Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos para la actualización de la evidencia empírica.
Manuel Ángel Rojo Guerra
Íñigo García Martínez de Lagrán
Rafael Garrido Pena
Cristina Tejedor Rodríguez
Eulàlia Subirà de Galdácano
Jesús García Gazolaz
Jesús Sesma Sesma
Juan Francisco Gibaja Bao
Mercedes Unzu Urmemeta
Ángel Luís Palomino Lázaro
Irene Jiménez Jiménez
Eduardo Arroyo Pardo
Héctor Arcusa Magallón
2016
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Del neolític a l’edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 181-210.
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular:
nuevos datos para una actualización de la evidencia empírica
Manuel A. Rojo Guerra, Íñigo García Martínez de Lagrán, Rafael Garrido Pena,
Cristina Tejedor Rodríguez, Eulàlia Subirà de Galdácano, Jesús García Gazólaz,
Jesús Sesma Sesma, Juan Francisco Gibaja Bao, Mercedes Unzu Urmemeta,
Ángel Luis Palomino Lázaro, Irene Jiménez Jiménez,
Eduardo Arroyo Pardo y Héctor Arcusa Magallón
r e s u me n
A la vez que dar a conocer tumbas y cronologías inéditas de los inicios del Neolítico en el interior peninsular, se pretende
analizar con el detalle que nos permite en cada contexto la bibliografía existente, todos los casos de tumbas de esta fase en
el interior peninsular y en el Valle del Ebro. Serán analizados con detalle el tipo de estructura utilizada y la naturaleza del
depósito funerario, la edad y el sexo de los enterrados, el tipo de ajuar, su presencia o ausencia en cada caso, así como la
posición y la orientación de los difuntos en la tumba. Todo ello con la intención de ofrecer una visión integral de las evidencias
funerarias en los inicios de la economía con rendimientos diferidos.
p a l a b r a s c l a v e : Inhumación,
Neolítico antiguo, interior peninsular, Valle del Ebro, cronología absoluta.
abstract
Early Neolithic tombs from the interior of Iberia: new data for an updating of the empirical evidences.Together with the
publication of new tombs and radiocarbon dates from the Early Neolithic, an analysis is made about the complete catalogue of
graves known of this chronology in the interior of the Iberian Peninsula and the Ebro Valley: the structure of the tomb used,
the nature of the burial deposition, the sex and age of the individuals, the grave offerings (presence or absence) as well as the
position and orientation of the deceased inside the grave. The aim is to show a general overview of the burial evidences of the
first farmers in this region.
keywords:
Early Neolithic, Interior of Iberia, Ebro Valley, 14C.
1. INTRODUCCIÓN
Los años de bonanza económica en nuestro país llevaron consigo una enorme proliferación de obras públicas, proyectos de urbanización, planes parciales de industrialización etc., cuya ejecución debía contar con la correspondiente intervención arqueológica de urgencia. De esta ingente actividad excavadora, no
siempre investigadora, han surgido hallazgos interesantes que
vienen a informarnos sobre un aspecto bastante desconocido,
hasta ahora, en el registro del Neolítico Antiguo Peninsular: las
tumbas. Prácticamente sólo Chaves y la Lámpara son tumbas
descubiertas en el seno de sendos proyectos de investigación,
el resto de las que presentaremos a continuación lo han sido a
través de intervenciones arqueológicas de urgencia o gestión.
El objetivo que nos mueve al publicar este trabajo es triple;
por una parte dar a conocer algunas tumbas inéditas en el interior peninsular y/o Valle del Ebro reflejadas en la figura 1. En
segundo lugar, presentar algunas dataciones inéditas que hemos
obtenido de los individuos enterrados en el Montico, Molino
de Arriba o Villamayor y, en tercer lugar, reunir y analizar en
conjunto todas las evidencias conocidas hasta el presente correspondientes a los primeros momentos de la neolitización,
hasta ahora valoradas y contextualizadas en trabajos generales,
junto con otros casos del Neolítico medio/final y del megalitismo (Rubio de Miguel, 2002; Garrido et al., 2012).
2. MUESTRA ANALIZADA
2.1. El Llano del Montico (Monreal-Izco)
El yacimiento de El Llano del Montico estaba incluido en el
IAN (Inventario Arqueológico de Navarra) con la referencia
09311240001, catalogado como un asentamiento al aire libre
de amplia extensión y cronología imprecisa por la presencia,
en superficie, de abundante sílex, cerámica poco definitoria y
pulimentados diversos.
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 1. Mapa de dispersión de las tumbas analizadas en el texto: 1) Paternanbidea, 2) El Llano del Montico, 3) Los Cascajos,
4) Alto de Rodilla, 5) Fuente Celada, 6) Molino de Arriba, 7) El Prado, 8) Chaves, 9) La Lámpara, 10) El Congosto, 11) Valdivia,
12) Villamayor de Calatrava.
El trazado de la Autovía Subpirenaica, Pamplona-JacaHuesca, en concreto, la construcción del tramo Monreal-Izco,
en los puntos kilométricos 9+500 y 9+930 afectaba a algunos
sectores de la delimitación del yacimiento por lo que, bajo los
auspicios del Servicio de Arqueología de la Comunidad Foral
de Navarra, se planteó una intervención arqueológica que fue
encargada al Gabinete TRAMA S.L.
El Llano del Montico se ubica en el extremo sureste de la
Falla de Ibargoiti; un pasillo natural de margas eocénicas dentro de la cuenca de Lumbier-Aoiz, surcada por el río Elorz de
sureste a noroeste y flanqueada por la serreta que le separa del
Valle de Unciti y por la sierra calcárea de La Higa. Pues bien, el
yacimiento se sitúa en el extremo sureste de este pasillo, en la
falda de la Peña de Izaga, a 600 m sobre el nivel del mar.
La flora autóctona, que se conserva en algunos rodales residuales, estaba compuesta por robles y encinas en las solanas y
pinos silvestres y hayas en las umbrías. Sin embargo, en la actualidad, la mayor parte del paisaje, al margen del fondo de los
valles ocupados por cultivos cerealistas, se compone de pinares
de repoblación.
Desde Abril a Septiembre de 2007 se llevaron a cabo varias
fases de intervención en los 20.000 m2 en que el yacimiento
era afectado por el trazado de la autovía y que consistieron en
la retirada mecánica de la primera capa superficial, limpieza y
topografía de todas las evidencias negativas observadas y, por
último, excavación de las más importantes. El resultado fue la
constatación de un enorme hábitat al aire libre, arqueológica182
mente compuesto por una ingente cantidad de estructuras negativas que conferían al enclave el aspecto característico de los
llamados “campos de hoyos”, tan habituales en la prehistoria
peninsular desde el Neolítico a la Edad del Bronce (Bellido
Blanco, 1996). Frecuentemente los “Campos de hoyos” son
asentamientos de enormes dimensiones, con ocupaciones recurrentes a lo largo del tiempo que se van yuxtaponiendo en el
espacio. Ello hace que no se forme una estratigrafía vertical y
la segregación cronológico-cultural de cada fase debe realizarse
mediante el estudio tecnotipológico de los materiales o la aplicación de técnicas de datación absoluta.
El Llano del Montico responde perfectamente a esta tipología de yacimiento; la superficie excavada supera las 2 hectáreas,
siendo considerablemente mayor aún el área de dispersión de
materiales, tipológicamente las cerámicas recuperadas corresponden a diferentes momentos (Neolítico, Calcolítico, Campaniforme, Edad del Bronce), y las estructuras, con diferentes
adscripciones culturales se disponen anárquicamente, por todo
el área intervenida.
Según el informe elaborado por el Gabinete TRAMA S.L.,
los resultados totales de la intervención arqueológica (en sus
diferentes fases de delimitación, limpieza y excavación) fue la
constatación de las siguientes estructuras:
a) Depósitos en hoyo: En diferentes puntos del yacimiento se localizaron, a lo largo de las tres fases de la intervención
arqueológica, un total de 190 depósitos en hoyo de cronología
prehistórica. En general se trataba de cubetas no muy profundas
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Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
con diámetros de entre 1 y 2 m. En estas estructuras negativas se recuperaron diversos materiales arqueológicos entre los
que destacan abundantes restos cerámicos y óseos –con y sin
evidencias de la acción del fuego–, varias puntas de flecha y
microlitos realizados en sílex, varias hachas pulimentadas así
como algunos molinos de mano.
Muchos de estos depósitos fueron colmatados, una vez
abandonados, por piedras y cantos, definiendo pequeñas concentraciones líticas de planta de tendencia circular con diámetros que oscilan entre el metro y el metro y medio. En la mayoría
de los casos, las concentraciones contenían material arqueológico prácticamente igual al del resto de los depósitos, aunque en
menor cantidad.
b) Hoyos de poste: De los 19 pequeños hoyos verticales localizados, tan sólo 11 parecen corresponder a los restos de auténticas
estructuras de postes ya que en su interior no se ha hallado ningún
tipo de material arqueológico excepto carbones. A pesar de que no
ha sido posible definir con claridad la planta de una unidad de habitación, parece innegable que debió de existir en esa zona algún
tipo de estructura ya que 10 de ellos se encuentran relativamente
agrupados en el extremo noroccidental del yacimiento.
c) Enterramientos: Seis de las estructuras negativas contenían restos humanos y, por tanto, fueron consideradas como
tumbas. En todos los casos podemos afirmar que, aunque correspondan a diferentes períodos culturales, comparten las mis-
mas características: depósitos poco profundos (circunstancia
impuesta por la presencia de bloques de piedra de gran tamaño
que dificultaban la excavación del terreno natural) en forma de
cubeta; presencia de más de un individuo en el interior de cada
uno de los depósitos (enterramientos dobles); en los casos en
que se han conservado suficientes partes del esqueleto postcraneal, fueron depositados en posición fetal en decúbito lateral
izquierdo. Igualmente, en todos los casos era patente su lamentable estado de conservación.
Enterramiento nº 6.- La estructura catalogada en el informe
de TRAMA S.L. como enterramiento nº 6 es la única que, tanto
por su ajuar funerario como por su cronología (como veremos)
corresponde al Neolítico antiguo y es objeto de un estudio especial en este trabajo. Se trataba de una cubeta hemisférica excavada en las gravas de la terraza, de 1,15 m de diámetro y una
profundidad conservada de 10 cm. En su interior se hallaron los
restos parciales de dos individuos que estaban depositados en
la mitad este del fondo del hoyo. Sobre los restos humanos se
había depositado lo que pudiera ser una cornamenta completa
de ciervo de la que sólo se conservaban identificables el pivote,
las dos rosetas y un cuerpo principal con la corona machacada y
una punta rota. En el proceso de excavación se recuperaron una
luchadora, dos puntas medias con candiles, otras dos sin ellos y
tres candiles más. Igualmente se recuperó un punzón de hueso
fragmentado y muy desgastado (fig. 2).
Fig. 2. Planta del enterramiento 6 de El Llano del Montico con fotografía ampliada de hueso largo sobre el que se observan 2
microlitos geométricos. Luchaderas y candiles de ciervo como ajuar de la tumba.
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
El individuo nº 1, adulto masculino (entre 30/40 años) tiene
un índice de preservación (Walker et al., 1988 y Safont et al.,
1999) próximo al 72%, conservando la mayoría de los huesos
largos, 16 piezas dentales y prácticamente todos los huesos de
las manos y pies (fig. 3). En relación con posibles patologías se
aprecian caries en dos dientes, cálculo dental en todas las piezas
y ausencia de hipoplasia del esmalte lo que, con toda probabilidad, es la causa del fuerte desgaste dental, especialmente de las
piezas anteriores. Se aprecian, asimismo, inserciones musculares palmares de las falanges proximales que implicarían un gran
desarrollo muscular relacionado con la prensión de las manos.
El individuo nº 2, adulto joven masculino (entre 20/25 años),
tiene un índice de preservación claramente inferior, en torno al
48% (fig. 3). No conserva los huesos propios de manos y pies,
sólo algunos de cara y cabeza, partes de mandíbula y maxilar y
algunas diáfisis de huesos largos (húmeros, fémures y un peroné).
Conserva únicamente 7 piezas dentales y en ningún caso, posiblemente debido a su juventud, se aprecia en ellos cálculo dental,
caries o hipoplasia del esmalte. No se ha podido observar ninguna
lesión ni patología en la escasa muestra ósea conservada.
En general, en ambos individuos, se observa una buena conservación por lo que a la superficie y textura de las diáfisis se
refiere, pero no ocurre lo mismo con los extremos o epífisis y,
en general con todo el tejido esponjoso (ausencia absoluta de
raquis vertebral y de casi todas las costillas). Esta ausencia epifisaria y de sustancia esponjosa debe ponerse en relación con
procesos tafonómicos de descomposición natural ya que no se
han apreciado evidencias de alteraciones por roedores u otros
animales. Esta circunstancia ha impedido obtener datos válidos
sobre el cálculo de estatura y robustez de los individuos. Tan
sólo, y para la extremidad inferior, se ha podido calcular el índice platimérico del fémur en ambos individuos y el platicnémico
en la tibia derecha del individuo 1. En ambos casos los fémures
son platiméricos y la tibia del individuo 1 es platicnémica (tabla
1), lo que podría ponerse en relación con la práctica habitual de
marchas largas por terrenos pedregosos.
En relación con la naturaleza del depósito, esto es, si se trata
de una deposición primaria o secundaria, simultánea o sucesiva,
existe un cierto grado de incertidumbre, motivado por la roturación secular de los campos y la retirada mecánica de la montera
del terreno. Sin embargo hay suficientes indicios en el proceso
de excavación y registro para intentar aproximarnos a la realidad y plantear una posible interpretación. En primer lugar, el hecho de que la cuerna de ciervo estuviera prácticamente completa
sobre los restos óseos nos hace pensar que su colocación supuso
la última intervención humana en la tumba. Bajo ella y, según
un análisis detallado de las fotografías de la excavación y la
planimetría, se pueden adivinar algunas conexiones articulares
a nivel de extremidades así como de algunas partes del esqueleto que corresponden al individuo 1. Este aparece orientado
S-E, probablemente fue depositado en decúbito supino con las
extremidades inferiores flexionadas de forma alzada, de modo
que las piernas se apoyarían en la pared de la estructura. Sobre
estas extremidades inferiores, a nivel de las rodillas y apoyándose también en la pared de la estructura se depositó el asta de
ciervo. La tumba no se colmató de tierra de forma inmediata por
Fig. 3. Comparación del estado de preservación de los individuos de El Llano del Montico.
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Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
Tabla 1. Índices calculados en la extremidad inferior de los individuos 1 y 2.
Individuo 1
Derecho Izquierdo
Índ. platimería
Índ. platicnémico
Individuo 2
Derecho Izquierdo
-
82,9
77,4
74,2
58
-
-
-
lo que, al descomponerse el cadáver y, bajo el peso de las astas,
las extremidades cedieron sobre el suelo de la tumba hallándose
en la posición actual. En otra imagen del proceso de excavación,
aparece la pierna derecha con el fémur, la tibia y parte del peroné en paralelo por la cara anterior de los huesos. En este caso
la posición es fruto meramente del desplazamiento producido
al perder la sustancia blanda. El fémur izquierdo aparece por
la norma posterior articulado con el coxal del mismo lado que
se presenta en norma lateral. El peso del asta desplazó a los
mismos hacia el norte haciendo que rotara el fémur en el coxal
dejándolo en la disposición en la que han sido hallados.
En el extremo más al sur de la fosa, se observa un fragmento
de mandíbula asociado a restos craneales que muestran un cierto desplazamiento gravitacional propio de la descomposición a
nivel craneal con la desarticulación mandibular y la caída de la
misma. La distancia (espacio) entre el cráneo y los coxales correspondería perfectamente al necesario para albergar el tórax. No
está clara la distribución de las extremidades superiores de este
individuo si bien en las fotografías parecen reconocerse fragmentos humerales en lo que correspondería a la región torácica.
Vistas así las cosas, parece fuera de toda duda que el individuo nº 1 se encontraba en posición primaria, depositado en
decúbito supino con las extremidades inferiores arqueadas y las
superiores posiblemente recogidas en el tórax. La descripción
realizada se corresponde perfectamente con la que García y
Sesma (2007a: 62 y fig.4) hacen para el individuo A del enterramiento nº 2 de Paternanbidea.
Ahora bien, ¿qué podemos decir del individuo nº 2? Tanto
en las fotos de excavación como en planimetría ha sido imposible reconocer ningún hueso que correspondiera al mismo, por
lo que debemos deducir que sus restos, sin conexión anatómica
alguna, se encontraban bajo el individuo nº 1 que a su vez estaba bajo la cuerna de ciervo. Ante ello sólo podemos evaluar
la naturaleza de su depósito atendiendo a criterios estrictamente antropológicos. En primer lugar debemos prestar atención
a la representación anatómica, encontrándonos con un índice
de preservación inferior al 50%. Es ésta, la subrepresentación
anatómica, un primer e importante indicador de los depósitos
secundarios, también llamados en dos o más tiempos (Velasco
Vázquez, 2014: 194). Otro detalle a considerar es la ausencia
de conexiones anatómicas, especialmente las lábiles (manos, raquis cervical, pies). Teniendo en cuenta que el individuo 1 si poseía todos los huesos de manos y pies, no podemos achacar esta
ausencia a procesos tafonómicos naturales de preservación diferencial, lo que contribuye, aún más, a pensar en que el individuo
nº 2 había sufrido algún tipo de tratamiento post mortem. Pero
¿qué tipo concreto de tratamiento? Ante la ausencia de otros importantes indicadores para determinar el carácter secundario del
depósito (presencia de huellas evidentes de descarnado activo,
marcas y huellas producidas por la acción de animales cuando
los huesos se hallaban expuestos al aire) y habiendo considerado el carácter primario para el individuo nº 1 (descomposición
en un espacio abierto, colocación de un asta de ciervo sobre
el conjunto de los restos, recuperada en su posición original),
podemos concluir que más que un enterramiento secundario del
individuo nº 2 se haya producido una reducción del mismo, es
decir, un reagrupamiento de una buena parte de los huesos del
primer individuo depositado en el mismo espacio en el que se
produjo su depósito inicial (Duday et al., 1990: 44).
Con todo, creemos que la definición más acertada y precisa que podemos realizar sobre la naturaleza del depósito
hallado en el enterramiento nº 6 de El Llano del Montico, es
la de una deposición doble sucesiva con reducción del primer
individuo inhumado.
Por más que la norma habitual conocida hasta ahora para
los enterramientos del Neolítico Antiguo en las Tierras del Interior Peninsular sea la de la inhumación individual en fosa como
lo atestiguan la mayoría de los ejemplos que citaremos en este
trabajo, no faltan en el Valle de Ebro casos en los que podemos
interpretar que la norma de enterramiento haya sido, como en
El Llano del Montico, la inhumación doble sucesiva con reducción de los primeros restos inhumados. Nos estamos refiriendo
al yacimiento de Paternanbidea en Ibero, Navarra, que dista escasos 30 kilómetros en línea recta de El Llano del Montico. En
concreto podemos hacer esta misma interpretación del enterramiento nº 3 y, en menor medida, del nº 1 donde se dan varias deposiciones sucesivas con reducciones (García Gazólaz y Sesma,
2007a: 60 y 62), como veremos más adelante.
2.1.1. Ajuar del enterramiento de El Llano del Montico
Al margen del asta de ciervo descrito más arriba, resulta ciertamente interesante, por novedoso, constatar la existencia de un
riquísimo ajuar lítico compuesto por 41 objetos de los que 36
son microlitos geométricos, 4 fragmentos de ápices de geométricos y un extremo distal de laminita de forma perfectamente
triangular (fig. 4). Dada su abundancia y peculiaridad a continuación presentamos el análisis tecnotipológico y traceológico
de estas piezas.
2.1.1.1. Análisis tecno-tipológico de los geométricos
del yacimiento de El Llano del Montico
Mediante una lupa binocular convencional con un rango de
20X a 40X aumentos hemos podido establecer los parámetros
tipométricos y morfológicos de la colección así como la secuencia de retoque de cada pieza y, con ello, el proceso tecnológico de fabricación.
Como se ha dicho, la colección está compuesta por 41 ítems,
en todos los casos realizados sobre sílex de variadas procedencias. Un primer vistazo, realizado por A. Tarriño, permite intuir
que quizá el grueso de las piezas haya sido fabricado sobre sílex
de la Sierra de Urbasa (Navarra), pero se constata la presencia
de sílex de Treviño (Burgos) e incluso del tipo Chalosse (Francia). De todos ellos, 39 encajan perfectamente en la categoría de
microlitos geométricos. Los otros dos casos son un fragmento
probablemente perteneciente a un geométrico (fig. 4.19), pero
demasiado pequeño para confirmarlo, y otro fragmento distal de
lámina apuntada, exenta de retoque, pero de curiosa morfología
trapecial y con una fractura buriloide en el extremo (fig. 4.8).
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 4. Ajuar lítico tallado de El Llano del Montico.
186
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Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
Los tipos y sus dimensiones
El troceado de las láminas
Las tres morfologías básicas están presentes en la tumba, contabilizándose 28 segmentos de círculo (fig. 4.1-4.3, 4.6, 4.9, 4.11,
4.12, 4.14-4.16, 4.20, 4.21, 4.23-4.32, 4.34, 4.35, 4.38-4.40),
10 trapecios (fig. 4.4, 4.5, 4.7, 4.10, 4.13, 4.18, 4.22, 4.33, 4.36,
4.37) y 1 triángulo (4.17). Como suele ser habitual, estas formas geométricas neolíticas no suelen ser tan netas como en el
precedente Mesolítico, por ello no siempre es fácil diferenciar
entre algunos trapecios y segmentos, o incluso dentro de estos
últimos hay diferencias en función del índice de alargamiento.
Por lo que se refiere a la tipometría, si tenemos en cuenta los
extremos de los tres parámetros mensurables, no parecen existir diferencias notables. En los segmentos la longitud oscila entre los 14
y 23 mm, la anchura entre los 6 y 12 mm, y el espesor entre 1,8 a
3 mm. En los trapecios, por su parte, la longitud oscila entre 15-23
mm, la anchura entre 7 y 11 y el espesor entre 1,5 y 3 mm. Con todo,
contrastando los prismas promediados en los que se inscriben estos,
sí ofrecen algunas diferencias: segmentos 19,1 x 9,1 x 2,2 mm y trapecios 18,8 x 9,3 x 2 mm, con lo que deducimos que los segmentos
son un poco más largos y están fabricados sobre láminas algo más
espesas. Por último, si analizamos estos mismos prismas en función del tipo de retoque utilizado en la conformación del geométrico, observamos cómo la diferencia entre ellos es algo más acusada:
geométricos en doble bisel 19 x 9,1 x 2,3 mientras que en los de
retoque abrupto los parámetros son ligeramente inferiores (18,4 x
8,9 x 2 mm), lo que nos indica que se busca intencionadamente un
módulo más alargado y espeso para fabricar los primeros.
Es un hecho constatado, al menos en el Valle del Ebro, que con
el advenimiento del Neolítico la técnica del microburil, masivamente empleada durante el Mesolítico, parece dejar de utilizarse. Ello se ha asociado tanto al desarrollo del retoque en
doble bisel (que elimina los estigmas que las técnicas de troceado hubieran podido dejar), como al aumento en el espesor
de las láminas soporte con las que fabrican sus geométricos los
primeros agricultores.
Entre los geométricos de El Llano del Montico existen 5
casos, todos ellos segmentos de círculo, 4 en doble bisel (fig.
4.16, 4.20, 4.34, 4.38) y 1 de retoque abrupto (fig. 4.9), en donde identificamos estigmas que interpretamos como originados
durante el proceso de fragmentación de la lámina soporte. Se
trata de ápices triédricos similares a los reconocidos en la técnica de microburil, sin embargo no comparten una característica
fundamental, y es que se trata de fracturas totalmente rectas y
no oblicuas. Esta singular circunstancia creemos que está totalmente relacionada con la técnica empleada, y a su vez condicionada por el espesor de las láminas fragmentadas. Pensamos que
probablemente se continúen utilizando muescas para reducir la
anchura de la fractura, pero que ésta ya no se hace golpeando la
lámina apoyada de forma oblicua sobre un yunque, sino que es
de forma perpendicular a un borde del mismo o, incluso y más
probablemente, mediante flexión manual, ya sea apoyando o no.
En conclusión, podemos afirmar que la técnica del microburil tal y como se ha reconocido para el geometrismo mesolítico,
no se practica en el primer Neolítico, no al menos en El Llano
del Montico, ello a pesar de que la masiva existencia de fracturas en los extremos de los geométricos han podido enmascarar
opciones de lectura sobre las técnicas de fabricación. Estas fracturas, como luego veremos, se deben a un uso preciso y generalizado de los mismos.
Las láminas soporte
Todos los geométricos, excepto un caso (fig. 4.6), están fabricados sobre lámina. Este caso excepcional se trata de un segmento
de círculo conformado mediante retoque abrupto para cuya fabricación se ha utilizado como soporte una lasca.
No son demasiadas las características que se pueden glosar
sobre estas láminas escogidas probablemente ex profeso, ya que
el propio proceso de fabricación (troceado y retocado final) elimina la mayor parte de las mismas. No obstante nos fijaremos al
menos en dos aspectos, la sección y el espesor, que normalmente no sufren alteraciones significativas que impidan su mensura.
Se reconocen dos tipos de sección, en función del número de
nervios que guíen la extracción de la lámina: triangular (un nervio
normalmente centrado) y trapezoidal (dos nervios de tendencia
paralela). En la colección 19 geométricos están fabricados sobre
láminas de sección triangular y 17 sobre sección trapezoidal, lo
que parece indicar que no es un factor determinante a la hora de la
selección de un tipo u otro de la lámina soporte para la extracción.
Respecto al espesor los rangos extremos se sitúan entre 1,5 mm
y 3 mm, rango en el que se incluyen todos los geométricos tanto
Neolíticos como Mesolíticos (Montes y Domingo, 2013).
Es necesario cruzar estos datos con la morfología que establecen los tipos para obtener algún patrón que pueda ser indicativo. Así, parece existir una preferencia por las secciones
triangulares para la fabricación de segmentos, que por otra parte
coinciden con las láminas de un mayor espesor, por encima de
los 2,2 mm y el uso del retoque en doble bisel. Por contra en la
fabricación de los trapecios, se prefieren las láminas de sección
trapezoidal, coincidiendo con unos espesores inferiores o en torno a los 2 mm, asociados al retoque abrupto.
El proceso de retoque: la secuencia
Los geométricos de la muestra que se estudia presentan tanto
retoques abruptos como en doble bisel. Siendo su distribución
de la siguiente forma: 27 en doble bisel (22 segmentos –fig.
4.1-4.3, 4.11, 4.12, 4.14, 4.16, 4.20, 4.21, 4.23-4.26, 4.28, 4.30,
4.32, 4.34, 4.35, 4.38-4.40–, 4 trapecios –fig. 4.4., 4.10, 4.22,
4.37–, 1 triángulo –fig. 4.17–) y 12 con abrupto (6 segmentos
–fig. 4.6, 4.9, 4.15, 4.27, 4.29, 4.31– y 6 trapecios –fig. 4.5, 4.7,
4.13, 4.18, 4.33, 4.36–).
Cuándo se realiza un examen más detenido de las piezas se
comprueba que tal y como es habitual en estos geométricos neolíticos, sobre todo en los contextos de hábitat al aire libre como
el que nos ocupa, muchos de los retoques cuyo ángulo interpretamos como abrupto están, más bien, a camino entre los 45º y
los 90º. Quiere ello decir que encontramos una diferencia entre
los retoques que conforman estos geométricos y los típicamente
mesolíticos. Esta circunstancia no es extraña teniendo en cuenta
que, en realidad, el retoque que realmente va a caracterizar estas
series geométricas neolíticas es el retoque simple, sobre todo en
su modalidad bifacial o de doble bisel. Incluso en ocasiones, y
dado que parece realizarse por presión, alcanza casi la condición
de retoque plano.
Con objeto de comprobar si existen procesos recurrentes
o modos de retocado en la última fase de fabricación de los
geométricos, se ha realizado una lectura, mediante lupa binocu187
[page-n-8]
M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
lar, tratando de secuenciar el retocado de cada pieza. Para ello
es preciso reconocer cada uno de los retoques y comprobar la
presencia de los estigmas habituales en un proceso de retocado,
seguramente por presión; punto de apoyo del punzón, contrabulbo, escamas parásitas, etc. Igualmente es interesante advertir
la inexistencia de los mismos por haber sido eliminados parcialmente por otro retoque posterior, ya sea desde la misma cara de
la pieza (doble delineación) o la contraria (bifacial). Partiendo
de la base de que el tallador tiene en sus manos el fragmento de
lámina, que previamente ha troceado y que va a servir de soporte, con la lectura de la secuencia de retoque podemos establecer
algunas conclusiones (fig. 5):
- Que algunos geométricos se han fabricado con solo una tanda de retoque. Es el caso de 5 segmentos (fig. 4.6, 4.9, 4.15,
4.29, 4.31) y 2 trapecios con retoque abrupto (fig. 4.7, 4.13).
Los trapecios con retoque directo y en los segmentos 2 directo
y 3 inverso. Diríamos que esta es la forma más rápida de conformación de un geométrico y que se asocia a la aplicación del
retoque abrupto.
- Que la mayor parte de los geométricos, 24 casos, se retocan
exigiendo tan sólo un volteo de la pieza. Es el caso de 21 segmentos y 3 trapecios. En el caso de los segmentos todos presentan retoque en doble bisel. La mayor parte de ellos (14) presentan una primera tanda de retoque simple (en 9 casos primero
directo –fig. 4.11, 4.14, 4.16, 4.25, 4.26, 4.32, 4.34, 4.40– y en
5 casos primero inverso –fig. 4.23, 4.24, 4.38, 4.39–) en todo el
arco para, a continuación, voltear la pieza y aplicar una segunda
tanda otorgándole el carácter bifacial. En 7 casos (fig. 4.1-4.3,
4.12, 4.20, 4.21, 4.28) los segmentos presentan una primera tanda que afecta a toda la cuerda y tras el volteo de la pieza se apli-
ca una segunda tanda pero que no afecta a toda la cuerda sino
sólo a zonas puntuales del geométrico, normalmente los extremos. Por lo que respecta a los trapecios (fig. 4.5, 4.18, 4.36) se
trata de combinaciones de dos lados mediante retoque abrupto
directo y volteo de la pieza para aplicar retoque inverso simple
y crear el lado corto.
- Que los trapecios de retoque en doble bisel (fig. 4.4, 4.10,
4.22, 4.37) son piezas de fabricación más laboriosa. Los cuatro
ejemplares de la colección han exigido al menos dos volteos de
la pieza, ya que presentan un lado retocado con alternancia de
retoques simples directo/inverso y el opuesto con alternancia de
retoques simples inverso/directo.
- Que tan sólo se han detectado dos casos (1 trapecio –fig.
4.33– y 1 segmento –fig. 4.30–) de retoque bifacial alternante. Este tipo de delineación requiere tantos volteos de la pieza
como retoques se realicen, por lo que en los casos analizados
son al menos 6 las veces en que el tallador tuvo que voltear el
geométrico en su mano. Por otra parte se constata que este tipo
de proceso ofrece unas aristas más sinuosas e irregulares que los
modos descritos anteriormente.
- Que en muchos de los geométricos estudiados, antes de dar
por finalizada su fabricación, se produce una revisión de la delineación de sus lados o cuerda en el caso de los segmentos, pues
presentan algún retoque esporádico por encima y al margen de
los esquemas mencionados.
A modo de conclusión podemos destacar que los microlitos geométricos del yacimiento de El Llano del Montico
participan de las mismas características que los relacionados
en otros contextos del neolítico antiguo del Valle del Ebro
(Cava, 2000), al menos en lo referente a tipología y tipome-
Fig. 5. Esquema secuencial del proceso de retoque en doble bisel de un segmento de círculo de El Llano del Montico.
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[page-n-9]
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
tría. Cuestión aparte es la de la tecnología, donde al margen
de la estandarización que la propia técnica de fabricación
de geométricos requiere, sin embargo, no encontramos un
único patrón en los procesos de conformación y diseños del
retoque, sino que estos parecen bastante aleatorios sin que
hayamos podido concretar qué variables los determinan. En
todo caso, sería interesante realizar análisis de las secuencias
de retoque como la aquí presentada en otras colecciones del
Valle del Ebro con objeto de conocer si se repiten o son similares en yacimientos diversos.
2.1.1.2. Análisis funcional de los geométricos del yacimiento
de El Llano del Montico
El análisis se ha llevado a cabo conjugando una lupa binocular
Leica MZ16A, que abarca entre 10-90 aumentos, y un microscopio metalográfico Olympus BH2, cuyos aumentos van desde
50X a 400X aumentos, dotado con una cámara Canon 450D.
Además, para el caso de Llano del Montico, hemos podido emplear un software fotográfico (Helicon Focus v. 4.62) para adquirir y procesar imágenes totalmente enfocadas.
La primera cuestión que debemos apuntar en relación al
análisis de las piezas documentadas en esta sepultura, es que
su estado de conservación es pésimo. El hecho de que todo el
utillaje presente fuertes lustres de suelo y que el 25% muestren
pátinas desarrolladas, nos impiden hacer un análisis microscópico con el objetivo de detectar modificaciones generadas por su
uso (en concreto estrías y micropulidos).
No obstante, había un aspecto positivo ante la grave conservación del material, y es que sabemos que en los contextos
neolíticos los microlitos geométricos suelen ser proyectiles. Tal
determinación se basa en gran parte en la presencia de fracturas de impacto macroscópicas como resultado del contacto del
geométrico con alguna parte del esqueleto del animal. En base
a este criterio, hemos analizado los numerosos microlitos de El
Llano del Montico con el fin de documentar si tenían o no fracturas de impacto.
A este respecto, hemos podido determinar que de las 42
piezas analizadas, 25 (59,5%) muestran fracturas diagnósticas
producto de su uso como proyectiles, 8 (19,1%) tienen algunas
roturas que quizás fueron igualmente generadas por impacto,
pero sobre las que tenemos ciertas dudas por sus características
morfológicas, y sobre 9 (21,4%) no tenemos criterios suficientes para afirmar o negar que fueron utilizadas.
En aquellos microlitos geométricos donde determinamos
con seguridad que fueron empleados como elementos de proyectil, no sólo suelen presentar fracturas absolutamente diagnósticas (caso de las que presentan una morfología en forma
aburilada o con terminaciones abruptas o reflejadas), sino que
a menudo no aparecen de manera individualizada sino conjunta
(fig. 6). Así, por ejemplo, de esas 25 con fracturas de impacto,
hay 6 que tienen dos o más fracturas aburiladas, a menudo en
los dos extremos producto del impacto con el esqueleto y del
contragolpe de la pieza con el astil, y 11 tienen distintos tipos de
fracturas asociadas con abundantes melladuras apreciables en el
filo largo no retocado.
Además, otro aspecto relevante relacionado con el uso de
los microlitos geométricos, es que hasta 9 muestran fracturas
tan importantes que es imposible su reutilización. Por nuestra
experiencia, las pequeñas roturas generadas por impacto no
siempre suponen un impedimento para seguir usándolas. En
ocasiones son fácilmente reparadas con una ligera modificación
por retoque. Cuando las fracturas son tan importantes como las
observadas en las citadas piezas de El Llano del Montico, los
que las emplearon estuvieron obligados a abandonarlas porque
no pudieron ni siquiera repararlos. De hecho algunas de esas
piezas son pequeños fragmentos mediales o de uno de los extremos del geométrico.
Para conocer la posición en la que los microlitos geométricos estaban insertados en los astiles, se suele tener en cuenta,
por un lado, la dirección de las estrías que se producen en la
superficie, como resultado del roce de una partícula del propio
geométrico que se ha desprendido o del contacto con la materia
con la que ha percutido, y por otro, la dirección y localización
de las fracturas y melladuras de impacto.
En el caso que nos ocupa, la alteración de la superficie nos
ha imposibilitado analizar las piezas a nivel microscópico con
el fin de detectar estrías. Por ello, en relación a esta cuestión
sólo hemos valorado las fracturas de impacto y las melladuras de los filos. A este respecto, la morfología alargada de los
propios segmentos y el hecho de que la totalidad de las fracturas las encontremos en los extremos, en paralelo o diagonal
al filo largo, y que haya numerosas melladuras en tales filos
con una morfología y dirección tendente a estar igualmente en
diagonal, nos hacen proponer que la mayor parte debieron enmangarse como puntas o en forma de barbelures. En cuatro de
los microlitos geométricos además hemos reconocido posibles
residuos negruzcos que podrían ser restos de enmangue (fig.
7a). No obstante, deberían hacerse los análisis pertinentes para
confirmar dicha propuesta.
En definitiva estamos ante un conjunto muy amplio de microlitos geométricos que la mayor parte presentan fracturas de
impacto por su uso como proyectiles, e incluso algunos muestran roturas tan importantes que no pueden repararse y seguir
siendo utilizadas.
Si comparamos estos resultados con los que hemos obtenidos por nosotros en otros muchos contextos funerarios, especialmente del noreste peninsular, donde se suelen depositar
como ajuar microlitos geométricos, las diferencias son absolutas. En necrópolis como la Bòbila Madurell-Can Gambús, Camí
de Can Grau, Pla del Riu de les Marcetes, etc. (Gibaja, 2003;
Gibaja y Palomo, 2004), lo que solemos encontrar son:
- Microlitos geométricos sin usar o con pequeñas fracturas microscópicas que nos demuestran que si bien se utilizaron están
aún en perfecto estado.
- Nunca se depositan piezas totalmente fracturadas e inoperantes para una futura reutilización.
- La cantidad de microlitos nunca es tan elevada. Lo normal
es encontrar entre 1-3, siendo excepcional los enterramientos
que sobrepasan este número no llegando nunca a haber más
de 6-7 microlitos como es el caso de la estructura nº 4 de
Paternanbidea.
- Estos microlitos pueden hallarse en ocasiones junto a otros
elementos de proyectil como son las puntas pedunculadas. No
obstante, tales puntas tienen un comportamiento similar, es decir sin usar o con pequeñas roturas que no los han inutilizado.
Por lo tanto, estamos ante un comportamiento absolutamente distinto. Frente a los contextos funerarios del noreste peninsular donde evidentemente hay una selección para
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 6. Microlitos geométricos de El Llano del Montico con fracturas de impacto en las zonas apicales. La mayor parte pertenecen a
intensas fracturas de morfología aburilada.
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Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
Fig. 7. A. Posibles residuos de enmangue en los laterales retocados de dos microlitos geométricos de El Llano del Montico; B. Lámina
de sílex de la sepultura de La Lámpara. Huellas macroscópicos de los laterales retocados y rastros microscopios relacionados con el
corte de madera.
el ajuar de aquellos microlitos geométricos que son nuevos
o están en buen estado, en El Llano del Montico documentamos proyectiles fracturados e incluso totalmente rotos e
inutilizables. Frente a este hecho nos preguntamos por qué
se dejaron en una sepultura tantos proyectiles con roturas
e incluso inefectivos: ¿se dejó cualquier proyectil independientemente de su estado?, ¿no importaba su estado, sólo era
relevante el que fueran microlitos geométricos?, ¿acaso algunos estaban fracturados porque llegaron clavados en los
individuos inhumados?
Verdaderamente son preguntas a responder a medida que
podamos conocer otras sepulturas similares y observar si en
ellas existe un comportamiento similar. Mientras para el noreste peninsular tenemos un rico registro funerario en el que
podemos hacer valoraciones comparativas, para el caso de El
Llano del Montico solo podemos compararlo remotamente
con el enterramiento 3 de Paternanbidea (vid. supra) que no
hemos podido analizar por hallarse en proceso de estudio por
otros investigadores.
2.2. La Lámpara: hoyo 1 (Ambrona, Soria)
Es una de las pocas, si no la única, de las evidencias funerarias
del Neolítico Antiguo descubiertas en el Interior Peninsular a
raíz de un proyecto de investigación integral y no como fruto de las labores de documentación de yacimientos antes de su
destrucción por algún tipo de obra pública. No la incluimos en
este trabajo por su novedad, ya que es de sobra conocida (Rojo
Guerra y Kunst, 1999b: 26 y ss.; Rojo Guerra et al., 2008: 81 y
ss.), sino por ser una de las mejor documentadas y contener el
ajuar más espectacular y rico de todas las halladas hasta ahora
en la Península, como veremos en este apartado. Esto nos permite describir con sumo detalle aspectos poco frecuentes relacionados con la ceremonia o ritual que se debió de desarrollar
antes y durante el sepelio (fig. 8).
La tumba, una fosa profunda (1,5 x 1 m y 1,23 m3 de capacidad), de perfil sinuoso, posiblemente fuera en origen un silo que
se amortizó y se reutilizó con fines funerarios. En la misma, podríamos identificar una boca ancha, un estrangulamiento medial
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 8. Ajuar de la tumba de La Lámpara. Parte superior: ajuar cerámico: los puntos negros de menor tamaño hacen referencia a otros fragmentos
cerámicos. Parte inferior: otros materiales del ajuar: izquierda: fragmento de neurocráneo de oveja; derecha: lámina de sílex retocada de 4,7 cm
de longitud; abajo: industria ósea (de izquierda a derecha): 1) posible bruñidor sobre metápodo de ovicáprido de 14,5 cm de longitud; 2) punzón
sobre metápodo de ovicáprido de 12,5 cm de longitud; 3) puñal sobre candil de ciervo de 14,5 cm de longitud. Los triángulos negros de menor
tamaño hacen referencia a restos de fauna, y los cuadrados grises a restos líticos tallados y dispersión de los mismos.
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Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
(sellado con piedras calizas planas) y un fondo abombado donde se depositó el cuerpo de una mujer adulta en posición fetal.
Desde el propio depósito funerario, hasta el relleno de la fosa,
parecía responder a un planificado y estandarizado proceder que
se habría realizado en las siguientes etapas:
1) Colocación del cuerpo: El cadáver se dispuso en decúbito lateral derecho, con las extremidades inferiores replegadas y
las superiores recogidas a la altura del cuello, en una posición
bastante excéntrica dentro de la fosa, con la cabeza demasiado
próxima al borde de la misma, lo que hizo que quedase en un
plano más elevado que el resto del cuerpo. Los resultados del
estudio antropológico (Lohrke y Wiedmann, 2000) indican que
se trata de una mujer de edad avanzada, puede que incluso senil
(unos 50 años) pues no tenía evidencia alguna de las suturas
craneales. Su estado de conservación era deficiente, en especial
las partes esponjosas (costillas y epífisis) debido al terreno extremadamente básico y a las filtraciones de aguas fuertes con
mucho componente calcáreo que precipita carbonato cálcico sobre los restos esqueléticos. A pesar de la general ausencia de las
epífisis, el fémur izquierdo se conservaba en plenitud por lo que,
unido a los datos extraídos de los húmeros, fue determinante
para fijar la altura de la anciana en 152,46 cm ± 3,5.
2) Disposición de ofrendas junto al cuerpo: En reiteradas
ocasiones hemos defendido la existencia de un “ajuar personal
o directo” como ofrenda de todo el grupo (Rojo Guerra y Kunst,
1999b: 506) con la clara intención de segregar los objetos recuperados junto al cuerpo de la difunta (a los pies de la misma),
de los recogidos en el relleno de la fosa. Este “ajuar personal”
estaba compuesto por el único recipiente no fragmentado del
interior de la tumba (fig. 8a, signo de más) y por una lámina de
sílex retocada y con evidentes huellas de uso. Además de ellos,
se encontraron otros elementos cerámicos, líticos y óseos en
cotas coincidentes con las del enterramiento, pero resulta muy
difícil establecer hasta qué punto son ofrendas colocadas donde
aparecieron o si son más bien elementos que formaban parte
del relleno de sedimento que, como veremos a continuación, se
arrojaron para rellenar la fosa. Entre ellos podemos destacar un
puñal sobre candil de ciervo, que se halló en posición horizontal y a la misma cota que la difunta, aunque, eso sí, en el otro
extremo de la fosa (fig. 8b, triángulo negro con punto blanco).
En relación con la vasija completa que formaba el “ajuar
personal” hay que precisar que se trata de un pequeño jarro,
al que, no obstante, le faltaban el cuello y el borde, que habían sido intencionadamente eliminados con el propósito, muy
probablemente, de que esta supresión, junto con una parte del
conjunto decorativo, recordarse un rostro humano barbado. El
resto de la decoración muestra varias composiciones y temas
muy típicos en los conjuntos cerámicos del Neolítico Antiguo
del Interior Peninsular. En primer lugar, se aprecian los restos de
un conjunto decorativo definido por García-Martínez de Lagrán
et al. (2011: 99) como un Tema 7, esto es, una composición de
líneas horizontales paralelas bajo la cual se desarrollan una serie
de triángulos, en este caso rematados con “flecos”. Asimismo,
en el punto de inflexión de la panza aparece una composición
muy frecuente en el Grupo temático 5 (ibídem: 98), formado por
distintas relaciones entre un conjunto de líneas horizontales paralelas y series de puntos o trazos cortos dispuestos sobre, bajo o
enmarcando el conjunto de líneas horizontales, como en el caso
que nos ocupa. Como ya han constatado diversos autores (Gui-
laine, van Willigen y Convertini, 2008: 760; García-Martínez de
Lagrán, 2012), la extensión geográfica de este grupo temático
en distintas composiciones es realmente amplia, y abarca desde
el sur de Francia, e incluso podría remontar el Ródano, hasta
Andalucía. Por último, la combinación de la incisión y de la impresión simple en un mismo recipiente es otra constante en las
colecciones cerámicas de todo el Interior, siendo, junto con los
cordones, las dos técnicas mayoritarias en todos los conjuntos.
Como se ha dicho, en varios trabajos ya publicados (Rojo y
Kunst, 1999a: 505-506) todo apunta a que la supresión del asa y
las características de su decoración quizás tenía como objeto convertirla en la figura aproximada de un rostro humano barbado (fig.
9a). Este tipo de representaciones antropomorfas realizadas sobre
cerámicas, aprovechando determinadas características de su forma (por ejemplo el asa como nariz) o decoración, es una práctica
ampliamente documentada en distintos contextos y lugares del
mundo. El paralelo más próximo lo encontramos en el yacimiento
de La Paleta donde se ha definido una decoración figurada en un
recipiente de almacenaje (Jiménez Guijarro, 2007: 579, fig. 350)
o en una cerámica singular profusamente decorada con técnica
cardial de la Cova de l’Or que organiza su diseño ornamental a
partir, precisamente, del asa. A un lado y otro del mismo y bajo
el borde del recipiente se desarrolla un conjunto decorativo de
tres líneas horizontales de las que penden triángulos rematados
con flecos que no son otra cosa que la impresión del natis del
cardium. Alrededor y bajo el asa la decoración semeja un rostro
barbado siendo los ojos el primero y último de los triángulos que
penden de las líneas horizontales bajo el borde (fig. 9b). Se conocen algunos otros excepcionales e interesantes ejemplos en varios
yacimientos neolíticos de Europa septentrional (Tilley, 1996),
central y oriental, como en los húngaros de Öcsöd-Kováshalom y
Füzesabony-Kettõshalom (Raczky, 1999-2000). Algunos autores
consideran, a partir de diversos testimonios etnográficos, que para
muchos grupos las cerámicas representan y “son” personas, en
ocasiones se decoran de la misma forma, y a veces representan
tanto a los dioses como a miembros vivos y muertos de la familia
(Nicholas et al., 1988).
En relación con la lámina de sílex profusamente retocada
y recuperada a los pies de la difunta es necesario señalar que
se trata de una lámina fragmentada por su parte proximal en la
que ambos filos muestran un retoque semiabrupto y ligeramente
denticulado relacionado, como veremos, con su utilización. En
efecto, el estudio traceológico nos ha demostrado que fue un
instrumento reutilizado en dos materias diferentes. Primero los
dos laterales fueron empleados para cortar plantas no leñosas y
cuando dejaron de ser efectivos, fueron reavivados para poder
obtener así, y mediante el retoque, filos denticulados más obtusos y resistentes para realizar la segunda de las tareas: el corte
de madera (fig. 7b). Se trata, por lo tanto, de un útil con una
larga vida activa que por sus características morfológicas no se
desechó después de usarla en la primera actividad, sino que se
modificó para ser reutilizada y, finalmente, fue amortizada como
ajuar singular en el sepelio, posiblemente, de su dueña.
3) Relleno de la fosa: Una vez depositado el cuerpo en el
fondo de la fosa y junto a él los objetos antes referidos, ésta se
fue cubriendo arrojando sedimento que estaba repleto de materiales (fragmentos de cerámica, muchos de ellos decorados,
piezas de industria lítica, restos de fauna, un neurocráneo de
oveja con uno de los cuernos aún en su lugar, etc. (fig. 8). En
193
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 9. Representaciones de rostros barbados en dos recipientes cerámicos: a) La Lámpara; b) Cova de l’Or. El recipiente de L’Or está
modificado de Baldellou, Mestres, Martí y Juan-Cabanilles (1989).
particular destaca la clara concentración de hallazgos de restos de fauna, que parecen haberse colocado justo encima del
cuerpo de la mujer allí enterrada. Asimismo, es posible que la
tierra fuese intencionadamente traída de alguna acumulación
de “desechos”, muy probablemente generada por los asistentes al funeral y en el curso del desarrollo del mismo. Sólo así
se podría explicar el elevadísimo porcentaje de materiales que
presenta esta estructura. En la zona del estrangulamiento del
hoyo, donde los silos suelen presentar el cierre, se documentó un auténtico sellado con piedras planas de caliza mezcladas
con una importante concentración de fragmentos cerámicos,
restos de industria lítica y fauna.
De este sector nos gustaría destacar algunos recipientes. En
primer lugar un cuenco/olla, prácticamente entero, con decoración inciso/impresa, ligeramente cerrado y con un diámetro de
boca de 26-27 cm (fig.8a, círculo negro con borde blanco). Su
decoración pertenece al Grupo temático 5, antes mencionado,
aunque con una variante distinta al disponerse dos líneas de impresiones simples bajo las líneas horizontales paralelas. Como
en la inmensa mayoría de los recipientes del Neolítico Antiguo
del Interior, su decoración se restringe al tercio superior. Se re194
cogieron más de una treintena de fragmentos con los que pudimos reconstruir todo el recipiente completo. Este hecho nos
autoriza a plantear la posibilidad de que hubiera sido intencionadamente roto fuera del hoyo (¿tras ser utilizado en la ceremonia funeraria?), arrojándose después casi todos sus fragmentos,
entre las piedras que cierran el estrangulamiento de la fosa.
También nos gustaría detenernos brevemente en una pequeña botella decorada mediante impresiones de peine formando
un conjunto decorativo singular en su parte superior y a lo largo
de su cuello mediante la disposición de diferentes líneas/bandas
entrelazadas y otras colgantes (fig. 8a, cuadro negro con punto
blanco). Podemos encontrar paralelos de este recipiente en zonas
geográficas distintas como en el valle del Ebro (concretamente
en Chaves, Huesca) o en varios yacimientos de Andalucía (como
las cuevas de Los Botijos y Tapada, en Málaga) (Rojo, Kunst et
al., 2008: 133, 170 y 381). El resto de recipientes del relleno de la
fosa reproducen algunos tipos (cuencos, ollas), temas decorativos
y técnicas (diferentes tipos de cordones, variaciones del tema 7,
y presencia del 4 y 1) muy frecuentes en el Interior peninsular
(Rojo, Kunst et al., 2008: 379-386; García et al., 2011). Para concluir nos gustaría comentar la presencia del Grupo temático 1 en
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Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
otro recipiente de esta tumba (fig. 8a, hexágono negro). Se trata
de una olla con decoración en el labio y en el tercio superior mediante la combinación de impresión, cordón impreso y acanaladura ancha y poco profunda, todo ello estructurado a partir de los
elementos de prensión. La combinación de este tema con la impresión y la acanaladura, especialmente cuando es ancha y poco
profunda, parece ser un elemento distintivo propio de la Meseta
norte donde su representación, hasta el momento, es más frecuente (García-Martínez de Lagrán, 2012: 601, fig. 3.304).
También se documentaron en este mismo sector del relleno
dos útiles de industria ósea, un punzón (fig. 8b, cuadro negro
con punto blanco) y un bruñidor (fig. 8b, círculo negro con punto blanco). Por otro lado, la flotación del sedimento de este nivel
proporcionó restos de cereales domésticos (Triticum monococum L., Triticum monococcum L./dicoccum y Cerealia indet.),
aunque dada su escasa presencia no queda claro si formaban
parte de las ofrendas fúnebres o quedaron incluidos por casualidad en el relleno. No obstante y a partir de la datación absoluta
de uno de estos granos de cereal que deparó la fecha calibrada
a 2 sigma del 5370-5200 a.C. nos inclinamos por la segunda
interpretación dada la evidente mayor antigüedad en relación
con la datación obtenida a partir de los fémures de la difunta
(5201-4910 a.C.), como más adelante veremos.
Finalmente sobre este sector de cierre de la estructura se depositó un sedimento homogéneo de color marrón oscuro con
piedras pequeñas de caliza propias de las tierras del entorno,
pero en el que siguen apareciendo materiales arqueológicos, eso
sí, de forma mucho menos abundante.
2.3. Molino de Arriba (Buniel, Burgos)
Estamos ante un nuevo yacimiento excavado y, por tanto destruido en parte, por mor del progreso, es decir, por la expansión
urbanística de un núcleo de población, Buniel, en los alrededores de Burgos que, como otros muchos casos, ha quedado en
suspenso tras el crash económico. En concreto, los restos arqueológicos de distintas épocas (especialmente romanos y medievales) se distribuían por una amplia superficie, próxima a las
9 hectáreas, del polígono nº 501 del término municipal, situado
entre las coordenadas UTM 432385//4685542 en el extremo
norte y 432322//4685297 en el extremo sur (Aratikos, 2008).
El espacio en el que se llevó a cabo la intervención arqueológica está comprendido entre la vía férrea Madrid-Irún y un
camino paralelo a la carretera N-620. Topográficamente se localiza en la primera línea de terraza de la margen izquierda del río
Arlanzón, de cuyo cauce dista unos 400 metros. Se trata de un
amplio espacio de perfil llano situado dentro de la abierta vega
que configura el río en este sector, por donde discurren varios
arroyos y un cauce molinar. Los suelos son de matriz arenosa
con abundantes cantos de cuarcita. El yacimiento se manifiesta
en superficie por la presencia de diverso material de construcción: tegulae, ladrillo macizo, teja curva, bloques de piedra y
baldosas, así como fragmentos cerámicos de cronología romana y algunos elementos líticos en sílex. Se documenta a ambos
lados del ferrocarril, siendo más abundante en la parte oeste y
observándose cierta concentración en las proximidades del molino, sobre todo al sur del mismo.
Pues bien, en el área afectada por los trabajos de urbanización (Sector 2, fase II, parcelas nº 147, 150, 151, 154, 155, 158,
159 y 163 del polígono nº 501), se planteó una correcta docu-
mentación arqueológica mediante la realización de 6 sondeos
estratigráficos de 20 m² (10 x 2 m). Los restos arqueológicos
que analizamos en el presente trabajo aparecieron en el sondeo 2
donde la estratigrafía estaba formada por un nivel de tierra (UE
200) de matriz arcillosa de color marrón de unos 130 cm de potencia, depositado sobre una terraza fluvial (UE 201) compuesta
por una mezcla de cantos rodados y arcillas de tonalidad marrón
clara. Este substrato geológico fue alterado antrópicamente en
el extremo oriental del sondeo por una fosa (UE 202) de planta
circular con un diámetro aproximado de 110 cm. En su interior
se han identificado los restos de una inhumación individual en
decúbito lateral derecho, con las piernas flexionadas pero sin
llegar a alcanzar la posición fetal. Los brazos aparecen estirados descansando las manos en la zona del abdomen. Los restos
humanos recuperados corresponden a un joven de aproximadamente 18 años de edad de sexo masculino con una preservación
que supera el 75% (IP1= 75%; IP2=78% y IP3=81%) (Walker
et al., 1988 y Safont et al., 1999). Se conservan los primeros y
segundos molares tanto de ambos lados como del maxilar y la
mandíbula. No se ha observado ninguna patología oral, ni caries, ni fístulas, ni retroceso alveolar así como tampoco presenta
acúmulos de cálculo o la formación de hipoplasia del esmalte.
Del mismo modo, los restos no presentaban ninguna evidencia
de la causa de la muerte.
En cuanto a las alteraciones postdeposicionales conviene resaltar que falta la parte inferior de ambas piernas, que se
interrumpen sólo un poco por debajo de la articulación de las
rodillas, y la mano derecha. Además, la cadera derecha se descubrió desplazada hacia la parte superior del cuerpo, sobre las
vértebras dorsales. Finalmente la columna vertebral parece describir una llamativa curva que probablemente también se deba a
desplazamientos postdeposicionales.
El ajuar funerario de esta tumba se compone de tres recipientes cerámicos que presentaban una disposición singular en relación al inhumado (fig. 10). En primer lugar, el recipiente nº 3
estaba sostenido por las manos del muerto cuyos brazos estaban
estirados y alcanzaban la zona del abdomen. Se trataba de una
pequeña olla con un diámetro máximo de 15 cm en cuyo tercio
superior se disponía una composición decorativa perteneciente al
Grupo temático 5 (García-Martínez de Lagrán et al., 2011) que en
este caso concreto diseña tres líneas horizontales paralelas bajo
las cuales se dispuso una línea de impresiones simples.
Más extraña es la decoración del recipiente nº 2 que apareció en la parte posterior de la cabeza del difunto. La conservación del recipiente dificulta su reproducción pero es muy probable que se compusiera de dos zonas decoradas enfrentadas.
Éstas estarían compuestas por un ligero cordón impreso bajo
el cual aparecían dos líneas de impresiones. Lo específico de la
decoración no son tanto estas composiciones sino el hecho de
ocupar un espacio restringido sobre la superficie del recipiente.
Por último, se recuperó, a la altura y delante de la cara del
difunto, un pequeño cuenco sin decoración y con un asa (fig. 10,
recipiente nº 1) relleno completamente de ocre y dentro del cual
aparecieron dos cuentas de collar de hueso.
En los trabajos de excavación de todo el solar se recuperaron otros materiales cerámicos que podemos asociar a la ocupación neolítica como los representados en la parte inferior de
la propia figura 10. El fragmento más completo y decorado corresponde a una olla con una composición decorativa peculiar
195
[page-n-16]
M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 10. Enterramiento y ajuar del yacimiento de El Molino de Arriba, Buniel (Burgos) y cerámicas neolíticas en el entorno.
por rara ya que la combinación de líneas horizontales enmarcando una serie de líneas verticales no es muy frecuente. Por
otro lado, el conjunto decorativo podría encuadrarse dentro del
Grupo temático 5 (García-Martínez de Lagrán et al., 2011: 98)
aunque, insistimos, su composición no es habitual. Asimismo,
la técnica decorativa utilizada, boquique, es frecuente en esta
zona de la Meseta norte, concretamente en el entorno de Burgos
(yacimientos de la Sierra de Atapuerca, por ejemplo). Los otros
dos fragmentos se corresponden con sendos galbos con decoraciones impresas, en uno de ellos sobre un cordón aplicado.
2.4. Villamayor de Calatrava (Ciudad Real)
Este yacimiento se ubica a unos dos km de la población de Villamayor de Calatrava y fue descubierto durante los trabajos de
seguimiento arqueológico del trazado del gaseoducto SevillaMadrid en 1990 (Rojas y Villa, 1996). La zanja que se abrió
para introducir la tubería de abastecimiento seccionó una fosa
“de algo más de 2 metros de profundidad, con alzado en forma
de pera y planta circular” (ibídem: 509 y fig. 2). El yacimiento
en el que se engloba el hallazgo se encuentra en una pequeña
franja de terreno amesetado, y a, aproximadamente, 400 m de
los arroyos de la Dehesa y de La Ventilla. El terreno circundante
196
se dedica actualmente al cultivo cerealístico, viñedos y algunas
manchas de olivares, mientras que se conservan algunas encinas
en los linderos de las parcelas como reliquias de una vegetación
autóctona natural casi extinta.
En el interior de la fosa, ocupando prácticamente el centro
de la misma, se depositaron los restos de lo que, según el análisis antropológico (Prieto Carrero, 1996: 513) podría corresponder a un sujeto de sexo masculino, identificado como tal a partir
del diámetro de la cavidad cotiloidea y anchura mínima ilíaca
a nivel de coxal izquierdo. La ausencia de suturas tanto a nivel
endocraneal como exacraneal permiten concluir que se trataba
de un individuo de edad avanzada (anciano), mayor de 50 años
y su altura, según la longitud de los metacarpianos, habría podido acercarse a los 170 cm con un ± de 5 cm. Entre las patologías
observadas se encuentran erosiones articulares osteoartríticas en
manos y algún signo de periostitis a nivel de tercio proximal de
fémur derecho y tibia izquierda.
En relación con el relleno de la tumba poco podemos añadir
a lo publicado por Rojas y Villa ya que nos ha sido del todo
imposible analizar los materiales en el Museo. Parece ser que
el relleno de toda la fosa presentaba una gran homogeneidad y
estaba formado por diversos materiales arqueológicos. La tierra
que formaba este relleno no era la misma que la obtenida con la
[page-n-17]
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
excavación de la estructura por lo que Rojas y Villa (1996: 512)
plantean la posibilidad de que procediera de un lugar de hábitat,
que distaría unos 120 m del enterramiento.
El ajuar de esta tumba se distribuía por todo el relleno de
la misma y estaba compuesto por diversos materiales. Entre
la cerámica se contabilizaron más de 100 fragmentos, entre
los cuales 17 estaban decorados con impresiones, incisiones y
cordones. Las formas a las que pertenecen son cuencos, ollas
globulares, vasijas con asas y recipientes de gran tamaño. Todo
ello muy característico de las colecciones cerámicas del Interior
peninsular.
En lo que respecta a la industria lítica estaba compuesta por
materiales en sílex, cuarcita, cristal de roca, basalto y granito. La
mayor parte del utillaje está fabricado en sílex, habiéndose recuperado un conjunto más abundante de lascas que de láminas.
Entre estas últimas, por ser más significativas tipológicamente,
destacan una laminita de dorso abatido junto a otras láminas retocadas y sin retocar y un segmento de círculo. Sobre granito y
basalto se habían fabricado un molino y un mortero respectivamente, varias lascas de cuarcita y unas laminitas sobre cristal de
roca. Una cuenta de collar y una pequeña lúnula en concha junto
con una punta sobre hueso completan el conjunto material.
2.5. Otras evidencias
En este apartado pretendemos hacernos eco del resto de evidencias sobre enterramientos en el Neolítico Antiguo del Interior peninsular que se rastrean en la bibliografía científica. Por
tanto, nuestra aportación en este punto concreto es la mera recopilación de información ya conocida sin aportar ningún dato
inédito. Sirva, pues, a modo de inventario general sin mayores
pretensiones:
2.5.1. Los Cascajos
Se trata, a nuestro juicio, del yacimiento que aporta, por el momento, la mejor información conocida sobre el mundo funerario
del Neolítico Antiguo y Medio en el interior peninsular y, en
concreto, en el Valle del Ebro (García y Sesma, 1999, 2001,
2007b y 2008; Hervella, 2010). En él se han identificado un total
de 34 estructuras negativas (hoyos) identificadas como sepulturas en las que se han recuperado un total de 36 individuos. En la
práctica totalidad de los casos se tratan de inhumaciones individuales en posición flexionada bien sobre un costado (60% de los
casos) o la espalda (30%). Las extremidades se repliegan hacia
el tronco y éste se vuelca ligeramente al frente. Esta postura contraída la presentan todos los cuerpos, independientemente de la
forma y dimensiones de la fosa-contenedor. El 66% de las inhumaciones presentan el cuerpo orientado hacia el SE-SO, y con la
cabeza girada hacia su izquierda, es decir, mirando a poniente.
El enterramiento es mayoritariamente individual, aunque tres
casos podrían tratarse de inhumaciones dobles coetáneas. En lo
que se refiere a la representación poblacional existe una mayoría
de individuos identificados de sexo masculino (63,88%) frente a
femeninos (11,11%) y en cuanto a rango de edad la relación es
de 27 adultos jóvenes (75%) y 6 subadultos (16,66%).
Los ajuares que acompañan a las inhumaciones no son
abundantes ni especialmente ricos. Sólo la mitad de las sepulturas que se conservan completas los tienen y se componen de
utensilios y objetos de adorno. Entre los primeros nos encon-
tramos cerámicas, láminas de sílex, molinos, manos de molinos, molederas, hachas y azuelas pulimentadas, etc. Los objetos
de adorno serían collares o diademas de cuentas de dentalium,
cuentas discoides y colgantes de hueso o concha, etc. La única
estructura que se sale de esta parquedad es la 196.
Las tres cuartas partes de estas estructuras funerarias (25 individuos) se localizan en un área de 550 m² de forma semicircular, que se ha identificado con una zona de necrópolis dentro del
propio poblado. El resto (11 individuos) aparecen en estructuras
similares, dispersas por las 4 hectáreas excavadas del poblado
hasta el momento.
A partir de las dataciones absolutas publicadas hasta el presente podemos identificar dos fases en el devenir del poblado;
una fase antigua o Fase I ubicada cronológicamente en el último
tercio del VI milenio cal BC y una Fase II, más reciente, que
podemos situar hacia mediados del V milenio cal BC.
Algunas de las sepulturas excavadas presentan ciertos rasgos peculiares que las hacen más interesantes. Así, por ejemplo,
la estructura 497 se corresponde con un silo piriforme que posteriormente es utilizado como fosa funeraria. La boca de este
hoyo se cubrió con una acumulación de materiales pétreos y
restos de un gran recipiente de barro sin cocer y fragmentos de
dos vasijas para almacenaje. Por su parte, la estructura 196 llama la atención por su ajuar: el inhumado portaba un cuenco en
las manos y en el hombro derecho un conjunto formado por una
espátula, un hachita pulimentada de fibrolita, un núcleo de sílex
agotado y empleado como chisquero, cuatro candiles de ciervo
y dos metapodios de ovicáprido. Por último, en la estructura 73,
al igual que ocurre en otros yacimientos de esta época, tanto al
aire libre como en cueva, se recuperan restos óseos humanos
inconexos, concretamente una extremidad inferior izquierda y
la parte superior de un individuo junto con abundante fauna.
En otro de los aspectos en los que Cascajos es especial es en
el estudio detallado que se ha realizado sobre ADNmt de buena
parte de los individuos recuperados, en concreto de 23. Hervella
(2010: 176 y ss.) ha identificado 14 haplotipos diferentes que ha
agrupado en 4 haplogrupos mitocondriales caucasoides, el H,
U, K y J. Los tres primeros son los más frecuentes en las poblaciones europeas actuales y presentan una coalescencia entre los
25.000 y los 13.500 años por lo que su presencia en Los Cascajos resulta coherente y normal dada la variedad de haplotipos
obtenida. Esta diversidad parece apoyar la hipótesis de una población abierta, con múltiples conexiones y nada endogámica.
El haplogrupo J es interesante por cuanto se ha propuesto como
el indicador de conexiones con los grupos neolíticos del Próximo Oriente dada su coalescencia entre los 8.000 y los 10.000
años. Dos individuos de Los Cascajos portan este haplogrupo,
por lo que, según los planteamientos actuales podemos considerarles como un exponente claro de la relación o del flujo génico
de los agricultores neolíticos del Próximo Oriente en los primeros momentos de la neolitización peninsular (ibídem: 177).
2.5.2. Paternanbidea
El yacimiento, que se ubica al suroeste de la gran cubeta sedimentaria de la Cuenca de Pamplona y sobre la tercera terraza
del río Arga, fue objeto de intervención en 1997 dentro de un
proyecto de investigación de la Universidad de Navarra en colaboración con el Gobierno Foral sobre “Poblamiento y terri197
[page-n-18]
M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
torialidad de la Cuenca de Pamplona” (García Gazólaz, 1998;
García y Sesma, 2007a; Hervella et al., 2009 y Hervella, 2010).
Se excavaron 2420 m² donde se exhumaron 34 estructuras negativas correspondientes a distintas épocas desde el Neolítico
a la Edad del Bronce. En el presente trabajo nos interesan, especialmente, cuatro fosas que se correspondieron con sendas
tumbas agrupadas en un reducido espacio de 50 m² que nos
autoriza a calificarlo como un recinto sepulcral sin definir completamente su auténtica dimensión y sus características reales.
Han sido identificadas en la bibliografía científica (García y
Sesma, 2007a) como:
- Enterramiento nº 1: Se trata de una fosa elíptica irregular con
distintos restos funerarios que conforman lo que se ha identificado como un enterramiento acumulativo múltiple. Los restos
óseos se agrupaban en cuatro conjuntos: Individuo 2; Cráneos
3, 4 y 5; Cráneo 1; y “Área H” (amalgama de restos óseos). Es
una estructura especialmente rica en objetos de adorno aunque
el carácter acumulativo y la reducción de algunos cadáveres
han hecho que no se pueda atribuir ningún objeto o adorno concreto a individuos determinados por más que alguno de ellos
se encuentren cerca de determinados cráneos. Las cuentas y/o
adornos son de diferentes tipos y morfología y se realizaron
sobre concha (600 ejemplares), piedra, hueso, variscita, tubo
de hueso, etc.
- Enterramiento 2: En el fondo de una fosa elíptica de reducidas dimensiones se recuperaron dos individuos jóvenes en conexión anatómica. Las características de la inhumación hacen
pensar que fueron depositados en un solo acto y sin intervalo de
tiempo, por tanto podríamos definirlo como un enterramiento
doble simultáneo. El individuo A, portaba como ajuar un collar
y una pulsera, dos segmentos de círculo en doble bisel y una
lámina de sílex. Por su parte el individuo B se relaciona con un
recipiente cerámico con decoración impresa depositado sobre
su costado izquierdo.
- Enterramiento 3: Fosa elíptica muy similar en dimensiones
a la anterior en cuyo fondo se recuperaron dos individuos en
desigual grado de conservación y con desigual índice de preservación. El individuo A sería un hombre adulto de unos 1,78
m de altura, y el individuo B, peor conservado, una mujer de
unos 1,68 m de altura y entre 20 y 25 años. Los importantes
desplazamientos del individuo B, incluida la desaparición de
parte de su esqueleto, hacen pensar en una reutilización de la
fosa para albergar al individuo A, encontrándonos, por tanto,
ante una inhumación doble con reducción del primer difunto. El
ajuar lo componen cuatro segmentos de círculo de doble bisel y
una laminita en cristal de roca.
- Enterramiento 4: Se trataba, en este caso, de una nueva fosa
elíptica de dimensiones ligeramente mayores que las de los enterramientos 2 y 3. En su interior se recuperaron dos individuos:
un hombre de entre 25 y 30 años y 1,71 m de altura, y una mujer de entre 25 y 30 años, ambos con patologías dentales. Las
características de ambos esqueletos inducen a pensar que su inhumación fue simultánea. El ajuar lo componen seis segmentos
de círculo en doble bisel, un elemento de hoz sobre lámina y un
prisma de cristal de roca.
Hervella et al. (2009) han publicado un estudio antropológico molecular de esta necrópolis cuyos resultados podríamos
resumir en:
198
- Identificación en total de 13 individuos; 7 en el enterramiento
1 y dos en cada una de las otras tres estructuras funerarias.
- En lo que respecta a la estimación del sexo hay un 50% de
identificados como masculinos y otro 50% como femeninos (del
77% de individuos con rasgos claramente diagnósticos).
- La edad de los enterrados en la necrópolis abarca un amplio
rango desde el primer año de vida hasta la edad adulto-senil.
Es digno de tener en cuenta la distribución de sexo y edad en el
enterramiento 1 por cuanto que en un principio se pensó que podría tratarse de los miembros de un grupo familiar dado el perfil
demográfico con predominio de infantiles y jóvenes (cinco de
siete individuos) (ibídem: 35). De todas formas esta circunstancia se ve invalidada por el hecho de que no se hayan hallado
haplotipos mitocondriales comunes en ninguno de los 4 individuos con resultados válidos en el análisis del ADNmt.
- No hay ninguna evidencia de que los individuos de una misma fosa hubieran tenido relación de parentesco vía materna. Sin
embargo en el conjunto de los individuos analizados se han hallado dos haplotipos compartidos (ht2 y ht3) por dos individuos
inhumados en fosas diferentes (fosas 1 y 2 el ht2 y fosas 1 y 4
el ht3). Ambos haplotipos pertenecen al haplogrupo H, muy frecuente en la población europea actual. Teniendo en cuenta que
la muestra analizada es bastante reducida, podría pensarse que
la presencia de dos individuos del subhaplogrupo H3 (los individuos con el ht3) se explicaría por la existencia de parentesco
vía materna, descartando, obviamente, que pudiera deberse a
una variación aleatoria (ibídem: 36).
- Finalmente, el análisis molecular observa una alta diversidad
genética lo que es indicio, al igual que se advertía en el yacimiento de Los Cascajos, de una sociedad abierta y de tamaño
suficiente para que los cruces endogámicos no fuesen habituales.
A la luz del estudio antropológico de Hervella et al. (2009)
resulta clara la práctica de reducción de los cadáveres en el yacimiento. En el caso del enterramiento 3 parece evidente ya que la
descripción antropológica refleja la existencia de subrepresentación anatómica en el individuo B, junto a conexiones fuertes
parciales. Incluso, se señala la posibilidad de que dicho individuo sufriera desplazamientos y la desaparición de determinadas
partes esqueléticas (ibídem: 63) en una hipotética reapertura de
la fosa para alojar al individuo A. Este, por su parte, conservaba su posición primaria y prácticamente todo el esqueleto a
excepción del cráneo que pudo ser retirado en una tercera remoción de la fosa. El enterramiento 1, por su parte (ibídem: 60), es
de más compleja interpretación ya que nos encontramos ante
una fosa poco profunda de forma elíptica irregular y de 1,60 x
1,29 m en sus ejes. En el interior se han encontrado restos de,
al menos, 5 individuos (número contabilizado a partir de los
cráneos recuperados), pero que un análisis antropológico posterior (Hervella, 2009) asciende a 7, de los que sólo 1 (individuo 2) se hallaba en conexión anatómica clara. El resto apareció
formando un pequeño conjunto de cráneos (cráneos 3, 4 y 5),
en un caso ocupando un lugar destacado sobre una “bandeja
de arenisca”, siendo a la vez un individuo infantil en su primer
año de vida (cráneo 1) y, por fin, una amalgama de huesos del
esqueleto postcraneal muy mal conservados y con escasas conexiones anatómicas lo que supone un claro indicio de haber
sido manipulados post mortem. Creemos que las evidencias de
la estructura 1 son claros indicadores de la existencia de una
estructura abierta y muy posiblemente aérea elaborada con ma-
[page-n-19]
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
teriales perecederos al modo de casas de la muerte de los dowayo en Camerún (Barley, 1995: imagen 17), en la que se habría
producido sucesivas reducciones de cadáveres con cada nueva
inhumación. Somos conscientes de que es ésta una interpretación un tanto arriesgada y que muy bien se hubiera podido tratar
de una tumba en fosa que se abriera en sucesivas ocasiones para
introducir nuevos individuos, para lo que habría sido necesario
un reacondicionamiento del espacio y, por tanto, del contenido
de la tumba con las correspondientes reducciones de cadáveres.
2.5.3. La Cueva de Chaves
Desde 1975 se vienen realizando excavaciones en la hoy tristemente famosa Cueva de Chaves (Utrilla et al., 2008). El
calificativo obedece al desafortunado acontecimiento de su
destrucción en 2007 por mor de la acción desaprensiva de su
propietario quien, sin encomendarse a Dios ni al diablo, realizó un vaciado mecánico completo de los niveles neolíticos y
algunos infrayacentes, para convertir el lugar en un bebedero
de animales introducidos con dudosa legalidad para fines cinegéticos. Durante la campaña desarrollada en 1984 y exactamente en la cata 84C, se descubrió un enterramiento neolítico
que vio la luz 24 años después en una comunicación al IV
Congreso del Neolítico en la Península Ibérica. El análisis antropológico muy completo, realizado por José Ignacio Lorenzo, identificó un individuo masculino cuya edad fue cifrada,
a partir de la sincondrosis sutural, entre los 45/55 años. Los
restos óseos no presentaban ningún tipo de deformación ni
manipulación pre ni post mortem, por lo que nos encontramos
ante una inhumación individual primaria en una “escueta fosa
de 65 x 50 cm, excavada con muy poco cuidado en la tierra de
limos del nivel c.” (ibídem: 134). En todo caso, la disposición
de los huesos advertía un proceso entrópico que aparece muy
bien descrito y reconstruido en una ilustración de M. C. Sopena (ibídem: 153, Fig.2). Según ésta, el cadáver, debidamente
amortajado y atado en las dos primeras horas posteriores a
su defunción o pasadas 36 de la misma, ofrecía una posición
replegada con las rodillas flexionadas y las manos cruzadas
sobre ellas. Posteriormente, el cuerpo, una vez que estuvo libre de la sustancia blanda, sufrió un proceso de desconexión
anatómica en el que la cabeza y con ella las vértebras cervicales y algunas costillas habrían rodado fuera de su posición
original. Quizás en ese mismo momento las piernas se habrían
volteado hacia la izquierda hasta alcanzar la posición horizontal que detentaban en el momento de su hallazgo, quedando configurada así la disposición definitiva de los restos. Es
ésta una interpretación interesante y atractiva, pero que choca
con el hecho, no advertido en la publicación que referimos,
de la necesidad de que la deposición se hubiera realizado en
un espacio hueco y hubiera permanecido así hasta, al menos,
su desconexión anatómica. Para ello, debería haber contado
con una estructura (¿pétrea?, ¿lignea?) que hubiera cubierto
el hueco de la tumba y sobre la que se hubiera dispuesto el
“tumulillo” de cantos rodados (hasta 296 cantos rodados blancos de entre 5 y 8 cm de diámetro). ¿No podría ser la capa de
cenizas blancas con restos de carbón que cubrían totalmente
al difunto, la evidencia de una posible cubierta de madera?
Sólo así, podría mantenerse la interpretación del proceso de
desconexión anatómica que se describe. No compartimos la
hipótesis de que los restos de cenizas blancas y carbones formasen parte de ningún ritual (no se describe ningún indicio de
cremación aunque sea parcial en los restos humanos), ni mucho menos que fuera cal viva, aunque un elemental análisis
hubiera aportado luz a esta cuestión dada la nítida diferencia
entre una sustancia y otra.
La inhumación apenas contaba con ajuar a no ser una pequeña lámina de cristal de roca y sin duda (ibídem: 135) un grueso
anillo de sección circular que se halló colocado en una falange
de la mano derecha. El propio tamaño de la pieza, y especialmente su grosor, es lo que ha servido como argumento a los autores del artículo para considerar este adorno como meramente
ceremonial y no como un objeto de uso habitual.
La detallada descripción del descubrimiento revela otros aspectos interesantes de la tumba. Por ejemplo, el hallazgo de un
pequeño resto de tejido o venda pegado a los huesos del muerto.
Este hecho, unido a que el cráneo y otros restos de extremidades
inferiores y superiores aparecieron teñidos de ocre rojo, es un
indicio más que suficiente para asegurar que el difunto debió
enterrarse vestido y sobre el mismo se espolvorearía el polvo
rojo tan habitual en las tumbas prehistóricas de distintos períodos y culturas.
Pero esta inhumación individual en fosa no contiene los únicos restos humanos aparecidos en el yacimiento de Chaves. Distribuidos por distintas partes de la zona de hábitat han aparecido
restos correspondientes a un número mínimo de 7 individuos así
como ¿un enterramiento fantasma? (ibídem: 137), definido así
a raíz del hallazgo en 1987 de una fosa circular con el contorno
jalonado de piedras hincadas verticalmente y cubierta por una
gran losa plana de 60 cm de diámetro. Todo parecía indicar que
esta estructura correspondería a una nueva tumba que, dado lo
avanzado de la campaña de excavación se reservó su exhumación para el año siguiente. El desencanto debió ser grande pues
en el verano de 1988 cuando se volvió a la cueva todo había
desaparecido por acciones clandestinas incontroladas.
Recientemente (Gamba et al., 2012) han realizado un estudio de ADN tanto sobre los restos del inhumado en la fosa como
sobre los hallados en la zona de hábitat. En el primer caso se ha
identificado el haplogrupo K y en el segundo el H. Ambos, con
una edad de coalescencia superior a los 10.000 años, forman
parte del elenco genético heredado de poblaciones europeas, al
menos desde época magdaleniense.
2.5.4. Alto de Rodilla
Tenemos conocimiento de la existencia de este yacimiento gracias a la comunicación presentada por J. Jiménez Echevarría y
C. Alonso Fernández (e.p.) en el V Congreso del Neolítico Peninsular celebrado en Faro (Lisboa) del 7 al 9 de abril de 2011.
Sin duda alguna trabajos arqueológicos de urgencia posibilitaron
la excavación de este yacimiento, en cuya estructura nº 2 se halló
inhumado un individuo infantil de unos 10 años. Se trataba de
una fosa de forma circular con un relleno ceniciento que parecía
estar sellada parcialmente en la boca por una secuencia de lajas
calizas en torno a las cuales se recuperaron un conjunto de objetos
arqueológicos que pudieron formar parte del ajuar: cerámicas, un
prisma de cuarzo y un bruñidor. Su inclusión en este apartado
obedece a que deparó una datación de finales del VI milenio cal
BC que luego valoraremos en el siguiente apartado.
199
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
2.5.5. Fuente Celada
Nuevamente una intervención de urgencia, motivada por la
instalación de un parque eólico en el municipio de Quintanadueñas, localidad a 8 km al noroeste de la ciudad de Burgos,
fue la responsable de la exhumación de un auténtico “campo
de hoyos”. La actuación preventiva afectó a un área de 4.930
m2 lo que, según sus excavadores, supondría aproximadamente el 14,5% de la superficie total del yacimiento (Alameda et
al., 2011: 49). Las estructura exhumadas fueron fundamentalmente hoyos y depósitos (ibídem: 50 y 55) donde se recogieron
abundante cerámica, industria lítica, ósea, restos constructivos,
faunísticos, elementos de molienda y, especialmente por lo que
nos interesa en este trabajo, inhumaciones individuales en fosas
(Carmona, 2011).
El registro funerario del yacimiento lo componen tres estructuras negativas de las que aquí vamos a considerar únicamente la aparecida en el hoyo 62 por haber deparado una
cronología del Neolítico Antiguo. Las otras dos (hoyos 19 y
5) aunque interesantes, son más recientes (Alameda et al.,
2011: tabla 3).
El hoyo 62 se localiza en el extremo norte del yacimiento
y se trata de una exigua cubeta de escasos 25 cm de profundidad y en torno a los 85 de diámetro. En su interior se recuperó
el esqueleto casi completo de un individuo adulto colocado en
posición fetal. Como único ajuar o como adorno personal, sólo
se hallaron tres aros de hueso situados en torno al cuello, por lo
que se deduce que formarían parte de un collar (ibídem: 60 y fig.
12). Los análisis antropológicos determinaron que se trataba de
un individuo masculino adulto/juvenil con una estatura en torno a 1,60 m y con evidencias de determinadas patologías tales
como reabsorción alveolar, osteofitosis, artrosis y osteoporosis,
todas ellas justificadas por “lo avanzado de su edad” (Carmona,
2011: 505 y fig. 3).
2.5.6. Valdivia (Madrid)
Los datos que se poseen de este yacimiento no son muy numerosos y proceden de mediados del siglo XX. El yacimiento
se ubicaría en la terraza media del Manzanares, a unos 20 m
sobre el mismo. Jiménez Guijarro (2001: 61) considera que este
yacimiento tuvo una finalidad habitacional y funeraria. Esta última se concretaría en una fosa que presentaría como ajuar un
brazalete o pulsera de esquisto o pizarra y una vasija cerámica
con cuello recto y cuerpo globular decorada con acanaladuras
anchas que se distribuyen por el cuello y hasta la mitad del recipiente (ibídem: fig. 3.52).
2.5.7. El Congosto (Rivas-Vaciamadrid)
En 2004 y concretamente entre enero y mayo, las obras de ampliación de la Escuela Nacional de Protección Civil en RivasVaciamadrid (Martín Bañón, 2007) propiciaron la excavación
arqueológica del yacimiento de El Congosto. Nuevamente nos
encontramos con un extenso yacimiento de hoyos donde se han
documentado ocupaciones recurrentes a lo largo de diferentes
etapas históricas y prehistóricas como puedan ser en este caso la
época visigoda, la Edad del Bronce y lo que nos interesa resaltar
en este trabajo, la neolítica. La parte excavada del yacimiento
200
la componen hasta 416 estructuras negativas, 16 de las cuales
deben adscribirse a la fase neolítica, sobre todo a partir del análisis tipológico de las cerámicas (ibídem: 204-205, fig. 6 y 7)
entre las que se pueden adivinar (la calidad de la publicación
online no permite realizar muchas más precisiones) acanaladas,
almagra, cordones impresos o líneas inciso/impresas paralelas
de las que cuelgan trazos cortos, impresos (grupo temático 1 de
García-Martínez de Lagrán et al., 2011).
Las 16 estructuras subterráneas con evidencias neolíticas
responden a una similar tipología, esto es, suelen ser cubetas
circulares de poca profundidad a excepción de dos de ellas que
responden al tipo de silo subterráneo (Martín Bañón, 2007:
201). En una de ellas, formada por las UUEE 240, 241 y 242
(ibídem: fig. 5), se recuperaron los restos de dos individuos, uno
infantil y otro adulto.
No disponemos de más información que la sección que aparece en la mencionada figura 5, donde se advierte un silo excéntrico que podría asimilarse a una variante de los tipos B o C de
sepulcros de fosa (Roig et al., 2010: fig. 3).
Precisamente, en el fondo del silo o fosa y en el sector más
excéntrico se halló un cráneo infantil, después de haberse exhumado un esqueleto de un individuo adulto algo más arriba. Todo
parece indicar (a falta de análisis más detallados) que nos hallamos, nuevamente, ante inhumaciones sucesivas con reducción
del primer individuo depositado.
2.5.8. El Prado, Pancorbo (Burgos)
El Prado se sitúa en el noreste de la provincia de Burgos, muy
cerca del desfiladero de Pancorbo, paso obligado entre la depresión de la Bureba y la Llanada de Miranda, ya en el río Ebro. El
yacimiento se ubica en el fondo de un valle avenado por distintos arroyos menores (Alonso y Jiménez, 2014).
La excavación realizada en el enclave, nuevamente con
carácter de urgencia, afectó a una superficie de 1.805 m2 en
la que se documentaron diversas estructuras como silos de almacenamiento, fosas/cubetas, un pozo/abrevadero (¿?) y dos
fosas funerarias. Son estas últimas las que nos interesan especialmente aquí. Se trata de las estructuras E06 y E14, ambas
tienen plantas ligeramente ovaladas y similares dimensiones
que rondan los 2 metros de eje mayor y el 1,50 de menor. Presentan una morfología compleja (ibídem: 45) ya que se hallan
realizadas mediante pequeños bancales entallados, a modo de
escalones, a través de los cuales se accede al fondo de la fosa.
Es allí donde se hallan, en cada caso, los restos humanos. Este
lugar concreto es de dimensiones considerablemente menores,
en torno a los 0,80 por 0,50 metros en el caso de la fosa E06 y
de 1,17 y 1,03 metros en la E14.
En la fosa E06 se habían depositado los restos de una mujer de entre 40 y 45 años y en la E14, otra mujer de entre 48
y 56 años. Los autores del trabajo refieren que ambos cuerpos
fueron manipulados antes de recibir sepultura definitiva a juzgar por el análisis de la naturaleza de las conexiones a partir
de los diferentes procesos sepulcrales, posdeposicionales, etc.
(ibídem: 47). En cualquier caso, el cuerpo de la estructura E06
estaba bastante desarticulado y no conservaba apenas vértebras,
ni cintura escapular. Por las descripciones que se realizan en el
artículo, nos inclinamos a pensar que se podría tratar de un enterramiento secundario con todas las reservas posibles.
[page-n-21]
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
La otra mujer depositada en la E14 debió fallecer a causa de un
trauma en la región frontal del cráneo. El cuerpo se depositó en posición flexionada (decúbito lateral izquierdo) con orientación SE.
En relación con el ajuar depositado, los autores, con buen
criterio, señalan que a pesar de que son las estructuras que más
materiales han deparado (el 12,44% de la lítica y el 15,95% de
la cerámica), su presencia no tiene por qué estar necesariamente
relacionada con una actividad votiva ya que se encontraba formando parte del sedimento del relleno (ibídem: 48). Sí que se
podrían considerar ajuar algunos molinos y una azuela de ofita
depositada junto al brazo derecho de la mujer de la estructura E14. El resto de objetos en el relleno, que podrían ser o no
componentes del ajuar, serían fragmentos cerámicos diversos,
laminillas y láminas de sílex.
3. MARCO CRONOLÓGICO DE LAS TUMBAS
DEL NEOLÍTICO ANTIGUO DEL INTERIOR
PENINSULAR Y DEL VALLE DEL EBRO
Dentro del conjunto de diferentes características y elementos que
muestran las tumbas del Neolítico Antiguo del Interior Peninsular, la cronología se presenta como un elemento que les otorga
cierta homogeneidad ya que acota un marco temporal concreto y
preciso, al menos en sus comienzos. Hemos elaborado una serie
de tablas y figuras para analizar el significado de estas dataciones
absolutas en el complejo proceso de neolitización. Así, si observamos las dataciones de la tabla 2 (donde aparecen las fechas
C14 sobre restos humanos de todas las tumbas comentadas y en
las que presentamos 3 nuevas inéditas, Villamayor de Calatrava, El Montico y El Molino de Arriba), vemos cómo dos fechas
presentan valores ligeramente superiores al 5300 (Chaves Ib,
Los Cascajos E 497), y tres (Molino de Arriba, Alto de Rodilla
y Los Cascajos E183) superan significativamente el 5200. En la
figura 11 estas dataciones presentan un lapso calibrado relativa-
mente amplio con dos momentos claramente diferenciados, antes
y después del 5200. La explicación la encontramos en la figura
12 en la que se recogen los gráficos de calibración individuales
de las cuatro tumbas más antiguas. Como se puede observar en
la parte izquierda de cada gráfico y en la curva de calibración,
entre el 6300 y el 6100 BP existen dos “mesetas” que impiden
una calibración precisa. Concretamente, el tramo horizontal de
la curva entre el 6300 y el 6200 hace que todas estas dataciones
presenten lapsos importantes anteriores al 5200, especialmente
en Chaves Ib y Los Cascajos E 497 que incluso calibradas a 1s,
presentan valores cercanos al 5300. En cambio, en Molino de
Arriba y en Los Cascajos E 183 las probabilidades más allá del
5250 disminuyen de manera importante incluso a 2s, 11,2% y
5% respectivamente.
En resumen, y teniendo en cuenta que manejamos lapsos
temporales (calibrados) y no fechas concretas, podríamos establecer el periodo 5300-5000 como el momento de inicio de
la tradición funeraria del Neolítico Antiguo en el Interior Peninsular. Sin embargo, si atendemos a los datos analizados en
el párrafo anterior, podríamos acotar el límite más antiguo de
este momento al 5250-5200, como se observa también en la
suma de estas dataciones reflejada en la figura 11 (Sum TUMBAS NEO. ANTIGUO).
Lo que muestra esta determinación cronológica es que estas tumbas se crearon en un momento ligeramente posterior
(a partir del 5300-5200) al inicio del Neolítico Antiguo en el
territorio estudiado (tabla 3), y a la llegada de las primeras
comunidades neolíticas pioneras (5700-5600) (Rojo et al.,
2008; García-Martínez de Lagrán, 2015). Por lo tanto, podríamos aventurar la hipótesis de que esta tradición funeraria
se iniciaría en el seno de comunidades plenamente neolíticas,
muy probablemente surgidas de los contactos e interacciones
entre las primeras comunidades neolíticas pioneras (tanto a
nivel peninsular como más concretamente en el Interior) y
Tabla 2. Dataciones de las tumbas del Neolítico antiguo en el valle del Ebro y en el Interior Peninsular.
Yacimiento
Interior
Ref. laboratorio
Data BP
cal BC 2σ
Bibliografía
Molino de Arriba
KIA-41450
6210±30
5293-5057
Inédita
6171±55
5296-4987
Jiménez y Alonso, en prensa
6120±30
5208-4961
Alameda-Cuenca et al., 2011
6087±28
5201-4910
Alto de Rodilla E 2
Fuente Celada E 62
UGA-7565
R_Combine: La Lámpara H 1
La Lámpara H 1
6144±46
5217-4962
Rojo et al., 2008
KIA-6789
6055±34
5047-4848
Rojo et al., 2008
El Congosto UE 2242
KIA-27582
6015±50
5041-4788
Martín, 2007
Villamayor
KIA-41449
5945±40
4932-4725
Inédita
El Prado
Valle del Ebro
KIA-6790
La Lámpara H 1
Beta-365669
5880±30
4827-4692
Alonso y Jiménez, 2014
Chaves Ib
GrA-26912
6230±45
5308-5057
Baldellou, 2011
Los Cascajos E 497
Ua-24426
6230±50
5311-5054
García y Sesma, 2007
Los Cascajos E 183
Ua-16024
6185±45
5291-5006
García y Sesm,a 2007
El Montico
KIA-41451
6125±30
5209-4983
Inédita
Paternanbidea Fosa 1 Individ. 2
GrA-13673
6090±40
5207-4854
García Gazólaz, 2007
Paternanbidea Fosa 2 Individ. A
GrA-13675
5960±40
4941-4729
García Gazólaz, 2007
Los Cascajos E 196
Ua-24423
5945±95
5194-4558
Inédita
201
[page-n-22]
M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 11. Gráfico de las calibraciones de las
fechas de las tumbas del Neolítico antiguo
del Valle del Ebro y del Interior Peninsular,
con la suma de sus distribuciones y la suma
de las dataciones de los yacimientos del
Neolítico antiguo en este mismo territorio
recogidas en la tabla 3.
Fig. 12. Gráficos de calibración de las
dataciones de la tumbas de Chaves Ib,
Los Cascajos E 497 y E 183, y Molino de
Arriba (datos y referencias en tabla 2).
202
[page-n-23]
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
Tabla 3. Dataciones de yacimientos del Neolítico antiguo en el valle del Ebro y en el Interior Peninsular. Datas calibradas con OxCal
4.2.3: https://c14.arch.ox.ac.uk/oxcal/OxCal.html.
Yacimiento
Ref. laboratorio
Data BP
cal AC 2σ
Muestra
Bibliografía
Peña Larga IV
La Paleta
Chaves Ib
Chaves Ib
La Vaquera IB-N.94
La Lámpara H 18
Chaves Ia
La Revilla E 14
La Revilla E 4
La Ventana
El Mirador MIR 23
La Revilla E 9
La Revilla E 4
La Lámpara H 1
La Lámpara H 9
La Revilla E 14
La Revilla E 2
Los Cascajos E 516
La Revilla E 12
La Revilla E 4
Los Husos I XVI
La Revilla E 16
Botiquería 8
La Revilla E 13
Atxoste IIIb
La Revilla E 2
La Revilla E 2
La Revilla E 13
La Revilla E 12
La Revilla E 12
El Mirador MIR 22
Los Husos I XV
Los Cascajos E 214
La Lámpara H 11
El Mirador MIR 18
La Revilla E 4
El Mirador MIR 24
El Mirador MIR 20
El Portalón de Cueva Mayor N9
La Vaquera IB-N.98
Los Husos II VII
Arenaza IC2
Botiquería 6
Los Husos II IX
La Draga A-NII
La Draga B-NII
La Draga A-NI
La Draga A-NI
La Draga B-NII
La Draga A-NI
La Draga A-NI
Beta-242783
Beta-223092
GrA-38022
UCIAMS-66317
GrA-9226
KIA-21347
GrA-28341
KIA-21358
KIA-21356
Beta-166231
Beta-208134
UtC-13347
KIA-21351
UtC-13346
KIA-21352
KIA-21357
UtC-13269
Ua-24427
UtC-13295
KIA-21359
Beta-161182
UtC-13294
GrA-13270
KIA-21355
GrA-9789
UtC-13350
KIA-21346
KIA-21354
KIA-21349
KIA-21353
Beta-208133
Beta-161180
Ua-17795
KIA-21348
Beta-208132
UtC-13348
Beta-220914
Beta-197384
Beta-222339
GrA-8241
Beta-221640
OxA-7157
GrA-13268
Beta-221642
OxA-20233
OxA-20231
OxA-20235
OxA-20234
OxA-20232
Hd-15451
UBAR-313
6720±40
6660±60
6580±35
6470±25
6440±50
6407±34
6380±40
6365±36
6355±30
6350±40
6320±50
6313±48
6289±31
6280±50
6280±33
6271±31
6250±50
6250±50
6250±50
6245±34
6240±60
6240±50
6240±50
6230±30
6220±60
6210±60
6202±31
6177±31
6158±31
6156±33
6150±40
6130±60
6125±80
6125±33
6120±40
6120±60
6110±40
6100±50
6100±50
6080±70
6050±40
6040±75
6040±50
6040±40
6179±33
6163±31
6143±33
6127±33
6121±33
6060±40
6010±70
5715-5561
5671-5483
5614-5478
5482-5375
5482-5322
5470-5323
5471-5304
5470-5233
5466-5230
5466-5225
5466-5212
5466-5209
5320-5216
5366-5073
5322-5211
5317-5211
5321-5058
5321-5058
5321-5058
5310-5075
5326-5030
5316-5056
5316-5056
5302-5070
5316-5020
5309-5011
5290-5052
5219-5034
5214-5018
5213-5011
5216-4993
5225-4854
5291-4846
5210-4965
5209-4953
5220-4851
5208-4942
5210-4856
5210-4856
5213-4834
5056-4836
5208-4780
5194-4796
5047-4836
5221-5025
5215-5022
5210-5001
5210-4981
5208-4961
5195-4842
5201-4721
Ovicáprido
Cerealia
Ovicáprido
Ovicáprido
Bellota
Fauna
Bellota
Fauna
Ovicáprido
Fauna
Cereal
Cereal
Fauna
Cereal
Fauna
Fauna
Cereal
Cereal
Cereal
Sus sp.
Fauna
Cereal
Fauna
Fauna
Fauna
Cereal
Fauna
Ovicáprido
Fauna
Ovicáprido
Cereal
Fauna
Bos
Fauna
Cereal
Cereal
Cereal
Ceral
Fauna
Bellota
Fauna
Fauna
Fauna
Fauna
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Fernández-Eraso, 2011
Jiménez-Guijarro, 2010
Baldellou, 2011
Baldellou, 2011
Estremera, 2003
Rojo et al., 2008
Baldellou, 2011
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Jiménez-Guijarro, 2010
Vergès-Bosch et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Inédita
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Fernández-Eraso, 2011
Rojo et al., 2008
Barandiarán y Cava, 2000
Rojo et al., 2008
Alday, 2012
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Vergès-Bosch et al., 2008
Fernández-Eraso, 2011
Com. pers. J. Sesma y J. García
Rojo et al., 2008
Vergès-Bosch et al., 2008
Rojo et al., 2008
Vergès-Bosch et al., 2008
Vergès-Bosch et al., 2008
Ortega et al., 2008
Estremera, 2003
Fernández-Eraso, 2011
Arias y Altuna, 1999
Barandiarán y Cava, 2000
Fernández-Eraso, 2011
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
203
[page-n-24]
M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
los grupos locales, lo que hemos definido como comunidades
de 2ª, 3ª,… generación (Rojo et al., 2008; García-Martínez
de Lagrán, 2014).
Este argumento viene corroborado, en parte, por los análisis genéticos que se han realizado sobre Cascajos y Paternanbidea, donde coexisten haplogrupos con edades de coalescencia
de entre 20.000 y 25.000 años y, por tanto, correspondientes a
poblaciones europeas previas a la neolitización (Haplogrupos
H, U, K), con otros cuya edad de coalescencia se establece
entre 8.000 y 10.000 años (Haplogrupo J) y cuyo origen se sitúa en el Próximo Oriente. En este sentido, un reciente trabajo
plantea la existencia de dos grandes migraciones en la Prehistoria Europea, coincidiendo la primera con los grupos neolíticos provenientes del Próximo Oriente. En la Península Ibérica se observa cómo existe una ruptura genética importante
con la llegada de esta primera corriente de neolitización para,
inmediatamente, producirse una mezcla con las poblaciones
autóctonas que se manifiesta, especialmente, en el Neolítico
Medio y Final con el rebrote, de forma mayoritaria, de los li-
najes ancestrales previos a la neolitización (Haak et al., 2015).
Como vemos, unos cientos de años después del primer aporte
foráneo a la Península, las poblaciones ya se han diversificado genéticamente como muestra de una población abierta, con
múltiples conexiones y nada endogámica.
Otro ligero desfase cronológico que habrá que confirmar en
el futuro con más datos, se da en algunos yacimientos con dataciones de tumbas y de contextos de habitación. En los casos de
Chaves y La Lámpara las fechas de las tumbas son varios siglos
más recientes que las de las primeras ocupaciones, en cambio
en Los Cascajos, por ejemplo, éstas parecen contemporáneas
(fig. 13). La interpretación de esta información es complicada y no va más allá de las meras hipótesis. Como ya hemos
comentado la aparición de estas tumbas no se produce en las
primeras ocupaciones de estos asentamientos (desde luego no
en los contextos colonos pioneros, por ejemplo en Peña Larga
IV: 5715-5561; o en Chaves Ib: 5614-5478), sino en una fase
posterior. Tal vez su aparición podría relacionarse con conflictos
o cuestiones de ámbito territorial, social y/o económico, como
Fig. 13. Dataciones de Chaves,
La Lámpara y Los Cascajos.
En negro las fechas de los
enterramientos y en gris otras
muestras de los yacimientos.
204
[page-n-25]
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
la apropiación del espacio frente a otros grupos sociales u otras
comunidades, o de reafirmación individual o familiar en el seno
de la comunidad, como se ha sugerido en otros ámbitos como
la LBK (Hofmann, 2012), o, incluso, con cuestiones rituales de
refundación de nuevos asentamientos tras la muerte de un individuo importante, también en la LBK (Bogucki, 2000).
Sea cual fuere la causa y la finalidad de estas tumbas su
tradición perdura a lo largo de bastante tiempo. Como ya hemos comentado, las dataciones acotan su inicio en las últimas
centurias del VI milenio y la prolongan a lo largo del V. Posteriormente, y a medida que avance el tiempo, aparecerán otros rituales, símbolos, ajuares, arquitecturas, y tradiciones funerarias
(Rojo Guerra, 2014 y Garrido-Pena et al., 2012).
Con todos los datos obtenidos y considerando en conjunto
como un único registro los últimos yacimientos (si no lo hiciéramos así, todo el análisis global se reduciría a repetir las observaciones realizadas sobre Cascajos y Paternanbidea), podemos
establecer un conjunto de regularidades en el comportamiento
funerario de las primeras poblaciones neolíticas en cuanto a tipo
de estructuras utilizadas y naturaleza del depósito, sexo y edad
de los inhumados, presencia/ausencia de ajuar y características
del mismo, así como la posición del difunto dentro de la tumba
y sus orientaciones. Todos estos puntos aparecen reflejados en
la tabla 4 y podríamos resumirlos en:
a) Tipos de estructuras y naturaleza del depósito: La inmensa
mayoría de las tumbas documentadas se corresponden con fosas
cerradas donde se depositan enterramientos primarios. En cuatro
casos (El Montico, una estructura de Paternanbidea, Chaves y El
Congosto) podríamos asegurar que el/los difuntos se depositaron
en una fosa abierta susceptible de manipulaciones posteriores a
la deposición. En estos casos (Montico, Paternanbidea y El Congosto) estaríamos ante depósitos dobles sucesivos con reducción
de partes del primer inhumado. Sólo en un caso, la estructura 1
de Paternanbidea, pese a considerarla un depósito sucesivo con
reducción del primer inhumado, podríamos estar ante un sepulcro
más bien múltiple o colectivo. En este caso, estamos convencidos
de que, pese a que los difuntos fueron depositados en una depresión (no nos atrevemos a clasificarlo como fosa), debió existir
una estructura aérea de algún tipo de material perecedero que no
ha llegado hasta nosotros. Por último, en un solo caso (Chaves)
el difunto debió depositarse en una fosa abierta con algún tipo de
cubierta, posiblemente de madera.
4. CONCLUSIONES FINALES
En el presente estudio se han analizado 12 yacimientos con evidencias de enterramientos. Por diversas razones, mencionadas
en el texto, la información sobre cada uno de ellos es muy dispar y desequilibrada. Por lo general, en cada yacimiento se ha
documentado una sepultura a excepción de los yacimientos de
El Prado con dos estructuras y dos individuos, Paternanbidea
con 4 estructuras y un número mínimo de 13 individuos, y Los
Cascajos. Es, sin duda, este yacimiento el que ha deparado el
mayor número de sepulturas pero que corresponden a dos fases
diferentes: un Neolítico Antiguo y un Neolítico Medio. A la primera fase pertenecen con seguridad 12 tumbas y a la segunda 6.
Las 19 restantes no tienen una adscripción precisa bien por falta
de ajuar y/o bien por ausencia de dataciones absolutas.
Tabla 4. Cuadro resumen de las características generales de las tumbas del Neolítico Antiguo en el Interior Peninsular y Valle del Ebro.
SW
SE
NW
NE
W
E
S
Orientación
N
Sentado
Supino
Prono
DLI
Fauna
DLD
Múltiple / colectivo
Sucesivo con reducción
Primario
Adornos
Cerámico
Posición difunto
6
Lítico
Adulto
27
Secundario
Naturaleza
Depósito
Ajuar
Juvenil
Edad
Infantil
Hembra
Sexo
Vvarón
Otros
Fosa cerrada
Fosa abierta
Tipo
estructura
Montico
La Lámpara
Molino Arriba
Villamayor
Los Cascajos
71% 13%
Paternanbidea
50% 50%
30%
Chaves
8% 8%
8%
50% 25%
?
Alto Rodilla
Fuente Celada
El Congosto
Valdivia
El Prado
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
205
[page-n-26]
M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
b) Sexo y edad: La composición por sexos de la necrópolis
de Los Cascajos refleja por sí misma la tónica general de los
enterramientos del interior peninsular al contar con un 71% de
varones frente a un 13% de mujeres. Por tanto la mayor parte de los difuntos conocidos del Neolítico Interior Peninsular
son varones a excepción de El Prado con dos mujeres ancianas,
La Lámpara donde se depositó una anciana y la necrópolis de
Paternanbidea donde el 50% son mujeres. Por edades, hay que
destacar la escasa presencia de población infantil (El Congosto,
Alto de Rodilla y Paternanbidea) y la mayoría de individuos
adultos, aunque en Los Cascajos observemos 27 juveniles y 6
adultos. Por tanto, la población juvenil adulta es la que aparece
mayormente representada.
c) Ajuar: Tanto la presencia/ausencia de ajuar como la importancia cuantitativa en cada caso son absolutamente dispares. Por
ejemplo, en Los Cascajos el ajuar es muy pobre por lo general y
sólo en unos pocos casos existe y, en menos aún, es ciertamente
significativo, como hemos visto en el apartado correspondiente.
Por el contrario, en Paternanbidea, sin ser muy numeroso, sí que
es significativo y, aunque podamos hallar tanto industria lítica
(microlitos), cerámica o fauna, lo que realmente destaca, como
hemos visto también, son los adornos (cuentas de collar o colgantes). Hay dos casos que sobresalen en este apartado por encima de
los demás y por motivos distintos: el primero es El Montico, que
destaca por el número de microlitos hallados junto a los restos
de las inhumaciones. Son un total de 41 monturas con el valor
añadido de que la inmensa mayoría presentan huellas de haber
sido utilizados. Ya hemos planteado la posibilidad de que estemos ante una posible ejecución, idea sugerida por la traceología
(ver apartado 2.1.1.2) y no descartable al analizar algunas de las
fotografías del proceso de excavación donde, como se observa
en la figura 2, dos de las posibles puntas de proyectil descansan
directamente sobre uno de los fémures. Sea como fuere, de todas son conocidas las escenas de ejecuciones en el arte levantino (López Montalvo, 2011) y la inusual concentración de puntas
de proyectil en esta tumba nos podría sugerir una escena similar
como causa de la muerte de uno de los individuos enterrados.
Otra circunstancia interesante y única de este yacimiento entre
las tumbas del Neolítico Antiguo Peninsular es la colocación de
toda una cornamenta de ciervo sobre la última deposición que nos
hace recordar a las tan renombradas tumbas epipaleolíticas de Teviec y Hoedic en la Bretaña francesa. El hecho excepcional en El
Montico es la presencia de la cornamenta completa, pues luchaderas (basales, segunda, central o, incluso candiles) y otros restos
de fauna aparecen con mayor frecuencia en las tumbas neolíticas
como sucede en La Lámpara, Villamayor, varias de Los Cascajos,
Paternanbidea o Alto de Rodilla.
El segundo caso excepcional en este apartado es la tumba
de La Lámpara en Ambrona. Es uno de esos raros ejemplos en
los que se inhuma a una mujer anciana con un ajuar extensísimo
que hemos detallado anteriormente y en el que hemos llegado a
distinguir un ajuar personal (vasija cerámica completa, lámina
con huellas de reutilizaciones y reavivados y un amplio ajuar
colectivo especialmente cerámico (536 fragmentos de vasos),
pero también lítico y objetos de fauna como espátulas, candiles
de ciervo y cornamenta de cabra. La enorme cantidad de objetos
presentes en esta tumba, por cierto de forma peculiar ya que la
sección de la misma parece haber correspondido a un silo reaprovechado, nos hacen precisar dos aspectos interesantes; uno
206
sería el alto rango o la alta consideración que la anciana debía
tener en vida, visto el ajuar desde una perspectiva procesualista
y, otro sería el hecho de que el relleno contenga una buena parte
del ajuar. La evidencia arqueológica en este sentido es variada
y múltiples, también, las interpretaciones. Por ejemplo, los escasos materiales que se recuperaron en el relleno de Chaves no
se consideran ajuar sensu estricto, opinión que compartimos.
Lo mismo ocurre con el relleno de otras fosas como Villamayor,
El Congosto o El Prado. En Villamayor los propios autores del
descubrimiento señalan que la tierra del relleno procede de un
yacimiento próximo y no del entorno inmediato a la fosa. En
este caso, y en un sentido animista, podemos pensar en que todo
es ritual, ajuar o lo que queramos decir, aunque el difunto no
tenga unas ofrendas específicas.
Ofrendas específicas que sí tienen los muertos con ajuar
de Cascajos, Paternanbidea, Buniel o la mencionada cuerna
de ciervo en El Montico. En La Lámpara, como hemos comentado, todo el relleno estaba perfectamente estructurado y
diseñado de antemano. A la difunta se le colocaron una vasija
completa y una lámina con lustre de cereal a los pies en el momento de su deposición en el fondo del silo. Posteriormente,
según se iban rellenando, se rompieron varias vasijas cerámicas que, junto con restos de fauna, completaron el sellado de
la tumba. Da la sensación de que toda esta evidencia podría ser
el resultado de un auténtico banquete funerario ocurrido con
motivo del sepelio de una anciana especialmente importante
para las gentes del poblado.
d) Posición de los difuntos y orientaciones: La mayoría de los
difuntos están depositados en decúbito lateral derecho, algunos
menos en la misma posición sobre el costado izquierdo, pero lo
más significativo, junto a un caso en que el difunto se depositó
sentado (Chaves) es que sólo en el Valle del Ebro se documenta la
posición de supino, y en todos los yacimientos además; El Montico, hasta el 30% de los casos en Cascajos y en Paternanbidea. En
cuanto a orientaciones, la predominante es la SE ya que el 33% de
los individuos de Cascajos tienen esa orientación al igual que El
Montico, La Lámpara y algunos individuos de Paternanbidea. En
Cascajos, un número significativo también está orientado al SW
(33%) al igual que algunos difuntos de Paternanbidea. Sólo en un
caso de está necrópolis y el inhumado en Fuente Celada tienen
una orientación NW mientras que el único individuo inhumado
con una orientación W se da en Paternanbidea.
Para concluir, nos gustaría ofrecer una interpretación de los
puntos anteriores desde la perspectiva del proceso de neolitiziación y del Neolítico Antiguo en el Interior y en la Península
Ibérica en general. En nuestra opinión (Rojo et al., 2008; García-Martínez de Lagrán et al., 2011; García-Martínez de Lagrán,
2012, 2014, 2015) la extensión del Neolítico por la Península
Ibérica podría articularse en dos etapas. La primera, el proceso de neolitización propiamente dicho, entre el 5700-5600 y el
5300-5200 cal AC. Entendemos como tal, el periodo de contacto, interacción y convivencia de grupos neolíticos pioneros y
grupos indígenas de cazadores-recolectores. A partir del 53005200 esta situación tiene como resultado el inicio del Neolítico
Antiguo en una gran parte de la Península Ibérica. Por lo tanto,
optamos por un proceso ecléctico en el que comparten protagonismo los grupos mesolíticos y las comunidades neolíticas
pioneras que llegan de territorios foráneos (sur de Francia por
los Pirineos, Mediterráneo occidental, norte de África: Berna-
[page-n-27]
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
beu et al., 2009; Bernabeu y Martí, 2012, 2014; García-Borja et
al., 2010; Manen, 2014; Manen et al., 2007; Utrilla, 2002, entre
otros). Denominamos a estos grupos comunidades de 1ª generación ya que son los primeros grupos plenamente neolíticos
que llegan a Iberia. Posteriormente, su interacción durante tres
o cuatro siglos con los grupos locales dará lugar a comunidades
de 2ª, 3ª, 4ª,... generación, éstas últimas, a su vez, colonizarían
nuevos territorios (o antiguos y ya conocidos) produciendo nuevas dualidades culturales, relaciones, interacciones, transmisión
de conocimientos, etc.
Los datos sobre el mundo funerario que acabamos de analizar apoyarían este modelo eclético de interacción. En este sentido nos gustaría destacar tres puntos a modo de resumen:
a) Los análisis genéticos: Como ya hemos comentado, la
coexistencia de diferentes haplogrupos en la población analizada (especialmente Cascajos y Paternanbidea) apoyaría la idea
de comunidades abiertas a los contactos, con aportes genéticos
externos y locales.
b) Las características del ritual funerario: estructuras,
ajuares, inhumados, etc. Hemos repetido varias veces a lo largo
del texto que estas tumbas muestran una serie de características
comunes en un amplio territorio que les confieren un cierto grado o sentido de unidad. Este hecho también se ha detectado en
otros aspectos del registro como la cerámica (García-Martínez
de Lagrán et al., 2011; García-Martínez de Lagrán, 2012) y también en algunos aspectos de la industria lítica, especialmente en
el desarrollo y uso de las láminas simples como útiles polifuncionales. Sin embargo, al mismo tiempo, todas estas variables
(cerámica, industria lítica, tumbas) muestran peculiaridades
regionales o locales, como el predominio de ciertos temas y
técnicas en áreas específicas (García-Martínez de Lagrán et al.,
2011; García-Martínez de Lagrán, 2012), o la distribución de
los tipos de geométricos (Alday y Cava, 2009; Barandiarán y
Cava, 1992; Utrilla et al., 2009), o de los tipos de hoces (Gibaja
et al., 2012; Perales et al., 2015).
Por lo tanto, estaríamos, al mismo tiempo, ante un fondo
común y ciertas peculiaridades geográficas. En nuestra opinión
esta situación es consecuencia de los protagonistas y los escenarios que se producen durante el proceso de neolitización en
el Interior y en el valle del Ebro. La cronología que presentan
todas estas tumbas también apoyaría esta hipótesis. Su datación
a partir del 5300-5000 nos indicaría que fueron construidas y
utilizadas por comunidades de 2ª, 3ª,… generación, esto es,
grupos del Neolítico antiguo. Ante esta afirmación es obligatorio preguntarse cuál pudo ser el aporte o la influencia de estos
grupos en este mundo funerario, como veremos a continuación.
c) La influencia del mundo funerario mesolítico y neolítico pionero: El primer hecho que llama la atención del mundo
funerario mesolítico es su distribución geográfica, centrada
principalmente en las zonas periféricas/costeras. Sin embargo,
es curioso que en el valle del Ebro, por ejemplo, no se hayan
encontrado este tipo de manifestaciones a pesar de un destacado poblamiento mesolítico, ya que el único caso conocido,
Aizpea, presenta también esta ubicación periférica dentro del
territorio navarro (Barandiarán y Cava, 2001).
Recientemente Gallego (2009) ha realizado una síntesis de
este tema definiendo las siguientes características para el mundo
funerario mesolítico de la Península Ibérica: la inhumación de
personas de cualquier sexo y edad, aunque en algunos sitios hay
un claro predominio por los hombres adultos, por ejemplo en El
Collado (Gibaja et al., 2015); gran variedad de prácticas funerarias; la existencia de posturas y orientaciones variables aunque
con una cierta estandarización dentro de cada yacimiento; la ausencia generalizada de ajuares; la presencia mayoritaria de enterramientos individuales y la existencia de enterramientos múltiples diacrónicos con reaperturas de las estructuras funerarias; la
constatación del fenómeno de los “huesos perdidos” y, por lo tanto, de prácticas de desarticulación y manipulación corporal, etc.
En resumen, podríamos plantear la hipótesis de que ciertas características del mundo funerario del Neolítico Antiguo en el Interior Peninsular y el valle del Ebro suponen una influencia directa
del Mesolítico, como por ejemplo, la edad y el sexo de los inhumados, o la presencia mayoritaria de enterramientos individuales
junto con otros múltiples, o la reapertura de algunas estructuras, o,
incluso, la escasa importancia de los ajuares, etc. Bien es cierto, que
con los datos actuales, tanto del Mesolítico como del Neolítico, es
muy aventurado realizar cualquier afirmación.
En este sentido, no conocemos los rituales ni las costumbres
funerarias de los grupos neolíticos pioneros o comunidades de
1ª generación que llegaron a la Península Ibérica. Sólo podemos
sugerir que determinadas características de las tumbas analizadas en este trabajo serían un aporte de estos grupos, nos referimos concretamente a las evidencias (estructuras, ajuares, restos
arqueológicos, etc.) de estas tumbas y rituales relacionados con
la agricultura y la ganadería.
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
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Del neolític a l’edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 181-210.
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular:
nuevos datos para una actualización de la evidencia empírica
Manuel A. Rojo Guerra, Íñigo García Martínez de Lagrán, Rafael Garrido Pena,
Cristina Tejedor Rodríguez, Eulàlia Subirà de Galdácano, Jesús García Gazólaz,
Jesús Sesma Sesma, Juan Francisco Gibaja Bao, Mercedes Unzu Urmemeta,
Ángel Luis Palomino Lázaro, Irene Jiménez Jiménez,
Eduardo Arroyo Pardo y Héctor Arcusa Magallón
r e s u me n
A la vez que dar a conocer tumbas y cronologías inéditas de los inicios del Neolítico en el interior peninsular, se pretende
analizar con el detalle que nos permite en cada contexto la bibliografía existente, todos los casos de tumbas de esta fase en
el interior peninsular y en el Valle del Ebro. Serán analizados con detalle el tipo de estructura utilizada y la naturaleza del
depósito funerario, la edad y el sexo de los enterrados, el tipo de ajuar, su presencia o ausencia en cada caso, así como la
posición y la orientación de los difuntos en la tumba. Todo ello con la intención de ofrecer una visión integral de las evidencias
funerarias en los inicios de la economía con rendimientos diferidos.
p a l a b r a s c l a v e : Inhumación,
Neolítico antiguo, interior peninsular, Valle del Ebro, cronología absoluta.
abstract
Early Neolithic tombs from the interior of Iberia: new data for an updating of the empirical evidences.Together with the
publication of new tombs and radiocarbon dates from the Early Neolithic, an analysis is made about the complete catalogue of
graves known of this chronology in the interior of the Iberian Peninsula and the Ebro Valley: the structure of the tomb used,
the nature of the burial deposition, the sex and age of the individuals, the grave offerings (presence or absence) as well as the
position and orientation of the deceased inside the grave. The aim is to show a general overview of the burial evidences of the
first farmers in this region.
keywords:
Early Neolithic, Interior of Iberia, Ebro Valley, 14C.
1. INTRODUCCIÓN
Los años de bonanza económica en nuestro país llevaron consigo una enorme proliferación de obras públicas, proyectos de urbanización, planes parciales de industrialización etc., cuya ejecución debía contar con la correspondiente intervención arqueológica de urgencia. De esta ingente actividad excavadora, no
siempre investigadora, han surgido hallazgos interesantes que
vienen a informarnos sobre un aspecto bastante desconocido,
hasta ahora, en el registro del Neolítico Antiguo Peninsular: las
tumbas. Prácticamente sólo Chaves y la Lámpara son tumbas
descubiertas en el seno de sendos proyectos de investigación,
el resto de las que presentaremos a continuación lo han sido a
través de intervenciones arqueológicas de urgencia o gestión.
El objetivo que nos mueve al publicar este trabajo es triple;
por una parte dar a conocer algunas tumbas inéditas en el interior peninsular y/o Valle del Ebro reflejadas en la figura 1. En
segundo lugar, presentar algunas dataciones inéditas que hemos
obtenido de los individuos enterrados en el Montico, Molino
de Arriba o Villamayor y, en tercer lugar, reunir y analizar en
conjunto todas las evidencias conocidas hasta el presente correspondientes a los primeros momentos de la neolitización,
hasta ahora valoradas y contextualizadas en trabajos generales,
junto con otros casos del Neolítico medio/final y del megalitismo (Rubio de Miguel, 2002; Garrido et al., 2012).
2. MUESTRA ANALIZADA
2.1. El Llano del Montico (Monreal-Izco)
El yacimiento de El Llano del Montico estaba incluido en el
IAN (Inventario Arqueológico de Navarra) con la referencia
09311240001, catalogado como un asentamiento al aire libre
de amplia extensión y cronología imprecisa por la presencia,
en superficie, de abundante sílex, cerámica poco definitoria y
pulimentados diversos.
181
[page-n-2]
M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 1. Mapa de dispersión de las tumbas analizadas en el texto: 1) Paternanbidea, 2) El Llano del Montico, 3) Los Cascajos,
4) Alto de Rodilla, 5) Fuente Celada, 6) Molino de Arriba, 7) El Prado, 8) Chaves, 9) La Lámpara, 10) El Congosto, 11) Valdivia,
12) Villamayor de Calatrava.
El trazado de la Autovía Subpirenaica, Pamplona-JacaHuesca, en concreto, la construcción del tramo Monreal-Izco,
en los puntos kilométricos 9+500 y 9+930 afectaba a algunos
sectores de la delimitación del yacimiento por lo que, bajo los
auspicios del Servicio de Arqueología de la Comunidad Foral
de Navarra, se planteó una intervención arqueológica que fue
encargada al Gabinete TRAMA S.L.
El Llano del Montico se ubica en el extremo sureste de la
Falla de Ibargoiti; un pasillo natural de margas eocénicas dentro de la cuenca de Lumbier-Aoiz, surcada por el río Elorz de
sureste a noroeste y flanqueada por la serreta que le separa del
Valle de Unciti y por la sierra calcárea de La Higa. Pues bien, el
yacimiento se sitúa en el extremo sureste de este pasillo, en la
falda de la Peña de Izaga, a 600 m sobre el nivel del mar.
La flora autóctona, que se conserva en algunos rodales residuales, estaba compuesta por robles y encinas en las solanas y
pinos silvestres y hayas en las umbrías. Sin embargo, en la actualidad, la mayor parte del paisaje, al margen del fondo de los
valles ocupados por cultivos cerealistas, se compone de pinares
de repoblación.
Desde Abril a Septiembre de 2007 se llevaron a cabo varias
fases de intervención en los 20.000 m2 en que el yacimiento
era afectado por el trazado de la autovía y que consistieron en
la retirada mecánica de la primera capa superficial, limpieza y
topografía de todas las evidencias negativas observadas y, por
último, excavación de las más importantes. El resultado fue la
constatación de un enorme hábitat al aire libre, arqueológica182
mente compuesto por una ingente cantidad de estructuras negativas que conferían al enclave el aspecto característico de los
llamados “campos de hoyos”, tan habituales en la prehistoria
peninsular desde el Neolítico a la Edad del Bronce (Bellido
Blanco, 1996). Frecuentemente los “Campos de hoyos” son
asentamientos de enormes dimensiones, con ocupaciones recurrentes a lo largo del tiempo que se van yuxtaponiendo en el
espacio. Ello hace que no se forme una estratigrafía vertical y
la segregación cronológico-cultural de cada fase debe realizarse
mediante el estudio tecnotipológico de los materiales o la aplicación de técnicas de datación absoluta.
El Llano del Montico responde perfectamente a esta tipología de yacimiento; la superficie excavada supera las 2 hectáreas,
siendo considerablemente mayor aún el área de dispersión de
materiales, tipológicamente las cerámicas recuperadas corresponden a diferentes momentos (Neolítico, Calcolítico, Campaniforme, Edad del Bronce), y las estructuras, con diferentes
adscripciones culturales se disponen anárquicamente, por todo
el área intervenida.
Según el informe elaborado por el Gabinete TRAMA S.L.,
los resultados totales de la intervención arqueológica (en sus
diferentes fases de delimitación, limpieza y excavación) fue la
constatación de las siguientes estructuras:
a) Depósitos en hoyo: En diferentes puntos del yacimiento se localizaron, a lo largo de las tres fases de la intervención
arqueológica, un total de 190 depósitos en hoyo de cronología
prehistórica. En general se trataba de cubetas no muy profundas
[page-n-3]
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
con diámetros de entre 1 y 2 m. En estas estructuras negativas se recuperaron diversos materiales arqueológicos entre los
que destacan abundantes restos cerámicos y óseos –con y sin
evidencias de la acción del fuego–, varias puntas de flecha y
microlitos realizados en sílex, varias hachas pulimentadas así
como algunos molinos de mano.
Muchos de estos depósitos fueron colmatados, una vez
abandonados, por piedras y cantos, definiendo pequeñas concentraciones líticas de planta de tendencia circular con diámetros que oscilan entre el metro y el metro y medio. En la mayoría
de los casos, las concentraciones contenían material arqueológico prácticamente igual al del resto de los depósitos, aunque en
menor cantidad.
b) Hoyos de poste: De los 19 pequeños hoyos verticales localizados, tan sólo 11 parecen corresponder a los restos de auténticas
estructuras de postes ya que en su interior no se ha hallado ningún
tipo de material arqueológico excepto carbones. A pesar de que no
ha sido posible definir con claridad la planta de una unidad de habitación, parece innegable que debió de existir en esa zona algún
tipo de estructura ya que 10 de ellos se encuentran relativamente
agrupados en el extremo noroccidental del yacimiento.
c) Enterramientos: Seis de las estructuras negativas contenían restos humanos y, por tanto, fueron consideradas como
tumbas. En todos los casos podemos afirmar que, aunque correspondan a diferentes períodos culturales, comparten las mis-
mas características: depósitos poco profundos (circunstancia
impuesta por la presencia de bloques de piedra de gran tamaño
que dificultaban la excavación del terreno natural) en forma de
cubeta; presencia de más de un individuo en el interior de cada
uno de los depósitos (enterramientos dobles); en los casos en
que se han conservado suficientes partes del esqueleto postcraneal, fueron depositados en posición fetal en decúbito lateral
izquierdo. Igualmente, en todos los casos era patente su lamentable estado de conservación.
Enterramiento nº 6.- La estructura catalogada en el informe
de TRAMA S.L. como enterramiento nº 6 es la única que, tanto
por su ajuar funerario como por su cronología (como veremos)
corresponde al Neolítico antiguo y es objeto de un estudio especial en este trabajo. Se trataba de una cubeta hemisférica excavada en las gravas de la terraza, de 1,15 m de diámetro y una
profundidad conservada de 10 cm. En su interior se hallaron los
restos parciales de dos individuos que estaban depositados en
la mitad este del fondo del hoyo. Sobre los restos humanos se
había depositado lo que pudiera ser una cornamenta completa
de ciervo de la que sólo se conservaban identificables el pivote,
las dos rosetas y un cuerpo principal con la corona machacada y
una punta rota. En el proceso de excavación se recuperaron una
luchadora, dos puntas medias con candiles, otras dos sin ellos y
tres candiles más. Igualmente se recuperó un punzón de hueso
fragmentado y muy desgastado (fig. 2).
Fig. 2. Planta del enterramiento 6 de El Llano del Montico con fotografía ampliada de hueso largo sobre el que se observan 2
microlitos geométricos. Luchaderas y candiles de ciervo como ajuar de la tumba.
183
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
El individuo nº 1, adulto masculino (entre 30/40 años) tiene
un índice de preservación (Walker et al., 1988 y Safont et al.,
1999) próximo al 72%, conservando la mayoría de los huesos
largos, 16 piezas dentales y prácticamente todos los huesos de
las manos y pies (fig. 3). En relación con posibles patologías se
aprecian caries en dos dientes, cálculo dental en todas las piezas
y ausencia de hipoplasia del esmalte lo que, con toda probabilidad, es la causa del fuerte desgaste dental, especialmente de las
piezas anteriores. Se aprecian, asimismo, inserciones musculares palmares de las falanges proximales que implicarían un gran
desarrollo muscular relacionado con la prensión de las manos.
El individuo nº 2, adulto joven masculino (entre 20/25 años),
tiene un índice de preservación claramente inferior, en torno al
48% (fig. 3). No conserva los huesos propios de manos y pies,
sólo algunos de cara y cabeza, partes de mandíbula y maxilar y
algunas diáfisis de huesos largos (húmeros, fémures y un peroné).
Conserva únicamente 7 piezas dentales y en ningún caso, posiblemente debido a su juventud, se aprecia en ellos cálculo dental,
caries o hipoplasia del esmalte. No se ha podido observar ninguna
lesión ni patología en la escasa muestra ósea conservada.
En general, en ambos individuos, se observa una buena conservación por lo que a la superficie y textura de las diáfisis se
refiere, pero no ocurre lo mismo con los extremos o epífisis y,
en general con todo el tejido esponjoso (ausencia absoluta de
raquis vertebral y de casi todas las costillas). Esta ausencia epifisaria y de sustancia esponjosa debe ponerse en relación con
procesos tafonómicos de descomposición natural ya que no se
han apreciado evidencias de alteraciones por roedores u otros
animales. Esta circunstancia ha impedido obtener datos válidos
sobre el cálculo de estatura y robustez de los individuos. Tan
sólo, y para la extremidad inferior, se ha podido calcular el índice platimérico del fémur en ambos individuos y el platicnémico
en la tibia derecha del individuo 1. En ambos casos los fémures
son platiméricos y la tibia del individuo 1 es platicnémica (tabla
1), lo que podría ponerse en relación con la práctica habitual de
marchas largas por terrenos pedregosos.
En relación con la naturaleza del depósito, esto es, si se trata
de una deposición primaria o secundaria, simultánea o sucesiva,
existe un cierto grado de incertidumbre, motivado por la roturación secular de los campos y la retirada mecánica de la montera
del terreno. Sin embargo hay suficientes indicios en el proceso
de excavación y registro para intentar aproximarnos a la realidad y plantear una posible interpretación. En primer lugar, el hecho de que la cuerna de ciervo estuviera prácticamente completa
sobre los restos óseos nos hace pensar que su colocación supuso
la última intervención humana en la tumba. Bajo ella y, según
un análisis detallado de las fotografías de la excavación y la
planimetría, se pueden adivinar algunas conexiones articulares
a nivel de extremidades así como de algunas partes del esqueleto que corresponden al individuo 1. Este aparece orientado
S-E, probablemente fue depositado en decúbito supino con las
extremidades inferiores flexionadas de forma alzada, de modo
que las piernas se apoyarían en la pared de la estructura. Sobre
estas extremidades inferiores, a nivel de las rodillas y apoyándose también en la pared de la estructura se depositó el asta de
ciervo. La tumba no se colmató de tierra de forma inmediata por
Fig. 3. Comparación del estado de preservación de los individuos de El Llano del Montico.
184
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Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
Tabla 1. Índices calculados en la extremidad inferior de los individuos 1 y 2.
Individuo 1
Derecho Izquierdo
Índ. platimería
Índ. platicnémico
Individuo 2
Derecho Izquierdo
-
82,9
77,4
74,2
58
-
-
-
lo que, al descomponerse el cadáver y, bajo el peso de las astas,
las extremidades cedieron sobre el suelo de la tumba hallándose
en la posición actual. En otra imagen del proceso de excavación,
aparece la pierna derecha con el fémur, la tibia y parte del peroné en paralelo por la cara anterior de los huesos. En este caso
la posición es fruto meramente del desplazamiento producido
al perder la sustancia blanda. El fémur izquierdo aparece por
la norma posterior articulado con el coxal del mismo lado que
se presenta en norma lateral. El peso del asta desplazó a los
mismos hacia el norte haciendo que rotara el fémur en el coxal
dejándolo en la disposición en la que han sido hallados.
En el extremo más al sur de la fosa, se observa un fragmento
de mandíbula asociado a restos craneales que muestran un cierto desplazamiento gravitacional propio de la descomposición a
nivel craneal con la desarticulación mandibular y la caída de la
misma. La distancia (espacio) entre el cráneo y los coxales correspondería perfectamente al necesario para albergar el tórax. No
está clara la distribución de las extremidades superiores de este
individuo si bien en las fotografías parecen reconocerse fragmentos humerales en lo que correspondería a la región torácica.
Vistas así las cosas, parece fuera de toda duda que el individuo nº 1 se encontraba en posición primaria, depositado en
decúbito supino con las extremidades inferiores arqueadas y las
superiores posiblemente recogidas en el tórax. La descripción
realizada se corresponde perfectamente con la que García y
Sesma (2007a: 62 y fig.4) hacen para el individuo A del enterramiento nº 2 de Paternanbidea.
Ahora bien, ¿qué podemos decir del individuo nº 2? Tanto
en las fotos de excavación como en planimetría ha sido imposible reconocer ningún hueso que correspondiera al mismo, por
lo que debemos deducir que sus restos, sin conexión anatómica
alguna, se encontraban bajo el individuo nº 1 que a su vez estaba bajo la cuerna de ciervo. Ante ello sólo podemos evaluar
la naturaleza de su depósito atendiendo a criterios estrictamente antropológicos. En primer lugar debemos prestar atención
a la representación anatómica, encontrándonos con un índice
de preservación inferior al 50%. Es ésta, la subrepresentación
anatómica, un primer e importante indicador de los depósitos
secundarios, también llamados en dos o más tiempos (Velasco
Vázquez, 2014: 194). Otro detalle a considerar es la ausencia
de conexiones anatómicas, especialmente las lábiles (manos, raquis cervical, pies). Teniendo en cuenta que el individuo 1 si poseía todos los huesos de manos y pies, no podemos achacar esta
ausencia a procesos tafonómicos naturales de preservación diferencial, lo que contribuye, aún más, a pensar en que el individuo
nº 2 había sufrido algún tipo de tratamiento post mortem. Pero
¿qué tipo concreto de tratamiento? Ante la ausencia de otros importantes indicadores para determinar el carácter secundario del
depósito (presencia de huellas evidentes de descarnado activo,
marcas y huellas producidas por la acción de animales cuando
los huesos se hallaban expuestos al aire) y habiendo considerado el carácter primario para el individuo nº 1 (descomposición
en un espacio abierto, colocación de un asta de ciervo sobre
el conjunto de los restos, recuperada en su posición original),
podemos concluir que más que un enterramiento secundario del
individuo nº 2 se haya producido una reducción del mismo, es
decir, un reagrupamiento de una buena parte de los huesos del
primer individuo depositado en el mismo espacio en el que se
produjo su depósito inicial (Duday et al., 1990: 44).
Con todo, creemos que la definición más acertada y precisa que podemos realizar sobre la naturaleza del depósito
hallado en el enterramiento nº 6 de El Llano del Montico, es
la de una deposición doble sucesiva con reducción del primer
individuo inhumado.
Por más que la norma habitual conocida hasta ahora para
los enterramientos del Neolítico Antiguo en las Tierras del Interior Peninsular sea la de la inhumación individual en fosa como
lo atestiguan la mayoría de los ejemplos que citaremos en este
trabajo, no faltan en el Valle de Ebro casos en los que podemos
interpretar que la norma de enterramiento haya sido, como en
El Llano del Montico, la inhumación doble sucesiva con reducción de los primeros restos inhumados. Nos estamos refiriendo
al yacimiento de Paternanbidea en Ibero, Navarra, que dista escasos 30 kilómetros en línea recta de El Llano del Montico. En
concreto podemos hacer esta misma interpretación del enterramiento nº 3 y, en menor medida, del nº 1 donde se dan varias deposiciones sucesivas con reducciones (García Gazólaz y Sesma,
2007a: 60 y 62), como veremos más adelante.
2.1.1. Ajuar del enterramiento de El Llano del Montico
Al margen del asta de ciervo descrito más arriba, resulta ciertamente interesante, por novedoso, constatar la existencia de un
riquísimo ajuar lítico compuesto por 41 objetos de los que 36
son microlitos geométricos, 4 fragmentos de ápices de geométricos y un extremo distal de laminita de forma perfectamente
triangular (fig. 4). Dada su abundancia y peculiaridad a continuación presentamos el análisis tecnotipológico y traceológico
de estas piezas.
2.1.1.1. Análisis tecno-tipológico de los geométricos
del yacimiento de El Llano del Montico
Mediante una lupa binocular convencional con un rango de
20X a 40X aumentos hemos podido establecer los parámetros
tipométricos y morfológicos de la colección así como la secuencia de retoque de cada pieza y, con ello, el proceso tecnológico de fabricación.
Como se ha dicho, la colección está compuesta por 41 ítems,
en todos los casos realizados sobre sílex de variadas procedencias. Un primer vistazo, realizado por A. Tarriño, permite intuir
que quizá el grueso de las piezas haya sido fabricado sobre sílex
de la Sierra de Urbasa (Navarra), pero se constata la presencia
de sílex de Treviño (Burgos) e incluso del tipo Chalosse (Francia). De todos ellos, 39 encajan perfectamente en la categoría de
microlitos geométricos. Los otros dos casos son un fragmento
probablemente perteneciente a un geométrico (fig. 4.19), pero
demasiado pequeño para confirmarlo, y otro fragmento distal de
lámina apuntada, exenta de retoque, pero de curiosa morfología
trapecial y con una fractura buriloide en el extremo (fig. 4.8).
185
[page-n-6]
M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 4. Ajuar lítico tallado de El Llano del Montico.
186
[page-n-7]
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
Los tipos y sus dimensiones
El troceado de las láminas
Las tres morfologías básicas están presentes en la tumba, contabilizándose 28 segmentos de círculo (fig. 4.1-4.3, 4.6, 4.9, 4.11,
4.12, 4.14-4.16, 4.20, 4.21, 4.23-4.32, 4.34, 4.35, 4.38-4.40),
10 trapecios (fig. 4.4, 4.5, 4.7, 4.10, 4.13, 4.18, 4.22, 4.33, 4.36,
4.37) y 1 triángulo (4.17). Como suele ser habitual, estas formas geométricas neolíticas no suelen ser tan netas como en el
precedente Mesolítico, por ello no siempre es fácil diferenciar
entre algunos trapecios y segmentos, o incluso dentro de estos
últimos hay diferencias en función del índice de alargamiento.
Por lo que se refiere a la tipometría, si tenemos en cuenta los
extremos de los tres parámetros mensurables, no parecen existir diferencias notables. En los segmentos la longitud oscila entre los 14
y 23 mm, la anchura entre los 6 y 12 mm, y el espesor entre 1,8 a
3 mm. En los trapecios, por su parte, la longitud oscila entre 15-23
mm, la anchura entre 7 y 11 y el espesor entre 1,5 y 3 mm. Con todo,
contrastando los prismas promediados en los que se inscriben estos,
sí ofrecen algunas diferencias: segmentos 19,1 x 9,1 x 2,2 mm y trapecios 18,8 x 9,3 x 2 mm, con lo que deducimos que los segmentos
son un poco más largos y están fabricados sobre láminas algo más
espesas. Por último, si analizamos estos mismos prismas en función del tipo de retoque utilizado en la conformación del geométrico, observamos cómo la diferencia entre ellos es algo más acusada:
geométricos en doble bisel 19 x 9,1 x 2,3 mientras que en los de
retoque abrupto los parámetros son ligeramente inferiores (18,4 x
8,9 x 2 mm), lo que nos indica que se busca intencionadamente un
módulo más alargado y espeso para fabricar los primeros.
Es un hecho constatado, al menos en el Valle del Ebro, que con
el advenimiento del Neolítico la técnica del microburil, masivamente empleada durante el Mesolítico, parece dejar de utilizarse. Ello se ha asociado tanto al desarrollo del retoque en
doble bisel (que elimina los estigmas que las técnicas de troceado hubieran podido dejar), como al aumento en el espesor
de las láminas soporte con las que fabrican sus geométricos los
primeros agricultores.
Entre los geométricos de El Llano del Montico existen 5
casos, todos ellos segmentos de círculo, 4 en doble bisel (fig.
4.16, 4.20, 4.34, 4.38) y 1 de retoque abrupto (fig. 4.9), en donde identificamos estigmas que interpretamos como originados
durante el proceso de fragmentación de la lámina soporte. Se
trata de ápices triédricos similares a los reconocidos en la técnica de microburil, sin embargo no comparten una característica
fundamental, y es que se trata de fracturas totalmente rectas y
no oblicuas. Esta singular circunstancia creemos que está totalmente relacionada con la técnica empleada, y a su vez condicionada por el espesor de las láminas fragmentadas. Pensamos que
probablemente se continúen utilizando muescas para reducir la
anchura de la fractura, pero que ésta ya no se hace golpeando la
lámina apoyada de forma oblicua sobre un yunque, sino que es
de forma perpendicular a un borde del mismo o, incluso y más
probablemente, mediante flexión manual, ya sea apoyando o no.
En conclusión, podemos afirmar que la técnica del microburil tal y como se ha reconocido para el geometrismo mesolítico,
no se practica en el primer Neolítico, no al menos en El Llano
del Montico, ello a pesar de que la masiva existencia de fracturas en los extremos de los geométricos han podido enmascarar
opciones de lectura sobre las técnicas de fabricación. Estas fracturas, como luego veremos, se deben a un uso preciso y generalizado de los mismos.
Las láminas soporte
Todos los geométricos, excepto un caso (fig. 4.6), están fabricados sobre lámina. Este caso excepcional se trata de un segmento
de círculo conformado mediante retoque abrupto para cuya fabricación se ha utilizado como soporte una lasca.
No son demasiadas las características que se pueden glosar
sobre estas láminas escogidas probablemente ex profeso, ya que
el propio proceso de fabricación (troceado y retocado final) elimina la mayor parte de las mismas. No obstante nos fijaremos al
menos en dos aspectos, la sección y el espesor, que normalmente no sufren alteraciones significativas que impidan su mensura.
Se reconocen dos tipos de sección, en función del número de
nervios que guíen la extracción de la lámina: triangular (un nervio
normalmente centrado) y trapezoidal (dos nervios de tendencia
paralela). En la colección 19 geométricos están fabricados sobre
láminas de sección triangular y 17 sobre sección trapezoidal, lo
que parece indicar que no es un factor determinante a la hora de la
selección de un tipo u otro de la lámina soporte para la extracción.
Respecto al espesor los rangos extremos se sitúan entre 1,5 mm
y 3 mm, rango en el que se incluyen todos los geométricos tanto
Neolíticos como Mesolíticos (Montes y Domingo, 2013).
Es necesario cruzar estos datos con la morfología que establecen los tipos para obtener algún patrón que pueda ser indicativo. Así, parece existir una preferencia por las secciones
triangulares para la fabricación de segmentos, que por otra parte
coinciden con las láminas de un mayor espesor, por encima de
los 2,2 mm y el uso del retoque en doble bisel. Por contra en la
fabricación de los trapecios, se prefieren las láminas de sección
trapezoidal, coincidiendo con unos espesores inferiores o en torno a los 2 mm, asociados al retoque abrupto.
El proceso de retoque: la secuencia
Los geométricos de la muestra que se estudia presentan tanto
retoques abruptos como en doble bisel. Siendo su distribución
de la siguiente forma: 27 en doble bisel (22 segmentos –fig.
4.1-4.3, 4.11, 4.12, 4.14, 4.16, 4.20, 4.21, 4.23-4.26, 4.28, 4.30,
4.32, 4.34, 4.35, 4.38-4.40–, 4 trapecios –fig. 4.4., 4.10, 4.22,
4.37–, 1 triángulo –fig. 4.17–) y 12 con abrupto (6 segmentos
–fig. 4.6, 4.9, 4.15, 4.27, 4.29, 4.31– y 6 trapecios –fig. 4.5, 4.7,
4.13, 4.18, 4.33, 4.36–).
Cuándo se realiza un examen más detenido de las piezas se
comprueba que tal y como es habitual en estos geométricos neolíticos, sobre todo en los contextos de hábitat al aire libre como
el que nos ocupa, muchos de los retoques cuyo ángulo interpretamos como abrupto están, más bien, a camino entre los 45º y
los 90º. Quiere ello decir que encontramos una diferencia entre
los retoques que conforman estos geométricos y los típicamente
mesolíticos. Esta circunstancia no es extraña teniendo en cuenta
que, en realidad, el retoque que realmente va a caracterizar estas
series geométricas neolíticas es el retoque simple, sobre todo en
su modalidad bifacial o de doble bisel. Incluso en ocasiones, y
dado que parece realizarse por presión, alcanza casi la condición
de retoque plano.
Con objeto de comprobar si existen procesos recurrentes
o modos de retocado en la última fase de fabricación de los
geométricos, se ha realizado una lectura, mediante lupa binocu187
[page-n-8]
M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
lar, tratando de secuenciar el retocado de cada pieza. Para ello
es preciso reconocer cada uno de los retoques y comprobar la
presencia de los estigmas habituales en un proceso de retocado,
seguramente por presión; punto de apoyo del punzón, contrabulbo, escamas parásitas, etc. Igualmente es interesante advertir
la inexistencia de los mismos por haber sido eliminados parcialmente por otro retoque posterior, ya sea desde la misma cara de
la pieza (doble delineación) o la contraria (bifacial). Partiendo
de la base de que el tallador tiene en sus manos el fragmento de
lámina, que previamente ha troceado y que va a servir de soporte, con la lectura de la secuencia de retoque podemos establecer
algunas conclusiones (fig. 5):
- Que algunos geométricos se han fabricado con solo una tanda de retoque. Es el caso de 5 segmentos (fig. 4.6, 4.9, 4.15,
4.29, 4.31) y 2 trapecios con retoque abrupto (fig. 4.7, 4.13).
Los trapecios con retoque directo y en los segmentos 2 directo
y 3 inverso. Diríamos que esta es la forma más rápida de conformación de un geométrico y que se asocia a la aplicación del
retoque abrupto.
- Que la mayor parte de los geométricos, 24 casos, se retocan
exigiendo tan sólo un volteo de la pieza. Es el caso de 21 segmentos y 3 trapecios. En el caso de los segmentos todos presentan retoque en doble bisel. La mayor parte de ellos (14) presentan una primera tanda de retoque simple (en 9 casos primero
directo –fig. 4.11, 4.14, 4.16, 4.25, 4.26, 4.32, 4.34, 4.40– y en
5 casos primero inverso –fig. 4.23, 4.24, 4.38, 4.39–) en todo el
arco para, a continuación, voltear la pieza y aplicar una segunda
tanda otorgándole el carácter bifacial. En 7 casos (fig. 4.1-4.3,
4.12, 4.20, 4.21, 4.28) los segmentos presentan una primera tanda que afecta a toda la cuerda y tras el volteo de la pieza se apli-
ca una segunda tanda pero que no afecta a toda la cuerda sino
sólo a zonas puntuales del geométrico, normalmente los extremos. Por lo que respecta a los trapecios (fig. 4.5, 4.18, 4.36) se
trata de combinaciones de dos lados mediante retoque abrupto
directo y volteo de la pieza para aplicar retoque inverso simple
y crear el lado corto.
- Que los trapecios de retoque en doble bisel (fig. 4.4, 4.10,
4.22, 4.37) son piezas de fabricación más laboriosa. Los cuatro
ejemplares de la colección han exigido al menos dos volteos de
la pieza, ya que presentan un lado retocado con alternancia de
retoques simples directo/inverso y el opuesto con alternancia de
retoques simples inverso/directo.
- Que tan sólo se han detectado dos casos (1 trapecio –fig.
4.33– y 1 segmento –fig. 4.30–) de retoque bifacial alternante. Este tipo de delineación requiere tantos volteos de la pieza
como retoques se realicen, por lo que en los casos analizados
son al menos 6 las veces en que el tallador tuvo que voltear el
geométrico en su mano. Por otra parte se constata que este tipo
de proceso ofrece unas aristas más sinuosas e irregulares que los
modos descritos anteriormente.
- Que en muchos de los geométricos estudiados, antes de dar
por finalizada su fabricación, se produce una revisión de la delineación de sus lados o cuerda en el caso de los segmentos, pues
presentan algún retoque esporádico por encima y al margen de
los esquemas mencionados.
A modo de conclusión podemos destacar que los microlitos geométricos del yacimiento de El Llano del Montico
participan de las mismas características que los relacionados
en otros contextos del neolítico antiguo del Valle del Ebro
(Cava, 2000), al menos en lo referente a tipología y tipome-
Fig. 5. Esquema secuencial del proceso de retoque en doble bisel de un segmento de círculo de El Llano del Montico.
188
[page-n-9]
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
tría. Cuestión aparte es la de la tecnología, donde al margen
de la estandarización que la propia técnica de fabricación
de geométricos requiere, sin embargo, no encontramos un
único patrón en los procesos de conformación y diseños del
retoque, sino que estos parecen bastante aleatorios sin que
hayamos podido concretar qué variables los determinan. En
todo caso, sería interesante realizar análisis de las secuencias
de retoque como la aquí presentada en otras colecciones del
Valle del Ebro con objeto de conocer si se repiten o son similares en yacimientos diversos.
2.1.1.2. Análisis funcional de los geométricos del yacimiento
de El Llano del Montico
El análisis se ha llevado a cabo conjugando una lupa binocular
Leica MZ16A, que abarca entre 10-90 aumentos, y un microscopio metalográfico Olympus BH2, cuyos aumentos van desde
50X a 400X aumentos, dotado con una cámara Canon 450D.
Además, para el caso de Llano del Montico, hemos podido emplear un software fotográfico (Helicon Focus v. 4.62) para adquirir y procesar imágenes totalmente enfocadas.
La primera cuestión que debemos apuntar en relación al
análisis de las piezas documentadas en esta sepultura, es que
su estado de conservación es pésimo. El hecho de que todo el
utillaje presente fuertes lustres de suelo y que el 25% muestren
pátinas desarrolladas, nos impiden hacer un análisis microscópico con el objetivo de detectar modificaciones generadas por su
uso (en concreto estrías y micropulidos).
No obstante, había un aspecto positivo ante la grave conservación del material, y es que sabemos que en los contextos
neolíticos los microlitos geométricos suelen ser proyectiles. Tal
determinación se basa en gran parte en la presencia de fracturas de impacto macroscópicas como resultado del contacto del
geométrico con alguna parte del esqueleto del animal. En base
a este criterio, hemos analizado los numerosos microlitos de El
Llano del Montico con el fin de documentar si tenían o no fracturas de impacto.
A este respecto, hemos podido determinar que de las 42
piezas analizadas, 25 (59,5%) muestran fracturas diagnósticas
producto de su uso como proyectiles, 8 (19,1%) tienen algunas
roturas que quizás fueron igualmente generadas por impacto,
pero sobre las que tenemos ciertas dudas por sus características
morfológicas, y sobre 9 (21,4%) no tenemos criterios suficientes para afirmar o negar que fueron utilizadas.
En aquellos microlitos geométricos donde determinamos
con seguridad que fueron empleados como elementos de proyectil, no sólo suelen presentar fracturas absolutamente diagnósticas (caso de las que presentan una morfología en forma
aburilada o con terminaciones abruptas o reflejadas), sino que
a menudo no aparecen de manera individualizada sino conjunta
(fig. 6). Así, por ejemplo, de esas 25 con fracturas de impacto,
hay 6 que tienen dos o más fracturas aburiladas, a menudo en
los dos extremos producto del impacto con el esqueleto y del
contragolpe de la pieza con el astil, y 11 tienen distintos tipos de
fracturas asociadas con abundantes melladuras apreciables en el
filo largo no retocado.
Además, otro aspecto relevante relacionado con el uso de
los microlitos geométricos, es que hasta 9 muestran fracturas
tan importantes que es imposible su reutilización. Por nuestra
experiencia, las pequeñas roturas generadas por impacto no
siempre suponen un impedimento para seguir usándolas. En
ocasiones son fácilmente reparadas con una ligera modificación
por retoque. Cuando las fracturas son tan importantes como las
observadas en las citadas piezas de El Llano del Montico, los
que las emplearon estuvieron obligados a abandonarlas porque
no pudieron ni siquiera repararlos. De hecho algunas de esas
piezas son pequeños fragmentos mediales o de uno de los extremos del geométrico.
Para conocer la posición en la que los microlitos geométricos estaban insertados en los astiles, se suele tener en cuenta,
por un lado, la dirección de las estrías que se producen en la
superficie, como resultado del roce de una partícula del propio
geométrico que se ha desprendido o del contacto con la materia
con la que ha percutido, y por otro, la dirección y localización
de las fracturas y melladuras de impacto.
En el caso que nos ocupa, la alteración de la superficie nos
ha imposibilitado analizar las piezas a nivel microscópico con
el fin de detectar estrías. Por ello, en relación a esta cuestión
sólo hemos valorado las fracturas de impacto y las melladuras de los filos. A este respecto, la morfología alargada de los
propios segmentos y el hecho de que la totalidad de las fracturas las encontremos en los extremos, en paralelo o diagonal
al filo largo, y que haya numerosas melladuras en tales filos
con una morfología y dirección tendente a estar igualmente en
diagonal, nos hacen proponer que la mayor parte debieron enmangarse como puntas o en forma de barbelures. En cuatro de
los microlitos geométricos además hemos reconocido posibles
residuos negruzcos que podrían ser restos de enmangue (fig.
7a). No obstante, deberían hacerse los análisis pertinentes para
confirmar dicha propuesta.
En definitiva estamos ante un conjunto muy amplio de microlitos geométricos que la mayor parte presentan fracturas de
impacto por su uso como proyectiles, e incluso algunos muestran roturas tan importantes que no pueden repararse y seguir
siendo utilizadas.
Si comparamos estos resultados con los que hemos obtenidos por nosotros en otros muchos contextos funerarios, especialmente del noreste peninsular, donde se suelen depositar
como ajuar microlitos geométricos, las diferencias son absolutas. En necrópolis como la Bòbila Madurell-Can Gambús, Camí
de Can Grau, Pla del Riu de les Marcetes, etc. (Gibaja, 2003;
Gibaja y Palomo, 2004), lo que solemos encontrar son:
- Microlitos geométricos sin usar o con pequeñas fracturas microscópicas que nos demuestran que si bien se utilizaron están
aún en perfecto estado.
- Nunca se depositan piezas totalmente fracturadas e inoperantes para una futura reutilización.
- La cantidad de microlitos nunca es tan elevada. Lo normal
es encontrar entre 1-3, siendo excepcional los enterramientos
que sobrepasan este número no llegando nunca a haber más
de 6-7 microlitos como es el caso de la estructura nº 4 de
Paternanbidea.
- Estos microlitos pueden hallarse en ocasiones junto a otros
elementos de proyectil como son las puntas pedunculadas. No
obstante, tales puntas tienen un comportamiento similar, es decir sin usar o con pequeñas roturas que no los han inutilizado.
Por lo tanto, estamos ante un comportamiento absolutamente distinto. Frente a los contextos funerarios del noreste peninsular donde evidentemente hay una selección para
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 6. Microlitos geométricos de El Llano del Montico con fracturas de impacto en las zonas apicales. La mayor parte pertenecen a
intensas fracturas de morfología aburilada.
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Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
Fig. 7. A. Posibles residuos de enmangue en los laterales retocados de dos microlitos geométricos de El Llano del Montico; B. Lámina
de sílex de la sepultura de La Lámpara. Huellas macroscópicos de los laterales retocados y rastros microscopios relacionados con el
corte de madera.
el ajuar de aquellos microlitos geométricos que son nuevos
o están en buen estado, en El Llano del Montico documentamos proyectiles fracturados e incluso totalmente rotos e
inutilizables. Frente a este hecho nos preguntamos por qué
se dejaron en una sepultura tantos proyectiles con roturas
e incluso inefectivos: ¿se dejó cualquier proyectil independientemente de su estado?, ¿no importaba su estado, sólo era
relevante el que fueran microlitos geométricos?, ¿acaso algunos estaban fracturados porque llegaron clavados en los
individuos inhumados?
Verdaderamente son preguntas a responder a medida que
podamos conocer otras sepulturas similares y observar si en
ellas existe un comportamiento similar. Mientras para el noreste peninsular tenemos un rico registro funerario en el que
podemos hacer valoraciones comparativas, para el caso de El
Llano del Montico solo podemos compararlo remotamente
con el enterramiento 3 de Paternanbidea (vid. supra) que no
hemos podido analizar por hallarse en proceso de estudio por
otros investigadores.
2.2. La Lámpara: hoyo 1 (Ambrona, Soria)
Es una de las pocas, si no la única, de las evidencias funerarias
del Neolítico Antiguo descubiertas en el Interior Peninsular a
raíz de un proyecto de investigación integral y no como fruto de las labores de documentación de yacimientos antes de su
destrucción por algún tipo de obra pública. No la incluimos en
este trabajo por su novedad, ya que es de sobra conocida (Rojo
Guerra y Kunst, 1999b: 26 y ss.; Rojo Guerra et al., 2008: 81 y
ss.), sino por ser una de las mejor documentadas y contener el
ajuar más espectacular y rico de todas las halladas hasta ahora
en la Península, como veremos en este apartado. Esto nos permite describir con sumo detalle aspectos poco frecuentes relacionados con la ceremonia o ritual que se debió de desarrollar
antes y durante el sepelio (fig. 8).
La tumba, una fosa profunda (1,5 x 1 m y 1,23 m3 de capacidad), de perfil sinuoso, posiblemente fuera en origen un silo que
se amortizó y se reutilizó con fines funerarios. En la misma, podríamos identificar una boca ancha, un estrangulamiento medial
191
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 8. Ajuar de la tumba de La Lámpara. Parte superior: ajuar cerámico: los puntos negros de menor tamaño hacen referencia a otros fragmentos
cerámicos. Parte inferior: otros materiales del ajuar: izquierda: fragmento de neurocráneo de oveja; derecha: lámina de sílex retocada de 4,7 cm
de longitud; abajo: industria ósea (de izquierda a derecha): 1) posible bruñidor sobre metápodo de ovicáprido de 14,5 cm de longitud; 2) punzón
sobre metápodo de ovicáprido de 12,5 cm de longitud; 3) puñal sobre candil de ciervo de 14,5 cm de longitud. Los triángulos negros de menor
tamaño hacen referencia a restos de fauna, y los cuadrados grises a restos líticos tallados y dispersión de los mismos.
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Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
(sellado con piedras calizas planas) y un fondo abombado donde se depositó el cuerpo de una mujer adulta en posición fetal.
Desde el propio depósito funerario, hasta el relleno de la fosa,
parecía responder a un planificado y estandarizado proceder que
se habría realizado en las siguientes etapas:
1) Colocación del cuerpo: El cadáver se dispuso en decúbito lateral derecho, con las extremidades inferiores replegadas y
las superiores recogidas a la altura del cuello, en una posición
bastante excéntrica dentro de la fosa, con la cabeza demasiado
próxima al borde de la misma, lo que hizo que quedase en un
plano más elevado que el resto del cuerpo. Los resultados del
estudio antropológico (Lohrke y Wiedmann, 2000) indican que
se trata de una mujer de edad avanzada, puede que incluso senil
(unos 50 años) pues no tenía evidencia alguna de las suturas
craneales. Su estado de conservación era deficiente, en especial
las partes esponjosas (costillas y epífisis) debido al terreno extremadamente básico y a las filtraciones de aguas fuertes con
mucho componente calcáreo que precipita carbonato cálcico sobre los restos esqueléticos. A pesar de la general ausencia de las
epífisis, el fémur izquierdo se conservaba en plenitud por lo que,
unido a los datos extraídos de los húmeros, fue determinante
para fijar la altura de la anciana en 152,46 cm ± 3,5.
2) Disposición de ofrendas junto al cuerpo: En reiteradas
ocasiones hemos defendido la existencia de un “ajuar personal
o directo” como ofrenda de todo el grupo (Rojo Guerra y Kunst,
1999b: 506) con la clara intención de segregar los objetos recuperados junto al cuerpo de la difunta (a los pies de la misma),
de los recogidos en el relleno de la fosa. Este “ajuar personal”
estaba compuesto por el único recipiente no fragmentado del
interior de la tumba (fig. 8a, signo de más) y por una lámina de
sílex retocada y con evidentes huellas de uso. Además de ellos,
se encontraron otros elementos cerámicos, líticos y óseos en
cotas coincidentes con las del enterramiento, pero resulta muy
difícil establecer hasta qué punto son ofrendas colocadas donde
aparecieron o si son más bien elementos que formaban parte
del relleno de sedimento que, como veremos a continuación, se
arrojaron para rellenar la fosa. Entre ellos podemos destacar un
puñal sobre candil de ciervo, que se halló en posición horizontal y a la misma cota que la difunta, aunque, eso sí, en el otro
extremo de la fosa (fig. 8b, triángulo negro con punto blanco).
En relación con la vasija completa que formaba el “ajuar
personal” hay que precisar que se trata de un pequeño jarro,
al que, no obstante, le faltaban el cuello y el borde, que habían sido intencionadamente eliminados con el propósito, muy
probablemente, de que esta supresión, junto con una parte del
conjunto decorativo, recordarse un rostro humano barbado. El
resto de la decoración muestra varias composiciones y temas
muy típicos en los conjuntos cerámicos del Neolítico Antiguo
del Interior Peninsular. En primer lugar, se aprecian los restos de
un conjunto decorativo definido por García-Martínez de Lagrán
et al. (2011: 99) como un Tema 7, esto es, una composición de
líneas horizontales paralelas bajo la cual se desarrollan una serie
de triángulos, en este caso rematados con “flecos”. Asimismo,
en el punto de inflexión de la panza aparece una composición
muy frecuente en el Grupo temático 5 (ibídem: 98), formado por
distintas relaciones entre un conjunto de líneas horizontales paralelas y series de puntos o trazos cortos dispuestos sobre, bajo o
enmarcando el conjunto de líneas horizontales, como en el caso
que nos ocupa. Como ya han constatado diversos autores (Gui-
laine, van Willigen y Convertini, 2008: 760; García-Martínez de
Lagrán, 2012), la extensión geográfica de este grupo temático
en distintas composiciones es realmente amplia, y abarca desde
el sur de Francia, e incluso podría remontar el Ródano, hasta
Andalucía. Por último, la combinación de la incisión y de la impresión simple en un mismo recipiente es otra constante en las
colecciones cerámicas de todo el Interior, siendo, junto con los
cordones, las dos técnicas mayoritarias en todos los conjuntos.
Como se ha dicho, en varios trabajos ya publicados (Rojo y
Kunst, 1999a: 505-506) todo apunta a que la supresión del asa y
las características de su decoración quizás tenía como objeto convertirla en la figura aproximada de un rostro humano barbado (fig.
9a). Este tipo de representaciones antropomorfas realizadas sobre
cerámicas, aprovechando determinadas características de su forma (por ejemplo el asa como nariz) o decoración, es una práctica
ampliamente documentada en distintos contextos y lugares del
mundo. El paralelo más próximo lo encontramos en el yacimiento
de La Paleta donde se ha definido una decoración figurada en un
recipiente de almacenaje (Jiménez Guijarro, 2007: 579, fig. 350)
o en una cerámica singular profusamente decorada con técnica
cardial de la Cova de l’Or que organiza su diseño ornamental a
partir, precisamente, del asa. A un lado y otro del mismo y bajo
el borde del recipiente se desarrolla un conjunto decorativo de
tres líneas horizontales de las que penden triángulos rematados
con flecos que no son otra cosa que la impresión del natis del
cardium. Alrededor y bajo el asa la decoración semeja un rostro
barbado siendo los ojos el primero y último de los triángulos que
penden de las líneas horizontales bajo el borde (fig. 9b). Se conocen algunos otros excepcionales e interesantes ejemplos en varios
yacimientos neolíticos de Europa septentrional (Tilley, 1996),
central y oriental, como en los húngaros de Öcsöd-Kováshalom y
Füzesabony-Kettõshalom (Raczky, 1999-2000). Algunos autores
consideran, a partir de diversos testimonios etnográficos, que para
muchos grupos las cerámicas representan y “son” personas, en
ocasiones se decoran de la misma forma, y a veces representan
tanto a los dioses como a miembros vivos y muertos de la familia
(Nicholas et al., 1988).
En relación con la lámina de sílex profusamente retocada
y recuperada a los pies de la difunta es necesario señalar que
se trata de una lámina fragmentada por su parte proximal en la
que ambos filos muestran un retoque semiabrupto y ligeramente
denticulado relacionado, como veremos, con su utilización. En
efecto, el estudio traceológico nos ha demostrado que fue un
instrumento reutilizado en dos materias diferentes. Primero los
dos laterales fueron empleados para cortar plantas no leñosas y
cuando dejaron de ser efectivos, fueron reavivados para poder
obtener así, y mediante el retoque, filos denticulados más obtusos y resistentes para realizar la segunda de las tareas: el corte
de madera (fig. 7b). Se trata, por lo tanto, de un útil con una
larga vida activa que por sus características morfológicas no se
desechó después de usarla en la primera actividad, sino que se
modificó para ser reutilizada y, finalmente, fue amortizada como
ajuar singular en el sepelio, posiblemente, de su dueña.
3) Relleno de la fosa: Una vez depositado el cuerpo en el
fondo de la fosa y junto a él los objetos antes referidos, ésta se
fue cubriendo arrojando sedimento que estaba repleto de materiales (fragmentos de cerámica, muchos de ellos decorados,
piezas de industria lítica, restos de fauna, un neurocráneo de
oveja con uno de los cuernos aún en su lugar, etc. (fig. 8). En
193
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 9. Representaciones de rostros barbados en dos recipientes cerámicos: a) La Lámpara; b) Cova de l’Or. El recipiente de L’Or está
modificado de Baldellou, Mestres, Martí y Juan-Cabanilles (1989).
particular destaca la clara concentración de hallazgos de restos de fauna, que parecen haberse colocado justo encima del
cuerpo de la mujer allí enterrada. Asimismo, es posible que la
tierra fuese intencionadamente traída de alguna acumulación
de “desechos”, muy probablemente generada por los asistentes al funeral y en el curso del desarrollo del mismo. Sólo así
se podría explicar el elevadísimo porcentaje de materiales que
presenta esta estructura. En la zona del estrangulamiento del
hoyo, donde los silos suelen presentar el cierre, se documentó un auténtico sellado con piedras planas de caliza mezcladas
con una importante concentración de fragmentos cerámicos,
restos de industria lítica y fauna.
De este sector nos gustaría destacar algunos recipientes. En
primer lugar un cuenco/olla, prácticamente entero, con decoración inciso/impresa, ligeramente cerrado y con un diámetro de
boca de 26-27 cm (fig.8a, círculo negro con borde blanco). Su
decoración pertenece al Grupo temático 5, antes mencionado,
aunque con una variante distinta al disponerse dos líneas de impresiones simples bajo las líneas horizontales paralelas. Como
en la inmensa mayoría de los recipientes del Neolítico Antiguo
del Interior, su decoración se restringe al tercio superior. Se re194
cogieron más de una treintena de fragmentos con los que pudimos reconstruir todo el recipiente completo. Este hecho nos
autoriza a plantear la posibilidad de que hubiera sido intencionadamente roto fuera del hoyo (¿tras ser utilizado en la ceremonia funeraria?), arrojándose después casi todos sus fragmentos,
entre las piedras que cierran el estrangulamiento de la fosa.
También nos gustaría detenernos brevemente en una pequeña botella decorada mediante impresiones de peine formando
un conjunto decorativo singular en su parte superior y a lo largo
de su cuello mediante la disposición de diferentes líneas/bandas
entrelazadas y otras colgantes (fig. 8a, cuadro negro con punto
blanco). Podemos encontrar paralelos de este recipiente en zonas
geográficas distintas como en el valle del Ebro (concretamente
en Chaves, Huesca) o en varios yacimientos de Andalucía (como
las cuevas de Los Botijos y Tapada, en Málaga) (Rojo, Kunst et
al., 2008: 133, 170 y 381). El resto de recipientes del relleno de la
fosa reproducen algunos tipos (cuencos, ollas), temas decorativos
y técnicas (diferentes tipos de cordones, variaciones del tema 7,
y presencia del 4 y 1) muy frecuentes en el Interior peninsular
(Rojo, Kunst et al., 2008: 379-386; García et al., 2011). Para concluir nos gustaría comentar la presencia del Grupo temático 1 en
[page-n-15]
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
otro recipiente de esta tumba (fig. 8a, hexágono negro). Se trata
de una olla con decoración en el labio y en el tercio superior mediante la combinación de impresión, cordón impreso y acanaladura ancha y poco profunda, todo ello estructurado a partir de los
elementos de prensión. La combinación de este tema con la impresión y la acanaladura, especialmente cuando es ancha y poco
profunda, parece ser un elemento distintivo propio de la Meseta
norte donde su representación, hasta el momento, es más frecuente (García-Martínez de Lagrán, 2012: 601, fig. 3.304).
También se documentaron en este mismo sector del relleno
dos útiles de industria ósea, un punzón (fig. 8b, cuadro negro
con punto blanco) y un bruñidor (fig. 8b, círculo negro con punto blanco). Por otro lado, la flotación del sedimento de este nivel
proporcionó restos de cereales domésticos (Triticum monococum L., Triticum monococcum L./dicoccum y Cerealia indet.),
aunque dada su escasa presencia no queda claro si formaban
parte de las ofrendas fúnebres o quedaron incluidos por casualidad en el relleno. No obstante y a partir de la datación absoluta
de uno de estos granos de cereal que deparó la fecha calibrada
a 2 sigma del 5370-5200 a.C. nos inclinamos por la segunda
interpretación dada la evidente mayor antigüedad en relación
con la datación obtenida a partir de los fémures de la difunta
(5201-4910 a.C.), como más adelante veremos.
Finalmente sobre este sector de cierre de la estructura se depositó un sedimento homogéneo de color marrón oscuro con
piedras pequeñas de caliza propias de las tierras del entorno,
pero en el que siguen apareciendo materiales arqueológicos, eso
sí, de forma mucho menos abundante.
2.3. Molino de Arriba (Buniel, Burgos)
Estamos ante un nuevo yacimiento excavado y, por tanto destruido en parte, por mor del progreso, es decir, por la expansión
urbanística de un núcleo de población, Buniel, en los alrededores de Burgos que, como otros muchos casos, ha quedado en
suspenso tras el crash económico. En concreto, los restos arqueológicos de distintas épocas (especialmente romanos y medievales) se distribuían por una amplia superficie, próxima a las
9 hectáreas, del polígono nº 501 del término municipal, situado
entre las coordenadas UTM 432385//4685542 en el extremo
norte y 432322//4685297 en el extremo sur (Aratikos, 2008).
El espacio en el que se llevó a cabo la intervención arqueológica está comprendido entre la vía férrea Madrid-Irún y un
camino paralelo a la carretera N-620. Topográficamente se localiza en la primera línea de terraza de la margen izquierda del río
Arlanzón, de cuyo cauce dista unos 400 metros. Se trata de un
amplio espacio de perfil llano situado dentro de la abierta vega
que configura el río en este sector, por donde discurren varios
arroyos y un cauce molinar. Los suelos son de matriz arenosa
con abundantes cantos de cuarcita. El yacimiento se manifiesta
en superficie por la presencia de diverso material de construcción: tegulae, ladrillo macizo, teja curva, bloques de piedra y
baldosas, así como fragmentos cerámicos de cronología romana y algunos elementos líticos en sílex. Se documenta a ambos
lados del ferrocarril, siendo más abundante en la parte oeste y
observándose cierta concentración en las proximidades del molino, sobre todo al sur del mismo.
Pues bien, en el área afectada por los trabajos de urbanización (Sector 2, fase II, parcelas nº 147, 150, 151, 154, 155, 158,
159 y 163 del polígono nº 501), se planteó una correcta docu-
mentación arqueológica mediante la realización de 6 sondeos
estratigráficos de 20 m² (10 x 2 m). Los restos arqueológicos
que analizamos en el presente trabajo aparecieron en el sondeo 2
donde la estratigrafía estaba formada por un nivel de tierra (UE
200) de matriz arcillosa de color marrón de unos 130 cm de potencia, depositado sobre una terraza fluvial (UE 201) compuesta
por una mezcla de cantos rodados y arcillas de tonalidad marrón
clara. Este substrato geológico fue alterado antrópicamente en
el extremo oriental del sondeo por una fosa (UE 202) de planta
circular con un diámetro aproximado de 110 cm. En su interior
se han identificado los restos de una inhumación individual en
decúbito lateral derecho, con las piernas flexionadas pero sin
llegar a alcanzar la posición fetal. Los brazos aparecen estirados descansando las manos en la zona del abdomen. Los restos
humanos recuperados corresponden a un joven de aproximadamente 18 años de edad de sexo masculino con una preservación
que supera el 75% (IP1= 75%; IP2=78% y IP3=81%) (Walker
et al., 1988 y Safont et al., 1999). Se conservan los primeros y
segundos molares tanto de ambos lados como del maxilar y la
mandíbula. No se ha observado ninguna patología oral, ni caries, ni fístulas, ni retroceso alveolar así como tampoco presenta
acúmulos de cálculo o la formación de hipoplasia del esmalte.
Del mismo modo, los restos no presentaban ninguna evidencia
de la causa de la muerte.
En cuanto a las alteraciones postdeposicionales conviene resaltar que falta la parte inferior de ambas piernas, que se
interrumpen sólo un poco por debajo de la articulación de las
rodillas, y la mano derecha. Además, la cadera derecha se descubrió desplazada hacia la parte superior del cuerpo, sobre las
vértebras dorsales. Finalmente la columna vertebral parece describir una llamativa curva que probablemente también se deba a
desplazamientos postdeposicionales.
El ajuar funerario de esta tumba se compone de tres recipientes cerámicos que presentaban una disposición singular en relación al inhumado (fig. 10). En primer lugar, el recipiente nº 3
estaba sostenido por las manos del muerto cuyos brazos estaban
estirados y alcanzaban la zona del abdomen. Se trataba de una
pequeña olla con un diámetro máximo de 15 cm en cuyo tercio
superior se disponía una composición decorativa perteneciente al
Grupo temático 5 (García-Martínez de Lagrán et al., 2011) que en
este caso concreto diseña tres líneas horizontales paralelas bajo
las cuales se dispuso una línea de impresiones simples.
Más extraña es la decoración del recipiente nº 2 que apareció en la parte posterior de la cabeza del difunto. La conservación del recipiente dificulta su reproducción pero es muy probable que se compusiera de dos zonas decoradas enfrentadas.
Éstas estarían compuestas por un ligero cordón impreso bajo
el cual aparecían dos líneas de impresiones. Lo específico de la
decoración no son tanto estas composiciones sino el hecho de
ocupar un espacio restringido sobre la superficie del recipiente.
Por último, se recuperó, a la altura y delante de la cara del
difunto, un pequeño cuenco sin decoración y con un asa (fig. 10,
recipiente nº 1) relleno completamente de ocre y dentro del cual
aparecieron dos cuentas de collar de hueso.
En los trabajos de excavación de todo el solar se recuperaron otros materiales cerámicos que podemos asociar a la ocupación neolítica como los representados en la parte inferior de
la propia figura 10. El fragmento más completo y decorado corresponde a una olla con una composición decorativa peculiar
195
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 10. Enterramiento y ajuar del yacimiento de El Molino de Arriba, Buniel (Burgos) y cerámicas neolíticas en el entorno.
por rara ya que la combinación de líneas horizontales enmarcando una serie de líneas verticales no es muy frecuente. Por
otro lado, el conjunto decorativo podría encuadrarse dentro del
Grupo temático 5 (García-Martínez de Lagrán et al., 2011: 98)
aunque, insistimos, su composición no es habitual. Asimismo,
la técnica decorativa utilizada, boquique, es frecuente en esta
zona de la Meseta norte, concretamente en el entorno de Burgos
(yacimientos de la Sierra de Atapuerca, por ejemplo). Los otros
dos fragmentos se corresponden con sendos galbos con decoraciones impresas, en uno de ellos sobre un cordón aplicado.
2.4. Villamayor de Calatrava (Ciudad Real)
Este yacimiento se ubica a unos dos km de la población de Villamayor de Calatrava y fue descubierto durante los trabajos de
seguimiento arqueológico del trazado del gaseoducto SevillaMadrid en 1990 (Rojas y Villa, 1996). La zanja que se abrió
para introducir la tubería de abastecimiento seccionó una fosa
“de algo más de 2 metros de profundidad, con alzado en forma
de pera y planta circular” (ibídem: 509 y fig. 2). El yacimiento
en el que se engloba el hallazgo se encuentra en una pequeña
franja de terreno amesetado, y a, aproximadamente, 400 m de
los arroyos de la Dehesa y de La Ventilla. El terreno circundante
196
se dedica actualmente al cultivo cerealístico, viñedos y algunas
manchas de olivares, mientras que se conservan algunas encinas
en los linderos de las parcelas como reliquias de una vegetación
autóctona natural casi extinta.
En el interior de la fosa, ocupando prácticamente el centro
de la misma, se depositaron los restos de lo que, según el análisis antropológico (Prieto Carrero, 1996: 513) podría corresponder a un sujeto de sexo masculino, identificado como tal a partir
del diámetro de la cavidad cotiloidea y anchura mínima ilíaca
a nivel de coxal izquierdo. La ausencia de suturas tanto a nivel
endocraneal como exacraneal permiten concluir que se trataba
de un individuo de edad avanzada (anciano), mayor de 50 años
y su altura, según la longitud de los metacarpianos, habría podido acercarse a los 170 cm con un ± de 5 cm. Entre las patologías
observadas se encuentran erosiones articulares osteoartríticas en
manos y algún signo de periostitis a nivel de tercio proximal de
fémur derecho y tibia izquierda.
En relación con el relleno de la tumba poco podemos añadir
a lo publicado por Rojas y Villa ya que nos ha sido del todo
imposible analizar los materiales en el Museo. Parece ser que
el relleno de toda la fosa presentaba una gran homogeneidad y
estaba formado por diversos materiales arqueológicos. La tierra
que formaba este relleno no era la misma que la obtenida con la
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Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
excavación de la estructura por lo que Rojas y Villa (1996: 512)
plantean la posibilidad de que procediera de un lugar de hábitat,
que distaría unos 120 m del enterramiento.
El ajuar de esta tumba se distribuía por todo el relleno de
la misma y estaba compuesto por diversos materiales. Entre
la cerámica se contabilizaron más de 100 fragmentos, entre
los cuales 17 estaban decorados con impresiones, incisiones y
cordones. Las formas a las que pertenecen son cuencos, ollas
globulares, vasijas con asas y recipientes de gran tamaño. Todo
ello muy característico de las colecciones cerámicas del Interior
peninsular.
En lo que respecta a la industria lítica estaba compuesta por
materiales en sílex, cuarcita, cristal de roca, basalto y granito. La
mayor parte del utillaje está fabricado en sílex, habiéndose recuperado un conjunto más abundante de lascas que de láminas.
Entre estas últimas, por ser más significativas tipológicamente,
destacan una laminita de dorso abatido junto a otras láminas retocadas y sin retocar y un segmento de círculo. Sobre granito y
basalto se habían fabricado un molino y un mortero respectivamente, varias lascas de cuarcita y unas laminitas sobre cristal de
roca. Una cuenta de collar y una pequeña lúnula en concha junto
con una punta sobre hueso completan el conjunto material.
2.5. Otras evidencias
En este apartado pretendemos hacernos eco del resto de evidencias sobre enterramientos en el Neolítico Antiguo del Interior peninsular que se rastrean en la bibliografía científica. Por
tanto, nuestra aportación en este punto concreto es la mera recopilación de información ya conocida sin aportar ningún dato
inédito. Sirva, pues, a modo de inventario general sin mayores
pretensiones:
2.5.1. Los Cascajos
Se trata, a nuestro juicio, del yacimiento que aporta, por el momento, la mejor información conocida sobre el mundo funerario
del Neolítico Antiguo y Medio en el interior peninsular y, en
concreto, en el Valle del Ebro (García y Sesma, 1999, 2001,
2007b y 2008; Hervella, 2010). En él se han identificado un total
de 34 estructuras negativas (hoyos) identificadas como sepulturas en las que se han recuperado un total de 36 individuos. En la
práctica totalidad de los casos se tratan de inhumaciones individuales en posición flexionada bien sobre un costado (60% de los
casos) o la espalda (30%). Las extremidades se repliegan hacia
el tronco y éste se vuelca ligeramente al frente. Esta postura contraída la presentan todos los cuerpos, independientemente de la
forma y dimensiones de la fosa-contenedor. El 66% de las inhumaciones presentan el cuerpo orientado hacia el SE-SO, y con la
cabeza girada hacia su izquierda, es decir, mirando a poniente.
El enterramiento es mayoritariamente individual, aunque tres
casos podrían tratarse de inhumaciones dobles coetáneas. En lo
que se refiere a la representación poblacional existe una mayoría
de individuos identificados de sexo masculino (63,88%) frente a
femeninos (11,11%) y en cuanto a rango de edad la relación es
de 27 adultos jóvenes (75%) y 6 subadultos (16,66%).
Los ajuares que acompañan a las inhumaciones no son
abundantes ni especialmente ricos. Sólo la mitad de las sepulturas que se conservan completas los tienen y se componen de
utensilios y objetos de adorno. Entre los primeros nos encon-
tramos cerámicas, láminas de sílex, molinos, manos de molinos, molederas, hachas y azuelas pulimentadas, etc. Los objetos
de adorno serían collares o diademas de cuentas de dentalium,
cuentas discoides y colgantes de hueso o concha, etc. La única
estructura que se sale de esta parquedad es la 196.
Las tres cuartas partes de estas estructuras funerarias (25 individuos) se localizan en un área de 550 m² de forma semicircular, que se ha identificado con una zona de necrópolis dentro del
propio poblado. El resto (11 individuos) aparecen en estructuras
similares, dispersas por las 4 hectáreas excavadas del poblado
hasta el momento.
A partir de las dataciones absolutas publicadas hasta el presente podemos identificar dos fases en el devenir del poblado;
una fase antigua o Fase I ubicada cronológicamente en el último
tercio del VI milenio cal BC y una Fase II, más reciente, que
podemos situar hacia mediados del V milenio cal BC.
Algunas de las sepulturas excavadas presentan ciertos rasgos peculiares que las hacen más interesantes. Así, por ejemplo,
la estructura 497 se corresponde con un silo piriforme que posteriormente es utilizado como fosa funeraria. La boca de este
hoyo se cubrió con una acumulación de materiales pétreos y
restos de un gran recipiente de barro sin cocer y fragmentos de
dos vasijas para almacenaje. Por su parte, la estructura 196 llama la atención por su ajuar: el inhumado portaba un cuenco en
las manos y en el hombro derecho un conjunto formado por una
espátula, un hachita pulimentada de fibrolita, un núcleo de sílex
agotado y empleado como chisquero, cuatro candiles de ciervo
y dos metapodios de ovicáprido. Por último, en la estructura 73,
al igual que ocurre en otros yacimientos de esta época, tanto al
aire libre como en cueva, se recuperan restos óseos humanos
inconexos, concretamente una extremidad inferior izquierda y
la parte superior de un individuo junto con abundante fauna.
En otro de los aspectos en los que Cascajos es especial es en
el estudio detallado que se ha realizado sobre ADNmt de buena
parte de los individuos recuperados, en concreto de 23. Hervella
(2010: 176 y ss.) ha identificado 14 haplotipos diferentes que ha
agrupado en 4 haplogrupos mitocondriales caucasoides, el H,
U, K y J. Los tres primeros son los más frecuentes en las poblaciones europeas actuales y presentan una coalescencia entre los
25.000 y los 13.500 años por lo que su presencia en Los Cascajos resulta coherente y normal dada la variedad de haplotipos
obtenida. Esta diversidad parece apoyar la hipótesis de una población abierta, con múltiples conexiones y nada endogámica.
El haplogrupo J es interesante por cuanto se ha propuesto como
el indicador de conexiones con los grupos neolíticos del Próximo Oriente dada su coalescencia entre los 8.000 y los 10.000
años. Dos individuos de Los Cascajos portan este haplogrupo,
por lo que, según los planteamientos actuales podemos considerarles como un exponente claro de la relación o del flujo génico
de los agricultores neolíticos del Próximo Oriente en los primeros momentos de la neolitización peninsular (ibídem: 177).
2.5.2. Paternanbidea
El yacimiento, que se ubica al suroeste de la gran cubeta sedimentaria de la Cuenca de Pamplona y sobre la tercera terraza
del río Arga, fue objeto de intervención en 1997 dentro de un
proyecto de investigación de la Universidad de Navarra en colaboración con el Gobierno Foral sobre “Poblamiento y terri197
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
torialidad de la Cuenca de Pamplona” (García Gazólaz, 1998;
García y Sesma, 2007a; Hervella et al., 2009 y Hervella, 2010).
Se excavaron 2420 m² donde se exhumaron 34 estructuras negativas correspondientes a distintas épocas desde el Neolítico
a la Edad del Bronce. En el presente trabajo nos interesan, especialmente, cuatro fosas que se correspondieron con sendas
tumbas agrupadas en un reducido espacio de 50 m² que nos
autoriza a calificarlo como un recinto sepulcral sin definir completamente su auténtica dimensión y sus características reales.
Han sido identificadas en la bibliografía científica (García y
Sesma, 2007a) como:
- Enterramiento nº 1: Se trata de una fosa elíptica irregular con
distintos restos funerarios que conforman lo que se ha identificado como un enterramiento acumulativo múltiple. Los restos
óseos se agrupaban en cuatro conjuntos: Individuo 2; Cráneos
3, 4 y 5; Cráneo 1; y “Área H” (amalgama de restos óseos). Es
una estructura especialmente rica en objetos de adorno aunque
el carácter acumulativo y la reducción de algunos cadáveres
han hecho que no se pueda atribuir ningún objeto o adorno concreto a individuos determinados por más que alguno de ellos
se encuentren cerca de determinados cráneos. Las cuentas y/o
adornos son de diferentes tipos y morfología y se realizaron
sobre concha (600 ejemplares), piedra, hueso, variscita, tubo
de hueso, etc.
- Enterramiento 2: En el fondo de una fosa elíptica de reducidas dimensiones se recuperaron dos individuos jóvenes en conexión anatómica. Las características de la inhumación hacen
pensar que fueron depositados en un solo acto y sin intervalo de
tiempo, por tanto podríamos definirlo como un enterramiento
doble simultáneo. El individuo A, portaba como ajuar un collar
y una pulsera, dos segmentos de círculo en doble bisel y una
lámina de sílex. Por su parte el individuo B se relaciona con un
recipiente cerámico con decoración impresa depositado sobre
su costado izquierdo.
- Enterramiento 3: Fosa elíptica muy similar en dimensiones
a la anterior en cuyo fondo se recuperaron dos individuos en
desigual grado de conservación y con desigual índice de preservación. El individuo A sería un hombre adulto de unos 1,78
m de altura, y el individuo B, peor conservado, una mujer de
unos 1,68 m de altura y entre 20 y 25 años. Los importantes
desplazamientos del individuo B, incluida la desaparición de
parte de su esqueleto, hacen pensar en una reutilización de la
fosa para albergar al individuo A, encontrándonos, por tanto,
ante una inhumación doble con reducción del primer difunto. El
ajuar lo componen cuatro segmentos de círculo de doble bisel y
una laminita en cristal de roca.
- Enterramiento 4: Se trataba, en este caso, de una nueva fosa
elíptica de dimensiones ligeramente mayores que las de los enterramientos 2 y 3. En su interior se recuperaron dos individuos:
un hombre de entre 25 y 30 años y 1,71 m de altura, y una mujer de entre 25 y 30 años, ambos con patologías dentales. Las
características de ambos esqueletos inducen a pensar que su inhumación fue simultánea. El ajuar lo componen seis segmentos
de círculo en doble bisel, un elemento de hoz sobre lámina y un
prisma de cristal de roca.
Hervella et al. (2009) han publicado un estudio antropológico molecular de esta necrópolis cuyos resultados podríamos
resumir en:
198
- Identificación en total de 13 individuos; 7 en el enterramiento
1 y dos en cada una de las otras tres estructuras funerarias.
- En lo que respecta a la estimación del sexo hay un 50% de
identificados como masculinos y otro 50% como femeninos (del
77% de individuos con rasgos claramente diagnósticos).
- La edad de los enterrados en la necrópolis abarca un amplio
rango desde el primer año de vida hasta la edad adulto-senil.
Es digno de tener en cuenta la distribución de sexo y edad en el
enterramiento 1 por cuanto que en un principio se pensó que podría tratarse de los miembros de un grupo familiar dado el perfil
demográfico con predominio de infantiles y jóvenes (cinco de
siete individuos) (ibídem: 35). De todas formas esta circunstancia se ve invalidada por el hecho de que no se hayan hallado
haplotipos mitocondriales comunes en ninguno de los 4 individuos con resultados válidos en el análisis del ADNmt.
- No hay ninguna evidencia de que los individuos de una misma fosa hubieran tenido relación de parentesco vía materna. Sin
embargo en el conjunto de los individuos analizados se han hallado dos haplotipos compartidos (ht2 y ht3) por dos individuos
inhumados en fosas diferentes (fosas 1 y 2 el ht2 y fosas 1 y 4
el ht3). Ambos haplotipos pertenecen al haplogrupo H, muy frecuente en la población europea actual. Teniendo en cuenta que
la muestra analizada es bastante reducida, podría pensarse que
la presencia de dos individuos del subhaplogrupo H3 (los individuos con el ht3) se explicaría por la existencia de parentesco
vía materna, descartando, obviamente, que pudiera deberse a
una variación aleatoria (ibídem: 36).
- Finalmente, el análisis molecular observa una alta diversidad
genética lo que es indicio, al igual que se advertía en el yacimiento de Los Cascajos, de una sociedad abierta y de tamaño
suficiente para que los cruces endogámicos no fuesen habituales.
A la luz del estudio antropológico de Hervella et al. (2009)
resulta clara la práctica de reducción de los cadáveres en el yacimiento. En el caso del enterramiento 3 parece evidente ya que la
descripción antropológica refleja la existencia de subrepresentación anatómica en el individuo B, junto a conexiones fuertes
parciales. Incluso, se señala la posibilidad de que dicho individuo sufriera desplazamientos y la desaparición de determinadas
partes esqueléticas (ibídem: 63) en una hipotética reapertura de
la fosa para alojar al individuo A. Este, por su parte, conservaba su posición primaria y prácticamente todo el esqueleto a
excepción del cráneo que pudo ser retirado en una tercera remoción de la fosa. El enterramiento 1, por su parte (ibídem: 60), es
de más compleja interpretación ya que nos encontramos ante
una fosa poco profunda de forma elíptica irregular y de 1,60 x
1,29 m en sus ejes. En el interior se han encontrado restos de,
al menos, 5 individuos (número contabilizado a partir de los
cráneos recuperados), pero que un análisis antropológico posterior (Hervella, 2009) asciende a 7, de los que sólo 1 (individuo 2) se hallaba en conexión anatómica clara. El resto apareció
formando un pequeño conjunto de cráneos (cráneos 3, 4 y 5),
en un caso ocupando un lugar destacado sobre una “bandeja
de arenisca”, siendo a la vez un individuo infantil en su primer
año de vida (cráneo 1) y, por fin, una amalgama de huesos del
esqueleto postcraneal muy mal conservados y con escasas conexiones anatómicas lo que supone un claro indicio de haber
sido manipulados post mortem. Creemos que las evidencias de
la estructura 1 son claros indicadores de la existencia de una
estructura abierta y muy posiblemente aérea elaborada con ma-
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Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
teriales perecederos al modo de casas de la muerte de los dowayo en Camerún (Barley, 1995: imagen 17), en la que se habría
producido sucesivas reducciones de cadáveres con cada nueva
inhumación. Somos conscientes de que es ésta una interpretación un tanto arriesgada y que muy bien se hubiera podido tratar
de una tumba en fosa que se abriera en sucesivas ocasiones para
introducir nuevos individuos, para lo que habría sido necesario
un reacondicionamiento del espacio y, por tanto, del contenido
de la tumba con las correspondientes reducciones de cadáveres.
2.5.3. La Cueva de Chaves
Desde 1975 se vienen realizando excavaciones en la hoy tristemente famosa Cueva de Chaves (Utrilla et al., 2008). El
calificativo obedece al desafortunado acontecimiento de su
destrucción en 2007 por mor de la acción desaprensiva de su
propietario quien, sin encomendarse a Dios ni al diablo, realizó un vaciado mecánico completo de los niveles neolíticos y
algunos infrayacentes, para convertir el lugar en un bebedero
de animales introducidos con dudosa legalidad para fines cinegéticos. Durante la campaña desarrollada en 1984 y exactamente en la cata 84C, se descubrió un enterramiento neolítico
que vio la luz 24 años después en una comunicación al IV
Congreso del Neolítico en la Península Ibérica. El análisis antropológico muy completo, realizado por José Ignacio Lorenzo, identificó un individuo masculino cuya edad fue cifrada,
a partir de la sincondrosis sutural, entre los 45/55 años. Los
restos óseos no presentaban ningún tipo de deformación ni
manipulación pre ni post mortem, por lo que nos encontramos
ante una inhumación individual primaria en una “escueta fosa
de 65 x 50 cm, excavada con muy poco cuidado en la tierra de
limos del nivel c.” (ibídem: 134). En todo caso, la disposición
de los huesos advertía un proceso entrópico que aparece muy
bien descrito y reconstruido en una ilustración de M. C. Sopena (ibídem: 153, Fig.2). Según ésta, el cadáver, debidamente
amortajado y atado en las dos primeras horas posteriores a
su defunción o pasadas 36 de la misma, ofrecía una posición
replegada con las rodillas flexionadas y las manos cruzadas
sobre ellas. Posteriormente, el cuerpo, una vez que estuvo libre de la sustancia blanda, sufrió un proceso de desconexión
anatómica en el que la cabeza y con ella las vértebras cervicales y algunas costillas habrían rodado fuera de su posición
original. Quizás en ese mismo momento las piernas se habrían
volteado hacia la izquierda hasta alcanzar la posición horizontal que detentaban en el momento de su hallazgo, quedando configurada así la disposición definitiva de los restos. Es
ésta una interpretación interesante y atractiva, pero que choca
con el hecho, no advertido en la publicación que referimos,
de la necesidad de que la deposición se hubiera realizado en
un espacio hueco y hubiera permanecido así hasta, al menos,
su desconexión anatómica. Para ello, debería haber contado
con una estructura (¿pétrea?, ¿lignea?) que hubiera cubierto
el hueco de la tumba y sobre la que se hubiera dispuesto el
“tumulillo” de cantos rodados (hasta 296 cantos rodados blancos de entre 5 y 8 cm de diámetro). ¿No podría ser la capa de
cenizas blancas con restos de carbón que cubrían totalmente
al difunto, la evidencia de una posible cubierta de madera?
Sólo así, podría mantenerse la interpretación del proceso de
desconexión anatómica que se describe. No compartimos la
hipótesis de que los restos de cenizas blancas y carbones formasen parte de ningún ritual (no se describe ningún indicio de
cremación aunque sea parcial en los restos humanos), ni mucho menos que fuera cal viva, aunque un elemental análisis
hubiera aportado luz a esta cuestión dada la nítida diferencia
entre una sustancia y otra.
La inhumación apenas contaba con ajuar a no ser una pequeña lámina de cristal de roca y sin duda (ibídem: 135) un grueso
anillo de sección circular que se halló colocado en una falange
de la mano derecha. El propio tamaño de la pieza, y especialmente su grosor, es lo que ha servido como argumento a los autores del artículo para considerar este adorno como meramente
ceremonial y no como un objeto de uso habitual.
La detallada descripción del descubrimiento revela otros aspectos interesantes de la tumba. Por ejemplo, el hallazgo de un
pequeño resto de tejido o venda pegado a los huesos del muerto.
Este hecho, unido a que el cráneo y otros restos de extremidades
inferiores y superiores aparecieron teñidos de ocre rojo, es un
indicio más que suficiente para asegurar que el difunto debió
enterrarse vestido y sobre el mismo se espolvorearía el polvo
rojo tan habitual en las tumbas prehistóricas de distintos períodos y culturas.
Pero esta inhumación individual en fosa no contiene los únicos restos humanos aparecidos en el yacimiento de Chaves. Distribuidos por distintas partes de la zona de hábitat han aparecido
restos correspondientes a un número mínimo de 7 individuos así
como ¿un enterramiento fantasma? (ibídem: 137), definido así
a raíz del hallazgo en 1987 de una fosa circular con el contorno
jalonado de piedras hincadas verticalmente y cubierta por una
gran losa plana de 60 cm de diámetro. Todo parecía indicar que
esta estructura correspondería a una nueva tumba que, dado lo
avanzado de la campaña de excavación se reservó su exhumación para el año siguiente. El desencanto debió ser grande pues
en el verano de 1988 cuando se volvió a la cueva todo había
desaparecido por acciones clandestinas incontroladas.
Recientemente (Gamba et al., 2012) han realizado un estudio de ADN tanto sobre los restos del inhumado en la fosa como
sobre los hallados en la zona de hábitat. En el primer caso se ha
identificado el haplogrupo K y en el segundo el H. Ambos, con
una edad de coalescencia superior a los 10.000 años, forman
parte del elenco genético heredado de poblaciones europeas, al
menos desde época magdaleniense.
2.5.4. Alto de Rodilla
Tenemos conocimiento de la existencia de este yacimiento gracias a la comunicación presentada por J. Jiménez Echevarría y
C. Alonso Fernández (e.p.) en el V Congreso del Neolítico Peninsular celebrado en Faro (Lisboa) del 7 al 9 de abril de 2011.
Sin duda alguna trabajos arqueológicos de urgencia posibilitaron
la excavación de este yacimiento, en cuya estructura nº 2 se halló
inhumado un individuo infantil de unos 10 años. Se trataba de
una fosa de forma circular con un relleno ceniciento que parecía
estar sellada parcialmente en la boca por una secuencia de lajas
calizas en torno a las cuales se recuperaron un conjunto de objetos
arqueológicos que pudieron formar parte del ajuar: cerámicas, un
prisma de cuarzo y un bruñidor. Su inclusión en este apartado
obedece a que deparó una datación de finales del VI milenio cal
BC que luego valoraremos en el siguiente apartado.
199
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
2.5.5. Fuente Celada
Nuevamente una intervención de urgencia, motivada por la
instalación de un parque eólico en el municipio de Quintanadueñas, localidad a 8 km al noroeste de la ciudad de Burgos,
fue la responsable de la exhumación de un auténtico “campo
de hoyos”. La actuación preventiva afectó a un área de 4.930
m2 lo que, según sus excavadores, supondría aproximadamente el 14,5% de la superficie total del yacimiento (Alameda et
al., 2011: 49). Las estructura exhumadas fueron fundamentalmente hoyos y depósitos (ibídem: 50 y 55) donde se recogieron
abundante cerámica, industria lítica, ósea, restos constructivos,
faunísticos, elementos de molienda y, especialmente por lo que
nos interesa en este trabajo, inhumaciones individuales en fosas
(Carmona, 2011).
El registro funerario del yacimiento lo componen tres estructuras negativas de las que aquí vamos a considerar únicamente la aparecida en el hoyo 62 por haber deparado una
cronología del Neolítico Antiguo. Las otras dos (hoyos 19 y
5) aunque interesantes, son más recientes (Alameda et al.,
2011: tabla 3).
El hoyo 62 se localiza en el extremo norte del yacimiento
y se trata de una exigua cubeta de escasos 25 cm de profundidad y en torno a los 85 de diámetro. En su interior se recuperó
el esqueleto casi completo de un individuo adulto colocado en
posición fetal. Como único ajuar o como adorno personal, sólo
se hallaron tres aros de hueso situados en torno al cuello, por lo
que se deduce que formarían parte de un collar (ibídem: 60 y fig.
12). Los análisis antropológicos determinaron que se trataba de
un individuo masculino adulto/juvenil con una estatura en torno a 1,60 m y con evidencias de determinadas patologías tales
como reabsorción alveolar, osteofitosis, artrosis y osteoporosis,
todas ellas justificadas por “lo avanzado de su edad” (Carmona,
2011: 505 y fig. 3).
2.5.6. Valdivia (Madrid)
Los datos que se poseen de este yacimiento no son muy numerosos y proceden de mediados del siglo XX. El yacimiento
se ubicaría en la terraza media del Manzanares, a unos 20 m
sobre el mismo. Jiménez Guijarro (2001: 61) considera que este
yacimiento tuvo una finalidad habitacional y funeraria. Esta última se concretaría en una fosa que presentaría como ajuar un
brazalete o pulsera de esquisto o pizarra y una vasija cerámica
con cuello recto y cuerpo globular decorada con acanaladuras
anchas que se distribuyen por el cuello y hasta la mitad del recipiente (ibídem: fig. 3.52).
2.5.7. El Congosto (Rivas-Vaciamadrid)
En 2004 y concretamente entre enero y mayo, las obras de ampliación de la Escuela Nacional de Protección Civil en RivasVaciamadrid (Martín Bañón, 2007) propiciaron la excavación
arqueológica del yacimiento de El Congosto. Nuevamente nos
encontramos con un extenso yacimiento de hoyos donde se han
documentado ocupaciones recurrentes a lo largo de diferentes
etapas históricas y prehistóricas como puedan ser en este caso la
época visigoda, la Edad del Bronce y lo que nos interesa resaltar
en este trabajo, la neolítica. La parte excavada del yacimiento
200
la componen hasta 416 estructuras negativas, 16 de las cuales
deben adscribirse a la fase neolítica, sobre todo a partir del análisis tipológico de las cerámicas (ibídem: 204-205, fig. 6 y 7)
entre las que se pueden adivinar (la calidad de la publicación
online no permite realizar muchas más precisiones) acanaladas,
almagra, cordones impresos o líneas inciso/impresas paralelas
de las que cuelgan trazos cortos, impresos (grupo temático 1 de
García-Martínez de Lagrán et al., 2011).
Las 16 estructuras subterráneas con evidencias neolíticas
responden a una similar tipología, esto es, suelen ser cubetas
circulares de poca profundidad a excepción de dos de ellas que
responden al tipo de silo subterráneo (Martín Bañón, 2007:
201). En una de ellas, formada por las UUEE 240, 241 y 242
(ibídem: fig. 5), se recuperaron los restos de dos individuos, uno
infantil y otro adulto.
No disponemos de más información que la sección que aparece en la mencionada figura 5, donde se advierte un silo excéntrico que podría asimilarse a una variante de los tipos B o C de
sepulcros de fosa (Roig et al., 2010: fig. 3).
Precisamente, en el fondo del silo o fosa y en el sector más
excéntrico se halló un cráneo infantil, después de haberse exhumado un esqueleto de un individuo adulto algo más arriba. Todo
parece indicar (a falta de análisis más detallados) que nos hallamos, nuevamente, ante inhumaciones sucesivas con reducción
del primer individuo depositado.
2.5.8. El Prado, Pancorbo (Burgos)
El Prado se sitúa en el noreste de la provincia de Burgos, muy
cerca del desfiladero de Pancorbo, paso obligado entre la depresión de la Bureba y la Llanada de Miranda, ya en el río Ebro. El
yacimiento se ubica en el fondo de un valle avenado por distintos arroyos menores (Alonso y Jiménez, 2014).
La excavación realizada en el enclave, nuevamente con
carácter de urgencia, afectó a una superficie de 1.805 m2 en
la que se documentaron diversas estructuras como silos de almacenamiento, fosas/cubetas, un pozo/abrevadero (¿?) y dos
fosas funerarias. Son estas últimas las que nos interesan especialmente aquí. Se trata de las estructuras E06 y E14, ambas
tienen plantas ligeramente ovaladas y similares dimensiones
que rondan los 2 metros de eje mayor y el 1,50 de menor. Presentan una morfología compleja (ibídem: 45) ya que se hallan
realizadas mediante pequeños bancales entallados, a modo de
escalones, a través de los cuales se accede al fondo de la fosa.
Es allí donde se hallan, en cada caso, los restos humanos. Este
lugar concreto es de dimensiones considerablemente menores,
en torno a los 0,80 por 0,50 metros en el caso de la fosa E06 y
de 1,17 y 1,03 metros en la E14.
En la fosa E06 se habían depositado los restos de una mujer de entre 40 y 45 años y en la E14, otra mujer de entre 48
y 56 años. Los autores del trabajo refieren que ambos cuerpos
fueron manipulados antes de recibir sepultura definitiva a juzgar por el análisis de la naturaleza de las conexiones a partir
de los diferentes procesos sepulcrales, posdeposicionales, etc.
(ibídem: 47). En cualquier caso, el cuerpo de la estructura E06
estaba bastante desarticulado y no conservaba apenas vértebras,
ni cintura escapular. Por las descripciones que se realizan en el
artículo, nos inclinamos a pensar que se podría tratar de un enterramiento secundario con todas las reservas posibles.
[page-n-21]
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
La otra mujer depositada en la E14 debió fallecer a causa de un
trauma en la región frontal del cráneo. El cuerpo se depositó en posición flexionada (decúbito lateral izquierdo) con orientación SE.
En relación con el ajuar depositado, los autores, con buen
criterio, señalan que a pesar de que son las estructuras que más
materiales han deparado (el 12,44% de la lítica y el 15,95% de
la cerámica), su presencia no tiene por qué estar necesariamente
relacionada con una actividad votiva ya que se encontraba formando parte del sedimento del relleno (ibídem: 48). Sí que se
podrían considerar ajuar algunos molinos y una azuela de ofita
depositada junto al brazo derecho de la mujer de la estructura E14. El resto de objetos en el relleno, que podrían ser o no
componentes del ajuar, serían fragmentos cerámicos diversos,
laminillas y láminas de sílex.
3. MARCO CRONOLÓGICO DE LAS TUMBAS
DEL NEOLÍTICO ANTIGUO DEL INTERIOR
PENINSULAR Y DEL VALLE DEL EBRO
Dentro del conjunto de diferentes características y elementos que
muestran las tumbas del Neolítico Antiguo del Interior Peninsular, la cronología se presenta como un elemento que les otorga
cierta homogeneidad ya que acota un marco temporal concreto y
preciso, al menos en sus comienzos. Hemos elaborado una serie
de tablas y figuras para analizar el significado de estas dataciones
absolutas en el complejo proceso de neolitización. Así, si observamos las dataciones de la tabla 2 (donde aparecen las fechas
C14 sobre restos humanos de todas las tumbas comentadas y en
las que presentamos 3 nuevas inéditas, Villamayor de Calatrava, El Montico y El Molino de Arriba), vemos cómo dos fechas
presentan valores ligeramente superiores al 5300 (Chaves Ib,
Los Cascajos E 497), y tres (Molino de Arriba, Alto de Rodilla
y Los Cascajos E183) superan significativamente el 5200. En la
figura 11 estas dataciones presentan un lapso calibrado relativa-
mente amplio con dos momentos claramente diferenciados, antes
y después del 5200. La explicación la encontramos en la figura
12 en la que se recogen los gráficos de calibración individuales
de las cuatro tumbas más antiguas. Como se puede observar en
la parte izquierda de cada gráfico y en la curva de calibración,
entre el 6300 y el 6100 BP existen dos “mesetas” que impiden
una calibración precisa. Concretamente, el tramo horizontal de
la curva entre el 6300 y el 6200 hace que todas estas dataciones
presenten lapsos importantes anteriores al 5200, especialmente
en Chaves Ib y Los Cascajos E 497 que incluso calibradas a 1s,
presentan valores cercanos al 5300. En cambio, en Molino de
Arriba y en Los Cascajos E 183 las probabilidades más allá del
5250 disminuyen de manera importante incluso a 2s, 11,2% y
5% respectivamente.
En resumen, y teniendo en cuenta que manejamos lapsos
temporales (calibrados) y no fechas concretas, podríamos establecer el periodo 5300-5000 como el momento de inicio de
la tradición funeraria del Neolítico Antiguo en el Interior Peninsular. Sin embargo, si atendemos a los datos analizados en
el párrafo anterior, podríamos acotar el límite más antiguo de
este momento al 5250-5200, como se observa también en la
suma de estas dataciones reflejada en la figura 11 (Sum TUMBAS NEO. ANTIGUO).
Lo que muestra esta determinación cronológica es que estas tumbas se crearon en un momento ligeramente posterior
(a partir del 5300-5200) al inicio del Neolítico Antiguo en el
territorio estudiado (tabla 3), y a la llegada de las primeras
comunidades neolíticas pioneras (5700-5600) (Rojo et al.,
2008; García-Martínez de Lagrán, 2015). Por lo tanto, podríamos aventurar la hipótesis de que esta tradición funeraria
se iniciaría en el seno de comunidades plenamente neolíticas,
muy probablemente surgidas de los contactos e interacciones
entre las primeras comunidades neolíticas pioneras (tanto a
nivel peninsular como más concretamente en el Interior) y
Tabla 2. Dataciones de las tumbas del Neolítico antiguo en el valle del Ebro y en el Interior Peninsular.
Yacimiento
Interior
Ref. laboratorio
Data BP
cal BC 2σ
Bibliografía
Molino de Arriba
KIA-41450
6210±30
5293-5057
Inédita
6171±55
5296-4987
Jiménez y Alonso, en prensa
6120±30
5208-4961
Alameda-Cuenca et al., 2011
6087±28
5201-4910
Alto de Rodilla E 2
Fuente Celada E 62
UGA-7565
R_Combine: La Lámpara H 1
La Lámpara H 1
6144±46
5217-4962
Rojo et al., 2008
KIA-6789
6055±34
5047-4848
Rojo et al., 2008
El Congosto UE 2242
KIA-27582
6015±50
5041-4788
Martín, 2007
Villamayor
KIA-41449
5945±40
4932-4725
Inédita
El Prado
Valle del Ebro
KIA-6790
La Lámpara H 1
Beta-365669
5880±30
4827-4692
Alonso y Jiménez, 2014
Chaves Ib
GrA-26912
6230±45
5308-5057
Baldellou, 2011
Los Cascajos E 497
Ua-24426
6230±50
5311-5054
García y Sesma, 2007
Los Cascajos E 183
Ua-16024
6185±45
5291-5006
García y Sesm,a 2007
El Montico
KIA-41451
6125±30
5209-4983
Inédita
Paternanbidea Fosa 1 Individ. 2
GrA-13673
6090±40
5207-4854
García Gazólaz, 2007
Paternanbidea Fosa 2 Individ. A
GrA-13675
5960±40
4941-4729
García Gazólaz, 2007
Los Cascajos E 196
Ua-24423
5945±95
5194-4558
Inédita
201
[page-n-22]
M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
Fig. 11. Gráfico de las calibraciones de las
fechas de las tumbas del Neolítico antiguo
del Valle del Ebro y del Interior Peninsular,
con la suma de sus distribuciones y la suma
de las dataciones de los yacimientos del
Neolítico antiguo en este mismo territorio
recogidas en la tabla 3.
Fig. 12. Gráficos de calibración de las
dataciones de la tumbas de Chaves Ib,
Los Cascajos E 497 y E 183, y Molino de
Arriba (datos y referencias en tabla 2).
202
[page-n-23]
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
Tabla 3. Dataciones de yacimientos del Neolítico antiguo en el valle del Ebro y en el Interior Peninsular. Datas calibradas con OxCal
4.2.3: https://c14.arch.ox.ac.uk/oxcal/OxCal.html.
Yacimiento
Ref. laboratorio
Data BP
cal AC 2σ
Muestra
Bibliografía
Peña Larga IV
La Paleta
Chaves Ib
Chaves Ib
La Vaquera IB-N.94
La Lámpara H 18
Chaves Ia
La Revilla E 14
La Revilla E 4
La Ventana
El Mirador MIR 23
La Revilla E 9
La Revilla E 4
La Lámpara H 1
La Lámpara H 9
La Revilla E 14
La Revilla E 2
Los Cascajos E 516
La Revilla E 12
La Revilla E 4
Los Husos I XVI
La Revilla E 16
Botiquería 8
La Revilla E 13
Atxoste IIIb
La Revilla E 2
La Revilla E 2
La Revilla E 13
La Revilla E 12
La Revilla E 12
El Mirador MIR 22
Los Husos I XV
Los Cascajos E 214
La Lámpara H 11
El Mirador MIR 18
La Revilla E 4
El Mirador MIR 24
El Mirador MIR 20
El Portalón de Cueva Mayor N9
La Vaquera IB-N.98
Los Husos II VII
Arenaza IC2
Botiquería 6
Los Husos II IX
La Draga A-NII
La Draga B-NII
La Draga A-NI
La Draga A-NI
La Draga B-NII
La Draga A-NI
La Draga A-NI
Beta-242783
Beta-223092
GrA-38022
UCIAMS-66317
GrA-9226
KIA-21347
GrA-28341
KIA-21358
KIA-21356
Beta-166231
Beta-208134
UtC-13347
KIA-21351
UtC-13346
KIA-21352
KIA-21357
UtC-13269
Ua-24427
UtC-13295
KIA-21359
Beta-161182
UtC-13294
GrA-13270
KIA-21355
GrA-9789
UtC-13350
KIA-21346
KIA-21354
KIA-21349
KIA-21353
Beta-208133
Beta-161180
Ua-17795
KIA-21348
Beta-208132
UtC-13348
Beta-220914
Beta-197384
Beta-222339
GrA-8241
Beta-221640
OxA-7157
GrA-13268
Beta-221642
OxA-20233
OxA-20231
OxA-20235
OxA-20234
OxA-20232
Hd-15451
UBAR-313
6720±40
6660±60
6580±35
6470±25
6440±50
6407±34
6380±40
6365±36
6355±30
6350±40
6320±50
6313±48
6289±31
6280±50
6280±33
6271±31
6250±50
6250±50
6250±50
6245±34
6240±60
6240±50
6240±50
6230±30
6220±60
6210±60
6202±31
6177±31
6158±31
6156±33
6150±40
6130±60
6125±80
6125±33
6120±40
6120±60
6110±40
6100±50
6100±50
6080±70
6050±40
6040±75
6040±50
6040±40
6179±33
6163±31
6143±33
6127±33
6121±33
6060±40
6010±70
5715-5561
5671-5483
5614-5478
5482-5375
5482-5322
5470-5323
5471-5304
5470-5233
5466-5230
5466-5225
5466-5212
5466-5209
5320-5216
5366-5073
5322-5211
5317-5211
5321-5058
5321-5058
5321-5058
5310-5075
5326-5030
5316-5056
5316-5056
5302-5070
5316-5020
5309-5011
5290-5052
5219-5034
5214-5018
5213-5011
5216-4993
5225-4854
5291-4846
5210-4965
5209-4953
5220-4851
5208-4942
5210-4856
5210-4856
5213-4834
5056-4836
5208-4780
5194-4796
5047-4836
5221-5025
5215-5022
5210-5001
5210-4981
5208-4961
5195-4842
5201-4721
Ovicáprido
Cerealia
Ovicáprido
Ovicáprido
Bellota
Fauna
Bellota
Fauna
Ovicáprido
Fauna
Cereal
Cereal
Fauna
Cereal
Fauna
Fauna
Cereal
Cereal
Cereal
Sus sp.
Fauna
Cereal
Fauna
Fauna
Fauna
Cereal
Fauna
Ovicáprido
Fauna
Ovicáprido
Cereal
Fauna
Bos
Fauna
Cereal
Cereal
Cereal
Ceral
Fauna
Bellota
Fauna
Fauna
Fauna
Fauna
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Cereal
Fernández-Eraso, 2011
Jiménez-Guijarro, 2010
Baldellou, 2011
Baldellou, 2011
Estremera, 2003
Rojo et al., 2008
Baldellou, 2011
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Jiménez-Guijarro, 2010
Vergès-Bosch et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Inédita
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Fernández-Eraso, 2011
Rojo et al., 2008
Barandiarán y Cava, 2000
Rojo et al., 2008
Alday, 2012
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Rojo et al., 2008
Vergès-Bosch et al., 2008
Fernández-Eraso, 2011
Com. pers. J. Sesma y J. García
Rojo et al., 2008
Vergès-Bosch et al., 2008
Rojo et al., 2008
Vergès-Bosch et al., 2008
Vergès-Bosch et al., 2008
Ortega et al., 2008
Estremera, 2003
Fernández-Eraso, 2011
Arias y Altuna, 1999
Barandiarán y Cava, 2000
Fernández-Eraso, 2011
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
Bosch et al., 2011
203
[page-n-24]
M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
los grupos locales, lo que hemos definido como comunidades
de 2ª, 3ª,… generación (Rojo et al., 2008; García-Martínez
de Lagrán, 2014).
Este argumento viene corroborado, en parte, por los análisis genéticos que se han realizado sobre Cascajos y Paternanbidea, donde coexisten haplogrupos con edades de coalescencia
de entre 20.000 y 25.000 años y, por tanto, correspondientes a
poblaciones europeas previas a la neolitización (Haplogrupos
H, U, K), con otros cuya edad de coalescencia se establece
entre 8.000 y 10.000 años (Haplogrupo J) y cuyo origen se sitúa en el Próximo Oriente. En este sentido, un reciente trabajo
plantea la existencia de dos grandes migraciones en la Prehistoria Europea, coincidiendo la primera con los grupos neolíticos provenientes del Próximo Oriente. En la Península Ibérica se observa cómo existe una ruptura genética importante
con la llegada de esta primera corriente de neolitización para,
inmediatamente, producirse una mezcla con las poblaciones
autóctonas que se manifiesta, especialmente, en el Neolítico
Medio y Final con el rebrote, de forma mayoritaria, de los li-
najes ancestrales previos a la neolitización (Haak et al., 2015).
Como vemos, unos cientos de años después del primer aporte
foráneo a la Península, las poblaciones ya se han diversificado genéticamente como muestra de una población abierta, con
múltiples conexiones y nada endogámica.
Otro ligero desfase cronológico que habrá que confirmar en
el futuro con más datos, se da en algunos yacimientos con dataciones de tumbas y de contextos de habitación. En los casos de
Chaves y La Lámpara las fechas de las tumbas son varios siglos
más recientes que las de las primeras ocupaciones, en cambio
en Los Cascajos, por ejemplo, éstas parecen contemporáneas
(fig. 13). La interpretación de esta información es complicada y no va más allá de las meras hipótesis. Como ya hemos
comentado la aparición de estas tumbas no se produce en las
primeras ocupaciones de estos asentamientos (desde luego no
en los contextos colonos pioneros, por ejemplo en Peña Larga
IV: 5715-5561; o en Chaves Ib: 5614-5478), sino en una fase
posterior. Tal vez su aparición podría relacionarse con conflictos
o cuestiones de ámbito territorial, social y/o económico, como
Fig. 13. Dataciones de Chaves,
La Lámpara y Los Cascajos.
En negro las fechas de los
enterramientos y en gris otras
muestras de los yacimientos.
204
[page-n-25]
Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
la apropiación del espacio frente a otros grupos sociales u otras
comunidades, o de reafirmación individual o familiar en el seno
de la comunidad, como se ha sugerido en otros ámbitos como
la LBK (Hofmann, 2012), o, incluso, con cuestiones rituales de
refundación de nuevos asentamientos tras la muerte de un individuo importante, también en la LBK (Bogucki, 2000).
Sea cual fuere la causa y la finalidad de estas tumbas su
tradición perdura a lo largo de bastante tiempo. Como ya hemos comentado, las dataciones acotan su inicio en las últimas
centurias del VI milenio y la prolongan a lo largo del V. Posteriormente, y a medida que avance el tiempo, aparecerán otros rituales, símbolos, ajuares, arquitecturas, y tradiciones funerarias
(Rojo Guerra, 2014 y Garrido-Pena et al., 2012).
Con todos los datos obtenidos y considerando en conjunto
como un único registro los últimos yacimientos (si no lo hiciéramos así, todo el análisis global se reduciría a repetir las observaciones realizadas sobre Cascajos y Paternanbidea), podemos
establecer un conjunto de regularidades en el comportamiento
funerario de las primeras poblaciones neolíticas en cuanto a tipo
de estructuras utilizadas y naturaleza del depósito, sexo y edad
de los inhumados, presencia/ausencia de ajuar y características
del mismo, así como la posición del difunto dentro de la tumba
y sus orientaciones. Todos estos puntos aparecen reflejados en
la tabla 4 y podríamos resumirlos en:
a) Tipos de estructuras y naturaleza del depósito: La inmensa
mayoría de las tumbas documentadas se corresponden con fosas
cerradas donde se depositan enterramientos primarios. En cuatro
casos (El Montico, una estructura de Paternanbidea, Chaves y El
Congosto) podríamos asegurar que el/los difuntos se depositaron
en una fosa abierta susceptible de manipulaciones posteriores a
la deposición. En estos casos (Montico, Paternanbidea y El Congosto) estaríamos ante depósitos dobles sucesivos con reducción
de partes del primer inhumado. Sólo en un caso, la estructura 1
de Paternanbidea, pese a considerarla un depósito sucesivo con
reducción del primer inhumado, podríamos estar ante un sepulcro
más bien múltiple o colectivo. En este caso, estamos convencidos
de que, pese a que los difuntos fueron depositados en una depresión (no nos atrevemos a clasificarlo como fosa), debió existir
una estructura aérea de algún tipo de material perecedero que no
ha llegado hasta nosotros. Por último, en un solo caso (Chaves)
el difunto debió depositarse en una fosa abierta con algún tipo de
cubierta, posiblemente de madera.
4. CONCLUSIONES FINALES
En el presente estudio se han analizado 12 yacimientos con evidencias de enterramientos. Por diversas razones, mencionadas
en el texto, la información sobre cada uno de ellos es muy dispar y desequilibrada. Por lo general, en cada yacimiento se ha
documentado una sepultura a excepción de los yacimientos de
El Prado con dos estructuras y dos individuos, Paternanbidea
con 4 estructuras y un número mínimo de 13 individuos, y Los
Cascajos. Es, sin duda, este yacimiento el que ha deparado el
mayor número de sepulturas pero que corresponden a dos fases
diferentes: un Neolítico Antiguo y un Neolítico Medio. A la primera fase pertenecen con seguridad 12 tumbas y a la segunda 6.
Las 19 restantes no tienen una adscripción precisa bien por falta
de ajuar y/o bien por ausencia de dataciones absolutas.
Tabla 4. Cuadro resumen de las características generales de las tumbas del Neolítico Antiguo en el Interior Peninsular y Valle del Ebro.
SW
SE
NW
NE
W
E
S
Orientación
N
Sentado
Supino
Prono
DLI
Fauna
DLD
Múltiple / colectivo
Sucesivo con reducción
Primario
Adornos
Cerámico
Posición difunto
6
Lítico
Adulto
27
Secundario
Naturaleza
Depósito
Ajuar
Juvenil
Edad
Infantil
Hembra
Sexo
Vvarón
Otros
Fosa cerrada
Fosa abierta
Tipo
estructura
Montico
La Lámpara
Molino Arriba
Villamayor
Los Cascajos
71% 13%
Paternanbidea
50% 50%
30%
Chaves
8% 8%
8%
50% 25%
?
Alto Rodilla
Fuente Celada
El Congosto
Valdivia
El Prado
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
?
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M. A. Rojo, I. García, R. Garrido, C. Tejedor, E. Subirà, J. García, J. Sesma, J. F. Gibaja, M. Unzu, A. L. Palomino, I. Jiménez, E. Arroyo y H. Arcusa
b) Sexo y edad: La composición por sexos de la necrópolis
de Los Cascajos refleja por sí misma la tónica general de los
enterramientos del interior peninsular al contar con un 71% de
varones frente a un 13% de mujeres. Por tanto la mayor parte de los difuntos conocidos del Neolítico Interior Peninsular
son varones a excepción de El Prado con dos mujeres ancianas,
La Lámpara donde se depositó una anciana y la necrópolis de
Paternanbidea donde el 50% son mujeres. Por edades, hay que
destacar la escasa presencia de población infantil (El Congosto,
Alto de Rodilla y Paternanbidea) y la mayoría de individuos
adultos, aunque en Los Cascajos observemos 27 juveniles y 6
adultos. Por tanto, la población juvenil adulta es la que aparece
mayormente representada.
c) Ajuar: Tanto la presencia/ausencia de ajuar como la importancia cuantitativa en cada caso son absolutamente dispares. Por
ejemplo, en Los Cascajos el ajuar es muy pobre por lo general y
sólo en unos pocos casos existe y, en menos aún, es ciertamente
significativo, como hemos visto en el apartado correspondiente.
Por el contrario, en Paternanbidea, sin ser muy numeroso, sí que
es significativo y, aunque podamos hallar tanto industria lítica
(microlitos), cerámica o fauna, lo que realmente destaca, como
hemos visto también, son los adornos (cuentas de collar o colgantes). Hay dos casos que sobresalen en este apartado por encima de
los demás y por motivos distintos: el primero es El Montico, que
destaca por el número de microlitos hallados junto a los restos
de las inhumaciones. Son un total de 41 monturas con el valor
añadido de que la inmensa mayoría presentan huellas de haber
sido utilizados. Ya hemos planteado la posibilidad de que estemos ante una posible ejecución, idea sugerida por la traceología
(ver apartado 2.1.1.2) y no descartable al analizar algunas de las
fotografías del proceso de excavación donde, como se observa
en la figura 2, dos de las posibles puntas de proyectil descansan
directamente sobre uno de los fémures. Sea como fuere, de todas son conocidas las escenas de ejecuciones en el arte levantino (López Montalvo, 2011) y la inusual concentración de puntas
de proyectil en esta tumba nos podría sugerir una escena similar
como causa de la muerte de uno de los individuos enterrados.
Otra circunstancia interesante y única de este yacimiento entre
las tumbas del Neolítico Antiguo Peninsular es la colocación de
toda una cornamenta de ciervo sobre la última deposición que nos
hace recordar a las tan renombradas tumbas epipaleolíticas de Teviec y Hoedic en la Bretaña francesa. El hecho excepcional en El
Montico es la presencia de la cornamenta completa, pues luchaderas (basales, segunda, central o, incluso candiles) y otros restos
de fauna aparecen con mayor frecuencia en las tumbas neolíticas
como sucede en La Lámpara, Villamayor, varias de Los Cascajos,
Paternanbidea o Alto de Rodilla.
El segundo caso excepcional en este apartado es la tumba
de La Lámpara en Ambrona. Es uno de esos raros ejemplos en
los que se inhuma a una mujer anciana con un ajuar extensísimo
que hemos detallado anteriormente y en el que hemos llegado a
distinguir un ajuar personal (vasija cerámica completa, lámina
con huellas de reutilizaciones y reavivados y un amplio ajuar
colectivo especialmente cerámico (536 fragmentos de vasos),
pero también lítico y objetos de fauna como espátulas, candiles
de ciervo y cornamenta de cabra. La enorme cantidad de objetos
presentes en esta tumba, por cierto de forma peculiar ya que la
sección de la misma parece haber correspondido a un silo reaprovechado, nos hacen precisar dos aspectos interesantes; uno
206
sería el alto rango o la alta consideración que la anciana debía
tener en vida, visto el ajuar desde una perspectiva procesualista
y, otro sería el hecho de que el relleno contenga una buena parte
del ajuar. La evidencia arqueológica en este sentido es variada
y múltiples, también, las interpretaciones. Por ejemplo, los escasos materiales que se recuperaron en el relleno de Chaves no
se consideran ajuar sensu estricto, opinión que compartimos.
Lo mismo ocurre con el relleno de otras fosas como Villamayor,
El Congosto o El Prado. En Villamayor los propios autores del
descubrimiento señalan que la tierra del relleno procede de un
yacimiento próximo y no del entorno inmediato a la fosa. En
este caso, y en un sentido animista, podemos pensar en que todo
es ritual, ajuar o lo que queramos decir, aunque el difunto no
tenga unas ofrendas específicas.
Ofrendas específicas que sí tienen los muertos con ajuar
de Cascajos, Paternanbidea, Buniel o la mencionada cuerna
de ciervo en El Montico. En La Lámpara, como hemos comentado, todo el relleno estaba perfectamente estructurado y
diseñado de antemano. A la difunta se le colocaron una vasija
completa y una lámina con lustre de cereal a los pies en el momento de su deposición en el fondo del silo. Posteriormente,
según se iban rellenando, se rompieron varias vasijas cerámicas que, junto con restos de fauna, completaron el sellado de
la tumba. Da la sensación de que toda esta evidencia podría ser
el resultado de un auténtico banquete funerario ocurrido con
motivo del sepelio de una anciana especialmente importante
para las gentes del poblado.
d) Posición de los difuntos y orientaciones: La mayoría de los
difuntos están depositados en decúbito lateral derecho, algunos
menos en la misma posición sobre el costado izquierdo, pero lo
más significativo, junto a un caso en que el difunto se depositó
sentado (Chaves) es que sólo en el Valle del Ebro se documenta la
posición de supino, y en todos los yacimientos además; El Montico, hasta el 30% de los casos en Cascajos y en Paternanbidea. En
cuanto a orientaciones, la predominante es la SE ya que el 33% de
los individuos de Cascajos tienen esa orientación al igual que El
Montico, La Lámpara y algunos individuos de Paternanbidea. En
Cascajos, un número significativo también está orientado al SW
(33%) al igual que algunos difuntos de Paternanbidea. Sólo en un
caso de está necrópolis y el inhumado en Fuente Celada tienen
una orientación NW mientras que el único individuo inhumado
con una orientación W se da en Paternanbidea.
Para concluir, nos gustaría ofrecer una interpretación de los
puntos anteriores desde la perspectiva del proceso de neolitiziación y del Neolítico Antiguo en el Interior y en la Península
Ibérica en general. En nuestra opinión (Rojo et al., 2008; García-Martínez de Lagrán et al., 2011; García-Martínez de Lagrán,
2012, 2014, 2015) la extensión del Neolítico por la Península
Ibérica podría articularse en dos etapas. La primera, el proceso de neolitización propiamente dicho, entre el 5700-5600 y el
5300-5200 cal AC. Entendemos como tal, el periodo de contacto, interacción y convivencia de grupos neolíticos pioneros y
grupos indígenas de cazadores-recolectores. A partir del 53005200 esta situación tiene como resultado el inicio del Neolítico
Antiguo en una gran parte de la Península Ibérica. Por lo tanto,
optamos por un proceso ecléctico en el que comparten protagonismo los grupos mesolíticos y las comunidades neolíticas
pioneras que llegan de territorios foráneos (sur de Francia por
los Pirineos, Mediterráneo occidental, norte de África: Berna-
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Enterramientos del Neolítico antiguo en el interior peninsular: nuevos datos
beu et al., 2009; Bernabeu y Martí, 2012, 2014; García-Borja et
al., 2010; Manen, 2014; Manen et al., 2007; Utrilla, 2002, entre
otros). Denominamos a estos grupos comunidades de 1ª generación ya que son los primeros grupos plenamente neolíticos
que llegan a Iberia. Posteriormente, su interacción durante tres
o cuatro siglos con los grupos locales dará lugar a comunidades
de 2ª, 3ª, 4ª,... generación, éstas últimas, a su vez, colonizarían
nuevos territorios (o antiguos y ya conocidos) produciendo nuevas dualidades culturales, relaciones, interacciones, transmisión
de conocimientos, etc.
Los datos sobre el mundo funerario que acabamos de analizar apoyarían este modelo eclético de interacción. En este sentido nos gustaría destacar tres puntos a modo de resumen:
a) Los análisis genéticos: Como ya hemos comentado, la
coexistencia de diferentes haplogrupos en la población analizada (especialmente Cascajos y Paternanbidea) apoyaría la idea
de comunidades abiertas a los contactos, con aportes genéticos
externos y locales.
b) Las características del ritual funerario: estructuras,
ajuares, inhumados, etc. Hemos repetido varias veces a lo largo
del texto que estas tumbas muestran una serie de características
comunes en un amplio territorio que les confieren un cierto grado o sentido de unidad. Este hecho también se ha detectado en
otros aspectos del registro como la cerámica (García-Martínez
de Lagrán et al., 2011; García-Martínez de Lagrán, 2012) y también en algunos aspectos de la industria lítica, especialmente en
el desarrollo y uso de las láminas simples como útiles polifuncionales. Sin embargo, al mismo tiempo, todas estas variables
(cerámica, industria lítica, tumbas) muestran peculiaridades
regionales o locales, como el predominio de ciertos temas y
técnicas en áreas específicas (García-Martínez de Lagrán et al.,
2011; García-Martínez de Lagrán, 2012), o la distribución de
los tipos de geométricos (Alday y Cava, 2009; Barandiarán y
Cava, 1992; Utrilla et al., 2009), o de los tipos de hoces (Gibaja
et al., 2012; Perales et al., 2015).
Por lo tanto, estaríamos, al mismo tiempo, ante un fondo
común y ciertas peculiaridades geográficas. En nuestra opinión
esta situación es consecuencia de los protagonistas y los escenarios que se producen durante el proceso de neolitización en
el Interior y en el valle del Ebro. La cronología que presentan
todas estas tumbas también apoyaría esta hipótesis. Su datación
a partir del 5300-5000 nos indicaría que fueron construidas y
utilizadas por comunidades de 2ª, 3ª,… generación, esto es,
grupos del Neolítico antiguo. Ante esta afirmación es obligatorio preguntarse cuál pudo ser el aporte o la influencia de estos
grupos en este mundo funerario, como veremos a continuación.
c) La influencia del mundo funerario mesolítico y neolítico pionero: El primer hecho que llama la atención del mundo
funerario mesolítico es su distribución geográfica, centrada
principalmente en las zonas periféricas/costeras. Sin embargo,
es curioso que en el valle del Ebro, por ejemplo, no se hayan
encontrado este tipo de manifestaciones a pesar de un destacado poblamiento mesolítico, ya que el único caso conocido,
Aizpea, presenta también esta ubicación periférica dentro del
territorio navarro (Barandiarán y Cava, 2001).
Recientemente Gallego (2009) ha realizado una síntesis de
este tema definiendo las siguientes características para el mundo
funerario mesolítico de la Península Ibérica: la inhumación de
personas de cualquier sexo y edad, aunque en algunos sitios hay
un claro predominio por los hombres adultos, por ejemplo en El
Collado (Gibaja et al., 2015); gran variedad de prácticas funerarias; la existencia de posturas y orientaciones variables aunque
con una cierta estandarización dentro de cada yacimiento; la ausencia generalizada de ajuares; la presencia mayoritaria de enterramientos individuales y la existencia de enterramientos múltiples diacrónicos con reaperturas de las estructuras funerarias; la
constatación del fenómeno de los “huesos perdidos” y, por lo tanto, de prácticas de desarticulación y manipulación corporal, etc.
En resumen, podríamos plantear la hipótesis de que ciertas características del mundo funerario del Neolítico Antiguo en el Interior Peninsular y el valle del Ebro suponen una influencia directa
del Mesolítico, como por ejemplo, la edad y el sexo de los inhumados, o la presencia mayoritaria de enterramientos individuales
junto con otros múltiples, o la reapertura de algunas estructuras, o,
incluso, la escasa importancia de los ajuares, etc. Bien es cierto, que
con los datos actuales, tanto del Mesolítico como del Neolítico, es
muy aventurado realizar cualquier afirmación.
En este sentido, no conocemos los rituales ni las costumbres
funerarias de los grupos neolíticos pioneros o comunidades de
1ª generación que llegaron a la Península Ibérica. Sólo podemos
sugerir que determinadas características de las tumbas analizadas en este trabajo serían un aporte de estos grupos, nos referimos concretamente a las evidencias (estructuras, ajuares, restos
arqueológicos, etc.) de estas tumbas y rituales relacionados con
la agricultura y la ganadería.
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