Nuevos hojiformes en la provincia de Castellón
Norbert Mesado Oliver
A. Rufino
I. Rivero
J. Ramos
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVIII, Valencia, 2010, p. 241-271
Norberto MESADO (a), Arturo RUFINO (b), Ismael RIVERO (c) y Juan RAMOS (d)
Nuevos hojiformes en la provincia de Castellón
A la Eternidad.
A nuestro siempre amigo Vicent Meseguer Folch († 2008).
RESUMEN: De nuevo hemos de dar a conocer, en tierras castellonenses, otros petroglifoides (insculturas) encontrados por los amigos A. Rufino e I. Rivero. Al primero se debe el hojiforme sobre una gran
roca (desprendida del acantilado) en el propio cauce del barranco de las Salinas, junto al pueblo de Cirat,
en la comarca del Alto Mijares; al segundo los petroglifos, igualmente en forma de hoja, de la cima del
monte Cervol, en término de Santa Magdalena de Polpís, comarca del Baix Maestrat. Después añadiremos el hojiforme del barranco del Volante, encontrado por V. Giner Sospedra en 1968. Conjunto de grabados que, una vez más, deberemos adscribir al esoterismo mágico-religioso de la Iª Edad del Hierro.
PALABRAS CLAVE: Petroglifo, inscultura, hojiforme, Edad del Hierro.
Neue blattförmige Inschrifts in der Provinz von Castellón (Spanien)
ZUSAMMENFASSUNG: Erneut konnen wir in der Provinz von Castellón weitere Steininschriften bekannt geben, die von Arturo Rufino und Ismael Rivero endeckt wonder sind. Dem Ersten ist die blattförmige Inschrift auf einen Felsbrocken (von einen Abhang abgebrochen) im Flussbett des Salinastales
beim Dorf Cirat am Mijares zuzuschreiben und dem Zweiten der ebenso blattförmige Petroglyph auf der
Höhe des Bergs Cirol im Bezirk von Santa Magdalena de Pulpis in dem Gebiet des Baix Maestrat. Es
handelt sinch um Inschriften, die wir dem magischreligiösen Esotherismus der Eisenzeit zuschreiben
müssen.
SCHLÜSSELWÖRTER: Höhlenmalerei, petrographie, grabinschrift, blattförmig, Eisen I.
a
b
c
d
Avda. Llombai, s/n (junto a Instituto); 12530 Burriana (Castellón).
Avda. San Juan Bosco, 19; 12530 Burriana (Castellón).
C/ Pau Casals, 112; 08820 Barcelona.
C/ Pintor Carbó, 2-4ª; 12003 Castellón.
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N. MESADO, A. RUFINO, I. RIVERO y J. RAMOS
I. LOS HOJIFORMES DE LA COGONDA Y DEL BARRANCO DE LAS SALINAS
(CIRAT, CASTELLÓN)
El hallazgo
De nuevo se debe a Arturo Rufino Guinot el descubrimiento de otro hojiforme; pero esta vez no
yendo de excursión montana, como fue el de La Beltrana, en Vistabella (Mesado et al., 2008), sino estando
cómodamente sentado en su casa viendo la televisión. Ocurría la tarde del día 15 de enero del año 2008,
puesto que en la serie televisiva “De Prop”, que emite Canal Punt 2 de RTVV, el programa estaba dedicado
a la Villa de Cirat, en l’Alt Millars. Tras mostrar el pueblo y sus monumentos –Iglesia dedicada a San Bernardo, datada en su imafronte en 1654; Torre (denominada “de los Condes de Cirat”), fechada en 1[5]75;1
Palacio del Conde, del siglo XVIII (deteriorado por obras “modernas”); y su íntima plazoleta, sombreada
por crecidos plátanos y centrada por una fuente en cuyo pilón campa el año de su fábrica: el 1912 (pila que
sostiene los cascarones gallonados de otra manierista)–, la cámara acompañaba a Santi (el forestal), hijo de
Paco “el Marzo”, para mostrar, como novedad: una hoja fósil, la cual aparecía sobre una gran roca en un meandro del Barranco de las Salinas (fig. 1), punto al que suelen acudir los vecinos de Cirat para tomar el baño
en el rigor estival. Tras la sorpresa, nos desplazábamos la tarde del 22 de abril.
La Villa de Cirat
Se alcanza Cirat ascendiendo desde la localidad de Onda por la carretera comarcal CV-20, que bordea por su margen derecha el curso del Millars. Cirat, a canto de este río, se asienta sobre una elevación caliza junto a la desembocadura, en el Millars, del barranco de las Salinas. Ambos cursos con espectaculares
meandros encajados, mayormente, en calizas cretácicas el primero y en rojas areniscas triásicas el segundo.
Desde el año 1342 (por compra a la Corona) perteneció esta villa a la Baronía de Arenós, ostentada
por el noble D. Gonzalo Ximénez de Arenós, hasta su extinción. Bernardo Vilarig de Carrós (Baile General del Reino) era señor de Cirat en 1559. El 8 de enero de 1611 concedía carta de población a 22 colonos
para la repoblación de Cirat, El Tormo y Pandiel, este último lugar hoy en ruinas (Corbalán de Celís, 2007:
79-90). El título de conde de Cirat le sería concedido a don Bernardo Vilarig, por el rey Felipe IV, el día
25 de octubre de 1628.
Dista el pueblo de Cirat 30 km de Onda, y 50 de Castellón. Pero si en época de D. Carlos Sarthou
(1913) poseía 1.643 habitantes, hoy apenas alcanza los 280. Su altitud es de 410 m s.n.m. El pino carrasco
ha colonizado su quebrada y abandonada geografía, terreno forestal que ocupa más de 3.000 hectáreas.
Ya en el pueblo, nos dirigimos al Hogar del Pensionista (a su vez Casa de Cultura y Museo Etnológico) para informarnos del punto donde pudiera encontrarse este nuevo (para nosotros) hojiforme; pero tras
cada consulta nos mandaban a un lejano lugar del término por si pudiera estar en él, pues nada sabían sobre
el particular. Por ello preguntamos por algún pastor, indicándonos que buscásemos a uno, ya jubilado, apodado “el lobo”, pues ni el nombre de pila sabían. Era Vicente Peña Flores, nacido en el año 1931, quien nos
1 Se trata de una excelente torre exenta, de cantería, que parece haber servido, a su vez, de prisión, refugio y defensa, cuyas claves
pinjantes de sus dos ventanas, de dintel horizontal, presentan sendas inscripciones, incisas, con una elegante letra capital latina de
carácter vitrubiano. En la recayente a la plaza (la interior):, figurando en su base una cartela “a la
romana” (es del Renacimiento) con la fecha de su fábrica, (curiosamente no fueron consignadas las centenas); en la del
vano lateral izquierdo:. Una traducción –libre, lo reconocemos– debida al Rvdo. José
Aguilella, sería, en la primera caliza: sin esperanza nace el miedo; y, en la segunda: al final (de la vida) la felicidad (Dios). Posible lema, o leyenda críptica, del señor barón... Afirmando tal cronología tenemos, en la base del paramento que recae al río, un contrafuerte de emergencia (“apeamiento” o “contrarresto”), una técnica de atajo de desplome propia del mentado siglo XVI.
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Fig. 1. Cirat. Barranco de las Salinas. El hojiforme “B”.
dijo que nadie lo conocía por su nombre, pues a su bisabuelo ya le apodaban “el lobo”, y también a su padre.
Procedía de Barcelona, pero de pequeño había emigrado con su familia a Cirat en donde siempre había ejercido de pastor. Sumamente amable, quiso acompañarnos y nos llevó al punto del barranco de las Salinas en
donde estaba el hojiforme que buscábamos. Después nos enseñaba la Cueva Honda, cavidad en la que solía
estabular su rebaño de ovicápridos. Y, hecho curioso, aquí no conocía su gran grabado hojiforme, el cual
dimos a conocer (brevemente) en el año 1994.
Lugar de las insculturas
Para alcanzar ambos grabados tendremos que hacerlo, tomando desde la zona baja del pueblo, el camino de La Jara Macil2 que a escasos 300 m de recorrido vadea ya el primer barranco, el de las Salinas.
Desde el propio vado, a unos cien metros aguas arriba, en el fondo del meandro (el del propio paisaje) y del
barranco, advertiremos tres grandes rocas. La menor y más cercana a la margen derecha es la que comporta
el hojiforme que denominaremos “B” o “bajo”, pues el “A” o “alto” se localiza siguiendo la misma pista,
2 El paisaje del Mijares, en su recorrido por la sierra de Espadán, estuvo poblado de moriscos de jurisdicción señorial hasta que el
marqués de Caracena, virrey de Valencia, publicaba en 1609 el bando de su expulsión. Ello es la causa de la perduración de su plural toponimia árabe en este territorio. Cirat, por ejemplo, significa “camino”. Natividad Nebot, en su libro Toponimia del Alto Mijares y del Alto Palancia (Diputación Provincial de Castellón, 1991), anota que La Jara la Macil es un topónimo compuesto de un
primer elemento relacionado con “jara” (arbusto, bosquecillo, matorral) y “macil”, del árabe Manzil, con el significado de hostal,
venta...
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o camino de la Jara Macil, la cual une con la de Torralba del Pinar, villa de la misma comarca que alcanzaremos tras recorrer 12 km por un bello paisaje de encumbrados montes en los que predomina el pinar. Vadeado, pues, el mentado barranco, el camino se torna pingorotudo hasta haber rebasado un risco con una
capilla denominada “El Pilón de Royas” (fig. 2). En sus cercanías se encuentra la Cueva de las Santicas.3z
Desde el mentado vado de las Salinas, y con una distancia de 1,9 km y haber vadeado el cauce de otro
arroyo (el de la Cueva Honda), advertiremos a mano derecha los restos de la masía de la Cueva Honda, con
una saetera en su fachada (fig. 3) para la defensa de la corraliza construida ante la propia boca de la Cogonda,
ahora a la izquierda del camino tras un trayecto de 36 m. La Cogonda (o Cueva Honda como la denomina
nuestro guía pastor), está a unos 3 m de elevación sobre el medieval camino. Y es que la sala contigua a la
boca de la caverna, tras murarla con rocas, fue usada para la estabulación del ganado tanto local como de
aquel trashumante que llegaba desde la provincia de Teruel por Albentosa, Sarrión y Torralba tras haber rebasado la fuente de “Planes”, a 1.700 m de nuestra cueva. Otra resurgencia cercana es la de “La Jarica”.
La boca de la Cogonda se abre al W. Tiene 11 m de ancha; pero la altura es desigual por los grandes
bloques de su base, y solamente 2 m tiene de luz en su centro (fig. 4). La entrada o sala principal (el aprisco)
alcanza un eje N-S de 17 m, por otro W-E de 11,50. El grueso muro interno que sirve de cerramiento al ganado llega en su lado norte a los 3,30 m de alto (la propia elevación del techo de la cavidad), mientras que
en su lado sur sólo mide 2 m (punto en el que ha sido derrocado para acceder al interior). Su longitud (la
propia anchura de la cueva en este punto) alcanza los 10 m. Es en esta sala, en su lado izquierdo (entrando),
en donde advertiremos varios bloques desprendidos del techo de la cavidad, todos de dura caliza. Sobre el
más oblicuo (buza hacia el interior de la caverna) tendremos el hojiforme “A” (fig. 5). La altura entre ambas
insculturas (A/B), pese a su relativa cercanía, es de 140 m (fig. 6).
La Cogonda (o Cueva Honda) ha sido citada, también, con el topónimo de La Cuevonda (Donat,
1973). Preferimos el primer nombre pues así publicamos su petroglifo cuando dimos a conocer el conjunto
de insculturas que habíamos registrado en nuestras correrías por el septentrión del País Valenciano (Mesado
y Viciano, 1994). Si volvemos a él, es porque era el único que no conocíamos de visu, y porque ahora podemos arroparlo dentro de un contexto arqueológico mayor.
Coordenadas de la cavidad: 40º 03’ latitud N; y 3º 13’ 50” longitud E (Hoja nº 615 - Alcora - I.G.yC.
1ª edición, 1952).
El hojiforme “A”
La Cogonda es una cueva de origen tectónico, de grandes proporciones, teniendo un recorrido laberíntico con innumerables fracturas y grandes bloques desprendidos. En un punto de su fondo, alejado pues
de la boca,“posee un ‘gour’ vivo que recoge las filtraciones de una colada cónica. La cavidad está formada
por bancos calizos (muschelcalk) con rumbo S.N., con un buzamiento de 25º O.E., descansando concordantemente sobre arenisca roja (bunt-sandstein) del Trías” (Sarrión, 1975).
La roca (pues está caída) que comporta el petroglifo,4 mide de eje máximo (NO-SE) 3,00 m, alcanzando su mayor altura, 95 cm, en la cara sur. En su planacara, con una inclinación hacia el Este de unos 20º,
fue labrado (seguro con un instrumento metálico) este hojiforme (fig. 7); pero, pese a lo compacto de la caliza, no sólo no se aprecia el percutido del martilleo, sino que sus canales fueron alisados con abrasivos por
3 Los ciratenses denominan “santicas” a las matillas del culantrillo de pozo, que usan –en infusión– como medicamento pectoral.
Donat Zopo la denomina “Abrigo de los Santicos”, y dice haberse encontrado en él “fragmentos cerámicos neolíticos” (G.E.R.V.,
t. X, p. 226).
4 Fue encontrado (pero no publicado) por J.L. Viciano y F. Guallart en el año 1968.
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Fig. 2. Cirat. El Pilón de Royas.
Fig. 3. Masía de la Cueva Honda.
La saetera.
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Fig. 4. La Cogonda. Lado N de su boca.
Fig. 5. La Cogonda. Perfil de la roca con el hojiforme “A”.
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Fig. 6. Corte topográfico, esquemático, entre el hojiforme “A” y el “B”.
lo que al tacto no presentan alteraciones. Pese a ser cierto que más parece un ramiforme (o una defensa de
cérvido) por no haber tenido cerrado su limbo (lo mismo ocurrirá en el grabado “B”, aunque aquí lo creemos debido a la pertinaz erosión que sufre la roca), seguiremos denominando “hojiformes” a estas dos insculturas de Cirat.
La caliza que presenta el petroglifo aparece rota tanto por su eje N-S (con una separación de unos 4
cm), como por el E-W (ahora con una dislocación de unos 25 cm en el centro), roturas debidas al impacto
producido por el desplome de la gran roca que coliga con ella por su lado este. Por tal motivo las ramas superiores del petroglifoide tienen sus puntas desarticuladas por la propia rotura y desgaje del bloque, indicando
que no lo estaban (como es lógico) en el momento de su labrado (fig. 8). Y mientras el fragmento norte declina en unos 25º hacia esta dirección, los otros dos (los que comportan el hojiforme) lo hacen, con similar
gradiente, hacia el Este, posiblemente debido al hundimiento sufrido por el impacto del peñasco desprendido del techo de la caverna. El desgaje mayor está relleno de otros guijarros, debidos al despedace y craquelación violenta de la misma roca, así como del guano procedente del ganado estabulado, viejo estiércol
que sigue colmatando el suelo de esta gran sala.
La longitud de las ramas externas del grabado alcanza los 86 cm, mientras que la central (hasta la rotura) tiene 72 cm, y apenas unos 10 cm miden su “rotas” puntas. Sin embargo, el “limbo” o canalillo de desagüe es de los mayores conocidos, puesto que llega a los 46 cm de recorrido; y mientras su ancho es de 3
cm, lo es de 1,5 cm la profundidad, medida esta última que tienen las otras ramas. La altura total del ramiforme será, pues, de 128 cm. Varían sin embargo los grosores de los canales. Así, mientras el regato derecho desemboca en el de drenaje con 3,5 cm de ancho, lo hace con sólo 2,50 el izquierdo; alcanzando los 9
cm la rama central tras la unión de sus “candiles” si pensamos en una paleta de ciervo, y rebasando esta anAPL XXVIII, 2010
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Fig. 7. La Cogonda. Fotografía del hojiforme “A”.
Fig. 8. La Cogonda. Dibujo del hojiforme “A”.
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chura la paleta superior derecha. Sin embargo, tanto como si pensamos en un hojiforme (ahora incompleto),
como en un ramiforme, o en una cornamenta de animal, la función primaria de la inscultura fue la misma:
la de recoger el líquido derramado sobre ella y canalizarlo por el “pecíolo” hasta el borde de la roca.
El hojiforme “B”
Como ya comentamos, es el ubicado en el curso bajo del barranco de las Salinas,5 a unos 60 m aguas
arriba del vadeo del camino de la Jara Macil. En tal punto el barranco, por efecto erosivo, presenta en la margen derecha del meandro un duro acantilado labrado sobre areniscas rojas del Trías, algunas de cuyas viseras, mayormente las más elevadas, se han desplomado. Es esta la procedencia de los tres grandes rodenos
que en su caída quedaron agrupados en el propio lecho del barranco, junto a su orilla derecha. En el menor
y más llano está nuestra inscultura (fig. 9).
Es una roca de rodeno con la planacara de forma cuadrada, aunque irregular, con un eje horizontal
(E-W) de 3,00 m, por otro vertical (N-S) de 2,40 m, superficie (al igual que todo la roca) muy erosionada
por las inundaciones del barranco y los saltados laminares o exfoliaciones debidas a las variaciones térmicas anuales. Por este motivo el grabado que comporta ha desaparecido (si es que estuvo cerrado) en su tercio superior (fig. 10).
El eje central lleva dirección Norte, midiendo el campo de la hoja, si estuviese entero, 1,20 de altura
por 0,90 m de ancho, derramando por su extremo Sur. Lo hace por un “pecíolo” o canalillo de 0,30 m, el
conducto más señalado, con un ancho de 3 cm y una profundidad de 1 cm. La altura total de este motivo alcanzaría, pues, el metro y medio.
Cuantos hojiformes conocemos (salvo los esculturados sobre caliza) fueron labrados aprovechando
una ligera concavidad natural de las superficies. Hecha su silueta (el limbo de la hoja), mayormente, una red
de canalillos diagonales (los nervios) se entrecruzan yendo a desembocar en el canal central (centro a su vez
de la concavidad natural), rediforme ahora muy perdido por la propia erosión hídrica que soporta la roca,
pero aún observable en su zona SO. Como todos estos mismos temas (de nuevo exceptuando el de la Cogonda), el conducto final (el pecíolo) aparece más marcado (fig. 11), con el fin de encauzar bien todo el líquido vertido en el ancho campo de la hoja, el cual sería recogido en un recipiente pues en la misma caída
del derrame una hendidura (que tampoco posee el de la Cogonda) pudo tener la función de acople del elemento receptor, como se aprecia en la fig. 1. Aquí, la altura del peñasco es de 1,50 m. Debido, suponemos,
a la erosión de la corriente del barranco en sus crecidas, no se observan en los surcos que subsisten los impactos del instrumento metálico de su artífice, aunque pudieron haberse limado como vimos en los de la inscultura anterior. Motivo grabado a 1,30 m del lado oeste de la roca; a 0,30 de su lado este; y a 0,90 m de su
cara norte cuya altura es de 1,10 m.
Comentario a los hojiformes de Cirat
Cada signo tiene, a la vez, su apariencia externa y su interpretación profunda, mensaje que queda roto,
mayormente, cuando en la profundidad del tiempo no ha habido contacto cultural. Por este motivo, pues, tendremos que acumular temas paralelos (como es el caso de los hojiformes que hemos publicado) para ver de
intentar llegar al conocimiento, ahora críptico, de tales grabados.
Un hecho es irrefutable: sobre ellos fluyeron líquidos que a través de las retículas de sus campos, tras
5 Topónimo de clara procedencia pues su agua era salobre, sal que se extrajo en salinas cercanas al nacimiento del barranco. Hoy es
insípida, poseyendo fauna de agua dulce.
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Fig. 9. Bco. de las Salinas. Señalización de la roca con la inscultura “B”.
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Fig. 10. Dibujo del hojiforme “B”.
Fig. 11. Canal de drenaje o “pecíolo”
del hojiforme “B”.
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ser recogidos en el canal o “nervio” central, llegaron al “pecíolo” de los motivos insculturados para derramarse fuera de las caraplanas de las piedras que los comportan y poder ser recogidos, posiblemente, para su
libación. El gran problema hoy es saber si fue simplemente agua (ritual), o sobre tales mesas sacras (es entre
otras nuestra opinión) se realizaron exorcismos sacrificiales. Por tal motivo las dos insculturas de Cirat van
a ser de importancia para poder acercarnos, un poco más, a su significado y función primaria.
En primer lugar, el hojiforme de la Cogonda se encuentra en el interior de la primera sala de la cavidad, protegida de cualquier lluvia, nevazo o goteo cárstico dado que el techo de la caverna en este punto
no muestra signo alguno de haber filtrado agua, como en el “gour” antes citado, éste sin grabado alguno.6
Y el hojiforme del barranco de las Salinas se encuentra en su álveo (punto en el que se labró), por el cual,
aun en los periodos de más sequía, circula el agua (antaño salobre) los doce meses del año. Esto asegurará
que la simple recogida del líquido elemento para beber, no era su función primaria. Tampoco lo es el que
fuesen la parte basal, o fija, de una prensa de aceite, pues ya hemos visto cómo varias plataformas o rocas
se hallan en sitios encumbrados, caso de los hojiformes del monte Garabaya (Manzanera), cumbre de Penyagolosa (Vistabella), o cumbre de La Estrella (Mosqueruela), sin olivos y con prolongadas nieves invernales, puntos por otra parte ilógicos para un trabajo manual (y social) dada la soledad del paisaje y la lejanía
de los hábitat (prehistóricos, romanos o medievales) más cercanos que conocemos; o aquellos en los que los
planos pétreos que los ostentan presentan un notable buzamiento, habiendo otras superficies en sus aledaños, sin inscultura alguna, más propias para esta función. Tampoco estos dos de Cirat presentan termoclastos, lo que asegura que sobre ellos no se hizo fuego.
Como nos afirmó el pastor apodado “el lobo”, que estabuló durante años en la Cogonda su ganado
lanar, tampoco sirvieron para la destilación del aceite de enebro, un hecho más casero y recogido (de corral)
que el llevado a cabo en parajes muchas veces inhóspitos; a la par que tan amplias superficies (la mayoría
de las insculturadas) harían perder el escaso líquido que cada recipiente invertido (sobre un receptor) pueda
destilar;7 cabrero que pese a los más de cincuenta años de pastoreo no advirtió ni el grabado de la Cogonda
ni el del barranco de las Salinas, pues mientras el primero se lo mostramos nosotros, el segundo se lo dijo,
estando de tertulia en el bar del pueblo, el forestal que lo encontró: Santi, el hijo de Paco “el Marzo”.
Tampoco valieron como lugares en los que practicar la caza (trampas), puesto que en tal caso sobraban tanto sus insculturas como el derrame de líquido alguno por el “pecíolo” del campo grabado, y pocos
animales pueden cazarse (y más si se trata de aves) en el interior de una profunda cueva, habitada en su momento.
Por todo lo cual, pues, seguimos considerando lo que ya sugerimos en el año 1994 cuando publicamos cuantas insculturas conocíamos en el septentrión del país valenciano, y sus aledaños, puesto que en el
mayor y más espectacular campo esculpido –el existente en Los Cerradicos de la Masía de Casagranja, en
la partida de La Vega del término del municipio de Cantavieja (punto del Bajo Aragón turolense, colindante
con el término de Mirambel, y éste, a su vez, con el castellonense de la Mata de Morella)–, en su “Conjunto
6” tenemos, en negativo, junto al borde de la roca con dos gorjales en su plano vertical (cavidades hechas
ex profeso), la representación perfecta de un gran cuchillo de hoja metálica (fig. 12), y si arrodillados junto
a la plataforma (en este punto con una altura de 54 cm), reclinamos la cabeza sobre la mesa, el filo de su
hoja pasa por nuestro cuello.
6 El dibujo o calco del grabado de la Cogonda lo realizábamos el día 3 de junio de 2008, tras un mes de mayo con diarias tormentas
y aguaceros. Con ello el techo de la cavidad, aun en sus salas internas, goteaba por sus fisuras. Ni una sola gota caía sobre la inscultura. Por otro lado, de haberlo hecho, es más cómodo recoger el agua con un recipiente que hacerlo tras grabar una roca sumamente dura.
7 José Martínez Ruiz (“Azorín”), en La ruta de don Quijote escribe: “Del enebro sale la miera con que curamos las ovejas, la ginebra con que nos confortamos”.
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Fig. 12. Los Cerradicos de la Masía de Casagranja, Cantavieja.
Plataforma con la inscultura de un cuchillo.
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Fig. 13. Topografía de La Cogonda de Cirat, según G. Hernandis.
En esta estación, su “Conjunto 1” lo forma un espectacular peñedo cuya elevación rebasa los 5 m,
que presenta sobre una superficie horizontal de 7,10 m por 3,60 m, un campo rebajado, labrado, de algo más
de 2,00 m de eje máximo, mientras un canal para la recogida de líquidos (que lo hace desde el centro de su
planacara con una pequeña poceta a la que fluyen tres canalillos), alcanza los 3,50 m de recorrido hasta dar
con el borde de la plataforma por su lado NW, en donde existe un peldañeo que asciende a su cima. Se trata
de una gran mesa –seguro que sacral8– dominando este rico yacimiento de grabados esotéricos (con “bañeras” labradas para la inmersión total de una persona; cf. “Conjunto 5”), en una comarca que D. Pío Baroja,
en su novela La Venta de Mirambel, describe como “árida, áspera, desolada, erizada de colinas yermas...”.
Hoy, este campo lleno de enigmas (aquellos signos sin palabras en expresión de J. Abelanet), contiguo al
río de Cantavieja, aparece cubierto de rebrotes de carrascas, renacimiento de aquel paisaje ancestral.
La función, pues, de los hojiformes la creemos vinculada a sacrificios rituales, por cuanto no serían
“árboles de la vida”, sino, más bien, “...de la muerte”. Y su cronología la enlazaremos, de nuevo, con el Hierro I como sugieren las cerámicas a mano de La Cogonda, que hemos tomado del artículo del amigo Inocencio Sarrión, estudio publicado en el Boletín de información espeleológica ‘Lapiaz’; de donde hemos
cogido, asimismo, la planta de la cavidad (fig. 13) según topografía de G. Hernandis Ayala (Sarrión, 1975).
Otra curiosidad a destacar (posiblemente casual) es que de los once hojiformes que hemos dado a conocer, los tres de Penyagolosa derraman al N, mientras que los de La Estrella (Mosqueruela), Mas del Montón “plataforma II” y Torre de la Casalta (ambos en Zucaina), Garabaya (Manzanera), y Barranco de las
Salinas (Cirat), lo hacen hacia el S. En otras direcciones: la Loma del Cañuelo (Zucaina), el Mas del Mon-
8 Recordemos, por ejemplo, que en el conjunto arqueológico de Savassona, cerca de Tavèrnoles, una de estas “mesas” con regueros
y bacinos se la denomina, popularmente, la pedra dels sacrificis (Duch Mas, 203: 445).
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tón “plataforma I” (igualmente de esta última población), y el ubicado en La Cogonda. La cantidad del líquido a recoger sería escaso, pues pese a la capaz superficie del campo grabado, el canal de drenaje (el pecíolo) es muy estrecho (exceptuando el de la gran mesa sacral de Cantavieja), indicativo de que el líquido
fluiría despacio y en poca cantidad.
Con ello terminamos la exposición de estos dos grabados, en espera de otros nuevos que sigan aproximándonos, más y mejor, a su aún críptica función primaria.9
Otros hallazgos en la Cogonda
Las cerámicas
I. Sarrión, en su citado artículo, selecciona dos tiestos de cerámica a mano recogidos en esta cavidad. Los encontraba en una menuda oquedad, junto con restos de huesos pertenecientes a bóvidos. “La mayoría de los trozos cerámicos eran gruesos, toscos, componiéndose su pasta de su nervio oscuro, con
revestimiento claro, alisado con un espatulado irregular”:
1- Fragmento de una orza de cuello angular, estrangulado, de boca exvasada y labio romo. En el
arranque de la panza, junto al cuello, un cordón bien señalado –“a modo de collar”– comporta rudas digitaciones (fig. 14).
2- Fragmento de borde de un recipiente aquillado. “Es de pasta negra con superficie pulida”. Presenta
un borde “cortado a bisel, cuello ligeramente cóncavo por fuera y convexo por dentro, formando arista interna en la línea de unión del cuello con el cuerpo, seguramente bitroncocónico y de forma plana, presentando como decoración un ligerísimo espatulamiento de forma geométrica a base de ‘zig-zags’ y de líneas
paralelas sobre un lado. Asimismo en su arista externa se observan unos pequeños surcos oblicuos a ella,
que son las clásicas acanaladuras propias de la cerámica hallstáttica de la ‘cultura de las urnas’ de Cataluña” (fig. 15).
También el amigo José L. Viciano, en un artículo con el título de “Una probable Cavitat-Santuari Ibèrica: La Cogonda”, reseña un fragmento de “vas ritual ibèric” que encontró en el interior de la Cogonda
(Viciano, 2000):
3- “El testet del vaset ritual, de pasta grisa, ben tornejat, de coll marcat i vorera ixent, té unes mides
de 4,7 x 1,7 cm i la boca tindria un diàmetre aproximat de 8 cm; té una capa lleugera i taques de formació,
sobretot en la vorera i cara interna, com si hagués estat en una posició que el tenia ple d’aigua, abans de trencar-se” (fig. 16).
9 La Diputación Provincial de Castellón, en su Revista Cultural (nº 9, marzo 2008), en la sección “Arqueología”, publica una fotografía (sin comentario alguno en el texto) de otro curioso hojiforme con el siguiente pie: “Grabados rupestres encontrados en el término de Cortes de Arenoso”, otra población de la comarca de l’Alt Millars, a 59 km de Castellón.
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Fig. 14 y 15. La Cogonda. Fragmento de cerámica grosera (arriba). Fragmento de cerámica espatulada (abajo).
Breve comentario a las precedentes cerámicas
Recipientes de cuellos acampanados, estrangulados por el propio cordón que hace de “collarino”,
responden siempre a contenedores de bases planas, con marcado talón. Por sólo dar gráficamente tres ejemplos provinciales, y otro más apartado, citemos los encontrados en La Torrassa, la Vall d’Uixó (fig. 17), yacimiento de altura en el que se coligan estas cerámicas con aquellas primeras importaciones coloniales (las
ánforas del “Grupo Málaga”) y aunque (los nuestros) sean hallazgos de superficie, no parece que haya existido aquí una población anterior (Mesado, 2004: 258). Ocurre otro tanto en la cumbre del cercano Solaig,
Betxí, entre cuyas pastas groseras, de igual tipología, coligadas con las ánforas fenicias, se recogió una fíAPL XXVIII, 2010
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Fig. 16. La Cogonda. Borde de cerámica ibérica.
bula de doble resorte, piezas asociadas a los ambientes coloniales. Pero son excavaciones que, como ya pertenecen a las “empresas de arqueología”, nunca conoceremos pues se cobra por excavar, pero no por publicar
(Mesado, 1999: fig. 10, nº 2).
Otro yacimiento sería el del Tossalet de Montmirà, en Alcora, con un mundo material parejo, esta vez
perfectamente estratificado, en donde un fragmento similar (fig. 18) procede del nivel “E”. Aquí las pastas
coloniales también están presentes desde el primer asentamiento humano en el cerro. Pero el nivel “E” comporta ya cerámica pseudo-ibérica, o ibero-arcaica (por nombrarla de alguna manera), pues tras un potente
hiatus antrópico (el nivel “F”), aparece en la superficie del yacimiento (y en todos), totalmente formada, la
Cultura Ibérica (Mesado, 2004: 232).
El tercer yacimiento provincial (por no citar otros) es El Polseguer, en Rosell (el Baix Maestrat),
“entre cuyos materiales autóctonos, decorados con collarinos de fuerte digitación o incisión (fig. 19) advertimos un fragmento decorado con bandas espatuladas y un trozo de morillo hueco decorado con fuertes
incisiones, cuya tipología enlaza con los Campos de Urnas del Valle del Ebro”. Se trata de un montículo entre
cuyas pastas existen, igualmente, fragmentos de ánforas fenicias (Mesado, 1999: 65).
La estación arqueológica más apartada (de las cuatro que citamos abiertas) con este tipo de perfiles,
sería la denominada por F. Esteve Gálvez: “Finca Jornet”, en la comarca del Baix Ebre, en donde se registran trozos similares encontrados entre restos tumularios cuyo ritual mezclaba tanto la inhumación como la
incineración (fig. 20). Una necrópolis que “abastaria del bronze final fins al primer ferro”, con una cronología del 800 al 600 a.C. (Esteve y –en Notes comentades– Villalbí, 1999: 34). Sin embargo, en yacimientos del cerco de la Plana sobre oteros (los antedichos), este tipo de recipientes conviven, siempre, con las
ánforas T-10.1.1.1 y T-10.1.2.1., al igual que ocurre en el yacimiento del Coll del Moro, en el Baix Priorat
(Vilaseca, 1953), por no alejarnos más.
El reciente y espectacular campo tumulario encontrado en Sant Joaquim de la Menadella (Forcall),
cuando conozcamos su resultado, estamos seguros que será determinante para el esclarecimiento de los problemas que sigue presentando el Hierro I (cuanto menos en el País Valenciano), ritos y menajes plurales difíciles
de entender sin una aportación étnico-cultural centroeuropea y orientalizante. En cualquier caso, en Castellón,
este tipo de vasos de cuello estrangulado y desarrollados bordes acampanados, nada tienen que ver con cuanto
culturalmente antecede (el “Bronce de Transición”); como tampoco lo hemos registrado en el menaje del primer asentamiento –“cerrado”– de Vinarragell, cuyos recipientes de cocina presentan cuellos verticales; o de exvasarlos, son cortos y sin collarinos; aunque tampoco los hemos detectado en su potente nivel colonial.
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Fig. 17. La Torrassa, Vall d’Uixó. Fragmento de cerámica grosera (dibujos N.M.O.).
Fig. 18. El Tossalet de Montmirà, Alcora. Fragmento de cerámica grosera.
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Fig. 19. El Polseguer, Rosell. Fragmentos de cerámicas groseras.
Fig. 20. Finca Jornet, Amposta. Fragmento de cerámica grosera, según F. Esteve Gálvez.
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Referente al fragmento segundo, perteneciente a un vaso carenado de superficie pulida, con decoración espatulada de temática geométrica, como anota Sarrión: “pertenecería a las etapas más antiguas de la
‘Cultura de las Urnas’, anterior a Agullana, sincrónicas a las de Tarrasa, a las que se atribuye la edad de 800
años a. de C”. En Vinarragell, en su primera fase, este tipo de pastas pulidas (charoladas) comportan una similar decoración espatulada, también incisa, en puntuales casos “barroquizante” como ese gran contenedor
de cuerpo ovoide (aunque falto de cuello, por pérdida) con tres anchos campos superpuestos: el superior, que
tangencia con el collarino (igualmente alisado con la espátula), con tenues líneas pseudo-paralelas; el central, con juegos de abigarrados rombos concéntricos; y el basal (en el fragmento citado), con trianguliformes cuyos cuerpos aparecen rellenos de segmentos paralelos, oblicuos; dibujos “incisos” hechos con el
lomo de la espátula (Mesado, 1974: lám. XXIII). Aunque en Vinarragell, sobre el margen derecho del Millars y escoltando el paso de la vía indígena del Caminàs, no hemos registrado el perfil cerámico de la Cogonda.
También será en término de Burriana, ahora en su partida del Tirao, en donde los vasitos ibéricos de
pasta gris señalan su destino ritual, ya que de los doce encontrados, prácticamente completos, solamente uno
no presenta signos de la ignición procedente de la fosa crematoria (un “ustrinum”) registrada en este yacimiento de llanura el año 1965 (Mesado, 1969). Sin salirnos de la provincia, de Cueva Cerdaña (Alto Palancia), cavidad tenida por un santuario, proceden otros recipientes similares (Palomar y Oliver, 1985);
siendo igualmente comunes en otras cavidades valencianas señaladas, también, como santuarios ibéricos
(Gil-Mascarell, 1975). Sin duda alguna una vajilla ritual, ibérica, que fue utilizada para contener ofrendas
o para libaciones rituales.
Pero no terminan aquí los hallazgos casuales, pues en una salida del Centro Excursionista de Castellón, Santiago Cantavella Jordá encontraba en uno de los recovecos de la Cogonda otros restos cerámicos y
un cráneo humano en buen estado de conservación, materiales que depositaba en el Museu Arqueològic
Comarcal de la Plana Baixa (fig. 21). Sería interesante saber si esta calavera responde a algún enterramiento
eneolítico/bronce, cosa que no creemos pues tales inhumaciones suelen utilizar en la geografía castellonense menudas cavidades (Mesado, 2001); o, por el contrario, responde a un momento de alternancia ritual
y cultural como ocurre en la Finca Jornet. Materiales, los señalados, que teníamos expuestos en el Museo
Comarcal de la Plana Baixa hasta nuestra jubilación acaecida el 6 de noviembre de 2003.
II. LOS HOJIFORMES DEL MONTE CERVOL
(SANTA MAGDALENA DE POLPÍS, CASTELLÓN)
Estas postreras insculturas hojiformes fueron encontradas por Ismael Rivero, del “Centre Espeleogrup de la Unió Muntanyenca de Eramprunyà”, Cataluña, en sus exploraciones por los alrededores de Santa
Magdalena (comarca del Baix Maestrat) en donde reside durante el verano. Acompañados, pues, por su descubridor, el día 27 de agosto de 2008 visitábamos estos desconocidos grabados.
Se llega a ellos tomando desde Santa Magdalena la carretera comarcal a la Salzedella, adentrándonos –tras recorrer 2.500 m– por el camino montano de lo Cervol, el cual, tras el consabido zigzagueo, alcanza la carena de la loma de este mismo topónimo, que limita por el Sur con un señalado meandro de la
Rambla del Mas, la cual fluye a la de Alcalá, que drena el corredor costero que une Vinaròs/Benicarló con
Alcalà de Xivert/Torre Blanca tras desembocar en el Mediterráneo entre las poblaciones de Benicarló y Peníscola, vía natural por la que discurre la N-340 y el ferrocarril, entre la sierra costera de Irta y la interna de
Les Talaies.
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Fig. 21. La Cogonda. Cráneo humano. Museu Arqueològic Comarcal
de la Plana Baixa, Burriana.
Santa Magdalena se encuentra a 60 kilómetros de Castellón, siendo un pueblo de fundación nueva
puesto que data de comienzos del siglo XVIII, que en su formación arropó una ermita tardo-medieval, hoy
capilla de Comunión de su Parroquia, datada en 1819. En su término posee el castillo templario de Polpís,
sobre una loma norteña de la sierra de Irta, con carta puebla datada en 1286. El olivo, el algarrobo y el almendro (junto con la vid hasta el año 1980) componen hoy la tríada básica de la economía de su escasa población (734 habitantes en 2001). El encinar era en la antigüedad dueño de sus montes, ahora con pinos y
matorral Mediterráneo.
Las dos plataformas grabadas, con una separación de 4 m, se sitúan en la Hoja C.V.10 571(2-4)
Santa Magdalena de Polpís del Institut Cartogràfic Valencià (edició 1999, vol fotogramètric 1.991, E
1:10.000) en la cota, señalada, de 266 m, un collado que asciende a la cumbre del Cervol cuya cota es de
292 m s.n.m.
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Tras dejar el camino y adentrarse por unos cuidados bancales con olivos, en busca del collado (ahora
ya con algunos olivos silvestres y un sotobosque de aliagas, margallón, acebuches, lentiscos, coscoja, espinal y romeros que alcanzan la cúspide sobre sueltas calizas mesozoicas), daremos con estas semiocultas
plataformas insculturadas, cuyas coordenadas GPS (Datum European 79) son: 31T0266994 / 4472613. En
sus alrededores no se ha detectado ningún yacimiento arqueológico, aunque en la fuerte pendiente a la Rambla del Mas, y por ello en su proximidad, se localiza la cueva de la “Aiguassera” en la que no han sido realizadas excavaciones arqueológicas, sin embargo, en superficie, se aprecian fragmentos de pastas islámicas
y alguna concha marina. Tampoco existe en las inmediaciones fuente alguna, y tan solo en la rambla del Mas
y en el diminuto barranco que cruzaremos tras dejar la carretera de la Salzedella, pueden ser puestos de
aguada estacional; aunque cerca, y junto al margen de la propia carretera, tenemos la popular resurgencia
freática denominada la Bassa Albert.
De nuevo serán dos los hojiformes grabados sobre sendas losas calizas, aún “in situ”, con un buzamiento natural (el propio de la estratificación interna de la montaña) de unos 10º hacia el Sur. Ambas plataformas presentan una monótona superficie grisáceonegruzca, de nuevo sin termoclastos, uniformemente
meteorizada en sus insculturas, lo que avala la antigüedad de los grabados, nuevamente con un claro eje central señalando el Norte. La más cercana a la cima del Cervol la denominaremos “A”, y a su contigua “B”.
Hojiforme A (fig. 22 y 23)
Se ubica sobre una laja caliza (plataforma) de unos 15 cm de grosor, con un eje máximo (E-O) de
2,60 m, grabado que se hizo hacia su lado oeste, algo más elevado, a sólo 20 cm de su inicio, y a 68 cm del
perfil derecho de la losa; estando por el norte a 11 cm y por el sur a 30. Su anchura máxima es de 80 cm,
mientras llega a los 110 cm la altura total. Lo curioso del grabado es que tuvo algunas rectificaciones (ampliaciones), pues hecho en un principio circuloide, con un diámetro de 32 cm y un canal de drenaje de 33
cm, tuvo luego un primer aumento (limbo del hojiforme) que lo formó de 67 cm; para llegar en otra rectificación (en su perfil este) a un total de 80 cm, momento en el cual alcanzose, cerca del pecíolo, un insignificante bache de erosión (“gnamma”) por lo que en su base tuvo que labrase un canalillo (de 21 cm) que
recondujese el líquido derramado en su centro (por contacto con el perfil de la hoja) hacia la cupulilla o
vaso hemisférico receptor, de 12 cm de diámetro y 5 cm de profundidad, quedando, finalmente, un campo
hojiforme “globoso”. Los surcos apenas rebasan los 2 cm de ancho, siendo de sección semicircular, con una
profundidad de 1 cm. No se aprecia en ellos repicado alguno, que sí lo hace en la balsilla receptora, que por
el percutido compacto es de paredes blanquecinas, escamosas.
Hojiforme B (fig. 24 y 25)
Como hemos comentado, se encuentra esta placa caliza, ahora de unos 20 cm de potencia, a 4 m a la
izquierda de la precedente. Posee un hojiforme insculturado en su centro, sin concavidad alguna, cuyo perímetro, o “limbo”, dista del margen derecho de la caliza 24 cm, haciéndolo a sólo 20 cm de su margen
norte, y a 82 cm del apuntado extremo noroeste de la losa, estando la balsilla receptora a 5 cm del borde sur.
Su sencillez es extrema, ya que el campo de la hoja, de 80 cm de ancho, lo recorre un eje central, de
84 cm, que va a verter, tras un “pecíolo” de 32 cm, en la semiesférica balsilla receptora, de 15 cm de diámetro y una profundidad de 5 cm. Sólo dos regatas oblicuas, en V, convergen en el eje central de la hoja, a
23 cm del inicio del limbo. También tienen los canalillos 2 cm de anchura por 1 cm de profundidad, y sólo
el cuenco receptor, de nuevo, advierte el compacto golpeado del instrumento metálico que lo conformó. La
losa posee en su extremo noroeste una balsilla natural o “gnamma”, con derrame externo serpenteado.
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Fig. 22. Monte Cervol.
Dibujo del hojiforme “A”.
Santa Magdalena.
Fig. 23. Monte Cervol.
Fotografía del hojiforme “A”.
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Fig. 24. Monte Cervol. Dibujo del hojiforme
“B”. Santa Magdalena.
Fig. 25. Monte Cervol. Fotografía del hojiforme “B”.
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Comentario
La novedad que ofrecen estos dos grabados del término de Santa Magdalena estriba en que al estar
realizados sobre losas (plataformas) calizas cuyos perfiles inferiores rasan el duro suelo, no pudo recogerse
el líquido (vertido en el centro de los hojiformes) en la caída de sus planacaras, como todos los restantes que
hemos podido estudiar, por lo que tuvieron que labrarse las perfectas balsillas receptoras (cupulillas) en sus
mismas superficies, y dada su pequeñez es imposible poder recoger el líquido con algún recipiente cerámico;
pero puede hacerse sorbiendo, o, tal vez, utilizando una media cáscara de huevo; y éste manaría en poca cantidad para no colmar tales depósitos que en ningún momento pueden calmar la sed, caso de recogerse en ellos
agua de lluvia, hecho que sí puede hacerse en cualquier oquedad natural de las que existen en la loma.
Obviando por sus añadidos (deformaciones) el denominado “A”, tenemos unos buenos paralelos
para el “B” (salvo su balsilla) en los hojiformes de la Beltrana, Vistabella; Torre de la Casalta (Plataforma
I), Zucaina (fig. 26); Monte Garabaya, Manzanera, Teruel (fig. 27), con igual diámetro.
El esoterismo mágico-religioso en las insculturas
Nuevamente va a repetirse en estos hojiformes del collado del monte Cervol, aquella cercanía física
que ya vimos tanto en aquellos otros dos de la cumbre de Penyagolosa, como en la pareja del Mas de Montón, de Zucaina. Igualmente habremos de destacar el lugar señero de la ubicación de estos grabados de Santa
Magdalena, pues como ocurre en los de Penyagolosa, Garabaya y La Estrella, así como en la mayoría de las
plurales insculturas que venimos publicando (Mesado y Viciano, 1994), se sitúan dominando majestuosos
paisajes físicos y, por ello, en lomas o montes destacados. En los de Santa Magdalena, la panorámica sobre
un crecido meandro de la rambla del Mas (cuya distancia o separación vertical es de 180 m) y el corredor
de Alcalà es grandiosa, siendo, por ello, lugares de una crecida fuerza telúrico-mágica avalada en casos por
ermitorios: San Juan, para los de Penyagolosa; o la Virgen de la Estrella, con una constelación estelar (Leo)
en su Peñedo I, y un gran hojiforme en la Plataforma II, uno de los más enigmático de cuantos conocemos
por poseer dos circulillos en su limbo, que interpretamos como una especie de macrocosmos. Otro ermitorio es el gótico de San Bartolomé, contiguo al campo de grabados de La Serradeta, en Vistabella (l’Alcalatén); aunque en este punto sin hojiformes.
En el corpus que publicábamos en 1994, ya señalamos el valor religioso de los grandes peñedos –“auténticas aras sacrales/sacrifíciales”– con oquedades o huellas para su escalada, que albergan y encumbran
una mayoría de estos lugares. Igualmente apuntamos el carácter sacralizante de los ambientes geográficos
con insculturas (“onirismo magicorreligioso”), religiosidad mistérica que reconocen aquellos investigadores que han estudiado este tipo de manifestación rupestre (J. Abelanet, A. Álvarez, E. Anati, P. Atriá, J.
Briart, F. Jordán, J. Maluquer, F. Marco, J. Maringer, H. Obermaier, A. Priuli, M. Varela, S. Vilaseca, R.
Seva...), puesto que las sociedades (en especial del pasado) no pueden existir sin “religión”, integrando en
ellas la brujería (chamanismo), el curanderismo, la magia, la adivinación, etc., manifestaciones que pasan a
conformar las propias Culturas.
Por cuyo motivo e interés recordaremos, de nuevo, aquellos cultos de procedencia centroeuropea
medieval que tenían las rocas de determinados parajes destacados, los cuales prohibirá el Concilio de Braga,
en los que se llegaban a levantar “altares en los cuales no sólo derramasen sangre de animales sino también
de hombres...” (Mesado et al., 2009).
Pero veamos otros hechos puntuales en los que los montes, con sus cimas, jugaron un papel destacado en aquellas religiones y creencias de nuestros ancestros judeo-cristianos, pues las montañas altas (semejantes a fortalezas) eran símbolos de la presencia y la proximidad de Dios.
En Éxodo 24 (igualmente en Isaías 2,2), leemos: “Escribió, pues, Moisés todas las palabras deYavé,
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Fig. 26. Hojiforme de La Casalta, Zucaina.
Fig. 27. Hojiforme del Monte Garabaya, Manzanera.
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y levantándose de mañana, erigió un altar al pié de la montaña y doce cipos por las doce tribus de Israel.
Luego mandó a algunos jóvenes de los hijos de Israel a ofrecer holocaustos e inmolar novillos como sacrificios pacíficos en honor a Yavé. Después tomó Moisés la mitad de la sangre y la puso en vasijas, y la otra
mitad la derramó sobre el altar (...) dijo Yavé a Moisés: ‘Sube a la montaña y estate allí. Yo te daré unas
tablas de piedra con la ley y los mandamientos que he escrito...’. Subió Moisés a la montaña, y la nube la
cubrió durante seis días. La gloria de Yavé se había posado sobre la montaña...” Pero Moisés, luego de descender, rompió las tablas pues su pueblo estaba adorando a un becerro de oro, y de nuevo Yavé le dice:
“Prepárate dos tablas de piedra, como las primeras que tú rompiste, y escribe sobre ellas las palabras de las
otras” (Éxodo 34).
En Miqueas, 4,1: “Sucederá en el futuro que el monte del templo de Yavé será asentado en la cima
de las montañas, y se alzará sobre las colinas. A él afluirán los pueblos...”.
En Jeremías 51,25: “Aquí estoy contra ti, montaña destructora –dice Yavé– que arrasas toda la tierra. Voy a extender mi mano contra ti, te haré rodar de lo alto de las rocas y te convertiré en monte calcinado...”.
Son, pues, numerosas las citas de montes (dentro del paleojudaísmo –también en el resto de las Culturas–) que aparecen revestidos de un determinado valor sacralizante, tanto para holocaustos con sangre de
animales (regularmente corderos y toros), o también humana –caso del intento de degüello e incineración
del hijo de Isaac, por mandato de Dios (Génesis, 22)–, como para recibir (como hemos visto) las ordenanzas que deberá profesar aquel pueblo elegido: los mandamientos de la Ley (de Dios) grabados sobre piedra,
los cuales debieron de componerlos (de haber existido) ideogramas egipcios por la propia formación cultural de Moisés –hacia el 1200 a.C.–; aunque todo procedía de una tradición oral hebrea, comenzada a ser escrita –modo yahviista– hacia el siglo IX a.C. Y se reciben en lo alto del Sinaí estando la cumbre oculta por
las nubes, el humo y el fuego (sinónimo de una gran tormenta) para revestirlos de mayor fuerza mistérica,
con el objeto de que sean obedecidos por el pueblo (en su conjunto una especie, primaria, de “constitución”), al ser dádiva de un ser supremo ya que con su cumplimiento (premio o castigo eterno) se configura
y domeña a una sociedad.
Y es que muchas montañas, por su elevación o dominio en el paisaje, recibían culto puesto que eran
el nexo entre los hombres-sacerdote (hierofantes en la cultura griega) y la divinidad que reside y baja del
cielo/cosmos (“El Altísimo”), por ello los helenos, en su mitología, ubicaban la morada de los dioses en su
monte Olimpo, con nieve perpetua en la cima por ser el más elevado del país (2.920 m).
Pero, como hemos visto, con el peso, rutina y fuerza de la tradición ancestral (el “paganismo”) se pasaba fácilmente de lo “moderno” (la Ley de Dios) a lo viejo, como ocurre en todas las “bisagras culturales”:
“Pero los judíos, incluidos Salomón y otros reyes, volvieron a caer muchas veces en esta idolatría. Se quemaban a niños vivos sobre el altar del dios (Molok) o en los costados de la estatua de bronce que le estaba
consagrada, mientras que los sacerdotes cubrían los gritos de las víctimas con ruidos de clamores y tambores” (Chevalier y Gheerbrant, 1986: 716), cosa que va a prohibir Moisés, quien dice (para investirse de un
máximo poder) ser una orden del mismo Yavé (Levítico 18,21).
Es, por todo ello, en las cumbres y collados de determinados cerros, a cielo abierto, en donde venimos registrando el mayor número de insculturas; pero, como ya estudiamos, otro hojiforme existe en el interior de una gran cavidad montana (La Cogonda, en Cirat), y otros dos se ubican en los mismos cursos de
los barrancos o ramblas (grabado del Barranco de las Salinas, igualmente en el término municipal de esta
última población, y grabado del “Barranco del Volante”, en el de Peníscola, topónimo que no creemos antiguo; pero sí vinculado a la forma de la propia inscultura).
El enigma sigue, pero cuantos más se encuentren, un mayor acercamiento (por su pluralidad) tendremos a su función y significado: seguro que esotérico al formar parte del animismo de las culturas del pa-
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sado, allá por los inicios del primer milenio a.C. (cuanto menos los hojiformes); o incluso antes, pues ya
vimos como junto a los megalitos de la Vega del Moll, en Morella, los detectamos (Mesado y Andrés, 1999);
e igualmente en la antesala, ahora sobre la pared, de la Cova de les Bruixes, en Rosell, esta vez un antropomorfo perteneciente al Eneolítico (Mesado, 2005).
III. EL HOJIFORME DEL “BARRANCO DEL VOLANTE”
(PENÍSCOLA, CASTELLÓN)
Finalizado el trabajo precedente, tenemos noticias de la existencia de otro hojiforme en término del
municipio de Peníscola, igualmente en la comarca del Baix Maestrat. Fue hallado en el mes de marzo de
1968, y publicado (dibujado) por V. Giner Sospedra (†): “Durante un par de horas hice una pequeña excursión por el paraje del Barranco del Volante, en el término de Peníscola, cerca del mar y de la torre Badum
donde hice algunas fotografías y pude estudiar los tres lugares que describo...” (Giner, 1996: 47). Se trata
de dos oquedades que denomina “Cueva A” y “Cueva C”, más un diminuto hojiforme: el “Signo B”. La primera cavidad se encuentra a la derecha del barranco, “muy cerca de su cauce”. Está formada “por el desgaste y desplome de unos bloques en una pared de conglomerado de pudingas. Aquí el barranco dobla en
su dirección. La cueva mide unos 9 m. de larga o profunda, con piso más bien rocoso, por 5 m. de ancha,
disminuyendo sensiblemente según se interna”. Por los restos de paredes existentes en su interior, y enfrente de su boca, “posiblemente haya servido de vivienda o corraliza”. Desconoce su topónimo, y no encuentra material arqueológico en el entorno puesto que no lo menciona (ibíd.: 49).
El segundo abrigo, la “Cueva C”, está ubicada a unos doscientos metros aguas arriba, “muy cerca del
cauce”. La compone “un gran bloque sensiblemente circular que hace de techo y del que, a partir de él hasta
el suelo, se han montado rústicamente pero con argamasa las paredes que la forman, teniendo solamente
como abertura la puerta, bastante pequeña. Sus dimensiones serán de unos cuatro o cinco metros por tres metros. El piso es de tierra, muy húmedo. Tiene en la pared frontal un pequeño nicho, posiblemente un pesebre para las posibles bestias, o lugar de hogar para el fuego, aunque no existe chimenea...” (ibíd.: 52).
El “Signo B”
“A unos cien o más metros de distancia de esta cueva [se trata de la que denomina “A”] aparecen en
el mismo barranco una serie de rocas muy visibles y que ocupan unos quince o veinte metros de extensión,
limitando los dos bordes de bancales de algarrobos.
”En una de estas rocas, planas, que ocupa la parte central del cauce seco, por lo regular durante todo
el año, aparece un signo grabado en la misma que nos llamó la atención y del que hicimos un croquis [fig.
28] y fotografía”.
Se trata de un hojiforme grabado sobre la propia superficie caliza del lecho del barranco (fig. 29), cuyo
crecido canal de drenaje (el “pecíolo”) vierte, ahora también, en una poceta del propio plano calizo. Su altura es de 86 cm y el diámetro de su “circular” limbo tan sólo alcanza 35 cm; mientras la cazoleta (ligeramente parabólica) mide 10 cm de alta por 13 cm de ancha, teniendo una hondura de unos 5 cm.10 “La
10 Posiblemente Giner, en esta visita al Barranco del Volante, no llevase cinta métrica pues la medida de las dos cavidades, pese a su
reducido tamaño, la hace a “ojo”. Así, al citar la “Cueva C” anota: “Sus dimensiones serán de unos cuatro o cinco por tres metros”.
Lo comentamos porque las medidas que da en el dibujo de la inscultura (“unos setenta centímetros de largo por treinta en su parte
más ancha”) no se corresponde con aquellas medidas reales.
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Fig. 28. Dibujo del hojiforme del Barranco del Volante, Peníscola.
Según V. Giner.
Fig. 29. Fotografía del hojiforme del Barranco del Volante (J. Ramos).
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profundidad del grabado, difícil de precisar, será de un par de milímetros, y la anchura desigual de algo más
de un centímetro. Su figura gráfica está compuesta por un eje A-B en el que en el extremo A aparece un círculo (anchura máxima) con otras dos líneas que partiendo del centro del mismo van a modo de radios formando una ‘uve’.
”Se prolonga a partir de este círculo el eje A-B para llegar al final de un recorrido (este sería el sentido del agua, si por este grabado discurriera) a un pocillo o cazoleta de unos cinco milímetros de profundidad y seis o siete de diámetro” (ibíd.: 49).
Se encuentra orientado al Oeste (280º), similar a la corriente (230º) del aquí estrecho barranco, a tan
sólo medio kilómetro del Mediterráneo, por lo que su cota es de 20 m s.n.m.
Sin miedo a equivocarnos, aseguramos que la descripción precedente corresponde al primer petroglifo publicado en Castellón. El segundo lo sería igualmente por V. Giner estando acompañado por V. Meseguer, hallazgo que se produjo en la “Mola Llarga” de Xert (Baix Maestrat): una balsilla con su
correspondiente canal de drenaje. Yacimiento, el de esta muela, con una serie de habitáculos con un solo
nivel arqueológico cuya cerámica “es más bien favorable a los tipos de un hierro antiguo... datable hacia el
800-700 a. d. C.” (Meseguer y Giner, 1983: 15). El hecho de ser las primeras insculturas publicadas, privaría a estos investigadores, y amigos, el poder dar otros paralelos.
Es la inscultura hojiforme del Barranco del Volante la más diminuta de cuantas conocemos, pequeñez que la suponemos relacionada con el ente a sacrificar. Como ocurre con sus vecinas del monte Cervol,
cuya gran semejanza y actividad funcional (especialmente con el grabado “B”) es innegable, no se le aprecia el percutido de su labra, salvo en la concavidad receptora, erosión global del grabado debida al medio
en el se ubica al igual que ocurre con el hojiforme del Barranco de las Salinas. Como sucede con todas las
insculturas que venimos reseñando, la superficie de la piedra no muestra señal alguna de cremación. Coordenadas GPS: 31T0276511 / 4468164.11
Nos inclinamos, una vez más (por todo lo ya comentado), a valorar el simbolismo de las estaciones
con grabados o insculturas rupestres de la provincia de Castellón, cuyo entorno arqueológico (en yacimientos
que podemos avalar de “cerrados”) está vinculado al Hierro I. Se trata de un cada vez más rico patrimonio
que, arqueológicamente, no debe soslayarse. Su existencia sólo puede entenderse dentro de un complejo ritual prehistórico de carácter mágico-religioso.
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11 Descripción y medidas tomadas por D. Juan Ramos.
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NUEVOS HOJIFORMES EN LA PROVINCIA DE CASTELLÓN
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVIII, Valencia, 2010, p. 241-271
Norberto MESADO (a), Arturo RUFINO (b), Ismael RIVERO (c) y Juan RAMOS (d)
Nuevos hojiformes en la provincia de Castellón
A la Eternidad.
A nuestro siempre amigo Vicent Meseguer Folch († 2008).
RESUMEN: De nuevo hemos de dar a conocer, en tierras castellonenses, otros petroglifoides (insculturas) encontrados por los amigos A. Rufino e I. Rivero. Al primero se debe el hojiforme sobre una gran
roca (desprendida del acantilado) en el propio cauce del barranco de las Salinas, junto al pueblo de Cirat,
en la comarca del Alto Mijares; al segundo los petroglifos, igualmente en forma de hoja, de la cima del
monte Cervol, en término de Santa Magdalena de Polpís, comarca del Baix Maestrat. Después añadiremos el hojiforme del barranco del Volante, encontrado por V. Giner Sospedra en 1968. Conjunto de grabados que, una vez más, deberemos adscribir al esoterismo mágico-religioso de la Iª Edad del Hierro.
PALABRAS CLAVE: Petroglifo, inscultura, hojiforme, Edad del Hierro.
Neue blattförmige Inschrifts in der Provinz von Castellón (Spanien)
ZUSAMMENFASSUNG: Erneut konnen wir in der Provinz von Castellón weitere Steininschriften bekannt geben, die von Arturo Rufino und Ismael Rivero endeckt wonder sind. Dem Ersten ist die blattförmige Inschrift auf einen Felsbrocken (von einen Abhang abgebrochen) im Flussbett des Salinastales
beim Dorf Cirat am Mijares zuzuschreiben und dem Zweiten der ebenso blattförmige Petroglyph auf der
Höhe des Bergs Cirol im Bezirk von Santa Magdalena de Pulpis in dem Gebiet des Baix Maestrat. Es
handelt sinch um Inschriften, die wir dem magischreligiösen Esotherismus der Eisenzeit zuschreiben
müssen.
SCHLÜSSELWÖRTER: Höhlenmalerei, petrographie, grabinschrift, blattförmig, Eisen I.
a
b
c
d
Avda. Llombai, s/n (junto a Instituto); 12530 Burriana (Castellón).
Avda. San Juan Bosco, 19; 12530 Burriana (Castellón).
C/ Pau Casals, 112; 08820 Barcelona.
C/ Pintor Carbó, 2-4ª; 12003 Castellón.
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N. MESADO, A. RUFINO, I. RIVERO y J. RAMOS
I. LOS HOJIFORMES DE LA COGONDA Y DEL BARRANCO DE LAS SALINAS
(CIRAT, CASTELLÓN)
El hallazgo
De nuevo se debe a Arturo Rufino Guinot el descubrimiento de otro hojiforme; pero esta vez no
yendo de excursión montana, como fue el de La Beltrana, en Vistabella (Mesado et al., 2008), sino estando
cómodamente sentado en su casa viendo la televisión. Ocurría la tarde del día 15 de enero del año 2008,
puesto que en la serie televisiva “De Prop”, que emite Canal Punt 2 de RTVV, el programa estaba dedicado
a la Villa de Cirat, en l’Alt Millars. Tras mostrar el pueblo y sus monumentos –Iglesia dedicada a San Bernardo, datada en su imafronte en 1654; Torre (denominada “de los Condes de Cirat”), fechada en 1[5]75;1
Palacio del Conde, del siglo XVIII (deteriorado por obras “modernas”); y su íntima plazoleta, sombreada
por crecidos plátanos y centrada por una fuente en cuyo pilón campa el año de su fábrica: el 1912 (pila que
sostiene los cascarones gallonados de otra manierista)–, la cámara acompañaba a Santi (el forestal), hijo de
Paco “el Marzo”, para mostrar, como novedad: una hoja fósil, la cual aparecía sobre una gran roca en un meandro del Barranco de las Salinas (fig. 1), punto al que suelen acudir los vecinos de Cirat para tomar el baño
en el rigor estival. Tras la sorpresa, nos desplazábamos la tarde del 22 de abril.
La Villa de Cirat
Se alcanza Cirat ascendiendo desde la localidad de Onda por la carretera comarcal CV-20, que bordea por su margen derecha el curso del Millars. Cirat, a canto de este río, se asienta sobre una elevación caliza junto a la desembocadura, en el Millars, del barranco de las Salinas. Ambos cursos con espectaculares
meandros encajados, mayormente, en calizas cretácicas el primero y en rojas areniscas triásicas el segundo.
Desde el año 1342 (por compra a la Corona) perteneció esta villa a la Baronía de Arenós, ostentada
por el noble D. Gonzalo Ximénez de Arenós, hasta su extinción. Bernardo Vilarig de Carrós (Baile General del Reino) era señor de Cirat en 1559. El 8 de enero de 1611 concedía carta de población a 22 colonos
para la repoblación de Cirat, El Tormo y Pandiel, este último lugar hoy en ruinas (Corbalán de Celís, 2007:
79-90). El título de conde de Cirat le sería concedido a don Bernardo Vilarig, por el rey Felipe IV, el día
25 de octubre de 1628.
Dista el pueblo de Cirat 30 km de Onda, y 50 de Castellón. Pero si en época de D. Carlos Sarthou
(1913) poseía 1.643 habitantes, hoy apenas alcanza los 280. Su altitud es de 410 m s.n.m. El pino carrasco
ha colonizado su quebrada y abandonada geografía, terreno forestal que ocupa más de 3.000 hectáreas.
Ya en el pueblo, nos dirigimos al Hogar del Pensionista (a su vez Casa de Cultura y Museo Etnológico) para informarnos del punto donde pudiera encontrarse este nuevo (para nosotros) hojiforme; pero tras
cada consulta nos mandaban a un lejano lugar del término por si pudiera estar en él, pues nada sabían sobre
el particular. Por ello preguntamos por algún pastor, indicándonos que buscásemos a uno, ya jubilado, apodado “el lobo”, pues ni el nombre de pila sabían. Era Vicente Peña Flores, nacido en el año 1931, quien nos
1 Se trata de una excelente torre exenta, de cantería, que parece haber servido, a su vez, de prisión, refugio y defensa, cuyas claves
pinjantes de sus dos ventanas, de dintel horizontal, presentan sendas inscripciones, incisas, con una elegante letra capital latina de
carácter vitrubiano. En la recayente a la plaza (la interior):
romana” (es del Renacimiento) con la fecha de su fábrica, (curiosamente no fueron consignadas las centenas); en la del
vano lateral izquierdo:
Aguilella, sería, en la primera caliza: sin esperanza nace el miedo; y, en la segunda: al final (de la vida) la felicidad (Dios). Posible lema, o leyenda críptica, del señor barón... Afirmando tal cronología tenemos, en la base del paramento que recae al río, un contrafuerte de emergencia (“apeamiento” o “contrarresto”), una técnica de atajo de desplome propia del mentado siglo XVI.
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Fig. 1. Cirat. Barranco de las Salinas. El hojiforme “B”.
dijo que nadie lo conocía por su nombre, pues a su bisabuelo ya le apodaban “el lobo”, y también a su padre.
Procedía de Barcelona, pero de pequeño había emigrado con su familia a Cirat en donde siempre había ejercido de pastor. Sumamente amable, quiso acompañarnos y nos llevó al punto del barranco de las Salinas en
donde estaba el hojiforme que buscábamos. Después nos enseñaba la Cueva Honda, cavidad en la que solía
estabular su rebaño de ovicápridos. Y, hecho curioso, aquí no conocía su gran grabado hojiforme, el cual
dimos a conocer (brevemente) en el año 1994.
Lugar de las insculturas
Para alcanzar ambos grabados tendremos que hacerlo, tomando desde la zona baja del pueblo, el camino de La Jara Macil2 que a escasos 300 m de recorrido vadea ya el primer barranco, el de las Salinas.
Desde el propio vado, a unos cien metros aguas arriba, en el fondo del meandro (el del propio paisaje) y del
barranco, advertiremos tres grandes rocas. La menor y más cercana a la margen derecha es la que comporta
el hojiforme que denominaremos “B” o “bajo”, pues el “A” o “alto” se localiza siguiendo la misma pista,
2 El paisaje del Mijares, en su recorrido por la sierra de Espadán, estuvo poblado de moriscos de jurisdicción señorial hasta que el
marqués de Caracena, virrey de Valencia, publicaba en 1609 el bando de su expulsión. Ello es la causa de la perduración de su plural toponimia árabe en este territorio. Cirat, por ejemplo, significa “camino”. Natividad Nebot, en su libro Toponimia del Alto Mijares y del Alto Palancia (Diputación Provincial de Castellón, 1991), anota que La Jara la Macil es un topónimo compuesto de un
primer elemento relacionado con “jara” (arbusto, bosquecillo, matorral) y “macil”, del árabe Manzil, con el significado de hostal,
venta...
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o camino de la Jara Macil, la cual une con la de Torralba del Pinar, villa de la misma comarca que alcanzaremos tras recorrer 12 km por un bello paisaje de encumbrados montes en los que predomina el pinar. Vadeado, pues, el mentado barranco, el camino se torna pingorotudo hasta haber rebasado un risco con una
capilla denominada “El Pilón de Royas” (fig. 2). En sus cercanías se encuentra la Cueva de las Santicas.3z
Desde el mentado vado de las Salinas, y con una distancia de 1,9 km y haber vadeado el cauce de otro
arroyo (el de la Cueva Honda), advertiremos a mano derecha los restos de la masía de la Cueva Honda, con
una saetera en su fachada (fig. 3) para la defensa de la corraliza construida ante la propia boca de la Cogonda,
ahora a la izquierda del camino tras un trayecto de 36 m. La Cogonda (o Cueva Honda como la denomina
nuestro guía pastor), está a unos 3 m de elevación sobre el medieval camino. Y es que la sala contigua a la
boca de la caverna, tras murarla con rocas, fue usada para la estabulación del ganado tanto local como de
aquel trashumante que llegaba desde la provincia de Teruel por Albentosa, Sarrión y Torralba tras haber rebasado la fuente de “Planes”, a 1.700 m de nuestra cueva. Otra resurgencia cercana es la de “La Jarica”.
La boca de la Cogonda se abre al W. Tiene 11 m de ancha; pero la altura es desigual por los grandes
bloques de su base, y solamente 2 m tiene de luz en su centro (fig. 4). La entrada o sala principal (el aprisco)
alcanza un eje N-S de 17 m, por otro W-E de 11,50. El grueso muro interno que sirve de cerramiento al ganado llega en su lado norte a los 3,30 m de alto (la propia elevación del techo de la cavidad), mientras que
en su lado sur sólo mide 2 m (punto en el que ha sido derrocado para acceder al interior). Su longitud (la
propia anchura de la cueva en este punto) alcanza los 10 m. Es en esta sala, en su lado izquierdo (entrando),
en donde advertiremos varios bloques desprendidos del techo de la cavidad, todos de dura caliza. Sobre el
más oblicuo (buza hacia el interior de la caverna) tendremos el hojiforme “A” (fig. 5). La altura entre ambas
insculturas (A/B), pese a su relativa cercanía, es de 140 m (fig. 6).
La Cogonda (o Cueva Honda) ha sido citada, también, con el topónimo de La Cuevonda (Donat,
1973). Preferimos el primer nombre pues así publicamos su petroglifo cuando dimos a conocer el conjunto
de insculturas que habíamos registrado en nuestras correrías por el septentrión del País Valenciano (Mesado
y Viciano, 1994). Si volvemos a él, es porque era el único que no conocíamos de visu, y porque ahora podemos arroparlo dentro de un contexto arqueológico mayor.
Coordenadas de la cavidad: 40º 03’ latitud N; y 3º 13’ 50” longitud E (Hoja nº 615 - Alcora - I.G.yC.
1ª edición, 1952).
El hojiforme “A”
La Cogonda es una cueva de origen tectónico, de grandes proporciones, teniendo un recorrido laberíntico con innumerables fracturas y grandes bloques desprendidos. En un punto de su fondo, alejado pues
de la boca,“posee un ‘gour’ vivo que recoge las filtraciones de una colada cónica. La cavidad está formada
por bancos calizos (muschelcalk) con rumbo S.N., con un buzamiento de 25º O.E., descansando concordantemente sobre arenisca roja (bunt-sandstein) del Trías” (Sarrión, 1975).
La roca (pues está caída) que comporta el petroglifo,4 mide de eje máximo (NO-SE) 3,00 m, alcanzando su mayor altura, 95 cm, en la cara sur. En su planacara, con una inclinación hacia el Este de unos 20º,
fue labrado (seguro con un instrumento metálico) este hojiforme (fig. 7); pero, pese a lo compacto de la caliza, no sólo no se aprecia el percutido del martilleo, sino que sus canales fueron alisados con abrasivos por
3 Los ciratenses denominan “santicas” a las matillas del culantrillo de pozo, que usan –en infusión– como medicamento pectoral.
Donat Zopo la denomina “Abrigo de los Santicos”, y dice haberse encontrado en él “fragmentos cerámicos neolíticos” (G.E.R.V.,
t. X, p. 226).
4 Fue encontrado (pero no publicado) por J.L. Viciano y F. Guallart en el año 1968.
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Fig. 2. Cirat. El Pilón de Royas.
Fig. 3. Masía de la Cueva Honda.
La saetera.
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Fig. 4. La Cogonda. Lado N de su boca.
Fig. 5. La Cogonda. Perfil de la roca con el hojiforme “A”.
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Fig. 6. Corte topográfico, esquemático, entre el hojiforme “A” y el “B”.
lo que al tacto no presentan alteraciones. Pese a ser cierto que más parece un ramiforme (o una defensa de
cérvido) por no haber tenido cerrado su limbo (lo mismo ocurrirá en el grabado “B”, aunque aquí lo creemos debido a la pertinaz erosión que sufre la roca), seguiremos denominando “hojiformes” a estas dos insculturas de Cirat.
La caliza que presenta el petroglifo aparece rota tanto por su eje N-S (con una separación de unos 4
cm), como por el E-W (ahora con una dislocación de unos 25 cm en el centro), roturas debidas al impacto
producido por el desplome de la gran roca que coliga con ella por su lado este. Por tal motivo las ramas superiores del petroglifoide tienen sus puntas desarticuladas por la propia rotura y desgaje del bloque, indicando
que no lo estaban (como es lógico) en el momento de su labrado (fig. 8). Y mientras el fragmento norte declina en unos 25º hacia esta dirección, los otros dos (los que comportan el hojiforme) lo hacen, con similar
gradiente, hacia el Este, posiblemente debido al hundimiento sufrido por el impacto del peñasco desprendido del techo de la caverna. El desgaje mayor está relleno de otros guijarros, debidos al despedace y craquelación violenta de la misma roca, así como del guano procedente del ganado estabulado, viejo estiércol
que sigue colmatando el suelo de esta gran sala.
La longitud de las ramas externas del grabado alcanza los 86 cm, mientras que la central (hasta la rotura) tiene 72 cm, y apenas unos 10 cm miden su “rotas” puntas. Sin embargo, el “limbo” o canalillo de desagüe es de los mayores conocidos, puesto que llega a los 46 cm de recorrido; y mientras su ancho es de 3
cm, lo es de 1,5 cm la profundidad, medida esta última que tienen las otras ramas. La altura total del ramiforme será, pues, de 128 cm. Varían sin embargo los grosores de los canales. Así, mientras el regato derecho desemboca en el de drenaje con 3,5 cm de ancho, lo hace con sólo 2,50 el izquierdo; alcanzando los 9
cm la rama central tras la unión de sus “candiles” si pensamos en una paleta de ciervo, y rebasando esta anAPL XXVIII, 2010
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Fig. 7. La Cogonda. Fotografía del hojiforme “A”.
Fig. 8. La Cogonda. Dibujo del hojiforme “A”.
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chura la paleta superior derecha. Sin embargo, tanto como si pensamos en un hojiforme (ahora incompleto),
como en un ramiforme, o en una cornamenta de animal, la función primaria de la inscultura fue la misma:
la de recoger el líquido derramado sobre ella y canalizarlo por el “pecíolo” hasta el borde de la roca.
El hojiforme “B”
Como ya comentamos, es el ubicado en el curso bajo del barranco de las Salinas,5 a unos 60 m aguas
arriba del vadeo del camino de la Jara Macil. En tal punto el barranco, por efecto erosivo, presenta en la margen derecha del meandro un duro acantilado labrado sobre areniscas rojas del Trías, algunas de cuyas viseras, mayormente las más elevadas, se han desplomado. Es esta la procedencia de los tres grandes rodenos
que en su caída quedaron agrupados en el propio lecho del barranco, junto a su orilla derecha. En el menor
y más llano está nuestra inscultura (fig. 9).
Es una roca de rodeno con la planacara de forma cuadrada, aunque irregular, con un eje horizontal
(E-W) de 3,00 m, por otro vertical (N-S) de 2,40 m, superficie (al igual que todo la roca) muy erosionada
por las inundaciones del barranco y los saltados laminares o exfoliaciones debidas a las variaciones térmicas anuales. Por este motivo el grabado que comporta ha desaparecido (si es que estuvo cerrado) en su tercio superior (fig. 10).
El eje central lleva dirección Norte, midiendo el campo de la hoja, si estuviese entero, 1,20 de altura
por 0,90 m de ancho, derramando por su extremo Sur. Lo hace por un “pecíolo” o canalillo de 0,30 m, el
conducto más señalado, con un ancho de 3 cm y una profundidad de 1 cm. La altura total de este motivo alcanzaría, pues, el metro y medio.
Cuantos hojiformes conocemos (salvo los esculturados sobre caliza) fueron labrados aprovechando
una ligera concavidad natural de las superficies. Hecha su silueta (el limbo de la hoja), mayormente, una red
de canalillos diagonales (los nervios) se entrecruzan yendo a desembocar en el canal central (centro a su vez
de la concavidad natural), rediforme ahora muy perdido por la propia erosión hídrica que soporta la roca,
pero aún observable en su zona SO. Como todos estos mismos temas (de nuevo exceptuando el de la Cogonda), el conducto final (el pecíolo) aparece más marcado (fig. 11), con el fin de encauzar bien todo el líquido vertido en el ancho campo de la hoja, el cual sería recogido en un recipiente pues en la misma caída
del derrame una hendidura (que tampoco posee el de la Cogonda) pudo tener la función de acople del elemento receptor, como se aprecia en la fig. 1. Aquí, la altura del peñasco es de 1,50 m. Debido, suponemos,
a la erosión de la corriente del barranco en sus crecidas, no se observan en los surcos que subsisten los impactos del instrumento metálico de su artífice, aunque pudieron haberse limado como vimos en los de la inscultura anterior. Motivo grabado a 1,30 m del lado oeste de la roca; a 0,30 de su lado este; y a 0,90 m de su
cara norte cuya altura es de 1,10 m.
Comentario a los hojiformes de Cirat
Cada signo tiene, a la vez, su apariencia externa y su interpretación profunda, mensaje que queda roto,
mayormente, cuando en la profundidad del tiempo no ha habido contacto cultural. Por este motivo, pues, tendremos que acumular temas paralelos (como es el caso de los hojiformes que hemos publicado) para ver de
intentar llegar al conocimiento, ahora críptico, de tales grabados.
Un hecho es irrefutable: sobre ellos fluyeron líquidos que a través de las retículas de sus campos, tras
5 Topónimo de clara procedencia pues su agua era salobre, sal que se extrajo en salinas cercanas al nacimiento del barranco. Hoy es
insípida, poseyendo fauna de agua dulce.
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Fig. 9. Bco. de las Salinas. Señalización de la roca con la inscultura “B”.
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Fig. 10. Dibujo del hojiforme “B”.
Fig. 11. Canal de drenaje o “pecíolo”
del hojiforme “B”.
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ser recogidos en el canal o “nervio” central, llegaron al “pecíolo” de los motivos insculturados para derramarse fuera de las caraplanas de las piedras que los comportan y poder ser recogidos, posiblemente, para su
libación. El gran problema hoy es saber si fue simplemente agua (ritual), o sobre tales mesas sacras (es entre
otras nuestra opinión) se realizaron exorcismos sacrificiales. Por tal motivo las dos insculturas de Cirat van
a ser de importancia para poder acercarnos, un poco más, a su significado y función primaria.
En primer lugar, el hojiforme de la Cogonda se encuentra en el interior de la primera sala de la cavidad, protegida de cualquier lluvia, nevazo o goteo cárstico dado que el techo de la caverna en este punto
no muestra signo alguno de haber filtrado agua, como en el “gour” antes citado, éste sin grabado alguno.6
Y el hojiforme del barranco de las Salinas se encuentra en su álveo (punto en el que se labró), por el cual,
aun en los periodos de más sequía, circula el agua (antaño salobre) los doce meses del año. Esto asegurará
que la simple recogida del líquido elemento para beber, no era su función primaria. Tampoco lo es el que
fuesen la parte basal, o fija, de una prensa de aceite, pues ya hemos visto cómo varias plataformas o rocas
se hallan en sitios encumbrados, caso de los hojiformes del monte Garabaya (Manzanera), cumbre de Penyagolosa (Vistabella), o cumbre de La Estrella (Mosqueruela), sin olivos y con prolongadas nieves invernales, puntos por otra parte ilógicos para un trabajo manual (y social) dada la soledad del paisaje y la lejanía
de los hábitat (prehistóricos, romanos o medievales) más cercanos que conocemos; o aquellos en los que los
planos pétreos que los ostentan presentan un notable buzamiento, habiendo otras superficies en sus aledaños, sin inscultura alguna, más propias para esta función. Tampoco estos dos de Cirat presentan termoclastos, lo que asegura que sobre ellos no se hizo fuego.
Como nos afirmó el pastor apodado “el lobo”, que estabuló durante años en la Cogonda su ganado
lanar, tampoco sirvieron para la destilación del aceite de enebro, un hecho más casero y recogido (de corral)
que el llevado a cabo en parajes muchas veces inhóspitos; a la par que tan amplias superficies (la mayoría
de las insculturadas) harían perder el escaso líquido que cada recipiente invertido (sobre un receptor) pueda
destilar;7 cabrero que pese a los más de cincuenta años de pastoreo no advirtió ni el grabado de la Cogonda
ni el del barranco de las Salinas, pues mientras el primero se lo mostramos nosotros, el segundo se lo dijo,
estando de tertulia en el bar del pueblo, el forestal que lo encontró: Santi, el hijo de Paco “el Marzo”.
Tampoco valieron como lugares en los que practicar la caza (trampas), puesto que en tal caso sobraban tanto sus insculturas como el derrame de líquido alguno por el “pecíolo” del campo grabado, y pocos
animales pueden cazarse (y más si se trata de aves) en el interior de una profunda cueva, habitada en su momento.
Por todo lo cual, pues, seguimos considerando lo que ya sugerimos en el año 1994 cuando publicamos cuantas insculturas conocíamos en el septentrión del país valenciano, y sus aledaños, puesto que en el
mayor y más espectacular campo esculpido –el existente en Los Cerradicos de la Masía de Casagranja, en
la partida de La Vega del término del municipio de Cantavieja (punto del Bajo Aragón turolense, colindante
con el término de Mirambel, y éste, a su vez, con el castellonense de la Mata de Morella)–, en su “Conjunto
6” tenemos, en negativo, junto al borde de la roca con dos gorjales en su plano vertical (cavidades hechas
ex profeso), la representación perfecta de un gran cuchillo de hoja metálica (fig. 12), y si arrodillados junto
a la plataforma (en este punto con una altura de 54 cm), reclinamos la cabeza sobre la mesa, el filo de su
hoja pasa por nuestro cuello.
6 El dibujo o calco del grabado de la Cogonda lo realizábamos el día 3 de junio de 2008, tras un mes de mayo con diarias tormentas
y aguaceros. Con ello el techo de la cavidad, aun en sus salas internas, goteaba por sus fisuras. Ni una sola gota caía sobre la inscultura. Por otro lado, de haberlo hecho, es más cómodo recoger el agua con un recipiente que hacerlo tras grabar una roca sumamente dura.
7 José Martínez Ruiz (“Azorín”), en La ruta de don Quijote escribe: “Del enebro sale la miera con que curamos las ovejas, la ginebra con que nos confortamos”.
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Fig. 12. Los Cerradicos de la Masía de Casagranja, Cantavieja.
Plataforma con la inscultura de un cuchillo.
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Fig. 13. Topografía de La Cogonda de Cirat, según G. Hernandis.
En esta estación, su “Conjunto 1” lo forma un espectacular peñedo cuya elevación rebasa los 5 m,
que presenta sobre una superficie horizontal de 7,10 m por 3,60 m, un campo rebajado, labrado, de algo más
de 2,00 m de eje máximo, mientras un canal para la recogida de líquidos (que lo hace desde el centro de su
planacara con una pequeña poceta a la que fluyen tres canalillos), alcanza los 3,50 m de recorrido hasta dar
con el borde de la plataforma por su lado NW, en donde existe un peldañeo que asciende a su cima. Se trata
de una gran mesa –seguro que sacral8– dominando este rico yacimiento de grabados esotéricos (con “bañeras” labradas para la inmersión total de una persona; cf. “Conjunto 5”), en una comarca que D. Pío Baroja,
en su novela La Venta de Mirambel, describe como “árida, áspera, desolada, erizada de colinas yermas...”.
Hoy, este campo lleno de enigmas (aquellos signos sin palabras en expresión de J. Abelanet), contiguo al
río de Cantavieja, aparece cubierto de rebrotes de carrascas, renacimiento de aquel paisaje ancestral.
La función, pues, de los hojiformes la creemos vinculada a sacrificios rituales, por cuanto no serían
“árboles de la vida”, sino, más bien, “...de la muerte”. Y su cronología la enlazaremos, de nuevo, con el Hierro I como sugieren las cerámicas a mano de La Cogonda, que hemos tomado del artículo del amigo Inocencio Sarrión, estudio publicado en el Boletín de información espeleológica ‘Lapiaz’; de donde hemos
cogido, asimismo, la planta de la cavidad (fig. 13) según topografía de G. Hernandis Ayala (Sarrión, 1975).
Otra curiosidad a destacar (posiblemente casual) es que de los once hojiformes que hemos dado a conocer, los tres de Penyagolosa derraman al N, mientras que los de La Estrella (Mosqueruela), Mas del Montón “plataforma II” y Torre de la Casalta (ambos en Zucaina), Garabaya (Manzanera), y Barranco de las
Salinas (Cirat), lo hacen hacia el S. En otras direcciones: la Loma del Cañuelo (Zucaina), el Mas del Mon-
8 Recordemos, por ejemplo, que en el conjunto arqueológico de Savassona, cerca de Tavèrnoles, una de estas “mesas” con regueros
y bacinos se la denomina, popularmente, la pedra dels sacrificis (Duch Mas, 203: 445).
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tón “plataforma I” (igualmente de esta última población), y el ubicado en La Cogonda. La cantidad del líquido a recoger sería escaso, pues pese a la capaz superficie del campo grabado, el canal de drenaje (el pecíolo) es muy estrecho (exceptuando el de la gran mesa sacral de Cantavieja), indicativo de que el líquido
fluiría despacio y en poca cantidad.
Con ello terminamos la exposición de estos dos grabados, en espera de otros nuevos que sigan aproximándonos, más y mejor, a su aún críptica función primaria.9
Otros hallazgos en la Cogonda
Las cerámicas
I. Sarrión, en su citado artículo, selecciona dos tiestos de cerámica a mano recogidos en esta cavidad. Los encontraba en una menuda oquedad, junto con restos de huesos pertenecientes a bóvidos. “La mayoría de los trozos cerámicos eran gruesos, toscos, componiéndose su pasta de su nervio oscuro, con
revestimiento claro, alisado con un espatulado irregular”:
1- Fragmento de una orza de cuello angular, estrangulado, de boca exvasada y labio romo. En el
arranque de la panza, junto al cuello, un cordón bien señalado –“a modo de collar”– comporta rudas digitaciones (fig. 14).
2- Fragmento de borde de un recipiente aquillado. “Es de pasta negra con superficie pulida”. Presenta
un borde “cortado a bisel, cuello ligeramente cóncavo por fuera y convexo por dentro, formando arista interna en la línea de unión del cuello con el cuerpo, seguramente bitroncocónico y de forma plana, presentando como decoración un ligerísimo espatulamiento de forma geométrica a base de ‘zig-zags’ y de líneas
paralelas sobre un lado. Asimismo en su arista externa se observan unos pequeños surcos oblicuos a ella,
que son las clásicas acanaladuras propias de la cerámica hallstáttica de la ‘cultura de las urnas’ de Cataluña” (fig. 15).
También el amigo José L. Viciano, en un artículo con el título de “Una probable Cavitat-Santuari Ibèrica: La Cogonda”, reseña un fragmento de “vas ritual ibèric” que encontró en el interior de la Cogonda
(Viciano, 2000):
3- “El testet del vaset ritual, de pasta grisa, ben tornejat, de coll marcat i vorera ixent, té unes mides
de 4,7 x 1,7 cm i la boca tindria un diàmetre aproximat de 8 cm; té una capa lleugera i taques de formació,
sobretot en la vorera i cara interna, com si hagués estat en una posició que el tenia ple d’aigua, abans de trencar-se” (fig. 16).
9 La Diputación Provincial de Castellón, en su Revista Cultural (nº 9, marzo 2008), en la sección “Arqueología”, publica una fotografía (sin comentario alguno en el texto) de otro curioso hojiforme con el siguiente pie: “Grabados rupestres encontrados en el término de Cortes de Arenoso”, otra población de la comarca de l’Alt Millars, a 59 km de Castellón.
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Fig. 14 y 15. La Cogonda. Fragmento de cerámica grosera (arriba). Fragmento de cerámica espatulada (abajo).
Breve comentario a las precedentes cerámicas
Recipientes de cuellos acampanados, estrangulados por el propio cordón que hace de “collarino”,
responden siempre a contenedores de bases planas, con marcado talón. Por sólo dar gráficamente tres ejemplos provinciales, y otro más apartado, citemos los encontrados en La Torrassa, la Vall d’Uixó (fig. 17), yacimiento de altura en el que se coligan estas cerámicas con aquellas primeras importaciones coloniales (las
ánforas del “Grupo Málaga”) y aunque (los nuestros) sean hallazgos de superficie, no parece que haya existido aquí una población anterior (Mesado, 2004: 258). Ocurre otro tanto en la cumbre del cercano Solaig,
Betxí, entre cuyas pastas groseras, de igual tipología, coligadas con las ánforas fenicias, se recogió una fíAPL XXVIII, 2010
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Fig. 16. La Cogonda. Borde de cerámica ibérica.
bula de doble resorte, piezas asociadas a los ambientes coloniales. Pero son excavaciones que, como ya pertenecen a las “empresas de arqueología”, nunca conoceremos pues se cobra por excavar, pero no por publicar
(Mesado, 1999: fig. 10, nº 2).
Otro yacimiento sería el del Tossalet de Montmirà, en Alcora, con un mundo material parejo, esta vez
perfectamente estratificado, en donde un fragmento similar (fig. 18) procede del nivel “E”. Aquí las pastas
coloniales también están presentes desde el primer asentamiento humano en el cerro. Pero el nivel “E” comporta ya cerámica pseudo-ibérica, o ibero-arcaica (por nombrarla de alguna manera), pues tras un potente
hiatus antrópico (el nivel “F”), aparece en la superficie del yacimiento (y en todos), totalmente formada, la
Cultura Ibérica (Mesado, 2004: 232).
El tercer yacimiento provincial (por no citar otros) es El Polseguer, en Rosell (el Baix Maestrat),
“entre cuyos materiales autóctonos, decorados con collarinos de fuerte digitación o incisión (fig. 19) advertimos un fragmento decorado con bandas espatuladas y un trozo de morillo hueco decorado con fuertes
incisiones, cuya tipología enlaza con los Campos de Urnas del Valle del Ebro”. Se trata de un montículo entre
cuyas pastas existen, igualmente, fragmentos de ánforas fenicias (Mesado, 1999: 65).
La estación arqueológica más apartada (de las cuatro que citamos abiertas) con este tipo de perfiles,
sería la denominada por F. Esteve Gálvez: “Finca Jornet”, en la comarca del Baix Ebre, en donde se registran trozos similares encontrados entre restos tumularios cuyo ritual mezclaba tanto la inhumación como la
incineración (fig. 20). Una necrópolis que “abastaria del bronze final fins al primer ferro”, con una cronología del 800 al 600 a.C. (Esteve y –en Notes comentades– Villalbí, 1999: 34). Sin embargo, en yacimientos del cerco de la Plana sobre oteros (los antedichos), este tipo de recipientes conviven, siempre, con las
ánforas T-10.1.1.1 y T-10.1.2.1., al igual que ocurre en el yacimiento del Coll del Moro, en el Baix Priorat
(Vilaseca, 1953), por no alejarnos más.
El reciente y espectacular campo tumulario encontrado en Sant Joaquim de la Menadella (Forcall),
cuando conozcamos su resultado, estamos seguros que será determinante para el esclarecimiento de los problemas que sigue presentando el Hierro I (cuanto menos en el País Valenciano), ritos y menajes plurales difíciles
de entender sin una aportación étnico-cultural centroeuropea y orientalizante. En cualquier caso, en Castellón,
este tipo de vasos de cuello estrangulado y desarrollados bordes acampanados, nada tienen que ver con cuanto
culturalmente antecede (el “Bronce de Transición”); como tampoco lo hemos registrado en el menaje del primer asentamiento –“cerrado”– de Vinarragell, cuyos recipientes de cocina presentan cuellos verticales; o de exvasarlos, son cortos y sin collarinos; aunque tampoco los hemos detectado en su potente nivel colonial.
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Fig. 17. La Torrassa, Vall d’Uixó. Fragmento de cerámica grosera (dibujos N.M.O.).
Fig. 18. El Tossalet de Montmirà, Alcora. Fragmento de cerámica grosera.
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Fig. 19. El Polseguer, Rosell. Fragmentos de cerámicas groseras.
Fig. 20. Finca Jornet, Amposta. Fragmento de cerámica grosera, según F. Esteve Gálvez.
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Referente al fragmento segundo, perteneciente a un vaso carenado de superficie pulida, con decoración espatulada de temática geométrica, como anota Sarrión: “pertenecería a las etapas más antiguas de la
‘Cultura de las Urnas’, anterior a Agullana, sincrónicas a las de Tarrasa, a las que se atribuye la edad de 800
años a. de C”. En Vinarragell, en su primera fase, este tipo de pastas pulidas (charoladas) comportan una similar decoración espatulada, también incisa, en puntuales casos “barroquizante” como ese gran contenedor
de cuerpo ovoide (aunque falto de cuello, por pérdida) con tres anchos campos superpuestos: el superior, que
tangencia con el collarino (igualmente alisado con la espátula), con tenues líneas pseudo-paralelas; el central, con juegos de abigarrados rombos concéntricos; y el basal (en el fragmento citado), con trianguliformes cuyos cuerpos aparecen rellenos de segmentos paralelos, oblicuos; dibujos “incisos” hechos con el
lomo de la espátula (Mesado, 1974: lám. XXIII). Aunque en Vinarragell, sobre el margen derecho del Millars y escoltando el paso de la vía indígena del Caminàs, no hemos registrado el perfil cerámico de la Cogonda.
También será en término de Burriana, ahora en su partida del Tirao, en donde los vasitos ibéricos de
pasta gris señalan su destino ritual, ya que de los doce encontrados, prácticamente completos, solamente uno
no presenta signos de la ignición procedente de la fosa crematoria (un “ustrinum”) registrada en este yacimiento de llanura el año 1965 (Mesado, 1969). Sin salirnos de la provincia, de Cueva Cerdaña (Alto Palancia), cavidad tenida por un santuario, proceden otros recipientes similares (Palomar y Oliver, 1985);
siendo igualmente comunes en otras cavidades valencianas señaladas, también, como santuarios ibéricos
(Gil-Mascarell, 1975). Sin duda alguna una vajilla ritual, ibérica, que fue utilizada para contener ofrendas
o para libaciones rituales.
Pero no terminan aquí los hallazgos casuales, pues en una salida del Centro Excursionista de Castellón, Santiago Cantavella Jordá encontraba en uno de los recovecos de la Cogonda otros restos cerámicos y
un cráneo humano en buen estado de conservación, materiales que depositaba en el Museu Arqueològic
Comarcal de la Plana Baixa (fig. 21). Sería interesante saber si esta calavera responde a algún enterramiento
eneolítico/bronce, cosa que no creemos pues tales inhumaciones suelen utilizar en la geografía castellonense menudas cavidades (Mesado, 2001); o, por el contrario, responde a un momento de alternancia ritual
y cultural como ocurre en la Finca Jornet. Materiales, los señalados, que teníamos expuestos en el Museo
Comarcal de la Plana Baixa hasta nuestra jubilación acaecida el 6 de noviembre de 2003.
II. LOS HOJIFORMES DEL MONTE CERVOL
(SANTA MAGDALENA DE POLPÍS, CASTELLÓN)
Estas postreras insculturas hojiformes fueron encontradas por Ismael Rivero, del “Centre Espeleogrup de la Unió Muntanyenca de Eramprunyà”, Cataluña, en sus exploraciones por los alrededores de Santa
Magdalena (comarca del Baix Maestrat) en donde reside durante el verano. Acompañados, pues, por su descubridor, el día 27 de agosto de 2008 visitábamos estos desconocidos grabados.
Se llega a ellos tomando desde Santa Magdalena la carretera comarcal a la Salzedella, adentrándonos –tras recorrer 2.500 m– por el camino montano de lo Cervol, el cual, tras el consabido zigzagueo, alcanza la carena de la loma de este mismo topónimo, que limita por el Sur con un señalado meandro de la
Rambla del Mas, la cual fluye a la de Alcalá, que drena el corredor costero que une Vinaròs/Benicarló con
Alcalà de Xivert/Torre Blanca tras desembocar en el Mediterráneo entre las poblaciones de Benicarló y Peníscola, vía natural por la que discurre la N-340 y el ferrocarril, entre la sierra costera de Irta y la interna de
Les Talaies.
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Fig. 21. La Cogonda. Cráneo humano. Museu Arqueològic Comarcal
de la Plana Baixa, Burriana.
Santa Magdalena se encuentra a 60 kilómetros de Castellón, siendo un pueblo de fundación nueva
puesto que data de comienzos del siglo XVIII, que en su formación arropó una ermita tardo-medieval, hoy
capilla de Comunión de su Parroquia, datada en 1819. En su término posee el castillo templario de Polpís,
sobre una loma norteña de la sierra de Irta, con carta puebla datada en 1286. El olivo, el algarrobo y el almendro (junto con la vid hasta el año 1980) componen hoy la tríada básica de la economía de su escasa población (734 habitantes en 2001). El encinar era en la antigüedad dueño de sus montes, ahora con pinos y
matorral Mediterráneo.
Las dos plataformas grabadas, con una separación de 4 m, se sitúan en la Hoja C.V.10 571(2-4)
Santa Magdalena de Polpís del Institut Cartogràfic Valencià (edició 1999, vol fotogramètric 1.991, E
1:10.000) en la cota, señalada, de 266 m, un collado que asciende a la cumbre del Cervol cuya cota es de
292 m s.n.m.
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Tras dejar el camino y adentrarse por unos cuidados bancales con olivos, en busca del collado (ahora
ya con algunos olivos silvestres y un sotobosque de aliagas, margallón, acebuches, lentiscos, coscoja, espinal y romeros que alcanzan la cúspide sobre sueltas calizas mesozoicas), daremos con estas semiocultas
plataformas insculturadas, cuyas coordenadas GPS (Datum European 79) son: 31T0266994 / 4472613. En
sus alrededores no se ha detectado ningún yacimiento arqueológico, aunque en la fuerte pendiente a la Rambla del Mas, y por ello en su proximidad, se localiza la cueva de la “Aiguassera” en la que no han sido realizadas excavaciones arqueológicas, sin embargo, en superficie, se aprecian fragmentos de pastas islámicas
y alguna concha marina. Tampoco existe en las inmediaciones fuente alguna, y tan solo en la rambla del Mas
y en el diminuto barranco que cruzaremos tras dejar la carretera de la Salzedella, pueden ser puestos de
aguada estacional; aunque cerca, y junto al margen de la propia carretera, tenemos la popular resurgencia
freática denominada la Bassa Albert.
De nuevo serán dos los hojiformes grabados sobre sendas losas calizas, aún “in situ”, con un buzamiento natural (el propio de la estratificación interna de la montaña) de unos 10º hacia el Sur. Ambas plataformas presentan una monótona superficie grisáceonegruzca, de nuevo sin termoclastos, uniformemente
meteorizada en sus insculturas, lo que avala la antigüedad de los grabados, nuevamente con un claro eje central señalando el Norte. La más cercana a la cima del Cervol la denominaremos “A”, y a su contigua “B”.
Hojiforme A (fig. 22 y 23)
Se ubica sobre una laja caliza (plataforma) de unos 15 cm de grosor, con un eje máximo (E-O) de
2,60 m, grabado que se hizo hacia su lado oeste, algo más elevado, a sólo 20 cm de su inicio, y a 68 cm del
perfil derecho de la losa; estando por el norte a 11 cm y por el sur a 30. Su anchura máxima es de 80 cm,
mientras llega a los 110 cm la altura total. Lo curioso del grabado es que tuvo algunas rectificaciones (ampliaciones), pues hecho en un principio circuloide, con un diámetro de 32 cm y un canal de drenaje de 33
cm, tuvo luego un primer aumento (limbo del hojiforme) que lo formó de 67 cm; para llegar en otra rectificación (en su perfil este) a un total de 80 cm, momento en el cual alcanzose, cerca del pecíolo, un insignificante bache de erosión (“gnamma”) por lo que en su base tuvo que labrase un canalillo (de 21 cm) que
recondujese el líquido derramado en su centro (por contacto con el perfil de la hoja) hacia la cupulilla o
vaso hemisférico receptor, de 12 cm de diámetro y 5 cm de profundidad, quedando, finalmente, un campo
hojiforme “globoso”. Los surcos apenas rebasan los 2 cm de ancho, siendo de sección semicircular, con una
profundidad de 1 cm. No se aprecia en ellos repicado alguno, que sí lo hace en la balsilla receptora, que por
el percutido compacto es de paredes blanquecinas, escamosas.
Hojiforme B (fig. 24 y 25)
Como hemos comentado, se encuentra esta placa caliza, ahora de unos 20 cm de potencia, a 4 m a la
izquierda de la precedente. Posee un hojiforme insculturado en su centro, sin concavidad alguna, cuyo perímetro, o “limbo”, dista del margen derecho de la caliza 24 cm, haciéndolo a sólo 20 cm de su margen
norte, y a 82 cm del apuntado extremo noroeste de la losa, estando la balsilla receptora a 5 cm del borde sur.
Su sencillez es extrema, ya que el campo de la hoja, de 80 cm de ancho, lo recorre un eje central, de
84 cm, que va a verter, tras un “pecíolo” de 32 cm, en la semiesférica balsilla receptora, de 15 cm de diámetro y una profundidad de 5 cm. Sólo dos regatas oblicuas, en V, convergen en el eje central de la hoja, a
23 cm del inicio del limbo. También tienen los canalillos 2 cm de anchura por 1 cm de profundidad, y sólo
el cuenco receptor, de nuevo, advierte el compacto golpeado del instrumento metálico que lo conformó. La
losa posee en su extremo noroeste una balsilla natural o “gnamma”, con derrame externo serpenteado.
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Fig. 22. Monte Cervol.
Dibujo del hojiforme “A”.
Santa Magdalena.
Fig. 23. Monte Cervol.
Fotografía del hojiforme “A”.
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Fig. 24. Monte Cervol. Dibujo del hojiforme
“B”. Santa Magdalena.
Fig. 25. Monte Cervol. Fotografía del hojiforme “B”.
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Comentario
La novedad que ofrecen estos dos grabados del término de Santa Magdalena estriba en que al estar
realizados sobre losas (plataformas) calizas cuyos perfiles inferiores rasan el duro suelo, no pudo recogerse
el líquido (vertido en el centro de los hojiformes) en la caída de sus planacaras, como todos los restantes que
hemos podido estudiar, por lo que tuvieron que labrarse las perfectas balsillas receptoras (cupulillas) en sus
mismas superficies, y dada su pequeñez es imposible poder recoger el líquido con algún recipiente cerámico;
pero puede hacerse sorbiendo, o, tal vez, utilizando una media cáscara de huevo; y éste manaría en poca cantidad para no colmar tales depósitos que en ningún momento pueden calmar la sed, caso de recogerse en ellos
agua de lluvia, hecho que sí puede hacerse en cualquier oquedad natural de las que existen en la loma.
Obviando por sus añadidos (deformaciones) el denominado “A”, tenemos unos buenos paralelos
para el “B” (salvo su balsilla) en los hojiformes de la Beltrana, Vistabella; Torre de la Casalta (Plataforma
I), Zucaina (fig. 26); Monte Garabaya, Manzanera, Teruel (fig. 27), con igual diámetro.
El esoterismo mágico-religioso en las insculturas
Nuevamente va a repetirse en estos hojiformes del collado del monte Cervol, aquella cercanía física
que ya vimos tanto en aquellos otros dos de la cumbre de Penyagolosa, como en la pareja del Mas de Montón, de Zucaina. Igualmente habremos de destacar el lugar señero de la ubicación de estos grabados de Santa
Magdalena, pues como ocurre en los de Penyagolosa, Garabaya y La Estrella, así como en la mayoría de las
plurales insculturas que venimos publicando (Mesado y Viciano, 1994), se sitúan dominando majestuosos
paisajes físicos y, por ello, en lomas o montes destacados. En los de Santa Magdalena, la panorámica sobre
un crecido meandro de la rambla del Mas (cuya distancia o separación vertical es de 180 m) y el corredor
de Alcalà es grandiosa, siendo, por ello, lugares de una crecida fuerza telúrico-mágica avalada en casos por
ermitorios: San Juan, para los de Penyagolosa; o la Virgen de la Estrella, con una constelación estelar (Leo)
en su Peñedo I, y un gran hojiforme en la Plataforma II, uno de los más enigmático de cuantos conocemos
por poseer dos circulillos en su limbo, que interpretamos como una especie de macrocosmos. Otro ermitorio es el gótico de San Bartolomé, contiguo al campo de grabados de La Serradeta, en Vistabella (l’Alcalatén); aunque en este punto sin hojiformes.
En el corpus que publicábamos en 1994, ya señalamos el valor religioso de los grandes peñedos –“auténticas aras sacrales/sacrifíciales”– con oquedades o huellas para su escalada, que albergan y encumbran
una mayoría de estos lugares. Igualmente apuntamos el carácter sacralizante de los ambientes geográficos
con insculturas (“onirismo magicorreligioso”), religiosidad mistérica que reconocen aquellos investigadores que han estudiado este tipo de manifestación rupestre (J. Abelanet, A. Álvarez, E. Anati, P. Atriá, J.
Briart, F. Jordán, J. Maluquer, F. Marco, J. Maringer, H. Obermaier, A. Priuli, M. Varela, S. Vilaseca, R.
Seva...), puesto que las sociedades (en especial del pasado) no pueden existir sin “religión”, integrando en
ellas la brujería (chamanismo), el curanderismo, la magia, la adivinación, etc., manifestaciones que pasan a
conformar las propias Culturas.
Por cuyo motivo e interés recordaremos, de nuevo, aquellos cultos de procedencia centroeuropea
medieval que tenían las rocas de determinados parajes destacados, los cuales prohibirá el Concilio de Braga,
en los que se llegaban a levantar “altares en los cuales no sólo derramasen sangre de animales sino también
de hombres...” (Mesado et al., 2009).
Pero veamos otros hechos puntuales en los que los montes, con sus cimas, jugaron un papel destacado en aquellas religiones y creencias de nuestros ancestros judeo-cristianos, pues las montañas altas (semejantes a fortalezas) eran símbolos de la presencia y la proximidad de Dios.
En Éxodo 24 (igualmente en Isaías 2,2), leemos: “Escribió, pues, Moisés todas las palabras deYavé,
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Fig. 26. Hojiforme de La Casalta, Zucaina.
Fig. 27. Hojiforme del Monte Garabaya, Manzanera.
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y levantándose de mañana, erigió un altar al pié de la montaña y doce cipos por las doce tribus de Israel.
Luego mandó a algunos jóvenes de los hijos de Israel a ofrecer holocaustos e inmolar novillos como sacrificios pacíficos en honor a Yavé. Después tomó Moisés la mitad de la sangre y la puso en vasijas, y la otra
mitad la derramó sobre el altar (...) dijo Yavé a Moisés: ‘Sube a la montaña y estate allí. Yo te daré unas
tablas de piedra con la ley y los mandamientos que he escrito...’. Subió Moisés a la montaña, y la nube la
cubrió durante seis días. La gloria de Yavé se había posado sobre la montaña...” Pero Moisés, luego de descender, rompió las tablas pues su pueblo estaba adorando a un becerro de oro, y de nuevo Yavé le dice:
“Prepárate dos tablas de piedra, como las primeras que tú rompiste, y escribe sobre ellas las palabras de las
otras” (Éxodo 34).
En Miqueas, 4,1: “Sucederá en el futuro que el monte del templo de Yavé será asentado en la cima
de las montañas, y se alzará sobre las colinas. A él afluirán los pueblos...”.
En Jeremías 51,25: “Aquí estoy contra ti, montaña destructora –dice Yavé– que arrasas toda la tierra. Voy a extender mi mano contra ti, te haré rodar de lo alto de las rocas y te convertiré en monte calcinado...”.
Son, pues, numerosas las citas de montes (dentro del paleojudaísmo –también en el resto de las Culturas–) que aparecen revestidos de un determinado valor sacralizante, tanto para holocaustos con sangre de
animales (regularmente corderos y toros), o también humana –caso del intento de degüello e incineración
del hijo de Isaac, por mandato de Dios (Génesis, 22)–, como para recibir (como hemos visto) las ordenanzas que deberá profesar aquel pueblo elegido: los mandamientos de la Ley (de Dios) grabados sobre piedra,
los cuales debieron de componerlos (de haber existido) ideogramas egipcios por la propia formación cultural de Moisés –hacia el 1200 a.C.–; aunque todo procedía de una tradición oral hebrea, comenzada a ser escrita –modo yahviista– hacia el siglo IX a.C. Y se reciben en lo alto del Sinaí estando la cumbre oculta por
las nubes, el humo y el fuego (sinónimo de una gran tormenta) para revestirlos de mayor fuerza mistérica,
con el objeto de que sean obedecidos por el pueblo (en su conjunto una especie, primaria, de “constitución”), al ser dádiva de un ser supremo ya que con su cumplimiento (premio o castigo eterno) se configura
y domeña a una sociedad.
Y es que muchas montañas, por su elevación o dominio en el paisaje, recibían culto puesto que eran
el nexo entre los hombres-sacerdote (hierofantes en la cultura griega) y la divinidad que reside y baja del
cielo/cosmos (“El Altísimo”), por ello los helenos, en su mitología, ubicaban la morada de los dioses en su
monte Olimpo, con nieve perpetua en la cima por ser el más elevado del país (2.920 m).
Pero, como hemos visto, con el peso, rutina y fuerza de la tradición ancestral (el “paganismo”) se pasaba fácilmente de lo “moderno” (la Ley de Dios) a lo viejo, como ocurre en todas las “bisagras culturales”:
“Pero los judíos, incluidos Salomón y otros reyes, volvieron a caer muchas veces en esta idolatría. Se quemaban a niños vivos sobre el altar del dios (Molok) o en los costados de la estatua de bronce que le estaba
consagrada, mientras que los sacerdotes cubrían los gritos de las víctimas con ruidos de clamores y tambores” (Chevalier y Gheerbrant, 1986: 716), cosa que va a prohibir Moisés, quien dice (para investirse de un
máximo poder) ser una orden del mismo Yavé (Levítico 18,21).
Es, por todo ello, en las cumbres y collados de determinados cerros, a cielo abierto, en donde venimos registrando el mayor número de insculturas; pero, como ya estudiamos, otro hojiforme existe en el interior de una gran cavidad montana (La Cogonda, en Cirat), y otros dos se ubican en los mismos cursos de
los barrancos o ramblas (grabado del Barranco de las Salinas, igualmente en el término municipal de esta
última población, y grabado del “Barranco del Volante”, en el de Peníscola, topónimo que no creemos antiguo; pero sí vinculado a la forma de la propia inscultura).
El enigma sigue, pero cuantos más se encuentren, un mayor acercamiento (por su pluralidad) tendremos a su función y significado: seguro que esotérico al formar parte del animismo de las culturas del pa-
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sado, allá por los inicios del primer milenio a.C. (cuanto menos los hojiformes); o incluso antes, pues ya
vimos como junto a los megalitos de la Vega del Moll, en Morella, los detectamos (Mesado y Andrés, 1999);
e igualmente en la antesala, ahora sobre la pared, de la Cova de les Bruixes, en Rosell, esta vez un antropomorfo perteneciente al Eneolítico (Mesado, 2005).
III. EL HOJIFORME DEL “BARRANCO DEL VOLANTE”
(PENÍSCOLA, CASTELLÓN)
Finalizado el trabajo precedente, tenemos noticias de la existencia de otro hojiforme en término del
municipio de Peníscola, igualmente en la comarca del Baix Maestrat. Fue hallado en el mes de marzo de
1968, y publicado (dibujado) por V. Giner Sospedra (†): “Durante un par de horas hice una pequeña excursión por el paraje del Barranco del Volante, en el término de Peníscola, cerca del mar y de la torre Badum
donde hice algunas fotografías y pude estudiar los tres lugares que describo...” (Giner, 1996: 47). Se trata
de dos oquedades que denomina “Cueva A” y “Cueva C”, más un diminuto hojiforme: el “Signo B”. La primera cavidad se encuentra a la derecha del barranco, “muy cerca de su cauce”. Está formada “por el desgaste y desplome de unos bloques en una pared de conglomerado de pudingas. Aquí el barranco dobla en
su dirección. La cueva mide unos 9 m. de larga o profunda, con piso más bien rocoso, por 5 m. de ancha,
disminuyendo sensiblemente según se interna”. Por los restos de paredes existentes en su interior, y enfrente de su boca, “posiblemente haya servido de vivienda o corraliza”. Desconoce su topónimo, y no encuentra material arqueológico en el entorno puesto que no lo menciona (ibíd.: 49).
El segundo abrigo, la “Cueva C”, está ubicada a unos doscientos metros aguas arriba, “muy cerca del
cauce”. La compone “un gran bloque sensiblemente circular que hace de techo y del que, a partir de él hasta
el suelo, se han montado rústicamente pero con argamasa las paredes que la forman, teniendo solamente
como abertura la puerta, bastante pequeña. Sus dimensiones serán de unos cuatro o cinco metros por tres metros. El piso es de tierra, muy húmedo. Tiene en la pared frontal un pequeño nicho, posiblemente un pesebre para las posibles bestias, o lugar de hogar para el fuego, aunque no existe chimenea...” (ibíd.: 52).
El “Signo B”
“A unos cien o más metros de distancia de esta cueva [se trata de la que denomina “A”] aparecen en
el mismo barranco una serie de rocas muy visibles y que ocupan unos quince o veinte metros de extensión,
limitando los dos bordes de bancales de algarrobos.
”En una de estas rocas, planas, que ocupa la parte central del cauce seco, por lo regular durante todo
el año, aparece un signo grabado en la misma que nos llamó la atención y del que hicimos un croquis [fig.
28] y fotografía”.
Se trata de un hojiforme grabado sobre la propia superficie caliza del lecho del barranco (fig. 29), cuyo
crecido canal de drenaje (el “pecíolo”) vierte, ahora también, en una poceta del propio plano calizo. Su altura es de 86 cm y el diámetro de su “circular” limbo tan sólo alcanza 35 cm; mientras la cazoleta (ligeramente parabólica) mide 10 cm de alta por 13 cm de ancha, teniendo una hondura de unos 5 cm.10 “La
10 Posiblemente Giner, en esta visita al Barranco del Volante, no llevase cinta métrica pues la medida de las dos cavidades, pese a su
reducido tamaño, la hace a “ojo”. Así, al citar la “Cueva C” anota: “Sus dimensiones serán de unos cuatro o cinco por tres metros”.
Lo comentamos porque las medidas que da en el dibujo de la inscultura (“unos setenta centímetros de largo por treinta en su parte
más ancha”) no se corresponde con aquellas medidas reales.
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Fig. 28. Dibujo del hojiforme del Barranco del Volante, Peníscola.
Según V. Giner.
Fig. 29. Fotografía del hojiforme del Barranco del Volante (J. Ramos).
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profundidad del grabado, difícil de precisar, será de un par de milímetros, y la anchura desigual de algo más
de un centímetro. Su figura gráfica está compuesta por un eje A-B en el que en el extremo A aparece un círculo (anchura máxima) con otras dos líneas que partiendo del centro del mismo van a modo de radios formando una ‘uve’.
”Se prolonga a partir de este círculo el eje A-B para llegar al final de un recorrido (este sería el sentido del agua, si por este grabado discurriera) a un pocillo o cazoleta de unos cinco milímetros de profundidad y seis o siete de diámetro” (ibíd.: 49).
Se encuentra orientado al Oeste (280º), similar a la corriente (230º) del aquí estrecho barranco, a tan
sólo medio kilómetro del Mediterráneo, por lo que su cota es de 20 m s.n.m.
Sin miedo a equivocarnos, aseguramos que la descripción precedente corresponde al primer petroglifo publicado en Castellón. El segundo lo sería igualmente por V. Giner estando acompañado por V. Meseguer, hallazgo que se produjo en la “Mola Llarga” de Xert (Baix Maestrat): una balsilla con su
correspondiente canal de drenaje. Yacimiento, el de esta muela, con una serie de habitáculos con un solo
nivel arqueológico cuya cerámica “es más bien favorable a los tipos de un hierro antiguo... datable hacia el
800-700 a. d. C.” (Meseguer y Giner, 1983: 15). El hecho de ser las primeras insculturas publicadas, privaría a estos investigadores, y amigos, el poder dar otros paralelos.
Es la inscultura hojiforme del Barranco del Volante la más diminuta de cuantas conocemos, pequeñez que la suponemos relacionada con el ente a sacrificar. Como ocurre con sus vecinas del monte Cervol,
cuya gran semejanza y actividad funcional (especialmente con el grabado “B”) es innegable, no se le aprecia el percutido de su labra, salvo en la concavidad receptora, erosión global del grabado debida al medio
en el se ubica al igual que ocurre con el hojiforme del Barranco de las Salinas. Como sucede con todas las
insculturas que venimos reseñando, la superficie de la piedra no muestra señal alguna de cremación. Coordenadas GPS: 31T0276511 / 4468164.11
Nos inclinamos, una vez más (por todo lo ya comentado), a valorar el simbolismo de las estaciones
con grabados o insculturas rupestres de la provincia de Castellón, cuyo entorno arqueológico (en yacimientos
que podemos avalar de “cerrados”) está vinculado al Hierro I. Se trata de un cada vez más rico patrimonio
que, arqueológicamente, no debe soslayarse. Su existencia sólo puede entenderse dentro de un complejo ritual prehistórico de carácter mágico-religioso.
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Institut d’Estudis Ilerdencs, Lleida, p. 441-456.
11 Descripción y medidas tomadas por D. Juan Ramos.
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