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Prólogo
El yacimiento de Caramoro I (Elx, Alacant) está situado en
la margen izquierda del río Vinalopó, en la comarca del Baix
Vinalopó o Camp d’Elx, sobre un espolón rocoso en el inicio
de la sierra de Borbano, en el extremo septentrional del paraje
conocido como Aigua Dolça i Salà. Debe su nombre al perfil o
silueta que ofrece y su identificación con el numeral I es para
diferenciarlo del poblado anexo del Bronce Final, Caramoro II.
Es conocido gracias a las prospecciones realizadas a inicios
de la década de 1980 por Rafael Ramos Fernández, anterior
director del Museo Arqueológico e Histórico de Elx, que lo excavó en 1981 y lo adscribió a la Fase II del Bronce Valenciano,
entre 1500 y 1150 a.n.e. Nuevas actuaciones se llevan a cabo
en 1989 y 1993 bajo la dirección de Alfredo González Prats
y Elisa Ruiz Segura, que sitúan el yacimiento en el contexto
de un intenso poblamiento argárico en el curso inferior del Vinalopó. Ello de acuerdo con su fortificación, integrada por un
importante bastión de forma arriñonada y un foso, además de
dos supuestas torres defensivas; y también por la cultura material y por la existencia de una inhumación infantil bajo el suelo
de una vivienda, junto a unas técnicas constructivas netamente
argáricas.
El paraje de Aigua Dolça i Salà cuenta con una importante
tradición investigadora desde finales del siglo XIX y principios
del XX, impulsada desde la década de 1950 por A. Ramos Folqués y R. Ramos Fernández, y por la labor desarrollada por
diversos grupos arqueológicos locales. La recopilación de todas
las intervenciones ha sido la base sobre la que se han sustentado
diversos proyectos de investigación sobre la Prehistoria reciente de la zona y de forma más precisa, en cuanto al yacimiento
que nos ocupa, sobre la formación y disolución de la Cultura
del Argar en su extremo nororiental.
De dichos proyectos se deduce que durante la Prehistoria
reciente se ocupan las zonas más próximas al cauce del río, en
su margen izquierda principalmente; que durante el Neolítico
el poblamiento se circunscribe a la vega cuaternaria del Camp
d’Elx; y que a mediados del III milenio a.C., durante la fase
Campaniforme, empiezan a aparecer los primeros enclaves en
estribaciones montañosas como El Tabaià y Castellar de la Morera. A partir del último cuarto del III milenio a.C., los nuevos asentamientos como Caramoro I surgirán únicamente en
el área comprendida entre sierra Negra, sierra del Búho y sierra de Borbano, y, a partir de mediados del II milenio a.C., las
evidencias de ocupación prácticamente desaparecerán y solo se
mantendrá el núcleo de El Tabaià. Esto hasta el siglo IX a.C.,
cuando el hábitat vuelve a concentrarse en la llanura aluvial y se
reocupan algunos núcleos previos como Tabaià y Castellar de la
Morera, o surjan otros en sus proximidades como Caramoro II.
En resumen, Caramoro I es uno de los pequeños asentamientos que, a partir de los inicios del II milenio a.C., se fundan
en la margen izquierda del Vinalopó. Asentamientos situados a
escasa distancia unos de otros, en pequeñas elevaciones escasamente destacadas sobre su entorno, en la periferia de las tierras
de mayor capacidad agrícola a diferencia de lo que sucedía durante las etapas previas. Todos son controlados desde El Tabaià,
que ejerce un importante control territorial sobre la frontera nororiental argárica, poblado nuclear del curso bajo del Vinalopó.
No obstante, pese a ser considerado uno de los hitos de la
Prehistoria del territorio de Elx tras la excavación de Ramos,
junto con el Promontori de l’Aigua Dolça i Salà, el yacimiento se ha ido alterando y destruyendo por la acción erosiva y
climatológica, y también por la acción antrópica. Lo cierto es
que después de la excavación de González Prats y Ruiz Segura,
VII
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cuya planimetría data de 1993, el yacimiento cayó en el olvido,
encontrándose ya en ese momento en un lamentable estado de
conservación a causa de las visitas de clandestinos. De hecho,
Ramos ya advierte en 1990 del peligro en el que se encuentra el
yacimiento y la necesidad de adoptar medidas de conservación
y protección, y en 1991 señala la necesidad de colocar paneles
informativos en Caramoro I y en Promontori.
El estado de abandono y la destrucción de las estructuras
murarias obligó, en 2014, a considerar la necesidad de emprender una actuación que permitiese documentar la información
preservada. Así, desde la Universidad de Alicante, a través del
Instituto Universitario de Investigación en Arqueología y Patrimonio Histórico, INAPH, con la colaboración del Ayuntamiento de Elx a través del Museo Arqueológico e Histórico de Elx,
MAHE, se inicia un programa de actuaciones cuyos resultados
se dan a conocer en el presente volumen. Son trabajos de documentación de las estructuras conservadas y de la estratigrafía;
de profundizar en el conocimiento de la ocupación del asentamiento, su secuencia, aproximadamente entre el 2000 y el 1750
a.n.e., y el momento de su fundación; las sucesivas reformas y
remodelaciones que, en esencia, no cambiaron la estructura del
poblado, o el tiempo transcurrido entre la fundación y el abandono que no superó los 250 años.
El presente libro es fruto de una seria y profunda investigación, en la que se ha prestado atención a los avances de los
estudios sobre la Edad del Bronce, atendiendo igualmente a
cuestiones de conservación, protección y difusión del patrimonio arqueológico. Un trabajo exhaustivo en la documentación
abierto a nuevas líneas de investigación que nos revela a Caramoro como un importante yacimiento del Bronce. Trabajo desarrollado por un amplio equipo de profesionales especialistas
en diversas líneas de conocimiento científico, coordinados por
Francisco Javier Jover Maestre, Juan Antonio López Padilla y
Sergio Martínez Monleón.
La trayectoria investigadora de los autores que participan
en la publicación es diversa, pero mayoritariamente vinculada a la Universidad de Alicante y a las excavaciones impulsadas por el Departamento de Prehistoria y Arqueología en
numerosos poblados de la Edad del Bronce. De la mano de
Mauro Hernández, al menos en el caso de los más veteranos,
se gestaron numerosos proyectos de investigación, tesis doctorales y publicaciones sobre repertorios de cultura material
de numerosos yacimientos alicantinos, pero también del resto de comarcas valencianas. Guardo un grato recuerdo de
las estancias en Valencia de F.J. Jover y J.A. López Padilla,
cuando a principios de la década de 1990, ambos estaban
realizando sus tesis doctorales sobre la industria lítica y ósea
de la Edad del Bronce, y completaban sus inventarios con las
colecciones del Museu de Prehistòria de València. Su evolución en lo profesional, y también en lo personal, ha servido
de estímulo a las recientes generaciones de investigadoras e
investigadores, como prueba el amplio elenco de participantes en esta publicación. Una evolución que arranca en aquellas memorables campañas de Cabezo Redondo, El Cuchillo
y El Tabaià, que tuvieron continuidad en sus posteriores estudios vinculados a la Edad del Bronce con los proyectos
de Barranco Tuerto y Terlinques, en relación con las comunidades agropecuarias del Vinalopó; en sus trabajos sobre
la cerámica o la producción textil en San Antón y Laderas
del Castillo de Callosa, y sus proyectos en Cabezo Pardo y
en Laderas del Castillo, a vueltas con la caracterización del
VIII
territorio argárico alicantino; o sobre las prácticas funerarias, la periodización del Bronce, etc. Dinámica de trabajo
a la que se suma en los últimos años S. Martínez Monleón
con sus aportaciones sobre el patrón de asentamiento en el
territorio de frontera, en relación con la Vega Baja del Segura y el Vinalopó, y confluyendo los tres en Caramoro con un
excelente y nutrido grupo de profesionales que han llevado a
buen puerto este proyecto iniciado en 2015.
El libro, a través de 21 capítulos, recorre la historia de
Caramoro I incluyendo en los dos primeros la recuperación
de la información producida, los aspectos relacionados con
su espacio social y entorno; las excavaciones, la interpretación de su ocupación y sus materiales; las prácticas funerarias y consideraciones sobre su carácter y funcionalidad con
aportaciones al estudio del proceso histórico de las comunidades de las que formó parte, destacando el hecho de que su
ubicación lo sitúa en un espacio de frontera. En el capítulo 3,
su ubicación y características geológicas, geomorfológicas
y litológicas; y en el 4, el área de captación del yacimiento,
los aspectos relacionados con su campo visual y los recursos
potencialmente explotables. El capítulo 5 supone una interesante aportación sobre lo que supuso su excavación en la
década de 1980 por R. Ramos. En el siguiente capítulo, el
6, se abordan los trabajos de excavación, la historia de la
ocupación de Caramoro I, la estratigrafía y restos constructivos, la cronología absoluta, etc. A continuación se presentan estudios específicos sobre la arquitectura, técnicas constructivas como el amasado en forma de bolas y materiales
empleados en la construcción del asentamiento. Sobre las
prácticas funerarias y los habitantes de Caramoro I a partir
de las evidencias existentes, con el individuo infantil hallado
en 1989 cuyo cráneo presenta una fractura en scalp, datado
en el momento fundacional del asentamiento. Los aspectos
relacionados con el consumo paleoetnobotánico y la paleoecología del momento, con la identificación antracológica de
especies como pino, pistacia y olea, además de leguminosas
y cereales entre el material carpológico. La gestión y consumo del bestiar de Caramoro, con una muestra suficiente
de restos entre los que se identifican bóvidos, perro, cabra
y oveja, cerdo y caballo, como animales domésticos en una
proporción de 67,68%, y ciervo, conejo, jabalí, lince y zorro
entre la fauna salvaje con un 32,32 %. El recorrido sigue con
la presentación de los bienes muebles e instrumentales de
los habitantes de Caramoro I: los instrumentos líticos, entre
los cuales dientes de hoz e instrumentos de molienda, percutores, alisadores; el repertorio cerámico, que representa el
conjunto má abundante, con ollas, cuencos, cazuelas y escudillas como formas más representadas, vasijas carenadas,
grandes ollas, copas, fuentes y grandes contenedores, todo
ello de clara tipología argárica. El instrumental metálico en
el que destaca una punta de Palmela, punzones y bolas lingote de cobre. Los artefactos óseos con punzones, alfileres,
punta de flecha, cinceles, escoplos, espatulas y alisadores,
cuenta de collar; los artefactos de marfil ente los que señalar
un botón prismático y brazaletes. El estudio malacológico
con la presencia de bivalvos entre los cuales glicimeridos,
cerastoderma o cardium y una ostrea, gasterópodos y equinodermos, y ornamentos diversos. La producción textil, con
las pesas de telar rectangulares con cuatro perforaciones, una
pieza bicónica de arcilla sin perforación que pudiera ser una
fusayola incompleta y diversos objetos de barro.
[page-n-3]
Hasta llegar a los capítulos finales, dedicados a sintetizar y
valorar el interés patrimonial de este asentamiento, la necesidad
de impedir su destrucción a través de su socialización; sobre Caramoro I interpretado como un fortín en los límites fronterizos
septentrionales del espacio social argárico; sobre la racionalidad
campesina en el Argar y Caramoro I como ejemplo de unidad
básica de producción. Finalmente, en el capítulo 21, se plantea
una propuesta de carácter patrimonial que permita revalorizar el
asentamiento mediante un proyecto de conservación, destacando el interés turístico cultural de Elx, y la necesidad de aplicar
una buena política de comunicación dirigida a la sociedad ilicitana. La propuesta parte de la Declaración del yacimiento de
Caramoro I como Bien de Interés Cultural, la consolidación y
protección de las estructuras, la creación de un espacio de ocio
y aparcamiento para las visitas, y un discurso expositivo con un
diseño del recorrido. Un proyecto en el cual deberían implicarse distintas administraciones como la Universidad de Alicante
a través del Instituto Universitario de Investigación en Arqueología y Patrimonio Histórico, INAPH, el Ayuntamiento de Elx
a través del Museo Arqueológico e Histórico de Elx, MAHE,
y la Diputación de Alicante a través del Museo Arqueológico
de Alicante, MARQ. En resumen, el trabajo que se presenta
pretende contribuir a cubrir las carencias de información sobre
asentamientos de reducidas dimensiones, a la vez que evaluar
hipótesis planteadas, contribuyendo al conjunto de estudios sobre la sociedad argárica en lo que se refiere a la organización
socioeconómica y política de las comunidades que habitaron las
comarcas meridionales de las actuales tierras valencianas. Caramoro es un asentamiento singular, no solo por sus construcciones de carácter defensivo que deberían ser consideradas Bien de
Interés Cultural, sino por su ubicación en los límites territoriales
septentrionales de la cultura argárica y su aportación a la Historia de las comunidades que nos precedieron. Es de esperar que
el trabajo realizado sirva de estímulo para que Caramoro I no
vuelva a caer en el olvido y que se inicien nuevas acciones, esta
vez encaminadas a preservar un legado arquitectónico y arqueológico de gran valor patrimonial.
María Jesús de Pedro Michó
Museu de Prehistòria de València
IX
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Prólogo
El yacimiento de Caramoro I (Elx, Alacant) está situado en
la margen izquierda del río Vinalopó, en la comarca del Baix
Vinalopó o Camp d’Elx, sobre un espolón rocoso en el inicio
de la sierra de Borbano, en el extremo septentrional del paraje
conocido como Aigua Dolça i Salà. Debe su nombre al perfil o
silueta que ofrece y su identificación con el numeral I es para
diferenciarlo del poblado anexo del Bronce Final, Caramoro II.
Es conocido gracias a las prospecciones realizadas a inicios
de la década de 1980 por Rafael Ramos Fernández, anterior
director del Museo Arqueológico e Histórico de Elx, que lo excavó en 1981 y lo adscribió a la Fase II del Bronce Valenciano,
entre 1500 y 1150 a.n.e. Nuevas actuaciones se llevan a cabo
en 1989 y 1993 bajo la dirección de Alfredo González Prats
y Elisa Ruiz Segura, que sitúan el yacimiento en el contexto
de un intenso poblamiento argárico en el curso inferior del Vinalopó. Ello de acuerdo con su fortificación, integrada por un
importante bastión de forma arriñonada y un foso, además de
dos supuestas torres defensivas; y también por la cultura material y por la existencia de una inhumación infantil bajo el suelo
de una vivienda, junto a unas técnicas constructivas netamente
argáricas.
El paraje de Aigua Dolça i Salà cuenta con una importante
tradición investigadora desde finales del siglo XIX y principios
del XX, impulsada desde la década de 1950 por A. Ramos Folqués y R. Ramos Fernández, y por la labor desarrollada por
diversos grupos arqueológicos locales. La recopilación de todas
las intervenciones ha sido la base sobre la que se han sustentado
diversos proyectos de investigación sobre la Prehistoria reciente de la zona y de forma más precisa, en cuanto al yacimiento
que nos ocupa, sobre la formación y disolución de la Cultura
del Argar en su extremo nororiental.
De dichos proyectos se deduce que durante la Prehistoria
reciente se ocupan las zonas más próximas al cauce del río, en
su margen izquierda principalmente; que durante el Neolítico
el poblamiento se circunscribe a la vega cuaternaria del Camp
d’Elx; y que a mediados del III milenio a.C., durante la fase
Campaniforme, empiezan a aparecer los primeros enclaves en
estribaciones montañosas como El Tabaià y Castellar de la Morera. A partir del último cuarto del III milenio a.C., los nuevos asentamientos como Caramoro I surgirán únicamente en
el área comprendida entre sierra Negra, sierra del Búho y sierra de Borbano, y, a partir de mediados del II milenio a.C., las
evidencias de ocupación prácticamente desaparecerán y solo se
mantendrá el núcleo de El Tabaià. Esto hasta el siglo IX a.C.,
cuando el hábitat vuelve a concentrarse en la llanura aluvial y se
reocupan algunos núcleos previos como Tabaià y Castellar de la
Morera, o surjan otros en sus proximidades como Caramoro II.
En resumen, Caramoro I es uno de los pequeños asentamientos que, a partir de los inicios del II milenio a.C., se fundan
en la margen izquierda del Vinalopó. Asentamientos situados a
escasa distancia unos de otros, en pequeñas elevaciones escasamente destacadas sobre su entorno, en la periferia de las tierras
de mayor capacidad agrícola a diferencia de lo que sucedía durante las etapas previas. Todos son controlados desde El Tabaià,
que ejerce un importante control territorial sobre la frontera nororiental argárica, poblado nuclear del curso bajo del Vinalopó.
No obstante, pese a ser considerado uno de los hitos de la
Prehistoria del territorio de Elx tras la excavación de Ramos,
junto con el Promontori de l’Aigua Dolça i Salà, el yacimiento se ha ido alterando y destruyendo por la acción erosiva y
climatológica, y también por la acción antrópica. Lo cierto es
que después de la excavación de González Prats y Ruiz Segura,
VII
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cuya planimetría data de 1993, el yacimiento cayó en el olvido,
encontrándose ya en ese momento en un lamentable estado de
conservación a causa de las visitas de clandestinos. De hecho,
Ramos ya advierte en 1990 del peligro en el que se encuentra el
yacimiento y la necesidad de adoptar medidas de conservación
y protección, y en 1991 señala la necesidad de colocar paneles
informativos en Caramoro I y en Promontori.
El estado de abandono y la destrucción de las estructuras
murarias obligó, en 2014, a considerar la necesidad de emprender una actuación que permitiese documentar la información
preservada. Así, desde la Universidad de Alicante, a través del
Instituto Universitario de Investigación en Arqueología y Patrimonio Histórico, INAPH, con la colaboración del Ayuntamiento de Elx a través del Museo Arqueológico e Histórico de Elx,
MAHE, se inicia un programa de actuaciones cuyos resultados
se dan a conocer en el presente volumen. Son trabajos de documentación de las estructuras conservadas y de la estratigrafía;
de profundizar en el conocimiento de la ocupación del asentamiento, su secuencia, aproximadamente entre el 2000 y el 1750
a.n.e., y el momento de su fundación; las sucesivas reformas y
remodelaciones que, en esencia, no cambiaron la estructura del
poblado, o el tiempo transcurrido entre la fundación y el abandono que no superó los 250 años.
El presente libro es fruto de una seria y profunda investigación, en la que se ha prestado atención a los avances de los
estudios sobre la Edad del Bronce, atendiendo igualmente a
cuestiones de conservación, protección y difusión del patrimonio arqueológico. Un trabajo exhaustivo en la documentación
abierto a nuevas líneas de investigación que nos revela a Caramoro como un importante yacimiento del Bronce. Trabajo desarrollado por un amplio equipo de profesionales especialistas
en diversas líneas de conocimiento científico, coordinados por
Francisco Javier Jover Maestre, Juan Antonio López Padilla y
Sergio Martínez Monleón.
La trayectoria investigadora de los autores que participan
en la publicación es diversa, pero mayoritariamente vinculada a la Universidad de Alicante y a las excavaciones impulsadas por el Departamento de Prehistoria y Arqueología en
numerosos poblados de la Edad del Bronce. De la mano de
Mauro Hernández, al menos en el caso de los más veteranos,
se gestaron numerosos proyectos de investigación, tesis doctorales y publicaciones sobre repertorios de cultura material
de numerosos yacimientos alicantinos, pero también del resto de comarcas valencianas. Guardo un grato recuerdo de
las estancias en Valencia de F.J. Jover y J.A. López Padilla,
cuando a principios de la década de 1990, ambos estaban
realizando sus tesis doctorales sobre la industria lítica y ósea
de la Edad del Bronce, y completaban sus inventarios con las
colecciones del Museu de Prehistòria de València. Su evolución en lo profesional, y también en lo personal, ha servido
de estímulo a las recientes generaciones de investigadoras e
investigadores, como prueba el amplio elenco de participantes en esta publicación. Una evolución que arranca en aquellas memorables campañas de Cabezo Redondo, El Cuchillo
y El Tabaià, que tuvieron continuidad en sus posteriores estudios vinculados a la Edad del Bronce con los proyectos
de Barranco Tuerto y Terlinques, en relación con las comunidades agropecuarias del Vinalopó; en sus trabajos sobre
la cerámica o la producción textil en San Antón y Laderas
del Castillo de Callosa, y sus proyectos en Cabezo Pardo y
en Laderas del Castillo, a vueltas con la caracterización del
VIII
territorio argárico alicantino; o sobre las prácticas funerarias, la periodización del Bronce, etc. Dinámica de trabajo
a la que se suma en los últimos años S. Martínez Monleón
con sus aportaciones sobre el patrón de asentamiento en el
territorio de frontera, en relación con la Vega Baja del Segura y el Vinalopó, y confluyendo los tres en Caramoro con un
excelente y nutrido grupo de profesionales que han llevado a
buen puerto este proyecto iniciado en 2015.
El libro, a través de 21 capítulos, recorre la historia de
Caramoro I incluyendo en los dos primeros la recuperación
de la información producida, los aspectos relacionados con
su espacio social y entorno; las excavaciones, la interpretación de su ocupación y sus materiales; las prácticas funerarias y consideraciones sobre su carácter y funcionalidad con
aportaciones al estudio del proceso histórico de las comunidades de las que formó parte, destacando el hecho de que su
ubicación lo sitúa en un espacio de frontera. En el capítulo 3,
su ubicación y características geológicas, geomorfológicas
y litológicas; y en el 4, el área de captación del yacimiento,
los aspectos relacionados con su campo visual y los recursos
potencialmente explotables. El capítulo 5 supone una interesante aportación sobre lo que supuso su excavación en la
década de 1980 por R. Ramos. En el siguiente capítulo, el
6, se abordan los trabajos de excavación, la historia de la
ocupación de Caramoro I, la estratigrafía y restos constructivos, la cronología absoluta, etc. A continuación se presentan estudios específicos sobre la arquitectura, técnicas constructivas como el amasado en forma de bolas y materiales
empleados en la construcción del asentamiento. Sobre las
prácticas funerarias y los habitantes de Caramoro I a partir
de las evidencias existentes, con el individuo infantil hallado
en 1989 cuyo cráneo presenta una fractura en scalp, datado
en el momento fundacional del asentamiento. Los aspectos
relacionados con el consumo paleoetnobotánico y la paleoecología del momento, con la identificación antracológica de
especies como pino, pistacia y olea, además de leguminosas
y cereales entre el material carpológico. La gestión y consumo del bestiar de Caramoro, con una muestra suficiente
de restos entre los que se identifican bóvidos, perro, cabra
y oveja, cerdo y caballo, como animales domésticos en una
proporción de 67,68%, y ciervo, conejo, jabalí, lince y zorro
entre la fauna salvaje con un 32,32 %. El recorrido sigue con
la presentación de los bienes muebles e instrumentales de
los habitantes de Caramoro I: los instrumentos líticos, entre
los cuales dientes de hoz e instrumentos de molienda, percutores, alisadores; el repertorio cerámico, que representa el
conjunto má abundante, con ollas, cuencos, cazuelas y escudillas como formas más representadas, vasijas carenadas,
grandes ollas, copas, fuentes y grandes contenedores, todo
ello de clara tipología argárica. El instrumental metálico en
el que destaca una punta de Palmela, punzones y bolas lingote de cobre. Los artefactos óseos con punzones, alfileres,
punta de flecha, cinceles, escoplos, espatulas y alisadores,
cuenta de collar; los artefactos de marfil ente los que señalar
un botón prismático y brazaletes. El estudio malacológico
con la presencia de bivalvos entre los cuales glicimeridos,
cerastoderma o cardium y una ostrea, gasterópodos y equinodermos, y ornamentos diversos. La producción textil, con
las pesas de telar rectangulares con cuatro perforaciones, una
pieza bicónica de arcilla sin perforación que pudiera ser una
fusayola incompleta y diversos objetos de barro.
[page-n-3]
Hasta llegar a los capítulos finales, dedicados a sintetizar y
valorar el interés patrimonial de este asentamiento, la necesidad
de impedir su destrucción a través de su socialización; sobre Caramoro I interpretado como un fortín en los límites fronterizos
septentrionales del espacio social argárico; sobre la racionalidad
campesina en el Argar y Caramoro I como ejemplo de unidad
básica de producción. Finalmente, en el capítulo 21, se plantea
una propuesta de carácter patrimonial que permita revalorizar el
asentamiento mediante un proyecto de conservación, destacando el interés turístico cultural de Elx, y la necesidad de aplicar
una buena política de comunicación dirigida a la sociedad ilicitana. La propuesta parte de la Declaración del yacimiento de
Caramoro I como Bien de Interés Cultural, la consolidación y
protección de las estructuras, la creación de un espacio de ocio
y aparcamiento para las visitas, y un discurso expositivo con un
diseño del recorrido. Un proyecto en el cual deberían implicarse distintas administraciones como la Universidad de Alicante
a través del Instituto Universitario de Investigación en Arqueología y Patrimonio Histórico, INAPH, el Ayuntamiento de Elx
a través del Museo Arqueológico e Histórico de Elx, MAHE,
y la Diputación de Alicante a través del Museo Arqueológico
de Alicante, MARQ. En resumen, el trabajo que se presenta
pretende contribuir a cubrir las carencias de información sobre
asentamientos de reducidas dimensiones, a la vez que evaluar
hipótesis planteadas, contribuyendo al conjunto de estudios sobre la sociedad argárica en lo que se refiere a la organización
socioeconómica y política de las comunidades que habitaron las
comarcas meridionales de las actuales tierras valencianas. Caramoro es un asentamiento singular, no solo por sus construcciones de carácter defensivo que deberían ser consideradas Bien de
Interés Cultural, sino por su ubicación en los límites territoriales
septentrionales de la cultura argárica y su aportación a la Historia de las comunidades que nos precedieron. Es de esperar que
el trabajo realizado sirva de estímulo para que Caramoro I no
vuelva a caer en el olvido y que se inicien nuevas acciones, esta
vez encaminadas a preservar un legado arquitectónico y arqueológico de gran valor patrimonial.
María Jesús de Pedro Michó
Museu de Prehistòria de València
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