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EL IMPERIO ROMANO
ALBERT V. RIBERA
Servicio de Investigación Arqueológica Municipal. Valencia
INTRODUCCIÓN
El País Valenciano a lo largo y ancho del siglo I a.C. ya estaba inserto en el contexto de la fase
final de la Republica romana y de los inicios del Imperio, de manera que cualquier acontecimiento importante que tuviera lugar era totalmente dependiente de procesos políticos, económicos o sociales de carácter más general. Además, al tratarse de una zona «pacificada» desde los
inicios de la conquista romana en el siglo II a.C., sus pobladores apenas participaron, sino como
meros testigos o victimas, de los pocos hechos relevantes para los historiadores antiguos, los que
tenían que ver con episodios militares, que siempre tenían su razón de ser en enfrentamientos de
ejércitos venidos de fuera. Esta escasa relevancia histórica, que aumentara con la implantación
del Imperio, y que es algo casi general a toda Hispania, se suple con el recurso a otras fuentes de
información, especialmente la arqueología y sus acompañantes más valiosos para este época, la
epigrafía y la numismática.
Desde el final de las guerras civiles sertorianas (82-72 a.C.) se conoce muy poca información histórica. Las destrucciones de este episodio bélico afectaron a Valentia, Sucro, Lauro o Dianium, según
narran los autores antiguos, pero su efecto negativo, manifestado en el arrasamiento y en el castigo
de las ciudades, fue mucho más extendido, como atestiguan las excavaciones en Kelin (Caudete de
las Fuentes) o en Torre la Sal (Ribera de Cabanes). La condición de Dianium como ciudad estipendiaria, categoría nada envidiable pues significaba que tenía que pagar un tributo (stipendium) a Roma,
pudo ser un castigo por su participación a favor del vencido Sertorio.
Aun hay menos información del conflicto civil romano que enfrentó a César y Pompeyo, del que,
para nuestro territorio, los historiadores solo mencionan el paso de César por Saguntum camino hacia Andalucía, donde, junto con el valle del Ebro, tuvieron lugar los más encarnizados combates. En
relación con estos conflictos hay que poner el tesoro de casi 1.000 denarios hallado en Llíria en 1806
y que debió ser ocultado poco después del 44 a.C., lo que coincide plenamente con este momento de
inseguridad. El vacío provocado por la destrucción de la itálica Valentia debió ser ocupado por
Saguntum que se convertiría en el principal núcleo urbano de la zona. De la otra ciudad importante,
Saetabis, solo sabemos de ella a través de sus monedas, que ahora empiezan a usar el alfabeto latino
junto con el ibérico.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
LA ÉPOCA DE AUGUSTO: LAS JERARQUÍAS URBANAS
El largo reinado del primer emperador romano es un periodo de paz en el ámbito mediterráneo,
precedido por la conclusión definitiva de los conflictos civiles y la conquista de Egipto. Desde este
momento, las guerras tendrán lugar en las lejanas fronteras del Rhin y el Danubio o en los desiertos
de África y Siria. En Hispania aun se tuvo que someter a los últimos reductos en las montañas cantábricas, pero en el placido Mediterráneo la situación era bien distinta y las preocupaciones y prioridades del emperador eran de otro orden. Se era consciente de la caótica situación heredada de la caduca Republica y de los estragos causados por las guerras civiles y sus secuelas, como la
desmovilización de los grandes ejércitos reclutados y la necesidad de organizar y reconstruir no solo
la maltrecha y superpoblada Italia, sino a las ya numerosas provincias.
Como ya hemos adelantado, lo que vamos a exponer para la zona valenciana siempre será el reflejo
particular de una situación general al ámbito del Imperio. La plasmación de este nuevo estado de cosas
tuvo su reflejo más inmediato en las ciudades, que, de una manera u otra, se convirtieron en el sostén del
sistema a todos los niveles, desde el económico al administrativo. Desde Roma se hizo ver a las otras urbes que eran como clones suyos a una escala reducida y que tenían que funcionar como pequeñas Roma,
especialmente las nuevas colonias de ciudadanos romanos. Hay que tener en cuenta que la sociedad romana estaba muy jerarquizada, pero que también lo estaban las ciudades, cada una de las cuales tenía su
status diferencial, desde las mencionadas colonias romanas, en la cima, a las estipendiarias, en su base,
que eran las que habían ofrecido resistencia activa a la conquista, pasando por un amplio repertorio de
categorías intermedias: municipios romanos, colonias de derecho latino, ciudades federadas,...
Vista de Sagunt, Valencia. [Archivo SIP].
El municipio saguntino, que representa la continuidad de la ciudad ibérica, en contraposición a las nuevas fundaciones coloniales, alcanzó un
notable y prematuro desarrollo urbano desde los mismos inicios del Imperio romano, pero a partir de fines del siglo III experimentó un largo
declive, de modo y manera que en época medieval llegó a perder su antiguo nombre.
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EL IMPERIO ROMANO • ALBERT V. RIBERA
Esta jerarquización urbana no fue ningún invento de Augusto,
sino que era una herencia del largo proceso de la expansión de
Roma, que se había basado no solo en la sumisión de los enemigos sino también en su asimilación a través de la integración paulatina de sus ciudades (y sus ciudadanos) en el esquema romano y
en la instalación de colonias romanas y de sus aliados en los territorios sometidos. Como no podía ser de otra manera, el País Valenciano se vio afectado por este proceso de conquista y asimilación basado en el control de las ciudades. Si durante la conquista,
en el siglo II a.C., unas fueron destruidas, Edeta, otras creadas, Valentia, y otras fueron aliadas, Saguntum, con el advenimiento del
Imperio asistimos a la repetición del esquema, aunque esta política de reurbanización de Augusto se puede considerar como la
culminación y apogeo de este largo proceso, que supuso que en
unas pocas décadas se crearan una buena cantidad de nuevas colonias a lo largo de todo el Imperio y se procediera a la regularización, básicamente la municipalización, de muchas de las ciudades
existentes. En épocas posteriores se siguió aun con este esquema,
aunque nunca volvió a alcanzar las proporciones de este periodo.
Ya entrando en el área valenciana, el mejor exponente de los
nuevos tiempos es la antigua ciudad ibérica de Saguntum, fiel
aliada de Roma desde el siglo III a.C.. Como era habitual, por este
motivo siempre fue privilegiada. Se supone que desde un principio sería una ciudad federada hasta que en un momento indeterminado de mediados del siglo I a.C. se convirtió en municipio romano, uno de los primeros de Hispania. Recientemente, a través
de una nueva lectura de una moneda, se ha planteado que en el
siglo I a.C. adquirió el rango de colonia latina antes de convertirse
en municipio, con lo que tendríamos un ejemplo hispánico de lo
que era habitual en Italia en esta misma época, que las antiguas
colonias latinas se convirtieran en municipios romanos, con lo que
sus habitantes pasaban a ser ciudadanos romanos.
La arqueología y la rica epigrafía saguntina nos muestra que a lo
largo del reinado de Augusto la ciudad desarrolló una intensa actividad constructiva publica como consecuencia de la adquisición del
rango municipal, cambio jurídico al que ineludiblemente seguía una
profunda renovación urbanística. O lo que es lo mismo, cuando una
ciudad se convertía jurídicamente en romana adquiría lo que se llamaba la civitas y a continuación procedía a darse la imagen y el aspecto de una urbs verdaderamente romana. Esta mutación en la categoría urbana está en la base de la mayor parte de los grandes
proyectos urbanos de las ciudades del imperio.
Semis de Tiberio acuñado en Ilici. [Museo de Prehistoria de Valencia].
La creación de la colonia de Ilici en la época de Augusto supuso la llegada de licenciados romanos de las legiones que contribuyeron a desarrollar la romanización en
la zona valenciana meridional.
Anillo de oro procedente de Llíria.
Época imperial. [Museo de Prehistoria de Valencia].
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Reconstrucción infográfica de Lucentum y
su entorno hacia el cambio de Era. [Archivo
MARQ].
El municipio de Lucentum fue un pequeño enclave marítimo situado entre el mar
y un lago, la Albufereta, hoy desaparecido. Tuvo poca importancia en época romana y en el siglo III ya se había abandonado.
Hoy se pueden visitar sus restos recientemente abiertos al público.
En el territorio valenciano también se instaló una colonia romana, la Colonia Iulia Ilici Augusta.
Aunque el espacio elegido estaba ocupado por un importante y antiguo núcleo urbano ibérico, en
este tiempo y lugar lo que sucedió fue la instalación de colonos procedentes de dos legiones, que trajeron consigo el rango colonial, convirtiéndose así en la ciudad de mayor categoría. No hay información sobre lo que ocurrió con los pobladores indígenas, pero lo más probable es que la mayoría fueran despojados de sus tierras, como era habitual en estos casos, incluso en las colonias que se
crearon en la misma Italia. La arqueología y la epigrafía ilicitana no han sido aun muy explícitos
para con la fundación colonial, pero las acuñaciones monetarias, con sus estandartes legionarios, no
pueden ser más reveladores al respecto. También representan un templo de Juno, que podría ser uno
de los dos atestiguados en recientes excavaciones en la zona del foro.
El proceso de reorganización urbana afectó también a otras ciudades del territorio valenciano.
Unas, como Edeta, Saetabis y Lucentum se convirtieron en municipios de derecho latino, aunque de
ellos disponemos de menos información. Edeta aun está por ubicar con exactitud a pesar de la intensa actividad arqueológica y de los espectaculares hallazgos efectuados. Lo mismo sucede con Saetabis, famosa por su artesanía de lino, y cuyo amplio repertorio epigráfico se inicia ya en el 6 a.C. con
una dedicación a Cayo César, hijo adoptivo de Augusto. Solo muy recientemente ha aparecido un
edificio público de época romana, un probable ninfeo, que debía estar en la periferia. En los últimos
años se ha comprobado la amplia difusión de sus mármoles de Buixcarró. Se supone que la ciudad
ibérica y romana se encontraría en la ladera superior del castillo.
Mejor conocido es el pequeño municipio augusteo de Lucentum, que tan solo ocupaba 4’5 ha, y que se
asentaba sobre un anterior núcleo urbano de probable origen púnico. Su foro y sus termas revelan que en
la época de Augusto la ciudad fue remozada, eso si, a la escala de una pequeña ciudad como esta. No se
puede asegurar que el municipio de Dianium se remonte a esta etapa, aunque su condición de ciudad estipendiaria en la primera mitad del siglo I parecería entrar en contradicción con esta posibilidad.
Valentia entre el 10 a.C. y 10 d.C. empieza a dar algunos modestos pero claros indicios de su renacer, aunque durante este periodo solo se puede hablar de una especie de reocupación. De esta etapa
se conoce un gran mosaico de opus signinum en una zona probablemente publica al norte del foro.
Fue unas décadas más tarde cuando empezó a recuperar la forma urbana con todo su esplendor.
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EL IMPERIO ROMANO • ALBERT V. RIBERA
Junto a estas ciudades que se iban organizando dentro del esquema romano, hay que llamar la
atención sobre otros asentamientos menores dependientes de aquellas, que se crearon o desarrollaron con mayor intensidad en esta época. Nos referimos a los puertos que cada vez vamos conociendo mejor, especialmente el Grau Vell de Sagunt y el Portus Ilicitanus, la actual Santa Pola. Pero
había más, como el efímero de la Torre d’Onda, en Borriana, que no pasa del siglo I a.C., el Portus Sucrone, en Cullera, en la desembocadura del Xúquer, mencionado por autores tardíos, o el de tipo fluvial recientemente descubierto en Valentia junto al Turia. Dianium y Lucentum, por su ubicación junto
al mar eran ciudades portuarias.
LA DINASTÍA JULIO-CLAUDIA: LOS ÚLTIMOS RESCOLDOS IBÉRICOS
El proceso iniciado en el reinado de Augusto se fue desarrollando con sus sucesores. Las ciudades fueron adquiriendo paulatinamente y en la medida de sus posibilidades el aspecto de autenticas
urbes romanas. Que mejor ejemplo que el teatro de Saguntum para ilustrarlo. Con su reciente foro
monumental aterrazado y este nuevo gran edificio, el municipio saguntino fue el núcleo urbano más
sobresaliente de esta época.
En uno de los pocos textos coetáneos que conocemos, la descripción geográfica del gaditano
Pomponio Mela, encontramos que las ciudades más conocidas de nuestro territorio eran Saguntum y
Valentia, aunque su mención hay que verla más como un reflejo de su histórico pasado que de su esplendoroso presente, que en el caso del municipio también, pero en él de la antigua fundación itálica
no traduce su precaria situación en esos momentos. Aunque Valentia se fue recuperando, la numerosa evidencia arqueológica solo nos permite pensar en una modesta reurbanización que tiene sus
elementos más representativos fuera del antiguo recinto republicano: las termas de época de Tiberio
de la calle Cabillers y el edificio publico de la excavación Banys de l’Almirall. Topografía que indica
el inicio de la expansión del área urbana hacia el sudeste, signo evidente de vitalidad, que, no se detecta en la antigua área central, donde solo a fines de este periodo y, especialmente, en el Flavio, comienza una gran reforma urbana que debe coincidir con la creación de la colonia romana, episodio
que tuvo lugar en un momento indeterminado de la segunda mitad del siglo I.
Poco se puede decir de otras ciudades romanas. En Ilici se conocen algunas termas, que irían
completando los equipamientos de esta colonia. Para este periodo, los geógrafos antiguos mencionan también las ciudades de Sucro (¿Albalat de la Ribera?) y Allone (¿la Vila Joiosa?).
Los efectos de la llamada romanización no afectaron solo a los centros urbanos, sino que se hicieron ampliamente extensivos al mundo rural. Aunque son pocas las villas que se conocen con algún
detalle, ya se empieza a constatar el gran desarrollo que en algunas zonas cercanas a la costa alcanzarían las explotaciones intensivas destinadas al comercio exterior, que tienen su mejor expresión en
los alfares de ánforas para envasar estos productos, principalmente el vino y, en menor medida, el
aceite. Estas instalaciones casi industriales indican el alto grado de implantación de la economía de
tipo romano y la interacción del territorio valenciano en el circuito comercial que abarcaba buena
parte del Imperio. Estos alfares se conocen del norte al sur del País Valenciano, en Cervera del Maestrat, Saguntum, Catarroja, Oliva y Dénia, normalmente no muy alejados de alguna ciudad, que además de centro consumidor, sería el lugar donde se centralizaría la producción y desde donde se embarcaría al exterior. El primer caso mencionado estaría vinculado con Dertosa (Tortosa), a cuyo
territorio pertenecía la mayor parte de la actual provincia de Castellón.
Otro de los mejores indicios que atestiguan el cambio en las costumbres lo encontramos en la vajilla de uso cotidiano, que para este momento ya ha adoptado casi en su totalidad los tipos romanos.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Valentia en época imperial.
Los hallazgos de los últimos 20 años han permitido una verdadera revolución en el conocimiento
urbanístico de la antigua
Valentia, que se ha convertido en la ciudad romana
mejor conocida.
El santuario de Edeta.
[Fot. Museo Arqueológico
de Llíria].
Las excavaciones de los últimos años han deparado el
descubrimiento de uno de
los conjuntos arquitectónicos más monumentales de
toda Hispania, formado
por un santuario asociado
a un complejo termal de
grandes dimensiones.
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EL IMPERIO ROMANO • ALBERT V. RIBERA
La tradicional decoración pintada en rojo, de hondas raíces indígenas aun subsistió durante algún
tiempo, pero incluso estas ultimas cerámicas decoradas que podríamos denominar de tradición ibérica, ya se hacían con formas típicamente romanas. Algo parecido ocurre con el uso del alfabeto ibérico, proscrito de las monedas ya a mediados del siglo I a.C., aun se encuentran signos iberos en algunos grafitos sobre cerámicas aretinas de la época de Augusto y Tiberio, pero posteriormente ya
desaparecen, sustituidos por el omnipresente latín.
La primera mitad del siglo I también vio el final de las cecas de las ciudades provinciales, lo que
se enmarca en un proceso general a todo el Mediterráneo Occidental, que vio desaparecer las otrora
abundantes acuñaciones monetarias locales, sustituidas por las monedas emitidas en Roma. En el
ámbito valenciano, Saguntum aun acuñó en época de Tiberio e Ilici también cerró su taller a fines de
este mismo reinado. En el resto de Hispania, poco después, en la época de Claudio, también dejaron
de funcionar las pocas cecas que aun perduraban.
LA ÉPOCA FLAVIA: SE COMPLETA EL ESQUEMA
Los 30 años en que estuvo en el poder esta familia de raíces itálicas se produjeron profundos
cambios en la organización de la provincia hispana, especialmente tenida en cuenta al serle concedida el ius latii, lo que significaba que los hispanos ascendían globalmente en su categoría dentro del imperio y que las elites urbanas podían acceder con relativa facilidad a la ansiada ciudadanía romana. Esto significó un nuevo impulso para completar el entramado urbano del
territorio, que era sobre el que descansaba el sistema administrativo y fiscal del imperio. En el territorio valenciano, como en muchos otros lugares de Hispania, surgieron nuevos municipios, cuyos nuevos ciudadanos se adscribieron a la tribu Quirina, la de los Flavios. Pero ya no eran grandes y antiguas ciudades las beneficiarias, como la Saguntum o Saetabis de la época de Augusto,
sino que ahora se trata de pequeños núcleos que sirven para aglutinar territorios que aun no estarían muy integrados, como la Lesera del extremo noroeste de la provincia de Castelló, en la montañosa comarca de Els Ports de Morella, ubicada en el mismo lugar en altura que un anterior yacimiento ibérico y que apenas llegó a las 6 hectáreas. Otro nuevo municipio, Alonis, estaría en los
alrededores o por debajo de la Vila Joiosa, donde ha aparecido una inscripción de un magistrado
adscrito a la tribu Quirina y otras que mencionan un macellum (mercado), amen de varias funerarias. Esta ciudad llenaría el vacío entre Dianium, que también debió convertirse en municipio en
este momento, y Lucentum.
Pero junto a estas nuevas ciudades que se integran en la organización territorial, llama la atención el gran desarrollo que ahora alcanzan dos ciudades anteriores: Edeta y Valentia. De los inicios
del municipio edetano en la época de Augusto poco se puede decir, pero los hallazgos arqueológicos
de la ultima década certifican el esplendoroso momento que supuso la etapa Flavia, donde la confluencia de arqueología y epigrafía permiten entender la especial evolución de su urbanismo monumental. El gran complejo que se ha excavado al norte de la Llíria actual es una de las mejores muestras de la arquitectura romana hispánica. Esta formado por unas enormes y muy bien conservadas
termas de fines del siglo I, situadas junto a un pequeño templo que se ha relacionado con una especie de santuario oracular, que debe ser anterior, y que hay que considerar como un lugar sagrado
que dio pie a la construcción de este gran complejo a su alrededor. Hay que ver la mano y el dinero
del edetano Cornelio Nigrino, que parece que estuvo a punto de ser emperador en lugar de Trajano,
detrás de la edificación de esta gran obra. A pesar de las recientes excavaciones y los abundantes hallazgos, aun no se conoce la ubicación y las dimensiones exactas del municipio edetano. La inscripción más antigua que se ha encontrado es del reinado de Vespasiano.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Ninfeo de Saetabis.
Vista frontal de las
exedras. [Fot. F. BlayF. Molina].
A pesar de las continuas excavaciones, la
arqueología de Xàtiva romana ha sido
muy parca. Merece
destacarse la muy reciente aparición de
parte de un ninfeo,
del que se debe resaltar el uso de una técnica constructiva típica de Roma y poco
usada en Hispania.
Por esta misma época, o un poco antes, Valentia había alcanzado la categoría de colonia romana,
por lo que, junto a Ilici, era la ciudad del territorio valenciano de más alto rango jurídico. Esta nueva
condición coincide con una amplia renovación del urbanismo público y con la expansión hacia el sudeste, que duplica con creces la extensión de la anterior urbe republicana. De la zona del foro se conoce su pórtico oriental, la curia, la basílica, un mercado y otros edificios anexos, así como un ninfeo
situado un poco más hacia el este y que se alzó sobre el antiguo santuario republicano y junto a la
Vía Augusta. No ha de ser casualidad que la inscripción imperial más antigua que se conozca sea
una dedicada al Flavio Tito, lo que contrasta, por ejemplo, con el amplio repertorio julio-claudio de
la cercana Saguntum.
EL SIGLO II. EL APOGEO
A lo largo de esta centuria, coincidiendo con el ascenso de la dinastía Antonina, la primera de
origen provincial, concretamente hispánica, el Imperio llegó a su máxima extensión exterior y a su
pleno desarrollo interior con la consolidación y vitalidad de la organización urbana y territorial.
La mejor prueba de esto la tenemos en la construcción de edificios públicos tan grandes y costosos
como los circos dedicados a las carreras de carros de caballos. Por sus mismas dimensiones eran
algo que se podían permitir muy pocas ciudades. De hecho, en Hispania, además de los instalados
en las tres capitales provinciales, Tarraco, Emerita y Corduba, se conocen muy pocos y bastantes alejados entre sí: Olisipo, Mirobriga, Toletum, Calagurris. No deja de resultar un tanto peculiar, pues,
que en el territorio valenciano se hayan localizado dos muy cercanos entre sí, Valentia y Saguntum,
y construidos por la misma época, a mediados del siglo II. Detrás de este inusual alarde edilicio,
que suponía levantar estos recintos de 350 metros de largo por 70 de ancho, con paredes de 5 metros de grosor, debía haber una cierta rivalidad entre ambas ciudades vecinas por superar o emular en magnificencia a la otra.
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EL IMPERIO ROMANO • ALBERT V. RIBERA
Vista aérea del hemiciclo del circo de Valentia.
Siglo II. [Archivo SIAM].
La práctica sistemática y coordinada de la arqueología urbana permitió, a partir de los hallazgos dispersos de nueve excavaciones, proponer y demostrar la existencia de un circo de 350 m. de largo en
Valentia. Por sus dimensiones y técnica constructiva
es del todo semejante al que existió en Saguntum.
Del siglo II es el listado de ciudades del Imperio elaborado por el geógrafo egipcio Ptolomeo, que
junto a las ya conocidas nos permite saber de la existencia en la Contestania de una desconocida, Saitabicula, que por su nombre no debería estar alejada de Saetabis. También hace mención de Alonae e Iaspis,
topónimo este ultimo que también aparece en los itinerarios de carreteras y que debe estar en el Castillo del Rio, en Aspe. La identificación, gracias a la epigrafía, de Lesera con el yacimiento de la «Moleta
dels Frares» de Forcall, permite situar otro de los topónimos citados por Ptolomeo, Bisgargis, en Aragón y no en el norte del País Valenciano como se había hecho anteriormente. Precisamente la epigrafía
ha permitido suponer que en Jérica debió existir otra ciudad romana, dada la anómala gran cantidad
de inscripciones, 27, que se conocen en esta localidad, que supera en numero a las que han aparecido
en otras urbes mejor conocidas. Destaca una que hace mención a la construcción de un arco que costó
40.000 sestercios. Sin embargo, haría falta la confirmación arqueológica y, por descontado, conocer el
nombre que tendría.
Las residencias privadas destacan en este periodo más que en ningún otro, tanto en Valentia como en
Saguntum o Ilici, de donde proceden lujosas casas decoradas con mosaicos y pinturas murales.
Pero esta bonanza urbana no sería del todo general, porque ahora empiezan a insinuarse los primeros indicios de que algunas ciudades no pueden competir con sus vecinas y empiezan a haber
signos de decadencia urbana. El caso más notorio es el de Lucentum. Esta pequeña urbe portuaria
debió verse superada por su vecina Ilici, cuyo mejor puerto superaría al más expuesto de este siempre pequeño municipio, que a partir de fines del siglo II da inequívocas muestras de su deterioro.
A fines del siglo II, y tras casi dos siglos de Pax Romana, Hispania volvió a ser escenario de acontecimientos bélicos. Los primeros tuvieron lugar en la Betica, durante el reinado de Marco Aurelio,
cuando bandas de moros atravesaron el Estrecho y saquearon algunas ciudades andaluzas. Aunque
estas correrías no parece que afectaron a las tierras valencianas, un ciudadano de Edeta, enrolado en
el ejército, pereció en este conflicto, el Bello Maurico, como deja constancia su inscripción funeraria
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
hallada en Llíria. Otro episodio bélico de esta época también afectó a Hispania durante la guerra civil que siguió a la derrocación de Cómmodo, el malo de la película Gladiator. Bastantes hispanos
apoyaron a Clodio Albino frente a Septimio Severo, ambos africanos. La victoria de este último en
Lyon supuso la confiscación y su conversión en propiedades imperiales de los bienes de buena parte
de la aristocracia hispana, especialmente la de la Betica.
EL SIGLO III: EL FINAL DE LA PAX
Este siglo empieza con la concesión de la ciudadanía romana a los habitantes de condición libre
del imperio, lo que suponía la culminación jurídica de un largo proceso enraizado en los orígenes
mismos de Roma. Esto suponía cerrar la vieja puerta de las reclamaciones para acceder al rango de
romano de pleno derecho y abrir una nueva que dará lugar a otro tipo de organización social que se
iba a guiar por otros parámetros distintos a los de la antigüedad.
En el siglo III, a lo largo de todas las fronteras del Imperio, la Pax romana no fue más que un lejano recuerdo, como también lo fue la anterior estable dinastía Antonina, sustituida por un sinfín de
efímeros usurpadores militares que hicieron más por acabar con la Pax romana que los propios bárbaros. Aunque estos hechos inevitablemente afectaron también a la provincia hispana, dada su periférica situación en uno de los extremos del vasto imperio, pudo quedar al margen de la mayor parte
de las guerras civiles y de las invasiones de los pueblos limítrofes.
Las ciudades existentes parece que habían llegado al límite
de sus posibilidades y prácticamente no se conoce ningún edificio construido en esta centuria. Ahora es la epigrafía la que
nos da muestras de la actividad de la clase dirigente local, que
no escatimó ocasiones para manifestar, por medio de inscripciones, su lealtad al gobernante de turno, lo que, dada su rápida remoción del puesto, explica la relativamente abundante serie de
dedicaciones a estos breves personajes y a sus familias. Valentia y
Saguntum son las ciudades más aduladoras y, por ende, las que
manifiestan más indicios de actividad de su curia. Valentia homenajeó a Heliogábalo, Severo Alejandro, a su madre y a su esposa, a
los dos hijos de Decio, a Claudio II y a Aureliano. Saguntum a Treboniano Galo, Galieno, Claudio II (3 veces), Aureliano y Carino.
Con menor evidencia, otras ciudades del territorio valenciano
también manifestaron su adhesión epigráfica, caso de Edeta con la
mujer de Filipo I y Saetabis con Claudio II, lo que resalta la continuidad de estos centros urbanos y de su clase dirigente.
Pero a lo largo de esta centuria se documenta el abandono
de alguna ciudad, siendo el caso mejor constatado el de
Lucentum, aunque también parece suceder lo mismo en
Pedestal dedicado al emperador Aureliano. 270-275. [Archivo SIAM].
Este pedestal se halló en el área del foro de Valentia y fue erigido, junto a una
estatua, por el gobierno colonial al emperador reinante, en este caso Aureliano.
Es una de las ultimas inscripciones que se conocen de la época romana, aunque
el pedestal pertenece a una época anterior ya que, en la cara opuesta, albergó
otra dedicatoria imperial que fue borrada.
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EL IMPERIO ROMANO • ALBERT V. RIBERA
Nivel de destrucción de la casa de Terpsícore,
Valencia. [Archivo SIAM].
En varios lugares de la geografía valenciana
han aparecido evidencias de las destrucciones
ocurridas a fines del siglo III. En Valentia todas
las casas romanas que se han encontrado,
como esta, situada en el solar que hoy ocupan
las Cortes Valencianas, fueron arrasadas por
estas fechas.
Lesera. La arqueología del siglo III no registra
hechos positivos, como la construcción de
nuevos edificios, pero en algunos lugares sí
que se hace eco de actividades de tipo negativo, como sería el caso de niveles de destrucción, canales y desagües obstruidos y
cierta proliferación de ocultaciones monetarias. Mucho se ha escrito de unas invasiones
de pueblos germánicos que en la segunda
mitad del siglo III habrían alcanzado en dos
ocasiones el litoral mediterráneo hispánico,
llegando a destruir Tarraco. Aunque parece
que el final de Lucentum no se debe achacar
solo a este motivo, sino a un proceso lento
de decadencia económica, por lo menos en
Ilici y en Valentia sí que se ha señalado con
claridad la existencia de un episodio destructivo más o menos coetáneo unido a otras evidencias como
la colmatación definitiva de la red de cloacas. En Valentia se ha constatado la destrucción de todas las viviendas que se han excavado, con niveles de incendios y derrumbes asociados con monedas de Galieno
y Claudio II. En el mundo rural destacaríamos la aparición de tesoros de monedas, como los del Mas
d’Aragó, les Alqueries, Almenara y Crevillent, además del localizado en Valentia, todos cerca de la Vía
Augusta. No debe ser coincidencia que de este periodo, tras varios siglos sin presencia militar, se conozca la aparición de un destacamento legionario por la zona de Dénia.
Sea lo que fuere, bárbaros o revueltas civiles, el País Valenciano fue afectado en la década 260-270
por varias convulsiones de las que no escaparon algunas ciudades, aunque no se sabe a ciencia cierta
si fueron la causa de la posterior desaparición de algunas de ellas, como Edeta y Saguntum, durante
la Antigüedad Tardía.
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EL IMPERIO ROMANO
ALBERT V. RIBERA
Servicio de Investigación Arqueológica Municipal. Valencia
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El País Valenciano a lo largo y ancho del siglo I a.C. ya estaba inserto en el contexto de la fase
final de la Republica romana y de los inicios del Imperio, de manera que cualquier acontecimiento importante que tuviera lugar era totalmente dependiente de procesos políticos, económicos o sociales de carácter más general. Además, al tratarse de una zona «pacificada» desde los
inicios de la conquista romana en el siglo II a.C., sus pobladores apenas participaron, sino como
meros testigos o victimas, de los pocos hechos relevantes para los historiadores antiguos, los que
tenían que ver con episodios militares, que siempre tenían su razón de ser en enfrentamientos de
ejércitos venidos de fuera. Esta escasa relevancia histórica, que aumentara con la implantación
del Imperio, y que es algo casi general a toda Hispania, se suple con el recurso a otras fuentes de
información, especialmente la arqueología y sus acompañantes más valiosos para este época, la
epigrafía y la numismática.
Desde el final de las guerras civiles sertorianas (82-72 a.C.) se conoce muy poca información histórica. Las destrucciones de este episodio bélico afectaron a Valentia, Sucro, Lauro o Dianium, según
narran los autores antiguos, pero su efecto negativo, manifestado en el arrasamiento y en el castigo
de las ciudades, fue mucho más extendido, como atestiguan las excavaciones en Kelin (Caudete de
las Fuentes) o en Torre la Sal (Ribera de Cabanes). La condición de Dianium como ciudad estipendiaria, categoría nada envidiable pues significaba que tenía que pagar un tributo (stipendium) a Roma,
pudo ser un castigo por su participación a favor del vencido Sertorio.
Aun hay menos información del conflicto civil romano que enfrentó a César y Pompeyo, del que,
para nuestro territorio, los historiadores solo mencionan el paso de César por Saguntum camino hacia Andalucía, donde, junto con el valle del Ebro, tuvieron lugar los más encarnizados combates. En
relación con estos conflictos hay que poner el tesoro de casi 1.000 denarios hallado en Llíria en 1806
y que debió ser ocultado poco después del 44 a.C., lo que coincide plenamente con este momento de
inseguridad. El vacío provocado por la destrucción de la itálica Valentia debió ser ocupado por
Saguntum que se convertiría en el principal núcleo urbano de la zona. De la otra ciudad importante,
Saetabis, solo sabemos de ella a través de sus monedas, que ahora empiezan a usar el alfabeto latino
junto con el ibérico.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
LA ÉPOCA DE AUGUSTO: LAS JERARQUÍAS URBANAS
El largo reinado del primer emperador romano es un periodo de paz en el ámbito mediterráneo,
precedido por la conclusión definitiva de los conflictos civiles y la conquista de Egipto. Desde este
momento, las guerras tendrán lugar en las lejanas fronteras del Rhin y el Danubio o en los desiertos
de África y Siria. En Hispania aun se tuvo que someter a los últimos reductos en las montañas cantábricas, pero en el placido Mediterráneo la situación era bien distinta y las preocupaciones y prioridades del emperador eran de otro orden. Se era consciente de la caótica situación heredada de la caduca Republica y de los estragos causados por las guerras civiles y sus secuelas, como la
desmovilización de los grandes ejércitos reclutados y la necesidad de organizar y reconstruir no solo
la maltrecha y superpoblada Italia, sino a las ya numerosas provincias.
Como ya hemos adelantado, lo que vamos a exponer para la zona valenciana siempre será el reflejo
particular de una situación general al ámbito del Imperio. La plasmación de este nuevo estado de cosas
tuvo su reflejo más inmediato en las ciudades, que, de una manera u otra, se convirtieron en el sostén del
sistema a todos los niveles, desde el económico al administrativo. Desde Roma se hizo ver a las otras urbes que eran como clones suyos a una escala reducida y que tenían que funcionar como pequeñas Roma,
especialmente las nuevas colonias de ciudadanos romanos. Hay que tener en cuenta que la sociedad romana estaba muy jerarquizada, pero que también lo estaban las ciudades, cada una de las cuales tenía su
status diferencial, desde las mencionadas colonias romanas, en la cima, a las estipendiarias, en su base,
que eran las que habían ofrecido resistencia activa a la conquista, pasando por un amplio repertorio de
categorías intermedias: municipios romanos, colonias de derecho latino, ciudades federadas,...
Vista de Sagunt, Valencia. [Archivo SIP].
El municipio saguntino, que representa la continuidad de la ciudad ibérica, en contraposición a las nuevas fundaciones coloniales, alcanzó un
notable y prematuro desarrollo urbano desde los mismos inicios del Imperio romano, pero a partir de fines del siglo III experimentó un largo
declive, de modo y manera que en época medieval llegó a perder su antiguo nombre.
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EL IMPERIO ROMANO • ALBERT V. RIBERA
Esta jerarquización urbana no fue ningún invento de Augusto,
sino que era una herencia del largo proceso de la expansión de
Roma, que se había basado no solo en la sumisión de los enemigos sino también en su asimilación a través de la integración paulatina de sus ciudades (y sus ciudadanos) en el esquema romano y
en la instalación de colonias romanas y de sus aliados en los territorios sometidos. Como no podía ser de otra manera, el País Valenciano se vio afectado por este proceso de conquista y asimilación basado en el control de las ciudades. Si durante la conquista,
en el siglo II a.C., unas fueron destruidas, Edeta, otras creadas, Valentia, y otras fueron aliadas, Saguntum, con el advenimiento del
Imperio asistimos a la repetición del esquema, aunque esta política de reurbanización de Augusto se puede considerar como la
culminación y apogeo de este largo proceso, que supuso que en
unas pocas décadas se crearan una buena cantidad de nuevas colonias a lo largo de todo el Imperio y se procediera a la regularización, básicamente la municipalización, de muchas de las ciudades
existentes. En épocas posteriores se siguió aun con este esquema,
aunque nunca volvió a alcanzar las proporciones de este periodo.
Ya entrando en el área valenciana, el mejor exponente de los
nuevos tiempos es la antigua ciudad ibérica de Saguntum, fiel
aliada de Roma desde el siglo III a.C.. Como era habitual, por este
motivo siempre fue privilegiada. Se supone que desde un principio sería una ciudad federada hasta que en un momento indeterminado de mediados del siglo I a.C. se convirtió en municipio romano, uno de los primeros de Hispania. Recientemente, a través
de una nueva lectura de una moneda, se ha planteado que en el
siglo I a.C. adquirió el rango de colonia latina antes de convertirse
en municipio, con lo que tendríamos un ejemplo hispánico de lo
que era habitual en Italia en esta misma época, que las antiguas
colonias latinas se convirtieran en municipios romanos, con lo que
sus habitantes pasaban a ser ciudadanos romanos.
La arqueología y la rica epigrafía saguntina nos muestra que a lo
largo del reinado de Augusto la ciudad desarrolló una intensa actividad constructiva publica como consecuencia de la adquisición del
rango municipal, cambio jurídico al que ineludiblemente seguía una
profunda renovación urbanística. O lo que es lo mismo, cuando una
ciudad se convertía jurídicamente en romana adquiría lo que se llamaba la civitas y a continuación procedía a darse la imagen y el aspecto de una urbs verdaderamente romana. Esta mutación en la categoría urbana está en la base de la mayor parte de los grandes
proyectos urbanos de las ciudades del imperio.
Semis de Tiberio acuñado en Ilici. [Museo de Prehistoria de Valencia].
La creación de la colonia de Ilici en la época de Augusto supuso la llegada de licenciados romanos de las legiones que contribuyeron a desarrollar la romanización en
la zona valenciana meridional.
Anillo de oro procedente de Llíria.
Época imperial. [Museo de Prehistoria de Valencia].
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Reconstrucción infográfica de Lucentum y
su entorno hacia el cambio de Era. [Archivo
MARQ].
El municipio de Lucentum fue un pequeño enclave marítimo situado entre el mar
y un lago, la Albufereta, hoy desaparecido. Tuvo poca importancia en época romana y en el siglo III ya se había abandonado.
Hoy se pueden visitar sus restos recientemente abiertos al público.
En el territorio valenciano también se instaló una colonia romana, la Colonia Iulia Ilici Augusta.
Aunque el espacio elegido estaba ocupado por un importante y antiguo núcleo urbano ibérico, en
este tiempo y lugar lo que sucedió fue la instalación de colonos procedentes de dos legiones, que trajeron consigo el rango colonial, convirtiéndose así en la ciudad de mayor categoría. No hay información sobre lo que ocurrió con los pobladores indígenas, pero lo más probable es que la mayoría fueran despojados de sus tierras, como era habitual en estos casos, incluso en las colonias que se
crearon en la misma Italia. La arqueología y la epigrafía ilicitana no han sido aun muy explícitos
para con la fundación colonial, pero las acuñaciones monetarias, con sus estandartes legionarios, no
pueden ser más reveladores al respecto. También representan un templo de Juno, que podría ser uno
de los dos atestiguados en recientes excavaciones en la zona del foro.
El proceso de reorganización urbana afectó también a otras ciudades del territorio valenciano.
Unas, como Edeta, Saetabis y Lucentum se convirtieron en municipios de derecho latino, aunque de
ellos disponemos de menos información. Edeta aun está por ubicar con exactitud a pesar de la intensa actividad arqueológica y de los espectaculares hallazgos efectuados. Lo mismo sucede con Saetabis, famosa por su artesanía de lino, y cuyo amplio repertorio epigráfico se inicia ya en el 6 a.C. con
una dedicación a Cayo César, hijo adoptivo de Augusto. Solo muy recientemente ha aparecido un
edificio público de época romana, un probable ninfeo, que debía estar en la periferia. En los últimos
años se ha comprobado la amplia difusión de sus mármoles de Buixcarró. Se supone que la ciudad
ibérica y romana se encontraría en la ladera superior del castillo.
Mejor conocido es el pequeño municipio augusteo de Lucentum, que tan solo ocupaba 4’5 ha, y que se
asentaba sobre un anterior núcleo urbano de probable origen púnico. Su foro y sus termas revelan que en
la época de Augusto la ciudad fue remozada, eso si, a la escala de una pequeña ciudad como esta. No se
puede asegurar que el municipio de Dianium se remonte a esta etapa, aunque su condición de ciudad estipendiaria en la primera mitad del siglo I parecería entrar en contradicción con esta posibilidad.
Valentia entre el 10 a.C. y 10 d.C. empieza a dar algunos modestos pero claros indicios de su renacer, aunque durante este periodo solo se puede hablar de una especie de reocupación. De esta etapa
se conoce un gran mosaico de opus signinum en una zona probablemente publica al norte del foro.
Fue unas décadas más tarde cuando empezó a recuperar la forma urbana con todo su esplendor.
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EL IMPERIO ROMANO • ALBERT V. RIBERA
Junto a estas ciudades que se iban organizando dentro del esquema romano, hay que llamar la
atención sobre otros asentamientos menores dependientes de aquellas, que se crearon o desarrollaron con mayor intensidad en esta época. Nos referimos a los puertos que cada vez vamos conociendo mejor, especialmente el Grau Vell de Sagunt y el Portus Ilicitanus, la actual Santa Pola. Pero
había más, como el efímero de la Torre d’Onda, en Borriana, que no pasa del siglo I a.C., el Portus Sucrone, en Cullera, en la desembocadura del Xúquer, mencionado por autores tardíos, o el de tipo fluvial recientemente descubierto en Valentia junto al Turia. Dianium y Lucentum, por su ubicación junto
al mar eran ciudades portuarias.
LA DINASTÍA JULIO-CLAUDIA: LOS ÚLTIMOS RESCOLDOS IBÉRICOS
El proceso iniciado en el reinado de Augusto se fue desarrollando con sus sucesores. Las ciudades fueron adquiriendo paulatinamente y en la medida de sus posibilidades el aspecto de autenticas
urbes romanas. Que mejor ejemplo que el teatro de Saguntum para ilustrarlo. Con su reciente foro
monumental aterrazado y este nuevo gran edificio, el municipio saguntino fue el núcleo urbano más
sobresaliente de esta época.
En uno de los pocos textos coetáneos que conocemos, la descripción geográfica del gaditano
Pomponio Mela, encontramos que las ciudades más conocidas de nuestro territorio eran Saguntum y
Valentia, aunque su mención hay que verla más como un reflejo de su histórico pasado que de su esplendoroso presente, que en el caso del municipio también, pero en él de la antigua fundación itálica
no traduce su precaria situación en esos momentos. Aunque Valentia se fue recuperando, la numerosa evidencia arqueológica solo nos permite pensar en una modesta reurbanización que tiene sus
elementos más representativos fuera del antiguo recinto republicano: las termas de época de Tiberio
de la calle Cabillers y el edificio publico de la excavación Banys de l’Almirall. Topografía que indica
el inicio de la expansión del área urbana hacia el sudeste, signo evidente de vitalidad, que, no se detecta en la antigua área central, donde solo a fines de este periodo y, especialmente, en el Flavio, comienza una gran reforma urbana que debe coincidir con la creación de la colonia romana, episodio
que tuvo lugar en un momento indeterminado de la segunda mitad del siglo I.
Poco se puede decir de otras ciudades romanas. En Ilici se conocen algunas termas, que irían
completando los equipamientos de esta colonia. Para este periodo, los geógrafos antiguos mencionan también las ciudades de Sucro (¿Albalat de la Ribera?) y Allone (¿la Vila Joiosa?).
Los efectos de la llamada romanización no afectaron solo a los centros urbanos, sino que se hicieron ampliamente extensivos al mundo rural. Aunque son pocas las villas que se conocen con algún
detalle, ya se empieza a constatar el gran desarrollo que en algunas zonas cercanas a la costa alcanzarían las explotaciones intensivas destinadas al comercio exterior, que tienen su mejor expresión en
los alfares de ánforas para envasar estos productos, principalmente el vino y, en menor medida, el
aceite. Estas instalaciones casi industriales indican el alto grado de implantación de la economía de
tipo romano y la interacción del territorio valenciano en el circuito comercial que abarcaba buena
parte del Imperio. Estos alfares se conocen del norte al sur del País Valenciano, en Cervera del Maestrat, Saguntum, Catarroja, Oliva y Dénia, normalmente no muy alejados de alguna ciudad, que además de centro consumidor, sería el lugar donde se centralizaría la producción y desde donde se embarcaría al exterior. El primer caso mencionado estaría vinculado con Dertosa (Tortosa), a cuyo
territorio pertenecía la mayor parte de la actual provincia de Castellón.
Otro de los mejores indicios que atestiguan el cambio en las costumbres lo encontramos en la vajilla de uso cotidiano, que para este momento ya ha adoptado casi en su totalidad los tipos romanos.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Valentia en época imperial.
Los hallazgos de los últimos 20 años han permitido una verdadera revolución en el conocimiento
urbanístico de la antigua
Valentia, que se ha convertido en la ciudad romana
mejor conocida.
El santuario de Edeta.
[Fot. Museo Arqueológico
de Llíria].
Las excavaciones de los últimos años han deparado el
descubrimiento de uno de
los conjuntos arquitectónicos más monumentales de
toda Hispania, formado
por un santuario asociado
a un complejo termal de
grandes dimensiones.
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EL IMPERIO ROMANO • ALBERT V. RIBERA
La tradicional decoración pintada en rojo, de hondas raíces indígenas aun subsistió durante algún
tiempo, pero incluso estas ultimas cerámicas decoradas que podríamos denominar de tradición ibérica, ya se hacían con formas típicamente romanas. Algo parecido ocurre con el uso del alfabeto ibérico, proscrito de las monedas ya a mediados del siglo I a.C., aun se encuentran signos iberos en algunos grafitos sobre cerámicas aretinas de la época de Augusto y Tiberio, pero posteriormente ya
desaparecen, sustituidos por el omnipresente latín.
La primera mitad del siglo I también vio el final de las cecas de las ciudades provinciales, lo que
se enmarca en un proceso general a todo el Mediterráneo Occidental, que vio desaparecer las otrora
abundantes acuñaciones monetarias locales, sustituidas por las monedas emitidas en Roma. En el
ámbito valenciano, Saguntum aun acuñó en época de Tiberio e Ilici también cerró su taller a fines de
este mismo reinado. En el resto de Hispania, poco después, en la época de Claudio, también dejaron
de funcionar las pocas cecas que aun perduraban.
LA ÉPOCA FLAVIA: SE COMPLETA EL ESQUEMA
Los 30 años en que estuvo en el poder esta familia de raíces itálicas se produjeron profundos
cambios en la organización de la provincia hispana, especialmente tenida en cuenta al serle concedida el ius latii, lo que significaba que los hispanos ascendían globalmente en su categoría dentro del imperio y que las elites urbanas podían acceder con relativa facilidad a la ansiada ciudadanía romana. Esto significó un nuevo impulso para completar el entramado urbano del
territorio, que era sobre el que descansaba el sistema administrativo y fiscal del imperio. En el territorio valenciano, como en muchos otros lugares de Hispania, surgieron nuevos municipios, cuyos nuevos ciudadanos se adscribieron a la tribu Quirina, la de los Flavios. Pero ya no eran grandes y antiguas ciudades las beneficiarias, como la Saguntum o Saetabis de la época de Augusto,
sino que ahora se trata de pequeños núcleos que sirven para aglutinar territorios que aun no estarían muy integrados, como la Lesera del extremo noroeste de la provincia de Castelló, en la montañosa comarca de Els Ports de Morella, ubicada en el mismo lugar en altura que un anterior yacimiento ibérico y que apenas llegó a las 6 hectáreas. Otro nuevo municipio, Alonis, estaría en los
alrededores o por debajo de la Vila Joiosa, donde ha aparecido una inscripción de un magistrado
adscrito a la tribu Quirina y otras que mencionan un macellum (mercado), amen de varias funerarias. Esta ciudad llenaría el vacío entre Dianium, que también debió convertirse en municipio en
este momento, y Lucentum.
Pero junto a estas nuevas ciudades que se integran en la organización territorial, llama la atención el gran desarrollo que ahora alcanzan dos ciudades anteriores: Edeta y Valentia. De los inicios
del municipio edetano en la época de Augusto poco se puede decir, pero los hallazgos arqueológicos
de la ultima década certifican el esplendoroso momento que supuso la etapa Flavia, donde la confluencia de arqueología y epigrafía permiten entender la especial evolución de su urbanismo monumental. El gran complejo que se ha excavado al norte de la Llíria actual es una de las mejores muestras de la arquitectura romana hispánica. Esta formado por unas enormes y muy bien conservadas
termas de fines del siglo I, situadas junto a un pequeño templo que se ha relacionado con una especie de santuario oracular, que debe ser anterior, y que hay que considerar como un lugar sagrado
que dio pie a la construcción de este gran complejo a su alrededor. Hay que ver la mano y el dinero
del edetano Cornelio Nigrino, que parece que estuvo a punto de ser emperador en lugar de Trajano,
detrás de la edificación de esta gran obra. A pesar de las recientes excavaciones y los abundantes hallazgos, aun no se conoce la ubicación y las dimensiones exactas del municipio edetano. La inscripción más antigua que se ha encontrado es del reinado de Vespasiano.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Ninfeo de Saetabis.
Vista frontal de las
exedras. [Fot. F. BlayF. Molina].
A pesar de las continuas excavaciones, la
arqueología de Xàtiva romana ha sido
muy parca. Merece
destacarse la muy reciente aparición de
parte de un ninfeo,
del que se debe resaltar el uso de una técnica constructiva típica de Roma y poco
usada en Hispania.
Por esta misma época, o un poco antes, Valentia había alcanzado la categoría de colonia romana,
por lo que, junto a Ilici, era la ciudad del territorio valenciano de más alto rango jurídico. Esta nueva
condición coincide con una amplia renovación del urbanismo público y con la expansión hacia el sudeste, que duplica con creces la extensión de la anterior urbe republicana. De la zona del foro se conoce su pórtico oriental, la curia, la basílica, un mercado y otros edificios anexos, así como un ninfeo
situado un poco más hacia el este y que se alzó sobre el antiguo santuario republicano y junto a la
Vía Augusta. No ha de ser casualidad que la inscripción imperial más antigua que se conozca sea
una dedicada al Flavio Tito, lo que contrasta, por ejemplo, con el amplio repertorio julio-claudio de
la cercana Saguntum.
EL SIGLO II. EL APOGEO
A lo largo de esta centuria, coincidiendo con el ascenso de la dinastía Antonina, la primera de
origen provincial, concretamente hispánica, el Imperio llegó a su máxima extensión exterior y a su
pleno desarrollo interior con la consolidación y vitalidad de la organización urbana y territorial.
La mejor prueba de esto la tenemos en la construcción de edificios públicos tan grandes y costosos
como los circos dedicados a las carreras de carros de caballos. Por sus mismas dimensiones eran
algo que se podían permitir muy pocas ciudades. De hecho, en Hispania, además de los instalados
en las tres capitales provinciales, Tarraco, Emerita y Corduba, se conocen muy pocos y bastantes alejados entre sí: Olisipo, Mirobriga, Toletum, Calagurris. No deja de resultar un tanto peculiar, pues,
que en el territorio valenciano se hayan localizado dos muy cercanos entre sí, Valentia y Saguntum,
y construidos por la misma época, a mediados del siglo II. Detrás de este inusual alarde edilicio,
que suponía levantar estos recintos de 350 metros de largo por 70 de ancho, con paredes de 5 metros de grosor, debía haber una cierta rivalidad entre ambas ciudades vecinas por superar o emular en magnificencia a la otra.
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EL IMPERIO ROMANO • ALBERT V. RIBERA
Vista aérea del hemiciclo del circo de Valentia.
Siglo II. [Archivo SIAM].
La práctica sistemática y coordinada de la arqueología urbana permitió, a partir de los hallazgos dispersos de nueve excavaciones, proponer y demostrar la existencia de un circo de 350 m. de largo en
Valentia. Por sus dimensiones y técnica constructiva
es del todo semejante al que existió en Saguntum.
Del siglo II es el listado de ciudades del Imperio elaborado por el geógrafo egipcio Ptolomeo, que
junto a las ya conocidas nos permite saber de la existencia en la Contestania de una desconocida, Saitabicula, que por su nombre no debería estar alejada de Saetabis. También hace mención de Alonae e Iaspis,
topónimo este ultimo que también aparece en los itinerarios de carreteras y que debe estar en el Castillo del Rio, en Aspe. La identificación, gracias a la epigrafía, de Lesera con el yacimiento de la «Moleta
dels Frares» de Forcall, permite situar otro de los topónimos citados por Ptolomeo, Bisgargis, en Aragón y no en el norte del País Valenciano como se había hecho anteriormente. Precisamente la epigrafía
ha permitido suponer que en Jérica debió existir otra ciudad romana, dada la anómala gran cantidad
de inscripciones, 27, que se conocen en esta localidad, que supera en numero a las que han aparecido
en otras urbes mejor conocidas. Destaca una que hace mención a la construcción de un arco que costó
40.000 sestercios. Sin embargo, haría falta la confirmación arqueológica y, por descontado, conocer el
nombre que tendría.
Las residencias privadas destacan en este periodo más que en ningún otro, tanto en Valentia como en
Saguntum o Ilici, de donde proceden lujosas casas decoradas con mosaicos y pinturas murales.
Pero esta bonanza urbana no sería del todo general, porque ahora empiezan a insinuarse los primeros indicios de que algunas ciudades no pueden competir con sus vecinas y empiezan a haber
signos de decadencia urbana. El caso más notorio es el de Lucentum. Esta pequeña urbe portuaria
debió verse superada por su vecina Ilici, cuyo mejor puerto superaría al más expuesto de este siempre pequeño municipio, que a partir de fines del siglo II da inequívocas muestras de su deterioro.
A fines del siglo II, y tras casi dos siglos de Pax Romana, Hispania volvió a ser escenario de acontecimientos bélicos. Los primeros tuvieron lugar en la Betica, durante el reinado de Marco Aurelio,
cuando bandas de moros atravesaron el Estrecho y saquearon algunas ciudades andaluzas. Aunque
estas correrías no parece que afectaron a las tierras valencianas, un ciudadano de Edeta, enrolado en
el ejército, pereció en este conflicto, el Bello Maurico, como deja constancia su inscripción funeraria
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hallada en Llíria. Otro episodio bélico de esta época también afectó a Hispania durante la guerra civil que siguió a la derrocación de Cómmodo, el malo de la película Gladiator. Bastantes hispanos
apoyaron a Clodio Albino frente a Septimio Severo, ambos africanos. La victoria de este último en
Lyon supuso la confiscación y su conversión en propiedades imperiales de los bienes de buena parte
de la aristocracia hispana, especialmente la de la Betica.
EL SIGLO III: EL FINAL DE LA PAX
Este siglo empieza con la concesión de la ciudadanía romana a los habitantes de condición libre
del imperio, lo que suponía la culminación jurídica de un largo proceso enraizado en los orígenes
mismos de Roma. Esto suponía cerrar la vieja puerta de las reclamaciones para acceder al rango de
romano de pleno derecho y abrir una nueva que dará lugar a otro tipo de organización social que se
iba a guiar por otros parámetros distintos a los de la antigüedad.
En el siglo III, a lo largo de todas las fronteras del Imperio, la Pax romana no fue más que un lejano recuerdo, como también lo fue la anterior estable dinastía Antonina, sustituida por un sinfín de
efímeros usurpadores militares que hicieron más por acabar con la Pax romana que los propios bárbaros. Aunque estos hechos inevitablemente afectaron también a la provincia hispana, dada su periférica situación en uno de los extremos del vasto imperio, pudo quedar al margen de la mayor parte
de las guerras civiles y de las invasiones de los pueblos limítrofes.
Las ciudades existentes parece que habían llegado al límite
de sus posibilidades y prácticamente no se conoce ningún edificio construido en esta centuria. Ahora es la epigrafía la que
nos da muestras de la actividad de la clase dirigente local, que
no escatimó ocasiones para manifestar, por medio de inscripciones, su lealtad al gobernante de turno, lo que, dada su rápida remoción del puesto, explica la relativamente abundante serie de
dedicaciones a estos breves personajes y a sus familias. Valentia y
Saguntum son las ciudades más aduladoras y, por ende, las que
manifiestan más indicios de actividad de su curia. Valentia homenajeó a Heliogábalo, Severo Alejandro, a su madre y a su esposa, a
los dos hijos de Decio, a Claudio II y a Aureliano. Saguntum a Treboniano Galo, Galieno, Claudio II (3 veces), Aureliano y Carino.
Con menor evidencia, otras ciudades del territorio valenciano
también manifestaron su adhesión epigráfica, caso de Edeta con la
mujer de Filipo I y Saetabis con Claudio II, lo que resalta la continuidad de estos centros urbanos y de su clase dirigente.
Pero a lo largo de esta centuria se documenta el abandono
de alguna ciudad, siendo el caso mejor constatado el de
Lucentum, aunque también parece suceder lo mismo en
Pedestal dedicado al emperador Aureliano. 270-275. [Archivo SIAM].
Este pedestal se halló en el área del foro de Valentia y fue erigido, junto a una
estatua, por el gobierno colonial al emperador reinante, en este caso Aureliano.
Es una de las ultimas inscripciones que se conocen de la época romana, aunque
el pedestal pertenece a una época anterior ya que, en la cara opuesta, albergó
otra dedicatoria imperial que fue borrada.
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EL IMPERIO ROMANO • ALBERT V. RIBERA
Nivel de destrucción de la casa de Terpsícore,
Valencia. [Archivo SIAM].
En varios lugares de la geografía valenciana
han aparecido evidencias de las destrucciones
ocurridas a fines del siglo III. En Valentia todas
las casas romanas que se han encontrado,
como esta, situada en el solar que hoy ocupan
las Cortes Valencianas, fueron arrasadas por
estas fechas.
Lesera. La arqueología del siglo III no registra
hechos positivos, como la construcción de
nuevos edificios, pero en algunos lugares sí
que se hace eco de actividades de tipo negativo, como sería el caso de niveles de destrucción, canales y desagües obstruidos y
cierta proliferación de ocultaciones monetarias. Mucho se ha escrito de unas invasiones
de pueblos germánicos que en la segunda
mitad del siglo III habrían alcanzado en dos
ocasiones el litoral mediterráneo hispánico,
llegando a destruir Tarraco. Aunque parece
que el final de Lucentum no se debe achacar
solo a este motivo, sino a un proceso lento
de decadencia económica, por lo menos en
Ilici y en Valentia sí que se ha señalado con
claridad la existencia de un episodio destructivo más o menos coetáneo unido a otras evidencias como
la colmatación definitiva de la red de cloacas. En Valentia se ha constatado la destrucción de todas las viviendas que se han excavado, con niveles de incendios y derrumbes asociados con monedas de Galieno
y Claudio II. En el mundo rural destacaríamos la aparición de tesoros de monedas, como los del Mas
d’Aragó, les Alqueries, Almenara y Crevillent, además del localizado en Valentia, todos cerca de la Vía
Augusta. No debe ser coincidencia que de este periodo, tras varios siglos sin presencia militar, se conozca la aparición de un destacamento legionario por la zona de Dénia.
Sea lo que fuere, bárbaros o revueltas civiles, el País Valenciano fue afectado en la década 260-270
por varias convulsiones de las que no escaparon algunas ciudades, aunque no se sabe a ciencia cierta
si fueron la causa de la posterior desaparición de algunas de ellas, como Edeta y Saguntum, durante
la Antigüedad Tardía.
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