Estudio y caracterización del territorio argárico alicantino
Juan Antonio López Padilla
Sergio Martínez Monleón
Francisco Javier Jover Maestre
2015
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ESTUDIO Y CARACTERIZACIÓN
DEL TERRITORIO ARGÁRICO ALICANTINO
Juan Antonio López Padilla, Sergio Martínez Monleón, Francisco Javier Jover Maestre
Universidad de Alicante
En el momento en que, hacia mediados del siglo pasado,
quedó establecida la existencia en la península Ibérica
de diversas áreas culturales contemporáneas a la Cultura
de El Argar (Tarradell, 1949), también quedó roto para
siempre el paradigma que hasta entonces había hecho
sinónimos los términos «cultura de El Argar» y «Edad del
Bronce peninsular». Desde aquel momento, y durante un
largo periodo, las tierras del sur de Alicante –en esencia,
las cuencas del Bajo Segura y del Vinalopó– quedaron
irremediablemente involucradas en un vivo debate que
trataba de esclarecer dónde debía fijarse la delimitación septentrional del espacio argárico y su frontera con
el denominado «Bronce Valenciano» (Tarradell, 1965;
Hernández, 1986). El notable incremento del registro arqueológico obtenido en la zona entre los años ochenta y
noventa (González, 1986; Hernández, 1990; 1994; González
y Ruiz, 1995; Simón, 1997), pero sobre todo, el cambio en
< Enterramiento infantil en urna (Cabezo Pardo, San Isidro/Granja
de Rocamora).
la perspectiva desde la que abordar esta cuestión, abandonando las posiciones eminentemente culturalistas
(Hernández, 1997) por otros posicionamientos teóricos
(Jover, 1999) que incidían en el valor del espacio social
como unidad de observación pertinente para el análisis
de las prácticas sociales de nuestro pasado (Bate, 1998),
posibilitaron profundizar en el complejo bosque de relaciones intersociales establecidas entre la sociedad argárica y las comunidades de su entorno inmediato, levantado
en el lindero mismo de sus respectivos territorios, y fijar
éste adecuadamente en el espacio y en el tiempo (Jover y
López, 2009) (Fig. 1).
El análisis de la distribución territorial de las prácticas funerarias (Jover y López, 1997) y de ciertos elementos muy ligados a la reproducción socioideológica de El
Argar (Jover y López, 2004) situaba las comarcas del Bajo
Segura y Bajo Vinalopó claramente en el ámbito argári-
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1. Illeta dels Banyets
2. Tabayá
3. Conjunto de la Serra del Búho:
• Serra del Búho I
• Puntal del Búho
• Serra del Búho III
• Serra del Búho IV
4. Barranco de los Arcos
5. Caramoro I
6. Pic de les Moreres
7. Cabezo de Hurchillo
8. El Morterico
9. Castillo de Abanilla
10. La Mina
11. San Antón
12. Grieta de los Palmitos
13. Laderas del Castillo
14. Cabezo del Pallarés
15. Cabezo Pardo
16. Cabezo del Molino
17. Arroyo Grande
18. Cabezo del Moro
19. Cuestas del Pelegrín
20. Cabezo de La Mina
21. Cabezo del Rosario
22. Cabezo del Mojón
23. Cabezo de las Yeseras
Fig. 1. Mapa con indicación de la frontera argárica del 1950 cal BC
(línea de puntos) y la localización de los yacimientos argáricos de la
Vega Baja del Segura y del Bajo Vinalopó.
co, estableciéndose una frontera –vigente al menos durante las primeras centurias del II milenio cal BC– en la
orla montañosa del Subbético alicantino (Jover y López,
1999). Una frontera con un indudable carácter político
que, desde nuestro punto de vista, es lo que cabía esperar en el caso de una sociedad como la argárica, a la que
desde hacía mucho había consenso en considerar fuertemente jerarquizada, y a la que algunos investigadores
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incluso habían llegado a atribuir un carácter estatal (Lull
y Risch, 1995).
En cambio, las comunidades del Prebético Meridional valenciano emplazadas al norte de dicha frontera
ofrecían una imagen mucho más difusa y menos consistente en cuanto a su caracterización desde el registro arqueológico, lo que estimuló el interés en el análisis de los
patrones de ocupación del territorio y en la excavación y
estudio de un variado conjunto de asentamientos en esta
zona (Hernández, Jover y López, 2013). Como resultado,
hacia comienzos del siglo xxi se asistía a la paradójica si-
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tuación de disponer de un registro del área del Prébetico
valenciano considerablemente más actualizado y completo que el que ofrecía el ámbito argárico alicantino, en gran
medida deudor aún de los datos y materiales proporcionados por los trabajos pioneros de Julio Furgús (1937) y Josep
Colominas (1936) en San Antón y Laderas del Castillo.
Así, en 2005 se emprendió un ambicioso programa
de prospecciones sistemáticas en la zona del Bajo Segura
y del Bajo Vinalopó en el que se pretendía actualizar la
localización cartográfica de los yacimientos y evaluar su
estado actual de conservación y la extensión superficial
del depósito sedimentario preservado en cada uno de
ellos (López Padilla, 2009a). Dicho estudio se ha completado en fechas recientes, ampliando la base de información cartográfica y recalculando la extensión estimada de
los yacimientos mediante herramientas de medición más
precisas (López, Jover y Martínez, 2014).
Fig. 2B. Barranco de los Arcos, emplazado en una posición similar,
sobre el barranco del mismo nombre.
El amplio conjunto de yacimientos localizados
podría clasificarse en cuatro grupos de asentamientos en
función de su tamaño, algo que también parece advertirse en el área nuclear de la sociedad argárica (Arteaga,
2001; Ayala, 1991; Lull et al., 2010). Los yacimientos con
una extensión en torno a 2 ha serían los núcleos centrales de la zona –San Antón y Laderas del Castillo– y luego se establecerían otros tres grupos de asentamientos:
los yacimientos entre 0,5-1 ha, que se localizarían en los
puntos de intercambio fronterizo y acceso a los principales recursos de la zona; los poblados entre 0,1-0,3 ha, que
repetirían el mismo esquema propuesto para los asentamientos del grupo anterior, pero localizándose en puntos
secundarios; y por último, un amplio grupo de yacimien-
Territorio argárico alicantino. J. A. López, S. Martínez, F. J. Jover
Fig. 2A. Vista de Caramoro I, ubicado en un escarpe sobre el cauce del Vinalopó.
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Fig. 3. Gráfico comparativo de la superficie con sedimento
arqueológico de los yacimientos del ámbito argárico del Bajo Segura
y Bajo Vinalopó (izquierda) y los del Medio y Alto Vinalopó (derecha).
tos con menos de 0,1 ha de extensión que se distribuirían
por el resto del espacio social argárico.
Uno de los aspectos más relevantes que ha ofrecido el estudio del territorio argárico en Alicante es la
situación estratégica que ocuparon determinados asentamientos, a nuestro juicio altamente significativa de su
desempeño en funciones relacionadas con el control de
los pasos principales de comunicación interfronterizos. El
caso paradigmático es el que registramos en el cauce del
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Vinalopó, donde se constata una medida equidistancia
entre el pequeño asentamiento de Caramoro I (Fig. 2), emplazado justo donde el río deja de encajonarse entre los
relieves de la serranía, al Sur, y Puntal del Búho, a medio
camino entre aquél y el yacimiento de Tabayá, al Norte,
justo sobre el punto en el que el Vinalopó comienza a atravesar la sierra en dirección al Camp d’Elx. Parece evidente que durante mucho tiempo el pasillo que conforma el
río Vinalopó en este tramo desempeñó un papel esencial
como área de entrada y salida del territorio argárico de
personas, productos y materias primas de todo tipo.
La comparación entre la extensión de los asentamientos registrados en el Bajo Segura con las que ofrecen
los yacimientos localizados en el Medio y Alto Vinalopó y
la Vall d’Albaida, permite inferir de inmediato el superior
tamaño de los asentamientos argáricos en relación a los
yacimientos de análoga posición jerárquica en el territorio periférico (Fig. 3). Tan sólo a partir de ca. 1500 cal BC
parece que Cabezo Redondo, en el Alto Vinalopó, alcanzó
los niveles de concentración demográfica de los principales centros argáricos precedentes (López Padilla, 2009a).
Una estimación a partir de un cálculo conservador de aproximadamente 1 persona por cada 25 m², nos
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Territorio argárico alicantino. J. A. López, S. Martínez, F. J. Jover
daría como resultado que un núcleo como San Antón
podría acoger alrededor de un millar de habitantes,
mientras que los núcleos de rango medio, como Cabezo
Pardo, no estarían habitados por más de un centenar.
Sin embargo, estos niveles estarían muy por encima de
los que acogerían los enclaves más pequeños, como el
Barranco de los Arcos o Caramoro I, en donde apenas habría una veintena de habitantes. Ello vendría en nuestra
opinión a subrayar el papel de centro político ejercido de
manera continuada por San Antón y Laderas del Castillo,
y que en la zona periférica del Prebético Meridional valenciano sólo sería asumido, mucho tiempo más tarde, por
Cabezo Redondo.
La excavación que entre 2006 y 2012 se ha venido
realizando en Cabezo Pardo (López Padilla, 2009b), ha
ofrecido datos muy interesantes acerca de la estratigrafía y organización urbanística de un asentamiento de no
más de 0,3 ha –que podríamos considerar prototípico de
los asentamientos de rango medio de la Vega Baja del
Segura– al tiempo que ha proporcionado la primera secuencia radiocarbónica para un yacimiento argárico de la
zona. De acuerdo con la información obtenida, la ocupación de Cabezo Pardo arrancaría en torno a 1950 cal BC,
con un poblado de cabañas más o menos alargadas, de
tamaño mediano y paredes con esquinas redondeadas,
con un zócalo de piedras y un alzado y cubierta construi-
dos básicamente con barro amasado, cañizo y ramajes.
Sobre los pavimentos se descubrieron huellas del empleo
de postes para la sujeción de la techumbre. Todos estos
edificios fueron destruidos a causa de un incendio que debió producirse hacia 1800 cal BC. Muy poco tiempo después, el poblado sufrió una importante transformación
urbanística, al menos en la zona de la cima, donde se concentraron los trabajos de excavación. Allí se constató la
existencia de un edificio central –al que se adivinan unas
dimensiones notables a pesar de su pésimo estado de
conservación– que fue reconstruido o remodelado al menos tres veces hasta el abandono definitivo del poblado.
A su alrededor discurría una calle de poco más de 0,50 m
de anchura, a lo largo de la cual se distribuía una serie de
departamentos, cuyos pavimentos se encontraban a una
cota inferior a la de aquélla, y a la mayoría de los cuales
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Fig. 4A. Cabezo Pardo (San Isidro / Granja de Rocamora, Alicante).
Restos del edificio central (a la derecha), de la calle y de los
departamentos situados al sur de la misma (fondo e izquierda).
Fig. 4B. Detalle del enterramiento femenino de la Tumba 1. El esqueleto
yace apoyado sobre su costado izquierdo, con los brazos y piernas
fuertemente flexionados. A su espalda, un cuenco de cerámica.
se accedía mediante un vano dotado de rudimentarios
escalones (Fig. 4). Prácticamente todos estos edificios estaban dotados de bancadas y de un considerable número
de calzos y estructuras de mampostería relacionadas con
la sustentación de la cubierta. El más relevante de ellos es
el edificio L, que no disponía de acceso directo desde la
calle pero que contaba con un banco corrido adosado a la
cara interna de las paredes, éstas además revocadas con
una capa de cal de color blanco. Es la única construcción
de estas características localizada en el yacimiento. Casi
todos los edificios fueron destruidos sin que se encontrasen en su interior evidencias de incendios, y sobre
sus ruinas se levantó otro conjunto de estructuras que
repetían el mismo esquema urbanístico precedente, y
que perduró al menos hasta el abandono definitivo del
enclave, en torno a 1550/1500 cal BC. Resultan muy notables la semejanzas que en este aspecto guarda Cabezo
Pardo con la organización urbanística observada en el
yacimiento murciano de la Tira del Lienzo, en Totana
(Lull et al., 2012).
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que, involucrando a dos sociedades en contacto fronterizo, asignó un papel diferenciado a cada una de ellas en
función de situaciones de partida distintas, cuyas causas
y orígenes hunden sus raíces, como poco, en el último tercio del III milenio cal BC (López Padilla, 2006).
Por otra parte, lo conocido hasta ahora y lo que
permiten inferir los últimos trabajos es la estrecha sintonía que el ámbito argárico en el sur de las tierras alicantinas guarda con respecto al resto del territorio de El Argar,
tanto en las prácticas sociales registradas como su propia
dimensión temporal; pero, al mismo tiempo, se aprecian
ciertas características propias que quizá cabría atribuir a
la particular posición geopolítica que ocupó el espacio
argárico de la Vega Baja del Segura y del Bajo Vinalopó
a lo largo de la primera mitad del II milenio cal BC, y que
también podría explicar en parte las peculiaridades del
proceso histórico desarrollado en la zona a partir de 1500
cal BC (Hernández, 2009), en el que se sustanció la disolución de lo argárico en otra realidad social completamente
distinta, en sintonía con lo que ocurrió en todo el ámbito
de El Argar (Lull et al., 2013).
Territorio argárico alicantino. J. A. López, S. Martínez, F. J. Jover
Es de esperar que los trabajos recién iniciados
el pasado año en Laderas del Castillo, en Callosa de
Segura, aporten otras novedades de no menor importancia en relación a las características y secuencia ocupacional de uno de los asentamientos centrales de la
zona, de forma que sea posible realizar comparaciones
en coordenadas espacio-temporales con lo documentado en Cabezo Pardo.
De este sucinto análisis de los asentamientos argáricos de la Vega Baja del Segura y Bajo Vinalopó podemos, pues, extraer varias conclusiones preliminares.
En primer lugar, constatar la existencia, entre ca. 2000 y
ca. 1500 cal BC, de un mayor grado de jerarquización en
el ámbito argárico del Bajo Segura respecto al territorio
periférico adyacente, manifestado en el superior tamaño
de los asentamientos y un mayor grado de concentración
demográfica en los principales enclaves. Aspecto éste íntimamente ligado al desarrollo de un proceso histórico
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ESTUDIO Y CARACTERIZACIÓN
DEL TERRITORIO ARGÁRICO ALICANTINO
Juan Antonio López Padilla, Sergio Martínez Monleón, Francisco Javier Jover Maestre
Universidad de Alicante
En el momento en que, hacia mediados del siglo pasado,
quedó establecida la existencia en la península Ibérica
de diversas áreas culturales contemporáneas a la Cultura
de El Argar (Tarradell, 1949), también quedó roto para
siempre el paradigma que hasta entonces había hecho
sinónimos los términos «cultura de El Argar» y «Edad del
Bronce peninsular». Desde aquel momento, y durante un
largo periodo, las tierras del sur de Alicante –en esencia,
las cuencas del Bajo Segura y del Vinalopó– quedaron
irremediablemente involucradas en un vivo debate que
trataba de esclarecer dónde debía fijarse la delimitación septentrional del espacio argárico y su frontera con
el denominado «Bronce Valenciano» (Tarradell, 1965;
Hernández, 1986). El notable incremento del registro arqueológico obtenido en la zona entre los años ochenta y
noventa (González, 1986; Hernández, 1990; 1994; González
y Ruiz, 1995; Simón, 1997), pero sobre todo, el cambio en
< Enterramiento infantil en urna (Cabezo Pardo, San Isidro/Granja
de Rocamora).
la perspectiva desde la que abordar esta cuestión, abandonando las posiciones eminentemente culturalistas
(Hernández, 1997) por otros posicionamientos teóricos
(Jover, 1999) que incidían en el valor del espacio social
como unidad de observación pertinente para el análisis
de las prácticas sociales de nuestro pasado (Bate, 1998),
posibilitaron profundizar en el complejo bosque de relaciones intersociales establecidas entre la sociedad argárica y las comunidades de su entorno inmediato, levantado
en el lindero mismo de sus respectivos territorios, y fijar
éste adecuadamente en el espacio y en el tiempo (Jover y
López, 2009) (Fig. 1).
El análisis de la distribución territorial de las prácticas funerarias (Jover y López, 1997) y de ciertos elementos muy ligados a la reproducción socioideológica de El
Argar (Jover y López, 2004) situaba las comarcas del Bajo
Segura y Bajo Vinalopó claramente en el ámbito argári-
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1. Illeta dels Banyets
2. Tabayá
3. Conjunto de la Serra del Búho:
• Serra del Búho I
• Puntal del Búho
• Serra del Búho III
• Serra del Búho IV
4. Barranco de los Arcos
5. Caramoro I
6. Pic de les Moreres
7. Cabezo de Hurchillo
8. El Morterico
9. Castillo de Abanilla
10. La Mina
11. San Antón
12. Grieta de los Palmitos
13. Laderas del Castillo
14. Cabezo del Pallarés
15. Cabezo Pardo
16. Cabezo del Molino
17. Arroyo Grande
18. Cabezo del Moro
19. Cuestas del Pelegrín
20. Cabezo de La Mina
21. Cabezo del Rosario
22. Cabezo del Mojón
23. Cabezo de las Yeseras
Fig. 1. Mapa con indicación de la frontera argárica del 1950 cal BC
(línea de puntos) y la localización de los yacimientos argáricos de la
Vega Baja del Segura y del Bajo Vinalopó.
co, estableciéndose una frontera –vigente al menos durante las primeras centurias del II milenio cal BC– en la
orla montañosa del Subbético alicantino (Jover y López,
1999). Una frontera con un indudable carácter político
que, desde nuestro punto de vista, es lo que cabía esperar en el caso de una sociedad como la argárica, a la que
desde hacía mucho había consenso en considerar fuertemente jerarquizada, y a la que algunos investigadores
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incluso habían llegado a atribuir un carácter estatal (Lull
y Risch, 1995).
En cambio, las comunidades del Prebético Meridional valenciano emplazadas al norte de dicha frontera
ofrecían una imagen mucho más difusa y menos consistente en cuanto a su caracterización desde el registro arqueológico, lo que estimuló el interés en el análisis de los
patrones de ocupación del territorio y en la excavación y
estudio de un variado conjunto de asentamientos en esta
zona (Hernández, Jover y López, 2013). Como resultado,
hacia comienzos del siglo xxi se asistía a la paradójica si-
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tuación de disponer de un registro del área del Prébetico
valenciano considerablemente más actualizado y completo que el que ofrecía el ámbito argárico alicantino, en gran
medida deudor aún de los datos y materiales proporcionados por los trabajos pioneros de Julio Furgús (1937) y Josep
Colominas (1936) en San Antón y Laderas del Castillo.
Así, en 2005 se emprendió un ambicioso programa
de prospecciones sistemáticas en la zona del Bajo Segura
y del Bajo Vinalopó en el que se pretendía actualizar la
localización cartográfica de los yacimientos y evaluar su
estado actual de conservación y la extensión superficial
del depósito sedimentario preservado en cada uno de
ellos (López Padilla, 2009a). Dicho estudio se ha completado en fechas recientes, ampliando la base de información cartográfica y recalculando la extensión estimada de
los yacimientos mediante herramientas de medición más
precisas (López, Jover y Martínez, 2014).
Fig. 2B. Barranco de los Arcos, emplazado en una posición similar,
sobre el barranco del mismo nombre.
El amplio conjunto de yacimientos localizados
podría clasificarse en cuatro grupos de asentamientos en
función de su tamaño, algo que también parece advertirse en el área nuclear de la sociedad argárica (Arteaga,
2001; Ayala, 1991; Lull et al., 2010). Los yacimientos con
una extensión en torno a 2 ha serían los núcleos centrales de la zona –San Antón y Laderas del Castillo– y luego se establecerían otros tres grupos de asentamientos:
los yacimientos entre 0,5-1 ha, que se localizarían en los
puntos de intercambio fronterizo y acceso a los principales recursos de la zona; los poblados entre 0,1-0,3 ha, que
repetirían el mismo esquema propuesto para los asentamientos del grupo anterior, pero localizándose en puntos
secundarios; y por último, un amplio grupo de yacimien-
Territorio argárico alicantino. J. A. López, S. Martínez, F. J. Jover
Fig. 2A. Vista de Caramoro I, ubicado en un escarpe sobre el cauce del Vinalopó.
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Fig. 3. Gráfico comparativo de la superficie con sedimento
arqueológico de los yacimientos del ámbito argárico del Bajo Segura
y Bajo Vinalopó (izquierda) y los del Medio y Alto Vinalopó (derecha).
tos con menos de 0,1 ha de extensión que se distribuirían
por el resto del espacio social argárico.
Uno de los aspectos más relevantes que ha ofrecido el estudio del territorio argárico en Alicante es la
situación estratégica que ocuparon determinados asentamientos, a nuestro juicio altamente significativa de su
desempeño en funciones relacionadas con el control de
los pasos principales de comunicación interfronterizos. El
caso paradigmático es el que registramos en el cauce del
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Vinalopó, donde se constata una medida equidistancia
entre el pequeño asentamiento de Caramoro I (Fig. 2), emplazado justo donde el río deja de encajonarse entre los
relieves de la serranía, al Sur, y Puntal del Búho, a medio
camino entre aquél y el yacimiento de Tabayá, al Norte,
justo sobre el punto en el que el Vinalopó comienza a atravesar la sierra en dirección al Camp d’Elx. Parece evidente que durante mucho tiempo el pasillo que conforma el
río Vinalopó en este tramo desempeñó un papel esencial
como área de entrada y salida del territorio argárico de
personas, productos y materias primas de todo tipo.
La comparación entre la extensión de los asentamientos registrados en el Bajo Segura con las que ofrecen
los yacimientos localizados en el Medio y Alto Vinalopó y
la Vall d’Albaida, permite inferir de inmediato el superior
tamaño de los asentamientos argáricos en relación a los
yacimientos de análoga posición jerárquica en el territorio periférico (Fig. 3). Tan sólo a partir de ca. 1500 cal BC
parece que Cabezo Redondo, en el Alto Vinalopó, alcanzó
los niveles de concentración demográfica de los principales centros argáricos precedentes (López Padilla, 2009a).
Una estimación a partir de un cálculo conservador de aproximadamente 1 persona por cada 25 m², nos
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Territorio argárico alicantino. J. A. López, S. Martínez, F. J. Jover
daría como resultado que un núcleo como San Antón
podría acoger alrededor de un millar de habitantes,
mientras que los núcleos de rango medio, como Cabezo
Pardo, no estarían habitados por más de un centenar.
Sin embargo, estos niveles estarían muy por encima de
los que acogerían los enclaves más pequeños, como el
Barranco de los Arcos o Caramoro I, en donde apenas habría una veintena de habitantes. Ello vendría en nuestra
opinión a subrayar el papel de centro político ejercido de
manera continuada por San Antón y Laderas del Castillo,
y que en la zona periférica del Prebético Meridional valenciano sólo sería asumido, mucho tiempo más tarde, por
Cabezo Redondo.
La excavación que entre 2006 y 2012 se ha venido
realizando en Cabezo Pardo (López Padilla, 2009b), ha
ofrecido datos muy interesantes acerca de la estratigrafía y organización urbanística de un asentamiento de no
más de 0,3 ha –que podríamos considerar prototípico de
los asentamientos de rango medio de la Vega Baja del
Segura– al tiempo que ha proporcionado la primera secuencia radiocarbónica para un yacimiento argárico de la
zona. De acuerdo con la información obtenida, la ocupación de Cabezo Pardo arrancaría en torno a 1950 cal BC,
con un poblado de cabañas más o menos alargadas, de
tamaño mediano y paredes con esquinas redondeadas,
con un zócalo de piedras y un alzado y cubierta construi-
dos básicamente con barro amasado, cañizo y ramajes.
Sobre los pavimentos se descubrieron huellas del empleo
de postes para la sujeción de la techumbre. Todos estos
edificios fueron destruidos a causa de un incendio que debió producirse hacia 1800 cal BC. Muy poco tiempo después, el poblado sufrió una importante transformación
urbanística, al menos en la zona de la cima, donde se concentraron los trabajos de excavación. Allí se constató la
existencia de un edificio central –al que se adivinan unas
dimensiones notables a pesar de su pésimo estado de
conservación– que fue reconstruido o remodelado al menos tres veces hasta el abandono definitivo del poblado.
A su alrededor discurría una calle de poco más de 0,50 m
de anchura, a lo largo de la cual se distribuía una serie de
departamentos, cuyos pavimentos se encontraban a una
cota inferior a la de aquélla, y a la mayoría de los cuales
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Fig. 4A. Cabezo Pardo (San Isidro / Granja de Rocamora, Alicante).
Restos del edificio central (a la derecha), de la calle y de los
departamentos situados al sur de la misma (fondo e izquierda).
Fig. 4B. Detalle del enterramiento femenino de la Tumba 1. El esqueleto
yace apoyado sobre su costado izquierdo, con los brazos y piernas
fuertemente flexionados. A su espalda, un cuenco de cerámica.
se accedía mediante un vano dotado de rudimentarios
escalones (Fig. 4). Prácticamente todos estos edificios estaban dotados de bancadas y de un considerable número
de calzos y estructuras de mampostería relacionadas con
la sustentación de la cubierta. El más relevante de ellos es
el edificio L, que no disponía de acceso directo desde la
calle pero que contaba con un banco corrido adosado a la
cara interna de las paredes, éstas además revocadas con
una capa de cal de color blanco. Es la única construcción
de estas características localizada en el yacimiento. Casi
todos los edificios fueron destruidos sin que se encontrasen en su interior evidencias de incendios, y sobre
sus ruinas se levantó otro conjunto de estructuras que
repetían el mismo esquema urbanístico precedente, y
que perduró al menos hasta el abandono definitivo del
enclave, en torno a 1550/1500 cal BC. Resultan muy notables la semejanzas que en este aspecto guarda Cabezo
Pardo con la organización urbanística observada en el
yacimiento murciano de la Tira del Lienzo, en Totana
(Lull et al., 2012).
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que, involucrando a dos sociedades en contacto fronterizo, asignó un papel diferenciado a cada una de ellas en
función de situaciones de partida distintas, cuyas causas
y orígenes hunden sus raíces, como poco, en el último tercio del III milenio cal BC (López Padilla, 2006).
Por otra parte, lo conocido hasta ahora y lo que
permiten inferir los últimos trabajos es la estrecha sintonía que el ámbito argárico en el sur de las tierras alicantinas guarda con respecto al resto del territorio de El Argar,
tanto en las prácticas sociales registradas como su propia
dimensión temporal; pero, al mismo tiempo, se aprecian
ciertas características propias que quizá cabría atribuir a
la particular posición geopolítica que ocupó el espacio
argárico de la Vega Baja del Segura y del Bajo Vinalopó
a lo largo de la primera mitad del II milenio cal BC, y que
también podría explicar en parte las peculiaridades del
proceso histórico desarrollado en la zona a partir de 1500
cal BC (Hernández, 2009), en el que se sustanció la disolución de lo argárico en otra realidad social completamente
distinta, en sintonía con lo que ocurrió en todo el ámbito
de El Argar (Lull et al., 2013).
Territorio argárico alicantino. J. A. López, S. Martínez, F. J. Jover
Es de esperar que los trabajos recién iniciados
el pasado año en Laderas del Castillo, en Callosa de
Segura, aporten otras novedades de no menor importancia en relación a las características y secuencia ocupacional de uno de los asentamientos centrales de la
zona, de forma que sea posible realizar comparaciones
en coordenadas espacio-temporales con lo documentado en Cabezo Pardo.
De este sucinto análisis de los asentamientos argáricos de la Vega Baja del Segura y Bajo Vinalopó podemos, pues, extraer varias conclusiones preliminares.
En primer lugar, constatar la existencia, entre ca. 2000 y
ca. 1500 cal BC, de un mayor grado de jerarquización en
el ámbito argárico del Bajo Segura respecto al territorio
periférico adyacente, manifestado en el superior tamaño
de los asentamientos y un mayor grado de concentración
demográfica en los principales enclaves. Aspecto éste íntimamente ligado al desarrollo de un proceso histórico
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