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REFLEXIONESSOBRELAS
HERRAMIENTASDEPIEDRA
TERESA OROZCO KÖHLER
Universitat de València
Los restos materiales que recuperamos en las excavaciones prehistóricas no son únicamente objetos
curiosos, sino que también son elementos que aportan información sobre la tecnología, los modos de
subsistencia, las relaciones sociales y la ideología de las sociedades del pasado. Dentro del amplio abanico de vestigios que aparecen en los yacimientos, los instrumentos de piedra tienen un papel destacado. Tanto es así que, ya desde los primeros momentos en los que la Prehistoria adquiere rango científico en el siglo XIX, estos útiles sirven para trazar las primeras clasificaciones, permitiendo definir etapas
en la evolución de la Humanidad, como son la Edad de la Piedra Antigua o Paleolítico y la Edad de la
Piedra Nueva o Neolítico.
Los criterios estéticos y museísticos que han primado durante gran parte de la historia de la
Arqueología Prehistórica han hecho que se de más importancia a útiles como puntas de flecha, puñales,
cuchillos, considerados necesarios para actividades prestigiosas (como la caza o la guerra) realizadas por
hombres, antes que a otros como raspadores o raederas, a pesar de que la mayoría de tipos líticos pueden ponerse en relación con las actividades de mantenimiento1 (Sánchez Romero, 2000) y, en este sentido, con tareas llevadas a cabo por mujeres. Ello viene determinado por el sesgo presentista que lleva a
considerar –de forma consciente o inconsciente- que las sociedades del pasado se rigen por unos roles
de género como los del mundo occidental actual, ejecutando las mujeres esas tareas que le son propias2, normalmente relacionadas con la cocina, el cuidado de niños y ancianos, entre otras (Figs. 1 y 2).
Dejando a un lado las estampas actuales sobre la vida cotidiana en la Prehistoria, que podemos
entender superadas en mayor o menor medida, y que pueden, en ocasiones, ser algo más que ridículas, cabe hacerse una pregunta: ¿por qué buena parte de las herramientas de piedra se asocian a lo
masculino?. La respuesta pone de manifiesto el evidente sesgo androcéntrico con el que aún hoy día se
tiñen las interpretaciones sobre el pasado. En ese sentido, se asocian a actividades que se consideran
1 Sobre la definición de Actividades de Mantenimiento existe una amplia bibliografía (Picazo, 1997; Colomer et al., 1998; entre otros trabajos).
2 El énfasis es mío.
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masculinas, bien por la suposición de un necesario esfuerzo físico (por ejemplo, en la tala de un árbol),
bien por la suposición del prestigio que puede estar relacionado con esa tarea (por ejemplo, en la caza
o en la guerra). Pero si vamos más allá del uso y las tareas asociadas a las herramientas, y reflexionamos sobre la fabricación del utillaje lítico, vemos que, de forma más o menos explícita, se viene considerando como una tarea masculina. Si nos repetimos la pregunta (¿por qué?), la respuesta inmediata es
que la fabricación de estas piezas supone el conocimiento de la tecnología y el dominio de las técnicas
necesarias; en el mundo contemporáneo, el control tecnológico pertenece al ámbito de lo masculino.
Dentro del variado repertorio de útiles líticos se encuentran desde piezas muy simples en cuanto a
su elaboración, hasta elementos de gran complejidad. Los soportes líticos sirven para confeccionar un
amplio repertorio de útiles: desde piezas polivalentes (Fig. 3) a otras que se destinan de forma específica a trabajos de incisión, perforación, percusión, etc.
Fig. 1. Una visión de la vida cotidiana en la Prehistoria. Aquí son los personajes masculinos quienes trabajan la piedra, tallando o enmangando elementos líticos. Fuente: www.raitre.rai.it
Fig. 2. En este caso, los personajes prehistóricos aparecen desdibujados en
buena medida; no obstante, el trabajo de la piedra lo lleva a cabo un hombre, bien caracterizado en su masculinidad por la barba.
La capacidad de utilizar herramientas se consideraba como un rasgo específico de los homínidos.
Sin embargo, las investigaciones sobre la etología de determinadas especies de primates no humanos
(chimpancés y bonobos), pusieron de manifiesto que estos parientes próximos también emplean instrumentos sencillos. La diferencia está en lo que se ha dado en llamar inteligencia operativa (Carbonell y
Sala, 2000) que corresponde a la capacidad de utilizar unos instrumentos para fabricar otros. La manipulación de elementos extracorporales y su producción sistemática nos ha diferenciado del resto de primates y ha propiciado nuestro control del medio y nuestro éxito evolutivo.
Una herramienta de piedra se trabaja para dotarla de unas propiedades determinadas, tales como
unos bordes cortantes y finos, o robustos y resistentes. Las tareas que debe llevar a término son básicamente rascar, perforar, cortar, percutir o romper. La investigación ha prestado gran atención a las piezas con filo, considerando que las herramientas con filo suponen una mejora cualitativa notable en las
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condiciones de vida, permitiendo afrontar las necesidades cotidianas de los grupos prehistóricos con
mayor eficacia.
Un rápido análisis cronológico de las etapas prehistóricas, muestra una evolución tecnológica que
se refleja de manera clara en la mayor especialización de las herramientas líticas con filo. El largo periodo cronológico que comprende el Paleolítico Inferior nos va a mostrar desde la simpleza de los cantos
tallados al progreso que supone la herramienta que conocemos como bifaz, de gran eficacia para realizar múltiples tareas: cortar, raspar, triturar, etc. Los estudios sobre la industria lítica de estas etapas antiguas nos hablan de la inmediatez y la
escasa planificación en la fabricación
de estas herramientas, lo que contrasta notablemente con el Paleolítico
Medio, cuando Homo neanderthalensis muestra una gran capacidad de
reflexión y abstracción en la elaboración de instrumentos líticos, desarrollando la talla levallois (Fig. 4).
Con la llegada a Europa de los
humanos anatómicamente modernos, se aplican nuevas técnicas al trabajo de la piedra (tratamiento térmico,
talla por presión, etc.), apareciendo
de forma clara, en el Paleolítico
Superior, una diversificación del utillaje: raspadores, buriles, perforadores,
entre otros, son algunos de los elementos que nos hablan de la especialización de las tareas, reflejada en
la variedad de herramientas que
Fig. 3. Algunos útiles de piedra, como son las raederas, pueden utilizarse en múltiples funciones. Fuente: Archivo SIP.
desde ahora aparecen en el registro
arqueológico (Fig. 5).
Debido al desarrollo de la economía de producción, las sociedades del Neolítico tendrán otras
necesidades ligadas a la nueva base económica, basada en la agricultura y la ganadería. Si bien hay una
perduración en los tipos líticos y algunas técnicas de talla conocidas ya en etapas anteriores, en el trabajo de la piedra destaca la aparición del utillaje pulimentado (Fig.6). Podemos decir que, desde estos
momentos hasta el fin de los tiempos prehistóricos las innovaciones en el instrumental de piedra ya se
han completado, y las variaciones van a corresponder a preferencias tanto en la tipología como en la aplicación de una técnica determinada, o en el uso preferente de un determinado material.
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En las páginas siguientes nos interesa plantear algunas cuestiones de carácter general sobre el proceso de producción lítica, prescindiendo de estimaciones cronológicas precisas, e incidiendo en los
aspectos sociales, concretamente en los agentes que pudieron tomar parte en él. ¿Realmente podemos
pensar que las mujeres no participaron en el proceso de producción lítica a lo largo de la Prehistoria? Si
analizamos de manera detallada los pasos de este proceso, podemos comprender que no hay razones
biológicas, etnográficas, sociológicas, o experimentales que indiquen que las mujeres no realizaron estas
actividades (Bird, 1993; Gero, 1991). Muchas autoras consideran que la visibilidad y las actividades de
las mujeres en los contextos domésticos indican que juegan un papel significativo en la producción y
mantenimiento de las herramientas de trabajo (Sánchez
Romero, 2000). Quiero pensar que las mujeres pudieron tomar
parte en la producción de útiles líticos, siendo visibles también
en los espacios públicos3.
La práctica de las actividades relacionadas con la fabricación y el uso del mundo material es un escenario donde el
género y la cultura material se articulan desde el punto de vista
cultural. El concepto de género no se refiere únicamente al
sexo biológico (mujer / hombre), sino que comprende una serie
de identidades sociales construidas cultural e históricamente, y
no comportamientos fijados por una realidad biológica. La identidad de género confluye con otras identidades, con la religiosa, étnica, de estatus y, sobre todo, con la de edad (Gero y
Conkey, 1991; Gilchrist, 1999; Moore, 1988, 1994; entre otros
trabajos), siendo así un concepto variable en su dimensión
espacial y temporal que, en modo alguno, puede considerarse
universal y atemporal.
Fig. 4. La técnica conocida como talla levallois, característica del Paleolítico Medio, implica una reflexión
previa al trabajo de la piedra, en contraste con la
inmediatez de la producción lítica en etapas anteriores.
Fuente: Archivo SIP.
Ciertamente, el registro arqueológico presenta grandes
dificultades para establecer relaciones entre elementos de la
cultura material y categorías de genero. Pero debemos tener en
cuenta que, de la misma manera que no hay una forma fácil de
encontrar a las mujeres en el registro arqueológico, tampoco la
hay para identificar a los hombres (Pallarés, 2000).
Si tratamos de superar esa idea de la existencia de una rígida división sexual del trabajo en la
Prehistoria, y pensamos en los agentes que pudieron participar en los procesos descritos, obtendremos
una visión menos sesgada del pasado. Para la lectura que proponemos nos apoyaremos en diversos
ejemplos etnográficos y etnoarqueológicos, sin que ello suponga establecer analogías de forma mecani-
3 Una definición de los conceptos público – privado – doméstico, está recogida en Montón, 2000.
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cista, sino con la intención de redimensionar y comprender el conjunto de acciones que pudieron llevar
a cabo hombres, mujeres y diversos grupos de edad.
El proceso de producción lítica
La producción lítica no es simplemente la modificación manual y secuenciada de un cuerpo inerte (piedra) y su transformación en artefacto cultural. Los fenómenos técnicos son fenómenos enteramente
sociales (Karlin, 1992); no son simplemente las actividades y acciones físicas de producción y uso de
instrumentos, sino que son uno de los principales medios a través del cual se definen y reafirman las relaciones sociales y la visión del mundo (Dobres, 2000). Pese a ello, la producción de industria lítica por
parte de las mujeres ha sido vista como marginal y simple. Algunos ejemplos etnográficos muestran que
Fig. 5. La diversificación del utillaje lítico nos habla de la especialización de las tareas a partir del Paleolítico Superior. a) Puntas de flecha. b) Raspadores.
Fuente: Archivo SIP.
el trabajo sobre soportes líticos que las mujeres realizan se dedica a la obtención de piezas poco sistematizadas, generalmente lascas sin retocar, lo que ha propiciado el escaso interés de la investigación
hacia estos conjuntos (Sánchez Romero, 2005: 231). Aunque difícilmente podremos identificar individuos
“reales” a través del registro arqueológico, la comprensión del proceso de producción lítica como elemento dinámico en el marco social puede ayudar en la interpretación del cambio cultural (Orozco, 2005).
El proceso de producción lítica ha sido abordado y definido en diversos trabajos (Martínez y Afonso,
1998; Terradas, 2001; entre otros,); en su desarrollo se pueden secuenciar etapas diferenciadas: selección y aprovisionamiento de materia prima, procesos técnicos de manufactura, mantenimiento y reciclado, y diversos procesos de uso, que culminan con la deposición o el abandono de los objetos. La implementación y articulación de los procesos referidos estará condicionada tanto por las características físicas del material lítico como por las necesidades socioeconómicas de las sociedades.
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El suministro de materias minerales se estructura en torno a dos mecanismos de obtención: la
explotación directa del medio, y el aprovisionamiento indirecto; este último caso corresponde a la obtención de las materias primas por medio del intercambio con otras poblaciones. Ambos sistemas no son
excluyentes; los grupos humanos pueden haber obtenido los recursos líticos por medio de uno, otro, o
a través de ambos.
La explotación directa del medio puede realizarse por medio de diferentes técnicas, como son:
- minería del subsuelo,
- actividades extractivas a cielo abierto (canteras),
- laboreo o recolección superficial.
La explotación del subsuelo se documenta a lo largo de la Prehistoria. Si bien las prácticas mineras
son conocidas en algunos contextos del Paleolítico Superior europeo, su desarrollo entre grupos cazadores – recolectores se considera una
estrategia puntual y aislada (Terradas,
2001). A partir del Neolítico encontramos numerosos ejemplos ilustrativos
de esta actividad, con variaciones
notables en cuanto a la complejidad
de pozos y galerías. En el ámbito
peninsular se documentan explotaciones mineras prehistóricas, destacando
el reciente hallazgo de Casa Montero
(Vicálvaro, Madrid), yacimiento dedicado a la extracción de sílex, con más de
Fig. 6. Las hachas pulimentadas aparecen en la Prehistoria europea a partir de la adopción
de la economía agrícola y ganadera. Fuente: Archivo SIP.
3000 pozos verticales que, en ocasiones, alcanzan los 7 m de profundidad
(Diaz-del-Rio et al. 2006). Asimismo, a
lo largo de la Prehistoria se practica la extracción a cielo abierto (trabajos de cantería), y también el material lítico puede obtenerse mediante el laboreo o recolección superficial. En este ultimo caso, el esfuerzo
invertido en la obtención de soportes líticos es mucho menor.
Disponemos de ejemplos etnográficos que ilustran una gran variedad de situaciones, en muchos
casos de cierta complejidad (Blackwood,1950; Hampton 1999; Pétrequin y Pétrequin, 1993; entre otros
numerosos trabajos). Buena parte de ejemplos conocidos muestran que la explotación de recursos líticos es una actividad de una marcada temporalidad y estacionalidad, que suele tener un carácter colectivo y excepcional y, al tiempo que se realiza esta parte del proceso, se llevan a cabo tareas de aprendizaje por parte de los jóvenes (Fig. 7).
Una de las tareas más especializadas que se lleva a cabo en las áreas de extracción es el reconocimiento de un buen soporte (Fig. 8). Una vez realizada esta parte del proceso (obtención de la materia
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prima), la producción lítica puede continuar bien en la misma área extractiva, o en el lugar de hábitat, o
sus inmediaciones. Será la lectura en el registro arqueológico de los deshechos o residuos lo que nos
informe de la localización del área de taller.
Podemos pensar que las mujeres no participan en esta parte del proceso de producción, suponiendo su incapacidad para el transporte de las pesadas cargas extraídas en el área fuente. No obstante, es
numerosa la documentación etnográfica que nos muestra comunidades “primitivas” en las que las mujeres realizan la recogida de combustible (Fig. 9) y llevan a sus espaldas enormes cargas (superando en
ocasiones los 50 kg). Debemos suponer que si los trabajos de explotación y obtención de materiales líticos están restringidos a una parte de la sociedad, es debido a factores culturales.
Una evidencia directa de la participación de las mujeres
en los procesos de extracción de materiales líticos se verifica en los indicadores de actividad física y cargas laborales
que pueden aparecer en los restos óseos prehistóricos. Los
huesos del esqueleto humano tienen capacidad para remodelar su estructura con el fin de hacer frente a las presiones
bio-mecánicas derivadas del ejercicio físico, y dicha remodelación puede adoptar formas o dimensiones distintivas, aunque su lectura no es, en modo alguno, sencilla (Balaguer et
al., 2002). El trabajo de estas autoras muestra mujeres realizando trabajos de cantería, en la Edad del Bronce, reconocidos a partir de las osteopatías identificadas.
El siguiente paso en el proceso de producción lítica es
la manufactura de las herramientas. A través de una serie de
gestos técnicos los soportes son transformados en útiles,
aplicando diversas técnicas de talla y trabajo de la piedra,
dependiendo del objeto deseado, así como de variables cul-
Fig. 7. En ocasiones, los jóvenes participan en los trabajos de extracción del material lítico.
turales. Generalmente, la aplicación de percusión y/o presión
a los soportes va a ir desbastando y modelando el material lítico (Fig. 10). Esta parte del proceso es bien conocida por los prehistoriadores, y ha sido descrita de
manera muy detallada en numerosas obras (Bordes, 1961; Brezillon, 1968; Tixier et al. 1980; entre otros
muchos autores). Los ejemplos etnográficos muestran una diversidad de situaciones en cuanto a los
agentes sociales que toman parte en estas actividades: en algunos casos estos trabajos son individuales, en otros pueden ser colectivos; en diversos grupos son realizados por hombres, en otros por mujeres, en otros ese trabajo se reserva a las personas de edad avanzada, otros casos muestran la participación de niños y niñas, etc. Cabe señalar, en este sentido, que la importancia del trabajo infantil a lo
largo de la Prehistoria ha sido invariablemente ignorada por los arqueólogos, pese a las numerosas evi-
LAS MUJERES EN LA PREHISTORIA
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dencias de su contribución económica en época histórica (Kamp, 2001). En cualquier caso, no parece
creíble suponer que este conocimiento tecnológico esté solo a disposición de una parte del grupo, ya
que estos conocimientos deben transmitirse a los individuos más jóvenes, que deberán practicar para
desarrollar dicha habilidad.
Esta parte del proceso puede llevarse a cabo en áreas restringidas, como también en espacios
públicos. Ciertamente puede darse una gran variabilidad de escenarios en los que se desarrolle el trabajo de la piedra, de tal modo que no puede establecerse un patrón espacial general (Fig. 11); el espacio
de trabajo vendrá determinado por factores culturales pero también por necesidades técnicas que
correspondan a ese estadio tecnológico (aplicación de fuego o calor, necesidad de agua, etc …).
Los contextos de uso de las piezas son escenarios donde, de forma clara, la tecnología se convierte en un fenómeno social. Aquí es realmente extensa la variedad de situaciones de uso y mantenimien-
Fig. 8. Testar y reconocer un buen soporte para su posterior transformación es una de las tareas que se realizan en la zona de extracción.
Fig. 9. Mercado de la leña. Las mujeres se encargan de su transporte, recorriendo en ocasiones largas distancias. Fuente: www.terra.org
to de las herramientas que podemos citar. Baste imaginar todas esas posibilidades, y suponer que los
usuarios y las usuarias del instrumental poseen ciertas nociones para el mantenimiento y la reparación de
las piezas. Si intentamos visualizar a mujeres llevando a cabo tareas diversas con cuchillos de sílex, es
fácil imaginarlas retocando la pieza para reavivar el filo. Obtenemos una imagen similar si pensamos en
un hombre dedicado a tareas como la tala de árboles (Fig. 12) o la recolección de plantas, entre otras
muchas: aquellos agentes que emplean los instrumentos líticos son conocedores, en buena medida, de
las técnicas necesarias para su mantenimiento.
La cultura material primitiva se caracteriza por la versatilidad y ambivalencia de sus valores de uso
(Ramos Millán, 1999). En efecto, los valores de uso de estos instrumentos van más allá de las utilidades
subsistenciales, y así lo reflejan numerosos ejemplos etnográficos: piezas de rasgos morfológicos y tipológicos similares pueden tener usos y/o valores muy diferentes, dependiendo del contexto (Orozco,
2005). En la producción, distribución y consumo de los útiles líticos entran en juego una serie de valores
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sociales. Estas piezas pueden ser objeto de acumulación, en diversos grados de elaboración o ya acabadas. Sabemos que en muchas culturas y en diferentes épocas jugaron un papel importante en los circuitos de intercambio.
El contexto deposicional es el marco a partir del cual solemos ensayar la reconstrucción de la historia de estas herramientas. A esta etapa del proceso de producción lítica solemos aplicar términos tales
como: desecho, abandono, pérdida, depósito; etiquetas que en la mayoría de casos expresan cierta
información tanto sobre las condiciones de conservación como del contexto en que los útiles son recuperados.
No es difícil suponer que estos útiles se conservan, transmitiéndose de generación en generación,
mientras que en otras ocasiones pasan a formar parte de los contextos funerarios, como elementos del
ajuar. El estudio de los ámbitos funerarios no puede desligarse del análisis de las actividades cotidianas
Fig. 10. Una variada serie de herramientas se emplean
en el trabajo de la piedra.
Fig. 11. La fabricación de útiles líticos puede llevarse a cabo en espacios públicos, vertebrando al mismo tiempo las relaciones sociales.
de los grupos humanos y, en este sentido, el registro arqueológico mostrará una gran diversidad de
patrones. Unas mismas costumbres pueden tener significados muy diferentes en distintos grupos culturales, pero también es posible que costumbres o situaciones muy diversas en el mundo de los vivos sean
inapreciables al analizar el registro funerario.
Los contextos funerarios siempre han despertado gran interés. Cuando las piezas líticas aparecen
formando parte del ajuar podemos preguntarnos si se trata de herramientas para los vivos o para los
muertos. Los ejemplos arqueológicos son muy diversos, y nos muestran una multiplicidad de situaciones
(Fig. 13). Así, es posible encontrar piezas con desgastes muy intensos, e incluso fragmentadas, asociadas a los enterramientos. Pero también aparece en muchos casos la situación inversa: utillaje lítico depositado formando parte del ajuar funerario, fabricado de forma expresa para esa función, que no presenta huellas de uso. Conocemos ejemplos peninsulares, como es el caso de algunos sepulcros de fosa
catalanes. En algunas sepulturas de la Bóbila Madurell (Sant Quirze del Vallés, Barcelona) se recupera-
LAS MUJERES EN LA PREHISTORIA
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ron láminas de sílex sin usar. Ello es indicativo de que, en algunas circunstancias, se tallaban piezas con
el objetivo de dejarlas junto a los inhumados (Gibaja et al., 2005).
Son muchos los ejemplos que podrían citarse para ilustrar el proceso de producción lítica. Una de
las críticas más fáciles de hacer es que la investigación prehistórica no permite reconstruir identidades
individuales. Pero esta limitación no resulta insuperable: desde diversas disciplinas y adoptando otras
perspectivas de análisis podemos acceder, en ocasiones de modo parcial, a esa información.
En nuestra disciplina, el análisis del proceso de producción lítica ayuda a comprender la formación
del registro arqueológico. Este apartado de la cultura material cumple un papel fundamental, estructuran-
Fig. 12. Tala de árboles con un hacha de piedra pulimentada.
Fig. 13. Los contextos funerarios presentan multiplicidad de
situaciones, así como una gran diversidad en los rituales y el
ajuar depositado en la sepultura. La imagen corresponde al
enterramiento llamado “del joven príncipe”, en el yacimiento
de Arene Candide (Liguria, Italia), datada a fines del Paleolítico
Superior (ca. 16.500 a.C). Fuente: digilander.libero.it
do las relaciones de género. Las herramientas de piedra son fabricadas, utilizadas y abandonadas, en su
mayor parte, por amplios grupos sociales, sin que podamos deducir que en la Prehistoria son creadas
por y para los hombres. Mujeres, niñas, niños y otras categorías sociales también participaron en dicho
proceso. Su inclusión en una visión del pasado depende de nosotros.
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LAS MUJERES EN LA PREHISTORIA
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en la evolución de la Humanidad, como son la Edad de la Piedra Antigua o Paleolítico y la Edad de la
Piedra Nueva o Neolítico.
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considerar –de forma consciente o inconsciente- que las sociedades del pasado se rigen por unos roles
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Dejando a un lado las estampas actuales sobre la vida cotidiana en la Prehistoria, que podemos
entender superadas en mayor o menor medida, y que pueden, en ocasiones, ser algo más que ridículas, cabe hacerse una pregunta: ¿por qué buena parte de las herramientas de piedra se asocian a lo
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tiñen las interpretaciones sobre el pasado. En ese sentido, se asocian a actividades que se consideran
1 Sobre la definición de Actividades de Mantenimiento existe una amplia bibliografía (Picazo, 1997; Colomer et al., 1998; entre otros trabajos).
2 El énfasis es mío.
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masculinas, bien por la suposición de un necesario esfuerzo físico (por ejemplo, en la tala de un árbol),
bien por la suposición del prestigio que puede estar relacionado con esa tarea (por ejemplo, en la caza
o en la guerra). Pero si vamos más allá del uso y las tareas asociadas a las herramientas, y reflexionamos sobre la fabricación del utillaje lítico, vemos que, de forma más o menos explícita, se viene considerando como una tarea masculina. Si nos repetimos la pregunta (¿por qué?), la respuesta inmediata es
que la fabricación de estas piezas supone el conocimiento de la tecnología y el dominio de las técnicas
necesarias; en el mundo contemporáneo, el control tecnológico pertenece al ámbito de lo masculino.
Dentro del variado repertorio de útiles líticos se encuentran desde piezas muy simples en cuanto a
su elaboración, hasta elementos de gran complejidad. Los soportes líticos sirven para confeccionar un
amplio repertorio de útiles: desde piezas polivalentes (Fig. 3) a otras que se destinan de forma específica a trabajos de incisión, perforación, percusión, etc.
Fig. 1. Una visión de la vida cotidiana en la Prehistoria. Aquí son los personajes masculinos quienes trabajan la piedra, tallando o enmangando elementos líticos. Fuente: www.raitre.rai.it
Fig. 2. En este caso, los personajes prehistóricos aparecen desdibujados en
buena medida; no obstante, el trabajo de la piedra lo lleva a cabo un hombre, bien caracterizado en su masculinidad por la barba.
La capacidad de utilizar herramientas se consideraba como un rasgo específico de los homínidos.
Sin embargo, las investigaciones sobre la etología de determinadas especies de primates no humanos
(chimpancés y bonobos), pusieron de manifiesto que estos parientes próximos también emplean instrumentos sencillos. La diferencia está en lo que se ha dado en llamar inteligencia operativa (Carbonell y
Sala, 2000) que corresponde a la capacidad de utilizar unos instrumentos para fabricar otros. La manipulación de elementos extracorporales y su producción sistemática nos ha diferenciado del resto de primates y ha propiciado nuestro control del medio y nuestro éxito evolutivo.
Una herramienta de piedra se trabaja para dotarla de unas propiedades determinadas, tales como
unos bordes cortantes y finos, o robustos y resistentes. Las tareas que debe llevar a término son básicamente rascar, perforar, cortar, percutir o romper. La investigación ha prestado gran atención a las piezas con filo, considerando que las herramientas con filo suponen una mejora cualitativa notable en las
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condiciones de vida, permitiendo afrontar las necesidades cotidianas de los grupos prehistóricos con
mayor eficacia.
Un rápido análisis cronológico de las etapas prehistóricas, muestra una evolución tecnológica que
se refleja de manera clara en la mayor especialización de las herramientas líticas con filo. El largo periodo cronológico que comprende el Paleolítico Inferior nos va a mostrar desde la simpleza de los cantos
tallados al progreso que supone la herramienta que conocemos como bifaz, de gran eficacia para realizar múltiples tareas: cortar, raspar, triturar, etc. Los estudios sobre la industria lítica de estas etapas antiguas nos hablan de la inmediatez y la
escasa planificación en la fabricación
de estas herramientas, lo que contrasta notablemente con el Paleolítico
Medio, cuando Homo neanderthalensis muestra una gran capacidad de
reflexión y abstracción en la elaboración de instrumentos líticos, desarrollando la talla levallois (Fig. 4).
Con la llegada a Europa de los
humanos anatómicamente modernos, se aplican nuevas técnicas al trabajo de la piedra (tratamiento térmico,
talla por presión, etc.), apareciendo
de forma clara, en el Paleolítico
Superior, una diversificación del utillaje: raspadores, buriles, perforadores,
entre otros, son algunos de los elementos que nos hablan de la especialización de las tareas, reflejada en
la variedad de herramientas que
Fig. 3. Algunos útiles de piedra, como son las raederas, pueden utilizarse en múltiples funciones. Fuente: Archivo SIP.
desde ahora aparecen en el registro
arqueológico (Fig. 5).
Debido al desarrollo de la economía de producción, las sociedades del Neolítico tendrán otras
necesidades ligadas a la nueva base económica, basada en la agricultura y la ganadería. Si bien hay una
perduración en los tipos líticos y algunas técnicas de talla conocidas ya en etapas anteriores, en el trabajo de la piedra destaca la aparición del utillaje pulimentado (Fig.6). Podemos decir que, desde estos
momentos hasta el fin de los tiempos prehistóricos las innovaciones en el instrumental de piedra ya se
han completado, y las variaciones van a corresponder a preferencias tanto en la tipología como en la aplicación de una técnica determinada, o en el uso preferente de un determinado material.
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En las páginas siguientes nos interesa plantear algunas cuestiones de carácter general sobre el proceso de producción lítica, prescindiendo de estimaciones cronológicas precisas, e incidiendo en los
aspectos sociales, concretamente en los agentes que pudieron tomar parte en él. ¿Realmente podemos
pensar que las mujeres no participaron en el proceso de producción lítica a lo largo de la Prehistoria? Si
analizamos de manera detallada los pasos de este proceso, podemos comprender que no hay razones
biológicas, etnográficas, sociológicas, o experimentales que indiquen que las mujeres no realizaron estas
actividades (Bird, 1993; Gero, 1991). Muchas autoras consideran que la visibilidad y las actividades de
las mujeres en los contextos domésticos indican que juegan un papel significativo en la producción y
mantenimiento de las herramientas de trabajo (Sánchez
Romero, 2000). Quiero pensar que las mujeres pudieron tomar
parte en la producción de útiles líticos, siendo visibles también
en los espacios públicos3.
La práctica de las actividades relacionadas con la fabricación y el uso del mundo material es un escenario donde el
género y la cultura material se articulan desde el punto de vista
cultural. El concepto de género no se refiere únicamente al
sexo biológico (mujer / hombre), sino que comprende una serie
de identidades sociales construidas cultural e históricamente, y
no comportamientos fijados por una realidad biológica. La identidad de género confluye con otras identidades, con la religiosa, étnica, de estatus y, sobre todo, con la de edad (Gero y
Conkey, 1991; Gilchrist, 1999; Moore, 1988, 1994; entre otros
trabajos), siendo así un concepto variable en su dimensión
espacial y temporal que, en modo alguno, puede considerarse
universal y atemporal.
Fig. 4. La técnica conocida como talla levallois, característica del Paleolítico Medio, implica una reflexión
previa al trabajo de la piedra, en contraste con la
inmediatez de la producción lítica en etapas anteriores.
Fuente: Archivo SIP.
Ciertamente, el registro arqueológico presenta grandes
dificultades para establecer relaciones entre elementos de la
cultura material y categorías de genero. Pero debemos tener en
cuenta que, de la misma manera que no hay una forma fácil de
encontrar a las mujeres en el registro arqueológico, tampoco la
hay para identificar a los hombres (Pallarés, 2000).
Si tratamos de superar esa idea de la existencia de una rígida división sexual del trabajo en la
Prehistoria, y pensamos en los agentes que pudieron participar en los procesos descritos, obtendremos
una visión menos sesgada del pasado. Para la lectura que proponemos nos apoyaremos en diversos
ejemplos etnográficos y etnoarqueológicos, sin que ello suponga establecer analogías de forma mecani-
3 Una definición de los conceptos público – privado – doméstico, está recogida en Montón, 2000.
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cista, sino con la intención de redimensionar y comprender el conjunto de acciones que pudieron llevar
a cabo hombres, mujeres y diversos grupos de edad.
El proceso de producción lítica
La producción lítica no es simplemente la modificación manual y secuenciada de un cuerpo inerte (piedra) y su transformación en artefacto cultural. Los fenómenos técnicos son fenómenos enteramente
sociales (Karlin, 1992); no son simplemente las actividades y acciones físicas de producción y uso de
instrumentos, sino que son uno de los principales medios a través del cual se definen y reafirman las relaciones sociales y la visión del mundo (Dobres, 2000). Pese a ello, la producción de industria lítica por
parte de las mujeres ha sido vista como marginal y simple. Algunos ejemplos etnográficos muestran que
Fig. 5. La diversificación del utillaje lítico nos habla de la especialización de las tareas a partir del Paleolítico Superior. a) Puntas de flecha. b) Raspadores.
Fuente: Archivo SIP.
el trabajo sobre soportes líticos que las mujeres realizan se dedica a la obtención de piezas poco sistematizadas, generalmente lascas sin retocar, lo que ha propiciado el escaso interés de la investigación
hacia estos conjuntos (Sánchez Romero, 2005: 231). Aunque difícilmente podremos identificar individuos
“reales” a través del registro arqueológico, la comprensión del proceso de producción lítica como elemento dinámico en el marco social puede ayudar en la interpretación del cambio cultural (Orozco, 2005).
El proceso de producción lítica ha sido abordado y definido en diversos trabajos (Martínez y Afonso,
1998; Terradas, 2001; entre otros,); en su desarrollo se pueden secuenciar etapas diferenciadas: selección y aprovisionamiento de materia prima, procesos técnicos de manufactura, mantenimiento y reciclado, y diversos procesos de uso, que culminan con la deposición o el abandono de los objetos. La implementación y articulación de los procesos referidos estará condicionada tanto por las características físicas del material lítico como por las necesidades socioeconómicas de las sociedades.
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El suministro de materias minerales se estructura en torno a dos mecanismos de obtención: la
explotación directa del medio, y el aprovisionamiento indirecto; este último caso corresponde a la obtención de las materias primas por medio del intercambio con otras poblaciones. Ambos sistemas no son
excluyentes; los grupos humanos pueden haber obtenido los recursos líticos por medio de uno, otro, o
a través de ambos.
La explotación directa del medio puede realizarse por medio de diferentes técnicas, como son:
- minería del subsuelo,
- actividades extractivas a cielo abierto (canteras),
- laboreo o recolección superficial.
La explotación del subsuelo se documenta a lo largo de la Prehistoria. Si bien las prácticas mineras
son conocidas en algunos contextos del Paleolítico Superior europeo, su desarrollo entre grupos cazadores – recolectores se considera una
estrategia puntual y aislada (Terradas,
2001). A partir del Neolítico encontramos numerosos ejemplos ilustrativos
de esta actividad, con variaciones
notables en cuanto a la complejidad
de pozos y galerías. En el ámbito
peninsular se documentan explotaciones mineras prehistóricas, destacando
el reciente hallazgo de Casa Montero
(Vicálvaro, Madrid), yacimiento dedicado a la extracción de sílex, con más de
Fig. 6. Las hachas pulimentadas aparecen en la Prehistoria europea a partir de la adopción
de la economía agrícola y ganadera. Fuente: Archivo SIP.
3000 pozos verticales que, en ocasiones, alcanzan los 7 m de profundidad
(Diaz-del-Rio et al. 2006). Asimismo, a
lo largo de la Prehistoria se practica la extracción a cielo abierto (trabajos de cantería), y también el material lítico puede obtenerse mediante el laboreo o recolección superficial. En este ultimo caso, el esfuerzo
invertido en la obtención de soportes líticos es mucho menor.
Disponemos de ejemplos etnográficos que ilustran una gran variedad de situaciones, en muchos
casos de cierta complejidad (Blackwood,1950; Hampton 1999; Pétrequin y Pétrequin, 1993; entre otros
numerosos trabajos). Buena parte de ejemplos conocidos muestran que la explotación de recursos líticos es una actividad de una marcada temporalidad y estacionalidad, que suele tener un carácter colectivo y excepcional y, al tiempo que se realiza esta parte del proceso, se llevan a cabo tareas de aprendizaje por parte de los jóvenes (Fig. 7).
Una de las tareas más especializadas que se lleva a cabo en las áreas de extracción es el reconocimiento de un buen soporte (Fig. 8). Una vez realizada esta parte del proceso (obtención de la materia
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prima), la producción lítica puede continuar bien en la misma área extractiva, o en el lugar de hábitat, o
sus inmediaciones. Será la lectura en el registro arqueológico de los deshechos o residuos lo que nos
informe de la localización del área de taller.
Podemos pensar que las mujeres no participan en esta parte del proceso de producción, suponiendo su incapacidad para el transporte de las pesadas cargas extraídas en el área fuente. No obstante, es
numerosa la documentación etnográfica que nos muestra comunidades “primitivas” en las que las mujeres realizan la recogida de combustible (Fig. 9) y llevan a sus espaldas enormes cargas (superando en
ocasiones los 50 kg). Debemos suponer que si los trabajos de explotación y obtención de materiales líticos están restringidos a una parte de la sociedad, es debido a factores culturales.
Una evidencia directa de la participación de las mujeres
en los procesos de extracción de materiales líticos se verifica en los indicadores de actividad física y cargas laborales
que pueden aparecer en los restos óseos prehistóricos. Los
huesos del esqueleto humano tienen capacidad para remodelar su estructura con el fin de hacer frente a las presiones
bio-mecánicas derivadas del ejercicio físico, y dicha remodelación puede adoptar formas o dimensiones distintivas, aunque su lectura no es, en modo alguno, sencilla (Balaguer et
al., 2002). El trabajo de estas autoras muestra mujeres realizando trabajos de cantería, en la Edad del Bronce, reconocidos a partir de las osteopatías identificadas.
El siguiente paso en el proceso de producción lítica es
la manufactura de las herramientas. A través de una serie de
gestos técnicos los soportes son transformados en útiles,
aplicando diversas técnicas de talla y trabajo de la piedra,
dependiendo del objeto deseado, así como de variables cul-
Fig. 7. En ocasiones, los jóvenes participan en los trabajos de extracción del material lítico.
turales. Generalmente, la aplicación de percusión y/o presión
a los soportes va a ir desbastando y modelando el material lítico (Fig. 10). Esta parte del proceso es bien conocida por los prehistoriadores, y ha sido descrita de
manera muy detallada en numerosas obras (Bordes, 1961; Brezillon, 1968; Tixier et al. 1980; entre otros
muchos autores). Los ejemplos etnográficos muestran una diversidad de situaciones en cuanto a los
agentes sociales que toman parte en estas actividades: en algunos casos estos trabajos son individuales, en otros pueden ser colectivos; en diversos grupos son realizados por hombres, en otros por mujeres, en otros ese trabajo se reserva a las personas de edad avanzada, otros casos muestran la participación de niños y niñas, etc. Cabe señalar, en este sentido, que la importancia del trabajo infantil a lo
largo de la Prehistoria ha sido invariablemente ignorada por los arqueólogos, pese a las numerosas evi-
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[page-n-8]
dencias de su contribución económica en época histórica (Kamp, 2001). En cualquier caso, no parece
creíble suponer que este conocimiento tecnológico esté solo a disposición de una parte del grupo, ya
que estos conocimientos deben transmitirse a los individuos más jóvenes, que deberán practicar para
desarrollar dicha habilidad.
Esta parte del proceso puede llevarse a cabo en áreas restringidas, como también en espacios
públicos. Ciertamente puede darse una gran variabilidad de escenarios en los que se desarrolle el trabajo de la piedra, de tal modo que no puede establecerse un patrón espacial general (Fig. 11); el espacio
de trabajo vendrá determinado por factores culturales pero también por necesidades técnicas que
correspondan a ese estadio tecnológico (aplicación de fuego o calor, necesidad de agua, etc …).
Los contextos de uso de las piezas son escenarios donde, de forma clara, la tecnología se convierte en un fenómeno social. Aquí es realmente extensa la variedad de situaciones de uso y mantenimien-
Fig. 8. Testar y reconocer un buen soporte para su posterior transformación es una de las tareas que se realizan en la zona de extracción.
Fig. 9. Mercado de la leña. Las mujeres se encargan de su transporte, recorriendo en ocasiones largas distancias. Fuente: www.terra.org
to de las herramientas que podemos citar. Baste imaginar todas esas posibilidades, y suponer que los
usuarios y las usuarias del instrumental poseen ciertas nociones para el mantenimiento y la reparación de
las piezas. Si intentamos visualizar a mujeres llevando a cabo tareas diversas con cuchillos de sílex, es
fácil imaginarlas retocando la pieza para reavivar el filo. Obtenemos una imagen similar si pensamos en
un hombre dedicado a tareas como la tala de árboles (Fig. 12) o la recolección de plantas, entre otras
muchas: aquellos agentes que emplean los instrumentos líticos son conocedores, en buena medida, de
las técnicas necesarias para su mantenimiento.
La cultura material primitiva se caracteriza por la versatilidad y ambivalencia de sus valores de uso
(Ramos Millán, 1999). En efecto, los valores de uso de estos instrumentos van más allá de las utilidades
subsistenciales, y así lo reflejan numerosos ejemplos etnográficos: piezas de rasgos morfológicos y tipológicos similares pueden tener usos y/o valores muy diferentes, dependiendo del contexto (Orozco,
2005). En la producción, distribución y consumo de los útiles líticos entran en juego una serie de valores
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sociales. Estas piezas pueden ser objeto de acumulación, en diversos grados de elaboración o ya acabadas. Sabemos que en muchas culturas y en diferentes épocas jugaron un papel importante en los circuitos de intercambio.
El contexto deposicional es el marco a partir del cual solemos ensayar la reconstrucción de la historia de estas herramientas. A esta etapa del proceso de producción lítica solemos aplicar términos tales
como: desecho, abandono, pérdida, depósito; etiquetas que en la mayoría de casos expresan cierta
información tanto sobre las condiciones de conservación como del contexto en que los útiles son recuperados.
No es difícil suponer que estos útiles se conservan, transmitiéndose de generación en generación,
mientras que en otras ocasiones pasan a formar parte de los contextos funerarios, como elementos del
ajuar. El estudio de los ámbitos funerarios no puede desligarse del análisis de las actividades cotidianas
Fig. 10. Una variada serie de herramientas se emplean
en el trabajo de la piedra.
Fig. 11. La fabricación de útiles líticos puede llevarse a cabo en espacios públicos, vertebrando al mismo tiempo las relaciones sociales.
de los grupos humanos y, en este sentido, el registro arqueológico mostrará una gran diversidad de
patrones. Unas mismas costumbres pueden tener significados muy diferentes en distintos grupos culturales, pero también es posible que costumbres o situaciones muy diversas en el mundo de los vivos sean
inapreciables al analizar el registro funerario.
Los contextos funerarios siempre han despertado gran interés. Cuando las piezas líticas aparecen
formando parte del ajuar podemos preguntarnos si se trata de herramientas para los vivos o para los
muertos. Los ejemplos arqueológicos son muy diversos, y nos muestran una multiplicidad de situaciones
(Fig. 13). Así, es posible encontrar piezas con desgastes muy intensos, e incluso fragmentadas, asociadas a los enterramientos. Pero también aparece en muchos casos la situación inversa: utillaje lítico depositado formando parte del ajuar funerario, fabricado de forma expresa para esa función, que no presenta huellas de uso. Conocemos ejemplos peninsulares, como es el caso de algunos sepulcros de fosa
catalanes. En algunas sepulturas de la Bóbila Madurell (Sant Quirze del Vallés, Barcelona) se recupera-
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ron láminas de sílex sin usar. Ello es indicativo de que, en algunas circunstancias, se tallaban piezas con
el objetivo de dejarlas junto a los inhumados (Gibaja et al., 2005).
Son muchos los ejemplos que podrían citarse para ilustrar el proceso de producción lítica. Una de
las críticas más fáciles de hacer es que la investigación prehistórica no permite reconstruir identidades
individuales. Pero esta limitación no resulta insuperable: desde diversas disciplinas y adoptando otras
perspectivas de análisis podemos acceder, en ocasiones de modo parcial, a esa información.
En nuestra disciplina, el análisis del proceso de producción lítica ayuda a comprender la formación
del registro arqueológico. Este apartado de la cultura material cumple un papel fundamental, estructuran-
Fig. 12. Tala de árboles con un hacha de piedra pulimentada.
Fig. 13. Los contextos funerarios presentan multiplicidad de
situaciones, así como una gran diversidad en los rituales y el
ajuar depositado en la sepultura. La imagen corresponde al
enterramiento llamado “del joven príncipe”, en el yacimiento
de Arene Candide (Liguria, Italia), datada a fines del Paleolítico
Superior (ca. 16.500 a.C). Fuente: digilander.libero.it
do las relaciones de género. Las herramientas de piedra son fabricadas, utilizadas y abandonadas, en su
mayor parte, por amplios grupos sociales, sin que podamos deducir que en la Prehistoria son creadas
por y para los hombres. Mujeres, niñas, niños y otras categorías sociales también participaron en dicho
proceso. Su inclusión en una visión del pasado depende de nosotros.
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