Corral de Saus. Moixent. 1972
13-03-197218-05-1972José Aparicio Pérez
En una finca denominada "Corral de Saus", existente en la partida de Garamoixent del término de Mogente, a fines del año 1971, al realizar determinados trabajos agrícolas aparecieron fragmentos de cerámica que en parte fueron depositados en el Servicio por el Colaborador del mismo, don José Pelejero Ferrer. Los hallazgos fueron repitiéndose, cada vez más intensamente, durante el mes de enero, cuando comenzó a intervenir en los trabajos agrícolas un tractor que, en determinadas zonas del campo, extrajo unas grandes piedras, más o menos rectaugulares, abundantes fragmentos de cerámica ibérica y de barniz negro y algunos hierros, entre ellos fragmentos de falcatas. El señor Pelejero mantuvo al corriente de los hallazgos a la Dirección del Servicio y, en 14 de febrero, comunicó la aparición de una gran piedra con bajorrelieve, aportando fotografías de la pieza. La Dirección del S. I. P. dispuso que una comisión, formada por el Ayudante Técnico y el Capataz, señores Aparicio y Fambuena, realizara una visita al lugar del hallazgo para que emitieran informe detallado. El día 16 de febrero se llevó a cabo la inspección, repetida el día 19 siguiente a la vista del interés del descubrimiento. La comisión del Servicio, puesta en contacto con los profesores del Colegio Libre Adoptado San Pedro Apóstol, de Mogente, que habían recogido con la colaboración de los alumnos algunas piezas de interés, estudió los materiales que en los locales del referido centro de enseñanza se guardaban y se personó en el lugar de los hallazgos. Del estudio de los materiales y de la prospección realizada se dedujo la existencia en el "Corral de Saus" de una gran necrópolis que había comenzado a destruir el tractor.
La necrópolis se halla en varios campos escalonados a mediodía de la serie de cerros que, por el norte, bordean la carretera general de Valencia a Madrid, y al oeste de la ladera del "Castellaret", del que está separada por el cauce seco del Barranc de l'Aigua.
En el Servicio de Investigación Prehistórica existía ya nota de haberse producido en este lugar del "Corral de Saus" hallazgos ibéricos, guardándose en los almacenes algunos fragmentos cerámicos y una fíbula de bronce, aparecidos igualmente al realizar labores agrícolas en 1965. Antes de comenzarla campaña de excavaciones, el terreno, con aspecto de tener restos arqueológicos, presentaba en una extensión de unos diez mil metros cuadrados, manchas cenicientas y carbonosas, más o menos circulares, amontonamiento de piedras, abundantes bloques sueltos esparcidos por todas partes y numerosos fragmentos de cerámica y de huesos quemados.
Los trabajos se iniciaron ladera bajo de la arruinada casa del "Corral de Saus", en uno de los campos escalonados en los que se veían muchos bloques de piedra, sin duda tallados para darles una forma más o menos paralelepipédica, y donde según los aficionados locales que presenciaron los trabajos del tractor, habían aparecido más materiales arqueológicos.
Se abrió un cuadrado de seis metros de lado que, luego, por necesidades de la excavación, hubo que ampliarlo en ambas direcciones otros dos metros de lado. Este cuadrado a su vez se subdividió, para la mejor localización de los hallazgos sobre el plano, en varios recuadros. Y para tener un conocimiento previo de la secuencia estratigráfica del yacimiento, se realizaron dos sondeos, que establecieron la siguiente: Una primera capa de alrededor de sesenta centímetros de espesor revuelta por completo por el tractor, en la que salían mezclados los fragmentos de cerámica ibérica y los de vasos de barniz negro de importación; una segunda capa, de treinta a treinta y cinco centímetros de espesor, de tierra gris, semejante a la de la capa superficial, pero sin estar removida por el tractor y en la que salían, como en la de arriba, mezcladas las cerámicas ibéricas y las de barniz negro; una tercera capa, de veinte a treinta y cinco centímetros de grueso, de tierra amarillenta, uniforme y bastante suelta en la que seguía saliendo mezclada la cerámica ibérica y la de barniz negro, pero en mucha menor cantidad: esta capa no era continua, pues en uno de los sondeos no apareció, estando sólo, al parecer, en aquellas zonas en las que por debajo existían estructuras de piedra; por último, como capa inferior, salía tierra castaño-rojiza y en ella abundantes piedras trabadas entre si, como formando un encachado, y, en los lugares en que éste faltaba, una mezcla de gavillas y arenas. Por debajo aparece la roca caliza natural del terreno. En un punto de estos sondeos se localizó una sepultura de incineración, en hoyo.
Conocido el resultado de estas catas, se llevó a efecto la excavación del lugar delimitado, descubriéndose otra sepultura, construida de piedras, con lo que se ha podido establecer, por ahora, dos tipos de enterramiento.
El primero, representado por la sepultura en hoyo abierta en la tierra rojiza natural del monte y revestido interiormente de pequeñas piedras bien trabadas, debió ser a la vez el lugar en el que se realizó la cremación del cadáver, a juzgar por la gran cantidad de carbones y cenizas de tacto sabuloso y grasiento que rellenaban el hoyo. En él se colocó como urna cineraria un "sombrero de copa" con decoración floral, en el que se metieron cenizas y huesos calcinados del muerto incinerado, protegiéndose el vaso, lateralmente, con una gran losa de caliza. No se encontró la cubierta de la vasija, que debió arrancar el tractor, el que también destruyó el borde superior de ella.
El otro tipo de sepultura está representado por lo que se ha denominado "gran sepultura". Está hecha de piedra, es de planta cuadrada, de unos cuatro metros de lado, y estaba construida por muros de sillares regularmente escuadrados, algunos de grandes dimensiones, y su área cubierta de piedras, como formando, en su día, un túmulo. En el centro había un hoyo que contenía abundantes cenizas y carbones, pero sin ajuar, ya que sólo se encontró un pequeño vasito de cobre muy fragmentado, restos de una falcata y fragmentos de otras piezas de hierro, lo que hace suponer que fue expoliada de antiguo, opinión que queda reforzada por la aparición fuera de la estructura de piedra, junto a uno de sus muretes, de abundantes fragmentos de cerámica ibérica y de vasos de barniz negro, seguramente pertenecientes a la tumba y que debieron extraerse y destrozarse al ser violada.
Pero lo que desde el punto de vista arqueológico valoriza esta sepultura, aparte de señalar un tipo de enterramiento no aparecido antes en nuestra provincia es la utilización como material de construcción y de relleno, es decir, como simples piedras o sillarejos, de buen número de fragmentos de escultura y de elementos arquitectónicos, que fueron apareciendo mezclados entre las piedras del encachado. También debieron formar parte de la tumba las que se encontraron antes de iniciarse la excavación, extraídas por el tractor y que, según afirmación de algunos testigos presenciales, aparecieron precisamente en la zona en la que, luego, más profunda, se encontró la gran sepultura.
Entre las piezas con restos de decoración o fragmentos de esculturas, destacamos las siguientes aparecidas en la sepultura: un fragmento con molduras formadas por doble fila de ovas, que se usó como piedra esquinera; fragmento de posible capitel decorado con sencilla soga; otro con unas garras, parte quizá de una esfinge; una posible parte del cuello de un toro o león, y gran parte de una sirena a la que le falta la cabeza, el final de la cola y las patas, pieza de gran calidad técnica. Y entre las piezas encontradas fuera del encachado o sacadas por el tractor, son de interés especial las siguientes: un bloque decorado con grandes ovas de tosca factura; una gran pieza triangular plana con los dos lados catetos ornados con motivos geométricos y florales, posiblemente ángulo de un entablamiento; fragmento de capitel, al parecer, con una gran voluta y un gran bloque paralelepipédico que lleva en una de sus caras laterales en bajorrelieve un jinete del que sólo se conserva la parte inferior del caballo y una pierna de aquél.
Estos restos escultóricos y arquitectónicos debieron formar parte de alguna edificación importante, bien en el cercano poblado que hubo en "El Castellaret", bien en la propia zona de la necrópolis, edificio que fue destruido con anterioridad a la construcción de la sepultura ahora excavada, la cual, por la cerámica ibérica pintada con temas florales y figuras zoomorfas y humanas que, muy fragmentada, aparece por encima y alrededor de la sepultura, no parece que pueda considerarse anterior a la segunda mitad del siglo III a. de J. C., lo que hace que calculemos la destrucción del edificio al que correspondían las piedras labradas de que hemos hecho relación, hacia mediados del siglo IV, fecha en la que parece que hubo buen número de poblados que sufrieron graves quebrantos de los que algunos se repusieron mientras que otros, como la Bastida de les Alcuses, fueron abandonados para siempre.
Mientras se realizaba la excavación de la zona que acabamos de tratar, se efectuaron algunas prospecciones en los campos de los alrededores inmediatos, encontrándose en una parte completamente removida por el tractor los fondos de tres sepulturas de incineración en hoyo, separadas entre sí por un pequeño murete de piedra, y recogiéndose de la tierra que las cubría un fragmento escultórico perteneciente a un animal alado; también, sirviendo de cubierta a una antigua conducción de agua próxima a la falda de "El Castellaret", había otra piedra rectangular con tres de sus lados ornados con series de ovas, y, en uno de os vertederos de piedras extraídas por el tractor se localizó otro gran bloque paralelepipédico con los restos en relieve de algo como si fueran las piernas de una persona.
(La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en el pasado año 1972, pp. 103-108)
La necrópolis se halla en varios campos escalonados a mediodía de la serie de cerros que, por el norte, bordean la carretera general de Valencia a Madrid, y al oeste de la ladera del "Castellaret", del que está separada por el cauce seco del Barranc de l'Aigua.
En el Servicio de Investigación Prehistórica existía ya nota de haberse producido en este lugar del "Corral de Saus" hallazgos ibéricos, guardándose en los almacenes algunos fragmentos cerámicos y una fíbula de bronce, aparecidos igualmente al realizar labores agrícolas en 1965. Antes de comenzarla campaña de excavaciones, el terreno, con aspecto de tener restos arqueológicos, presentaba en una extensión de unos diez mil metros cuadrados, manchas cenicientas y carbonosas, más o menos circulares, amontonamiento de piedras, abundantes bloques sueltos esparcidos por todas partes y numerosos fragmentos de cerámica y de huesos quemados.
Los trabajos se iniciaron ladera bajo de la arruinada casa del "Corral de Saus", en uno de los campos escalonados en los que se veían muchos bloques de piedra, sin duda tallados para darles una forma más o menos paralelepipédica, y donde según los aficionados locales que presenciaron los trabajos del tractor, habían aparecido más materiales arqueológicos.
Se abrió un cuadrado de seis metros de lado que, luego, por necesidades de la excavación, hubo que ampliarlo en ambas direcciones otros dos metros de lado. Este cuadrado a su vez se subdividió, para la mejor localización de los hallazgos sobre el plano, en varios recuadros. Y para tener un conocimiento previo de la secuencia estratigráfica del yacimiento, se realizaron dos sondeos, que establecieron la siguiente: Una primera capa de alrededor de sesenta centímetros de espesor revuelta por completo por el tractor, en la que salían mezclados los fragmentos de cerámica ibérica y los de vasos de barniz negro de importación; una segunda capa, de treinta a treinta y cinco centímetros de espesor, de tierra gris, semejante a la de la capa superficial, pero sin estar removida por el tractor y en la que salían, como en la de arriba, mezcladas las cerámicas ibéricas y las de barniz negro; una tercera capa, de veinte a treinta y cinco centímetros de grueso, de tierra amarillenta, uniforme y bastante suelta en la que seguía saliendo mezclada la cerámica ibérica y la de barniz negro, pero en mucha menor cantidad: esta capa no era continua, pues en uno de los sondeos no apareció, estando sólo, al parecer, en aquellas zonas en las que por debajo existían estructuras de piedra; por último, como capa inferior, salía tierra castaño-rojiza y en ella abundantes piedras trabadas entre si, como formando un encachado, y, en los lugares en que éste faltaba, una mezcla de gavillas y arenas. Por debajo aparece la roca caliza natural del terreno. En un punto de estos sondeos se localizó una sepultura de incineración, en hoyo.
Conocido el resultado de estas catas, se llevó a efecto la excavación del lugar delimitado, descubriéndose otra sepultura, construida de piedras, con lo que se ha podido establecer, por ahora, dos tipos de enterramiento.
El primero, representado por la sepultura en hoyo abierta en la tierra rojiza natural del monte y revestido interiormente de pequeñas piedras bien trabadas, debió ser a la vez el lugar en el que se realizó la cremación del cadáver, a juzgar por la gran cantidad de carbones y cenizas de tacto sabuloso y grasiento que rellenaban el hoyo. En él se colocó como urna cineraria un "sombrero de copa" con decoración floral, en el que se metieron cenizas y huesos calcinados del muerto incinerado, protegiéndose el vaso, lateralmente, con una gran losa de caliza. No se encontró la cubierta de la vasija, que debió arrancar el tractor, el que también destruyó el borde superior de ella.
El otro tipo de sepultura está representado por lo que se ha denominado "gran sepultura". Está hecha de piedra, es de planta cuadrada, de unos cuatro metros de lado, y estaba construida por muros de sillares regularmente escuadrados, algunos de grandes dimensiones, y su área cubierta de piedras, como formando, en su día, un túmulo. En el centro había un hoyo que contenía abundantes cenizas y carbones, pero sin ajuar, ya que sólo se encontró un pequeño vasito de cobre muy fragmentado, restos de una falcata y fragmentos de otras piezas de hierro, lo que hace suponer que fue expoliada de antiguo, opinión que queda reforzada por la aparición fuera de la estructura de piedra, junto a uno de sus muretes, de abundantes fragmentos de cerámica ibérica y de vasos de barniz negro, seguramente pertenecientes a la tumba y que debieron extraerse y destrozarse al ser violada.
Pero lo que desde el punto de vista arqueológico valoriza esta sepultura, aparte de señalar un tipo de enterramiento no aparecido antes en nuestra provincia es la utilización como material de construcción y de relleno, es decir, como simples piedras o sillarejos, de buen número de fragmentos de escultura y de elementos arquitectónicos, que fueron apareciendo mezclados entre las piedras del encachado. También debieron formar parte de la tumba las que se encontraron antes de iniciarse la excavación, extraídas por el tractor y que, según afirmación de algunos testigos presenciales, aparecieron precisamente en la zona en la que, luego, más profunda, se encontró la gran sepultura.
Entre las piezas con restos de decoración o fragmentos de esculturas, destacamos las siguientes aparecidas en la sepultura: un fragmento con molduras formadas por doble fila de ovas, que se usó como piedra esquinera; fragmento de posible capitel decorado con sencilla soga; otro con unas garras, parte quizá de una esfinge; una posible parte del cuello de un toro o león, y gran parte de una sirena a la que le falta la cabeza, el final de la cola y las patas, pieza de gran calidad técnica. Y entre las piezas encontradas fuera del encachado o sacadas por el tractor, son de interés especial las siguientes: un bloque decorado con grandes ovas de tosca factura; una gran pieza triangular plana con los dos lados catetos ornados con motivos geométricos y florales, posiblemente ángulo de un entablamiento; fragmento de capitel, al parecer, con una gran voluta y un gran bloque paralelepipédico que lleva en una de sus caras laterales en bajorrelieve un jinete del que sólo se conserva la parte inferior del caballo y una pierna de aquél.
Estos restos escultóricos y arquitectónicos debieron formar parte de alguna edificación importante, bien en el cercano poblado que hubo en "El Castellaret", bien en la propia zona de la necrópolis, edificio que fue destruido con anterioridad a la construcción de la sepultura ahora excavada, la cual, por la cerámica ibérica pintada con temas florales y figuras zoomorfas y humanas que, muy fragmentada, aparece por encima y alrededor de la sepultura, no parece que pueda considerarse anterior a la segunda mitad del siglo III a. de J. C., lo que hace que calculemos la destrucción del edificio al que correspondían las piedras labradas de que hemos hecho relación, hacia mediados del siglo IV, fecha en la que parece que hubo buen número de poblados que sufrieron graves quebrantos de los que algunos se repusieron mientras que otros, como la Bastida de les Alcuses, fueron abandonados para siempre.
Mientras se realizaba la excavación de la zona que acabamos de tratar, se efectuaron algunas prospecciones en los campos de los alrededores inmediatos, encontrándose en una parte completamente removida por el tractor los fondos de tres sepulturas de incineración en hoyo, separadas entre sí por un pequeño murete de piedra, y recogiéndose de la tierra que las cubría un fragmento escultórico perteneciente a un animal alado; también, sirviendo de cubierta a una antigua conducción de agua próxima a la falda de "El Castellaret", había otra piedra rectangular con tres de sus lados ornados con series de ovas, y, en uno de os vertederos de piedras extraídas por el tractor se localizó otro gran bloque paralelepipédico con los restos en relieve de algo como si fueran las piernas de una persona.
(La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en el pasado año 1972, pp. 103-108)