Vivir junto al Turia hace 4.000 años: la Lloma de Betxí
María Jesús de Pedro Michó
Laura Fortea Cervera
Eva Ripollés Adelantado
2015
, ISBN 987-84-7795-718-8 , 152 p.
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VIvir
Junto
al TURIA
hace 4.000 años
La Lloma de Betxí
Museu de Prehistòria de València
De febrero a septiembre de 2015
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DIPUTACIÓN DE VALENCIA
Presidente
EXPOSICIÓN
Alfonso Rus Terol
Comisariado
Traducción y corrección al valenciano
Diputada del Área de Cultura
María Jesús de Pedro Michó
Eva Ripollés Adelantado
Laura Fortea Cervera
Unitat de Normalització
Lingüística. Diputació de València
Diseño instalación y montaje
Encarna Raga
María Jesús Puchalt Farinós
Director de Gestión Cultural y
Museística del Área de Cultura
Antonio Lis Darder
MUSEU DE PREHISTÒRIA DE
VALÈNCIA
Francisco Chiner Vives
Laboratorio de Restauración del
Museu de Prehistòria de València
Directora
Trinidad Pasíes Oviedo
María Perales Azorín
Helena Bonet Rosado
Diseño gráfico
Jefe Unidad de Difusión, Didáctica y
Exposiciones
Espirelius
Santiago Grau Gadea
Diseño y tratamiento panorámicas
fotográficas
Vanesa Mora Casanova
Reconstrucción escenográfica
Sfumato Pintura Escénica
Reconstrucción virtual en 3D
Global Geomática. Vito Porcelli
Audiovisual La Lloma de Betxí
Render Comunicació
Ángel Sánchez Molina
Sistema Wifimusem - Audioguías
AGRADECIMIENTOS
Equipo técnico y de excavación del
yacimiento arqueológico La Lloma de
Betxí (Paterna, Valencia) 1984 - 2014.
Equipo de inventario, catalogación,
estudio y restauración de la Lloma de
Betxí: Becarios del Museu de Prehistòria
de València, licenciados y alumnos
en prácticas de ADEIT-Universitat de
València, SUPSI y Leonardo.
Equipo de Administración de Gestión
Cultural y Museística, Familia GómezTrénor Aguilar, Parc Natural del Túria,
Tomi Plata Vinuesa, Joaquim Juan
Cabanilles, Carmen Tormo Cuñat,
Ángela Pérez Fernández, Victor Chaos
López, María Amparo Peiró Ronda,
Sheyla Sancho Peris, Pepa Ureña
Castillo.
Audio Viator
Diseño y maquetación guía didáctica
Vanesa Mora Casanova
Francisco Chiner Vives
Imágenes y dibujos
Francisco Chiner Vives
Ángel Sánchez Molina
Global Geomática
Visitas didácticas
Laura Fortea Cervera,
Eva Ripollés Adelantado
Actividades complementarias
Talleres didácticos
Visitas comentadas a La Lloma de Betxí
Conferencias
Difusión
Begoña Soler Mayor
Gabinet de Premsa Diputació de València
Laura Martínez Ibáñez
PUBLICACIÓN
Traducción al inglés
Traducción al francés
Marc Tiffagom
Fondos expuestos
Museu de Prehistòria de València
Producción y montaje
Museu de Prehistòria de València
Unitat de Difusió, Didàctica i
Exposicions
Ayudante de montaje
Amadeo Moliner Blay
Producción instalación y montaje
Art i Clar
Unidad de Programas de Edición
Gestión Cultural y Museística
María Luisa del Cerro Angosto
Edición
Museu de Prehistòria de València
Àrea de Cultura. Diputació de València
Coordinación
María Jesús de Pedro Michó
Begoña Soler Mayor
AutorEs
María Jesús de Pedro Michó, Eva
Ripollés Adelantado, Laura Fortea
Cervera, Helena Bonet Rosado, Mauro
S. Hernández Pérez, Carlos Ferrer
García, Yolanda Carrión Marco, Elena
Grau Almero, Guillem Pérez Jordà,
Carmen Tormo Cuñat, Josep Lluís
Pascual Benito, José Luis Simón García,
Ángela Pérez Fernández, María Paz de
Miguel Ibáñez, Francisco Javier Jover
Mestre, Juan Antonio López Padilla,
Sergio Martínez Monleón, Trinidad
Pasíes Oviedo, Victor Chaos López
Imágenes y dibujos
Francisco Chiner Vives, Ángel Sánchez
Molina, Global Geomática
Diseño, maquetación y fotomecánica
Espirelius
FotografÍAs Lloma de betxí
Rafael de Luís Casademunt
Museu de Prehistòria de València
Corrección de la edición
Joaquin Abarca Pérez
Traducción y corrección al valenciano
Unitat de Normalització Lingüística.
Diputació de València
ImpresióN
Gráficas Vernetta
© del texto: los autores
© de las imágenes: los autores
© de la edición: Museu de Prehistòria de
València – Diputació de València
ISBN: 978-84-7795-717-1
Depósito legal: V 178-2015
[page-n-4]
índice
[ 5 ] Alfonso Rus Terol
[ 7 ]
María Jesús Puchalt Farinós
[ 10 ]
Vivir junto al Turia, hace 4.000 años [Helena Bonet Rosado]
[ 18 ]
Un recorrido centenario. La Edad del Bronce en las tierras valencianas [Mauro S. Hernández Pérez]
[ 28 ]
La Lloma de Betxí. Un poblado de la Edad del Bronce junto al Turia [María Jesús de Pedro Michó]
[ 38 ]
La Vallesa de Mandor. Colinas y llanos junto al Turia [Carlos Ferrer García]
[ 44 ]
El territorio. Hacia una definición del espacio social [María Jesús de Pedro Michó, Eva Ripollés Adelantado, Laura Fortea Cervera]
[ 52 ]
La casa. Arquitectura y materiales de construcción [María Jesús de Pedro Michó, Eva Ripollés Adelantado, Laura Fortea Cervera]
[ 62 ]
Madera y leña en la Lloma de Betxí [Yolanda Carrión Marco, Elena Grau Almero]
[ 68 ] Los espacios domésticos y las actividades cotidianas. Bases económicas y producción de bienes
[María Jesús de Pedro Michó, Eva Ripollés Adelantado, Laura Fortea Cervera]
[ 82 ]
La actividad agrícola. Cultivos y alimentación [Guillem Pérez Jordá]
[ 88 ]
Ganaderos y cazadores. La gestión de los recursos animales [Carmen Tormo Cuñat]
[ 94 ]
Los marfiles de la Lloma de Betxí [Josep Lluís Pascual Benito]
[ 100 ]
Arqueometalurgia en la Lloma de Betxí [José Luis Simón García]
[ 106 ]
Los hombres y mujeres que habitaron la aldea [María Jesús de Pedro Michó, Eva Ripollés Adelantado, Laura Fortea Cervera]
[ 112 ]
El registro funerario de la Lloma de Betxí: una visión desde la Antropología Física
[Ángela Pérez Fernández, María Paz de Miguel Ibáñez]
[ 118 ]
Espacios sociales en la Edad del Bronce: La Cubeta de Villena como caso de estudio
[Francisco Javier Jover Maestre, Juan Antonio López Padilla, Sergio Martínez Monleón]
[ 124 ]
Estudio y caracterización del territorio argárico alicantino
[Juan Antonio López Padilla, Sergio Martínez Monleón, Francisco Javier Jover Maestre]
[ 132 ]
La Lloma de Betxí en el siglo xxi. Perspectivas de futuro [María Jesús de Pedro Michó, Trinidad Pasíes Oviedo, Víctor Chaos López]
[ 142 ]
Bibliografía
[page-n-5]
[page-n-6]
La historia de la humanidad es la historia de un pueblo en
la búsqueda de un hogar donde establecerse, de tierras
fértiles con buenos pastos y abundante caza, un lugar fácil de defender, donde formar un hogar. Requisitos que,
hace ya 4.000 años, encontraron en la Lloma de Betxí de
Paterna, un terreno que se alza sobre una colina en pleno
Parque Natural del Turia.
Este asentamiento es, desde 1984, el objeto de
estudio y de excavaciones que se han realizado de forma sistemática y de manera ininterrumpida por parte de
un equipo de arqueólogos y arqueólogas del Servicio de
Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia;
un excelente trabajo por el que se ha podido interpretar
la historia de uno de los yacimientos clave de la Edad del
Bronce Valenciano.
< Vaso cerámico geminado, deformado por
la acción del fuego. Habitación II.
La política cultural de inversión en la conservación
del patrimonio valenciano realizada por la Diputación, y
el trabajo científico de sus técnicos, han permitido salvaguardar conjuntos arqueológicos singulares de nuestra
provincia, como es la Lloma de Betxí. Una labor que ha
contribuido a situar a nuestro Museo de Prehistoria como
un referente nacional en los trabajos de recuperación,
conservación y difusión de los bienes arqueológicos.
Ahora, con la exposición Vivir junto al Turia hace
4.000 años, presentamos al pueblo valenciano, y a todos
los visitantes que lo deseen, el trabajo arqueológico y museístico de recuperación de estas tres décadas, bajo un formato expositivo didáctico a la vez que científico. De esta
manera, devolvemos a nuestros ciudadanos la inversión
por ellos realizada, en este caso, convertida en conocimiento y materializada en patrimonio cultural recuperado.
Alfonso Rus Terol
Presidente de la Diputación de Valencia
[5]
[page-n-7]
[page-n-8]
El yacimiento arqueológico de la Lloma de Betxí, de
Paterna, es uno de los referentes patrimoniales más importantes que el Servicio de Investigación Prehistórica
de la Diputación de Valencia excava y estudia desde hace
más de treinta años. Su estudio, conservación y difusión
han sido, y son, un ejemplo de la preocupación del Área
de Cultura de la Diputación de Valencia por la puesta en
valor de nuestro patrimonio arqueológico.
La exposición Vivir junto al Turia hace 4.000 años
es un homenaje a estas décadas de trabajo, poniendo al
alcance de los ciudadanos los resultados de las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en este yacimiento de una manera novedosa y atractiva. Planteada
de manera narrativa, una família, protagonista imaginaria de esta historia, nos traslada al II milenio antes de
Cristo de forma y manera que el visitante se adentra en la
vida cotidiana de un poblado de la Edad del Bronce. Los
objetos originales encontrados durante las excavaciones
harán posible conocer a estos primeros habitantes que
se instalaron en la orilla del río Turia, sus actividades cotidianas dentro y fuera del espacio doméstico, su entorno
y su medio de vida.
Finalmente, la exposición muestra cómo desde la
investigación arqueológica se han estudiado cada unos
de los restos aparecidos y qué información han proporcionado sobre la vida y la muerte de sus habitantes. Todo
ello explicado mediante audiovisuales y réplicas de objetos arqueológicos que ayudan al visitante a interactuar
con las piezas y así dar respuesta a todas las preguntas
formuladas durante las investigaciones.
Estamos seguros de que los visitantes van a descubrir
con gran interés a estos antepasados que vivieron hace
4.000 años junto al río Turia y que dejaron sus huellas
en la Lloma de Betxí. Huellas que han sido recuperadas tras una minuciosa investigación arqueológica y
gracias a un gran esfuerzo patrimonial por parte de la
Diputación de Valencia.
María Jesús Puchalt
< Olla cerámica, molino y moledera de piedra.
Habitación I.
Diputada del Área de Cultura
Diputación de Valencia
[7]
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[ 10 ]
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VIVIR JUNTO AL TURIA,
hace 4.000 Años
Helena Bonet Rosado
Directora del Museu de Prehistòria de València y del Servei d’Investigació Prehistòrica
En el año 2014 se han cumplido treinta años del inicio de
las excavaciones en la Lloma de Betxí de Paterna y, precisamente de aquella primera campaña, dirigida por Mª
Jesús de Pedro y en la que participé, recuerdo la que fue
unas de las jornadas más intensas vividas en una excavación, a pesar de tratarse de un yacimiento que corresponde a un periodo prehistórico en el que no soy especialista.
En 1984 finalizábamos las excavaciones en el poblado
ibérico del Puntal dels Llops de Olocau y comenzaban
las campañas en otros yacimientos de la Cultura Ibérica
de la zona, no menos emblemáticos, como el Castellet
de Bernabé en Llíria y la Seña en Villar del Arzobispo.
Excavaciones todas ellas dentro de un proyecto de investigación más amplio sobre el poblamiento en torno a la
ciudad ibérica de Edeta/ Llíria, centrado en las comarcas
del Camp de Túria y de los Serranos. El estudio de este
< El río Turia en las proximidades de la
Lloma de Betxí. Hace 4.000 años.
territorio no se limitaba a los periodos del Hierro Antiguo,
Ibérico y Romano sino que se trataba de completar la secuencia cronológica con el estudio del patrón de poblamiento durante la Edad del Bronce por parte de Mª Jesús
de Pedro. En este contexto, repleto de las inquietudes
compartidas por un grupo de jóvenes arqueólogos, la
Lloma de Betxí nos dejaría su impronta inesperada.
Entre los muchos yacimientos prospectados de
este periodo, la Lloma de Betxí contaba, en la década de
los ochenta, con una escueta documentación en los archivos del SIP que se remontaba a las primeras noticias de
Nicolau Primitiu Gómez-Serrano, allá por los años veinte
(Gómez-Serrano, 1931: 79 y 129). La ficha del yacimiento
(Fig. 1) lo recoge como el Castellet de la Lloma de Bechí,
en la Vallesa de Mandor y lo describe como un yacimiento
del periodo eneolítico, terminología que aplicaba el SIP
a la mayoría de poblados de la Edad del Bronce cuando
se carecía de excavaciones sistemáticas en extensión y se
catalogaban en función de los hallazgos recogidos en superficie, como eran las cerámicas a mano y algunas lascas
de sílex. En la visita que realiza Gómez-Serrano en febrero
[ 11 ]
[page-n-13]
Fig. 1. Primera ficha del yacimiento de la Lloma de Betxí.
Años 30 del siglo xx. Archivo documental del SIP.
[ 12 ]
de 1924 a la Lloma destaca su situación privilegiada sobre
el río Turia y su aspecto fortificado con los muros escalonados. En esa jornada recoge abundantes cerámicas tipo
«argar», molinos de mano y sílex. Sin embargo, ahora, en
las prospecciones de la década de los ochenta, por parte de Mª J. de Pedro, junto con Joan Bernabeu, Consuelo
Mata y yo misma, algunas de las cerámicas recuperadas
en superficie parecían corresponder a momentos avan-
zados o finales de la Edad del Bronce, de acuerdo con el
tratamiento de sus superficies alisadas y algunas de las
formas carenadas. Ello coincidía con que el interés por
este periodo era doble: por un lado, Mª J. de Pedro estaba
estudiando el asentamiento del Bronce Final del Puntal
dels LLops y preparaba su tesis doctoral sobre el Bronce
Valenciano, mientras que, por su parte, C. Mata se ocupaba del Hierro Antiguo y de los orígenes de la Cultura
Ibérica. De modo, pues, había un interés muy especial en
localizar asentamientos de este periodo de transición, que
había que acotar entre el 1000 y el 600 a.C., muy escasos
en la zona de estudio.
De ahí que se solicitase al entonces director del SIP,
Enrique Pla Ballester, la realización de una primera campaña de excavaciones con el fin de esclarecer el final del
periodo del Bronce Valenciano y los orígenes de la Cultura
Ibérica. Sin embargo, los resultados de la campaña se alejaron considerablemente de los planteamientos iniciales
al descubrirse un asentamiento del Bronce Pleno con una
cronología estimada entre el 1800-1700 y el 1400-1300
a.C. Por otro lado, se descubre un poblado único con un
estado de conservación excepcional, sin paralelos en la
zona. Un potente nivel de incendio sellaba una habitación con muros de cerca dos metros de altura, repleta de
enseres domésticos. Una riqueza de materiales arqueológicos que conocíamos en el caso de los hallazgos in situ
en los poblados ibéricos de la zona de Llíria, pero que era
excepcional en un poblado de la Edad del Bronce. Ollas,
grandes vasos y pequeños cuencos llenos de semillas de
cereal carbonizado, se hallaban en el rincón S de esta gran
vivienda y algunos de ellos contenían en su interior botones de marfil con perforación en V, hojas de sílex para
[page-n-14]
Fig. 2. Planta de la primera campaña de excavación, 1984, con la
dispersión de los hallazgos. Dibujo de Helena Bonet.
Vivir junto al Turia, hace 4.000 años. Helena Bonet Rosado
hoces y un largo etcétera de objetos. Todo ello disperso
por el suelo de la habitación tal y como quedó tras el gran
incendio que arruinó el poblado hace unos 4.000 años, según se desprende de las dataciones absolutas de 14C que
los estudios posteriores han aportado. Pero el interés de
la Lloma no se limita a la excepcionalidad de los enseres,
la mayoría de ellos completos, sino también a la conservación de sus estructuras constructivas. Las altas paredes de
las habitaciones, hechas de piedras y barro, conservan su
enlucido, y limitadas por ellas podemos observar la doble
hilera de las bases de piedra sobre las que se levantaban
los postes de madera, así como los propios restos carbonizados de los postes y de la techumbre, que nos permiten
reconstruir la estructura de la cubierta vegetal. En el interior de las habitaciones, cubetas y soportes para vasijas,
construidos en barro, nos hablan de los equipamientos
domésticos, de los telares que soportaban los contrapesos
de barro que allí se encuentran, de la molienda del grano
[ 13 ]
[page-n-15]
en los molinos de vaivén: son la huella de las actividades
propias de la vida cotidiana de aquella comunidad, que
nunca hasta entonces se nos habían revelado con tanta
intensidad. Recuerdo no dar abasto dibujando y numerando en papel milimetrado los hallazgos de las últimas
jornadas de la campaña, según iban excavando Mª J. de
Pedro y el resto del equipo (Fig. 2). La concentración de
vasos y de granos de cereal en esta zona nos mostraba
que sin duda estábamos en aquel sector de la vivienda
destinado al almacenaje de los víveres de la comunidad,
que quedó sepultado por un gran incendio y el posterior
derrumbe de las paredes, y que ahora podemos reproducir prácticamente en su totalidad, como se muestra en
una gran vitrina de la sala dedicada a la Edad del Bronce
del Museo de Prehistoria de Valencia.
[ 14 ]
Aparte de la corta, pero inolvidable, experiencia
personal en aquella primera campaña de excavaciones,
la Lloma de Betxí se convirtió en un yacimiento clave para
el conocimiento de la Edad del Bronce y en un referente
en la arqueología peninsular. Y estos avances científicos
van inevitablemente unidos a la trayectoria investigadora de Mª J. de Pedro cuyas excavaciones en la Muntanya
Assolada de Alzira, junto con Bernat Martí y Rosa Enguix,
el Puntal dels Llops de Olocau, l’Arbocer y l’Altet de Palau
de la Font de la Figuera y, por supuesto, la Lloma de Betxí
han permitido reconstruir el panorama de la cultura del
Bronce Valenciano en la zona central del País Valenciano.
Una vez finalizadas las excavaciones en el asentamiento en el año 2013 y publicados la mayor parte de sus
resultados, el Museo de Prehistoria se plantea la necesidad
de abordar dos ambiciosos proyectos. Como centro museístico, cuyo principal objetivo es comunicar y trasmitir el
conocimiento arqueológico es fundamental difundir nuestras investigaciones a nivel divulgativo y potenciar y recuperar el patrimonio arqueológico para disfrute de nuestra
sociedad. En este sentido, durante estos años se han llevado a cabo varias intervenciones de conservación y restauración en la Lloma de Betxí, siendo muy conscientes de
la urgencia de un proyecto más amplio de puesta en valor,
con acondicionamiento de accesos, señalética y la adecuación de instalaciones en el propio yacimiento para visitas
concertadas. Enclavado en un entorno privilegiado en el
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Vivir junto al Turia, hace 4.000 años. Helena Bonet Rosado
Parque Natural del Turia, en la Vallesa de Mandor, el Museo
de Prehistoria realiza, en colaboración con el Parque, una
Jornada de Puertas Abiertas en los meses de otoño.
El otro reto que debía de afrontar el Museo de
Prehistoria era hacer una exposición monográfica sobre
la Lloma de Betxí y el treinta aniversario del inicio de la
excavación era una buena ocasión para publicar y mostrar al público los resultados de los trabajos realizados
durante tres décadas en uno de los yacimientos más emblemáticos del SIP. La apuesta debía ser acorde con la
importancia del yacimiento y por ello la muestra tiene un
planteamiento expositivo original donde no se presentan
exclusivamente los materiales y los resultados de las investigaciones, sino que se ha apostado por un discurso didáctico donde se hace especial hincapié en la utilización
de las nuevas tecnologías y ambientaciones envolventes
para el visitante (Fig. 3). En este apartado hay que destacar
el papel de las también comisarias de la exposición, Eva
Ripollés y Laura Fortea quienes, como monitoras y responsables de la Didáctica del Museo de Prehistoria, han
elaborado un discurso expositivo planteado de manera
narrativa cuyo principal objetivo es crear una museografía didáctica que propicie la interacción con el visitante así
como experimentar con nuevos recursos comunicativos
que impliquen al público en la reconstrucción del pasado.
La exposición plantea una doble lectura con una
primera parte narrativa y otra más analítica y procedimental. La parte narrativa, contada en primera persona por
uno de los habitantes, relata el momento de la llegada
del grupo al asentamiento, cómo construyeron la aldea y
cómo se desarrollaba la vida diaria en su interior, y el ritual
de enterramiento del miembro más anciano de la familia.
Para generar en el espectador interés y expectación se ha
creado un recorrido que se inicia con el paisaje, los cultivos y la fauna que circundan el asentamiento hace 4.000
años para luego pasar a un segundo ámbito donde se ha
recreado eI espacio de habitación. Los objetos y enseres
originales recuperados en la excavación, apoyados de
material informativo de paneles, módulos interactivos y
murales, nos relatan las actividades cotidianas realizadas
por la comunidad, es decir la transformación y el consumo
de los alimentos, el tejido, la alfarería, el trabajo del hueso
y del metal, la agricultura y ganadería. La representación
del incendio, que puso fin a la ocupación del asentamiento, da paso a la segunda parte dedicada a la investigación
arqueológica donde se explica cómo se obtiene la información en la excavación. A través de nueve bloques temáticos equipados con unidades didácticas manipulables, el
visitante puede interactuar con los arqueólogos sobre las
[ 15 ]
[page-n-17]
[ 16 ]
Fig. 3. Planta y alzado de la exposición temporal
Vivir junto al Turia hace 4.000 años. La Lloma de Betxí.
Dibujo de Francisco Chiner.
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tigadores, especialistas en geomorfología, antropología
física, antracología, paleocarpología, arqueozoología, arqueometalurgia e industria ósea han contribuido con sus
últimos trabajos, muchos de ellos inéditos, a renovar la visión tradicional que teníamos de la Cultura de la Edad del
Bronce en temas de paleoambiente, subsistencia y modos de producción, en los usos tecnológicos, en hábitos
sociales y comportamientos. Los últimos capítulos nos
remiten a los recientes estudios sobre patrones de poblamiento en el sur de las tierras alicantinas acercándonos a
la cultura de El Argar, referencia necesaria. Finalmente, a
modo de reflexión, se debate sobre el fututo patrimonial
de la Lloma de Betxí y su uso público.
Con la exposición y el catálogo Vivir junto al Turia
hace 4.000 años. La Lloma de Betxí, es deseo del Museo de
Prehistoria despertar en el visitante el interés por aquellos
grupos humanos que nos precedieron y que ya configuraban una compleja y avanzada organización social como
se puede ver a través del mensaje que aquella comunidad agrícola nos ha legado a través de sus objetos y de la
huella que dejaron en la tierra.
Vivir junto al Turia, hace 4.000 años. Helena Bonet Rosado
grandes preguntas que plantea toda excavación científica: ¿Quiénes viven ahí? ¿Qué comían? ¿De qué murieron?
¿Cómo se construyó el poblado? ¿Cómo hacían las cerámicas? ¿Cómo se fechan los hallazgos? ¿Qué nos cuentan
los restos carbonizados? Destacar en esta parte de la exposición una proyección 3D sobre la reconstrucción virtual
del poblado de la Lloma de Betxí, así como de su entorno,
para finalizar el recorrido de la muestra con un audiovisual
general sobre la historia de las excavaciones, de los hallazgos más relevantes y de los futuros proyectos de investigación y conservación en este importante yacimiento.
Como es habitual en las exposiciones del Museo
de Prehistoria, esta muestra se complementa con el presente catálogo que recoge la contribución de más de
veinte reconocidos especialistas en la Edad del Bronce
y en diferentes campos y disciplinas de la arqueología
prehistórica. En el primer capítulo, Mauro Hernández nos
hace una síntesis del estado de la cuestión de la Edad del
Bronce en las tierras valencianas abordando algunos de
los aspectos más destacados y debatidos, mientras que
el grueso del catálogo se dedica, como no podía ser de
otra manera, a la Lloma de Betxí. Las comisarias, Mª Jesús
de Pedro, Laura Fortea y Eva Ripollés abordan la historia
de la investigación del asentamiento, los personajes que
habitaron esta pequeña aldea agropecuaria, el espacio
doméstico y el estudio de sus equipamientos así como
la organización espacial en el territorio. El resto de inves-
[ 17 ]
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[ 18 ]
[page-n-20]
UN RECORRIDO CENTENARIO
LA EDAD DEL BRONCE EN LAS TIERRAS VALENCIANAS*
Mauro S. Hernández Pérez
Universidad de Alicante
Con la sistematización de los años sesenta, la Cultura del Bronce
valenciano toma como una de sus principales características
la abundancia de estos poblados, ubicados en alturas de
difícil acceso, amurallados en sus partes accesibles y con una
cultura material desprovista de elementos singulares. Tan fácil
adscripción cultural contribuye a alimentar notablemente el
número de los yacimientos, aunque no se produce en la misma
medida el incremento de su conocimiento, que en muchos casos
queda reducido al de su topónimo.
B. Martí Oliver: 2001: 134.
< Tesorillo del Cabezo Redondo (Villena, Alicante).
Las siempre interesantes reflexiones de Bernat Martí –sin
duda el mejor conocedor de la historiografía arqueológica
valenciana– permiten caracterizar al denominado Bronce
Valenciano que, tras más de un siglo de hallazgos e investigaciones, ha conocido en las últimas décadas un notable
impulso, de la mano de una profunda renovación metodológica y de la incorporación de nuevas generaciones de
investigadores con una sólida formación y una gran capacidad de trabajo. Un singular ejemplo de la situación actual
de la investigación lo constituyen los trabajos de María Jesús
de Pedro en la Muntanya Assolada (Alzira, Valencia), en la
Lloma de Betxí (Paterna, Valencia) y en otros puntos del territorio valenciano. Sus investigaciones de campo, la catalogación de materiales arqueológicos, la organización de exposiciones y su activa presencia en reuniones científicas son, sin
duda, un extraordinario referente de la actual investigación
valenciana y de su proyección fuera de nuestras tierras.
* Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación HAR
2012-37710 iii y ii milenios cal. BC: poblamiento, ritualidad y cambio social
entre las cuencas de los ríos Júcar y Segura, financiado por el Ministerio de
Economía y Competitividad.
[ 19 ]
[page-n-21]
Cabezo Redondo (Villena, Alicante).
[ 20 ]
A mediados del pasado siglo los estudios de
Miguel Tarradell marcarían una inflexión en la caracterización de la Edad del Bronce, tanto a nivel peninsular como
del territorio valenciano. Rompen la visión tradicional de
una cultura única que se extendía por toda la península
Ibérica, identificada como Bronce Argárico, para establecer varios grupos culturales (Tarradell, 1950), uno de los
cuales denominaría años después Bronce Valenciano
(Tarradell, 1963), término que la escuela valenciana de
prehistoria había utilizado con anterioridad para incluir
«una serie de poblados de dicha época que, por sus características, no pueden ser adscritos al denominado
Bronce Argárico» (Arnal, Prades y Fletcher, 1968: 31).
El punto de partida
Como se ha señalado en reiteradas ocasiones las
primeras referencias acerca de la existencia en las tierras
valencianas de objetos de metal –cobre o bronce– remontan a las últimas décadas del siglo xix y pertenecen a los
asentamientos del Molló de les Mentires (Aielo de Malferit,
Valencia) y Castellet del Porquet (l’Olleria, Valencia), de
los que da cuenta Juan Vilanova y Piera (Martí, 2001).
También señala la presencia de otros hallazgos metálicos
en otros yacimientos, entre los que se encuentran varios
objetos de bronce recogidos en las laderas de San Antón,
en las proximidades de Orihuela (Alicante), por el ingeniero Santiago Moreno Tovillas (1832-1888), autor de un ma-
[page-n-22]
A finales del siglo se incorpora al Colegio de
Santo Domingo de Orihuela el jesuita Julio Furgús (18561909). Sus excavaciones en varias localidades de la Vega
Baja, entre las que se encuentra la del ya conocido yacimiento de San Antón y la del inédito de Laderas del
Castillo de Callosa de Segura, y la creación del Museo de
Antigüedades de Orihuela son un preciso referente de la
investigación arqueológica valenciana de principios del
siglo xx, como refleja la exposición y monografía organizada por el MARQ en 2009 con ocasión del centenario de
su muerte (Hernández, Soler y López, 2009). Algunos de
sus estudios, la mayoría de ellos publicados en la revista Razón y Fe, de la Compañía de Jesús, serían recopilados, traducidos al valenciano y editados por el Consejo
Provincial de Valencia como número 5 de la serie Treballs
Solts del SIP (Furgús, 1937), con una nota introductoria de
Isidro Ballester Tormo, director del S.I.P., en la que destaca el gran interés de los trabajos del jesuita en una «època
en que en Espanya encara es treballava poc en esta classe
d’investigacions» (Ballester, 1937: 3).
Julio Furgús identifica estos yacimientos como necrópolis, registrando más de ochocientas tumbas en San
Antón, no todas prehistóricas. En Callosa señala la presencia de un muro y fragmentos de barro con improntas de
cañas, planteando la posible existencia de un poblado en
la ladera de más fácil acceso. No obstante, para Enrique
Siret, San Antón era un poblado con enterramientos bajo
las casas similar a los que, junto a su hermano Luis, había
descubierto y excavado en Almería, indicando que los trabajos de J. Furgús confirmaban que se trataba del mismo
Un recorrido centenario. Mauro S. Hernández Pérez
nuscrito, remitido a la Sociedad Arqueológica Valenciana
en 1872, que permanecería inédito hasta su publicación
en 1942 como número 7 de Trabajos Varios del Servicio de
Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia.
Juan Vilanova y Santiago Moreno marcan el inicio
de los estudios sobre la Edad del Bronce en las tierras
valencianas. Ambos conocían los trabajos de los hermanos Enrique y Luis Siret en el Sudeste peninsular, quienes
tenían información a su vez de los trabajos de estos dos
pioneros, visitaron la «hermosa colección» de Moreno y
recorrieron el yacimiento de San Antón, donde señalan la
existencia de «algunos desmontes en forma de escalinata» (Siret y Siret, 1890). También se interesaron por otros
yacimientos valencianos, encargando a su capataz Pedro
Flores una visita a varias localidades de Alicante (Simón,
1997 a); entre estos yacimientos se encuentra el Cabezo
de La Granja, que posiblemente se corresponde con el
actual Cabezo Pardo, excavado recientemente por Juan
A. López Padilla, y La Loma de la Terrera o Coroneta del
Rei, en Alberic (Valencia) (Simón, 1997 b).
[ 21 ]
[page-n-23]
Cabezo Redondo (Villena, Alicante).
Trabajos de consolidación en el yacimiento.
pueblo (Siret, 1905: 24). A partir de este momento el Bronce
Argárico se convierte en el referente de la Edad del Bronce
en las tierras valencianas hasta mediados del siglo xx.
[ 22 ]
El carácter argárico de estos yacimientos sería confirmado tras las excavaciones realizadas por el Institut d’Estudis Catalans, bajo la dirección de Josep Colominas, en las
Laderas del Castillo de Callosa de Segura (Colominas, 1927).
En las primeras décadas del siglo xx se realizan
excavaciones en yacimientos de la Edad del Bronce dispersos por todo el territorio valenciano, entre los que
[page-n-24]
Un cambio de rumbo
En 1957 Miguel Tarradell (1920-1995) se incorpora
a la Universidad de Valencia. Años antes había establecido varios grupos culturales en la Edad del Bronce peninsular que hasta ese momento se identificaba con El
Argar. Considera los poblados alicantinos del Bajo Segura
como argáricos, mientras el resto del territorio valenciano
se incluye en una «zona de influencia argárica» (Tarradell,
1950). Su monografía El País Valenciano del Neolítico a la
Iberización, publicada en 1963, se convierte en el mejor
referente sobre nuestra prehistoria reciente. Reitera la
presencia del Bronce Argárico en el Bajo Segura, en el que
incluye los yacimientos de San Antón, que denomina San
Antonio, y Laderas del Castillo, identificados como necrópolis, ya que del «posible poblado superpuesto no se sabe
nada» (Tarradell, 1963: 160). También considera argárico
el Cabezo Redondo (Villena, Alicante), donde se habían
documentado enterramientos humanos en el interior del
poblado y que años antes José María Soler había incluido, junto a otros poblados del Vinalopó, en el área de expansión argárica (Soler, 1953). El resto del territorio está
ocupado por el que denominó Bronce Valenciano, caracterizado por el gran número de poblados, siempre en cerros elevados, la abundancia de cuevas de habitación, la
escasez de enterramientos humanos y la pobreza y monotonía de sus materiales, entre los que están ausentes los
típicamente argáricos. Se lamentaba Miguel Tarradell de
la escasez de excavaciones en los numerosos yacimientos
catalogados –se ha llegado a señalar un millar de poblados– y la ausencia de estratigrafías, por lo que era difícil
establecer diferencias cronológicas en «una civilización
que tendió al estancamiento, que no se renovó, que vivió
durante siglos bajo módulos parecidos» (Tarradell, 1969:
26). No obstante, el registro cerámico le permitió señalar
dos grupos separados por las cuencas de los ríos Júcar y
Túría, caracterizándose el meridional por la presencia de
cerámicas decoradas con incisiones y cordones. También
resultan de extraordinario interés sus reflexiones sobre la
ocupación de las cuevas, una cuestión que, con algunas
excepciones (Palomar, 1995), apenas ha interesado a la
investigación posterior.
La caracterización de los bronces Argárico y Valenciano propuesta por Miguel Tarradell hace más de cincuenta años se mantiene vigente en la actualidad, aunque
Un recorrido centenario. Mauro S. Hernández Pérez
destacan varios en las comarcas de l’Alcoià y Camp d’Alacant. Siempre se relacionan con los poblados argáricos del
Sudeste y Vega Baja del Segura, destacando «que es tracta d’un mateix poble que movent-se de S. a N. i sens apartar-se gaire de la costa, es va anar establint per les verges
muntanyes de la província d’Alacant i les poblà fortament»
(Visedo, 1925: 176). Esta influencia argárica también se indica para poblados valencianos y castellonenses, como
refleja el título del artículo publicado por José Alcácer
(1945) en la revista Archivo de Prehistoria Levantina al identificar como estaciones argáricas los poblados de Peña de
la Dueña (Teresa) y La Atalayuela (Losa del Obispo).
[ 23 ]
[page-n-25]
Vasija de cerámica de Cabezo Redondo y cuenco de oro
del Tesoro de Villena.
[ 24 ]
cuestiones como las fronteras o el nombre de uno de ellos
sean objeto de polémicas. En este sentido las propuestas
de sustituir Bronce Valenciano por Bronce Levantino o
Bronce Ibérico-Levantino no han tenido aceptación. Al
mismo tiempo se considera que la utilización del término Bronce Valenciano únicamente es válido dentro de
una posición histórico-cultural (Jover, 1999: 67), mientras
que para otros investigadores, buenos conocedores de
esta cultura (Gil-Mascarell, 1992), resulta prematuro tanto mantener como variar su nombre, por lo que se aboga
por conservar la nomenclatura tradicional. Por mi parte
opté en su momento por utilizar la denominación genérica de «Edad del Bronce en…» e indicar a continuación
el territorio objeto de estudio, proponiendo la existencia
de facies comarcales, cuyo origen debía buscarse en los
sustratos, contactos e influencias externas, diferentes en
cada zona, y en una adaptación al medio por parte de las
comunidades humanas (Hernández, 1985: 116). Por otro
lado, la propuesta de Miguel Tarradell de situar la frontera entre los bronces Argárico y Valenciano en el Vinalopó
también ha sido objeto de discusión. En este sentido, en
su monografía sobre la Cultura de El Argar, Vicente Lull
sólo considera argáricos los yacimientos de San Antón y
Laderas del Castillo, que por su proximidad «podrían pertenecer a una misma comunidad tribal» (Lull, 1983: 341).
Miguel Tarradell también señaló las dificultades para
establecer las fechas inicial y final del Bronce Valenciano y
determinar su periodización interna. Sin embargo, pronto
se realizan diversas propuestas que, en cierto modo, son
[page-n-26]
deudoras de las establecidas para el Bronce Argárico y para
los momentos finales de la Edad del Bronce en el Sudeste, o
se apoyan en unas pocas y dispersas dataciones absolutas
(Gil-Mascarell, 1981; Gusi, 1975; Navarro, 1982). Se identificaron tres o cuatro fases, aunque las dos primeras –Bronce
Antiguo y Bronce Medio– en ocasiones se unificaban en un
genérico Bronce Pleno.
El mismo año de la publicación de la monografía de Tarradell, José María Soler descubre el Tesoro de
Villena, unos meses después de haber recuperado el
Tesorillo del Cabezo Redondo. Ambos hallazgos serían
objeto de dos monografías en las que se describe con exquisito detalle los dos conjuntos y se acompaña de sus
correspondientes análisis metalográficos (Soler, 1965 y
1969). Estos tesoros generan, desde un primer momento, un amplio debate acerca de su autoría, significado y
cronología. Apenas se cuestiona la relación del Tesoro de
Villena con el Cabezo Redondo, según indicaban algunas
piezas del Tesorillo. Con algunos de los pequeños objetos
del Tesoro el mismo Miguel Tarradell reconstruye, a partir
de una propuesta de Enrique Llobregat, el cetro de un reyezuelo que vivía en el Cabezo Redondo (Tarradell, 1964).
Su cronología se ha situado entre el siglo vii a.C. y el 1000
a.C., como proponía Soler. Las excavaciones en este yacimiento, que en sus inicios fueron impulsadas por el
propio Tarradell, se reanudaron en 1987 y han continuado hasta la actualidad. El hallazgo de diversos objetos de
oro en contextos bien datados permite situar el inicio de
esta acumulación de oro y plata en momentos del Bronce
Tardío, para el que en el Cabezo Redondo se dispone de
una treintena de dataciones absolutas, elevando la cronología propuesta por Soler en algunos siglos.
Un recorrido centenario. Mauro S. Hernández Pérez
Cuencos de oro del Tesoro de Villena y vasija cerámica de Cabezo Redondo.
[ 25 ]
[page-n-27]
Departamento XXII. Cabezo Redondo (Villena, Alicante).
El impulso definitivo
[ 26 ]
El Congreso de Elche, organizado por la Universidad
de Alicante en 1983, marcó un punto de inflexión en los
estudios arqueológicos valencianos. Aquella reunión coincidió con la creación de nuevas universidades, centros de
investigación y museos, la incorporación de una nueva
generación de profesionales con amplia formación y el
despertar del interés ciudadano por conocer el pasado
de pueblos y comarcas a raíz de la creación de la comunidad autónoma. Tres de las ponencias de Elche se dedicaron a la Edad del Bronce (Gil-Mascarell, 1985; González
Prats, 1985; Hernández, 1985) y fueron el punto de partida
de nuevas síntesis sobre la Edad del Bronce regional (GilMascarell, 1995; Gil-Mascarell y Enguix, 1986; Gusi, 1989;
Jover, 1999; Martí y Bernabeu, 1990), en las que se incorporaban las novedades en la investigación y se planteaban
nuevas hipótesis sobre su origen y periodización.
La ponencia de María Jesús de Pedro en las
Jornadas de Arqueología de Alfàs del Pi, en 1994, refleja
los profundos cambios que en poco más de diez años se
habían producido en la investigación sobre la Edad del
[page-n-28]
relación con el Servicio de Investigación Prehistórica de
la Diputación de Valencia desde el mismo momento de
su creación en 1927 por parte de Isidro Ballester. En su
primera colección se integran los materiales procedentes
del poblado de la Edad del Bronce de Mas de Menente, en
Alcoi, que se compraron a Fernando Ponsell, su excavador.
Dos años después se adquiere la colección de Federico
de Motos, farmacéutico de Vélez Blanco (Almería), entre
la que se encontraban materiales argáricos, «una cultura
prehistórica madre de la nuestra» según indicaba Isidro
Ballester (de Pedro, 2006: 56-57). En el primer número de
su revista Archivo de Prehistoria Levantina se incluye un
artículo, firmado por Luis Pericot y Fernando Ponsell, sobre Mas de Menente. En los primeros números de su serie
de Treballs Solts/Trabajos Varios se publicarían, como ya
se ha indicado, la Memoria inédita de Santiago Moreno
Tovillas y los trabajos de Julio Furgús. Otros muchos artículos en el APL o las monografías en los Trabajos Varios –y
esta misma exposición sobre la Lloma de Betxí– reflejan el
interés que siempre ha despertado el estudio de la Edad
del Bronce en el Servicio de Investigación Prehistórica de
la Diputación de Valencia, interés que todos deseamos
que siga manteniendo.
Un recorrido centenario. Mauro S. Hernández Pérez
Bronce en todo el territorio valenciano. Se trata de una
excelente síntesis que marca el inicio de una nueva etapa en la investigación y en la difusión de sus resultados
que, no sin ciertas dificultades e interrupciones, alcanza
hasta el momento presente. Se ha incrementado el número de excavaciones en poblados de las tres provincias
valencianas que abarcan desde los momentos previos a
la aparición de la Edad del Bronce hasta el Bronce Final.
Se ha revitalizado el estudio de la Cultura Argárica en
Alicante (Hernández, Soler y López Padilla, 2009). Se dispone de cerca de un centenar de dataciones absolutas,
de las que, lamentablemente, no siempre se han publicado sus respectivos contextos. Se ha realizado un inventario y exhaustivo estudio de algunos materiales, como los
metálicos (Simón, 1998) y el hueso, asta y marfil (López
Padilla, 2011), y otros se encuentran en avanzada fase de
elaboración. Se ha producido una profunda renovación
metodológica, cuyo mejor ejemplo son las propuestas
de periodización y de organización social en la cuenca
del Vinalopó (Jover y López Padilla, 2004; 2009). Se han
constituido diversos equipos de investigadores con una
sólida formación. Se han realizado exposiciones de gran
impacto social (Hernández, 2001; Hernández, Soler y
López Padilla, 2009), reuniones científicas (Hernández y
Hernández, 2004) y ciclos de conferencias en diferentes
foros. Se ha incrementado, asimismo, el número y la calidad de las publicaciones. Sin embargo, en los últimos
tiempos ha disminuido el número de excavaciones y su
duración. Después de unos años de esplendor, la crisis
planea sobre la investigación arqueológica valenciana.
Un recorrido por la historiografía sobre la Edad
del Bronce en el territorio valenciano refleja su estrecha
[ 27 ]
[page-n-29]
[ 28 ]
[page-n-30]
La Lloma de Betxí.
Un poblado de la Edad del Bronce
junto al TUria
María Jesús de Pedro Michó
Museu de Prehistòria-SIP
El paisaje cercano. La Vallesa de Mandor
En medio de un paisaje profundamente antropizado, próximo a la ciudad de Valencia, se encuentra el paraje de la
Vallesa de Mandor, que se extiende por los términos municipales de Paterna y Riba-roja de Túria, junto a la ribera septentrional del río Turia. La Vallesa de Mandor aparece descrita en la Geografía del Reino de Valencia como una espléndida mansión agrícola con una pinada de 500 ha, propiedad
del conde de Montornés. Enrique Trénor Montesinos fue el
fundador de la finca dedicada a diversas explotaciones y
aprovechamientos, desde la citricultura a la enología, pasando por los frutales y la ganadería; considerada siempre
como una instalación modelo. Emparentado con el marqués del Turia, Tomás Trénor Palavicino, quien en 1909
había organizado la Exposición Regional, Enrique Trénor se
ocupó en aquel certamen de toda la actividad agraria. No
en balde era comisario regio de Fomento y presidente del
Consejo Provincial de Agricultura.
< Vista aérea de la Lloma de Betxí, 2013.
El conde de Montornés fue premiado por Alfonso XIII,
en 1921, con el título de conde de la Vallesa de Mandor. Y en
la primavera de 1923, con motivo del viaje de don Alfonso
y doña Victoria Eugenia a Valencia para la Coronación de
la Virgen de los Desamparados, los monarcas visitaron la
finca y fueron obsequiados en ella con un almuerzo, tal y
como se describe en la prensa del momento.
El paisaje de la Vallesa está muy transformado
en la actualidad por la presencia de cultivos de regadío
y también a causa del incendio que, en agosto de 1994,
destruyó gran parte de la vegetación existente. No obstante posee, todavía hoy, un alto valor medioambiental. A
la típica vegetación mediterránea formada por la alianza
Oleo-Ceratonion, con bosques de carrascas degradados
junto a pinos carrascos, lentiscos, acebuches, leguminosas, palmitos y esparto, se añade una gran variedad de
especies botánicas, algunas de ellas endémicas, como
las màquias, que juegan un importante papel contra la
[ 29 ]
[page-n-31]
Vista del yacimiento al inicio de los trabajos de excavación, 1984.
erosión y ayudan a la recuperación forestal; los matojares con plantas aromáticas y medicinales; la vegetación
de ribera; los barrancos de adelfas; los espartales y otras
plantas especialistas de suelos arenosos.
[ 30 ]
La fauna, también muy variada, incluye diferentes
tipos de insectos; peces como el barbo, la carpa o la anguila; anfibios; reptiles; mamíferos como erizos, musarañas, conejos, lirones, ardillas, jinetas, comadrejas, zorros
o jabalíes, y numerosas aves.
Desde 2007, la Vallesa de Mandor forma parte
del Parc Natural del Túria según el Decreto 43/2007 de
13 de abril.
[page-n-32]
El yacimiento. Antecedentes bibliográficos
1. Nuestro sincero agradecimiento a la familia de D. Eulogio Gómez-Trénor
Fos, en especial a Álvaro Gómez-Trénor Aguilar, por haber facilitado nuestra
labor de campo durante todos estos años.
Excavación del Sector Oeste, muros de aterrazamiento, 2005.
La primera visita que realizamos al yacimiento estuvo motivada por un trabajo de prospección en el Camp
de Túria dirigido por Joan Bernabeu, Helena Bonet y
Consuelo Mata, con el fin de confirmar la cronología del
yacimiento y su posible pertenencia a un momento de
transición de la Edad del Bronce a la Cultura Ibérica. Sin
embargo, la inspección realizada en aquella ocasión puso
de manifiesto que se trataba de un poblado de la Edad del
Bronce con una potente estratigrafía, entre la que se adivinaban los restos de construcciones de piedra de tamaño
considerable y de un nivel de incendio bien delimitado.
Numerosos fragmentos cerámicos y óseos se encontraban dispersos por la superficie como consecuencia del
expolio al que estaba siendo sometido. Así, ante el peligro
de destrucción existente, en octubre de 1984 se realizó la
primera campaña de excavación, como una intervención
La Lloma de Betxí. María Jesús de Pedro Michó
En la finca denominada Masía de Vélez, dentro de
la Vallesa de Mandor, se encuentra la Lloma de Betxí, actualmente propiedad de los herederos de Eulogio GómezTrénor Fos1. El yacimiento arqueológico se sitúa en un cerro de escasa elevación, a 99 m s.n.m., con un desnivel de
30 m respecto al llano circundante y a corta distancia del
río Turia. Es de forma alargada, y sus dimensiones son 50
x 20 m en la parte superior, aunque el asentamiento alcanza la parte baja del cerro por lo que su extensión total
es de aproximadamente 3.750 m2.
Diversas referencias bibliográficas, desde 1928 a
1984, aluden a la Lloma de Betxí como poblado de la Edad
del Bronce en el que pudiera apreciarse el tránsito a la
Cultura Ibérica. Igualmente, ha sido citada por diferentes
autores en relación con otros yacimientos de la zona, como
el cercano poblado de Despeñaperros en el término municipal de Paterna, en los que se conocían restos de murallas
y de habitaciones pertenecientes a la cultura del Bronce
Valenciano, si bien no fue objeto de excavación o prospección arqueológica hasta el otoño de 1984 (de Pedro, 1998).
[ 31 ]
[page-n-33]
de salvamento, dirigida por H. Bonet, J. Bernabeu y M. J.
de Pedro, bajo la supervisión del Servicio de Investigación
Prehistórica. Desde entonces, y hasta 2013, se han sucedido los trabajos arqueológicos con carácter ordinario, de
forma casi ininterrumpida, a excepción de los años 1986,
1990 y 1992, siempre dentro del Programa de Excavaciones
del Museo de Prehistoria y SIP Los materiales recuperados
a lo largo de estos años están depositados en el Museo de
Prehistoria de Valencia y una importante muestra de los
mismos se encuentra expuesta en las salas permanentes
dedicadas a la Edad de los Metales.
Las campañas de excavación
[ 32 ]
Las diferentes intervenciones llevadas a cabo han
permitido identificar dos grandes habitaciones o departamentos, las habitaciones I y II; y una dependencia paralela a ambas, el Corredor Oeste, que configuran una gran
edificación de 34 m de longitud y 10 m de anchura. La edificación descansa sobre el suelo natural de la montaña y
debió alcanzar entre 4 y 6 m de altura; cubierta por una
techumbre plana o con una suave inclinación, y sustentada por dos hileras de postes.
La estratigrafía documentada en ambas habitaciones presentaba dos niveles de ocupación: el superior,
o más reciente, con alguna concentración de tierra gris
cenicienta que corresponde a una ocupación corta; y el
inferior, donde se encuentra la casi totalidad del material
arqueológico, caracterizado por un derrumbe considerable de piedras y material de construcción y por un incendio, marcado por la presencia de abundantes carbones y
cenizas sobre el pavimento de tierra apisonada.
El fuego que destruyó estas estructuras favoreció
la conservación in situ de gran parte del ajuar doméstico,
formado por un importante número de vasos cerámicos,
elementos de hoz, molinos de mano, pesas de telar, objetos metálicos y adornos. La distribución de este conjunto señalaba la existencia de diversas áreas de actividad,
como una zona de almacén, otra de molienda, de tejido,
etc., indicadas también por diferentes estructuras como
soportes, bancos, pequeños muros resaltados, hornos o
por las propias pesas de telar.
Las excavaciones realizadas en las laderas de la loma
mostraron un complejo sistema de acondicionamiento del
espacio, con muros ataludados para salvar el desnivel de la
montaña y la configuración de zonas llanas o terrazas de
escasa amplitud. Al exterior de la gran edificación, por su extremo sur, se documentó la existencia de un aljibe o cisterna
[page-n-34]
Habitación III. Detalle de la estratigrafía, 2000.
Oeste, presenta las piernas y brazos flexionados y está delimitado por una estructura de piedras de forma circular.
En la actualidad, tras 27 campañas y una extensión
excavada de más de 1.700 m2, la imagen que tenemos es
la de un asentamiento dominado por la presencia de una
importante edificación de carácter comunal y familiar,
y de otras construcciones como las terrazas y los muros
ataludados que han transformado de forma sustancial el
perfil original de la montaña.
La Lloma de Betxí. María Jesús de Pedro Michó
de planta oval que se adosa a la pared de la Habitación I; así
como el sistema de acceso al poblado por medio de una
rampa o camino de poca anchura que sube desde la base
del cerro en zigzag. En el sector norte, las intervenciones arqueológicas se centraron en la Habitación III, de 8 x 10 m y
planta aproximadamente absidal, con un pavimento de tierra apisonada sobre el que se encuentran los materiales arqueológicos: vasos de almacenaje decorados con cordones
y otros con decoración incisa, objetos de metal y elementos
de adorno como brazales de piedra o botones de marfil. En
el espacio existente entre las habitaciones II y III, se excavó
otra cisterna también de planta oval y recubierta de arcilla
para impermeabilizar las paredes de piedra.
Posteriores trabajos han confirmado la presencia
de muros ataludados para la construcción de terrazas en
las laderas, entre los que destaca el que rodea la construcción por su parte occidental. Estos muros configuran
una serie de plataformas utilizadas como zonas de circulación o de trabajo, así como un posible camino de acceso señalado por un empedrado. Estas terrazas se han
ido rellenando progresivamente con los desechos procedentes de las zonas de habitación. En los últimos años de
excavación se han documentado dos pequeños departamentos de planta cuadrangular situados en el extremo
más meridional de la ladera oriental.
Además de los restos constructivos, también han
aparecido dos enterramientos humanos. El primero de
ellos, en el Sector Este, es un individuo senil junto al cual
se localizó el esqueleto de un perro. El otro, en el Sector
[ 33 ]
[page-n-35]
Excavación del Sector Este, muros de aterrazamiento, 2002.
[ 34 ]
[page-n-36]
La metodología arqueológica
La Arqueología es la ciencia que estudia las sociedades pasadas mediante la recuperación y estudio de sus
testimonios materiales; y el método de trabajo empleado
para la correcta documentación de dichos testimonios es
la excavación arqueológica. En la Lloma de Betxí, la metodología seguida ha sido la excavación por capas de los
diferentes rellenos, utilizando para la recogida de datos
Corredor Oeste, recipientes cerámicos sobre el suelo de ocupación, 2002.
y su documentación el método cronoestratigráfico de E.
C. Harris basado en la ficha de registro de las unidades
estratigráficas, de manera que cada estrato, estructura o
hallazgo se excava con un número de registro individual.
Los trabajos se plantearon, desde el primer momento, como una excavación en extensión, a fin de evitar
los problemas que se derivan de la realización de sondeos de pequeñas dimensiones, por cuanto tienen de
parciales e incompletos en la recuperación del contexto
arqueológico de un poblado.
De forma previa al inicio de los trabajos arqueológicos, el yacimiento se subdividió en cuadros de 2 x 2 m a
partir de dos ejes de coordenadas cartesianas, situándose en la parte más elevada del cerro el punto 0 o plano 0
de referencia para la medición de las cotas de profundidad. Los ejes de abscisas y ordenadas coinciden, respectivamente, con los ejes longitudinal y transversal del cerro
donde se ubica el asentamiento.
La Lloma de Betxí. María Jesús de Pedro Michó
La cronología del yacimiento apunta a los inicios de
la Edad del Bronce o Bronce Pleno, en torno al 1800-1700
a.C., y el final de la ocupación alrededor del 1400-1300 a.C.
Las habitaciones I y II han sido datadas a partir de los restos
carbonizados de la madera utilizada en la techumbre, las
dataciones absolutas obtenidas sitúan su construcción en
los inicios del II milenio a.C., mientras que su destrucción
ha sido datada a partir de dos muestras de cereal carbonizado procedente del suelo de las habitaciones, que han
proporcionado unas fechas hacia la mitad del II milenio
a.C. Los dos enterramientos humanos también ha sido datados y las fechas obtenidas corresponden, en el primero
de ellos, a los inicios de la ocupación; y en el segundo a
la etapa final del asentamiento. Otras dataciones proceden
de la preparación del suelo de la Habitación III y de los niveles de basureros localizados en las terrazas.
[ 35 ]
[page-n-37]
La documentación de todo el proceso ha conllevado el levantamiento de plantas y secciones dibujadas a
escala 1:20 con indicación de los rellenos, piedras y materiales arqueológicos, además de su profundidad, obteniendo así una referencia tridimensional de todos los elementos. Las fotografías generales y de detalle completan
la información de cada conjunto. Todo ello ha contribuido a la interpretación posterior de los diferentes procesos
y actividades realizadas en cada espacio, las técnicas de
construcción, cronología, etc., y a su representación en un
diagrama secuencial.
En cuanto a la recuperación de los restos arqueológicos, todos los materiales recogidos durante el proceso
de excavación han sido identificados mediante una etiqueta que hace referencia al cuadro en el que han aparecido, la unidad estratigráfica y la fecha en que se hallaron.
Posteriormente, dependiendo de su composición y conservación, han sido lavados y siglados. Los diferentes rellenos
excavados han sido tamizados en seco en el propio yacimiento para recuperar aquellos restos de menor tamaño
que pudieran pasar desapercibidos en el proceso de recogida de la tierra. Además, atendiendo a la especial importancia que tiene la documentación de los restos orgánicos,
como semillas, carbones o microfauna, se han separado
[ 36 ]
muestras de sedimento para su tamizado con agua mediante la utilización de una máquina de flotación. La recogida
de dichas muestras ha proporcionado información muy importante para la reconstrucción del entorno medioambiental y de las bases económicas del asentamiento.
Finalmente, el material arqueológico ha sido inventariado e informatizado de acuerdo con las bases de
datos del Museo de Prehistoria. Se han consolidado y
restaurado numerosos objetos que han sido igualmente
fotografiados, dibujados y catalogados. Su estudio en relación con los datos obtenidos en el proceso de excavación nos aproxima a la vida del grupo humano que habitó
la Lloma de Betxí. Así, el análisis de la madera, semillas,
huesos de animales, sedimentos, etc., ayuda a reconstruir la vegetación, la fauna, las condiciones climáticas
existentes, las modificaciones sufridas por el medio, o la
dieta de la población. El estudio de la cerámica, objetos
de piedra, hueso o metal, nos acerca a la tecnología prehistórica, los recursos utilizados y su manufactura, sus posibles usos y el intercambio de productos elaborados. Y la
Antropología Física nos permite conocer a las personas,
los miembros de esta población.
[page-n-38]
2. Elena Grau y Yolanda Carrión se han ocupado de la Antracología; Guillem
Pérez de la Paleocarpología; Joan Carles Colomer de la Edafología; María
Pilar Fumanal y Carlos Ferrer de la Sedimentología y análisis de los restos
constructivos; Francisco Javier Jover de la industria lítica; Josep Lluís
Pascual y Juan Antonio López de la industria ósea; José Antonio López de las
actividades textiles; José Luis Simón, Ignacio Montero y Salvador Rovira de la
metalurgia; Inocencio Sarrión, Alfred Sanchis y Carmen Tormo de la fauna; y
María Paz de Miguel y Ángela Pérez de los restos humanos. La consolidación
y restauración de los materiales ha estado a cargo de Magdalena Monraval,
Inocencio Sarrión, Trinidad Pasíes y María Amparo Peiró. Los dibujos de
materiales y diversas ilustraciones han sido realizados por María Pilar Mas,
Francisco Chiner y, sobre todo, Ángel Sánchez. La primera planimetría
general del yacimiento, a partir de los dibujos originales de la excavación, fue
efectuada en 1992 por José María Segura y Emilio Cortell. Con posterioridad
la empresa Global ha realizado los sucesivos levantamientos topográficos,
escaneado de estructuras, fotogrametría, etc.
tencia de la Dirección General de Patrimonio Artístico
de la Conselleria de Cultura, dentro de su Programa de
Excavaciones Ordinarias; si bien las diferentes intervenciones realizadas se inscriben en el Plan de Actuaciones
Arqueológicas del SIP de la Diputación de Valencia, que
desempeña la responsabilidad científica de los trabajos.
Asimismo, desde el año 2000, esta institución se ha hecho
cargo de la subvención íntegra de los mismos. En algún
caso concreto el contenido científico de este trabajo se
ha beneficiado de proyectos de la DGCYT del Ministerio
de Cultura.
Los resultados obtenidos a lo largo de estos años
han sido presentados en congresos y jornadas de carácter científico y divulgativo; y publicados en monografías,
revistas, catálogos y folletos diversos.
La Lloma de Betxí. María Jesús de Pedro Michó
En estos 30 años han sido, pues, numerosas las
colaboraciones de especialistas de diferentes disciplinas
científicas, no sólo arqueólogos, que se han ocupado de
diferentes aspectos del registro recuperado2.
La realización de las campañas de excavación
ha sido posible gracias a la participación desinteresada de estudiantes y licenciados de la Universitat de
València y de otras universidades españolas y europeas. La concesión de los correspondientes permisos
de excavación y subvención económica ha sido compe-
[ 37 ]
[page-n-39]
[ 38 ]
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La Vallesa de Mandor.
Colinas y llanos junto al TUria
Carlos Ferrer García
Museu de Prehistòria-SIP
El poblado de la Lloma de Betxí se halla situado en la
Vallesa de Mandor, en la ribera izquierda del río Turia, en
un paraje de suaves colinas de cumbres aplanadas y laderas rectas, pocos kilómetros antes de que el cauce alcance
su cuenca más baja, en la que se abre la llanura litoral de
l’Horta. Se trata de un estrecho y fértil valle orientado de
oeste a este, con apenas 500 m de anchura, constreñido
por las colinas al norte y por un escarpe al sur de más de
10 m que lo separa de los llanos del Pla de Quart (Fig. 1).
El río domina los rasgos del medio físico del área,
ya que las colinas son el resultado de la acción erosiva y
su encajamiento a lo largo del Cuaternario en una extensa
plataforma de rocas calcáreas terciarias de calizas, areniscas, arcillas y margas, que se extiende a modo de escalón
entre las sierras interiores y la depresión litoral valenciana
< El río Turia a su paso por la Vallesa de Mandor.
(Garay, 1995). A lo largo de su historia, el río ha modelado
el paisaje, erosionando las rocas terciarias y construyendo terrazas fluviales naturales en fases consecutivas de
relleno y encajamiento. La erosión ha desmantelado parcialmente las rocas duras, dando forma a vaguadas y barranqueras que delimitan las colinas. La sucesión de momentos en los que el río transportaba sedimentos que se
acumulaban junto al cauce, con otros en los que el agua
circulaba limpia y erosionaba el fondo, encajándose, ha
dado lugar a un sistema de depósitos sedimentarios aterrazados. Los más antiguos del Pleistoceno inferior y medio (Carmona, 1991) aparecen en forma de glacis encostrados al sur, en el Pla de Quart, y como sedimentos fluviales, de cantos y gravas redondeados con una matriz de
arenas cementadas y frecuentes costras calcáreas, en las
propias colinas de la ribera norte de la Vallesa de Mandor.
Es el caso de la Lloma, donde son estos sedimentos fluviales encostrados, superpuestos al roquedo terciario, los
que constituyen el sustrato del yacimiento (Fig. 2).
[ 39 ]
[page-n-41]
Fig. 1. Localización de la Lloma de Betxí.
[ 40 ]
Las terrazas más recientes aparecen encajadas en
las anteriores y forman el valle del río. Se trata al menos
de dos niveles situados en torno a 10 y 2 m por encima
del cauce, del Pleistoceno superior final y del Holoceno,
con algunos retazos de otra de época histórica. Entre estas y las anteriores, se extiende un nivel conservado como
superficies de erosión, que al sur de la Lloma conforma
un pequeño escalón entre sus laderas y el fondo del valle.
La topografía actual es el resultado de esta historia geológica reciente. El yacimiento ocupa una de las
colinas más aisladas y próximas al valle (Fig. 3). Se halla
elevada en torno a unos 20 m por encima de un llano que
conforman, por un lado, el collado norte que lo separa
de otras lomas y de la plataforma calcárea, la vaguada
que la aísla por el este de otro promontorio, denominado
Lloma de l’Espart, y el rellano que da paso al valle del río.
Por el oeste limita con una barranquera, algo más encajada, que desciende hasta la cota del valle, situado a unos
10 m más abajo.
Las condiciones ambientales, fundamentalmente
el clima, y, como consecuencia de ello, el paisaje natural,
han cambiado a lo largo de los últimos milenios. Hoy sabemos, gracias al estudio de muestras de sedimentos de
sondeos en el hielo de latitudes altas y en el fondo oceánico, que aunque desde hace unos 5.500 años el clima
es muy parecido al actual, se han producido constantes
cambios, muchas veces bruscos y breves, de pocos centenares de años, en las temperaturas, y muy especialmente, en las precipitaciones y su distribución a lo largo del
año (Martín Puertas et al., 2010). También sabemos que
estos cambios no son homogéneos y que a nivel regional
se producen variaciones significativas. Los estudios de
los paisajes fluviales y de los entornos naturales de yacimientos arqueológicos valencianos muestran una activa
dinámica de los medios sedimentarios, que denota, para
[page-n-42]
Sur
conglomerados y
arcillas
Lloma de Betxí
areniscas y arenas
Río Turia
terrazas fluviales
Terrazas fluviales recientes
Terrazas fluviales y glacis antiguos
Conglomerados fluviales y costras calcáreas
Llanos de arenas y limos del Terciario
Cerros de areniscas calcáreas, arenas y
arcillas del Terciario
Arcillas
Arenas y limos
Areniscas calcáreas
Río
Barrancos
Fig. 2. Esquema de formas del paisaje
y litológico; corte geológico ideal del
entorno del yacimiento.
Dibujo de Á. Sánchez.
La Vallesa de Mandor. Carlos Ferrer García
Norte
[ 41 ]
[page-n-43]
la Edad del Bronce, la alternancia de fases de cierta aridez
y lluvias estacionales, en las que hay erosión en las laderas y en las que los ríos transportan sedimentos en cauces
poco profundos y con caudales irregulares, con fases en
las que las lluvias son más homogéneas a lo largo del año,
en las que se forman suelos en las laderas cubiertas de
vegetación y los caudales de los ríos son mayores y constantes. A estos ciclos habría que añadir el impacto que el
crecimiento o decrecimiento de los grupos humanos de
agricultores y pastores tendría sobre la cubierta vegetal,
al aumentar o reducir las roturaciones y la presión de los
ganados, y sobre los procesos de erosión, incrementando
[ 42 ]
o atenuando el efecto sobre el medio de los cambios climáticos. Sabemos que, cuando se estableció el poblado,
la Lloma estaba desprovista de suelos naturales, lo que
refuerza la idea del predominio de unas condiciones ambientales que favorecieron la erosión (Fumanal y Ferrer,
1998). En los depósitos sedimentarios que forman parte
de derrumbes y rellenos del yacimiento se documentaron evidencias de la acción de pequeñas arroyadas que
podríamos poner en relación con un clima muy parecido
al actual. Aunque en otros yacimientos situados algo más
al sur se identificaron sedimentos eólicos que nos hablan
de una marcada aridez (Ferrer et al., 1993).
En este marco ambiental algo incierto y cambiante, las características del paisaje serían fundamentalmen-
te similares a las actuales. Teniendo en cuenta la reciente
sobreexplotación de los acuíferos y la regulación de las
aguas superficiales, podemos pensar que el río tendría un
caudal mayor que el actual, aunque con un régimen estacionalmente irregular. Los retazos de terrazas fluviales
más recientes no existirían aún, pero a grandes rasgos el
valle sería muy parecido a como hoy lo vemos. En cambio, el llano litoral se encontraría en plena construcción,
con extensas marjales y lagunas abiertas al mar.
Los suelos del entorno inmediato también serían
parecidos a los que en condiciones naturales hoy podemos reconocer. En la zona calcárea, las rocas duras afloran cerca de la superficie dando origen a suelos raquíticos, que hoy, como probablemente en época antigua, tienen un uso forestal. Allí donde las calizas y areniscas han
desaparecido por efecto de la erosión, en las vaguadas y
barranqueras, afloran las arcillas y margas, sobre las que
se desarrollan suelos más o menos profundos, calcáreos
o no, que pudieron permitir en la Edad del Bronce el desarrollo de cultivos extensivos de secano. Las terrazas fluviales más recientes del valle, constituidas por sedimentos de texturas francas, forman suelos jóvenes, profundos
y bien drenados, óptimos para una agricultura intensiva
(Ferrer et al., 1993).
Respecto a las relaciones con el medio físico de
las comunidades humanas del yacimiento de la Lloma de
Betxí, y en general de las de la Edad del Bronce Valenciano,
[page-n-44]
los estudios geoarqueológicos han contribuido a la investigación de dos aspectos: el uso de la arquitectura de
piedra y barro, y la construcción de superficies aterrazadas en torno al hábitat. Efectivamente, la arquitectura
de la Lloma de Betxí se caracteriza por el uso de piedra
y el barro, siguiendo unos criterios de selección de los
materiales del entorno que denota un gran conocimiento consuetudinario de sus características y capacidades.
Así, se utilizan sedimentos muy finos para crear enlucidos y para crear capas impermeabilizantes en estructuras
como la cisterna del yacimiento, o sedimentos de texturas más francas o arenosas en trabas de muros u otros
elementos que deben ser muy estables ante los cambios
de humedad. Por otro lado, la modificación intencionada
de la topografía de los promontorios en los que se suelen
asentar los poblados, está también presente en la Lloma
de Betxí. Se documenta la construcción de terrazas artificiales sobre las laderas, construidas con rellenos de tierra retenidos con muros y taludes de piedra, técnica que
aparece por primera vez en esta época en nuestro territorio (Fumanal, 1990; Fumanal y Ferrer, 1998), y que aquí
permitió ampliar el espacio llano y facilitó su aprovechamiento para diversas funciones asociadas, en principio
estrictamente al hábitat.
La Vallesa de Mandor. Carlos Ferrer García
Fig. 3. Reconstrucción del paisaje original.
[ 43 ]
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[ 44 ]
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El territorio.
Hacia una definición del espacio social
María Jesús de Pedro Michó, Eva Ripollés Adelantado, Laura Fortea Cervera
Museu de Prehistòria-SIP
El marco cronológico
Hace aproximadamente 4.000 años dio comienzo la
Edad del Bronce en Europa y en la Península Ibérica. El
término se refiere, a grandes rasgos, al periodo de desarrollo de la metalurgia, con el descubrimiento de las
aleaciones, en concreto la de cobre y estaño que da
como resultado auténtico bronce. La generalización del
utillaje metálico, primero de cobre y después de bronce,
pondrá fin paulatinamente a la industria de la piedra, reducida a las hachas y azuelas pulidas y a los dientes de
hoz de sílex. Sin embargo, la escasez de mineral de cobre
en determinadas zonas, como en las tierras valencianas,
disminuye la importancia del papel jugado por la metalurgia (Lull et al., 2014).
Por ello el proceso debe, más bien, situarse en
un contexto determinado por el inicio de la complejidad
social, atendiendo a la presencia de rituales funerarios
< Detalle de la decoración de un vaso carenado.
desiguales, a la diferencia de tamaño entre los asentamientos, que traduce una diversificación de funciones o
relaciones de interdependencia entre ellos, a la fortificación de algunos poblados, a los cambios en la elección
de los territorios de asentamiento o a la transformación
en las tecnologías agrícolas y ganaderas, encaminadas a
una producción más segura. Así, son las innovaciones en
tecnología agraria las que justifican la acumulación de la
riqueza en pocas manos y el desarrollo de estructuras socioeconómicas complejas, jefaturas o estados, en un proceso iniciado en el Calcolítico y que continúa durante el II
milenio a.C., especialmente en el sudeste de la Península
Ibérica con la Cultura de El Argar.
En tierras valencianas, la Edad del Bronce se desarrolla cronológicamente entre el Calcolítico y la Cultura
Ibérica, periodo con una duración superior al millar de años
que se puede subdividir en un Bronce Antiguo y Pleno, entre
el 2200 y el 1500 BC en fechas calibradas; un Bronce Tardío,
a partir del 1500, y un Bronce Final con el cambio de milenio.
[ 45 ]
[page-n-47]
[ 46 ]
Las tierras meridionales valencianas se engloban
en la llamada Cultura de El Argar que representa la manifestación más brillante de la Edad del Bronce peninsular y
se extiende por tierras de Almería, Granada y Murcia, y llega
a las comarcas alicantinas hasta el río Vinalopó; presente
en yacimientos como San Antón de Orihuela, Laderas del
Castillo de Callosa de Segura o el Tabaià de Aspe. Sus poblados presentan un urbanismo muy desarrollado, con
construcciones de carácter público e instalaciones para
almacenar toda clase de bienes necesarios para la comunidad, un emplazamiento estratégico y sistemas de
fortificación en función de la explotación económica del
territorio y del control de las rutas del comercio. Las necrópolis argáricas se encuentran en el interior de los lugares
de habitación con tumbas individuales y dobles, en cistas,
Yacimientos de la Edad del Bronce de las comarcas de l’Horta,
el Camp de Túria y Los Serranos.
1. Lloma de Betxí, Paterna.
2. Els Carassols, Riba-roja de Túria.
3. Despeñaperros, Paterna.
4. Muntanyeta de Cabrera, Torrent.
5. Llometa del Tio Figuetes, Benaguasil.
6. Ermita de Montiel, Benaguasil.
7. L’Alteret, Benaguasil.
8. El Gargao, Vilamarxant.
9. La Torreta, Llíria.
10. Tossal de Sant Miquel, Llíria.
11. El Puntalet, Llíria.
12. Cova del Cavall-Collado de la Cova del Cavall, Llíria.
13. Cerro Partido, Pedralba.
14. Cova Foradada, Llíria.
15. Rambla Castellarda, Llíria.
16. La Atalayuela, Losa del Obispo.
17. Puntal de Cambra, Villar del Arzobispo.
18. Castillarejo de los Moros, Andilla.
19. Casa de Camp, Casinos.
20. Penyaroja, Llíria.
21. Umbría Negra, Llíria.
22. Puntal dels Llops, Olocau.
23. Les Solaniques, Olocau.
24. Penya Roja, Olocau.
25. Els Trencalls, Nàquera.
26. Els Germanells, Rafelbunyol.
urnas (pithoi) y cuevas artificiales. Los ajuares, con puñales,
alabardas y adornos metálicos, cerámica y objetos de hueso y de piedra, señalan el prestigio, riqueza y poder de determinados individuos, signo evidente de la jerarquización
social existente (Aranda y Esquivel, 2007; Contreras, 2004).
Al norte del Vinalopó, diversos grupos culturales
comparten una serie de características generales, si bien
no se pueden aplicar criterios de uniformidad como en
el caso de El Argar. La denominada cultura del Bronce
Valenciano presenta una serie de particularidades en re-
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La Edad del Bronce en las comarcas de l’Horta
y el Camp de Túria
Para acercarnos al conocimiento de las sociedades
del pasado es necesario determinar el espacio social de
los diversos grupos culturales. Es lo que algunos autores
definen como el conjunto de lugares donde toda sociedad
lleva a cabo sus actividades de producción, distribución, intercambio y consumo, así como el medio físico donde cada
sociedad articula el conjunto de relaciones sociales que permiten su sostenibilidad y desarrollo; como en el caso del espacio social de El Argar, o del grupo cultural de la cubeta de
Villena, ejemplos que se presentan en este mismo volumen.
En cuanto a la Lloma de Betxí, yacimiento del Bronce
Pleno y culturalmente adscrito al Bronce Valenciano, anali-
Al fondo de la imagen vista del yacimiento de Els Carassols,
al otro lado del río Túria.
zaremos el territorio en el que a priori situamos su espacio
social, en relación con otros poblados de similar cronología ubicados en las comarcas de l’Horta, del Camp de Túria
y, en menor medida, de Los Serranos. Y centraremos nuestra atención, principalmente, en el lugar donde se instalan,
el modelo o patrón de asentamiento o cómo se articulan
las relaciones entre las diferentes comunidades.
La Lloma de Betxí se encuentra en un pequeño cerro de escasa altura con un desnivel de tan sólo 15 m en
relación con las terrazas de su parte baja y de 25-30 m respecto a las tierras llanas que lo circundan. La ausencia de
murallas y su escasa elevación la alejan de un modelo de
emplazamiento con preocupación defensiva. El control visual que se puede ejercer desde la Lloma es limitado al estar rodeada de cerros de igual o mayor altura en los que no
El territorio. Hacia una definición del espacio social. Mª J. de Pedro, E. Ripollés, L. Fortea
lación con sus ajuares metálicos y cerámicos, en los que
escasean los adornos de plata y oro, faltan las alabardas
y espadas, y las tulipas clásicas de la tipología cerámica
argárica; y con el ritual funerario, menos diferenciado que
en El Argar, y carente por lo general de ajuar. La diversidad de tipos de enterramiento, individuales o con escaso
número de individuos, traduce el nacimiento de una incipiente jerarquización social, pero sin alcanzar la complejidad presente en los asentamientos y necrópolis argáricos
del tipo de Fuente Álamo o El Argar en Almería. En cuanto a los poblados, éstos presentan un menor desarrollo
urbanístico que en El Argar, tienden a situarse en lugares
elevados y muestran un correcto dominio de las técnicas
constructivas en piedra y barro, bien adecuados a la topografía de las montañas, con abancalamientos, murallas y
departamentos de planta rectangular, a menudo dispuestos a ambos lados de una calle central.
[ 47 ]
[page-n-49]
Vaso carenado con decoración incisa en zigzag.
[ 48 ]
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Vaso carenado decorado con finas incisiones
verticales formando bandas rellenas de
incisiones más cortas horizontales.
se han encontrado restos de otros poblados. Únicamente
el de Muntanyeta de Cabrera y el más próximo de els
Carassols, ambos al otro lado del Turia, se encuentran conectados visualmente con el yacimiento. La elección del
asentamiento parece estar, pues, relacionada con la explotación de las tierras circundantes, aptas para el cultivo de
los cereales y próximas a un curso de agua estable. En fin,
el tamaño y emplazamiento de la Lloma no parecen indicar
que se trate de un poblado relevante en un marco territorial más amplio; su imagen recuerda, más bien, la de una
pequeña aldea o caserío dedicado a la agricultura y con
escasas influencias sobre otros asentamientos próximos.
En el entorno de la Lloma se encuentran una serie
de pequeños poblados, como la Llometa del Tio Figuetes,
situado en una loma rodeada por barrancos con un solo
camino de acceso, sin murallas ni cualquier otro tipo de
defensas, y cuyas estructuras de habitación se reducen a
dos viviendas y un vertedero a sus pies. Otros ejemplos
son la Ermita de Montiel, l’Alteret, els Carassols, Alto de los
Castillejos, o el Gargao, todos ellos próximos entre sí, aunque desconocemos sus estructuras y cronología pues no
se han realizado excavaciones en ninguno de ellos. A excepción de la Ermita de Montiel, su tamaño parece indicar
que se trata de pequeños caseríos o aldeas, precedentes
del poblamiento rural disperso que se encuentra plenamente configurado en época ibérica. La proximidad de
estos yacimientos de dimensiones reducidas, desprovistos
de defensas, cercanos a la Lloma y a las tierras de cultivo
[page-n-51]
[ 50 ]
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< Cerámica. Pieza en forma de doble T de sección
rectangular plana y apéndices curvos.
en materiales procedentes de prospección o de excavaciones antiguas por lo que no es fácil identificar las relaciones entre grupos coetáneos a la Lloma de Betxí. No
hay suficientes datos para confirmar dicha hipótesis del
modo en que después se conoce para época ibérica.
El Bronce Antiguo y Pleno de la Lloma está presente
en poblados valencianos como Muntanya Assolada de Alzira
y Castillarejo de los Moros de Andilla; Muntanyeta de Cabrera
de Torrent y Germanells de Rafelbunyol, relativamente próximos a la Lloma de Betxí; y les Solaniques de Olocau, conocido
únicamente a través de materiales procedentes de expolio.
El final de la ocupación coincide con los inicios
del Bronce Tardío, período representado en diversos yacimientos del entorno más cercano a la Lloma, de acuerdo
con los materiales cerámicos conocidos. Etapa en la que
se observa un poblamiento agrupado en pequeños asentamientos en la cornisa de la Serra Calderona, y en otros
de mayor tamaño que coinciden con cerros aislados,
que en muchos casos serán cubiertos después por niveles ibéricos. La Lloma de Betxí y puede que también Les
Solaniques, Penya Roja, el Gargao y otros, serían el precedente inmediato del poblamiento del Bronce Tardío. Su
cronología alcanzaría el final del Bronce Pleno, momento
en el que se abandonarían para no volver a ser ocupados.
Con posterioridad, estos poblados del Bronce
Pleno y Tardío del Camp de Túria, de pequeño tamaño y
ubicados en lugares elevados o en lomas, se deshabitan
y la población se concentra en el Bronce Final en asentamientos de mayor tamaño.
El territorio. Hacia una definición del espacio social. Mª J. de Pedro, E. Ripollés, L. Fortea
de la huerta del Turia no permite una interpretación en
términos de estructuración del territorio. Ninguno de ellos
parece haber ejercido una mayor autoridad sobre los otros,
y el escaso control visual existente no señala problemas de
defensa (de Pedro, 1998).
En el espacio más amplio del Camp de Túria y Los
Serranos, además de los anteriormente citados, se encuentran numerosos poblados de la Edad del Bronce, algunos
de ellos relativamente próximos entre sí, como el conjunto
formado por el Tossal de Sant Miquel, la Torreta, la ladera sudoeste del Tossal y la Cova del Cavall, incluyendo el
Puntalet y el collado de la Cova del Cavall. Todos han sido
objeto de estudio en relación con el poblamiento ibérico en
torno al Tossal de Sant Miquel de cuyo análisis, efectuado
por Bonet (1995), se extraen datos sobre la ocupación de
la Edad del Bronce. Así, se observa la frecuente superposición de un asentamiento ibérico sobre otro de la Edad del
Bronce, sobre todo en lugares de difícil acceso; la ubicación
en cerros que jalonan la cornisa de la Serra Calderona y
también la orilla del Túria, si bien existen asentamientos en
lomas o cerros de escasa altura como la Lloma de Betxí; o
la diversidad en el tamaño de los asentamientos, en general
entre los 800 y los 2.000 m2, desde aquellos más pequeños
como la Llometa del Tio Figuetes, els Carassols, o Alteret, a
los de mayor tamaño como el propio Sant Miquel, pasando
por los de dimensiones medias como la Lloma de Betxí.
La abundancia y diversidad de yacimientos podría interpretarse en términos de estructuración del territorio, no obstante la secuencia cronológica se apoya
[ 51 ]
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[ 52 ]
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La casa. Arquitectura y
materiales de construcción
María Jesús de Pedro Michó, Eva Ripollés Adelantado, Laura Fortea Cervera
Museu de Prehistòria-SIP
El proceso de sedentarización, iniciado en el Neolítico, tiene
su culminación entre el III y el II milenio a.C., momento en
que la ocupación de las tierras valencianas se intensifica,
surgen nuevos patrones de poblamiento, se generaliza el
enterramiento individual en el ámbito doméstico, se produce una mayor diversificación de las arquitecturas domésticas y aparecen cientos de pequeños poblados que ocupan
laderas y también lugares prominentes de difícil acceso.
Por vez primera, la piedra es el material más utilizado para
la construcción de las viviendas que, por lo general, son de
planta rectangular. Las laderas de los cerros se acondicionan con la construcción de plataformas y terrazas, y los muros y murallas construidas con hiladas sucesivas de piedra
se convierten en testimonio del poblamiento y de la huella
dejada por los grupos humanos sobre el paisaje.
En relación con las nuevas prácticas agrícolas se
documentan estructuras de almacenaje para el cereal,
< Reconstrucción del poblado de la Lloma de Betxí.
Dibujo de Á. Sánchez.
graneros o silos, que aseguran la subsistencia del grupo
mediante un consumo escalonado de la producción y
garantizan la simiente de la cosecha siguiente. Por otra
parte, la ubicación diversificada de los poblados, en ocasiones alejados de los cursos de agua, genera nuevos sistemas de captación y almacenamiento de este importante recurso, como pozos y cisternas, que reflejan, no sólo la
preocupación por el aprovisionamiento de agua, sino un
alto grado de organización social.
Las casas pueden estar formadas por varias habitaciones en las que se desarrollan distintas actividades, tanto domésticas como especializadas. Así, se documentan divisiones internas como tabiques de cañizo,
barro o madera, de frágil consistencia; pavimentos o
plataformas hechos de cantos rodados y pequeñas piedras; bancos o vasares; soportes circulares de barro endurecido; balsas o cubetas enlucidas; hornos con base
de piedras y cubierta abovedada de tierra; pequeños
graneros para el cereal hechos de madera y ramaje, situados a cierta altura para evitar la humedad y favorecer
[ 53 ]
[page-n-55]
Reconstrucción virtual del poblado y del entorno.
Un edificio singular.
Las habitaciones I y II, y el Corredor Oeste.
la ventilación; leñeras; bases de piedra para molinos y
molederas; etc.
Los materiales de construcción utilizados se encuentran, generalmente, en las proximidades de los asentamientos: la piedra para el alzado de los muros, enlosados o empedrados; la tierra para la traba de muros, suelos, revocos y enlucidos; y la madera y otros elementos de
origen vegetal para las vigas, los postes y el armazón de
la techumbre.
[ 54 ]
La Lloma de Betxí muestra en su organización un
correcto dominio de las técnicas constructivas en piedra
y barro, y una excelente adecuación a la topografía del cerro. Prueba de ello son la construcción de bancales, terrazas, espacios de vivienda y cisternas realizados con muros
de piedras y tierra (de Pedro, 1998).
En la parte superior del cerro, directamente sobre
el suelo original de la montaña, se sitúa la más antigua
construcción, aprovechando una plataforma natural de
aproximadamente 50 x 20 m, orientada de norte a sur.
Se trata de una gran vivienda o edificación de planta rectangular, de 34 x 10 m, que está dividida en dos grandes
departamentos o habitaciones separados por un muro, y
una estancia alargada que forma un corredor o pasillo al
oeste de dichas habitaciones.
[page-n-56]
Por su parte, el Corredor Oeste mide 2 m de anchura y su longitud supera los 30 m. El acceso desde el
exterior se realiza por una puerta situada en el extremo
sur del pasillo, abierta a la ladera meridional del poblado. Allí, una rampa de piedra y tierra de 1 m de anchura,
limitada por terrazas o bancales, asciende en zigzag desde la parte baja del cerro. Su extremo norte se abre a un
espacio poco definido por medio de una rampa o de escalones. En cuanto a la comunicación con los otros dos
departamentos, se desconoce su ubicación exacta en el
muro meridional de la Habitación I.
En el interior del edificio, la presencia de una serie
de piedras planas de forma cuadrangular de unos 40 cm
de lado, alineadas en dos hileras paralelas a los muros y
entre sí, se interpreta como base de los postes que sustentaron la techumbre que debió ser plana, como una
construcción en terraza, o con una suave inclinación. La
madera carbonizada hallada sobre el suelo de ocupación,
Pinus halepensis y Quercus ilex, facilita esta interpretación.
La casa. Arquitectura y materiales de construcción. Mª J. de Pedro, E. Ripollés, L. Fortea
Sus muros son de piedra de 1 m de anchura, de
aparejo irregular de mediano tamaño, sin carear y trabado con tierra. Su disposición es descuidada en el interior y
más cuidada en el exterior, con piedras de mayor tamaño,
ligeramente desbastadas y colocadas de forma ordenada.
A lo largo de su perímetro los muros están revestidos por
un enlucido o revoque hecho con la misma tierra de trabazón; conservan alturas superiores a 1 m, llegando a superar los 2,50 m en el extremo norte de la edificación, y debieron ser en su totalidad de piedra, con pequeñas ventanas
de iluminación o ventilación que se situarían a gran altura.
Una puerta de 1 m de ancho, abierta en el muro medianero existente entre ambas habitaciones, comunica los dos
grandes departamentos, mientras que el acceso desde el
exterior se realiza por otra puerta, de 1,50 m de anchura,
abierta en el muro oriental de la casa y que da salida a una
gran terraza en la ladera este. De sur a norte, la primera de
las habitaciones mide 14 m de longitud y 5-6 m de anchura, y la segunda 17 m de longitud y 4-5 m de anchura.
[ 55 ]
[page-n-57]
Muros enlucidos de las habitaciones I y II
y suelo de ocupación quemado.
[ 56 ]
Los pinos son la especie más abundante y su distribución
sobre el suelo es heterogénea y desordenada, mezclados
con los restos de mortero de tierra o tapial procedentes
de la techumbre de la que formaban parte, mientras las
carrascas se asocian a las dos series longitudinales de
piedras planas. Las improntas que cañas y ramajes han
dejado en los fragmentos de tapial, junto con los restos de
pinos, indican que ésta constaba de un armazón de vigas
y traveseras de troncos de pino sin escuadrar, entrecruzados y unidos mediante cuerdas de esparto, recubierto
por otro más ligero de cañas y ramaje (lentisco, acebuche,
esparto, aliagas, etc.) sobre el que se extendería un lecho
de tierra arcillosa que impermeabilizaría la cubierta. La
techumbre descansaba sobre las dos hileras de postes de
carrascas, más resistentes y de mayor diámetro que los
pinos, y sobre los muros.
El volumen de la sedimentación depositada entre las paredes, básicamente piedras y mortero de tierra,
y la altura conservada por éstas permiten restituir un alzado total de entre 4 y 6 m. La edificación descansa, sin
ningún tipo de cimentación o preparación previa, sobre
el suelo natural de la montaña y no existen evidencias
de construcción anteriores. En su interior, tal y como se
detalla en el siguiente capítulo, diversas estructuras se
relacionan con las actividades desarrolladas: un banco
adosado al muro E de la Habitación I y diferentes muretes de tierra interpretados como soportes o vasares
para recipientes cerámicos; dos hornos de tierra con armazón de lajas y cubierta abovedada; pequeños hoyos
para contener cereal; una plataforma hecha de cantos
rodados; una leñera y restos de madera procedente de
estructuras caídas, como altillos o estantes. El ajuar doméstico compuesto por más de 150 vasos cerámicos,
industria lítica y ósea, objetos metálicos y elementos
de adorno, muestra igualmente distintas áreas de actividad, como una zona de almacenaje, con gran parte
de la vajilla cerámica y del cereal recuperado; un área
de molienda con molinos y molederas; un conjunto de
piezas de telar que indica una actividad textil, y restos
de esparto trenzado, testimonio del trabajo de cestería.
[page-n-58]
El Corredor Oeste, una vez finalizada su excavación.
Acceso al Corredor Oeste desde el sur. Detalle de la piedra del quicio.
En el extremo septentrional de la plataforma,
correspondiendo a su cota más baja, se encuentra otra
gran edificación separada de la anterior por un espacio
de 4 m de anchura que no ha sido excavado y que parece corresponder a una construcción maciza, quizás
una rampa escalonada al final del Corredor Oeste. Es la
Habitación III, de 8 x 10 m, de planta aproximadamente
circular o absidal con muros de aparejo irregular de mediano y pequeño tamaño, trabado con tierra, con una anchura de 1 m y recubiertos por enlucido. Sobre el suelo,
de tierra apisonada y quemado por la acción del fuego,
algunas piedras grandes y planas se interpretan como
base de los postes que sostenían la techumbre, mientras
otros restos se identifican con muretes o estructuras de
tierra endurecida para soporte de vasos cerámicos. En la
parte más meridional, un banco delimitado por un muro
de piedras de gran tamaño anuncia la proximidad de la
pared que cerraría la estructura por este lado. El suelo
descansa sobre una preparación de piedras y tierra amarilla, por encima de una capa de sedimento gris ceniciento con abundantes restos de fauna y cerámica a modo de
nivelación sobre la roca.
Las cisternas
Objetos de piedra como martillos, molederas y cantos
de cuarcita se disponen junto a una pared y un conjunto de dientes de hoz junto al muro del pasillo lateral.
Destaca la ausencia de restos de fauna y de hogares, por
lo que cabe suponer que las habitaciones se limpiaban
con regularidad.
En estrecha relación con la gran edificación se encuentra la cisterna aparecida en la ladera sur, adosada a
la Habitación I en su extremo meridional. Es de planta oval
construida básicamente de tierra rojiza y utilizando la pie-
La casa. Arquitectura y materiales de construcción. Mª J. de Pedro, E. Ripollés, L. Fortea
La Habitación III
[ 57 ]
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[ 58 ]
Suelo de ocupación de la Habitación II, cerámica quemada y
fragmentada y molino adosado al muro occidental.
Agujeros de poste sobre el suelo de la Habitación III.
dra únicamente como armazón interno. La construcción se
adapta a las irregularidades tanto del muro como del suelo
rocoso, y está revestida por una gruesa capa de arcilla gris
que sirvió como revestimiento impermeable. Su función
como cisterna o aljibe está confirmada por los análisis sedimentológicos realizados y su datación es contemporánea a
la de la vivienda contigua. Su capacidad, atendiendo a su
perímetro y a su profundidad, era de 5,25 m3, por lo que se
trata de un pequeño aprovisionamiento de agua destinado
a cubrir las necesidades mínimas del grupo, recogiendo el
agua de la cubierta de la Habitación I. Al parecer, la cisterna estaba situada en una especie de porche o terraza delimitada por un muro de piedra, junto al camino que sube
desde el sur, y a la que se accede desde el Corredor Oeste.
En el extremo opuesto del poblado, junto a la puerta de entrada a la casa, se encuentra otra cisterna también
de planta oval, de dimensiones más reducidas pero de mayor profundidad, con una capacidad de 5,70 m3. Situada
en la ladera oriental, en una posición bastante elevada
respecto al suelo de la edificación, podría estar asociada a la Habitación III o a la plataforma maciza existente
al final del Corredor Oeste. Está construida con piedras
de mediano y pequeño tamaño trabadas con tierra y dispuestas en hiladas que se superponen en talud para dar
amplitud a la parte superior. El revestimiento de arcilla de
[page-n-60]
Las terrazas
La parte superior del cerro fue la zona del poblado que se ocupó inicialmente con la edificación de las
dos grandes habitaciones y del corredor, para lo cual se
acondicionaron previamente las laderas con la construcción de un gran muro en talud que recorre todo el flanco
oeste del cerro y de una serie de terrazas en el lado este
que amplían el área de circulación. Una remodelación de
dicho espacio origina, posteriormente, la construcción de
la Habitación III y de todo un sistema de aterrazamientos
en la ladera, realizado con grandes muros ataludados que
crean plataformas y modifican sustancialmente el perfil
original de la pequeña montaña cuya extensión total se
calcula alrededor de 3.750 m2.
En torno a las construcciones de la parte superior,
las terrazas corresponden fundamentalmente a espacios
abiertos, sin que se hayan observado estructuras de habitación en ellas. Los muros siguen en su trazado las curvas
de nivel del cerro escalonándose en la pendiente mediante una disposición ataludada de su paramento.
Cisterna localizada en la ladera meridional, junto a la Habitación I.
Cisterna localizada entre las habitaciones II y III, junto a la ladera
oriental.
En las últimas campañas de excavación se han
identificado nuevas construcciones en terraza, así como
un camino empedrado con cantos rodados que asciende desde la parte media de la ladera oriental. Junto a la
puerta de la casa, las plataformas están señaladas por
muros de piedra de disposición ataludada no muy cuidada, dejando su cara externa visible y rellenando con
tierra el interior hasta nivelar y crear espacios planos. La
zona parece corresponder a un basurero donde se han
La casa. Arquitectura y materiales de construcción. Mª J. de Pedro, E. Ripollés, L. Fortea
las paredes es de gran espesor y recubre igualmente la
base de la estructura que se encaja directamente sobre el
suelo natural de la montaña. Su datación debe ser posterior a la construcción de la vivienda aunque contemporánea a su uso.
Es de suponer que ambas cisternas estarían cubiertas con tablones de madera para conservar el agua limpia.
[ 59 ]
[page-n-61]
Sector Oeste: muro en talud y muro del Corredor.
recuperado numerosos restos de fauna y cerámica muy
fragmentada, abundantes cuentas de collar, bellotas carbonizadas y restos de estructuras de tierra enlucidas. En
el mismo sector se ha localizado una fosa circular de 1
m de diámetro, excavada en el conglomerado de base
de la montaña, que se encontraba prácticamente vacía.
Otras instalaciones en el extremo sudeste corresponden,
al menos, a dos pequeños departamentos de planta cuadrangular, adosados a la Habitación I; y a una pequeña
cubeta o balsa de planta aproximadamente rectangular,
realizada con muretes de tierra enlucidos.
En la misma ladera oriental se excavó un enterramiento humano en posición secundaria de un individuo
[ 60 ]
Sector Este: muro oriental de las habitaciones I y II,
empedrado de cantos rodados en la ladera y muros en talud
de las terrazas.
senil, junto al cual se encontraba el esqueleto de un perro
en posición primaria. Y en el sector occidental, en la base
del gran muro ataludado que cierra la edificación, otro
enterramiento humano en posición primaria, orientado
en sentido este-oeste, con piernas y brazos flexionados y
la cabeza vuelta hacia el norte, sin ajuar, delimitado por
una especie de estructura de piedras de forma circular.
Cronología
En resumen, se trata de un pequeño poblado cuyas construcciones de vivienda se encuentran en la parte
superior del cerro. Las terrazas escalonadas en las laderas,
que conforman zonas de paso y circulación, y los puntos
de aprovisionamiento de agua, como las cisternas, completan la descripción. Su secuencia cultural comprende
[page-n-62]
DATA BP
3.565±55
3.725±60
3.645±65
3.505±55
3.440±70
3.460±80
3.640±70
3.500±60
3.650±40
3650±40
3400±40
3570±40
CAL BC 2σ
CAL BC DIRECTA
2.034-1.743
1913
2.289-1.936
2.153
2.147-1.873
2.034
1.946-1.682
1.861/1.848/1.846
1.870-1.830 / 1.780-1660 1.735
1.885-1.670
1.750
2.120-2.080 / 2.050-1.900 1.975
1.900-1.740
1.865, 1.835, 1.780
2.140-1.910
2.020 (AMS)
2140-1910
2.020
1760-1610
1690
2030-1770
TIPO MUESTRA
Pinus halepensis, techo Hab I-II
Pinus halepensis, techo Hab I-II
Pinus halepensis, carbón disperso I-II
Pinus halepensis, carbón disperso I-II
Cereal, suelo de ocupación Hab I-II
Cereal, suelo de ocupación Hab I-II
Cereal, preparación suelo Hab III
Pinus halepensis, techo Hab III
Bellotas, Ext. Hab I-II
Hueso humano, Sector Este
Hueso humano, Sector Oeste
Cereal, suelo de ocupación Hab III
Cuadro cronológico con las dataciones absolutas del yacimiento.
el Bronce Antiguo y Pleno de acuerdo con las dataciones
absolutas de que disponemos.
Las muestras de madera carbonizada procedentes de la cubierta y de carbones dispersos, todas ellas
de pino, permiten datar la construcción del edificio en
los inicios del II milenio a.C. Y su destrucción en torno al
1600-1500 a.C. de acuerdo con dos muestras de cereal
carbonizado hallado sobre el suelo de las habitaciones
I y II. En cuanto a la Habitación III, la fecha previa a su
construcción, en torno al 1900 a.C., procede de la limpieza de suelos existentes con anterioridad, de las habitaciones próximas, y la datación de la madera utilizada en
Departamento adosado a la Habitación I en la ladera oriental.
la construcción de su techumbre se sitúa hacia el 16001500 a.C. Desconocemos el momento de su destrucción
que consideramos posterior a las otras habitaciones basándonos en su cultura material y en aspectos técnicos
de su construcción.
La casa. Arquitectura y materiales de construcción. Mª J. de Pedro, E. Ripollés, L. Fortea
LABORATORIO
Ly - 5052
Ly - 5053
Ly - 5054
Ly - 5055
Beta 123553
Beta 123554
Beta 123555
Beta 135698
Beta 164645
Beta 195317
Beta 195318
Beta 298123
[ 61 ]
[page-n-63]
[ 62 ]
[page-n-64]
MADERA Y LEÑA
EN LA LLOMA DE BETXÍ
Yolanda Carrión Marco, Elena Grau Almero
Universitat de València
La madera en la vida cotidiana
de la Edad del Bronce
La presencia de restos vegetales en los yacimientos arqueológicos constituye la evidencia más directa del aprovechamiento de las plantas por parte de los humanos
que habitan y explotan un territorio. Entre estos restos, los
vegetales leñosos han constituido una fuente de materia
prima que interviene en aspectos tan variados como la
obtención de combustible, la construcción, la fabricación
de herramientas, y de un extenso etcétera que convierten
a la madera en un recurso fundamental en la subsistencia
de los grupos humanos.
Durante la Edad del Bronce, el uso diversificado
de la madera está ampliamente documentado, ya que
alimenta los hogares y hornos domésticos o artesanales,
y es una materia prima renovable y de fácil acceso para
la construcción. La Lloma de Betxí constituye un perfecto
< Nivel de incendio de la Habitación I.
Lloma de Betxí (Paterna, Valencia).
paradigma de esta diversidad de usos, ya que el incendio
que arrasó el poblado hace 3.750 años, ha dejado intactas hasta las evidencias orgánicas más efímeras, conservadas gracias a la acción del fuego. Así, por ejemplo, entre
el potente nivel de derrumbe del poblado se hallaron las
estructuras constructivas de madera; del mismo modo,
el nivel de incendio que afectó a todos los materiales, ha
permitido delimitar las áreas de habitación, de cocina, de
almacenamiento, de molienda, telares y estructuras de
combustión (de Pedro, 1998) (Fig. 1). Todo ello evidencia
la diversidad de actividades en las que la madera está sistemáticamente presente y la riqueza informativa que nos
aporta este material.
Los vegetales leñosos que formaron parte de
estructuras constructivas o fueron usados como combustible, son objeto de análisis mediante la disciplina
conocida como Antracología: su estudio se basa en la
identificación de las especies de las que proceden, y
esto nos ofrece un elenco de las especies utilizadas y de
importancia económica para los habitantes de la Lloma
[ 63 ]
[page-n-65]
[ 64 ]
Fig. 1. Detalle del nivel de incendio de la Habitación II.
[page-n-66]
de Betxí, resultando esencial para la interpretación de la
vida en el poblado, ya que permite inferir las prácticas
de explotación forestal y agrícola, los usos de la madera
en diversos contextos, así como reconstruir las formaciones vegetales en el pasado.
BOSQUE MIXTO
De los carbones a los paisajes del pasado
Pinus halepensis, plano radial
Quercus perennifolio, plano transversal
MATORRAL
Olea europaea, plano transversal
Rosmarinus officnalis, plano transversal
RIBERA
Salix-Poputus, plano transversal
Tamarix sp., plano transversal
Fig. 2. Especies vegetales. Microscopio Electrónico de Barrido.
Madera y leña en la Lloma de Betxí. Yolanda Carrión Marco, Elena Grau Almero
Las actividades llevadas a cabo en la Lloma de
Betxí precisaron de un conjunto variado de especies leñosas, que fueron recogidas con diversos fines. La leña
aportada como combustible a hogares y hornos, posteriormente sedimentada en forma de carbones por los
suelos de habitación, es la que nos permite reconstruir
el paisaje vegetal, ya que para esta tarea tan cotidiana se
suele aprovechar toda madera disponible en el entorno
del poblado.
El conjunto de especies identificadas nos habla
de la existencia de un bosque mediterráneo cálido, con
pinares, madroños, carrascas y algún quejigo, y abundantes especies de matorral, entre las que destacarían el lentisco, el acebuche, el romero, los brezos, las leguminosas
o la coscoja, entre otros (Fig. 2). La vegetación de ribera
estaría representada por fresnos, sauces-chopos, monocotiledóneas y tarays (Grau, 1998).
Todas estas especies se desarrollarían en los llanos del Turia y dentro del radio de captación de los habitantes de La Lloma de Betxí; cabe suponer que estos
llanos fértiles serían intensamente explotados tanto para
la tala de madera como para la puesta en cultivo, como
indica la presencia de cereales en el poblado, básicamente trigo y cebada (Pérez Jordá, 1998). Otras secuencias
de vegetación de la zona proponen que durante la Edad
[ 65 ]
[page-n-67]
del Bronce se produciría una apertura de las formaciones
vegetales, así como la progresión de pinos y especies de
matorral, como resultado de las tareas agrícolas y de un
aprovechamiento forestal cada vez más intenso (Mata y
Bonet, 1983; de Pedro y Grau, 1991; de Pedro, 2004).
En este sentido, la Lloma de Betxí se enmarca en
un paisaje con evidente modelado humano, producido
por el aprovechamiento agrícola de los suelos fértiles, el
aterrazamiento de las laderas del propio cerro, y la continua explotación de las masas forestales vecinas hasta
hacer mella en su aspecto y composición.
«El que a buen árbol se arrima…».
Reconstruyendo La Lloma de Betxí
De las complejas técnicas constructivas utilizadas
en la Edad del Bronce, la Lloma de Betxí proporciona
buenos ejemplos tanto en la elaboración de sus accesos,
como en el aterrazamiento de las laderas del cerro o el
sistema de potentes muros que delimitan el espacio de
hábitat. Junto a la piedra y el tapial, la madera se ha revelado como un elemento clave, sobre todo en las cubiertas
del poblado.
En el nivel de derrumbe de las habitaciones, mezclados con mortero o tapial, se excavaron una serie de
troncos de pino que parecían formar un entramado de
grandes vigas y traveseras, recubierto por ramaje y cañas,
[ 66 ]
Fig. 3. Detalle de la recogida de carbones
durante la excavación de la Habitación II.
[page-n-68]
característica común, todas ellas conservaban la corteza,
es decir, se utiliza la madera sin labrarla para obtener una
forma determinada. Los postes verticales, de al menos 20
cm de diámetro, se elaboran en madera de carrasca, cuyas características principales son la dureza y densidad,
lo que le permitiría soportar bien la fricción y el peso de la
estructura aérea. Tal es su dureza, que la presencia de algunas bases de poste de piedra sin presencia de madera
carbonizada, ha llevado a plantear que ésta perdurara erguida tras el incendio. En algún caso sí se ha documentado entre las maderas de carrasca vestigios de haber sido
labradas, lo que no implicaría necesariamente una forma
escuadrada de los postes sino, tal vez, un trabajo de eliminación de nudos o ramas secundarias.
El uso sistemático de madera de pino para la construcción en muchos poblados de la Edad del Bronce hace
que esta especie esté presente de forma masiva entre los
restos de carbón de los yacimientos, abriendo así un debate sobre la importancia real de esta especie en el paisaje. No obstante, todo apunta a que los pinares serían
abundantes y accesibles en el entorno de los poblados,
constituyendo así una fuente básica de materia prima y
un elemento clave de los paisajes mediterráneos.
Madera y leña en la Lloma de Betxí. Yolanda Carrión Marco, Elena Grau Almero
de las que han quedado numerosas improntas en el barro. Existen evidencias incluso de las cuerdas de esparto
utilizadas para unir los troncos. Este sistema de techumbre apoyaba sobre dos hileras de postes de carrasca localizados en medio de la habitación (de Pedro, 1998).
Durante el incendio producido en el poblado habría caído, en primer lugar, toda esta cubierta vegetal y luego se
habría producido el derrumbe del resto de estructuras,
que hizo que se conservaran cercanas a su posición original (Fig. 3).
Un análisis pormenorizado de las piezas de madera recuperadas en el nivel de derrumbe ha demostrado
el uso de las especies vegetales ya descritas y presentes
en otros contextos del poblado: lentisco, acebuche, leguminosas, etc. para los entramados; pino y carrasca para
las estructuras principales, aunque entre éstas también
se han documentado esporádicamente maderas de quejigo y acebuche. Es decir, se seleccionan las especies por
su accesibilidad en el entorno y por su idoneidad para la
función que han de desempeñar.
La madera más utilizada para la construcción de
las techumbres es el pino carrasco, cuyos fustes rectos
resultan ideales para la elaboración de elementos sustentantes de diverso calibre: se han documentado piezas cuyo diámetro oscila entre 15 y 3 cm, indicando así
su uso tanto para vigas como para el entramado. Como
[ 67 ]
[page-n-69]
[ 68 ]
[page-n-70]
Los espacios domésticos
y las actividades cotidianas.
Bases económicas y producción de bienes
María Jesús de Pedro Michó, Eva Ripollés Adelantado, Laura Fortea Cervera
Museu de Prehistòria-SIP
Atendiendo al ajuar doméstico y a las estructuras y equipamientos de la edificación de la Lloma, construida en
los momentos iniciales de la ocupación del poblado,
podemos definir las áreas de actividad y las tareas que
configuraron el quehacer cotidiano de una pequeña comunidad campesina, de entre 15-20 personas, hace más
de 4.000 años.
Tanto en la vivienda como en los espacios exteriores se pueden reconocer determinadas actividades destinadas a la producción de bienes: la cerámica, el tejido,
la cestería, las herramientas en piedra y sílex, los útiles de
hueso, los objetos metálicos y aquellas otras destinadas
al consumo de bienes derivado de las prácticas agrícolas,
la ganadería, la caza, la pesca y la recolección. Además
de otras tareas que no se pueden detectar a partir de
los restos materiales pero se pueden inferir igualmente,
< Queseras cerámicas.
como la gestación y crianza de niños y niñas, el cuidado
de personas mayores y enfermas, la higiene, la limpieza
de la casa, las pequeñas reparaciones de muros y suelos,
etc. (de Pedro, 2006b).
En cuanto al ajuar recuperado, en la Habitación I
la cerámica es el elemento más abundante con 130 vasos
cerámicos. El resto lo componen dientes de hoz de sílex,
botones de hueso y marfil, brazaletes de arquero de piedra y diversos elementos de adorno, además de objetos
metálicos. Su distribución muestra un área vinculada a la
preparación de alimentos y al almacenaje, señalada por
la presencia de molinos barquiformes y molederas, recipientes con cereal carbonizado, pequeños cuencos apilados y un gran vaso que contenía otros de menor tamaño
con botones, cuentas de collar y dientes de hoz. Todo ello
junto a un banco adosado, un horno y un soporte circular de barro. También se ha identificado una posible área
dedicada a la actividad textil marcada por un conjunto de
28 pesas de telar apiladas sobre el suelo de ocupación. El
uso y trabajo de la madera y de las fibras vegetales queda
[ 69 ]
[page-n-71]
[ 70 ]
atestiguado por los numerosos restos leñosos y cuerdas
de esparto carbonizadas, así como por improntas de fibras trenzadas en fragmentos de barro y de cerámica.
En la Habitación II, los vasos se encuentran más
fragmentados y distribuidos por toda su superficie. Sin
embargo, los restos de fauna, molinos y molederas son
más abundantes. Destaca un molino de gran tamaño localizado junto al muro occidental, está colocado sobre un
soporte fijo de piedra y tierra, adosado a la pared y con un
pequeño canal para verter el grano que después se recogía, una vez molido, en un cesto situado en la parte delantera, encajado entre dos pequeños molinos de mano. Son
también numerosos los cantos rodados de cuarcita utilizados como percutores, además de dos mazas que conservan las huellas del enmangue. Los objetos metálicos
son escasos y se encuentran muy deteriorados pero cabe
señalar el hallazgo de una piedra plana con pequeños
fragmentos de metal adheridos que se podría interpretar
como un yunque, situado en el extremo septentrional de
la habitación. Los restos de cereal carbonizado son abundantes, en concentraciones dentro de vasijas cerámicas,
dispersos por el suelo de ocupación o en el interior de pequeñas cavidades rehundidas en el piso (de Pedro, 1998).
Entre las actividades reconocidas, algunas se vinculan tradicionalmente con las mujeres, como la preparación de alimentos, la molienda o el trabajo textil; y otras,
como la manufactura lítica o la metalurgia, se asocian
generalmente a lo masculino, si bien en contextos cronológicos similares (Sánchez Romero, 2000) se señala a la
mujer como productora y usuaria de útiles de piedra tallada que bien pudo haber influido en las decisiones sobre
producción, uso y desecho.
El hecho manifiesto es que los habitantes de la
Lloma de Betxí aprovechan todo tipo de recursos orgánicos e inorgánicos de su entorno más inmediato como materias primas para utilizar en la construcción de sus viviendas (piedra, madera, limos y arcillas), en la fabricación de
la cerámica y del instrumental de piedra y hueso (arcilla,
piedra y huesos de animales), como combustible para sus
hogares (madera) y para la realización de sus vestimentas
(pieles, fibras vegetales, etc.). Además de aquellos otros
recursos procedentes de la agricultura y la ganadería, y
del aporte calórico que supondría para su dieta la caza, la
pesca y la recolección.
[page-n-72]
Las actividades de producción de bienes
La cerámica. La materia prima utilizada es la arcilla recogida en las inmediaciones de la Lloma, destinada
por lo general a la fabricación de recipientes para la cocción, el consumo y el almacenaje de alimentos. Realizada
a mano, en general son formas simples, modeladas a partir de un solo bloque de barro o mediante la técnica de
bandas o anillos y, en ocasiones, realizadas sobre un armazón de pleita o trama vegetal, cuya impronta aparece
en el interior de algunos vasos.
En cuanto al repertorio de formas, destacan los
pequeños cuencos de uso individual, que dan una referencia concreta sobre el tamaño y composición del
grupo humano; las ollas y las cazuelas que, por su diversidad formal, muestran formas variadas de cocción y preparación de los alimentos; las orzas relacionadas con el
almacenaje, y las queseras con la obtención de productos secundarios a partir de la leche. Además de los vasos
carenados, los geminados, los coladores y los recipientes
con perforaciones en el cuello o cuerdas atadas en torno
a él, preparados para ser colgados y pender de soportes
o estantes.
La cocción de las cerámicas se realizaría en hoyos
en tierra cubiertos por leña, de ahí la coloración irregular
Los espacios domésticos y las actividades cotidianas. Mª J. de Pedro, E. Ripollés, L. Fortea
Olla y cazuelas cerámicas.
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[ 72 ]
^^ Ollas cerámicas. ^ Cuencos cerámicos.
[page-n-74]
de la superficie y, posiblemente sería un trabajo realizado en los espacios exteriores, en las terrazas. El acabado
de las superficies está cuidado y la presencia de algunos
vasos decorados, con motivos incisos complejos, prueban relaciones con otras áreas peninsulares de la Edad
del Bronce, por lo que quizás deban considerarse como
objetos de prestigio.
La actividad textil y de fibras vegetales. La recuperación de restos realizados en materia orgánica es
sumamente complicada, al tratarse de materiales perecederos. Es el caso de las manufacturas en sustancias vegetales (madera, lino, esparto, junco, paja, etc.) y animales
(pieles y lana), aunque en ocasiones es posible documen-
Recreación de mujer moliendo.
Dibujo de Á. Sánchez.
tar alguna de estas actividades, bien por la presencia de
restos o improntas, o por el hallazgo de útiles relacionados con ellas.
En la Lloma de Betxí se han recuperado cuerdas
de esparto e improntas de fibras trenzadas en cerámicas y
en algunas estructuras; así como pesas de telar, piezas en
Los espacios domésticos y las actividades cotidianas. Mª J. de Pedro, E. Ripollés, L. Fortea
Olla cerámica, molino y moledera.
[ 73 ]
[page-n-75]
Pesas de telar con cuatro perforaciones.
forma de doble T o ancoriformes dobles, y punzones de
hueso o metal que también pudieron estar relacionados
con la producción cestera, cordelera y textil.
La elaboración del hilo y pleita son los primeros
eslabones dentro de la cadena textil y cestera. En el caso
de la pleita se emplea el esparto, fibra vegetal documentada en la Lloma de Betxí, aunque quizás el junco y el lino
también se utilizaron, igual que se ha evidenciado en
otros poblados de la misma cronología, como Terlinques
(Villena), hoy por hoy el mejor ejemplo de conservación
de cestos o sacos de esparto y de husos de madera con
[ 74 ]
hilo de junco (Jover et al., 2001); en la Cueva Sagrada
(Lorca) con un excepcional hallazgo de tejido de lino, o
en una tumba de Castellón Alto (Galera, Granada) donde
apareció tejido de fieltro.
En cuanto a las pesas de telar de barro de la Lloma
de Betxí, forman un conjunto de 28 piezas de forma aproximadamente rectangular y con 4 perforaciones circulares
en cada extremo, de 22-24 cm de longitud por 12-14 cm
de ancho y cuyo peso medio oscila entre 1.800 y 2.000 gramos. Se encontraron apiladas sobre el suelo de ocupación
de la Habitación I, junto a la puerta de comunicación entre
ambas estancias, tal vez éste fue el lugar de fabricación, secado o almacenamiento. Su presencia refleja la existencia
de actividad textil en el yacimiento pero desconocemos el
tipo de tejido y la fibra utilizada.
[page-n-76]
Impronta de un cesto junto al molino de la Habitación II.
de porciones de materias duras y consistentes; y los alisadores para la eliminación de materias blandas como la
corteza de los árboles o las pieles. Están realizados sobre
huesos de bóvidos y cérvidos, y pudieron estar enmangados, o no, empuñándose de forma directa. Y también
sierras, elaboradas principalmente sobre escápulas y costillas, relacionadas con actividades textiles y con el cardado de fibras, o con el aserrado de materiales de mediana
consistencia (López Padilla, 1998; 2011).
Además del utillaje relacionado con las actividades económicas básicas, el grupo humano que habitó el
poblado dispuso de una serie de objetos de adorno, entre
los cuales destacan los botones, en su mayoría de forma
prismática triangular de perforación simple o doble, aunque también hay un ejemplar de botón piramidal de base
cuadrada y de mayores dimensiones. Y de otras piezas
Los espacios domésticos y las actividades cotidianas. Mª J. de Pedro, E. Ripollés, L. Fortea
Por su tamaño y peso sería difícil pero no imposible su utilización en un telar vertical. Este tipo de telar
consta de dos montantes de madera apoyados sobre el
suelo e inclinados sobre una pared de forma que los hilos de la urdimbre, tendidos desde un travesaño superior,
cuelgan verticalmente tensados por las pesas. El ángulo
que forman los montantes inclinados permite el movimiento en vaivén de las pesas que separan los hilos de
la urdimbre, facilitando el paso de la trama. No obstante,
no se puede descartar que estas piezas se utilizaran como
torcedoras de fibras o devanadores (López Mira, 2009).
La industria ósea. Se compone de piezas elaboradas en hueso, asta y marfil. En general se trata de herramientas o utensilios de trabajo pero también son frecuentes los adornos.
Por su abundancia destacan los punzones, empleados para realizar múltiples operaciones manuales
como perforar materiales blandos o elaborar productos
de cestería; las espátulas, vinculadas a la fabricación de
recipientes cerámicos y, en general, a la producción alfarera; los cinceles, para trabajos de percusión y extracción
[ 75 ]
[page-n-77]
Punzones de hueso.
[ 76 ]
relacionadas con el ornato personal como un colgante
elaborado sobre una barrita de marfil, una gran cuenta
de collar sobre vértebra de escualo, numerosas cuentas
discoidales para formar parte de los collares y como elementos decorativos cosidos a los vestidos, y dos colmillos
de suido trabajados como colgantes.
El conjunto es el habitual en yacimientos de la
Edad del Bronce del Este y Sudeste de la Península Ibérica,
pero interesa resaltar la concentración de veinte botones
de marfil en el interior de un recipiente cerámico que, a su
vez, estaba dentro de un gran vaso en la zona de almacenaje de la Habitación I (Pascual, en este mismo volumen).
La acumulación de objetos suntuarios de alto valor social
Colmillo de jabalí perforado, utilizado como colgante.
e ideológico, cuya materia prima es de origen exótico, invita a pensar en su especial valor y habría que determinar
quienes detentaban el uso y disfrute de dichos objetos, si
una élite minoritaria o el conjunto de la comunidad.
La industria lítica. La mayor parte corresponde a
productos tallados, modificados o no, como elementos
de hoz, láminas y lascas. Los productos líticos pulidos son
más escasos, hay placas pulidas perforadas, comúnmente
[page-n-78]
eje longitudinal del mango, está relacionada con trabajos
de precisión en madera.
Las mazas, elaboradas sobre cuarcitas rodadas de
gran peso, más de 1.000 gramos, probablemente se obtuvieron del cauce del río. Presentan una mínima intervención, sólo el surco central de sección en U de escasa profundidad y el acondicionamiento de la cara plana o activa
mediante repiqueteado y ligero pulido. Debieron tener un
uso multifuncional, pudiendo trabajar vegetales blandos o
duros, calizas, e incluso instrumentos metálicos.
En cuanto a los brazaletes de arquero, son placas pulidas rectangulares de sección rectangular o
plano-convexa, con una perforación en cada extremo,
elaboradas sobre diversas materias primas: areniscas
triásicas, esquistos y calizas blandas. Su funcionalidad
Elementos de hoz de sílex.
Los espacios domésticos y las actividades cotidianas. Mª J. de Pedro, E. Ripollés, L. Fortea
llamadas brazaletes de arquero, dos mazas, una pequeña
azuela y un hacha. Además de los numerosos instrumentos de molienda, molinos y molederas (Jover, 1998).
El soporte sobre el que se han elaborado las piezas
talladas es el sílex, tanto nodular como tabular, si bien la
ausencia de núcleos y la escasez de restos de talla dificultan la valoración de dichas labores en el poblado. El
conjunto más destacado lo integran los elementos de
hoz, muchos de ellos afectados por procesos térmicos
relacionados con el incendio del asentamiento. Los realizados sobre lasca o lámina emplean la percusión directa
como técnica de talla y la fractura por percusión y retoque abrupto para conformar el acabado. Los elaborados
a partir de placas tabulares se modificaron directamente
mediante retoque plano en los lados no activos. Todos
presentan filos con retoque denticulado regular a base
de muescas simples marginales o profundas y de orientación bifacial, practicadas mediante presión, y se enmangaron en un montante o mango de madera, constituyendo así la hoz.
Por el desgaste de los filos y el pulido de éstos, se
puede inferir que los elementos de hoz estuvieron destinados a la siega de vegetales blandos. Además, también
hay algunas láminas retocadas que quizás se utilizaron en
trabajos de carnicería o para cortar vegetales duros.
En cuanto a los productos líticos pulidos, la única
azuela localizada es de reducidas dimensiones y está elaborada sobre roca metamórfica, posiblemente sillimanita
de origen alóctono. Dispuesta de forma perpendicular al
[ 77 ]
[page-n-79]
Placas de piedra pulida, o brazaletes de arquero,
y puntas de flecha de cobre.
[ 78 ]
se relaciona con la protección del antebrazo, para amortiguar el golpe de la cuerda del arco; como elementos
suntuarios y también como afiladeras.
Por último, la presencia de molinos y molederas
junto a los vasos con cereales, en ambas habitaciones, señalan áreas de producción y almacenamiento.
La metalurgia. En la Lloma de Betxí son escasas
las evidencias de actividad metalúrgica, dada la ausencia
de vetas mineras en la zona. El conjunto de objetos metálicos está formado por dos hachas, un pequeño puñal
de remaches y otros posibles puñales; puntas de flecha
de diversa tipología, numerosos punzones y una pequeña cuenta realizada con hilo de metal. Todas las piezas
localizadas son de cobre, a excepción de un punzón de
bronce y de una singular pieza de plata. Se trata de una
cinta de plata, metal noble destinado a la fabricación de
adornos que pondrían de relieve el prestigio de la persona portadora.
Los objetos metálicos debieron llegar ya configurados a través del comercio o de redes de intercambio. En el
[page-n-80]
El consumo de bienes. Las bases económicas.
Agricultura y ganadería.
De acuerdo con lo expuesto acerca de las actividades productivas y con testimonios directos de la excavación, como la fauna y los restos botánicos, las bases
económicas del poblado son la agricultura y la ganadería
que, junto con la caza, pesca y recolección nos informan
acerca de las actividades de consumo de bienes, sobre
todo en cuanto a la alimentación.
Así, por ejemplo, en el interior de las habitaciones,
molinos y hornos señalan la preparación de determinado
tipo de alimentos en relación con el cereal carbonizado;
los restos de fauna están muy astillados y podrían corresponder tanto a desechos de comida como a su utilización para la fabricación de utillaje, como en el caso de la
Habitación I donde se han encontrado gran cantidad de
restos de asta de ciervo, algunos con señales de manipulación. Podemos determinar para ambas habitaciones su
función de despensa o almacén, pero también de cocina
y de taller, pese a la dificultad de identificar los hogares
por tratarse de un nivel de incendio en el que abundan los
restos de madera carbonizada, y a que las habitaciones se
encontraban bastante limpias.
Los desechos eran vertidos al exterior en basureros localizados en otras áreas, por lo que es allí donde
encontramos el mayor número de restos de fauna cuyo
estudio nos permite conocer los recursos que aportan
el ganado y las especies cazadas, y la utilización de los
animales por parte de la comunidad. La cabaña ganadera está compuesta por ovejas y cabras, las especies más
destacadas; bovinos, cerdos y perros, cuyos restos se vinculan a su papel como ayudantes en la caza o en la custodia de rebaños. La presencia de los perros se atestigua
también indirectamente en marcas de dentición sobre los
huesos de otros animales.
La explotación de la pequeña cabaña animal
proporciona, junto a la carne y el sebo, materias primas
como la leche, de la que se elaborarían productos derivados como el queso; la lana, quizás utilizada en la actividad textil; las pieles, para la confección de prendas de
abrigo y contenedores; y huesos para la fabricación de
utillaje. Las edades de muerte de determinadas especies
Los espacios domésticos y las actividades cotidianas. Mª J. de Pedro, E. Ripollés, L. Fortea
caso de que se hubiera efectuado alguna tarea metalúrgica
en el poblado, se emplearía metal concentrado en pequeños lingotes o piezas inutilizadas, a partir del cual se realizarían nuevos objetos, reciclando piezas ya amortizadas.
La presencia de alguna escoria y de gotas de metal
sobre una gran piedra, interpretada como yunque, en la
Habitación II; las mazas y alguna estructura de combustión localizada en el nivel de abandono del poblado, serían los únicos indicios de dicha actividad. En cualquier
caso, en su mayoría, se trata de piezas que responden a
las necesidades funcionales de las diversas actividades
cotidianas que se pudieron desarrollar en el poblado.
[ 79 ]
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nos informan acerca de su uso concreto para el consumo
de carne, la obtención de leche y lana, o como fuerza de
trabajo en relación con la posible introducción del arado
(Tormo y de Pedro, 2013).
La presencia de especies silvestres, como el ciervo
y el conejo, muestra la importancia de la caza como complemento de la dieta cárnica, junto con la pesca y la recolección. Y como aporte de otras materias primas como
pieles, huesos y astas para la fabricación de útiles. Por otra
parte, la abundancia de ciervos, junto a corzos, jabalíes,
conejos, liebres, perdices, y también galápagos o doradas,
nos habla de un paisaje con notable cobertura vegetal y
cursos de agua importantes con abundancia de pesca.
En general, se trataría de pequeños rebaños, siendo la práctica de la agricultura la actividad económica
más importante, como indican las condiciones orográficas del asentamiento y su proximidad a zonas aptas para
el cultivo y a cursos de agua estables, además de la evidencia directa que proporcionan los numerosos restos de
cereales localizados en el yacimiento (Sarrión, 1998).
Las muestras estudiadas se refieren al cereal almacenado en grandes recipientes cerámicos, principalmente
[ 80 ]
trigo desnudo, en ocasiones cebada vestida, algunas malas hierbas y leguminosas, como habas, guisantes y lentejas. La actividad de recolección de frutos y verduras ha
dejado una presencia muy pobre en el registro, tan sólo
uva y moras. En espacios exteriores, como el Sector Este,
la presencia de cebada (Hordeum sp.) y trigo (Triticum
aestivum/durum) es escasa, aparece alguna leguminosa
como el lentisco (Pistacea lentiscus) y destacan, sobre
todo, los numerosos fragmentos de bellotas (Quercus sp.)
hallados, frutos que han sido utilizados tradicionalmente
como complemento de la dieta humana, además de ser
alimento para el ganado. Igualmente es posible el consumo de los frutos del lentisco, o su uso para la elaboración
de aceite, y determinadas quenopodiáceas o crucíferas
también utilizadas como verduras (Pérez Jordá, 1998).
El análisis de los restos carpológicos junto a los datos que aporta el estudio de los útiles agrícolas nos permiten acercarnos a las prácticas agrarias de estas comunidades. Hachas, azuelas y dientes de hoz componen el utillaje
relacionado con éstas, sin olvidar que en gran parte éste
se elabora con madera, por lo que su conservación es problemática. Por otra parte, el uso de los bóvidos como fuerza de trabajo permite pensar en la introducción del arado.
Los hallazgos de conjuntos cerrados formados por una
sola especie indican que su cultivo se realizaba por separado. Los cereales documentados pueden ser sembrados
tanto en otoño como en primavera, aunque por las características climáticas de la zona mediterránea es habitual
su cultivo como cereales de invierno. El mantenimiento de
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la productividad en los campos debió obtenerse mediante el sistema de barbecho que permite la recuperación de
los suelos, un mayor grado de humedad y el control de las
malas hierbas. Además las tierras en barbecho pueden ser
utilizadas para la alimentación del ganado.
Para la recolección de los cereales se utilizarían las
hoces, y después se llevarían a cabo los trabajos de secado
al aire libre, la trilla para la separación del grano, el aventado y la criba. El cereal se almacena ya limpio, sin restos de
glumas, de raquis o de entrenudos y con presencia escasa
de malas hierbas. Las operaciones de limpieza del cereal
debieron realizarse en el exterior de la casa, a juzgar por la
ausencia de restos que indiquen estas operaciones en el
interior. En resumen, se trata de un sistema agrícola basado en una agricultura extensiva de cereales que hizo posible la introducción del arado, complementada por una
agricultura intensiva de huerto.
Los espacios domésticos y las actividades cotidianas. Mª J. de Pedro, E. Ripollés, L. Fortea
Quesera cerámica.
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La actividad agrícola.
Cultivos y alimentación
Guillem Pérez Jordá
Universitat de València
Las personas que vivieron en el poblado de la Lloma de
Betxí durante el primer tercio del II milenio a.C. se alimentaron fundamentalmente a partir de los distintos
productos que cultivaban en las tierras que rodean el
asentamiento. Este hecho, que es general en este territorio desde la llegada de los primeros agricultores unos
3.500 años antes, muestra la importancia de la actividad
agrícola en el día a día de esta comunidad. Son los ritmos
de cada uno de los cultivos los que acaban marcando
gran parte del calendario anual, de igual forma que los
espacios necesarios para su procesado, almacenamiento y transformación condicionan la construcción de los
asentamientos.
Los distintos incendios que han destruido este poblado a lo largo de su ocupación han permitido la preservación, carbonizados, de un conjunto muy destacado de
semillas y de frutos (Pérez Jordá, 1998). Estos materiales
< Dientes de hoz sobre placa de sílex tabular.
Lloma de Betxí.
que se encontraban almacenados en el interior de las viviendas o caídos de forma accidental en el suelo de las
mismas son los que tras su recuperación durante las distintas campañas de excavación, permiten conocer cuáles
eran los productos cultivados, así como los frutos del bosque que eran recolectados también como alimento.
Hay un grupo de cultivos que habitualmente crecen en las huertas, como las acelgas, los nabos o las coles, de los que no se consume el grano, sino las hojas, los
tallos o las raíces, partes que difícilmente se conservan
carbonizadas, lo que dificulta su documentación arqueológica. Pero en el mundo mediterráneo la agricultura prehistórica se centra en la producción de grano de cereales y de leguminosas, de los que se han recuperado una
amplia representación en este yacimiento. Son distintas
las especies de cereales documentadas, pero son dos de
ellas en las que parece estar centrada la producción agrícola, los trigos desnudos (Triticum aestivum-durum) y la
cebada desnuda (Hordeum vulgare var. nudum) y la vestida (Hordeum vulgare subsp. vulgare), mientras que otros
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Restos de semillas y frutos de la Lloma de Betxí.
1. Cebada desnuda (Hordeum vulgare var. nudum),
2. Cebada vestida (Hordeum vulgare subsp. vulgare),
3. Trigo desnudo (Triticum aestivum-durum),
4. Escanda menor (Triticum dicoccum),
5. Escaña (Triticum monococcum),
6. Ráquis de cebada,
7. Guisante (Pisum sativum),
8. Haba (Vicia faba),
9. Frambuesa (Rubus idaeus),
10. Cebada bravia (Bromus sterilis),
11. Bellota (Quercus sp.)
[ 84 ]
cereales como son la escaña (Triticum monococcum) y la
escanda menor (Triticum dicoccum) pueden ser cultivos
muy minoritarios o simplemente malas hierbas que crecen entre los campos de los cultivos mayoritarios. Junto a
los cereales aparecen algunas leguminosas como son las
habas y los guisantes, aunque siempre son muy escasas.
Estos son todos los cultivos documentados, aunque también se constata la recolección de algunos frutos
silvestres como es el madroño (Arbutus unedo), la vid (Vitis
vinífera) y la frambuesa (Rubus idaeus), aunque el que tiene un mayor peso son las bellotas (Quercus sp.). Es un
recurso muy abundante en los bosques mediterráneos,
fácil de recolectar, de almacenar y de procesar y con un
valor energético muy elevado (Zapata, 2000), por lo que
ha sido sistemáticamente aprovechado por las comunidades humanas hasta la actualidad.
Junto a los cereales aparecen un conjunto de
plantas silvestres que suelen desarrollarse entre estos
cultivos, por lo que se conocen como malas hierbas. Son
estas las que nos permiten determinar el tipo de suelos
que se cultivan. De esta forma la abundancia de una de
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Tormo y de Pedro, 2013), lo que permite confirmar que
fueron utilizados como fuerza de tiro.
El calendario agrícola se inicia durante el verano,
cuando tras la cosecha se labran las tierras por parejas
de bueyes tirando de los arados, preparándolas para la
siembra de los cereales que se realiza entre el otoño y el
inicio del invierno. Al mismo tiempo se plantan las leguminosas en las huertas, que al tener un ciclo más corto
van a empezar a aportar alimento durante el invierno. El
desarrollo de los cereales se va a alargar hasta el final de
la primavera o el inicio del verano, momento en el cual se
realiza la siega. Este es el proceso mejor documentado,
ya que es frecuente el hallazgo de dientes de hoz de sílex.
Las hoces se construyen con un vástago de madera curvo,
en el que se insertan por el interior las piezas de sílex, fijadas con la ayuda de resina, formando un frente de corte
más o menos continuo. Los dientes suelen aparecer dentados, acción que permite alargar su vida útil cuando tras
un periodo de uso se han desgastado.
Tras la siega, los haces de cereales se procesan en
las eras, que estarían ubicadas junto a los mismos campos. En ellas a través posiblemente del pisoteado de los
animales, del cribado y del aventado se va separando el
grano de la paja y de las otras partes de las espigas. De
La actividad agrícola. Cultivos y alimentación. Guillem Pérez Jordà
ellas, los Bromus, permite confirmar que se están usando
suelos con abundancia de arenas y con una textura suelta. Estas características son las que encontramos en las
terrazas que hay ubicadas junto al cauce del río, donde
es posible ubicar las parcelas en las que se cultivarían
los distintos cereales. Los trigos desnudos y las cebadas
se siembran de forma separada y no parecen existir diferencias entre las tierras que se dedicaban a cada uno de
los cultivos. Tampoco hay evidencias que permitan pensar en el riego de las mismas, ya que ni las malas hierbas
ni los estudios isotópicos están marcando esta práctica,
aunque es posible que sí que fuera utilizado en las parcelas dedicadas al cultivo de las habas o de los guisantes.
Son plantas más exigentes en agua que los cereales y en
yacimientos contemporáneos de Andalucía se ha podido
constatar que eran irrigados, por lo que se puede pensar
que su cultivo se realizara en huertas.
Los instrumentos que tenían para trabajar las
huertas eran por un lado las azuelas elaboradas con
piedra pulida y posiblemente palos cavadores u otras
herramientas que al estar completamente elaboradas
con madera no se documentan arqueológicamente.
Este mismo problema impide la constatación del útil
fundamental para el labrado de la tierra en las parcelas
dedicadas al cultivo de cereales, el arado, ya que estaría
elaborada de forma completa en madera. Su presencia
se deduce de forma indirecta por las malformaciones
que presentan los restos de los bovinos (Sarrión, 1998;
[ 85 ]
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[ 86 ]
Dientes de hoz de sílex y réplica en madera de un mango de hoz.
[page-n-88]
esta forma el grano llega al poblado ya limpio y sólo hay
que eliminar algunos elementos menores o completar la
separación de las cariópsides de cebada vestida de sus
cubiertas. Esta actividad puede estar realizándose en la
Habitación II, donde hay una serie de pequeños orificios
excavados en el suelo que aparecieron llenos de cebada.
En ellos, con la ayuda de un mazo de madera, se golpea
el grano, con lo que se consigue que acaben por desprenderse las cubiertas que envuelven la semilla.
Finalmente el grano se almacena en el interior de
las viviendas, siendo el fondo de la Habitación I donde
se ha documentado un conjunto relevante de grano almacenado en el interior de distintos vasos cerámicos. La
capacidad de estos vasos es pequeña, por lo que el grano que contienen no permite más que la alimentación
del grupo durante unos días, por ello hay que imaginar
que habría más grano acumulado en contenedores de
mayores dimensiones como son los sacos o los capazos
de esparto. Era un grupo pequeño que dependía fundamentalmente de sus reservas para alimentarse, por lo
que debían acumular suficiente grano para sobrevivir al
menos durante el año que iba a tardar en llegar la nueva
cosecha y contemplar una reserva ante el riesgo de que
una de ellas se perdiera.
La actividad agrícola. Cultivos y alimentación. Guillem Pérez Jordà
Mujer descascarillando grano en el Rif, en Marruecos.
Foto de L. Peña-Chocarro.
[ 87 ]
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Ganaderos y cazadores.
La gestión de los recursos animales
Carmen Tormo Cuñat
Los restos de fauna que aparecen en los yacimientos arqueológicos (huesos, dientes, astas, conchas) aportan
una valiosa información sobre las especies animales del
pasado, sobre la economía ganadera y cinegética de las
poblaciones que habitaban dichos enclaves y sobre las
características medio ambientales de su entorno. La disciplina que se encarga del estudio de estos materiales se
denomina arqueozoología.
A partir de estos restos, los estudios arqueozoológicos tratan de obtener datos relativos a la taxonomía
y anatomía de los animales, su estado de conservación,
además de determinar el número mínimo de individuos
de cada especie, la edad de muerte, el sexo, etc., todo
ello con el objetivo de establecer la relación que tenían
las comunidades pasadas con la fauna, y responder a preguntas como ¿para qué utilizaban a los animales? o ¿qué
recursos aportaba el ganado o las especies cazadas? En
< Costilla dentada.
definitiva, la arqueozoología pretende realizar una reconstrucción de la economía estableciendo la interacción
hombre-animal a través de la historia (Silver, 1980; Klein y
Cruz-Uribe, 1984; Davis, 1989; Chaix y Méniel, 2005).
La mayoría de los restos hallados en la Lloma de
Betxí son consecuencia de los desechos de comida y
generalmente se encuentran muy fragmentados. Menos
habituales son los que aparecen en contextos cultuales
o funerarios, quizá como ofrendas, que se conservan
mejor. Las modificaciones observadas en los huesos son
numerosas y de diversa procedencia. Se han documentado fracturas, cortes e incisiones relacionadas con las
prácticas carniceras. Los carnívoros, en concreto los perros, también han dejado marcas de mordeduras, hecho
que hace suponer que fueron alimentados con los desperdicios de comida. Otras alteraciones registradas son
las postdeposicionales que son las modificaciones que
Ganaderos y cazadores. La gestión de los recursos animales. Carmen Tormo Cuñat
Museu de Prehistòria-SIP
[ 89 ]
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Oveja/Cabra
Bovino
Cerdo
Ciervo
Conejo
Otros
Representación de las principales especies
documentadas en la Lloma de Betxí.
[ 90 ]
sufren los restos después de ser abandonados y/o enterrados (Lyman, 2008).
En un estudio arqueozoológico es muy importante
establecer las edades de muerte de las especies documentadas ya que nos permiten conocer el modo de gestión del ganado, es decir, si éste se destina para el consumo de carne, la obtención de productos secundarios,
como la leche o la lana, o como fuerza de trabajo (carga,
transporte, tiro); y, en el caso de los animales silvestres, el
tipo de caza (oportunista o selectiva).
En el poblado de la Lloma de Betxí se han identificado restos de especies domésticas y silvestres (Sarrión,
1998; Tormo y de Pedro, 2013). Ambos grupos aparecen
con una frecuencia similar aunque el grupo de los domésticos ha proporcionado un mayor número de restos
(58,7%) que los silvestres (41,3%).
La cabaña ganadera estaría formada principalmente por un rebaño de ovejas (Ovis aries) y cabras
(Capra hircus), además de un ganado menos numeroso
de bovinos (Bos taurus) y cerdos (Sus domesticus). Por
otra parte, y dentro de este grupo doméstico, se encuentran los perros (Canis familiaris).
Las ovejas y las cabras se explotaron para obtener
carne y productos secundarios como la leche, el queso
y la lana. Las edades de muerte muestran todas las cohortes de edad, es decir, se sacrifican neonatos e infantiles menores de tres meses para conseguir leche de las
madres, individuos juveniles y subadultos que ya han
alcanzado un peso estimable para el consumo de carne,
y también adultos entre tres y seis años. Esto indica que
la comunidad viva principal de este rebaño se compondría de individuos adultos jóvenes entre dos y tres años
destinados a la reproducción y la obtención de leche. El
mantenimiento de algunos individuos hasta los seis años
podría estar relacionado con la elaboración de lana. La
explotación del ganado bovino también está basada en
un modelo mixto de producción de carne y leche, aunque
algunos individuos serían sustentados hasta la edad senil
para ser utilizados como fuerza de trabajo. Los cerdos son
aprovechados para el consumo cárnico y se sacrifican
preferentemente entre los 6 y 17 meses de edad.
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Fragmento proximal de fémur de oveja (Ovis aries) menor de dos
años de edad. Las flechas indican las incisiones causadas por un
cuchillo durante el descarnado.
Ganaderos y cazadores. La gestión de los recursos animales. Carmen Tormo Cuñat
Además de ganaderos, los habitantes de la Lloma
de Betxí también eran cazadores. La variedad de especies
abatidas es amplia, aunque se centra principalmente en
el ciervo, cuyos restos sólo son superados por las ovejas y
las cabras. El conejo también es un taxón recurrente aunque en menor medida que el ciervo.
Las especies silvestres documentadas en el yacimiento son el ciervo (Cervus elaphus), el jabalí (Sus scrofa), el corzo (Capreolus capreolus), el zorro (Vulpes vulpes),
el conejo (Oryctolagus cuniculus), la liebre (Lepus granatensis), la perdiz (Alectoris rufa), el tejón (Meles meles),
el galápago leproso (Mauremys leprosa), el sapo común
(Bufo bufo), el lagarto ocelado (Lacerta lepida), y la culebra (Elaphe sp.). Los recursos que pueden aportar estos
taxones son la carne, las pieles, los huesos y las astas
como materia prima, además de tendones, grasa…
La distribución espacial de los restos de fauna ha
coadyuvado a determinar la funcionalidad de algunas
zonas del poblado. Los huesos aparecen en su mayoría
fuera de las estancias edificadas (62,3%), por lo que éstas
quedan bastante limpias de despojos. La Habitación I es
la estancia con mayor número de restos (5,5%) y especies,
tanto domésticas como silvestres. Abundan las ovejas,
[ 91 ]
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[ 92 ]
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< Depósito con restos óseos de tres ovejas.
Campaña de excavación de 2013.
De este modo, los estudios arqueozoológicos
realizados en la Lloma de Betxí nos aportan una valiosa
información sobre las prácticas ganaderas y cinegéticas
de las comunidades prehistóricas de la Edad del Bronce
en la zona valenciana. Durante esta época la ganadería
se ha consolidado como base económica, junto con la
agricultura, en los poblados peninsulares. El ganado no
se considera únicamente como productor de carne sino
también como fuente de productos secundarios con posibilidad de crear excedente y, por lo tanto, susceptible de
intercambio (Martínez Valle e Iborra, 2001-2002; Iborra y
Sanchis, 2011).
Ganaderos y cazadores. La gestión de los recursos animales. Carmen Tormo Cuñat
las cabras, el ciervo y el conejo, aunque también se documentan bovinos, cerdo, jabalí, zorro, liebre, perdiz, galápago y lagarto. Entre los restos de ciervo destacan por su
gran cantidad los de asta, algunos de ellos con marcas de
manipulación. Es posible que esta estancia fuese utilizada
como despensa y cocina y quizá como taller para la fabricación de objetos de hueso o asta.
Pero donde se acumula el mayor número de restos es en el sector oeste (14,6%) y, sobre todo, en el sector
este (47,7%), que son las zonas que rodean las estancias,
y que pudieron actuar como basureros del poblado.
Cabe destacar por su singularidad el hallazgo de
algunos depósitos especiales en el sector este. Se trata de
los restos de un perro con marcas de despellejado y evisceración localizado junto a un enterramiento humano
(Sanchis y Sarrión, 2004); los restos de un esqueleto completo de cabra preñada (Tormo y de Pedro, 2013), y dos
depósitos más con algunas partes anatómicas de ovejas
y cabras difíciles de interpretar por el momento.
[ 93 ]
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[ 94 ]
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Los marfiles de la Lloma de Betxí
Josep Lluís Pascual Benito
Museu de Prehistòria-SIP
Entre los materiales confeccionados en materia dura animal de la Lloma de Betxí se han documentado un buen
número piezas de marfil de elefante, las cuales constituyen uno de los conjuntos más numerosos de la Edad
del Bronce peninsular de esta materia conocidos actualmente. Su procedencia de defensas de proboscídeos no
ofrece dudas al presentar en observación macroscópica
dos características que la definen. Por una parte una estructura a base de capas concéntricas de considerable
curvatura que corresponde a las líneas de crecimiento,
zona por donde suele fragmentarse ese material. Por
otra, en muchas superficies se observa una suave retícula
de líneas más oscuras, denominadas líneas de Schreger,
una característica solo presente en el marfil de elefante y
que, medidas en la zona periférica de la defensa, ayudan
a discriminar entre los elefantes holocenos o los fósiles
(Espinoza y Mann, 1993), si bien en las piezas analizadas
< Botones de marfil en el interior de un recipiente cerámico.
su pequeño tamaño no permite la medición de los ángulos de intersección.
El conjunto ebúrneo de la Lloma de Betxí está
compuesto por un total de 46 piezas, de las que dos son
preformas de materia prima y el resto productos acabados: botones y colgantes. De las dos piezas de materia
prima, una es un prisma de sección triangular con todas
las caras de superficie plana alisadas mediante abrasión
y es la pieza de mayores dimensiones y peso de todo el
conjunto. La otra es una barra longitudinal de sección
cuadrangular irregular con las superficies sin alisar y dos
caras curvas correspondientes a la superficie de crecimiento del diente. Ambas proceden de la parte exterior
[ 95 ]
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Fig. 1. Prismas de marfil para la fabricación de botones.
[ 96 ]
de la defensa y fueron obtenidas por el aserrado longitudinal de la misma en relación a su eje mayor (Fig. 1).
Entre los productos acabados destacan los botones en V, denominados así por el tipo de perforación
que dibuja su sección al converger dos perforaciones
oblicuas. Aunque tradicionalmente se clasifican como
botones, es probable que no tuvieran esa función, toda
vez que los últimos descubrimientos en tumbas apuntan
a que se llevaban cosidos a la ropa en diferentes partes
del cuerpo. Los botones constituyen el grupo más nume-
roso con 41 ejemplares y se documentan de tres tipos:
piramidal, prismático corto y prismático largo. El único
botón piramidal es el de mayores dimensiones, tiene la
base cuadrada y, como peculiaridad, una entalladura en
la cúspide que posiblemente se relacione con el sistema
de sujeción. Los botones prismáticos triangulares cortos son trece, nueve de sección triangular con la arista
bien marcada, dos de sección plano-convexa y uno con
la arista superior exfoliada. Todos presentan la base rectangular. En doce casos las perforaciones se encuentran
centradas, mientras que en uno es excéntrica, presentando en la parte opuesta una lengüeta en la base de la cara
lateral producto del aserrado desde la cúspide y posterior
flexión, por lo que debe tratarse de un botón prismático
largo que se fracturó y reaprovechó (Fig. 2: 4). Otros dos
presentan una perforación transversal cerca de la cúspide, posiblemente fallidas, por lo que se volvieron a perforar en otra cara, y en otros dos una de las perforaciones
de la base sobrepasa a la parte exterior. Los botones más
numerosos son los prismáticos largos, con 24 ejemplares
seguros y tres probables ya que se encuentran fragmentados. En ellos existe una amplia variación en el tamaño.
Excepto cuatro con sección plano convexa, el resto la presentan triangular. En cinco ocasiones una o dos de las
perforaciones se efectuaron muy cercanas o en el borde
de la base, por lo que afectaron en parte a los laterales,
dejando una o dos muescas en ellos. En otros dos casos,
un par de perforaciones se sobrepasó, perforando la cara
dorsal. Uno presenta una lengüeta de flexión en una cara
lateral, cerca del vértice opuesto a las perforaciones, por
lo que el aserrado se realizó desde la base. Un caso peculiar presenta 4 pares de perforaciones, aunque al en-
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contrarse fragmentado longitudinalmente no podemos
saber si responden a una fractura de las dos primeras o si
todas se realizaron a la vez.
Los colgantes son escasos, uno es alargado de sección trapezoidal de vértices romos y los lados rectos convergentes, con la base más ancha que la zona perforada
que se encuentra fragmentada (Fig. 2: 9). El otro posible
colgante esta confeccionado a partir de un prisma de sección triangular, con perforación simple en un extremo de
3 mm de diámetro. El hecho de encontrarse fragmentado
y quemado impide saber si se trata de la reutilización de
un botón prismático largo fragmentado (Fig. 2: 16).
De todo el conjunto cabe destacar que casi la mitad se encontraron concentrados. El gran botón piramidal, 17 botones prismáticos –5 cortos y 12 largos– y los
dos colgantes (Fig. 2) estaban dentro de un recipiente
que, junto a otros, se hallaba en el interior de un gran vaso
cerámico localizado en sector sureste de la Habitación I,
una zona de almacenaje en la que se documentaron 75
vasos cerámicos, muchos de los cuales contenían abundante cereal carbonizado (Fig. 3).
Durante la Edad del Bronce en la península Ibérica
los objetos fabricados con marfil de elefante se han documentado básicamente en las tres culturas ubicadas en el
cuadrante suroriental: El Argar, Bronce Valenciano y Bronce
de la Mancha, a las que se añade Baleares.
En territorio valenciano, los precedentes del empleo de marfil se encuentran en contextos campaniformes, documentándose solo botones de perforación en V
Fig. 2. Botones de perforación en V y colgante de marfil.
[ 97 ]
[page-n-99]
[ 98 ]
en cinco yacimientos ubicados al sur del Júcar (Pascual
Benito, 1995). Durante el Bronce Valenciano las piezas de
marfil son más numerosas y se distribuyen por todo el
territorio, correspondiendo en su mayor parte a botones
aunque aparecen tipos nuevos como los colgantes y los
brazaletes. En las comarcas centrales se conocen otras
concentraciones de material ebúrneo en contextos de
hábitat, también de productos elaborados (Les Raboses),
de matrices (Muntanyeta de Cabrera) o de materia prima,
matrices y productos acabados que delatan la presencia de un taller (Mola d’Agres, Cabeço Navarro, Cendres)
(Pascual Benito, 2012).
Hacia el sur, en tierras de El Argar, existen yacimientos donde el marfil es numeroso, destacando los del área
argárica del sur de Alicante y, hacia el oeste, en la Meseta
sudoriental está presente en diversos yacimientos del
Bronce de la Mancha (López Padilla, 2012; Barciela, 2012).
En los tres territorios se documentan botones, brazaletes
y colgantes, si bien existen notables diferencias en cuanto
a la distribución de determinado tipos. Así, mientras en el
Bronce Valenciano existe un claro dominio de los botones prismáticos largos sobre los prismáticos cortos, y el
resto de tipos son muy escasos (piramidales de buen tamaño y cónicos muy pequeños), en el territorio argárico
el tipo de botón mayoritario es el piramidal y, a bastante
distancia, el cónico, y en el Bronce de la Mancha dominan
los piramidales, pero hay buena presencia de prismáti-
cos –cortos y largos– y son muy escasos los cónicos. Así
mismo, existen diferencias en la distribución, número y
frecuencia de los brazaletes, muy escasos en el Bronce
Valenciano, donde además están ausentes algunas manufacturas de marfil presentes en otros territorios, como
cuentas de collar, pomos, cilindros dentados o decorados
y peines entre otros. Las diferencias se extienden también
a los contextos donde aparecen, toda vez que en el ámbito argárico y, en menor medida, en La Mancha, resulta
frecuente la aparición de objetos de marfil en contextos
funerarios, donde parecen asociarse a individuos masculinos de edad adulta o madura (López Padilla, 2006: 111).
Por último, resulta de notable interés la procedencia del marfil que, hasta hace poco, se consideraba exclusivamente africano. En los últimos años, el avance de las
técnicas analíticas ha permitido avanzar considerablemente en el conocimiento de las especies a que pertenece el
marfil y, por tanto, de las áreas de procedencia de la materia prima, abriendo un nuevo camino en la investigación
sobre las relaciones extrapeninsulares. El análisis de medio
centenar de objetos ha dado resultados sorprendentes
(Schuhmacher, 2012; 2013). Durante el Calcolítico el marfil
que se documenta en los principales centros metalúrgicos
peninsulares –Tajo, Guadalquivir, Guadiana y sureste– procede de tres especies de elefante, la mayoría de asiático
(Elephas maximus) y con presencia de fósil (Elephas antiquus) y de africano de sabana/estepa (Loxodonta africana
africana). El marfil asiático circularía por la ruta del mediterráneo central y oriental, a través de Siria o Palestina, y el
[page-n-100]
Fig. 3. Olla cerámica de la Habitación I y botones de marfil
en su interior.
marítima que, desde algún puerto argárico, llegaría a las
desembocaduras del Júcar y del Turia, zona donde se detecta cierta concentración de yacimientos con marfil y, de
allí, hacia las Baleares.
En definitiva, la presencia en la Lloma de Betxí de
un abundante conjunto de piezas de marfil, un producto
foráneo de alto valor social e ideológico, nos indica unas
relaciones y redes de distribución consolidadas que permiten la acumulación y almacenamiento de un preciado
bien exótico utilizado por la élite dirigente con el fin de
ser un marcador de prestigio y lujo personal y, con su intercambio, conseguir favores, alianzas, vínculos u otros
bienes materiales de las comunidades vecinas.
Los marfiles de la Lloma de Betxí. Josep Lluís Pascual Benito
marfil subsahariano por Orán vía Argelia o por la ruta atlántica desde el noroeste de África. Durante el Campaniforme,
el marfil se sigue concentrando en las mismas zonas con
la incorporación del País Valenciano, y los análisis de este
momento indican la mitad de elefante asiático y la mitad
fósil. Durante la Edad del Bronce los análisis ponen de
manifiesto la presencia en yacimientos argáricos de marfil de tres tipos de elefante (africano de estepa, asiático y
fósil) y la incorporación del de hipopótamo, una variedad
de materia prima exponente del gran alcance de los contactos comerciales y de un posible cambio en las regiones
de exportación, pasando a ser más importante la ruta del
Mediterráneo de este a oeste, en la que vía Orán podría circular también el marfil de elefante africano de estepa, de
momento el único presente en Cabeço Navarro.
Una de las zonas de entrada de este comercio marítimo podría ubicarse al sur de Alicante, en el área septentrional de la Cultura de El Argar, cerca de la desembocadura del Segura, dada la concentración de yacimientos
con gran número de piezas de marfil y con matrices o evidencias de fabricación en las zonas de contacto del norte
del territorio argárico, sur del Bronce Valenciano y este de
La Mancha. Desde allí se distribuiría de forma radial, hacia el norte, oeste y sur al resto de territorios de esos tres
complejos culturales. A la Lloma de Betxí el marfil pudo
llegar por tierra o por mar. En el primer caso a través de
los corredores del Vinalopó y de Montesa que conducen
a la llanura aluvial valenciana; en el segundo, por la ruta
[ 99 ]
[page-n-101]
[ 100 ]
[page-n-102]
ARQUEOMETALURGIA
EN LA LLOMA DE BETXÍ
José Luis Simón García
Universidad de Alicante
La arqueometalurgia como disciplina científica tiene por
objeto el estudio de cualquier aspecto que tenga relación
con la producción de objetos metálicos en las sociedades
preindustriales, desde los métodos de prospección para
la localización de las vetas mineras, hasta el reciclado de
chatarra, pasando por las aleaciones empleadas, las técnicas de elaboración o los tipos de producción. La metalurgia se ha considerado uno de los avances tecnológicos
más significativos en las sociedades del pasado, hasta el
punto de que la división de una parte de los tiempos prehistóricos se efectuó en función de la supuesta prevalencia de una determinada aleación metálica o metal, como
el cobre, el bronce o el hierro. Hoy en día sabemos que
sin un contexto social y cultural concreto no es posible
la aparición y el desarrollo de procesos tecnológicos, tipológicos y económicos característicos de la metalurgia,
< Hachas planas de cobre. Lloma de Betxí.
de modo que el avance científico solo se produce cuando
las investigaciones arqueometalúrgicas pueden dar una
explicación sociocultural y cronológica a determinados
datos procedentes de objetos ligados a la metalurgia y a
los contextos arqueológicos de los cuales proceden.
El desarrollo de esta disciplina científica tuvo un
fuerte impulso a partir de la posibilidad de aplicar métodos analíticos complejos, especialmente a partir de la
segunda mitad del siglo xx, superando de este modo los
anteriores estudios basados en aspectos tipológicos y
estilísticos. Las técnicas de análisis, como la microscopía
electrónica de barrido (SEM) y la fluorescencia de rayos X
(XRF), se centran en la composición química de los objetos, los análisis metalográficos en la estructura metálica
[ 101 ]
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Maza de piedra caliza utilizada en actividades relacionadas
con la metalurgia. Lloma de Betxí.
[ 102 ]
y los análisis de isótopos de plomo permiten detectar la
procedencia de la materia prima empleada, entre otros
tipos de analíticas que cada día van ampliando las posibilidades de estudio, como la difracción de neutrones, la
espectroscopía de masa (LA-ICP-MS) y la absorción atómica (AAS).
En la fachada mediterránea de la península Ibérica
la áreas con posibilidades de explotación minera durante la Prehistoria reciente se centran en el Campo de
Cartagena y en la zona litoral almeriense, donde se obtiene esencialmente cobre, plata y oro, y posteriormente
plomo y hierro, a lo que se le suma pequeñas áreas de
afloramiento de diversos metales en algunos puntos de
la Sierra de Albarracín, Espadán y el macizo litoral catalán.
Por desgracia, muchas de las actividades mineras primigenias, llevadas a cabo durante la prehistoria reciente,
han desaparecido por las realizadas en etapas posteriores, esencialmente durante la antigüedad y los siglos xix y
xx. Las primeras explotaciones debían de ser estructuras
de extracción muy simples, unos pozos de unas dimensiones reducidas y galerías que no podrían alcanzar grandes profundidades, al inundarse o carecer de ventilación
y entibamiento. Las galerías se colmataban al abrir las siguientes, al servir como zona de vertedero, el instrumental minero empleado era muy rudimentario, compuesto
de picos de cuerna de animal o piedra, capazos de esparto o cuero, lámparas de grasa y el empleo del fuego y el
agua para agrietar el frente de explotación y facilitar las
tareas de extracción.
Es en este contexto de la minería primigenia donde deberemos de encuadrar al poblado de la Lloma de
Betxi, ubicado en una zona muy fértil desde el punto de
vista agropecuario pero sin presencia alguna de vetas
mineras en un amplio espacio territorial, por lo que de
efectuarse alguna tarea metalúrgica en el poblado debía
de ser mediante el uso de metal ya concentrado en lingotes o piezas fuera de uso que servían como materia prima
[page-n-104]
a partir de la cual realizar nuevos objetos. Posiblemente
muchos de los objetos metálicos documentados hasta la
fecha, una treintena, llegasen ya elaborados por las vías
comerciales y de intercambio, algo que será muy habitual
no solo en los poblados de la zona, sino en la mayoría de
los documentados en el área valenciana. Hasta la fecha
son muy escasas las evidencias de actividad metalúrgica
en estos poblados, y cuando lo hace se atestigua por la
presencia de mineral molido o reducido, estructuras de
combustión, escorias, crisoles, toberas, moldes o herramientas para el martillado en pequeñas fraguas.
Como ha quedado expuesto en los trabajos publicados en las últimas décadas, la metalurgia en la península Ibérica, y en el área valenciana en particular, se orienta desde sus orígenes hacia la producción de objetos de
adorno, frente a las armas y las herramientas, jugando un
destacado papel en los procesos de estratificación social que se dan en las sociedades tardocalcolíticas y de
la Edad del Bronce, para posteriormente ir ampliando el
Arqueometalurgia en la Lloma de Betxí. José Luis Simón García
Hachas, punzones y puntas de flecha de cobre. Lloma de Betxí.
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Cinta o pulsera de plata. Lloma de Betxí.
[ 104 ]
registro en el ámbito de las armas, la mayoría de escasa
funcionalidad pero de un alto valor simbólico, y el mundo
de los objetos utilitarios, con una funcionalidad polivalente, ya sea como arma o herramienta.
El conjunto de la Lloma de Betxí se conforma
hasta la fecha por treinta y tres objetos, donde destacan
un par de hachas, de reducido tamaño y una tipología
propia del II milenio a.C., donde la diferencia entre filo y
talón se hace cada vez más acusada. Sus características
apuntan hacia un uso artesanal, como la carpintería y la
ebanistería, que por desgracia es tan difícil registrar. Se le
suman cuatro fragmentos de puñal, al parecer todos de
hoja triangular y de remaches, si bien alguno pudiera ser
usado también como punta de jabalina, especialmente
un ejemplar con la hoja foliforme y una sola perforación
central en la base. Destaca en el conjunto metálico del
yacimiento las puntas de flecha, once ejemplares, dato
que siempre nos ha sugerido el importante papel que los
objetos de metal tienen en la panoplia ergológica de los
moradores del poblado.
Las puntas de flecha poseen unas hojas foliformes, más o menos indicadas respecto al vástago, apuntadas, de reducidas dimensiones y escaso grosor, buscando
un reducido peso respecto al astil de la flecha, para mejorar su vuelo y efectividad. Si bien todas poseen una cierta
similitud, sus diferencias deben atribuirse al modo de su
[page-n-106]
Arqueometalurgia en la Lloma de Betxí. José Luis Simón García
realización, el martillado de forja de una barra de metal
hasta configurar la forma deseada. Quizás alguna se realizase empleando un molde, lo que no era óbice para que
posteriormente requiriese de tareas de acabado, afilado
o enderezado tras su deformación por el uso.
El conjunto se completa con catorce punzones, generalmente de sección cuadrada, una cuenta o anillito de
extremos separados realizado con un hilo de metal y un
brazalete o cinta realizado mediante varias láminas que
debieron unirse entre si a juzgar por las perforaciones de
los extremos de algunos fragmentos.
Los análisis efectuados en su día a algunas de las
piezas apuntaban al empleo de una aleación de base cobre, con trazas de arsénico como elemento secundario,
que encajan en las coladas metalúrgicas más habituales
en la primera mitad del segundo milenio a.C. Solo un
punzón posee una aleación binaria de cobre y estaño,
es decir, un bronce con trazas importantes de zinc y arsénico, que se encuadra en aleaciones con una difusión
mucho más tardía, por lo que podría relacionarse con
las fases más recientes del poblado o visitas esporádicas
posteriores.
Los fragmentos de la cinta o pulsera están realizados en plata, seguramente cerarguirita o plata nativa, que
sin ser extraña para la época y la zona, es un elemento
significativo desde varios puntos de vista. En primer lugar
porque la plata es un metal que se difunde como metal
noble para adornos en la primera mitad del II milenio
a.C., durante la Edad del Bronce, procedente del Sureste
o Sierra Morena, y en segundo lugar porque se configura
como un elemento de estatus social entre los grupos culturales que se encuentran inmersos en procesos intensos
de jerarquización, como El Argar. El hecho de que en el
yacimiento de la Lloma de Bextí nos encontremos con
este tipo de adornos, nos apunta hacia la configuración
de unas elites locales que están empezando a demandar
en los circuitos de intercambio y comercio, unos objetos
con valor simbólico en lo social que les permita expresar
en el ámbito de su comunidad el estatus que están alcanzando, y que pretenderán trasmitir a sus descendientes.
Sin embargo, el resto del conjunto de objetos de metal
del yacimiento nos apunta hacia un uso preferentemente
utilitario, tanto en tareas artesanales, donde las hachas
jugarían un cierto papel, como en las puntas de flecha,
habituales en la caza, lo cual no es óbice para su uso
como arma en los posibles conflictos con otros grupos.
La ausencia de mineralizaciones metálicas en la
zona, la falta de constataciones de actividades pirometalúrgicas en el poblado y el reducido número de objetos
de metal, en un poblado intensamente excavado, nos dan
una idea del papel que la metalurgia jugó en estas sociedades de la primera mitad del II milenio, en especial en
las comarcas centrales valencianas, algo que irá cambiando con el transcurso de los siglos, si bien en otros asentamientos que continuaron con la ocupación de la zona.
[ 105 ]
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Los hombres y mujeres
que habitaron la aldea
María Jesús de Pedro Michó, Eva Ripollés Adelantado, Laura Fortea Cervera
Museu de Prehistòria-SIP
Diversas son las vías de aproximación al conocimiento de
los grupos humanos de la Prehistoria, entre ellas el análisis de las bases económicas y actividades domésticas, del
espacio social en el que habitan y de las prácticas funerarias documentadas.
El grupo según las prácticas económicas
Para cronologías en torno a los inicios del II milenio a.C., algunos investigadores plantean la existencia de
grupos sedentarios más o menos jerarquizados con prácticas económicas basadas en una agricultura cerealista
extensiva y una explotación ganadera intensiva. Hipótesis
que defiende la consolidación del tipo de vida campesina
a partir de la presencia de unidades de asentamiento de
pequeño tamaño y de carácter familiar extenso, con relaciones de adhesión o filiación entre ellas.
< Los primeros habitantes de la Lloma de Betxí.
Dibujo de F. Chiner.
Las actividades domésticas y de mantenimiento, así como las bases económicas documentadas en la
Lloma de Betxí reflejan el modo de vida de una comunidad campesina. Ahora bien, acerca de los hombres y mujeres que habitaron la aldea, ¿qué sabemos?
De acuerdo con los anteriores planteamientos y la
interpretación del registro arqueológico, el grupo humano que vivió en la aldea de la Lloma de Betxí estaría formado por una familia de unas 15-20 personas, hombres
y mujeres, de todas las edades, parientes entre sí, pertenecientes a distintas generaciones que habitaban en una
unidad doméstica u hogar, y cuyas bases económicas
eran la agricultura y la ganadería.
Las familias campesinas se caracterizan por ser
productoras y consumidoras del fruto de su trabajo, siendo ellas mismas su propia y exclusiva mano de obra. Cabe
pensar que todos sus miembros, sin distinción de edad
o sexo, colaborarían tanto en las actividades domésticas
como en aquellas otras derivadas de su economía. La
introducción del arado pudo significar el momento del
[ 107 ]
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El grupo de la Lloma en el entorno del Camp
de Túria. El espacio social
Enterramiento masculino en posición secundaria. Sector Este.
[ 108 ]
paso de la mujer horticultora al hombre agricultor pero no
parece concluyente que la dificultad del trabajo de arada
fuera la causa de la separación de la mujer de esa actividad, tanto por el tamaño de las parcelas, lo ligero de los
suelos, el propio tipo de arado y la presencia de animales
de tiro, por lo que es razonable pensar que sería un trabajo compartido (Fernández-Posse, 2000). Y lo mismo con
la ganadería, puesto que el registro arqueológico y zooarqueológico contradice que sea una actividad «masculina»
y aboga por una tarea de carácter acusadamente doméstico y con buena compensación entre el aporte calórico a
la dieta y el aprovechamiento de productos secundarios.
La complejidad observada en las infraestructuras
de algunos poblados refleja la existencia de una estructura social capaz de organizar los trabajos de construcción
y mantenimiento; y la información del registro, en cuanto
a la variabilidad en las dimensiones y funcionalidad de
los asentamientos, permite plantear la hipótesis de un
territorio jerarquizado. Si pensamos, por ejemplo, en las
importantes obras de construcción en piedra, caso de la
edificación central de la Lloma, asumimos que se trata
de trabajos que exigen tiempo, fuerza y organización. La
cuestión es si, además, se requiere la asociación de un
grupo significativo de individuos más allá de la familia extensa, si buscaron alianzas en poblaciones cercanas para
recibir ayuda. O qué clase de vínculos mantenían con los
grupos vecinos.
Para dar respuesta a esta cuestión sobre los contactos entre los grupos es necesario abordar el estudio
del espacio social en el que habitan y el medio físico
donde se articulan las relaciones sociales, en un tiempo
y ámbito determinados. En el caso de la Lloma el reconocimiento de su espacio social así como de las conexiones
con otros grupos es complicado porque apenas conocemos las pautas del poblamiento en la zona inmediata, tal
y como hemos visto en un capítulo anterior.
La Lloma de Betxí se sitúa en un pequeño cerro
de escasa altura, con un control visual limitado y sin mu-
[page-n-110]
rallas, por lo que se descarta una función defensiva. La
elección del emplazamiento se vincularía, más bien, con
la explotación de las tierras circundantes. El edificio de la
parte superior sería el caserío de una comunidad agrícola
reducida, en el que vivienda y almacén ocupan el mismo
espacio. La proximidad de una serie de asentamientos de
reducido tamaño también desprovistos de murallas no
supone lazos de dependencia o control del territorio, sino
que traduce la existencia de relaciones igualitarias entre
grupos vecinos.
Para determinar los vínculos entre dichas comunidades es necesario, pues, valorar el conjunto del poblamiento, la coetaneidad entre los yacimientos, la duración
de las ocupaciones y los ajuares domésticos; no obstante,
como ya se ha señalado, la falta de excavaciones modernas impide confirmar la cronología de muchos de ellos y
por tanto su contemporaneidad.
Acerca de las prácticas funerarias
En otro orden de cosas, también podemos acercarnos a los pobladores de la Lloma a partir del estudio
de los contextos y las prácticas funerarias, fuente de información privilegiada para conocer la estructura social y la
cultura de un grupo humano. Teniendo en cuenta que, en
Enterramiento de un cánido en posición primaria junto al individuo
masculino del Sector Este.
cualquier sociedad, la manera en que se establecen las
prácticas funerarias está en relación directa con la forma y
complejidad de la organización de dicha sociedad; si queremos conocer la diversidad en las actividades realizadas,
en el acceso a los recursos, en la distribución del producto, o si había consumo diferencial, debemos recurrir a los
restos humanos.
Desde mediados del III milenio a.C., la difusión de
objetos de poder y prestigio, como armas de cobre, cerámicas decoradas, oro, adornos, marfil o brazaletes de
arquero, presentes en contextos funerarios muestran la
existencia de redes de intercambio al servicio de determinadas elites sociales. Algunos individuos reciben un tratamiento especial a su muerte, con ofrendas que denotan
prestigio y autoridad mientras que otros no. Tal es el caso
[ 109 ]
[page-n-111]
Enterramiento masculino en posición primaria. Sector Oeste.
de la Cultura de El Argar en cuyas sepulturas encontramos
ajuares ricos, otros de menor calidad, individuos sin ajuar
e incluso muchos otros que ni siquiera merecieron enterramiento (Aranda y Esquivel, 2007).
La presencia de tumbas con fuertes disimetrías
en cuanto a la composición y riqueza de sus ajuares, en
niveles estratigráficos contemporáneos dentro de una
misma unidad habitacional, evidencian la existencia y el
desarrollo de aristocracias y de siervos asociados a ellas.
Una desigualdad que también ha sido puesta de relieve
por los estudios osteológicos a partir de las diferencias
observables entre los propios restos óseos, pues las primeras habrían desarrollado trabajos menos penosos que
los segundos (Contreras, 2004; Cámara, 2000; 2009).
[ 110 ]
¿Y, qué ocurre en tierras valencianas? Durante la
Edad del Bronce, observamos una clara variabilidad en
cuanto al ritual, con enterramientos individuales en covacha próxima al yacimiento, enterramientos colectivos
y enterramientos individuales en poblados. Existen, además, marcadas diferencias en relación con la diversidad
cultural de nuestras tierras durante el II milenio a.C. Así,
las prácticas funerarias en las comarcas meridionales,
caso de San Antón, Tabaià o la Illeta, atestiguan su vinculación al territorio argárico. Mientras que en el área perteneciente al Bronce Valenciano, queda patente la variedad
de sus necrópolis y, al parecer, la ausencia de un ritual
funerario institucionalizado.
En el caso de la Lloma de Betxí sólo se conocen, hasta la fecha, dos enterramientos humanos (de Pedro, 2010).
En el Sector E, zona de ampliación del poblado que configura espacios de terraza, se localizó el primero de ellos,
un individuo senil en posición secundaria junto al cual se
encontraba el esqueleto de un perro en posición primaria. Destaca la presencia del cánido en tanto que presenta alteraciones de origen antrópico, marcas de carnicería
sobre algunos huesos, que podrían indicar su consumo en
[page-n-112]
relación con algún acto social o ritual; vinculado quizás al
enterramiento de un personaje objeto de una veneración
particular. La datación absoluta proporciona una fecha de
3650 ± 40 BP, calibrado a 2 σ entre 2140 y 1910 cal BC.
Y en el sector O, en la base de un gran muro ataludado que cierra la edificación superior, se halló el otro
enterramiento humano, éste en posición primaria, orientado en sentido este-oeste, con piernas y brazos flexionados y la cabeza vuelta hacia el norte, sin ajuar, en una
pequeña fosa de planta aproximadamente circular delimitada por una serie de piedras. Recostado sobre el lado
izquierdo, en posición decúbito lateral, pero con el tronco
muy inclinado hacia la derecha, quizás por causas post-
A
B
deposicionales. La datación obtenida para este segundo
enterramiento es de 3400 ± 40 BP, calibrado a 2 σ entre
1760 y 1610 cal BC.
En comparación con otras áreas peninsulares, al
hallarse pocos ajuares, la información en relación con la
presencia de inhumaciones diferenciales es escasa. Y ello
a pesar de la existencia de redes de intercambio, como
prueban determinadas materias primas y elementos de
prestigio como los objetos metálicos, cerámicas decoradas y botones de marfil que sí han aparecido en los contextos de habitación.
Los hombres y mujeres que habitaron la aldea. Mª J. de Pedro, E. Ripollés, L. Fortea
Reconstrucción del enterramiento del Sector Oeste.
A. Dibujo de Á. Sánchez.
B. Dibujo de F. Chiner.
[ 111 ]
[page-n-113]
[ 112 ]
[page-n-114]
El registro funerario
de la Lloma de Betxí:
una visión desde la Antropología Física
Ángela Pérez Fernández, Universidad de Granada
María Paz de Miguel Ibáñez, Universidad de Alicante
El esqueleto humano constituye la fuente de información
más valiosa entre los materiales recuperados en las intervenciones arqueológicas, ya sea la cerámica, restos faunísticos, carpológicos, etc. (Brothwell, 1987; White, 2000),
ya que estamos ante los restos más directos de quienes
nos precedieron: «Parmi les chemins qui nous conduisent
à la connaissance des sociétés anciennes, il en est un, tracé
par ce qui nous reste de plus intime de ces gens d’avant :
leur squelette» (Bonnabel, 1997).
Cuando se trabaja con restos óseos humanos de
origen arqueológico se recurre a la Antropología Física,
ciencia que estudia al ser humano en sus aspectos biológicos (antropología físico-biológica). En la medida en que
los humanos somos fruto del proceso evolutivo, la antropología física estudia también el conjunto de los homínidos. Además, se centra en el estudio de las diferencias o
< Detalle de mandíbula adulta con acusado desgaste dental y
absceso radicular.
variaciones físicas entre las poblaciones humanas a lo largo del tiempo y de su distribución en el espacio. Mediante
el uso de métodos y técnicas concretas, esta disciplina
obtiene datos de carácter más específico como la evolución de las enfermedades (paleopatología), la influencia
del medio ambiente en el ser humano, sus actividades
cotidianas, aspectos culturales, etc.
[ 113 ]
[page-n-115]
Fig. 1. Plano de localización de los enterramientos.
[ 114 ]
En la Lloma de Betxí se han recuperado dos enterramientos individuales (de Pedro, 2005; 2010) (Fig. 1), el
primero de ellos durante la campaña de excavación del
año 2002, en posición secundaria junto a los restos de un
cánido (Sanchis y Sarrión, 2004); y el segundo en 2003, en
posición primaria, decúbito lateral izquierdo, depositado
en una fosa circular delimitada por una serie de piedras
de mediano y gran tamaño, sin ningún tipo de ajuar.
Paralelamente, se han recuperado restos óseos aislados:
un fragmento de fémur derecho y un segundo molar inferior derecho permanente. Estos últimos responden a hallazgos casuales o fortuitos, muy frecuentes en poblados
de similar cronología, sin conexión alguna con unidades
funerarias, y relacionados con remociones y contextos de
relleno (de Pedro, 1998).
El primer enterramiento se localizó en el Sector
Este del yacimiento (cuadro b-c/22, capa 7) y su datación
absoluta proporcionó una fecha de 3650±40 BP, calibrada a 2 σ entre 2140 y 1910 BC. Corresponde a un individuo incompleto, de aspecto robusto y con inserciones
musculares marcadas. Las características morfológicas
de los huesos (Ferembach, 1980; Ferembach et al., 1979;
Buikstra y Ubelaker, 1994) permitieron estimar los restos
de un hombre de edad avanzada. Se observaron diversas
lesiones artrósicas en vértebras y zonas articulares de los
huesos largos (Fig. 2) así como en la temporo-mandibular, y una periostitis –infección o inflamación– en la tibia
derecha. Presenta entesopatías en el radio derecho y en
diversas falanges de las manos, que podemos relacionar
con la realización de actividades físicas intensas (Capasso
et al., 1999). En cuanto a la salud oral, destaca el acusado desgaste dental y sarro en la dentición superior y una
edentación total de los dientes inferiores con reabsorción
alveolar antemortem (Fig. 3). Los datos métricos permitieron valorar una estatura media de 176 cm (Trotter y
Gleser, 1952) y un índice craneal dentro de la categoría de
braquicráneo, es decir de forma redondeada.
Con posterioridad, durante la campaña de 2010,
se recuperaron 12 unidades esqueléticas (huesos largos)
y diversas esquirlas vertebrales en el mismo Sector Este
[page-n-116]
Fig. 3. Mandíbula con artrosis temporo-mandibular. Se observa
un recrecimiento óseo sobre la superficie articular del cóndilo
izquierdo, y pérdida completa de la dentición. Enterramiento
secundario.
(cuadro a/21-22, UE 1058), muy próximos al conjunto del
enterramiento secundario. Teniendo en cuenta la zona
en que fueron recuperados, así como las características
morfológicas del material: restos de un individuo adulto, probablemente hombre; y paleopatológicas: lesiones
artrósicas en vértebras y zonas articulares de los huesos
largos, posiblemente los restos forman parte del mismo
conjunto funerario recuperado en el año 2002 y, por tanto, se trata del mismo individuo.
El segundo enterramiento fue recuperado en
el Sector Oeste del poblado (cuadro G/14, UE 0037).
Corresponde a un individuo completo, igualmente hom-
bre y de edad adulta, con una datación absoluta de
3400±40 BP, calibrada a 2 σ entre 1760 y 1610 BC. El estado de conservación del mismo era bastante deficiente, debido en parte a las alteraciones postdeposicionales provocadas por el terreno, las cuales condicionaron
unos procesos tafonómicos que destruyeron gran parte
de la superficie ósea. No obstante, pudieron identificarse artrosis cervical y calcificación del ligamento amarillo.
Destacan, por otra parte, las entesopatías localizadas en
los antebrazos y en las falanges de las manos, así como
una marcada inserción del ligamento costo-clavicular.
En cuanto a las patologías orales, también se observó un
El registro funerario de la Lloma de Betxí. Á. Pérez Fernández, Mª P. de Miguel Ibáñez
Fig. 2. Epicondilitis en húmero derecho. Se observa una exóstosis
en el epicóndilo lateral, provocada por pequeños desgarros en el
tendón. Enterramiento secundario.
[ 115 ]
[page-n-117]
Fig. 4. Mandíbula adulta con acusado desgaste dental y
absceso radicular. Enterramiento primario.
marcado desgaste dental, presencia de caries en diversas
piezas y absceso radicular en el primer molar izquierdo
(Fig. 4). Su índice craneal se encuentra dentro de la categoría de mesocráneo.
En cuanto a los restos óseos aislados, durante la
campaña de excavación de 1995, en el espacio correspondiente a la Habitación III (cuadro A/30, Capa 6), se recuperó un fragmento de epífisis distal de un fémur derecho.
Presenta una fractura postmortem en el extremo proximal
y una alteración cromática de color marrón oscuro. La
[ 116 ]
epífisis se encuentra fusionada por lo que pertenece a un
individuo de edad adulta. El tamaño de la pieza es relativamente pequeño y de aspecto grácil, por lo que pudiera
tratarse de una mujer.
Y, por último, en la campaña de 1999, se localizó un segundo molar inferior derecho permanente
en la Cisterna del Sector Este (cuadro b-c/26, Capa 5).
Corresponde a un individuo de edad adulta y presenta un
desgaste dental moderado.
[page-n-118]
Los enterramientos de la Lloma de Betxí responden a diferentes prácticas funerarias, atendiendo a la posición de los restos óseos. En el primero de ellos, el más
antiguo, la sepultura original aparece removida, quizás
como consecuencia de remodelaciones de las estructuras de habitación; los restos están depositados en posición secundaria, y un esqueleto de cánido parece acompañarlo. El segundo, y más reciente, conserva la posición
primaria de los restos óseos en una sepultura en fosa delimitada por piedras, sin ningún tipo de ajuar. Entre ambas inhumaciones transcurren entre 250 y 300 años, y sus
diferencias confirman la diversidad del ritual funerario
documentado en el Bronce Valenciano (de Pedro, 2010).
El análisis del material antropológico ha permitido
aumentar nuestro conocimiento sobre las poblaciones
de la Edad del Bronce en el ámbito valenciano, así como
la identificación de los individuos encontrados a partir de
sus restos fragmentados, que se suman al amplio corpus
documental del registro ostearqueológico.
Los individuos estudiados son dos hombres adultos que presentan patologías relacionadas con la edad y
con determinadas actividades y hábitos cotidianos, como
son las alteraciones dentales, lesiones artrósicas y determinadas entesopatías.
Las patologías dentales observadas están altamente relacionadas con la dieta y con ciertos hábitos de
higiene. Un consumo elevado de azúcares y de hidratos
de carbono, presentes por ejemplo en el cereal, junto con
otros productos de la ganadería, la caza y la recolección,
favorecen la aparición de caries y sarro, así como la falta de
higiene (Malgosa y Subirá 1996). El tipo de desgaste dental
es bastante acusado en ambos individuos, lo que indica
un consumo de alimentos más bien duros y abrasivos.
En cuanto a los cambios degenerativos, en general
se han observado lesiones artrósicas en vértebras y extremidades superiores. La artrosis es una alteración gradual
del cartílago articular y de las superficies articulares del
hueso (Ubelaker, 1984), relacionada con los individuos de
edad adulta y con una sobrecarga articular. Los factores
genéticos y metabólicos también pueden influir en la
aparición de este tipo de lesiones. Aunque no podemos
relacionar directamente la presencia de artrosis en una
articulación con una actividad específica (Jiménez et al.,
2004), en general es consecuencia de la realización de un
estrés mecánico continuado, como por ejemplo determinadas labores agrícolas o actividades que requieran
grandes esfuerzos físicos.
La presencia de entesopatías o exóstosis en ambos individuos, localizadas en las zonas de inserción de
los ligamentos de los antebrazos y las manos, podría relacionarse con una intensa actividad física, ya que la existencia de este tipo de marcadores se debe a un incremento del desarrollo muscular (Capasso et al., 1999).
En conclusión, las alteraciones observadas, teniendo en cuenta el sexo y la edad de los individuos,
concuerdan con lo que se podría esperar de una sociedad
agrícola y ganadera de la Prehistoria Reciente, corroborando los resultados obtenidos del estudio arqueológico.
El registro funerario de la Lloma de Betxí. Á. Pérez Fernández, Mª P. de Miguel Ibáñez
Valoración de los restos
[ 117 ]
[page-n-119]
[ 118 ]
[page-n-120]
ESPACIOS SOCIALES EN LA EDAD DEL BRONCE:
LA CUBETA DE VILLENA COMO CASO DE ESTUDIO
Francisco Javier Jover Maestre, Juan Antonio López Padilla, Sergio Martínez Monleón
Universidad de Alicante
El espacio social como unidad de observación y análisis
constituye una de las vías esenciales para inferir y representar las sociedades del pasado. Se conceptúa como el
conjunto de los lugares donde toda sociedad concreta
lleva a cabo todas las actividades de producción, distribución, intercambio y consumo, reguladas y establecidas en
cada momento de su devenir histórico; es el medio físico
donde cada sociedad articula el conjunto de relaciones
sociales que permiten su sostenibilidad y desarrollo. En
arqueología, su determinación se realiza a través de la
constatación de ciertas prácticas sociales singulares, concretadas en un tiempo y espacio determinado.
En este sentido, en relación con la Edad del Bronce
se puede indicar que después de más de un siglo de investigaciones en el Sureste peninsular se ha propuesto,
con bastantes argumentos justificativos, la inferencia del
espacio social de El Argar. El grupo argárico se puede ca-
< Huso de madera con hilo de junco (Terlinques, Villena).
talogar como una sociedad con un importante grado de
desarrollo sociopolítico (Lull et al., 2009; 2013), cuyos límites septentrionales estarían situados en la orla montañosa del Subbético alicantino (Jover y López, 1997) (Fig. 1).
Más al norte de estas elevaciones, de forma coetánea, se
desarrollarían diversas sociedades concretas todavía no
inferidas espacialmente, manteniéndose todavía, desde
la perspectiva culturalista, la idea de la existencia del área
del «Bronce Valenciano» (Jover, 1999). En uno de estos
grupos arqueológicos se integraría la cubeta de Villena.
No estamos lejos de la realidad si afirmamos que
las familias que habitaron en la cubeta de Villena durante
la Edad del Bronce tuvieron un modo de vida campesino
de base cerealista (Jover y López, 1999; 2004). La gestión
de los espacios apropiados, debió regirse, por un lado, por
la articulación de cada una de las unidades domésticas
con el medio físico transformado o no, y por otro, por las
relaciones intragrupales e intergrupales. Las relaciones sociales establecidas en el seno de aquella sociedad concreta de la que formarían parte serían las que determinarían
[ 119 ]
[page-n-121]
Fig. 1. Mapa del este peninsular con indicación de los principales
yacimientos argáricos, de la zona valenciana y del área en estudio.
En línea blanca discontinua se muestra la propuesta de delimitación
territorial del espacio social argárico.
[ 120 ]
tanto la distribución y asignación de las tierras y recursos
entre las distintas unidades domésticas sobre el espacio
social, como el modo de ejecutar las tareas y de gestionar
los recursos y lo producido. A modo de hipótesis, hace
años propusimos (Jover y López, 1999) que, al tratarse de
comunidades antropológicamente identificadas como tribales, los procesos de asignación y gestión del territorio, de
sus recursos y de lo producido seguirían principios de equidad en cuanto a su distribución y asignación, al ser todos
los miembros de la comunidad copropietarios del objeto
de trabajo (Sarmiento, 1992), así como de racionalidad y
sostenibilidad ecológica (Toledo, 1993). De este modo, se
tendería a garantizar la sostenibilidad social de todas las
unidades domésticas con un reparto de recursos y tierras,
a la que se uniría una planificación y gestión ordenada de
los mismos con el fin de no agotarlos e incrementarlos. Así,
se garantizaría la continuidad de cada unidad doméstica
en los espacios asignados, sancionando socialmente la
propiedad de la tierra y de lo producido, asegurando la
transmisión de la misma de generación en generación y
reforzando los lazos intrasociales por reciprocidad.
Para contrastar y refutar o validar dicha hipótesis se
inició un programa de investigación donde se prospectó
ampliamente el espacio en estudio, determinando la extensión superficial de todos los yacimientos, y se estudiaron las evidencias materiales (Jover, López y López, 1995)
para caracterizar las unidades de asentamiento (Jover y
López, 1999); pero sobre todo se inició un programa de
excavaciones en diversas unidades de asentamiento con
el fin de concretar, no sólo su estructura, organización y
funcionalidad, sino también determinar la (su) historia de
ocupación, para extrapolarla, a modo de hipótesis, al resto de unidades similares.
Hace unos años, a partir del conjunto de los yacimientos analizados, algo más de medio centenar si sumamos los documentados en Caudete (Pérez, 1997) y en el
valle de Alhorines (García, 2006), y sin tener en cuenta las
cuevas que en otros valles colindantes sí tienen una mayor
frecuentación y usos diversos (Palomar, 1995; Fairén, 2001),
se pudo determinar la existencia de 3 grandes agrupaciones para el periodo 2100-1500 cal BC (Jover y López, 1999):
[page-n-122]
Fig. 2. Mapa con la aplicación de los polígonos de Thyessen,
priorizando el tamaño de los asentamientos.
significativo lo viene mostrando las recientes excavaciones
de Polovar (Fig. 3), donde además de un lugar de residencia,
también se ha localizado lo que podría considerarse como
un cobertizo aislado. Las dataciones disponibles aseguran
que su construcción se produciría a partir de la segunda de
las fases determinadas en Terlinques, en torno a 1930 cal
BC. En este grupo se incluirían asentamientos como Cabezo
de Penalva, Peñicas (Hernández, Pérez y Menargues, 2004) o
Pedruscales (García, 2004), junto a una treintena más.
Grupo C. Asentamiento de tipo Terlinques. Se trata de los núcleos de mayor tamaño en la zona en estudio, en torno a los 1.200-3.500/4.000 m2, con la excepción
de Cabezo Redondo (Hernández, Jover y López, 2013).
Responden a las mismas características de ubicación que
los anteriores, pero distribuyéndose de forma equidistante,
Espacios sociales en la Edad del Bronce. F. J. Jover, J. A. López, S. Martínez
Grupo A. Asentamientos de tipo Barranco Tuerto.
En esta agrupación se engloban yacimientos de muy pequeña extensión superficial, de no más de 200 m2, ubicados en puntos encumbrados de las sierras, lo que les
otorga una gran visibilidad territorial. En el registro material del Barranco Tuerto (Jover y López, 2005) no se documentó vasos cerámicos de gran tamaño, ni dientes de hoz,
ni molinos activos, pero si fragmentos empleados como
mampostería; y entre los restos faunísticos, preferentemente extremidades de especies domésticas. La datación
disponible, aunque sobre muestra de vida larga, permite
considerar que su fundación se efectuaría a partir de 1850
cal BC, perdurando hasta más allá del 1600 cal BC.
Grupo B. Asentamientos de tipo Polovar. Se trata
de núcleos de muy pequeño tamaño, inferiores a 800 m2.
Ocupan la cima y laderas de grandes cerros aislados ubicados en medio del corredor o en estribaciones montañosas
adelantadas de las sierras que delimitan la cubeta de Villena,
con una altura sobre el fondo del valle inferior a los 90 m, disponiendo de una amplia visibilidad y buenas tierras en su
entorno para la práctica agrícola. Un análisis del vecino más
próximo corregido hasta el tercer vecino, unido a un estudio
de polígonos de Thyessen permitió inferir un patrón agrupado en torno a los yacimientos de mayor tamaño y uniforme
respecto a sí mismos (Jover y López, 1999) (Fig. 2). El registro
material muestra prácticas de carácter doméstico y agropecuario, pero siempre con una enorme escasez de evidencias y sin muestras de producción metalúrgica. Un ejemplo
[ 121 ]
[page-n-123]
[ 122 ]
Fig. 3. Área occidental de Polovar en proceso de excavación.
En primer término se observa la plataforma de aterrazamiento.
Fig. 4. Vista de Terlinques desde Polovar.
entre 5 y 7 km de distancia y con similares áreas de explotación. Entre el repertorio material destaca la presencia de
grandes cantidades de instrumentos de molienda de distintos tamaños, vasos cerámicos de gran capacidad y dientes
de hoz, además de evidencias de instrumentos metálicos
y, en algunos casos, prácticas de fundición. Asentamientos
como Terlinques (Fig. 4) fueron fundados ex novo hacia el
2100 cal BC, modificados en torno al 1930, transformados
plenamente hacia el 1750 y abandonados en torno al 1500
cal BC (Jover y López, 2009; Hernández, Jover y López,
2013). Esta misma secuencia podría ser extensible al resto
de asentamientos de similares características.
La excepción, como ya hemos señalado anteriormente, la constituye Cabezo Redondo. No sólo por las
características de emplazamiento, ocupando la ladera de
un cerro con menor visibilidad que el resto y siendo el más
oculto en el territorio, sino también por su extensión superficial –más de 1 ha– y por sus prácticas funerarias que responden a la norma argárica, efectuadas desde momentos
previos a mediados del II milenio cal BC (Hernández, 2009;
2012). Por tanto, si bien hace unos años considerábamos
que se trataba de un yacimiento exclusivamente del bronce tardío (Soler, 1987; Jover y López, 1999; 2004), las recientes excavaciones y dataciones, muestran una fundación
próxima al 1750 cal BC y una ocupación continuada hasta
el 1300 cal BC (Hernández, 2009; 2012). Así, una parte de
su ocupación –del 1750 al 1500 cal BC– fue coetánea a los
grupos anteriormente señalados, con prácticas funerarias
y elementos materiales no coincidentes, abriendo nuevos
interrogantes sobre la dinámica social y política de estos
territorios y su relación con la sociedad argárica (Jover y
López, 2009; Hernández, Jover y López, 2013).
[page-n-124]
Con estos datos, podemos inferir:
1. Los asentamientos tipo Terlinques parecen fundarse al unísono hacia el 2100 cal BC, a tenor de las
dataciones obtenidas en Terlinques y Cabezo de
la Escoba1. En esos momentos, se habría llevado
1. Agradecemos los datos facilitados por Rubén Cabezas Romero sobre el
Cabezo la Escoba, autor de un reciente Trabajo de fin de Máster efectuado
bajo la tutela de uno de nosotros –FJJM–.
Fig. 5. Vista de Cabezo Redondo.
Fotografía cedida por M.S. Hernández Pérez.
cubeta de Villena, a aumentar la capacidades productivas, crecer demográficamente y a nuclearizar
parte de la población en un asentamiento ubicado
en el centro de los ejes de comunicación: Cabezo
Redondo (Fig. 5).
En este sentido, quedarían por determinar, entre
otras, dos cuestiones de especial relevancia. La primera, si
los pobladores del Cabezo Redondo inhumados siguiendo
la norma argárica eran o no de origen local, o si simplemente trataron de imitar las prácticas funerarias argáricas
por razones de posición social. La segunda, determinar
cuál sería el tamaño de Cabezo Redondo con anterioridad
y posterioridad al 1500 cal BC, momento a partir del cual,
buena parte de los asentamientos de la cubeta de Villena
fueron abandonados (Hernández, Jover y López, 2013).
Espacios sociales en la Edad del Bronce. F. J. Jover, J. A. López, S. Martínez
a cabo un reparto y distribución del territorio entre el conjunto de la comunidad, al parecer bajo
principios de equidad entre distintas unidades domésticas.
2. Una vez entrado el II milenio cal BC se produciría la
consolidación de la entidad social y del proyecto político iniciado, con la fundación de nuevos
asentamientos de menores dimensiones en torno
a los núcleos iniciales. Es el caso, entre otros, de
Polovar, ubicado en el entorno de Terlinques.
3. Las presiones externas ejercidas por los grupos dominantes argáricos en relación con el dominio y
control de determinados recursos y productos necesarios para la reproducción social de las entidades sociales periféricas, pero también las tensiones internas y conflictos generados por la mayor
presión ejercida sobre los recursos disponibles,
explicarían la necesidad de fundar asentamientos
logísticos de control territorial, al parecer, con anterioridad al 1750 cal BC, como Barranco Tuerto.
4. No obstante, la necesidad de incrementar la producción y la productividad ante las relaciones de
producción establecidas por los grupos dominantes argáricos, llevaría a los grupos humanos de la
[ 123 ]
[page-n-125]
[ 124 ]
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ESTUDIO Y CARACTERIZACIÓN
DEL TERRITORIO ARGÁRICO ALICANTINO
Juan Antonio López Padilla, Sergio Martínez Monleón, Francisco Javier Jover Maestre
Universidad de Alicante
En el momento en que, hacia mediados del siglo pasado,
quedó establecida la existencia en la península Ibérica
de diversas áreas culturales contemporáneas a la Cultura
de El Argar (Tarradell, 1949), también quedó roto para
siempre el paradigma que hasta entonces había hecho
sinónimos los términos «cultura de El Argar» y «Edad del
Bronce peninsular». Desde aquel momento, y durante un
largo periodo, las tierras del sur de Alicante –en esencia,
las cuencas del Bajo Segura y del Vinalopó– quedaron
irremediablemente involucradas en un vivo debate que
trataba de esclarecer dónde debía fijarse la delimitación septentrional del espacio argárico y su frontera con
el denominado «Bronce Valenciano» (Tarradell, 1965;
Hernández, 1986). El notable incremento del registro arqueológico obtenido en la zona entre los años ochenta y
noventa (González, 1986; Hernández, 1990; 1994; González
y Ruiz, 1995; Simón, 1997), pero sobre todo, el cambio en
< Enterramiento infantil en urna (Cabezo Pardo, San Isidro/Granja
de Rocamora).
la perspectiva desde la que abordar esta cuestión, abandonando las posiciones eminentemente culturalistas
(Hernández, 1997) por otros posicionamientos teóricos
(Jover, 1999) que incidían en el valor del espacio social
como unidad de observación pertinente para el análisis
de las prácticas sociales de nuestro pasado (Bate, 1998),
posibilitaron profundizar en el complejo bosque de relaciones intersociales establecidas entre la sociedad argárica y las comunidades de su entorno inmediato, levantado
en el lindero mismo de sus respectivos territorios, y fijar
éste adecuadamente en el espacio y en el tiempo (Jover y
López, 2009) (Fig. 1).
El análisis de la distribución territorial de las prácticas funerarias (Jover y López, 1997) y de ciertos elementos muy ligados a la reproducción socioideológica de El
Argar (Jover y López, 2004) situaba las comarcas del Bajo
Segura y Bajo Vinalopó claramente en el ámbito argári-
[ 125 ]
[page-n-127]
1. Illeta dels Banyets
2. Tabayá
3. Conjunto de la Serra del Búho:
• Serra del Búho I
• Puntal del Búho
• Serra del Búho III
• Serra del Búho IV
4. Barranco de los Arcos
5. Caramoro I
6. Pic de les Moreres
7. Cabezo de Hurchillo
8. El Morterico
9. Castillo de Abanilla
10. La Mina
11. San Antón
12. Grieta de los Palmitos
13. Laderas del Castillo
14. Cabezo del Pallarés
15. Cabezo Pardo
16. Cabezo del Molino
17. Arroyo Grande
18. Cabezo del Moro
19. Cuestas del Pelegrín
20. Cabezo de La Mina
21. Cabezo del Rosario
22. Cabezo del Mojón
23. Cabezo de las Yeseras
Fig. 1. Mapa con indicación de la frontera argárica del 1950 cal BC
(línea de puntos) y la localización de los yacimientos argáricos de la
Vega Baja del Segura y del Bajo Vinalopó.
co, estableciéndose una frontera –vigente al menos durante las primeras centurias del II milenio cal BC– en la
orla montañosa del Subbético alicantino (Jover y López,
1999). Una frontera con un indudable carácter político
que, desde nuestro punto de vista, es lo que cabía esperar en el caso de una sociedad como la argárica, a la que
desde hacía mucho había consenso en considerar fuertemente jerarquizada, y a la que algunos investigadores
[ 126 ]
incluso habían llegado a atribuir un carácter estatal (Lull
y Risch, 1995).
En cambio, las comunidades del Prebético Meridional valenciano emplazadas al norte de dicha frontera
ofrecían una imagen mucho más difusa y menos consistente en cuanto a su caracterización desde el registro arqueológico, lo que estimuló el interés en el análisis de los
patrones de ocupación del territorio y en la excavación y
estudio de un variado conjunto de asentamientos en esta
zona (Hernández, Jover y López, 2013). Como resultado,
hacia comienzos del siglo xxi se asistía a la paradójica si-
[page-n-128]
tuación de disponer de un registro del área del Prébetico
valenciano considerablemente más actualizado y completo que el que ofrecía el ámbito argárico alicantino, en gran
medida deudor aún de los datos y materiales proporcionados por los trabajos pioneros de Julio Furgús (1937) y Josep
Colominas (1936) en San Antón y Laderas del Castillo.
Así, en 2005 se emprendió un ambicioso programa
de prospecciones sistemáticas en la zona del Bajo Segura
y del Bajo Vinalopó en el que se pretendía actualizar la
localización cartográfica de los yacimientos y evaluar su
estado actual de conservación y la extensión superficial
del depósito sedimentario preservado en cada uno de
ellos (López Padilla, 2009a). Dicho estudio se ha completado en fechas recientes, ampliando la base de información cartográfica y recalculando la extensión estimada de
los yacimientos mediante herramientas de medición más
precisas (López, Jover y Martínez, 2014).
Fig. 2B. Barranco de los Arcos, emplazado en una posición similar,
sobre el barranco del mismo nombre.
El amplio conjunto de yacimientos localizados
podría clasificarse en cuatro grupos de asentamientos en
función de su tamaño, algo que también parece advertirse en el área nuclear de la sociedad argárica (Arteaga,
2001; Ayala, 1991; Lull et al., 2010). Los yacimientos con
una extensión en torno a 2 ha serían los núcleos centrales de la zona –San Antón y Laderas del Castillo– y luego se establecerían otros tres grupos de asentamientos:
los yacimientos entre 0,5-1 ha, que se localizarían en los
puntos de intercambio fronterizo y acceso a los principales recursos de la zona; los poblados entre 0,1-0,3 ha, que
repetirían el mismo esquema propuesto para los asentamientos del grupo anterior, pero localizándose en puntos
secundarios; y por último, un amplio grupo de yacimien-
Territorio argárico alicantino. J. A. López, S. Martínez, F. J. Jover
Fig. 2A. Vista de Caramoro I, ubicado en un escarpe sobre el cauce del Vinalopó.
[ 127 ]
[page-n-129]
Fig. 3. Gráfico comparativo de la superficie con sedimento
arqueológico de los yacimientos del ámbito argárico del Bajo Segura
y Bajo Vinalopó (izquierda) y los del Medio y Alto Vinalopó (derecha).
tos con menos de 0,1 ha de extensión que se distribuirían
por el resto del espacio social argárico.
Uno de los aspectos más relevantes que ha ofrecido el estudio del territorio argárico en Alicante es la
situación estratégica que ocuparon determinados asentamientos, a nuestro juicio altamente significativa de su
desempeño en funciones relacionadas con el control de
los pasos principales de comunicación interfronterizos. El
caso paradigmático es el que registramos en el cauce del
[ 128 ]
Vinalopó, donde se constata una medida equidistancia
entre el pequeño asentamiento de Caramoro I (Fig. 2), emplazado justo donde el río deja de encajonarse entre los
relieves de la serranía, al Sur, y Puntal del Búho, a medio
camino entre aquél y el yacimiento de Tabayá, al Norte,
justo sobre el punto en el que el Vinalopó comienza a atravesar la sierra en dirección al Camp d’Elx. Parece evidente que durante mucho tiempo el pasillo que conforma el
río Vinalopó en este tramo desempeñó un papel esencial
como área de entrada y salida del territorio argárico de
personas, productos y materias primas de todo tipo.
La comparación entre la extensión de los asentamientos registrados en el Bajo Segura con las que ofrecen
los yacimientos localizados en el Medio y Alto Vinalopó y
la Vall d’Albaida, permite inferir de inmediato el superior
tamaño de los asentamientos argáricos en relación a los
yacimientos de análoga posición jerárquica en el territorio periférico (Fig. 3). Tan sólo a partir de ca. 1500 cal BC
parece que Cabezo Redondo, en el Alto Vinalopó, alcanzó
los niveles de concentración demográfica de los principales centros argáricos precedentes (López Padilla, 2009a).
Una estimación a partir de un cálculo conservador de aproximadamente 1 persona por cada 25 m², nos
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Territorio argárico alicantino. J. A. López, S. Martínez, F. J. Jover
daría como resultado que un núcleo como San Antón
podría acoger alrededor de un millar de habitantes,
mientras que los núcleos de rango medio, como Cabezo
Pardo, no estarían habitados por más de un centenar.
Sin embargo, estos niveles estarían muy por encima de
los que acogerían los enclaves más pequeños, como el
Barranco de los Arcos o Caramoro I, en donde apenas habría una veintena de habitantes. Ello vendría en nuestra
opinión a subrayar el papel de centro político ejercido de
manera continuada por San Antón y Laderas del Castillo,
y que en la zona periférica del Prebético Meridional valenciano sólo sería asumido, mucho tiempo más tarde, por
Cabezo Redondo.
La excavación que entre 2006 y 2012 se ha venido
realizando en Cabezo Pardo (López Padilla, 2009b), ha
ofrecido datos muy interesantes acerca de la estratigrafía y organización urbanística de un asentamiento de no
más de 0,3 ha –que podríamos considerar prototípico de
los asentamientos de rango medio de la Vega Baja del
Segura– al tiempo que ha proporcionado la primera secuencia radiocarbónica para un yacimiento argárico de la
zona. De acuerdo con la información obtenida, la ocupación de Cabezo Pardo arrancaría en torno a 1950 cal BC,
con un poblado de cabañas más o menos alargadas, de
tamaño mediano y paredes con esquinas redondeadas,
con un zócalo de piedras y un alzado y cubierta construi-
dos básicamente con barro amasado, cañizo y ramajes.
Sobre los pavimentos se descubrieron huellas del empleo
de postes para la sujeción de la techumbre. Todos estos
edificios fueron destruidos a causa de un incendio que debió producirse hacia 1800 cal BC. Muy poco tiempo después, el poblado sufrió una importante transformación
urbanística, al menos en la zona de la cima, donde se concentraron los trabajos de excavación. Allí se constató la
existencia de un edificio central –al que se adivinan unas
dimensiones notables a pesar de su pésimo estado de
conservación– que fue reconstruido o remodelado al menos tres veces hasta el abandono definitivo del poblado.
A su alrededor discurría una calle de poco más de 0,50 m
de anchura, a lo largo de la cual se distribuía una serie de
departamentos, cuyos pavimentos se encontraban a una
cota inferior a la de aquélla, y a la mayoría de los cuales
[ 129 ]
[page-n-131]
[ 130 ]
Fig. 4A. Cabezo Pardo (San Isidro / Granja de Rocamora, Alicante).
Restos del edificio central (a la derecha), de la calle y de los
departamentos situados al sur de la misma (fondo e izquierda).
Fig. 4B. Detalle del enterramiento femenino de la Tumba 1. El esqueleto
yace apoyado sobre su costado izquierdo, con los brazos y piernas
fuertemente flexionados. A su espalda, un cuenco de cerámica.
se accedía mediante un vano dotado de rudimentarios
escalones (Fig. 4). Prácticamente todos estos edificios estaban dotados de bancadas y de un considerable número
de calzos y estructuras de mampostería relacionadas con
la sustentación de la cubierta. El más relevante de ellos es
el edificio L, que no disponía de acceso directo desde la
calle pero que contaba con un banco corrido adosado a la
cara interna de las paredes, éstas además revocadas con
una capa de cal de color blanco. Es la única construcción
de estas características localizada en el yacimiento. Casi
todos los edificios fueron destruidos sin que se encontrasen en su interior evidencias de incendios, y sobre
sus ruinas se levantó otro conjunto de estructuras que
repetían el mismo esquema urbanístico precedente, y
que perduró al menos hasta el abandono definitivo del
enclave, en torno a 1550/1500 cal BC. Resultan muy notables la semejanzas que en este aspecto guarda Cabezo
Pardo con la organización urbanística observada en el
yacimiento murciano de la Tira del Lienzo, en Totana
(Lull et al., 2012).
[page-n-132]
que, involucrando a dos sociedades en contacto fronterizo, asignó un papel diferenciado a cada una de ellas en
función de situaciones de partida distintas, cuyas causas
y orígenes hunden sus raíces, como poco, en el último tercio del III milenio cal BC (López Padilla, 2006).
Por otra parte, lo conocido hasta ahora y lo que
permiten inferir los últimos trabajos es la estrecha sintonía que el ámbito argárico en el sur de las tierras alicantinas guarda con respecto al resto del territorio de El Argar,
tanto en las prácticas sociales registradas como su propia
dimensión temporal; pero, al mismo tiempo, se aprecian
ciertas características propias que quizá cabría atribuir a
la particular posición geopolítica que ocupó el espacio
argárico de la Vega Baja del Segura y del Bajo Vinalopó
a lo largo de la primera mitad del II milenio cal BC, y que
también podría explicar en parte las peculiaridades del
proceso histórico desarrollado en la zona a partir de 1500
cal BC (Hernández, 2009), en el que se sustanció la disolución de lo argárico en otra realidad social completamente
distinta, en sintonía con lo que ocurrió en todo el ámbito
de El Argar (Lull et al., 2013).
Territorio argárico alicantino. J. A. López, S. Martínez, F. J. Jover
Es de esperar que los trabajos recién iniciados
el pasado año en Laderas del Castillo, en Callosa de
Segura, aporten otras novedades de no menor importancia en relación a las características y secuencia ocupacional de uno de los asentamientos centrales de la
zona, de forma que sea posible realizar comparaciones
en coordenadas espacio-temporales con lo documentado en Cabezo Pardo.
De este sucinto análisis de los asentamientos argáricos de la Vega Baja del Segura y Bajo Vinalopó podemos, pues, extraer varias conclusiones preliminares.
En primer lugar, constatar la existencia, entre ca. 2000 y
ca. 1500 cal BC, de un mayor grado de jerarquización en
el ámbito argárico del Bajo Segura respecto al territorio
periférico adyacente, manifestado en el superior tamaño
de los asentamientos y un mayor grado de concentración
demográfica en los principales enclaves. Aspecto éste íntimamente ligado al desarrollo de un proceso histórico
[ 131 ]
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La Lloma de Betxí en el siglo XXI.
Perspectivas de futuro
María Jesús de Pedro Michó, Trinidad Pasíes Oviedo, Víctor Chaos López
Museu de Prehistòria-SIP
El año 1984 es el punto de partida de unos trabajos que,
casi tres décadas después, han permitido recuperar –como
hemos visto a lo largo de las páginas de este libro– una importante información arqueológica, económica y medioambiental sobre el asentamiento prehistórico de la Lloma de
Betxí de Paterna.
Ahora, en 2015, presentamos al público los resultados del trabajo de todos estos años, un cuerpo de datos
que ha sido de gran interés para la investigación y decisivo a la hora de documentar el ajuar doméstico y las técnicas de construcción de un poblado de la Edad del Bronce,
todo ello recogido en la exposición monográfica de la que
el presente libro constituye su texto divulgativo.
En las líneas que siguen daremos a conocer algunas de las intervenciones que, aparte de las propiamente
arqueológicas, ha sido necesario realizar para mantener
las estructuras constructivas y de habitación del poblado,
< Control del proceso de extracción de sales solubles
en los vasos cerámicos.
así como los distintos avatares por los que el yacimiento
en sí ha ido pasando, para finalmente reflexionar sobre su
futuro, ya en pleno siglo xxi.
La excavación: consolidación in situ, protección
y limpieza
En 1994, después de diez años de trabajos, la acción humana con continuos expolios y los agentes físicos
habían deteriorado seriamente los restos conservados de
la Lloma de Betxí, y se hacían necesarias actuaciones concretas de consolidación sobre las estructuras más dañadas, es decir, las realizadas con tierra, barro cocido, arcilla
endurecida o enlucidos, que sufren de forma más directa
la acción de las aguas de lluvia. El proyecto de actuación
fue encargado a Ricardo Perelló por la Dirección General
de Patrimonio Artístico de la Conselleria de Cultura y los
trabajos se realizaron en la primavera de 1994 bajo nues-
[ 133 ]
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[ 134 ]
Fig. 1. Trabajos de consolidación de las estructuras excavadas,
realizados en 1994.
tra supervisión (de Pedro, 1998) (Fig. 1). Seis años después redactamos un nuevo proyecto para evitar el progresivo deterioro de las nuevas estructuras excavadas y
reparar los desperfectos de aquellas ya consolidadas, el
cual no llegó a ejecutarse. Y en la actualidad seguimos sin
un proyecto adecuado de consolidación y protección de
las estructuras, de señalización, de vigilancia de los accesos, etc. No obstante, las tareas de limpieza y de mantenimiento se realizan periódicamente.
De manera puntual, en los últimos años se han
realizado en el yacimiento diversos trabajos de consolidación, limpieza y protección de elementos arqueológicos. Finalizada la excavación de la Habitación II, en 2007,
los revestimientos de sus muros fueron consolidados con
impregnaciones de silicato de etilo, aplicado por pulverización (Fig. 2). Asimismo se realizaron operaciones de
consolidación in situ en el caso de una estructura que servía como molino, donde se intervino mediante inyección
y aplicaciones de refuerzo con morteros naturales. Y de
extracción de algunos elementos para su traslado al laboratorio, en aquellos casos que se consideró imprescindible para garantizar la conservación de los restos que, por
su delicado estado de conservación, podrían ponerse en
riesgo de no ser tratados adecuadamente. Así se decidió
extraer tanto una impronta de cestería conservada junto
al molino, como un fragmento de revestimiento de muro
que aparecía entre el derrumbe del material de construcción. En ambos casos se tomaron las medidas oportunas
para proteger la superficie y se realizaron refuerzos con
espuma de poliuretano para conformar un bloque rígido
que asegurara los restos durante su traslado al laboratorio (Fig. 3). Como medidas de protección temporal se
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Fig. 2. Consolidación in situ de los revestimientos de muro mediante
pulverización de silicato de etilo.
La exposición: revisión y selección de piezas,
conservación y restauración
La última campaña de excavaciones realizada, en
septiembre de 2013, significó la puesta en marcha del proyecto expositivo que ahora se presenta y que muestra los
resultados de 30 años de trabajo. Y comienzan los preparativos, entre los cuales está la selección de los materiales
a exponer. La revisión de los fondos custodiados en los
almacenes y de las piezas catalogadas nos permite redescubrir objetos correspondientes a las primeras campañas
junto con otros recuperados en los últimos años; su ordenación y selección ha sido una de las tareas más complejas de acuerdo con el volumen de materiales recuperados
y su necesaria organización por materias: cerámica, hue-
La Lloma de Betxí en el siglo xxi. M. J. de Pedro, T. Pasíes, V. Chaos
realizó el recubrimiento con geotextil y arena de algunos
elementos que merecían una especial seguridad, y también se diseñaron cubiertas parciales para resguardar las
partes del muro de la Habitación II que aún conservaba
los revestimientos anteriormente citados (Fig. 4).
En 2013 se efectuó la limpieza de la terrera depositada en la ladera oriental, financiada por Red Eléctrica
de acuerdo con el proyecto que presentamos a la
Dirección General de Parques Naturales de la Conselleria
de Medio Ambiente. Intervención que contó con la iniciativa de Salvador Villalba, por entonces responsable de
Dinamización del Parc Natural del Túria, y de la Delegación
Regional de Levante de Red Eléctrica de España, en
concreto del jefe de Mantenimiento de Líneas de dicha
Delegación, Ricardo Barberá, y del técnico de Medio
Ambiente de la misma delegación, Mauro Montesinos.
Esta colaboración puntual para la retirada de las tierras
con medios mecánicos abría las puertas a nuevos proyectos de consolidación y museización del yacimiento,
como resultado de acuerdos institucionales que podrían
llevarse a cabo considerando el gran valor patrimonial de
la Lloma de Betxí, dentro del Parc Natural del Túria y del
área de actuación de Red Eléctrica de España. Acuerdos
que finalmente no cristalizaron.
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so, piedra, adornos, metal, elementos de construcción,
etc., de manera que todos los aspectos de la cultura material de un poblado de la Edad del Bronce estuvieran representados. Por otra parte, las piezas seleccionadas para
formar parte de la exposición requerían, en muchos casos,
de trabajos de conservación y restauración que se han llevado a cabo en el Laboratorio de Restauración del Museo.
Trabajos realizados sobre un nutrido y variado grupo de
materiales, como veremos a continuación.
Numerosas piezas cerámicas catalogadas, que ya
formaban parte de la exposición permanente del museo,
se han limpiado y reparado para su presentación; a las
que se han sumado otras de campañas posteriores que
se encontraban todavía en el almacén. En total un con-
Fig. 3. Refuerzo de una impronta de cestería junto al molino y
proceso de extracción.
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junto de 63 vasos cerámicos sobre los que se realizaron
operaciones de limpieza mecánica de las incrustaciones
calcáreas superficiales con equipo de ultrasonidos, junto
a un proceso de limpieza química con empacos de pasta
de celulosa y agente complejante EDTA, solo en los casos
en los que el tratamiento mecánico no era suficientemente efectivo. Las reintegraciones de pequeños faltantes se
han realizado con una mezcla al 50% de escayola dental y
Polyfilla (Fig. 5), dejándolas a bajo nivel como método de
reconocimiento, mientras que los acabados de color han
sido aplicados con aerógrafo, utilizando la técnica del estarcido y empleando pinturas acrílicas.
Algunos de los vasos presentaban intervenciones
antiguas que en la mayoría de los casos se ha optado por
respetar; solo se han realizado operaciones puntuales de
retoque de las reintegraciones cromáticas en aquellas
piezas donde se consideraba que se podía mejorar de forma sustancial la estética global (Fig. 6).
Además, con el fin de ilustrar diferentes técnicas
decorativas de la cerámica, se ha revisado un buen número de unidades de almacén correspondientes a tres
grandes vasos de la Habitación III decorados con cordones y mamelones, así como otros pequeños vasos con
motivos incisos, todos ellos pertenecientes al momento
más avanzado de la ocupación del poblado.
Las pesas de telar también han sido objeto de revisión para intentar recuperar el conjunto de casi 20 piezas
aparecidas en la Habitación I en la campaña de 1987, de
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Fig. 4. Cubierta horizontal para la protección de las estructuras, con
cerramientos verticales contra posibles actos vandálicos.
De la industria ósea se han revisado numerosas
piezas ya catalogadas para su limpieza y consolidación.
Los tratamientos llevados a cabo sobre el material óseo
consistieron básicamente en la limpieza mecánica y física realizada bajo lupa binocular, con lápiz de ultrasonidos para hacer saltar las concreciones más adheridas e
impregnaciones con hisopo de una disolución al 50% de
agua y alcohol etílico. La resina Paraloid B72 en porcentaje del 10% se empleó para la consolidación por inyección
de pequeñas grietas y al 30% para la adhesión de fragmentos sueltos.
Los más recientes hallazgos han sido catalogados:
entre punzones, botones, cuentas de collar, colgantes,
etc., un total de 33 nuevas piezas.
Como medida de conservación preventiva, y en el
caso de los conjuntos más delicados (objetos metálicos y
material óseo), se fabricaron cajas nido con materiales total-
La Lloma de Betxí en el siglo xxi. M. J. de Pedro, T. Pasíes, V. Chaos
las cuales dos habían sido ya consolidadas con anterioridad y se encontraban expuestas en las salas permanentes. Otras 16 han sido limpiadas y consolidadas (Fig. 7) y
ocho de ellas, las que estaban en mejor estado, han pasado a formar parte de la selección de materiales a exponer.
En el caso de las pesas de telar, donde la pasta cerámica
estaba muy disgregada y precisaba de la aplicación de un
material consolidante, se obtuvieron buenos resultados
con impregnaciones al vacío de silicato de etilo.
En cuanto a los objetos metálicos, algunos estaban ya catalogados y otros permanecían en el almacén.
Muchos de ellos presentaban un proceso de corrosión activo que hubo que frenar mediante inmersión al vacío en
un inhibidor de la corrosión (benzotriazol 3%), tras haber
realizado un tratamiento previo de limpieza mecánica con
micromotor. Finalmente se aplicó una doble capa de protección con resina sintética (Paraloid B44 3%) y cera microcristalina (Reswax 5%). La revisión de las piezas ha permitido la consolidación y restauración de aquellas que se
encontraban en peor estado, en total nueve punzones, un
puñal de remaches, cuatro puntas y un fragmento de cuchillo o similar; todas ellas han sido también catalogadas.
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[page-n-139]
[ 138 ]
mente inertes (cartón de conservación y espuma de polietileno), aisladas de los excesos de humedad con un material
absorbente (Pro-Sorb), donde los materiales se ordenan e
inmovilizan, perfectamente identificados (Fig. 8). Se logra
así garantizar no solo una mejor preservación de las piezas,
sino una cómoda localización para futuras investigaciones.
Por último, se realizaron diversas intervenciones
sobre los restos de elementos de construcción trasladados al laboratorio tras su extracción (Fig. 9). El apartado
de los materiales de construcción y de las técnicas constructivas utilizadas en el poblado ocupa un importante lugar en la exposición, de ahí la revisión de materiales realizada. Entre los numerosos restos se ha seleccionado una
buena muestra de fragmentos de enlucido, techo y otras
estructuras independientes como soportes o molduras,
eligiendo aquellos en los que las improntas de cestería,
troncos u otros elementos vegetales fueran bien visibles
y también los que por su tamaño proporcionan mayor
información. Los fragmentos con improntas de cañas,
restos de paja y otras especies vegetales, pertenecientes
a las techumbres, se consolidaron con impregnaciones
al vacío de silicato de etilo, mientras que a las piezas extraídas in situ (improntas de cestería y revestimiento de
muro) se les colocó un nuevo soporte rígido.
En el caso de la industria lítica de sílex y la piedra
pulida se han catalogado nuevas piezas, en su mayoría
dientes de hoz y láminas retocadas, pero también cuatro
nuevas placas pulidas, de las conocidas como brazaletes
de arquero. Y se ha seleccionado igualmente diverso utillaje de molienda.
Los restos de los dos enterramientos humanos se
han revisado para comprobar su estado de conservación,
y se han fotografiado para su publicación en el catálogo
(Fig. 10). Lo mismo con los restos de fauna seleccionados,
buscando cubrir el total de especies domésticas y silvestres
aparecidas en el yacimiento. Y con los restos paleobotánicos,
de los que se han separado fragmentos de madera carbonizada de las especies representadas así como semillas de
cereal carbonizado aparecido en los suelos de ocupación.
Finalmente, una importante muestra de materiales ha sido fotografiada como parte de las ilustraciones
del catálogo de la exposición. En resumen, la búsqueda y
selección de materiales ha permitido ahondar en su limpieza, restauración, estudio, catálogo y fotografía, aportando así una nueva y exhaustiva documentación.
> Fig. 5. Vertido del estuco sobre una laguna en uno de los
vasos cerámicos.
Fig. 6. Retoque cromático de las zonas previamente
reconstruidas en un vaso geminado.
Fig. 7. Primer proceso de limpieza mecánica en seco
sobre una pesa de telar.
Fig. 8. Caja de conservación para los materiales óseos.
Fig. 9. Consolidación de fragmentos de material de
construcción por impregnación de resina acrílica.
Fig. 10. Aplicación del consolidante mediante inyección
en diversas fisuras de una mandíbula humana.
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[ fig. 6 ]
[ fig. 7 ]
[ fig. 8 ]
[ fig. 9 ]
[ fig. 10 ]
La Lloma de Betxí en el siglo xxi. M. J. de Pedro, T. Pasíes, V. Chaos
[ fig. 5 ]
[ 139 ]
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Fig. 11. Jornada de puertas abiertas en el yacimiento,
octubre de 2014.
El futuro del yacimiento: museización y difusión
[ 140 ]
Al tratarse de un yacimiento ubicado en una propiedad privada, el acceso de público organizado en visitas
guiadas ha sido muy limitado. No obstante son frecuentes
las visitas de investigadores y alumnos de diversas universidades españolas, y de escolares de las localidades más
cercanas, siempre acompañados de personal autorizado
o del propio equipo excavador.
En 1994 se realizaron las primeras jornadas de
puertas abiertas en el yacimiento, motivadas por la celebración del Año Europeo de la Edad del Bronce. Con
posterioridad, en 2005, se realizó una jornada por iniciativa del Área de Medioambiente del Ayuntamiento de
Paterna, que incluía una conferencia y la visita guiada al
yacimiento. Y otra, en 2008, organizada por la Asociación
de Vecinos de la Canyada. Desde 2010 hasta la fecha se
vienen desarrollando, con carácter anual, jornadas de
puertas abiertas organizadas por el Parc Natural del Túria
y el Museu de Prehistòria de València que han contado
siempre con numerosa asistencia de público (Fig. 11).
Hasta la fecha no se ha hecho una propuesta de
difusión concreta dado el carácter privado de la finca,
si bien se encuentra dentro de un parque natural gestionado por la Generalitat Valenciana desde 20071 y ya
en 2008, a petición de los técnicos del Parc Natural del
Túria, colaboramos en la redacción de un folleto explicativo del mismo.
En general, la escasez de recursos y el deterioro
del yacimiento no aconsejan, en estos momentos, la realización de visitas más que de forma muy restringida. A la
1. Decreto 43/2007 de 13 de abril, declaración del Parque Natural del
Turia: «El tram del llit i riberes del riu Túria [...] és un dels últims pulmons
forestals que sobreviu en una zona tan poblada i industrialitzada com és
l’àrea metropolitana de València. [...] paisatge pla, amb l’empremta del llit i la
ribera del Túria, rodejat de suaus ondulacions travessades per barrancs que
confluïxen en el riu. [...] paisatge dinàmic i variat, a què correspon una notable
diversitat d’hàbitats i d’espècies de fauna i flora. D’altra banda, l’abundància
d’aigua potser va determinar la ubicació d’uns quants assentaments humans
històrics, destacant el poblat de l’edat del bronze de la Lloma de Betxí, que
hui forma part del patrimoni arqueològic i que es troba al costat de la vora
septentrional del Túria [...]».
[page-n-142]
protejan y se interesen por su conservación al considerarlo parte de su historia. Este trabajo implica, además de
dar conferencias o hacer visitas guiadas, todo un trabajo
colaborativo con las asociaciones ciudadanas y colectivos
dispuestos a que la Lloma de Betxí no solo permanezca
por sus restos sino también en la memoria colectiva de la
generación que hizo posible su recuperación.
Pero, treinta años después de que se iniciaran los
trabajos de excavación, la Lloma de Betxí se enfrenta a un
futuro incierto en cuanto a su conservación; el deterioro
de las estructuras es cada vez más rápido dada su fragilidad y la inclusión del yacimiento en el Parc Natural no
ha frenado el expolio ni las agresiones a que se ve sometido regularmente. La exposición Vivir junto al Turia hace
4.000 años viene a ser algo así como el epílogo o punto
final de la intervención arqueológica en el yacimiento.
Y es de esperar que ello no signifique su olvido y desaparición sino el inicio de nuevas acciones encaminadas
a preservar un legado arquitectónico y arqueológico de
gran valor patrimonial.
La Lloma de Betxí en el siglo xxi. M. J. de Pedro, T. Pasíes, V. Chaos
espera de concretar el futuro del poblado en relación con
su protección, consolidación, musealización, señalización,
etc., los trabajos realizados se han dado a conocer de forma periódica en conferencias, congresos, folletos y publicaciones diversas. Y una buena muestra de los hallazgos recuperados se encuentra expuesta, desde 1995, en las Salas
Permanentes del Museu de Prehistòria de València.
Nuestro deseo sería integrar a todos los colectivos
implicados en la protección y valorización del yacimiento,
desde el propietario del terreno hasta la dirección del Parc
Natural del Túria o el Ayuntamiento de Paterna, y de una
manera muy especial invitar a participar a la ciudadanía
de la Canyada y de Paterna que son con quienes debemos
trabajar intensamente para que entiendan el yacimiento
como propio, lo incluyan entre sus bienes y así lo valoren,
[ 141 ]
[page-n-143]
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TARRADELL MATEU, M. (1969): «La cultura del Bronce Valenciano.
Nuevo ensayo de aproximación.» Papeles del Laboratorio de
Arqueología de Valencia, 6, Valencia, p. 7-30.
TOLEDO, V. (1993): «La racionalidad ecológica de la producción
campesina». En Ecología, campesinado e Historia. Genealogía del
poder, 22. Barcelona, p. 197-218.
[ 149 ]
[page-n-151]
[page-n-152]
[page-n-153]
[page-n-154]
[page-n-2]
VIvir
Junto
al TURIA
hace 4.000 años
La Lloma de Betxí
Museu de Prehistòria de València
De febrero a septiembre de 2015
[page-n-3]
DIPUTACIÓN DE VALENCIA
Presidente
EXPOSICIÓN
Alfonso Rus Terol
Comisariado
Traducción y corrección al valenciano
Diputada del Área de Cultura
María Jesús de Pedro Michó
Eva Ripollés Adelantado
Laura Fortea Cervera
Unitat de Normalització
Lingüística. Diputació de València
Diseño instalación y montaje
Encarna Raga
María Jesús Puchalt Farinós
Director de Gestión Cultural y
Museística del Área de Cultura
Antonio Lis Darder
MUSEU DE PREHISTÒRIA DE
VALÈNCIA
Francisco Chiner Vives
Laboratorio de Restauración del
Museu de Prehistòria de València
Directora
Trinidad Pasíes Oviedo
María Perales Azorín
Helena Bonet Rosado
Diseño gráfico
Jefe Unidad de Difusión, Didáctica y
Exposiciones
Espirelius
Santiago Grau Gadea
Diseño y tratamiento panorámicas
fotográficas
Vanesa Mora Casanova
Reconstrucción escenográfica
Sfumato Pintura Escénica
Reconstrucción virtual en 3D
Global Geomática. Vito Porcelli
Audiovisual La Lloma de Betxí
Render Comunicació
Ángel Sánchez Molina
Sistema Wifimusem - Audioguías
AGRADECIMIENTOS
Equipo técnico y de excavación del
yacimiento arqueológico La Lloma de
Betxí (Paterna, Valencia) 1984 - 2014.
Equipo de inventario, catalogación,
estudio y restauración de la Lloma de
Betxí: Becarios del Museu de Prehistòria
de València, licenciados y alumnos
en prácticas de ADEIT-Universitat de
València, SUPSI y Leonardo.
Equipo de Administración de Gestión
Cultural y Museística, Familia GómezTrénor Aguilar, Parc Natural del Túria,
Tomi Plata Vinuesa, Joaquim Juan
Cabanilles, Carmen Tormo Cuñat,
Ángela Pérez Fernández, Victor Chaos
López, María Amparo Peiró Ronda,
Sheyla Sancho Peris, Pepa Ureña
Castillo.
Audio Viator
Diseño y maquetación guía didáctica
Vanesa Mora Casanova
Francisco Chiner Vives
Imágenes y dibujos
Francisco Chiner Vives
Ángel Sánchez Molina
Global Geomática
Visitas didácticas
Laura Fortea Cervera,
Eva Ripollés Adelantado
Actividades complementarias
Talleres didácticos
Visitas comentadas a La Lloma de Betxí
Conferencias
Difusión
Begoña Soler Mayor
Gabinet de Premsa Diputació de València
Laura Martínez Ibáñez
PUBLICACIÓN
Traducción al inglés
Traducción al francés
Marc Tiffagom
Fondos expuestos
Museu de Prehistòria de València
Producción y montaje
Museu de Prehistòria de València
Unitat de Difusió, Didàctica i
Exposicions
Ayudante de montaje
Amadeo Moliner Blay
Producción instalación y montaje
Art i Clar
Unidad de Programas de Edición
Gestión Cultural y Museística
María Luisa del Cerro Angosto
Edición
Museu de Prehistòria de València
Àrea de Cultura. Diputació de València
Coordinación
María Jesús de Pedro Michó
Begoña Soler Mayor
AutorEs
María Jesús de Pedro Michó, Eva
Ripollés Adelantado, Laura Fortea
Cervera, Helena Bonet Rosado, Mauro
S. Hernández Pérez, Carlos Ferrer
García, Yolanda Carrión Marco, Elena
Grau Almero, Guillem Pérez Jordà,
Carmen Tormo Cuñat, Josep Lluís
Pascual Benito, José Luis Simón García,
Ángela Pérez Fernández, María Paz de
Miguel Ibáñez, Francisco Javier Jover
Mestre, Juan Antonio López Padilla,
Sergio Martínez Monleón, Trinidad
Pasíes Oviedo, Victor Chaos López
Imágenes y dibujos
Francisco Chiner Vives, Ángel Sánchez
Molina, Global Geomática
Diseño, maquetación y fotomecánica
Espirelius
FotografÍAs Lloma de betxí
Rafael de Luís Casademunt
Museu de Prehistòria de València
Corrección de la edición
Joaquin Abarca Pérez
Traducción y corrección al valenciano
Unitat de Normalització Lingüística.
Diputació de València
ImpresióN
Gráficas Vernetta
© del texto: los autores
© de las imágenes: los autores
© de la edición: Museu de Prehistòria de
València – Diputació de València
ISBN: 978-84-7795-717-1
Depósito legal: V 178-2015
[page-n-4]
índice
[ 5 ] Alfonso Rus Terol
[ 7 ]
María Jesús Puchalt Farinós
[ 10 ]
Vivir junto al Turia, hace 4.000 años [Helena Bonet Rosado]
[ 18 ]
Un recorrido centenario. La Edad del Bronce en las tierras valencianas [Mauro S. Hernández Pérez]
[ 28 ]
La Lloma de Betxí. Un poblado de la Edad del Bronce junto al Turia [María Jesús de Pedro Michó]
[ 38 ]
La Vallesa de Mandor. Colinas y llanos junto al Turia [Carlos Ferrer García]
[ 44 ]
El territorio. Hacia una definición del espacio social [María Jesús de Pedro Michó, Eva Ripollés Adelantado, Laura Fortea Cervera]
[ 52 ]
La casa. Arquitectura y materiales de construcción [María Jesús de Pedro Michó, Eva Ripollés Adelantado, Laura Fortea Cervera]
[ 62 ]
Madera y leña en la Lloma de Betxí [Yolanda Carrión Marco, Elena Grau Almero]
[ 68 ] Los espacios domésticos y las actividades cotidianas. Bases económicas y producción de bienes
[María Jesús de Pedro Michó, Eva Ripollés Adelantado, Laura Fortea Cervera]
[ 82 ]
La actividad agrícola. Cultivos y alimentación [Guillem Pérez Jordá]
[ 88 ]
Ganaderos y cazadores. La gestión de los recursos animales [Carmen Tormo Cuñat]
[ 94 ]
Los marfiles de la Lloma de Betxí [Josep Lluís Pascual Benito]
[ 100 ]
Arqueometalurgia en la Lloma de Betxí [José Luis Simón García]
[ 106 ]
Los hombres y mujeres que habitaron la aldea [María Jesús de Pedro Michó, Eva Ripollés Adelantado, Laura Fortea Cervera]
[ 112 ]
El registro funerario de la Lloma de Betxí: una visión desde la Antropología Física
[Ángela Pérez Fernández, María Paz de Miguel Ibáñez]
[ 118 ]
Espacios sociales en la Edad del Bronce: La Cubeta de Villena como caso de estudio
[Francisco Javier Jover Maestre, Juan Antonio López Padilla, Sergio Martínez Monleón]
[ 124 ]
Estudio y caracterización del territorio argárico alicantino
[Juan Antonio López Padilla, Sergio Martínez Monleón, Francisco Javier Jover Maestre]
[ 132 ]
La Lloma de Betxí en el siglo xxi. Perspectivas de futuro [María Jesús de Pedro Michó, Trinidad Pasíes Oviedo, Víctor Chaos López]
[ 142 ]
Bibliografía
[page-n-5]
[page-n-6]
La historia de la humanidad es la historia de un pueblo en
la búsqueda de un hogar donde establecerse, de tierras
fértiles con buenos pastos y abundante caza, un lugar fácil de defender, donde formar un hogar. Requisitos que,
hace ya 4.000 años, encontraron en la Lloma de Betxí de
Paterna, un terreno que se alza sobre una colina en pleno
Parque Natural del Turia.
Este asentamiento es, desde 1984, el objeto de
estudio y de excavaciones que se han realizado de forma sistemática y de manera ininterrumpida por parte de
un equipo de arqueólogos y arqueólogas del Servicio de
Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia;
un excelente trabajo por el que se ha podido interpretar
la historia de uno de los yacimientos clave de la Edad del
Bronce Valenciano.
< Vaso cerámico geminado, deformado por
la acción del fuego. Habitación II.
La política cultural de inversión en la conservación
del patrimonio valenciano realizada por la Diputación, y
el trabajo científico de sus técnicos, han permitido salvaguardar conjuntos arqueológicos singulares de nuestra
provincia, como es la Lloma de Betxí. Una labor que ha
contribuido a situar a nuestro Museo de Prehistoria como
un referente nacional en los trabajos de recuperación,
conservación y difusión de los bienes arqueológicos.
Ahora, con la exposición Vivir junto al Turia hace
4.000 años, presentamos al pueblo valenciano, y a todos
los visitantes que lo deseen, el trabajo arqueológico y museístico de recuperación de estas tres décadas, bajo un formato expositivo didáctico a la vez que científico. De esta
manera, devolvemos a nuestros ciudadanos la inversión
por ellos realizada, en este caso, convertida en conocimiento y materializada en patrimonio cultural recuperado.
Alfonso Rus Terol
Presidente de la Diputación de Valencia
[5]
[page-n-7]
[page-n-8]
El yacimiento arqueológico de la Lloma de Betxí, de
Paterna, es uno de los referentes patrimoniales más importantes que el Servicio de Investigación Prehistórica
de la Diputación de Valencia excava y estudia desde hace
más de treinta años. Su estudio, conservación y difusión
han sido, y son, un ejemplo de la preocupación del Área
de Cultura de la Diputación de Valencia por la puesta en
valor de nuestro patrimonio arqueológico.
La exposición Vivir junto al Turia hace 4.000 años
es un homenaje a estas décadas de trabajo, poniendo al
alcance de los ciudadanos los resultados de las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en este yacimiento de una manera novedosa y atractiva. Planteada
de manera narrativa, una família, protagonista imaginaria de esta historia, nos traslada al II milenio antes de
Cristo de forma y manera que el visitante se adentra en la
vida cotidiana de un poblado de la Edad del Bronce. Los
objetos originales encontrados durante las excavaciones
harán posible conocer a estos primeros habitantes que
se instalaron en la orilla del río Turia, sus actividades cotidianas dentro y fuera del espacio doméstico, su entorno
y su medio de vida.
Finalmente, la exposición muestra cómo desde la
investigación arqueológica se han estudiado cada unos
de los restos aparecidos y qué información han proporcionado sobre la vida y la muerte de sus habitantes. Todo
ello explicado mediante audiovisuales y réplicas de objetos arqueológicos que ayudan al visitante a interactuar
con las piezas y así dar respuesta a todas las preguntas
formuladas durante las investigaciones.
Estamos seguros de que los visitantes van a descubrir
con gran interés a estos antepasados que vivieron hace
4.000 años junto al río Turia y que dejaron sus huellas
en la Lloma de Betxí. Huellas que han sido recuperadas tras una minuciosa investigación arqueológica y
gracias a un gran esfuerzo patrimonial por parte de la
Diputación de Valencia.
María Jesús Puchalt
< Olla cerámica, molino y moledera de piedra.
Habitación I.
Diputada del Área de Cultura
Diputación de Valencia
[7]
[page-n-9]
[page-n-10]
[page-n-11]
[ 10 ]
[page-n-12]
VIVIR JUNTO AL TURIA,
hace 4.000 Años
Helena Bonet Rosado
Directora del Museu de Prehistòria de València y del Servei d’Investigació Prehistòrica
En el año 2014 se han cumplido treinta años del inicio de
las excavaciones en la Lloma de Betxí de Paterna y, precisamente de aquella primera campaña, dirigida por Mª
Jesús de Pedro y en la que participé, recuerdo la que fue
unas de las jornadas más intensas vividas en una excavación, a pesar de tratarse de un yacimiento que corresponde a un periodo prehistórico en el que no soy especialista.
En 1984 finalizábamos las excavaciones en el poblado
ibérico del Puntal dels Llops de Olocau y comenzaban
las campañas en otros yacimientos de la Cultura Ibérica
de la zona, no menos emblemáticos, como el Castellet
de Bernabé en Llíria y la Seña en Villar del Arzobispo.
Excavaciones todas ellas dentro de un proyecto de investigación más amplio sobre el poblamiento en torno a la
ciudad ibérica de Edeta/ Llíria, centrado en las comarcas
del Camp de Túria y de los Serranos. El estudio de este
< El río Turia en las proximidades de la
Lloma de Betxí. Hace 4.000 años.
territorio no se limitaba a los periodos del Hierro Antiguo,
Ibérico y Romano sino que se trataba de completar la secuencia cronológica con el estudio del patrón de poblamiento durante la Edad del Bronce por parte de Mª Jesús
de Pedro. En este contexto, repleto de las inquietudes
compartidas por un grupo de jóvenes arqueólogos, la
Lloma de Betxí nos dejaría su impronta inesperada.
Entre los muchos yacimientos prospectados de
este periodo, la Lloma de Betxí contaba, en la década de
los ochenta, con una escueta documentación en los archivos del SIP que se remontaba a las primeras noticias de
Nicolau Primitiu Gómez-Serrano, allá por los años veinte
(Gómez-Serrano, 1931: 79 y 129). La ficha del yacimiento
(Fig. 1) lo recoge como el Castellet de la Lloma de Bechí,
en la Vallesa de Mandor y lo describe como un yacimiento
del periodo eneolítico, terminología que aplicaba el SIP
a la mayoría de poblados de la Edad del Bronce cuando
se carecía de excavaciones sistemáticas en extensión y se
catalogaban en función de los hallazgos recogidos en superficie, como eran las cerámicas a mano y algunas lascas
de sílex. En la visita que realiza Gómez-Serrano en febrero
[ 11 ]
[page-n-13]
Fig. 1. Primera ficha del yacimiento de la Lloma de Betxí.
Años 30 del siglo xx. Archivo documental del SIP.
[ 12 ]
de 1924 a la Lloma destaca su situación privilegiada sobre
el río Turia y su aspecto fortificado con los muros escalonados. En esa jornada recoge abundantes cerámicas tipo
«argar», molinos de mano y sílex. Sin embargo, ahora, en
las prospecciones de la década de los ochenta, por parte de Mª J. de Pedro, junto con Joan Bernabeu, Consuelo
Mata y yo misma, algunas de las cerámicas recuperadas
en superficie parecían corresponder a momentos avan-
zados o finales de la Edad del Bronce, de acuerdo con el
tratamiento de sus superficies alisadas y algunas de las
formas carenadas. Ello coincidía con que el interés por
este periodo era doble: por un lado, Mª J. de Pedro estaba
estudiando el asentamiento del Bronce Final del Puntal
dels LLops y preparaba su tesis doctoral sobre el Bronce
Valenciano, mientras que, por su parte, C. Mata se ocupaba del Hierro Antiguo y de los orígenes de la Cultura
Ibérica. De modo, pues, había un interés muy especial en
localizar asentamientos de este periodo de transición, que
había que acotar entre el 1000 y el 600 a.C., muy escasos
en la zona de estudio.
De ahí que se solicitase al entonces director del SIP,
Enrique Pla Ballester, la realización de una primera campaña de excavaciones con el fin de esclarecer el final del
periodo del Bronce Valenciano y los orígenes de la Cultura
Ibérica. Sin embargo, los resultados de la campaña se alejaron considerablemente de los planteamientos iniciales
al descubrirse un asentamiento del Bronce Pleno con una
cronología estimada entre el 1800-1700 y el 1400-1300
a.C. Por otro lado, se descubre un poblado único con un
estado de conservación excepcional, sin paralelos en la
zona. Un potente nivel de incendio sellaba una habitación con muros de cerca dos metros de altura, repleta de
enseres domésticos. Una riqueza de materiales arqueológicos que conocíamos en el caso de los hallazgos in situ
en los poblados ibéricos de la zona de Llíria, pero que era
excepcional en un poblado de la Edad del Bronce. Ollas,
grandes vasos y pequeños cuencos llenos de semillas de
cereal carbonizado, se hallaban en el rincón S de esta gran
vivienda y algunos de ellos contenían en su interior botones de marfil con perforación en V, hojas de sílex para
[page-n-14]
Fig. 2. Planta de la primera campaña de excavación, 1984, con la
dispersión de los hallazgos. Dibujo de Helena Bonet.
Vivir junto al Turia, hace 4.000 años. Helena Bonet Rosado
hoces y un largo etcétera de objetos. Todo ello disperso
por el suelo de la habitación tal y como quedó tras el gran
incendio que arruinó el poblado hace unos 4.000 años, según se desprende de las dataciones absolutas de 14C que
los estudios posteriores han aportado. Pero el interés de
la Lloma no se limita a la excepcionalidad de los enseres,
la mayoría de ellos completos, sino también a la conservación de sus estructuras constructivas. Las altas paredes de
las habitaciones, hechas de piedras y barro, conservan su
enlucido, y limitadas por ellas podemos observar la doble
hilera de las bases de piedra sobre las que se levantaban
los postes de madera, así como los propios restos carbonizados de los postes y de la techumbre, que nos permiten
reconstruir la estructura de la cubierta vegetal. En el interior de las habitaciones, cubetas y soportes para vasijas,
construidos en barro, nos hablan de los equipamientos
domésticos, de los telares que soportaban los contrapesos
de barro que allí se encuentran, de la molienda del grano
[ 13 ]
[page-n-15]
en los molinos de vaivén: son la huella de las actividades
propias de la vida cotidiana de aquella comunidad, que
nunca hasta entonces se nos habían revelado con tanta
intensidad. Recuerdo no dar abasto dibujando y numerando en papel milimetrado los hallazgos de las últimas
jornadas de la campaña, según iban excavando Mª J. de
Pedro y el resto del equipo (Fig. 2). La concentración de
vasos y de granos de cereal en esta zona nos mostraba
que sin duda estábamos en aquel sector de la vivienda
destinado al almacenaje de los víveres de la comunidad,
que quedó sepultado por un gran incendio y el posterior
derrumbe de las paredes, y que ahora podemos reproducir prácticamente en su totalidad, como se muestra en
una gran vitrina de la sala dedicada a la Edad del Bronce
del Museo de Prehistoria de Valencia.
[ 14 ]
Aparte de la corta, pero inolvidable, experiencia
personal en aquella primera campaña de excavaciones,
la Lloma de Betxí se convirtió en un yacimiento clave para
el conocimiento de la Edad del Bronce y en un referente
en la arqueología peninsular. Y estos avances científicos
van inevitablemente unidos a la trayectoria investigadora de Mª J. de Pedro cuyas excavaciones en la Muntanya
Assolada de Alzira, junto con Bernat Martí y Rosa Enguix,
el Puntal dels Llops de Olocau, l’Arbocer y l’Altet de Palau
de la Font de la Figuera y, por supuesto, la Lloma de Betxí
han permitido reconstruir el panorama de la cultura del
Bronce Valenciano en la zona central del País Valenciano.
Una vez finalizadas las excavaciones en el asentamiento en el año 2013 y publicados la mayor parte de sus
resultados, el Museo de Prehistoria se plantea la necesidad
de abordar dos ambiciosos proyectos. Como centro museístico, cuyo principal objetivo es comunicar y trasmitir el
conocimiento arqueológico es fundamental difundir nuestras investigaciones a nivel divulgativo y potenciar y recuperar el patrimonio arqueológico para disfrute de nuestra
sociedad. En este sentido, durante estos años se han llevado a cabo varias intervenciones de conservación y restauración en la Lloma de Betxí, siendo muy conscientes de
la urgencia de un proyecto más amplio de puesta en valor,
con acondicionamiento de accesos, señalética y la adecuación de instalaciones en el propio yacimiento para visitas
concertadas. Enclavado en un entorno privilegiado en el
[page-n-16]
Vivir junto al Turia, hace 4.000 años. Helena Bonet Rosado
Parque Natural del Turia, en la Vallesa de Mandor, el Museo
de Prehistoria realiza, en colaboración con el Parque, una
Jornada de Puertas Abiertas en los meses de otoño.
El otro reto que debía de afrontar el Museo de
Prehistoria era hacer una exposición monográfica sobre
la Lloma de Betxí y el treinta aniversario del inicio de la
excavación era una buena ocasión para publicar y mostrar al público los resultados de los trabajos realizados
durante tres décadas en uno de los yacimientos más emblemáticos del SIP. La apuesta debía ser acorde con la
importancia del yacimiento y por ello la muestra tiene un
planteamiento expositivo original donde no se presentan
exclusivamente los materiales y los resultados de las investigaciones, sino que se ha apostado por un discurso didáctico donde se hace especial hincapié en la utilización
de las nuevas tecnologías y ambientaciones envolventes
para el visitante (Fig. 3). En este apartado hay que destacar
el papel de las también comisarias de la exposición, Eva
Ripollés y Laura Fortea quienes, como monitoras y responsables de la Didáctica del Museo de Prehistoria, han
elaborado un discurso expositivo planteado de manera
narrativa cuyo principal objetivo es crear una museografía didáctica que propicie la interacción con el visitante así
como experimentar con nuevos recursos comunicativos
que impliquen al público en la reconstrucción del pasado.
La exposición plantea una doble lectura con una
primera parte narrativa y otra más analítica y procedimental. La parte narrativa, contada en primera persona por
uno de los habitantes, relata el momento de la llegada
del grupo al asentamiento, cómo construyeron la aldea y
cómo se desarrollaba la vida diaria en su interior, y el ritual
de enterramiento del miembro más anciano de la familia.
Para generar en el espectador interés y expectación se ha
creado un recorrido que se inicia con el paisaje, los cultivos y la fauna que circundan el asentamiento hace 4.000
años para luego pasar a un segundo ámbito donde se ha
recreado eI espacio de habitación. Los objetos y enseres
originales recuperados en la excavación, apoyados de
material informativo de paneles, módulos interactivos y
murales, nos relatan las actividades cotidianas realizadas
por la comunidad, es decir la transformación y el consumo
de los alimentos, el tejido, la alfarería, el trabajo del hueso
y del metal, la agricultura y ganadería. La representación
del incendio, que puso fin a la ocupación del asentamiento, da paso a la segunda parte dedicada a la investigación
arqueológica donde se explica cómo se obtiene la información en la excavación. A través de nueve bloques temáticos equipados con unidades didácticas manipulables, el
visitante puede interactuar con los arqueólogos sobre las
[ 15 ]
[page-n-17]
[ 16 ]
Fig. 3. Planta y alzado de la exposición temporal
Vivir junto al Turia hace 4.000 años. La Lloma de Betxí.
Dibujo de Francisco Chiner.
[page-n-18]
tigadores, especialistas en geomorfología, antropología
física, antracología, paleocarpología, arqueozoología, arqueometalurgia e industria ósea han contribuido con sus
últimos trabajos, muchos de ellos inéditos, a renovar la visión tradicional que teníamos de la Cultura de la Edad del
Bronce en temas de paleoambiente, subsistencia y modos de producción, en los usos tecnológicos, en hábitos
sociales y comportamientos. Los últimos capítulos nos
remiten a los recientes estudios sobre patrones de poblamiento en el sur de las tierras alicantinas acercándonos a
la cultura de El Argar, referencia necesaria. Finalmente, a
modo de reflexión, se debate sobre el fututo patrimonial
de la Lloma de Betxí y su uso público.
Con la exposición y el catálogo Vivir junto al Turia
hace 4.000 años. La Lloma de Betxí, es deseo del Museo de
Prehistoria despertar en el visitante el interés por aquellos
grupos humanos que nos precedieron y que ya configuraban una compleja y avanzada organización social como
se puede ver a través del mensaje que aquella comunidad agrícola nos ha legado a través de sus objetos y de la
huella que dejaron en la tierra.
Vivir junto al Turia, hace 4.000 años. Helena Bonet Rosado
grandes preguntas que plantea toda excavación científica: ¿Quiénes viven ahí? ¿Qué comían? ¿De qué murieron?
¿Cómo se construyó el poblado? ¿Cómo hacían las cerámicas? ¿Cómo se fechan los hallazgos? ¿Qué nos cuentan
los restos carbonizados? Destacar en esta parte de la exposición una proyección 3D sobre la reconstrucción virtual
del poblado de la Lloma de Betxí, así como de su entorno,
para finalizar el recorrido de la muestra con un audiovisual
general sobre la historia de las excavaciones, de los hallazgos más relevantes y de los futuros proyectos de investigación y conservación en este importante yacimiento.
Como es habitual en las exposiciones del Museo
de Prehistoria, esta muestra se complementa con el presente catálogo que recoge la contribución de más de
veinte reconocidos especialistas en la Edad del Bronce
y en diferentes campos y disciplinas de la arqueología
prehistórica. En el primer capítulo, Mauro Hernández nos
hace una síntesis del estado de la cuestión de la Edad del
Bronce en las tierras valencianas abordando algunos de
los aspectos más destacados y debatidos, mientras que
el grueso del catálogo se dedica, como no podía ser de
otra manera, a la Lloma de Betxí. Las comisarias, Mª Jesús
de Pedro, Laura Fortea y Eva Ripollés abordan la historia
de la investigación del asentamiento, los personajes que
habitaron esta pequeña aldea agropecuaria, el espacio
doméstico y el estudio de sus equipamientos así como
la organización espacial en el territorio. El resto de inves-
[ 17 ]
[page-n-19]
[ 18 ]
[page-n-20]
UN RECORRIDO CENTENARIO
LA EDAD DEL BRONCE EN LAS TIERRAS VALENCIANAS*
Mauro S. Hernández Pérez
Universidad de Alicante
Con la sistematización de los años sesenta, la Cultura del Bronce
valenciano toma como una de sus principales características
la abundancia de estos poblados, ubicados en alturas de
difícil acceso, amurallados en sus partes accesibles y con una
cultura material desprovista de elementos singulares. Tan fácil
adscripción cultural contribuye a alimentar notablemente el
número de los yacimientos, aunque no se produce en la misma
medida el incremento de su conocimiento, que en muchos casos
queda reducido al de su topónimo.
B. Martí Oliver: 2001: 134.
< Tesorillo del Cabezo Redondo (Villena, Alicante).
Las siempre interesantes reflexiones de Bernat Martí –sin
duda el mejor conocedor de la historiografía arqueológica
valenciana– permiten caracterizar al denominado Bronce
Valenciano que, tras más de un siglo de hallazgos e investigaciones, ha conocido en las últimas décadas un notable
impulso, de la mano de una profunda renovación metodológica y de la incorporación de nuevas generaciones de
investigadores con una sólida formación y una gran capacidad de trabajo. Un singular ejemplo de la situación actual
de la investigación lo constituyen los trabajos de María Jesús
de Pedro en la Muntanya Assolada (Alzira, Valencia), en la
Lloma de Betxí (Paterna, Valencia) y en otros puntos del territorio valenciano. Sus investigaciones de campo, la catalogación de materiales arqueológicos, la organización de exposiciones y su activa presencia en reuniones científicas son, sin
duda, un extraordinario referente de la actual investigación
valenciana y de su proyección fuera de nuestras tierras.
* Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación HAR
2012-37710 iii y ii milenios cal. BC: poblamiento, ritualidad y cambio social
entre las cuencas de los ríos Júcar y Segura, financiado por el Ministerio de
Economía y Competitividad.
[ 19 ]
[page-n-21]
Cabezo Redondo (Villena, Alicante).
[ 20 ]
A mediados del pasado siglo los estudios de
Miguel Tarradell marcarían una inflexión en la caracterización de la Edad del Bronce, tanto a nivel peninsular como
del territorio valenciano. Rompen la visión tradicional de
una cultura única que se extendía por toda la península
Ibérica, identificada como Bronce Argárico, para establecer varios grupos culturales (Tarradell, 1950), uno de los
cuales denominaría años después Bronce Valenciano
(Tarradell, 1963), término que la escuela valenciana de
prehistoria había utilizado con anterioridad para incluir
«una serie de poblados de dicha época que, por sus características, no pueden ser adscritos al denominado
Bronce Argárico» (Arnal, Prades y Fletcher, 1968: 31).
El punto de partida
Como se ha señalado en reiteradas ocasiones las
primeras referencias acerca de la existencia en las tierras
valencianas de objetos de metal –cobre o bronce– remontan a las últimas décadas del siglo xix y pertenecen a los
asentamientos del Molló de les Mentires (Aielo de Malferit,
Valencia) y Castellet del Porquet (l’Olleria, Valencia), de
los que da cuenta Juan Vilanova y Piera (Martí, 2001).
También señala la presencia de otros hallazgos metálicos
en otros yacimientos, entre los que se encuentran varios
objetos de bronce recogidos en las laderas de San Antón,
en las proximidades de Orihuela (Alicante), por el ingeniero Santiago Moreno Tovillas (1832-1888), autor de un ma-
[page-n-22]
A finales del siglo se incorpora al Colegio de
Santo Domingo de Orihuela el jesuita Julio Furgús (18561909). Sus excavaciones en varias localidades de la Vega
Baja, entre las que se encuentra la del ya conocido yacimiento de San Antón y la del inédito de Laderas del
Castillo de Callosa de Segura, y la creación del Museo de
Antigüedades de Orihuela son un preciso referente de la
investigación arqueológica valenciana de principios del
siglo xx, como refleja la exposición y monografía organizada por el MARQ en 2009 con ocasión del centenario de
su muerte (Hernández, Soler y López, 2009). Algunos de
sus estudios, la mayoría de ellos publicados en la revista Razón y Fe, de la Compañía de Jesús, serían recopilados, traducidos al valenciano y editados por el Consejo
Provincial de Valencia como número 5 de la serie Treballs
Solts del SIP (Furgús, 1937), con una nota introductoria de
Isidro Ballester Tormo, director del S.I.P., en la que destaca el gran interés de los trabajos del jesuita en una «època
en que en Espanya encara es treballava poc en esta classe
d’investigacions» (Ballester, 1937: 3).
Julio Furgús identifica estos yacimientos como necrópolis, registrando más de ochocientas tumbas en San
Antón, no todas prehistóricas. En Callosa señala la presencia de un muro y fragmentos de barro con improntas de
cañas, planteando la posible existencia de un poblado en
la ladera de más fácil acceso. No obstante, para Enrique
Siret, San Antón era un poblado con enterramientos bajo
las casas similar a los que, junto a su hermano Luis, había
descubierto y excavado en Almería, indicando que los trabajos de J. Furgús confirmaban que se trataba del mismo
Un recorrido centenario. Mauro S. Hernández Pérez
nuscrito, remitido a la Sociedad Arqueológica Valenciana
en 1872, que permanecería inédito hasta su publicación
en 1942 como número 7 de Trabajos Varios del Servicio de
Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia.
Juan Vilanova y Santiago Moreno marcan el inicio
de los estudios sobre la Edad del Bronce en las tierras
valencianas. Ambos conocían los trabajos de los hermanos Enrique y Luis Siret en el Sudeste peninsular, quienes
tenían información a su vez de los trabajos de estos dos
pioneros, visitaron la «hermosa colección» de Moreno y
recorrieron el yacimiento de San Antón, donde señalan la
existencia de «algunos desmontes en forma de escalinata» (Siret y Siret, 1890). También se interesaron por otros
yacimientos valencianos, encargando a su capataz Pedro
Flores una visita a varias localidades de Alicante (Simón,
1997 a); entre estos yacimientos se encuentra el Cabezo
de La Granja, que posiblemente se corresponde con el
actual Cabezo Pardo, excavado recientemente por Juan
A. López Padilla, y La Loma de la Terrera o Coroneta del
Rei, en Alberic (Valencia) (Simón, 1997 b).
[ 21 ]
[page-n-23]
Cabezo Redondo (Villena, Alicante).
Trabajos de consolidación en el yacimiento.
pueblo (Siret, 1905: 24). A partir de este momento el Bronce
Argárico se convierte en el referente de la Edad del Bronce
en las tierras valencianas hasta mediados del siglo xx.
[ 22 ]
El carácter argárico de estos yacimientos sería confirmado tras las excavaciones realizadas por el Institut d’Estudis Catalans, bajo la dirección de Josep Colominas, en las
Laderas del Castillo de Callosa de Segura (Colominas, 1927).
En las primeras décadas del siglo xx se realizan
excavaciones en yacimientos de la Edad del Bronce dispersos por todo el territorio valenciano, entre los que
[page-n-24]
Un cambio de rumbo
En 1957 Miguel Tarradell (1920-1995) se incorpora
a la Universidad de Valencia. Años antes había establecido varios grupos culturales en la Edad del Bronce peninsular que hasta ese momento se identificaba con El
Argar. Considera los poblados alicantinos del Bajo Segura
como argáricos, mientras el resto del territorio valenciano
se incluye en una «zona de influencia argárica» (Tarradell,
1950). Su monografía El País Valenciano del Neolítico a la
Iberización, publicada en 1963, se convierte en el mejor
referente sobre nuestra prehistoria reciente. Reitera la
presencia del Bronce Argárico en el Bajo Segura, en el que
incluye los yacimientos de San Antón, que denomina San
Antonio, y Laderas del Castillo, identificados como necrópolis, ya que del «posible poblado superpuesto no se sabe
nada» (Tarradell, 1963: 160). También considera argárico
el Cabezo Redondo (Villena, Alicante), donde se habían
documentado enterramientos humanos en el interior del
poblado y que años antes José María Soler había incluido, junto a otros poblados del Vinalopó, en el área de expansión argárica (Soler, 1953). El resto del territorio está
ocupado por el que denominó Bronce Valenciano, caracterizado por el gran número de poblados, siempre en cerros elevados, la abundancia de cuevas de habitación, la
escasez de enterramientos humanos y la pobreza y monotonía de sus materiales, entre los que están ausentes los
típicamente argáricos. Se lamentaba Miguel Tarradell de
la escasez de excavaciones en los numerosos yacimientos
catalogados –se ha llegado a señalar un millar de poblados– y la ausencia de estratigrafías, por lo que era difícil
establecer diferencias cronológicas en «una civilización
que tendió al estancamiento, que no se renovó, que vivió
durante siglos bajo módulos parecidos» (Tarradell, 1969:
26). No obstante, el registro cerámico le permitió señalar
dos grupos separados por las cuencas de los ríos Júcar y
Túría, caracterizándose el meridional por la presencia de
cerámicas decoradas con incisiones y cordones. También
resultan de extraordinario interés sus reflexiones sobre la
ocupación de las cuevas, una cuestión que, con algunas
excepciones (Palomar, 1995), apenas ha interesado a la
investigación posterior.
La caracterización de los bronces Argárico y Valenciano propuesta por Miguel Tarradell hace más de cincuenta años se mantiene vigente en la actualidad, aunque
Un recorrido centenario. Mauro S. Hernández Pérez
destacan varios en las comarcas de l’Alcoià y Camp d’Alacant. Siempre se relacionan con los poblados argáricos del
Sudeste y Vega Baja del Segura, destacando «que es tracta d’un mateix poble que movent-se de S. a N. i sens apartar-se gaire de la costa, es va anar establint per les verges
muntanyes de la província d’Alacant i les poblà fortament»
(Visedo, 1925: 176). Esta influencia argárica también se indica para poblados valencianos y castellonenses, como
refleja el título del artículo publicado por José Alcácer
(1945) en la revista Archivo de Prehistoria Levantina al identificar como estaciones argáricas los poblados de Peña de
la Dueña (Teresa) y La Atalayuela (Losa del Obispo).
[ 23 ]
[page-n-25]
Vasija de cerámica de Cabezo Redondo y cuenco de oro
del Tesoro de Villena.
[ 24 ]
cuestiones como las fronteras o el nombre de uno de ellos
sean objeto de polémicas. En este sentido las propuestas
de sustituir Bronce Valenciano por Bronce Levantino o
Bronce Ibérico-Levantino no han tenido aceptación. Al
mismo tiempo se considera que la utilización del término Bronce Valenciano únicamente es válido dentro de
una posición histórico-cultural (Jover, 1999: 67), mientras
que para otros investigadores, buenos conocedores de
esta cultura (Gil-Mascarell, 1992), resulta prematuro tanto mantener como variar su nombre, por lo que se aboga
por conservar la nomenclatura tradicional. Por mi parte
opté en su momento por utilizar la denominación genérica de «Edad del Bronce en…» e indicar a continuación
el territorio objeto de estudio, proponiendo la existencia
de facies comarcales, cuyo origen debía buscarse en los
sustratos, contactos e influencias externas, diferentes en
cada zona, y en una adaptación al medio por parte de las
comunidades humanas (Hernández, 1985: 116). Por otro
lado, la propuesta de Miguel Tarradell de situar la frontera entre los bronces Argárico y Valenciano en el Vinalopó
también ha sido objeto de discusión. En este sentido, en
su monografía sobre la Cultura de El Argar, Vicente Lull
sólo considera argáricos los yacimientos de San Antón y
Laderas del Castillo, que por su proximidad «podrían pertenecer a una misma comunidad tribal» (Lull, 1983: 341).
Miguel Tarradell también señaló las dificultades para
establecer las fechas inicial y final del Bronce Valenciano y
determinar su periodización interna. Sin embargo, pronto
se realizan diversas propuestas que, en cierto modo, son
[page-n-26]
deudoras de las establecidas para el Bronce Argárico y para
los momentos finales de la Edad del Bronce en el Sudeste, o
se apoyan en unas pocas y dispersas dataciones absolutas
(Gil-Mascarell, 1981; Gusi, 1975; Navarro, 1982). Se identificaron tres o cuatro fases, aunque las dos primeras –Bronce
Antiguo y Bronce Medio– en ocasiones se unificaban en un
genérico Bronce Pleno.
El mismo año de la publicación de la monografía de Tarradell, José María Soler descubre el Tesoro de
Villena, unos meses después de haber recuperado el
Tesorillo del Cabezo Redondo. Ambos hallazgos serían
objeto de dos monografías en las que se describe con exquisito detalle los dos conjuntos y se acompaña de sus
correspondientes análisis metalográficos (Soler, 1965 y
1969). Estos tesoros generan, desde un primer momento, un amplio debate acerca de su autoría, significado y
cronología. Apenas se cuestiona la relación del Tesoro de
Villena con el Cabezo Redondo, según indicaban algunas
piezas del Tesorillo. Con algunos de los pequeños objetos
del Tesoro el mismo Miguel Tarradell reconstruye, a partir
de una propuesta de Enrique Llobregat, el cetro de un reyezuelo que vivía en el Cabezo Redondo (Tarradell, 1964).
Su cronología se ha situado entre el siglo vii a.C. y el 1000
a.C., como proponía Soler. Las excavaciones en este yacimiento, que en sus inicios fueron impulsadas por el
propio Tarradell, se reanudaron en 1987 y han continuado hasta la actualidad. El hallazgo de diversos objetos de
oro en contextos bien datados permite situar el inicio de
esta acumulación de oro y plata en momentos del Bronce
Tardío, para el que en el Cabezo Redondo se dispone de
una treintena de dataciones absolutas, elevando la cronología propuesta por Soler en algunos siglos.
Un recorrido centenario. Mauro S. Hernández Pérez
Cuencos de oro del Tesoro de Villena y vasija cerámica de Cabezo Redondo.
[ 25 ]
[page-n-27]
Departamento XXII. Cabezo Redondo (Villena, Alicante).
El impulso definitivo
[ 26 ]
El Congreso de Elche, organizado por la Universidad
de Alicante en 1983, marcó un punto de inflexión en los
estudios arqueológicos valencianos. Aquella reunión coincidió con la creación de nuevas universidades, centros de
investigación y museos, la incorporación de una nueva
generación de profesionales con amplia formación y el
despertar del interés ciudadano por conocer el pasado
de pueblos y comarcas a raíz de la creación de la comunidad autónoma. Tres de las ponencias de Elche se dedicaron a la Edad del Bronce (Gil-Mascarell, 1985; González
Prats, 1985; Hernández, 1985) y fueron el punto de partida
de nuevas síntesis sobre la Edad del Bronce regional (GilMascarell, 1995; Gil-Mascarell y Enguix, 1986; Gusi, 1989;
Jover, 1999; Martí y Bernabeu, 1990), en las que se incorporaban las novedades en la investigación y se planteaban
nuevas hipótesis sobre su origen y periodización.
La ponencia de María Jesús de Pedro en las
Jornadas de Arqueología de Alfàs del Pi, en 1994, refleja
los profundos cambios que en poco más de diez años se
habían producido en la investigación sobre la Edad del
[page-n-28]
relación con el Servicio de Investigación Prehistórica de
la Diputación de Valencia desde el mismo momento de
su creación en 1927 por parte de Isidro Ballester. En su
primera colección se integran los materiales procedentes
del poblado de la Edad del Bronce de Mas de Menente, en
Alcoi, que se compraron a Fernando Ponsell, su excavador.
Dos años después se adquiere la colección de Federico
de Motos, farmacéutico de Vélez Blanco (Almería), entre
la que se encontraban materiales argáricos, «una cultura
prehistórica madre de la nuestra» según indicaba Isidro
Ballester (de Pedro, 2006: 56-57). En el primer número de
su revista Archivo de Prehistoria Levantina se incluye un
artículo, firmado por Luis Pericot y Fernando Ponsell, sobre Mas de Menente. En los primeros números de su serie
de Treballs Solts/Trabajos Varios se publicarían, como ya
se ha indicado, la Memoria inédita de Santiago Moreno
Tovillas y los trabajos de Julio Furgús. Otros muchos artículos en el APL o las monografías en los Trabajos Varios –y
esta misma exposición sobre la Lloma de Betxí– reflejan el
interés que siempre ha despertado el estudio de la Edad
del Bronce en el Servicio de Investigación Prehistórica de
la Diputación de Valencia, interés que todos deseamos
que siga manteniendo.
Un recorrido centenario. Mauro S. Hernández Pérez
Bronce en todo el territorio valenciano. Se trata de una
excelente síntesis que marca el inicio de una nueva etapa en la investigación y en la difusión de sus resultados
que, no sin ciertas dificultades e interrupciones, alcanza
hasta el momento presente. Se ha incrementado el número de excavaciones en poblados de las tres provincias
valencianas que abarcan desde los momentos previos a
la aparición de la Edad del Bronce hasta el Bronce Final.
Se ha revitalizado el estudio de la Cultura Argárica en
Alicante (Hernández, Soler y López Padilla, 2009). Se dispone de cerca de un centenar de dataciones absolutas,
de las que, lamentablemente, no siempre se han publicado sus respectivos contextos. Se ha realizado un inventario y exhaustivo estudio de algunos materiales, como los
metálicos (Simón, 1998) y el hueso, asta y marfil (López
Padilla, 2011), y otros se encuentran en avanzada fase de
elaboración. Se ha producido una profunda renovación
metodológica, cuyo mejor ejemplo son las propuestas
de periodización y de organización social en la cuenca
del Vinalopó (Jover y López Padilla, 2004; 2009). Se han
constituido diversos equipos de investigadores con una
sólida formación. Se han realizado exposiciones de gran
impacto social (Hernández, 2001; Hernández, Soler y
López Padilla, 2009), reuniones científicas (Hernández y
Hernández, 2004) y ciclos de conferencias en diferentes
foros. Se ha incrementado, asimismo, el número y la calidad de las publicaciones. Sin embargo, en los últimos
tiempos ha disminuido el número de excavaciones y su
duración. Después de unos años de esplendor, la crisis
planea sobre la investigación arqueológica valenciana.
Un recorrido por la historiografía sobre la Edad
del Bronce en el territorio valenciano refleja su estrecha
[ 27 ]
[page-n-29]
[ 28 ]
[page-n-30]
La Lloma de Betxí.
Un poblado de la Edad del Bronce
junto al TUria
María Jesús de Pedro Michó
Museu de Prehistòria-SIP
El paisaje cercano. La Vallesa de Mandor
En medio de un paisaje profundamente antropizado, próximo a la ciudad de Valencia, se encuentra el paraje de la
Vallesa de Mandor, que se extiende por los términos municipales de Paterna y Riba-roja de Túria, junto a la ribera septentrional del río Turia. La Vallesa de Mandor aparece descrita en la Geografía del Reino de Valencia como una espléndida mansión agrícola con una pinada de 500 ha, propiedad
del conde de Montornés. Enrique Trénor Montesinos fue el
fundador de la finca dedicada a diversas explotaciones y
aprovechamientos, desde la citricultura a la enología, pasando por los frutales y la ganadería; considerada siempre
como una instalación modelo. Emparentado con el marqués del Turia, Tomás Trénor Palavicino, quien en 1909
había organizado la Exposición Regional, Enrique Trénor se
ocupó en aquel certamen de toda la actividad agraria. No
en balde era comisario regio de Fomento y presidente del
Consejo Provincial de Agricultura.
< Vista aérea de la Lloma de Betxí, 2013.
El conde de Montornés fue premiado por Alfonso XIII,
en 1921, con el título de conde de la Vallesa de Mandor. Y en
la primavera de 1923, con motivo del viaje de don Alfonso
y doña Victoria Eugenia a Valencia para la Coronación de
la Virgen de los Desamparados, los monarcas visitaron la
finca y fueron obsequiados en ella con un almuerzo, tal y
como se describe en la prensa del momento.
El paisaje de la Vallesa está muy transformado
en la actualidad por la presencia de cultivos de regadío
y también a causa del incendio que, en agosto de 1994,
destruyó gran parte de la vegetación existente. No obstante posee, todavía hoy, un alto valor medioambiental. A
la típica vegetación mediterránea formada por la alianza
Oleo-Ceratonion, con bosques de carrascas degradados
junto a pinos carrascos, lentiscos, acebuches, leguminosas, palmitos y esparto, se añade una gran variedad de
especies botánicas, algunas de ellas endémicas, como
las màquias, que juegan un importante papel contra la
[ 29 ]
[page-n-31]
Vista del yacimiento al inicio de los trabajos de excavación, 1984.
erosión y ayudan a la recuperación forestal; los matojares con plantas aromáticas y medicinales; la vegetación
de ribera; los barrancos de adelfas; los espartales y otras
plantas especialistas de suelos arenosos.
[ 30 ]
La fauna, también muy variada, incluye diferentes
tipos de insectos; peces como el barbo, la carpa o la anguila; anfibios; reptiles; mamíferos como erizos, musarañas, conejos, lirones, ardillas, jinetas, comadrejas, zorros
o jabalíes, y numerosas aves.
Desde 2007, la Vallesa de Mandor forma parte
del Parc Natural del Túria según el Decreto 43/2007 de
13 de abril.
[page-n-32]
El yacimiento. Antecedentes bibliográficos
1. Nuestro sincero agradecimiento a la familia de D. Eulogio Gómez-Trénor
Fos, en especial a Álvaro Gómez-Trénor Aguilar, por haber facilitado nuestra
labor de campo durante todos estos años.
Excavación del Sector Oeste, muros de aterrazamiento, 2005.
La primera visita que realizamos al yacimiento estuvo motivada por un trabajo de prospección en el Camp
de Túria dirigido por Joan Bernabeu, Helena Bonet y
Consuelo Mata, con el fin de confirmar la cronología del
yacimiento y su posible pertenencia a un momento de
transición de la Edad del Bronce a la Cultura Ibérica. Sin
embargo, la inspección realizada en aquella ocasión puso
de manifiesto que se trataba de un poblado de la Edad del
Bronce con una potente estratigrafía, entre la que se adivinaban los restos de construcciones de piedra de tamaño
considerable y de un nivel de incendio bien delimitado.
Numerosos fragmentos cerámicos y óseos se encontraban dispersos por la superficie como consecuencia del
expolio al que estaba siendo sometido. Así, ante el peligro
de destrucción existente, en octubre de 1984 se realizó la
primera campaña de excavación, como una intervención
La Lloma de Betxí. María Jesús de Pedro Michó
En la finca denominada Masía de Vélez, dentro de
la Vallesa de Mandor, se encuentra la Lloma de Betxí, actualmente propiedad de los herederos de Eulogio GómezTrénor Fos1. El yacimiento arqueológico se sitúa en un cerro de escasa elevación, a 99 m s.n.m., con un desnivel de
30 m respecto al llano circundante y a corta distancia del
río Turia. Es de forma alargada, y sus dimensiones son 50
x 20 m en la parte superior, aunque el asentamiento alcanza la parte baja del cerro por lo que su extensión total
es de aproximadamente 3.750 m2.
Diversas referencias bibliográficas, desde 1928 a
1984, aluden a la Lloma de Betxí como poblado de la Edad
del Bronce en el que pudiera apreciarse el tránsito a la
Cultura Ibérica. Igualmente, ha sido citada por diferentes
autores en relación con otros yacimientos de la zona, como
el cercano poblado de Despeñaperros en el término municipal de Paterna, en los que se conocían restos de murallas
y de habitaciones pertenecientes a la cultura del Bronce
Valenciano, si bien no fue objeto de excavación o prospección arqueológica hasta el otoño de 1984 (de Pedro, 1998).
[ 31 ]
[page-n-33]
de salvamento, dirigida por H. Bonet, J. Bernabeu y M. J.
de Pedro, bajo la supervisión del Servicio de Investigación
Prehistórica. Desde entonces, y hasta 2013, se han sucedido los trabajos arqueológicos con carácter ordinario, de
forma casi ininterrumpida, a excepción de los años 1986,
1990 y 1992, siempre dentro del Programa de Excavaciones
del Museo de Prehistoria y SIP Los materiales recuperados
a lo largo de estos años están depositados en el Museo de
Prehistoria de Valencia y una importante muestra de los
mismos se encuentra expuesta en las salas permanentes
dedicadas a la Edad de los Metales.
Las campañas de excavación
[ 32 ]
Las diferentes intervenciones llevadas a cabo han
permitido identificar dos grandes habitaciones o departamentos, las habitaciones I y II; y una dependencia paralela a ambas, el Corredor Oeste, que configuran una gran
edificación de 34 m de longitud y 10 m de anchura. La edificación descansa sobre el suelo natural de la montaña y
debió alcanzar entre 4 y 6 m de altura; cubierta por una
techumbre plana o con una suave inclinación, y sustentada por dos hileras de postes.
La estratigrafía documentada en ambas habitaciones presentaba dos niveles de ocupación: el superior,
o más reciente, con alguna concentración de tierra gris
cenicienta que corresponde a una ocupación corta; y el
inferior, donde se encuentra la casi totalidad del material
arqueológico, caracterizado por un derrumbe considerable de piedras y material de construcción y por un incendio, marcado por la presencia de abundantes carbones y
cenizas sobre el pavimento de tierra apisonada.
El fuego que destruyó estas estructuras favoreció
la conservación in situ de gran parte del ajuar doméstico,
formado por un importante número de vasos cerámicos,
elementos de hoz, molinos de mano, pesas de telar, objetos metálicos y adornos. La distribución de este conjunto señalaba la existencia de diversas áreas de actividad,
como una zona de almacén, otra de molienda, de tejido,
etc., indicadas también por diferentes estructuras como
soportes, bancos, pequeños muros resaltados, hornos o
por las propias pesas de telar.
Las excavaciones realizadas en las laderas de la loma
mostraron un complejo sistema de acondicionamiento del
espacio, con muros ataludados para salvar el desnivel de la
montaña y la configuración de zonas llanas o terrazas de
escasa amplitud. Al exterior de la gran edificación, por su extremo sur, se documentó la existencia de un aljibe o cisterna
[page-n-34]
Habitación III. Detalle de la estratigrafía, 2000.
Oeste, presenta las piernas y brazos flexionados y está delimitado por una estructura de piedras de forma circular.
En la actualidad, tras 27 campañas y una extensión
excavada de más de 1.700 m2, la imagen que tenemos es
la de un asentamiento dominado por la presencia de una
importante edificación de carácter comunal y familiar,
y de otras construcciones como las terrazas y los muros
ataludados que han transformado de forma sustancial el
perfil original de la montaña.
La Lloma de Betxí. María Jesús de Pedro Michó
de planta oval que se adosa a la pared de la Habitación I; así
como el sistema de acceso al poblado por medio de una
rampa o camino de poca anchura que sube desde la base
del cerro en zigzag. En el sector norte, las intervenciones arqueológicas se centraron en la Habitación III, de 8 x 10 m y
planta aproximadamente absidal, con un pavimento de tierra apisonada sobre el que se encuentran los materiales arqueológicos: vasos de almacenaje decorados con cordones
y otros con decoración incisa, objetos de metal y elementos
de adorno como brazales de piedra o botones de marfil. En
el espacio existente entre las habitaciones II y III, se excavó
otra cisterna también de planta oval y recubierta de arcilla
para impermeabilizar las paredes de piedra.
Posteriores trabajos han confirmado la presencia
de muros ataludados para la construcción de terrazas en
las laderas, entre los que destaca el que rodea la construcción por su parte occidental. Estos muros configuran
una serie de plataformas utilizadas como zonas de circulación o de trabajo, así como un posible camino de acceso señalado por un empedrado. Estas terrazas se han
ido rellenando progresivamente con los desechos procedentes de las zonas de habitación. En los últimos años de
excavación se han documentado dos pequeños departamentos de planta cuadrangular situados en el extremo
más meridional de la ladera oriental.
Además de los restos constructivos, también han
aparecido dos enterramientos humanos. El primero de
ellos, en el Sector Este, es un individuo senil junto al cual
se localizó el esqueleto de un perro. El otro, en el Sector
[ 33 ]
[page-n-35]
Excavación del Sector Este, muros de aterrazamiento, 2002.
[ 34 ]
[page-n-36]
La metodología arqueológica
La Arqueología es la ciencia que estudia las sociedades pasadas mediante la recuperación y estudio de sus
testimonios materiales; y el método de trabajo empleado
para la correcta documentación de dichos testimonios es
la excavación arqueológica. En la Lloma de Betxí, la metodología seguida ha sido la excavación por capas de los
diferentes rellenos, utilizando para la recogida de datos
Corredor Oeste, recipientes cerámicos sobre el suelo de ocupación, 2002.
y su documentación el método cronoestratigráfico de E.
C. Harris basado en la ficha de registro de las unidades
estratigráficas, de manera que cada estrato, estructura o
hallazgo se excava con un número de registro individual.
Los trabajos se plantearon, desde el primer momento, como una excavación en extensión, a fin de evitar
los problemas que se derivan de la realización de sondeos de pequeñas dimensiones, por cuanto tienen de
parciales e incompletos en la recuperación del contexto
arqueológico de un poblado.
De forma previa al inicio de los trabajos arqueológicos, el yacimiento se subdividió en cuadros de 2 x 2 m a
partir de dos ejes de coordenadas cartesianas, situándose en la parte más elevada del cerro el punto 0 o plano 0
de referencia para la medición de las cotas de profundidad. Los ejes de abscisas y ordenadas coinciden, respectivamente, con los ejes longitudinal y transversal del cerro
donde se ubica el asentamiento.
La Lloma de Betxí. María Jesús de Pedro Michó
La cronología del yacimiento apunta a los inicios de
la Edad del Bronce o Bronce Pleno, en torno al 1800-1700
a.C., y el final de la ocupación alrededor del 1400-1300 a.C.
Las habitaciones I y II han sido datadas a partir de los restos
carbonizados de la madera utilizada en la techumbre, las
dataciones absolutas obtenidas sitúan su construcción en
los inicios del II milenio a.C., mientras que su destrucción
ha sido datada a partir de dos muestras de cereal carbonizado procedente del suelo de las habitaciones, que han
proporcionado unas fechas hacia la mitad del II milenio
a.C. Los dos enterramientos humanos también ha sido datados y las fechas obtenidas corresponden, en el primero
de ellos, a los inicios de la ocupación; y en el segundo a
la etapa final del asentamiento. Otras dataciones proceden
de la preparación del suelo de la Habitación III y de los niveles de basureros localizados en las terrazas.
[ 35 ]
[page-n-37]
La documentación de todo el proceso ha conllevado el levantamiento de plantas y secciones dibujadas a
escala 1:20 con indicación de los rellenos, piedras y materiales arqueológicos, además de su profundidad, obteniendo así una referencia tridimensional de todos los elementos. Las fotografías generales y de detalle completan
la información de cada conjunto. Todo ello ha contribuido a la interpretación posterior de los diferentes procesos
y actividades realizadas en cada espacio, las técnicas de
construcción, cronología, etc., y a su representación en un
diagrama secuencial.
En cuanto a la recuperación de los restos arqueológicos, todos los materiales recogidos durante el proceso
de excavación han sido identificados mediante una etiqueta que hace referencia al cuadro en el que han aparecido, la unidad estratigráfica y la fecha en que se hallaron.
Posteriormente, dependiendo de su composición y conservación, han sido lavados y siglados. Los diferentes rellenos
excavados han sido tamizados en seco en el propio yacimiento para recuperar aquellos restos de menor tamaño
que pudieran pasar desapercibidos en el proceso de recogida de la tierra. Además, atendiendo a la especial importancia que tiene la documentación de los restos orgánicos,
como semillas, carbones o microfauna, se han separado
[ 36 ]
muestras de sedimento para su tamizado con agua mediante la utilización de una máquina de flotación. La recogida
de dichas muestras ha proporcionado información muy importante para la reconstrucción del entorno medioambiental y de las bases económicas del asentamiento.
Finalmente, el material arqueológico ha sido inventariado e informatizado de acuerdo con las bases de
datos del Museo de Prehistoria. Se han consolidado y
restaurado numerosos objetos que han sido igualmente
fotografiados, dibujados y catalogados. Su estudio en relación con los datos obtenidos en el proceso de excavación nos aproxima a la vida del grupo humano que habitó
la Lloma de Betxí. Así, el análisis de la madera, semillas,
huesos de animales, sedimentos, etc., ayuda a reconstruir la vegetación, la fauna, las condiciones climáticas
existentes, las modificaciones sufridas por el medio, o la
dieta de la población. El estudio de la cerámica, objetos
de piedra, hueso o metal, nos acerca a la tecnología prehistórica, los recursos utilizados y su manufactura, sus posibles usos y el intercambio de productos elaborados. Y la
Antropología Física nos permite conocer a las personas,
los miembros de esta población.
[page-n-38]
2. Elena Grau y Yolanda Carrión se han ocupado de la Antracología; Guillem
Pérez de la Paleocarpología; Joan Carles Colomer de la Edafología; María
Pilar Fumanal y Carlos Ferrer de la Sedimentología y análisis de los restos
constructivos; Francisco Javier Jover de la industria lítica; Josep Lluís
Pascual y Juan Antonio López de la industria ósea; José Antonio López de las
actividades textiles; José Luis Simón, Ignacio Montero y Salvador Rovira de la
metalurgia; Inocencio Sarrión, Alfred Sanchis y Carmen Tormo de la fauna; y
María Paz de Miguel y Ángela Pérez de los restos humanos. La consolidación
y restauración de los materiales ha estado a cargo de Magdalena Monraval,
Inocencio Sarrión, Trinidad Pasíes y María Amparo Peiró. Los dibujos de
materiales y diversas ilustraciones han sido realizados por María Pilar Mas,
Francisco Chiner y, sobre todo, Ángel Sánchez. La primera planimetría
general del yacimiento, a partir de los dibujos originales de la excavación, fue
efectuada en 1992 por José María Segura y Emilio Cortell. Con posterioridad
la empresa Global ha realizado los sucesivos levantamientos topográficos,
escaneado de estructuras, fotogrametría, etc.
tencia de la Dirección General de Patrimonio Artístico
de la Conselleria de Cultura, dentro de su Programa de
Excavaciones Ordinarias; si bien las diferentes intervenciones realizadas se inscriben en el Plan de Actuaciones
Arqueológicas del SIP de la Diputación de Valencia, que
desempeña la responsabilidad científica de los trabajos.
Asimismo, desde el año 2000, esta institución se ha hecho
cargo de la subvención íntegra de los mismos. En algún
caso concreto el contenido científico de este trabajo se
ha beneficiado de proyectos de la DGCYT del Ministerio
de Cultura.
Los resultados obtenidos a lo largo de estos años
han sido presentados en congresos y jornadas de carácter científico y divulgativo; y publicados en monografías,
revistas, catálogos y folletos diversos.
La Lloma de Betxí. María Jesús de Pedro Michó
En estos 30 años han sido, pues, numerosas las
colaboraciones de especialistas de diferentes disciplinas
científicas, no sólo arqueólogos, que se han ocupado de
diferentes aspectos del registro recuperado2.
La realización de las campañas de excavación
ha sido posible gracias a la participación desinteresada de estudiantes y licenciados de la Universitat de
València y de otras universidades españolas y europeas. La concesión de los correspondientes permisos
de excavación y subvención económica ha sido compe-
[ 37 ]
[page-n-39]
[ 38 ]
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La Vallesa de Mandor.
Colinas y llanos junto al TUria
Carlos Ferrer García
Museu de Prehistòria-SIP
El poblado de la Lloma de Betxí se halla situado en la
Vallesa de Mandor, en la ribera izquierda del río Turia, en
un paraje de suaves colinas de cumbres aplanadas y laderas rectas, pocos kilómetros antes de que el cauce alcance
su cuenca más baja, en la que se abre la llanura litoral de
l’Horta. Se trata de un estrecho y fértil valle orientado de
oeste a este, con apenas 500 m de anchura, constreñido
por las colinas al norte y por un escarpe al sur de más de
10 m que lo separa de los llanos del Pla de Quart (Fig. 1).
El río domina los rasgos del medio físico del área,
ya que las colinas son el resultado de la acción erosiva y
su encajamiento a lo largo del Cuaternario en una extensa
plataforma de rocas calcáreas terciarias de calizas, areniscas, arcillas y margas, que se extiende a modo de escalón
entre las sierras interiores y la depresión litoral valenciana
< El río Turia a su paso por la Vallesa de Mandor.
(Garay, 1995). A lo largo de su historia, el río ha modelado
el paisaje, erosionando las rocas terciarias y construyendo terrazas fluviales naturales en fases consecutivas de
relleno y encajamiento. La erosión ha desmantelado parcialmente las rocas duras, dando forma a vaguadas y barranqueras que delimitan las colinas. La sucesión de momentos en los que el río transportaba sedimentos que se
acumulaban junto al cauce, con otros en los que el agua
circulaba limpia y erosionaba el fondo, encajándose, ha
dado lugar a un sistema de depósitos sedimentarios aterrazados. Los más antiguos del Pleistoceno inferior y medio (Carmona, 1991) aparecen en forma de glacis encostrados al sur, en el Pla de Quart, y como sedimentos fluviales, de cantos y gravas redondeados con una matriz de
arenas cementadas y frecuentes costras calcáreas, en las
propias colinas de la ribera norte de la Vallesa de Mandor.
Es el caso de la Lloma, donde son estos sedimentos fluviales encostrados, superpuestos al roquedo terciario, los
que constituyen el sustrato del yacimiento (Fig. 2).
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Fig. 1. Localización de la Lloma de Betxí.
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Las terrazas más recientes aparecen encajadas en
las anteriores y forman el valle del río. Se trata al menos
de dos niveles situados en torno a 10 y 2 m por encima
del cauce, del Pleistoceno superior final y del Holoceno,
con algunos retazos de otra de época histórica. Entre estas y las anteriores, se extiende un nivel conservado como
superficies de erosión, que al sur de la Lloma conforma
un pequeño escalón entre sus laderas y el fondo del valle.
La topografía actual es el resultado de esta historia geológica reciente. El yacimiento ocupa una de las
colinas más aisladas y próximas al valle (Fig. 3). Se halla
elevada en torno a unos 20 m por encima de un llano que
conforman, por un lado, el collado norte que lo separa
de otras lomas y de la plataforma calcárea, la vaguada
que la aísla por el este de otro promontorio, denominado
Lloma de l’Espart, y el rellano que da paso al valle del río.
Por el oeste limita con una barranquera, algo más encajada, que desciende hasta la cota del valle, situado a unos
10 m más abajo.
Las condiciones ambientales, fundamentalmente
el clima, y, como consecuencia de ello, el paisaje natural,
han cambiado a lo largo de los últimos milenios. Hoy sabemos, gracias al estudio de muestras de sedimentos de
sondeos en el hielo de latitudes altas y en el fondo oceánico, que aunque desde hace unos 5.500 años el clima
es muy parecido al actual, se han producido constantes
cambios, muchas veces bruscos y breves, de pocos centenares de años, en las temperaturas, y muy especialmente, en las precipitaciones y su distribución a lo largo del
año (Martín Puertas et al., 2010). También sabemos que
estos cambios no son homogéneos y que a nivel regional
se producen variaciones significativas. Los estudios de
los paisajes fluviales y de los entornos naturales de yacimientos arqueológicos valencianos muestran una activa
dinámica de los medios sedimentarios, que denota, para
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Sur
conglomerados y
arcillas
Lloma de Betxí
areniscas y arenas
Río Turia
terrazas fluviales
Terrazas fluviales recientes
Terrazas fluviales y glacis antiguos
Conglomerados fluviales y costras calcáreas
Llanos de arenas y limos del Terciario
Cerros de areniscas calcáreas, arenas y
arcillas del Terciario
Arcillas
Arenas y limos
Areniscas calcáreas
Río
Barrancos
Fig. 2. Esquema de formas del paisaje
y litológico; corte geológico ideal del
entorno del yacimiento.
Dibujo de Á. Sánchez.
La Vallesa de Mandor. Carlos Ferrer García
Norte
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la Edad del Bronce, la alternancia de fases de cierta aridez
y lluvias estacionales, en las que hay erosión en las laderas y en las que los ríos transportan sedimentos en cauces
poco profundos y con caudales irregulares, con fases en
las que las lluvias son más homogéneas a lo largo del año,
en las que se forman suelos en las laderas cubiertas de
vegetación y los caudales de los ríos son mayores y constantes. A estos ciclos habría que añadir el impacto que el
crecimiento o decrecimiento de los grupos humanos de
agricultores y pastores tendría sobre la cubierta vegetal,
al aumentar o reducir las roturaciones y la presión de los
ganados, y sobre los procesos de erosión, incrementando
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o atenuando el efecto sobre el medio de los cambios climáticos. Sabemos que, cuando se estableció el poblado,
la Lloma estaba desprovista de suelos naturales, lo que
refuerza la idea del predominio de unas condiciones ambientales que favorecieron la erosión (Fumanal y Ferrer,
1998). En los depósitos sedimentarios que forman parte
de derrumbes y rellenos del yacimiento se documentaron evidencias de la acción de pequeñas arroyadas que
podríamos poner en relación con un clima muy parecido
al actual. Aunque en otros yacimientos situados algo más
al sur se identificaron sedimentos eólicos que nos hablan
de una marcada aridez (Ferrer et al., 1993).
En este marco ambiental algo incierto y cambiante, las características del paisaje serían fundamentalmen-
te similares a las actuales. Teniendo en cuenta la reciente
sobreexplotación de los acuíferos y la regulación de las
aguas superficiales, podemos pensar que el río tendría un
caudal mayor que el actual, aunque con un régimen estacionalmente irregular. Los retazos de terrazas fluviales
más recientes no existirían aún, pero a grandes rasgos el
valle sería muy parecido a como hoy lo vemos. En cambio, el llano litoral se encontraría en plena construcción,
con extensas marjales y lagunas abiertas al mar.
Los suelos del entorno inmediato también serían
parecidos a los que en condiciones naturales hoy podemos reconocer. En la zona calcárea, las rocas duras afloran cerca de la superficie dando origen a suelos raquíticos, que hoy, como probablemente en época antigua, tienen un uso forestal. Allí donde las calizas y areniscas han
desaparecido por efecto de la erosión, en las vaguadas y
barranqueras, afloran las arcillas y margas, sobre las que
se desarrollan suelos más o menos profundos, calcáreos
o no, que pudieron permitir en la Edad del Bronce el desarrollo de cultivos extensivos de secano. Las terrazas fluviales más recientes del valle, constituidas por sedimentos de texturas francas, forman suelos jóvenes, profundos
y bien drenados, óptimos para una agricultura intensiva
(Ferrer et al., 1993).
Respecto a las relaciones con el medio físico de
las comunidades humanas del yacimiento de la Lloma de
Betxí, y en general de las de la Edad del Bronce Valenciano,
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los estudios geoarqueológicos han contribuido a la investigación de dos aspectos: el uso de la arquitectura de
piedra y barro, y la construcción de superficies aterrazadas en torno al hábitat. Efectivamente, la arquitectura
de la Lloma de Betxí se caracteriza por el uso de piedra
y el barro, siguiendo unos criterios de selección de los
materiales del entorno que denota un gran conocimiento consuetudinario de sus características y capacidades.
Así, se utilizan sedimentos muy finos para crear enlucidos y para crear capas impermeabilizantes en estructuras
como la cisterna del yacimiento, o sedimentos de texturas más francas o arenosas en trabas de muros u otros
elementos que deben ser muy estables ante los cambios
de humedad. Por otro lado, la modificación intencionada
de la topografía de los promontorios en los que se suelen
asentar los poblados, está también presente en la Lloma
de Betxí. Se documenta la construcción de terrazas artificiales sobre las laderas, construidas con rellenos de tierra retenidos con muros y taludes de piedra, técnica que
aparece por primera vez en esta época en nuestro territorio (Fumanal, 1990; Fumanal y Ferrer, 1998), y que aquí
permitió ampliar el espacio llano y facilitó su aprovechamiento para diversas funciones asociadas, en principio
estrictamente al hábitat.
La Vallesa de Mandor. Carlos Ferrer García
Fig. 3. Reconstrucción del paisaje original.
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El territorio.
Hacia una definición del espacio social
María Jesús de Pedro Michó, Eva Ripollés Adelantado, Laura Fortea Cervera
Museu de Prehistòria-SIP
El marco cronológico
Hace aproximadamente 4.000 años dio comienzo la
Edad del Bronce en Europa y en la Península Ibérica. El
término se refiere, a grandes rasgos, al periodo de desarrollo de la metalurgia, con el descubrimiento de las
aleaciones, en concreto la de cobre y estaño que da
como resultado auténtico bronce. La generalización del
utillaje metálico, primero de cobre y después de bronce,
pondrá fin paulatinamente a la industria de la piedra, reducida a las hachas y azuelas pulidas y a los dientes de
hoz de sílex. Sin embargo, la escasez de mineral de cobre
en determinadas zonas, como en las tierras valencianas,
disminuye la importancia del papel jugado por la metalurgia (Lull et al., 2014).
Por ello el proceso debe, más bien, situarse en
un contexto determinado por el inicio de la complejidad
social, atendiendo a la presencia de rituales funerarios
< Detalle de la decoración de un vaso carenado.
desiguales, a la diferencia de tamaño entre los asentamientos, que traduce una diversificación de funciones o
relaciones de interdependencia entre ellos, a la fortificación de algunos poblados, a los cambios en la elección
de los territorios de asentamiento o a la transformación
en las tecnologías agrícolas y ganaderas, encaminadas a
una producción más segura. Así, son las innovaciones en
tecnología agraria las que justifican la acumulación de la
riqueza en pocas manos y el desarrollo de estructuras socioeconómicas complejas, jefaturas o estados, en un proceso iniciado en el Calcolítico y que continúa durante el II
milenio a.C., especialmente en el sudeste de la Península
Ibérica con la Cultura de El Argar.
En tierras valencianas, la Edad del Bronce se desarrolla cronológicamente entre el Calcolítico y la Cultura
Ibérica, periodo con una duración superior al millar de años
que se puede subdividir en un Bronce Antiguo y Pleno, entre
el 2200 y el 1500 BC en fechas calibradas; un Bronce Tardío,
a partir del 1500, y un Bronce Final con el cambio de milenio.
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Las tierras meridionales valencianas se engloban
en la llamada Cultura de El Argar que representa la manifestación más brillante de la Edad del Bronce peninsular y
se extiende por tierras de Almería, Granada y Murcia, y llega
a las comarcas alicantinas hasta el río Vinalopó; presente
en yacimientos como San Antón de Orihuela, Laderas del
Castillo de Callosa de Segura o el Tabaià de Aspe. Sus poblados presentan un urbanismo muy desarrollado, con
construcciones de carácter público e instalaciones para
almacenar toda clase de bienes necesarios para la comunidad, un emplazamiento estratégico y sistemas de
fortificación en función de la explotación económica del
territorio y del control de las rutas del comercio. Las necrópolis argáricas se encuentran en el interior de los lugares
de habitación con tumbas individuales y dobles, en cistas,
Yacimientos de la Edad del Bronce de las comarcas de l’Horta,
el Camp de Túria y Los Serranos.
1. Lloma de Betxí, Paterna.
2. Els Carassols, Riba-roja de Túria.
3. Despeñaperros, Paterna.
4. Muntanyeta de Cabrera, Torrent.
5. Llometa del Tio Figuetes, Benaguasil.
6. Ermita de Montiel, Benaguasil.
7. L’Alteret, Benaguasil.
8. El Gargao, Vilamarxant.
9. La Torreta, Llíria.
10. Tossal de Sant Miquel, Llíria.
11. El Puntalet, Llíria.
12. Cova del Cavall-Collado de la Cova del Cavall, Llíria.
13. Cerro Partido, Pedralba.
14. Cova Foradada, Llíria.
15. Rambla Castellarda, Llíria.
16. La Atalayuela, Losa del Obispo.
17. Puntal de Cambra, Villar del Arzobispo.
18. Castillarejo de los Moros, Andilla.
19. Casa de Camp, Casinos.
20. Penyaroja, Llíria.
21. Umbría Negra, Llíria.
22. Puntal dels Llops, Olocau.
23. Les Solaniques, Olocau.
24. Penya Roja, Olocau.
25. Els Trencalls, Nàquera.
26. Els Germanells, Rafelbunyol.
urnas (pithoi) y cuevas artificiales. Los ajuares, con puñales,
alabardas y adornos metálicos, cerámica y objetos de hueso y de piedra, señalan el prestigio, riqueza y poder de determinados individuos, signo evidente de la jerarquización
social existente (Aranda y Esquivel, 2007; Contreras, 2004).
Al norte del Vinalopó, diversos grupos culturales
comparten una serie de características generales, si bien
no se pueden aplicar criterios de uniformidad como en
el caso de El Argar. La denominada cultura del Bronce
Valenciano presenta una serie de particularidades en re-
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La Edad del Bronce en las comarcas de l’Horta
y el Camp de Túria
Para acercarnos al conocimiento de las sociedades
del pasado es necesario determinar el espacio social de
los diversos grupos culturales. Es lo que algunos autores
definen como el conjunto de lugares donde toda sociedad
lleva a cabo sus actividades de producción, distribución, intercambio y consumo, así como el medio físico donde cada
sociedad articula el conjunto de relaciones sociales que permiten su sostenibilidad y desarrollo; como en el caso del espacio social de El Argar, o del grupo cultural de la cubeta de
Villena, ejemplos que se presentan en este mismo volumen.
En cuanto a la Lloma de Betxí, yacimiento del Bronce
Pleno y culturalmente adscrito al Bronce Valenciano, anali-
Al fondo de la imagen vista del yacimiento de Els Carassols,
al otro lado del río Túria.
zaremos el territorio en el que a priori situamos su espacio
social, en relación con otros poblados de similar cronología ubicados en las comarcas de l’Horta, del Camp de Túria
y, en menor medida, de Los Serranos. Y centraremos nuestra atención, principalmente, en el lugar donde se instalan,
el modelo o patrón de asentamiento o cómo se articulan
las relaciones entre las diferentes comunidades.
La Lloma de Betxí se encuentra en un pequeño cerro de escasa altura con un desnivel de tan sólo 15 m en
relación con las terrazas de su parte baja y de 25-30 m respecto a las tierras llanas que lo circundan. La ausencia de
murallas y su escasa elevación la alejan de un modelo de
emplazamiento con preocupación defensiva. El control visual que se puede ejercer desde la Lloma es limitado al estar rodeada de cerros de igual o mayor altura en los que no
El territorio. Hacia una definición del espacio social. Mª J. de Pedro, E. Ripollés, L. Fortea
lación con sus ajuares metálicos y cerámicos, en los que
escasean los adornos de plata y oro, faltan las alabardas
y espadas, y las tulipas clásicas de la tipología cerámica
argárica; y con el ritual funerario, menos diferenciado que
en El Argar, y carente por lo general de ajuar. La diversidad de tipos de enterramiento, individuales o con escaso
número de individuos, traduce el nacimiento de una incipiente jerarquización social, pero sin alcanzar la complejidad presente en los asentamientos y necrópolis argáricos
del tipo de Fuente Álamo o El Argar en Almería. En cuanto a los poblados, éstos presentan un menor desarrollo
urbanístico que en El Argar, tienden a situarse en lugares
elevados y muestran un correcto dominio de las técnicas
constructivas en piedra y barro, bien adecuados a la topografía de las montañas, con abancalamientos, murallas y
departamentos de planta rectangular, a menudo dispuestos a ambos lados de una calle central.
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Vaso carenado con decoración incisa en zigzag.
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Vaso carenado decorado con finas incisiones
verticales formando bandas rellenas de
incisiones más cortas horizontales.
se han encontrado restos de otros poblados. Únicamente
el de Muntanyeta de Cabrera y el más próximo de els
Carassols, ambos al otro lado del Turia, se encuentran conectados visualmente con el yacimiento. La elección del
asentamiento parece estar, pues, relacionada con la explotación de las tierras circundantes, aptas para el cultivo de
los cereales y próximas a un curso de agua estable. En fin,
el tamaño y emplazamiento de la Lloma no parecen indicar
que se trate de un poblado relevante en un marco territorial más amplio; su imagen recuerda, más bien, la de una
pequeña aldea o caserío dedicado a la agricultura y con
escasas influencias sobre otros asentamientos próximos.
En el entorno de la Lloma se encuentran una serie
de pequeños poblados, como la Llometa del Tio Figuetes,
situado en una loma rodeada por barrancos con un solo
camino de acceso, sin murallas ni cualquier otro tipo de
defensas, y cuyas estructuras de habitación se reducen a
dos viviendas y un vertedero a sus pies. Otros ejemplos
son la Ermita de Montiel, l’Alteret, els Carassols, Alto de los
Castillejos, o el Gargao, todos ellos próximos entre sí, aunque desconocemos sus estructuras y cronología pues no
se han realizado excavaciones en ninguno de ellos. A excepción de la Ermita de Montiel, su tamaño parece indicar
que se trata de pequeños caseríos o aldeas, precedentes
del poblamiento rural disperso que se encuentra plenamente configurado en época ibérica. La proximidad de
estos yacimientos de dimensiones reducidas, desprovistos
de defensas, cercanos a la Lloma y a las tierras de cultivo
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< Cerámica. Pieza en forma de doble T de sección
rectangular plana y apéndices curvos.
en materiales procedentes de prospección o de excavaciones antiguas por lo que no es fácil identificar las relaciones entre grupos coetáneos a la Lloma de Betxí. No
hay suficientes datos para confirmar dicha hipótesis del
modo en que después se conoce para época ibérica.
El Bronce Antiguo y Pleno de la Lloma está presente
en poblados valencianos como Muntanya Assolada de Alzira
y Castillarejo de los Moros de Andilla; Muntanyeta de Cabrera
de Torrent y Germanells de Rafelbunyol, relativamente próximos a la Lloma de Betxí; y les Solaniques de Olocau, conocido
únicamente a través de materiales procedentes de expolio.
El final de la ocupación coincide con los inicios
del Bronce Tardío, período representado en diversos yacimientos del entorno más cercano a la Lloma, de acuerdo
con los materiales cerámicos conocidos. Etapa en la que
se observa un poblamiento agrupado en pequeños asentamientos en la cornisa de la Serra Calderona, y en otros
de mayor tamaño que coinciden con cerros aislados,
que en muchos casos serán cubiertos después por niveles ibéricos. La Lloma de Betxí y puede que también Les
Solaniques, Penya Roja, el Gargao y otros, serían el precedente inmediato del poblamiento del Bronce Tardío. Su
cronología alcanzaría el final del Bronce Pleno, momento
en el que se abandonarían para no volver a ser ocupados.
Con posterioridad, estos poblados del Bronce
Pleno y Tardío del Camp de Túria, de pequeño tamaño y
ubicados en lugares elevados o en lomas, se deshabitan
y la población se concentra en el Bronce Final en asentamientos de mayor tamaño.
El territorio. Hacia una definición del espacio social. Mª J. de Pedro, E. Ripollés, L. Fortea
de la huerta del Turia no permite una interpretación en
términos de estructuración del territorio. Ninguno de ellos
parece haber ejercido una mayor autoridad sobre los otros,
y el escaso control visual existente no señala problemas de
defensa (de Pedro, 1998).
En el espacio más amplio del Camp de Túria y Los
Serranos, además de los anteriormente citados, se encuentran numerosos poblados de la Edad del Bronce, algunos
de ellos relativamente próximos entre sí, como el conjunto
formado por el Tossal de Sant Miquel, la Torreta, la ladera sudoeste del Tossal y la Cova del Cavall, incluyendo el
Puntalet y el collado de la Cova del Cavall. Todos han sido
objeto de estudio en relación con el poblamiento ibérico en
torno al Tossal de Sant Miquel de cuyo análisis, efectuado
por Bonet (1995), se extraen datos sobre la ocupación de
la Edad del Bronce. Así, se observa la frecuente superposición de un asentamiento ibérico sobre otro de la Edad del
Bronce, sobre todo en lugares de difícil acceso; la ubicación
en cerros que jalonan la cornisa de la Serra Calderona y
también la orilla del Túria, si bien existen asentamientos en
lomas o cerros de escasa altura como la Lloma de Betxí; o
la diversidad en el tamaño de los asentamientos, en general
entre los 800 y los 2.000 m2, desde aquellos más pequeños
como la Llometa del Tio Figuetes, els Carassols, o Alteret, a
los de mayor tamaño como el propio Sant Miquel, pasando
por los de dimensiones medias como la Lloma de Betxí.
La abundancia y diversidad de yacimientos podría interpretarse en términos de estructuración del territorio, no obstante la secuencia cronológica se apoya
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La casa. Arquitectura y
materiales de construcción
María Jesús de Pedro Michó, Eva Ripollés Adelantado, Laura Fortea Cervera
Museu de Prehistòria-SIP
El proceso de sedentarización, iniciado en el Neolítico, tiene
su culminación entre el III y el II milenio a.C., momento en
que la ocupación de las tierras valencianas se intensifica,
surgen nuevos patrones de poblamiento, se generaliza el
enterramiento individual en el ámbito doméstico, se produce una mayor diversificación de las arquitecturas domésticas y aparecen cientos de pequeños poblados que ocupan
laderas y también lugares prominentes de difícil acceso.
Por vez primera, la piedra es el material más utilizado para
la construcción de las viviendas que, por lo general, son de
planta rectangular. Las laderas de los cerros se acondicionan con la construcción de plataformas y terrazas, y los muros y murallas construidas con hiladas sucesivas de piedra
se convierten en testimonio del poblamiento y de la huella
dejada por los grupos humanos sobre el paisaje.
En relación con las nuevas prácticas agrícolas se
documentan estructuras de almacenaje para el cereal,
< Reconstrucción del poblado de la Lloma de Betxí.
Dibujo de Á. Sánchez.
graneros o silos, que aseguran la subsistencia del grupo
mediante un consumo escalonado de la producción y
garantizan la simiente de la cosecha siguiente. Por otra
parte, la ubicación diversificada de los poblados, en ocasiones alejados de los cursos de agua, genera nuevos sistemas de captación y almacenamiento de este importante recurso, como pozos y cisternas, que reflejan, no sólo la
preocupación por el aprovisionamiento de agua, sino un
alto grado de organización social.
Las casas pueden estar formadas por varias habitaciones en las que se desarrollan distintas actividades, tanto domésticas como especializadas. Así, se documentan divisiones internas como tabiques de cañizo,
barro o madera, de frágil consistencia; pavimentos o
plataformas hechos de cantos rodados y pequeñas piedras; bancos o vasares; soportes circulares de barro endurecido; balsas o cubetas enlucidas; hornos con base
de piedras y cubierta abovedada de tierra; pequeños
graneros para el cereal hechos de madera y ramaje, situados a cierta altura para evitar la humedad y favorecer
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Reconstrucción virtual del poblado y del entorno.
Un edificio singular.
Las habitaciones I y II, y el Corredor Oeste.
la ventilación; leñeras; bases de piedra para molinos y
molederas; etc.
Los materiales de construcción utilizados se encuentran, generalmente, en las proximidades de los asentamientos: la piedra para el alzado de los muros, enlosados o empedrados; la tierra para la traba de muros, suelos, revocos y enlucidos; y la madera y otros elementos de
origen vegetal para las vigas, los postes y el armazón de
la techumbre.
[ 54 ]
La Lloma de Betxí muestra en su organización un
correcto dominio de las técnicas constructivas en piedra
y barro, y una excelente adecuación a la topografía del cerro. Prueba de ello son la construcción de bancales, terrazas, espacios de vivienda y cisternas realizados con muros
de piedras y tierra (de Pedro, 1998).
En la parte superior del cerro, directamente sobre
el suelo original de la montaña, se sitúa la más antigua
construcción, aprovechando una plataforma natural de
aproximadamente 50 x 20 m, orientada de norte a sur.
Se trata de una gran vivienda o edificación de planta rectangular, de 34 x 10 m, que está dividida en dos grandes
departamentos o habitaciones separados por un muro, y
una estancia alargada que forma un corredor o pasillo al
oeste de dichas habitaciones.
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Por su parte, el Corredor Oeste mide 2 m de anchura y su longitud supera los 30 m. El acceso desde el
exterior se realiza por una puerta situada en el extremo
sur del pasillo, abierta a la ladera meridional del poblado. Allí, una rampa de piedra y tierra de 1 m de anchura,
limitada por terrazas o bancales, asciende en zigzag desde la parte baja del cerro. Su extremo norte se abre a un
espacio poco definido por medio de una rampa o de escalones. En cuanto a la comunicación con los otros dos
departamentos, se desconoce su ubicación exacta en el
muro meridional de la Habitación I.
En el interior del edificio, la presencia de una serie
de piedras planas de forma cuadrangular de unos 40 cm
de lado, alineadas en dos hileras paralelas a los muros y
entre sí, se interpreta como base de los postes que sustentaron la techumbre que debió ser plana, como una
construcción en terraza, o con una suave inclinación. La
madera carbonizada hallada sobre el suelo de ocupación,
Pinus halepensis y Quercus ilex, facilita esta interpretación.
La casa. Arquitectura y materiales de construcción. Mª J. de Pedro, E. Ripollés, L. Fortea
Sus muros son de piedra de 1 m de anchura, de
aparejo irregular de mediano tamaño, sin carear y trabado con tierra. Su disposición es descuidada en el interior y
más cuidada en el exterior, con piedras de mayor tamaño,
ligeramente desbastadas y colocadas de forma ordenada.
A lo largo de su perímetro los muros están revestidos por
un enlucido o revoque hecho con la misma tierra de trabazón; conservan alturas superiores a 1 m, llegando a superar los 2,50 m en el extremo norte de la edificación, y debieron ser en su totalidad de piedra, con pequeñas ventanas
de iluminación o ventilación que se situarían a gran altura.
Una puerta de 1 m de ancho, abierta en el muro medianero existente entre ambas habitaciones, comunica los dos
grandes departamentos, mientras que el acceso desde el
exterior se realiza por otra puerta, de 1,50 m de anchura,
abierta en el muro oriental de la casa y que da salida a una
gran terraza en la ladera este. De sur a norte, la primera de
las habitaciones mide 14 m de longitud y 5-6 m de anchura, y la segunda 17 m de longitud y 4-5 m de anchura.
[ 55 ]
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Muros enlucidos de las habitaciones I y II
y suelo de ocupación quemado.
[ 56 ]
Los pinos son la especie más abundante y su distribución
sobre el suelo es heterogénea y desordenada, mezclados
con los restos de mortero de tierra o tapial procedentes
de la techumbre de la que formaban parte, mientras las
carrascas se asocian a las dos series longitudinales de
piedras planas. Las improntas que cañas y ramajes han
dejado en los fragmentos de tapial, junto con los restos de
pinos, indican que ésta constaba de un armazón de vigas
y traveseras de troncos de pino sin escuadrar, entrecruzados y unidos mediante cuerdas de esparto, recubierto
por otro más ligero de cañas y ramaje (lentisco, acebuche,
esparto, aliagas, etc.) sobre el que se extendería un lecho
de tierra arcillosa que impermeabilizaría la cubierta. La
techumbre descansaba sobre las dos hileras de postes de
carrascas, más resistentes y de mayor diámetro que los
pinos, y sobre los muros.
El volumen de la sedimentación depositada entre las paredes, básicamente piedras y mortero de tierra,
y la altura conservada por éstas permiten restituir un alzado total de entre 4 y 6 m. La edificación descansa, sin
ningún tipo de cimentación o preparación previa, sobre
el suelo natural de la montaña y no existen evidencias
de construcción anteriores. En su interior, tal y como se
detalla en el siguiente capítulo, diversas estructuras se
relacionan con las actividades desarrolladas: un banco
adosado al muro E de la Habitación I y diferentes muretes de tierra interpretados como soportes o vasares
para recipientes cerámicos; dos hornos de tierra con armazón de lajas y cubierta abovedada; pequeños hoyos
para contener cereal; una plataforma hecha de cantos
rodados; una leñera y restos de madera procedente de
estructuras caídas, como altillos o estantes. El ajuar doméstico compuesto por más de 150 vasos cerámicos,
industria lítica y ósea, objetos metálicos y elementos
de adorno, muestra igualmente distintas áreas de actividad, como una zona de almacenaje, con gran parte
de la vajilla cerámica y del cereal recuperado; un área
de molienda con molinos y molederas; un conjunto de
piezas de telar que indica una actividad textil, y restos
de esparto trenzado, testimonio del trabajo de cestería.
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El Corredor Oeste, una vez finalizada su excavación.
Acceso al Corredor Oeste desde el sur. Detalle de la piedra del quicio.
En el extremo septentrional de la plataforma,
correspondiendo a su cota más baja, se encuentra otra
gran edificación separada de la anterior por un espacio
de 4 m de anchura que no ha sido excavado y que parece corresponder a una construcción maciza, quizás
una rampa escalonada al final del Corredor Oeste. Es la
Habitación III, de 8 x 10 m, de planta aproximadamente
circular o absidal con muros de aparejo irregular de mediano y pequeño tamaño, trabado con tierra, con una anchura de 1 m y recubiertos por enlucido. Sobre el suelo,
de tierra apisonada y quemado por la acción del fuego,
algunas piedras grandes y planas se interpretan como
base de los postes que sostenían la techumbre, mientras
otros restos se identifican con muretes o estructuras de
tierra endurecida para soporte de vasos cerámicos. En la
parte más meridional, un banco delimitado por un muro
de piedras de gran tamaño anuncia la proximidad de la
pared que cerraría la estructura por este lado. El suelo
descansa sobre una preparación de piedras y tierra amarilla, por encima de una capa de sedimento gris ceniciento con abundantes restos de fauna y cerámica a modo de
nivelación sobre la roca.
Las cisternas
Objetos de piedra como martillos, molederas y cantos
de cuarcita se disponen junto a una pared y un conjunto de dientes de hoz junto al muro del pasillo lateral.
Destaca la ausencia de restos de fauna y de hogares, por
lo que cabe suponer que las habitaciones se limpiaban
con regularidad.
En estrecha relación con la gran edificación se encuentra la cisterna aparecida en la ladera sur, adosada a
la Habitación I en su extremo meridional. Es de planta oval
construida básicamente de tierra rojiza y utilizando la pie-
La casa. Arquitectura y materiales de construcción. Mª J. de Pedro, E. Ripollés, L. Fortea
La Habitación III
[ 57 ]
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[ 58 ]
Suelo de ocupación de la Habitación II, cerámica quemada y
fragmentada y molino adosado al muro occidental.
Agujeros de poste sobre el suelo de la Habitación III.
dra únicamente como armazón interno. La construcción se
adapta a las irregularidades tanto del muro como del suelo
rocoso, y está revestida por una gruesa capa de arcilla gris
que sirvió como revestimiento impermeable. Su función
como cisterna o aljibe está confirmada por los análisis sedimentológicos realizados y su datación es contemporánea a
la de la vivienda contigua. Su capacidad, atendiendo a su
perímetro y a su profundidad, era de 5,25 m3, por lo que se
trata de un pequeño aprovisionamiento de agua destinado
a cubrir las necesidades mínimas del grupo, recogiendo el
agua de la cubierta de la Habitación I. Al parecer, la cisterna estaba situada en una especie de porche o terraza delimitada por un muro de piedra, junto al camino que sube
desde el sur, y a la que se accede desde el Corredor Oeste.
En el extremo opuesto del poblado, junto a la puerta de entrada a la casa, se encuentra otra cisterna también
de planta oval, de dimensiones más reducidas pero de mayor profundidad, con una capacidad de 5,70 m3. Situada
en la ladera oriental, en una posición bastante elevada
respecto al suelo de la edificación, podría estar asociada a la Habitación III o a la plataforma maciza existente
al final del Corredor Oeste. Está construida con piedras
de mediano y pequeño tamaño trabadas con tierra y dispuestas en hiladas que se superponen en talud para dar
amplitud a la parte superior. El revestimiento de arcilla de
[page-n-60]
Las terrazas
La parte superior del cerro fue la zona del poblado que se ocupó inicialmente con la edificación de las
dos grandes habitaciones y del corredor, para lo cual se
acondicionaron previamente las laderas con la construcción de un gran muro en talud que recorre todo el flanco
oeste del cerro y de una serie de terrazas en el lado este
que amplían el área de circulación. Una remodelación de
dicho espacio origina, posteriormente, la construcción de
la Habitación III y de todo un sistema de aterrazamientos
en la ladera, realizado con grandes muros ataludados que
crean plataformas y modifican sustancialmente el perfil
original de la pequeña montaña cuya extensión total se
calcula alrededor de 3.750 m2.
En torno a las construcciones de la parte superior,
las terrazas corresponden fundamentalmente a espacios
abiertos, sin que se hayan observado estructuras de habitación en ellas. Los muros siguen en su trazado las curvas
de nivel del cerro escalonándose en la pendiente mediante una disposición ataludada de su paramento.
Cisterna localizada en la ladera meridional, junto a la Habitación I.
Cisterna localizada entre las habitaciones II y III, junto a la ladera
oriental.
En las últimas campañas de excavación se han
identificado nuevas construcciones en terraza, así como
un camino empedrado con cantos rodados que asciende desde la parte media de la ladera oriental. Junto a la
puerta de la casa, las plataformas están señaladas por
muros de piedra de disposición ataludada no muy cuidada, dejando su cara externa visible y rellenando con
tierra el interior hasta nivelar y crear espacios planos. La
zona parece corresponder a un basurero donde se han
La casa. Arquitectura y materiales de construcción. Mª J. de Pedro, E. Ripollés, L. Fortea
las paredes es de gran espesor y recubre igualmente la
base de la estructura que se encaja directamente sobre el
suelo natural de la montaña. Su datación debe ser posterior a la construcción de la vivienda aunque contemporánea a su uso.
Es de suponer que ambas cisternas estarían cubiertas con tablones de madera para conservar el agua limpia.
[ 59 ]
[page-n-61]
Sector Oeste: muro en talud y muro del Corredor.
recuperado numerosos restos de fauna y cerámica muy
fragmentada, abundantes cuentas de collar, bellotas carbonizadas y restos de estructuras de tierra enlucidas. En
el mismo sector se ha localizado una fosa circular de 1
m de diámetro, excavada en el conglomerado de base
de la montaña, que se encontraba prácticamente vacía.
Otras instalaciones en el extremo sudeste corresponden,
al menos, a dos pequeños departamentos de planta cuadrangular, adosados a la Habitación I; y a una pequeña
cubeta o balsa de planta aproximadamente rectangular,
realizada con muretes de tierra enlucidos.
En la misma ladera oriental se excavó un enterramiento humano en posición secundaria de un individuo
[ 60 ]
Sector Este: muro oriental de las habitaciones I y II,
empedrado de cantos rodados en la ladera y muros en talud
de las terrazas.
senil, junto al cual se encontraba el esqueleto de un perro
en posición primaria. Y en el sector occidental, en la base
del gran muro ataludado que cierra la edificación, otro
enterramiento humano en posición primaria, orientado
en sentido este-oeste, con piernas y brazos flexionados y
la cabeza vuelta hacia el norte, sin ajuar, delimitado por
una especie de estructura de piedras de forma circular.
Cronología
En resumen, se trata de un pequeño poblado cuyas construcciones de vivienda se encuentran en la parte
superior del cerro. Las terrazas escalonadas en las laderas,
que conforman zonas de paso y circulación, y los puntos
de aprovisionamiento de agua, como las cisternas, completan la descripción. Su secuencia cultural comprende
[page-n-62]
DATA BP
3.565±55
3.725±60
3.645±65
3.505±55
3.440±70
3.460±80
3.640±70
3.500±60
3.650±40
3650±40
3400±40
3570±40
CAL BC 2σ
CAL BC DIRECTA
2.034-1.743
1913
2.289-1.936
2.153
2.147-1.873
2.034
1.946-1.682
1.861/1.848/1.846
1.870-1.830 / 1.780-1660 1.735
1.885-1.670
1.750
2.120-2.080 / 2.050-1.900 1.975
1.900-1.740
1.865, 1.835, 1.780
2.140-1.910
2.020 (AMS)
2140-1910
2.020
1760-1610
1690
2030-1770
TIPO MUESTRA
Pinus halepensis, techo Hab I-II
Pinus halepensis, techo Hab I-II
Pinus halepensis, carbón disperso I-II
Pinus halepensis, carbón disperso I-II
Cereal, suelo de ocupación Hab I-II
Cereal, suelo de ocupación Hab I-II
Cereal, preparación suelo Hab III
Pinus halepensis, techo Hab III
Bellotas, Ext. Hab I-II
Hueso humano, Sector Este
Hueso humano, Sector Oeste
Cereal, suelo de ocupación Hab III
Cuadro cronológico con las dataciones absolutas del yacimiento.
el Bronce Antiguo y Pleno de acuerdo con las dataciones
absolutas de que disponemos.
Las muestras de madera carbonizada procedentes de la cubierta y de carbones dispersos, todas ellas
de pino, permiten datar la construcción del edificio en
los inicios del II milenio a.C. Y su destrucción en torno al
1600-1500 a.C. de acuerdo con dos muestras de cereal
carbonizado hallado sobre el suelo de las habitaciones
I y II. En cuanto a la Habitación III, la fecha previa a su
construcción, en torno al 1900 a.C., procede de la limpieza de suelos existentes con anterioridad, de las habitaciones próximas, y la datación de la madera utilizada en
Departamento adosado a la Habitación I en la ladera oriental.
la construcción de su techumbre se sitúa hacia el 16001500 a.C. Desconocemos el momento de su destrucción
que consideramos posterior a las otras habitaciones basándonos en su cultura material y en aspectos técnicos
de su construcción.
La casa. Arquitectura y materiales de construcción. Mª J. de Pedro, E. Ripollés, L. Fortea
LABORATORIO
Ly - 5052
Ly - 5053
Ly - 5054
Ly - 5055
Beta 123553
Beta 123554
Beta 123555
Beta 135698
Beta 164645
Beta 195317
Beta 195318
Beta 298123
[ 61 ]
[page-n-63]
[ 62 ]
[page-n-64]
MADERA Y LEÑA
EN LA LLOMA DE BETXÍ
Yolanda Carrión Marco, Elena Grau Almero
Universitat de València
La madera en la vida cotidiana
de la Edad del Bronce
La presencia de restos vegetales en los yacimientos arqueológicos constituye la evidencia más directa del aprovechamiento de las plantas por parte de los humanos
que habitan y explotan un territorio. Entre estos restos, los
vegetales leñosos han constituido una fuente de materia
prima que interviene en aspectos tan variados como la
obtención de combustible, la construcción, la fabricación
de herramientas, y de un extenso etcétera que convierten
a la madera en un recurso fundamental en la subsistencia
de los grupos humanos.
Durante la Edad del Bronce, el uso diversificado
de la madera está ampliamente documentado, ya que
alimenta los hogares y hornos domésticos o artesanales,
y es una materia prima renovable y de fácil acceso para
la construcción. La Lloma de Betxí constituye un perfecto
< Nivel de incendio de la Habitación I.
Lloma de Betxí (Paterna, Valencia).
paradigma de esta diversidad de usos, ya que el incendio
que arrasó el poblado hace 3.750 años, ha dejado intactas hasta las evidencias orgánicas más efímeras, conservadas gracias a la acción del fuego. Así, por ejemplo, entre
el potente nivel de derrumbe del poblado se hallaron las
estructuras constructivas de madera; del mismo modo,
el nivel de incendio que afectó a todos los materiales, ha
permitido delimitar las áreas de habitación, de cocina, de
almacenamiento, de molienda, telares y estructuras de
combustión (de Pedro, 1998) (Fig. 1). Todo ello evidencia
la diversidad de actividades en las que la madera está sistemáticamente presente y la riqueza informativa que nos
aporta este material.
Los vegetales leñosos que formaron parte de
estructuras constructivas o fueron usados como combustible, son objeto de análisis mediante la disciplina
conocida como Antracología: su estudio se basa en la
identificación de las especies de las que proceden, y
esto nos ofrece un elenco de las especies utilizadas y de
importancia económica para los habitantes de la Lloma
[ 63 ]
[page-n-65]
[ 64 ]
Fig. 1. Detalle del nivel de incendio de la Habitación II.
[page-n-66]
de Betxí, resultando esencial para la interpretación de la
vida en el poblado, ya que permite inferir las prácticas
de explotación forestal y agrícola, los usos de la madera
en diversos contextos, así como reconstruir las formaciones vegetales en el pasado.
BOSQUE MIXTO
De los carbones a los paisajes del pasado
Pinus halepensis, plano radial
Quercus perennifolio, plano transversal
MATORRAL
Olea europaea, plano transversal
Rosmarinus officnalis, plano transversal
RIBERA
Salix-Poputus, plano transversal
Tamarix sp., plano transversal
Fig. 2. Especies vegetales. Microscopio Electrónico de Barrido.
Madera y leña en la Lloma de Betxí. Yolanda Carrión Marco, Elena Grau Almero
Las actividades llevadas a cabo en la Lloma de
Betxí precisaron de un conjunto variado de especies leñosas, que fueron recogidas con diversos fines. La leña
aportada como combustible a hogares y hornos, posteriormente sedimentada en forma de carbones por los
suelos de habitación, es la que nos permite reconstruir
el paisaje vegetal, ya que para esta tarea tan cotidiana se
suele aprovechar toda madera disponible en el entorno
del poblado.
El conjunto de especies identificadas nos habla
de la existencia de un bosque mediterráneo cálido, con
pinares, madroños, carrascas y algún quejigo, y abundantes especies de matorral, entre las que destacarían el lentisco, el acebuche, el romero, los brezos, las leguminosas
o la coscoja, entre otros (Fig. 2). La vegetación de ribera
estaría representada por fresnos, sauces-chopos, monocotiledóneas y tarays (Grau, 1998).
Todas estas especies se desarrollarían en los llanos del Turia y dentro del radio de captación de los habitantes de La Lloma de Betxí; cabe suponer que estos
llanos fértiles serían intensamente explotados tanto para
la tala de madera como para la puesta en cultivo, como
indica la presencia de cereales en el poblado, básicamente trigo y cebada (Pérez Jordá, 1998). Otras secuencias
de vegetación de la zona proponen que durante la Edad
[ 65 ]
[page-n-67]
del Bronce se produciría una apertura de las formaciones
vegetales, así como la progresión de pinos y especies de
matorral, como resultado de las tareas agrícolas y de un
aprovechamiento forestal cada vez más intenso (Mata y
Bonet, 1983; de Pedro y Grau, 1991; de Pedro, 2004).
En este sentido, la Lloma de Betxí se enmarca en
un paisaje con evidente modelado humano, producido
por el aprovechamiento agrícola de los suelos fértiles, el
aterrazamiento de las laderas del propio cerro, y la continua explotación de las masas forestales vecinas hasta
hacer mella en su aspecto y composición.
«El que a buen árbol se arrima…».
Reconstruyendo La Lloma de Betxí
De las complejas técnicas constructivas utilizadas
en la Edad del Bronce, la Lloma de Betxí proporciona
buenos ejemplos tanto en la elaboración de sus accesos,
como en el aterrazamiento de las laderas del cerro o el
sistema de potentes muros que delimitan el espacio de
hábitat. Junto a la piedra y el tapial, la madera se ha revelado como un elemento clave, sobre todo en las cubiertas
del poblado.
En el nivel de derrumbe de las habitaciones, mezclados con mortero o tapial, se excavaron una serie de
troncos de pino que parecían formar un entramado de
grandes vigas y traveseras, recubierto por ramaje y cañas,
[ 66 ]
Fig. 3. Detalle de la recogida de carbones
durante la excavación de la Habitación II.
[page-n-68]
característica común, todas ellas conservaban la corteza,
es decir, se utiliza la madera sin labrarla para obtener una
forma determinada. Los postes verticales, de al menos 20
cm de diámetro, se elaboran en madera de carrasca, cuyas características principales son la dureza y densidad,
lo que le permitiría soportar bien la fricción y el peso de la
estructura aérea. Tal es su dureza, que la presencia de algunas bases de poste de piedra sin presencia de madera
carbonizada, ha llevado a plantear que ésta perdurara erguida tras el incendio. En algún caso sí se ha documentado entre las maderas de carrasca vestigios de haber sido
labradas, lo que no implicaría necesariamente una forma
escuadrada de los postes sino, tal vez, un trabajo de eliminación de nudos o ramas secundarias.
El uso sistemático de madera de pino para la construcción en muchos poblados de la Edad del Bronce hace
que esta especie esté presente de forma masiva entre los
restos de carbón de los yacimientos, abriendo así un debate sobre la importancia real de esta especie en el paisaje. No obstante, todo apunta a que los pinares serían
abundantes y accesibles en el entorno de los poblados,
constituyendo así una fuente básica de materia prima y
un elemento clave de los paisajes mediterráneos.
Madera y leña en la Lloma de Betxí. Yolanda Carrión Marco, Elena Grau Almero
de las que han quedado numerosas improntas en el barro. Existen evidencias incluso de las cuerdas de esparto
utilizadas para unir los troncos. Este sistema de techumbre apoyaba sobre dos hileras de postes de carrasca localizados en medio de la habitación (de Pedro, 1998).
Durante el incendio producido en el poblado habría caído, en primer lugar, toda esta cubierta vegetal y luego se
habría producido el derrumbe del resto de estructuras,
que hizo que se conservaran cercanas a su posición original (Fig. 3).
Un análisis pormenorizado de las piezas de madera recuperadas en el nivel de derrumbe ha demostrado
el uso de las especies vegetales ya descritas y presentes
en otros contextos del poblado: lentisco, acebuche, leguminosas, etc. para los entramados; pino y carrasca para
las estructuras principales, aunque entre éstas también
se han documentado esporádicamente maderas de quejigo y acebuche. Es decir, se seleccionan las especies por
su accesibilidad en el entorno y por su idoneidad para la
función que han de desempeñar.
La madera más utilizada para la construcción de
las techumbres es el pino carrasco, cuyos fustes rectos
resultan ideales para la elaboración de elementos sustentantes de diverso calibre: se han documentado piezas cuyo diámetro oscila entre 15 y 3 cm, indicando así
su uso tanto para vigas como para el entramado. Como
[ 67 ]
[page-n-69]
[ 68 ]
[page-n-70]
Los espacios domésticos
y las actividades cotidianas.
Bases económicas y producción de bienes
María Jesús de Pedro Michó, Eva Ripollés Adelantado, Laura Fortea Cervera
Museu de Prehistòria-SIP
Atendiendo al ajuar doméstico y a las estructuras y equipamientos de la edificación de la Lloma, construida en
los momentos iniciales de la ocupación del poblado,
podemos definir las áreas de actividad y las tareas que
configuraron el quehacer cotidiano de una pequeña comunidad campesina, de entre 15-20 personas, hace más
de 4.000 años.
Tanto en la vivienda como en los espacios exteriores se pueden reconocer determinadas actividades destinadas a la producción de bienes: la cerámica, el tejido,
la cestería, las herramientas en piedra y sílex, los útiles de
hueso, los objetos metálicos y aquellas otras destinadas
al consumo de bienes derivado de las prácticas agrícolas,
la ganadería, la caza, la pesca y la recolección. Además
de otras tareas que no se pueden detectar a partir de
los restos materiales pero se pueden inferir igualmente,
< Queseras cerámicas.
como la gestación y crianza de niños y niñas, el cuidado
de personas mayores y enfermas, la higiene, la limpieza
de la casa, las pequeñas reparaciones de muros y suelos,
etc. (de Pedro, 2006b).
En cuanto al ajuar recuperado, en la Habitación I
la cerámica es el elemento más abundante con 130 vasos
cerámicos. El resto lo componen dientes de hoz de sílex,
botones de hueso y marfil, brazaletes de arquero de piedra y diversos elementos de adorno, además de objetos
metálicos. Su distribución muestra un área vinculada a la
preparación de alimentos y al almacenaje, señalada por
la presencia de molinos barquiformes y molederas, recipientes con cereal carbonizado, pequeños cuencos apilados y un gran vaso que contenía otros de menor tamaño
con botones, cuentas de collar y dientes de hoz. Todo ello
junto a un banco adosado, un horno y un soporte circular de barro. También se ha identificado una posible área
dedicada a la actividad textil marcada por un conjunto de
28 pesas de telar apiladas sobre el suelo de ocupación. El
uso y trabajo de la madera y de las fibras vegetales queda
[ 69 ]
[page-n-71]
[ 70 ]
atestiguado por los numerosos restos leñosos y cuerdas
de esparto carbonizadas, así como por improntas de fibras trenzadas en fragmentos de barro y de cerámica.
En la Habitación II, los vasos se encuentran más
fragmentados y distribuidos por toda su superficie. Sin
embargo, los restos de fauna, molinos y molederas son
más abundantes. Destaca un molino de gran tamaño localizado junto al muro occidental, está colocado sobre un
soporte fijo de piedra y tierra, adosado a la pared y con un
pequeño canal para verter el grano que después se recogía, una vez molido, en un cesto situado en la parte delantera, encajado entre dos pequeños molinos de mano. Son
también numerosos los cantos rodados de cuarcita utilizados como percutores, además de dos mazas que conservan las huellas del enmangue. Los objetos metálicos
son escasos y se encuentran muy deteriorados pero cabe
señalar el hallazgo de una piedra plana con pequeños
fragmentos de metal adheridos que se podría interpretar
como un yunque, situado en el extremo septentrional de
la habitación. Los restos de cereal carbonizado son abundantes, en concentraciones dentro de vasijas cerámicas,
dispersos por el suelo de ocupación o en el interior de pequeñas cavidades rehundidas en el piso (de Pedro, 1998).
Entre las actividades reconocidas, algunas se vinculan tradicionalmente con las mujeres, como la preparación de alimentos, la molienda o el trabajo textil; y otras,
como la manufactura lítica o la metalurgia, se asocian
generalmente a lo masculino, si bien en contextos cronológicos similares (Sánchez Romero, 2000) se señala a la
mujer como productora y usuaria de útiles de piedra tallada que bien pudo haber influido en las decisiones sobre
producción, uso y desecho.
El hecho manifiesto es que los habitantes de la
Lloma de Betxí aprovechan todo tipo de recursos orgánicos e inorgánicos de su entorno más inmediato como materias primas para utilizar en la construcción de sus viviendas (piedra, madera, limos y arcillas), en la fabricación de
la cerámica y del instrumental de piedra y hueso (arcilla,
piedra y huesos de animales), como combustible para sus
hogares (madera) y para la realización de sus vestimentas
(pieles, fibras vegetales, etc.). Además de aquellos otros
recursos procedentes de la agricultura y la ganadería, y
del aporte calórico que supondría para su dieta la caza, la
pesca y la recolección.
[page-n-72]
Las actividades de producción de bienes
La cerámica. La materia prima utilizada es la arcilla recogida en las inmediaciones de la Lloma, destinada
por lo general a la fabricación de recipientes para la cocción, el consumo y el almacenaje de alimentos. Realizada
a mano, en general son formas simples, modeladas a partir de un solo bloque de barro o mediante la técnica de
bandas o anillos y, en ocasiones, realizadas sobre un armazón de pleita o trama vegetal, cuya impronta aparece
en el interior de algunos vasos.
En cuanto al repertorio de formas, destacan los
pequeños cuencos de uso individual, que dan una referencia concreta sobre el tamaño y composición del
grupo humano; las ollas y las cazuelas que, por su diversidad formal, muestran formas variadas de cocción y preparación de los alimentos; las orzas relacionadas con el
almacenaje, y las queseras con la obtención de productos secundarios a partir de la leche. Además de los vasos
carenados, los geminados, los coladores y los recipientes
con perforaciones en el cuello o cuerdas atadas en torno
a él, preparados para ser colgados y pender de soportes
o estantes.
La cocción de las cerámicas se realizaría en hoyos
en tierra cubiertos por leña, de ahí la coloración irregular
Los espacios domésticos y las actividades cotidianas. Mª J. de Pedro, E. Ripollés, L. Fortea
Olla y cazuelas cerámicas.
[ 71 ]
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[ 72 ]
^^ Ollas cerámicas. ^ Cuencos cerámicos.
[page-n-74]
de la superficie y, posiblemente sería un trabajo realizado en los espacios exteriores, en las terrazas. El acabado
de las superficies está cuidado y la presencia de algunos
vasos decorados, con motivos incisos complejos, prueban relaciones con otras áreas peninsulares de la Edad
del Bronce, por lo que quizás deban considerarse como
objetos de prestigio.
La actividad textil y de fibras vegetales. La recuperación de restos realizados en materia orgánica es
sumamente complicada, al tratarse de materiales perecederos. Es el caso de las manufacturas en sustancias vegetales (madera, lino, esparto, junco, paja, etc.) y animales
(pieles y lana), aunque en ocasiones es posible documen-
Recreación de mujer moliendo.
Dibujo de Á. Sánchez.
tar alguna de estas actividades, bien por la presencia de
restos o improntas, o por el hallazgo de útiles relacionados con ellas.
En la Lloma de Betxí se han recuperado cuerdas
de esparto e improntas de fibras trenzadas en cerámicas y
en algunas estructuras; así como pesas de telar, piezas en
Los espacios domésticos y las actividades cotidianas. Mª J. de Pedro, E. Ripollés, L. Fortea
Olla cerámica, molino y moledera.
[ 73 ]
[page-n-75]
Pesas de telar con cuatro perforaciones.
forma de doble T o ancoriformes dobles, y punzones de
hueso o metal que también pudieron estar relacionados
con la producción cestera, cordelera y textil.
La elaboración del hilo y pleita son los primeros
eslabones dentro de la cadena textil y cestera. En el caso
de la pleita se emplea el esparto, fibra vegetal documentada en la Lloma de Betxí, aunque quizás el junco y el lino
también se utilizaron, igual que se ha evidenciado en
otros poblados de la misma cronología, como Terlinques
(Villena), hoy por hoy el mejor ejemplo de conservación
de cestos o sacos de esparto y de husos de madera con
[ 74 ]
hilo de junco (Jover et al., 2001); en la Cueva Sagrada
(Lorca) con un excepcional hallazgo de tejido de lino, o
en una tumba de Castellón Alto (Galera, Granada) donde
apareció tejido de fieltro.
En cuanto a las pesas de telar de barro de la Lloma
de Betxí, forman un conjunto de 28 piezas de forma aproximadamente rectangular y con 4 perforaciones circulares
en cada extremo, de 22-24 cm de longitud por 12-14 cm
de ancho y cuyo peso medio oscila entre 1.800 y 2.000 gramos. Se encontraron apiladas sobre el suelo de ocupación
de la Habitación I, junto a la puerta de comunicación entre
ambas estancias, tal vez éste fue el lugar de fabricación, secado o almacenamiento. Su presencia refleja la existencia
de actividad textil en el yacimiento pero desconocemos el
tipo de tejido y la fibra utilizada.
[page-n-76]
Impronta de un cesto junto al molino de la Habitación II.
de porciones de materias duras y consistentes; y los alisadores para la eliminación de materias blandas como la
corteza de los árboles o las pieles. Están realizados sobre
huesos de bóvidos y cérvidos, y pudieron estar enmangados, o no, empuñándose de forma directa. Y también
sierras, elaboradas principalmente sobre escápulas y costillas, relacionadas con actividades textiles y con el cardado de fibras, o con el aserrado de materiales de mediana
consistencia (López Padilla, 1998; 2011).
Además del utillaje relacionado con las actividades económicas básicas, el grupo humano que habitó el
poblado dispuso de una serie de objetos de adorno, entre
los cuales destacan los botones, en su mayoría de forma
prismática triangular de perforación simple o doble, aunque también hay un ejemplar de botón piramidal de base
cuadrada y de mayores dimensiones. Y de otras piezas
Los espacios domésticos y las actividades cotidianas. Mª J. de Pedro, E. Ripollés, L. Fortea
Por su tamaño y peso sería difícil pero no imposible su utilización en un telar vertical. Este tipo de telar
consta de dos montantes de madera apoyados sobre el
suelo e inclinados sobre una pared de forma que los hilos de la urdimbre, tendidos desde un travesaño superior,
cuelgan verticalmente tensados por las pesas. El ángulo
que forman los montantes inclinados permite el movimiento en vaivén de las pesas que separan los hilos de
la urdimbre, facilitando el paso de la trama. No obstante,
no se puede descartar que estas piezas se utilizaran como
torcedoras de fibras o devanadores (López Mira, 2009).
La industria ósea. Se compone de piezas elaboradas en hueso, asta y marfil. En general se trata de herramientas o utensilios de trabajo pero también son frecuentes los adornos.
Por su abundancia destacan los punzones, empleados para realizar múltiples operaciones manuales
como perforar materiales blandos o elaborar productos
de cestería; las espátulas, vinculadas a la fabricación de
recipientes cerámicos y, en general, a la producción alfarera; los cinceles, para trabajos de percusión y extracción
[ 75 ]
[page-n-77]
Punzones de hueso.
[ 76 ]
relacionadas con el ornato personal como un colgante
elaborado sobre una barrita de marfil, una gran cuenta
de collar sobre vértebra de escualo, numerosas cuentas
discoidales para formar parte de los collares y como elementos decorativos cosidos a los vestidos, y dos colmillos
de suido trabajados como colgantes.
El conjunto es el habitual en yacimientos de la
Edad del Bronce del Este y Sudeste de la Península Ibérica,
pero interesa resaltar la concentración de veinte botones
de marfil en el interior de un recipiente cerámico que, a su
vez, estaba dentro de un gran vaso en la zona de almacenaje de la Habitación I (Pascual, en este mismo volumen).
La acumulación de objetos suntuarios de alto valor social
Colmillo de jabalí perforado, utilizado como colgante.
e ideológico, cuya materia prima es de origen exótico, invita a pensar en su especial valor y habría que determinar
quienes detentaban el uso y disfrute de dichos objetos, si
una élite minoritaria o el conjunto de la comunidad.
La industria lítica. La mayor parte corresponde a
productos tallados, modificados o no, como elementos
de hoz, láminas y lascas. Los productos líticos pulidos son
más escasos, hay placas pulidas perforadas, comúnmente
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eje longitudinal del mango, está relacionada con trabajos
de precisión en madera.
Las mazas, elaboradas sobre cuarcitas rodadas de
gran peso, más de 1.000 gramos, probablemente se obtuvieron del cauce del río. Presentan una mínima intervención, sólo el surco central de sección en U de escasa profundidad y el acondicionamiento de la cara plana o activa
mediante repiqueteado y ligero pulido. Debieron tener un
uso multifuncional, pudiendo trabajar vegetales blandos o
duros, calizas, e incluso instrumentos metálicos.
En cuanto a los brazaletes de arquero, son placas pulidas rectangulares de sección rectangular o
plano-convexa, con una perforación en cada extremo,
elaboradas sobre diversas materias primas: areniscas
triásicas, esquistos y calizas blandas. Su funcionalidad
Elementos de hoz de sílex.
Los espacios domésticos y las actividades cotidianas. Mª J. de Pedro, E. Ripollés, L. Fortea
llamadas brazaletes de arquero, dos mazas, una pequeña
azuela y un hacha. Además de los numerosos instrumentos de molienda, molinos y molederas (Jover, 1998).
El soporte sobre el que se han elaborado las piezas
talladas es el sílex, tanto nodular como tabular, si bien la
ausencia de núcleos y la escasez de restos de talla dificultan la valoración de dichas labores en el poblado. El
conjunto más destacado lo integran los elementos de
hoz, muchos de ellos afectados por procesos térmicos
relacionados con el incendio del asentamiento. Los realizados sobre lasca o lámina emplean la percusión directa
como técnica de talla y la fractura por percusión y retoque abrupto para conformar el acabado. Los elaborados
a partir de placas tabulares se modificaron directamente
mediante retoque plano en los lados no activos. Todos
presentan filos con retoque denticulado regular a base
de muescas simples marginales o profundas y de orientación bifacial, practicadas mediante presión, y se enmangaron en un montante o mango de madera, constituyendo así la hoz.
Por el desgaste de los filos y el pulido de éstos, se
puede inferir que los elementos de hoz estuvieron destinados a la siega de vegetales blandos. Además, también
hay algunas láminas retocadas que quizás se utilizaron en
trabajos de carnicería o para cortar vegetales duros.
En cuanto a los productos líticos pulidos, la única
azuela localizada es de reducidas dimensiones y está elaborada sobre roca metamórfica, posiblemente sillimanita
de origen alóctono. Dispuesta de forma perpendicular al
[ 77 ]
[page-n-79]
Placas de piedra pulida, o brazaletes de arquero,
y puntas de flecha de cobre.
[ 78 ]
se relaciona con la protección del antebrazo, para amortiguar el golpe de la cuerda del arco; como elementos
suntuarios y también como afiladeras.
Por último, la presencia de molinos y molederas
junto a los vasos con cereales, en ambas habitaciones, señalan áreas de producción y almacenamiento.
La metalurgia. En la Lloma de Betxí son escasas
las evidencias de actividad metalúrgica, dada la ausencia
de vetas mineras en la zona. El conjunto de objetos metálicos está formado por dos hachas, un pequeño puñal
de remaches y otros posibles puñales; puntas de flecha
de diversa tipología, numerosos punzones y una pequeña cuenta realizada con hilo de metal. Todas las piezas
localizadas son de cobre, a excepción de un punzón de
bronce y de una singular pieza de plata. Se trata de una
cinta de plata, metal noble destinado a la fabricación de
adornos que pondrían de relieve el prestigio de la persona portadora.
Los objetos metálicos debieron llegar ya configurados a través del comercio o de redes de intercambio. En el
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El consumo de bienes. Las bases económicas.
Agricultura y ganadería.
De acuerdo con lo expuesto acerca de las actividades productivas y con testimonios directos de la excavación, como la fauna y los restos botánicos, las bases
económicas del poblado son la agricultura y la ganadería
que, junto con la caza, pesca y recolección nos informan
acerca de las actividades de consumo de bienes, sobre
todo en cuanto a la alimentación.
Así, por ejemplo, en el interior de las habitaciones,
molinos y hornos señalan la preparación de determinado
tipo de alimentos en relación con el cereal carbonizado;
los restos de fauna están muy astillados y podrían corresponder tanto a desechos de comida como a su utilización para la fabricación de utillaje, como en el caso de la
Habitación I donde se han encontrado gran cantidad de
restos de asta de ciervo, algunos con señales de manipulación. Podemos determinar para ambas habitaciones su
función de despensa o almacén, pero también de cocina
y de taller, pese a la dificultad de identificar los hogares
por tratarse de un nivel de incendio en el que abundan los
restos de madera carbonizada, y a que las habitaciones se
encontraban bastante limpias.
Los desechos eran vertidos al exterior en basureros localizados en otras áreas, por lo que es allí donde
encontramos el mayor número de restos de fauna cuyo
estudio nos permite conocer los recursos que aportan
el ganado y las especies cazadas, y la utilización de los
animales por parte de la comunidad. La cabaña ganadera está compuesta por ovejas y cabras, las especies más
destacadas; bovinos, cerdos y perros, cuyos restos se vinculan a su papel como ayudantes en la caza o en la custodia de rebaños. La presencia de los perros se atestigua
también indirectamente en marcas de dentición sobre los
huesos de otros animales.
La explotación de la pequeña cabaña animal
proporciona, junto a la carne y el sebo, materias primas
como la leche, de la que se elaborarían productos derivados como el queso; la lana, quizás utilizada en la actividad textil; las pieles, para la confección de prendas de
abrigo y contenedores; y huesos para la fabricación de
utillaje. Las edades de muerte de determinadas especies
Los espacios domésticos y las actividades cotidianas. Mª J. de Pedro, E. Ripollés, L. Fortea
caso de que se hubiera efectuado alguna tarea metalúrgica
en el poblado, se emplearía metal concentrado en pequeños lingotes o piezas inutilizadas, a partir del cual se realizarían nuevos objetos, reciclando piezas ya amortizadas.
La presencia de alguna escoria y de gotas de metal
sobre una gran piedra, interpretada como yunque, en la
Habitación II; las mazas y alguna estructura de combustión localizada en el nivel de abandono del poblado, serían los únicos indicios de dicha actividad. En cualquier
caso, en su mayoría, se trata de piezas que responden a
las necesidades funcionales de las diversas actividades
cotidianas que se pudieron desarrollar en el poblado.
[ 79 ]
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nos informan acerca de su uso concreto para el consumo
de carne, la obtención de leche y lana, o como fuerza de
trabajo en relación con la posible introducción del arado
(Tormo y de Pedro, 2013).
La presencia de especies silvestres, como el ciervo
y el conejo, muestra la importancia de la caza como complemento de la dieta cárnica, junto con la pesca y la recolección. Y como aporte de otras materias primas como
pieles, huesos y astas para la fabricación de útiles. Por otra
parte, la abundancia de ciervos, junto a corzos, jabalíes,
conejos, liebres, perdices, y también galápagos o doradas,
nos habla de un paisaje con notable cobertura vegetal y
cursos de agua importantes con abundancia de pesca.
En general, se trataría de pequeños rebaños, siendo la práctica de la agricultura la actividad económica
más importante, como indican las condiciones orográficas del asentamiento y su proximidad a zonas aptas para
el cultivo y a cursos de agua estables, además de la evidencia directa que proporcionan los numerosos restos de
cereales localizados en el yacimiento (Sarrión, 1998).
Las muestras estudiadas se refieren al cereal almacenado en grandes recipientes cerámicos, principalmente
[ 80 ]
trigo desnudo, en ocasiones cebada vestida, algunas malas hierbas y leguminosas, como habas, guisantes y lentejas. La actividad de recolección de frutos y verduras ha
dejado una presencia muy pobre en el registro, tan sólo
uva y moras. En espacios exteriores, como el Sector Este,
la presencia de cebada (Hordeum sp.) y trigo (Triticum
aestivum/durum) es escasa, aparece alguna leguminosa
como el lentisco (Pistacea lentiscus) y destacan, sobre
todo, los numerosos fragmentos de bellotas (Quercus sp.)
hallados, frutos que han sido utilizados tradicionalmente
como complemento de la dieta humana, además de ser
alimento para el ganado. Igualmente es posible el consumo de los frutos del lentisco, o su uso para la elaboración
de aceite, y determinadas quenopodiáceas o crucíferas
también utilizadas como verduras (Pérez Jordá, 1998).
El análisis de los restos carpológicos junto a los datos que aporta el estudio de los útiles agrícolas nos permiten acercarnos a las prácticas agrarias de estas comunidades. Hachas, azuelas y dientes de hoz componen el utillaje
relacionado con éstas, sin olvidar que en gran parte éste
se elabora con madera, por lo que su conservación es problemática. Por otra parte, el uso de los bóvidos como fuerza de trabajo permite pensar en la introducción del arado.
Los hallazgos de conjuntos cerrados formados por una
sola especie indican que su cultivo se realizaba por separado. Los cereales documentados pueden ser sembrados
tanto en otoño como en primavera, aunque por las características climáticas de la zona mediterránea es habitual
su cultivo como cereales de invierno. El mantenimiento de
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la productividad en los campos debió obtenerse mediante el sistema de barbecho que permite la recuperación de
los suelos, un mayor grado de humedad y el control de las
malas hierbas. Además las tierras en barbecho pueden ser
utilizadas para la alimentación del ganado.
Para la recolección de los cereales se utilizarían las
hoces, y después se llevarían a cabo los trabajos de secado
al aire libre, la trilla para la separación del grano, el aventado y la criba. El cereal se almacena ya limpio, sin restos de
glumas, de raquis o de entrenudos y con presencia escasa
de malas hierbas. Las operaciones de limpieza del cereal
debieron realizarse en el exterior de la casa, a juzgar por la
ausencia de restos que indiquen estas operaciones en el
interior. En resumen, se trata de un sistema agrícola basado en una agricultura extensiva de cereales que hizo posible la introducción del arado, complementada por una
agricultura intensiva de huerto.
Los espacios domésticos y las actividades cotidianas. Mª J. de Pedro, E. Ripollés, L. Fortea
Quesera cerámica.
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La actividad agrícola.
Cultivos y alimentación
Guillem Pérez Jordá
Universitat de València
Las personas que vivieron en el poblado de la Lloma de
Betxí durante el primer tercio del II milenio a.C. se alimentaron fundamentalmente a partir de los distintos
productos que cultivaban en las tierras que rodean el
asentamiento. Este hecho, que es general en este territorio desde la llegada de los primeros agricultores unos
3.500 años antes, muestra la importancia de la actividad
agrícola en el día a día de esta comunidad. Son los ritmos
de cada uno de los cultivos los que acaban marcando
gran parte del calendario anual, de igual forma que los
espacios necesarios para su procesado, almacenamiento y transformación condicionan la construcción de los
asentamientos.
Los distintos incendios que han destruido este poblado a lo largo de su ocupación han permitido la preservación, carbonizados, de un conjunto muy destacado de
semillas y de frutos (Pérez Jordá, 1998). Estos materiales
< Dientes de hoz sobre placa de sílex tabular.
Lloma de Betxí.
que se encontraban almacenados en el interior de las viviendas o caídos de forma accidental en el suelo de las
mismas son los que tras su recuperación durante las distintas campañas de excavación, permiten conocer cuáles
eran los productos cultivados, así como los frutos del bosque que eran recolectados también como alimento.
Hay un grupo de cultivos que habitualmente crecen en las huertas, como las acelgas, los nabos o las coles, de los que no se consume el grano, sino las hojas, los
tallos o las raíces, partes que difícilmente se conservan
carbonizadas, lo que dificulta su documentación arqueológica. Pero en el mundo mediterráneo la agricultura prehistórica se centra en la producción de grano de cereales y de leguminosas, de los que se han recuperado una
amplia representación en este yacimiento. Son distintas
las especies de cereales documentadas, pero son dos de
ellas en las que parece estar centrada la producción agrícola, los trigos desnudos (Triticum aestivum-durum) y la
cebada desnuda (Hordeum vulgare var. nudum) y la vestida (Hordeum vulgare subsp. vulgare), mientras que otros
[ 83 ]
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Restos de semillas y frutos de la Lloma de Betxí.
1. Cebada desnuda (Hordeum vulgare var. nudum),
2. Cebada vestida (Hordeum vulgare subsp. vulgare),
3. Trigo desnudo (Triticum aestivum-durum),
4. Escanda menor (Triticum dicoccum),
5. Escaña (Triticum monococcum),
6. Ráquis de cebada,
7. Guisante (Pisum sativum),
8. Haba (Vicia faba),
9. Frambuesa (Rubus idaeus),
10. Cebada bravia (Bromus sterilis),
11. Bellota (Quercus sp.)
[ 84 ]
cereales como son la escaña (Triticum monococcum) y la
escanda menor (Triticum dicoccum) pueden ser cultivos
muy minoritarios o simplemente malas hierbas que crecen entre los campos de los cultivos mayoritarios. Junto a
los cereales aparecen algunas leguminosas como son las
habas y los guisantes, aunque siempre son muy escasas.
Estos son todos los cultivos documentados, aunque también se constata la recolección de algunos frutos
silvestres como es el madroño (Arbutus unedo), la vid (Vitis
vinífera) y la frambuesa (Rubus idaeus), aunque el que tiene un mayor peso son las bellotas (Quercus sp.). Es un
recurso muy abundante en los bosques mediterráneos,
fácil de recolectar, de almacenar y de procesar y con un
valor energético muy elevado (Zapata, 2000), por lo que
ha sido sistemáticamente aprovechado por las comunidades humanas hasta la actualidad.
Junto a los cereales aparecen un conjunto de
plantas silvestres que suelen desarrollarse entre estos
cultivos, por lo que se conocen como malas hierbas. Son
estas las que nos permiten determinar el tipo de suelos
que se cultivan. De esta forma la abundancia de una de
[page-n-86]
Tormo y de Pedro, 2013), lo que permite confirmar que
fueron utilizados como fuerza de tiro.
El calendario agrícola se inicia durante el verano,
cuando tras la cosecha se labran las tierras por parejas
de bueyes tirando de los arados, preparándolas para la
siembra de los cereales que se realiza entre el otoño y el
inicio del invierno. Al mismo tiempo se plantan las leguminosas en las huertas, que al tener un ciclo más corto
van a empezar a aportar alimento durante el invierno. El
desarrollo de los cereales se va a alargar hasta el final de
la primavera o el inicio del verano, momento en el cual se
realiza la siega. Este es el proceso mejor documentado,
ya que es frecuente el hallazgo de dientes de hoz de sílex.
Las hoces se construyen con un vástago de madera curvo,
en el que se insertan por el interior las piezas de sílex, fijadas con la ayuda de resina, formando un frente de corte
más o menos continuo. Los dientes suelen aparecer dentados, acción que permite alargar su vida útil cuando tras
un periodo de uso se han desgastado.
Tras la siega, los haces de cereales se procesan en
las eras, que estarían ubicadas junto a los mismos campos. En ellas a través posiblemente del pisoteado de los
animales, del cribado y del aventado se va separando el
grano de la paja y de las otras partes de las espigas. De
La actividad agrícola. Cultivos y alimentación. Guillem Pérez Jordà
ellas, los Bromus, permite confirmar que se están usando
suelos con abundancia de arenas y con una textura suelta. Estas características son las que encontramos en las
terrazas que hay ubicadas junto al cauce del río, donde
es posible ubicar las parcelas en las que se cultivarían
los distintos cereales. Los trigos desnudos y las cebadas
se siembran de forma separada y no parecen existir diferencias entre las tierras que se dedicaban a cada uno de
los cultivos. Tampoco hay evidencias que permitan pensar en el riego de las mismas, ya que ni las malas hierbas
ni los estudios isotópicos están marcando esta práctica,
aunque es posible que sí que fuera utilizado en las parcelas dedicadas al cultivo de las habas o de los guisantes.
Son plantas más exigentes en agua que los cereales y en
yacimientos contemporáneos de Andalucía se ha podido
constatar que eran irrigados, por lo que se puede pensar
que su cultivo se realizara en huertas.
Los instrumentos que tenían para trabajar las
huertas eran por un lado las azuelas elaboradas con
piedra pulida y posiblemente palos cavadores u otras
herramientas que al estar completamente elaboradas
con madera no se documentan arqueológicamente.
Este mismo problema impide la constatación del útil
fundamental para el labrado de la tierra en las parcelas
dedicadas al cultivo de cereales, el arado, ya que estaría
elaborada de forma completa en madera. Su presencia
se deduce de forma indirecta por las malformaciones
que presentan los restos de los bovinos (Sarrión, 1998;
[ 85 ]
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[ 86 ]
Dientes de hoz de sílex y réplica en madera de un mango de hoz.
[page-n-88]
esta forma el grano llega al poblado ya limpio y sólo hay
que eliminar algunos elementos menores o completar la
separación de las cariópsides de cebada vestida de sus
cubiertas. Esta actividad puede estar realizándose en la
Habitación II, donde hay una serie de pequeños orificios
excavados en el suelo que aparecieron llenos de cebada.
En ellos, con la ayuda de un mazo de madera, se golpea
el grano, con lo que se consigue que acaben por desprenderse las cubiertas que envuelven la semilla.
Finalmente el grano se almacena en el interior de
las viviendas, siendo el fondo de la Habitación I donde
se ha documentado un conjunto relevante de grano almacenado en el interior de distintos vasos cerámicos. La
capacidad de estos vasos es pequeña, por lo que el grano que contienen no permite más que la alimentación
del grupo durante unos días, por ello hay que imaginar
que habría más grano acumulado en contenedores de
mayores dimensiones como son los sacos o los capazos
de esparto. Era un grupo pequeño que dependía fundamentalmente de sus reservas para alimentarse, por lo
que debían acumular suficiente grano para sobrevivir al
menos durante el año que iba a tardar en llegar la nueva
cosecha y contemplar una reserva ante el riesgo de que
una de ellas se perdiera.
La actividad agrícola. Cultivos y alimentación. Guillem Pérez Jordà
Mujer descascarillando grano en el Rif, en Marruecos.
Foto de L. Peña-Chocarro.
[ 87 ]
[page-n-89]
[ 88 ]
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Ganaderos y cazadores.
La gestión de los recursos animales
Carmen Tormo Cuñat
Los restos de fauna que aparecen en los yacimientos arqueológicos (huesos, dientes, astas, conchas) aportan
una valiosa información sobre las especies animales del
pasado, sobre la economía ganadera y cinegética de las
poblaciones que habitaban dichos enclaves y sobre las
características medio ambientales de su entorno. La disciplina que se encarga del estudio de estos materiales se
denomina arqueozoología.
A partir de estos restos, los estudios arqueozoológicos tratan de obtener datos relativos a la taxonomía
y anatomía de los animales, su estado de conservación,
además de determinar el número mínimo de individuos
de cada especie, la edad de muerte, el sexo, etc., todo
ello con el objetivo de establecer la relación que tenían
las comunidades pasadas con la fauna, y responder a preguntas como ¿para qué utilizaban a los animales? o ¿qué
recursos aportaba el ganado o las especies cazadas? En
< Costilla dentada.
definitiva, la arqueozoología pretende realizar una reconstrucción de la economía estableciendo la interacción
hombre-animal a través de la historia (Silver, 1980; Klein y
Cruz-Uribe, 1984; Davis, 1989; Chaix y Méniel, 2005).
La mayoría de los restos hallados en la Lloma de
Betxí son consecuencia de los desechos de comida y
generalmente se encuentran muy fragmentados. Menos
habituales son los que aparecen en contextos cultuales
o funerarios, quizá como ofrendas, que se conservan
mejor. Las modificaciones observadas en los huesos son
numerosas y de diversa procedencia. Se han documentado fracturas, cortes e incisiones relacionadas con las
prácticas carniceras. Los carnívoros, en concreto los perros, también han dejado marcas de mordeduras, hecho
que hace suponer que fueron alimentados con los desperdicios de comida. Otras alteraciones registradas son
las postdeposicionales que son las modificaciones que
Ganaderos y cazadores. La gestión de los recursos animales. Carmen Tormo Cuñat
Museu de Prehistòria-SIP
[ 89 ]
[page-n-91]
Oveja/Cabra
Bovino
Cerdo
Ciervo
Conejo
Otros
Representación de las principales especies
documentadas en la Lloma de Betxí.
[ 90 ]
sufren los restos después de ser abandonados y/o enterrados (Lyman, 2008).
En un estudio arqueozoológico es muy importante
establecer las edades de muerte de las especies documentadas ya que nos permiten conocer el modo de gestión del ganado, es decir, si éste se destina para el consumo de carne, la obtención de productos secundarios,
como la leche o la lana, o como fuerza de trabajo (carga,
transporte, tiro); y, en el caso de los animales silvestres, el
tipo de caza (oportunista o selectiva).
En el poblado de la Lloma de Betxí se han identificado restos de especies domésticas y silvestres (Sarrión,
1998; Tormo y de Pedro, 2013). Ambos grupos aparecen
con una frecuencia similar aunque el grupo de los domésticos ha proporcionado un mayor número de restos
(58,7%) que los silvestres (41,3%).
La cabaña ganadera estaría formada principalmente por un rebaño de ovejas (Ovis aries) y cabras
(Capra hircus), además de un ganado menos numeroso
de bovinos (Bos taurus) y cerdos (Sus domesticus). Por
otra parte, y dentro de este grupo doméstico, se encuentran los perros (Canis familiaris).
Las ovejas y las cabras se explotaron para obtener
carne y productos secundarios como la leche, el queso
y la lana. Las edades de muerte muestran todas las cohortes de edad, es decir, se sacrifican neonatos e infantiles menores de tres meses para conseguir leche de las
madres, individuos juveniles y subadultos que ya han
alcanzado un peso estimable para el consumo de carne,
y también adultos entre tres y seis años. Esto indica que
la comunidad viva principal de este rebaño se compondría de individuos adultos jóvenes entre dos y tres años
destinados a la reproducción y la obtención de leche. El
mantenimiento de algunos individuos hasta los seis años
podría estar relacionado con la elaboración de lana. La
explotación del ganado bovino también está basada en
un modelo mixto de producción de carne y leche, aunque
algunos individuos serían sustentados hasta la edad senil
para ser utilizados como fuerza de trabajo. Los cerdos son
aprovechados para el consumo cárnico y se sacrifican
preferentemente entre los 6 y 17 meses de edad.
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Fragmento proximal de fémur de oveja (Ovis aries) menor de dos
años de edad. Las flechas indican las incisiones causadas por un
cuchillo durante el descarnado.
Ganaderos y cazadores. La gestión de los recursos animales. Carmen Tormo Cuñat
Además de ganaderos, los habitantes de la Lloma
de Betxí también eran cazadores. La variedad de especies
abatidas es amplia, aunque se centra principalmente en
el ciervo, cuyos restos sólo son superados por las ovejas y
las cabras. El conejo también es un taxón recurrente aunque en menor medida que el ciervo.
Las especies silvestres documentadas en el yacimiento son el ciervo (Cervus elaphus), el jabalí (Sus scrofa), el corzo (Capreolus capreolus), el zorro (Vulpes vulpes),
el conejo (Oryctolagus cuniculus), la liebre (Lepus granatensis), la perdiz (Alectoris rufa), el tejón (Meles meles),
el galápago leproso (Mauremys leprosa), el sapo común
(Bufo bufo), el lagarto ocelado (Lacerta lepida), y la culebra (Elaphe sp.). Los recursos que pueden aportar estos
taxones son la carne, las pieles, los huesos y las astas
como materia prima, además de tendones, grasa…
La distribución espacial de los restos de fauna ha
coadyuvado a determinar la funcionalidad de algunas
zonas del poblado. Los huesos aparecen en su mayoría
fuera de las estancias edificadas (62,3%), por lo que éstas
quedan bastante limpias de despojos. La Habitación I es
la estancia con mayor número de restos (5,5%) y especies,
tanto domésticas como silvestres. Abundan las ovejas,
[ 91 ]
[page-n-93]
[ 92 ]
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< Depósito con restos óseos de tres ovejas.
Campaña de excavación de 2013.
De este modo, los estudios arqueozoológicos
realizados en la Lloma de Betxí nos aportan una valiosa
información sobre las prácticas ganaderas y cinegéticas
de las comunidades prehistóricas de la Edad del Bronce
en la zona valenciana. Durante esta época la ganadería
se ha consolidado como base económica, junto con la
agricultura, en los poblados peninsulares. El ganado no
se considera únicamente como productor de carne sino
también como fuente de productos secundarios con posibilidad de crear excedente y, por lo tanto, susceptible de
intercambio (Martínez Valle e Iborra, 2001-2002; Iborra y
Sanchis, 2011).
Ganaderos y cazadores. La gestión de los recursos animales. Carmen Tormo Cuñat
las cabras, el ciervo y el conejo, aunque también se documentan bovinos, cerdo, jabalí, zorro, liebre, perdiz, galápago y lagarto. Entre los restos de ciervo destacan por su
gran cantidad los de asta, algunos de ellos con marcas de
manipulación. Es posible que esta estancia fuese utilizada
como despensa y cocina y quizá como taller para la fabricación de objetos de hueso o asta.
Pero donde se acumula el mayor número de restos es en el sector oeste (14,6%) y, sobre todo, en el sector
este (47,7%), que son las zonas que rodean las estancias,
y que pudieron actuar como basureros del poblado.
Cabe destacar por su singularidad el hallazgo de
algunos depósitos especiales en el sector este. Se trata de
los restos de un perro con marcas de despellejado y evisceración localizado junto a un enterramiento humano
(Sanchis y Sarrión, 2004); los restos de un esqueleto completo de cabra preñada (Tormo y de Pedro, 2013), y dos
depósitos más con algunas partes anatómicas de ovejas
y cabras difíciles de interpretar por el momento.
[ 93 ]
[page-n-95]
[ 94 ]
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Los marfiles de la Lloma de Betxí
Josep Lluís Pascual Benito
Museu de Prehistòria-SIP
Entre los materiales confeccionados en materia dura animal de la Lloma de Betxí se han documentado un buen
número piezas de marfil de elefante, las cuales constituyen uno de los conjuntos más numerosos de la Edad
del Bronce peninsular de esta materia conocidos actualmente. Su procedencia de defensas de proboscídeos no
ofrece dudas al presentar en observación macroscópica
dos características que la definen. Por una parte una estructura a base de capas concéntricas de considerable
curvatura que corresponde a las líneas de crecimiento,
zona por donde suele fragmentarse ese material. Por
otra, en muchas superficies se observa una suave retícula
de líneas más oscuras, denominadas líneas de Schreger,
una característica solo presente en el marfil de elefante y
que, medidas en la zona periférica de la defensa, ayudan
a discriminar entre los elefantes holocenos o los fósiles
(Espinoza y Mann, 1993), si bien en las piezas analizadas
< Botones de marfil en el interior de un recipiente cerámico.
su pequeño tamaño no permite la medición de los ángulos de intersección.
El conjunto ebúrneo de la Lloma de Betxí está
compuesto por un total de 46 piezas, de las que dos son
preformas de materia prima y el resto productos acabados: botones y colgantes. De las dos piezas de materia
prima, una es un prisma de sección triangular con todas
las caras de superficie plana alisadas mediante abrasión
y es la pieza de mayores dimensiones y peso de todo el
conjunto. La otra es una barra longitudinal de sección
cuadrangular irregular con las superficies sin alisar y dos
caras curvas correspondientes a la superficie de crecimiento del diente. Ambas proceden de la parte exterior
[ 95 ]
[page-n-97]
Fig. 1. Prismas de marfil para la fabricación de botones.
[ 96 ]
de la defensa y fueron obtenidas por el aserrado longitudinal de la misma en relación a su eje mayor (Fig. 1).
Entre los productos acabados destacan los botones en V, denominados así por el tipo de perforación
que dibuja su sección al converger dos perforaciones
oblicuas. Aunque tradicionalmente se clasifican como
botones, es probable que no tuvieran esa función, toda
vez que los últimos descubrimientos en tumbas apuntan
a que se llevaban cosidos a la ropa en diferentes partes
del cuerpo. Los botones constituyen el grupo más nume-
roso con 41 ejemplares y se documentan de tres tipos:
piramidal, prismático corto y prismático largo. El único
botón piramidal es el de mayores dimensiones, tiene la
base cuadrada y, como peculiaridad, una entalladura en
la cúspide que posiblemente se relacione con el sistema
de sujeción. Los botones prismáticos triangulares cortos son trece, nueve de sección triangular con la arista
bien marcada, dos de sección plano-convexa y uno con
la arista superior exfoliada. Todos presentan la base rectangular. En doce casos las perforaciones se encuentran
centradas, mientras que en uno es excéntrica, presentando en la parte opuesta una lengüeta en la base de la cara
lateral producto del aserrado desde la cúspide y posterior
flexión, por lo que debe tratarse de un botón prismático
largo que se fracturó y reaprovechó (Fig. 2: 4). Otros dos
presentan una perforación transversal cerca de la cúspide, posiblemente fallidas, por lo que se volvieron a perforar en otra cara, y en otros dos una de las perforaciones
de la base sobrepasa a la parte exterior. Los botones más
numerosos son los prismáticos largos, con 24 ejemplares
seguros y tres probables ya que se encuentran fragmentados. En ellos existe una amplia variación en el tamaño.
Excepto cuatro con sección plano convexa, el resto la presentan triangular. En cinco ocasiones una o dos de las
perforaciones se efectuaron muy cercanas o en el borde
de la base, por lo que afectaron en parte a los laterales,
dejando una o dos muescas en ellos. En otros dos casos,
un par de perforaciones se sobrepasó, perforando la cara
dorsal. Uno presenta una lengüeta de flexión en una cara
lateral, cerca del vértice opuesto a las perforaciones, por
lo que el aserrado se realizó desde la base. Un caso peculiar presenta 4 pares de perforaciones, aunque al en-
[page-n-98]
contrarse fragmentado longitudinalmente no podemos
saber si responden a una fractura de las dos primeras o si
todas se realizaron a la vez.
Los colgantes son escasos, uno es alargado de sección trapezoidal de vértices romos y los lados rectos convergentes, con la base más ancha que la zona perforada
que se encuentra fragmentada (Fig. 2: 9). El otro posible
colgante esta confeccionado a partir de un prisma de sección triangular, con perforación simple en un extremo de
3 mm de diámetro. El hecho de encontrarse fragmentado
y quemado impide saber si se trata de la reutilización de
un botón prismático largo fragmentado (Fig. 2: 16).
De todo el conjunto cabe destacar que casi la mitad se encontraron concentrados. El gran botón piramidal, 17 botones prismáticos –5 cortos y 12 largos– y los
dos colgantes (Fig. 2) estaban dentro de un recipiente
que, junto a otros, se hallaba en el interior de un gran vaso
cerámico localizado en sector sureste de la Habitación I,
una zona de almacenaje en la que se documentaron 75
vasos cerámicos, muchos de los cuales contenían abundante cereal carbonizado (Fig. 3).
Durante la Edad del Bronce en la península Ibérica
los objetos fabricados con marfil de elefante se han documentado básicamente en las tres culturas ubicadas en el
cuadrante suroriental: El Argar, Bronce Valenciano y Bronce
de la Mancha, a las que se añade Baleares.
En territorio valenciano, los precedentes del empleo de marfil se encuentran en contextos campaniformes, documentándose solo botones de perforación en V
Fig. 2. Botones de perforación en V y colgante de marfil.
[ 97 ]
[page-n-99]
[ 98 ]
en cinco yacimientos ubicados al sur del Júcar (Pascual
Benito, 1995). Durante el Bronce Valenciano las piezas de
marfil son más numerosas y se distribuyen por todo el
territorio, correspondiendo en su mayor parte a botones
aunque aparecen tipos nuevos como los colgantes y los
brazaletes. En las comarcas centrales se conocen otras
concentraciones de material ebúrneo en contextos de
hábitat, también de productos elaborados (Les Raboses),
de matrices (Muntanyeta de Cabrera) o de materia prima,
matrices y productos acabados que delatan la presencia de un taller (Mola d’Agres, Cabeço Navarro, Cendres)
(Pascual Benito, 2012).
Hacia el sur, en tierras de El Argar, existen yacimientos donde el marfil es numeroso, destacando los del área
argárica del sur de Alicante y, hacia el oeste, en la Meseta
sudoriental está presente en diversos yacimientos del
Bronce de la Mancha (López Padilla, 2012; Barciela, 2012).
En los tres territorios se documentan botones, brazaletes
y colgantes, si bien existen notables diferencias en cuanto
a la distribución de determinado tipos. Así, mientras en el
Bronce Valenciano existe un claro dominio de los botones prismáticos largos sobre los prismáticos cortos, y el
resto de tipos son muy escasos (piramidales de buen tamaño y cónicos muy pequeños), en el territorio argárico
el tipo de botón mayoritario es el piramidal y, a bastante
distancia, el cónico, y en el Bronce de la Mancha dominan
los piramidales, pero hay buena presencia de prismáti-
cos –cortos y largos– y son muy escasos los cónicos. Así
mismo, existen diferencias en la distribución, número y
frecuencia de los brazaletes, muy escasos en el Bronce
Valenciano, donde además están ausentes algunas manufacturas de marfil presentes en otros territorios, como
cuentas de collar, pomos, cilindros dentados o decorados
y peines entre otros. Las diferencias se extienden también
a los contextos donde aparecen, toda vez que en el ámbito argárico y, en menor medida, en La Mancha, resulta
frecuente la aparición de objetos de marfil en contextos
funerarios, donde parecen asociarse a individuos masculinos de edad adulta o madura (López Padilla, 2006: 111).
Por último, resulta de notable interés la procedencia del marfil que, hasta hace poco, se consideraba exclusivamente africano. En los últimos años, el avance de las
técnicas analíticas ha permitido avanzar considerablemente en el conocimiento de las especies a que pertenece el
marfil y, por tanto, de las áreas de procedencia de la materia prima, abriendo un nuevo camino en la investigación
sobre las relaciones extrapeninsulares. El análisis de medio
centenar de objetos ha dado resultados sorprendentes
(Schuhmacher, 2012; 2013). Durante el Calcolítico el marfil
que se documenta en los principales centros metalúrgicos
peninsulares –Tajo, Guadalquivir, Guadiana y sureste– procede de tres especies de elefante, la mayoría de asiático
(Elephas maximus) y con presencia de fósil (Elephas antiquus) y de africano de sabana/estepa (Loxodonta africana
africana). El marfil asiático circularía por la ruta del mediterráneo central y oriental, a través de Siria o Palestina, y el
[page-n-100]
Fig. 3. Olla cerámica de la Habitación I y botones de marfil
en su interior.
marítima que, desde algún puerto argárico, llegaría a las
desembocaduras del Júcar y del Turia, zona donde se detecta cierta concentración de yacimientos con marfil y, de
allí, hacia las Baleares.
En definitiva, la presencia en la Lloma de Betxí de
un abundante conjunto de piezas de marfil, un producto
foráneo de alto valor social e ideológico, nos indica unas
relaciones y redes de distribución consolidadas que permiten la acumulación y almacenamiento de un preciado
bien exótico utilizado por la élite dirigente con el fin de
ser un marcador de prestigio y lujo personal y, con su intercambio, conseguir favores, alianzas, vínculos u otros
bienes materiales de las comunidades vecinas.
Los marfiles de la Lloma de Betxí. Josep Lluís Pascual Benito
marfil subsahariano por Orán vía Argelia o por la ruta atlántica desde el noroeste de África. Durante el Campaniforme,
el marfil se sigue concentrando en las mismas zonas con
la incorporación del País Valenciano, y los análisis de este
momento indican la mitad de elefante asiático y la mitad
fósil. Durante la Edad del Bronce los análisis ponen de
manifiesto la presencia en yacimientos argáricos de marfil de tres tipos de elefante (africano de estepa, asiático y
fósil) y la incorporación del de hipopótamo, una variedad
de materia prima exponente del gran alcance de los contactos comerciales y de un posible cambio en las regiones
de exportación, pasando a ser más importante la ruta del
Mediterráneo de este a oeste, en la que vía Orán podría circular también el marfil de elefante africano de estepa, de
momento el único presente en Cabeço Navarro.
Una de las zonas de entrada de este comercio marítimo podría ubicarse al sur de Alicante, en el área septentrional de la Cultura de El Argar, cerca de la desembocadura del Segura, dada la concentración de yacimientos
con gran número de piezas de marfil y con matrices o evidencias de fabricación en las zonas de contacto del norte
del territorio argárico, sur del Bronce Valenciano y este de
La Mancha. Desde allí se distribuiría de forma radial, hacia el norte, oeste y sur al resto de territorios de esos tres
complejos culturales. A la Lloma de Betxí el marfil pudo
llegar por tierra o por mar. En el primer caso a través de
los corredores del Vinalopó y de Montesa que conducen
a la llanura aluvial valenciana; en el segundo, por la ruta
[ 99 ]
[page-n-101]
[ 100 ]
[page-n-102]
ARQUEOMETALURGIA
EN LA LLOMA DE BETXÍ
José Luis Simón García
Universidad de Alicante
La arqueometalurgia como disciplina científica tiene por
objeto el estudio de cualquier aspecto que tenga relación
con la producción de objetos metálicos en las sociedades
preindustriales, desde los métodos de prospección para
la localización de las vetas mineras, hasta el reciclado de
chatarra, pasando por las aleaciones empleadas, las técnicas de elaboración o los tipos de producción. La metalurgia se ha considerado uno de los avances tecnológicos
más significativos en las sociedades del pasado, hasta el
punto de que la división de una parte de los tiempos prehistóricos se efectuó en función de la supuesta prevalencia de una determinada aleación metálica o metal, como
el cobre, el bronce o el hierro. Hoy en día sabemos que
sin un contexto social y cultural concreto no es posible
la aparición y el desarrollo de procesos tecnológicos, tipológicos y económicos característicos de la metalurgia,
< Hachas planas de cobre. Lloma de Betxí.
de modo que el avance científico solo se produce cuando
las investigaciones arqueometalúrgicas pueden dar una
explicación sociocultural y cronológica a determinados
datos procedentes de objetos ligados a la metalurgia y a
los contextos arqueológicos de los cuales proceden.
El desarrollo de esta disciplina científica tuvo un
fuerte impulso a partir de la posibilidad de aplicar métodos analíticos complejos, especialmente a partir de la
segunda mitad del siglo xx, superando de este modo los
anteriores estudios basados en aspectos tipológicos y
estilísticos. Las técnicas de análisis, como la microscopía
electrónica de barrido (SEM) y la fluorescencia de rayos X
(XRF), se centran en la composición química de los objetos, los análisis metalográficos en la estructura metálica
[ 101 ]
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Maza de piedra caliza utilizada en actividades relacionadas
con la metalurgia. Lloma de Betxí.
[ 102 ]
y los análisis de isótopos de plomo permiten detectar la
procedencia de la materia prima empleada, entre otros
tipos de analíticas que cada día van ampliando las posibilidades de estudio, como la difracción de neutrones, la
espectroscopía de masa (LA-ICP-MS) y la absorción atómica (AAS).
En la fachada mediterránea de la península Ibérica
la áreas con posibilidades de explotación minera durante la Prehistoria reciente se centran en el Campo de
Cartagena y en la zona litoral almeriense, donde se obtiene esencialmente cobre, plata y oro, y posteriormente
plomo y hierro, a lo que se le suma pequeñas áreas de
afloramiento de diversos metales en algunos puntos de
la Sierra de Albarracín, Espadán y el macizo litoral catalán.
Por desgracia, muchas de las actividades mineras primigenias, llevadas a cabo durante la prehistoria reciente,
han desaparecido por las realizadas en etapas posteriores, esencialmente durante la antigüedad y los siglos xix y
xx. Las primeras explotaciones debían de ser estructuras
de extracción muy simples, unos pozos de unas dimensiones reducidas y galerías que no podrían alcanzar grandes profundidades, al inundarse o carecer de ventilación
y entibamiento. Las galerías se colmataban al abrir las siguientes, al servir como zona de vertedero, el instrumental minero empleado era muy rudimentario, compuesto
de picos de cuerna de animal o piedra, capazos de esparto o cuero, lámparas de grasa y el empleo del fuego y el
agua para agrietar el frente de explotación y facilitar las
tareas de extracción.
Es en este contexto de la minería primigenia donde deberemos de encuadrar al poblado de la Lloma de
Betxi, ubicado en una zona muy fértil desde el punto de
vista agropecuario pero sin presencia alguna de vetas
mineras en un amplio espacio territorial, por lo que de
efectuarse alguna tarea metalúrgica en el poblado debía
de ser mediante el uso de metal ya concentrado en lingotes o piezas fuera de uso que servían como materia prima
[page-n-104]
a partir de la cual realizar nuevos objetos. Posiblemente
muchos de los objetos metálicos documentados hasta la
fecha, una treintena, llegasen ya elaborados por las vías
comerciales y de intercambio, algo que será muy habitual
no solo en los poblados de la zona, sino en la mayoría de
los documentados en el área valenciana. Hasta la fecha
son muy escasas las evidencias de actividad metalúrgica
en estos poblados, y cuando lo hace se atestigua por la
presencia de mineral molido o reducido, estructuras de
combustión, escorias, crisoles, toberas, moldes o herramientas para el martillado en pequeñas fraguas.
Como ha quedado expuesto en los trabajos publicados en las últimas décadas, la metalurgia en la península Ibérica, y en el área valenciana en particular, se orienta desde sus orígenes hacia la producción de objetos de
adorno, frente a las armas y las herramientas, jugando un
destacado papel en los procesos de estratificación social que se dan en las sociedades tardocalcolíticas y de
la Edad del Bronce, para posteriormente ir ampliando el
Arqueometalurgia en la Lloma de Betxí. José Luis Simón García
Hachas, punzones y puntas de flecha de cobre. Lloma de Betxí.
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Cinta o pulsera de plata. Lloma de Betxí.
[ 104 ]
registro en el ámbito de las armas, la mayoría de escasa
funcionalidad pero de un alto valor simbólico, y el mundo
de los objetos utilitarios, con una funcionalidad polivalente, ya sea como arma o herramienta.
El conjunto de la Lloma de Betxí se conforma
hasta la fecha por treinta y tres objetos, donde destacan
un par de hachas, de reducido tamaño y una tipología
propia del II milenio a.C., donde la diferencia entre filo y
talón se hace cada vez más acusada. Sus características
apuntan hacia un uso artesanal, como la carpintería y la
ebanistería, que por desgracia es tan difícil registrar. Se le
suman cuatro fragmentos de puñal, al parecer todos de
hoja triangular y de remaches, si bien alguno pudiera ser
usado también como punta de jabalina, especialmente
un ejemplar con la hoja foliforme y una sola perforación
central en la base. Destaca en el conjunto metálico del
yacimiento las puntas de flecha, once ejemplares, dato
que siempre nos ha sugerido el importante papel que los
objetos de metal tienen en la panoplia ergológica de los
moradores del poblado.
Las puntas de flecha poseen unas hojas foliformes, más o menos indicadas respecto al vástago, apuntadas, de reducidas dimensiones y escaso grosor, buscando
un reducido peso respecto al astil de la flecha, para mejorar su vuelo y efectividad. Si bien todas poseen una cierta
similitud, sus diferencias deben atribuirse al modo de su
[page-n-106]
Arqueometalurgia en la Lloma de Betxí. José Luis Simón García
realización, el martillado de forja de una barra de metal
hasta configurar la forma deseada. Quizás alguna se realizase empleando un molde, lo que no era óbice para que
posteriormente requiriese de tareas de acabado, afilado
o enderezado tras su deformación por el uso.
El conjunto se completa con catorce punzones, generalmente de sección cuadrada, una cuenta o anillito de
extremos separados realizado con un hilo de metal y un
brazalete o cinta realizado mediante varias láminas que
debieron unirse entre si a juzgar por las perforaciones de
los extremos de algunos fragmentos.
Los análisis efectuados en su día a algunas de las
piezas apuntaban al empleo de una aleación de base cobre, con trazas de arsénico como elemento secundario,
que encajan en las coladas metalúrgicas más habituales
en la primera mitad del segundo milenio a.C. Solo un
punzón posee una aleación binaria de cobre y estaño,
es decir, un bronce con trazas importantes de zinc y arsénico, que se encuadra en aleaciones con una difusión
mucho más tardía, por lo que podría relacionarse con
las fases más recientes del poblado o visitas esporádicas
posteriores.
Los fragmentos de la cinta o pulsera están realizados en plata, seguramente cerarguirita o plata nativa, que
sin ser extraña para la época y la zona, es un elemento
significativo desde varios puntos de vista. En primer lugar
porque la plata es un metal que se difunde como metal
noble para adornos en la primera mitad del II milenio
a.C., durante la Edad del Bronce, procedente del Sureste
o Sierra Morena, y en segundo lugar porque se configura
como un elemento de estatus social entre los grupos culturales que se encuentran inmersos en procesos intensos
de jerarquización, como El Argar. El hecho de que en el
yacimiento de la Lloma de Bextí nos encontremos con
este tipo de adornos, nos apunta hacia la configuración
de unas elites locales que están empezando a demandar
en los circuitos de intercambio y comercio, unos objetos
con valor simbólico en lo social que les permita expresar
en el ámbito de su comunidad el estatus que están alcanzando, y que pretenderán trasmitir a sus descendientes.
Sin embargo, el resto del conjunto de objetos de metal
del yacimiento nos apunta hacia un uso preferentemente
utilitario, tanto en tareas artesanales, donde las hachas
jugarían un cierto papel, como en las puntas de flecha,
habituales en la caza, lo cual no es óbice para su uso
como arma en los posibles conflictos con otros grupos.
La ausencia de mineralizaciones metálicas en la
zona, la falta de constataciones de actividades pirometalúrgicas en el poblado y el reducido número de objetos
de metal, en un poblado intensamente excavado, nos dan
una idea del papel que la metalurgia jugó en estas sociedades de la primera mitad del II milenio, en especial en
las comarcas centrales valencianas, algo que irá cambiando con el transcurso de los siglos, si bien en otros asentamientos que continuaron con la ocupación de la zona.
[ 105 ]
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Los hombres y mujeres
que habitaron la aldea
María Jesús de Pedro Michó, Eva Ripollés Adelantado, Laura Fortea Cervera
Museu de Prehistòria-SIP
Diversas son las vías de aproximación al conocimiento de
los grupos humanos de la Prehistoria, entre ellas el análisis de las bases económicas y actividades domésticas, del
espacio social en el que habitan y de las prácticas funerarias documentadas.
El grupo según las prácticas económicas
Para cronologías en torno a los inicios del II milenio a.C., algunos investigadores plantean la existencia de
grupos sedentarios más o menos jerarquizados con prácticas económicas basadas en una agricultura cerealista
extensiva y una explotación ganadera intensiva. Hipótesis
que defiende la consolidación del tipo de vida campesina
a partir de la presencia de unidades de asentamiento de
pequeño tamaño y de carácter familiar extenso, con relaciones de adhesión o filiación entre ellas.
< Los primeros habitantes de la Lloma de Betxí.
Dibujo de F. Chiner.
Las actividades domésticas y de mantenimiento, así como las bases económicas documentadas en la
Lloma de Betxí reflejan el modo de vida de una comunidad campesina. Ahora bien, acerca de los hombres y mujeres que habitaron la aldea, ¿qué sabemos?
De acuerdo con los anteriores planteamientos y la
interpretación del registro arqueológico, el grupo humano que vivió en la aldea de la Lloma de Betxí estaría formado por una familia de unas 15-20 personas, hombres
y mujeres, de todas las edades, parientes entre sí, pertenecientes a distintas generaciones que habitaban en una
unidad doméstica u hogar, y cuyas bases económicas
eran la agricultura y la ganadería.
Las familias campesinas se caracterizan por ser
productoras y consumidoras del fruto de su trabajo, siendo ellas mismas su propia y exclusiva mano de obra. Cabe
pensar que todos sus miembros, sin distinción de edad
o sexo, colaborarían tanto en las actividades domésticas
como en aquellas otras derivadas de su economía. La
introducción del arado pudo significar el momento del
[ 107 ]
[page-n-109]
El grupo de la Lloma en el entorno del Camp
de Túria. El espacio social
Enterramiento masculino en posición secundaria. Sector Este.
[ 108 ]
paso de la mujer horticultora al hombre agricultor pero no
parece concluyente que la dificultad del trabajo de arada
fuera la causa de la separación de la mujer de esa actividad, tanto por el tamaño de las parcelas, lo ligero de los
suelos, el propio tipo de arado y la presencia de animales
de tiro, por lo que es razonable pensar que sería un trabajo compartido (Fernández-Posse, 2000). Y lo mismo con
la ganadería, puesto que el registro arqueológico y zooarqueológico contradice que sea una actividad «masculina»
y aboga por una tarea de carácter acusadamente doméstico y con buena compensación entre el aporte calórico a
la dieta y el aprovechamiento de productos secundarios.
La complejidad observada en las infraestructuras
de algunos poblados refleja la existencia de una estructura social capaz de organizar los trabajos de construcción
y mantenimiento; y la información del registro, en cuanto
a la variabilidad en las dimensiones y funcionalidad de
los asentamientos, permite plantear la hipótesis de un
territorio jerarquizado. Si pensamos, por ejemplo, en las
importantes obras de construcción en piedra, caso de la
edificación central de la Lloma, asumimos que se trata
de trabajos que exigen tiempo, fuerza y organización. La
cuestión es si, además, se requiere la asociación de un
grupo significativo de individuos más allá de la familia extensa, si buscaron alianzas en poblaciones cercanas para
recibir ayuda. O qué clase de vínculos mantenían con los
grupos vecinos.
Para dar respuesta a esta cuestión sobre los contactos entre los grupos es necesario abordar el estudio
del espacio social en el que habitan y el medio físico
donde se articulan las relaciones sociales, en un tiempo
y ámbito determinados. En el caso de la Lloma el reconocimiento de su espacio social así como de las conexiones
con otros grupos es complicado porque apenas conocemos las pautas del poblamiento en la zona inmediata, tal
y como hemos visto en un capítulo anterior.
La Lloma de Betxí se sitúa en un pequeño cerro
de escasa altura, con un control visual limitado y sin mu-
[page-n-110]
rallas, por lo que se descarta una función defensiva. La
elección del emplazamiento se vincularía, más bien, con
la explotación de las tierras circundantes. El edificio de la
parte superior sería el caserío de una comunidad agrícola
reducida, en el que vivienda y almacén ocupan el mismo
espacio. La proximidad de una serie de asentamientos de
reducido tamaño también desprovistos de murallas no
supone lazos de dependencia o control del territorio, sino
que traduce la existencia de relaciones igualitarias entre
grupos vecinos.
Para determinar los vínculos entre dichas comunidades es necesario, pues, valorar el conjunto del poblamiento, la coetaneidad entre los yacimientos, la duración
de las ocupaciones y los ajuares domésticos; no obstante,
como ya se ha señalado, la falta de excavaciones modernas impide confirmar la cronología de muchos de ellos y
por tanto su contemporaneidad.
Acerca de las prácticas funerarias
En otro orden de cosas, también podemos acercarnos a los pobladores de la Lloma a partir del estudio
de los contextos y las prácticas funerarias, fuente de información privilegiada para conocer la estructura social y la
cultura de un grupo humano. Teniendo en cuenta que, en
Enterramiento de un cánido en posición primaria junto al individuo
masculino del Sector Este.
cualquier sociedad, la manera en que se establecen las
prácticas funerarias está en relación directa con la forma y
complejidad de la organización de dicha sociedad; si queremos conocer la diversidad en las actividades realizadas,
en el acceso a los recursos, en la distribución del producto, o si había consumo diferencial, debemos recurrir a los
restos humanos.
Desde mediados del III milenio a.C., la difusión de
objetos de poder y prestigio, como armas de cobre, cerámicas decoradas, oro, adornos, marfil o brazaletes de
arquero, presentes en contextos funerarios muestran la
existencia de redes de intercambio al servicio de determinadas elites sociales. Algunos individuos reciben un tratamiento especial a su muerte, con ofrendas que denotan
prestigio y autoridad mientras que otros no. Tal es el caso
[ 109 ]
[page-n-111]
Enterramiento masculino en posición primaria. Sector Oeste.
de la Cultura de El Argar en cuyas sepulturas encontramos
ajuares ricos, otros de menor calidad, individuos sin ajuar
e incluso muchos otros que ni siquiera merecieron enterramiento (Aranda y Esquivel, 2007).
La presencia de tumbas con fuertes disimetrías
en cuanto a la composición y riqueza de sus ajuares, en
niveles estratigráficos contemporáneos dentro de una
misma unidad habitacional, evidencian la existencia y el
desarrollo de aristocracias y de siervos asociados a ellas.
Una desigualdad que también ha sido puesta de relieve
por los estudios osteológicos a partir de las diferencias
observables entre los propios restos óseos, pues las primeras habrían desarrollado trabajos menos penosos que
los segundos (Contreras, 2004; Cámara, 2000; 2009).
[ 110 ]
¿Y, qué ocurre en tierras valencianas? Durante la
Edad del Bronce, observamos una clara variabilidad en
cuanto al ritual, con enterramientos individuales en covacha próxima al yacimiento, enterramientos colectivos
y enterramientos individuales en poblados. Existen, además, marcadas diferencias en relación con la diversidad
cultural de nuestras tierras durante el II milenio a.C. Así,
las prácticas funerarias en las comarcas meridionales,
caso de San Antón, Tabaià o la Illeta, atestiguan su vinculación al territorio argárico. Mientras que en el área perteneciente al Bronce Valenciano, queda patente la variedad
de sus necrópolis y, al parecer, la ausencia de un ritual
funerario institucionalizado.
En el caso de la Lloma de Betxí sólo se conocen, hasta la fecha, dos enterramientos humanos (de Pedro, 2010).
En el Sector E, zona de ampliación del poblado que configura espacios de terraza, se localizó el primero de ellos,
un individuo senil en posición secundaria junto al cual se
encontraba el esqueleto de un perro en posición primaria. Destaca la presencia del cánido en tanto que presenta alteraciones de origen antrópico, marcas de carnicería
sobre algunos huesos, que podrían indicar su consumo en
[page-n-112]
relación con algún acto social o ritual; vinculado quizás al
enterramiento de un personaje objeto de una veneración
particular. La datación absoluta proporciona una fecha de
3650 ± 40 BP, calibrado a 2 σ entre 2140 y 1910 cal BC.
Y en el sector O, en la base de un gran muro ataludado que cierra la edificación superior, se halló el otro
enterramiento humano, éste en posición primaria, orientado en sentido este-oeste, con piernas y brazos flexionados y la cabeza vuelta hacia el norte, sin ajuar, en una
pequeña fosa de planta aproximadamente circular delimitada por una serie de piedras. Recostado sobre el lado
izquierdo, en posición decúbito lateral, pero con el tronco
muy inclinado hacia la derecha, quizás por causas post-
A
B
deposicionales. La datación obtenida para este segundo
enterramiento es de 3400 ± 40 BP, calibrado a 2 σ entre
1760 y 1610 cal BC.
En comparación con otras áreas peninsulares, al
hallarse pocos ajuares, la información en relación con la
presencia de inhumaciones diferenciales es escasa. Y ello
a pesar de la existencia de redes de intercambio, como
prueban determinadas materias primas y elementos de
prestigio como los objetos metálicos, cerámicas decoradas y botones de marfil que sí han aparecido en los contextos de habitación.
Los hombres y mujeres que habitaron la aldea. Mª J. de Pedro, E. Ripollés, L. Fortea
Reconstrucción del enterramiento del Sector Oeste.
A. Dibujo de Á. Sánchez.
B. Dibujo de F. Chiner.
[ 111 ]
[page-n-113]
[ 112 ]
[page-n-114]
El registro funerario
de la Lloma de Betxí:
una visión desde la Antropología Física
Ángela Pérez Fernández, Universidad de Granada
María Paz de Miguel Ibáñez, Universidad de Alicante
El esqueleto humano constituye la fuente de información
más valiosa entre los materiales recuperados en las intervenciones arqueológicas, ya sea la cerámica, restos faunísticos, carpológicos, etc. (Brothwell, 1987; White, 2000),
ya que estamos ante los restos más directos de quienes
nos precedieron: «Parmi les chemins qui nous conduisent
à la connaissance des sociétés anciennes, il en est un, tracé
par ce qui nous reste de plus intime de ces gens d’avant :
leur squelette» (Bonnabel, 1997).
Cuando se trabaja con restos óseos humanos de
origen arqueológico se recurre a la Antropología Física,
ciencia que estudia al ser humano en sus aspectos biológicos (antropología físico-biológica). En la medida en que
los humanos somos fruto del proceso evolutivo, la antropología física estudia también el conjunto de los homínidos. Además, se centra en el estudio de las diferencias o
< Detalle de mandíbula adulta con acusado desgaste dental y
absceso radicular.
variaciones físicas entre las poblaciones humanas a lo largo del tiempo y de su distribución en el espacio. Mediante
el uso de métodos y técnicas concretas, esta disciplina
obtiene datos de carácter más específico como la evolución de las enfermedades (paleopatología), la influencia
del medio ambiente en el ser humano, sus actividades
cotidianas, aspectos culturales, etc.
[ 113 ]
[page-n-115]
Fig. 1. Plano de localización de los enterramientos.
[ 114 ]
En la Lloma de Betxí se han recuperado dos enterramientos individuales (de Pedro, 2005; 2010) (Fig. 1), el
primero de ellos durante la campaña de excavación del
año 2002, en posición secundaria junto a los restos de un
cánido (Sanchis y Sarrión, 2004); y el segundo en 2003, en
posición primaria, decúbito lateral izquierdo, depositado
en una fosa circular delimitada por una serie de piedras
de mediano y gran tamaño, sin ningún tipo de ajuar.
Paralelamente, se han recuperado restos óseos aislados:
un fragmento de fémur derecho y un segundo molar inferior derecho permanente. Estos últimos responden a hallazgos casuales o fortuitos, muy frecuentes en poblados
de similar cronología, sin conexión alguna con unidades
funerarias, y relacionados con remociones y contextos de
relleno (de Pedro, 1998).
El primer enterramiento se localizó en el Sector
Este del yacimiento (cuadro b-c/22, capa 7) y su datación
absoluta proporcionó una fecha de 3650±40 BP, calibrada a 2 σ entre 2140 y 1910 BC. Corresponde a un individuo incompleto, de aspecto robusto y con inserciones
musculares marcadas. Las características morfológicas
de los huesos (Ferembach, 1980; Ferembach et al., 1979;
Buikstra y Ubelaker, 1994) permitieron estimar los restos
de un hombre de edad avanzada. Se observaron diversas
lesiones artrósicas en vértebras y zonas articulares de los
huesos largos (Fig. 2) así como en la temporo-mandibular, y una periostitis –infección o inflamación– en la tibia
derecha. Presenta entesopatías en el radio derecho y en
diversas falanges de las manos, que podemos relacionar
con la realización de actividades físicas intensas (Capasso
et al., 1999). En cuanto a la salud oral, destaca el acusado desgaste dental y sarro en la dentición superior y una
edentación total de los dientes inferiores con reabsorción
alveolar antemortem (Fig. 3). Los datos métricos permitieron valorar una estatura media de 176 cm (Trotter y
Gleser, 1952) y un índice craneal dentro de la categoría de
braquicráneo, es decir de forma redondeada.
Con posterioridad, durante la campaña de 2010,
se recuperaron 12 unidades esqueléticas (huesos largos)
y diversas esquirlas vertebrales en el mismo Sector Este
[page-n-116]
Fig. 3. Mandíbula con artrosis temporo-mandibular. Se observa
un recrecimiento óseo sobre la superficie articular del cóndilo
izquierdo, y pérdida completa de la dentición. Enterramiento
secundario.
(cuadro a/21-22, UE 1058), muy próximos al conjunto del
enterramiento secundario. Teniendo en cuenta la zona
en que fueron recuperados, así como las características
morfológicas del material: restos de un individuo adulto, probablemente hombre; y paleopatológicas: lesiones
artrósicas en vértebras y zonas articulares de los huesos
largos, posiblemente los restos forman parte del mismo
conjunto funerario recuperado en el año 2002 y, por tanto, se trata del mismo individuo.
El segundo enterramiento fue recuperado en
el Sector Oeste del poblado (cuadro G/14, UE 0037).
Corresponde a un individuo completo, igualmente hom-
bre y de edad adulta, con una datación absoluta de
3400±40 BP, calibrada a 2 σ entre 1760 y 1610 BC. El estado de conservación del mismo era bastante deficiente, debido en parte a las alteraciones postdeposicionales provocadas por el terreno, las cuales condicionaron
unos procesos tafonómicos que destruyeron gran parte
de la superficie ósea. No obstante, pudieron identificarse artrosis cervical y calcificación del ligamento amarillo.
Destacan, por otra parte, las entesopatías localizadas en
los antebrazos y en las falanges de las manos, así como
una marcada inserción del ligamento costo-clavicular.
En cuanto a las patologías orales, también se observó un
El registro funerario de la Lloma de Betxí. Á. Pérez Fernández, Mª P. de Miguel Ibáñez
Fig. 2. Epicondilitis en húmero derecho. Se observa una exóstosis
en el epicóndilo lateral, provocada por pequeños desgarros en el
tendón. Enterramiento secundario.
[ 115 ]
[page-n-117]
Fig. 4. Mandíbula adulta con acusado desgaste dental y
absceso radicular. Enterramiento primario.
marcado desgaste dental, presencia de caries en diversas
piezas y absceso radicular en el primer molar izquierdo
(Fig. 4). Su índice craneal se encuentra dentro de la categoría de mesocráneo.
En cuanto a los restos óseos aislados, durante la
campaña de excavación de 1995, en el espacio correspondiente a la Habitación III (cuadro A/30, Capa 6), se recuperó un fragmento de epífisis distal de un fémur derecho.
Presenta una fractura postmortem en el extremo proximal
y una alteración cromática de color marrón oscuro. La
[ 116 ]
epífisis se encuentra fusionada por lo que pertenece a un
individuo de edad adulta. El tamaño de la pieza es relativamente pequeño y de aspecto grácil, por lo que pudiera
tratarse de una mujer.
Y, por último, en la campaña de 1999, se localizó un segundo molar inferior derecho permanente
en la Cisterna del Sector Este (cuadro b-c/26, Capa 5).
Corresponde a un individuo de edad adulta y presenta un
desgaste dental moderado.
[page-n-118]
Los enterramientos de la Lloma de Betxí responden a diferentes prácticas funerarias, atendiendo a la posición de los restos óseos. En el primero de ellos, el más
antiguo, la sepultura original aparece removida, quizás
como consecuencia de remodelaciones de las estructuras de habitación; los restos están depositados en posición secundaria, y un esqueleto de cánido parece acompañarlo. El segundo, y más reciente, conserva la posición
primaria de los restos óseos en una sepultura en fosa delimitada por piedras, sin ningún tipo de ajuar. Entre ambas inhumaciones transcurren entre 250 y 300 años, y sus
diferencias confirman la diversidad del ritual funerario
documentado en el Bronce Valenciano (de Pedro, 2010).
El análisis del material antropológico ha permitido
aumentar nuestro conocimiento sobre las poblaciones
de la Edad del Bronce en el ámbito valenciano, así como
la identificación de los individuos encontrados a partir de
sus restos fragmentados, que se suman al amplio corpus
documental del registro ostearqueológico.
Los individuos estudiados son dos hombres adultos que presentan patologías relacionadas con la edad y
con determinadas actividades y hábitos cotidianos, como
son las alteraciones dentales, lesiones artrósicas y determinadas entesopatías.
Las patologías dentales observadas están altamente relacionadas con la dieta y con ciertos hábitos de
higiene. Un consumo elevado de azúcares y de hidratos
de carbono, presentes por ejemplo en el cereal, junto con
otros productos de la ganadería, la caza y la recolección,
favorecen la aparición de caries y sarro, así como la falta de
higiene (Malgosa y Subirá 1996). El tipo de desgaste dental
es bastante acusado en ambos individuos, lo que indica
un consumo de alimentos más bien duros y abrasivos.
En cuanto a los cambios degenerativos, en general
se han observado lesiones artrósicas en vértebras y extremidades superiores. La artrosis es una alteración gradual
del cartílago articular y de las superficies articulares del
hueso (Ubelaker, 1984), relacionada con los individuos de
edad adulta y con una sobrecarga articular. Los factores
genéticos y metabólicos también pueden influir en la
aparición de este tipo de lesiones. Aunque no podemos
relacionar directamente la presencia de artrosis en una
articulación con una actividad específica (Jiménez et al.,
2004), en general es consecuencia de la realización de un
estrés mecánico continuado, como por ejemplo determinadas labores agrícolas o actividades que requieran
grandes esfuerzos físicos.
La presencia de entesopatías o exóstosis en ambos individuos, localizadas en las zonas de inserción de
los ligamentos de los antebrazos y las manos, podría relacionarse con una intensa actividad física, ya que la existencia de este tipo de marcadores se debe a un incremento del desarrollo muscular (Capasso et al., 1999).
En conclusión, las alteraciones observadas, teniendo en cuenta el sexo y la edad de los individuos,
concuerdan con lo que se podría esperar de una sociedad
agrícola y ganadera de la Prehistoria Reciente, corroborando los resultados obtenidos del estudio arqueológico.
El registro funerario de la Lloma de Betxí. Á. Pérez Fernández, Mª P. de Miguel Ibáñez
Valoración de los restos
[ 117 ]
[page-n-119]
[ 118 ]
[page-n-120]
ESPACIOS SOCIALES EN LA EDAD DEL BRONCE:
LA CUBETA DE VILLENA COMO CASO DE ESTUDIO
Francisco Javier Jover Maestre, Juan Antonio López Padilla, Sergio Martínez Monleón
Universidad de Alicante
El espacio social como unidad de observación y análisis
constituye una de las vías esenciales para inferir y representar las sociedades del pasado. Se conceptúa como el
conjunto de los lugares donde toda sociedad concreta
lleva a cabo todas las actividades de producción, distribución, intercambio y consumo, reguladas y establecidas en
cada momento de su devenir histórico; es el medio físico
donde cada sociedad articula el conjunto de relaciones
sociales que permiten su sostenibilidad y desarrollo. En
arqueología, su determinación se realiza a través de la
constatación de ciertas prácticas sociales singulares, concretadas en un tiempo y espacio determinado.
En este sentido, en relación con la Edad del Bronce
se puede indicar que después de más de un siglo de investigaciones en el Sureste peninsular se ha propuesto,
con bastantes argumentos justificativos, la inferencia del
espacio social de El Argar. El grupo argárico se puede ca-
< Huso de madera con hilo de junco (Terlinques, Villena).
talogar como una sociedad con un importante grado de
desarrollo sociopolítico (Lull et al., 2009; 2013), cuyos límites septentrionales estarían situados en la orla montañosa del Subbético alicantino (Jover y López, 1997) (Fig. 1).
Más al norte de estas elevaciones, de forma coetánea, se
desarrollarían diversas sociedades concretas todavía no
inferidas espacialmente, manteniéndose todavía, desde
la perspectiva culturalista, la idea de la existencia del área
del «Bronce Valenciano» (Jover, 1999). En uno de estos
grupos arqueológicos se integraría la cubeta de Villena.
No estamos lejos de la realidad si afirmamos que
las familias que habitaron en la cubeta de Villena durante
la Edad del Bronce tuvieron un modo de vida campesino
de base cerealista (Jover y López, 1999; 2004). La gestión
de los espacios apropiados, debió regirse, por un lado, por
la articulación de cada una de las unidades domésticas
con el medio físico transformado o no, y por otro, por las
relaciones intragrupales e intergrupales. Las relaciones sociales establecidas en el seno de aquella sociedad concreta de la que formarían parte serían las que determinarían
[ 119 ]
[page-n-121]
Fig. 1. Mapa del este peninsular con indicación de los principales
yacimientos argáricos, de la zona valenciana y del área en estudio.
En línea blanca discontinua se muestra la propuesta de delimitación
territorial del espacio social argárico.
[ 120 ]
tanto la distribución y asignación de las tierras y recursos
entre las distintas unidades domésticas sobre el espacio
social, como el modo de ejecutar las tareas y de gestionar
los recursos y lo producido. A modo de hipótesis, hace
años propusimos (Jover y López, 1999) que, al tratarse de
comunidades antropológicamente identificadas como tribales, los procesos de asignación y gestión del territorio, de
sus recursos y de lo producido seguirían principios de equidad en cuanto a su distribución y asignación, al ser todos
los miembros de la comunidad copropietarios del objeto
de trabajo (Sarmiento, 1992), así como de racionalidad y
sostenibilidad ecológica (Toledo, 1993). De este modo, se
tendería a garantizar la sostenibilidad social de todas las
unidades domésticas con un reparto de recursos y tierras,
a la que se uniría una planificación y gestión ordenada de
los mismos con el fin de no agotarlos e incrementarlos. Así,
se garantizaría la continuidad de cada unidad doméstica
en los espacios asignados, sancionando socialmente la
propiedad de la tierra y de lo producido, asegurando la
transmisión de la misma de generación en generación y
reforzando los lazos intrasociales por reciprocidad.
Para contrastar y refutar o validar dicha hipótesis se
inició un programa de investigación donde se prospectó
ampliamente el espacio en estudio, determinando la extensión superficial de todos los yacimientos, y se estudiaron las evidencias materiales (Jover, López y López, 1995)
para caracterizar las unidades de asentamiento (Jover y
López, 1999); pero sobre todo se inició un programa de
excavaciones en diversas unidades de asentamiento con
el fin de concretar, no sólo su estructura, organización y
funcionalidad, sino también determinar la (su) historia de
ocupación, para extrapolarla, a modo de hipótesis, al resto de unidades similares.
Hace unos años, a partir del conjunto de los yacimientos analizados, algo más de medio centenar si sumamos los documentados en Caudete (Pérez, 1997) y en el
valle de Alhorines (García, 2006), y sin tener en cuenta las
cuevas que en otros valles colindantes sí tienen una mayor
frecuentación y usos diversos (Palomar, 1995; Fairén, 2001),
se pudo determinar la existencia de 3 grandes agrupaciones para el periodo 2100-1500 cal BC (Jover y López, 1999):
[page-n-122]
Fig. 2. Mapa con la aplicación de los polígonos de Thyessen,
priorizando el tamaño de los asentamientos.
significativo lo viene mostrando las recientes excavaciones
de Polovar (Fig. 3), donde además de un lugar de residencia,
también se ha localizado lo que podría considerarse como
un cobertizo aislado. Las dataciones disponibles aseguran
que su construcción se produciría a partir de la segunda de
las fases determinadas en Terlinques, en torno a 1930 cal
BC. En este grupo se incluirían asentamientos como Cabezo
de Penalva, Peñicas (Hernández, Pérez y Menargues, 2004) o
Pedruscales (García, 2004), junto a una treintena más.
Grupo C. Asentamiento de tipo Terlinques. Se trata de los núcleos de mayor tamaño en la zona en estudio, en torno a los 1.200-3.500/4.000 m2, con la excepción
de Cabezo Redondo (Hernández, Jover y López, 2013).
Responden a las mismas características de ubicación que
los anteriores, pero distribuyéndose de forma equidistante,
Espacios sociales en la Edad del Bronce. F. J. Jover, J. A. López, S. Martínez
Grupo A. Asentamientos de tipo Barranco Tuerto.
En esta agrupación se engloban yacimientos de muy pequeña extensión superficial, de no más de 200 m2, ubicados en puntos encumbrados de las sierras, lo que les
otorga una gran visibilidad territorial. En el registro material del Barranco Tuerto (Jover y López, 2005) no se documentó vasos cerámicos de gran tamaño, ni dientes de hoz,
ni molinos activos, pero si fragmentos empleados como
mampostería; y entre los restos faunísticos, preferentemente extremidades de especies domésticas. La datación
disponible, aunque sobre muestra de vida larga, permite
considerar que su fundación se efectuaría a partir de 1850
cal BC, perdurando hasta más allá del 1600 cal BC.
Grupo B. Asentamientos de tipo Polovar. Se trata
de núcleos de muy pequeño tamaño, inferiores a 800 m2.
Ocupan la cima y laderas de grandes cerros aislados ubicados en medio del corredor o en estribaciones montañosas
adelantadas de las sierras que delimitan la cubeta de Villena,
con una altura sobre el fondo del valle inferior a los 90 m, disponiendo de una amplia visibilidad y buenas tierras en su
entorno para la práctica agrícola. Un análisis del vecino más
próximo corregido hasta el tercer vecino, unido a un estudio
de polígonos de Thyessen permitió inferir un patrón agrupado en torno a los yacimientos de mayor tamaño y uniforme
respecto a sí mismos (Jover y López, 1999) (Fig. 2). El registro
material muestra prácticas de carácter doméstico y agropecuario, pero siempre con una enorme escasez de evidencias y sin muestras de producción metalúrgica. Un ejemplo
[ 121 ]
[page-n-123]
[ 122 ]
Fig. 3. Área occidental de Polovar en proceso de excavación.
En primer término se observa la plataforma de aterrazamiento.
Fig. 4. Vista de Terlinques desde Polovar.
entre 5 y 7 km de distancia y con similares áreas de explotación. Entre el repertorio material destaca la presencia de
grandes cantidades de instrumentos de molienda de distintos tamaños, vasos cerámicos de gran capacidad y dientes
de hoz, además de evidencias de instrumentos metálicos
y, en algunos casos, prácticas de fundición. Asentamientos
como Terlinques (Fig. 4) fueron fundados ex novo hacia el
2100 cal BC, modificados en torno al 1930, transformados
plenamente hacia el 1750 y abandonados en torno al 1500
cal BC (Jover y López, 2009; Hernández, Jover y López,
2013). Esta misma secuencia podría ser extensible al resto
de asentamientos de similares características.
La excepción, como ya hemos señalado anteriormente, la constituye Cabezo Redondo. No sólo por las
características de emplazamiento, ocupando la ladera de
un cerro con menor visibilidad que el resto y siendo el más
oculto en el territorio, sino también por su extensión superficial –más de 1 ha– y por sus prácticas funerarias que responden a la norma argárica, efectuadas desde momentos
previos a mediados del II milenio cal BC (Hernández, 2009;
2012). Por tanto, si bien hace unos años considerábamos
que se trataba de un yacimiento exclusivamente del bronce tardío (Soler, 1987; Jover y López, 1999; 2004), las recientes excavaciones y dataciones, muestran una fundación
próxima al 1750 cal BC y una ocupación continuada hasta
el 1300 cal BC (Hernández, 2009; 2012). Así, una parte de
su ocupación –del 1750 al 1500 cal BC– fue coetánea a los
grupos anteriormente señalados, con prácticas funerarias
y elementos materiales no coincidentes, abriendo nuevos
interrogantes sobre la dinámica social y política de estos
territorios y su relación con la sociedad argárica (Jover y
López, 2009; Hernández, Jover y López, 2013).
[page-n-124]
Con estos datos, podemos inferir:
1. Los asentamientos tipo Terlinques parecen fundarse al unísono hacia el 2100 cal BC, a tenor de las
dataciones obtenidas en Terlinques y Cabezo de
la Escoba1. En esos momentos, se habría llevado
1. Agradecemos los datos facilitados por Rubén Cabezas Romero sobre el
Cabezo la Escoba, autor de un reciente Trabajo de fin de Máster efectuado
bajo la tutela de uno de nosotros –FJJM–.
Fig. 5. Vista de Cabezo Redondo.
Fotografía cedida por M.S. Hernández Pérez.
cubeta de Villena, a aumentar la capacidades productivas, crecer demográficamente y a nuclearizar
parte de la población en un asentamiento ubicado
en el centro de los ejes de comunicación: Cabezo
Redondo (Fig. 5).
En este sentido, quedarían por determinar, entre
otras, dos cuestiones de especial relevancia. La primera, si
los pobladores del Cabezo Redondo inhumados siguiendo
la norma argárica eran o no de origen local, o si simplemente trataron de imitar las prácticas funerarias argáricas
por razones de posición social. La segunda, determinar
cuál sería el tamaño de Cabezo Redondo con anterioridad
y posterioridad al 1500 cal BC, momento a partir del cual,
buena parte de los asentamientos de la cubeta de Villena
fueron abandonados (Hernández, Jover y López, 2013).
Espacios sociales en la Edad del Bronce. F. J. Jover, J. A. López, S. Martínez
a cabo un reparto y distribución del territorio entre el conjunto de la comunidad, al parecer bajo
principios de equidad entre distintas unidades domésticas.
2. Una vez entrado el II milenio cal BC se produciría la
consolidación de la entidad social y del proyecto político iniciado, con la fundación de nuevos
asentamientos de menores dimensiones en torno
a los núcleos iniciales. Es el caso, entre otros, de
Polovar, ubicado en el entorno de Terlinques.
3. Las presiones externas ejercidas por los grupos dominantes argáricos en relación con el dominio y
control de determinados recursos y productos necesarios para la reproducción social de las entidades sociales periféricas, pero también las tensiones internas y conflictos generados por la mayor
presión ejercida sobre los recursos disponibles,
explicarían la necesidad de fundar asentamientos
logísticos de control territorial, al parecer, con anterioridad al 1750 cal BC, como Barranco Tuerto.
4. No obstante, la necesidad de incrementar la producción y la productividad ante las relaciones de
producción establecidas por los grupos dominantes argáricos, llevaría a los grupos humanos de la
[ 123 ]
[page-n-125]
[ 124 ]
[page-n-126]
ESTUDIO Y CARACTERIZACIÓN
DEL TERRITORIO ARGÁRICO ALICANTINO
Juan Antonio López Padilla, Sergio Martínez Monleón, Francisco Javier Jover Maestre
Universidad de Alicante
En el momento en que, hacia mediados del siglo pasado,
quedó establecida la existencia en la península Ibérica
de diversas áreas culturales contemporáneas a la Cultura
de El Argar (Tarradell, 1949), también quedó roto para
siempre el paradigma que hasta entonces había hecho
sinónimos los términos «cultura de El Argar» y «Edad del
Bronce peninsular». Desde aquel momento, y durante un
largo periodo, las tierras del sur de Alicante –en esencia,
las cuencas del Bajo Segura y del Vinalopó– quedaron
irremediablemente involucradas en un vivo debate que
trataba de esclarecer dónde debía fijarse la delimitación septentrional del espacio argárico y su frontera con
el denominado «Bronce Valenciano» (Tarradell, 1965;
Hernández, 1986). El notable incremento del registro arqueológico obtenido en la zona entre los años ochenta y
noventa (González, 1986; Hernández, 1990; 1994; González
y Ruiz, 1995; Simón, 1997), pero sobre todo, el cambio en
< Enterramiento infantil en urna (Cabezo Pardo, San Isidro/Granja
de Rocamora).
la perspectiva desde la que abordar esta cuestión, abandonando las posiciones eminentemente culturalistas
(Hernández, 1997) por otros posicionamientos teóricos
(Jover, 1999) que incidían en el valor del espacio social
como unidad de observación pertinente para el análisis
de las prácticas sociales de nuestro pasado (Bate, 1998),
posibilitaron profundizar en el complejo bosque de relaciones intersociales establecidas entre la sociedad argárica y las comunidades de su entorno inmediato, levantado
en el lindero mismo de sus respectivos territorios, y fijar
éste adecuadamente en el espacio y en el tiempo (Jover y
López, 2009) (Fig. 1).
El análisis de la distribución territorial de las prácticas funerarias (Jover y López, 1997) y de ciertos elementos muy ligados a la reproducción socioideológica de El
Argar (Jover y López, 2004) situaba las comarcas del Bajo
Segura y Bajo Vinalopó claramente en el ámbito argári-
[ 125 ]
[page-n-127]
1. Illeta dels Banyets
2. Tabayá
3. Conjunto de la Serra del Búho:
• Serra del Búho I
• Puntal del Búho
• Serra del Búho III
• Serra del Búho IV
4. Barranco de los Arcos
5. Caramoro I
6. Pic de les Moreres
7. Cabezo de Hurchillo
8. El Morterico
9. Castillo de Abanilla
10. La Mina
11. San Antón
12. Grieta de los Palmitos
13. Laderas del Castillo
14. Cabezo del Pallarés
15. Cabezo Pardo
16. Cabezo del Molino
17. Arroyo Grande
18. Cabezo del Moro
19. Cuestas del Pelegrín
20. Cabezo de La Mina
21. Cabezo del Rosario
22. Cabezo del Mojón
23. Cabezo de las Yeseras
Fig. 1. Mapa con indicación de la frontera argárica del 1950 cal BC
(línea de puntos) y la localización de los yacimientos argáricos de la
Vega Baja del Segura y del Bajo Vinalopó.
co, estableciéndose una frontera –vigente al menos durante las primeras centurias del II milenio cal BC– en la
orla montañosa del Subbético alicantino (Jover y López,
1999). Una frontera con un indudable carácter político
que, desde nuestro punto de vista, es lo que cabía esperar en el caso de una sociedad como la argárica, a la que
desde hacía mucho había consenso en considerar fuertemente jerarquizada, y a la que algunos investigadores
[ 126 ]
incluso habían llegado a atribuir un carácter estatal (Lull
y Risch, 1995).
En cambio, las comunidades del Prebético Meridional valenciano emplazadas al norte de dicha frontera
ofrecían una imagen mucho más difusa y menos consistente en cuanto a su caracterización desde el registro arqueológico, lo que estimuló el interés en el análisis de los
patrones de ocupación del territorio y en la excavación y
estudio de un variado conjunto de asentamientos en esta
zona (Hernández, Jover y López, 2013). Como resultado,
hacia comienzos del siglo xxi se asistía a la paradójica si-
[page-n-128]
tuación de disponer de un registro del área del Prébetico
valenciano considerablemente más actualizado y completo que el que ofrecía el ámbito argárico alicantino, en gran
medida deudor aún de los datos y materiales proporcionados por los trabajos pioneros de Julio Furgús (1937) y Josep
Colominas (1936) en San Antón y Laderas del Castillo.
Así, en 2005 se emprendió un ambicioso programa
de prospecciones sistemáticas en la zona del Bajo Segura
y del Bajo Vinalopó en el que se pretendía actualizar la
localización cartográfica de los yacimientos y evaluar su
estado actual de conservación y la extensión superficial
del depósito sedimentario preservado en cada uno de
ellos (López Padilla, 2009a). Dicho estudio se ha completado en fechas recientes, ampliando la base de información cartográfica y recalculando la extensión estimada de
los yacimientos mediante herramientas de medición más
precisas (López, Jover y Martínez, 2014).
Fig. 2B. Barranco de los Arcos, emplazado en una posición similar,
sobre el barranco del mismo nombre.
El amplio conjunto de yacimientos localizados
podría clasificarse en cuatro grupos de asentamientos en
función de su tamaño, algo que también parece advertirse en el área nuclear de la sociedad argárica (Arteaga,
2001; Ayala, 1991; Lull et al., 2010). Los yacimientos con
una extensión en torno a 2 ha serían los núcleos centrales de la zona –San Antón y Laderas del Castillo– y luego se establecerían otros tres grupos de asentamientos:
los yacimientos entre 0,5-1 ha, que se localizarían en los
puntos de intercambio fronterizo y acceso a los principales recursos de la zona; los poblados entre 0,1-0,3 ha, que
repetirían el mismo esquema propuesto para los asentamientos del grupo anterior, pero localizándose en puntos
secundarios; y por último, un amplio grupo de yacimien-
Territorio argárico alicantino. J. A. López, S. Martínez, F. J. Jover
Fig. 2A. Vista de Caramoro I, ubicado en un escarpe sobre el cauce del Vinalopó.
[ 127 ]
[page-n-129]
Fig. 3. Gráfico comparativo de la superficie con sedimento
arqueológico de los yacimientos del ámbito argárico del Bajo Segura
y Bajo Vinalopó (izquierda) y los del Medio y Alto Vinalopó (derecha).
tos con menos de 0,1 ha de extensión que se distribuirían
por el resto del espacio social argárico.
Uno de los aspectos más relevantes que ha ofrecido el estudio del territorio argárico en Alicante es la
situación estratégica que ocuparon determinados asentamientos, a nuestro juicio altamente significativa de su
desempeño en funciones relacionadas con el control de
los pasos principales de comunicación interfronterizos. El
caso paradigmático es el que registramos en el cauce del
[ 128 ]
Vinalopó, donde se constata una medida equidistancia
entre el pequeño asentamiento de Caramoro I (Fig. 2), emplazado justo donde el río deja de encajonarse entre los
relieves de la serranía, al Sur, y Puntal del Búho, a medio
camino entre aquél y el yacimiento de Tabayá, al Norte,
justo sobre el punto en el que el Vinalopó comienza a atravesar la sierra en dirección al Camp d’Elx. Parece evidente que durante mucho tiempo el pasillo que conforma el
río Vinalopó en este tramo desempeñó un papel esencial
como área de entrada y salida del territorio argárico de
personas, productos y materias primas de todo tipo.
La comparación entre la extensión de los asentamientos registrados en el Bajo Segura con las que ofrecen
los yacimientos localizados en el Medio y Alto Vinalopó y
la Vall d’Albaida, permite inferir de inmediato el superior
tamaño de los asentamientos argáricos en relación a los
yacimientos de análoga posición jerárquica en el territorio periférico (Fig. 3). Tan sólo a partir de ca. 1500 cal BC
parece que Cabezo Redondo, en el Alto Vinalopó, alcanzó
los niveles de concentración demográfica de los principales centros argáricos precedentes (López Padilla, 2009a).
Una estimación a partir de un cálculo conservador de aproximadamente 1 persona por cada 25 m², nos
[page-n-130]
Territorio argárico alicantino. J. A. López, S. Martínez, F. J. Jover
daría como resultado que un núcleo como San Antón
podría acoger alrededor de un millar de habitantes,
mientras que los núcleos de rango medio, como Cabezo
Pardo, no estarían habitados por más de un centenar.
Sin embargo, estos niveles estarían muy por encima de
los que acogerían los enclaves más pequeños, como el
Barranco de los Arcos o Caramoro I, en donde apenas habría una veintena de habitantes. Ello vendría en nuestra
opinión a subrayar el papel de centro político ejercido de
manera continuada por San Antón y Laderas del Castillo,
y que en la zona periférica del Prebético Meridional valenciano sólo sería asumido, mucho tiempo más tarde, por
Cabezo Redondo.
La excavación que entre 2006 y 2012 se ha venido
realizando en Cabezo Pardo (López Padilla, 2009b), ha
ofrecido datos muy interesantes acerca de la estratigrafía y organización urbanística de un asentamiento de no
más de 0,3 ha –que podríamos considerar prototípico de
los asentamientos de rango medio de la Vega Baja del
Segura– al tiempo que ha proporcionado la primera secuencia radiocarbónica para un yacimiento argárico de la
zona. De acuerdo con la información obtenida, la ocupación de Cabezo Pardo arrancaría en torno a 1950 cal BC,
con un poblado de cabañas más o menos alargadas, de
tamaño mediano y paredes con esquinas redondeadas,
con un zócalo de piedras y un alzado y cubierta construi-
dos básicamente con barro amasado, cañizo y ramajes.
Sobre los pavimentos se descubrieron huellas del empleo
de postes para la sujeción de la techumbre. Todos estos
edificios fueron destruidos a causa de un incendio que debió producirse hacia 1800 cal BC. Muy poco tiempo después, el poblado sufrió una importante transformación
urbanística, al menos en la zona de la cima, donde se concentraron los trabajos de excavación. Allí se constató la
existencia de un edificio central –al que se adivinan unas
dimensiones notables a pesar de su pésimo estado de
conservación– que fue reconstruido o remodelado al menos tres veces hasta el abandono definitivo del poblado.
A su alrededor discurría una calle de poco más de 0,50 m
de anchura, a lo largo de la cual se distribuía una serie de
departamentos, cuyos pavimentos se encontraban a una
cota inferior a la de aquélla, y a la mayoría de los cuales
[ 129 ]
[page-n-131]
[ 130 ]
Fig. 4A. Cabezo Pardo (San Isidro / Granja de Rocamora, Alicante).
Restos del edificio central (a la derecha), de la calle y de los
departamentos situados al sur de la misma (fondo e izquierda).
Fig. 4B. Detalle del enterramiento femenino de la Tumba 1. El esqueleto
yace apoyado sobre su costado izquierdo, con los brazos y piernas
fuertemente flexionados. A su espalda, un cuenco de cerámica.
se accedía mediante un vano dotado de rudimentarios
escalones (Fig. 4). Prácticamente todos estos edificios estaban dotados de bancadas y de un considerable número
de calzos y estructuras de mampostería relacionadas con
la sustentación de la cubierta. El más relevante de ellos es
el edificio L, que no disponía de acceso directo desde la
calle pero que contaba con un banco corrido adosado a la
cara interna de las paredes, éstas además revocadas con
una capa de cal de color blanco. Es la única construcción
de estas características localizada en el yacimiento. Casi
todos los edificios fueron destruidos sin que se encontrasen en su interior evidencias de incendios, y sobre
sus ruinas se levantó otro conjunto de estructuras que
repetían el mismo esquema urbanístico precedente, y
que perduró al menos hasta el abandono definitivo del
enclave, en torno a 1550/1500 cal BC. Resultan muy notables la semejanzas que en este aspecto guarda Cabezo
Pardo con la organización urbanística observada en el
yacimiento murciano de la Tira del Lienzo, en Totana
(Lull et al., 2012).
[page-n-132]
que, involucrando a dos sociedades en contacto fronterizo, asignó un papel diferenciado a cada una de ellas en
función de situaciones de partida distintas, cuyas causas
y orígenes hunden sus raíces, como poco, en el último tercio del III milenio cal BC (López Padilla, 2006).
Por otra parte, lo conocido hasta ahora y lo que
permiten inferir los últimos trabajos es la estrecha sintonía que el ámbito argárico en el sur de las tierras alicantinas guarda con respecto al resto del territorio de El Argar,
tanto en las prácticas sociales registradas como su propia
dimensión temporal; pero, al mismo tiempo, se aprecian
ciertas características propias que quizá cabría atribuir a
la particular posición geopolítica que ocupó el espacio
argárico de la Vega Baja del Segura y del Bajo Vinalopó
a lo largo de la primera mitad del II milenio cal BC, y que
también podría explicar en parte las peculiaridades del
proceso histórico desarrollado en la zona a partir de 1500
cal BC (Hernández, 2009), en el que se sustanció la disolución de lo argárico en otra realidad social completamente
distinta, en sintonía con lo que ocurrió en todo el ámbito
de El Argar (Lull et al., 2013).
Territorio argárico alicantino. J. A. López, S. Martínez, F. J. Jover
Es de esperar que los trabajos recién iniciados
el pasado año en Laderas del Castillo, en Callosa de
Segura, aporten otras novedades de no menor importancia en relación a las características y secuencia ocupacional de uno de los asentamientos centrales de la
zona, de forma que sea posible realizar comparaciones
en coordenadas espacio-temporales con lo documentado en Cabezo Pardo.
De este sucinto análisis de los asentamientos argáricos de la Vega Baja del Segura y Bajo Vinalopó podemos, pues, extraer varias conclusiones preliminares.
En primer lugar, constatar la existencia, entre ca. 2000 y
ca. 1500 cal BC, de un mayor grado de jerarquización en
el ámbito argárico del Bajo Segura respecto al territorio
periférico adyacente, manifestado en el superior tamaño
de los asentamientos y un mayor grado de concentración
demográfica en los principales enclaves. Aspecto éste íntimamente ligado al desarrollo de un proceso histórico
[ 131 ]
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La Lloma de Betxí en el siglo XXI.
Perspectivas de futuro
María Jesús de Pedro Michó, Trinidad Pasíes Oviedo, Víctor Chaos López
Museu de Prehistòria-SIP
El año 1984 es el punto de partida de unos trabajos que,
casi tres décadas después, han permitido recuperar –como
hemos visto a lo largo de las páginas de este libro– una importante información arqueológica, económica y medioambiental sobre el asentamiento prehistórico de la Lloma de
Betxí de Paterna.
Ahora, en 2015, presentamos al público los resultados del trabajo de todos estos años, un cuerpo de datos
que ha sido de gran interés para la investigación y decisivo a la hora de documentar el ajuar doméstico y las técnicas de construcción de un poblado de la Edad del Bronce,
todo ello recogido en la exposición monográfica de la que
el presente libro constituye su texto divulgativo.
En las líneas que siguen daremos a conocer algunas de las intervenciones que, aparte de las propiamente
arqueológicas, ha sido necesario realizar para mantener
las estructuras constructivas y de habitación del poblado,
< Control del proceso de extracción de sales solubles
en los vasos cerámicos.
así como los distintos avatares por los que el yacimiento
en sí ha ido pasando, para finalmente reflexionar sobre su
futuro, ya en pleno siglo xxi.
La excavación: consolidación in situ, protección
y limpieza
En 1994, después de diez años de trabajos, la acción humana con continuos expolios y los agentes físicos
habían deteriorado seriamente los restos conservados de
la Lloma de Betxí, y se hacían necesarias actuaciones concretas de consolidación sobre las estructuras más dañadas, es decir, las realizadas con tierra, barro cocido, arcilla
endurecida o enlucidos, que sufren de forma más directa
la acción de las aguas de lluvia. El proyecto de actuación
fue encargado a Ricardo Perelló por la Dirección General
de Patrimonio Artístico de la Conselleria de Cultura y los
trabajos se realizaron en la primavera de 1994 bajo nues-
[ 133 ]
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[ 134 ]
Fig. 1. Trabajos de consolidación de las estructuras excavadas,
realizados en 1994.
tra supervisión (de Pedro, 1998) (Fig. 1). Seis años después redactamos un nuevo proyecto para evitar el progresivo deterioro de las nuevas estructuras excavadas y
reparar los desperfectos de aquellas ya consolidadas, el
cual no llegó a ejecutarse. Y en la actualidad seguimos sin
un proyecto adecuado de consolidación y protección de
las estructuras, de señalización, de vigilancia de los accesos, etc. No obstante, las tareas de limpieza y de mantenimiento se realizan periódicamente.
De manera puntual, en los últimos años se han
realizado en el yacimiento diversos trabajos de consolidación, limpieza y protección de elementos arqueológicos. Finalizada la excavación de la Habitación II, en 2007,
los revestimientos de sus muros fueron consolidados con
impregnaciones de silicato de etilo, aplicado por pulverización (Fig. 2). Asimismo se realizaron operaciones de
consolidación in situ en el caso de una estructura que servía como molino, donde se intervino mediante inyección
y aplicaciones de refuerzo con morteros naturales. Y de
extracción de algunos elementos para su traslado al laboratorio, en aquellos casos que se consideró imprescindible para garantizar la conservación de los restos que, por
su delicado estado de conservación, podrían ponerse en
riesgo de no ser tratados adecuadamente. Así se decidió
extraer tanto una impronta de cestería conservada junto
al molino, como un fragmento de revestimiento de muro
que aparecía entre el derrumbe del material de construcción. En ambos casos se tomaron las medidas oportunas
para proteger la superficie y se realizaron refuerzos con
espuma de poliuretano para conformar un bloque rígido
que asegurara los restos durante su traslado al laboratorio (Fig. 3). Como medidas de protección temporal se
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Fig. 2. Consolidación in situ de los revestimientos de muro mediante
pulverización de silicato de etilo.
La exposición: revisión y selección de piezas,
conservación y restauración
La última campaña de excavaciones realizada, en
septiembre de 2013, significó la puesta en marcha del proyecto expositivo que ahora se presenta y que muestra los
resultados de 30 años de trabajo. Y comienzan los preparativos, entre los cuales está la selección de los materiales
a exponer. La revisión de los fondos custodiados en los
almacenes y de las piezas catalogadas nos permite redescubrir objetos correspondientes a las primeras campañas
junto con otros recuperados en los últimos años; su ordenación y selección ha sido una de las tareas más complejas de acuerdo con el volumen de materiales recuperados
y su necesaria organización por materias: cerámica, hue-
La Lloma de Betxí en el siglo xxi. M. J. de Pedro, T. Pasíes, V. Chaos
realizó el recubrimiento con geotextil y arena de algunos
elementos que merecían una especial seguridad, y también se diseñaron cubiertas parciales para resguardar las
partes del muro de la Habitación II que aún conservaba
los revestimientos anteriormente citados (Fig. 4).
En 2013 se efectuó la limpieza de la terrera depositada en la ladera oriental, financiada por Red Eléctrica
de acuerdo con el proyecto que presentamos a la
Dirección General de Parques Naturales de la Conselleria
de Medio Ambiente. Intervención que contó con la iniciativa de Salvador Villalba, por entonces responsable de
Dinamización del Parc Natural del Túria, y de la Delegación
Regional de Levante de Red Eléctrica de España, en
concreto del jefe de Mantenimiento de Líneas de dicha
Delegación, Ricardo Barberá, y del técnico de Medio
Ambiente de la misma delegación, Mauro Montesinos.
Esta colaboración puntual para la retirada de las tierras
con medios mecánicos abría las puertas a nuevos proyectos de consolidación y museización del yacimiento,
como resultado de acuerdos institucionales que podrían
llevarse a cabo considerando el gran valor patrimonial de
la Lloma de Betxí, dentro del Parc Natural del Túria y del
área de actuación de Red Eléctrica de España. Acuerdos
que finalmente no cristalizaron.
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so, piedra, adornos, metal, elementos de construcción,
etc., de manera que todos los aspectos de la cultura material de un poblado de la Edad del Bronce estuvieran representados. Por otra parte, las piezas seleccionadas para
formar parte de la exposición requerían, en muchos casos,
de trabajos de conservación y restauración que se han llevado a cabo en el Laboratorio de Restauración del Museo.
Trabajos realizados sobre un nutrido y variado grupo de
materiales, como veremos a continuación.
Numerosas piezas cerámicas catalogadas, que ya
formaban parte de la exposición permanente del museo,
se han limpiado y reparado para su presentación; a las
que se han sumado otras de campañas posteriores que
se encontraban todavía en el almacén. En total un con-
Fig. 3. Refuerzo de una impronta de cestería junto al molino y
proceso de extracción.
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junto de 63 vasos cerámicos sobre los que se realizaron
operaciones de limpieza mecánica de las incrustaciones
calcáreas superficiales con equipo de ultrasonidos, junto
a un proceso de limpieza química con empacos de pasta
de celulosa y agente complejante EDTA, solo en los casos
en los que el tratamiento mecánico no era suficientemente efectivo. Las reintegraciones de pequeños faltantes se
han realizado con una mezcla al 50% de escayola dental y
Polyfilla (Fig. 5), dejándolas a bajo nivel como método de
reconocimiento, mientras que los acabados de color han
sido aplicados con aerógrafo, utilizando la técnica del estarcido y empleando pinturas acrílicas.
Algunos de los vasos presentaban intervenciones
antiguas que en la mayoría de los casos se ha optado por
respetar; solo se han realizado operaciones puntuales de
retoque de las reintegraciones cromáticas en aquellas
piezas donde se consideraba que se podía mejorar de forma sustancial la estética global (Fig. 6).
Además, con el fin de ilustrar diferentes técnicas
decorativas de la cerámica, se ha revisado un buen número de unidades de almacén correspondientes a tres
grandes vasos de la Habitación III decorados con cordones y mamelones, así como otros pequeños vasos con
motivos incisos, todos ellos pertenecientes al momento
más avanzado de la ocupación del poblado.
Las pesas de telar también han sido objeto de revisión para intentar recuperar el conjunto de casi 20 piezas
aparecidas en la Habitación I en la campaña de 1987, de
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Fig. 4. Cubierta horizontal para la protección de las estructuras, con
cerramientos verticales contra posibles actos vandálicos.
De la industria ósea se han revisado numerosas
piezas ya catalogadas para su limpieza y consolidación.
Los tratamientos llevados a cabo sobre el material óseo
consistieron básicamente en la limpieza mecánica y física realizada bajo lupa binocular, con lápiz de ultrasonidos para hacer saltar las concreciones más adheridas e
impregnaciones con hisopo de una disolución al 50% de
agua y alcohol etílico. La resina Paraloid B72 en porcentaje del 10% se empleó para la consolidación por inyección
de pequeñas grietas y al 30% para la adhesión de fragmentos sueltos.
Los más recientes hallazgos han sido catalogados:
entre punzones, botones, cuentas de collar, colgantes,
etc., un total de 33 nuevas piezas.
Como medida de conservación preventiva, y en el
caso de los conjuntos más delicados (objetos metálicos y
material óseo), se fabricaron cajas nido con materiales total-
La Lloma de Betxí en el siglo xxi. M. J. de Pedro, T. Pasíes, V. Chaos
las cuales dos habían sido ya consolidadas con anterioridad y se encontraban expuestas en las salas permanentes. Otras 16 han sido limpiadas y consolidadas (Fig. 7) y
ocho de ellas, las que estaban en mejor estado, han pasado a formar parte de la selección de materiales a exponer.
En el caso de las pesas de telar, donde la pasta cerámica
estaba muy disgregada y precisaba de la aplicación de un
material consolidante, se obtuvieron buenos resultados
con impregnaciones al vacío de silicato de etilo.
En cuanto a los objetos metálicos, algunos estaban ya catalogados y otros permanecían en el almacén.
Muchos de ellos presentaban un proceso de corrosión activo que hubo que frenar mediante inmersión al vacío en
un inhibidor de la corrosión (benzotriazol 3%), tras haber
realizado un tratamiento previo de limpieza mecánica con
micromotor. Finalmente se aplicó una doble capa de protección con resina sintética (Paraloid B44 3%) y cera microcristalina (Reswax 5%). La revisión de las piezas ha permitido la consolidación y restauración de aquellas que se
encontraban en peor estado, en total nueve punzones, un
puñal de remaches, cuatro puntas y un fragmento de cuchillo o similar; todas ellas han sido también catalogadas.
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[page-n-139]
[ 138 ]
mente inertes (cartón de conservación y espuma de polietileno), aisladas de los excesos de humedad con un material
absorbente (Pro-Sorb), donde los materiales se ordenan e
inmovilizan, perfectamente identificados (Fig. 8). Se logra
así garantizar no solo una mejor preservación de las piezas,
sino una cómoda localización para futuras investigaciones.
Por último, se realizaron diversas intervenciones
sobre los restos de elementos de construcción trasladados al laboratorio tras su extracción (Fig. 9). El apartado
de los materiales de construcción y de las técnicas constructivas utilizadas en el poblado ocupa un importante lugar en la exposición, de ahí la revisión de materiales realizada. Entre los numerosos restos se ha seleccionado una
buena muestra de fragmentos de enlucido, techo y otras
estructuras independientes como soportes o molduras,
eligiendo aquellos en los que las improntas de cestería,
troncos u otros elementos vegetales fueran bien visibles
y también los que por su tamaño proporcionan mayor
información. Los fragmentos con improntas de cañas,
restos de paja y otras especies vegetales, pertenecientes
a las techumbres, se consolidaron con impregnaciones
al vacío de silicato de etilo, mientras que a las piezas extraídas in situ (improntas de cestería y revestimiento de
muro) se les colocó un nuevo soporte rígido.
En el caso de la industria lítica de sílex y la piedra
pulida se han catalogado nuevas piezas, en su mayoría
dientes de hoz y láminas retocadas, pero también cuatro
nuevas placas pulidas, de las conocidas como brazaletes
de arquero. Y se ha seleccionado igualmente diverso utillaje de molienda.
Los restos de los dos enterramientos humanos se
han revisado para comprobar su estado de conservación,
y se han fotografiado para su publicación en el catálogo
(Fig. 10). Lo mismo con los restos de fauna seleccionados,
buscando cubrir el total de especies domésticas y silvestres
aparecidas en el yacimiento. Y con los restos paleobotánicos,
de los que se han separado fragmentos de madera carbonizada de las especies representadas así como semillas de
cereal carbonizado aparecido en los suelos de ocupación.
Finalmente, una importante muestra de materiales ha sido fotografiada como parte de las ilustraciones
del catálogo de la exposición. En resumen, la búsqueda y
selección de materiales ha permitido ahondar en su limpieza, restauración, estudio, catálogo y fotografía, aportando así una nueva y exhaustiva documentación.
> Fig. 5. Vertido del estuco sobre una laguna en uno de los
vasos cerámicos.
Fig. 6. Retoque cromático de las zonas previamente
reconstruidas en un vaso geminado.
Fig. 7. Primer proceso de limpieza mecánica en seco
sobre una pesa de telar.
Fig. 8. Caja de conservación para los materiales óseos.
Fig. 9. Consolidación de fragmentos de material de
construcción por impregnación de resina acrílica.
Fig. 10. Aplicación del consolidante mediante inyección
en diversas fisuras de una mandíbula humana.
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[ fig. 6 ]
[ fig. 7 ]
[ fig. 8 ]
[ fig. 9 ]
[ fig. 10 ]
La Lloma de Betxí en el siglo xxi. M. J. de Pedro, T. Pasíes, V. Chaos
[ fig. 5 ]
[ 139 ]
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Fig. 11. Jornada de puertas abiertas en el yacimiento,
octubre de 2014.
El futuro del yacimiento: museización y difusión
[ 140 ]
Al tratarse de un yacimiento ubicado en una propiedad privada, el acceso de público organizado en visitas
guiadas ha sido muy limitado. No obstante son frecuentes
las visitas de investigadores y alumnos de diversas universidades españolas, y de escolares de las localidades más
cercanas, siempre acompañados de personal autorizado
o del propio equipo excavador.
En 1994 se realizaron las primeras jornadas de
puertas abiertas en el yacimiento, motivadas por la celebración del Año Europeo de la Edad del Bronce. Con
posterioridad, en 2005, se realizó una jornada por iniciativa del Área de Medioambiente del Ayuntamiento de
Paterna, que incluía una conferencia y la visita guiada al
yacimiento. Y otra, en 2008, organizada por la Asociación
de Vecinos de la Canyada. Desde 2010 hasta la fecha se
vienen desarrollando, con carácter anual, jornadas de
puertas abiertas organizadas por el Parc Natural del Túria
y el Museu de Prehistòria de València que han contado
siempre con numerosa asistencia de público (Fig. 11).
Hasta la fecha no se ha hecho una propuesta de
difusión concreta dado el carácter privado de la finca,
si bien se encuentra dentro de un parque natural gestionado por la Generalitat Valenciana desde 20071 y ya
en 2008, a petición de los técnicos del Parc Natural del
Túria, colaboramos en la redacción de un folleto explicativo del mismo.
En general, la escasez de recursos y el deterioro
del yacimiento no aconsejan, en estos momentos, la realización de visitas más que de forma muy restringida. A la
1. Decreto 43/2007 de 13 de abril, declaración del Parque Natural del
Turia: «El tram del llit i riberes del riu Túria [...] és un dels últims pulmons
forestals que sobreviu en una zona tan poblada i industrialitzada com és
l’àrea metropolitana de València. [...] paisatge pla, amb l’empremta del llit i la
ribera del Túria, rodejat de suaus ondulacions travessades per barrancs que
confluïxen en el riu. [...] paisatge dinàmic i variat, a què correspon una notable
diversitat d’hàbitats i d’espècies de fauna i flora. D’altra banda, l’abundància
d’aigua potser va determinar la ubicació d’uns quants assentaments humans
històrics, destacant el poblat de l’edat del bronze de la Lloma de Betxí, que
hui forma part del patrimoni arqueològic i que es troba al costat de la vora
septentrional del Túria [...]».
[page-n-142]
protejan y se interesen por su conservación al considerarlo parte de su historia. Este trabajo implica, además de
dar conferencias o hacer visitas guiadas, todo un trabajo
colaborativo con las asociaciones ciudadanas y colectivos
dispuestos a que la Lloma de Betxí no solo permanezca
por sus restos sino también en la memoria colectiva de la
generación que hizo posible su recuperación.
Pero, treinta años después de que se iniciaran los
trabajos de excavación, la Lloma de Betxí se enfrenta a un
futuro incierto en cuanto a su conservación; el deterioro
de las estructuras es cada vez más rápido dada su fragilidad y la inclusión del yacimiento en el Parc Natural no
ha frenado el expolio ni las agresiones a que se ve sometido regularmente. La exposición Vivir junto al Turia hace
4.000 años viene a ser algo así como el epílogo o punto
final de la intervención arqueológica en el yacimiento.
Y es de esperar que ello no signifique su olvido y desaparición sino el inicio de nuevas acciones encaminadas
a preservar un legado arquitectónico y arqueológico de
gran valor patrimonial.
La Lloma de Betxí en el siglo xxi. M. J. de Pedro, T. Pasíes, V. Chaos
espera de concretar el futuro del poblado en relación con
su protección, consolidación, musealización, señalización,
etc., los trabajos realizados se han dado a conocer de forma periódica en conferencias, congresos, folletos y publicaciones diversas. Y una buena muestra de los hallazgos recuperados se encuentra expuesta, desde 1995, en las Salas
Permanentes del Museu de Prehistòria de València.
Nuestro deseo sería integrar a todos los colectivos
implicados en la protección y valorización del yacimiento,
desde el propietario del terreno hasta la dirección del Parc
Natural del Túria o el Ayuntamiento de Paterna, y de una
manera muy especial invitar a participar a la ciudadanía
de la Canyada y de Paterna que son con quienes debemos
trabajar intensamente para que entiendan el yacimiento
como propio, lo incluyan entre sus bienes y así lo valoren,
[ 141 ]
[page-n-143]
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Un recorrido centenario. La Edad del Bronce en las tierras valencianas
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