humana, escasamente naturalista. Podría datarse a
partir del4.000. Las dudas se han planteado con relación a Doña Clotilde: Para Ripoll (18) sería un ejemplo de la transición a la Pintura
(16) M. ALMAGRO BASCH: «Un nuevo grupo de pinturu rupeetret en Albanacfn. Z.. cueva de
DoAa Clotilde (Teruel)», en Teruel, 1, pAga. 91-116.
F. PililON VARELA: «Lea pinturu rupestre. de Albarradn (Teruel)», Centro de Inveeti¡aci6o
y Mu.aeo de Altamira, Mouografial, m1m. 6. Santander, 1982.
(17) BELTRAN MARTINEZ: Op. cit. en la nota l.
(18) E . RIPOU. PERELLO: d>ara una c:roDOlopa relativa del arte levantino eepellol», en Prehiatoric Arto! the Weatem Mediterranean and Sabara, por L. PERICO'!' GARCIA y E . RIPOLL PERELLO, Barcelona, 1965, pqa. 167-174.
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Esquemática y para Beltrán (19) representaría, toda ella, un conjunto
tardío, situable en la fase de vuelta al estatismo posterior al2000 a. C' .;
en definitiva, un conjunto no encuadrable dentro del Arte Levantino.
Piñón (20) no se decanta por una concreta situación cronológica sobre
la base de argumentaciones estilísticas, pero indica que el estilo de
Doña Clotilde se aleja en sentido estricto de la esquematización. También indica que las figuras más antiguas son el árbol, verdadero eje
compositivo, los arqueros y las parejas adyacentes.
Parece que la impresión cronológica tardía para este covacho se ha
basado en el carácter muy estilizado de las figuras humanas principales del centro y en el cortejo de ancorifonnes, serpentiforme y otras
figuras humanas. La cronología relativa cromática del conjunto de las
figuraciones es ciertamente compleja. Piñón la ha abordado meticulosamente, siri negar las dos fases cromáticas generales que ya se indicaron en las primeras publicaciones: una rojo claro sobre la que se
superponía otra rojo oscuro con motivos estilizados. Según nuestra
opinión, de modo global y sin entrar en detalles, pertenecen a la primera fase una serie de puntos de aproximadamente un centímetro de
diámetro no reflejados en el calco, que se perciben en el lateral
izquierdo, casi todos los cuadnípedos, los «ancorifonnes», elserpentiforme y las figuras humanas del lateral derecho, que parecen presentar
en sus cabezas un tocado corniforme sugerente del que también tenemos en alguna figura de La Sarga y otros yacimientos de los Artes
Levantino y Esquemático. A su vez, los «ancoriformes» podrían recordar el tema de la diosa con los brazos abiertos y levantados hacia
arriba, de amplio porvenir, que ya vemos en estatuillas neolíticas de la
Europa mediterránea oriental y cuyo sigrii.ficado fue considerado por
M. Gimboutas en el contexto de su Vieja Europa. A la posterior fase en
rojo oscuro pertenecen el árbol, los arqueros y las restantes figuras
humanas alargadas. Entre una y otra fase, y más ligados a la segunda,
parece que se produjeron borrados y repintados en la parte central del
panel, de los que podrían ser trasunto las subfases que articulan las
figuras 7a a 7f de Püión. Ciertamente, el estilo de estas representaciones humanas se aparta del tipo Alpera, o de los convencionalismos de
las figuras cestosomáticas típicas del Arte Levantino, según la clasificación de Obermaier y Wemert. Pero no sería muy difícil encontrar
(19) A. BELTRAN MARTINEZ: Op. cit. en la nota ... en primer lugar.
A. BELTRAN MARTINEZ: Op. cit. en la nota 13.
A. BELTRAN MARTINEZ: «Acerca de la cronología de la Pintura Rupm;re Levantina».
Valcamonica Sympoaium, Capo di Ponte, 1970, pép. 67~7.
(20) P~ON VARELA: Op. cit. en la nota 16.
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paralelos en algunas de las igualmente típicas nematomorfas, o ver
modos representativos iguales o no alejados en algunas escenas del
Arte Levantino más característico. Igual resulta el tratamiento de la
fig. 27 (numeración de Almagro) de Cogul, arquero cazando al anima]
28, donde Breuil veía un bisonte y centraba uno de sus argumentos
cronológicos en favor de una datación pleistocena para el Arte Levantino. Muy próximo parece el cuando menos pastor de La Caiiada de
Marco, con sus cortas piernas separadas, largo tronco lineal y brazos
en asa; tampoco están demasiado alejados los arqueros del Cingle de
La Mola Remigia, que levantan sus arcos en homenlije al jefe muerto o
en seftal de triunfo ante el enemigo asaeteado. Incluso la silueta que
forman la cabeza y su trazo horizontal de cubrición en las figuras
afrontadas al árbol de Dofta Clotilde, no es contradictoria con la que
vemos en los arqueros 3 y 4 del covacho lb de La Sarga; pero ello no
tiene mayor nivel de significación. Sí lo tendría un plano que agu( sólo
queremos indicar. En el conjunto de Dofta Clotilde hay figuras que
podrían referirse a una temática de profundo y conocido contenido
simbólico: árbol, «guardianes», «orantes/diosas» y serpiente, permitirían una aproximación promisoria al plano iconológico. Pero hemos de
volver a nuestro argumento.
El problema está en el grado de validez que pueda tener la interpretación cronológica según el estilo; en articular las apreciaciones
estilísticas dentro de una secuencia evolutivo-estilística con valor unívoco para toda el área cubierta por el Arte Levantino. Más adelante
haremos algunas consideraciones a este respecto. Anticipándonos a
ellas y desconfiando del estilo como riguroso marcador cronológico, lo
que importa en las escenas del covacho lb de La Sarga y de la parte
central de Doña Clotilde es la temática. Incluso no sería inconveniente
que entre ambas existiera un cierto distanciamiento cronológico si responden a un mismo estímulo general. En ambas estaciones encontramos el tema árboles, frutos caídos y arqueros, de modo más narrativo ·
en La Sarga y simbólico en Doña Clotilde, pero por decirlo con la
mayor prudencia, componiendo escenas no opuestas. Esa temática
significa recolección, cuya práctica viene de muy lejos. Por referirnos a
lo más cercano, citaríamos un artículo de D. Clarke (21), quien, tratando de las bases económicas de la Europa mesolítica, ha cuantificado y valorado la cantidad, calidad, estabilidad y variedad del
alimento vegetal proporcionado por los bosques templados y medite(21) D. CLARKE: «MeeolithlcEurope. The eccmomica buiP, en Problema In eoooomicandiOCial
:
Archaeology, G. de SIEVEKING, L H. LONGWOR'IH y K. E . WILSON, Ducltworth, London, 1976,
~. «9-481.
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rráneos, así como las diferentes estrategias recolectoras según los
dos ambientes.
Que la recolección se traduzca en un tema pictórico de escenografía no opuesta en dos abrigos bastante alejados de una misma biogeografia y que, según ya vimos, la identificación de los árboles de La
Sarga no excluya a las rosáceas, podría sugerir algo más que la simple
recolección; esto es, quizá los gérmenes de lo que andando el tiempo
sería la arboricultura, como explotación y cultivo de árboles considerados individualmente, frente a la silvicultura en tanto que aprovechamiento de árboles considerados como masa, más propia del bosque
caducifolio. En este sentido, la escena de La Sarga plasmaría una de
las faenas estacidnales del calendario agrícola.
Gilman y Thomes (22) han hecho una escueta mención a la arboricultura: los abundantes huesos de aceituna encontrados en yacimientos como Zambujal, El Garcel y El Argar, así como la madera de olivo
hallada en Los Millares, constituirían una pequeña prueba de la hipótesis de (jilman (23) referente a que la arboricultura fue practicada en
la Península Ibérica en época prehis~rica.
Dejándola implícita, el artículo de 1976 trata de las implicaciones
socio económicas del policultivo mediterráneo cereal-olivo-vid,
siguiendo la línea de C. Renfrew. La presencia de las oleáceas en estratos arqueológicos puede remontarse más atrás hasta el Neolítico:
maderas de acebuche (Olea europaea v~. sylvestris) aparecen en Cova
de L'Or y semillas del mismo árbol se encuentran en las cuevas Ampla
y de La Recambra; incluso se ha señalado un desarrollo del grupo olea
durante el Neolítico pleno, bien a causa de un aumento de la temperatura y aridez, bien por la acción humana que, incidiendo sobre el bosque climat6filo precedente, favorecería la extensión de olea (24). La
variabilidad diacrónica de determiandos macrorrestos vegetales sirve
también a estos autores para establecer una secuencia paleoclimática,
.pero es arriesgado deducir una tal evolución con el solo concurso de
ese material porque, habiendo sido introducido en el yacimiento por el
hombre, representa una muestra culturalmente seleccionada (26).
(22) A. GILMAN GUILLEN y J. THORNES: «El ueo del 1uelo en la prehiltoria deliiUl'elte ae
Eapafta», Fundación Juan March, Serie Universitaria, 227, Madrid, 1986.
(28) A. GILMAN GUILLEN: 4
(24) J.-L. VERNET, E. BADAL GARCIA, E. GRAU ALMERO y T. ROS: «Cbarcoel ~ and
tbe Weetem Mediterranean Prebistaric flora», B.A.R.lntemational Seriea, nóm. 229, Oxford, 1984,
pqa. 166-176.
(26) M. DUPRE OLLIVIER: «Contribución del anAI.iail polínlco al conocimiento del paleoembiente enEspafta». Teail Doctoral, Facultad de GeoeratJa e Hlatoria de la Univeraidad. Valencia, 1986.
En prensa.
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Pero es precisamente esto lo que más nos interesa en el presente artículo. Existiría desde el Neolítico alguna relación con el acebuche
(como con otros árboles y vegetales desde siempre): sus maderas
serían introducidas selectivamente con otras porque, podemos suponer, con relación a las cualidades óptimas de la madera de encina y
frente a la de pino y otras especies, queman bien, dan una brasa relativamente duradera y producen una moderada cantidad de ceniza. Pero
que también se introdujeran los frutos deja abierta, más allá de la simple recolección, la' presunción de un comienzo de arboricultura si se
tienen en cuenta dos hechos: primero, el destino final que en términos
culturales acabaría por tener aquella relación; segundo, que la agresiva actuación que frente al medio adoptaron desde el inicio los neolíticos cardiales favorecería la extensión natural de olea junto a otros
taxones. Si la Cova de L'Or, uno de los yacimientos neolíticos más
complejos y mejor estudiados (26), puede valorarse como significativo
- y sería ocioso demostrarlo- su columna polínica difícilmente
podría interpretarse prescindiendo de aquella agresiva orientación
frente al medio (27).
Ya hemos visto las dificultades de identificación botánica para los
árboles de La Sarga; el principal problema está Qn el grado de correlación que pueda establecerse entre una pauta de morfología botánica y
una representación que vemos estilizada y suponemos idealizada. Si
se prima al segundo criterio, olea no podría quedar tajantemente
desechado.
El destino final de aquella relación es el olivo, que no aparece en el
Próximo Oriente hasta el cuarto milenio a. C. Para el Egeo hay que
esperar hasta el tercer milenio. Sin lugar a dudas, las consecuencias
finales, con toda su significación social y económica, de tal domesticación no son transferibles a los tiempos neolíticos de la Península
Ibérica.
Pero ~olviendo a la escena de La Sarga, la conclusión mínima que
querríamos exponer en este apartado es el reconocimiento de un
nuevo tema en la iconografía del Arte Levantino, referible a una incipiente arboricultura. Sentada la conclusión en estos términos genera(26) B. MARTI OLIVER: «Cova de L'Or (Beniarrie, Alicante)», 1, Serie de Trabajos Varios del
Servicio de Invettip.ción Prehilt6rica, nóm. 61, Valencia, 1977, con la colaboración de R. PARDO
BAU..ESTER y J. M.• SEGURA MARTI.
B. MARTI OLIVER, V. PASCUAL PEREZ, M.• D. GALLART MARTI, P. LOPEZ GARCIA, M. PEREZ RIPOLL, J . D. ACWA HERNANDEZ y F. ROBLES CUENCA: «Cova de L'Or
(BenlarrM-Alicante)», II. Serie de tlab!Qoa Varios del Servicio de Inveed¡acl6n Prehiltórica, nóm. 66,
Valencia, 1980.
(27) DUPRE OLLIVIER: Op. cit. en la nota 26.
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les, el problema de la exacta identificación botánica, aunque no
menor, puede soslayarse, porgue tanto uno como otro de los árbole.s
considerados habrían de tener un destacado papel en las economías
mediterráneas postneolíticas.
3. CRONOLOGIA E INTEGRACION
3.1. Hace tiempo que Beltrán viene insistiendo en el hecho de que
en algunas estaciones rupestres aparecen signos abstractos o «esquemáticos» infrapuestos a los motivos levantinos. La Sarga es uno de los
casos. Sus signos se encuadrarían en la fase 1 del Arte Levantino en
unión con los toros y ciervos naturalistas, fase que se dataría entre el
6000 y 3500 con apogeo antes del5000. Las figuras levantinas l>ertenecerían a la fase TI, a partir del 4000, según ya vimos (28).
Poco después, continuando con la línea abierta por este autor, quisimos contextualizar a aquellos signos de La Sarga, La Araña y Cantos
de La Visera. Para nosotros podían paralelizarse con las pinturas de
La Cocina, que estuvieron cubiertas por estratos cerámicos, y con las
plaquetas grabadas del final de su horizonte TI, constituyendo los testimonios parietales y muebles de lo que entonces denominamos Arte
Lineal Geométrico. Si las figuras levantinas se superponían, dada la
cronología relativa estratigráfico-cultural de las plaquetas, se deducía
que el Arte Levantino no debería ser anterior como mucho a una fecha
que situamos en torno al5000 a. C. Pero de la deducción se sacaba una
inferencia: la condición necesaria y suficiente de que si los pintores
habían· dejado al pie de los abrigos alguna industria, ésta necesariamente tendría que ser tardía, posterior al final del Epipaleolítico en
sentido cronológico y cultural. Condición no exclusiva, porque siempre podrían encontrarse industrias muy antiguas, que estarían fuera
de lugar en tanto que contexto del Arte Levantino, gracias a una ya
antigua y por todos asumida argumentación. Creímos demostrar el
carácter tardío de las industrias, encuadrables en dos componentes:
uno adscribible a la tradición epipaleolítica geométrica en vías de neolitización; otro, no sin alguna confusión por nuestra parte a propósito
de unas pocas piezas de la Cerrada de Eduviges (29), que evidenciaba
una posición mucho más firme en el proceso de neolitización. Importa
señalar ahora lo que entonces se dijo: que aquel Arte Lineal Geomé(28) BE.LTRAN MARTINEZ: Opa. cita. "'lln laa notaa 1 y 4, en primer lugar.
(29) l. BARANDIARA,N MAESTU: «Yacimiento muaterienae del oovacho de Eudovigee
(Teruel)», en Tabona, 3, La Laguna, 1978, páp. 7-111.
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trico tenía una posición cronológica inmediatamente anterior al cardial
en La Cocina, pero que podía coexistir con éste en la secuencia general; también que se intentó fijar en término post quem, a partir del cual
podría haber comenzado el Arte Levantino. Dentro de ese término, no
había datos para precisar la concreta situación cronológica, pero hoy sí
como ahora veremos (30).
Así las cosas, la labor de Mauro Hemández y del grupo de Estudios de Cocentaina vendría a complejificar considerablemente el problema, pero, andando el tiempo, habría sentado una de las bases
resolutorias.
En tomo a las sierras de Aitana, Mariola y Benicadell (Alicante),
habían aparecido una serie de abrigos con un arte nuevo, muy .ritualizado, con figuras humanas esquematizadas, de cabeza anular, actitud
orante con los dedos de las manos separados, extremidades inferiores
dislocadas que suben sinuosamente por los lados del cuerpo acabando
en dedos igualmente separados y motivos curvilíneos que terminan en
cortos apéndices. En el panel 2 del abrigo IV del Barranco de Benialí
parecía que unos trazos levantinos se superponían a aquellas figuraciones. Testimonio insuficiente, pero, como decían los autores, las
figuras infrapuestas a las levantinas en el covacho la de La Sarga, precisamente aquellas que había señalado Beltrán e integrado nosotros
en el Arte Lineal Geométrico, podían paralelizarse con las novedades
alicantinas. Sin embargo, se decía, la presencia de figuras humanas y
motivos curvilíneos en La Sarga y en los nuevos abrigos suponía un
grupo artístico distinto al lineal-geométrico. Opinión que fue matizada
poco después, cuando se decía que, de aceptarse la similitud, se
encontrarían nuevas pruebas del Arte Lineal Geométrico, término que
habría que modificar, proponiéndose el de Arte Macroesquemáüco (31).
Tras estos hallazgos y primeras interpretaciones se planteaban
dos preguntas fundamentales. ¿Dónde había que encuadrar al Arte
Macroesquemático; acaso en el Lineal Geométrico modificado?
¿Cómo se articulaba el horizonte artístico anterior a la eclosión del
Arte Levantino, horizonte que se mostraba renovadamente complejo?
En cuanto a la primera pregunta, los paralelos sugeridos con el
covacho la de La Sarga eran evidentes. Pero también con la figura
humana núm. 1 y diversos motivos, curvilíneos, en particular los núms.
6 y 22 de los covachos ll y liT (32). De tal modo, La Sarga no sólo ten-
(SO) FORTEA PEREZ: Op. cit. en la oota 5.
(31) HERNANDEZ PEREZ y CEN'm.E D'ESTUDIS CONTBSTANS: ()pe. cita. en la nota 6.
(32) AURA TORTOSA; Op. cit. en la nota 3.
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dría figuraciones levantinas y esquemáticas en sentido estricto, sino
que sería un claro exponente de ese Arte Macroesquemático con el
que empezó a pintarse el abrigo. Pero es importante hacer hoy una
precisión: no hay que modificar denominaciones, sino simplemente
sacar a La Sarga del Arte Lineal Geométrico, precisamente por la presencia de la figura humana y motivos curvilíneos. Permítasenos decir
que cuando se hizo nuestra propuesta artística, ciertamente la morfología de los motivos en cuestión no se adecuaba cómodamente al geometrismo de líneas rectas quebradas y secantes con el que se la
describía, pero se hizo primar su posición antelevantina en la estratigraffa cromática, posición que se repetía en algunas figuras de otros
abrigos pintados. Ha sido necesario esperar a los últimos descubrimientos para interpretar mejor el formalismo de su iconografía y decidir en consecuencia.
La segunda pregunta se refería a la articulación del horizonte artístico prelevantino. Por un lado, tenemos que las plaquetas grabadas y
los restos pictóricos de Cocina evidencian un episodio artístico a finales del Epipaleolítico, que se observa también en La Araña y Cantos
de La Visera, yacimientos cuya virtualidad en la etapa prelevantina
quizá no se agote con lo antedicho. Tal episodio constituye hoy la primera etapa del Arte Levantino para Beltrán, desgajado ya de las figuras naturalistas que pasan a la segunda fase {33). Por otro lado, nos
encontramos con el Arte Macroesquemático que no puede encuadrarse en el epipaleolítico Lineal Geométrico por oposición formal, ni
tampoco en los tiempos epipaleolíticos porque no existe en la actualidad ningún otro sustrato cultural diferente al geométrico que pudiera
sustentarlo. De tal forma, si es posterior a éste pero anterior al Arte
Levantino sólo cabía situarlo en la corriente del Neolítico, pero vistas
las superposiciones y si conservadoramente no se quería rejuvenecer
demasiado al levantino, la opción por un Neolítico.antiguo podía resultar plausible. Esta idea estuvo en la cabeza de varios de los investigadores que seguían más de cerca la problemática, de forma
naturalmente incierta, abriéndose y cerrándose ante las dudas, temerosamente por el impacto que pondría su explicitación. Y fue Jordá
quien más claramente lo dijo: los momentos iniciales de Arte Macroesquemático, que él proponía llamar Arte Contestano, podrían situárse
en el Arte Lineal-Geométrico, desarrollándose durante el Neolítico
para diluirse tanto en el Arte Esquemático como en el Levantino (34).
(33) BELTRAN MARTINEZ: Op. cit. en la nota 4, en tercer lugar.
(34) F. JORDA CERDA: «El arte prehiat6rlco de la Región Valenclana: Problem.u y teodencia.a»,
en «Arqueololfa del Paie Valenciano: panorama y penpectivu», Univenidad de Alicante (1983), Alicante, 1986, pq. 129.
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21
Los hallazgos de las excavaciones de Bernardo Martí en la Cova de
VOr y las revisiones de los materiales encontrados en las antiguas
excavaciones, han demostrado que los motivos decorativos en la cerámica de la secuencia neolítica de Or eran también humanos y zoomorfos. En numerosos vasos de cardial típico aparecen impresas a la
concha figuras humanas y motivos curvilíneos exactamente iguales a
los que se ven en los nuevos abrigos contestanos y en La Sarga. Más
arriba, en los estratos correspondientes al final del mundo cardial, en
el gozne del Neolítico medio, datados en torno al4030 B. C. se encontraron los fragmentos de un espléndido vaso que muestra en su panza
el desfile de un macho cabrío, de un ciervo y lo que queda del cuarto
trasero de un toro. Las figuras ya no son unpresas de concha, sino de
peine u otro instrumento, como corresponde a la evolución cerámica
del yacimientos en estos niveles. Su estilo en modo alguno es esquemático y sus formalismos compositivos en buena medida se explicarían por la limitación de posibilidades técnicas que supone la
impresión. Estilo y especies animales apelan inevitablemente a figuras
del mejor Arte Levantino (35).
Importa mucho seíialar que la estratigrafía de las figuraciones
cerámicas de Or encuentra su correlato en la estratigrafía cromática
del covacho la de La Sarga. De tal modo, las figuras subyacentes a las
levantinas, y por extensión las de las mismas características de los
otros covachos, tendrían que ser consideradas como pertenecientes en
puridad cronológica. y cultural al Arte Cardial, denominación que proponemos en lugar de Macroesqueinático, una vez desentrañada su raíz
cultural, siempre preferible como criterio denominativo a otro de lugar
como Arte tipo Sarga o Contestano. Pero las superpuestas figuras
levantinas han de datarse en un momento avanzado del proceso de
neolitización (a lo que por otros caminos había llegado Beltrán), no
sólo por su superposición al Arte Cardial, sino también por referencia
a las mencionadas cerámicas recientes de Or.
3.2. De todo ello nos queda que desde fmales del VI y a lo largo
del V milenio a. C. se produjo la génesis y ulterior afian.zamiento de las
bases de un largo, brillante y único proceso artístico. Se comenzó con
un tímido arte de raíz epipaleolítica que pudo llegar a imbricarse con
otro ex novo: el Arte Cardial, y se continuó con el Levantino. El estímulo de este último fue la extensión del proceso de neolitización. El
fermento correspondió al paulatino avance hacia el interior de las
(36) B. MAR11 OLIVER y otroa: «La Cova de L'Or (Benialrie-Alicante)»,
-117-
m, en preparación.
[page-n-126]
22
F. J. PORTEA Y E. AURA
ideas neolíticas, iniciadas con el Neolítico antiguo cardial que esta
dotado de su propio arte parietal. Después vinieron las respuestas de
los diferentes artes levantinos, relacionables ya con los epipaleolíticos
en vías de una aculturación que el registro arqueológico califica de una
lenta receptividad en los yacimientos en cueva o abrigo, dedicados
preferentemente, pero no exclusivamente, a una genérica cazarecolección (Botiquería y Costalena) o a una caza mayoritaria de
cabras (Cocina), pero de una mayor receptividad en los asentamientos
de llanura en tomo a cuencas endorreicas como las de Villena, quizá
debida a una presumible mayor estabilidad del poblamiento en función de los recursos fijos y estacionales, o predecibles - las migraciones de las aves-, que explotaban (36) (quienes así hacían tuvieron
que ser los que pintaron a las zancudas de Cantos de La Visera, pertenecieran o no a la tradición cultural epipaleolítica). Pero las respuestas
también son relacionables con gentes mucho más a. entadas en el pros
ceso de neolitización, como hace algún tiempo indicamos (37). Resulta
sugerente que el área cubierta por el Arte Levantino coincida con la
expansión tierra adentro del Neolítico cardial, con los territorios ocupados por los epipaleolíticos geométricos aculturados y con la
posterior neolitización.
Dicho en otros términos: el Arte Levantino tiene mucho de relato
del proceso de neolitización; como mínimo, pues algunos de sus paneles parecen muy recientes. Las escenas de doma y cultivo, referibles a
la gandería agrícola o a la domesticación agrícola, no faltan. Pero
podría parecer contradictorio que uno de sus temas más importantes,
al menos el más abundante, sean las escenas de caza, que abogarían
por un ambiente epipaleolítico pleno. Circunscribiéndonos al continente euroasiático, diríamos que un arte de pueblos cazadores y recolectores como el paleolítico no ofrece narraciones de caza en sentido
estricto. En el c~o del epipaleolítico habría que tener en cuenta su alineamiento frente a la cronología de las grandes etapas de la evolución
cultural, y la presencia o no, y cuándo, de ellas. Pero las narraciones de
caza no faltan entre las manifestaciones artísticas de los grupos instalados en la vía de la producción; valga el ejemplo de Chatal Hüyük.
(86) F. J. FORTEA PEREZ: «Tipología. habitat y cronología relativa del Eltai\Y Gran de Almeen Cuademoa de Prehiatoria y Arqueología Cutellonenaea, 2, Cutellón, 1976, p6p. 22-37.
J. BERNABEU AUBAN: «La evolución del Neolítico en la zona oriental de la Pen!naula Ibé·
rica. 1, La tradición cultural de 1aa cerimicu impreaaa~t, Telia Doctoral, Facultad de Geograf{a e Historia de la Univereidad, Valencia, 1986. En prenaa, pág. 298, con una pertinente refereocia a A.
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(87) FORTE.A PEREZ: Op. cit. en la note 6, p6p. 262·264.
nara~t,
-118-
[page-n-127]
E SCENA DE VAREO EN LA SARGA
28
Parece que la caza era considerada como una actividad prestigios~ y
emblemática en esta economía de producción. En el Neolítico de la
Península Ibérica siempre se cazó, y algunos yacimientos indican que
mucho más en los momentos avanzados que en los iniciales (38).
Rizando la argumentación, la expuesta relación de los epipaleolíticos
en vías de neolitización con algún Arte Levantino, satisfaría al prejuicio cazador.
Cabría preguntar si existe un único Arte Levantino con singular
pauta evolutiva o si, por el contrario, hay varios, confluyendo en una
misma región e incluso en un mismo abrigo. Los más complejos abrigos levantinos parecen indicar lo último. Sería necesario regionalizarlo
estilísticamente para acotar variantes, porque el arte de Murcia no es
el mismo que el de Castellón. Habría que intentar dilucidar cuál es el
sustrato arqueológico que lo informa para ver si la variabilidad tiene su
correlato en las diferencias o matices estilísticos. Y habría que seguir
respondiendo a la pregunta esencial de cuál es el estímulo que hizo
aparecer al Arte Levantino y cómo o en qué grado el sustrato arqueológico se relaciona con aquel. Preguntas ambiciosas, pero para las que
ya empezamos a tener tfmidas y parciales respuestas.
Frente al Arte Paleolítico, que refleja el lento desarrollo de un contenido mitográfico expresado en una larga ·evolución estilística, ante el
que sólo caben preguntas globalizantes y que por ello puede ser mejor
entendido en términos evolutivos, el Arte Levantino se presenta como
algo más histórico: por medio de él las etnias se representan a sí mismas ofreciendo un panorama variado cuyo correlato tiene que estar en
el registro arqueológico material, que sabemos residual y parcelario,
pero que puesto en relación con su arte, completará sus propias
carencias.
Los estudios sobre el Arte Levantino han tenido una constante y
una rutina. La constante ha sido considerarlo como algo en sí mismo
que, en consecuencia, desarrolló su propio ciclo evolutivo, básico para
las hipótesis cronológicas. De tal modo, desde luego cada vez menos a
medida que la bibliografía es más reciente, quedó desconectado de su
contexto arqueológico. En la actualidad los estudiosos intentan responder en mayor o menor grado a preguntas importantes: su inevitable cronología, aunque con argumentos diferentes a los estilísticos; su
interpretación, procurando leer lo representado, tal y como, entre
(SS) H.-P. UERPMANN: «ElevageNéolithiqueenEapagne», enL'Eleva¡e en~terran4eoecl·
dentale, Pw, 1977, pqa. 87·9•.
-119-
[page-n-128]
F. J. FORTEA Y E. AURA
24
otrps, realizan Beltrán y aún más Jordá (39); su estímulo fonnativo y
su integración con el sustrato arqueológico.
La rutina es el término Epipaleolítico. Concebido inicialmente
como la versión mediterránea del gran arte wurmiense, pasó a ser considerado como una manifestación de los grupos epipaleolíticos tras
una brillante argumentación. Después, el péndulo ha ido desplazándose progresivamente, pero el adjetivo epipaleolítico sigue estando
presente en muchos autores, bien para calüicar a sus primeras fases
pictóricas con pleno sentido cronológico y cultural, bien para referirlo
a grupos interiores de economía retardada. La precisión entra aquí; el
término epipaleolítico debe seguir manteniéndose pero no solo, o con
la significación de gentes retardadas, sino unido al de aculturación o,
mejor, contacto cultural. Entonces, «epipaleolítico» se minimiza ante
«proceso de neolitización», proceso que, en nuestra opinión, abre la
virtualidad explicativa, con todas las situaciones y desarrollos düerentes que éste pudo tener.
Noviembre de 1985
(89) F . JORDA CERl>A: «Notaapara unarevial.6n de la cronología delarterupeetrelevantlno», en
Zepb,yrua, XV1I, Salamanca, 1966, pqa. •7-76.
F. JORDA CERDA: «Bastonea de cavar, leyae y arados en el arte rupeetre levantino>~, en
Munibe,
San Sebutián, 1971, pqa. 2n-2.a.
F . JORDA CERDA: «Las repreeentaclonee de dansu en el arte rupestre levantino», en m
Con¡reeo Nacional de Arqueolosfa, Porto, 1974, pqe. 48-61.
•
F. JORDA CERDA: «La aocledad en el arte levantino», en Papelea del Leboratorio de
Arqueología de Valencia, 11, Valencia, 1976, pqa. 169-184.
F . JORDA CERDA: «¿Restos de un Culto al Toro en el Arte Levantino?», en Zepbyrua,
XXVI-XXVII. Salamanca, 1976, pqe. 187-216.
F . JORDA CERDA: «Reflenonee en tomo el arte levantino>~, en Zepbyrua, XXX-XXXI,
Salamanca, 1980, pq.. 87-106.
xxm.
-120-
[page-n-129]
FORTEA y AURA.- Escena de vareo de La Sat·ga
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[page-n-130]
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FORTEA y AURA.- Escena de vareo de La Sarga
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[page-n-131]
MILAGRO GIL-MASCARELL BOSCA
ALONSO RODRIGUEZ DIAZ
(Universidad de Extremadura)
EL YACIMIENTO CALCOLITICO DE <~LOS CORTINALES»,
EN VILLAFRANCA DE LOS BARROS (BADAJOZ)
Cierta distancia en el espacio, que no en el
sentimiento, me permite tener una perspectiva
especial de todo el entorno cultural que contribuy6 a la fonnaci6n de muchos y de entre ellos
a la mía propia. En este marco, Domingo Fletcher se encuentra entre las figuras en las cuales el afecto y el respeto se van acrecentando
con el tiempo; a los hombres que as( influyeron
en nosotros les llamamos simplemente maestros.
M. G.-M. B.
l. SITUACION Y CARACTERISTICAS
El yacimiento de «Los CortinaJes», perteneciente al término
municipal de Villafranca de los Barros (Badajoz), se encuadra en la
actual comarca agrícola de «Tierra de Barros» y ésta a su vez, en la
comarca natural delimitada al Norte por el río Guadiana y Sierra
Morena, al Sur. Su localización topográfica exacta responde a las coordenadas 38° 32' 55" N/2° 38' 10" W-M, IGC. 829, a escasamente tres
kilómetros al Sureste de Villafranca de los Barros, y su existencia fue
conocida a partir de la construcción de los depósitos de agua que,
-123-
[page-n-132]
1
2
M. GIL MASCARELL Y A. RODRIGUEZ DIAZ
desde hace aproximadamente veinte años, abastecen a la población
(fig. 1).
Desde el punto de vista geológico, esta área está definida por la
presencia de materiales paleozoicos y algunas zonas de contacto con
las acumulaciones miocenas de naturaleza arcilloarenosa, que constituyen la base litológica de los «barros» extremeños, quizá uno de los
mejores ~uelos del secano peninsular. El tipo de suelo predominante
es el denominado pardo calizo sobre pizarras, que, como su gran grupo
indica, son suelos Ap/ (B)/ Ca/C. Sobre estos suelos nunca se labra
profundo, de tal manera que el horizonte Ap suele tener diez centímetros de espesor, color pardo y estructura grumosa y poliédrica poco
desarrollada. El horizonte (B), de color pardo algo más oscuro que el
superior, no suele sobrepasar los veinte-veinticinco centímetros de
potencia y descansa sobre el horizonte Ca, con potencias muy variables de unos lugares a otros y que incluso puede·faltar. Por lo descrito
hasta ahora, el suelo puede parecer poco profundo, y, por tanto, de
baja calidad agrícola, pero, debajo del horizonte Ca, o si falta, debajo
del horizonte (B), siempre hay un horizonte CaC por el buzamiento
vertical, o casi vertical, las grietas que existen entre paquete y paquete
de pizarras alteradas están rellenas de COsCa, midiendo por lo menos
de setenta centímetros a un metro. La mayor extensión de este tipo de
suelo se localiza en la parte central de la provincia, entre Los Santos
de Maimona y Fuente del Maestre (1).
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La morfología que se manifiesta es de suaves lomas, que se remontan tímidamente sobre los 400 metros en que se encuentra ubicada la
población. «Los Cortinales» se sitúan aproximadamente en la cota
topográfica de los 450 metros, en un área de relativa línea ascendente
que culmina dos kilómetros al Sur, en «El Criadero» (496 metffls). La
pendiente que predomina en todo el término villafranqués es menor al
3 % (llano}.
2. LA EXCA VACION Y SU ESTUDIO
Como dijimos anteriormente, el yacimiento arqueológico de «Los
Cortinales» fue conocido a partir de la construcción de un gran depósito de agua que dañó una buena parte del asentamiento. Algunos de
los materiales aparecidos, encontrados, según el testimonio de quie-
(1) «Explicación del Mapa Provincial de Suelos». Diputación Provincial de
1968.
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[page-n-133]
LOS CORTINALES
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[page-n-134]
M. GIL MASCARELL Y A. RODRIGUEZ DIAZ
nes presenciaron el descubrimiento, a un nivel que oscilaba entre los
dos y casi tres metros de profundidad, fueron depositados, tras una
serie de idas y venidas, en el hoy Colegio Público de Nuestra Señora
Santa María de la Coronada, donde se encuentran actualmente
expuestos, y fueron estudiados y publicados por uno de nosotros {2).
Ante el interés que presentaban estos hallazgos, creímos conveniente realizar algunos sondeos en aquellas zonas que se habían conservado intactas, en busca de una información arqueológica que nos
permitiera determinar la existencia o no de una secuencia estratigráfica y enmarcar «Los Cortinales» en un contexto cultural a escala.
Estas excavaciones se llevaron a cabo en septiembre de 1984, subvencionadas por la Consejería de Educación y Cultura de la Junta de
Extremadura y se contó, así mismo, con la colaboración del Excmo.
Ayuntamiento de Villafranca de los Barros.
2.1. Estructuras
De una forma genérica, podemos señalar que el tipo de estJ.ucturas
aparecidas en «Los Cortinales» radica esencialmente en una serie de
fosas excavadas en un terreno calizo completamente estéril, de perfiles y plantas bien definidos y diferenciados, con una función muy difícil de precisar aún con los datos que poseemos.
La excavación del corte núm. 1 -sector A- (fig. 2) a partir de la
capa I, nos reveló muy pronto el contraste existente entre el color
pardo-oscuro de las referidas fosas y el blanquecino de la tierra caliza
circundante. Igualmente podíamos comprobar que el material arqueológico se localizaba en estas «manchas» de color oscuro, donde también se advertía la presencia de algunas raíces, p111eba evidente de la
existencia de materia orgánica.
En estas cuadrículas de dos por dos metros, se delimitaron dos
fosas de planta semicircular; una de ellas se localizaba en el lado norte
del corte, y la otra en el ángulo sureste del mismo. Los perfiles sur y
este, cotTespondientes a esta última, tJ.·as su excavación completa, presentaban en su parte superior un visible estrechamiento respecto a la
zona de la base, más ancha y plana (fig. 3). De este modo, se configuraba un peñu de forma globular que, en el corte sur, alcanzaba en la
(2) A. RODRIGUEZ DIAZ: «Los C'ortinales, un yacimiento de la Edad del Bronce en Villafranca
de loa Barro. (Badajoz.),., Villafranca de loa Barroa, 1982.
A. RODRIGUEZ DIAZ; «Breve noticia sobre los hallazgos de Los C'ortinales. Villafranca de los
Barros (Badajoz),., en W C'.ongreao de Estudioa Extremeiloa, Badajot · Alcintara-C'ácerea. 1982.
En prensa.
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[page-n-135]
LOS CORTINALES
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boca setenta centímetros; en la parte inferior, ochenta; en la zona de
mayor estrechamiento, noventa y uno y una altura máxima de noventa.
En el lado este del corte, las dimensiones oscilaban en pocos
centímetros.
La estructura que se manifestaba en el lado norte de esta cuadrícula tenía proporciones superiores alas de la descrita anteriormente.
Para poder comprobar sus verdaderas dimensiones hubo de trazarse
un nuevo corte de tres por tres metro~ con el que se pretendía abarcar
su máximo diámetro; sin embargo, no resultó necesaria la excavación
total en superficie de esta cuadrícula, que finalmente tuvo unas dimensiones de tres metros en sus lados norte y sur y de 2'25 metros en el
este y oeste. Por su parte, la excavación total en profundidad de esta
estructura número 2 puso de manifiesto la presencia de una hilada de
piedras de distintas dimensiones y amorfas sobre las que se hallaban
frecuentes fragmentos cerámicos (fig. 4 y lámina I, A y B). Dicha estructura de piedras tenía un recorrido que ocupaba aproximadamente la
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[page-n-137]
LOS CORTINALBS
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mitad de la forma casi circular que describía esta fosa, la cual tenía su
diámetro máximo en la base (2'15 metros), una anchura en la boca de
1' 65 metros, que mostraba un ligero estrangulamiento inmediato hacia
el interior, que le confe.ria un perfil de gran olla, y una altura máxima real
de 1'60 metros -1'75 respecto a la superficie actual- (fig. 5).
En el lado norte de este mismo corte, se localizó la fos~ que denominamos número 3, que presentaba, en principio, proporciones y
características semejantes a la número 1 (lámina 1, e y D). Esta nueva
estructura llegó a converger con la número 2 en la excavación de la
capa m. El perfil de esta fosa mostraba un suave estrangulamiento en
su parte superior, apenas apreciable, que hace que se configure como
una estructura de paredes casi verticales. Esta circunstancia se comprueba en las mínimas diferencias existentes entre las dimensiones de
la boca (1'56 metros) y de la base (1'53 metros) (fig. 6).
A continuación, sucedió la excavación en el sector e de una nueva
cuadrícula de dos por dos metros, donde muy pronto se configuró,
ocupando la mitad del corte, una nueva fosa -la número 4-, de
planta recta. Para completarla se abrió un nuevo corte, igualmente de
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[page-n-139]
LOS CORTINALES
9
dos por dos metros, junto aliado este del número 3 del que se encontraba separado por un testigo de treinta centímetros de anchura. Su
planta, posiblemente rectangular, tiene una orientación noroestesureste. A una profundidad media de 1'30 metros apareció, en su lado
oeste, un muro constituido por dos hiladas de piedras amorfas, de distintas dimensiones y sin ningún tipo de trabazón entre ellas. Por el
contrario, en su parte oriental y a una profundidad un poco mayor, se
exhumó un conjunto de adobes de diferentes formas y tamaños, dispuestos arbitrariamente. En algunos de ellos, se observan improntas
posiblemente vegetales y animales. Los perfiles norte y sur de esta
estructura mostraban una forma convergente, muy semejante a la quilla de un barco. Sus dimensiones, abarcando el testigo que separaba
ambos cortes, son de cuatro metros de anchura y entre 1'25 y 1'50
metros de profundidad (fig. 7).
Con carácter de sondeo, fue realizada una nueva cuadrícula de dos
por dos metros en el sector B, que nos reveló la presencia de la estructura número 5, de planta no definida aún y peñdes casi verticales
e inclinados.
2.1.1. Estudio de las estructuras
El estudio de las estructuras excavadas en general, y en particular
las que se corresponden con tumbas o sepulturas en «silos», siguen
constituyendo actualmente un tema problemático y discutido, con una
larga tradición investigadora y literaria que se remonta al último
cuarto del siglo pasado. Ribeiro, Cartailhac, Estacio da Veiga, Leite
de Vasconcellos, Bonsor, los hermanos Siret, Bosch Gimpera, Leisner,
Almagro Basch, Berdichewsky (3), y más recientemente, Delibes,
Palol, Almagro Gorbea, Asquerino Femández, Martínez Navarrete,
Cerdefto y Blasco Bosqued son, entre otros, algunos de los investigadores que, desde hace algo más de un siglo, han tratado de reconstruir
el contexto cultural de un horizonte arqueológico muy fragmentado e
incompleto, en la mayor parte de las ocasiones.
«Sepulturas», «hoyos de incineración», «silos», «basureros»,
«fondos de cabaña», «fuegos» o «ceniceros», estas estructuras se
localizan prácticamente por toda la Península Ibérica, desde Cataluña
(S) B. BERDICHEWSKY SCHER: «Loa enterramiento. en cuevu artificiales del Bronce I m.
p6nico,., BibHotece Praehiltorica Hiepane, VI. Madrid, 1964.
- 131-
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M. GIL MASCARBLL Y A. RODRIGUEZ DIAZ
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LOSCORTINALBS
11
{4) y zona levantina {5) hasta Portugal {6), pasando por Alava y la
Meseta Norte {7), Valle del Manzanares {8), Bajo Guadalquivir (9) y
Andalucía Oriental (10). En Extremadura, en la propia provincia de
Badajoz, se conoce la existencia de un enterramiento en fosa y varios
silos en «La Pijotilla» (Solana de los Barros) (11), junto a algunos
«fondos de cabaña» en «El Lobo» (afueras de Badajoz) {12).
La cronología de estas estructuras, a pesar de la frecuente ausencia de materiales típicos que permitan su adscripción cultural, es tan
amplia como su dispersión, situándose la mayor parte de los hallazgos
entre distintas facies del Neolítico -«Aljoroque» (13), «Campo Real»
(4) M. LLONGUERAS CAMPAÑA, M.• A. PETIT MENDIZABAL y R. MARCET BARBE:
«Recientes excavaciones en la boblla Madurell (Sant Quirze del Vall6s, Barcelona)», Crónica del XV
Congreso Nacional de Arqueología (Lugo, 1977), Zaragoza, 1979, páp. 263·264.
(6) E. DEL VAL CATURLA: «El poblado del Bronce I Mediterráneo del Campico de L6bor,
Totana (Murcia)», Cuadernos de Historia Primitiva, m, núm. 1, Madrid, 1948, pága. 6·36.
(6) G. BONSOR: «Lea coloniea agricolea pré-romainea de la Vall6e du B6tia», Revue Arcb6ologi·
que, XXXV, Paria, 1899.
B. BERDICHEWSKY SCHER: Op. cit. en la nota 3.
(7) A. LLANOS ORTIZ DE LANDALUCE y D. FERNANDEZ MEDRANO: c
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(9) G. BONSOR: Op. cit. en la nota 6.
(10) G. GOSSE: «Aijoroque, estación neolftica inicial de la provincia de Almeria», Ampuriaa, m,
Barcelona, 1941, págs. 63-84.
(ll) V. HURTADO PEREZ: «El yacimiento de La Pijotilla (Bad_,oz). Estudio de lu relaciones
culturales», teala doctoral, in6dita, Sevilla. 1984.
·
(12) L. MOLINA LEMOS: «El Lobo, un pueblo de época y cultura megalftica (unos cuatro mil
aoos de antigüedad) en las afueras de Ba~oz11, Revista de Estudios Extremet\oe, xxxm, B~oz,
1977, págs. 687·668.
L. MOLINA LEMOS: «El poblado del Bronce 1 El Lobo (Ba~oz))), Noticiario Arqueológico
Hispánico, 9, Madrid, 1980, págs. 91·130.
(13) G. GOSSE: Op. cit. en la nota 10.
-133-
[page-n-142]
12
M. GIL MASCARELL Y A. RODRIGUEZ DIAZ
(14), etc.- y el Bronce Final e incluso la Primera Edad del Hierro
-«La· Esgaravita» (15), <
La ausencia de un análisis sistemático de este tipo de hallazgos,
esencialmente desde. una perspectiva morfológica y funcional, nos
impide en gran medida el estudio de la organización del hábitat en
estos poblados y, al mismo tiempo, una aproximación a aspectos
socio-económicos y paleoecológicos de los mismos (17). Todo ello se
traduce en un excluyente «babelismo» terminológico que, una y otra
vez, junto a las limitaciones clásicas y reducidas superficies excavadas
- como es nuestro caso-, no nos permite valorar cada ~na de estas
estructuras en su propio contexto funcional y cultural.
Como hemos podido comprobar a través de los sondeos realizados
en «Los Cortinales», la totalidad de las estructuras aparecidas en este
yacimiento se encuentran excavadas en un suelo de tipo calizo y textura muy compacta. Las estructuras que hemos denominado 1, 2 y 3,
sobre las que centraremos mayormente nuestra atención, han sido
descubiertas casi en su totalidad y presentan plantas aproximadamente circulares; parte, las números 4 y 5, aún están sin determinar
morfológicamente a la espera de futuros trabajos. En ningún caso, han
aparecido restos humanos asociados a dichas estructuras.
Las fosas 1 y 2 constituyen por su forma globular, a pesar de sus
desiguales proporciones, una de las variantes del tipo 1 establecido por
Berdichewsky (18) en su estudio sobre los enterramientos del Bronce 1
Hispánico; por su parte, la estructura número 3, más o menos de paredes rectas y poco profunda, según este mismo autor, se asemejaría a
las de Rota, si bien algunas de ellas podrían haber sido verdaderas
fosas sepulcrales de carácter colectivo. La denominación propiamente
de «silos» quedaría reducida sólo a los pozos alargados de forma cilíndrica y también globular (fosas 1 y 2), como los del Algarve y
algunos otros.
(14) G. BONSOR: Op. cit. en la nota 6.
G. y V. LEISNER: «Die Megalithgriiber der Iberiachen HalbinaeL Der Süden>>. Berlín,
19.8.
A. ARRIBAS PALAU y F. MOLINA GONZALEZ: «El poblado de loe Cutillejoa de Las
Peflu de loe Gitanos (Montefrfo, Granada). CampaAa de excavaciones d. 1971. El corte nWn. 1>t. Cuae
dernos de la Universidad de Granada. Serie monográfica nWn. 8, Granada, 1979.
(16) L MARTINEZ NAVARRETE: Op. cit. en la nota 8.
(16) M .• de la('. BLASCO BOSQUED: «Un nuevo yacimiento del Bronce Madrileño: EINegralejo
(R.ivu-Vaciamadrid, Madrid)», Noticiario Arqueológico Hiapánico, 17, Madrid, 1983~ páp. .S-160.
(17) I. MARTINEZ NAVARRETE: Op. cit. en la nota 8.
(18) B. BERDICHEWSKY SCBER: Op. cit. en la nota 3.
-134-
[page-n-143]
LOS CORTJNALES
13
De igual modo, los paralelismos tipológicos de esta última estructura con las asociadas a un grupo de viviendas circulares aparecidas en
el «Campico de Lébor», de Totana (Murcia) (19}, los «fondos de
cabaña de "El Lobo" (Badajoz) (20} y Valle del Manzanares (21), no
descartan la posibilidad de que se trate de un lugar de habitación. En
este sentido, cabría valorar los descubrimientos de adobes, muros de
piedra... y otros restos constructivos aparecidos en las estructuras
números 4 y 5.
Sin embargo, la particularidad más notable de las tres primeras
fosas de planta circular, la representa la hilada de piedras que, a modo
de banco corrido sobre el que se encuentran algunos fragmentos cerámicos, se sitúa en la base de la estructura número 2, con un desarrollo
aproximado de tres cuartos de circunferencia. La funcionalidad de
dicho banco de piedra podría estar relacionada con la deposición de
recipientes de almacenamiento, pero, no obstante, habrá que esperar
a nuevos trabajos para valorar en un contexto más amplio todos
los hallazgos.
Como es el caso de «El Negralejo» (22) y gran parte de los yacimientos de este tipo, las estructuras de <
poseer, en un primer momento, distintas finalidades, pero es bastante
probable que con el paso del tiempo, debieron ser utilizadas como
auténticos «basureros», lo que se deduce por la ausencia de materiales típicos procedentes de esferas de actividad concretas y, principalmente, por la enorme fragmentación de los materiales encontrados
(cerámica, esquirlas de hueso, etc.), en su mayoría de desecho.
2.2 Materiales
2. 2.1. Cerámica
Las dudas que planteaban los perfiles carenados y bruñidos con
los grandes platos y cuencos de borde engrosado, depositados en el
ColeJio Público de Nuestra Señora Santa María de la Coronada, en
torno a la posible superposición Calcolítico-Bronce se han eliminado
al confirmar los recientes trabajos la convivencia de estas formas y la
ausencia en el área excavada de toda estratigrafía.
(19) E . DEL VAL CATUBLA: Op. cit. en la nota 6.
(20) L. MOLINA LEMOS: Op. cit. en la nota 12.
(21) L MARTINEZ NAVARRETE: Op. cit. en la nota 8.
M.• L. CERDE~O SERRANO y otros: Op. cit. en la nota 8.
(22) M.• de la C. BLASCO BOSQUED: Op. cit. en la nota 16.
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14
M. GIL MASCARBLL Y A. RODRIGUBZ DIAZ
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LOS CORTINALES
15
La industria cerámica decorada aparecida en «Los Cortinales»
radica esencialmente en formas comunes y en una serie de fragmentos
atípicos con la única salvedad de dos vasos depositados en el citado
Colegio Público. Se trata, por una parte, de un vaso de paredes entrantes, superficie bruñida y con decoración incisa consistente en tres
pequeñas bandas horizontales a la altura del borde, estando las de los
extremos rellenas de impresiones puntilladas cubiertas de pasta
blanca y la del centro lisa; el cuerpo está decorado por bandas verticales rellenas con series alternas de cuatro y dos impresiones igualmente cubiertas de pasta blanca; las series de dos puntos parten de
una impresión circular, excepto en una banda lisa, decorada únicamente con motivos esteliformes (fig. 8, 1). Por otra parte, se conserva
un fragmento de un vaso de paredes ligeramente inclinadas al interior
y con decoración a base de triángulos incisos rellenos de puntillado
impreso (fig. 8, 2). Entre los fragmentos atípicos, caben destacar los
motivos incisos (fig. 8, 2b).
La indústria cerámica lisa es la más abundante. Tipológicamente
responde a los dos grandes grupos muy bien definidos y diferenciados
por Vfctor Hurtado en <
Solana de los Barros (Badajoz). Por un lado, se encuentran las cerámicas comunes de paredes gruesas y medianas, pasta no decantada, cocción irregular y tratamiento superficial alisado, y por otro, unas
cerámicas de «paredes finas», perfiles carenados, pasta decantada,
cocción reductora y tratamiento superficial bruñido (figs. 10 y 11).
En cuanto a las formas, el mayor porcentaje corresponde a los
cuencos de casquete esférico y semiesférico. También son característicos, aunque en menor proporción, los platos de borde engrosado, los
cuencos de paredes entrantes, los vasos de perfil en S y los vasos carenados a media altura. Estos últimos se localizan en las capas más inferiores del yacimiento y, entre ellos, resultan de particular interés
aque'los cuyo borde rebasa el plano vertical de la carena (figs. 11, 23 y
25), que culturalmente pueden ser considerados paralelos a los del
Horizonte Ferradeira (24), y tipológicamente presentan claras düerencias con los vasos más evolucionados de Atalaia (25).
(23) V. HURTADO PEREZ: Op. cit. en la nota 11.
(24) H. SCHUBART: «O Horizonte Ferradeira. Sepulturas do Eneollt!co Final no Sudoeste da
Penfnaula IWrlca», Revi.ata de Guimariea, LXXXI, Guimariea, 1971, p4ga. 189-215.
H. SCHUBART: «La cultura del Bronce en el sudoeste peninaular. Diatribucl6n y definición»,
Miteeléea Arqueolópca,
Barcelona, 1974, pqa. 35-370.
H. SCHUBART: «Die kultur der Bron.zezeit im Südwesten der Iberl.echen Halbinael», Madri·
der Forachun¡en, 9, Berlín, 1976.
(26) H. SCHUBART: «Eatnttigrafia horizontal de Atalaia. Una contribución ala cronologia de la
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Coronada.)
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LOS CORTINALES
17
2. 2. 2. Industria lúica
La industria lttica tallada únicamente está representada por una
lámina de sílex grisáceo con fractura retocada, fuera de contexto (figs.
9, 22), una lasca de sílex oscuro sin retoque ni huellas perceptibles de
uso (figs. 10, 16), varias lascas de pizarras y cuarzo lechoso técnicamente idénticas a la anterior y dos puntas de flecha, una de base cóncava y otra, muy deteriorada, con pequeño pedúnculo (figs. 10, 17
y 18).
La industria lúica pulimentada, complemento de la anterior, se
remite a la recogida sin ningún rigor en 197 4-1975. Esta consta de dos
hachas, una de ellas realizada en cuarcita y la otra en piedra de tipo
basáltico de color negro con el extremo proximal más estrecho, adoptando una forma casi trapezoidal y sección con tendencia rectangular
(fig. 9, 18 y 19), dos piezas de extremo distal plano, obtenido posiblemente por abrasión, con forma trapezoidal, y la otra rectangular y, al
parecer, procedentes de la reutilización de hachas y azuelas {fig. 9, 17
y 19) {26), una pieza de ranura transversal, obtenida igualmente por
abrasión, con una longitud de 5 centímetros, una anchura de 1 y una
profundidad de 1; la forma de la pieza es irregular con tendencia a la
oval, y fue realizada en material pizarroso, y mientras que su cara
externa es convexa y pulimentada, la interna es plana y rugosa (fig. 9,
21), varios molinos de mano fabricados en piedra granítica, con diversas formas y un tamaño medio de cuarenta centímetros, y, por último,
algunas moletas o molederas realizadas en distintos materiales, especialmente cuarcita y granito, con diversas formas de sección oval y un
tamaño medio de 14 centímetros (fig. 9, 4 al 16).
Sólo la ampliación de la superficie excavada hasta ahora, podrá
aportamos nuevos datos para una valoración cuantitativa y cualitativa
más precisa de la industria lítica de
<
adelantar que tipológicamente se encuentra muy próxima a la aparecida en «La Pijotilla» (27), considerada como un buen exponente de la
facies precampaniforme y campaniforme de los complejos calcolíticos
de la región.
Edad del Bronce del Sudoeate de la Península Ibérica», Crónica del XI Congreao Nacional de Arqueología (M6rida, 1969), Zaragoza, 1970, págs. 396-414.
H. SCHUBART: «Acerea de la cerúnica del Bronce Tardío en el Sur y Oeate peninaular»,
Tra~
de Prehietorla, 28, Madrid, 1971, páp. 163-182.
H. SCHUBART: «Die kultur der...», cit. en la nota anterior.
(26) V. HURTADO PEREZ: Op. cit. en la nota 11.
(27) V. HURTADO PEREZ: Op. cit. en la nota 11.
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LOSCORTINALES
19
2.2.3. Industria 6sea
La industria 6sea, como en el caso anterior, ha sido muy poco
representativa «in situ». En este sentido, prácticamente disponemos
de los hallazgos conservados en el mencionado Colegio Público, entre
los que destacan varios punzones·y una espátula de cabeza triangular
con pedúnculo muy alargado (fig. 9, 23 al 27). Existen par-alelo.s de
este tipo en «La Pijotilla» y sobre todo en los p.oblados de la Extremadura portuguesa, que pueden ser considerados en tomo a Viianova de
San Pedro ll (28),
2. 2. 4. Otros objetos
El fragmento de morillo hallado en la estructur.a número 3 se
encuentra tipológicamente en la variedad ll, establecid~ por López
Plaza (29), que se distingue por su base ovalada y cuerpo que disminuye progresivamente de espesor hacia el extremo superior, ar.queándose ligeramente hacia adelante (fig. 10, 10). La dispersión de ~stos
objetos, conocidos también como «ídolos cuernos», es bastante
amplia en la Península Ibérica. Se conocen hallazgos de estas características en la Peña del Bardal, el Teso del Moral, el Alto del Quemado
y Muñogalindo, en la Meseta. También .se documentan estos objetos
en el Este peninsular, en Alicante; pero la mayor concentración de
ellos se registra .en la Extremadura portuguesa, en poblados como Vila
Nova de San Pedro I, Pico Agudo y, más recientemente, en P.edrio,
Valencina de la Concepción (Sevilla) y en <
(Málaga) (30).
El horizonte cultural de «Los Cortinales» es algo posterior al de la.
Extremadura portugu.esa y, una vez más, encontramos los paralelQI3
más proximos en la variedad C del tipo XI de Jos ídolos de «La Pijotilla» (31), si bien el propio Víctor Hurtado muestra algunas reservas
para considerarlas como tales.
(28) K. SPINDLE'R: «Cova de Moura. DieBeaiedlun¡ dea Atlantlachen Kil1tengebietea Mittelportu¡alt vom Neolithiltum bia an duEnde -der Bronzezeit», Maddder Beitzage, 7, Mains am RheiD,
1981.
V. HURT~O P.EREZ, op. cit. en la nota 11.
(29) M.• S. LOPEZ PLAZA: «Morillos y.objetoa de culto de laEdad.delBronc:eJWiadoa enMu.tloplindo (Avila)», Crónica del XIn C0J111'8ao Naciooal de Arqueolog{a (Huelva, 1973), 'Zaragoza, 1975.,
páp. • 99-606.
M.• S. LOPEZ PLAZA: -«Aportaéióniil conocimiento de loa pobladQe eneoitlcoa de) SO de la
Meaeta Norte El})atlola: la cerimicu, SetábJl Arqueológica, V, Set6bel, 1979, p6p. 67-102.
(30) M.• S. LOPEZ PLAZA: «Aportación al j)OD()cimiento... », cit. en la nota anteri«'.
(31) V. HURTADO PEREZ: «Loa fdoloa del Cak:olitioo en el Occidente peninaplar», Había, 9,
Sevilla, 1978, ~p. 367-3« .
V. HURTADO PEREZ: Op. cit. en la nota 11.
-141-
[page-n-150]
20
M. GIL MASCARELL Y A. RODRIGUEZ DIAZ
2.2.5. Aletalurgúl
La metalurgia no ha estado representada en esta primera campaña
de excavaciones en «Los CortinaJes».
3. CONSIDERACIONES FINALES
El trabajo de Doctorado realizado por Víctor Hurtado (32) en el
yacimiento de <
se establece la tesis sobre la evolución del Calcolítico en la Cuenca
Media del Guadiana, nos permite plantear, como hipótesis de trabajo
y en base principalmente a la industria cerámica aparecida, que el
yacimiento de «Los Cortinales» podría situarse en tomo al Calcolítico
Pleno-Final de dicha zona (2000-1800 a. C.), con importantes paralelismos tipológicos y culturales en Valencina de la Concepción (Sevilla)
(33). Todo ello en un ámbito cultural bien definido, resultante de la
fusión y reinterpretación de elementos e influencias procedentes esencialmente del SE y SO peninsular y reflejadas de una forma particular
en los ídolos de «La Pijotilla» (34).
Esta facies calcolítica, con probable presencia de Campaniforme y
conocimiento de la metalurgia del cobre en «La Pijotilla» y en «Los
Cortinales», está ampliamente representada en los poblados de la
comarca de Llerena, al sureste de la provincia de Badajoz (35).
«Huerta de Dios» (36), «El Pedrosillo» (Llerena), «El Alamillo» (Berlanga), «Cerro Cabril» (Valencia de las Torres), etc., son asentamientos cuya localización está en relación directa con la minería del cobre y
oro y su situación topográfica oscila entre lugares llanos y abiertos,
pequeñas elevaciones (<
estratégicas y dominantes, a pesar de los posibles paralelismos culturales observados entre ellos (37). En este sentido, la variable econó-
(32) V. HURTADO PEREZ: Op. cit. en la nota 11.
(33) D. RUIZ MATA: «Cerámicas del Bronce del poblado de Valenclna de la Concepción (Sevilla))), Madrider Mitteilungen, 16, Heidelberg, 1976, pága. 80·110.
(34) V. HURTADO PEREZ: <
U-os ídolos ..,)), cit. en la nota 31.
V. HURTADO PEREZ: «Loa ídolos calcolíticos de La Pijotilla (Badlijoz))), Zephyrua, XXXXXXI, Salamanca, 1980, págs. 166-203.
(36) J. J. ENRIQUEZ NAVASCUES y J. IÑESTA MENA: «Notas sobre loe poblados calcolíticoe
de la comarca de Llerena (Badlijoz),,, Home~e a A. Cánovaa Peaini. Col. Roso de Luna, Badlijoz,
1986, pága. 16-24.
(86) J . J. ENRIQUEZ NAVASCUES: «Dos ídolos sobre hueso largo procedentes de la Huerta de
Dios)), Trebajoe de Prehistoria, 40, Madrid, 1983, págs. 293-306.
·
J. J. ENRIQUEZ NAVASCUES: «Materiales de superficie del poblado calcolítico de la
Huerta de Dios, Casas de Reina, Badlijoz)), Revista de Estudios Extremeños, en prenaa.
(37) J. J. ENRIQUEZ NAVASCUES y J . IÑESTA MENA: Op. cit. en la nota 86.
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Fil. 11.- Los Cortinalee. Sector B, corte núm. 4. etrbuctara 5, y leCtor C, corte núm. 15,
eetruotura 4 (n6ma. 88 al 86).
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22
M. GIL MASCARELL Y A. RODRIGUEZ DIAZ
mica en «Los Cortinales» está representada tímidamente por la
industria lítica, que apunta particularmente hacia un modo de vida
agrícola y una ganadería complementaria, si bien en un futuro próximo
podrán valorarse las posibilidades mineralógicas de la zona y su relación con este yacimiento.
En un momento inmediatamente anterior, se sitúa «El Lobo»
(Badajoz) (38) y una serie de asentamientos en tomo a la propia capital badajocense (39). En un horizonte cultural paralelo a Papaúvas
(40), se localizan los niveles inferiores de la Alcazaba, en Badajoz (41)
y Araya (42).
.
La fase final del Calcolítico en la Cuenca Media del Guadiana estaría representada por la última fase de «La Pijotilla» (43), paralela al
Horizontes Ferradeira (44) que, a su vez, enlaza con los ajuares de los
enterramientos de Colada de Monte Nuevo, de Olivenza (Badajoz)
(45), Guadajira (Badajoz) (46) y el enterramiento en cista de «Las
Palomas», en Villafranca de los Barros (47), paralelos al Bronce 1 del
SO de Atalaia (48).
(38) L. MOLINA LEMOS: Op. cit. en la nota 12.
(39) J. J . ENRIQUEZ NAVASCUES y C. DOMINGUEZ DE LA CONCHA: «Yacimeintos pre y
protohittóricoa de Ba~oz y aua alrededo1'88», Reviata de Eatudios Extremeoos, XL, m,
Ba~oz, 1984.
(40) D. RUIZ MATA y J . C. MARTIN DE LA CRUZ: «Noticias preliminareseobre loa materiales
del yacimiento de Papaúvu (Aljareque, Huelva)», Cuadernos de Prehistoria y Arqueología, 4, Madrid,
1979, páp. 86·49.
(41) F. VALDES FERNANDEZ: «Excavaciones en la Alcazaba de Ba~oz», Revista de Estudioa
Extremeftoa, XXXV, Ba~oz, 1979, pág. 887 y aa.
F. VALDES FERNANDEZ: «Excavaciones en la Alcazaba de Ba~oz)), Revista de Estudios
Extremos, XXXVI, Ba~oz, 1980, pág. 671 y aa.
(42) J . J . ENRIQUEZ NAVASCUES: «Avance al estudio de loa materialea de A~a. Mérida
(Bad~oz)''• Pyrenae, 17·18, Barcelona, 1982, páp. 191-202.
(43) V. HURTADO PEREZ: Op. cit. en la nota 11.
(44) H. SCHUBART: Op. cit. en la nota 24.
(46) H . SCHUBART: «Tumbu megalíticu con enterramientos secundarios de la Edad del
Bronce de Colada de Monte Nuevo de OUvenza», Crónica del XII Congreso Nacional de Arqueología
(Jaén, 1971), Zaregou, 1978, págs. 176-190.
(46) V. HURTADO PEREZ: «La excavación de la aepulture circular de la Edad del Bronce en
Gua~lra», Home~e a A. Cánovaa Pesini. Col. Roso de Luna, Ba~oz, 1986, páp. 26-36.
(47) M . GIL-MASCARELL BOSCA y A. RODRIGUEZ DIAZ: «Un enterramiento en ciata en
Villafranca de loa BIJTOI (Ba~oz)», en prensa.
(48) H. SCHUBART: «Estratigrafta horizontal. .. », cit. en la nota 26.
H. SCHUBART: «Die kultur...», cit. en la nota 24.
-144-
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GIL-MASCARELL y RODRIGUEZ.- Los cortinaJes
A
Los Cortina Jes. A y B: Sector A, c01·te núm. 2, estructura 2. C y 0 : Sector A,
corte nú m. 2, estructura 3.
-145-
LAM.I
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[page-n-155]
GUILLERMO ROSSELLO BORDOY
(Palma de Mallorca)
METALURGIA EN EL PRETALAYOTICO
FINAL DE MALLORCA
En las campañas de excavación realizadas en Hospitalet Vell
(Manacor-Mallorca) a lo largo de 1984 fue posible obtener nuevas
pruebas de actividad metalúrgica en Mallorca prehistórica (1). Si bien
estas pruebas no pueden situarse en un momento cronológicamente
exacto, hay indicios suficientes para considerarlos propios del
momento de transición entre lo pretalayótico y lo talayótico.
El hallazgo en cuestión consiste en una serie de fragmentos de
moldes de fundición aparecidos en el interior de la naveta septentrional de Hospitalet, fuera del conjunto del poblado talayótico. Tales
moldes, rotos e incompletos, habían sido reutilizados como simples
piedras para la construcción del hogar central de la naveta. Hogar
similar al que identificamos en anteriores excavaciones en las navetas
de Son Oms y de Canyamel (2).
La aparición de indicios de actividad metalúrgica en Mallorca, por
el momento, se concentra en hallazgos realizados en navetas. El pri(1) La excavación de lu navetas de la zona norte del poblado de Hospitalet ae desarrolló a lo largo
de una campaila en primavera de 198( y otra en verano del mismo 1100. Localizadas doa navetas, muy
destroidas y, aparentemente, sin cooe:óón arquitect6Dlca entre ambu (navetas aisladas), el estudio
completo eati pendiente de la conclusión de la investigación arqueológica previata pare la
campaila de 1986.
(2) Lu excavaciones de Son Oma y Canyamel salvo ligeras referencia en G. ROSSELLO SORDOY: u cultura talay61ica en Mallorca. Basas pare el estudio de sus fuee inicialea», 2.• edición.
Palma de Mallorca, 1979, eii!Uen inéditas.
-147-
[page-n-156]
2
G. ROSSBLLO BORDOY
mero fue Can Roig Nou (Felanitx-Mallorca) en 1968 (3), naveta triple
donde fue posible localizar dos valvas de fundición incompletas.
Ahora la nueva serie completa la info~ción sobre esta actividad.
Los moldes hallados responden a la siguiente descripción:
l. - Valva de arenisca, partida en dos trozos que enlazan. Forma
prismática irregular, con cavidad para la fundición de un puñalito de
hoja triangular, enmangue trapezoidal y mango recto rematado en
disco más o menos oval. La piedra mide 221 mm. de longitud máxima
por 71 mm. de ancho y 50 mm. de grueso. Falta un fragmento que
correspondería a la punta del puñal. La cavidad destinada a lecho de la
pieza fundida mide 173 mm. de longitud y 2 mm. de grueso en la hoja
(lámina 1, 1).
La piedra es una arenisca rojiza, muy fma, compacta y con un
grado de degradación muy acentuado. En el anverso de la pieza conservada no se aprecian canalillos de alimentación. El reverso presenta
una estrías en sentido transversal que pudieron servir para ligar las
dos valvas del molde. Los canales de alimentación pudieron estar
tallados en la valva desaparecida. En la zona de enmangue tres cavidades, profundas entre 7 y 8 mm. para conseguir los agujeros donde
engastar los remaches de la empuñadura.
2. -Valva de arenisca, de forma cuadrangular no muy regular,
partida en dos fragmentos. Corresponde a un molde para fundir una
ajorca circular. Mide la valva 100 mm. por 100 mm. de lado. Grosor
máximo 37 mm. El lecho de fundición es circular y mide 76 mm. de
diámetro exterior. La ajorca tendría 7 mm. de grueso y la profundidad
del surco es de 8 mm. En el centro presenta una cavidad de forma
vagamente circular de 20 mm. de diámetro y 6 mm. de profundidad.
No se observan canales de alimentación. La cavidad central pudo servir de engaste de ambos elementos. En el reverso no se aprecian indicios de estrías para ligar las dos valvas (lámina 1, 2}.
Arenisca rojiza de características similares a la anterior,
bastante degradada.
3.- Fragmento de valva de arenisca, de forma prismática. Falta
algo más de la mitad. La cavidad de fundición corresponde a un hacha
plana de filo semilunar y talón recto. Lo conservado corresponde a la
parte del talón faltando la parte central y la correspondiente al filo.
(3) G. ROSSELLO BORDOY: «Nuevas aportacloDea al estudio de la prehiltoria de Felanitu,
Felaoitx, 1962.
G. ROSSELLO BORDOY: «Ultimas aportacloDel al cooocimiento ~e la cultura pretalayótica
mallorquina», Atti del VI Congreaao Intemazionale dalle Sclenze Preiatoriche e Protoetoricbe (Roma,
1962), Roma, 1966, voL n, págs. nS.418.
G. ROSSELLO BORDOY: «Lu navetas en Mallorca», Studl Sardi, XXIX, 1964-1966, Suaari, 1966, P'P· 261-31.(.
-148-
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PRETALAYOTICO FINAL DE MALLORCA
8
Mide 111 mm. de longitud, 99 mm. de anchura y 62 mm. de grosor. La
cavidad mide 28 mm. de anchura en el talón, 66 mm. de longitud, 32
mm. de anchura máxima y 7 mm. de profundidad. Se aprecia el canal
de alimentación, semicircular, de 14 mm. de ancho; 21 mm. de largo y
una profundidad de 3 mm. (lámina I, 3).
Piedra compacta rojiza en el exterior y muy gris en la parte interna
como si hubiera sufrido los efectos del fuego.
4.-Fragmento informe de valva de fundición con cavidad que
podría corresponder a un objeto similar al anterior: hacha plana o tal
vez escoplo. Lo conservado es insuficiente para definir la pieza que se
podía obtener a través de dicho molde. Mide 53 mm. de longitud, 43
mm. de ancho y 54 mm. de grueso. La forma de. lo conservado hace
suponer que nos encontramos ante un extremo de una valva, pues presenta dos caras planas, bien retocadas (lámina 1, 4).
Arenisca de idénticas características a las anteriores. Degradación
menos acentuada.
5. - Fragmento central de una valva rectangular de dorso curvado. El lecho preparado para recibir el metal fundido presenta una
triple estría, lo cual hace pensar que nos hallamos ante un molde para
fundir punzones. Mide 78 mm. de longitud máxima, 78 mm. de
anchura y 27 mm. de grueso (Járnina 1, 5).
Las estrías presentan una anchura uniforme de 6 mm. con una profundidad de 5 mm. La sección del punzón obtenido sería más o menos
· circular. La longitud de lo conservado al aparecer los cortes del fragmento en diagonal varia: 80, 72 y 67 mm.
Arenisca compacta muy gris y en estado muy precario de
.
conservación.
6. - Dos fragmentos de valvas correspondientes a una pieza similiar a la anterior con dos estrías centrales. Mide 52 mm. de longitud, 41
mm. de ancho y 27 mm. de grueso. Las estrías, 7 mm. y 5 mm. de
ancho, respectivamente, con una profundidad de 4 mm. (lámina Il, 6).
7. - Valva de fundición en tres fragmentos, muy degradada y de
difícil análisis, con toda seguridad corresponde a un molde para fundir
punzones similares a los números 5 y 6. Mide 104 mm. de longitud, 41
mm. de ancho y 29 mm. de grueso. La cavidad central desintegrada,
pudo albergar tres estrías. Mide 90 mm. de largo, 19 mm. de ancho y 5
mm. de profundidad (lámina Il, 7).
El resto del ajuar, en vías de estudio, se complementa con un diminuto botón de hueso de 8 mm. de base, 5 mm. de altura y 4 mm. de
grueso con perforación en V (lámina II, 8) y una miniatura de cuchillo
que corresponde al mismo tipo de puñal, identificado a través del
molde número l. Esta pieza aparece partida en dos pues en el mango
- 149 -
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G. ROSSELLO BORDOY
se observa una perforación como si el cuchillito hubiera estado suspendido. El estado de conservación es muy malo. La pieza mide 85
mm. de longitud Oámina n, 9).
La abundante cerámica indígena no ha sido analizada con detalle
de momento.
El hallazgo permite plantear una serie de problemas e hipótesis
que cotejados con anteriores hallazgos ofrecen nueva luz al momento
transicional entre bronce medio y bronce final en la isla de
Mallorca.
La naveta mallorquina de habitación, muy düerente estructuralmente a la naveta menorquina de enterramiento, se considera como un
momento característico del pretalayótico fmal que ha tenido una larga
perduración a lo largo del talayótico inicial y que en un momento dado,
se abandona o se destruye y deja de utilizarse el esquema formal de
ábside alargados como prototipo arquitectónico (4). Recordemos que
la doble naveta de Son Oms, abandonada en 970 ± 60 antes de la Era
sirven de basamento al gran túmulo escalonado (5) y que por lo general
todas aquellas navetas existentes en las inmediaciones de un poblado
talayótico (Es Rossells, Na Mora, Hospitalet) aparecen en un estado
de conservación deplorable como si sus bloques hubieran sido depredados para su reutilización en el poblado (6), mientras que los conjuntos de navetas aislados y alejados de lo talayótico aparecen en un
estado de conservación más aceptable (Can Roig Nou, Es Closos de
Can GaiA, Canyamel) como si no hubieran sufrido tal depredación.
La düerencia formal entre naveta de enterramiento (por ahora
exclusiva de Menorca) y la naveta de habitación (que se ha localizado
en ambas islas) es clara (7). La naveta de habitación presenta una
amplia cámara con puerta ancha formada por el simple estrechamiento de los muros laterales y la de enterramiento ofrece una planta
más complicada: entrada en corredor, vestíbulo con chimenea de
acceso a una planta elevada, losa perforada que conduce a la cámara
inferior y sobre ésta la cámara elevada.
En el caso de Hospitalet se confirma la experiencia obtenida en
Son Oms y Canyamel. Nos hallamos ante unas edificaciones destina-
(4) G. ROSSELLO BORDOY: Op. cit. en último lugar de la nota anterior, p6g. 272.
G. ROSSE.L LO BORDOY: Op. cit. en la nota 2, pqs. 99-102.
·
(5) O. ROSSELLO BORDOY: Op. cit. en la nota 2, pqs p6g. 189.
(6) G. ROSSELLO BORDOY: Op. cit. en el último lugar de la nota 3, p6ga. 282-284.
(7) L. PLANTALAMOR MASSANET y A. LOPEZ PONS: «La naveta Occidental de BiniacArgentina (Alayor, Menorca)», Noticiario Arqueológico Hiapúico, 15, Madrid, 1983, p6gs. 359-381.
V'ue en eapecialla bibliogratia recogida.
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PRETALAYO'llCO FINAL DE MALLORCA
6
das a lugar de habitación con hogar central a base de recinto de fuego
cuadrangular formado por tres piedras verticales y panilla aneja de
piedras planas revestidas de barro de forma oval que detectada en Son
Oms nos aparece con insistencia en estos lugares indicados. La persistencia del tipo de hogar nos permite afirmar que fue un elemento
común a estas construcciones.
Por el momento la presencia de valvas de fundición enlaza la
naveta septentrional de Hospitalet con la triple naveta de Can Roig
Nou (8) y en las dos obtuvimos el típico botón de hueso con perforación en V, de tamaño reducido, casi diminuto que contrasta con los
grandes botones del pretalayótico inicial y medio.
En ambas estaciones arqueológicas las valvas han aparecido
incompletas y fragmentadas y nunca ha sido posible detectar restos de
escorias, desechos de fundición, indicios de fuego susceptible de permitir la fusión del metal, etc. Esto me inclina a pensar que la valva,
rota, fue reutilizada para otros menesteres menos nobles, que en el
caso de Hospitalet podríamos asegurar que algunas formaron parte
del basamento de piedras de la panilla, y que los trabajos de fundición
no se desarrollaron en el interior de la naveta sino al aire libre.
En el estado actual de nuestros conocimientos no es posible adelantar el resultado de los análisis de carbón de madera encontradas en
las inmediaciones del hogar. Dicho análisis nos daría la fecha de abandono del yacimiento, por lo tanto las valvas inutilizadas podrían ser
coetáneas o ligeramente anteriores. Por analogía con el resultado de la
naveta meridional de Son Oms podríamos situar, de momento y en
espera de confirmación, que el abandono de la naveta septentrional de
Hospitalet tuvo lugar a inicios del siglo X antes del cambio de Era. Por
tanto la cronología de los útiles obtenidos a partir de las valvas identificadas corresponderían a esta época con unas variaciones cronológicas en más y en menos que pueden abarcar unos cincuenta a cien años
en ambas direcciones.
Esta hipótesis va bien con la cronología para las hachas planas (9),
consideradas siempre como talayóticas, aunque la rudeza de su tra-
(8) G. ROSSELLO BORDOY: Op. cit. en último lugar de la nota 3, pág. 280.
A.M.•RAURETDALMAU:«LametalurgiadelbronceenlaPen!naulalblSricadurantelaEdad
del Hierro», Publicaciones Eventuales, núm. 25 del Instituto de Arqueolo¡fa y Prehistoria, Barcelona,
1976, pág. 129 ylún. xxm. Reproduce el molde de pUJ1al triangular de CanRoigNou pero no lo inventaria. Inte.reaante por recoger otru piezaa de fundición mallorquinu y menorqulnaa correapondíentea a
otru fases culturales no pretalay6ticaa.
(9) G. ROSSELLO BORDOY: «Loa ajuares metálicos mallorquinea como elemento cronológico•,
Prehistoria y Arqueolo¡ía de laa islas Baleares. VI Sympoaium de Prehistoria Peninaular (Palme de
Mallorca, 1972), Barcelona, 1974, págs. 116-127.
-151-
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6
G. ROSSELLO BORDOY
zado bien pudiera permitir situarlas algo antes. Los punzones y el aro
no permiten extraer conclusiones pues su pervivencia formal los convierte en materiales fuera de época.
La discusión debe centrarse indudablemente en la valva número 1
correspondiente al puñal de mango alargado con cabeza discoidea.
pues se trata de un ejemplar de útil metálico. viejo conocido de la prehistoria mallorquina. La valva de Hospitalet corresponde a una pieza
similar a la famosa espada de Lloseta que Almagro definía en 1944 del
modo siguiente:
«Espada de bronce, probablemente de un tipo local pues no se
conocen de esta forma en la Edad de Bronce, de hoja ancha y delgada.
con punta roma y el puño muy largo y curvo; tiene también la hoja
unida al pomo por medio de tres clavos de bronce. No ·se conoce otro
ejemplar parecido entre los bronces mallorquines. Mide o• 54 metros
de largo por o·os metros de anchura máxima» (10).
El ejemplar de Hospitalet salvo el tamaño corresponde exactamente a la descripción de la espada de tipo local y en realidad este
aspecto queda perfectamente comprobado pues la valva indicaba que
la confección de este tipo de espadas o puñales se realizaba en la isla y
correspondía a un tipo de útil suficientemente extendido pu~s la distancia entre Lloseta y Manacor así lo confmna.
Por el análisis del molde vemos que hoja y puño se fundieron de
una sola vez. no hay pues enlace mediante clavos de ambas partes. Las
cavidades que se observan en el enmangue servirían para sujetar una
empuftadura (hueso, madera. etc.) desaparecida que diera mayor consistencia y efectividad al uso de la pieza. La rotura del molde de Hospitalet impide saber cómo fue la punta del puñal. La forma de Lloseta,
exageradamente roma se puede deber al uso del instrumento y a su
desgaste natural. Este es un aspecto que de momento no podemos
dilucidar.
Queda por tratar el encuadre cronológico. Las referencias defendidas por Almagro tanto en 1944 como en 1962 no pueden sostenerse
hoy. Corresponden además a unas ideas muy en boga en aquel entonces que han quedado. hoy. totalmente invalidadas. sin embargo. es
prudente aducirlas, pues si en 1944 se afirmaba que «la fecha de este
conjunto cae aproximadamente hacia el400 antes de Jesucristo» (11),
(10) M . ALMAGRO BASCH: «El hallazgo de la ría de Huelva y el final de la Edad del Bronce en el
Occidente de Europa. Las eiJI&daa de Mallorca y el problema de la cronolo¡ía de loa ~ota de Baleares», Ampuriaa, n, Barcelona, 1940, págs. 126-128.
M. ALMAGRO BASCH: «Museo Arqueológico de Barcelona. n, loa broncea de Uoaeta
(Mallorca)», Memoriu de loa Muaeoa Arqueol6gicoa Provinciales, 1944 (Extractos), vol. V, Madrid,
1946, pága. 66-67.
(11) M . ALMAGRO BASCH: «
-152-
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PRBTALAYOTICO FINAL DE MALLORCA
7
años después rectificaba y envejecía ligeramente el lote presentando
unos paralelos plausibles que permitían justificar su encuadre pues.
indica que para el machete o puñal de tipo local (hoy podríamos definirlo como machete tipo Lloseta por darse en este lugar la primera
localización de un útil de este tipo) «no es posible encontrarle paralelos. Su origen lejano estaría en los machetes afalcatados del Bronce
final occidental que pasan luego a la época de La Tene» (12).
Finalmente apunta que «lo más apropiado es colocar este conjunto
no lejos del500 a. de J.C., y aun quizá después, pues todos los objetos
son creaciones insulares derivadas de tipos de tardío Bronce final Hispano» (13).
Creo que a partir de los hallazgos de Hospitalet y Son Oms, mientras no tengamos acceso al resultado de los análisis de C-14 estas
aproximaciones cronológicas no pueden ser tenidas en cuenta y forzosamente hay que envejecer considerablemente dicha cronología, que
correspondería a un talayótico inicial de Mallorca perfectamente
situable en términos absolutos a fines del segundo milenio e inicios del
primero antes del cambio de Era (14).
Sirva pues esta breve nota para dar cuenta del hallazgo, confirmar
el carácter local de un tipo de útil metálico muy característico conocido ahora a través de una espada, un puñal y un cuchillo (fig. 1) reabrir una discusión antigua y enconada y aportar al homenaje a un
querido y admirado compañero que ha dejado su vida profesional
activa por imperativos puramente legales, una prueba de nuestra
amistad y reconocimiento ante su magisterio.
(12) M. ALMAGRO BASC'H: Op. cit. en la nota anterior, 2-(2), nota 2.
(1 3) M. ALMAGRO BASC'H: Op. cit. en la nota 11, 2-(2), 7. C'ronología.
(14) G. ROSSELLO BORDOY: Op. cit. en la nota 2, pág. 189.
Redactado eate avance y dentro del programa •clnveatigaci6n arqueometal6rgica en la Península Ibérica» dirigido por loe profesores Femá_ndez Mif:anda y Delibea ha sido posible obtener el análiala eapectrogrifico del pultalito del Hospitalet. Por cortesía hacia loa directores del programa prefiero
que sean elloe loa que ofrezcan dicho rewltado a loa investigadores.
-153-
·' .
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ROSELLO.- P relalay6tico final en Mallorca
LAM.I
2
1
4
3
5
1, Molde d e fundición: Cuchillo. Anverso y reverso; 2, Molde de fundición: Ajorca.
Anverso y reverso; 3, Molde de fundición: ¿Hacha plana? Anverso y reverso; 4, Molde de
fundición:¿ Hacha plana? Anverso y reverso; 5, Molde de fu ndic ión: Pu nzones. Anverso y
t·evet·so.
[page-n-163]
LAM. O
ROSELLO.- Pretalayót.ico fmal en Mallorca
8
6
9
7
-=~=;====r cm.
10
6, Molde de fundición: Punzones; 7, Molde de fundición: Punzones. Anverso y reverso; 8,
Botón de hueso de Hos pitalet; 9, Cuchillito de bronce do Hospitale t; 10, Espada de Lloseta según Almagt·o y sus paralelos d~l Hospitalet. (Dibujos de J . J. Muñoz Sen·era.)
[page-n-164]
[page-n-165]
MANUELPELUCERCATALAN
(Sevilla)
ORIGENES DEL URBANISMO Y DE LAS NECROPOLIS
TUMULARES DE INCINERACION DEL VALLE MEDIO
DEL EBRO
Frente a la clásica y anticuada teoría de la total indoeuropeización,
celtización o hallstattización de la Península Ibérica y especialmente
del Valle del Ebro en los inicios deli milenio a. C., con los conocimientos arqueológicos de que hoy disponemos, se impone una reacción,
poniendo en su justo medio el sentido de la aportación ultrapirenáica y
revalorizando el sustrato indígena tan marginado, sin dejar de olvidar,
incluso, el influjo orientalizante, que fue decisivo en la formación del
hierro hispano. Se ha olvidado la intensidad y fuerza expansiva de la
gran cultura del bronce final de la Meseta del bronce valenciano, y la
impetuosa corriente semita oriental, fuertemente arraigada en las costas andaluzas desde inicios del siglo VIII a. C. La causa no ha sido otra
que el desconocimiento que de estos dos fenómenos se tenía hasta
hace muy pocos años.
La escasez de investigaciones planificadas obliga a que las cartas
de distribución de elementos, como pueden ser los túmulos, la incineración, el habitat, cerámicas excisas, de boquique, acanaladas, los
motivos decorativos, las formas cerámicas, la metalistería, etc., aparezcan con grandes lagunas, que naturalmente, inducen a error.
El problema del bronce final-hierro del nordeste sigue explicado
todavía según las teorías de P. Bosch, M. Almagro, J . Martínez Santa
-157 -
[page-n-166]
,... ..
2
M. PELLICE.R CATALAN
Olalla y un largo etcétera (1). En la protohistoria del nordeste hispatÍo
se está siguiendo la misma línea de hace medio siglo, limitándonos a
cambiar etiquetas y a modificar las cronologías según la moda reinante
en el exterior y basándonos generalmente en algún elemento aislado
cerámico o metálico con analogías forzadas y lejanas, sin analizar los
contextos. Incomprensiblemente, la última estratigrafía completa, la
de la Pedrera de Vallfogona de Balaguer, fue p!Jblicada por J. Maluquer hace más de veinte años (2).
El concepto de campos de urnas defendido por W. Kimmig y posteriormente por R. P. Charles (3), en España resulta ambiguo, porque
las incineraciones del Segre y del sur del Ebro presentan formas tumulares muy específicas y muy dispares con relación a lo renano y a lo
francés (fig. 1: A y B). El concepto celta es más bien lingüístico y sin
ningún contenido antes del siglo VI a. C.
P. Bosch prestaba singular atención a la tipología de las plantas de
los poblados del Bajo Aragón, teniendo también presentes, pero en
segundo término, los materiales cerámicos y metálicos. Desgraciadamente en los años diez y veinte se excavaron demasiados yacimientos
por manos inexpertas, que proporcionaron la mayor parte de los elementos revueltos, sin claro contexto y deficientemente publicados,
que han servido de materia prima para las periodizaciones y cronologías actuales, sin advertir posibles estratigrafías en los poblados
excavados.
Esta aparente ausencia de estratigraffas hizo pensar a P. Bosch en
la corta vida de los poblados del Bajo Aragón, que apenas sobrevivirían un siglo, idea ésta actualmente cuestionada por G. Ruiz Zapatero
vm.
(1) P . BOSCH GIMPERA: «Les celtes et la civiliaation dea urnee en Eapagne11. Prébistoire,
Parla, 1941, piga. 121-161.
J. PEREZ DE BARRADAS: «Notes prehiet6ricaa. La primera invasión celta en la Meaeta
Central de Eepeña». Actas y Memorias de la Sociedad Eepaftola de Antropolopa, Etnografta y Prehietoria, xm, Madrid, 1934, piga. 223-228.
M. ALMAGRO BASCH: «La invasi6n c6ltica en Eapeña», en «Hiatorla de Eapafta» dirigida
por R. MENENDEZ PIDAL, tomo I, volumen n, Madrid, 1962, pip. 141-240.
J. MARTINEZ SANTA·OLALLA: «Esquema peletnol6glco de la PeDÍniUla Hlapánlca».
Madrid, 1946.
n.
(2) J. MALUQUER DE MOTES, A. M.• 'MlmOZ AMILIBlA y F. BLASCO: «Cata eltratigráfica
en el poblado de La Pedrera, en Vallfogona de Balaguer». Zepbyrua, X. S•lamanca, 1969, p6p.
1).79.
(3) W. KIMMIG: «Zur Umenfelderkultur in Weeteuropa11. Fetacllritt fOr Peter Goeealer, Stuttgart, 1964, 1).61{8. 41-98.
R. P. CHARLES: «Probl~mee de chronolocie m6diterran6ene». Cahiera Ligurea de Préhietoire
et ArcMologle, 12, Montpellier, 1963, pip. 181·204.
-158-
[page-n-167]
URBANISMO Y NBCROPOLIB DBL VALLB MBDIO DEL EBRO
8
D
.• =
e
Pi&·
de 1Dhamaol6Jl tnmoeee. y plreúlooe
A) T6malo 1 de Cbdoia (Jara). S. VU-VL (Sep Mlllotte.)
l.-T6malot~
B) T6mulo de Plu d'A~ (PioveDSa). S. Vll. (SeiÓ.Jl Lacraad.)
C) T6malo con varlu cñsw de Coll de Creu (GabUTU). (Tradlci6n cilltioa).
(Se¡(m Serra Vllar6.).
D) T6malo con oista oentral del BnMOl de la .Mue de DMl (Correa). Bronce
reciente. (Sep Serra Vilar6.)
B) T6malo dolm6nico del Lla¡unú (Fícoll). (Sep Serra Vllar6.)
[page-n-168]
M. PELLICER CATALAN
en su estudio sobre el Roquizal del Rullo y por J . Eiroa en el suyo
sobre la Loma de los Brunos de Caspe (4}, estableciendo fases con una
gama cronológica, a nuestro parecer, demasiado amplia y con inicios
demasiado arcáicos.
El poblado de Zaforas de Caspe (5}, análogo y coetáneo del
Cabezo de Monleón (6), apenas sobrepasó el siglo, con abundante
cerámica excisa en un contexto homogéneo, fechable en los siglos VIllVll, no pudiendo enmarcarse en el período ll de M . Almagro Gorbea
(7}, cuya cronología asignada es de hacia ellOOO a. C., con perduraciones en su período V, finalizado ~n el 600 a. C.
Si contemplamos la topografía del nordeste hispano, observaremos qu'e a las zonas donde estas culturas hallstattizantes están más
arraigadas y de las que existe mayor documentación, como el Ampurdán, cuencas del Besós y Llobregat, Bajo Aragón y cuenca del Segre, se
penetra por varias vías que convendría analizar.
Cataluña oriental está unida con el Rosellón y Languedoc por los
suaves pasos de Cervére y Le Perthus, desde donde fácihnente se
llega al Bajo Ebro a través de las zonas relativamente llanas del
Ampurdán, Maresma, Panadés y Priorato, y a la cuenca del Segre a
través de la depresión central catalana. Otra vía de penetración pirenáica desde el Rosellón es la que por la Cerdaña alcanza el valle del
Segre, entendiendo como tal valle también las cuencas del Noguera,
Cinca, Alcanadre y Flumen, prosiguiendo hacia el Ebro y sobrepasándolo por el Bajo Arag6n. Paralela a esta vía del alto Segre, está desde
los Pirineos franceses, la del Garona por el valle de Arán, para seguir la
vía del Noguera Ribagorzana hacia el bajo Segre.
Otra vía opuesta es la del Ebro y de sus afluentes meridionales que
conectan con la Meseta, cuya avanzadilla septentrional de la cultura
(4) G. RUIZ ZAPATERO: «El Roquizal del Rullo: Apro:dmaci6n a la secuencia cultural y cronológica de loe campos de umae del Bajo Arag6n». Trabajoa de Prebiltorla, 86. Madrid, 1979, páp. 247287.
J. J. E IR OA GARCIA: «La Loma de loa Brunoe y loa campos de umaa del Bajo Aragón». Zaragoza, 1982.
(6) M. PELUCER CATALAN: «Zaforaa. nuevo yacimiento con cerimica exciaa, en Cupe». Crónica del V Con¡reao Arqueológico Nacional (Zaragoza, 1967), Zaragoza, 1969, págs. 188-166.
(6) A. BELTRAN MARTINEZ: «El Bronce Final y le Edad del Hierro en el Bajo Arag6n», en
«Prehiltorla del Bajo Arag61l>l, por M. ALMAGRO BASCH, A. BELTRAN MARTINEZ y E. RIPOLL
PERELLO, Zara¡oza, 1966, p6p. 109-169.
A. BELTRAN MARTINEZ: «La indoeuropeilaci6n del Valle del Ebro». Primer Sympoaium
de Prebiltoria de le Penínaula Ibérica (Pamplona, 1969), Pamplona, 1960, páp. 103-124.
(7) M. ALMAGRO GORBEA: «El Pie dela C.orba de Sagunto y loa campoa de umae del NE. de le
Peníneula Ibérica»: Saguntum. Papelea del Laboratorio de Arqueoloafa de Valencia, 12, Valencia,
1977, p6p. 89-1«.
-160-
[page-n-169]
URBANISMO Y NECROPOLIS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
6
de Cogotas 1 estará en Alava, Rioja y S orla, jugando especial papel los
valles del Jalón y del Jiloca, que vencen la barrera del Sistema Ibérico
hacia el Ebro medio y Bajo Aragón. Otra vía es la de Levante, que por
el sur del Ebro penetra hacia el Bajo Aragón. La intensidad de penetración por estas vías no ha sido uniforme, siendo el sentido doble, con
flujos y reflujos, muy especialmente en la vía del Ebro.
En el calcolítico y bronce pleno las vías del Segre por el norte y de
los afluentes del sur del Ebro por el sur, contribuyeron a la formación
de un arcáico sustrato en el Ebro medio, muy mal conocido, excepto
por la fase final de los talleres de sílex que estudió E . Vallespí (8). En
el bronce final e inicios del hierro el hallstattizante de los incineradores del Languedoc se deja sentir a través de la vía de la costa catalana y
de la depresión central catalana hacia el Segre, confluyendo en el Bajo
Aragón con la corriente de la Meseta. En la edad del hierro, a fines del
siglo VII a. C. o principios del siglo VI a. C. será la corriente orientalizante de las colonias fenicias meridionales la que penetrará por
Levante hacia el Bajo Aragón y hacia Cataluña y, posteriormente, en la
segunda mitad del siglo VI a. C. esta corriente semita se verá reforzada
por la griega procedente de Ampurias.
Las causas del gran despoblamiento del Ebro medio en el calcolítico y bronce pleno y la densidad de población a partir del bronce finalhierro no están bien estudiadas, pero este f~nómeno podría atribuirse
s
a la evolución económica de la. poblaciones pastoriles del Prepirineo y
Pirineo (Cerdaña, Urgel, Pallars y Solsones) en el norte y del Maestrazgo y de las alturas turolenses por el sur, atraídas, con el cambio de
clima delsubatlántico, más fresco y húmedo, hacia las tierras bajas del
valle del Ebro, hacia las cuencas bajas de los ríos Gállego (desconocido), Segre y afluentes de Huesca, Algás, Matarraña, Guadalope,
Martín, Aguas, Huerva y Jalón, de grandes posibilidades agrícolas.
Las cuevas y las chozas deleznables de los pastores de altura se
mudan en el valle en poblados con casas rectangulares de zócalos de
piedra (fig. 2), que nada tienen que ver con el megar6n egeo y cuyo origen tampoco hay que buscarlo en el alto Ebro, en poblados como Oro,
Henayo, Berbeia, La Hoya, etc., de casas circulares, ni en el Pirineo, ni
(8) E . J. VALLESPIPEREZ: «Baaea arqueo16gicaa para el estudio de loa tallerea de aílu delBejo
Ara¡ón. Hacia una aeriaci6o de 1aa induatriu líticaa poatpaleoliticaa b~eiU~t. Cuaarau¡uate,
13-14, Zaragoza, 1969, pqa. 7-20.
E . J. VALLESPI PEREZ: «Sobn~ la problemática del Bronce Final y el aaentamiento hallatát..
tico en el b~o Ara¡6n. El eubatrato indígena recipendiario de loe inmi¡rantea11. Teruel, 26, Teruel,
1961, pq.. 247-269.
-161-
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M. PBLLICER CATALAN
6
A
8
e
Fig. 2.-Pobbldoa ba,joaragoneses del bronce reciente
A) Lu Eacodlnu Bajas (Mazaleón, Teruel). (Según Boach.)
B) Lu Eacodlnu Altas (Mazaleón, Teruel). (Según Boach.)
C) La Ge..era (Cueres, Tarragona). (Según Boach.)
-162-
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URBANISMO Y NECROPOLIS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
7
en el Languedoc, donde no entra el urbanismo ni la casa rectangular
hasta muy tarde, en el ma.ilhaciense I del siglo Vll a. C., sino en el ·
bronce valenciano (fig. 3} de viejas raíces en el Argar A del sudeste ibérico. Posiblemente la población calcolítica e, incluso, la del bronce
pleno del valle del Ebro, de habitat temporal, disperso y de materiales
perecederos, o en abrigo donde no existe la cueva, sería nómada o
seminómada pastoril y cazadora, sin que apenas encontremos sus vestigios, si no es en los abrigos pintados, no tanto naturalistas como
esquemáticos {Arpán, Lecina, La Fenellosa, etc.) y en el final de los
talleres de sílex.
La economía de base eminentemente agrícola de los poblados del
bronce final está suficientemente corroborada por la situación de los
mismos en puntos elevados, sobre valles o en llano, como el Chermanillo (Huesca), por la abundancia de grandes tinajas decoradas con cordones, por los molinos naviformes y piezas de sílex dentadas para hoz.
No parece aceptable la simbiosis, tantas veces defendida, de túmulospastoreo por falta de base, aunque se acepte en las garrigaslanguedocienses. Esta economía cerealística se complementaría con ganadería
lanar, con caza (ciervo acanalado en vaso del Cabezo de Monleón), y
pesca (anzuelos de hierro en la Loma de los Brunos).
La causa principal del desconcierto y del constante titubeo cronológico de las periodizaciones del bronce final-hierro del nordeste hispano es la escasez de yacimientos estratfficamente estudiados, con
que montar un sistema congruente. Efectivamente, la erosión en el
valle del Ebro ha sido muy intensa, de tal manera que en muchos
poblados aflora la roca en gran parte de su superficie, lo cual no corrobora en absoluto la ausencia de relleno fertil en otros, incomprensiblemente todavía no estudiados.
Hay que agradecer a J. Maluquer que podamos disponer de las
dos estratigrafías más aprovechables, el Cerro de la Cruz de Cortes de
Navarra y la Pedrera de Vallfogona de Balaguer {9).
El poblado del Cerro de la Cruz de Cortes de Navarra representa un
precioso documento estratigráfico en el valle del Ebro con sus cuatro
metros de relleno y sus seis fases sucesivas que van del siglo vm a. c.
al siglo IV a. C. De sus diferentes fases, correspondientes a otros tantos poblados superpuestos, la II bes la mejor conocida y la que marca
la cronología entre el 650 a. C. y 550 a. C., según J . Maluquer, pose-
(9) J. MALUQUER DE MOTES: «El yacimiento hallatAttico de Cortes de Navarra». 1, Pamplona,
1954 y n, Pamplona 1958. V6aae nota 2.
-163-
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A y B) Puntal de Cambra (Vlllar del Arzobt.po, Valencia). (Se¡IÍD Alcácer.)
C) Mu de Menente (Alooy, Alicante). (Se¡IÍD Pericot y Pouell.)
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URBANISMO Y NECROPOIJS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
9
yéndose escasos datos de las fases inferiores, m a, m b y n a, lo cual
dificulta la asignación de la fecha inicial. Sería tarea urgente la excavación y estudio de una zona de estos poblados inferiores de Cortes
de Navarra.
Los inicios, en el poblado m a y m b, fechado por su investigador
en la segunda mitad del siglo IX y siglo VID C. y destruido por un
incendio, indican el asentamiento de una población que seguirá conservadora en su habitat y economia a través de las fases siguientes, con
grandes casas rectangulares de adobes.
El poblado ll a, no bien conocido y fechado en la primera mitad del
siglo vn a. C., fase de transición al hierro, continúa con la tradición del
hábitat anterior, presentando las casas zócalo de piedras, que sustentan el muro de adobes y apareciendo la muralla, también de adobes,
defensiva del poblado.
El poblado ll b, fechado desde la mitad del siglo Vll a la mitad del
siglo VI a. C., final que yo colocaría en este siglo avanzado, también
incendiado, se conoce en todos sus detalles con sus murallas, casas
rectangulares dotadas de vestíbulo y almacén, bancos, hogares, hornos y muros de adobes estucados y con pintura mural en el interior,
representando el mismo ambiente y género de vida que anteriormente.
El poblado I a, fechado entte finales del siglo VI y mediados del
siglo V a. C., continúa con el mismo tipo de habitat con la modalidad
de enterramientos infantiles bajo las casas y representa la introducción de las primera. cerámicas a tomo, que preludian el posthallstattis
zante y la plena metalurgia del hierro.
El yacimiento de Cortes termina con el poblado I b hacia mediados del siglo IV a. C., cuya necrópolis de incineración se localiza en la
Atalaya de Valtierra.
La Pedrera de Vallfogona de Balaguer es fundamental para el estudio del Segre, del Bajo Aragón y de la Baja Cataluña. Con una potencia
estratigráfica de más de 5 metros, J. Maluquer distinguió nueve estratos, con una cronología inicial de fines del siglo IX o principios del
siglo V1ll a. C., como el cerro de la Cruz de Cortes, y un momento final
en las postrimerías del siglo m o inicios del siglo n a. c. con la
romanización.
De los dos estratos inferiores, el IX y el VID, no disponemos de
datos sobre urbanismo, pero sí, en cambio, del estrato Vll, donde se
corrobora la presencia de la casa de mampostería y planta rectangular
en un contexto análogo al del horizonte anterior con cerámicas acanaladas, pero con la introducción de los vasos con pie, típicos del Languedoc a partir de Mailhac L lo cual induce a fechar dentz'o del siglo
vn a. c. y más bien en su segunda mitad.
a.
-165-
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10
M. PELLICER CATALAN
El poblado de VinarrageU de Burriana (10) se caracteriza por su
bajo emplazamiento, detalle topográfico, que, al no tenerse en cuenta,
ha ocasionado la no localización de otros poblados preibéricos en
Cataluña y Levante.
El interés de las estratigrafías de Vinarragell, de 3'50 metros de
potencia, comprendiendo 16 niveles, radica en que el horizonte orientalizante, del siglo VII a. C. avanzado, se inmerge en este mundo del
bronce final-hierro, débilmente hallstattizante, que ha proporcionado
preciosas cronologías, que no dejan de afectar a los esquemas del
Ebro y Cataluña, con la introducción de nuevas técnicas constructivas
de plantas rectangulares con zócalos de piedra y muros de adobes,
cerámicas a tomo pintadas, hornos circulares y probablemente el
hierro.
A través de la estratigrafía pueden distinguirse en Vinarragell
cinco fases u horizontes culturales.
La fase I es del bronce final, de los niveles P-L de los cortes I y ll
de 1967, m de 1968, nivelesH-C delsondeolyK-I delsondeoll, con
una cronología del siglo vm a. C. según el contexto de cerámicas bruñidas, acanaladas, incisas y excisas de rombos rayados, con formas
carenada. y cuencos abiertos y, por otra parte, de cerámicas toscas de
s
cordones con impresiones digitales, siendo el adobe la técnica típica
de las construcciones de planta circular.
La fase II C01Tesponde al momento de transición entre el bronce
final y el orientalizante, de los niveles K -J del corte I de 1967 y H -G del
sondeo ll, con un contexto fechable en la primera mitad del siglo Vil a.
C., en que continúan las cerámicas a mano bruñidas con decoraciones
acanaladas e incisas y toscas de cordones, haciendo su débil aparición
los útiles de hierro y las cerámicas a tomo.
La fase III corresponde al orientalizante de los niveles I' -E de los
cortes I de 1967 y IT y IIT de 1968, B del sondeo I y F-E del sondeo IT,
con una cronología entre mediados del siglo VI a. C., según su contexto, en que prosiguen las cerámicas a mano bruñidas con decoraciones incisas, excisas, pintadas y toscos cordones, siendo cada vez más
frecuentes las cerámicas a tomo orientalizantes de importación, al
parecer, andaluza con formas de ánfora de transporte y grandes jarras
pintadas de asas dobles, que fechan con cierta precisión, estando pre-
(10) N. MESADO OLIVER: «V
marragell (Burriana-Cutell6n)». Serie de Traba,Joe Varios del Servicio de Inveatigaci6n Prehist6rica, núm. 46, Valencia, 1974.
-166-
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URBANISMO Y NECROPOLIS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
11
sente el hierro y apareciendo las construcciones de zócalo de cantos
rodados y muro de adobes, de plantas rectangulares, junto con muralla.s defensivas.
Ante este rápido bosquejo conviene advertir que en los inicios del
poblamiento de Vinarragell, hacia el800 a. C. {fase I}, las construcciones son de adobe y de planta circular, detalle que coincide con el
sudeste (Peña Negra de Crevillente, Albolodúy, etc.) (11) y con el sur
(Galera, Quemados, Ategua, Carmona, Lebrija, etc.) (12).
Según la distribución de los pocos yacimientos conocidos del ll
milenio a. C. en las zonas bajas del nordeste, el poblamiento era disperso y verdaderamente escaso, concentrándose la reserva humana y,
en consecuencia, la cultura en las zonas altas. En el Pirineo el habitat
preferido es la cueva y el enterramiento, en dolmen o en cueva, mientras que en el Sistema Ibérico va apareciendo el habitat al aire libre en
defecto de la cueva, que también sirve de enterramiento de inhumación colectivo, como en Levante. Sería imposible entrar en detalles
sobre los yacimientos del bronce pleno del Segre, Alcanadre, Cinca,
del Bajo Aragón y Tarragona, porque las noticia.s arqueológicas son
muy vagas, siendo un horizonte que necesita una seria investigación.
Un grave problema surge cuando intentamos relacionar los túmulos del Segre y del Bajo Aragón {fig. 4) con los de Aquitania, Languedoc, Provenza y Jura (fig. 1: A y B), supuestamente originarios de aquí,
pero las diferencias dimensionales, estructurales, cronológicas y geográficas obligan a reconsiderar la teoría, para dirigir las raíces hacia el
megalitismo pirenáico arcaizante, que evoluciona hacia la cista de
inhumación individual {fig. 1: C, D y E), posteriormente, de incineración, con anillo de piedras y enlosado, como sucede en los conjuntos
(11) A. GONZALEZ PRATS: «Estudio arqueológico del poblamiento antiguo de la Sierra de Cre·
villente (Alicante)». Anejo I de la revista «Lvcentvm», Universidad de Alicante, 1983.
C. MARTINEZ y M. C. BOTELLA: «E1Pefl6n de la Reina (Albolodúy, Almerla)>>. Excavaciones Arqueol6¡icaa en Espalla, 112, Madrid. 1980.
(12) M. PEWCER CATALAN y W. SCHÜLE: teEl Cerro del Real, Galera (Granada)». Excavaciones Arqueol.6¡ic:u en Eapafta, 12, Madrid. 1962, y teEl Cerro del Real (Galera, Granada). El corte
elltlatigráfico IX». Excavaclonea Arqueol6gicaa en Eapatla, 62, Madrid, 1966.
J . M.• LUZON NOGUE y D. RUIZ MATA: «Lu rafees de C6rdobL Eatratigrafia de la Colina
de loa Quemadoa». C6rdobe, 1973.
A. BLANCO FREIJEIRO, J . M.• LUZON NOGUE y D. RUIZ MATA: «Panorama tartéaico
en Andalucía Occidental». Tarteaaoa y 8UI poblemaa. V Sympoaium Internacional de Prehistoria
Penineular (Jerez de la Frontera, septiembre 1968), Barcelona, 1969, pip. 119-162.
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M. PELIJCBR CATALAN
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Flg. • .-T6mal0tl de incineración del Ebro Medio
A) T6mal0t1 olrcularee y rectanplaree de les Roques de Sant Formatee.
(8er6., Lérlda). S. Vll-VL (Secón Dfez Coronel.)
B) T6malo de Mas de Flandi (Calacelte, Teroel). S. VI. (Se¡(m. Boech.)
C) T6mulo de San CrlRóbal (Mazale6n, Teroel). 8. VI. (Según Tomás.)
D) NeorópoU. tumular del Coll del Moro (Gandeea, Tarragona). S. Vll-VI.
(Se¡(m. Berges.)
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URBANISMO Y NECROPOLIS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
13
del valle de Arán (13), sin que se pierdan de vista los núcleos de cistas
de inhumación, frecuentemente individuales del bronce medio y final
de las comarcas de Pallars, Cerdaña, Urgel y Solsona, de que después
hablaremos (14). La inhumación es el rito funerario de sustrato en el
nordeste, perviviendo durante el bronce final en las cuevas catalanas y
en las zonas occidentales del valle del Ebro, hasta el siglo VI, en que la
incineración se generaliza.
Siguiendo viejas y clásicas teorías, los túmulos del Segre y del Bajo
Aragón se engloban en ese complejo mundo de la cultura de los túmulos de origen centroeuropeo, bronce antiguo de Straubing, que en su
expansión alcanzaban Francia, llegando a España, pero esa concepción simplista del hallstatt hispano no resiste un análisis serio de nuestros grupos tumulares, ni siquiera de los del Segre y Bajo Aragón, los
más próximos a Francia.
En primer lugar, los ~ulos alsacianos de Hagenau {15), con
inhumaciones e incineraciones indistintamente, se inician en el bronce
medio (1600-1300 a. C.), prosiguiendo en el broncefinallyll a {12001000 a. C.). En el bronce final 11 b desaparecen, para reaparecer en el
bronce final ID con inhumaciones, a partir del siglo IX a. C. Al sur de
Hagenau, el de Doubs, los túmulos de Chaveria (Jura) (16) {fig. 3: A),
englobados en el círculo de Borgoña y derivados, al parecer, de los
túmulos bávaros, con una cronología entre el 750 y el600 a. C. y estimados como antecedente dé los hispanos, no pueden serlo, porque su
estructura de tierra y sus grandes dimensiones de 20 metros de diámetro no guardan analogías con aquellos.
Un caso análogo sucede con los túmulos de las garrigas del Languedoc, constituidos por un montón de piedras con diámetros entre 8
y 15 metros, bajo el que se oculta una incineración o inhumación, con
una cronología desde fines del siglo VII hasta fines del siglo VI a. C., de
(13) J. ROym.A PORT: «La penetraci6 durant el Bronze Final de lea ln11ullnciea Nordpirenenquea cap a l'!nterior de Catalunya i el aeu impacte)). En «Ele poblea pre-romana del Pirineu)), 2
CoHoqui Internacional d ' Arqueologia de PuigcerdA. PuigcerdA, 1978, pAga. 69-82.
J. ROvmA PORT: «El Bronze Final a la veiiii8Dt Sud delPirineu C'ate!AI), en «E la poblea preromana del Plrineu)), 2 CoHoqui Internacional d' Arqueologia de Pui¡cerdA. PuigcerdA, 1978, pága. 47 •
66.
L. DIEZ-CORONEL MONTULL: «Una sepultura del Bronce en Viella (Urida) )). Miacelénea
Arqueológica. I, Barcelona. 1974, págs. 303-309.
(14) L. PERICOT GARCIA: «Loa aepulcroa megalíticos catalanes y la cultura plrenáica,., 2.• edición. Baroalona, 1960, págs. 36-61.
(16) C. SCHAEFFER: «Lea tertrea fuMrairea préhi.atoriquea dana la forit d'HaguenaUJt. T.
«Lea tumuli de l'l¡e du fa~. Haguenau, 1930.
(16) D. VUAILLAT: «La nécropole tumulaire da Cbavéria (Jura))). Annalea Litterairea d al'Uni·
vanité da Baaan~n, Areh6ologie, 28, Paria, 1977, pág. 137.
n.
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M. PEWCER CATALAN
tal manera que ni por su estructura, ni dimensiones, ni por su cronología pueden considerarse prototipos de los túmulos del nordeste hispano. La forma más común de los túmulos del Segre y del Bajo Aragón
(fig. 4}, siempre de incineración, consiste en un anillo de piedras clavadas de canto, con un diámetro que oscila entre 2 y 5 metros, con una
cista rectangular central o excéntrica, que no llega apenas al metro de
lado mayor, estando todo el conjunto cubierto por una capa de tierra y
piedras, formando en ocasiones como un enlosado.
Además de los grupos tumulares citados, se conocen otros en Les
Causes (departamentos de Aveyron, Lot, Tarn, Cantal y Lozere} y en
los Pirineos, tanto franceses (Alto Garona, Ariege), como españoles
(valle de Arán), que se inician muy tempranamente, ya en el calcolítico, prosiguiendo en el bronce y perviviendo en zonas retardatarias
hasta la época de La Tene. Todos ellos tienen unas características
comunes respecto al tamaño, entre 1 y 1O metros de diámetro y respecto a su estructura empedrada, siendo frecuente la cista, derivación
de la dolménica. Desde el valle de Arán hacia el oeste, según J . P .
Mohen (17), se constata la incineración a partir del bronce final III
(siglo IX a. C.). En el valle de Arán los túmulos de Pie de Baqueira, circulares, con cista central y de incineración no pueden ser más tentadores para relacionarlos tanto con el resto de los franceses pirenáicos,
como con los españoles del Segre. Lamentablemente de estos túmulos
franceses disponemos de escasos datos por sus expoliaciones, excavaciones inexpertas nunca o mal publicadas y por la pobreza de los materiales entregados.
No se pueden olvidar aquí los grupos considerados dolménicos de
la vertiente meridional del Pirineo de las comarcas de la Cerdaña, Alto
Urgel, Pallars y del Solsonés (fig. 1: C, D y E}, estuadiados y sintetizados por L. Pericot, del bronce pleno, donde parecen percibirse las raíces de los túmulos del Segre y del Bajo Aragón, si comparamos sus
estructuras y dimensiones. En Pallars se conocen una docena, en el
Alto Urgel y Cerdaña más de medio centenar y en el.Solsonés una cifra
aproximada (18).
(17) J. P. MOHEN: «L' ige du fer en Aquítanie». Memoirea de la Soci6t6 Préhí.atorique ~aiae,
14, Parla, 1980, P4 112.
M. GOURDON: «Lea tumulWI de Pla de Beret. Vall6e d' Aran (Eapagne)», en Materiaux pour
l'Hiatoire de I'Homme, Parla, 1978, págs. 130-131.
(18) L. PERICOT GARCIA: Op. cit. en la nota 1-'.
J. PADRO PARCERISA: «Consideraciona eobre ele entemunenta de l'Edat del Bronze a la
Cerdanya». Cypaela. I. Glroua, 1976, págs. 91-97.
-170 -
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URBANISMO Y NECROPOLIS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
16
Aunque existe variedad de estructuras, es un hecho ya constatado
por L. Pericot y J. Maluquer {19), el predominio de la cista pequeña,
que apenas llega al metro en ciertos ejemplares, como las supuestas
derivadas de Pedrós, Roques de Sant Formatge, Cascarujo, Lom~ de
los Brunos y Coll del Moro de Gandesa (20) (fig. 4).
Los túmulos con cista megalíticos tienen un diámetro entre 5 y 11
metros, rodeados de anillo de piedras clavadas, presentando algunos
(Bressol de la Mare de Deu de Correá) (fig. 1: D) el enlosado típico de
ciertos ejemplares del Ebro. Incluso, como en el Ebro y por pura convergencia, el túmulo dolménico en ocasiones adquiere la planta rectangular (Cal Conill Gros, Cal Pallot, Lloren~, Castellnou de Basella,
Serrat deis Moros). El rito general es de inhumación y tendencia individual, por las pequeñas dimensiones de la cista y por los hallazgos
antropológicos, que se reducen a uno o dos individuos. El ajuar funerario los sitúa en un horizonte del bronce pleno con pervivencias calcolíticas, debiéndose destacar algún fragmento de campaniforme,
cerámica li$a, incisa, tosca de cordones, formas de vasos carenados,
asas de apéndice de botón, .agujas y pulseras de bronce, cuentas de
concha y de esteatita, láminas y otras piezas de silex.
No deja de ser interesante la'larga pervivencia de estas cistas,
corroborada por la presencia de cerámicas hallstattizantes en sepulcros como Codonyet de Bergueda o tumba del General en el Solsonés,
bordes decorados con 'impresiones digitales, fechados en el bronce
J. PADRO PARCERISA, J. ABELANET y M. CURA MORERA: «Sepulcros mega)(ticos ·
de la Cerdanya y del Capcir». Corpue de Sepulcros Megalíticos de .Espataa, 8, Barcelona, 1975.
M. CURA MORERA, A. M.• FERRAN, J. PADRO PARCERISA y J. -MALUQUER DE
MOTES: «Loa sepulcros megalíticos de Cortiuda (Peramola, Alt Urge)])». Pirineos, 102, Jaca, 1971,
págs. 93-99.
(19) J. MALUQUER DE MOTES: <
Barcelona, 1946, págs. 115-184.
·
(20) J . L. MAYA GONZALEZ: «Laaneerópolia tumul~ailerdensea», en«Ela poblea pr&-romana
del Pirlneu», 2 CoHoqui Intemacional d'Arqueologia. de Puigcerd&, Puigcerd&, 1978, págs. 83-96.
J. L. MAYA GONZALEZ, L. DIEZ-CORONEL MONI'ULL y A. PUJOL: «La necr6polia
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R. PITA MERCE y L. DIEZ-CORONEL MONTULL: «La necrópolis de Roques de Sant
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J . TOMAS MAIGI: «Elementos establea de loa túmulos bajoaragoneaea de·ciate excéntrica».
Caeaarauguate, XDI-XIV, Zaragoza, 1959, págs. 79-127, y Cae8arauguate, XV-XVI, Zaragoza, 1960,
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A. BRUHL: «Excavaciones en el Cabezo del Caacarujo, tármino de Alcaftiz (Teruel)».
Memorias de la Junta Superior de Excavaciones y Antigiledadea, 121, Madrid, 1932.
J. J. EffiOA GARCIA: Op. cit. en la note 4.
.
M. FERRE.R MORRON: «Necr6polia del Coll del Moro, Gandeaa». LeaExcavacions Arqueolbgiquea a Catelunya en ela darrers anya, Excavaciona Arqueolbgiquea a Catelunya, 1, Barcelona, 1982,
págs. 238-241.
-1 71-
[page-n-180]
16
M. PELLICER CATALAN
final en el poblado de Sant Feliú de Llo (21}, en Cerdaña, asas de
apéndice de botón análogas a las del Segre y Bajo Aragón, sin que
pueda pasarse por alto la fecha de 660 a. c., de e 14, de la cista de la
Fossa del Moro del Coll d' en Bertrán de Cortiuda (Peramola) en el
Alto Urgel (22).
Un caso anómalo, por la ausencia de túmulos intermedios, es el
grupo tumular de incineración del Corral de Mola (Uncastillo) (23) con
anillos concéntricos, empedrados y con interesante.ajuar funerario de
bronces, fechables en la segunda mitad del siglo vn y principios del
siglo VI a. C. ·
Por sus características singulares, justo sería concluir, primeramente en la autoctonía de los túmulos del Pirineo, en el sentido de
ausencia de relación de origen con los grupos renanos, franceses orientales y del Languedoc, y en segundo lugar en su carácter prototípico
con respecto a los túmulos del Bajo Segre y Bajo Aragón, que cambiaron el rito de la inhumación por la superposición de la incineración
hallstattizante, a la vez que simultáneamente recibían otros elementos
culturales de esta corriente. ·
Frente al panceltismo hispano de los años cuarenta (24), podría
ahogarse por .un autoctonismo, modificado por influencias y corrientes, hallstattizantes primero, y orientalizantes después. Es decir,
aquellas teorías que negaban la entidad ibera como pueblo y como cultura, porque la raíz era considerada celta, podría cristalizarse ahora en
otra visión más convincente, interpretada por simples fenómenos de
aculturación. Existiría un sustrato étnico y cultural, todavía no bien
definido, sobre el que incide una corriente hallstattizante del bronce
final del Languedoc (hacia el800 a . C.) mezclada con otros elementos
de tradición del bronce medio, y cuando todavía perdura ésta, sobrevienen otras dos, orientalizantes, semita meridional (fines del siglo vn
a. C.) y griega ampuritana (mitad del siglo VI a. C.) que, por su superioridad cultural e intensidad abortan a la primera, más arcáica y
pobre, creando el fenómeno o cultura ibérica, desde fines del siglo VI
a. C. A su vez, desde este momento de finales del siglo VI a. C., el área
hispana no mediterránea va celtizándose por intensos aportes, tanto
étnicos como culturales, a través del Pirineo occidental, configurán-
P . CAPMAJO: «Le aite de Ll6». Cypaela, 1, Girona, 1976, pA¡e. 83-90.
V6ue nota 18.
M. BELTRAN LLORJS: «Teoda del Museo, n. El Museo Provincial de Zaragoza (1974Caeaarauguta, 45-46, Zaragoza, 1978.
(2<&) V6ue la nota l .
(21)
(22)
(23)
1978)».
-172-
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URBANISMO Y NECROPOLIS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
17
dose el mundo celtibérico de Cogotas JI, la edad del hierro propiamente dicha.
Los campos de urnas se generalizan con gran fuerza expansiva muy
tempranamente en el bronce medio centroeuropeo con el nuevo rito
funerario de la incineración que se impone en el hallstatt A (12001100 a. C.).
En la Península Ibérica este rito, exceptuando algunos ejemplos
esporádicos del mégalitismo de Andalucía oriental, de los Husos alaveses y, al parecer, de algunas mámoas gallegas, no es nonnal hasta el
hallstattizante por el nordeste y hasta el orientalizante por el sur.
Estas dos corrientes incineradoras, ultrapirenáica y oriental, sensiblemente coetáneas, van penetrando hacia la Meseta, hasta generalizarse
a partir de mediados del siglo VI a. C. con Cogotas n, cuando ya ha
desaparecido en este horizonte la cerámica excisa.
En Navarra y Rioja no arraiga la incineración hasta muy tarde,
hacia el final del siglo VI a. C. en adelante (La Atalaya del Valtierra)
(25). En Alava el origen de la incineración en cueva está muy confuso
por el carácter removido de los estratos de algunas cuevas excavadas
(26), iniciándose antes, al parecer en los hoyos de incineración, silos o
basureros. La incineración comienza por la corriente languedociense
en el Ampurdán y Cataluña oriental con la modalidad de campos de
urnas y en el Segre y Bajo Aragón con la de los túmulos, siendo curioso
que los túmulos del Segre aparezcan, hasta el presente, sólo al sur de
Balaguer y ·Almenar hasta la desembocadura de este río en el Ebro
(Castellets de Mequinenza), con intrusiones por los afluentes orientales, Cinca, Alcanadre, Flumen, hasta los Castellazos de Robles
(Huesca) y traspasando el Gállego hasta el Corral de la Mora (Cinco
Villas) y, por supuesto, en todo el Bajo Aragón hasta el Coll del Moro
de Gandesa (27).
Observando un mapa de distribución de la incineración en el sur
de Francia y en el nordeste hispano, da, efectivamente, la sensación de
que este rito penetra por el Ampurdán, siguiendo la clásica doble trayectoria de vías naturales, una a través de la depresión central catalana hacia el valle inferior del Segre y otra, paralela y al sur de ella, por
(25) J . MALUQUER DE MOTES y L. VAZQUEZ DE P ARGA: «Avance del eatudio de la necr6pol.it de La A~ Cortea de Navarra». Ptfncipe de ViaDa, LXV, Pamplona, 195 6, p6p. 389-454.
(26) A. LLANOS ORTIZ DE LANDALUCE: «El rito de incineración en el Pa!a Vateo-Navarro».
Crónica del XI C'-ongreeo Nacional de Arqueología (Mérida, 1968), Zaragoza, 1970, pAga. 349·357.
(27) V6anae lu ootu 20 y 23.
-173-
[page-n-182]
18
M. PBLIJCER CATALAN
la costa catalana hacia el bajo Ebro, separadas ambas por los macizos
montañosos del Montseny, San Lorenzo, Montserrat, Queralt y Mon~
sant. Remontando el Ebro, penetrará en el Sistema Ibérico y en la
Meseta.
Resultan incomprensibles la. altas fechas que se aplican a las incis
neraciones, supuestas más arcáicas del nordeste, como Can Misert de
Tarrasa (28), con una cronología de fines del ll milenio para sus inicios, siendo así que en el Languedoc occidental, de donde parece originario el rito, comienza éste en la fase Mailhac 1 (750-650 a. C.), según
O. Taffanel (29), de la necrópolis de Le Moulin y Las Fados, coetáneas
a Agullana l. Guilaine intenta solucionar el problema haciendo corresponder las primeras incineraciones del Languedoc occidental con el
bronce final
A o campos de urnas ll de Kim.mig (1000-800 a. C.),
como si se tratase de pequeños grupos arcáicos y esporádicos de incineradores, que habitan las zonas altas (30). Está constatado que la
incineración en Languedoc se generaliza en la fase 3 de Taffanel, bien
representada en la necrópolis de GrandBassinl (650-550 a. C.). Estos
datos, corroborados en el Languedoc, obligan necesariamente a ser
prudentes en la utilización de las altas cronologías aplicadas a ciertas
necrópolis de los campos de urnas hispanos y a rebajar las fechas iniciales, hasta ahora propuestas, al siglo Vlli a. C. No hay que olvidar
que en Agullana 1 la fíbula de doble resorte de la tumba 207, aparecida
con una Ul'Il8 con decoración incisa de trazo doble geométrica (31), no
puede atribuirse de ninguna manera a una fecha anterior a mediados
del siglo Vll a. C., y el resto de las necrópolis del Ampurdán, como
Punta del Pi, Perelada, Camallera, Capsec, Anglés, etc., son coetáneas
o posteriores a Agullana l.
·
Estas consideraciones, ba. adas en el análisis de contextos de
s
necrópolis, conducen a admitir una fecha dentro del siglo Vlli a. C.
m
(28) P. BOSCH GIMPERA y J. COLOMINAS ROCA: «La necropolia de CanMiaaert (Terraaaa)».
VI. 1915·1920, Barcelona, 1928, p6p. 582·586.
S. VU..ASECA ANGUE. A: «Nuevos yacimientos tarraconenses con cerámica acanalada».
R
Reua, 1954.
M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 7.
(29) O. TAFFANEL: «Le Languedoc au Prémier Age du Fer». Joum6ee d'ttudea de S~te.
S~te. 1975.
(30) J . GUILAINE: «L'Age du Bronze en Languedoe Occidental, RouaalllQn, Ari~ge>~. M6moirea
de la Soci6t6 Prébiatorique F~, 9, Paria, 1972, p6p. 814-827.
J . GUILAINE: «L' Age du Bronze Final m en Languedoe au Prémier Age du F8rlt. Journ6ea
d'ttudea de s¡te, Sllte, 1976, p6ga. 10-26.
(31) P. DE PALOL SALELLAS: «La neer6polia hallstáttiea de Agullana (Gerona)>~. Bibliotheea
Praebiatorica Hispana. I. Madrid, 1958.
Anuari de l'Inatitut d'Eatudia Catalana,
-1 74 -
[page-n-183]
URBANISMO Y NECROPOLJB DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
19
para los inicios de las necrópolis de incineración en hoyo del Ampurdán y de Cataluña oriental y de los túmulos del Segre y Bajo Aragón,
recipiendarios del nuevo rito. Incluso, cabria contemplar si las incineraciones esporádicas del Levante y del sudeste, como los túmulos del
horizonte 1 de Peña Negra de Crevillente, estudiados por A. González
Prats (32), así como las cistas y hoyos de incineración almerienses de
tipo Querénima, con fíbulas de doble resorte, estudiadas por Siret
(33), corresponden a una cronología no anterior al siglo vn a. C.,
debiéndose cuestionar también si la influencia de la incineración en el
sudeste y Levante (Mas de Musols) es de influencia ultrapirenáica o
más bien orientalizante.
(82) A. GONZALEZ PRATS: Op. citen la nota 11.
(83) L SIRET: «Villaricoa y Herredaa. Antigüedades pánicaa, romanu, vieig6ticu y úabea~t.
Memoria de la Real Academia de la Historia, XIV, 1907, Madrid, 1908.
-175-
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JOSE M.• BLAZQUEZ MARTINEZ
MARIA PAZ GARCIA-GELABERT PEREZ
(Madrid)
LA NECROPOUS DE «EL ESTACAR DE ROBARINAS»,
CASTULO: TIPOLOGIA DE LOS ENTERRAMIENTOS
Las necrópolis de la Alta Andalucía hasta hace pocos años apenas
habían sido estudiadas con el detenimiento que unos monumentos de
este tipo requiere, ni puestos en valor los rasgos exhumados. Afortunadamente las tendencias actuales, considerando la enorme importancia que encierran los recintos sepulcrales, tienden a ocuparse
detenidamente de los mismos. No sólo se valoran las estructuras y la
modalidad de enterramiento, sino que el investigador, durante los trabajos de campo, recoge el mayor número de muestras susceptible de
estudio, que posteriormente son analizadas en laboratorio por los
correspondientes expertos. De esta forma se recrea el ambiente original en el que se encontraba enmarcada la necrópolis tratada y aún
más, medio y forma en que se desarrolló la vida en la época en que la
misma funcionaba. El. carbón, el .Polen, las tierras, la cerámica, los
metales, la micro/macro fauna, además, obviamente, de los restos
óseos humanos, aportan una serie de datos que convergen en el estudio general, componiendo el cuadro, si no de la vida cotidiana de la
sociedad que la construyó, sí al menos una aproximación a su organización socioeconómica.
En Castulo las últimas excavaciones efectuadas (1982-1983) lo
fueron en la necrópolis de «ElEstacarde Robarinas», situada al Oeste
de la ciudad, sobre la primera terraza cuaternaria del río Guada1imar,
-177-
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2
J. BLAZQUEZ Y M. P. GARCIA·GELABERT
limitada por la curva de nivel de 200 metros, y a una altura de 20
metros sobre el nivel del río, en una zona amesetada que se eleva hacia
el Norte hasta 300 metros. Se llevaron a cabo conforme a una rígida
línea de trabajo dirigido hacia dos frentes complementarios: estudio
de las estructuras funerarias y análisis ambiental y socieconómico.
Con ello se espera recobrar la información que hasta ahora no ha
podido suministrar el poblado referido a la época de esplendor de los
oretanos, es decir, los siglos V-IV a. C. Como hemos repetido en numerosas ocasiones, las viviendas aún no se han localizado, pese a los
numerosos sondeos efectuados en el área de la ciudad, aunque podemos suponer se ubica, al menos la cimentación, bajo los muros del posterior poblamiento roma.no. Ello no ha de extrañar si tenemos en
cuenta que la sociedad oretana, aún rica, se hallaba en un estado
medio de desarrollo, que derivaría lógicamente hacia una sociedad
compleja, si la conquista romana no hubiera impedido su normal evolución. Este precario desarrollo implicaba sin duda lugares de habitación construidos con materiales en muchos casos perecederos, al
menos paredes y cubiertas. Si a ello añadimos la ocupación intensa de
la zona por un número importante de comerciantes, funcionarios y
militares romanos, en función de la explotación de las minas de plata,
tendremos los factores más importantes que abocaron a la desaparición del poblado prerromano.
Es por ello que las necrópolis que rodean Castulo prácticamente
por los cuatro puntos cardinales, 1~ mayoría con una cronología similar, finales del siglo V mediados del IV a. C., son un documento de
valor inapreciable para conocer el grado de civilización oretana.
En esta comunicación nos vamos a ceñir a un análisis tipológico de
las estructuras funerarias que haJiamos en la necrópolis de «El Estacar de Robarinas», aún en fase de excavación, a pesar de haber
empleado en la misma cuatro campañas (1). La tipología de enterra(1) Lu dos primeras campaftaa, realizadas en 1973 y 1976, ae hallan publlcadu en:
J. M.• BLAZQUEZ MARTJNEZ y J. REMESAL RODRIGUEZ: «La necrópolle del Estacar
de Robarinu», en J. M• BLAZQUEZ MARTJNEZ: ~Cutulo, n », Excavacionee Arqueol6gicu en
Espafta, 106, Madrid, 1979, págs. 347-395.
Lu campaftaa de 1982 y 1983 ae publicarán en fecha próxima.
Otros estudios sobre la nec:r6polia citada en:
J. M• BLAZQUEZ MARTlNEZ y J. REMESAL RODRIGUEZ: «Hallazgo• en la necrópolle
oretana de Cutulo>~, en Crónica del xm Congreso Nacional de Arqueología (Huelva, 1973), Zaragoza,
1975, p4p. 639-658.
J. M• BLAZQUEZ MARTINEZ y M• P. GARCIA·GELABERT PEREZ: «An6liala de loa
pavimentoe de cantoe rodados en Cutulo (Ja6n)>~, enRevilta de Arqueología, aAo VI, n6m. 61, Madrid,
1986, págs. 13·22.
J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ y M.• P. GARCIA-GELABERT PEREZ: «Nueva campaila
de excavaciones de la necrópolia del Estacar de Robarinu, Cutulo, Linarea», en Crónica del xvn
-1 78-
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LA NECROPOLIS DB «BL ESTACAR DB ROBARINAS»
8
mientos, unida a los datos aportados por las muestras referidas arriba
y, su posterior elaboración, creemos podrán completar el cuadro general que ya tenemos esbozado.
Como punto de comparación trataremos asimismo las restantes
necrópolis del área, es decir, «Los Patos», «Baños de la Muela»,
«Molino de Caldona», «Casablanca» y el túmulo de los «Higuerones»
(2), todas ellas coetáneas.
Con el resto de las necrópolis, lo mismo de la Alta Andalucía que
de otros puntos de la Península relacionados con esta región, como es
el SE. y Levante, por el momento no insistiremos en paralelizar más
que lo preciso nuestras estructuras, puesto que aún carecemos de la
amplitud de perspectiva necesaria para que el establecerlos pueda ser
de valor científico.
Durante 1982 y 1983 se excavaron en Robarinas 872m2 en un primer bloque que podríamos denominar núcleo central, al Norte del
espacio excavado en las campañas de 1973 y 1976, a más de otros 21
m2 a unos 400 metros, aproximadamente, al Este.
La estratigrafía general es muy sencilla:
Estrato 1: Suelo de base compuesto de gravas, arenas, limos y
especialmente conglomerados sueltos de gruesos cantos silíceos,
englobados en un cemento arcilloso muy duro.
Estrato ll: Nivel de construcción de la fase arcaica de la
necrópolis.
Estrato ill: Nivel de construcción de la fase moderna. En algunas
Congreso Nacional de Arqueologfa (Murcia, 1984), en prensa J. M.• BLAZQUEZ MARTINES y M.• P.
GARCIA·GELABERT PEREZ: «Estudio de un broche de cinturón de la necr6polla de El Estacar de
Robarlnas (Caatulo, Linares))), Salamanca, 1984.
J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ y M.• P. GARCIA·GELABERT PEREZ: «Le necr6polie de
El Estacar de Robarl.naa: Infiuenclaa griegas en Caatulo», Málaga, 1984.
J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ y M.• P. GARCIA-GELABERT PEREZ: «Conalderaclonea
en tomo a loa mosaicos de cantos rodados de Caatulo (Ja6n)», en meaa redonda hiepano-franceaa sobre
mosaicos romanos en EapaAa, Madrid, 1986.
J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ y M.• P. GARCIA-GELABERT PEREZ: «Estudio de loe
fragmentos eacult6rlcoa hallados en la necrópoli.a de El E atacar de Robarl.naa, Caatulo>~, en Archivo
Espal\ol de Arqueología, nó.m. 67, Madrid. 1986, en prenaa.
(2) La necr6polie de «Loa Patoa», «Bailoa de la Mue'I!l» y «Caaablanea», en:
J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ: «Caatulo, 1», en Acta A.rchaeol6gica Hlapana, 8, Madrid,
1976,
pq.. n -226.
La del l
Caldona>~, en:
A. ARRIBAS PALAU y F. MOLINA GONZALEZ: «Le necr6polialb6rica del Molino de Caldona '(finca Torrubia)», en Oretania, níun.a. 28-33, Ll.narea, 1968-69.
Y el tómulo de «Loa Hi¡ueronea», en:
J. R. SANCHEZ MESSEGUER: «Loe Higuerones>~, en J. M.• BLAZQUEZ, op. cit. en pnmer
lugar de esta nota, páp. 416-426.
- 179-
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J. BLAZQUEZ Y M. P. GARCIA·GELABBRT
ocasiones estas sepulturas se erigieron sobre las antiguas, deteriorando sus paredes y ajuares.
Estrato IV: Nivel sin significación cultural, compuesto por el material superior de la fase moderna, destruido y revuelto por los
agentes exteriores.
Estrato V: Nivel superficial, humus.
La fase más arcáica se asienta sobre un suelo artificial, previamente preparado sobre el estrato de base, compuesto de arcilla rojiza,
muy pura, apisonada, que a veces toma una especial dureza, característica indicativa de haber estado sometida a la acción de un fuego.
Esta disposición previa a la recepción de los cadáveres, confeccionando un piso artificial es muy común, y puede observarse en necrópolis anteriores, como las de Pozo Moro, Medellin o Setefilla, entre otras
- hacia el500 a. C., mediados siglos VI-V a. C., y fines siglo Vll, principios del siglo VI a. C., respectivamente- (3), también en las necrópolis contemporáneas de Castellones de Ceal y Baza (4), y en las
tumbas de empedrado tumular de las áreas sepulcrales del SE. y
Levante, contemporáneas y posteriores (5). En las ya citadas necrópolis coetáneas de Castulo se da la misma tónica (6).
(3) V6ue, para l
M. ALMAGRO GORBEA: «
· M. ALMAGRO GORBEA: «Loa relieves mitol6gicoa orientaliaantes de Pozo Moro», en Trabajos de Prebittorla, 36, Madrid, 1978, p6ga. 261-278.
M. ALMAGRO GORBEA: «Pozo Moro y la formación de la Cultura IMrica», en Saguntmn.
Papeles del Laboratorio de Arqueolog(a de Valencia, 13, Valencia, 1978, p6p. 227-260.
Para las demú necrópolis citadu, v6ue:
M. ALMAGRO GORBEA: «La necrópolis de Medellín (Ba
penetración del infh.Qo orientalizante en Extremadura>), en Notl~o Arqueológico Hiap6nlco, XVI,
Madrid, 1971, p6p. 169-202.
M. ALMAGRO GORBEA: «El Bronce Final y el Periodo Orientalizante en Extremadura»,
Blbllotheca Praeb.latorica Hispana, XIV, Madrid, 1977.
M.• E. AUBET SEMMLER: «La necrópolis de Setefilla, en Lora dellUo, Sevilla», Programa
de Inveatlgacionea Protohlat6ricaa dirigido por Juan Maluquer de Motea, U, Barcelona, 1976.
M.• E . AUBET SEMMLER: «La necrópolis de Setel5lla, en Lora del Río, Sevilla, 'I'Wnulo B)»,
en Programa de Inveatigacionea Protohiat6ricaa dirigido por Juan Maluquer de Motea, m,
Barcelona, 1978.
J. MALUQUER DE MOTES y M.• E. AUBET SEMMLER: «Andalucía y Extzemadura», Barcelona, 1981.
(4) Para Cutellones ~e Ceal y Baza. véase:
C. FERNANDEZ CHICARRO Y DE DIOS: «Prospección arqueológica en loa t6rminos de
Hinojarea y La Guerdla», en Boletín del In.atituto de Estudios Glenne1111a, 6, Jaén, 1966, p6p.
89-99.
F. PRESEDO VELO: «La necr6polia de Baza», en Excavacione• Arqueológicas en Eapaña,
119, Madrid. 1982.
(6) E . CUADRADO DIAZ: «Las necrópolia peninaulares en la baja época de la cultura ibérica», en
La b~a época de la cultura ibérica, Madrid, 1979, p6¡. 61.
(6) V6ue la bibUografta citada en la note 2.
-180-
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LA NECROPOLIS DE 4IE.L ESTACAR DE ROBARINAS•
6
La superficie investigada parece representar alrededor de una
cuarta parte de la extensión total de la necrópolis, a juzgar por los testigos de enterramientos que mediante prospecciones se han detectado
en diversos puntos hacia el Norte, Este y Oeste. Por esta circunstancia
es prematuro apuntar hacia una p osible ordenación de las sepulturas,
hasta que no se posea una más amplia visión de conjunto. Por el estudio del área tratada se puede adelantar que no siguen un patrón definido. Por el momento la articulación de unas con otras se presenta
anárquica, no observándose en absoluto una agrupación por tipos que
pudiera indicar que unos determinados se asocian, lo que sería testigo
de alguna ordenación basada en grupos familiares, oficios o simplemente sexos. Sí, en cambio, se advierte fácilmente una orientación del
total de los enterramientos conforme a un eje Este-Oeste.
La posible valla o muro de cerramiento de la necrópolis, si la
hubiere, aún no ha sido hallada por las circunstancias arriba señaladas. Unicamente la zona Sur, excavada en 1973 y 1976, sería susceptible de aportar este dato, mas la Memoria correspondiente no alude en
absoluto al mismo, lo que implica que hacia este lado o no existía o
despareció alluillarse lindando con los cortados de la terraza. Determinados grupos de tumbas, especialmente las halladas en el cuadro Al
-la extensión excavada se cuadriculó, marcándose sondeos de 3 X 3
metros de lado, cuya denominación se realizó conforme a un sistema
de letras y números según eje de coordenadas cartesianas-, se haUan
cercadas por un encachado de cantos planos medianos, que parecen
definir un recinto privado: uno de ellos, el más significativo contiene
cuatro enterramientos, cada uno de los cuales corresponde a un tipo
diferente, lo que es señal evidente que un tipo determinado no define
un grupo familiar, si presuponemos que el cercado encierra los restos
de una sola familia.
El rito de enterramiento documentado es el de la cremación. La
única inhumación hallada se refiere a un cadáver colocado en posición
fetal, ~ectamente en tierra sin ningún ajuar, al Norte de lo que se
interpretó como un túmulo escalonado (7), nada se puede afirmar de
este individuo, ni siquiera si corresponde a la misma época.
La cremación no se realizaba al parecer en el mismo lugar del enterramiento, pero sí cercano en ustrina. Se ha descubierto un ustrinum
(lám. 4.1) en la zona NE., preparado como los sepulcros con una capa
de arcilla pura de alrededor de 6 centímetros de grosor, extendida
(7) BLAZQUEZ MARTINEZ y REME SAL RODRIGUEZ: Op. cit. en la nota 1, en primer lugar,
366. Hallado en la campma de 1973.
~g.
-181-
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J. BLAZQUEZ Y M. P. GARCIA·GBLABERT
6
sobre el suelo virgen, aquí totalmente calcinada. El ustrinum, de 2
metros de largo por 1 metro aproximadamente de ancho, orientado al.
igual que las sepulturas, Este-Oeste, estaba delimitado por un empedrado formado por tres hileras, colocadas de manera desigual, de cantos rodados y aristados, de tamaño medio, trabados con una ligera
capa de tierra batida. Anterior a su construcci6n, siguiendo un rito que
desconocemos, se depositaron tres vasos áticos, que como consecuencia de la colocaci6n de la piedra se fracturaron en numerosos fragmentos. No creemos sea este el único ustrinum al servicio de la necr6polis,
más bien parece estar asociado a aquel grupo de tumbas cercadas por
el encachado de piedra plana, que describimos.
El cadáver era quemado a fuego intenso, suponemos que con su
ajuar personal, aunque a veces parte del mismo no presenta.huellas de
haber estado en la pira, y los restos en ocasiones se tamizaban, lavaban, separaban de las cenizas y colocaban en urnas. Generalmente
este tipo de enterramiento no suele presentar más que los restos limpios, hecho que también se observa en numerosas necrópolis, anteriores y contemporáneas (Setefilla, Frigiliana, la Joya, Rachgoun,
Medellín, Baza, Castellones, Baños de la Muela, etc.). Creemos posible que la urna se envolviera en un lienzo como parecen probarlo los
restos de tejidos adheridos a una vasija hallada en la excavaci6n de
197.3 {8), que se repite en otra expuesta en el Museo Provincial
de Jaén.
Las cenizas, separadas de los restos 6seos, pudieron arrojarse a un
pozo practicado para tal fin, de forma circular, no muy regular, descubierto prácticamente en el centro de la zona excavada, de 1'27 metros
de profundiad y 0'60 metros de diámetro, tanto las paredes como la
base se recubrúu:i con arcilla roja. Contenía una enorme cantidad de
ceniza y carb6n, muy sueltos. Los restos de carb6n indican qué el
ramaje que prendi6 la pira pertenecía a alguna especie de quercus,
aún no determinada claramente·, vegetaci6n clímax mediterránea. Una
vez colmatado el pozo· se sell6 con una serie de lajas planas.
No es esta la forma única de tratar los huesos una vez incinerado el
individuo, ya que es común, asimismo, que huesos, cenizas y ajuar se
depositen en tierra previa excavaci6n de una ligera cavidad, que se
cubre con capa de arcilla. Depositado .el producto de la cremaci6n·éste
se protege con otra capa de arcilla de las mismas características que la
primera, es decir, roja, muy pura y de un grosor aproximado de 5 centímetros.
(8) BLAZQUEZ MARTINEZ y REMESAL RODRIGUEZ: Op. cit, en la nota 1, en primer lupr,
pág. 868.
-182-
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LA NECROPOIJS DE «EL ESTACAR DE ROSARINAS•
7
La tipología de los enterramientos se ha establecido en base al
receptáculo de las incineraciones y a su estructura formal, de la que
resultan ocho tipos primarios:
l . Tumba con estructura tumular, circundada por una cenefa de
pequeños guijarros, a la que se asocia otra en ángulo.
11. Tumba de las mismas características que las del tipo 1, mas sin
segunda cenefa asociada.
m. Tumba circular de piedra.
IV. Tumba cuadrangular de piedra.
V. Cista.
VI. Tumba en fosa.
VII. Enterramiento en urna.
vm. Grandes monumentos.
Tipo[
Los restos incinerados se depositaron en un pequ~fto hoyo excavado previamente, preparado ~omo indicamos arriba. A continuación
se levantó una construcción tumular, que parece tener aproximadamente 0'60 metros de alzado, no se conserva ninguna completa. Se
compone de sillares de arenisca amarilla muy deleznable, a veces bien
tallados y escuadrados, que alternan con piedra menuda. A ella rodea
una cenefa de guijarros (9), de pequeño tamaño, de color blanco o
negro, la alternancia de ambos colores, así como la colocación puede
fonnar dibujos geométricos simples, a base de ajedrezados, roleos,
rombos, meandros, esvásticas, etc ~, que recuerdan las grecas de los
vasos griegos muy ablmdantes en la necrópolis. La forma general·s uele
ser cuadrada, de alrededor de 1 metro de lado. Este tipo de enterramiento lleva asociada otra cenefa de las mismas características constructivas y estilísticas que· la primera, formando un ángulo con el
vértice adyacente a uno de sus lados (lám. 1).
Generalmente este tipo, como el TI, han sido violados de antiguo,
por lo que es muy dificil hacer el inventario completo del ajuar que
pudo acompañar al difunto. La mayoría de lo.s objetos metálicos aquí
(9) BLAZQUEZ MARTINEZ y GARCIA-GELABERTPEREZ: «AMU&ia de loa pavimento....» y
«Conaideracionea. .. », citados en la nota l.
D. FERNANDEZ GALIANO y J. VALIENTE MATA: «Oripn de loe pavimentoe hiap6nícoa
de guijuroe», en Homenaje al profeeor Martín A.lmq:ro Buch, ID, Madrid, 1983, ~ 21-'6.
D. FERNANDEZ GALIANO: «New ligth on the ori¡in of floor moeaica», en The Antiquariea
Joumal, 62, Oxford, 1982.
D. FERNANDEZ GALIANO: «lnfluenciaa orlentalea en la muaivaria hiapánica», en ID Colloquio Intemuionale aul moeaico antico, 198•.
- 183-
[page-n-192]
8
J. BLAZQUEZ Y M. P. GARCIA·GELABERT
han desaparecido, si es que los hubo, y sólo restan fragmentos más o
menos conservados de vasos griegos, de barniz rojo, grises, o
comunes pintados.
El espacio circundado por la segunda cenefa nos lleva a pensar en
la delimitación de un espacio dedicado a actividades rituales, dependientes de la tumba aneja.
Los vasos griegos ofrecidos como ajuar, Ízylikes, oionochoai, ktmtharos, kratéres, skypho~ documentados en todas las necrópolis de la
zona arqueológica de Castulo, así como en Galera, Baza, Castellones de
Ceal, y en otros muchos contextos funerarios peninsulares, además de
documentar un intenso comercio, pueden ser indicativos de los ritos
realizados durante los funerales. Probablemente se elegían vasos con
representaciones que obedecían a ritos que se daban en la realidad en
los funerales. Los kylikes indican que se consumía el vino en los ritos
funerarios, al igual que se hacía en los rituales etruscos, como se aprecia en la tumba del Varón en Tarquinia, datada hacia el año 510 a. C.
(10). Este ritual del vino explicaría satisfactoriamente la frecuencia
con la que aparecen vasos griegos con escenas dionisiacas en las tumbas ibéricas (11). La presencia de pebeteros, señala el uso de aromas
en el ritual funerario, que parece ser introducido en Occidente por los
fenicios. Entre los semitas, como entre los judios y griegos, el cadáver
era lavado y perfumado y se quemaban aromas al depositarse en la
tumba, todo exactamente a como pudo ser entre los oretanos, como se
hizo con el rey judío Asa (2 Par. 16, 14): «se le puso en un lado lleno de
aromas y perfumes, preparados según el arte de la perfumería y se
quemó además en honor suyo una cantidad muy considerable de
ellos» (también 2 PLart. 21, 19. Jer. 34, 5).
En Grecia, tanto en el período arcaico como clásico era frecuente
sobre la tumba la ofrenda de bebidas y las comidas hechas en ella (perideipnon) (12). Estos espacios delimitados por la greca de guijarros
bien pudieran haber sido dedicados a alguna de estas actividades. Los
depósitos quemados que hemos descubierto, conteniendo cenizas,
huesos de animales y tiestos d~ j(uTos o cuencos, son probablemente
·
restos de estos banquetes rituales.
(lO) M. SPRENGER et alli: 4
M. PALLOTINO: «La peinture 6truaque», Ginebra. 1962, p6¡a. 65 y"·
(11) G. TRIAS DE ARRIBAS: «Cerimicaa grlegu de la Peninaula lb6rica,., Valencia. 1967 y
1968, paaaim.
(12) D. C. KURTZ y J. BOARDMAN: «Greek burial cuatoma», Londres. 1971, p6¡1. 143 y .._
-184 -
[page-n-193]
LA NECROPOIJS DE «EL ESTACAR DE ROBARINAB»
9
Este tipo no lo hallamos en ninguna de las necrópolis de los alrededores y corresponde únicamente a la fase arcaica, en la que representa
un 6'26 %.
Tipo II
Presenta idénticas características de tamaño, forma y contenido
que el tipo 1, exceptuando que carece del espacio sagrado que la
cenefa en ángulo parece delimitar (láms. 1 y 2.1, 2).
El porcentaje de este tipo es el mayor con respecto a los restantes
y se· da tanto en la fase arcaica (31'57 %), como en la moderna
(53'84 %).
Todas las tumbas fueron violadas de antiguo, sin duda debido a
que el alzado del túmulo las haría muy visibles, por lo que únicamente
han aportado ajuar cerámico. No obstante, es extraño que ni siquiera
se haya podido recoger un fragmento metálico, lo que quizá pudo
implicar que en ellas no se depositara armamento, que por lo fragmentado que aparece en otros recintos, bien pudo dejar algún leve indicio.
La excepción es un enterramiento, el de mayor envergadura encontrado hasta ahora en la parte de.necrópolis tratada, cuyas dimensiones
suponen el doble del de los restantes de su mismo tipo. La cenefa que
lo circunda dibuja una sucesión continua de triángulos, alternando los
compuestos por cantos de color blanco, con los compuestos por cantos
de color negro. Del vértice de los ángulos, hacia el exterior, surgen
dos volutas, constituidas por dos "bandas blancas y la central negra.
Este elemento decorativo debió repetirse en las cuatro esquinas, pero
a nosotros solamente han llegado dos de los lados que componen un
ángulo. El ajuar, fue respetado, sin duda porque estaba descentrado
del monumento, hecho que le hizo pasar desapercibido. No sabemos
concretamente el «status» social del individuo allí depositado, pero
por los datos que aporta el ajuar a él asociado, inferimos que debió tratarse de un guerrero, probablemente un mercenario procedénte de las
tribus de la Meseta, a juzgar por determinados elementos aparecidos,
como una espada de antenas atrofiadas semejante a las del área cultural Miraveche-Monte Bemorio-Cogotas. Junto a ella se encontraba su
vaina. La espada presenta una decoración en la cruceta a base de incisiones circulares, que probablemente estuvieron rellenas de hilo de
plata. Hay asimismo una amplia serie de objetos diversos de hierro,
muy deteriorados, alguno de los cuales pudiera corresponder a los restos de los arreos de un caballo; dos fíbulas anulares de bronce, un
arete de oro y un broche de cinturón que pertenece al tipo que Cabré
- 185-
[page-n-194]
10
J. BLAZQUEZ Y M. P. GARCIA-GBLABERT
denomina andaluz (13). La placa activa consiste en un rectángulo
embellecido con decoración geométrica a base de volutas y motivos en
S, en los que domina una total simetría; en la pasiva la decoración consiste únicamente en una serie de líneas paralelas longitudinales, punzonadas y líneas simples de granete apenas perceptibles (14). El
diseño de la placa activa se realizó mediante la técnica de damasquinado con hilo de plata. Este broche ofrece una similitud extraordinaria
con uno hallado en un enterramiento post-hallstáttico de la provincia
granadina, al que acompañaba, como en el nuestro, una espada de hierro de antenas atrofiadas, con su correspondiente funda, además de
cuatro ejemplares de lanza y una hoz. Los componentes de este ajuar
son para Pellicer «un simple pero interesante dato arqueológico explicativo de los complejos movimientos célticos conocidos de manera tan
somera a través de las "fontes"» (15). La estructura y decoración es
también muy semejante a un broche de Cerro Amarejo, Bonete (Albacete) y a otro de Elche, el primero decorado 'también con damasquinado (16).
Con respecto a la posible presencia celta en Castulo, no se puede
hablar en la mayoría de los casos de conquistas; ni siquiera de una verdadera expansión continuada, sino más bien de filtraciones de bandas,
o de la presencia de elementos culturales de los pueblos de la Meseta,
debida a mercenarios o al comercio con el Sur y con el Levante Ibérico.
(19) J . CABRE AGUILO: «Broc:hee de cinturón de broDce damaaquinadoa con oro y plata>~, en
Archivo Eapallol de Arte y Arqueología. xm, Madrid, 1997, pág. 9,,
(1' ) La decoración de la placa activa ae haDa en doa campoa bien delimitadoe. La mú cercana al
gancho de sqjeción ea la que Cabré coloca en el primar grupo: J . CABRE AGun.O: «Decoraciones hi.pánic:aa», enArchivoEapaftoldeArteydeArqueo!.osfa, vol IV, Madrid, 1928, páp. 97 yaa. La interior
pertenece al eegundo ¡rupo de Cabré, loe. cit.
(16) M. PELLICER CATALAN: «Un enterramiento poet.hallatáttico en Granada», en Crónica del
VI ('.()Jlgreso Arqueológico Nacional (Oviedo, 1969), Zaragoza, 1961, pág. 166 y .ftg. 2.2•
. (16) CABRE AGUILO: Op. cit. en la nota a, fl¡e. 1 y 2. Otru placu rectan¡ularee con nielado son
las pieza• de Deapeftaperroa, Santa Elena, Jaén e Hinojarea, todas en la provincia de Ja6n, con una
clara tendencia en au decoración a la abstracción, muy propia del arte celta.
C. FERNANDEZ-CIUCARRO Y DE DIOS: «Un broche de cinturón de tipología blepánica
en la Colección Femúldez Lampaya, de Jaw, en Archivo Eapallol de Arqueoloafa. vol XXXI.
Madrid, 1958, p6p. 181·189.
Le placa de Oeune. en:
A. GARCIA BELLIDO: «
A. GARCIA BELLIDO: t
Madrid, 1964, fip. 472-,74.
Uno de eatoa guerreroelleva eobra cinta de cuero un cinturón de bronce gemelo a loa hallados
en Palencia y en Lancia (León): v6aae L. PERICOT GARCIA: ~toria de Espefta, Epocu primitiva y
romana», Barcelona, 19,2, p6g. 337.
La placa de Osuna muestra el mismo motivo decorativo de una placa de Mlravec:he y del collar
de Elvifla (La Corufla): J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ: «Tarteesoe y loa origenee de la colonlsacl6n
fenicia en Occidente)), Salamanca, 1976, pág. 60.
-186-
[page-n-195]
LA NECROPOLIS DE tcEL ESTACAR DE ROBARINAS»
11
En este caso concreto, más que el producto del comercio con los pueblos situados al Norte de Sierra Morena, parece tratarse de la presencia en tierras de Jaén de mercenarios aislados procedentes de la
Meseta, los cuales llegaron a adquirir, mediante las armas un cierto
grado de «status» social en la sociedad guerrera castulonense, según
parece desprenderse del ajuar de la tumba a que hemos aludido.
Existen en este tipo ll, estructuras completamente vacías, que
denotan no estamos ante un enterramiento propiamente dicho. Ello
nos inclina a avent;urar la hipótesis de que estas construcciones s!D restos óseos, ni apenas ajuar, se dedicaban a cenotafios, mas de momento
su significado real se nos escapa.
En la necrópolis de «Baños de la Muela» las cenefas de guijarros
rodean encachados cuadrangulares en un caso y circulares en los dos
restantes, en el primero la base de la tumba se recubrió con un lecho
de cantos rodados (17).
Tipo
m
Solamente se documenta en la fase antigua con un 15'78 % sobre
el total (láms. 1 y 4.2).
Previo un somero excavado de la roca y recubrimiento como es
usual con una capa de arcilla se depositan los restos humanos y las
ofrendas, todo ello calcinado, en un confuso desorden. Se cerraba el
espacio con un círculo de piedras medianas, no muy regular, de dos o
tres hiladas, trabadas con tierra batida.
Al contrario de los tipos 1 y ll en éste se suele encontrar el ajuar
completo, por la sencilla razón de que no han sido violadas. Generalmente los mismos son muy pobres, quizá los antiguos saqueadores
conocían este extremo. No se observa en ellos cerámica de importación. En un único caso el ajuar, por su contenido, es indicativo de su
pertenencia a un guerrero, consiste en una falcata doblada ritualmente, un solliferreum, una lanza de la que se conserva parte de la hoja
y el cono de enmangue, asideros de escudo y un bocado de caballo,
además de dos fíbulas anulares y una serie de pequeñ.as piezas de
pizarra, rectangulares, cuadradas y romboidales, con los bordes biselados, y otras de hueso en forma de cuña o circulares. El ajuar cerámico se componía de tres vasos comunes pintados y un cuenco con el
pie realzado de barniz rojo.
(17) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, piga. 1.8, U9 y 186, y fip. 74, 77 y
106.
-187 -
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12
J. BLAZQUEZ Y M. P. GARCIA·OELABBRT
Ejemplares de este tipo se corresponden con el tipo A de la necrópolis de «Baños de la Muela» (18).
Posiblemente la cubrición tendría·carácter tumular, no muy voluminosa, al igual que el tipo IV, variante del III.
TipoJY
Se halla en la fase arcaica en pequeña proporción (10'52 %) y predomina en segundo lugar en la fase moderna (30'76 %) (lám. 2.1).
Presenta las mismas caracteristicas del tipo ID, excepto que su
forma general es cuadrada o rectangular, y al igual que aquél se corresponde con estructuras de la necrópolis de <
Emeterio Cuadrado (20) considera que «esta clase de enterramientos, heredado de la mezcla de las culturas "de los túmulos" y "de
los campos de urnas", que se desarrolla en 1a Meseta castellana y en el
Ebro y llegando al SE. por el camino de la Mancha, y al Cigarralejo por
la cuenca alta del Segura, son de una época que variará poco de principios del siglo IV a. C. o finales del V». No es de extrañar pues el
hallazgo de este tipo de tumbas en Castulo, relacionado, desde fechas
muy altas, tanto con la Meseta como con la zona del SE. y
Levante.
En estos dos tipos, como en los anteriores se hallaron abundantps
fragmentos de hueso sin quemar, pertenecientes a animales. Las especies halladas más numerosas se refieren a caballo, buey, perro, cerdo,
cabra/oveja. Puede tratarse, según se indicó más arriba de restos de
los banquetes funerarios, o en el caso del perro y caballo, la ofrenda de
los mismos destinados a acompañar al difunto en su camino al mundo
de ultratumba.
Tipo V
Los enterramientos en cistas son exclusivamente de la fase arcaica
(5'26 %), aunque no hay que descartar la existencia en la posterior y su
(18) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, pé¡. 126.
(19) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6¡. 126.
(20) E. CUADRADO DIAZ: «Lea tumbas ib6rlcu de empedrado tumular y la celthación del
Sudeste•, Crónica del n Congreso Nacional de ArqueolOJ{a (Madrid, 1951), Zaragosa, 1962, pép.
247·267.
E. CUADRADO DIAZ: «Una intereaante tumba ibérica en la necr6polia del Clgarralejo», en
Archivo de Prehiatorla Levantina, III, Valencia, 1962, 117·132.
E . CUADRADO DIAZ: «Tumbas principesca• del Clgarralejo», en Madrider Mlttellungen, 9,
Heidelberg, 1968, p6ga. 148·186.
-188-
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LA NECROPOIJS DE «EL ESTACAR DE ROSARINAS»
18
desaparición debido al intenso grado de deterioro en que ésta se halla.
Como quiera que han aparecido violadas -las losas de cubrición fueron rotas y arrojadas lejos-, no se conoce el componente del ajuar.
Por lo que se refiere a la construcción, se realizaba con posterioridad
al depósito de huesos y cenizas sobre la capa de arcilla previamente
preparada. El método es sencillo, primero se cava un hoyo de mayores
dimensiones y luego se colocan las lajas verticalmente, las cuales a
veces se refuerzan con gruesas piedras al exterior. En el «Estacar de
Robarinas» (campaña de 1973) se halló una cista cuya función consistía en ser el receptáculo de una urna cineraria (21), hecho que también
se destaca en la necrópolis de «Los Patos» (22). También en Robarinas (campaña de 1976) (23), apareció una cista gue tiene al parecer
carácter cenotáfico, pues1 en ella no existe enterramiento, sino un
depósito de objetos: cueiÍtaB de ambar, plata y piedra, aros de bronce,
caracoles marinos y l:Jn alambre de bronce, posiblemente un asa. Cistas violadas hay errla necrópolis de «Baños de la Muela» y «Casa
Blanca» (24), ésta dentro de un túmulo. En el interior del túmulo de
«Los Higuerones» se documentó asimismo una cista, en el lado Oeste,
hecha con grandes lajas de piedra caliza que no contenía nada en el
interior (25). Otra cista de «Los Patos» contenía un enterramiento de
inhumación, hecho muy extraño en una necrópolis de incineración (26).
Tipo VI
La tumba en fosa simple se presenta en la fase antigua (15'78 %).
Hay que distinguirla de las zonas de cenizas mezcladas con huesos de
animales y restos de ajuar que suelen ser componentes de ofrendas
asociadas a alguna tumba, restos y testigos de ceremonias simultáneas
o posteriores al enterramiento, quizás de los mismos o similares ritos a
que aludíamos en páginas anteriores. Generalmente estas ofrendas
ocupan un espacio reducido de terreno, el de una hoguera de poca
envergadura, a veces se hallan delimitadas por un murete compuesto
de una sola hilada de piedra. Las ofrendas se documentan tanto en la
·
fase arcaica como en la moderna.
(21) BLAZQUEZ MARTINEZ y REMESAL RODRIGUEZ: Op. cit. en la nota 1, P4 348.
(22) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6p. 50 y 51.
(23) BLAZQUEZ MARTINEZ y REMESAL RODRIGUEZ: Op. cit. en la nota 1, páp. 364 y aa.,
lám. LI.
3-'.
(24) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6¡. 128.
(25) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6¡. 419.
(26) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6¡. 84, fir. 55.
-189-
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J. BLAZQUEZ Y M. P. GARCIA·GELABERT
Las fosas destinadas a enterramiento, excavadas en el suelo de
base, como el resto de los expuestos, y al igual recubiertas con una
capa de arcilla, pueden llegar a tener hasta 1 metro de largo por 0'50
metros de ancho, aunque no adquieren una forma regular. Por consecuencia de su misma estructura y características, no parece que en su
momento hubiera algún signo exterior que las distinguiera, como losas
horizontales o verticales, o siquiera un montículG coronado por una
losa hincada, han sido halladas intactas. Las cenizas, huesos y ajuar,
éste completamente calcinado, se hallan mezclados sin orden alguno.
El componente del ajuar parece representar a un tipo medio de individuo dentro de los estamentos sociales, que lo mismo puede ser hombre que mujer -hay de ambos sexos- , pero sin una caracterización
especial que pueda denotar un oficio o actividad determinada. No
existen en estos enterramientos ofrendas cerámicas, pero no por ello
están ausentes los objetos no cotidianos, adornos, como son anillos,
aretes, pulseras, ciertas cuentas de pasta vítrea, broches de cinturón,
ffbulas, vidrios, en general se puede decir que todas las piezas de estos
ajuares son de pequeñas dimensiones. Si bien no denotan opulencia sí
una cierta holgura económica que permite la adquisición de objetos
foráneos, que no podían estar al alcance de aquellos que no dispusieran
de un excedente en sus productos.
Este tipo se corresponde con el tipo E de la necrópolis de <
de la Muela» (27).
Tipo
VII
Los enterramientos en urna, tanto en la fa. e arcaica (15'78 %),
s
como en la moderna (7'69 %), son los más sencillos de la serie
expuesta. Ya hemos indicado el tratamiento a que se sometían los huesos antes de introducirlos en la urna. Posteriormente, después de ser
tapada con un plato que suele ser de barniz rojo o gris, generalmente
cue~cos de paredes curvas y pie realzado, se depositaban en tierra, a
veces sobre una losa que la aislaba del suelo, otras en un receptáculo,
semejante a una cista, como ya vimos en «Los Patos» y en la misma
Robarinas. En la última excavación de la necrópolis de Robarinas una
urna se hall6 adosada a una cista, en un pequeño receptáculo compuesto
por tres grandes piedras rodadas. En general suelen estar calzadas
(27) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2,
-190-
P4 126.
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LA NECROPOIJB DE «EL ESTACAR DE ROBARINAS»
16
con piedra, a veces se recubre toda su superficie con una capa de piedra trabada con barro, en otras solamente se coloca alrededor un circulo que la mantenga en posición vertical.
No hemos observado en ninguno de los enterramientos en urna la
presencia de ajuar, sí por el contrario, su asociación a otro tipo de
enterramiento, como es el caso indicado arriba o bien asociado a enterramientos de los tipos
y IV (lám. 3.2).
En la mayoría de las necrópolis de la zona el porcentaje de enterramientos en urna es muy pequeño, al igual que ocurre en «El Estacar de
Robarinas»; se han hallado en pequeña proporción en «Los Patos»
(28), y «Casa Blanca» (29).
m
Tipo VIII
Los grandes monumentos sepulcrales, aunque en el área últimamente excavada en la necrópolis de «El Estacar de Robarinas», apenas ha aparecido un testigo, del que luego hablaremos, son frecuentes
en la zona arqueológica de Castulo, aunque lógicamente, no numerosos. La aparición de la arquitectura monumental y la correspondiente
emersión de cultos sacrificiales y funerarios, indican un alto grado de
estratificación social y acumulación de riqueza, poder y prestigio en
manos de unos individuos seleccionados, que hacían distin$UÍI' marcadamente la tumba. Estos solemnes sepulcros para la aristocracia, y
jefes que concentraron en sus manos la riqueza y el poder, son el índice
más fiable de una sociedad aristocráticamente organizada.
Diversas fuentes literarias señalan en qué estriba la verdadera
importancia de la ciudad de Castulo: estaba situada en una zona
minera, no lejos de una región que se llamaba, según Estrabon (DI, 14,
8), Monte Argentarlo o Sierra de la Plata (30). Probablemente la
misma Baebelo y los pozos abiertos por los cartagineses (NH 33, 96.
PO l. 10, 38, 7) y que a6n se hallaban en explotación en época de Plinio
o de las fuentes utilizadas por el escritor latino para su obra, que son la
formula prouinciarum y el mapa de Agripa, confeccionados ambos con
fines fiscales, debieron estar situados en las proximidades de
Castulo.
Esta riqueza en plata de la región explica satisfactoriamente algunos hechos indicados por la arqueología y por las fuentes literarias,
(28) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6p. 41 y aa.
(29) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6p. 219 y aa.
(30) Sobre el Moru Afrenúuiw, véue R. CONTRERAS DE LA PAZ: «Linarea y el Monta de la
Plata», en Llnarea. 86, p6p. 45 y ae.
-191-
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18
J. BLAZQUEZ Y M. P. GARCIA-GELABERT
como la importancia y las relaciones comerciales que la ciudad mantuvo ya en el período orientalizante de la Península. La ciudad debió
mantener un comercio muy activo en pleno siglo VI a.
primero con
los fenicios que estaban interesados principalmente en obtener plata
de Tartessos (Diod. 35, 3) y después con griegos y cartagineses, que
venían a Turdetania en busca de plata (Her. 1 163; IV, 152). El colapso
de Tartessos potenció enormemente la zona de la Alta Andalucía y especialmente la de Casallo, lo que dio lugar a que en los siglos V-IV a .. e.,
se produjera una época de esplendor, que propició el crecimiento de
las grandes fortunas.
Estas familias, enriquecidas con el comercio de la plata, son las
que erigieron los grandes monumentos sepulcrales. Los restos de uno
de ellos encontrados en Robarinas, consisten en dos lienzos en escuadra, compuesoos de sillares toscamente labrados, de dimensiones irregulares, aunque en términos generales los de mayor tamaño y
envergadura están colocados en las esquinas. En una de ellas, componiendo la misma se halló un fragmento escultórico que reconocimos
como la testuz mutilada de un toro, hecho en arerusca de grano fino
(láms. 2.2; 3.1) (31). La construcción debió hallarse sometida a un
intenso deterioro, ya que se encuentra en el borde de un promontorio
muy visible desde numerosos puntos de la vega del Guadalimar, y de
ahí que no haya llegado a nosotros más que lo indicado. En la campaña
de 1976, en el «Estacar de Robarinas», apareció una construcción,
también muy deteriorada, que se interpretó como un túmulo escalonado, junto al que aparecieron abundantes fragmentos escultóricos de
bulto redondo, lo que hace suponer que adosado al monumento había
un ~po escultórico (32). El mejor conservado hasta el momento es
el túmulo de «Los Higuerones» (33), consistente en una construcción
de planta rectangular. La base está realizada con un muro de dos hiladas de piedra, simplemente trabadas entre sí, sin mortero. Apoyadas
en las mismas se levantan tres hiladas de adobe dispuestas al exterior
en forma escalonada. De la cubierta no se ha conservado resoo alguno.
e.,
(31) Laa grandea tumbas violadas y deetrozadae, sin duda eataban adoroada.a con relievea o eacul·
turaa de bulto redondo, que abocadas al vandaliamo en el tranacuno de 1at luchaa interoaa de unoa pue-
bloa on~tanoa contra otroa o durante 1at incunionea de 1at tzibua lualtanaa o celtíberu, fueron
delhechu. Loa bloquea componentes de cabezas o troncoa, fueron posteriormente reutiliudoa en la
fAbrica de eetructuru aepulcralea, como en al caao de la cabe u d.el toro, o el cuello de un caballo, tambl6n aparecido en 1at últimas campefw de excavaci6n de «El E atacar de Robarinaa», en una tumba de
tipo n.
(32) BLAZQUEZ MARTINEZ y REMESAL RODRIGUEZ: Op. cit. en la nota 1. pig. 363.
(83) SANCHEZ MESEGUER: Op. cit. en la nota 2, pip. 418 y aa., fl¡. 180.
-192-
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LA NBCROPOUS DE «EL ESTACAR DE ROBARINAS•
17
Al exterior rodea la estructura sepulcral una greca perfectamente confec.cionada a base de guijarrillos de color blanco y negro. Puesto que el
túmulo se halló violado no se ha podido obtener la información
deseada sobre su contenido.
La zona de Castulo, que conoció un enorme florecimiento a partir
del siglo V. a. C. y hasta la llegada bárquida, ha de ofrecer aún muestras más señaladas de las grandes construcciones funerarias; esperamos que futuras excavaciones las ofrezcan al conocimiento de
todos.
-193-
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flLAZQUEZ y GARCIA-GELAfl E RT.-EI Estacar d e Robal'inas
LAM.I
Vista parcial entenamie ntos tipo I (al fondo y en pt·imet· plano). En e l centJ·o entet•t·amiento tipo n.
-194-
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RLAZQUEZ y GARClA-GELABERT.- El Estacar de Robru·inas
l. Enterramientos tipo ll (izquierda), tipo IV (det·echa).
2. En primer plano enterramiento tipo n. Al fondo lienzo de un monumento
funerario muy dete1·iorado.
LAM.
n
[page-n-204]
RLAZQUEZ y GARCIA-GELABE RT.-E I Estacar de Robru·inas
l. Fragmento escultórico t•eutilizado An l A r.onS~I.t'Ur.r.ión d A un monumento
funet·ario (detalle).
2. En tel'l'amiento tipo VII.
LAM.lll
[page-n-205]
BLAZQUEZ y GARClA-GELABERT.-EI Estacar de Robat'inas
l. Cenefas de guijarros, componentes de entetTamie ntos desap ru·ecidos (izquiet·da).
Ustrinum ( det·e cha).
2. Enten·amiento tipo UI, en e l q ue se pueden apt·eciar restos del ajuar metálico quemado, y fragmentos cerámicos.
LAM. IV
[page-n-206]
[page-n-207]
MARTIN ALMAGRO-GORBEA
(Madrid)
EL PILAR-ESTELA DE LAS «DAMITAS DE MOGENTE»
(CORRAL DE SAUS, MOGENTE, VALENCIA)*
La destacada personalidad de Domingo Fletcher en la investigación de la Cultura Ibérica y la amistad con que siempre nos ha honrado
nos obliga a sumarnos gustosos a su merecido homenaje. Para ello nos
ha parecido adecuado abordar el análisis de un monumento funerario
ibérico de singular interés hallado en la rica necrópolis de Corral de
Saus durante los largos y fecundos años en que dirigió el Servicio de
Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia (1).
El tema, al que ya hemos hecho alguna referencia por su interés,
entra de lleno en nuestras investigaciones actuales pero su elección
aquí radica en que este monumento ha sido descubierto y valorado
gracias a la ejemplar actividad desarrollada personalmente y desde la
institución dirigida por el homenajeado.
El estudio más pormenorizado que aquí vamos a llevar·a cabo sólo
pretende enriquecer la discusión sobre este singular monumento contribuyendo así al mejor conocimiento de la Cultura Ibérica como nuestra más afectuosa y sincera aportación a este homenaje.
M Queremoa a¡radecer a Joaé Aparicio 1aa importantes noti.claa aobre lu excavacionea del yacimiento, de ¡¡ran utilidad para este trablijo. E ate estudio no ae hubiera podido llevar ac:abo ain el permiao
y apoyoa recibidoa de Domingo Fletcher y Enrique Pla como directorea del Museo de Prehiatoria de
Valencia; conste nuestro concreto apoadecimiento.
(1) D. FLETCHER VALLS y E. PLA BALLESTE.R: 4aa eaculturu en piedra de " El C'.orral de
Saua" (Mo¡ente)», Bellaa Artes 7•, ai\o V, n6Jn. 36, Madrid. 197•, páp. 38-89.
-199-
[page-n-208]
2
M. ALMAGRO.GORBEA
INTRODUCCION
La importante necrópolis de Corral de Saus se halla situada en el
estratégico corredor de Montesa que une la llanura litoral valenciana a
la altura de J átiva, la antigua Saitabi, con la zona del Valle del Guadalquivir a través de las tierras altas del Sureste de la Meseta siguiendo la
antigua vía de comunicación que podemos denominar como «Vía
Heracleia» (2).
Esta necrópolis, situada al pie de la ladera de la Sierra de Enguera
cuyas estribaciones cierran al Norte el «Corredor de Montesa», se
debe relacionar con el próximo poblado ibérico de <
amplia superficie aún no ha sido explorada (3).
El interés del yacimiento lo resalta la tipología y la riqueza de sus
tumbas. Aunque en buena parte expoliadas, presentaban la estructura
tumular cuadrada, de piedra o de adobe, que en algunos casos alcanzaban más de 3 metros de lado (4) pudiéndose considerar entre las deno-
D. FLETCHER VAU.S: «Muaeo de Prehistoria de la Dipataci6n ProYincial de Valencia»,
PubUcaclonee d el Círculo de Bellu Artea, Valencia, 1974, p6¡e. 163-166.
D. FLETCHER VAU.S y E . PLA BALLESTER: «Reatoe eaéult6ricoe de la necr6poli.a ibérica
de Coll'll de Saua (Mopnte, Valencia~t, Reviata de la Univenidad C'.ompluteDH, XXVI, nám. 109
(Hom~e a Garáa Bellido, ID), Madrid, 1977, p6p. 66~2.
E. PLA BALLESTER: «Excavacionee en la necrópo1i.a iMrica del C'.orral de Saua (Mogente,
Valencia)•, Note l.nfonnativa con motivo del Cincuenta anlvenario de la fundación del S. l . P.,
Valencia 1977.
E. PLA BALLESTER: «La necrópoli.a ibérica de "El Corral de Saua", Mogente (Valencia). 2.•
campetla, 1973», Noticiario Arqueo16gico Hiepánico, Prebl.toria, 6, Madrid, 1976, p6p. 386-391.
J. APARICIO PEREZ: «Necrópolis ib'"ca del Corral de Saua, Mogente (Valencia>•, en
Mogente, Pl'Ofl'IIIDA Oficial de Fiestas. Mogente, 1976.
J. APARICIO PEREZ: «Las raíces de Mogente. Prehistoria y Protohistoria.», Serie Arqueológica n6m. 2, Departamento de Historia Antigua. Univereidad de Valencia. Valencia, 1977, p'gs.
21-30.
(2) Sobra esta vía. M. ALMAGRO GORBEA: «Pozo Moro. El monumento orlentalizante, su contexto IOdo-cultural y eua paraleloa en la arquitectura funeraria ibérica», Madrlder Mitteilungen, 24,
1983, Mainz am Rhein, 1984, p6g 182.
J. G. MOROTE BARBERA: t
Spartarla. Una aproximación a eu Ntudlo», Saguntum. Papelee del Laboratorio de Arqueología de
Valencia, U, 1979, Valencia, 1980, P4 162 y a.
(8) APARICIO PEREZ, Op, cit. en la nota 1, en &timo lugar, p'p 30-31.
J. MONTESINOS MARTINEZ: «Arqueologia ib~rica ala comarca de la C'oetera (a mod.e d'ln·
troduccl6 ezploratoria)•, en La Butida de lea Alcuaes. 60 anivenari declarió Monument HiatbricArtátic Nacional (1931-1981), Moixent. 1982, pq. 78.
(4) Vid, supra notu 1 y 3. Loe tipos C' y D de Aparicio (Op. cit. en la nota 1, en &timo lugar, p6g
22),108 coneid.eramoe como tumbu de túmulo normal de adobe. El Ay el B, equivalen al mismo tipo de
«túmulo principeec:o».
-200-
[page-n-209]
LAS «DAMITAB DE MOGENTE»
8
minadas sepulturas «tumulares principescas» (5), y siendo en todo
caso perfectamente parangonables a la tipología de las necrópolis ibérica.s del Sureste {6).
Pero el rasgo tal vez más caracterls1ico es la aparición de un amplio
conjunto de restos arquitectónicos y escultóricos {7}. Estos superan la
veintena de fragmentos y algunos alcanzan indudable calidad por lo
que constituyen el conjunto más septentrional y uno de los más importantes conocidos hasta ahora de arquitectura funeraria ibérica {8}. Por
último conviene destacar cómo todos estos restos de monumentos
aparecían reutilizados, después de destruidos, en tumbas fechadas a
partir del siglo IV a. C. si bien la necrópolis parece haber perdurado
hasta el siglo l. a. C. (9).
Entre los hallazgos de esta necrópolis descubierta a partir de 1971
{10}, destaca una sepultura cuadrangular de las denominadas de «tipo
principesco» cuyo ajuar es difícil reconstruir por haber sido violada.
Medía 3' 42 metros de lado y estaba conservada hasta 68 centímetros
de altura, estando formada por 3 escalones construidos por sillares
claramente reutilizados de monumentos anteriormente desaparecidos
{11). Por el lugar de aparición y por su tipología debemos considerar
que todos estos restos arquitectOnicos y escultóricos pertenecieron a
uno o varios monumentos funerarios ibéricos.
Entre estos sillares de monumentos arquitectónicos, seguramente
funerarios por su lugar de aparición, destacan por su interés dos decorados con sendas figuras femeninas que por su calidad escultórica y su
(6) M. ALMAGRO GORBEA: «El "~e" de 1aa necr6polla ib6rlcu y .u intarpretaci6o IOciocult.ural», Rivúta di Studi Li¡url, XLVI, 197S. Omag¡io NIDo Lamboilla. n, Bordi¡bera, 1988, pqa.
203-20•.
M. ALMAGRO GORBEA: «Arquitectura y Sociedad en la Cultura lbéri~, en Architectura et
eocieU de 1' archarame 1!'80 l fin de la Républlque romaine. Actea du colloque de Rom.e (2-• d6cembre
1980), ~ollection de l'itcole Frm~aiee de Rome, n6m. 66, Roma, 1983, p6g. 393.
M. ALMAGRO GORBEA: t
M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 2, p6g. 276.
(6) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cita. en la nota 6 .
(7) Vid Op. cite, en 1aa notae 1 y 3. eepecialmente FLETCHER VALL8 y PLA BALLESTER,
«Reatos eiiCUlt6rlcoa... ».
(8) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cite, an la nota 6 .
(9) APARICIO PEREZ: Op. cita. en la nota 1, en eepeclal la
P4 30 de la mencionada en
último tuaar.
(10) Op. cita. an la DOta 1 y «La labor del Semclo de lnvNtJpcl6n Prehllt6rica y eu Muaeo en el
puado aflo 1973», Valenc:ia, 1976, p6p. 109-111¡ «La labor del Servicio de ... afio 197•», Valenc:ia,
1976, p6p. 119-121¡ «La labor del Servicio de ... af1o 1976», Valencla, 1976, p6p. •a-.9; «La labor del
Servicio de ... afto 1976» Valencia 1977, p6p. 79 y80¡ «LalabordeJServiclode ... af1o 1977», Velencia,
1978, páp. 26-27, y «La labor del Servicio de ... afio 1979», Valencia, 1980, pép 106 y 107.
(11) APARICIO PEREZ: Op. cit. en último lugar de la nota 1, pág. 22.
-201-
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M. ALMAGRO-GORBEA
gracia fueron denominadas las «Damitas de Mogente». Estos dos
sillares, que hemos denominado Corral de Saus 1 a y 1 b, pronto fueron objeto de estudio preferentemente por su mayor interés (12).
En esta ocasión pretendemos profundizar en su significado tipológico y cultural y discutir su posible reconstrucción. Por ello se relacionan con otros restos arquitectónicos hallados en el yacimiento, a fin de
lograr una visión de conjunto que permita una mejor comprensión del
monumento originario, de .su signüicado y del de toda la necrópolis.
Corral de Saus 1 a - 1 b - 1 c. -Fragmentos de una nacela de gola
decorada con {jguras femeninas (fig. 1).
Hallados reutilizados en el gran túmulo escalonado junto con otros
numerosos restos arquitectónicos y escultóricos.
Dimensiones:
a:
Fragmento
Altura, 36 centímetros; longitud, 64 centímetros;
grosor, 57 centímetros.
Fragmento b: Altura, 26 centímetros; longitud, 60 centímetros;
grosor 4 7 centímetros.
Fragmento e: Altura, 11 centímetros; longitud, 25 centímetros;
grosor, 18 centímetros.
Los fragmentos a y b se conservan en el Museo de Prehistoria de
Valencia. El fragmento e se conserva en el Museo Histórico-Artístico
de Mogente (13).
Descripción: Estos fragmentos de piedra arenisca calcárea corresponden a una gola de filete liso y con la nacela ocupada en cada lado
por una figura femenina en muy alto relieve. Estas figuras ofrecen
larga túnica de manga corta, cuello redondo y se adornan con largas
trenzas longitudinales acabadas en sendas anillas, collar circular, con
(12) FLETCHER VALLS: Op. cit. en la nota 1, segundo lugar, p6p. 164.·166.
FLETCHER VALLS y PLA BALLESTER: Op. cit. en le nota 1, en primer lugar.
PLA BALLESTER: Op. cit. en la nota 1 (La necr6polla ib6rica... ), p6ge. 738-734..
J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ: «Lu raícea clúicu de le Cultura lb6ricL Estado de le
cueeti6n. Ultimas aportaciones», Archivo Eapaflol de Arqueolopa, 62, Madrid, 1979, p6g. 168,
-m
.
M. ALMAGRO GORBEA: «Pilaree-estelu ibéricoa», Home~e al profesor Mart1n Almagro'
Buch, m, pip. s-9.
(13) J . APARICIO PEREZ: «Guía breve de la Baatida de lee Alc111e1 y del Muaeo HiatóricoArt1etico de Mogenta (Valencia)», Valencia, 1978, p6gL 8·9.
·
Eate fragmento noe atrevemos a identificarlo como del miemo eiller por lu caractañtticu de
tlno acabado, por coneerver parta de la cara del aguJero central y por ofrecer un 6ngulo tri6drico que
e61o ee puede interpretar como el 8lr8Ilque desde le baee de una arieta con doe carae curvu de la
nacela. No bemoa podido comprobar ei la rotura ~ le de a1¡unoe de loe eilleree 1 a y 1 b coneerva.
doa en Valencia.
-202-
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LAS «DAMITAS DE MOGENTE•
6
colgante central en el sillar 1 b y brazalete en el antebrazo de 6 espiras
en el sillar 1 a. Las figuras aparecen longitudinalmente dispuestas con
el brazo izquierdo a lo largo del cuerpo, mientras que el derecho se
levanta caái en cruz para pasar por debajo de las piernas de la figura
situada en la cata próxima. En cada mano sostienen un objeto redondeado, con un botón central cuya interpretación más verosímil es la de
una granada. Los cinturones y las trenzas ofrecen policromía en color
rojo y otros lugares conservan restOs de color amarillo (14). Las superficies vistas están finalmente pulimentadas.
Las carafJ superiores de los fragmentos ofrecen claras líneas incisas que se pueden interpretar como marcas de trazado para el asiento
de los sillares superiores. La cara inferior no se conserva en ninguno de
los fragmentos con figuras pero sí en ·el fragmento e que parece corresponder a un ángulo de la misma.
El interior ofrece restos de una perforación vertical de forma cilíndrica que ocupa el centro aproximado de la pieza y que al parecer la
atravesaba de parte a parte. Su superficie está simplemente abujardada lo que supone una cierta tosquedad en la realización ya que
corresponde a una parte .n o vista. Las dimensiones de las piezas, la
correspondencia de las líneas de trazado y la falta de junturas hacen
suponer que los tres fragmentos pertenecen a un único sillar lo que
explica perfectamente la ausencia en ellos de mortajas para grapas.
Estudw e interpretación
La interpretación de esta pieza como gola parece evidente (15) lo
que permitiría rectificar la interpretación como base de un elemento
piramidal apuntada previamente (16).
Dicha interpretación previa no aprecia la curvatura de la nacela
sino que al considerar que las caras eran simplemente oblicuas respecto a la superficie horizontal de la base, dedujeron una disposición
troncopiramidal de las mismas. Sin embargo, en dicha reconstrucción
. sí se ha planteado acertadamente la disposición teórica de las figuras,
enlazando los brazos derechos cruzados-por debajo de las piernas de
la figura adyacente y acercándose la mano a la del brazo izquierdo ten-
(14) FLETCHER VALLS y PLA BALLESTER: Op. cit. en la DOta 1 («Reatoe eeeult6rico&.. ~t).
PLA BALLESTER: Op. cit. en la DOta 1 («La necrópolia ... »), ~¡. 784.
(16) M. ALMAGRO GQRBEA: Op. cit. en la DOta 12.
M. ALMAGRO GORBEA: «El monumento de Alooy. Aportaci6n preliminar ala arquitectura
funerario iWric:a», Trab.Aloa de Prehistoria, 39, Madrid, 1982, ~ 188.
(16) FLETCHER V:ÁLLS y PLA BALLESTER: Op. cita, en la DOta l .
-203-
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6
M. ALMAGRO-GORBBA
dido a lo largo del cuerpo. Esta disposición queda además demostrada
por su similitud con la de los monumentos de Coimbra del Barranco
Ancho (17) y El Prado (18), en Jumilla. También la estructura de la
gola del monumento de Alooy, que ofrece igualmente figUras femeninas en la nacela, viene a confirmar esta interpretación (19).
La disposición de las figuras permiten deducir la longitud total de
cada lado que debió ser muy aproximada a los 100 centímetros, tal vez
en tomo a los 97'5 cen1ímetros ó 104, lo que equivaldría 15 ó 16 veces
la altura del filete.
Dada la disposición simétrica en todos los lados, la anchura sería
igual a la longitud, resultando una planta cuadrada, lo que pudiera ser
la norma en estos monumentos.
Una confmnación indirecta de las dimensiones y disposición de
esta pieza se deduce de las líneas de trazado de la cara superior del
fragmento a: dos de ellas aparecen a 48'5 centímetros de la arista del
lado adyacente. Si suponemos que las líneas a 50'5 y 48'5 centímetros
marcarían aproximadamente el centro de la pieza, en especial la de
50' 5 centímetros que continúa en el fragmento b; ·la longitud resultante oscila entre 97 y 101 centímetros, lo que se adecúa perfectamente con las dimensiones que se deducen de lá reconstrucción de las
figuras de la nacela, teniendo en cuenta su disposición.
La altura de la gola no se conoce con exactitud por no haber
podido encajar el fragmento e con la cara inferior de los fragmentos a y
b; la única probabilidad es deducirla de la longitud de la nacela, de su
vuelo y de la altura del filete de 6'5 centímetros de desarrollo. La
altura del filete, en las golas ibéricas conocidas (20), varía entre 1/5 y
1/3 de la nacela, lo que supondría en este caso entre 19'5 y 32'5 centímetros de altura para la nacela. Como el fragmento a tiene 24'5 centímetros de altura conservada de la nacela, podemos considerar su
altura entre dicha medida y 32'5 centímetros como máximo. La longitud de la gola poco sirve para deducir dimensiones pues el vuelo de las
nacelas ibéricas conocidas varía entre 1/1 y 1/18 de la longitud de la
base de la gola y la altura de la naceiS entre 1/2 y U12 de la misma. La
relación entre altura de nacela y welo no es conocido con exactitud, ya
(17) A. M.• Mtmoz AMILIBIA: «Cipo funerario ibérico de Coimbra del Berrancbo Ancho», El •
Picacho, 4, Jumilla, 1981, páp. 7-8.
•
·
A. M.• Mtmoz AMILIBIA: «Cipo funerario ibérico decorado con eeculturu», Actu d.e l XVI
C'.ongre10 Nacional de Arqueología (Murcia-C'.arta¡ena, 1982), Z&raJOza, 1988, páp. 741·760.
(18) P . A. LILLO CARPIO: «La estela ibérica hallada en El Prado», El Picacho, Jumilla, 1983,
p6p. 12·· 13.
(19) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit, en la nota 15.
(20) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit, en la nota 2, p6p.. 248·249.
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Fig. 1.- SiiJ.u de gola decorado con ftguru femeninu
que falta la base de la gola, la verticalidad de la nacela en la parte inferior pero muy próximo al original, que por tanto podemos considerar
entre más de 24'6 y de ningún modo más de 30 centímetros pudiéndose considerar los 26 centímetros como cifra muy cercana a la original, ya que coincide con 4 veces la altura del filete. La proporción entre
la altura y el vuelo de la nacela en las golas ibéricas conocidas varía
entre 1/ 1 y 1/ 2 del vuelo, salvo en el caso de Pozo Moro que ofrece una
altura de más de 4 veces el vuelo. Como la altura no puede ser inferior
a los 24'5 centímetros conservados, la proporción de 1/1 parace aproximarse bastante a la original y se confirmarla por la verticalidad de la
nacela en el extremo inferior de la parte conservada. Con estas proporciones el radio de la nacela sería aproximadamente igual a su altura, lo
que parece lógico y confirma indirectamente las dimensiones calculadas. En resumen, una altura próxima a los 26 centímetros de altura de
la nacela que equivaldría a 32'5 centímetros de altura de la gola sin el
baquetón, que por las razones que se indican más.adelante, pudiera
ser el sillar CS-2 que se describe a continuación, cuya altura es de 20
cm. = 3 veces la altura del filete.
-205-
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8
M. ALMAGRO.GORBEA
Por lo tanto las dimensiones teóricas de este sillar de gola serían:
longitud 97'5 a 104 cm.; id. base= ca. 97'5-(vuelo nacelas= 2 x 26
cm.) =ca. 52 cm.; altura =ca. 32'5 cm. (altura filete = 6'5 cm. +
altura nacela ca. 26 cm.).
Corral de Saus 2. - Fragment,Q de baquetón de gola decorado con doble
fila de ovas (fig. 2).
Hallado formando una de las esquinas del gran túmulo escalonado (21).
Dimensiones: Altura, 20 centímetros; longitud, 56 centímetros;
grosor, 31 centímetros.
Se conserva en el Museo de Prehistoria de Valencia.
Descripción: Fragmento de sillar de esquina de piedra arenisca calcárea decorado con doble fila de ovas separadas por un ancho filete
vertical. Las ovas superiores están invertidas y ofrecen ranura central
y moldura exterior entre dos acanaladuras dejando entre ellas unas
flechas triangulares, una de las cuales ocupa la arista de esquina. Las
ovas inferiores son semicirculares, globulosas y también delimitadas
por moldura entre acanaladuras que las separan de flechas estrechas.
La parte vista está cuidadosamente pulida.
La cara superior, bien alisada pero con huellas de escoplo, ofrece
claras líneas de trazado para la colocación de los sillares superpuestos.
Una, al borde de los lados, corre a 11 centímetros de éste y en el lado
menor se trazó mal y se rectificó exactamente. Otra línea perpendicular al lado mayor, corresponde aproximadamente al eje del sillar. El
centro del sillar ofrece un a_gujero circular de unos 16 centímetros de
diánietro. La cara inferior ofrece un abujardado fino pero se hallá muy
mal conservada: No hay señales de cara interior pues toda esta moldura debió labrarse en un sillar de una sola pieza.
Análisis e interpretación: La reconstrucción de esta pieza se puede
abordar gradas a la calidad y regularidad de su decoración, a la existencia de· líneas de trazado y a la cavidad centraL
La cavidad central tiene su centro entre 30 y 36 centímetros de los
bordes conservados, lo que daría una anchura total entre 60 y 70 centímetros. Las líneas de trazado aparecen unas a 11 centímetros de los
bordes, y otra, perpendicular al lado mayor, a 36'6 centímetros del
mismo, lo que supondría l.ma longitud total de 67 centímetros si se
(21) FLETCHER VALLS y PLA BALLESTER: Op. cit. en la nota 1 (l
p6g. 68.
-206-
[page-n-215]
LAS t
9
consideraba como situada en el eje del sillar, como aproximadamente
ocurre en la nacela Corral de Saus l.
Sin embargo, la decoración ofrece un ritmo regular de ovas de 12
centímetros de largo arriba y 9 centímetros abajo coincidiendo los ejes
de la 3.• superior y de la 4.• inferior, lo que permite considerar este
punto como centro de simetría del lado de la pieza y recontruir simétricamente el resto de dicho lado, lo que da una inedida de longitud total
de 72 cent~etros, con seis ovas arriba y ocho abajo.
Dicha reconstrucción permite calcular la anchura de la gola
situada sobre el baquetón, ya que coincidiría con las líneas de trazado
situadas a 11 centímetros de cada borde, lo que supone 72- (2 x 11)
=50 cm. Esta medida coincide prácticamente con el ancho de la base
de la nacela decorada con figuras femeninas de Corral de Saus 1 a y
1 b, ca. 52 cm., lo que permite suponer la correspondencia de ambas
piezas al mismo monumento, pues la altura de esta pieza, 20 centímetros, equivaldria a 1:5 de la longitud de la nacela.
Esta reconstrucción permite calcular una longitud total de ca. 72
cm. = 11 palmos de ca. 6'5 cm. La altura es de 20 cm. =ca. 3 palmos y
la base del baquetón podría calcularse en torno a los 67 centímetros,
esto es , ca. 10 palmos, aunque el mal estado de conservación de la
cara inferior impide precisar esta medida.
Reconstrucción delTTWnumento: El análisis realizado de estos dos sillares de Corral de Saus permite interpretarlos respectivamente uno,
como una nacela con su filete, y el otro, como el correspondiente
baquetón pertenecientes a una misma gola de un monumento cuyas
características y reconstrucción pueden, por tanto, llegar a ser precisadas con bastante aproximación (fig. 3).
Esta gola tendría una longitud total de ca. 97'5 cm., que sería igual
a su anchura por ser de forma cuadrada; la altura sería igual a la del
sillardelfileteylanacela (ca. 32'5 cm.) más la del baquetón(= 20 cms.), lo
que eupone ca. 52'5 cm, aproximadamente igual a la base de la nacela.
Por último, la longitud y anchura de la base sería en tomo a ca.
67 cm.
Las dimensiones de esta gola evidencian que corresponde a un
pilar-estela (22), monumentos funerarios de pequeña dimensión, y no
a un monumento torriforme (23). Las medidas conservadas parecen
(22) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 12.
(28) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 2, p6p. 229-230.
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Flg. 2.- Baquetón decorado con ovu del pilar-estela de laa Damltu de Mocente
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LAS 4d>AMITAS DE MOGENTE»
11
indicar que su trazado refleja la existencia de proporciones entre las
diversas partes, basadas en una unidad de medida que podría considerarse un palmo de ca. 6' 6 cm.
Las proporciones así calculadas, aunque sólo lo puedan ser de
fonna aproximada, serían:
Altura filete
1 palmo =
6'5 cm.
4 palmos= 26 cm.
Altura nacela
Altura baquetón
3 palmos= 20 cm.
Altura total
8 palmos= 52'5 cm.
Longitud total 15 palmos= 97'5 cm.
(o mejor 16 = 104 cm.)
Vuelo nacela
4 palmos= 26 cm.
Longitud base nacela
8 palmos= 52 cm.
Longitud base baquetón 10 palmos= 67 cm.
Es de destacar las proporciones que parecen observarse. El filete
= 1/4 de la nacela = 1/8 altura = 1/12 de la longitud total. Los vuelos
de la nacela = base nacela = altura total = 1/2 lóngitud total. La base
del baquetón= 2/3 de la longitud total, etc. También la medida de un
palmo de 6' 5 centímetros puede relacionarse con la de otros monumentos ibéricos, confirmando la existencia, lógica por otrá parte, de
medidas y proporciones en su construcción (24).
También es característico el agujero cilíndrico interior que ofrecen
ambos sillares y que conocemQs igualmente en otros restos de monumentos de Corral de Saus (25), Coimbra del Barranco Ancho (26), El
Prado (27), El Cigarralejo (28) y Coy (29). Su funcionalidad parece
clara pues estaría destinado a pasar un gran pernio o pivote, segura-
(24) Sobre eatoa upectoa metrol6gicoa en la arquitectura lb6rica, ALMAGRO GORBEA, Op. cit,
en la nota 16, p6g. 176 y ALMAGRO GORBEA, Op. cit, en la nota 2, p6g. 211.
Mú concretemente, M. ALMAGRO GORBEA: «El pllar-eatela lb6rico de Cay (Murcia) »,
HomeiiiQe a Samuel de loa Santos, Albacete, en prensa, y M. ALMAGRO GORBEA y R. RAMOS
FERNANDEZ: «El pilar-estela de Monforte del Cid (Alicante)», Lucentum, 4, Alicante, en
preJliL
(26) Vid. supra nota 1, aunque este importante detalle técnico e interpretativo no aiempre 18 ha
aeftalado. Aé, aparece en tres de loa ail.larea conaervadoa in Bitu en el yacimiento por eetar reutilisadoe
formando parte del túmulo, lo que evidencia que 18 tzoata de partea de pllarea de ettoe
monumento..
·
(26) M~OZ AMILIBIA: Op. cita. en la nota 17.
(27) LILLO CARPIO: Op. cit. en la nota 18.
(28) E. CUADRADO DIAZ: «Reatoe monumentalea funerarioa de El Ci¡arralejo», Tra~oa de
Prehittoria, 41, Madrid, 1984, pq. 266, fig. 2. lám. v. 1 yfig. 1-10.
(29) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 24, en Pl'8l1IL
-209-
[page-n-218]
12
M. ALMAGRO-GORB.EA
mente de madera, reforzada en todo caso con yeso (30), que aseguraría
la estabilidad de los diversos sillares que formab~ estos complejos
monumentos. Otro elemento, también muchas veces inobservado, son
las líneas de trazado que permiten conocer la disposició~ de los -sillares superpuestos y su retranqueo sobre los inferiores {31).
Con todos estos datos parece posible proceder a la reconstrucción
hipotétiéa del monumento.
La gola estaría fo:rmada por el sillar del filete y la nacela sobrepuesto al sillar del baquetón, siguiendo las líneas del trazado de éste.
La gola se debió rematar con una escultura zoomorfa, como conocemos por otros monumentos similares, no existiendo plena seguridad
en la identificación del animal correspondiente.
El monumento de Coimbra del Barranco Ancho, el más próximo a
est.e de Corral de Saus, ofrecía al parecer un toro (32), y aunque restos
escultóricos de uno de estos animales han aparecido en Corral de Saus
{33), parecería más lógico suponer'que fuera una bella figura de sirena
{34) por la proximidad estilística que ofrece con las figuras femeninas
de la gola. Sus restos han aparecido reutilizados en un túmulo próximo
(36) lo que no contradice el que éste fuera el animal que rematase
el monwn~nto.
Este animal estáría dispuesto sobre un pedestal que iría sobre la
gola, como evidencian las líneas de tr.azado situadas en la cara superior
de la misma. Si las líneas perpendiculares señalan, como es lógico, las
(30) El empleo de yeao, seguramente completamentando piezaa de madera para la unión de aillaree, estA documentado en Pozo Moro (M. ALMAGRO GORBEA, Op. cit, en la nota 2, p6,¡. 209), en el
Cerro de loe Santoa (materialin6dito en elMuaeo Arqueológico Nacional), Coimbra de Bll'1'1U1co Ancho
~OZ AMILIBIA, Op. cit. en la nota 17, en eegundo lugar, P'P· 7 48-7 46) y en La Alcudia de Elche
(material coneervado en el Mueeo de La Alcudia).
(81) Eau; detalle Ucnico, ya aeftalado en Pozo Moro (M. ALMAGRO GORBEA, Op. cit. en la nota
2, p,g. 191), lo tanemoe documentado•en otro& muchoe monumentoaib6ricoe deede Corral de Saua a
Baza, evidenciando que ae trata de una técnica muy generalizada en la Arquitectura lb6rica (Op. cit.
antaa, pqa. 210-211.
(32) ~OZ AMILIBIA: Op. cit. en la nota 17, en segundo lugar, p!g. 742.
T. CHAPA BRUNET: <
(SS) PLA BALLESTER: Op. cit. en la nota 1 («La necr6polia ibérica... »), p'g. 783.
(84) FLETCHER VALLS y PLA BALLESTER: Op. cit. e.n la nota 1 («Lea eacultwu... »),
~~- 89.
FLETCHER VALLS: Op. cit. en la nota 1 («Museo de... »), p,g. 168.
FLETCHER VALLS: Op. cit. en la nota 1 («Reatos eacult6ricoa... ••), p6p. 69-60, fig. 4.
PLA BALLESTER: Op. cit. en la nota 1 («La necr6polia. .. »), p!g. 783, fl¡. 3.
APARICIO PEREZ: Op. cit. en la nota 1, en 6lt!mo lugar, P4 28, 16m. 9.
CHAPA BRUNET: Op. cit. en la nota 32, P4 86.
.
(86) FLETCHER VALLS: Op. cit. en la nota 1 (4
PLA BALLESTER: Op. cit. en la nota 1 («La necr6polla... »), p6p. 732·733.
-210-
[page-n-219]
LAS «DAMITAs DE MOGENTE»
13
dimensiones de los sillares que lo formaban, estos sillares serían al
menos cuatro y probablemente seis, si existía simetría axial en su
disposición.
Por debajo del baqüetón estaría el pilar proP.iamente dicho. Su
anchura, a ju;agar por la de la base del baquetón, sería de 67 centímetros pero su altura total no es posible calcularla con tanta certeza, aunque en todo cas~ debió ser la suficiente para que las figuras de la
nacela se pudieran ver desde abajo· sin dificultad. Esta disposición de
las «dam.itas» que se corresponde a su teórica situación de remate de
estos pilare~stela (36), parece mejor que la de suponerse colocadas
para ser:vistas ·desde arriba como base de monumento. Esta última
hipótesis ·se.ha· eonjeturado en la reconstrucción previamente dada
para éste (37) y para .algún otro de estos monumentos como el de
Coimbra del Barranco Ancho (38) o el de El Prado (39), pero esta solución resulta en todo caso menos fundamentada y en contradicción con
la.forma de gola de la moldura, bien documentada en la Cultura Ibérica ~O) y utilizada con figuras femeninas en el monumento torriforme
de AiaOy. (.4sl.}.así como por la existencia de líneas de trazado que lógicameGüli~p~eden corresponder a la cara superior.
El monumento de El Prado conserva, al parecer, el pilar originario,
roto ells_qPfijge~zos, con una altura total superior a lqs 225 centímetr~s (42J.~t·~m~sf.a altura tal vez sea excesiva para el de Corral de
~! Elu&w!\
· s.
.r.~ '<;lad uno Q~ ~~tos pilares magníficamente decorado con escenas en
f.e·~ye, sólounae·unos 90 centímetros (43), lo que aproxima esta pieza
a Ó~p~ sillaréSl de Corral de Saus de estructura y dimensiones semejantes, y cuya funcionalidad debió ser idéntica a la del cipo de Coimbra como confirma incluso la decoración escultórica de algún caso (44)
y la_frecuente, casi regular existencia de las perforaciones circulares en
(86)
(37)
(38)
(39)
(40)
M. ALMAGRO GORBE A: Op. cit. en la nota 12, p6g. 14.
FLETCHER VALLS y PLA BALLESTER: Op. cita. en la nota l .
MUÑOZ AMILIBIA: Op. cita. en la nota 17.
LILLO CARPIO: Op. cit. en la nota 18.
M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 2, pága. 248-249.
M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 16, p6ga. 188-189.
(41) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 16, p6ga. 163-164, figa. 1 y 2.
(42) LIIJ.O CARPIO: Op. cit. en la nota 18.
(43) MUÑOZ AMILIBIA: Op. cit. en la nota 17, en segundo lugar, pág. 743, da una altura de 90
cms. aunque segón nuestru medidas personales tiene 93'6 cma.
(44) Como la pieza prácticamente in'dif4 conservada in situ que d enominados CoJTal de Saut17, o
como el pilar decorado con una figura d e caballo (APARICIO PEREZ, Op. cit. en la nota .1, en 6ltimo
lugar, p6g. 23, 16m. 6) muy próximo por tanto en este detalle al de Coimbra del Barranco Ancho y otro
fragmento de pilar con relieve de un guerrero del Museo de Mogente.
-211-
[page-n-220]
M. ALMAGRO-GORBEA
el centro de sus c~s superior e inferior para los pel'Dios de sujeción
(45). Salvo que se suponga que estos pilares fueran compuestos de dos
o más piezas o tambores ensamblados entre sí ocupando la parte decorada tal vez la parte superior, a modo de friso como ocurre en algunos
paralelos mediterráneos (46).
Por ello, la altura d~l sillar del pilar se puede conjeturar en tomo a
los 160 a 200 centímetros. Con estos datos cabría incluso atribuir a
este monumento uno de los sillares dejados «in situ» en el yacimiento,
pues sus dimensiones coinciden aproximadamente con las de la gola
que aquí estudiamos (47). En todo caso, aunque no existe certeza en
esta atribución, sí que es evidente 18 utilidad de dicho sillar para la
reconstrucción museística de este importante monumento.
Más incierto queda el problema de la. base del monumento. En
varias ocasiones hemos conjeturado una base escalonada (48). Esta
hipótesis estaría avalada por la precedente tradición de la base escalonada de Pozo Moro (49) y por la existencia de monumentos tumuliformes cuadrados escalonados en ·el mundo ibérico del Sureste (50) y en
sus paralelos en el ámbito griego (51). Además tanto en Corral de Saus
(46) Vid. aupra, notas 26 a 29.
(46) C'.omo en loa pilaiea licios o en algunaa estelu griegu arcaicas que ofrecen decorada a6lo la
parte auperior: C. DELTOUR-LEVIE: «Lea piliera fun4irairea de Lycle», Louvain, ·1982, tlp. 92, 139,
1«, etc., y G. M. A. RICBTER: .a'he Archaic Gravaatone. ot Atiea», London, 1981, fl¡. 68.
(47) Vid. eupra, nota«. Se trata de una bue de 100 cma. de ancho, pricticament:e id4intlca a la
anchura de la gola, con una parte centnl eacalonada de 76 cma. que ae podría considerar la bue del
pilar ya que an la parte superior pudo alCIJliiU' loa 67 cma. te6ricoe que tiene la baae del baquetón con
una dJtmlnución aproximada de un palmo en IU altura. Lo bemoe aenomlnado Corral de Saua 18.
(48) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 12, P4 14.
M. ALMAGRO GORBJ!iA: Op. cita. en la nota 6.
.
M. ALMAGRO GORBEA y M.• L. CRUZ PEREZ: «Loa monumento& funerarios ibmcoa de
Loa Nieto• (Murcia)», Sa¡untum. Papelea del Laboratorio de. Arqueología de Valencia, 16. Valencia,
1981, p.p. 137-148, figa. 6 y 6.
(49) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 2, p6p. 191-192.
(60) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cita. en la nota 6.
E. CUADRADO DIAZ: «Las tumbas tumularea de Laa Corte», MlacelGea Arqueológica.
XXV aniveraario de loa Cureoe Internacionales de Prehletoria y Arqueología en Ampuriaa (1947-1971),
1, Barcelona, 1974, p6ge. 261·262.
M. ALMAGRO GORBEA: «LLa-campoe de tíunuloe de Pajaronclllo (Cuenca). Aportación al
estudio de loa t6muloa de la Península IWrica•, Excavacionea Arqueol6¡icu en Eapafta. 83, Madrid,
1973, p6p. 112 y 122.
E . CUADRADO DIAZ: «Tumbas de adobe en El Cigarralejo•, Actas del XVI Congreeo
·
Nacional de Arqueología (Murcia-Cartagena, 1982), Z~goza, 1983, p6p. 719·723.
(61) D. D. KURTZ y L. BOARDMAN: «Greek Burlal Cuttoma•, London, 1971, fip. 20, 22 d.
24 a, 86 b, etc.
W. RIEZLER: «Weiaagrundige Attiache Lekytenlt, MOIScben, 1914, lAma. 16-26, etc.
J. D. B.E AZLEY: «Attic Whit:e Lekytobt, London, 1938.
-212-
[page-n-221]
LAS ICDAMITAS DE MOGENTE»
16
(52) como en Coimbra del BaiTanco Ancho (53) parece que en la reutilización de elementos arquitectónicos en dicho tipo de túmulos, existe
la manifiesta intención de imitar las formas de los monumentos en piedra, al menos en lo referente a las formas escalonadas.
En todo caso, también se puede valorar un sillar escalonado «in
situ» en Corral de Saus (54) que debe interpretarse como la mitad de
la base escalonada sobre lo que se apoyaría uno de estos pilares-estela
ibéricos, pues conserva en el centro un encaje de sección cuadrada
para incrustar el pernio de sujeción del pilar sobreestante. Esta pieza
de gran interés, se puede además comparar con la estructura conservada en algunas sepulturas tumulares cuadradas de la necrópolis
ibero-helénica de Las Corts, en Ampurias (55), en cuyo centro parece
observarse el mismo tipo de enc~e preparado para asegurar la sustentación de la estela que sin duda alguna los remataba, lo que supone
una importante paralelo funcional y una prueba de las interrelaciones
que también en este campo de las estructuras funerarias se observa
entre la Cultura Ibérica y el mundo griego colonial.
En resumen, la reconstrucción total del monumento que se propone como resultado del análisis de los elementos conservados y de la
reconstrucción teórica de los que faltan basándose en los paralelos
conocidos permite asegurar que se trataba de un pilar cuadrado, apoyado sobre una base escalonada y rematado por una rica gola sobre la
que iría dispuesto sobre un pedestal el animal que coronaba el monumento. Aunque la. dimensiones de este pilar-estela son relativamente
s
modestos en comparación con otros monumentos torriformes ibéricos,
el análisis general de sus componentes evidencia la clara sensación de
haberse logrado la monumentalidad intencionadamente buscada por
esos monumentos, resaltada además por los elementos ideológicos y
estilísticos que ofrecía, e incluso, por la forma y el tamaño muy adecuados a la impresión que se intentaba suséitar, como confmnan las
(62) PLA BALLESTER: Op. cit. en la nota 1 («La necr6poli& ..»), fi¡. l.
APARICIO PEREZ: Op. c.it. en la nota 1, en (Utlmo lupr, üm. 2..
(68) MWOZ AMILIBIA: Op. cite. en la nota 17.
(64) Vid. supra nota 47. Estaba reutilizado en el lado Oe1te del túmulo funerario. Provilionalmente lo hemos denominado como Cona! de Saue 18.
(66) M. ALMAGRO BASCH: «la necr6polie de AmplllÍU», 1, Barcelona. 1968, pq. 266,
fig. 217.
-213-
[page-n-222]
18
M. ALMAGRO.GORBEA
dimensiones teóricas calculadas que se indican a continuación (fig. 3):
Altura del animal de remate con su pedestal
ca. 50-100 cm.
Gola
52 cm.
Pilar
ca. 150-200 cm.
Base escalonada
ca. 50 cm.
Altura total
ca. 300-400 cm.
Paralelos, estilo y cronología
El monumento funerario de las «Damitas de Mogente» se debe
considerar un ejemplo representativo de los pilares estela-ibéricos por
sus dimensiones y por su forma y elementos constituyentes.
Dentro del creciente número de pilares-estela ibéricos actualmente idenfiticados, las características de su gola, decorada con las
figuras denominadas «Damitas de Mogente», permite incluirlo en un
reducido grupo de pilares-estela caracterizado por tener figuras en la
gola. Este grupo lo consideraríamos un nuevo tipo de pilar-estela ibérico que denominaríamos tipo «Corral de Saus» por ser este ejemplar
el que actualmente se puede considerar como el primero identificado
de la serie. De este modo quedan resaltadas sus características tipológicas que permiten su diferenciación de otros tipos ya definidos como
los de «Coy» o «Monforte del Cid» (56), por señalar aquellos actualmente mejor conocidos.
Los pilares-estela de tipo «Corral de Saus» que hasta ahora han
podido ser identificados son los siguientes:
Corral de Saus: 1 ejemplar, aquí estudiado.
Coimbra del Barranco Ancho: 1 ejemplar (57).
El Prado: 1 ejemplar (58).
El Cigarralejo: 2 ejemplares o más, muy fragmentados (59).
Cabecico del Tesoro: 1 ejemplar, representado por un fragmento
muy incompleto (60).
(56) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 2. p'p. 258·267.
ALMAGRO GORBEA: Op. cita. en laa notaa 12, 14, 48, etc.
ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 24, en prenea.
ALMAGRO GORBEA y RAMOS PERNANDEZ: Op. cit. en la nota 24, en prenea.
(li7) ~oz AMILIBIA: Op. cita. en la nota 17.
(58) LILLO CARPIO: Op. cit. en la oota 18.
(59) CUADRADO DIAZ: Op. cit. en la nota 28, páp. 263·264, fra¡mentoe 1 a li. Se¡J6n observación pereonal, oorreepcmden a un mfnimo de doe monumentoe a juqar por la diferente moldura di loe
filetea de 8 y 10 c:ma. de altura. Acradecemoa a Emeterio Cuadredo la botpitalidad y ayuda dadaa para
el anüiala de eltoa fra¡mantoa.
(60) G. NIETO GALLO: «La necrópolis hilpmica del Cabec:ico del Teeoro, Verdolay (Marcia),.,
Actaa de m Congreso Arqueol6gico del Sudeste Espeflol (Murcia, 1947), Zarqoq. 1948, P4 179,
lám. 133.
-214-
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LAS «DAMlTAS DE MOGBNTib
17
De estos pilares-estela, el de Coimbra del Barranco Ancho ofrece
las golas decoradas con figuras masculinas, al parecer yacentes, lo que
hizo suponer que la posición de este sillar correspondía a un plinto
más que a un remate en gola de un pilar-estela (61), pero su semejanza
en estructura y disposición con los monumentos de tipo «Corral de
Saus» obligan a suponer que todos ellos, según se deduce de las mejor
conservadas, eran de una tipología muy similar. Por este motivo se
pueden interpretar los fragmentos, muy mal conservados, hallados en
la necrópolis de El Cigarralejo y Cabecico del Tesoro, cuya identificación con este tipo de pilar-estela parece suficientemente segura. Con
ello se precisa una dispersión de estos pilares-estela muy concentrada
en el triángulo de Mula-Murcia-Jumilla con el ejemplar extremo de
Corral de Saus en el Corredor de Montesa que permite suponer una
dispersión originaria algo mayor. Este reducido grupo de pilaresestela tipo «Corral de Saus» es seguro, por tanto, que se ampliará en el
futuro con nuevos hallazgos, lo que permitiría explicar mejor el origen
de la gola del monumento toniforme de Alcoy (62), decorado igualmente con figuras femeninas en la gola, evidentemente inspiradas en
la de estos pilares-estela para las que constituye el más próximo paralelo y un indicio de su mayor difusión.
Estas golas decoradas con figuras en alto relieve resultan un elemento muy peculiar y que por ahora debe considerarse plenamente
ibérico. La gola resulta un elemento característico de la arquitectura
ibérica cada vez mejor documentado (63) y cuyo origen egipcio (64) a
través del mundo fenicio está suficientemente demostrado (65). Pero
la decoración de la gola con figuras humanas es una característica de
las golas ibéricas que plantea cierta dificultad para la explicación de
sus orígenes pues no se conocen ejemplos fuera del ámbito
ibérico.
Ya se ha señalado (66) cómo este elemento recuerda la organización del dintel del templo de Prinias (67), decorado con figuras feme{61) M~OZ AMlLIBIA: Op. cit. en la DOta 17, segunda, pág. 742.
{62) M ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 16.
{63) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 6, en segundo lugar, páp. 408-410.
M ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la DOta 16, páp. 188-190.
M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 2, págs. 248-268.
{64) G. JEQUIER: «Manuel d'Archéologie Egyptienne, L Lea 6~menta del'architecture», Paria,
1924, p6¡. 74.
J. VANDIER: l\Manuel d'Archéologie Egyptienne, n, 2», Paria, 1964.
{66) P. WAGNER: I
{66) M ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la DOta 15, P4 261 y a.
{67) L PERNIER: «Templi an:haici aulla Patala de Prinlu». Ann. Scuola ArcbeoL di Atana, 1,
1914, pi¡. 19 y fic. 46.
- 215-
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M. ALMAGRO.GORBEA
18
ninas contrapuestas en disposición longitudinal, semejante por tanto a
los de las golas ibéricas. El claro carácter orientalizante de este templo
griego tan arcáico hace pensar en que sigue prototipos de la arquitec"
tura oriental, tal vez vigas de madera esculpidas que decoraran los
techos, dinteles de puertas y tal vez las golas dispuestas sobre éstas.
Lo que sí se documenta en la arquitectura fenicia es la existencia de
golas y dinteles decorados con urei {68) y discos alados (69), siguiendo
la tradición egipcia {70) que influyó en este punto, también en la aqu8"
ménida (71) y púnica {72).
Por tanto, a través de la arquitectura fenicia pudo llegar esta idea a
la arquitectura ibérica que la utilizó y desarrolló con personalidad p~
pia, de forma paralela a los influjos que la arquitectura fenicia ejerció,
durante e1 Periódo Orientalizante, en la arquitectura arcaica griega
y etrusca.
En es~ sentido también conviene tener pres-ente como en la
Arquitectura etrusca del Periódo Orientalizante, al configurarse ésta
en el siglo
a. C. adoptando elementos técnicos como las cubiertas
de teiTacota, asimila en su decoración una tradición de frisos decorati"
vos con figuras dispuestas bajo una moldura de sima con lengüetas
(73) cuyo perfil transparenta su procedencia de las golas con baquetón
de la arquitectura oriental, probablemente fenicia. Estas simas con
perfil de gola de teiTacota, en su desarrollo ulterior, llegan a ofrecer
figuras en alto relieve como sucede en algunos tímpanos de templos
(7 4), y en algún caso, como en Arezzo, ya en el siglo V a. C., las figuras
ocupan la gola (7 6) convirtiéndose de hecho en elementos decorativos
de la misma {76).
vn
(68) E . RENAN: t
WAGNER, Op. cit. en la nota 66, lAme. 16, 17, 3, 86, 88, 1, etc.
(69) WAGNER: Op. cit. en la nota 66, láma. 2, 6, 10, 16, 17, etc.
(70) Vid. Op. cita. en la nota
N . DE. G. DAVIES: «'The Rock Tomba ot El Amama», n, 190., lám. 32 y otraa.
(71) D. STRONACH: «Paaegardae», Oxford, 1978.
(72) A. LEZINE: «Architec:ture PuniCJ.Ut!», Tunia, 1962, pág. 38 y a.
(73) F . RAKOB: «Numidiache Kllñiparchitelrtur in Nordalrlka». H . G. HORN y C. B. RÚGER
London, 1921.
A. ANDREN: «OaaeJVUioni sulle terracotte architettoniche etru.eco-italicbe», Op. Rom. vm,
1, Lund. 1971.
.
(7• ) A. MINTO: «Problami lUDa decorazione coroplutica nell'architettura del templo etruaco»,
Studi Etruachi, 27, Firenze, 1963, pág. 9 y a., fi¡a. 23-31.
A. BOETHIUS y J . B. W ARDS.PERKINS: «Etruacan end Romen Alclútetture», Harmouwortb, 1970, flg.
(76) G. MAETZKE: «Terracotte architettoniche ecoperte ad Arezzo», Boll d'Arte,
1949,
pág. 261.
(76) R. BIANCln BANDINELLI: «Etroechi e itallci prima del dominio di Roma», Roma, 1973,
fig. 266.
6•.
2•.
a•.
-216 -
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LAS «DAMITAB DE MOGENTE,.
19
Por ello esta tendencia a las golas decoradas con figuras humanas
puede evidenciar un desarrollo o en todo caso una idea de la arquitectura orientalizante arraigada en el Mediterráneo Occidental, que perduro en la Península Ibérica y tal vez en Etruria, aquí en todo caso
asimilada a los frisos de terracota corridos, pero que no se documenta
en el ámbito estrictamente púnico {77), al menos en la época helenística bien documentada por los monumentos númidas (78), tal vez por
haber desaparecido pronto o por no haberse llegado a utilizar.
También es muy peculiar la disposición del baquet6n que se caracteriza por las ovas invertidas con ranura central y por la superposición
de dos filas de ovas. Las ovas invertidas con ranura central no son
excepcionales en la arquitectura ibérica (79). Este mismo tipo de ovas,
también invertidas, pero más toscas, aparece en el sillar Corral de
Saus 7 (80), interpretable como resto de otro baquet6n semejante del
mismo taller pero de factura mucho más descuidada por ser una imitación de la pieza aquí estudiada. Ovas con ranura central pero en disposición normal son las que presenta el filete de la gola del pilar-estela de
Monforte del Cid cuya calidad evidencia que se trata de un mQnumento con claros influjos helénicos (81).
La fila de ovas inferior, en posición normal, es bastante más frecuente pues se conoce en Corral de Saus 6 (82), Monforte del Cid
(83), Alcudia 10 (84) y El Molar (85) a los que se podría añadir otros
casos en que este elemento decorativo se asocia a contarlos (86) por
lo que resulta ya algo diferente de este caso y más próximo a la arquitectura jonia de la que razonablemente se ha considerado derivada
(77) LEZINE: Op. cit. en la nota 72.
(78) F. RAKOB: «Numidiache KOnigaarchitektur in Nordatrika». H. G. HORN y C. B. RÜGER
(Ed.) «Die Numlder», Bonn, 1979. p6ga. 119-171.
(79) Podemos aeflalar loa caaoa de Alcudia 7 (M ALMAGRO GORBEA, Op. cit. en la nota 2, páJ.
262); Cabecloo del Tesoro (M. ALMAGRO GORBEA, Op. cit. antea,lám. 84 b); El Ciprralejo (CUA·
DRADO DIAZ, Op. cit. en la nota 28, lám. 27 4, 6); etc.
(80) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 2, pág. 268, nota 486.
FLETCHER VALL8 y PLA BALLESTER: Op. cit. en la nota 2, («Reatos eacult6riooa... »),
pág. 68, ti¡. 6.
(81) M. ALMAGRO GORBEA y RAMOS FERNANDEZ: Op. cit. en la nota 24.
(82) APARICIO PEREZ: Op. cit. en la nota 1, en 61timo lugar, pág. 23.
(83) Vid. supra, nota 81.
(84) Conservado en el Muaeo de L. Alcudia, lo oollSideramoa pricticamente in6dito. M. ALMA·
GRO GORBEA, Op. cit. en la nota 2, pág. 255.
(86) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 2, pág. 266.
.omo en Loa Nietos (M. ALMAGRO GORBEAy CRUZ PEREZ, Op. cit. en la nota 48, flga. S
(86) C
y 4) o en eliJano de la C.onaolacl6n (M. ALMAGRO GORBEA, Op. cit. an la nota 2, páJ. 252).
-217-
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20
M. ALMAGRO-GORBEA
(87). Incluso en algún caso las ovas se decoran con elementos pseudovegetales (88) siguiendo un claro estímulo del gusto ibérico.
La disposición de la doble fila de ovas sí que es singular pues sólo
se conoce un paralelo en la arquitectura ibérica, es el monumento de
El Prado (89), de Jumilla, de características tipológicas y estilísticas
muy próximas al de Corral de Saus. Este hecho permite pensar que
puede tratarse de la iberización de una decoración arquitectónica de
gusto barroquizante cuyo orígen parece rastrearse en ciertas bases
decoradas neohititas (90) cuya temática ofrece un desarrollo ocasional
en el ámbito griego arcaico del Asia Menor (91) de donde acabaron
pasando a los cimacios clásicos (92).
Muy interesante es el análisis del orígen de esta moldura de ovas
del monumento. En primer lugar, este detalle evidencia cómo Corral
de Saus constituye una réplica del monumento de El Prado, dada la
igual función e idéntico esquema decorativo de ambos y la mejor calidad que ofrece El Prado. Esta dependencia estilística de Corral de
Saus respecto a El Prado plantearía, por tanto, el problema de una
posible posterioridad teórica.
La concepción del pilar con ovas en su parte superior, como ofrece
con toda seguridad El Prado, hace pensar en los pilares de algunas
estelas áticas de tipo 1 e rematadas por lengüetas de concepción muy
próxima a las ovas de estos elementos (93). Estas estelas, fechadas
hacia el tercer cuarto del siglo VI a. C., evidencian cómo el prototipo
orientalizante de estas estelas (94) comienza a ofecer una elaboración
plenamente griega caracterizada por voluta. y lengüetas que sustitus
yen la gola puramente orientalizante de los tipos 1 a y 1 b, correspondientes a la primera mitad del siglo VI a. C. (95).
(87) A. GARCIA BELLIDO: «Arte lb6rico» en «Hlatoria de Eapa11a11 diri¡ida por R. MENEN·
DEZ PIDAL, I. S, Madrid, 1964, p6p. 437-438.
(88) Como en Alcudia 1 y 2 (M. ALMAGRO GORBEA, Op. cit. en la nota 2, p6g. 260, fig. 12, 16111.
34 a) o Cabecico del Teaoro 2 (ALMAGRO GORBEA, Op. cit. antea, P4 267).
(89) LtLLO CARPIO: Op. cit. en la nota 18.
(90) E . AKURGAL: «Orient et Occident», Paria, 1969, J)Ac. 80 y a. y fip. S0-46.
(91) B. WESENBERG: «Kapitelle und BIIHJl)t (Beiheftte Bonner Jhr. 82), Duaeeldorf, 1971,
16m. 1626.
A. AKURGAL: 41, Anlwa, 1988, páp. 79-99 y fip. 68-88.
(92) L. T. SHOE: «Promea of Greek Mouldinp», Cembrid(e, Ma81. 1986.
G. GRUBEN: «Naxoa und Paros l>t, AA. 1982, P4 174 y a. fip. 18, 27, 30, etc.
G. GRUBEN: 4
(93) RICHTER, Op. cit. en la nota 46, núma. 87, 42 y 44, tira. 108 y 128.
(94) RICHTER: Op. cit. en la nota 46, p6g. 27.
(96) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 12, páp. 16 y a.
- 218-
[page-n-227]
LAS «llAMITAS DE MOGENTE•
21
Otro elemento característico es la superposición de fr&Iijas de
ovas. Una fila de ovas infrapuestas a un cimacio jónico con ovas invertidas ofrece Corral de Saus; El Prado, a esos dos elementos, se infrapone un contarlo y otra fila de ovas que aparecen labrados en la parte
superior del pilar.
Esta superposición de molduras decorativas es característica de la
arquitectura jonia, donde se aplica para adornar cornisas de edificios
monumentales, siendo particularmente evidente en los capiteles de
antas jónicos (96) y en alguna otra ocasión (97) y cuyos prototipos se
forman a lo largo del siglo VI a. C. (98) si bien la composición citada de
los ejemplares ibéricos no permiten una comparación concreta con
ninguna escuela ni ejemplar determinado.
Más significativa parece ser la asociación de las ovas partidas cuyo
perfil y estructura tan próximo queda al origen del cimacio lésbico. En
estos destaca el detalle, relativamente poco frecuente, de la ranura
central en lugar del resalte que suele ser más característico (99). Este
detalle se conoce en el ámbito de la arquitectura eolio-focense (lOO)
de donde debió llegar a la Sicilia Oriental (101) donde también aparece debiéndose explicar su origen como un claro influjo focense
(102).
En Sicilia, la evolución de estos elementos ofrece una tendencia a
pasar el astrágalo de la parte superior a la inferior de las hojas tras la
época arcáica, (103) y en cuanto a la forma de éstas se tiende a formas
cada vez más sinuosas y con el elemento intermedio más desarrollado,
lo que hace suponer que los ejemplares ibéricos derivan de un tipo
todavía arcáico. Este hecho y su forma estrechamente asociada a la de
la ova jónica, no permite pensar que esta moldura ibérica proceda
(96) SHOE, oot. cit. en la nota 92, págs.. 174-175, !Ama. 6 y 7.
P. COUPELy P. DEMARGNE: «Fouillea de Xantoe, m. Le Monument dee N6ridea. L' Al'Chitecture», Parle, 1969, p6ga. 111 y a.
(97) GRUBEN: Op. cit. en la nota 92.
(98) WESENBARG: Op. cit. en la nota 91.
AKURGAL: Op. cit. en la nota 91.
(99) C. WEIKERT: «Du leebieche Kymatíon», Leipzi(, 1918.
J. GAUZERT: ccZur Entwiclung leabiacher Kyinalionfonnen», Jd. I, 98, 1988, P4 123 y a.
(lOO) J... KJELLBERG: «Die architektoniachen Terrakoten. Lariaa am Hermoe Illt, Stockholm,
1940. }j'IDI. 60 y 68.
R. MARTIN: «L'Architecture arcbal'que de Tuoa et l'Anatolle11. MQan¡ee Manee1. I,
Ankara. 1974, págs.. 466 y • .
(101) G. VALLETyF. VILLARD: «Mepl'81Jyblaea4. LetempleduiV u. Paria, 1966, ~ 66
y ..
92 y 9 • .
(102) MARTIN: Op. cit. en la nota 100, P4 .Sl.
(103) E. LANGLOTZ: «Die Junat der Westgriechea», Milnchen. 1963, pq. 87, IAm. 129.
ama.
-219-
[page-n-228]
22
M. ALMAGRO-GORBBA
directamente de los paralelos arcaicos magnogrecos y menos de los
posteriores que perduran hasta época de Hieron 11 pues éstos ofrecen
una clara línea evolutiva diferente {104).
Por ello cabe suponer como más lógico la derivación de este elemento ibérico de tradición arcaica vinculada lógicamente al ámbito
eolio-jónico que representa Focea y que en estos elementos ofrecerla
uno de los testimonios de su influjo en el ámbito arquitectónico paralelo al ya bien documentado y aceptado en el ámbito escultórico (105).
Estos influjos ya documentados en el Mediterráneo Occidental en
Massalia y Sicilia (106), se ven ahora atestiguados y demostrados en la
arquitectura monumental funeraria ibérica. Su cronología, por tanto,
podría colocarse en relación con el memento de máxima expansión del
influjo focense en Occidente a partir de mediados del siglo VI a. C.
{107), si bien este elemento creó tradición y perduró en el ámbito ibérico hasta fechas mucho más avanzadas siguiendo sus propias
partes evolutivas.
Mayor interés si cabe presenta el análisis estilístico de las figuras
de este monumento.
Las figuras de las «Damitas de Mogente» dentro de su gran personalidad y de su original disposición, se pueden relacionar por su estilo
con algunas de las piezas más notables del Arte Ibérico. En primer
lugar, hay que señalar su semejanza fonnal y del tocado con una
cabeza procedente de la necrópolis de El Cigarralejo (108) que por
ser, al parecer, exenta, no parece corresponda ala gola de uno de estos
monumentos de tipo «Corral de Saus», pero que ofrece un estilo aún
más vivo y directo. Más difícil es la comparación con otros fragmentos
de figuras femeninas de gola, como las de el Cigarialejo, El Prado o
Cabecico del Tesoro (109), por desgracia todas muy incompletas para
examinarlas en conjunto, si bien destacan detalles iconográficos, como
las manos alargadas a lo largo del cuerpo y sujetando símbolos funera-
(104) VALLET y VILLARD: Op. cit. en la nota 101, p6ga. 68-67.
(106) E . LANGLOTZ: «Die lrulturelle und kün.stlerfache Hellenlaierung der Küaten dea Mittelmeerea durch die Stadt Phokaia,., KOln, 1986.
MARIN: Op. cit. en la nota 100, p6g. 461.
(108) LANGLOTZ: Op. cit. nota anterior.
VALLET y VILLARD: Op. cit. en la nota 101.
(107) M. ALMAGRO GORBEA: «Le "colonizaci6o" focenee en la Pen!naula IWrlca. Estado
actual de la cueati6P, PU'-Paa. 104-107, 1982, P4 482 y a.
(108) CUADRADO DIAZ: Op. cit. en la nota 28, l6.m. 17, 1-8.
(109) CUADRADO DIAZ: Op. cit. en la nota 28, l6ma. 14 y lli.
LILLO CARPIO: Op. cit. en la nota 18.
NIETO GALLO: Op. cit. en la nota 80, l6.m. 183.
-220-
[page-n-229]
LAS «DAMITAS DE MOGENTE»
23
rios como palomas o granadas, las largas trenzas colgantes circulares,
cinturones, etc., que evidencian su correspondencia a un mismo
esquema iconográfico (110). Entre otras esculturas en piedra ibérica.s,
se aproxima a las figuras de esfinge arcaicas, como las de Haches
(111), que ofrece ciertas semejanzas por su peinado de dos trenzas,
sus rasgos arcaicos, y la cierta tosquedad en el tratado de las pupilas.
Las esfinges de Agost son ya de superior calidad (112). Lo mismo cabe
decir respecto a la cabeza de Koré o esfinge procedente de Alicante
(113) cuyas ondas del pelo pueden ser un eco de los grandes rizos de
estas figuras, pero cuyo estilo es mucho más fino, indicando un taller
de mejor calidad y más evolucionado.
Dentro de este marco estilístico, la falta de otras esculturas humanas en piedra directamente comparables a estas figuras de Corral de
Saus, puede suplirse por una serie de exvotos ibéricos de bronce que
tanto desde el punto de vista del vestido y del tocado como del estilístico denotan una estrecha relación, hasta ahora nunca seftalada (114).
Esta serie de exvotos de bronce fue considerada «subdedálica» por
Nicolini (115), denominación que se debe considerar con gran prudencia para no crear equívocos. Se caracteriza por figuras de hombres y
mujeres de aspecto muy arcaico. Las figuras femeninas llevan túnica
larga, que sólo deja ver los pies, con un fuerte y ancho cinturón, un
señalado escote rectangular, y mangas cortas y ofrecen los cabellos
recogidos en dos largas y gruesas trenzas. A las coincidencias señaladas se pueden añadir otros detalles como la concepción frontal de las
figuras, el duro tratamiento de los rasgos faciales, las cortas mangas,
los cinturones muy marcados, los rizos u ondulaciones del pelo sobre
la frente e, incluso, los extremos abultados de las trenzas que recuerdan los anillos que aparecen en Corral de Saus, etc., (116). Por ello la
(110) M. ALMAGRO GORBEA: «Plafúderaa en la iconografla ib6rica», Hom~e a 86enz de
BUl'WI¡a, Badajoz, 1982, p6p. 27• y a.
(111) T. CHAPA BRUNET: «La eaftnge en la pláetica ib6rica.», Trab~oe de Prebietorioa, 87,
Madrid, 1980, p6g, 818 y Jám, 6.
(112) T. CHAPA BRUNET: Op. cit. en la nota anterior, pág. SU y 1ám. S, 1 y 2.
(118) A. GARCIA BELLIDO: «Una cabeza íb6rica, arcaica. del eatllo de las korai attlcaa», Archivo
Eepaftol de Arte y Arqueolo¡ía, XI, Madrid, 1985, p6gs. 165-178.
A. BLANCO FRELJE.mO: «Die Kla.asiacben Würzeln der iberilchen Kunet», Madrider Mit.teO
u.n¡en, 1, Heidelberg, 1960, 1)6¡. 112 y Jám, 21.
E. LLOBREGAT CONESA: «C.onteatania ibérica», Alicante, 1972, p6¡. H6 y 1ám. • •
(11•) G. NICOLINI: «Broncee íb6ricoe», Barcelona. 1977, p6ga. •s y • 7.
F. ALVAREZ OSSORIO: «Catálogo de loa exvotos de bronce íb6ric:oe del MUHO Arqueológico Nacional», Madrid, 19.1, 1ám& 1, 2-6 y 2, 1-2.
(116) G. NICOLINI: «Quelquee aepecta du probJ.eme des origiDee de la toreutique iberique»,
Ampuriu, as-•o. Barcelona. 1978, p6p. • 78-180.
(116) Op. cita. en la nota 1U.
NICOLINI: Op. cit. en la nota 115, tip. 18 y 19.
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LAS «DAMITAS DE MOGENTE»
26
aparente relación de las figuras de Corral de Saus con esta serie de
exvotos ibéricos parece un dato importante para su orígen y
cronología.
La citada serie de exvotos de bronce ha sido considerada por
Nacolini como de influjo dedálico y fechada en la primera mitad del
siglo VI a. C. (117). Aunque no parece aceptaole una relación con la
escultura dedálica, sí que es evidente que dichos exvotos ofrecen elementos estilísticos evidentemente anteriores a los exvotos ibéricos
con influjos más evolucionados de la plástica arcaica greco-oriental
(118) cuya fecha se debe situar hacia la segunda mitad del siglo VI a.
C. avanzado. En consecuencia, este tipo de exvotos paralelizable con
Corral de Saus debió originarse en fecha anterior, en tomo a la mitad
de dicho siglo, tal vez en relación con los primeros influjos artísticos
griegos que se extienden desde las costas de la Península Ibérica (119)
y anteriores a la aparición de las primeras figuras de exvotos con dia-·
dema (120) que suponen una primera introducción de la moda de vestir jonia que caracterizan los exvotos del arcaísmo rmal (121), si bien
estas figuras aún mantienen detalles más antiguos como el ancho y
marcado cinturón orientalizante, por lo que no se deben fechar lejos
de mediados del siglo VI a. C.
De este modo la evolución estilística parece confirmarse en la de la
moda de vestir (122). La indumentaria de las <
es claramente diferente de la habitual de las damas ibéricas de la
región contestana (123), bien documentada a partir del segundo
cuarto del siglo V. a. C. en que se debe colocar la Dama de Elche (124)
(117) NICOLINI: Op. cit. en la nota 115, pég, 480.
(118) E. KUKAHN: «Unu relaciones especiales entre el arte oriental grieeo y el Occidente», Simpoeio Internecional de Coloniucionea (Barcelona, 1971), Barcelona, 1974, páp. 121 y a.
E. KUKAHN: «Zur FrObpbue der Iberiachen Bromen», Madrider Mittenun¡en, 8, Heidelberg, 1967, pége. 162 y a.
(119) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 107, pége. 488 y a.
(120) NICOLINI: Op. cit. en la nota 115, pég. 481, fi.g. 24.
(121) ALVAREZ OSSORIO: Op. cit. en la nota U,, Uma. 8, 4; 5, 1-6; 6, H y 8.
KUKAHN: Op. cit. en la nota 118, pág. 65, fig. 26 c..
NICOLINI: Op. cit. en la nota 116, péga. 480 y 481, fip. U y 26.
(122) Vid. eupra. nota 118.
(128) Sobre este intereADte upecto de la Cultura Ib6rica, S. HENNING: dA vitement, la colffure et la parure dee etatuee f6menines ib6riquea en pierre 6 l'age du fev>, Ll~ge, 1971 (texto
xerocopiado).
BANDERA ROMERO, M.• L.: «El atuendo femenino iWrico, I» Habia, 8, Sevilla, 1977,
p6p. 268-297.
BANDERA ROMERO, M.• L.: «El atuendo femenino iWrico, JI», Habia, 9, Sevilla, 1978,
p6ga. 401-440.
LLOBREGAT C'ONESA: Op. cit. en la nota 113, p6g. 200.
(12• ) E . KUKAHN: 4
- 223-
[page-n-232]
26
M. ALMAGRO-GORBEA
y cuyos precedentes se deben considerar algunos exvotos ibéricos
fechables a partir de finales del siglo VI a. C (125). Esta diferencia sólo
puede explicarse por su anterioridad como confirma el destacado
papel del cinturón ancho y señalado (126) o el detalle del colgante circular que ofrece la figura del fragmento menor (127), o incluso el peinado de gruesos rizos y largas trenzas, características del alto
arcaismo griego (128).
En este mismo sentido, los fuertes plegados de los paños que ofrecen estas esculturas de Corral de Saus frente a sus paralelos de bronce
no debe extrañar, pues pueden explicarse por el mayor tamaño de la
escultura y, en todo caso, ofrecen una rigidez y simetría que contrasta
con el tratamiento de los paños del arcaísmo final que incluso perdura
en las estilizaciones de aspecto arcaizante tan características de la
escultura ibérica posterior.
·
El orígen del estilo de estas figuras no es fácil de precisar. Ofrecen
una mezcla de elementos orientalizantes, como el cinturón y los colgantes circulares, con otros de sabor griego arcaico, como el peinado,
los pliegues de la túnica o el tratamiento de los rasgos de la cara. Por
ello tal vez lo más prudente sería considerarlas como reflejo de los
influjos de la plástica greco-oriental anterior al arcaismo final cuyos
reflejos, bien atestiguados en otras obras de bronce y piedra· del Arte
Ibérico, no parecen apreciarse en el modelo de estas figuras, que debe
en consecuencia ser anterior.
Esta hipótesis convendría perfectamente a la asociación de las
«Damitas de Mogente» a un elemento tan orientalizante como la gola,
asociación extraña en la plástica griega y que se explicaría por ser una
creación ibérica que debió alcanzar gran éxito, como evidencia que
hayan llegado hasta hoy un número relativamente elevado de pilaresestela de tipo Corral de Saus, esto es, con figuras en la gola, alcanzando su influjo a monumentos torriformes posteriores, como el de
Alcoy, último eco de esta creación.
(126) E . KUKAHN: Op. cit.' en la nota 118, en ae11Jndo lu¡ar.
(126) J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ: t
al profeaor Martín Almagro, U, Madrid, 1983, p6ge. 411-420.
Para su difuai6n en la Iberia orientalizente, M. ALMAGRO GORBEA, Op. cit. en la nota 2,
p6p. 223 y 224. y
A. GONZALEZ PRATS: «Estudio arqueológico del poblamiento enti¡uo de la Sierra de Crevlll.ente», Alicente, 1983, p6ga. 173 y e.
(127) J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ: «Tarteaeoa y loe ori¡ene1 de la colonisacl6n fenicia en
Occidente», 2.• ed., Salamanca, 1976, lAma. UV, LXXXIX, B; CXXV-CXXVII, etc.
A. GONZALEZ PRATS: «El teaorillo de tipo orientalizante de la Sierra de Crevillente»,
Ampuriaa, 38-40, Barcelona, 1978, pág. 366 y fip. 3 y 6.
(128) Vid aupra. notaa 111, 114 y 116.
-224-
[page-n-233]
LAS «DAMITAS DE MOGENTE»
27
Esta hipótesis permitiría, desde el punto de vista estilístico, considerar a estas piezas como una genuina representación de una etapa
inicial del Arte Ibérico caracterizada por un fuerte sincretismo de elementos orientales de orígen fenicio y los primeros influjos plásticos
greco-orientales, estructurados con plena madurez y perfecto desarrollo de la actividad creadora ibérica.
Dentro de esta hipótesis de trabajo es obligado replantear la cronología de esta pieza. La inexistencia de elementos del arcaismo
reciente obligan a una fecha teóricamente anterior al final del siglo VI
a. C. Los plegados que se advierten en el vestido de las figuras pudieran ser el resultado de las mayores posibilidades que ofrece la escultura en piedra sobre los exvotos de bronce que constituyen sus más
próximos paralelos o, incluso, se podrían interpretar como un influjo
inicial del arcaísmo final. Pero en uno y otro caso, parece que los argumentos existentes para fechar la creación de esculturas obliga a
situarla antes del último cuarto del s!glo VI a. C., tal vez hacia el
segundo tercio del mismo por fijar una cronología, aunque esta sea a
modo de hipótesis que sólo futuros hallazgos y nuevos estudios permitirán precisar.
Esta precisión cronológica exige ser contestada con los también
inciertos datos que se puede obtener para los restantes monumentos
que forman este tipo de pilar-estela.
En El Cigarralejo y Cabecico del Tesoro, sólo se puede valorar el
contexto de reutilización de las piezas en tumbas del siglo IV a. C., lo
que constituye sólo un término ante quem insuficientemente preciso.
El monumento de Coimbra del Barranco Ancho, a parte de sus
contextos arqueológicos que corresponde a una fecha semejante,
ofrece figuras de guerrero que aunque muy mutiladas, se caracterizan
por su calzón corto, camisa ajustada y ancho y señalado cinturón. Esta
moda de vestir se inicia en el Período Orientalizante, como evidencia
Pozo Moro (129), y perdura entre los exvotos ibéricos de bronce que a
menudo ofrecen características semajantes (130), pudiéndose fechar
desde el siglo VI a. C. y a lo largo del V a. C. hasta desaparecer tal vez ya
en el IV a. C. (131).
El monumento de Coimbra de Barranco Ancho estuvo rematado,
tal vez, por una figura de toro en pie con los pliegues del cuello bien
señalados por líneas paralelas y un buen tratamiento plástico de los
volúmenes característicos que ofrecen otros toros ibéricos {132) como
(129) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 2, Um. 23, etc.
(130) ALVAREZ OSSORIO: Op. cit. en la nota 114, 1áma. SS y a.
(131) NICOLINI: Op. cit. en la nota 114, págs. 50. 88, 96, 98, 100, etc.
(132) T . CHAPA BRUNET: 4
dad Complutense, 2 vola. Madrid, 1980.
-225-
[page-n-234]
28
M. ALMAGRO-GORBEA
el toro de Monforte del Cid que refleja un claro influjo de la plástica
zoomorfa griega del Arcaismo Final fechable en tomo al 500 a. C.
(133}. Por ello, la cronología de este monumento, no parece que en
principio se deba rebajar más allá del siglo V. a. C. y aún se deberla
precisar en la segunda mitad del siglo IV a. C. si al mismo monumento
correspondiese el pilar o cipo con figuras (134}, lo que no tiene que
darse por demostrado.
El monumento de El Prado ofrece cuatro figuras femeninas de
mayor movimiento que las de Corral de Saus. Una de ellas ofrece además una túnica con pliegues verticales semejante a la de una de las
figuras del monumento de Alcoy (135} y otra el ancho cinturón reforzado con una cinta externa que vemos en los guerreros del heroon de
Obulco (136) y en un exvoto de Despeñaperros (137} de estilo muy
próximo al citado conjunto escultórico, fechable como él hacia el
segundo cuarto del siglo V. a. C.
El movimiento de las figuras de El Prado, con las piernas bien
diferencidas y el cuerpo curvado podría ir bien en la cronología citada,
aunque su mal estado de conservación no permite mayor precisión
estilística. En todo caso, es necesario mantener la reserva que supone
la mejor calidad escultórica de El Prado y tal vez de El Cigarralejo respecto a Corral de Saus, dato especialmente evidente en los baquetones de ovas y que hace muy delicada la labor de comparación y
seriación de todos los monumentos de este tipo, pues el mayor
arcaismo aparente de Corral de Saus podría explicarse mejor como
obra de un artesano de taller periférico o de menor pericia escultórica,
en todo caso derivada del prototipo de El Prado, tal vez ya dentro del
siglo V. a. C.
A una fecha posterior, de pleno siglo IV a. C., se debe atribuir el
monumento de Alcoy (138). En este caso ya no se trata de la gola de un
pilar-estela sino de una sepultura torriforme, pero su interés estriba en
evidenciar la ulterior evolución de este elemento decorativo que
podría considerarse como la última derivación del prototipo
arcaico orientalizante.
(133) M ALMAGRO GORBEA y-RAMOS FERNANDEZ: Op. cit. en la nota 2•.
(13') R. OLMOS ROMERA: «El entorno p6ntico y la PeDÚIIula Ib6rica», Archeolog{a. 1986,
en prensa.
(136) M ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 16, f!p. 1 a 3.
(136) J. GONZALEZ NAVARRETE y A. BLANCO FREIJEffiO: «Lea eeculturaa de Pon:una
(Ja6n)», en A. GARCIA BELLIDO: «Arta Ibérico en Eapat¡a», Madrid, 1980, p6p. 73-78.
(137) ALVAREZ OSSORIO: Op. cit. en la nota 11,, n6m. 2377.
NICOLINI: Op. cit. en la nota 131, pi(L 168 y 169.
(138) M ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 16.
-226-
[page-n-235]
LAS «DAMITAB DE MOGENTB»
29
Un origen y cronología no alejada de la propuesta pero de pleno
siglo VI a. C. se debe atribuir a la figura de sirena (139), si bien la pertenencia de esta escultura al monumento no sea del todo seguro. Ya
Fletcher (140) apuntó acertadamente la rareza de esta representación
mitológica en la Península Ibérica y su carácter exótico en el ámbito
ibérico. Al paralelo de bronce de Rafal del Toro, en Menorca (141),
hay que añadir otra pieza de bronce procedente de las Necrópolis de
Ampurias (142) y varias representaciones vasculares (143) que indican que estas figuras mitológicas, fechables dentro de mundo arcaico
de pleno siglo VI a. C., eran conocidas por los iberos, tal vez desde el
periodo orientalizante.
La sirena de Corral de Saus ofrece un tratamiento volumétrico de
las formas y una estilización del plumaje así como la factura de los
detalles que recuerda particularmente a productos de claro influjo
greco-arcaicos. La anterioridad de la sirena de Corral de Saus a las
esfinges de Agost (144} fechables hacia fines del siglo VI a. C., aparece
evidente, así como a otras figuras aún posteriores, como las del Llano
de la Consolación o Villacarrillo (145) lo que confirmaría una cronología no posterior a mediados del siglo VI a. C. para esta figura.
En esa fecha posterior, tal vez los monumentos funerarios ibéricos
tenderían a sustituir las sirenas por la esfinge, animal que parece
hacerse más habitual en el mundo griego arcaico probablemente con
parecida función y significado ideológico, de animal apotropaico,
defensor de la sepultura y conductor de los muertos (146). Así esta
preferencia por la esfinge podría interpretarse como una prueba más
de la creciente helenización cultural, esto es, de la creciente personalidad de la cultura ibérica a los modos y cambios ideológicos en el
ámbito colonial.
Más problemática, por último, es la atribución a este monumento
de las «Damitas de Mogente» de una bella cabeza decorada con un
alto polos o corona que pudiera ser una cabeza de esfmge (147) y que
(189) CHAPA BRUNET: Op. cit. en la nota 182, pág. 961 y a.
CHAPA BRUNET: Op. cit. en la nota 82, país, 228 y e.
(140) FLETCHER VALLS: Op. cit. en la nota l.
(141) A. GARCIA BELLIDO: «Hiapania Graeca», Barcelona, 1948, 1tm. 29.
(142) KUKAHN: Op. cit. an la nota 118, en primer lu¡ar, pip. 128 y 124.
(143) M. ALMAGRO BASCH: «Ampuriaa», Barcelona, 1961, fig. 56.
G. TRIAS DE ARRIBAS: «Cerámicas griegu d.e la Pe11Ín8ula IWrica», Valencia, 1968,
lAma. 1, 1,; 23; 41, 2; 47, 1; etc.
(144) CHAPA BRUNET: Op. cit. en la nota 111, P4 329.
(146) CHAPA BRUNET: Op. cit. en la nota 111, P4 380.
(146) CHAPA BRUNET: Op. cit. en la nota 82, pa#a. 221 y e.
(147) APARICIO PEREZ: Op. cit. en la nota 1, en 6ltimo lugar, lAma. 10 y 12.
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[page-n-236]
80
M. ALMAGRO-GORBBA
ha sido relacionada con esta sirena (148} e incluso se ha utilizado
para las reconstrucciones de este monumento (149}. Las dificultades
de esta atribución son en parte iconográficas, ya que no es frecuente la
existencia de polos en las sirenas (150), y estilísticas, pues parece más
detallista que las figuras de las «damitas» y de tratamiento más anguloso que el cuerpo de sirena citado. Sin embargo ninguno de estos
motivos es suficiente para su exclusión, quedando únicamente su posible pertenencia al monumento mucho más incierta.
CONCLUSIONES
El monumento de las «Damitas de Mogente», procedente de la
necrópolis de Corral de Saus, constituye sin duda alguna uno de los
restos arquitectónicos más importantes proporcionado por ese rico
yacimiento.
Su análisis pormenorizado permite su reconstrucción como un rico
pilar-estela ibérico por lo que supone una importante aportación al
conocimiento actual de la arquitectura funeraria ibérica dados los elementos técnicos, metrológicos, estilísticos e iconográficos que ofrece.
Especialmente permite identificar una serie de pilares-estela que
hemos denominado «tipo Corral de Saus» caracterizados por ofrecer
la nacela decorada con figuras y que se extendió desde Murcia hasta el
Corredor de Montesa aunque aún es prematuro interpretar si se trata
de obras de un mismo taller o, más probablemente, de un modelo imitado y difundido por su éxito iconográfico y suntuario.
El análisis de sus elementos estilísticos e iconográficos parece
indicar que se trata de una creación ibérica explicable por unos intlÚjos estilísticos greco-orientales sobre un substrato aún próximo al
ambiente orientalizante. La determinación de su cronología plantea
evidente dificultades. La hipótesis más lógica sería la de que representa una de las más antiguas creaciones de la etapa inicial del Arte
Ibérico, caracterizada por el sincretismo de elementos orientalizantes
revitalizados por la introducción de la plástica greco-oriental que
debería fecharse hacia mediados del siglo VI a. C. pero la lograda
aceptación del tipo de monumento y su evidente continuidad dificulta
la asignación de una fecha precisa a este monumento en concreto.
(U 8) CHAPA BRUNET: Op. cit. en la nota 82, pá¡. 283.
(149) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 2, fig. 16.
ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 12, fig. l.
(150) CHAPA BRUNET: Op. cit. en la nota 32, pág. 288, aunque puede conaiderarae como polos
el arranque de la palmeta de la figura de sirena procedente d e E aparta (W. LAMB: «Excavations at
Sparta», A. B. S. A. 28, 1927, lám. 9, 11, y KUKAHN, Op. cit. en la nota 118, fig. 11 c.
-228-
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ANA MARIA MUÑOZ AMll.JBIA
(Murcia)
LA ESCULTURA FUNERARIA DE LA NECROPOLIS DE
COIMBRA DEL BARRANCO ANCHO (JUMILLA, :MURCIA)*
El lugar preeminente que sin duda ocupa Domingo Fletcher en la
investigación del mundo ibérico, justificaría sin duda la elección del
tema en este homenaje que le tributamos. Pero es también un hecho
concreto, el paralelismo entre determinados elementos escultóricos de
la necrópolis del Corral de Saus de Mogente y los de la necrópolis jumillana, lo que me ha movido a traer aquí este tema, con el deseo de dar a
conocer el conjunto de esculturas de esta necrópolis, como anticipo a
la publicación de la memoria de excavaciones y a futuras interpretaciones siempre abiertas.
En estos últimos años el conocimiento de la escultura ibérica funeraria se ha visto enriquecido con descubrimientos insospechados, que
han contribuido a reafirmar la categoría de la escultura ibérica dentro
de la plástica del occidente prerroniano. Es evidente que nada tiene
que envidiar, e incluso las supera en muchos casos, alas producciones
itálicas, etruscas, e incluso grecoitálicas. El porqué se produce este
rico fenómeno artístico en nuestro mundo ibérico y no por ejemplo en
el galo, abierto también tempranamente al influjo colonizador, es una
cuestión sólo explicable en la raíz del propio pueblo ibérico y en su
vieja tradición cultural, que lo hizo capaz de una gran creatividad artís(•) La autora agradece al Dr. Don Pedro Lillo C'arpio los dibujos de cada una de las -piezas.
-229-
[page-n-238]
2
ANA MARIA ~OZ AMILIBIA
tica paralela a otros logros no menos importantes, como es el de una
escritura propia.
La investigación de la plástica ibérica procedente de necrópolis,
ha avanzado mucho estos últimos años, no sólo por nuevos descubrimientos, sino también por trabajos de síntesis dedicados a la escultura
animalística {1) o el estudio de su función y disppsición en los monumentos funerarios (2), con precisiones cronológicas fundamentadas en
datos de tipo arqueológico y no simplemente estilístico como parecía
obligado en muchos casos.
En realidad el planteamiento del estudio arqueológico y no puramente estilístico de la escultura en piedra ibérica se inició con el descubrimiento de fragmentos escultóricos reutilizados en sepulturas
ibéricas, que, lógicamente, son anteriores a éstas. En los años cuarenta, Sánchez Jiménez, en Hoya de Santa Ana; Nieto Gallo, en el
Cabecico del Tesoro; Cuadrado, en el Cigarralejo, plantean la fecha
ante quem para la escultura ibérica reutilizada en necrópolis. Casi al
mismo tiempo, Ramos Folqués hace un planteamiento semejante, esta
vez nada menos que en La Alcudia de Elche, sede de la famosa Dama,
cuya cronología estaba en plena oscilación descendente. Sus argumentos arqueológicos sin embargo no merecieron la debida atención (3), y
todavía actualmente el espejismo del Mediterráneo oriental y el
mundo clásico griego sigue latente, a pesar de la llamada de atención
de varios autores y muy particularmente de Enrique Llobregat (4):
«La evidencia arqueológica nos obliga a postular una indigenidad, una
autoctoneidad para el arte ibérico... comparar la escultura ibérica con
la escultura ibérica o con otras manifestaciones del arte peninsular
coetáneo. A lo sumo con fenómenos periféricos del área clásica, como
sucede con lo etrusco... La escultura ibérica está basada en una voluntad de estilo, aunque haya una elaboración vieja de las corrientes griegas arcaicas, etruscas o fenicias.»
Efectivamente, el mundo ibérico creó una escultura propia en rocas
calizo-areniscas locales elegidas cuidadosamente, mostrando una téc(1) T . CHAPA BRUNET: «La eecultura zoomorfa ib6rica en piedra». Dos volámenea. Univeraidad
Complutenae. Madrid, 1980.
T. CHAPA BRUNET: «La eecultura ib6rica zoomorfa». Dirección General de Bellu Artea,
Madrid, 1986.
(2) M. ALMAGRO GORBEA: d'ozo Moro. El monumento orientalilante, au contexto aociocultural Y aua paral.eloe en la arquitectura ib6ricP, en Madrider Mitteihmgen, 24, páp. 177-293 y 34
lám8. Mains am Rhein, 1983.
(3) A. RAMOS FOLQUES: «Sobre eacultura y cerimica ilicitanaa». Estudios !Wricoa S del Inati·
tuto de Eatudioa Ib6ricoa y Etnología Valenciana. Valencia, 1966.
(4) E . A. LLOBREGAT CONESA: «Conteetanla lb6rica». Instituto de Estudios Alicantino•. Ali·
cante, 1972, p6ga. 160-164.
-230-
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ESCULTURA FUNERARIA DE COIMBRA DE BARRANCO ANCHO
8
nica de talla y modelado verdaderamente notables, sobre todo en
determinadas «escuelas» que algún día podremos precisar mejor, y
que denotan una larga experiencia y no un simple mimetismo, y al
decir una larga experiencia no me refiero a un largo periodo cronológico; bastan cincuenta años o menos para plasmar una creación artística dentro de un estilo surgido en unas determinadas circunstancias
de tipo social. Por ello es muy difícil y sin duda inútil, pretender explicarla simplemente como un reflejo de influencias artísticas externas.
Estas influencias en todo caso, como ocurrió con otros pueblos del
Mediterráneo occidental, produjeron una evolución interna en todos
los órdenes de su vida, abiertos de forma más o menos permeable a los
logros de otras culturas con las que estaban en contacto, pero sólo un
mejor conocimiento del pueblo ibérico, a través de todas las manifestaciones de su propia creatividad, podrá acercarnos a una mejor comprensión de su producción artística, alguno de cuyos aspectos como el
de la pintUra parietal, apenas nos es conocido.
Siguiendo esta línea, al presentar el conjunto de Jumilla, me voy a
plantear una serie de cuestiones de orden cronológico y cultural en
función de los datos arqueológicos aportados por la excavación y por el
estudio de los propios restos ecultóricos.
En enero de 1982, con motivo del XVI Congreso Nacional de
Arqueología, dimos a conooer el hallazgo del cipo decorado con esculturas, encontrado en las excavaciones de la necr6polis en julio de
1981, con simples referencias a las otras piezas (5). Un avance del descubrimiento se dio en la revista «Picacho» de JnmiUa y en el X Congreso Internacional de CPP celebrado en Méjico en 1981 (6), pero son
noticias parciales que justifican el que aproveche esta oportunidad
para completarlas en espera de la publicación de los trabajos realizados hasta ahora en el yacimiento.. Además, las campañas de excavación de 1982 y 1983 permiten encuadrar mejor el conjunto de las
esculturas y relacionarlas cronológicamente con el desarrollo de la
necrópolis desde el segundo cuarto del siglo IV, durante todo el siglo
m a comienzos del Il, ya que aparecieron desplazadas dei monumento
o monumentos funerarios que decoraban inicialmente.
(5) A. M. MtmOZ AMILIBIA: «Cipo funerario iWrico decorado coo eaculturaa». Cr6nice del XVI
Congreso Nacional de Arqueolo&{a (Murcia-Cartagena, 1982), Zaragoza, 1983, p6.p. 741-7-48,
2 lhna.
(6) A. M. MtmOZ AMILIBIA: «Cipo funerario ibérico de Coimbra del Barranco Ancho», en «El
Picacho», revlata de Infonnaci6n local y cultural, núm. 4, Jumilla, aeptiembra de 1981.
A. M. MtmOZ AMII.miA: «Cipo funerario iWrico decorado con NCU!turaa11, en Actu del X
Congreso de la Unión Internacional de Ciencias Pre.h ist6ricu y Protohiat6ricu (Mhico, 1981),
México, 1982, ~ga. 304-305.
-231-
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ANA MARIA MUfilOZ AMILIBIA
El cipo apareció tumbado, apoyado sobre una de sus caras, justo
sobre el borde de un gran empedrado tumular, acompañado de un
fragmento de capitel decorado y de cuatro fragmentos de un toro:
grupa, cuerpo, cuello y morro, este último debajo del cipo. Bastante
desplazado de este conjunto de hallazgos, a un metro y medio de distancia, apareció 'u n gran plinto decorado con guerreros tumbados, muy
deterioredo (láms. VI, 1 y VII, 1 y 2). La localización de los hallazgos
escultóricos se hizo por tanto en dos puntos de la necrópolis, en uno el cipo con los citados fragmentos de toro y capitel juntos y al parecer en relación con un gran empedrado tumular y en otro, el plinto colocado en posición
vertical y no apoyado en su base, entre una serie de piedras sin relación con
las sepul~ 1 y 2 que quedaban por debajo. Todos los fragmentos aparecieron desplazados de su lugar originario, pero sin haber sido reutilizados propiamente en la construcción de otras sepulturas, como
ocurre en necrópolis semejantes. No parece por tanto posible pensar,
en el caso de Coimbra, en una destrucción sistemática de los monumentos funerarios con esculturas y su aprovechamiento posterior
como simple material de construcción, con desprecio a su primitiva
finalidad. Más bien todo induce a pensar en un deterioro natural de los
monumentos, que corresponderían al momento más antiguo y rico de
la necrópolis, hacia mediados del siglo IV, y su abandono en las fases
sucesivas de utilización del cementerio -segunda mitad del siglo IV a
fines del
o comienzos del TI a. C.-, cuando ya al parecer ha cambiado la situación económica y social en cuyo contexto se produjeron.
De momento se ha excavado totalmente el gran túmulo empedrado,
rodeado de un zócalo de piedra, conservado en parte, de unos seis
metros de lado. Este fue bastante destruido con incineraciones practicadas rompiendo el empedrado que originariamente debía de cubrirlo
totalmente; se trata de loculi fechados en el siglo IV, pero también
pequeñas incineraciones en urna protegidas por piedras, que parecen
poder fecharse ya en el siglo
e incluso alguna a comienzos del siglo
II. En 1984 se ha excavado otra sepultura de tipo escalonado de
mediados del siglo IV, que dejaba un espacio libre entre ella y el empedrado tumular en que se apoyaba el cipo. Este espacio fue siendo ocupado sucesivamente por sepulturas con encachado de piedras, en
general con urna, fechables en el siglo m. La fuerte pendiente natural
del área de necrópolis, debió de plantear un problema de arrastre que
obligó a acondicionar el lugar para garantizar la conservación de las
sepulturas que no contaban ~on protección suficiente como en el caso
del túmulo empedrado o la sepultura escalonada bien construida. Esto
hizo que se rellenara el espacio primitivamente libre colocando líneas
de empedrado de forma de tendencia triangular para la retención de la
m
m
-232-
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ESCULTURA FUNERARIA DE COIMBRA DE BARRANCO ANCHO
5
tierra, pero que no forman parte de sepulturas concretas. El plinto de
los guerreros tumbados apareci6 junto a una de estas estructuras de
piedra. Es dificil saber si rod6 por la pendiente y qued6 detenido allí, o
si fue colocado intencionalmente. Por su posici6n parece más probable la primera hip6tesis.
En cuanto al cipo y el resto de las esculturas que le acompañaban,
da la sensaci6n de que fueron colocadas con cuidado, seguramente
después de que cayera del lugar en que primitivamente estuvo emplazado y los fragmentos de toro y capitel sirvieron para protegerlo. Lo
que ya es más dificil es relacionar el cipo con una sepultura concreta. A
título de hip6tesis me inclino a pensar en la sepultura 22, una de las
más ricas de las excavadas en el empedrado tumular. Se trata de un
loculus excavado en la tierra, forrado de arcilla endurecida amarillenta
rojiza que lo cubría totalmente sin protecci6n de piedras. Es de forma
ovalada de 1'25 metros de longitud por 0'80 de anchura y presenta en
su lado oeste una especie de rebanco con dos pequeños nichos de 0'60
y 0'30 metros de profundidad respectivamente. Estaba relleno de
abundantes cenizas acompañadas del f\iuar muy deteriorado por el
fuego y en el fondo gran cantidad de restos de madera carbonizada,
algunos conservando aún su estructura, lo que parece indicar que sirvi6 de bustum la misma sepultura. Entre el ajuar destacamos restos de
armas, entre ellas un soliferrum, una punta de lanza, una cabeza de falcata en forma de caballo, fragmentos de manma de escudo y una
espuela¡ abundantes restos de adorno: un bot6n de plata decorado,
dos pendientes de oro anulares liger$Dlente amorcillados, discos de
bronce con decoraci6n nielada y punzones de hueso decorados y lisos.
Entre la cerámica, un plato de barniz rojo del tipo A de Cuadrado muy
quemado e incompleto, con agujeros de suspensi6n, y dos platos de
cerámica ática de barniz negro también muy deteriorados, fechables
en el segundo cuarto del siglo IV.
El cipo: Hemos denominado así al elemento principal del conjunto,
de forma prismática algo irregular por sus dimensiones: unos 0'93
metros de altura por 0'47 y 0'56 ·en la base y 0'44 y 0'47 en su parte
alta. Tanto la base como la parte alta son planas y disponen de una
perforaci6n circular; son cuadrangulares, con dos lados -algo mayores
que corresponden a dos caras del cipo ligeramente más anchas, las de
dos jinetes¡ de todas formas, las medidas no pueden ser muy precisas
por el estado de conservaci6n de la pieza.
Aparece decorado en sus cuatro caras laterales con temas en altorrelieve, sobre cuya .descripci6n pormenorizada ya tratamos en otro
-233-
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ANA MARIA ~OZ AMILIBIA
6
lugar (7). Es dificil determinar el orden de las escenas representadas,
que creemos guardan una relación entre sí, posiblemente con un sentido narrativo unitario, pero de momento empezaremos por la cara que
representa una escena con dos figuras, una sedente y otra de tamaño
ligeramente menor, de pie, apoyada sobre su pierna derecha y con la
. izquierda ligeramente levantada como en actitud de avanzar algo estereotipada, muy semejante a la de la figura varonil del relieve funerario
de La Albufereta, tan próximo estillsticamente en muchos aspectos a
los relieves del cipo .de Jumi1Ja (8). La escena en sí es dificil de interpretar. ¿Se trata de la despedida de un difunto o difunta sedente de un
ser querido, o de la acogida del difunto por una divinidad entronizada?
Ni siquiera se puede asegurar el sexo de la figura sedente ya que dado
su estado de conservación no se perciben bien detalles significativos
de la indumentaria. En la cabeza sólo se ve el detalle de los mechones
de pelo sobre la frente, a modo de flequillo, pero no si llevaba velo que
la cubriera al menos en parte, como parecería lógico en una represens
tación femenina. En todo ca. o, si se tratara de una figura masculina
descubierta, parece lógico que hubiera quedado más rastro de la oreja
que normalmente suele ser muy prominente y en este caso no se
advierte (lám. 1, 1).
.
El paralelismo más próximo en el arte ibérico nos lo ofrece la
representación pintada en la cista de piedra procedente de la sepultura núm. 76 de la necrópolis de Tútugi (Galera, Granada). También
allí aparece una figura de aspecto femenino sentada en un taburete de
tijera semejante al del relieve funerario de Jumilla, y enfrente, de pie,
otra figura femenina en actitud oferente. Al parecer la escena se completaba con una figura arrodillada entre ambas (9) . Aunque en el caso
de Galera se ha solido interpretar la figura sedente como una divinidad, la verdad es que es dificil determinarlo y el estado de conservación de la pieza tampoco permite muchas conjeturas, aunque no hay
que olvidar la realidad de una divinidad femenina entronizada en el
(7) ~oz AMILmiA: loe. cit. en la nota 6 .
(8) M. TARRADELL MATEU: t
y 100.
LLOBREGAT CONESA: Op. cit. en la nota 4, pq. 160, üm. vn.
(9) J. CABRE AGUILO y F. DE MOTOS: «La necrópolia IWrlca de Tótu¡i (Galera, provlnc1a de
Granada)». Memoria
26 de la Junta Superior de Excavacionea y Anti¡Qedadea, Madrid, 1920,
pip. 39-41.
J . CABRE AGOILO: «La necr6po)ia de Tótu¡i. Objetoe ex6ticoe o de influencia oriental en 1aa
necr6polia turdetenu», en el Boletín de la Sociedad Eapaflola de Excuraionea, tomo
Madrid,
IV trimeatre de 1920, pqa. 41-«, üm. 7, 1-3.
nmn.
xxvm.
-234-
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ESCULTURA FUNERARIA DE COIMBRA DE BARRANCO ANCHO
7
mundo funerario ibérico, tal como parece deducirse en el caso de la
Dama de Baza. En la escena del cipo, el muchacho parece «avanzar»
hacia la figura sentada, que le acoge tiernamente apoyándole su mano
derecha sobre la cabeza y quizás cogiendo con su mano izquierda la del
mismo lado del joven, que se enlazarían apoyándose sobre las rodillas
de la figura sentada. El joven lleva una túnica corta, sujeta por un
ancho cintur6n con hebilla, y manga corta, que dejan al descubierto los
muslos y dos brazaletes en el brazo derecho en cuya mano porta un
objeto dificil de identificar, pero que podría ser una pequeña falcata o
puñal. La cabeza presenta un peinado con flequillo y cuatro hileras de
mechones de pelo superpuestas, le cubren totalmente la nuca. La
oreja, muy grande, lleva un pendiente en el 16bulo. Por encima del
regazo de la figura sentada, a 54 centímetros de la base y a 20 y 18 centímetros respectivamente de las caras laterales, casi en el centro,se
abre una perforaci6n cuadrangular de 9' 5 centímetros de profundidad y 4'3 y 4 centímetros de ancho, por 4'5 y 3'8 centímetros de lado.
Como v~remos, este tipo de perforaci6n se da en todas las caras
del c~po.
La representaci6n de la cara siguiente, un jinete con bastón,
báculo o cetro terminado en T, es la mejor conservada por haber quedado sobre el suelo y por tanto protegida de la intemperie que tanto
afectó a las restantes (lám. 1, 2). Enseguida destaca el porte solemne
del jinete que avanza hacia la izquierda con el caballo al paso. Aimque quizás resulte algo desproporcionado, sobre todo por el tamaño de la cabeza
un poco grande en relaci6n al cuerpo, el tratamiento del altorrelieve
denota una gran maestría y cuidado en la ejecuci6n. Su cabeza, como
en todas las demás figuras, aparece en ligero escorzo; es de cara ancha
y redonda, con p6mulos destacados, ojos grandes almendrados profundamente incisos, con párpados y arcos superciliares bien marcados. Los labios, carnosos, aparecen justamente dibujados, lo mismo
que la barbilla redondeada, recordando la expresi6n seria y solemne
de la Dama de Elche. La nariz es recta, corta y algo ancha. La oreja
como es habitual en la plástica ibérica (cabezas varoniles del Cerro de
los Santos y del relieve de La Albufereta), es de gran tamaño, con las
líneas del pabe116n auditivo muy marcadas, y un gran 16bulo del que
pende un pendiente amorcillado. El peinado muestra el cabello dividido por raya central que deja la frente despejada con amplia entrada,
quizás tonsurada, cayendo los mechones de pelo ondulados hasta la
oreja y cubriendo por detrás la nuca.
Va vestido con túnica de manga corta, que deja ver un brazalete
sobre el codo y dos en la muñeca; el escote es en pico con un doblez.
Por encima lleva un manto terciado, que deja al descubierto parte del
-235-
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8
ANA MARIA ~OZ AMILJBIA
lado izquierdo y se sujeta sobre el hombro derecho. La túnica debe de
ser larga y sus pliegues se confunden con los del manto, dejando al
descubierto el pie al parecer calzado. La mano izquierda, de largos y
estilizados dedos, sujeta las riendas, mientras que la derecha, también
magníficamente tratada, con las uñas bien dibujadas, sujeta un bast6n
terminado en un travesaño transversal, curvado hacia arriba, que
parece apoyarse en la cadera. El caballo, robusto, con cabeza pequeña
muy erguida y larga cola que, aunque rota, llega hasta el suelo, está
esculpido con una gran perfección en todos sus detalles anat6mioos. Va
· ricamente enjaezado. La montura consiste en una simple manta o
cobertura plegada, en la que se aprecian tres dobleces, sujeta por un
ancho pretalliso y sin duda por una cincha que no se advierte, quizás
tapada por el mismo jinete. Las bridas están compuestas por cabezada
con testera decorada con discos o botones, frontalera que se une a la
testera con un bot6n de mayor tamaño, y un falso ahogadero que con la
testera sujeta el guardanuca trapezoidal. El bocado es de filete con
alas curvas y suspensión triangular, que se une a la testera por una
pieza en forma de roseta. La rienda es sencilla y ancha, y partiendo del
filete pasa por encima de otra a modo de trencilla que sale de la parte
alta de la testera, como falsa rienda o quizás simple adorno de la crin
trenzada. Las crines del caballo quedan bien dibujadas en líneas onduladas que parten del guardanuca y ahogadero y se sujetan con una
ancha collera decorada con discos o botones, pendiendo de ella una
gruesa bola o cascabel. Una fuerte gamatta que parece partir del filete
con doble bifurcación, ya que no se advierte muserola, se afianza en el
pretal y, pasando entre los brazos del caballo, enlazaría con la cincha.
Estos ricos arneses «de parada» reproducen en gran parte los ya conocidos en la plástica ibérica, bien estudiados por Cuadrado en El Cig81T8lejo (10), presentando además gamarra como en las mejores figuritas
de bronce del Santuario de La Luz, cuya cronología propuesta como
tardía -entre la segunda mitad del siglo my los comienzos del 11- no
tiene argumentos suficientes (11).
(1 O) E. CUADRADO DIAZ: «Atreoe de montar ibéricos, de loa ex-votoa del Santuario del C'igarralejo''• Crónica del IV Congreao Arqueológico del Sudeste Eapaitol (Elche, 1948), Cartagena, 1949,
pip. 267-287.
E. CUADRADO DIAZ: t
Madrid, 1960.
.
E . CUADRADO DIAZ: t
Attl del Primo Con¡reao Internuionale de Preiatoria 11 Protoetoria Mediterranea, Firenxe, 1962, pip.
cia)~t,
480-431.
(11) M. JORGE ARAGONESES: t
bronce ln6dito del Santuario de la Lus (Murcia)». Anales de la Univeraidad de Murcia, Filoaofla y
Letn.a, vol XXVI. n(nn. 1, CUJ'IIO 1967-68, Murcia, 1969, páp. 169-176, con 3 fip.
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ESCULTURA FUNERARIA DE COIMBRA DE BARRANCO ANCHO
9
El caballo se apoya en el suelo con las patas del lado izquierdo,
mientras levanta las dos derechas, aparentemente marchando al paso,
pero en realidad está parado ya que estas últimas se apoyan, la delan~
tera sobre una cabeza humana y la trasera sobre un ave. Parece posi~
ble adivinar un sentido de dominio o sumisión sobre estos dos
elementos por parte del caballo y por tanto de su jinete, pero es más
dificil precisar su significado o simbolismo. El tema de las «cabezas
cortadas» ha sido repetidamente estudiado, dándosela en unos casos
la interpretación de cabeza-trofeo y en otros un sentido funerario. En
realidad en la plástica ibérica en piedra se repite el tema del animal
devorador, sobre todo león, sujetando con su garra una cabeza
humana, en general en piezas escultóricas consideradas tardías. La
asociación caballo~cabeza humana en cambio, aparece en fíbulas del
área celtibérica que Maluquer pone en relación con el rito de las cabe~
zas trofeo (12). El sentido de victoria o dominio del enemigo vencido,
simbolizado en la exhibición de sus miembros cercenados, era una
práctica bárbara no exclusiva de los pueblos célticos europeos. En la
toma y saqueo de Selinunte el409, en donde los mercenarios ibéricos
jugaron al parecer un importante papel, según relata Diodoro (XIII,
57, 3), los púnicos, siguiendo sus costumbres tradicionales, mutilaban
las extremidades de los cadáveres, llevando racimos de manos cortadas pendientes de la cintura y otros, cabezas cortadas ensartadas en
las puntas de sus lanzas y jabalinas. En nuestro caso, la cabeza
humana, de facciones abultadas y gruesas, muy tosca, aparece mate~
rialmente aplastada por el casco del caballo, pero es dificil afirmar si
se trata de la imagen de un enemigo vencido o de algún simbolismo
funerario. Lo mismo podemos decir del ave, al parecer una rapaz, que
el caballo humilla con su pata derecha. ¿Po~ simbolizar el pueblo
enemigo al que se ha vencido, o bien tener un significado
funerario?
Bajo el vientre del caballo, detrás del pie del jinete, a 27 centíme~
tros de la base y a 25 de los lados, se practicó un agujero cuadrangular
de 4' 5 centímetros por 5 centímetros de lado y 9 centímetros de pro~
fundidad, semejante al de la cara anteriormente descrita, pero que aún
conserva un tapón de yeso que lo obtura totalmente.
La cara siguiente, mucho peor conservada, representa otro jinete
semejante al anterior en su porte e indumentaria (lám. n, 2). Lleva idéntico
peinado aunque el flequillo le tapa la frente que no aparece tonsurada
(12) J . MALUQUERDE MOTES NICOLAU: «Loa puebloa de laEapafta céltica», en «Hiatoria de
Espa11a» diri&ida por Ramón Menéndez Pida}, temo 1, 3. Madrid, 1964, P4 116.
-237-
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ANA MARIA ~OZ AMILIBIA
10
o
(/ ________
i
\
1
o
50
CM.
Fig. l.-El cipo con el detalle de las perforaciones que en el jinete armado comunica
con el interior y la base.
-238-
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ESCULTURA FUNERARIA DE COIMBRA DE BARRANCO ANCHO
11
como en el otro. La cara es también ancha y redonda y la oreja grande
con pendiente. Ha perdido el objeto que llevaba en la mano derecha,
sujetando las riendas con la izquierda. El caballo es también semejante en todo lo que puede observarse pues sus patas delanteras están
muy perdidas. Los arreos y montura repiten los anteriores, excepto en
el pretal que aquí aparece decorado con botones discoidales. El casco
de la pata trasera derecha se apoya sobre un animaliJJo que parece un
conejo, mientras que la delantera está rota, quedando las dos de ·ia
izquierda apoyadas en el suelo como en el jinete anterior. Aunque al
conejo se le ha solido dar también un significado funerario, de nuevo la
actitud del jinete pisándolo, podría dar lugar a otras interpretaciones.
Como en el caso anterior, la representación ofrece un aire solemne y
estático. También aquí hay una perforación cuadrangular bajo el vientre del caballo, a 30 centímetros del suelo, pero por delante del pie del
jinete, a 17 y 22'5 centímetros de los lados. Es de tamaño algo menor
que las antes mencionadas, 4 por 3'5 centímetros de lado y 6 centímetros de profundidad, y tampoco conserva tapón de yeso si es que lo tuvo.
Finalmente, la cuarta cara, representa también un jinete en ~
mal estado de conservación por ser la que estaba en superficie (lám. Ill).
Esto es especialmente lamentable porque ofrece particularidades que lo
diferencian bastante de los dos anteriores y quizás habiia servido para una
más correcta interpretación del conjunto. El caballo es semejante a los
anteriores así como su enjaezado en lo que puede verse, pero sólo conserva gran parte de las pata. del lado izquierdo, en las que parece apos
yarse, habiéndose perdido totalmente las del lado derecho, sin que
sepamos por tanto si se apoyaban en a1g6n animal u otra representación.
La cabeza de este jinete es también de cara ancha y redonda y
parece ir cubierta con un casco que le cubría las orejas y la nuca hasta
el cuello. El vestido es diferente del de los anteriores pues lleva
cubierto todo el hombro izquierdo al parecer con un manto o capa
corta que le cubre casi todo el brazo, llegándole por debajo de la cintura. Por delante del pecho se advierten restos de una doble correa o
tirante que sujetaría la capa y por encima de ésta, una tira decorada
con círculos que parece sujetar un objeto que lleva sobre la espalda y
que podría identificarse como un escudo. La mano izquierda sujeta las
riendas, mientras que la derecha se levanta hacia la parte superior de
la cabeza. Esta actitud que en un primer momento interpretamos
como el clásico signo de duelo o lamentación, podría ser más bien la de
ataque con un arma que levanta por encima de la cabeza, quizás una
falcata cuya punta sobresale por detrás del casco y que inicialmente
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[page-n-248]
12
ANA MARIA ~oz AMJLIBIA
pensamos podría ser una cimera del mismo {13). De los tres jinetes
sería éste el único armado, típicamente ibérico, con sagu.m atado por
delante del pecho, escudo sujeto a la espalda por una correa y la falcata en la mano derecha levantada, en actitud de ataque, por encima
de la cabeza, cubierta por un casco seguramente de cuero. Podrían
señalarse paralelos muy próximos precisamente en alguna de las figurillas de bronce del Santuario de La Luz.
Pero este lado del cipo ofrece además otra singularidad que
merece destacarse. Se trata de la perforación cuadrangular situada
debajo del caballo, a 18 centímetros de la base y a 22 y 20 centímetros
de los lados. Su tamaño es bastante mayor que el de las otras, 7'5 por
6'5 centímetros, pero sobre todo con una mayor profundidad, 25 centímetros, penetrando en el interior del cipo para comunicar con una
perforación cilíndrica, de unos 12 centímetros de diámetro, que llega
hasta la base del mismo, donde aún conserva un tapón de yeso (fig. 1 y 1m
VI, 2). El hecho de que sólo la perforación de esta cara esté comunicada
con la oquedad del interior del cipo hasta su base, permite darles una
interpretación funcional concreta en relación con la sepultura de que fo~
maba parte. Podría tratarse de una abertura destinada a introducir
libaciones dentro de la tumba subyacente de acuerdo con un posible
ritual funerario, pero ·teniendo en cuenta el precedente que nos ofrece
la Dama de Baza como auténtica urna cineraria, parece más probable
que fuera esta también la función del cipo. En la Dama de Baza, en la
parte derecha del trono, entre el brazo y el travesaño inferior, entre las
dos patas, existe un hoquedad de 17 centímetros de ancho por 16 de
alto y 22 centímetros de profundidad, que desciende hacia abajo unos
30 centímetros. Este hueco, en el que se encontraron restos de la incineración, tenía otra salida por la parte posterior del trono que fue
cegada con una capa de yeso, quedando así abierta sólo por el costado
{14). Aunque en el cipo las dimensiones del hueco son menores, diez
centímetros menos en el agujero de entrada, éste profundiza en el interior 25 centímetros, hasta tocar el final de la perforación que parte de
la base en forma de cilindro de unos 12 centímetros de diámetro, espacio que parece suficiente para contener los restos de una incineración.
Al procederse ala restauración y colocación de la pieza en el Museo de
Jumilla, se advirtió la presencia del tapón de yeso en la base, que, por
(13) MWOZ AMILIBIA: op. cit. en la nota 5, pég. 7,7.
(1') F. J. PRESEDO VELO: «La Dama de Bua», en Trab-'o• de Prehistoria, vol 30, Madrid,
1973, pág. 190.
F. J. PRESEDO VELO: «La necrópolie de Baza», Excavaciones Arqueológicas en Eepafta,
núm. 119. Madrid, 1982, pág. 2U.
-240-
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ESCULTURA FUNERARIA DE COIMBRA DB BARRANCO ANCHO
18
tener un agujero en el centro, se pensó serviría simplemente para fijar
el cipo, lo mismo que la perforación circular de la parte alta del mismo
serviría para encajar otra pieza de remate (15). De todas formas, parece
evidente que la comunicación que existe entre la cara del jinete
armado y el interior, la diferencia de las otras en las que la perforación
alcanza como máximo 9'5 centímetros de profundidad, sin llegar a
enlazar con la hoquedad central.
Resumiendo todos los datos recogidos hasta ahora, se pueden
plantear una serie de posibilidades: El cipo pudo no ser simplemente
el elemento decorativo de una tumba, sino también la propia urna de
incineración. La decoración en relieve parece tener un sentido narrativo muy concreto, referido a un difunto o a toda una familia. El principal problema lo plantea el saber si la figura masculina de las cuatro
caras representa al mismo individuo en distintas etapas de su vida: en
la madurez, con el cetro dominando a los seres representados por la
cabeza y el águila, en otra etapa también aplastando el símbolo del
conejo, como guerrero en pleno combate o heroizado y, finalmente,
acogido por la divinidad de ultratumba. O bien diferentes personajes
representados en cada una de las caras, con la particularidad de que el
guerrero-jinete pudiera ser el difunto cuya representación comunicaba
con la incineración o con la propia tumba. De ser ésta la número 22 ya
mencionada, su ajuar estaría muy de acuerdo con los detalles de la
representación, armas y adornos. En las otras caras, la perforación
sólo iniciada podía haber sido hecha en espera de que un nuevo enterramiento justificara su profundización hasta el centro del cipo, cosa
que no se produjo.
Fragmento con decoración vegetal: Es de forma troncopiramidal,
conservándose un ángulo, aproximadamente una cuarta parte del
total, cuyas dimensiones pueden deducirse a partir del tema decorativo conservado en una de sus caras, que va centrado por una granada,
de las que parten tallos vegetales terminados en caulículos en espiral,
y en un caso en una cabeza de serpiente o monstruo de cuya boca salen
rayos (fig. 2 y·lám.IV). En el otro lado se conserva una parte de la decoración vegetal con gruesos tallos, ribeteados por un filete, formando espiral,
que van a parar a un motivo central desaparecido. La pieza debió de medir
72 centímetros de lado en su parte más ancha y 52 en la menor, cuidadosamente alisada y con una linea incisa a 3'5 centímetros de los lados
del borde y paralela a ellos. Esto hace pensar, lo mismo que la posición
de la cabeza de la serpiente o monstruo, que la cara menor iría vista y
(15) MUÑOZ AMILIBIA: op. cit. en la nota 5.
-241 - ·
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ANA MARIA ~OZ AMILIBIA
14
la mayor apoyada en algún otro elemento. La altura total es de 21'5 centímetros, estando distribuida su decoración por un listelliso horizontal,
de 4 centímetros, seguido de la franja decorada que termina con una
franja lisa en su cúspide. La técnica de talla es en dos planos que destacan los motivos decorativos en el superior, contrastando con el perfil
recortado en el interior, siguiendo la tradición de talla en madera, tan
típica de estos elementos ornamentales ib~ricos. De momento he
renunciado a buscar paralelos a los temas, dada su gran originalidad,
fenómeno que se da en otros casos de la Alta Andalucía y Sureste, en
los que podemos decir que no hay temas repetidos, Si exceptuamos
algunos clásicos como los de ovas. La riqueza interpretativa de los
temas, vegetales o pseudovegetales, es una muestra más de la personalidad artística de sus ejecutores, que se refleja también en otras
manifestaciones del arte ibérico como la cerámica o el trabajo del
metal. Este fragmento de cornisa, por su forma y perfil, aunque no por
el tratamiento decorativo, recuerda mucho uno de los hallados en
o
50
~-
Fig. 2.-Fragmento con decoración vegetal.
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ESCULTURA FUNERARIA DE COIMBRA DE BARRANCO ANCHO
16
Corral de Saus con motivos vegetales muy estilizados (16). Por sus
dimensiones, sobre todo si consideramos su punto de apoyo en la cara
mayor, es demasiado grande para pensar que rematara directamente
el cipo. Dado su estado fragmentario, no se advierte ningún elemento
para ajustarlo a otra pieza.
Escultura representando un toro: Como hemos visto, apareció fragmentada en cuatro trozos: cuartos traseros, cuerpo, cuello y morro.
Falta un buen trozo de la cabeza, la correspondiente a la cara y parte
de la testuz (fig. 3 y lám. V, 1). La figura completa era de considerables
dimensiones, entre 1'20 y 1'30 m. de longitud. Tiene Jas patas rotas pero
puede advertirse que su posición era erguida. La altura máxima conservada
de la parte delantera a la testuz, es de 62 centímetros. Su modelado es
Fig. 8.-Reconatrucción de la figura de toro.
(16) D. FLETCHER VALLS: «La necrópolis ib6rica del Corral de Saua (Mogente, Valencia)»,
Nota Informativa con motivo del Cincuenta aniversario de la Fundación del Servicio d.e Inveatigaci6n
Prehl.et6rica. Valencia, 1977.
D. FLETCHER VALLS y E. PLA BALLESTER: «Reatos eacult6ricoa de la necrópolia ibérica de Corral de Sam (Mogente, Valencia)», enBomeD~Ue a Carda y Bellido, m, Revilta de la Universidad Complutenae, voL XXVI. nWn. 109, Madrid, 1977, p6p. 66-62.
J. APARICIO PEREZ: «Las rafees de Mogente. Prehl.etoria y Protohiatow. Departamento
de Hiatoria Antigua de la Universidad de Valencia. Valencia, 1977, Um. VI.
ALMAGRO GORBEA: op. cit. en la nota 2, págs. 283-293.
-243-
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18
ANA MARIA ~OZ AMILIBIA
voluminoso con tendencia a planos geométricos, especialmente en la
parte de la grupa, donde la cola rota, de sección rectangular de 6 centímetros de ancho, iría a meterse entre las nalgas, presentando un fuerte
biselado, lo mismo que en el espinazo indicado por una franja lisa de 8
centímetros de anchura. La grupa, de tendencia circular, mide por su
parte posterior 35 centímetros de alto por 33 de ancho y en el costado
38 centímetros de altura hasta el arranque de la pata que está rota. El
cuerpo, casi cilíndrico, mide 34 centímetros de altura conservando
parte de los órganos genitales, y en la zona delantera el arranque de la
pata y la papada que enlaza con el cuello. Este presenta la indicación
de los pliegues en forma de líneas onduladas paralelas, que cubren
todo el cuello hasta la papada, como es habitual en otros toros ibéricos
de piedra, como los de Cabezo Lucero, Balones, Tossal de la Cala,
Arjona, Cerro de Alcalá, Espejo, Montemayor y Osuna (17).
El fragmento del moiTo, que seguramente pertenecía al mismo animal, tiene su extremo muy redondeado con la boca seiialada por una
incisión muy profunda que separa los labios y los orificios nasales muy
grandes y profundamente marcados con un reborde en relieve, recordando los ollares de un é~uiqo.
En conjunto la escultura ofrece una representación de carácter
realista dentro del esquema más generalizado en los toros ibéricos:
posición erguida, morro redondeado, con orificios nasales visibles
desde el frente, cuello con pliegues paralelos, cola entre las ancas y
sexo indicado, pudiéndose encuadrar dentro del gÍ-upo A establecido
por Teresa Chapa (18). La pieza más próxima a la de Jumilla, tanto
por sus dimensiones como por su tratamiento general, es el cuerpo de
un toro procedente de Caudete que se conserva en el Museo de Albacete (19), y al que parece coiTesponder un plinto de 74 centímetros de
longitud, 14 de altura y 38 de ancho. En el caso de Jumilla, es difícil
precisar el lugar donde iría colocada la escultura, pero teniendo en
cuenta su posición estante sobre las patas, se podría calcular la separación de éstas en unos 70 centímetros y por tanto las dimensiones del
punto que le serviría de apoyo tendría que ser como mínimo de unos
74 centímetros de longitud, por tanto muy próximas a la que nos da el
citado plinto de Caudete.
(17) CHAPABRUNÉT: op. cit. en la nota 1, en primer lugar, n6me. de ca~ogo A-7, 10, 13 y U ¡ J3 y 19, Co-12 y 1• y Se-18.
(18) CHAPA BRUNET: op. cit. en la nota 1, en segundo lugar, p!p. 151-168.
(19) CHAPA BRUNET: op. cit. en la nota 1, en primer lugar, p!p. 285-287, fig. " · •a, lám.
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E SCULTURA FUNERARIA DE COIMBRA DE BARRANCO ANCHO
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Fig. 4.-Fragmento con guerreros tumbados.
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17
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18
ANA MARIA Milli!OZ AMILIBIA
Fragmento decorado con guerreros tumbados: Como ya vimos, apareció a cierta distancia de las piezas enumeradas anteriormente. Su
gran interés radica en que es de estructura semejante a la de la pieza
de las «Damitas» de Corral de Saus, incluso en la posición tumbada de
las figuras, elementos que se repiten de nuevo en una de las piezas
recientemente aparecidas en las excavaciones de los profesores Lillo
Carpio y Walker en el yacimiento de El Prado de Jumilla, que presenta
figuras femeninas tumbadas (fig. 4 y lám. V, 2).
Se trata de un gran bloque de piedra caliza arenisca blanda, como
la del resto de las esculturas estudiadas hasta ahora. Es de forma troncopiramidal, midiendo en la cara mayor, muy deteriorada, unos 85-90
centímetros de lado. Es precisamente en esta parte más ancha de la
pieza, donde se desarrolla la decoración escultórica, en tomo a un cuadrado menor, que sobresale de las esculturas, de 45 por 48 centímetros de lado; este cuadrado se destaca de la parte esculpida mediante
un perfil ligeramente cóncavo en los ángulos. En su centro aparece una
perforación circular de 13 centímetros de diámetro por 7 de profundiad. En la cara opuesta también presenta una perforación semejante,
lo que indica que la pieza iría ensamblada a otros dos elementos en su
base y coronación. El espesor o altura total sería de unos 40 centíme- .
tros, ya que por el mal estado de conservación ni siquiera las medidas
que damos pueden ser muy precisas.
Aunque actualmente sólo se conserva parte de dos figuras de guerreros tumbados, todo parece indicar que éstas se repetirían simétricamente en los otros dos lados muy deteriorados. Del guerrero mejor
conservado se puede apreciar la parte inferior del torso hasta la cintura, ceñida con ancho cinturón (3'5 centímetros) atado con un gran
broche de 6 centímetros de ancho típicamente ibérico. La túnica,
corta, deja al descubierto los muslos que se elevan hasta tocar con la
rodilla del izquierdo el borde del cuadro superior, quedando así las
piernas ligeramente flexionadas para tocar con los pies la base. Por faltar la parte superior del torso y la cabeza, es difícil precisar la posición
de ésta, que seguramente quedaría algo caída, junto a los pies de la
figura inmediatamente anterior. En la figura siguiente sólo puede percibirse el torso, el ancho cinturón y las piernas dobladas hacia arriba
por la rodilla, en idéntica posición que la anterior, con cuyos pies enlazaría sin taparlos, pues aparecen bien visibles. Hay que pensar que el
ángulo de la pieza sería bastante más saliente para dar cabida a la
cabeza, seguramente ladeada.
La mala conservación de la pieza no permite hacer demasiadas
anotaciones de tipo estilístico, pero es indudable la elegancia en el
ritmo repetitivo de la posición de las figuras, que, con la flexión de las
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ESCULTURA FUNERARIA DB COIMBRA DB BARRANCO ANCHO
19
piernas por las rodillas, se aleja de la rigidez que pudiera presen~
una figura totalmente tumbada con las piernas rectas. Sin embargo, la
flexión aporta a las piernas una cierta laxitud y reposo, que bien
pudiera interpretarse como la de un guerrero muerto. El tratamiento
de estas figuras recuerda mucho el del guerrerito de pie en la escena
del cjpo, lo que hace pensar que las dos piezas formaran parte de un
mismo monumento.
El problema principal que se plantea es el de precisar la posición
de los guerreros tumbados en relación al cipo. Anteriormente (20)
había considerado esta pieza como un plinto, tanto por su volumen y
consiguiente peso, como por la posición de las figuras que parecen
estar esculpidas para ser vistas desde arriba. Además, las dos perforaciones citadas permiten deducir que iría unida a dos piezas, teóricamente un basamento y el cipo. El que sirviera de basamento al cipo
presentaba el inconveniente de que la base de éste (47 por 56 centímetros) es algo mayor que el cuadrado superior del plinto sobre el que
debería apoyarse (44 por 45 centímetros), teniendo que sobresalir de
él unos centímetros. Las perforaciones circulares de ensamblaje en
cambio, son muy semejantes con 12 y 13 centímetros de diámetro.
Las reconstrucciones de pilares-estela ibéricos efectuadas por
Martín Almagro (21) obliga a pensar en si esta pieza pudiera haber servido de cornisa en vez de plinto. Las dimensiones algo menores del
cipo en su parte alta (44 por 47 centímetros) encajarían mejor con el
cuadrado en tomo al cual se distribuyen los guerreros tumbados, que
en este caso se verían desde abajo en una posición un tanto forzada,
con las rodillas dobladas hacia el suelo. Habría que interpretar su flexión como un esfuerzo para sostener el peso que teóricamente soportaban, con la espalda y la cabeza o brazos totalmente perdidos. La
pieza además tendría que soportar algún otro elemento arquitectónico
en su superficie mayor, de unos 85-90 centímetros de lado como
mínimo, lo que aumentaría aún más el enorme peso descargado sobre
el cipo. Por esta razón, principalmente, parece un poco dificil aceptar
la sugerente reconstrucción de Martín Almagro, que, como él mismo
indica «resultaría un elemento muy peculiar, que por ahora se debe
considerar genuinamente ibérico» (22). Efectivamente, son muy raras
las muestras de relieves en piedra dispuestos horizontalmente en alto,
(20) MUÑOZ AMILIBIA: op. cil en la nota 5, p4g. 742.
(21) ALMAGRO BASCH: op. citen la nota 2, pá¡a. 258 a 268.
(22) ALMAGRO BASCH: op. cil en la nota 2, pág. 261.
-247-
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20
ANA MARIA MUROZ AMILIBIA
para ser vistos desde abajo, como en la discutible reconstrucción del
dintel de uno de los templos de Prinias en el Museo de Heraklion (23}.
Incluso la famosa gran lámpara de aceite de Cortona, de 46 centímetros diámetro, con su decoración de silenos y sirenas dispuesta
para ser vista desde abajo, es una pieza excepcional (24).
Aunque la función de esta pieza quede aún en el aire, su posible
relación con alguno de los tres fragmentos arquitectónicos no decorados, aparecidos también en la necrópolis, o con otros posibles hallazgos que aún pueden producirse, quizás permitan una reconstrucción
más segura en el futuro.
De momento prefiero limitarme a aportar la base documental, que
se completará próximamente con la publicación de los hallazgos de El
Prado de Jumilla, que, unidos a los del Cottal de Saus, han abierto
nuevas perspectivas para el conocimiento de la escultura monumental
ibérica del Sureste. La posibilidad de que el propio cipo sirviera de
urna cineraria es un dato más a tener en cuenta en futuros hallazgos,
en relación con el ritual funerario ibérico.
(23) J. BOARDMANN: «Greek aculpture. Tbe Archaic Period». London, 1978, fig. 32, 1-4.
(24) R. BIANCHI BANDINELU y A. GIUIJANO: 4CLoa etruacoa y la Italia anterior a Roma».
Aguilar, Madrid, 1974, pág. 201 y figs. 235 y 236.
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Jinete armado. (Foto Luis Canicio. Jumilla.)
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LAM. IV
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MUÑOZ.- Escultura funeraria
Toro y ft·agmento decorado con guen·eros tumbados. (Foto Luis Canicio. Jumilla.)
LAM. V
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MUNOZ.- Escultura funet•nria
LAM. Vl
Posición del cipo al fondo y en p1·imer ténnino el ft•agmento de los guerret•os tumbados.
Abajo: Detalle de la pa1·te infet·iot• del cipo con la perforación y el tapón de yeso.
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MUÑOZ.- Escultura funeraria
LAM. VIl
Ardba: El cipo en posición e n la nect•ópolis, junto al empedrado tumular. Oebl\io: Detalle
con la situación d e los fragmentos d e tot·o.
-255-
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JUAN MALUQUER DE MOTES
(Barcelona)
UN CASCO IBERICO
PROBABLEMENTE DE LA NECROPOLIS DE GALERA
(GRANADA) EN EL INSTITUTO DE ARQUEOLOGIA
DE LA UNIVERSIDAD DE BARCELONA
En 1959 cuando llegué a Barcelona procedente de la Cátedra de
Arqueología de la Universidad de Salamanca, encontré diversos cajones de materiales arqueológicos reunidos allí para realizar un Museo
didáctico. Diversas circunstancias que no hacen al caso han impedido
durante estos años la organización del Museo, sin embargo, algunos de
los materiales existentes fueron revisados y reparados y, entre ellos
figura un casco de bronce que se hallaba doblado en cuatro partes, sin
indicación de procedencia.
El casco había perdido el temple en la incineración del cadáver y
había sido doblado dos veces sobre sí mismo, como si se tratara de una
simple cuartilla. Por tratarse de un material conocido del mundo ibérico, aunque no demasiado abundante, intentamos ver si se podía desdoblar y devolverle su primitiva forma. Durante meses con un martillo
de madera fui desdoblando el casco hasta conseguir primero la mitad
del mismo y, luego, con una paciencia infinita desdoblarlo en lo posible. Llegó un momento en que ya no nos atrevimos a hacer más,
temiendo la rotura de la plancha de bronce. Empezó entonc~s la búsqueda de soluciones para acabar de desdoblarlo y devolverle su forma
primitiva La solución la encontró nuestro amigo Francisco Rosella,
restaurador de nuestro laboratorio por aquel entonces. Rosella conocía un caldedero de cobre que hacía verdaderas maravilla con las pie-257-
[page-n-266]
2
J. MALUQUBR DE MOTES
zas. Dicho caldedero, cuyo nombre desconocemos, había trabajado ya
en alguna pieza para el Museo Arqueológico de Barcelona. En pocos
días nos devolvió el casco en la forma presente y sin que apareciera
más que una única rotura en el punto donde la chapa había sido
doblada cuatro veces, pero que no afectaba a ninguno de los bordes.
En conjunto se trata por consiguiente de un casco de bronce, como
los cascos ibéricos bien conocidos, que ha perdido sus paragnátides, a
pesar que tiene los puntos de enlace para ellas;
En la parte alta tiene un botón en el que iría un penacho, y es en
general igual a los picos de varios casos ibéricos de la necrópolis de
Galera ya publicados en la revista «Zephyrus», por José M a
Blázquez (1).
En la parte inferior aparece un sogeado oblicuo, en una zona que
avanza en forma llana en relación a las paredes del casco. Junto a esta
zona de puntuación oblicua aparece una línea troquelada de circunferencias pequeñas que constituye el único sistema de decoración de
todo el casco.
Se trata de un casco relativamente grande, que pertenecerla por lo
tanto a un guerrero de gran constitución. Sin embargo, no damos las
medidas por suponer que con su arreglo se habrla deformado y quizás
las medidas aparecieran algo mayores que en su momento original De
hecho se le puede considerar un casco absolutamente normal, con las
paragnates perdidas.
La pieza no llevaba ninguna otra indicación que un fragmento de
pasta vítrea en forma de alabastrón, que supusimos debía de pertenecer al mismo enterramiento. No había indicación alguna de material
que pudiera pertenecer a la misma sepultura y, por lo tanto, resultaba
diffcil de establecer su lugar de origen.
Ya de entrada, nos pareció raro que pudiera pertenecer a alguna
necrópolis catalana. Ciertamente se utilizaron cascos entre algunas
tribus ibéricas, y una de las pruebas más claras es el casco de la necrópolis de La Pedrera en Vallfogona de Balaguer, que se halla en el
Museo de Lérida (2). Se trata de un casco análogo, pero ya de hierro,
que fue hallado en una sepultura con falcata característica de fmes del
siglo IV o comienzos del siglo m a. C. El casco de la Universidad de
Barcelona es evidentemente algo más antiguo, pero de fecha no
lejana.
(1) J . M• BLAZQUEZ MARTINEZ: «Cucoa in6ditoe, itálicoe, ¡rlegoe y romanoe en el Museo
Arqueol6gico Nacional», Zephyrus, vm, pága. 146-166, Salamanca, 1967.
(2) M PLENS: «La necrópoli.a ibérica de La Pedrera i Tennena (La Noguera)», Barcelona, 1986.
Teeia de U cenciatura sin publicar.
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CASCO IBERICO DE GALERA
S
Haciendo inquisiciones resultó que por aquellas fechas -1967,
1958- la Universidad de Barcelona había iniciado gestiones en el Sur
de España, en las provincias de Granada y Albacete, con miras a organizar excavaciones, para las que buscaba un yacimiento a ser posible
de época ibérica. " Andalucía fue enviado Ricardo Martín a visitar disA
tintos yacimientos con ánimo de encontrar uno que fuera interesante
para excavar. Suponemos que ya entonces existirían esos materiales,
entre los que figura el casco, en los fondos de la Cátedra de Arqueología y, suponemos también que por esta misma causa pensaban organizarse excavaciones. La Cátedra de Arqueología se hallaba entonces
vacantes por jubilaci6n de su titular, Don José Amor6s. Luis Pericot,
como catedrático más antiguo, se hizo cargo de la cátedra y de nombrar a los distintos suplentes hasta que dicha cátedra no hubiera
salido a concurso de traslado y se hubiera resuelto. Evidentemente los
materiales referidos que traían el casco doblado debieron de ingresar
en la Universidad en este momento. Es por ello que los consideramos
como unos materiales procedentes de la necrópolis de Galera en Granada, que debieron llegar a Barcelona. Ignoramos completamente
quién y con qué motivo se adquirieron.
Creemos, por consiguiente, que el casco de bronce de la colección
del Instituto de Arqueología de la Universidad de Barcelona debe ser
atribuido a la necrópolis de Galera, que antes y después de las excavaciones oficiales de Don Juan Cabré facilitó otros muchos materiales a
los excavadores clandestinos, que engrosaron el comercio de antigüedades. Los materiales de referencia debieron venderse antes que fueran localizados por los intermediarios interesados.
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MALUQUER.- Casco ibérico de Galera
LAM. 1
Casco de bronce de la necrópolis de Galera (Granada). Colección didáctica del Instituto
de Arqueología de la Universidad de Barcelona.
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ENRIC SANMARTI GREGO *
(Barcelona)
NOTAS ACERCA DE UN BOVIDO ffiERICO EN PIEDRA
DEL MUSEO ARQUEOLOGICO DE BARCELONA
INTRODUCCION
El año 1971, por donación de don Juan Baldricb, ingresó en el
Museo Arqueológico de Barcelona una escultura anima1ística ibérica
en piedra que fue catalogada con el número 25.357 del inventario
general del Museo. Dicha pieza, para la que se adujo una supuesta
procedencia granadina, permaneció expuesta en el vestíbulo de aquella institución museística sin que fuera objeto de publicación científica
alguna. Hoy, ante la oportunidad de poder participar en el tan merecido homenaje de admiración y afecto que la comunidad arqueológica
hispana tributa a Don Domingo Fletcher Valla, hemos creído que valía
la pena darla a conocer, tanto más cuanto que esta escultura pertenece
a uno de los periodos de nuestra protohistoria al que el homenajeado
ha dedicado muchos de sus mejores afanes científicos.
ESTUDIO
Descripción
Se trata de una escultura en piedra caliza, decapitada, lab1·ada en
bulto redondo, que representa con harta fidelidad, a un bóvido echado
y visto por su costado derecho (lám.l). Este animal debía girar seguramente la cabeza un tanto hacia la derecha, según parece demostrar la
(*) AgradK emoa a la Srta. Mana Antonia Grau la realizaci6n de loa dibujos que ilustran la
ft¡. l .
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2
E. SANMARTI GREGO
dirección que llev~ lo que de su cuello se conserva Ofu!l. II, A y B).
Si los detalles de su lado derecho están observados con realismo,
no ocurre lo mismo con la parte central de su costado opuesto, donde
la anatomía del animal adopta una forma plana, verticalizada, hecho
éste que claramente contrasta con los extremos de este mismo lado,
donde el animal muestra las rotundidades que le son propias (fig. 3 B).
Si fijamos nuestra atención en el costado derecho, observaremos
que el animal está recostado sobre su pata posterior izquierda de la
que se advierte la presencia de la pezuña por debajo del muslo derecho (fig. 3 A). Contrariamente, por su parte delantera el bóvido descansa sobre ambas patas, que aparecen dobladas (lám. ll. A) .
Visto por delante se advierte que el escultor conservó, en parte y a
modo de plinto, una porción inferior del bloque de piedra en el que fue
tallada la imagen, dicha porción continúa por debajo del vientre del
animal, aunque únicamente en lo que a su mitad derecha se refiere (lám.
ll, A). Por el lado izquierdo se percibe su ausencia, hecho éste que resta
estabilidad a la escultura En efecto resulta necesario resaltar que este
bóvido no se asienta completamente sobre una base plana, sino que
todo él se inclina hacia su costado izquierdo, motivo por el cual se ha
debido exponer la pieza apoyándola sobre una cuña, pues, de otro
modo, perdería estabilidad y, con poco esfuerzo, vencería fácilmente
hacia aquel lado (lám. ll, B y lll, B).
Los detalles anatómicos, aunque someros, están bien tratados y no
faltan observaciones si se quiere simples, aunque logradas, de elementos característicos cuales pueden ser los órganos genitales; el pelaje de
las zonas próximas a las pezuñas; el carácter bífido de éstas, o bien las
protuberancias de los huesos de la grupa que se hacen aparentes precisamente cuando el animal adopta la posición echada La cola, por su
parte, presenta en su tramo final un trenzado de su pelo, en forma de
ocho, repitiendo un esquema bien conocido en la escultura animalística ibérica. Asimismo, en su arranque, la cola en cuestión presenta
unas acanaladuras en forma de U invertida (lám. 1).
P or último, cabe señalar que sobre el lomo, a la altura de la cruz, el
animal posee una especie de depresión ovalada, poco profunda de
cuya funcionalidad tendremos ocasión de hablar más adelante. Hay
que hacer notar que esta depresión tiene su eje mayor orientado en el
sentido de la profundidad de la escultura lo cual, como veremos, permite dar una explicación plausible a su funcionalidad (lám. 1).
En líneas generales esta representación escultórica podemos decir
que está plenamente conseguida desde el punto de vista de la fidelidad a un original. Efectivamente, es quizá en la plasmación de animales reales, sobre todo équidos y bóvidos, que el artista ibérico obtuvo
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BOVJDO mERICO EN PIEDRA
8
sus mejores resultados al no verse obligado a tener que traducir a una
realidad concreta algo que no conocía de primera mano, caso de los
leones, y de la que únicamente tenía un conocimiento puramente conceptual y abstracto.
La sucesión de planos lisos y curvos, desde la cabeza a los cuartos
traseros, se consigue en esta escultura de una forma sabia en la que la
utilización de la luz juega un papel de primer orden. Compárese sino
con el esquematismo e, incluso, irrealidad de tanta y tantá escultura
ibérica -recordemos el toro de Osuna o la buena serie de leones hallados en diversos yacimientos jiennenses y cordobeses (1)- para comprender hasta qué punto nuestro bóvido se acerca a la realidad que el
escultor pretendió recrear.
Paralelos y cronolog(a
Desgraciadamente no podemos aducir paralelos demasiado claros
que desde el punto de vista de la realización permitan establecer ajustadas comparaciones estill.sticas. Sólo en el bóvido echado de El Molar
creemos encontrar rasgos que nos recuerdan a nuestro ejemplar, entre
los que destaca, por su excepcionalidad, el de tener también una
depresión en el centro del lomo. Pero dejando de lado esta característica, vemos en el toro alicantino un aire vagamente familiar que, creemos nosotros, permite imaginar que ambos ejemplares no están
demasiado alejados el uno del otro ni en el espacio ni en el
tiempo (2).
En principio, nosotros nos permitimos dudar un tanto acerca de un
origen granadino para este pieza, pues a esta provincia corresponde
buena parte del territorio bastetano, en el cual, según ha demostrado
M Almagro-Gorbea, predominan las cámaras funerarias con notable
ausencia de escultua zoomorfa sepulcral en piedra {3). Por su aspecto
(1) Véase en última Instancia loa recientemente publicados de Baena (Córdoba) en F. C'HAVES
TRISTAN: «Nuevas escultural de leones en la $ODA de Baena (Córdoba)», en Homenaje a C'onchita
Femmdez Cbican'o, directora del Muaeo Arqueol6cico de SeviDa, Madrid, 1982, p6p. 227-247, que
vienen a añadirse a loa ya cláaicoa de la misma localidad o de Nueva C'arteya, en~ otros.
(2) E. A. J.LOBREGAT CONESA: «Conteatauia ibérica», Alicante, 1972, lám. IX. arriba. Elte
autor da en su libro la viata lateral derecha de la pieza; para el coDOClmiento de au lado opueato, v6ue la
nota 6.
(3) M. ALMAGRO GORBEA: «Tumbas de cámara Y ~as funerviaa ibérica& Su interpretación
.
aoci
Femúdn Chicarro, directora delMuaeo Arqueol6gico de Sevwa, Madrid, 1982, pAga. 249-26"í.'Hemoa
de recordar también que en la provincia de Granada no ha aparecido, por ahora, ni una sola eafin¡e en
piedra ai exceptuamos, claro esté, a la Dama de Galera; para esta cuesti6n véase T. C'HAPA BRUNET:
1d.aa eafingea en la plútica ib6rica», en Trab~oa de Prehistoria. 87, Madrid, 1980, páp. 309-344.
-263-
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•
E. SANMARTI GREGO
y su labra pensamos que esta escultura tiene que proceder de algún
yacimiento ibérico ubicado en el sudeste peninsular, en las actuales
provincias de Alicante o Murcia, muy probablemente.
En cuanto a su cronología estamos completamente faltos de cualquier indicación de dónde y en qué contexto apareció esta escultura.
Sin embargo, tras la enseñanza de Pozo Moro, no cabe la menor duda
para proponer una cronología alta que situariamos en el siglo V a.
J.
c.
Dimensiones
La escultura de bóvido que nos ocupa, labrada a partir de un
bloque de piedra caliza, relativamente blanda, de color beige, tiene
una anchura máxima de 103 centímetros; una altura máxima de 58'5
centímetros y una profundidad máxima, en los cuartos traseros, de 39
centímetros. La depresión ovalada del lomo, por su parte, mide 7 milimetros de profundidad y su eje mayor mide, a su vez, 105
centímetros.
Estado de conservación
Si exceptuamos la pérdida de la cabeza, a. í como los rotos y dess
conchados de la pata anterior izquierda, del muslo posterior derecho y
de ciertos puntos de la cola, podemos considerar que esta pieza ha llegado hasta nosotros en condiciones de conservación más que aceptables. Si tenemos en cuenta el hecho de que, por lo general, toda la
escultura ibérica, tanto la animalística como la antropomorfa, sufrió,
ya en la misma antigüedad, un proceso de deterioro muy acusado, la
mayoría de las veces intencional (4). En este sentido, cabe señalar que
la escultura presenta en la parte izquierda del cuello una ancha y profunda ranura, aparentemente intencionada, que quizá sea producto
del proceso llevado a cabo para conseguir la separación de la cabeza
del resto del cuerpo del anim81 (lám. ll, B).
(4) M ALMAGRO GORBEA: «Pozo Moro. El monumento orlentalizante, au contexto sociocultural y sus paralelos en la arquitectura funeraria ib6rica», en Madrider Mitteilun¡en, 24, 1988,
Mainz am Rhein, 1984, pág. 267. Este autor opina quelaa destrucciones ae evidencian a partir de fines
delalglo IV; ain embargo, creemos que hay razones aobradaa para poder pensar en una mayor antigüedad, tal como lo demuestra el reaprovecbamiento de fragmentos eacult6rlcoa en tumbaa de encachado
tumular bien fechadaa por importaciones átieaa de barniz negro en el curso de la primera mitad del siglo
IV a. de('., cual ocurre en la necr6polia de El ('igarralejo o en la de ('abezo Lucero, para citar aolamente
eatoa dos; vbse E. ('UADRADO DIAZ: «El mundo ibérico. Problemaa de cronolo&{a y de laa influeneiaa culturales extemaa», en Primer Sympoaium de Prehistoria Peninsular (Pamplona, 1969), Pamplona, 1960, pig. 226, y A. JODIN, E. LLOBREGAT C'ONESA, P. ROUILLARD y J . UROZ SAEZ:
t
1980», en Mélangea de la Caaa de Velúquea, XVII. Paria, 1981, páp. 628·629. • •
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BOVIDO mERICO EN PIEDRA
6
Interpretaci6n
Hemos de confesar que nuestra primera impresión al iniciar el
estudio de la pieza que nos ocupa fue la de considerarla una esculturasillar de ángulo de un momento funerario turriforme, movidos por el
hecho de constatar que la escultura tenía liso el costado izquierdo. Sin
embargo, pronto caímos en la cuenta de que esta interpretación no era
plenamente correcta ni satisfactoria pues un examen atento del animal
revela que en modo alguno fue tallado pensando en asignarle una función arquitectónica de sostén de sillares en un monumento, sino que,
antes bien, el carácter liso de su costado izquierdo daba a entender
que por dicho lado la escultura debió de ir tan sólo adosada a algo que,
por otra parte, permitía ver lateralmente la parte anterior y el cuarto
trasero izquierdo. Así pues, de haber funcionado como sillar de
ángulo, la escultura jamás hubiese permitido ver al espectador,
cuando menos, su extremo posterior interno del cuerpo, pues éste
habría quedado oculto en el interior de la estructura de la torre funeraria, tal como vemos que ocurre con los leones del monumento sepul.
cral de Pozo Moro (5}.
Ante esta evidencia había pues que tratar de dar otro tipo de explicación ala funcionalidad de la escultura que nos ocupa, lo cual ciertamente, no se presenta nada fácil Es ahora y aquí cuando entra en
juego la valoración que hay que asignar a la depresión ovalada que se
halla situada sobre el lomo del animal, ya que es sin duda esta huella la
que de forma hipotética ayudará a dar con la clave del enigma.
Descartada por nuestra parte la posibilidad de que la escultura del
Museo Arqueológico de Barcelona hubiese pertenecido a un monumento funerario turriforme, pensamos que, en cambio, este animal,
emparejado con un homólogo que se situarla a la izquierda, sirvió para
flanquear la figura de una dama sedente, la cual sostendría alg6n
objeto de culto - pátera, gobelete o tulipa, etc.- adoptando una postura que la obligaría a separar los brazos del tronco de manera que su
codo derecho se apoyaría y quedaría fijado en la depresión circular
situada sobre el lomo del animal (fig. 1, A y B). Esta hipótesis, que a
primera vista podría parecer gratuita, se apoya en el hecho constatable de la visibilidad de los extremos del animal por su costado
izquierdo, de forma que, contra la parte central del mismo, se apoyada
(6) ALMAGRO GORBEA: op. cit. en la nota anterior, láma. 16 a 18. Nos referimos e.xcluaiva·
mente a esta obra por ser la auma y compendio de la abundante literatura salida de la pluma de este
autor. Su elenco completo en la misma obra. pág. 178, nota 2.
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Fig. 1.- Reooutrucclón del bóvido IWrlco del Museo Arqueológico de Barcelona.
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BOVIDO IBERICO EN PIEDRA
7
el lateral del tronco de la dama sedente, el cual, asimismo, sostendría
al bóvido evitando su tendencia a inclinarse; así como también en el
resultado de la prueba experimental que hemos realizado procediendo
a sentar a una persona de pequeña estatura en el lugar de situación
teórico de la dama. En efecto, colocada una persona de esa gUisa, llevando a cabo la acción de sostener una pátera en sus manos, hemos
comprobado que su codo derecho iba a coincidir exactamente con la
depresión situada sobre el lomo del animal, lo que para nosotros sirve
para otorgar visos de verosimilitud a la hipótesis que aquí estamos formulando como ya ha sido dicho, una huella de este mismo tipo y situación la conocemos en la representación de un bóvido echado
procedente de El Molar a coincidir exactamente con la depresión
situada sobre el lomo del animal, lo que en nuestra opinión sirve para
otorgar visos de verosimilitud a la suposición que aquí estamos formulando. Por otro lado, el hecho de que el eje mayor de la depresión esté
orientado de tal forma que en ella pueda encajar cómodamente un
codo, apunta también hacia la verosimilitud de nuestra propuesta.
Con todo, somos conscientes de que hasta que la arqueología no
aporte pruebas concluyentes que confirmen la existencia en la escultura funeraria ibérica de asociaciones de animales -en este caso
bóvidos-, a damas sedentes, siempre planeará la duda acerca de la
bondad de nuestra hipótesis. De todos modos, creemos que es válido
ponerla habida cuenta de que se formula en base a unos supuestos
lógicos que la hacen aceptablemente plausible.
Ya fuera del ámbito propio al monumento que nos ocupa, cabe
aducir también las pruebas relativamente utilizables y paralelizables
que aportan el Toro de El Molar y la Bicha de Balazote.
Sobre el primero hemos de decir, partiendo de la no muy buena
fotografia publicada en su día por A García y Bellido (6), que por su
costado derecho parece tener la parte anterior plana, así como su
parte central, quedando sólo bien esculpida la correspondiente a su
cuarto trasero. Hipotéticamente, y a falta de visión directa, diremos
que quizá pudo funcionar del mismo modo que suponemos lo hizo el
bóvido de Barcelona.
En cuanto a la Bicha de Balazote cabe decir que está también claramente dotada de una depresión circular sobre su lomo, quizá más
pequefta que la que se encuentra en nuestro ejemplar. En cuanto a su
funcionalidad, la. opiniones varian según los autores, pues, de un lado,
s
(6) A. GARC'IA BELLIDO: <~, en «Historia de Espai'la», dírigida por R. MENENDEZ
PIDA.L, tomo L vol m. Madrid. 1963, pág. 591, fig. 528.
-267-
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8
E. SANMARTI GREGO
A. García y Bellido, su primer editor serio, opinaba en 1931 que la
Bicha no tuvo un rol de sillar, sino que debió estar «más o menos arrimada a una pared» (7), según este mismo autor, el hecho de que la
Bicha tenga la pata anterior derecha casi acabada así como su cuarto
trasero· esbozado impediría su atribución a un sillar. Más recientemente, Martín Almagro Gorbea ha incluido a la Bicha de Balazote en
la lista de esculturas-sillares de ángulo pertenecientes a probables
monumentos funerarios turrüormes (8). Por nuestra parte pensamos
que no queda del todo clara su función como sillar y que tal vez tuviese
razón García y Bellido, al no considerarla como tal, tanto más cuanto
que nos da la sensación de que las marcas que aparecen sobre su lado
derecho no parecen ser tanto las huellas de talla, sino que más bien
parecen el resultado de una acción violenta destinada a arrancar la
pieza de algo a lo que se hallaba í.ntimamente unida por haber sido
labrada al unísono con la parte supuestamente desaparecida. En este
sentido llama poderosamente la atención la presencia de un surco oblicuo, al parecer profundo, situado en la parte anterior de la, digamos,
cara oculta de la pieza, el cual recuerda en gran manera al que en el
animal del Museo de Barcelona cruza oblicuamente su cuello por
encima de la papada Uno y otro podrian ser la huella dejada por un
escoplo de sección circular utilizado para, en uno y otro caso, mutilar
las piezas.
Nosotros, con la mayor prudencia, avanzamos la posibilidad de
que la Bicha de Balazote hubiese podido desempeñar un papel iconográfico semejante al que suponemos para el bóvido de Barcelona, aunque pensamos también que tanto la Bicha cuanto el toro de El Molar
pueden ser objeto de interpretaciones distintas a ésta y que habrá que
esperar a que el·azar y la necesidad nos doten en el futuro de los elementos de juicio complementarios porque por ahora nos faltan.
CONCLUSIONES
De haber sido las cosas según nuestro hipotético modo de ver,
resultaría que, en el ámbito de la plástica animalística ibérica de uso
(7) A. GARCIA BELIJDO: «La Bicha de Balazote», en Archivo Eapaflol de Arte y Arqueología,
vn. Madrid, 1931, páp. 249-270.
Más recientemente ha tratado de esta pieza T. CHAPA BRUNET: C
Baluote. Nueva puesta a punto de su problemática», en Al-Buit,
10, Albacete, 1981, págs. 145157, para la que eate animal cumplió una función arquitectónica, quid. en la puerta de una
tumbL
(8) ALMAGRO GORBEA: op. cit. en la nota 4, pág. 232.
M. ALMAGRO GORBEA:
38-40, Barcelona, 1979, pág. 124.
vn.
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BOVIDO mERICO EN PIEDRA
9
funerario, habría que tomar en cuenta la posible existencia de animales echados flanqueadores de damas sedentes, lo que nos llevarí(l a
establecer un nuevo grupo de esculturas labradas con esta precisa
finalidad funcional, y que habria que distinguir de las esculturas utilizadas con finalidades apotropaicas y arquitectónico estructurales en
los monumentos funerarios turriformes.
Efectivamente, M. Almagro Gorbea ha tenido el mérito y el acierto
de establecer por vez primera la tipología de los monumentos funerarios ibéricos en relación con la escultura anim.a1ística en piedra. Así,
dejando a un lado los sepulcros tumulares y de cámara, ambos desprovistos de escultura, ha podido determinar la existencia de monumentos turriformes tipo Pozo Moro, dotados de animales protectores en
las esquinas, así como de monumentos en forma de pilares-estela provistos de figuras animales -y tal vez jinetes- en su cima (9). De esta
forma, todo el cúmulo de materiales atesorados hasta ahora, conservados en museos y colecciones, comienza a encontrar un adecuado ordenamiento lógico. Sin embargo, hay que tener presente que, muy
probablemente, a medida que la escultura animalística ibérica vaya
siendo estudiada a la luz de estas importantes aportaciones de M.
Almagro-Gorbea, paulatinamente irán estableciéndose matizaciones
que abrirán nuevas vías a la interpretación de la funcionalidad de
aquélla. Nosotros queremos creer que con el estudio del documento
que hoy nos ocupa aqtú hemos aportado nuestro grano 5fe arena en el
sentido de abrir una nueva vía de discusió~ y debate en este campo tan
viejo, pero al mismo tiempo tan novedoso, del estudio de la
plástica ibérica.
NOTA COMPLEMENTARIA
Acabado de redactar este trabajo y a punto de ser librado al editor,
ha llegado a nuestra manos el libro de Teresa Chapa Brunet dedicado
al estudio de la plástica ibérica de tema zoomorfo (10). En dicha obra,
la autora trata de la escultura que motiva estas páginas, para la que se
propone un origen andaluz, situado concretamente en la localidad de
Santaella (Córdoba). Los motivos que mueven a la autora a fijar este
origen con tanta precisión se basan en el conocimiento de otra escultura de bóvido hallada en aquella localidad andaluza hace un cuarto de
(9) M. ALMAGRO GORBEA: «Pilarea estelaa ibérico&», en Homenaje al proCeaor Martín Almagro
Bascb, m, Madrid, 1983, p6ga. 7-20.
(10) T. CHAPA BRUNET: «La escultura ibárica zoomorfa», Madrid, 1985, pága. 108, 158 y 160.
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10
E . SANMAR'n GREGO
siglo y que hoy se conserva en el Museo Arqueológico de Córdoba.
Para Teresa Chapa, la semejanza formal entre ambas postula hacia un
origen común. Asimismo, estos dos bóvidos pueden encuadrarse,
siempre según esta autora, en un Subgrupo Al, el cual muestra rasgos
que son típicos de su Grupo B. Este último tiene un área de dispersión
centrada en el Sudeste peninsular, mientras que el Grupo A y el Subgrupo Al son más propios del territorio andaluz vertebrado por el
río Guadalquivir.
Por lo que a nosotros respecta, sin dejar de tomar muy en cuenta
las observaciones de una tan buena conocedora de la escultura ibérica,
y precisamente por el hecho de que el Grupo A también se encuentra
presente en el Sudeste, pensamos que no es posible descartar para la
escultura del Museo Arqueológico de Barcelona un origen valenciano
o murciano, habida cuenta, en primer lugar, de la transhumancia de los
artistas, y, en segundo lugar, por la presencia de depresiones en el
lomo de los animales sólo en la zona alicantina - caso del Toro del
Molar- , o albaceteña -caso de la Bicha de Balazote, hecho éste que
no dejar de ser, creemos nosotros, bastante significativo.
En cuanto a la funcionalidad de la escultura de Barcelona, la
autora, que nada dice de la existencia de la depresión dorsal, piensa
que ésta, así como la del Museo Arqueológico de Córdoba, debían de
flanquear un monumento funerario, actuando así de la misma forma
que los leones ibéricos que adoptan su misma postura Para Teresa
Chapa estos bóvidos debieron ir adosados a una pared sin llegar a formar parte de la misma
Finalmente, por lo que a la cronología de esta escultura hace referencia, la autora propone para su labra un período que cabría situar en
los siglos V y IV a. de J . C.
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SANMA RT I.- Róvldo ibérico en pied1·o
LAI'\1:. 1
Vista genet·al del bóvido ibérico e n piedt·a del Musco Al'queol6gico de Ral'cclona.
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LAM. n
SANMA RTI.- fióvido ibé rico en piedra
Ay
n. Vis ta en esCOI'ZO de los costados derecho e iz quiel'do del bóvido ibé a·ico d el Museo
At·qu eológico de R arcelona.
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SANMARTl.- Róvido ibérico en piedra
LAM.OI
A y R. Vistas laterales derecha e izquiet·da del bóvido ibérico de l Museo Arqueológico de
Ra1·celona.
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EMETERIO CUADRADO DIAZ
(Madrid)
TRES BUSTOS ffiERICOS
En nuestra campaña de excavacicnes de 1954, en la necrópolis de
El Cigarralejo, encontramos en nuestro recuadro 10-F un conjunto de
restos escultóricos, entre los que que se encontraba la pieza núm. 1 del
inventario de escultura antropomorfa del citado yacimiento, publicado
en «Trabajos de Prehistoria», del Instituto Español del mismo nombre (1).
La citada pieza consistía en un plinto plano con una moldura en S
superpuesta que servía de base a un busto humano, voluminoso, a partir de la parte inferior del pecho, cubierto con los pliegues de una
túnica o manto, sobre el que resalta la muñeca y mano derechas de un
brazo. La muñeca se cubre con la manga del traje o un conjunto de
cuatro brazaletes, y la mano, sujeta por el cuello un ave que parece ser
una paloma. El cuerpo de esta ave presenta los extremos de los dedos
de la mano izquierda, que ha desaparecido, y que ayudaba, sin duda
alguna a sujetar la paloma (lám. I, 1).
Se trata por tanto del busto de un oferente, tal vez una dama, que
presenta una paloma a la misma diosa que se veneraba en el santuario
inmediato, y que suponemos una «pothnia hyppon», de la que tantas
veces hemos hablado (2). La pieza resultaba anómala, si teníamos en
(1) E. CUADRADO DIAZ: <
(2) E. CUADRADO DIAZ: «La dioaa ibérica de loa caballos». Con¡re-lnternaclonalea de Cieoeiaa Prehiat6rlcaa y Protohiat6rica& Actas de la IV Sesi6n (Madrid, 1954). Zarqoza, 1966, p6p. 797810.
-275-
[page-n-284]
2
E. CUADRADO DIAZ
cuenta la extendida opinión entre los investigadores del mundo ibérico, de que los escultores de esta cultura, no labraban bustos. Sin
embargo, otra pieza conocida, se había considerado como capitel de
pilar, siendo así que se trataba de un busto análogo al nuestro. Nos
referimos a la del Cabecioo del Tesoro, expuesta en el Museo Arqueol6gico de Murcia y publicada por Gratiniano Nieto (3).
La pieza murciana está constituida por un plinto plano sobre la
que se asienta un friso de ovas, y sobre él los restos de una mano derecha -perteneciente a un busto- que sujeta un ave por la parte del
buche, de forma que quedan muy claros los cuatro dedos extendidos
alrededor de la paloma mientras el pulgar la abraza por detrás. Restos
de otra mano parecen cogerla por las patas. La paloma carece de
cabeza, pero están bien talladas las alas y la cola (lám. 1. 3).
La disposición de los elementos conservados atestiguan que se
trata de un busto análogo al nuestro, y con un mismo significado de
devoto oferente. Estos dos ejemplares demuestran, que al menos en
las tribus del SE., la labra de bustos era normal.
Aún se sigue diciendo el busto de la <
de ver. Desde que se comprobó que la «Dama de Baza» se había utilizado como urna cineraria, al socavar b~o su trono un hueco que contenía las cenizas del difunto a quien pertenecía la tumba en que ñie
hallada, puede darse por seguro, que también la «Dama de Elche» se
utilizó con el mismo fin, labrándose en su espalda un hueco que debió
contener las cenizas de un difunto, aunque no se observó este interesante dato por los que encontraron esta tumba.
El aspecto del «busto» de Elche, nos hace suponer que en un principio la dama era de cuerpo entero, tal vez del tipo de la «gran dama
oferente» del Cerro de los Santos, más bien que del de una dama
sedente. El borde de la base de la pieza presenta las huellas de una
división de la escultura, tal vez realizada a cincel, pero sobre lo que no
podemos definirnos, porque no conocemos de visu la superficie del
corte (4). Las dimensiones del hueco son 18 centímetros de diámetro
por 16 de fondo. García y Bellido se inclinó por la hipótesis de Hübner,
que supone la sujeción en él, de la cabeza de una gafa para sujetar la
(3) G. NIETO GALLO: «Noticia d e las excavaciones realizadas en la necr6poli1 d el C'abecico d el
Tesoro, Verdoiay (Murcia)». Boletín de Trab~01 del Seminario d e Arte y Arqueoloc(a, tomo VI, fue.
a XXIV, Valladolid, 1939-1940, pága. 137-160.
(<&) A. GARC'IA Y BELLIDO: «La Dama de E lche y el conjunto de piezu arqueol6gicu reingresadas en Espaila en 19U». Madrid, 1943, nota de la pág. 23.
xxn
-276 -
[page-n-285]
TRES BUSTOS m&RlCOS
8
pieza a la pared posterior. Nosotros no estimamos verosimil esta opinión y nos inclinamos por la de considerar el hueco como urna cineraria, y seguramente se labró a la vez que se cortó la figura para
aprovechar tan sólo la parte superior. Reconocemos que el espacio
disponible para colocar las cenizas es muy pequeño, pero todo
depende de la intensidad de la incineración del cadáver o de que sólo
carlos en el hueco de la figura.
También del Cigarralejo es otra pieza, igualmente un busto, con
plinto análogo al del núm. 1 del inventario, en este caso con el núm. 2,
en que la figura humana conserva el brazo izquierdo a partir del codo,
y aunque muy erosionado parece coger con la mano un objeto o animal, como el núm. l. Este trozo de busto parecía completar a aquél,
pero la fractura no permite el encaje de las dos partes, por lo que consideramos es otro ejemplar.
La pieza pertenecía a la T 130 situada en el recuadro 11-C (lám. 12).
¿En qué se emplearon estos tres bustos ibéricos? Tengamos en
cuenta que las tres esculturas se encontraron en necrópolis del SE., en
las que sobre todo en el Cigarralejo, los hallazgos escultóricos han sido
numerosos, y los consideramos como elementos de monumentos funerarios de tipo griego, denominados por Almagro-Gorbea pilaresestelas. Creemos que en los tres casos, estos bustos se colocaron sobre
un pilar con capite~ situado sobre la tumba, tal vez la dama piadosa
portadora de la ofrenda de una paloma, para comparecer ante la divinidad en la otra vida Esta divinidad pudo ser la de los caballos del
santuario inmediato u otra de tipo funerario, pues en la necrópolis del
Cigarralejo, son frecuentes palomas cerámicas encontradas dentro de
las tumbas. Parece pues, que la paloma era un ave especialmente grata
a la divinidad. Estas palomas cerámicas son en la mayoria de los casos
«askos» ibéricos con un orificio para echar un líquido y otro para la
salida de las libaciones que debían tener un carácter funerario dentro
de un complejo ritual religioso.
- 277 -
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PURIFICACION ATRIAN JORDAN
(Museo Provincial de Teruel)
CERAMICA ffiERICA DE IMITACION ROMANA
EN LA CARIDAD (CAMINREAirTERUEQ
En el mes de febrero de 1977 el Ayuntamiento de Caminreal notificó al Museo Provincial de Teruel que, al realizar una plantación de
árboles en un campo colindante con la Ermita de la Virgen de las
Cuevas, aparecían restos humanos. Visitado el lugar pudimos constatar que se trataba de una interesante necrópolis altomedieval que
conservaba un buen número de enterramientos, bien conservados, en
sepulturas de lajas de piedra con la cabecera recortada y encajada.
Durante los trabajos de excavación de esta necrópolis conocimos
la existencia de un lugar próximo denominado como <
Caridad» donde el propietario, al roturar su campo, había destruido
«un muro de grandes dimensiones» que obstaculizaba las faenas agrícolas y cuyos grande sillares todavía permanecían orillados en la propia finca.
Se trataba, en realidad, de un asentamiento ibérico del que solamente, en aquella zona, quedó intacta una pequeña parte en el
extremo Norte. El lugar puede localizarse en la hoja núm. 491 del
mapa 1:50.000 entre las coordenadas 2°21'00" longitud Este y
40°50'32" latitud Norte y quedó registrado en la Carta Arqueológica
con el núm. 227 (1).
(1) P. ATRIAN JORDAN, C. ESC'RICHE JAIME, J. VICENTE REDON y A. L HERCE SAN
MIGUEL: «Carta Arqueológica de España. Teruel», Teruel, 1980, p6g. 136.
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2
P. ATRIAN JORDAN
En la primavera del año 1984 y ante el inminente peligro de desaparición de estos restos que hemos señalado en el extremo Norte de la
Partida de la Caridad, el equipo del Museo de Teruel realizó una primera campaña de excavaciones en lo que se denominó Sector 1,
dejando al descubierto restos, no muy determinados, de una gran
construcción posiblemente de carácter público. La localización de un
mosáico de «opus signinum» en el suelo de una acequia que regaba la
finca contigua a donde se realizaban los trabajos, motivó una excavación de urgencia en el Sector denominado 2 dando como resultado el
descubrimiento de restos de dos viviendas del mayor interés arqueológico, teniendo en cuenta su situación geográfica en una zona de gran
riqueza agrícola que se extiende casi paralela al no Jiloca.
En la primera prospección realizada por nosotros, en 1977, en la
flnca de la Caridad pudimos recoger abundantes restos arqueológicos,
principalmente cerámica tanto propiamente ibérica como romana de
importación. El propietario del terreno, don José Rubio Malo, nos
entregó una vasija completa recogida por él durante las faenas agrícolas, donación que agradecemos y de la que deseamos quede constancia en este breve estudio.
CERAMICA IBERICA
l.-Fragmento de la parte superior de un kalathos de borde
muy plano.
2.-Parte superior de una ollita de cerámica gris, muy tamizada y
de buena factura, cuerpo globular, asa lateral y borde almendrado
hacia el interior. Medida: 5 centímetros diámetro boca, 6'5 centímetros diámetro máximo y 3'5 centímetros altura conservada.
3.- Parte superior de una olla de cerámica común, borde vuelto y
engrosado, asa lateral, pasta de buena factura de tonalidad siena.
Medidas: 11 centímetros diámetro boca.
4.-Fragmento del borde de una gran urna, con reborde, y decoración de líneas horizontales.
5.- Fragmento de un tazón con la decoración muy perdida.
6.-Base de un thymiaterion decorado exteriormente con grupos
de líneas horizontales en tono rojizo, e, interiormente, con motivos de
pequeños trazos verticales alternando con otros en forma de ocho.
Medidas: 9'5 centímetros diámetro por 4 centímetros altura
conservada.
7.- Varios fragmentos, posiblemente de la misma vasija, decorados con motivos florales estilizados en tonos marrones-rojizo.
- 2SO-
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CERAMICA DE LA CARIDAD
8
CERAMICA IMPORTADA
l.-Fragmento de la parte superior de una olla de cer&mlca
común, tipo 1 de Vegas (2). Pasta de corte gris de buena factura,
cuerpo globular y borde vuelto.
2.- Fragmento de un mortero de cerámica común tipo 7 de Vegas
(3). Pasta con abundante desgrasante y tonalidad grisácea. Conserva
parte del pie y del borde. Medidas: 5 centímetros altura.
3.-Fragmento de una patera de Cam.paniense A, fonna 5 de Lam.boglia con un grafito ibérico de muy mala factura que podría interpretarse como el signo BU (4).
4.-Fragmento del fondo de una patera Campaniense B con decoración de ruedecilla.
5.-Fragmento del pie de una patera Cam.paniense C, forma 1 de
Lam.boglia (5).
6.-Fragmento indeterminado del fondo de una patera Cam.paniense C, con el grafito ibérico DL
CERAMICA IBERICA DE IMITACION ROMANA
Además de estos fragmentos reseñados recogimos tres piezas,
objeto de este breve estudio, de cerámica ibérica de imitación de las
cerámicas romanas caso bastante frecuente a lo largo del siglo 1 a. C.
dado que, con la introducción de la cerámica romana y sus nuevas fol'mas y diseños, cambia la moda y cada vez son más frecuentes las imitaciones de estas cer~cas importadas, con lo que las cerámicas
ibéricas comienzan su decadencia. Las piezas a las que hacemos referencia son las siguientes:
l.-Fragmento de la parte superior de una jarra de cuello largo y
asa lateral Cerámica arenosa de corte pastoso y tonalidad blanquecina. Borde en bastoncillo al exterior y biselado al interior. Moldura en
el arranque del cuello y señales del tomo en la parte interior. Medidas:
4 centímetros diámetro boca, 6'5 centímetros en el arranque del cuello
y 7'5 centímetros altura conservada {6) (fig. 1 y lám. 1, 1).
(2) M. VEGAS: «Cerámica comlin romana del Mediterrineo Occidental>~, Barcelona, 1978,
12.
(3) VEGAS: op. cil en la nota anterior, pág. 29.
(4) N. LAMBOGLIA: «Per una clusificazione preliminare della ceramica campana>~, Bordigbera,
1962, pág. 81.
(6) LAMBOGLIA: op. cil en la nota anterior, pág. 167.
(6) VEGAS: op. cil en la nota 2, pág. 91, tipo 38.
M. BELTRAN LLORIS: «Cerámica romana. Tipología y c.laaificaci6n.», Zaragoza, 1978, lám.
LXVI. núma. 837·839.
~g.
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P. ATRIAN JORDAN
o
Fir. 1
.
&cm.
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1
1
2
3
4
1
2.-Copa imitaci6n de la forma 18 de la Campaniense C (7). Pieza
de barro muy rojo, depurado y de corte limpio. Presenta la carena muy
marcada y el borde muy amplio y muy vuelto, pie de anillo con el interior umbilicado. En el cuerpo, y bajo el bordé, presenta dos grafitos
con sigos ibéricos idénticos DO DO. Medidas: 1O'5 centímetros diámetro máximo en la boca, 4 centímetros diámetro del pie y 4'7 centímetros altura.
Esta forma fue muy copiada y difundida y no es infrecuente
hallarla en yacimientos ibéricos a lo largo del siglo 1 a. C. como ocurre
en la Alcudia de Elche, en el Cabezo de Alcalá de Azaila, en el Cabezo
del Palomar de Oliete (8), y en otros muchos pertenecientes a esta cultura. (fig. 2 y 1ám. 1, 2).
3.-Vasija de cuerpo globular, pie de anillo poco profundó re~
cado con molduras, fondo umbilicado, asa lateral simple -sin
(7) LAMBOGIJA: op. cit. en la nota 4, pág. 160.
(8) A. RAMOS FOLQUES: «La Alcudia de Elche», Elche, 1983.
M. BELTRAN LLORIS: «Arqueología e Hiatoria de laa ciudades antiguas del Cabezo de
Alcalá de Azaila (Teruel)», Monografias Arqueo16gicu XIX, Zaragoza, 1976, fig. 64, n6m. 1.021.
A. BELTRAN MARTINEZ: «Loe balla.zgoe ibéicoe de "El Palomar", de Oliete (Teruel), y la
Colecci6n 0reni8JUI, de Zare¡oza», Caeaaraugueta, 11-12, Zaragoza, 1968, fig. 26.
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CERAMICA DE LA CARIDAD
6
lll
o
.
.l-e m.
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1
Fig. 2
1
1
refuerzo- que a.mmca del centro del cuello y muere al comienzo del
cuerpo. Este se halla separado del cuello, muy exvasado, por dos molduras terminadas en arista. El borde en doble bisel al exterior y en
forma de embudo por el interior. La pieza presenta dos particularidades: llevar añadido un pitorro vertedor sobre la parte superior del
cuerpo, que forma con el asa un ángulo, aproximado de 90 grados, y la
segunda poseer un rallo o colador justo en la unión del cuerpo con el
cuello. El conjunto fue, indudablemente trabajado en dos partes, primeramente el cuerpo y después el cuello con su borde uniéndose
ambas piezas por la zona del rallo donde practicaron los agujeros de
dentro a fuera. La pieza presenta en su conjunto alguna tosquedad en
su factura y son bien visibles las huellas del tomo. La pasta con la que
fue hecha es de barro muy decantado lo que da una buena textura presentando distintas coloraciones que van desde el gris claro al siena
rojizo. Apareció completa, a excepción del pitorro, muy bien conservada siendo sus medidas: 8 centímetros boca, 9'5 centímetros diámetro
base, 13'3 cen1ímetros diámetro máximo y 16 cen1ímetros altura (fig.
3 y lám. I, 3).
Así como para las dos primeras piezas reseñadas no es dificil
encontrar paralelos por tratarse de imitaciones relativamente frecuentes en la cerámica ibérica para esta jarra, cantarillo de un asa o botijo,
no parece tan factible. Sus más remotos precedentes habria que buscarlos en las cerámicas helenísticas donde encontramos una pieza con
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P. ATRIAN JORDAN
6
o
3
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S cm.
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--
1
Fig. 8
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2
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CERAMICA DE LA CARIDAD
7
la que podría establecerse un paralelo aunque en este caso el asa y el
pitorro vertedor no forman ángulo recto, como en la nuestra, sino que
están enfrentados a ambos lados del cuerpo, pero sí posee molduras
en el cuello y rallo (9). En la cerámica protocampaniense y Campaniense son frecuentes las jarritas con o sin asa lateral pero con pitorro
vertedor aunque carecen de rallo (10). ·
Pero, donde realmente pueden encontrarse paralelos más directos
es en la producción de vasos de este tipo dentro de la cerámica llamada de paredes finas, especialmente en el número 610 recogido por
Mayet (11). Esta forma continúa imitándose en la terra sigillata clara
como puede verse en la forma 126 de Hayes y en Beltrán Lloris (12).
Dentro de la cerámica propiamente ibérica no nos ha sido posible
paralelizarlo con ninguna otra pieza conocida sino es, aunque remotamente en cuanto a su factura y galbo, sí próximo en cuanto a su funcionalidad, más que con una jarra procedente del Tos sal de les Tenalles
en Sidamunt (Lérida) que se conserva en el Museo Arqueológico de
Barcelona (13), ya que la otra pieza conocida, provista de vertedor y
rallo, es en realidad un «guttus», procedente del Cabecico del Tesoro
(Verdolay, Murcia), imitación de la forma 45 de la Campaniense A (14).
En cuanto a la finalidad de estos jarritos, cantarillos de un asa o
botijos -que de cualquiera de estas formas pueden denominarsecon o sin colador, no está todavía bien definida por los estudiosos de
las cerámicas antiguas. La denominación de biberones la pensamos
más adecuada para los pequeños recipientes como los de época
púnica, procedentes de Ibiza, se conservan (15), a los cuales recuerda
(especialmente el núm. 1) la pieza hallada en el Castelillo de Alloza
(Teruen (16), o a los procedentes de Aquitania, todos ellos carentes de
(9) Ph. BRUNEAU: En «Céram.iques héllenistiquea et romaines», del Centre de Recherches
d'Hiatolre Ancienne, vol 36, París, 1980, fi¡. 3.
(10) LAMBOGLIA: op. cit. en la nota 4, pág. 192, forma 44 B.
E. SANMARTI GREGO: ceLa cerámica campaniense de Emporion y Rhode», Monografiea
Emporitanes, IV, Barcelona, 1978, láms. 16 y 24.
·
J.-P. MOREL: ccCéramique averniBnoirduFonunromainetduPalatin>~,Paría,1965,lám. 7,
n6ma. 80 y 81, forma A 99.
J.-P. MOREL: «Céram.ique Campanienne: Lea formes>>, Roma, 1981, lám. 191.
(11) F. MAYET: «Les céram.iques A paroia rmea dans la Péninsule Ibérique», París, 1975,
lám. Lxxm
(12) J . W. HAYES: «Late roman pottery», Londres, 1972, pág. 177.
BELTRAN LLORIS: op. cit. en la nota 6, lám. XLIV, pég. 546.
(13) L. PERICOT GARCIA: «La cermnica ibérica», Barcelona, 1979, pág. 201.
(14) J . M. GARCIA CANO: «Cerámicas griegas de la región de Murcia», Murcia. 1982, 16m. 8.
PERICOT GARCIA: op. cit. en la nota anterior, pág. 19.
(15) A. RODERO RIAZA: «Colección de cermnica púnica de Ibiza en el Museo Arqueológico
Nacional», Madrid, 1980, pé¡. 20, 16m. 11.
(16) P. ATRIAN JORDAN: «Excavaciones en el poblado ibérico El Castelillo (Allou, Teruel).
Cuarta y quinta eampailaa», Teruel, 36, Teruel, 1966, pág. 168, fi¡. 13 y 16m. VI.
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8
P. ATRIAN JORDAN
colador (17). Tampoco nos parece acertada su utilización para decorar
los pequeños vasos a la barbotina ya que la espesura de la pasta obstruiría constantemente la salida del pitorro, ni como receptáculos para
preparar infusiones dado que el agua no se retendrla en el cuello el
tiempo suficiente para obtenerlas (18).
Por ·nuestra parte pensamos que serian utilizados, simplemente,
para contener líquidos y en sustitución de vasos y copas, tal como
todavía es frecuente en nuestro tiempo ~onde en algunas comunidades rurales continúan tomeándose piezas similares con asa lateral,
pitorro vertedor y colador en el comienzo del cuello. Sirva de ejemplo
los «rajos o rallos» de Uncastillo y Sos del Rey Católico en la provincia
de Zaragoza o el «rallo» y «botija de rallo» en Calanda y Huesa del
Común en la de Teruel La finalidad del «rallo» o colador o rejilla no es
sino la de impedir la entrada en el interior de la vasija de sustancias.o
animalillos que pudieran estropear el líquido allí puesto, agua o vino
dependiendo del tamaño de la pieza. En ocasiones, las piezas más
pequeñas, es factible que se utilizaran -y se utilizan todavía- para
dar alimento a los enfermos.
Respecto a la cronología de estas piezas, en su amplia gama de
variantes, hemos constatado que es sumamente amplia ya que se
encuentran entre las cerámicas griegas, romanas, púnicas, ibéricas, y
cerámicas locales alcanzado hasta nuestros días. Más concretamente,
la pieza que aquí hemos estudiado como imitación de la cerámica
romana dentro del periodo ibérico 'puede fecharse en el siglo 1 a. C.,
cronología que, por otra parte, coincide con el ambiente arqueológico
del resto de los materiales de las zonas excavadas.
Al dar a conocer esta curiosa pieza hemos pensado que colaboramos, aunque sea modestamente, al mejor conocimiento de lo que fue
la cerámica ibérica y a concretar mejor la influencia que la importación
de cerámicas romanas ejerció en la misma.
(17) M. H. y J. SANTROT: «C'éramiquea communea pllo-ro.mainea d'Aquitanie11, Parla, 1979,
pág. 189, tipo 16, forma 442.
(18) MAYET: op. cit. en la nota 11, pág. 112.
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ATR IAN.- Ccrámic a de la Caridad
l .- Cuello de jarra. 2.-Copa . 3.-Vasija con «l"allo» y pitol'l"O.
LAM.l
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...
\
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JÜRGEN UNTERMANN
(Ko
In)
REPERTORIO ANTROPONIMICO ffiERICO
l. Al presentar una nueva lista de antropónimos ibéricos continuamos las investigaciones cuyos principios teóricos hemos expuesto
en ocasión del2. o coloquio sobre lenguas y culturas prerromanas de la
Península Ibérica, celebrado hace nueve años en Tübingen. Vamos a
completar aquel primer ensayo con un resumen provisional que se
basa en las fuentes actualmente disponibles, incluso los testimonios
que nos sirvieron de fundamento y de punto de arranque en nuestro
trabajo de 1976.
2. Desde luego, el estado presente de nuestros conocimientos de
la gramática y del léxico ibéricos no admite resultados definitivos: es
inevitable un fuerte subjetivismo que se refiere a la recogida del material tanto como a la interpretación morfológica de los mismos nombres; aunque el marco limitado de esta contribución no permitirá
abortlar exhaustivamente los innumerables problemas, me he esforzado
en hacer visibles las condiciones más importantes segúri las cuales he
reunido y ordenado el léxico onomástico que se encuentra en la lista
del § 24: en los capítulos de la introducción explicaré varios puntos de
vista generales, y en las notas que acompañan la lista principal se discutirán problemas particulares de los antropónimos en cuestión.
3. Partimos de la hipótesis -por lo demás aceptada por todosde que la forma normal de un nombre personal ibérico es el nombre
compuesto de dos elementos autónomos, capaces de entrar en combinaciones variadísimas, como lo conocemos en los sistemas antroponímicos griego, germánico, gálico, hebreo . y muchos más. Tales
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2
J . UNTBRMANN
nombres compuestos constituyen la gran mayoría de nuestro material
-las muy contadas excepciones se discutirán en el § 23. Aparecen en
la lista ordenados según sus componentes, es decir, cada nombre compuesto aparece dos veces, -bajo su primero y bajo su segundo componente que vienen provistos cada uno por un núniero corriente que
corresponde a su lugar alfabético en la totalida~ de los componentes
atestiguados, así que cada antropónimo compuesto viene identificado
por los dos números de sus éomponentes.
4. Sería útil -pero no realizable dentro de esta contribuci6ncompletar el repertorio de los nombres por una lista de las denominaciones (<
Ascoli. También en los textos ibéricos, tales denominaciones apar~cen
en cantidad considerable y a veces sirven de argumento adicional para
determinar una secuencia como nombre de persona. Hay que recordar, además, el fen6meno de que se encuentran muchas denominaciones en las cuales el nombre del hijo repite un componente del nombre
del padre: p. e., los hermanos Sosinaden y Sosimilus, hijos de Sosinasae en la turma Salluitana, lliurtibas Bilu.stibas, Beles Umarbeles y otros pares en la misma unidad militar, balseüs ffiútál en la
estela de Sinarcas, Teltabas Turlbas en el bronce de Contrebia y
otros ejemplos más. A veces este fen6meno puede ser utilizado para
decisiones de la interpretaci6n o de la enmienda de nuestras fuentes
(v. núm. 16-1251 , núm. 27-14, núm. 32-54, núm. 54-18, núm.102-frg.).
El contenido de la lista principal (§ 24).
5. El núcleo de la lista es la columna 4 en la que aparecen todos
los componentes onomásticos que hemos recogido. Por motivo de la
mayor comparabilidad doy todos los testimonios en «ortografía ibérica» añadiendo un asterisco cuando el nombre en cuesti6n aparece en
escrituras griega o latina y suministrando los informes necesarios por
medio de las notas respectivas. Las componentes se dan -siempre
con sus variantes{§ 12-19)- en orden alfabético según la ortografía
ibérica, y cada una (incluso las variantes) tiene su número que f¡gura
en la columna l. En las columnas 3 y 5 se pone el primer o el segundo
componente respectivamente que está combinado con el segmento de
la columna 4: el número de este componente adicional aparece en la
columna 2.
Quedan pocos casos que no se integren en este sistema: para nombres no compuestos que no llevan sufijo (ejemplo único: Beles 25,
-290 -
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REPERTORIO ANTROPONJMICO mERICO
S
v. abajo § 23) el segundo número se reemplaza por «0», para nombres
sufijados ( § 23) por «suf», y en los pocos testimonios de nombres fragmentados que he acogido en la lista, que pone «frg» en lugar del
número correspondiente. Dentro de las columnas 3 a 5 se añaden
-cuando existe- los elementos intercalados (v. § 20-22} y el sufijo
-in que caracterizan los nombres de mujeres.
6. Las columnas siguientes, 6 y 7, informan sobre la procedencia
del testimonio, citando la publicación y el lugar de hallazgo o la unidad
tribal que se menciona en el bronce de Ascoli o en otras inscripciones
latinas; todas las referencias y abreviaturas se explican en el apéndice.
Cuando mi texto no coincide con el de las publicaciones citadas, mis
lecturas se fundan en la autopsia de l~s monumentos epigy;áficos.
7. Las letras de la columna 8 indican el valor del testimonio. A se
atribuye a formas que deben ser consideradas como aD.tr'ópónimos sin
ninguna duda, obedeciendo a las condiciones siguientes:
l. nombres que aparecen en inscripciones latinas;
2. nombres de magistrados sobre monedas;
3. secuencias de tres o cuatro sílabas que son inscripción única
sobre cerámica o sobre piedra, seguidas por -iñi, -ar-iñi o -en-iñi;
4. palabras del plomo de Palamós a las cuales sigue la palabra
-batir;
5. muy contadas condiciones más para las cuales se da la motiva..
ción en las notas respectivas.
8. La letra B califica los testimonios que por ·su estructura no contradicen para ser clasificados como antropónimos, y para los cuales
hay buenos argumentos contextuales que apoyan una tal clasificación
sin excluir definitivamente otras interpretaciones:
l. inscripciones sobre cerámica, de tres o cuatro sílabas sin sufijo
.
o con sufijos distintos de los mencionados bajo A 3;
2. palabras que aparecen sobre piedras sepulcrales aliado del formulario conocido de tales inscripciones;
· 3. palabras de tres o cuatro sílabas que aparecen sobre los plomos
«pequeños». (C. O. 1, C. O. 2, G. l. 5 y G. l. 6.), siempre al lado de
cifras y a veces provistas de los sufijos -(i)ka o -e; .
. 4. palabras de la misma estructura que constituyen la última línea
de un texto .largo (sobre plomo) dando la sensación de ser la «firma»
de una autoridad que ha hecho escribir el texto en cuestión;
5. las palabras de la cara A del plomo de Enguera que parece dar
una lista de antropónimos;
· 6. otros casos particulares que se explican en las notas.
9: La categoría C la constituyen palabras que son compuestos de
dos componentes que pertenecen cada una al repertorio de los compo-291-
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J. UNTERMANN
nentes onomásticos definido por los testimonios que pertenecen a los
grupos A o B de nuestra clasificación, sin que el contexto hable en
favor de que se trate de un antropónimo. La gran mayoría de los testimonios calificados por C se encuentra en los grandes textos sobre el
plomo y sobre cerámica pintada de Liria. A veces vienen acompañados
por ciertos sufijos --~a, -te, -ai, -u y otros- que por cierto no tienen
ningún valor autónomo como argumento para la semántica de las palabras en cuestión.
10. En la columna 9 se remite a las notas: la N dice que la nota se
cita por la secuencia de números al inicio del mismo renglón, la n significa que la nota se encuentra bajo los mismos números en orden
inverso.
11. La última columna menciona los sufijos pertinentes que se
encuentran junto con los nombres citados.
Las variantes
12. Al registrar los componenetes onomásticos ibéricos como
entradas del léxico de esta lengua, inevitablemente se plantea el problema de las variaciones: ¿qué diferencias corresponden a distintas
entidades del léxico? ¿cuáles son las que sirven para variar una tal entidad, sea en función morfológica sea para adaptarla en su contexto
fonético? Hay que abordar la cuestión a tres niveles distintos, siempre
teniendo presente que todas respuestas están condenadas a ser provisionales y a veces arbitrarias hasta que no sepamos más sobre la gramática de la lengua ibérica.
13. Seguramente hay un nivel de variaciones puramente gráficas,
(p. e., 5-113, 7-114, 25-30, 50-114, 95-114). Con tales fenómenos se
(33), la omisión facultativa de las letras n, s y r delante de oclusivas,
sobre todo en la ortografía arcaica de Ullastret, Pontós y Palamós
(p. e. 5-113, 7-114, 25-30, 50-114, 95-114). Con tales fenómenos se
relacionan las numerosas dudas que surgen por la trasposición de
palabras indígenas ala escritura latina, y que se manifiesta en el cambio entre e e i, entre letras para oclusivas sordas con otras para oclusivas sonoras. Es bien conocido la correspondencia entre el grupo -Uibérico y la ll doble en la ortografía latina, y me parece muy probable la
identificación, debida a J. Vallejo, de la secuencia ibérica mbar con
Umar en inscripciones latinas. Hay que mencionar, además, las abreviaturas gráficas por falta de espacio (p. e. 20-33, 63-74, 99-109).
14. En un segundo nivel hay que tratar los reflejos de procedimientos fonéticos. Contamos con ciertas asimilaciones, p. e. de r a l
(36-72, 72-85) de e a a ((p. e., 20-26,24-114, 25-18)] tenemosesker en
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REPERTORIO ANTROPONIMICO ffiERICO
6
lugar de isker cuando el componente anterior termina en -un (56-4, 5654}, y las soluciones distintas que se observan para el nexo -n+b-: en la
escritura ibérica a menudo aparece nb (p.e. 8-22, 8-25, 36-96, 38-15),
a veces sólo b (14-25, 14-27, 25-54, 125-30, 125-32), en la ortografia
latina casi siempre (excepto 76-25) se escribe m en lugar de nb. Observamos fenómenos de contracción de vocales (p. e. 54-18, 46-89, 57127) y la omisión de una i (16-89, 50-85, 56-105). Podriamos aftadir,
aquí, los casos donde una sílaba desaparece por haplología (1-11, 874, 20-60, 48-96).
.
15. El tercer nivel viene constituido por las variaciones morfológicas que son -mucho más que los niveles anteriores- expuestas a
dudas y a decisiones mal fundadas. Se ofrecen dos criterios de valor
muy desigual que prometen una base para agrupar distintas formas
como variantes de una entidad léxica.
16. El primer criterio sería la distribución de ciertas formas entre
las dos posiciones en el nombre compuesto, -p. e.: aun (16), betan (28)
y iaun (49) aparecen en el segundo lugar de compuestos mientras que
auf, betar y iaur funcionan como miembros iniciales; en cambio, aif (3)
e istar (57} ocupan la segunda posición mientras que ain e istan son
atestiguados como primeros componentes. Pero abundan los casos
donde no se observa una tal distribución, y por lo demás, por la escasez de nuestro material resulta muy provisional toda conclusión de
esta índole.
17. Mejor aplicable pero de ninguna manera más fidedigno es el
criterio de la recurrencia, es decir, el hecho de que varias oposiciopes
de tipo formal vuelven a aparecer en varios pares de formas. En los
cuadros que siguen he reunido tales ejemplos para motivar las agrupaciones que se encontrarán en la lista principal. Pero hay,que tener presente que ninguno de estos cotejos puede servir de prueba definitiva
para una variación morfológica y que mis cuadros están muy lejos de
ser exhastivos: hay muchas posibilidades más que merecen ser consideradas en este conjunto y que pueden ganar o perder crédito con el
aumento de nuestro co1pus de inscripciones ibéricas y latinas.
18. l. cambio entre n y r (y vocal).
3
16
28
46
49
54
ain
aun
betan
e ten
iaun
iltun
aif
aur
betar (cp. 29 betes, 30 betin)
eterete
iaur
iltur iltu
-293-
[page-n-302]
J. UNTERMANN
6
57
60
88
istan
kaltun .
seken
istar
kaltur
seken(sekel: v. núm. 88-frg)
con cambio adicional de vocal
43
elan
eler
2. cambio entre vocal y r.
8
18
19
20
51
59
62
99
127
an
baise
bala
balke
ike
kaku
kertu
talsku
urke
anar
baiser
balar
balkar
iker
kaker
kertar
talskar
urkar
3. cambio entre vocal y s.
50
67
72
115
119
ibe(i)
koii
lako
tiki
turi
ibe(i)s
kofu
lakos(cp. 71 lakef)
tikis(cp. 114 tikir)
turi(i)s
4. cambio entre s y r (y vocal).
7
11
31
62
alos
arkis
bikis
Qtu
alor
arker
bikir
Qtar
alo(v. núm. 7-114)
afki
biki
5. cambio entre a y e/i.
20
56
67
79
112
113
balka
iskar
kofa
nu
tiba8
tikan
balke(cp. núm. 20-60)
isker
kofi
nes(cp. núm. 79-83 1
)
tibes
tiken
-294-
[page-n-303]
REPERTORIO ANTROPONIMICO mERICO
7
6. cambio entre e/i y o/u.
46
66
90
91
118
ekes
inte
sike
sine
tueiti
ekos
intu
siko
sino
tuitu
7. cambio entre in y un.
83
96
ortin
sosin
ortun
sosun
19. Una situación particular se da con respecto a beles: esta
forma aparece en 21 testimonios, una vez sola (26-0, 7 veces en el primer lugar, 13 veces en el segundo lugar de un nombre compuesto; en
segundo lugar se encuentran, además, 6 ejemplos de la forma abreviada beis (en escritura ibérica con s, no 8 como beles); y en fin, tenemos, también en segunda posición, una variante aumentada por -er,
belser (26-87).
Segmentos intercalados
20. La inscripción sobre plomo recientemente hallada en la
comarca de Enguera muestra dos variantes de un nombre ·c ompuesto
que se diferencian por un elemento -ke- que aparece entre los dos
componentes del antropónimo: oto-iltir y oto-ke-iltir (84-63); y en el
mismo documento encontramos el nombre tueiti-ke-iltun (118-64)
que muestra los elementos onomásticos tueiti- (variante de tuitu: v.
arriba § 18) e iltun más el segmento ke entre ellos.
21. Aunque no conocemos la función de este segmento, su existencia nos anima a buscar una interpretación parecida con respecto a
otros antropónimos compuestos. Son, primero, unos complejos con
cinco sílabas, aiunibaiser (4-18) tasbarikibas (98-63) y tuituiboren
(118· 39), cuyas terceras sílabas presentan una i que no pertenece ni al
primer componente ni al segundo. La misma vocal i se ve en tres antropónimos cuyos primeros miembros sólo tienen una sílaba: ain-i-beles
(3-26), basi-i-balkar (21-20) y san-i-belser {87-25). No me parece
desviado suponer que la i sirve de «elemento separador» («Bindevokal») con ia finalidad de facilitar ciertas secuencias fonéticas: tal vez
no es casual que en cinco de los seis nombres, el segundo componente
empiece por b, y que en tres casos el primer miembro termina en n que
suele asimilarse a b (v. arriba § 14).
22. Algo diferente es el caso de balkesbaiser (20-18) y selkisiltun (89-54): balkes y selkis son los únicos testimonios con las final
-295-
[page-n-304]
J. UNTBRMANN
8
frente a 13 testimonios de b alke y de 7 de selki. Este hecho induce a
la hipótesis de que esta s sea también un elemento intercalado opcional que no sirva para variar los elementos onomásticos si no funciona
como fonema separador en el procedimiento de la composición.
Nombres «cortos» («Kurznamen»)
23. Igual que en otros sistemas antroponímicos que se basan en
nombreR compuestos, la antroponimia ibérica utiliza aliado de nombres bimembres («Vollnamen») otros tantos que sólo constan de un
componente (único ejemplo indudable: Beles 25-0), o en un componente aumentado por un sufijo, tal vez de valor hipocorístico. Desde
·luego, tales nombres sólo se identifican en contextos inequívocos
(nuestro tipo A) y por eso, no es extraño que todos los ejemplos indudables vengan del repertorio de la turma Salluitana: son Biurno que
se integra perfectamente en el léxico onomástico ibérico, y otros siete
más que no contradicen a una tal interpretación aunque el análisis propuesto, aquí abajo, no es el único posible. Parece que hay tres
tipos de sufijos:
l. con oclusiva dental: Agerdo (5)
Burdo (39)
Elandus· (48)
*Tarbantu (104)
2. con oclusivá velar: Austinco (17)
3. sufijo con nasal:
Biurno (36)
Gurtarno (70)
Turinnus (119)
1
2
1
11
114
127
127
25
25
66
18
31
79
112
113
2
3
4
5
suf
6
79
8
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ufkaf
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4
6
abar
abar
abar
aUur
* ain-i
aif
aiun
aiun-i
aker
*akir
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-296-
7
Palam6s
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[page-n-305]
REPERTORIO ANTROPONIMICO mERICO
1
2
3
4
27
alof
64
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116
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117
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22
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25
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10 56
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68
arbi
11 89
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96
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112
114
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68
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13
96 * aoain
asai
14 25
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Ata(n)
27
56
*atan
16
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26
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25
*atin
SS
atin
SS
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88
atin
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atin
61
atin
68
*lltin
18 *bais(e) atin
20
balke
atin
20
balke
atin
20
atin
balke
20 * balki
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7
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ti.kef
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bela
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B.1.254
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B.1.16
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B.7.87
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B.7.S4
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B.7.34
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L.SS.«
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- 297-
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B
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e
B
e
A
A
A
B
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Pont6s
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En.sénme
Pont6s
Ensérune
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Tarragona
prov. Tarr.
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Líria
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Líria
Yátova
Yátova
En.sérune
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Palam6s
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Palam6s
En.sénme
Sagunto
Segiensia
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Orleyl
Begensia
Tarragona
Enneg.
Libenais
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Palam6s
Pech Maho
Pech Maho
Pech Maho
Salluit.
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Sagunto
Sagunto
Sagunto
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9
n
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[page-n-306]
J. UNTERMANN
10
1
16
17
18
19
20
2
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4
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54
56
75
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101
120
122
127
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iltir
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aun-in
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Sagunto
Sagunto
Sagunto
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10
[page-n-307]
REPE.RTORIO ANTROPONIMICO mERICO
1
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F.11.4
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Sagunto
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UllasU'et
UllasU'et
Ensérune
UllasU'et
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Azaila
Palam6s
Palam6s
PechMaho
Palam6s
Ensérune
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Los Villares
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Los Villares
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[page-n-309]
REPERTORIO ANTROPONlMICO mERICO
1
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2
96
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[page-n-310]
· J. UNTERMANN
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- 302 -
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[page-n-311]
REPERTORIO ANTROPONIMICO IBERICO
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[page-n-312]
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[page-n-313]
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* sakaf
saka(f)
sakaf
(s)akin
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* san-i
san
seke(n)
seken
sekef
sekel
* sJelk(i)
selki
selki
selki-s
selid
selki
selki
seJiki
selki
sike
sike
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áike
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sine
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sino
sif
(s)ir
áitu
* soket
sor
áor
sor
Sor
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* sosin
* sosin
* sosin
* sosin
* 808UD
5
6
E .9.1
B.7.31
G.13.1
F.13.2
G.1.1
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G.1.6
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F.7.2
2067
TSall
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B.7.34
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F .21.1
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F.9.7
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F.20.1
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F .6.1
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F.21.1
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F.20.2
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B.1.25
D.7.1
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aten
TSall
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3295
bilus
T Sall
8 .9.358
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betan
beti.n
(i)beé
iskef
iskef
iskef
laku
n
n
- 306 -
7
Benasal
Pech Maho
Cigarralejo
Líria
Alcoy
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Aleoy
Ampurias
Orleyl
llerdens.
Salluit.
Ens~rune
Orleyl
San Antonio
llurcon.
Jucensis
Jucensis
Pech Maho
Ens~rune
Enguera
Enguera
Orleyl
Yátova
Pont6a
Ullastret
Aleoy
Sagunto
Ampurias
Azaila
S . Perpet.
easte116n
Sagunto
Salluit.
prov. Tarr.
Pech Maho
Obulco
eastulo
Enguera
Yátova
Palam6s
Ens~rune
Sidamunt
Segiensis
Segiensis
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Segiensis
Denia
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10
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-ka
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N
n
N
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-ike
n
n
n
N
n
n
n
-iñi
-batir
-en
-a
[page-n-315]
REPERTORIO ANTROPONIMICO mERICO
1
97
98
99
100
101
102
103
104
105
106
107
108
109
110
2
3
4
5
soain biuf
sosi(n) (i)an
sosin tekef
soain
sosin
susin
sosin
sosin
• suise taften
suise 1
takef
talak o 1
talaku hilos
talakar
tala(kar)
tan
•tanek atin
• tane(k) baiser
• tanek iskef
•.tane(k) kaltun
tanek
tan e§
tane§
tar
tar
tar
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* tafban tu
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tarban
109
tautin
56
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21
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97 * suise
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frg
taá
ta§
18
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20
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ta§
52
ikof
52
ikof
ta6
54
iltu
ta6
72 *laku
taé
tasbar-i kibaé
63
27
taáka bef
• taska seker
88
66
tautin kon
67
tautin kofs
* tautin tala
99
104
tautin. tarban
• teita
21
baé
36
48
98
11
afki
11
aflri
59 *kaku
75
nalbe
89
selld
105
frg
96
sosin
frg
32
8
an
109 • tautin
36
biuf
15
18
56
60
36
biuf
frg
)in
frg
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25
123
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127 • ufki
52
6
F.6.1
C.7.4
F.2.3
F.20.2
F.20.3
TSall
C.1.6
F.20.1
TSall
D.11.2
F.2.3
F.11.14
B.1.29
C.18.5
T.Sall
B.1.322
n 3796
n 5840
n 3794
n 4040
E .1.322
C.10.1.
C.10.1
F.7.1
F.20.3
TSall
F.2.2
TSall
F.20.3
G.8.2
E .1.308
TSall
B.1.134
F.14.1
F.20.2
A.35
F.20.3
F.14.1
G.13.1
E .1.337
D.11.1
n 2067
E .4.4
F.20.2
TSall
F.20.3
Beontr.
- 307-
7
Castell6n
Matar6
·Canet l R.
Yá tova
Yátova
Bagarens.
Ampurias
Yátova
Derdens.
Sosés
Canet l R.
Sagunto
Ensérune
Tarragona
Sucons.
Ensérune
Lúia
Puebla d C.
Otobesan.
Borriol
Azaila
S. Perpet.
S. Perpet.
El Solaig
Yá tova
Segiensis
Canet l R.
Libensis
Yátova
Benidorm
Azai1a
llerdens.
Ensérune
Sinarcas
Yátova
Játiva
Yátova
Sinarcas
Cigarralejo
Azaila
Sosés
llurcon.
Alloza
Yátova
Sucons.
Yátova
Allavon.
19
8
9
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10
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e
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A
[page-n-316]
J. UNTERMANN
20
1
2
3
111
36
36
127
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5
7
7
11
32
32
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frg
7
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biuf
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112
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115
116
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5
6
E.1.375
E.1.376
n 2967
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B.1.35
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B.1.14
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B.7.35
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B.7.34
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F.11.10
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F.11.3
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F.17.4
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B.7.35
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B.7.37
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B .7.17
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F.11.10
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C.4.1
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F.6.1
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B.7.32
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E .2.1.
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B.7.35
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C.1.5
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7
Azaila
Azaila
Muruzabal
Ullastret
Palam6s
E~e
Ensérune
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Pech Maho
Pech Maho
Salluit.
Ullastret
Tivisa
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Salluit.
Pont6s
Tivisa
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Palamóa
Pech Maho
Pech Maho
Ampurias
SaguntA>
Salluit.
Ullastret
Pech Maho
Pont6s
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Palam6s ·
SaguntA>
Los Vlllarea
Palamós
Pech Maho
CampeRo
Pech Maho
PechMaho
SaguntA>
Palam6s
Ullamet
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Pech Maho
L6cera
Pech Maho
Orleyl
Ampurias
Ampurias
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-batir
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n
n
N
n
-ar-ñii
·batir
-ai·ka-se
n
n
-iñi
[page-n-317]
21
REPERTORIO ANTROPONIMICO IBBRICO
1
2
8
117
7
69
37
89
64
21
86
68
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auf
16
19
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15
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alur
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122
123
124
126
126
127
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6
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F.13.3
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A.100
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n 1087
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(i)akef G.1.4
(i)atar n 2067
*urke
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F.6.1
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• ufki.
TSall
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n 2967
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e .21.1
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tuitu
bolai
tultu-i boren
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iltü
tuH
tuH
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-309-
7
Pont6e
Benidorm
Obulco
Obulco
Enguera
Allavon.
Ampuriaa
Pech Maho
Pech Maho
Enneg.
Sofuentea
Penya d. M.
Begenaia
Tarragona
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Yátova
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Enneg.
Libenaia
Segienaia
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8
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e
B
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e
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A n
Enaérune
B N
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e N
prov. Tarr.
B
En.Nrune
A
S. Perpet.
B n
Uria
e
Sagunto
B
Ampuriaa
e
A n
Ena6rune
Orleyl
e N
Enguera
B
Alto ehacon B
Lúia
e
Obulco
A
Ale. d. ruo
A n
Aleoy
e
Durcon
A n
eastell6n
e n
Segienaia
A
Muruzábal
A n
'nviaa
e n
10
-ar
-iñi
-ld-ka
-ar-'iñi
-re
[page-n-318]
J. UNTERMANN
22
NOTAS
1-11
...18
6-81
6-118
6-eul
6-79
7-1U
8-68
8-74
Primera letra mal coneervada pero muy probablemente una L La afiaba af ae da a6lo una
vea (baplolo¡{a v. § 14).
aif podría ser variante deaJn (v. § 18 cuadro 1); la palabra Dtarsaif F.9.7 (Orleyl) parece
IUprir la emtencia de un segmento -ulf, pero no bey argumento& en favor de que OQII\.
u.lf 1811 UD antropónimo.
Pera la 1 «intercalada», v. § 21.
V. nám.a. 88-26, eobre UD posible elemento ald.n.
La omiai6n ¡riftca de r (v. § 18) ea máa veroeímil. que una variante morfológica.
V. § 23; tambl6n poeible contracci6n haplo16pca, (v. § 14) de aker-keno (62).
AlbeJmM; la D gaminada hace pensar en UD f011ema aaimilado al final del primer
componante.
La omisión ¡riftca de ro de 1 , (v. § 18 y mima. 6-113) ee mú veroeúnfl que una variante
morfológica.
V. mima. 82-42, eobre oaar.
l..upaDar: omiai6nhaplol6glca de una afiaba ( § 14); p en lugar de b detrú de • como en
18-frg.
afbübi la transcripción mú veroafmíl de UD díbqjo de F. Fita publicado por Gómea-
Moreno.
14-26
16-261.
16-262.
16-18
16-86
16-101
16-1261
16-22
16-1262.
16-89
17-auf
18-642.
18-66
18-4
18-101
18-tr¡
20-601
20-602
20-18
20-106
Por b en lupr de nb, v. § 14.
Acllmell; pera m en lugar de nb, v. § 14.
Adimeil, parece error del p-abador por Adimm (v. el nombre anterior).
Bae.,dlne abl
Loa doeladoe del plomo empleaan por un antropóolmo con ellllfijo .te aeguido por la palabra lútU: cara A eUafatlnte: 1., cara B betukioete: l. (36-64).
TIUUle¡adbda, cognomen femenino con au1ijo latino.
La secuencia de loe morfoa-ld-ka no 18 uplica bien: tal vez imitación errónea delaegundd
nombre de la miama dencvnln•ci6n, orduelld-ka (90-88) donde la ~fiaba Id pertenece al
1Dtlop6nimo. La palabra aDriUI.l vuelve a aparecer en loe plomoe de Cutell6o y de Orleyl
VII, donde aparentemente no ea antropónimo.
ButogawaiDi, dativo de un copomen femenino, con el sufijo ibúico -iD de nombre de
mqjeree y con la terminación latina -1-. V. ademú nám.a. 18-89 y nóm. 22-16.
Uninaunin en UD contexto poco claro; al parecer copomen femenino.
)eliiUID; no eati exclnido un an6lleia )el-IIUID; contando con un elemanto kauD que
podría VerH tembl6n en 16-22; v. nóm. 22-16.
Autlnco; menoe veroefmll el an6lleia ea. (¿variante de m 16?) -tlnoo (sin otro teetimonio).
Doa teetimonloe, una vez con ·ka. otra vea con -e.
Baeliaceril, ¡enitivo de
UD
nombre individual mueulino.
La inlcripción de abmibailea&e; parece error en lupr de -baberte.
TalmepaeMri, dativo de un cognomen IDIIICIIlino; p en vez de b ee debe tal vea a una llli-
mllación -r+.
)eepailer; ¿p en vea de b detrú
de~ Cp. nóme. 8-74.
Testimonio ónico de ~: ¿uimilacl6n de la e a la vocal del ee¡undo componente?
balbltuf ea una variante «haploló¡ica» (v. § 14) del nombre anterior que parece en otra
emiei6n de la misma ceca de Sa¡unto.
Pera la • (¿elemento intercalado?) cp. 89-64 y § 22.
«Fimww al final del texto, (v. § 8).
-310-
[page-n-319]
REPERTORIO ANTROPONIMICO mERICO
20-21
21-20
21-127
22-16
22-8
28-64
28-114
28-frg
24-114
26
26-18
26-79
26-82,
0
26-46
26-121-
28
La tUtima línea de la iDecripci6n da iiHbulbaibrllba dado que balbr esU bien
atesti¡uado como aeiiJD(Io miembro del compueatn por el nombre 2G-82, preftero tomar
IMilibalhr como antrop6nimo y iibef como COIIItitlzyente del formularlo aepolcral; pero
no esU excluido que baJbriiibef aea el nombre de pe1'IODA y bui una palabra apelativa.
Cp. ademú Dliml. 21-20.
Para la llntercal.ada, v. 1 21; cp. también
20-21.
No 1e excbzye una complementac:i6n a u&ebú[tok- (22); -bú como ae¡undo compoDente auele eecribine con 6.
ButoarauDbd (cp. múna. 16-22); cuando el segundo comi>onente ea baD, (v. ndme. 1689), el primer componente puede aer balto.
También posible an-bú (21) al que sigue una palabra que empieza porto-; loe demú teetlmonioe de butok- muestnn a.
La inlcri¡x:ión de bekoWtuu, seguramente por error del grabador.
a en lugar 'de e como en balal¡f (24-114), también de Palamóe.
Parece ser el segundo nombre (nombre del padre) del difunto.
Cp, nWne. 28-114.
Belea, hijo de Umarbelea: v. § 28.
Testimonio ónl.co de belú-: ¿uimilacl6n de la e a la vocal del segundo componente?
BeleDDea, con aeimilaclón de a a n; cp. núm. 119-eaf.
AenlbeU, dativo, con la tlen6n del tipo latino en -ea, -ta; para la 1 intercalada, v. § 21.
Batopelea¡ con p en lugar de b: tal vez la forma original del primer componente 1ea eatok(cp. náme. 18-101) cuya eatructura aerla parecida ala de butok- (cp. Dl1ml. 22-16).
Tllrtumelia, con m por Db y con una terminación que se debe tal vez a un malentendido
del redactor romano.
Umarbelea; v. 1 18.
La inlcripcl6n mueatra la secuencia atabefa1 :aniibefai que pocbia aer interpretado
como doe antroponimoe que forman la denom.inacl6n de una penoaa: para aniiibef ae
olreeen doe an6lim, o sea an-bef (8-27) con una ii eni¡mitica, o aea an-iibef (8-124) coo
e en lu¡ar de a en el segando componente.
Delante el morfo la liD aeparacl6n pol' puutoe.
Omili6n ¡rtiica dan: v. 1 18.
Lainlcripci6n da (lwty (~ pq : ~~~~•Uw • (82-612), que forman la denominac16n de una
pereone (nombre.individual y nombre del padre): me parece muy varoámll que ~
lea UD error del grabador en lugar de JW!t , y no el teltimonio (ónl.co) de UD elemento
nmna.
onomdtico JJJ.o..
82-118
82-202.
82-62
82-67
82-961.
82-962.
82-963.
82-126
88-66
86-64
86-72
86-•uf.
86-67
Segón la lectura que da Maluquar.
BaloibU, evidentemente una abreviatura grMica por falta de eepaclo.
Cerdubelua, nominativo de un nombre masculino.
Corrlbllonem nobllem regul1011, con la flexión del tipo latino en -o, oDia.
Soalmiloa, nominativo de un cognomen masculino.
8oalmilua, doe veces en la TSaD: Searlenala y (uoeula.
8oawnlloa
Con e en lugar de 1 como en 82-62: v. ademú miml. 125-82.
En 8 .1.48 se encuentra, al parecer, el milmo nombre, e6lo con el sufijo -ar.
V. Dl1me. 16-86
Aaimilaclón de r a 1 como en 72-86.
V. § 28.
&tamlart., cenitivo de un cognomen masculino; m puede aer el producto foMtico de un
nexo de n y b: 1 14.
-311-
[page-n-320]
24
89-61
J. UN'I'8RMANN
No ea impolible leer taf (103) en ves de bof. Elaesmento ..a que al¡ue a bof puede aer
1\llijo, pero también H poeible que pertenezca al elemento onomútico: v. Ddma. 89-118.
39-118
48-auf
44-86
44-116
48-96
49-94
60-114
60-86
61-39
68·21
68-312
68-71
V., ademú, ntbna. 61-89.
Porlavocalintercaladaiv. § 21. Dado que antrop6Dlmoe que aparecen enleyendumcmetalea nUDCa llevan aufijoe, hay que re¡latrar, aquí, boND como elemento oaomútko que
puede aer una variante de bof.
.
Bmaepr, aD6li.sia muy arbitrario que ee baaa 161o en la uiltenGia -tampoco IDdudablede un elemento ekc» (42-82) y en la poeibilidad de que eaeea una variant. de eaa (44); v.
edemú ntbna. 91-1141.
·
Eludaa; v. § 23.
O aea eua: cp. ntbna. 79-88 y Dtima. 86-26.
¿l
¿Oml.ai6n de la n por error del grabador o como reaultado de una haplololfa?
SocedeiaUJdn, no~ femenino; e1 en lugar de 1 parece correaponder a la ortogra!a
latina que pone el por una i larga.
Omiai6n grifica de • y de i delante de ocluaivaa: § 18.
~PIIIIt con omiaión de la 1; no ee puede esclulr que elaepdo componente aea
que podrla aer una variante de bú (21): cp. tlW (112-86) aliado de tlbú.
el puede ser variante grifica de i: cp. ntim.a. 90-88, nám.127-1. V., ademú, nóma. 89-61.
~~pnp con cambio de 1 a r por aaimllaci6n (o por error dal grabador); tambi6n hay
que contar con la posibilidad de que ae trate de la palabra apelativa buif eeiUida por un
morfo -di.
lA • entre Dtli y el aufijo -&e queda IÍD aclarar.
t.oerllla ¡enetivo de un nombre individual, que puede aer la forma latiniuda de un
.w
•IAcerDler.
68-79
63-84
68-1141
63-119'
64-7
64-181
64-124
64-1281
66-101
67-127
60-101
61-127
62-32
88-6~
88-74
83-124
Ntldlle; tal ves abreviado de • N..Wer.
En la miuna in8cripci6n hay otokeOtli con el
ee~JM~lto Intercalado b: §20.
]A6~~~l11 [) 11'1 , al parecer completa al ftnal.
«FirDwt al final del texto: §8.
En el texto de la inlcripci6D, hoy deaaparecida, ee da -alolfltal. evidentemente un error o
del grabador o de lectura.
Aparece junto 0011 anbo6lliaJl..a que tambUn puede aer un antropónimo.
Umarilbua; v. § 13.
Urchail, nombre Individual, tal ves abreviado, que ae combina con doa antropónimoa
meridfoDelea. Attita y Chflaaara'aL
Teltimonio ónico ain la f final: ¿error del grabador o variante morfolópca?
Aquí y en 66-641la aecuencla -un del primer componente perece haber caaaado el cambio
de i a e.
V. ndme. 66-4.
ta~cup~t-'1' / 4!PVCU eacrlto en eentldo tranaveraalaobre la cara A del plomo: parece
aer la firma de una autoridad. Ea muy veroatmil que -~ aaala.repi'Mentacl6n gr4ftca de
la partícula poaeaiva fill en eacritura griega; (cp. ndma. 88: 116).
Tume¡itoerla, genitivo de un nombft Individual.
Uroeatar, nominativo de un nombre individual.
Talmeralclania, genitivo de un nombre individual.
¿Sufijo -ie o variante kefei y aufijo ~?
V. loa náml. 6-euf y ntbna. 32-62.
Muy mallecible pero butante fidedi¡no eei(ÓD autopala.
Lupan¡fb; abreviado por falta de eapaclo.
UmarcJhaa, v. § 13.
-312-
[page-n-321]
REPERTORIO ANTROPONIMICO mERICO
66-29
66-109
67-126
68·115
70-tu.f
72·106
72-85
72-89
73-114
73-frg
75-96
77-64
79-832
81-114
82-42
85-568
86-25
87-25
88-108
88-frg.
26
A la n sigue Jdll[ ain aer 1eparado por una interpUDcl6n; prefiero CODiiderar a6lo kcm como
elemento onomúdco porque encuen1za UD apoyo en loe nombree meridhmalel Conlpp. A.
100 (Obulco) y Conll. A. 103 (Salacia). v. tambi6n, nibna. 66-109.
Sigue otro ei¡no que estA d.e teriorado por la .ftagmentacl6n: puede aerId (cp. nibna. 66-29)
o m lo que permitirla completar la part(cula poaeaiva -iii(l.
Dado que unti no tiene otro testimonio y que korU no coincide perfectamente con loe ae¡mentoa citado. b~o el Ddmero 67, sigue siendo dilcutible la posibilidad de que se trate de
UD antropónimO Pllco: V. MLft. H ad tít.
yopony~.-•~ aliado de 36-61 (en 'tetra ibúfca); por 'MI. - iiü v. nibna. 66-862.
V. § 23; tambi6n se podr{apenaer en UDan6liala como nombre compuesto Jmr.. (variante
de 67 o 68) -&amo, pero Nte segundo elemento no encuentra otroe·teatimonioa.
Aqvw( ; en el complejo que ligue, : •11111lt , tal ves se pueda aialar ellllfijo -ke.
V. mima. 86-72. .'
A pesar del sufijo iil no ae pueda probar por el contexto que ae trate de UD antropónimo.
En la inacrlpci6n sobre plomo B. 7. 35 ae encuentra la secuencia b001lelatlkel que
admite do. análiaia, bU01 (antropónimo sin 8\dijo) y lelldkef, o bllollela (antropónimo
compueato) y dkel (nombre ain sufijo o aubetantivo apelativo).
Primara palabre de una inllaripción sepulcral.
Poco legible; tal ve1 naiNif en lugar de nalbe.
En UD fragmento de la eatela que eati perdido; no se puede excluir que haya de completar
nef{a)e (- 78).
Ordennu; en lupr de nu (variante de n.er. v. § 18 cuadro 5) como segundo com~
nente, tambi6n se podría pensar en enaa (variante de ena 44), ea decir en orteD-enu con
omiai6n haplolotfca (v. § 14) de una silaba.
Ordll.neui, pnltivo de UD nombre individual, coo orto¡rda «aqui~ de la aibilanta.
¿Variante de alor (7) con uimilaci6n de a a o?
¿Variante de anaf (8) con uimilación de la a a la áltima vocal del primer componente?
Saoali8oer con cambio de r a 1 por disimilación (cp. náma. 88-frg.).
Aquí y en 86-44 ae puede contar tambi6n con UD elemento aldn (¿variante de aldr, 6? pare
enaa en lu¡ar de ena v. nibna. 79-831.
Para la 1 lntercalada v. § 21.
Tuoueceria, pnltlvo de UD nombre Individual maac:ulino.
1 en lugar de rae debe tal vez a una disimilación .ftante a lar del primer compooente (cp.
nibna. 85-561).
Para la • (¿elemento intarcalado?) cap. 20-18 y § 22: en lugar de la 1 tambi6n puede leene
una ii.
90-88
91-1141
92-67
95-69
99-109
101-86
102-frg
104-tu.f
106-frg
107-68
Para ei en lupr de 1 v. mima. 51-89; para el ltdijo v. Ddml. 16-1251.
Tambi'n ea po.tible el anAllala dldr&-enl cuyo se¡undo componente podría aer una
variante de ena (44).
¿Sufijo en o elemento onomúdco tdren? Cp. Sialren A. 100 (Obulco) que parece pertenecer al repertorio onoldltico meridional
No ae identiftcan claramente loa aufijo.: nl·a. ni-la tienen buenoa teltimonioa en la mortolo¡(a iMrica.
Tandndala, abreviado por falta de eapaclo.
-ke puede aer -k +auftJo e o repreaeDtaci6n ¡rtilca de una ocluaiva al final de la
palabra.
.
La doa palabru e.tin al inicio de una inacripc:i6o sepulcnl: indudablemente ae trata de la
denominación del difunto por au nombre individual y por el de su padre que tienen en
común el aegundo componente (v. § 4).
La inlaripclón de Tabban&u, evidentemente error del ¡rabador. Para el aufijo v. § 28.
Tal VIl tú.Jdbd {68), tú-Jdne (64),' O tú-Jdtaf (66).
V.§ 21.
- 313-
[page-n-322]
J. UNTERMANN
28
108-27
111-127
112-86
112-127
114-911
Tal vea al fiDal de la inacripcióo circular de la fuaeyola.
Urclaatetelli, ¡enitivo de un DOJllbre individual con uplraci6n .caquitalwt de la c.
Ejemplo tinico de tfhe6 en lugar de tibú; cp. n.Wna. 60.86 y § 18 cuadro 6.
La tercera letza -una ke indudable- se diltin¡ue claramente por su forma de la pemlltima, la que por tanto tiene que ser una ba en forma •quebrada».
La inlcripclón ele Tcnbmo que puede entenderte o como error por TonbmD (¿tor
variante de &ur, 119?) o -máa verosfmll abreviatura interna de Tecenbmo o de '!lee~
lhmo.
114-114
114-96
118-64
119-euf
121-19
122-16
124-26
126-80
126-82
127·1
Calo tinico en que, al parecer, un nombre compueaw conata de doa elemento. que eon
variantes del mlamo lexema; delante de este complejo eeti una o.
Omisión F'-fica de lar delante de oclusiva: v. § 13.
Para el elemento intercalado v. § 20. Para el en lupr de 1 V, nmne. 61-89.
'l'arbmu., forma latinizada de un satijo nual; cp. § 23, para la uimilacl6n v. nmne. 26-79.
tortou y tui1Wl (121-26) hablan en favor de una forma ori¡inal tortun de la que se derivan
por diltlntu aaimilacionee de lu vocales; parece exiatir, ademú, una variante tordn, que
aparece en un contexto indeterminable en C. 2. 6. (Ullutret).
VISEBADJN, con un diptongo ul como en nlae (97) y Nitu (118); una consonante v no
existe en iWrico.
Para la identidad muy probable de iiibaf con la ere& latina Umar v. § 13.
La b puede cubrir el reaultado de una uimilaci6n de u a b : v. § 14.
V. ndml. 126-80.
Un cambio entre oy u delante dertambi6n en alor (7), bor(89), 10r (96); por la secuencia
el en lugar de e o l. v. nmne. 61-39.
Apéndice: Clave de las citas de la columna 6 de la lista principal
Textos latinos:
ll
= Corpus Inscriptionum Latirumun. IL
BContr. = Bronce de Contrebia: G. Fatás. Tabula Contrebiensis (- Contrebia
Belaisca. 2). Zaragoza 1980.
= J. Gorrocbategui Onomástica indígena de Aquitania. Bilbao 1984.
Gorr.
HAE. - Hispania antiqua epigraphica. Madrid.
= T. Livius, Ah urbe condita.
L.
- Ephemeris epigraphica. Berlln.
S.
TSalL =- CIL. 12 709 (El «bronce de Ascoli>)),
Textos en lengua ibérica:
Se citan por letras y cifras que corresponden a la numeración de los Monumenta Linguarum Hispanicarum.
A.
- voL I., Wiesbaden 1975.
B.
- vol n., Wiesbaden 1980, salvo B. 7, 34-37.
m.
Loa demás textos se publicarán en los suplementos al vol n y en el vol
Cito, aquí,
las publicaciones anteriores. Se usan las siguientes abreviaturas:
GM.
+ cifras arábigas = G6mez-Moreno. Suplemento de epigraffa ibérica. En:
Misceláneas 1, Madrid 1949.
GM.
+ cifras romanas= G6mez-Moreno, La escritura bástulo-turdetana. Madrid
1962.
LL
= E . Llobregat. Contestania ibérica. Alicante 1972; se citan los números.
- 314 -
[page-n-323]
REPERTORIO ANTROPONIMICO mERICO
M.
MLL
= J. Maluquer. Epigrafia prelatina de la pellÍnsula ibérica. Barcelona 1968;
se citan los números.
= E . Hiibner. Monumenta Linguae Ibericae. Berlín 1893.
B.7.34-37 plomo
Pech-Maho (Sigean)
C.0.1.2
plomo
proced., desconocida
prov. de Tarragona
C.1.6
C.1.9
C.1.10
C.l.l2
C.2.3
C.2.4
plomo
cerámica
cerámica
cerámica
plomo
plomo
Ampurias
Ampurias
Ampurias
Ampurias
Ullastret
Ullastret
C.2.6
C.2.8
C.2.10
C.2.11
C.2.17
C.2.20
C.2.21
C.2.22
C.2.23
C.3.1
plomo
cerámica
cerámica
cerámica
cerámica
cerámica
cerámica
cerámica
cerámica
6stracon
Ullastret
Ullastret
Ullastret
Ullastret
Ullastret
Ullastret
Ullastret
Ullastret
Ullastret
Pont6s
C.4.1
plomo
Palam6s
C.4.2
fusayola
Palam6s
C.6.1
C.7.4
C.10.1
cerámica
cerámica
estela
C.11.1
C.ll.12
C.17.2
cerámica
cerámica
cerámica
C.18.6
C.20.1
estela
plomo
Mont Palau (Pineda)
Matar6
S. Perpetua de la
Moguda (Barcelona)
Rubí
Rubí
Els Monjos
(Villafranca del P.)
Tarragona
Penya del Moro
(S. Just Desvern)
C.21.1
D.4.1
D.7.1
D.10.1
D.ll.2
27
plata
cerámica
cerámica
estela
cerámica
Tivisa
Sorba
Sidamunt
Fraga
Sosés
Y. Solier,Rev. Arch. deNarbonnaise
12 (1979) 65-123
J.Untermann, Acta Numismática ,
(en prensa)
GM.118
GM.6
GM.8
GM.7
M.226
J. Malaquer, Pyrenae 1 (1966) 124127
M-224
M.107
inédito
inédito
M.14
inédito
M.28
M.13
inédito
J . Maluquer, Pyrenae 12 (1976) 183189
F. Riur6, Cypsela 4 (1982) 123131
Prescott, Cypsela 3 (1980) 147162
inédito
MLLIT
GM.l6
M.69
M.283
M.206
MLLVI
J. Barberá-E. Sanmartí, Excavaci6
al poblat de la P. d.M., Barcelona
1982, 29-30. 118.
GM.26
GM.16
GM.20
GM.23
R. Pita Mercé, llerda 18 (1964)
211
-315-
[page-n-324]
28
J. UNTERMANN
0 .11.3
fusayola
0 .12.2
estela
E .1.1
E .1.65
E .1.124
E .1.308
E.1.322
E .1.337
E .1.372
E.1.376
cerámica
cerámica
cerámica
cerámica
cerámica
cerámica
peso
peso
E.2.1
E .4.4
E.3.1
E .3.4
E .6.3
E .8.1
E .9.1
F.2.1-3
cerámica
cerámica
cerámica
cerámica
punzón
de hueso
estela
estela
estelas
F.2.4
estela
F .4.1
F.5.1
F .6.1
F.7.1
F.7.2
estela
estela
plomo
plomo
bronce
F.9.3
plomo
F.9.5-7
plomo
F .l1.1
F.11.2
estela
estela
estela
estela
estela
estela
estela
estela
estela
estela
plomo
F.ll.S
F .11.4
F .11.6
F.11.7
F.11.10
F.ll.ll
F.l1.12
F.l1.14
F.11.25
R. Pita Mercé, Derda 17 (1954)
Sosés
104
A. Beltrán, XI. Congr. Arqu. Nac.
1968, Zaragoza 1970, 518-522
Azaila
GM.31
Azaila
GM.38 e
Azaila
GM.38 a
Azaila
GM.32 a
GM.32 b
Azaila
GM.32 e
Azaila
Azaila
GM.33
Azaila
J. Cabré, Corpus VasorumHispanorum. Azaila. Madrid 1944, lám. 20-·
192
Lécera
GM.39
Alloza
M.174
Oliete
P. Atrián, Teruel 39 (1968) 118
Oliete
GM. Suplemento P. 298
Alto Chacón (Teruel) P . Atrian-J. Untermaun, Teruel 67
(1982) 55-60
lglesuela del Cid
GM.40
Benasal
GM.41
Canet lo Roig
D. Fletcher--V. Giner, BoL Soc. Castell. 50 (1974) 138-156
S. Mateo
V. Meseguer-O. Fletcher, Bol Soc.
Castell. 57 (1982) 203-209
Coves de Vinromá
D. Fletcber, APL.13 (1972) 107
Cabanes
GM.42
Castell6n
GM.43
. El Solaig (Bech1)
M.228
S. Antonio (Bech1)
D. Fletcher, Zephyrus 18 (1962) 7985
Orleyl (Vall d'Ux6)
D. Fletcher, AEArqu. 40 (1967) 5159
Orleyl (Vall d'Ux6)
D. Fletcher en Lázaro..MesadoAranegui-Fletcher, Materiales de la
necrópolis ibérica de Orleyl. Valencia 1981, 63-131
Sagunto
GM.44
Sagunto
GM.49
Sagunto
GM.47
Sagunto
GM.50
Sagunto
GM.45
Sagunto
Llueca
Sagunto
MLLXXV
Sagunto
MLLXXVIII
Sagunto
MLLXXIX
Sagunto
MLLXXIV
Sagunto
D. Fletcher, Arse 18 (1983) 346348
Binéfar
-316-
[page-n-325]
REPERTORIO ANTROPONIMICO mERICO
F .13.2
F.18.3
F .13.6
F .13.15
F.13.17
plomo
cerámica
cerámica
cerámica
cerámica
Líria
Líria
Líria
Líria
Líria
F.13.18
F.13.34
F.14.1
F.15.1
cerámica
cerámica
estela
punzón
de hueso
Líria
Líria
Sinarcas
Peña de las Mijadas
(El Toro)
F.17.1
plomo
Los Villares
F.17.2
plomo
Los Villares
F.17.4
plomo
Los Villares
F.20.1-3
plomo
Yátova
F.21.1
plomo
Enguera
G.l.1
G.1.3
G.l.4
G.1.5
G.1.6
G.8.1
G.8.2
G.9.1
G.13.1
plomo
plomo
plomo
plomo
plomo
cerámica
cerámica
cerámica
plomo
Alcoy
Alcoy
Alcoy
Alcoy
Alcoy
Benidorm
Benirdorm
Campello (Alicante)
El Cigarralejo (Mula)
29
GM.74
GM.68
GM.119
GM.72
D. Fletcher, Inscripciones ib,ricas
del museo de prehistoria de Valencia. Valencia 1963, no. 62
GM.58
Fletcher, J.. c. no 4
GM.76
L Sarri6n Montañana.
APL. 15 (1978) 182-188
D. Fletcher, APL. 15 (1978) 201208
D. Fletcher, Dep. de Historia Antigua. Ser. Arqu. 6. Valencia 1979
D. Fletcher, APL. 15 (1978) 199201
D. Fletcher. Los plomos iWricos de
Yátova. Valencia 1980
D. Fletcher, Arse 19 (1984) 404414
GM.LXII
M.237
M.229
Ll.10
Ll.ll
Ll.20
Ll.26
Ll.27
GM. LXI
Nota bibliográfica
No me parecía ni oportuno ni necesario cargar este esbozo provisional del «corpus» de elementos onomásticos ibéricos con una bibliograffa exhaustiva: se encontrará. por lo demás, en el Léxico de las inscripciones ib6ricas de Jaime Siles, que va
salir dentro de poco en Salamanca. S6lo quiero recordar que todo lo que acabo de
exponer sobre el sistema antroponímico de los íberos se basa en los estudios fundamentales que debemos a M. G6mez-Moreno (1925, 1949), M. Palomar Lapesa (1960)
y M.• L Alberto& Firmat (1966), a los cuales hay que afuldir el importante resumen
que dio A. Tovar en 1977. En tiempo recentfsimo, ha aparecido la obra de J . Gorrochategui (1984) quien trata la onomástica aquitana como «background» y corpus estrechamente entroncado con la antroponimia iWrica.
En fin, son los comentarios que D. Fletcher Valla dedicó a los textos ibéricos
valencianos, que atribuyen observaciones de valor inestimable para nuestros conocimientos sobre nombres personales.
-317-
[page-n-326]
30
J. UNTERMANN
M.• L. ALBERTOS FIRMAT. «La onomástica personal primitiva de Hispania.
Tarraconense y B~tica». Salamanca 1966, en particular: pp. 259-275.
M. GOMEZ-MORENO. «Sobre los íberos: el bronce de Ascoli». En: MUicelaneas.
L Madrid 1949, 233-256 (reedición complementada de una contribución al tomo
del Homenaje a don Ramón Menéndez Pidal, de 1925).
J. GORROCHATEGUI CHURRUCA. «Onomástica indígena de Aquitania». Bilbao 1984.
M. PALOMAR LAPESA. «Antroponimia prerromana». En: M. Alvar y otros
(edd.), EnciclopedW linguf.stica hispana. L (Madrid 1960) 347-387, en particular: pp.
368-387.
A. TOVAR. «Les noma iberiques». En: L 'onomastique latine, CoUoque international du C. N. R. S., no . 564, París 1977, 281-292, en particular: pp. 284. ag.
m
-318 -
[page-n-327]
HENRI GUITER
(Perpignan)
SOBRE ALGUNAS INSCRIPCIONES mERICAS
El V Congreso Internacional de Estudios Pirenaicos se celebró en
Pamplona por septiembre de 1966. Ya conocíamos Pamplona desde
bastantes años: en cambio nuestro colega y amigo René Lafon venía
allí por primera vez. Le preguntamos si quería leer una inscripción ibérica bastante larga, y, después de su contestación no sólo·afirmativa
sino también entusiasta, le condujimos a la Columna de los Fueros,
delante de la Diputación de Navarra. Se sabe que aquella columna
presenta tres textos, el primero en castellano, el segundo en vascuence
escrito con caracteres ibéricos. El tercer texto detenía nuestro interés;
pero se leía con cierta dificultad porque el redactor había querido
sacar un alfabeto del silabario ibérico.
René Lafon concluía que este texto ·representaba una doble estafa
moral, porque daba a los caracteres valores que no eran los suyos, y
también, decía él, porque los caracteres ibéricos no habían servido
nunca para notar el vascuence. La primera crítica era objetiva e incontestable; a la segunda faltaba la posibilidad de una demostración. El
mismo René Lafon había escrito (1): «Poseemos, gracias a las inscripciones en caracteres ibéricos o griegos, y a los apellidos que figuran en
las inscripciones latinas, o son citados por autores griegos y latinos,
(1) R. LAFON: «Noma de lleu et noma de peraonnea basquea et ibm,a: 'tat actuel des probl~me&ll,
Revue Internationale d'Onomsatlque~>, Paria, 1966, pág. 81.
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HENRI GUITBR
2
aproximadamente un. millar de palabras de esa lengua {ibérica). Una
cuarentena de ellas se parecen a palabras vascas. Pero sólo cinco o seis
podrían ser verdaderamente relacionadas... » A lo menos esas «cinco o
seis» son palabras vascas notadas con caracteres ibéricos. Quizá quería
decir Lafon que inscripciones ibéricas no se encontraban en el País
Vasco actual; eso es otra cuestión.
Nosotros habíamos visto la cosa de otro modo. Escribíamos (2):
«Aquellas poblaciones no conocían la escritura. Palabras vascas no
aparecen sino a medida que nacen contactos con recién venidos detentores de silabario o alfabeto. Con el silabario ibérico leemos la inscripción famosa gudua deistea, "la guerra, la llamada", del vaso de Liria,
cerca de Valencia (3). Algimos siglos más tarde, el alfabeto latino permite a las inscripciones aquitanas la revelación de unas cuantas palabras, cison "hombre", sembe "hijo", berri "nuevo", etc., casi idénticas
a sus correspondientes vascas actuales (4). Algunos siglos más tarde,
el ogam irlandés será aprovechado en los grabados de los vascos de
Escocia» (5).
Claro está que las palabras vascas de las inscripciones de Aquitania
tienen un volumen muy reducido en el conjunto de los escritos latinos;
lo mismo puede decirse de los monumentos de Escocia con respecto a
la producción orgámica irlandesa. Pues, por poco que sea, podemos
esperar que algo de vascuence salga a la luz entre las numerosas inscripciones ibéricas, y con tanta más probabilidad cuanto más largo fue
el contacto de lenguas por la costa levantina.
Vamos a ver si algunos plomos pueden interpretarse por el vascuence; escogemos textos breves en publicaciones recientes.
Texto Orleyl 1 (6).
Pensamos que el texto tiene que leerse bustrófedon, empezando
por la derecha las líneas impares y por la izquierda las líneas pares.
bir: «dos». El numeral vasco bi posee un genitivo en -ren y un
dativo en -ri (biren, biri), exactamente como los números siguientes
iru(r) «tres» (iruren, irun) o -lau(r) «cuatro» (lauren, laun). Presenta
(2) H. GUITER: «Anc:lena reooUl'l au buque dana lealittératurea romanea», Revue de Lfngui8tlque Romane, Paria, 1977, («),pág. 61.
(S) P . BELTRAN VILLAGRASA, en «La labor del Servicio de Inveatipci6n Prebiat6rica y au
Museo en el puado llllo 1984», Valencia, 1985, pág. 62.
<•> J . SACAZE: «
(5) H . Guri'ER: «La langue delPictea», Boletín de la Real Sociedad Vuconpda de loa Amigoa
del Paíu, lll1o XXIV, cuaderno~ S.• y • ••, Sen Sebaatián, 1968, ~p. 281-321.
(6) D. FLETCHER VALLS: «Nul!vu inacripcionea ~ricaa de la re¡ión valenciana», Archivo de
Prehlatorla Levantina,
Valenc:ia, 1972, p'c. 109.
xm.
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SOBRE ALGUNAS INSCRIPCIONES mERICAB
S
pues una r final caduca, cuyo mantenimiento se podía esperar delante
de vocal, más especialmente i.
ildarr: «ciudadano». Vasco moderno irritar. La forma antigua de
iri era üi. El sufijo -tar/dar significa «natural de». El escriba había
notado primero dos r suaves, y añadiendo después una rr fuerte.
urri: «escaso, miserable». El trozo de signo ala izquierda podría ·
ser de ba o de u. La i más baja parece añadida después de la rr.
errtz: «orilla, borde». Mod. ertz.
abarr: «ramaje, rama». Mod. abar con r fuerte.
iatan: «ya». Por el mal estado del plomo el escriba esparció
los signos.
arrban: «de leña». Mod. arba «leña». La n final indica un genitivo
(o un inesivo).
sali(r): «pago, importe». Mod. sari. No conocemos el papel exacto
de la r final. La l intervocálica había de dar r en vasco moderno.
biderr: «vez». Mod. bider. La rr final, primero escrita sobre una
rotura del plomo, fue reproducida más abajo.
-te: sufijo que indica época, temporada.
bide: «camino, medio». Mod. bide.
gabe: «sin, desprovisto». Mod. gabe.
-an: sufijo significando «en el, en la, en lo».
an: «allí». Mod. an.
dan: «que es», da «es» seguido de n relativo.
bal: «haces, fajos».
eus: variante de eutsi «asir, agarrar».
indake: «dará>>; de inda, flexión de conjugación de un verbo cuyo
infinitivo está en desuso, y -ke, elemento de conjugación que se aglutina inmediatamente después del núcleo verbal e indica el futuro. Leemos el primer signo (a la derecha) de la última línea i (y no n) después
de mirar atentamente la foto correspondiente. La n aislada más abajo
(donde había sitio) puede colmar un olvido entre i y da.
orr[e]: «enebro».
Proponemos pues la traducción siguiente (intentando conservar el
orden de los sintagmas):
< de pagar lB leña siendo cortos de medios, se ase el haz que está allí; se
dará enebro.».
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HENRI GurrBR
Texto Orleyl ll (7).
Leemos de la izquierda a la derecha las dos líneas de este
plomo.
gan: «arriba». Variante de gain, frecuente en toponimia pirenáica.
guti: «poco».
zai: «raíz». Variante de zain.
bokal(e): «portillo del cauce del molino, desembocadura».
au: «este».
bakan: «rara vez».
alkarr: «mutuamente, entre sÍ>>
.
-z: sufijo que denota manera, modo y vale como la preposición castellana «por, de, a» o la terminación adverbial «-mente». Habríamos
tenido propensión a leer s el signo que encontramos aquí. Pero s no ·
funciona como sufijo, y las confusiones de sibilantes resultan frecuentes (8).
ideke: «igualará». La secuencia nd- inicial de palabra es muy
improbable. En la foto nos parece que la n podría ser una i, aunque el
trazo suplementario es mucho menos profundo. Mod. ide «igual». Los
trazos finales en la rotura podrían corresponder a ke, indicación
de futuro.
El conjunto presenta un aspecto de proverbio;
«Por arriba, pocas raíces; rara vez este acceso será intercambiable».
Texto Orleyl ll (9).
Esta inscripción parece más clara leyéndose de la derecha a la
izquierda.
·
uki: «tacto, tocar, aludir».
ate: «puerta».
izki: «un poquito, pretexto, esperanza». Aquí también creemos
que hay que leer i (y no n) el primer signo, no sólo porque da una
secuencia consonántica más natural, sino también porque la foto
parece indicar una i en aquel sitio bastante estropeado del plomo.
zelu: «cielo». Mod. zeru con rotacismo de la l. La opinión corriente
es que vasco zeru es tomado del latín caelu, cuando el diptongo ae se
había reducido a e breve (princ. siglo 1), la u breve todavía no había
pasado a o, ni la e breve al diptongo ie (fin. siglo lll). Pero en aquel
(7) FLETC'HER VALLS, op. cit. en la nota anterior, J)4c. 113.
(8) J. SILES RUIZ: ccUber die aibüanten in Iberiacher Schrift», Actas del n Coloquio sobre Lenguu y culturas prerromanaa de la Penúulula Ibúica (Tübin¡en, 1976), Salamanca, 1979, p6p. 81-99.
(9) FLETC'HER VALLS, op. cit. en la nota 6, pác. 114.
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SOBRE ALGUNAS INSCRIPCIONES mBRICAS
6
entonces la e seguida de vocal anterior se había palatalizado sin llegar
al estado muy tardío de z. Cuando el vascuence tom6 del romance el
latín caepulla (esp. cebolla, fr. ciboule) fue bajo la forma tipu.lct,; la p
todavía no se había sonorizado (fin. siglo IV), la a no había pasado a o
(fin. siglo ID), y la e (+e) estaba al grado ty de su evoluci6n: K 1 ky 1 ty 1
ts 1 dz 1 z. Pues, un préstamo contemporáneo, como el de caelu,
hubiera dado un vacuence *tiru, y no zeru. La hip6tesis de una etimología latina no puede convenir.
Notemos de otra parte que el latín caelu no pertenece al fondo
indo-europeo de la lengua: «En breve, s6lo tenemos hip6tesis incier•
tas. Ningún nombre semejante del "cielo" es conocido ...» (10). Caelu
tiene que ser palabra substrática, probablemente del mismo substrato
emparentado con el vasco, que evidenciamos en otra ocasi6n (11). Es
posible que caelu y zeru tengan un orígen común, muy lejano, y que se
haya producido entre este y oeste una escisi6n del tipo centum/
satem.
uka: negaci6n, variante de uko.
Las tres acepciones posible de izki nos permiten considerar tres
traducciones, todas con aspecto de proverbio.
«La esperanza llega a la puerta; al cielo, no». La esperanza que
uno puede tener en el pensamiento no pasa de su puerta; el cielo
la desconoce.
«El pretexto llega a la puerta; al cielo, no». Uno puede engañarnos
con una mentira; no engaña a Dios.
«Toca tu puerta un poquito; el cielo, no». Intenta hacer las cosas a
tu abasto; las imposibles, no.
Texto Monravana 1 (12).
Esta inscripci6n se lee en un fragmento de borde de Kalathos. El
material de cerámica deja suponer que estaba destinado a contener
vino y no trigo.
irrta: «la salida».
dun: «que tiene». El antecedente del relativo es la palabra que
le sigue.
bati: «a uno».
(lO) A. ERNOUT et A. MEILLET: 4
~g. 84.
(11) H. GUITER: «Une catt§gorie de mota subttratiquea dana le voeabulaire lat:ln», Actas del V
Con¡reao Internacional de LingQíatica Mediterránea, Madrid, 1977, ~g. 636.
(12) FLETCHER VALLS, op. cit. en la nota 6, ~· 117.
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8
HENRl GUITER
Lo que sigue no se puede discernir. La traducción es muy
fácil:
< Texto Serreta V (13).
La inscripción se lee en una planchuela ·de plomo.
bazi: «palidez».
bez: «por abajo». Sufijo de la palabra precedente.
gaba: «la noche».
«Por abajo de la palidez, la noche». Cuando la luz del día se vuelve
más pálida, entra la noche.
Texto A Pico de las Ajos I (14).
Leemos la inscripción de izquierda ~ derecha.
lan: «trabajo».
igoka: «subiendo». Verbo igo «subir» y sufijo modal -ka que
denota acción y se traduce por un gerundio.
gugaz: «con nosotros». Pronombre gu «nosotros» y sufijo -gaz,
relativo de nombres animados que significa «con». A decir verdad, una
rotura del plomo deja sólo el trazo inicial de ga y los dos trazos finales
de z. Pero el sitio que hay en la rotura parece conveniente para
los dos signos.
.
atun: «hábito, manera de obrar».
e(í)din: «coger». Pensamos que esta palabra tiene que leerse edin,
forma que se repite dos veces más en el texto mismo.
dtituten: «que le consultan». Si el verbo itun (o itundu) «consultar»
tuvo una conjugación sintética, su tercera persona plural con régimen
de tercera persona singular, habría de ser datute al indicativo presente. El sufijo -n es un elemento de conjugación que pone en relación
el verbo conjugado con el que sigue, en este caso unas letras numerales (J).
gau.r: «hoy». En vasco mod.la rfinal es fuerte, pero las confus1ones
de r son frecuentes en los textos ibéricos.
bai: «sÍ>>. El último signo podría ser unan, pero una rotura del
plomo no permite precisar. Optamos por la i. Siguen letras
numerales.
(18) FLETCHER VALLS, op. cit. en la nota, 6, pág, 119.
(14) D. FLETCHER VALLS: «Loe plomoe iWricoe de Y'tova (Valencia)», Serie de~
Varioe del Servicio de Investigación Prehiat6rica, núm. 66, Valencia, 1980, pág. 10.
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SOBRE ALGUNAS INSCRIPCIONES mERICAS
7
ator: «ven». Antes del signo to, en la parte estropeada del plomo,
hay sitio para otro signo; los trazos de una a hubieran facilitado la pérdida de materia. Como lo notamos en el caso de gaur, también es fuerte
la r del radical tor.
edin: «coger». Siguen letras numerales.
bale: «si viniera». Ba es un prefijo que denota el modo supositivo; l
representa en este modo la tercera persona; e es el radical del verbo
jen «venir».
[e)le: «ganado». Es posible que elle inicial se apoye en la e de la
palabra precedente.
laur: «cuatro».
edin: «coger». Siguen letras numerales.
sali: «pago, importe». Mod. sari.
uda: «verano».
ibar: «vega». No vemos otro signo entre la palabra precedente
y ésta.
txerrki: «carne de cerdo». El sufijo -ki con nombres de animales
significa «carne»; aquí parece añadido a txerri «cerdo».
gutxi: «poco». El rombo del primer signo presenta algo dentro, y
tendría así el valor de gu.
ata: «ganso».
atorr: «ven». Los dos trazos verticales de izquierda quizá pertenecen a un signo to. Antes de la rotura del plomo podía tener sitio
una a.
giderrka: «sin mango grande». El primer signo podría leerse i, si no
fuera atravesado por el trazo central; gider (con r fuerte) significa
«mango grande». Sufijado a un nombre, -ka es privativo. Sigue una
letra numeral (?).
gu: «nosotros».
eli: «enfermo». Mod. eri.
leke: «vendría». La sílaba le es la misma que encontramos más
arriba, con l de tercera persona de condicional, e radical de jen
«venir»; -ke es sufijo de futuro. No vemos motivo de considerar ke
como uno de los numerales que siguen.
El sentido de este texto, interrumpido seis veces por signos que
podrían ser letras numerales, se presenta así:
«Subiendo con nosotros se coge el hábito de trabajar. Que le consultan... Hoy sí... Ven a coger... Si viniera, (hay que) coger cuatro cabezas de ganado ... En la vega el verano es provechoso por la carne de
cerdo, poco por los gansos. Ven sin aperos... (Si fuéramos) nosotros
enfermos, vendría... ».
Esta larga inscripción, referida a actividades agrícolas, parece for-326 -
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8
HENRI GUITER
mada de partes independientes. La primera parte está encuadrada
entre líneas rectas, y llega hasta «ganado» de la traducción·. La
segunda parte es la frase siguiente hasta «gansos». La tercera parte,
escrita con signos más grandes, se limita a «Ven sin aperos...» Y la
parte final va escrita con signos más pequeños.
Texto B Pico de los Ajos 1 (15).
Es una sola línea escrita en sentido inverso en el borde superior
del mismo plomo que lleva el texto precedente.
lau.rr: «corto». Mod. laur con r fuerte se distingue de laur «cuatro»
con r suave.
berton: «aquí mismo, en seguida».
-te: sufijo que indica época, temporada.
arrts: «comienzo de la noche».
[lau]rr: «corto». Falta un trozo de la lámina. La palabra terminada
por rr podría ser laurr repetido.
edin(e): «coger». La n añadida por arriba podría ser una coiTección
de la e.
Nos parece, una vez más, una especie de proverbio:
«(A quién) el instante presente (parece) corto, la noche llega
pronto».
Texto D Pico de las Ajos 1 (16).
De los textos sobrepuestos aquí, nos interesamos a la parte cuyo
desglose figura en la página 30. De la lectura general, coiTesponde al
final de la línea 3, al comienzo de la línea 6 y a la línea 9.
ba: «si».
itze: «clavo».
-ki: sufijo que denota materia, fragmento. Mirando la foto coiTespondiente, nos parece que se trata de ki, y no de l.
dunkagu: «lo golpeamos». Indicativo presente, con paciente de
tercera persona singular y agente de primera persona plural, del verbo
junkatu «golpear».
guri: «a nosotros». El segundo signo bien podría ser una a, pero la
lectura r suave conviene más para el sentido.
degun: «que tenemos». Formado de degu «lo tenemos», más n
relativo cuyo antecedente le sigue.
atzarr: «vigilancia, atención». Mod. atzar-eman «estar alerta»,
atzarri «atento, vigilante».
(16) FLETC'HER VALLS, op. cit. en la nota anterior, pág. 17.
(16) FLETC'HER VALLS, op. cit. en las dos notaa anteriores, pág. 30.
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SOBRE ALGUNAS INSCRIPCIONES IBERICAS
9
ungi: «bien, beneficio».
El sentido de esta primera fase, que parece proverbio, es muy
claro:
«Si golpeamos algún clavo, la vigilancia que tenemos nos será
benéfica».
ul: <
dida(r): «me lo ha, me lo tiene».
ebatsi(r): «robar, hurtar».
«Quien me lo ha quitado, me lo ha robado». El papel de lar fmal
podría ser el de substantivar la forma verbal precedente; pero no hay
nada semejante en vasco moderno.
eki: «sol». El segundo signo puede ser n o ki.
bedigu: «que sea a nosotros». El último signo nos parece gu más
que rr.
abeguni: «intervalo». Mod. abegune.
duerrgu: «lo enturbiamos, lo manchamos». Presente del verbo
uhertu «enturbiar, manchar». El primer signo nos parece du más
que u.
«Deseamos el sol; pronto lo ocultamos». No estamos nunca satisfechos de lo que habíamos deseado y alcanzado. O bien, cuando alcanzamos cierta felicidad, nosotros mismos la destrozamos.
Así, el texto desglosado de la página 30 consta de tres breves
proverbios.
Texto A Pico de los Ajos m (17).
Este texto es bastante difícil, quizá porque faltan algunos finales
de líneas.
berr: «nuevamente». Mod. berri «nuevo». La forma apocopada
berr se encuentra en berrogei «nuevamente veinte» o sea «cuarenta».
dekerr-ari-gu: «nos ocupamos en examinar». Del verbo ikertu
«reconocer, examinar, podemos esperar una forma sintética dekerrgu
«lo examinamos»; ari añade ·el sentido de «ocuparse en».
galia: «el trigo». Mod. garia, con lavar. fonética gal en compuestos,
cuando la l no es intervocálica. Leemos a, en vez de r, el signo
fmal.
bidar-2-te: «al momento que». Mod. bidar «vez»; sufijo z «por»;
sufijo te que indica época, temporada.
di(gu] : «nos lo ha». La sílaba di puede empezar una forma de la fle-
(17) FLETCHER VALLS, op. cit. en laa notas llDteriOft!l, pág. 68.
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10
HENRI GurrBR
xión objetivo-receptiva en presente de indicativo. El sentido convida a
añadir gu (perdido con la parte rota del plomo).
laurr: «breve».
berton: «aquí mismo, en seguida».
ar[i): «ocupar-se en». La misma secuencia laurr berton ari se
encuentra más abajo con una i final, que añadimos aquí.
li... : podría ser una primera sOaba de condicional, tercera persona
singular transitiva (cf. litu.ke, liguke, ...) o intransitiva (cf. liteke, litzake, ... ). No podemos decidir.
geldi: «quieto, lento».
belez-ka: «escogiendo». Mod. berezi «separar, elegir»; ka, sufijo
modal que denota acción y se traduce por un gerundio.
guti: «poco».
dugu: «lo tenemos».
zu: «vosotros»: Entonces debía de tener valor del plural. Quizás
alocutivo de la forma verbal precedente.
bazi(r): «palidez, pálido»(?). Lar final hace dificultad. ¿Sería una
a, y tendríamos una forma determinada?
derru[xan): «que lo escupa», del verbo erruxatu «escupir». La inicial d supone una forma verbal, y hay pocos verbos que tengan -rru- en
su radical.
bale: «si viniera». Prefijo ba que denota el modo supositivo; l
indica una tercera persona; e es radical del verbo jen «venir».
laurr: «breve».
berton: «aquí mismo, en seguida».
ari: «ocupar-se en, ocupación».
guti: «poco».
dugu: «lo tenemos».
begi: «hágalo». Imperativo tercera persona de egin. El examen de
la foto más bien que una s nos parece enseñar be y gi.
orla: «de ese modo».
guti: «poco». El segundo signo parece ti.
itun: «consejar, arreglar». El segundo signo parece tu más que U.
eri: <~especie, clase».
[e]berte(r): «hacia el mediodía».
geldi: «quieto, lento».
belez-ka: «escogiendo». Visto poco más arriba.
[ijan: <
ater: «sereno, tiempo seco». Mod. ateri.
-ter: «estar a punto de».
balelau: «si lo pudiera traer». Tercera persona del supositivo del
potencial condicionado del verbo eraugi «traer».
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SOBRE ALGUNAS INSCRIPCIONES mERICAS
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[daJigu: «lo hacemos, lo damos». Tercera persona del presente de
indicativo de un verbo de núcleo i que significa «dar, hacer». Restituimos el signo inicial más probable da.
galtz(e): «pérdida, daño».
otz: «frío».
erea: «el anverso». Leemos a el último signo.
ligurki(r): «esperaría, aguardaría». Condicional de mod. eguriki
«esperar, aguardar». Al final de línea aparecen, l, i y gu. El final acostumbrado de condicional es ke.
galia: «el trigo». Mod. garia.
Intentamos construir el discurso:
«Nuevamente nos ocupamos en examinar el trigo en el momento
en que aquí mismo lo encontramos corto. Escogiendo un poco, (os)
tenemos quietud... Pálido (??). Que escupa, si viniera. Aquí mismo
tenemos poca ocupación. Hágalo poco, de ese modo arreglado para la
especie, hacie el mediodía. Escogiendo la quietud, si el trabajo
pudiera traerse a punto de tiempo seco, lo hacemos. Al contrario, con
frío, un daño aguardaría el trigo».
Nos contentaremos provisionalmente con los nueve textos escogidos. Bastan para demostrar que el vascuence interviene en algunas de
las inscripciones escritas con signos ibéricos. Todas las traducciones
de palabras que damos, figuran en el diccionario de Azkue (18).
Tomamos en cuenta las modificaciones fonéticas ocurridas en la
historia de la lengua. La sonorización de las oclusivas sordas iniciales
de palabras no hace problema, puesto que el silabario ibérico no introduce fa oposición de sonorización. El hecho más notable es el rotacismo de la l sencilla intervocálica: üi/ui, sali/sari, zelu/zeru, eli/eri,
gali/gari, elaugi/eraugi. Pero, si las l intervocálicas antiguas son representadas por r, todas las r modernas no representan l antiguas.
Encontramos bastantes formas verbales sintéticas: ideke, datuten,
ator, leke, dunkagu, duergu, dekergu, derruxan, bale, begi, balelau,
daigu, ligurki; es natural que, en el curso de la vida de una lengua, formas auxiliadas tiendan a suplir formas sintéticas. El vasco moderno
sólo tiene una decena de verbos conjugados sintéticamente; eran más
numerosos en el siglo XVI. Los auxiliares modernos tienen su valor
significativo lleno: dan, dun, degun, dida, bedigu, digu, dugu. (El
(18) R. M. DE AZKUE: «Diccionario vuco-español·francéa». Reedici6n, Bilbao, 1969.
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HENRI. Guri'ER
indoeuropeo no tenía las formaciones en -bam, -bo del latín; y el latín
no tenía los futuros y condicionales en -e, (a del romance, aún menos
las formas compuestas o perifrásticas).
A veces el verbo se presenta bajo su forma de supino o de radical:
eus, uki, edin, ul, ebatsi, ari, itun. También los substantivos a menudo
se encuentran bajo la forma indeterminada. Eso se entiende en el
estilo de proverbios: vasc. mod. geiegi baño aski obe «que demasiado
suficiente mejor». Pero puede ser debido al uso del vascuence por un
escriba que no dominaba perfectamente la lengua, porque no era su
lengua natural.
En el conjunto estudiado notamos ocho proverbios y tres narraciones campesinas, historias sencillas de leña, ganado o trigo. No diremos
que todo siempre resulta muy claro, más que más con las roturas del
plomo; pero parece difícil no reconocer que se trata de textos antiguos
en vascuance.
. ......
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ALBERTO BALIL ILLANA
N alladolid)
TESSERAE LUSORIAE DE AMPURIAS
Este grupo de fichas de. juego del que tratamos no es inédito (1)
pero, hasta ahora, no habían sido asociadas con su función
específica.
Con la posible excepción de un ejemplar (2) todas ellas presentan
la forma descrita, hace casi un siglo, por Hülsen:
«... tessere in forma di bastoncino con una specie de
maniglia cilindrica. Somigliano assai alle gladiatorie, ma
sono molto piu piatte, di modo che nei latti corti non rimane
posto per la scrittura e le lettere sono incisa soltanto aulla
faccia e sul rovescio. La maniglia in quasi tutti gli esemplari
e perforata nel senso della lunghezza» (3).
Hülsen en su trabajo, aún básico, enumeraba ochenta y cuatro piezas de este tipo, aparte las circulares con figura en el anverso e inscripción griega en el reverso, con noventa y ocho ejemplares (4).
(1) M . ALMAGRO BASCH: «lnacripcionea ampuritanaa griegas, ibéricu y latinaa», Monograftaa
Ampuritanaa, n, Barcelona, 1952, págs. 177-180, nóma. 130-136.
(2) ALMAGRO BASCH, op. cit. en la nota antariar, nóm. 131; probablemente la extzoemldad está
rota y fue subatituída mediante una pedoraci6n.
(3) Chr. HÚLSEN, Deutsches Arcbiologiachea Jnstitute, MittefiunpD. R6mlac:be Abteilung, XI,
1896, pig. 228.
(4)' FiOLsEN, op. cit. en la nota anterior, págs. 227 y 18. Entre la bibllogratra anterior, hay que
sellalar: A. BLANCHET, Real-EJUiclopidie der AltertuJn8wisaenachatt (citada en adelante por las
aiglu RE), a. S.•, xm, 1889, piga. 225 J118.; XIV, 1889, pifa. 64 y 18. y 248 y aa.; H, GRAILLOT,
Melangea d'Arch6ologie et d'Hiatoire, Ecole ~e de Rome, XIV, 1896, pq.. 299 y 11.
-331-
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2
A. BALIL ILLANA
Sin duda, la serie es mucho más numerosa, por cuanto Hülsen tuvo
en cuenta sólo las piezas de segura, o probable, procedencia italiana,
excepto tres ejemplares griegos procedentes de Esmirna y Beyruth.
Deonna dio a conocer ocho, una anepígrafa de Delos (6); Piccottini,
Vetters y Egger, otras, análogas en la forma pero no en el texto, de
Magdalensberg (6).
Con respecto a la Península Ibérica, aparte las de Ampurias, hay
que prescindir de CIL, II, 4936,2 (de Italia), conozco una, distinta, de
Sagunto (CIL, II, 6246) y otra de Bilbilis (7), pero no deben ser
escasas.
En lo que se refiere a los lugares de hallazgo generalmente se desconocen. En el caso de Delos proceden de casas, calles o plazas; en
Ampurias sólo se conoce el hallazgo de una en un corte estratigráfico a
extramuros de la ciudad romana (8). Finalmente un notable grupo fue
hallado en Perusa, formando parte del ajuar de una tumba de inhumación (9).
Cuando se estudían estas piezas en conjunto, como hiciera Hülsen, se observa que en unos pocos casos no aparece el numeral en el
reverso de ellas y sólo una expresión en el anverso, que en algunos la
misma expresión puede corresponder a un numeral distinto. Las
expresiones injuriosas, como advirtió Gamurrini, van unidas a los
numerales más bajos, mientras las más halagüeñas corresponden a
numerales altos (10).
(6) Delot, W. DEONNÁ: «Le mobilier dMien», 1938, pala. 336 y a. (- Exploration An:b_,.logique
de D6loe, XIV).
(6) Magdalenaberc, H . PICCOTI'INI: «Aufatie1 und Nlederpnd des R6miache Welt», U (Princi·
pat), 1977, pá¡. 292, Um. XVI. Con máa detalle: H. VETI'ERS: «Carinthia» I, 1964, páp. 3 y aa. que
no me han aldo acceaiblea. Sorprende ver en ellaa nombres personales como Mandatu., Aca~tu8, L. Sta·
laccúu, L. F. Secundl.ll y, en todos loa sentidos la invocación Bono Pompo (•••)
(7) In6dita. Debo su COilOCimiento al Dr. Maitfn Bueno. Hallada en el teatro, sin numeral, en
anverso Acutw.
(8) ALMAGRO BASCH, op. cit. an al nota 1, ndm. 130.
(9) HOLsEN, op. cit. en la nota 3, pé1. 228, buado enE. BRIZIO, Notiaie de¡li Seavi di Antichita,
Relia Accademla del Lincel, Roma, 1887, pq. 396 (cfr. C'IL XI, 6728, 6 y 88.). Esta eeria de Pezuu,
que akanJa basta el nómero XL ea una de laa mú completaa. Hay que anotar que aparecieron uocia·
du con una Mrie de tic:baa de piedra y pasta vítrea; eataa óltimaa eran 816 de color uul turqueaa, amarillo y blanco. Al¡unaa de laa ficbaa de piedra teDían inacripcionee (cfr. HOLSEN, op. cit. en la nota 3,
pq. 229). Mi imprelión personal es que este ejuar contenía, cuando menos, piezu de dos juegos diatin·
toe. Por ahora eete ballaqo ea el único en el cual talea teuerae no pueden conaiderarae piezu perdidas,
eea en el interior de una caaa. aee en una vía pública.
(10) HÚLSEN, op. cit. en la nota 3, ~· 288 y • ·
-332-
[page-n-341]
TBSSERAE LUSORIAB DB AMPURIAB
3
Poniendo al día el material reunido por Hülsen tendríamos las
siguientes relaciones entre numerales y apelativos (11):
I
n
m
nn
V
VI
VII
vm
VIni
X
XI
XII
XIII
XIIII
XV
XVI
XVII
xvm
XVIm
XX
XXI
XXII
XXIll
xxnn
XXV
XXX
XL
nugator; nugo (A)
fur
moice
ebriose, uapio, gulo
cunulinge, mula
uinaidus, ficose, patice
patice, cunilinge
uappa
cunnio, tube (A)
trico, gaudesne, nugator, lupa
uerecund(e), fulco, felix (D)
uix rides
moraris, uinose, arpax (D) ... (A)
argute
lupa
pemix, tatue
auidus (D)
arpax, uinose (D)
gumia, benignus, pul (D)
gumia, audax
impudes
moece, malest
fortunat(e)
facete
amator, benigne
felix
XX
el. .. (A)
Esta lista permite observar la variedad, incluso con novedades con
respecto a la amplia serie de Hülsen, de nombres y subrayar c6mo
algunos pueden utilizarse con distintos numerales (12). La correlación
(11) HOLsEN, op. cit. en la nota 8, pq, 288 y a., 8!1adiendo lo. de Delo1 (D) y Ampuriu (A), que
DO aparecían en aquella. Reapecto a !al piezu de Ampuriu no 11 novedad: nóm. 180 (FORTUNATE 1
XXIID), nWn. 181 (AMATOR / l1liJlllral borrado, quisú XXX), aí el nóm. 182 (TUBE 1 X), nóm. 188
(NUGO /I, peroDO~
).núm..134ududoeo ("./ XXIDI), DOloeatampocoelnóm. 186 (AUDAX /
XXI), DO H au.eceptible de duarrollo o recooatruccl6D el nóm. 186 (CL... / XX...). La Mrle ampuritana
ea, por conalaulenta, mú variada qÚe la de Delol.
(12) HÜLSEN, op. cit. en la nota S, pq. 284 y aL
-333-
[page-n-342]
A. BALIL ILLANA
I-XXV, XXX, XL, sigue manteniendose. Ninguna relación puede
deducirse ahora; el resultado de Hülsen sigue siendo válido, con las
mal llamadas «tesserae theatrales» (13) y que Hülsen relaciona con el
ludus duodecim scriptorium (14).
El grupo de tesserae aquí estudiadas no corresponde a un juego de
tablero, tampoco creo que la presencia en algunas del nexo AL junto al
numeral indique que se tratara de un juego con. dos series de fichas,
pues sobre ochenta y cuatro tesserae reunidas por Hülsen sólo aparece
en diez, en ninguna de las ocho de Délos, pese a su variedad de orígenes. Por ello excluyo también que el juego fuera una variante de nuestras «loterías» de cartones con sus numerales y sus alusiones, al modo
aún en uso en Italia o España (15). Sin embargo, tampoco es aceptable
la vinculación con los «War games» antiguos, tipo ludus Troiae, ludus
latrunculorum (16), sus versiones modernas, en ocasiones de origen
antiguo, como el «juego del asalto», el «juego del molino», ni aquellos
de fichas y dados, chaquete, «black gammon», etc. (17) o incluso el de
«tres en raya» (18).
Propiamente estas piezas no son tesserae en su sentido estricto
(19), independientemente del material utilizado. Tampoco son entendidas como sortes propiamente dichas, en cuanto no hay un significado
religioso y su propósito era puramente recreativo (20). La relación con
las sortes debe buscarse exclusivamente en el factor azar, la extracción, probablemente de una bolsa, de estas piezas, cuyo remate permitía conservarlas ensartadas, pero también ser utili.zado como
agarradera. Vencería aquel jugador que extrajera, entre dos o más,
mayor número de puntos y las invocaciones darían, a su vez, un
aspecto un tanto jocoso, no exento de zafiedad para nuestros usos, al
(13) HÜLSEN, op. cit. en la misma nota, págs. 238 y aa.
(U) HÜLSEN, op. cit. en dicha nota, páp. 238 y u.
(16) Para la sigla AL, HÜLSEN, op. cit. en la nota 3, pága. 236 y sa. La interpretación como fichas
de lotería, con numeral y sobrenombre, en G. F . GAMURRINI, Nothie degli Scavi di Anticbita, Regia
Accademia dei Lincei, Roma, 1887, pág. 369, aunque seilala la posibilidad de que se utilizaran
comonai~.
(16) HÜLSEN, op. cit. en la nota 3, págs. 236 y s., reinterpretando a J. BECQ DE FOUCQUIERES: «Lea jeux des anciena» 18732 , pág. 497. Eeta opinión puede excluirse como ha aeflalado ya
G. ELMER: «Luaoria, tabula», en RE, a. v.
(17) Sostienen aón su identifiaci6n con loslatnmculi, G. LAFAYE, Dlctionnaire de Ch. DAREMBERG y E. SAGLIO, a. v. «teaaera» tomo V, pág. 128, DEONNÁ, op. cit. en la nota 6, pág. 336. Lefaye
se inclina aón con au posible relación con la loteria pero, en tal cuo ¿cómo relacionar dos nombres dietintos con el mismo numeral? Tbgaae en cuenta, ademú, que las citadas aaociacicmea se basan, en
parte (p. e. en el núm. 22), en números árabea sin tener cabida en los numeralea romanos.
(18) M. ALLENDESALAZAR: «Coleccioniamo de soldados», 1978, páp. 179 y u.
(19) Cfr. K. RIEGLJNG: «Teaserae», RE. a. v.
(20) Cfr. G. ELMER «Sortea», RE . a. v.
- 334-
[page-n-343]
TESSERAE LUSORIAE DE AMPURIAS
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25
50 m/m .
Te;,&erae de Ampuriaa (aeg6n M. Almagro)
juego. El azar combinaría no s6lo los puntos sino una serie de apelativos (21}, pero con una cierta alternancia entre los i~uriosos y los de
buen augurio. La puntuaci6n máxima, con el total de las fichas, es 399,
lo cual supone la imposibilidad de un empate entre dos jugadores, sí
cabe entre tres, pero no entre números sucesivos excepto siete, lo cual
supone ya una cüra elevada para un juego «de mesa». Tres fichas, las
XXV, XXX y XL, podrían dar una gran ventaja inicial. Las veinte primeras fichas daban un total de 214 puntos y la düerencia es mayor si
se tiene en cuenta las comprendidas entre 1 y 10 y 11 y 20. Las mayo-
(21) Rec\Hrdeae el eatribillo de la canción infantil in¡leae, «aoldier, taylor, aailor, apion ...,..
-335-
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6
A. BALIL !LLANA
res probabilidades correspondían a estas dos series dismmuyendo ya
con 21 y 26. Al mismo tiempo disminuyen las frecuencias de las expresiones injuriosas y aumentan las lisonjeras o, simplemente, las de buen
augurio. El azar se reduciría a la insaculación puesto que es poco probable que se atribuyera al jugador la ficha cuyo numeral correspondía
al punto extraido mediante dados. Con nuestros dados serían necesarios, o bien siete o seis con puntuaciones en blanco para poder alcanzar el punto XL. El mundo romano usaba, junto al dado hexagonal,
otros más complejos como el teetotum (22) o dodecaedros, como el
conocido de Ampurias (23) o incluso de veinte lados (24), pero son
ejemplares bastante raros para poder asociarlos a un juego que no
fuera, simplemente, de dados.
. (22) Cfr. ELMER, op . cit. en la nota 16, col. 202•. No pudieron ser utilizadoe como dadoe loe llamados «dodecaedros mqicoa». Cfr. S. BOUCHER: «Recherchea 1111' lea bromea f1¡urá de Gaule pr6romaine et romalne», 1976, ~~~· 212 y a.
(28) CIL n, 62.6. G. LAF AYE, op. cit. en la nota 17, p4¡. 127 y ELMER, op. cit. en la
nota 16, cit. 202•.
(U) LAFAYE, op. cit. en la nota 17, loe. cit. y ELMER, op. cit. en la nota 16, 2026 y aa.
-336-
[page-n-345]
GERARDO PEREIRA MENAUT
(Santiago de Compostela)
V ALENTINI VETERANI ET VETERES.
UNA NOTA
DOMENICO e FLETCHER
MAGISTRO e OPTIMO
El problema hist6rico planteado por la existencia, en la colonia
romana de Valentía, de un doble cuerpo de ciudadanos, los Valentini
V~terani y los Valentini Veteres, ha suscitado hasta el momento muy
poca discusión, probablemente debido a la escasez de fuentes y de ·
paralelos. Sin embargo, se trata de algo importante para la historia de
la ciudad, pues en ello está implicado el origen de los primitivos pobladores de Valencia, que, como se sabe, pudieron ser lusitanos derrotados o bien otros; la investigación no ha llegado a una solución
definitiva.
La cuestión básica es quiénes eran unos y otros -los Veterani y los
Veteres- y en particular si hubo dos asentamientos de población distintos, siendo los segundos los primeros y según toda probabilidad los
iniciales. Curiosamente, los investigadores aceptan generalmente que
hubo dos asentamientos de población, pero no siempre se pone ello en
rela9ión con la existencia, evidenciada en las inscripciones romanas,
de las dos clases de Valentini. Para una introducción más documentada al problema, con las referencias bibliográficas pertinentes, remito
-337-
[page-n-346]
2
G. PEREIRA MENAl.rr
al lector a la de mi publicación de las Inscripciones Romanas de Valentia (1).
Así las cosas, se puede decir que seguimos ignorándolo todo o casi
todo sobre la naturaleza de la primitiva población de Valentia, sobre si
hubo o no hubo dos asentamientos diferentes de población, sobre
quiénes y qué eran las dos clases de Valentini mencionados en las inscripciones y sobre el funcionamiento de la ciudad. El único punto claro
es que había dos ordines municipales, que a veces decretaban independientemente y a veces como un solo cuerpo -lo muestran las inscripciones con las fórmulas decretum decurionum Veteranorum y
uterque ordo Valentinorum decrevit-, magistraturas únicas (Ilvir,
aedilis de todos los Valentini). Sobre todo ello, esta nota pretende
solamente ofrecer algún paralelo que puede aporta.r cierta l~z, no para
resolver problemas, sino más bien para vivüicar lo que en el presente
momento, y en la medida en que estoy informado, es una dead line
para la investigación.
Dice Cicerón en Verr. TI, 2, 123 s.s.:
Agrigentini de senatu cooptando Scipionisleges antiquas habent, in quibus
et illa eadem sancta sunt et hoc amplius: cum Agrigentinorum duo genera
sint, unum veterum, alterum colonorum quos T. Manlius praetor ex senatus
consulto de oppidis Siculorum deduxit Agrigentum, cautum est in Scipionis
legíbus ne piures essent in senatu ex colonorum numero quam ex vetere
Agrigentinorum. (...) Nam cum esset ex veterum numero quidam senator
demortuus, et cum ex utroque genere par numerus reliquus esset, veterem
cooptari necesse erat legibus, ut is amplior numerus esset. {...) Idem fecit
Heracleae. Nam eo quoque colonos P . Rupilius deduxit, legesque similes
de cooptando senatu et de numero veterum ac novorum dedit.
Del texto se deduce:
l. En un momento determinado, sin duda la 2.• Guerra Púnica, la
ciudad .de Akragas (= Agrigentum) recibe un nuevo aporte de ciudadanos, que son los coloni, mientras que los anteriores son los veteres. Lo
mismo sucedió en Heraclea, pero aquí se llaman novis y veteres respectivamente. No hay duda que la forma de llamarlos solamente es la más
genérica, la.más cómoda, pero sin más implicaciones.
2. Los miembros del senado de Agrigentum quedan divididos en
dos clases, la de los veteres y la de los coloni. El número de senadores
de los veteres ha de ser siempre superior, al menos en uno, al de los
coloni. Hay, pues, senadores o decuriones de los veteres y decuriones
(1) G. PEREIRA MENAU!': <
Servicio de Investigación Prehist:6rica de Valencia, nWn. 64, Valencia, 1979.
-338-
[page-n-347]
VALENTINI VETERANI ET VETERES
8
de los coloni, es decir, decuriones Agrigentinorum ueterum y decuriones
Agrigentinorum colorwrum. Pero de ello no se deduce que haya dos
curias o senados, pues de ser así no tendría sentido que la ley establezca esa mayoría del número de decuriones A ueterum, que sólo se
explica si se pretende que, al tomar decisiones juntos, éstos tengan una
ligera pero mayor posibilidad de ganar en las votaciones. Si sólo hay
una curia, es obvio que sólo hay una magistratura (si bien colegiada, en
su caso). Además, sería imposible que hubiese dos magistraturas
superiores con la misma iuris dictio para gobernar una sola ciudad.
Tómese como ejemplo la confederación de las cuatro colonias en torno
a Cirta, en Africa, donde las magistraturas también son únicas, a pesar
de tratarse de cuatro colonias, cuatro núcleos urbanos diferentes.
Sin embargo, el hecho de que cada clase (genus, en Cic.) de ciudadanos de Agrigentum tenga su propio orden decurional, quiere decir
que habrían de actuar distintamente, no representando intereses distintos - tal idea sería un mal empleo de conceptos actuales-, sino
teniendo distintas esferas en la aplicación de su iuris-dictio: bajo la
autoridad del magistrado los decuriones de los coloni decidirían sobre,
por ejemplo, un caso de tutela de un huérfano de los coloni, etc. Para
otro tipo de cuestiones, las cosas serían quizá distintas, y desgraciadamente sólo podemos hacer tímidas cmijeturas, sin llegar a saber nada
con seguridad. Es pensable, sin embargo, que el ejemplo de la tutela
pueda ser extrapolado con cierta fiabilidad: a tenor de lo que conocemos en las leyes municipales, se puede decir que la separación de los
dos ordines decurionales no afectaría a las cosas de la respublica; sí, en
cambio, a las del populus, que está dividido. Todo ello tiene preciosas
implicaciones que la investigación debería intentar conocer. Si ello no
es así, en fin, lo que pretende garantizar la ley de Escipión care.cería de
todo sentido, y ello es impensable.
El lector familiarizado con el caso de Valentia comprenderá inmediatamente la estrecha similitud que éste presenta . con el de
Agrigentum o q_uizá Heraclea en Sicilia. Pero éstos no son el único
paralelo. Gracias al conocido trabajo de Leo Teutsch conocemos bastante bien los numerosos paralelos africanos, que se dan en ciudades donde o bien hubo un segundo asentamiento de ciudadanos o por
diversas razones se mantuvo una separación, dentro del populus (sin
que ambas partes tengan necesariamente el mismo estatuto), que se
transluce en la curia. La epigrafía muestra abundantes y curiosos testimonios de un funcionamiento semejante al de Valentia, en la forma
decreto ordinis et colorwrum (CIL VIll 18587), pagus Mercurialis ueteranorum Medelitanorum (CIL VIll 885), ex decreto utriusque ordinis
-339-
[page-n-348]
G. PEREIRA MENAtrr
(igual que en Valentia, CIL VIII 26121) y un largo etcétera. Algo semejante se da también en la civitas et colonia Treverorum, que conocemos
_
mejor gracias a H. Wolff.
Si todos estos paralelos son elocuentes, y utilizando también otras
informaciones que poseemos para Valentia, podemos establecer las
siguientes hipótesis que, como queda dicho, solamente pretenden animar una línea de investigación poco asistida por la documentación.
1. La ciudad romana de Valentia fue fundada con soldados licenciados de los ejércitos que lucharon contra Viriato. Es lícita esta traducción del sub Vuiatho de Livio, como ya ha sido seftalado en
repetidas ocasiones, y sólo así se explica que algunos atios después de
la fundación se emita moneda firmada por magistrados monetales
cuyos nombres son de la más pura cepa itálica (infonnación que debo a
Alberto Ribera), y también que pronto obtenga el estatuto de colonia.
Estos primitivos ciudadanos deben ser los valentini veteres.
2. En algún momento de la vida de la ciudad, ésta recibió un
nuevo aporte de ciudadanos, seguramente soldados licenciados de las
legiones, que son los Valentini veterani. No sabemos por qué se dio
este segundo asentamiento. Las ra.zones pueden ser muy variadas.
Para asegurar la fidelidad (Agrigentum, que había hecho defección),
porque el territorio era muy grande (Augusta Emérita), o porque la
ciudad había quedado en absoluta debilidad estructural, que será
quizá el caso de Valentia si es cierto que hubo una riada y la ciudad fue
seriamente dañada, como parecen indicar la arqueología con su
estrato de lodo y la epigrafía con la inscripción monumental del siglo 1
d. C. donde aparece la palabra CLADES, que significa desastre, calamidad, siniestro, y que debió formar parte de un edificio público
levantado después del desastre, que allí se menciona. El asentamiento
de los veterani debe haber tenido lugar, pues, en el siglo 1 d. C. y pueden haber sido licenciados de cualquier cuerpo de ejército, estacionado o no en Hispania. Las inscripciones también avalan esa
datación.
3. Los veteres y los veterani no se mezclaron del todo, sino que
tuvieron, cada uno de ellos, una parte detenninada del número total de
«concejales» de la ciudad. Unas veces actuaban juntos, otras por
separado. Es decir, había ámbitos de la vida de la ciudad en los que
sus jurisdicciones coincidían, otros en los que no coincidían. No sabemos de qué parte de la doble comunidad de ciudadanos se reclutaban
los «alcaldes». Quizá de las dos. Las inscripciones, en todo caso, solamente nos permiten conocer magistrados que habían sido «concejales» de los veterani. Pero a uno de ellos, los honores fúnebres le
fueron decretados ab universo ordine Valentinorum, por todos los
Valentini sin di.stinción.
-340-
[page-n-349]
GÉZA ALFÓLDY
(Heidelberg)
M.CORNELIUS NIGRINUS Fll.JUS, UN «IDJO PERDIDO»
La lápida romana más importante de Liria y una de las lápidas
antiguas más interesantes del País Valenciano es el monumento epigráfico que describe la carrera del gran senador M. Comelius Nigrinus
Curiatius Matemus- lápida que he podido estudiar y publicar junto
con H. Halfmann, gracias al apoyo de don Domingo Fletcber Valls,
quien tantas veces ha ofrecido su ayuda para mis estudios epigráficos
y a quien quisiera expresar mi agradecimiento con esta pequeña contribución a su homenaje. Desde la publicación de la lápida del «general de Domitiano y rival de Trajano» en el año· 1973 (1), la
personalidad y el cursus honorum del senador obtuvieron en las investigaciones epigráficas e históricas mucha atención y suscitaron tam-
{1) G. ALF0LDY y H. HALFMANN: «El edetano M. Comeliua Nipinua Curiatiua Matemua,
general de DomitiaDo y rival de Tr~ano~t, Serie de Trab~oe Varioe del Servicio de Inveltipci6n Prehlat6rica, nóm. 44, Valencia, 1978. Versión alemana: G. ALF0LDY y H. HALFMANN: «M. Corneliua
Ni¡rinut Curiatiua, General Domitiana und Rivale 'l'rljanp, Chiron, S, MOnchen, 1978, p!p. 831·373.
V6ue tambi6n: G. ALF0LDY; en L. MARTI FERRANDO: «Upldu lOIIWIU de Llrt.P, Archivo de
Prehlatorla Levantina, xm, Valencla, 1972, p6p. 187-189, y H. HALFMANN: «M. Comellua Nlgrinua
Curiatiua Matemua, General Domltianl und Rivale ~ana», en Akten dee VL Internatlonalen Kon¡reiHI tnr Griec:hlache UDd Lateinlache Epi¡raphik Miincben 1972•, MOnchen, 1973, p'p. «9 y 11.
Apadeaco la re'Vial6n del texto cuteDano del presente artículo ala profeeora doctora A. CANTO Y
GREGORIO y a la 186orita C. PUERTA (Madrid).
-341-
[page-n-350]
2
GÉZA ALF0LDY
bién varias contribuciones a la discusión (2), tanto con ideas
constructivas y estimulantes como con algunas teorías y observaciones
equivocadas, hasta el error de que Liria sea una ciudad de la provincia
Baetica (3). Sin embar~o, a pesar de algunas divergencias de opinión
al fechar el último puesto en el cursus honorum del senador (4), los
especialistas están de acuerdo en que M. Comelius Nigrinus Curiatius
Matemus fue uno de los sena.dores más influyentes de la época tlavia,
con un papel ~stórico extraordinario.
(2) Véase AEp 1973, 283¡ R. SYME, en Akten des VI Internationalen Kongreaaea für Griechiache
und Lateiniscbe Epigraphik München 1972, Münrben, 1973, pág. 451¡ R. SYME: Mucianua», Antichthon, 11,1977, págs. 78 y 88. especialmente 1aa págs. 88 y se.; R. SYME: «Roman
.Papera lli, Oxford, 1984, páp. 998 y 88., en especial la pág. 1.004; R. SYME: «'l'he Enigmatic Sospea»,
Journal ofRoman Studiea, 67, London, 1977, págs. 88 y 88., especialmente la pág. n; R. SYME: «Roman
Papera» ID, Oxford, 1984, págs. 10-'3 y 88., eape<:lalmente la pág. 1049; R. SYME: «Govemora Dying
in Syria», Zeitechrift fOr Papyrologie und Epigraphik, 41, Bonn, 1981, pága. 125 y 88,, en eapeclallaa
págs. 136 y 88.; R. SYME: <
1386 y 88.¡ R. SYME: «Hadrianic Govemora of Syria», en Romanitaa Christianitaa. Unte:'Buchungen
zur Geschichte und Literatur der IU.Imiscben Kaiaerzeit, J. Straub... gevidmet, Berlin-New York, 1982,
págs. 230 y ss. en especial la pág. 231¡ R. SYME: «Cluea to Teatamentary Adoption», en Eplg:ra.fia e
ordine senatorio, I, tituli (, 1982, páp. 397 y 88. especialmente 1aa 400 y 402¡ R. SYME: «Spaniarda at
Tivoli», Ancient Soclety, 13/14, 1982/83, págs. 241 y 88., en especial las 255 y 88,¡ R. SYME: «Antiatiua Ruaticua. A Consular from Corduba», Hiatoria, 82, 1983, país. 369 y 88. en eapeciallaa 363, 864 y
367¡ R. SYME: <
1aa 142 y 88.¡ R. SYME: «Spanisch Pomponii. A Study In Nomenclatura)), Gerion, 1, Madrid, 1983,
págs. 249-266, en especial las págs. 263 y 257; J. DEVREKER, Akten des VL Internationalen Kongreaaes f6r GriechiscbeundLatelnlscheEpigraphikMüncben 1972, München, 1973, págs. 451; J. DEVREKER: <
especial las págs. 73 y 81¡ W. ECK: «M. Comeliua Nlgrinua Curiatiua MatemUBII, en RE Supplemento
XIV, 1974, págs. 107 y 88.¡ W. ECK: «Befarderungskriterien lnnerbalb der aenatorischen Laufbahn,
dargestallt an der Zeit von 69 bis 138 n. Cbr.», en ANRW, n, 1; Berlin-New York, 1974, país. 158 y 88.,
en especial las págs. 166, 187, 215 y 224; W. ECK¡ «Jabrea- und Provincialfasten der senatorischen
Ststthalter von 69/70 bis 138/13911, Chlron, 12, M6nchen, 1982, págs. 281 y 88., especialmente las
págs. 304, 310 y 324¡ B. E . THO~SON: «Senatorea procuratoreaque Romani», Góteborg, 1976,
págs. 82 y as.; B. E. THOMASSON: «Laterculi Praeaidum11, I, Góteborg, 1984, págs. 36, 126, 130,
148,308 y a.¡ G. W. HOUSTON: «Vespaaian's AdlectionofMeninsenatwnl), AmericanJoumalofPbilology, 98, Baltimore, 1977, págs. 35 y as., especialmente las págs. 39, 42 y 63; H.·G PFLAUM: «Lea
Fastes de la Province de Narbonnaise11, XXX Supplement de «Gallia>~, Paria, 1978, pág. 17¡ Zs. VISY:
«Der Beginn der Donau-Kriege des Domitian», Acta Arcbaeologica Hungaricae, 30, Budapest, págs. 8760, en espe.:lalla pág. 42¡ B. W. JONES: «Domltian and the Senatorial Order: A Prosopograpbical
Study of Domltian's Relationsbip with the Senate11 Philadelphis, 1979, pág. 102, núm. 87¡ G.
ALFOLDY, AJAH, 4, 1979, pág. 183, núm. 38¡ T. D. BARNES: «Curiatiua Maternua1), Hermea, 109,
Wiesbaden, 1981, págs. 382 y SB.¡ P. LE ROUX: «Lee sánateura originaires de la province d'H'~&pania
citerior au Haut·Empire romain11, en Epigrafie e ordine senatorio, n, Tituli 5, 1982, págs. 439 y as.,
especialmente la pág. 457.
(3) AEp. 1973, 283¡ T. D. BARNES, op. cit. en la nota anterior («Curiatiua Matemua»),
págs. 882.
(4) Contra estas opiniones, véase G. ALFOLDY, op. cit. en la nota anterior (AJAH, 4), pág. 183,
núm. 38, y ahora sobre todo, R. SYME op. cit. en la nota anterior («Govemora dying In Syria»), pág.
142¡ R. SYME: <~, DI, Oxford, 1984, pág. 1391: «... No place or reason remalns for an
ephemeral govemorahip of Comelius Nlgrinus In 89 and 90. After doubta and beaitstion, the man of
Liria may maintain and reinforce the role asaigned during the crisis of the year 97)),
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M. CORNEIJUS NIGRINUS FILIUS
3
A pesar de esta importancia de la personalidad del senador procedente de Liria, su familia es muy poco conocida. Con certeza, sabemos
que los Comelii eran la gens más importante de Liria (5), y no cabe
duda de que el gran hijo de esta ciudad estaba relacionado con Curiatius Matemus, el héroe en el Dialogus de oratoribus de Tácito, y con
otro senador de la época flavia y trajanea, L. Stertinius Quintilianus
Acilius Strabo C. Curiatius Matemus Clodius Nummus, consul en el
año 144 (6). Hasta ahora, eso era prácticamente to4o lo que se conocía
de la familia. Sin embargo, una inscripción de Liria nos permite saber
algo más.
Esta inscripción tiene uns historia extraña. Teóricamente ya se
conocía desde hace más de dos siglos: en su libro «A los edetanos o
hijos de Liria», publicado en Valencia en el a:do 1759, José Ríos, historiador de Liria, anotó que en el a:do 1758 en dicha ciudad, junto al Convento de los Trinitarios, se había encontrado una lápida romana con el
texto M CORNELIO 1M F GAL 1 NIGRINO 1 Fll.JO (7). Pero después esta lápida desapareció y fue completamente desconocida para
E. Hübner al recoger los epígrafes de la Península Ibérica en el Corpus
Inscriptionum Latinarum. Aparte de la publiación del texto según la
lectura de Ríos, en un artículo sobre la epigraffa romana de Liria
escrito por Luis Martí Ferrando, meritorio cronista de dicha ciudad, y
aparte de una noticia breve sobre este texto a ba.se de la obra de Martí
en nuestro citado trabajo dedicado a M. Comelius Nigrinus Curiatius
Matemus (8), la inscripción de M. Comelius Nigrinus filius seguía
siendo prácticamente desconocida para le epigraffa romana hasta los
últimos tiempos. Sin embargo, en el año 1980, la lápida publicada por
Ríos -o bien, si se quiere, otra lápida con el mismo texto- apareció
en Liria de nuevo, en la partida de Mura, junto a lo que fuera Posada
del Remedio, al cimentar un nuevo edificio. Esta noticia la agradecemos a Luis Martí Ferrando, quien ha publicado el texto en una revista
local y ha procurado que la lápida se colocase en Liria en el Cerrillo de ·
la Sangre, en el sitio donde estuvo el antiguo castillo de dicha ciudad,
en un pequeño parque, junto con otra lápida recientemente encontrada que atestigua a otro Comelius que murió en un bellum Mauricum
(5) ALF0LDY y HALFMANN, op. cit. en la nota 1 (Chiron, 3), pág. 345; G. ALFÓLDY, Cbiron,
15, ~ünchen, 1985.
(6) Curiatiua ~temua: Conf. infra, notas 21 y 22; L. Sertiniua Quintilianua: pJR2 A 83.
(7) PdARTI FERRANDO, op. cit. en la nota 1, pág. 181, núm. X.XXVIn.
(8) ALFOLDY y HALFMANN, op. cit. en la nota 1, págs. 13 y 22 (Serie de Trabajos Verioa) y
págs. 338 y 345 (Cbiron). Cfr. tamb~n W. ECK: RE Suppl. XIV, 1974, pág. 108.
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<ÉZA ALF0LDY
(9). Fue otra vez más Domingo Fletcher Valls- a quien agradezco la
posibilidad de estudiar estas dos lápidas- quien me comunico, con
ocasión de un encuentro en la primavera de 1983, su existencia, lo cual
me impulsó a dirigirme inmediatamente a Liria, donde investigué
ambas lápidas junto con el doctor Wolfgang Kuhoff (10). Tanto más
grande fue mi irritación cuando, en ocasión de una nueva visita a Liria
durante la primavera de 1985, he llegado a saber que la lápida de M.
Comelius Nigrinus filius después de 1983 ha sido robada; como su
tamaño era más pequeño que el de la lápida que atestigua el bellum
Mauricum, los malhechores dejaron esta segunda lápida en su lugar (lo
que esperamos también para el futuro) y robaron el monumento que
pesaba menos. Como única docume~tación completa de este monumento perdido quedan, al menos hasta que la lápida quizás aparezca
algún día por tercera vez, la descripción y la fotografía publicadas en el
presente artículo.
Se trata de un bloque de piedra caliza gris, cuya cara posterior ha
sido cortada, evidentemente para una reutilización de la piedra. El
campo epigráfico está encuadrado por molduras triples cuyos restos
aparecen también en las caras laterales. La altura es de 62 cms.; la
anchura, de 53 cms.; y el grosor, incompleto en el estado actual, de 20
cms. Los cuatro renglones del texto, con letras cuya altura disminuye
desde 5 cms. en el renglón primero hasta 4 cms. en el último (y con una
O de 2'5 cms. al final del renglón primero), se encuentran entre líneas
auxiliares. Evidentemente el bloque servía como pedestal de una estatua: su tipo corresponde claramente al más frecuente para los pedestales del Conventus Tarraconensis, que, en varios casos, tenían.también
una base y un coronamiento producidos separadamente, los cuales en
otras ocasiones, sin embargo, pudieron servir para mantener una estatua también en su forma sencilla, sin base y coronamiento (11). Lo que
sorprende es solamente el menor tamafto del pedestal de M.. Comelius
(9) L. MARTI FERRANDO: «Nuevas aportaclonea arqueol6pcaa», en Fira i featea de Sant
Miquel, Liria, 1982, tres p4giueslin numerar. Sobre la inacripci6n que menciona el beUum Mauricum,
véase ahora G. ALFOLDY: «Bellum Mauricum», Chlron, 16, MQnchen, 1986.
(10) Pude ver la lApida el día 22 de marzo de 1988. Mucho agradezco la amable ayuda que me
prestxS don Luis Me.rtí Fe.rrando y au familia, e igualmente qradezco al doctor Wolfpng Kurhoif, a
quien ae debe la foto de la pieza.
(11) Sobre eate tipo de pedestales v6aae G. ALFOLDY: «Büdprogramme in den rilmiechen Stld·
ten des Conventua Tarraconenaie. Das Ze\liDÍI der Statuenpostemente», HomeDaje a Garcla Bellido,
IV, Reviata de la Universidad Complutense, XVIU, Madrid, 1979, pqa. 177 y u ., cfr. G. ALF0LDY:
«R6miache Statoen in Venetia et Hiltria. Epigraphieche QualleDJt, Abhanlun¡e der Heidelbel(8r A.k.a·
demla der Wiuenachatten, Philologiech·Hmoriache Claue, Jahrpn 198-t, 8 Abhand, Heidelber¡,
198•, especialmente lu pqa. 26 y u .; en contra, J. BONNEVILLE: dA aupport monumental dee ina·
criptiona: terminologle et aua}yae», en «Epi¡raplúe hiapanique. Probl¡mea de m6tbode et d'6dition»,
Paria, 198•, p4ga. 117 y u ., en eapeciallapág. 136; v6aae ahora G. ALFOLDY, en Germania,68, Mainz
am Rhe~ 1986.
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M. COBNELIUS NIGRINUS FILIUS
Nigrinus filius: en contraste a este pedestal, con una cara anterior de
62 por 53 cms. y un grosor original seguramente no mayor de 40 ó 50
cms., el tamaño normal de los.pedestales de este tipo es de unos 90
por 60 por 55 cms. (12).
El texto se lee como ya lo hiciera José Ríos (véase también
lám. I):
M(arco). Comelio
M(arci)·f(ilio).Gal(eria tribu)
Nigrino
filio
La inscripción verdaderamente «lapidaria» no dice más que el
monumento -entonces una estatua con su pedestal llevando la
inscripción- fue dedicado a Marcus Comelius Nigrinus «hijo», hijo
de Marcus, inscrito en la tribu Galeria. Aparte del hecho de que conocemos en Liria a M. Comelius Nigrinus Curiatius Maternus, la coincidencia del lugar del hallazgo y de la tribu demuestra que el Nigrinus
«hijo» era ciudadano de Liria (13). Que el dedicante no se mencione,
se explica por la razón de que para el «público», es decir para aquellos
que pudieron ver la estatua, la identidad del dedicante no tenía duda.
Esto indica que la estatua fue puesta o bien ·por un miembro de la
familia en una área propia, por ejemplo en la casa o quizás en un monumento sepulcral de la familia, o bien por la comunida de los ciudadanos de Liria (o por el ordo decurionum como representante de la
comunidad) en un sitio público, por ejemplo en el foro de la
ciudad (14).
¿Quién fue M. Comelius Nigrilius filius? A primera vista se podría
pensar que no fue otra persona que el gran senador de Liria: la nomenclatura semejante, en ambos casos con los elementos básicos M . Cornelius M. f. Gal. Nigrinus, puede conducir a esta conclusión (15). Sin
embargo, aparte del hecho de que en la nomenclatura de M. Comelius
Nigrinus filius falta el nombre Curiatius Matemus y que en su inscripción no aparece ningún cargo del cursus honorum, es el uso de la pala-
(12) ALFOLDY, op. cit. en la nota 11 (Homenaje a Garc!a Bellido), pi¡. 185.
(18) Sobre la Galeria tribUI de loa ciudadanoa de Liria riaae ALF0LDY y HALFMANN, op. cit. en
la nota 1, pq. 8 de Serie de ~os Varios y pág. 33• de Chir6n 3. Ahora G. ALF0LDY, op. cit. en la
nota 9.
(U) Para dedicaciones semejantes cfr. ALFOLDY, op. cit. en la nota 11, piga. 203 y a. del Homenaje a Garc(a Bellido y pág. 53 de «Bómiache Statuen. ..».
(15) ALFOLDY y HALFMANN, op. cit. en la nota 1, pág. 22 de la Serie de Tra~oa Varioe y p'c.
3•5 de Chiron, 3, a favor de eata opinión. Cfr., sin embar¡o, B. E . THOMASSON, «Senatorea procuratoreaque ...» cit. en la DOta 2, pág. 33.
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6
G~ZA ALFOLDY
bra filius en la inscripción en honor de este M. Cornelius Nigrinus el
que impide su identificación con M. Cornelius Nigrinus Curiatius
Maternus, quien en los textos epigráficos -y ya conocemos tres textos
de Liria con su nomenclatura completa nunca aparece con la denominación filius. El uso de esta palabra en el mismo contexto como en
nuestra inscripción -es decir, su uso fuera de la nomenclatura propia
con la filiación indicada por la abreviatura M(arci) f(üius), más precisamente en adición a la nomenclatura propia- se explica por una razón
muy clara: en tales casos la palabra filius servía para distinguir al portador de un nombre de su padre homónimo (16). Por eso, M. Cornelius
Nigrinus filius era hijo de otro M. Cornelius Nigrinus, y lo má.s probable es que el padre de éste M. Cornelius M. f. Gal. Nigrinus no fuera
otro el homónimo bien conocido, es decir el gran general y político M.
Cornelius M. f. Gal. Nigrinus Curiatius Maternus. Tanto la tipología
del pedestal del filius como la paleografía de su inscripción permiten la
datación de su lápida aproximadamente en la época flavia (17), datación que es necesaria si reconocemos al filius como hijo del senador
que nació probablemente cerca del año 40 y fue c6nsul en el año
83 (18).
Considerando al senador M. Cornelius Nigrinus Curiatius Maternus como padre de M. Cornelius Nigrinus filius, es probable que el
filius recibiese su estatua en un momento en que su padre todavía no
llevaba el nombre Curiatius Maternus y se llamaba solamente M. Cornelius M. f. Gal. Nigrinus: Así se explicaría más adecuadamente que el
hijo, para distinguirlo del padre, en su inscripción fue mencionado
como M. Cornelius M. f. Gal. Nigrinus, elfilius. En cualquier caso, el
gran senador se llamaba originalmente M. Cornelius M. f. Gal. Nigrinus y obtuvo el nombre Curiatius Maternus con posterioridad, sea gracias a la adopción por un Curiatius Maternus (19), sea porque su
madre venía de la familia de los Curiatii Materni y además posible-
(16) Cfr.laopinióndeE. GROAGen tomoalainacripci6nC.LL., V, 2819 - L L. S . 980dePatavium, donde aparece M. Ammtios M. f. Ter. Aquila filiua: <
aenatorio, n, Tituli 6, 1982, págs. 309 y 88. en especial la pág. 324 (un caso semejante) y 398 (M. Arruntiua Aquila filiua). Váase tambi'n A. GROAG, RE nA 2, 1921, pág. 1718 (otro caso semejante).
de los
(17) La gran mayoria de los pedestales del Conventua Tarraconenais pertenece a la
Flavios y Antoninos; vbae ALFOLDY, Homenaje a Garcfa Bellido cit. en la nota 11, pága. 230 y
'poca
88.
(18) ALFOLDY y HALFMANN, op. cita. en la nota 1: págs. 28, 32 y as. y 62 del Trab~o Vario
núm. 44, y págs. 348, 363 y 88. y 367 de Chiron, 3.
(19) Segán la hipótesis propuesta en ALFOLDY-HALFMANN, pép. 21 y 88, del Trab~o Vario,
núm. 44 y pág. 346 de Chiron, S.
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M. CORNELIUS NIGRINUS m.JUS
7
mente era hermana de Curiatius Matemus, interlocutOr principal en el
Dialogus de oratoribus (20). Exactamente ahora, con respecto a la inscripción tratada aquí, que atestigua en Liria un M. Comelius Nigrinus
sin el nombre Curiatius Matemus, se puede decir con toda la certeza
lo que ya anteriormente era evidente: el nombre original y principal del
senador de Liria fue M. Comelius Nigrinus y no Curiatius Matemus.
Esto contradice la opinión de T. D. Bames, según el cual el senador de
Liria no fue otra persona que Curiatius Matemus, el orador en el Dialogus de oratoribus y al mismo tiempo el sofista Matemus asesinado
por Domitiano (21) -opinión que fracasa ya por dificultades cronológicas (22), sin hablar de .} a improbabilidad de la hipótesis de que el
senador de Liria, qtm fue el héroe de las guerras de Domitiano contra
los dacios y recibió las condecoraciones militares más altas de este
emperador, pudiera ser su enemigo.
Por desgracia, no sabemos con exactitud cuándo M. Comelius
Nigrinus Cuariatius Matemus amplió su nomenclatura; sin embargo,
se puede suponer que el cambio de su nombre no tuvo lugar en los últimos años de su vida, sino anteriormente. Si eso es.verdad, y si elfilius
fue honrado con una estatua en un momento en el que su padre se llamaba todavía del mismo modo que él, simplemente M. Comelius M. f.
Gal. Nigrinus, se puede concluir que el hijo en este momento era todavía muy joven, apenas un adulto. Con certeza, un argumento más
válido para esta opinión es el hecho de que en su inscripción no se
mencionen cargos de un cursus honorum, aunque el hijo de un senador
normalmente seguía la carrera senatorial, empezándola con el vingintivirado, lo más tardar a una edad cercana a los veinte años (23). Además, tenemos como argumento irrefutable que M. Comelius Nigrinus
filius recibió su estatua aún antes de obtener la toga virilis a una edad
próxima a los quÚlce años, el tamaño de su pedestal: este pedestal,
como ya se ha mencionado, es considerablemente más pequeño que
los pedestales «normales», para estatuas de adultos. Este pedestal
estaba destinado claramente a llevar la estatua de un niño.
¿Por qué razón recibió un niño una estatua con inscripción en su
base? Normalmente, los hijos de la aristocracia romana no fueron hon(20) Según R. SYME, «Govemors Dying in Syria» cit. en la nota 2, pig. 137¡ R. SYME, «Roman
Papera» m, pie. 1387 y Titull •• Oxford, 1982, pie. 402. Sin embargo, Sir RONALD SYME, explicando la nomenclatura del senador, ha propuato tambi6n otras ideas: v4ue la bibliografla mencionada
en la nota 2.
(21) BARNES, op. cit. en la nota 2, pies. 882 y 88.
(22) ECK, op. cit. en la nota 2 (Chiron, 12) pig. 324, n\ÚD. 172.
(23) Cfr. ultimamente A. R. BIRLEY: «The F08ti of Roman Britain», Oxford, 1981, pága. 4 y
88.
-347-
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8
GÉZA ALFOLDY
rados de tal modo en su infancia. Las ocasiones usuales para poner
estatuas a los miembros de esta aristrocracia eran el recibir un cargo
superior, la finalizaci6n de un cursus honorum con mucho éxito, la
aceptaci6n del patronato sobre una comunidad urbana, méritos en
favor de los dedicantes, etc. (24) -todo ello, efectos ·y calidades propias de los adultos. La raz6n principal para honrar a los niños con
monumentos como estatuas e inscripciones era distinta: su sentido era
inmortalizar a aquellos hijos de arist6cratas que luego no pudieron
ofrecer motivos «normales» para recibir monumentos honoríficos por
sus éxitos y méritos propios porque murieron a una edad temprana,
siendo aún niños (25). También en el caso aquí tratado podemos suponer que M. Cornelius Nigrinus filius recibi6 su monumento en Liria
por el motivo de que muri6 -como hijo de un padre famoso- a una
edad muy joven. Su estatua, con la inscripci6n en el pedestal, estaba
situada o bien en un monumento sepulcral, o en la casa de la familia, o,
más probablemente, en el foro del municipio de Liria, cuyos ciudadanos sabían muy bien a qué familia de prestigio perteneci6 este
niño.
La conclusi6n es que M. Cornelius Nigrinus Curiatius Maternus, el
gran senador, general y aspirante al máximo poder en el Estado
Romano, tenía un hijo al cual perdi6 cuando todavía era un niño. Como
consecuencia de la muerte temprana de este hijo, el senador muri6,
según parece, sin descendientes, como tantos otros senadores durante
la historia del Imperio Roinano (26). Así, la familia liriense de los Cornelii Nigrini que _
gracias al gran senador alcanz6 tanto prestigio y
poder, desapareci6 con la muerte del mismo. L. Cornelius Potitus,
otro ciudadano de Liria, que en el siglo II, con gran probabilidad en el
año 171, falleci6 como primus püus en una guerra contra los Moros,
debi6 proceder o bien de una rama lateral de la gens de los Cornelii de
Liria o bien de libertos de los Cornelii Nigrini (27).
(24) Cfr. ALFOLDY, Homenl\ie a Gan:ía Bellido, cit. en la nota 11, 212; ALFOLDY, «R&ni8cbe
Statuen...», cit. en la nota 11, págs. 63 y 88. Respecto ala representación de la ariatocracia aenatorlal
por monumento&, cfr. W. ECK: «Senatorial Self-Repreaentation: Developmenta in the Auguatan
Period», en C'eaa.r A\_!l\latua, Seven Aapecta, O:dord, 19M, páp. 129 y 88.
(26) Cfr. G. ALFOLDY: «
ECK, op. cit. en la nota anterior, pág. 62.
·
(26) Cfr. G. ALFOLDY: t
Unterauebungen zur aenatoriachen Fühnmpachicht», Bonn, 1977, páp. M y aa.; con una visi6n diferente, K. HOPKINS: «Deatb 8Dd RenevaL Sociolocieal StUdlee in Roman Hittory», 2, Cambridp,
1983, eapeeialmente laa págs. 120 y 88. y 141 y 88.
(27) G. ALF0LDY: t
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LAM. I
ALFOLDY.-M. Cornelius Nlgrinus Filius
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ANA MARIA VICENT ZARAGOZA
(Córdoba)
RETRATO DE IULIA AUGUSTA EN EL MUSEO
ARQUEOLOGICO PROVINCIAL DE CORDOBA
1. ENVIO
Con sumo gusto acudo a la cita del amigo Pla Ballester, actual
director del SIP, para testimoniar nuestro afecto y admiración hacia su
antecesor don Domingo Fletcher Valls, pues a este ilustre arqueólogo
valenciano me unen fuertes lazos de amistad desde mi juventud ya que
él precisamente me dio en la Universidad de Valencia las primeras clases de prehistoria con las que me inicié por esos intrincados vericuetos
de la arqueología. Esa amistad, ya por sí sola, justificaría mi participación en el presente libro de homenaje, pero no son unicamente estos
mis motivos. Aparte de las múltiples atenciones que conmigo siempre
ha tenido y tiene, deseo manifestar también mi gran admiración hacia
la ingente labor del arqueólogo y del filólogo, que rebasa los límites del
mundo ibérico, en el que tantísimo destaca, para antes y después de
esa época adentrarse también por otras culturas, con frecuencia
incluso fuera de la región valenciana.
Mi contribución en honor del ilustre estudioso forma parte de unas
investigaciones que voy preparando desde hace un tiempo en tomo a
unas series de piezas homogéneas entre las cuales se encuentran los
retratos de época romana co!lBervados en el Museo Arqueológico Provincial de Córdoba. Dentro de esos retratos he escogido uno que di a
- 351-
[page-n-360]
2
A. M. VICENT ZARAGOZA
conocer muy someramente en el año 1971 junto con otras piezas de un
conjunto de hallazgos que divulgé entonces sin un estudio extenso.
He escogido para esta ocasión el que creo corresponde al más antiguo retrato romano femenino fechable que se conserva en el Museo
que dirijo.
2. DATOS GENERALES
La pieza ingresó en el Museo Arqueológico de Córdoba el 2 de
junio de 1968 por entrega, a instancias mias, del arquitecto don Rafael
de la Hoz Arderius. Se registro con el número 24.558. Fue encolltrada
en el solar situado en la esquina de las calles Angel de Saavedra y
Rodríguez Sánchez de la ciudad de Córdoba. Vid. figura plano.
La cabeza es de mármol blanco de grano fino, con cuello que termina en forma niás o menos cónica para insertar en el cuerpo de una
estatua que debe suponerse entera es decir no un busto. La altura
total, contando el cuello y su apéndice inferior, es de 36'2 centímetros;
desde el punto·más alto de la cabeza hasta el arranque de la barbilla el
cráneo alcanza una altura de 22 centímetros. Estas últimas medidas
corresponden a un retrato de tamaño natural.
Su estado de conservación es deficiente, por desgracia. Se haJJan
ahora rotos, por golpe ya viejo, parte de la zona baja de la nariz, un sector del peinado sobre el lado derecho de la frente, el globo del ojo derecho y parte del globo del ojo izquierdo. La superficie original ha
saltado en finas cepitas en muchas zonas del retrato, aunque queda
intacta en algunos lugares de la cara, del peinado y del cuello. Además
tiene puntos oscuros al parecer producidos por minúsculos hongos. A
juzgar por las zonas en donde la superficie original se halla intacta, el
terminado poseía un buen pulimento.
Para apreciar la calidad estética de la pieza hay que atender al
estado original en que la dejó el escultor antiguo, operación que nosotros ahora podemos realizar observando las superficies intactas y
otras esculturas bien conservadas. Practicando esta operación reconstructiva que referimos se puede afirmar que la pieza era de muy
buena calidad.
3. IDENTIFICACION
El aspecto general de esta cabeza hace pensar no en una representación genérica de divinidad femenina o de algún concepto abstracto
simbólico sino en tm retrato personal. Los ojos, de aspecto bovino,
están muy abiertos; la boca es pequeña y de labios finos; el mentón
tiene un aspecto triangular. El peinado posee en su parte delantera,
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RETRATO DE IUIJA AUGUSTA
8
con raya central, una especie de corona de guedejas onduladas, que
desde la frente y sienes se dirigen hacia las orejas y, después de ellas,
en forma de tira enrollada van al moño; en la bóveda craneal el peinado
ofrece largas y finas estrías de pelo que se dirigen también hacia la
nuca; el final de todo el cabello se recoge en una serie de pequeñas
trenzas que forman un moño sobre la nuca. El citado cabello que cubre
gran parte del cráneo parece, hacia su zona baja, entrecruzarse como
si formara una redecilla.
Este tipo de peinado se encuentra en retratos femeninos de la primera mitad del siglo primero de nuestra era. Los rasgos faciales
corresponden a los que vemos en los retratos de la emperatriz Livia
Drusilla (57 a. d.· C. a 29 d. de C.), esposa de Octavio Augusto primer
emperador romano. Así, como Livia, la di a conocer en 1971 (1), identificación aceptada por tods· los estudiosos que posteriormente se
han referido a este retrato. En efecto, su perfil es el típico de esta
emperatriz y también el óvalo del rostro, la frente, ojos, nariz, boca,
mentón, etc.; igualmente el peinado coincide con alguno de los que
llevó Livia.
4. PEINADOS DE LIVIA
La evolución del peinado en los estudios iconográficos de personajes femeninos romanos es de gran interés para fechar un retratO lo
mejor posible. En el caso de Livia, desde su primer ilustrador Bemouilli en 1882 hasta hoy se ha avanzado grandemente en el estudio de tal
evolución, aunque en el detalle queden todavía puntos oscuros. En
líneas generales los diversos tipos de peinados de la emperatriz Livia
se pueden dividir en dos grandes clases. La primera se caracteriza,
entre otros detalles, por un tupé o copete levantado sobre el centro de
la frente y por una trenza sagital desde el tupé al moño nucal. La
segunda no presenta tupé ni trenza y ofrece, en cambio, raya mediana
de la que parten a cada lado los mechones ondulados que forman la,
corona frontral. En·ambas clases estas ondas descienden hacia la nuca
donde se recogen en un moño. L'a primera clase, que es de aspecto más
itálico, se subdivide en una serie de grupos o tipos que ahora no
(1) A. M.• VICENT ZARAGOZA: «Situación de loa tUtlmoa hallazgos romanos en Córdoba», Crónica del XD Congreso Nacional de Arqueología (Ja6n, 1971), Zaragoza, 1978, páp. 67•· 680.
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A. M. VICBNT ZARAGOZA
comentaremos por no interesar al retrato de Córdoba directamente, y
además por no existir unanimidad entre los estudiosos (2).
La segunda clase recoge algunos elementos de la primera pero lo
peculiar, como ya he señalado, es la crencha o raya mediana en el centro de la frente lo cual, junto con otras características de estilo, dan a
esta serie de retratos un aire clasicizante de raíz helénica. Los más
antiguos retratos,de Livia pertenecen a la primera clase, recuerdan al
llamado peinado de Octavia (hermana de Augusto), y fueron usados
por la emperatriz hasta la muerte de Augusto en el14 d. C., e incluso
posiblemente durante los primeros años de su viudez. La segunda
clase de retratos, a la que pertenece el de Córdoba, se documenta con
seguridad en el 22/23 d. C. bajo Tiberio, momento en que aparecen
unos conocidos dupondios con su imagen idealizada y los letreros
Salus Augusta, Pietas, Iustitia; en el primero la cabeza va descubierta,
en el segundo va cubierta y con diadema y en el tercero con diadema y
descubierta (3).
5. EL PEINADO HELENIZANTE Y SUS·ELEMENTOS GRIEGOS
.. .
: . :.
Nuestro retrato, al carecer del protuberante tupé o nodus sobre la
frente y de trenza sagital, nos lleva hacia el segundo de los citados grupos es decir el helenizante. En este grupo helenizante se encuentran
ciertos elementos que se hallaban también en los peinados de tipo itálico observables igualmente en la pieza del Museo de Córdoba. Así los
cabellos agrupados en pequeños mechones formando finas y largas
estrías sobre el cráneo se ven prácticamente en todos los retratos de
tipo itálico y en numerosas monedas, especialmente de la parte oriental del Imperio que lo reflejan (4); también la distinción entre el pelo
del cráneo y la corona de mechones ondulados que em:nai-ca parte dAl
(2) Entre loa de loa últimos lllloaaeftalemoa: L. FABRINI, e. v. «Livla Druaila,, E. A. A., IV, 663667, con trea tipoa (a, b, e), sel!\1n el aepeeto mú o menoa juvenil de la emperatriz en loa retratoa.
Indica V. POULSE.N: «Lea portraita romaina, I>>, Copenhaguen, 1978, pága. 66·69, cuatro tipos erono1.6gieoa (A, B, C, D). Insistiendo especialmente en monedas, eobre todo de la parte oriental, W. H.
OROSS: «Julia Auguata», Góttingen, 1962, trata de eatablecer unu buea eronológleu pare eatoa y
otroa retratoa de Llvla, que en buena parte y máa resumidamente, lllladiendo otraa obaervacionea, ordenan K . FlTrsCHEN y P. ZANKER: «Katalog der rilmiaehen Portrita in dar Capltoliniachen
MUNen...,III»,Mainz,1988,número 1,p.1 y2 (ynotu) eneuatrogropoaprincipalea tlpo-crono16gicoa
(VIlla Albani-Bonn, Glypt. Ny Cadaberg 616, Glypt. Ny Carlaberg 616, Marbury Hall).
(S) J. J. BERNOULU: «RRmiacbe Ikonogrephie», n, 1, Berlin y Stutprt, 1886 (reimpresión de
1969), lám.
núma. 11, 12 y 18; H. COHEN: «Deeeriptlon biatorique dea monnaies frap~ea
IIOUII'Empire romain», Paria, 1888 (reimpresión), Livla 1-6; RIC, 1Tb. 22, 24; RIC, l (reviaión edición
de 1984) 7lb Rome 48, 46, 41; cfr. M. GRANT: C
y u .; BMC 98, 79, 82.
(4) Cfr. GRANT, op. cit. en la nota anterior, lám. 8 , panlm.
xxxn.
-354-
[page-n-363]
RETRATO DE IULIA AUGUSTA
6
rostro e igualmente el moño se encontraban en el peinado de ti.po itálico propio de época tardorepublicana y de los comienzos del Imperio
incluso después de Augusto.
··
La novedad representada por los dupondios del 23/24 consiste en
eJiminar el tupé frontal y la trenza sagital acentuando las ondas que
desde el centro de la frente enmarcan el rostro y juntan sus mechones
en el moño tradicional de la nuca. El nuevo rostro femenino posee por
su peinado un carácter más griego. En los peinados con la cabeza de
Salus Augusta las estrías sobre el cráneo se sustituyen por ondas paralelas; en cambio, el cabello estriado permanece en la representación
de Iustitia. El retrato de Córdoba reflejaría, por tanto el tipo Iustitia
pero sin el atribut;o de la diadema, elemento accesorio en relación al
peinado aunque de interés en la simbología iconográfica.
No sin intención la iconograffa de Iulia Augusta (Livia) en esos
dupondios y en otras esculturas recoge en el peinado elementos que
aisladamente al principio y luego reunidos se han ido formando en la
larga tradición iconográfica griega, como señalaremos brevemente a
continuación. La diferenciación entre la parte delantera del peinado y
el cabello sobre el cráneo en la escultura griega viene desde lejos con
ejemplos esporádicos en el siglo VII a. C. (5) que aumentan en el
último cuarto del siglo VI (6) y se difunden desde el V en adelante; la
disposición del pelo en ondas con raya central coronando el arco superior del rostro empieza en el siglo V a. C., sigue en el IV y continúa después, usándose especialmente para divinidades femeninas (a veces
también Apolo) aunque no falta en otros personajes femeninos (algunos documentados en estelas). Este marco frontal de ondas aparece
co~binado con el aludido cabello estriado sobre el cráneo ya en pleno
clasicismo griego del siglo V a. de C.
Entre griegos se observan desde el siglo V a. de C. grupos de
mechones detrás de la cabeza reuniendo enrollada la larga cabellera
en posición baja hacia la nuca, especie de moño, como un rollo (a veces
recubierto con una cofia, tipo diosa sentada tarentina de Berlín,
«Safo», etc.); a esta especie de moño se añade, también en esa época,
·en ocasiones. otro menor más alto (que aparece más en pinturas de
vasos que en esculturas). A lo largo del siglo IV los casi moños se pro-
(6) Por ejemplo, un pequeño bronce de Olimpia en el Museo Arqueológico de Atenu, 6619: H .-V.
HERRMANN: 110zympia. Heiligtun und Mettampfatitta», München, 1972, 96 y aa., l&n. 29; cabecita
de marfil del museo de Eaparta, 16.360; E . L. MARANGOU: «Lakoniache ElCenbein», 'l\'lbingen,
1969, nóm. 18, fig. 30.
(6) G. M. A. RICHTE.R: 4t, Londres, 1968, nóm. 36 y 122.
-355-
[page-n-364]
A. M. VICENr ZARAGOZA
6
digan en las representaciones de deidades femeninas (y Apolo), pero
no dan la impresión de constituir moños formados por un ovillo de
trenzas; el moño de ovillo de trenzas es, en cambio, muy corriente en
las figuritas de terracota con el «peinado de melón».
Esos elementos de los peinados griegos, especialmente los de los
siglos V y IV a. C., son los modelos de los retratos femeninos helenizantes de Livia y otros personajes, lo cual se halla en perfecta consonancia con la renovación del arte áulico de Augusto en sentido
neoclásico griego e incluso neoático. La nueva moda artística se
basaba también en la ideología general de relacionar la historia de
Roma con la de Grecia y especialmente la de los orígenes de la dinast:Ja
Julio-Claudia fundada por Augusto. Todo esto es muy sabido y bien
estudiado (7). Es muy comprensible que en la iconografía de Livia
(lulia Augusta) se aprecien los indicados caracteres formales helenizantes dada su posición de madre de la nueva dinastía, con toda la
carga político-ideológica que esto suponía.
Es preciso observar, por otra parte, que retratos helenizantes
como el de Julia Augusta se usaron en esta época también para divinidades e incluso figuraciones simbólicas femeninas (8), pues se trata de
un peinado no reservado exclusivamente a la emperatriz.
6. POSIBLES MOTIVO Y FECHA DEL CAMBIO DE PEINADO
Se podría discutir también qué motivo induciría a lulia Augusta
para abandonar su tradicional peinado y cambiarlo por el más helenizante en una edad bastante avanzada de su vida. En realidad la pregunta debería referirse más bien al cambio del peinado en sus retratos
representados en estatuas, monedas, camafeos, etc. a partir del reinado de Tiberio y en obras póstumas.
Para indagar la ocasión y cronología del cambio al nuevo peinado
(que es el del retrato de Córdoba) tal vez sea útil fijarse en que la
mayoría de los retratos de Livia-Iulia Augusta con el peinado heleni-
(7) J. GAGE: «Divua Auguatua, l'id6e dynaatique chezlea empereun Jullo-Claudiena», en Revue
11 y u.; A. SADURSKA: «La poHtique dyna11ique d'Auguate etl'art
de aon tempa», Étudea et Travauz, IV, Var10via, 1969, pqa. 93-106; B. ANDREAE: «L'Art de l'ancienne Rome11, Paria, 1973, capítulos «Le aiacle d'Au¡uate» y «La malaon imperiale Juill..Cleudlenne»,
1>41•· 101 y ...
(8) Por ejemplo, 1aa doa cabezu de estin¡e del Fibwilliam Muaeum que, con otlu nueve copia&
conocidaa, proceden de un original 'tico quiú de hacia 460-450 a. C., tipo popularisado por copiu
romanu de
Julio Claudia; cfr. L. BUDDE y R. NICHOLLS: «Catalogue of tbe Greek and
Romain Sculpture oftbe FitlwilliamMuaeum Cambrid¡e~t, Cambridp, 196-', n6ma. 40 y 41, náma. 2022,!ml. 10.
Arc~ologique, Paria, 1931, páp.
'poca
-356-
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RETRATO DE IULIA AUGUSTA
7
zante llevan atributos varios como diadema, tutulus, corona vegetal; a
veces se toca con uno solo de estos atributos y otras los atributos son
dobles. En ningún peinado del otro tipo hemos visto tales atributos.
Resulta lógico, pues, pensar que el cambio de peinado va unido a la
adopción de esos atributos.
La diadema era propia de divinidades y a partir de Livia también
de las damas de la familia imperial que recibieron el título de Augusta.
La diadema, en teoria, podria suponer una cierta asimilación de Livia a
divinidades femeninas como Cerea (Demeter), Juno (Hera), Venus
(Afrodita), Fortuna (Tyche) y otras (9) o a virtudes personificadas
(10), etc. Para la fecha de la adopción de la diadema por Livia la única
referencia segura es su aparición en el tipo Iustitia y en el velado de
Pietas de los mencionados dupondios del22/23 d. C.; algún investigador relaciona la diadema unicamente, al parecer, con la divinización
póstuma de Livia por su nieto Claudio en el año 41 d. C., aunque debemos observar que la Livia procedente de Paestum, conservada en el
Museo Arqueológico Nacional de Madrid, poseía diadema, escultura
que se fecha entre el22/23/24 d. C. (11), es decir bajo el reinado de
Tiberio, viviendo todavía la emperatriz viuda, y que la Livia de la basílica de Velleia también posee diadema y se data, por inscripciones,
entre el 38 y el 41, bajo Claudio (12); si se aceptan estas fechas la
adopción de la diadema es desde luego anterior a su divinización por
Claudio y también lo es, por tanto, el peinado de tipo helenizante en
estas representaciones con dicho atributo.
El tutulus es propio en Livia de su carácter de sacerdotisa del culto
de Augusto divinizado, divinización que tuvo lugar el 17 de septiembre del año 14 de la era, lo cual orienta la cronología de los retratos con
(9) Cfr. H. W. RITI'ER: «Dladem und K6nigh81T11Chaft», MODchen·Berlin, 1966. En monedaa con
Livia: V. H. GROS S, o. c. en la nota 2, págs• .(3 y aa. y figuree en variaa Ummaa. Para una monedaa de
Hi.epalie, vid. F. CHAVES TRISTAN: «Livla como Venua en la amonedación de Colonia Romula>l,
Acta Numismática, vm, Barcelona, 1978, págs. 89·96. Como Cerea, aentada, en el «Gran
Camafeo de Francia».
(10) Para Livla·Pietaa, vid. A. MARCOS POUS: «Retrato de Iulla Augusta, de arte local hlepano·
Wtico, en el Mu.aeo Arqueológico de Córdoba», Corduba Archaeoloc!ce, 10, Córdoba, 1980·81, págs.
ss-.a (con bibliocrafJa).
(11) A. GARCIA Y BELLIDO: «La Livla y el Tiberio de Paeatum en el Mueeo Arqueológico Nacional de Madrid», Archivo Eepdol de Arqueologia, XIX, Madrid, 1946, págs. 146-148; A. GARCIA Y
BELLIDO: «Retratoe romanoe del Mueeo Arqueológico Nacional de Madrid>t, Revieta de Archivos,
Bibliotecas y Muaeoe, LIV, Madrid, 1948, páp. 460-466; GROSS, op. cit. en la nota 2, páp.
114 y 81.
(12) GROSS, o. c. en la nota 2, p6p. 112 y aa., láma. 23.1 y 24; C. SALETI'I: «11 ciclo atatuario
della builica di Velleia», Mllan, 1968.
-357-
[page-n-366]
8
A. M. VICENT ZARAGOZA
esa cinta (13), como los de Leningrado y Copenhaguen (14), pero
resulta difícil dar una fecha concreta a los retratos en que aparece. La
corona de espigas y flores de algunos retratos de Livia, que a veces llevan además el tutulus, cuando poseen este último atributo son también
posteriores al14; las espigas son atributo específico de Ceres (Demeter), divinidad a la que fue asimilada Livia, ya en época de Tiberio,
según el testimonio de muchas monedas, algunas con peinados de tipo
anterior al helenizante (15).
De estas observaciones se desprende en líneas generales que los
mencionados atributos aparecen en época de Tiberio (14-37) y desde
luego se hallan ya, la diadema por lo menos, en el 22/23 y el tutulus a
partir del14. Siempre, como hemos dicho, los atributos van sobre el
peinado helenizante. Así, pudiera interpretarse que el cambio de un
peinado a otro por Livia (del tradicional en ella al helenizante) se
fecharía tal vez a partir del 14. d. de. C.
En este tiempo, muerte de Augusto y divinización casi inmediata,
Livia al ser adoptada en la gens Julia por testamento de Augusto cambió su nombre por el de Iulia Augusta· y, además (ya lo hemos antes
indicado), asumió el cargo de sacerdotisa de su marido divinizado. El
título de Augusta implicaba un cierto carácter sacro del que también
participaría, además, como esposa del divus.
Las circunstancias histórico-político-religiosas señaladas probablemente condujeran a la adopción de la diadema por Livia, com~ símbolo de su nueva dignidad, lo cual llevaba consigo el cambio a un
nuevo peinado inspirado en .er de las divinidades femeninas (muchas
de ellas precisamente con diadema) pues además es difícil, desde el
punto de vista estético, imaginar una diadema sobre un peinado con
tupé en la frente.
Así, pues, como hipótesis, el peinado que aparece en el retrato de
Iulia Augusta del Museo Arqueológica de Córdoba podría fecharse a
partir del 14 de nuestra era.
Pero tal vez en los retratos, el nuevo peinado de la emperatriz no
sustituiría por completo al anterior. Sabemos que en algunas monedas
(13) A. RUMPF: «Antonia A~», Berlin, 1941, ~. 31.
(U ) POULSEN, op. cit. en la nota 2, núm. 3 6 y ~· 72.
(16) Vid. GROSS, op . cit. en la noa 2 yPOULSEN, op. cit. en la misma nota. Corona de espigas y
frutos en la mano, como Cerea, lleva la Livia (Julia Au¡u.sta) del «Gran Camafeo de Francia», de fecha
diecutida (L. F. van ZWET: «Women'aHairdre11and the Grand CamM deFrance»,Bulletin... Antieke
Beachaving, XXIX, 1964, pc(ga. 62-66,lo data hacia el 20 de C.; Z. KISS: «L'iconop-afie d ea princea
jullo-c:laudiennea au tempa d'Auguate et Tibére», V81'110via, 1938, ~·· 132 y aa. propone la fecha d el
28 de C., pero de ejecución muy al comienzo de Calígula, en el 87 d. C., ~. 134 y 136).
-358-
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RETRATO DE IULIA AUGUSTA
9
fechables continúan en tiempos tiberianos retratos de Livia con tupé.
Ba. tantes estudiosos datan bajo Tiberio retratos de Livia con el peis
nado tradicional.
En la rebúsqueda iconográfica que hemos efectuado (incompleta
por no disponer en Córdoba de una extensa bibliografía} no hallamos
paralelos próximos a este retrato cordobés en relación con su peinado
helenizante sin atributos. El pelo liso del cráneo se observa en muchos
retratos no velados del peinado helenizante, pero casi siempre con las
estrías más acentuadas. Las mayores diferencias se notan en las ondas
de la parte delantera del peinado que descienden por los lados hacia la
nuca; normalmente, en la mayoría de los casos, esas ondas están bastante más marcadas que en el retrato de Córdoba.
7. CRONOLOGIA PROBABLE DEL RETRATO CORDOBES
A primera vista se diría que el peinado de este retrato cordobés
pertenece más bien al tipo tradicional que al helenizante debido a las
mencionadas atenuaciones de las ondas frontales y a la impresión
general de la pieza. Pero, a pesar del desconchado situado casi en el
centro de la frente se puede afirmar con toda seguridad que en el lugar
del desconchado no hubo originariamente tupé. La rotura frontal del
peinado se halla algo desplazada hacia la izquierda del espectador y en
lo que queda casi intacto hacia la derecha debería verse forzosamente
algo del tupé, cosa que no ocurre. Además el límite entre el tupé y la
frente forma siempre en todos los retratos del peinado tradicional una
línea neta casi horizontal ligeramente combada en el centro¡ en el
retrato del Museo Arqueológico de Córdoba, en cambio, el límite entre
peinado y frente forma una línea sinuosa, correspondiente a ondas,
con vértice central hacia arriba marcando la raya central de separación
de las ondas que desde ese punto arrancan para dirigirse a uno y otro
lado, detalle que descarta el peinado tradicional y lo caracteriza
como helenizante.
Sin embargo, si sé comparan las series de retratos de peinado tradicional con las que llevan el peinado helenizante (menos numerosa
esta que aquella}, se saca la impresión de que el retrato del Museo
Arqueológico de Córdoba, a pesar de la carencia de trenza sagital y de
tupé, se halla más próximo formalmente de algunos· ejemplos con peinado tradicional que de la mayoría de los retratos de la serie con peinado helenizante (tipo Salus u otros). Esta observación, tal vez
subjetiva debido al mal estado de la pieza, permitiría afirmar que el
retrato en estudio pudiera ser anterior al22/ 23 y posterior al14 de la
era, fecha esta última en la que, según hemos indicado poco antes,
-359-
[page-n-368]
10
A. M. VICENT ZARAGOZA
Livia Drusilla cambió su nombre por Iulia AlWlBta y probablemente
adoptó el peinado de las divinidades femeninas helénicas. Un detalle
bastante arcaizante lo constituye la tira de cabellos enrollados que
continuán a partir de la oreja, las ondas frontales transformadas hasta
su unión con el moño nucal; aunque esto se aprecie en los dupondios
tipo Salus y Iustitia, los retratos de tipo helenizante eliminan ese enrollado o enroscado, presente, en cambio, en bastantes peinados (de
Livia y otras damas) de carácter tradicional, como la supuesta Atia,
madre de Augusto, de época augustea (16), también la Octavia, de
Fulda, fallecida en elll a. de C. (17), la Livia con tupé del Museo Británico, número 1990 (18), una dama de hacia ellO a. de C. del Museo
Capitolino (19), o los retratos de dos jóvenes del sepulcro de los Licinios, ahora en Copenhaguen con el peinado antigo de Livia (20), o una
dama (procedente de Itálica) en una colección de Palma de Mallorca,
datable, según su editor, a finales de Augusto o comienzos de '!iberio (21).
Por lo dicho juzgamos posible, como hipótesis, que este retrato
cordobés de lulia Augusta pudiera fecharse entre el14/15 y el22/23
d. C. Si se confirmara tal suposición nos hallaríamos probablemente
ante uno de los más antiguos retratos de lulia Augusta (no ya Livia)
conocidos. Aunque también hay que tener en cuenta que un8 cosa es la
fecha de un prototipo y otra la época de su ejecución y por tanto no se
puede absolutamente excluir una datación posterior.
8. PRESTIGIO DE IULIA AUGUSTA EN LA BETICA
Hemos fechado hipotéticamente este retrato cordobés de Julia
Augusta en un momento en que la emperatriz tenía una edad entre los
70 y los 80 años. Como se habrá observado los rasgos no son los propios de una persona de esa edad. Ahora bien, el rejuvenecimiento en
los retratos de los rasgos faciales es una normal y curiosa característica
(16) J. FREL: «Roman Portreita in the Getty Muaeum», 1981, nóm. 18, p!¡. 27; J. PREL, en J.
CHAMAY, J. FREL y J.-L. MAIER, «Le monde dee C&eara», Ginebra, 1982, )liga! 64-67, láma.
8, 8a, etc.
(17) V. von HEniTZE: «Die antiken Portrita in Scblou Faaaneli.e bel Fulda», Malnz, 1968, nóm.
18, pq. 19, láma. 20, 21 y 110...
(18) GROSS, op. cit. en la nota 2, lám. 17.
(19) P. ZANKER, en FITTSCHEN y ZANKER, op. cit. en la nota 2, nóm. 49 , P'c· 42,1áma. 63.8
y 63.4.
(20) POULSEN, op. cit. en la nota 2, nóm. 69, Jmn. CXIX y nóm. 70, Um. CXXI.
(21) A. GARCIA Y BELLIDO: «Doa retratoe femeninol de IWicá en una coleccl6n particular de
Palma de Mallorca•, An:hivo Espafiol de Arqueología, XXII, Madrid, 1949,
y 3.
-380-
pqa. 836-346, fip. 2
[page-n-369]
RETRATO DE IUUA AUGUSTA
11
de la mayoría de los retratos masculinos y femeninos de la iconografía
romana de esta época y también de alguna otra. Como ya he señalado
son figuraciones que servían a la propaganda político-religiosa de la
dinastía y por ello se suprimen los naturales estragos que el tiempo
produce en el rostro de los humanos. También pudo haber en este
fenómeno motivos de vanagloria o razones clasicizantes de tipo estético muy propias de las mujeres a los que no escapaban tampoco los
varones. Los soberanos y sus familias debían aparecer ante sus súbditos como eternamente jóvenes, fuertes y bellos.
En época de Tiberio (14-37 d. de C.) Livia, o mejor Iulia Augusta,
gozaría de gran prestigio por su doble carácter de sacerdotisa del culto
de su marido Augusto, fallecido, y por su condición de madre del
emperador reinante. Estos méritos eran suficientes para erigir retratos en esa época. También, dentro de esos años, el 22 fue especialmente propicio pues Livia tuvo una grave enfennedad; su hijo el
emperador Tiberio orden6 preces públicas, Livia sanó, se mandó erigir en Roma un gran monumento en honor aLivia como Pietas. En Hispania todo esto tuvo su repercusión y se debieron levantar
monumentos a Livia de los que tenemos documentado años después
uno en Zaragoza. Livia falleció el año 29 sin ser divinizada por su hijo
Tiberio a quien sucedió Calígulanieto deLi~ el año 37. Enel41 sube
al trono Claudio, otro nieto de Livia, quien divinizó enseguida a su
abuela que desde ese momento era pficialmente diva; también esta
ocasión seria favorable para fechar quú:ás otros retratos de Livia.
Nosotros pensamos, en hipótesis, que el modelo del retrato de
Livia del Museo Arqueológico de Córdoba pudiera fecharse entre el
14/ 15 y el22/ 23 d. de C.• sin excluir una ejecución más tardía. En un
trabajo reciente, A. Marcos Pous ha escrito unas páginas acerca de la
que él califica «excepcional posición de lulia Agusta (es decir, Livia)
en la Bética bajo Tiberio», aportando testimonios epigráficos, numismáticos, escultóricos y de fuentes escritas antiguas acerca de ello. No
hay que olvidar que una delegación de cordobeses acudió el año 25 a
Roma para solicitar del Senado la erección en Córdoba de un templo
dedicado a Tiberio y Livia. El estudioso citado habla de que por esos
años existía en la Bética un «clima de exaltación» respecto a Livia
(22). Me parece que estas circunstancias pueden justificar mi idea de
que el retrato de Livia que ahora estudiamos pueda situarse en la
(22) MARCOS POUS, op. cit. en la nota 10, cap.
86·37.
- 361-
vn, «~, pqe.
[page-n-370]
TENDILLAS
S
' .
o
1
Pla. 1.-CORDOBA. MOtor del VÍCUI hilpanul, ooa. R
so m.
1
parte central d•tro del CÚ'cnllO, y
• 61 el pwato nepo bldlcando ellapr del ballu¡o del retablo ele Uvia. I..a
IIODU rqadu OOJ'I'MPODd• aiO!aret donde ha iDtenea.ldo el Mueo Arqu~
161foo de Córdoba.
[page-n-371]
RETRATO DE IULJA AUGUSTA
18
época de Tiberio y encuadrarse históricamente en ese ambiente
político-religioso de la propaganda dinástica de la fami1ia julioclaudia.
·
9. EL LUGAR DE HALLAZGO POSIBLE CENTRO OFICIAL
El lugar del hallazgo del retrato de Iulia-Augusta creo que puede
proporcionarnos también algunos datos que interesan. Se descubrió
en la esquina de las calles Angel de Saavedra y Rodríguez Sánchez.
Esta zona pertenecía al vicus, o barrio, «de los hispanos», nombre de
un barrio antiguo de la Córdoba romana que aparece en una inscripción que publiqué años atrás junto con otra que nos daba el nombre
antiguo de un segundo barrio cordobés, el vicus forensis (23). El centro
del barrio hispano, por lo que sabemos a través de nuestras investigaciones personales de la topografia de la antigua Córdoba, se hallaba
precisamente en los terrenos pr6ximos a donde se encontró nuestro
retrato. Grandes elementos arquitectónicos se descubrieron allí en el
siglo pasado y otros más por los años sesenta, que conseguí recuperar
para el Museo, como común patrimonio del pueblo, donde se hallan
expuestos. Esa zona ha producido también inscripciones de magistrados {expuestas en el Museo y por mi publicad:as) y diversas esculturas,
algunas publicadas y otras en estudio. Lástima que la destrucción del
yacimiento realizada con máquinas no permitiera hace unos veinte
años practicar aquí una excavación sistemática y estudiar in situ los
restos de estructuras que allí pudieron aparecer. Sin embargo las piezas muebles que poseemos nos permiten deducir que por aquí se
hallaba el centro del barrio llamado de los hispanos, lugar con edificios y monumentos públicos tal vez en tomo a un foro distinto del Foro
de la provincia Bética (que hemos excavado y documentado, como es
sabido, en otro barrio de la Córdoba romana) (24). Teniendo en cuenta
las aludidas circunstancias del hallazgo este retrato de Livia, que en
nuestro caso es mejor calificar de lulia Augusta, adquiere un más justo
significado por su situación topográfica dentro de la Colonia Patricia.
(2S) VICENT ZARAGOZA, op. cit. en la nota 1, ~·· 672 y 11.
(24) A. MARCOS POUS y A. M.• VICENT ZARAGOZA: «
1aa excavacionea en IIOlarea de la ciudad de Córdoba y a1gunoa reaultadoe topocrtiicoe generalea», en
«Arqueología de laa ciudedea modema.a superpueataa a laa antiguaa (Zararoza, 198S)», Madrid, 1985,
pega. 2Sl-262, especialmente la pág. 241, n\ÍJn. 15, la fig. 1 y la pq. 249.
-363-
[page-n-372]
VJCENT.- Retrato de l ulia Au¡:usta
LAM. l
- 364-
[page-n-373]
VlCENT.- Rctrato de lulía Augusta
LAM. II
[page-n-374]
VlCENT.- Retrato de Julia August11
LAM. 111
[page-n-375]
ALEJANDRO MARCOS POUS
(Córdoba)
INSCRIPCION CORDOBESA DE UN AQUILIFER
1. Hallada en 1971, en la calle de la Hoguera, Córdoba, durante
las obras de un conocido restaurante, lugar bastante próximo a la
Mezquita-Catedral. Ingresó en el Museo Arqueológico registrándose
con el número 27.725. En el mismo lugar se conserva otra 4lscripción
hallada en igual ocasión, y ya publicada (1).
2. La inscripción está incisa en la cara anterior de una losa apaisada, de mármol blanco con grano fino, de 62'5 cm. de ancho, 44 de
altura (« 2 x 1' 5 pies romanos) y 6 de grueso. Falta parte de la esquina
inferior derecha, con rotura que no parece antigua. Los cantos superior e inferior se baJJan ahora algo pulidos; los cantos laterales presentan un rebaje vertical. El reverso tiene una superficie lisa con dos
cazoletas circulares, de distinto diámetro, que sirvieron para el apoyo
y giro del espigón del quicial en dos épocas distintas.
3. Un marco, de sencillas molduras, limita el campo epigráfico.
Las zonas izquierda y derecha de la superficie de la losa se haJJan
actualmente rebajadas de arriba a abajo incluyendo las molduras late• - Para eue.Uonea de Derecho Romano y eobre elej6rclto en Hiapania me be baaado en 1aa eue-
lentea ohru:
A. D'ORS PEREZ PEIX: «Derecho privado romano», 3.• edicl6o, Pamplona, 1977.
J. M . ROLDAN HERVAS: «HiapaDia y el ejército 1'01118D0», S•l•m•nca, 197.(.
P . LE ROUX: td.'arm4 romaine etl'orpniaation dea proW1cea iWriquee d'Au¡uat Al'invuion de
-'09», Parle, 1982.
(1) J . MElLADO y J. M. VILA: «UDa inecripci6n romana hallada en C6rdobP, Habll, 3, Sevilla,
1972, pq.. 321·32.(, lim. XX.
-367-
[page-n-376]
2
A. MARCOS POUS
rales y algunas letras. La moldura inferior horizontal falta también
ahora quedando aquí la superficie a la misma profundidad que la del
campo. Toda la pieza se halla alisada, incluso en las molduras y zonas
rebajadas, lo cual indica que la losa se reutilizó, posiblemente como
pavimento, después de sufrir los aludidos rebajes.
Parece que en la primera utilización fue quicialera, en dos fases
cronológicas. Luego se recortó la losa para convertirla en título sepulcral. Después, en tiempos medievales o modernos se reutilizó como
pavimento. De notarse que por lo general, en otros casos, el uso como
quicio es posterior a la función epigráfica.
4. El texto se distribuye en nueve líneas, en un campo epigráfico
de 49 por 31'5 cm. Debido a los citados rebajes y al alisado, algunas
letras de comienzo y final de línea eetán perdidas o se distinguen poco.
El texto dice así:
M·SEP'TICIVS·C·F.pAP
AQVIÜFER·Sffii·ET·M·SAB[NA]E
~OÑ.rVBERNALI·SVAE·ET·M·SE:f[TICI]Q
M·LmERTO·MARTIALI·FILIO·NATVRALI·(ANN]X
• •• •
ET·MENSVM·Vll
•
H·S·S·S·V·T·L
POST·EORVM·OBrrvM
HOC·MONIMENTVM·HERED[EM]
• ••
NON ·SEQVETVR •
M(arcus) Septicius C(ai) f(üius), Pap(rria),/ aquilifer, sibi et
Sabinae/, contubernali suae, et M(arco) Septicio/ M(arci) liberto Martiali, filio nattu'ali, ann.(orum) XI et mensum VII/. H(ic) s(úi) s(unt), s(it)
v(obis) t(erra) l(evis)l Post eorum obitum hoc rrumimentum heredem
non sequetur.
5. Una línea incisa vertical, casi en el centro, y otra horizontal casi
a media altura, dividen el texto en cuartos; otras dos líneas verticales
dividen los cuartos inferiores. Tales líneas serían de alguna utilidad
para la ordinatio del texto.
La altura de las letras varía en los sucesivos renglones, disminuyendo de 1.1 a 1.4; luego aumenta en 1.6 para disminuir algo a continuación; alturas medias: 1.1, 38/ 39 mm.; 1.2, 26/ 27 mm.; 1.3, 20 mm.; línea
4, 15 mm.; 1.5, 17/17 mm.; 1.6, 31 mm.; l. 7, 25 mm.; 1.8, 15/17 mm.; 1.9,
16/ 21 mm. La T rebasa un poquito la caja por arriba en 1.1 y 4, bastante más en 1.5 y 8 y escasamente en 1.9; también la S de 1.9 es más
alta. En l. 4.5 y 8.9 se diría que actuó la mano de otro lapicida
menos cuidadoso.
-368-
[page-n-377]
lNSCRIPCION CORDOBESA DE UN AQUILIPER
\
\
3
Las letras poseen proporción cuadrada de buena época imperial
romana, menos en la línea 1, de proporción más alta y estrecha por el
deseo de destacar, en un espacio no muy largo y en letras lo más
grande posible, el nombre del comitente con su condición de ciudadano romano.
Los signos de interpunción son regulares, colocados en su lugar
lógico y a media altura; no se ven entre las dos primeras y dos últimas
letras de línea 6. En las tres primeras líneas tiene forma de punto de
tres picos; a partir del final de L3 algunos son de forma angular; en
línea 9 adquiere el aspecto de un caprichoso grafismo.
6. La longitud de cada renglón es variable. El ordinator partió el
texto en dos grande secciones: r.1-5 y r.6-9, con una línea horizontal
de la que quedan los citados restos. Dentro de cada sección repartió el
texto de manera que la primera contuviera los datos personales. El
texto general se ordena en tomo al eje central, señalado con una fma
línea vertical, de forma que cada renglón tenga un número aproximado de caracteres a uno y otro lado del eje; digo aproximado, ya que
no se cumplió con rigor el propósito, y, además, tampoco el eje vertical ·
se halla en el centro exacto. Parece que el ordinator o los lapicidas no
trabajaron con gran rigor.
a. Omitiendo la línea 6 (abreviaturas de fofmulas) los renglones
más largos corresponden a la primera parte del texto, menos su remate
en 1.5. Aunque a simple vista, en la fotografía y en el dibujo, se aprecien las diferencias de longitud, añado unos datos numéricos:
Lfnea mm.
lndice 1
Núni. ·de orden
1
465
95'87
1, 0
6
457
94'22
2. o
3
455
93'81
3. 0
4
455
93'81
4, 0
2
450
92'78
5, 0
7
415
85'56
6. 0
8
411
84'74
7,0
9
270
55'67
8. 0
5
245
50'51
9, 0
El úu1ice lo he calculado multiplicando por 100 la longitud que
ocupan los caractéres incisos y dividiendo el resultado por la longitud
(o anchura) del campo epigráfico (485 mm.). Los datos numéricos confinnan la impresión visual: salvo la línea 6, los renglones de mayor longitud son los que contienen los nombres personales.
-369-
[page-n-378]
A. MARCOS POUS
b. He deseado conocer también el espaciamiento de letras y
caracteres por renglones, recurriendo al cálculo de la lognitud de 1O
espacios (que llamo módulo} y a un tndice 2, que es el resultado, o
cociente, de dividir el tndice 1 por el número total de espacios de
caracteres del renglón (casi siempre varios signos de interpunción se
toman por un sólo carácter):
M6dulo de 1O caracteres
L(nea mm. Núm. de orden Indioe 2
6
350
1. 0
7'85
1
290
2. 0
5'99
7
270
3. o
5'34
9
225
4. 0
4'63
8
200
5, 0
4'23
4'03
2
195
6. 0
0
5
190
7.
3'60
3
175
8. 0
3'47
4
150
9. o
3'12
Se observa que módulo e índice, en le presente caso, coinciden,
que es lo normal. A excepción de las líneas 1 y 6, se deduce la diferencia de espaciamiento entre la primera parte del texto y la segunda: la
primera (lineas 2, 3, 4, 5) en los últimos puestos de la serie, con letras
más apretadas, y la segunda (líneas 7, 8, 9) con mayor holgura de
letras.
c. Quisiera comparar, en un cuadro de conjunto, diversos datos
numéricos, reducidos al número de orden de los renglones, referidos a
la altura de letras, índice 1 de longitud de renglones e índice 2 de espaciamiento de letras. ·Pretendo observar si existen relaciones lógicas
entre todos estos datos:
a. Orden de longitud b. Orden de espaciamiento c. Orden por
L(nea de reglones según
según !ndice 2
altura
(ndice 1
Decreciente Creciente
de letras
l. O
2.o
t. o
8.o
1
5.o
s.o
4.o
2
3.o
2.o
3.o
8.o
5.o
3
4.o
l. O
9.o
4
9.o
9.o
7.o
3.o
7.o
5
l,o
2.o
9.o
2.o
6
6.o
3.o
7.o
4.o
7
7.o
5.o
5.o
8.o
8
8.o
6,0
4.o
6.o
9
-370-
[page-n-379]
INBCRIPCION CORDOBESA DB UN AQUJLD'BR
6
--r---------.-· ----·--···-----------··-·------·--------1
ie
¡u
,,o
1
-371-
[page-n-380]
8
A. MARCOS POUS
Se nota, comparando las respectivas columnas, que en esta ins- ·
cripción no existe completa correlación entre los distintos datos numéricos de cada renglón. Pero queda claro la primacía dada a lalfnea 1 y
la línea 6, una en razón del propio cotenido del texto, que se quiso
resaltar, y otra debido a razones estético-formales de composición
tipográfica. Para las líneas 2, 3 y 4 se aprecia en todas las columnas
una progresión (o regresión) parecida: cada renglón se acorta un poco,
a la vez que las letras se espacian menos y disminuye la altura de la
letra. La línea 6 se acorta (y centra) por causas compositivas tipográficas estético-formales, con letra baja (aunque menos que en el renglón
anterior) y algo más espaciada, pero no mucho a pesar del espacio disponible, para no contrastar demasiado con los últimos renglones ya
incisos de la primera parte del texto. En la segunda parte del texto
(líneas 6, 7, 8, 9) la longitud de renglones se acorta sucesivamente pero
la regresión no .posee paralelismo en las columnas b y e, ya ·que la
última línea (línea 9) tiene letras menos bajas y algo más espaciada.
s
que en el renglón anterior (línea 8), fenómeno idéntico al que ocurría
con el último renglón de la primera parte del texto (cfr. línea 6 con
línea 4) y que deberá atribuirse más allapicida que al ordinator.
7. El ordinator · preparó una composición tipográfica bastante
excelente, pero ellapicida no estuvo a la misma altura. Las líneas rectas de ejes verticales no están bien calculadas y por ello no dividen el
campo· en porciones iguales, con lo cual é'&recen de utilidad y, en
efecto, parece que no se las tuvo en cuenta. Las letras mejor cuidadas
pertenecen a las líneas 1, 2, 3, 6 y parte de la 7; compárense como
prueba (aparte del efecto general), por ejemplo, el trazado de B, Ry V
de las líneas indicadas con las del resto. Se diría que la atención inicial
dellapicida, con el consiguiente cuidado de la letra, disminuye hacia la
mitad de cada una de las dos secciones del texto, o bien, que a partir
de ese momento y lugar otro operario, menos hábil, continuó el trabajo de incisión; debido al cansancio, con su menor atención, o debido
a una segunda mano, no se cierran ya los bucles de B y R (contra lo que
ocurría en los comienzos de cada parte del texto), la V se incurva un
poco y la mayoría de las T sobrepasan la caja por arriba. (A propósito
de B, R, etc. deseo hacer una observación marginal: estas diferencias
paleográficas no obedecen a épocas diversas como en ocasiones se
ha señalado).
Laiínea 5 salió descentrada al cansado lapicida o a su sustituto (o
posible segunda mano), no sólo respecto al mal centrado eje vertical;
quizá grabó después el numeral. También descentrada se halla la línea
8 del mismo lapicida inhábil, con ~ curiosa peculiaridad aquí de que el
1
-372-
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INSCRIPCION CORDOBESA DB UN AQUILIFBR
\
7
texto de ese renglón se halla bien distribuido respecto de los mal calculados tres ejes verticales, como se comprueba contando las letras,
que forman grupos de 4-6-6-4, para conseguir una simetría; la existencia de esos ejes podría explicarse, tal vez, por el deseo de no incurrir
en el error de la línea 5, pero volvió a fallar al no advertir la equivocada
situación de los ejes. Probablemente se le volvió a recriminar al distraído lapicida, quien ya centró, por fin, la última línea exactamente,
pero quizá de mala gana y nervioso a juzgar por la diversidad de altura
y proporción de las letras, desbarajustadas, y por el extralio grafismo
como signo de interpunción.
8. El contenido del texto, se puede agrupar en dos secciones,
correspondientes a las mismas de su presentación externa, ya analizada, separadas por la línea horizontal mencionada. La primera comprende indicaciones referidas a las tres personas que cita el texto,
aunque la idea principal que en él se desarrolla se centra más en la
sepultura que en las personas. Resumidamente dice así: «Marcos Septicio, aquilífero (erigió esta sepultura), para si mismo, para su mujer
Sabina y para su hijo M. Septicio Marcial de 10 años y 7 meses». La
segunda sección empieza con usuales fórmulas.funerarias y concluye
con la expresión de otra fórmula, no rara, respecto a la transmisión de
la propiedad y uso de la tumba.
Resulta evidente que el texto se incidió al fallecer el hijo, viviendo
todavia los padres. De las fól'Dl.ulas de la segunda parte se deduce también que los padres pensaban ser sepultados en esa misma tumba a su
fallecimiento y que, de momento, no tenían otro hijo, ni quizás lo esperaban ya, tal vez por la edad (no indicada) de la madre. No se dejó
espacio para incluir, en ún futuro, datos acerca del fallecimiento de los
padres, ni se pretendió.
9. El gentilicio del padre (y del hijo) Septiciu8 (2) resulta francamente raro en Hispania, quizás único; por lo menos, no lo encuentro en
los indicas del CIL ll ni en los de J. Vives. Entre las ~ersonas con ese
antropónimo destaca Septicius Clarus, también militar, con buena
hoja de servicios, amigo del emperador, que llegó a prefecto del pretorio bajo Adriano, aunque luego cayó en desgracia (3). Derivado de ese
nomen es el cognomen Septicianus, asimismo poco frecuente y documentado casi sólo en Italia (4). El radical sept- puede estar en relación
(2) No me ha sido uequible en Córdoba la obra de W. SCHULZE: «Zur Geachic:hte latelnilcher
Ei¡ennamen», 2.• edición, Berifn, 1933.
(3) Hilt. Auc., «Hadu 9, 6; 11, 3, y 16, 2.
' (4) l . KAJANTO: d'he Letin Cognomina», Hekinki, 1962, ~· 166.
-373-
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8
A. MARCOS POUS
con el número siete, que es lo corriente, pero existe también el adjetivo septicus (de origen griego, raro en latín, del que dificilmente se formarían nombres personales, dado su significado) y septiciana,
aplicado a cierta libra de peso romana (probablemente, derivado de las
saepta o septa romanas).
Marcus Septicius, el aquilifer, era ciudadano romano, a pesar de no
consignar los tria nomina, ya que la ausencia de cognomen es propia de
la época de Augusto prolongándose bastante b~o Tiberio, Calígula y
Claudio, con una serie de ejemplos en inscripciones legionarias (5). Se
asegura su condición de ciudadano por la mención de la tribu, Papiria.
La posesión de la ciudadanía indica que no militaba en unidades de
auxüia sino en una legión, a menos que estuviera ya licenciado, situación que no consta en la lápida. El nomen Septicius parece orientarnos
hacia Italia como patria suya o tal vez de sus antepasados biológicos o
legales. Igualmente podría señalar el mismo origen la tribu, pero no se
descarta Hispania por la inscripción en la Papiria de ciudadanos
(muchos de ellos mílites) preferentemente en Emérita (6) y algo menos
documentados en Astigi (Ecija), ambas colonias augusteas.
La esposa tiene aquí un solo nombre, Sabina, que es un cognomen
de origen étnico, itálico, pero muy difundido también en otras regiones
del mundo romano (Hispania incluída), más entre libres que entre
esclavos y libertos (7). Sobre su condición de contubemalis trato
más adelante.
El cognomen Martialis, hijo del aquilífero, no es nada raro en Hispania, aunque su mayor presencia se documenta en el Norte de Mrica
(casi la mitad de los registrados en todo el mundo romano), referido a
personas de condición libre y menos del lO % a esclavos y libertos (8).
Al ser hijo natural (condición expresada en la lápida) su cognomen
podría, hipotéticamente, conesponder a algún antropónimo de la
madre; pero como liberto de su padre (dato también consignado en el
texto) debe llevar los antropónimós de su patrono; en tal caso conoceríamos así también el cognomen del padre (Martialis), nombre muy a
propósit.o para un sold~do y para un hijo de soldado que solía también
alistarse en la legión. Luego veremos cómo además el hijo natural era
esclavo de su padre.
(6) G. FORNI: «11 redutamento delle legioni da AUCU~to a Dioc:ledano>t, Milano-Roma, 1968,
pép. 60 y ea. (citado por LE ROUX, op. cit. al principio).
(6) G. FORNI: «La tribll. Papiria di Augusta Emerita>t, en Auptta Emerita. Actu del Simposio
Internacional conmemorativo del Bimilenario de M6rida (10.20 noviembre de 1976), Madrid, 1976,
pqe. SS-(2.
(7) KAJANTO, op. cit. en la nota 4, pqe. 20, 30, 61 y 186.
(8) KAJANTO, op. cit. en la nota, 4, pq. 212; cfr. ~· 18, 20, SO, 64, 66 y 76.
-374-
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INSCRIPCION CORDOBESA DE UN AQUILIFER
9
10. Los caracteres paleográficos son propios del primer siglo del
Imperio. La cola de la Q extendiéndose bajo las dos letra siguientes se
ve ya en época de Claudio. La ausencia de la fórmula D·M (o D·M·S) y
el encabezamiento con los antropónimos en nominativo constituyen
norma hasta los Flavios (69 ss. d. de C.). El no consignar el cognomen
nos llevaría a la época augustea, pero este uso puede prolongarse a
veces hasta Claudio (41-54). Si bienlafórmulaH·S·E· (aquíH·S·S·) ya
se halla en la primera mitad del siglo Id. de C., el añadido S·T·T·L
(aquí S.Y·T·L) se documenta desde el segundo tercio del mismo siglo
(aproximadamente desde el 30 al 60 en adelante). Las indicaciones
abreviadas acerca de disposiciones testamentarias (aquí con ótra fórmula no abreviada) empiezan en la segunda mitad del siglo I de la Era
(9). Combinando, pues, los expresados criterios cronológicos, el epígrafe del aquüifer sería anterior a los Flavios y al gobierno de Nerón
(54-68), tal vez entre el 30 y el 50; tomando como fechas finales el
comienzo del uso de las siglas S·V·T·L (10), desde el30 d. C. aproximadamente, la aparición de Q con cola larga, que nos lleva a Claudio
(41-54), las indicaciones testamentarias (desde± 50) y la carencia de
cognomen (hasta Claudio en algún caso), tendríamos una fecha en
tomo al 50, algo antes o poco después.
11. Como aquüifer sería M. Septicio un soldado escogido (11)
ascendido probablemente desde la tropa hasta un cargo equivalente a
oficial o suboficial distinguido (12). El águila, como bien se sabe, era la
principal enseña de la legión (13), conservada religiosamente en una
capilla del campamento (precedente de nuestra «sala de banderas)))
recibía una especie de culto, celebrándose anualmente un dies natalis
(9) Utllea criterioe cronol6gicoa (en parte de FORNI, op. cit. en la note 6), en LE ROUX, op. cit. al
principio, páp. 24-28.
(10) Pero un veterano de la leg. XX con h.u.t.t.l., ae data por FORNI, (op. cit. en la nota 6, pág. 36)
y por LE ROUX (op. cit. al principio, pág. 60), remitiendo a RE, xn, 1976, en 6poca auguatea¡ habra
unidadea de esta legión, por lo menos en el 6 d. C., en el Dzyricum.
(11) Una idea de un aqullifer llevando el asta rematada por el águila puede damoa la conocida
estela del Mmlach·Germaniaches Zentralmuaeum, da Maguncia, representando el aquilifer de la
legión XIV, con aua condecoraciones, escudo, etc., reproducida en muchas publicac!onea.
(12) Su graduaciclo mllftar ea diacutida, cfr. J. HARMAND: d }arm6e etle aoldaURome de 107 A
60 avant notre •re», Paria, 1967, páp. 846 y 88.
(18) A. VON DOMASZEWSKI: «Die Fahnen im .r&Diacben Heere», Abhandl. d. Archiol.·
Epi¡rah. 8eJninJra d. Univ. Wien, Viena, 1886 (reimpreso, con otroa tz'a~oa, en «AW.Itn zur r6mla·
chan Heerer¡eachichte~t, Darmatadt, 1972); S. REINACH, a. v. silna militari4, en CH. DAREMBERG
y E . SAGLIO: «Diétlonnaire dea AntlquiUa Grecquea et Romainea», Pw, 1877· 1919, IV, 1.• parte.
• · 1809·1884; R. CAGNATy V. CHAPOT: «Manuel d'Arch6ologie Romaine», 2, Paria, 1920, páp.
848 y 88. y llp. 466 y aa.¡ y M. MARlN: dnatitucionea militarea romanas», Madrid, 1966, pá¡a. 380·
888.
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10
A. MARCOS POUS
aquüae (14). Se conocen en Hispania algunas inscripciones de portadores de enseñas militares (signifer, vexilifer, aquüifer) o de imágenes
imperiales (imaginifer) en legiones y auxilia (15), pero hasta ahora
teníamos la mención de un solo aquüifer, de la legión n, fechable en la
primera mitad del siglo I. d. C. (16).
Llama la atención el hecho, singula.rísimo, de que al grado de aquilifer no siga en la inscripción cordobesa la mención a la unidad militar a
la que pertenecía, dato normal y casi obligado en las inscripciones de
legionarios (incluso veteranos) y soldados de auxüia.
Los legionarios mientras estuvieran en servicio activo no tenían
acceso al conubium, es decir, no podían ducere uxorem, casarse con
efectos legales, como si no poseyera,n la ciudadanía romana o como si
casaran con esclava o peregrina. Sin embargo algunos contraían matrimonio no conforme a derecho (matrimonium iniustu.m) y la esposa no
era propiamente uxor o coñiux sino contubemalis (17), aunque a veces
en inscripciones se la cite como coniux o uxor. Por esta razón aparece
aquí Sabina como contubemalis. El matrimonio ilegítimo no producía
los efectos jurídicos del legítimo y, así, el hijo tampoco es legítimo
como bien indica el epígrafe que publicamos. La esposa, Sabina, podía
haber nacido libre o ser liberta o esclava; su condición social en el caso
de ser libre no impedía su situación de contubemalis al casar con un
legionario en activo; por los indicios que aduzco luego me parece que
seria esclava.
12. ¿Qué hacía el aquüifer Septicio en Córdoba y a qué legión pertenecía? Para responder a esta pregunta el mayor inconveniente procede de la falta de datos (tan normales y frecuentes en las
inscripciones de miembros del ejército) acerca de la unidad militar,
años de servicio, recompensas, etc. que siguen a la mención del grado.
En este sentido el texto del epígrafe es anormal, pero ha de tenerse en
cuenta que no se trata del epitafio del aquüifer sino del de su hijo, o
mejor, de la futura sepultura familiar construida en la ocasión del óbito
del hijo, lo cual atenúa la anormalidad de la carencia de más circunstancias del curriculum del legionario. Pero explicado lo anterior la pregunta permanece.
(U) MencioDado en algunu lnacripcionea de Vlllal.ra: eJ.L., n, 2652; el.L., n, 265¿; ROLDAN
HERVAS, inaeripci6n ntbn. ~;LE ROUX, inaeripcl6n núm. 247.
(16) ROLDAN HERVAS, op. cit. en la nota al principio, JXU•im: LE ROUX, op. clt. en la mlama
nota, pauim.
(16) e J .L ., n , 26b; ROLDAN HERVAS, inaeripclóo nóm. 601; LE ROUX, inaeripcl6o n6m.
49.
(17) Aleo uí como «compañera de tienda»; ~ ea tambim ellegiOD&rio que vive con
otro. en la mlama tienda. V!d. E. RUGGIERO: 4CDI.sionario epigr. di antich. rom.• • · v.; HARMAND,
op. cit. en la nota 12, ~a. 383-386.
-376-
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INSCRIPCION CORDOBESA DE UN AQUILIFER
11
Córdoba era cabeza de una provincia senatorial pacífica, inerme,
sin especiales problemas internos y externos de seguridad que
reclamaran la presencia del ejército; la mayor parte del ejército
romano en Hispania estuvo, desde Augusto, en el Norte. Por otra
parte había en Córdoba, se suele repetir, unidades de las legiones ll y
X. En las monedas augusteas cordobesas con enseñas militares aparece en el asta central un águila (mirando hacia la izquierda) como aludiendo a una sola legión (18); pero en algunas raras piezas se indican a
cada lado del pie del asta del águila los citados numerales legionarios o
a veces V y X. En una moneda cordobesa, que he visto, de Claudio
(¿falsa?) con águila a la derecha, aparecen los número X y Xll, o mejor,
X[I] y Xll; pero la XI(Claudia) se hallaba en Dalmacia hasta el 70 d . C.;
parece impensable la restitución X[V] (Apollinaris) que antes de pasar
a Oriente estuvo en el Danubio (Carnuntum) hasta Ner6n, ni la X[X]
(Valeria Vu:trix) en Hispania por lo menos entre 26 y 19 a. de C. y ya en
el Dlyricum por lo menos en el6 d. de C. Si no fuera por una corrosión
del metal en la moneda tendríamos X, la X Gemina, la cesariana de
Munda, luego en el_ Norte de Hispania, b~o Augusto y hasta Ner6n,
momento en que es destinada a Camuntum en el 63, para regresar en
el 68 a Hispania, casi desguarnecida entonces, bajando pronto a la
Bética por si era necesario defenderla en el 69 del procurador de las
Mauritanias (partidario de Otón), y destinada fuera de Hispania en el
70, alRhin. Pero la época de la guerra civil {68-70) en que la X Gemina
se hallaba en la Bética no es la de Claudio a la que corresponde la rara
moneda y nuestro epígrafe. La XII (Fulminata) consta en Capadocia
pero no en Hispania (19).
Quizás fuerzas estacionadas en la Bética participaran en la anexión y pacificación de Mauritania Tingitana, b~o Calígula y Claudio (20),
entre el40 y el 50 d. C. o er 40 y el44. Si de la Península, con centro en la Bética, se enviaron a Mauritania occidental' algunas tropas
éstas podrían pertenecer a la VI Vu:trix o a la X Gemina, que entonces
se hallaban en Hispania ciertamen~ (aunque en el Norte), pero de esa
participación no hay seguridad y menos de su presencia en la Bética,
en esa circunstancia, de las legiones 'm encionadas en la moneda cordobesa de Claudio bastante dudosa. Sabemos con certeza, en cambio,
(18) Segón F. CHAVES TRISTAN: «La Córdoba bi.apano-romana y 11W1 monedu~t, Sevilla, 1977,
p4g. 96, eeoa aJcnoa militares no ae referirían a ninguna legión concreta: aer!an «1111 homeneje a tantas
legionea como deefilaron por la cludadll.
(19) Me balO en J. M. ROLDAN HERVAS y P . LE ROUX, op. cita. en la nota del principio, para
loa deatinoa y fechu de laa legiones citadas.
(20) Dio Coa. LIX, 26 y 9.6; &eL «Calig.• IV, 2.
-377-
[page-n-386]
12
A. MARCOS POUS
que la Bética fue encargada de abastecer de trigo a las unidades militares que combatían en Maurita.nia en época de Claudio (21). Una inscripción de Volubilis documenta la presencia allí de un soldado de la
legión X Gemina, estacionada en Hispania, y puede fecharse en tiempos de Claudio, como algunos prefieren, o en el69, como otros pretenden (22). Se interprete todo esto de una u otra manera, es cierto que
también en las provincias senatoriales, como la Bética, inermes,
podían residir algunas unidades militares (2:t) con distintas misiones
de paz o de alarma frente a otras provincias, etc. Dentro de la Bética
pudo Córdoba jugar un cierto papel respecto a esas unidades, por lo
menos se sabe que en el siglo siguiente se hallaba en Córdoba un alto
mando de las fuerzas navales del Estrecho (24). En teoría, por tanto, el
aquüifer M. Septicio podía pertenecer a alguna de las unidades con
misión en Córdoba.
Pero lo dicho es válido en el supuesto de que nuestro aquilifer se
hallara en servicio activo. La situación de activo parece deducirse del
hecho que sólo al término de su servicio militar, al adquirir la condición de veterano, podía el legionario licenciado legalizar su matrimonio, convirtiendo el contubemium en matrimonium iustum. El que su
mujer figure todavía como contubenalis en el epígrafe parece indicar
que el aquillfero no se había aún licenciado.
13. Por otra parte cabe tal vez otra solución. Podría pensarse que
M. Septicio tomara por mujer una esclava, SabiDa, que sería precisamente esclava suya (25). En tal caso, el hijo de ambos, como fruto de la
unión de .hombre libre con esclava, sigue la condición de la madre, es
decir, nace esclavo. Como dominus de la madre esclava este soldado es
también dominus de su hijo. Así el aquilifer resultaba dueño y padre de
su hijo esclavo. En la inscripción del Museo de Córdoba aparece como
padre y patrono, lo cual indicaría que el hijo fue durante un tiempo
esclavo de su padre quien luego lo libertó. Esto, explica, creo, que el
hijo en el texto del epígrafe curiosamente sea, respecto a su padre, hijo
natural a la vez que liberto suyo.
En esta hipótesis mientras Sabina permanecería en su condición
de esclava, no podía dejar de seguir siendo contubernial de M. Septi-
(21) IM Col. LX, 2U.
(22) Vid. LE ROUX, op. cit. en la nota del priDcipio, pq. 97 y notas 91 a 9.¡ ROLDAN HERVAS,
op. cit. en la nota del principio, pág. 207.
(23) E. Rll'TERLlNG: «Mi..itary forcea iD the aenatorial provincea», J . Rom. StucL, xvn, 1927,
páp. 28-32 (citado por LE ROUX. op. cit. en la nota del principio, pág. 93, m1m. 73).
(2•) Cl.L., n. 222•; LE ROUX, op. cit. en la nota del principio, pq. 167.
(25) Loale¡ionarioa podían tener esclavos a au servicio, aegún documentan algunas inacripcionea.
-378-
[page-n-387]
14
A. MARCOS POUS
cordobés, o por cualquier otra causa que se nos escapa. Sabina continuaría en su condición de esclava (por raro que actualmente nos
parezca), situación quizá ventajosa para M. Septicio. Como otros veteranos en diversas ciudades podía aspirar en la vida civil a un cargo en
la administración provincial o municipal en la capital de la Bética. Por
el gentilicio, él o un antepasado suyo procedfa de Italia. Por su inscripción en la tribu Papiria, él o un antepasado suyo se había establecido
en el territorio de Mérida (o en el de Astigi).
Como hipótesis más verosímil me inclino a pensar que un Septicius
fue reclutado como legionario en Italia, para participar en la guerra
civil, con César, y luego en las operaciones en el N. O. peninsular en
época augustea y ya como veterano se estableció en Augusta Emerita
cambiando su tribu por la Papiria, como está documentado en otros
muchos casos análogos, hacia el año 25 a. C., fecha de la fundación de
la colonia; veterano en torno a los 40 años, reclutado hacia los 19-21
años, pudo haber nacido en Italia en tomo al 65 a. de C. El reclutamiento de itálicos para las guerras de España era notable. Probablemente perteneció a la legión X Gemina. Un hijo suyo, otro Septicio,
Caius Septicius, siguió la profesión militar de su padre (hecho frecuentísimo y bien conocido) en la misma legión X; nacido hacia 28-25 a . C.,
reclutado entre el8 y el5 a. C. y veterano en 12-16 d. C. Un hijo, probablemente no el primogénito el de nuestro epígrafe, Marcus Septicius, nació hacia el cambio de era o pocos años después (1 a 5 d. C.),
alistado en 19-25 d. C., veterano hacia el 40 ó 45 d. C., lo cual concuerda con la datación propuesta para la inscripción.
Según las monedas veteranos preferentemente de las legiones V y
X poblaron Mérida en su fundación. La V se va de Hispania hacia el16
a. C., por ello me inclino por la X como legión en que sirvieron los tres
Septicios. El Marcus Septicius, ya veterano, establecido en Colonia
Patricia, pudo ser aquilifer de la legión X Gemina.
Al término del pr.esente trabajo sólo queda por señalar que, aparte
de los datos descriptivos, cuestiones sobre los caracteres externos y la
ordinatio, hemos ido proponiendo hipótesis tras hipótesis, discutiéndolas, rechazando y aceptando, para quedamos con las que nos parecen más probables. Quiero decir con ello que, ante la falta de datos
seguros, nos hemos apoyado en elementos laterales, indirectos, produciendo las hipótesis que nos parecen más verosímiles, dentro de
nuestra poca experiencia en asuntos militares romanos.
-380-
[page-n-388]
INSCRIPCION CORDOBESA DE UN AQUILJJI'ER
18
cio, aunque éste ya no se hallara en servicio activo. Ahora, a nuestra
mentalidad actual, nos parece lógico y humano que libertara a su
esposa y esclava lo más pronto posible, pero ciertamente la liberación
no tuvo lugar antes del nacimiento del hijo de ambos. Si Sabina era ya
liberta al incidirse la inscripción (condición no expresada en la lápida)
el aquüifer se hallaba todavía en servicio activo, pues hasta que no se
licenciara no podía legalizar su matrimonio. Pero si Sabina continuaba
sindo esclava, el aquüifer podía, teóricamente, tanto estar en activo
como ser ya veterano.
·
Las incertidumbres respecto a la carrera militar de M. Septicio y a
la condición de Sabina proceden de la, en apariencia, anormalidad del
texto de la inscripción, que en otros referidos a militares nos proporcionan regularmente información acerca del origo, unidad de pertenencia, grado y situación, aftos de servicio, recompensas, etc. Pero la
aparente anormalidad no es tanta si atendemos a que no nos hallamos
ante el epitafio de un legionario o de su mujer sino ante el de su hijo (a
quien se caracteriza suficientemente) y ante el título de una tumba
para sepultarse luego en ella la famma, según antes hemos ya recordado.
.
14. Tal vez por otro camino es posible obtener alguna luz. Así, a
favor de la situación de veterano del aquüifer cabe una reflexión sobre
el hecho (indicado en el epígrafe y ya observado) que construyera para
sí y su familia una sepultura en Córdoba. Esto sugiere que en sus cálculos para el futuro pensaba no moverse de Córdoba y terminar aquí
sus días. Si estuviera M. Septicio en activo sería el aquilífero de una
legión con cabeza permanente en Córdoba, en campamento fijo con su
capilla para las insignias legionarias, etc., pues se trataría del portador
de la enseña principal de una entera legión, no de la enseña de una unidad menor. Carecemos de cualquier dato acerca del asentamiento permanente en Córdoba de una legión en tiempos julicrclaudios, al
contrario. Lo dicho antes acerca de las posibles legiones, o unidades
de ellas, que pudieran habér pasado por Córdoba ocasionalmente no
favorece la idea de la existencia aquí de un asentamiento permanente
de alguna legión que estaba por el Norte peninsular. Pudiera pensarse
en una misión permanente de M. Septicio en la capital de la Bética
(como otros casos conocidos, p. e., en Tarraco), pero parece raro que se
confiara permanentemente al aquüifer en activo de una legión. En
resumen la estancia permanente en Córdoba de M. Septicio resulta de
difícil justificación si este legionario se hallaba en activo.
Lo más probable es que el aquüifer M. Septicio fuera un veterano
que a su licenciamiento se estableciera en Córdoba, por haber servido
un tiempo en esta capital (y haberle gustado), por ser Sabina de origen
- 379 -
[page-n-389]
MARCOS.- Inscrlpción cordobesa
LAM. I
·Inscripción romana de mármol blanco.
Reverso de la inscripción romana.
-381-
[page-n-390]
LAM. lJ
MARCOS.-l nseripción cor dobesa
...
.
.
-382-
.
.•.
: ·,
'
"\.~
[page-n-391]
PEDRO DE PALOL SALELLAS
(Barcelona)
UNA CANTIMPLORA DE BRONCE CON ESMALTES
DEL MUSEO
DE PREHISTORIA DE VALENCIA
Hace ya varios años, vimos en las colecciones del Servicio de
Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia un fragmento,
espléndido, de una cantimplora de bronce decorada con esmaltes en
amarillo, verde y azul. La pieza despertó nuestro interés, de forma que
solicitamos al entonces director del SIP, el doctor Domingo Fletcher,
autorización y documentación para publicar este excepcional ejemplar. Queremos, ahora, actualizar nuestro trabajo y ofrecerlo, en
homenaje al doctor Fletcher que tanta y tan excelente labor realizó al
frente de esta ejemplar institución que ha sido -y es- el SIP de la
Excma. Diputación de Valencia.
El bronce procede del término municipal de Belgida, Valencia, sin
contexto arqueológico alguno conocido. Se trata, pues, de un hallazgo
casual, de recuperación, sin otras noticias, lo cual es de lamentar
dadas las peculiaridades de excepcionalidad de la pieza (1).
(1) Esta pieu in¡rea6 en el Museo de Prehiatoria del Servicio de Inveeti¡aci6n Prehi8t6rica de la
Excma. Diputación d.e Valencia en 1962, junto con otros materialea donadoa por el que fue colaborador
del miamo don Mariano Jomet Peralea y no llevaba indicación de procedencia alguna, aunque por aer la
colección de objetos de B~l¡ida, ea caai aeguro su origen de algón punto de este tmnino mUDicipal
Quiero agradecer la autorización y loa datos para la publicación de ea te trabajo al Servicio de Inveatiga.
ci6n Prehistórica y a sua directorea don Domingo Fletcher Valla y don Enrique Pla Balleater.
-383-
[page-n-392]
2
P. DE PALOL SALELLAB
Constituye parte de una cantimplora de bronce, de la que se conserva la gran faja plana que une las placas circulares de la estructura
tronco-cilíndrica de la forma de cantimplora. Se conserva el hueco
para verter el líquido del interior del..r.etipiente, centrado -como es
normal- alas anmas de sujeción del asa. Esta, de forma en n omega,
está unida a estas anmas fijas a la pieza por otra anilla circular: forma
así una asa_perfectamente movible y articulada (fig. 1 y láms. 1 y ll).
Desgraciadamente no tenemos la parte opuesta de esta faja circular; no sabemos, por tanto, si pudo tener pequeños puntos de apoyo -en
caso de no tener colgado el recipiente-. Y, sobre todo, lamentamos la
desaparición de las dos grandes placas circulares que formaban las
dos paredes de este recipiente tronco-cilíndrico. Y lo lamentamos,
sobre todo, por ser el lugar donde con mayor riqueza habría existido la
decoración del mismo.
Fl¡, l.- DibuJo de la decoración del bronce de Bélglda.
Las dimensiones actuales son:
4 mm. de grueso de la placa de metal.
346 mm. de longitud de lo que de la pieza queda
En una restitución total se trataría de una cantimplora de:
16'6 cm. de diámetro aproximado.
-3S4-
[page-n-393]
CANTIMPLORA DE BRONCE CON ESMALTES
S
8'6 cm. de separaci6n del apoyo del asa.
6'1 cm. de anchura de la faja conservada.
El interés excepcional del ejemplar estriba, no s6lo en su forma y
funcionalidad, sino -sobre tOdo- en su decoraci6n en esmaltes sobre
bronce, en técnica de Kerbschnilt o Champleve, es decir, hueco en el
bronce relleno de pasta vítrea, en colores.
Constituye, todavía, un tipo de decoraci6n sobre el que no disponemos de estudios. Falta para nuestra Hispania romana un corpus de
bronces con esmaltes. Bien es verdad que ejemplares de la entidad y
tamaño de la cantimplora de Belgida son raros, incluso fuera de
España, mientras son más frecuentes pequeñas :ffbulas, placas de cintur6n, anillos y demás objetos de f\iuar personal; tampoco tenemos
excesiva bibliografia internacional sobre el tema.
La gran placa circular que constituye lo poco conservado de la cantimplora se decora con fajas paralelas con temas en esmalte. Se disponen simétricamente, a partir de una central, que corre en la zona
donde están soldadas las anillas del asa. Esta faja central -la más
compleja- está flanqueada a cada lado por otra ff\ia con temas de
espiga y, en los extremos de la placa, otra faja con triángulos, con tendencia a hojas vegetales con un simple estrangulamiento en su mitad
de forma que recuerda esquemas florales triangulares.
La gran ff\ia central está separada de sus dos laterales mediante
dos cordones lisos paralelos, lo mismo del extremo de la total decoraci6n, de manera que podemos decir se organiza en tres zonas -separadas por estos listeles o cordones-,~ ·central y dos laterales.
Estas constituidas por dos contiguas aunque diferenciadas. Esta distribuci6n responde probablemente a la necesidad de separar una anilla central de soporte al asa más que a una distribuci6n ornamental,
como veremos en otros ejemplares, por ejemplo, en Pinguente.
La decoraci6n se estructura así:
La faja central está constituida por una serie seguida de peñll más
o menos ovoide-plano, con los bordes exteriores con esquema ligeramente floral, con dos temas de tendencia triangular, a ambos lados,
dejando el espacio del medio ocupado por un tema romboidal que une
el 6valo - por su centro externo- con el borde de la ff\ia. Se trata,
pues, de un tema repetido con motivo floral. El interior del 6valo, con
esmalte en azul, contrasta con el fondo de la faja que se decora en
verde. A los dos lados de esta faja, después de cordones lisos, hay un
tema de espiga, muy simple, que recuerda elementos en terra sigiUata
- como veremos-. Las hojas de la espiga son estrechas y bastante
separadas, saliendo del tallo central, en el mismo punto en ambos
-385 -
[page-n-394]
CAN'IIMPLORA DE BRONCE CON ESMALTES
6
esmaltes y que -probablemente- es el mejor paralelo a la famosa y
conocida cantimplora de Pinguente (Istria), hoy en el Kunsthistorisches Museum de Viena (2) (láms. m y IV).
Ejemplos de cantimploras parecidas los tenemos -incluso en
tamaño más reducido, 75 mm.- desde el llamado «ungüentario» de la
necrópolis de Mérida (calle Furnier), junto a un cipo dedicado a C.
Valerius Soldus (3); o bien una «bulla» (50 mm.) de MagdeburgFerm.etsleben (4) decorada con círculos impresos y triángulos a la
manera de Belgida. Prescindimos de las versiones en TS, tanto Gálica
como Hispánica (forma 13), con.las diferencias normales de sujeción:
asas fijas a los lados del gollete, saliente.
El recipiente es de uso común, incluso en tiempos tardíos, no plenamente imperial, como el famoso «gourde» de Conceyreux (Aisne)
(5), con una de sus caras plana y una inscripción cristiana. Una investigación minuciosa podría informarnos claramente sobre el orígen y evolución del objeto, lo cual no nos proponemos en este momento.
Pero nos interesa, ahora, centrar el problema de la pieza deValencia con la famosa cantimplora de Pinguente (Istria), ya que probablemente se trata del único paralelo para la misma, según nos escribió,
hace años, el profesor Rudolf Noll de museo de Viena (6). Desgraciadamente hemos buscado inúltimente un anunciado trabajo del profesor Petrikovitz de Bonn (7), por lo que debemos vale~os de la bibliografla asequible.
Ante todo, el problema de paralelismos con la pieza de Istria, Pinguente, parece claro, aunque nó dispongamos de las dos grandes placas discoidales de la cantimplora, que en Pinguente están muy
bellamente decoradas, mientras que la faja que los une es más rica y
(2) (Inv. Nr. VI 1197), publicado por primera vez en 1883 por E. V. SACKEN, en Jehrbuch des
Kala. Kunetummlungen, 1, p6p. ·U y ea. Un afio deepuée también lo publicó DE LINAS, en Guette
.ArcMolo~t~~:· 188(, pép. US y a . A. RIEGL: «Spitr6miache Kunetindustrie», VIena, 1901 (tra·
ducci6n 1
de B. FORLAT! T.AMARO: «Industria artíatica tardorromana», Florencia, 1963,
p6p. 826 y ea., con abundante bibllografla (pi¡. 882). Agradecemoelu fotogratlea del Muaeo de Viena
al profeaor RudolfNoll Otraa notlclaa bibliogrtiicas en SCHULZ·ZAHN: «Du Ftlratengrab von Hu•
leben», en 1\0miach-Genneniv..he FOI'BChungen, 7, 1988, P4 87.
(S) «Mueeo Arqueol6¡ico de M6rida», en ~emoriaa de loe Mu1801 Arqueo16glcoe Provinciales,
19(2, Madrid, 19(8, p6¡. 1(9, l6.m. XLV, 2.
(() R KJES: t
und Funde, 21, Berlín, 1976, pq. 237, fi¡. l.
(6) J. PILLOY: «La gourde de Concevreux (Aiene)11, en BuDetin .Arc:Wolo¡ique, 1908, p6¡e.
(60yea.
{6) «Eine Parallele ll\1 uneerer emaillierten Fluche von P. kenne ich nicht, du apanilche Grafment
let die erate11 (Cilta de fecha 21 de junio de 1960).
(7) Conocemos el prop6eito del profeaor Petzikovitz de un «kleinea Buchll en la aerie «Noveeeium
Studien» que no conocemoe, eobre un ~to de vaaoa de eeta categoria (19661).
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[page-n-395]
6
P. DE PALOL S.ALELLAS
variada en decorción en la pieza de Belgida. Incluso, desde el estricto
punto de vista ornamental, no creemos procedan de un mismo obrador
o de obradores cercanos, a pesar de ciertas semejanzas concretas.
En primer lugar, desde un punto de vista de la forma, el ejemplar
de Pinguente es más ancho que la pieza de Belgida, y menos rico en su
estructura. Así la propia asa en Pinguente es en plancha de perfil
recortado, placa terminada -en sus anillas extremas- en un botón
plano. L~ pieza de Belgida tiene tendencia amorcillada en el arco
extremo soldado a la pieza. También es distinta la manera de inserir el
gollete, troncocónico en Belgida y cilíndrico con anillos circulares
en Pinguente.
Por el contrario, la estructura del armazón de la cantimplora es
idén~co, lo que distribuye de forma semejante la decoración de la faja
anular: un elemento central -saliente en Pinguente y enmarcado por
dos cordoncitos en Belgida- de soporte de las anillas del asa. A partir
de este elemento, la decoración en ambas piezas se distribuye simétricamente .en dos fajas a ambos lados.
La decoración de esta gran pieza anular tiene pocas semejanzas.
Menos rica en Pinguente, donde se distribuyen unicamente cuadrados
y triángulos puramente geométricos, sin propósito alguno de estilización vegetal, ya bien desarrollados en los discos de la cantimplora. El
botón de cierre del vertedor con un tema también en triángulos en distribución radial normal con el esquema del vertedero cilíndrico quizás
pueda paralelizarse a la base del mismo en Belgida. A pesar de ello el
paralelismo es importante y es real.
Dos importantes problemas aparecen para el ejemplar valenciano
al desconocer totalmente su entorno arqueológico: son naturalmente
la cronología del objeto y el origen de su taller. De nuevo debemos
valemos del paralelismo bien cercano de Pinguente.
La cantimplora de Istria apareció en un conjunto de objetos de
cronología diversa. Las publicaciones antiguas son de 1883 y 1884 {8).
Según Riegl (9) se halló una moneda de Adriano, lo que hace imposible
colocar el ejemplar antes de la mitad del siglo ll d. J. C. Las noticias
que amablemente nos comunicó el profesor N oll señalan monedas de
Antonino Pio y sitúan la pieza desde la mitad e incluso hacia finales del
siglo ll. Riegl la utilizó para su valoración del Bajo Imperio en su
importante obra citada. Además del carácter estilístico dentro de la
cultura de La Tene, sigue preocupando no sólo en los trabajos clásicos
(8) Véase nota 2.
(9) RIEGL, op. cit. en la nota 2, pég. 332, habla de una moneda de Adriano.
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[page-n-396]
CAN'IWPLORA DB BRONCE CON ESMALTES
7
de Fran~oise Henry (10), sobre todo, a través de las estilizaciones
vegetales del gran disco, señalándose -para ésta y para otras
piezas- claras semejanzas con elementos ornamentales precisamente
del siglo n, en los talleres de sigillata centro europeos (11).
De seguir, por tanto, esta pauta cronológica, deberíamos colocar el
ejemplar de Belgida no antes de finales del siglo IT d. J. C. Queda esta
posibilidad simplemente como una pura hipótesis de trabajo; quizás
susceptible de confirmación si comparamos ciertos elementos con
pequeíias ffbulas o placas -dos de ellas en Clunia, hallazgos casuales
inéditos- en ambientes evidentemente anteriores al Bajo Imperio.
La procedencia de taller del ejemplar es muy dudosa. Creemos
que sería preciso filiarlo a algunos de los centros renanos de fabricación de estos esmaltes, ya señalados por Henry (12), aunque en su
estudio de los talleres británico-galos le quedaban totalmente fuera de
contexto piezas tan imQOrtantes ~omo la misma pieza de Pinguente. El
trabajo de Henry, en cierta manera ya tradicional, valora básicamente
los núcleos británicos vinculados estrechamente a la toréutica de La
Tene (13).
Hay algún elemento que nos permite una cierta aproximación a los
ejemplares conocidos. Quizás para la pieza de Belgida, interesa el
friso de hojas horizontales en espiga. Henry publica un cubilete de
Benevento, hoy en el Museo Británico de Londres. La comparación de
sus elementos ornamentales -entre ellos el friso de hojas horizontales
en espiga- le lleva a vincularlo a las fábricas de TS de Lezoux, precisamente en su primer período del tercer cuarto del siglo 1 (14) y piensa
en un taller gálico para la pieza. Es evidente la conexión del tema de
Belgida con el de Benevento, pero el esquema plástico y la técnica son
totalmente diferentes. No creo ninguna posibilidad de vinculación, ni
de taller, ni de cronología.
A la vez el tema de espiga aparece más claro y parecido en una
pequeña placa de cinturón de Brought (Westmoreland) (15) del
(10) F. HENRY: «Émaill8Ul'll d' Occident». en Pliblatoire, n-1, Paria, 1968, pip. 66 y aa. Sobre
Pinguente, páaa. 141-148. No exchzye un oñ¡en «oriental».
(11) HENRY, op. cit. en la nota anterior, pág. 108, fig. 26, por ejemplo.
(12) HENRY, op. cit. en la nota 10, p6.¡. 1.(6,
(13) Probablemente eata caracterlstica de eatilo aea uno de loa ru¡oe dllerenclalee con la
pina valenciana.
(H) HENRY, op. cit. en la nota 10, pág. 108, 1ig. 28.1 Se trata de una pina mucho mú 41clúica>~ y
anti¡ua que lu plezaa de Pinguente o de mlgida; IU decoraci6o ea todavía m.ú correcta y natmalieta, a
la manera de la TS Plica.
(16) HENRY, op. cit. en la nota 10, p6g. 11.(, fig. 27, 2 y S.
-389-
[page-n-397]
PALOL.- Cantlmplora de bronce
LAM.ll
Fragment.o de la cantimplora de Bélgida.
Museo Británico de Londres, igualmente en otras menores de Chesters (Chorthumberland), quizás de un taller del Sur de Inglaterra de
cronología posterior al122, fecha adrianes de la creación de la famosa
muralla en la Gran Bretaña; pero tampoco es suficiente este ejemplar
para pensar en orígen y cronología del ejemplar de B elgida.
En todo caso, y de forma provisional, nos atreveríamos a fechar
hacia finales del siglo TI d. J. C. el ejemplar valenciano y pensar en un
orígen mejor renano que inglés, dadas las conexiones existentes entre
ambos centros de fabricación, y, sin lugar a dudas, vincular la pieza al
gusto de los militares romanos por el color brillante, lo que puede propiciar - sin dudas- la aparición de obradores semejantes en lugares,
al parecer, distantes como las Islas Británicas -con tan fuerte tradición de La Tene- o centroeuropeos no desvinculados, además, de
influjos orientales como ya señaló también Henry.
- 390 -
[page-n-398]
CANTIMPLORA DB BRONCE CON ESMALTES
9
Prospecciones en Belgida podrán, quizás, proporcionarnos el horizonte arqueol6gico-hist6rico que falta a este excepcional ejemplar.
Mientras que un inventario y estudios de todos los bronces con esmaltes aparecidos en Hispania podrían ayudarnos a filiar el origen de uno
de los más importantes y bellos ejemplares de esta técnica. Sirva este
avance y esta sugerencia para promover el estudio de un tipo de objetos olvidados en nuestra arqueología.
-391-
[page-n-399]
PALOL.- Cantimplora de bronce
Parte supe a
·ior de la can timplora de Ping uente. (Foto, Museo de Viena.)
- 392 -
[page-n-400]
LAM. IV
PALOL.- Cantimplora do bronco
Lateral de la cantimplora de Pin.g uente. (Foto, Museo de Viena.)
-393 -
[page-n-401]
[page-n-402]
..
1
INDICE S
POR
HELENA BONET ROSADO
y
ENRIQUE PLA BALLESTER
[page-n-403]
INDICE DE LUGARES
Abauntz, cueva (Arrais, Navma): 69 y 70.
Pagea (Francia): 74.
Abrl Dufour (Francia): 74;
Adra, municipio (Almerla): 36.
Africa: 71, 76, 77, 339, 37-', 377 y 378;
del Norte: 71, 75, 77,
Agoet, municipio (AlacaD~: 221 y 227.
A¡rl(ento (Sicilia, It:alia): 338 a UO.
A¡ri(entwn, hoy A¡ri¡ento (Sicilia, Italia): V6aae «Agri¡ento».
A¡uaa, río (Teruel): 161.
su, 377 y 378.
A¡udo, Pico (Torree Vedras, Estremadura, Portup]): Vwe «Pico Agudo,..
AauJla, Pe6a del (Muflop]indo, Avila): V6aae «Peftadel Acufla>t.
A¡ul)ar de Camp6o, municipio (Palencia): 185.
A¡ullana, municipio (Girona): 1U .
Ahumado, covacho (El Mortero, Alac6o, Teruel): 105 y 106.
Aiene, departamento (Francia): 387.
Ain, depertamento (Franc:la): 72 y 73.
Aitana, alexra (Alacant): 91 y 115.
Akragu (Sicilia, Italia): V6aae «Agri¡entwn».
Alacant, municipio (Alacant): 86, 81 y 82.
Alacant, provinqia; 11, 86, 40, 41, 81 a 88, 86, 87, 89 a 92, 94, 96, 97 a 122, 1-'1, 164, 167, 176,
186, 188; 211,214,216,217,218,221,223,226,227,280,234,286, 2-'4, 263, 264, 267,
268, 270, 278, 282, 299 a 809, 317 y 324.
Alao6n, municipio (Teruel): 105 a 107, 114.
Alag6n, municipio (Zaragoza): 87 y 42.
Alamillo, El (Berlanga, Badajoz): 142.
Alava, provincia: 183, 161 y 173.
Albacete, ciudad (Albacete): 2(4.
Albacete provincia: 45, 81 a 88, 86 a 89, 94, 108, 180, 186, 206, 210, 212, 217, 221, 226, 227,
230, 285, 2i4, 259, 26(, 266, 267 a 270 y 276.
Albalate del Anobi.lpo (Teruel): 96 y 96.
Albarrac:ín, municipio (Teruel): 83, 86, 87, 106 y 108 a 111.
Alboloduy, municipio (Almerla): 167.
Albufera, 1qo de la (Valencia,); 82.
Albufereta, necr6poli.l de La (Alacan~: 23-' y 286.
Alcacar do Sal (Eatremadura, Portugal): 313.
-397-
[page-n-404]
AlcaiDe, municipio (Teruel): 111.
.
AJ.caa. cerro de (Mancha Real, Jaén): V6aae «Cerro de AlcalA;
; Cabezo de (Azai..
la, Teruel): V6aae «Cabezo deAlcalP;
de Heneree, municipio (Madrid): 134;
- - - - de Xivert, municipio (Cutell6): 8 y 10.
Alcanadre, rio (Hueeca): 160, 167 y 173.
Alcafli&, municipio (Teruel): 83, 87 y 171.
Alcuaba, La (Badejoz): 1«.
Alooi, municipio (Alacan~: 36, 40, 41, 83, 87, 89, 90, 92, 94, 97 a 122, 164, 204, 211, 216, 226,
226, 299 a 806, 309 y 817 y 324.
Alcoy, municipio (Alacant): V6aae «Alooi».
Alc:tidia, La (Eix,.Alacant): 210, 217, 218, 280 y 282.
Aldeaquemada, municipio (Ja6n): 89.
Alemania: 169, 289, 841, 855, 875 y 887.
Alentejo, re¡i6n (Portupl): 66 y 69; - - - - B!Üo, provincia (Portugal): 38, 66 y 69.
Al¡arve, provincia (Portugal): 36, 39, 184, 187 y 1«.
Al(b, rio (Zaragoza): 161.
Alicante: V6aae «Alacant».
Aijaraque, municipio (Huelva): 144.
Aijoroque (Antaa, Almena): 133.
Almenar, municipio (Lleida): 178.
Almerie, provincia: 35 a 37, 39 a ·U, 112, 168, 167 y 176.
Alpera, municipio (Albacete): 87, 89, 94 y 110.
Alt Ur¡ell, comarca (Lleida): 161, 169, 170 y 172.
Alte Andalucía: 177, 179, 192 y 242.
Altamlra, cueva de (Santillana del Mar, Cantabria): 66 y 69.
Alto Cbac6n (Teruel): 298, 303,309 y 316;
GaroDa, departamento (Francia): 170.
Allavou, hoy Ala¡ón (Zara¡oq): 299.
Alloza, municipio (Teruel): 285, 304, 307 y 316.
Amarejo, cerro del (Bonete, Albacete): 186.
Ampla de Monteó, cueva (XAhia, Alacant): 104 y 112.
Ampurdú¡, comarca (Girona): VW. ~porci6>t.
Ampuriaa (La Eaeala, Girona): VW. «Empórlee».
Anatolia (Turquia): 118.
Andalucía: 38, 133,173, 177,179, 192 y242;
Occidental: 38;
OrieotaJ:
88, 133 y 173.
Andilla, municipio (Valencia): 9.
An¡l6e, municipio (Girona): 174.
Antaa, municipio (Almena): 40, 122 y 163.
Aquitania, comarca (Francia); 42, 167, 285, 314 y 820.
Ara¡óu, Btijo: V6aae «Btijo A.ragón».
Arin, valle d.e (Lleida): 160, 169 y 170.
Ararla, cueva de la (Bicorp, Valencia): 83, 87 a 9Q, 101, 114 y 116.
Arafw del Carabaaf, Laa (Santa Pola, AlacanQ: 82.
Araya (M6rida, Ba~oz): 144.
Archena, municipio (Murcia), 5 y 40.
Ares del Maestre, municipio (Caste116): 87 y 111.
Areuo (Toscana, Italia): 216 y 248.
Ar¡ar El (Antaa, Almeña): 40, 112 y 163.
Ar¡elia: 75 y 182.
Ar¡entario, monte (Linares, Jaén): V6aae «Monte Argentarlo».
departamento (Pnmcia): 72 a 74, 76, 88 y 170.
Arjona, municipio (Jaén): 2«.
Arp6u, cu.eva (Cohmao, Hueaca): 86 y 168.
Ari~ge,
Aru~ (Francia): 74.
Arrai& (Navarra): 69 y 70.
Aaooli (Italia): 290, 291 y 314.
-398-
[page-n-405]
AaJa: .a, -'8, 77, 218 y 22o;
Meuor. -'8, 218 y 220.
Altl¡l. hoy Ecija (smn.): 374, 380.
Alturiu, Principado de: -'9 a 51, 53, 5-', 66, 69, 72 y !U.
Atalaya, La (Valtierra, Navam): 137, 1«, 165 y 173.
Ateaua (Teba la Vieja, Córdoba): 167.
Atenaa: 855.
Aude, departamento (Francia): 8-', 86, 87, -'!, 165, 1U , 296, 297, 299 a 806, 808 y 815.
Au¡uata Em6rita. hoy M6rida (Bad$1): V6aae «Em6rita Au¡uatalt.
Auatr:la: 382, 877 y 887.
Aveyron, departamento (Francia): 8-', 10. y 170.
Avila, provincia: Ul, 161, 173 y 185.
Ayna, municipio (Albacete): 86.
Asaila, muoicipio (Teruel): 87, •o. 2-'2, 282, 296, 298 a 808 y 816.
Azambqja (Eatremadura, Portu,gal): Ul.
Azogue, Prado del (Aldeaquemada, Ja6n): 89.
Azulee, cueva de loa (Can¡u de Onía, Asturias): 72.
Ba~oz. ciudad: 138.
Ba~oz. provincia: 128 a 1-'6, 180, 182, s•o. 880 y 387.
Badilco, Porto (Otranto, Italia): V6ue «Porto Badiac:o». .
Baena, municipio (Córdoba): 268.
Baixo Alemtejo, provincia (Portu,gal): 88.
B~o Alentejo {POl'tupl): V6ue 4
Ara¡ón, comarca (Teruel):
•o. 168,160,161, 165, 167, 169, 170, 172, 178 y175;
Guadalquivir, comarca
(And,alucía): 188;
Rln, departamento (Francia): 169.
Bala¡uer, municipio (Ueida): 168, 168, 166, 178 y 268.
Balalote, municipio (Albacete): 267, 268 y 270.
Balaa de Cell.cento, Abrf&o de la (Bicorp, Valencia): 92 y 98.
BalearM: -'0, -'6, U7 a 166 y 860.
Bdoe de la Muela, necrópoli.e de loe (Cutulo, LiDarea, Ja6n): 179, 182 y 187 a 190.
Baqueira, Pie de (Baqueira-Beret, lleida): 170.
Baqueira-B8l'8t, mUDicipio (Ueida): 170.
Barcelona, ciodad: 268, 261 a 278, 286 y 888.
Barcelona, pi'O\'incia: 86, 10-', 169, 160, 171, 178, 1?-', 267, 268, 261 a 278, 285, 297 a 302, 806
a 809, 816 y 816.
Bari& mtmic:ipio (ValeDcia): V6ue «:Bal:D.
Bardal, PeA& del (D"ao Alvaro, Avila): V6ue «Pefla del B~.
Barrene de Benial{ (Vall d'AlcalA, Alacant): 92 y 116;
de la GuuDa (Aree del Maeetn, Cutell6): V6ue «Guulla, barranc ·de la»;
de l'lnfem (Fleix, Vall de
La¡uar, Alacent): 92;
de Mald (Cutell de Cutellt, Alacent): 92.
Barroa, comarca de 'nerra de (Badlijos): V6ase «Tierra de BarroP.
Barx, municipio (Valencia): 9-'.
Butida de lee Alcuaee, La (Moixent, Valencia): 8 y 11.
Butetenia: -'1 y 806.
Buaea Pyr6n6ea, departamento (Francia): 66 y 66.
Bua, municipio (Granada): 180, 182, 18-', 210, 286, 2-'0 y 276.
Beceite, municipio (Teruel): 168.
Bechí, municipio (Cutell6): V6ue «Betlí».
B6l¡lda, municipio (Valencia): 888 a 898.
Benaoj6n, mtmic:ipio {MAlap): 5.
Benual, municipio (Cutell6): 300, 806 y 816.
Benevento (Campanfa, Italfa): 390.
Benid (Vall de GelUnera, Alacent): 92 y 116.
Ben1arr6e, municipio (Alacent): 88, 86, 90; 9-', 112, 118 y 117.
Benlcadell, aierra (Alacent;. Valencia): 91 y 116.
Benldonn, muoiciplo (Alacant): 2«, 803, 806, 807, 809 y 816.
Benima.aaot, municipio (Alacent): 92.
- 399-
[page-n-406]
Berbeia (Alto Ebro); 161.
Berguedl, comarca (Barcelona): 171.
Berlanp, municipio (Bad$z): 142.
Berlín: 11 y 865.
Bernorio, monte (Aguilar de Camp6o, Palencia): Vwe «Monte B~.
Berroberia (Navam): 76.
Besnate (Vareee, Italia): 76 y 78.
Bee6e, do (Barcelona): 160.
Betlca: 37, 8-'2, 360, 361, 363 y 377 a 380.
Betlí, municipio (Castell6): 8, 296, 298, 299, 806, 807 y 816.
Beyruth (Ubano): 882.
Bicorp, municipio (Valencia): 81, 88, 87, 89 a 91, 98, 9-', 101, 11-' y 116.
Bfibilil, hoY Calatayud (Zaragoza): 382.
BID6fer, municipio (Hueaca): 30-' y 816.
Blanquefort-a~Briolance (Lot-et-Garonne, Francia): 88 :y 87.
Bogarra, municipio (Albacete): 221.
Bonete, municipio (Albacete): 186.
Bonn (Alemania): 887.
Bordi¡hera (Liguria, Italia): 7.
Borgofta, comarca (Francia): 169.
Borle del Rey (Blanquefort-aur-Briolance, Lot-et-Garone, Francia): 88 y 87.
Bozriana, municipio (Caatell6): 116 y 167.
Bouio~ municipio (Caatell6): 82, 30-' y 807.
Botiquerla dela Moroe (Ma.zale6n, Teruel): 118.
Botorrita, municipio (Zaragoza): -'1, -'2, 290 y 814.
Breaaol de la Mare de Deu (CorreA, Barcelona): 169 y 171.
Brou¡ht (Weatmoreland. Inglaterra): 390.
Buf)o~ manicipio (Valencia): 30.
Burgoe, provincia: 186 y 889.
Burrlana, municipio (Caatell6): Vwe «Borrian.a».
Cabanea, municipio (Caatell6): 36, 800, 802 y 316.
Cabecioo del Tesoro (Verdolay, Murcia): 2U, 217, 218, 220, 226, 280, 276, 278 y 286.
Cabeza, cerro de la (Valenciana de la Concepción, Sevilla): 106.
Cabezo de AlcalA (.Asaila, Teruel): 282; ·
del Caacarqjo (Alcafliz, Teruel): 171;
de Monle6n (Cupe,
- - - - Lucero (Rojalea, Alacant): 2« y 26-';
Zaragoza): 160 y 168;
delPalomer(Oliete, Teruel): 282
del1lo
Pío (Archena, Murcia: 6.
Cabril, cerro (Valencia de la Torre, Badajoz): V6aae «Cerro Cabril».
C,diz, provincia: 134.
.
Cal Conill Groa: 171.
Cal Pallot: 171.
Calabria, regi6n (Italia): 74.
Calaceite, municipio (Teruel): 168, 306 y 306.
Calanda, municipio (Teruel): 286.
Calapat6 (Cretas, Teruel): 83 y 87.
Calatayud, municipio (Zaragoza): 332.
Caldona, Molino de (LIDaree, Ja6n): Vwe «MoHno de Caldona».
Calle Fumier (M6rida, Badajoz): 887.
Camallera, municipio (GÚ'Ona): 174.
Camargo, municipio (Cantahria); 66 y 69.
Camaa, municipio (Sevilla): 38.
Cambra, Puntal de (Villar del Arzobispo, Valencia): 16-'.
Cambridge (In¡laterra): 366.
Caminreal, municipio (Terue]): 279 a 287.
Campania, re¡ión (Italia): 390.
-400-
[page-n-407]
Campapo, municipio (Alacant): 802,808 y 317.
Campico de L6bor (Totana, Murcia): 185.
Campo Real (CIU'DI.ODa, Sevilla): 183.
Can Miuert (Terruaa, Barcelona): 1u•.
Can Roig Nou (Felanitl, Mallorca): 148, 160 y 161.
Candamo, municipio (Asturiaa): 69.
Canet lo Rol¡. municipio (Caetell6): 802, 306, 807 y 816.
Cangu de Onfa, municipio (Aaturiaa): 72.
Cantabria: 35, 51, 66, 69 y 72.
Cantal, departamento (Francia): 170.
Cantoe de la Vilera (Yecla, Murcia): 83, 87, 89, 90, 96, 114, 116 y 118.
~amel (Capdepera. Mallorca): 147 y 160.
Caflada de Marco, La (Alc:aine, Teruel): 111.
Capadocia (Turquía): 877.
Capdepera. municipio (Mallorca); 147 y 160.
Capri (Italia): 72.
Capeec, municipio (Girona): 174.
Carabuf, Lu Arafw del (Santa Pc;¡la, Alacant): Véue «Arafw del Carabaal».
Carambolo, cerro del (Camas, Sevilla): 88.
CardefMlea, municipio (Avila): 161, 173 y 186.
Caridad, partida de la (Cam.inrW., Teme!): 279 a 287.
CIU'DI.ODa, municipio (Sevilla): 183 y 167.
Carmmtwn (Austria): 377.
Carta¡ena, municipio (Murcia): 82.
Cartagena, Clleva de La Moleta de (San Carlos de la &pita, Tarragona): V6ue «Moleta de Carta-
gene, La».
Cua Blanca, necrópolis de (Linares, Jaén): Véase «Cuablanca».
Cuablanca, necr6polia de (LiDarea, Jaén): 179, 189 y 191.
Casares, Clleva de loe (Ribaa de Saelicea, ~ara); 62, 68 y 86.
Cuu de Reina, municipio (Badajos): 142.
Cucanijo, Cabezo del (A.lcafaiz, Temel): 171.
Cupe, municipio (Zaragoza): 160, 163 y 171.
Cuaerea, municipio (Tarragona): ·162.
Cutelillo, El (Alloza, Temel): 286.
Cutell de Caatella, municipio (Alacant): 85, 91 y 92.
Cutellar, Ereta del (Vilafranca, Cutell6): Véue «Ereta del Cutellar».
Cutellazo, El (Robles, Hueaca): 173.
Cutellet, El (Moixent, Valencia): 200.
Cutalleta, Ela (Mequinensa, Zarqoza): 173.
Cutellnou de Baaaella, municipio (Lleide): 171.
Caetellnovo, municipio (Cutell6): 6 y 8.
Cute116, provincia: 6, 8, 10, 46, 82, 87, 95, 111, 118, 161, 166, 167, 176,296 a 310, 816, 317,
320 y 322.
Caetell6n, provincia: V6ue «Cutell6».
Cutellonea de Ceal (Hinojaree, Jún): 180, 182 y 184.
Cutiltierra (Segovia): 6.
Cutillarejo de loa MOI'OII (Andilla, Valencia): 9.
Cutu1o (Linares. Jaén): 36, 177 a 197, 298, 300, 302 a 804, 806 y 309.
Catalun,ya: 41, 94, 131, 160, 161, 165, 166 y 173 a176.
Cataluya: V6ue «CÍltalun,ya>t.
Catedral de Valencia: 10.
de lu Fuentes, municipio (Valencia): 298,
Caudete, municipio (Albacete): 2«;
800, 301 y 317.
Causes, macizo de Lea (Francia): 170.
Ceal, Loa Cutellonea de (Hinojarea, Jaén): V6ue «Cutellonea de Ceal».
Cehegín, municipio (Murcia): 82 y 96.
-401-
[page-n-408]
Ceja de Piezamxlilla (Torm6n, Teruel); 89.
CerdaD.Ya, comarca de La (Lleida): 160, 161, 169, 170 y 172.
Cerdafla, comarca de La (Lleida)): V6aae «Cerdanya>t.
Cerdefla (ltallá): 68.
Cerrada de Eudovigea (Alac6n, Teruel): V6aae «Eudivigea, Cerrada de».
del Almarejo (Bonete, Albacete): V6aae
Cerro de Alcal! (Mancha Real, Ja6n): 2.(4;
Cabril (Valencia de lu Torree, Bad.!Qoz): I
- - de la Crus (Cortes, Navarra): 163 y 166;
de loa Smtoa (Montealegre
del Caetillo, Albacete): 43, 210, 236 y 276.
Cerv~re. Paeo de (Eapafla-Francia): 160.
Cieza, municipio (Murcia): 83.
Cigan-alejo, necr6polia de El (Mula, Murcia): 40, 188, 209, 214, 216, 217, 220, 226, 226, 230,
236, 274, 276 a 278, 302, 306, 307 y 317.
Cinca, no (Hueac:a): 160, 167 y 173.
Cinco Villas, comarca de las (Zaragoza): 173.
Cingle de la Mola Remigia (La Gaaulla, Ares del Maestre, Caatelló): 110.
Cinto de la Ventana (Dos Aguas, Valencia): 90.
Cirta (Afric:a): 339.
Ciudad Real, provincia: 226.
Civil, cueva del (Valltorta, Caatell6): 93.
Cloeoa de Can Gai8, Ea (Felanitx, Mallorca): V6aae «Ea Cloaoa de Can Gail».
Clunia (Peflalba de Castro, Burgos); 389.
Cocentaina, municipio (Alacant): 81, 83, 86, 87, 91, 94, 96, 98 y 116.
Cocina, cueva de la (Doa Aguas, Valencia): 59 a 79, 83, 86, 86, 91, 94, 97, 98, 114 a 116 y 118.
Codonyet de BerguedA (Barcelona): 171.
Cogotaa, La.a (Cerdel\oaa, Avila): 161, 173 y 186.
Cogul, municipio (Lleida): 36 y 111.
Coimbra de Barranco Ancho (Jumilla, Murcis): 204, 209 a 211, 213 a 216, 226 y 229 a 266.
·
Colada de Monte Nuevo (Olivenza, BacUijoz): 148. .,
Colina de loa Quemadoa (Córdoba): V6aae «Quemadoa, colina de loa».
Columna de loa Fueros (Pamplona, Navma): 319.
Colungo, municipio (Hueac:a): 86 y 163.
Coll d'en Bertrin, Foaa del Moro del (Cortiuda, Peramola, Uelda): 172;
de
Creua (Gabana, Lleida): 169;
del Moro (Gandeea, Tarragona): 168, 171
y 173.
Concevreux (Afane, Francia): 387.
Conc:haa. cueva de laa: 82.
Conill Groe, Cal: 171.
Conteatania: 40, 41, 117 y 223.
Contrebia Belaiaca (Botorrita, Zaragoza): 42, 290 y 314.
Convento de loe Trinitarios (Llíria, Valencia): 843.
Conventus Tarraconenaia: 844 y 346.
Copenhaguen (Dinamarca): 368 y 360.
Córdoba, ciudad: 261 a 367 y 382.
Córdoba, provincia: 167, 244, 263, 269, 261 a 367 y 382.
Cornisa Cantábrica: 72.
C01Tal de Mora (Uncaatillo, Zaragoza): 172;
deJa Mora (Cinco Villas, Zaragoza):
173;
de Saua, necr6polia del (Moixent, Valencia): 199 a 229, 243, 246 y
248.
Correá, municipio (Barcelona): 169 y 171.
Cortes, municipio (Navarra): 163 y 166.
Cortijo de las Sombras (Frigiliana, M!laga): 182.
Cortinalea, Loa (Vlllalranca de los Barroe, B~oz): 126 a 146.
Cortiuda (Peramola, Ueida): 172.
Cortona (Arezzo, Toscana, Italia}: 248.
Corta, necr6pol.ia de lea (Empól'iea, La Escala, G.irona): 218.
-402-
[page-n-409]
Corufla, La: V6ue «La Co~Wa».
Coeenza (Calabria, Italia): 7~.
Coetalena (Maella, Zaragoza): 117.
Cova Foeca (Vall d'Ebo, Alacant): 86 y 91; - Fosca (Vall Torta, Cutell6n): 94;
Negra(XAtiva, Valencia): 9;
del' Or(Beniania,Alacant): 83, 86,90,94, 112,113
y117;
de1Parpall6(Gandía, Valencia): 62,64, 69, 70, 76,86y94;- -- de lee Ratee Peuadee (Rhtova, Valencia): 9;
del Toaaal de la Roca (Vall d'AlcalA, Alacant): 94.
Covee Rojee (Benimauot, Alacant): 92;
de VmromA, municipio (Cutell6): 299, 804
y 3 16.
Coy (Larca, Marcia): 209 y 214.
Cretu, municipio (Teruel): 83 y 87.
CreUB, Coll de (Gabarra, Lleida): 169.
Crevillent, municipio (Alacant): 166 y 176.
Crevillente, municipio (Alacant): V6aae ((Crevillent».
Criadero, El (Villafranca de loa BIU'l'Oa, Badajoz): 124.
Cruz, cerro de la (Cortes, Navarra): 168 y 166.
Cuelgamw-ee, municipio (Zamora): 141.
1
Cuenca, provincia: 88.
Cueto de la Mina (Poaada, Llanera, Aeturiae): 69.
Cueva del Mal Puo (Cutellnovo, Cutell6): 6 y 8.
Chaffoie (Jura, Francia): 169.
Chaparros, loa (Albalate del Arzobispo, Terue]): 96 y 96.
Charco del Agua Amarga, Val del (Alcafli.z, Teruel): 83 y 87.
Charente, departamento (Francia): 74 y 76.
Cbatal H(\y(lk (Anatolia, Turquía): 118.
Cbav6ria (Jura, Francia): 169.
ChermaniDo (Hueaca): 163.
Chestere (Chorthumberland, Inglaterra): 390.
Chinchilla del Monte Arag6n. municipio (Albacete): 180, 206, 210, 212, 226, 264, 266 y 269.
Chipre: 84.
Chiva, municipio (Valencia): 9.
Chorthu:m.bed.and (ln¡laterra): 890.
Dalmacla (Yu¡oelavia): 877.
Danubio, rlo: 86 y 377.
Deloa (Grecia): 832 a 384.
D6nia, municipio (Alacant): 801 y 806.
Deepeftaperroa, deafiladero (Ciudad Real-Jabn): 226.
Deva, municipio (Guipózcoa): 68.
Diego Alvaro, municipio (Avila): 141.
Dios, Huerta de (Caau de Reina, Badajoz): V6ue «Huerta de Dios».
Dinamarca: 868 y 360.
Dofta Clotllde, covacho (Albarracín, Teruel): 106 y 107 a 111.
Dordofta, departamento (Francia): 71, 73 y 74.
Doa Aguas, municipio (Valencia): 69 a 79, 83, 86 a87, 90 a 92, 94, 97, 98, 108, 114 a116 y 118.
Doube, departamento (Francia): 169.
Dufour, abrigo (Francia): 74.
Ebro, rlo: 86, 36, 86,178, 174y188;
Valle Medio del: 167 a 176;
B!Qo,
comarca: 160.
Ecija, municipio (Sevilla): 374 y 380.
Edetania: 41.
Egadi (Sicilia, Italia): 7 4.
Egea de loa Caballeros, municipio (Zaragoza): 87, 41 y 42.
Egeo, mar: 118.
Eivieaa: 40, 46 y 286.
-403-
[page-n-410]
Elche, municipio (Alacant): v6ase «Eix».
El-Mekta (S6hara, Marruecoa): 75 y 78.
Elne (Perpifl!o, Pirineoe Orientales, Francia): 299 y 302.
~lvillar, municipio (Alava): 173.
Elx, municipio (Alacant}: 4{), 186, 217, 218, 223, 230, 235, 276 y 282.
Emérita Au¡usta, hoy Mmda (Ba~oz): 34{), 374 y 380.
EmpordA, comarca (Girona): 160 y 173 a 175.
Emporion: V6ue «Empóriee».
Emptiriee (La Escala, Girona): 37, 161, 172, 213, 227, 297 a 309, 315 y 331 a 386.
En¡uera, municipio (Valencia): 291, 295, 296, 299, 802, 308, 305, 806, 809 y 817.
Ena6rune (Niuan, H6rault, Francia): 37, 40, 41 y 297 a 309.
Ereta del Castellar (Vilafranca, Caatell6): 9;
del Pedrepl (Navama, Valencia): 9.
Ermita de la Virgen de laa Cuevas (Camin.real, Teruel): 279.
E a Cloaoa de Can GaiA (Felanitx. Mallorca): 150.
Ea Roaaelle (Felanitx Mallorca): 150.
Escala, La, municipio (Girona): 37, 161, 172, 218, 227, 297 a 809, 815 y 881 a 336.
Eacobedo (Camargo, Cantabria): 66 y 69.
Escocia (Gran Bretafla): 320.
Eecodinee Altea (Mazaleón, Teruel): 162;
Balxee (Mazaleón, Teruel): 162.
Eecoural, cueva (Evora, Alto Alemtejo, Portugal): 66 y 69.
Eegaravita, La (Alcalá de Henares, Madrid): 134.
Eemima (Turquía): 832.
Esparta (Grecia): 228 y 355.
Espejo, municipio (Córdoba): 244.
Estacar de RobariDaa, necrópolis de El (Caetulo, Linares, Ja6n): 177 a 197.
Estremadura, región (Portugal): 112, 141 y 313.
Etruria (Italia): 217.
Eudovigee, cerrada de (Alac6n, Teruel): 114.
Evora (Alto Alemtejo, Portugal): 66 y 69.
Extremadura: 123 a 145.
Eyziea, Lee (Dordofla, Francia): 7 4.
Fabara, m.wúcipio (Zaragoza): 160.
Fados, Las (Perpieuz, Aude, Francia): 174.
Faleet, municipio (Tam¡ona): 85 y 94.
Faro (Alpve, Portugal): 137 y 144.
Felanitx. municipio (Mallorca): 148, 150 y 151.
Felci, Grotta delle (Capri, Italia): 72.
Fenelloea, La (Beceite, Teruel): 168.
Ferredeira (Faro; Algarve, Portugal): 137 y 144.
Fígole, municipio (Barcelona): 159.
Fllador, cueva del (Margalef, Tarragona): 75, 85 y 94.
Flandi, Maa de (Calaceite, Teruel): 168.
Fleix (Vall de Laguar, Alacant): 92.
Flumen, rlo (Hueeca): 160 y 178.
Focea (Asia Menor): 220.
Foiea, necr6polia de Lee (Manuel, Valencia): 9.
Fontibre (Hermandad de Camp6o Sueo, Cantabria): 85.
Fosca, Cova (Vall d'Ebo, Alacant}: V6ue «Cova Foe~.
Foua del Moro del Coll d'en Bertrén (Cortiuda, Paramola, llelda): 172.
Fouaret de la Catedral, El (Valencia): 10.
Frap. municipio (Hueeca): 297 a 299, SOS y 815.
Francia: 34, 86, 87, 4{) a.t2, 55, 56, 6-i, 71 a 7-i, 76,83 a85, 88, 94, 108, 104,159 a161,165, 167,
169, 170, 172 a 17-i, 220, 285, 296 a 309, 31-i, 815, 819, 320, 887 y 890.
Frare, cueva del (Matadepera, Barcelona): 104.
Frigiliana. municipio (Müaga); 182.
- 404-
[page-n-411]
Fuente del Maestre, municipio
86 y 163.
(Ba~);
124;
·
- - - del Trucho (Colungo, Huasca).
Gabarra, municipio (Lleida): 159.
Galera, municipio (Granada): .O, 167, 184, 234, 257 a 260 y 263.
G6l.lego, rfo (Huasca-Zaragoza): 161 y 173.
Gandeaa, municipio (Tarra¡ona): 168, 171 y 173.
Gandía, municipio (Valencia): 62, 64, 69, 70, 75, 86, 94 y 112.
Garcel, El (Antu, Almeda): 112.
Gard, departamento (Francia): 104.
Garona, do (Espafla.Francia): 160.
Gaaulla, barranc de la (Ares del Maestre, Cutell6): 85 y 111.
Gay, abti¡o (Ponciu, Ain, Francia): 72 y 73.
Georgia (Rusia): 32 y 33.
Garona, provincia: V6ue «Girona».
Geuera, La (Cuaerea, Tarra¡ona): 162.
Gibraltar, estrecho de: 37 y 878.
Gineses, abti¡o de loa (Bicorp, Valencia): 92.
Girona, provincia: 36, 37, 160, 161, 172 a 174, 213, 227, 291, 292, 296 a 309, 311, 314,
815 y 331 a 886.
Gourdan (Francia): 74.
G~oa, barranco de loe (Cieza, Murcia): 83.
Gran Buain (Mailhac, Aude, Francia): 174. ·
Gran Bretafla: 320 y 890; - - - - del Puntal (Valltorta, CuteU6): 95.
Granada, provincia: 36, 37, 40, 167,180,182, 184,186,210,234,235, 240,257 a360, 263 y276.
Graves (Le6bard, Francia): 84.
Grecia: 184, 215, 228, 248, 382 a 384, 355 y 356.
Grotta delle Felci (Capri, Italia): 72;
di Levanzo (Egadi, Sicilia, Italia): 74;
della Madona (Praia aMare, Cosenza, Italia): 74;
··
dell'Orao
(Villa Contucci, Sarteano, Siena, Italia): 72;
delle Prauiche (Novaglie,
Lecce, Italia): 72.
Gua~ira, municipio (Ba~oz) : 144.
Gua~ara, provincia: 52, 58 y 86.
Guadalimar, do (Ja6n): 177 y 192.
Guadalope, rfo (Teruel-Zaragoza): 161.
valle del: 200.
Guadalquivir, do: 39 y 270;
Guadiana, rfo: 123, 125, 142 y 144.
Guip6zcoa, provincia: 58.
Guiaona, municipio (Ueida): 299 y 302.
Hachea (Bogarra, Albacete): 221.
Hagenau (Biijo Rin, Francia): V6aae «Haguenaw).
Haguenau (Biijo Rin, Francia): 169.
Haute Garonne, departamento (Francia): 55 y 56.
Heidelberg (Alemania): 341.
Henayo (Alto Ebro): 161.
Heraclea (Magna Grecia, Italia): 338.
Heracleia, vía: 200.
Heraldion (Grecia): 248.
H6rault, departamento (Francia): 297 a 309.
Hermandad de Camp6o Suso, municipio (Cantabria): 35.
Herrerfu, cueva de lu (Llanee, Aeturiu): 66 y 69.
Hiberua, rfo: V6aae «Tinto)),
Higuera, La (lela Plana, Cartagena, Murcia): 82.
Hi¡ueronee, t6mulo de Loa (Cutulo, Linares, Ja6n): 179 y 189.
Hinojaree, municipio (Ja6n): 180, 182, 184 y 192.
Hispalia, hoy Sevilla.
-406-
[page-n-412]
Hiapania: 34, 36, 340, 361, 373, 374, 376 a 378, 380, 385 y 391.
Hornos de la Pella, cueva (San Felices de Buelna, Cantabria): 51.
Hospitalet Vell (Manacor, Mallorca): 147, 150 a 153 y 155.
Hoya, La (Alto Ebro): 161.
Hoya de Santa Ana (Tobarra, Albacete): 230.
Hoz, cueva de La (Santa Maria del Espino, Guadalajara): 86.
Huelva, provincia: 37, 144 y 182.
Huerta de Dios (Casas de Reina, Badlijoz): 142.
Huerto Reao, covacha (Lecina, Huesca): 75 y 78.
Huerva, rio (Teruel-Zaragoza): 161.
Huesa del Comón, municipio (Terue~: 286.
Huesca, provincia: 41, 42, 75, 78, 86, 92, 94, 95,160,161,163,167,173,297,298 a300,303,304,
307, 315 y 316.
Husos, Loa (Elvillar, Alava): 173.
Iberia: 36.
Iberia caucásica (Rusia): 32.
Ibiza: vllase: «Eiviaaa».
Igleauela, municipio (Teruel): 299, 303 y 316.
llibaria (Granada): 36.
Inglaterra (Gran Bretaña): 356, 360 y 390.
Isla Plana (Cartagena, Murcia): 82.
Istria (Yugoslavia): 385, 387, 888, 390, 392 y 393.
1~ 38,34,58,71,72, 74,75,78,82,87,96,184,216,217,219,220,237,248,290,291,314,
332, 334, 338 a 340, 346, 367, 360, 361, 373, 374, 380 y 390.
Itálica (Santiponce, Sevilla): 360.
Itziar (Deva, Guip6zcoa): 68.
Jaén, ciudad: 182.
Jalln, provincia: 36, 37, 40, 89,177 a 197, 218,226, 227, 244, 263, 298, 300 a304, 806,309 y 813.
Jalón, rio (Soria-Zaragoza): 161.
Játiva, municipio (Valencia): Véase «X&tiva».
Jávea, municipio (Alacant): Vllase <>.
Jlloca, rio (Teruel-Zaragoza): 161.
J6dar, municipio (Jalln): 302 y 804.
Joquara, La (Borrio~ Castelló): 82.
Joya, necrópolis de La (Huelva): 182.
Jtícar, rio: 41.
Jumilla, municipio (Murcia): 204, 209 a 211, 213 a 215, 218 a 220, 225, 226 y 229 a 255.
Jura, departamento (Francia): 159, 167 y 169.
Kbanguel el-Muhald (Séhara, Marruecos): 75 y 78.
Kaln (Alemania): 289.
Labarte, abrigo (Hueaca): 92.
Ladera del Castillo, covacha de la (Chiva, Valencia): 9.
Lagozza di Bellll8te (Bellll8te, Italia): 75 y 78.
Languedoc, región (Francia): 41, 160, 161, 163, 165, 167, 169,172 y 174.
Larzac (Francia), 108.
Lazio, región (Italia): 184.
Lébor, Campico de (Totana, Murcia): Vllase «Campico de Lébor».
Lebrija, municipio (Sevilla): 167.
Lecce (Apulia, Italia): 72, 82, 87 y 95.
Lécera, municipio (Zaragoza): 297, 308 y 816.
Lecina, municipio (Hueaca): 75, 78 y 168.
Leningrado (Rusia): 358.
Lllobard (Francia): 84.
Lérida, provincia: Vliase «Lleida>>.
-406-
[page-n-413]
Levante espaflol: 94, 166, 175, 179, 186 y 188.
Levanzo, gruta de (Egadi, Sicilia, Italia): Véase «Grotta di Levanzo)),
Lezoux (Puy-d&-Dame, Francia): 390.
Ubano. 3.32.
Libia: .44. .. .
.
,
Linares, municipio (Ja6n): 86, 177 a 197, 298, 300 a 304, 306 y 309.
Liria, municipio (Valencia): Véaae «LiírW).
Lisboa (Portugal): 11.
Lobo, El (BacUijoz): 133, 135 y 144.
Loma de loe Brunoe (Caape, Zaragoza): 160, 163 y 17i.
Londres (Inglaterra): 360 y 390.
Lora del Río, municipio (Sevilla): 180 y 182.
Lorca, municipio (Murcia); 209 y 214.
Lot, departamento (Francia): 64, 88, 86 y 170.
Lot-et-Garonne, dep~ento (Francia): 84 y 88.
Loz~re, departamento (Francia): 170.
Luz, Santuario de la (Murcia): Véase «Santuario de la Luz)),
Llagun8a (Fígola, Barcelona): 159.
Llanera, municipio (Asturias): 69.
Llanea, municipio (Asturias): 66 y 69.
Llano de la Consolación (Montealegre del Castillo, Albacete): 217 y 227.
Lleida, provincia: 86, 37,41, 82, 111, 168 a161,163, 165,168 a178,176, 268, 286, 299, 800, 302,
304, 306, 307 y 315.
.
Llerens, municipio (Badá,;oz): 142.
Llíria, municipio (Valencia): 4, 8, 9, 31, 36, 37, 40, 46, 292, 297 a 304, 306, 307, 309, 317,
320, 323 y 341 a 348.
Llobregat, tío (Barcelona): 160.
Lloren9, municipio (Tarragona): 171.
Lloeeta, municipio (Mallorca): 162, 153 y 166.
Madaleine, La (Tursac, Dordofla, Francia): 73 y 74.
Madrid, ciudad: 4, 10, 11, 29, 177, 199, 276, 341 y 367.
Madrid, provincia: 134 y 136.
Maella, municipio (Zaragoza): 118.
Maeatrat, comarca (Caatell6): 161.
Maestrazgo, comarca (Caatell6): Véaae «Maeatrat>).
Magdalensberg (Austria): 382.
Magdeburg-Fermeraleben (Alemania): 387.
Magna Grecia (Italia): 338.
Magreb (Marruecos): 76.
Maguncia (Alemania): 375.
Mailhac (Aude, Francia): 166 y 174.
~adas, Pella de las (El Toro, Caatell6): V6ase (
Mal Paso, cueva y torre (Castellnovo, Caatell6): 6 y 8.
Málaga, provincia: 5, 106, 141, 182 y 377.
Malladetea, cova de lea (Barx, Valencia): 94.
Mallaetea, cova de lea (Barx, Valencia): Véase «MalladeteS)),
Mallorca, provincia: 147 a 165.
Manacor, mu.uicipio (Mallorca): 147, 161 a 153 y 156.
Mancha, La, región: 188.
Mancha Real. municipio (Ja6n): 244.
Manuel. municipio (Valencia): 9.
Manzaneda, municipio (Asturias): 63 y 54.
Mareame, comarca (Barcelona): 160.
Margalef, municipio (Tarragona): 75, 84, 86 y 94.
Mariola, sierra (Alacant): 91 y 116.
-407-
[page-n-414]
Mamlecoe: .S, 76, 78, 377 y 378.
Manou1a.e (Haute Garonne, Francia): 68 y 66.
Martín, rlo (Teruel-Zaragoza): 161.
Maa d'Asil (Arl~ge, Francia): 72 a 74 y 76; - - - - d e Flandi (Calacelte, Teruel): 168;
- - - - d e Manent(Alcoi. Alacant): 164;
de Menente (Alcoi. Alacant):
V6ue «Mal de Manenbt
dels Muuola (Caatell6): 176.
Maea.ua, hoy Marsella (Francia): 220.
Matadepera. municipio (Barcelona): 104.
Mataró, municipio (Barcelona): 302, 307 y 316.
Matalrafla, rlo (Teruel-Zara¡oza): 161.
Mauritania (Africa del Norte): 377 y 378;
Tlngitana (Marruecoe): 377.
Mazale611, municipio (Teruel): 118, 162 y 168.
Mazarrón, municipio (Murcia): 96.
Medellín, municipio (Bad.lijoz): 180 y 182.
Mediterrineo: 36 a37, 46, 61, 71, 103, 110,217, 220, 280 y 281;
Occidental: 61,
Oriental: 280.
71, 217, 220 y 281
Méjico: 231.
Meknés (Marruecos): 878.
Menente, Mas de (Alcoi, Alacant): Véase «Maa de Manent».
Menorca (Baleares): 160 y 227.
Mequinenza, municipio (Zaragoza): 173.
M6rida, municipio (Ba!Woz): 126, 144, 880 y 887.
Meseta Caatellana: 133, 141, 167, 160, 161, 178, 174, 186, 187 y 200.
Mezquitilla, Morro de la (Torre del Mar, M6lap): Véase «Morro de la Mezquiti1l.P.
Millarea, Loa (Santa Fe de Mond~ar, Almerla): 111.
Mlllau (Aveyron, Francia): 84 y 104.
Minateda (Aibacete): 83.
Miraveche, municipio (Burgoa): 186.
Mogente, municipio (Valencia): Véase «Moixentlt.
Moixent, municipio (Valencia): 8, 11, 199 a 229, 243, 246 y 248.
Mola Remigia, Cingle de la (Area del Maestre, Caatell6): V6ue «Cin¡le de la Mola Remigia».
Molar, nec:r6polia de El (Sen Fulgencio, Alacant): 217, 263, 267, 268 y 270.
Moleta de Cartagena, cueva de la (San Carloe de la !Upita, Tarra¡ona): 86.
Molino de Caldona, necrópolia de El (Cutulo, Linaree, JHn): 179.
Monforte del Cid, municipio (Alacant): 214, 217 y 226.
Mozijoe, Els (Vilafranca del Penadée, Barcelona): 297, 301 y 816.
Monleón, Cabezo de (Cupe, Zaragoza): 160 y 168.
Monravana, La {Llírla, Valencia): 823.
Mona Argenteriua: Véase «Monte de la Plata».
Mont Palau (Pineda, Barcelona): 298 y 316.
Monte Argentarlo (Linaree, Jain): Véase «Monte de la Plata»;
Bernorio (AguiJar de
Campóo, Palencia): 186; - - - - N u e v o, Colada de (Olivenza, BacWoz): Véase
de la Plata (Linarea, Jaén): 191.
«Colada de Monte Nuevo»;
Montealegre del Castillo, municipio (Albacete): 46, 210, 217, 227, 286 y 276.
Montemayor, municipio (Córdoba): 244.
Monteaa, canal de (Valencia): 200, 216 y 228.
Montaant, sierra de (Terragona): 94 y 174.
Montaeny, sierra del (Barcelons-Girona): 174.
Montaerrat, sierra del (Barcelona): 174.
Montaü, aieJra de (Tarragona): 86.
Mora, Colral de la (Cinco ViDas, Zaragoza): 178.
Moral, Teeo del (Cuel¡amuree, Zamora): V6ue «Teao del Moral».
Morena, Sierra: Véase «Sierra Morena».
Moro, Coll del (Gandeaa, Terragona): 168;
Foeaa del (Cortiuda, Paramola, IJeida):
V6aae «Foeaa del Moro del Coll d'en Bertran».
Moroe, Cudllarejo de loe (Andilla. Valencia): V6ue «Caatillarejo de loe Moroe».
- 408-
[page-n-415]
Morro de la Mnquitilla (Torre del Mar, Málaga): 141.
Mortero, El (Aiacón, Teruel): 106 a 107.
Moolin, Le (Francia): 174.
Muela, oecrópolla de loe B~ de la (Cutulo, Linares, Ja6n): V6ue «B~ de la Muela».
Mula, municipio (Murcia): 40, 41, 188,209, 214, 215, 217,220, 225, 226, 2SO 236,264, 275 a278,
,
302, 306, 307 y 317.
Munda (Ronda. MAlaga): 377.
Muntan,yeta de Cabrera (Vedat, Torrent, Valencia): 9.
MuAogaliDdo, municipio (Avila): 141.
Mura, partida de (Lrrla. Valencia): 343.
Murat, abri¡o (Rocamadour, Lot, Francia): 83 y 84.
Murcia, provincia: 5, 40,41, 81 a83,85 a87,89 a92, 95, 114, 116, 118,119, 136,188,204,209 a
215, 217 a 220, 225, 226, 228, 229 a 266, 264, 276 a 278, 286, 302, 305, 307 y 317.
Murusabal, municipio (Navarra): 308 y 309.
Mu110la, Maa dela (Cutell6): 176.
Na Mora de Sa Vall (Sea Salines, Mallorca): 150.
Nao, cabo de la (Aiacant): 40 y 41.
Narbona (Aude, Francia): 36, 37 y 41.
Navarra: 69, 70, 74, 76, 137, 144, 163, 166, 173, 808, 309 y 819.
Navarr6a, municipio (Valencia): 9.
Negra, La P&Jzya (Crevillent, Alacant): 167 y 175.
Nep-alejo, El (Rivaa-Vaciamadrid, Madrid): 134 y 135.
Nerja, municipio (MAla¡a): 106.
Nerpio, municipio (Albacete): 86 y 94.
New York (Eatadoe UDidoe de .~) : 11.
Nlaux, cueva de (Tarucon-IW'-Ari~ge, Ari~ Francia): 11.
Nietoe, Loe (Murcia): 217.
N'lflo, cueva del (AyDa, Albacete): 88.
N'1888D (H6rault, Francia): 37, 40, 41 y 297 a 309.
Ribagorzana, río (IJeida): 160.
Noguera, no (Teruel): 160;
Notario, cueva del (Yeste, Albacete): 82.
Nova¡lie (Lecce, Italia): 72.
Nueva Carteya, municipio (Córdoba): 263.
Obulco (Porcuna, Ja6D): 36, 226, 298, 801 a 308, 806, S09 y 313.
Oliete, municipio (Teruel): 282, 297, 301 a SOS y 316.
Olimpla (Grecia): 866.
Olivanu, Prado de lu (Torm6n, Teruel): 89.
Olivensa, municipio (Bac~Aijoz): 144.
Or, Cova de r (Benlarr6a, Alacant): V6ue «Cova de fOr».
Or6n (Arcelia): 182.
Oriente Próximo: 113.
Orley~ Punta de 1' (Vall d'Ux6, Cutelló): 8, 296, 297, 299, 801, S05, 306, 308 a810, 316, 320 y 322.
Oro, El (Alto Ebro): 161.
Ono, cueva del (Villa Contucci, Sarteano, Italia): V6aae «Grotta dell'Orao».
Osuna, municipio (Sevilla): 38, 186, 244 y 263.
Otranto (Lecce, Italia): 82, 87 y 96.
Oviedo (Aatwlu): 97.
Paeatwn (Salemo, Italia): 867.
Pagéa, abri¡o (Francia): 74.
Paú Vuco: 59 y 320.
Palamóa, municipio (GiroDa): 291, 292, 296 a 302, 306, 306, 308, 811 y 816.
Palancia, provincia: 185.
Palma de Mallorca (Balearee): 147, 160 y 360.
Palomar, cabezo de El (Oliete, Teruel): 282.
-409-
[page-n-416]
Palomu, Laa (Villafranca de loa Bazroe, Badajoz): 1«.
Paliara, comarca del (Lleida): 161, 169 y 170.
Pallot, Cal: 171.
Pamplona, ciudad: 319.
Panadk, comarca (Catalunya): Véase tePenedéa».
Papauvu (Aljaraque, Huelva): l·H.
Parpall6, cueva del (Gandía, Valencia): 62, 64, 69, 70, 75, 86 y 94.
Pataviam (Italia): 346.
Patoe, necrópolia de Loe (Cutulo, Linares, Jaén): 179 y 189 a 191.
Peal de Becerro, municipio (Ja6n): 40.
Pech Maho (Sigean, Aude, Francia): 34, 296, 297, 299 a 806, 808 y 809.
Pedrlo (Set6bal, Eatremadura, Portugal): 141.
Pedrera, La (Vallfogona de Balaguer, IJeida): 158, 163, 165 y 268.
Pedr6a (Seróa, IJeida): 171.
Pedroaillo, El (Llerena, Badajoz): 142.
Pendo, cueva de El (Escobedo, Camargo, Cantabria): 66 y 69.
Pened6s, comarca (Barcelona-T8l'l'8gona): 160.
Península Ib6rlca: 119, 173, 179, 217, 223, 227, 289, 882, 843 y 877.
Penya del Moro (Sant Just Desvern, Barcelona): 298 y 315;
Negra, La (Crevillent,
Alacant): 167 y 175.
Pefla, La (Candamo, Asturias): 69; - - del Aguila {Muflogalindo, Avila): 141;
- - - - delBardal(DiegoAlvaro, Avila): 141;
deluM!ijadu(ElToro,
Cutell6): 305, 308,309 y 317;
Negra, La(Crevillent,Alacant): V6ue tePenya
Rubia (Yeste, Albacete): 82.
Negra, La»;
Peft.alba de Castro (Burgoa): 388.
PeMn de la Reina (Alboloduy, Almetía): 167.
Pepieux (Aude, Francia): 174.
Peramola, municipio (Lleida): 172.
Perelad.a, municipio (Girona): 174.
Perpift!n (Pyren6ee Orientales, Francia): 299, 302 y 819.
Perthua, Coll de (Eapafla-Francia): 160.
Perugia (Umbrla, Italia): V6ue «Pel'U.88».
Peruaa (Umhria, Italia): 382.
Petrac:oe, Pla de (Cutall de Cutells, Alacant): V6ue «Pla de Petracoe».
Pí, Punta del (Port de la Selva, Girona): 174.
Pie de Baqueira (Baqueira-Beret, IJeida): 170.
Pico Agudo (TOJTee Vedras, Eatremadura, Portugal): 141;
de loe Ajoe {Yétova,
Valencia) 324, 826 y 827.
Piezarrodilla, Ceja de (Torm6n, TerueJ): Véase «Ceja de Piezarrodilla».
Pijotilla, La (Solana de loa Bar:roa, Badlijoz): 133, 137, 139, 141, 142 y 144.
Pileta, cueva de la (Benaoj6n, M6laga): 5.
Pindal, cueva del (Piniango, Asturias): 49 a 51.
Pineda, municipio (Barcelona): 298 y 315.
Pinguente (Istria, Yugoslavia): 385, 387, 388, 390, 392 y 393.
Piniango (Austrlu): 49 a 51.
Pirineos, montea (Espafla-Francia): 40, 71, 72, 74, 160, 167, 170 y 172.
Pla de Petracoe (Castell de Caatells, Alacant): 86, 91 y 92.
Plan d'Auba (Ver, Francia): 159.
Plata, monte de la (Linares, Ja6n): V6ue «Monte de Plata».
Poncin (Ain, Francia): 72 y 73.
Pontóa, municipio (Girona): 292, 297, 306, 308, 309 y 315.
Porcuna, municipio (Ja6n): 36, 37, 226, 298, 301 a 303, 306, 309 y 313.
Port de la Selva, municipio (Girona): 174 .
Porto Badiaco (Otranto, Lecce, Italia): 82, 87 y 95.
Portugal: 36, 38, 39, 66, 69, 112, 133, 137, 141, 1« y 313.
Posada (Llanera, Aaturl.aa): 69¡
del Remedio (Liíria. ValeDcia): 343.
-410-
[page-n-417]
PO\ijade, La (Millau, Aveyron, Francia): 104.
Pozo Moro, necr6polia de (Chinchilla de Monte Aragón, Albacete): 180, 206, 210, 212, 226, 264,
266 y 269.
Prado, El (Jumilla, Murcia): 204, 209, 211, 214, 218 a 220, 226, 246 y 248;
del
Azogue (Aldeaquemada, Jabn): 89;
de laa Olivanaa (Torm6n, Teruel): Vbaae
«Olivanaa, Prado de laa».
Praia aMare (Coaenza, Calabria, Italia): 74.
Prazziche, cueva de (Nova¡lle, Lecce, Italia): Véase «Grotta delle Prazziche».
Prepirineoa, comarca: 161.
Prinias (Grecia): 216 y 248.
Priorat, comarca (Tarra¡ona): 86 y 160.
Priorato, comarca (Tarragona): Vbaae «Priorat».
Provenza, región (Francia): 169 y 167.
Pueble. de Castro, municipio (Hueaca): 298 y 307.
Punta del Pi (Port de la Selva, Girona): 174.
Puntal de Cambra (Villar del Arzobispo, Valencia): 164.
Puy-de-Dame, departamento (Francia): 190.
Pyrinbea Atlantiquea: Vbue «Baaaea Pyrinéea»; - - - - Orientales, departamento
(Francia): 179, 299, 302 y 319.
Pyrgi (Santa Severa, Italia): 34.
Quemado, Alto del (Narrilloe del Alamo, Avila): Vbue «Alto del Quemado>>.
Quemados, colina de loa (C6rdoba): 167.
Queralt, sierra (Barcelona): 174.
Querinima (Turre, Almería): 176.
Rac6 de Sorelleta (Caatell de Caatella, Alacant): 92.
Rachgoun, isla (Ortn, Argelia): 182.
Rafael del Toro (Menorca, Baleares): 227.
Ratea Penadea, cueva de lea (Rótova, Valencia): 9.
Raymonden-Chancelade (Dordofla, Francia): 74.
Recambra, cueva d.e la (Gandía, Valencia): 112.
Reina, Peñón de la (Alboloduy, Almena): 167.
Reloj Viejo, calle del (Valencia): 9.
Remigia, cova (Ares del Maeatnl, Caatelló): 87.
Remoulina (Gard, Francia): 10-i.
Rhin, cuenca del: 377.
Riba de Saelicea, municipio (Gua~ara): 62, 71 y 86.
lb'bagorza (Hueaca): 42.
lb'ba-roja, municipio (Valencia): 10.
Richar, cueva (Lea Eyziea, Dordofla, Francia); 74.
Rioja, provincia de La: 161 y 173.
Riparo Ta¡llente (Stallavena, Varona, Italia): 70 y 71.
Rivaa-Vaciamadrid, municipio (Madrid): 134 y 136.
Robarinaa, necr6polia de El Estacar de (Caatulo, Linares, Jabn): Vbaae «Estacar de Robarinaa, El».
Roca, cueva del Toaeal de la (Vall d' Alcalá, Alacant): 94.
Rocamadour (Lot, Francia): 84 y 86.
Rochereil (Francia): 74.
R6dano, lÍO (Francia): 37.
Roig Nou, Can (Felanitl, Mallorca): Vbaae «Can Roig NoU».
Rojales, municipio (Alacant):
y 264.
Roma: 366, 360 y 361.
Romaní, partida de El (Sollana, Valencia): 9.
Ronda, municipio (MAlaga): 377.
Roques de Sant Formatge, Lea (Seróa, Lleida): 168 y 171.
Roquizal del RuDo (Fabara, Zaragoza): 160.
Roaaell6, comarca (Francia): 41 y 160.
«
-411-
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Roeaells, Ea (Felanitx, Mallorca): V6ase «Ea RoBBella»,
Rota, municipio (Cidiz): 134.
Rótova, municipio (Valencia): 9.
Rubí, municipio (Barcelona): 298, 300, 302, 308 y 315.
Rusia: 32, 33 y 358.
Sa Vall, Na Mora 48 (Sea Salines, Mallorca): V6ase «Na Mora de Sa Vall».
Sagunt, municipio.{Valencia): 7, 36, 37, 296 a 311, 316 y 332.
Sagunto, municipio (Valencia): Véase <
Saint Michel d'Arudy (BaBBea Pyren6es, Francia): 55 y 56.
Saltabl, hoy X!tiva (Valencia): 200.
Salacia (Alcacer do Sal, Estremadura, Portugal): 313.
Salamanca, ciudad: 267.
Salamanca, provincia: 49, 267 y 317.
Salemo, provincia (Italia): 367.
Salpitrim (Remoulina, Gard, Francia): 104.
Salluia (Zaragoza): 42.
San Antonio (Calaceite, TerueJ): 805 y 806;
Carlos de la Ripita, municipio (Tarragona): 86; - - - Cristóbal (Mazale6n, TerueJ): 168; - - - - Falicea de
Buelna, municipio (Cantabria): 51 y 63;
Fulgencio, municipio {Alacant): 217,
Lorenzo, sierra: V6ase «Sant Lloren9»; - - 263, 267, 268 y 270;
Mateo, municipio(Castell6): 302,304 y316¡
Miguel, ce±rode(Liúia, Valencia): V6ase «Sant Miquel».
SantEateve de lea Gralles (Lleida): 82¡
Feliu de L16 {Pyr6n6es Orientales, Francia):
172;
Formatge,LesRoqueade(Serós,Lleida): 168yl71;
Gx.
gori {Falaet, Tarragona): 86 y 94;
JustDeavern, municipio (Barcalona): 298 y
315;
Lloren~. sierra: 174;
Miquel, Toasalde(Liúia, Valencia):
4, 8 y 9;
Mlquel {Sorba, Barcelona): 299, 306 y 815.
Santa Fe de Mond(ijar, municipio (Almena): 112;
Maña del Espino, municipio
(Guadalajara): 86;
PerpetuadelaMoguda, municipio(Barcalona): 298,306 a
307, 309 y 315;
Pola, municipio (Alac1ant): 82;
Severa
(Italia): 34.
Santaella, municipio (Córdoba): 269.
Santander, provincia: V6ase «Cantabria».
Santiago de Compostela, municipio (La Co~: 337.
Santillana del Mar, municipio (Cantabria): 66 y 69.
Santiponce, municipio {Sevilla): 860.
Santos de Maimona, Los, municipio (Badajoz): 124.
Santuario de la Luz (Murcia): 236 y 240.
Sarga, covea de la (Alco.i, Alacant): 83, 87, 89, 90, 92 y 97 a 122.
Sargel (Larzac, Francia): 103.
Secano, El (Monforte del Cid, Alacant): 5.
Segre, rio (Lleida): 168, 160, 161, 166, 167, 169, 170, 172, 173 y 176.
Segura, rio (Alacant-Murcia): 188.
Selinunte (Sicilia, Italia): 237.
Serós, municipio (Lleida): 168 y 171.
Serrat dels Moros: 171.
Serreta, La (Alcoi, Alacant): 324.
Ses Salines, municipio (Mallorca): 150.
Setefilla, necrópolis de (Lora del Río, Sevilla): 180 y 182.
Setubal (Estremadura, Portugal): 141.
Sevilla, provincia: 38, 106, 183, 141, 142, 167, 16'7, 180, 182, 244, 263, 360, 374 y 380.
Sicilia (Italia): 74, 186, 219, 220, 287 y 388 a 340.
Sidamunt, municipio (Lleida): 285, 304, 306 y 815.
Siena (Toscana, Italia): 72.
-412-
[page-n-419]
Sierra de Albarracín (Teruel): 83;
de Benicadell (Alacant-Valencia): 91 y 115;
- - - - de Enguera (Valencia): 200; - - - - d e Mariola (Alaeant): 91 y 115;
- - - - Morena: 39, 123 y 183;
Nevada: 39;
de la Plata
(Linarea. Ja6n): 191.
Si¡ean (Aude, Francia): 34, 296, 297, 299 a 306, 308 y 315.
Sinarcu, municipio (Valencia): 87, 290, 298, 299, 803 y 307.
Siatema lb6rico, aiatema orográfico: 161, 167 y 174.
Sofuente (Zara¡osa): 37, 42, 298 y 809.
Solaig, El (Betzí, Caatell6): 8, 296, 298, 299, 805, 307 y 816.
Solana de loe Bmoa, municipio (Badajoz): 133, 137, 139, 141, 142 y 144.
Sollvella, nec:r6polia de la (Alcalll de Xivert, Caatell6): 8 y 10.
Solaona, municipio (Lleida): 169 y 171.
Solaon6a, comarca (Lleida): 161 y 169 a 171.
Sollana, municipio (Valencia): 9.
Sombraa, cortijo de laa (Frigiliana, Málaga): V6aae «Cortijo de laa Sombras>>.
Son Oma (Palma de Mallorca, Baleares): 147, 150, 151 y 153.
Sorba (Barcelona): 299, 305 y 815.
Soria, provincia: 161.
8oa del Rey Católico, municipio (Zaragoza): 286.
Soaea, municipio (Lleida): 800, 307, 315 y 316.
Stallavena (Varona, Venezia Euganea, Italia): 70 y 71.
Straubin¡ (Baja Baviera, Alemania): 169.
Sudeste pen.in8ular: 89, 41, 162, 175, 179, 188, 201, 212, 242 y 270.
Ta¡liente, Rlparo (Stallavena, Varona, Italia): V6aae «Riparo Tagl.iente».
Tajo, ño: 125.
Tarucoi).~Ari~p (Ariltp, Francia): 11.
Tam, departamento (Francia): 170.
Tarquini.a Cometo (Tarquinia, Lazio, Italia): 184
Tarraco, hoy Tarragona: 879.
Tarracooenae, Convento: 844 y 346.
Tarragona, provincia: 37, 43, 75, 84 a86, 94,160, 162, 167,168,171, 178, 1U , 297 a 299, 302 a
309 y 315.
Tarraaa, municipio (Barcelona): V6aae «Terraaaa».
Tarteaaoa: 37 y 192.
Taverna, cova de ia (Margalet, Tarragona): 86 y 94.
Thiliai (Geor¡ia, Rusia): 32.
Teba ia Vieja (Córdoba): 167.
Tebeaa (Argelia): 75.
Tenallea, Toaaal de lea (Sidamunt, Lleida): V6aae «Toaaal de lea Tenallea».
Teruel. provincia:87, 40, 83, 86,87,89, 95,96,105 al11,114,118, 158,160 a 163,167,168,171,
279 a 287, 296 a 809 y 816.
TerraiBa, municipio (Barcelona): 174, 298, 299.
Teao del Moral (Cuelgamurea, Zamora): 141.
Tesoro, Cabecico del (Verdolay, Murcia): V6aae «Cab ecico del Tesoro)).
Tierra de Barroa, comarca (Badajoz): 123.
Tiflla (Geor¡ia, Rusia): V6aae «Tbiliai».
Tinto, ño (Huelva): 87.
no Pfo, cabezo del (Archena, Murcia): 5 y 40.
Tiviaaa, municipio (Tarragona): 43, 302, 308, 309 y 315.
Tobarra, municipio (Albacete): 230.
Tolloa, municipio (Alacant): 92.
Tormón, municipio (Teruel): 89.
Toro (Caatell6): 805, 808, 809 y 817.
Torre del Mar Paao (Caatellnovo, Caatell6): 5 y 8
del Mar (M6lap): 141.
Torrent, municipio (Valencia): 9.
-413-
[page-n-420]
ToiTente, municipio (Valencia): Véase «ToiTent».
ToiTea Vedraa (Eatremadura, Portugal): 112 y 141.
Toscana, región (Italia): 216 y 248.
Tosaal de la Cala (Benidorm, Alacant): 244 - - - - - - de la Roca, cueva del (Vall d' AlcalA, Alacant): 94;
deSantMiquel(Llúia, Valencia): 4, 8, 9
delesTanalles (Sidamunt, Lleida): 285.
Totana, municipio (Murcia): 135.
Toya (Peal del BeceiTO, Ja6D): 40.
Trepadores, abrigo de loa (El Mortero, Alac6n, Teruel): 105 a 107.
Tllbingen (Alemania): 289.
Tumba del General (Soleona, Lleida): 171.
Turdetania: 192.
Turquía: 118, 832 y 337.
Turre, municipio (Almeña): 175.
Turaac (Dordo~ Francia): 73 y 74.
T6tugi (Galera, Granada): 234.
Tyris, ciudad antigua (Costa de Valencia): 9.
Ullastret, municipio (Girona): 86, 292, 296, 299 a 304, 806, 308, 309, 314 y 315.
Umhria, región (Italia): 882.
Uncaatillo, municipio (Zaragoza): 172 y 286.
Urci (Almeña): 36 y 41.
Urgen, comarca (Lleida): 161, 169, 170 y 172.
Urtiaga, cueva de (ltziar, Deva, Guipúzcoe): 58.
Val del Charco del Agua Amarga (AlcafUz, Teruel): 83 y 87.
Valencia, capital: 4, 5, 6, 29, 35 a 37, 81, 85 y 344.
Valencia, provincia: 9, 34, 40,59 a 79, 83, 86, 87,89 a95, 97, 98,101,112,114 a 118, 164, 199 a
229, 243, 246, 248, 290, 291, 295 a 317, 320, 323, 324, 326, 327, 337, 341 a 848 y
383 a 393.
Valencia de laa Torrea, municipio (BadAijoz): 142.
Valencina de la Concepción, municipio (Sevilla): 106, 141 y 142.
Valentla, hoy Valencia: 9 y 837 a 340.
Valld' AlcalA, municipio(Aiacant): 92,94 y 115;
d'Ebo, municipio(Alacanij: 86y91;
- - - - de Gallinera, municipio (Alacant): 86 y 91;
de La¡uar, municipio (Aiacant): 92;
d' Ux6, muni.cipio(Caatelló): 8, 296, 297, 299, 305,306, 308
a 310, 816, 320 y 322.
Valladolid: 331.
del Mamanaree: 133 y 135.
Valle del Ebro: 157 a 176;
Vallfogona de Bala¡uer, municipio (Lleida): 158, 168, 165 y 258.
Valltorta (Caatell6): 95.
Valti81T8, municipio (Nav81Ta): 137, 144, 166 y 173.
Var, departamento (Francia): 168.
Vedat, partida (Torrent, Valencia): 9.
Velleia (Italia): 857.
Verdelpino, municipio (Cuenca): 83.
Verdolay, municipio (Murcia): 40, 214, 215, 217, 218, 220, 225, 230, 276, 278 y 285.
Varo, no (Hueaca): 94.
Verona (Venezia Euganea, Italia): 70 y 71.
Vieja, cueva de la (Alpara, Albacete): 89.
V1ena: 33, 387, 392 y 393.
Vila Nova de San Pedro (Azambuja, Eatremadura, Portugal): 141.
VJ.lafranca, municipio (Caate116): 9;
del Penad6a, municipio (Barcelona): 297,
301 y 315.
Villa Contucci (Sarteano, Siena, Italia): 72.
Villacantal, barranco (Hueaca): 86.
Villacarrillo, municipio (Ja6D): 227.
-414-
[page-n-421]
~
:
.
Villafranca de loa Barros, municipio (Badajoz): 123 a 145.
VDlar del Arzobispo, municipio (Valencia): 164.
Villarea, Loa (Caudete de las Fuentes, Valencia): 298, 300 a 302, 304, 305, 308 y 317.
Villena, municipio (Alacant): 118.
Villepin {Francia): 74.
Villhonneour (Charente, Francia): 74 y 76.
VinaJTagell, partida (Boniana, Castell6): 166 y 167.
Villa, abrigo de la (Manzaneda, Aaturias): 53 y 54.
Virgen de las Cuevas, ermita (Caminreal, Teruel): Vbaae <
Vitoria: 79.
Volubilia (Mekn6a, Manuecoa): 75 y 78.
Wed Anfaren (Sabara, Manuecoa): 75 y 78.
Weatmoreland (Inglaterra): 390.
XAbia, municipio (Alacant): 104 y 112.
XAtiva, municipio (Valencia): 9, 296, 299, 302 y 307.
Yátova, municipio (Valencia): 80, 34, 297 a 299,302 a 307, 809, 317,324, a26 y 827.
Yecla, municipio (Murcia): 83, 87, 89, 90, 94, 95, 114, 118 y 118.
Yeste, municipio (Albacete): 82.
Yugoslavia: 34, 877, 385, 387, 388, 390, 392 y 393.
Zaforaa (Cupe, Zaragoza): 180.
Zagreb (Yugoslavia): 34.
Zamblijal (Torrea Yedras, Eatremadura, Portugal): 112.
Zamora, provincia: 141.
Zaragoza, municipio: 81.
Zaragoza, provincia: 37, 41, 42, 81,118,160,181, 163,171 a 173, 288,297 a299, 301,308,309,
314, 316, 332 y 861.
-415 -
[page-n-422]
[page-n-423]
INDICE DE PERSONAS Y ENTIDADES
Abelanet, Jean: 171.
Academia de Viena: 83.
Academia de Cienciu de Tbillai (Geor¡ia): 2.
Acanfora M.• 0 .: 77.
Acufla Hem6Ddu, Joa6 DIDiel: 112.
AdriaDo, emperador: 373 y 388.
Afrodita, dioa: 367.
A¡ripa: 191.
Akmp1, Ekrem: 218 y 219.
Albert.oe Firmat, Maña Lourdea: 42, 317 y 318.
Alcacer Grau, Joa6: 164.
Alcalde del Río, Hermilio: 49, 51, 66 y 69.
Alfaro GiDer, Carmen: 106.
.Almldy, G6za: 341 a 349.
Allendeaaluar, Manuel: 334.
Alma¡roBucb, MarUn: 65,106 al07,111,131, 162,153,166, 167, 168, 160,247,331,332 y336.
Alma¡ro Gorbea, MarUn: 181, 133, 160, 174, 180, 190 a 228, 230, U3, 247, 268 a 266, 268,
269 y 277.
Alteirac, Andr6: 72 y 78.
Altube, Severo de: 31.
Alvares Ouorio, Francisco: 221, 223 a 226.
Amor6a Barra, Joe6: 269.
Andreae, Bernard: 366.
Andr6n, Arvin: 216.
Amúo de Viterbo: 83.
Antonino Pío, emperador: 846, 388.
Aparicio P6rez, Joe6: 61, 62, 76, 91 a 93, 199, 200 a 202, 210, 211, 218, 217, 227 y 243.
Apolo, dioa: 366 y 866.
Arane¡u.i 0..00, Carmen: 816.
Argantonio: 40.
Arribu Palau, Antonio: 37, 43, 184 y 179.
Ammtio, Marcoe: 846.
Au, rey judío: 184.
A.querino Fem6ndes, Mana Dolores: 91, 181, 138.
~ doa Arqueolop Portu¡ueeea, Li.aboa: 11.
Asunc:i6n Hern6ndes, E:r.c:mo. Sr.: l.
-417 -
[page-n-424]
Atia, madre de Octavio Augusto: 860.
AtriAn Jordán, Purificaci6n: 279 a 287 y 816.
Aubet Semmler, Mada Eugenia: 180.
Auguato, Octavio: 363 a 368, 360, 361, 374 y 377.
Aura Tortoaa, Juan Emilio: 97 a 122.
Avieno, Rufo Festo, 37, 38 y 40.
Ayuntamiento de Barcelona: 11;
de Valencia: 9y10;
de Villafrancade
loa Barros (Ba
Azkue, Ramón Maña de: 829.
Badal Garáa, Emeatina: 104 y 112.
Bahn, Paul G.: 66 y 67.
Bihr, Gerbard: 33.
Baldricb, Juan: 261.
Balil Illana, Alberto: 331 a 336.
Balldellou MarUnez, Vicente: 92, 94 y 96.
Balleeter Tormo, Isidro: 4, 6, 7, 31 y 32.
Bandera Romero, Maña Luisa de la: 223.
BarandiarAn, José Miguel: 68.
Barandiarán Maeetu, Ignacio: 59 a 79 y 114.
Barbeli Farrb, Joe6: 316.
Bamee, T. D.: 842 y 347.
Bárquidaa, familia de loe: 193.
Bazlle-Robert, Eveline: 103.
Beuley, John Davideon: 212.
Becq de Fou~ree, Jacques: 334.
B6gouen, Robert: 72 y 73.
Beltrán Llorie, Miguel: 172, 281, 282 y 286.
Beltrán MarUnez, Antonio: 81 a 96, 97, 98, 101, 102, 106, 108, 110, 114 a 117, 120, 160,
282, 316 y 320.
Beltrán Villagraaa, Pío: 32.
BardicheWII]cy Scher, Bernardo: 131, 133 y 134.
Berenguer AloDSO, Magín: 49.
Berg6e Soriano, Manuel: 168.
Bemabeu AubAn, Joan: 118.
Bemoulli, J. J.: 363 y 356.
Bianchi-Bandinelli, Ranuccio: 216 y 248.
Birley, A. R.: 347.
Blanco Freijeiro, Antonio: 167, 221 y 226.
Blanchet, Adr6n: 331.
Blaeco, F.: 168.
Blaeco Boequed, Maña de la Concepción: 131, 134 y 135.
Blúquez MarUnez. José Maña: 177 a 197, 202, 224 y 268.
,
Boardman, John: 184, 212 y 248.
Boethiua, Axel: 216.
Bonneville, Jeau-No31: 844.
Bonaor, George: 133 y 134.
Borzatti von L6wenatern, Edoardo: 74.
Boech Gimpara, Pere: 38, 81, 86, 131, 167, 168, 162, 168 y 174.
Botella, Miguel C.: 167.
Boucher, St6phanie: 836.
Bouda, Karl: 46.
Breuil, Henri: 49, 61, 66, 67, 71, 73, 74, 76, 77, 82, 84, 87 y 111.
Bri.zio, Edoardo: 332.
Bruhl, Adrian: 171.
Buchner, G.iorgio: 74.
-418 -
[page-n-425]
Bruneau, P. H: 286.
Budde, L.: 366.
Cabré Aguil6, Juan: 62, 63, 77, 89, 186, 186, 234, 269 y 816.
Cabrera Vald6a, Victorio: 133.
Cagnat, Ren6: 876.
Calígula, emperador: 868, 861, 874 y 877.
Calvo, M. J .: 94 y 96.
Camp•Fabrer, Henriette: 71, 76 y 78.
Canto y Gregorio, Alicia: 341.
Cap1JUQ6, P.: 172.
Cardini, Luigi: 74.
Caro Baroj~ Julio: 31 y 82.
Cartailhac, Emile: 66 y 131.
Casado L6pez, Marfa Pilar: 67.
Centre d'Eatudia ContestaDa, Cocentaina: 91, 98 y 116.
Centro de Cultura Valenciana, Valencia: 6.
Cerdeflo Serrano, Maria Lu!aa: 131, 133 y 136.
Cerea, diosa: 867 y 368.
César, Julio: 380.
Cicerón, Marco 1\ilio: 838 y 339.
Clarlte. David: 111.
Claro, Septicio, V6aae «Septicio, Ciare»>.
Claudio, emperador: 367, 361.
Clottea, Jean: 84 y 88.
Cohen, R : 366.
ColegioP6blicode Nuestra Seflorade la Coronada (Villaftanca de loaBarroe, Bad!Qoz): 126, 136 a
138 y 141.
Colominas Roca, Joaep: 174.
Comisaria General de Excavaciones Arqueol6gicaa, Madrid: 6.
Comiai6nNacional de Defensa del Arte Rupestre: 10; - - - - -Provincial de Monumentos de
Alacant: 11.
Congreso Internacional de CienciaaPrehist6ricaa y Protoh!at6ricaa, X (M6jico): 231; - - Internacional de Estudios Pirenaicos, Pamplona: 319;
Nacional de Arqueología, XVI (Murcia-Cartagena): 231.
Congre808 Nacionales de Arqueología: 6, 7 y 10.
Conaejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid: 6, 7 y 11.
Contreraa de la Paz, Rafael: 191.
Corch6n Rodñguez, Marfa de la Soledad: 67.
Comaggía Caatiglione, Ottavio: 76.
Cornelia, Gene: 343.
Comelio Nigrino, Marcos: 841 a 349.
Comelio Nigrino Curiaclo Matemo, Marcos: 341 a 343 y 3.f6 a 849.
Comelio Potito, Lucio: 848.
Corominaa, Joan: 42.
Coulongea, L.: 84.
Coupel, Pierre: 219.
Coura.ud, Claude, 72 y 78.
Criniti., N.: 41.
Cristóbal Rodñguu, Rafael: 133.
Cruz P6rez, Maña L: 212 y 217.
Cuadrado J){az, Emeterio: 180, 188, 209, 212, 214, 217, 220, 230, 238, 236 y 276 a 278.
Cura Morera, Miquel: 171.
Curiacio Materno: 343, 8"6 y 347.
Chamay, Jacquea: 230 y 360.
Chapa Brunet, Teresa: 210, 221, 226, 227, 228, 244, 263 y 268 a 270.
Chapot, V.: 376.
-419-
[page-n-426]
Charles, Robert P.: 168.
Chavea Triatm, Francisca: 263, 367 y 377.
Chollot-Vara¡Dac, Marthe: 66, 67 y 68.
Dama, Lya R.: 92.
Daremberg. Ch.: as• y 376.
Davies, N. de G.: 216.
De Linaa: 387.
Deetera, G.:
Del Val Caturla, Eduardo: 138 y 136.
Delibee de CaaU-o, GemWI: 131, 133 y 163.
Deltour-Levie, Claudine: 212.
DeiiW'IJI.e, Pierr« 219.
Demeter, dioea: 367.
D~ Waldemar: 332 y 334.
Des Ormeaux, A.-L.: 66, 67 y 68.
Deab1'088e, Ren6: 72 y 73.
Deutachen Archlologlachen Inatituta, Berlín: 11.
Devreker, J .: 342.
Díez..Coronel Montull, Luia: 168, 169 y 171.
Diodoro Siculo: 192 y 237.
Diputación Provindal de Valencia: 1, 6, 7, 11, 29, 31, 32 y 383.
Dirección General de Bellaa Artes, Madrid: 6, 6 y 7.
Domuzewald. A. von: 376.
Domiciano, emperador. a•1 y 3"7.
Domín¡uez de la Concha, C.: 1«.
Dupré Ollivier, Mich~le: 103, 112 y 113.
•1.
Eck, W.: 342, 348, 847 y 348.
Egger, Rudolf: 832.
Eiroa Garda, Jorge Juan: 160 y 171.
Elmer, Geors: 83" y 336.
Enriques Navaacu6e, Juan Javier: 142, 1-'4.
Emout, A.: 323.
Elcipilm: 338, 839.
Eacriche Jaime, Carmen: 279.
Eatacio da Veip, S. P. M: 131.
Eatrabón: 37, 38 y 191.
Eusebio: 32.
Fabrini, Laura: 36•'Facultad de Filoeofla y Letras de la Universidad de Valencla: 6; - -- - de Geografla e Historia de la Universidad de Valencia: 11.
Farinha dos Santoa, Manuel: 66 y 69.
Fatáa Cabeza, Guillermo: 41 y 814.
FemAndez Chicarro y de Dios, Concepción: 180 y 186.
FemAndez GaHano Rulz, Dimaa: 183.
FemAndez de Medrano, Do.atJneo: 133.
FemAndez..Miranda FemAndez, Manuel: 163.
FenWldez..Trequerrea Valaaco, Juan A.: 72.
Femando el Cat6lico, rey: 38.
Ferrin, Alma Maña: 171.
Ferreiro, Javier: 183.
Ferrer Morrón, Mariua: 171.
Ferrler, Jean: 74.
F6vrier, Jam.ea Germain: •4.
Fita Colom6, Fidel: 810.
Fittachen, Klaua: 364 y 860.
-420-
[page-n-427]
Fitzwilliam MUHum, Cambridge: 356.
Flavia, diDuUa: 3-'6 y 375.
Fletcher Valla, Domingo: 1, 3 a32, 48, 69 a61, 63, 71, 81, 123, 199,200, 202,203,206, 210, 211,
217, 227, 229, 243, 261, 816, 817, 320, 822 a 324, 326, 327, 337, 341, 3«, 851 y
888.
Forlati Tamaro, B.: 387.
Foml, Glovanni: SU y 875.
Fortea P6re&, Franciaco Javier: 58, 5.(, 60, 61, 63, M, 67, 86, 86, 89, 90, 92 y 97 al22.
Foztuna, dioaa: 867.
Fre~ J.: 460.
Fullola Pericot, JoM Made: 94 y 96.
Gq6, Jean: 856.
Gallli, Ren6: 84.
Galeria, tribu: 8'5.
Gallart MarU, María Doloree: 118.
Gemurrini, G. F.: 882 y 384.
Garáa Bellido, Antonio: 4, 186, 218, 221, 226, 227, 267, 268, 276, 867 y 860.
Garáa Cano, Joe6 Miguel: 286.
Garáa-Gelabert P6rez, Mada de la Paz: 177-197.
Gú¡oria: 40.
Garibey, Esteban de: 33.
Garric, M.: 84.
Gauzert, J.: 219.
Gavel, Henri: « .
Gelb, I¡nace J.: 39.
Gil-Mucarell Boec6, Mi1qro: 123 a 145.
Gilman Guill6n, Antonio: 112.
Glmboutu, M.: 110.
Giner Soepedra, Vicente: 360.
GiuliaDo, Antonio: 248.
Gómez Moreno, Manuel: 32 a 84, 43, 48, 310, sa, 817 y 818.
GoDialbo Pada, Luía: 4.
Gouúles Navarrete, Juan: 226.
Gonú.lez Prata, Alfredo: 167, 175 y 224.
Gondln Tablaa, Franclaco Javier. 106.
Goroetiap, Juan de: 45.
Gonochate¡ui Chumtca, J .: 31.(, 317, 818.
Goaa6, Guillermo: 133.
Gourdoo, Micbel: 170.
Graillot, Jacquee: 831.
Grant, Michael: 856.
Grau, María Antonie: 261.
Grau Almero, Elena: 112.
Gruloel, Paolo: 61, 62, 67, 7.(, 75, 77 y 78.
Greenber¡: .(7.
Grifoni, Renata: U.
Groa¡. E.: 846.
Groaa, Walter Hato: 854, 367, 368 y 360.
Gruben, G.: 218 y 219.
Guilalne, Jean: 174.
Guiraud, R.: 77.
Guiter, Henri: 319 a 880.
Guai, Franceec: 96.
Habla: 40.
Hain, Fritz-Hermann: 106.
- 421-
[page-n-428]
Halfmann, Helmut: 3•U, 843, 346 y 346.
Harmand, Japquea: 375 y 376.
~ea, J. W.: 285.
Heintze, Helga von: 360.
Henning, S.: 228.
Henry, Fran90iae: 889 y 390.
Hera, diosa: 357.
Herce San Mi¡uel, Ana Isabel: 279.
HérculeR: 37.
Hernándu Pérez, Mauro S.: 91, 92, 98 y 115.
Herodoro de Heraclea: 87.
Herodoto: 36 y 37.
Hervú y Panduro, Lorenzo de: 33.
Hispanic Society of America, New York: 11.
Hopkina, K : 848.
Hom, Heinz Gllnter: 216, 217.
Houaton, George W.: 842.
Hoz Arderiua, Rafael de la: 352.
Hübner, Emil: 32, 38, 276, 315 y 343.
Hülaen, CluVtian: 331 a 384.
Humboldt, Guillermo de: as y 34.
Hwtado Pér&Z, Vfctor: 138, 137, 139, 141, 142, 1«.
Institución «Alf01l80 el Magnánimo», Valencia: 11.
Jnatitut d' Arqueología de la Univeraitat, Barcelona: 257;
Valencia: 5.
Instituto de E111eflanza Media Luis Vives, Valencia: 4;
Madrid: 276.
Iflesta Mena, José: 142.
Irigaray, José Angel: 31.
Ietituto Internazionale di Studi Liguri, Bordigh.era: 7.
Iulia, ge111: 358.
Iulia Augusta: Véue «Livia Drusilla».
Iuno, diosa: 357.
..
d'EatUdia Valenciana,
Eepaflol de Preblatoria,
Jacobi, J.: 37.
Jafet: 32.
Jéquier, G.: 215.
Jodin, André: 264.
Jonea, B. W.: 342.
Jordá Cerdá, Francisco: 49 a 58, 66 a 67, 71, 116 y 120.
Jorge Aragoneses, Manuel: 236.
Jornet Perales, Mariano: 888.
Julia-Claudia, dinastía: 856 y 379.
Janta de Extremadura: 126; ·----Superior de Excavaciones y Exploraciones, Madrid: 10.
Madrid: 10.
Klijanto, L : 373 y 874.
Kie&B, H : 387.
Kimmig, Wotfgang: 158 y 178.
KiBa, Z.: 358.
Kjellberg. L : 219.
KraU&-Marguet, Iaabelle: 103.
Kdbn, Herbert: 77.
Kuhoff, Wolfgang: 344.
Kukahn Erich: 223, 224, 227 y 228.
Kurtz, D. C.: 184 y 212.
Kunshiatorisches Muaeum, Viena: 387.
-422-
[page-n-429]
Lafaye, Oeorgea: 384 y 886.
Lafon, Ren« 46, 319 y 320.
La¡rand, Charlea: 169.
Lamb, Winifred: 228.
Lamboglia, Nlno: 7, 281, 282 y 286.
I..amiD¡-Emperaire, Annette: 67.
Lan¡l.otz, Ernat: 219 y 220.
Lantier, Raymond: 77.
Uzaro Men¡od, Abllio~ l\16.
Leianer, Georg: 184.
Leianer, Vera: 131, 184.
Leite de Vaeconceloa, J .: 131.
Leonardi, Piaro: 70 y 71.
Leroi-Glourhan, Andri: 67 y 86.
Le Roux, Patrick: 842, 867 y 874 a 878.
Uzine, Alexandre: 216 y 217.
Licinioa: 860.
Lillo Carpio, Pedro A.: 204, 209, 211, 214, 218, 220, 229 y 246.
Livia Druailla: 861 a 866.
Livio, Tito: 814 y 840.
L6pez Garda, Pilar: 118.
L6pez Plaza, María del Socorro: 141.
L6pez Po04, 'Anf.oni: 160.
Lorblanchet, Michel: 64, 84 y 86.
Luquet, G. R : 66 y 67.
Luz6n Nogu6, Joa6 Mada: 167.
Llanos y Ortis de Landaluce, Armando: 138 y 178.
Llobregat Coneaa, Enrique A.: 221, 223, 280, 234, 264 y 314.
Llongueru Campafl!, Miguel: 138.
Llueca Ubeda, Emilio: 316.
Maetzb, Gu¡lielmo: 216.
Maier, Jean-Louia: 360.
Maluquer de Motes Nicolau. Joan: 37, 38, 168, 163, 166,171, 173, 180, 237, 267 a260, 811 y 316.
Mallo Vieac:a, Manuel: 66 y 69.
Manlio, T.: 388.
Marcet Barb6, Ro¡er. 183.
Marcial, Marcos Septicio: V6aae «Septicio Marcial, Marcos».
Marcoa Poua, Alejandro: 367 a 382, 367, 361 y 363.
Marcos Septicio Marcial: V6aae «Septicio Marcial, Marcos».
Mañn Petla, M.: 876.
MarU Ferrando, Lula: 341, 343 y 344.
MarU Oliver, Bernardo: 97, 118 y 117.
Martín, R.: 219, 220 y 269.
Martín Bueno, Manuel: 882.
Martín de la Cruz, Jos6 C.: 144.
MarUnez, Catalina: 167.
MarUnez Andris, M : 96.
MarUnez Navarrete, Maña Iaabel: 181, 138 a 136.
MarUnez Sante-Olalla, Julio: 6, 167 y 168.
Maya Gonzélez, J oa6 Luia: 171.
Mayet, Fran90iae: 286.
Meillst, A.: 323.
Mellado, Joaquín: 867.
M6ndez Mad.aria¡a, Antonio: 188.
Men6ndez P idal, Ramón: 86, 168, 218 y 238.
-423-
[page-n-430]
Mesado Olivar, Norberto: 166 y 316.
Meeeguer Folch, Vicente: 94 y 316.
Michelena, Luia: 34, 43 y -'6.
Millotte. Jacquee P.: 159.
Minto, Antonio: 216.
Mohen, Jean Pierre: 170.
MoliDa Gonúlez, Fernando: 134 y 179.
MoliDa Lemoe, Lucio: 133, 135 y 144.
Monteainoe Martfnez, Joeep: 200.
More~ Jean-Paul: 285.
Moreno, Francilco: 133.
Morote Barbed, Joe6 Guillermo: 200.
Motoe, Federico de: 284.
Mufloz Amilibia, Ana Marla: 158, 204, 209 a 211, 218 a 215 y 229 a 265.
Muttoz Servera, J. J.: 166.
Mua6e dea Antiquit6a Nationalea, Francia: 68.
Museo deAlbacete: 244;
de la Alcudia de Elx: 210 y217;
Arqueol6¡lco de Atellaa: 355¡
.Arqueaklgico deBaroebla: 268, 261 a273 y285;- - - Arqueol6¡ico de Murcia: 276;
Arqueol6pco Nacio~ Madrid: 210 y 235;
- - - -.Arqueológico Provincial, Córdoba: 270,861 a366 y 367 a882; - - - Arqueológico Provincial, Jaén: 182;
Arqueol6pco Provine~ Teruel: 279 y
280; - - - - de Bellas Artes, Valencia: 10; - - - - - - Biclmell, Bordighera: 7;
----Britá1i.I:Sl'll:!mk'co,:o, lJ:xwbs: 360y390;
Capitxlllno. Roma:360;.- - - del Heracllon: 248;
Hiat6rico Artútico, Mocente: 202 y 211;
de
IJeida: 258;
de Prellbtoria del Servicio de Inveetigaci6n Prehistórica de
Valen.cia: 31, 35, 48, 49, 199, 202, 206 y 383 a 393.
Nerón, emperador. 375 y 377.
Nicolini, G6rard: 43, 221 y 228 a 226.
Nicbolla, Richard: 366.
Nieto Gallo, Gl'8tiniano: 214, 220, 230 y 276.
Nl¡rino Curiacio Materno. M.arcoe Comelio: Véase «ComelioNI¡rino CuriacoMaterno, Marcoa».
Nigrino Hijo, Marcoe Comelio: V6ale «Comelio Ni¡rino, Marcoe».
No~ Rudolf: 387 y 388.
Obermaier, Huao: 4, 72, 77, 82 y 110.
Octavia Augusta: 354 y 360.
Olaria, Carmen: 95.
Olmoa Romera, Ricardo: 226.
Ora P6rez Peix, Alvaro el': 367.
Ortego Frias, Te6genea: 105, 106 y 107.
Ot6n. emperador: 377
Padr6 Parceriaa, Joeep: 170 y 171.
Painaud, A.: 94 y 95.
Palacio: V6ue «Palaw).
Palau de la Batllia, Valencia: 7¡
de la Generalitat. Valencia: 7; - - - - d el
Temple, Valencia: 7.
Palea, León: 56.
Palol Salellu, Pedro de: 181, 133, 174 y 883 a 393.
Palomar Lapesa, Manuel: 317 y 318.
Pallottino, Muaimo: 184.
Papiria, tribu: 368, 374 y aso.
Pardo Balleater, Rafael: 113.
Pucual P6rez, VlCellte: 93 y 113.
Pellicer CatalAn, Manuel: 167 a 175 y 186.
Pereira Menaut, Gerardo: 387 a 340.
P6rez de Berradu, Joe6: 158.
-424-
[page-n-431]
Pms RipoU. Manuel: 113.
Perioot Garcíe, Luil: 4, 31, 32, 37 a 4{), 60, 69, 70, 86, 90, 108, 164, 169 a 171, 186, 269 y 286.
Pernier, 1: 216.
Petit Mendiúbal, Maria An¡elea: 133.
PetrikoYitz, Dr.: 387.
Peyrooy, Deni.ee: 71.
Pl1aum, Rana Geor¡: 342.
Piccottini, Hlldegarth: 332.
Piette, Edouard: 66 a 67.
Pigorini, Luigl: 67.
Pllloy, Julee: 387.
Pinbo Monteiro, Jorge: 69.
PiAón Varela, Fernando: 108 a 110.
Plaani, V.: 48.
Pita Merc6, Rodrigo: 171, 316 a 316.
Pla Balleater, Enrique: 8 a 12, 29, 199,200,202,203, 206,210, 211, 213,217, 243,861 y 383.
Plantalamor Mauanet, Luis: 160.
Plenier, Aleth: 66 y 56.
Plena, M: 268.
Plinio Secundo, Caio: 191.
Polcom.y, J.: 44 y 46.
Polibio: 36.
Pompeyo Estrabón, Cneo: 41.
Pompeyo Ma¡no: 41.
Ponaell CO!'UI. Fernando: 164.
Poulaen, Vago: 864, 368 y 860.
Preeoott, A. Elieabet: 315.
Preeedo Velo, Franciaoo: 180 y 240.
Priego Fenández del Campo, Maria del Carmen: 133.
Ptolomeo: •U y 42.
Puerta. C.: 841.
Pqjol, Antonio: 171.
Quero Castro, Salvador: 133.
Ralcob, Friedrich: 216 y 217.
Ramos Fernindez, Rafael: 209, 2a y 217.
Ramos Folqu6e, Alejandro: 230 y 282.
Rauret Dalmau, Ana Maria: 161.
de la Historia, Madrid: 11.
Real Academia Eepaftola: 1 y 29;
Reinach, Salomón: 876.
Remeeal Rodríguez, Jos6: 178, 181, 182, 189 y 192.
Renan, E.: 216.
Renfrew, Colin: 112.
Rey Pastor, Alfonso: 102.
Ribeiro, Carlos: 131.
Ribera Laoombe, Albert: 340.
Richter, Gieela M A.: 212, 218, 366 y 367.
Riegl, A.: 387, 888.
Riegling. Konrad: 334.
Riezler, W.: 212.
Rfoe, Joe6: 343 y 346.
RipoU Perell6, Eduardo: 83, 104, 108 y 160.
Ritterlin¡, E .: 878.
Riur6 Llapart, Francisco: 316.
Robert, Romain: 84.
Roblas Cuenca, Fernando: 118.
-425-
[page-n-432]
Rodero Riaza, Alicia: 286.
Rodríguez Díaz, Alonso: 123 a l..t6.
Rodrlguez Otero, V.: 98.
RoldAn Hervú, Joa6 Manuel: 367 y 376 a 378.
Roa, T.: 112.
Roeella, Franciaco: 267.
Roeenfeld, A.: 67.
Rouell6 Bordoy, GWilermo: 147 a 166.
Bovira Polt, Jordi: 169.
Rou.aot, A1ain: 7• .
Rooillard, Pierre: 264.
Rubio Gomil, Federico: 94.
Rubio Malo, JoH: 280.
Rtlger, C.briatoph B.: 216 y 217.
Ruggiero, E . de: 376.
Ruiz Mata, Diego: 1•2, 1(4 y 167.
Ruiz Zapatero, Gonzalo: 168 y 160.
Rumpf, A.: 368.
Rupllio, P.: 838.
Sabina: 373, 874, 876 y 878 a 380.
Sacase, J.: 320.
Sacken, E. V.: 887.
Sadurab, Alma: 366.
Safo: 366.
Sa¡io, Edmond: 884, 376.
Salettl, Cesare: 367.
. ..
San Jerónimo: 82.
San Valero Aperi.li, JullAn: 94.
Sánchez Jlm6nez, Joaquín: 280.
Sánchez Meueguer, Jos6 R.: 179 y 192.
SanmarU Gre¡o, Enrie: 261 a 278, 286 y 815.
Sarri6n Montatlana, Inocencio: 8 17.
Schaeffer, Claude: 169.
Schubart, Hennantrld: 187, 189 y 1«.
Schuchardt. Hugo: 88 y 45.
SchQle, Wllhem: 167.
Schulten, Adolf: 87.
Schulz, Dr.: 887.
Schulze, W.: 378.
Segura MarU, Joe6 Mana: 118.
~min4rilf S Hilltorúr Primitiva del Hombre, Madrid: 6.
Septiciano: 878.
Septicio, Caio: 868 y 880.
Septicio, Marcoe: 868, 378 a 876 y 878 a 880.
Septicio Claro: 878.
Septicio Marcial, Marcoe: 368, 373 y 374.
Serra Vilar6, Joen: 159.
Servicio de Defenea del Patrimonio Artístico Nacional, Madrid: 7 y 10.
Servicio de lnveatigaci6n Prehiatórica, Valencia: 1, • a 12, 29, 31, 32, 60, 89, 97, 199, 851 y 383.
Shoe, L. T.: 218 y 219.
Sierra, Lorenzo: •e y51.
Sieveking. Ann: 62 y 111.
Silee Ruiz, Jaime:
817 y 822.
Siret. Enrique: 181.
Siret, Luis, 131 y 175.
«,
Soci6t6 Pr6biatorique de l'Ari~ge,
Taraecon-eur-Ari~ge:
-426-
11.
[page-n-433]
SolA Sol6, Joe6 Maria: 45.
Solier, Yvea: 316.
Sprindler, Konrad: 141.
Sprenger, M.: 184.
Stertinio Quintiliano, Lucio: 343.
Stronach, D.: 216.
Suc, Jean-Pierre: 103.
Syme, Ronald: 342, 347.
Swadeah, Morria: 46.
TAcito: 343.
Taffane~ Odette: 174.
Tarradell Mateu, Miquel: 234.
Tassin de Saint Pereuse, Merie: 66.
Teutach, Leo: 339.
Thomauon, Bengt E.: 342 y 345.
Thornes, John B.: 112.
Tiberio, emperador: 864, 856 a 861, 863 y 374.
Tomú Maigi., Joaquín: 168 y 171.
Tover Llorente, Antonio: 1, 29 a 48, 317 y 318.
'I'rlijano, emperador: 341.
Tñas de Arribas, Gloria: 184 y 227.
Trombetti, A.: 46.
T6bal: 82.
Tyche, dioea: 856.
Ucko, Pe ter: 67.
Uerpmann, Hane-Peter: 119.
Ublenbeck, C. C.: 45.
Universidad de Bercelona: 31 y 257; - - - - Centzal, Madrid: 4.
Universidad de Extremadura: 123;
del País Vasco: 59.
Universidad de Salamanca: 257;
de Valencia: 4, 11 y 351.
Untermann, JQrgen: 289 a 318.
Uría Riu, Juan: 68.
Uroz Siez, Joe6: 264.
Urquijo e !barra, Julio de: 31 y 84.
Utrilla Miranda, Pilar: 67, 69 y 71.
Val Caturla, Eduerdo Del: Véase <
Vald6s FemAndez, Fernando: 144.
·
Valerio Flacco, Caio: 42.
Valeriua Soldua, C.: 887.
Valiente Mata, Jea6a: 183.
Vallejo, Joe6: 292.
Valleapí P6rez, Enrique Jos6: 161.
Vallet, Georgea: 219 y 220.
Vandier, J.: 215.
Varela Oomea, Merioa: 69.
Vázquez de Parga. Luis: 178.
Vegas, Mercedes: 281.
Venus, diosa: 357.
Vemet, Je~Louia: 103, 110 y 112.
Vettera, Hans: 332.
Vicent Zaragozi, Ana Maria: 351 a 366.
Vicente Red6n, Jaime: 279.
Vila, Joe6 Manuel: 367.
Vilaaeca AniCUera, Salvador: 75 y 174.
-427 -
[page-n-434]
Villard, F'l'an9oia: 219 y 220.
Vifw Vallverdu, R.: 95 y 96.
Viriato: 340.
V~aedo Moltó, Camilo: 102.
VIl)', Ze.: 3,2.
Vivee, Joe6: 373.
Vuaillat, Dominique: 169.
Vycichl, Wemer: .S.
Wa¡ner, P.: 215 y 216.
Walker, Michael: 2,6,
Warde Perldna, John B.: 216.
Weickert, Carl: 219.
Weeenberg. B.: 218 y 219.
Wolff. K:
3•o.
Zanker, P.: 35' y 360.
Zwet, L Fum6 van: 358.
-428-
[page-n-435]
INDICE GENERAL
Introducción. . . .. .. . . . .. . .. . . . . . . . .. . . . . . . . . .. .. . • . . . . . . .. . . . . . . . . . . .. . .. . . .. ..
PLA BALLESTER, Enrique: Domingo Fletcher Valle. . .... . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
GOBERNA VALENCIA, M• Victoria: Bibliogratla de Domin¡o Fletcher Valle........
TOVAR LLORENTE, ADtoDio: Eetado actual de loe e1tudioe ib6rlcoe. . .... . . . ......
JORDA CERDA, Franclaco: Sobre tiiW'U mpeetree paleoHticaa de poeiblea caballoe
domeeticadoe...... .......... ...... .......... ........... ................. ...
BARANDIARAN MAESTU, I¡Dacio: Al¡aDOI temu DO ft¡urativoe del arte mueble pl&hilt6rico (A prop6aito de lu placaa grabadaa de La CociDa) • • • • • • . • • • • • • • • • • • • • •
BELTRANMAR'IINEZ, Antmio:I..faae. .lfwmtinaunelcteprebiat6riooeepéll ....
FORTEA PEREZ, PrancJeco Javier y AURA TORTOSA, Emilio: Una ~ de vareo
en «La Sarga» (Alcoy). Aportaci011ee a loe problemat del arte
GllrMASCARELLBOSCA, Mila¡roy RODRIGUEZ DIAZ, AlolliCY. ElyaclmiantocalcoJ(tico de «Loa Cortinalee», en Villafranca de loe BarrOI (Badejoz) . . . . . . . . . . . . . . . .
ROSELLO BORDOY, Gulllermo: Metalurgia en el pretalay6tlco tlnal de Mallorca • . . .
PELLICER CATALAN, Manuel: Orígenes del urbanialnoy delae necr6polfa tumularea de
incineración en el Valle Medio del Ebro . . . . • . • . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
BLAZQUEZ MARTINEZ. Joe6 María y GARCIA·GELABERT PEREZ. MaríaPaz: La necrópoliade«ElE•tacardeRobarinaa», Caetulo: Tipolopadeloe enterramiento. • • • • • •
ALMAGRO GORBEA, Marl1n: El p~lllteJa de lu «Damitae de Morente» (Corral de
Sau.a, Mogente, Valencia) .......•.•........•.. . ....•.•........••. . : . . . .. ·. .. . •
MU1iloz AMILIBIA. ADa María: La eecu1tura flmeraria de la necr6polil e» Coimbra c»l B•
. naneo Ancho (JumlDa, Murcia) ........................ . ....... . ........ . .....
MALUQUERDE MOTESNICOLAU, Juan: Un caaco ib6rico probablemente de lanecr(>..
palia de la Gelera (Granada) en ellnltituto de Arqueolos{a de la UDiveraidad de~
levailtiDo. ..... .....
1
3
10
29
49
59
81
97
128
147
157
177
199
229
celona ....................... .. .. .. .. .. .. .. ... .. .. .. . .. ... . ... .. .. .. .. ... . .
257
ib6ricoe ..... ........ ............... ...
261
276
SANMARTI GREGO, Enrie: Notu acerca de un bóvido ib6rloo en piedra del MUieo
Arqueológico de Barcelona ... . . .. .. . . . ... . . ... ....... .. . . .. . . . .. . ... . . . . . ....
CUADRADO DIAZ, Emeterio: Tres bulto&
ATRIAN JORDAN, Purltl.caci6n: Cer6ml.ca ib6rlca de imitación romana en La Caridad
(Camin.reaJ.Terue~ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . • • . . . . . . . . . . . . • . . . . • . . . . . . . . . .
UNTERMANN, JOrren: Repertorio antzoponúnico ibérico. . • . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . .
GUITER, Henry; Sobre al¡una.a inlcripcionee ib6rica.e • • . . . . . . • • . . . . • . • . . . . . . • • . . . .
BALIL ILLANA, Alberto: Tee~erae huoriae de Ampuria.e • • • • • • • • • • • • • . • • • • . • • . • • . •
PEREIRA MENAUI', Gerardo: Valentini Vaterani et Veterea. Una
ALFOLDY, G6sa: M Comeliul Ni¡rima Filio, un «hijo perdidO» • • . • • • . • • . • • . • • . • . .
VICENT ZARAGOZA, ADa María: Retz-ato de Iu1ia Au¡Uita en el Mu.aeo Arqueol6gioo
Provfncial de
MARCOS POUS, Alejmdro: IDicripcl.6n cordobesa de un aqullifar . . . . . . . . . . . . . . . . . .
PALOL SALELLAS, Pedro de: Una CIDtimplora de bronce con eanaltee del Mu.aeo de
Prahiltoria de Valencia .... . . . .. . ... .... ................. . ... . .... ... ........
BONET ROSADO, Helena y PLA BALLESTER, Enrique. lndicM . . . . . . . . . . . . . . . . .
nota .............
Córdoba.. ...... .. ......... .. ................. ... ....... .. .....
-429-
279
289
819
881
887
841
861
867
888
886
[page-n-436]
[page-n-437]
Este Servicio de Investigaci6n Prehistórica remite sus publicacionas para
establecerymantenerintercambio con loa centros científicos y seflorea investigadores en esta especialidad. Por ello espera ser correspondido con el envío
de las publicaciones del receptor, entendiendo, caso contzario, que no ae
desea sostener intercambio y auapenderá ulteriores envíoe.
Toda la correspondencia dirljaae al Director del Servicio de Investigación
Prehiat6rica de la Excma. Diputación Provincial, calle de La Corona, n6mero
36. 46008 Valencia (EepaAa).
[page-n-438]
LAS OPINIONES VERTIDAS EN LOS TRABAJOS INSERTOS EN ESTE VOLU.
MENDEBENESTIMARSECOMOJUICIOSPERSONALESDELOSRESPECTI·
VOSAt.Tl'ORES
[page-n-439]
[page-n-440]
RCHIVO
0€
R€HISTO~IA L EVANTINA
J-loMEHAJE
A O.
OoMJN&O
fu:rCHER
To.Mo 1
S ERVICIO DE INvES11GN:J6N P R'EHISTORICA
DE
u f:'xc~. D
IPV'fACION P RoVINCJAL oEVALENCIA
VOL XVII
VALENCIA t1CML~XXVII
[page-n-2]
[page-n-3]
ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
XVII
[page-n-4]
[page-n-5]
ARCHIVO
DE
PREHISTORIA LEvANTINA
HOMENAJE A D. DOMINGO FLETCHER VALLS
TOMO I
SERVICIO DE INVESTIGACION PREIDSTORICA
DE LA EXCELENTISIMA DIPUTACION
PROVINCIAL DE VALENCIA
VOL. XVII
VALENCIA, MCMLXXXVll
[page-n-6]
L8.B.N.--M-MH818-0
LS.8.N.-021o-3230
DBPOSli'O LEGAL-V. 868-11187
EDITORIAL F. DOMBNBCH, S. A.-Grclll, 12. 46014 Valeada
IMPRESO EN BSPAfíA
[page-n-7]
EXCMO. SR. D. DOMINGO FLETCHER VALLS
[page-n-8]
INTRODUCCION
El dta 13 de junio de 1984laExcelentCsirnaDiputaci6n de Valencia
ofreció un homenaje a Domingo Fletcher Valls que, durante treinta y dos
años, estuvo ·al frente del Servicio de Investigación Prehistórica, con
motivo de hacerle entrega del nombramiento de Director Honorario del
mismo. El acto de homenaje se celebró en el Ateneo Mercantil de Valencia, patrocinado por la Corporaci6n Provincial y presidi.do por el Excmo.
Señor Don Antonio Asunción Hemández. En él, entre otras intervenciones más o menos protocolarias, pronunció una conferencia sobre el
«Estado actual de los Estudios Ibéricos», el Excmo. Señor Don Antonio
Tovar Llorente, de la Real Academia Española.
Entre los asistentes al acto se repartió un folleto (<
que, además del texto de la conferencia del Dr. Tovar, se publicó una
b~eve .~t~ ~ibliográ(jca del fl.l!~~j~ac!l! ;Y ~~ cpn:'pleta_ .~ibliografía.
Con posterioridad a dicho acto, la Dirección del Servicio de Investigación Prehistórica pensó que, para que tal acontecimiento no quedara
reducido a un efúnero acto, se editarian.. unos volúmenes de la revista de
este Centro ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA, dedicados a
Domingo Fletcher Valls, el primero de los cuales es el que ahora
presentamos.
En él, además de la conferencia del Excmo. Señor Don A. tonio
n
Tovar Llorente y de la biografia y bibliografia de Domingo Fletcher
Valls, que formaban parte del folleto mencionado y que por el carácter
del r.Usmo tuvo una limitada difusión, se publican una serie de estudios
de diversos investigadores que han estado siempre en contacto con el
Servicio de Investigaci6n Prehistórica.
Como se puede ver no colabora en este volumen ningún investigador
residente en tierras valencianas, ya que es proyecto de esta Direcci6n
dedicar otro volumen e!f. homenaje a Domingo Fletcher Valls en el que
sólo participen es~osos de la Comunidad Valenciana.
E. P. B.
-1-
[page-n-9]
ENRIQUE PLA BALLESTER
DOMINGO FLETCHER VALLS
Es para mí una satisfacción trazar la semblanza de quien ha sido
durante más de treinta años el titular del puesto que, en la actualidad y
por causas meramente cronológicas, ocupo, y que, aunque administrativamente fuera un superior, en realidad ha sido siempre un amigo, un
compañero de trabajo con el que he compartido las alegrías y los temores, más las primeras que los segundos, que durante el transcurso de
tantos años ha deparado la consolidación primero y la expansión después del Servicio de llivestigación Prehistórica. Lii compenetración de
ambos en el interés y el esfuerzo por el desarrollo científico del Servicio ha sido absoluta, por lo que pudimos mantener el que se ha venido
llamando espfritu del Seroicio, heredado de Don Isidro Ballester
Tormo y cuyas características principales han sido la plena y absoluta
dedicación a sus tareas, la modestia personal, la independencia científica, la escueta publicidad respecto a los yacimientos y lugares de interés arqueológico, la más estricta vigilancia de las excavaciones y la
absoluta negativa a ser objeto de elogios y alabanzas públicas.
Efectivamente, Domingo Fletcher Valls ha sido y, afortunadamente sigue siéndolo, refractari<;> a todo protagonismo, incluso en
aquellos hechos en los que jugó un papel decisivo, y en los que, favoreciendo al Servicio, se mantuvo en un segundo plano. A pesar, podríamos decir, de sus esfuerzos, ha llegado a alcanzar, internacionalmente
y en el mundo científico, un justo y merecido reconocimiento.
Nació Domingo Fletcher Valle en la ciudad de Valencia, el19 de
agosto de 1912, en el seno de una modesta familia de la que él fue el
único varón.
-3-
[page-n-10]
2
E. PLA BALLESTER
Sus estudios de Bachillerato los cursó en nuestro entrañable Instituto Luis Vives, de donde pasó a estudiar la caiTera de Filosofía y
Letras en nuestra Universidad, licenciándose en 1934 con Premio
Extraordinario.
Fueron sus años universitarios decisivos para el futuro de
Domingo Fletcher, por la feliz circunstancia de haber coincidido en la
Universidad con los profesores Don Luis Gonzalbo París, catedrático
de Arqueología, Epigrafía y Numismática y Don Luis Pericot García
que, por uno de esos absurdos tan frecuentes en la provisión de cátedras, siendo ya un prehistoriador conocido, ocupaba la Cátedra de
Historia Moderna y Contemporánea de España, pero que explicó un
curso libre de Prehistoria, al que tuvo acceso Domingo Fletcher. La
colaboración del Dr. Pericot García con Don Isidro Ballester Tormo,
que por entonces acababa de fundar el Servicio de Investigación Prehistórica, fue la causa de que sus alumnos más aficionados a la
Arqueología y Prehistoria, entre los que se contaba Domingo Fletcher,
frecuentaran este organismo y colaboraran en sus investigaciones y
excavaciones. P or ello, Domingo Fletcher fue nombrado en 1931 agregado del Servicio y en 1932, colaborador, puestos totalmente gratuitos
y en los que desaiTolló una brillante labor de estudio y prospección.
Este contacto con el Servicio ya no dejaría de mantenerse hasta nuestros días.
Durante el curso 1934-1936, realizó en la Universidad Central los
cursos de Doctorado, siendo esta primera estancia en Madrid también
fructüera;- pues ·tuVO·ocasión de-entrar en contacto con el granmaestro
de la Prehistoria, el Dr. Hugo Obermaier y con el especialista en
arqueología pre-romana Don Antonio García y Bellido. En el curso de
1936-1936, estuvo de profesor ayudante de las cátedras de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Central. Y fue durante estos años
cuando publicó sus primeros estudios: «Art Rupestre. Al voltant de
les troballes de Castelló» en la revista que entonces se publicaba en
Valencia República de les Lletres (193 6), «Nuevas aportaciones gráficas para el conocimi·e nto de la Etnografía ibérica», en Investigación y
Progreso (Madrid, 1936) en el que daba las primeras noticias sobre el
Tos sal de Sant Miquel de Llíria en una revista científica a nivel nacional, y «El poblado ibérico de San Miguel de Liria», en el periódico
ABC, del día 30 de enero de 1936.
También durante el curso de 1936-1936 fue profesor de Arquitectura y Escultura en los cursos para extranjeros organizados por la Universidad e entral.
Desde el año 1936 hasta después de 1939 su permanencia en filas
fue una interrupción en su vida universitaria y científica. No obstante,
- 4-
[page-n-11]
DOMINGO FLETCHER VALLS
3
las pocas veces que pudo gozar de permisos fueron suficientes para
que no perdiera el contacto con el Servicio de Investigación Prehistórica y con los demás centros culturales, actuando, cuando las circunstancias lo permitieron, de secretario de la Sección Histórico-Artística
de l'Institut d'Estudis Valenciana, organismo que, a pesar de su efímera vida, realizó durante los tres años que duró la guerra civil una
importante y meritoria labor. Fue bajo el patrocinio de este Institut,
que había acogido en su seno al Servicio de Investigación Prehistórica
que pudo publicar su folleto «Breus notes sobre el poblat iberic de St.
Miquel de Llíria», que constituyó el número 2 de una serie de publicaciones de dicho Servicio que bajo el epígrafe de Serie de Treballs Solts
se iniciara en 1937 y que, transformándose en la Serie de Trabajos
Varios, todavía se continúa publicando.
Terminada la guerra civil volvió Domingo Fletcher a la Universidad Central, colaborando con el profesor Don Julio Martínez SantaOlalla, de cuya cátedra de Historia Primitiva del Hombre fue profesor
ayudante durante el curso de 1940-1941.
Su fecunda labor y preparación científica en la Universidad Central hubo de interrumpirse en 1941 por el fallecimiento de su padre y
la necesidad que tuvo de dedicarse a tareas no científicas durante
algunos años, pues no hemos de olvidar que, como se dijo al principio,
era el único hijo varón de la familia. Entonces dio clases en varios centros privados de enseñanza de Valencia y, hasta 1950, trabsjó en una
empresa comercial totalmente sjena a sus aficiones, pero en la que
desarrolló una actividad tan · idónea · como cortespondía a· su
carácter.
A pesar de estos inconvenientes, Domingo Fletcher no dejó nunca
de estar en contacto con la arqueología. Su relación con el Seminario
de Historia Primitiva del Hombre de la Universidad Central, le había'
conectado con la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas,
dependiente de la Dirección General de Bellas Artes, la que durante
los años 1941 a 1944le designó para la dirección de varias campañas
de excavaciones, entre las que debemos destacar como muestra, además, del amplio espectro de sus conocimientos, las que realizara en los
niveles de la Edad del Bronce de la Cueva de la Pileta, en Benaoján
(Málaga); las del poblado ibérico del Cabezo del Tío Pío, en Archena
(Murcia), y las de la necrópolis visigótica de Castiltierra (Segovia). El
Servicio de Investigación Prehistórica, con el que seguía manteniendo
un estrecho contacto, le encargó, en 1941, la excavación del yacimiento romano de El Secano, de Monforte del Cid (Alacant), donde en
1936 ya había efectuado una prospección y, en 1946, la del poblado
ibérico de la Cueva y Torre del Mal Paso, en Castellnovo (Castelló).
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E. PLA B.ALLESTER
Al ser creada en Valencia el día 26 de marzo de 1945 la Sección de
Prehistoria del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, adscribiéndola al Servicio de Investigación Prehistóli.ca, Domingo Fletcher fue nombrado secretario de la Sección, cargo que ocupó hasta
1953. Igualmente durante estos años y a partir del cw·so 1945-1946
fue profesor de clases prácticas de la Facultad de Filosofía y Letras de
la Universidad de Valencia. Y en 1948 fue nombrado director de
número del Centro de Cultura Valenciana, distinción que se hizo firme
al leer el día 3 de mayo del año siguiente su discurso de ingreso.
A la muerte de Don Isidro Ballester Tormo, director del Servicio
de Investigación Prehistórica, el día 13 de agosto de 1950, la Excma.
Diputación Provincial de Valencia nombró, para sustituirle, a
Domingo Fletcher Valls, que tomó posesión del cargo el día 1 de septiembre siguiente, iniciándose entonces la etapa más brillante de su
vida y de la del Servicio, y lo que significó que, al poco tiempo, fuera
uno de los investigadores en esta ciencia de mayor prestigio de
toda la Península.
Domingo Fletcher se encontró frente a una situación poco favorable en aquellos momentos. El Servicio de Investigación Prehistóli.ca
era ya un organismo científico consolidado administrativamente, de
amplio prestigio entre los investigadores nacionales y extranjeros,
pero con muchas carencias debidas, principalmente, a la escasez de
personal y con un problema de primerísima importancia: 1.8 prácticamente inexistencia del Museo de Prehistoria.
El detentar en tal momento la representación de la Prehistoria
valenciana, junto a su prestigio científico, fue la causa de que ese
mismo año de 1950 se le nombrara delegado provincial de Excavaciones Arqueológicas por la Dirección General de Bellas ~s, cargo que
desempeñó, como en él es habitual, con toda dedicación y autoridad,
intentando, con los escasos medios de que disponía, controlar todas
las excavaciones, prospecciones y rebuscas que se realizaban en el
territorio de su jurisdicción. En 1951 se le designó vocal permanente
de la Comisión Organizadora de los Congresos Arqueológicos
Nacional~s.
Durante estos primeros años de la Dirección de Domingo Fletcher
se encauzó casi toda la actividad del Servicio a la ampliación de las
relaciones científicas y bibliográficas con organismos e instituciones
dedicados a la Prehistoria y a la Arqueología, tanto nacionales como
extranjeros, y al incremento o iniciación, en su caso, de los ficheros y
archivos que facilitaran la labor investigadora. Fue por estos años también cuando se empezaron a tener ayudas personales - gratuitas,
- 6-
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DOMINGO FLETCHER VALLS
6
naturalmente-, de postgraduados universitarios dedicados a nuestras materias.
Las tareas de excavaciones y publicaciones fueron reemprendidas
rápidamente e incrementadas dentro de lo que las disponibilidades
económicas del Servicio lo permitieron, debiendo destacar que el espíritu de austeridad de Domingo Fletcher, heredado sin duda de su antecesor Don Isidro Ballester Tormo hizo que fueran espléndidos los
resultados.
A pesar de su tendencia a no tomar parte en cursos y reuniones,
más o menos científicos, que se celebraban, y se siguen celebrando,
bajo el patrocinio de organismos nacionales y extranjeros, exceptuando los de imprescindible asistencia como los Congresos Nacionales de Arqueología, las reuniones del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, etc., en julio de 1951, e invitado por el profesor Nino
Lamboglia, director dellstituto Intemazionale di Studi Liguri, con el
que siempre le unió una gran amistad, tomó parte en los Cursos Internacionales de Estudios Ligures, pronunciando el día 25 de dicho mes,
en el Museo Bicknell, de Bordighera {Italia), una conferencia sobre
<
Domingo Fletcher, en 1953, jefe de la Sección de Prehistoria en Valencia. La Dirección de Bellas Artes le designó, en 1954, apoderado del
Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional, con jurisdicción regional, puesto al frente del cual consiguió logros muy destacables; Y en- concepto·de·ta:l;·la-mi:sma· Bire-cción General-le·nombl'6~-e--n
1955, director técnico de las obras de restauración del Teatro Romano
de Sagunto, consiguiendo en los años que estuvo al frente de ellas que
se efectuaran grandes progresos y se encauzara el plan de trabajos
para el futuro.
A principios del mes de septiembre de 1955, la Excma. Diputación
de Valencia hizo entrega al Servicio de Investigación Prehistórica de
unos nuevos locales en el Palau de la Batllia, edilicio situado en la plaza
de Manises y enfrentado con elPalau de la Generalitat, para que instalara en ellos todas sus dependencias. El día 16 de dicho mes se inició
el traslado de todas las que quedaban en el Palau de la Generalitatdespachos, biblioteca, laboratorios, almacenes y sala de la Cultura
Ibérica del Museo- a los nuevos locales, a los que, también, una vez
terminado el traslado de éstas, se llevaron las vitrinas del Museo que
había en el Palau del Temple.
Y en estos locales y durante veintiocho años, Domingo Fletcher
Valla, trabajó, estudió e investigó intensamente, no sólo dedicado a la
organización y funcionamiento del Servicio, que a pesar de las insufi-7-
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6
E . PLA BALLESTER
ciencias materiales, alcanzó bajo su dirección un elevado nivel en el
campo de la investigación que le situó entre los primeros de España,
sino también a la edición de los estudios sobre Prehistoria, propios y
ajenos, que incrementaron de forma espectacular las publicaciones
del Servicio.
Este período de casi treinta años, que podemos considerar de
plena madurez, colocó a Domingo Fletcher en un lugar preeminente en
los estudios ibéricos y, en especial, en los relativos a la epigrafía, en
cuyo campo es actualmente una de las primeras figuras mundiales.
Aunque sus investigaciones en estos temas se iniciaron muy pronto,
fue a raíz de la preparación de la recopilación de letreros ibéricos para
ser publicados en el libro «Inscripciones ibéricas del Museo de Prehistoria de Valencia» aparecido en 1953, cuando Domingo Fletcher encaminó sus principales y más fructuosas investigaciones hacia este
campo. La cantidad de estudios que a él ha dedicado puede verse en la
bibliografía que a continuación se da. De la calidad no soy yo el más
indicado para hablar, pero los elogios y opiniones de ilustres especialistas en la materia, así lo han puesto de manifiesto. Pero no fue sólo
entxe los temas de epigrafia entxe los que destaca Domingo Fletcher: sus
estudios sobre arqueología y etnografía de los iberos han sido fundamentales en el progreso del conocimiento de·estos antepasados nuestros. Desde sus primeros escarceos con la arqueología valenciana, fue
el yacimiento del Tossal de Sant Miquel de Llíria objeto de sus preocupaciones, las que han perdurado hasta nuestros días. La publicación
·· eh 1960 de·su monografía «Problemas de la Cultura Ibérica»·fue·fundamental en los estudios del iberismo: Podemos afirmar sin ninguna
clase de reservas que fue el punto de partida de las generaciones
actuales que se dedican a esta específica fase de la historia valenciana
antigua. Y, después de casi un cuarto de siglo de haber sido publicada,
exceptuando algunos aspectos muy particulares, sigue· gozando de
vigencia. Y simultaneando con sus estudios sobre epigrafía, ha seguido
preocupándose de los demás aspectos del iberismo, como lo prueban
sus publicaciones sobre la «Cueva y Torre del Mal Paso», en Castellnovo; los dos volúmenes sobre «La Bastida de les Alcuses», de Moixent (1965 y 1969); el extraordinario estudio de la necrópolis de «La
Solivella», de Alcalá de Xivert (1965); el del poblado de «El Solaig»,
de Betxí, y, entre otros, el de la necrópolis de «L'Orleyl», de Vall
d'Uxó.
Pero sus estudios e investigaciones no se han limitado a temas de
nuestra Cultura Ibérica. El espectro de sus conocimientos ha abarcado, con autoridad, todo el campo de la Prehistoria valenciana, desde
el Paleolítico y Mesolítico hasta tiempos ya Protohistóricos y de Hiato-8-
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DOMINGO FLETCHER VALLS
7
ria de la Antigüedad: desde unas <
Mesolítico valencianos aparecidas dos en 1956 y una en 1958, hasta el
estudio de la cripta visigótica de «El Romaní» de Sollana, pasando por
temas neolíticos (véase Bibliografía inserta después, en 1956 y 1963),
eneolíticos (sus estudios sobre «La Ladera del Castillo», de Chiva, en
1957, y sobre «La Ereta del Pedregal», de Navarrés, en 1961), de la
Edad del Bronce («Castillarejo de los Moros», de Andilla, en 1950;
«La Mun~yeta de Cabrera», del Vedat de Torrent, en 1956, y «La
Ereta del Castellar», de Villafranca, en 1968) y de época romana
(1955, 1956, 1958, 1959, 1964·y 1966, entre otros muchos), debiendo
destacarse aquí los publicados sobre la famosa e incógnita Tyris y la
Valentía romana (1953, 1954 y 1962).
La labor divulgadora de Domingo Fletcher ha sido muy amplia,
con multitud de artículos en los medios de comunicación valencianos y
en revistas y publicaciones locales, por lo que sólo mencionaremos su
pequeño libro <
La labor editorial del Servicio, bajo la dirección de Domingo Fletcher, se incrementó de forma notable; De la Serie «Archivo de Prehistoria Levantina» se publicaron catorce tomos y de la «Serie de
Trabajos·Varios»; sesenta ydos·. Además; se editaron nuevos libros o
folletos de di~erso tipo y, anualmente, las memorias de actividades.
En todas estas series, además de ser preparadas y corregidas personalmente por Domingo Fletcher, él mismo publicó un buen número de
trabajos y monografías, del más alto interés.
Su obligada permanencia en el despacho de la Dirección, con toda
su carga burocrática, redujo en gran manera su actividad prospectora
y excavadora, de manera que para efectuar muchas de las prospecciones que llevó a cabo, aprovechaba los días de fiesta, en los que el Servicio y su Museo estaban cerrados. Su labor de excavaciones se
concretó a las de la «Cova Negra», de Xativa (1950 y 1953), de la
«Cova de les Rates Penades», de Rótova (1951}, de la necrópolis
romana de «Les Foies», de Manuel (1951), del «Tossal del Sant
Miquel», de Llíria (1951 y 1953), de la cripta visigótica de «El
Romaní», de Sollana (1952), el salvamento, en colaboración con el
Excmo. Ayuntamiento de Valencia,' de un mosaico romano en la calle
del Reloj Viejo (1952), la excavación de una covacha eneolítica en la
«Ladera del Castillo», de Chiva (1953), la de la necrópolis ibérica de
-9-
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8
E. PLA BALLESTER
«La Solivella», de Alcalá de Xivert (1961), y a los trabajos en «ElFossaret», de la Catedral de Valencia (1963). He dejado aparte sus estudios sobre los acueductos romanos de Riba-roja, porque su realización
retrata perfectamente una faceta de su carácter. Aprovechando los
fines de semana y los períodos de vacaciones, en los que se trasladaba
a la casa que posee en dicha población, en lugar qe dedicarse al descanso, empleó su tiempo libre en recorrer un buen número de kilómetros, durante dos o tres años a partir de 1952, fotografiando, sacando
croquis de plantas y perfiles y estudiando los restos de tales conducciones de agua. Y fue una labor providencial., pues gracias a sus estudios podemos tener una idea bastante completa de ellos, ya que en la
actualidad algunos acueductos han desaparecido y apenas quedan restos de los· demás, a pesar de los esfuerzos realizados por Domingo
Fletcher ante las autoridades locales y provinciales.
Su labor, por muy callada que intentara que fuera, sobrepasó los
límites del Servicio y transcendió a organismos no específicamente
arqueológicos y provinciales. Por la labor efectuada en defensa del
Patrimonio Histórico-Artístico, fue nombrado, en 1959, vocal del
Comité Ejecutivo de los Congresos Nacionales de Arqueología y delegado de los mismos en tierras valencianas¡ en 1960, jefe del Servicio
de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional en las Jefaturas de Servicios de Protección Civil; en 1967, y por el Excmo. Ayuntamiento de
Valencia, cronista oficial de la ciudad; en 1971, vocal de la Comisión
Nacional de Defensa del Arte Rupestre¡ en 197 4, vocal del Patronato
del·Maseo de-Bellas Artes ..de -Valencia;-y en ·19·79; vocal de·la ·J unta
Superior de Excavaciones y Exploraciones. Todos estos puestos, algunos de ellos ubicados en Madrid, fueron servidos lealmente por
Domingo Fletcher Val1s que, sin abandonar sus obligaciones en el Servicio de Investigación Prehistórica, acudió regularmente a las reuniones a las que se le convocaban, lo que es una muestra más de su
capacidad de trabajo.
La organización del Servicio fue uno de los objetivos primordiales
de Domingo Fletcher. La Biblioteca, que contaba alrededor de 2.000
volúmenes cuando se hizo cargo de la Dirección, alcanzaba un número
superior a los 23.000 cuando, el18 de agosto de 1982, se jubiló. Los
departamentos de trabajo fueron debidamente atendidos, creándose
unos ficheros de yacimientos arqueológicos valencianos, otros de artículos y estudios sobre arqueología que han servido para la confección
de los «Repertorios de Bibliografía Arqueológica Valenciana», otros
de fotograbados que han resultado muy útiles para la reutilización de
gráficos en las publicaciones y otro, de material fotográfico, conteniendo las indicaciones necesarias para poder utilizar los más de
-10-
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DOMINGO FLETCHER VALLS
9
13.000 negativos que posee el Servicio. Sin contar los que contenían la
relación de los fondos arqueológicos, guardados en los almacenes, y
que permitieron en todo momento y con rapidez, poder consultar cualquier objeto que hubiera en ellos.
Todos estos medios de trabajo hicieron que el Servicio fuera el
lugar al que acudieran los estudiantes de nuestra Universidad para la
realización de sus trabajos de curso, de sus Tesis de Licenciatura y de
sus Tesis de Doctorado, para la ampliación de sus estudios, a todos los
cuales aconsejaba Domingo Fletcher, les aclaraba conceptos y les ayudaba plena y totalmente. Podemos decir, sin exagerar, que las actuales
generaciones de prehistoriadores y arqueólogos, algunos de cuyos
componentes ocupan puestos docentes de la Facultad de Geografía e
Historia o se hallan al frente de organismos de investigación, han
pasado por el Servicio y han recibido sus consejos y aclaraciones, por
lo que puedo afirmar la existencia de una escuela de Arqueología y
Prehistoria valenciana en la que el Servicio de Investigación Prehistórica ha jugado un primordial papel, debido principalmente a los conocimientos y personalidad de Domingo Fletcher.
Sus merecimientos le hicieron acreedor a que algunas sociedades e
instituciones científicas le acogieran en su seno. Así, en 1949 fue nombrado correspondiente de la Associa~ao dos Arqueólogos Portugueses
de Lisboa; en 1950, correspondiente de la Société Préhistorique de
l'Ariege de Tarascon-sur-Ariege; en 1954, correspondiente delDeutschen Archaologischen Instituts de Berlín; en 1959, correspondiente de
la Hispanic Society of America. de.New York, sociedad que en 197 4lo
elevó a la categoría de miembro de la misma, y, en 1967, académico
correspondiente de la Real Academia de la Historia. Con posterioridad a su jubilación, la Excma. Diputación·Provincial de Valencia le
nombró director honorario del Servicio en solemne acto celebrado el
día 13 de junio de 1984, y la Universidad de Valencia le invistió Doctor
Honoris Causa el día 29 de noviembre de 1985.
.
Y por las mismas razones, obtuvo el Premio «Martorell», N~cional
de Arqueología concedido por el Excmo. Ayuntamiento de Barcelona ·
en 1957 por su estudio sobre el poblado ibérico de La Bastida de les
Alcuses, y en ese mismo afto el Premio «Conde de Lumiares», patrocinado por la Comisión Provincial de Monumentos de Alicante por su
Bibliografía Arqueológica de tal provincia; aftos después se le otorgaba el «Cerdá Reig» del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y de la Institución «Alfonso el Magnánimo» de la Excma.
Diputación Provincial de Valencia, por su labor investigadora.
También ha sido designado Coloso del País Valenciano (afto 1977),
Palleter d'Honor (en 1981) y Llama Rotarya (1985).
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E. PLA BALLESTER/M.• VICTORIA GOBERNA
10
Aunque jubilado el día 19 de agosto de 1982, no ha inteiTUm.pido
su colaboración con el Servicio ni, mucho menos, la continuación de su
labor investigadora. Todos, o casi todos los días posteriores a su jubilación, y por ventura para los que hemos tenido que recoger la antorcha de sus manos, Domingo Fletcher V alls viene a la Biblioteca, donde
consulta datos para sus futuros trabajos y se mantiene al día de las
novedades que en la bibliografia arqueológica van surgiendo.
Puede estar seguro Domingo que los que todavía permanecemos
en el Servicio procuraremos mantenerlo siguiendo las directrices que
marcó y, dentro de nuestras posibilidades, continuaremos intentando
que siga siendo el centro valenciano de investigación que él, durante
tantos años, deseara.
BffiLIOGRAFIA DE DOMINGO FLETCHER VALLS
Por MARIA VICTORIA GOBERNA VALENCIA
1935
Art Rupestre. Al voltant de les troballes de C'astelló. República de les Lletres, núm.
4, Valencia, 1935. págs. 13-14.
1936
Nuevas aportaciones gráficas para el conocimiento de la Etnograffa ibérica. Investigación y Progreso, X, núm. 3, págs. 65-69. Madriél.
· · El·poblado·ibéric
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Recensión. A. Berthelot, Festus Avienus. Ora Maritima. Emerita, IV, Segundo,
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Recensión. O. Menghin, Weltgeschichte der Steinzeit. Saitab~ 2, págs. 101-107.
1941
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-12-
[page-n-19]
BmLIOGRAFJA DE DOMINGO FLETCHER
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Recensión. M. Stekelis, Les Monuments Mégalithiques de Palestine. Sociedad
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Recensión. A. Berthelot, Festus Avienus. Ora Marítima. Actas y Memorias de la
SociedadEspailola de Antropolog(a, Etnograf(ay Prehistoria (Atlantis), XVI, 1/2, págs.
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Recensión. N. Casteret, Zehn Jahre unter der Erde. Actas y Memorias de la Sociedad Española deAntropolog(a, Etnograf(ay Prehistoria (Atlantis), XVI, 3/4, págs. 487-489.
Recensión. S. Gallus y T. Hervath, Un peuple cavalier prescythique en Hongrie.
Actas y Memorias ck la So~iedad Esparlola ck Antropolog{a, Etnograf(a y Prehistoria
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Los santuarios célticos del mediodía de la Galia. Archivo ck Prehistoria Levantina,
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Recensión. O. Menghin, Weltgeschichte der Steinzeit. Archivo de Prehistoria
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M.• VICTORIA GOBERNA
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Un posible sacrificio fundacional en la ciudad ibérica de Arcbena. CuadeT'TU)S de
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pág. 289, noticia 97 4. (Por error tipográfico se atribuye a Cova Negra la descripción de
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Olocau 01alencia). La Cargadora. Noticiario Arqueológico Hispánico, ID-IV, 196466, págs. 309-310, noticia núm. 1.064.
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La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en el pasado año
1978. Valencia, tirada aparte de la Memoria Oficial de Secretaría de la Excma. Diputación Provincial.
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1980
· ···-···-···iheria··; -üiS¡)ania. ·17We8ii8aciJii··-y·c¡;~iá.-~~ ¡;¡-;-pág~~· 122.:ii4:-·:a~el~~.
Los iberos. Lengua y alfabeto. Nuestra Historia, tomo I, págs. 273-279. Valencia,
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Los plomos ibéricos de Yátova (Valencia). Valencia, Servicio de Investigación Prehistórica (Serie de Trabajos Varios, núm. 66).
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BJBLIOGRAFIA DE DOMINGO FLBTCHBR
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pasai:W año 1981. Valencia, tirada aparte de la Memoria oficial de Secretaría de la
Excma. Diputación Provincial
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(Eit"éolaooraéión cón Antom<>Mii'tíiiez Páiez.)1D.ac iipción ibérica deliAáilo ·aé la
Consolación (Montealegre del Castillo, Albacete). Homenoje al Dr. Martín Almagro
Basch, vol. m, págs. 75-88. Madrid.
(En colaboración con Enrique Pla Balleater.) Repertorio de BibliograffaArqueológica Valenciana, IX. Valencia, Servicio de Investigación Prehistórica (Serie de Traba·
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Inscripción ibérica en Sagunto (Valencia).Arse, núm.18, págs. 346-349. Sagunto.
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19, págs. 296-403. Sagunto.
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Dos pequeños textos ib6ricoa procedentes de Sagunto. Arse, núm. 19, págs. 415418. Sagunto.
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M.• VICTORIA GOBERNA
28
Ocho letreros ibáriCOB procedentes del Cerro de San Miguel (Ll.(ria). Saguntum,
Papela del Laboratorio de Arqueowg(a de Valencia, núm. 19, págs. 196-200.
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1986
Els Ibera. 2.• edici6 revisada. VaQncia,lnstituci6 Alfona el MagnAnim, Inatituci6
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y
n
En prensa
Algunas notas sobre el plomo ibérico de El Caatell (Palam6e). Homentüe al Dr.
Jordá. Zephyros, 37.
San Miguel de Llíria. Homenaje al Dr. San Valero. Valencia.
lunatir, palabra ibérica. Homenaje al Dr. Maluquer. Univeraidad de Barcelona.
Epigra.ffa y lengua ibéricas. Homenaje al Dr. Ramos Folquú. Elche.
Ibérico Egiar/l'egiar. Arse, 21. Sagunto.
-28-
[page-n-35]
ANTONIO TOVAR LLORENTE
(Madrid)
ESTADO ACTUAL DE LOS ESTUDIOS mERICOS (*)
Querido y admirado Domingo Fletcher, señoras, señores:
Cuando el Servicio d~ Investigación Prehist6rica en el que tanto
has trabajado te reconoce como Director honorario, tengo el inmerecido honor de que, quizá como el más viejo de tus amigos y colegas, se
me haya encargado de hablar hoy. Interpreto esta oportunidad que me
da la celebración de tus méritos y trabajos, como el encargo de situar
tu labor en su tiempo, es decir, de mostrar que todo.trabajo científico
se ha de ordenar en una verdadera sucesión, como nos enseñaron los
griegos,· que disponían··la pl&yade·de sus-filósofos .. en düulochat,-en
sucesión de directores de escuelas, casi en dinastías.
Aprovecharé también la ocasión para examinar, desde mi punto de
vista, el estado actual de los estudios ibéricos, y señalar algunas de las
perspectivas que ofrecen, en especial en lo relativo a la epigraffa y len(-) Conferencia pronunciada por el Excmo. Se11or Don Antonio Tovar Llorente, de la Real Academia Eepaflola, el día 18 deJunlo de 1984, en el eal6n de actoa del Ateneo Mercantil de Valencia, con
motivo del hom~e que ee rindió a Domingo Fletcher Valle por la Exma. Diputación Provinclal al
nombrarle Director Honorario del Servicio de Inveetigaci6n Prehiet6rica, y que fue publicado en un
pequeflo folleto que, con el tftulo «Homenaje a Domingo Fletcher Valle (18 de junio de 1984,.,ee reJIBI"
tl6 entre loa uiatentee al acto.
Cuando, con posterioridad, la Direcci6n del Servicio de Inveatlgaci6n Prehiat6rica ee propueo
publicar un tomo en homenaje a Domin¡o Flethcer Valle, ee pene6 reeditar la confertDCia del Dr. Tovar
Llorente en una publicación que tuviera mayor difuai6n, pera lo que en carta del día 4 de mano de 1986
ee la eoUclt6 eu autorización. El autor concedi6eu permiao mediante carta del día 1211¡uiente, ala que
acijuntaba una cuartilla con correcciones al texto publicado, oorreciouea que bemoe incorporado
ahora.
La lamentable deaaparici6n del Dr. Don Antonio Tovar, fallecido el día 14 de diciembre de eee
miamoaAo 1986, ha Impedido que efectuara unaraviaión de laa pruebu de imprenta, por lo que el uiaten en el texto al¡unoe erroraa 1011 a61o atribuible• a eata Direcci6n. ¡Deecanee en pu el
Maestro! E.P.B.
-29-
[page-n-36]
2
ANTONIO TOVAR
gua, y ala relación con la lengua vasca. Me atreveré a señalar que si, en
la época de Fletcher, en nuestra época, nuestro avance ha sido más
bien una llamada a la prudencia en el viejo tema de la equiparación de
vasco e ibérico es posible que, sin abandonar nunca la cautela, se puedan revisar otra vez, en muchas partes de la Península, elementos más
o menos de aspecto vasco, que, si no coincidentes del todo, están sin
duda relacionados con el ibérico y pertenecen en común al remoto
mundo de lo indígena, de lo preindoeuropeo.
Domingo Fletcher ocupa un lugar preeminente en los estudios ibéricos. Durante muchos años ha sido él quien, particularmente en las
tres provincias valencianas, ha impulsado, ha favorecido, ha buscado,
ha coordinado, ha sido generosísimo en la comunicación de hallazgos,
ha publicado las inscripciones y, sobre todo las ha estudiado como
nadie, transcribiéndolas y dibujándolas, examinándolas durante días y
días, haciendo con cada una de las palabras ibéricas todas las comparaciones y referencias que pueden guiar en el oscurísimo campo
de la interpretación.
.
Si repasamos, por ejemplo, ima de sus últimas publicaciones, la de
los plomos de Yátova (1), podemos ver cómo ha conseguido analizar
estos dificilísimos textos epigráficos. Debajo de una escritura halla
otra, y sus ojos y su habilidad de dibujante consiguen desdoblar la caótica apariencia del original, y llegar a darnos el calco separado de los
dos textos del plomo, desglosando el más reciente del que estaba
debajo, semiborrado, y a veces en caracteres pequeños.
··· - El prelJtigio-·del·Servicio-y la diligencia de Domingo Fletcher·son·la ·
causa de que en todo el antiguo reino de Valencia se haya acudido
siempre a él con los hallazgos, que ya no se esconden, ni caen en manos
de mercachifles para exportarlos, ni se pierden para la ciencia. Los
plomos de Yá tova, precisamente, fueron abandonados por unos excavadores clandestinos, que no reconocieron afortunadamente en aquel
«paquete» formado con tierra alrededor el hallazgo importantísimo.
Cultos ciudadanos del pueblo de Buñol se dieron cuenta del valor de
aquello y lo depositaron en el Museo de Prehistoria de la Diputación.
Por suerte, pero no por causalidad, pues nadie como Fletcher podía
estudiar y publicar en pocos meses el dificilísimo material. En esa cultura difundida por todo el país, por la que los ciudadanos pueden
darse cuenta del valor de algo en peligro de perderse, y saben adonde
hay que llevar las inscripciones, se refleja la entusiasta labor de años
(1) D. FLET<.'HER VALLS:
«Los plomos ibúicoa de Y'tova
(Valeocla)~t,
Varios del Servicio de Inveatigaci6n Prehistórica, núm. 66, Vale.ncla, 1980.
-30-
Serie de
Tra~oa
[page-n-37]
ESTUDIOS mERICOS
8
del Museo de la Diputación. En esa labor, que yo recuerdo iniciada
antes de la guerra civil de 1936, Domingo Fletcher es un eslabón que
ha servido medio siglo a la continuidad científica, y a su difusión en la
cultura de la gente, también de la no profesional. El enriquecimiento
de la epigrafía ibérica, el aumento, ininterrumpido y creciente, de inscripciones, no es una casualidad, y se debe al ceJo y al entu.siasmo de
Fletcher y al prestigio del Servicio de Investigación Prehistórica.
Cuando Fletcher comenzaba a trabajar en el Museo de Prehistoria, los estudios ibéricos vivían en Valencia una etapa brillante. Dirigía
el Servicio su fundador, don Isidro Ballester Tormo, y enseñaba Prehistoria en la Universidad Don Luis Pericot García, maestro de tantos
y tantos prehistoriadores valencianos. Por aquellos años, antes de la
guerra civil, se comenzaron las excavaciones de Liria. La colección de
los vasos de Liria, orgullo del Museo, comenzaba a formarse. A los primeros descubrimientos pertenece el sensacional letrero ibérico gudua
deisdea. Ya saben ustedes la historia: Pericot presentó en la Universidad de Barcelona a una estudiante vasca la inscripción, sin acompañarla de la figura que la contiene en el fragmento cerámico; la
estudiante pensó en las palabras vascas gudu «combate» y deitu «llamar», y entonces pareció por un momento comprobada la vieja tesis
de la identidad vasco-ibérica. Un texto ibérico resultaba inteligible por
el vasco. En vano Don Julio Urquijo, el patriarca de la erudición vasca,
hacía notar unos aiios después (2) que en la frase era un poco raro que
el artículo -a apareciera pospuesto, y en esta forma, alas dos palabras,
y ·que, lo· mismo que ·la ·morfología, ·la·sintaxis na fusr~cmuy ··vasca,
aparte de que si deitu recuerda al latín dictum, gudu no está exento de
la sospecha de ser un germanismo en vasco.
El significado de la frase ibérica les pareció a muchos vascólogos
eminentes que podía ser con todo «llamada de guerra», como ilustrando la pintura. En tal sentido opinaron J. Caro Baroja, A. Irigaray y
Severo Altube (3). En la pintura se ve una barca ocupada por guerreros, dos de ellos con sus escudos ibéricos convexos, enfrentada ala vez
con otra barca, ocupada por un guerrero con su escudo y un perro que
ladra, y que parece que la ha sorprendido por detrás, y con otro guerrero, que desde tierra firme responde tendiendo su arco a una flecha
(2) J. DE URQUIJO E mARRA: «La famosa inscripcl6n ibero-vuca de un vuo de Liria. Gudua
Deltzdea. Error de lectura o error de fecha. Contestación a una cñtiC&Jt, Boletín de la Real Sociedad
Vuconpda de Amigoa del Paíe, 1, 2.•, San Sebastián, 1946, pip. 126-143.
(3) J. CARO BAROJA: «Sobre el vocabulario de lu iNcripcionee lbmcu,., Boletín de la Real
Academia Espallola, XXV, Madrid, 1946, páp. 196 y s. y 202.
A. IRIGARAY: En nota que publica Caro Baroja en la obra citada antes.
S. ALTUBE: En Homenaje a Doo Julio de Urquljo, 1, pá¡a. 861 y u.
-31-
[page-n-38]
ANTONIO TOVAR
que le disparan desde la primera barca. Los peces que se ven en el
vaso debajo de las barcas, y el ave marina que vuela·sobre ellos, nos
hacen pensar en una escena de ataq\le por sorpresa en la Albufera.
Las excavaciones de Liria continuaron, gracias a la actividad del
Servicio de la Diputaci6n, y hoy la colécci6n valenciana es sin duda la
más rica que existe en epigrafía ibérica. Ya hemos 'dicho la parte que
en ella tiene Domingo Fletcher.
·
El comienzo de las excavaciones de Liria nos ha llevado al tiempo
en que el desciframiento de .la escritura ibérica por Don Manuel
Gómez-Moreno empezaba a ser aceptado. Desde 1922 ese desciframiento estaba publicado, y desde 1925, G6mez-Moreno, en un
segundo artículo, la había explicado de modo más completo, a la vez
que presentaba un mapa etnol6gico de la Península que se mantiene
hoy, después de medio siglo ya cumplido, casi por entero. Pero los
estudiosos somos rutinarios, y amantes de nuestras capillitas y colegas. Es muy dificil romper además con el prestigio de grandes figuras,
y con el peso de la tradici6n. Ni sesudos sabios tudescos, ni eminentes
arque6logos de rivales grupos y escuelas, aceptaban las lecturas de
Gómez-Moreno, y s6lo algunos numismáticos, hacia 1929, empezaron
a utilizarlas por la sencilla raz6n de que, ahora sí, las monedas se
podían leer. Pericot y Ballester Tormo, y el joven Fletcher, como también Don Pío Beltrán, leían al modo 'de G6mez-Moreno los materiales
que iban apareciendo, y el problema ibérico, con inscripciones que ya
no eran el galimatías de las transcripciones de Hübner, se podía plantear de otro modo~ - .. .. .... .. .. ·
Así fue posible descubrir que la escritura ibérica había sido utilizada también por los celtíberos, y confirmar y precisar el mapa etnol6gico que Góme·z-Moreno había trazado. A mí me toc6, como lingüista,
sacar algún partido del descubrimiento. Recordemos, con mis intentos, algunos trabajos de Caro Baroja.
Julio Caro Baroja trat6 en ellos de lo que élllam6 vasco-iberismo,
es decir, de una equiparaci6n o identificaci6n del vasco con el ibérico,
que, por una parte, tenía a su favor un gran prestigio científico, más
por otra, también una tradici6n antiquísima, casi bíblica, pues aiTanca
del pasaje del Génesis en que Tubal, hijo de J afet, aparece como padre
de los iberos, pasaje en el que aSanJer6nimo, al comentarlo y traducir
el comentario de Eusebio se le ocurri6 añadir a Iberi la explicaci6n de
qui et Hispani. Todavía hoy en Tbilisi, la capital de Georgia, la Academia de Ciencias de aquella república soviética publica una revista que
se llama Anuario de lingütstica ibero-caucásica, en ella naturalmente se
admite la relaci6n con el vasco y con ese supuesto antepasado ibero.
Lo mismo que en Georgia, la Iberia caucásica, arraig6la idea de Tubal
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ESTUDIOS IBERICOS
6
como antepasado en toda España, y muy particularmente entre los
escritores vascos, desde Esteban de Garibay (1571). El origen latino
del castellano y de las otras lenguas románicas estaban ya claro para
Aldrete, por ejemplo, en su libro de 1606, pero el enigma de los orígenes del euskera invitó a mantener la descendencia tubálica a los vascos
durante un par de siglos más. Y uno de los fundadores de la lingüística
moderna, Guillermo de Humboldt, aprendió en su viaje a las provincias vascongadas en 1801la identificación de vasco e ibérico, y las consiguientes relaciones con Georgia y con Italia (estas últimas, en
verdad, eran resultado de las invenciones del falsario Annio de
Viterbo, adulador de Fernando el Católico) y resumió, puso al día y
divulgó toda la tradición vasca, aceptada también por Lorenzo Hervás,
en su famosa Comprobación de las investigaciones sobre los primitivos
habitantes de Hispania por medio de la lengua vasca (4}.
El prestigio de Humboldt, y la continuidad, casi siempre admirable, de la ciencia alemana, aseguraron como indiscutible la vieja doctrina vasco-iberista, y cuando en 1893 el gran epigrafista E. Hübner
publicaba los Monumenta linguae Ibericae, confundía todos los restos
de lenguas antiguas de la Península en una sola lengua, con el erróneo
genitivo de singular Jinguae Ibericae. Y tomando como base el Corpus
de Hübner, el genial romanista y vascólogo Hugo Schuchardt publicaba en las actas de la Academia de Viena, en 1907, una monografía,
«Die iberische Deklination» (5}, en la que se ofrecía al final, de la mezcla de restos que ahora sabemos son ibéricos, celtibéricos, lusitanos,
del .Sudoeste, etc., un. c:lesmedrado cuadro que -Gerhard Biihr-, en su
tesis doctoral de GOttingen (publicada póstuma en Eusko-Jakintza)
(6} no pudo apoyar en ningún punto, como seguidor ya de las lecturas
de Gómez-Moreno.
Tuvimos que hacer un esfuerzo muy grande para romper con esta
fuerte tradición que paralizó largo tiempo los estudios ibéricos, y todavía, cuando no se es prudente con la comparación vasca, los pone en
peligro de caer en el error y en el disparate. Iberistas espaftoles y
extranjeros que creen que, sin conocimiento del euskera, basta abrir
un diccionario para encontrar la clave de una palabra ibérica, no deben
continuar trabajando sin estudiar una lengua que, afortunadamente,
está descifrada pues que se habla como lengua viva. Ya con la base de
<•l L. HERVAS Y PANDURO: «Comprobación de la8 inveatlgacionea sobre loa primitivos habitantes de Hiapanla por medio de la lengua vasca», Madrid, 1821.
(5) H. SC'HUC'HARDT: «Die Iberiache Deklination», Sitsungaberichte der Kaia. Akademie der
Wiaaenachaften in Wien, C'LVll, 2, Viena, 1907.
(6) G. BÁHR: «Baakiech und Iberisch», Euako Jakinw, U, ._5, Biarriu, 1948.
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8
ANTONIO TOVAR
las lecturas de G6mez-Moreno se pudo ver cuántas propuestas disparatadas había en materia de interpretación del ibérico, y que en Humboldt se presentaban como artículo de fe. Hubo que limitarse a
comparar datos seguros y a lograr así un mínimo aceptable, abandonando precipitada~ conclusiones de la comparación vasco-ibérica. A
esta tarea se sumó enseguida, con su sabiduria lin~stica y su admirable conocimiento del euskera, Luis Michelena que siguió la tradición
crítica de Urquijo y reforzó la actitud reservada frente a la identificación tradicional.
En los últimos decenios se ha progresado mucho en el conocimientos de los restos lingüísticos de la antigua Hispania. El celtíbero y el
lusitano se dibujan con perfiles bastante claros, en mucho mayor
medida el primero que el segundo, pero nuestro conocimiento de la
lengua ibérica no ha podido avanzar tanto. Y es que el celtibérico y el
lusitano son lenguas indoeuropeas, y todo el instrumental del método
comparativo está a disposición del que quiere trabajar sobre las inscripciones. Pero el ibérico pertenece sin duda al mundo preindoeuropeo, y no tenemos ni método seguro, ni referencias ordenadas para
analizarlo. Después nos habremos de ocupar de las posibles conexiones del"ibérico, que nos llevan a campos lingüísticos estudiados en
mayor o menor medida, pero con historia más corta, sin los milenios de
continuidad que nos enseñan tanto sobre las lenguas indoeuropeas.
La situación del desciframiento del ibérico se puede comparar a la
del etrusco. El etrusco es conocido por millares de inscripciones, con
una tan extensa como la -de··la momia de Zagreb con sus aproximadamente 1.270 palabras de texto seguido con fórmulas repetidas, pero podemos decir sin atenuantes que es una lengua no descifrada. Sólo en, por
ejemplo, fórmulas sepulcrales que se repiten a menudo, se entiende
algo con seguridad, pero cuanto más e~tenso es el texto, las dificultades son mayores. Aun en el caso de la bilingüe famosa de Pyrgi, donde
un texto fenicio glosa como en compendio la más extensa en etrusco,
las dificultades que quedan son todavía insuperables.
El problema es semejante en ibérico. La inundación de inscripciones extensas, como el conjunto de Yátova, con 165 palabras en tres
plomos, con sus diez caras si separamos las superposiciones, o el de
Pech-Maho, con sus más de 100, me deja, al menos a mí, abrumado y
perplejo. El desciframiento puede intentarse en una breve estela
donde se pueden esperar fórmulas, o acaso en los letreros que ilustran
las pinturas de vasos, pero en un texto extenso, de cuya naturaleza no
sabemos nada, y que además, con lo que parecen numerales, hacen
pensar en que se trate de cuentas o inventarios, hay que tener
paciencia.
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ESTUDIOS IBERICOS
7
Una lengua inclasificada, es decir, no incluida dentro de una familia, es por de pronto indescifrable, y sólo por el estudio de lo conocido
(onomástica, especialmente nombres propios identificables, o también palabras extranjeras prestadas) se puede ir rompiendo algún
sello impenetrable. Pero aun así, la experiencia del etrusco nos enseña
que por esta vía no son muy accesibles la morfología y la sintaxis. Lo
que sabemos sobre la estructura de una lengua una vez que podemos
partir de que es indoeuropea, semítica, etc., no nos lo dan penosas
deducciones que, con mucho trabajo, podemos intentar alrededor de
ese punto de claridad que es una palabra identificada o casi. Pero las
tinieblas nos envuelven cuando leemos las inscripciones que se custodian en el Museo de Prehistoria de Valencia. Las contemplamos llenos
de admiración, pero la augusta esfinge esconde su secreto.
LOS IBEROS: LA CULTURA IBERICA
El nombre de iberos, .. I an P e: !; (muy raro " r an p o " ) en griego,
lbeñ en latín, parece enigmático. Sin duda hay que relacionarlo con el
de gran río peninsular que da al Mediterráneo, el Ebro, lberus en latín.
En castellano y en catalán, pervive con el acento del griego" ·I an p, en
la primera süaba, y lo mismo ocurre con el de Fontibre (de Fonte lben),
del lugar donde nace el río. Es natural que tengamos el acento griego
como en otra palabra popular, Isidro (frente a la forma culta Isidoro,
· r a ¡; ó w p o !; , con su acento latino), pues lo mismo ocurre con otro
nombre geográfi~o. el-de Adra--r-Aaó n p.a), provincia de Almería;. y los
topónimos perviven en la lengua hablada (7). Por eso yo me inclino,
contra la idea general, a pensar que el nombre primitivo es el del río, y
no el del pueblo que habitaba en las orillas de su curso bajo.
Pues el nombre del Ebro se explica por las palabras vascas ibai
«río» e ibar «vega». Los griegos se encontraron con que los iberos llamaban al más caudaloso río de la vertiente mediterránea ibar «no», el
río por excelencia.
Las dos formas ibar e ibai están sin duda entre sí en una relación
que se explica por sufijos que en vasco (y parece que también en ibérico) (8), cambian. En este caso tenemor i/r (también intervienen en
otros casos s, n, y otros fonemas) y podemos comparar amai «límite»/
amar «diez (fin, sin duda, de contar los dedos de las manos)», y para
confirmarlo: amaika «once (algo así como un derivado adjetival de
(7) C'fr. para estas palabraa R. MENENDEZ PIDAL: «Manual de gramática hiltórica eapetlola», 6, ._
(8) C'fr. ildun/r, A. TOVAR: «Uxico de lu inacripciooea iWricaa», Estudios dedicados a MeMildez Pidal, n, Madrid, 1961, págs. 273-323, especialmente la pág. 310.
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8
ANTONIO TOVAR
"diez,, "el que sigue a diez,)»; también se puede recordar -kor/-ko~
doble forma del sufijo vasco que significa «propenso a».
Los griegos jonios que exploraron las costas mediterráneas de
España oyeron !bar en boca de los indígenas, y siguiendo la evolución
de su dialecto, que lo mismo, se supone, que del siglo vn al VI, de
Mada hicieron M1\ 6 o t. • lo convirtieron en .. I Bn P
Que llamaran .. I Bn P e: s a los indígenas del país del • I Bn p pudo
ser debido a que los indígenas llevaran en su lengua un étnico derivado
del nombre del río. Muy posiblemente no, pero de todas maneras en
griego se creó una formación radical, sin añadir nada al tema .. I Bn p.
Paralelos a • I Bn Pe: s serían nombres de pueblos extral\ieros que
hallamos en griego: Ka pe: s , K.; X t.. x e: s . La identidad de la forma no
decide gramaticalmente si lo primitivo es la acepción de un río o la de
un pueblo, pero si se acepta la etimología vasca del nombre del río
(ciertamente hipotética, mientras no la encontráramos confirmada en
fuentes iberas) la semántica parece asegurar que el nombre fue primitivamente el del río.
Los iberos ocupaban en la época de los viajes de los jonios la
fachada mediterránea de la Península, por lo que ésta fue llamada Iberia. Los conocimientos que fueron alcanzando los griegos, entre los
siglos VI y V, de la Península, les mostraron la presencia de celtas en
el Sudoeste, al Norte del Algarve, y que allí comenzaba una extensa
Ke: ~ T t.. )( n, que según Heródoto se extendía por todo el Occidente de
Europa, hasta las fuentes del Danubio. En los autores griegos más
· ntiguos se denomina··Celtioo·la·mitad nordoccidental de la Península,
a
como opuesta a la mitad mediterránea ibérica, pero ya Polibio designó
como Iberia a toda la Península, y esa es la palabra griega para lo que
los romanos, con palabra aprendida de los cartagineses, 11amaron
Hispania.
El territorio en que aparecen los iberos históricos, los que conocieron griegos y romanos, es muy extenso. La comparación de ciertas formas lingüísticas que se repiten en los textos ibéricos, nos ha permitido
demostrar la homogeneidad lingüística de un territorio que se documenta muy bien. Las monedas de Urci, hacia Almena, muestran en su
leyenda ibérica Urcescen la misma terminación que las de Sagunto y
las de los ilergetes, ausetanos, layetanos, indigetes (Unticescen), y la
ciudad de Narbona (Neroncen). En monedas de Ilíberis (Granada)
hallamos la misma palabra cestin que en una inscripción de Liria.
Monedas de Obulco (Porcuna, Jaén) nos dan duidui como Liria, ütir
como Cástulo, Alcoy, Liria, Cabanes, Barcelona, Ullastret, los indigetes, Lérida y Cogul; monedas de esta misma ceca ofrecen iscer, que
aparece en Cástulo, Alcoy, Liria, los indigetes (y escer también en
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ESTUDIOS IBERICOS
9
Liria), y nos dan también adin, como Liria, Sinarcas, Sagunto, Tarragona, Azaila, y como leemos en varios nombres de la turma Salluitana
(donde también hay -aden), en una inscripción romana de Sofuentes,
al Norte de Egea, y en Ensérune.
La epigrafia pues, nos permite afirmar que desde Porcuna, Granada y Almena se hablaba la misma lengua por toda la costa mediterránea, hasta Ampurias, Narbona y Ensérune, y por el interior hasta el
país de los ilergetes por Lérida y Zaragoza, y de los vascones, en Alagón y Sofuentes. El estudio de estas palabras o elementos de composición permite, aunque no sepamos en general el significado, sostener
que la misma lengua se hablaba en todo este territorio, como presentamos ya hace tiempo en mapas (9). Esta unidad de la lengua ibérica la
admiten J. Maluquer de Motes y Antonio Arribas (10), que exagera un
poco quizá al llevar los1ímites hasta el Ródano y hasta las columnas de
Hércules. Por su parte L. Pericot (11), insiste resueltamente en la unidad de todo el territorio en que la lengua aparece con tan
innegables coincidencias.
Un problema dificil es el de si hubo también iberos en la Bética al
Oeste de Porcuna. Es bien sabido que un río de Huelva, el que ahora
se llama Tinto, se llamaba Hiberus en Avieno e " I en p en Estrabón
(13). Un testimonio antiguo, que se refiere (hacia 400 a. C.) a los viajes
de Hércules y utiliza varias fuentes, que coinciden con Avieno y Heródoto, el de Herodoro de Heraclea (14), llama iberos a todos los pueblos de la zona del estrecho de Gibraltar y mucho más al Este, es decir,
el territorio -de Tartessos· en·su·más amplio· sentido;yconsidera·como
tribus de una misma raza a los cinetes, gletes, tartesios, elbisinios,
mastienos y celcianos, con una corrupción al fin de este texto en la que
parece se menciona el Ródano (15). ¿Se Uamaron realmente iberos los
pobladores de todo el Sur de la Península? ¿Son miembros de la
vn,
(91 A. TOVAR: «Extensión de la lengua ibérica en Andalucía», Zephyrus,
Salamanca, 1966,
páge. 81-83.
A. TOVAR: «The Ancient Language of Spain and Portugal», New York, 1961, p6ga. 60 y u .
(10) J . MALUQUER DE MOTES NIC'OLAU: Prólogo a la obra que ae cita a continuación,
p6g. 20.
A. ARRIBAS PALAU: «Loa Iberos», Barcelona, 1966, pág. 27.
(11) L. PERIC'OT GARC'IA: «La cer6m.ica ibérica», Fotografiu de Toni Vida!, Bareelona, 1979
(198•l), pá¡. 11.
(12) AVIENO. Ora 2~8. C'fr. A. SC'HULTEN: «
(1!l) ESTRABON, m, 6, 9, pág. 175.
1141 .J. ,JAC'OBY: «Die Fragmente der griech. Histociker>l, I, pá¡a. 216 y e. y 602 y a.
(15) A. SCHUL'IEN: «Fontea Hispaniae Antiquae», n, Bareelona, 1926, páp. 87 y 88.
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ANTONIO TOVAR
misma comunidad étnica que haJJamos en la .Andalucía oriental y en
toda la costa del Este? ¿O iberos en este punto no significa otra cosa
que hispanos? Con los datos lingüísticos, no es fácil dar una respuesta.
Pero habremos aún de volver sobre este punto.
El precoz desarrollo de la cultura tartesia, la presión de los invasores celtas en toda Andalucía, particularmente sobre la occidental, así
como sobre el Alentejo, y la colonización fenicia y púnica, no nos permiten ver si la base étnica de la Andalucía occidental era semejante a
la que se nos manifiesta en el mundo ibérico propiamente tal, en los
límites que la lengua nos señala. El Hiberus de Avieno, "I an P de
Estrabón, podria ser un indicio de que sí, de que en aquella región un
poco marginal se mantuvo conciencia de que eran iberos. Pero cuando
contemplamos el tesoro del Carambolo, o los relieves de Osuna, o se
estudian las cerámicas de Andalucía occidental, nos encontramos con
otras tradiciones que la ibérica propiamente tal.
Es cierto que todavía hace pocos años, al final de su vida, podía
investigador tan competente como Pericot (16), aseverar que <
ella en toda la provincia epigráfica.
Basándonos ~bién en la arqueología de ese territorio, especialmente en la típica cerámica, que coincide con el que la epigrafia nos
asegura como ibérico, podemos intentar una explicación cronológica
del. desarrollo de .esta cultura, ..de.jando .ahora el problema, mucho más
dificil, de sus orígenes. Como dice Maluquer (17), refiriéndose a como
plantean los arqueólogos estas cuestiones, «la cuestión de origen ha
sido substituida por la de fonnacilm de tal o cual pueblo o cultura».
La presencia epigráfica y arqueológica de los iberos permite partir
de la idea de P . Bosch Gimpera (presentada por Pericot) (18) de que
los iberos son una etnia que existe en la Edad del Hierro, y cuya cultura tomó rasgos característicos, determinados en buena parte por
influencias coloniales púnicas y griegas, en el siglo VI.
La cultura ibérica, dentro de la unidad que la lingüística descubre,
muestra düerencias regionales, que resultan sin duda de que las formas culturales ibéricas toman sus rasgos definitivos en la región del
(16) PERIC'OT: Op. cit. en la nota 11, p6g. 8.
(17) MALUQUER DE MOTES: Op. cit. en la nota 10, p6g. 9.
(18) PE RIC'OT: Op. cit.. en la nota 11, p6g. 1L
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ESTUDIOS mERICOS
11
alto Guadalquivir, y se extienden, seguramente favorecidas para su
expansión por una preexistente comunidad étnica y lingüística, de
Sudeste a Noroeste. Pericot (19) iniste en «la importancia del substrato ibérico en el Este y Sur de España en unas fechas relativamente
elevadas para el desarrollo de la primera etapa de lo ibérico».
Es en la región entre la Sierra Morena y la Sierra Nevada, alrededor del alto Guadalquivir, donde se dan las condiciones para la formación de una cultura, en un territorio relativamente protegido contra las
invasiones indoeuropeas y la presión de las colonizaciones. Allí, sobre
la larga tradición cultural de la región de Almena, vienen a confluir
influencias tartesias.
.
Una muestra innegable de estas influencias tartesias es la escritura ibérica, cuya forma más antigua es la llamada tartesia o bástuloturdetana, es decir, la del Algarve y todo el Sur de la Península, que
seguimos pensando se formó hacia el año 700 a. C. en el Sudoeste,
territorio en que competían influencias griegas con fenicias. El elemento silábico no puede ser del tipo que se llama secundario, es decir,
formado sobre la base de letras alfabéticas, a · menos que esto se
pudiera demostrar. La hipótesis de que el elemento silábico de la
escritura alfabética sea una herencia de los silabarios del ll milenio es
la más obvia para explicar su presencia en el 1 a. C. El argumento que
expuse en 1943 (20) de que el silabismo se mantuviera obedeciendo a
conveniencias fonológicas de la lengua para la que se inventó, sigue
teniendo valor. Se trata de un arcaísmo en zona marginal, semejante al
uso. de. silabarios ..de..antiguo.abolengo. en .Chlpre hast&.tiempos bastante tardíos. No se han hallado, que sepamos, huellas de un 'silabismo
sistemático y completo en nuestra Península. Se puede pensar que un
indígena dueño de las escrituras griega y fenicia, y quizá empapado del
silabismo que l. J. Gelb considera inherente aún al alfabeto fenicio, o
un colonizador compenetrado con la cultura indígena, forjó alrededor
de la fecha que suponemos la escritura cuya alta antigüedad parece
que se confirma cada vez más en excavaciones en Portugal.
En la cultura ibérica que toma sus rasgos característicos en la
región del alto Guadalquivir podemos ver un juego de influencias que
es, un siglo después de que se formara la escritura del Sudoeste, una
combinación semejante de elementos distintos: la metalurgia de los
exvotos ibéricos de Sierra Morena, que surge en el siglo VI, es de tradición indígena, pero la influencia griega es innegable. Más griega,
(19) PERIC'OT: Op. cit. en la nota 11, págs. 236 y s.
(20) A. TOVAR: «Estudios sobre las primitivas lenguas hispánicas», Bue001 Airea, 1949, págs.
17-20.
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ANTONIO TOVAR
pero a la vez oriental, es la escultura en piedra que florece en los antiguos reinos de Murcia y Valencia. No olvidemos que es ese territorio
donde los iberos, en casos que parece podemos considerar poco normales, adoptaron servilmente la escritura jónica para escribir los plomos de Alcoy y Mula.
Contribuyen con tradiciones formativas al ibérico la cultura tartesia, que aabemos extendió su influencia por todo el Sur de España,
hasta incluir la Contestania, y supervivencias de la cultura del Argar,
más remota en el tiempo, pero la última de las que sucesivamente
tuvieron su centro en la región de· Almena. La alta cultura tartesia
explica, con modelos como los legendarios Gárgoris y Ha bis, o el más
histórico Argantonio, la existencia de la monarquía en el Sur.
El estudio que hace Pericot de la cerámica ibérica explica la extensión de las formas caracteristicas con que aparecen en la historia los
iberos, y nos orienta sobre la cronología de la difusión de su
cultura.
Los tipos más antiguos de la cerámica ibérica pintada son los de
Galera, Toya y el Cigarralejo (21). Se fechan en el siglo VI. Vienen después los tipos de Verdolay, junto a Murcia, y los de Elche y Archena.
Liria, donde el hallazgo de un fragmento ático de figuras negras fechable en 476 a. C. acredita un comienzo antiguo, continúa los tipos de
Verdolay (22). Al siglo IV pertenece el comienzo de la cerámica ibérica
del Bajo Aragón (23); al IV-m, Ensérune (24); las piezas cerámicas de
Azaila corresponden al siglo m (25).
· La· extensión de-los estilos cerámicos ibéricos a·Celtiheria se fecha,
según Peiicot (26), en los siglos m y ll.
Aquí tendríamos que resolver la duda que plantea el periplo de
Avieno (27), al decir que el territorio de los iberos, en el que «están
situados en gran extensión hasta las cimas del Pirineo», comienza precisamente en la costa, hacia el cabo de la Nao, frente a la isla de
Ibiza.
.
Además es cierto que pocos versos antes, en el 462 s., el piloto
marsellés dice, refll'iéndose, parece, porque el texto es sumamente
impreciso y difícil, a la misma región del cabo de la Nao: hic terminus
(21)
(22)
(28)
(24)
(26)
(26)
(27)
PERICOT: Op. cit. en la nota
PERICOT: Op. cit. en la nota
PERICOT: Op. cit. en la nota
PERICOT: Op. cit. en la nota
PERIC'OT: Op. cit. en la nota
PERIC'OT: Op. cit. en la nota
AVIENO, Ora. 472 y 88.
11,
11,
11,
11,
11,
11,
pág.
pág.
pág.
pág.
pág.
pág.
241.
248.
246.
274.
250.
268.
- 40 -
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ESTUDIOS mERICOS
13
quondam stetit/Tartesswrum. Allí, o quizá un poco al Norte, más cerca
del Júcar, «estuvo antaño el límite de los tartesios». Pero ese límite de
los tartesios, que fue límite político, o de supremacía comercial, pertenecía ya al pasado en la fecha del periplo, hacia 520 a. C. No había ya
allí límite político ninguno, y la epigrafía nos enseña que en el
momento en que jonios, como nuestro marsellés, habían introducido
su escritura en Alcoy y en Mula, lo que sería unos cuantos lustros después del periplo, les dieron escritura para escribir en la misma lengua
que descubrimos de Urci a Ensérune. Quizá el piloto marsellés encontró en la costa de Murcia y Alicante tantos elementos coloniales griegos y fenicios, que sólo al llegar al cabo de la Nao creyó encontrar
verdaderos iberos. Pero la difusión de la lengua ibera la epigrafía nos
la asegura también en el Sudeste, y en tiempo no muy posterior, dos
siglos a lo más, a las observaciones de un piloto que hay que suponer
vio menos del interior que de la costa.
Podemos, pues, defender la extensión de la cultura ibérica (lengua, escritura, cerámica, arte, etc.), con variantes regionales, pero con
unidad que se extiende desde Urci por la Bastetania, la Contestania, la
Edetania, las tribus de la costa catalana (ilercaones, lacetanos, cosetanos, layetanos, indigetes) y la zona de Narbona y Ensérune, por la
costa de Rosellón y el Languedoc. El amplio territorio de los ilergetes
es también epigráficamente ibero.
. Dos monumentos epigráficos son preciosos por presentarnos la
zona subpirenaica un poco al Sur de donde se debía hablar el euskera:
me -refiero al famoso -documento que es-la turma·Balluitana (28}, y-al
importantísimo documento, encontrado hace pocos años, de la tabula
Contrebiensis (29).
Los nombres que contiene la primera, de soldados a quienes el
general Cn. Pompeyo Estrabón, el padre del Magno, concede ciudadanía romana por sus méritos en la guerra contra los socios itálicos en 89
a. C., nos da una lista de 49 nombres ibéricos, de ellos uno repetido y
tres incompletos, que pertenecen a diez ciudades: desgraciadamente
sólo son entre estas de identificación segura Zaragoza y Lérida, y de
probable, Egea; Succonsa, la otra cuyo nombre se conocía de antes, se
cita en Ptolomeo, y se puede suponer estaba entre Huesca y
Lérida.
(28) CIL 12, 709, VI, 37.046. Cfr. N. CRINITI: «L'epigrafe di Asculum di Gn. Pompeo Strabone11,
MiUn, 1970.
(29) G. FATAS CABEZA: «Contrebia Bela.isca (Botorrita. Zaragoza). n. T abula Contrebienaia»,
Mono¡raflu Arqueológico, :xxm, Zaragoza, 1980.
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14
ANTONIO TOVAR
Las personas ibéricas de la segunda, que es un arbitraje que el
senado de Contrebia Belaisca dio, confirmado por el imperator C.
Valerio Flacco, en 87 a. C., en un pleito que tenían los de Alagón contra los de Salluia (Zaragoza) sobre terrenos por los que pasaban aguas
para el riego, son, aparte de seis magistrados de Contrebia que llevan
nombres celtibéricos como los escritos en letras ibéricas en el bronce
de Botorrita, sólo dos: el de [... C] assius hijo de[.] eihar, Salluiensis, y
el de Turibas hijo de Teitabas, Allauonensis. Estos tres nombres, pues
el zaragozano hijo de ]eihar tiene praenomen y nomen romano, son ibéricos, pero nuevos, aunque sólo ]eihar con su h plantea problemas.
Estos nombres nos aseguran de que en territorio que Ptolomeo nos da
como vascón, tenemos nombres ibéricos: en Segia, en Alauon y también en una inscripción latina con el nombre (en su primer elemento
quizá no ibérico) (30), de Turciradin, de Sofuentes, al Norte de
Egea (31).
J. Corominas comentó (32) otra inscripción (33), procedente de la
alta Ribagorza, dándola como en «vasco ribagorzano» del siglo l. Los
dos nombres indígenas que en ella se leen (ambos en dativo): Tannaepaeseri y Asterdwnari, son, el.primero, ibérico en sus dos elementos:
Tanne- (34), y cf. Baesadine, Baesisceris, etc. (35), si bien en Aquitania
también tenemos Dann-, y éste sería un caso en que se descubre un
fondo común ibero-aquitano; en cuanto al segundo nombre, más que
ibérico, en el que no parece se encuentre nada semejante, podría ser
del fondo vasco-pirenaico, como .defiende Corominas, que alega la
palabra vasca azter. «indagación,-examen», y otras parecidas, y elnombre personal Aster en diplomas gascones de los siglos IX y XI, y otros.
La dificultad que hay en -dum- podría resolverse, a mi juicio, con la
falta o rareza de m en ibérico, y explicar así una confusión gráfica del
vasco dun «que tiene», palabra muy frecuente.
Desde el punto de vista del va.sco notaremos aún que resulta sorprendente en esta inscripción la existencia en tiempos romanos, como
supone Corominas, de un dativo de singular en -eri -ari, de la declinación basada en el artículo, es decir, determinada, que no se pensarla
fuera tan antigua. Pero la verdad es que falta documentación en
este punto.
(30) M.• L. ALBERTO S FIRMAT: «La onomástica pei'IOllal primitiva de Hiepania. Ta!:raconenae
y Bátican, Salamanca, 1966, pág. 237.
(31) en. n 2.976.
(32) J . eOROMINAS: «Entre doa llenguatgea», U, Barcelona, 1976, ~~~· 132-Ul.
(33) en. n s.s4o.
(34) ALBERTOS: Op. cit. en la oota 30, ~g. 220.
(36) ALBERTOS: Op. cit. en la nota 30, p4¡. 47.
- 42 -
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ESTIJDIOS IBERICOS
16
Es posible que en esta inscripción tuviéramos un testimonio de la
relación entre el ibérico y el vasco, en territorio donde se podría esperar más bien vasco o aquitano (que podemos considerar idénticos
entre sí). Quizá hasta allí llegaba, entre personas de posición social
relativamente elevada, que hacían poner una lápida, la influencia
del ibérico.
LA LENGUA IBERICA
Hacer algunas consideraciones sobre la lengua ibérica es muy dificil y muy expuesto a errar. Sin embargo no resistimos a la tentación de
hacerlas porque, al menos, por ese peligroso camino, podemos acercarnos a la cuestión de los orígenes y relaciones de una lengua no
descifrada.
La proposición siguiente: el ibero es una lengua no descifrada, nos
permite enunciar a continuación esta otra: el ibero no es indoeuropeo.
Una lengua de la que poseemos tantos documentos como los que se
exhiben en · l Museo de Valencia, y en otros más, no estaría indescie
frada, una vez que se lee con seguridad, si fuera indoeuropea. Hasta
lenguas que durante mucho tiempo no fueron reconocidas como
indoeuropeas, cual el licio y el lidio, pudieron identificarse como herederas, aunque muy cambiadas de las antiguas lenguas indoeuropeas
anatólicas. Pero la dificultad para reconocerlas como tales estaba en
su escritura, con más puntos oscuros que la ibérica, y en que han
tenido una larga evolución, una vez disuelta la antigua familia anatóücá..del"netitS";··en -erUeste·· aa··A"ia·Menor: ····-···············-·········-······ ·· · · · ··
s
Es cierto que en la pátera de Tivissa (36) se ha señalado que
se lee:
Boutintibas sani cifsto urcetices.
La tercera palabra podría ser en indoeuropeo un aoristo medio
(del tipo del véneto donasto «dedit», fagsto «fecit») del verbo M-Uer-,
bien atestiguado en indio karati «él hace»; galés, para{ «hace, causa»;
irlandés, cruth «figura»; galés, pryd «figura, tiempo». Así lo explicó L.
Michelena y lo aceptó V. Pisani (37).
(311) M. GOMEZ MORENO: <
G. NIC'OLINl: <
(37) L. MIC'HELENA: <<¿Un aoristo signuitico indoeuropeo en la pátera ibélica de Tívisa?», Emerita, XX, Madrid, 1962, págs. 163-160.
V. PISAN!: En Archivío glottologico italiano, XXVIn, Torino, J>á~ta. 104 y a. y en Paideía, IX.
~nova, pág. 13.
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16
ANTONIO TOVAR
Pero en el millar largo de voces ibéricas que se han reunido (38),
no se repite otro caso, ni en desinencias, tipos de flexión, ni, salvo en
algún posible préstamo, en vocablos, se halla nada que se pueda comparar a lenguas indoeuropeas.
Descartada así la comparación, es decir, el origen indoeuropeo, no
parece hasta ahora más tentadora, a juzgar por su fortuna, la que
intenté con el beréber. En un trabajo de 1946 (39), propuse interpretar eban (en) de ciertas inscripciones ibéricas como el beréber y semítico eban «piedra» más un elemento pronominal -en, que se halla así
pospuesto, no al poseedor, sino al poseído, en beréber, y que, pospuesto al poseedor yo considero que es el genitivo vasco que H. Gavel
llamó determinativo, aplicado especialmente a personas y seres animados: en vasco se dice Peruren harria «piedra de Pedro», a diferencia de ibérico Balceadin Isbedarticer ebanen «B. hijo de Isbedar (en
una forma adjetival) piedra-de-él». Con un elemento pronominal posesivo distintO tenemos en Ubico Msult bn-s «Musulamia tumba-su»
(40), y en beréber actual tamaziYt en-s «patria él-su (patria de él)»
(41). Para hacer verdaderamente digna de tomar en cuenta mi hipótesis, recordaré que en la epigrafía hebraica de todos los tiempos eban
significa «lápida», y el epigrafista J.G. Février (42), publicó una serie
de inscripciones latinas de Libia en las que aparece, en cada una, la
palabra aban escrita así, en caracteres latinos, en inscripciones romanas con nombres indígenas.
Pero la verdad es que si admitimos la posibilidad, señalada por
alguien, de que eban «lápida» en ibero fuera un préstamo púnico,.·s6lo
nos quedaría el -en ibérico con paralelos en beréber. Recordaremos
todavía que J . Pokomy, en un trabajo de 1950 (43}, utilizó mi construcción beréber-ibero-vasca para explicar (pues en vasco -en además
de para el genitivo sirve como pronombre relativo) los orígenes del
relativo infijado en irlandés antiguo, en ejemplos como inna aimsire mbtte-som isind fognam «del tiempo en que (n, asimilada a la b que sigue)
están en servicio», sechi chruth do-n-d-r6n «de cualquier forma que (n)
(38) J. SILES RUIZ: «Uxico de inscripciones ib6ricas>>, Madrid, 1985.
(39) Luego incluido en TOVAR, op. cit. en la nota 20.
(40) A. TOVAR: <
Arte y Arqueología, X, Valledolid, 1943-1944, pág. 36.
(41) TOVAR: Op. cit. en la nota 20, págs. 61 y as. y 90 y 88.
TOVAR: Op. cit. en la nota 9, en segundo lugar, págs. 62 y 88.
(42) J. G. FEVRIER: En Studi orientali in onore di G. Levi della Vide, 1, Roma, 1956, págs.
182 y 88.
(43) J. POKORNY: ccZum nichtindogei'IIIIlllÍ8chen Substratim Inselkelketischen», Die Sprache, I,
Wien. 1949, pág. 244.
-44-
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ESTUDIOS ffiERICOS
17
yo lo (á) hiciera (1.• persona singular del perfecto de di-ro-gn()» . Este
complicado juego de relaciones, que puede parecer poco creíble,
adquiere sentido dentro de la idea de un sustrato camítico en el Occidente de Europa, hipótesis que mantuvo Pokomy de un modo que
ahora no se estila, pero que puede tomarse en cuenta según indicaciones resultantes de la léxico-estadística y la tipología, a las que luego
nos referiremos.
No han faltado, naturalmente, intentos de relacionar directamente
el ibero con las lenguas semíticas. Me limitaré a citar dos trabajos que
no me parecen convincentes. Primero el de Juan de Gorostiaga (44).
Sin verdadero análisis, da por seguro que se trata del contrato que
hace un duefto con dos constructores para la reparación de dos casas.
No hace caso de la separación de palabras con puntos y así consigue
aislar dos veces la palabra bait «casa» y una vez el plural betin; adunin
lo traduce por adun «seftor», pero en conjunto no ha explicado las
palabras. En el segundo intento que reseñamos, su autor, J. M. Sola i
Solé (46), parte de identificar, como su precursor, el ibero con el
púnico, lo que, de ser cierto, aseguraría mejores resultados que los que
él alcanza. De una inscripción de Liria saca lo siguiente: «bitiiba (sin
explicar) de Banitewbar hijo de Balcewni». De la del Cerro de los Santos Ba8tulaiacun: m§ «estatua» z «esta», un déictico du, la preposición l y el nombre propio fenicio Y akun «estatua esta aquí para
Yakun». Nada le detiene: la inscripción de Ibiza, Tirtanos Abulocum
Letondunos ge. Beligios, toda identificada: nombre, gentilidad, filiación·y étnico en celtibérico, es traducida a.sí:-«Tirtan Osabul ha erigido
(o dedicado) a su señor el sepulcro de Yws». Basta todo esto para probar que, al menos hasta ahora, el semítico no ha dado resultados.
Una comparación del ibérico que, si lo identificamos demasiado
con el vasco, podría considerarse tradicional, es la que se supone con
las lenguas caucásicas, especialmente con la más importante y la más
antiguamente atestiguada, el georgiano. Como la investigación comparada del ibero (lengua no descifrada) con las lenguas caucásicas es
todavía inexistente, no podemos hacer más que dar brevemente
cuenta de los resultados de la comparación vasco-caucásica. En nuestro tiempo, después de H . Schuchardt y C. C. Uhlenbeck, han sido K .
(44) J . DE GOROSTIAGA: c
dnterpretación, traducción y análi8is del plomo ibmco de C'aatel16n>~,
Boletín de la Real Sociedad Vucongada de Amigoa del País, IX, San SebutUn, 1953, pága.
·
ww~
(.(5) J . M.• SOLA SOLE: «Aaaaig d'interpretaci6 d'algunea inacripciona iberiquea lllitjan~t el
fenici i el punic», Oriena Antiquua. vn. Roma. 1968, págs. 223-24.(.
-45 -
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18
ANTONIO TOVAR
Bouda y R. Lafon los principales mantenedores, con trabajos principalmente en el campo del léxico, e intentos del segundo de estos autores en el de la morfología, de la relación entre el vasco y las lenguas
caucásicas (46).
En 1961 hicimos un trabajo en el que colaboraron varios autores:
además de los dos citados y Michelena, W. Vycichl y el inventor del
método, M. Swadesh (47); en él se pueden ver hasta cierto punto confumadas las semejanzas léxicas entre el vasco y el complejo mundo
caucásico. Nos resultaba un 7'52 %de palabras comunes, en la lista de
100 de Swadesh, al vasco y al georgiano, representante en nuestro trabajo del grupo meridional, otro 7'52 común al vasco y al circasiano,
representante del caucásico nordoccidental, y sólo un 5'37% a vasco y
avar, del grupo del Nordeste, y geográficamente más distante. Aun
siendo escéptico sobre el método léxico-estadístico (yo no lo soy, por
cierto) y admitiendo que, por debajo de 5 %, puede intervenir demasiado la pura causalidad, un 7'52 tiene cierta significación.
Michelena, uno de los principales colaboradores en aquel trabajo,
no oculta, en el capítulo que escribió después para el volumen Le langage, su escepticismo ante la idea, que justificaba en cierto modo el
título de su trabajo (48), de que dos islas lingüísticas como el vasco
(aun añadiéndole el ibero) y el grupo caucásico de lenguas, más de
viente o veinticinco en las tres zonas en que se clasifican, podrían
haber conservado elementos comunes de una amplísima área lingüística cuya unidad habrían roto poderosas familias de lenguas, como la
indoeuropea. Reslmente· las ·distancias; aun· suponiendo, para·lo que
cada vez se halla menos fundamento, que el Mediterráneo hubiera
sido elemento de difusión e intercambio lingüístico, son demasiado
grandes y los obstáculos, insuperables.
Sin embargo, la léxico-estadística no cierra del todo la puerta a las
numerosas comparaciones léxicas reunidas por los citados autores, a
los que se puede añadir, con sus prejuicios A. Trombetti.
El non liquet pronunciado por Michelena al final de su citado trabajo es una prudente advertencia, pero no es una prohibición de seguir
examinando críticamente la posibilidad.
(48) Recordemos de K. BOUDA: «.Bumch-lraukaaieche Etymologien», Heidelberg, 19.(9¡ de R.
LAFON: «Etudea Buques et Caucasiquea», Salamanca, 1962, y de otroe que cita MICHELENA en au
colaboración en el tra~o de la nota siguiente.
(47) A. TOVAR, en colaborac~ con K. BOUDA, R. LAPON, L. ~<.:HELENA, W. VYCICHL y
M. SWADESH: «El m6todo lbico-eatadíatico y au apllcaci6n a lu relaciooea del vucumce». Boletfn
de la Real Sociedad VaSCOQgada de Amigoe del País, Xvn, San SebutUn, 1981, ~p. 2-'9-281.
(48) L. MICHELENA: «L'euakaro-caucaai~n», en «Le langage» dirigido por A. MARTINET,
EIIC)'cl~die de la Pl6yade, Paría, 1988, págs. 1.414-1.487.
-46-
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ESTUDIOS IBERICOS
19
No hace muchos años (49) apliqué consideraciones tipológicas
que, efectivamente, como las léxicas (estadísticas o no), no tienen más
que un valor de indicio (50), al vasco comparado con el avar y el georgiano, y la verdad es que en la tipología de orden de palabras podemos
afirmar que las dos lenguas caucásicas comparadas comparten con el
vasco tres rasgos muy importantes del tipo m de Greenberg: S(ujeto)
O(bjeto) V(erbo), pos(iciones), y orden G(enitivo) N(ombre); son distintas (aparte de que el georgiano, en contacto con la literatura griega
desde al menos el siglo VI, es una lengua más bien SVO) en que el
vasco coincide con lenguas occidentales, como beréber y galés, en los
rasgos N A(djetivo) y N D(emostrativo). En la tipología cuantificada
propuesta también po1· Greenberg, la ve1·dad es que el vasco comparte
la misma altura con el avar y con el georgiano en el índice de síntesis,
en el de aglutinación (con índice aún mayor en georgiano) y en la que
Greenberg llama «flexión pura». El índice bajo en vasco de composición es mínimo en georgiano y medio en avar, el muy bajo de derivación en vasco lo es aún más en las dos lenguas caucásicas estudiadas,
el medio del vasco en número de prefijos es alto en avar y muy alto en
georgiano, el alto· de sufijos en vasco es muy alto en avar, y aún
más en georgiano.
En cambio el vasco tiene en aislamiento un índice alto, como
vemos que es una tendencia en las lenguas de Europa occidental y en
el beréber, mientras que el georgiano tiene un índice medio y el avar,
bajo; en la concordancia es bajísimo el índice del vasco, y en cambio es
medio el del ge·orgiano· y alto el del" avat: en los otros rasgos flexivos
que la concordancia, también el vasco es bajísimo, mientras que el
avar es alto y el georgiano, altísimo.
En resumen, y para probar la significación de la tipología cuantificada, sorprende en este experimento la semejanza tipológica de dos
lenguas caucásicas vecina. , que coinciden en grado en tres índices, y
s
sólo una vez se alejan una de otra en más de un grado de los cinco que
establecimos (muy alto, alto, medio, bajo, muy bsjo) para valorar los
índices numéricos (51). Nótese también la proximidad de las dos lenguas caucásicas en siete de los diez índices, mientras que en los sintácticos, el vasco es muy distinto. No nos atrevemos a sacar consecuencias,
pero sí a llamar la atención sobre la coherencia de los resultados.
(•9) A. TOVAR, en Euakera, XXIV, Bilbao, 1979, págs. 13-33.
(60) O. DEETERS, citado por MIC'HELENA: Op. cit. nota .S, pq. U16.
(61) A. TOVA.R; En «Euakalerriaren na.zioarteco jardunaldiek», Real Academia Vuce, Bilbao,
1981, p6¡e. 189 y u . eapecialmenta 1aB 162 y 11.
-47-
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20
ANTONIO TOVAR
Sobre la relación del ibérico con el vasco habría de repetir cosas
que he dicho ya. Sigo pensando como en 1954: «el vasco no es un descendiente del ibérico, aunque haya elementos comunes a una y otra
lengua» (52). En esto coincidimos la mayoría de los estudiosos que
leemos con el descüramiento de Gómez-Moreno las inscripciones. Las
coincidencias que podemos señalar entre el vasco y el ibérico, tanto en
léxico (donde pueden ser homofonías cuando el contexto ibérico no
nos ayuda), como en la fonología, son, lo repetiremos (53), «profundas
y reveladoras».
Me atrevería a decir que el vasco es el único camino, erizado de
dificultades y rodeado de abismos, por el que podemos aspirar a
entender algo más de las inscripciones ibéricas. A todo iberista le recomendaría, no que se comprara un diccionario vasco, sino que estudiara
bien el euskera.
Y dejadme que termine otra vez lleno de dudas ante las tinieblas
que nos rodean. La lengua ibérica es preindoeuropea, y me atrevería a
decir que más preindoeuropea (más exótica) que el etrusco. Podría
tener más elementos camíticos que mi olvidado ebanen, porque un
sustrato camítico hispánico se puede suponer sobre la base del vasco,
que muestra en nuestro trabajo léxico-estadístico casi un 10 % de
coincidencias con dialectos beréberes de Marruecos. La explicación
ibero-caucásica no se ha comenzado a investigar aún, pero buenos
conocedores del georgiano tendrían la palabra.
La tipología permite suponer que el vasco tiene a la vez conexiones
(de origen posiblemente).con Asia, pero también influencias camíticas
que se pueden suponer en el extremo Occidente de Europa.
Y al terminar el examen de los elementos de comparación de que
disponemos para los textos ibéricos, tengo que dar fin a esta exposición. Hubiera querido examinar nuevas cuestiones y puntos de vista, y
hasta haber aportado propuestas nuevas de desciframiento, pero he
intentado más bien presentar el problema en su conjunto. No tengo
derecho a retener más vuestra atención.
Si comencé recordando el estado de los estudios ibéricos cuando
Fletcher y sus coetáneos los heredamos de nuestros maestros, terminaré expresando nuestra esperanza y nuestro deseo de que nuestros
compañeros y discípulos puedan, ahora que disponen de materiales
más abundantes, como entonces no nos atrevíamos a soñar, avanzar en
el conocimiento del enigma, que nosotros dejamos no resuelto, mientras tal vez sonríe la esfince ibérica.
(62) A. TOVAR: «El euakera y liWI parientesn, Biblioteca Vasca, n, Madrid, 1969, p4ga. 38 y a.
(63) TOVAR: Op. cit. en la note anterior, pág. 66.
-48 -
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FRANCISCO JORDA CERDA
(Salamanca)
SOBRE FIGURAS RUPESTRES PALEOLITICAS
DE POSffiLES CABALLOS DOMESTICADOS
Hace algunos años, con la competente y eficaz ayuda de Magín
Berenguer, revisamos las importantes series de pinturas y grabados
rupestres de la cueva de El Pindal (Pimiango, Asturias) , dados a concr
cer en ~ imp<;>rtante ~bra por H. Breuij. y s~ colaborlldQ.res ~apaño
les (1). Los resultados de aquella revisión fueron importantes, ya que
logramos añadir al primitivo inventario de figuras otras catorce, entre
animales e ideomorfos {2).
Ya por aquellos tiempos, me llamó la atención la figura de un prcr
tomo de caballo, realizada con grabado de trazo múltiple y al que faltaba el resto del cuerpo a causa del desprendimiento del fragmento de
pared que lo contenía (fig. 1). Esta figura, en posición bien visible, ya
que se halla situada en sitio destacado en el gran panel central junto
con otros grabados de caballo, no es posible explicar porqué no fue
inch,ida en el inventario de Breuil.
Este protomo de caballo mira hacia la derecha y sus cabeza y cuello se encuentran inclinados y como dirigidos hacia el suelo, el cual
(1) H. ALCALOE DEL RIO, H. BREUIL y L. SIERRA: ceLes cavemea de la región cantabrique)).
M6naco, 1911, pip. 63-81 y láma. XXXIV-XLVI.
(2) F. JORDA CERDA y M BERENGUE. ALONSO: «La cueva de El Pindal en Asturias. NueR
vas aportaciooea». Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, 23, Oviedo. 1964, p6p. 1-30, 6 lám&. y
un plano.
-49-
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2
FRANCffiCOJORDA CERDA
parece como si se hubiese intentado representar mediante una serie
de pequeños trazos, de tal modo que el caballo parece como que está
pastando, imagen realista que no dejaría de ser una novedad en el arte
paleolítico. Pero de mayor interés son dos trazos que aparecen a la
altura de la comisura de la boca del animal y que atraviesan desde el
arranque d.el hocico hasta el inicio de la papada. Dichos trazos acaban,
en el exterior del perfil, en cuatro pequeños trazos, de los que los dos
más exteriores es.tán ligeramente curvados, como las partes terminales
de una lazada.
Al realizar la copia de tal figura y su inusual detalle, quedamos sorprendidos por su semejanza a una cuerda que atase el hocico, pero no
nos atrevimos a pronunciarnos sobre el carácter del mismo y al describirlo en la relación de figuras de la cueva nos limitamos a considerarlo
como «una especie de lazada» (3).
e
) =----
({(
Fig. l .-Cabeza de caballo con posible eabe1tro, de la cueva de El Pindal (A.turlu).
(Seg{m Jordá y Berenguer.)
(3) JORDA C'E RDA y BERENGUER ALONSO: Op. cit. en la nota anterior. p6g. lii y ltim. m .
-50-
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FIGURAS RUPESTRES DE CABALLOS DOMES'IYCADOS
3
No es posible explicar las causas que motivaron que este protomo
de caballo no fuese incluido entre las figuras de Pindal, ya que parece
imposible que escapase a la perspicacia visual del gran maestro y creo
que ha de ser considerado tal hecho como un olvido o traspapelado del
calco. Digo estO; porque en otra de las cuevas recogida en la misma
publicación, en la de Hornos de la Peña (San Felices de Buelna, Cantabria) (4) se encuentra el grabado de un caballo (fig. 2), de estilo torpe y
abundante en detalles corporales, en el que en la parte superior del
hocico, cerca de la comisura de la boca, aparece grabado un doble
trazo, semej~nte al del caballo de la cueva asturiana, aunque en la parte
superior'la posible lazada ofrece solamente un pequeño trazo curvado
y vuelto hacia el interior. Dichos trazos dieron pie a que el mismo
Breuil comentara -haciendo referencia a la vieja polémica sobre la
semidomesticaci6n- que seguramente «Piette eut pris pour courroie
autour des nasseaux» (5).
Fig. 2.-Conjunto de ¡rabados de Hornos de la Peña (Cantabria), con un caballo con
posible cabestro. (Según Breuil.)
(4) ALCALDE DEL RIO, BREUIL y SIERRA: Op. cit. en la nota 1. pág. U6.
(6) ALCALDE DEL RIO. BREUIL y SIERRA: Op. cit en la nota 1. pág. 90.
-51 -
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4
FRANCISCO ,JQRDA CERDA
Fig. 3.- Caballos contt·apuestos de Los Casa1·es (Guadalajaa·a), con línea de posible
cabestro el de la izquierda. (Según Cabl'é.)
- 52 -
[page-n-59]
FIGURAS RUPESTRES DE CABALLOS DOMESTICADOS
6
A estas dos interesantes figuras que parecen dotadas de lo que
po
también sobre el hocico. Se trata de una figura de caballo grabada con
inmejorable estilo en la parte de la cabeza, siendo el resto del cuerpo
de menor calidad en su ejecución, que se encuentra en la cueva de Los
Casares (Riba de Saelices, Guadalajara) (6) (fig. 3). La cabeza, como
decimos, presenta en la parte superior del hocico un gran trazo que lo
atraviesa de parte a parte sobresaliendo un poco al exterior por la
parte frontal y que parece en estrecha relación con los trazos dobles de
los dos caballos anteriores, pero en éste el trazo es único, aunque la
función parece la misma.
Todavía podemos añadir a estas figuras rupestres una interesante
obra de arte mueble, en la que es posible descubrir restos del mismo
tipo de posible cabestro. Se trata de un perfil recortado de caballo
encontrado recientemente y todavía en estudio, por lo que sólo señalaremos en una cara la presencia de dos trazos grabados muy sucintamente y que formando una ligera curva van de una parte a otra por la
zona supelior del hocico, mientras que por la otra ofrece una línea de
trazos pequeños, algo curvada, que parece señalar por dónde discurriría el posible cabestro en su parte inferior (figs. 4 y 5). Este ejemplar
de perfil recortado con cabeza de caballo procede del importante yacimiento del Abrigo de la Viña (Manzaneda, Oviedo, Asturias), todavía
en cw·so de excavación y procedente de su nivel Magdaleneniese
medio (7).
Los tres ejemplos citados de arte rupestre más los dos de arte
mueble creo que son lo suficientemente expresivos como para señalar
la existencia entre las gentes magdalenenses de un modo de sujetar los
caballos enlazándolos por la boca mediante una especie de cuerda o
cinta de cuero - como parecen señalar los dos trazos paralelos en los
ejemplares rupestres y en uno de los perfiles recortados muebles,
hecho que hay que interpretar como elemento o instrumento de tipo
práctico, y no suponerle una finalidad mág_ico-relig_iosa, que es el
cajón de sastre donde se acostumbra ·a recoger todo objeto o instrumento prehistó1ico que no sabemos definir o interpretar. Por mi parte,
como ya he apuntado, pienso que nos encontramos ante repr~senta
ciones estrechamente relacionadas con una probable domesticación
(6) J . C'ABRE AGUILO: «Las cuevas de Los ('asares y de La Hoz». Archivo Eapailol de Arte y
Arqueología, XXX. Madrid. 1934, págs. 25 y ss. y láms. V. 2 y XXIV, 3.
(i) .J. FORTEA PERE Z: «InveMigac:iones en la cuenca media del Nalón, Asturias (Espafta}. Noticia y prim~roR rt•JCultados». Zephyru11. XXXIT-XXXIll. Salamanca. 1981 , pép. li-16 y figs.. í y A.
- 53 -
[page-n-60]
6
FRANCISCO JORDA CERDA
FJ.c.
4.-Anveno del perfil recortado de cabeza de caballo con poelble cabetJtro de
cinta o correa, de La Vi6a (.A.tarlu). (Seg6n Portea.)
FJ.c.
5.-Reveno del perfil recortado de cabeza de caballo en la que ee obeerva incJi.
cado con lfnea de punto un poáble cabeRro. Prooed•t.e de La Vl6a (IU&urlu).
(Seg6n Portea.)
-54-
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FIGURAS RUPESTRES DE CABALLOS DOMESTICADOS
7
Fig. 8.-Perftl recortado de cabeza de caballo de S t. Michel d'Anady (Pyrin6es Atlantiquea) con loe elemento. de un posible cabnb:o. (Self(m E. Plette. 1906.)
Fig. 7.-.Caballo ¡rabado de la cueva de M8DOulaa (Haute Garonne) con loe elemento•
de un polible cabeltro. (Self(m Plenier.)
del caballo. Obsérvese en relación con esto que decimos que la posible
cinta de cabezo se observa solamente en representaciones de caballo,
lo que estimo que es muy significativo, ya que apuntaría a que la
domesticación del caballo pudo muy bien iniciarse dentró de los tiempos paleolíticos.
En este sentido se ha pronunciado recientemente Bahn (8), quien
ha retomado el tema de la domesticación del caballo iniciado hace
años por E. Piette (9), basándose en la original decoración de Saint
Michel d' Arudy (Pyrénées Atlantiques, Francia) (fig. 6) del que
comentaba la original decoración, en la que se aprecia la existencia de
(8) P. G. BAHN: «Lee bltone percée. Reveil d'une ~ee abandonnée». Prebi.stoire Arié¡eoi.ee
(4
L' ADthropologie, XVD, Parle, 1906, p6p. 28-76.
-56-
[page-n-62]
8
FRANCISCO JORDA CERDA
una posible cuerda de trenzado enrollado, a la que parece hallarse
unida una «pieza» rectangular, decorada con una serie de V, de la que
surgen por el lado opuesto un haz de trazos discontinuos, que no se
unen a ningún otro elemento en el extremo opuesto, por lo que resulta
un tanto dificil asegurar su posible función. Tanto la «pieza» rectangular, como el haz de trazos forman parte de un elemento que se halla en
contacto con la cuerda o cinta de cuero que circunda el hocico. Es
posible que todo ello pueda ser interpretado como la representación
de un instrumento -arnés o cabestro- mediante el cual fuese posible
dirigir al caballo. Fue en este posible instrumento representado en el
perfil recortado de Arudy en el que se basó Piette al formular su hipótesis sobre la semidomesticación anima~ poniendo como ejemplo la
del caballo.
Con ser la pieza mueble de Arudy de un gran valor para poder identificar los distintos elementos rupestres que hemos comentado como
parte integrante del atalaje propio de un caballo domesticado o semidomesticado, todavía resulta más significativa y decisiva la representación de un arnés en un caballo grabado en la cueva de Marsoulas
(Haute Garonne, Francia) (lO) (fig. 7). Se trata de un animal del que se
ha representado la cabeza, su línea dorsal y rabo, aunque bajo éste se
observan dos trazos que podrían con dudas considerarse como representaciones de las patas posteriores. En la zona frontal de la cabeza
aparece la parte superior del hocico con el doble trazo típico, que termina al exterior con largos trazos tras la lazada o nudo. De
.los puntos .de unión del trazo ..doble.con las comisuras. surgen doa.largos tra.zos múltiples, paralelos, que terminan algo más arriba que la
fre~te y arranque de las crines. Estos dos trazos, a la altura de los ojos,
aparecen unidos por un trazo horizontal, que parece prolongarse hacia
la línea del cuello inferior con la que se confunde. La figura así formada
tienen una gran semejanza con el tipo corriente de cabestro con el que
se enjaezan los équidos actualmente. Este tipo de arnés se parece,
según Des Ormeaux (11) a los arneses para renos de los samoyedos
(fig. 8) y también guardan cierta semejanza con los utilizados para sus
caballerías por los sardos. Estos últimos podrían atestiguar la posible
utilización de los bastones perforados como formando parte del resto
(10) A. PLENIER: •L'art de la P"Otte de Maraoulu». Memorial 1 del Institut d' Arch6ologie Prébistorique, Toulouae, 1971.
L PALES y M. TASSIN DE SAINT PEREUSE: «Un chaval pretexte. R'tour du chev8tre».
Objeta et Mondes, tomo 6, fue. 2, 1963, pága. 187-209.
(11) A.-L DES ORMEAUX: «Note sur l'uaage dea batona de boia de rennes ehez les populations
primitivea de l'Europe», Revue d'Ethnologie, 7, Pana, 1889, pága. 88-51.
-56 -
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FIGURAS RUPESTRES DE CABALLOS DOMESTICADOS
9
del arnés o cabestro, como ya había supuesto Piette, aunque la verdadera identificación del bastón perforado paleolítico la llev6 a cabo
Pigorini (12) al establecer los posibles paralelos entre los bastones
perforados y las piezas de madera con perforaciones de los cabestros
utilizados en las caballerías de los sardos (fig. 9).
Fi¡. S.-Cabeza de reno con amN de lipo samoyedo. (Según A. L des Ormeaux.)
En apoyo de estas identificaciones cita Bahn (13), los cabestros,
que según Rudenko, usaban los antiguos escitas, cuya «psalia» parece
haber sido un atalage animal utilizado por aquellos pueblos, la cual
estaba formada por una especie de barra de freno, de hueso, muy
decorada.
Los numerosos ejemplos que hemos ido analizando a través de
estas notas y los paralelos aducidos permiten asegurar que durante los
tiempos paleolíticos es probable que el caballo fuese utilizado por el
hombre en funciones distintas de las puramente alimenticias, iniciándose la domesticación del mismo, proceso que dada, como siempre, la
«opacidad» de los documentos que poseemos hasta el momento, no
nos es posible reconstruir con cierta amplitud, aunque en el momento
(12) L. PIGORINI; <
-57-
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10
FRANCISCO JORDA CERDA
Pi¡. 9.-Tlpo• de oabemo. antigu011 de Cerdeaa. (Selán A. L dN Onneau.)
actual no•es posible descartar la hipótesis de una domesticaci6n del
caballo dentro de los tiempos m.agdalenenses, más bien dentro de sus
etapas medias.
Este proceso de domesticaci6n lleva implícitos en sí el problema
de la captura en vivo del animal (14) y el de su utilizaci6n como animal
de carga o de monta y aunque pudo servir para ambas finalidades más
bien nos inclinamos hacia·la segunda, ya que no parece probable·que
los magdalenenses tuviesen muchas cosas que transportar, aunque la
temporaJ.!.dad de muchos de sus yacimientos hace suponer que también fuesen empleados como animales de carga.
(14) El problema de la domesticación del caballo durante loe tlempoe fiDalee del PaleoKtico Sup&rior, reeide en el modo, ~era y condicione• en que pudo efectuerae, ya que había que capturar al animal en vivo, procura11do que ae tratase de potroe pequefloa, ya que la domeeti.caci6n de loe ejemplares
viejoe ea muy ~ciL La captura pudo hacerse mediante lazo, J)Oiloilidad que parece repreeentada en
un grabado mueble con UD caballo eujeto el cuello con una poeible cuerda de Urtiap (J. M. BARANDIARAN: «El hombre prehillt6rico en elPaíe Vaaco», 1963, pác. 61 y fl¡. 20. Tambi6n pudo llevarse a
cabo acorralando a loa cabelloe dentro de un lugar propicio, limitando mediante obetáculoe que eacapaaeo. Quizú fueee una trampa muy eemejante a la de loe llamadoe choreoe, eetraehoe callejonee limitedos por ramaa a UD lado y a otro que desembocan en una foea tapada por ramaje, trampa en ueo hasta
hace poco en la re¡ión cantábrica (J. URIA RIU: «La cua de la montería durante la Edad Media en
Atturiu, León y Galicialt, Oviedo, 1967). Ea tema 61te eobre el que convendña ineiatir, aunque dea¡raciadamente no poeeemoe una informaci6n adecuada procedente de fuentea prebiat6ricu.
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IGNACIO BARANDIARAN MAESTU
(Universidad del País Vasco)
ALGUNOS TEMAS NO FIGURATIVOS DEL ARTE
MUEBLE PREIDSTORICO
(A propósito de las placas grabadas de La Cocina)
l. Presentación
La aportación ejemplar de la obra de Domingo Fletcher al conocimiento de la Prehistoria ibérica ha incidido varias veces en el comentati:o .d~ ~ colecció~ !;Ie__ P.lacas ~aºa~~ . de la .cu~v~. de ~a C9cina.
Encontrando ese lote su justa valoración tanto en textos sintéticos de
fondo (1) como en la espléndida presentación gráfica de los fondos del
Museo de Prehistoria de Valencia (2).
En una clásica definición del arte o de lo artístico (tomada de un
prestigioso diccionario enciclopédico extranjero) se supone que lo sea
cualquier «aplicación de conocimientos razonados y de medios especiales (cualquier tipo de técnica) a la realización de una concepción».
Tal definición amplia permite acoger las múltiples versiones de lo
artístico en la Prehistoria: de expresión figurada o no o en. la dificil
linde conceptual entre lo artístico y lo artesano. Pero restan en el arte
prehistórico (y en el «primitivo», en general) numerosos matices aue
perfilar entre esos ámbitos de conceptos demasiado próximos: su sen(1) D. FLETCHER VALLS: ..Probl.mea et progre• du Paléollthique et du Mésollthique de le
lUglon de Valencia (Espape)''· Quartir, 7/8, Bonn, 1966, p'ga. 66-90.
(2) D. FLETCHER VALLS: «Museo de Prehistoria de la Diputación Provincial de Valencia''· ·
Publicaciones del Círculo de Bellss Artes, Valencia, 1974.
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2
IGNACIO BARANDIARAN
tido propio y su dependencia/derivación con respecto a las categorias
vecinas. Así, por ejemplo:
a) En el sentido -o sea, la significación, explicación o apreciodel arte portátil (o mueble) frente al rupestre: ¿son manifestaciones «sinónimas» e indistintas, o complementarias, o
alternativas, o independientes?
b) Entre las diversas categorias de expresión (realista, estilizada,
esquemática, abstracta,...) que frecuentemente, y con bastante
incorrección, empleamos casi todos.
e) Entre lo alusivo (es decir, de referencia en cuanto signo a entes
físicos o de razón) y lo decorativo (puramente ilusorio, equilibrado u ornamental).
d) O entre las escuelas, estilos, provincias o facies que se establecen agrupando afinidades más llamativas por evidentes.
Como contribución de amistad al homenaje ofrecido a Domingo
Fletcher he querido tomar el propósito de la colección mobiliar de La
Cocina para suscitar alguna reflexión sobre temas convergentes en el
arte mueble del final del Paleolítico Superior y de etapas prehistóricas
más recientes en la península y zonas vecinas.
2. Las placas grabadas de la cueva de La Cocina
La cueva de La Cocina fue excavada por Luis Pericot entre 1942 y
1945, dentro de los planes de investigación del Servicio de Investigación Prehistórica valenciano, completándose su estudio en campañas
muy recientes por Javier Fortea. Dos publicaciones básicas evalúan
los estratos y efectivos arqueológicos hallados en las excavaciones de
Luis Pericot: por su propio autor y por Javier Fortea (3) basando en la
sucesión de capas de La Cocina la organización de los horizontes culturales del Epipaleolítico «geométrico» del Levante español en su
evolución.
Las piezas aquí interesadas son losas-placas de dimensiones
medianas a pequeñas, de contorno irregular aunque con cierta tendencia a lo ovalado o trapezoidal alargado. La colección que halló Pericot
. suma un total de 35 ejemplares: casi todos (salvo tres que están decorados por ambos lados) fueron grabados por una sola cara. En la figura
(3) L . PERICOT GARCIA: «La cueva d e La Cocina (Dos Aguas). Nota preliminar>>. Archivo de
Prehistoria Levantina, n, 19.6, Valencia, 19.6, págs. 39·70.
J . PORTEA PEREZ: «La cueva de La Cocina. Enaa.yo de cronología del E pipaleol!tico (Facies
Geométricas)». Serie de Tra~os Varios del Servicio de InvestiJt&ci6n Prebiat6rica, nWn.
Valencia, 1971.
•o.
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ARTE MUEBLE PREIDSTORICO
3
1.• ofrezco una selección de esos ejemplares con versiones aproximadas que he calcado de fotografias publicadas por Fortea y por Fletcher
(4). La temática de la colección consiste, en esencia, en decoraciones
de trazos rectilíneos dispuestos en tramas, en estructura radial o en
bandas complejas, a partir de la propia forma del soporte o de varios
ejes de simetría suscitados por su módulo. Tales temas encajan en lo
que genéricamente se ha denominado «esquemático» o «lineal
geométrico».
Las placas de La Cocina se hallaron en la parte inferior (entre los
2'30 y los 2'70 metros de profundidad} del «nivel» ll de la cueva. Pertenecen, pues, al «horizonte Cocina TI» de la propuesta de Javier Fortea (5} del Epipaleoñtico de facies geométrica, en una fase pre-cardial:
su datación remontarla a finales del VI Milenio y cubriría el desarrollo
de la primera mitad del V.
Su posición estratigráfica y en el ámbito levantino así como su propia temática no figurativa provocan una compleja discusión sobre su
carácter independiente o derivado de hábitos artísticos anteriores y/o
foráneos. Diversos argumentos muy matizados se han expuesto desde
las varias posiciones que se han enfrentado con la dialéctica
continuidad/ originalidad que la colección de La Cocina sugiere.
La provincia mediterránea propuesta por P. Graziosi para el arte
del Paleolítico Superior tendria una perduración en etapas prehistóricas posteriores con una caracterización predominante en tratamientos
«esquemáticos» y «geométricos» (6).
Para ..F01tea (7), «Cocina ll representa una ·original evolución in
situ, plenamente ibérica, pero hecha desde las bases industriales sentadas en el horizonte precedente de Cocina 1, cuya tipología habrla
que poner en relación con el mundo tardenoisiense y, más concretamente, castelnoviense... (o, en términos preferibles, tardenoide y
castelnovoide) ».
Al estructurar el amplio efectivo de las manifestaciones de arte del
Levante peninsular en su contexto del MeditelTáneo occidental, José
Aparicio (8) ha anotado varias etapas o estilos tras el «arte parpallo(4) FORTEA PEREZ: Op. cit. en la nota anterior.
FLETCHER VALLS: Op. cit. en la nota 2.
(5) FORTEA PEREZ: Op. cit. en la nota 3.
(6) P . GRAZIOSI: «L'art pal6ollthique de la Province m6di~rran6enne et aea lnfluencea dana lea
tempa poat-pal6ollthiquea», en Prehiatoric Art of the Weatem Mediterranean and the Sabara. New
York. 1964, P"· 36.
(7) J . FORTEA PEREZ: «Algunas aportaciones a los problemas del Arte Levantino». Zephyrus,
XXV, Salamanca, 1974, pág. 233.
(8) J. APARI('IO PEREZ: «El Mesolítico en Valencia y en el Mediterráneo occidental». Serie de
Trab~oa Varios del Servicio de Investigación Prehistórica. núm. !i9, Valencia, 1979, págs. 199-262.
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IGNACIO BARANDIARAN
nés»: a) Incisiones rupestres fusiformes; b) arte rupestre levantino; e)
arte esquemático; y d) arte lineal geométrico de Cocina. Este arte
lineal geométrico de las placas de La Cocina engloba «motivos poco
variados, pudiendo calificarse de monótonos... series de rayas paralelas, que se organizan en zonas, y éstas a su vez forman combinaciones
con otras zonas de distinta orientación. .. ». Para Aparicio «no es posible relacionarlo con el arte parietal contemporáneo, de concepción,
técnica y estilo totalmente diferente... », aunque se reconoce que en el
soporte y en la temática haya en La Cocina una cierta derivación del
arte del Parpalló «surgiendo como forma evolutiva» de él
Ann Sieveking (9) ha expuesto hace poco un alegato a favor del
reconocimiento de una continuidad formal entre el arte'Paleolítico y el
del «Mesolítico» franco-cantábrico en un lote amplio de temas no figurativos o «esquemáticos». Haces de líneas múltiples, temas simétricos
en paralelo, entrecruzados y bandas onduladas aparecen en todo el
ámbito territorial citado apreciándoseles antecedentes en otras evidencias (tanto parietales como muebles) del Paleolítico Superior de la
región. Más aún sugiere Sieveking -con varios ejemplos del arte del
Levante (tanto del rupestre levantino como del mueble de La
Cocina)- una similar comunidad temática en el seno de la «provincia
mediterránea» y de ésta misma con la «franco-cantábrica».
3. Sobre la continuidad/evoluci6n del arte prehist6rico
Las opiniones aducidas. s~ ap9yan ~n argum~m~s ~~naos q~e
pretenden demostrar una cierta derivación del arte postglaciar a partir
del desarrollado en el Paleolítico Superior: así ha sido reiteradamente
expuesto por Paolo Graziosi (lO) en la provincia mediterránea y, sin
mucha dificultad, puede extenderse a bastantes aspectos de otras
áreas del arte prehistórico occidental
Para Graziosi (11) en ese territorio circummediterráneo el arte del
Paleolítico Superior aboca en el del Epipaleolítico, a partir de los
esquemas, convenciones y temas propios del pleno Gravetiense regio-
(9) A. SIEVEKING: «C'ontinui~ dea motifa ach6matiquea, au Pal6ollthique et dana lea p6riodea
poat6rieun en Franco-C'antabrie». Altamira Sympoaium, Madrid, 1981, p6p. 319-337.
(10) P . GRAZIOSI: «C'iottoll dipinti del Gard. n dilegno achematico paleo e poapateoUtico nella
Provinzia Mediterranea», en Featchrift für Lothar Zotz. SteinseitCragen der Alten und Neuen Welt,
Bonn, 1960, pAp. 171·179.
GRAZIOSI: Op. cit. en la nota 6.
(11) P. GRAZIOSI: «L'arte preiatorica in ItaliaJt. Sanaoni editor, Firenze, 1973, pAga. 67·69.
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Ftc.
Fo~
':'"ro"i.?í!:J:IWI6~~.:.......,
1.-Selecclón de placu¡rabadu
ceden
coe • del nivel U. la 6 del 1 ( de la cueva de La e
ele Dollliqo ft tratt¡rafta. (Cal• O¡noetcher laJ avler
y
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6
IGNACIO BARANDIARAN
nal ha.sta el desarrollo del Neolítico. Este estilo caracteristico ofrece
-según ese a.utor- «la. mescolanza con incisiones naturalistas de
estilo ya mediterráneo, otras de carácter geométrico... llegando en un
cierto momento a un desarrollo autónomo que se separa, en ciertos
a.spectos, de los prototipos franco-cantábricos para aflrmarse en un
estilo y visión suyos propios». Finalmente, «el esquematismo, el geometrismo y la abstracción, encontraron, según sitios y época.s, su
terreno más fecundo en las civiliza.cione~ agiicola-p~toriles, donde el
gran naturalismo zoomorfo de las antiguas culturas de los pueblos
cazadores no tema ya posibilidades o necesidad de desarrollarse» (12).
Una importante presentación de estos problemas de relaciónderivación en el arte del Levante español desde el «estilo Parpalló»
por lo epipaleolítico («tardenoisiense/castelnoviense») a lo de época
cardial ha sido razonada por Javier Fortea (13), señalando que la continuidad se trunca en la fa.cies microlaminar (asegurándose -al
contrario- en la geométrica hacia. el estilo Cocina.) y la quiebra que,
inmediatamente después, supone el arte rupestre levantino. <
algo antes que nuestro litoral mediterráneo empezara. a neolitizarse.
Aparecerá entonces, tanto mueble como parietal, un arte lineal geométrico, sobre el que se superpone el arte levantino, estilística, temática y
conceptualmente distinto del que empezó a nacer en el Gra.vetiense
fina.l-Solutrense inferior,»
Los rasgos de continuidad -o contigüidad- entre los diversos
estilos o «escuelas» del arte prehistórico se presentan en diversos
a.spectos: lo temático, lo técnico o la subordinación de la obra a la entidad de los soportes, entre otros.
El proceso de desarrollo del arte figurativo occidental empieza en
el primer tercio del Paleolítico Superior y se prolonga. -con diversas
matizaciones- en etapas prehistóricas más recientes: así , a.unque
escasísimo, debe anotarse el lote de testimonios de arte figurativo que
en estratos del Aziliense del Lot está encontrando en estos años últimos M. Lorblanchet
(12) GRAZIOSI: Op. cit. en la nota anterior, p,¡. 173.
(13) FORTEA PEREZ: Op. cit. en la nota 7, pqa. 231-239.
(14) J. FORTEA PEREZ: «Arte paleolítico del MediterrÚieo español». Trabejoa de Prehiatoria,
35, Madrid, 1978, P'i· 149.
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ARTE MUEBLE PREBISTOBICO
7
Otra cuestión paralela, y en parte distinta, es la del desarrollo de
las manüestaciones no realistas: complementarias para unos, sustitu-
tivas para otros y hasta independientes para algunos del arte figurado
animalísticó contemporáneo. Bien dificil es, por otro lado, determinar
cuándo se originan estas manifestaciones artísticas delHomo sapiens:
son frecuentes, desde el Musteriense, los trazos grabados sobre frag·
mentos óseos o líticos pero no es fácil reconocer ni demostrar en ellos
aquel caracter ·artístico. Algunas formas naturales y determinadas
actuaciones puramente «técnicas» suscitarían, en la opinión de ciertos
prehistoriadores, actitudes expresivas y referencias simbólicas entre
las gentes del Paleolítico Medio. Así elucubra -a mi modo de ver no
demasiado convincente pues no resulta evidente la pretendida rela·
ción de causalidad-, M. Chollot-Varagnac: «los neandertalianos
parecen poseer ya muchas técnicas iniciales concernientes a la decoración: las pinturas corporales, tatuajes, elementos de identificación
entre tribus y protecciones mágicas precedieron a las pinturas parietales. El descarnamiento, marcando los huesos suscitará los primeros
trazos geométricos intencionales... los objetos de curiosidad (como
conchas o minerales de formas atractivas) constituirán el inicio del
simbolismo y el punto de partida de la esquematiZación. .. » (15).
No se puede controlar de forma objetiva -y pese a argumentos de
la Etnografia o de la Sociología del Arte- aquel pretendido proceso
evolutivo en la Prehistoria desde lo natural y no intencionado hasta lo
expresivo/simbólico. Como tampoco es fácil a.segurar una relación
concatenada entre algunos temas básicos -en tanto que «prototipos»Ylas pretendidas versiones estereotipadas que se les derivarían -como «esquemas» o «estilizaciones»- tal .como para varias series
«evolutivas» concretas se ha expuesto en importantes ensayos de H.
Breuil, de G.H. Luquet o de M. Chollot-Varagnac.
Más aún, con relativa frecuencia se ha intentado tender puentes de
aproximación entre las dos grandes versiones del arte Paleolítico (lo
mobiliar y lo rupestre) pensando que la semejanza relativa entre los
temas concretos o entre las convenciones expresivas permitirían aplicar a lo parietal las dataciones (estratigráficas o absolutas) obtenidas
de lo portátil. Así, por ejemplo, se ha escrito sobre el sugestivo tratamiento en trazo estriado (detectado de hace tiempo por E. Cartailhac
y H. Breuil y analizado posteriormente por otros - F. Jordá y M.
Almagro- o sobre algunos tipos concretos de signos (así algunos «tec-
(15) M. C'HOLLOT·VARAGNAC': '
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IGNACIO BARANDIARAN
8
1
1
.z
1
J
4
5
«tectiformes~t en el arte parietu de Lu Herreriu (Aaturlu). 2:
«Eacaleriformee~t grabados en la cueva de Eacoural (Portugal). 8: Plaqueta de
Fi¡. 2.- 1: Sl.poa
ocre del Magdaleniense IDferior de Altamlra. 4 : SJ.cno aobre aoporte óseo del
Magdaleniense Final del Pendo (Cantabria). 5: Sobre uta del Magdaleniense
IDferior de Altamlra (Cantabria). Según venionee de F. Jordá y M. Mallo, M.
Farinha doa Santos et alíi, H. Alcalde del Rio, e Ignacio Barandlarin.
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ARTE MUEBLE PREHISTORICO
9
tiformes»). Cuestiones que, en una perspectiva metodológica más
general, han sido presentadas de modo sistemático en textos de H
Breuil, P. Graziosi, A. Laming-Emperaire, A. Leroi-Gourhan o P .
Ucko-A. Rosenfeld entre otros y detalladas en casos particulares del
arte paleolítico pór F. Jordá, P. Utrilla, M.• S. Corchón o I. Barandiarán. A Javier Fortea (16) se debe, en lo referido al arte postpaleolítico
del Levante peninsular, el más metódico esfuerzo por establecer los
mínimos de certeza estratigráfica -es decir, cronológica- de la pintura parietal levantina a partir de las evidencias mobiliares de la
región.
En la recopilación de M • del Pilar Casado de los signos del arte
parietal del Paleolítico cantábrico, la mayoría aplastante es de las formas «cerradas» y.complejas -los típicos «tectiformes» (casi el40 %
de contorno exterior rectangular o trapecia~ un 25 % de triangular)y de las «largas» - como «claviformes» (un 28 %)- : que casi nada tienen de parecido con lo inventariado en el arte mueble de la región
Sólo en zig-zags, en serie de V y en retículas (que suponen en aquel
catálogo casi el 5 % del efectivo estudiado) y en contadísimos ejem.plos de «tectiformes» cerrados alargados se aceptaría algunas semejanza con temas de arte portátil (17).
Existe una sólida teoria escrita sobre el aprovechamiento y subordinación de las manifestaciones del arte rupestre a las formas (disposición, dimensiones, textura, alteraciones...) de las paredes y techos de
se
las cuevas. Del mismo modo, - perciben bastantes casos de relación
inmediata entre la forma del·soporte y la- distribución y organización
de los temas en el arte mobiliar del Paleolítico Superior (18). Cuestión
que, sin demasiada dificultad, debe ser suscitada en el lote de placas
de La Cocina, cuyos grabados se organizan a partir de los ejes de simetria de las losetas o/ y de la forma de su contorno general.
3.1. El arte «esquemático» del último tercio del PaleoUtico
Superior
La lista de motivos «no realistas» propuesta por Chollot;.. Varagnac
(19) organiza los que ella clasifica en la rica colección de los fondos del
(16) FORTEA PEREZ: Op. cit. en la nota 7.
(17) M.• P . CASADO LOPEZ: «Loe aignoa en el arte Paleolítico de la Penínaula lbérica~t. Monograftu Arqueol6clcu, XX, Zaragoza, 1977.
(18) L BARANDIARAN MAESTU: «Utilización deleapaclo y p~ao ¡rifico en el arte mueble
peleolítico~t, en Scripta Praehiltorica Fnmciaco Jordá Oblata, Salamanca, 198• , p6p. 126-l• O.
(19) CHOLLOT-VARAGNAC: Op. cit. en la nota 15, páp. 87 y u .
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10
I~CIO BARANDIARAN
Musée des Antiquités Nationales en veinticinco series: zigzags, aspas,
crecientes, festones, muescas, tubérculos, elipses, husos, losanges,
dameros losángicos, líneas sinuosas, curvilíneos, puntillados, círculos, nervaduras circulares, líneas radiales, arcadas, decoraciones en
tomo a una perforación, motivos complejos, Jíneas y entalladuras
transversales, líneas longitudinales, nervaduras longitudinales decoradas, ranuras estriadas, líneas oblicuas incurvadas, y Jíneas oblicuas.
Esta «tipología» -que tomamos como ejemplo de otras que se han
suscitado para colecciones similares y están en su misma línea- es un
adecuado paradigma de las limitaciones de cualquier intento de
estructurar hoy las complejas evidencias de lo «decorativo» en la Prehistoria. Así, anotariamos, entre otras:
- Lo reducido de la muestra empleada, puesto que pese a la entidad de los fondos del Musée des Antiquités Nationales ese
efectivo no representa suficientemente la variedad real del
«grafismo simbólico» de la época en el Sudoeste europeo.
-La atención especial concedida a los temas «organizados», es
decir, a los de mayor complejidad y regularidad o a los inmediatamente suscitados por la forma del soporte y de sus accesorios
(en simetrla, disposición radial o periférica, etc.).
- La justificada tendencia a reducir aquellas «categorias gráficas» a los conceptos formales del mundo moderno: muchas veces
se suelen estar descomponiendo temas que nos parecen «complejos» en los elementos que fácilmente identificamos a partir
de· ·n uestra fc::>rmación .en la geometrla. «clásica». ...
- La dificil aplicación de aquella u otra similar tipología a conjuntos distantes en espacio o tiempo. A quien pretendiera
emplearla, sin más, para la clasificación, por ejemplo, del lote
de La Cocina, se le debe recordar que el efectivo estudiado por
M. ChollotrVaragnac (de cerca de l. 900 ·evidencias) es dominado ampliamente (un 96 % de los casos) por soportes de forma
muy regular (de ellos, el94'3% son instrumentos óseos sofisticados -arpones, azagayas, bastones, colgantes, tubos, placas
recortadas-) frente a sólo un 1' 5 % de cantos de piedra de contomo simétrico y un 2'8% de lajas y otros fragmentos
líticos «amorfos».
Se debe subrayar, con respecto a ese arte mueble del tercio final
del Paleolítico Superior, que la mayoria de los temas bien estructurados (en reiteración, en alternancia o en combinación) se dan en soportes óseos o/y de módulos simétricos, en tanto que otros en haces o en
retículas parecen más propios de placas de hueso o de piedra (siendo
dominantes, luego, en el arte postpaleolítico).
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ARTE MUE.BLB PREHISTORICO
11
En la recopilación del arte mueble del Paleolítico cantábrico existen algunos temas de especial interés, o porque pueden ser comparados con otros del arte rupestre contemporáneo, o por constituir
modelos estereotipados que, sin demasiada reticencia, prefiguran
temas del arte mueble postpaleolítico (20). Aparte de «escaleriformes» (así en El Pendo, Altamira o Cueto de la Mina), de «chocüormes» o de alguna cuadrícula compleja (Candamo, El Pendo), puedo
retener ahora: una plaquita de ocre del Magdaleniense m de Altamira,
en la figura 2.3 (21) y otra, de data aproximada, una especie de «paleta
de ocre» del nivel e de Abauntz), fechada por C14 en los 13.850±350
a. de C. (fig. 3.6) (22). Por otra parte se hallan algunos de aquellos «tectiformes» del arte parietal paleolítico peninsular aproximables a otros
del mobiliar, como los que se reproducen en la figura 2.1, parietal de la
cueva asturiana en La.s Herrenas (23); en la 2.2, parietal de la portuguesa de Escoural (24); en la 2.5, sobre asta del Magdaleniense
de
Altamira (25}, y en la 2.4, sobre soporte óseo del Magdaleniense final
de El Pendo (26}.
El peculiar, y muy interesante, estilo parpallense parece prefigurar
más inmediatamente algunos de los temas de la cueva de La Cocina.
En el riquísimo repertorio del arte mobiliar con grabados sobre piedra
del Parpalló, apreció Luis Pericot (27) una cierta evolución, o cambio,
tanto en temática como en estilo desde lo anterior al Magdaleniense
«antiguo» a lo producido en el desarrollo de esta cultura: especialmente «en la abundancia de motivos geométricos... con combinaciones de rayados, . con temas curvilíneos que son · nu&vos, acaso
coincidente con el desarrollo del grabado en hueso». De tales motivos
lineales geométricos -en retículas o en tramas- he entresacado
varias placas de comparación más sugestiva con las de La Cocina: del
m
(20) L BARANDIARAN MAESTU: «Arte mueble del PaleoUtioo cantábrica». Monograftu
Arqueológicas, XIV, Zaragoza, 1978, págs. 286·296.
(21) H . ALC ALOE DEL RIO: «Las pinturas y grabados de lae cavernas prehiat6ricas de la Provincia de Santander>•. Portugalla, 2/2, Porto, 1906, págs. 1-42, fi¡. 10.
(22) P . UTRILLA MIRANDA: «El yacimiento de la cueva de Abauntz (Arraiz, Navarra)». Trabajos de Arqueología Navarra, 3, Pamplona, 1982, fig. 61.1.
(23) F. JORDA CERDA y M. MALLO VIESCA: «Las pinturas de la Cueva de laa Herrerlaa (Llanea, A.lturiaa)». Biblioteca Z~pb,yrua, n, Salamanca, 197.2.
(24) M. FARINHA DOS SANTOS, M. VARELA GOMES y J. PINHO MONTEIRO: «Deacobertaa de arte rupestre na Gruta do Eacoural (Evora, P ortugal)». Altamira Symposimn, Madrid, 1981,
págs. 205-243, fi¡. 14.
(26) BARANDIARAN MAESTU: Op. cit. en la nota 20, ftg. 56.
(26) BARANDIARAN MAESTU: Op. cit. en la nota 20.
(27) L . PERICOT GARCIA: «La Cueva del Parpal16 (Gandía). Excavaciones del Servicio de Investlgaci6n Prehistórica de la Excma. Diputación Provincial de Valencia». Madrid, 1943, págs. 136-187.
-69-
[page-n-76]
12
IGNACIO BARANDIARAN
Fig. 8.-l, 2 y 8, placas del <
Según veniones de LuiB Pericot, Pilar Utrllla y Piero LeonardL
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ARTE MUE.BLE PREHIBTORICO
13
Magdaleniense ill en la figura 3, números 1, 2 y 3, y del Magdaleniense
IV en la figura 3, números 4 y 5 (28).
También en el arte sobre piedra del Africa septentrional y sahariana -a caballo entre el final del Paleolítico Superior y la primera
parte del Holoceno- hay un buen lote de evidencias no figurativas. Al
margen de los temas animales y de los llamados signos sexuales se
corresponden, en la catalogación propuesta por Henriette CampsFabrer (29), con algunas de las «decoraciones geométricas elementales» (especialmente con las en «cuadrillajes o tramas», aparte los
casos de «series en V, trazos ramificados en tridente, husos y puntillados»), y, en casos excepcionales, con «decoraciones geométricas complejas» y «signos enigmáticos».
3.2. El «estüo» aziliense
En la figura 3. 7 se reproduce una placa silícea del Epigravetiense
del Riparo Tagliente, modelo suficiente de otros temas en retícula
similares a ese contexto italiano (30).
La posibilidad de comparar esas piezas de La Cocina con otras de
estaciones azilienses de la Dordoña y Pirineos -y hasta de otros
ámbitos del Mediterráneo occidental en contextos del Würmiense o
del primer tercio del Holoceno- fue advertida por Breuil (31). Del
mismo modo, tanto Francisco Jordá, señalando ciertos paralelos entre
plaquetas de La Cocina y algunos grabados azilienses (32), como
sugierep. un relativo c.aracter aziloide (aunque
Domingo Fletcher (33) _
la cronología del depósito de procedencia sea en La Cocina más
reciente que esa etapa) para el lote mobiliar de la cueva valenciana.
De modo reiterado -así por D. Peyrony (34)- se ha anotado que
en el territorio de Pirineos/Dordoña proliferan en el Magdaleniense
terminal, junto a representaciones figuradas de minucioso realismo y
(28) PERICOT GARCIA: Op. cit. en la nota anterior, figa. S90, 404, 406, 479 y 480.
(29) H. CAMPS·FABRER: c
Alger-Parít, 1966, p6p. 218-2S8.
(SO) P . LEONARDI: «Nuova serie di graffiti e aegni vari paleolitici del Riparo Ta¡liente a Stalla·
vena nei Montl Leaaini Preaao Verona (Italia)». Bollettino del Museo Civico di Storia naturale di
Verona,
Verona, 1980, fiJ. 12 d.
(31) H. BREUIL: «Cailloux gravéa aziliena~t. Qnatemaria, IL Roma. 1966. pá¡a. 89-43.
{82) F. JORDA CERDA: «Anotaciones a loa problemas del Epi¡ravetienae eapallollt. Spelecm.
VI.4, Oviedo, 1966, p6p. 349-361.
(SS) FLETCHER VALLS: Op. cit. an la nota l.
(8 4) D . PEYRONY: 4
vn,
- 71 -
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IGNACIO BARANDIARAN
de mucho detalle (hasta el «manierismo» y la «blandura», en expresión de Hugo Obermaier), otras esquematizantes de carácter muy sencillo en las que parece prevenirse la forma «abstracta» del arte
del Aziliense.
El Aziliense de Asturias y Cantabria ofrece un menguadísimo
repertorio de arte mueble; cuya única colección -poco importantede cantos pintados ha sido recogida por Fernández Tresguerres (36)
en las excavaciones de la cueva asturiana de Los Azules 1 El catálogo
general de todo lo mobiliar aziliense del conjunto de la Cornisa Cantábrica se caracteriza como de «un esquematismo ya total» (36), suponiéndosele una a modo de liquidación del estilo propio precedente del
Magdaleniense Final.
Los típicos cantos rodados azilienses del Pirineo francés están
normalmente pintados pero ofrecen algunos, por excepción, temas
grabados de organización simétrica que completan -o sustituyen en
algún caso- aquellas pinturas. Tal como sucede en piezas grabadas
procedentes del sitio epónimo del Mas d' Azil (figs. 4.3, 4 y 6) (37), y
del abrigo Gay (ya en el departamento del Ain) (figs. 4.1 y 2)
(38).
La «familia» de los cantos pintados azilienses del Pirineo (con las
citadas evidencias «menores» de la región cantábrica y de zonas francesas más al Norte) tiene algunos representantes relativamente similares en Italia A lo largo de un desarrollo culturaVcronológico desde el
Romanelliense tardío a lo largo del Mesolítico regional hasta entrado
el Neolítico: con ejemplares que podemos recordar d& la Grotta delle
Felci en Capri, de la dell'Orso en Siena, la delle Prazziche en Lecce, y,
(36) J . A. FERNANDEZ-TRESGUERRES VELASCO: «El Azilienae en laa provincias de Asturias y Santander». MonograflA núm. 2 del Centro de Inveatigaciones y Museo de Altamlra,
Santander, 1980.
J. A. FERNANDEZ-TRESGUERRES VELASCO: «Cantos pintados del Azilienae cantábrico». Altamira Symposium, Madrid, 1981, págs. 246-260.
(36) BARANDIARAN MAESTU: Op. cit. en la nota 20, pág. 319.
(37) C. COURAUD, A. ALTEIRAC y R. BEGOUEN: «Lea ¡aleta aziliena dana lea collectiona ariégeoi.aes». Prebistoire Ari'geoiae (Bulletin de la Socil~t' Pr,bistorique de 1' Ari~ge),
Tarascoo-aur-ArUge, 1988, págs. 3-21 y fip. 39, 28 y 22.
(88) C. COURAUD y R. DESBROSSE: «Galets ulliens de l'abric ~ l Poncin (Aid)». L'Anthropologie, 86/86, París, 1982, págs. 682-694, flga. 2.6 y 6.2.
xx:xvm,
-72 -
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ARTB MUEBLE PREHISTORICO
16
Fle. •.-1 y 2, ¡rabadoe uilleuea del abrigo Ga.Y (Ahl); a, • y&, del Mu d'Adl; 8, de La
Madeleine. Se¡(m venlone11 de C. Co111'1Uld y R. De•broue (loe o Cunero. 1 y 2),
de C. Couraad. A. Alteirac y R. Begoun (lo• n6mero. S, • y &) y H. BreWl (el
n6mero 8).
-73-
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16
IGNACIO BARANDIARAN
sobre todo, la della Madona en Cosenza y la di Levanzo en Egadi (39).
Algunos de esos temas «esquemáticos» se han definido como antropomórficos, siendo otros de disposición en bandas transversales o longitudinales bastante parecidos a los típicos azilienses del Pirineo. ·
En el ámbito particular de las piezas grabadas de la época, la presencia de líneas radiales o en entrecruzados sobre, normalmente, placas de piedra se atestigua en bastantes ejemplares, cuyo precedente
se busca, sin reticencias, desde el Magdaleniense avanzado. Esos
«temas» tienden, por lo común: a) a cubrir totalmente la superficie
disponible en la placa; b) disponerse simétricamente sobre el soporte,
a partir de su centro y con respecto al contorno del mismo, y e) incluso
a concretar la línea o eje de simetría que suscita el conjunto del tema.
Son muchos los ejemplos que, al respecto, se pueden aducir: en los
repertorios referidos al Magdaleniense Final y al Aziliense por H.
Breuil y por A. Roussot y J. Ferrie (40) se ofrecen casos de La Madeleine, Mas d' Azil, Raymonden-Chancelade, Gourdan, Abri Dufour,
Villepin, Rochereil, cueva Richard des Eyzies, Abri Pagas, Arudy...
Retenemos como más ilustrativos en el Aziliense franco-cantábrico
algunos casos de La Madeleine, en la figura 4.6, de Berroberria en la
figura 6.1 (placa arenisca), de Mas d'Azil en la figura 5.2 (sobre as~) y
de Villhonneur en la figura 5.3 (en canto rodado) (41).
3. 3 Otras evidencias de contextos epipaleoliticos. y neolíticos
del Mediterráneo occidental
En diversos otros territorios del complejo cultural epipaleolítico
(mesolítico) y neolítico se haJJan relativos paralelos al arte geométrico
(39) G. BUC'HNER: «La stratigrafia dei livelli a ceramica ed i ciottoli dipinti achematici antropomorfl della Grotta delle Felci». Bulletino di Paletnologia Italiana, 64, Roma, 1966, pága. 107-136.
R. GRIFONI: «La Grotta dell'Orso di Sarteno>>. Origini, 1, Roma, 1967, págs. 63-116.
E. BORZAITI VON LOWENSTERN: «Oggetti romanelliani con teetimonianze d'arte nella
Grotta delle Prazziche (Novaglie, Lecce)». Rivista di Scien.ze PraU.toricbe, XX, Flranze, 1966, p'ga.
303-306.
- •
L. (' ARDINI: «Dipinti Schematici della Grotta Romanelli e au ciottoli dei liveli meaolitici della
('averna delle Arene C'andide e deDa Grotta della Madona a Praia a Mara». Atti deUa XIV Reunione
aclentifica deU1atituto Italiano di Preistoria e Protoiatoria in Puglia, 1970, Firen.ze, 1972, págs. 225-235.
P. GRAZIOSI: «Pietra graffita paleolitica e ciottoli diplnti della Grotta di Levan.zo (Egadi)
(Scavi, 1963)». Rivista di Scienze Preistoriche, IX, Firan.ze, 1964, pqa. 79-88.
(40) BREUIL: Op. cit. en la nota 31.
A. ROUSSOTyJ. FERRIER: «Le Roe deMercampa (Gironde). QuelqueanouveUesobaervationa» Bulletin de la Soci6U Prihiltorique ~e. 67, Parla, 1970, págs. 298-SOS.
(41) BREUIL: Op. cit. en la nota 31, fig. 2.1 y fig. 3.1.
BARANDIARAN: Op. cit. en la nota 20, lám. 67.
-74-
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ARTE MUEBLE PBEHISTORICO
17
«esquemático» de La Cocina. Diversas explicaciones son aducidas
para justificar la comunidad del fenómeno, valorándose de manera
especial la contigüidad estratigráfica entre las evidencias.
En la secuencia de la tarraconense cueva del Filador ha visto Salvador Vilaseca «un proceso que podrlamos suponer de azilianizaci6n
sobre una técnica probablemente epigravetiense que se interrumpe en
el nivel n, todavía sin cerámica» (42}. Precisamente en este nivel II
encontró una placa de pizarra grabada con rayas cruzadas y una especie de triángulos en un borde (43), en un estilo relativamente aproximable al de La Cocina: su estilo «lineal geométrico» está - para J.
Aparicio (44)- <
En el arte del Africa septentrional y sahariana son bastante frecuentes estos signos en trama Del Capsiense superior de la región de
Tebessa (45} proceden varias plaquetas grabadas con temas en trama
q enrejado («cuadrillajes»), al estilo de los que perduran en el Neolítico
del Marruecos sahariano. En la figura 6, 1, 2 y 3 se reproducen.sendas
placas grabadas del Capsiense superior norteafricano de El-Mekta,
Wed Aufaren y Khanguel el-Muhaid (46), cuya tradición continúa en
el Magreb más reciente y hasta neolítico.
Del Neolítico Superior italiano -cultura Lagozziense- del palafito del sitio epónimo Lagozza di Benaste son cantos grabados con
dibujos sencillos en trama (series de líneas cruzadas), normalmente
sobre una sola cara (47). En las figuras 6.4 y 5 reproduzco de Paolo
Graziosi dos de esos ejemplares (48):·
En el covacho oscense de Huerto Raso, atribuido al Neolítico
Pleno («medio avanzado») se halló la placa de arenisca con un «escaleriforme» que se representa en la figura 6.6 (49). Todavía en el Calcolí-
(42) S. VU.ASECA ANGUERA: «Reua y su entorno en la Prehiatmia.». Aeociaci6n de Eatudioa
Reuaenaee, nóme. 48 y 49, Reus, 1973, plig. 63.
(43) S. VILASECA ANGUERA: «Avance al estudio de la cueva del FiJador, de Margalef (Tarragona)». Archivo Eapai\ol de Arqueología, 77, Madrid, 1949, plip. 476-489.
S. VILASECA ANGUERA: «Cuatro día& en la Cueva del FiJador, Margalef>), en La PÑhia·
toire. Problimes et tendancea, París, 1968, pligs. 476-489.
(44) APARICIO PEREZ: Op. cit. en la nota 8, plig. 241.
(46) CAMPS-FABRER: Op. cit. en la nota 29, pligs. 221-223.
(46) CAMPS-FABRER: Op. cit. en la nota 29, figs. X.1, VIL1 y VIL4.
(47) O. CORNAGGIA CASTIGUONE: «1 ciottoli inciai dalla stuione palafitticola dalla Lagozza
di Besnate. Contributi a la coDOII«!naa deUe culture preietoric.be della Valle del Po (IV)11. Bulletino di
Paletnologúl Italiana, nuova aerie, X, vol 66, Roma, 1966, pqa. 143-166.
. (48) GRAZIOSI: Op. cit. en la nota 11, fig. 2.
(49) I. BARANDIARAN MAESTU: «.Materiales arqueológicoe del covacbo del Huerto Raso
(Leclna, Hueaca)l). Zephyrus, XXVI-xxvn, Salamanca, 1976, fig. 9.
-75-
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18
IGNACIO BARANDIARAN
Flg. 5.-Gnbado• ullieue: 1, eD placa de Berroberria (Navarra); 2, eD uta de Mu
d'AzU. y 8, eD cuto rodado de VUhouear (ChareDte). Segó J. Barudiari.D
(el Dúmero 1) y B. Breuil (loe a6mero1 2 y 8).
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ARTE MUEBLE PREHIBTORICO
19
tico hay supervivencias ·de aquel mismo estilo geométrico rectilíneo,
como se aprecia en la publicación de R. Guiraud (50).
4. &flexión final
Del hilo de las notas sugeridas por el lote de placas grabadas de La
Cocina se destacan algunas reflexiones críticas sobre la orientación
actual de las investigaciones del arte prehistórico y sobre el significado
mismo de sus manifestaciones.
El complejo panorama de la expresión plástica en los grupos prehistóricos del Viejo Continente y de las zonas próximas de Asia y
Africa suele ser organizado, tradicionalmente, en apartados o capítulos suficientemente individualizados. Se sirve con ello a criterios que
derivan, en buena parte, de estados de opinión muy generalizados
entre quienes en las dos décadas iniciales de este siglo se enfrentaron
con la identificación, la interpretación y la periodización de las primeras manifestaciones controlables del arte de la humanidad Métodos y
argumentos usuales en las escuelas de interpretación paletnológica de
entonces (la evolucionista y, sobre todo, la histórico-cultural) caracterizan la literatura arqueológica habitual: la obra magistral y básica de
Henri Breuil tanto como la de otros tratadistas (H. Obermaier, G.H.
Luquet, R. Lantier, J. Cabré, ...) surgen, se desarrollan y explican precisamente en aquel contexto. Derivando de ellos, como intentos concretos de adaptación (así M.• O. Acanfora, Paolo Graziosi, Herbert
Kühn), la mayor parte de los textos que hoy consideramos fundamentales.
Sin entrar en una valoración de actitudes epistemológicas es fácil
hallar en muchas de las autoridades en arte prehistórico una doble
tendencia:
a) A parcelar la consideración de ese arte en compartimentos
territoriales/ zonales o cronológico/culturales. Así, los estilos y
las provincias -a nivel más amplio-- o las escuelas y las facies
-en un enfoque más de detalle-- aseguran el entramado
básico de los textos que normalmente utilizamos.
b) A organizar la complejidad de esa. manifestaciones artísticas
s
en lotes -temáticos, significativos o expresivos-, que aparecen como piezas sueltas y desarticuladas de la estructura de lo
expresivo-conceptual. Expresiones ya tópicas - como «arte
(60) R. GUIRAUD: «Un galet gravé chalcolithiqlle, découvert dana l'Hérault>1. Travaux de l'Inati-
tut d'Art Ptitu.torique de Toulouse, VI, Toulouse, 1961, págs. 97-101.
-77-
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20
IGNACIO BARANDIARAN
2
3
6
Pi¡. 6.-1, 2 y S, ¡rabados del CapeieD.Be norteatricano: 1, El Mekta; 2, Wed Aufaren, y
S, Kan¡uel el-Muhaid; 4 y~. grabados del Lagoszieue de Legoza; y 6, placa
del Neolítico de Huerto Ruo (Bueeca). Se¡r6n H. Camp•Pabrer (los n6.meros
1 a S), P. Grulosl (los D.6meros 4 y ~) e L Barandlarúl (el n6.mero 6).
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ARTE MUEBLE PREBIBTORICO
21
megalítico», «esquemático», «signos», «provincia mediterránea», «arte naturalista», ... - consagran concepciones fragmentadoras del hecho artístico en su diacronía, soporte cultural o
étnico, significado, etc.
Tal prurito taxonómico parcela excesivamente la entidad de la
plástica en los grupos prehistóricos. Desconoce, muchas veces, la.s
caracte.risticas de los procesos de génesis, difusión e intercambio de
los temas, símbolos o técnicas; de tal forma que gana en claridad -o
en efectividad didáctica- omitiendo inseguridades o superando el
abigarrado panorama de los hechos que estudia.
En las últimas décadas algunas brillantes intuiciones y varias
investigaciones positivas intentan superar aquellos «paradigmas» de
interpretación. Los pe.riodos o las culturas en Prehistoria empiezan a
ser concebidos como horizontes, como situaciones o como procesos. Y
se valoran cada vez más las conexiones entre las diversas maneras de
expresión prehistórica, que se influyen y prolongan bien lejos de los
ámbitos territoriales o cronológicos que se les suponen propios. Pueden coexistir «estilos» diferentes, en tanto que los contextos funcionales introducen elementos decisivos de variabilidad en el seno de
«grupos» o «culturas» de apariencia uniforme. Más aún, se piensa que
múltiples factores significativos, rituales y expresivos producen «códigos», o estereotipos(= «convenciones») de carácter casi universal y~
en cierto sentido, anacrónico.
El caso aducido de las placas de La Cocina y de los paralelos recordados en el arte mueble no figurativo expresa, creo que con claridad:
a) La ambigüedad (por genérica y falt;Q de claridad en percepción
o en definición) del concepto que engloba tan amplia tipología
de «temas» no figurativos y de las variedades apreciables en su
seno («cuadrillajes», «escaleriformes», «tectiformes», «tramas», «haces», ...).
b) La gran extensión temporal y espacial-no sé si la pervivencia,
en sentido estricto- de aquella temática de trazos lineales
geométricos.
e) Y su presencia en contextos culturales distintos, cuyas bandas
de contacto físico o vías de difusiÓn son difíciles de demostrar.
Vitoria, 10 de agosto de 1985
- 79 -
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ANTONIO BELTRAN
(Zaragoza)
LA FASE «PRE-LEVANTINA» EN EL ARTE
PREIDSTORICO ESPAÑOL
Recientes descubrimientos en el arte rupestre post-paleolítico en
España permiten llegar a la conclusión de que en una etapa anterior a
la del comienzo del llamado «arte levantino» existió una fase artística
cuyas características no están suficientemente aclaradas, pero que se
manifiesta con seguridad a través de datos objetivos que deben ser
valorados. Este planteamiento es el que nos proponemos hacer en este
breve estudio que queremos dedicar, como cordial y afectuoso homenaje, al amigo y compañero, director muchos y fructíferos años del
Servicio de Investigación Prehistórica, de Valencia, Domingo Fletcher
Valls. Parece el tema adecuado, porque la citada fase «pre-levantina»
si no exclusiva de Valencia sí que resulta característica de una zona
que engloba las sierras que, desde Bicorp y Cocentaina, van hasta el
norte de la provincia de Murcia y de la zona aledafta de Albacete, configurando, hipotéticamente, una zona con peculiares notas en la evolución de los principios generales del «arte levantino».
Dentro del sistema'tradicional de ordenación del arte prehistórico
español se ha tenido, durante mucho tiempo, por inamovible, que las
pinturas parietales del magdaleniense final agotaban un «ciclo» tras el
que se abría un vacío que no volvía a llenarse de modo regular hasta la
aparición, en España, de un arte entre el naturalismo y el impresionismo exclusivo de la zona de serranías interiores vecinas del litoral
mediterráneo, que, a su vez, terminaba dejando paso al «arte esquemático» de la Edad del Bronce, en este caso sin solución de continui-81-
[page-n-88]
2
ANTONIO BELTRAN
dad, con lo que se completaba una te6rica secuencia artística que
arrancaba del naturalismo paleolítico, seguía, tras un «hiatus», con el
naturalismo impresionista mesoneolítico y acababa con el esquematismo del E neolítico-bronce. Aún se añadía una primera etapa de
«abstracción» a principios del Paleolítico Superior, se sugería (Breuil,
Obermaier, Bosch Gimpera) una datación paleolítica para el más antiguo arte «levantino» y, dentro de las teorías evolucionistas históricoculturales, se aceptaba que el arte «levantino» en un proceso de
estilización y degeneración se transformaba en el arte esquemático
cuya vigencia podía asegurarse hasta la intervención de las corrientes
clásicas a través de las colonizaciones orientales.
Este esquema es falso, al menos en su planteamiento generaL En
primer lugar cada vez son má.s numerosos los hallazgos de arte epipaleolítico no «levantino» y más clara la evidencia de que no existe un
arte «levantino» monolítico y único, tanto en sus principios como en
sus finales, fuera de los territorios y emplazamientos habituales como
el hallazgo de pinturas junto al mar (La Higuera de la Isla Plana de
Cartagena, las Arañas del Carabasí, de Santa Pola, la J oquera, de
Borriol) e incluso rompiendo la constante de pinturas en covachos o
abrigos exteriores para aparecer en cuevas relativamente profundas
(cuevas de Las Conchas, el Humo y Las Palomas de la Peña Rubia de
Cehegín, la citada de Santa Pola y Sant Esteve de Les Gralles, Lérida)
y la posibilidad de evolución estilística en círculos cerrados y la adopción de distintas líneas de transformación en época más antigua de lo
supuesto, como han mostrado con· seguridad las cuevas itaHanas del
sur de Italia, en Otranto, especialmente, Porto Badisco, cerrada en el
Eneolítico y con fechas que alcanzan el IV milenio.
Volviendo al arte «levantino», en nuestra síntesis de 1968 exponíamos que su fase más antigua podía alcanzar fechas absolutas de
hacia el 6.000, en las que una comunidad de cazadores de serranía,
pintaría (y por excepción grabaría) en paredes al aire libre o escasamente protegidas, escenas con figuras de gran tamaño y extraños puntos de contacto con el arte paleolítico, estáticas o escasamente
movidas, en tintas planas fuertemente perfiladas, con «perspectiva
torcida» de cuernos, astas y pezuñas, con color rojo muy patinado y
embebido Em la roca y predilección por la representación de toros y
con participación relativamente escasa de la figura humana; ésta
muestra una tendencia clara a la estilización frente al naturalismo de
los animales repitiendo un elemento conceptual que ya se produjo en
el arte paleolítico. Respecto de los colores, el rojo claro y un rojo
vinoso o carminado correspondían a las figuras más antiguas a las que
-82-
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FASE «PRB-LEVANTIN.Alt
S
asimilábamos las figuras blancas de las mismas características de la
Sierra de Albarracín.
En 1968 emitíamos la hipótesis de que hubiese una «fase» antigua
o naturalista, de tradición auriñaco-perigordiense, contemporánea del
Epipaleolítico (6000-3500) con apogeo antes del 5000. Coincide con
la fase a) naturalista, de Ripoll y sus períodos 1 (toros de Albarracín, a
los que habría que añadir el de la Araña y lo$ de Minateda y del Cingle
y el ciervo de Val del Charco) y 2 (ciervos de Calapatá). Es muy posible
que en esta fase, como pasa en el arte paleolítico, hubiera que incluir
signos geométricos y figuras de aire esquemático, como hemos visto en
las superposiciones de la Sarga, la Araña y Cantos de la Visera, donde
hallamos la superposición «ciervo-toro sobre ave». En 1982 nos confirmábamos en los principios generales expuestos, independientemente de la influencia que pueden tener en la cronología los discutidos
descubrimientos de Verdelpino (Cuenca) con dataciones absolutas a
partir del6000 con cerámicas lisas y con fechas del3200 al2680 con
cerámicas decoradas en los niveles superiores. Con todas las reservas
hay que tener en cuenta la fecha del 5220 en el barranco de los Grajos
de Cieza y las de la cerámica cardial del tipo de la Coveta de L'Or (ésto
sin contar con los márgenes de corrección de la 'cronología que
puede llevarla hasta el 5470) y la cierva grabada de este yacimiento de
hacia el4000. Corregíamos así una fase I de simples pinturas geométricas y lineares contemporáneas de las plaquetas de Cocina ll que
podría hacerse llegar hasta el5000 o antes, quedando una fase antigua
o naturalista epipaleolítica o mesolítica, datable entre el 6000 y el
3500 (1) a la que habría que añadir los hallazgos de Cocentaina y la
larga muestra de ejemplos del arte aziliense o de su época.
El asombro que producía el que el arte Paleolítico se agotase con
la cumbre alcanzada en el Magadaleniense final y fuese continuado
sólo a través de las toscas pinturas de los cantos azilienses que, además, se presentaban como un fenómeno muy localizado en el Ariege y
en el yacimiento epónimo, se producía ante un aparente vacío que
sucesivos hallazgos aislados han ido llenando y que, relacionados
entre sí, muestran una continuidad cultural muy digna de ser tenida en
(1) • BELTRAN MARTINEZ: «Arte rupestre levantino», Monografías Arqueol6gicu, IV. Zaragoza, 1968.
A. BELTRAN MARTINEZ: «Arte rupestre levantino (Adicionea 1968-1978,., Caeaarau¡usta,
47-48, pqa. 6-48. Zara¡oza, 1979.
A. BELTRAN MARTINEZ: «Da cacciatori ad allevatori: L'arte rupestre del Levante apa¡nuolo». Milano, 1980. E dición eapat\ola de 1982 con breves adiciones y francesa de 1984 repitiendo la
original italiana.
-83-
[page-n-91]
ANTONIO BELTRAN
cuenta; así por ejemplo los cantos azilienses de Asturias o de Margaleí, las plaquetas grabadas con temas geométricos de La Cocina, el
canto del abrigo de Graves (fig. 1), de Léobard y las figuras en rojo
claro que ya Breuil había datado en el aziliense en la cueva de Niaux
(2). Además las plaquetas grabadas del abrigo Murat, de Rocamadour,
con caballos (fig. 2), fechad& en elaziliense antiguo por Lorblanchet y
la de La Borie del Rey, del departamento de Lot et Garonne (fig. 3),
encontrada en .un estrato del Dryas m, sin restos de reno y, sin duda,
post-magdaleniense, que perpetúan un estilo paleolítico deben hacer
reflexionar sobre la poca validez de la teoría del «hiatus» postpaleolítico (3). Estas circunstancias vuelven a plantear la importancia
Fi¡. 1.-Léobard, abrigo de Graves. Canto grabado azillenee. (De la revlata
Gallia.)
(2) A. BELTRAN MARTINEZ, R. GAILLI y R. ROBERT: «La Cueva de NiaUX», Monograflaa
Arqueo1
6glcaa, XVI. Zaragoza, 1973.
H. BREUIL: «La Caveme de Niaux. Com,P16menta ~ditea aur aa d6coration>~. PréhiatoireS¡Ml6olo¡ie Ari4geoiaea (Bulletin de la SocUt6 Prihiatorique de l'Ari~ge), vn. Toulouae, 1958, p4ga.
11·35.
J. CLOTI'ES, en «L'art des cavemea». Paría, 1984, pág. 421.
(8) «Gallia Préhlatorique», 26, Fase. 2, Paría, 1982, «lnformation)), de J . CLOTTES, pág. 487,
excavaciones de M. Lorblanchet en el Abrí Murat de Rocamadour, con un nivel azllienae con plaquetas
grabada• y guijuroa con aeñalea de ocre. Las excavaciones de L6obud, con guijatTOI uno con truoa
geom6tricoa grabadoa y otro con manchea de ocre,aon obra de M. Garric. Fínalmente, para la Borie del
Rey, v4ue laa excavaclonea de L. Coulongea, de 1968, en d,e P.Uolithique de l'A¡enaia». Paría,1981:
en la capa poat.magclalenienae sin reno de Dryas m.
-84-
[page-n-92]
6
Pie· 2.-Bocamadour, abrigo Mura&. Canto grabado procedente de UD Dlvel uilleDM.
(Se¡(m Lorblanchet.)
de la plaqueta grabada de Sant Gregori de Falset y otorgan mucho
valor a la noticia que dio Pericot y ha subrayado Fortea sobre figuras ni
esquemáticas ni levantinas de la cueva .d e La Cocina.
Queda así una época intermedia entre el arte Paleolítico y el
«levantino», naturalmente donde este último arte existe, aunque difícilmente se podrá encontrar en las manifestaciones que hasta ahora
conocemos los orígenes formales del naturalismo «levantino», si bien
puede asegurarse que las tendencias del arte naturalista paleolítico
persisten en algunas de las formas epipaleolíticas, mientras que otras
adoptan una clara tendencia geométrica y esquematizante. En el
estado actual de nuestros conocimientos es imposible afirmar que la
fusión de ambas origine el arte «levantino» en una comarca del sur de
Valencia y el norte de Murcia aunque en ella se localicen concretamente estos nuevos descubrimientos. Otra cosa es plantearse qué ocurre con este «arte intermedio» fuera de la zona «levantina» donde
podría extinguirse para no volver a reaparecer hasta el «esquematismo» de la Edad del Bronce.
El descubrimiento de la cueva de la Moleta de Cartagena, en la
Sierra del Montsiá, venía a introducir una posibilidad de conjunción
-85-
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6
ANTONIO BELTRAN
entre el arte paleolítico y levantino, sin perjuicio de que, aun admitiendo que el bóvido y las figuras humanas correspondiesen a cada uno
de los períodos, hubiesen sido pintados en el mismo momento y·pudieran significar el punto de sutura de las dos tendencias. Cuando apareció este conjunto resultaba anómala la presencia de una pintura
paleolítica en la desembocadura del Ebro, pero los continuos hallazgos fuera del núcleo cantábrico eliminan cualquier suspicacia y el
recientemente descubierto grabado de la Tavema, en el Priorato
mismo lo ratifica.
La aproximación geográfica en otros lugares o no existe más que
de un modo relativo (Nerpio y el Niño, Casares-La Hoz y Albarracín) o,
si se produce, no existe la menor relación, como entre la Fuente del
Trucho y Arpán en el mismo barranco de Villacantal (Huesca). Nos
referimos a que la distancia entre las cuevas paleolíticas de Guadalajara y los abrigos de Albarracín no sólo es muy grande, sino que ademá.s supone la travesía de una dificil comarca, lo mismo que en las más
próximas entre sí de la provincia de Albacete, dado que la comarca de
Nerpio, aun en nuestros días, es de difícil acceso en muchos meses del
año. No conocemos aún los grabados paleolíticos de la Cova Fosca de
La Vall d'Ebo, o cerca del conjunto de Cocentaina: aquéllos descubiertos en 1983, pero inéditos contienen cabras, ciervo, caballo y signos y una cabra (o quizá un caballo) pintado en rojo del estilo IV de
Leroi-Gourhan. En la comarca están los más de 125 abrigos con arte
teóricamente «esquemático» tanto en la Vall de Gallinera como en el
Pla de Petracos con algunas figuras «levantinas».
Quizá la mayor contigüidad habría que buscarla entre las plaquetas pintadas y grabadas del Parpalló y las escasas de yacimientos próximos y los frisos levantinos de la comarca, acentuando que
precisamente en una amplia zona del sur de la provincia de Valencia y
el norte de Murcia es donde encontraremos, en mayor número, manifestaciones que hemos de suponer anteriores a los estilos clásicos
«levantinos». A ello hay que añadir los datos de la Cocina, Cova de
L'Or e incluso el canto del Filador de Margalef (4).
Por otra parte los signos, trazos y líneas y otros indefinidos se asimilaban a las figuras de arte mayor a que acompañaban, como es el
caso del paleolítico y así lo hicimos notar en nuestro trabajo de Caesaraugusta (5) mientras que cuando se hallaban de modo autónomo se
(4) J . FORTEA PEREZ: ~ paleolítico del Medit.errmeo e•pa¡tobt, Trab~os de Prehittoria,
36. Madrid, 1978, p6p. 99-149.
(5) A. BELTRAN MARTINEZ: «El p.roblema de la cronolo¡{a del arte rupestre esquemático
eapal'lol», CaHataugu.ata, 39·40. Zaragoza, 1975-76, p6p. 5-18.
-86-
[page-n-94]
FASE «PRE-LEVANTINAlo
7
incluían sistemáticamente en el «arte esquemático» e invariablemente
en la Edad del Bronce, tanto más avanzada cuanto más progresaban
los signos hacia esquemas complejos. Ya veremos que el descubrimiento de la cueva de Porto Badisco ha hecho cambiar todas estas
ideas, al cerrarse en el Eneolítico y dar una importante data «ante
quem» para muchos de los signos negro-castaños del interior.
La simplificación levantino-esquemático fue resuelta por Breuil en
sus obras monumentales de modo muy simplista; ya no había incluido
ni un solo abrigo levantino en su obra de conjunto sobre el arte paleolítico (6), a pesar de mantener aún la cronología paleolítica y en su obra
sobre el arte esquemático incluyó figuras que nada tenían que ver con
tal estilo, para las que, en muchos casos, convendría la mención de
«levantinas» y que debieron ser catalogadas como «subnaturalistas» o
«subesquemáticas» como hizo Bosch Gimpera.
Cuando estudiamos en 1973 18 cueva de la Sarga caímos en la
cuenta de que ciervos naturalistas, relativamente antiguos dentro del
arte levantino, con el cuerpo perfilado y relleno con líneas sensiblemente paralelas, con técnica análoga a la que encontramos en muchos
abrigos de la zona de Bicorp y en Alpera, que nos parece una simplificación de las más viejas tintas planas (Gasulla, Remigia, Val del
Charco, Calapatá, Albarracín), quedan claramente superpuestos a trazos geométricos de diversas formas, color rojo muy patinado de matiz
diferente, sin que, en lo que se conserva, formasen figuras concretas.
Era evidente que estábamos ante una fase «esquemática» o «geométrica» anterior al naturalismo levantino sin poder avanzar fechas absolutas. No obstante, no nos atrevimos entonces a datar dentro de ese
conjunto, anterior a lo levantino, la gran figura .espiraliforme que no
tenía pinturas levantinas sobre ella ni contiguas, pero sí extraños
«antropomorfos» que respetando las ideas vigentes aceptamos que
pudieran corresponder a una fase esquemática de la Edad del Bronce
y que los descubrimientos de Cocentaina penniten asociar al conjunto
«prelevantino» (7).
No obstante, hicimos una revisión sobre el terreno de diversos
abrigos donde tales superposiciones pudieran observarse con facilidad y las comprobamos en Cantos de la Visera, con un toro muy antiguo, de tinta plana sobre la «zancuda» de aspecto esquemático, en la
Araña, donde las astas de un ciervo cortan líneas en zigzag, paralelas, y
(6) H. BREUIL: ~
(7) A. BELTRAN MARTINEZ~ «Las pinturas n¡peatna prem.tóricu de La Sarp (Alcoy), El Salt
(Pen6gulla)yElC'alvari(Bocairente)li, Seriede~VariosdelSemc.iodelnveatipci6nPrem.t6-
rica, n11m. 47. Valencia, 1974.
-87-
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8
ANI'ONIO BBLTRAN
mm
30
20
tO
5
P.l.'li.!REHT
o
Fi¡. S.-Plaqueta grabada poatmagdalenlenae, del abrlco La Borie del Rey. (Cortesfa
de J. Clottes.)
-88-
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9
pensamos que podía haber muchos más ejemplos a investigart sobre
todo porque el hecho comprobado de repintados de figuras o de modificación de éstas (toros en ciervos de la Vieja de Alpera y de Cantos de
la Viserat ciervos en toros del prado de las Olivanas de Tormón, ciervos en cabras del Prado de Azoguet en Aldeaquemada) o bien el toro
blanco de Ceja de Piezarrodilla repintado en negro o los toros del
Prado de las Olivanas inicialmente en rojo y vueltos a pintar en negro
que no nos permiten establecer etapas claras por estilos y colores
puesto que los repintados o imitaciones repiten servilmente el modelo
que recubren.
Insistió sobre el temat acertadamentet J . Forteat subrayando nuestros planteamientos de La Sarga y La Araña (8) y precisando más
nuestras referencias a Cantos de la Viserat partiendo de las observaciones de Cabrét según las cuales en la parte izquierda del abrigo la
figura más antigua es un toro de color rojo amarillento que fue repintado en su tercera fase en un color rojo muy oscurot aunque sin
cubrirlo totalmente y transformándolo en ciervo con la adición de unas
astast lo mismo que habíamos observado en la cueva de la Viejat en
Alpera Yt en proceso contrariot en los ciervos convertidos en toros del
Prado de las Olivanast en Tormón. Tres ciervos pequeñost retocados
también en la citada tercera faset serían originalmente de la primera y
un reticulado existente entre las patas del toro convertido en ciervo y
parcialmente bajo su vientret incluso anterior a la fase rojoamarillenta; uno de los ciervos pequeños se superpone también a la
retícula y al gran torot en la misma format a la zancuda o ave de trazado
esquemático.
Supusimos que una fase plena del arte levantino conocería la conversión de los toros en ciervos o su repintadot entre el 3500 y 2000t
contemporáneamente al Neolítico de las llanuras litorales o quizá después del4000 (9). Fortea concluye que las pinturas más antiguas de La
(8) J. FORTEA PEREZ: <
Arqueolo¡ía, 1924· 1974, Papelea del Laboratorio de Arqueolo¡ía de Valencia, 11. Valencia, 1976,
pág. 196.
J. FORTEA PEREZ: «Algunas aportaciones a loa problemas del arte levantino11, Zeph,yrua,
XXVI. Salamanca, 1974, p"•· 226·227.
J . FORTEA PEREZ: «El arte parietal epipaleolítico del6.• al6.• milenio y su sustitución por el
arte levantino», Coloquio XIX del XI Congrea International dea S cien ces Prihiatoriquea et Protohistoriques. Niza, 1976, ~. 121.
(9) A. BELTRAN MARTINEZ: «Algunos problemas que plantean 1aa superpoli.cionea de pintu·
ras en el arte rupestre levantino», Crónica del XI Congreso Nacional de Arqueología (M'rida, 1969).
Zaragoza, 1970, p,g, 234.
A. BELTRAN MARTINEZ: «Algunas cuestiones sobre las pinturas de las cuevae de la Anula
(Bicorp, Valencia)», Papelea del Laboratorio de Arqueología de Valencia, 10. Valencia, 1970, pág. 12.
-S9-
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10
ANTONIO BELTRAN
Sarga, covacho ll de la Araña y Cantos de la Visera serían «unos signos
abstractos pertenecientes a un horizonte artístico que querríamos llamar arte lineal-geométrico... ». La comparación con el arte epipaleolítico del complejo geométrico, según la terminología de Fortea, resulta
evidente y así lo manifestamos ya en 1968, y lo explica él según la
siguiente ordenación relativa: «Cocina ll estaba integrada de abajo
arriba por los niveles 10 al6. Pero las plaquetas sólo aparecían en la
capa 6, que estadísticamente representaba una vuelta a la ocupación
intensiva de la cueva... sin ninguna solución de continuidad se pasaba
de la capa 6 a la 5 que inauguraba el horizonte industrial de Cocina m.
Lo más importante es que ahora aparecían tres fragmentos de cerámica cardial, que, por su posición estratigráfica, correspondían al inicio de Cocina m. Así pues, la cronología de las plaquetas es
inmediatamente precardial.» La fecha del cardial de Coveta de l'Or
(4670±160 y 4315±75 B. C.) podria autorizar, como Fortea afirma, una
fecha del5000 como «gozne entre los dos conceptos artísticos» (10).
Para terminar con los datos proporcionados por la cueva de la
Cocina, hay que subrayar los aducidos por Pericot en relación con
unas figuras naturalistas, pintadas en la pared sur, conjunto verdaderamente pobre según comprobó Fortea al calcarlo, del que escribe
«pero lo que sí podemos afirmar taxativamente es que su arte no es ni
levantino ni esquemático; lo forman unas pocas líneas paralelas,
quebradas, en espiga y vagamente trapezoidales, de color rojo claro,
una mancha del mismo color lamentablemente casi cubierta por la
suciedad del estrato que. la tapó... y un pequeño trazo triangular de
color rojo oscuro amoratado», que serían cubiertas durante la época
de la ocupación cerámica de la cueva, es decir, en el período Cocina ll
de Fortea (11).
(10) J. FORTEA PEREZ: «Loa complejos microlaminares y geométricos del Epipaleolítico mediterráneo espaflob>, Memorias del Seminario de Prehistoria y Arqueología, 4. Salamanca, 1973.
(1 1) L . PERIC'OT GARCIA: «La cueva de La Cocina (Dos Aguas), nota preliminar•>, Archivo de
Prehistoria Lavantina, n, 1946, Valencia, 1946, p'&J. 54, 68 y 69. Dice: «Por último hemos de refe.rirnos a loa vestigios de figuras, al perecer de animal una de ellaa, en rojo, pintadas en la pared Sur de la
Cll8VL La pátina y el humo que han cubierto eatoe muros latarales impiden eu uacta apreciación. La
altura a que ee encuentran lae coloca al nivel del brazo de un eupueeto artista. cuando el suelo de la
cueva ee encontraba en la segunda etapa d e lae tres que hemos 8ellalado en el yacimiento.» La importancia de estos vesti¡ioa pletóricos no pudo puar inadvertida a Pericot, quien, más adelante, decía:
«En primer lu¡ar sentemos la afirmación de que ea Imposible desligar las pinturas del abrigo llamado
Cinto de la Ventana, de las gentes que habitaron la cueva. Aquel cinto, con sua escasas pinturas de loa
dos tipos, naturalista y esquemático, ae encuentra en el extremo sin salida, por terminar en precipicio,
del barranco en que a unos doa o trescientos metros se abre la cueva de La Cocina. Quienes pintaron
aquellaa figuras habitaron la cueva.>>
-90-
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FASE liPRE-LEVANTINA>t
11
Cuanto se ha dicho ha quedado corroborado por los hallazgos de la
región de Cocentaina entre las sierras de Aitana, Mariola y Benicadell
(Alicante), publicados en una mínima parte y sin el estudio de conjunto que seguramente servirá para establecer una hipótesis general,
al menos en lo que se refiere a la comarca del sur de Valencia y el norte
de Murcia, de transición del arte paleolítico (subrayando lo ya dicho
sobre la pintura y grabados de la cueva Fosca de Vall de Ebo) y el
«levantino», que aparece en diversos lugares de Pla de Petracos (C'astell de Castells) con un ciervo de pequeño tamaño y Vall Gallinera, en
donde, al parecer, hay una superposición de las figuras del estilo no
levantino bajo otras levantinas. Lo que conocemos, especialmente en
Pla de Petracos, corresponde a representaciones no estrictamente
geométricas como las plaquetas o pinturas de la Cocina, sino a grandes
formas humanas, que alcanzan hasta más de un metro de altura, con
cabezas radiadas, cuerpos fantásticos y estilizaciones antropomórficas, aparte de trazos cuya significación ignoramos, todo ello en color
rojo y con ausencia, al parecer, de figuras animales (12). Las opiniones
de Mauro Hernández y el Centro de Estudios Contestanos que llevan
estas figuras hasta el V milenio sitúan el conjunto en esta etapa postmagdaleniense y pre-levantina que venimos postulando, aunque será
necesario esperar a la publicación de los ciento veinticinco abrigos que
se anuncia han sido descubiertos para establecer conclusiones definitivas: será conveniente no calificar estas pinturas de «esquemáticas»
por lo menos sin definir lo que quiere decir este término, tal como hace
Mauro Hernández al llamarlo «macro-esquemático»···Por otra parte·la
«.¿Pero a cuél de las fases induatñales de la cueva conesponden las pinturas del cinto'!
Acuciante enigma que no nos ea dado resolver todavía. Por loa indicios que poseemos (placa con vesti·
gios de pinturas) diríamos que las pinturas naturalistas van desde nuestro nivel inferior al medio, y las
esquemáticas podrían atribuirse al superior. Esto hallarla confll'tllacl6n decisiva si se logTa Interpretar
loa vestigios de figuras rojas en la pared meridional de la cueva, que por su altura debieron pintarse
cuando el suelo de la caverna te hallaba a 1'60-1'80 metros del nivel moderno, o sea, en el nivel ll Inicial
o
finaL»
(12) M.• D. ASQUERINO FERNANDEZ y C'ENTRE D'ESTUDIS CONTESTANS: •
Madrid, 1980, págs. 427-«8.
M. S. HERNANDEZ PE~Z y CENTRE D'ESTUDIS CONTESTANS: teAJte esq uemático
en el Pala Valenciano. Reclentea aportaciones», Zepbyrua, XXXVI. Salamanca, 1983, pága. 63-75.
M. S. HERNANDEZ PEREZ y C'ENTRE D'ESTUDIS CONTESTANS: ccConaideraciones
sobre un nuevo tipo de arte rupestre prehistórico», Ars Praebiatorica, J. Barcelona, 1982, págs. 179197.
M. S. HERNANDEZ PEREZ y CENTRE D'ESTUDIS CONTESTANS: «Vocbericht über
die Erforachung der FelabUdkunat In der proviru: Alicante», Madrider Mitteilungen, 24, 1983, Mainz,
1984, págs. 32- 46.
m
-91-
[page-n-99]
12
ANTONIO BELTRAN
atribución que Aparicio (13) hace de algunas de estas figuras a la etapa
entre el 3000 y el1500 por comparación de algunas de las figuras
antropomórfas con los ídolos oculados necesitará de más detenido
estudio cuando conozcamos la totalidad de los conjuntos.
Puede, no obstante, insistirse en que, junto al grupo de figuras claramente humanas, los motivos geométricos son meandros o serpentiformes de desarrollo vertical, con bifurcaciones de dedos en los
extremos o en pequeños círculos, además de otros signos menos claros
(14).
Por otra parte los abrigos de la región de Bicorp han proporcionado varios ejemplos de zig-zags o temas lineales-geométricos combinados con las figuras «levantinas», aunque no siempre exista una
superposición como la apreciada en la cueva de La Sarga; así en el
abrigo de los Gineses los zig-zags bordean una figura femenina, mientras que la Balsa de Calicanto este mismo tipo de trazos simples están
bajo figuras levantinas o junto a un ciervo semejante al de la Sarga (15)
(fig. 4).
Los datos aportados parecían dibujar una «región» para este arte
entre lo lineal-geométrico y lo «macro-esquemático», para usar términos de Fortea y Hernández, entre el sur de Valencia y el norte de Murcia, pero Vicente Baldellou me comunica el reciente descubrimiento,
aún inédito, en el abrigo de Labarta (Huesca) en el que un ciervo naturalista en negro se superpone a signos geométricos de color rojo claro.
No conocemos aún suficientemente el arte prehistórico de esta
comarca que hace algunos años apenas presentaba algunos restos
esquemáticos y que hoy cuenta con gran número de estaciones desde
el Paleolítico a la Edad del Bronce y una evolución estilística que cada
vez parece más clara y que no puede separarse del resto de la zona
oriental de la Península respondiendo a los mismos estímulos culturales (16).
(13) J . APARICIO PEREZ: «El primer arte valenciano, nuevos ballazgoa (1981))), Archivo de Arte
Valenciano, LXll. Valencia, 1981, págs. 106 y 107.
(U) Los abrigoa citados por Mauro HenW!dez y sus colaboradores del C'entze d'Eatudia C'ontea·
tana aon loa del Barrene d e Malafi, entze el Pla de Petzecoe, Rac6 de Sorelleta y Tolloa, Barrene de
Beniali, ('oves Rojea de Benimasaot, Barrene de l'Infern de Fleix y Famorca. En «El Paíe11 (26-ll-86),
se anuncia la posible pubUcaci6n de co~unto por la Diputación alicantina.
(15) J. APARICIO PEREZ: «Yacimientos e investigaciones arqueol6gicu en la comarca eD¡Uerinalt, Enguera, ailo XIX, n6m. 19. Enguera, 1976.
J. APARICIO PEREZ: «Nuevas pinturas rupeatzee en la provincia de Valencia», Crónica del
XV Congreso Nacional de Arqueología (Lugo, 1977). Zaragoza, 1979, páge. SS9-408.
L. DAMS: «Lea peinturea rupeatzes du Levant eapagnol». Parla, 1984, pág. UO y " ·
(16) V. BALLDELLOU: •
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PASE d'RE-LBV~
18
Flc· 4.- Baba de Calicanto (Bicorp). Superpoaioionea de ftcuru levutlnu eobre trazo. lhleale.ceométricoa. (Sep Aparicio.)
-93-
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ANTONIO BELTRAN
Es muy difícil establecer conclusiones con suficiente validez científica para esta etapa intermedia entre el arte Paleolítico y el Levantino que, en cualquier caso, no tendrán más seguridad que la
correspondiente a hipótesis de trabajo que ya enunciábamos hace casi
veinte años y que van completándose, con no pocas alteraciones sobre
lo que parecía inamovible, a través de los descubrimientos recientes y
la revisión de lo conocido y admitido rutinariamente como inmutable.
Dejando aparte el conjunto del río Vero, en Huesca, cuyo alejamiento
del núcleo de Bicorp, Alcoy, Cocentaina, Yecla e incluso Alpera y Nerpio no puede explicarse fácilmente, pero que responde a una evidente
comunidad de estímulos y bases culturales, sería necesario volver
sobre la fase post-magdaleniense, epipaleolítica y conectada con los
inicios del arte levantino examinando las pinturas y grabados sobre
plaqueta que se datan en estratos azilienses en Francia y sus posibles
paralelos en Cataluña y Levante, como vemos en el canto pintado epipaleolítico de la cueva del Filador de Margalef, con barras rojas (17),
los grabados y pinturas del Parpalló que no son ya un caso excepcional
si se tiene en cuenta el conjunto de más de una decena de plaquetas
procedentes de la cueva de la Roca, cerca de Gandía y el grabado de la
cueva de la Tavema, también de Margalef, en el Montsant, aparte de
la plaqueta de Les Mallaetes (18). Los grabados de l'Or y deSanGregario, aparte de las plaquetas grabadas y los signos parietales de la
Cocina, complementarían esta agrupación que podría mostrarnos
entre el6000 y el 5000 la constitución de una fase intermedia en la que
habría que situar como antecedente el gran conjunto de Cocentaina y
los signos geométricos de la comarca ya citada y que irían seguidos de
V. BALLDELLOU: «El arte esquemático y au re. aci6n con el levantino en la cuenca alta del
l
Vero (Huesca)», Actas del Coloquio Internacional sobre Arte Esquemático de la Peníntula Ibérica
(Salamanca, 1982), en Zepb,yrus, XXXVI. Salamanca, 1983, págs. 113-115.
V. BALLDELLOU, A. PAINAUD y M. J. CALVO: <
Pe!Únaula Ibérica (Salamanca, 1982), en Zephyrus, XXXVI. Salamanca, 1983, págs. 117-122.
V. BALLDELLOU, A. PAINAUD y M. J. CALVO: «Las pinturas esquemáticas del Toza! de
Mallata (Asque-Colungo, Hueaca)». Actas del Coloquio Internacional sobre Arte Esquemático de la
Pe!ÚnaUla Ibérica (Salamanca, 1982), en Zepb,yrus, XXXVI, Salamanca. 1983, págs. 123-129.
V. BALLDELLOU, A. PAINAUD y M. J. CALVO: «Los abrigos pintados esquemáticos de
Quizana, cueva Palomera y Toza! de Mallata» , B~o Aragón. Prehistoria, IV, C'aspe·Zaragoza. 1982,
págs. 27-60.
A. BELTRAN MARTINEZ y V. BALLDELLOU: «Avance al estudio de las cuevas pintadas
del Barranco de Villacantal». Altamira Symposium. Madrid. 1981, págs. 131-140.
(17) (J .) (M.•) F(ULLOLA) P(ERICOT) en «Arqueologfa en C'atalunya, datos para una sfnte11is»,
Barcelona, 1983, pág. 30.
(18) J . APARICIO PEREZ, V. MESEGUER FOLC'H y F . RUBIO GOMIS: «El primer a t1e valen·
ciano, ll. El arte rupestre levantino». Valencia, 1982.
J . APARICIO PEREZ y J. SAN V ALERO APARISI: ••El primer arte valencilmo. (.El arte
parpallonés11. Valencia, 1983.
- 94 -
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FASE «PRE-LEVANTJNAlt
16
las grandes figuras rojo-amarillentas de Cantos de la Visera, que permitirían la comparación con los demás animales naturalistas, estáticos
y en tintas planas del arte levantino.
Sin duda habrá que valorar los factores de evolución local y los
hechos aparentemente anómalos, como el conjunto de la provincia de
Huesca o la aparición de conjuntos como los de Cehegín y Mazarrón
con notables coincidencias en las figuras humanas con Porto Badisco,
que plantearán muchos problemas, también, en la fase final del arte
levantino, subnaturalista o subesquemática y ~n la diferente situación
de las zonas con arte levantino o sin él a la hora de establecer la aparición del «arte esquemático» del Eneolítico.
Addenda
Entre las fechas de redacción del presente artículo y la de corrección de pruebas se han producido algunas novedades importantes que
no alteran en esencia lo ya expuesto, pero que comprueban o matizan
las afirmaciones propuestas.
En primer lugar la ampliación ge9gráfica del área de superposiciones de arte levantino sobre pinturas geométricas, lo que quitarla
fuerza a la idea de que se tratase de un fenómeno esencialmente de la
zona del sur de Valencia y norte de Murcia, sin descuidar la consideración especial que merece el conjunto peculiar de Cocentaina. Nos referimos al .hallazgo en Los Chaparros de Albálate del Arzobispo (Teruel)
(fig. 5) de dos arqueros cazando un jabalí cortando este conjunto signos
esquemáticos en color rojo más claro, formados pór líneás verticales
paralelas, zig-zags y otras del mismo estilo (todo ello inédito); y creemos que lo mismo puede existir en La Valltorta, en la cueva del Civil y
en la Cova Gran del Puntal (i9).
Por otra parte, a las fechas indicadas hay que añadir las obtenidas
por Francesc Gusi (20) en la Cova Fosca de la Valltorta, con dataciones epipaleolíticas entre el 7510±160 y 6930±200 y Carmen Olaria
está preparando la publicación de otros resultados que son congruentes con los nombrados.
·
Algunos de los datos citados como inéditos comunicados por los
autores han sido publicados ya (21).
(19) A. BELTRAN MARTINEZ:
~AS VALLVERDU, Barcelona, 1982, p6g. 70.
(21) V. BALDELLOU MARTINEZ, A. PAINAUD y M. J. CALVO: «Dos nuevos covachoa con
-96-
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16
ANTONIO BBLTRAN
J
1
Fig. 5.- Loa Chaparros (Albalate del Arzoblapo). Superpollic16n de una cua de jabalf
sobre temas ceomlltrl~ «prelevantlnos».
pinturas naturallatu en el Vero• , en Eatudiol en honor de Dr. Antonio Beltrin, Zarqou, 1986, P4
123 (superpos!clonea de Labarta).
J. M.• FULLOLAPERICOTyR. YmAS VALLVERDU: «Elprimergrabadoparletalnatmaliata en c:neva de Catelutla: La cova de la Taverna (M.arplef del Montü, Taml(OIIa)», Caeaaraupta.
61-62, Zarqou, 1985, P4 67.
M. MARTINEZ ANDRES: «Lu pinturu rupeatlea de la c:neva de la HI¡uer~, lila Plana,
Cartl¡ena>, Caeearau¡u.ata, 61-62, ZaraJOS&, 1985, ~~. 79.
>
Una pueata al día de las cueatiooea generales en A. BELTRAN MARTINBZ: «Nuevoa horizontes en la inveaticaci6n del arta prehistórico. Cueatlonea ceneralea y eatado de la c:neati6n», en Caeaarau.ruata. 61-62, Zaracou, 1985, pág. 26.
- 96-
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F. J. FORTEA PEREZ y E. AURA TORTOSA
(Oviedo y Valencia)
UNA ESCENA DE VAREO EN LA SARGA (ALCOY)
APORTACIONES A LOS PROBLEMAS DEL ARTE LEVANTINO
Durante la campaña de excavaciones de agosto de 197 5 en La
Cocina (Dos Aguas, Valencia), llevamos a La Sarga (Alcoy, Alicante) al
equipo de excavadores con el objeto de que conocieran su conjunto
rupestre. Examinando los distintos paneles creímos reconocer una
escena de recolecci6n, de la que tomamos una primera serie fotográfi<;a y un esbozo de calco. Comunicamos al Servicio de Investigaci6n
Prehist6rica nuestra impresi6n y allí se nos mostraron los calcos realizados tiempo atrás por Vicente Pascual y la monografía que Antonio
Beltrán (1), con la colaboraci6n del anterior, acababa de publicar. En
ésta, la interpretaci6n era radicalmente distinta y el calco ofrecido
difería en algunos detalles significativos de nuestro esbozo.
Por diferentes razones, las ·diversas visitas que realizamos a La
Sarga para concluir el calco y mejorar la documentaci6n fotográfica
tuvieron que espaciarse mucho. Entretanto, Bernardo Martí (2)
public6 el calco de Beltrán y Pascual con la supresi6n de una figura y la
interpretaci6n de escena de recolecci6n, a la que había· llegado de
modo independiente. Emilio Aura, tras incorporarse al eqtúpo de
(1) A. BELTRAN MARTINEZ: «Lae pinturas ropeatret prehiatóricu de La Sarp (Alcoy), El Salt
(Penquila) y El Calvari (Boeairente)11, Serie de Trab!Üoe Varios del Servicio de lnveetigaclón Prehistórica, ntbnero 47. Valencia, 1974. Con la colaboración de V. PASCUAL PEREZ.
(2) B. MARTI OUVER: «El nacimiento de la agricult ura en el Paía ValenciaDo. Del Neolítico a la
Edad del Bronce11. Unlvemidad de Velencia. Secretariado de Publicacionea. Colección Cultural Univemitarla P opular, l . Valencia, 1983, pi¡. 66, fig. 16.
- 97-
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F. J. FORTEA Y E. AURA
2
excavadores de La Cocina en 1981, tuvo conocimiento de la escena e
hizo de ella una alusión con la misma interpretación de vareo en un artículo sobre otros aspectos de La Sarga (3), a la espera de su publicación
detenida. A él se debe el calco definitivo que publicamos aquí con
retoques de V. Rodríguez Otero. Las fotografias son de Gil Caries.
Tales diferencias de copia e interpretación tnotivan estas líneas.
l. DESCRIPCION E INTERPRETACION
1.1. La escena que nos ocupa se encuentra situada en el covacho 1
de La Sarga, sector «b», adyacente al sector «a», según la ordenación
de Beltrán. Ha sido observada en diferentes épocas a lo largo de los
últimos años, lo que nos ha permitido constatar la variabilidad en la
calidad de visión de los motivos pintados según humedad, luminosidad, etc., pudiendo así interpretar manchas en ocasiones confusas y
precisar contornos y detalles de las ya conocidas. Paralelamente, nos
auxiliamos con nuestro material fotográfico, que no publicamos aquí,
sustituyéndolo por el excelente trabajo de Gil Caries.
Conviene señalar que en el a 1 m. aroracente secttor la se encuentra uno de los paneles clave para la dilucidación de la problemática
cronológica del Arte Levantino, en razón de las superposiciones de
figuras levantinas típicas sobre un arte distinto que Beltrán adjetivó
de abstracto o esquemático, pero de alguna manera diferente del Arte
Esquemático (4), nosotros Arte Lineal Geométrico (6) y Hemández y
Centre d'Estudis Contesta.ns como Arte Macroesquemático (6).
De derecha a izquierda encontramos los siguientes motivos en el
covacho lb (cf. fig. 1 y lám.s. 1 y
m. .
-Núm. l. Restos de arquero
Muy mal conservado y de lectura difícil. Pueden diferenciarse el
(8) E. AURA TORTOSA: «Aportaciones al estudio de La Sar¡a (Alcoy, Alicante)», en .Lucentum,
U, Alicante, 1983, páp. 5-16.
(') A. BELTRAN MARTINEZ: «Arte Rupestre Levantino», Seminario de P.rebiatoriay Protohistoria. Serie Monograftaa Arqueológicas, IV, Zaragoza, 1968.
A. BELTRAN MARTINEZ: «El problema de la cronología del Arte Rupeatre Eaquemitico
Eapaftol», en Caeaarauguata, 39-.0, Zaragoza, 1976-76, P'P· 5-18.
A. BELTRAN MARTINEZ: «De cazado.rea a putores. El Arte Rupestre del Levante Eepa·
ilol». Edicionea Encuentro, Colección Lu Huellae del Hombre. Madrid, 1982.
(5) F. J . FORTEA PEREZ: «AA¡unaa aportacionea a loe problemaa del Arte Levantino», en
Zepbyn11, XXV, Salamanca, 197,, páp. 225-267.
(6) M. S. HERNANDEZ PEREZ y CENTRE D'ESTUDIS CONTESTANS: «Conaideraciones
aob.re un nuevo tipo de arte .rupestre prehiat6rico~t, an An Praehiatorica, I, Sabadell, 1982, pqe. 175·
187.
M. S. HERNANDEZ PEREZ y CENTRE D'ESTUDIS CONTESTANS: «Arte Eaquemitico
m el
Valenciano. Recientea aportaciones», en Zep~. XXXVI, Sal•m•nca, 1988, pq..
63-78.
Pm
- 98-
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ESCENA DE VAREO EN LA SARGA
3
tronco, las dos extremidades inferiores y un brazo que lleva un arco de
una sola curva en posición vertical. Color rojo claro.
- Núm. 2. Restos de arquero
Camina hacia la izquierda dando la espalda a la figura anterior. Se
diferencian un tórax triangular y los dos brazos, de los que el derecho
está extendido y el izquierdo, flexionado, sujetando el arco y un
manojo de flechas. Más abajo se ven dos manchas informes. Color rojo
oscuro desvaído.
-Núm. 3. Arquero
De características formales, estilísticas y cromáticas idénticas al
núm. 2 y con su misma lateralización. De la cabeza queda una mancha
redondeada desigualmente conservada, pero un análisis atento en
comparación con la cabeza del núm. 4, permite diferenciar dos partes:
una inferior en forma de trapecio invertido que representaría la zona
comprendida entre la mandíbula y los parietales, y otra superior en
forma de sombrerillo o casquete esférico que rebasa lateralmente a la
anterior. De ella sale un trazo que va a unirse a la rodilla izquierda de
la figura núm. 4 y algo más a la izquierda una alineación de tres
puntos.
Los brazos se conservan hasta la cintura y el izquierdo lleva arco y
manojo de flechas, mal conservados, en la misma posición horizontal
que el arquero núm. 2.
Importa señalar que el brazo derecho se asocia con un largo trazo
lineal oblicuo que atraviesa a un viejo desconchado y a la figura núm.
5, bifurcándose al salir de ésta.
Debajo de la cintura se conservan restos de pintura que permiten
suponer una flexión de piernas similar a la figura núm. 4.
-Núm. 4. Arquero
Igualmente lateralizado a la izquierda como los núms. 2 y 3, es la
figura humana más completa y de mejor tratamiento anatómico, lleno
de detalles, de todo el conjunto de La Sarga.
Su cabeza es similar a la del núm. 3: una silueta trapezoidal invertida cubierta por un sombrerillo de doble curva externa, de cuya
depresión central nace un neto trazo vertical. El término boina, abusivo y fuera de lugar aquí, sería el que mejor describiría la apariencia
formal de la silueta pintada. Pero sólo podemos decir que la cabeza del
arquero estaba tocada con una cubrición amplia de la que salía un
apéndice ¿pluma?, o, quizá, con el pelo recogido en vueltas sobre la
cabeza y tocado con aquel apéndice.
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ESCENA DE VAREO EN LA SARGA
6
El brazo derecho acaba en una mano con sus cinco dedos cuidadosamente dibujados, cuya muñeca lleva un brazalete de sección circular. Detalle éste que había pasado inadvertido y que obliga a datar a la
figura como no anterior al Neolttico regional.
La mano izquierda, cerrada y con indicación de los nudillos, sujeta
a un arco de curva simple, tensado, y cinco flechas. No se aprecia bien
cómo era su parte perforante, pero sí el emplumado basal que no está
inserto en el extremo del fuste, sino unos centímetros antes. Los extremos lanceolados, menos detallistas que los de esta figura; que muestran las flechas clavadas en animales del Arte Levantino (por ejemplo
el caballo en posición vertical de La Araiia) prueban la antedicha identificación funcional.
El estilizado tronco ofrece dos detalles de interés. Uno, el apéndice triangular que sale de la parte inferior de la espalda, quizá una
bolsa o recipiente que llevaría colgando de los hombros. Otro, el
saliente inguinal que podría representar al falo o a su estuche. Algo
similar ofrece la figura 18 del covacho m de La Sarga.
Sus piernas están flexionadas con la rodilla izquierda hincada en
tierra. Las pantorrillas son muy gruesas, como corresponde a las figuras del más típico Arte Levantino. El pie derecho muestra al pulgar y a
los dos o tres dedos siguientes separados y doblados hacia abajo,
como queriendo afirmarse en el terreno que pisa. Los dedos del pie
izquierdo aparecen doblados hacia atrás. Flexión de piernas y posición
de dedos son las propias de quien tiene una rodilla en tierra y da la
impresión de que el artista así lo quiso indicar.
Es dificil calificar la actitud de esta figura. Para Beltrán sería la de
relajamiento subsiguiente al disparo. Sin embargo, el arco y las flechas
están en reposo. En nuestra opinión, más parece una actitud contemplativa, máxime si esta figura estuviera en relación con las 5, 6 y
7.
·(1•
Color rojo oscuro. En las zonas ocupadas por el pie derecho y
desde la mitad de la pantorrilla hasta el pie-izquierdo, el color va difuminándose hasta hacerse sensiblemente, ~imilar al de las figuras núms.
2 y 3. Así pues, las diferencias de tonalidad, apreciables en la fotograña adjunta, no responden a fases cromáticas distintas, sino a la variabilidad zonal en la conservación de los pigmentos.
Finalmente hay que señalar que por debajo del torso y zona del
arco aparecen difusas manchas de color más claro, que representamos
con una trama menos intensa. ¿Preparación de la roca, trazas de anteriores figuras o borrado de éstas previo al arquero?
-101-
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6
F. J. FORTEA Y E. AURA
-Núms. 5 y 6. Arboles
Son dos manchas oblongas cuyos contornos se han pintado
mediante una línea perfilante de gruesos puntos seguidos y adyacentes. El perfil se siluetó posteriormente con las mi,smas puntuaciones
dispuestas de modo menos organizado.
De la parte inferior de la mancha núm. 5 salen tres o cuatro trazos
oblicuos y convergentes abajo. Tanto el primero por la derecha como
el central se bifurcan en el tercio anterior a la mancha y el central la
rebosa largamente.
Los mismos trazos oblicuos salen en número de cuatro de la mancha 6, sin llegar a converger a causa de un desconchado reciente.
-Núm. 7. Frutos
Debajo, y simétricamente al espacio comprendido por la proyecció~ basal de las manchas, se encuentran aproximadamente 100 puntos repartidos con irregularidad intencional. Algunos de los infrapuestos al núm. 5 se pintan sobre un antiguo desconchado. Buena parte de
los correspondientes al núm. 6 faltan por la razón antes aludida. Este
desconchado es reciente no sólo por su distinta pátina, más clara que
la del otro, sino también porque corta a alguna de las puntuaciones.
-Núm. 8. Manchas
En el ángulo superior izquierdo aparecen dos manchas de color
rojo sin forma precisa.
1.2. Según A. Rey Pastor y C. Visedo (7), descublidores y autores
de las primeras noticias sobre La Sarga, el conjunto de las figuras
núms. 4, 5 y 6 representaban una escena de caza de dos jabalíes por un
arquero (8). Para Beltrán cualquier interpretación sería muy atrevida,
pero concluye en que no cabría hablar de representaciones de árboles
y que a la izquierda del arquero núm. 4 de nuestra numeración existiría una mancha de color rojo, mal conservada, que podría ser lo que
restara de un animal hacia el que se dirigiría su cazador (9). Recientemente, este autor ha hecho una escueta referencia a árboles (10).
Para nosotros, descripción, calco y fotografía ofrecen una obvia
identificación visual que, sin tener que ir más allá de lo evidente, se
refiere a dos árboles a cuyos pies se han representado frutos caídos.
(7) A. REY PASTOR: «Jijona (Alicante). Cuevu de La Sarga», en Noticiario Arqueológico Hi.ap6nioo, I. 1952, Madrid, 1958, p6p. 25-28.
(8) BELTRAN MARTlNEZ: Op. cit. en la nota 1, piga. 8 y 20.
(9) BELTRAN MARTlNEZ: Op. cit. en la nota 1, pi¡. 19.
(10) BELTRAN MARTlNEZ: Op. cit. en la nota 4, en tercer lugar, p6¡. 28.
-102-
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ESCENA DE VAREO EN LA SARGA
7
Aunque es esto lo más importante, no deja de tener interés el intento
de identificar de qué árbol se trata. Hemos consultado a M. Dupré
Ollivier y ésta es su autorizada opinión: «Resulta muy difícil y arriesgado dar cualquier determinación, ya que no se sabe hasta qué punto
la representación puede estar idealizada o estilizada, pero parece
claro que se trata de un árbol de cierto porte, con unos troncos limpios
y rectos, poco gruesos, que produce frutos comestibles. Por consiguiente, habría que eliminar a los arbustos o árboles con ramajes en la
prute inferior del tronco; pese a su presencia en los análisis polínicos y
antracológicos, parecen pues descartados el avellano (Corylus avellana), así como el madroño (Arbutus unedo) y el majuelo (Crataegus).»
«La f01ma de las ramas y la copa excluirían también a las coníferas; si acaso, podría recordar al pino piñonero (Pinus pinea), pero los
frutos se asemejru·ían muy poco a la realidad. El pino piñonero no aparece en los análisis antracológicos, a diferencia de los Pinus halepensis,
nigra ssp. salzmannii y syluestris. También se desecharían árboles
mediten·áneos como la can·asca (Quercus rotundifolia) o el olivo (Olea
europaea uar syluestris) ya que éstos tienen aspecto más robusto y
aquellos copas más amplias.»
M. Dupré se inclinru·ía por «una especie de la familia de las rosáceas, que están pt·esentes en los análisis polínicos y antracológicos
durante todo el Holoceno. Precisamente a partir de los finales del
Dryas antiguo que asiste en la Europa mediterránea a un desarrollo de
los Prunus, con Prunus mahaleb, Prunus spinosa y, sobre todo, Prunus
Amygdalus.» (11).
..
. ·
«La Antracología señala dentro de la familia de las rosáceas al
endrino (Prunus spinosa), pero se trata de un arbusto, por tanto de
morfología poco relacionable con lo pintado en La Sarga; al cerecino
(Prunus mahaleb), cuyos frutos, al igual que los del endrino, no se
comen hoy en día, sino que se emplean fermentados para la fabricación de licores. El manzano se documenta en la francesa cueva de Sargel \L&·zac), pero es muy poco frecuente. Tampoco parece muy
(11) E. BAZILE-ROBERT:
Montpellier, 1979.
E. BAZILE-ROBERT, J.-P. SUC y J.-L. VERNE'n «Lea florea m6diterran.6enD81 et l'hia·
toire climatique depuia le Pli~ne11, en Naturalia Monapellenala, Montpellier, 1980, p'&J. 33-40.
l . KRAUSS-MARGUE'n «Contribution a l'histoire de la v6g6tation poatglaciaire dee Granda
Cauaaea d'aprea l'analyae anthracologique du giaement prihiatorlque de La Poqjade (Commune de
Mlllau-Aveyron)». Univerait6 dea Sciencea et Techniquea du Languedoc. Montpellier, 1980.
J . L. VERNET: «Étude sur l'hiatoire de la végétation du Sud-Est de la France au Quater·
naire, d'apres lea cbarbone de bola principalement», en Paléobiolo¡ie Continentale, IV, Montpelller,
1973, págs. 1-90.
-103-
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8
F. J. FORTBA Y E. AURA
probable, aunque más que· las rosáceas anteriores, la identificación
con el sorbo (Sorbus doméstica) que aparece en la neolítica cueva del
Frare (Matadepera, Barcelona). Con todas las reservas dimanantes dA
la inseguridad antes expuestas, la más plausible identificación de lQ
representado en La Sarga es la del almendro (Prunus amyRdalus). La
pintura aparece bastante estilizada y desproporcionada si se consideran las proporciones hombre, árbol, frutos, pero después de descartar
a la mayoría de los géneros anteriores, parece.la más adecÚada, y, por
otro lado, su ecología es la del paisaje de La Sarga. Los almendros
están presentes, según la Antracología, desde el12.500 B.P. en La
Salpetriere, en La Poujade desd~ el Preboreal y durante el Neolítico
antiguo de la Cova Ampla de Montgó (Alicante) (12), entre otros
yacimientos.»
·
Sea como fuere -sobre ello volveremos- y aunque la pi9tografia
pudo leerse con precisién a este respecto, lo fundamental es la evidente representación de árboles y frutos caídos.
La escena del covacho lb muestra a tres figuras humánas de estilo
unitario cuya actitud y modo de llevar los arcos y flechas no es bélica ni
cinegética. Las tres figuras miran a dos árboles cuyos frutos se desparraman por el implícito suelo. Con el bra.zo derecho de la figura
núm. 3 se asocia un largo trazo lineal que atraviesa y sobrepasa el
follaje de uno de los árboles. Parece ajustado deducir que la escena
narra la recolección de frutos mediante el vareo.
Podría argüirse que si hay tal, quizá sobraran los arcos y las flechas. Que las muy similares características de las tres figuras humanas
formarían por sí mismas una composición y que posteriormente (por
qué no anteriormente) se añadieron árboles, frutos y vara. Pero no hay
que olvidar que árboles y frutos son el punto de referencia de la composición. Y si hay composición poco importa que ésta fuera ex novo,
como color e incluso estilo indican, o el resultado de una integración
significativa de elementos en alguna medida separados en el tiempo,
que no podría ser mucho porque ninguno de los dos elementos escénicos se excluyen desde el punto de vista estilístico y cromático, o de
sustrato cultural como luego veremos. AquelUis integraciones significativas son frecuentes en el Arte Levantino; baste recordar uno de sus
casos de más contenido: la transformación de los cuernos de toros en
(12) E. BADAL GARCIA: «Con1ribución al estudio de la vegetación prehistórica deiiUJ' de Valencia y norte de Alicanta a travú dal aMii.sia antracol6giCOJt. Memoria delJeenciatura. Facultad de Geografta e Hiltoria. Valencia, 1984.
·
-104 -
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ESCENA DE VAREO EN LA SARGA
9
otros de ciervo. Pero al margen de nuestra opinión en el sentido de que
se trata de una composición ex novo, lo que ve1·daderamente importa
es el valor escénico y pictográfico.
2. PARALELOS Y SIGNIF'ICACION
Ciertamente las referencias al paisaje vegetal son escasas en el
Arte Levantino. Se han citado árboles y arbustos en el covacho Ahumado o en el abrigo de Los Trepadores de El Mortero (Alacón, Teruel)
y en el covacho de Dofta Clotilde (Albarracfn, Teruel).
F1" l .-Concho Ahumado (El Mortero. Alac6n. Teruel). La naun n(lmero ll ae encuentra
ea el centro del panel; lu reauntea en su parte Izquierda (ae¡{an Orteao y numeración de
Alntap'O).
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10
F. J. FORTEA Y E. AURA
Las dos primeras estaciones no son paralelo válido para la escena
de La Sarga, pero las recogemos aquí porque en ellas se han reconocido figuras humanas junto a árboles o vegetales, o bien trepando por
árboles para recoger frutos.
Así, las figuras 4 y 5 (numeración de Almagro) del Covacha Ahumado con un hombre y un cuadrúpedo junto a un árbol o vegetal; también la figura 21 del mismo covacho, silueta humana inclinada hacia un
árbol del que hace caer frutos (cf. fig. 2}, y las 27 a 32 de Los Trepadores, en las que se han visto personlijes que trepan por árboles con
ayuda de escala, la 29, o sin ella (cf. fig. 3) (13).
Todos los autores que se han ocupado de estas estaciones han
señalado el ambiente neolítico que suponen, con domesticación de
animales y agricultura incipiente. La domesticación es evidente en la
figura 26 de Los Trepadores (cf. fig. 3). Si lo que nos ha quedado de
ella es fiel reflejo de lo que se pintó, porque se ha hecho la salvedad de
que le falta la cabeza, lo que el calco de Ortego refleja es una oveja. Y a
una oveja con más lana que pelo. La Arqueozoología sitúa a lo largo del
Neolítico el inicio de un proceso que favoreció ala lana en detrimento
del pelo. Más adelante, en el Calcolítico del Cerro de La Cabeza
(Valencina de la Concepción, Sevilla) tenemos la presunción de la castración de los machos para favorecer a la lana (14}, o los tensadores
textiles calcolíticos de la cueva de Nerja (15}. En cuanto ala agricultura, ésta se vería reforzada si interpretáramos a los trazos longitudinales de estas estaciones rupestres, sobre lo que incide el vértice de
una sucesión continua y alineada de trazos en V, no como vagos árboles o arbustos, sino como alineaciones de plantas, que no tendrían por
s
qué implicar un surco de arado. Y a las figuras humana. que se inclinan sobre ellos, no como trepadores de árboles, sino como individuos
(13) T. ORTEGO FRIAS: «Nuevaa estaciones de arte rupestre arago~s. El Mortero y Cerro
Fello, en el término de Alacón (Teruel)», en Archivo Eapaflol de Arqueolo¡{a, XXI, Madrid, 1948, págs.
8·37.
M . ALMAGRO BASCH: <
goza, 1956, pá¡a. 66-90.
A. BELTRAN MARTINEZ: «Peinturea rupestres du levant de el abrigo de loa Recolectores
dana le ravin de El Mortero (Alacón, Teruel, Eapafia», en Prihittoire, S~l~logie Ari~geoiaea, Bulletin
de la Socl6te Prihi.atorique de l'Amge, XVI·XVll, Taraacon·aur-Ari~ge, 1961-62, pá¡a. 15· 50.
(U ) F.-H. HAIN: «Kupferzeitliche Tierlmochenfunde aua Valencina de la Concepción. Sevilla11, en
Studien Qber frQhe Tledmochenfunde von der lberiachen Halblnael, nóm. 8, Manchen, 1982.
C. ALFARO GINER: «Tejido y cestería en la Penrn.ula IWrica». Bibliotheca Praehiatórica
Hilpana, XXI, Madrid, 1984.
(15) F. J. GONZALEZ TABLAS: «Un tensador textil procedente de la cueva de Nerja (MA!aga)»,
en Zepbyrua, XXXIV-XXXV. Salamanca, 1982, págs. 149-152.
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ESCENA DE VAREO EN LA SARGA
11
J,
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~·
~
30-32
28
Flg. S.-Abrigo de Los Trepadores (El Mortero, Alac6n. Teruel). Figuras de Ja parte
derecha del panel (seg6n Ortego y numeración de Almagro).
que realizan algún tipo de actividad en plantas cultivadas. Hachas y
azuelas pulimentadas aparecieron en El Mortero y si en el Arte Levantino se quería representar, aún idealizadamente, a un árbol, se sabía
hacer, como hemos visto en La Sarga y seguidamente en Dofía
Clotilde.
Aquí, en el centro de su único panel pintado aparece un árbol,
interpretado con dudas como un pino, debajo de cuya copa aparecen
unos pequeños frutos ovalados. Importa señalar que el árbol es el eje
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P. J . PORTEA Y E. AURA
compositivo del panel y su punto de referencia. En tomo a él se sitúa
una variada serie de motivos, de los que nos interesan unos arqueros,
precisamente en número de tres y lateralizados hacia la parte derecha
del árbol. Dos de ellos, de pie, son bien visibles, teniendo que recurrir
a la descripción y calco de Piñón para reconocer el tercero, arrodillado
entre los pies de los dos anteriores (16). Del resto de las figuras destacaríamos a una pareja con personajes de distinto tamaño que, mirándose entre sí, dan la espalda a los tres arqueros anteriores y al árbol. A
la izquierda de éste aparece otra pareja similar a la anterior y en la
misma posición. Uno de sus personajes lleva de la mano a un diminuto
cuadrúpedo, evidentemente un pequeño recental o un animal de compañfa. Incidiendo má. en este carácter de pequeña agricultura, encima
s
vemos a un individuo llevando del ronzal a un cuadrúpedo. El resto de
las figuras se imbrican entre los resquicios de la composición principal o se sitúan en sus aledaños, quizá queriendo asumir y ampliar el
contenido pictográfico de las representaciones (fig. 4).
Hay mucho de agrícola y ritual en tomo al arbolito de Doña Clotilde, e incluso los continentes se representan de manera axial. Pero lo
que ahora nos interesa es señalar que, al igual que en La Sarga, volvemos a encontrar el tema árbol, frutos caídos, hombres con arcos.
¿Pueden paralelizarse ambos paneles teniendo en cuenta que la
bibliografía los ha considerado como propios no sólo de estilos, sino de
Artes distintos y, por ello, situables en cronologías diferentes? Hay
que insistir: todo paralelo ha de serlo en forma, función y cronología,
pudiendo ésta ser relativamente más flexible si hay difusión; porque si
los otros dos términos son análogos pero la cronología es muy dispar o
no explicable culturalmente por un lento proceso de difusión, entonces el problema atañe a la convergencia.
Nadie ha dudado que el covacho lb de La Sarga corresponde al
más típico Arte Levantino. Beltrán {17) lo sitúa en su fase ll, plena, en
la que desaparecen los toros, hay abundancia de ciervos y cabras y
aparece la·figura humana, escasamente naturalista. Podría datarse a
partir del4.000. Las dudas se han planteado con relación a Doña Clotilde: Para Ripoll (18) sería un ejemplo de la transición a la Pintura
(16) M. ALMAGRO BASCH: «Un nuevo grupo de pinturu rupeetret en Albanacfn. Z.. cueva de
DoAa Clotilde (Teruel)», en Teruel, 1, pAga. 91-116.
F. PililON VARELA: «Lea pinturu rupestre. de Albarradn (Teruel)», Centro de Inveeti¡aci6o
y Mu.aeo de Altamira, Mouografial, m1m. 6. Santander, 1982.
(17) BELTRAN MARTINEZ: Op. cit. en la nota l.
(18) E . RIPOU. PERELLO: d>ara una c:roDOlopa relativa del arte levantino eepellol», en Prehiatoric Arto! the Weatem Mediterranean and Sabara, por L. PERICO'!' GARCIA y E . RIPOLL PERELLO, Barcelona, 1965, pqa. 167-174.
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F. J . PORTEA Y E. AURA
Esquemática y para Beltrán (19) representaría, toda ella, un conjunto
tardío, situable en la fase de vuelta al estatismo posterior al2000 a. C' .;
en definitiva, un conjunto no encuadrable dentro del Arte Levantino.
Piñón (20) no se decanta por una concreta situación cronológica sobre
la base de argumentaciones estilísticas, pero indica que el estilo de
Doña Clotilde se aleja en sentido estricto de la esquematización. También indica que las figuras más antiguas son el árbol, verdadero eje
compositivo, los arqueros y las parejas adyacentes.
Parece que la impresión cronológica tardía para este covacho se ha
basado en el carácter muy estilizado de las figuras humanas principales del centro y en el cortejo de ancorifonnes, serpentiforme y otras
figuras humanas. La cronología relativa cromática del conjunto de las
figuraciones es ciertamente compleja. Piñón la ha abordado meticulosamente, siri negar las dos fases cromáticas generales que ya se indicaron en las primeras publicaciones: una rojo claro sobre la que se
superponía otra rojo oscuro con motivos estilizados. Según nuestra
opinión, de modo global y sin entrar en detalles, pertenecen a la primera fase una serie de puntos de aproximadamente un centímetro de
diámetro no reflejados en el calco, que se perciben en el lateral
izquierdo, casi todos los cuadnípedos, los «ancorifonnes», elserpentiforme y las figuras humanas del lateral derecho, que parecen presentar
en sus cabezas un tocado corniforme sugerente del que también tenemos en alguna figura de La Sarga y otros yacimientos de los Artes
Levantino y Esquemático. A su vez, los «ancoriformes» podrían recordar el tema de la diosa con los brazos abiertos y levantados hacia
arriba, de amplio porvenir, que ya vemos en estatuillas neolíticas de la
Europa mediterránea oriental y cuyo sigrii.ficado fue considerado por
M. Gimboutas en el contexto de su Vieja Europa. A la posterior fase en
rojo oscuro pertenecen el árbol, los arqueros y las restantes figuras
humanas alargadas. Entre una y otra fase, y más ligados a la segunda,
parece que se produjeron borrados y repintados en la parte central del
panel, de los que podrían ser trasunto las subfases que articulan las
figuras 7a a 7f de Püión. Ciertamente, el estilo de estas representaciones humanas se aparta del tipo Alpera, o de los convencionalismos de
las figuras cestosomáticas típicas del Arte Levantino, según la clasificación de Obermaier y Wemert. Pero no sería muy difícil encontrar
(19) A. BELTRAN MARTINEZ: Op. cit. en la nota ... en primer lugar.
A. BELTRAN MARTINEZ: Op. cit. en la nota 13.
A. BELTRAN MARTINEZ: «Acerca de la cronología de la Pintura Rupm;re Levantina».
Valcamonica Sympoaium, Capo di Ponte, 1970, pép. 67~7.
(20) P~ON VARELA: Op. cit. en la nota 16.
-110-
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ESCENA DE VAREO EN LA SARGA
15
paralelos en algunas de las igualmente típicas nematomorfas, o ver
modos representativos iguales o no alejados en algunas escenas del
Arte Levantino más característico. Igual resulta el tratamiento de la
fig. 27 (numeración de Almagro) de Cogul, arquero cazando al anima]
28, donde Breuil veía un bisonte y centraba uno de sus argumentos
cronológicos en favor de una datación pleistocena para el Arte Levantino. Muy próximo parece el cuando menos pastor de La Caiiada de
Marco, con sus cortas piernas separadas, largo tronco lineal y brazos
en asa; tampoco están demasiado alejados los arqueros del Cingle de
La Mola Remigia, que levantan sus arcos en homenlije al jefe muerto o
en seftal de triunfo ante el enemigo asaeteado. Incluso la silueta que
forman la cabeza y su trazo horizontal de cubrición en las figuras
afrontadas al árbol de Dofta Clotilde, no es contradictoria con la que
vemos en los arqueros 3 y 4 del covacho lb de La Sarga; pero ello no
tiene mayor nivel de significación. Sí lo tendría un plano que agu( sólo
queremos indicar. En el conjunto de Dofta Clotilde hay figuras que
podrían referirse a una temática de profundo y conocido contenido
simbólico: árbol, «guardianes», «orantes/diosas» y serpiente, permitirían una aproximación promisoria al plano iconológico. Pero hemos de
volver a nuestro argumento.
El problema está en el grado de validez que pueda tener la interpretación cronológica según el estilo; en articular las apreciaciones
estilísticas dentro de una secuencia evolutivo-estilística con valor unívoco para toda el área cubierta por el Arte Levantino. Más adelante
haremos algunas consideraciones a este respecto. Anticipándonos a
ellas y desconfiando del estilo como riguroso marcador cronológico, lo
que importa en las escenas del covacho lb de La Sarga y de la parte
central de Doña Clotilde es la temática. Incluso no sería inconveniente
que entre ambas existiera un cierto distanciamiento cronológico si responden a un mismo estímulo general. En ambas estaciones encontramos el tema árboles, frutos caídos y arqueros, de modo más narrativo ·
en La Sarga y simbólico en Doña Clotilde, pero por decirlo con la
mayor prudencia, componiendo escenas no opuestas. Esa temática
significa recolección, cuya práctica viene de muy lejos. Por referirnos a
lo más cercano, citaríamos un artículo de D. Clarke (21), quien, tratando de las bases económicas de la Europa mesolítica, ha cuantificado y valorado la cantidad, calidad, estabilidad y variedad del
alimento vegetal proporcionado por los bosques templados y medite(21) D. CLARKE: «MeeolithlcEurope. The eccmomica buiP, en Problema In eoooomicandiOCial
:
Archaeology, G. de SIEVEKING, L H. LONGWOR'IH y K. E . WILSON, Ducltworth, London, 1976,
~. «9-481.
-111-
[page-n-120]
18
F. J. FORTEA Y B..AURA
rráneos, así como las diferentes estrategias recolectoras según los
dos ambientes.
Que la recolección se traduzca en un tema pictórico de escenografía no opuesta en dos abrigos bastante alejados de una misma biogeografia y que, según ya vimos, la identificación de los árboles de La
Sarga no excluya a las rosáceas, podría sugerir algo más que la simple
recolección; esto es, quizá los gérmenes de lo que andando el tiempo
sería la arboricultura, como explotación y cultivo de árboles considerados individualmente, frente a la silvicultura en tanto que aprovechamiento de árboles considerados como masa, más propia del bosque
caducifolio. En este sentido, la escena de La Sarga plasmaría una de
las faenas estacidnales del calendario agrícola.
Gilman y Thomes (22) han hecho una escueta mención a la arboricultura: los abundantes huesos de aceituna encontrados en yacimientos como Zambujal, El Garcel y El Argar, así como la madera de olivo
hallada en Los Millares, constituirían una pequeña prueba de la hipótesis de (jilman (23) referente a que la arboricultura fue practicada en
la Península Ibérica en época prehis~rica.
Dejándola implícita, el artículo de 1976 trata de las implicaciones
socio económicas del policultivo mediterráneo cereal-olivo-vid,
siguiendo la línea de C. Renfrew. La presencia de las oleáceas en estratos arqueológicos puede remontarse más atrás hasta el Neolítico:
maderas de acebuche (Olea europaea v~. sylvestris) aparecen en Cova
de L'Or y semillas del mismo árbol se encuentran en las cuevas Ampla
y de La Recambra; incluso se ha señalado un desarrollo del grupo olea
durante el Neolítico pleno, bien a causa de un aumento de la temperatura y aridez, bien por la acción humana que, incidiendo sobre el bosque climat6filo precedente, favorecería la extensión de olea (24). La
variabilidad diacrónica de determiandos macrorrestos vegetales sirve
también a estos autores para establecer una secuencia paleoclimática,
.pero es arriesgado deducir una tal evolución con el solo concurso de
ese material porque, habiendo sido introducido en el yacimiento por el
hombre, representa una muestra culturalmente seleccionada (26).
(22) A. GILMAN GUILLEN y J. THORNES: «El ueo del 1uelo en la prehiltoria deliiUl'elte ae
Eapafta», Fundación Juan March, Serie Universitaria, 227, Madrid, 1986.
(28) A. GILMAN GUILLEN: 4
tbe Weetem Mediterranean Prebistaric flora», B.A.R.lntemational Seriea, nóm. 229, Oxford, 1984,
pqa. 166-176.
(26) M. DUPRE OLLIVIER: «Contribución del anAI.iail polínlco al conocimiento del paleoembiente enEspafta». Teail Doctoral, Facultad de GeoeratJa e Hlatoria de la Univeraidad. Valencia, 1986.
En prensa.
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ESCENA DE VAREO EN LA SARGA
17
Pero es precisamente esto lo que más nos interesa en el presente artículo. Existiría desde el Neolítico alguna relación con el acebuche
(como con otros árboles y vegetales desde siempre): sus maderas
serían introducidas selectivamente con otras porque, podemos suponer, con relación a las cualidades óptimas de la madera de encina y
frente a la de pino y otras especies, queman bien, dan una brasa relativamente duradera y producen una moderada cantidad de ceniza. Pero
que también se introdujeran los frutos deja abierta, más allá de la simple recolección, la' presunción de un comienzo de arboricultura si se
tienen en cuenta dos hechos: primero, el destino final que en términos
culturales acabaría por tener aquella relación; segundo, que la agresiva actuación que frente al medio adoptaron desde el inicio los neolíticos cardiales favorecería la extensión natural de olea junto a otros
taxones. Si la Cova de L'Or, uno de los yacimientos neolíticos más
complejos y mejor estudiados (26), puede valorarse como significativo
- y sería ocioso demostrarlo- su columna polínica difícilmente
podría interpretarse prescindiendo de aquella agresiva orientación
frente al medio (27).
Ya hemos visto las dificultades de identificación botánica para los
árboles de La Sarga; el principal problema está Qn el grado de correlación que pueda establecerse entre una pauta de morfología botánica y
una representación que vemos estilizada y suponemos idealizada. Si
se prima al segundo criterio, olea no podría quedar tajantemente
desechado.
El destino final de aquella relación es el olivo, que no aparece en el
Próximo Oriente hasta el cuarto milenio a. C. Para el Egeo hay que
esperar hasta el tercer milenio. Sin lugar a dudas, las consecuencias
finales, con toda su significación social y económica, de tal domesticación no son transferibles a los tiempos neolíticos de la Península
Ibérica.
Pero ~olviendo a la escena de La Sarga, la conclusión mínima que
querríamos exponer en este apartado es el reconocimiento de un
nuevo tema en la iconografía del Arte Levantino, referible a una incipiente arboricultura. Sentada la conclusión en estos términos genera(26) B. MARTI OLIVER: «Cova de L'Or (Beniarrie, Alicante)», 1, Serie de Trabajos Varios del
Servicio de Invettip.ción Prehilt6rica, nóm. 61, Valencia, 1977, con la colaboración de R. PARDO
BAU..ESTER y J. M.• SEGURA MARTI.
B. MARTI OLIVER, V. PASCUAL PEREZ, M.• D. GALLART MARTI, P. LOPEZ GARCIA, M. PEREZ RIPOLL, J . D. ACWA HERNANDEZ y F. ROBLES CUENCA: «Cova de L'Or
(BenlarrM-Alicante)», II. Serie de tlab!Qoa Varios del Servicio de Inveed¡acl6n Prehiltórica, nóm. 66,
Valencia, 1980.
(27) DUPRE OLLIVIER: Op. cit. en la nota 26.
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P. J. PORTEA Y E. AURA
les, el problema de la exacta identificación botánica, aunque no
menor, puede soslayarse, porgue tanto uno como otro de los árbole.s
considerados habrían de tener un destacado papel en las economías
mediterráneas postneolíticas.
3. CRONOLOGIA E INTEGRACION
3.1. Hace tiempo que Beltrán viene insistiendo en el hecho de que
en algunas estaciones rupestres aparecen signos abstractos o «esquemáticos» infrapuestos a los motivos levantinos. La Sarga es uno de los
casos. Sus signos se encuadrarían en la fase 1 del Arte Levantino en
unión con los toros y ciervos naturalistas, fase que se dataría entre el
6000 y 3500 con apogeo antes del5000. Las figuras levantinas l>ertenecerían a la fase TI, a partir del 4000, según ya vimos (28).
Poco después, continuando con la línea abierta por este autor, quisimos contextualizar a aquellos signos de La Sarga, La Araña y Cantos
de La Visera. Para nosotros podían paralelizarse con las pinturas de
La Cocina, que estuvieron cubiertas por estratos cerámicos, y con las
plaquetas grabadas del final de su horizonte TI, constituyendo los testimonios parietales y muebles de lo que entonces denominamos Arte
Lineal Geométrico. Si las figuras levantinas se superponían, dada la
cronología relativa estratigráfico-cultural de las plaquetas, se deducía
que el Arte Levantino no debería ser anterior como mucho a una fecha
que situamos en torno al5000 a. C. Pero de la deducción se sacaba una
inferencia: la condición necesaria y suficiente de que si los pintores
habían· dejado al pie de los abrigos alguna industria, ésta necesariamente tendría que ser tardía, posterior al final del Epipaleolítico en
sentido cronológico y cultural. Condición no exclusiva, porque siempre podrían encontrarse industrias muy antiguas, que estarían fuera
de lugar en tanto que contexto del Arte Levantino, gracias a una ya
antigua y por todos asumida argumentación. Creímos demostrar el
carácter tardío de las industrias, encuadrables en dos componentes:
uno adscribible a la tradición epipaleolítica geométrica en vías de neolitización; otro, no sin alguna confusión por nuestra parte a propósito
de unas pocas piezas de la Cerrada de Eduviges (29), que evidenciaba
una posición mucho más firme en el proceso de neolitización. Importa
señalar ahora lo que entonces se dijo: que aquel Arte Lineal Geomé(28) BE.LTRAN MARTINEZ: Opa. cita. "'lln laa notaa 1 y 4, en primer lugar.
(29) l. BARANDIARA,N MAESTU: «Yacimiento muaterienae del oovacho de Eudovigee
(Teruel)», en Tabona, 3, La Laguna, 1978, páp. 7-111.
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ESCENA DE VAREO EN LA SARGA
19
trico tenía una posición cronológica inmediatamente anterior al cardial
en La Cocina, pero que podía coexistir con éste en la secuencia general; también que se intentó fijar en término post quem, a partir del cual
podría haber comenzado el Arte Levantino. Dentro de ese término, no
había datos para precisar la concreta situación cronológica, pero hoy sí
como ahora veremos (30).
Así las cosas, la labor de Mauro Hemández y del grupo de Estudios de Cocentaina vendría a complejificar considerablemente el problema, pero, andando el tiempo, habría sentado una de las bases
resolutorias.
En tomo a las sierras de Aitana, Mariola y Benicadell (Alicante),
habían aparecido una serie de abrigos con un arte nuevo, muy .ritualizado, con figuras humanas esquematizadas, de cabeza anular, actitud
orante con los dedos de las manos separados, extremidades inferiores
dislocadas que suben sinuosamente por los lados del cuerpo acabando
en dedos igualmente separados y motivos curvilíneos que terminan en
cortos apéndices. En el panel 2 del abrigo IV del Barranco de Benialí
parecía que unos trazos levantinos se superponían a aquellas figuraciones. Testimonio insuficiente, pero, como decían los autores, las
figuras infrapuestas a las levantinas en el covacho la de La Sarga, precisamente aquellas que había señalado Beltrán e integrado nosotros
en el Arte Lineal Geométrico, podían paralelizarse con las novedades
alicantinas. Sin embargo, se decía, la presencia de figuras humanas y
motivos curvilíneos en La Sarga y en los nuevos abrigos suponía un
grupo artístico distinto al lineal-geométrico. Opinión que fue matizada
poco después, cuando se decía que, de aceptarse la similitud, se
encontrarían nuevas pruebas del Arte Lineal Geométrico, término que
habría que modificar, proponiéndose el de Arte Macroesquemáüco (31).
Tras estos hallazgos y primeras interpretaciones se planteaban
dos preguntas fundamentales. ¿Dónde había que encuadrar al Arte
Macroesquemático; acaso en el Lineal Geométrico modificado?
¿Cómo se articulaba el horizonte artístico anterior a la eclosión del
Arte Levantino, horizonte que se mostraba renovadamente complejo?
En cuanto a la primera pregunta, los paralelos sugeridos con el
covacho la de La Sarga eran evidentes. Pero también con la figura
humana núm. 1 y diversos motivos, curvilíneos, en particular los núms.
6 y 22 de los covachos ll y liT (32). De tal modo, La Sarga no sólo ten-
(SO) FORTEA PEREZ: Op. cit. en la oota 5.
(31) HERNANDEZ PEREZ y CEN'm.E D'ESTUDIS CONTBSTANS: ()pe. cita. en la nota 6.
(32) AURA TORTOSA; Op. cit. en la nota 3.
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20
F. J. FORTEA Y E . AURA
dría figuraciones levantinas y esquemáticas en sentido estricto, sino
que sería un claro exponente de ese Arte Macroesquemático con el
que empezó a pintarse el abrigo. Pero es importante hacer hoy una
precisión: no hay que modificar denominaciones, sino simplemente
sacar a La Sarga del Arte Lineal Geométrico, precisamente por la presencia de la figura humana y motivos curvilíneos. Permítasenos decir
que cuando se hizo nuestra propuesta artística, ciertamente la morfología de los motivos en cuestión no se adecuaba cómodamente al geometrismo de líneas rectas quebradas y secantes con el que se la
describía, pero se hizo primar su posición antelevantina en la estratigraffa cromática, posición que se repetía en algunas figuras de otros
abrigos pintados. Ha sido necesario esperar a los últimos descubrimientos para interpretar mejor el formalismo de su iconografía y decidir en consecuencia.
La segunda pregunta se refería a la articulación del horizonte artístico prelevantino. Por un lado, tenemos que las plaquetas grabadas y
los restos pictóricos de Cocina evidencian un episodio artístico a finales del Epipaleolítico, que se observa también en La Araña y Cantos
de La Visera, yacimientos cuya virtualidad en la etapa prelevantina
quizá no se agote con lo antedicho. Tal episodio constituye hoy la primera etapa del Arte Levantino para Beltrán, desgajado ya de las figuras naturalistas que pasan a la segunda fase {33). Por otro lado, nos
encontramos con el Arte Macroesquemático que no puede encuadrarse en el epipaleolítico Lineal Geométrico por oposición formal, ni
tampoco en los tiempos epipaleolíticos porque no existe en la actualidad ningún otro sustrato cultural diferente al geométrico que pudiera
sustentarlo. De tal forma, si es posterior a éste pero anterior al Arte
Levantino sólo cabía situarlo en la corriente del Neolítico, pero vistas
las superposiciones y si conservadoramente no se quería rejuvenecer
demasiado al levantino, la opción por un Neolítico.antiguo podía resultar plausible. Esta idea estuvo en la cabeza de varios de los investigadores que seguían más de cerca la problemática, de forma
naturalmente incierta, abriéndose y cerrándose ante las dudas, temerosamente por el impacto que pondría su explicitación. Y fue Jordá
quien más claramente lo dijo: los momentos iniciales de Arte Macroesquemático, que él proponía llamar Arte Contestano, podrían situárse
en el Arte Lineal-Geométrico, desarrollándose durante el Neolítico
para diluirse tanto en el Arte Esquemático como en el Levantino (34).
(33) BELTRAN MARTINEZ: Op. cit. en la nota 4, en tercer lugar.
(34) F. JORDA CERDA: «El arte prehiat6rlco de la Región Valenclana: Problem.u y teodencia.a»,
en «Arqueololfa del Paie Valenciano: panorama y penpectivu», Univenidad de Alicante (1983), Alicante, 1986, pq. 129.
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ESCENA DE VAREO EN LA SARGA
21
Los hallazgos de las excavaciones de Bernardo Martí en la Cova de
VOr y las revisiones de los materiales encontrados en las antiguas
excavaciones, han demostrado que los motivos decorativos en la cerámica de la secuencia neolítica de Or eran también humanos y zoomorfos. En numerosos vasos de cardial típico aparecen impresas a la
concha figuras humanas y motivos curvilíneos exactamente iguales a
los que se ven en los nuevos abrigos contestanos y en La Sarga. Más
arriba, en los estratos correspondientes al final del mundo cardial, en
el gozne del Neolítico medio, datados en torno al4030 B. C. se encontraron los fragmentos de un espléndido vaso que muestra en su panza
el desfile de un macho cabrío, de un ciervo y lo que queda del cuarto
trasero de un toro. Las figuras ya no son unpresas de concha, sino de
peine u otro instrumento, como corresponde a la evolución cerámica
del yacimientos en estos niveles. Su estilo en modo alguno es esquemático y sus formalismos compositivos en buena medida se explicarían por la limitación de posibilidades técnicas que supone la
impresión. Estilo y especies animales apelan inevitablemente a figuras
del mejor Arte Levantino (35).
Importa mucho seíialar que la estratigrafía de las figuraciones
cerámicas de Or encuentra su correlato en la estratigrafía cromática
del covacho la de La Sarga. De tal modo, las figuras subyacentes a las
levantinas, y por extensión las de las mismas características de los
otros covachos, tendrían que ser consideradas como pertenecientes en
puridad cronológica. y cultural al Arte Cardial, denominación que proponemos en lugar de Macroesqueinático, una vez desentrañada su raíz
cultural, siempre preferible como criterio denominativo a otro de lugar
como Arte tipo Sarga o Contestano. Pero las superpuestas figuras
levantinas han de datarse en un momento avanzado del proceso de
neolitización (a lo que por otros caminos había llegado Beltrán), no
sólo por su superposición al Arte Cardial, sino también por referencia
a las mencionadas cerámicas recientes de Or.
3.2. De todo ello nos queda que desde fmales del VI y a lo largo
del V milenio a. C. se produjo la génesis y ulterior afian.zamiento de las
bases de un largo, brillante y único proceso artístico. Se comenzó con
un tímido arte de raíz epipaleolítica que pudo llegar a imbricarse con
otro ex novo: el Arte Cardial, y se continuó con el Levantino. El estímulo de este último fue la extensión del proceso de neolitización. El
fermento correspondió al paulatino avance hacia el interior de las
(36) B. MAR11 OLIVER y otroa: «La Cova de L'Or (Benialrie-Alicante)»,
-117-
m, en preparación.
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22
F. J. PORTEA Y E. AURA
ideas neolíticas, iniciadas con el Neolítico antiguo cardial que esta
dotado de su propio arte parietal. Después vinieron las respuestas de
los diferentes artes levantinos, relacionables ya con los epipaleolíticos
en vías de una aculturación que el registro arqueológico califica de una
lenta receptividad en los yacimientos en cueva o abrigo, dedicados
preferentemente, pero no exclusivamente, a una genérica cazarecolección (Botiquería y Costalena) o a una caza mayoritaria de
cabras (Cocina), pero de una mayor receptividad en los asentamientos
de llanura en tomo a cuencas endorreicas como las de Villena, quizá
debida a una presumible mayor estabilidad del poblamiento en función de los recursos fijos y estacionales, o predecibles - las migraciones de las aves-, que explotaban (36) (quienes así hacían tuvieron
que ser los que pintaron a las zancudas de Cantos de La Visera, pertenecieran o no a la tradición cultural epipaleolítica). Pero las respuestas
también son relacionables con gentes mucho más a. entadas en el pros
ceso de neolitización, como hace algún tiempo indicamos (37). Resulta
sugerente que el área cubierta por el Arte Levantino coincida con la
expansión tierra adentro del Neolítico cardial, con los territorios ocupados por los epipaleolíticos geométricos aculturados y con la
posterior neolitización.
Dicho en otros términos: el Arte Levantino tiene mucho de relato
del proceso de neolitización; como mínimo, pues algunos de sus paneles parecen muy recientes. Las escenas de doma y cultivo, referibles a
la gandería agrícola o a la domesticación agrícola, no faltan. Pero
podría parecer contradictorio que uno de sus temas más importantes,
al menos el más abundante, sean las escenas de caza, que abogarían
por un ambiente epipaleolítico pleno. Circunscribiéndonos al continente euroasiático, diríamos que un arte de pueblos cazadores y recolectores como el paleolítico no ofrece narraciones de caza en sentido
estricto. En el c~o del epipaleolítico habría que tener en cuenta su alineamiento frente a la cronología de las grandes etapas de la evolución
cultural, y la presencia o no, y cuándo, de ellas. Pero las narraciones de
caza no faltan entre las manifestaciones artísticas de los grupos instalados en la vía de la producción; valga el ejemplo de Chatal Hüyük.
(86) F. J. FORTEA PEREZ: «Tipología. habitat y cronología relativa del Eltai\Y Gran de Almeen Cuademoa de Prehiatoria y Arqueología Cutellonenaea, 2, Cutellón, 1976, p6p. 22-37.
J. BERNABEU AUBAN: «La evolución del Neolítico en la zona oriental de la Pen!naula Ibé·
rica. 1, La tradición cultural de 1aa cerimicu impreaaa~t, Telia Doctoral, Facultad de Geograf{a e Historia de la Univereidad, Valencia, 1986. En prenaa, pág. 298, con una pertinente refereocia a A.
TESTART: f
nara~t,
-118-
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E SCENA DE VAREO EN LA SARGA
28
Parece que la caza era considerada como una actividad prestigios~ y
emblemática en esta economía de producción. En el Neolítico de la
Península Ibérica siempre se cazó, y algunos yacimientos indican que
mucho más en los momentos avanzados que en los iniciales (38).
Rizando la argumentación, la expuesta relación de los epipaleolíticos
en vías de neolitización con algún Arte Levantino, satisfaría al prejuicio cazador.
Cabría preguntar si existe un único Arte Levantino con singular
pauta evolutiva o si, por el contrario, hay varios, confluyendo en una
misma región e incluso en un mismo abrigo. Los más complejos abrigos levantinos parecen indicar lo último. Sería necesario regionalizarlo
estilísticamente para acotar variantes, porque el arte de Murcia no es
el mismo que el de Castellón. Habría que intentar dilucidar cuál es el
sustrato arqueológico que lo informa para ver si la variabilidad tiene su
correlato en las diferencias o matices estilísticos. Y habría que seguir
respondiendo a la pregunta esencial de cuál es el estímulo que hizo
aparecer al Arte Levantino y cómo o en qué grado el sustrato arqueológico se relaciona con aquel. Preguntas ambiciosas, pero para las que
ya empezamos a tener tfmidas y parciales respuestas.
Frente al Arte Paleolítico, que refleja el lento desarrollo de un contenido mitográfico expresado en una larga ·evolución estilística, ante el
que sólo caben preguntas globalizantes y que por ello puede ser mejor
entendido en términos evolutivos, el Arte Levantino se presenta como
algo más histórico: por medio de él las etnias se representan a sí mismas ofreciendo un panorama variado cuyo correlato tiene que estar en
el registro arqueológico material, que sabemos residual y parcelario,
pero que puesto en relación con su arte, completará sus propias
carencias.
Los estudios sobre el Arte Levantino han tenido una constante y
una rutina. La constante ha sido considerarlo como algo en sí mismo
que, en consecuencia, desarrolló su propio ciclo evolutivo, básico para
las hipótesis cronológicas. De tal modo, desde luego cada vez menos a
medida que la bibliografía es más reciente, quedó desconectado de su
contexto arqueológico. En la actualidad los estudiosos intentan responder en mayor o menor grado a preguntas importantes: su inevitable cronología, aunque con argumentos diferentes a los estilísticos; su
interpretación, procurando leer lo representado, tal y como, entre
(SS) H.-P. UERPMANN: «ElevageNéolithiqueenEapagne», enL'Eleva¡e en~terran4eoecl·
dentale, Pw, 1977, pqa. 87·9•.
-119-
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F. J. FORTEA Y E. AURA
24
otrps, realizan Beltrán y aún más Jordá (39); su estímulo fonnativo y
su integración con el sustrato arqueológico.
La rutina es el término Epipaleolítico. Concebido inicialmente
como la versión mediterránea del gran arte wurmiense, pasó a ser considerado como una manifestación de los grupos epipaleolíticos tras
una brillante argumentación. Después, el péndulo ha ido desplazándose progresivamente, pero el adjetivo epipaleolítico sigue estando
presente en muchos autores, bien para calüicar a sus primeras fases
pictóricas con pleno sentido cronológico y cultural, bien para referirlo
a grupos interiores de economía retardada. La precisión entra aquí; el
término epipaleolítico debe seguir manteniéndose pero no solo, o con
la significación de gentes retardadas, sino unido al de aculturación o,
mejor, contacto cultural. Entonces, «epipaleolítico» se minimiza ante
«proceso de neolitización», proceso que, en nuestra opinión, abre la
virtualidad explicativa, con todas las situaciones y desarrollos düerentes que éste pudo tener.
Noviembre de 1985
(89) F . JORDA CERl>A: «Notaapara unarevial.6n de la cronología delarterupeetrelevantlno», en
Zepb,yrua, XV1I, Salamanca, 1966, pqa. •7-76.
F. JORDA CERDA: «Bastonea de cavar, leyae y arados en el arte rupeetre levantino>~, en
Munibe,
San Sebutián, 1971, pqa. 2n-2.a.
F . JORDA CERDA: «Las repreeentaclonee de dansu en el arte rupestre levantino», en m
Con¡reeo Nacional de Arqueolosfa, Porto, 1974, pqe. 48-61.
•
F. JORDA CERDA: «La aocledad en el arte levantino», en Papelea del Leboratorio de
Arqueología de Valencia, 11, Valencia, 1976, pqa. 169-184.
F . JORDA CERDA: «¿Restos de un Culto al Toro en el Arte Levantino?», en Zepbyrua,
XXVI-XXVII. Salamanca, 1976, pqe. 187-216.
F . JORDA CERDA: «Reflenonee en tomo el arte levantino>~, en Zepbyrua, XXX-XXXI,
Salamanca, 1980, pq.. 87-106.
xxm.
-120-
[page-n-129]
FORTEA y AURA.- Escena de vareo de La Sat·ga
LAM.l
[page-n-130]
LAM.II
FORTEA y AURA.- Escena de vareo de La Sarga
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"""E
Abrigo de la Sat·ga (Alcoy. Alicante).
Particul~tr
de la escena del covacho lb: árboles,
frutos caídos y vara.
[page-n-131]
MILAGRO GIL-MASCARELL BOSCA
ALONSO RODRIGUEZ DIAZ
(Universidad de Extremadura)
EL YACIMIENTO CALCOLITICO DE <~LOS CORTINALES»,
EN VILLAFRANCA DE LOS BARROS (BADAJOZ)
Cierta distancia en el espacio, que no en el
sentimiento, me permite tener una perspectiva
especial de todo el entorno cultural que contribuy6 a la fonnaci6n de muchos y de entre ellos
a la mía propia. En este marco, Domingo Fletcher se encuentra entre las figuras en las cuales el afecto y el respeto se van acrecentando
con el tiempo; a los hombres que as( influyeron
en nosotros les llamamos simplemente maestros.
M. G.-M. B.
l. SITUACION Y CARACTERISTICAS
El yacimiento de «Los CortinaJes», perteneciente al término
municipal de Villafranca de los Barros (Badajoz), se encuadra en la
actual comarca agrícola de «Tierra de Barros» y ésta a su vez, en la
comarca natural delimitada al Norte por el río Guadiana y Sierra
Morena, al Sur. Su localización topográfica exacta responde a las coordenadas 38° 32' 55" N/2° 38' 10" W-M, IGC. 829, a escasamente tres
kilómetros al Sureste de Villafranca de los Barros, y su existencia fue
conocida a partir de la construcción de los depósitos de agua que,
-123-
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1
2
M. GIL MASCARELL Y A. RODRIGUEZ DIAZ
desde hace aproximadamente veinte años, abastecen a la población
(fig. 1).
Desde el punto de vista geológico, esta área está definida por la
presencia de materiales paleozoicos y algunas zonas de contacto con
las acumulaciones miocenas de naturaleza arcilloarenosa, que constituyen la base litológica de los «barros» extremeños, quizá uno de los
mejores ~uelos del secano peninsular. El tipo de suelo predominante
es el denominado pardo calizo sobre pizarras, que, como su gran grupo
indica, son suelos Ap/ (B)/ Ca/C. Sobre estos suelos nunca se labra
profundo, de tal manera que el horizonte Ap suele tener diez centímetros de espesor, color pardo y estructura grumosa y poliédrica poco
desarrollada. El horizonte (B), de color pardo algo más oscuro que el
superior, no suele sobrepasar los veinte-veinticinco centímetros de
potencia y descansa sobre el horizonte Ca, con potencias muy variables de unos lugares a otros y que incluso puede·faltar. Por lo descrito
hasta ahora, el suelo puede parecer poco profundo, y, por tanto, de
baja calidad agrícola, pero, debajo del horizonte Ca, o si falta, debajo
del horizonte (B), siempre hay un horizonte CaC por el buzamiento
vertical, o casi vertical, las grietas que existen entre paquete y paquete
de pizarras alteradas están rellenas de COsCa, midiendo por lo menos
de setenta centímetros a un metro. La mayor extensión de este tipo de
suelo se localiza en la parte central de la provincia, entre Los Santos
de Maimona y Fuente del Maestre (1).
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La morfología que se manifiesta es de suaves lomas, que se remontan tímidamente sobre los 400 metros en que se encuentra ubicada la
población. «Los Cortinales» se sitúan aproximadamente en la cota
topográfica de los 450 metros, en un área de relativa línea ascendente
que culmina dos kilómetros al Sur, en «El Criadero» (496 metffls). La
pendiente que predomina en todo el término villafranqués es menor al
3 % (llano}.
2. LA EXCA VACION Y SU ESTUDIO
Como dijimos anteriormente, el yacimiento arqueológico de «Los
Cortinales» fue conocido a partir de la construcción de un gran depósito de agua que dañó una buena parte del asentamiento. Algunos de
los materiales aparecidos, encontrados, según el testimonio de quie-
(1) «Explicación del Mapa Provincial de Suelos». Diputación Provincial de
1968.
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LOS CORTINALES
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nes presenciaron el descubrimiento, a un nivel que oscilaba entre los
dos y casi tres metros de profundidad, fueron depositados, tras una
serie de idas y venidas, en el hoy Colegio Público de Nuestra Señora
Santa María de la Coronada, donde se encuentran actualmente
expuestos, y fueron estudiados y publicados por uno de nosotros {2).
Ante el interés que presentaban estos hallazgos, creímos conveniente realizar algunos sondeos en aquellas zonas que se habían conservado intactas, en busca de una información arqueológica que nos
permitiera determinar la existencia o no de una secuencia estratigráfica y enmarcar «Los Cortinales» en un contexto cultural a escala.
Estas excavaciones se llevaron a cabo en septiembre de 1984, subvencionadas por la Consejería de Educación y Cultura de la Junta de
Extremadura y se contó, así mismo, con la colaboración del Excmo.
Ayuntamiento de Villafranca de los Barros.
2.1. Estructuras
De una forma genérica, podemos señalar que el tipo de estJ.ucturas
aparecidas en «Los Cortinales» radica esencialmente en una serie de
fosas excavadas en un terreno calizo completamente estéril, de perfiles y plantas bien definidos y diferenciados, con una función muy difícil de precisar aún con los datos que poseemos.
La excavación del corte núm. 1 -sector A- (fig. 2) a partir de la
capa I, nos reveló muy pronto el contraste existente entre el color
pardo-oscuro de las referidas fosas y el blanquecino de la tierra caliza
circundante. Igualmente podíamos comprobar que el material arqueológico se localizaba en estas «manchas» de color oscuro, donde también se advertía la presencia de algunas raíces, p111eba evidente de la
existencia de materia orgánica.
En estas cuadrículas de dos por dos metros, se delimitaron dos
fosas de planta semicircular; una de ellas se localizaba en el lado norte
del corte, y la otra en el ángulo sureste del mismo. Los perfiles sur y
este, cotTespondientes a esta última, tJ.·as su excavación completa, presentaban en su parte superior un visible estrechamiento respecto a la
zona de la base, más ancha y plana (fig. 3). De este modo, se configuraba un peñu de forma globular que, en el corte sur, alcanzaba en la
(2) A. RODRIGUEZ DIAZ: «Los C'ortinales, un yacimiento de la Edad del Bronce en Villafranca
de loa Barro. (Badajoz.),., Villafranca de loa Barroa, 1982.
A. RODRIGUEZ DIAZ; «Breve noticia sobre los hallazgos de Los C'ortinales. Villafranca de los
Barros (Badajoz),., en W C'.ongreao de Estudioa Extremeiloa, Badajot · Alcintara-C'ácerea. 1982.
En prensa.
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LOS CORTINALES
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mayor estrechamiento, noventa y uno y una altura máxima de noventa.
En el lado este del corte, las dimensiones oscilaban en pocos
centímetros.
La estructura que se manifestaba en el lado norte de esta cuadrícula tenía proporciones superiores alas de la descrita anteriormente.
Para poder comprobar sus verdaderas dimensiones hubo de trazarse
un nuevo corte de tres por tres metro~ con el que se pretendía abarcar
su máximo diámetro; sin embargo, no resultó necesaria la excavación
total en superficie de esta cuadrícula, que finalmente tuvo unas dimensiones de tres metros en sus lados norte y sur y de 2'25 metros en el
este y oeste. Por su parte, la excavación total en profundidad de esta
estructura número 2 puso de manifiesto la presencia de una hilada de
piedras de distintas dimensiones y amorfas sobre las que se hallaban
frecuentes fragmentos cerámicos (fig. 4 y lámina I, A y B). Dicha estructura de piedras tenía un recorrido que ocupaba aproximadamente la
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LOS CORTINALBS
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mitad de la forma casi circular que describía esta fosa, la cual tenía su
diámetro máximo en la base (2'15 metros), una anchura en la boca de
1' 65 metros, que mostraba un ligero estrangulamiento inmediato hacia
el interior, que le confe.ria un perfil de gran olla, y una altura máxima real
de 1'60 metros -1'75 respecto a la superficie actual- (fig. 5).
En el lado norte de este mismo corte, se localizó la fos~ que denominamos número 3, que presentaba, en principio, proporciones y
características semejantes a la número 1 (lámina 1, e y D). Esta nueva
estructura llegó a converger con la número 2 en la excavación de la
capa m. El perfil de esta fosa mostraba un suave estrangulamiento en
su parte superior, apenas apreciable, que hace que se configure como
una estructura de paredes casi verticales. Esta circunstancia se comprueba en las mínimas diferencias existentes entre las dimensiones de
la boca (1'56 metros) y de la base (1'53 metros) (fig. 6).
A continuación, sucedió la excavación en el sector e de una nueva
cuadrícula de dos por dos metros, donde muy pronto se configuró,
ocupando la mitad del corte, una nueva fosa -la número 4-, de
planta recta. Para completarla se abrió un nuevo corte, igualmente de
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LOS CORTINALES
9
dos por dos metros, junto aliado este del número 3 del que se encontraba separado por un testigo de treinta centímetros de anchura. Su
planta, posiblemente rectangular, tiene una orientación noroestesureste. A una profundidad media de 1'30 metros apareció, en su lado
oeste, un muro constituido por dos hiladas de piedras amorfas, de distintas dimensiones y sin ningún tipo de trabazón entre ellas. Por el
contrario, en su parte oriental y a una profundidad un poco mayor, se
exhumó un conjunto de adobes de diferentes formas y tamaños, dispuestos arbitrariamente. En algunos de ellos, se observan improntas
posiblemente vegetales y animales. Los perfiles norte y sur de esta
estructura mostraban una forma convergente, muy semejante a la quilla de un barco. Sus dimensiones, abarcando el testigo que separaba
ambos cortes, son de cuatro metros de anchura y entre 1'25 y 1'50
metros de profundidad (fig. 7).
Con carácter de sondeo, fue realizada una nueva cuadrícula de dos
por dos metros en el sector B, que nos reveló la presencia de la estructura número 5, de planta no definida aún y peñdes casi verticales
e inclinados.
2.1.1. Estudio de las estructuras
El estudio de las estructuras excavadas en general, y en particular
las que se corresponden con tumbas o sepulturas en «silos», siguen
constituyendo actualmente un tema problemático y discutido, con una
larga tradición investigadora y literaria que se remonta al último
cuarto del siglo pasado. Ribeiro, Cartailhac, Estacio da Veiga, Leite
de Vasconcellos, Bonsor, los hermanos Siret, Bosch Gimpera, Leisner,
Almagro Basch, Berdichewsky (3), y más recientemente, Delibes,
Palol, Almagro Gorbea, Asquerino Femández, Martínez Navarrete,
Cerdefto y Blasco Bosqued son, entre otros, algunos de los investigadores que, desde hace algo más de un siglo, han tratado de reconstruir
el contexto cultural de un horizonte arqueológico muy fragmentado e
incompleto, en la mayor parte de las ocasiones.
«Sepulturas», «hoyos de incineración», «silos», «basureros»,
«fondos de cabaña», «fuegos» o «ceniceros», estas estructuras se
localizan prácticamente por toda la Península Ibérica, desde Cataluña
(S) B. BERDICHEWSKY SCHER: «Loa enterramiento. en cuevu artificiales del Bronce I m.
p6nico,., BibHotece Praehiltorica Hiepane, VI. Madrid, 1964.
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LOSCORTINALBS
11
{4) y zona levantina {5) hasta Portugal {6), pasando por Alava y la
Meseta Norte {7), Valle del Manzanares {8), Bajo Guadalquivir (9) y
Andalucía Oriental (10). En Extremadura, en la propia provincia de
Badajoz, se conoce la existencia de un enterramiento en fosa y varios
silos en «La Pijotilla» (Solana de los Barros) (11), junto a algunos
«fondos de cabaña» en «El Lobo» (afueras de Badajoz) {12).
La cronología de estas estructuras, a pesar de la frecuente ausencia de materiales típicos que permitan su adscripción cultural, es tan
amplia como su dispersión, situándose la mayor parte de los hallazgos
entre distintas facies del Neolítico -«Aljoroque» (13), «Campo Real»
(4) M. LLONGUERAS CAMPAÑA, M.• A. PETIT MENDIZABAL y R. MARCET BARBE:
«Recientes excavaciones en la boblla Madurell (Sant Quirze del Vall6s, Barcelona)», Crónica del XV
Congreso Nacional de Arqueología (Lugo, 1977), Zaragoza, 1979, páp. 263·264.
(6) E. DEL VAL CATURLA: «El poblado del Bronce I Mediterráneo del Campico de L6bor,
Totana (Murcia)», Cuadernos de Historia Primitiva, m, núm. 1, Madrid, 1948, pága. 6·36.
(6) G. BONSOR: «Lea coloniea agricolea pré-romainea de la Vall6e du B6tia», Revue Arcb6ologi·
que, XXXV, Paria, 1899.
B. BERDICHEWSKY SCHER: Op. cit. en la nota 3.
(7) A. LLANOS ORTIZ DE LANDALUCE y D. FERNANDEZ MEDRANO: c
G. DELIBES DE CASTRO: «El yacimiento de San Cebrián. Contribución al estudio del
Bronce Inicial en la Meaeta Norte», Boletín del Seminario de Arte y Arqueología. 38, Valladolid, 1972,
pá¡a. 489-498.
P. DE P ALOL SALELLAS: «Alava y la Meseta Superior durante el Bronce Final y Primer Hierro», Estudios de Arqueología Alavesa, VI. Vitoria, 1974, pága. 91·100.
(S) S. QUERO CASTRO y M.• DEL C. PRIEGO FERNANDEZ DEL CAMPO: «Noticia eobre el
poblado Campaniforme El Ventorro (Madrid)», Zeph,yrua, XXVI-XXVII, Salamanca, 1976, páp. 321329.
M. ALMAGRO GORBEA: «
Madrid) y la cuestión de los llamados fondos de cabaña del Valle del Manzanares», Tnl~oe de Preha·
toria, 36, Madrid, 1979, págs. 83·118.
M.• D. ASQUERINO FERNANDEZ: «Fondos de cabaña del cerro de La Cervera (Mejorada
del Campo, Madrid)11, Trab_,oe 'de Preblatoria, 86, Madrid, 1979, págs. 119·148. ·
M.• D. ASQUERINO FERNANDEZ y V. CABRERA VALDES: «Prospecciones en Mejorada
del Campo (Madrid))), Noticiario Arqueológico Hispánico, 9, Madrid, 1980, págs. 181·212.
M.• L. CERDE~O SERRANO, A. MENDEZ MADARIAGA, R. CRISTOBALRODRIGUEZ,
F. MORENO y J. FERREIRO: «El yacimiento de la Edad del Bronce de La Tor:recllla (Getafe,
Madrid))), Noticiario Arqueológico Hispánico, 9, Madrid, 1980, págs. 217·242.
(9) G. BONSOR: Op. cit. en la nota 6.
(10) G. GOSSE: «Aijoroque, estación neolftica inicial de la provincia de Almeria», Ampuriaa, m,
Barcelona, 1941, págs. 63-84.
(ll) V. HURTADO PEREZ: «El yacimiento de La Pijotilla (Bad_,oz). Estudio de lu relaciones
culturales», teala doctoral, in6dita, Sevilla. 1984.
·
(12) L. MOLINA LEMOS: «El Lobo, un pueblo de época y cultura megalftica (unos cuatro mil
aoos de antigüedad) en las afueras de Ba~oz11, Revista de Estudios Extremet\oe, xxxm, B~oz,
1977, págs. 687·668.
L. MOLINA LEMOS: «El poblado del Bronce 1 El Lobo (Ba~oz))), Noticiario Arqueológico
Hispánico, 9, Madrid, 1980, págs. 91·130.
(13) G. GOSSE: Op. cit. en la nota 10.
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12
M. GIL MASCARELL Y A. RODRIGUEZ DIAZ
(14), etc.- y el Bronce Final e incluso la Primera Edad del Hierro
-«La· Esgaravita» (15), <
esencialmente desde. una perspectiva morfológica y funcional, nos
impide en gran medida el estudio de la organización del hábitat en
estos poblados y, al mismo tiempo, una aproximación a aspectos
socio-económicos y paleoecológicos de los mismos (17). Todo ello se
traduce en un excluyente «babelismo» terminológico que, una y otra
vez, junto a las limitaciones clásicas y reducidas superficies excavadas
- como es nuestro caso-, no nos permite valorar cada ~na de estas
estructuras en su propio contexto funcional y cultural.
Como hemos podido comprobar a través de los sondeos realizados
en «Los Cortinales», la totalidad de las estructuras aparecidas en este
yacimiento se encuentran excavadas en un suelo de tipo calizo y textura muy compacta. Las estructuras que hemos denominado 1, 2 y 3,
sobre las que centraremos mayormente nuestra atención, han sido
descubiertas casi en su totalidad y presentan plantas aproximadamente circulares; parte, las números 4 y 5, aún están sin determinar
morfológicamente a la espera de futuros trabajos. En ningún caso, han
aparecido restos humanos asociados a dichas estructuras.
Las fosas 1 y 2 constituyen por su forma globular, a pesar de sus
desiguales proporciones, una de las variantes del tipo 1 establecido por
Berdichewsky (18) en su estudio sobre los enterramientos del Bronce 1
Hispánico; por su parte, la estructura número 3, más o menos de paredes rectas y poco profunda, según este mismo autor, se asemejaría a
las de Rota, si bien algunas de ellas podrían haber sido verdaderas
fosas sepulcrales de carácter colectivo. La denominación propiamente
de «silos» quedaría reducida sólo a los pozos alargados de forma cilíndrica y también globular (fosas 1 y 2), como los del Algarve y
algunos otros.
(14) G. BONSOR: Op. cit. en la nota 6.
G. y V. LEISNER: «Die Megalithgriiber der Iberiachen HalbinaeL Der Süden>>. Berlín,
19.8.
A. ARRIBAS PALAU y F. MOLINA GONZALEZ: «El poblado de loe Cutillejoa de Las
Peflu de loe Gitanos (Montefrfo, Granada). CampaAa de excavaciones d. 1971. El corte nWn. 1>t. Cuae
dernos de la Universidad de Granada. Serie monográfica nWn. 8, Granada, 1979.
(16) L MARTINEZ NAVARRETE: Op. cit. en la nota 8.
(16) M .• de la('. BLASCO BOSQUED: «Un nuevo yacimiento del Bronce Madrileño: EINegralejo
(R.ivu-Vaciamadrid, Madrid)», Noticiario Arqueológico Hiapánico, 17, Madrid, 1983~ páp. .S-160.
(17) I. MARTINEZ NAVARRETE: Op. cit. en la nota 8.
(18) B. BERDICHEWSKY SCBER: Op. cit. en la nota 3.
-134-
[page-n-143]
LOS CORTJNALES
13
De igual modo, los paralelismos tipológicos de esta última estructura con las asociadas a un grupo de viviendas circulares aparecidas en
el «Campico de Lébor», de Totana (Murcia) (19}, los «fondos de
cabaña de "El Lobo" (Badajoz) (20} y Valle del Manzanares (21), no
descartan la posibilidad de que se trate de un lugar de habitación. En
este sentido, cabría valorar los descubrimientos de adobes, muros de
piedra... y otros restos constructivos aparecidos en las estructuras
números 4 y 5.
Sin embargo, la particularidad más notable de las tres primeras
fosas de planta circular, la representa la hilada de piedras que, a modo
de banco corrido sobre el que se encuentran algunos fragmentos cerámicos, se sitúa en la base de la estructura número 2, con un desarrollo
aproximado de tres cuartos de circunferencia. La funcionalidad de
dicho banco de piedra podría estar relacionada con la deposición de
recipientes de almacenamiento, pero, no obstante, habrá que esperar
a nuevos trabajos para valorar en un contexto más amplio todos
los hallazgos.
Como es el caso de «El Negralejo» (22) y gran parte de los yacimientos de este tipo, las estructuras de <
probable que con el paso del tiempo, debieron ser utilizadas como
auténticos «basureros», lo que se deduce por la ausencia de materiales típicos procedentes de esferas de actividad concretas y, principalmente, por la enorme fragmentación de los materiales encontrados
(cerámica, esquirlas de hueso, etc.), en su mayoría de desecho.
2.2 Materiales
2. 2.1. Cerámica
Las dudas que planteaban los perfiles carenados y bruñidos con
los grandes platos y cuencos de borde engrosado, depositados en el
ColeJio Público de Nuestra Señora Santa María de la Coronada, en
torno a la posible superposición Calcolítico-Bronce se han eliminado
al confirmar los recientes trabajos la convivencia de estas formas y la
ausencia en el área excavada de toda estratigrafía.
(19) E . DEL VAL CATUBLA: Op. cit. en la nota 6.
(20) L. MOLINA LEMOS: Op. cit. en la nota 12.
(21) L MARTINEZ NAVARRETE: Op. cit. en la nota 8.
M.• L. CERDE~O SERRANO y otros: Op. cit. en la nota 8.
(22) M.• de la C. BLASCO BOSQUED: Op. cit. en la nota 16.
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LOS CORTINALES
15
La industria cerámica decorada aparecida en «Los Cortinales»
radica esencialmente en formas comunes y en una serie de fragmentos
atípicos con la única salvedad de dos vasos depositados en el citado
Colegio Público. Se trata, por una parte, de un vaso de paredes entrantes, superficie bruñida y con decoración incisa consistente en tres
pequeñas bandas horizontales a la altura del borde, estando las de los
extremos rellenas de impresiones puntilladas cubiertas de pasta
blanca y la del centro lisa; el cuerpo está decorado por bandas verticales rellenas con series alternas de cuatro y dos impresiones igualmente cubiertas de pasta blanca; las series de dos puntos parten de
una impresión circular, excepto en una banda lisa, decorada únicamente con motivos esteliformes (fig. 8, 1). Por otra parte, se conserva
un fragmento de un vaso de paredes ligeramente inclinadas al interior
y con decoración a base de triángulos incisos rellenos de puntillado
impreso (fig. 8, 2). Entre los fragmentos atípicos, caben destacar los
motivos incisos (fig. 8, 2b).
La indústria cerámica lisa es la más abundante. Tipológicamente
responde a los dos grandes grupos muy bien definidos y diferenciados
por Vfctor Hurtado en <
cerámicas de «paredes finas», perfiles carenados, pasta decantada,
cocción reductora y tratamiento superficial bruñido (figs. 10 y 11).
En cuanto a las formas, el mayor porcentaje corresponde a los
cuencos de casquete esférico y semiesférico. También son característicos, aunque en menor proporción, los platos de borde engrosado, los
cuencos de paredes entrantes, los vasos de perfil en S y los vasos carenados a media altura. Estos últimos se localizan en las capas más inferiores del yacimiento y, entre ellos, resultan de particular interés
aque'los cuyo borde rebasa el plano vertical de la carena (figs. 11, 23 y
25), que culturalmente pueden ser considerados paralelos a los del
Horizonte Ferradeira (24), y tipológicamente presentan claras düerencias con los vasos más evolucionados de Atalaia (25).
(23) V. HURTADO PEREZ: Op. cit. en la nota 11.
(24) H. SCHUBART: «O Horizonte Ferradeira. Sepulturas do Eneollt!co Final no Sudoeste da
Penfnaula IWrlca», Revi.ata de Guimariea, LXXXI, Guimariea, 1971, p4ga. 189-215.
H. SCHUBART: «La cultura del Bronce en el sudoeste peninaular. Diatribucl6n y definición»,
Miteeléea Arqueolópca,
Barcelona, 1974, pqa. 35-370.
H. SCHUBART: «Die kultur der Bron.zezeit im Südwesten der Iberl.echen Halbinael», Madri·
der Forachun¡en, 9, Berlín, 1976.
(26) H. SCHUBART: «Eatnttigrafia horizontal de Atalaia. Una contribución ala cronologia de la
n.
-137 -
[page-n-146]
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Coronada.)
-138-
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LOS CORTINALES
17
2. 2. 2. Industria lúica
La industria lttica tallada únicamente está representada por una
lámina de sílex grisáceo con fractura retocada, fuera de contexto (figs.
9, 22), una lasca de sílex oscuro sin retoque ni huellas perceptibles de
uso (figs. 10, 16), varias lascas de pizarras y cuarzo lechoso técnicamente idénticas a la anterior y dos puntas de flecha, una de base cóncava y otra, muy deteriorada, con pequeño pedúnculo (figs. 10, 17
y 18).
La industria lúica pulimentada, complemento de la anterior, se
remite a la recogida sin ningún rigor en 197 4-1975. Esta consta de dos
hachas, una de ellas realizada en cuarcita y la otra en piedra de tipo
basáltico de color negro con el extremo proximal más estrecho, adoptando una forma casi trapezoidal y sección con tendencia rectangular
(fig. 9, 18 y 19), dos piezas de extremo distal plano, obtenido posiblemente por abrasión, con forma trapezoidal, y la otra rectangular y, al
parecer, procedentes de la reutilización de hachas y azuelas {fig. 9, 17
y 19) {26), una pieza de ranura transversal, obtenida igualmente por
abrasión, con una longitud de 5 centímetros, una anchura de 1 y una
profundidad de 1; la forma de la pieza es irregular con tendencia a la
oval, y fue realizada en material pizarroso, y mientras que su cara
externa es convexa y pulimentada, la interna es plana y rugosa (fig. 9,
21), varios molinos de mano fabricados en piedra granítica, con diversas formas y un tamaño medio de cuarenta centímetros, y, por último,
algunas moletas o molederas realizadas en distintos materiales, especialmente cuarcita y granito, con diversas formas de sección oval y un
tamaño medio de 14 centímetros (fig. 9, 4 al 16).
Sólo la ampliación de la superficie excavada hasta ahora, podrá
aportamos nuevos datos para una valoración cuantitativa y cualitativa
más precisa de la industria lítica de
adelantar que tipológicamente se encuentra muy próxima a la aparecida en «La Pijotilla» (27), considerada como un buen exponente de la
facies precampaniforme y campaniforme de los complejos calcolíticos
de la región.
Edad del Bronce del Sudoeate de la Península Ibérica», Crónica del XI Congreao Nacional de Arqueología (M6rida, 1969), Zaragoza, 1970, págs. 396-414.
H. SCHUBART: «Acerea de la cerúnica del Bronce Tardío en el Sur y Oeate peninaular»,
Tra~
de Prehietorla, 28, Madrid, 1971, páp. 163-182.
H. SCHUBART: «Die kultur der...», cit. en la nota anterior.
(26) V. HURTADO PEREZ: Op. cit. en la nota 11.
(27) V. HURTADO PEREZ: Op. cit. en la nota 11.
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M. GIL MASCARELL Y A. RODRIGUEZ DIAZ
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Fi¡. 10.-Loa Cortinalee. Sector A. col1ee n6ma. 1 y 2, eetructuraa 2 y S (núm8. 10 y 17).
-140-
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LOSCORTINALES
19
2.2.3. Industria 6sea
La industria 6sea, como en el caso anterior, ha sido muy poco
representativa «in situ». En este sentido, prácticamente disponemos
de los hallazgos conservados en el mencionado Colegio Público, entre
los que destacan varios punzones·y una espátula de cabeza triangular
con pedúnculo muy alargado (fig. 9, 23 al 27). Existen par-alelo.s de
este tipo en «La Pijotilla» y sobre todo en los p.oblados de la Extremadura portuguesa, que pueden ser considerados en tomo a Viianova de
San Pedro ll (28),
2. 2. 4. Otros objetos
El fragmento de morillo hallado en la estructur.a número 3 se
encuentra tipológicamente en la variedad ll, establecid~ por López
Plaza (29), que se distingue por su base ovalada y cuerpo que disminuye progresivamente de espesor hacia el extremo superior, ar.queándose ligeramente hacia adelante (fig. 10, 10). La dispersión de ~stos
objetos, conocidos también como «ídolos cuernos», es bastante
amplia en la Península Ibérica. Se conocen hallazgos de estas características en la Peña del Bardal, el Teso del Moral, el Alto del Quemado
y Muñogalindo, en la Meseta. También .se documentan estos objetos
en el Este peninsular, en Alicante; pero la mayor concentración de
ellos se registra .en la Extremadura portuguesa, en poblados como Vila
Nova de San Pedro I, Pico Agudo y, más recientemente, en P.edrio,
Valencina de la Concepción (Sevilla) y en <
El horizonte cultural de «Los Cortinales» es algo posterior al de la.
Extremadura portugu.esa y, una vez más, encontramos los paralelQI3
más proximos en la variedad C del tipo XI de Jos ídolos de «La Pijotilla» (31), si bien el propio Víctor Hurtado muestra algunas reservas
para considerarlas como tales.
(28) K. SPINDLE'R: «Cova de Moura. DieBeaiedlun¡ dea Atlantlachen Kil1tengebietea Mittelportu¡alt vom Neolithiltum bia an duEnde -der Bronzezeit», Maddder Beitzage, 7, Mains am RheiD,
1981.
V. HURT~O P.EREZ, op. cit. en la nota 11.
(29) M.• S. LOPEZ PLAZA: «Morillos y.objetoa de culto de laEdad.delBronc:eJWiadoa enMu.tloplindo (Avila)», Crónica del XIn C0J111'8ao Naciooal de Arqueolog{a (Huelva, 1973), 'Zaragoza, 1975.,
páp. • 99-606.
M.• S. LOPEZ PLAZA: -«Aportaéióniil conocimiento de loa pobladQe eneoitlcoa de) SO de la
Meaeta Norte El})atlola: la cerimicu, SetábJl Arqueológica, V, Set6bel, 1979, p6p. 67-102.
(30) M.• S. LOPEZ PLAZA: «Aportación al j)OD()cimiento... », cit. en la nota anteri«'.
(31) V. HURTADO PEREZ: «Loa fdoloa del Cak:olitioo en el Occidente peninaplar», Había, 9,
Sevilla, 1978, ~p. 367-3« .
V. HURTADO PEREZ: Op. cit. en la nota 11.
-141-
[page-n-150]
20
M. GIL MASCARELL Y A. RODRIGUEZ DIAZ
2.2.5. Aletalurgúl
La metalurgia no ha estado representada en esta primera campaña
de excavaciones en «Los CortinaJes».
3. CONSIDERACIONES FINALES
El trabajo de Doctorado realizado por Víctor Hurtado (32) en el
yacimiento de <
Media del Guadiana, nos permite plantear, como hipótesis de trabajo
y en base principalmente a la industria cerámica aparecida, que el
yacimiento de «Los Cortinales» podría situarse en tomo al Calcolítico
Pleno-Final de dicha zona (2000-1800 a. C.), con importantes paralelismos tipológicos y culturales en Valencina de la Concepción (Sevilla)
(33). Todo ello en un ámbito cultural bien definido, resultante de la
fusión y reinterpretación de elementos e influencias procedentes esencialmente del SE y SO peninsular y reflejadas de una forma particular
en los ídolos de «La Pijotilla» (34).
Esta facies calcolítica, con probable presencia de Campaniforme y
conocimiento de la metalurgia del cobre en «La Pijotilla» y en «Los
Cortinales», está ampliamente representada en los poblados de la
comarca de Llerena, al sureste de la provincia de Badajoz (35).
«Huerta de Dios» (36), «El Pedrosillo» (Llerena), «El Alamillo» (Berlanga), «Cerro Cabril» (Valencia de las Torres), etc., son asentamientos cuya localización está en relación directa con la minería del cobre y
oro y su situación topográfica oscila entre lugares llanos y abiertos,
pequeñas elevaciones (<
(32) V. HURTADO PEREZ: Op. cit. en la nota 11.
(33) D. RUIZ MATA: «Cerámicas del Bronce del poblado de Valenclna de la Concepción (Sevilla))), Madrider Mitteilungen, 16, Heidelberg, 1976, pága. 80·110.
(34) V. HURTADO PEREZ: <
U-os ídolos ..,)), cit. en la nota 31.
V. HURTADO PEREZ: «Loa ídolos calcolíticos de La Pijotilla (Badlijoz))), Zephyrua, XXXXXXI, Salamanca, 1980, págs. 166-203.
(36) J. J. ENRIQUEZ NAVASCUES y J. IÑESTA MENA: «Notas sobre loe poblados calcolíticoe
de la comarca de Llerena (Badlijoz),,, Home~e a A. Cánovaa Peaini. Col. Roso de Luna, Badlijoz,
1986, pága. 16-24.
(86) J . J. ENRIQUEZ NAVASCUES: «Dos ídolos sobre hueso largo procedentes de la Huerta de
Dios)), Trebajoe de Prehistoria, 40, Madrid, 1983, págs. 293-306.
·
J. J. ENRIQUEZ NAVASCUES: «Materiales de superficie del poblado calcolítico de la
Huerta de Dios, Casas de Reina, Badlijoz)), Revista de Estudios Extremeños, en prenaa.
(37) J. J. ENRIQUEZ NAVASCUES y J . IÑESTA MENA: Op. cit. en la nota 86.
-142-
[page-n-151]
LOS CORTINALBS
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Fil. 11.- Los Cortinalee. Sector B, corte núm. 4. etrbuctara 5, y leCtor C, corte núm. 15,
eetruotura 4 (n6ma. 88 al 86).
-143-
[page-n-152]
22
M. GIL MASCARELL Y A. RODRIGUEZ DIAZ
mica en «Los Cortinales» está representada tímidamente por la
industria lítica, que apunta particularmente hacia un modo de vida
agrícola y una ganadería complementaria, si bien en un futuro próximo
podrán valorarse las posibilidades mineralógicas de la zona y su relación con este yacimiento.
En un momento inmediatamente anterior, se sitúa «El Lobo»
(Badajoz) (38) y una serie de asentamientos en tomo a la propia capital badajocense (39). En un horizonte cultural paralelo a Papaúvas
(40), se localizan los niveles inferiores de la Alcazaba, en Badajoz (41)
y Araya (42).
.
La fase final del Calcolítico en la Cuenca Media del Guadiana estaría representada por la última fase de «La Pijotilla» (43), paralela al
Horizontes Ferradeira (44) que, a su vez, enlaza con los ajuares de los
enterramientos de Colada de Monte Nuevo, de Olivenza (Badajoz)
(45), Guadajira (Badajoz) (46) y el enterramiento en cista de «Las
Palomas», en Villafranca de los Barros (47), paralelos al Bronce 1 del
SO de Atalaia (48).
(38) L. MOLINA LEMOS: Op. cit. en la nota 12.
(39) J. J . ENRIQUEZ NAVASCUES y C. DOMINGUEZ DE LA CONCHA: «Yacimeintos pre y
protohittóricoa de Ba~oz y aua alrededo1'88», Reviata de Eatudios Extremeoos, XL, m,
Ba~oz, 1984.
(40) D. RUIZ MATA y J . C. MARTIN DE LA CRUZ: «Noticias preliminareseobre loa materiales
del yacimiento de Papaúvu (Aljareque, Huelva)», Cuadernos de Prehistoria y Arqueología, 4, Madrid,
1979, páp. 86·49.
(41) F. VALDES FERNANDEZ: «Excavaciones en la Alcazaba de Ba~oz», Revista de Estudioa
Extremeftoa, XXXV, Ba~oz, 1979, pág. 887 y aa.
F. VALDES FERNANDEZ: «Excavaciones en la Alcazaba de Ba~oz)), Revista de Estudios
Extremos, XXXVI, Ba~oz, 1980, pág. 671 y aa.
(42) J . J . ENRIQUEZ NAVASCUES: «Avance al estudio de loa materialea de A~a. Mérida
(Bad~oz)''• Pyrenae, 17·18, Barcelona, 1982, páp. 191-202.
(43) V. HURTADO PEREZ: Op. cit. en la nota 11.
(44) H. SCHUBART: Op. cit. en la nota 24.
(46) H . SCHUBART: «Tumbu megalíticu con enterramientos secundarios de la Edad del
Bronce de Colada de Monte Nuevo de OUvenza», Crónica del XII Congreso Nacional de Arqueología
(Jaén, 1971), Zaregou, 1978, págs. 176-190.
(46) V. HURTADO PEREZ: «La excavación de la aepulture circular de la Edad del Bronce en
Gua~lra», Home~e a A. Cánovaa Pesini. Col. Roso de Luna, Ba~oz, 1986, páp. 26-36.
(47) M . GIL-MASCARELL BOSCA y A. RODRIGUEZ DIAZ: «Un enterramiento en ciata en
Villafranca de loa BIJTOI (Ba~oz)», en prensa.
(48) H. SCHUBART: «Estratigrafta horizontal. .. », cit. en la nota 26.
H. SCHUBART: «Die kultur...», cit. en la nota 24.
-144-
[page-n-153]
GIL-MASCARELL y RODRIGUEZ.- Los cortinaJes
A
Los Cortina Jes. A y B: Sector A, c01·te núm. 2, estructura 2. C y 0 : Sector A,
corte nú m. 2, estructura 3.
-145-
LAM.I
[page-n-154]
[page-n-155]
GUILLERMO ROSSELLO BORDOY
(Palma de Mallorca)
METALURGIA EN EL PRETALAYOTICO
FINAL DE MALLORCA
En las campañas de excavación realizadas en Hospitalet Vell
(Manacor-Mallorca) a lo largo de 1984 fue posible obtener nuevas
pruebas de actividad metalúrgica en Mallorca prehistórica (1). Si bien
estas pruebas no pueden situarse en un momento cronológicamente
exacto, hay indicios suficientes para considerarlos propios del
momento de transición entre lo pretalayótico y lo talayótico.
El hallazgo en cuestión consiste en una serie de fragmentos de
moldes de fundición aparecidos en el interior de la naveta septentrional de Hospitalet, fuera del conjunto del poblado talayótico. Tales
moldes, rotos e incompletos, habían sido reutilizados como simples
piedras para la construcción del hogar central de la naveta. Hogar
similar al que identificamos en anteriores excavaciones en las navetas
de Son Oms y de Canyamel (2).
La aparición de indicios de actividad metalúrgica en Mallorca, por
el momento, se concentra en hallazgos realizados en navetas. El pri(1) La excavación de lu navetas de la zona norte del poblado de Hospitalet ae desarrolló a lo largo
de una campaila en primavera de 198( y otra en verano del mismo 1100. Localizadas doa navetas, muy
destroidas y, aparentemente, sin cooe:óón arquitect6Dlca entre ambu (navetas aisladas), el estudio
completo eati pendiente de la conclusión de la investigación arqueológica previata pare la
campaila de 1986.
(2) Lu excavaciones de Son Oma y Canyamel salvo ligeras referencia en G. ROSSELLO SORDOY: u cultura talay61ica en Mallorca. Basas pare el estudio de sus fuee inicialea», 2.• edición.
Palma de Mallorca, 1979, eii!Uen inéditas.
-147-
[page-n-156]
2
G. ROSSBLLO BORDOY
mero fue Can Roig Nou (Felanitx-Mallorca) en 1968 (3), naveta triple
donde fue posible localizar dos valvas de fundición incompletas.
Ahora la nueva serie completa la info~ción sobre esta actividad.
Los moldes hallados responden a la siguiente descripción:
l. - Valva de arenisca, partida en dos trozos que enlazan. Forma
prismática irregular, con cavidad para la fundición de un puñalito de
hoja triangular, enmangue trapezoidal y mango recto rematado en
disco más o menos oval. La piedra mide 221 mm. de longitud máxima
por 71 mm. de ancho y 50 mm. de grueso. Falta un fragmento que
correspondería a la punta del puñal. La cavidad destinada a lecho de la
pieza fundida mide 173 mm. de longitud y 2 mm. de grueso en la hoja
(lámina 1, 1).
La piedra es una arenisca rojiza, muy fma, compacta y con un
grado de degradación muy acentuado. En el anverso de la pieza conservada no se aprecian canalillos de alimentación. El reverso presenta
una estrías en sentido transversal que pudieron servir para ligar las
dos valvas del molde. Los canales de alimentación pudieron estar
tallados en la valva desaparecida. En la zona de enmangue tres cavidades, profundas entre 7 y 8 mm. para conseguir los agujeros donde
engastar los remaches de la empuñadura.
2. -Valva de arenisca, de forma cuadrangular no muy regular,
partida en dos fragmentos. Corresponde a un molde para fundir una
ajorca circular. Mide la valva 100 mm. por 100 mm. de lado. Grosor
máximo 37 mm. El lecho de fundición es circular y mide 76 mm. de
diámetro exterior. La ajorca tendría 7 mm. de grueso y la profundidad
del surco es de 8 mm. En el centro presenta una cavidad de forma
vagamente circular de 20 mm. de diámetro y 6 mm. de profundidad.
No se observan canales de alimentación. La cavidad central pudo servir de engaste de ambos elementos. En el reverso no se aprecian indicios de estrías para ligar las dos valvas (lámina 1, 2}.
Arenisca rojiza de características similares a la anterior,
bastante degradada.
3.- Fragmento de valva de arenisca, de forma prismática. Falta
algo más de la mitad. La cavidad de fundición corresponde a un hacha
plana de filo semilunar y talón recto. Lo conservado corresponde a la
parte del talón faltando la parte central y la correspondiente al filo.
(3) G. ROSSELLO BORDOY: «Nuevas aportacloDea al estudio de la prehiltoria de Felanitu,
Felaoitx, 1962.
G. ROSSELLO BORDOY: «Ultimas aportacloDel al cooocimiento ~e la cultura pretalayótica
mallorquina», Atti del VI Congreaao Intemazionale dalle Sclenze Preiatoriche e Protoetoricbe (Roma,
1962), Roma, 1966, voL n, págs. nS.418.
G. ROSSELLO BORDOY: «Lu navetas en Mallorca», Studl Sardi, XXIX, 1964-1966, Suaari, 1966, P'P· 261-31.(.
-148-
[page-n-157]
PRETALAYOTICO FINAL DE MALLORCA
8
Mide 111 mm. de longitud, 99 mm. de anchura y 62 mm. de grosor. La
cavidad mide 28 mm. de anchura en el talón, 66 mm. de longitud, 32
mm. de anchura máxima y 7 mm. de profundidad. Se aprecia el canal
de alimentación, semicircular, de 14 mm. de ancho; 21 mm. de largo y
una profundidad de 3 mm. (lámina I, 3).
Piedra compacta rojiza en el exterior y muy gris en la parte interna
como si hubiera sufrido los efectos del fuego.
4.-Fragmento informe de valva de fundición con cavidad que
podría corresponder a un objeto similar al anterior: hacha plana o tal
vez escoplo. Lo conservado es insuficiente para definir la pieza que se
podía obtener a través de dicho molde. Mide 53 mm. de longitud, 43
mm. de ancho y 54 mm. de grueso. La forma de. lo conservado hace
suponer que nos encontramos ante un extremo de una valva, pues presenta dos caras planas, bien retocadas (lámina 1, 4).
Arenisca de idénticas características a las anteriores. Degradación
menos acentuada.
5. - Fragmento central de una valva rectangular de dorso curvado. El lecho preparado para recibir el metal fundido presenta una
triple estría, lo cual hace pensar que nos hallamos ante un molde para
fundir punzones. Mide 78 mm. de longitud máxima, 78 mm. de
anchura y 27 mm. de grueso (Járnina 1, 5).
Las estrías presentan una anchura uniforme de 6 mm. con una profundidad de 5 mm. La sección del punzón obtenido sería más o menos
· circular. La longitud de lo conservado al aparecer los cortes del fragmento en diagonal varia: 80, 72 y 67 mm.
Arenisca compacta muy gris y en estado muy precario de
.
conservación.
6. - Dos fragmentos de valvas correspondientes a una pieza similiar a la anterior con dos estrías centrales. Mide 52 mm. de longitud, 41
mm. de ancho y 27 mm. de grueso. Las estrías, 7 mm. y 5 mm. de
ancho, respectivamente, con una profundidad de 4 mm. (lámina Il, 6).
7. - Valva de fundición en tres fragmentos, muy degradada y de
difícil análisis, con toda seguridad corresponde a un molde para fundir
punzones similares a los números 5 y 6. Mide 104 mm. de longitud, 41
mm. de ancho y 29 mm. de grueso. La cavidad central desintegrada,
pudo albergar tres estrías. Mide 90 mm. de largo, 19 mm. de ancho y 5
mm. de profundidad (lámina Il, 7).
El resto del ajuar, en vías de estudio, se complementa con un diminuto botón de hueso de 8 mm. de base, 5 mm. de altura y 4 mm. de
grueso con perforación en V (lámina II, 8) y una miniatura de cuchillo
que corresponde al mismo tipo de puñal, identificado a través del
molde número l. Esta pieza aparece partida en dos pues en el mango
- 149 -
[page-n-158]
G. ROSSELLO BORDOY
se observa una perforación como si el cuchillito hubiera estado suspendido. El estado de conservación es muy malo. La pieza mide 85
mm. de longitud Oámina n, 9).
La abundante cerámica indígena no ha sido analizada con detalle
de momento.
El hallazgo permite plantear una serie de problemas e hipótesis
que cotejados con anteriores hallazgos ofrecen nueva luz al momento
transicional entre bronce medio y bronce final en la isla de
Mallorca.
La naveta mallorquina de habitación, muy düerente estructuralmente a la naveta menorquina de enterramiento, se considera como un
momento característico del pretalayótico fmal que ha tenido una larga
perduración a lo largo del talayótico inicial y que en un momento dado,
se abandona o se destruye y deja de utilizarse el esquema formal de
ábside alargados como prototipo arquitectónico (4). Recordemos que
la doble naveta de Son Oms, abandonada en 970 ± 60 antes de la Era
sirven de basamento al gran túmulo escalonado (5) y que por lo general
todas aquellas navetas existentes en las inmediaciones de un poblado
talayótico (Es Rossells, Na Mora, Hospitalet) aparecen en un estado
de conservación deplorable como si sus bloques hubieran sido depredados para su reutilización en el poblado (6), mientras que los conjuntos de navetas aislados y alejados de lo talayótico aparecen en un
estado de conservación más aceptable (Can Roig Nou, Es Closos de
Can GaiA, Canyamel) como si no hubieran sufrido tal depredación.
La düerencia formal entre naveta de enterramiento (por ahora
exclusiva de Menorca) y la naveta de habitación (que se ha localizado
en ambas islas) es clara (7). La naveta de habitación presenta una
amplia cámara con puerta ancha formada por el simple estrechamiento de los muros laterales y la de enterramiento ofrece una planta
más complicada: entrada en corredor, vestíbulo con chimenea de
acceso a una planta elevada, losa perforada que conduce a la cámara
inferior y sobre ésta la cámara elevada.
En el caso de Hospitalet se confirma la experiencia obtenida en
Son Oms y Canyamel. Nos hallamos ante unas edificaciones destina-
(4) G. ROSSELLO BORDOY: Op. cit. en último lugar de la nota anterior, p6g. 272.
G. ROSSE.L LO BORDOY: Op. cit. en la nota 2, pqs. 99-102.
·
(5) O. ROSSELLO BORDOY: Op. cit. en la nota 2, pqs p6g. 189.
(6) G. ROSSELLO BORDOY: Op. cit. en el último lugar de la nota 3, p6ga. 282-284.
(7) L. PLANTALAMOR MASSANET y A. LOPEZ PONS: «La naveta Occidental de BiniacArgentina (Alayor, Menorca)», Noticiario Arqueológico Hiapúico, 15, Madrid, 1983, p6gs. 359-381.
V'ue en eapecialla bibliogratia recogida.
-150-
[page-n-159]
PRETALAYO'llCO FINAL DE MALLORCA
6
das a lugar de habitación con hogar central a base de recinto de fuego
cuadrangular formado por tres piedras verticales y panilla aneja de
piedras planas revestidas de barro de forma oval que detectada en Son
Oms nos aparece con insistencia en estos lugares indicados. La persistencia del tipo de hogar nos permite afirmar que fue un elemento
común a estas construcciones.
Por el momento la presencia de valvas de fundición enlaza la
naveta septentrional de Hospitalet con la triple naveta de Can Roig
Nou (8) y en las dos obtuvimos el típico botón de hueso con perforación en V, de tamaño reducido, casi diminuto que contrasta con los
grandes botones del pretalayótico inicial y medio.
En ambas estaciones arqueológicas las valvas han aparecido
incompletas y fragmentadas y nunca ha sido posible detectar restos de
escorias, desechos de fundición, indicios de fuego susceptible de permitir la fusión del metal, etc. Esto me inclina a pensar que la valva,
rota, fue reutilizada para otros menesteres menos nobles, que en el
caso de Hospitalet podríamos asegurar que algunas formaron parte
del basamento de piedras de la panilla, y que los trabajos de fundición
no se desarrollaron en el interior de la naveta sino al aire libre.
En el estado actual de nuestros conocimientos no es posible adelantar el resultado de los análisis de carbón de madera encontradas en
las inmediaciones del hogar. Dicho análisis nos daría la fecha de abandono del yacimiento, por lo tanto las valvas inutilizadas podrían ser
coetáneas o ligeramente anteriores. Por analogía con el resultado de la
naveta meridional de Son Oms podríamos situar, de momento y en
espera de confirmación, que el abandono de la naveta septentrional de
Hospitalet tuvo lugar a inicios del siglo X antes del cambio de Era. Por
tanto la cronología de los útiles obtenidos a partir de las valvas identificadas corresponderían a esta época con unas variaciones cronológicas en más y en menos que pueden abarcar unos cincuenta a cien años
en ambas direcciones.
Esta hipótesis va bien con la cronología para las hachas planas (9),
consideradas siempre como talayóticas, aunque la rudeza de su tra-
(8) G. ROSSELLO BORDOY: Op. cit. en último lugar de la nota 3, pág. 280.
A.M.•RAURETDALMAU:«LametalurgiadelbronceenlaPen!naulalblSricadurantelaEdad
del Hierro», Publicaciones Eventuales, núm. 25 del Instituto de Arqueolo¡fa y Prehistoria, Barcelona,
1976, pág. 129 ylún. xxm. Reproduce el molde de pUJ1al triangular de CanRoigNou pero no lo inventaria. Inte.reaante por recoger otru piezaa de fundición mallorquinu y menorqulnaa correapondíentea a
otru fases culturales no pretalay6ticaa.
(9) G. ROSSELLO BORDOY: «Loa ajuares metálicos mallorquinea como elemento cronológico•,
Prehistoria y Arqueolo¡ía de laa islas Baleares. VI Sympoaium de Prehistoria Peninaular (Palme de
Mallorca, 1972), Barcelona, 1974, págs. 116-127.
-151-
[page-n-160]
6
G. ROSSELLO BORDOY
zado bien pudiera permitir situarlas algo antes. Los punzones y el aro
no permiten extraer conclusiones pues su pervivencia formal los convierte en materiales fuera de época.
La discusión debe centrarse indudablemente en la valva número 1
correspondiente al puñal de mango alargado con cabeza discoidea.
pues se trata de un ejemplar de útil metálico. viejo conocido de la prehistoria mallorquina. La valva de Hospitalet corresponde a una pieza
similar a la famosa espada de Lloseta que Almagro definía en 1944 del
modo siguiente:
«Espada de bronce, probablemente de un tipo local pues no se
conocen de esta forma en la Edad de Bronce, de hoja ancha y delgada.
con punta roma y el puño muy largo y curvo; tiene también la hoja
unida al pomo por medio de tres clavos de bronce. No ·se conoce otro
ejemplar parecido entre los bronces mallorquines. Mide o• 54 metros
de largo por o·os metros de anchura máxima» (10).
El ejemplar de Hospitalet salvo el tamaño corresponde exactamente a la descripción de la espada de tipo local y en realidad este
aspecto queda perfectamente comprobado pues la valva indicaba que
la confección de este tipo de espadas o puñales se realizaba en la isla y
correspondía a un tipo de útil suficientemente extendido pu~s la distancia entre Lloseta y Manacor así lo confmna.
Por el análisis del molde vemos que hoja y puño se fundieron de
una sola vez. no hay pues enlace mediante clavos de ambas partes. Las
cavidades que se observan en el enmangue servirían para sujetar una
empuftadura (hueso, madera. etc.) desaparecida que diera mayor consistencia y efectividad al uso de la pieza. La rotura del molde de Hospitalet impide saber cómo fue la punta del puñal. La forma de Lloseta,
exageradamente roma se puede deber al uso del instrumento y a su
desgaste natural. Este es un aspecto que de momento no podemos
dilucidar.
Queda por tratar el encuadre cronológico. Las referencias defendidas por Almagro tanto en 1944 como en 1962 no pueden sostenerse
hoy. Corresponden además a unas ideas muy en boga en aquel entonces que han quedado. hoy. totalmente invalidadas. sin embargo. es
prudente aducirlas, pues si en 1944 se afirmaba que «la fecha de este
conjunto cae aproximadamente hacia el400 antes de Jesucristo» (11),
(10) M . ALMAGRO BASCH: «El hallazgo de la ría de Huelva y el final de la Edad del Bronce en el
Occidente de Europa. Las eiJI&daa de Mallorca y el problema de la cronolo¡ía de loa ~ota de Baleares», Ampuriaa, n, Barcelona, 1940, págs. 126-128.
M. ALMAGRO BASCH: «Museo Arqueológico de Barcelona. n, loa broncea de Uoaeta
(Mallorca)», Memoriu de loa Muaeoa Arqueol6gicoa Provinciales, 1944 (Extractos), vol. V, Madrid,
1946, pága. 66-67.
(11) M . ALMAGRO BASCH: «
-152-
[page-n-161]
PRBTALAYOTICO FINAL DE MALLORCA
7
años después rectificaba y envejecía ligeramente el lote presentando
unos paralelos plausibles que permitían justificar su encuadre pues.
indica que para el machete o puñal de tipo local (hoy podríamos definirlo como machete tipo Lloseta por darse en este lugar la primera
localización de un útil de este tipo) «no es posible encontrarle paralelos. Su origen lejano estaría en los machetes afalcatados del Bronce
final occidental que pasan luego a la época de La Tene» (12).
Finalmente apunta que «lo más apropiado es colocar este conjunto
no lejos del500 a. de J.C., y aun quizá después, pues todos los objetos
son creaciones insulares derivadas de tipos de tardío Bronce final Hispano» (13).
Creo que a partir de los hallazgos de Hospitalet y Son Oms, mientras no tengamos acceso al resultado de los análisis de C-14 estas
aproximaciones cronológicas no pueden ser tenidas en cuenta y forzosamente hay que envejecer considerablemente dicha cronología, que
correspondería a un talayótico inicial de Mallorca perfectamente
situable en términos absolutos a fines del segundo milenio e inicios del
primero antes del cambio de Era (14).
Sirva pues esta breve nota para dar cuenta del hallazgo, confirmar
el carácter local de un tipo de útil metálico muy característico conocido ahora a través de una espada, un puñal y un cuchillo (fig. 1) reabrir una discusión antigua y enconada y aportar al homenaje a un
querido y admirado compañero que ha dejado su vida profesional
activa por imperativos puramente legales, una prueba de nuestra
amistad y reconocimiento ante su magisterio.
(12) M. ALMAGRO BASC'H: Op. cit. en la nota anterior, 2-(2), nota 2.
(1 3) M. ALMAGRO BASC'H: Op. cit. en la nota 11, 2-(2), 7. C'ronología.
(14) G. ROSSELLO BORDOY: Op. cit. en la nota 2, pág. 189.
Redactado eate avance y dentro del programa •clnveatigaci6n arqueometal6rgica en la Península Ibérica» dirigido por loe profesores Femá_ndez Mif:anda y Delibea ha sido posible obtener el análiala eapectrogrifico del pultalito del Hospitalet. Por cortesía hacia loa directores del programa prefiero
que sean elloe loa que ofrezcan dicho rewltado a loa investigadores.
-153-
·' .
[page-n-162]
ROSELLO.- P relalay6tico final en Mallorca
LAM.I
2
1
4
3
5
1, Molde d e fundición: Cuchillo. Anverso y reverso; 2, Molde de fundición: Ajorca.
Anverso y reverso; 3, Molde de fundición: ¿Hacha plana? Anverso y reverso; 4, Molde de
fundición:¿ Hacha plana? Anverso y reverso; 5, Molde de fu ndic ión: Pu nzones. Anverso y
t·evet·so.
[page-n-163]
LAM. O
ROSELLO.- Pretalayót.ico fmal en Mallorca
8
6
9
7
-=~=;====r cm.
10
6, Molde de fundición: Punzones; 7, Molde de fundición: Punzones. Anverso y reverso; 8,
Botón de hueso de Hos pitalet; 9, Cuchillito de bronce do Hospitale t; 10, Espada de Lloseta según Almagt·o y sus paralelos d~l Hospitalet. (Dibujos de J . J. Muñoz Sen·era.)
[page-n-164]
[page-n-165]
MANUELPELUCERCATALAN
(Sevilla)
ORIGENES DEL URBANISMO Y DE LAS NECROPOLIS
TUMULARES DE INCINERACION DEL VALLE MEDIO
DEL EBRO
Frente a la clásica y anticuada teoría de la total indoeuropeización,
celtización o hallstattización de la Península Ibérica y especialmente
del Valle del Ebro en los inicios deli milenio a. C., con los conocimientos arqueológicos de que hoy disponemos, se impone una reacción,
poniendo en su justo medio el sentido de la aportación ultrapirenáica y
revalorizando el sustrato indígena tan marginado, sin dejar de olvidar,
incluso, el influjo orientalizante, que fue decisivo en la formación del
hierro hispano. Se ha olvidado la intensidad y fuerza expansiva de la
gran cultura del bronce final de la Meseta del bronce valenciano, y la
impetuosa corriente semita oriental, fuertemente arraigada en las costas andaluzas desde inicios del siglo VIII a. C. La causa no ha sido otra
que el desconocimiento que de estos dos fenómenos se tenía hasta
hace muy pocos años.
La escasez de investigaciones planificadas obliga a que las cartas
de distribución de elementos, como pueden ser los túmulos, la incineración, el habitat, cerámicas excisas, de boquique, acanaladas, los
motivos decorativos, las formas cerámicas, la metalistería, etc., aparezcan con grandes lagunas, que naturalmente, inducen a error.
El problema del bronce final-hierro del nordeste sigue explicado
todavía según las teorías de P. Bosch, M. Almagro, J . Martínez Santa
-157 -
[page-n-166]
,... ..
2
M. PELLICE.R CATALAN
Olalla y un largo etcétera (1). En la protohistoria del nordeste hispatÍo
se está siguiendo la misma línea de hace medio siglo, limitándonos a
cambiar etiquetas y a modificar las cronologías según la moda reinante
en el exterior y basándonos generalmente en algún elemento aislado
cerámico o metálico con analogías forzadas y lejanas, sin analizar los
contextos. Incomprensiblemente, la última estratigrafía completa, la
de la Pedrera de Vallfogona de Balaguer, fue p!Jblicada por J. Maluquer hace más de veinte años (2).
El concepto de campos de urnas defendido por W. Kimmig y posteriormente por R. P. Charles (3), en España resulta ambiguo, porque
las incineraciones del Segre y del sur del Ebro presentan formas tumulares muy específicas y muy dispares con relación a lo renano y a lo
francés (fig. 1: A y B). El concepto celta es más bien lingüístico y sin
ningún contenido antes del siglo VI a. C.
P. Bosch prestaba singular atención a la tipología de las plantas de
los poblados del Bajo Aragón, teniendo también presentes, pero en
segundo término, los materiales cerámicos y metálicos. Desgraciadamente en los años diez y veinte se excavaron demasiados yacimientos
por manos inexpertas, que proporcionaron la mayor parte de los elementos revueltos, sin claro contexto y deficientemente publicados,
que han servido de materia prima para las periodizaciones y cronologías actuales, sin advertir posibles estratigrafías en los poblados
excavados.
Esta aparente ausencia de estratigraffas hizo pensar a P. Bosch en
la corta vida de los poblados del Bajo Aragón, que apenas sobrevivirían un siglo, idea ésta actualmente cuestionada por G. Ruiz Zapatero
vm.
(1) P . BOSCH GIMPERA: «Les celtes et la civiliaation dea urnee en Eapagne11. Prébistoire,
Parla, 1941, piga. 121-161.
J. PEREZ DE BARRADAS: «Notes prehiet6ricaa. La primera invasión celta en la Meaeta
Central de Eepeña». Actas y Memorias de la Sociedad Eepaftola de Antropolopa, Etnografta y Prehietoria, xm, Madrid, 1934, piga. 223-228.
M. ALMAGRO BASCH: «La invasi6n c6ltica en Eapeña», en «Hiatorla de Eapafta» dirigida
por R. MENENDEZ PIDAL, tomo I, volumen n, Madrid, 1962, pip. 141-240.
J. MARTINEZ SANTA·OLALLA: «Esquema peletnol6glco de la PeDÍniUla Hlapánlca».
Madrid, 1946.
n.
(2) J. MALUQUER DE MOTES, A. M.• 'MlmOZ AMILIBlA y F. BLASCO: «Cata eltratigráfica
en el poblado de La Pedrera, en Vallfogona de Balaguer». Zepbyrua, X. S•lamanca, 1969, p6p.
1).79.
(3) W. KIMMIG: «Zur Umenfelderkultur in Weeteuropa11. Fetacllritt fOr Peter Goeealer, Stuttgart, 1964, 1).61{8. 41-98.
R. P. CHARLES: «Probl~mee de chronolocie m6diterran6ene». Cahiera Ligurea de Préhietoire
et ArcMologle, 12, Montpellier, 1963, pip. 181·204.
-158-
[page-n-167]
URBANISMO Y NBCROPOLIB DBL VALLB MBDIO DEL EBRO
8
D
.• =
e
Pi&·
de 1Dhamaol6Jl tnmoeee. y plreúlooe
A) T6malo 1 de Cbdoia (Jara). S. VU-VL (Sep Mlllotte.)
l.-T6malot~
B) T6mulo de Plu d'A~ (PioveDSa). S. Vll. (SeiÓ.Jl Lacraad.)
C) T6malo con varlu cñsw de Coll de Creu (GabUTU). (Tradlci6n cilltioa).
(Se¡(m Serra Vllar6.).
D) T6malo con oista oentral del BnMOl de la .Mue de DMl (Correa). Bronce
reciente. (Sep Serra Vilar6.)
B) T6malo dolm6nico del Lla¡unú (Fícoll). (Sep Serra Vllar6.)
[page-n-168]
M. PELLICER CATALAN
en su estudio sobre el Roquizal del Rullo y por J . Eiroa en el suyo
sobre la Loma de los Brunos de Caspe (4}, estableciendo fases con una
gama cronológica, a nuestro parecer, demasiado amplia y con inicios
demasiado arcáicos.
El poblado de Zaforas de Caspe (5}, análogo y coetáneo del
Cabezo de Monleón (6), apenas sobrepasó el siglo, con abundante
cerámica excisa en un contexto homogéneo, fechable en los siglos VIllVll, no pudiendo enmarcarse en el período ll de M . Almagro Gorbea
(7}, cuya cronología asignada es de hacia ellOOO a. C., con perduraciones en su período V, finalizado ~n el 600 a. C.
Si contemplamos la topografía del nordeste hispano, observaremos qu'e a las zonas donde estas culturas hallstattizantes están más
arraigadas y de las que existe mayor documentación, como el Ampurdán, cuencas del Besós y Llobregat, Bajo Aragón y cuenca del Segre, se
penetra por varias vías que convendría analizar.
Cataluña oriental está unida con el Rosellón y Languedoc por los
suaves pasos de Cervére y Le Perthus, desde donde fácihnente se
llega al Bajo Ebro a través de las zonas relativamente llanas del
Ampurdán, Maresma, Panadés y Priorato, y a la cuenca del Segre a
través de la depresión central catalana. Otra vía de penetración pirenáica desde el Rosellón es la que por la Cerdaña alcanza el valle del
Segre, entendiendo como tal valle también las cuencas del Noguera,
Cinca, Alcanadre y Flumen, prosiguiendo hacia el Ebro y sobrepasándolo por el Bajo Arag6n. Paralela a esta vía del alto Segre, está desde
los Pirineos franceses, la del Garona por el valle de Arán, para seguir la
vía del Noguera Ribagorzana hacia el bajo Segre.
Otra vía opuesta es la del Ebro y de sus afluentes meridionales que
conectan con la Meseta, cuya avanzadilla septentrional de la cultura
(4) G. RUIZ ZAPATERO: «El Roquizal del Rullo: Apro:dmaci6n a la secuencia cultural y cronológica de loe campos de umae del Bajo Arag6n». Trabajoa de Prebiltorla, 86. Madrid, 1979, páp. 247287.
J. J. E IR OA GARCIA: «La Loma de loa Brunoe y loa campos de umaa del Bajo Aragón». Zaragoza, 1982.
(6) M. PELUCER CATALAN: «Zaforaa. nuevo yacimiento con cerimica exciaa, en Cupe». Crónica del V Con¡reao Arqueológico Nacional (Zaragoza, 1967), Zaragoza, 1969, págs. 188-166.
(6) A. BELTRAN MARTINEZ: «El Bronce Final y le Edad del Hierro en el Bajo Arag6n», en
«Prehiltorla del Bajo Arag61l>l, por M. ALMAGRO BASCH, A. BELTRAN MARTINEZ y E. RIPOLL
PERELLO, Zara¡oza, 1966, p6p. 109-169.
A. BELTRAN MARTINEZ: «La indoeuropeilaci6n del Valle del Ebro». Primer Sympoaium
de Prebiltoria de le Penínaula Ibérica (Pamplona, 1969), Pamplona, 1960, páp. 103-124.
(7) M. ALMAGRO GORBEA: «El Pie dela C.orba de Sagunto y loa campoa de umae del NE. de le
Peníneula Ibérica»: Saguntum. Papelea del Laboratorio de Arqueoloafa de Valencia, 12, Valencia,
1977, p6p. 89-1«.
-160-
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URBANISMO Y NECROPOLIS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
6
de Cogotas 1 estará en Alava, Rioja y S orla, jugando especial papel los
valles del Jalón y del Jiloca, que vencen la barrera del Sistema Ibérico
hacia el Ebro medio y Bajo Aragón. Otra vía es la de Levante, que por
el sur del Ebro penetra hacia el Bajo Aragón. La intensidad de penetración por estas vías no ha sido uniforme, siendo el sentido doble, con
flujos y reflujos, muy especialmente en la vía del Ebro.
En el calcolítico y bronce pleno las vías del Segre por el norte y de
los afluentes del sur del Ebro por el sur, contribuyeron a la formación
de un arcáico sustrato en el Ebro medio, muy mal conocido, excepto
por la fase final de los talleres de sílex que estudió E . Vallespí (8). En
el bronce final e inicios del hierro el hallstattizante de los incineradores del Languedoc se deja sentir a través de la vía de la costa catalana y
de la depresión central catalana hacia el Segre, confluyendo en el Bajo
Aragón con la corriente de la Meseta. En la edad del hierro, a fines del
siglo VII a. C. o principios del siglo VI a. C. será la corriente orientalizante de las colonias fenicias meridionales la que penetrará por
Levante hacia el Bajo Aragón y hacia Cataluña y, posteriormente, en la
segunda mitad del siglo VI a. C. esta corriente semita se verá reforzada
por la griega procedente de Ampurias.
Las causas del gran despoblamiento del Ebro medio en el calcolítico y bronce pleno y la densidad de población a partir del bronce finalhierro no están bien estudiadas, pero este f~nómeno podría atribuirse
s
a la evolución económica de la. poblaciones pastoriles del Prepirineo y
Pirineo (Cerdaña, Urgel, Pallars y Solsones) en el norte y del Maestrazgo y de las alturas turolenses por el sur, atraídas, con el cambio de
clima delsubatlántico, más fresco y húmedo, hacia las tierras bajas del
valle del Ebro, hacia las cuencas bajas de los ríos Gállego (desconocido), Segre y afluentes de Huesca, Algás, Matarraña, Guadalope,
Martín, Aguas, Huerva y Jalón, de grandes posibilidades agrícolas.
Las cuevas y las chozas deleznables de los pastores de altura se
mudan en el valle en poblados con casas rectangulares de zócalos de
piedra (fig. 2), que nada tienen que ver con el megar6n egeo y cuyo origen tampoco hay que buscarlo en el alto Ebro, en poblados como Oro,
Henayo, Berbeia, La Hoya, etc., de casas circulares, ni en el Pirineo, ni
(8) E . J. VALLESPIPEREZ: «Baaea arqueo16gicaa para el estudio de loa tallerea de aílu delBejo
Ara¡ón. Hacia una aeriaci6o de 1aa induatriu líticaa poatpaleoliticaa b~eiU~t. Cuaarau¡uate,
13-14, Zaragoza, 1969, pqa. 7-20.
E . J. VALLESPI PEREZ: «Sobn~ la problemática del Bronce Final y el aaentamiento hallatát..
tico en el b~o Ara¡6n. El eubatrato indígena recipendiario de loe inmi¡rantea11. Teruel, 26, Teruel,
1961, pq.. 247-269.
-161-
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M. PBLLICER CATALAN
6
A
8
e
Fig. 2.-Pobbldoa ba,joaragoneses del bronce reciente
A) Lu Eacodlnu Bajas (Mazaleón, Teruel). (Según Boach.)
B) Lu Eacodlnu Altas (Mazaleón, Teruel). (Según Boach.)
C) La Ge..era (Cueres, Tarragona). (Según Boach.)
-162-
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URBANISMO Y NECROPOLIS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
7
en el Languedoc, donde no entra el urbanismo ni la casa rectangular
hasta muy tarde, en el ma.ilhaciense I del siglo Vll a. C., sino en el ·
bronce valenciano (fig. 3} de viejas raíces en el Argar A del sudeste ibérico. Posiblemente la población calcolítica e, incluso, la del bronce
pleno del valle del Ebro, de habitat temporal, disperso y de materiales
perecederos, o en abrigo donde no existe la cueva, sería nómada o
seminómada pastoril y cazadora, sin que apenas encontremos sus vestigios, si no es en los abrigos pintados, no tanto naturalistas como
esquemáticos {Arpán, Lecina, La Fenellosa, etc.) y en el final de los
talleres de sílex.
La economía de base eminentemente agrícola de los poblados del
bronce final está suficientemente corroborada por la situación de los
mismos en puntos elevados, sobre valles o en llano, como el Chermanillo (Huesca), por la abundancia de grandes tinajas decoradas con cordones, por los molinos naviformes y piezas de sílex dentadas para hoz.
No parece aceptable la simbiosis, tantas veces defendida, de túmulospastoreo por falta de base, aunque se acepte en las garrigaslanguedocienses. Esta economía cerealística se complementaría con ganadería
lanar, con caza (ciervo acanalado en vaso del Cabezo de Monleón), y
pesca (anzuelos de hierro en la Loma de los Brunos).
La causa principal del desconcierto y del constante titubeo cronológico de las periodizaciones del bronce final-hierro del nordeste hispano es la escasez de yacimientos estratfficamente estudiados, con
que montar un sistema congruente. Efectivamente, la erosión en el
valle del Ebro ha sido muy intensa, de tal manera que en muchos
poblados aflora la roca en gran parte de su superficie, lo cual no corrobora en absoluto la ausencia de relleno fertil en otros, incomprensiblemente todavía no estudiados.
Hay que agradecer a J. Maluquer que podamos disponer de las
dos estratigrafías más aprovechables, el Cerro de la Cruz de Cortes de
Navarra y la Pedrera de Vallfogona de Balaguer {9).
El poblado del Cerro de la Cruz de Cortes de Navarra representa un
precioso documento estratigráfico en el valle del Ebro con sus cuatro
metros de relleno y sus seis fases sucesivas que van del siglo vm a. c.
al siglo IV a. C. De sus diferentes fases, correspondientes a otros tantos poblados superpuestos, la II bes la mejor conocida y la que marca
la cronología entre el 650 a. C. y 550 a. C., según J . Maluquer, pose-
(9) J. MALUQUER DE MOTES: «El yacimiento hallatAttico de Cortes de Navarra». 1, Pamplona,
1954 y n, Pamplona 1958. V6aae nota 2.
-163-
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Fl¡. 8.-Poblad08 valenciaD08 del bronce pleno
A y B) Puntal de Cambra (Vlllar del Arzobt.po, Valencia). (Se¡IÍD Alcácer.)
C) Mu de Menente (Alooy, Alicante). (Se¡IÍD Pericot y Pouell.)
[page-n-173]
URBANISMO Y NECROPOIJS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
9
yéndose escasos datos de las fases inferiores, m a, m b y n a, lo cual
dificulta la asignación de la fecha inicial. Sería tarea urgente la excavación y estudio de una zona de estos poblados inferiores de Cortes
de Navarra.
Los inicios, en el poblado m a y m b, fechado por su investigador
en la segunda mitad del siglo IX y siglo VID C. y destruido por un
incendio, indican el asentamiento de una población que seguirá conservadora en su habitat y economia a través de las fases siguientes, con
grandes casas rectangulares de adobes.
El poblado ll a, no bien conocido y fechado en la primera mitad del
siglo vn a. C., fase de transición al hierro, continúa con la tradición del
hábitat anterior, presentando las casas zócalo de piedras, que sustentan el muro de adobes y apareciendo la muralla, también de adobes,
defensiva del poblado.
El poblado ll b, fechado desde la mitad del siglo Vll a la mitad del
siglo VI a. C., final que yo colocaría en este siglo avanzado, también
incendiado, se conoce en todos sus detalles con sus murallas, casas
rectangulares dotadas de vestíbulo y almacén, bancos, hogares, hornos y muros de adobes estucados y con pintura mural en el interior,
representando el mismo ambiente y género de vida que anteriormente.
El poblado I a, fechado entte finales del siglo VI y mediados del
siglo V a. C., continúa con el mismo tipo de habitat con la modalidad
de enterramientos infantiles bajo las casas y representa la introducción de las primera. cerámicas a tomo, que preludian el posthallstattis
zante y la plena metalurgia del hierro.
El yacimiento de Cortes termina con el poblado I b hacia mediados del siglo IV a. C., cuya necrópolis de incineración se localiza en la
Atalaya de Valtierra.
La Pedrera de Vallfogona de Balaguer es fundamental para el estudio del Segre, del Bajo Aragón y de la Baja Cataluña. Con una potencia
estratigráfica de más de 5 metros, J. Maluquer distinguió nueve estratos, con una cronología inicial de fines del siglo IX o principios del
siglo V1ll a. C., como el cerro de la Cruz de Cortes, y un momento final
en las postrimerías del siglo m o inicios del siglo n a. c. con la
romanización.
De los dos estratos inferiores, el IX y el VID, no disponemos de
datos sobre urbanismo, pero sí, en cambio, del estrato Vll, donde se
corrobora la presencia de la casa de mampostería y planta rectangular
en un contexto análogo al del horizonte anterior con cerámicas acanaladas, pero con la introducción de los vasos con pie, típicos del Languedoc a partir de Mailhac L lo cual induce a fechar dentz'o del siglo
vn a. c. y más bien en su segunda mitad.
a.
-165-
[page-n-174]
10
M. PELLICER CATALAN
El poblado de VinarrageU de Burriana (10) se caracteriza por su
bajo emplazamiento, detalle topográfico, que, al no tenerse en cuenta,
ha ocasionado la no localización de otros poblados preibéricos en
Cataluña y Levante.
El interés de las estratigrafías de Vinarragell, de 3'50 metros de
potencia, comprendiendo 16 niveles, radica en que el horizonte orientalizante, del siglo VII a. C. avanzado, se inmerge en este mundo del
bronce final-hierro, débilmente hallstattizante, que ha proporcionado
preciosas cronologías, que no dejan de afectar a los esquemas del
Ebro y Cataluña, con la introducción de nuevas técnicas constructivas
de plantas rectangulares con zócalos de piedra y muros de adobes,
cerámicas a tomo pintadas, hornos circulares y probablemente el
hierro.
A través de la estratigrafía pueden distinguirse en Vinarragell
cinco fases u horizontes culturales.
La fase I es del bronce final, de los niveles P-L de los cortes I y ll
de 1967, m de 1968, nivelesH-C delsondeolyK-I delsondeoll, con
una cronología del siglo vm a. C. según el contexto de cerámicas bruñidas, acanaladas, incisas y excisas de rombos rayados, con formas
carenada. y cuencos abiertos y, por otra parte, de cerámicas toscas de
s
cordones con impresiones digitales, siendo el adobe la técnica típica
de las construcciones de planta circular.
La fase II C01Tesponde al momento de transición entre el bronce
final y el orientalizante, de los niveles K -J del corte I de 1967 y H -G del
sondeo ll, con un contexto fechable en la primera mitad del siglo Vil a.
C., en que continúan las cerámicas a mano bruñidas con decoraciones
acanaladas e incisas y toscas de cordones, haciendo su débil aparición
los útiles de hierro y las cerámicas a tomo.
La fase III corresponde al orientalizante de los niveles I' -E de los
cortes I de 1967 y IT y IIT de 1968, B del sondeo I y F-E del sondeo IT,
con una cronología entre mediados del siglo VI a. C., según su contexto, en que prosiguen las cerámicas a mano bruñidas con decoraciones incisas, excisas, pintadas y toscos cordones, siendo cada vez más
frecuentes las cerámicas a tomo orientalizantes de importación, al
parecer, andaluza con formas de ánfora de transporte y grandes jarras
pintadas de asas dobles, que fechan con cierta precisión, estando pre-
(10) N. MESADO OLIVER: «V
marragell (Burriana-Cutell6n)». Serie de Traba,Joe Varios del Servicio de Inveatigaci6n Prehist6rica, núm. 46, Valencia, 1974.
-166-
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URBANISMO Y NECROPOLIS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
11
sente el hierro y apareciendo las construcciones de zócalo de cantos
rodados y muro de adobes, de plantas rectangulares, junto con muralla.s defensivas.
Ante este rápido bosquejo conviene advertir que en los inicios del
poblamiento de Vinarragell, hacia el800 a. C. {fase I}, las construcciones son de adobe y de planta circular, detalle que coincide con el
sudeste (Peña Negra de Crevillente, Albolodúy, etc.) (11) y con el sur
(Galera, Quemados, Ategua, Carmona, Lebrija, etc.) (12).
Según la distribución de los pocos yacimientos conocidos del ll
milenio a. C. en las zonas bajas del nordeste, el poblamiento era disperso y verdaderamente escaso, concentrándose la reserva humana y,
en consecuencia, la cultura en las zonas altas. En el Pirineo el habitat
preferido es la cueva y el enterramiento, en dolmen o en cueva, mientras que en el Sistema Ibérico va apareciendo el habitat al aire libre en
defecto de la cueva, que también sirve de enterramiento de inhumación colectivo, como en Levante. Sería imposible entrar en detalles
sobre los yacimientos del bronce pleno del Segre, Alcanadre, Cinca,
del Bajo Aragón y Tarragona, porque las noticia.s arqueológicas son
muy vagas, siendo un horizonte que necesita una seria investigación.
Un grave problema surge cuando intentamos relacionar los túmulos del Segre y del Bajo Aragón {fig. 4) con los de Aquitania, Languedoc, Provenza y Jura (fig. 1: A y B), supuestamente originarios de aquí,
pero las diferencias dimensionales, estructurales, cronológicas y geográficas obligan a reconsiderar la teoría, para dirigir las raíces hacia el
megalitismo pirenáico arcaizante, que evoluciona hacia la cista de
inhumación individual {fig. 1: C, D y E), posteriormente, de incineración, con anillo de piedras y enlosado, como sucede en los conjuntos
(11) A. GONZALEZ PRATS: «Estudio arqueológico del poblamiento antiguo de la Sierra de Cre·
villente (Alicante)». Anejo I de la revista «Lvcentvm», Universidad de Alicante, 1983.
C. MARTINEZ y M. C. BOTELLA: «E1Pefl6n de la Reina (Albolodúy, Almerla)>>. Excavaciones Arqueol6¡icaa en Espalla, 112, Madrid. 1980.
(12) M. PEWCER CATALAN y W. SCHÜLE: teEl Cerro del Real, Galera (Granada)». Excavaciones Arqueol.6¡ic:u en Eapafta, 12, Madrid. 1962, y teEl Cerro del Real (Galera, Granada). El corte
elltlatigráfico IX». Excavaclonea Arqueol6gicaa en Eapatla, 62, Madrid, 1966.
J . M.• LUZON NOGUE y D. RUIZ MATA: «Lu rafees de C6rdobL Eatratigrafia de la Colina
de loa Quemadoa». C6rdobe, 1973.
A. BLANCO FREIJEIRO, J . M.• LUZON NOGUE y D. RUIZ MATA: «Panorama tartéaico
en Andalucía Occidental». Tarteaaoa y 8UI poblemaa. V Sympoaium Internacional de Prehistoria
Penineular (Jerez de la Frontera, septiembre 1968), Barcelona, 1969, pip. 119-162.
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M. PELIJCBR CATALAN
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Flg. • .-T6mal0tl de incineración del Ebro Medio
A) T6mal0t1 olrcularee y rectanplaree de les Roques de Sant Formatee.
(8er6., Lérlda). S. Vll-VL (Secón Dfez Coronel.)
B) T6malo de Mas de Flandi (Calacelte, Teroel). S. VI. (Se¡(m. Boech.)
C) T6mulo de San CrlRóbal (Mazale6n, Teroel). 8. VI. (Según Tomás.)
D) NeorópoU. tumular del Coll del Moro (Gandeea, Tarragona). S. Vll-VI.
(Se¡(m. Berges.)
-168-
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URBANISMO Y NECROPOLIS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
13
del valle de Arán (13), sin que se pierdan de vista los núcleos de cistas
de inhumación, frecuentemente individuales del bronce medio y final
de las comarcas de Pallars, Cerdaña, Urgel y Solsona, de que después
hablaremos (14). La inhumación es el rito funerario de sustrato en el
nordeste, perviviendo durante el bronce final en las cuevas catalanas y
en las zonas occidentales del valle del Ebro, hasta el siglo VI, en que la
incineración se generaliza.
Siguiendo viejas y clásicas teorías, los túmulos del Segre y del Bajo
Aragón se engloban en ese complejo mundo de la cultura de los túmulos de origen centroeuropeo, bronce antiguo de Straubing, que en su
expansión alcanzaban Francia, llegando a España, pero esa concepción simplista del hallstatt hispano no resiste un análisis serio de nuestros grupos tumulares, ni siquiera de los del Segre y Bajo Aragón, los
más próximos a Francia.
En primer lugar, los ~ulos alsacianos de Hagenau {15), con
inhumaciones e incineraciones indistintamente, se inician en el bronce
medio (1600-1300 a. C.), prosiguiendo en el broncefinallyll a {12001000 a. C.). En el bronce final 11 b desaparecen, para reaparecer en el
bronce final ID con inhumaciones, a partir del siglo IX a. C. Al sur de
Hagenau, el de Doubs, los túmulos de Chaveria (Jura) (16) {fig. 3: A),
englobados en el círculo de Borgoña y derivados, al parecer, de los
túmulos bávaros, con una cronología entre el 750 y el600 a. C. y estimados como antecedente dé los hispanos, no pueden serlo, porque su
estructura de tierra y sus grandes dimensiones de 20 metros de diámetro no guardan analogías con aquellos.
Un caso análogo sucede con los túmulos de las garrigas del Languedoc, constituidos por un montón de piedras con diámetros entre 8
y 15 metros, bajo el que se oculta una incineración o inhumación, con
una cronología desde fines del siglo VII hasta fines del siglo VI a. C., de
(13) J. ROym.A PORT: «La penetraci6 durant el Bronze Final de lea ln11ullnciea Nordpirenenquea cap a l'!nterior de Catalunya i el aeu impacte)). En «Ele poblea pre-romana del Pirineu)), 2
CoHoqui Internacional d ' Arqueologia de PuigcerdA. PuigcerdA, 1978, pAga. 69-82.
J. ROvmA PORT: «El Bronze Final a la veiiii8Dt Sud delPirineu C'ate!AI), en «E la poblea preromana del Plrineu)), 2 CoHoqui Internacional d' Arqueologia de Pui¡cerdA. PuigcerdA, 1978, pága. 47 •
66.
L. DIEZ-CORONEL MONTULL: «Una sepultura del Bronce en Viella (Urida) )). Miacelénea
Arqueológica. I, Barcelona. 1974, págs. 303-309.
(14) L. PERICOT GARCIA: «Loa aepulcroa megalíticos catalanes y la cultura plrenáica,., 2.• edición. Baroalona, 1960, págs. 36-61.
(16) C. SCHAEFFER: «Lea tertrea fuMrairea préhi.atoriquea dana la forit d'HaguenaUJt. T.
«Lea tumuli de l'l¡e du fa~. Haguenau, 1930.
(16) D. VUAILLAT: «La nécropole tumulaire da Cbavéria (Jura))). Annalea Litterairea d al'Uni·
vanité da Baaan~n, Areh6ologie, 28, Paria, 1977, pág. 137.
n.
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M. PEWCER CATALAN
tal manera que ni por su estructura, ni dimensiones, ni por su cronología pueden considerarse prototipos de los túmulos del nordeste hispano. La forma más común de los túmulos del Segre y del Bajo Aragón
(fig. 4}, siempre de incineración, consiste en un anillo de piedras clavadas de canto, con un diámetro que oscila entre 2 y 5 metros, con una
cista rectangular central o excéntrica, que no llega apenas al metro de
lado mayor, estando todo el conjunto cubierto por una capa de tierra y
piedras, formando en ocasiones como un enlosado.
Además de los grupos tumulares citados, se conocen otros en Les
Causes (departamentos de Aveyron, Lot, Tarn, Cantal y Lozere} y en
los Pirineos, tanto franceses (Alto Garona, Ariege), como españoles
(valle de Arán), que se inician muy tempranamente, ya en el calcolítico, prosiguiendo en el bronce y perviviendo en zonas retardatarias
hasta la época de La Tene. Todos ellos tienen unas características
comunes respecto al tamaño, entre 1 y 1O metros de diámetro y respecto a su estructura empedrada, siendo frecuente la cista, derivación
de la dolménica. Desde el valle de Arán hacia el oeste, según J . P .
Mohen (17), se constata la incineración a partir del bronce final III
(siglo IX a. C.). En el valle de Arán los túmulos de Pie de Baqueira, circulares, con cista central y de incineración no pueden ser más tentadores para relacionarlos tanto con el resto de los franceses pirenáicos,
como con los españoles del Segre. Lamentablemente de estos túmulos
franceses disponemos de escasos datos por sus expoliaciones, excavaciones inexpertas nunca o mal publicadas y por la pobreza de los materiales entregados.
No se pueden olvidar aquí los grupos considerados dolménicos de
la vertiente meridional del Pirineo de las comarcas de la Cerdaña, Alto
Urgel, Pallars y del Solsonés (fig. 1: C, D y E}, estuadiados y sintetizados por L. Pericot, del bronce pleno, donde parecen percibirse las raíces de los túmulos del Segre y del Bajo Aragón, si comparamos sus
estructuras y dimensiones. En Pallars se conocen una docena, en el
Alto Urgel y Cerdaña más de medio centenar y en el.Solsonés una cifra
aproximada (18).
(17) J. P. MOHEN: «L' ige du fer en Aquítanie». Memoirea de la Soci6t6 Préhí.atorique ~aiae,
14, Parla, 1980, P4 112.
M. GOURDON: «Lea tumulWI de Pla de Beret. Vall6e d' Aran (Eapagne)», en Materiaux pour
l'Hiatoire de I'Homme, Parla, 1978, págs. 130-131.
(18) L. PERICOT GARCIA: Op. cit. en la nota 1-'.
J. PADRO PARCERISA: «Consideraciona eobre ele entemunenta de l'Edat del Bronze a la
Cerdanya». Cypaela. I. Glroua, 1976, págs. 91-97.
-170 -
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URBANISMO Y NECROPOLIS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
16
Aunque existe variedad de estructuras, es un hecho ya constatado
por L. Pericot y J. Maluquer {19), el predominio de la cista pequeña,
que apenas llega al metro en ciertos ejemplares, como las supuestas
derivadas de Pedrós, Roques de Sant Formatge, Cascarujo, Lom~ de
los Brunos y Coll del Moro de Gandesa (20) (fig. 4).
Los túmulos con cista megalíticos tienen un diámetro entre 5 y 11
metros, rodeados de anillo de piedras clavadas, presentando algunos
(Bressol de la Mare de Deu de Correá) (fig. 1: D) el enlosado típico de
ciertos ejemplares del Ebro. Incluso, como en el Ebro y por pura convergencia, el túmulo dolménico en ocasiones adquiere la planta rectangular (Cal Conill Gros, Cal Pallot, Lloren~, Castellnou de Basella,
Serrat deis Moros). El rito general es de inhumación y tendencia individual, por las pequeñas dimensiones de la cista y por los hallazgos
antropológicos, que se reducen a uno o dos individuos. El ajuar funerario los sitúa en un horizonte del bronce pleno con pervivencias calcolíticas, debiéndose destacar algún fragmento de campaniforme,
cerámica li$a, incisa, tosca de cordones, formas de vasos carenados,
asas de apéndice de botón, .agujas y pulseras de bronce, cuentas de
concha y de esteatita, láminas y otras piezas de silex.
No deja de ser interesante la'larga pervivencia de estas cistas,
corroborada por la presencia de cerámicas hallstattizantes en sepulcros como Codonyet de Bergueda o tumba del General en el Solsonés,
bordes decorados con 'impresiones digitales, fechados en el bronce
J. PADRO PARCERISA, J. ABELANET y M. CURA MORERA: «Sepulcros mega)(ticos ·
de la Cerdanya y del Capcir». Corpue de Sepulcros Megalíticos de .Espataa, 8, Barcelona, 1975.
M. CURA MORERA, A. M.• FERRAN, J. PADRO PARCERISA y J. -MALUQUER DE
MOTES: «Loa sepulcros megalíticos de Cortiuda (Peramola, Alt Urge)])». Pirineos, 102, Jaca, 1971,
págs. 93-99.
(19) J. MALUQUER DE MOTES: <
·
(20) J . L. MAYA GONZALEZ: «Laaneerópolia tumul~ailerdensea», en«Ela poblea pr&-romana
del Pirlneu», 2 CoHoqui Intemacional d'Arqueologia. de Puigcerd&, Puigcerd&, 1978, págs. 83-96.
J. L. MAYA GONZALEZ, L. DIEZ-CORONEL MONI'ULL y A. PUJOL: «La necr6polia
tumular de incineración de Pedróa, Ser6a (Lérida)». Crónica del xm Congreso Nacional de Arqueología (Huelva, 1973), Zeragoza, 1975, págs. 611-622.
R. PITA MERCE y L. DIEZ-CORONEL MONTULL: «La necrópolis de Roques de Sant
Formatge en Seroe (Lérida))), Excavaciones Arqueológicas en Eapafla, 59, Madrid, 1968.
J . TOMAS MAIGI: «Elementos establea de loa túmulos bajoaragoneaea de·ciate excéntrica».
Caeaarauguate, XDI-XIV, Zaragoza, 1959, págs. 79-127, y Cae8arauguate, XV-XVI, Zaragoza, 1960,
págs. .U-67.
A. BRUHL: «Excavaciones en el Cabezo del Caacarujo, tármino de Alcaftiz (Teruel)».
Memorias de la Junta Superior de Excavaciones y Antigiledadea, 121, Madrid, 1932.
J. J. EffiOA GARCIA: Op. cit. en la note 4.
.
M. FERRE.R MORRON: «Necr6polia del Coll del Moro, Gandeaa». LeaExcavacions Arqueolbgiquea a Catelunya en ela darrers anya, Excavaciona Arqueolbgiquea a Catelunya, 1, Barcelona, 1982,
págs. 238-241.
-1 71-
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16
M. PELLICER CATALAN
final en el poblado de Sant Feliú de Llo (21}, en Cerdaña, asas de
apéndice de botón análogas a las del Segre y Bajo Aragón, sin que
pueda pasarse por alto la fecha de 660 a. c., de e 14, de la cista de la
Fossa del Moro del Coll d' en Bertrán de Cortiuda (Peramola) en el
Alto Urgel (22).
Un caso anómalo, por la ausencia de túmulos intermedios, es el
grupo tumular de incineración del Corral de Mola (Uncastillo) (23) con
anillos concéntricos, empedrados y con interesante.ajuar funerario de
bronces, fechables en la segunda mitad del siglo vn y principios del
siglo VI a. C. ·
Por sus características singulares, justo sería concluir, primeramente en la autoctonía de los túmulos del Pirineo, en el sentido de
ausencia de relación de origen con los grupos renanos, franceses orientales y del Languedoc, y en segundo lugar en su carácter prototípico
con respecto a los túmulos del Bajo Segre y Bajo Aragón, que cambiaron el rito de la inhumación por la superposición de la incineración
hallstattizante, a la vez que simultáneamente recibían otros elementos
culturales de esta corriente. ·
Frente al panceltismo hispano de los años cuarenta (24), podría
ahogarse por .un autoctonismo, modificado por influencias y corrientes, hallstattizantes primero, y orientalizantes después. Es decir,
aquellas teorías que negaban la entidad ibera como pueblo y como cultura, porque la raíz era considerada celta, podría cristalizarse ahora en
otra visión más convincente, interpretada por simples fenómenos de
aculturación. Existiría un sustrato étnico y cultural, todavía no bien
definido, sobre el que incide una corriente hallstattizante del bronce
final del Languedoc (hacia el800 a . C.) mezclada con otros elementos
de tradición del bronce medio, y cuando todavía perdura ésta, sobrevienen otras dos, orientalizantes, semita meridional (fines del siglo vn
a. C.) y griega ampuritana (mitad del siglo VI a. C.) que, por su superioridad cultural e intensidad abortan a la primera, más arcáica y
pobre, creando el fenómeno o cultura ibérica, desde fines del siglo VI
a. C. A su vez, desde este momento de finales del siglo VI a. C., el área
hispana no mediterránea va celtizándose por intensos aportes, tanto
étnicos como culturales, a través del Pirineo occidental, configurán-
P . CAPMAJO: «Le aite de Ll6». Cypaela, 1, Girona, 1976, pA¡e. 83-90.
V6ue nota 18.
M. BELTRAN LLORJS: «Teoda del Museo, n. El Museo Provincial de Zaragoza (1974Caeaarauguta, 45-46, Zaragoza, 1978.
(2<&) V6ue la nota l .
(21)
(22)
(23)
1978)».
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URBANISMO Y NECROPOLIS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
17
dose el mundo celtibérico de Cogotas JI, la edad del hierro propiamente dicha.
Los campos de urnas se generalizan con gran fuerza expansiva muy
tempranamente en el bronce medio centroeuropeo con el nuevo rito
funerario de la incineración que se impone en el hallstatt A (12001100 a. C.).
En la Península Ibérica este rito, exceptuando algunos ejemplos
esporádicos del mégalitismo de Andalucía oriental, de los Husos alaveses y, al parecer, de algunas mámoas gallegas, no es nonnal hasta el
hallstattizante por el nordeste y hasta el orientalizante por el sur.
Estas dos corrientes incineradoras, ultrapirenáica y oriental, sensiblemente coetáneas, van penetrando hacia la Meseta, hasta generalizarse
a partir de mediados del siglo VI a. C. con Cogotas n, cuando ya ha
desaparecido en este horizonte la cerámica excisa.
En Navarra y Rioja no arraiga la incineración hasta muy tarde,
hacia el final del siglo VI a. C. en adelante (La Atalaya del Valtierra)
(25). En Alava el origen de la incineración en cueva está muy confuso
por el carácter removido de los estratos de algunas cuevas excavadas
(26), iniciándose antes, al parecer en los hoyos de incineración, silos o
basureros. La incineración comienza por la corriente languedociense
en el Ampurdán y Cataluña oriental con la modalidad de campos de
urnas y en el Segre y Bajo Aragón con la de los túmulos, siendo curioso
que los túmulos del Segre aparezcan, hasta el presente, sólo al sur de
Balaguer y ·Almenar hasta la desembocadura de este río en el Ebro
(Castellets de Mequinenza), con intrusiones por los afluentes orientales, Cinca, Alcanadre, Flumen, hasta los Castellazos de Robles
(Huesca) y traspasando el Gállego hasta el Corral de la Mora (Cinco
Villas) y, por supuesto, en todo el Bajo Aragón hasta el Coll del Moro
de Gandesa (27).
Observando un mapa de distribución de la incineración en el sur
de Francia y en el nordeste hispano, da, efectivamente, la sensación de
que este rito penetra por el Ampurdán, siguiendo la clásica doble trayectoria de vías naturales, una a través de la depresión central catalana hacia el valle inferior del Segre y otra, paralela y al sur de ella, por
(25) J . MALUQUER DE MOTES y L. VAZQUEZ DE P ARGA: «Avance del eatudio de la necr6pol.it de La A~ Cortea de Navarra». Ptfncipe de ViaDa, LXV, Pamplona, 195 6, p6p. 389-454.
(26) A. LLANOS ORTIZ DE LANDALUCE: «El rito de incineración en el Pa!a Vateo-Navarro».
Crónica del XI C'-ongreeo Nacional de Arqueología (Mérida, 1968), Zaragoza, 1970, pAga. 349·357.
(27) V6anae lu ootu 20 y 23.
-173-
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18
M. PBLIJCER CATALAN
la costa catalana hacia el bajo Ebro, separadas ambas por los macizos
montañosos del Montseny, San Lorenzo, Montserrat, Queralt y Mon~
sant. Remontando el Ebro, penetrará en el Sistema Ibérico y en la
Meseta.
Resultan incomprensibles la. altas fechas que se aplican a las incis
neraciones, supuestas más arcáicas del nordeste, como Can Misert de
Tarrasa (28), con una cronología de fines del ll milenio para sus inicios, siendo así que en el Languedoc occidental, de donde parece originario el rito, comienza éste en la fase Mailhac 1 (750-650 a. C.), según
O. Taffanel (29), de la necrópolis de Le Moulin y Las Fados, coetáneas
a Agullana l. Guilaine intenta solucionar el problema haciendo corresponder las primeras incineraciones del Languedoc occidental con el
bronce final
A o campos de urnas ll de Kim.mig (1000-800 a. C.),
como si se tratase de pequeños grupos arcáicos y esporádicos de incineradores, que habitan las zonas altas (30). Está constatado que la
incineración en Languedoc se generaliza en la fase 3 de Taffanel, bien
representada en la necrópolis de GrandBassinl (650-550 a. C.). Estos
datos, corroborados en el Languedoc, obligan necesariamente a ser
prudentes en la utilización de las altas cronologías aplicadas a ciertas
necrópolis de los campos de urnas hispanos y a rebajar las fechas iniciales, hasta ahora propuestas, al siglo Vlli a. C. No hay que olvidar
que en Agullana 1 la fíbula de doble resorte de la tumba 207, aparecida
con una Ul'Il8 con decoración incisa de trazo doble geométrica (31), no
puede atribuirse de ninguna manera a una fecha anterior a mediados
del siglo Vll a. C., y el resto de las necrópolis del Ampurdán, como
Punta del Pi, Perelada, Camallera, Capsec, Anglés, etc., son coetáneas
o posteriores a Agullana l.
·
Estas consideraciones, ba. adas en el análisis de contextos de
s
necrópolis, conducen a admitir una fecha dentro del siglo Vlli a. C.
m
(28) P. BOSCH GIMPERA y J. COLOMINAS ROCA: «La necropolia de CanMiaaert (Terraaaa)».
VI. 1915·1920, Barcelona, 1928, p6p. 582·586.
S. VU..ASECA ANGUE. A: «Nuevos yacimientos tarraconenses con cerámica acanalada».
R
Reua, 1954.
M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 7.
(29) O. TAFFANEL: «Le Languedoc au Prémier Age du Fer». Joum6ee d'ttudea de S~te.
S~te. 1975.
(30) J . GUILAINE: «L'Age du Bronze en Languedoe Occidental, RouaalllQn, Ari~ge>~. M6moirea
de la Soci6t6 Prébiatorique F~, 9, Paria, 1972, p6p. 814-827.
J . GUILAINE: «L' Age du Bronze Final m en Languedoe au Prémier Age du F8rlt. Journ6ea
d'ttudea de s¡te, Sllte, 1976, p6ga. 10-26.
(31) P. DE PALOL SALELLAS: «La neer6polia hallstáttiea de Agullana (Gerona)>~. Bibliotheea
Praebiatorica Hispana. I. Madrid, 1958.
Anuari de l'Inatitut d'Eatudia Catalana,
-1 74 -
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URBANISMO Y NECROPOLJB DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
19
para los inicios de las necrópolis de incineración en hoyo del Ampurdán y de Cataluña oriental y de los túmulos del Segre y Bajo Aragón,
recipiendarios del nuevo rito. Incluso, cabria contemplar si las incineraciones esporádicas del Levante y del sudeste, como los túmulos del
horizonte 1 de Peña Negra de Crevillente, estudiados por A. González
Prats (32), así como las cistas y hoyos de incineración almerienses de
tipo Querénima, con fíbulas de doble resorte, estudiadas por Siret
(33), corresponden a una cronología no anterior al siglo vn a. C.,
debiéndose cuestionar también si la influencia de la incineración en el
sudeste y Levante (Mas de Musols) es de influencia ultrapirenáica o
más bien orientalizante.
(82) A. GONZALEZ PRATS: Op. citen la nota 11.
(83) L SIRET: «Villaricoa y Herredaa. Antigüedades pánicaa, romanu, vieig6ticu y úabea~t.
Memoria de la Real Academia de la Historia, XIV, 1907, Madrid, 1908.
-175-
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JOSE M.• BLAZQUEZ MARTINEZ
MARIA PAZ GARCIA-GELABERT PEREZ
(Madrid)
LA NECROPOUS DE «EL ESTACAR DE ROBARINAS»,
CASTULO: TIPOLOGIA DE LOS ENTERRAMIENTOS
Las necrópolis de la Alta Andalucía hasta hace pocos años apenas
habían sido estudiadas con el detenimiento que unos monumentos de
este tipo requiere, ni puestos en valor los rasgos exhumados. Afortunadamente las tendencias actuales, considerando la enorme importancia que encierran los recintos sepulcrales, tienden a ocuparse
detenidamente de los mismos. No sólo se valoran las estructuras y la
modalidad de enterramiento, sino que el investigador, durante los trabajos de campo, recoge el mayor número de muestras susceptible de
estudio, que posteriormente son analizadas en laboratorio por los
correspondientes expertos. De esta forma se recrea el ambiente original en el que se encontraba enmarcada la necrópolis tratada y aún
más, medio y forma en que se desarrolló la vida en la época en que la
misma funcionaba. El. carbón, el .Polen, las tierras, la cerámica, los
metales, la micro/macro fauna, además, obviamente, de los restos
óseos humanos, aportan una serie de datos que convergen en el estudio general, componiendo el cuadro, si no de la vida cotidiana de la
sociedad que la construyó, sí al menos una aproximación a su organización socioeconómica.
En Castulo las últimas excavaciones efectuadas (1982-1983) lo
fueron en la necrópolis de «ElEstacarde Robarinas», situada al Oeste
de la ciudad, sobre la primera terraza cuaternaria del río Guada1imar,
-177-
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2
J. BLAZQUEZ Y M. P. GARCIA·GELABERT
limitada por la curva de nivel de 200 metros, y a una altura de 20
metros sobre el nivel del río, en una zona amesetada que se eleva hacia
el Norte hasta 300 metros. Se llevaron a cabo conforme a una rígida
línea de trabajo dirigido hacia dos frentes complementarios: estudio
de las estructuras funerarias y análisis ambiental y socieconómico.
Con ello se espera recobrar la información que hasta ahora no ha
podido suministrar el poblado referido a la época de esplendor de los
oretanos, es decir, los siglos V-IV a. C. Como hemos repetido en numerosas ocasiones, las viviendas aún no se han localizado, pese a los
numerosos sondeos efectuados en el área de la ciudad, aunque podemos suponer se ubica, al menos la cimentación, bajo los muros del posterior poblamiento roma.no. Ello no ha de extrañar si tenemos en
cuenta que la sociedad oretana, aún rica, se hallaba en un estado
medio de desarrollo, que derivaría lógicamente hacia una sociedad
compleja, si la conquista romana no hubiera impedido su normal evolución. Este precario desarrollo implicaba sin duda lugares de habitación construidos con materiales en muchos casos perecederos, al
menos paredes y cubiertas. Si a ello añadimos la ocupación intensa de
la zona por un número importante de comerciantes, funcionarios y
militares romanos, en función de la explotación de las minas de plata,
tendremos los factores más importantes que abocaron a la desaparición del poblado prerromano.
Es por ello que las necrópolis que rodean Castulo prácticamente
por los cuatro puntos cardinales, 1~ mayoría con una cronología similar, finales del siglo V mediados del IV a. C., son un documento de
valor inapreciable para conocer el grado de civilización oretana.
En esta comunicación nos vamos a ceñir a un análisis tipológico de
las estructuras funerarias que haJiamos en la necrópolis de «El Estacar de Robarinas», aún en fase de excavación, a pesar de haber
empleado en la misma cuatro campañas (1). La tipología de enterra(1) Lu dos primeras campaftaa, realizadas en 1973 y 1976, ae hallan publlcadu en:
J. M.• BLAZQUEZ MARTJNEZ y J. REMESAL RODRIGUEZ: «La necrópolle del Estacar
de Robarinu», en J. M• BLAZQUEZ MARTJNEZ: ~Cutulo, n », Excavacionee Arqueol6gicu en
Espafta, 106, Madrid, 1979, págs. 347-395.
Lu campaftaa de 1982 y 1983 ae publicarán en fecha próxima.
Otros estudios sobre la nec:r6polia citada en:
J. M• BLAZQUEZ MARTlNEZ y J. REMESAL RODRIGUEZ: «Hallazgo• en la necrópolle
oretana de Cutulo>~, en Crónica del xm Congreso Nacional de Arqueología (Huelva, 1973), Zaragoza,
1975, p4p. 639-658.
J. M• BLAZQUEZ MARTINEZ y M• P. GARCIA·GELABERT PEREZ: «An6liala de loa
pavimentoe de cantoe rodados en Cutulo (Ja6n)>~, enRevilta de Arqueología, aAo VI, n6m. 61, Madrid,
1986, págs. 13·22.
J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ y M.• P. GARCIA-GELABERT PEREZ: «Nueva campaila
de excavaciones de la necrópolia del Estacar de Robarinu, Cutulo, Linarea», en Crónica del xvn
-1 78-
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LA NECROPOLIS DB «BL ESTACAR DB ROBARINAS»
8
mientos, unida a los datos aportados por las muestras referidas arriba
y, su posterior elaboración, creemos podrán completar el cuadro general que ya tenemos esbozado.
Como punto de comparación trataremos asimismo las restantes
necrópolis del área, es decir, «Los Patos», «Baños de la Muela»,
«Molino de Caldona», «Casablanca» y el túmulo de los «Higuerones»
(2), todas ellas coetáneas.
Con el resto de las necrópolis, lo mismo de la Alta Andalucía que
de otros puntos de la Península relacionados con esta región, como es
el SE. y Levante, por el momento no insistiremos en paralelizar más
que lo preciso nuestras estructuras, puesto que aún carecemos de la
amplitud de perspectiva necesaria para que el establecerlos pueda ser
de valor científico.
Durante 1982 y 1983 se excavaron en Robarinas 872m2 en un primer bloque que podríamos denominar núcleo central, al Norte del
espacio excavado en las campañas de 1973 y 1976, a más de otros 21
m2 a unos 400 metros, aproximadamente, al Este.
La estratigrafía general es muy sencilla:
Estrato 1: Suelo de base compuesto de gravas, arenas, limos y
especialmente conglomerados sueltos de gruesos cantos silíceos,
englobados en un cemento arcilloso muy duro.
Estrato ll: Nivel de construcción de la fase arcaica de la
necrópolis.
Estrato ill: Nivel de construcción de la fase moderna. En algunas
Congreso Nacional de Arqueologfa (Murcia, 1984), en prensa J. M.• BLAZQUEZ MARTINES y M.• P.
GARCIA·GELABERT PEREZ: «Estudio de un broche de cinturón de la necr6polla de El Estacar de
Robarlnas (Caatulo, Linares))), Salamanca, 1984.
J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ y M.• P. GARCIA·GELABERT PEREZ: «Le necr6polie de
El Estacar de Robarl.naa: Infiuenclaa griegas en Caatulo», Málaga, 1984.
J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ y M.• P. GARCIA-GELABERT PEREZ: «Conalderaclonea
en tomo a loa mosaicos de cantos rodados de Caatulo (Ja6n)», en meaa redonda hiepano-franceaa sobre
mosaicos romanos en EapaAa, Madrid, 1986.
J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ y M.• P. GARCIA-GELABERT PEREZ: «Estudio de loe
fragmentos eacult6rlcoa hallados en la necrópoli.a de El E atacar de Robarl.naa, Caatulo>~, en Archivo
Espal\ol de Arqueología, nó.m. 67, Madrid. 1986, en prenaa.
(2) La necr6polie de «Loa Patoa», «Bailoa de la Mue'I!l» y «Caaablanea», en:
J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ: «Caatulo, 1», en Acta A.rchaeol6gica Hlapana, 8, Madrid,
1976,
pq.. n -226.
La del l
Caldona>~, en:
A. ARRIBAS PALAU y F. MOLINA GONZALEZ: «Le necr6polialb6rica del Molino de Caldona '(finca Torrubia)», en Oretania, níun.a. 28-33, Ll.narea, 1968-69.
Y el tómulo de «Loa Hi¡ueronea», en:
J. R. SANCHEZ MESSEGUER: «Loe Higuerones>~, en J. M.• BLAZQUEZ, op. cit. en pnmer
lugar de esta nota, páp. 416-426.
- 179-
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J. BLAZQUEZ Y M. P. GARCIA·GELABBRT
ocasiones estas sepulturas se erigieron sobre las antiguas, deteriorando sus paredes y ajuares.
Estrato IV: Nivel sin significación cultural, compuesto por el material superior de la fase moderna, destruido y revuelto por los
agentes exteriores.
Estrato V: Nivel superficial, humus.
La fase más arcáica se asienta sobre un suelo artificial, previamente preparado sobre el estrato de base, compuesto de arcilla rojiza,
muy pura, apisonada, que a veces toma una especial dureza, característica indicativa de haber estado sometida a la acción de un fuego.
Esta disposición previa a la recepción de los cadáveres, confeccionando un piso artificial es muy común, y puede observarse en necrópolis anteriores, como las de Pozo Moro, Medellin o Setefilla, entre otras
- hacia el500 a. C., mediados siglos VI-V a. C., y fines siglo Vll, principios del siglo VI a. C., respectivamente- (3), también en las necrópolis contemporáneas de Castellones de Ceal y Baza (4), y en las
tumbas de empedrado tumular de las áreas sepulcrales del SE. y
Levante, contemporáneas y posteriores (5). En las ya citadas necrópolis coetáneas de Castulo se da la misma tónica (6).
(3) V6ue, para l
M. ALMAGRO GORBEA: «Pozo Moro y la formación de la Cultura IMrica», en Saguntmn.
Papeles del Laboratorio de Arqueolog(a de Valencia, 13, Valencia, 1978, p6p. 227-260.
Para las demú necrópolis citadu, v6ue:
M. ALMAGRO GORBEA: «La necrópolis de Medellín (Ba
Madrid, 1971, p6p. 169-202.
M. ALMAGRO GORBEA: «El Bronce Final y el Periodo Orientalizante en Extremadura»,
Blbllotheca Praeb.latorica Hispana, XIV, Madrid, 1977.
M.• E. AUBET SEMMLER: «La necrópolis de Setefilla, en Lora dellUo, Sevilla», Programa
de Inveatlgacionea Protohlat6ricaa dirigido por Juan Maluquer de Motea, U, Barcelona, 1976.
M.• E . AUBET SEMMLER: «La necrópolis de Setel5lla, en Lora del Río, Sevilla, 'I'Wnulo B)»,
en Programa de Inveatigacionea Protohiat6ricaa dirigido por Juan Maluquer de Motea, m,
Barcelona, 1978.
J. MALUQUER DE MOTES y M.• E. AUBET SEMMLER: «Andalucía y Extzemadura», Barcelona, 1981.
(4) Para Cutellones ~e Ceal y Baza. véase:
C. FERNANDEZ CHICARRO Y DE DIOS: «Prospección arqueológica en loa t6rminos de
Hinojarea y La Guerdla», en Boletín del In.atituto de Estudios Glenne1111a, 6, Jaén, 1966, p6p.
89-99.
F. PRESEDO VELO: «La necr6polia de Baza», en Excavacione• Arqueológicas en Eapaña,
119, Madrid. 1982.
(6) E . CUADRADO DIAZ: «Las necrópolia peninaulares en la baja época de la cultura ibérica», en
La b~a época de la cultura ibérica, Madrid, 1979, p6¡. 61.
(6) V6ue la bibUografta citada en la note 2.
-180-
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LA NECROPOLIS DE 4IE.L ESTACAR DE ROBARINAS•
6
La superficie investigada parece representar alrededor de una
cuarta parte de la extensión total de la necrópolis, a juzgar por los testigos de enterramientos que mediante prospecciones se han detectado
en diversos puntos hacia el Norte, Este y Oeste. Por esta circunstancia
es prematuro apuntar hacia una p osible ordenación de las sepulturas,
hasta que no se posea una más amplia visión de conjunto. Por el estudio del área tratada se puede adelantar que no siguen un patrón definido. Por el momento la articulación de unas con otras se presenta
anárquica, no observándose en absoluto una agrupación por tipos que
pudiera indicar que unos determinados se asocian, lo que sería testigo
de alguna ordenación basada en grupos familiares, oficios o simplemente sexos. Sí, en cambio, se advierte fácilmente una orientación del
total de los enterramientos conforme a un eje Este-Oeste.
La posible valla o muro de cerramiento de la necrópolis, si la
hubiere, aún no ha sido hallada por las circunstancias arriba señaladas. Unicamente la zona Sur, excavada en 1973 y 1976, sería susceptible de aportar este dato, mas la Memoria correspondiente no alude en
absoluto al mismo, lo que implica que hacia este lado o no existía o
despareció alluillarse lindando con los cortados de la terraza. Determinados grupos de tumbas, especialmente las halladas en el cuadro Al
-la extensión excavada se cuadriculó, marcándose sondeos de 3 X 3
metros de lado, cuya denominación se realizó conforme a un sistema
de letras y números según eje de coordenadas cartesianas-, se haUan
cercadas por un encachado de cantos planos medianos, que parecen
definir un recinto privado: uno de ellos, el más significativo contiene
cuatro enterramientos, cada uno de los cuales corresponde a un tipo
diferente, lo que es señal evidente que un tipo determinado no define
un grupo familiar, si presuponemos que el cercado encierra los restos
de una sola familia.
El rito de enterramiento documentado es el de la cremación. La
única inhumación hallada se refiere a un cadáver colocado en posición
fetal, ~ectamente en tierra sin ningún ajuar, al Norte de lo que se
interpretó como un túmulo escalonado (7), nada se puede afirmar de
este individuo, ni siquiera si corresponde a la misma época.
La cremación no se realizaba al parecer en el mismo lugar del enterramiento, pero sí cercano en ustrina. Se ha descubierto un ustrinum
(lám. 4.1) en la zona NE., preparado como los sepulcros con una capa
de arcilla pura de alrededor de 6 centímetros de grosor, extendida
(7) BLAZQUEZ MARTINEZ y REME SAL RODRIGUEZ: Op. cit. en la nota 1, en primer lugar,
366. Hallado en la campma de 1973.
~g.
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J. BLAZQUEZ Y M. P. GARCIA·GBLABERT
6
sobre el suelo virgen, aquí totalmente calcinada. El ustrinum, de 2
metros de largo por 1 metro aproximadamente de ancho, orientado al.
igual que las sepulturas, Este-Oeste, estaba delimitado por un empedrado formado por tres hileras, colocadas de manera desigual, de cantos rodados y aristados, de tamaño medio, trabados con una ligera
capa de tierra batida. Anterior a su construcci6n, siguiendo un rito que
desconocemos, se depositaron tres vasos áticos, que como consecuencia de la colocaci6n de la piedra se fracturaron en numerosos fragmentos. No creemos sea este el único ustrinum al servicio de la necr6polis,
más bien parece estar asociado a aquel grupo de tumbas cercadas por
el encachado de piedra plana, que describimos.
El cadáver era quemado a fuego intenso, suponemos que con su
ajuar personal, aunque a veces parte del mismo no presenta.huellas de
haber estado en la pira, y los restos en ocasiones se tamizaban, lavaban, separaban de las cenizas y colocaban en urnas. Generalmente
este tipo de enterramiento no suele presentar más que los restos limpios, hecho que también se observa en numerosas necrópolis, anteriores y contemporáneas (Setefilla, Frigiliana, la Joya, Rachgoun,
Medellín, Baza, Castellones, Baños de la Muela, etc.). Creemos posible que la urna se envolviera en un lienzo como parecen probarlo los
restos de tejidos adheridos a una vasija hallada en la excavaci6n de
197.3 {8), que se repite en otra expuesta en el Museo Provincial
de Jaén.
Las cenizas, separadas de los restos 6seos, pudieron arrojarse a un
pozo practicado para tal fin, de forma circular, no muy regular, descubierto prácticamente en el centro de la zona excavada, de 1'27 metros
de profundiad y 0'60 metros de diámetro, tanto las paredes como la
base se recubrúu:i con arcilla roja. Contenía una enorme cantidad de
ceniza y carb6n, muy sueltos. Los restos de carb6n indican qué el
ramaje que prendi6 la pira pertenecía a alguna especie de quercus,
aún no determinada claramente·, vegetaci6n clímax mediterránea. Una
vez colmatado el pozo· se sell6 con una serie de lajas planas.
No es esta la forma única de tratar los huesos una vez incinerado el
individuo, ya que es común, asimismo, que huesos, cenizas y ajuar se
depositen en tierra previa excavaci6n de una ligera cavidad, que se
cubre con capa de arcilla. Depositado .el producto de la cremaci6n·éste
se protege con otra capa de arcilla de las mismas características que la
primera, es decir, roja, muy pura y de un grosor aproximado de 5 centímetros.
(8) BLAZQUEZ MARTINEZ y REMESAL RODRIGUEZ: Op. cit, en la nota 1, en primer lupr,
pág. 868.
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LA NECROPOIJS DE «EL ESTACAR DE ROSARINAS•
7
La tipología de los enterramientos se ha establecido en base al
receptáculo de las incineraciones y a su estructura formal, de la que
resultan ocho tipos primarios:
l . Tumba con estructura tumular, circundada por una cenefa de
pequeños guijarros, a la que se asocia otra en ángulo.
11. Tumba de las mismas características que las del tipo 1, mas sin
segunda cenefa asociada.
m. Tumba circular de piedra.
IV. Tumba cuadrangular de piedra.
V. Cista.
VI. Tumba en fosa.
VII. Enterramiento en urna.
vm. Grandes monumentos.
Tipo[
Los restos incinerados se depositaron en un pequ~fto hoyo excavado previamente, preparado ~omo indicamos arriba. A continuación
se levantó una construcción tumular, que parece tener aproximadamente 0'60 metros de alzado, no se conserva ninguna completa. Se
compone de sillares de arenisca amarilla muy deleznable, a veces bien
tallados y escuadrados, que alternan con piedra menuda. A ella rodea
una cenefa de guijarros (9), de pequeño tamaño, de color blanco o
negro, la alternancia de ambos colores, así como la colocación puede
fonnar dibujos geométricos simples, a base de ajedrezados, roleos,
rombos, meandros, esvásticas, etc ~, que recuerdan las grecas de los
vasos griegos muy ablmdantes en la necrópolis. La forma general·s uele
ser cuadrada, de alrededor de 1 metro de lado. Este tipo de enterramiento lleva asociada otra cenefa de las mismas características constructivas y estilísticas que· la primera, formando un ángulo con el
vértice adyacente a uno de sus lados (lám. 1).
Generalmente este tipo, como el TI, han sido violados de antiguo,
por lo que es muy dificil hacer el inventario completo del ajuar que
pudo acompañar al difunto. La mayoría de lo.s objetos metálicos aquí
(9) BLAZQUEZ MARTINEZ y GARCIA-GELABERTPEREZ: «AMU&ia de loa pavimento....» y
«Conaideracionea. .. », citados en la nota l.
D. FERNANDEZ GALIANO y J. VALIENTE MATA: «Oripn de loe pavimentoe hiap6nícoa
de guijuroe», en Homenaje al profeeor Martín A.lmq:ro Buch, ID, Madrid, 1983, ~ 21-'6.
D. FERNANDEZ GALIANO: «New ligth on the ori¡in of floor moeaica», en The Antiquariea
Joumal, 62, Oxford, 1982.
D. FERNANDEZ GALIANO: «lnfluenciaa orlentalea en la muaivaria hiapánica», en ID Colloquio Intemuionale aul moeaico antico, 198•.
- 183-
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8
J. BLAZQUEZ Y M. P. GARCIA·GELABERT
han desaparecido, si es que los hubo, y sólo restan fragmentos más o
menos conservados de vasos griegos, de barniz rojo, grises, o
comunes pintados.
El espacio circundado por la segunda cenefa nos lleva a pensar en
la delimitación de un espacio dedicado a actividades rituales, dependientes de la tumba aneja.
Los vasos griegos ofrecidos como ajuar, Ízylikes, oionochoai, ktmtharos, kratéres, skypho~ documentados en todas las necrópolis de la
zona arqueológica de Castulo, así como en Galera, Baza, Castellones de
Ceal, y en otros muchos contextos funerarios peninsulares, además de
documentar un intenso comercio, pueden ser indicativos de los ritos
realizados durante los funerales. Probablemente se elegían vasos con
representaciones que obedecían a ritos que se daban en la realidad en
los funerales. Los kylikes indican que se consumía el vino en los ritos
funerarios, al igual que se hacía en los rituales etruscos, como se aprecia en la tumba del Varón en Tarquinia, datada hacia el año 510 a. C.
(10). Este ritual del vino explicaría satisfactoriamente la frecuencia
con la que aparecen vasos griegos con escenas dionisiacas en las tumbas ibéricas (11). La presencia de pebeteros, señala el uso de aromas
en el ritual funerario, que parece ser introducido en Occidente por los
fenicios. Entre los semitas, como entre los judios y griegos, el cadáver
era lavado y perfumado y se quemaban aromas al depositarse en la
tumba, todo exactamente a como pudo ser entre los oretanos, como se
hizo con el rey judío Asa (2 Par. 16, 14): «se le puso en un lado lleno de
aromas y perfumes, preparados según el arte de la perfumería y se
quemó además en honor suyo una cantidad muy considerable de
ellos» (también 2 PLart. 21, 19. Jer. 34, 5).
En Grecia, tanto en el período arcaico como clásico era frecuente
sobre la tumba la ofrenda de bebidas y las comidas hechas en ella (perideipnon) (12). Estos espacios delimitados por la greca de guijarros
bien pudieran haber sido dedicados a alguna de estas actividades. Los
depósitos quemados que hemos descubierto, conteniendo cenizas,
huesos de animales y tiestos d~ j(uTos o cuencos, son probablemente
·
restos de estos banquetes rituales.
(lO) M. SPRENGER et alli: 4
(11) G. TRIAS DE ARRIBAS: «Cerimicaa grlegu de la Peninaula lb6rica,., Valencia. 1967 y
1968, paaaim.
(12) D. C. KURTZ y J. BOARDMAN: «Greek burial cuatoma», Londres. 1971, p6¡1. 143 y .._
-184 -
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LA NECROPOIJS DE «EL ESTACAR DE ROBARINAB»
9
Este tipo no lo hallamos en ninguna de las necrópolis de los alrededores y corresponde únicamente a la fase arcaica, en la que representa
un 6'26 %.
Tipo II
Presenta idénticas características de tamaño, forma y contenido
que el tipo 1, exceptuando que carece del espacio sagrado que la
cenefa en ángulo parece delimitar (láms. 1 y 2.1, 2).
El porcentaje de este tipo es el mayor con respecto a los restantes
y se· da tanto en la fase arcaica (31'57 %), como en la moderna
(53'84 %).
Todas las tumbas fueron violadas de antiguo, sin duda debido a
que el alzado del túmulo las haría muy visibles, por lo que únicamente
han aportado ajuar cerámico. No obstante, es extraño que ni siquiera
se haya podido recoger un fragmento metálico, lo que quizá pudo
implicar que en ellas no se depositara armamento, que por lo fragmentado que aparece en otros recintos, bien pudo dejar algún leve indicio.
La excepción es un enterramiento, el de mayor envergadura encontrado hasta ahora en la parte de.necrópolis tratada, cuyas dimensiones
suponen el doble del de los restantes de su mismo tipo. La cenefa que
lo circunda dibuja una sucesión continua de triángulos, alternando los
compuestos por cantos de color blanco, con los compuestos por cantos
de color negro. Del vértice de los ángulos, hacia el exterior, surgen
dos volutas, constituidas por dos "bandas blancas y la central negra.
Este elemento decorativo debió repetirse en las cuatro esquinas, pero
a nosotros solamente han llegado dos de los lados que componen un
ángulo. El ajuar, fue respetado, sin duda porque estaba descentrado
del monumento, hecho que le hizo pasar desapercibido. No sabemos
concretamente el «status» social del individuo allí depositado, pero
por los datos que aporta el ajuar a él asociado, inferimos que debió tratarse de un guerrero, probablemente un mercenario procedénte de las
tribus de la Meseta, a juzgar por determinados elementos aparecidos,
como una espada de antenas atrofiadas semejante a las del área cultural Miraveche-Monte Bemorio-Cogotas. Junto a ella se encontraba su
vaina. La espada presenta una decoración en la cruceta a base de incisiones circulares, que probablemente estuvieron rellenas de hilo de
plata. Hay asimismo una amplia serie de objetos diversos de hierro,
muy deteriorados, alguno de los cuales pudiera corresponder a los restos de los arreos de un caballo; dos fíbulas anulares de bronce, un
arete de oro y un broche de cinturón que pertenece al tipo que Cabré
- 185-
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10
J. BLAZQUEZ Y M. P. GARCIA-GBLABERT
denomina andaluz (13). La placa activa consiste en un rectángulo
embellecido con decoración geométrica a base de volutas y motivos en
S, en los que domina una total simetría; en la pasiva la decoración consiste únicamente en una serie de líneas paralelas longitudinales, punzonadas y líneas simples de granete apenas perceptibles (14). El
diseño de la placa activa se realizó mediante la técnica de damasquinado con hilo de plata. Este broche ofrece una similitud extraordinaria
con uno hallado en un enterramiento post-hallstáttico de la provincia
granadina, al que acompañaba, como en el nuestro, una espada de hierro de antenas atrofiadas, con su correspondiente funda, además de
cuatro ejemplares de lanza y una hoz. Los componentes de este ajuar
son para Pellicer «un simple pero interesante dato arqueológico explicativo de los complejos movimientos célticos conocidos de manera tan
somera a través de las "fontes"» (15). La estructura y decoración es
también muy semejante a un broche de Cerro Amarejo, Bonete (Albacete) y a otro de Elche, el primero decorado 'también con damasquinado (16).
Con respecto a la posible presencia celta en Castulo, no se puede
hablar en la mayoría de los casos de conquistas; ni siquiera de una verdadera expansión continuada, sino más bien de filtraciones de bandas,
o de la presencia de elementos culturales de los pueblos de la Meseta,
debida a mercenarios o al comercio con el Sur y con el Levante Ibérico.
(19) J . CABRE AGUILO: «Broc:hee de cinturón de broDce damaaquinadoa con oro y plata>~, en
Archivo Eapallol de Arte y Arqueología. xm, Madrid, 1997, pág. 9,,
(1' ) La decoración de la placa activa ae haDa en doa campoa bien delimitadoe. La mú cercana al
gancho de sqjeción ea la que Cabré coloca en el primar grupo: J . CABRE AGun.O: «Decoraciones hi.pánic:aa», enArchivoEapaftoldeArteydeArqueo!.osfa, vol IV, Madrid, 1928, páp. 97 yaa. La interior
pertenece al eegundo ¡rupo de Cabré, loe. cit.
(16) M. PELLICER CATALAN: «Un enterramiento poet.hallatáttico en Granada», en Crónica del
VI ('.()Jlgreso Arqueológico Nacional (Oviedo, 1969), Zaragoza, 1961, pág. 166 y .ftg. 2.2•
. (16) CABRE AGUILO: Op. cit. en la nota a, fl¡e. 1 y 2. Otru placu rectan¡ularee con nielado son
las pieza• de Deapeftaperroa, Santa Elena, Jaén e Hinojarea, todas en la provincia de Ja6n, con una
clara tendencia en au decoración a la abstracción, muy propia del arte celta.
C. FERNANDEZ-CIUCARRO Y DE DIOS: «Un broche de cinturón de tipología blepánica
en la Colección Femúldez Lampaya, de Jaw, en Archivo Eapallol de Arqueoloafa. vol XXXI.
Madrid, 1958, p6p. 181·189.
Le placa de Oeune. en:
A. GARCIA BELLIDO: «
Uno de eatoa guerreroelleva eobra cinta de cuero un cinturón de bronce gemelo a loa hallados
en Palencia y en Lancia (León): v6aae L. PERICOT GARCIA: ~toria de Espefta, Epocu primitiva y
romana», Barcelona, 19,2, p6g. 337.
La placa de Osuna muestra el mismo motivo decorativo de una placa de Mlravec:he y del collar
de Elvifla (La Corufla): J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ: «Tarteesoe y loa origenee de la colonlsacl6n
fenicia en Occidente)), Salamanca, 1976, pág. 60.
-186-
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LA NECROPOLIS DE tcEL ESTACAR DE ROBARINAS»
11
En este caso concreto, más que el producto del comercio con los pueblos situados al Norte de Sierra Morena, parece tratarse de la presencia en tierras de Jaén de mercenarios aislados procedentes de la
Meseta, los cuales llegaron a adquirir, mediante las armas un cierto
grado de «status» social en la sociedad guerrera castulonense, según
parece desprenderse del ajuar de la tumba a que hemos aludido.
Existen en este tipo ll, estructuras completamente vacías, que
denotan no estamos ante un enterramiento propiamente dicho. Ello
nos inclina a avent;urar la hipótesis de que estas construcciones s!D restos óseos, ni apenas ajuar, se dedicaban a cenotafios, mas de momento
su significado real se nos escapa.
En la necrópolis de «Baños de la Muela» las cenefas de guijarros
rodean encachados cuadrangulares en un caso y circulares en los dos
restantes, en el primero la base de la tumba se recubrió con un lecho
de cantos rodados (17).
Tipo
m
Solamente se documenta en la fase antigua con un 15'78 % sobre
el total (láms. 1 y 4.2).
Previo un somero excavado de la roca y recubrimiento como es
usual con una capa de arcilla se depositan los restos humanos y las
ofrendas, todo ello calcinado, en un confuso desorden. Se cerraba el
espacio con un círculo de piedras medianas, no muy regular, de dos o
tres hiladas, trabadas con tierra batida.
Al contrario de los tipos 1 y ll en éste se suele encontrar el ajuar
completo, por la sencilla razón de que no han sido violadas. Generalmente los mismos son muy pobres, quizá los antiguos saqueadores
conocían este extremo. No se observa en ellos cerámica de importación. En un único caso el ajuar, por su contenido, es indicativo de su
pertenencia a un guerrero, consiste en una falcata doblada ritualmente, un solliferreum, una lanza de la que se conserva parte de la hoja
y el cono de enmangue, asideros de escudo y un bocado de caballo,
además de dos fíbulas anulares y una serie de pequeñ.as piezas de
pizarra, rectangulares, cuadradas y romboidales, con los bordes biselados, y otras de hueso en forma de cuña o circulares. El ajuar cerámico se componía de tres vasos comunes pintados y un cuenco con el
pie realzado de barniz rojo.
(17) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, piga. 1.8, U9 y 186, y fip. 74, 77 y
106.
-187 -
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12
J. BLAZQUEZ Y M. P. GARCIA·OELABBRT
Ejemplares de este tipo se corresponden con el tipo A de la necrópolis de «Baños de la Muela» (18).
Posiblemente la cubrición tendría·carácter tumular, no muy voluminosa, al igual que el tipo IV, variante del III.
TipoJY
Se halla en la fase arcaica en pequeña proporción (10'52 %) y predomina en segundo lugar en la fase moderna (30'76 %) (lám. 2.1).
Presenta las mismas caracteristicas del tipo ID, excepto que su
forma general es cuadrada o rectangular, y al igual que aquél se corresponde con estructuras de la necrópolis de <
los campos de urnas", que se desarrolla en 1a Meseta castellana y en el
Ebro y llegando al SE. por el camino de la Mancha, y al Cigarralejo por
la cuenca alta del Segura, son de una época que variará poco de principios del siglo IV a. C. o finales del V». No es de extrañar pues el
hallazgo de este tipo de tumbas en Castulo, relacionado, desde fechas
muy altas, tanto con la Meseta como con la zona del SE. y
Levante.
En estos dos tipos, como en los anteriores se hallaron abundantps
fragmentos de hueso sin quemar, pertenecientes a animales. Las especies halladas más numerosas se refieren a caballo, buey, perro, cerdo,
cabra/oveja. Puede tratarse, según se indicó más arriba de restos de
los banquetes funerarios, o en el caso del perro y caballo, la ofrenda de
los mismos destinados a acompañar al difunto en su camino al mundo
de ultratumba.
Tipo V
Los enterramientos en cistas son exclusivamente de la fase arcaica
(5'26 %), aunque no hay que descartar la existencia en la posterior y su
(18) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, pé¡. 126.
(19) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6¡. 126.
(20) E. CUADRADO DIAZ: «Lea tumbas ib6rlcu de empedrado tumular y la celthación del
Sudeste•, Crónica del n Congreso Nacional de ArqueolOJ{a (Madrid, 1951), Zaragosa, 1962, pép.
247·267.
E. CUADRADO DIAZ: «Una intereaante tumba ibérica en la necr6polia del Clgarralejo», en
Archivo de Prehiatorla Levantina, III, Valencia, 1962, 117·132.
E . CUADRADO DIAZ: «Tumbas principesca• del Clgarralejo», en Madrider Mlttellungen, 9,
Heidelberg, 1968, p6ga. 148·186.
-188-
[page-n-197]
LA NECROPOIJS DE «EL ESTACAR DE ROSARINAS»
18
desaparición debido al intenso grado de deterioro en que ésta se halla.
Como quiera que han aparecido violadas -las losas de cubrición fueron rotas y arrojadas lejos-, no se conoce el componente del ajuar.
Por lo que se refiere a la construcción, se realizaba con posterioridad
al depósito de huesos y cenizas sobre la capa de arcilla previamente
preparada. El método es sencillo, primero se cava un hoyo de mayores
dimensiones y luego se colocan las lajas verticalmente, las cuales a
veces se refuerzan con gruesas piedras al exterior. En el «Estacar de
Robarinas» (campaña de 1973) se halló una cista cuya función consistía en ser el receptáculo de una urna cineraria (21), hecho que también
se destaca en la necrópolis de «Los Patos» (22). También en Robarinas (campaña de 1976) (23), apareció una cista gue tiene al parecer
carácter cenotáfico, pues1 en ella no existe enterramiento, sino un
depósito de objetos: cueiÍtaB de ambar, plata y piedra, aros de bronce,
caracoles marinos y l:Jn alambre de bronce, posiblemente un asa. Cistas violadas hay errla necrópolis de «Baños de la Muela» y «Casa
Blanca» (24), ésta dentro de un túmulo. En el interior del túmulo de
«Los Higuerones» se documentó asimismo una cista, en el lado Oeste,
hecha con grandes lajas de piedra caliza que no contenía nada en el
interior (25). Otra cista de «Los Patos» contenía un enterramiento de
inhumación, hecho muy extraño en una necrópolis de incineración (26).
Tipo VI
La tumba en fosa simple se presenta en la fase antigua (15'78 %).
Hay que distinguirla de las zonas de cenizas mezcladas con huesos de
animales y restos de ajuar que suelen ser componentes de ofrendas
asociadas a alguna tumba, restos y testigos de ceremonias simultáneas
o posteriores al enterramiento, quizás de los mismos o similares ritos a
que aludíamos en páginas anteriores. Generalmente estas ofrendas
ocupan un espacio reducido de terreno, el de una hoguera de poca
envergadura, a veces se hallan delimitadas por un murete compuesto
de una sola hilada de piedra. Las ofrendas se documentan tanto en la
·
fase arcaica como en la moderna.
(21) BLAZQUEZ MARTINEZ y REMESAL RODRIGUEZ: Op. cit. en la nota 1, P4 348.
(22) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6p. 50 y 51.
(23) BLAZQUEZ MARTINEZ y REMESAL RODRIGUEZ: Op. cit. en la nota 1, páp. 364 y aa.,
lám. LI.
3-'.
(24) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6¡. 128.
(25) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6¡. 419.
(26) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6¡. 84, fir. 55.
-189-
[page-n-198]
J. BLAZQUEZ Y M. P. GARCIA·GELABERT
Las fosas destinadas a enterramiento, excavadas en el suelo de
base, como el resto de los expuestos, y al igual recubiertas con una
capa de arcilla, pueden llegar a tener hasta 1 metro de largo por 0'50
metros de ancho, aunque no adquieren una forma regular. Por consecuencia de su misma estructura y características, no parece que en su
momento hubiera algún signo exterior que las distinguiera, como losas
horizontales o verticales, o siquiera un montículG coronado por una
losa hincada, han sido halladas intactas. Las cenizas, huesos y ajuar,
éste completamente calcinado, se hallan mezclados sin orden alguno.
El componente del ajuar parece representar a un tipo medio de individuo dentro de los estamentos sociales, que lo mismo puede ser hombre que mujer -hay de ambos sexos- , pero sin una caracterización
especial que pueda denotar un oficio o actividad determinada. No
existen en estos enterramientos ofrendas cerámicas, pero no por ello
están ausentes los objetos no cotidianos, adornos, como son anillos,
aretes, pulseras, ciertas cuentas de pasta vítrea, broches de cinturón,
ffbulas, vidrios, en general se puede decir que todas las piezas de estos
ajuares son de pequeñas dimensiones. Si bien no denotan opulencia sí
una cierta holgura económica que permite la adquisición de objetos
foráneos, que no podían estar al alcance de aquellos que no dispusieran
de un excedente en sus productos.
Este tipo se corresponde con el tipo E de la necrópolis de <
Tipo
VII
Los enterramientos en urna, tanto en la fa. e arcaica (15'78 %),
s
como en la moderna (7'69 %), son los más sencillos de la serie
expuesta. Ya hemos indicado el tratamiento a que se sometían los huesos antes de introducirlos en la urna. Posteriormente, después de ser
tapada con un plato que suele ser de barniz rojo o gris, generalmente
cue~cos de paredes curvas y pie realzado, se depositaban en tierra, a
veces sobre una losa que la aislaba del suelo, otras en un receptáculo,
semejante a una cista, como ya vimos en «Los Patos» y en la misma
Robarinas. En la última excavación de la necrópolis de Robarinas una
urna se hall6 adosada a una cista, en un pequeño receptáculo compuesto
por tres grandes piedras rodadas. En general suelen estar calzadas
(27) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2,
-190-
P4 126.
[page-n-199]
LA NECROPOIJB DE «EL ESTACAR DE ROBARINAS»
16
con piedra, a veces se recubre toda su superficie con una capa de piedra trabada con barro, en otras solamente se coloca alrededor un circulo que la mantenga en posición vertical.
No hemos observado en ninguno de los enterramientos en urna la
presencia de ajuar, sí por el contrario, su asociación a otro tipo de
enterramiento, como es el caso indicado arriba o bien asociado a enterramientos de los tipos
y IV (lám. 3.2).
En la mayoría de las necrópolis de la zona el porcentaje de enterramientos en urna es muy pequeño, al igual que ocurre en «El Estacar de
Robarinas»; se han hallado en pequeña proporción en «Los Patos»
(28), y «Casa Blanca» (29).
m
Tipo VIII
Los grandes monumentos sepulcrales, aunque en el área últimamente excavada en la necrópolis de «El Estacar de Robarinas», apenas ha aparecido un testigo, del que luego hablaremos, son frecuentes
en la zona arqueológica de Castulo, aunque lógicamente, no numerosos. La aparición de la arquitectura monumental y la correspondiente
emersión de cultos sacrificiales y funerarios, indican un alto grado de
estratificación social y acumulación de riqueza, poder y prestigio en
manos de unos individuos seleccionados, que hacían distin$UÍI' marcadamente la tumba. Estos solemnes sepulcros para la aristocracia, y
jefes que concentraron en sus manos la riqueza y el poder, son el índice
más fiable de una sociedad aristocráticamente organizada.
Diversas fuentes literarias señalan en qué estriba la verdadera
importancia de la ciudad de Castulo: estaba situada en una zona
minera, no lejos de una región que se llamaba, según Estrabon (DI, 14,
8), Monte Argentarlo o Sierra de la Plata (30). Probablemente la
misma Baebelo y los pozos abiertos por los cartagineses (NH 33, 96.
PO l. 10, 38, 7) y que a6n se hallaban en explotación en época de Plinio
o de las fuentes utilizadas por el escritor latino para su obra, que son la
formula prouinciarum y el mapa de Agripa, confeccionados ambos con
fines fiscales, debieron estar situados en las proximidades de
Castulo.
Esta riqueza en plata de la región explica satisfactoriamente algunos hechos indicados por la arqueología y por las fuentes literarias,
(28) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6p. 41 y aa.
(29) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6p. 219 y aa.
(30) Sobre el Moru Afrenúuiw, véue R. CONTRERAS DE LA PAZ: «Linarea y el Monta de la
Plata», en Llnarea. 86, p6p. 45 y ae.
-191-
[page-n-200]
18
J. BLAZQUEZ Y M. P. GARCIA-GELABERT
como la importancia y las relaciones comerciales que la ciudad mantuvo ya en el período orientalizante de la Península. La ciudad debió
mantener un comercio muy activo en pleno siglo VI a.
primero con
los fenicios que estaban interesados principalmente en obtener plata
de Tartessos (Diod. 35, 3) y después con griegos y cartagineses, que
venían a Turdetania en busca de plata (Her. 1 163; IV, 152). El colapso
de Tartessos potenció enormemente la zona de la Alta Andalucía y especialmente la de Casallo, lo que dio lugar a que en los siglos V-IV a .. e.,
se produjera una época de esplendor, que propició el crecimiento de
las grandes fortunas.
Estas familias, enriquecidas con el comercio de la plata, son las
que erigieron los grandes monumentos sepulcrales. Los restos de uno
de ellos encontrados en Robarinas, consisten en dos lienzos en escuadra, compuesoos de sillares toscamente labrados, de dimensiones irregulares, aunque en términos generales los de mayor tamaño y
envergadura están colocados en las esquinas. En una de ellas, componiendo la misma se halló un fragmento escultórico que reconocimos
como la testuz mutilada de un toro, hecho en arerusca de grano fino
(láms. 2.2; 3.1) (31). La construcción debió hallarse sometida a un
intenso deterioro, ya que se encuentra en el borde de un promontorio
muy visible desde numerosos puntos de la vega del Guadalimar, y de
ahí que no haya llegado a nosotros más que lo indicado. En la campaña
de 1976, en el «Estacar de Robarinas», apareció una construcción,
también muy deteriorada, que se interpretó como un túmulo escalonado, junto al que aparecieron abundantes fragmentos escultóricos de
bulto redondo, lo que hace suponer que adosado al monumento había
un ~po escultórico (32). El mejor conservado hasta el momento es
el túmulo de «Los Higuerones» (33), consistente en una construcción
de planta rectangular. La base está realizada con un muro de dos hiladas de piedra, simplemente trabadas entre sí, sin mortero. Apoyadas
en las mismas se levantan tres hiladas de adobe dispuestas al exterior
en forma escalonada. De la cubierta no se ha conservado resoo alguno.
e.,
(31) Laa grandea tumbas violadas y deetrozadae, sin duda eataban adoroada.a con relievea o eacul·
turaa de bulto redondo, que abocadas al vandaliamo en el tranacuno de 1at luchaa interoaa de unoa pue-
bloa on~tanoa contra otroa o durante 1at incunionea de 1at tzibua lualtanaa o celtíberu, fueron
delhechu. Loa bloquea componentes de cabezas o troncoa, fueron posteriormente reutiliudoa en la
fAbrica de eetructuru aepulcralea, como en al caao de la cabe u d.el toro, o el cuello de un caballo, tambl6n aparecido en 1at últimas campefw de excavaci6n de «El E atacar de Robarinaa», en una tumba de
tipo n.
(32) BLAZQUEZ MARTINEZ y REMESAL RODRIGUEZ: Op. cit. en la nota 1. pig. 363.
(83) SANCHEZ MESEGUER: Op. cit. en la nota 2, pip. 418 y aa., fl¡. 180.
-192-
[page-n-201]
LA NBCROPOUS DE «EL ESTACAR DE ROBARINAS•
17
Al exterior rodea la estructura sepulcral una greca perfectamente confec.cionada a base de guijarrillos de color blanco y negro. Puesto que el
túmulo se halló violado no se ha podido obtener la información
deseada sobre su contenido.
La zona de Castulo, que conoció un enorme florecimiento a partir
del siglo V. a. C. y hasta la llegada bárquida, ha de ofrecer aún muestras más señaladas de las grandes construcciones funerarias; esperamos que futuras excavaciones las ofrezcan al conocimiento de
todos.
-193-
[page-n-202]
flLAZQUEZ y GARCIA-GELAfl E RT.-EI Estacar d e Robal'inas
LAM.I
Vista parcial entenamie ntos tipo I (al fondo y en pt·imet· plano). En e l centJ·o entet•t·amiento tipo n.
-194-
[page-n-203]
RLAZQUEZ y GARClA-GELABERT.- El Estacar de Robru·inas
l. Enterramientos tipo ll (izquierda), tipo IV (det·echa).
2. En primer plano enterramiento tipo n. Al fondo lienzo de un monumento
funerario muy dete1·iorado.
LAM.
n
[page-n-204]
RLAZQUEZ y GARCIA-GELABE RT.-E I Estacar de Robru·inas
l. Fragmento escultórico t•eutilizado An l A r.onS~I.t'Ur.r.ión d A un monumento
funet·ario (detalle).
2. En tel'l'amiento tipo VII.
LAM.lll
[page-n-205]
BLAZQUEZ y GARClA-GELABERT.-EI Estacar de Robat'inas
l. Cenefas de guijarros, componentes de entetTamie ntos desap ru·ecidos (izquiet·da).
Ustrinum ( det·e cha).
2. Enten·amiento tipo UI, en e l q ue se pueden apt·eciar restos del ajuar metálico quemado, y fragmentos cerámicos.
LAM. IV
[page-n-206]
[page-n-207]
MARTIN ALMAGRO-GORBEA
(Madrid)
EL PILAR-ESTELA DE LAS «DAMITAS DE MOGENTE»
(CORRAL DE SAUS, MOGENTE, VALENCIA)*
La destacada personalidad de Domingo Fletcher en la investigación de la Cultura Ibérica y la amistad con que siempre nos ha honrado
nos obliga a sumarnos gustosos a su merecido homenaje. Para ello nos
ha parecido adecuado abordar el análisis de un monumento funerario
ibérico de singular interés hallado en la rica necrópolis de Corral de
Saus durante los largos y fecundos años en que dirigió el Servicio de
Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia (1).
El tema, al que ya hemos hecho alguna referencia por su interés,
entra de lleno en nuestras investigaciones actuales pero su elección
aquí radica en que este monumento ha sido descubierto y valorado
gracias a la ejemplar actividad desarrollada personalmente y desde la
institución dirigida por el homenajeado.
El estudio más pormenorizado que aquí vamos a llevar·a cabo sólo
pretende enriquecer la discusión sobre este singular monumento contribuyendo así al mejor conocimiento de la Cultura Ibérica como nuestra más afectuosa y sincera aportación a este homenaje.
M Queremoa a¡radecer a Joaé Aparicio 1aa importantes noti.claa aobre lu excavacionea del yacimiento, de ¡¡ran utilidad para este trablijo. E ate estudio no ae hubiera podido llevar ac:abo ain el permiao
y apoyoa recibidoa de Domingo Fletcher y Enrique Pla como directorea del Museo de Prehiatoria de
Valencia; conste nuestro concreto apoadecimiento.
(1) D. FLETCHER VALLS y E. PLA BALLESTE.R: 4aa eaculturu en piedra de " El C'.orral de
Saua" (Mo¡ente)», Bellaa Artes 7•, ai\o V, n6Jn. 36, Madrid. 197•, páp. 38-89.
-199-
[page-n-208]
2
M. ALMAGRO.GORBEA
INTRODUCCION
La importante necrópolis de Corral de Saus se halla situada en el
estratégico corredor de Montesa que une la llanura litoral valenciana a
la altura de J átiva, la antigua Saitabi, con la zona del Valle del Guadalquivir a través de las tierras altas del Sureste de la Meseta siguiendo la
antigua vía de comunicación que podemos denominar como «Vía
Heracleia» (2).
Esta necrópolis, situada al pie de la ladera de la Sierra de Enguera
cuyas estribaciones cierran al Norte el «Corredor de Montesa», se
debe relacionar con el próximo poblado ibérico de <
El interés del yacimiento lo resalta la tipología y la riqueza de sus
tumbas. Aunque en buena parte expoliadas, presentaban la estructura
tumular cuadrada, de piedra o de adobe, que en algunos casos alcanzaban más de 3 metros de lado (4) pudiéndose considerar entre las deno-
D. FLETCHER VAU.S: «Muaeo de Prehistoria de la Dipataci6n ProYincial de Valencia»,
PubUcaclonee d el Círculo de Bellu Artea, Valencia, 1974, p6¡e. 163-166.
D. FLETCHER VAU.S y E . PLA BALLESTER: «Reatoe eaéult6ricoe de la necr6poli.a ibérica
de Coll'll de Saua (Mopnte, Valencia~t, Reviata de la Univenidad C'.ompluteDH, XXVI, nám. 109
(Hom~e a Garáa Bellido, ID), Madrid, 1977, p6p. 66~2.
E. PLA BALLESTER: «Excavacionee en la necrópo1i.a iMrica del C'.orral de Saua (Mogente,
Valencia)•, Note l.nfonnativa con motivo del Cincuenta anlvenario de la fundación del S. l . P.,
Valencia 1977.
E. PLA BALLESTER: «La necrópoli.a ibérica de "El Corral de Saua", Mogente (Valencia). 2.•
campetla, 1973», Noticiario Arqueo16gico Hiepánico, Prebl.toria, 6, Madrid, 1976, p6p. 386-391.
J. APARICIO PEREZ: «Necrópolis ib'"ca del Corral de Saua, Mogente (Valencia>•, en
Mogente, Pl'Ofl'IIIDA Oficial de Fiestas. Mogente, 1976.
J. APARICIO PEREZ: «Las raíces de Mogente. Prehistoria y Protohistoria.», Serie Arqueológica n6m. 2, Departamento de Historia Antigua. Univereidad de Valencia. Valencia, 1977, p'gs.
21-30.
(2) Sobra esta vía. M. ALMAGRO GORBEA: «Pozo Moro. El monumento orlentalizante, su contexto IOdo-cultural y eua paraleloa en la arquitectura funeraria ibérica», Madrlder Mitteilungen, 24,
1983, Mainz am Rhein, 1984, p6g 182.
J. G. MOROTE BARBERA: t
Valencia, U, 1979, Valencia, 1980, P4 162 y a.
(8) APARICIO PEREZ, Op, cit. en la nota 1, en &timo lugar, p'p 30-31.
J. MONTESINOS MARTINEZ: «Arqueologia ib~rica ala comarca de la C'oetera (a mod.e d'ln·
troduccl6 ezploratoria)•, en La Butida de lea Alcuaes. 60 anivenari declarió Monument HiatbricArtátic Nacional (1931-1981), Moixent. 1982, pq. 78.
(4) Vid, supra notu 1 y 3. Loe tipos C' y D de Aparicio (Op. cit. en la nota 1, en &timo lugar, p6g
22),108 coneid.eramoe como tumbu de túmulo normal de adobe. El Ay el B, equivalen al mismo tipo de
«túmulo principeec:o».
-200-
[page-n-209]
LAS «DAMITAB DE MOGENTE»
8
minadas sepulturas «tumulares principescas» (5), y siendo en todo
caso perfectamente parangonables a la tipología de las necrópolis ibérica.s del Sureste {6).
Pero el rasgo tal vez más caracterls1ico es la aparición de un amplio
conjunto de restos arquitectónicos y escultóricos {7}. Estos superan la
veintena de fragmentos y algunos alcanzan indudable calidad por lo
que constituyen el conjunto más septentrional y uno de los más importantes conocidos hasta ahora de arquitectura funeraria ibérica {8}. Por
último conviene destacar cómo todos estos restos de monumentos
aparecían reutilizados, después de destruidos, en tumbas fechadas a
partir del siglo IV a. C. si bien la necrópolis parece haber perdurado
hasta el siglo l. a. C. (9).
Entre los hallazgos de esta necrópolis descubierta a partir de 1971
{10}, destaca una sepultura cuadrangular de las denominadas de «tipo
principesco» cuyo ajuar es difícil reconstruir por haber sido violada.
Medía 3' 42 metros de lado y estaba conservada hasta 68 centímetros
de altura, estando formada por 3 escalones construidos por sillares
claramente reutilizados de monumentos anteriormente desaparecidos
{11). Por el lugar de aparición y por su tipología debemos considerar
que todos estos restos arquitectOnicos y escultóricos pertenecieron a
uno o varios monumentos funerarios ibéricos.
Entre estos sillares de monumentos arquitectónicos, seguramente
funerarios por su lugar de aparición, destacan por su interés dos decorados con sendas figuras femeninas que por su calidad escultórica y su
(6) M. ALMAGRO GORBEA: «El "~e" de 1aa necr6polla ib6rlcu y .u intarpretaci6o IOciocult.ural», Rivúta di Studi Li¡url, XLVI, 197S. Omag¡io NIDo Lamboilla. n, Bordi¡bera, 1988, pqa.
203-20•.
M. ALMAGRO GORBEA: «Arquitectura y Sociedad en la Cultura lbéri~, en Architectura et
eocieU de 1' archarame 1!'80 l fin de la Républlque romaine. Actea du colloque de Rom.e (2-• d6cembre
1980), ~ollection de l'itcole Frm~aiee de Rome, n6m. 66, Roma, 1983, p6g. 393.
M. ALMAGRO GORBEA: t
(6) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cita. en la nota 6 .
(7) Vid Op. cite, en 1aa notae 1 y 3. eepecialmente FLETCHER VALL8 y PLA BALLESTER,
«Reatos eiiCUlt6rlcoa... ».
(8) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cite, an la nota 6 .
(9) APARICIO PEREZ: Op. cita. en la nota 1, en eepeclal la
P4 30 de la mencionada en
último tuaar.
(10) Op. cita. an la DOta 1 y «La labor del Semclo de lnvNtJpcl6n Prehllt6rica y eu Muaeo en el
puado aflo 1973», Valenc:ia, 1976, p6p. 109-111¡ «La labor del Servicio de ... afio 197•», Valenc:ia,
1976, p6p. 119-121¡ «La labor del Servicio de ... af1o 1976», Valencla, 1976, p6p. •a-.9; «La labor del
Servicio de ... afto 1976» Valencia 1977, p6p. 79 y80¡ «LalabordeJServiclode ... af1o 1977», Velencia,
1978, páp. 26-27, y «La labor del Servicio de ... afio 1979», Valencia, 1980, pép 106 y 107.
(11) APARICIO PEREZ: Op. cit. en último lugar de la nota 1, pág. 22.
-201-
[page-n-210]
M. ALMAGRO-GORBEA
gracia fueron denominadas las «Damitas de Mogente». Estos dos
sillares, que hemos denominado Corral de Saus 1 a y 1 b, pronto fueron objeto de estudio preferentemente por su mayor interés (12).
En esta ocasión pretendemos profundizar en su significado tipológico y cultural y discutir su posible reconstrucción. Por ello se relacionan con otros restos arquitectónicos hallados en el yacimiento, a fin de
lograr una visión de conjunto que permita una mejor comprensión del
monumento originario, de .su signüicado y del de toda la necrópolis.
Corral de Saus 1 a - 1 b - 1 c. -Fragmentos de una nacela de gola
decorada con {jguras femeninas (fig. 1).
Hallados reutilizados en el gran túmulo escalonado junto con otros
numerosos restos arquitectónicos y escultóricos.
Dimensiones:
a:
Fragmento
Altura, 36 centímetros; longitud, 64 centímetros;
grosor, 57 centímetros.
Fragmento b: Altura, 26 centímetros; longitud, 60 centímetros;
grosor 4 7 centímetros.
Fragmento e: Altura, 11 centímetros; longitud, 25 centímetros;
grosor, 18 centímetros.
Los fragmentos a y b se conservan en el Museo de Prehistoria de
Valencia. El fragmento e se conserva en el Museo Histórico-Artístico
de Mogente (13).
Descripción: Estos fragmentos de piedra arenisca calcárea corresponden a una gola de filete liso y con la nacela ocupada en cada lado
por una figura femenina en muy alto relieve. Estas figuras ofrecen
larga túnica de manga corta, cuello redondo y se adornan con largas
trenzas longitudinales acabadas en sendas anillas, collar circular, con
(12) FLETCHER VALLS: Op. cit. en la nota 1, segundo lugar, p6p. 164.·166.
FLETCHER VALLS y PLA BALLESTER: Op. cit. en le nota 1, en primer lugar.
PLA BALLESTER: Op. cit. en la nota 1 (La necr6polla ib6rica... ), p6ge. 738-734..
J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ: «Lu raícea clúicu de le Cultura lb6ricL Estado de le
cueeti6n. Ultimas aportaciones», Archivo Eapaflol de Arqueolopa, 62, Madrid, 1979, p6g. 168,
-m
.
M. ALMAGRO GORBEA: «Pilaree-estelu ibéricoa», Home~e al profesor Mart1n Almagro'
Buch, m, pip. s-9.
(13) J . APARICIO PEREZ: «Guía breve de la Baatida de lee Alc111e1 y del Muaeo HiatóricoArt1etico de Mogenta (Valencia)», Valencia, 1978, p6gL 8·9.
·
Eate fragmento noe atrevemos a identificarlo como del miemo eiller por lu caractañtticu de
tlno acabado, por coneerver parta de la cara del aguJero central y por ofrecer un 6ngulo tri6drico que
e61o ee puede interpretar como el 8lr8Ilque desde le baee de una arieta con doe carae curvu de la
nacela. No bemoa podido comprobar ei la rotura ~ le de a1¡unoe de loe eilleree 1 a y 1 b coneerva.
doa en Valencia.
-202-
[page-n-211]
LAS «DAMITAS DE MOGENTE•
6
colgante central en el sillar 1 b y brazalete en el antebrazo de 6 espiras
en el sillar 1 a. Las figuras aparecen longitudinalmente dispuestas con
el brazo izquierdo a lo largo del cuerpo, mientras que el derecho se
levanta caái en cruz para pasar por debajo de las piernas de la figura
situada en la cata próxima. En cada mano sostienen un objeto redondeado, con un botón central cuya interpretación más verosímil es la de
una granada. Los cinturones y las trenzas ofrecen policromía en color
rojo y otros lugares conservan restOs de color amarillo (14). Las superficies vistas están finalmente pulimentadas.
Las carafJ superiores de los fragmentos ofrecen claras líneas incisas que se pueden interpretar como marcas de trazado para el asiento
de los sillares superiores. La cara inferior no se conserva en ninguno de
los fragmentos con figuras pero sí en ·el fragmento e que parece corresponder a un ángulo de la misma.
El interior ofrece restos de una perforación vertical de forma cilíndrica que ocupa el centro aproximado de la pieza y que al parecer la
atravesaba de parte a parte. Su superficie está simplemente abujardada lo que supone una cierta tosquedad en la realización ya que
corresponde a una parte .n o vista. Las dimensiones de las piezas, la
correspondencia de las líneas de trazado y la falta de junturas hacen
suponer que los tres fragmentos pertenecen a un único sillar lo que
explica perfectamente la ausencia en ellos de mortajas para grapas.
Estudw e interpretación
La interpretación de esta pieza como gola parece evidente (15) lo
que permitiría rectificar la interpretación como base de un elemento
piramidal apuntada previamente (16).
Dicha interpretación previa no aprecia la curvatura de la nacela
sino que al considerar que las caras eran simplemente oblicuas respecto a la superficie horizontal de la base, dedujeron una disposición
troncopiramidal de las mismas. Sin embargo, en dicha reconstrucción
. sí se ha planteado acertadamente la disposición teórica de las figuras,
enlazando los brazos derechos cruzados-por debajo de las piernas de
la figura adyacente y acercándose la mano a la del brazo izquierdo ten-
(14) FLETCHER VALLS y PLA BALLESTER: Op. cit. en la DOta 1 («Reatoe eeeult6rico&.. ~t).
PLA BALLESTER: Op. cit. en la DOta 1 («La necrópolia ... »), ~¡. 784.
(16) M. ALMAGRO GQRBEA: Op. cit. en la DOta 12.
M. ALMAGRO GORBEA: «El monumento de Alooy. Aportaci6n preliminar ala arquitectura
funerario iWric:a», Trab.Aloa de Prehistoria, 39, Madrid, 1982, ~ 188.
(16) FLETCHER V:ÁLLS y PLA BALLESTER: Op. cita, en la DOta l .
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6
M. ALMAGRO-GORBBA
dido a lo largo del cuerpo. Esta disposición queda además demostrada
por su similitud con la de los monumentos de Coimbra del Barranco
Ancho (17) y El Prado (18), en Jumilla. También la estructura de la
gola del monumento de Alooy, que ofrece igualmente figUras femeninas en la nacela, viene a confirmar esta interpretación (19).
La disposición de las figuras permiten deducir la longitud total de
cada lado que debió ser muy aproximada a los 100 centímetros, tal vez
en tomo a los 97'5 cen1ímetros ó 104, lo que equivaldría 15 ó 16 veces
la altura del filete.
Dada la disposición simétrica en todos los lados, la anchura sería
igual a la longitud, resultando una planta cuadrada, lo que pudiera ser
la norma en estos monumentos.
Una confmnación indirecta de las dimensiones y disposición de
esta pieza se deduce de las líneas de trazado de la cara superior del
fragmento a: dos de ellas aparecen a 48'5 centímetros de la arista del
lado adyacente. Si suponemos que las líneas a 50'5 y 48'5 centímetros
marcarían aproximadamente el centro de la pieza, en especial la de
50' 5 centímetros que continúa en el fragmento b; ·la longitud resultante oscila entre 97 y 101 centímetros, lo que se adecúa perfectamente con las dimensiones que se deducen de lá reconstrucción de las
figuras de la nacela, teniendo en cuenta su disposición.
La altura de la gola no se conoce con exactitud por no haber
podido encajar el fragmento e con la cara inferior de los fragmentos a y
b; la única probabilidad es deducirla de la longitud de la nacela, de su
vuelo y de la altura del filete de 6'5 centímetros de desarrollo. La
altura del filete, en las golas ibéricas conocidas (20), varía entre 1/5 y
1/3 de la nacela, lo que supondría en este caso entre 19'5 y 32'5 centímetros de altura para la nacela. Como el fragmento a tiene 24'5 centímetros de altura conservada de la nacela, podemos considerar su
altura entre dicha medida y 32'5 centímetros como máximo. La longitud de la gola poco sirve para deducir dimensiones pues el vuelo de las
nacelas ibéricas conocidas varía entre 1/1 y 1/18 de la longitud de la
base de la gola y la altura de la naceiS entre 1/2 y U12 de la misma. La
relación entre altura de nacela y welo no es conocido con exactitud, ya
(17) A. M.• Mtmoz AMILIBIA: «Cipo funerario ibérico de Coimbra del Berrancbo Ancho», El •
Picacho, 4, Jumilla, 1981, páp. 7-8.
•
·
A. M.• Mtmoz AMILIBIA: «Cipo funerario ibérico decorado con eeculturu», Actu d.e l XVI
C'.ongre10 Nacional de Arqueología (Murcia-C'.arta¡ena, 1982), Z&raJOza, 1988, páp. 741·760.
(18) P . A. LILLO CARPIO: «La estela ibérica hallada en El Prado», El Picacho, Jumilla, 1983,
p6p. 12·· 13.
(19) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit, en la nota 15.
(20) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit, en la nota 2, p6p.. 248·249.
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Fig. 1.- SiiJ.u de gola decorado con ftguru femeninu
que falta la base de la gola, la verticalidad de la nacela en la parte inferior pero muy próximo al original, que por tanto podemos considerar
entre más de 24'6 y de ningún modo más de 30 centímetros pudiéndose considerar los 26 centímetros como cifra muy cercana a la original, ya que coincide con 4 veces la altura del filete. La proporción entre
la altura y el vuelo de la nacela en las golas ibéricas conocidas varía
entre 1/ 1 y 1/ 2 del vuelo, salvo en el caso de Pozo Moro que ofrece una
altura de más de 4 veces el vuelo. Como la altura no puede ser inferior
a los 24'5 centímetros conservados, la proporción de 1/1 parace aproximarse bastante a la original y se confirmarla por la verticalidad de la
nacela en el extremo inferior de la parte conservada. Con estas proporciones el radio de la nacela sería aproximadamente igual a su altura, lo
que parece lógico y confirma indirectamente las dimensiones calculadas. En resumen, una altura próxima a los 26 centímetros de altura de
la nacela que equivaldría a 32'5 centímetros de altura de la gola sin el
baquetón, que por las razones que se indican más.adelante, pudiera
ser el sillar CS-2 que se describe a continuación, cuya altura es de 20
cm. = 3 veces la altura del filete.
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8
M. ALMAGRO.GORBEA
Por lo tanto las dimensiones teóricas de este sillar de gola serían:
longitud 97'5 a 104 cm.; id. base= ca. 97'5-(vuelo nacelas= 2 x 26
cm.) =ca. 52 cm.; altura =ca. 32'5 cm. (altura filete = 6'5 cm. +
altura nacela ca. 26 cm.).
Corral de Saus 2. - Fragment,Q de baquetón de gola decorado con doble
fila de ovas (fig. 2).
Hallado formando una de las esquinas del gran túmulo escalonado (21).
Dimensiones: Altura, 20 centímetros; longitud, 56 centímetros;
grosor, 31 centímetros.
Se conserva en el Museo de Prehistoria de Valencia.
Descripción: Fragmento de sillar de esquina de piedra arenisca calcárea decorado con doble fila de ovas separadas por un ancho filete
vertical. Las ovas superiores están invertidas y ofrecen ranura central
y moldura exterior entre dos acanaladuras dejando entre ellas unas
flechas triangulares, una de las cuales ocupa la arista de esquina. Las
ovas inferiores son semicirculares, globulosas y también delimitadas
por moldura entre acanaladuras que las separan de flechas estrechas.
La parte vista está cuidadosamente pulida.
La cara superior, bien alisada pero con huellas de escoplo, ofrece
claras líneas de trazado para la colocación de los sillares superpuestos.
Una, al borde de los lados, corre a 11 centímetros de éste y en el lado
menor se trazó mal y se rectificó exactamente. Otra línea perpendicular al lado mayor, corresponde aproximadamente al eje del sillar. El
centro del sillar ofrece un a_gujero circular de unos 16 centímetros de
diánietro. La cara inferior ofrece un abujardado fino pero se hallá muy
mal conservada: No hay señales de cara interior pues toda esta moldura debió labrarse en un sillar de una sola pieza.
Análisis e interpretación: La reconstrucción de esta pieza se puede
abordar gradas a la calidad y regularidad de su decoración, a la existencia de· líneas de trazado y a la cavidad centraL
La cavidad central tiene su centro entre 30 y 36 centímetros de los
bordes conservados, lo que daría una anchura total entre 60 y 70 centímetros. Las líneas de trazado aparecen unas a 11 centímetros de los
bordes, y otra, perpendicular al lado mayor, a 36'6 centímetros del
mismo, lo que supondría l.ma longitud total de 67 centímetros si se
(21) FLETCHER VALLS y PLA BALLESTER: Op. cit. en la nota 1 (l
-206-
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LAS t
9
consideraba como situada en el eje del sillar, como aproximadamente
ocurre en la nacela Corral de Saus l.
Sin embargo, la decoración ofrece un ritmo regular de ovas de 12
centímetros de largo arriba y 9 centímetros abajo coincidiendo los ejes
de la 3.• superior y de la 4.• inferior, lo que permite considerar este
punto como centro de simetría del lado de la pieza y recontruir simétricamente el resto de dicho lado, lo que da una inedida de longitud total
de 72 cent~etros, con seis ovas arriba y ocho abajo.
Dicha reconstrucción permite calcular la anchura de la gola
situada sobre el baquetón, ya que coincidiría con las líneas de trazado
situadas a 11 centímetros de cada borde, lo que supone 72- (2 x 11)
=50 cm. Esta medida coincide prácticamente con el ancho de la base
de la nacela decorada con figuras femeninas de Corral de Saus 1 a y
1 b, ca. 52 cm., lo que permite suponer la correspondencia de ambas
piezas al mismo monumento, pues la altura de esta pieza, 20 centímetros, equivaldria a 1:5 de la longitud de la nacela.
Esta reconstrucción permite calcular una longitud total de ca. 72
cm. = 11 palmos de ca. 6'5 cm. La altura es de 20 cm. =ca. 3 palmos y
la base del baquetón podría calcularse en torno a los 67 centímetros,
esto es , ca. 10 palmos, aunque el mal estado de conservación de la
cara inferior impide precisar esta medida.
Reconstrucción delTTWnumento: El análisis realizado de estos dos sillares de Corral de Saus permite interpretarlos respectivamente uno,
como una nacela con su filete, y el otro, como el correspondiente
baquetón pertenecientes a una misma gola de un monumento cuyas
características y reconstrucción pueden, por tanto, llegar a ser precisadas con bastante aproximación (fig. 3).
Esta gola tendría una longitud total de ca. 97'5 cm., que sería igual
a su anchura por ser de forma cuadrada; la altura sería igual a la del
sillardelfileteylanacela (ca. 32'5 cm.) más la del baquetón(= 20 cms.), lo
que eupone ca. 52'5 cm, aproximadamente igual a la base de la nacela.
Por último, la longitud y anchura de la base sería en tomo a ca.
67 cm.
Las dimensiones de esta gola evidencian que corresponde a un
pilar-estela (22), monumentos funerarios de pequeña dimensión, y no
a un monumento torriforme (23). Las medidas conservadas parecen
(22) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 12.
(28) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 2, p6p. 229-230.
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Flg. 2.- Baquetón decorado con ovu del pilar-estela de laa Damltu de Mocente
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LAS 4d>AMITAS DE MOGENTE»
11
indicar que su trazado refleja la existencia de proporciones entre las
diversas partes, basadas en una unidad de medida que podría considerarse un palmo de ca. 6' 6 cm.
Las proporciones así calculadas, aunque sólo lo puedan ser de
fonna aproximada, serían:
Altura filete
1 palmo =
6'5 cm.
4 palmos= 26 cm.
Altura nacela
Altura baquetón
3 palmos= 20 cm.
Altura total
8 palmos= 52'5 cm.
Longitud total 15 palmos= 97'5 cm.
(o mejor 16 = 104 cm.)
Vuelo nacela
4 palmos= 26 cm.
Longitud base nacela
8 palmos= 52 cm.
Longitud base baquetón 10 palmos= 67 cm.
Es de destacar las proporciones que parecen observarse. El filete
= 1/4 de la nacela = 1/8 altura = 1/12 de la longitud total. Los vuelos
de la nacela = base nacela = altura total = 1/2 lóngitud total. La base
del baquetón= 2/3 de la longitud total, etc. También la medida de un
palmo de 6' 5 centímetros puede relacionarse con la de otros monumentos ibéricos, confirmando la existencia, lógica por otrá parte, de
medidas y proporciones en su construcción (24).
También es característico el agujero cilíndrico interior que ofrecen
ambos sillares y que conocemQs igualmente en otros restos de monumentos de Corral de Saus (25), Coimbra del Barranco Ancho (26), El
Prado (27), El Cigarralejo (28) y Coy (29). Su funcionalidad parece
clara pues estaría destinado a pasar un gran pernio o pivote, segura-
(24) Sobre eatoa upectoa metrol6gicoa en la arquitectura lb6rica, ALMAGRO GORBEA, Op. cit,
en la nota 16, p6g. 176 y ALMAGRO GORBEA, Op. cit, en la nota 2, p6g. 211.
Mú concretemente, M. ALMAGRO GORBEA: «El pllar-eatela lb6rico de Cay (Murcia) »,
HomeiiiQe a Samuel de loa Santos, Albacete, en prensa, y M. ALMAGRO GORBEA y R. RAMOS
FERNANDEZ: «El pilar-estela de Monforte del Cid (Alicante)», Lucentum, 4, Alicante, en
preJliL
(26) Vid. supra nota 1, aunque este importante detalle técnico e interpretativo no aiempre 18 ha
aeftalado. Aé, aparece en tres de loa ail.larea conaervadoa in Bitu en el yacimiento por eetar reutilisadoe
formando parte del túmulo, lo que evidencia que 18 tzoata de partea de pllarea de ettoe
monumento..
·
(26) M~OZ AMILIBIA: Op. cita. en la nota 17.
(27) LILLO CARPIO: Op. cit. en la nota 18.
(28) E. CUADRADO DIAZ: «Reatoe monumentalea funerarioa de El Ci¡arralejo», Tra~oa de
Prehittoria, 41, Madrid, 1984, pq. 266, fig. 2. lám. v. 1 yfig. 1-10.
(29) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 24, en Pl'8l1IL
-209-
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12
M. ALMAGRO-GORB.EA
mente de madera, reforzada en todo caso con yeso (30), que aseguraría
la estabilidad de los diversos sillares que formab~ estos complejos
monumentos. Otro elemento, también muchas veces inobservado, son
las líneas de trazado que permiten conocer la disposició~ de los -sillares superpuestos y su retranqueo sobre los inferiores {31).
Con todos estos datos parece posible proceder a la reconstrucción
hipotétiéa del monumento.
La gola estaría fo:rmada por el sillar del filete y la nacela sobrepuesto al sillar del baquetón, siguiendo las líneas del trazado de éste.
La gola se debió rematar con una escultura zoomorfa, como conocemos por otros monumentos similares, no existiendo plena seguridad
en la identificación del animal correspondiente.
El monumento de Coimbra del Barranco Ancho, el más próximo a
est.e de Corral de Saus, ofrecía al parecer un toro (32), y aunque restos
escultóricos de uno de estos animales han aparecido en Corral de Saus
{33), parecería más lógico suponer'que fuera una bella figura de sirena
{34) por la proximidad estilística que ofrece con las figuras femeninas
de la gola. Sus restos han aparecido reutilizados en un túmulo próximo
(36) lo que no contradice el que éste fuera el animal que rematase
el monwn~nto.
Este animal estáría dispuesto sobre un pedestal que iría sobre la
gola, como evidencian las líneas de tr.azado situadas en la cara superior
de la misma. Si las líneas perpendiculares señalan, como es lógico, las
(30) El empleo de yeao, seguramente completamentando piezaa de madera para la unión de aillaree, estA documentado en Pozo Moro (M. ALMAGRO GORBEA, Op. cit, en la nota 2, p6,¡. 209), en el
Cerro de loe Santoa (materialin6dito en elMuaeo Arqueológico Nacional), Coimbra de Bll'1'1U1co Ancho
~OZ AMILIBIA, Op. cit. en la nota 17, en eegundo lugar, P'P· 7 48-7 46) y en La Alcudia de Elche
(material coneervado en el Mueeo de La Alcudia).
(81) Eau; detalle Ucnico, ya aeftalado en Pozo Moro (M. ALMAGRO GORBEA, Op. cit. en la nota
2, p,g. 191), lo tanemoe documentado•en otro& muchoe monumentoaib6ricoe deede Corral de Saua a
Baza, evidenciando que ae trata de una técnica muy generalizada en la Arquitectura lb6rica (Op. cit.
antaa, pqa. 210-211.
(32) ~OZ AMILIBIA: Op. cit. en la nota 17, en segundo lugar, p!g. 742.
T. CHAPA BRUNET: <
(84) FLETCHER VALLS y PLA BALLESTER: Op. cit. e.n la nota 1 («Lea eacultwu... »),
~~- 89.
FLETCHER VALLS: Op. cit. en la nota 1 («Museo de... »), p,g. 168.
FLETCHER VALLS: Op. cit. en la nota 1 («Reatos eacult6ricoa... ••), p6p. 69-60, fig. 4.
PLA BALLESTER: Op. cit. en la nota 1 («La necr6polia. .. »), p!g. 783, fl¡. 3.
APARICIO PEREZ: Op. cit. en la nota 1, en 6lt!mo lugar, P4 28, 16m. 9.
CHAPA BRUNET: Op. cit. en la nota 32, P4 86.
.
(86) FLETCHER VALLS: Op. cit. en la nota 1 (4
-210-
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LAS «DAMITAs DE MOGENTE»
13
dimensiones de los sillares que lo formaban, estos sillares serían al
menos cuatro y probablemente seis, si existía simetría axial en su
disposición.
Por debajo del baqüetón estaría el pilar proP.iamente dicho. Su
anchura, a ju;agar por la de la base del baquetón, sería de 67 centímetros pero su altura total no es posible calcularla con tanta certeza, aunque en todo cas~ debió ser la suficiente para que las figuras de la
nacela se pudieran ver desde abajo· sin dificultad. Esta disposición de
las «dam.itas» que se corresponde a su teórica situación de remate de
estos pilare~stela (36), parece mejor que la de suponerse colocadas
para ser:vistas ·desde arriba como base de monumento. Esta última
hipótesis ·se.ha· eonjeturado en la reconstrucción previamente dada
para éste (37) y para .algún otro de estos monumentos como el de
Coimbra del Barranco Ancho (38) o el de El Prado (39), pero esta solución resulta en todo caso menos fundamentada y en contradicción con
la.forma de gola de la moldura, bien documentada en la Cultura Ibérica ~O) y utilizada con figuras femeninas en el monumento torriforme
de AiaOy. (.4sl.}.así como por la existencia de líneas de trazado que lógicameGüli~p~eden corresponder a la cara superior.
El monumento de El Prado conserva, al parecer, el pilar originario,
roto ells_qPfijge~zos, con una altura total superior a lqs 225 centímetr~s (42J.~t·~m~sf.a altura tal vez sea excesiva para el de Corral de
~! Elu&w!\
.r.~ '<;lad uno Q~ ~~tos pilares magníficamente decorado con escenas en
f.e·~ye, sólounae·unos 90 centímetros (43), lo que aproxima esta pieza
a Ó~p~ sillaréSl de Corral de Saus de estructura y dimensiones semejantes, y cuya funcionalidad debió ser idéntica a la del cipo de Coimbra como confirma incluso la decoración escultórica de algún caso (44)
y la_frecuente, casi regular existencia de las perforaciones circulares en
(86)
(37)
(38)
(39)
(40)
M. ALMAGRO GORBE A: Op. cit. en la nota 12, p6g. 14.
FLETCHER VALLS y PLA BALLESTER: Op. cita. en la nota l .
MUÑOZ AMILIBIA: Op. cita. en la nota 17.
LILLO CARPIO: Op. cit. en la nota 18.
M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 2, pága. 248-249.
M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 16, p6ga. 188-189.
(41) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 16, p6ga. 163-164, figa. 1 y 2.
(42) LIIJ.O CARPIO: Op. cit. en la nota 18.
(43) MUÑOZ AMILIBIA: Op. cit. en la nota 17, en segundo lugar, pág. 743, da una altura de 90
cms. aunque segón nuestru medidas personales tiene 93'6 cma.
(44) Como la pieza prácticamente in'dif4 conservada in situ que d enominados CoJTal de Saut17, o
como el pilar decorado con una figura d e caballo (APARICIO PEREZ, Op. cit. en la nota .1, en 6ltimo
lugar, p6g. 23, 16m. 6) muy próximo por tanto en este detalle al de Coimbra del Barranco Ancho y otro
fragmento de pilar con relieve de un guerrero del Museo de Mogente.
-211-
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M. ALMAGRO-GORBEA
el centro de sus c~s superior e inferior para los pel'Dios de sujeción
(45). Salvo que se suponga que estos pilares fueran compuestos de dos
o más piezas o tambores ensamblados entre sí ocupando la parte decorada tal vez la parte superior, a modo de friso como ocurre en algunos
paralelos mediterráneos (46).
Por ello, la altura d~l sillar del pilar se puede conjeturar en tomo a
los 160 a 200 centímetros. Con estos datos cabría incluso atribuir a
este monumento uno de los sillares dejados «in situ» en el yacimiento,
pues sus dimensiones coinciden aproximadamente con las de la gola
que aquí estudiamos (47). En todo caso, aunque no existe certeza en
esta atribución, sí que es evidente 18 utilidad de dicho sillar para la
reconstrucción museística de este importante monumento.
Más incierto queda el problema de la. base del monumento. En
varias ocasiones hemos conjeturado una base escalonada (48). Esta
hipótesis estaría avalada por la precedente tradición de la base escalonada de Pozo Moro (49) y por la existencia de monumentos tumuliformes cuadrados escalonados en ·el mundo ibérico del Sureste (50) y en
sus paralelos en el ámbito griego (51). Además tanto en Corral de Saus
(46) Vid. aupra, notas 26 a 29.
(46) C'.omo en loa pilaiea licios o en algunaa estelu griegu arcaicas que ofrecen decorada a6lo la
parte auperior: C. DELTOUR-LEVIE: «Lea piliera fun4irairea de Lycle», Louvain, ·1982, tlp. 92, 139,
1«, etc., y G. M. A. RICBTER: .a'he Archaic Gravaatone. ot Atiea», London, 1981, fl¡. 68.
(47) Vid. eupra, nota«. Se trata de una bue de 100 cma. de ancho, pricticament:e id4intlca a la
anchura de la gola, con una parte centnl eacalonada de 76 cma. que ae podría considerar la bue del
pilar ya que an la parte superior pudo alCIJliiU' loa 67 cma. te6ricoe que tiene la baae del baquetón con
una dJtmlnución aproximada de un palmo en IU altura. Lo bemoe aenomlnado Corral de Saua 18.
(48) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 12, P4 14.
M. ALMAGRO GORBJ!iA: Op. cita. en la nota 6.
.
M. ALMAGRO GORBEA y M.• L. CRUZ PEREZ: «Loa monumento& funerarios ibmcoa de
Loa Nieto• (Murcia)», Sa¡untum. Papelea del Laboratorio de. Arqueología de Valencia, 16. Valencia,
1981, p.p. 137-148, figa. 6 y 6.
(49) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 2, p6p. 191-192.
(60) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cita. en la nota 6.
E. CUADRADO DIAZ: «Las tumbas tumularea de Laa Corte», MlacelGea Arqueológica.
XXV aniveraario de loa Cureoe Internacionales de Prehletoria y Arqueología en Ampuriaa (1947-1971),
1, Barcelona, 1974, p6ge. 261·262.
M. ALMAGRO GORBEA: «LLa-campoe de tíunuloe de Pajaronclllo (Cuenca). Aportación al
estudio de loa t6muloa de la Península IWrica•, Excavacionea Arqueol6¡icu en Eapafta. 83, Madrid,
1973, p6p. 112 y 122.
E . CUADRADO DIAZ: «Tumbas de adobe en El Cigarralejo•, Actas del XVI Congreeo
·
Nacional de Arqueología (Murcia-Cartagena, 1982), Z~goza, 1983, p6p. 719·723.
(61) D. D. KURTZ y L. BOARDMAN: «Greek Burlal Cuttoma•, London, 1971, fip. 20, 22 d.
24 a, 86 b, etc.
W. RIEZLER: «Weiaagrundige Attiache Lekytenlt, MOIScben, 1914, lAma. 16-26, etc.
J. D. B.E AZLEY: «Attic Whit:e Lekytobt, London, 1938.
-212-
[page-n-221]
LAS ICDAMITAS DE MOGENTE»
16
(52) como en Coimbra del BaiTanco Ancho (53) parece que en la reutilización de elementos arquitectónicos en dicho tipo de túmulos, existe
la manifiesta intención de imitar las formas de los monumentos en piedra, al menos en lo referente a las formas escalonadas.
En todo caso, también se puede valorar un sillar escalonado «in
situ» en Corral de Saus (54) que debe interpretarse como la mitad de
la base escalonada sobre lo que se apoyaría uno de estos pilares-estela
ibéricos, pues conserva en el centro un encaje de sección cuadrada
para incrustar el pernio de sujeción del pilar sobreestante. Esta pieza
de gran interés, se puede además comparar con la estructura conservada en algunas sepulturas tumulares cuadradas de la necrópolis
ibero-helénica de Las Corts, en Ampurias (55), en cuyo centro parece
observarse el mismo tipo de enc~e preparado para asegurar la sustentación de la estela que sin duda alguna los remataba, lo que supone
una importante paralelo funcional y una prueba de las interrelaciones
que también en este campo de las estructuras funerarias se observa
entre la Cultura Ibérica y el mundo griego colonial.
En resumen, la reconstrucción total del monumento que se propone como resultado del análisis de los elementos conservados y de la
reconstrucción teórica de los que faltan basándose en los paralelos
conocidos permite asegurar que se trataba de un pilar cuadrado, apoyado sobre una base escalonada y rematado por una rica gola sobre la
que iría dispuesto sobre un pedestal el animal que coronaba el monumento. Aunque la. dimensiones de este pilar-estela son relativamente
s
modestos en comparación con otros monumentos torriformes ibéricos,
el análisis general de sus componentes evidencia la clara sensación de
haberse logrado la monumentalidad intencionadamente buscada por
esos monumentos, resaltada además por los elementos ideológicos y
estilísticos que ofrecía, e incluso, por la forma y el tamaño muy adecuados a la impresión que se intentaba suséitar, como confmnan las
(62) PLA BALLESTER: Op. cit. en la nota 1 («La necr6poli& ..»), fi¡. l.
APARICIO PEREZ: Op. c.it. en la nota 1, en (Utlmo lupr, üm. 2..
(68) MWOZ AMILIBIA: Op. cite. en la nota 17.
(64) Vid. supra nota 47. Estaba reutilizado en el lado Oe1te del túmulo funerario. Provilionalmente lo hemos denominado como Cona! de Saue 18.
(66) M. ALMAGRO BASCH: «la necr6polie de AmplllÍU», 1, Barcelona. 1968, pq. 266,
fig. 217.
-213-
[page-n-222]
18
M. ALMAGRO.GORBEA
dimensiones teóricas calculadas que se indican a continuación (fig. 3):
Altura del animal de remate con su pedestal
ca. 50-100 cm.
Gola
52 cm.
Pilar
ca. 150-200 cm.
Base escalonada
ca. 50 cm.
Altura total
ca. 300-400 cm.
Paralelos, estilo y cronología
El monumento funerario de las «Damitas de Mogente» se debe
considerar un ejemplo representativo de los pilares estela-ibéricos por
sus dimensiones y por su forma y elementos constituyentes.
Dentro del creciente número de pilares-estela ibéricos actualmente idenfiticados, las características de su gola, decorada con las
figuras denominadas «Damitas de Mogente», permite incluirlo en un
reducido grupo de pilares-estela caracterizado por tener figuras en la
gola. Este grupo lo consideraríamos un nuevo tipo de pilar-estela ibérico que denominaríamos tipo «Corral de Saus» por ser este ejemplar
el que actualmente se puede considerar como el primero identificado
de la serie. De este modo quedan resaltadas sus características tipológicas que permiten su diferenciación de otros tipos ya definidos como
los de «Coy» o «Monforte del Cid» (56), por señalar aquellos actualmente mejor conocidos.
Los pilares-estela de tipo «Corral de Saus» que hasta ahora han
podido ser identificados son los siguientes:
Corral de Saus: 1 ejemplar, aquí estudiado.
Coimbra del Barranco Ancho: 1 ejemplar (57).
El Prado: 1 ejemplar (58).
El Cigarralejo: 2 ejemplares o más, muy fragmentados (59).
Cabecico del Tesoro: 1 ejemplar, representado por un fragmento
muy incompleto (60).
(56) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 2. p'p. 258·267.
ALMAGRO GORBEA: Op. cita. en laa notaa 12, 14, 48, etc.
ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 24, en prenea.
ALMAGRO GORBEA y RAMOS PERNANDEZ: Op. cit. en la nota 24, en prenea.
(li7) ~oz AMILIBIA: Op. cita. en la nota 17.
(58) LILLO CARPIO: Op. cit. en la oota 18.
(59) CUADRADO DIAZ: Op. cit. en la nota 28, páp. 263·264, fra¡mentoe 1 a li. Se¡J6n observación pereonal, oorreepcmden a un mfnimo de doe monumentoe a juqar por la diferente moldura di loe
filetea de 8 y 10 c:ma. de altura. Acradecemoa a Emeterio Cuadredo la botpitalidad y ayuda dadaa para
el anüiala de eltoa fra¡mantoa.
(60) G. NIETO GALLO: «La necrópolis hilpmica del Cabec:ico del Teeoro, Verdolay (Marcia),.,
Actaa de m Congreso Arqueol6gico del Sudeste Espeflol (Murcia, 1947), Zarqoq. 1948, P4 179,
lám. 133.
-214-
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LAS «DAMlTAS DE MOGBNTib
17
De estos pilares-estela, el de Coimbra del Barranco Ancho ofrece
las golas decoradas con figuras masculinas, al parecer yacentes, lo que
hizo suponer que la posición de este sillar correspondía a un plinto
más que a un remate en gola de un pilar-estela (61), pero su semejanza
en estructura y disposición con los monumentos de tipo «Corral de
Saus» obligan a suponer que todos ellos, según se deduce de las mejor
conservadas, eran de una tipología muy similar. Por este motivo se
pueden interpretar los fragmentos, muy mal conservados, hallados en
la necrópolis de El Cigarralejo y Cabecico del Tesoro, cuya identificación con este tipo de pilar-estela parece suficientemente segura. Con
ello se precisa una dispersión de estos pilares-estela muy concentrada
en el triángulo de Mula-Murcia-Jumilla con el ejemplar extremo de
Corral de Saus en el Corredor de Montesa que permite suponer una
dispersión originaria algo mayor. Este reducido grupo de pilaresestela tipo «Corral de Saus» es seguro, por tanto, que se ampliará en el
futuro con nuevos hallazgos, lo que permitiría explicar mejor el origen
de la gola del monumento toniforme de Alcoy (62), decorado igualmente con figuras femeninas en la gola, evidentemente inspiradas en
la de estos pilares-estela para las que constituye el más próximo paralelo y un indicio de su mayor difusión.
Estas golas decoradas con figuras en alto relieve resultan un elemento muy peculiar y que por ahora debe considerarse plenamente
ibérico. La gola resulta un elemento característico de la arquitectura
ibérica cada vez mejor documentado (63) y cuyo origen egipcio (64) a
través del mundo fenicio está suficientemente demostrado (65). Pero
la decoración de la gola con figuras humanas es una característica de
las golas ibéricas que plantea cierta dificultad para la explicación de
sus orígenes pues no se conocen ejemplos fuera del ámbito
ibérico.
Ya se ha señalado (66) cómo este elemento recuerda la organización del dintel del templo de Prinias (67), decorado con figuras feme{61) M~OZ AMlLIBIA: Op. cit. en la DOta 17, segunda, pág. 742.
{62) M ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 16.
{63) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 6, en segundo lugar, páp. 408-410.
M ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la DOta 16, páp. 188-190.
M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 2, págs. 248-268.
{64) G. JEQUIER: «Manuel d'Archéologie Egyptienne, L Lea 6~menta del'architecture», Paria,
1924, p6¡. 74.
J. VANDIER: l\Manuel d'Archéologie Egyptienne, n, 2», Paria, 1964.
{66) P. WAGNER: I
{67) L PERNIER: «Templi an:haici aulla Patala de Prinlu». Ann. Scuola ArcbeoL di Atana, 1,
1914, pi¡. 19 y fic. 46.
- 215-
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M. ALMAGRO.GORBEA
18
ninas contrapuestas en disposición longitudinal, semejante por tanto a
los de las golas ibéricas. El claro carácter orientalizante de este templo
griego tan arcáico hace pensar en que sigue prototipos de la arquitec"
tura oriental, tal vez vigas de madera esculpidas que decoraran los
techos, dinteles de puertas y tal vez las golas dispuestas sobre éstas.
Lo que sí se documenta en la arquitectura fenicia es la existencia de
golas y dinteles decorados con urei {68) y discos alados (69), siguiendo
la tradición egipcia {70) que influyó en este punto, también en la aqu8"
ménida (71) y púnica {72).
Por tanto, a través de la arquitectura fenicia pudo llegar esta idea a
la arquitectura ibérica que la utilizó y desarrolló con personalidad p~
pia, de forma paralela a los influjos que la arquitectura fenicia ejerció,
durante e1 Periódo Orientalizante, en la arquitectura arcaica griega
y etrusca.
En es~ sentido también conviene tener pres-ente como en la
Arquitectura etrusca del Periódo Orientalizante, al configurarse ésta
en el siglo
a. C. adoptando elementos técnicos como las cubiertas
de teiTacota, asimila en su decoración una tradición de frisos decorati"
vos con figuras dispuestas bajo una moldura de sima con lengüetas
(73) cuyo perfil transparenta su procedencia de las golas con baquetón
de la arquitectura oriental, probablemente fenicia. Estas simas con
perfil de gola de teiTacota, en su desarrollo ulterior, llegan a ofrecer
figuras en alto relieve como sucede en algunos tímpanos de templos
(7 4), y en algún caso, como en Arezzo, ya en el siglo V a. C., las figuras
ocupan la gola (7 6) convirtiéndose de hecho en elementos decorativos
de la misma {76).
vn
(68) E . RENAN: t
(69) WAGNER: Op. cit. en la nota 66, láma. 2, 6, 10, 16, 17, etc.
(70) Vid. Op. cita. en la nota
N . DE. G. DAVIES: «'The Rock Tomba ot El Amama», n, 190., lám. 32 y otraa.
(71) D. STRONACH: «Paaegardae», Oxford, 1978.
(72) A. LEZINE: «Architec:ture PuniCJ.Ut!», Tunia, 1962, pág. 38 y a.
(73) F . RAKOB: «Numidiache Kllñiparchitelrtur in Nordalrlka». H . G. HORN y C. B. RÚGER
London, 1921.
A. ANDREN: «OaaeJVUioni sulle terracotte architettoniche etru.eco-italicbe», Op. Rom. vm,
1, Lund. 1971.
.
(7• ) A. MINTO: «Problami lUDa decorazione coroplutica nell'architettura del templo etruaco»,
Studi Etruachi, 27, Firenze, 1963, pág. 9 y a., fi¡a. 23-31.
A. BOETHIUS y J . B. W ARDS.PERKINS: «Etruacan end Romen Alclútetture», Harmouwortb, 1970, flg.
(76) G. MAETZKE: «Terracotte architettoniche ecoperte ad Arezzo», Boll d'Arte,
1949,
pág. 261.
(76) R. BIANCln BANDINELLI: «Etroechi e itallci prima del dominio di Roma», Roma, 1973,
fig. 266.
6•.
2•.
a•.
-216 -
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LAS «DAMITAB DE MOGENTE,.
19
Por ello esta tendencia a las golas decoradas con figuras humanas
puede evidenciar un desarrollo o en todo caso una idea de la arquitectura orientalizante arraigada en el Mediterráneo Occidental, que perduro en la Península Ibérica y tal vez en Etruria, aquí en todo caso
asimilada a los frisos de terracota corridos, pero que no se documenta
en el ámbito estrictamente púnico {77), al menos en la época helenística bien documentada por los monumentos númidas (78), tal vez por
haber desaparecido pronto o por no haberse llegado a utilizar.
También es muy peculiar la disposición del baquet6n que se caracteriza por las ovas invertidas con ranura central y por la superposición
de dos filas de ovas. Las ovas invertidas con ranura central no son
excepcionales en la arquitectura ibérica (79). Este mismo tipo de ovas,
también invertidas, pero más toscas, aparece en el sillar Corral de
Saus 7 (80), interpretable como resto de otro baquet6n semejante del
mismo taller pero de factura mucho más descuidada por ser una imitación de la pieza aquí estudiada. Ovas con ranura central pero en disposición normal son las que presenta el filete de la gola del pilar-estela de
Monforte del Cid cuya calidad evidencia que se trata de un mQnumento con claros influjos helénicos (81).
La fila de ovas inferior, en posición normal, es bastante más frecuente pues se conoce en Corral de Saus 6 (82), Monforte del Cid
(83), Alcudia 10 (84) y El Molar (85) a los que se podría añadir otros
casos en que este elemento decorativo se asocia a contarlos (86) por
lo que resulta ya algo diferente de este caso y más próximo a la arquitectura jonia de la que razonablemente se ha considerado derivada
(77) LEZINE: Op. cit. en la nota 72.
(78) F. RAKOB: «Numidiache KOnigaarchitektur in Nordatrika». H. G. HORN y C. B. RÜGER
(Ed.) «Die Numlder», Bonn, 1979. p6ga. 119-171.
(79) Podemos aeflalar loa caaoa de Alcudia 7 (M ALMAGRO GORBEA, Op. cit. en la nota 2, páJ.
262); Cabecloo del Tesoro (M. ALMAGRO GORBEA, Op. cit. antea,lám. 84 b); El Ciprralejo (CUA·
DRADO DIAZ, Op. cit. en la nota 28, lám. 27 4, 6); etc.
(80) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 2, pág. 268, nota 486.
FLETCHER VALL8 y PLA BALLESTER: Op. cit. en la nota 2, («Reatos eacult6riooa... »),
pág. 68, ti¡. 6.
(81) M. ALMAGRO GORBEA y RAMOS FERNANDEZ: Op. cit. en la nota 24.
(82) APARICIO PEREZ: Op. cit. en la nota 1, en 61timo lugar, pág. 23.
(83) Vid. supra, nota 81.
(84) Conservado en el Muaeo de L. Alcudia, lo oollSideramoa pricticamente in6dito. M. ALMA·
GRO GORBEA, Op. cit. en la nota 2, pág. 255.
(86) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 2, pág. 266.
.omo en Loa Nietos (M. ALMAGRO GORBEAy CRUZ PEREZ, Op. cit. en la nota 48, flga. S
(86) C
y 4) o en eliJano de la C.onaolacl6n (M. ALMAGRO GORBEA, Op. cit. an la nota 2, páJ. 252).
-217-
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20
M. ALMAGRO-GORBEA
(87). Incluso en algún caso las ovas se decoran con elementos pseudovegetales (88) siguiendo un claro estímulo del gusto ibérico.
La disposición de la doble fila de ovas sí que es singular pues sólo
se conoce un paralelo en la arquitectura ibérica, es el monumento de
El Prado (89), de Jumilla, de características tipológicas y estilísticas
muy próximas al de Corral de Saus. Este hecho permite pensar que
puede tratarse de la iberización de una decoración arquitectónica de
gusto barroquizante cuyo orígen parece rastrearse en ciertas bases
decoradas neohititas (90) cuya temática ofrece un desarrollo ocasional
en el ámbito griego arcaico del Asia Menor (91) de donde acabaron
pasando a los cimacios clásicos (92).
Muy interesante es el análisis del orígen de esta moldura de ovas
del monumento. En primer lugar, este detalle evidencia cómo Corral
de Saus constituye una réplica del monumento de El Prado, dada la
igual función e idéntico esquema decorativo de ambos y la mejor calidad que ofrece El Prado. Esta dependencia estilística de Corral de
Saus respecto a El Prado plantearía, por tanto, el problema de una
posible posterioridad teórica.
La concepción del pilar con ovas en su parte superior, como ofrece
con toda seguridad El Prado, hace pensar en los pilares de algunas
estelas áticas de tipo 1 e rematadas por lengüetas de concepción muy
próxima a las ovas de estos elementos (93). Estas estelas, fechadas
hacia el tercer cuarto del siglo VI a. C., evidencian cómo el prototipo
orientalizante de estas estelas (94) comienza a ofecer una elaboración
plenamente griega caracterizada por voluta. y lengüetas que sustitus
yen la gola puramente orientalizante de los tipos 1 a y 1 b, correspondientes a la primera mitad del siglo VI a. C. (95).
(87) A. GARCIA BELLIDO: «Arte lb6rico» en «Hlatoria de Eapa11a11 diri¡ida por R. MENEN·
DEZ PIDAL, I. S, Madrid, 1964, p6p. 437-438.
(88) Como en Alcudia 1 y 2 (M. ALMAGRO GORBEA, Op. cit. en la nota 2, p6g. 260, fig. 12, 16111.
34 a) o Cabecico del Teaoro 2 (ALMAGRO GORBEA, Op. cit. antea, P4 267).
(89) LtLLO CARPIO: Op. cit. en la nota 18.
(90) E . AKURGAL: «Orient et Occident», Paria, 1969, J)Ac. 80 y a. y fip. S0-46.
(91) B. WESENBERG: «Kapitelle und BIIHJl)t (Beiheftte Bonner Jhr. 82), Duaeeldorf, 1971,
16m. 1626.
A. AKURGAL: 4
(92) L. T. SHOE: «Promea of Greek Mouldinp», Cembrid(e, Ma81. 1986.
G. GRUBEN: «Naxoa und Paros l>t, AA. 1982, P4 174 y a. fip. 18, 27, 30, etc.
G. GRUBEN: 4
(94) RICHTER: Op. cit. en la nota 46, p6g. 27.
(96) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 12, páp. 16 y a.
- 218-
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LAS «llAMITAS DE MOGENTE•
21
Otro elemento característico es la superposición de fr&Iijas de
ovas. Una fila de ovas infrapuestas a un cimacio jónico con ovas invertidas ofrece Corral de Saus; El Prado, a esos dos elementos, se infrapone un contarlo y otra fila de ovas que aparecen labrados en la parte
superior del pilar.
Esta superposición de molduras decorativas es característica de la
arquitectura jonia, donde se aplica para adornar cornisas de edificios
monumentales, siendo particularmente evidente en los capiteles de
antas jónicos (96) y en alguna otra ocasión (97) y cuyos prototipos se
forman a lo largo del siglo VI a. C. (98) si bien la composición citada de
los ejemplares ibéricos no permiten una comparación concreta con
ninguna escuela ni ejemplar determinado.
Más significativa parece ser la asociación de las ovas partidas cuyo
perfil y estructura tan próximo queda al origen del cimacio lésbico. En
estos destaca el detalle, relativamente poco frecuente, de la ranura
central en lugar del resalte que suele ser más característico (99). Este
detalle se conoce en el ámbito de la arquitectura eolio-focense (lOO)
de donde debió llegar a la Sicilia Oriental (101) donde también aparece debiéndose explicar su origen como un claro influjo focense
(102).
En Sicilia, la evolución de estos elementos ofrece una tendencia a
pasar el astrágalo de la parte superior a la inferior de las hojas tras la
época arcáica, (103) y en cuanto a la forma de éstas se tiende a formas
cada vez más sinuosas y con el elemento intermedio más desarrollado,
lo que hace suponer que los ejemplares ibéricos derivan de un tipo
todavía arcáico. Este hecho y su forma estrechamente asociada a la de
la ova jónica, no permite pensar que esta moldura ibérica proceda
(96) SHOE, oot. cit. en la nota 92, págs.. 174-175, !Ama. 6 y 7.
P. COUPELy P. DEMARGNE: «Fouillea de Xantoe, m. Le Monument dee N6ridea. L' Al'Chitecture», Parle, 1969, p6ga. 111 y a.
(97) GRUBEN: Op. cit. en la nota 92.
(98) WESENBARG: Op. cit. en la nota 91.
AKURGAL: Op. cit. en la nota 91.
(99) C. WEIKERT: «Du leebieche Kymatíon», Leipzi(, 1918.
J. GAUZERT: ccZur Entwiclung leabiacher Kyinalionfonnen», Jd. I, 98, 1988, P4 123 y a.
(lOO) J... KJELLBERG: «Die architektoniachen Terrakoten. Lariaa am Hermoe Illt, Stockholm,
1940. }j'IDI. 60 y 68.
R. MARTIN: «L'Architecture arcbal'que de Tuoa et l'Anatolle11. MQan¡ee Manee1. I,
Ankara. 1974, págs.. 466 y • .
(101) G. VALLETyF. VILLARD: «Mepl'81Jyblaea4. LetempleduiV u. Paria, 1966, ~ 66
y ..
92 y 9 • .
(102) MARTIN: Op. cit. en la nota 100, P4 .Sl.
(103) E. LANGLOTZ: «Die Junat der Westgriechea», Milnchen. 1963, pq. 87, IAm. 129.
ama.
-219-
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22
M. ALMAGRO-GORBBA
directamente de los paralelos arcaicos magnogrecos y menos de los
posteriores que perduran hasta época de Hieron 11 pues éstos ofrecen
una clara línea evolutiva diferente {104).
Por ello cabe suponer como más lógico la derivación de este elemento ibérico de tradición arcaica vinculada lógicamente al ámbito
eolio-jónico que representa Focea y que en estos elementos ofrecerla
uno de los testimonios de su influjo en el ámbito arquitectónico paralelo al ya bien documentado y aceptado en el ámbito escultórico (105).
Estos influjos ya documentados en el Mediterráneo Occidental en
Massalia y Sicilia (106), se ven ahora atestiguados y demostrados en la
arquitectura monumental funeraria ibérica. Su cronología, por tanto,
podría colocarse en relación con el memento de máxima expansión del
influjo focense en Occidente a partir de mediados del siglo VI a. C.
{107), si bien este elemento creó tradición y perduró en el ámbito ibérico hasta fechas mucho más avanzadas siguiendo sus propias
partes evolutivas.
Mayor interés si cabe presenta el análisis estilístico de las figuras
de este monumento.
Las figuras de las «Damitas de Mogente» dentro de su gran personalidad y de su original disposición, se pueden relacionar por su estilo
con algunas de las piezas más notables del Arte Ibérico. En primer
lugar, hay que señalar su semejanza fonnal y del tocado con una
cabeza procedente de la necrópolis de El Cigarralejo (108) que por
ser, al parecer, exenta, no parece corresponda ala gola de uno de estos
monumentos de tipo «Corral de Saus», pero que ofrece un estilo aún
más vivo y directo. Más difícil es la comparación con otros fragmentos
de figuras femeninas de gola, como las de el Cigarialejo, El Prado o
Cabecico del Tesoro (109), por desgracia todas muy incompletas para
examinarlas en conjunto, si bien destacan detalles iconográficos, como
las manos alargadas a lo largo del cuerpo y sujetando símbolos funera-
(104) VALLET y VILLARD: Op. cit. en la nota 101, p6ga. 68-67.
(106) E . LANGLOTZ: «Die lrulturelle und kün.stlerfache Hellenlaierung der Küaten dea Mittelmeerea durch die Stadt Phokaia,., KOln, 1986.
MARIN: Op. cit. en la nota 100, p6g. 461.
(108) LANGLOTZ: Op. cit. nota anterior.
VALLET y VILLARD: Op. cit. en la nota 101.
(107) M. ALMAGRO GORBEA: «Le "colonizaci6o" focenee en la Pen!naula IWrlca. Estado
actual de la cueati6P, PU'-Paa. 104-107, 1982, P4 482 y a.
(108) CUADRADO DIAZ: Op. cit. en la nota 28, l6.m. 17, 1-8.
(109) CUADRADO DIAZ: Op. cit. en la nota 28, l6ma. 14 y lli.
LILLO CARPIO: Op. cit. en la nota 18.
NIETO GALLO: Op. cit. en la nota 80, l6.m. 183.
-220-
[page-n-229]
LAS «DAMITAS DE MOGENTE»
23
rios como palomas o granadas, las largas trenzas colgantes circulares,
cinturones, etc., que evidencian su correspondencia a un mismo
esquema iconográfico (110). Entre otras esculturas en piedra ibérica.s,
se aproxima a las figuras de esfinge arcaicas, como las de Haches
(111), que ofrece ciertas semejanzas por su peinado de dos trenzas,
sus rasgos arcaicos, y la cierta tosquedad en el tratado de las pupilas.
Las esfinges de Agost son ya de superior calidad (112). Lo mismo cabe
decir respecto a la cabeza de Koré o esfinge procedente de Alicante
(113) cuyas ondas del pelo pueden ser un eco de los grandes rizos de
estas figuras, pero cuyo estilo es mucho más fino, indicando un taller
de mejor calidad y más evolucionado.
Dentro de este marco estilístico, la falta de otras esculturas humanas en piedra directamente comparables a estas figuras de Corral de
Saus, puede suplirse por una serie de exvotos ibéricos de bronce que
tanto desde el punto de vista del vestido y del tocado como del estilístico denotan una estrecha relación, hasta ahora nunca seftalada (114).
Esta serie de exvotos de bronce fue considerada «subdedálica» por
Nicolini (115), denominación que se debe considerar con gran prudencia para no crear equívocos. Se caracteriza por figuras de hombres y
mujeres de aspecto muy arcaico. Las figuras femeninas llevan túnica
larga, que sólo deja ver los pies, con un fuerte y ancho cinturón, un
señalado escote rectangular, y mangas cortas y ofrecen los cabellos
recogidos en dos largas y gruesas trenzas. A las coincidencias señaladas se pueden añadir otros detalles como la concepción frontal de las
figuras, el duro tratamiento de los rasgos faciales, las cortas mangas,
los cinturones muy marcados, los rizos u ondulaciones del pelo sobre
la frente e, incluso, los extremos abultados de las trenzas que recuerdan los anillos que aparecen en Corral de Saus, etc., (116). Por ello la
(110) M. ALMAGRO GORBEA: «Plafúderaa en la iconografla ib6rica», Hom~e a 86enz de
BUl'WI¡a, Badajoz, 1982, p6p. 27• y a.
(111) T. CHAPA BRUNET: «La eaftnge en la pláetica ib6rica.», Trab~oe de Prebietorioa, 87,
Madrid, 1980, p6g, 818 y Jám, 6.
(112) T. CHAPA BRUNET: Op. cit. en la nota anterior, pág. SU y 1ám. S, 1 y 2.
(118) A. GARCIA BELLIDO: «Una cabeza íb6rica, arcaica. del eatllo de las korai attlcaa», Archivo
Eepaftol de Arte y Arqueolo¡ía, XI, Madrid, 1985, p6gs. 165-178.
A. BLANCO FRELJE.mO: «Die Kla.asiacben Würzeln der iberilchen Kunet», Madrider Mit.teO
u.n¡en, 1, Heidelberg, 1960, 1)6¡. 112 y Jám, 21.
E. LLOBREGAT CONESA: «C.onteatania ibérica», Alicante, 1972, p6¡. H6 y 1ám. • •
(11•) G. NICOLINI: «Broncee íb6ricoe», Barcelona. 1977, p6ga. •s y • 7.
F. ALVAREZ OSSORIO: «Catálogo de loa exvotos de bronce íb6ric:oe del MUHO Arqueológico Nacional», Madrid, 19.1, 1ám& 1, 2-6 y 2, 1-2.
(116) G. NICOLINI: «Quelquee aepecta du probJ.eme des origiDee de la toreutique iberique»,
Ampuriu, as-•o. Barcelona. 1978, p6p. • 78-180.
(116) Op. cita. en la nota 1U.
NICOLINI: Op. cit. en la nota 115, tip. 18 y 19.
- 221-
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Fil. 8.-Recoutra.cci6n te6ri.ca del p~a de lu Damitu de Mo1ente
-222-
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LAS «DAMITAS DE MOGENTE»
26
aparente relación de las figuras de Corral de Saus con esta serie de
exvotos ibéricos parece un dato importante para su orígen y
cronología.
La citada serie de exvotos de bronce ha sido considerada por
Nacolini como de influjo dedálico y fechada en la primera mitad del
siglo VI a. C. (117). Aunque no parece aceptaole una relación con la
escultura dedálica, sí que es evidente que dichos exvotos ofrecen elementos estilísticos evidentemente anteriores a los exvotos ibéricos
con influjos más evolucionados de la plástica arcaica greco-oriental
(118) cuya fecha se debe situar hacia la segunda mitad del siglo VI a.
C. avanzado. En consecuencia, este tipo de exvotos paralelizable con
Corral de Saus debió originarse en fecha anterior, en tomo a la mitad
de dicho siglo, tal vez en relación con los primeros influjos artísticos
griegos que se extienden desde las costas de la Península Ibérica (119)
y anteriores a la aparición de las primeras figuras de exvotos con dia-·
dema (120) que suponen una primera introducción de la moda de vestir jonia que caracterizan los exvotos del arcaísmo rmal (121), si bien
estas figuras aún mantienen detalles más antiguos como el ancho y
marcado cinturón orientalizante, por lo que no se deben fechar lejos
de mediados del siglo VI a. C.
De este modo la evolución estilística parece confirmarse en la de la
es claramente diferente de la habitual de las damas ibéricas de la
región contestana (123), bien documentada a partir del segundo
cuarto del siglo V. a. C. en que se debe colocar la Dama de Elche (124)
(117) NICOLINI: Op. cit. en la nota 115, pég, 480.
(118) E. KUKAHN: «Unu relaciones especiales entre el arte oriental grieeo y el Occidente», Simpoeio Internecional de Coloniucionea (Barcelona, 1971), Barcelona, 1974, páp. 121 y a.
E. KUKAHN: «Zur FrObpbue der Iberiachen Bromen», Madrider Mittenun¡en, 8, Heidelberg, 1967, pége. 162 y a.
(119) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 107, pége. 488 y a.
(120) NICOLINI: Op. cit. en la nota 115, pég. 481, fi.g. 24.
(121) ALVAREZ OSSORIO: Op. cit. en la nota U,, Uma. 8, 4; 5, 1-6; 6, H y 8.
KUKAHN: Op. cit. en la nota 118, pág. 65, fig. 26 c..
NICOLINI: Op. cit. en la nota 116, péga. 480 y 481, fip. U y 26.
(122) Vid. eupra. nota 118.
(128) Sobre este intereADte upecto de la Cultura Ib6rica, S. HENNING: dA vitement, la colffure et la parure dee etatuee f6menines ib6riquea en pierre 6 l'age du fev>, Ll~ge, 1971 (texto
xerocopiado).
BANDERA ROMERO, M.• L.: «El atuendo femenino iWrico, I» Habia, 8, Sevilla, 1977,
p6p. 268-297.
BANDERA ROMERO, M.• L.: «El atuendo femenino iWrico, JI», Habia, 9, Sevilla, 1978,
p6ga. 401-440.
LLOBREGAT C'ONESA: Op. cit. en la nota 113, p6g. 200.
(12• ) E . KUKAHN: 4
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M. ALMAGRO-GORBEA
y cuyos precedentes se deben considerar algunos exvotos ibéricos
fechables a partir de finales del siglo VI a. C (125). Esta diferencia sólo
puede explicarse por su anterioridad como confirma el destacado
papel del cinturón ancho y señalado (126) o el detalle del colgante circular que ofrece la figura del fragmento menor (127), o incluso el peinado de gruesos rizos y largas trenzas, características del alto
arcaismo griego (128).
En este mismo sentido, los fuertes plegados de los paños que ofrecen estas esculturas de Corral de Saus frente a sus paralelos de bronce
no debe extrañar, pues pueden explicarse por el mayor tamaño de la
escultura y, en todo caso, ofrecen una rigidez y simetría que contrasta
con el tratamiento de los paños del arcaísmo final que incluso perdura
en las estilizaciones de aspecto arcaizante tan características de la
escultura ibérica posterior.
·
El orígen del estilo de estas figuras no es fácil de precisar. Ofrecen
una mezcla de elementos orientalizantes, como el cinturón y los colgantes circulares, con otros de sabor griego arcaico, como el peinado,
los pliegues de la túnica o el tratamiento de los rasgos de la cara. Por
ello tal vez lo más prudente sería considerarlas como reflejo de los
influjos de la plástica greco-oriental anterior al arcaismo final cuyos
reflejos, bien atestiguados en otras obras de bronce y piedra· del Arte
Ibérico, no parecen apreciarse en el modelo de estas figuras, que debe
en consecuencia ser anterior.
Esta hipótesis convendría perfectamente a la asociación de las
«Damitas de Mogente» a un elemento tan orientalizante como la gola,
asociación extraña en la plástica griega y que se explicaría por ser una
creación ibérica que debió alcanzar gran éxito, como evidencia que
hayan llegado hasta hoy un número relativamente elevado de pilaresestela de tipo Corral de Saus, esto es, con figuras en la gola, alcanzando su influjo a monumentos torriformes posteriores, como el de
Alcoy, último eco de esta creación.
(126) E . KUKAHN: Op. cit.' en la nota 118, en ae11Jndo lu¡ar.
(126) J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ: t
Para su difuai6n en la Iberia orientalizente, M. ALMAGRO GORBEA, Op. cit. en la nota 2,
p6p. 223 y 224. y
A. GONZALEZ PRATS: «Estudio arqueológico del poblamiento enti¡uo de la Sierra de Crevlll.ente», Alicente, 1983, p6ga. 173 y e.
(127) J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ: «Tarteaeoa y loe ori¡ene1 de la colonisacl6n fenicia en
Occidente», 2.• ed., Salamanca, 1976, lAma. UV, LXXXIX, B; CXXV-CXXVII, etc.
A. GONZALEZ PRATS: «El teaorillo de tipo orientalizante de la Sierra de Crevillente»,
Ampuriaa, 38-40, Barcelona, 1978, pág. 366 y fip. 3 y 6.
(128) Vid aupra. notaa 111, 114 y 116.
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LAS «DAMITAS DE MOGENTE»
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Esta hipótesis permitiría, desde el punto de vista estilístico, considerar a estas piezas como una genuina representación de una etapa
inicial del Arte Ibérico caracterizada por un fuerte sincretismo de elementos orientales de orígen fenicio y los primeros influjos plásticos
greco-orientales, estructurados con plena madurez y perfecto desarrollo de la actividad creadora ibérica.
Dentro de esta hipótesis de trabajo es obligado replantear la cronología de esta pieza. La inexistencia de elementos del arcaismo
reciente obligan a una fecha teóricamente anterior al final del siglo VI
a. C. Los plegados que se advierten en el vestido de las figuras pudieran ser el resultado de las mayores posibilidades que ofrece la escultura en piedra sobre los exvotos de bronce que constituyen sus más
próximos paralelos o, incluso, se podrían interpretar como un influjo
inicial del arcaísmo final. Pero en uno y otro caso, parece que los argumentos existentes para fechar la creación de esculturas obliga a
situarla antes del último cuarto del s!glo VI a. C., tal vez hacia el
segundo tercio del mismo por fijar una cronología, aunque esta sea a
modo de hipótesis que sólo futuros hallazgos y nuevos estudios permitirán precisar.
Esta precisión cronológica exige ser contestada con los también
inciertos datos que se puede obtener para los restantes monumentos
que forman este tipo de pilar-estela.
En El Cigarralejo y Cabecico del Tesoro, sólo se puede valorar el
contexto de reutilización de las piezas en tumbas del siglo IV a. C., lo
que constituye sólo un término ante quem insuficientemente preciso.
El monumento de Coimbra del Barranco Ancho, a parte de sus
contextos arqueológicos que corresponde a una fecha semejante,
ofrece figuras de guerrero que aunque muy mutiladas, se caracterizan
por su calzón corto, camisa ajustada y ancho y señalado cinturón. Esta
moda de vestir se inicia en el Período Orientalizante, como evidencia
Pozo Moro (129), y perdura entre los exvotos ibéricos de bronce que a
menudo ofrecen características semajantes (130), pudiéndose fechar
desde el siglo VI a. C. y a lo largo del V a. C. hasta desaparecer tal vez ya
en el IV a. C. (131).
El monumento de Coimbra de Barranco Ancho estuvo rematado,
tal vez, por una figura de toro en pie con los pliegues del cuello bien
señalados por líneas paralelas y un buen tratamiento plástico de los
volúmenes característicos que ofrecen otros toros ibéricos {132) como
(129) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 2, Um. 23, etc.
(130) ALVAREZ OSSORIO: Op. cit. en la nota 114, 1áma. SS y a.
(131) NICOLINI: Op. cit. en la nota 114, págs. 50. 88, 96, 98, 100, etc.
(132) T . CHAPA BRUNET: 4
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M. ALMAGRO-GORBEA
el toro de Monforte del Cid que refleja un claro influjo de la plástica
zoomorfa griega del Arcaismo Final fechable en tomo al 500 a. C.
(133}. Por ello, la cronología de este monumento, no parece que en
principio se deba rebajar más allá del siglo V. a. C. y aún se deberla
precisar en la segunda mitad del siglo IV a. C. si al mismo monumento
correspondiese el pilar o cipo con figuras (134}, lo que no tiene que
darse por demostrado.
El monumento de El Prado ofrece cuatro figuras femeninas de
mayor movimiento que las de Corral de Saus. Una de ellas ofrece además una túnica con pliegues verticales semejante a la de una de las
figuras del monumento de Alcoy (135} y otra el ancho cinturón reforzado con una cinta externa que vemos en los guerreros del heroon de
Obulco (136) y en un exvoto de Despeñaperros (137} de estilo muy
próximo al citado conjunto escultórico, fechable como él hacia el
segundo cuarto del siglo V. a. C.
El movimiento de las figuras de El Prado, con las piernas bien
diferencidas y el cuerpo curvado podría ir bien en la cronología citada,
aunque su mal estado de conservación no permite mayor precisión
estilística. En todo caso, es necesario mantener la reserva que supone
la mejor calidad escultórica de El Prado y tal vez de El Cigarralejo respecto a Corral de Saus, dato especialmente evidente en los baquetones de ovas y que hace muy delicada la labor de comparación y
seriación de todos los monumentos de este tipo, pues el mayor
arcaismo aparente de Corral de Saus podría explicarse mejor como
obra de un artesano de taller periférico o de menor pericia escultórica,
en todo caso derivada del prototipo de El Prado, tal vez ya dentro del
siglo V. a. C.
A una fecha posterior, de pleno siglo IV a. C., se debe atribuir el
monumento de Alcoy (138). En este caso ya no se trata de la gola de un
pilar-estela sino de una sepultura torriforme, pero su interés estriba en
evidenciar la ulterior evolución de este elemento decorativo que
podría considerarse como la última derivación del prototipo
arcaico orientalizante.
(133) M ALMAGRO GORBEA y-RAMOS FERNANDEZ: Op. cit. en la nota 2•.
(13') R. OLMOS ROMERA: «El entorno p6ntico y la PeDÚIIula Ib6rica», Archeolog{a. 1986,
en prensa.
(136) M ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 16, f!p. 1 a 3.
(136) J. GONZALEZ NAVARRETE y A. BLANCO FREIJEffiO: «Lea eeculturaa de Pon:una
(Ja6n)», en A. GARCIA BELLIDO: «Arta Ibérico en Eapat¡a», Madrid, 1980, p6p. 73-78.
(137) ALVAREZ OSSORIO: Op. cit. en la nota 11,, n6m. 2377.
NICOLINI: Op. cit. en la nota 131, pi(L 168 y 169.
(138) M ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 16.
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LAS «DAMITAB DE MOGENTB»
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Un origen y cronología no alejada de la propuesta pero de pleno
siglo VI a. C. se debe atribuir a la figura de sirena (139), si bien la pertenencia de esta escultura al monumento no sea del todo seguro. Ya
Fletcher (140) apuntó acertadamente la rareza de esta representación
mitológica en la Península Ibérica y su carácter exótico en el ámbito
ibérico. Al paralelo de bronce de Rafal del Toro, en Menorca (141),
hay que añadir otra pieza de bronce procedente de las Necrópolis de
Ampurias (142) y varias representaciones vasculares (143) que indican que estas figuras mitológicas, fechables dentro de mundo arcaico
de pleno siglo VI a. C., eran conocidas por los iberos, tal vez desde el
periodo orientalizante.
La sirena de Corral de Saus ofrece un tratamiento volumétrico de
las formas y una estilización del plumaje así como la factura de los
detalles que recuerda particularmente a productos de claro influjo
greco-arcaicos. La anterioridad de la sirena de Corral de Saus a las
esfinges de Agost (144} fechables hacia fines del siglo VI a. C., aparece
evidente, así como a otras figuras aún posteriores, como las del Llano
de la Consolación o Villacarrillo (145) lo que confirmaría una cronología no posterior a mediados del siglo VI a. C. para esta figura.
En esa fecha posterior, tal vez los monumentos funerarios ibéricos
tenderían a sustituir las sirenas por la esfinge, animal que parece
hacerse más habitual en el mundo griego arcaico probablemente con
parecida función y significado ideológico, de animal apotropaico,
defensor de la sepultura y conductor de los muertos (146). Así esta
preferencia por la esfinge podría interpretarse como una prueba más
de la creciente helenización cultural, esto es, de la creciente personalidad de la cultura ibérica a los modos y cambios ideológicos en el
ámbito colonial.
Más problemática, por último, es la atribución a este monumento
de las «Damitas de Mogente» de una bella cabeza decorada con un
alto polos o corona que pudiera ser una cabeza de esfmge (147) y que
(189) CHAPA BRUNET: Op. cit. en la nota 182, pág. 961 y a.
CHAPA BRUNET: Op. cit. en la nota 82, país, 228 y e.
(140) FLETCHER VALLS: Op. cit. en la nota l.
(141) A. GARCIA BELLIDO: «Hiapania Graeca», Barcelona, 1948, 1tm. 29.
(142) KUKAHN: Op. cit. an la nota 118, en primer lu¡ar, pip. 128 y 124.
(143) M. ALMAGRO BASCH: «Ampuriaa», Barcelona, 1961, fig. 56.
G. TRIAS DE ARRIBAS: «Cerámicas griegu d.e la Pe11Ín8ula IWrica», Valencia, 1968,
lAma. 1, 1,; 23; 41, 2; 47, 1; etc.
(144) CHAPA BRUNET: Op. cit. en la nota 111, P4 329.
(146) CHAPA BRUNET: Op. cit. en la nota 111, P4 380.
(146) CHAPA BRUNET: Op. cit. en la nota 82, pa#a. 221 y e.
(147) APARICIO PEREZ: Op. cit. en la nota 1, en 6ltimo lugar, lAma. 10 y 12.
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[page-n-236]
80
M. ALMAGRO-GORBBA
ha sido relacionada con esta sirena (148} e incluso se ha utilizado
para las reconstrucciones de este monumento (149}. Las dificultades
de esta atribución son en parte iconográficas, ya que no es frecuente la
existencia de polos en las sirenas (150), y estilísticas, pues parece más
detallista que las figuras de las «damitas» y de tratamiento más anguloso que el cuerpo de sirena citado. Sin embargo ninguno de estos
motivos es suficiente para su exclusión, quedando únicamente su posible pertenencia al monumento mucho más incierta.
CONCLUSIONES
El monumento de las «Damitas de Mogente», procedente de la
necrópolis de Corral de Saus, constituye sin duda alguna uno de los
restos arquitectónicos más importantes proporcionado por ese rico
yacimiento.
Su análisis pormenorizado permite su reconstrucción como un rico
pilar-estela ibérico por lo que supone una importante aportación al
conocimiento actual de la arquitectura funeraria ibérica dados los elementos técnicos, metrológicos, estilísticos e iconográficos que ofrece.
Especialmente permite identificar una serie de pilares-estela que
hemos denominado «tipo Corral de Saus» caracterizados por ofrecer
la nacela decorada con figuras y que se extendió desde Murcia hasta el
Corredor de Montesa aunque aún es prematuro interpretar si se trata
de obras de un mismo taller o, más probablemente, de un modelo imitado y difundido por su éxito iconográfico y suntuario.
El análisis de sus elementos estilísticos e iconográficos parece
indicar que se trata de una creación ibérica explicable por unos intlÚjos estilísticos greco-orientales sobre un substrato aún próximo al
ambiente orientalizante. La determinación de su cronología plantea
evidente dificultades. La hipótesis más lógica sería la de que representa una de las más antiguas creaciones de la etapa inicial del Arte
Ibérico, caracterizada por el sincretismo de elementos orientalizantes
revitalizados por la introducción de la plástica greco-oriental que
debería fecharse hacia mediados del siglo VI a. C. pero la lograda
aceptación del tipo de monumento y su evidente continuidad dificulta
la asignación de una fecha precisa a este monumento en concreto.
(U 8) CHAPA BRUNET: Op. cit. en la nota 82, pá¡. 283.
(149) M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 2, fig. 16.
ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 12, fig. l.
(150) CHAPA BRUNET: Op. cit. en la nota 32, pág. 288, aunque puede conaiderarae como polos
el arranque de la palmeta de la figura de sirena procedente d e E aparta (W. LAMB: «Excavations at
Sparta», A. B. S. A. 28, 1927, lám. 9, 11, y KUKAHN, Op. cit. en la nota 118, fig. 11 c.
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ANA MARIA MUÑOZ AMll.JBIA
(Murcia)
LA ESCULTURA FUNERARIA DE LA NECROPOLIS DE
COIMBRA DEL BARRANCO ANCHO (JUMILLA, :MURCIA)*
El lugar preeminente que sin duda ocupa Domingo Fletcher en la
investigación del mundo ibérico, justificaría sin duda la elección del
tema en este homenaje que le tributamos. Pero es también un hecho
concreto, el paralelismo entre determinados elementos escultóricos de
la necrópolis del Corral de Saus de Mogente y los de la necrópolis jumillana, lo que me ha movido a traer aquí este tema, con el deseo de dar a
conocer el conjunto de esculturas de esta necrópolis, como anticipo a
la publicación de la memoria de excavaciones y a futuras interpretaciones siempre abiertas.
En estos últimos años el conocimiento de la escultura ibérica funeraria se ha visto enriquecido con descubrimientos insospechados, que
han contribuido a reafirmar la categoría de la escultura ibérica dentro
de la plástica del occidente prerroniano. Es evidente que nada tiene
que envidiar, e incluso las supera en muchos casos, alas producciones
itálicas, etruscas, e incluso grecoitálicas. El porqué se produce este
rico fenómeno artístico en nuestro mundo ibérico y no por ejemplo en
el galo, abierto también tempranamente al influjo colonizador, es una
cuestión sólo explicable en la raíz del propio pueblo ibérico y en su
vieja tradición cultural, que lo hizo capaz de una gran creatividad artís(•) La autora agradece al Dr. Don Pedro Lillo C'arpio los dibujos de cada una de las -piezas.
-229-
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2
ANA MARIA ~OZ AMILIBIA
tica paralela a otros logros no menos importantes, como es el de una
escritura propia.
La investigación de la plástica ibérica procedente de necrópolis,
ha avanzado mucho estos últimos años, no sólo por nuevos descubrimientos, sino también por trabajos de síntesis dedicados a la escultura
animalística {1) o el estudio de su función y disppsición en los monumentos funerarios (2), con precisiones cronológicas fundamentadas en
datos de tipo arqueológico y no simplemente estilístico como parecía
obligado en muchos casos.
En realidad el planteamiento del estudio arqueológico y no puramente estilístico de la escultura en piedra ibérica se inició con el descubrimiento de fragmentos escultóricos reutilizados en sepulturas
ibéricas, que, lógicamente, son anteriores a éstas. En los años cuarenta, Sánchez Jiménez, en Hoya de Santa Ana; Nieto Gallo, en el
Cabecico del Tesoro; Cuadrado, en el Cigarralejo, plantean la fecha
ante quem para la escultura ibérica reutilizada en necrópolis. Casi al
mismo tiempo, Ramos Folqués hace un planteamiento semejante, esta
vez nada menos que en La Alcudia de Elche, sede de la famosa Dama,
cuya cronología estaba en plena oscilación descendente. Sus argumentos arqueológicos sin embargo no merecieron la debida atención (3), y
todavía actualmente el espejismo del Mediterráneo oriental y el
mundo clásico griego sigue latente, a pesar de la llamada de atención
de varios autores y muy particularmente de Enrique Llobregat (4):
«La evidencia arqueológica nos obliga a postular una indigenidad, una
autoctoneidad para el arte ibérico... comparar la escultura ibérica con
la escultura ibérica o con otras manifestaciones del arte peninsular
coetáneo. A lo sumo con fenómenos periféricos del área clásica, como
sucede con lo etrusco... La escultura ibérica está basada en una voluntad de estilo, aunque haya una elaboración vieja de las corrientes griegas arcaicas, etruscas o fenicias.»
Efectivamente, el mundo ibérico creó una escultura propia en rocas
calizo-areniscas locales elegidas cuidadosamente, mostrando una téc(1) T . CHAPA BRUNET: «La eecultura zoomorfa ib6rica en piedra». Dos volámenea. Univeraidad
Complutenae. Madrid, 1980.
T. CHAPA BRUNET: «La eecultura ib6rica zoomorfa». Dirección General de Bellu Artea,
Madrid, 1986.
(2) M. ALMAGRO GORBEA: d'ozo Moro. El monumento orientalilante, au contexto aociocultural Y aua paral.eloe en la arquitectura ib6ricP, en Madrider Mitteihmgen, 24, páp. 177-293 y 34
lám8. Mains am Rhein, 1983.
(3) A. RAMOS FOLQUES: «Sobre eacultura y cerimica ilicitanaa». Estudios !Wricoa S del Inati·
tuto de Eatudioa Ib6ricoa y Etnología Valenciana. Valencia, 1966.
(4) E . A. LLOBREGAT CONESA: «Conteetanla lb6rica». Instituto de Estudios Alicantino•. Ali·
cante, 1972, p6ga. 160-164.
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ESCULTURA FUNERARIA DE COIMBRA DE BARRANCO ANCHO
8
nica de talla y modelado verdaderamente notables, sobre todo en
determinadas «escuelas» que algún día podremos precisar mejor, y
que denotan una larga experiencia y no un simple mimetismo, y al
decir una larga experiencia no me refiero a un largo periodo cronológico; bastan cincuenta años o menos para plasmar una creación artística dentro de un estilo surgido en unas determinadas circunstancias
de tipo social. Por ello es muy difícil y sin duda inútil, pretender explicarla simplemente como un reflejo de influencias artísticas externas.
Estas influencias en todo caso, como ocurrió con otros pueblos del
Mediterráneo occidental, produjeron una evolución interna en todos
los órdenes de su vida, abiertos de forma más o menos permeable a los
logros de otras culturas con las que estaban en contacto, pero sólo un
mejor conocimiento del pueblo ibérico, a través de todas las manifestaciones de su propia creatividad, podrá acercarnos a una mejor comprensión de su producción artística, alguno de cuyos aspectos como el
de la pintUra parietal, apenas nos es conocido.
Siguiendo esta línea, al presentar el conjunto de Jumilla, me voy a
plantear una serie de cuestiones de orden cronológico y cultural en
función de los datos arqueológicos aportados por la excavación y por el
estudio de los propios restos ecultóricos.
En enero de 1982, con motivo del XVI Congreso Nacional de
Arqueología, dimos a conooer el hallazgo del cipo decorado con esculturas, encontrado en las excavaciones de la necr6polis en julio de
1981, con simples referencias a las otras piezas (5). Un avance del descubrimiento se dio en la revista «Picacho» de JnmiUa y en el X Congreso Internacional de CPP celebrado en Méjico en 1981 (6), pero son
noticias parciales que justifican el que aproveche esta oportunidad
para completarlas en espera de la publicación de los trabajos realizados hasta ahora en el yacimiento.. Además, las campañas de excavación de 1982 y 1983 permiten encuadrar mejor el conjunto de las
esculturas y relacionarlas cronológicamente con el desarrollo de la
necrópolis desde el segundo cuarto del siglo IV, durante todo el siglo
m a comienzos del Il, ya que aparecieron desplazadas dei monumento
o monumentos funerarios que decoraban inicialmente.
(5) A. M. MtmOZ AMILIBIA: «Cipo funerario iWrico decorado coo eaculturaa». Cr6nice del XVI
Congreso Nacional de Arqueolo&{a (Murcia-Cartagena, 1982), Zaragoza, 1983, p6.p. 741-7-48,
2 lhna.
(6) A. M. MtmOZ AMILIBIA: «Cipo funerario ibérico de Coimbra del Barranco Ancho», en «El
Picacho», revlata de Infonnaci6n local y cultural, núm. 4, Jumilla, aeptiembra de 1981.
A. M. MtmOZ AMII.miA: «Cipo funerario iWrico decorado con NCU!turaa11, en Actu del X
Congreso de la Unión Internacional de Ciencias Pre.h ist6ricu y Protohiat6ricu (Mhico, 1981),
México, 1982, ~ga. 304-305.
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ANA MARIA MUfilOZ AMILIBIA
El cipo apareció tumbado, apoyado sobre una de sus caras, justo
sobre el borde de un gran empedrado tumular, acompañado de un
fragmento de capitel decorado y de cuatro fragmentos de un toro:
grupa, cuerpo, cuello y morro, este último debajo del cipo. Bastante
desplazado de este conjunto de hallazgos, a un metro y medio de distancia, apareció 'u n gran plinto decorado con guerreros tumbados, muy
deterioredo (láms. VI, 1 y VII, 1 y 2). La localización de los hallazgos
escultóricos se hizo por tanto en dos puntos de la necrópolis, en uno el cipo con los citados fragmentos de toro y capitel juntos y al parecer en relación con un gran empedrado tumular y en otro, el plinto colocado en posición
vertical y no apoyado en su base, entre una serie de piedras sin relación con
las sepul~ 1 y 2 que quedaban por debajo. Todos los fragmentos aparecieron desplazados de su lugar originario, pero sin haber sido reutilizados propiamente en la construcción de otras sepulturas, como
ocurre en necrópolis semejantes. No parece por tanto posible pensar,
en el caso de Coimbra, en una destrucción sistemática de los monumentos funerarios con esculturas y su aprovechamiento posterior
como simple material de construcción, con desprecio a su primitiva
finalidad. Más bien todo induce a pensar en un deterioro natural de los
monumentos, que corresponderían al momento más antiguo y rico de
la necrópolis, hacia mediados del siglo IV, y su abandono en las fases
sucesivas de utilización del cementerio -segunda mitad del siglo IV a
fines del
o comienzos del TI a. C.-, cuando ya al parecer ha cambiado la situación económica y social en cuyo contexto se produjeron.
De momento se ha excavado totalmente el gran túmulo empedrado,
rodeado de un zócalo de piedra, conservado en parte, de unos seis
metros de lado. Este fue bastante destruido con incineraciones practicadas rompiendo el empedrado que originariamente debía de cubrirlo
totalmente; se trata de loculi fechados en el siglo IV, pero también
pequeñas incineraciones en urna protegidas por piedras, que parecen
poder fecharse ya en el siglo
e incluso alguna a comienzos del siglo
II. En 1984 se ha excavado otra sepultura de tipo escalonado de
mediados del siglo IV, que dejaba un espacio libre entre ella y el empedrado tumular en que se apoyaba el cipo. Este espacio fue siendo ocupado sucesivamente por sepulturas con encachado de piedras, en
general con urna, fechables en el siglo m. La fuerte pendiente natural
del área de necrópolis, debió de plantear un problema de arrastre que
obligó a acondicionar el lugar para garantizar la conservación de las
sepulturas que no contaban ~on protección suficiente como en el caso
del túmulo empedrado o la sepultura escalonada bien construida. Esto
hizo que se rellenara el espacio primitivamente libre colocando líneas
de empedrado de forma de tendencia triangular para la retención de la
m
m
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ESCULTURA FUNERARIA DE COIMBRA DE BARRANCO ANCHO
5
tierra, pero que no forman parte de sepulturas concretas. El plinto de
los guerreros tumbados apareci6 junto a una de estas estructuras de
piedra. Es dificil saber si rod6 por la pendiente y qued6 detenido allí, o
si fue colocado intencionalmente. Por su posici6n parece más probable la primera hip6tesis.
En cuanto al cipo y el resto de las esculturas que le acompañaban,
da la sensaci6n de que fueron colocadas con cuidado, seguramente
después de que cayera del lugar en que primitivamente estuvo emplazado y los fragmentos de toro y capitel sirvieron para protegerlo. Lo
que ya es más dificil es relacionar el cipo con una sepultura concreta. A
título de hip6tesis me inclino a pensar en la sepultura 22, una de las
más ricas de las excavadas en el empedrado tumular. Se trata de un
loculus excavado en la tierra, forrado de arcilla endurecida amarillenta
rojiza que lo cubría totalmente sin protecci6n de piedras. Es de forma
ovalada de 1'25 metros de longitud por 0'80 de anchura y presenta en
su lado oeste una especie de rebanco con dos pequeños nichos de 0'60
y 0'30 metros de profundidad respectivamente. Estaba relleno de
abundantes cenizas acompañadas del f\iuar muy deteriorado por el
fuego y en el fondo gran cantidad de restos de madera carbonizada,
algunos conservando aún su estructura, lo que parece indicar que sirvi6 de bustum la misma sepultura. Entre el ajuar destacamos restos de
armas, entre ellas un soliferrum, una punta de lanza, una cabeza de falcata en forma de caballo, fragmentos de manma de escudo y una
espuela¡ abundantes restos de adorno: un bot6n de plata decorado,
dos pendientes de oro anulares liger$Dlente amorcillados, discos de
bronce con decoraci6n nielada y punzones de hueso decorados y lisos.
Entre la cerámica, un plato de barniz rojo del tipo A de Cuadrado muy
quemado e incompleto, con agujeros de suspensi6n, y dos platos de
cerámica ática de barniz negro también muy deteriorados, fechables
en el segundo cuarto del siglo IV.
El cipo: Hemos denominado así al elemento principal del conjunto,
de forma prismática algo irregular por sus dimensiones: unos 0'93
metros de altura por 0'47 y 0'56 ·en la base y 0'44 y 0'47 en su parte
alta. Tanto la base como la parte alta son planas y disponen de una
perforaci6n circular; son cuadrangulares, con dos lados -algo mayores
que corresponden a dos caras del cipo ligeramente más anchas, las de
dos jinetes¡ de todas formas, las medidas no pueden ser muy precisas
por el estado de conservaci6n de la pieza.
Aparece decorado en sus cuatro caras laterales con temas en altorrelieve, sobre cuya .descripci6n pormenorizada ya tratamos en otro
-233-
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ANA MARIA ~OZ AMILIBIA
6
lugar (7). Es dificil determinar el orden de las escenas representadas,
que creemos guardan una relación entre sí, posiblemente con un sentido narrativo unitario, pero de momento empezaremos por la cara que
representa una escena con dos figuras, una sedente y otra de tamaño
ligeramente menor, de pie, apoyada sobre su pierna derecha y con la
. izquierda ligeramente levantada como en actitud de avanzar algo estereotipada, muy semejante a la de la figura varonil del relieve funerario
de La Albufereta, tan próximo estillsticamente en muchos aspectos a
los relieves del cipo .de Jumi1Ja (8). La escena en sí es dificil de interpretar. ¿Se trata de la despedida de un difunto o difunta sedente de un
ser querido, o de la acogida del difunto por una divinidad entronizada?
Ni siquiera se puede asegurar el sexo de la figura sedente ya que dado
su estado de conservación no se perciben bien detalles significativos
de la indumentaria. En la cabeza sólo se ve el detalle de los mechones
de pelo sobre la frente, a modo de flequillo, pero no si llevaba velo que
la cubriera al menos en parte, como parecería lógico en una represens
tación femenina. En todo ca. o, si se tratara de una figura masculina
descubierta, parece lógico que hubiera quedado más rastro de la oreja
que normalmente suele ser muy prominente y en este caso no se
advierte (lám. 1, 1).
.
El paralelismo más próximo en el arte ibérico nos lo ofrece la
representación pintada en la cista de piedra procedente de la sepultura núm. 76 de la necrópolis de Tútugi (Galera, Granada). También
allí aparece una figura de aspecto femenino sentada en un taburete de
tijera semejante al del relieve funerario de Jumilla, y enfrente, de pie,
otra figura femenina en actitud oferente. Al parecer la escena se completaba con una figura arrodillada entre ambas (9) . Aunque en el caso
de Galera se ha solido interpretar la figura sedente como una divinidad, la verdad es que es dificil determinarlo y el estado de conservación de la pieza tampoco permite muchas conjeturas, aunque no hay
que olvidar la realidad de una divinidad femenina entronizada en el
(7) ~oz AMILmiA: loe. cit. en la nota 6 .
(8) M. TARRADELL MATEU: t
LLOBREGAT CONESA: Op. cit. en la nota 4, pq. 160, üm. vn.
(9) J. CABRE AGUILO y F. DE MOTOS: «La necrópolia IWrlca de Tótu¡i (Galera, provlnc1a de
Granada)». Memoria
26 de la Junta Superior de Excavacionea y Anti¡Qedadea, Madrid, 1920,
pip. 39-41.
J . CABRE AGOILO: «La necr6po)ia de Tótu¡i. Objetoe ex6ticoe o de influencia oriental en 1aa
necr6polia turdetenu», en el Boletín de la Sociedad Eapaflola de Excuraionea, tomo
Madrid,
IV trimeatre de 1920, pqa. 41-«, üm. 7, 1-3.
nmn.
xxvm.
-234-
[page-n-243]
ESCULTURA FUNERARIA DE COIMBRA DE BARRANCO ANCHO
7
mundo funerario ibérico, tal como parece deducirse en el caso de la
Dama de Baza. En la escena del cipo, el muchacho parece «avanzar»
hacia la figura sentada, que le acoge tiernamente apoyándole su mano
derecha sobre la cabeza y quizás cogiendo con su mano izquierda la del
mismo lado del joven, que se enlazarían apoyándose sobre las rodillas
de la figura sentada. El joven lleva una túnica corta, sujeta por un
ancho cintur6n con hebilla, y manga corta, que dejan al descubierto los
muslos y dos brazaletes en el brazo derecho en cuya mano porta un
objeto dificil de identificar, pero que podría ser una pequeña falcata o
puñal. La cabeza presenta un peinado con flequillo y cuatro hileras de
mechones de pelo superpuestas, le cubren totalmente la nuca. La
oreja, muy grande, lleva un pendiente en el 16bulo. Por encima del
regazo de la figura sentada, a 54 centímetros de la base y a 20 y 18 centímetros respectivamente de las caras laterales, casi en el centro,se
abre una perforaci6n cuadrangular de 9' 5 centímetros de profundidad y 4'3 y 4 centímetros de ancho, por 4'5 y 3'8 centímetros de lado.
Como v~remos, este tipo de perforaci6n se da en todas las caras
del c~po.
La representaci6n de la cara siguiente, un jinete con bastón,
báculo o cetro terminado en T, es la mejor conservada por haber quedado sobre el suelo y por tanto protegida de la intemperie que tanto
afectó a las restantes (lám. 1, 2). Enseguida destaca el porte solemne
del jinete que avanza hacia la izquierda con el caballo al paso. Aimque quizás resulte algo desproporcionado, sobre todo por el tamaño de la cabeza
un poco grande en relaci6n al cuerpo, el tratamiento del altorrelieve
denota una gran maestría y cuidado en la ejecuci6n. Su cabeza, como
en todas las demás figuras, aparece en ligero escorzo; es de cara ancha
y redonda, con p6mulos destacados, ojos grandes almendrados profundamente incisos, con párpados y arcos superciliares bien marcados. Los labios, carnosos, aparecen justamente dibujados, lo mismo
que la barbilla redondeada, recordando la expresi6n seria y solemne
de la Dama de Elche. La nariz es recta, corta y algo ancha. La oreja
como es habitual en la plástica ibérica (cabezas varoniles del Cerro de
los Santos y del relieve de La Albufereta), es de gran tamaño, con las
líneas del pabe116n auditivo muy marcadas, y un gran 16bulo del que
pende un pendiente amorcillado. El peinado muestra el cabello dividido por raya central que deja la frente despejada con amplia entrada,
quizás tonsurada, cayendo los mechones de pelo ondulados hasta la
oreja y cubriendo por detrás la nuca.
Va vestido con túnica de manga corta, que deja ver un brazalete
sobre el codo y dos en la muñeca; el escote es en pico con un doblez.
Por encima lleva un manto terciado, que deja al descubierto parte del
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8
ANA MARIA ~OZ AMILJBIA
lado izquierdo y se sujeta sobre el hombro derecho. La túnica debe de
ser larga y sus pliegues se confunden con los del manto, dejando al
descubierto el pie al parecer calzado. La mano izquierda, de largos y
estilizados dedos, sujeta las riendas, mientras que la derecha, también
magníficamente tratada, con las uñas bien dibujadas, sujeta un bast6n
terminado en un travesaño transversal, curvado hacia arriba, que
parece apoyarse en la cadera. El caballo, robusto, con cabeza pequeña
muy erguida y larga cola que, aunque rota, llega hasta el suelo, está
esculpido con una gran perfección en todos sus detalles anat6mioos. Va
· ricamente enjaezado. La montura consiste en una simple manta o
cobertura plegada, en la que se aprecian tres dobleces, sujeta por un
ancho pretalliso y sin duda por una cincha que no se advierte, quizás
tapada por el mismo jinete. Las bridas están compuestas por cabezada
con testera decorada con discos o botones, frontalera que se une a la
testera con un bot6n de mayor tamaño, y un falso ahogadero que con la
testera sujeta el guardanuca trapezoidal. El bocado es de filete con
alas curvas y suspensión triangular, que se une a la testera por una
pieza en forma de roseta. La rienda es sencilla y ancha, y partiendo del
filete pasa por encima de otra a modo de trencilla que sale de la parte
alta de la testera, como falsa rienda o quizás simple adorno de la crin
trenzada. Las crines del caballo quedan bien dibujadas en líneas onduladas que parten del guardanuca y ahogadero y se sujetan con una
ancha collera decorada con discos o botones, pendiendo de ella una
gruesa bola o cascabel. Una fuerte gamatta que parece partir del filete
con doble bifurcación, ya que no se advierte muserola, se afianza en el
pretal y, pasando entre los brazos del caballo, enlazaría con la cincha.
Estos ricos arneses «de parada» reproducen en gran parte los ya conocidos en la plástica ibérica, bien estudiados por Cuadrado en El Cig81T8lejo (10), presentando además gamarra como en las mejores figuritas
de bronce del Santuario de La Luz, cuya cronología propuesta como
tardía -entre la segunda mitad del siglo my los comienzos del 11- no
tiene argumentos suficientes (11).
(1 O) E. CUADRADO DIAZ: «Atreoe de montar ibéricos, de loa ex-votoa del Santuario del C'igarralejo''• Crónica del IV Congreao Arqueológico del Sudeste Eapaitol (Elche, 1948), Cartagena, 1949,
pip. 267-287.
E. CUADRADO DIAZ: t
.
E . CUADRADO DIAZ: t
cia)~t,
480-431.
(11) M. JORGE ARAGONESES: t
Letn.a, vol XXVI. n(nn. 1, CUJ'IIO 1967-68, Murcia, 1969, páp. 169-176, con 3 fip.
-236-
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ESCULTURA FUNERARIA DE COIMBRA DE BARRANCO ANCHO
9
El caballo se apoya en el suelo con las patas del lado izquierdo,
mientras levanta las dos derechas, aparentemente marchando al paso,
pero en realidad está parado ya que estas últimas se apoyan, la delan~
tera sobre una cabeza humana y la trasera sobre un ave. Parece posi~
ble adivinar un sentido de dominio o sumisión sobre estos dos
elementos por parte del caballo y por tanto de su jinete, pero es más
dificil precisar su significado o simbolismo. El tema de las «cabezas
cortadas» ha sido repetidamente estudiado, dándosela en unos casos
la interpretación de cabeza-trofeo y en otros un sentido funerario. En
realidad en la plástica ibérica en piedra se repite el tema del animal
devorador, sobre todo león, sujetando con su garra una cabeza
humana, en general en piezas escultóricas consideradas tardías. La
asociación caballo~cabeza humana en cambio, aparece en fíbulas del
área celtibérica que Maluquer pone en relación con el rito de las cabe~
zas trofeo (12). El sentido de victoria o dominio del enemigo vencido,
simbolizado en la exhibición de sus miembros cercenados, era una
práctica bárbara no exclusiva de los pueblos célticos europeos. En la
toma y saqueo de Selinunte el409, en donde los mercenarios ibéricos
jugaron al parecer un importante papel, según relata Diodoro (XIII,
57, 3), los púnicos, siguiendo sus costumbres tradicionales, mutilaban
las extremidades de los cadáveres, llevando racimos de manos cortadas pendientes de la cintura y otros, cabezas cortadas ensartadas en
las puntas de sus lanzas y jabalinas. En nuestro caso, la cabeza
humana, de facciones abultadas y gruesas, muy tosca, aparece mate~
rialmente aplastada por el casco del caballo, pero es dificil afirmar si
se trata de la imagen de un enemigo vencido o de algún simbolismo
funerario. Lo mismo podemos decir del ave, al parecer una rapaz, que
el caballo humilla con su pata derecha. ¿Po~ simbolizar el pueblo
enemigo al que se ha vencido, o bien tener un significado
funerario?
Bajo el vientre del caballo, detrás del pie del jinete, a 27 centíme~
tros de la base y a 25 de los lados, se practicó un agujero cuadrangular
de 4' 5 centímetros por 5 centímetros de lado y 9 centímetros de pro~
fundidad, semejante al de la cara anteriormente descrita, pero que aún
conserva un tapón de yeso que lo obtura totalmente.
La cara siguiente, mucho peor conservada, representa otro jinete
semejante al anterior en su porte e indumentaria (lám. n, 2). Lleva idéntico
peinado aunque el flequillo le tapa la frente que no aparece tonsurada
(12) J . MALUQUERDE MOTES NICOLAU: «Loa puebloa de laEapafta céltica», en «Hiatoria de
Espa11a» diri&ida por Ramón Menéndez Pida}, temo 1, 3. Madrid, 1964, P4 116.
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10
o
(/ ________
i
\
1
o
50
CM.
Fig. l.-El cipo con el detalle de las perforaciones que en el jinete armado comunica
con el interior y la base.
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ESCULTURA FUNERARIA DE COIMBRA DE BARRANCO ANCHO
11
como en el otro. La cara es también ancha y redonda y la oreja grande
con pendiente. Ha perdido el objeto que llevaba en la mano derecha,
sujetando las riendas con la izquierda. El caballo es también semejante en todo lo que puede observarse pues sus patas delanteras están
muy perdidas. Los arreos y montura repiten los anteriores, excepto en
el pretal que aquí aparece decorado con botones discoidales. El casco
de la pata trasera derecha se apoya sobre un animaliJJo que parece un
conejo, mientras que la delantera está rota, quedando las dos de ·ia
izquierda apoyadas en el suelo como en el jinete anterior. Aunque al
conejo se le ha solido dar también un significado funerario, de nuevo la
actitud del jinete pisándolo, podría dar lugar a otras interpretaciones.
Como en el caso anterior, la representación ofrece un aire solemne y
estático. También aquí hay una perforación cuadrangular bajo el vientre del caballo, a 30 centímetros del suelo, pero por delante del pie del
jinete, a 17 y 22'5 centímetros de los lados. Es de tamaño algo menor
que las antes mencionadas, 4 por 3'5 centímetros de lado y 6 centímetros de profundidad, y tampoco conserva tapón de yeso si es que lo tuvo.
Finalmente, la cuarta cara, representa también un jinete en ~
mal estado de conservación por ser la que estaba en superficie (lám. Ill).
Esto es especialmente lamentable porque ofrece particularidades que lo
diferencian bastante de los dos anteriores y quizás habiia servido para una
más correcta interpretación del conjunto. El caballo es semejante a los
anteriores así como su enjaezado en lo que puede verse, pero sólo conserva gran parte de las pata. del lado izquierdo, en las que parece apos
yarse, habiéndose perdido totalmente las del lado derecho, sin que
sepamos por tanto si se apoyaban en a1g6n animal u otra representación.
La cabeza de este jinete es también de cara ancha y redonda y
parece ir cubierta con un casco que le cubría las orejas y la nuca hasta
el cuello. El vestido es diferente del de los anteriores pues lleva
cubierto todo el hombro izquierdo al parecer con un manto o capa
corta que le cubre casi todo el brazo, llegándole por debajo de la cintura. Por delante del pecho se advierten restos de una doble correa o
tirante que sujetaría la capa y por encima de ésta, una tira decorada
con círculos que parece sujetar un objeto que lleva sobre la espalda y
que podría identificarse como un escudo. La mano izquierda sujeta las
riendas, mientras que la derecha se levanta hacia la parte superior de
la cabeza. Esta actitud que en un primer momento interpretamos
como el clásico signo de duelo o lamentación, podría ser más bien la de
ataque con un arma que levanta por encima de la cabeza, quizás una
falcata cuya punta sobresale por detrás del casco y que inicialmente
- 239 -
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12
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pensamos podría ser una cimera del mismo {13). De los tres jinetes
sería éste el único armado, típicamente ibérico, con sagu.m atado por
delante del pecho, escudo sujeto a la espalda por una correa y la falcata en la mano derecha levantada, en actitud de ataque, por encima
de la cabeza, cubierta por un casco seguramente de cuero. Podrían
señalarse paralelos muy próximos precisamente en alguna de las figurillas de bronce del Santuario de La Luz.
Pero este lado del cipo ofrece además otra singularidad que
merece destacarse. Se trata de la perforación cuadrangular situada
debajo del caballo, a 18 centímetros de la base y a 22 y 20 centímetros
de los lados. Su tamaño es bastante mayor que el de las otras, 7'5 por
6'5 centímetros, pero sobre todo con una mayor profundidad, 25 centímetros, penetrando en el interior del cipo para comunicar con una
perforación cilíndrica, de unos 12 centímetros de diámetro, que llega
hasta la base del mismo, donde aún conserva un tapón de yeso (fig. 1 y 1m
VI, 2). El hecho de que sólo la perforación de esta cara esté comunicada
con la oquedad del interior del cipo hasta su base, permite darles una
interpretación funcional concreta en relación con la sepultura de que fo~
maba parte. Podría tratarse de una abertura destinada a introducir
libaciones dentro de la tumba subyacente de acuerdo con un posible
ritual funerario, pero ·teniendo en cuenta el precedente que nos ofrece
la Dama de Baza como auténtica urna cineraria, parece más probable
que fuera esta también la función del cipo. En la Dama de Baza, en la
parte derecha del trono, entre el brazo y el travesaño inferior, entre las
dos patas, existe un hoquedad de 17 centímetros de ancho por 16 de
alto y 22 centímetros de profundidad, que desciende hacia abajo unos
30 centímetros. Este hueco, en el que se encontraron restos de la incineración, tenía otra salida por la parte posterior del trono que fue
cegada con una capa de yeso, quedando así abierta sólo por el costado
{14). Aunque en el cipo las dimensiones del hueco son menores, diez
centímetros menos en el agujero de entrada, éste profundiza en el interior 25 centímetros, hasta tocar el final de la perforación que parte de
la base en forma de cilindro de unos 12 centímetros de diámetro, espacio que parece suficiente para contener los restos de una incineración.
Al procederse ala restauración y colocación de la pieza en el Museo de
Jumilla, se advirtió la presencia del tapón de yeso en la base, que, por
(13) MWOZ AMILIBIA: op. cit. en la nota 5, pég. 7,7.
(1') F. J. PRESEDO VELO: «La Dama de Bua», en Trab-'o• de Prehistoria, vol 30, Madrid,
1973, pág. 190.
F. J. PRESEDO VELO: «La necrópolie de Baza», Excavaciones Arqueológicas en Eepafta,
núm. 119. Madrid, 1982, pág. 2U.
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ESCULTURA FUNERARIA DE COIMBRA DB BARRANCO ANCHO
18
tener un agujero en el centro, se pensó serviría simplemente para fijar
el cipo, lo mismo que la perforación circular de la parte alta del mismo
serviría para encajar otra pieza de remate (15). De todas formas, parece
evidente que la comunicación que existe entre la cara del jinete
armado y el interior, la diferencia de las otras en las que la perforación
alcanza como máximo 9'5 centímetros de profundidad, sin llegar a
enlazar con la hoquedad central.
Resumiendo todos los datos recogidos hasta ahora, se pueden
plantear una serie de posibilidades: El cipo pudo no ser simplemente
el elemento decorativo de una tumba, sino también la propia urna de
incineración. La decoración en relieve parece tener un sentido narrativo muy concreto, referido a un difunto o a toda una familia. El principal problema lo plantea el saber si la figura masculina de las cuatro
caras representa al mismo individuo en distintas etapas de su vida: en
la madurez, con el cetro dominando a los seres representados por la
cabeza y el águila, en otra etapa también aplastando el símbolo del
conejo, como guerrero en pleno combate o heroizado y, finalmente,
acogido por la divinidad de ultratumba. O bien diferentes personajes
representados en cada una de las caras, con la particularidad de que el
guerrero-jinete pudiera ser el difunto cuya representación comunicaba
con la incineración o con la propia tumba. De ser ésta la número 22 ya
mencionada, su ajuar estaría muy de acuerdo con los detalles de la
representación, armas y adornos. En las otras caras, la perforación
sólo iniciada podía haber sido hecha en espera de que un nuevo enterramiento justificara su profundización hasta el centro del cipo, cosa
que no se produjo.
Fragmento con decoración vegetal: Es de forma troncopiramidal,
conservándose un ángulo, aproximadamente una cuarta parte del
total, cuyas dimensiones pueden deducirse a partir del tema decorativo conservado en una de sus caras, que va centrado por una granada,
de las que parten tallos vegetales terminados en caulículos en espiral,
y en un caso en una cabeza de serpiente o monstruo de cuya boca salen
rayos (fig. 2 y·lám.IV). En el otro lado se conserva una parte de la decoración vegetal con gruesos tallos, ribeteados por un filete, formando espiral,
que van a parar a un motivo central desaparecido. La pieza debió de medir
72 centímetros de lado en su parte más ancha y 52 en la menor, cuidadosamente alisada y con una linea incisa a 3'5 centímetros de los lados
del borde y paralela a ellos. Esto hace pensar, lo mismo que la posición
de la cabeza de la serpiente o monstruo, que la cara menor iría vista y
(15) MUÑOZ AMILIBIA: op. cit. en la nota 5.
-241 - ·
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ANA MARIA ~OZ AMILIBIA
14
la mayor apoyada en algún otro elemento. La altura total es de 21'5 centímetros, estando distribuida su decoración por un listelliso horizontal,
de 4 centímetros, seguido de la franja decorada que termina con una
franja lisa en su cúspide. La técnica de talla es en dos planos que destacan los motivos decorativos en el superior, contrastando con el perfil
recortado en el interior, siguiendo la tradición de talla en madera, tan
típica de estos elementos ornamentales ib~ricos. De momento he
renunciado a buscar paralelos a los temas, dada su gran originalidad,
fenómeno que se da en otros casos de la Alta Andalucía y Sureste, en
los que podemos decir que no hay temas repetidos, Si exceptuamos
algunos clásicos como los de ovas. La riqueza interpretativa de los
temas, vegetales o pseudovegetales, es una muestra más de la personalidad artística de sus ejecutores, que se refleja también en otras
manifestaciones del arte ibérico como la cerámica o el trabajo del
metal. Este fragmento de cornisa, por su forma y perfil, aunque no por
el tratamiento decorativo, recuerda mucho uno de los hallados en
o
50
~-
Fig. 2.-Fragmento con decoración vegetal.
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ESCULTURA FUNERARIA DE COIMBRA DE BARRANCO ANCHO
16
Corral de Saus con motivos vegetales muy estilizados (16). Por sus
dimensiones, sobre todo si consideramos su punto de apoyo en la cara
mayor, es demasiado grande para pensar que rematara directamente
el cipo. Dado su estado fragmentario, no se advierte ningún elemento
para ajustarlo a otra pieza.
Escultura representando un toro: Como hemos visto, apareció fragmentada en cuatro trozos: cuartos traseros, cuerpo, cuello y morro.
Falta un buen trozo de la cabeza, la correspondiente a la cara y parte
de la testuz (fig. 3 y lám. V, 1). La figura completa era de considerables
dimensiones, entre 1'20 y 1'30 m. de longitud. Tiene Jas patas rotas pero
puede advertirse que su posición era erguida. La altura máxima conservada
de la parte delantera a la testuz, es de 62 centímetros. Su modelado es
Fig. 8.-Reconatrucción de la figura de toro.
(16) D. FLETCHER VALLS: «La necrópolis ib6rica del Corral de Saua (Mogente, Valencia)»,
Nota Informativa con motivo del Cincuenta aniversario de la Fundación del Servicio d.e Inveatigaci6n
Prehl.et6rica. Valencia, 1977.
D. FLETCHER VALLS y E. PLA BALLESTER: «Reatos eacult6ricoa de la necrópolia ibérica de Corral de Sam (Mogente, Valencia)», enBomeD~Ue a Carda y Bellido, m, Revilta de la Universidad Complutenae, voL XXVI. nWn. 109, Madrid, 1977, p6p. 66-62.
J. APARICIO PEREZ: «Las rafees de Mogente. Prehl.etoria y Protohiatow. Departamento
de Hiatoria Antigua de la Universidad de Valencia. Valencia, 1977, Um. VI.
ALMAGRO GORBEA: op. cit. en la nota 2, págs. 283-293.
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18
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voluminoso con tendencia a planos geométricos, especialmente en la
parte de la grupa, donde la cola rota, de sección rectangular de 6 centímetros de ancho, iría a meterse entre las nalgas, presentando un fuerte
biselado, lo mismo que en el espinazo indicado por una franja lisa de 8
centímetros de anchura. La grupa, de tendencia circular, mide por su
parte posterior 35 centímetros de alto por 33 de ancho y en el costado
38 centímetros de altura hasta el arranque de la pata que está rota. El
cuerpo, casi cilíndrico, mide 34 centímetros de altura conservando
parte de los órganos genitales, y en la zona delantera el arranque de la
pata y la papada que enlaza con el cuello. Este presenta la indicación
de los pliegues en forma de líneas onduladas paralelas, que cubren
todo el cuello hasta la papada, como es habitual en otros toros ibéricos
de piedra, como los de Cabezo Lucero, Balones, Tossal de la Cala,
Arjona, Cerro de Alcalá, Espejo, Montemayor y Osuna (17).
El fragmento del moiTo, que seguramente pertenecía al mismo animal, tiene su extremo muy redondeado con la boca seiialada por una
incisión muy profunda que separa los labios y los orificios nasales muy
grandes y profundamente marcados con un reborde en relieve, recordando los ollares de un é~uiqo.
En conjunto la escultura ofrece una representación de carácter
realista dentro del esquema más generalizado en los toros ibéricos:
posición erguida, morro redondeado, con orificios nasales visibles
desde el frente, cuello con pliegues paralelos, cola entre las ancas y
sexo indicado, pudiéndose encuadrar dentro del gÍ-upo A establecido
por Teresa Chapa (18). La pieza más próxima a la de Jumilla, tanto
por sus dimensiones como por su tratamiento general, es el cuerpo de
un toro procedente de Caudete que se conserva en el Museo de Albacete (19), y al que parece coiTesponder un plinto de 74 centímetros de
longitud, 14 de altura y 38 de ancho. En el caso de Jumilla, es difícil
precisar el lugar donde iría colocada la escultura, pero teniendo en
cuenta su posición estante sobre las patas, se podría calcular la separación de éstas en unos 70 centímetros y por tanto las dimensiones del
punto que le serviría de apoyo tendría que ser como mínimo de unos
74 centímetros de longitud, por tanto muy próximas a la que nos da el
citado plinto de Caudete.
(17) CHAPABRUNÉT: op. cit. en la nota 1, en primer lugar, n6me. de ca~ogo A-7, 10, 13 y U ¡ J3 y 19, Co-12 y 1• y Se-18.
(18) CHAPA BRUNET: op. cit. en la nota 1, en segundo lugar, p!p. 151-168.
(19) CHAPA BRUNET: op. cit. en la nota 1, en primer lugar, p!p. 285-287, fig. " · •a, lám.
xxxm
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Fig. 4.-Fragmento con guerreros tumbados.
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17
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Fragmento decorado con guerreros tumbados: Como ya vimos, apareció a cierta distancia de las piezas enumeradas anteriormente. Su
gran interés radica en que es de estructura semejante a la de la pieza
de las «Damitas» de Corral de Saus, incluso en la posición tumbada de
las figuras, elementos que se repiten de nuevo en una de las piezas
recientemente aparecidas en las excavaciones de los profesores Lillo
Carpio y Walker en el yacimiento de El Prado de Jumilla, que presenta
figuras femeninas tumbadas (fig. 4 y lám. V, 2).
Se trata de un gran bloque de piedra caliza arenisca blanda, como
la del resto de las esculturas estudiadas hasta ahora. Es de forma troncopiramidal, midiendo en la cara mayor, muy deteriorada, unos 85-90
centímetros de lado. Es precisamente en esta parte más ancha de la
pieza, donde se desarrolla la decoración escultórica, en tomo a un cuadrado menor, que sobresale de las esculturas, de 45 por 48 centímetros de lado; este cuadrado se destaca de la parte esculpida mediante
un perfil ligeramente cóncavo en los ángulos. En su centro aparece una
perforación circular de 13 centímetros de diámetro por 7 de profundiad. En la cara opuesta también presenta una perforación semejante,
lo que indica que la pieza iría ensamblada a otros dos elementos en su
base y coronación. El espesor o altura total sería de unos 40 centíme- .
tros, ya que por el mal estado de conservación ni siquiera las medidas
que damos pueden ser muy precisas.
Aunque actualmente sólo se conserva parte de dos figuras de guerreros tumbados, todo parece indicar que éstas se repetirían simétricamente en los otros dos lados muy deteriorados. Del guerrero mejor
conservado se puede apreciar la parte inferior del torso hasta la cintura, ceñida con ancho cinturón (3'5 centímetros) atado con un gran
broche de 6 centímetros de ancho típicamente ibérico. La túnica,
corta, deja al descubierto los muslos que se elevan hasta tocar con la
rodilla del izquierdo el borde del cuadro superior, quedando así las
piernas ligeramente flexionadas para tocar con los pies la base. Por faltar la parte superior del torso y la cabeza, es difícil precisar la posición
de ésta, que seguramente quedaría algo caída, junto a los pies de la
figura inmediatamente anterior. En la figura siguiente sólo puede percibirse el torso, el ancho cinturón y las piernas dobladas hacia arriba
por la rodilla, en idéntica posición que la anterior, con cuyos pies enlazaría sin taparlos, pues aparecen bien visibles. Hay que pensar que el
ángulo de la pieza sería bastante más saliente para dar cabida a la
cabeza, seguramente ladeada.
La mala conservación de la pieza no permite hacer demasiadas
anotaciones de tipo estilístico, pero es indudable la elegancia en el
ritmo repetitivo de la posición de las figuras, que, con la flexión de las
-246-
[page-n-255]
ESCULTURA FUNERARIA DB COIMBRA DB BARRANCO ANCHO
19
piernas por las rodillas, se aleja de la rigidez que pudiera presen~
una figura totalmente tumbada con las piernas rectas. Sin embargo, la
flexión aporta a las piernas una cierta laxitud y reposo, que bien
pudiera interpretarse como la de un guerrero muerto. El tratamiento
de estas figuras recuerda mucho el del guerrerito de pie en la escena
del cjpo, lo que hace pensar que las dos piezas formaran parte de un
mismo monumento.
El problema principal que se plantea es el de precisar la posición
de los guerreros tumbados en relación al cipo. Anteriormente (20)
había considerado esta pieza como un plinto, tanto por su volumen y
consiguiente peso, como por la posición de las figuras que parecen
estar esculpidas para ser vistas desde arriba. Además, las dos perforaciones citadas permiten deducir que iría unida a dos piezas, teóricamente un basamento y el cipo. El que sirviera de basamento al cipo
presentaba el inconveniente de que la base de éste (47 por 56 centímetros) es algo mayor que el cuadrado superior del plinto sobre el que
debería apoyarse (44 por 45 centímetros), teniendo que sobresalir de
él unos centímetros. Las perforaciones circulares de ensamblaje en
cambio, son muy semejantes con 12 y 13 centímetros de diámetro.
Las reconstrucciones de pilares-estela ibéricos efectuadas por
Martín Almagro (21) obliga a pensar en si esta pieza pudiera haber servido de cornisa en vez de plinto. Las dimensiones algo menores del
cipo en su parte alta (44 por 47 centímetros) encajarían mejor con el
cuadrado en tomo al cual se distribuyen los guerreros tumbados, que
en este caso se verían desde abajo en una posición un tanto forzada,
con las rodillas dobladas hacia el suelo. Habría que interpretar su flexión como un esfuerzo para sostener el peso que teóricamente soportaban, con la espalda y la cabeza o brazos totalmente perdidos. La
pieza además tendría que soportar algún otro elemento arquitectónico
en su superficie mayor, de unos 85-90 centímetros de lado como
mínimo, lo que aumentaría aún más el enorme peso descargado sobre
el cipo. Por esta razón, principalmente, parece un poco dificil aceptar
la sugerente reconstrucción de Martín Almagro, que, como él mismo
indica «resultaría un elemento muy peculiar, que por ahora se debe
considerar genuinamente ibérico» (22). Efectivamente, son muy raras
las muestras de relieves en piedra dispuestos horizontalmente en alto,
(20) MUÑOZ AMILIBIA: op. cil en la nota 5, p4g. 742.
(21) ALMAGRO BASCH: op. citen la nota 2, pá¡a. 258 a 268.
(22) ALMAGRO BASCH: op. cil en la nota 2, pág. 261.
-247-
[page-n-256]
20
ANA MARIA MUROZ AMILIBIA
para ser vistos desde abajo, como en la discutible reconstrucción del
dintel de uno de los templos de Prinias en el Museo de Heraklion (23}.
Incluso la famosa gran lámpara de aceite de Cortona, de 46 centímetros diámetro, con su decoración de silenos y sirenas dispuesta
para ser vista desde abajo, es una pieza excepcional (24).
Aunque la función de esta pieza quede aún en el aire, su posible
relación con alguno de los tres fragmentos arquitectónicos no decorados, aparecidos también en la necrópolis, o con otros posibles hallazgos que aún pueden producirse, quizás permitan una reconstrucción
más segura en el futuro.
De momento prefiero limitarme a aportar la base documental, que
se completará próximamente con la publicación de los hallazgos de El
Prado de Jumilla, que, unidos a los del Cottal de Saus, han abierto
nuevas perspectivas para el conocimiento de la escultura monumental
ibérica del Sureste. La posibilidad de que el propio cipo sirviera de
urna cineraria es un dato más a tener en cuenta en futuros hallazgos,
en relación con el ritual funerario ibérico.
(23) J. BOARDMANN: «Greek aculpture. Tbe Archaic Period». London, 1978, fig. 32, 1-4.
(24) R. BIANCHI BANDINELU y A. GIUIJANO: 4CLoa etruacoa y la Italia anterior a Roma».
Aguilar, Madrid, 1974, pág. 201 y figs. 235 y 236.
-248-
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MUÑOZ.-Escul tura fu net·aria
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Jinete armado. (Foto Luis Canicio. Jumilla.)
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LAM. IV
MUÑOZ.-Escullura funeraria
Fragmento 81'quitect6nico con decoración vegetal.
- 252-
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MUÑOZ.- Escultura funeraria
Toro y ft·agmento decorado con guen·eros tumbados. (Foto Luis Canicio. Jumilla.)
LAM. V
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MUNOZ.- Escultura funet•nria
LAM. Vl
Posición del cipo al fondo y en p1·imer ténnino el ft•agmento de los guerret•os tumbados.
Abajo: Detalle de la pa1·te infet·iot• del cipo con la perforación y el tapón de yeso.
-254 -
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MUÑOZ.- Escultura funeraria
LAM. VIl
Ardba: El cipo en posición e n la nect•ópolis, junto al empedrado tumular. Oebl\io: Detalle
con la situación d e los fragmentos d e tot·o.
-255-
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JUAN MALUQUER DE MOTES
(Barcelona)
UN CASCO IBERICO
PROBABLEMENTE DE LA NECROPOLIS DE GALERA
(GRANADA) EN EL INSTITUTO DE ARQUEOLOGIA
DE LA UNIVERSIDAD DE BARCELONA
En 1959 cuando llegué a Barcelona procedente de la Cátedra de
Arqueología de la Universidad de Salamanca, encontré diversos cajones de materiales arqueológicos reunidos allí para realizar un Museo
didáctico. Diversas circunstancias que no hacen al caso han impedido
durante estos años la organización del Museo, sin embargo, algunos de
los materiales existentes fueron revisados y reparados y, entre ellos
figura un casco de bronce que se hallaba doblado en cuatro partes, sin
indicación de procedencia.
El casco había perdido el temple en la incineración del cadáver y
había sido doblado dos veces sobre sí mismo, como si se tratara de una
simple cuartilla. Por tratarse de un material conocido del mundo ibérico, aunque no demasiado abundante, intentamos ver si se podía desdoblar y devolverle su primitiva forma. Durante meses con un martillo
de madera fui desdoblando el casco hasta conseguir primero la mitad
del mismo y, luego, con una paciencia infinita desdoblarlo en lo posible. Llegó un momento en que ya no nos atrevimos a hacer más,
temiendo la rotura de la plancha de bronce. Empezó entonc~s la búsqueda de soluciones para acabar de desdoblarlo y devolverle su forma
primitiva La solución la encontró nuestro amigo Francisco Rosella,
restaurador de nuestro laboratorio por aquel entonces. Rosella conocía un caldedero de cobre que hacía verdaderas maravilla con las pie-257-
[page-n-266]
2
J. MALUQUBR DE MOTES
zas. Dicho caldedero, cuyo nombre desconocemos, había trabajado ya
en alguna pieza para el Museo Arqueológico de Barcelona. En pocos
días nos devolvió el casco en la forma presente y sin que apareciera
más que una única rotura en el punto donde la chapa había sido
doblada cuatro veces, pero que no afectaba a ninguno de los bordes.
En conjunto se trata por consiguiente de un casco de bronce, como
los cascos ibéricos bien conocidos, que ha perdido sus paragnátides, a
pesar que tiene los puntos de enlace para ellas;
En la parte alta tiene un botón en el que iría un penacho, y es en
general igual a los picos de varios casos ibéricos de la necrópolis de
Galera ya publicados en la revista «Zephyrus», por José M a
Blázquez (1).
En la parte inferior aparece un sogeado oblicuo, en una zona que
avanza en forma llana en relación a las paredes del casco. Junto a esta
zona de puntuación oblicua aparece una línea troquelada de circunferencias pequeñas que constituye el único sistema de decoración de
todo el casco.
Se trata de un casco relativamente grande, que pertenecerla por lo
tanto a un guerrero de gran constitución. Sin embargo, no damos las
medidas por suponer que con su arreglo se habrla deformado y quizás
las medidas aparecieran algo mayores que en su momento original De
hecho se le puede considerar un casco absolutamente normal, con las
paragnates perdidas.
La pieza no llevaba ninguna otra indicación que un fragmento de
pasta vítrea en forma de alabastrón, que supusimos debía de pertenecer al mismo enterramiento. No había indicación alguna de material
que pudiera pertenecer a la misma sepultura y, por lo tanto, resultaba
diffcil de establecer su lugar de origen.
Ya de entrada, nos pareció raro que pudiera pertenecer a alguna
necrópolis catalana. Ciertamente se utilizaron cascos entre algunas
tribus ibéricas, y una de las pruebas más claras es el casco de la necrópolis de La Pedrera en Vallfogona de Balaguer, que se halla en el
Museo de Lérida (2). Se trata de un casco análogo, pero ya de hierro,
que fue hallado en una sepultura con falcata característica de fmes del
siglo IV o comienzos del siglo m a. C. El casco de la Universidad de
Barcelona es evidentemente algo más antiguo, pero de fecha no
lejana.
(1) J . M• BLAZQUEZ MARTINEZ: «Cucoa in6ditoe, itálicoe, ¡rlegoe y romanoe en el Museo
Arqueol6gico Nacional», Zephyrus, vm, pága. 146-166, Salamanca, 1967.
(2) M PLENS: «La necrópoli.a ibérica de La Pedrera i Tennena (La Noguera)», Barcelona, 1986.
Teeia de U cenciatura sin publicar.
-258-
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CASCO IBERICO DE GALERA
S
Haciendo inquisiciones resultó que por aquellas fechas -1967,
1958- la Universidad de Barcelona había iniciado gestiones en el Sur
de España, en las provincias de Granada y Albacete, con miras a organizar excavaciones, para las que buscaba un yacimiento a ser posible
de época ibérica. " Andalucía fue enviado Ricardo Martín a visitar disA
tintos yacimientos con ánimo de encontrar uno que fuera interesante
para excavar. Suponemos que ya entonces existirían esos materiales,
entre los que figura el casco, en los fondos de la Cátedra de Arqueología y, suponemos también que por esta misma causa pensaban organizarse excavaciones. La Cátedra de Arqueología se hallaba entonces
vacantes por jubilaci6n de su titular, Don José Amor6s. Luis Pericot,
como catedrático más antiguo, se hizo cargo de la cátedra y de nombrar a los distintos suplentes hasta que dicha cátedra no hubiera
salido a concurso de traslado y se hubiera resuelto. Evidentemente los
materiales referidos que traían el casco doblado debieron de ingresar
en la Universidad en este momento. Es por ello que los consideramos
como unos materiales procedentes de la necrópolis de Galera en Granada, que debieron llegar a Barcelona. Ignoramos completamente
quién y con qué motivo se adquirieron.
Creemos, por consiguiente, que el casco de bronce de la colección
del Instituto de Arqueología de la Universidad de Barcelona debe ser
atribuido a la necrópolis de Galera, que antes y después de las excavaciones oficiales de Don Juan Cabré facilitó otros muchos materiales a
los excavadores clandestinos, que engrosaron el comercio de antigüedades. Los materiales de referencia debieron venderse antes que fueran localizados por los intermediarios interesados.
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MALUQUER.- Casco ibérico de Galera
LAM. 1
Casco de bronce de la necrópolis de Galera (Granada). Colección didáctica del Instituto
de Arqueología de la Universidad de Barcelona.
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ENRIC SANMARTI GREGO *
(Barcelona)
NOTAS ACERCA DE UN BOVIDO ffiERICO EN PIEDRA
DEL MUSEO ARQUEOLOGICO DE BARCELONA
INTRODUCCION
El año 1971, por donación de don Juan Baldricb, ingresó en el
Museo Arqueológico de Barcelona una escultura anima1ística ibérica
en piedra que fue catalogada con el número 25.357 del inventario
general del Museo. Dicha pieza, para la que se adujo una supuesta
procedencia granadina, permaneció expuesta en el vestíbulo de aquella institución museística sin que fuera objeto de publicación científica
alguna. Hoy, ante la oportunidad de poder participar en el tan merecido homenaje de admiración y afecto que la comunidad arqueológica
hispana tributa a Don Domingo Fletcher Valla, hemos creído que valía
la pena darla a conocer, tanto más cuanto que esta escultura pertenece
a uno de los periodos de nuestra protohistoria al que el homenajeado
ha dedicado muchos de sus mejores afanes científicos.
ESTUDIO
Descripción
Se trata de una escultura en piedra caliza, decapitada, lab1·ada en
bulto redondo, que representa con harta fidelidad, a un bóvido echado
y visto por su costado derecho (lám.l). Este animal debía girar seguramente la cabeza un tanto hacia la derecha, según parece demostrar la
(*) AgradK emoa a la Srta. Mana Antonia Grau la realizaci6n de loa dibujos que ilustran la
ft¡. l .
-261-
[page-n-270]
2
E. SANMARTI GREGO
dirección que llev~ lo que de su cuello se conserva Ofu!l. II, A y B).
Si los detalles de su lado derecho están observados con realismo,
no ocurre lo mismo con la parte central de su costado opuesto, donde
la anatomía del animal adopta una forma plana, verticalizada, hecho
éste que claramente contrasta con los extremos de este mismo lado,
donde el animal muestra las rotundidades que le son propias (fig. 3 B).
Si fijamos nuestra atención en el costado derecho, observaremos
que el animal está recostado sobre su pata posterior izquierda de la
que se advierte la presencia de la pezuña por debajo del muslo derecho (fig. 3 A). Contrariamente, por su parte delantera el bóvido descansa sobre ambas patas, que aparecen dobladas (lám. ll. A) .
Visto por delante se advierte que el escultor conservó, en parte y a
modo de plinto, una porción inferior del bloque de piedra en el que fue
tallada la imagen, dicha porción continúa por debajo del vientre del
animal, aunque únicamente en lo que a su mitad derecha se refiere (lám.
ll, A). Por el lado izquierdo se percibe su ausencia, hecho éste que resta
estabilidad a la escultura En efecto resulta necesario resaltar que este
bóvido no se asienta completamente sobre una base plana, sino que
todo él se inclina hacia su costado izquierdo, motivo por el cual se ha
debido exponer la pieza apoyándola sobre una cuña, pues, de otro
modo, perdería estabilidad y, con poco esfuerzo, vencería fácilmente
hacia aquel lado (lám. ll, B y lll, B).
Los detalles anatómicos, aunque someros, están bien tratados y no
faltan observaciones si se quiere simples, aunque logradas, de elementos característicos cuales pueden ser los órganos genitales; el pelaje de
las zonas próximas a las pezuñas; el carácter bífido de éstas, o bien las
protuberancias de los huesos de la grupa que se hacen aparentes precisamente cuando el animal adopta la posición echada La cola, por su
parte, presenta en su tramo final un trenzado de su pelo, en forma de
ocho, repitiendo un esquema bien conocido en la escultura animalística ibérica. Asimismo, en su arranque, la cola en cuestión presenta
unas acanaladuras en forma de U invertida (lám. 1).
P or último, cabe señalar que sobre el lomo, a la altura de la cruz, el
animal posee una especie de depresión ovalada, poco profunda de
cuya funcionalidad tendremos ocasión de hablar más adelante. Hay
que hacer notar que esta depresión tiene su eje mayor orientado en el
sentido de la profundidad de la escultura lo cual, como veremos, permite dar una explicación plausible a su funcionalidad (lám. 1).
En líneas generales esta representación escultórica podemos decir
que está plenamente conseguida desde el punto de vista de la fidelidad a un original. Efectivamente, es quizá en la plasmación de animales reales, sobre todo équidos y bóvidos, que el artista ibérico obtuvo
-262-
[page-n-271]
BOVJDO mERICO EN PIEDRA
8
sus mejores resultados al no verse obligado a tener que traducir a una
realidad concreta algo que no conocía de primera mano, caso de los
leones, y de la que únicamente tenía un conocimiento puramente conceptual y abstracto.
La sucesión de planos lisos y curvos, desde la cabeza a los cuartos
traseros, se consigue en esta escultura de una forma sabia en la que la
utilización de la luz juega un papel de primer orden. Compárese sino
con el esquematismo e, incluso, irrealidad de tanta y tantá escultura
ibérica -recordemos el toro de Osuna o la buena serie de leones hallados en diversos yacimientos jiennenses y cordobeses (1)- para comprender hasta qué punto nuestro bóvido se acerca a la realidad que el
escultor pretendió recrear.
Paralelos y cronolog(a
Desgraciadamente no podemos aducir paralelos demasiado claros
que desde el punto de vista de la realización permitan establecer ajustadas comparaciones estill.sticas. Sólo en el bóvido echado de El Molar
creemos encontrar rasgos que nos recuerdan a nuestro ejemplar, entre
los que destaca, por su excepcionalidad, el de tener también una
depresión en el centro del lomo. Pero dejando de lado esta característica, vemos en el toro alicantino un aire vagamente familiar que, creemos nosotros, permite imaginar que ambos ejemplares no están
demasiado alejados el uno del otro ni en el espacio ni en el
tiempo (2).
En principio, nosotros nos permitimos dudar un tanto acerca de un
origen granadino para este pieza, pues a esta provincia corresponde
buena parte del territorio bastetano, en el cual, según ha demostrado
M Almagro-Gorbea, predominan las cámaras funerarias con notable
ausencia de escultua zoomorfa sepulcral en piedra {3). Por su aspecto
(1) Véase en última Instancia loa recientemente publicados de Baena (Córdoba) en F. C'HAVES
TRISTAN: «Nuevas escultural de leones en la $ODA de Baena (Córdoba)», en Homenaje a C'onchita
Femmdez Cbican'o, directora del Muaeo Arqueol6cico de SeviDa, Madrid, 1982, p6p. 227-247, que
vienen a añadirse a loa ya cláaicoa de la misma localidad o de Nueva C'arteya, en~ otros.
(2) E. A. J.LOBREGAT CONESA: «Conteatauia ibérica», Alicante, 1972, lám. IX. arriba. Elte
autor da en su libro la viata lateral derecha de la pieza; para el coDOClmiento de au lado opueato, v6ue la
nota 6.
(3) M. ALMAGRO GORBEA: «Tumbas de cámara Y ~as funerviaa ibérica& Su interpretación
.
aoci
de recordar también que en la provincia de Granada no ha aparecido, por ahora, ni una sola eafin¡e en
piedra ai exceptuamos, claro esté, a la Dama de Galera; para esta cuesti6n véase T. C'HAPA BRUNET:
1d.aa eafingea en la plútica ib6rica», en Trab~oa de Prehistoria. 87, Madrid, 1980, páp. 309-344.
-263-
[page-n-272]
•
E. SANMARTI GREGO
y su labra pensamos que esta escultura tiene que proceder de algún
yacimiento ibérico ubicado en el sudeste peninsular, en las actuales
provincias de Alicante o Murcia, muy probablemente.
En cuanto a su cronología estamos completamente faltos de cualquier indicación de dónde y en qué contexto apareció esta escultura.
Sin embargo, tras la enseñanza de Pozo Moro, no cabe la menor duda
para proponer una cronología alta que situariamos en el siglo V a.
J.
c.
Dimensiones
La escultura de bóvido que nos ocupa, labrada a partir de un
bloque de piedra caliza, relativamente blanda, de color beige, tiene
una anchura máxima de 103 centímetros; una altura máxima de 58'5
centímetros y una profundidad máxima, en los cuartos traseros, de 39
centímetros. La depresión ovalada del lomo, por su parte, mide 7 milimetros de profundidad y su eje mayor mide, a su vez, 105
centímetros.
Estado de conservación
Si exceptuamos la pérdida de la cabeza, a. í como los rotos y dess
conchados de la pata anterior izquierda, del muslo posterior derecho y
de ciertos puntos de la cola, podemos considerar que esta pieza ha llegado hasta nosotros en condiciones de conservación más que aceptables. Si tenemos en cuenta el hecho de que, por lo general, toda la
escultura ibérica, tanto la animalística como la antropomorfa, sufrió,
ya en la misma antigüedad, un proceso de deterioro muy acusado, la
mayoría de las veces intencional (4). En este sentido, cabe señalar que
la escultura presenta en la parte izquierda del cuello una ancha y profunda ranura, aparentemente intencionada, que quizá sea producto
del proceso llevado a cabo para conseguir la separación de la cabeza
del resto del cuerpo del anim81 (lám. ll, B).
(4) M ALMAGRO GORBEA: «Pozo Moro. El monumento orlentalizante, au contexto sociocultural y sus paralelos en la arquitectura funeraria ib6rica», en Madrider Mitteilun¡en, 24, 1988,
Mainz am Rhein, 1984, pág. 267. Este autor opina quelaa destrucciones ae evidencian a partir de fines
delalglo IV; ain embargo, creemos que hay razones aobradaa para poder pensar en una mayor antigüedad, tal como lo demuestra el reaprovecbamiento de fragmentos eacult6rlcoa en tumbaa de encachado
tumular bien fechadaa por importaciones átieaa de barniz negro en el curso de la primera mitad del siglo
IV a. de('., cual ocurre en la necr6polia de El ('igarralejo o en la de ('abezo Lucero, para citar aolamente
eatoa dos; vbse E. ('UADRADO DIAZ: «El mundo ibérico. Problemaa de cronolo&{a y de laa influeneiaa culturales extemaa», en Primer Sympoaium de Prehistoria Peninsular (Pamplona, 1969), Pamplona, 1960, pig. 226, y A. JODIN, E. LLOBREGAT C'ONESA, P. ROUILLARD y J . UROZ SAEZ:
t
-264-
[page-n-273]
BOVIDO mERICO EN PIEDRA
6
Interpretaci6n
Hemos de confesar que nuestra primera impresión al iniciar el
estudio de la pieza que nos ocupa fue la de considerarla una esculturasillar de ángulo de un momento funerario turriforme, movidos por el
hecho de constatar que la escultura tenía liso el costado izquierdo. Sin
embargo, pronto caímos en la cuenta de que esta interpretación no era
plenamente correcta ni satisfactoria pues un examen atento del animal
revela que en modo alguno fue tallado pensando en asignarle una función arquitectónica de sostén de sillares en un monumento, sino que,
antes bien, el carácter liso de su costado izquierdo daba a entender
que por dicho lado la escultura debió de ir tan sólo adosada a algo que,
por otra parte, permitía ver lateralmente la parte anterior y el cuarto
trasero izquierdo. Así pues, de haber funcionado como sillar de
ángulo, la escultura jamás hubiese permitido ver al espectador,
cuando menos, su extremo posterior interno del cuerpo, pues éste
habría quedado oculto en el interior de la estructura de la torre funeraria, tal como vemos que ocurre con los leones del monumento sepul.
cral de Pozo Moro (5}.
Ante esta evidencia había pues que tratar de dar otro tipo de explicación ala funcionalidad de la escultura que nos ocupa, lo cual ciertamente, no se presenta nada fácil Es ahora y aquí cuando entra en
juego la valoración que hay que asignar a la depresión ovalada que se
halla situada sobre el lomo del animal, ya que es sin duda esta huella la
que de forma hipotética ayudará a dar con la clave del enigma.
Descartada por nuestra parte la posibilidad de que la escultura del
Museo Arqueológico de Barcelona hubiese pertenecido a un monumento funerario turriforme, pensamos que, en cambio, este animal,
emparejado con un homólogo que se situarla a la izquierda, sirvió para
flanquear la figura de una dama sedente, la cual sostendría alg6n
objeto de culto - pátera, gobelete o tulipa, etc.- adoptando una postura que la obligaría a separar los brazos del tronco de manera que su
codo derecho se apoyaría y quedaría fijado en la depresión circular
situada sobre el lomo del animal (fig. 1, A y B). Esta hipótesis, que a
primera vista podría parecer gratuita, se apoya en el hecho constatable de la visibilidad de los extremos del animal por su costado
izquierdo, de forma que, contra la parte central del mismo, se apoyada
(6) ALMAGRO GORBEA: op. cit. en la nota anterior, láma. 16 a 18. Nos referimos e.xcluaiva·
mente a esta obra por ser la auma y compendio de la abundante literatura salida de la pluma de este
autor. Su elenco completo en la misma obra. pág. 178, nota 2.
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Fig. 1.- Reooutrucclón del bóvido IWrlco del Museo Arqueológico de Barcelona.
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BOVIDO IBERICO EN PIEDRA
7
el lateral del tronco de la dama sedente, el cual, asimismo, sostendría
al bóvido evitando su tendencia a inclinarse; así como también en el
resultado de la prueba experimental que hemos realizado procediendo
a sentar a una persona de pequeña estatura en el lugar de situación
teórico de la dama. En efecto, colocada una persona de esa gUisa, llevando a cabo la acción de sostener una pátera en sus manos, hemos
comprobado que su codo derecho iba a coincidir exactamente con la
depresión situada sobre el lomo del animal, lo que para nosotros sirve
para otorgar visos de verosimilitud a la hipótesis que aquí estamos formulando como ya ha sido dicho, una huella de este mismo tipo y situación la conocemos en la representación de un bóvido echado
procedente de El Molar a coincidir exactamente con la depresión
situada sobre el lomo del animal, lo que en nuestra opinión sirve para
otorgar visos de verosimilitud a la suposición que aquí estamos formulando. Por otro lado, el hecho de que el eje mayor de la depresión esté
orientado de tal forma que en ella pueda encajar cómodamente un
codo, apunta también hacia la verosimilitud de nuestra propuesta.
Con todo, somos conscientes de que hasta que la arqueología no
aporte pruebas concluyentes que confirmen la existencia en la escultura funeraria ibérica de asociaciones de animales -en este caso
bóvidos-, a damas sedentes, siempre planeará la duda acerca de la
bondad de nuestra hipótesis. De todos modos, creemos que es válido
ponerla habida cuenta de que se formula en base a unos supuestos
lógicos que la hacen aceptablemente plausible.
Ya fuera del ámbito propio al monumento que nos ocupa, cabe
aducir también las pruebas relativamente utilizables y paralelizables
que aportan el Toro de El Molar y la Bicha de Balazote.
Sobre el primero hemos de decir, partiendo de la no muy buena
fotografia publicada en su día por A García y Bellido (6), que por su
costado derecho parece tener la parte anterior plana, así como su
parte central, quedando sólo bien esculpida la correspondiente a su
cuarto trasero. Hipotéticamente, y a falta de visión directa, diremos
que quizá pudo funcionar del mismo modo que suponemos lo hizo el
bóvido de Barcelona.
En cuanto a la Bicha de Balazote cabe decir que está también claramente dotada de una depresión circular sobre su lomo, quizá más
pequefta que la que se encuentra en nuestro ejemplar. En cuanto a su
funcionalidad, la. opiniones varian según los autores, pues, de un lado,
s
(6) A. GARC'IA BELLIDO: <
PIDA.L, tomo L vol m. Madrid. 1963, pág. 591, fig. 528.
-267-
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8
E. SANMARTI GREGO
A. García y Bellido, su primer editor serio, opinaba en 1931 que la
Bicha no tuvo un rol de sillar, sino que debió estar «más o menos arrimada a una pared» (7), según este mismo autor, el hecho de que la
Bicha tenga la pata anterior derecha casi acabada así como su cuarto
trasero· esbozado impediría su atribución a un sillar. Más recientemente, Martín Almagro Gorbea ha incluido a la Bicha de Balazote en
la lista de esculturas-sillares de ángulo pertenecientes a probables
monumentos funerarios turrüormes (8). Por nuestra parte pensamos
que no queda del todo clara su función como sillar y que tal vez tuviese
razón García y Bellido, al no considerarla como tal, tanto más cuanto
que nos da la sensación de que las marcas que aparecen sobre su lado
derecho no parecen ser tanto las huellas de talla, sino que más bien
parecen el resultado de una acción violenta destinada a arrancar la
pieza de algo a lo que se hallaba í.ntimamente unida por haber sido
labrada al unísono con la parte supuestamente desaparecida. En este
sentido llama poderosamente la atención la presencia de un surco oblicuo, al parecer profundo, situado en la parte anterior de la, digamos,
cara oculta de la pieza, el cual recuerda en gran manera al que en el
animal del Museo de Barcelona cruza oblicuamente su cuello por
encima de la papada Uno y otro podrian ser la huella dejada por un
escoplo de sección circular utilizado para, en uno y otro caso, mutilar
las piezas.
Nosotros, con la mayor prudencia, avanzamos la posibilidad de
que la Bicha de Balazote hubiese podido desempeñar un papel iconográfico semejante al que suponemos para el bóvido de Barcelona, aunque pensamos también que tanto la Bicha cuanto el toro de El Molar
pueden ser objeto de interpretaciones distintas a ésta y que habrá que
esperar a que el·azar y la necesidad nos doten en el futuro de los elementos de juicio complementarios porque por ahora nos faltan.
CONCLUSIONES
De haber sido las cosas según nuestro hipotético modo de ver,
resultaría que, en el ámbito de la plástica animalística ibérica de uso
(7) A. GARCIA BELIJDO: «La Bicha de Balazote», en Archivo Eapaflol de Arte y Arqueología,
vn. Madrid, 1931, páp. 249-270.
Más recientemente ha tratado de esta pieza T. CHAPA BRUNET: C
10, Albacete, 1981, págs. 145157, para la que eate animal cumplió una función arquitectónica, quid. en la puerta de una
tumbL
(8) ALMAGRO GORBEA: op. cit. en la nota 4, pág. 232.
M. ALMAGRO GORBEA:
vn.
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[page-n-277]
BOVIDO mERICO EN PIEDRA
9
funerario, habría que tomar en cuenta la posible existencia de animales echados flanqueadores de damas sedentes, lo que nos llevarí(l a
establecer un nuevo grupo de esculturas labradas con esta precisa
finalidad funcional, y que habria que distinguir de las esculturas utilizadas con finalidades apotropaicas y arquitectónico estructurales en
los monumentos funerarios turriformes.
Efectivamente, M. Almagro Gorbea ha tenido el mérito y el acierto
de establecer por vez primera la tipología de los monumentos funerarios ibéricos en relación con la escultura anim.a1ística en piedra. Así,
dejando a un lado los sepulcros tumulares y de cámara, ambos desprovistos de escultura, ha podido determinar la existencia de monumentos turriformes tipo Pozo Moro, dotados de animales protectores en
las esquinas, así como de monumentos en forma de pilares-estela provistos de figuras animales -y tal vez jinetes- en su cima (9). De esta
forma, todo el cúmulo de materiales atesorados hasta ahora, conservados en museos y colecciones, comienza a encontrar un adecuado ordenamiento lógico. Sin embargo, hay que tener presente que, muy
probablemente, a medida que la escultura animalística ibérica vaya
siendo estudiada a la luz de estas importantes aportaciones de M.
Almagro-Gorbea, paulatinamente irán estableciéndose matizaciones
que abrirán nuevas vías a la interpretación de la funcionalidad de
aquélla. Nosotros queremos creer que con el estudio del documento
que hoy nos ocupa aqtú hemos aportado nuestro grano 5fe arena en el
sentido de abrir una nueva vía de discusió~ y debate en este campo tan
viejo, pero al mismo tiempo tan novedoso, del estudio de la
plástica ibérica.
NOTA COMPLEMENTARIA
Acabado de redactar este trabajo y a punto de ser librado al editor,
ha llegado a nuestra manos el libro de Teresa Chapa Brunet dedicado
al estudio de la plástica ibérica de tema zoomorfo (10). En dicha obra,
la autora trata de la escultura que motiva estas páginas, para la que se
propone un origen andaluz, situado concretamente en la localidad de
Santaella (Córdoba). Los motivos que mueven a la autora a fijar este
origen con tanta precisión se basan en el conocimiento de otra escultura de bóvido hallada en aquella localidad andaluza hace un cuarto de
(9) M. ALMAGRO GORBEA: «Pilarea estelaa ibérico&», en Homenaje al proCeaor Martín Almagro
Bascb, m, Madrid, 1983, p6ga. 7-20.
(10) T. CHAPA BRUNET: «La escultura ibárica zoomorfa», Madrid, 1985, pága. 108, 158 y 160.
-269-
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10
E . SANMAR'n GREGO
siglo y que hoy se conserva en el Museo Arqueológico de Córdoba.
Para Teresa Chapa, la semejanza formal entre ambas postula hacia un
origen común. Asimismo, estos dos bóvidos pueden encuadrarse,
siempre según esta autora, en un Subgrupo Al, el cual muestra rasgos
que son típicos de su Grupo B. Este último tiene un área de dispersión
centrada en el Sudeste peninsular, mientras que el Grupo A y el Subgrupo Al son más propios del territorio andaluz vertebrado por el
río Guadalquivir.
Por lo que a nosotros respecta, sin dejar de tomar muy en cuenta
las observaciones de una tan buena conocedora de la escultura ibérica,
y precisamente por el hecho de que el Grupo A también se encuentra
presente en el Sudeste, pensamos que no es posible descartar para la
escultura del Museo Arqueológico de Barcelona un origen valenciano
o murciano, habida cuenta, en primer lugar, de la transhumancia de los
artistas, y, en segundo lugar, por la presencia de depresiones en el
lomo de los animales sólo en la zona alicantina - caso del Toro del
Molar- , o albaceteña -caso de la Bicha de Balazote, hecho éste que
no dejar de ser, creemos nosotros, bastante significativo.
En cuanto a la funcionalidad de la escultura de Barcelona, la
autora, que nada dice de la existencia de la depresión dorsal, piensa
que ésta, así como la del Museo Arqueológico de Córdoba, debían de
flanquear un monumento funerario, actuando así de la misma forma
que los leones ibéricos que adoptan su misma postura Para Teresa
Chapa estos bóvidos debieron ir adosados a una pared sin llegar a formar parte de la misma
Finalmente, por lo que a la cronología de esta escultura hace referencia, la autora propone para su labra un período que cabría situar en
los siglos V y IV a. de J . C.
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SANMA RT I.- Róvldo ibérico en pied1·o
LAI'\1:. 1
Vista genet·al del bóvido ibérico e n piedt·a del Musco Al'queol6gico de Ral'cclona.
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LAM. n
SANMA RTI.- fióvido ibé rico en piedra
Ay
n. Vis ta en esCOI'ZO de los costados derecho e iz quiel'do del bóvido ibé a·ico d el Museo
At·qu eológico de R arcelona.
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SANMARTl.- Róvido ibérico en piedra
LAM.OI
A y R. Vistas laterales derecha e izquiet·da del bóvido ibérico de l Museo Arqueológico de
Ra1·celona.
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EMETERIO CUADRADO DIAZ
(Madrid)
TRES BUSTOS ffiERICOS
En nuestra campaña de excavacicnes de 1954, en la necrópolis de
El Cigarralejo, encontramos en nuestro recuadro 10-F un conjunto de
restos escultóricos, entre los que que se encontraba la pieza núm. 1 del
inventario de escultura antropomorfa del citado yacimiento, publicado
en «Trabajos de Prehistoria», del Instituto Español del mismo nombre (1).
La citada pieza consistía en un plinto plano con una moldura en S
superpuesta que servía de base a un busto humano, voluminoso, a partir de la parte inferior del pecho, cubierto con los pliegues de una
túnica o manto, sobre el que resalta la muñeca y mano derechas de un
brazo. La muñeca se cubre con la manga del traje o un conjunto de
cuatro brazaletes, y la mano, sujeta por el cuello un ave que parece ser
una paloma. El cuerpo de esta ave presenta los extremos de los dedos
de la mano izquierda, que ha desaparecido, y que ayudaba, sin duda
alguna a sujetar la paloma (lám. I, 1).
Se trata por tanto del busto de un oferente, tal vez una dama, que
presenta una paloma a la misma diosa que se veneraba en el santuario
inmediato, y que suponemos una «pothnia hyppon», de la que tantas
veces hemos hablado (2). La pieza resultaba anómala, si teníamos en
(1) E. CUADRADO DIAZ: <
(2) E. CUADRADO DIAZ: «La dioaa ibérica de loa caballos». Con¡re-lnternaclonalea de Cieoeiaa Prehiat6rlcaa y Protohiat6rica& Actas de la IV Sesi6n (Madrid, 1954). Zarqoza, 1966, p6p. 797810.
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2
E. CUADRADO DIAZ
cuenta la extendida opinión entre los investigadores del mundo ibérico, de que los escultores de esta cultura, no labraban bustos. Sin
embargo, otra pieza conocida, se había considerado como capitel de
pilar, siendo así que se trataba de un busto análogo al nuestro. Nos
referimos a la del Cabecioo del Tesoro, expuesta en el Museo Arqueol6gico de Murcia y publicada por Gratiniano Nieto (3).
La pieza murciana está constituida por un plinto plano sobre la
que se asienta un friso de ovas, y sobre él los restos de una mano derecha -perteneciente a un busto- que sujeta un ave por la parte del
buche, de forma que quedan muy claros los cuatro dedos extendidos
alrededor de la paloma mientras el pulgar la abraza por detrás. Restos
de otra mano parecen cogerla por las patas. La paloma carece de
cabeza, pero están bien talladas las alas y la cola (lám. 1. 3).
La disposición de los elementos conservados atestiguan que se
trata de un busto análogo al nuestro, y con un mismo significado de
devoto oferente. Estos dos ejemplares demuestran, que al menos en
las tribus del SE., la labra de bustos era normal.
Aún se sigue diciendo el busto de la <
hallada, puede darse por seguro, que también la «Dama de Elche» se
utilizó con el mismo fin, labrándose en su espalda un hueco que debió
contener las cenizas de un difunto, aunque no se observó este interesante dato por los que encontraron esta tumba.
El aspecto del «busto» de Elche, nos hace suponer que en un principio la dama era de cuerpo entero, tal vez del tipo de la «gran dama
oferente» del Cerro de los Santos, más bien que del de una dama
sedente. El borde de la base de la pieza presenta las huellas de una
división de la escultura, tal vez realizada a cincel, pero sobre lo que no
podemos definirnos, porque no conocemos de visu la superficie del
corte (4). Las dimensiones del hueco son 18 centímetros de diámetro
por 16 de fondo. García y Bellido se inclinó por la hipótesis de Hübner,
que supone la sujeción en él, de la cabeza de una gafa para sujetar la
(3) G. NIETO GALLO: «Noticia d e las excavaciones realizadas en la necr6poli1 d el C'abecico d el
Tesoro, Verdoiay (Murcia)». Boletín de Trab~01 del Seminario d e Arte y Arqueoloc(a, tomo VI, fue.
a XXIV, Valladolid, 1939-1940, pága. 137-160.
(<&) A. GARC'IA Y BELLIDO: «La Dama de E lche y el conjunto de piezu arqueol6gicu reingresadas en Espaila en 19U». Madrid, 1943, nota de la pág. 23.
xxn
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TRES BUSTOS m&RlCOS
8
pieza a la pared posterior. Nosotros no estimamos verosimil esta opinión y nos inclinamos por la de considerar el hueco como urna cineraria, y seguramente se labró a la vez que se cortó la figura para
aprovechar tan sólo la parte superior. Reconocemos que el espacio
disponible para colocar las cenizas es muy pequeño, pero todo
depende de la intensidad de la incineración del cadáver o de que sólo
También del Cigarralejo es otra pieza, igualmente un busto, con
plinto análogo al del núm. 1 del inventario, en este caso con el núm. 2,
en que la figura humana conserva el brazo izquierdo a partir del codo,
y aunque muy erosionado parece coger con la mano un objeto o animal, como el núm. l. Este trozo de busto parecía completar a aquél,
pero la fractura no permite el encaje de las dos partes, por lo que consideramos es otro ejemplar.
La pieza pertenecía a la T 130 situada en el recuadro 11-C (lám. 12).
¿En qué se emplearon estos tres bustos ibéricos? Tengamos en
cuenta que las tres esculturas se encontraron en necrópolis del SE., en
las que sobre todo en el Cigarralejo, los hallazgos escultóricos han sido
numerosos, y los consideramos como elementos de monumentos funerarios de tipo griego, denominados por Almagro-Gorbea pilaresestelas. Creemos que en los tres casos, estos bustos se colocaron sobre
un pilar con capite~ situado sobre la tumba, tal vez la dama piadosa
portadora de la ofrenda de una paloma, para comparecer ante la divinidad en la otra vida Esta divinidad pudo ser la de los caballos del
santuario inmediato u otra de tipo funerario, pues en la necrópolis del
Cigarralejo, son frecuentes palomas cerámicas encontradas dentro de
las tumbas. Parece pues, que la paloma era un ave especialmente grata
a la divinidad. Estas palomas cerámicas son en la mayoria de los casos
«askos» ibéricos con un orificio para echar un líquido y otro para la
salida de las libaciones que debían tener un carácter funerario dentro
de un complejo ritual religioso.
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PURIFICACION ATRIAN JORDAN
(Museo Provincial de Teruel)
CERAMICA ffiERICA DE IMITACION ROMANA
EN LA CARIDAD (CAMINREAirTERUEQ
En el mes de febrero de 1977 el Ayuntamiento de Caminreal notificó al Museo Provincial de Teruel que, al realizar una plantación de
árboles en un campo colindante con la Ermita de la Virgen de las
Cuevas, aparecían restos humanos. Visitado el lugar pudimos constatar que se trataba de una interesante necrópolis altomedieval que
conservaba un buen número de enterramientos, bien conservados, en
sepulturas de lajas de piedra con la cabecera recortada y encajada.
Durante los trabajos de excavación de esta necrópolis conocimos
la existencia de un lugar próximo denominado como <
«un muro de grandes dimensiones» que obstaculizaba las faenas agrícolas y cuyos grande sillares todavía permanecían orillados en la propia finca.
Se trataba, en realidad, de un asentamiento ibérico del que solamente, en aquella zona, quedó intacta una pequeña parte en el
extremo Norte. El lugar puede localizarse en la hoja núm. 491 del
mapa 1:50.000 entre las coordenadas 2°21'00" longitud Este y
40°50'32" latitud Norte y quedó registrado en la Carta Arqueológica
con el núm. 227 (1).
(1) P. ATRIAN JORDAN, C. ESC'RICHE JAIME, J. VICENTE REDON y A. L HERCE SAN
MIGUEL: «Carta Arqueológica de España. Teruel», Teruel, 1980, p6g. 136.
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2
P. ATRIAN JORDAN
En la primavera del año 1984 y ante el inminente peligro de desaparición de estos restos que hemos señalado en el extremo Norte de la
Partida de la Caridad, el equipo del Museo de Teruel realizó una primera campaña de excavaciones en lo que se denominó Sector 1,
dejando al descubierto restos, no muy determinados, de una gran
construcción posiblemente de carácter público. La localización de un
mosáico de «opus signinum» en el suelo de una acequia que regaba la
finca contigua a donde se realizaban los trabajos, motivó una excavación de urgencia en el Sector denominado 2 dando como resultado el
descubrimiento de restos de dos viviendas del mayor interés arqueológico, teniendo en cuenta su situación geográfica en una zona de gran
riqueza agrícola que se extiende casi paralela al no Jiloca.
En la primera prospección realizada por nosotros, en 1977, en la
flnca de la Caridad pudimos recoger abundantes restos arqueológicos,
principalmente cerámica tanto propiamente ibérica como romana de
importación. El propietario del terreno, don José Rubio Malo, nos
entregó una vasija completa recogida por él durante las faenas agrícolas, donación que agradecemos y de la que deseamos quede constancia en este breve estudio.
CERAMICA IBERICA
l.-Fragmento de la parte superior de un kalathos de borde
muy plano.
2.-Parte superior de una ollita de cerámica gris, muy tamizada y
de buena factura, cuerpo globular, asa lateral y borde almendrado
hacia el interior. Medida: 5 centímetros diámetro boca, 6'5 centímetros diámetro máximo y 3'5 centímetros altura conservada.
3.- Parte superior de una olla de cerámica común, borde vuelto y
engrosado, asa lateral, pasta de buena factura de tonalidad siena.
Medidas: 11 centímetros diámetro boca.
4.-Fragmento del borde de una gran urna, con reborde, y decoración de líneas horizontales.
5.- Fragmento de un tazón con la decoración muy perdida.
6.-Base de un thymiaterion decorado exteriormente con grupos
de líneas horizontales en tono rojizo, e, interiormente, con motivos de
pequeños trazos verticales alternando con otros en forma de ocho.
Medidas: 9'5 centímetros diámetro por 4 centímetros altura
conservada.
7.- Varios fragmentos, posiblemente de la misma vasija, decorados con motivos florales estilizados en tonos marrones-rojizo.
- 2SO-
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CERAMICA DE LA CARIDAD
8
CERAMICA IMPORTADA
l.-Fragmento de la parte superior de una olla de cer&mlca
común, tipo 1 de Vegas (2). Pasta de corte gris de buena factura,
cuerpo globular y borde vuelto.
2.- Fragmento de un mortero de cerámica común tipo 7 de Vegas
(3). Pasta con abundante desgrasante y tonalidad grisácea. Conserva
parte del pie y del borde. Medidas: 5 centímetros altura.
3.-Fragmento de una patera de Cam.paniense A, fonna 5 de Lam.boglia con un grafito ibérico de muy mala factura que podría interpretarse como el signo BU (4).
4.-Fragmento del fondo de una patera Campaniense B con decoración de ruedecilla.
5.-Fragmento del pie de una patera Cam.paniense C, forma 1 de
Lam.boglia (5).
6.-Fragmento indeterminado del fondo de una patera Cam.paniense C, con el grafito ibérico DL
CERAMICA IBERICA DE IMITACION ROMANA
Además de estos fragmentos reseñados recogimos tres piezas,
objeto de este breve estudio, de cerámica ibérica de imitación de las
cerámicas romanas caso bastante frecuente a lo largo del siglo 1 a. C.
dado que, con la introducción de la cerámica romana y sus nuevas fol'mas y diseños, cambia la moda y cada vez son más frecuentes las imitaciones de estas cer~cas importadas, con lo que las cerámicas
ibéricas comienzan su decadencia. Las piezas a las que hacemos referencia son las siguientes:
l.-Fragmento de la parte superior de una jarra de cuello largo y
asa lateral Cerámica arenosa de corte pastoso y tonalidad blanquecina. Borde en bastoncillo al exterior y biselado al interior. Moldura en
el arranque del cuello y señales del tomo en la parte interior. Medidas:
4 centímetros diámetro boca, 6'5 centímetros en el arranque del cuello
y 7'5 centímetros altura conservada {6) (fig. 1 y lám. 1, 1).
(2) M. VEGAS: «Cerámica comlin romana del Mediterrineo Occidental>~, Barcelona, 1978,
12.
(3) VEGAS: op. cil en la nota anterior, pág. 29.
(4) N. LAMBOGLIA: «Per una clusificazione preliminare della ceramica campana>~, Bordigbera,
1962, pág. 81.
(6) LAMBOGLIA: op. cil en la nota anterior, pág. 167.
(6) VEGAS: op. cil en la nota 2, pág. 91, tipo 38.
M. BELTRAN LLORIS: «Cerámica romana. Tipología y c.laaificaci6n.», Zaragoza, 1978, lám.
LXVI. núma. 837·839.
~g.
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P. ATRIAN JORDAN
o
Fir. 1
.
&cm.
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1
1
2
3
4
1
2.-Copa imitaci6n de la forma 18 de la Campaniense C (7). Pieza
de barro muy rojo, depurado y de corte limpio. Presenta la carena muy
marcada y el borde muy amplio y muy vuelto, pie de anillo con el interior umbilicado. En el cuerpo, y bajo el bordé, presenta dos grafitos
con sigos ibéricos idénticos DO DO. Medidas: 1O'5 centímetros diámetro máximo en la boca, 4 centímetros diámetro del pie y 4'7 centímetros altura.
Esta forma fue muy copiada y difundida y no es infrecuente
hallarla en yacimientos ibéricos a lo largo del siglo 1 a. C. como ocurre
en la Alcudia de Elche, en el Cabezo de Alcalá de Azaila, en el Cabezo
del Palomar de Oliete (8), y en otros muchos pertenecientes a esta cultura. (fig. 2 y 1ám. 1, 2).
3.-Vasija de cuerpo globular, pie de anillo poco profundó re~
cado con molduras, fondo umbilicado, asa lateral simple -sin
(7) LAMBOGIJA: op. cit. en la nota 4, pág. 160.
(8) A. RAMOS FOLQUES: «La Alcudia de Elche», Elche, 1983.
M. BELTRAN LLORIS: «Arqueología e Hiatoria de laa ciudades antiguas del Cabezo de
Alcalá de Azaila (Teruel)», Monografias Arqueo16gicu XIX, Zaragoza, 1976, fig. 64, n6m. 1.021.
A. BELTRAN MARTINEZ: «Loe balla.zgoe ibéicoe de "El Palomar", de Oliete (Teruel), y la
Colecci6n 0reni8JUI, de Zare¡oza», Caeaaraugueta, 11-12, Zaragoza, 1968, fig. 26.
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CERAMICA DE LA CARIDAD
6
lll
o
.
.l-e m.
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1
Fig. 2
1
1
refuerzo- que a.mmca del centro del cuello y muere al comienzo del
cuerpo. Este se halla separado del cuello, muy exvasado, por dos molduras terminadas en arista. El borde en doble bisel al exterior y en
forma de embudo por el interior. La pieza presenta dos particularidades: llevar añadido un pitorro vertedor sobre la parte superior del
cuerpo, que forma con el asa un ángulo, aproximado de 90 grados, y la
segunda poseer un rallo o colador justo en la unión del cuerpo con el
cuello. El conjunto fue, indudablemente trabajado en dos partes, primeramente el cuerpo y después el cuello con su borde uniéndose
ambas piezas por la zona del rallo donde practicaron los agujeros de
dentro a fuera. La pieza presenta en su conjunto alguna tosquedad en
su factura y son bien visibles las huellas del tomo. La pasta con la que
fue hecha es de barro muy decantado lo que da una buena textura presentando distintas coloraciones que van desde el gris claro al siena
rojizo. Apareció completa, a excepción del pitorro, muy bien conservada siendo sus medidas: 8 centímetros boca, 9'5 centímetros diámetro
base, 13'3 cen1ímetros diámetro máximo y 16 cen1ímetros altura (fig.
3 y lám. I, 3).
Así como para las dos primeras piezas reseñadas no es dificil
encontrar paralelos por tratarse de imitaciones relativamente frecuentes en la cerámica ibérica para esta jarra, cantarillo de un asa o botijo,
no parece tan factible. Sus más remotos precedentes habria que buscarlos en las cerámicas helenísticas donde encontramos una pieza con
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P. ATRIAN JORDAN
6
o
3
1
S cm.
- - -1
--
1
Fig. 8
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2
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CERAMICA DE LA CARIDAD
7
la que podría establecerse un paralelo aunque en este caso el asa y el
pitorro vertedor no forman ángulo recto, como en la nuestra, sino que
están enfrentados a ambos lados del cuerpo, pero sí posee molduras
en el cuello y rallo (9). En la cerámica protocampaniense y Campaniense son frecuentes las jarritas con o sin asa lateral pero con pitorro
vertedor aunque carecen de rallo (10). ·
Pero, donde realmente pueden encontrarse paralelos más directos
es en la producción de vasos de este tipo dentro de la cerámica llamada de paredes finas, especialmente en el número 610 recogido por
Mayet (11). Esta forma continúa imitándose en la terra sigillata clara
como puede verse en la forma 126 de Hayes y en Beltrán Lloris (12).
Dentro de la cerámica propiamente ibérica no nos ha sido posible
paralelizarlo con ninguna otra pieza conocida sino es, aunque remotamente en cuanto a su factura y galbo, sí próximo en cuanto a su funcionalidad, más que con una jarra procedente del Tos sal de les Tenalles
en Sidamunt (Lérida) que se conserva en el Museo Arqueológico de
Barcelona (13), ya que la otra pieza conocida, provista de vertedor y
rallo, es en realidad un «guttus», procedente del Cabecico del Tesoro
(Verdolay, Murcia), imitación de la forma 45 de la Campaniense A (14).
En cuanto a la finalidad de estos jarritos, cantarillos de un asa o
botijos -que de cualquiera de estas formas pueden denominarsecon o sin colador, no está todavía bien definida por los estudiosos de
las cerámicas antiguas. La denominación de biberones la pensamos
más adecuada para los pequeños recipientes como los de época
púnica, procedentes de Ibiza, se conservan (15), a los cuales recuerda
(especialmente el núm. 1) la pieza hallada en el Castelillo de Alloza
(Teruen (16), o a los procedentes de Aquitania, todos ellos carentes de
(9) Ph. BRUNEAU: En «Céram.iques héllenistiquea et romaines», del Centre de Recherches
d'Hiatolre Ancienne, vol 36, París, 1980, fi¡. 3.
(10) LAMBOGLIA: op. cit. en la nota 4, pág. 192, forma 44 B.
E. SANMARTI GREGO: ceLa cerámica campaniense de Emporion y Rhode», Monografiea
Emporitanes, IV, Barcelona, 1978, láms. 16 y 24.
·
J.-P. MOREL: ccCéramique averniBnoirduFonunromainetduPalatin>~,Paría,1965,lám. 7,
n6ma. 80 y 81, forma A 99.
J.-P. MOREL: «Céram.ique Campanienne: Lea formes>>, Roma, 1981, lám. 191.
(11) F. MAYET: «Les céram.iques A paroia rmea dans la Péninsule Ibérique», París, 1975,
lám. Lxxm
(12) J . W. HAYES: «Late roman pottery», Londres, 1972, pág. 177.
BELTRAN LLORIS: op. cit. en la nota 6, lám. XLIV, pég. 546.
(13) L. PERICOT GARCIA: «La cermnica ibérica», Barcelona, 1979, pág. 201.
(14) J . M. GARCIA CANO: «Cerámicas griegas de la región de Murcia», Murcia. 1982, 16m. 8.
PERICOT GARCIA: op. cit. en la nota anterior, pág. 19.
(15) A. RODERO RIAZA: «Colección de cermnica púnica de Ibiza en el Museo Arqueológico
Nacional», Madrid, 1980, pé¡. 20, 16m. 11.
(16) P. ATRIAN JORDAN: «Excavaciones en el poblado ibérico El Castelillo (Allou, Teruel).
Cuarta y quinta eampailaa», Teruel, 36, Teruel, 1966, pág. 168, fi¡. 13 y 16m. VI.
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8
P. ATRIAN JORDAN
colador (17). Tampoco nos parece acertada su utilización para decorar
los pequeños vasos a la barbotina ya que la espesura de la pasta obstruiría constantemente la salida del pitorro, ni como receptáculos para
preparar infusiones dado que el agua no se retendrla en el cuello el
tiempo suficiente para obtenerlas (18).
Por ·nuestra parte pensamos que serian utilizados, simplemente,
para contener líquidos y en sustitución de vasos y copas, tal como
todavía es frecuente en nuestro tiempo ~onde en algunas comunidades rurales continúan tomeándose piezas similares con asa lateral,
pitorro vertedor y colador en el comienzo del cuello. Sirva de ejemplo
los «rajos o rallos» de Uncastillo y Sos del Rey Católico en la provincia
de Zaragoza o el «rallo» y «botija de rallo» en Calanda y Huesa del
Común en la de Teruel La finalidad del «rallo» o colador o rejilla no es
sino la de impedir la entrada en el interior de la vasija de sustancias.o
animalillos que pudieran estropear el líquido allí puesto, agua o vino
dependiendo del tamaño de la pieza. En ocasiones, las piezas más
pequeñas, es factible que se utilizaran -y se utilizan todavía- para
dar alimento a los enfermos.
Respecto a la cronología de estas piezas, en su amplia gama de
variantes, hemos constatado que es sumamente amplia ya que se
encuentran entre las cerámicas griegas, romanas, púnicas, ibéricas, y
cerámicas locales alcanzado hasta nuestros días. Más concretamente,
la pieza que aquí hemos estudiado como imitación de la cerámica
romana dentro del periodo ibérico 'puede fecharse en el siglo 1 a. C.,
cronología que, por otra parte, coincide con el ambiente arqueológico
del resto de los materiales de las zonas excavadas.
Al dar a conocer esta curiosa pieza hemos pensado que colaboramos, aunque sea modestamente, al mejor conocimiento de lo que fue
la cerámica ibérica y a concretar mejor la influencia que la importación
de cerámicas romanas ejerció en la misma.
(17) M. H. y J. SANTROT: «C'éramiquea communea pllo-ro.mainea d'Aquitanie11, Parla, 1979,
pág. 189, tipo 16, forma 442.
(18) MAYET: op. cit. en la nota 11, pág. 112.
-286-
[page-n-295]
ATR IAN.- Ccrámic a de la Caridad
l .- Cuello de jarra. 2.-Copa . 3.-Vasija con «l"allo» y pitol'l"O.
LAM.l
[page-n-296]
...
\
[page-n-297]
JÜRGEN UNTERMANN
(Ko
In)
REPERTORIO ANTROPONIMICO ffiERICO
l. Al presentar una nueva lista de antropónimos ibéricos continuamos las investigaciones cuyos principios teóricos hemos expuesto
en ocasión del2. o coloquio sobre lenguas y culturas prerromanas de la
Península Ibérica, celebrado hace nueve años en Tübingen. Vamos a
completar aquel primer ensayo con un resumen provisional que se
basa en las fuentes actualmente disponibles, incluso los testimonios
que nos sirvieron de fundamento y de punto de arranque en nuestro
trabajo de 1976.
2. Desde luego, el estado presente de nuestros conocimientos de
la gramática y del léxico ibéricos no admite resultados definitivos: es
inevitable un fuerte subjetivismo que se refiere a la recogida del material tanto como a la interpretación morfológica de los mismos nombres; aunque el marco limitado de esta contribución no permitirá
abortlar exhaustivamente los innumerables problemas, me he esforzado
en hacer visibles las condiciones más importantes segúri las cuales he
reunido y ordenado el léxico onomástico que se encuentra en la lista
del § 24: en los capítulos de la introducción explicaré varios puntos de
vista generales, y en las notas que acompañan la lista principal se discutirán problemas particulares de los antropónimos en cuestión.
3. Partimos de la hipótesis -por lo demás aceptada por todosde que la forma normal de un nombre personal ibérico es el nombre
compuesto de dos elementos autónomos, capaces de entrar en combinaciones variadísimas, como lo conocemos en los sistemas antroponímicos griego, germánico, gálico, hebreo . y muchos más. Tales
-289-
[page-n-298]
2
J . UNTBRMANN
nombres compuestos constituyen la gran mayoría de nuestro material
-las muy contadas excepciones se discutirán en el § 23. Aparecen en
la lista ordenados según sus componentes, es decir, cada nombre compuesto aparece dos veces, -bajo su primero y bajo su segundo componente que vienen provistos cada uno por un núniero corriente que
corresponde a su lugar alfabético en la totalida~ de los componentes
atestiguados, así que cada antropónimo compuesto viene identificado
por los dos números de sus éomponentes.
4. Sería útil -pero no realizable dentro de esta contribuci6ncompletar el repertorio de los nombres por una lista de las denominaciones (<
en cantidad considerable y a veces sirven de argumento adicional para
determinar una secuencia como nombre de persona. Hay que recordar, además, el fen6meno de que se encuentran muchas denominaciones en las cuales el nombre del hijo repite un componente del nombre
del padre: p. e., los hermanos Sosinaden y Sosimilus, hijos de Sosinasae en la turma Salluitana, lliurtibas Bilu.stibas, Beles Umarbeles y otros pares en la misma unidad militar, balseüs ffiútál en la
estela de Sinarcas, Teltabas Turlbas en el bronce de Contrebia y
otros ejemplos más. A veces este fen6meno puede ser utilizado para
decisiones de la interpretaci6n o de la enmienda de nuestras fuentes
(v. núm. 16-1251 , núm. 27-14, núm. 32-54, núm. 54-18, núm.102-frg.).
El contenido de la lista principal (§ 24).
5. El núcleo de la lista es la columna 4 en la que aparecen todos
los componentes onomásticos que hemos recogido. Por motivo de la
mayor comparabilidad doy todos los testimonios en «ortografía ibérica» añadiendo un asterisco cuando el nombre en cuesti6n aparece en
escrituras griega o latina y suministrando los informes necesarios por
medio de las notas respectivas. Las componentes se dan -siempre
con sus variantes{§ 12-19)- en orden alfabético según la ortografía
ibérica, y cada una (incluso las variantes) tiene su número que f¡gura
en la columna l. En las columnas 3 y 5 se pone el primer o el segundo
componente respectivamente que está combinado con el segmento de
la columna 4: el número de este componente adicional aparece en la
columna 2.
Quedan pocos casos que no se integren en este sistema: para nombres no compuestos que no llevan sufijo (ejemplo único: Beles 25,
-290 -
[page-n-299]
REPERTORIO ANTROPONJMICO mERICO
S
v. abajo § 23) el segundo número se reemplaza por «0», para nombres
sufijados ( § 23) por «suf», y en los pocos testimonios de nombres fragmentados que he acogido en la lista, que pone «frg» en lugar del
número correspondiente. Dentro de las columnas 3 a 5 se añaden
-cuando existe- los elementos intercalados (v. § 20-22} y el sufijo
-in que caracterizan los nombres de mujeres.
6. Las columnas siguientes, 6 y 7, informan sobre la procedencia
del testimonio, citando la publicación y el lugar de hallazgo o la unidad
tribal que se menciona en el bronce de Ascoli o en otras inscripciones
latinas; todas las referencias y abreviaturas se explican en el apéndice.
Cuando mi texto no coincide con el de las publicaciones citadas, mis
lecturas se fundan en la autopsia de l~s monumentos epigy;áficos.
7. Las letras de la columna 8 indican el valor del testimonio. A se
atribuye a formas que deben ser consideradas como aD.tr'ópónimos sin
ninguna duda, obedeciendo a las condiciones siguientes:
l. nombres que aparecen en inscripciones latinas;
2. nombres de magistrados sobre monedas;
3. secuencias de tres o cuatro sílabas que son inscripción única
sobre cerámica o sobre piedra, seguidas por -iñi, -ar-iñi o -en-iñi;
4. palabras del plomo de Palamós a las cuales sigue la palabra
-batir;
5. muy contadas condiciones más para las cuales se da la motiva..
ción en las notas respectivas.
8. La letra B califica los testimonios que por ·su estructura no contradicen para ser clasificados como antropónimos, y para los cuales
hay buenos argumentos contextuales que apoyan una tal clasificación
sin excluir definitivamente otras interpretaciones:
l. inscripciones sobre cerámica, de tres o cuatro sílabas sin sufijo
.
o con sufijos distintos de los mencionados bajo A 3;
2. palabras que aparecen sobre piedras sepulcrales aliado del formulario conocido de tales inscripciones;
· 3. palabras de tres o cuatro sílabas que aparecen sobre los plomos
«pequeños». (C. O. 1, C. O. 2, G. l. 5 y G. l. 6.), siempre al lado de
cifras y a veces provistas de los sufijos -(i)ka o -e; .
. 4. palabras de la misma estructura que constituyen la última línea
de un texto .largo (sobre plomo) dando la sensación de ser la «firma»
de una autoridad que ha hecho escribir el texto en cuestión;
5. las palabras de la cara A del plomo de Enguera que parece dar
una lista de antropónimos;
· 6. otros casos particulares que se explican en las notas.
9: La categoría C la constituyen palabras que son compuestos de
dos componentes que pertenecen cada una al repertorio de los compo-291-
[page-n-300]
J. UNTERMANN
nentes onomásticos definido por los testimonios que pertenecen a los
grupos A o B de nuestra clasificación, sin que el contexto hable en
favor de que se trate de un antropónimo. La gran mayoría de los testimonios calificados por C se encuentra en los grandes textos sobre el
plomo y sobre cerámica pintada de Liria. A veces vienen acompañados
por ciertos sufijos --~a, -te, -ai, -u y otros- que por cierto no tienen
ningún valor autónomo como argumento para la semántica de las palabras en cuestión.
10. En la columna 9 se remite a las notas: la N dice que la nota se
cita por la secuencia de números al inicio del mismo renglón, la n significa que la nota se encuentra bajo los mismos números en orden
inverso.
11. La última columna menciona los sufijos pertinentes que se
encuentran junto con los nombres citados.
Las variantes
12. Al registrar los componenetes onomásticos ibéricos como
entradas del léxico de esta lengua, inevitablemente se plantea el problema de las variaciones: ¿qué diferencias corresponden a distintas
entidades del léxico? ¿cuáles son las que sirven para variar una tal entidad, sea en función morfológica sea para adaptarla en su contexto
fonético? Hay que abordar la cuestión a tres niveles distintos, siempre
teniendo presente que todas respuestas están condenadas a ser provisionales y a veces arbitrarias hasta que no sepamos más sobre la gramática de la lengua ibérica.
13. Seguramente hay un nivel de variaciones puramente gráficas,
(p. e., 5-113, 7-114, 25-30, 50-114, 95-114). Con tales fenómenos se
(33), la omisión facultativa de las letras n, s y r delante de oclusivas,
sobre todo en la ortografía arcaica de Ullastret, Pontós y Palamós
(p. e. 5-113, 7-114, 25-30, 50-114, 95-114). Con tales fenómenos se
relacionan las numerosas dudas que surgen por la trasposición de
palabras indígenas ala escritura latina, y que se manifiesta en el cambio entre e e i, entre letras para oclusivas sordas con otras para oclusivas sonoras. Es bien conocido la correspondencia entre el grupo -Uibérico y la ll doble en la ortografía latina, y me parece muy probable la
identificación, debida a J. Vallejo, de la secuencia ibérica mbar con
Umar en inscripciones latinas. Hay que mencionar, además, las abreviaturas gráficas por falta de espacio (p. e. 20-33, 63-74, 99-109).
14. En un segundo nivel hay que tratar los reflejos de procedimientos fonéticos. Contamos con ciertas asimilaciones, p. e. de r a l
(36-72, 72-85) de e a a ((p. e., 20-26,24-114, 25-18)] tenemosesker en
-292-
[page-n-301]
REPERTORIO ANTROPONIMICO ffiERICO
6
lugar de isker cuando el componente anterior termina en -un (56-4, 5654}, y las soluciones distintas que se observan para el nexo -n+b-: en la
escritura ibérica a menudo aparece nb (p.e. 8-22, 8-25, 36-96, 38-15),
a veces sólo b (14-25, 14-27, 25-54, 125-30, 125-32), en la ortografia
latina casi siempre (excepto 76-25) se escribe m en lugar de nb. Observamos fenómenos de contracción de vocales (p. e. 54-18, 46-89, 57127) y la omisión de una i (16-89, 50-85, 56-105). Podriamos aftadir,
aquí, los casos donde una sílaba desaparece por haplología (1-11, 874, 20-60, 48-96).
.
15. El tercer nivel viene constituido por las variaciones morfológicas que son -mucho más que los niveles anteriores- expuestas a
dudas y a decisiones mal fundadas. Se ofrecen dos criterios de valor
muy desigual que prometen una base para agrupar distintas formas
como variantes de una entidad léxica.
16. El primer criterio sería la distribución de ciertas formas entre
las dos posiciones en el nombre compuesto, -p. e.: aun (16), betan (28)
y iaun (49) aparecen en el segundo lugar de compuestos mientras que
auf, betar y iaur funcionan como miembros iniciales; en cambio, aif (3)
e istar (57} ocupan la segunda posición mientras que ain e istan son
atestiguados como primeros componentes. Pero abundan los casos
donde no se observa una tal distribución, y por lo demás, por la escasez de nuestro material resulta muy provisional toda conclusión de
esta índole.
17. Mejor aplicable pero de ninguna manera más fidedigno es el
criterio de la recurrencia, es decir, el hecho de que varias oposiciopes
de tipo formal vuelven a aparecer en varios pares de formas. En los
cuadros que siguen he reunido tales ejemplos para motivar las agrupaciones que se encontrarán en la lista principal. Pero hay,que tener presente que ninguno de estos cotejos puede servir de prueba definitiva
para una variación morfológica y que mis cuadros están muy lejos de
ser exhastivos: hay muchas posibilidades más que merecen ser consideradas en este conjunto y que pueden ganar o perder crédito con el
aumento de nuestro co1pus de inscripciones ibéricas y latinas.
18. l. cambio entre n y r (y vocal).
3
16
28
46
49
54
ain
aun
betan
e ten
iaun
iltun
aif
aur
betar (cp. 29 betes, 30 betin)
eterete
iaur
iltur iltu
-293-
[page-n-302]
J. UNTERMANN
6
57
60
88
istan
kaltun .
seken
istar
kaltur
seken(sekel: v. núm. 88-frg)
con cambio adicional de vocal
43
elan
eler
2. cambio entre vocal y r.
8
18
19
20
51
59
62
99
127
an
baise
bala
balke
ike
kaku
kertu
talsku
urke
anar
baiser
balar
balkar
iker
kaker
kertar
talskar
urkar
3. cambio entre vocal y s.
50
67
72
115
119
ibe(i)
koii
lako
tiki
turi
ibe(i)s
kofu
lakos(cp. 71 lakef)
tikis(cp. 114 tikir)
turi(i)s
4. cambio entre s y r (y vocal).
7
11
31
62
alos
arkis
bikis
Qtu
alor
arker
bikir
Qtar
alo(v. núm. 7-114)
afki
biki
5. cambio entre a y e/i.
20
56
67
79
112
113
balka
iskar
kofa
nu
tiba8
tikan
balke(cp. núm. 20-60)
isker
kofi
nes(cp. núm. 79-83 1
)
tibes
tiken
-294-
[page-n-303]
REPERTORIO ANTROPONIMICO mERICO
7
6. cambio entre e/i y o/u.
46
66
90
91
118
ekes
inte
sike
sine
tueiti
ekos
intu
siko
sino
tuitu
7. cambio entre in y un.
83
96
ortin
sosin
ortun
sosun
19. Una situación particular se da con respecto a beles: esta
forma aparece en 21 testimonios, una vez sola (26-0, 7 veces en el primer lugar, 13 veces en el segundo lugar de un nombre compuesto; en
segundo lugar se encuentran, además, 6 ejemplos de la forma abreviada beis (en escritura ibérica con s, no 8 como beles); y en fin, tenemos, también en segunda posición, una variante aumentada por -er,
belser (26-87).
Segmentos intercalados
20. La inscripción sobre plomo recientemente hallada en la
comarca de Enguera muestra dos variantes de un nombre ·c ompuesto
que se diferencian por un elemento -ke- que aparece entre los dos
componentes del antropónimo: oto-iltir y oto-ke-iltir (84-63); y en el
mismo documento encontramos el nombre tueiti-ke-iltun (118-64)
que muestra los elementos onomásticos tueiti- (variante de tuitu: v.
arriba § 18) e iltun más el segmento ke entre ellos.
21. Aunque no conocemos la función de este segmento, su existencia nos anima a buscar una interpretación parecida con respecto a
otros antropónimos compuestos. Son, primero, unos complejos con
cinco sílabas, aiunibaiser (4-18) tasbarikibas (98-63) y tuituiboren
(118· 39), cuyas terceras sílabas presentan una i que no pertenece ni al
primer componente ni al segundo. La misma vocal i se ve en tres antropónimos cuyos primeros miembros sólo tienen una sílaba: ain-i-beles
(3-26), basi-i-balkar (21-20) y san-i-belser {87-25). No me parece
desviado suponer que la i sirve de «elemento separador» («Bindevokal») con ia finalidad de facilitar ciertas secuencias fonéticas: tal vez
no es casual que en cinco de los seis nombres, el segundo componente
empiece por b, y que en tres casos el primer miembro termina en n que
suele asimilarse a b (v. arriba § 14).
22. Algo diferente es el caso de balkesbaiser (20-18) y selkisiltun (89-54): balkes y selkis son los únicos testimonios con las final
-295-
[page-n-304]
J. UNTBRMANN
8
frente a 13 testimonios de b alke y de 7 de selki. Este hecho induce a
la hipótesis de que esta s sea también un elemento intercalado opcional que no sirva para variar los elementos onomásticos si no funciona
como fonema separador en el procedimiento de la composición.
Nombres «cortos» («Kurznamen»)
23. Igual que en otros sistemas antroponímicos que se basan en
nombreR compuestos, la antroponimia ibérica utiliza aliado de nombres bimembres («Vollnamen») otros tantos que sólo constan de un
componente (único ejemplo indudable: Beles 25-0), o en un componente aumentado por un sufijo, tal vez de valor hipocorístico. Desde
·luego, tales nombres sólo se identifican en contextos inequívocos
(nuestro tipo A) y por eso, no es extraño que todos los ejemplos indudables vengan del repertorio de la turma Salluitana: son Biurno que
se integra perfectamente en el léxico onomástico ibérico, y otros siete
más que no contradicen a una tal interpretación aunque el análisis propuesto, aquí abajo, no es el único posible. Parece que hay tres
tipos de sufijos:
l. con oclusiva dental: Agerdo (5)
Burdo (39)
Elandus· (48)
*Tarbantu (104)
2. con oclusivá velar: Austinco (17)
3. sufijo con nasal:
Biurno (36)
Gurtarno (70)
Turinnus (119)
1
2
1
11
114
127
127
25
25
66
18
31
79
112
113
2
3
4
5
suf
6
79
8
ofkei
ufkaf
beleá
4
6
abar
abar
abar
aUur
* ain-i
aif
aiun
aiun-i
aker
*akir
akir
• aki
aker
*albe
(af)kis
tikef
beleá
eskef
baiser
bikir
nes
tibaá
tikem
to
nes
6
e.4.1
B.7.37
F.9.6
F.21.1
3621
F .7.1
E .1.308
F .11.1
C.2.8
'f.Sall
C.4.1
e .2.9
TSall
TSall
n
-296-
7
Palam6s
Pech Maho
Orleyl
Enguera
Játiva
Solaig
Azaila
Sagunto
Ullastret
Segiensis
P&Wn6s
lJIJastret
Segiensis
Sucons.
8
9
A N
e
e
B
10
-batir
n
A n
e
B
B
e
A
A
B
A
A
N
D
N
N
-batir
N
N
N
[page-n-305]
REPERTORIO ANTROPONIMICO mERICO
1
2
3
4
27
alof
64
alof
116
alof
117
aluf
88
aloa
112
aloa
112
aloa
114
alo
8
22
an
25
an
99
an
68
kaisur
anar
74 * luab(an) anar
*afa
9 79
10 56
afbi
56
* arbi
68
arbi
11 89
afke
60
afki
96
afki
96
afki
. afki
112
114
afki
ab(afj
1
afkis
afker
53
iltit
72
latu
afkia
12 61
afa
68
ara
13
96 * aoain
asai
14 25
atan(n)
Ata(n)
27
56
*atan
16
24
atin
26
*atin
25
*atin
SS
atin
SS
atin
88
atin
40
atin
89
atin
61
atin
68
*lltin
18 *bais(e) atin
20
balke
atin
20
balke
atin
20
atin
balke
20 * balki
atin
7
5
6
beñ
iltun
tikis
tileia
oftin
tibú
tibaá
ti.kef
baáto[
bela
talskar
e.4.2
D.lO.l
E.2.1
e .3.1
B.1.254
B .l.86
B.l.274
e .3.1
B .1.164
B.1.40
C.18.5
C.0.1
T .Sall
nes
TSall
(i)&af E .8.4
(i)ákaf TSall
F.13.2
bof
C.17.2
(i)beá F.18.15
808in F.20.2
sosin
F.20.8
B.l.l4
u'ba.á
tikef
F.6.1
C.4.1
A.6
e .4.1
kefe
B.1.31
kofo
F.11.25
TSall
bels
A.6
bef
F .9.7
(i)akef TSall
belaur e.l8.6
bela
TSall
bela
TSall
hin
B.1.16
hin
B.7.36
bonés e.4.1
boá
B.7.87
buf
B.7.S4
kefe
B.7.34
kiba.á TSall
L.SS.«
F.ll.S
F .ll.ll
F.11.12
TSall
- 297-
9
7
8
Palam6a
e
B
B
e
A
B
B
e
B
B
B
B
A
A
B
A
e
B
e
e
e
B
e
A
A
A
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Fraga
Ltkera
Pont6s
En.sérune
Ensánme
En.sénme
Pont6s
Ensérune
Enaérune
Tarragona
prov. Tarr.
Segienaia
Segiensia
Oliete
Segienais
Líria
Ele Mo~os
Líria
Yátova
Yátova
En.sérune
eastell6n
Palam6s
Am.puriaa
Palam6s
En.sénme
Sagunto
Segiensia
Ampuriaa
Orleyl
Begensia
Tarragona
Enneg.
Libenais
Ensárune
Pech Maho
Palam6s
Pech Maho
Pech Maho
Pech Maho
Salluit.
Hispanus
Sagunto
Sagunto
Sagunto
Dluers.
9
n
·ar·iñi
N -ei
n
N ·ika
N
N
-tan
-ka
n
-ar
ai-kas
-batir
-batir
e
A
A
e
A
B
A
A
B
e
A
e
e
e
A
A
B
B
B
A
10
-ite
N
n
-ai
N
n
-batir&
-ikei
N
-e
-ta-e
[page-n-306]
J. UNTERMANN
10
1
16
17
18
19
20
2
3
4
51
53
54
56
75
78
85
96
101
120
122
127
33
125
22
125
89
suf
15
32
54
54
56
80
106
4
20
25
101
frg
62
121
60
60
15
15
15
15
18
33
36
56
72
72
80
106
125
21
ik.e
iltir
iltur
isker
• nalbe
nefse
sakaf
• sosin
tanek
*turkir
*uiser
ufke
atin
atin
atin
atin
aten
atin
atin
aten
atin
atin
atin
atin
auf
a uf
aun-in
aun-in
aun
• austin
* bais(e)
baise
baise
baise
*bais(e)
baise
baise
baiser
baiser
baiser
baiser
baiser
bala
baW
balka
balka
balke
balke
balke
• balki
balke-s
*balki
balke
balke
balke
balke
balke
balke
balke
balkar
*baatok
unin
s]elk(i)
aiun-i
balke-s
belaá
*tane(k)
•1 es
torton
bas-i
6
6
C.11.1
A.100
E.1.1
A. lOO
TSall
F.ll.ll
F.17.2
TSall
3790
2970
4450
E.6.3
bim
e.4.1
C.10.1
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10
[page-n-307]
REPE.RTORIO ANTROPONIMICO mERICO
1
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[page-n-308]
J. UNTERMANN
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[page-n-309]
REPERTORIO ANTROPONlMICO mERICO
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[page-n-310]
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[page-n-311]
REPERTORIO ANTROPONIMICO IBERICO
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F .21.1
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11 3271
B.1.60
F .21.1
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11 3794
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[page-n-312]
J. UNTERMANN
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F.20.2 Yátova
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[page-n-313]
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REPERTORIO ANTROPONIMICO mERICO
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[page-n-314]
J. UNl'ERMANN
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[page-n-315]
REPERTORIO ANTROPONIMICO mERICO
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:ai-kas
n
-batir
n
-en
n
n
N
n
-ar-ñii
·batir
-ai·ka-se
n
n
-iñi
[page-n-317]
21
REPERTORIO ANTROPONIMICO IBBRICO
1
2
8
117
7
69
37
89
64
21
86
68
68
auf
16
19
25
15
25
103
114
26
54
68
27
16
80
82
54
87
16
20
90
90
67
1
2
15
21
64
64
56
57
61
108
111
112
alur
118
119
120
121
122
123
124
126
126
127
lwle'
~i
auf
balke
sike
aiko
4
6
6
e .3.1
G.8.1
A. lOO
A.100
F.21.1
BContr.
e .1.12
B.7.36
B .7.36
• turia
noTSall
• turkir atin
n 2970
e .20.1
torton balaf
•turtun bele§ TSall
*uiaer atin
n 4450
beleá
e.1.10
ulti
F.20.3
ulti
tar
tekef
F.6.1
ulti
• iiibaf beleá
TSall
TSall
mbaf iltun
• iiibaf ldbú
TSall
F.13.6
iñbaf
*unin
aun-in n 3302
uni(n) betin
B.1.22
uni(n) belo{
e .2.6
(i)ltun e.o.2
uni
B.1.27
uni
san
e .10.1
unin
uni(
F.13.18
F.ll.6
unin
e .1.6
unin
B.1.333
unti
koriá
F.9.6
ofkei abaf
F .21.1
ufkaf ailur
E.6.3
ufke
atin
baa(
F.13.3
urke
A.100
urka
iltu
*urka
iltu
n 1087
ufke
(i)akef G.1.4
(i)atar n 2067
*urke
kefe
F.6.1
ufke
• ufki.
TSall
tar
*urka
n 2967
tetel
qfke
tibú
e .21.1
tileia
tileia
tuitu
bolai
tultu-i boren
tueiti-keiltun
*turi
bú
biuf
tuH
iltü
tuH
tuH
iltü
-309-
7
Pont6e
Benidorm
Obulco
Obulco
Enguera
Allavon.
Ampuriaa
Pech Maho
Pech Maho
Enneg.
Sofuentea
Penya d. M.
Begenaia
Tarragona
Ampuriaa
Yátova
eastell6n
Enneg.
Libenaia
Segienaia
Uria
eaatuio
8
9
e
B
A
A
B N
A
B n
e
e
A N
A
e N
A n
A N
B
e
e
A N
A n
A n
e
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Enaérune
B N
Ullaatret
e N
prov. Tarr.
B
En.Nrune
A
S. Perpet.
B n
Uria
e
Sagunto
B
Ampuriaa
e
A n
Ena6rune
Orleyl
e N
Enguera
B
Alto ehacon B
Lúia
e
Obulco
A
Ale. d. ruo
A n
Aleoy
e
Durcon
A n
eastell6n
e n
Segienaia
A
Muruzábal
A n
'nviaa
e n
10
-ar
-iñi
-ld-ka
-ar-'iñi
-re
[page-n-318]
J. UNTERMANN
22
NOTAS
1-11
...18
6-81
6-118
6-eul
6-79
7-1U
8-68
8-74
Primera letra mal coneervada pero muy probablemente una L La afiaba af ae da a6lo una
vea (baplolo¡{a v. § 14).
aif podría ser variante deaJn (v. § 18 cuadro 1); la palabra Dtarsaif F.9.7 (Orleyl) parece
IUprir la emtencia de un segmento -ulf, pero no bey argumento& en favor de que OQII\.
u.lf 1811 UD antropónimo.
Pera la 1 «intercalada», v. § 21.
V. nám.a. 88-26, eobre UD posible elemento ald.n.
La omiai6n ¡riftca de r (v. § 18) ea máa veroeímil. que una variante morfológica.
V. § 23; tambl6n poeible contracci6n haplo16pca, (v. § 14) de aker-keno (62).
AlbeJmM; la D gaminada hace pensar en UD f011ema aaimilado al final del primer
componante.
La omisión ¡riftca de ro de 1 , (v. § 18 y mima. 6-113) ee mú veroeúnfl que una variante
morfológica.
V. mima. 82-42, eobre oaar.
l..upaDar: omiai6nhaplol6glca de una afiaba ( § 14); p en lugar de b detrú de • como en
18-frg.
afbübi la transcripción mú veroafmíl de UD díbqjo de F. Fita publicado por Gómea-
Moreno.
14-26
16-261.
16-262.
16-18
16-86
16-101
16-1261
16-22
16-1262.
16-89
17-auf
18-642.
18-66
18-4
18-101
18-tr¡
20-601
20-602
20-18
20-106
Por b en lupr de nb, v. § 14.
Acllmell; pera m en lugar de nb, v. § 14.
Adimeil, parece error del p-abador por Adimm (v. el nombre anterior).
Bae.,dlne abl
Loa doeladoe del plomo empleaan por un antropóolmo con ellllfijo .te aeguido por la palabra lútU: cara A eUafatlnte: 1., cara B betukioete: l. (36-64).
TIUUle¡adbda, cognomen femenino con au1ijo latino.
La secuencia de loe morfoa-ld-ka no 18 uplica bien: tal vez imitación errónea delaegundd
nombre de la miama dencvnln•ci6n, orduelld-ka (90-88) donde la ~fiaba Id pertenece al
1Dtlop6nimo. La palabra aDriUI.l vuelve a aparecer en loe plomoe de Cutell6o y de Orleyl
VII, donde aparentemente no ea antropónimo.
ButogawaiDi, dativo de un copomen femenino, con el sufijo ibúico -iD de nombre de
mqjeree y con la terminación latina -1-. V. ademú nám.a. 18-89 y nóm. 22-16.
Uninaunin en UD contexto poco claro; al parecer copomen femenino.
)eliiUID; no eati exclnido un an6lleia )el-IIUID; contando con un elemanto kauD que
podría VerH tembl6n en 16-22; v. nóm. 22-16.
Autlnco; menoe veroefmll el an6lleia ea. (¿variante de m 16?) -tlnoo (sin otro teetimonio).
Doa teetimonloe, una vez con ·ka. otra vea con -e.
Baeliaceril, ¡enitivo de
UD
nombre individual mueulino.
La inlcripción de abmibailea&e; parece error en lupr de -baberte.
TalmepaeMri, dativo de un cognomen IDIIICIIlino; p en vez de b ee debe tal vea a una llli-
mllación -r+.
)eepailer; ¿p en vea de b detrú
de~ Cp. nóme. 8-74.
Testimonio ónico de ~: ¿uimilacl6n de la e a la vocal del ee¡undo componente?
balbltuf ea una variante «haploló¡ica» (v. § 14) del nombre anterior que parece en otra
emiei6n de la misma ceca de Sa¡unto.
Pera la • (¿elemento intercalado?) cp. 89-64 y § 22.
«Fimww al final del texto, (v. § 8).
-310-
[page-n-319]
REPERTORIO ANTROPONIMICO mERICO
20-21
21-20
21-127
22-16
22-8
28-64
28-114
28-frg
24-114
26
26-18
26-79
26-82,
0
26-46
26-121-
28
La tUtima línea de la iDecripci6n da iiHbulbaibrllba dado que balbr esU bien
atesti¡uado como aeiiJD(Io miembro del compueatn por el nombre 2G-82, preftero tomar
IMilibalhr como antrop6nimo y iibef como COIIItitlzyente del formularlo aepolcral; pero
no esU excluido que baJbriiibef aea el nombre de pe1'IODA y bui una palabra apelativa.
Cp. ademú Dliml. 21-20.
Para la llntercal.ada, v. 1 21; cp. también
20-21.
No 1e excbzye una complementac:i6n a u&ebú[tok- (22); -bú como ae¡undo compoDente auele eecribine con 6.
ButoarauDbd (cp. múna. 16-22); cuando el segundo comi>onente ea baD, (v. ndme. 1689), el primer componente puede aer balto.
También posible an-bú (21) al que sigue una palabra que empieza porto-; loe demú teetlmonioe de butok- muestnn a.
La inlcri¡x:ión de bekoWtuu, seguramente por error del grabador.
a en lugar 'de e como en balal¡f (24-114), también de Palamóe.
Parece ser el segundo nombre (nombre del padre) del difunto.
Cp, nWne. 28-114.
Belea, hijo de Umarbelea: v. § 28.
Testimonio ónl.co de belú-: ¿uimilacl6n de la e a la vocal del segundo componente?
BeleDDea, con aeimilaclón de a a n; cp. núm. 119-eaf.
AenlbeU, dativo, con la tlen6n del tipo latino en -ea, -ta; para la 1 intercalada, v. § 21.
Batopelea¡ con p en lugar de b: tal vez la forma original del primer componente 1ea eatok(cp. náme. 18-101) cuya eatructura aerla parecida ala de butok- (cp. Dl1ml. 22-16).
Tllrtumelia, con m por Db y con una terminación que se debe tal vez a un malentendido
del redactor romano.
Umarbelea; v. 1 18.
La inlcripcl6n mueatra la secuencia atabefa1 :aniibefai que pocbia aer interpretado
como doe antroponimoe que forman la denom.inacl6n de una penoaa: para aniiibef ae
olreeen doe an6lim, o sea an-bef (8-27) con una ii eni¡mitica, o aea an-iibef (8-124) coo
e en lu¡ar de a en el segando componente.
Delante el morfo la liD aeparacl6n pol' puutoe.
Omili6n ¡rtiica dan: v. 1 18.
Lainlcripci6n da (lwty (~ pq : ~~~~•Uw • (82-612), que forman la denominac16n de una
pereone (nombre.individual y nombre del padre): me parece muy varoámll que ~
lea UD error del grabador en lugar de JW!t , y no el teltimonio (ónl.co) de UD elemento
nmna.
onomdtico JJJ.o..
82-118
82-202.
82-62
82-67
82-961.
82-962.
82-963.
82-126
88-66
86-64
86-72
86-•uf.
86-67
Segón la lectura que da Maluquar.
BaloibU, evidentemente una abreviatura grMica por falta de eepaclo.
Cerdubelua, nominativo de un nombre masculino.
Corrlbllonem nobllem regul1011, con la flexión del tipo latino en -o, oDia.
Soalmiloa, nominativo de un cognomen masculino.
8oalmilua, doe veces en la TSaD: Searlenala y (uoeula.
8oawnlloa
Con e en lugar de 1 como en 82-62: v. ademú miml. 125-82.
En 8 .1.48 se encuentra, al parecer, el milmo nombre, e6lo con el sufijo -ar.
V. Dl1me. 16-86
Aaimilaclón de r a 1 como en 72-86.
V. § 28.
&tamlart., cenitivo de un cognomen masculino; m puede aer el producto foMtico de un
nexo de n y b: 1 14.
-311-
[page-n-320]
24
89-61
J. UN'I'8RMANN
No ea impolible leer taf (103) en ves de bof. Elaesmento ..a que al¡ue a bof puede aer
1\llijo, pero también H poeible que pertenezca al elemento onomútico: v. Ddma. 89-118.
39-118
48-auf
44-86
44-116
48-96
49-94
60-114
60-86
61-39
68·21
68-312
68-71
V., ademú, ntbna. 61-89.
Porlavocalintercaladaiv. § 21. Dado que antrop6Dlmoe que aparecen enleyendumcmetalea nUDCa llevan aufijoe, hay que re¡latrar, aquí, boND como elemento oaomútko que
puede aer una variante de bof.
.
Bmaepr, aD6li.sia muy arbitrario que ee baaa 161o en la uiltenGia -tampoco IDdudablede un elemento ekc» (42-82) y en la poeibilidad de que eaeea una variant. de eaa (44); v.
edemú ntbna. 91-1141.
·
Eludaa; v. § 23.
O aea eua: cp. ntbna. 79-88 y Dtima. 86-26.
¿l
SocedeiaUJdn, no~ femenino; e1 en lugar de 1 parece correaponder a la ortogra!a
latina que pone el por una i larga.
Omiai6n grifica de • y de i delante de ocluaivaa: § 18.
~PIIIIt con omiaión de la 1; no ee puede esclulr que elaepdo componente aea
que podrla aer una variante de bú (21): cp. tlW (112-86) aliado de tlbú.
el puede ser variante grifica de i: cp. ntim.a. 90-88, nám.127-1. V., ademú, nóma. 89-61.
~~pnp con cambio de 1 a r por aaimllaci6n (o por error dal grabador); tambi6n hay
que contar con la posibilidad de que ae trate de la palabra apelativa buif eeiUida por un
morfo -di.
lA • entre Dtli y el aufijo -&e queda IÍD aclarar.
t.oerllla ¡enetivo de un nombre individual, que puede aer la forma latiniuda de un
.w
•IAcerDler.
68-79
63-84
68-1141
63-119'
64-7
64-181
64-124
64-1281
66-101
67-127
60-101
61-127
62-32
88-6~
88-74
83-124
Ntldlle; tal ves abreviado de • N..Wer.
En la miuna in8cripci6n hay otokeOtli con el
ee~JM~lto Intercalado b: §20.
]A6~~~l11 [) 11'1 , al parecer completa al ftnal.
«FirDwt al final del texto: §8.
En el texto de la inlcripci6D, hoy deaaparecida, ee da -alolfltal. evidentemente un error o
del grabador o de lectura.
Aparece junto 0011 anbo6lliaJl..a que tambUn puede aer un antropónimo.
Umarilbua; v. § 13.
Urchail, nombre Individual, tal ves abreviado, que ae combina con doa antropónimoa
meridfoDelea. Attita y Chflaaara'aL
Teltimonio ónico ain la f final: ¿error del grabador o variante morfolópca?
Aquí y en 66-641la aecuencla -un del primer componente perece haber caaaado el cambio
de i a e.
V. ndme. 66-4.
ta~cup~t-'1' / 4!PVCU eacrlto en eentldo tranaveraalaobre la cara A del plomo: parece
aer la firma de una autoridad. Ea muy veroatmil que -~ aaala.repi'Mentacl6n gr4ftca de
la partícula poaeaiva fill en eacritura griega; (cp. ndma. 88: 116).
Tume¡itoerla, genitivo de un nombft Individual.
Uroeatar, nominativo de un nombre individual.
Talmeralclania, genitivo de un nombre individual.
¿Sufijo -ie o variante kefei y aufijo ~?
V. loa náml. 6-euf y ntbna. 32-62.
Muy mallecible pero butante fidedi¡no eei(ÓD autopala.
Lupan¡fb; abreviado por falta de eapaclo.
UmarcJhaa, v. § 13.
-312-
[page-n-321]
REPERTORIO ANTROPONIMICO mERICO
66-29
66-109
67-126
68·115
70-tu.f
72·106
72-85
72-89
73-114
73-frg
75-96
77-64
79-832
81-114
82-42
85-568
86-25
87-25
88-108
88-frg.
26
A la n sigue Jdll[ ain aer 1eparado por una interpUDcl6n; prefiero CODiiderar a6lo kcm como
elemento onomúdco porque encuen1za UD apoyo en loe nombree meridhmalel Conlpp. A.
100 (Obulco) y Conll. A. 103 (Salacia). v. tambi6n, nibna. 66-109.
Sigue otro ei¡no que estA d.e teriorado por la .ftagmentacl6n: puede aerId (cp. nibna. 66-29)
o m lo que permitirla completar la part(cula poaeaiva -iii(l.
Dado que unti no tiene otro testimonio y que korU no coincide perfectamente con loe ae¡mentoa citado. b~o el Ddmero 67, sigue siendo dilcutible la posibilidad de que se trate de
UD antropónimO Pllco: V. MLft. H ad tít.
yopony~.-•~ aliado de 36-61 (en 'tetra ibúfca); por 'MI. - iiü v. nibna. 66-862.
V. § 23; tambi6n se podr{apenaer en UDan6liala como nombre compuesto Jmr.. (variante
de 67 o 68) -&amo, pero Nte segundo elemento no encuentra otroe·teatimonioa.
Aqvw( ; en el complejo que ligue, : •11111lt , tal ves se pueda aialar ellllfijo -ke.
V. mima. 86-72. .'
A pesar del sufijo iil no ae pueda probar por el contexto que ae trate de UD antropónimo.
En la inacrlpci6n sobre plomo B. 7. 35 ae encuentra la secuencia b001lelatlkel que
admite do. análiaia, bU01 (antropónimo sin 8\dijo) y lelldkef, o bllollela (antropónimo
compueato) y dkel (nombre ain sufijo o aubetantivo apelativo).
Primara palabre de una inllaripción sepulcral.
Poco legible; tal ve1 naiNif en lugar de nalbe.
En UD fragmento de la eatela que eati perdido; no se puede excluir que haya de completar
nef{a)e (- 78).
Ordennu; en lupr de nu (variante de n.er. v. § 18 cuadro 5) como segundo com~
nente, tambi6n se podría pensar en enaa (variante de ena 44), ea decir en orteD-enu con
omiai6n haplolotfca (v. § 14) de una silaba.
Ordll.neui, pnltivo de UD nombre individual, coo orto¡rda «aqui~ de la aibilanta.
¿Variante de alor (7) con uimilaci6n de a a o?
¿Variante de anaf (8) con uimilación de la a a la áltima vocal del primer componente?
Saoali8oer con cambio de r a 1 por disimilación (cp. náma. 88-frg.).
Aquí y en 86-44 ae puede contar tambi6n con UD elemento aldn (¿variante de aldr, 6? pare
enaa en lu¡ar de ena v. nibna. 79-831.
Para la 1 lntercalada v. § 21.
Tuoueceria, pnltlvo de UD nombre Individual maac:ulino.
1 en lugar de rae debe tal vez a una disimilación .ftante a lar del primer compooente (cp.
nibna. 85-561).
Para la • (¿elemento intarcalado?) cap. 20-18 y § 22: en lugar de la 1 tambi6n puede leene
una ii.
90-88
91-1141
92-67
95-69
99-109
101-86
102-frg
104-tu.f
106-frg
107-68
Para ei en lupr de 1 v. mima. 51-89; para el ltdijo v. Ddml. 16-1251.
Tambi'n ea po.tible el anAllala dldr&-enl cuyo se¡undo componente podría aer una
variante de ena (44).
¿Sufijo en o elemento onomúdco tdren? Cp. Sialren A. 100 (Obulco) que parece pertenecer al repertorio onoldltico meridional
No ae identiftcan claramente loa aufijo.: nl·a. ni-la tienen buenoa teltimonioa en la mortolo¡(a iMrica.
Tandndala, abreviado por falta de eapaclo.
-ke puede aer -k +auftJo e o repreaeDtaci6n ¡rtilca de una ocluaiva al final de la
palabra.
.
La doa palabru e.tin al inicio de una inacripc:i6o sepulcnl: indudablemente ae trata de la
denominación del difunto por au nombre individual y por el de su padre que tienen en
común el aegundo componente (v. § 4).
La inlaripclón de Tabban&u, evidentemente error del ¡rabador. Para el aufijo v. § 28.
Tal VIl tú.Jdbd {68), tú-Jdne (64),' O tú-Jdtaf (66).
V.§ 21.
- 313-
[page-n-322]
J. UNTERMANN
28
108-27
111-127
112-86
112-127
114-911
Tal vea al fiDal de la inacripcióo circular de la fuaeyola.
Urclaatetelli, ¡enitivo de un DOJllbre individual con uplraci6n .caquitalwt de la c.
Ejemplo tinico de tfhe6 en lugar de tibú; cp. n.Wna. 60.86 y § 18 cuadro 6.
La tercera letza -una ke indudable- se diltin¡ue claramente por su forma de la pemlltima, la que por tanto tiene que ser una ba en forma •quebrada».
La inlcripclón ele Tcnbmo que puede entenderte o como error por TonbmD (¿tor
variante de &ur, 119?) o -máa verosfmll abreviatura interna de Tecenbmo o de '!lee~
lhmo.
114-114
114-96
118-64
119-euf
121-19
122-16
124-26
126-80
126-82
127·1
Calo tinico en que, al parecer, un nombre compueaw conata de doa elemento. que eon
variantes del mlamo lexema; delante de este complejo eeti una o.
Omisión F'-fica de lar delante de oclusiva: v. § 13.
Para el elemento intercalado v. § 20. Para el en lupr de 1 V, nmne. 61-89.
'l'arbmu., forma latinizada de un satijo nual; cp. § 23, para la uimilacl6n v. nmne. 26-79.
tortou y tui1Wl (121-26) hablan en favor de una forma ori¡inal tortun de la que se derivan
por diltlntu aaimilacionee de lu vocales; parece exiatir, ademú, una variante tordn, que
aparece en un contexto indeterminable en C. 2. 6. (Ullutret).
VISEBADJN, con un diptongo ul como en nlae (97) y Nitu (118); una consonante v no
existe en iWrico.
Para la identidad muy probable de iiibaf con la ere& latina Umar v. § 13.
La b puede cubrir el reaultado de una uimilaci6n de u a b : v. § 14.
V. ndml. 126-80.
Un cambio entre oy u delante dertambi6n en alor (7), bor(89), 10r (96); por la secuencia
el en lugar de e o l. v. nmne. 61-39.
Apéndice: Clave de las citas de la columna 6 de la lista principal
Textos latinos:
ll
= Corpus Inscriptionum Latirumun. IL
BContr. = Bronce de Contrebia: G. Fatás. Tabula Contrebiensis (- Contrebia
Belaisca. 2). Zaragoza 1980.
= J. Gorrocbategui Onomástica indígena de Aquitania. Bilbao 1984.
Gorr.
HAE. - Hispania antiqua epigraphica. Madrid.
= T. Livius, Ah urbe condita.
L.
- Ephemeris epigraphica. Berlln.
S.
TSalL =- CIL. 12 709 (El «bronce de Ascoli>)),
Textos en lengua ibérica:
Se citan por letras y cifras que corresponden a la numeración de los Monumenta Linguarum Hispanicarum.
A.
- voL I., Wiesbaden 1975.
B.
- vol n., Wiesbaden 1980, salvo B. 7, 34-37.
m.
Loa demás textos se publicarán en los suplementos al vol n y en el vol
Cito, aquí,
las publicaciones anteriores. Se usan las siguientes abreviaturas:
GM.
+ cifras arábigas = G6mez-Moreno. Suplemento de epigraffa ibérica. En:
Misceláneas 1, Madrid 1949.
GM.
+ cifras romanas= G6mez-Moreno, La escritura bástulo-turdetana. Madrid
1962.
LL
= E . Llobregat. Contestania ibérica. Alicante 1972; se citan los números.
- 314 -
[page-n-323]
REPERTORIO ANTROPONIMICO mERICO
M.
MLL
= J. Maluquer. Epigrafia prelatina de la pellÍnsula ibérica. Barcelona 1968;
se citan los números.
= E . Hiibner. Monumenta Linguae Ibericae. Berlín 1893.
B.7.34-37 plomo
Pech-Maho (Sigean)
C.0.1.2
plomo
proced., desconocida
prov. de Tarragona
C.1.6
C.1.9
C.1.10
C.l.l2
C.2.3
C.2.4
plomo
cerámica
cerámica
cerámica
plomo
plomo
Ampurias
Ampurias
Ampurias
Ampurias
Ullastret
Ullastret
C.2.6
C.2.8
C.2.10
C.2.11
C.2.17
C.2.20
C.2.21
C.2.22
C.2.23
C.3.1
plomo
cerámica
cerámica
cerámica
cerámica
cerámica
cerámica
cerámica
cerámica
6stracon
Ullastret
Ullastret
Ullastret
Ullastret
Ullastret
Ullastret
Ullastret
Ullastret
Ullastret
Pont6s
C.4.1
plomo
Palam6s
C.4.2
fusayola
Palam6s
C.6.1
C.7.4
C.10.1
cerámica
cerámica
estela
C.11.1
C.ll.12
C.17.2
cerámica
cerámica
cerámica
C.18.6
C.20.1
estela
plomo
Mont Palau (Pineda)
Matar6
S. Perpetua de la
Moguda (Barcelona)
Rubí
Rubí
Els Monjos
(Villafranca del P.)
Tarragona
Penya del Moro
(S. Just Desvern)
C.21.1
D.4.1
D.7.1
D.10.1
D.ll.2
27
plata
cerámica
cerámica
estela
cerámica
Tivisa
Sorba
Sidamunt
Fraga
Sosés
Y. Solier,Rev. Arch. deNarbonnaise
12 (1979) 65-123
J.Untermann, Acta Numismática ,
(en prensa)
GM.118
GM.6
GM.8
GM.7
M.226
J. Malaquer, Pyrenae 1 (1966) 124127
M-224
M.107
inédito
inédito
M.14
inédito
M.28
M.13
inédito
J . Maluquer, Pyrenae 12 (1976) 183189
F. Riur6, Cypsela 4 (1982) 123131
Prescott, Cypsela 3 (1980) 147162
inédito
MLLIT
GM.l6
M.69
M.283
M.206
MLLVI
J. Barberá-E. Sanmartí, Excavaci6
al poblat de la P. d.M., Barcelona
1982, 29-30. 118.
GM.26
GM.16
GM.20
GM.23
R. Pita Mercé, llerda 18 (1964)
211
-315-
[page-n-324]
28
J. UNTERMANN
0 .11.3
fusayola
0 .12.2
estela
E .1.1
E .1.65
E .1.124
E .1.308
E.1.322
E .1.337
E .1.372
E.1.376
cerámica
cerámica
cerámica
cerámica
cerámica
cerámica
peso
peso
E.2.1
E .4.4
E.3.1
E .3.4
E .6.3
E .8.1
E .9.1
F.2.1-3
cerámica
cerámica
cerámica
cerámica
punzón
de hueso
estela
estela
estelas
F.2.4
estela
F .4.1
F.5.1
F .6.1
F.7.1
F.7.2
estela
estela
plomo
plomo
bronce
F.9.3
plomo
F.9.5-7
plomo
F .l1.1
F.11.2
estela
estela
estela
estela
estela
estela
estela
estela
estela
estela
plomo
F.ll.S
F .11.4
F .11.6
F.11.7
F.11.10
F.ll.ll
F.l1.12
F.l1.14
F.11.25
R. Pita Mercé, Derda 17 (1954)
Sosés
104
A. Beltrán, XI. Congr. Arqu. Nac.
1968, Zaragoza 1970, 518-522
Azaila
GM.31
Azaila
GM.38 e
Azaila
GM.38 a
Azaila
GM.32 a
GM.32 b
Azaila
GM.32 e
Azaila
Azaila
GM.33
Azaila
J. Cabré, Corpus VasorumHispanorum. Azaila. Madrid 1944, lám. 20-·
192
Lécera
GM.39
Alloza
M.174
Oliete
P. Atrián, Teruel 39 (1968) 118
Oliete
GM. Suplemento P. 298
Alto Chacón (Teruel) P . Atrian-J. Untermaun, Teruel 67
(1982) 55-60
lglesuela del Cid
GM.40
Benasal
GM.41
Canet lo Roig
D. Fletcher--V. Giner, BoL Soc. Castell. 50 (1974) 138-156
S. Mateo
V. Meseguer-O. Fletcher, Bol Soc.
Castell. 57 (1982) 203-209
Coves de Vinromá
D. Fletcber, APL.13 (1972) 107
Cabanes
GM.42
Castell6n
GM.43
. El Solaig (Bech1)
M.228
S. Antonio (Bech1)
D. Fletcher, Zephyrus 18 (1962) 7985
Orleyl (Vall d'Ux6)
D. Fletcher, AEArqu. 40 (1967) 5159
Orleyl (Vall d'Ux6)
D. Fletcher en Lázaro..MesadoAranegui-Fletcher, Materiales de la
necrópolis ibérica de Orleyl. Valencia 1981, 63-131
Sagunto
GM.44
Sagunto
GM.49
Sagunto
GM.47
Sagunto
GM.50
Sagunto
GM.45
Sagunto
Llueca
Sagunto
MLLXXV
Sagunto
MLLXXVIII
Sagunto
MLLXXIX
Sagunto
MLLXXIV
Sagunto
D. Fletcher, Arse 18 (1983) 346348
Binéfar
-316-
[page-n-325]
REPERTORIO ANTROPONIMICO mERICO
F .13.2
F.18.3
F .13.6
F .13.15
F.13.17
plomo
cerámica
cerámica
cerámica
cerámica
Líria
Líria
Líria
Líria
Líria
F.13.18
F.13.34
F.14.1
F.15.1
cerámica
cerámica
estela
punzón
de hueso
Líria
Líria
Sinarcas
Peña de las Mijadas
(El Toro)
F.17.1
plomo
Los Villares
F.17.2
plomo
Los Villares
F.17.4
plomo
Los Villares
F.20.1-3
plomo
Yátova
F.21.1
plomo
Enguera
G.l.1
G.1.3
G.l.4
G.1.5
G.1.6
G.8.1
G.8.2
G.9.1
G.13.1
plomo
plomo
plomo
plomo
plomo
cerámica
cerámica
cerámica
plomo
Alcoy
Alcoy
Alcoy
Alcoy
Alcoy
Benidorm
Benirdorm
Campello (Alicante)
El Cigarralejo (Mula)
29
GM.74
GM.68
GM.119
GM.72
D. Fletcher, Inscripciones ib,ricas
del museo de prehistoria de Valencia. Valencia 1963, no. 62
GM.58
Fletcher, J.. c. no 4
GM.76
L Sarri6n Montañana.
APL. 15 (1978) 182-188
D. Fletcher, APL. 15 (1978) 201208
D. Fletcher, Dep. de Historia Antigua. Ser. Arqu. 6. Valencia 1979
D. Fletcher, APL. 15 (1978) 199201
D. Fletcher. Los plomos iWricos de
Yátova. Valencia 1980
D. Fletcher, Arse 19 (1984) 404414
GM.LXII
M.237
M.229
Ll.10
Ll.ll
Ll.20
Ll.26
Ll.27
GM. LXI
Nota bibliográfica
No me parecía ni oportuno ni necesario cargar este esbozo provisional del «corpus» de elementos onomásticos ibéricos con una bibliograffa exhaustiva: se encontrará. por lo demás, en el Léxico de las inscripciones ib6ricas de Jaime Siles, que va
salir dentro de poco en Salamanca. S6lo quiero recordar que todo lo que acabo de
exponer sobre el sistema antroponímico de los íberos se basa en los estudios fundamentales que debemos a M. G6mez-Moreno (1925, 1949), M. Palomar Lapesa (1960)
y M.• L Alberto& Firmat (1966), a los cuales hay que afuldir el importante resumen
que dio A. Tovar en 1977. En tiempo recentfsimo, ha aparecido la obra de J . Gorrochategui (1984) quien trata la onomástica aquitana como «background» y corpus estrechamente entroncado con la antroponimia iWrica.
En fin, son los comentarios que D. Fletcher Valla dedicó a los textos ibéricos
valencianos, que atribuyen observaciones de valor inestimable para nuestros conocimientos sobre nombres personales.
-317-
[page-n-326]
30
J. UNTERMANN
M.• L. ALBERTOS FIRMAT. «La onomástica personal primitiva de Hispania.
Tarraconense y B~tica». Salamanca 1966, en particular: pp. 259-275.
M. GOMEZ-MORENO. «Sobre los íberos: el bronce de Ascoli». En: MUicelaneas.
L Madrid 1949, 233-256 (reedición complementada de una contribución al tomo
del Homenaje a don Ramón Menéndez Pidal, de 1925).
J. GORROCHATEGUI CHURRUCA. «Onomástica indígena de Aquitania». Bilbao 1984.
M. PALOMAR LAPESA. «Antroponimia prerromana». En: M. Alvar y otros
(edd.), EnciclopedW linguf.stica hispana. L (Madrid 1960) 347-387, en particular: pp.
368-387.
A. TOVAR. «Les noma iberiques». En: L 'onomastique latine, CoUoque international du C. N. R. S., no . 564, París 1977, 281-292, en particular: pp. 284. ag.
m
-318 -
[page-n-327]
HENRI GUITER
(Perpignan)
SOBRE ALGUNAS INSCRIPCIONES mERICAS
El V Congreso Internacional de Estudios Pirenaicos se celebró en
Pamplona por septiembre de 1966. Ya conocíamos Pamplona desde
bastantes años: en cambio nuestro colega y amigo René Lafon venía
allí por primera vez. Le preguntamos si quería leer una inscripción ibérica bastante larga, y, después de su contestación no sólo·afirmativa
sino también entusiasta, le condujimos a la Columna de los Fueros,
delante de la Diputación de Navarra. Se sabe que aquella columna
presenta tres textos, el primero en castellano, el segundo en vascuence
escrito con caracteres ibéricos. El tercer texto detenía nuestro interés;
pero se leía con cierta dificultad porque el redactor había querido
sacar un alfabeto del silabario ibérico.
René Lafon concluía que este texto ·representaba una doble estafa
moral, porque daba a los caracteres valores que no eran los suyos, y
también, decía él, porque los caracteres ibéricos no habían servido
nunca para notar el vascuence. La primera crítica era objetiva e incontestable; a la segunda faltaba la posibilidad de una demostración. El
mismo René Lafon había escrito (1): «Poseemos, gracias a las inscripciones en caracteres ibéricos o griegos, y a los apellidos que figuran en
las inscripciones latinas, o son citados por autores griegos y latinos,
(1) R. LAFON: «Noma de lleu et noma de peraonnea basquea et ibm,a: 'tat actuel des probl~me&ll,
Revue Internationale d'Onomsatlque~>, Paria, 1966, pág. 81.
-319-
[page-n-328]
HENRI GUITBR
2
aproximadamente un. millar de palabras de esa lengua {ibérica). Una
cuarentena de ellas se parecen a palabras vascas. Pero sólo cinco o seis
podrían ser verdaderamente relacionadas... » A lo menos esas «cinco o
seis» son palabras vascas notadas con caracteres ibéricos. Quizá quería
decir Lafon que inscripciones ibéricas no se encontraban en el País
Vasco actual; eso es otra cuestión.
Nosotros habíamos visto la cosa de otro modo. Escribíamos (2):
«Aquellas poblaciones no conocían la escritura. Palabras vascas no
aparecen sino a medida que nacen contactos con recién venidos detentores de silabario o alfabeto. Con el silabario ibérico leemos la inscripción famosa gudua deistea, "la guerra, la llamada", del vaso de Liria,
cerca de Valencia (3). Algimos siglos más tarde, el alfabeto latino permite a las inscripciones aquitanas la revelación de unas cuantas palabras, cison "hombre", sembe "hijo", berri "nuevo", etc., casi idénticas
a sus correspondientes vascas actuales (4). Algunos siglos más tarde,
el ogam irlandés será aprovechado en los grabados de los vascos de
Escocia» (5).
Claro está que las palabras vascas de las inscripciones de Aquitania
tienen un volumen muy reducido en el conjunto de los escritos latinos;
lo mismo puede decirse de los monumentos de Escocia con respecto a
la producción orgámica irlandesa. Pues, por poco que sea, podemos
esperar que algo de vascuence salga a la luz entre las numerosas inscripciones ibéricas, y con tanta más probabilidad cuanto más largo fue
el contacto de lenguas por la costa levantina.
Vamos a ver si algunos plomos pueden interpretarse por el vascuence; escogemos textos breves en publicaciones recientes.
Texto Orleyl 1 (6).
Pensamos que el texto tiene que leerse bustrófedon, empezando
por la derecha las líneas impares y por la izquierda las líneas pares.
bir: «dos». El numeral vasco bi posee un genitivo en -ren y un
dativo en -ri (biren, biri), exactamente como los números siguientes
iru(r) «tres» (iruren, irun) o -lau(r) «cuatro» (lauren, laun). Presenta
(2) H. GUITER: «Anc:lena reooUl'l au buque dana lealittératurea romanea», Revue de Lfngui8tlque Romane, Paria, 1977, («),pág. 61.
(S) P . BELTRAN VILLAGRASA, en «La labor del Servicio de Inveatipci6n Prebiat6rica y au
Museo en el puado llllo 1984», Valencia, 1985, pág. 62.
<•> J . SACAZE: «
del Paíu, lll1o XXIV, cuaderno~ S.• y • ••, Sen Sebaatián, 1968, ~p. 281-321.
(6) D. FLETCHER VALLS: «Nul!vu inacripcionea ~ricaa de la re¡ión valenciana», Archivo de
Prehlatorla Levantina,
Valenc:ia, 1972, p'c. 109.
xm.
-320-
[page-n-329]
SOBRE ALGUNAS INSCRIPCIONES mERICAB
S
pues una r final caduca, cuyo mantenimiento se podía esperar delante
de vocal, más especialmente i.
ildarr: «ciudadano». Vasco moderno irritar. La forma antigua de
iri era üi. El sufijo -tar/dar significa «natural de». El escriba había
notado primero dos r suaves, y añadiendo después una rr fuerte.
urri: «escaso, miserable». El trozo de signo ala izquierda podría ·
ser de ba o de u. La i más baja parece añadida después de la rr.
errtz: «orilla, borde». Mod. ertz.
abarr: «ramaje, rama». Mod. abar con r fuerte.
iatan: «ya». Por el mal estado del plomo el escriba esparció
los signos.
arrban: «de leña». Mod. arba «leña». La n final indica un genitivo
(o un inesivo).
sali(r): «pago, importe». Mod. sari. No conocemos el papel exacto
de la r final. La l intervocálica había de dar r en vasco moderno.
biderr: «vez». Mod. bider. La rr final, primero escrita sobre una
rotura del plomo, fue reproducida más abajo.
-te: sufijo que indica época, temporada.
bide: «camino, medio». Mod. bide.
gabe: «sin, desprovisto». Mod. gabe.
-an: sufijo significando «en el, en la, en lo».
an: «allí». Mod. an.
dan: «que es», da «es» seguido de n relativo.
bal: «haces, fajos».
eus: variante de eutsi «asir, agarrar».
indake: «dará>>; de inda, flexión de conjugación de un verbo cuyo
infinitivo está en desuso, y -ke, elemento de conjugación que se aglutina inmediatamente después del núcleo verbal e indica el futuro. Leemos el primer signo (a la derecha) de la última línea i (y no n) después
de mirar atentamente la foto correspondiente. La n aislada más abajo
(donde había sitio) puede colmar un olvido entre i y da.
orr[e]: «enebro».
Proponemos pues la traducción siguiente (intentando conservar el
orden de los sintagmas):
< de pagar lB leña siendo cortos de medios, se ase el haz que está allí; se
dará enebro.».
-321-
[page-n-330]
HENRI GurrBR
Texto Orleyl ll (7).
Leemos de la izquierda a la derecha las dos líneas de este
plomo.
gan: «arriba». Variante de gain, frecuente en toponimia pirenáica.
guti: «poco».
zai: «raíz». Variante de zain.
bokal(e): «portillo del cauce del molino, desembocadura».
au: «este».
bakan: «rara vez».
alkarr: «mutuamente, entre sÍ>>
.
-z: sufijo que denota manera, modo y vale como la preposición castellana «por, de, a» o la terminación adverbial «-mente». Habríamos
tenido propensión a leer s el signo que encontramos aquí. Pero s no ·
funciona como sufijo, y las confusiones de sibilantes resultan frecuentes (8).
ideke: «igualará». La secuencia nd- inicial de palabra es muy
improbable. En la foto nos parece que la n podría ser una i, aunque el
trazo suplementario es mucho menos profundo. Mod. ide «igual». Los
trazos finales en la rotura podrían corresponder a ke, indicación
de futuro.
El conjunto presenta un aspecto de proverbio;
«Por arriba, pocas raíces; rara vez este acceso será intercambiable».
Texto Orleyl ll (9).
Esta inscripción parece más clara leyéndose de la derecha a la
izquierda.
·
uki: «tacto, tocar, aludir».
ate: «puerta».
izki: «un poquito, pretexto, esperanza». Aquí también creemos
que hay que leer i (y no n) el primer signo, no sólo porque da una
secuencia consonántica más natural, sino también porque la foto
parece indicar una i en aquel sitio bastante estropeado del plomo.
zelu: «cielo». Mod. zeru con rotacismo de la l. La opinión corriente
es que vasco zeru es tomado del latín caelu, cuando el diptongo ae se
había reducido a e breve (princ. siglo 1), la u breve todavía no había
pasado a o, ni la e breve al diptongo ie (fin. siglo lll). Pero en aquel
(7) FLETC'HER VALLS, op. cit. en la nota anterior, J)4c. 113.
(8) J. SILES RUIZ: ccUber die aibüanten in Iberiacher Schrift», Actas del n Coloquio sobre Lenguu y culturas prerromanaa de la Penúulula Ibúica (Tübin¡en, 1976), Salamanca, 1979, p6p. 81-99.
(9) FLETC'HER VALLS, op. cit. en la nota 6, pác. 114.
-322-
[page-n-331]
SOBRE ALGUNAS INSCRIPCIONES mBRICAS
6
entonces la e seguida de vocal anterior se había palatalizado sin llegar
al estado muy tardío de z. Cuando el vascuence tom6 del romance el
latín caepulla (esp. cebolla, fr. ciboule) fue bajo la forma tipu.lct,; la p
todavía no se había sonorizado (fin. siglo IV), la a no había pasado a o
(fin. siglo ID), y la e (+e) estaba al grado ty de su evoluci6n: K 1 ky 1 ty 1
ts 1 dz 1 z. Pues, un préstamo contemporáneo, como el de caelu,
hubiera dado un vacuence *tiru, y no zeru. La hip6tesis de una etimología latina no puede convenir.
Notemos de otra parte que el latín caelu no pertenece al fondo
indo-europeo de la lengua: «En breve, s6lo tenemos hip6tesis incier•
tas. Ningún nombre semejante del "cielo" es conocido ...» (10). Caelu
tiene que ser palabra substrática, probablemente del mismo substrato
emparentado con el vasco, que evidenciamos en otra ocasi6n (11). Es
posible que caelu y zeru tengan un orígen común, muy lejano, y que se
haya producido entre este y oeste una escisi6n del tipo centum/
satem.
uka: negaci6n, variante de uko.
Las tres acepciones posible de izki nos permiten considerar tres
traducciones, todas con aspecto de proverbio.
«La esperanza llega a la puerta; al cielo, no». La esperanza que
uno puede tener en el pensamiento no pasa de su puerta; el cielo
la desconoce.
«El pretexto llega a la puerta; al cielo, no». Uno puede engañarnos
con una mentira; no engaña a Dios.
«Toca tu puerta un poquito; el cielo, no». Intenta hacer las cosas a
tu abasto; las imposibles, no.
Texto Monravana 1 (12).
Esta inscripci6n se lee en un fragmento de borde de Kalathos. El
material de cerámica deja suponer que estaba destinado a contener
vino y no trigo.
irrta: «la salida».
dun: «que tiene». El antecedente del relativo es la palabra que
le sigue.
bati: «a uno».
(lO) A. ERNOUT et A. MEILLET: 4
(11) H. GUITER: «Une catt§gorie de mota subttratiquea dana le voeabulaire lat:ln», Actas del V
Con¡reao Internacional de LingQíatica Mediterránea, Madrid, 1977, ~g. 636.
(12) FLETCHER VALLS, op. cit. en la nota 6, ~· 117.
-323-
[page-n-332]
8
HENRl GUITER
Lo que sigue no se puede discernir. La traducción es muy
fácil:
< Texto Serreta V (13).
La inscripción se lee en una planchuela ·de plomo.
bazi: «palidez».
bez: «por abajo». Sufijo de la palabra precedente.
gaba: «la noche».
«Por abajo de la palidez, la noche». Cuando la luz del día se vuelve
más pálida, entra la noche.
Texto A Pico de las Ajos I (14).
Leemos la inscripción de izquierda ~ derecha.
lan: «trabajo».
igoka: «subiendo». Verbo igo «subir» y sufijo modal -ka que
denota acción y se traduce por un gerundio.
gugaz: «con nosotros». Pronombre gu «nosotros» y sufijo -gaz,
relativo de nombres animados que significa «con». A decir verdad, una
rotura del plomo deja sólo el trazo inicial de ga y los dos trazos finales
de z. Pero el sitio que hay en la rotura parece conveniente para
los dos signos.
.
atun: «hábito, manera de obrar».
e(í)din: «coger». Pensamos que esta palabra tiene que leerse edin,
forma que se repite dos veces más en el texto mismo.
dtituten: «que le consultan». Si el verbo itun (o itundu) «consultar»
tuvo una conjugación sintética, su tercera persona plural con régimen
de tercera persona singular, habría de ser datute al indicativo presente. El sufijo -n es un elemento de conjugación que pone en relación
el verbo conjugado con el que sigue, en este caso unas letras numerales (J).
gau.r: «hoy». En vasco mod.la rfinal es fuerte, pero las confus1ones
de r son frecuentes en los textos ibéricos.
bai: «sÍ>>. El último signo podría ser unan, pero una rotura del
plomo no permite precisar. Optamos por la i. Siguen letras
numerales.
(18) FLETCHER VALLS, op. cit. en la nota, 6, pág, 119.
(14) D. FLETCHER VALLS: «Loe plomoe iWricoe de Y'tova (Valencia)», Serie de~
Varioe del Servicio de Investigación Prehiat6rica, núm. 66, Valencia, 1980, pág. 10.
-324-
[page-n-333]
SOBRE ALGUNAS INSCRIPCIONES mERICAS
7
ator: «ven». Antes del signo to, en la parte estropeada del plomo,
hay sitio para otro signo; los trazos de una a hubieran facilitado la pérdida de materia. Como lo notamos en el caso de gaur, también es fuerte
la r del radical tor.
edin: «coger». Siguen letras numerales.
bale: «si viniera». Ba es un prefijo que denota el modo supositivo; l
representa en este modo la tercera persona; e es el radical del verbo
jen «venir».
[e)le: «ganado». Es posible que elle inicial se apoye en la e de la
palabra precedente.
laur: «cuatro».
edin: «coger». Siguen letras numerales.
sali: «pago, importe». Mod. sari.
uda: «verano».
ibar: «vega». No vemos otro signo entre la palabra precedente
y ésta.
txerrki: «carne de cerdo». El sufijo -ki con nombres de animales
significa «carne»; aquí parece añadido a txerri «cerdo».
gutxi: «poco». El rombo del primer signo presenta algo dentro, y
tendría así el valor de gu.
ata: «ganso».
atorr: «ven». Los dos trazos verticales de izquierda quizá pertenecen a un signo to. Antes de la rotura del plomo podía tener sitio
una a.
giderrka: «sin mango grande». El primer signo podría leerse i, si no
fuera atravesado por el trazo central; gider (con r fuerte) significa
«mango grande». Sufijado a un nombre, -ka es privativo. Sigue una
letra numeral (?).
gu: «nosotros».
eli: «enfermo». Mod. eri.
leke: «vendría». La sílaba le es la misma que encontramos más
arriba, con l de tercera persona de condicional, e radical de jen
«venir»; -ke es sufijo de futuro. No vemos motivo de considerar ke
como uno de los numerales que siguen.
El sentido de este texto, interrumpido seis veces por signos que
podrían ser letras numerales, se presenta así:
«Subiendo con nosotros se coge el hábito de trabajar. Que le consultan... Hoy sí... Ven a coger... Si viniera, (hay que) coger cuatro cabezas de ganado ... En la vega el verano es provechoso por la carne de
cerdo, poco por los gansos. Ven sin aperos... (Si fuéramos) nosotros
enfermos, vendría... ».
Esta larga inscripción, referida a actividades agrícolas, parece for-326 -
[page-n-334]
8
HENRI GUITER
mada de partes independientes. La primera parte está encuadrada
entre líneas rectas, y llega hasta «ganado» de la traducción·. La
segunda parte es la frase siguiente hasta «gansos». La tercera parte,
escrita con signos más grandes, se limita a «Ven sin aperos...» Y la
parte final va escrita con signos más pequeños.
Texto B Pico de los Ajos 1 (15).
Es una sola línea escrita en sentido inverso en el borde superior
del mismo plomo que lleva el texto precedente.
lau.rr: «corto». Mod. laur con r fuerte se distingue de laur «cuatro»
con r suave.
berton: «aquí mismo, en seguida».
-te: sufijo que indica época, temporada.
arrts: «comienzo de la noche».
[lau]rr: «corto». Falta un trozo de la lámina. La palabra terminada
por rr podría ser laurr repetido.
edin(e): «coger». La n añadida por arriba podría ser una coiTección
de la e.
Nos parece, una vez más, una especie de proverbio:
«(A quién) el instante presente (parece) corto, la noche llega
pronto».
Texto D Pico de las Ajos 1 (16).
De los textos sobrepuestos aquí, nos interesamos a la parte cuyo
desglose figura en la página 30. De la lectura general, coiTesponde al
final de la línea 3, al comienzo de la línea 6 y a la línea 9.
ba: «si».
itze: «clavo».
-ki: sufijo que denota materia, fragmento. Mirando la foto coiTespondiente, nos parece que se trata de ki, y no de l.
dunkagu: «lo golpeamos». Indicativo presente, con paciente de
tercera persona singular y agente de primera persona plural, del verbo
junkatu «golpear».
guri: «a nosotros». El segundo signo bien podría ser una a, pero la
lectura r suave conviene más para el sentido.
degun: «que tenemos». Formado de degu «lo tenemos», más n
relativo cuyo antecedente le sigue.
atzarr: «vigilancia, atención». Mod. atzar-eman «estar alerta»,
atzarri «atento, vigilante».
(16) FLETC'HER VALLS, op. cit. en la nota anterior, pág. 17.
(16) FLETC'HER VALLS, op. cit. en las dos notaa anteriores, pág. 30.
-326-
[page-n-335]
SOBRE ALGUNAS INSCRIPCIONES IBERICAS
9
ungi: «bien, beneficio».
El sentido de esta primera fase, que parece proverbio, es muy
claro:
«Si golpeamos algún clavo, la vigilancia que tenemos nos será
benéfica».
ul: <
ebatsi(r): «robar, hurtar».
«Quien me lo ha quitado, me lo ha robado». El papel de lar fmal
podría ser el de substantivar la forma verbal precedente; pero no hay
nada semejante en vasco moderno.
eki: «sol». El segundo signo puede ser n o ki.
bedigu: «que sea a nosotros». El último signo nos parece gu más
que rr.
abeguni: «intervalo». Mod. abegune.
duerrgu: «lo enturbiamos, lo manchamos». Presente del verbo
uhertu «enturbiar, manchar». El primer signo nos parece du más
que u.
«Deseamos el sol; pronto lo ocultamos». No estamos nunca satisfechos de lo que habíamos deseado y alcanzado. O bien, cuando alcanzamos cierta felicidad, nosotros mismos la destrozamos.
Así, el texto desglosado de la página 30 consta de tres breves
proverbios.
Texto A Pico de los Ajos m (17).
Este texto es bastante difícil, quizá porque faltan algunos finales
de líneas.
berr: «nuevamente». Mod. berri «nuevo». La forma apocopada
berr se encuentra en berrogei «nuevamente veinte» o sea «cuarenta».
dekerr-ari-gu: «nos ocupamos en examinar». Del verbo ikertu
«reconocer, examinar, podemos esperar una forma sintética dekerrgu
«lo examinamos»; ari añade ·el sentido de «ocuparse en».
galia: «el trigo». Mod. garia, con lavar. fonética gal en compuestos,
cuando la l no es intervocálica. Leemos a, en vez de r, el signo
fmal.
bidar-2-te: «al momento que». Mod. bidar «vez»; sufijo z «por»;
sufijo te que indica época, temporada.
di(gu] : «nos lo ha». La sílaba di puede empezar una forma de la fle-
(17) FLETCHER VALLS, op. cit. en laa notas llDteriOft!l, pág. 68.
-327-
[page-n-336]
10
HENRI GurrBR
xión objetivo-receptiva en presente de indicativo. El sentido convida a
añadir gu (perdido con la parte rota del plomo).
laurr: «breve».
berton: «aquí mismo, en seguida».
ar[i): «ocupar-se en». La misma secuencia laurr berton ari se
encuentra más abajo con una i final, que añadimos aquí.
li... : podría ser una primera sOaba de condicional, tercera persona
singular transitiva (cf. litu.ke, liguke, ...) o intransitiva (cf. liteke, litzake, ... ). No podemos decidir.
geldi: «quieto, lento».
belez-ka: «escogiendo». Mod. berezi «separar, elegir»; ka, sufijo
modal que denota acción y se traduce por un gerundio.
guti: «poco».
dugu: «lo tenemos».
zu: «vosotros»: Entonces debía de tener valor del plural. Quizás
alocutivo de la forma verbal precedente.
bazi(r): «palidez, pálido»(?). Lar final hace dificultad. ¿Sería una
a, y tendríamos una forma determinada?
derru[xan): «que lo escupa», del verbo erruxatu «escupir». La inicial d supone una forma verbal, y hay pocos verbos que tengan -rru- en
su radical.
bale: «si viniera». Prefijo ba que denota el modo supositivo; l
indica una tercera persona; e es radical del verbo jen «venir».
laurr: «breve».
berton: «aquí mismo, en seguida».
ari: «ocupar-se en, ocupación».
guti: «poco».
dugu: «lo tenemos».
begi: «hágalo». Imperativo tercera persona de egin. El examen de
la foto más bien que una s nos parece enseñar be y gi.
orla: «de ese modo».
guti: «poco». El segundo signo parece ti.
itun: «consejar, arreglar». El segundo signo parece tu más que U.
eri: <~especie, clase».
[e]berte(r): «hacia el mediodía».
geldi: «quieto, lento».
belez-ka: «escogiendo». Visto poco más arriba.
[ijan: <
-ter: «estar a punto de».
balelau: «si lo pudiera traer». Tercera persona del supositivo del
potencial condicionado del verbo eraugi «traer».
-328-
[page-n-337]
SOBRE ALGUNAS INSCRIPCIONES mERICAS
11
[daJigu: «lo hacemos, lo damos». Tercera persona del presente de
indicativo de un verbo de núcleo i que significa «dar, hacer». Restituimos el signo inicial más probable da.
galtz(e): «pérdida, daño».
otz: «frío».
erea: «el anverso». Leemos a el último signo.
ligurki(r): «esperaría, aguardaría». Condicional de mod. eguriki
«esperar, aguardar». Al final de línea aparecen, l, i y gu. El final acostumbrado de condicional es ke.
galia: «el trigo». Mod. garia.
Intentamos construir el discurso:
«Nuevamente nos ocupamos en examinar el trigo en el momento
en que aquí mismo lo encontramos corto. Escogiendo un poco, (os)
tenemos quietud... Pálido (??). Que escupa, si viniera. Aquí mismo
tenemos poca ocupación. Hágalo poco, de ese modo arreglado para la
especie, hacie el mediodía. Escogiendo la quietud, si el trabajo
pudiera traerse a punto de tiempo seco, lo hacemos. Al contrario, con
frío, un daño aguardaría el trigo».
Nos contentaremos provisionalmente con los nueve textos escogidos. Bastan para demostrar que el vascuence interviene en algunas de
las inscripciones escritas con signos ibéricos. Todas las traducciones
de palabras que damos, figuran en el diccionario de Azkue (18).
Tomamos en cuenta las modificaciones fonéticas ocurridas en la
historia de la lengua. La sonorización de las oclusivas sordas iniciales
de palabras no hace problema, puesto que el silabario ibérico no introduce fa oposición de sonorización. El hecho más notable es el rotacismo de la l sencilla intervocálica: üi/ui, sali/sari, zelu/zeru, eli/eri,
gali/gari, elaugi/eraugi. Pero, si las l intervocálicas antiguas son representadas por r, todas las r modernas no representan l antiguas.
Encontramos bastantes formas verbales sintéticas: ideke, datuten,
ator, leke, dunkagu, duergu, dekergu, derruxan, bale, begi, balelau,
daigu, ligurki; es natural que, en el curso de la vida de una lengua, formas auxiliadas tiendan a suplir formas sintéticas. El vasco moderno
sólo tiene una decena de verbos conjugados sintéticamente; eran más
numerosos en el siglo XVI. Los auxiliares modernos tienen su valor
significativo lleno: dan, dun, degun, dida, bedigu, digu, dugu. (El
(18) R. M. DE AZKUE: «Diccionario vuco-español·francéa». Reedici6n, Bilbao, 1969.
-329-
[page-n-338]
12
HENRI. Guri'ER
indoeuropeo no tenía las formaciones en -bam, -bo del latín; y el latín
no tenía los futuros y condicionales en -e, (a del romance, aún menos
las formas compuestas o perifrásticas).
A veces el verbo se presenta bajo su forma de supino o de radical:
eus, uki, edin, ul, ebatsi, ari, itun. También los substantivos a menudo
se encuentran bajo la forma indeterminada. Eso se entiende en el
estilo de proverbios: vasc. mod. geiegi baño aski obe «que demasiado
suficiente mejor». Pero puede ser debido al uso del vascuence por un
escriba que no dominaba perfectamente la lengua, porque no era su
lengua natural.
En el conjunto estudiado notamos ocho proverbios y tres narraciones campesinas, historias sencillas de leña, ganado o trigo. No diremos
que todo siempre resulta muy claro, más que más con las roturas del
plomo; pero parece difícil no reconocer que se trata de textos antiguos
en vascuance.
. ......
-330-
[page-n-339]
ALBERTO BALIL ILLANA
N alladolid)
TESSERAE LUSORIAE DE AMPURIAS
Este grupo de fichas de. juego del que tratamos no es inédito (1)
pero, hasta ahora, no habían sido asociadas con su función
específica.
Con la posible excepción de un ejemplar (2) todas ellas presentan
la forma descrita, hace casi un siglo, por Hülsen:
«... tessere in forma di bastoncino con una specie de
maniglia cilindrica. Somigliano assai alle gladiatorie, ma
sono molto piu piatte, di modo che nei latti corti non rimane
posto per la scrittura e le lettere sono incisa soltanto aulla
faccia e sul rovescio. La maniglia in quasi tutti gli esemplari
e perforata nel senso della lunghezza» (3).
Hülsen en su trabajo, aún básico, enumeraba ochenta y cuatro piezas de este tipo, aparte las circulares con figura en el anverso e inscripción griega en el reverso, con noventa y ocho ejemplares (4).
(1) M . ALMAGRO BASCH: «lnacripcionea ampuritanaa griegas, ibéricu y latinaa», Monograftaa
Ampuritanaa, n, Barcelona, 1952, págs. 177-180, nóma. 130-136.
(2) ALMAGRO BASCH, op. cit. en la nota antariar, nóm. 131; probablemente la extzoemldad está
rota y fue subatituída mediante una pedoraci6n.
(3) Chr. HÚLSEN, Deutsches Arcbiologiachea Jnstitute, MittefiunpD. R6mlac:be Abteilung, XI,
1896, pig. 228.
(4)' FiOLsEN, op. cit. en la nota anterior, págs. 227 y 18. Entre la bibllogratra anterior, hay que
sellalar: A. BLANCHET, Real-EJUiclopidie der AltertuJn8wisaenachatt (citada en adelante por las
aiglu RE), a. S.•, xm, 1889, piga. 225 J118.; XIV, 1889, pifa. 64 y 18. y 248 y aa.; H, GRAILLOT,
Melangea d'Arch6ologie et d'Hiatoire, Ecole ~e de Rome, XIV, 1896, pq.. 299 y 11.
-331-
[page-n-340]
2
A. BALIL ILLANA
Sin duda, la serie es mucho más numerosa, por cuanto Hülsen tuvo
en cuenta sólo las piezas de segura, o probable, procedencia italiana,
excepto tres ejemplares griegos procedentes de Esmirna y Beyruth.
Deonna dio a conocer ocho, una anepígrafa de Delos (6); Piccottini,
Vetters y Egger, otras, análogas en la forma pero no en el texto, de
Magdalensberg (6).
Con respecto a la Península Ibérica, aparte las de Ampurias, hay
que prescindir de CIL, II, 4936,2 (de Italia), conozco una, distinta, de
Sagunto (CIL, II, 6246) y otra de Bilbilis (7), pero no deben ser
escasas.
En lo que se refiere a los lugares de hallazgo generalmente se desconocen. En el caso de Delos proceden de casas, calles o plazas; en
Ampurias sólo se conoce el hallazgo de una en un corte estratigráfico a
extramuros de la ciudad romana (8). Finalmente un notable grupo fue
hallado en Perusa, formando parte del ajuar de una tumba de inhumación (9).
Cuando se estudían estas piezas en conjunto, como hiciera Hülsen, se observa que en unos pocos casos no aparece el numeral en el
reverso de ellas y sólo una expresión en el anverso, que en algunos la
misma expresión puede corresponder a un numeral distinto. Las
expresiones injuriosas, como advirtió Gamurrini, van unidas a los
numerales más bajos, mientras las más halagüeñas corresponden a
numerales altos (10).
(6) Delot, W. DEONNÁ: «Le mobilier dMien», 1938, pala. 336 y a. (- Exploration An:b_,.logique
de D6loe, XIV).
(6) Magdalenaberc, H . PICCOTI'INI: «Aufatie1 und Nlederpnd des R6miache Welt», U (Princi·
pat), 1977, pá¡. 292, Um. XVI. Con máa detalle: H. VETI'ERS: «Carinthia» I, 1964, páp. 3 y aa. que
no me han aldo acceaiblea. Sorprende ver en ellaa nombres personales como Mandatu., Aca~tu8, L. Sta·
laccúu, L. F. Secundl.ll y, en todos loa sentidos la invocación Bono Pompo (•••)
(7) In6dita. Debo su COilOCimiento al Dr. Maitfn Bueno. Hallada en el teatro, sin numeral, en
anverso Acutw.
(8) ALMAGRO BASCH, op. cit. an al nota 1, ndm. 130.
(9) HOLsEN, op. cit. en la nota 3, pé1. 228, buado enE. BRIZIO, Notiaie de¡li Seavi di Antichita,
Relia Accademla del Lincel, Roma, 1887, pq. 396 (cfr. C'IL XI, 6728, 6 y 88.). Esta eeria de Pezuu,
que akanJa basta el nómero XL ea una de laa mú completaa. Hay que anotar que aparecieron uocia·
du con una Mrie de tic:baa de piedra y pasta vítrea; eataa óltimaa eran 816 de color uul turqueaa, amarillo y blanco. Al¡unaa de laa ficbaa de piedra teDían inacripcionee (cfr. HOLSEN, op. cit. en la nota 3,
pq. 229). Mi imprelión personal es que este ejuar contenía, cuando menos, piezu de dos juegos diatin·
toe. Por ahora eete ballaqo ea el único en el cual talea teuerae no pueden conaiderarae piezu perdidas,
eea en el interior de una caaa. aee en una vía pública.
(10) HÚLSEN, op. cit. en la nota 3, ~· 288 y • ·
-332-
[page-n-341]
TBSSERAE LUSORIAB DB AMPURIAB
3
Poniendo al día el material reunido por Hülsen tendríamos las
siguientes relaciones entre numerales y apelativos (11):
I
n
m
nn
V
VI
VII
vm
VIni
X
XI
XII
XIII
XIIII
XV
XVI
XVII
xvm
XVIm
XX
XXI
XXII
XXIll
xxnn
XXV
XXX
XL
nugator; nugo (A)
fur
moice
ebriose, uapio, gulo
cunulinge, mula
uinaidus, ficose, patice
patice, cunilinge
uappa
cunnio, tube (A)
trico, gaudesne, nugator, lupa
uerecund(e), fulco, felix (D)
uix rides
moraris, uinose, arpax (D) ... (A)
argute
lupa
pemix, tatue
auidus (D)
arpax, uinose (D)
gumia, benignus, pul (D)
gumia, audax
impudes
moece, malest
fortunat(e)
facete
amator, benigne
felix
XX
el. .. (A)
Esta lista permite observar la variedad, incluso con novedades con
respecto a la amplia serie de Hülsen, de nombres y subrayar c6mo
algunos pueden utilizarse con distintos numerales (12). La correlación
(11) HOLsEN, op. cit. en la nota 8, pq, 288 y a., 8!1adiendo lo. de Delo1 (D) y Ampuriu (A), que
DO aparecían en aquella. Reapecto a !al piezu de Ampuriu no 11 novedad: nóm. 180 (FORTUNATE 1
XXIID), nWn. 181 (AMATOR / l1liJlllral borrado, quisú XXX), aí el nóm. 182 (TUBE 1 X), nóm. 188
(NUGO /I, peroDO~
).núm..134ududoeo ("./ XXIDI), DOloeatampocoelnóm. 186 (AUDAX /
XXI), DO H au.eceptible de duarrollo o recooatruccl6D el nóm. 186 (CL... / XX...). La Mrle ampuritana
ea, por conalaulenta, mú variada qÚe la de Delol.
(12) HÜLSEN, op. cit. en la nota S, pq. 284 y aL
-333-
[page-n-342]
A. BALIL ILLANA
I-XXV, XXX, XL, sigue manteniendose. Ninguna relación puede
deducirse ahora; el resultado de Hülsen sigue siendo válido, con las
mal llamadas «tesserae theatrales» (13) y que Hülsen relaciona con el
ludus duodecim scriptorium (14).
El grupo de tesserae aquí estudiadas no corresponde a un juego de
tablero, tampoco creo que la presencia en algunas del nexo AL junto al
numeral indique que se tratara de un juego con. dos series de fichas,
pues sobre ochenta y cuatro tesserae reunidas por Hülsen sólo aparece
en diez, en ninguna de las ocho de Délos, pese a su variedad de orígenes. Por ello excluyo también que el juego fuera una variante de nuestras «loterías» de cartones con sus numerales y sus alusiones, al modo
aún en uso en Italia o España (15). Sin embargo, tampoco es aceptable
la vinculación con los «War games» antiguos, tipo ludus Troiae, ludus
latrunculorum (16), sus versiones modernas, en ocasiones de origen
antiguo, como el «juego del asalto», el «juego del molino», ni aquellos
de fichas y dados, chaquete, «black gammon», etc. (17) o incluso el de
«tres en raya» (18).
Propiamente estas piezas no son tesserae en su sentido estricto
(19), independientemente del material utilizado. Tampoco son entendidas como sortes propiamente dichas, en cuanto no hay un significado
religioso y su propósito era puramente recreativo (20). La relación con
las sortes debe buscarse exclusivamente en el factor azar, la extracción, probablemente de una bolsa, de estas piezas, cuyo remate permitía conservarlas ensartadas, pero también ser utili.zado como
agarradera. Vencería aquel jugador que extrajera, entre dos o más,
mayor número de puntos y las invocaciones darían, a su vez, un
aspecto un tanto jocoso, no exento de zafiedad para nuestros usos, al
(13) HÜLSEN, op. cit. en la misma nota, págs. 238 y aa.
(U) HÜLSEN, op. cit. en dicha nota, páp. 238 y u.
(16) Para la sigla AL, HÜLSEN, op. cit. en la nota 3, pága. 236 y sa. La interpretación como fichas
de lotería, con numeral y sobrenombre, en G. F . GAMURRINI, Nothie degli Scavi di Anticbita, Regia
Accademia dei Lincei, Roma, 1887, pág. 369, aunque seilala la posibilidad de que se utilizaran
comonai~.
(16) HÜLSEN, op. cit. en la nota 3, págs. 236 y s., reinterpretando a J. BECQ DE FOUCQUIERES: «Lea jeux des anciena» 18732 , pág. 497. Eeta opinión puede excluirse como ha aeflalado ya
G. ELMER: «Luaoria, tabula», en RE, a. v.
(17) Sostienen aón su identifiaci6n con loslatnmculi, G. LAFAYE, Dlctionnaire de Ch. DAREMBERG y E. SAGLIO, a. v. «teaaera» tomo V, pág. 128, DEONNÁ, op. cit. en la nota 6, pág. 336. Lefaye
se inclina aón con au posible relación con la loteria pero, en tal cuo ¿cómo relacionar dos nombres dietintos con el mismo numeral? Tbgaae en cuenta, ademú, que las citadas aaociacicmea se basan, en
parte (p. e. en el núm. 22), en números árabea sin tener cabida en los numeralea romanos.
(18) M. ALLENDESALAZAR: «Coleccioniamo de soldados», 1978, páp. 179 y u.
(19) Cfr. K. RIEGLJNG: «Teaserae», RE. a. v.
(20) Cfr. G. ELMER «Sortea», RE . a. v.
- 334-
[page-n-343]
TESSERAE LUSORIAE DE AMPURIAS
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25
50 m/m .
Te;,&erae de Ampuriaa (aeg6n M. Almagro)
juego. El azar combinaría no s6lo los puntos sino una serie de apelativos (21}, pero con una cierta alternancia entre los i~uriosos y los de
buen augurio. La puntuaci6n máxima, con el total de las fichas, es 399,
lo cual supone la imposibilidad de un empate entre dos jugadores, sí
cabe entre tres, pero no entre números sucesivos excepto siete, lo cual
supone ya una cüra elevada para un juego «de mesa». Tres fichas, las
XXV, XXX y XL, podrían dar una gran ventaja inicial. Las veinte primeras fichas daban un total de 214 puntos y la düerencia es mayor si
se tiene en cuenta las comprendidas entre 1 y 10 y 11 y 20. Las mayo-
(21) Rec\Hrdeae el eatribillo de la canción infantil in¡leae, «aoldier, taylor, aailor, apion ...,..
-335-
[page-n-344]
6
A. BALIL !LLANA
res probabilidades correspondían a estas dos series dismmuyendo ya
con 21 y 26. Al mismo tiempo disminuyen las frecuencias de las expresiones injuriosas y aumentan las lisonjeras o, simplemente, las de buen
augurio. El azar se reduciría a la insaculación puesto que es poco probable que se atribuyera al jugador la ficha cuyo numeral correspondía
al punto extraido mediante dados. Con nuestros dados serían necesarios, o bien siete o seis con puntuaciones en blanco para poder alcanzar el punto XL. El mundo romano usaba, junto al dado hexagonal,
otros más complejos como el teetotum (22) o dodecaedros, como el
conocido de Ampurias (23) o incluso de veinte lados (24), pero son
ejemplares bastante raros para poder asociarlos a un juego que no
fuera, simplemente, de dados.
. (22) Cfr. ELMER, op . cit. en la nota 16, col. 202•. No pudieron ser utilizadoe como dadoe loe llamados «dodecaedros mqicoa». Cfr. S. BOUCHER: «Recherchea 1111' lea bromea f1¡urá de Gaule pr6romaine et romalne», 1976, ~~~· 212 y a.
(28) CIL n, 62.6. G. LAF AYE, op. cit. en la nota 17, p4¡. 127 y ELMER, op. cit. en la
nota 16, cit. 202•.
(U) LAFAYE, op. cit. en la nota 17, loe. cit. y ELMER, op. cit. en la nota 16, 2026 y aa.
-336-
[page-n-345]
GERARDO PEREIRA MENAUT
(Santiago de Compostela)
V ALENTINI VETERANI ET VETERES.
UNA NOTA
DOMENICO e FLETCHER
MAGISTRO e OPTIMO
El problema hist6rico planteado por la existencia, en la colonia
romana de Valentía, de un doble cuerpo de ciudadanos, los Valentini
V~terani y los Valentini Veteres, ha suscitado hasta el momento muy
poca discusión, probablemente debido a la escasez de fuentes y de ·
paralelos. Sin embargo, se trata de algo importante para la historia de
la ciudad, pues en ello está implicado el origen de los primitivos pobladores de Valencia, que, como se sabe, pudieron ser lusitanos derrotados o bien otros; la investigación no ha llegado a una solución
definitiva.
La cuestión básica es quiénes eran unos y otros -los Veterani y los
Veteres- y en particular si hubo dos asentamientos de población distintos, siendo los segundos los primeros y según toda probabilidad los
iniciales. Curiosamente, los investigadores aceptan generalmente que
hubo dos asentamientos de población, pero no siempre se pone ello en
rela9ión con la existencia, evidenciada en las inscripciones romanas,
de las dos clases de Valentini. Para una introducción más documentada al problema, con las referencias bibliográficas pertinentes, remito
-337-
[page-n-346]
2
G. PEREIRA MENAl.rr
al lector a la de mi publicación de las Inscripciones Romanas de Valentia (1).
Así las cosas, se puede decir que seguimos ignorándolo todo o casi
todo sobre la naturaleza de la primitiva población de Valentia, sobre si
hubo o no hubo dos asentamientos diferentes de población, sobre
quiénes y qué eran las dos clases de Valentini mencionados en las inscripciones y sobre el funcionamiento de la ciudad. El único punto claro
es que había dos ordines municipales, que a veces decretaban independientemente y a veces como un solo cuerpo -lo muestran las inscripciones con las fórmulas decretum decurionum Veteranorum y
uterque ordo Valentinorum decrevit-, magistraturas únicas (Ilvir,
aedilis de todos los Valentini). Sobre todo ello, esta nota pretende
solamente ofrecer algún paralelo que puede aporta.r cierta l~z, no para
resolver problemas, sino más bien para vivüicar lo que en el presente
momento, y en la medida en que estoy informado, es una dead line
para la investigación.
Dice Cicerón en Verr. TI, 2, 123 s.s.:
Agrigentini de senatu cooptando Scipionisleges antiquas habent, in quibus
et illa eadem sancta sunt et hoc amplius: cum Agrigentinorum duo genera
sint, unum veterum, alterum colonorum quos T. Manlius praetor ex senatus
consulto de oppidis Siculorum deduxit Agrigentum, cautum est in Scipionis
legíbus ne piures essent in senatu ex colonorum numero quam ex vetere
Agrigentinorum. (...) Nam cum esset ex veterum numero quidam senator
demortuus, et cum ex utroque genere par numerus reliquus esset, veterem
cooptari necesse erat legibus, ut is amplior numerus esset. {...) Idem fecit
Heracleae. Nam eo quoque colonos P . Rupilius deduxit, legesque similes
de cooptando senatu et de numero veterum ac novorum dedit.
Del texto se deduce:
l. En un momento determinado, sin duda la 2.• Guerra Púnica, la
ciudad .de Akragas (= Agrigentum) recibe un nuevo aporte de ciudadanos, que son los coloni, mientras que los anteriores son los veteres. Lo
mismo sucedió en Heraclea, pero aquí se llaman novis y veteres respectivamente. No hay duda que la forma de llamarlos solamente es la más
genérica, la.más cómoda, pero sin más implicaciones.
2. Los miembros del senado de Agrigentum quedan divididos en
dos clases, la de los veteres y la de los coloni. El número de senadores
de los veteres ha de ser siempre superior, al menos en uno, al de los
coloni. Hay, pues, senadores o decuriones de los veteres y decuriones
(1) G. PEREIRA MENAU!': <
-338-
[page-n-347]
VALENTINI VETERANI ET VETERES
8
de los coloni, es decir, decuriones Agrigentinorum ueterum y decuriones
Agrigentinorum colorwrum. Pero de ello no se deduce que haya dos
curias o senados, pues de ser así no tendría sentido que la ley establezca esa mayoría del número de decuriones A ueterum, que sólo se
explica si se pretende que, al tomar decisiones juntos, éstos tengan una
ligera pero mayor posibilidad de ganar en las votaciones. Si sólo hay
una curia, es obvio que sólo hay una magistratura (si bien colegiada, en
su caso). Además, sería imposible que hubiese dos magistraturas
superiores con la misma iuris dictio para gobernar una sola ciudad.
Tómese como ejemplo la confederación de las cuatro colonias en torno
a Cirta, en Africa, donde las magistraturas también son únicas, a pesar
de tratarse de cuatro colonias, cuatro núcleos urbanos diferentes.
Sin embargo, el hecho de que cada clase (genus, en Cic.) de ciudadanos de Agrigentum tenga su propio orden decurional, quiere decir
que habrían de actuar distintamente, no representando intereses distintos - tal idea sería un mal empleo de conceptos actuales-, sino
teniendo distintas esferas en la aplicación de su iuris-dictio: bajo la
autoridad del magistrado los decuriones de los coloni decidirían sobre,
por ejemplo, un caso de tutela de un huérfano de los coloni, etc. Para
otro tipo de cuestiones, las cosas serían quizá distintas, y desgraciadamente sólo podemos hacer tímidas cmijeturas, sin llegar a saber nada
con seguridad. Es pensable, sin embargo, que el ejemplo de la tutela
pueda ser extrapolado con cierta fiabilidad: a tenor de lo que conocemos en las leyes municipales, se puede decir que la separación de los
dos ordines decurionales no afectaría a las cosas de la respublica; sí, en
cambio, a las del populus, que está dividido. Todo ello tiene preciosas
implicaciones que la investigación debería intentar conocer. Si ello no
es así, en fin, lo que pretende garantizar la ley de Escipión care.cería de
todo sentido, y ello es impensable.
El lector familiarizado con el caso de Valentia comprenderá inmediatamente la estrecha similitud que éste presenta . con el de
Agrigentum o q_uizá Heraclea en Sicilia. Pero éstos no son el único
paralelo. Gracias al conocido trabajo de Leo Teutsch conocemos bastante bien los numerosos paralelos africanos, que se dan en ciudades donde o bien hubo un segundo asentamiento de ciudadanos o por
diversas razones se mantuvo una separación, dentro del populus (sin
que ambas partes tengan necesariamente el mismo estatuto), que se
transluce en la curia. La epigrafía muestra abundantes y curiosos testimonios de un funcionamiento semejante al de Valentia, en la forma
decreto ordinis et colorwrum (CIL VIll 18587), pagus Mercurialis ueteranorum Medelitanorum (CIL VIll 885), ex decreto utriusque ordinis
-339-
[page-n-348]
G. PEREIRA MENAtrr
(igual que en Valentia, CIL VIII 26121) y un largo etcétera. Algo semejante se da también en la civitas et colonia Treverorum, que conocemos
_
mejor gracias a H. Wolff.
Si todos estos paralelos son elocuentes, y utilizando también otras
informaciones que poseemos para Valentia, podemos establecer las
siguientes hipótesis que, como queda dicho, solamente pretenden animar una línea de investigación poco asistida por la documentación.
1. La ciudad romana de Valentia fue fundada con soldados licenciados de los ejércitos que lucharon contra Viriato. Es lícita esta traducción del sub Vuiatho de Livio, como ya ha sido seftalado en
repetidas ocasiones, y sólo así se explica que algunos atios después de
la fundación se emita moneda firmada por magistrados monetales
cuyos nombres son de la más pura cepa itálica (infonnación que debo a
Alberto Ribera), y también que pronto obtenga el estatuto de colonia.
Estos primitivos ciudadanos deben ser los valentini veteres.
2. En algún momento de la vida de la ciudad, ésta recibió un
nuevo aporte de ciudadanos, seguramente soldados licenciados de las
legiones, que son los Valentini veterani. No sabemos por qué se dio
este segundo asentamiento. Las ra.zones pueden ser muy variadas.
Para asegurar la fidelidad (Agrigentum, que había hecho defección),
porque el territorio era muy grande (Augusta Emérita), o porque la
ciudad había quedado en absoluta debilidad estructural, que será
quizá el caso de Valentia si es cierto que hubo una riada y la ciudad fue
seriamente dañada, como parecen indicar la arqueología con su
estrato de lodo y la epigrafía con la inscripción monumental del siglo 1
d. C. donde aparece la palabra CLADES, que significa desastre, calamidad, siniestro, y que debió formar parte de un edificio público
levantado después del desastre, que allí se menciona. El asentamiento
de los veterani debe haber tenido lugar, pues, en el siglo 1 d. C. y pueden haber sido licenciados de cualquier cuerpo de ejército, estacionado o no en Hispania. Las inscripciones también avalan esa
datación.
3. Los veteres y los veterani no se mezclaron del todo, sino que
tuvieron, cada uno de ellos, una parte detenninada del número total de
«concejales» de la ciudad. Unas veces actuaban juntos, otras por
separado. Es decir, había ámbitos de la vida de la ciudad en los que
sus jurisdicciones coincidían, otros en los que no coincidían. No sabemos de qué parte de la doble comunidad de ciudadanos se reclutaban
los «alcaldes». Quizá de las dos. Las inscripciones, en todo caso, solamente nos permiten conocer magistrados que habían sido «concejales» de los veterani. Pero a uno de ellos, los honores fúnebres le
fueron decretados ab universo ordine Valentinorum, por todos los
Valentini sin di.stinción.
-340-
[page-n-349]
GÉZA ALFÓLDY
(Heidelberg)
M.CORNELIUS NIGRINUS Fll.JUS, UN «IDJO PERDIDO»
La lápida romana más importante de Liria y una de las lápidas
antiguas más interesantes del País Valenciano es el monumento epigráfico que describe la carrera del gran senador M. Comelius Nigrinus
Curiatius Matemus- lápida que he podido estudiar y publicar junto
con H. Halfmann, gracias al apoyo de don Domingo Fletcber Valls,
quien tantas veces ha ofrecido su ayuda para mis estudios epigráficos
y a quien quisiera expresar mi agradecimiento con esta pequeña contribución a su homenaje. Desde la publicación de la lápida del «general de Domitiano y rival de Trajano» en el año· 1973 (1), la
personalidad y el cursus honorum del senador obtuvieron en las investigaciones epigráficas e históricas mucha atención y suscitaron tam-
{1) G. ALF0LDY y H. HALFMANN: «El edetano M. Comeliua Nipinua Curiatiua Matemua,
general de DomitiaDo y rival de Tr~ano~t, Serie de Trab~oe Varioe del Servicio de Inveltipci6n Prehlat6rica, nóm. 44, Valencia, 1978. Versión alemana: G. ALF0LDY y H. HALFMANN: «M. Corneliua
Ni¡rinut Curiatiua, General Domitiana und Rivale 'l'rljanp, Chiron, S, MOnchen, 1978, p!p. 831·373.
V6ue tambi6n: G. ALF0LDY; en L. MARTI FERRANDO: «Upldu lOIIWIU de Llrt.P, Archivo de
Prehlatorla Levantina, xm, Valencla, 1972, p6p. 187-189, y H. HALFMANN: «M. Comellua Nlgrinua
Curiatiua Matemua, General Domltianl und Rivale ~ana», en Akten dee VL Internatlonalen Kon¡reiHI tnr Griec:hlache UDd Lateinlache Epi¡raphik Miincben 1972•, MOnchen, 1973, p'p. «9 y 11.
Apadeaco la re'Vial6n del texto cuteDano del presente artículo ala profeeora doctora A. CANTO Y
GREGORIO y a la 186orita C. PUERTA (Madrid).
-341-
[page-n-350]
2
GÉZA ALF0LDY
bién varias contribuciones a la discusión (2), tanto con ideas
constructivas y estimulantes como con algunas teorías y observaciones
equivocadas, hasta el error de que Liria sea una ciudad de la provincia
Baetica (3). Sin embar~o, a pesar de algunas divergencias de opinión
al fechar el último puesto en el cursus honorum del senador (4), los
especialistas están de acuerdo en que M. Comelius Nigrinus Curiatius
Matemus fue uno de los sena.dores más influyentes de la época tlavia,
con un papel ~stórico extraordinario.
(2) Véase AEp 1973, 283¡ R. SYME, en Akten des VI Internationalen Kongreaaea für Griechiache
und Lateiniscbe Epigraphik München 1972, Münrben, 1973, pág. 451¡ R. SYME: Mucianua», Antichthon, 11,1977, págs. 78 y 88. especialmente 1aa págs. 88 y se.; R. SYME: «Roman
.Papera lli, Oxford, 1984, páp. 998 y 88., en especial la pág. 1.004; R. SYME: «'l'he Enigmatic Sospea»,
Journal ofRoman Studiea, 67, London, 1977, págs. 88 y 88., especialmente la pág. n; R. SYME: «Roman
Papera» ID, Oxford, 1984, págs. 10-'3 y 88., eape<:lalmente la pág. 1049; R. SYME: «Govemora Dying
in Syria», Zeitechrift fOr Papyrologie und Epigraphik, 41, Bonn, 1981, pága. 125 y 88,, en eapeclallaa
págs. 136 y 88.; R. SYME: <
zur Geschichte und Literatur der IU.Imiscben Kaiaerzeit, J. Straub... gevidmet, Berlin-New York, 1982,
págs. 230 y ss. en especial la pág. 231¡ R. SYME: «Cluea to Teatamentary Adoption», en Eplg:ra.fia e
ordine senatorio, I, tituli (, 1982, páp. 397 y 88. especialmente 1aa 400 y 402¡ R. SYME: «Spaniarda at
Tivoli», Ancient Soclety, 13/14, 1982/83, págs. 241 y 88., en especial las 255 y 88,¡ R. SYME: «Antiatiua Ruaticua. A Consular from Corduba», Hiatoria, 82, 1983, país. 369 y 88. en eapeciallaa 363, 864 y
367¡ R. SYME: <
págs. 249-266, en especial las págs. 263 y 257; J. DEVREKER, Akten des VL Internationalen Kongreaaes f6r GriechiscbeundLatelnlscheEpigraphikMüncben 1972, München, 1973, págs. 451; J. DEVREKER: <
XIV, 1974, págs. 107 y 88.¡ W. ECK: «Befarderungskriterien lnnerbalb der aenatorischen Laufbahn,
dargestallt an der Zeit von 69 bis 138 n. Cbr.», en ANRW, n, 1; Berlin-New York, 1974, país. 158 y 88.,
en especial las págs. 166, 187, 215 y 224; W. ECK¡ «Jabrea- und Provincialfasten der senatorischen
Ststthalter von 69/70 bis 138/13911, Chlron, 12, M6nchen, 1982, págs. 281 y 88., especialmente las
págs. 304, 310 y 324¡ B. E . THO~SON: «Senatorea procuratoreaque Romani», Góteborg, 1976,
págs. 82 y as.; B. E. THOMASSON: «Laterculi Praeaidum11, I, Góteborg, 1984, págs. 36, 126, 130,
148,308 y a.¡ G. W. HOUSTON: «Vespaaian's AdlectionofMeninsenatwnl), AmericanJoumalofPbilology, 98, Baltimore, 1977, págs. 35 y as., especialmente las págs. 39, 42 y 63; H.·G PFLAUM: «Lea
Fastes de la Province de Narbonnaise11, XXX Supplement de «Gallia>~, Paria, 1978, pág. 17¡ Zs. VISY:
«Der Beginn der Donau-Kriege des Domitian», Acta Arcbaeologica Hungaricae, 30, Budapest, págs. 8760, en espe.:lalla pág. 42¡ B. W. JONES: «Domltian and the Senatorial Order: A Prosopograpbical
Study of Domltian's Relationsbip with the Senate11 Philadelphis, 1979, pág. 102, núm. 87¡ G.
ALFOLDY, AJAH, 4, 1979, pág. 183, núm. 38¡ T. D. BARNES: «Curiatiua Maternua1), Hermea, 109,
Wiesbaden, 1981, págs. 382 y SB.¡ P. LE ROUX: «Lee sánateura originaires de la province d'H'~&pania
citerior au Haut·Empire romain11, en Epigrafie e ordine senatorio, n, Tituli 5, 1982, págs. 439 y as.,
especialmente la pág. 457.
(3) AEp. 1973, 283¡ T. D. BARNES, op. cit. en la nota anterior («Curiatiua Matemua»),
págs. 882.
(4) Contra estas opiniones, véase G. ALFOLDY, op. cit. en la nota anterior (AJAH, 4), pág. 183,
núm. 38, y ahora sobre todo, R. SYME op. cit. en la nota anterior («Govemora dying In Syria»), pág.
142¡ R. SYME: <
ephemeral govemorahip of Comelius Nlgrinus In 89 and 90. After doubta and beaitstion, the man of
Liria may maintain and reinforce the role asaigned during the crisis of the year 97)),
- 342-
[page-n-351]
M. CORNEIJUS NIGRINUS FILIUS
3
A pesar de esta importancia de la personalidad del senador procedente de Liria, su familia es muy poco conocida. Con certeza, sabemos
que los Comelii eran la gens más importante de Liria (5), y no cabe
duda de que el gran hijo de esta ciudad estaba relacionado con Curiatius Matemus, el héroe en el Dialogus de oratoribus de Tácito, y con
otro senador de la época flavia y trajanea, L. Stertinius Quintilianus
Acilius Strabo C. Curiatius Matemus Clodius Nummus, consul en el
año 144 (6). Hasta ahora, eso era prácticamente to4o lo que se conocía
de la familia. Sin embargo, una inscripción de Liria nos permite saber
algo más.
Esta inscripción tiene uns historia extraña. Teóricamente ya se
conocía desde hace más de dos siglos: en su libro «A los edetanos o
hijos de Liria», publicado en Valencia en el a:do 1759, José Ríos, historiador de Liria, anotó que en el a:do 1758 en dicha ciudad, junto al Convento de los Trinitarios, se había encontrado una lápida romana con el
texto M CORNELIO 1M F GAL 1 NIGRINO 1 Fll.JO (7). Pero después esta lápida desapareció y fue completamente desconocida para
E. Hübner al recoger los epígrafes de la Península Ibérica en el Corpus
Inscriptionum Latinarum. Aparte de la publiación del texto según la
lectura de Ríos, en un artículo sobre la epigraffa romana de Liria
escrito por Luis Martí Ferrando, meritorio cronista de dicha ciudad, y
aparte de una noticia breve sobre este texto a ba.se de la obra de Martí
en nuestro citado trabajo dedicado a M. Comelius Nigrinus Curiatius
Matemus (8), la inscripción de M. Comelius Nigrinus filius seguía
siendo prácticamente desconocida para le epigraffa romana hasta los
últimos tiempos. Sin embargo, en el año 1980, la lápida publicada por
Ríos -o bien, si se quiere, otra lápida con el mismo texto- apareció
en Liria de nuevo, en la partida de Mura, junto a lo que fuera Posada
del Remedio, al cimentar un nuevo edificio. Esta noticia la agradecemos a Luis Martí Ferrando, quien ha publicado el texto en una revista
local y ha procurado que la lápida se colocase en Liria en el Cerrillo de ·
la Sangre, en el sitio donde estuvo el antiguo castillo de dicha ciudad,
en un pequeño parque, junto con otra lápida recientemente encontrada que atestigua a otro Comelius que murió en un bellum Mauricum
(5) ALF0LDY y HALFMANN, op. cit. en la nota 1 (Chiron, 3), pág. 345; G. ALFÓLDY, Cbiron,
15, ~ünchen, 1985.
(6) Curiatiua ~temua: Conf. infra, notas 21 y 22; L. Sertiniua Quintilianua: pJR2 A 83.
(7) PdARTI FERRANDO, op. cit. en la nota 1, pág. 181, núm. X.XXVIn.
(8) ALFOLDY y HALFMANN, op. cit. en la nota 1, págs. 13 y 22 (Serie de Trabajos Verioa) y
págs. 338 y 345 (Cbiron). Cfr. tamb~n W. ECK: RE Suppl. XIV, 1974, pág. 108.
-343-
[page-n-352]
<ÉZA ALF0LDY
(9). Fue otra vez más Domingo Fletcher Valls- a quien agradezco la
posibilidad de estudiar estas dos lápidas- quien me comunico, con
ocasión de un encuentro en la primavera de 1983, su existencia, lo cual
me impulsó a dirigirme inmediatamente a Liria, donde investigué
ambas lápidas junto con el doctor Wolfgang Kuhoff (10). Tanto más
grande fue mi irritación cuando, en ocasión de una nueva visita a Liria
durante la primavera de 1985, he llegado a saber que la lápida de M.
Comelius Nigrinus filius después de 1983 ha sido robada; como su
tamaño era más pequeño que el de la lápida que atestigua el bellum
Mauricum, los malhechores dejaron esta segunda lápida en su lugar (lo
que esperamos también para el futuro) y robaron el monumento que
pesaba menos. Como única docume~tación completa de este monumento perdido quedan, al menos hasta que la lápida quizás aparezca
algún día por tercera vez, la descripción y la fotografía publicadas en el
presente artículo.
Se trata de un bloque de piedra caliza gris, cuya cara posterior ha
sido cortada, evidentemente para una reutilización de la piedra. El
campo epigráfico está encuadrado por molduras triples cuyos restos
aparecen también en las caras laterales. La altura es de 62 cms.; la
anchura, de 53 cms.; y el grosor, incompleto en el estado actual, de 20
cms. Los cuatro renglones del texto, con letras cuya altura disminuye
desde 5 cms. en el renglón primero hasta 4 cms. en el último (y con una
O de 2'5 cms. al final del renglón primero), se encuentran entre líneas
auxiliares. Evidentemente el bloque servía como pedestal de una estatua: su tipo corresponde claramente al más frecuente para los pedestales del Conventus Tarraconensis, que, en varios casos, tenían.también
una base y un coronamiento producidos separadamente, los cuales en
otras ocasiones, sin embargo, pudieron servir para mantener una estatua también en su forma sencilla, sin base y coronamiento (11). Lo que
sorprende es solamente el menor tamafto del pedestal de M.. Comelius
(9) L. MARTI FERRANDO: «Nuevas aportaclonea arqueol6pcaa», en Fira i featea de Sant
Miquel, Liria, 1982, tres p4giueslin numerar. Sobre la inacripci6n que menciona el beUum Mauricum,
véase ahora G. ALFOLDY: «Bellum Mauricum», Chlron, 16, MQnchen, 1986.
(10) Pude ver la lApida el día 22 de marzo de 1988. Mucho agradezco la amable ayuda que me
prestxS don Luis Me.rtí Fe.rrando y au familia, e igualmente qradezco al doctor Wolfpng Kurhoif, a
quien ae debe la foto de la pieza.
(11) Sobre eate tipo de pedestales v6aae G. ALFOLDY: «Büdprogramme in den rilmiechen Stld·
ten des Conventua Tarraconenaie. Das Ze\liDÍI der Statuenpostemente», HomeDaje a Garcla Bellido,
IV, Reviata de la Universidad Complutense, XVIU, Madrid, 1979, pqa. 177 y u ., cfr. G. ALF0LDY:
«R6miache Statoen in Venetia et Hiltria. Epigraphieche QualleDJt, Abhanlun¡e der Heidelbel(8r A.k.a·
demla der Wiuenachatten, Philologiech·Hmoriache Claue, Jahrpn 198-t, 8 Abhand, Heidelber¡,
198•, especialmente lu pqa. 26 y u .; en contra, J. BONNEVILLE: dA aupport monumental dee ina·
criptiona: terminologle et aua}yae», en «Epi¡raplúe hiapanique. Probl¡mea de m6tbode et d'6dition»,
Paria, 198•, p4ga. 117 y u ., en eapeciallapág. 136; v6aae ahora G. ALFOLDY, en Germania,68, Mainz
am Rhe~ 1986.
-344-
[page-n-353]
M. COBNELIUS NIGRINUS FILIUS
Nigrinus filius: en contraste a este pedestal, con una cara anterior de
62 por 53 cms. y un grosor original seguramente no mayor de 40 ó 50
cms., el tamaño normal de los.pedestales de este tipo es de unos 90
por 60 por 55 cms. (12).
El texto se lee como ya lo hiciera José Ríos (véase también
lám. I):
M(arco). Comelio
M(arci)·f(ilio).Gal(eria tribu)
Nigrino
filio
La inscripción verdaderamente «lapidaria» no dice más que el
monumento -entonces una estatua con su pedestal llevando la
inscripción- fue dedicado a Marcus Comelius Nigrinus «hijo», hijo
de Marcus, inscrito en la tribu Galeria. Aparte del hecho de que conocemos en Liria a M. Comelius Nigrinus Curiatius Maternus, la coincidencia del lugar del hallazgo y de la tribu demuestra que el Nigrinus
«hijo» era ciudadano de Liria (13). Que el dedicante no se mencione,
se explica por la razón de que para el «público», es decir para aquellos
que pudieron ver la estatua, la identidad del dedicante no tenía duda.
Esto indica que la estatua fue puesta o bien ·por un miembro de la
familia en una área propia, por ejemplo en la casa o quizás en un monumento sepulcral de la familia, o bien por la comunida de los ciudadanos de Liria (o por el ordo decurionum como representante de la
comunidad) en un sitio público, por ejemplo en el foro de la
ciudad (14).
¿Quién fue M. Comelius Nigrilius filius? A primera vista se podría
pensar que no fue otra persona que el gran senador de Liria: la nomenclatura semejante, en ambos casos con los elementos básicos M . Cornelius M. f. Gal. Nigrinus, puede conducir a esta conclusión (15). Sin
embargo, aparte del hecho de que en la nomenclatura de M. Comelius
Nigrinus filius falta el nombre Curiatius Matemus y que en su inscripción no aparece ningún cargo del cursus honorum, es el uso de la pala-
(12) ALFOLDY, op. cit. en la nota 11 (Homenaje a Garc!a Bellido), pi¡. 185.
(18) Sobre la Galeria tribUI de loa ciudadanoa de Liria riaae ALF0LDY y HALFMANN, op. cit. en
la nota 1, pq. 8 de Serie de ~os Varios y pág. 33• de Chir6n 3. Ahora G. ALF0LDY, op. cit. en la
nota 9.
(U) Para dedicaciones semejantes cfr. ALFOLDY, op. cit. en la nota 11, piga. 203 y a. del Homenaje a Garc(a Bellido y pág. 53 de «Bómiache Statuen. ..».
(15) ALFOLDY y HALFMANN, op. cit. en la nota 1, pág. 22 de la Serie de Tra~oa Varioe y p'c.
3•5 de Chiron, 3, a favor de eata opinión. Cfr., sin embar¡o, B. E . THOMASSON, «Senatorea procuratoreaque ...» cit. en la DOta 2, pág. 33.
-345-
[page-n-354]
6
G~ZA ALFOLDY
bra filius en la inscripción en honor de este M. Cornelius Nigrinus el
que impide su identificación con M. Cornelius Nigrinus Curiatius
Maternus, quien en los textos epigráficos -y ya conocemos tres textos
de Liria con su nomenclatura completa nunca aparece con la denominación filius. El uso de esta palabra en el mismo contexto como en
nuestra inscripción -es decir, su uso fuera de la nomenclatura propia
con la filiación indicada por la abreviatura M(arci) f(üius), más precisamente en adición a la nomenclatura propia- se explica por una razón
muy clara: en tales casos la palabra filius servía para distinguir al portador de un nombre de su padre homónimo (16). Por eso, M. Cornelius
Nigrinus filius era hijo de otro M. Cornelius Nigrinus, y lo má.s probable es que el padre de éste M. Cornelius M. f. Gal. Nigrinus no fuera
otro el homónimo bien conocido, es decir el gran general y político M.
Cornelius M. f. Gal. Nigrinus Curiatius Maternus. Tanto la tipología
del pedestal del filius como la paleografía de su inscripción permiten la
datación de su lápida aproximadamente en la época flavia (17), datación que es necesaria si reconocemos al filius como hijo del senador
que nació probablemente cerca del año 40 y fue c6nsul en el año
83 (18).
Considerando al senador M. Cornelius Nigrinus Curiatius Maternus como padre de M. Cornelius Nigrinus filius, es probable que el
filius recibiese su estatua en un momento en que su padre todavía no
llevaba el nombre Curiatius Maternus y se llamaba solamente M. Cornelius M. f. Gal. Nigrinus: Así se explicaría más adecuadamente que el
hijo, para distinguirlo del padre, en su inscripción fue mencionado
como M. Cornelius M. f. Gal. Nigrinus, elfilius. En cualquier caso, el
gran senador se llamaba originalmente M. Cornelius M. f. Gal. Nigrinus y obtuvo el nombre Curiatius Maternus con posterioridad, sea gracias a la adopción por un Curiatius Maternus (19), sea porque su
madre venía de la familia de los Curiatii Materni y además posible-
(16) Cfr.laopinióndeE. GROAGen tomoalainacripci6nC.LL., V, 2819 - L L. S . 980dePatavium, donde aparece M. Ammtios M. f. Ter. Aquila filiua: <
de los
(17) La gran mayoria de los pedestales del Conventua Tarraconenais pertenece a la
Flavios y Antoninos; vbae ALFOLDY, Homenaje a Garcfa Bellido cit. en la nota 11, pága. 230 y
'poca
88.
(18) ALFOLDY y HALFMANN, op. cita. en la nota 1: págs. 28, 32 y as. y 62 del Trab~o Vario
núm. 44, y págs. 348, 363 y 88. y 367 de Chiron, 3.
(19) Segán la hipótesis propuesta en ALFOLDY-HALFMANN, pép. 21 y 88, del Trab~o Vario,
núm. 44 y pág. 346 de Chiron, S.
-346-
[page-n-355]
M. CORNELIUS NIGRINUS m.JUS
7
mente era hermana de Curiatius Matemus, interlocutOr principal en el
Dialogus de oratoribus (20). Exactamente ahora, con respecto a la inscripción tratada aquí, que atestigua en Liria un M. Comelius Nigrinus
sin el nombre Curiatius Matemus, se puede decir con toda la certeza
lo que ya anteriormente era evidente: el nombre original y principal del
senador de Liria fue M. Comelius Nigrinus y no Curiatius Matemus.
Esto contradice la opinión de T. D. Bames, según el cual el senador de
Liria no fue otra persona que Curiatius Matemus, el orador en el Dialogus de oratoribus y al mismo tiempo el sofista Matemus asesinado
por Domitiano (21) -opinión que fracasa ya por dificultades cronológicas (22), sin hablar de .} a improbabilidad de la hipótesis de que el
senador de Liria, qtm fue el héroe de las guerras de Domitiano contra
los dacios y recibió las condecoraciones militares más altas de este
emperador, pudiera ser su enemigo.
Por desgracia, no sabemos con exactitud cuándo M. Comelius
Nigrinus Cuariatius Matemus amplió su nomenclatura; sin embargo,
se puede suponer que el cambio de su nombre no tuvo lugar en los últimos años de su vida, sino anteriormente. Si eso es.verdad, y si elfilius
fue honrado con una estatua en un momento en el que su padre se llamaba todavía del mismo modo que él, simplemente M. Comelius M. f.
Gal. Nigrinus, se puede concluir que el hijo en este momento era todavía muy joven, apenas un adulto. Con certeza, un argumento más
válido para esta opinión es el hecho de que en su inscripción no se
mencionen cargos de un cursus honorum, aunque el hijo de un senador
normalmente seguía la carrera senatorial, empezándola con el vingintivirado, lo más tardar a una edad cercana a los veinte años (23). Además, tenemos como argumento irrefutable que M. Comelius Nigrinus
filius recibió su estatua aún antes de obtener la toga virilis a una edad
próxima a los quÚlce años, el tamaño de su pedestal: este pedestal,
como ya se ha mencionado, es considerablemente más pequeño que
los pedestales «normales», para estatuas de adultos. Este pedestal
estaba destinado claramente a llevar la estatua de un niño.
¿Por qué razón recibió un niño una estatua con inscripción en su
base? Normalmente, los hijos de la aristocracia romana no fueron hon(20) Según R. SYME, «Govemors Dying in Syria» cit. en la nota 2, pig. 137¡ R. SYME, «Roman
Papera» m, pie. 1387 y Titull •• Oxford, 1982, pie. 402. Sin embargo, Sir RONALD SYME, explicando la nomenclatura del senador, ha propuato tambi6n otras ideas: v4ue la bibliografla mencionada
en la nota 2.
(21) BARNES, op. cit. en la nota 2, pies. 882 y 88.
(22) ECK, op. cit. en la nota 2 (Chiron, 12) pig. 324, n\ÚD. 172.
(23) Cfr. ultimamente A. R. BIRLEY: «The F08ti of Roman Britain», Oxford, 1981, pága. 4 y
88.
-347-
[page-n-356]
8
GÉZA ALFOLDY
rados de tal modo en su infancia. Las ocasiones usuales para poner
estatuas a los miembros de esta aristrocracia eran el recibir un cargo
superior, la finalizaci6n de un cursus honorum con mucho éxito, la
aceptaci6n del patronato sobre una comunidad urbana, méritos en
favor de los dedicantes, etc. (24) -todo ello, efectos ·y calidades propias de los adultos. La raz6n principal para honrar a los niños con
monumentos como estatuas e inscripciones era distinta: su sentido era
inmortalizar a aquellos hijos de arist6cratas que luego no pudieron
ofrecer motivos «normales» para recibir monumentos honoríficos por
sus éxitos y méritos propios porque murieron a una edad temprana,
siendo aún niños (25). También en el caso aquí tratado podemos suponer que M. Cornelius Nigrinus filius recibi6 su monumento en Liria
por el motivo de que muri6 -como hijo de un padre famoso- a una
edad muy joven. Su estatua, con la inscripci6n en el pedestal, estaba
situada o bien en un monumento sepulcral, o en la casa de la familia, o,
más probablemente, en el foro del municipio de Liria, cuyos ciudadanos sabían muy bien a qué familia de prestigio perteneci6 este
niño.
La conclusi6n es que M. Cornelius Nigrinus Curiatius Maternus, el
gran senador, general y aspirante al máximo poder en el Estado
Romano, tenía un hijo al cual perdi6 cuando todavía era un niño. Como
consecuencia de la muerte temprana de este hijo, el senador muri6,
según parece, sin descendientes, como tantos otros senadores durante
la historia del Imperio Roinano (26). Así, la familia liriense de los Cornelii Nigrini que _
gracias al gran senador alcanz6 tanto prestigio y
poder, desapareci6 con la muerte del mismo. L. Cornelius Potitus,
otro ciudadano de Liria, que en el siglo II, con gran probabilidad en el
año 171, falleci6 como primus püus en una guerra contra los Moros,
debi6 proceder o bien de una rama lateral de la gens de los Cornelii de
Liria o bien de libertos de los Cornelii Nigrini (27).
(24) Cfr. ALFOLDY, Homenl\ie a Gan:ía Bellido, cit. en la nota 11, 212; ALFOLDY, «R&ni8cbe
Statuen...», cit. en la nota 11, págs. 63 y 88. Respecto ala representación de la ariatocracia aenatorlal
por monumento&, cfr. W. ECK: «Senatorial Self-Repreaentation: Developmenta in the Auguatan
Period», en C'eaa.r A\_!l\latua, Seven Aapecta, O:dord, 19M, páp. 129 y 88.
(26) Cfr. G. ALFOLDY: «
·
(26) Cfr. G. ALFOLDY: t
1983, eapeeialmente laa págs. 120 y 88. y 141 y 88.
(27) G. ALF0LDY: t
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LAM. I
ALFOLDY.-M. Cornelius Nlgrinus Filius
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ANA MARIA VICENT ZARAGOZA
(Córdoba)
RETRATO DE IULIA AUGUSTA EN EL MUSEO
ARQUEOLOGICO PROVINCIAL DE CORDOBA
1. ENVIO
Con sumo gusto acudo a la cita del amigo Pla Ballester, actual
director del SIP, para testimoniar nuestro afecto y admiración hacia su
antecesor don Domingo Fletcher Valls, pues a este ilustre arqueólogo
valenciano me unen fuertes lazos de amistad desde mi juventud ya que
él precisamente me dio en la Universidad de Valencia las primeras clases de prehistoria con las que me inicié por esos intrincados vericuetos
de la arqueología. Esa amistad, ya por sí sola, justificaría mi participación en el presente libro de homenaje, pero no son unicamente estos
mis motivos. Aparte de las múltiples atenciones que conmigo siempre
ha tenido y tiene, deseo manifestar también mi gran admiración hacia
la ingente labor del arqueólogo y del filólogo, que rebasa los límites del
mundo ibérico, en el que tantísimo destaca, para antes y después de
esa época adentrarse también por otras culturas, con frecuencia
incluso fuera de la región valenciana.
Mi contribución en honor del ilustre estudioso forma parte de unas
investigaciones que voy preparando desde hace un tiempo en tomo a
unas series de piezas homogéneas entre las cuales se encuentran los
retratos de época romana co!lBervados en el Museo Arqueológico Provincial de Córdoba. Dentro de esos retratos he escogido uno que di a
- 351-
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2
A. M. VICENT ZARAGOZA
conocer muy someramente en el año 1971 junto con otras piezas de un
conjunto de hallazgos que divulgé entonces sin un estudio extenso.
He escogido para esta ocasión el que creo corresponde al más antiguo retrato romano femenino fechable que se conserva en el Museo
que dirijo.
2. DATOS GENERALES
La pieza ingresó en el Museo Arqueológico de Córdoba el 2 de
junio de 1968 por entrega, a instancias mias, del arquitecto don Rafael
de la Hoz Arderius. Se registro con el número 24.558. Fue encolltrada
en el solar situado en la esquina de las calles Angel de Saavedra y
Rodríguez Sánchez de la ciudad de Córdoba. Vid. figura plano.
La cabeza es de mármol blanco de grano fino, con cuello que termina en forma niás o menos cónica para insertar en el cuerpo de una
estatua que debe suponerse entera es decir no un busto. La altura
total, contando el cuello y su apéndice inferior, es de 36'2 centímetros;
desde el punto·más alto de la cabeza hasta el arranque de la barbilla el
cráneo alcanza una altura de 22 centímetros. Estas últimas medidas
corresponden a un retrato de tamaño natural.
Su estado de conservación es deficiente, por desgracia. Se haJJan
ahora rotos, por golpe ya viejo, parte de la zona baja de la nariz, un sector del peinado sobre el lado derecho de la frente, el globo del ojo derecho y parte del globo del ojo izquierdo. La superficie original ha
saltado en finas cepitas en muchas zonas del retrato, aunque queda
intacta en algunos lugares de la cara, del peinado y del cuello. Además
tiene puntos oscuros al parecer producidos por minúsculos hongos. A
juzgar por las zonas en donde la superficie original se halla intacta, el
terminado poseía un buen pulimento.
Para apreciar la calidad estética de la pieza hay que atender al
estado original en que la dejó el escultor antiguo, operación que nosotros ahora podemos realizar observando las superficies intactas y
otras esculturas bien conservadas. Practicando esta operación reconstructiva que referimos se puede afirmar que la pieza era de muy
buena calidad.
3. IDENTIFICACION
El aspecto general de esta cabeza hace pensar no en una representación genérica de divinidad femenina o de algún concepto abstracto
simbólico sino en tm retrato personal. Los ojos, de aspecto bovino,
están muy abiertos; la boca es pequeña y de labios finos; el mentón
tiene un aspecto triangular. El peinado posee en su parte delantera,
-362 -
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RETRATO DE IUIJA AUGUSTA
8
con raya central, una especie de corona de guedejas onduladas, que
desde la frente y sienes se dirigen hacia las orejas y, después de ellas,
en forma de tira enrollada van al moño; en la bóveda craneal el peinado
ofrece largas y finas estrías de pelo que se dirigen también hacia la
nuca; el final de todo el cabello se recoge en una serie de pequeñas
trenzas que forman un moño sobre la nuca. El citado cabello que cubre
gran parte del cráneo parece, hacia su zona baja, entrecruzarse como
si formara una redecilla.
Este tipo de peinado se encuentra en retratos femeninos de la primera mitad del siglo primero de nuestra era. Los rasgos faciales
corresponden a los que vemos en los retratos de la emperatriz Livia
Drusilla (57 a. d.· C. a 29 d. de C.), esposa de Octavio Augusto primer
emperador romano. Así, como Livia, la di a conocer en 1971 (1), identificación aceptada por tods· los estudiosos que posteriormente se
han referido a este retrato. En efecto, su perfil es el típico de esta
emperatriz y también el óvalo del rostro, la frente, ojos, nariz, boca,
mentón, etc.; igualmente el peinado coincide con alguno de los que
llevó Livia.
4. PEINADOS DE LIVIA
La evolución del peinado en los estudios iconográficos de personajes femeninos romanos es de gran interés para fechar un retratO lo
mejor posible. En el caso de Livia, desde su primer ilustrador Bemouilli en 1882 hasta hoy se ha avanzado grandemente en el estudio de tal
evolución, aunque en el detalle queden todavía puntos oscuros. En
líneas generales los diversos tipos de peinados de la emperatriz Livia
se pueden dividir en dos grandes clases. La primera se caracteriza,
entre otros detalles, por un tupé o copete levantado sobre el centro de
la frente y por una trenza sagital desde el tupé al moño nucal. La
segunda no presenta tupé ni trenza y ofrece, en cambio, raya mediana
de la que parten a cada lado los mechones ondulados que forman la,
corona frontral. En·ambas clases estas ondas descienden hacia la nuca
donde se recogen en un moño. L'a primera clase, que es de aspecto más
itálico, se subdivide en una serie de grupos o tipos que ahora no
(1) A. M.• VICENT ZARAGOZA: «Situación de loa tUtlmoa hallazgos romanos en Córdoba», Crónica del XD Congreso Nacional de Arqueología (Ja6n, 1971), Zaragoza, 1978, páp. 67•· 680.
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A. M. VICBNT ZARAGOZA
comentaremos por no interesar al retrato de Córdoba directamente, y
además por no existir unanimidad entre los estudiosos (2).
La segunda clase recoge algunos elementos de la primera pero lo
peculiar, como ya he señalado, es la crencha o raya mediana en el centro de la frente lo cual, junto con otras características de estilo, dan a
esta serie de retratos un aire clasicizante de raíz helénica. Los más
antiguos retratos,de Livia pertenecen a la primera clase, recuerdan al
llamado peinado de Octavia (hermana de Augusto), y fueron usados
por la emperatriz hasta la muerte de Augusto en el14 d. C., e incluso
posiblemente durante los primeros años de su viudez. La segunda
clase de retratos, a la que pertenece el de Córdoba, se documenta con
seguridad en el 22/23 d. C. bajo Tiberio, momento en que aparecen
unos conocidos dupondios con su imagen idealizada y los letreros
Salus Augusta, Pietas, Iustitia; en el primero la cabeza va descubierta,
en el segundo va cubierta y con diadema y en el tercero con diadema y
descubierta (3).
5. EL PEINADO HELENIZANTE Y SUS·ELEMENTOS GRIEGOS
.. .
: . :.
Nuestro retrato, al carecer del protuberante tupé o nodus sobre la
frente y de trenza sagital, nos lleva hacia el segundo de los citados grupos es decir el helenizante. En este grupo helenizante se encuentran
ciertos elementos que se hallaban también en los peinados de tipo itálico observables igualmente en la pieza del Museo de Córdoba. Así los
cabellos agrupados en pequeños mechones formando finas y largas
estrías sobre el cráneo se ven prácticamente en todos los retratos de
tipo itálico y en numerosas monedas, especialmente de la parte oriental del Imperio que lo reflejan (4); también la distinción entre el pelo
del cráneo y la corona de mechones ondulados que em:nai-ca parte dAl
(2) Entre loa de loa últimos lllloaaeftalemoa: L. FABRINI, e. v. «Livla Druaila,, E. A. A., IV, 663667, con trea tipoa (a, b, e), sel!\1n el aepeeto mú o menoa juvenil de la emperatriz en loa retratoa.
Indica V. POULSE.N: «Lea portraita romaina, I>>, Copenhaguen, 1978, pága. 66·69, cuatro tipos erono1.6gieoa (A, B, C, D). Insistiendo especialmente en monedas, eobre todo de la parte oriental, W. H.
OROSS: «Julia Auguata», Góttingen, 1962, trata de eatablecer unu buea eronológleu pare eatoa y
otroa retratoa de Llvla, que en buena parte y máa resumidamente, lllladiendo otraa obaervacionea, ordenan K . FlTrsCHEN y P. ZANKER: «Katalog der rilmiaehen Portrita in dar Capltoliniachen
MUNen...,III»,Mainz,1988,número 1,p.1 y2 (ynotu) eneuatrogropoaprincipalea tlpo-crono16gicoa
(VIlla Albani-Bonn, Glypt. Ny Cadaberg 616, Glypt. Ny Carlaberg 616, Marbury Hall).
(S) J. J. BERNOULU: «RRmiacbe Ikonogrephie», n, 1, Berlin y Stutprt, 1886 (reimpresión de
1969), lám.
núma. 11, 12 y 18; H. COHEN: «Deeeriptlon biatorique dea monnaies frap~ea
IIOUII'Empire romain», Paria, 1888 (reimpresión), Livla 1-6; RIC, 1Tb. 22, 24; RIC, l (reviaión edición
de 1984) 7lb Rome 48, 46, 41; cfr. M. GRANT: C
(4) Cfr. GRANT, op. cit. en la nota anterior, lám. 8 , panlm.
xxxn.
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RETRATO DE IULIA AUGUSTA
6
rostro e igualmente el moño se encontraban en el peinado de ti.po itálico propio de época tardorepublicana y de los comienzos del Imperio
incluso después de Augusto.
··
La novedad representada por los dupondios del 23/24 consiste en
eJiminar el tupé frontal y la trenza sagital acentuando las ondas que
desde el centro de la frente enmarcan el rostro y juntan sus mechones
en el moño tradicional de la nuca. El nuevo rostro femenino posee por
su peinado un carácter más griego. En los peinados con la cabeza de
Salus Augusta las estrías sobre el cráneo se sustituyen por ondas paralelas; en cambio, el cabello estriado permanece en la representación
de Iustitia. El retrato de Córdoba reflejaría, por tanto el tipo Iustitia
pero sin el atribut;o de la diadema, elemento accesorio en relación al
peinado aunque de interés en la simbología iconográfica.
No sin intención la iconograffa de Iulia Augusta (Livia) en esos
dupondios y en otras esculturas recoge en el peinado elementos que
aisladamente al principio y luego reunidos se han ido formando en la
larga tradición iconográfica griega, como señalaremos brevemente a
continuación. La diferenciación entre la parte delantera del peinado y
el cabello sobre el cráneo en la escultura griega viene desde lejos con
ejemplos esporádicos en el siglo VII a. C. (5) que aumentan en el
último cuarto del siglo VI (6) y se difunden desde el V en adelante; la
disposición del pelo en ondas con raya central coronando el arco superior del rostro empieza en el siglo V a. C., sigue en el IV y continúa después, usándose especialmente para divinidades femeninas (a veces
también Apolo) aunque no falta en otros personajes femeninos (algunos documentados en estelas). Este marco frontal de ondas aparece
co~binado con el aludido cabello estriado sobre el cráneo ya en pleno
clasicismo griego del siglo V a. de C.
Entre griegos se observan desde el siglo V a. de C. grupos de
mechones detrás de la cabeza reuniendo enrollada la larga cabellera
en posición baja hacia la nuca, especie de moño, como un rollo (a veces
recubierto con una cofia, tipo diosa sentada tarentina de Berlín,
«Safo», etc.); a esta especie de moño se añade, también en esa época,
·en ocasiones. otro menor más alto (que aparece más en pinturas de
vasos que en esculturas). A lo largo del siglo IV los casi moños se pro-
(6) Por ejemplo, un pequeño bronce de Olimpia en el Museo Arqueológico de Atenu, 6619: H .-V.
HERRMANN: 110zympia. Heiligtun und Mettampfatitta», München, 1972, 96 y aa., l&n. 29; cabecita
de marfil del museo de Eaparta, 16.360; E . L. MARANGOU: «Lakoniache ElCenbein», 'l\'lbingen,
1969, nóm. 18, fig. 30.
(6) G. M. A. RICHTE.R: 4
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A. M. VICENr ZARAGOZA
6
digan en las representaciones de deidades femeninas (y Apolo), pero
no dan la impresión de constituir moños formados por un ovillo de
trenzas; el moño de ovillo de trenzas es, en cambio, muy corriente en
las figuritas de terracota con el «peinado de melón».
Esos elementos de los peinados griegos, especialmente los de los
siglos V y IV a. C., son los modelos de los retratos femeninos helenizantes de Livia y otros personajes, lo cual se halla en perfecta consonancia con la renovación del arte áulico de Augusto en sentido
neoclásico griego e incluso neoático. La nueva moda artística se
basaba también en la ideología general de relacionar la historia de
Roma con la de Grecia y especialmente la de los orígenes de la dinast:Ja
Julio-Claudia fundada por Augusto. Todo esto es muy sabido y bien
estudiado (7). Es muy comprensible que en la iconografía de Livia
(lulia Augusta) se aprecien los indicados caracteres formales helenizantes dada su posición de madre de la nueva dinastía, con toda la
carga político-ideológica que esto suponía.
Es preciso observar, por otra parte, que retratos helenizantes
como el de Julia Augusta se usaron en esta época también para divinidades e incluso figuraciones simbólicas femeninas (8), pues se trata de
un peinado no reservado exclusivamente a la emperatriz.
6. POSIBLES MOTIVO Y FECHA DEL CAMBIO DE PEINADO
Se podría discutir también qué motivo induciría a lulia Augusta
para abandonar su tradicional peinado y cambiarlo por el más helenizante en una edad bastante avanzada de su vida. En realidad la pregunta debería referirse más bien al cambio del peinado en sus retratos
representados en estatuas, monedas, camafeos, etc. a partir del reinado de Tiberio y en obras póstumas.
Para indagar la ocasión y cronología del cambio al nuevo peinado
(que es el del retrato de Córdoba) tal vez sea útil fijarse en que la
mayoría de los retratos de Livia-Iulia Augusta con el peinado heleni-
(7) J. GAGE: «Divua Auguatua, l'id6e dynaatique chezlea empereun Jullo-Claudiena», en Revue
11 y u.; A. SADURSKA: «La poHtique dyna11ique d'Auguate etl'art
de aon tempa», Étudea et Travauz, IV, Var10via, 1969, pqa. 93-106; B. ANDREAE: «L'Art de l'ancienne Rome11, Paria, 1973, capítulos «Le aiacle d'Au¡uate» y «La malaon imperiale Juill..Cleudlenne»,
1>41•· 101 y ...
(8) Por ejemplo, 1aa doa cabezu de estin¡e del Fibwilliam Muaeum que, con otlu nueve copia&
conocidaa, proceden de un original 'tico quiú de hacia 460-450 a. C., tipo popularisado por copiu
romanu de
Julio Claudia; cfr. L. BUDDE y R. NICHOLLS: «Catalogue of tbe Greek and
Romain Sculpture oftbe FitlwilliamMuaeum Cambrid¡e~t, Cambridp, 196-', n6ma. 40 y 41, náma. 2022,!ml. 10.
Arc~ologique, Paria, 1931, páp.
'poca
-356-
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RETRATO DE IULIA AUGUSTA
7
zante llevan atributos varios como diadema, tutulus, corona vegetal; a
veces se toca con uno solo de estos atributos y otras los atributos son
dobles. En ningún peinado del otro tipo hemos visto tales atributos.
Resulta lógico, pues, pensar que el cambio de peinado va unido a la
adopción de esos atributos.
La diadema era propia de divinidades y a partir de Livia también
de las damas de la familia imperial que recibieron el título de Augusta.
La diadema, en teoria, podria suponer una cierta asimilación de Livia a
divinidades femeninas como Cerea (Demeter), Juno (Hera), Venus
(Afrodita), Fortuna (Tyche) y otras (9) o a virtudes personificadas
(10), etc. Para la fecha de la adopción de la diadema por Livia la única
referencia segura es su aparición en el tipo Iustitia y en el velado de
Pietas de los mencionados dupondios del22/23 d. C.; algún investigador relaciona la diadema unicamente, al parecer, con la divinización
póstuma de Livia por su nieto Claudio en el año 41 d. C., aunque debemos observar que la Livia procedente de Paestum, conservada en el
Museo Arqueológico Nacional de Madrid, poseía diadema, escultura
que se fecha entre el22/23/24 d. C. (11), es decir bajo el reinado de
Tiberio, viviendo todavía la emperatriz viuda, y que la Livia de la basílica de Velleia también posee diadema y se data, por inscripciones,
entre el 38 y el 41, bajo Claudio (12); si se aceptan estas fechas la
adopción de la diadema es desde luego anterior a su divinización por
Claudio y también lo es, por tanto, el peinado de tipo helenizante en
estas representaciones con dicho atributo.
El tutulus es propio en Livia de su carácter de sacerdotisa del culto
de Augusto divinizado, divinización que tuvo lugar el 17 de septiembre del año 14 de la era, lo cual orienta la cronología de los retratos con
(9) Cfr. H. W. RITI'ER: «Dladem und K6nigh81T11Chaft», MODchen·Berlin, 1966. En monedaa con
Livia: V. H. GROS S, o. c. en la nota 2, págs• .(3 y aa. y figuree en variaa Ummaa. Para una monedaa de
Hi.epalie, vid. F. CHAVES TRISTAN: «Livla como Venua en la amonedación de Colonia Romula>l,
Acta Numismática, vm, Barcelona, 1978, págs. 89·96. Como Cerea, aentada, en el «Gran
Camafeo de Francia».
(10) Para Livla·Pietaa, vid. A. MARCOS POUS: «Retrato de Iulla Augusta, de arte local hlepano·
Wtico, en el Mu.aeo Arqueológico de Córdoba», Corduba Archaeoloc!ce, 10, Córdoba, 1980·81, págs.
ss-.a (con bibliocrafJa).
(11) A. GARCIA Y BELLIDO: «La Livla y el Tiberio de Paeatum en el Mueeo Arqueológico Nacional de Madrid», Archivo Eepdol de Arqueologia, XIX, Madrid, 1946, págs. 146-148; A. GARCIA Y
BELLIDO: «Retratoe romanoe del Mueeo Arqueológico Nacional de Madrid>t, Revieta de Archivos,
Bibliotecas y Muaeoe, LIV, Madrid, 1948, páp. 460-466; GROSS, op. cit. en la nota 2, páp.
114 y 81.
(12) GROSS, o. c. en la nota 2, p6p. 112 y aa., láma. 23.1 y 24; C. SALETI'I: «11 ciclo atatuario
della builica di Velleia», Mllan, 1968.
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8
A. M. VICENT ZARAGOZA
esa cinta (13), como los de Leningrado y Copenhaguen (14), pero
resulta difícil dar una fecha concreta a los retratos en que aparece. La
corona de espigas y flores de algunos retratos de Livia, que a veces llevan además el tutulus, cuando poseen este último atributo son también
posteriores al14; las espigas son atributo específico de Ceres (Demeter), divinidad a la que fue asimilada Livia, ya en época de Tiberio,
según el testimonio de muchas monedas, algunas con peinados de tipo
anterior al helenizante (15).
De estas observaciones se desprende en líneas generales que los
mencionados atributos aparecen en época de Tiberio (14-37) y desde
luego se hallan ya, la diadema por lo menos, en el 22/23 y el tutulus a
partir del14. Siempre, como hemos dicho, los atributos van sobre el
peinado helenizante. Así, pudiera interpretarse que el cambio de un
peinado a otro por Livia (del tradicional en ella al helenizante) se
fecharía tal vez a partir del 14. d. de. C.
En este tiempo, muerte de Augusto y divinización casi inmediata,
Livia al ser adoptada en la gens Julia por testamento de Augusto cambió su nombre por el de Iulia Augusta· y, además (ya lo hemos antes
indicado), asumió el cargo de sacerdotisa de su marido divinizado. El
título de Augusta implicaba un cierto carácter sacro del que también
participaría, además, como esposa del divus.
Las circunstancias histórico-político-religiosas señaladas probablemente condujeran a la adopción de la diadema por Livia, com~ símbolo de su nueva dignidad, lo cual llevaba consigo el cambio a un
nuevo peinado inspirado en .er de las divinidades femeninas (muchas
de ellas precisamente con diadema) pues además es difícil, desde el
punto de vista estético, imaginar una diadema sobre un peinado con
tupé en la frente.
Así, pues, como hipótesis, el peinado que aparece en el retrato de
Iulia Augusta del Museo Arqueológica de Córdoba podría fecharse a
partir del 14 de nuestra era.
Pero tal vez en los retratos, el nuevo peinado de la emperatriz no
sustituiría por completo al anterior. Sabemos que en algunas monedas
(13) A. RUMPF: «Antonia A~», Berlin, 1941, ~. 31.
(U ) POULSEN, op. cit. en la nota 2, núm. 3 6 y ~· 72.
(16) Vid. GROSS, op . cit. en la noa 2 yPOULSEN, op. cit. en la misma nota. Corona de espigas y
frutos en la mano, como Cerea, lleva la Livia (Julia Au¡u.sta) del «Gran Camafeo de Francia», de fecha
diecutida (L. F. van ZWET: «Women'aHairdre11and the Grand CamM deFrance»,Bulletin... Antieke
Beachaving, XXIX, 1964, pc(ga. 62-66,lo data hacia el 20 de C.; Z. KISS: «L'iconop-afie d ea princea
jullo-c:laudiennea au tempa d'Auguate et Tibére», V81'110via, 1938, ~·· 132 y aa. propone la fecha d el
28 de C., pero de ejecución muy al comienzo de Calígula, en el 87 d. C., ~. 134 y 136).
-358-
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RETRATO DE IULIA AUGUSTA
9
fechables continúan en tiempos tiberianos retratos de Livia con tupé.
Ba. tantes estudiosos datan bajo Tiberio retratos de Livia con el peis
nado tradicional.
En la rebúsqueda iconográfica que hemos efectuado (incompleta
por no disponer en Córdoba de una extensa bibliografía} no hallamos
paralelos próximos a este retrato cordobés en relación con su peinado
helenizante sin atributos. El pelo liso del cráneo se observa en muchos
retratos no velados del peinado helenizante, pero casi siempre con las
estrías más acentuadas. Las mayores diferencias se notan en las ondas
de la parte delantera del peinado que descienden por los lados hacia la
nuca; normalmente, en la mayoría de los casos, esas ondas están bastante más marcadas que en el retrato de Córdoba.
7. CRONOLOGIA PROBABLE DEL RETRATO CORDOBES
A primera vista se diría que el peinado de este retrato cordobés
pertenece más bien al tipo tradicional que al helenizante debido a las
mencionadas atenuaciones de las ondas frontales y a la impresión
general de la pieza. Pero, a pesar del desconchado situado casi en el
centro de la frente se puede afirmar con toda seguridad que en el lugar
del desconchado no hubo originariamente tupé. La rotura frontal del
peinado se halla algo desplazada hacia la izquierda del espectador y en
lo que queda casi intacto hacia la derecha debería verse forzosamente
algo del tupé, cosa que no ocurre. Además el límite entre el tupé y la
frente forma siempre en todos los retratos del peinado tradicional una
línea neta casi horizontal ligeramente combada en el centro¡ en el
retrato del Museo Arqueológico de Córdoba, en cambio, el límite entre
peinado y frente forma una línea sinuosa, correspondiente a ondas,
con vértice central hacia arriba marcando la raya central de separación
de las ondas que desde ese punto arrancan para dirigirse a uno y otro
lado, detalle que descarta el peinado tradicional y lo caracteriza
como helenizante.
Sin embargo, si sé comparan las series de retratos de peinado tradicional con las que llevan el peinado helenizante (menos numerosa
esta que aquella}, se saca la impresión de que el retrato del Museo
Arqueológico de Córdoba, a pesar de la carencia de trenza sagital y de
tupé, se halla más próximo formalmente de algunos· ejemplos con peinado tradicional que de la mayoría de los retratos de la serie con peinado helenizante (tipo Salus u otros). Esta observación, tal vez
subjetiva debido al mal estado de la pieza, permitiría afirmar que el
retrato en estudio pudiera ser anterior al22/ 23 y posterior al14 de la
era, fecha esta última en la que, según hemos indicado poco antes,
-359-
[page-n-368]
10
A. M. VICENT ZARAGOZA
Livia Drusilla cambió su nombre por Iulia AlWlBta y probablemente
adoptó el peinado de las divinidades femeninas helénicas. Un detalle
bastante arcaizante lo constituye la tira de cabellos enrollados que
continuán a partir de la oreja, las ondas frontales transformadas hasta
su unión con el moño nucal; aunque esto se aprecie en los dupondios
tipo Salus y Iustitia, los retratos de tipo helenizante eliminan ese enrollado o enroscado, presente, en cambio, en bastantes peinados (de
Livia y otras damas) de carácter tradicional, como la supuesta Atia,
madre de Augusto, de época augustea (16), también la Octavia, de
Fulda, fallecida en elll a. de C. (17), la Livia con tupé del Museo Británico, número 1990 (18), una dama de hacia ellO a. de C. del Museo
Capitolino (19), o los retratos de dos jóvenes del sepulcro de los Licinios, ahora en Copenhaguen con el peinado antigo de Livia (20), o una
dama (procedente de Itálica) en una colección de Palma de Mallorca,
datable, según su editor, a finales de Augusto o comienzos de '!iberio (21).
Por lo dicho juzgamos posible, como hipótesis, que este retrato
cordobés de lulia Augusta pudiera fecharse entre el14/15 y el22/23
d. C. Si se confirmara tal suposición nos hallaríamos probablemente
ante uno de los más antiguos retratos de lulia Augusta (no ya Livia)
conocidos. Aunque también hay que tener en cuenta que un8 cosa es la
fecha de un prototipo y otra la época de su ejecución y por tanto no se
puede absolutamente excluir una datación posterior.
8. PRESTIGIO DE IULIA AUGUSTA EN LA BETICA
Hemos fechado hipotéticamente este retrato cordobés de Julia
Augusta en un momento en que la emperatriz tenía una edad entre los
70 y los 80 años. Como se habrá observado los rasgos no son los propios de una persona de esa edad. Ahora bien, el rejuvenecimiento en
los retratos de los rasgos faciales es una normal y curiosa característica
(16) J. FREL: «Roman Portreita in the Getty Muaeum», 1981, nóm. 18, p!¡. 27; J. PREL, en J.
CHAMAY, J. FREL y J.-L. MAIER, «Le monde dee C&eara», Ginebra, 1982, )liga! 64-67, láma.
8, 8a, etc.
(17) V. von HEniTZE: «Die antiken Portrita in Scblou Faaaneli.e bel Fulda», Malnz, 1968, nóm.
18, pq. 19, láma. 20, 21 y 110...
(18) GROSS, op. cit. en la nota 2, lám. 17.
(19) P. ZANKER, en FITTSCHEN y ZANKER, op. cit. en la nota 2, nóm. 49 , P'c· 42,1áma. 63.8
y 63.4.
(20) POULSEN, op. cit. en la nota 2, nóm. 69, Jmn. CXIX y nóm. 70, Um. CXXI.
(21) A. GARCIA Y BELLIDO: «Doa retratoe femeninol de IWicá en una coleccl6n particular de
Palma de Mallorca•, An:hivo Espafiol de Arqueología, XXII, Madrid, 1949,
y 3.
-380-
pqa. 836-346, fip. 2
[page-n-369]
RETRATO DE IUUA AUGUSTA
11
de la mayoría de los retratos masculinos y femeninos de la iconografía
romana de esta época y también de alguna otra. Como ya he señalado
son figuraciones que servían a la propaganda político-religiosa de la
dinastía y por ello se suprimen los naturales estragos que el tiempo
produce en el rostro de los humanos. También pudo haber en este
fenómeno motivos de vanagloria o razones clasicizantes de tipo estético muy propias de las mujeres a los que no escapaban tampoco los
varones. Los soberanos y sus familias debían aparecer ante sus súbditos como eternamente jóvenes, fuertes y bellos.
En época de Tiberio (14-37 d. de C.) Livia, o mejor Iulia Augusta,
gozaría de gran prestigio por su doble carácter de sacerdotisa del culto
de su marido Augusto, fallecido, y por su condición de madre del
emperador reinante. Estos méritos eran suficientes para erigir retratos en esa época. También, dentro de esos años, el 22 fue especialmente propicio pues Livia tuvo una grave enfennedad; su hijo el
emperador Tiberio orden6 preces públicas, Livia sanó, se mandó erigir en Roma un gran monumento en honor aLivia como Pietas. En Hispania todo esto tuvo su repercusión y se debieron levantar
monumentos a Livia de los que tenemos documentado años después
uno en Zaragoza. Livia falleció el año 29 sin ser divinizada por su hijo
Tiberio a quien sucedió Calígulanieto deLi~ el año 37. Enel41 sube
al trono Claudio, otro nieto de Livia, quien divinizó enseguida a su
abuela que desde ese momento era pficialmente diva; también esta
ocasión seria favorable para fechar quú:ás otros retratos de Livia.
Nosotros pensamos, en hipótesis, que el modelo del retrato de
Livia del Museo Arqueológico de Córdoba pudiera fecharse entre el
14/ 15 y el22/ 23 d. de C.• sin excluir una ejecución más tardía. En un
trabajo reciente, A. Marcos Pous ha escrito unas páginas acerca de la
que él califica «excepcional posición de lulia Agusta (es decir, Livia)
en la Bética bajo Tiberio», aportando testimonios epigráficos, numismáticos, escultóricos y de fuentes escritas antiguas acerca de ello. No
hay que olvidar que una delegación de cordobeses acudió el año 25 a
Roma para solicitar del Senado la erección en Córdoba de un templo
dedicado a Tiberio y Livia. El estudioso citado habla de que por esos
años existía en la Bética un «clima de exaltación» respecto a Livia
(22). Me parece que estas circunstancias pueden justificar mi idea de
que el retrato de Livia que ahora estudiamos pueda situarse en la
(22) MARCOS POUS, op. cit. en la nota 10, cap.
86·37.
- 361-
vn, «
[page-n-370]
TENDILLAS
S
' .
o
1
Pla. 1.-CORDOBA. MOtor del VÍCUI hilpanul, ooa. R
so m.
1
parte central d•tro del CÚ'cnllO, y
• 61 el pwato nepo bldlcando ellapr del ballu¡o del retablo ele Uvia. I..a
IIODU rqadu OOJ'I'MPODd• aiO!aret donde ha iDtenea.ldo el Mueo Arqu~
161foo de Córdoba.
[page-n-371]
RETRATO DE IULJA AUGUSTA
18
época de Tiberio y encuadrarse históricamente en ese ambiente
político-religioso de la propaganda dinástica de la fami1ia julioclaudia.
·
9. EL LUGAR DE HALLAZGO POSIBLE CENTRO OFICIAL
El lugar del hallazgo del retrato de Iulia-Augusta creo que puede
proporcionarnos también algunos datos que interesan. Se descubrió
en la esquina de las calles Angel de Saavedra y Rodríguez Sánchez.
Esta zona pertenecía al vicus, o barrio, «de los hispanos», nombre de
un barrio antiguo de la Córdoba romana que aparece en una inscripción que publiqué años atrás junto con otra que nos daba el nombre
antiguo de un segundo barrio cordobés, el vicus forensis (23). El centro
del barrio hispano, por lo que sabemos a través de nuestras investigaciones personales de la topografia de la antigua Córdoba, se hallaba
precisamente en los terrenos pr6ximos a donde se encontró nuestro
retrato. Grandes elementos arquitectónicos se descubrieron allí en el
siglo pasado y otros más por los años sesenta, que conseguí recuperar
para el Museo, como común patrimonio del pueblo, donde se hallan
expuestos. Esa zona ha producido también inscripciones de magistrados {expuestas en el Museo y por mi publicad:as) y diversas esculturas,
algunas publicadas y otras en estudio. Lástima que la destrucción del
yacimiento realizada con máquinas no permitiera hace unos veinte
años practicar aquí una excavación sistemática y estudiar in situ los
restos de estructuras que allí pudieron aparecer. Sin embargo las piezas muebles que poseemos nos permiten deducir que por aquí se
hallaba el centro del barrio llamado de los hispanos, lugar con edificios y monumentos públicos tal vez en tomo a un foro distinto del Foro
de la provincia Bética (que hemos excavado y documentado, como es
sabido, en otro barrio de la Córdoba romana) (24). Teniendo en cuenta
las aludidas circunstancias del hallazgo este retrato de Livia, que en
nuestro caso es mejor calificar de lulia Augusta, adquiere un más justo
significado por su situación topográfica dentro de la Colonia Patricia.
(2S) VICENT ZARAGOZA, op. cit. en la nota 1, ~·· 672 y 11.
(24) A. MARCOS POUS y A. M.• VICENT ZARAGOZA: «
«Arqueología de laa ciudedea modema.a superpueataa a laa antiguaa (Zararoza, 198S)», Madrid, 1985,
pega. 2Sl-262, especialmente la pág. 241, n\ÍJn. 15, la fig. 1 y la pq. 249.
-363-
[page-n-372]
VJCENT.- Retrato de l ulia Au¡:usta
LAM. l
- 364-
[page-n-373]
VlCENT.- Rctrato de lulía Augusta
LAM. II
[page-n-374]
VlCENT.- Retrato de Julia August11
LAM. 111
[page-n-375]
ALEJANDRO MARCOS POUS
(Córdoba)
INSCRIPCION CORDOBESA DE UN AQUILIFER
1. Hallada en 1971, en la calle de la Hoguera, Córdoba, durante
las obras de un conocido restaurante, lugar bastante próximo a la
Mezquita-Catedral. Ingresó en el Museo Arqueológico registrándose
con el número 27.725. En el mismo lugar se conserva otra 4lscripción
hallada en igual ocasión, y ya publicada (1).
2. La inscripción está incisa en la cara anterior de una losa apaisada, de mármol blanco con grano fino, de 62'5 cm. de ancho, 44 de
altura (« 2 x 1' 5 pies romanos) y 6 de grueso. Falta parte de la esquina
inferior derecha, con rotura que no parece antigua. Los cantos superior e inferior se baJJan ahora algo pulidos; los cantos laterales presentan un rebaje vertical. El reverso tiene una superficie lisa con dos
cazoletas circulares, de distinto diámetro, que sirvieron para el apoyo
y giro del espigón del quicial en dos épocas distintas.
3. Un marco, de sencillas molduras, limita el campo epigráfico.
Las zonas izquierda y derecha de la superficie de la losa se haJJan
actualmente rebajadas de arriba a abajo incluyendo las molduras late• - Para eue.Uonea de Derecho Romano y eobre elej6rclto en Hiapania me be baaado en 1aa eue-
lentea ohru:
A. D'ORS PEREZ PEIX: «Derecho privado romano», 3.• edicl6o, Pamplona, 1977.
J. M . ROLDAN HERVAS: «HiapaDia y el ejército 1'01118D0», S•l•m•nca, 197.(.
P . LE ROUX: td.'arm4 romaine etl'orpniaation dea proW1cea iWriquee d'Au¡uat Al'invuion de
-'09», Parle, 1982.
(1) J . MElLADO y J. M. VILA: «UDa inecripci6n romana hallada en C6rdobP, Habll, 3, Sevilla,
1972, pq.. 321·32.(, lim. XX.
-367-
[page-n-376]
2
A. MARCOS POUS
rales y algunas letras. La moldura inferior horizontal falta también
ahora quedando aquí la superficie a la misma profundidad que la del
campo. Toda la pieza se halla alisada, incluso en las molduras y zonas
rebajadas, lo cual indica que la losa se reutilizó, posiblemente como
pavimento, después de sufrir los aludidos rebajes.
Parece que en la primera utilización fue quicialera, en dos fases
cronológicas. Luego se recortó la losa para convertirla en título sepulcral. Después, en tiempos medievales o modernos se reutilizó como
pavimento. De notarse que por lo general, en otros casos, el uso como
quicio es posterior a la función epigráfica.
4. El texto se distribuye en nueve líneas, en un campo epigráfico
de 49 por 31'5 cm. Debido a los citados rebajes y al alisado, algunas
letras de comienzo y final de línea eetán perdidas o se distinguen poco.
El texto dice así:
M·SEP'TICIVS·C·F.pAP
AQVIÜFER·Sffii·ET·M·SAB[NA]E
~OÑ.rVBERNALI·SVAE·ET·M·SE:f[TICI]Q
M·LmERTO·MARTIALI·FILIO·NATVRALI·(ANN]X
• •• •
ET·MENSVM·Vll
•
H·S·S·S·V·T·L
POST·EORVM·OBrrvM
HOC·MONIMENTVM·HERED[EM]
• ••
NON ·SEQVETVR •
M(arcus) Septicius C(ai) f(üius), Pap(rria),/ aquilifer, sibi et
Sabinae/, contubernali suae, et M(arco) Septicio/ M(arci) liberto Martiali, filio nattu'ali, ann.(orum) XI et mensum VII/. H(ic) s(úi) s(unt), s(it)
v(obis) t(erra) l(evis)l Post eorum obitum hoc rrumimentum heredem
non sequetur.
5. Una línea incisa vertical, casi en el centro, y otra horizontal casi
a media altura, dividen el texto en cuartos; otras dos líneas verticales
dividen los cuartos inferiores. Tales líneas serían de alguna utilidad
para la ordinatio del texto.
La altura de las letras varía en los sucesivos renglones, disminuyendo de 1.1 a 1.4; luego aumenta en 1.6 para disminuir algo a continuación; alturas medias: 1.1, 38/ 39 mm.; 1.2, 26/ 27 mm.; 1.3, 20 mm.; línea
4, 15 mm.; 1.5, 17/17 mm.; 1.6, 31 mm.; l. 7, 25 mm.; 1.8, 15/17 mm.; 1.9,
16/ 21 mm. La T rebasa un poquito la caja por arriba en 1.1 y 4, bastante más en 1.5 y 8 y escasamente en 1.9; también la S de 1.9 es más
alta. En l. 4.5 y 8.9 se diría que actuó la mano de otro lapicida
menos cuidadoso.
-368-
[page-n-377]
lNSCRIPCION CORDOBESA DE UN AQUILIPER
\
\
3
Las letras poseen proporción cuadrada de buena época imperial
romana, menos en la línea 1, de proporción más alta y estrecha por el
deseo de destacar, en un espacio no muy largo y en letras lo más
grande posible, el nombre del comitente con su condición de ciudadano romano.
Los signos de interpunción son regulares, colocados en su lugar
lógico y a media altura; no se ven entre las dos primeras y dos últimas
letras de línea 6. En las tres primeras líneas tiene forma de punto de
tres picos; a partir del final de L3 algunos son de forma angular; en
línea 9 adquiere el aspecto de un caprichoso grafismo.
6. La longitud de cada renglón es variable. El ordinator partió el
texto en dos grande secciones: r.1-5 y r.6-9, con una línea horizontal
de la que quedan los citados restos. Dentro de cada sección repartió el
texto de manera que la primera contuviera los datos personales. El
texto general se ordena en tomo al eje central, señalado con una fma
línea vertical, de forma que cada renglón tenga un número aproximado de caracteres a uno y otro lado del eje; digo aproximado, ya que
no se cumplió con rigor el propósito, y, además, tampoco el eje vertical ·
se halla en el centro exacto. Parece que el ordinator o los lapicidas no
trabajaron con gran rigor.
a. Omitiendo la línea 6 (abreviaturas de fofmulas) los renglones
más largos corresponden a la primera parte del texto, menos su remate
en 1.5. Aunque a simple vista, en la fotografía y en el dibujo, se aprecien las diferencias de longitud, añado unos datos numéricos:
Lfnea mm.
lndice 1
Núni. ·de orden
1
465
95'87
1, 0
6
457
94'22
2. o
3
455
93'81
3. 0
4
455
93'81
4, 0
2
450
92'78
5, 0
7
415
85'56
6. 0
8
411
84'74
7,0
9
270
55'67
8. 0
5
245
50'51
9, 0
El úu1ice lo he calculado multiplicando por 100 la longitud que
ocupan los caractéres incisos y dividiendo el resultado por la longitud
(o anchura) del campo epigráfico (485 mm.). Los datos numéricos confinnan la impresión visual: salvo la línea 6, los renglones de mayor longitud son los que contienen los nombres personales.
-369-
[page-n-378]
A. MARCOS POUS
b. He deseado conocer también el espaciamiento de letras y
caracteres por renglones, recurriendo al cálculo de la lognitud de 1O
espacios (que llamo módulo} y a un tndice 2, que es el resultado, o
cociente, de dividir el tndice 1 por el número total de espacios de
caracteres del renglón (casi siempre varios signos de interpunción se
toman por un sólo carácter):
M6dulo de 1O caracteres
L(nea mm. Núm. de orden Indioe 2
6
350
1. 0
7'85
1
290
2. 0
5'99
7
270
3. o
5'34
9
225
4. 0
4'63
8
200
5, 0
4'23
4'03
2
195
6. 0
0
5
190
7.
3'60
3
175
8. 0
3'47
4
150
9. o
3'12
Se observa que módulo e índice, en le presente caso, coinciden,
que es lo normal. A excepción de las líneas 1 y 6, se deduce la diferencia de espaciamiento entre la primera parte del texto y la segunda: la
primera (lineas 2, 3, 4, 5) en los últimos puestos de la serie, con letras
más apretadas, y la segunda (líneas 7, 8, 9) con mayor holgura de
letras.
c. Quisiera comparar, en un cuadro de conjunto, diversos datos
numéricos, reducidos al número de orden de los renglones, referidos a
la altura de letras, índice 1 de longitud de renglones e índice 2 de espaciamiento de letras. ·Pretendo observar si existen relaciones lógicas
entre todos estos datos:
a. Orden de longitud b. Orden de espaciamiento c. Orden por
L(nea de reglones según
según !ndice 2
altura
(ndice 1
Decreciente Creciente
de letras
l. O
2.o
t. o
8.o
1
5.o
s.o
4.o
2
3.o
2.o
3.o
8.o
5.o
3
4.o
l. O
9.o
4
9.o
9.o
7.o
3.o
7.o
5
l,o
2.o
9.o
2.o
6
6.o
3.o
7.o
4.o
7
7.o
5.o
5.o
8.o
8
8.o
6,0
4.o
6.o
9
-370-
[page-n-379]
INBCRIPCION CORDOBESA DB UN AQUJLD'BR
6
--r---------.-· ----·--···-----------··-·------·--------1
ie
¡u
,,o
1
-371-
[page-n-380]
8
A. MARCOS POUS
Se nota, comparando las respectivas columnas, que en esta ins- ·
cripción no existe completa correlación entre los distintos datos numéricos de cada renglón. Pero queda claro la primacía dada a lalfnea 1 y
la línea 6, una en razón del propio cotenido del texto, que se quiso
resaltar, y otra debido a razones estético-formales de composición
tipográfica. Para las líneas 2, 3 y 4 se aprecia en todas las columnas
una progresión (o regresión) parecida: cada renglón se acorta un poco,
a la vez que las letras se espacian menos y disminuye la altura de la
letra. La línea 6 se acorta (y centra) por causas compositivas tipográficas estético-formales, con letra baja (aunque menos que en el renglón
anterior) y algo más espaciada, pero no mucho a pesar del espacio disponible, para no contrastar demasiado con los últimos renglones ya
incisos de la primera parte del texto. En la segunda parte del texto
(líneas 6, 7, 8, 9) la longitud de renglones se acorta sucesivamente pero
la regresión no .posee paralelismo en las columnas b y e, ya ·que la
última línea (línea 9) tiene letras menos bajas y algo más espaciada.
s
que en el renglón anterior (línea 8), fenómeno idéntico al que ocurría
con el último renglón de la primera parte del texto (cfr. línea 6 con
línea 4) y que deberá atribuirse más allapicida que al ordinator.
7. El ordinator · preparó una composición tipográfica bastante
excelente, pero ellapicida no estuvo a la misma altura. Las líneas rectas de ejes verticales no están bien calculadas y por ello no dividen el
campo· en porciones iguales, con lo cual é'&recen de utilidad y, en
efecto, parece que no se las tuvo en cuenta. Las letras mejor cuidadas
pertenecen a las líneas 1, 2, 3, 6 y parte de la 7; compárense como
prueba (aparte del efecto general), por ejemplo, el trazado de B, Ry V
de las líneas indicadas con las del resto. Se diría que la atención inicial
dellapicida, con el consiguiente cuidado de la letra, disminuye hacia la
mitad de cada una de las dos secciones del texto, o bien, que a partir
de ese momento y lugar otro operario, menos hábil, continuó el trabajo de incisión; debido al cansancio, con su menor atención, o debido
a una segunda mano, no se cierran ya los bucles de B y R (contra lo que
ocurría en los comienzos de cada parte del texto), la V se incurva un
poco y la mayoría de las T sobrepasan la caja por arriba. (A propósito
de B, R, etc. deseo hacer una observación marginal: estas diferencias
paleográficas no obedecen a épocas diversas como en ocasiones se
ha señalado).
Laiínea 5 salió descentrada al cansado lapicida o a su sustituto (o
posible segunda mano), no sólo respecto al mal centrado eje vertical;
quizá grabó después el numeral. También descentrada se halla la línea
8 del mismo lapicida inhábil, con ~ curiosa peculiaridad aquí de que el
1
-372-
[page-n-381]
INSCRIPCION CORDOBESA DB UN AQUILIFBR
\
7
texto de ese renglón se halla bien distribuido respecto de los mal calculados tres ejes verticales, como se comprueba contando las letras,
que forman grupos de 4-6-6-4, para conseguir una simetría; la existencia de esos ejes podría explicarse, tal vez, por el deseo de no incurrir
en el error de la línea 5, pero volvió a fallar al no advertir la equivocada
situación de los ejes. Probablemente se le volvió a recriminar al distraído lapicida, quien ya centró, por fin, la última línea exactamente,
pero quizá de mala gana y nervioso a juzgar por la diversidad de altura
y proporción de las letras, desbarajustadas, y por el extralio grafismo
como signo de interpunción.
8. El contenido del texto, se puede agrupar en dos secciones,
correspondientes a las mismas de su presentación externa, ya analizada, separadas por la línea horizontal mencionada. La primera comprende indicaciones referidas a las tres personas que cita el texto,
aunque la idea principal que en él se desarrolla se centra más en la
sepultura que en las personas. Resumidamente dice así: «Marcos Septicio, aquilífero (erigió esta sepultura), para si mismo, para su mujer
Sabina y para su hijo M. Septicio Marcial de 10 años y 7 meses». La
segunda sección empieza con usuales fórmulas.funerarias y concluye
con la expresión de otra fórmula, no rara, respecto a la transmisión de
la propiedad y uso de la tumba.
Resulta evidente que el texto se incidió al fallecer el hijo, viviendo
todavia los padres. De las fól'Dl.ulas de la segunda parte se deduce también que los padres pensaban ser sepultados en esa misma tumba a su
fallecimiento y que, de momento, no tenían otro hijo, ni quizás lo esperaban ya, tal vez por la edad (no indicada) de la madre. No se dejó
espacio para incluir, en ún futuro, datos acerca del fallecimiento de los
padres, ni se pretendió.
9. El gentilicio del padre (y del hijo) Septiciu8 (2) resulta francamente raro en Hispania, quizás único; por lo menos, no lo encuentro en
los indicas del CIL ll ni en los de J. Vives. Entre las ~ersonas con ese
antropónimo destaca Septicius Clarus, también militar, con buena
hoja de servicios, amigo del emperador, que llegó a prefecto del pretorio bajo Adriano, aunque luego cayó en desgracia (3). Derivado de ese
nomen es el cognomen Septicianus, asimismo poco frecuente y documentado casi sólo en Italia (4). El radical sept- puede estar en relación
(2) No me ha sido uequible en Córdoba la obra de W. SCHULZE: «Zur Geachic:hte latelnilcher
Ei¡ennamen», 2.• edición, Berifn, 1933.
(3) Hilt. Auc., «Hadu 9, 6; 11, 3, y 16, 2.
' (4) l . KAJANTO: d'he Letin Cognomina», Hekinki, 1962, ~· 166.
-373-
[page-n-382]
8
A. MARCOS POUS
con el número siete, que es lo corriente, pero existe también el adjetivo septicus (de origen griego, raro en latín, del que dificilmente se formarían nombres personales, dado su significado) y septiciana,
aplicado a cierta libra de peso romana (probablemente, derivado de las
saepta o septa romanas).
Marcus Septicius, el aquilifer, era ciudadano romano, a pesar de no
consignar los tria nomina, ya que la ausencia de cognomen es propia de
la época de Augusto prolongándose bastante b~o Tiberio, Calígula y
Claudio, con una serie de ejemplos en inscripciones legionarias (5). Se
asegura su condición de ciudadano por la mención de la tribu, Papiria.
La posesión de la ciudadanía indica que no militaba en unidades de
auxüia sino en una legión, a menos que estuviera ya licenciado, situación que no consta en la lápida. El nomen Septicius parece orientarnos
hacia Italia como patria suya o tal vez de sus antepasados biológicos o
legales. Igualmente podría señalar el mismo origen la tribu, pero no se
descarta Hispania por la inscripción en la Papiria de ciudadanos
(muchos de ellos mílites) preferentemente en Emérita (6) y algo menos
documentados en Astigi (Ecija), ambas colonias augusteas.
La esposa tiene aquí un solo nombre, Sabina, que es un cognomen
de origen étnico, itálico, pero muy difundido también en otras regiones
del mundo romano (Hispania incluída), más entre libres que entre
esclavos y libertos (7). Sobre su condición de contubemalis trato
más adelante.
El cognomen Martialis, hijo del aquilífero, no es nada raro en Hispania, aunque su mayor presencia se documenta en el Norte de Mrica
(casi la mitad de los registrados en todo el mundo romano), referido a
personas de condición libre y menos del lO % a esclavos y libertos (8).
Al ser hijo natural (condición expresada en la lápida) su cognomen
podría, hipotéticamente, conesponder a algún antropónimo de la
madre; pero como liberto de su padre (dato también consignado en el
texto) debe llevar los antropónimós de su patrono; en tal caso conoceríamos así también el cognomen del padre (Martialis), nombre muy a
propósit.o para un sold~do y para un hijo de soldado que solía también
alistarse en la legión. Luego veremos cómo además el hijo natural era
esclavo de su padre.
(6) G. FORNI: «11 redutamento delle legioni da AUCU~to a Dioc:ledano>t, Milano-Roma, 1968,
pép. 60 y ea. (citado por LE ROUX, op. cit. al principio).
(6) G. FORNI: «La tribll. Papiria di Augusta Emerita>t, en Auptta Emerita. Actu del Simposio
Internacional conmemorativo del Bimilenario de M6rida (10.20 noviembre de 1976), Madrid, 1976,
pqe. SS-(2.
(7) KAJANTO, op. cit. en la nota 4, pqe. 20, 30, 61 y 186.
(8) KAJANTO, op. cit. en la nota, 4, pq. 212; cfr. ~· 18, 20, SO, 64, 66 y 76.
-374-
[page-n-383]
INSCRIPCION CORDOBESA DE UN AQUILIFER
9
10. Los caracteres paleográficos son propios del primer siglo del
Imperio. La cola de la Q extendiéndose bajo las dos letra siguientes se
ve ya en época de Claudio. La ausencia de la fórmula D·M (o D·M·S) y
el encabezamiento con los antropónimos en nominativo constituyen
norma hasta los Flavios (69 ss. d. de C.). El no consignar el cognomen
nos llevaría a la época augustea, pero este uso puede prolongarse a
veces hasta Claudio (41-54). Si bienlafórmulaH·S·E· (aquíH·S·S·) ya
se halla en la primera mitad del siglo Id. de C., el añadido S·T·T·L
(aquí S.Y·T·L) se documenta desde el segundo tercio del mismo siglo
(aproximadamente desde el 30 al 60 en adelante). Las indicaciones
abreviadas acerca de disposiciones testamentarias (aquí con ótra fórmula no abreviada) empiezan en la segunda mitad del siglo I de la Era
(9). Combinando, pues, los expresados criterios cronológicos, el epígrafe del aquüifer sería anterior a los Flavios y al gobierno de Nerón
(54-68), tal vez entre el 30 y el 50; tomando como fechas finales el
comienzo del uso de las siglas S·V·T·L (10), desde el30 d. C. aproximadamente, la aparición de Q con cola larga, que nos lleva a Claudio
(41-54), las indicaciones testamentarias (desde± 50) y la carencia de
cognomen (hasta Claudio en algún caso), tendríamos una fecha en
tomo al 50, algo antes o poco después.
11. Como aquüifer sería M. Septicio un soldado escogido (11)
ascendido probablemente desde la tropa hasta un cargo equivalente a
oficial o suboficial distinguido (12). El águila, como bien se sabe, era la
principal enseña de la legión (13), conservada religiosamente en una
capilla del campamento (precedente de nuestra «sala de banderas)))
recibía una especie de culto, celebrándose anualmente un dies natalis
(9) Utllea criterioe cronol6gicoa (en parte de FORNI, op. cit. en la note 6), en LE ROUX, op. cit. al
principio, páp. 24-28.
(10) Pero un veterano de la leg. XX con h.u.t.t.l., ae data por FORNI, (op. cit. en la nota 6, pág. 36)
y por LE ROUX (op. cit. al principio, pág. 60), remitiendo a RE, xn, 1976, en 6poca auguatea¡ habra
unidadea de esta legión, por lo menos en el 6 d. C., en el Dzyricum.
(11) Una idea de un aqullifer llevando el asta rematada por el águila puede damoa la conocida
estela del Mmlach·Germaniaches Zentralmuaeum, da Maguncia, representando el aquilifer de la
legión XIV, con aua condecoraciones, escudo, etc., reproducida en muchas publicac!onea.
(12) Su graduaciclo mllftar ea diacutida, cfr. J. HARMAND: d }arm6e etle aoldaURome de 107 A
60 avant notre •re», Paria, 1967, páp. 846 y 88.
(18) A. VON DOMASZEWSKI: «Die Fahnen im .r&Diacben Heere», Abhandl. d. Archiol.·
Epi¡rah. 8eJninJra d. Univ. Wien, Viena, 1886 (reimpreso, con otroa tz'a~oa, en «AW.Itn zur r6mla·
chan Heerer¡eachichte~t, Darmatadt, 1972); S. REINACH, a. v. silna militari4, en CH. DAREMBERG
y E . SAGLIO: «Diétlonnaire dea AntlquiUa Grecquea et Romainea», Pw, 1877· 1919, IV, 1.• parte.
• · 1809·1884; R. CAGNATy V. CHAPOT: «Manuel d'Arch6ologie Romaine», 2, Paria, 1920, páp.
848 y 88. y llp. 466 y aa.¡ y M. MARlN: dnatitucionea militarea romanas», Madrid, 1966, pá¡a. 380·
888.
-375-
[page-n-384]
10
A. MARCOS POUS
aquüae (14). Se conocen en Hispania algunas inscripciones de portadores de enseñas militares (signifer, vexilifer, aquüifer) o de imágenes
imperiales (imaginifer) en legiones y auxilia (15), pero hasta ahora
teníamos la mención de un solo aquüifer, de la legión n, fechable en la
primera mitad del siglo I. d. C. (16).
Llama la atención el hecho, singula.rísimo, de que al grado de aquilifer no siga en la inscripción cordobesa la mención a la unidad militar a
la que pertenecía, dato normal y casi obligado en las inscripciones de
legionarios (incluso veteranos) y soldados de auxüia.
Los legionarios mientras estuvieran en servicio activo no tenían
acceso al conubium, es decir, no podían ducere uxorem, casarse con
efectos legales, como si no poseyera,n la ciudadanía romana o como si
casaran con esclava o peregrina. Sin embargo algunos contraían matrimonio no conforme a derecho (matrimonium iniustu.m) y la esposa no
era propiamente uxor o coñiux sino contubemalis (17), aunque a veces
en inscripciones se la cite como coniux o uxor. Por esta razón aparece
aquí Sabina como contubemalis. El matrimonio ilegítimo no producía
los efectos jurídicos del legítimo y, así, el hijo tampoco es legítimo
como bien indica el epígrafe que publicamos. La esposa, Sabina, podía
haber nacido libre o ser liberta o esclava; su condición social en el caso
de ser libre no impedía su situación de contubemalis al casar con un
legionario en activo; por los indicios que aduzco luego me parece que
seria esclava.
12. ¿Qué hacía el aquüifer Septicio en Córdoba y a qué legión pertenecía? Para responder a esta pregunta el mayor inconveniente procede de la falta de datos (tan normales y frecuentes en las
inscripciones de miembros del ejército) acerca de la unidad militar,
años de servicio, recompensas, etc. que siguen a la mención del grado.
En este sentido el texto del epígrafe es anormal, pero ha de tenerse en
cuenta que no se trata del epitafio del aquüifer sino del de su hijo, o
mejor, de la futura sepultura familiar construida en la ocasión del óbito
del hijo, lo cual atenúa la anormalidad de la carencia de más circunstancias del curriculum del legionario. Pero explicado lo anterior la pregunta permanece.
(U) MencioDado en algunu lnacripcionea de Vlllal.ra: eJ.L., n, 2652; el.L., n, 265¿; ROLDAN
HERVAS, inaeripci6n ntbn. ~;LE ROUX, inaeripcl6n núm. 247.
(16) ROLDAN HERVAS, op. cit. en la nota al principio, JXU•im: LE ROUX, op. clt. en la mlama
nota, pauim.
(16) e J .L ., n , 26b; ROLDAN HERVAS, inaeripclóo nóm. 601; LE ROUX, inaeripcl6o n6m.
49.
(17) Aleo uí como «compañera de tienda»; ~ ea tambim ellegiOD&rio que vive con
otro. en la mlama tienda. V!d. E. RUGGIERO: 4CDI.sionario epigr. di antich. rom.• • · v.; HARMAND,
op. cit. en la nota 12, ~a. 383-386.
-376-
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INSCRIPCION CORDOBESA DE UN AQUILIFER
11
Córdoba era cabeza de una provincia senatorial pacífica, inerme,
sin especiales problemas internos y externos de seguridad que
reclamaran la presencia del ejército; la mayor parte del ejército
romano en Hispania estuvo, desde Augusto, en el Norte. Por otra
parte había en Córdoba, se suele repetir, unidades de las legiones ll y
X. En las monedas augusteas cordobesas con enseñas militares aparece en el asta central un águila (mirando hacia la izquierda) como aludiendo a una sola legión (18); pero en algunas raras piezas se indican a
cada lado del pie del asta del águila los citados numerales legionarios o
a veces V y X. En una moneda cordobesa, que he visto, de Claudio
(¿falsa?) con águila a la derecha, aparecen los número X y Xll, o mejor,
X[I] y Xll; pero la XI(Claudia) se hallaba en Dalmacia hasta el 70 d . C.;
parece impensable la restitución X[V] (Apollinaris) que antes de pasar
a Oriente estuvo en el Danubio (Carnuntum) hasta Ner6n, ni la X[X]
(Valeria Vu:trix) en Hispania por lo menos entre 26 y 19 a. de C. y ya en
el Dlyricum por lo menos en el6 d. de C. Si no fuera por una corrosión
del metal en la moneda tendríamos X, la X Gemina, la cesariana de
Munda, luego en el_ Norte de Hispania, b~o Augusto y hasta Ner6n,
momento en que es destinada a Camuntum en el 63, para regresar en
el 68 a Hispania, casi desguarnecida entonces, bajando pronto a la
Bética por si era necesario defenderla en el 69 del procurador de las
Mauritanias (partidario de Otón), y destinada fuera de Hispania en el
70, alRhin. Pero la época de la guerra civil {68-70) en que la X Gemina
se hallaba en la Bética no es la de Claudio a la que corresponde la rara
moneda y nuestro epígrafe. La XII (Fulminata) consta en Capadocia
pero no en Hispania (19).
Quizás fuerzas estacionadas en la Bética participaran en la anexión y pacificación de Mauritania Tingitana, b~o Calígula y Claudio (20),
entre el40 y el 50 d. C. o er 40 y el44. Si de la Península, con centro en la Bética, se enviaron a Mauritania occidental' algunas tropas
éstas podrían pertenecer a la VI Vu:trix o a la X Gemina, que entonces
se hallaban en Hispania ciertamen~ (aunque en el Norte), pero de esa
participación no hay seguridad y menos de su presencia en la Bética,
en esa circunstancia, de las legiones 'm encionadas en la moneda cordobesa de Claudio bastante dudosa. Sabemos con certeza, en cambio,
(18) Segón F. CHAVES TRISTAN: «La Córdoba bi.apano-romana y 11W1 monedu~t, Sevilla, 1977,
p4g. 96, eeoa aJcnoa militares no ae referirían a ninguna legión concreta: aer!an «1111 homeneje a tantas
legionea como deefilaron por la cludadll.
(19) Me balO en J. M. ROLDAN HERVAS y P . LE ROUX, op. cita. en la nota del principio, para
loa deatinoa y fechu de laa legiones citadas.
(20) Dio Coa. LIX, 26 y 9.6; &eL «Calig.• IV, 2.
-377-
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12
A. MARCOS POUS
que la Bética fue encargada de abastecer de trigo a las unidades militares que combatían en Maurita.nia en época de Claudio (21). Una inscripción de Volubilis documenta la presencia allí de un soldado de la
legión X Gemina, estacionada en Hispania, y puede fecharse en tiempos de Claudio, como algunos prefieren, o en el69, como otros pretenden (22). Se interprete todo esto de una u otra manera, es cierto que
también en las provincias senatoriales, como la Bética, inermes,
podían residir algunas unidades militares (2:t) con distintas misiones
de paz o de alarma frente a otras provincias, etc. Dentro de la Bética
pudo Córdoba jugar un cierto papel respecto a esas unidades, por lo
menos se sabe que en el siglo siguiente se hallaba en Córdoba un alto
mando de las fuerzas navales del Estrecho (24). En teoría, por tanto, el
aquüifer M. Septicio podía pertenecer a alguna de las unidades con
misión en Córdoba.
Pero lo dicho es válido en el supuesto de que nuestro aquilifer se
hallara en servicio activo. La situación de activo parece deducirse del
hecho que sólo al término de su servicio militar, al adquirir la condición de veterano, podía el legionario licenciado legalizar su matrimonio, convirtiendo el contubemium en matrimonium iustum. El que su
mujer figure todavía como contubenalis en el epígrafe parece indicar
que el aquillfero no se había aún licenciado.
13. Por otra parte cabe tal vez otra solución. Podría pensarse que
M. Septicio tomara por mujer una esclava, SabiDa, que sería precisamente esclava suya (25). En tal caso, el hijo de ambos, como fruto de la
unión de .hombre libre con esclava, sigue la condición de la madre, es
decir, nace esclavo. Como dominus de la madre esclava este soldado es
también dominus de su hijo. Así el aquilifer resultaba dueño y padre de
su hijo esclavo. En la inscripción del Museo de Córdoba aparece como
padre y patrono, lo cual indicaría que el hijo fue durante un tiempo
esclavo de su padre quien luego lo libertó. Esto, explica, creo, que el
hijo en el texto del epígrafe curiosamente sea, respecto a su padre, hijo
natural a la vez que liberto suyo.
En esta hipótesis mientras Sabina permanecería en su condición
de esclava, no podía dejar de seguir siendo contubernial de M. Septi-
(21) IM Col. LX, 2U.
(22) Vid. LE ROUX, op. cit. en la nota del priDcipio, pq. 97 y notas 91 a 9.¡ ROLDAN HERVAS,
op. cit. en la nota del principio, pág. 207.
(23) E. Rll'TERLlNG: «Mi..itary forcea iD the aenatorial provincea», J . Rom. StucL, xvn, 1927,
páp. 28-32 (citado por LE ROUX. op. cit. en la nota del principio, pág. 93, m1m. 73).
(2•) Cl.L., n. 222•; LE ROUX, op. cit. en la nota del principio, pq. 167.
(25) Loale¡ionarioa podían tener esclavos a au servicio, aegún documentan algunas inacripcionea.
-378-
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14
A. MARCOS POUS
cordobés, o por cualquier otra causa que se nos escapa. Sabina continuaría en su condición de esclava (por raro que actualmente nos
parezca), situación quizá ventajosa para M. Septicio. Como otros veteranos en diversas ciudades podía aspirar en la vida civil a un cargo en
la administración provincial o municipal en la capital de la Bética. Por
el gentilicio, él o un antepasado suyo procedfa de Italia. Por su inscripción en la tribu Papiria, él o un antepasado suyo se había establecido
en el territorio de Mérida (o en el de Astigi).
Como hipótesis más verosímil me inclino a pensar que un Septicius
fue reclutado como legionario en Italia, para participar en la guerra
civil, con César, y luego en las operaciones en el N. O. peninsular en
época augustea y ya como veterano se estableció en Augusta Emerita
cambiando su tribu por la Papiria, como está documentado en otros
muchos casos análogos, hacia el año 25 a. C., fecha de la fundación de
la colonia; veterano en torno a los 40 años, reclutado hacia los 19-21
años, pudo haber nacido en Italia en tomo al 65 a. de C. El reclutamiento de itálicos para las guerras de España era notable. Probablemente perteneció a la legión X Gemina. Un hijo suyo, otro Septicio,
Caius Septicius, siguió la profesión militar de su padre (hecho frecuentísimo y bien conocido) en la misma legión X; nacido hacia 28-25 a . C.,
reclutado entre el8 y el5 a. C. y veterano en 12-16 d. C. Un hijo, probablemente no el primogénito el de nuestro epígrafe, Marcus Septicius, nació hacia el cambio de era o pocos años después (1 a 5 d. C.),
alistado en 19-25 d. C., veterano hacia el 40 ó 45 d. C., lo cual concuerda con la datación propuesta para la inscripción.
Según las monedas veteranos preferentemente de las legiones V y
X poblaron Mérida en su fundación. La V se va de Hispania hacia el16
a. C., por ello me inclino por la X como legión en que sirvieron los tres
Septicios. El Marcus Septicius, ya veterano, establecido en Colonia
Patricia, pudo ser aquilifer de la legión X Gemina.
Al término del pr.esente trabajo sólo queda por señalar que, aparte
de los datos descriptivos, cuestiones sobre los caracteres externos y la
ordinatio, hemos ido proponiendo hipótesis tras hipótesis, discutiéndolas, rechazando y aceptando, para quedamos con las que nos parecen más probables. Quiero decir con ello que, ante la falta de datos
seguros, nos hemos apoyado en elementos laterales, indirectos, produciendo las hipótesis que nos parecen más verosímiles, dentro de
nuestra poca experiencia en asuntos militares romanos.
-380-
[page-n-388]
INSCRIPCION CORDOBESA DE UN AQUILJJI'ER
18
cio, aunque éste ya no se hallara en servicio activo. Ahora, a nuestra
mentalidad actual, nos parece lógico y humano que libertara a su
esposa y esclava lo más pronto posible, pero ciertamente la liberación
no tuvo lugar antes del nacimiento del hijo de ambos. Si Sabina era ya
liberta al incidirse la inscripción (condición no expresada en la lápida)
el aquüifer se hallaba todavía en servicio activo, pues hasta que no se
licenciara no podía legalizar su matrimonio. Pero si Sabina continuaba
sindo esclava, el aquüifer podía, teóricamente, tanto estar en activo
como ser ya veterano.
·
Las incertidumbres respecto a la carrera militar de M. Septicio y a
la condición de Sabina proceden de la, en apariencia, anormalidad del
texto de la inscripción, que en otros referidos a militares nos proporcionan regularmente información acerca del origo, unidad de pertenencia, grado y situación, aftos de servicio, recompensas, etc. Pero la
aparente anormalidad no es tanta si atendemos a que no nos hallamos
ante el epitafio de un legionario o de su mujer sino ante el de su hijo (a
quien se caracteriza suficientemente) y ante el título de una tumba
para sepultarse luego en ella la famma, según antes hemos ya recordado.
.
14. Tal vez por otro camino es posible obtener alguna luz. Así, a
favor de la situación de veterano del aquüifer cabe una reflexión sobre
el hecho (indicado en el epígrafe y ya observado) que construyera para
sí y su familia una sepultura en Córdoba. Esto sugiere que en sus cálculos para el futuro pensaba no moverse de Córdoba y terminar aquí
sus días. Si estuviera M. Septicio en activo sería el aquilífero de una
legión con cabeza permanente en Córdoba, en campamento fijo con su
capilla para las insignias legionarias, etc., pues se trataría del portador
de la enseña principal de una entera legión, no de la enseña de una unidad menor. Carecemos de cualquier dato acerca del asentamiento permanente en Córdoba de una legión en tiempos julicrclaudios, al
contrario. Lo dicho antes acerca de las posibles legiones, o unidades
de ellas, que pudieran habér pasado por Córdoba ocasionalmente no
favorece la idea de la existencia aquí de un asentamiento permanente
de alguna legión que estaba por el Norte peninsular. Pudiera pensarse
en una misión permanente de M. Septicio en la capital de la Bética
(como otros casos conocidos, p. e., en Tarraco), pero parece raro que se
confiara permanentemente al aquüifer en activo de una legión. En
resumen la estancia permanente en Córdoba de M. Septicio resulta de
difícil justificación si este legionario se hallaba en activo.
Lo más probable es que el aquüifer M. Septicio fuera un veterano
que a su licenciamiento se estableciera en Córdoba, por haber servido
un tiempo en esta capital (y haberle gustado), por ser Sabina de origen
- 379 -
[page-n-389]
MARCOS.- Inscrlpción cordobesa
LAM. I
·Inscripción romana de mármol blanco.
Reverso de la inscripción romana.
-381-
[page-n-390]
LAM. lJ
MARCOS.-l nseripción cor dobesa
...
.
.
-382-
.
.•.
: ·,
'
"\.~
[page-n-391]
PEDRO DE PALOL SALELLAS
(Barcelona)
UNA CANTIMPLORA DE BRONCE CON ESMALTES
DEL MUSEO
DE PREHISTORIA DE VALENCIA
Hace ya varios años, vimos en las colecciones del Servicio de
Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia un fragmento,
espléndido, de una cantimplora de bronce decorada con esmaltes en
amarillo, verde y azul. La pieza despertó nuestro interés, de forma que
solicitamos al entonces director del SIP, el doctor Domingo Fletcher,
autorización y documentación para publicar este excepcional ejemplar. Queremos, ahora, actualizar nuestro trabajo y ofrecerlo, en
homenaje al doctor Fletcher que tanta y tan excelente labor realizó al
frente de esta ejemplar institución que ha sido -y es- el SIP de la
Excma. Diputación de Valencia.
El bronce procede del término municipal de Belgida, Valencia, sin
contexto arqueológico alguno conocido. Se trata, pues, de un hallazgo
casual, de recuperación, sin otras noticias, lo cual es de lamentar
dadas las peculiaridades de excepcionalidad de la pieza (1).
(1) Esta pieu in¡rea6 en el Museo de Prehiatoria del Servicio de Inveeti¡aci6n Prehi8t6rica de la
Excma. Diputación d.e Valencia en 1962, junto con otros materialea donadoa por el que fue colaborador
del miamo don Mariano Jomet Peralea y no llevaba indicación de procedencia alguna, aunque por aer la
colección de objetos de B~l¡ida, ea caai aeguro su origen de algón punto de este tmnino mUDicipal
Quiero agradecer la autorización y loa datos para la publicación de ea te trabajo al Servicio de Inveatiga.
ci6n Prehistórica y a sua directorea don Domingo Fletcher Valla y don Enrique Pla Balleater.
-383-
[page-n-392]
2
P. DE PALOL SALELLAB
Constituye parte de una cantimplora de bronce, de la que se conserva la gran faja plana que une las placas circulares de la estructura
tronco-cilíndrica de la forma de cantimplora. Se conserva el hueco
para verter el líquido del interior del..r.etipiente, centrado -como es
normal- alas anmas de sujeción del asa. Esta, de forma en n omega,
está unida a estas anmas fijas a la pieza por otra anilla circular: forma
así una asa_perfectamente movible y articulada (fig. 1 y láms. 1 y ll).
Desgraciadamente no tenemos la parte opuesta de esta faja circular; no sabemos, por tanto, si pudo tener pequeños puntos de apoyo -en
caso de no tener colgado el recipiente-. Y, sobre todo, lamentamos la
desaparición de las dos grandes placas circulares que formaban las
dos paredes de este recipiente tronco-cilíndrico. Y lo lamentamos,
sobre todo, por ser el lugar donde con mayor riqueza habría existido la
decoración del mismo.
Fl¡, l.- DibuJo de la decoración del bronce de Bélglda.
Las dimensiones actuales son:
4 mm. de grueso de la placa de metal.
346 mm. de longitud de lo que de la pieza queda
En una restitución total se trataría de una cantimplora de:
16'6 cm. de diámetro aproximado.
-3S4-
[page-n-393]
CANTIMPLORA DE BRONCE CON ESMALTES
S
8'6 cm. de separaci6n del apoyo del asa.
6'1 cm. de anchura de la faja conservada.
El interés excepcional del ejemplar estriba, no s6lo en su forma y
funcionalidad, sino -sobre tOdo- en su decoraci6n en esmaltes sobre
bronce, en técnica de Kerbschnilt o Champleve, es decir, hueco en el
bronce relleno de pasta vítrea, en colores.
Constituye, todavía, un tipo de decoraci6n sobre el que no disponemos de estudios. Falta para nuestra Hispania romana un corpus de
bronces con esmaltes. Bien es verdad que ejemplares de la entidad y
tamaño de la cantimplora de Belgida son raros, incluso fuera de
España, mientras son más frecuentes pequeñas :ffbulas, placas de cintur6n, anillos y demás objetos de f\iuar personal; tampoco tenemos
excesiva bibliografia internacional sobre el tema.
La gran placa circular que constituye lo poco conservado de la cantimplora se decora con fajas paralelas con temas en esmalte. Se disponen simétricamente, a partir de una central, que corre en la zona
donde están soldadas las anillas del asa. Esta faja central -la más
compleja- está flanqueada a cada lado por otra ff\ia con temas de
espiga y, en los extremos de la placa, otra faja con triángulos, con tendencia a hojas vegetales con un simple estrangulamiento en su mitad
de forma que recuerda esquemas florales triangulares.
La gran ff\ia central está separada de sus dos laterales mediante
dos cordones lisos paralelos, lo mismo del extremo de la total decoraci6n, de manera que podemos decir se organiza en tres zonas -separadas por estos listeles o cordones-,~ ·central y dos laterales.
Estas constituidas por dos contiguas aunque diferenciadas. Esta distribuci6n responde probablemente a la necesidad de separar una anilla central de soporte al asa más que a una distribuci6n ornamental,
como veremos en otros ejemplares, por ejemplo, en Pinguente.
La decoraci6n se estructura así:
La faja central está constituida por una serie seguida de peñll más
o menos ovoide-plano, con los bordes exteriores con esquema ligeramente floral, con dos temas de tendencia triangular, a ambos lados,
dejando el espacio del medio ocupado por un tema romboidal que une
el 6valo - por su centro externo- con el borde de la ff\ia. Se trata,
pues, de un tema repetido con motivo floral. El interior del 6valo, con
esmalte en azul, contrasta con el fondo de la faja que se decora en
verde. A los dos lados de esta faja, después de cordones lisos, hay un
tema de espiga, muy simple, que recuerda elementos en terra sigiUata
- como veremos-. Las hojas de la espiga son estrechas y bastante
separadas, saliendo del tallo central, en el mismo punto en ambos
-385 -
[page-n-394]
CAN'IIMPLORA DE BRONCE CON ESMALTES
6
esmaltes y que -probablemente- es el mejor paralelo a la famosa y
conocida cantimplora de Pinguente (Istria), hoy en el Kunsthistorisches Museum de Viena (2) (láms. m y IV).
Ejemplos de cantimploras parecidas los tenemos -incluso en
tamaño más reducido, 75 mm.- desde el llamado «ungüentario» de la
necrópolis de Mérida (calle Furnier), junto a un cipo dedicado a C.
Valerius Soldus (3); o bien una «bulla» (50 mm.) de MagdeburgFerm.etsleben (4) decorada con círculos impresos y triángulos a la
manera de Belgida. Prescindimos de las versiones en TS, tanto Gálica
como Hispánica (forma 13), con.las diferencias normales de sujeción:
asas fijas a los lados del gollete, saliente.
El recipiente es de uso común, incluso en tiempos tardíos, no plenamente imperial, como el famoso «gourde» de Conceyreux (Aisne)
(5), con una de sus caras plana y una inscripción cristiana. Una investigación minuciosa podría informarnos claramente sobre el orígen y evolución del objeto, lo cual no nos proponemos en este momento.
Pero nos interesa, ahora, centrar el problema de la pieza deValencia con la famosa cantimplora de Pinguente (Istria), ya que probablemente se trata del único paralelo para la misma, según nos escribió,
hace años, el profesor Rudolf Noll de museo de Viena (6). Desgraciadamente hemos buscado inúltimente un anunciado trabajo del profesor Petrikovitz de Bonn (7), por lo que debemos vale~os de la bibliografla asequible.
Ante todo, el problema de paralelismos con la pieza de Istria, Pinguente, parece claro, aunque nó dispongamos de las dos grandes placas discoidales de la cantimplora, que en Pinguente están muy
bellamente decoradas, mientras que la faja que los une es más rica y
(2) (Inv. Nr. VI 1197), publicado por primera vez en 1883 por E. V. SACKEN, en Jehrbuch des
Kala. Kunetummlungen, 1, p6p. ·U y ea. Un afio deepuée también lo publicó DE LINAS, en Guette
.ArcMolo~t~~:· 188(, pép. US y a . A. RIEGL: «Spitr6miache Kunetindustrie», VIena, 1901 (tra·
ducci6n 1
de B. FORLAT! T.AMARO: «Industria artíatica tardorromana», Florencia, 1963,
p6p. 826 y ea., con abundante bibllografla (pi¡. 882). Agradecemoelu fotogratlea del Muaeo de Viena
al profeaor RudolfNoll Otraa notlclaa bibliogrtiicas en SCHULZ·ZAHN: «Du Ftlratengrab von Hu•
leben», en 1\0miach-Genneniv..he FOI'BChungen, 7, 1988, P4 87.
(S) «Mueeo Arqueol6¡ico de M6rida», en ~emoriaa de loe Mu1801 Arqueo16glcoe Provinciales,
19(2, Madrid, 19(8, p6¡. 1(9, l6.m. XLV, 2.
(() R KJES: t
und Funde, 21, Berlín, 1976, pq. 237, fi¡. l.
(6) J. PILLOY: «La gourde de Concevreux (Aiene)11, en BuDetin .Arc:Wolo¡ique, 1908, p6¡e.
(60yea.
{6) «Eine Parallele ll\1 uneerer emaillierten Fluche von P. kenne ich nicht, du apanilche Grafment
let die erate11 (Cilta de fecha 21 de junio de 1960).
(7) Conocemos el prop6eito del profeaor Petzikovitz de un «kleinea Buchll en la aerie «Noveeeium
Studien» que no conocemoe, eobre un ~to de vaaoa de eeta categoria (19661).
-387-
[page-n-395]
6
P. DE PALOL S.ALELLAS
variada en decorción en la pieza de Belgida. Incluso, desde el estricto
punto de vista ornamental, no creemos procedan de un mismo obrador
o de obradores cercanos, a pesar de ciertas semejanzas concretas.
En primer lugar, desde un punto de vista de la forma, el ejemplar
de Pinguente es más ancho que la pieza de Belgida, y menos rico en su
estructura. Así la propia asa en Pinguente es en plancha de perfil
recortado, placa terminada -en sus anillas extremas- en un botón
plano. L~ pieza de Belgida tiene tendencia amorcillada en el arco
extremo soldado a la pieza. También es distinta la manera de inserir el
gollete, troncocónico en Belgida y cilíndrico con anillos circulares
en Pinguente.
Por el contrario, la estructura del armazón de la cantimplora es
idén~co, lo que distribuye de forma semejante la decoración de la faja
anular: un elemento central -saliente en Pinguente y enmarcado por
dos cordoncitos en Belgida- de soporte de las anillas del asa. A partir
de este elemento, la decoración en ambas piezas se distribuye simétricamente .en dos fajas a ambos lados.
La decoración de esta gran pieza anular tiene pocas semejanzas.
Menos rica en Pinguente, donde se distribuyen unicamente cuadrados
y triángulos puramente geométricos, sin propósito alguno de estilización vegetal, ya bien desarrollados en los discos de la cantimplora. El
botón de cierre del vertedor con un tema también en triángulos en distribución radial normal con el esquema del vertedero cilíndrico quizás
pueda paralelizarse a la base del mismo en Belgida. A pesar de ello el
paralelismo es importante y es real.
Dos importantes problemas aparecen para el ejemplar valenciano
al desconocer totalmente su entorno arqueológico: son naturalmente
la cronología del objeto y el origen de su taller. De nuevo debemos
valemos del paralelismo bien cercano de Pinguente.
La cantimplora de Istria apareció en un conjunto de objetos de
cronología diversa. Las publicaciones antiguas son de 1883 y 1884 {8).
Según Riegl (9) se halló una moneda de Adriano, lo que hace imposible
colocar el ejemplar antes de la mitad del siglo ll d. J. C. Las noticias
que amablemente nos comunicó el profesor N oll señalan monedas de
Antonino Pio y sitúan la pieza desde la mitad e incluso hacia finales del
siglo ll. Riegl la utilizó para su valoración del Bajo Imperio en su
importante obra citada. Además del carácter estilístico dentro de la
cultura de La Tene, sigue preocupando no sólo en los trabajos clásicos
(8) Véase nota 2.
(9) RIEGL, op. cit. en la nota 2, pég. 332, habla de una moneda de Adriano.
-388-
[page-n-396]
CAN'IWPLORA DB BRONCE CON ESMALTES
7
de Fran~oise Henry (10), sobre todo, a través de las estilizaciones
vegetales del gran disco, señalándose -para ésta y para otras
piezas- claras semejanzas con elementos ornamentales precisamente
del siglo n, en los talleres de sigillata centro europeos (11).
De seguir, por tanto, esta pauta cronológica, deberíamos colocar el
ejemplar de Belgida no antes de finales del siglo IT d. J. C. Queda esta
posibilidad simplemente como una pura hipótesis de trabajo; quizás
susceptible de confirmación si comparamos ciertos elementos con
pequeíias ffbulas o placas -dos de ellas en Clunia, hallazgos casuales
inéditos- en ambientes evidentemente anteriores al Bajo Imperio.
La procedencia de taller del ejemplar es muy dudosa. Creemos
que sería preciso filiarlo a algunos de los centros renanos de fabricación de estos esmaltes, ya señalados por Henry (12), aunque en su
estudio de los talleres británico-galos le quedaban totalmente fuera de
contexto piezas tan imQOrtantes ~omo la misma pieza de Pinguente. El
trabajo de Henry, en cierta manera ya tradicional, valora básicamente
los núcleos británicos vinculados estrechamente a la toréutica de La
Tene (13).
Hay algún elemento que nos permite una cierta aproximación a los
ejemplares conocidos. Quizás para la pieza de Belgida, interesa el
friso de hojas horizontales en espiga. Henry publica un cubilete de
Benevento, hoy en el Museo Británico de Londres. La comparación de
sus elementos ornamentales -entre ellos el friso de hojas horizontales
en espiga- le lleva a vincularlo a las fábricas de TS de Lezoux, precisamente en su primer período del tercer cuarto del siglo 1 (14) y piensa
en un taller gálico para la pieza. Es evidente la conexión del tema de
Belgida con el de Benevento, pero el esquema plástico y la técnica son
totalmente diferentes. No creo ninguna posibilidad de vinculación, ni
de taller, ni de cronología.
A la vez el tema de espiga aparece más claro y parecido en una
pequeña placa de cinturón de Brought (Westmoreland) (15) del
(10) F. HENRY: «Émaill8Ul'll d' Occident». en Pliblatoire, n-1, Paria, 1968, pip. 66 y aa. Sobre
Pinguente, páaa. 141-148. No exchzye un oñ¡en «oriental».
(11) HENRY, op. cit. en la nota anterior, pág. 108, fig. 26, por ejemplo.
(12) HENRY, op. cit. en la nota 10, p6.¡. 1.(6,
(13) Probablemente eata caracterlstica de eatilo aea uno de loa ru¡oe dllerenclalee con la
pina valenciana.
(H) HENRY, op. cit. en la nota 10, pág. 108, 1ig. 28.1 Se trata de una pina mucho mú 41clúica>~ y
anti¡ua que lu plezaa de Pinguente o de mlgida; IU decoraci6o ea todavía m.ú correcta y natmalieta, a
la manera de la TS Plica.
(16) HENRY, op. cit. en la nota 10, p6g. 11.(, fig. 27, 2 y S.
-389-
[page-n-397]
PALOL.- Cantlmplora de bronce
LAM.ll
Fragment.o de la cantimplora de Bélgida.
Museo Británico de Londres, igualmente en otras menores de Chesters (Chorthumberland), quizás de un taller del Sur de Inglaterra de
cronología posterior al122, fecha adrianes de la creación de la famosa
muralla en la Gran Bretaña; pero tampoco es suficiente este ejemplar
para pensar en orígen y cronología del ejemplar de B elgida.
En todo caso, y de forma provisional, nos atreveríamos a fechar
hacia finales del siglo TI d. J. C. el ejemplar valenciano y pensar en un
orígen mejor renano que inglés, dadas las conexiones existentes entre
ambos centros de fabricación, y, sin lugar a dudas, vincular la pieza al
gusto de los militares romanos por el color brillante, lo que puede propiciar - sin dudas- la aparición de obradores semejantes en lugares,
al parecer, distantes como las Islas Británicas -con tan fuerte tradición de La Tene- o centroeuropeos no desvinculados, además, de
influjos orientales como ya señaló también Henry.
- 390 -
[page-n-398]
CANTIMPLORA DB BRONCE CON ESMALTES
9
Prospecciones en Belgida podrán, quizás, proporcionarnos el horizonte arqueol6gico-hist6rico que falta a este excepcional ejemplar.
Mientras que un inventario y estudios de todos los bronces con esmaltes aparecidos en Hispania podrían ayudarnos a filiar el origen de uno
de los más importantes y bellos ejemplares de esta técnica. Sirva este
avance y esta sugerencia para promover el estudio de un tipo de objetos olvidados en nuestra arqueología.
-391-
[page-n-399]
PALOL.- Cantimplora de bronce
Parte supe a
·ior de la can timplora de Ping uente. (Foto, Museo de Viena.)
- 392 -
[page-n-400]
LAM. IV
PALOL.- Cantimplora do bronco
Lateral de la cantimplora de Pin.g uente. (Foto, Museo de Viena.)
-393 -
[page-n-401]
[page-n-402]
..
1
INDICE S
POR
HELENA BONET ROSADO
y
ENRIQUE PLA BALLESTER
[page-n-403]
INDICE DE LUGARES
Abauntz, cueva (Arrais, Navma): 69 y 70.
Pagea (Francia): 74.
Abrl Dufour (Francia): 74;
Adra, municipio (Almerla): 36.
Africa: 71, 76, 77, 339, 37-', 377 y 378;
del Norte: 71, 75, 77,
Agoet, municipio (AlacaD~: 221 y 227.
A¡rl(ento (Sicilia, It:alia): 338 a UO.
A¡ri(entwn, hoy A¡ri¡ento (Sicilia, Italia): V6aae «Agri¡ento».
A¡uaa, río (Teruel): 161.
su, 377 y 378.
A¡udo, Pico (Torree Vedras, Estremadura, Portup]): Vwe «Pico Agudo,..
AauJla, Pe6a del (Muflop]indo, Avila): V6aae «Peftadel Acufla>t.
A¡ul)ar de Camp6o, municipio (Palencia): 185.
A¡ullana, municipio (Girona): 1U .
Ahumado, covacho (El Mortero, Alac6o, Teruel): 105 y 106.
Aiene, departamento (Francia): 387.
Ain, depertamento (Franc:la): 72 y 73.
Aitana, alexra (Alacant): 91 y 115.
Akragu (Sicilia, Italia): V6aae «Agri¡entwn».
Alacant, municipio (Alacant): 86, 81 y 82.
Alacant, provinqia; 11, 86, 40, 41, 81 a 88, 86, 87, 89 a 92, 94, 96, 97 a 122, 1-'1, 164, 167, 176,
186, 188; 211,214,216,217,218,221,223,226,227,280,234,286, 2-'4, 263, 264, 267,
268, 270, 278, 282, 299 a 809, 317 y 324.
Alao6n, municipio (Teruel): 105 a 107, 114.
Alag6n, municipio (Zaragoza): 87 y 42.
Alamillo, El (Berlanga, Badajoz): 142.
Alava, provincia: 183, 161 y 173.
Albacete, ciudad (Albacete): 2(4.
Albacete provincia: 45, 81 a 88, 86 a 89, 94, 108, 180, 186, 206, 210, 212, 217, 221, 226, 227,
230, 285, 2i4, 259, 26(, 266, 267 a 270 y 276.
Albalate del Anobi.lpo (Teruel): 96 y 96.
Albarrac:ín, municipio (Teruel): 83, 86, 87, 106 y 108 a 111.
Alboloduy, municipio (Almerla): 167.
Albufera, 1qo de la (Valencia,); 82.
Albufereta, necr6poli.l de La (Alacan~: 23-' y 286.
Alcacar do Sal (Eatremadura, Portugal): 313.
-397-
[page-n-404]
AlcaiDe, municipio (Teruel): 111.
.
AJ.caa. cerro de (Mancha Real, Jaén): V6aae «Cerro de AlcalA;
; Cabezo de (Azai..
la, Teruel): V6aae «Cabezo deAlcalP;
de Heneree, municipio (Madrid): 134;
- - - - de Xivert, municipio (Cutell6): 8 y 10.
Alcanadre, rio (Hueeca): 160, 167 y 173.
Alcafli&, municipio (Teruel): 83, 87 y 171.
Alcuaba, La (Badejoz): 1«.
Alooi, municipio (Alacan~: 36, 40, 41, 83, 87, 89, 90, 92, 94, 97 a 122, 164, 204, 211, 216, 226,
226, 299 a 806, 309 y 817 y 324.
Alcoy, municipio (Alacant): V6aae «Alooi».
Alc:tidia, La (Eix,.Alacant): 210, 217, 218, 280 y 282.
Aldeaquemada, municipio (Ja6n): 89.
Alemania: 169, 289, 841, 855, 875 y 887.
Alentejo, re¡i6n (Portupl): 66 y 69; - - - - B!Üo, provincia (Portugal): 38, 66 y 69.
Al¡arve, provincia (Portugal): 36, 39, 184, 187 y 1«.
Al(b, rio (Zaragoza): 161.
Alicante: V6aae «Alacant».
Aijaraque, municipio (Huelva): 144.
Aijoroque (Antaa, Almena): 133.
Almenar, municipio (Lleida): 178.
Almerie, provincia: 35 a 37, 39 a ·U, 112, 168, 167 y 176.
Alpera, municipio (Albacete): 87, 89, 94 y 110.
Alt Ur¡ell, comarca (Lleida): 161, 169, 170 y 172.
Alte Andalucía: 177, 179, 192 y 242.
Altamlra, cueva de (Santillana del Mar, Cantabria): 66 y 69.
Alto Cbac6n (Teruel): 298, 303,309 y 316;
GaroDa, departamento (Francia): 170.
Allavou, hoy Ala¡ón (Zara¡oq): 299.
Alloza, municipio (Teruel): 285, 304, 307 y 316.
Amarejo, cerro del (Bonete, Albacete): 186.
Ampla de Monteó, cueva (XAhia, Alacant): 104 y 112.
Ampurdú¡, comarca (Girona): VW. ~porci6>t.
Ampuriaa (La Eaeala, Girona): VW. «Empórlee».
Anatolia (Turquia): 118.
Andalucía: 38, 133,173, 177,179, 192 y242;
Occidental: 38;
OrieotaJ:
88, 133 y 173.
Andilla, municipio (Valencia): 9.
An¡l6e, municipio (Girona): 174.
Antaa, municipio (Almena): 40, 122 y 163.
Aquitania, comarca (Francia); 42, 167, 285, 314 y 820.
Ara¡óu, Btijo: V6aae «Btijo A.ragón».
Arin, valle d.e (Lleida): 160, 169 y 170.
Ararla, cueva de la (Bicorp, Valencia): 83, 87 a 9Q, 101, 114 y 116.
Arafw del Carabaaf, Laa (Santa Pola, AlacanQ: 82.
Araya (M6rida, Ba~oz): 144.
Archena, municipio (Murcia), 5 y 40.
Ares del Maestre, municipio (Caste116): 87 y 111.
Areuo (Toscana, Italia): 216 y 248.
Ar¡ar El (Antaa, Almeña): 40, 112 y 163.
Ar¡elia: 75 y 182.
Ar¡entario, monte (Linares, Jaén): V6aae «Monte Argentarlo».
departamento (Pnmcia): 72 a 74, 76, 88 y 170.
Arjona, municipio (Jaén): 2«.
Arp6u, cu.eva (Cohmao, Hueaca): 86 y 168.
Ari~ge,
Aru~ (Francia): 74.
Arrai& (Navarra): 69 y 70.
Aaooli (Italia): 290, 291 y 314.
-398-
[page-n-405]
AaJa: .a, -'8, 77, 218 y 22o;
Meuor. -'8, 218 y 220.
Altl¡l. hoy Ecija (smn.): 374, 380.
Alturiu, Principado de: -'9 a 51, 53, 5-', 66, 69, 72 y !U.
Atalaya, La (Valtierra, Navam): 137, 1«, 165 y 173.
Ateaua (Teba la Vieja, Córdoba): 167.
Atenaa: 855.
Aude, departamento (Francia): 8-', 86, 87, -'!, 165, 1U , 296, 297, 299 a 806, 808 y 815.
Au¡uata Em6rita. hoy M6rida (Bad$1): V6aae «Em6rita Au¡uatalt.
Auatr:la: 382, 877 y 887.
Aveyron, departamento (Francia): 8-', 10. y 170.
Avila, provincia: Ul, 161, 173 y 185.
Ayna, municipio (Albacete): 86.
Asaila, muoicipio (Teruel): 87, •o. 2-'2, 282, 296, 298 a 808 y 816.
Azambqja (Eatremadura, Portu,gal): Ul.
Azogue, Prado del (Aldeaquemada, Ja6n): 89.
Azulee, cueva de loa (Can¡u de Onía, Asturias): 72.
Ba~oz. ciudad: 138.
Ba~oz. provincia: 128 a 1-'6, 180, 182, s•o. 880 y 387.
Badilco, Porto (Otranto, Italia): V6ue «Porto Badiac:o». .
Baena, municipio (Córdoba): 268.
Baixo Alemtejo, provincia (Portu,gal): 88.
B~o Alentejo {POl'tupl): V6ue 4
•o. 168,160,161, 165, 167, 169, 170, 172, 178 y175;
Guadalquivir, comarca
(And,alucía): 188;
Rln, departamento (Francia): 169.
Bala¡uer, municipio (Ueida): 168, 168, 166, 178 y 268.
Balalote, municipio (Albacete): 267, 268 y 270.
Balaa de Cell.cento, Abrf&o de la (Bicorp, Valencia): 92 y 98.
BalearM: -'0, -'6, U7 a 166 y 860.
Bdoe de la Muela, necrópoli.e de loe (Cutulo, LiDarea, Ja6n): 179, 182 y 187 a 190.
Baqueira, Pie de (Baqueira-Beret, lleida): 170.
Baqueira-B8l'8t, mUDicipio (Ueida): 170.
Barcelona, ciodad: 268, 261 a 278, 286 y 888.
Barcelona, pi'O\'incia: 86, 10-', 169, 160, 171, 178, 1?-', 267, 268, 261 a 278, 285, 297 a 302, 806
a 809, 816 y 816.
Bari& mtmic:ipio (ValeDcia): V6ue «:Bal:D.
Bardal, PeA& del (D"ao Alvaro, Avila): V6ue «Pefla del B~.
Barrene de Benial{ (Vall d'AlcalA, Alacant): 92 y 116;
de la GuuDa (Aree del Maeetn, Cutell6): V6ue «Guulla, barranc ·de la»;
de l'lnfem (Fleix, Vall de
La¡uar, Alacent): 92;
de Mald (Cutell de Cutellt, Alacent): 92.
Barroa, comarca de 'nerra de (Badlijos): V6ase «Tierra de BarroP.
Barx, municipio (Valencia): 9-'.
Butida de lee Alcuaee, La (Moixent, Valencia): 8 y 11.
Butetenia: -'1 y 806.
Buaea Pyr6n6ea, departamento (Francia): 66 y 66.
Bua, municipio (Granada): 180, 182, 18-', 210, 286, 2-'0 y 276.
Beceite, municipio (Teruel): 168.
Bechí, municipio (Cutell6): V6ue «Betlí».
B6l¡lda, municipio (Valencia): 888 a 898.
Benaoj6n, mtmic:ipio {MAlap): 5.
Benual, municipio (Cutell6): 300, 806 y 816.
Benevento (Campanfa, Italfa): 390.
Benid (Vall de GelUnera, Alacent): 92 y 116.
Ben1arr6e, municipio (Alacent): 88, 86, 90; 9-', 112, 118 y 117.
Benlcadell, aierra (Alacent;. Valencia): 91 y 116.
Benldonn, muoiciplo (Alacant): 2«, 803, 806, 807, 809 y 816.
Benima.aaot, municipio (Alacent): 92.
- 399-
[page-n-406]
Berbeia (Alto Ebro); 161.
Berguedl, comarca (Barcelona): 171.
Berlanp, municipio (Bad$z): 142.
Berlín: 11 y 865.
Bernorio, monte (Aguilar de Camp6o, Palencia): Vwe «Monte B~.
Berroberia (Navam): 76.
Besnate (Vareee, Italia): 76 y 78.
Bee6e, do (Barcelona): 160.
Betlca: 37, 8-'2, 360, 361, 363 y 377 a 380.
Betlí, municipio (Castell6): 8, 296, 298, 299, 806, 807 y 816.
Beyruth (Ubano): 882.
Bicorp, municipio (Valencia): 81, 88, 87, 89 a 91, 98, 9-', 101, 11-' y 116.
Bfibilil, hoY Calatayud (Zaragoza): 382.
BID6fer, municipio (Hueaca): 30-' y 816.
Blanquefort-a~Briolance (Lot-et-Garonne, Francia): 88 :y 87.
Bogarra, municipio (Albacete): 221.
Bonete, municipio (Albacete): 186.
Bonn (Alemania): 887.
Bordi¡hera (Liguria, Italia): 7.
Borgofta, comarca (Francia): 169.
Borle del Rey (Blanquefort-aur-Briolance, Lot-et-Garone, Francia): 88 y 87.
Bozriana, municipio (Caatell6): 116 y 167.
Bouio~ municipio (Caatell6): 82, 30-' y 807.
Botiquerla dela Moroe (Ma.zale6n, Teruel): 118.
Botorrita, municipio (Zaragoza): -'1, -'2, 290 y 814.
Breaaol de la Mare de Deu (CorreA, Barcelona): 169 y 171.
Brou¡ht (Weatmoreland. Inglaterra): 390.
Buf)o~ manicipio (Valencia): 30.
Burgoe, provincia: 186 y 889.
Burrlana, municipio (Caatell6): Vwe «Borrian.a».
Cabanea, municipio (Caatell6): 36, 800, 802 y 316.
Cabecioo del Tesoro (Verdolay, Murcia): 2U, 217, 218, 220, 226, 280, 276, 278 y 286.
Cabeza, cerro de la (Valenciana de la Concepción, Sevilla): 106.
Cabezo de AlcalA (.Asaila, Teruel): 282; ·
del Caacarqjo (Alcafliz, Teruel): 171;
de Monle6n (Cupe,
- - - - Lucero (Rojalea, Alacant): 2« y 26-';
Zaragoza): 160 y 168;
delPalomer(Oliete, Teruel): 282
del1lo
Pío (Archena, Murcia: 6.
Cabril, cerro (Valencia de la Torre, Badajoz): V6aae «Cerro Cabril».
C,diz, provincia: 134.
.
Cal Conill Groa: 171.
Cal Pallot: 171.
Calabria, regi6n (Italia): 74.
Calaceite, municipio (Teruel): 168, 306 y 306.
Calanda, municipio (Teruel): 286.
Calapat6 (Cretas, Teruel): 83 y 87.
Calatayud, municipio (Zaragoza): 332.
Caldona, Molino de (LIDaree, Ja6n): Vwe «MoHno de Caldona».
Calle Fumier (M6rida, Badajoz): 887.
Camallera, municipio (GÚ'Ona): 174.
Camargo, municipio (Cantahria); 66 y 69.
Camaa, municipio (Sevilla): 38.
Cambra, Puntal de (Villar del Arzobispo, Valencia): 16-'.
Cambridge (In¡laterra): 366.
Caminreal, municipio (Terue]): 279 a 287.
Campania, re¡ión (Italia): 390.
-400-
[page-n-407]
Campapo, municipio (Alacant): 802,808 y 317.
Campico de L6bor (Totana, Murcia): 185.
Campo Real (CIU'DI.ODa, Sevilla): 183.
Can Miuert (Terruaa, Barcelona): 1u•.
Can Roig Nou (Felanitl, Mallorca): 148, 160 y 161.
Candamo, municipio (Asturiaa): 69.
Canet lo Rol¡. municipio (Caetell6): 802, 306, 807 y 816.
Cangu de Onfa, municipio (Aaturiaa): 72.
Cantabria: 35, 51, 66, 69 y 72.
Cantal, departamento (Francia): 170.
Cantoe de la Vilera (Yecla, Murcia): 83, 87, 89, 90, 96, 114, 116 y 118.
~amel (Capdepera. Mallorca): 147 y 160.
Caflada de Marco, La (Alc:aine, Teruel): 111.
Capadocia (Turquía): 877.
Capdepera. municipio (Mallorca); 147 y 160.
Capri (Italia): 72.
Capeec, municipio (Girona): 174.
Carabuf, Lu Arafw del (Santa Pc;¡la, Alacant): Véue «Arafw del Carabaal».
Carambolo, cerro del (Camas, Sevilla): 88.
CardefMlea, municipio (Avila): 161, 173 y 186.
Caridad, partida de la (Cam.inrW., Teme!): 279 a 287.
CIU'DI.ODa, municipio (Sevilla): 183 y 167.
Carmmtwn (Austria): 377.
Carta¡ena, municipio (Murcia): 82.
Cartagena, Clleva de La Moleta de (San Carlos de la &pita, Tarragona): V6ue «Moleta de Carta-
gene, La».
Cua Blanca, necrópolis de (Linares, Jaén): Véase «Cuablanca».
Cuablanca, necr6polia de (LiDarea, Jaén): 179, 189 y 191.
Casares, Clleva de loe (Ribaa de Saelicea, ~ara); 62, 68 y 86.
Cuu de Reina, municipio (Badajos): 142.
Cucanijo, Cabezo del (A.lcafaiz, Temel): 171.
Cupe, municipio (Zaragoza): 160, 163 y 171.
Cuaerea, municipio (Tarragona): ·162.
Cutelillo, El (Alloza, Temel): 286.
Cutell de Caatella, municipio (Alacant): 85, 91 y 92.
Cutellar, Ereta del (Vilafranca, Cutell6): Véue «Ereta del Cutellar».
Cutellazo, El (Robles, Hueaca): 173.
Cutellet, El (Moixent, Valencia): 200.
Cutalleta, Ela (Mequinensa, Zarqoza): 173.
Cutellnou de Baaaella, municipio (Lleide): 171.
Caetellnovo, municipio (Cutell6): 6 y 8.
Cute116, provincia: 6, 8, 10, 46, 82, 87, 95, 111, 118, 161, 166, 167, 176,296 a 310, 816, 317,
320 y 322.
Caetell6n, provincia: V6ue «Cutell6».
Cutellonea de Ceal (Hinojaree, Jún): 180, 182 y 184.
Cutiltierra (Segovia): 6.
Cutillarejo de loa MOI'OII (Andilla, Valencia): 9.
Cutu1o (Linares. Jaén): 36, 177 a 197, 298, 300, 302 a 804, 806 y 309.
Catalun,ya: 41, 94, 131, 160, 161, 165, 166 y 173 a176.
Cataluya: V6ue «CÍltalun,ya>t.
Catedral de Valencia: 10.
de lu Fuentes, municipio (Valencia): 298,
Caudete, municipio (Albacete): 2«;
800, 301 y 317.
Causes, macizo de Lea (Francia): 170.
Ceal, Loa Cutellonea de (Hinojarea, Jaén): V6ue «Cutellonea de Ceal».
Cehegín, municipio (Murcia): 82 y 96.
-401-
[page-n-408]
Ceja de Piezamxlilla (Torm6n, Teruel); 89.
CerdaD.Ya, comarca de La (Lleida): 160, 161, 169, 170 y 172.
Cerdafla, comarca de La (Lleida)): V6aae «Cerdanya>t.
Cerdefla (ltallá): 68.
Cerrada de Eudovigea (Alac6n, Teruel): V6aae «Eudivigea, Cerrada de».
del Almarejo (Bonete, Albacete): V6aae
Cerro de Alcal! (Mancha Real, Ja6n): 2.(4;
Cabril (Valencia de lu Torree, Bad.!Qoz): I
de loa Smtoa (Montealegre
del Caetillo, Albacete): 43, 210, 236 y 276.
Cerv~re. Paeo de (Eapafla-Francia): 160.
Cieza, municipio (Murcia): 83.
Cigan-alejo, necr6polia de El (Mula, Murcia): 40, 188, 209, 214, 216, 217, 220, 226, 226, 230,
236, 274, 276 a 278, 302, 306, 307 y 317.
Cinca, no (Hueac:a): 160, 167 y 173.
Cinco Villas, comarca de las (Zaragoza): 173.
Cingle de la Mola Remigia (La Gaaulla, Ares del Maestre, Caatelló): 110.
Cinto de la Ventana (Dos Aguas, Valencia): 90.
Cirta (Afric:a): 339.
Ciudad Real, provincia: 226.
Civil, cueva del (Valltorta, Caatell6): 93.
Cloeoa de Can Gai8, Ea (Felanitx, Mallorca): V6aae «Ea Cloaoa de Can Gail».
Clunia (Peflalba de Castro, Burgos); 389.
Cocentaina, municipio (Alacant): 81, 83, 86, 87, 91, 94, 96, 98 y 116.
Cocina, cueva de la (Doa Aguas, Valencia): 59 a 79, 83, 86, 86, 91, 94, 97, 98, 114 a 116 y 118.
Codonyet de BerguedA (Barcelona): 171.
Cogotaa, La.a (Cerdel\oaa, Avila): 161, 173 y 186.
Cogul, municipio (Lleida): 36 y 111.
Coimbra de Barranco Ancho (Jumilla, Murcis): 204, 209 a 211, 213 a 216, 226 y 229 a 266.
·
Colada de Monte Nuevo (Olivenza, BacUijoz): 148. .,
Colina de loa Quemadoa (Córdoba): V6aae «Quemadoa, colina de loa».
Columna de loa Fueros (Pamplona, Navma): 319.
Colungo, municipio (Hueac:a): 86 y 163.
Coll d'en Bertrin, Foaa del Moro del (Cortiuda, Peramola, Uelda): 172;
de
Creua (Gabana, Lleida): 169;
del Moro (Gandeea, Tarragona): 168, 171
y 173.
Concevreux (Afane, Francia): 387.
Conc:haa. cueva de laa: 82.
Conill Groe, Cal: 171.
Conteatania: 40, 41, 117 y 223.
Contrebia Belaiaca (Botorrita, Zaragoza): 42, 290 y 314.
Convento de loe Trinitarios (Llíria, Valencia): 843.
Conventus Tarraconenaia: 844 y 346.
Copenhaguen (Dinamarca): 368 y 360.
Córdoba, ciudad: 261 a 367 y 382.
Córdoba, provincia: 167, 244, 263, 269, 261 a 367 y 382.
Cornisa Cantábrica: 72.
C01Tal de Mora (Uncaatillo, Zaragoza): 172;
deJa Mora (Cinco Villas, Zaragoza):
173;
de Saua, necr6polia del (Moixent, Valencia): 199 a 229, 243, 246 y
248.
Correá, municipio (Barcelona): 169 y 171.
Cortes, municipio (Navarra): 163 y 166.
Cortijo de las Sombras (Frigiliana, M!laga): 182.
Cortinalea, Loa (Vlllalranca de los Barroe, B~oz): 126 a 146.
Cortiuda (Peramola, Ueida): 172.
Cortona (Arezzo, Toscana, Italia}: 248.
Corta, necr6pol.ia de lea (Empól'iea, La Escala, G.irona): 218.
-402-
[page-n-409]
Corufla, La: V6ue «La Co~Wa».
Coeenza (Calabria, Italia): 7~.
Coetalena (Maella, Zaragoza): 117.
Cova Foeca (Vall d'Ebo, Alacant): 86 y 91; - Fosca (Vall Torta, Cutell6n): 94;
Negra(XAtiva, Valencia): 9;
del' Or(Beniania,Alacant): 83, 86,90,94, 112,113
y117;
de1Parpall6(Gandía, Valencia): 62,64, 69, 70, 76,86y94;- -- de lee Ratee Peuadee (Rhtova, Valencia): 9;
del Toaaal de la Roca (Vall d'AlcalA, Alacant): 94.
Covee Rojee (Benimauot, Alacant): 92;
de VmromA, municipio (Cutell6): 299, 804
y 3 16.
Coy (Larca, Marcia): 209 y 214.
Cretu, municipio (Teruel): 83 y 87.
CreUB, Coll de (Gabarra, Lleida): 169.
Crevillent, municipio (Alacant): 166 y 176.
Crevillente, municipio (Alacant): V6aae ((Crevillent».
Criadero, El (Villafranca de loa BIU'l'Oa, Badajoz): 124.
Cruz, cerro de la (Cortes, Navarra): 168 y 166.
Cuelgamw-ee, municipio (Zamora): 141.
1
Cuenca, provincia: 88.
Cueto de la Mina (Poaada, Llanera, Aeturiae): 69.
Cueva del Mal Puo (Cutellnovo, Cutell6): 6 y 8.
Chaffoie (Jura, Francia): 169.
Chaparros, loa (Albalate del Arzobispo, Terue]): 96 y 96.
Charco del Agua Amarga, Val del (Alcafli.z, Teruel): 83 y 87.
Charente, departamento (Francia): 74 y 76.
Cbatal H(\y(lk (Anatolia, Turquía): 118.
Cbav6ria (Jura, Francia): 169.
ChermaniDo (Hueaca): 163.
Chestere (Chorthumberland, Inglaterra): 390.
Chinchilla del Monte Arag6n. municipio (Albacete): 180, 206, 210, 212, 226, 264, 266 y 269.
Chipre: 84.
Chiva, municipio (Valencia): 9.
Chorthu:m.bed.and (ln¡laterra): 890.
Dalmacla (Yu¡oelavia): 877.
Danubio, rlo: 86 y 377.
Deloa (Grecia): 832 a 384.
D6nia, municipio (Alacant): 801 y 806.
Deepeftaperroa, deafiladero (Ciudad Real-Jabn): 226.
Deva, municipio (Guipózcoa): 68.
Diego Alvaro, municipio (Avila): 141.
Dios, Huerta de (Caau de Reina, Badajoz): V6ue «Huerta de Dios».
Dinamarca: 868 y 360.
Dofta Clotllde, covacho (Albarracín, Teruel): 106 y 107 a 111.
Dordofta, departamento (Francia): 71, 73 y 74.
Doa Aguas, municipio (Valencia): 69 a 79, 83, 86 a87, 90 a 92, 94, 97, 98, 108, 114 a116 y 118.
Doube, departamento (Francia): 169.
Dufour, abrigo (Francia): 74.
Ebro, rlo: 86, 36, 86,178, 174y188;
Valle Medio del: 167 a 176;
B!Qo,
comarca: 160.
Ecija, municipio (Sevilla): 374 y 380.
Edetania: 41.
Egadi (Sicilia, Italia): 7 4.
Egea de loa Caballeros, municipio (Zaragoza): 87, 41 y 42.
Egeo, mar: 118.
Eivieaa: 40, 46 y 286.
-403-
[page-n-410]
Elche, municipio (Alacant): v6ase «Eix».
El-Mekta (S6hara, Marruecoa): 75 y 78.
Elne (Perpifl!o, Pirineoe Orientales, Francia): 299 y 302.
~lvillar, municipio (Alava): 173.
Elx, municipio (Alacant}: 4{), 186, 217, 218, 223, 230, 235, 276 y 282.
Emérita Au¡usta, hoy Mmda (Ba~oz): 34{), 374 y 380.
EmpordA, comarca (Girona): 160 y 173 a 175.
Emporion: V6ue «Empóriee».
Emptiriee (La Escala, Girona): 37, 161, 172, 213, 227, 297 a 309, 315 y 331 a 386.
En¡uera, municipio (Valencia): 291, 295, 296, 299, 802, 308, 305, 806, 809 y 817.
Ena6rune (Niuan, H6rault, Francia): 37, 40, 41 y 297 a 309.
Ereta del Castellar (Vilafranca, Caatell6): 9;
del Pedrepl (Navama, Valencia): 9.
Ermita de la Virgen de laa Cuevas (Camin.real, Teruel): 279.
E a Cloaoa de Can GaiA (Felanitx. Mallorca): 150.
Ea Roaaelle (Felanitx Mallorca): 150.
Escala, La, municipio (Girona): 37, 161, 172, 218, 227, 297 a 809, 815 y 881 a 336.
Eacobedo (Camargo, Cantabria): 66 y 69.
Escocia (Gran Bretafla): 320.
Eecodinee Altea (Mazaleón, Teruel): 162;
Balxee (Mazaleón, Teruel): 162.
Eecoural, cueva (Evora, Alto Alemtejo, Portugal): 66 y 69.
Eegaravita, La (Alcalá de Henares, Madrid): 134.
Eemima (Turquía): 832.
Esparta (Grecia): 228 y 355.
Espejo, municipio (Córdoba): 244.
Estacar de RobariDaa, necrópolis de El (Caetulo, Linares, Ja6n): 177 a 197.
Estremadura, región (Portugal): 112, 141 y 313.
Etruria (Italia): 217.
Eudovigee, cerrada de (Alac6n, Teruel): 114.
Evora (Alto Alemtejo, Portugal): 66 y 69.
Extremadura: 123 a 145.
Eyziea, Lee (Dordofla, Francia): 7 4.
Fabara, m.wúcipio (Zaragoza): 160.
Fados, Las (Perpieuz, Aude, Francia): 174.
Faleet, municipio (Tam¡ona): 85 y 94.
Faro (Alpve, Portugal): 137 y 144.
Felanitx. municipio (Mallorca): 148, 150 y 151.
Felci, Grotta delle (Capri, Italia): 72.
Fenelloea, La (Beceite, Teruel): 168.
Ferredeira (Faro; Algarve, Portugal): 137 y 144.
Fígole, municipio (Barcelona): 159.
Fllador, cueva del (Margalef, Tarragona): 75, 85 y 94.
Flandi, Maa de (Calaceite, Teruel): 168.
Fleix (Vall de Laguar, Alacant): 92.
Flumen, rlo (Hueeca): 160 y 178.
Focea (Asia Menor): 220.
Foiea, necr6polia de Lee (Manuel, Valencia): 9.
Fontibre (Hermandad de Camp6o Sueo, Cantabria): 85.
Fosca, Cova (Vall d'Ebo, Alacant}: V6ue «Cova Foe~.
Foua del Moro del Coll d'en Bertrén (Cortiuda, Paramola, llelda): 172.
Fouaret de la Catedral, El (Valencia): 10.
Frap. municipio (Hueeca): 297 a 299, SOS y 815.
Francia: 34, 86, 87, 4{) a.t2, 55, 56, 6-i, 71 a 7-i, 76,83 a85, 88, 94, 108, 104,159 a161,165, 167,
169, 170, 172 a 17-i, 220, 285, 296 a 309, 31-i, 815, 819, 320, 887 y 890.
Frare, cueva del (Matadepera, Barcelona): 104.
Frigiliana. municipio (Müaga); 182.
- 404-
[page-n-411]
Fuente del Maestre, municipio
86 y 163.
(Ba~);
124;
·
- - - del Trucho (Colungo, Huasca).
Gabarra, municipio (Lleida): 159.
Galera, municipio (Granada): .O, 167, 184, 234, 257 a 260 y 263.
G6l.lego, rfo (Huasca-Zaragoza): 161 y 173.
Gandeaa, municipio (Tarra¡ona): 168, 171 y 173.
Gandía, municipio (Valencia): 62, 64, 69, 70, 75, 86, 94 y 112.
Garcel, El (Antu, Almeda): 112.
Gard, departamento (Francia): 104.
Garona, do (Espafla.Francia): 160.
Gaaulla, barranc de la (Ares del Maestre, Cutell6): 85 y 111.
Gay, abti¡o (Ponciu, Ain, Francia): 72 y 73.
Georgia (Rusia): 32 y 33.
Garona, provincia: V6ue «Girona».
Geuera, La (Cuaerea, Tarra¡ona): 162.
Gibraltar, estrecho de: 37 y 878.
Gineses, abti¡o de loa (Bicorp, Valencia): 92.
Girona, provincia: 36, 37, 160, 161, 172 a 174, 213, 227, 291, 292, 296 a 309, 311, 314,
815 y 331 a 886.
Gourdan (Francia): 74.
G~oa, barranco de loe (Cieza, Murcia): 83.
Gran Buain (Mailhac, Aude, Francia): 174. ·
Gran Bretafla: 320 y 890; - - - - del Puntal (Valltorta, CuteU6): 95.
Granada, provincia: 36, 37, 40, 167,180,182, 184,186,210,234,235, 240,257 a360, 263 y276.
Graves (Le6bard, Francia): 84.
Grecia: 184, 215, 228, 248, 382 a 384, 355 y 356.
Grotta delle Felci (Capri, Italia): 72;
di Levanzo (Egadi, Sicilia, Italia): 74;
della Madona (Praia aMare, Cosenza, Italia): 74;
··
dell'Orao
(Villa Contucci, Sarteano, Siena, Italia): 72;
delle Prauiche (Novaglie,
Lecce, Italia): 72.
Gua~ira, municipio (Ba~oz) : 144.
Gua~ara, provincia: 52, 58 y 86.
Guadalimar, do (Ja6n): 177 y 192.
Guadalope, rfo (Teruel-Zaragoza): 161.
valle del: 200.
Guadalquivir, do: 39 y 270;
Guadiana, rfo: 123, 125, 142 y 144.
Guip6zcoa, provincia: 58.
Guiaona, municipio (Ueida): 299 y 302.
Hachea (Bogarra, Albacete): 221.
Hagenau (Biijo Rin, Francia): V6aae «Haguenaw).
Haguenau (Biijo Rin, Francia): 169.
Haute Garonne, departamento (Francia): 55 y 56.
Heidelberg (Alemania): 341.
Henayo (Alto Ebro): 161.
Heraclea (Magna Grecia, Italia): 338.
Heracleia, vía: 200.
Heraldion (Grecia): 248.
H6rault, departamento (Francia): 297 a 309.
Hermandad de Camp6o Suso, municipio (Cantabria): 35.
Herrerfu, cueva de lu (Llanee, Aeturiu): 66 y 69.
Hiberua, rfo: V6aae «Tinto)),
Higuera, La (lela Plana, Cartagena, Murcia): 82.
Hi¡ueronee, t6mulo de Loa (Cutulo, Linares, Ja6n): 179 y 189.
Hinojaree, municipio (Ja6n): 180, 182, 184 y 192.
Hispalia, hoy Sevilla.
-406-
[page-n-412]
Hiapania: 34, 36, 340, 361, 373, 374, 376 a 378, 380, 385 y 391.
Hornos de la Pella, cueva (San Felices de Buelna, Cantabria): 51.
Hospitalet Vell (Manacor, Mallorca): 147, 150 a 153 y 155.
Hoya, La (Alto Ebro): 161.
Hoya de Santa Ana (Tobarra, Albacete): 230.
Hoz, cueva de La (Santa Maria del Espino, Guadalajara): 86.
Huelva, provincia: 37, 144 y 182.
Huerta de Dios (Casas de Reina, Badlijoz): 142.
Huerto Reao, covacha (Lecina, Huesca): 75 y 78.
Huerva, rio (Teruel-Zaragoza): 161.
Huesa del Comón, municipio (Terue~: 286.
Huesca, provincia: 41, 42, 75, 78, 86, 92, 94, 95,160,161,163,167,173,297,298 a300,303,304,
307, 315 y 316.
Husos, Loa (Elvillar, Alava): 173.
Iberia: 36.
Iberia caucásica (Rusia): 32.
Ibiza: vllase: «Eiviaaa».
Igleauela, municipio (Teruel): 299, 303 y 316.
llibaria (Granada): 36.
Inglaterra (Gran Bretaña): 356, 360 y 390.
Isla Plana (Cartagena, Murcia): 82.
Istria (Yugoslavia): 385, 387, 888, 390, 392 y 393.
1~ 38,34,58,71,72, 74,75,78,82,87,96,184,216,217,219,220,237,248,290,291,314,
332, 334, 338 a 340, 346, 367, 360, 361, 373, 374, 380 y 390.
Itálica (Santiponce, Sevilla): 360.
Itziar (Deva, Guip6zcoa): 68.
Jaén, ciudad: 182.
Jalln, provincia: 36, 37, 40, 89,177 a 197, 218,226, 227, 244, 263, 298, 300 a304, 806,309 y 813.
Jalón, rio (Soria-Zaragoza): 161.
Játiva, municipio (Valencia): Véase «X&tiva».
Jávea, municipio (Alacant): Vllase <
Jlloca, rio (Teruel-Zaragoza): 161.
J6dar, municipio (Jalln): 302 y 804.
Joquara, La (Borrio~ Castelló): 82.
Joya, necrópolis de La (Huelva): 182.
Jtícar, rio: 41.
Jumilla, municipio (Murcia): 204, 209 a 211, 213 a 215, 218 a 220, 225, 226 y 229 a 255.
Jura, departamento (Francia): 159, 167 y 169.
Kbanguel el-Muhald (Séhara, Marruecos): 75 y 78.
Kaln (Alemania): 289.
Labarte, abrigo (Hueaca): 92.
Ladera del Castillo, covacha de la (Chiva, Valencia): 9.
Lagozza di Bellll8te (Bellll8te, Italia): 75 y 78.
Languedoc, región (Francia): 41, 160, 161, 163, 165, 167, 169,172 y 174.
Larzac (Francia), 108.
Lazio, región (Italia): 184.
Lébor, Campico de (Totana, Murcia): Vllase «Campico de Lébor».
Lebrija, municipio (Sevilla): 167.
Lecce (Apulia, Italia): 72, 82, 87 y 95.
Lécera, municipio (Zaragoza): 297, 308 y 816.
Lecina, municipio (Hueaca): 75, 78 y 168.
Leningrado (Rusia): 358.
Lllobard (Francia): 84.
Lérida, provincia: Vliase «Lleida>>.
-406-
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Levante espaflol: 94, 166, 175, 179, 186 y 188.
Levanzo, gruta de (Egadi, Sicilia, Italia): Véase «Grotta di Levanzo)),
Lezoux (Puy-d&-Dame, Francia): 390.
Ubano. 3.32.
Libia: .44. .. .
.
,
Linares, municipio (Ja6n): 86, 177 a 197, 298, 300 a 304, 306 y 309.
Liria, municipio (Valencia): Véaae «LiírW).
Lisboa (Portugal): 11.
Lobo, El (BacUijoz): 133, 135 y 144.
Loma de loe Brunoe (Caape, Zaragoza): 160, 163 y 17i.
Londres (Inglaterra): 360 y 390.
Lora del Río, municipio (Sevilla): 180 y 182.
Lorca, municipio (Murcia); 209 y 214.
Lot, departamento (Francia): 64, 88, 86 y 170.
Lot-et-Garonne, dep~ento (Francia): 84 y 88.
Loz~re, departamento (Francia): 170.
Luz, Santuario de la (Murcia): Véase «Santuario de la Luz)),
Llagun8a (Fígola, Barcelona): 159.
Llanera, municipio (Asturias): 69.
Llanea, municipio (Asturias): 66 y 69.
Llano de la Consolación (Montealegre del Castillo, Albacete): 217 y 227.
Lleida, provincia: 86, 37,41, 82, 111, 168 a161,163, 165,168 a178,176, 268, 286, 299, 800, 302,
304, 306, 307 y 315.
.
Llerens, municipio (Badá,;oz): 142.
Llíria, municipio (Valencia): 4, 8, 9, 31, 36, 37, 40, 46, 292, 297 a 304, 306, 307, 309, 317,
320, 323 y 341 a 348.
Llobregat, tío (Barcelona): 160.
Lloren9, municipio (Tarragona): 171.
Lloeeta, municipio (Mallorca): 162, 153 y 166.
Madaleine, La (Tursac, Dordofla, Francia): 73 y 74.
Madrid, ciudad: 4, 10, 11, 29, 177, 199, 276, 341 y 367.
Madrid, provincia: 134 y 136.
Maella, municipio (Zaragoza): 118.
Maeatrat, comarca (Caatell6): 161.
Maestrazgo, comarca (Caatell6): Véaae «Maeatrat>).
Magdalensberg (Austria): 382.
Magdeburg-Fermeraleben (Alemania): 387.
Magna Grecia (Italia): 338.
Magreb (Marruecos): 76.
Maguncia (Alemania): 375.
Mailhac (Aude, Francia): 166 y 174.
~adas, Pella de las (El Toro, Caatell6): V6ase (
Málaga, provincia: 5, 106, 141, 182 y 377.
Malladetea, cova de lea (Barx, Valencia): 94.
Mallaetea, cova de lea (Barx, Valencia): Véase «MalladeteS)),
Mallorca, provincia: 147 a 165.
Manacor, mu.uicipio (Mallorca): 147, 161 a 153 y 156.
Mancha, La, región: 188.
Mancha Real. municipio (Ja6n): 244.
Manuel. municipio (Valencia): 9.
Manzaneda, municipio (Asturias): 63 y 54.
Mareame, comarca (Barcelona): 160.
Margalef, municipio (Tarragona): 75, 84, 86 y 94.
Mariola, sierra (Alacant): 91 y 116.
-407-
[page-n-414]
Mamlecoe: .S, 76, 78, 377 y 378.
Manou1a.e (Haute Garonne, Francia): 68 y 66.
Martín, rlo (Teruel-Zaragoza): 161.
Maa d'Asil (Arl~ge, Francia): 72 a 74 y 76; - - - - d e Flandi (Calacelte, Teruel): 168;
- - - - d e Manent(Alcoi. Alacant): 164;
de Menente (Alcoi. Alacant):
V6ue «Mal de Manenbt
dels Muuola (Caatell6): 176.
Maea.ua, hoy Marsella (Francia): 220.
Matadepera. municipio (Barcelona): 104.
Mataró, municipio (Barcelona): 302, 307 y 316.
Matalrafla, rlo (Teruel-Zara¡oza): 161.
Mauritania (Africa del Norte): 377 y 378;
Tlngitana (Marruecoe): 377.
Mazale611, municipio (Teruel): 118, 162 y 168.
Mazarrón, municipio (Murcia): 96.
Medellín, municipio (Bad.lijoz): 180 y 182.
Mediterrineo: 36 a37, 46, 61, 71, 103, 110,217, 220, 280 y 281;
Occidental: 61,
Oriental: 280.
71, 217, 220 y 281
Méjico: 231.
Meknés (Marruecos): 878.
Menente, Mas de (Alcoi, Alacant): Véase «Maa de Manent».
Menorca (Baleares): 160 y 227.
Mequinenza, municipio (Zaragoza): 173.
M6rida, municipio (Ba!Woz): 126, 144, 880 y 887.
Meseta Caatellana: 133, 141, 167, 160, 161, 178, 174, 186, 187 y 200.
Mezquitilla, Morro de la (Torre del Mar, M6lap): Véase «Morro de la Mezquiti1l.P.
Millarea, Loa (Santa Fe de Mond~ar, Almerla): 111.
Mlllau (Aveyron, Francia): 84 y 104.
Minateda (Aibacete): 83.
Miraveche, municipio (Burgoa): 186.
Mogente, municipio (Valencia): Véase «Moixentlt.
Moixent, municipio (Valencia): 8, 11, 199 a 229, 243, 246 y 248.
Mola Remigia, Cingle de la (Area del Maestre, Caatell6): V6ue «Cin¡le de la Mola Remigia».
Molar, nec:r6polia de El (Sen Fulgencio, Alacant): 217, 263, 267, 268 y 270.
Moleta de Cartagena, cueva de la (San Carloe de la !Upita, Tarra¡ona): 86.
Molino de Caldona, necrópolia de El (Cutulo, Linaree, JHn): 179.
Monforte del Cid, municipio (Alacant): 214, 217 y 226.
Mozijoe, Els (Vilafranca del Penadée, Barcelona): 297, 301 y 816.
Monleón, Cabezo de (Cupe, Zaragoza): 160 y 168.
Monravana, La {Llírla, Valencia): 823.
Mona Argenteriua: Véase «Monte de la Plata».
Mont Palau (Pineda, Barcelona): 298 y 316.
Monte Argentarlo (Linaree, Jain): Véase «Monte de la Plata»;
Bernorio (AguiJar de
Campóo, Palencia): 186; - - - - N u e v o, Colada de (Olivenza, BacWoz): Véase
de la Plata (Linarea, Jaén): 191.
«Colada de Monte Nuevo»;
Montealegre del Castillo, municipio (Albacete): 46, 210, 217, 227, 286 y 276.
Montemayor, municipio (Córdoba): 244.
Monteaa, canal de (Valencia): 200, 216 y 228.
Montaant, sierra de (Terragona): 94 y 174.
Montaeny, sierra del (Barcelons-Girona): 174.
Montaerrat, sierra del (Barcelona): 174.
Montaü, aieJra de (Tarragona): 86.
Mora, Colral de la (Cinco ViDas, Zaragoza): 178.
Moral, Teeo del (Cuel¡amuree, Zamora): V6ue «Teao del Moral».
Morena, Sierra: Véase «Sierra Morena».
Moro, Coll del (Gandeaa, Terragona): 168;
Foeaa del (Cortiuda, Paramola, IJeida):
V6aae «Foeaa del Moro del Coll d'en Bertran».
Moroe, Cudllarejo de loe (Andilla. Valencia): V6ue «Caatillarejo de loe Moroe».
- 408-
[page-n-415]
Morro de la Mnquitilla (Torre del Mar, Málaga): 141.
Mortero, El (Aiacón, Teruel): 106 a 107.
Moolin, Le (Francia): 174.
Muela, oecrópolla de loe B~ de la (Cutulo, Linares, Ja6n): V6ue «B~ de la Muela».
Mula, municipio (Murcia): 40, 41, 188,209, 214, 215, 217,220, 225, 226, 2SO 236,264, 275 a278,
,
302, 306, 307 y 317.
Munda (Ronda. MAlaga): 377.
Muntan,yeta de Cabrera (Vedat, Torrent, Valencia): 9.
MuAogaliDdo, municipio (Avila): 141.
Mura, partida de (Lrrla. Valencia): 343.
Murat, abri¡o (Rocamadour, Lot, Francia): 83 y 84.
Murcia, provincia: 5, 40,41, 81 a83,85 a87,89 a92, 95, 114, 116, 118,119, 136,188,204,209 a
215, 217 a 220, 225, 226, 228, 229 a 266, 264, 276 a 278, 286, 302, 305, 307 y 317.
Murusabal, municipio (Navarra): 308 y 309.
Mu110la, Maa dela (Cutell6): 176.
Na Mora de Sa Vall (Sea Salines, Mallorca): 150.
Nao, cabo de la (Aiacant): 40 y 41.
Narbona (Aude, Francia): 36, 37 y 41.
Navarra: 69, 70, 74, 76, 137, 144, 163, 166, 173, 808, 309 y 819.
Navarr6a, municipio (Valencia): 9.
Negra, La P&Jzya (Crevillent, Alacant): 167 y 175.
Nep-alejo, El (Rivaa-Vaciamadrid, Madrid): 134 y 135.
Nerja, municipio (MAla¡a): 106.
Nerpio, municipio (Albacete): 86 y 94.
New York (Eatadoe UDidoe de .~) : 11.
Nlaux, cueva de (Tarucon-IW'-Ari~ge, Ari~ Francia): 11.
Nietoe, Loe (Murcia): 217.
N'lflo, cueva del (AyDa, Albacete): 88.
N'1888D (H6rault, Francia): 37, 40, 41 y 297 a 309.
Ribagorzana, río (IJeida): 160.
Noguera, no (Teruel): 160;
Notario, cueva del (Yeste, Albacete): 82.
Nova¡lie (Lecce, Italia): 72.
Nueva Carteya, municipio (Córdoba): 263.
Obulco (Porcuna, Ja6D): 36, 226, 298, 801 a 308, 806, S09 y 313.
Oliete, municipio (Teruel): 282, 297, 301 a SOS y 316.
Olimpla (Grecia): 866.
Olivanu, Prado de lu (Torm6n, Teruel): 89.
Olivensa, municipio (Bac~Aijoz): 144.
Or, Cova de r (Benlarr6a, Alacant): V6ue «Cova de fOr».
Or6n (Arcelia): 182.
Oriente Próximo: 113.
Orley~ Punta de 1' (Vall d'Ux6, Cutelló): 8, 296, 297, 299, 801, S05, 306, 308 a810, 316, 320 y 322.
Oro, El (Alto Ebro): 161.
Ono, cueva del (Villa Contucci, Sarteano, Italia): V6aae «Grotta dell'Orao».
Osuna, municipio (Sevilla): 38, 186, 244 y 263.
Otranto (Lecce, Italia): 82, 87 y 96.
Oviedo (Aatwlu): 97.
Paeatwn (Salemo, Italia): 867.
Pagéa, abri¡o (Francia): 74.
Paú Vuco: 59 y 320.
Palamóa, municipio (GiroDa): 291, 292, 296 a 302, 306, 306, 308, 811 y 816.
Palancia, provincia: 185.
Palma de Mallorca (Balearee): 147, 160 y 360.
Palomar, cabezo de El (Oliete, Teruel): 282.
-409-
[page-n-416]
Palomu, Laa (Villafranca de loa Bazroe, Badajoz): 1«.
Paliara, comarca del (Lleida): 161, 169 y 170.
Pallot, Cal: 171.
Pamplona, ciudad: 319.
Panadk, comarca (Catalunya): Véase tePenedéa».
Papauvu (Aljaraque, Huelva): l·H.
Parpall6, cueva del (Gandía, Valencia): 62, 64, 69, 70, 75, 86 y 94.
Pataviam (Italia): 346.
Patoe, necrópolia de Loe (Cutulo, Linares, Jaén): 179 y 189 a 191.
Peal de Becerro, municipio (Ja6n): 40.
Pech Maho (Sigean, Aude, Francia): 34, 296, 297, 299 a 806, 808 y 809.
Pedrlo (Set6bal, Eatremadura, Portugal): 141.
Pedrera, La (Vallfogona de Balaguer, IJeida): 158, 163, 165 y 268.
Pedr6a (Seróa, IJeida): 171.
Pedroaillo, El (Llerena, Badajoz): 142.
Pendo, cueva de El (Escobedo, Camargo, Cantabria): 66 y 69.
Pened6s, comarca (Barcelona-T8l'l'8gona): 160.
Península Ib6rlca: 119, 173, 179, 217, 223, 227, 289, 882, 843 y 877.
Penya del Moro (Sant Just Desvern, Barcelona): 298 y 315;
Negra, La (Crevillent,
Alacant): 167 y 175.
Pefla, La (Candamo, Asturias): 69; - - del Aguila {Muflogalindo, Avila): 141;
- - - - delBardal(DiegoAlvaro, Avila): 141;
deluM!ijadu(ElToro,
Cutell6): 305, 308,309 y 317;
Negra, La(Crevillent,Alacant): V6ue tePenya
Rubia (Yeste, Albacete): 82.
Negra, La»;
Peft.alba de Castro (Burgoa): 388.
PeMn de la Reina (Alboloduy, Almetía): 167.
Pepieux (Aude, Francia): 174.
Peramola, municipio (Lleida): 172.
Perelad.a, municipio (Girona): 174.
Perpift!n (Pyren6ee Orientales, Francia): 299, 302 y 819.
Perthua, Coll de (Eapafla-Francia): 160.
Perugia (Umbrla, Italia): V6ue «Pel'U.88».
Peruaa (Umhria, Italia): 382.
Petrac:oe, Pla de (Cutall de Cutells, Alacant): V6ue «Pla de Petracoe».
Pí, Punta del (Port de la Selva, Girona): 174.
Pie de Baqueira (Baqueira-Beret, IJeida): 170.
Pico Agudo (TOJTee Vedras, Eatremadura, Portugal): 141;
de loe Ajoe {Yétova,
Valencia) 324, 826 y 827.
Piezarrodilla, Ceja de (Torm6n, TerueJ): Véase «Ceja de Piezarrodilla».
Pijotilla, La (Solana de loa Bar:roa, Badlijoz): 133, 137, 139, 141, 142 y 144.
Pileta, cueva de la (Benaoj6n, M6laga): 5.
Pindal, cueva del (Piniango, Asturias): 49 a 51.
Pineda, municipio (Barcelona): 298 y 315.
Pinguente (Istria, Yugoslavia): 385, 387, 388, 390, 392 y 393.
Piniango (Austrlu): 49 a 51.
Pirineos, montea (Espafla-Francia): 40, 71, 72, 74, 160, 167, 170 y 172.
Pla de Petracoe (Castell de Caatells, Alacant): 86, 91 y 92.
Plan d'Auba (Ver, Francia): 159.
Plata, monte de la (Linares, Ja6n): V6ue «Monte de Plata».
Poncin (Ain, Francia): 72 y 73.
Pontóa, municipio (Girona): 292, 297, 306, 308, 309 y 315.
Porcuna, municipio (Ja6n): 36, 37, 226, 298, 301 a 303, 306, 309 y 313.
Port de la Selva, municipio (Girona): 174 .
Porto Badiaco (Otranto, Lecce, Italia): 82, 87 y 95.
Portugal: 36, 38, 39, 66, 69, 112, 133, 137, 141, 1« y 313.
Posada (Llanera, Aaturl.aa): 69¡
del Remedio (Liíria. ValeDcia): 343.
-410-
[page-n-417]
PO\ijade, La (Millau, Aveyron, Francia): 104.
Pozo Moro, necr6polia de (Chinchilla de Monte Aragón, Albacete): 180, 206, 210, 212, 226, 264,
266 y 269.
Prado, El (Jumilla, Murcia): 204, 209, 211, 214, 218 a 220, 226, 246 y 248;
del
Azogue (Aldeaquemada, Jabn): 89;
de laa Olivanaa (Torm6n, Teruel): Vbaae
«Olivanaa, Prado de laa».
Praia aMare (Coaenza, Calabria, Italia): 74.
Prazziche, cueva de (Nova¡lle, Lecce, Italia): Véase «Grotta delle Prazziche».
Prepirineoa, comarca: 161.
Prinias (Grecia): 216 y 248.
Priorat, comarca (Tarra¡ona): 86 y 160.
Priorato, comarca (Tarragona): Vbaae «Priorat».
Provenza, región (Francia): 169 y 167.
Pueble. de Castro, municipio (Hueaca): 298 y 307.
Punta del Pi (Port de la Selva, Girona): 174.
Puntal de Cambra (Villar del Arzobispo, Valencia): 164.
Puy-de-Dame, departamento (Francia): 190.
Pyrinbea Atlantiquea: Vbue «Baaaea Pyrinéea»; - - - - Orientales, departamento
(Francia): 179, 299, 302 y 319.
Pyrgi (Santa Severa, Italia): 34.
Quemado, Alto del (Narrilloe del Alamo, Avila): Vbue «Alto del Quemado>>.
Quemados, colina de loa (C6rdoba): 167.
Queralt, sierra (Barcelona): 174.
Querinima (Turre, Almería): 176.
Rac6 de Sorelleta (Caatell de Caatella, Alacant): 92.
Rachgoun, isla (Ortn, Argelia): 182.
Rafael del Toro (Menorca, Baleares): 227.
Ratea Penadea, cueva de lea (Rótova, Valencia): 9.
Raymonden-Chancelade (Dordofla, Francia): 74.
Recambra, cueva d.e la (Gandía, Valencia): 112.
Reina, Peñón de la (Alboloduy, Almena): 167.
Reloj Viejo, calle del (Valencia): 9.
Remigia, cova (Ares del Maeatnl, Caatelló): 87.
Remoulina (Gard, Francia): 10-i.
Rhin, cuenca del: 377.
Riba de Saelicea, municipio (Gua~ara): 62, 71 y 86.
lb'bagorza (Hueaca): 42.
lb'ba-roja, municipio (Valencia): 10.
Richar, cueva (Lea Eyziea, Dordofla, Francia); 74.
Rioja, provincia de La: 161 y 173.
Riparo Ta¡llente (Stallavena, Varona, Italia): 70 y 71.
Rivaa-Vaciamadrid, municipio (Madrid): 134 y 136.
Robarinaa, necr6polia de El Estacar de (Caatulo, Linares, Jabn): Vbaae «Estacar de Robarinaa, El».
Roca, cueva del Toaeal de la (Vall d' Alcalá, Alacant): 94.
Rocamadour (Lot, Francia): 84 y 86.
Rochereil (Francia): 74.
R6dano, lÍO (Francia): 37.
Roig Nou, Can (Felanitl, Mallorca): Vbaae «Can Roig NoU».
Rojales, municipio (Alacant):
y 264.
Roma: 366, 360 y 361.
Romaní, partida de El (Sollana, Valencia): 9.
Ronda, municipio (MAlaga): 377.
Roques de Sant Formatge, Lea (Seróa, Lleida): 168 y 171.
Roquizal del RuDo (Fabara, Zaragoza): 160.
Roaaell6, comarca (Francia): 41 y 160.
«
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[page-n-418]
Roeaells, Ea (Felanitx, Mallorca): V6ase «Ea RoBBella»,
Rota, municipio (Cidiz): 134.
Rótova, municipio (Valencia): 9.
Rubí, municipio (Barcelona): 298, 300, 302, 308 y 315.
Rusia: 32, 33 y 358.
Sa Vall, Na Mora 48 (Sea Salines, Mallorca): V6ase «Na Mora de Sa Vall».
Sagunt, municipio.{Valencia): 7, 36, 37, 296 a 311, 316 y 332.
Sagunto, municipio (Valencia): Véase <
Saltabl, hoy X!tiva (Valencia): 200.
Salacia (Alcacer do Sal, Estremadura, Portugal): 313.
Salamanca, ciudad: 267.
Salamanca, provincia: 49, 267 y 317.
Salemo, provincia (Italia): 367.
Salpitrim (Remoulina, Gard, Francia): 104.
Salluia (Zaragoza): 42.
San Antonio (Calaceite, TerueJ): 805 y 806;
Carlos de la Ripita, municipio (Tarragona): 86; - - - Cristóbal (Mazale6n, TerueJ): 168; - - - - Falicea de
Buelna, municipio (Cantabria): 51 y 63;
Fulgencio, municipio {Alacant): 217,
Lorenzo, sierra: V6ase «Sant Lloren9»; - - 263, 267, 268 y 270;
Mateo, municipio(Castell6): 302,304 y316¡
Miguel, ce±rode(Liúia, Valencia): V6ase «Sant Miquel».
SantEateve de lea Gralles (Lleida): 82¡
Feliu de L16 {Pyr6n6es Orientales, Francia):
172;
Formatge,LesRoqueade(Serós,Lleida): 168yl71;
Gx.
gori {Falaet, Tarragona): 86 y 94;
JustDeavern, municipio (Barcalona): 298 y
315;
Lloren~. sierra: 174;
Miquel, Toasalde(Liúia, Valencia):
4, 8 y 9;
Mlquel {Sorba, Barcelona): 299, 306 y 815.
Santa Fe de Mond(ijar, municipio (Almena): 112;
Maña del Espino, municipio
(Guadalajara): 86;
PerpetuadelaMoguda, municipio(Barcalona): 298,306 a
307, 309 y 315;
Pola, municipio (Alac1ant): 82;
Severa
(Italia): 34.
Santaella, municipio (Córdoba): 269.
Santander, provincia: V6ase «Cantabria».
Santiago de Compostela, municipio (La Co~: 337.
Santillana del Mar, municipio (Cantabria): 66 y 69.
Santiponce, municipio {Sevilla): 860.
Santos de Maimona, Los, municipio (Badajoz): 124.
Santuario de la Luz (Murcia): 236 y 240.
Sarga, covea de la (Alco.i, Alacant): 83, 87, 89, 90, 92 y 97 a 122.
Sargel (Larzac, Francia): 103.
Secano, El (Monforte del Cid, Alacant): 5.
Segre, rio (Lleida): 168, 160, 161, 166, 167, 169, 170, 172, 173 y 176.
Segura, rio (Alacant-Murcia): 188.
Selinunte (Sicilia, Italia): 237.
Serós, municipio (Lleida): 168 y 171.
Serrat dels Moros: 171.
Serreta, La (Alcoi, Alacant): 324.
Ses Salines, municipio (Mallorca): 150.
Setefilla, necrópolis de (Lora del Río, Sevilla): 180 y 182.
Setubal (Estremadura, Portugal): 141.
Sevilla, provincia: 38, 106, 183, 141, 142, 167, 16'7, 180, 182, 244, 263, 360, 374 y 380.
Sicilia (Italia): 74, 186, 219, 220, 287 y 388 a 340.
Sidamunt, municipio (Lleida): 285, 304, 306 y 815.
Siena (Toscana, Italia): 72.
-412-
[page-n-419]
Sierra de Albarracín (Teruel): 83;
de Benicadell (Alacant-Valencia): 91 y 115;
- - - - de Enguera (Valencia): 200; - - - - d e Mariola (Alaeant): 91 y 115;
- - - - Morena: 39, 123 y 183;
Nevada: 39;
de la Plata
(Linarea. Ja6n): 191.
Si¡ean (Aude, Francia): 34, 296, 297, 299 a 306, 308 y 315.
Sinarcu, municipio (Valencia): 87, 290, 298, 299, 803 y 307.
Siatema lb6rico, aiatema orográfico: 161, 167 y 174.
Sofuente (Zara¡osa): 37, 42, 298 y 809.
Solaig, El (Betzí, Caatell6): 8, 296, 298, 299, 805, 307 y 816.
Solana de loe Bmoa, municipio (Badajoz): 133, 137, 139, 141, 142 y 144.
Sollvella, nec:r6polia de la (Alcalll de Xivert, Caatell6): 8 y 10.
Solaona, municipio (Lleida): 169 y 171.
Solaon6a, comarca (Lleida): 161 y 169 a 171.
Sollana, municipio (Valencia): 9.
Sombraa, cortijo de laa (Frigiliana, Málaga): V6aae «Cortijo de laa Sombras>>.
Son Oma (Palma de Mallorca, Baleares): 147, 150, 151 y 153.
Sorba (Barcelona): 299, 305 y 815.
Soria, provincia: 161.
8oa del Rey Católico, municipio (Zaragoza): 286.
Soaea, municipio (Lleida): 800, 307, 315 y 316.
Stallavena (Varona, Venezia Euganea, Italia): 70 y 71.
Straubin¡ (Baja Baviera, Alemania): 169.
Sudeste pen.in8ular: 89, 41, 162, 175, 179, 188, 201, 212, 242 y 270.
Ta¡liente, Rlparo (Stallavena, Varona, Italia): V6aae «Riparo Tagl.iente».
Tajo, ño: 125.
Tarucoi).~Ari~p (Ariltp, Francia): 11.
Tam, departamento (Francia): 170.
Tarquini.a Cometo (Tarquinia, Lazio, Italia): 184
Tarraco, hoy Tarragona: 879.
Tarracooenae, Convento: 844 y 346.
Tarragona, provincia: 37, 43, 75, 84 a86, 94,160, 162, 167,168,171, 178, 1U , 297 a 299, 302 a
309 y 315.
Tarraaa, municipio (Barcelona): V6aae «Terraaaa».
Tarteaaoa: 37 y 192.
Taverna, cova de ia (Margalet, Tarragona): 86 y 94.
Thiliai (Geor¡ia, Rusia): 32.
Teba ia Vieja (Córdoba): 167.
Tebeaa (Argelia): 75.
Tenallea, Toaaal de lea (Sidamunt, Lleida): V6aae «Toaaal de lea Tenallea».
Teruel. provincia:87, 40, 83, 86,87,89, 95,96,105 al11,114,118, 158,160 a 163,167,168,171,
279 a 287, 296 a 809 y 816.
TerraiBa, municipio (Barcelona): 174, 298, 299.
Teao del Moral (Cuelgamurea, Zamora): 141.
Tesoro, Cabecico del (Verdolay, Murcia): V6aae «Cab ecico del Tesoro)).
Tierra de Barroa, comarca (Badajoz): 123.
Tiflla (Geor¡ia, Rusia): V6aae «Tbiliai».
Tinto, ño (Huelva): 87.
no Pfo, cabezo del (Archena, Murcia): 5 y 40.
Tiviaaa, municipio (Tarragona): 43, 302, 308, 309 y 315.
Tobarra, municipio (Albacete): 230.
Tolloa, municipio (Alacant): 92.
Tormón, municipio (Teruel): 89.
Toro (Caatell6): 805, 808, 809 y 817.
Torre del Mar Paao (Caatellnovo, Caatell6): 5 y 8
del Mar (M6lap): 141.
Torrent, municipio (Valencia): 9.
-413-
[page-n-420]
ToiTente, municipio (Valencia): Véase «ToiTent».
ToiTea Vedraa (Eatremadura, Portugal): 112 y 141.
Toscana, región (Italia): 216 y 248.
Tosaal de la Cala (Benidorm, Alacant): 244 - - - - - - de la Roca, cueva del (Vall d' AlcalA, Alacant): 94;
deSantMiquel(Llúia, Valencia): 4, 8, 9
delesTanalles (Sidamunt, Lleida): 285.
Totana, municipio (Murcia): 135.
Toya (Peal del BeceiTO, Ja6D): 40.
Trepadores, abrigo de loa (El Mortero, Alac6n, Teruel): 105 a 107.
Tllbingen (Alemania): 289.
Tumba del General (Soleona, Lleida): 171.
Turdetania: 192.
Turquía: 118, 832 y 337.
Turre, municipio (Almeña): 175.
Turaac (Dordo~ Francia): 73 y 74.
T6tugi (Galera, Granada): 234.
Tyris, ciudad antigua (Costa de Valencia): 9.
Ullastret, municipio (Girona): 86, 292, 296, 299 a 304, 806, 308, 309, 314 y 315.
Umhria, región (Italia): 882.
Uncaatillo, municipio (Zaragoza): 172 y 286.
Urci (Almeña): 36 y 41.
Urgen, comarca (Lleida): 161, 169, 170 y 172.
Urtiaga, cueva de (ltziar, Deva, Guipúzcoe): 58.
Val del Charco del Agua Amarga (AlcafUz, Teruel): 83 y 87.
Valencia, capital: 4, 5, 6, 29, 35 a 37, 81, 85 y 344.
Valencia, provincia: 9, 34, 40,59 a 79, 83, 86, 87,89 a95, 97, 98,101,112,114 a 118, 164, 199 a
229, 243, 246, 248, 290, 291, 295 a 317, 320, 323, 324, 326, 327, 337, 341 a 848 y
383 a 393.
Valencia de laa Torrea, municipio (BadAijoz): 142.
Valencina de la Concepción, municipio (Sevilla): 106, 141 y 142.
Valentla, hoy Valencia: 9 y 837 a 340.
Valld' AlcalA, municipio(Aiacant): 92,94 y 115;
d'Ebo, municipio(Alacanij: 86y91;
- - - - de Gallinera, municipio (Alacant): 86 y 91;
de La¡uar, municipio (Aiacant): 92;
d' Ux6, muni.cipio(Caatelló): 8, 296, 297, 299, 305,306, 308
a 310, 816, 320 y 322.
Valladolid: 331.
del Mamanaree: 133 y 135.
Valle del Ebro: 157 a 176;
Vallfogona de Bala¡uer, municipio (Lleida): 158, 168, 165 y 258.
Valltorta (Caatell6): 95.
Valti81T8, municipio (Nav81Ta): 137, 144, 166 y 173.
Var, departamento (Francia): 168.
Vedat, partida (Torrent, Valencia): 9.
Velleia (Italia): 857.
Verdelpino, municipio (Cuenca): 83.
Verdolay, municipio (Murcia): 40, 214, 215, 217, 218, 220, 225, 230, 276, 278 y 285.
Varo, no (Hueaca): 94.
Verona (Venezia Euganea, Italia): 70 y 71.
Vieja, cueva de la (Alpara, Albacete): 89.
V1ena: 33, 387, 392 y 393.
Vila Nova de San Pedro (Azambuja, Eatremadura, Portugal): 141.
VJ.lafranca, municipio (Caate116): 9;
del Penad6a, municipio (Barcelona): 297,
301 y 315.
Villa Contucci (Sarteano, Siena, Italia): 72.
Villacantal, barranco (Hueaca): 86.
Villacarrillo, municipio (Ja6D): 227.
-414-
[page-n-421]
~
:
.
Villafranca de loa Barros, municipio (Badajoz): 123 a 145.
VDlar del Arzobispo, municipio (Valencia): 164.
Villarea, Loa (Caudete de las Fuentes, Valencia): 298, 300 a 302, 304, 305, 308 y 317.
Villena, municipio (Alacant): 118.
Villepin {Francia): 74.
Villhonneour (Charente, Francia): 74 y 76.
VinaJTagell, partida (Boniana, Castell6): 166 y 167.
Villa, abrigo de la (Manzaneda, Aaturias): 53 y 54.
Virgen de las Cuevas, ermita (Caminreal, Teruel): Vbaae <
Volubilia (Mekn6a, Manuecoa): 75 y 78.
Wed Anfaren (Sabara, Manuecoa): 75 y 78.
Weatmoreland (Inglaterra): 390.
XAbia, municipio (Alacant): 104 y 112.
XAtiva, municipio (Valencia): 9, 296, 299, 302 y 307.
Yátova, municipio (Valencia): 80, 34, 297 a 299,302 a 307, 809, 317,324, a26 y 827.
Yecla, municipio (Murcia): 83, 87, 89, 90, 94, 95, 114, 118 y 118.
Yeste, municipio (Albacete): 82.
Yugoslavia: 34, 877, 385, 387, 388, 390, 392 y 393.
Zaforaa (Cupe, Zaragoza): 180.
Zagreb (Yugoslavia): 34.
Zamblijal (Torrea Yedras, Eatremadura, Portugal): 112.
Zamora, provincia: 141.
Zaragoza, municipio: 81.
Zaragoza, provincia: 37, 41, 42, 81,118,160,181, 163,171 a 173, 288,297 a299, 301,308,309,
314, 316, 332 y 861.
-415 -
[page-n-422]
[page-n-423]
INDICE DE PERSONAS Y ENTIDADES
Abelanet, Jean: 171.
Academia de Viena: 83.
Academia de Cienciu de Tbillai (Geor¡ia): 2.
Acanfora M.• 0 .: 77.
Acufla Hem6Ddu, Joa6 DIDiel: 112.
AdriaDo, emperador: 373 y 388.
Afrodita, dioa: 367.
A¡ripa: 191.
Akmp1, Ekrem: 218 y 219.
Albert.oe Firmat, Maña Lourdea: 42, 317 y 318.
Alcacer Grau, Joa6: 164.
Alcalde del Río, Hermilio: 49, 51, 66 y 69.
Alfaro GiDer, Carmen: 106.
.Almldy, G6za: 341 a 349.
Allendeaaluar, Manuel: 334.
Alma¡roBucb, MarUn: 65,106 al07,111,131, 162,153,166, 167, 168, 160,247,331,332 y336.
Alma¡ro Gorbea, MarUn: 181, 133, 160, 174, 180, 190 a 228, 230, U3, 247, 268 a 266, 268,
269 y 277.
Alteirac, Andr6: 72 y 78.
Altube, Severo de: 31.
Alvares Ouorio, Francisco: 221, 223 a 226.
Amor6a Barra, Joe6: 269.
Andreae, Bernard: 366.
Andr6n, Arvin: 216.
Amúo de Viterbo: 83.
Antonino Pío, emperador: 846, 388.
Aparicio P6rez, Joe6: 61, 62, 76, 91 a 93, 199, 200 a 202, 210, 211, 218, 217, 227 y 243.
Apolo, dioa: 366 y 866.
Arane¡u.i 0..00, Carmen: 816.
Argantonio: 40.
Arribu Palau, Antonio: 37, 43, 184 y 179.
Ammtio, Marcoe: 846.
Au, rey judío: 184.
A.querino Fem6ndes, Mana Dolores: 91, 181, 138.
~ doa Arqueolop Portu¡ueeea, Li.aboa: 11.
Asunc:i6n Hern6ndes, E:r.c:mo. Sr.: l.
-417 -
[page-n-424]
Atia, madre de Octavio Augusto: 860.
AtriAn Jordán, Purificaci6n: 279 a 287 y 816.
Aubet Semmler, Mada Eugenia: 180.
Auguato, Octavio: 363 a 368, 360, 361, 374 y 377.
Aura Tortoaa, Juan Emilio: 97 a 122.
Avieno, Rufo Festo, 37, 38 y 40.
Ayuntamiento de Barcelona: 11;
de Valencia: 9y10;
de Villafrancade
loa Barros (Ba
Badal Garáa, Emeatina: 104 y 112.
Bahn, Paul G.: 66 y 67.
Bihr, Gerbard: 33.
Baldricb, Juan: 261.
Balil Illana, Alberto: 331 a 336.
Balldellou MarUnez, Vicente: 92, 94 y 96.
Balleeter Tormo, Isidro: 4, 6, 7, 31 y 32.
Bandera Romero, Maña Luisa de la: 223.
BarandiarAn, José Miguel: 68.
Barandiarán Maeetu, Ignacio: 59 a 79 y 114.
Barbeli Farrb, Joe6: 316.
Bamee, T. D.: 842 y 347.
Bárquidaa, familia de loe: 193.
Bazlle-Robert, Eveline: 103.
Beuley, John Davideon: 212.
Becq de Fou~ree, Jacques: 334.
B6gouen, Robert: 72 y 73.
Beltrán Llorie, Miguel: 172, 281, 282 y 286.
Beltrán MarUnez, Antonio: 81 a 96, 97, 98, 101, 102, 106, 108, 110, 114 a 117, 120, 160,
282, 316 y 320.
Beltrán Villagraaa, Pío: 32.
BardicheWII]cy Scher, Bernardo: 131, 133 y 134.
Berenguer AloDSO, Magín: 49.
Berg6e Soriano, Manuel: 168.
Bemabeu AubAn, Joan: 118.
Bemoulli, J. J.: 363 y 356.
Bianchi-Bandinelli, Ranuccio: 216 y 248.
Birley, A. R.: 347.
Blanco Freijeiro, Antonio: 167, 221 y 226.
Blanchet, Adr6n: 331.
Blaeco, F.: 168.
Blaeco Boequed, Maña de la Concepción: 131, 134 y 135.
Blúquez MarUnez. José Maña: 177 a 197, 202, 224 y 268.
,
Boardman, John: 184, 212 y 248.
Boethiua, Axel: 216.
Bonneville, Jeau-No31: 844.
Bonaor, George: 133 y 134.
Borzatti von L6wenatern, Edoardo: 74.
Boech Gimpara, Pere: 38, 81, 86, 131, 167, 168, 162, 168 y 174.
Botella, Miguel C.: 167.
Boucher, St6phanie: 836.
Bouda, Karl: 46.
Breuil, Henri: 49, 61, 66, 67, 71, 73, 74, 76, 77, 82, 84, 87 y 111.
Bri.zio, Edoardo: 332.
Bruhl, Adrian: 171.
Buchner, G.iorgio: 74.
-418 -
[page-n-425]
Bruneau, P. H: 286.
Budde, L.: 366.
Cabré Aguil6, Juan: 62, 63, 77, 89, 186, 186, 234, 269 y 816.
Cabrera Vald6a, Victorio: 133.
Cagnat, Ren6: 876.
Calígula, emperador: 868, 861, 874 y 877.
Calvo, M. J .: 94 y 96.
Camp•Fabrer, Henriette: 71, 76 y 78.
Canto y Gregorio, Alicia: 341.
Cap1JUQ6, P.: 172.
Cardini, Luigi: 74.
Caro Baroj~ Julio: 31 y 82.
Cartailhac, Emile: 66 y 131.
Casado L6pez, Marfa Pilar: 67.
Centre d'Eatudia ContestaDa, Cocentaina: 91, 98 y 116.
Centro de Cultura Valenciana, Valencia: 6.
Cerdeflo Serrano, Maria Lu!aa: 131, 133 y 136.
Cerea, diosa: 867 y 368.
César, Julio: 380.
Cicerón, Marco 1\ilio: 838 y 339.
Clarlte. David: 111.
Claro, Septicio, V6aae «Septicio, Ciare»>.
Claudio, emperador: 367, 361.
Clottea, Jean: 84 y 88.
Cohen, R : 366.
ColegioP6blicode Nuestra Seflorade la Coronada (Villaftanca de loaBarroe, Bad!Qoz): 126, 136 a
138 y 141.
Colominas Roca, Joaep: 174.
Comisaria General de Excavaciones Arqueol6gicaa, Madrid: 6.
Comiai6nNacional de Defensa del Arte Rupestre: 10; - - - - -Provincial de Monumentos de
Alacant: 11.
Congreso Internacional de CienciaaPrehist6ricaa y Protoh!at6ricaa, X (M6jico): 231; - - Internacional de Estudios Pirenaicos, Pamplona: 319;
Nacional de Arqueología, XVI (Murcia-Cartagena): 231.
Congre808 Nacionales de Arqueología: 6, 7 y 10.
Conaejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid: 6, 7 y 11.
Contreraa de la Paz, Rafael: 191.
Corch6n Rodñguez, Marfa de la Soledad: 67.
Comaggía Caatiglione, Ottavio: 76.
Cornelia, Gene: 343.
Comelio Nigrino, Marcos: 841 a 349.
Comelio Nigrino Curiaclo Matemo, Marcos: 341 a 343 y 3.f6 a 849.
Comelio Potito, Lucio: 848.
Corominaa, Joan: 42.
Coulongea, L.: 84.
Coupel, Pierre: 219.
Coura.ud, Claude, 72 y 78.
Criniti., N.: 41.
Cristóbal Rodñguu, Rafael: 133.
Cruz P6rez, Maña L: 212 y 217.
Cuadrado J){az, Emeterio: 180, 188, 209, 212, 214, 217, 220, 230, 238, 236 y 276 a 278.
Cura Morera, Miquel: 171.
Curiacio Materno: 343, 8"6 y 347.
Chamay, Jacquea: 230 y 360.
Chapa Brunet, Teresa: 210, 221, 226, 227, 228, 244, 263 y 268 a 270.
Chapot, V.: 376.
-419-
[page-n-426]
Charles, Robert P.: 168.
Chavea Triatm, Francisca: 263, 367 y 377.
Chollot-Vara¡Dac, Marthe: 66, 67 y 68.
Dama, Lya R.: 92.
Daremberg. Ch.: as• y 376.
Davies, N. de G.: 216.
De Linaa: 387.
Deetera, G.:
Del Val Caturla, Eduardo: 138 y 136.
Delibee de CaaU-o, GemWI: 131, 133 y 163.
Deltour-Levie, Claudine: 212.
DeiiW'IJI.e, Pierr« 219.
Demeter, dioea: 367.
D~ Waldemar: 332 y 334.
Des Ormeaux, A.-L.: 66, 67 y 68.
Deab1'088e, Ren6: 72 y 73.
Deutachen Archlologlachen Inatituta, Berlín: 11.
Devreker, J .: 342.
Díez..Coronel Montull, Luia: 168, 169 y 171.
Diodoro Siculo: 192 y 237.
Diputación Provindal de Valencia: 1, 6, 7, 11, 29, 31, 32 y 383.
Dirección General de Bellaa Artes, Madrid: 6, 6 y 7.
Domuzewald. A. von: 376.
Domiciano, emperador. a•1 y 3"7.
Domín¡uez de la Concha, C.: 1«.
Dupré Ollivier, Mich~le: 103, 112 y 113.
•1.
Eck, W.: 342, 348, 847 y 348.
Egger, Rudolf: 832.
Eiroa Garda, Jorge Juan: 160 y 171.
Elmer, Geors: 83" y 336.
Enriques Navaacu6e, Juan Javier: 142, 1-'4.
Emout, A.: 323.
Elcipilm: 338, 839.
Eacriche Jaime, Carmen: 279.
Eatacio da Veip, S. P. M: 131.
Eatrabón: 37, 38 y 191.
Eusebio: 32.
Fabrini, Laura: 36•'Facultad de Filoeofla y Letras de la Universidad de Valencla: 6; - -- - de Geografla e Historia de la Universidad de Valencia: 11.
Farinha dos Santoa, Manuel: 66 y 69.
Fatáa Cabeza, Guillermo: 41 y 814.
FemAndez Chicarro y de Dios, Concepción: 180 y 186.
FemAndez GaHano Rulz, Dimaa: 183.
FemAndez de Medrano, Do.atJneo: 133.
FemAndez..Miranda FemAndez, Manuel: 163.
FenWldez..Trequerrea Valaaco, Juan A.: 72.
Femando el Cat6lico, rey: 38.
Ferrin, Alma Maña: 171.
Ferreiro, Javier: 183.
Ferrer Morrón, Mariua: 171.
Ferrler, Jean: 74.
F6vrier, Jam.ea Germain: •4.
Fita Colom6, Fidel: 810.
Fittachen, Klaua: 364 y 860.
-420-
[page-n-427]
Fitzwilliam MUHum, Cambridge: 356.
Flavia, diDuUa: 3-'6 y 375.
Fletcher Valla, Domingo: 1, 3 a32, 48, 69 a61, 63, 71, 81, 123, 199,200, 202,203,206, 210, 211,
217, 227, 229, 243, 261, 816, 817, 320, 822 a 324, 326, 327, 337, 341, 3«, 851 y
888.
Forlati Tamaro, B.: 387.
Foml, Glovanni: SU y 875.
Fortea P6re&, Franciaco Javier: 58, 5.(, 60, 61, 63, M, 67, 86, 86, 89, 90, 92 y 97 al22.
Foztuna, dioaa: 867.
Fre~ J.: 460.
Fullola Pericot, JoM Made: 94 y 96.
Gq6, Jean: 856.
Gallli, Ren6: 84.
Galeria, tribu: 8'5.
Gallart MarU, María Doloree: 118.
Gemurrini, G. F.: 882 y 384.
Garáa Bellido, Antonio: 4, 186, 218, 221, 226, 227, 267, 268, 276, 867 y 860.
Garáa Cano, Joe6 Miguel: 286.
Garáa-Gelabert P6rez, Mada de la Paz: 177-197.
Gú¡oria: 40.
Garibey, Esteban de: 33.
Garric, M.: 84.
Gauzert, J.: 219.
Gavel, Henri: « .
Gelb, I¡nace J.: 39.
Gil-Mucarell Boec6, Mi1qro: 123 a 145.
Gilman Guill6n, Antonio: 112.
Glmboutu, M.: 110.
Giner Soepedra, Vicente: 360.
GiuliaDo, Antonio: 248.
Gómez Moreno, Manuel: 32 a 84, 43, 48, 310, sa, 817 y 818.
GoDialbo Pada, Luía: 4.
Gouúles Navarrete, Juan: 226.
Gonú.lez Prata, Alfredo: 167, 175 y 224.
Gondln Tablaa, Franclaco Javier. 106.
Goroetiap, Juan de: 45.
Gonochate¡ui Chumtca, J .: 31.(, 317, 818.
Goaa6, Guillermo: 133.
Gourdoo, Micbel: 170.
Graillot, Jacquee: 831.
Grant, Michael: 856.
Grau, María Antonie: 261.
Grau Almero, Elena: 112.
Gruloel, Paolo: 61, 62, 67, 7.(, 75, 77 y 78.
Greenber¡: .(7.
Grifoni, Renata: U.
Groa¡. E.: 846.
Groaa, Walter Hato: 854, 367, 368 y 360.
Gruben, G.: 218 y 219.
Guilalne, Jean: 174.
Guiraud, R.: 77.
Guiter, Henri: 319 a 880.
Guai, Franceec: 96.
Habla: 40.
Hain, Fritz-Hermann: 106.
- 421-
[page-n-428]
Halfmann, Helmut: 3•U, 843, 346 y 346.
Harmand, Japquea: 375 y 376.
~ea, J. W.: 285.
Heintze, Helga von: 360.
Henning, S.: 228.
Henry, Fran90iae: 889 y 390.
Hera, diosa: 357.
Herce San Mi¡uel, Ana Isabel: 279.
HérculeR: 37.
Hernándu Pérez, Mauro S.: 91, 92, 98 y 115.
Herodoro de Heraclea: 87.
Herodoto: 36 y 37.
Hervú y Panduro, Lorenzo de: 33.
Hispanic Society of America, New York: 11.
Hopkina, K : 848.
Hom, Heinz Gllnter: 216, 217.
Houaton, George W.: 842.
Hoz Arderiua, Rafael de la: 352.
Hübner, Emil: 32, 38, 276, 315 y 343.
Hülaen, CluVtian: 331 a 384.
Humboldt, Guillermo de: as y 34.
Hwtado Pér&Z, Vfctor: 138, 137, 139, 141, 142, 1«.
Institución «Alf01l80 el Magnánimo», Valencia: 11.
Jnatitut d' Arqueología de la Univeraitat, Barcelona: 257;
Valencia: 5.
Instituto de E111eflanza Media Luis Vives, Valencia: 4;
Madrid: 276.
Iflesta Mena, José: 142.
Irigaray, José Angel: 31.
Ietituto Internazionale di Studi Liguri, Bordigh.era: 7.
Iulia, ge111: 358.
Iulia Augusta: Véue «Livia Drusilla».
Iuno, diosa: 357.
..
d'EatUdia Valenciana,
Eepaflol de Preblatoria,
Jacobi, J.: 37.
Jafet: 32.
Jéquier, G.: 215.
Jodin, André: 264.
Jonea, B. W.: 342.
Jordá Cerdá, Francisco: 49 a 58, 66 a 67, 71, 116 y 120.
Jorge Aragoneses, Manuel: 236.
Jornet Perales, Mariano: 888.
Julia-Claudia, dinastía: 856 y 379.
Janta de Extremadura: 126; ·----Superior de Excavaciones y Exploraciones, Madrid: 10.
Madrid: 10.
Klijanto, L : 373 y 874.
Kie&B, H : 387.
Kimmig, Wotfgang: 158 y 178.
KiBa, Z.: 358.
Kjellberg. L : 219.
KraU&-Marguet, Iaabelle: 103.
Kdbn, Herbert: 77.
Kuhoff, Wolfgang: 344.
Kukahn Erich: 223, 224, 227 y 228.
Kurtz, D. C.: 184 y 212.
Kunshiatorisches Muaeum, Viena: 387.
-422-
[page-n-429]
Lafaye, Oeorgea: 384 y 886.
Lafon, Ren« 46, 319 y 320.
La¡rand, Charlea: 169.
Lamb, Winifred: 228.
Lamboglia, Nlno: 7, 281, 282 y 286.
I..amiD¡-Emperaire, Annette: 67.
Lan¡l.otz, Ernat: 219 y 220.
Lantier, Raymond: 77.
Uzaro Men¡od, Abllio~ l\16.
Leianer, Georg: 184.
Leianer, Vera: 131, 184.
Leite de Vaeconceloa, J .: 131.
Leonardi, Piaro: 70 y 71.
Leroi-Glourhan, Andri: 67 y 86.
Le Roux, Patrick: 842, 867 y 874 a 878.
Uzine, Alexandre: 216 y 217.
Licinioa: 860.
Lillo Carpio, Pedro A.: 204, 209, 211, 214, 218, 220, 229 y 246.
Livia Druailla: 861 a 866.
Livio, Tito: 814 y 840.
L6pez Garda, Pilar: 118.
L6pez Plaza, María del Socorro: 141.
L6pez Po04, 'Anf.oni: 160.
Lorblanchet, Michel: 64, 84 y 86.
Luquet, G. R : 66 y 67.
Luz6n Nogu6, Joa6 Mada: 167.
Llanos y Ortis de Landaluce, Armando: 138 y 178.
Llobregat Coneaa, Enrique A.: 221, 223, 280, 234, 264 y 314.
Llongueru Campafl!, Miguel: 138.
Llueca Ubeda, Emilio: 316.
Maetzb, Gu¡lielmo: 216.
Maier, Jean-Louia: 360.
Maluquer de Motes Nicolau. Joan: 37, 38, 168, 163, 166,171, 173, 180, 237, 267 a260, 811 y 316.
Mallo Vieac:a, Manuel: 66 y 69.
Manlio, T.: 388.
Marcet Barb6, Ro¡er. 183.
Marcial, Marcos Septicio: V6aae «Septicio Marcial, Marcos».
Marcoa Poua, Alejandro: 367 a 382, 367, 361 y 363.
Marcos Septicio Marcial: V6aae «Septicio Marcial, Marcos».
Mañn Petla, M.: 876.
MarU Ferrando, Lula: 341, 343 y 344.
MarU Oliver, Bernardo: 97, 118 y 117.
Martín, R.: 219, 220 y 269.
Martín Bueno, Manuel: 882.
Martín de la Cruz, Jos6 C.: 144.
MarUnez, Catalina: 167.
MarUnez Andris, M : 96.
MarUnez Navarrete, Maña Iaabel: 181, 138 a 136.
MarUnez Sante-Olalla, Julio: 6, 167 y 168.
Maya Gonzélez, J oa6 Luia: 171.
Mayet, Fran90iae: 286.
Meillst, A.: 323.
Mellado, Joaquín: 867.
M6ndez Mad.aria¡a, Antonio: 188.
Men6ndez P idal, Ramón: 86, 168, 218 y 238.
-423-
[page-n-430]
Mesado Olivar, Norberto: 166 y 316.
Meeeguer Folch, Vicente: 94 y 316.
Michelena, Luia: 34, 43 y -'6.
Millotte. Jacquee P.: 159.
Minto, Antonio: 216.
Mohen, Jean Pierre: 170.
MoliDa Gonúlez, Fernando: 134 y 179.
MoliDa Lemoe, Lucio: 133, 135 y 144.
Monteainoe Martfnez, Joeep: 200.
More~ Jean-Paul: 285.
Moreno, Francilco: 133.
Morote Barbed, Joe6 Guillermo: 200.
Motoe, Federico de: 284.
Mufloz Amilibia, Ana Marla: 158, 204, 209 a 211, 218 a 215 y 229 a 265.
Muttoz Servera, J. J.: 166.
Mua6e dea Antiquit6a Nationalea, Francia: 68.
Museo deAlbacete: 244;
de la Alcudia de Elx: 210 y217;
Arqueol6¡lco de Atellaa: 355¡
.Arqueaklgico deBaroebla: 268, 261 a273 y285;- - - Arqueol6¡ico de Murcia: 276;
Arqueol6pco Nacio~ Madrid: 210 y 235;
- - - -.Arqueológico Provincial, Córdoba: 270,861 a366 y 367 a882; - - - Arqueológico Provincial, Jaén: 182;
Arqueol6pco Provine~ Teruel: 279 y
280; - - - - de Bellas Artes, Valencia: 10; - - - - - - Biclmell, Bordighera: 7;
----Britá1i.I:Sl'll:!mk'co,:o, lJ:xwbs: 360y390;
Capitxlllno. Roma:360;.- - - del Heracllon: 248;
Hiat6rico Artútico, Mocente: 202 y 211;
de
IJeida: 258;
de Prellbtoria del Servicio de Inveetigaci6n Prehistórica de
Valen.cia: 31, 35, 48, 49, 199, 202, 206 y 383 a 393.
Nerón, emperador. 375 y 377.
Nicolini, G6rard: 43, 221 y 228 a 226.
Nicbolla, Richard: 366.
Nieto Gallo, Gl'8tiniano: 214, 220, 230 y 276.
Nl¡rino Curiacio Materno. M.arcoe Comelio: Véase «ComelioNI¡rino CuriacoMaterno, Marcoa».
Nigrino Hijo, Marcoe Comelio: V6ale «Comelio Ni¡rino, Marcoe».
No~ Rudolf: 387 y 388.
Obermaier, Huao: 4, 72, 77, 82 y 110.
Octavia Augusta: 354 y 360.
Olaria, Carmen: 95.
Olmoa Romera, Ricardo: 226.
Ora P6rez Peix, Alvaro el': 367.
Ortego Frias, Te6genea: 105, 106 y 107.
Ot6n. emperador: 377
Padr6 Parceriaa, Joeep: 170 y 171.
Painaud, A.: 94 y 95.
Palacio: V6ue «Palaw).
Palau de la Batllia, Valencia: 7¡
de la Generalitat. Valencia: 7; - - - - d el
Temple, Valencia: 7.
Palea, León: 56.
Palol Salellu, Pedro de: 181, 133, 174 y 883 a 393.
Palomar Lapesa, Manuel: 317 y 318.
Pallottino, Muaimo: 184.
Papiria, tribu: 368, 374 y aso.
Pardo Balleater, Rafael: 113.
Pucual P6rez, VlCellte: 93 y 113.
Pellicer CatalAn, Manuel: 167 a 175 y 186.
Pereira Menaut, Gerardo: 387 a 340.
P6rez de Berradu, Joe6: 158.
-424-
[page-n-431]
Pms RipoU. Manuel: 113.
Perioot Garcíe, Luil: 4, 31, 32, 37 a 4{), 60, 69, 70, 86, 90, 108, 164, 169 a 171, 186, 269 y 286.
Pernier, 1: 216.
Petit Mendiúbal, Maria An¡elea: 133.
PetrikoYitz, Dr.: 387.
Peyrooy, Deni.ee: 71.
Pl1aum, Rana Geor¡: 342.
Piccottini, Hlldegarth: 332.
Piette, Edouard: 66 a 67.
Pigorini, Luigl: 67.
Pllloy, Julee: 387.
Pinbo Monteiro, Jorge: 69.
PiAón Varela, Fernando: 108 a 110.
Plaani, V.: 48.
Pita Merc6, Rodrigo: 171, 316 a 316.
Pla Balleater, Enrique: 8 a 12, 29, 199,200,202,203, 206,210, 211, 213,217, 243,861 y 383.
Plantalamor Mauanet, Luis: 160.
Plenier, Aleth: 66 y 56.
Plena, M: 268.
Plinio Secundo, Caio: 191.
Polcom.y, J.: 44 y 46.
Polibio: 36.
Pompeyo Estrabón, Cneo: 41.
Pompeyo Ma¡no: 41.
Ponaell CO!'UI. Fernando: 164.
Poulaen, Vago: 864, 368 y 860.
Preeoott, A. Elieabet: 315.
Preeedo Velo, Franciaoo: 180 y 240.
Priego Fenández del Campo, Maria del Carmen: 133.
Ptolomeo: •U y 42.
Puerta. C.: 841.
Pqjol, Antonio: 171.
Quero Castro, Salvador: 133.
Ralcob, Friedrich: 216 y 217.
Ramos Fernindez, Rafael: 209, 2a y 217.
Ramos Folqu6e, Alejandro: 230 y 282.
Rauret Dalmau, Ana Maria: 161.
de la Historia, Madrid: 11.
Real Academia Eepaftola: 1 y 29;
Reinach, Salomón: 876.
Remeeal Rodríguez, Jos6: 178, 181, 182, 189 y 192.
Renan, E.: 216.
Renfrew, Colin: 112.
Rey Pastor, Alfonso: 102.
Ribeiro, Carlos: 131.
Ribera Laoombe, Albert: 340.
Richter, Gieela M A.: 212, 218, 366 y 367.
Riegl, A.: 387, 888.
Riegling. Konrad: 334.
Riezler, W.: 212.
Rfoe, Joe6: 343 y 346.
RipoU Perell6, Eduardo: 83, 104, 108 y 160.
Ritterlin¡, E .: 878.
Riur6 Llapart, Francisco: 316.
Robert, Romain: 84.
Roblas Cuenca, Fernando: 118.
-425-
[page-n-432]
Rodero Riaza, Alicia: 286.
Rodríguez Díaz, Alonso: 123 a l..t6.
Rodrlguez Otero, V.: 98.
RoldAn Hervú, Joa6 Manuel: 367 y 376 a 378.
Roa, T.: 112.
Roeella, Franciaco: 267.
Roeenfeld, A.: 67.
Rouell6 Bordoy, GWilermo: 147 a 166.
Bovira Polt, Jordi: 169.
Rou.aot, A1ain: 7• .
Rooillard, Pierre: 264.
Rubio Gomil, Federico: 94.
Rubio Malo, JoH: 280.
Rtlger, C.briatoph B.: 216 y 217.
Ruggiero, E . de: 376.
Ruiz Mata, Diego: 1•2, 1(4 y 167.
Ruiz Zapatero, Gonzalo: 168 y 160.
Rumpf, A.: 368.
Rupllio, P.: 838.
Sabina: 373, 874, 876 y 878 a 380.
Sacase, J.: 320.
Sacken, E. V.: 887.
Sadurab, Alma: 366.
Safo: 366.
Sa¡io, Edmond: 884, 376.
Salettl, Cesare: 367.
. ..
San Jerónimo: 82.
San Valero Aperi.li, JullAn: 94.
Sánchez Jlm6nez, Joaquín: 280.
Sánchez Meueguer, Jos6 R.: 179 y 192.
SanmarU Gre¡o, Enrie: 261 a 278, 286 y 815.
Sarri6n Montatlana, Inocencio: 8 17.
Schaeffer, Claude: 169.
Schubart, Hennantrld: 187, 189 y 1«.
Schuchardt. Hugo: 88 y 45.
SchQle, Wllhem: 167.
Schulten, Adolf: 87.
Schulz, Dr.: 887.
Schulze, W.: 378.
Segura MarU, Joe6 Mana: 118.
~min4rilf S Hilltorúr Primitiva del Hombre, Madrid: 6.
Septiciano: 878.
Septicio, Caio: 868 y 880.
Septicio, Marcoe: 868, 378 a 876 y 878 a 880.
Septicio Claro: 878.
Septicio Marcial, Marcoe: 368, 373 y 374.
Serra Vilar6, Joen: 159.
Servicio de Defenea del Patrimonio Artístico Nacional, Madrid: 7 y 10.
Servicio de lnveatigaci6n Prehiatórica, Valencia: 1, • a 12, 29, 31, 32, 60, 89, 97, 199, 851 y 383.
Shoe, L. T.: 218 y 219.
Sierra, Lorenzo: •e y51.
Sieveking. Ann: 62 y 111.
Silee Ruiz, Jaime:
817 y 822.
Siret. Enrique: 181.
Siret, Luis, 131 y 175.
«,
Soci6t6 Pr6biatorique de l'Ari~ge,
Taraecon-eur-Ari~ge:
-426-
11.
[page-n-433]
SolA Sol6, Joe6 Maria: 45.
Solier, Yvea: 316.
Sprindler, Konrad: 141.
Sprenger, M.: 184.
Stertinio Quintiliano, Lucio: 343.
Stronach, D.: 216.
Suc, Jean-Pierre: 103.
Syme, Ronald: 342, 347.
Swadeah, Morria: 46.
TAcito: 343.
Taffane~ Odette: 174.
Tarradell Mateu, Miquel: 234.
Tassin de Saint Pereuse, Merie: 66.
Teutach, Leo: 339.
Thomauon, Bengt E.: 342 y 345.
Thornes, John B.: 112.
Tiberio, emperador: 864, 856 a 861, 863 y 374.
Tomú Maigi., Joaquín: 168 y 171.
Tover Llorente, Antonio: 1, 29 a 48, 317 y 318.
'I'rlijano, emperador: 341.
Tñas de Arribas, Gloria: 184 y 227.
Trombetti, A.: 46.
T6bal: 82.
Tyche, dioea: 856.
Ucko, Pe ter: 67.
Uerpmann, Hane-Peter: 119.
Ublenbeck, C. C.: 45.
Universidad de Bercelona: 31 y 257; - - - - Centzal, Madrid: 4.
Universidad de Extremadura: 123;
del País Vasco: 59.
Universidad de Salamanca: 257;
de Valencia: 4, 11 y 351.
Untermann, JQrgen: 289 a 318.
Uría Riu, Juan: 68.
Uroz Siez, Joe6: 264.
Urquijo e !barra, Julio de: 31 y 84.
Utrilla Miranda, Pilar: 67, 69 y 71.
Val Caturla, Eduerdo Del: Véase <
·
Valerio Flacco, Caio: 42.
Valeriua Soldua, C.: 887.
Valiente Mata, Jea6a: 183.
Vallejo, Joe6: 292.
Valleapí P6rez, Enrique Jos6: 161.
Vallet, Georgea: 219 y 220.
Vandier, J.: 215.
Varela Oomea, Merioa: 69.
Vázquez de Parga. Luis: 178.
Vegas, Mercedes: 281.
Venus, diosa: 357.
Vemet, Je~Louia: 103, 110 y 112.
Vettera, Hans: 332.
Vicent Zaragozi, Ana Maria: 351 a 366.
Vicente Red6n, Jaime: 279.
Vila, Joe6 Manuel: 367.
Vilaaeca AniCUera, Salvador: 75 y 174.
-427 -
[page-n-434]
Villard, F'l'an9oia: 219 y 220.
Vifw Vallverdu, R.: 95 y 96.
Viriato: 340.
V~aedo Moltó, Camilo: 102.
VIl)', Ze.: 3,2.
Vivee, Joe6: 373.
Vuaillat, Dominique: 169.
Vycichl, Wemer: .S.
Wa¡ner, P.: 215 y 216.
Walker, Michael: 2,6,
Warde Perldna, John B.: 216.
Weickert, Carl: 219.
Weeenberg. B.: 218 y 219.
Wolff. K:
3•o.
Zanker, P.: 35' y 360.
Zwet, L Fum6 van: 358.
-428-
[page-n-435]
INDICE GENERAL
Introducción. . . .. .. . . . .. . .. . . . . . . . .. . . . . . . . . .. .. . • . . . . . . .. . . . . . . . . . . .. . .. . . .. ..
PLA BALLESTER, Enrique: Domingo Fletcher Valle. . .... . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
GOBERNA VALENCIA, M• Victoria: Bibliogratla de Domin¡o Fletcher Valle........
TOVAR LLORENTE, ADtoDio: Eetado actual de loe e1tudioe ib6rlcoe. . .... . . . ......
JORDA CERDA, Franclaco: Sobre tiiW'U mpeetree paleoHticaa de poeiblea caballoe
domeeticadoe...... .......... ...... .......... ........... ................. ...
BARANDIARAN MAESTU, I¡Dacio: Al¡aDOI temu DO ft¡urativoe del arte mueble pl&hilt6rico (A prop6aito de lu placaa grabadaa de La CociDa) • • • • • • . • • • • • • • • • • • • • •
BELTRANMAR'IINEZ, Antmio:I..faae. .lfwmtinaunelcteprebiat6riooeepéll ....
FORTEA PEREZ, PrancJeco Javier y AURA TORTOSA, Emilio: Una ~ de vareo
en «La Sarga» (Alcoy). Aportaci011ee a loe problemat del arte
GllrMASCARELLBOSCA, Mila¡roy RODRIGUEZ DIAZ, AlolliCY. ElyaclmiantocalcoJ(tico de «Loa Cortinalee», en Villafranca de loe BarrOI (Badejoz) . . . . . . . . . . . . . . . .
ROSELLO BORDOY, Gulllermo: Metalurgia en el pretalay6tlco tlnal de Mallorca • . . .
PELLICER CATALAN, Manuel: Orígenes del urbanialnoy delae necr6polfa tumularea de
incineración en el Valle Medio del Ebro . . . . • . • . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
BLAZQUEZ MARTINEZ. Joe6 María y GARCIA·GELABERT PEREZ. MaríaPaz: La necrópoliade«ElE•tacardeRobarinaa», Caetulo: Tipolopadeloe enterramiento. • • • • • •
ALMAGRO GORBEA, Marl1n: El p~lllteJa de lu «Damitae de Morente» (Corral de
Sau.a, Mogente, Valencia) .......•.•........•.. . ....•.•........••. . : . . . .. ·. .. . •
MU1iloz AMILIBIA. ADa María: La eecu1tura flmeraria de la necr6polil e» Coimbra c»l B•
. naneo Ancho (JumlDa, Murcia) ........................ . ....... . ........ . .....
MALUQUERDE MOTESNICOLAU, Juan: Un caaco ib6rico probablemente de lanecr(>..
palia de la Gelera (Granada) en ellnltituto de Arqueolos{a de la UDiveraidad de~
levailtiDo. ..... .....
1
3
10
29
49
59
81
97
128
147
157
177
199
229
celona ....................... .. .. .. .. .. .. .. ... .. .. .. . .. ... . ... .. .. .. .. ... . .
257
ib6ricoe ..... ........ ............... ...
261
276
SANMARTI GREGO, Enrie: Notu acerca de un bóvido ib6rloo en piedra del MUieo
Arqueológico de Barcelona ... . . .. .. . . . ... . . ... ....... .. . . .. . . . .. . ... . . . . . ....
CUADRADO DIAZ, Emeterio: Tres bulto&
ATRIAN JORDAN, Purltl.caci6n: Cer6ml.ca ib6rlca de imitación romana en La Caridad
(Camin.reaJ.Terue~ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . • • . . . . . . . . . . . . • . . . . • . . . . . . . . . .
UNTERMANN, JOrren: Repertorio antzoponúnico ibérico. . • . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . .
GUITER, Henry; Sobre al¡una.a inlcripcionee ib6rica.e • • . . . . . . • • . . . . • . • . . . . . . • • . . . .
BALIL ILLANA, Alberto: Tee~erae huoriae de Ampuria.e • • • • • • • • • • • • • . • • • • . • • . • • . •
PEREIRA MENAUI', Gerardo: Valentini Vaterani et Veterea. Una
ALFOLDY, G6sa: M Comeliul Ni¡rima Filio, un «hijo perdidO» • • . • • • . • • . • • . • • . • . .
VICENT ZARAGOZA, ADa María: Retz-ato de Iu1ia Au¡Uita en el Mu.aeo Arqueol6gioo
Provfncial de
MARCOS POUS, Alejmdro: IDicripcl.6n cordobesa de un aqullifar . . . . . . . . . . . . . . . . . .
PALOL SALELLAS, Pedro de: Una CIDtimplora de bronce con eanaltee del Mu.aeo de
Prahiltoria de Valencia .... . . . .. . ... .... ................. . ... . .... ... ........
BONET ROSADO, Helena y PLA BALLESTER, Enrique. lndicM . . . . . . . . . . . . . . . . .
nota .............
Córdoba.. ...... .. ......... .. ................. ... ....... .. .....
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Este Servicio de Investigaci6n Prehistórica remite sus publicacionas para
establecerymantenerintercambio con loa centros científicos y seflorea investigadores en esta especialidad. Por ello espera ser correspondido con el envío
de las publicaciones del receptor, entendiendo, caso contzario, que no ae
desea sostener intercambio y auapenderá ulteriores envíoe.
Toda la correspondencia dirljaae al Director del Servicio de Investigación
Prehiat6rica de la Excma. Diputación Provincial, calle de La Corona, n6mero
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LAS OPINIONES VERTIDAS EN LOS TRABAJOS INSERTOS EN ESTE VOLU.
MENDEBENESTIMARSECOMOJUICIOSPERSONALESDELOSRESPECTI·
VOSAt.Tl'ORES
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Sobre figuras rupestres paleolíticas de posibles caballos domesticados
Francisco Jordá CerdáPag. 49-58descarregarAlgunos temas no figurativos del arte mueble prehistórico (A propósito de las placas grabadas de La Cocina)
Ignacio Barandiaran MaestruPag. 59-80descarregarLa fase "pre-levantina" en el arte prehistórico español
Antonio Beltrán MartínezPag. 81-96descarregarUna escena de vareo en "La Sarga" (Alcoy). Aportaciones a los problemas del arte levantino
Francisco Javier Fortea Pérez / Joan Emili Aura TortosaPag. 97-122descarregarEl yacimiento calcolítico de "Los Cortinales", en Villafranca de los Barros (Badajoz)
Milagros Gil-Mascarell Boscà / Alonso Rodríguez DíazPag. 123-146descarregarOrígenes del urbanismo y de las necrópolis tumulares de incineración en el Valle Medio del Ebro
Manuel Pellicer CatalánPag. 157-176descarregarLa necrópolis de "El Estacar de Robarinas", Castulo: Tipología de los enterramientos
José María Blázquez Mártinez / María Paz García-Gelabert PérezPag. 177-198descarregarEl pilar-estela de las "Damitas de Mogente" (Corral de Saus, Mogente, Valencia)
Martín Almagro GorbeaPag. 199-228descarregarLa escultura funeraria de la necrópolis de Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla, Murcia)
Ana Mª Muñoz AmilibiaPag. 229-256descarregarUn casco ibérico probablemente de la necrópolis de la Galera (Granada) en el Instituto de Arqueología de la Universidad de Barcelona
Juan Maluquer de Motes i NicolauPag. 257-260descarregarNotas acerca de un bóvido ibérico en piedra del Museo Arqueológico de Barcelona
Enric Sanmartí GrecoPag. 261-274descarregarCerámica ibérica de imitación romana en La Caridad (Caminreal-Teruel)
Purificación Atrian JordanPag. 279-288descarregarRetrato de Iulia Augusta en el Museo Arqueológico Provincial de Córdoba
Ana María Vicent ZaragozaPag. 351-366descarregarUna cantimplora de bronce con esmaltes del Museo de Prehistoria de Valencia
Pedro de Palol SalellasPag. 383-384descarregar