Serie de Trabajos Varios 60
Las industrias líticas del Paleolítico Superior Ibérico
Josep Maria Fullola Pericot
1979
, ISBN 84-00-04360-X
978-84-00-04360-5 , 263 p.
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SERVICIO DE INVESTIGACION PREHISTORICA
DIPUTACION PROVlNCIAL DE VALENCIA
SERIE DE TRAlI.uOS VA RIOS
Ntím. 60
LAS INDUSTRIAS LITICAS
DEL
PALEOLITICO SUPERIOR
IBERICO
Po,
JOSEP M.' FULLOLA PERICOT
VALENCIA
1979
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SERVICIO DE INVESTIGACION PREHISTORICA
DIPUTACION PROVlNCIAL DE VALENCIA
SERIE DE TRAlI.uOS VA RIOS
Ntím. 60
LAS INDUSTRIAS LITICAS
DEL
PALEOLITICO SUPERIOR
IBERICO
Po,
JOSEP M.' FULLOLA PERICOT
VALENCIA
1979
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ISSN 1989-0540
DIPUTACION PROVINC IAL DE VALENCIA -
INSTITUCION ALfONSO EL MAGNANI MO
SERVICIO DE INVESTIGACION PREHISTORICA
SECC iO N DE PR EHISTOIUA EN VALE NCIA DEL CONSE'.I'O SU PERI OR DE INVESTI GACIO NE S
CIENnn CAS
SERIE
DE
TRABAJOS
VARIOS
Núm . 60
1 S_B_N. e. ·O().04J60-X._ OopMilo
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v 881 · 1919
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A la memoria
del
Dr. Luis Pericot Carda
l>irector Honorario
d,'
Servido de Invesligadón
Prehistó ric a
de lit
Excma. Diputación Provindal
d,
Vulencia
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«La Prehistoria comparte con la
Astronomía el privilegio poético y
metafísico de dar al hombre una
idea de su pequenez, la primera
en el tiempo, la segunda en el espacio»
ILI. P. G.I
INTRODU CC ION
Diversas son las circunstancias que decantan a un investigador
histórico hacia el campo de la Prehi storia , y más en concreto del Pa leolítico. El sentido de nimiedad cronológica se acentúa y hay que rastrear los caminos del hombre, valiéndose de medios complementarios. Ouizás sean estas dificultades mismas, y otras muchas, las que
estimulen al pal eolitista, al prehistoriador general.
En nuestro caso, la formación prehistórica básica se complementó
con los trabajos de campo y excavaciones reali zados en Francia y que
tuvieron una repercusión decisiva en el camino investigador q ue hem os adoptado y desarrollado a lo largo de este trabajo.
Nuestra aplicación a las fases intermedias del Paleolítico Superior
Ibéri co, usando tal expresión en el sentido de peninsular con la excepción de la franja cantábrica, claramente unida a núcleos franceses,
nos vino dada en un prinCipio por las con exiones tradicionales con la
zona valenciana, sin duda la base de nuestra labor. Sobresalía en ella
el Solutre nse, con su exponente de mayor importancia, el Parpall ó; a
su al rededor, yacimientos semejantes, el Barranc BJanc, Les Mallae·
tes, ctc., con formab an una riqueza arqueológica que no podíamos dejar caer en un ol vido que duraba ya demasiad os años.
Fue para subsanar, en la medida de nuestras fuerzas, ese hiatus
de conocimientos profundos que habia respecto a esa fase paleolitica,
que decidimos llevar a cabo una revisión total de los materiales líti cos , ya no sólo de esa zona , sino de todas las qu e pu diesen aportar da tos relacionables con la misma. La excesiva repetición de las asevcra -
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,
J . M." r ULlO LA PER ICOT
ciones fonnuladas varias décadas atrás nos impul sa ba a ampliarla~ ,
a reafirmarlas con una base sólida o a rebatirlas. apoyándonos en datos de elaboración propia de la misma solidez.
Los limites espaciales de nuestro trabaj o vienen marcados por los
hall azgos paleolíticos realizados en nuestra geogralia. Por el Sur y
Centro de la pelÚnsula enlazaban con el bloque clásico, valenciano,
un a serie de yacimientos de la zona Murcia-Almeria ; a ellos podía
unirse la ramificación solulrense de Portugal, mucho más rela ciona -
da con este bloque levantino que con el franco-cantábrico en la ma yarIa de sus casos; y por fin quedaban los restos del Manzanares , de
d udosa atribución solutrense en muchas ocasiones, con una raíz en
parte levantina.
Con estos datos, sumados a los de la zona valenciana, se cubría la
m itad Sur de la península. Sin embargo, otro bloque de indus trias de
la fase media del Paleolitico Superior se encontraba más al Norte , en
una posición intermedia respecto a distintas influ encias, y por lo tanto
con un gran interés para su estudio ; nos estamos refiriendo a los yacimientos de la zona catalana, a los cuales el aire medi terrán eo del So lu trense renovador habia llegado de forma perceptible, pero mediati zado por otros influj os septentrionales y orientales, qu e daban como
resultado la facies especial que en este momento present a en las comar cas gerundenses.
Otro aspecto a delimitar previamente es el cronológico. Ha sido
nu estra intención centrar este estudio en la fase solutrense y en sus
ind us trias inmediatamente posteriores, la má s desta cada d e las cua les es el Solútreo -gravetiense. Este proceso ha sido realizable en los
yacimi entos cuya estratigrafia, aceptable científicamente hablando ,
llegaba hasta este momento, como son el Parpalló, el Barranc Blan c o
Les Mallaetes. En otros casos, la sucesión cultural se detenía tras el
solutrense, en el Reclau Viver de Serinyá o en el Cau de les Goges de
Sant Julia de Ramis. En algunos más la dis tinci ón era imposible, ya
por falta de estratigrafia, ya por parqued ad en los hall azgos , princi palmente en los yacimientos de la zona Sur y Este.
Pese a todas esas dificultades, creem os que con este trabajo llega remos a establecer una secuencia evolutiva regular para el Paleolítico
Superior medio ibérico; la base estará en el yacimiento de mayor potencia y con una estratigrafía más compl eta y abundante, el Parpalló.
Será respecto a él que iremos perfilando la s demás secuencias ibéricas para llegar a una coherencia final.
Pero en el caso concreto del Parp alló, nuestro estudio no ha qu erid o centrarse en exclusiva en esas fa ses que nos inte resan para el conjunto de esta obra, sino que hemos profundizado en los m omentos in -
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IN DUST RIAS I.ITICAS DEL PA LE OllTIC O
,
m ediatamente anterior y posterior. Unos presupuestos Auriña ciense y
M:-tg dalenienses 1 y II han sido examinados y sus r ectifi caciones será n fundamentadas a través de las páginas que siguen.
Muchos se rán los ya cimientos que apa recerán en el transcurso de
este tra baj o; cuatro de ellos han sido analiz ados , en la profundidad
requerida , por la metodología analítica que expondremos a continua ci ón : son el Parpalló , el Barranc BIanc, el Recl a u Vivcr y el Cau de les
Goges. El único de ellos qu e presentaba posibilidades para realizar
nue vos trabajos «in situ» era el segundo; la campaña de excavació n
dio unos res ultados que confirmaban a grandes rasgos lo intuido por
su primitivo excavador y lo realmente comprobado por nosotros mismos en las series que pudimos analizar y que provenían de aquellos
primeros trabajos en la cueva. Se levantaron, además , planos de la
cueva y dibujos del corte estratigráfi co realizado, todo lo cual acom paila al prese nte texto.
Los demás yacimientos que hemos sometido a análisis han ten ido
su base en las publi caciones que de sus m aterial es se han llev ado a
cabo. En algunos ca sos la información ha podid o ser completa; en
otros, las difi cultad es se han acrecentad o hasta límites de h ace rnos
prescindir prácticamente del yacimiento por falta de datos.
La metodología de estudio de los m ateriales es siem pre un dato
decisivo en cualquier trabajo de temática pal eolítica. Hay que decir
que, en pro de una mejor comprensión por parte de los estudiosos que
utilizan los dos métodos má s extendidos, el ideado por G. Laplace y el
ideado por el matrimonio Bordes, hemos re alizad o los an álisis de la
casi totalidad de los útiles revisados mediante ambos siste mas. Estamos e n favor de la comunicación abierta entre tod os los métodos de
estudio, y por ello nos hem os decantado por esa opci ón.
No por esto renunciamos a decidirnos por uno de los dos, el que
razonadamente nos parece que reúne una mayor posi bilidad de in fo rmarno s a cerca de aquellos hombres que fu eron los ejecutores de las
in dustri as que estudiamos; nuestra opción se decanta por el sistema
ti po lógico analítico de G. Laplace; su aplicación en el campo de la descripción de los útiles es decisiva , superando antiguas am big üedades
de ot ros métodos : al mismo tiempo desarrolla un as líneas investiga doras propias en el aspecto de la interpretación de los datos obtenidos
de los a nálisis, basadas en criterios estadí stico-matemáticos muy riguro sos y que quedan muy por encima del nivel de exigencia que se
tenia anteriormente. En conjunto, la mayor obj etividad y refl exión
allte las industrias son los pilares básicos de esta tipología , que es , en
nu estra opinión, la de mayor porvenir en la evolución de los estudios
paleolíticos: el hecho de ser abierta ya en su lista tipo, y cambiante,
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,
J . M.o r ULLOLA PERIC OT
en movimiento de avance cultural. por contradicción respecto a lo establecido. le hacen tener esta óptima perspectiva.
Acompañan al texto una colección de láminas en las qu e figuran
dibujados gran cantidad de útiles del Parpalló y del Barrane Blanc. Es
de resaltar que la mayoría de los mismos son inéditos. ya que proceden de los fondos del Museo de Prehistoria de Valencia, que hemos re visado. A propósito del segundo de los yacimientos citados, añadire mos que la originalidad se extiende no sólo a los dibujos, sino también
a todo el texto, los recuentos, los planos, la estratigrafia detlllJada ,
etc., dado que hasta ahora no habia visto la luz ningún análisis dete nido del Barrane BlaDe, sino tan s610 aproximaciones a su estudio.
El texto que compone esta obra iba acompañado en su forma original por los análisis tipológicos en los que se han basado los cuadros
y resultados que ofreceremos. Dicho conjunto componía nuestra Tesis
Doctoral, leída el mes de junio de 1978 en la Fa cultad de Geografia e
Hi storia de la Universidad de Barcelona y que mereció la calificación
de sobresaliente «cum laudell y el Premio Extraordinario de Doctora do de la Facultad para el curso 1977 -78.
Los desplazamientos que hemos efectuado por la península se han
visto siempre acompañados de la amabilidad de la s personas rectoras
de los organismos a los que nos hemos dirigido. Hay que mencionar
en primer lugar, preeminente, al Servicio de Investigación Prehistóri ca de la Diputación Provincial de Valencia, sin cuya generosidad no
hubiese sido posible ni tan sólo plantear esta temática ni publicar sus
resultados; en las personas de su director, don Domingo Fletcher
Valls , y de su subdirector, don Enrique Pla Ballester, concretamos
nuestro agradecimiento, extensivo por demás al resto del personal,
investigador y subalterno, de dicha institución. Metidos en la zona va len ciana hay que recordar aquí la amable acogida de los amigos de
Gandía. tanto durante nuestras visitas de estudio como con ocasión
de la excavación del Barranc Blanc; nos referimos a don Vicente Gu rrea Crespo y a don José Cam arena, que sostienen en su ciudad un pe queño Museo de Prehistoria que contiene riquezas de las cuevas de la
comarca, de gran valor.
Nuestra labor en tierras catalanas se ha visto facilitada. para el
estudio de los materiales Uticos de nuestras cuevas. por la colaboración del doctor Eduardo Ripoll. director del Museo Arqueológico de
Barcelona. que nos facilitó el acceso a las colecciones del Cau de les
Goges de Sant Julié de Ramis, que se guardan en las vitrinas de dicho
Museo; en Gerona, el Servei d 'Investigacions Arqueológiques. y más
concretamente su miembro don Narcís Soler, nos ofreció materiales
para su estudio; en Banyoles agradecemos las facilidades dadas pa ra
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I NDUSTRIAS I. IT ICAS DEI. r AI.EDLIT1 CO
,
analizar los materiales del Reclau Viver al Centre d'Estudis Comarcals y al conservador del Museo de Prehistoria, don Josep TarrÚs.
A nivel de consultas y orientaciones deben figurar a la cabeza las
del dire ctor de este trabajo, el doctor Joan Maluquer de Mote s. Tam bi én agradecemos las del joven prehistoriador Javier Fortea, que nos
ha acogido siempre con gran amabilidad en coloquios, congresos y excavaciones, donde han surgido temas de gran interés en horas de
común conversación, que nos han enriquecido mucho en nuestro b agaje de conocimientos.
Tras ellos, diversos profesores y compañeros deberían desfilar
por estas líneas en sincero agradecimiento. Hablaríamos del maestro
G. Laplace, cuyas esperanzas en la juventud nos han animado siempre a todos los que hemos asistido a sus seminarios anuales de Arudy,
impregnándonos de su alegria y de su lucha por la vida y la liberta d ;
de Ignacio Barandiarán y de su «grupo de Zaragoza», forj ado en los
años de docencia en aquella ciudad, con el cual mantuvimos estrechos contactos ; de Pilar Utrilla, la representante de ese grupo que
más armes materias trata respecto a las nuestras, y por ell o con la que
una rela ció n más estre cha hemos tenido; de Jordi Estévez y Assunció
Vila, compañeros de curso y de orientación profesional, con los cuales
hemos departido horas de clase y de conferencias, asi como del ya
aludido Narcis Soler ; de los profesores de la Universidad de Barcelona , bajo cuya tutela nos hemos formado, intentando aprovechar al
máximo sus enseñanzas y experiencias en pro de una formación integra l de historia dor; de los profesores Jordá y Almagro, padre e hijo,
cuyas conversaciones y contactos nos han abierto nuevos campos ; y
de los jóvenes compañeros prehistoriadores de las Universidades de
Barcelona, Zaragoza, Madrid y Salamanca, y de cuantos, en general.
h an colaborado en la tarea de llevar a feliz términ o este trabajo.
y por fin, un obligado recuerdo de sentido agradecimiento a mi
abuelo, y en él a toda la familia·, pues gracias a él , a la diaria convivell cia y a sus orientaciones, hemos podido llegar a adquirir la madu rez s uficiente como para atrevernos a plantear una temáti ca como la
que sigue.
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ESTADO GENERAL DE LA CUESTION
Nos parece obligado, antes de adentrarnos en el tema que nos hemos propuesto desarrollar, intentar establecer un esta do actual de la
investigación en el campo del PaleoHtico Superior hispano, por lo que
se r efiere a zonas no cantábricas.
Dado que ya han sido definidos en el capítulo inicial d e la introdu cción los limites espa ciales y cronológicos de este trabajo, seguiremos ahora un orden de s ucesión en el tiempo al tratar de las culturas
que hemos hallado. de forma má s o menos numerosa, a lo largo de este estudio.
En primer lugar, nos ocuparemos del mom ento ini ci al d el Paleolí-
tico Su pe rior. reuniendo para ello los datos Que poseemos acerca de
los yacimientos de esa épo ca qu e se incluyen en la zona peninsul ar ,
que tratamos en este trabaj o.
En Catalwlya la sucesión casi completa, a partir del Castelperroniense, la detectó , al parecer , Caramill as en s us ex ca vaci ones del Recla u Viver de Serinya (Caraminas, 1946) ; sin embargo, nuevas inves tigaciones mucho m ás profund as parecen tildar de infun dada esta
teoría , atribuyendo la fa se ini cial de la cueva a un momen to auriñacoide IEstévez. 19 75 y 1976b l. Por una atri bución al Auriñaciense tí·
pi co, parece n inclinarse otros a utores (SonnevilJe Bordes, 1973; Ber·
naIdo de Ouirós, 1976). En la misma zona d e Seri ny a queda mos a la
espera de los nuevos descu brimientos que pueda proporcionamos
r.: Arbreda, cuya estratigrafía ll ega al Musteric nse.
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INDUST RI AS ¡ ITICAS DEI.. PA I..EOI..ITI CO
"
Dentro de ese mismo Auriñaciense hay que pasar a la zon a levan tina para hallar restos atribuibles a ese período. Los más seguros,
puesto que provienen de una excavación reciente, son las pertenecientes a la cueva de Les Mallaetes (Barx, Valencia ). en sus estratos
XIV al Xl , sector Oeste ; a ello hay que unir la datación radiocarbónica
KN -l /926 con un resultado de 29690 ±560 BP (27740 BC!. Todo esto
constituye una parte del estudio monográfico del yacimiento , aún en
elaboración, y que ha sido publicado reci entemente en forma de
avance (Fortea y Jordá, 1976).
En la misma zona levantina se sospecharon algunos material es
auriñacienses entre los restos musterienses de la Cava Negra de
Bellüs, cerca de Xátiva (Jordá, 1946). que se atribuyeron en un principio a un Auriñaciense inicial. Sobre el papel también fu e auriñaciense
el nivel inferior del Parpalló (Pericot, 19421. pero su clara facies gravetiense ha sido detectada fácilmente ; en este trabajo y en su lugar
correspondiente pueden comprobarse los análisis, recuentos y observaciones de este nivel.
Siguiendo hacia el Sur, rastreamos unos niveles auriñacienses en tre los restos de la colección Siret, estudiados por J . Fortea para la
cue va de Las Perneras, en Murcia (Fortea, 1973, pp. 257 -2781. Para
la Cueva de Ambrosio (Vélez Blanco, Almerja l hay recientes estud ios
que nos hablan de un nivel auriñaciense por debajo del típico solu trense del yacimiento (Botella, 1975 1. Sin embargo, no creemos que
haya posibilidades de sacar un gran provecho del mismo , debido a la
voladura del yacimiento recientemente ocurrida.
Hubo otros niveles que fueron atribuidos clásicamente al Auriña ciense sin más preocupaciones, pero que ahora parecen rectificarse
en fav or de un Perigordiense Superior (Bern al do de Quirós, 1976): nos
referimos a los de Gorham's Cave, de Gibraltar (Waechter, 1951 ,
1953 Y 1964), Y a los de Hoyo de la Mina , en Málaga, y Carigüela de
Piñar, en Granada. Sin embargo, otras opiniones nos incl inarían más
bien a un Gravetiense para estos yacimientos (Peri cot, 1963 , p. 90l.
El gran sistematizador del Gravetiense en la perunsula ibérica es
el profesor F. Jordá (Jordá, 1953). Su sistema en tres fases para este
periodo, y al mismo tiempo una visión muy completa del momen to
posterior, Epigravetiense, han servido hasta hoy para trazar los esquemas básicos del país. En el Sur se señalan los yacimientos de Zája r a 11 (Vera, Almeríal. del Cejo del Pantano (Totana, Murcia ! y de Am brosio (Vélez-Blanco, Almena!, del Palomarico (Mazarrón , Murcia! y
de Los Murciéla gos ILubrín, Almeria) como Gravetiense, con diJ1cil
distin ción de su momento epigravetiense, en este trabajo intentare·
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"
J . M,' FULLOLA PEfl lCOT
mos establecer la verdadera identidad de esos yacimientos. en base a
los estudios publica dos hasta el momento.
Yacimientos gravetienses, pero que h oy en die parecen consider arse más bien posteriores, epigravetienses, son los hallados por S. Vi¡aseea en la provincia de Tarragona : la Bauma de Sant Gregori, cerca
d e Falset, es el más rico ; las dudas surgen al tratar de olros lugares,
como el Pinell, la cueva de La Malla da o la del Filador, cerca de Margalef.
Tras esta visión introdu ctora del estado de la cuestión, en lo que
concierne al inicio del Paleolftico Superior, nos a dentraremos ahora
en el de la temática que centrará esta obra, es decir, el Solulrense. No
vamos a extendernos en su s primeras identificacio nes ni descripciones, que se deben a Breuil (Breuil , 1912), pero sI que queremos resumir aqui las distintas teonas acerca del origen del Solutrense qu e hasta hoy se han publicad o, ya que a lo largo de este trabajo llegaremos a
conclusiones que apoyan o rebaten de alguna manera las ideas qu e a
continuación exponemos.
Fue el mismo Breuil el que citaba ya el origen del Solutrense como
misterioso, si bien añadia textualmente que «quizás nos llegó del Este,.
(Breuil, 1912, p. 34). Desechaba la hipótesis del origen mediterráneo
occidental por no conocerse hasta el momento, en estas r egiones, yacimientos con Protosolutrense o Solutrense Inferior . Hablab a también
Breuil de evolución a partir de un Achelense, cita clásica hecha ya por
predecesores suyos, y que derivaría en un Mu steriense Superior con
peq ueños bifaces, pequeñas hachas de mano que darían lugar , por
aplanamiento continuo, a las hojas solutrenses bifaciales. Esta evolu ción pudo haberse dad o en diversos puntos por separado, en Hun gría
y en España, donde tenemos los yacimientos del Manza nares, excavados por Pérez de Barradas, que han proporcionado todos los elemen tos de la serie evolutiva requerida por Breuil , hachas de man o achelenses, industria musteriense y algunas piezas plena mente sol utrcn ses, como veremos en su momento oportuno. En apoyo de la tesis hún gara estaba el yacimiento de Predm ost (Moravi al. en el que veia una
impregnación de Solutrense sobre un medio auriñaciense evol ucionado.
Dejamos ya las teorías de Breuil, pero pronto veremos que todo el
movimiento investigador, hasta hoy, se ha centrado e n corrobor ar o
rebatir, con elementos válidos de j uicio , las afirmaciones hechas por
el sa bio francés. Defensor de la tesis húngara fue HiIlebrand (HiIl cbrand, 1919), pero fue rebatido por Van Mottl ¡Van MotU, 1938), en
su profundo estudio sobre tod o el paleo ambiente y cultura de la época
solutrense, en Hungría.
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IN DUSTR IAS L1TICAS DEL PALE OLlTICO
"
Siguiendo con las tesis centroeuropeas, debemos citar, ineludiblemente , el trabajo llevado a cabo por G. Freund, que profundizó en la
tcmática de las industrias con hojas en Europa IFreund, 1952 ). Se diferencia ya un momento presolutrense, que se rel aciona dificultosamente con el Solutrense occidental clásico. La talla bifaciaI presolutrCll se de la Europa Central, que se encuentra en el centro y sur en
Alemania, Moravia, Hungrfa, Crimea y Cáucaso, se identific a aún en
este primer estadio con los complejos culturales del Paleolítico Inferior,
que emplean foliáceos toscos. Estos complejos evolucionan a partir de
un Achelense final, al que se suman elementos musterienses. El resultado es una mezcla de foliáceos con puntas y raederas musterienses y
algún hacha de mano, La talla, sin embargo, es aún por percusión, no
por presión, De hecho se está describiendo la industria szeleticnse, de
la que ya hablaron Breuil y Hillebrand, o el Altmuh1iense citado por
Bohmers, y las industrias de foliáceos de Crimea, Polonia y Moravia.
Freund distinguió tres estadios evolutivos presolutrenses, que
identificó con tres yacimientos centroeuropeos: l. fase de Kosten; n ,
fase de Ranis; 111 , fase de Mauern. La relación de este Presolutrcnse
con el posterior, al parecer Solutrense occidental, no es muy clara,
Los impulsos auriñacienses y gravetienses entierran el Presolutrcnse,
que sin embargo seguirá latente basta su eclosión, que dará lug ar al
Protosolutrense, inicio del Solutrense clásico. Este resurgimiento dio
lugar a industrias locales, como en Moravia y Polonia , con un marca do ca rá cte r auriñaciense, como acabamos de ver. Sin embargo, la au tora no acepta la relación directa entre Solutrense oriental yocciden tal. Rehusa totalmente, por otra parte,la hipótesis africana qu e luego
apuntaremos.
Philip Smith no a cepta este ténnino de Presolutrense, que encuentra desacertado, ya que designa una industria que es «algo difcrente a
una industria de piezas foliáceas» ISmith, 1966, p. 3461.
Para Vertes (Vertes, 1956bllas montañas de Bükk representan la
forma más pura del Szeletiense, derivado de un Musteriense de
«Blattspitzem, El mismo autor niega totalmente toda rel ación entre la
industria szcletiense y el Protosolutrense occidental como posible der ivación de aquélla.
Esta misma opinión la suscriben más adel a nte investigadores del
problema Szeletiense-Solutrense occidental. como Smith, Valoch y
Delporte. Viene a sumarse a ello la datación radiocarbóni ca, obtenida
de una muestra de carbón, para el Szeletiense de Cerlova Pec, Radosi na, en Checoslovaquia. El análisis GrN -2438 daba 36450 .t2 100 años
antes de nu estra era , pero la muestra era escasa y la fe cha es, al pare cer, algo reciente (Radiocarbón, vol. 6, 1965 , p. 352).
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,.
J . M.o FULLOLA PERI COT
Entre los autores españoles partidarios de las teorías del Presolutrense de Freund, destaca, por encima de todos, Jordá, cuyos estudios
dedicados al mundo solutrense se han visto impregnados por las
teorías de la autora anteriormente mencionada. En su Tesis Doctoral
IJordá, 1955) hace una detallada exposición de los yacimientos españoles, y los analiza a la luz de las teorías más en boga en aquellos momentos. Acepta el aludido Presolutrense de Freund y se lanza a buscar precedentes solutrenses, o mejor, faliáceos , en ya cimientos fran ceses. As! se citan las puntas dobles hemisolutrenses de La Qujna
(MartiD, 1907- 19091 y otras piezas que pre-anuncian el Solutrense en
niveles de Musteriense, Upico de La Ferrassie, Le Moustier, etc. Por
otra parte, cita también los yacimientos en los que hay paso directo,
es decir, superposición del Solutrense al Musteriense : Abri Abilly
(lndre -et-Loire), Abri Moru (Point-Saint-Maxence, Gise) , Le Figuier
(Ardéche), Roquecourbiére (Ariege) y Le Placard (Charentel.
Otra de las teonas que mé.s fortuna hizo fue la del origen africano
del Solutrense, que ya hemos visto apuntado en el esquema de Breuil.
En realidad, la hipótesis quedó latente hasta que precisamente el hallazgo por Pericot de esta industria objeto, entre otras, de nuestro estudio, sobre todo de las famosas puntas de aletas y pedúnculo, hizo
saltar de nuevo a la palestra la teoría de un origen africano del Solutrense. La publicación del volumen dedicado a la cueva del Parpall6
(Peri cot, 1942) difundió la nueva idea que, bé.sicamente, hacía derivar el Solutrense español de la industria, conocido como Ateriense,
que centra su esplendor en el érea norte africana, en una edad que se
concebía entonces como próxima al Solutrense. La hipótesis fue admitida por los investigadores anglosajones, entre los que citaremos a
Burkitt, Gordon Childe y Miss Caton Thompson, mientras que la cien cia francesa se opuso en cierta manera a admitir la teOna africanista.
En estos últimos años, la cabeza visible de la investigación solutrense en el pws vecino ha sido el canadiense Philip Smith, que ha rebatido totalmente la tesis africanista (Smith, 19661 para el Solutrense
español y portugués, y por ende para el europeo. Este autor hace más
viejo al Solutrense francés que al peninsular, que en su opinión no
presenta ningún caso claro de Protosolutrense o Solutrense Inferior,
con las Upicas puntas de cara plana. A la luz de este trab~io , creemos
que hay algo de ello, si no en gran cantidad, si al menos, con la suficiente como para no rebatirlo totalmente.
La tercera hipótesis acerca del origen del Solutrense es la de su
nacimiento en tierras francesas, de manera independiente de influencias presolutrenses orientales, o de ideas norte africanas o hispano-lusas occidentales.
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INDUSTRIAS LlTI CAS DEL PALEOUTICO
"
Los autores franceses han sido, naturalmente, los más nrmes de fensores de esta teorla. Breuil, pese a su primera idea de un origen
oriental (Breuil, 1912), vio con simpatía la idea autóctona y consideró
también a Francia como uno de los núcleos de desarrollo del Solutrense europeo. G. Freund, si bien sigue siendo partidaria del Presolutrense, indicó ya que la evolución hacia el Solutrense clásico, a partir de
aquél, se hizo al Oeste del macizo Central IFreund, 1952). Peyrony
(Peyrony, 1948) y LapIace (Laplace, 1959) son partidarios de una evolución a partir del Perigordiense Superior francés, que en algunos momentos presenta un retoque plano por presión muy solutrearuzante.
Smith hace un exhaustivo balance de toda esta problem ática
(Smith, 1966, pp. 35 1-357), pero al final se inclina más por un origen
derivado de niveles auriñacienses, del que ya hablaba Jordá (Jordá,
1955) al referirse al retoque protosolutrense como derivado del tipico
del Auriñaciense ; incluso llegó a proponer una relativa igualdad
Protosolutrense-Post-auriñaciense. Smith concreta su teoría en un ·
Auriñaciense local del valle bajo del Ródano, influen cia do por una industria musteroide tardía, tipo Abri Maras (Ardéche), publicado por
Combier (Combier, 1967, p. 147-162).
Este investigador aboga a su vez por un origen en los cañones y
val les rodanienses del Solutrense, sin una dependencia perigordiense,
como remarca Smith (Smith, 1966, p. 365). Sin embargo, no centra el
foco originario en el valle bajo del Ródano , con yacimientos tan conocidos como Chabot, Le Figuier o Oullins, sino en la parte media de ese
valle del Ródano, donde nuevas investigaciones en la zona entre
Saint-Péray y Viviers , en los cañones del Ardéche, parecen haber revelado una industria de claro matiz protosolutrense (en el senti do perigordiense de la palabra), y por lo tanto una raíz nueva para el origen
del Solutrense (Combier , 1967, p. 316 y ss.).
Una nueva precisión acerca del origen del Solutrense viene dada
por las teorlas de F. Bordes, acerca del desarrollo de ciertas formas
evolucionadas durante el Würm m , lo cual darla como resultado el
Solutrense (Bordes, 1972).
Una última y reciente nota, que no aporta sin embargo datos de
primera mano, pero que consideramos altamente interesante, es la
anrmación de Rigaud en el sentido de que en el Périgord las industrias solutrenses aparecen de manera brutal sin que puedan percibirse sus posibles orígenes en las culturas existentes antes de su llegada;
deja bien sentado que nos hallamos ante una verdadera intrusión en
el desarrollo local del Auriñaciense-Perigordiense (Rigaud, 1976b, p.
12 65),
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"
J . M,' mUOLA 1'l!:R1COT
Desde el punto de vista español , JardA rectificó algo sus teorías. y
un os años més tarde lanzó un esquema para la zona cantábrica (JardA , 19591. en el que se eliminaba de la península el Protosolutrense o
Solutrense Inferior; bacía arrancar el Solutrense cantábrico de una
'fase que discurre culturalmente paralela al Solutrense Medio fran cés.
del cual dependía hasta momentos más avanzados. en los que se desarrolla independientemente. cuando en Francia tenemos ya la secuencia magdaleniense en pleno auge inicial, época que, como sabemos.
falta en la costa cantábrica. Estas teorias de Jardá fueron seguidas
también por M.· S. Corchón, en un magnifico volumen dedicado al 50lutrense. en Santander (Corchón. 1971). La autora diferencia clara mente la s secuencias cantábrica y levantina, y alude a la lCcompleta
escisión cultural que en el Paleolítico divide el mundo cantábrico y el
mediterráneo, sin que sea posible hasta el momento, documentalmente , establecer contactos culturales entre uno y otro en la época que ha
ce ntrado nuestro estudio •.
Tal es el estado actual de la cuestión solutrense. La teona france sa parece haber ganado esta pugna por la primacía en el Solutrense,
pero debemos admitir que nada puede afll'marse con seguridad, y menos en estos períodos de tanta antigüedad, en los que la fantasía vuela
a veces demasiado alto. Nuestra posición, ya lo hemos dicho anteriormente , es la de exponer los hechos y hacer de ellos una crítica de la
que resulte una ideología acorde. en lo posible, a la realidad que los
datos nos ofrecen. La existencia de un Solutrense Inferior o Protosolutrense en el Parpalló no está totalmente probada, pero la fase solutreanizante, que identificaremos mAs adelante , ofrece grandes paralelos; la mayor similitud tipológica podemos encontrarla, como veremos en su capitulo correspondiente, en el yacimiento francés de Lau gerie Haute, sector Oeste, mientras que la cronológica estaría más
bien en el sector Este del mismo yacimiento.
Las aletas y el pedúnculo tienen una extensión gran de , nada desdeñable, pues las hallamos en el Parpalló. en la Cueva de Ambrosio
(Ripoll, 19611, en Salemas, Portugal (Rache y otros , 1962). en Casa da
Maura, Portugal (Camarate y otros , 1961). en el arenero de Martínez
a orillas del Manzanares , en Les MaUaetes , en el Barranc Blanc y
también extendidas por Francia (Kelley, 19551. ¿Cuál es el motivo de
este desusado perfeccionamiento técnico?; ¿puede deberse a un cambio ecológico suscitado por la oscilación templada y húmeda del momento del Solutrense Superior, durante el interestadio Würm III-IV?;
¿pudo deberse al uso del arco y la fecha ?; ¿o quizás a rituales en los
qu e se emplearían esas verdaderas obras de arte que son las puntas
de aletas y pedúnculo ? En realidad , la verdad absoluta se nos escapa
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INDUSTRIAS LITICAS DEL PALEOUTlCO
"
una vez más, y cualquier aproximación puede ser tachada de fanta siosa.
Otro importante tema son las puntas y hojas de escotadura, conseguidas por retoque abrupto, no las que clásicamente se dan como
«típicas» del momento solutrense, las de retoque plano. Las que nos
ocupan, las primeras, sufren un gran aumento en la fase final del So¡utrense Superior y continúan en 10 que Pericot llamó Solútreo-gravetiense o Solútreo-auriñaciense [mal, de 4 a 4'50 metros. en el Parpalió. Su progresiva disminución de tamaño parece exigir una explicación que puede ser la sucesiva degeneración de la industria. o bien su
especialización en el uso. Su asociación con las puntas de aletas y
pedúnculo es constante en muchos yacimientos. como veremos en su
momento oportuno.
Es nuestra opinión que habría que insistir en el estudio de esos ya cimientos para determinar el grado de aparición del Solutrense y de
su cultura sucesora marcada. al parecer, por esas numerosas puntas
y hojas de escotadura. A lo largo de este trabajo intentaremos el estudio de esos yacimientos, en muchos casos calificados de epigravetienses. y que ya hemos apuntado con anterioridad al hablar del Gravetiense.
Esta fase de crisis del final del Solutrense desemboca. en la secuencia clásica francesa . en un Magdaleniense inicial. normalmente
con nacletteSJ. Pero volvemos a encontrarnos con el problema de
siempre, la validez relativa de esas secuencias en tanto en cuanto son
meramente regionales. En la España mediterránea a ninguna fase solutrense le sigue una magdaleniense; en el Reclau Vi ver la sec uencia
se interrumpe; en Les Mallaetes hay un hiatus que desemboca en un
Epigravetiense. Hacia esa industria se orientan los niveles del Barranc Blanc, que habrá que ver lo mucho o lo poco que de solutrenses
tienen. En el Cau de les Goges de Sant Julia de Ramis , la ocupación
solutrense es exclusiva, sin antecedente ni consecuente. Por fin. en el
Parpalló se detecta un clarisimo momento solútreo-gravetiense, en el
cual profundizaremos en su apartado correspondiente,
Actualmente, el estudio de esta fase es realmente precario . Una
reciente publicación del autor (Fullola, 1977) intenta arrojar una cierta luz a la cuestión, lo cual se reflejará también en su apartado de este
trabajo. Junto a los paralelos que estableceremos en Francia y en Italia podemos reunir, asimismo, datos procedentes de distintas partes
de Europa.
En Grecia. las escotaduras se encuentran claramente representa das en Asprochaliko, abrigo del valle del Louros ; en mayor cantidad
las hallaremos en la cueva griega de Kastritsa (Coles e Higgs. 1969).
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J . M.' ruLLOLA PERI COT
Otras industrias con escotaduras, las de la Europa central y oriental,
no pueden equiparse a este momento por ser de una fase anterior, pu ramente gravetiense (Kozlowski, 197GbJ. Sin embargo, volviendo a
las industrias griegas, de cronología relativamente semejante a las
nuestras , podría extenderse el manto solútreo-gravetiense a las tres
penínsulas y al Sur de Francia en una oleada cultural del final del So¡utrense, y sobre todo contemporánea de los inicios del Magdalenien se. Queda todo ello como problema cultural actual que intentaremos
solucionar en el transcurso de este trabajo, pero con la dificultad in sa lvable del estudio de las industrias helénicas .
Pese a que hemos centrado la temática de este estudio en la s fases
medias del Paleolítico Superior ibérico , hemos realizado una incursión en el campo del Magdaleniense en el Parpalló, sig uiendo una lí nea de evolución del yacimiento . Vamos, por ello, a esbozar el estado
de la cuestión del inicio del Magdaleniense.
La división de esta cultura, realizada en base a yacimientos fran ceses, consta de hasta siete fases, de la O a la VI. La primera sistematización fue la de Breuil, pero suscitó y suscita controversias por estar
basada simplemente en los restos de una antigua excavación del yacimiento de Le Placard ICharente); las fases las identificó además
Breuil, fijándose casi exclusivamente en la industria ósea , lo cual pro dujo una gran desorientación al aplicar su sistema a industrias líticas
IBreuil, 1912).
Con esta problemática se enfrentó D. Peyrony por sus excavaciones en la Dordoña; se imponía una revisión, qu e ambos a utores efectuaron juntos sobre las industrias de La Madeleine.
Sin embargo, la cuestión inicial y de las primeras fases magdalenienses subsistía. Cheyner era el que mayor empeño ponía en descifrar este momento y elaboró su teoría del fósil director del mismo, la
«raclette» ICheyner, 1930, 1939, 1951). El problema se centró luego
en la fase anterior al Solutrense , que se bautizó con el nombre de Protomagdaleniense, que ya vimos que muchos autores definían como
Perigordien se VII.
Un avance sistemático en las defmiciones lo dio F. Bordes al publica r los primeros resultados de sus excavaciones en el yacimiento de
Laugerie Haute Este (Borde s, 1958), Los Magdalenienses 1 y II queda ban bien estructurados, pero regionalmente. puesto que en gran parte
de Europa esos esquemas no entraba n en la realidad que se nos
ofrecía; se extendía n desde cl V "!ira y cl Garona ISonneville Bordes.
1966, p. 18 1. pera 'l OY se han ir :,'j nd o sus horizontes a lugares como
Lassac. ell "! I\ t·
' ,- ' ". ' ('
1 :r.0l. Se ha e liminado el concep-
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IND USTRIAS UTICAS DEL PAL.EOUTICO
"
to de Badegouliense y se habla norm almente de unos Magdaleniellses
O. 1 y Il en Francia.
Oueda por de mostrar la aplicación de estos esquemas al ya cimiento español en el que hemos investigado este período. Pericol defi nió en el Parpalló un Magdaleniense 1 y un Magdaleniense n , qu e nos
proponemos revisar para saber si puede sostenerse aún esta califi ca ción .
Un sistema distinto de entender la evolución paleolítica nos viene
da do por las teorías del sintetotipo de G. LapIa ce ¡Laplace, 19 5B}. En
el sintetotipo se encuentran en potencia toda una seri e de posibilid a des que por mutación van apareciendo , dando lugar a manifestacio nes cult ura les que tienen entre sí cl a ra s si militu des, sin carecer , no
obstante , de evidente personalid ad y características propi as. En el
artículo ya rese ñado , Lapla ce postula que al alcanzar la evolución el
estado epigr avetiense ¡entendiendo como tal un mom ento simplemente posterior al Gravetiense) se produ cen sucesivamente tres fases de
complejos: antigua, evolucionada y final. La fase antigua reún e el
complejo protosolutrense, los solutrcnses, los protomagdalenienses de
retoque abru pto, los de protogeométricos y los de hojas de dorso. El
Epig ra vetiense evolucionado comprende el Magdaleniense con pun tas
cilindrocónicas de bisel sencillo y el Magdalen iense con arpones. Por
fin , el Epigravetiense final incluye los complej os azilicnses, sauvete rri enses y tardenoisienses, e incluso los regresivos de denticulados.
La visión de la evolución que nos ofrece esta teoría es realm ente
nu eva : el Magda leniense sería simplemente una mu tación manifesta da pre cisame nte en las tierras occidentales de Europa , como podria
haberlo sido el Solutrense; se encierra en un mi smo nivel evolutivo a l
Protomagdalen iense , al Solutrense y a los Magdalenienses 1 y ll, de jando para la fase evolu cionada al Magdaleni ense del 111 al VI. que en
rea lidad es el qu e mayor extensión tiene en toda Europa.
Es en base a estas nuevas teorías que se avanza en el mun do de la
ciencia; aunque su aplicación no hay a sido lo exten sa qu e su autor
debía espera r , ha movilizado a gran cantidad de investigadores para
probarla o rebatirla. Lo lastimoso del caso es qu e siempre haya q ue
moverse en unas coordenadas limitadas por los ma teri ales de viejas
excavaciones, en los cuales se han ba sado los trabaj os de la Prehistori a du ra nte m uchos años. Es por ello que este estado de la cuestión, en
general. de lo que hoy sabemos, a grandisim os rasgos, del Palcolitico
Superi or, con base en Fran ci a y con especia l aplicación a los ya cimientos peninsulares que nos ocuparán, queda rá supera do cuando
mu chos Iluevos yacimientos vayan saliendo a la luz; cuan do sepamos
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20
J . M.' fULLOlA PEftlCOT
más de la zona valenciana, de los yacimientos tarraconenses. de los
murcianos y almerienses, de los portug ueses y de los que hoy no sabe mos nada, ni tan siquiera que existen, será entonces cuando en España habremos superado el presente estado de la cuestió n, como es
nuestro deseo.
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METODOLOGIA
Vamos a exponer en este capitulo los caminos por los cuales hemos orientado nuestra linea de investigación.
Muy razonados han de ser los criterios en los que un autor debe
basar su orientación investigadora en el campo del Paleolítico Superior, que es en concreto el que, hoy por hoy, nos ocupa. El perfecto conocimiento de los métodos de estudio actuales debe basarse también
en el de la historia de los mismos, en saber cuAl ha sido la evolución
del pensamiento humano respecto a los hallazgos prehistóricos, paleollticos y los criterios seguidas para ordenarlos. Creemos, por tanto,
imprescindible dar ahora un ligero repaso histórico a la metodología,
para desembocar en la actualidad y ver en concreto el criterio que bemas aplicado en este trabajo.
Lo s primeros intentos de sistematización de los últimos paleolíticos, para su estudio racional. se hicieron en Francia hace poco más de
un siglo (Boucher de Perthes, 1860 ; Lartet, 1864 ; Mortillet, G., 1883;
Mortillet, A., 1910; Capitan, 1912; Breuil. 1905, 19 12 ; Commont,
19081. Entonces se siguió un criterio de funcionaHdad que ha quedado
totalmente enraizado en la tipología hasta nuestros días; esa funcio nalidad es una particularidad que se nos escapa casi por completo en
todos los útiles paleolíticos incluso hoy en día, y por lo tanto aq uellos
primeros estudiosos se basaron en criterios infundados para bautizar
los útiles que fueron encontrando.
Se hablaba de nacloirslt o raederas. útiles para raer; de egrattoirslt o raspadores. útiles para raspar; de «per~oirslt o perforad ores,
útiles para perforar, y así sucesivamente. No tenemos certeza alguna
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J . M,' FULLOLA Pf:RI COT
de que la función de aquellas piezas trabajadas fuera para r aer, para
raspar o para perforar. Otro caso semejante es el de los dorsos rebaja dos; su función la desconocemos aún, y se ha postul ado la teorla de
que precisamente la parte retocada era la inútil en la pieza, que se
destruía un filo para aplicar con mayor fuerza el opuesto en el corte o
en la punción.
En la misma linea funcionallsta francesa se movieron los prime
ros intentos españoles por adaptar aquella terminología al castellano
y al alemán, actitud de notable visión futurista, puesto que este pro blema de la s equivalencias idiomáticas persiste en mu chos casos (Co misión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóri cas, 19 16). El
estudio lo llevaron a ca bo, bajo la dirección de E. Hernández Pacheco,
los prestigiosos investigadores H. Obermaier, P. Wernert y el Conde
de la Vega del Sella.
En la actualidad , el funcionatismo es una rama más de las inves tigación prehistórica , pero ya no la base de las clasificaciones paleoli ticas . Con los grandes adelantos técnicos puede llegarse a análisis microscópicos de los trazos de uso dej ados en los útiles, y deducir de
ellos el empleo que tenían en su origen, si cortaron piel, madera, hue so, etc. Unas experiencias francesas, ya sean antiguas (Vayso n, 1922 )
como modernas (Bordes, 1973), vienen a unirse a las que han tra zado
el camino definitivo en este campo, las del ruso Semenov. que introdujo la observación de los útiles por medio del microscopio binocular ;
trabajó en las industrias del Paleolítico Medio y Superior de la Unión
Soviética. y su aproximación a la verdadera función de los útiles es,
por el momento, la más válida ISemenov, 1964). En nuestro país hay
que mencionar la Tesis de Licenciatura inédita , y de un gran interés,
de nuestra compañera de curso A. Vila , que ha trabajad o aplicando el
método Semenov a útiles tanto paleolíticos como eneolíticos, llegando
a muy interesantes conclusiones (Vila. 1977).
Otro aspecto del estudio de los útiles en los ini cios de la moderna
Prehistoria fue la comparación etnográfica. Esta deriva ció n, a l contrari o de lo ocurrido co n la anterior , no ha llegado a nuestros días,
pues se extinguió por sí sola tras el auge de noticias que produjeron
los desc ubrimientos y descripciones de pueblos ignotos durante el si glo XIX . Ouizás. en algún caso, la aplicac ión de paralelos etnográficos
para intuir la fun ción de un útil paleolíti co no se a de scabella da, pero
la verdad es que hoy en día este método ha caído en un total desuso.
El siguiente p·aso histórico hacia una tipología sistemática fu e pro piciado por las excavaciones de los ya cimientos fran ceses. con la consiguiente identificación de nuevas y diversas fases del Paleolítico Su -
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INDUSTRIAS LlTlCAS DE L PALEOLlT ICO
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perior, que a su vez contenían unos útiles característicos de cada una
de ellas.
Con la aparición del fósil director, idea que se tomó prestada de
las Ciencias Naturales, empieza un fenómeno que complicará hasta limites increíbles la tipología paleolítica: me estoy refiriendo a la tendencia a bautizar con el nombre del yacimiento donde se haya encontrado por primera vez , un tipo de útil que parece característico del
mismo. El resultado final de esta afición ha sido la desmesurada proliferación de tipos de puntas, de buriles, etc.; de todos ellos, sólo unos
pocos son realmente básicos, y lo demás son variantes locales, regionales o a veces, incluso, de un solo yacimiento. Sin temor a equivoca r nos, podríamos aquí citar más de cien nombres de tipos de puntas, ca da uno con su lugar de origen; de ellas, unas pocas aparecen insistentemente (punta de Cha.telperron, punta de La Gravettel. y el resto,
más del 90%, es de localización regional, cerrada y prácticamente
desconocida para el resto de autores que no trabajan en aquella zona.
Por ello ha habido ya que recurrir a verdaderos diccionarios tipoI6gi cos, donde se resuman criterios, ideas y tipos de todo el mundo . El de
mayor amplitud es el compilado por M. Brézillon, autor francés que
recoge la mayoría de términos publicados para útiles líticos a 10 largo
de los años (Brézillon, 1968 ).
El siguiente estadio de la evolución de la tipología paleolítica es ya
el de las listas tipo. Los intentos por definir el tipo han sido varios a lo
largo de la historia y han ido insistiendo en la idea fundamental para
nosotros de «conjunto de variantes agrupadas en una misma pieza de
un modo continuado y perceptible al observador, dentro de una in dustria». Es la subjetividad individual del investigador la que debe
percibir el tipo a tr avés del estudio de conjunto de una serie de indus trias líti cas de distintos yacimientos de una mi sma cultura; s610 con
esa visión global le será dado aprehender la idea primera que guiaba
a los autores de las piezas, que se sintetizaba en el agrupami ento en
un tipo concreto de una serie de ca racterísticas que le definían .
Una vez identificados los tipos es cuando empieza la división ideológica en lo que a listas tipo se refiere. Tras su individualización no
debemos caer en el subjetivismo de ordenarlos según una artificia l
adscripción a criterios geográfi cos o funcionales . Lo primero cae ya
por su propio peso y ha sido razonado más arriba; lo segundo ha sido
la tentación histórica más extendida, y ya hemos visto que por el momento, pese a los intentos, muy válidos , de Semenov, el funcionalismo
de base científica está aún mu y verde .
Nos enco ntramos ya p .' , ' :JlIn ~ n (" 11 que se produce el divorcio entre la s dos esc uelas :in'
, ~.
,les. la que empl ea el método
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J . M.' FULLOLA PERI COT
morfológico-descriptivo, creada por el matrimonio Bordes, y la que
emplea el método morfotécnico y analítico, creada por G. Laplace.
La primera de ellas tiene su base en la intuición y el subjetivismo
a la hora de fabricar su lista tipo. Esta abarca todo el Paleolítico Inferior y Medio, en un estudio de F. Bordes (Bordes, 19601, y el Paleolítico Superior, de la mano de D. de Sonneville Bordes y de su colaborador J. Perrot (Sonneville Bordes y Perrot, 1954·5 5-561. Esta última,
que es la que para nuestro estudio nos interesa, fue concebida en base
a los trabajos de los autores sobre una zona concreta de Francia, la
región del Périgord; su generalización a todas las comarcas, a todos
los paises, e incluso a épocas muy diversas !epipaleolitico, etc.l , la ha
llevado a ser inservible en muchos de esos casos al querer aplicarla
fuera de su normal área de influencia. Pero aparte de esos fallos, no
imputables a sus autores, sí hay que insistir en los criterios seguidos
para identificar cada uno de los 91 tipos que figuran en la lista (en
realidad son 92 , pues el último recibe la denominación de «Diversos»,
por lo que alli pueden meterse los útiles que no fueron re cogidos en los
91 tipos precedentes). Estos criterios fueron muy subjetivos e intuitivos ; se ciñeron en demasía a la perniciosa costumbre de los útiles con
adjetivación geográfica, por lo que normalmente no podía discernirse
entre un buril de Lacan y un buril de Bassaler atípico. entre una punta
de Va chons y una punta de Cottés, y así sucesivamente.
A esta dificultad , subsanable para un superespeciallsta, se añade
la que introduce la denomina ción de «atípicolt tras los nombres de algunos ¡itiles. Ahi ya no puede so lucionarse la papeleta con un estudio
a fondo de definiciones y conceptos, sino que lo atipico puede imaginarse a voluntad, ya co n un espesor menor del normal, con una mayor curvatura del filo , con un retoque más o menos abrupto de la pie la en cuestió n, etc.
Como ilustración de esta idea de vaguedad que acompaña a las
definiciones de los tipos de la lista tipo Sonneville Bordes-Perrot, ofrecemos la que individualiza su número 91. la punta aziliense: «Punta
de pequeñas dimensiones sobre lámina, ya sea corta y rechoncha, ya
sea alargada y esbelta, de dorso generalmente curvo , o incluso arqueado , más raramente rectilineo, abatido por retoques abruptos que
parten de una cara o de las dos, con una base algunas veces truncada,
llegando a ser algunas veces un segmento de circul o» ISonneville Bordes y Perrot, 1954-55-561. No creemos necesario ningún comentario
en lo que se refiere a la necesaria precisión que requiere toda defmición de un tipo.
La problemática de la nomenclatura se nos hace aquí presente
con gran fuerza . Es indudable que lo ideal seria un lenguaje lo más
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INDUSTRIAS UTlCAS DEL PALEOUTI CO
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simple posible, lo más escueto posible, lo más inteligible posible. Tras
leer esta defmición de la punta aziliense, a la que podriamos añadir
muchas otras, hemos de llegar a la conclusión de que no es precisamente la lista tipo de Sonneville Bordes y Perrot la que mayor objetividad ni mayor precisión reúne para un estudio paleolítico.
Hechas estas consideraciones, pasemos a ver la opción alternativa que tiene todo prehistoriador en sus trabajos acerca del PaleoHtico
Superior. Una vez desechada en conjunto la metodología Bordes, y teniendo en cuenta sus detalles aprovechables, hay que enfrentarse con
el método anaUtico de G. Laplace.
El hecho de someter al útil a un análisis objetivo, en toda la medi da de lo posible, es el principio que guió a Laplace en el camino que le
llevó a alejarse de la tipología convencional. clásica.
La ideología racionalista, cartesiana, está en la base de las teorías
de LapIace. Se percibe un enfrentamiento entre lo espontáneo y lo racional, entre lo empírico y lo analítico. Esta dualidad mueve a la decisión por !lna u otra alternativa, lo cual nos pare ce claro en el caso que
nos ocupa; el racionalismo derivado de un conocimiento empírico de
las industrias paleolíticas, es decir, de la realidad que estudiamos, es
el mejor camino hacia unas conclusiones válidas por ser objetivas y
derivadas de una reflexión . Esta elaboración del conocimiento empírico nos lleva a integrarlo en lo que Kahane describió como Ciencia,
l un sistema lógico, inteligible y coordenado. IKahane, 1964, p. 407).
El sistema de avance de la tipologia empírica es el de la contradicción. A partir de ella elaboraremos nuevos presupuestos que superaran los establecidos, y a su vez serán sobrepasados en el futuro por
nuevas ideas. Al enfrentarnos con la tesis, lo establecido, y la antitesis, su negación observada y comprobada, formulamos una hipótesis
que nos llevará a la síntesis fmal, a las nuevas ideas que se superpondrán al conjunto de las vigentes hasta el momento. Este método
dialéctico nos parece totalmente válido en cuanto a la ciencia respecta; buscamos mediante un método, un camino analitico, el identificar
y definir racionalmente las partes de un todo, para, a su vez, poder
conocer esa realidad de manera absoluta.
Un primer paso de aplicación de estas teorias, al campo de nues tro interés, es la consecución de una lista tipo. Para ello deberemos tamizar a fondo los conceptos vigentes hasta la fecha y despreciar todo
lo que de espontáneo o confuso tengan. Como producto de esto, tendremos una cantidad de información racionalizada que deberá arti cularse en un sistema lógico, inteligible y coordenado, es decir, cien tiflco.
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J . M.o ruUOLo\ PEfU COT
La elaboración de este sistema no es más que un problema de no menclatura. La tipología analítica busca un lenguaje válido para una
descripción general de toda clase de industrias. basándose en el crite rio del retoque, lo que realmente da forma al útil y nos lo hace perci-
bir como produ cto de la mano humana.
A partir de la distinción de los seis modos de retoque (simple,
abrupto, plano. sobreelevado, de buril y «ecaillée») van definiéndose
los distintos tipos de útiles, divididos en órdenes, grupos, clases y tipos primarios. A la lógica y coherencia de los tipos se suma la descripción de los mismos, que es, en nuestra opinión, lo mejor que ha hallado taplaee. El problema del lenguaje ha quedado prácticamente solucionado con la codificación que ha llevado a cabo el autor francés; un
escalonamiento por importancia de los rasgos a describir, un criterio
racional de situación de los retoques dentro de la pieza, una ordenación lógica de la sucesión en que deben ser descritos, etc.
Evidentemente, todos los análisis realizados para la elaboración
de esta obra no figuran en la misma, puesto que el volumen de las páginas se duplicaría , como mínimo; han sido más de doce millos útiles
analizados , sobre un total de casi ciento cincuenta mil piezas de sílex
revisadas.
Expondremos, sin embargo, de manera somera, los datos que han
acompañado a los análisis de cada uno de los objetos; se medían longitud , anchura y espesor, y, como indicaciones complementarias, se
añadfan la fragmentación (distal, proximal, etc.) y el tipo de talón , en
aquellos casos en que era posible (liso, diedro, puntiforme, facetado,
lC ecailléel). Asimismo, en el caso de los raspadores mediamos la altura
de su frente, lo cual puede ser, en el futuro, fuente de interesantes es tudios.
Dado nuestro interés por trabajar, a nivel de análisis, con los dos
sistemas tipológicos, el analítico y el de Mme. Bordes, añadimos en la
fase final del Parpalló y en los yacimientos catalanes una columna
que, bajo las siglas NB, expone la cifra correspondiente de cada útil
en la tipología empírica empleada por Mme. Bordes.
Confiamos en que todos los datos que pueden proporcionar los
análisis tipológico s puedan salir a la luz en revistas especializadas, siguiendo el camino iniciado hace unos ,a ños con los materiales. solutrenses del ParpaUó (Fullola, 1976bl. En concreto podemos adelantar
que los análisis de los útiles del Barranc Blanc aparecerán próximamente en la misma revista que el articulo anterior y bajo el titulo «Les
análisis tipológiques del Barranc BIanc•.
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INDUSTRI AS UTICAS DEL PALEOUTICO
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La tipologia de Sonneville Bordes y Perrot habla conseg uido una
gran aceptación, y sigue teniéndol a. Sin embargo, la falta evidente de
una serie de útiles llevó a Mme. Bordes a proponer una nueva lista
rectifica da y ampliada, de 92 a 105 tipos. Con este hecho destruía, a
nuestro entender, el lazo con todo lo publica do con la lista de 92 tipos,
puesto que las comparaciones de los gráficos acumulativos ya no eran
superponibles. Para no ampliar innecesariamente los comentarios a
este respecto, nos remitimos a un artículo publicado por el autor, don de se da n a cono cer las equivalencias de los dos sistema s; además, alli
se ofrece también una visión crítica de la nueva li sta de los 105 tipos,
seg ún nuestras noticias aún no publicada y que llegó a nuestras manos gracias a algunos compañeros; es, por lo tanto , el primer lugar en
que se podrá leer públicamente este documen to y j uzgarlo (Fullola,
1976c).
Es evidente que los elementos de comparación que obten dremos
al convertir los recuentos de un yacimiento estudiado co n la tipología
Bordes, no podrán ir más allá del nivel de las órden es o modos de retoque de Laplace. No puede pretenderse bajar al nivel de los tipos primarios cuando en la lista de conversión vemos que no hay posibilidad
de distinguir, por ejemplo, en el número 77, la simple raedera si ésta
es lateral, transversal o latero-transversal. Sin embargo, considera mos suficiente el hecho de poder deducir una serie modal para pode r
así compararl a con la de los ya cimientos por nosotros estudiados.
El estudio paralelo , siguiendo ambos siste mas, no ha si do total. Lo
hemos aplicado en los niveles supe riores del Parpalló (desde 4' 50 metros hacia arriba) y en las dos estaciones gerundenses del Reclau Vi ver de Se rinya y el Cau de les Goges de Sant Julia de Ramis . En los ya cimientos gerundenses ofre ceremos un re sum en de los útiles analiza dos al final del estudio de los mismos; en el caso de los valencianos,
esos resúmenes y explicaciones vendrán despu és de cada nivel; en las
ca pas que hemos analizado, también con el sistema SonnevilleBordes-Perrol, expondremos unos resúmenes por zonas de excavación y por capas, tanto en el Solútreo-gravetiense como en el Magdaleniense inicial del Parpalló; en ellos se recogen las frecuencias pa rciales y totales de aparición de cada útil, as! como su porcentaj e ac umulado sobre 100.
Quedan por aclarar las listas , que ofrecemos también al final de
ca da nivel o de ca da yacimiento por clases y grupos, según la tipología de LapIace. Creemos que la mejor manera de explicarlo es ir
co nstruyendo el cuadro , de la misma man era qu e podremos verlo en
la práctica, pero con los nombres que representan las letras, escritos
totalmente a su lado . Así tenemos:
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S (simples) fR.R.P.D.G.-
B sr.- buril sobre retoque
sp.- buril sobre plano
[ragm. raedera
raedera
punta
denticulado
raspador
P unif.- plano unifacial
P bif. - plano bifacial
SE (sobreelevadol fR.- [r agm. raedera
R.P.D.G. -
raedera
punta
denticulado
raspador
A.-Abruotos indiferenciados (incluye también Be (perforadores l
y T [lruncaduras))
LDm .-
láminas de dorso marginal
p.- lámina s de dorso profund o
C.-
láminas de dorso con escotadura
PDm.- punta de dorso marginal
p.- punta de dorso profundo
C.- punta de dorso con escotadura
LDT.- lámina de dorso truncada
PDT.- punta de dorso truncada
BPD.- bipunta de dorso
Pie. tr,- ápice triédico o microburil
E.-
«ecaillées»
Normalmente, después de estos recuentos se ofrece un resumen
de los tipos primarios hallados y su reparto sobre las piezas. Nos referimos a los monotipos, es decir, a las piezas que contienen tan sólo un
tipo primario ; los dobles presentan una asociació n de dos tipos primarios sobre una misma pieza; los triples lo h acen con tres y los cuadru pies con cuatro, si bien estos dos últimos casos no so n muy frec uentes.
De todo ello deducimos que , excepto en el caso de qu e todos los útiles
fueran monotipos, no coincidirán nunca la cifra de útiles con la de tipos primarios. Como ejemplo, diriamos que si en una se rie de 50 piezas o útiles hay seis dob les. tres triples y un cuad ruple, los tipos primarios serán 65 (cuatro del cuadruple, nueve de los tres triples , doce
de los seis dobles y cuarenta de los restantes cuarenta útiles , los monotipos!.
[page-n-30]
INDUSTRIAS UTICAS DEL PALEOLITI CO
29
Vamos a continuación a establecer un nexo entre los dos aspectos
que hemos estado tocando repetidamente en este capitulo, el cualitativo y el cuantitativo. Para un estudio actual en Prehistoria no debe
dejarse de lado ninguna de estas dos vertientes de la realidad , pues
ambas se complementan.
Lo cualitativo está representado en este estudio por los análisis ti pológicos y por los números de la lista tipo de Sonneville Bordes y Perrot; a partir de estos datos pode mos deducir el aspecto, la calidad, el
t ipo de retoque e incluso el tipo de útiles que han pasado por nuestras
manos. La cualidad de estos útiles podrá perfilarnos, en ocasiones, la
adscripción cultural de un nivelo de un estrato a una cultura determinada, sobre todo cuando la serie sea poco numerosa y posea en ella
algunas piezas de las consideradas como «fósiles-directores» de momentos concretC's. Es por ello que no debemos dejarnos absorber por
una estadística aplastante, puesto que a veces, si perdiéramos esa visión cualitativa de la industria, pasaríamos por alto circunstancias o
influencias innegables, pero detectables solamente a nivel cualitativo
y no estadístico.
La cuantificación de las industrias es, a pesar de todo, una necesidad para un estudio medianamente serio en la Prehistoria actual. La
estadística se ha convertido en la ciencia auxiliar de la Prehistoria,
que tiene una aplicación más continuada en estas últimas décadas. El
paso de lo cualitativo a fa cuantÍtati'vo no debe quedar, sin embargo,
en una lista acumulativa, sino que deben encauzarse sus resultados
por caminos matemático-estadísticos, en búsqueda de asociaciones de
útiles, de rupturas entre sus modos de retoque , de dominanci as de
uno de ellos sobre los demás, etc., que no hayan podido percibirse a
simple vista o intuitivamente, o que, si así se ha he cho, no puedan sustentarse en una base segura; la comprobación estadística de esas hi pótesis intuitivas es, de nuevo , el triunfo del racionalismo, del empi·
ris mo, sobre la improvisación y la intuición; sólo actuando lógica, in teligible y coordenada mente, estaremos obrando de manera científi-
ca.
Una vez cuantificada la industria en cuestión, es decir, recon tadas las cantidades que de cada modo , de cada grupo, clase o tipo pri mario haya en ella, según el nivel de análisis al que queramos descen der, debemos emprender un camino de elaboración de estos datos. En
este camino estadístico seguiremos hasta unos ciertos límites las indi·
caciones de Laplace y de su escuela; la constante evolución en búsqueda de mejores y más perfeccionados métodos estadísticos no debe
impedir que nos fijemos en un momento puntual de esa evolución para trabajar extensamente sobre él. Es p or ello que , aunque conoce mos
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J . M.o f Ut LO LA PERI COT
a fondo los nuevos caminos laplacianos, expuestos en los seminarios
de Arudy durante los veranos de 1977 y 1978 (ultramétricas, reducción de matrices, análisis de componentes principales, etc.). hemos
conservado un sistema de análisis plenamente válido, el basado en el
criterio ordinal {Laplace, 1974bl, como veremos inmediatamente.
El desarrollo de las técnicas estadísticas es, en realidad, el estadio
siguiente a la utilización de diagramas de frecuencias acumulativos
en arqueología. Una nueva generación de métodos vendrá de la mano
de ese desarrollo y de la utilización de las grandes calculadoras, cada
vez de tamaño más reducido y de más cantidad de operaciones en sus
teclados. La nueva etapa dejará atrás los errores de cálculo que acarrea la técnica de los porcentajes acumulativos, según palabras de J.
E. Kerrich y D. L. Clarke, profesores de la Universidad de Witwatersrand y Cambridge, respectivamente (Kerrich y Clarke , 1967), Una salvedad debe hacerse frente a los nuevos métodos: Los prehistoria dores
deben saber que, aunque algunas técnicas estadísticas les proporcio nan un medio para ayudarles a pensar con claridad y ajuzgar acerta damente, esas técnicas no van a pensar por ellos; la responsabilidad
final de la validez de su investigación queda en los propios prehistodadores.
Volviendo a los limites hasta los que aplicamos las técnicas estadísticas sugeridas por G. Laplace, debemos decir que encontramos
como más gráfico y descriptivo, más claro y de mejor aplicación , e l
llamado criterio ordinal.
Hasta llegar a éste, Laplace fue evolucionando: partió, como base
primordial, de los análisis realizados con su tipología analítica. Con el
recuento de los útiles analizados se sabía cuántos de ellos habían sido
conseguidos con cada uno de los seis tipos de retoque distinguidos
(simple, abrupto, plano, sobreelevado, de buril y «ecaillée»). A partir
de estas cifras se obtiene la serie nominal, que es la disposi ción de
éstas en un orden previo y siempre el mismo , por convención , y que es
el mismo en el que las acabamos de exponer.
La cuestión primordial del estudio es ver dentro de esa serie sus
movimientos, articulaciones y rupturas, es decir, la evolución de esa
serie. La variación mayor ha consistido en el criterio aplicado al bu scar las rupturas y en la valoración de los mismos en importancia.
El primer paso consistía en pasar de la serie nominal a la serie ordinal. Tal conversión se efectúa ordenando los efectivos observados
de cada modo , de mayor a menor, lo cual nos permite ya una visuali za ción general de la industria que nos ocupa.
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IND USTRIAS lITI CAS DEL PALEOll TIC O
"
No vamos a extendernos en demasía en la evolución de la bú sq ue ~
da de criterios válidos para localizar las rupturas dentro de una serie,
datos que por otra parte pueden encontrarse bien desarrollados en
una de sus publicaciones (Laplace , 1974bl. Insistiremos, sin embargo,
en las líneas directrices de esa evolución que desembocaran en el método que aplicamos.
Aclaremos, al empezar, algunos conceptos básicos : por ejemplo,
intervalo (i) es la distancia entre dos categorías; amplitud (A) es la distancia entre las categorías extremos de la serie; la amplitud se identifi ca con la categoría máxima o dominante !DI cuando la categoría mínima es de valor Q. Un primer acercamiento para diferenciar cate gorlas puede ser la media (M); se halla dividiendo el efectivo totaLINI
por el número de categorías, que normalmente será de seis. Serán ca tegorías mayores las que tengan un efectivo superior a la media, y
menores las que lo tengan menor.
Pero ha sta aquí no había método para hallar las rupturas de la serie. El criterio más simple que surgió para intentar averiguarlas fue el
del doble (La place y Broglio, 1966). Se basa en considerar como ruptura entre dos categorías el hecho de que , cuando so n adyacentes,
una sea el doble o más de la otra. Para significar las rupturas se marca un trazo oblícuo entre las que cumplen 10 enunciado, hecho este
que se repetirá en todos los casos, pero con mayor precisión .
Precisamente en busca de ello entró en juego un nuevo criterio, el
de la amplitud. Tenía en cuenta el número de categorías, pero no el
efectivo total. Consideraba ruptura o discontinuidad cuando el inter valo entre categorías era superior a la amplitud media (Am), que se
obtiene dividiendo la amplitud (A) por el número de categorías menos
una (k- l).
El siguiente criterio al que Laplace evolucionó fue el de la domi nante . Tiene también en cuenta el número k de categorías, pero no el
efecto total N . La ruptura o discontinuidad se producía cuando el in tervalo entre categorías adyacentes era superior a la media de la dominante (DIO), que se obtenía dividiendo la dominante !D) O efectivo
máximo por el número k de categorías.
Un estadio más avanzado de estudio viene representado por el criterio de la razón. En él se considera tanto el efectivo total N como el
número k de categorías. Se ha construido sobre el modelo teórico de
una serie aritmética.de razón r, de k términos, siendo el primero, a, de
valor nulo. Hay ruptura cuando el intervalo entre series adyacentes
es superior a la razón r de las series teóricas de suma N y de k térmi nos. La fracción final de las series. cuyo desarrollo omitimos (ver La-
[page-n-33]
32
J . M.' FULLOLA PERI COT
place, 1974b, pp. 13 -14) resulta
fT
,siendo M la media que ya he-
mos calculado anteriormente.
Para calcular, además, la importancia relativa de las rupturas.
podemos incluir en el cálculo el llamado coeficiente de inestabilidad
(I), que es la relación entre la implitud A y el «ecart type» E, cuyo
cálculo también omitimos (ver Laplace. 1974a, p. 139). Señalaremos
tan sólo el resultado final, que es 2M, siendo M la media ya calculada
más arriba.
Tras el cálculo de r y de J, los aplicamos a la serie. Cada efectivo
se divide por r y así obtendremos una cifra. La diferencia entre esas
cifras adyacentes, en los casos en que hay ruptura, ya señalados con
anterioridad, nos dará la importancia relativa de esas rupturas o dis continuidades.
Pero la búsqueda continuó al encuentro de un criterio que nos
condujese a ver las articulaciones internas de las categorías o grupos
de categorías aislados por las discontinuidades. Había que llegar a un
criterio que ordenase las rupturas, un criterio ordinal y que diese lu gar a una estructura de orden para las discontinuidades.
No seguiremos aquí, paso a paso, el proceso matemático que ha
llevado a Laplace a la definición del criterio ordinal (Laplace, 1974b,
p. 15). Nos limitaremos a dar la definición y a aplicarla en su momento oportuno, como podrá comprobarse : «En una secuencia ordenada
de efectivo N y k categorías, todo intervalo entre el efectivo máximo
(e max' y el efectivo de rango inmediatamente inferior (e max- I)' como
entre el efectivo mínimo (emin) y el efectivo de rango inmediatamente
superior (emin ... 11. toma significación de ruptura o discontinuidad
cuando, respectivamente, las relaciones de
e max - e min
e max - e min
y
son superiores a 2,
e max
e max-l e min
no pudiéndose efectuar el proceso con menos de tres términos».
El desarrollo posterior de la problemática que nos presente el criterio ordinal en su aplicación, lo mostraremos ampliado en el primer
estudio correspondiente a la cueva del Parpal1ó, concretamente su ni vel inferior, de S'50 a 7'25 metros, por lo que remitimos a l lector a su
apartado correspondiente, donde se hallará el árbol ordinal, los
cálculos sobre las secuencias parciales y la matriz de distancias.
Mediante la aplicación de este sistema se consigue matizar la
importancia relativa de las rupturas que se hallan, en calibrar su am plitud, con lo que se consigue una rápida visión a fondo de la problemática interna de la serie.
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INDUSTRIAS LITIeAS DEL PALEOLITICO
JJ
Con posterioridad, este criterio se ha visto ya desbordado por otro
propuesto por la escuela laplaciana (La place y Livache, 1975); se trata del criterio de la contingencia. que viene complementado por nuevas observaciones posteriores, tales como la estimación de las fre cuencias teóricas a partir de las frecuencias observadas en la secuen cia estructural; hemos preferido, pese a todo, atenernos al criterio ordinal por su empleo más difundido y una mayor facilidad de aplica ción, ya que para el de la contingencia los cálculos eran muy prolijos.
Pero no se detiene la tipología analítica en averiguar datos y es tructuras de una sola serie; es su propósito, también, averiguar las relaciones entre dos o más series, ya sean de un mismo yacimiento , ya
sean de procedencias dispares. Se utilizan para ello los tests de homo geneidad de X2, cuyos resultados se buscan en las tablas de Pearson y
nos hablan de las posibilidades de que las fluctuaciones detectadas
entre las dos o más series consideradas sean producto del azar (en cuyo caso la s series son homogéneas en su distribución y, por lo tanto,
semejantes) o no lo sean (y entonces las series son ¡nhomogéneas y
distintas).
Pese a que veremos aplicada esta metodología en los estudios de
la zona catalana, los primeros que por orden corresponden, concretamente en el RecIau Viver y en el Cau de les Goges, la explicación a
fondo de esta metodología la hallaremos al tratar del Solutrense Medio del Parpalló, ya en la zona valenciana. Allí se exponen ampliamente los criterios que han llevado a esta linea investigadora a convertirse en vital, a la hora de comparar series distintas, y están aplicados a las dos subfases que hemos distinguido dentro de aquel Solutrense Medio. Remitimos , por tanto, al lector a ese apartado para mejor información, o al articulo básico de Laplace, donde expone este camino de investigación y nos da un dato muy importante, como son las
comentadas tablas de Pearson (Laplace, 1974b).
Pero el propio Laplace está trabajando ya con nuevos métodos en
el apartado de comparaciones de series. Nos refel'imos a sus estudios
acerca de la distancia del Khi 2 Y sobre todo acerca de los algoritmos
o métodos de cálculo para una clasificación jerárquica; entre estos
últimos, potencia dos caminos: el de utilización de una distancia ul tramétrica, ya sea una superior mínima, ya sea una inferior máxima,
o el que procede por reducción de la matriz de distancias inicial (La place, 1975 ).
Pero si ha sido ·la tipología analítica la base de todo nuestro traba jo, no hemos dejado aparte totalmente la tipología intuitiva, emanada, sobre todo, de la escuela de Burdeos y de sus cabezas visibles , el
matrimonio Bordes. Nos ha parecido capital la inclusión de los análi-
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J . M.' FULLOLA PERICOT
sis tipológicos, según la lista tipo de Sonneville Bordes y Perrot, para
no constreñir en exceso nuestro estudio, que tiene miras de extensión
lo más amplias posible. Eramos conscientes que, con una aplicación
exclusiva de la tipo logia analítica, nuestro campo de receptividad exterior quedaba muy mermado y debía ceñirse solamente a los pocos
investigadores que aplicamos el sistema en cuestión en España,
Francia e Italia. No era nuestra intención autoexcluirnos de las corrientes tipológicas dominantes hasta la fecha, que hay que reconocer
que eran las emanadas de la doctrina Bordes, y con ello queremos
abarcar todo el ámbito cronológico e ideológico que tal calificativo
implica.
Pero toda esa evolución en nuestro modo de pensar fue algo más
tarcUa que el inicio de los análisis de los útiles usados para el presente
estudio. Por lo tanto, quedó una parte de los mismos analizada exclusivamente con el sistema tipológico analítico, y fue la de los niveles
inferiores y medios del Parpalló; pero como ya hemos señalado, los
análisis, y en consecuencia los recuentos que ofrecemos, se llevaron a
cabo mediante los dos sistemas (analitico y Bordes ) en el Parpalló, de
4' 5 metros bacia arriba, y en los yacimientos gerundenses del Reclau
Viver y del Cau de les Goges. Esperamos que esta maniobra integradora y no disgregadora sea valorada en lajusta medida universalista
que pretende. Que no se interprete como una renuncia por parte de
este investigador del método, que creemos el más adecuado para los
trabajos de paleolitico Superior, sino como un deseo de llegar al ma yor número de estudiosos de la materia sin limites. Estamos , pese a
ello, en favor de un mayor indice de publicación de yacimientos, siguiendo el sistema de Laplace, para así llegar a una red de comparaciones, similar a la que hoy puede obtenerse de los yacimientos publicados, siguiendo el sistema Bordes. Instamos para ello a la utiliza ción
del método laplaciano a cuantos investigadores posean un espíritu
critico mínimo hacia errores claros o velados, pero que, con una visión objetiva y racional de la problemática tipológica paleolítica, in tenten hacer avanzar el saber hacia objetivos más científicos.
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YACIMIENTOS
Tras haber entrado en detalles hasta aquí acerca de los elementos
previos para el estudio detallado de las industrias líticas. pasaremos
al mismo centrándolo en los yacimientos analizados para este trabajo .
Dato previo tiene que ser por fuerza la estru cturación territorial
que hemos seguido a lo largo de los capítulos que siguen. Tres son los
núcleos principales en que agrupamos los yacimientos. El primero que
veremos será la zona catalana, donde destacan el Reclau Viver de Serinyé y el Cau de les Goges de Sant Julia de Ramis por encima de
otras cuevas y abrigos de menor importancia ; la concentración de estaciones se centra casi exclusivamente en las comarcas gerun denses
y hay que mencionar la zona de Serinya como la más prolífica dentro
del PaleoUtico Superior peninsular.
El segundo núcleo de yacimientos lo tenemos en los territorios
agrupados bajo la denominación de zona valenciana. Indud ableme nte
es ésta la clave del presente trabajo por su vital importan cia dentro
del desarrollo de la Prehistoria. Es por ello que en el estudio detallado
de dos de sus yacimientos fundamental es hayamos consu mido mu chas horas y muchas páginas; nos referimos al Parpalló y al Barranc
Blanc. En el estudio del primero hemos basado un a remodelació n de
la secue ncia estratigráfica levantina que veremos en su momento
oportuno ; para el segundo. aparte de la originalidad intrínseca de sus
industrias líticas, pensamos que el mejor dato es la aportación que representa su estudio detallado y su salida a la luz despué s de un cuarto
de siglo de su excavación ; hemos llevado a cabo además en el mismo
[page-n-37]
JO
J. M,' FULLOLA PERI COT
una campaña para realizar comprobaciones estratigráficas. una cata
y el dibujo de cortes y plano de la cueva.
El tercer yacimiento clave de la zona, Les Mallaetes, está en estudio bajo la dirección de ios profesores F. Jardá y J . Fortea, de la Universidad de Salamanca. Circunstancias particulares nos han impedido momentaneamente una visión directa de los materiales que con
tan gran generosidad nos ofrecieron para su estudio somero los citados investigadores, en especial el segundo de ellos. No obstante un
avance a su publicación definitiva nos da los datos suficientes para
encuadrar este importante centro dentro del cuadro comarcal.
Dos yacimientos más completan la zona valenciana, Les MaraveHes y Les Rates Penaes; circunstancia a reseñar es que la concentración de cuevas se produce alrededor de un punto concreto de la sierra
costera levantina, que hoy se halla cerca de la ciudad de Gandía. El
Parpalló y Les Mallaetes distan entre sí poco más de tres kilómetros;
entre 10 Y 15 kilómetros distan estas dos primeras del núcleo de
Rótova, donde se centran las tres restantes.
Por fm la tercera zona es la que llamamos Centro-Sur. En ella he mos podido realizar un estudio analítico de cuatro yacimientos: el Serrón (Antas, Almena), la Cueva de Ambrosio (Vélez Blanco, Almeria),
el Tajo del Jorox (Alozaina, Málaga) y Salemas (Ponte de Lousa, Por-
tugall.
Tres agrupaciones de yacimientos pueden distinguirse en esta zo na; uno situado en la región de Murcia-Almería, de viejas excava cio nes y datos en general pobres y confusos, como sus estratigrafias ;
otro que comprende los hallazgos portugueses, de resultados en ocasiones espectaculares, pero de publicación no excesivamente aprovechable; y un tercero, el más dudoso, que abarca los hallazgos de [aliáceos realizados en las graveras oel Manzanares a su paso por Madrid.
Las controversias sobre esta última agrupación de hallazgos las creemos fundadas ya que se efectuaban en superficie y mezcladas con elementos típicos del Paleolítico Inferior.
Un último punto a señalar es la estructuración de estos estudios
por zonas; se plantea siempre en primer lugar una problemática general de la misma, para seguir con el estudio de los yacimientos más importantes, que a su vez se subdividen en diversos apartados particulares ; a continuación se efectúa el estudio de yacimientos menores para
finalizar con unas conclusiones generales sobre la zona que corresponde. Dicho esquema nos ha parecido el más adecuado para lograr la
mejor exposición de los hechos que se detallan a continuación.
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ZONA CATALANA
PROBLEMATI CA GENERAL
El estudio de los hallazgos solutrenses en Cataluña no puede ser
necesariamente muy extenso debido a la parquedad de los mismos. Si
bien la cantidad de útiles que poseemos no es elevada, cualitativamente cabe considerarlos a la misma altura que los de la zona valen ciana, clave en el proceso de desarrollo de la fase media del Paleolítico Superior mediterráneo peninsular.
De inmediato hay que privilegiar una parte de Catalunya donde se
encuentran prácticamente todos los hallazgos conocidos hasta el momento: se trata de las comarcas gerundenses, donde destacan co n luz
propia dos yacimientos de antigua excavación con una estratigrafia
solutren se, aludida de continuo en diversos articulos y necesitada,
desde nuestro punto de vista, de una precisa descripción de esos útiles
y de un enfoque renovado de sus series industriales. Nos estamos refi riendo al Cau de Les Goges de Sant Julia de Ramis y al RecIau Viver
en la prolifica zona de Serinya. Ambos han sido analizados en su industria lítica hasta donde nos lo han permitido las reconstrucciones
estratigráficas deducidas de los artículos que sobre tales yacimientos
publicaron sus excavadores. El problema mayor se nos ha presentado
en el segundo de ellos por la confusión de taludes y profundidades que
se desprende del diario de excavaciones o incluso de sus intentos posteriores de aclarar tales circunstancias; pero estos hechos sera n tra tados con detenimiento en su apartado concreto de este capítulo.
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38
J . M.o f"ULLOLA PERICOT
Hoy conocemos una nueva serie de yacimientos, en la mi sma zona
de Serinyá., que han dado restos de inequívoca adscripción solutrense; los más destacados son L'Arbreda y Davant Pall. Sus materiales
están en estudio por parte del Servicio de Investigaciones Arqueológicas de la Diputación de Gerona , que colabora estrechamente en su excavación con un equipo de la Universidad de Provenza bajo la dirección del profesor francés H. de Lumley. Debido a esa cir cunstan cia.
lógica mente no hemos llevado a cabo su análisis. y su cita se hace a
partir de la publicación de notas referentes a los mismos en la obra
clave, y de reciente publi cación , para la provincia de Gerona «E l Pa (eelític a les comarques gironines», recopilación llevada a cabo con
motivo de la visita que a la zona efectuaron los miembros del noveno
Congreso Internacional de Ciencias Prehistóricas y Proto históricas
ce lebrado en Niza , en septiembre de 1976 (Can al y Soler , 19761. Más
adelante insistiremos en el tema .
Qu edan , por último , las citas de los hallazgos sueltos en yacimiento, o a islados, que se centran también casi con exclusividad en la zona
de Serinya . Tan sólo se señala un útil posiblemente solutrense en la
provincia de Tarragona , en el yacimiento de Les Pl anes, cerca de El
Molar; es el único vestigio de esta cultura del que hasta hoy tenemos
noticia fuera de la provincia de Gerona.
Difi cil es buscar causas a esta carencia casi absolu ta de utillaje
paleolítico solutrense en el resto de Catalunya; y lo es porque hay que
dilucidar la cuestión de si no han aparecido porq ue no exi sten o porque no se han buscado con suficiente método y a fán . Un dato nos inclin a ha cia la primera aseveración; si hay dos zonas bien explor adas en 10 que a yacimientos paleoliticos y epipaleolíticos se refiere.
éstas son la de Gerona y la de Tarragona. En la primera de ellas la
abundancia del Solutrense y de otras culturas paleoliticas es clara y
conocida desde hace muchos años. En la segunda la exploración de
yacimientos ha sido, en algunas zonas, abundante de la mano de S.
Vilaseca, que sacó a la luz abundantisimo material postpaleolítico pero que raramente halló rastros paleolíti cos , excepción hecha, para el
Solutrense, de la punta de Les Planes ya aludida. La concl usión que
podemos sacar de esta exposición es que realmen te en Gerona hay Solutrense y no lo hay en Tarragona, puesto que ambas zonas han sido
trabajadas de forma semejante con bien distintos resultados. Sin em bargo, creemos que una prospección a fondo de esta última provincia,
en zonas no tocadas por el Dr. Vilaseca , que son también numerosas,
podría dar sorpresas en forma de materiales paleoliticos; en ese cami no hacia el Sur han sido señalados algunos hallazgos, supuestamente
magdalenienses, en el karst de la costa de Garraf (B ar celona).
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IN OUSTRIAS UTICAS DEL PA LEOLlTICO
"
No obstante. la tentación de encontrar un camino seguro que
uniese el bloque gerundense con el valen ciano ha ll evado a más de
una teoría aventurada , a más de un equilibrio en las distancias para
encontrar esa relación. Personalmente creemos en la rel ación abstracta . a nivel de ideas. pero no necesariamente a nivel de utillaje. de
restos palpables de esa conexión. Y otro punto importante por el que
abogamos es por la indistinta dirección de esas relaciones ; tanto pudo
influir el Parpalló en SerinyA como Serinya en el Parpalló. tomando
los dos lugares más representativos de ambos grupos y teniendo en
cuenta el paralelismo cultural fácilmente deducible a partir de unos
estímulos similares o de unas tradiciones anteriore s convergentes.
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EL REClAU VIVER
Antes de adentrarnos en el estudio preciso del Reclau Vivero vamos a cita r 105 demás
abrigos de la tona en los que se han realiudo hallazgos arqueol6gicos. His tóricamente la primacia corresponde a la Bor a Gran d'En Carreres, cuyas primeras excavaciones tuvieron lugar hace más da cien ados (Alsi us, 18711 por parte del farmacéutico badoJease Pere Alsius i
Torrent ; en el yacimiento que nos ocupa los trabajO$ se realizaron durante los años 40 po r
parte de J . M. COTominas, bajo la inspección de L. Pericot; el primero de ellos realizó asimismo labores de prospección en Mollet 1 y en la Cova d'En Patl, todo ello durante la referida dé·
cada. Las colecciones particulares guardaron gran cantidad de materiales provinentes de la
zona, por lo que en ocasiones fue sólo el estudio tipológico de esos hallazgos lo que pudieron
hacer los prehisloriadores, sin poder profundizar en el del yacimiento en si, en su entorno, en
su tipo de tierras, estratigrafla, etc. IPericot y Maluquer, 19511.
A principios de los años 70 se prosiguieron de manera regu lar las excavaciones, ya que
los sondeos no fue ron nunca abandonados sobretodo por parte del Dr. Corominas. Fueron reconocidos hasta cinco puntos en la ZOl)8 de la cueva de Mollet (1,11, etc.l, se trabajó en la Cava d'En Pau y en sus cercalÚas (Pau 11, Davant Pau) y, sobre todo, se excava L' Arbreda, yacimiento clave de la zona en el que un sondeo realizado por Corominas llegó hasta los 9 metros
y donde hoy trabajan el S. 1. A. de Gerona y un equipo del profesor Lumley de la Universidad
de Provenza, como ya hemos señalado con anterioridad.
Otros agujeros detectados en el travertino han ido dando sedimentos, en ocasiones férti ·
les. y se conocen, par ejemplo, la Cava Costa, el Cau del Codony, el Cau del Roure. I'Abric
d' En Genover, etc. lEstévez, 1976a, en Canal y Soler, 1976, p. 1301.
Concretándonos al Reclau Viver, éste se encuentra en la zona de Serinyá, pueblo situado
a unos 6 kilómetros de Banyoles y casi a 25 de Gerona. Está comprendido en el complejo de
yacimientos que se abren en el travertino, producto del ,istema de lagos que en la comarca
marcaron la pauta en épocas pasadas, el de Espolia, el miS!JlO de Banyoles, etc. ISanz, 1972;
JuliA, 19771. Dicho travertino dio lugar a nume rosos abrigos que fueron rellenAndose de sedimentos, en muchas ocasiones producto de la presencia de l hombre del paleolltico en la región . Al pie del sistema de cuevas y abrigos corre un pequeño riachuelo, el Serinyadell. Para
una situacIón exacta de la zona debemos remitimos de nuevo al libro citado en el apartado
anterior en el que puede contemplarse un preciso plano, obra de E. Sanz, ~n el Que se observa
la disposición de los y¡¡cimientos y las curvas de nivel que marcan de manera decisiva la topagrana del lugar ICanal y Soler, 1976 , p. 131).
[page-n-42]
INDUSTRIAS UTICAS DEL PALEOLlTl CO
Su génesis fue una diaclasl en el corte del ya mentado travenino de Espolia producido
por erosión nuvial del Serinyadell; la forma defmitiva fue modificada con seguridad por la
acción del agua al mtrarse por el poroso material que forma la cueva tCrusaront y Thomas,
1950),
El yacimiento tiene en su entrada un vesUhulo, pequetla sala de poco más de 20 metros
cuadrados, donde la estratigrafla apareció revuelta, Una prolongación o galena dio la estra·
tigralla deseada en los taludes que en ella fue ron distinguiéndose,
Citléndonos en primer lugllI' al vesUhulo, ya su excavador sedala la mezcla de materiales
que van desde los romanos al Paleolltico (Corominas, 1949; p, 441 : se han identificado cerá·
micas sigillata, ibérica, campaniforme, cardial, mezcladas con I1tiles en sUex, cuarzo o cristal
de roca como dorsos rebajados, raspadores, puntas de aletas y pedl1nculo foliáceas, buriles,
etc, Es de destaca r un recienÚsimo estudio, al1n inédito, del conservador del Museo de Ba·
nyoles, J , Tarrus, acerca da los niveles cerámicos de est.a cueva (Tarrus, 19781. La .Drofunm·
dad de la excavación en esta parte da la cueva llegó casi a Jos dos metros, en capllS de 20
cantJmetros, numeradas del I al 9 y por sectores, de complicada reconstrucción,
La parte que ofrece un mayor interés es la gale ría, en la cual los seis taludes en que se di·
vidió la excavación llegaron en algunos casos hasta los 5' 40 metros de potencia, Los niveles
estaban intactos gracias al desplome de la bóveda que preser vó, desde el final del Solutrense,
la estratigralla depositada hasta aquel momento,
El primer talud es casi inaprovechable ya que se extrajo para penetrar en la galerla desde
el vestlbulo, para abrir un hueco que comunicase la cavidad con la meseta del Reclau, Desde
lo alto de la misma prosiguió la excavación de los taludes, hasta seis,
Desde la superficie hasta 1'50 metros, aproximadamente, abunda la cerámica lisa, o con
sencillos cordones y 11515, de tipo neolltico, Entre 1 y 1'50 metros se hallaron restos de un en·
terramiento eneoUtico, e incluso se cita un fondo de cabada neoUtico (Corominas, M" 1960;
p, 131, La tierra es arcillosa y rojiza,
Hasta los dos metros hay una potente capa de bloques de travertino, en realidad la bóve·
da de la cueva calda a fmales del Solutrense, cultura 5ubyacente de forma inmediata, sobre
la cual el derrumbe actuó como aislante de posteriores mezclas,
Entre los 2 y 3'20 metros tenemos 105 inequivocos restos del Solutrense, que han sido tos
estudiados a fondo y analizados para el presente trabajo, Si bien los primeros 20 centJmetros
eran casi estériles, entre 2'20 y 3'20 metros la abundancia de utiles era clara y slntoma de
una época floreciente para los habitantes de la zona, Son los niveles denominados por su ex·
cavador E y F Y que fueron estudiados por M, Corominas (Corominas, M" 19601. Nos indica
que el nivel 2'80-3 metros es el más fértil, circunstancia que disminuye cuanto més superfi·
cial es la capa; del32 "en el primer caso pasamos a un escaso 6 "del total de los útiles en la
capa 2,2' 20 metros, La tierra solutrense es negra en gran pllrte de la potencia que aharca,
con un pequetlo nivel amarillento en la base,
Los siguientes niveles, hasta los 4' 40 metros aproximadamente, fueron los considerados
como pcrigordienses por Corominas, tal como han ido quedando fijados los tipos en 111 biblio,
gralla hasta la revisión que sobre ellos llevó a cabo nuestro compañero Jordi Esttivez en su
Tesis de Licenciatura IEstévez, 19751, En ella tiende a considerar más bien dos conjuntos, in·
feriar uno, auriñacoide, y otro que denomina de industrias gravetoides, Un buen resumen de
sus teorlas figura en el aludido libro sobre el Paleolltico gerundense (Estévez, ] 976b, en Ca·
nal y Soler, 1976), De ahl entresacamos los datos para los niveles C y D, los aludidos grave·
toides, en los que dominan los abruptos, con mayor variedad de tipos en D; los simples les si·
guen, con buen índice de raspador y de raedera; los demás grupos qucdan algo relegados,
nl1n con ligero dominio de los sobraelevados como residuo del momento auridaciense ante·
rior, En C predomina el color negro de la tierra, mientras que en D 10 hace el rojo,
El metro de potencia que queda hasla el fondo de la cueva está ocupado por las capas A y
B, ésta de unos lO CenÚmetfOS de potencia (4'40-4'70 metros) y la primera hasta el final, des·
de 4 '70 a S' 40 metros, Con el descenso de los estratos su color va oscureciéndose, pasando de
claro a totalmente negro, Dominan los útiles sobre retoque simple, con abruptos y sobreele·
vados en cantidades semejantes y cercanas a aquéUos; es la fase de industrias auriñacoides
que inicia el ciclo de habitación del yacimiento, pero no de la zona de SerinyA, donde han sido
[page-n-43]
J. M.' ruuOLA Pf.:RICOT
deteClados ricos y muy abundantes restos del Paleolltico Medio en el fondo de la cata de 9
metros llevada a cabo por Carominas en L'Arbreda ¡Soler, 19751y en la cueva del Mollet l.
Las dataciones radioca rbónicas realizadas d an unas cifras contradictorias, por lo que
hay que sospechar que dichos análisis, rea lizados en los laboratorios de la Unive rsidad ame,
ricana de Michigan, sufrieron alguna a lteración en su recogida o en su proceso de análisis,
Las fe chas que se nos ofrecen para la fase auritl.acoide son: IMutl.oz, 19671.
M 10ZO 14' ZO·4' 40 metros)
14Z S0±Soo BC
M 1015 14'60·4' 80 metros! ,.. 1461 0 :t6oo BC
M 101614 ·80·5·00 metrosl .. 16750.t800 BC
La evidencia de una contaminación es clara, ya que las fechas para el Auriñacie nse son
superiores al 30000 BC, llegándose en ocasiones hasta los 40.000 anos BC.
Para el periodo Perigordiense, hoy conjunto gravetoide, se obtuvieron las siguientes fe·
chas:
M 1017 \3 'ZO· 3'40 metros) ., IZ800 :; 600 BC
M 1018 \3 '40·3'60 metrosl ., I Z850 ±600 BC
Siguen siendo las dataciones muy recientes, con diferencias gra ndes sobre los conjuntos
gravetienses clásicos, que se situan, grosso modo, entre el ZS .OOO y el Z3 .000 BC.
Por fin, para el Solutrense, el análisis M 1019 dio una feche de 1 I Z50 +600 BC que se
ajusta tigcramenl.e mejor a la realidad, pero sin emba rgo aun son varios los miles de años que
nos separan del Solutrense SU{lerior en sus dataciones clásicas. Cabe concluir, por tanto, 1
0
dicho anteriormente, que una contaminación afectó las muestras, ya que, apa rte de la gran
diferencia que separa las fechas del Reclau Viver de las de las secuencias clásicas, tampoco
es lógico que una potencia sedimentológica de casi 3"50 metros se haya depositado en sólo
5.500 años, los que abarcan las fe chas. Es de destacar que un fenómeno semejante en cuanto
a fechas eITÓneas lo tenemos en las de la Cueva de Amb rosio, según veremos en su momento
oportuno IRi poll, 19611.
El trabajo en hueso es más abundante en los niveles inferiores que en los superiores.
Abundan los punzones de sección le nticular y base partid a o a bisel. Ya con el Solutrense a pa·
recen las varillas semicillndricas y las finas espátulas ; ab undan los huesos con muescas. En
el SOlutrense se identificaron 193 utiles en hueso ¡Corominas, M., 1960, p. 20lo
La fauna ha sido clasificada de forma bien distinta. Para los niveles solutrenses Villa Ita
rea lizó una labo r a fondo y halló f.Erinaceus europaeus., . Un us spelaeus.., . Vulpe:s vulpe:s..,
.Hyaena spelaellJ, cFelix linx pardina spelaea., . Ory ctolagus cuniculus., depus ti midusJ y
~variab¡¡¡s., .Sus scrofa~ , eBison priscus., .Bos sp .• , .Bos taurus., .Cervus capreolus., cEquus
caball un, cAsinus hydrun u nun, «Rupicapra rupicapra., .Capra iheD, cCorvus corax., .Cac·
cabis petrosa•. cLutra lutrao, eGypS" . Lacerta ocellna., un pequeilo rragmento de cRangifer
taraodus., . Capra sp .• , ePhylTocorax phYlTocorax., murciélago y algunas vértebras de peces
IEstóvcz, 1976b, p. 1341.
A destacar el controvertido fragmento de reno, un trozo de cuerno de muda que viene a
un irse a los que han sido du rante mucho tiempo únicos en la zona pirenAica catalana, los ha·
liados por Pere Alsius IAlsius, 18711 en la Bora Gran d·En Carreres y clasificados por Harle<:
!Harlé, I 88Z1 como de cuerno de reno y los que estudió el mismo paleontólogo fran cés de la
colección Bosoms, dos fragmentos más de cuerno de reno (Harl6, 1911 1. Los restanteS hallaz·
gas de reno de la peIÚnsula se encuentran todos en la franja cantábrica , desde Asturias (Tito
Bustillo1 a Guipuzcoa IAltxerri, Ermittia, TO
lTe, Astiga rr aga , Lezeuiki. Urtiaga , Aiubitarte
IVI, pasa ndo por Santander (Co valanas, Las Monedas, Morlsl y Vizcaya (Armotxe, Axlorl. Lógicamen te estos restos se concentran en la zona más fria de la penlns ula y en la que por lo
t!'tnto mejor adaptación encontrarian los renos provinentes del Norte para una estancia al pa ·
recer estable. Tal conclusión en ravor de la no espontaneidad de lu incu rsiones del reno en
esa zona peninsular la formula J . Altuna , que tras un detenido estudio de todos los fragmentos de tal animal en el Pals Vasco y resto de costa cantébrica, concl uye diciendo que fueron
muchos de ellos cazados en la estación cálida y no en la fria , como seria lógico si fuesen in·
cursiones esporádicas huyendo del riguroso clima que el Würm imponla en el continente IAI·
tunll , 19711.
[page-n-44]
INDUSTR IAS L1TICAS DEL PALEOLlTICO
Pero volviendo a los restos de Serinyil., el hecho de que los de la Bora Gran fueran frag mentos de cuerno de muda llevó a pensar incluso en el comercio que de ellos se hiciera en liI
Prehistoria. Hay que reafirmarse hoy en esa cuestión, pues esos renos detectados en Serinyá,
tienen atril coincidencia, además de la de ser muda; poseen todos un mismo tipo de fractura.
lo cual nos lleva a pensar en esa importación para obtener de ellos el materilll necesario paca
conseguir los mejores útiles sobre asta.
Los niveles más prorundos del Reclau Vive r no rueron trabajados con tanta intensidad ;
destaca el hallazgo del primer león de las cavernas de Catalunya y poco más ¡Crusaront y
Thomas, 19501.
Pasemos ahora a la industria litica de los niveles solutrenses, estudiada y analizada en el
transcu rso de nuestras visitas al Museo de Banyoles, a cuyo conservador J . Tllrrús ag radece ·
mas desde aqul su amabilidad al facilita rnos el acceso lilas vitrinilS y 8 los propios fondos del
Museo para rescatar de alU un buen número de utiles y hacer al mIsmo tiempo un recuento
de todos los s[[ex que pro porcionaron estos niveles.
Los análisis que hemos realindo pueden dividirse en dos a pa rtados: en primer lugilr los
de los útiles que se hallan bajo la etiqueta de .Soluteense. en las viteinas del Museo; IIpilrecen
numerados de forma salteada e inconexa, siendo asimismo prácticamente imposible hallar
en los cuadernos de excavaciones su exacta atribución a alguna de las c;apas de 20 celltlme ·
tras en las que se exc;avó el yacimiento. Esto imposibilita por tanto descomponer eSla indus ·
t ria eu agrupa.dones menores que podrian arrojar luz sobre la evoludón de ese Solutrense en
la ~ona de Serinya : para ello deberemos remon tarnos a los daLOs que nos orrece M. Coromi·
nas que sitúa, grano modo, los útiles soluteenses en una. estratigrafla idul con tres mamen ·
tos carac;terizados por las puntas romboidales y los foliáceos de base convexa. por las hojas
d e sauce y de pedúnc;ulo desviado y por una decadencia final respectivamente ¡Corominas,
M., 19601. Todo ello, sin embargo. no nos ha sido dado comprobarlo por ¡as circunstandas
más arriba indicadas y daremos los análisis y sus recuentos de form a unilaria.
El segundo apanado del que hablamos es el de las piezas que se hallan en los fondos del
Museo, c; uidadosamente guardadas en cajas etiquetadas, por lo que c;on ellos Si que hemos
podido hacer una subdivisión en dos fases, una inferior, de 2'60 a 3'20 metros, y una supe·
rior, de 2 a 2'60 melros; sin embargo, esas series que luego veremos carecen totalmente de
valor ya que habrla que incluir en ellas los útiles de las vitrinas, lo que ya hemos visto que era
imposible.
La serie final , suma de los dos apanados, .Vitrinas. y eFondos Museo•. habrá que consi·
derurla c;omo representativa del Soluteense del Reclau Viver, sin más precisiolles que las de·
riv¡ldas de la tipologia, que nos orientarán lógiumente hada la fase superior de tal periodo.
La dfra total de piezas estudiadas ha sido de 7.08 6, de las cuales 442 estaban trabajil '
das, un 6'23 "'. En las vitrinas habla 499 piezas, de las cuales un 66'93 '" eran útiles, 334
c;oncre tamen te. Por el conteario, en los fondos del Museo se guardaban 6.578 piezas. con sólo
108 ütiles, un 1'63 "'.
El contraste c;on el total de piezas que ofreció M. Corominas en su estudio no es grilnde
pero si significativo : ella eswdió 5.097 piezas ¡itic;as, de las c;uales sólo 361 eran úti les, un
7'08 "' , algo superior a nuestro porcentaje. Pero es importante desde nuestro punto de vista
que en este estudio consideremos casi un 40 % más de piezas que las que ella vio, y c;asi un
25 " más de útiles.
Entre las piens de las vitrinas habla 12 útiles con dos tipos primarios y el resto, 322 mo·
notipos, Jo cual arroja una suma de 346 tipos primarios. En los fondos del Mu seo los 108 úti·
les analizados dieron un total de 110 tipos primarios, 106 monotipos y dos dobles. LiI sumil
total da una ci(ra de 442 útiles con 456 primarios, 14 dobles y 428 monotipos. En los recuen ·
tos de piezas hec;hos por la lista Sonneville Bordes·Perrot hay que destacar que IIlcanzan los
444 tipos. ya que dos pieus contienen dos tipos, c;oncretamente el 83 1, F3 13.B I 1, anali~ado
romo 70·30, y el 490, B22 ~ LDTJ l. como 36·86.
Estos rec;uentos nos dan como resultado el siguiente cuadro, con las c;antidades acumula ·
tivas y los ¡ndices pertinentes;
[page-n-45]
..
NB
J . M,' FULLOU. PEklCOT
O:I" t.
1
2
3
4
5
7
•
9
11
17
18
27
28
6
7
2
2
19
1
3
3
12
•
" lIe .
NB
1"35
1'35
31
, ' 57
0' 45
2'92
0'45
3'82
4' 27
0' 22
S',O
35
36
41
43
4
4
I
I
I
3
4
6
2
2
16
3
3
3
Y37
S'33
0'67
"
9'00
9'68
12'38
0'67
2'70
0'22
0'22
4.
"
52
57
58
59
60
61
12'61
12'83
1'57
14' 41
2'02
29
7
9
7
30
22
4 '95
16'44
18' 01
22'97
IG _ I Z'J8
•
Cant o
1'57
lB _ 14 ' IB
0'90
0'90
0'22
0' 20
"12
0' 67
" Ile.
23' 87
24' 77
65
66
24'99
25'22
"
JJ
24
52
3
6
"
0' 45
30"8
70
71
72
74
75
76
77
J' 60
33"8
78
0' 67
34 '45
0'67
0'67
35'13
3S'S1
85
86
92
0'90
1'35
0'45
IP _ O
•
NB Cant o
26'35
27'02
27'92
29'27
29"2
IBd _ ll '03
" ac.
15' 3 I
"43
5'40
51'12
58'55
63'96
75' 67
76' 35
77'70
79'50
11 ' 7 1
•
2
"
8
10
38
2
17
0'67
1'35
no
0'45
J' 15
79'95
83' 10
84'90
81'16
,'so
2'25
S 'S5
0'45
95'72
96'17
100'00
3'82
IBt _ I "2
ICA _ 2'70
Estos Indices de a pariciÓn de útiles nos sugieren la adscripción cultural de estll industria
al Solutrense. Mme. Sonneville Bordes coloca el Indice de los raspadores entre un 15 y un
30", por lo que nuestro 12'38" entra prácticamente en ese marSen lógico de variaciones;
como ejemplo paralelo podemos citar el 12' 4 "que se da para el SoluU"ense Superior de OuIlins, nivel 9 ¡Combier, 1967 ; p. 2311,
Para [os buriles nuestro 14' 18 "casa muy bien con las industrias paralelas de Badegoule
(13'91 "1. de Pech de la Boissiére (15'93 "1, de Les Jeans Blanes, serie Oeste 112'52 %1 y de
,
Foumeau du Diable, terraza inferior 11 4'901 ISmith, 19661 Además se se!'lala la superioridad
dellndice de buril diedro por encima del logrado sobre truncadura, lo cual se cumple en el
Reclau Viver con una cifra de 9'84, resultado de 11 '03 IIBd] dividido por 1' 12 (lBU,
El muy bajo Indice de perforador es en nuesU"o caso totalmente nulo,
El Indice soluU"ense, sobre las pieus comprendidas del 69 al 72, a rroja una cifra de
22 '97", con la inclusi6n de los 17 tipos analizados con el numero 92 como diversos, pero que
en realidad eran piezas solutrenses pedunculadas; todo eUo se inscribe en los márgenes normales, que en el Périgord se situan enU"e el 14 y el 44 " ,
Pero pasemos ya a los recuentos logrados por medio de los análisis tipológicos de los úti,
les. En primer lugar la distribuci6n por grupos y clases de la serie de las vitrinas:
S
11< R -
D
p
e
5
56
7
S
53
B sr -
5
sp - 41
P unif - 38
bif - 52
SE R P -
e
A
12
11
20
PDp _ 18
LDT _ 2
5
2
1
12
LDm -
,-
E
P -
11<
29
D-
4
4
3
p -
e -
B sr -
4
R -
1
sp - 22
P unif 7
bif - 4
SE
e
A
LDm
P
-
PDp -
1
9
10
5
E
2
5
-
Tot. .. I 10 t,p,
Las series nominales que se desprenden de estos cálculos son las sisuientes :
Vi tr,
Fond,
5
126
"
A
P
65
26
90
11
SE
8
1
B
E
46
23
11
5
11
Tot. _ 346 t,p.
Para la serie de los fondos del Museo hallamos la siguiente distribuci6n:
S
-
[page-n-46]
INDUSTRIAS L1TICAS DEL PALEOUTlCO
La suma de ellas nos dar' la total del yacimiento en sus niveles solutrenses que hemos estudiado, sobre la que operaremos a partir de ahora,
S
RV .
frec '"
170
,372
A
91
P
101
, 199
,221
SE
9
B
69
,019
E
, 151
456 t.p,
16
,035
La serie ordinal nos permitir' el hallu,go de la secuencia estructural buscada,
R,V,
S 13 P
A
14 B /3 E
SE
En esta serie podemos destacar como elemento mAs significativo el ascenso de 105 planos
un segundo luga r , Ordinalmente la semejanza es total con la serie que deducimos de la publicación de Laugerie Haute ESle ISonneviJIe Bordes, 1960). pero las rupturas estén dispuestas de otro modo,
iI
L HE
S / l p /4A
B
13
E
SE
En efecto, los simples SI destacan de forma c1arisima, fenó meno que ve remos repetidn
més adelante en el Parpalló y en el Barranc Blanc, y los planos guard a n una distancia mayor
respecto a los abruptos que en el ca so que considera mos,
'
El caso del Parpalló, que veremos en $U capitulo COrTespondiente, es algo diJicil y habré
que rectificar las series publicadas [FulJola , 19 76cl para eliminar del Solutrense Superior la
capa solútreo'gravetiense qUilo contamina y asl poder observarlo con una mayor pureza, En
tal caso las rupturas estarén dispuestas de igual forma que en el Reclau Viver, pero con valo,
res distintos, de primer grado entre S y A, de tercero entre A y B Y de cuarto entre B y E,
Todo ello nos conforma una industria solutrense que hay que deducir como pertenecien te
a ur] momento avanzado, si bien echamos de menos siempre la posibilidad de desglosar estratig rMicamente 105 útiles de las vitrinas, los mas nume rosos, pa ra poder hallar en la serie total
Wla evolución. La di$tribudón que hallamos comparando las dos series (Vitrinas y Fondos MuseOl, es totalmente i n homog~nea, según se desprende del resultado del test de homogeneidad
X' realizado, con una cifra de 15'3 6J localizada en la tabla de Pearson entre 0'0 1 y 0'001.
Esto esté causado por el subjetivismo que dominó al escoger las piezas destinadas a las vitrinas, dejando olvidados en mucha meno r proporción los planos, que son los de distribución
més inhomogénea, y los buriles, por encima del resLO, que realmente estén en pn;!porción semejante en ambas series.
La serie de las vitrinas tiene, por el contrario, una distribución totalmen te homogénea
respecto a la total; el test de homoge neidad dio una cifra de 2'04 1, cnmprend ida elllre 0'90 y
0'00, es deci r, que no ha sido el azar sino la realidad del hecho el que ha llevado a lu serie de
la vitrina a ser homogénea en su reparto respecto a la total.
Vumos u udentn rn os ahora en las consideraciones que se desprenden de ulla revisión a
fon do de los datos que M, Corominas nos ofrece en su obra inédita sobre el Reclau viver ICo·
raminas, M" 19601, En ella pudo reconstrui r la autora aún la estratigralla del talud y del ya·
cimiento a punir de la situación de los útiles, y nos ofrece unos someros recuentos por cupas
de 20 centimetros, los cuales vamos a exponer a continuación convenidos en series nomina·
les por modos de retoque.
2 2'2 mU.
2'2·2'4 mU.
2' 4 2'6 mU.
2'6·2'8 mu,
2'8-3"0 mts.
J'O·J '2 mts.
Sin niv, defin,
S ~rJ
•
4
10
21
30
3
lB
9
31
B
3.
23
S
9
157
56
A
4
•
2
11
12
10
3
..
P
3
3
29
12
SE
,.
4
4
4
B
S
2
I
"
76
28
52
B
I
I
12
3
3
9
16
4
~
361 Lp.
[page-n-47]
.
J. M,o FULLOLA. PERlCOT
La serie total que se desprende es la siguiente:
S
157
.434
P
76
.210
•
52
. 144
A
4.
.133
SE
2B
.077
Con las rupturas obtenemos la secuencia estructura l:
S l i p / lB
A
13 SE
El primer comentario que podemos hacer, en comparación COn la serie hallada en nuestro
recuento. mucho més completa y exteD5a. es la de que los buriles lienen aqul una posición
que sobrepasa a la de Jos abruptos. lo cual nos mueve El pensar en un error en la identificación de tales (¡Liles seguramente debido a la mala fractura que ofredan algunas de las piezas
de l yacimiento. Los simples también se ven beneficiados en los recuentos de M. Carominas.
con un notable aumento del 6' 2 %; su posición privilegiada aumenta al ser la ruptura de pri mer orden en vez de tercero como ea la nuestra.
Lógica la plan. de los planos, con una oscilación porcentual m!nima respecto a nuestra
serie debida sin duda a que son los foliAceos los lltiles mejor reco nocibles en cualquier conj unto y rueron rllcilrnente identificados en la clasificación orijinal.
El test de homogeneidad entre las dos series, la da M. Corominas y la nuestra , da un resultado de 35' 136 , totalmente inhomogéneo, Sin embargo hemos de hacer hincapié en la cir"Cunstancia da que sus lltiles sobreelevados son de dificil identificación, asl como es imposible
saber los cecailléas. de su serie, Por lo tanto este test puede quedar en una lógica reserva,
Si repetimos al test eliminando esos dos grupos me nores, SE y E, tenemos una cifra de
7: 309 que significa homogeneidad en el reparto, pero con reservas, Esto se aj usta ya mlls a la
realidad, puesto que al fin y al cabo los útiles clasificados ha n sido los mismos, pero con una
ampliación por nuestra parte,
Un último paso con las series de M. Corominas va a ser intentar encontrar en las secuen'cias por niveles los mome ntos que ella distinguió, que eran tres, como ya hemos sefialado anterio nnente, Para ello haremos tests dos a dos con las series adyacentes, eliminando los sobreelevados, jugando sólo con los cuatro grupos mayores, Sus resul tados son:
2'0,2' 2
2'2·2'4
2'4-2'6
2'6·2'8
2'8-3'0
2'2-2' 4
2' 4-2'6
2'6-2'8
2' 8-3'0
3'0-3'2
mts,
mts,
mts,
mts,
mts,'
0'626
15'704
17'374
1'537
3'0 46
(0'9·0' 81 Homogeneidad,
10'Ol -0 'OO lllnhomogeneid ad,
(mAs allá de 0 '001) lnhomogeneidad,
1 7-0' 5) Ho mogeneidad.
0'
(0'5-0 '3) Homogeneidad.
As! pues observamos dos discontinuidades que nos separan tres grupos: por un lado los
niveles de 2 a 2'40 metros; por otro la capa de 2' 40 a 2'60 metros ; y por ultimo. los 60 centi ·
metros de potencia de 2'60 a 3' 20 metros, La homogeneidad interna de estas tres agrupacio·
nes es evidente, comprobada en las dos primeras; en la tercera el test de homogeneidad dio
una cifra de 4'81 1, lo que representa una diferencia no significativa, una coherencia interna,
como en los otros dos grupos,
Estas tres asociaciones pueden ser las halladas int uitivamente por M, Corominas en su
estudio, el nivel de foliáceos de base convexa y puntas romboidales 12'60,3' 20 metros!. el de
escotaduras, pedunculos desviados y hojas de sauce 12'40 -2'60 metrosl, y el final , ya poco
fértil (2-2' 40 metros). En favor de eUo tenemos que precisamente en este nivel medio de 2'40
a 2'60 metros es en el que dominaD los foliáceos incluso a los simples, y con direrencia, Sin
embargo, hemos de repetir el hecho de no haber podido realizar personalmente las identifi ca ·
ciones de los utiles en la estratigrana, y por lo tanto estos datos son meramente orientativos,
aún cuando casan aparentemente, y qub:ás realmente, con la realidad del yacimie nto.
Cualitativamente el útil de mayor personalidad de la cueva en este momento solutrense
es la punta da pedunculo desviado o asimétrico. Estos utiles son de casi exclusivo hallazgo en
[page-n-48]
INDUSTRIAS UTlCAS DEL PALEOUn CO
Serinyi y su zona, pese a algunos lejanos y dudosos paralelos (Conde de la Vega del Sella,
1916. lém, XXIlII. En realidad no ban sido mAs de 15 las piezas de estas caraclerlsticas en·
contradas en el Reclau Viver, cifra sin embarlo relativamente importante si tenemos en
cuenta el total de la industria. En la zolla de SerinyA señalaremos otro hallazgo de este tipo
pero no ta n diAfano en L' Arb reda, donde la gran hoja solutnmse encontrada en las excava·
ciones de 1975 apunta una lilera pedunculación desviada leve pero perceptiblemente ¡Soler,
1975 , p. 361. Fenómeno semejante está en Sant Julia de Ramis, aun cuando las puntas romboidales no desv lan su incipiente pedunculo tan claramente como en el Rec1au Vivero
Las causas de esta circunstancia no han sido aclaradas hasta hoy, ,i hien las teQrlas son
variadas: se aboga por un origen esp()Dtáneo. al ver una lasca que habla salido con esa forma
naturaliConde de la Vega del Sella, 19 161, por una imitación a partir de la punta de escotadura solutrensa franco-cantábrica ¡Pericot, 1957) o por una evolución local (Corominas,
1949). Nuestra opinión quizés fuera una mezcla de estas dos últimas, pero hemos de tene r en
cue nta que en el Reclau Vi ver no bay ning una punta de escotadura l olutrense en el sentido
clbico. y sólo dos láminas de escotadura y dorso rebajado. pero ya del tipo levantino. Nos de·
cantamos milis bie n por ulla difusión de ideas, pero que por si solas no fru ctificarfa n de no ser
que recayesen en una zona abonada y con unas caracleristlcas que pennitiesen su desarrollo
como la que nos ocupa. No DOS inclinamQ$ por tanto decididamente por el difusionismo, pero
e l paralelismo cultural es en este caso de dillcil concepción, ya que no se conoce ningun otro
centro productor de pietas de pedúnculo asimétrico : en consecuenci a parece también muy
lógico decidirse por una variante local. fruto de la variedad tipológica solutrense que hemos
visto y veremos, que se ve interrumpida por el camhio de orientación en los tipos. En efecto,
M. Carominas centra este momento en el nivel medio del Solutrense [2' 40· 2' 60 metrosl, precisamente en la profundidad misma que hablamos intuido a partir de nuestros dlculos sobre
las series ordinales sacadas de los recuentos iCorominas, M ., 1960. p. 63 1: indica también
que se encontraron no excesivamente separadas. excepto dos que no están en el nivel indicado. Todo ello nos induce a pensar en un momento muy preciso y determinado para estos útiles, fósiles directores aquI de un momento medio dentro del Solutren5e Superior del RecJau
Vivero
En resumen diremos que bemos tratado un yacimiento de complicada I$tratigraOa y que
seria qubás más comprensible si una nueva visi6 n general pudiera establecerse en base a
una revisión a fondo de los diarios de excavaciones de la zona. A un asr. nuestros niveles han
quedado bien delimitados en la bibliogr afla y a causa de ellos hemos centrado nuestro estudio en ellos.
auitás el res ultado que aportemos a la Preb.istoria gerundense sean los análisis y sus datos, no explotados hasta sus ultimos llmites, que ofrecemos en este capitulo. Las series no han
podido tene r una sucesión estratigr áfica por los hechos ya indicados y la secuencia estructural final nos habla de un Solutrense en 5U fase media-froal, con elementos variados, como
acahamos de ver, pero dentro de una Unea ortodoxa. El Jndice solutrense. de122'15 %, es una
hue na prueha de esta afir mación, ya que más al Sur observaremos una patente disminución
del mismo hasta valores mínimos; la influencia pirenéica es aún fuerte en esta zo na y las corrientes conti nentales mediatizan las innovaciones locales a las que sus habitantes pudieron
llega r.
[page-n-49]
EL CAU DE LES GOGES (Sa nt Ju lia de Ramis)
El Cau de les Goges constituye. jUllto con el yacimiento que acabamos de estudiar. el mi cleo principal del Solutrense gerundense. por el momento. Está situado a unos 10 Kms. al NE
de la capital y en las gargantas que ha formado el no Ter en aquella zona. conocida por el
Congosto
Las primeras exploraciones que conocemos fueron hechas a finales del pasado siglo por
los se"'ores Vinyes y Palol. que hallaron algunos sllex; con posterioridad. y antes de la exca ·
vación propiamente dicha, M. PaUarts realiz6 alguna cata en los niveles superficiales, encon o
trando también algunos útiles. conjunto que atribuyó de forma provisional al Magdaleniense
atlpico (Pallarés y Wemen, 1929, p. 4251.
La excavación la realizó el mismo M. Pallarés en compañia del prehistoriador alsaciano
P. Wemen y fue publicada de forma ejemplar en el Anuari de I"Institut d'Estudis Catalans.
De ella entresacaremos UrlOS datos generales de estratigratla y del material a rqueológico. sobre el cual volveremos más adelante.
Un buen resumen de esta publicación fi gura también en la ya me ncionada obra sobre el
PuleoUtico gerundense (Canal y Soler, 1976, artículo Soler, 1976a, pp. 6 1 Y ss. Por último
cabe consignar unos recuentos publicados por E. Ripo ll sobre las series del Museo Arqueoló·
gico de Barcelo na . en colaboración con Mme. Sonnevllle Bordes (RipoJl, 1961. p. 45).
La cavidad que forma la cueva es en realidad una gran grieta que ha ido rellenándose en
el transcurso de los milenios sin una aponación visible del elemento fluvial, tan cercano sin
embargo, ya qua al Ter discu rre hoy en dJa unos 30 metros por debajo de l yacimiento y a
unos 50 metros de distancia.
La dis posición de los bloques interiores de la grieta era insegura; se apreciaban algunos
de reciente calda, otros fueron hallados enterrados y los habla aun en su posición original.
pero dispuestos de forma tan insegura que al poco tiempo de la excavación se hundió toda la
pana derecha del yacimiento.
Al iniciarse los trabajos la grieta central terna 9'75 metros de largo y entre I y 1'85 metros de a ncho. Al fi nal de la misma la bóveda bajaba hasta permitir el paso a gatas solamen·
te. Un poco mis abajo, al profundizar los trabajos, fueron descubiertas galerlas, a derecha e
i~uie rda respectivamente de la principal, relle nas igualmente de sedimentos.
Al principio la esterilidad fue casi total hasta llegar a , '5·3 metros, segu n zonas, donde se
detectó un nivel de tierra negra, fino . de 20 ceotlmetros, donde apareció toda la industria del
yacimiento. Esta capa se ramificaba por las galerlas laterales antes aludidas.
[page-n-50]
"
rnDUSTlUAS UTlCAS DEL PAU:OLITICO
En el nivel Cértilse distinguieron dos capas, superior e inferior, y como tal recoge la publicación los útiles. Por nuestra parte hemos llevado a cabo una completa revisi6n de esas piezas, pero por desgrada no se ha conservado hasta hoy esa subdivisión, por lo que podemos
solamente ofrecer una seria total.
Partiendo de la publicación de Pallarés y Wernert hemos reconstruido un poco las series
de ambas capas y la serie total, con lo cual intentaremos acercarnos algo mb a la realidad
que la excavaci6n nos mostró.
Pero antes de adenuarnos en el estudio de la industria Utica pasaremos a exponer los datos raunlsticos que nos oCrece.la publiceción. Aparece el mamut o ..Elephas primigenlus. ~ r
primera vez; en Catalunye asociado a restos b·um8.Oos; A. Cabrera, que clasificó esta Cauna,
individuaUzó una nueva y supuesta especie de caballo, el ..Equus cazurrob, as! nombrado en
homenaje al historiador M, Cazurro; lince, ciervo, conejo y otros cierran esta relación de
mamlCe ros. Entre los moluscos hay «Turritelhu, «Mitra», .PecteDJ, ..Cardiunu, «C}'PueBl, .Venus. y ePurpurBl.
A propósito del IEquus cazurroil se hizo con posterioridad una rectificación; P. Wernert
eruma haber hallado' paralelos totales de dicho tipo, y de Otro hallado en el Cueto de la Mina
(Asturias), con la especie cEquus (Asinus! hydruntinus» (Wer nert, 1956).
La Industria Utica bailada en el nivel Cértil del Cau de les Goges se guarda en el Museo A'r·
queológico de Barcelona, lugar en donde pudimos estudiarla. Otra parte de esa indusma, produ cto de las prospecciones realizadas en el lugar, sobre todo por el malogrado Dr. M. Oliva,
estA en los Condos del S.I.A, de Gerona, lugar que también nos acogió en nuestra labor.
Este último lote coosta de 52 piez;as, de las que 2 1 son útiles, un 40'3 " . Lógicamente su
nivel es indefinido y lo sumaremos posteriormente a los análisis de 10$ útiles provine ntes de
la excavación, puesto que en ella tampoco se ha conservado hasta hoy ninguna indicación de
nivel superior o inCerior, Los años en que fueron recogidos estos útiles del S.LA. de Ge rona
son 1952, unos tres dlas de breve campaila a principios de octubre de 1959, y 1962.
A continuación pasaremos a exponer los datos que se desprenden de la revisi6n de materiales del Cau de 1" Goges guardados en las vitrinas del Museo Arqueológico de Barcelona.
Nos queda la duda de si en los fondos de dicha instituci6n quedan algunas piezas de desecbo
o incluso útiles; sin embargo la coincidencia de lo que bemos analizado con Jo publicado en
1920 es considerable, por lo que cabe suponer de poca importancia lo que pudiera haber quedado sin estudiar.
En total analizamos 115 útiles, un 63' 1 % de las 182 piezas revisadas,
Recuentos piezas M. Arq. Barcelona.
20
B sp -
5
P unif bif -
31
O
S
3
G
11
S R p
115 Ut. -
1241.p.
A
,,
LDm
19
106 monot,
9 dobl.
S
39
•
4
3
•
PO,
SE G
E
A
P
SE
24
50
I
I
Total .. 124 t.p.
5
8
5
E
5
Una visión global de esta revisi6n la adquiriremos con la suma de todos los útiles vistos
hasla el momento y que da las siguientes cifras; de un total de 234 piezas, 136 son útiles, un
58' 1 ". Se han distinguido 145 tipos primarios, con 9 piezas dobles y 127 monotipos.
La serie norninal es la siguiente:
S
47
A
29
P
55
SE
I
• ,
8
E
[page-n-51]
so
J . M,o mUOLA PEIUC OT
Por su parte la distribución por tipos y clases y los r ecuentos le¡ún la lista Sonnevilte
Bordes-Perrot quedan asf:
S Il\ -
1
B
, "
R
D
sr -
N8
Can!
•
1
2
3
4
5
2
, ' 47
1
5
1
1
2
0' 73
0"3
0'73
3'67
0' 73
0'73
1' 47
0 ' 73
0' 73
15
23
29
JO
31
A
,,
LDm
7
P unif - J4
bif - 21
5
3
13
G
., -
N> Canl.
" oc .
1' 4 7
2' 20
2'94
3'67
35
44
"
49
57
7' 35
S'08
S'82
58
60
65
66
69
10'29
11 '0 2
11' 76
1
1
4
1
2
14
14
27
10
6
3
S
'D,
LOT
•
Total .. 145 t.p.
1
5
SE G
E
" oc.
70
72
75
18
13'23
2
2
1' 4 7
4
1' 47
2' 94
76' 47
76
77
2
, ' 47
19' J I
19' 85
0'73
10'29
10' 29
19' 85
•
16' 9 1
17 ' 64
0'73
1'47
Can! .
12' 49
13' 23
13'97
0' 73
0'73
0'73
2'94
N>
78
85
86
92
4
2' 94
80'S8
83' 82
12
1
S'82
92 ' 64
0'73
6' 61
93'38
30' 14
40' 44
60' 29
9
" oc.
73 ' 52
74 ' 99
79'41
100'00
L.a serie ordinal nos dará la secuencia estructural mediante el cAlcu lo de sus rupturas.
,
E / 4 SE
S / 4 A /3 B
Cuantitativamente hay que colegir de inmediato que nos hallamos a nte un Solutrense, lo
cua l ya era sabido de antemano; lo que nos llama la atención mis es la posición denacada de
los foliá ceos, superando 11 los simples y mucho m is a los abruptos. Todo ello puede indicar·
nos, j unto a las observaciones cualitativas, que nos hallamos ante un Solutre nse Medio·Supe·
rior, pero que no llegado en modo alguno a l estadio final da su evolución. Sólo dos verdaderas
puntas de aletas y pedúncul? han sido analizadas, F323 , desgraciadamen te sin cifra de re·
fen!ncia, como hemos visto en los anAlisis. Es curioso que en la revisión de la publicación que
veremos enseguida sólo ha yamos distinguido tambi'n dos claros F323 . Otro dato en favor de
una fase no fmal de este perlodo es la ause ncia de piezas de escotadura levantina, tan sólo
una IlImina de tales caractensticas se ha ana lizado ; en la publicación veremos que se señalan
dos ejem plares, uno de ellos casi un foliáceo. Por el contrario las pinas de escotadura solu·
trense sI que las encontramos, detectándose por ello la presencia del Solutrense Superior.
Nuestro siguiente paso, ya apuntado, es una revisión a fondo de la publicación del yacio
miento ¡Pallar's y Wernert, 1920). De ella extraeremos unas series de ambos niveles y del
llamado «indefinido., que intentaremos contrastar con las que hemos estudiado personal·
mente.
En el nivel H o in rerio r se encontraron 43 útiles, sobre los cuales re conocimos 44 tipos pri·
marioso Los re cuentos quedan como sigue:
S R
P
-
13
>
,•
A
S
S
18
,
,
4
G u -
r-
7
unif _ 5
,
bif - 5
A LO,
B
-
5
'D, ,
2
1
44 t.p.
17
En el ni vel A, superior, fueron 40 los útiles identific ados, reconociéndose también 44 ti.
pos primilrios [36 monotipos y 4 dobles!.
S R
p -
G -
•
6
6
5
S
17
u
'p
-
A LDp
Puni r - 7
bif - 13
-
1
A
,
B
5
20
2
'D,
,
44 t. p.
3
3
1
[page-n-52]
INDUSTRIAS LlTlCAS DEL PALEOLlTICO
"
Si a estos dos recuentos añadimos el de las pie:tas del nivel indefinido tendremos como resultado la visión total de la excavación, que será de 110, con 116 tipos primarios! I 0 4 monotipos y 6 dobles ).
S R -
P
2B
7
B .e -
" -
e - l'
4
P
A
17
S
51
P
2
A LD,
7
f unif _ 17
bif _ 18
,
PD,
12
3
2
,
B
42
Vamos ahora al capitulo de comparaciones entre las series de la publicación '( a su vC:t de
éstas con las que hemos hallado en los útiles del Museo Arq. de Barcelona.
Duscaremos en primer lugar la posible homogeneidad de las series de los niveles A y B. El
test da como resultado 1'296, que en el gndo de libertad 3 está entre O'SO y 0'70, es decir,
que tomemos casi con total seguridad como homogéneas las dos series, sus dife re ncias se de·
ben al azar. La división que establecieron los auto res de la publicación se basó en criterios
cUHntitativos; an el nivel superior observaron una industria solutrense, pero también detectaron la presencia de útiles propios del Paleolltico Superior en general. grandes y de técnica
poco uniforme; en cambio en el inferior los objetos eran de menor tamaño, mejor técnica de
talla y con un aire ya totalmente solutrense. Hoy podemos establecer que ambas series son
fases continuas de un mismo periodo, muy posiblemente de gran precisión cronológica , pues
el estrato es de escasa potencia y por tanto la ocupación debió ser relativamen te corta.
Pasemos ahora a la comparación con las series analizadas. La cifra total de útiles en amo
bos conjuntos no difiere grandemente; cabe seftalar que obviamente omitimos en los recuen ·
tO$ las piens del S.I.A. gerundeose por no pertenecer a la vieja excavación. Pallarés y Wernert hallaron 110 útiles, como acabamos de ver, y por nuestra parte hemos identificado liS;
en cuanto a los tipos primarios la diferencia es algo mayor, 116 por 124 , En las series a comparar juntaremos el raspador sobreelevado con los simples, ya que en la publicación nos ha
sido imposible identificar este tipo de útiles por desconocer sus dimensiones. Prescindiremos
también de los .ecaillées-, que en buena lógica no (jguran en la publicación. Previos estos da·
tos, el test da homogeneidad arroja una cifra de 3' 276, que se halla ent re O' SO y 0' 30, dentro
de los limites admisibles de homngeneidad en la linea del grado de libertad 3. Ello nos de·
muestra que las series confrontadas evidentemente no son las mismas, como en teo ria de·
berla haber ocurrido, pero los limites de variaciÓn son aceptables estadísticamente hablando.
Por ultimo extendemos nuestro estudio a la serie que se deduce de los recuentos lleva ·
dos a cabo por D. de Sonneville Bordes sobre la serie conservada en el Museo Arq . de Barce·
lona; están publicados en un apéndice al articulo de E. Ripoll sobre la Cueva de Amb rosio tRipoli, 1961, p. 4Sl.
Se analizaron 92 útiles, de los cuales 6 son inidentificables para nosotros, pues se trata de
números 92, diversos ; quedan por tanto 66 útiles, que han dado al convertirlos a la tipologla
analltica 87 tipos primarios. La razón está en que el número 3 1, buril múltiple diedro, 10 consideramos no como un sólo útil, sino comn dos.
El re parto por modos y grupos es el siguiente :
S R
G -
20
17
B sp -
Punif bif -
S
14
17
A
2
LD
LDT
9
3
Total ", 87 t.p.
La serie nominal que se deduce queda asl :
S
37
A
14
P
B
31
5
Fácilmente nos damos cuenta de que [a serie tiene concomitancias muy directas con las
que hemos hallado más arriba para la publicación de Pallarés y Wernert. Ull test de homoge.
neidad entre ambas nos da el resultado de O' 106, que represellta una coherencia practicamente total. pues se halla incluso por encima de la probabilidad 0'99.
[page-n-53]
"Si queremos extender la comparación a las tres series que hemos estudiado, la nuestra. la
J . M,' FUllO!.A PEIUCOT
de Sonneville Bor des y RipoU y la de Pellaris y Wemen , veremos q ue un {est de homogeneidad nos proporciona una cifra de 2'949, comprendida entre 0' 90 y O'SO, lo cual significa lógicamente que la similitud que existe entre los tres conjuntos t i grande y significativa de que
las variaciones halladas por los tres investigadores soo debidas puramente al azar.
En el aspecto cualitativo de la cuestión, es indud able que en el total de la industria se de·
tectan mAs elementos afcaicos que evolucionados, qu e tienden més hacia ralces mUlteríanses y saJutrenses iniciales ¡puntas de cara plana' que no I futuras Cases ma gdalenienses. Por
ello habla mos antes de un mo mento de Solutrense Superi or inicial para esta (ase que estudiamos en el Cau de les Goges; el pedúnculo incipiente, desarrollo de las piezas r omboidales, daré en el (uturo productos como las piezas asimétricas del Reclau Viver y el destacado
pedúnculo con aletas latera les del Parpalló algo mis adelante. Este uti! tie ne sus claros pa ra lelos fra nceses (Kelley, 19551 y en realidad no es més qua otra muestra de la variedad tipológica que el Solutrensa produjo co n su presencia en estas zonas.
Las posibles relaciones de los dos nueleos 50lutrenses hasta ahora estudiados es u na interesante cuestión planteada ya en diversos estudios. La escasa treintena de ki lómetros que separan ambos yacimientos son un dato en favor de ellas; tipológicame nte el paralelo es claro,
pero no puede pu ntu a lizar.ie en u n momento concre to de la larga evol ución del Re cJa u Vive r
la fase estudiada en el Cau de les Goges; ésta es mucho mis co rt a. como lo demuestra la escasa potencia del exiguo groso r del estrato (énJl de este yacimiento.
Tocando útiles concretos, diremos que alguna pu nta da escotadura solutrense y alguna
hoja de laurel son de una factura tao igual que podrla aventura rse la teorla de que fu era n hechos por una misma mano, aun cuando sabemos lo muy arriesgado de ta l aJirmaciÓn .
En general podemos admitir un contacto entra ambos yacimientos, o al menos una idea
inicial común, ron un desarrollo posterior variado debido a las partic ul aridades propias de
cada gru po.
[page-n-54]
OTROS HALlAZGOS EN LA ZONA CATALANA
Una vez concluido el estudio de los dos yacimientos clásicos del Soluuense en Catalunyu
habla que citar co n algún detalle 105 puntos donde se han encontrado utiles atr ibuibles a este
periodo en nuestro paJs; de hecho ya he mos aludido a cUas en la introducción de este capitulo, pero ahora nos detendremos algo más en ellos.
En la industria que ha aparecido en el lugar conocido como _Oavanl Pa ul por hallarse delante del abrigo del mismo nombre, fue detectado un nivel decididamente saluaense en los
materiales excavados por CoroIDin as en 1947. Se trata de la capa de 20 cenUmelros que se
halla a 3'4(}.3'60 metros de profWldi.dad y en la que destacan dos puntas pedunculadas a.simétri cas como las reselladas en el Reclau Viver y una punta de escotadura SOJutrense I~oter.
1976bl. En la actualidad se está procediendo a una clasificación del material para su posterior estudio a (ondo.
El yacimiento de L' Arbreda es, en apariencia, la clave que puede desentrañar la sucesión
de culturas que pasaron po r la tona de Serinyé en la Prehistori a . En el sector Alfa, cata de casi 9 metros de profundidad llevada a cabo por los sel'lores Corominas y Canal, se ha detectado
desde una Edad de los Metales en superficie hasta un Musteriense muy rico y con unos tres
metros de potencia. Hoy la zona ha adquirido una importancia capital desde su compra por
parte de la Diputación de Ge rona; en ella efectúan trabajos los servicios pertinentes de dicho
organismo, el S.LA., en colaboración co n el profesor fra ncés H. de Lumle y y su equipo. En
concreto L' Arb reda lleva ya cuatro campañas estivales con resultados lógicamente aun no
publicados y de dificil elaboración en el momento actual, ya que deberén estar en intim a ca·
nexión con los que vayan desprendiéndose de los niveles inferio res, aún po r excavar.
En la cata aludida, el nivel teóricamente solutrense eu de gran variedad y riqueza, por
los materiales que hemos vis to. Habla puntas solutrenses, hoj as de laurel. puntas peduncula ·
das asimétricas, junto a objetos ya no tan típicos como microlitos. raspadores, etc. ¡Soler,
1976cl. El úti l més destacado es la hoja de incipiente pedúnculo hallada en la campaña 1975
y que ha pasado a ser casi el simbolo del yacimiento ¡Soler , 1975 y 1976c, p. 1521Los siguientes materiales que vamos a comentar son los pertenecientes a la colección Bo·
soms, para cu yo estudio 'nos basamos sobre todo en 105 datos de una pub]¡cación de los años
50 ¡Pericot y Maluquer, 19511. Se refie ren en primer lugar a unas piezas que proceden del
yacimiento de la Bora Gran d' En Carreres y que los autores dan como ProlosolUlrenses. Por
su parte J ordé se Inclina més bien por un momento ya plenamellte solutrense debido a la
gra n proximidad del Reclau V¡ver y po rque estos útiles no llevan indicacióll estratigrélica ill·
[page-n-55]
54
~.
M,' ruLLOLA PEP.IC OT
¡una ¡JardA. 19551. Las piezas en cuestiÓn soo una punta de cara plana 1seguramente F 141 Y
una raedera roliácea IF 11 1.
De la misma colección Bosóms proceden dos (¡tiJes presuntamente solutrenses hallados.
en Els Encantats, yacimiento asimismo enclavado eo el DUcJeo de Serinyé. Se trata de una
punta foUéce. hiapuntada y de retoque invasor bifaciallFJ 141y de un elipsoide (oliáceo. qui·
ds un raspador, también con retoque bifaciallF3lSI. El hecho de que no haya tampoco ninguna indicación estratigráfica y de que el yacimiento sea de tendencia més bien neolftica
puede cuestionar la adscripción solutrense de estol materiales.
Hay que hacer por I1ltimo hincapié en la punta de retoque solutrense bifadal señalada en
la provincia de Tarragooa, concretamente en Les Plaoes, cerca de El Molar IVilaseca. 19361.
Pese a su af1nIlación inicial, el autor parece rectificar en una carta dirigida a F. Jordá en
1952, donde le confiesa sus dudas y se inclina por un origen neoUtico del útil. Por su parte el
mismo Jordá insiste en su idea de una frontera gravetiense en TarTagona que bloquearla el
paso del Solutrense catalán hacia el Sur y viceversa lJordá, 19551.
Ya hemos expuesto en la introducciÓn nuestra idea de un muy posihle tránsito de ideas o
de elementos de Norte a Sur o de Sur a Norte, sin que sea obstáculo insalvable el reducto grao
vetiense de Tarragona. Hay muches zonas no tocadas por el infatigable Dr. Vilaseca y no nos
extraflarla que en ellas surgiera el eslabón paleoUtico necesario para disipar las dudas que
hayal respecto del paso del PaleoUtico por la zona.
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CONCLUSIONES SOBRE LA ZONA CATALANA
El Solutrense en Catalunya es una cultura que llega ya formada y
que se establece aquí durante lo que podríamos llamar Solutrense Me dio fran cés. Los datos cronológicos. escasos y contradictorios, que poseemos no ayudan. en absoluto, a centrar en concreto el momento 50 lutrense en nuestro país.
Nos pare ce no errar si hacemos venir el influjo solutrense de
Fran cia; pero hay que matizar: no de la Francia cántabro-aquitana.
que extiende su influencia sobre una gran área del pais vecino y de la
península, sino más bien de los centros difusores del mundo medite rráneo O meridionales. en el bajo Ródano. En otro lugar de esta obra
se tratará el tema del origen del Solutrense, pero es indudable que un
foco originario está en esa zona y. muy posiblemente, el Solutrense
catalán sea el desarrollo local de una rama de ese núcleo.
Una vez captada la idea solutrense en esta zona pirenaica catalana, se adapta a las directrices propias de los habitantes, a sus necesidades y a sus ideas. Como producto de ello, con el paso del período
medio al superior, los tipos de útiles se diversifican, dando lugar a variantes locales, como la ya aludida punta de pedúnculo asimétrico,
desconocida en cualquier otro lugar del mundo, al menos con la persistencia, regularidad y claridad que en Serinya. se observan. Otro elemento caracteristico y cuya influencia habrá que , cuidad'bsamente,
buscar en las zonas más meridionales, es el pedúnculo, o su atisbo,
notorio en muchos útiles ; en concreto tenemos las piezas de Sant Julia.
de Ramis, que constituyen un buen indicador del paso de la hoja de
laurel a la punta romboidal, y de ésta a la pedunculada ;,ya en Valen-
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"
cia veremos cómo se le desarrolla a esta última fase unas aletas late·
J . M.' I'ULLOtA PERICOT
rales muy bien remarcadas y que constituirán el fósil director del 50lutrense Superior en el reslo de la península, si exceptuamos la franja
cantábrica, englobada en la zona de influencia francesa.
El clima fue frío, si nos atenemos a la fauna y a la espera de los re sultados palino16gicos de los análisis de L'Arbreda. En favor de ello
está, sobre todo, el reslo de mamut del Cau de les Goges, así como los
restos de reno de Serinya; estos últimos son, sin embargo, producto de
la muda periódica de la cornamenta de ese animal y. por lo tanto, hay
que concebir su presencia como producto de intercambios o migraciones que lo trajeron de regiones más septentrionales. Eran, además, el
elemento más preciado.para obtener de ellos la materia prima de azagayas y punzones, por su espesor de material aprovechable que recubría la parte interior y esponjosa del cuerno. Esto podría explicar
de algún modo su traslado hasta Serinya, lugar a donde muy posiblemente no llegó nunca el reno vivo.
Por otra parte, el animal que más abundantemente encontramos
en todos los yacimientos solutrenses es , l caballo, así como el conejo
e
entre los pequeños mamíferos. A destacar la posible nueva especie
que A. Cabrera pensó hallar en el Cau de les Goges de Sant Julia de
Ramis, el «Equus cazurroi», que posteriormente fue identificado por P.
Wernert como un ya conocido «Equus (Asinus) hydruntinus».
Los restos solutrenses se nos han conservado «in situ», sobre todo
.debido a que en la zona gerundense , casi exclusiva en los hallazgos de
este período, se registró algún cambio espectacular climático o ecoló gico, o quizás de movimientos telúricos, no ilógicos por la cercanía de
la región volcánica de Olot, lo que provocó el hundimiento de bóvedas
en Serinya y su abandono; este fenómeno de abandono se detecta
también en el Cau de les Goges, si bien· allá fue quizás el período de
habitación mucho más corto que en la zona del Reclau Viver, donde
los restos se remontan hasta el Musteriense .
En L'Arbreda y en la provin.cia de Tarragona- están, en nuestra
opinión, la s claves del Solutrense catalán; en la primera para su estu dio y en la segunda para rastrear el camino de las influen cias entre
Norte y Sur. De L'Arbreda lo esperamos todo por los excelentes me dios empleados en su excavación, que ofrecerán una serie de datos de
in estimable valor para la secuencia del Paleolítico Medio y Superior
de la zona. En lo que concierne a Tarragona, no diremos otra cosa que
hay que trabajar mucho más las zonas no tocadas por el doctor Vila seca para intentar destruir el mito de la frontera gravetiense que propugna Jordá, al que , sin embargo, hemos de atenernos por falta de
pruebas contrarias.
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IN DUSTRIAS LITICAS DEL PALE OLlTICO
"
Catalunya representa, en fin, un lugar de mezcla de influencias,
unas provenientes de la costa mediterránea francesa, otras del bloque
cántabro-aquitano por el camino pirenaico, y otras del Sur de la
península, pero que no se harán patentes en gran medida. Sobre el
substrato indígena, la cu1tura solutrense ejerció una misma influencia
. con distintos resultados, que tenian, sin embargo, puntos de contacto;
la ya clara tendencia «valenciana» de las escotaduras abruptas y las
aletas y el pedúnculo se refleja en Catalunya con atisbos· de ello, mediatizado por los influjos septentrionales: todo esto ofrece un panorama resultante, que es el Solutrense catalán que acabamos de estudiar,
yen el cual podrá profundizarse más con los resultados que se deduzcan de los nuevos datos que en un futuro inmediato nos proporcionarán los trabajos en curso en el país.
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ZONA VALENCIANA
PROBLEMATICA GEN ERAL
La zona valenciana nos ofrece a priori el campo de investigaci ón
más apasionante. si nos basamos en los hallazgos en ella reaHzados
hasta el momento presente.
Ha sido en las comarcas orientales de la peninsula donde la fase
media del Paleolítico Superior ha dado a los investigadores una fertilidad mayor en cuanto a materiales líticos, óseos y artísticos . en el concepto de área ibérica que admitimos en este trabajo , excluyendo la
franja cantábrica; ello ha convertido esta ZODa en la clave de ese Pa leolítico Superior ibérico.
La situación geográfica ha influido no poco en el desarrollo de las
culturas paleolíticas en la zona. No nos movemos ya en la encrucijada
de caminos e influencias que es la provincia de Gerona, que sintetiza
en sus industrias la facies cántabro-aquitana llegada por vía pirenai ca , la facies del Mediodía francés, con sus focos creadores del valle
del Ródano, y la facies meridional. asimismo original y con fuerza para dejarse notar en otras latitudes.
Estamos ahora en una zona no de paso , sino de asentamiento y
núcleo expansor de culturas ; lo favorable del clima debió ser un fac tor importante; pese a la glaciación del Würm , en sus periodos fríos
111 y IV con su fase algo más templada, el interestadial liI-IV, la proximidad del Mediterráneo. y la latitud, más baja que en la Europa
continental, debieron ser factores capitales a la hora de favorecer un
flore cimiento cultural de la zona.
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INDUSTRIAS LrnCAS DEL PALEOLITICO
"
La comarca que va a centrar nuestras investigaciones será la de
los alrededores de Gandia, pues en ella se hallan los yacimientos cuyo
estudio pormenorizado seguirá a estas lineas.
La documentación que para su estudio tenemos es variada en cuanto a publicaciones; en el Parpalló, estación clave, una manografla de su
excavación en 1929, 1930 Y 1931 vio la luz en 1942, obra del profesor L. Pericot. Para Les Mallaetes hay en la bibliografIa muy apreciables datos, de los cuales el mejor es un avance al estudio definitivo de
los niveles del yacimiento por parte del profesor Fortea ; en él se resumen su campaña y las primeras que alU se realizaron, a finales de los
años cuarenta. Menos información aún puede extraerse del Barranc
Blanc, donde unos trabajos de Laplace y del mismo Fortea no arrojan
una luz definitiva sobre dicha cueva; no existe publicación de los resultados que pudieran haberse desprendido de la excavación original,
a principios de los años cincuenta. y por casi inexistentes son las noticias de las últimas dos cuevas de la zona, Les Rates Penaes y Les MaraveBes .
Ha sido nuestra intención manejar el máximo posible de materi al.
y para ello hemos recurrido, como ha quedado patente en los inicios
de este trabajo, a los fondos del Museo de Prehistoria de la Diputación
Provincial de Valencia, centro desde donde hace más de medio siglo
el S.I.P, de dicho organismo viene desentrañando con acierto las fases
de la Prehistoria y de la Historia del País ValenciA. En dichos fondos.
gracias a la gentileza del director y colaboradores del mencionado
Servicio, hemos logrado identificar la práctica totalidad del material
que se extrajo de dos de los más importantes yacimientos, el Parpalló
y el Barranc Blanc,
En el primer caso, hemos basado en ese ampUsimo conjunto el estudio que sigue inmediatamente a estas lineas. De aquí saldrá el nuevo
esquema que proponemos para algunas fases paleolíticas en la zona
levantina.
Para el Barranc BlaDc fuimos más lejos. Además de recopilar gran
cantidad de material de la primitiva excavación, mucho más del que
vieron para sus estudios estadísticos Laplace y Fortea, llevamos a cabo una cata de comprobación estratigráfica en el propio yacimiento y
levantamos una serie completa de planos. secciones. cortes y dibujos
de los niveles que pudimos identificar.
Diversas circunstancias nos impidieron ver los materiales de Les
Mallaetes, que se pusieron también a nuestra disposición por parte
del profesor Fortea, que los tiene en proceso de estudio para la redacción de la monografia del yacimiento. Nos basamos. en este trabajo.
en los muy abundantes datos publicados hasta la fecha, pero quedan
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60
J. M.o fULLOLA PERICOT
por hacer los estudios estadísticos de las series industriales de la eue·
va, campo abierto a futuras investigaciones.
Para los dos últimos yacimientos hemos debido recurrir a las escuelas nolas publicadas a raiz de las excavaciones. Les Rates Penaes
y Les Maravelles debieron ser tan importantes como las otras tres
cuevas, pero lo revuelto de sus niveles, a causa de la explotación como tierra de abono, impide conclusiones válidas.
Un tema importante que cabe poner en cuestión es el de la secuencia cultural que hasta ahora se ha venido dando como válida para esta zona. Muy posiblemente lleguemos a unas contradicciones, o al menos a unas divergencias, que nos lleven a introducir algún cambio en
la sucesión hoy por hoy aceptada. Esas variaciones serán, quizás. sólo
de nomenclatura. pero con ellas intentaremos aclarar un poco más el
panorama de la fase media del Paleolítico Superior levantino.
Por último. la paleoecología. favorecida por el benigno clima que
ya hemos visto debía reinar en la región. no debió hacer sino facilitar
el desarrollo económico y cultural de la zona. Una vegetación mediterránea. con pino predominante. roble, etc., debió ser la tónica general. La proximidad del mar, como elemento suavizador del clima,
tendría su influjo en flora y fauna. Esta no difería en gran manera de
la normal en el Paleolitico Superior peninsular: mucha cabra y conejo, acompañados de ciervo y caballo como animales más destacados
en cuanto a cantidad de restos hallados en el Parpalló y en Les Ma Uaetes. Hay que colegir que estas especies, junto a cápridos, súidos y fétidos, Y otros de menor importancia, fueron las predominantes en el paleoambiente valenciano del PaleoUtico Superior.
Para el macizo del Montdúber, donde se encuentran el Parpalló y
Les Mallaetes, tenemos un avance al estudio faunístico fmal, he cho
por rain Davidson, en el que se nos proporcÍonan muy interesantes datos (Davidson, 1976a). Para Les Mallaetes, yacimiento en el que hemos basado estos datos recogidos en su estudio, se da como animal
dominante el conejo, seguido de la cabra, ambas especies con gran diferencia respecto a ciervos, caballos y jabalíes, entre otros. No postula
una economia basada en el conejo, debido a que el área de dominio
del Parpalló y de Les Mallaetes no podia proporcionar la cantidad suficiente de alimento a aquella supuesta población, como para basarse
en aquel animal; además , el tiempo mínimo estimado para la caza del
conejo (cinco horas diarias por persona para un grupo de 20, incluyendo niiíos) se considera excesivo; no dejaría lugar a otras actividades. Hay que estimar, por tanto, al conejo (cOryctolagus cuniculuslt)
como un complemento en la alimentación del grupo, pero no en una
base.
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INDUSTRIAS UTICAS DEL PA LEOUTI CO
"
Respaldándose en los restos faunísticos del conjunto de los dos ya·
cimientos claves a los que nos referimos, Davidson lanzó una teoría
que expondremos aquí. pero que no podemos rectificar ni ampliar por
falta de datos dire ctos referidos a los animales representados. Se pos·
tula una habitación de Les Mallaetes durante el verano , aprovechan do, por su mayor altitud , la subida de las cabras a la parte alta de las
montañas y conservar así la economía de caza de tales animales, que
mantenían todo el resto del año en el valle o llanura elevada que domina el Parpalló. La ocupación de Les Mallaetes sería, por lo tanto,
estacional. estival y con una caza especializada de cabra, fenómeno
que no se da abajo en el Parpalló, donde tal animal también domina,
pero sin la especializa ción de Les Mallaetes. Otro dato en favor de la
no ocupación invernal de este yacimiento es lo frío y poco resguardado que es en épocas no calurosas; en efecto, el sol en verano no pen etra hasta bien entrado el mediodía, por lo que en invierno la insolación es menor y más débil; además, los vientos barren el yacimiento
de frente y lateralmente, por aberturas naturale s. Todo ello inclina a
Davidson a pensar en un campamento de verano arriba en las montañas, especializado en la caza de la cabra (Les Mallaetes) y de un cam·
pamento base en la llanura, de ocupación continua y caza con base
también en la cabra, pero ya más indiferen ciada (el Parpallól.
La problemática tipológica ha sido abordada ya en otro capitulo
del presente trabajo. Quede sin embargo constancia de que es la zona
valenciana la precursora en algunos tipos, como la punta de aletas y
pedunculo solutrense. A partir de ellos puede deducirse una primacía
u originalidad de la facies de este período en la región valenciana. Pero todo ello habrá que combinarlo con las deducciones que puedan extrapolarse de las demás zonas que estudiamos en esta obra, para in tentar llegar a u'n a síntesis final desde el mayor numero de puntos
posible.
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PARPALLO
INTR ODUCCION
Como ya ha sido apuntado en capitulas anteriores, uno de los ya cimientos clave en la Prehistoria española, y nos atreveríamos a decir que europea y mundial, es la cueva del Parpalló.
Teniendo en cuenta esta primera consideración básica, es eviden te que uno de los pilares de este trabajo debla ser una minu ciosa revisión de los materiales líticos que fueron encontrados en los potentes
estratos del yacimiento. En efecto, los nuevos métodos para el estudio
de las industrias líticas paleolíticas que se han venido desarrollando
desde la publicación de la monografía ¡Pericot. 1942), y que han que dado ampliame nte detallados en el capitulo correspondiente, nos ani maron a emprender una labor que sabíamos ardua y de larga dura ción, En verdad, así fue; muchas horas cons agramos al estudio , en
primer lugar, de los niveles atribuidos al Solutrense (7'25 -4'5 metros
de profundidad) y mediante cuyo detallado análisis conseguirnos obtener la calificación máxima en nuestra Tesis de Licenciatura (Fullola , 1975 , 1976b Y el.
Pero , por supuesto , una Tesis Doctoral aspira a más altas metas , y
por ello la temática de este trabajo es mucho más amplia en el tiempo
y en el espacio, Al tener en cuenta la primera de estas coordenadas,
nos hemos visto obligados a engrandecer nuestro primer estudio del
Solutrense, tocando la delicada temática de las capas inmediatamente superiores, el llamado , por Pericot, Solútreo-auriñaciense fmal, y
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INDUSTRIAS UnCAS DEL PAI.EOUn co
63
las del Magdaleniense inicial tan discutido y controvertido, entre 4' S
Y 4 metros y 4 Y 2'SO metros, respectivamente.
El estudio conjunto debía completarse aún con los restos hallados
en la profundidad del yacimiento, entre 7'2S metros, inicio del Solutrense , y 9' 50 metros, última medición efectuada, ya tocando la roca
virgen del fondo . En la publicación se hablaba de restos del Auriñaciense Superior, con abundantes, en relación al número total del material, puntas de la Gravette, por lo que hoy estas capas pueden, en
nuestra opinión, ser denominadas sin temor alguno como gravetienses, según veremos más adelante. Si bien este periodo no se centra
propiamente en los limites de nuestro trabajo, creíamos imprescindible no dejarlo olvidado en el fondo del yacimiento y conseguir así una
visión total del mismo.
DESCRIPCJON DE LA CUEVA
Pasaremos ahora a exponer, ante todo, una somera historia V descripción de la cueva . Se
halla enclavada en la fa lda del macizo del MontdUber, domina ndo los valles altos, en los que
se encuentra como nudeo m6s importante el pueblo de Báril. El aludido macb:o se eleva hasta los 836 m.S.n.m. fVilanova V Fiera, 1893 ; Ros:sel16 Verser, 19681 V estA constituido
por calitas, en ocasiones muv plegadas V rotas, que'af1oran por tal motivo en formas verticarfic
les; es precisamente en uno de estos salientes de calizl metamÓ a plegada que se abre, en
dirección NE·SO, verticllmente, la boca de la cueva de l ParpalJó.
Las primeras noticias que tenemos nos vienen dadas por Vilanova V Piera, que en la obra
antes citada nos narra su paso por la cueva en 1872 , cuando llevó a cabo una pequeña cata
en [a que hlllló huesos Vsllex en abundancia. Los vecinos de Bárig V del pequedo nueleo, más
cerca no, de La Drova conoclan por supuesto el lugar, donde crelan enterrados tesoros. De la
cercana Gandla sublan a veces personas en busca de materiales, entre las que cabe destacar
al jesuita Leandro Calvo. Pero la verdadera magnitud del Parpalló no se intuye más que a
través de uno de los (monstruos sagrados» de la Prehistoria universal : el aba te H. Breuil. Si·
guiendo [as notas publicadas por Vilanova V Piera, el sabio francés visitó el Parpalló en 1913
V tuvo la fo rtuna de hallar, además de buesos V sflex, un trozo de plaqueta grabada con lo
que él interpretó como la figura de una cabeza de lincelBreull, 1914 , pág. 251l. Al no poder
excavar el yacimiento eo persona, pese a que le fue concedido permiso, Breuil no cejó en su
empel'lo de que alguien, en Valencia, procediese a la labor de sacar a la luz esos materiales
que 61 va intula sensacionales ... Ta.l tarea N!&8yó, como es sabido, en Luis Pericot, a la sazón
joven catedrático de Valencia, llegado en 1927 de Barcelona tras un corto al'lo de docencia en
Santiago de Compostela. Al ado siguiente visitó por primera vez el Parpalló. por mediación de
don Isidro Ballester Tormo, fundador V primer director del recién creado Servicio deln vesti·
gaciÓn Prehistórica de la DiputaciÓn de Valencia ; V fue inmediata la decisión de excavarlo,
iniciándose las tareas el 6 de junio de 1929. No prOfundizaremos aqul en la historia propiamente dicha de la excavación, pues ello queda bien explicado en la monograna ¡Pericot,
19421. A titulo de an6cdota in'dita , diremos que el coste total de las tres campañas 11929,
1930 Y 193 11, con desplazamientos, comida, alojamientos, material, obreros, dibujante, etc.,
fue de 10.000 pesetas, dato recogido dlN!ctamente del propio excavador.
En cuanto a la disposicióo interna de la cueva, pronto apa reció una galerla en la pa rte izquierda, situándonos de espaldas a la boca, separada de la sala principal por un pequedo
muro natural. Seis zonas se distiI18uieron en dicha sala, de entrada a fondo: EE, entrada
Este; EO, entrada Oeste ; CE, centro Este ; ca, centro Oeste ; L, levante; y p, poniente. Se excavaron durante las campanas de 1929 V 1930 mediante el sistema de ir bajando por capas de
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J. M.o mUOLA PERICOT
25 cms., conservándose 'eDarados los materiales hallados en caoa una de las lI!onas anterior-
mente mencionadas. En la parte más interior se conservó un talud, testimonio para futuras
excavaciones, pero desgraciadamente sobresaIJan de él plaquetas, huesos y s¡¡ex, lQ que propiciaba la rapiil.a de tan valiosos objetos por parte de no profesionales, y tal hecho movió a los
excavadores a terminar su trabajo al verano siguiente, en 1931 . Si hubiese sido factible la co ·
locación de una reja exterior, cosa inimaginable por aquel entonces, ¡qué enorme cantidad de
' datos cronolÓ.lticos, estratigráficos, pollnicos y de toda clase habrlan llegado hasta nosotros!
Este lamento, sin duda compartido por todos los profesionales, no es reproche para los que
lo excavaron, sino mAs bien agradecimiento por haber salvado aquellas pinas que, sin duda,
habrían volado a colecciones particulares, en el mejor de los casos, o se habrlan perdido para
siempre en su mayona. Sin embargo, nos queda a todos, insistamos, un fondo de tristel!a por
haber perdido tan inestimable testimonio por culpa del coleccionista, del aficionado, deseo·
nocedor de 10 que destruye, del excursionista incapaz de discemir entre las piedras del campo y los utiles paleolíticos; del curioso, en fm, que coge lo primero que ve sin pararse a pensar
en nada más que en lo bonito o exótico que resulta el objeto de su rapiña.
Pero volvamos a la excavación propiamente dicha; la primera campaña alcanzó los 3'50
metros, en niveles aun magdalenienses; la segunda, en el verano de 1930, profundizó hasta
la roca madre, sacando a la luz el Solútreo-auriñaciense fma!. el Solutrense y el Auriñaciense
Superior o final, siempre según la terminologla empleada por Pericot. Como ya hemos indica .
do, el verano de 1931 fue excavado el talud, que se dividió en 29 capas, cada una de ellas
aproximadamente también de 25 cms.
DESCRIPCION DE LOS NIVELES
En esta exposición SOmera de los datos publicados acerca de la excavación del Parpalló,
pasaremos ahora a las culturas que Luis Pericot fue identificando y a las profundidades en
que se encontraron.
Los primeros 80 cms. de tierTa dieron un material de sUex y hueso que Pericot atribuyó al
Magdaleniense IV, si bien la parte superior apareda removida. Los distintos pareceres de los
demás autores que se ban ido publicando, acerca de este periodo, bajan la cronologla ligeramente, Por su posición final y los elemectos evolucionados, medias lunas, triángulos, etc.,
Jordá señaló su posición de nexo entre el Magdaleniense y el inicio del MesoUtico (Jordá,
19531, considerándolo un Epigravetiense evolucionado. Algo más tarde, Almagro, que ya
habia teorizado anterionnente acerca de los materiales en cuestión, aborda de nuevo el pro·
blema (Almagro, 1960, págs, 281 -301 l Y lo considera desde el punto de vista del Epiperigordiense, que estaba en aquel e.ntonces en boga, fase paralela al Magdaleniense V y VI. Fortea,
por fin, nos señala también en los materiales un sabor tendente al Neolltico que explica, muy
veroslmilmente, por lo revuelto de las capas más superficiales, que pudieron ser ceol!ticas en
si, hecho poco sorprecdecte en la región, y que se mezclaron con estas magdalenienses, todo
lo cual dio un resultado que, como vemOs, ha ido baciendo duda r a todos los autores que lo
han tocado (Fortea, 1973, págs. 392-3931, FOrle a atribuye estas primeras capas, grosso modo, al complejo geométrico, dentro de su profunda ohra de sistematiución del tema epipaleolltico, Volvie ndo a los materiales en si, no han sido trabajados personalmente, pero en la
monografia se apunta, para estas capas superficiales del Magdaleniense IV, una cifra de
40,000 sllex, lascas, láminas, útiles, etc.; los huesos, menos numerosos, son 588 y ofrecen
piell!as tlpicas como agujas, azagayas de bisel simple y doble, varillas semicilindricas, e incluso algún arpó n. En lo tocante al ane, que aqul citaremos como dato complementario, aparece
la técnica del grabado en plaquetas que se desarrollará posteriormente, como veremos.
El siguiente nivel identificado por Pericot fue el Magdaleniense III, que abarcaba una po tencia realmente grande, de 1·70 metros, es decir, desde los 80 cms. hasta los 2'50 met.ros.
Este Magdaleniense Medio levantino, último nivel no estudiado personalmente de forma detenida, presenta un acentuado indica de microütiJ:8ción en sus capas superiores, hecho totalme nte normal. Abundan los dorsos rebajados y los pequeños respadores de aspecto nucJeiforme. Señala Pencot la aparición también de algún hendidor de cuarcita que calificaba de as·
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INDUSTRIAS LITICAS DEL PALEOLlTlCO
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turiense y que ahora deberíamos rectificar, puesto que habría que considerarlo como una
pervivencia normal de útiles considerados como toscos, ya que de hec bo no dejan nunca de
aparecer en algún momento en cualquier nivel paleolítico. Ello no puede interpretarse más
que como la respuesta a una necesidad planteada por el medio ambiente, en un momento
muy concreto, y que no podla solucionarse con la ay uda de los precisos instrumentos que los
magdalenienses sablan hacer sino con un fuerte hendidor, un chopper o un hacha de mano;
podría recurrirse a una fabricación de tal útil, o también podria darse el caso, nada dillcil, de
aprovechamiento de alguno de aquellos útiles recogidos en superficie, como herencia de los
antepasados de nuestros hombres del Paleolítico Superior. La monografia reseña una cifra de
sllex que rebasa los 40.000 utensilios. En hueso, los útiles son muy abundantes, destacando
las azagayas biseladas; hallamos también punzones, varillas semicillndricas y agujas. En el
arte, sigue el grabado, sin que baga aparici6n aun la pintura.
y entramos a continuación en la descripción, que en este esbozo general seré aún somera,
de los niveles estudiados a fondo por el autor, que se extenderán desde esos 2'50 metros
aproximadamente hasta el fondo de la cueva, més de los 9 metros de profundidad. El primer
nivel definido por Pericot que encontramos es, lógicamente, el Magdaleniense U, que se situa
entre 2'50·2'60 metros y 3'50 metros, es decir, casi un metro de potencia en la ocupación del
yacimiento. En s¡¡ex la monografia da una cifu de más de 25,000 piezas, pero estamos en
condiciones de afirmar que ese numero puede casi doblarse, pues son 45.585 los sílex identi·
licados y clasificados, de los cuales 2.279 son utiles, 1.0 que si podemos reafirmar es la tos·
quedad del material, tanto de l trabajo como de las lascas y desechos, Dominan en gra n
manera los raspadores, muchos, casi la mitad de ellos, carenados, por lo que los sobreeleva·
dos obtienen un alto porcentaje. Los buriles son casi en su totalidad diedros, y los dorsos re·
bajados, muy escasos, lo son casi siempre por retoque marginal. En hueso hallamos un traba·
jo muy abundante, con las clésicas augayas, agujas de coser y punzones. En arte sigue el
grabado, sin pintura.
Siguiendo el sentido descendente llevado a cabo en la excavación, nos adentramos ahora
en el medio metro que se atribuye al Magdaleniense 1, de 3'50 a 4 metros, Esta problemética
del Magdaleniense inicial. muy controvertida y que tocaremos mtis adelante, se presenta
particulannente dificil en el Parpalló, puesto que después del Solutrense encontraremos aún
medio metro de Solútreo·auriñaciense final, según Pericot, y ya entonces este Magdahmiense
inicial que podrfamos calificar de tardlo. Si a eso ailadimo$ el clásico hiatu$ que esta fase presentaba en la Península, salvo algunas bien estudiadas excepciones (Utrilla, 1976), convendremos en que la revisióo detenida de esta fase, en este yacimiento, era harto interesante, De
momento apuntaremos que el sllex cuenta con més de 20.000 ejemplares, como se cita en la
obra, exactamente con 24.356 piezas, de las cuales 1.636 son útiles; predominio aún de los
raspadores, pero los carenados estén en una proporci6n muy inferior a la del estrato anterior. Aumento ligero de los buriles sobre retoque, que son sin embargo minoritarios respecto a
los diedros, y aumento gradual de los abruptos, ya con una incidencia notable, dentro de ellos,
de las escotaduras. Esto debe ser posiblemente porque la verdadera división, que por supues·
to sabemos imposible de detenninar con exactitud, debió hallarse para el paso del Solútreo·
auriñaciense final al Magdaleniense 1, de Pericot, no a los 4 metros, sino algo más arriba. en·
tre 3'60 y 3'90 metros, por ejemplo, y de ahJ la intromisión de las escotaduras l[picas de la
fase estratign\ficamente inferior, si bien su perduración, no muy extensa, tampoco serIa un
fen 6meno extraño, Los sobreelevados van reduciendo su número al tiempo que el porcentaje
relativo entre buriles y raspadores es muy elevado para los primeros (B/G =0'7471. Para la in·
dustria ósea la cifra no es tan elevada como en el estrato superior, ya que pasamos de las 864
piezas de aquél a las 251, ahora; punzones y azagayas son lo més abundante, Destacaremos
las puntas de asta, de bisel aplanado y en lengüeta, que sirvieron en gran manera para si.
tuar esta fase en el Magdaleniense 1 por su paralelismo casi total con las mismas puntas ha lladas, en dicha fase, en el yacimiento francés de Le Placard (Charente). Ha habido disensio·
nes respecto a este particular, que vienen motivadas por el hallazgo en la fase Que seguirti de
algunas azagayas del mismo tipo, y que Pericot interpretaba como una mezcla de capas, el
problema que hemos expuesto més arriba, Pero Jordé dio a su fase IV del Solutrense ibérico,
ya evolucionado (Jordé, 19551, la caracterlstica de esas mismas azagayas pequeñas y de bi·
sel sencillo, por lo que su hallazgo en el Parplllló, en el Solutreo·auriñaciense final, no es nada
extraño, Este dato nos viene reafirmado en Les Mallaetes (Fortea, 1973, ptig. 4941, donde la
[page-n-67]
66
J . M,' FULLOLA PERI COT
inlrusión magdllleniense es inexistente y esas mismas azagayas est An en el Solútreo·grave·
liense. es decir, en el Solutreo-auriñaciense final de Peneot. El hecho de que ese Magdalenieose inicial de Le Placard presente 65115 uagllyas, parece indicarnos que , en la cronologla,
el Solutreo-auriñllciense final, donde ya las tenemos. seria contemporAneo de aquél, y algo
milis avan:tado, Magdaleniense U o 1Il. seria ese Magdaleniense 1 de Pcri¡;;ot.
Para termina r, en arte apa rece la pintura casi siempre. como es norma l, en rojo y algo
menos en negro. El grabado es su complemento mils usual, superponUmdose en muchas oca·
siones.
Prosiguiendo nuestra descripción, hallamos ahora la cultura que Pericot bautizó con el
nombre de Solútreo-auriñaciense fin al, si bien Breuil preferla denominarla SoluLrense levan ·
tino final , lo cual daba una buena idea también de la forma ción y ascendencia de la indus·
tria . El término que mejo r encuadra las tendencias que en esta fa se concurren es el acuñado
por Jo rdé de Sohítreo·gravetiense, que aho ra ha paralelizado con su nuevo Solutrense evolu·
cionado (Fortea y Jordá, 19761, Més adelante veremos con més detenimiento esta problemá·
tica de nomenclatura, a la que añadiremos el término parpallense, ya apuntado por Pericot y
recogido en algunas publicaciones de la época (Jiménez Navarro, 19351. y que ahora propo,
nen de nuevo Fortea y Jordé en su articulo més arriba reseñado,
La profundidad que abarca este esLrato es de 4 a 4'50 meLrOS, segun la monografia , Un
repla nteamiento esLratigráfico, ya intuido por su excavador (Pericot, 1942 , p. 651, nos apare·
ce como una medida conveniente, vistas las secuencias estructurales que arrojan los mate·
riales de estos niveles, Si bien tal becho ha quedado esbozado en diversos articulos y publica·
ciones del autor (Fullola, 1975 y 19~c L serA expuesto aqul el razonamiento con extensión al
presentar las secuencias correspondientes, Avanuremos, sin embargo, que la rectificación
consiste en considerar como Solútreo.gravetiense no sólo 4·4'50 meLros, sino 25 cms, más al
fondo, es deci r, el último nivel que Pericot atribuyó al Solutrense Superior, ampli;!,ndose por
tan to el estrato cultural de 4 a 4'75 metros,
Conservando por el momento la distribución original (4,4'50), tenemos que pa ra el sllex
se señalan unas 20,000 piezas; nosotros hemos hallado solamen te 14 ,812 , de las cuales
1, 184 era n ütiles, Como util definidor de esta indusLria hay que señalar forzosamente a los
e lementos de escotadura, hojas y puntas de dorso ; hay predominio aún de los utensilios con·
seguidos mediante el retoque simple, pero los abruptos casi les igualan, detalle muy impor·
tante que no hemos visto repetirse en las capas del Magdaleniense inicial, que deberlan ser
mas propensas quizb a ello .. , Los buriles sobre retoque elevan algo su porcentaje respecto a
los diedros, y los carenados lo menguan. A señalar la inLrusión aún de algunos útiles solu·
Lrenses t1picos, como una punta de aletas y pedúnculo hallada en _Ea 4' 25·4'50., otra en
.pared O 4 '25·4 '50. Y tres más en el talud testigo, capas 17 y 18 , a unos 4 '50 metros, pero sin
embargo el porcentaje es mlnimo, inferior al l % (,959), por lo que la contaminació n es la tli·
pótesis más vélida para explicar el fenómeno, Para terminar con el sllex, añadiremos que el
nú mero de microburiles y ápices Lriédricos hallados suma una cifra relativamente importan·
te: 3'091 %,
En cuanto al hueso, se da el número de 142 para sus útiles, en franco descenso que irá
acentuándose con la profundización en el yacimiento. Vamos notando una sustitución del
hueso y el asta, tan im portantes en las primeras capas, por el sllex, Tenemos punzones, aza·
gayas con biseles rayados y huesos aguzados.
En el arte, el dibujo que apuntaba a nteriorment.e se desarrolla con un estilo movido, en
pequeñas placas de arenisca, como es t1pico de este yacimiento,
Ya continuación nos adentraremos en el Solutrense, la fase que mayor variedad ofrece,
que desarrolla una mayor imaginación y pulcritud en la consecución de los útiles, algunos de
los cuales son verdaderas obras de arte . La capa 4' 50·5' 25 metros la atribuyó Pericol al Solu ·
trense Superior, si bien ya hemos apuntado más arriba que el nivel 4'50·4' 75 metros vela ya
una casi total desaparición de los útiles soluLrenses y una proliferación grande de las escota ·
duras, por lo que será atribuida al fmal del Solútreo·gravetiense, Si bien en la monogral1a se
ha bla de 25,000 sllex, hemos hallado 17 ,959, de los cuales 2,178 eran útiles, Abundancia de
raspadores, casi ninguno de ellos carenado y, por supuesto, presencia importante de todo tipo
,
de útiles solutrenses, algunos más caD retoque bifacial que unifacial l l 0 '497%1 Destacan las
puntas de aletas y pedúnculo, variedad que podemos decir que se pule aqul. ya que su crea·
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INDUSTRIAS LlTICAS DEL PALEOUTICO
"
ción no es mAs que el resultado de una serie de influencias anteriores, de ensayos fallidos. Es
en el Parpalló donda aparece por vez primera, yen su capitulo correspondiente analizaremos
la historia y problemAtica de esos curiosos útiles. Los otros instrumentos típicos de esta fase,
hojas de laurel y de sauce, estAn también representados, especialmente el primero de ellos.
Los huesos son abundantes, pero no en fonna de utiles trabajados, sino como restos de
comida; hallamos restos de animales apilados en lugares concrelOs de la cueva, y algunos de
ellos quemados en los mismos lugares; bastantes de e5tos últimos fueron localizados en estas
capas, lo que en algunas zonas daba una coloración negruzca a la tierra, dato reseñado en el
diario de excavaciones. La mayor aglomeración ósea esta en el sector CO. A 80 asciende el
número de (¡tiles en hueso; la mitad son punzones y el resto casi todo huesos aguzados, con
alguna aguja y alguna espAtula.
En arte, desarrollo gradual d¡¡la pintura en placas algo mayores; el grabado no desaparece, sino que sigue completamente al dibllio, y en muchos casos se presenta en plaquetas en
solitario. Destaca el realismo de este arte, que nos parece de ralz franco-cantabrica mas que
levantina, puesto que el esquematismo no es, ni mucho menos, su nota principal.
El Solutrense Medio (o normal, según apunta Pericot en su monografla i se extiende entre
5'25 y 6'25 metros. Una capa de piedras lo separa del Solutrense Superior, que acabamos de
ver, por lo que el limite es claro,
En sI/ex se da una cifra de 10.000 pieus, mientras que hemos hallado sólo 5.588. de ellas
1.073 (¡llles. Entre éstos destacan las hojas de laurel y de sauce, unifaciales y bifaciales, algunos raspadores solutrenses y piezas pedunculadas que van desembocando en las punlas de
aletas y pedúnculo, que ya encontraremos en el tramo superior de estos niveles 15'25,5'75
metros!. Los abruptos descienden en favor de los planos, que les superan ampliamente, lo
mismo que los buriles. El retoque plano, a medida que profundizamos en el yacimiento, se
aprecia en muchos casos como mAs tosco, lo que llevó a Pericot a teorizar acerca de un retoque «esbaikiensel, aludiendo con ello a la industria que quiso individualizar Reygasse, refi riéndose a una cultura del Maghreb con hojas de laurel que derivaban directamente de los
«coups de poing» achelenses (Reygasse, 19221 : el paso del Achelense al Solutrense, por medio
del Esbaikiense, fue también motivo de eSludio en Italia IMochi, 19301 : lo mencionó L. Siret,
al hablar del Sur de Espada lSiret, 1930, p. 2931, todo ¡o cual lo captó con seguridad Pericot y
lo identificó con el elemental retoque solutrense inicial. Aun se Insistió en esta denominación
hacia los ados cuarenta (Fletcher, 19391, pero es por fin Ba10ul el que deshace esta industria
con afirmaciones contundentes de inexistencia, diciendo qua tal cultura no es mas que un
agrupamiento artificial de una serie de datos alrededor de una hipótesis, la de la evolución
particular del baaz achelense (8alout, 1955, p. 454 ). Asl, por lo tanto, hay que entender esas
alusiones a l retoque esbalkiense, pensando en un elemental reloque plano por percusión, más
bien, que por presión en (¡tiles grandes.
A medida que vamos descendiendo en este Solutrense Medio, se aprecia también una tendencia a la no invasión lotal del útil por el retoque plano; yen bastantes ocasiones el retoque
es uniracial. 10 que conforma las conocidas puntas de cara plana, que seran el útil más definitorio del Solutrense Inferior, según la secuencia clásica fran cesa de Laugerie Haute IPeyrony, 19381; las detectamos, sobre todo, en el tramo inferior (5'75,6'25 metrosl.
En hueso fueron hallados 79 utiles, más de la mitad de los cuales eran punzones: abundan también los huesos aguzados.
En el arte alcanzamos ahora un nivel muy alto; hay una gran producción en este momen to, tanto en pintura como en dibujo ; las plaquetas son de tamaflo grande y en ellas vemos si,
luetas de cierva, de cabra, de bóvido, etc. , al tiempo que algunos rayados y ramificaciones.
La cueva, a medida que descendemos en la excavación, va estrechAndose ligeramente.
Llegamos ahora a lo que Pericot comentó como Solutrensa Inferior o Protosolutrense, que
abarca un metro de potencia, de 6' 25 a 7'25 metros. Como dato más reseflable, mencionaremos las dos grandes piedras que ya surgieron en el estrato superior y que ahora agrandan su
tamaflo, rocas K y L en las zonas ca y p,
En sllex se habla en la monograna de 868 piezas ; hemos hallado 917, de las cuales 184
son útiles ; gran preponderancia de los simples, raspadores y laminas con retoque, muy pocos
abruptos. Hay puntas de cara plana y retoque no cubriente, que Pericot llamó prOlOsolutrense y que marcan en gran manera el estrato.
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"
J . M.' FULLOLA PE RICOT
Cada VOl: menos hueso trabajado. sólo 28 piezas, con pum:ones y huesos aguudos. Entre
los primeros hay algunos muy finos , casi agujas; uno tiene la basa aplanada en ambas-caras y
puede apuntar ya la azagaya de bisel doble, que no aparecerá hasta varios miles de años después. En estos estratos se halló el cráneo. humano que se conserva en las viuinas del Museo
de Prehistoria de la Diputación de Valencia, as! como un gran osario de animales.
El arte produce en plaquetas de buen tamailo las obras maestras más conocidas, los CIIbaltos en rojo de estilo rran¡;o-cantábrico, la cierva neg ra contorne ada por un grabado, etc.:
es el momento álgido de esta producción única por su cantidad y su calidad . El secreto artístico que el Parpalló encierra es, por ahora, indescifrable de forma absoluta: el por qué alli
hay esas plaquetas tan finamente pintadas y grabadas, qua sa asocian con las también excepcionales industrias solutrenses que el yacimiento ofrece, todo eso, una explicación coherente
y demostrable, no está aún a punto.
V llegamos por fin al fondo de la cuestión, al final del yacimiento, que llegó hasta los 9'50
metros, si bien el sllex va sólo hasta los 8'50 metros, Hemos encontrado en nuestra revisión
324 sllex, de los cuales 75 útiles, Pericot atribuyó estos niveles finales al Auriñadense Superio r, pero ya al Inicio de este capitulo hemos mencionado su posible re-atribución al Gravetiense, problema que toca re mos de inmediato, como asimismo de las grandes piedras que
condicionaron con su caida el habitat de aquellos hombres en el momento que nos ocupa.
t:ntre lOS útiles destacan de lorma totollos raspadores cuantitativamente, pero por su valor
definidor cabe mencionar los abruptos, con algunas Gravette, de muy buena factura,
El hueso es pobre, cada vez más, S610 15 útiles han sido identificados; casi todos, huesos
aguzados.
El arte se revela como comienzo de toda la secuencia que hemos ido viendo en este pri·
mer esbozo del yacimiento. Hay ya grabado y pintura, si bien la técnica no es 10 primitiva que
cabria sospechar al encontrarnos en la fase inicial de la habitación de la cueva. Esto puede
darnos el dato revelador de que, al menos, los iniciadores de la tradici6n de plaquetas grabadas y pintadas en el Parpa1l6 venlan ya con unos cánones artIsticos establecidos. adquiridos
lejos o traldos por otros medios basta la zona gandiense.
ANALISIS DE LOS NIVELES
Nuestro siguiente paso va a ser la descripci6n, uno por uno, de los niveles que acabamos
de esbozar más arriba. Consideramos en primer luga r las caracterlsticas del estrato, su color,
la a parición de losas, de hogares, de piedras caldas, ele,; expondremos a continuaci6n 105 re·
cuentos y series estructurales que de los análisis se derivan, valorándolos en conjunto al final
de cada nivel cultural (Solutrense, Solútreo-gravetiense, etc,). En principio conservaremos
las divisiones realizadas por Pericot, y las posibles indicaciones de rectificación irán lleván dose a cabo sobre la ma rcba, para concluir con el replanteamiento gene ral del yacimiento,
El primer nivel que analizaremos será el más prorundo, Si en la descripci6n de los niveles
nos hemos movido de arriba abajo, reconstruyendo un poco el sentido de la excavación y la
óptica del excavador al realizarla, en el análisis de los mismos iremos de abajo arriba, inten·
tanto encontrar los hilos que nos permitan entrever una coherente evolución cultural.
al Estas capas finales del yacimiento jugaron un papel muy importante en el momento
de la excavación, y cabe suponer que también en el de la habitación, los enormes peñascos
que se conocieron con las siglas K y L, El primero se bailaba en la zona ca y media 1'80 me·
tros de altura, con base més o menos a 7'50 metros; estaba pagado a la pared Oeste y con su
levantemiento se Dudo acabar de hur2ar en los resquicios para hallar dos bellos dorsos rebajados que muy bien pudieran ser Gravetles, a juzgar por el dibujo hecho en el diario de exca.
vación, El segundo peñasco, L, se encontraba en la zona P y subla hasta 2'10 metros de altura. Ambos fueron ensancbándose a medida que se descendla, agrandándose el problema de
la excavación. En la zona L la roca natural fue invadiendo el cuadro y hacia Jos 7'50 metros abarcaba casi su mitad, Dado que las dos zonas de enU'ada hablan quedado estériles con anterioridad,
vemos que solamente en CE puede proseguirse el descenso: los útiles, muy escasos, van aparecien·
do junto con hogares hasta los 8'50 metros, Bajo las dos rocas K y L aparecieron cenizas de hogares, Jo que puede hacemos sospechar un brusco corte en la vida de la cueva, hedJo corroborable
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INDUSTRIAS L1T ICAS DEL PALEOLlTlCO
69
por los abundantes espacios estériles a su alrededor. Esta esterilidad del s1!ex y de hueso trabajlldo
se h ace total a partir de 8'50 metros hasta el limite de fondo a1cam:ado en CE, los 9"50 metros.
La tierra es fma, amarillenta y arenosa, lo que acaso nos haria sospechar una deposición
eólica, con la posibilidad de haber distinguido en ella subdivisiones climáticas en el caso de
haberse estudiado hoy.
Respecto ya al material de sllex analizado, y en comparación con lo publicado en la monografia, hay que decir que sólo hemos considerado 10 útiles de re toque abrupto; en aquélla
se dibujan ¡Pericot, 1942, p. 44, rig. 7, núm. 8-9- 101 tres útiles que no estén conseguidos por
retoque abrupto; dos de ellos se dan como .hojas con muesca), lo cual no está muy claro. La
tercera . hoja con muesca. está dibujada a l r evés, con el bulbo en posición superior !id, rig. 7,
núm. 11), por lo que en el anéHsis no es més que una lámina de dorso profundo, con la parte
distal rota.
Pasaremos ya a exponer los recuentos que haremos primero desmenuzéndolos en grupos
yen algunos casos, los abruptos, bajando al nivel de las clases, para dar el resultado final Só '
lo con los seis modos (ver capitulo de metodologiaL
S R. - 8
B sr.- 2
sp.- 4
P unif. _ 1
A LOp.- 9
P.-2
D. - 2
G.- 50
POp.SE G_E
75 útiles-SI t.p.
E.-
69 monot
6 dobl.
Los seis útiles dobles, es decir, que contienen dos tipos primarios, son en su mayoria ras padores dobles, pero hay que hacer mención especial de uno que está compuesto por unil mede ra foliácea (FIII y por una raedera simple (R21) ; el útil (núm. 019, ver lámina correspon dientel podría pasar por una punta protosolUlJ"ense_ con la parte central reservada y un excelente rCloque plano en su borde izquierdo: pero el borde derecho presenta un retoque simple,
incluso con alguna tendencia a la escamosidad, por lo que hay que considerilrlo claramente
como una raede ra. El útil acrecienta si cabe su interés por ser de la capa més profundil de las
que dieron útiles, S' 25-S metros, pues la siguiente, casi estéril ya, sólo dio alguna esquirlil de
sílex.
A los 75 útiles que hemos visto se anaden 249 piezas sin retoque , lascas , esquirlas, etc.,
los cuales suman un tata! ya apuntado anteriormente de 324 silex, ya que éste es el milterial
empleado casi exclusivamente en estos niveles.
La distribución por zonas y profundidades es la siguiente:
CE S'5-8'25 metros
ca ult. capa, S'25-S metros
CE S' 25-8 metros
L 8-7'75 metros
P S-7'75 me tros
P 7'75-7'5 metros
L 7'75-7'5 metros
L (CE) ult. capa negra 7'75-7'5 metros
L 7'5-7'25 metros
CE 7'5-7'25 metros
1
50
9
3
2
61
57
19
7
40
El rasgo definidor de esta industria es cualitativamente la presencia de eSils magnificas
Gravcttes, que defmió Sonneville-Bordes y Perrot (Sonneville-Bordcs y Perrot, 1954-55-561,
si bien su conocimiento es muy antiguo, El Gravetiense, cultura definida po r este fósil director, se estructuraba dentro del esquema del Perigordiensc fmal, IV y VI. francés Weyrony,
1933; Peyrony, 1948: Sonnevilie-Bordes, 1966), el cual iba afinando la estratigrafia cada vez
más paril llegar
mInimas subdivisiones como lils del Perignrdiense V ISonneville-Bordes,
1960: Bordes, 1955: Movius, 1966). Pero prnnto encontramos otros autores que hablan del
Gravetiense como cultura independiente, como por ejemplo Miss Garrod (Garrod, ] 93 S) y
Jordé !Jordé, 1953), siendo éste último el que ha ido sistematizando ésta y otras fase s afiues
del Paleolltico Superior peninsular. La fase Gravetiense del Parpalló, qu e ya hemos visto que
no es excesivamente evolucionada, la situaba JordA en su fase IIb, es decir, en un periodo de
a
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J . M.o fULLO LA PERICOT
70
expansión gradual hacia el Sur , criterio que compartimos en lo que a posición estratigráfica
se refiere IJo rdá, 19551Pero si la defmición de esta industria, que parece haber quedado ya bien dibujada, liO ha
hecho desde el punto de vista cualitativo. creemos que una visió n to ta l de la mis ma sólo puede conse guirse valo rando también cuantitativamente los materiales que le pertenecen. Esta
cuantificación de la realidad nos ayudará a percibir las particularidades intern as de c ada industria y con este propósito seguir emos las leorlas ya expuestas en otros capitulos, que sintetizamos en la que una mayor idea nos puede dar de la secuencia estructural que se desprende
de los análisis tipol6gicos. la hallada por Laplace ; ya ha quedad o explicado en otro capitulo el
límite que nos ponemos en la aplicación de t al método, por lo que ahora nos adent raremos en
él sin más dilació n.
En prime r lugar hallamos la serie en el orden llamado nominal de exposición:
p
A
S
62
SE
B
E
6
10
81
El siguie nte paso es obtener de la escala nominal la ord inal median te la disposición de los
mundos de forma descendente. Es un primer p aso hacia la secuencia estructural. y obtendre·
mos :
A
S
62
f _. 765
B
P
SE
E
10
. 123
6
1
.074
.0 12
1
.0 12
.012
1
Aplicamos ahora ya concretamente el criteri o ordinal, cuya definiciOn hemos dado ya a no
teriormente lLaplace, 197 4b, p. 151. La serie dispuesta en la escala or dinal la descompone·
mos en el llamado á rbol ordinal, cuyas agrupaciones nos proporcionan las pequeñas se ries de
tres té rminos sobre las cuales iremos oper ando hasta lle8ar a la total.
62
10
62
10 6
62 10 6 I
62 10 6
10
6 1 1 1
10 6
1
10 6 1 1
6
1
6
6
Aplicamos el cr iterio ordinal a cada un a de las series paniculares.
62·6
""6"i"=TO .. 1" 115
Pa r a 62 , 10,6
10· 1
10 · )
2·25
j""(f.""6 -
10, 6, 1
"6-"l '"
1"
6, 1. 1
"TI '"
6· 1
O
"6-"1 ..
1· 1 = O
",-
.l.:..L. _
1, 1, 1
62, 10,6, I
\0. 6 . L, 1
62· 1
TOT
10· 1
Tr
6, 1
6 , 1, 1, I
-,-:r -
62,10,6, 1, 1
E.:.!... ..
10,6, 1, 1, 1
62, 10, 6, 1. 1,
10 · 1
10· 1
OT ""
62·1
""j""jf.""\ '"
6·777
6,1
62 · 1
62."6 10· 1
1'8
-m:¡ -
O
ll-
6'777
62 · 1
6· 1
1"
6·77 7
O
1, 1
62T '"
10 · \
TtIT' 62· 1
~ -
1· \ 09
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INDUSTRIAS LlTICAS DJ::l PAI. EOLlTlCO
"
Representamos tales r upturas en el árbol ordinal.
62 / 10
62 / 10
62 / 10 6
62 / 10 6
6
1
1
10
6 1 1 1
1
10 6 1 1 1
10 6 1 1
6 1 1
6/1
6 1 1
1
Con ello obtenemos los órdenes de ruptura ; la que existe entre 62 y lOes de prime r orden
porque se reneja en los cuatro niveles de anélisis de las secuencias parciales, mientras que
Olllsideraremos de cuarto orden la que existe entre 6 y 1, sólo aparece en un nive l de análisis.
S 1I A
B / 4 P .. SE _ E
Una mejor visión puede obtenerse mediante una matriz de distancias. separando con un
trazo las categorlas adyacentes cuya relación sea superior a 2. El orden de las rupturas se ob
serva directamente.
S
S
62
A
10
B
p
6
SE
E
1
62
O
52
58
61
61
61
A
10
52
B
SE E
1
P
1
l i .!.!.
§.L
2.!
6
1
O
•I
9
9
9
9
O
5
5
5
5
O
O
O
5
O
O
O
5
O
O
O
4 rup ... l er ord .
9
•
-,
1 rup. _ 4 .a ord.
Otros datos que podrlan al'iadirse a los que hemos ex puesto son 105 indices de los tipos de
útiles más caracterlsticos. qua calcular emos en función del sistema ch!.sico ISonneville-Bordes, 1960. tomo l . pp. 28-29) pa ra poder as! pro porcionar un elemento de comparación váli·
do para otros yacimientos estudiados por métodos diferentes al que nosotros aplicamos.
El indice de raspador !lGI es realmente muy elevado; de los 5 1 que se renejan en los
cálculos previos hay que desco nta r 3. que son dobles y cuentan sólo como un util en el re·
c uento hecho po r est.e sistema. El resu ltado es que IG es igual a 64; cifra realmente alta .
Para el Indice de buril (IB] el célculo es mucho més f'ci l, y arroja una cifra de 8 .
Dado que el nivel fgravetiense. al que mejor es r ecurrir es el epónimo, vemos que en los
niveles clásicos de La Gravette hay una gran abundancia de raspadores. lo que. a falta de
porcentajes relativos, concuerda de alguna manera con lo que estudiamos. En los buriles se
apunta una presencia débil, lo que también esté de acue rdo co n nuestra serie. señalándose
incluso la coincidencia de ser voluminosos, hecho que vemos, por ejemplo, en nuestros nudeiformes nums. 015, 0 16, 046 Y 071. En cuanto a los ab ruptos los califica de numerosos.
pero apun ta la posibilidad de que ta l hec ho sea debido a una elección preferencial del excavador que trabajó en el yacimie nto a lina les de siglo y en la prime ra déca da de éste, y depos itÓ los materiales en el Museo de Périg ueux (Feaux, 19051. La abundancia en nuestro yacimiento de abruptos es relativa. pero impoctant.e respecto a buriles y otros grupos menores,
por lo que la semejan:r.a no nos parece realmente dispar atada. En conjunto podemos intuir un
paralelismo entre este Perigordiense IV de La Gravette con el instrument.al tipleo de hojas V
puntas del mismo nombre, hilo conductor de todo el Perigordiense Superior, con nuestro ni·
vel del Parpalló de 7' 2S a 8'25 metros de profundidad, considerado en la monografla como
Auriñaciense Superior; esta denominación no era en realidad un error, sino que ha sido milis
recientemente que se ha acudado el nuevo té rmino de Gravetiense. sobre todo para las indust rias que inician el proceso del dorso r ebajado, que se ve rá interrumpido por el Solutrense en
muchas regiones, pero que también se impond rá a aqué l en muchas otras como en lu penin·
sula italiana yen escasos yacimientos peninsulares. Precisamente la ultima publicación que
sobre Gravetiense se ha hecho en Italia (Palma di Cesnola, 19751 da unas cifras altas para el
conjunto de utiles de retoque sim ple. so bre un 40 % o más, lo que no alcanza nuestra alta cota
pero se aproxima. En cuanto a los ab ruptos, hay una mayo r proporción en el yacimiento ita liano, que está sobre el 20 %, mientras qu e nosotros nos acercamos al 15 %.
[page-n-73]
n
J. M.o FULlOLA PERtCOT
Tras todos estos datos creemos haber llegado a la conclusión verdadera de que nos en contramos ante UD Gravetiense pobre por ser el inicio de la vida en llil cueva. seguramente en
fase de expansión como apuntaba Jordá IJordá, 1955); hay que tener también en cuenta el
hecho ya expuesto del desplome de las dos rocas K y L que debieron cortar la vida alll existente en un momento dado y dificultar la nueva habitación de la cueva. Induda blemente la
serie de 75 utiles, ú B1 tipos primarios, es corta para lanzarnos a hacer excesivos estudios
porcentuales, pero su fiabilidad es cierta. El paralelismo apuntado en el material del sllex 10
vemos también en el de hueso, con punzones, huesos aguzados y algun alis8dor.
Un último problema nos viene planteado por la cronolog!a de este estrato. El dato que
más luz arroja sobre la cuestión es la datación radiocarbónica que efectu6 1. Davidson sobre
unas vértebras de IcapTa ibex» y de Icervus elaphuSJ cuando realizaba el estudio de la fauna
del yacimiento, La posición estratigráfica no quedó, sin embargo, muy clara, puesto que la indicación en la capa que contenía los restos llevaba sólo el rótulo de _a ntes del Solutrense_; por
lo tanto hay que interpretarlo como perteneciente a este Gra ve tiense que estudiamos,
La muestra era la BM-8S8 y dio la cifra de más de 40,000 años BP, es decir. más de
38 ,050 años Be, en verdad a lgo anterior a lo espera do IDavidso n, 1974 1 Otra fecha, pero que
,
por su mezcla es inaprovechable, es la recientemente publicada [ShotLOn, WilIiams y Johnson, 19751 Birm-520 que dio 20,170+ 380 BP ll8,220±380 BCI; proviene de unas muestras
,
de 7'75-7'25 metros mezcladas con t'25,6'50 metros, por lo que su valor es nulo,
En general las fechas para el Gravetiense oscilan entre los 25,000 y los 23,000 años; hay
que colegir que la discontinuidad cronológica de BM·858 se debe a una contaminación de los
restos y que por lo tanto casi bordea más la realidad Bir m,520 que, pese a estar mezclada, no
ofrece un panorama tan disparatado,
bl El siguiente estrato individualizado por Pericot fue el Solutrense Inferior o Protosolu ,
tren se, Se extendla desde los 7'25 metros hasta los 6'25 metros de profundidad y quedaba
mediatizado, como la capa anterior, por la presencia de las dos rocas, K y L, que a estos nive,
les no deblan ser ya un estorbo para los habitantes de la cueva sino más bien una ayuda y
protección; buena prueba de ello son los numerosos hogares que se encontraron junto a di,
chos peñascos, En uno de ellos, en CE 7-7'25 metros, junto al conocido con la sigla L, fue hallado el útil que se asemeja a una hoja de puñal de sI/ex ¡Pericot, 1942, p, 46, fig, 101 Yque es,
tá expuesto en las vitrinas del Museo de Prehistoria de la Diputaci6n de Valencia,
En este primer subtramo cabe señalar la gran profusión de piedras y de pequeños bloques
que iban dificultando la excavación 'y haclan cada vez mAs estéril el yacimiento. Lo mismo
sucede con el subtramo 6'75-7 metros, donde sólo hay que reseñar una linea de cenizas, capa
negra, localizada entre 6'85 y 6'90 metros y de extensión bastante grande, Siguen los pedruscos en 6'50-6'75 metros, pero ya hallamos un osario animal y zonas de LÍerra gris clara,ocre
que pueden empezar a presagiar el estéril posterior que hemos visto al fondo; entre las rocas
hay tierra negra de cenizas, En este punto, 6'50 metros, se inicia el talud testimonio que fue
dividido en 29 capas; la última, precisamente la 29, corresponde a los 6'50 metros, y la 28 al
subtramo superior, 6' 25-6'50 metros, En él la tierra se vuelve clara, poco pedregosa, con ho,
gares muy localizados, por ejemplo, en P y en CE,
El elemento más destacable en este ultimo suhtramo, 6'25-6' 5 metros, es el crlmeo huma ,
no que se encontró en la zona CE eI9-VI-30, Se hallaba en posición horizontal y miraba hacia
el SE, es decir, hacia la entrada, J unto a él se halló un fragmento de húmero, en teona dlll
mismo individuo, La descripci6 n por Pericot en la monografla se ve completada por el estudio
de Alcobé unos años más tarde IAlcobé, 19741; se pronunciaba por un cráneo perteneciente a
un individuo enfermizo por la elevada frente que contrastaba con su apariencia infantil. En
cuanto a sexo, Alcobé se inclinaba, con reservas, por el femenino, siendo su edad de 16 a 18
años, Una revisión más reciente (Bubner, 19751 efectúa una medición de capacidad craneana, 1.390-1.410 cm l , una técnica descripción del cráneo cOlllodas sus medidas antropo métricas y una conclusión fmal en la que prefiere no hablar de tTaz8.1 Cro-Magnon sino de
.Wuchsstib o estilo de crecimiento de la época, Por su aislamiento cronol6gico en el Paleoliti ,
ca Superior y sus rasgos bastante evolucionados, llega incluso a apuntar la posibilidad de que
el cráneo fue ra neolltico.
Otros restos antropológicos recientemente estudiados IGarralda, 19751 pertenecen a la
colección Vilanova y Piera y provienen de sus primeros rastreos por el yacimiento ya reseña,
[page-n-74]
"
INDUSTRIAS LlnCAS DEL PALEOLlTICO
dos. Son un fragento de mandibula y cuatro dientet, que no pueden situarse cronológicamente, si bien van acomplll'lados de una industria presuntamente magdalaniense; hemos
c reldo conveniente citarlo aquf por agruparlo con el resto més importante, el cráneo, pese a
ser de u n estrato con seguridad superi.or y més moderno. Estos restos se conservan en los f.on dos del Museo Arq ueológico Nadona1 de Mad rid,
Nos ocuparemos ahora del deta1lado estudio del instrumental de silex, Su cifra exacta no
figura en la monogr.fla, perO en nuestra revisión hemos hallado 917 piezas de sllex, Los liti·
les eran sólo 184, es deci r, un 18'8 ".
La tabla de la distribución de Jas pietas no retocadas por tonas y sublramos era la siguiente:
7'25·7
L
CO
CE
TOlo
6 '75-7
37
30
8
75
L
110
5
24
139
CO
CE
Tot.
6'5-675
L
P
CO
L
23B
6
Tot. 244
Otros
6'25·6'5
21
27
7
CO
CE
Tot.
Tal,6'25-7'30 164
Pared O. 8
Tolo
172
48
103
Algunas da 1u pieus ofrecen rasgos caract.eristicos del periodo cultural del S.olutrense
inicial que nos ocupa. Un buen ejemplo serian las puntas de cara plana, que en número de 10
estAn presentes; cama muestra la anali:.ada con el número 11 8, que corresponde al núm. 3
de la fig ura 9, pAgina 46 de la monografia. Enlre las ya algo més evolucionadas est' la hoja
bifacial apuntada, 109 del inventano, en el libro n(im, 5, figura 11. pAgo 48. En espectacula·
ridad destaca el tan mencionado puñal de s!lex, mIm , 108 del inventario, figura 10, pág. 46
de la monografia, que es el útil de mayor longitud de todo el yacimiento con sus 15' 1 cms.; su
anch ura es de 4'6 cms, y su espesor, calculando la torsión de la larga hoja de snex, de 1' 2
cms, con un talÓn bien visible liso,
El recuento de los an'lisis efectuados nos da una distribución de tipos de útiles por sub·
tramos que exponemos a continuación;
7-7'25 m,
6'5- 6 '75 m.
R
9
10
8
12
P
O
I
I
4
5
2
I
7
5
13
44
6
18
G
s
6 75-7 m.
46
7
81
4
I
6
3
9
6 '2S· 6 '5m.
6 '25· 7'30 m ,
T
IR
B
"
'p
7
5
8
4
unif
hi r
P
SE
5
6
18
10
3
rn
R
P
O
I
2
LD
PO
I
5
G
A
7
m
I
I
P
2
2
3
4
2
3
6
34
100
m
P
E
32
28
13
207
[page-n-75]
J, M,' FULLOLA PERICOT
Un resumen del precedente esquema, que nos daré ya la secuencia en escala nominal, es
el siguiente:
S
7' 25,7 met.ros
7,6' 75 met.ros
6'75,6' 5 metros
6' 25,6' 5 metros
Tal. 6'25, 7'JO metros
P
A
2
27
2
64
15
1
1
1
10
19
13
22
23
SE
B
E
7
32
4
4
34
2
24
100
13
9
2
28
13
149
TOf,
O
207
Los 184 útiles analizados contienen 207 tipos primarios, como acabamos de ver, Dos de
ellos son triples, cad!! pieza asocia tres tipos primarios: 19 son dobles y ¡5J son monotipos, es
decir, contienen un solo tipo primario.
La escala ordinal nos da la siguiente serie :
S
149
•
24
A
P
SE
E
19
13
2
O
El proceso matemético expuesto a propósito del Gravetiense nos servirá en todos los ca,
sos posteriores, por lo que lo aplicamos y obtenemos una secuencia estructural :
P 14 SE
S / I B / 4A
E
El Solutrense Inferior ha sido un tema largamente debatido en la bibliografia paleolitica,
debido a que la brusquedad en la aparición del Solutrense parecla poner dificultades en el ha,
lIazgo de un hilo conductor de la evolución. Vamos aho ra a profundizar a fondo en esta pro,
bJemética, en concreto con posibles comparaciones que ahora deslllTOllaremos.
La semejanza tipológica mayor que hemos detectado la haUamos en el yacimiento
francés de Laugerie Haute en su zona Oeste, Mediante la aplicación de la tabla de conve~ión
que hemos expuesto con anterioridad, hemos llegado a la confección de una secuencia es,
tructural del yacimiento, lo cual nos permite una magnifica posibilidad de comparación, La
serie nominal es como sigue:
S
11 08
y
A
2J2
P
152
•
E
19
J25
9
P
152
SE
E
19
9
SE
la secuencia ordinal:
S
11 08
•
325
A
2J2
Por el procedimiento que ya conocemos, bailamos la secuencia estructural con sus ruptu,
ras,
S/IB / 4A
P 14 SE
E
Estos dos procesos de Parpalló y de Laugerie Haute Oeste nos muestran un paralelismo
muy grande, pero otros yacimientos tienen secuencias estructurales a lgo distintas para este
Solutrense Inferior, como Laugerie Haute Este, donde 105 abruptos se elevan al segundo lu,
gar: o bien los de la original zona Gard,Ardéche ¡Combier, 19571, Le Figuier y Le Chabot. que
relegan los abruptos a una cuarta posición muy baja, más cercana a los sobreelevados que
están a continuación que a 105 planos o buriles que le anteceden,
Con todo esto querernos significar que no es defmitivo para nosotros la gran semejanza
estructural que puede haber entre dos secuencias de dos yacimientos presuntamente contem,
poráneos, y más en este momento de cambios culturales, de adopción Ino nos gusta invasión)
[page-n-76]
INDUST RIAS LlTICAS DEL PALEOUTICO
"
d e nue vas técnicas de taUa , etc. Pero el pa ralelo va algo más allá , hasta lo cualitativo como
son los ú tiles llamados de cara plana, presentes como fósil director de la industria ya desde
primeros de siglo IBre u.il, 1912!.
La gran similitud en las secuencias estructurales requiere poces explicaciones. puesto
que su mis mo orden es ya un buen d ato, con el ascenso de los planos del último luga r donde
normalmente estaban confi nados en cualquier otra industria, hasta el cuarto, lo que nos indic a que vamos entrando en el Solutrense ; tal aumento es progresivo, como puede apreciarse
en los cuadros de distribución de útiles por subtramos. Otro dato buen indicador del cambio
es el descenso de los abruptos, tao indicadores y definidore!; de las indUSlrias anteriores y
que ahora sufren este b¡Qón relativo que durará todo el Solutrense y que desaparecerá pa ra
hacernos de Indicador de que algo cambia de nuevo, de que el Gra vetiense, latente esos miles
de uñas, reapa rece con su do rso rebajado tfpico y se conjuga con las nuevas trad iciones de tao
Ila derivadas de la época que ter mina.
Son las rupturas mismas de las secuencias, en fm, las que nos indican la clara semejanu .
La de mayo r importancia, de primera categoria, separa en ambos casos los simples del resto
de la serie ; sobreelevados y lecailléesl se distancian de los planos, en ascensión, sólo por una
rnJn ima ruptu ra de cuarto grado ; y otra ma rca la pequeña diferencia entre las dos industrias,
en el Parpalló está entre los buriles y los abruptos y en Laugerie Haute Oeste entre abru ptos y
planos. Pero este detalle reviste poca importancia cuando consideramos ambos conjun tos
globalmente, y la identidad casi total en lo tocante a las cantidades.
} resumen pues, creemos que la suma de la presencia real del fósil director clásico con
:n
la de la casi Igu aldad cuantitativamente hablando con otro yacimiento tlpico del Solutrense
Werior nos da como resultado el que consideremo:l que en el Parpalló asistimos a un lenl.O
proceso de solutreanización que fructifica y desemboca en una industria original por la varie·
dad de sus utiles tlpicos, por las espléndidas puntas de aletas y pedunculo y además por su
arte, extremo este que si bien no tocaremos directamente, habrá que tene r siempre presente.
Al paralelismo tipológico que acabamos de mostrar viene a sumarse el dato cronológico
que reviste también una coherencia bastante clara. El an Alisis BM·859 dio, para unos huesos
y astas de ccerv us elaphus. hallados entre 6·5 y 7 metros, ple no Solutrense Inferior, una fe ·
cha de 20.490 ~900 y - 800 anos BP 08.540 BCl lDavidson, 1974 1. La amplitud dela va ria·
ción, 1.700 aftos, cuestiona algo la datación asl como el hecho de que sea única, ya que de
contar con una serie la credibilidad seria mucho mayor. Y esa serie la tenemos precisamente
en las industrias de Laugeric Haute Des"..e. y coinciden con las fechas del Parpall6. Tenemos
que Cr-444 6 ha dado para la parte superior del Solutrense i nferior 20.8 10.!;230 BP ; Gr.
44 69, para el mismo nivel, ha dado 20. 16 O.:!: 100 BP ; y Gr·4573 , para la base del Solutre nse
Inferior. ha dado 20.7 50 ± 150 BP. Una cuarta fecha, Gr· 1888, pertenece a la zona Este del
mismo yacimiento y da 20.890 +300 BP, la de mayor an ugüedad . En conjunto, vemos que la
da lUción del Parpalló se inserta-directamente dentro de la serie y que la t ipolog!a se ve corro·
borada por la cronolog!a, por Jo que la conclusión total nos parece bastan te clllra , el Solutren·
se Inferior del Parpalló es realmente Solutrense Inferio r, si bien con alg ún elemento evolucio·
nado como la pW1ta romboidal, en realidad su parte superior solamente, 10 que señala Fort.ea
(Fortea, L 973, p. 4891Yq ue identifi ca con la fase inicial del Solutre nse Medio fra ncés, posible
Solut ren le I de JordA (Jo rdá, 1955 1. Pero esa unica objeción, muy teórica, no puede hacernos
dudar de toda una coherencia de tipos y de fechas que acabamos de exponer y que es, segun
nueS tro entender, buena demostración de la eldstencia de una fa se de solutre anización.
c l Los niveles comprendidos entre 6'25 y 5' 25 melros fue ron bautizados por Pericot como Solutre nse Medio o normal. Las rocas L y K, que ta n gran papel hablan te nido en los nive·
les inferi ores que hemos estudiado, estAn aun presentes aqul, si bien sólo en su tramo superio r, por lo que lo que antes fue estorbo ahora es ayuda pa ra encender hogures, proteger alimentos, a lmacenar, etc.
Las capas del talud testimonio que corresponden a estos niveles son la 27, de 6 a 6·25 metros. la 26, de 5·75 a 6 metros, la 25, de 6 a 5' 75 metros y la 24, de 5·25 a 5'5 metros.
La estratigra na es sensiblemente hori zontal, segun el diario de excavaciones, y a ello
contribuye la mayor extensión de la cueva y el relleno que ha ido acumul6ndose con 101 miles
de años que ha n transcurrido desde su primera ocupación. Los hogares son cada vez mAs numerosos, prueba de la mayor habitabilidad de la cueva, que aprovecharian sin duda repeti·
[page-n-77]
J . M .· FULLOLA nlUCOT
"
damente 101 nómadas de la época ; este nomadismo podemos deducirlo de lIS iúo numerosas
capas estériles que aparecen entre los hogares. producto de Icumuladones eólicas .o de aportaciones por faJaaciones acuosas a través del kant de la montada ; ¡., desocupaciones. cada
vez meno. numerosas, soo aqw aúo importantes. En algunas ocasiones las capas estériles estiD bastante CODsolidadas. fonnando·como una arenisca que orrecla • los excavadores, por
su mayor durua, el temor a encontrarse ya coo 1. roca de foodo del yacimiento.
Eotr'e los balhu:gol destacables tenemos pro(ualón da .deotaUuw y de pequetl.os caraco·
les. Las cenizas de los bogares aumentan. medida que asoeOdem08 yen 5' 25-5'5 metros dominan
clanmente. Los buesos son escasos, y los útiles en tal material IOn 79, como ya hemos sedalado
con anterioridad.
Hemos estudiado 5.588 pi~as de sfiex, de ,.. cuales 1.073 eran útiles 09' 2 "l. La tabla de
distribución por wnas y subtr8.IIlO5 de esas piezas sin retoque H la siguiente:
5 '5-5'75
5'75-6
6'25-6
L
P
697
68
CO
34
EO
Tot. 799
L
CO
CE
EE
230
17
78
328
27
L
P
CO
CE
EO
5'25-5'5
670
182
84
146
L
P
CO
CE
1066
151
140
2
Otros
Tal. 5'25-6' 25
426.24 _ 450
Tal. c,242
29
(5'75-6'251
(5'25-5'751
Tot. 680
EE 96
(5'25-5'751
Tot. 1027
lndet. 18
Tot, !.!!!
TOlo Sol. M, _ 4515
Estos 1.073 lltiles anelUados no contiene cada uno un tipo primario, Sólo 955 cumplen
esta norma, son los monotipos. En 109 casos hay una duplicidad de tipos primarios sobn el
mismo Íltil, son los dobles ; los Uiples son 9, En total, para 1,073 Íltiles hemos analizado 1.200
tipos primarios,
Pasemos a continuaciÓn a construir el cuadro de contingencia adecuado para nuestro estudio de las series St, 1. Y Sto S. del Solutrense Medio del ParpallO,
Sto l.
St. s,
TOlo X' St, I. X' StoS. X' Tot,
-8' 2
s
331
A
60
+8' 2
0' 167
0 '365
102
3' 723
3' 156
6'879
158
0'159
0 ' 135
0'294
15
0' 175
0' 149
0'324
81
0' 118
0 ' 100
0 ' 218
21
0' 037
0 '031
0'068
1.117
4' 410
3' 738
8' 148
-13'2
42
46' 8
55'2
-3'4
69
O' 198
400' 8
339'2
+ 13'2.
p
740
40'
+3'4
89
72'4
65' 6
-1'1
B
8
7
6',
8'1
- 2'1
SE
+2' 1
46
35
43' 9
37' 1
E
,
512
-0' 6
"6
.0'6
12
605
11'4
[page-n-78]
"
lNDUST!UA$ unCAS DEL PA.1.Iounco
De atú podemos deducir la secuenda DOmiPal, palando por el elquema I'1!lumen que si·
gue,
S
A
P
SE
B
E
Tot,
6 · 6' 25 metros
168
25
39
22
26 •
5'75 · 6 metros
163
30
2
13
3
246
5' 5· 5'75 metros
224
16
5
21
4
"9
5' 25· 5' 5 metros
185
26
40
2
25
8
28'
Tal. 6' 25· 5' 25 metros
41
15
22
O
5
O
83
"
781
..
117
180
15
..
La secuencia ordinal es:
S
p
A
781
180
117
y la secuencia estructural:
Sil P / 4 R
B /'
E
•
•
8'
21
E
SE
21
1,200
15
B
SE
La distribución de tlpos de 6ti1es por subtramos es la siguiente:
S
m
•
P
o
G
B
"
••
unif
bif
P
SE
m
•
P
o
G
A
LO
PO
E
m
6, 6'25 m,
2
44
10
8
104
3
19
27
12
•
"
73
2
11
18
12
1
2
3
19
1
1
m
•
5'75· 6 m,
1
44
9
4
•
266
1
24
5
4
1
3
246
5 '5,5' 75 PII,
2
.9
11
46
9.
1
20
29
20
2
2
5 '25 ,5 '5 m ,
1
55
7
21
101
1
24
22
18
1
10
1
3
1
1
4
1
19
3
3
'"
286
5 '25,6'25 m, Tot,
6
4
216
2
39
12
123
23
397
8
4
78
111
15
7
.9
2
5
2
10
•
3
2
82
10
11
8
6
21
83
1.200
8
En esta secuencia estructural constataremos como dato de la mayor Importancia el ascenso del grupo de 101 foUAceos (PI al segundo lugar, con lo que el proceso de 10lutreaniZllción
que hemos visto que aumentaba gradualmente en el perfodo anterior llega a su culminación,
Cualitativamente están pl'1!senteslos fósiles directores que de forma cibica se han atribuido
a esta fase, es decir, las hojas de laurel ; en muchos casol el retoque e. ya blfaclal, pero el pro·
ceso va teniendo lugar de forma gradual. En efecto, el retoque plano va pasando de ser parcial a ser total, de ser unifacial a ser blfacial, yeso se ve muy bien en la aparición de los útiles
con estas caractenstlc as, Lo. dos primeros subtramo. 16'25-5'75 metroll contlenen aún lo
que Pericot llamó proceso protosolutrenSB y que no es mAs que el fm del de solutrearuzación
que venimos indicando ; el por ello que ese retoque parcial que bemOl setialado mAs arriba
esta aún presente en auténtica. puntas de cara plana, con retoques inversos en base y punta,
Pero por otra parte 101 elemento. mu evolucionados, tipo Solutrense Superior, lo. hallamos
ya en los .ubtramos superiores; citaremos 5 piezas pedunculadas, de elles 4 hifaciales,
[page-n-79]
J. M,' f'ULLOLA PERICOT
"
autenticas puntas de aletas y pedúnculo. algún raspador solutrense, es decir. según Smith. el
que contiene además del retoque de l raspador un retoque plano sobre toda la pieza. algunas
posibles hojas de sauce que señala Fortea (Fortea, 1973, p. 490J Ytres escotaduras. dos hojas
y una punta.
Queremos significar con esta variedad de elementos que aporta este nivel 6'25·5'25 metros que s6lo una minuciosa precisión en el momento de excavar, fijando cada capa con
exactitud, cada suelo de habitat o superficie que contuviera una serie de útiles homogéneos y
contemporáneos, podría arrojar luz a la mezcla con la que nos enfrentamos. Es nuestra opinión que el proceso solutreose no se detiene sino que se acelera en esta fase y que se nos hace
diflcil puntualizarlo en un momento, decir con exactitud que esto o aquello sean Solutrense
Medio, ya que la evolución sigue y conlaminll con sus nuevos tipos la pureza teórica de una
industria. Pero, sin embargo, si creemos factible intentar llegar a un algoritmo que nos ayude a constatar si hay una homogeneidad o no dentro de este nivel; para ello lo dividiremos en
dos series, St,l, subtramo inferior, compuesto por los útiles de las capas 6,6'25 y 5'75 ,6 metros, y Sto S, subtramo superior, con los útiles de 5'5·5'75 y 5'25-5'5 metros. Desechamos la
pequeña serie de 83 piezas que figura bajo el eplgrafe de «'Tal, 6'25-5'25 met.ros.o, por ser general y no pader distribuirse en su subtramo correspondiente.
Las dos series son las siguientes:
,,,
60
409
42
S
St. 1.
St. S.
A
P
69
89
SE
8
7
8
35
46
E
9
512
12
605
A partir de ellas ponemos en marcha el proceso de calculo que para averiguar la homoge.
II p.id'ld o no de dos conjuntos es clásico en matemáticas o estadística. El resultado llega por
!11p.dio de la construcción de los cuadros de contingencia, el calculo de las contingencias cua ·
dráticas y los tests del X',
Siguiendo a Laplace expondremos las lineas esenciales del proceso y lo aplicaremos des·
puCls a nuestras dos series para testar su homogeneidad ILaplace, 1974b).
El objetivo final consiste en averiguar ~i los dos co njuntos considerados son homogéneos
o no, y si existe independencia o asociación entre los caracteres analizados. Para ello se ha
buscado un cálculo, un número que concrete el grado de homogeneidad y el grado de asociación; éste debe encontrarse en función de las dife rencias. Se utiliza la suma de las diferencias
(écartsl cuadráticas reducidas, suma de términos positivos, entendiéndose por diferencia
c uadratica reducida el cuadrado de la diferencia dividido por el efectivo teórico. Se define así
la contingencia cuadri!.tica o indicador de diferencia X', cantidad que mide la diferencia en·
tre la distribución observada y la distribución teórica.
Si la homogeneidad de dos co njuntos o la independencia de dos caracteres son completos,
las diferencias, por consiguiente la contingencia cuadri!.t.ica, serán nulas. La inhomogeneidad
y la asociación tendrán unas diferencias y unas contingencias cuadráticas elevadas. Sin 13m·
bargo, nunca se llegaré a un valor nulo para Xl debido a las fluctuaciones inevitables atribui·
bles al azar de la observación. Es necesario, pues, saber dentro de qué limites esas fluctuacio ·
nes pueden hacer variar al Xl. Las tablas del X2 de Pearson (Laplace, 1974b, apéndice entr e
pp. 68 ·691 indican, para cada valor de X2, la posibilidad para que el valor de X' se consiga
únicamente por efecto del azar. Cuando la probabilidad es muy débil, inferior a 0'0 1, debe
admitirse desacuerdo entre los hechos observados, y las hipótesis da homogeneidad o de inde·
pendencia se cumplen cuando el X2 alclllUa Wl valor superior a 0'10. Debido a esto se admite
generalmente 0'05 como valor de la probabilidad P por debajo de la cual las divergencias en·
tre efectivos observados y efectivos teóricos ya no son atribuibles al azar de observación: la
diferencia es, en tal caso, «sign.ificativ!ll. Con un valor P inferior a 0'01 la diferencia es «muy
significativlII, Y cuando un valor P es menor de 0'001 la diferencia se considera «altamente
significativa•.
El resultado hallado de 8'148 debe buscarse en las tablas de distribución de Pearson en la
línea S, ya que el grado de libertad es en nuestro caso 12-11.16-11, es decir, 5. Nuestra cifra se
halla comprendida entre 0'20 y 0'10, lo que significa homogeneidad de las series con reservas.
[page-n-80]
"
INDUSTRIAS UTICAS DEL PALEOUTICO
Las diferencias que pueden encontrarse entre estas series son debidas en cierta manera
a l aza r, pero de algun modo hay que ir con reservas para afirmar que son homogéneas, hay
un racional ma rge n de duda, es decir, hay rasgos diferenciales claros que ya hemos expuesto
al hablar de estas industrias cualitativamente,
Si llevamos a cabo un X' total, considerando los cuatro 5ubtramos por separado, su res ultado, 23'669, nos sitúa tnmbi(!n en el limite de homoge neidad con reservas, lo cual no hace
sino reafirmar lo dicho en el párrafo a nterior,
Vistos pues estos cA ulas, pasaremos al apartado de comparaciones tipológicas, A nivel
lc
de modos volvemos a encontrar un paralelo casi perfecto con el mismo yacimiento que ante,
riormente, en Laugerie Haute, pero esta vez en su zona Este, Su secuencia ordi nal es idéntica,
pero las rupturas separan los abruptos de los buriles, mientras que en el Parpa]]Ó esto sucede
entre planos y ab ruptos. De todas maneras la similitud se da en un grado ta n elevado que su
aceptación es fá cil.
L. H, E" Sol Med,
S /\ P
A / 3 B 14 E
SE
Por supuesto los planos siguen dominando con ventaja, y es curioso observar cÓmo tam,
bién se da aQul la al ternancia entre E y SE, que intercambia sus posiciones,
En Laugerie Haute Oeste la secuencia ordinal es también igual, pero las rupturas ma rca n
una distancia menor de los simples respecto al re5to de la serie, pues la Que separa S de P es
de tercer grado. Por el contrario, entre P y A, la ruptura es més importante, de segundo gra,
do, por lo que ea col\iunlo el paralelo no es tan grande como hasta ahora , pero existe positi,
vamente,
Una vez expuestos todos los datos que poseemos, nos parece prudente no dogmatizar
acerca de todo un Solutrense Medio de un metro de potencia (6'25-5' 25 metrosl sino que
acepta remos sólo que ahJ dentro se encuentran los elementos definidores de esa industria,
que son los dominantes cuantitativamente, pero que hay que valora r también 105 utiles que
marcan el hilo evolutivo de esa cultura, tan to por arriba como por abajo, Nos referimos a las
piezas mis arcaizan tes y mb evolucionadas que ya hemos expuesto més arriba y que son la5
que hacen que e n los c¡\]culos de homogeneidad tengamos que hablar con reservas de igual,
dad de industrias, La pureza total no se alcanza en ningún momento exacto y seguramen te 10
mejo r seria hablar de esos dos subtramos mayores que hemos considerado en nuestros pri,
me ros análisis, de 6'25 a 5'75 metros y de 5'75 a 5'25 metros, calificándolos respectivamen,
te de Solutrense Medio a rcaico y de Solutrense Medio evolucionado, por sus reminiscencias
el primero de las puntas de cara plana, etc. , y por sus anuncios el segundo de elementos de
posterior desarrollo como las aletas y el pedúnculo, la e5cotadura o el tipo de raspador solutroru¡e, todo ello sin perder el substrato propio que defme, de solutn!anización completa y ¡j,
pica, con sus clásicas hojas de laurel, etc.
di El Solutrense Superior del ParpallÓ fue hallado, según Pericot, entre 5'25 y 4'5 motros, Las capas del talud testimonio que perteneclan al nivel resel'lado eran la 22 y 23, de 5 a
5'25 metros; la 21 , a 4' 95 metros ; la 20, a los 4'75 metros, y la 19 y 18 , de 4'55 a 4'75 metros,
El hecho más importante en cuanto al tipo de tierras que formaban estos estratos es la desllparición de cualquier vestigio de esterilidad; abundan mucho los hogares, testimonio de la
peT5istente ocupación del yacimiento, pero incluso en las zonas donde la tie rra amarillea fue ,
ron encontrados utiles, Los huesos de animales consumidos por los habitantes de la cueva
han sido hallados en gran cantidad, aprovecbándose algunos de ellos para trabajarlos y con,
verti rlos en útiles; .ochenta son los identificados ?Or Pericot, como ya hemos sel'lalado a nles.
Tras estas precisiones estratigráficas, pasaremos a la industria lltica, Ya dijimos que en
la monogra na se hacia UD cálculo aproximado de 25,000 s¡¡ex para estos tres niveles, pero
nosotros hemos hallado tan sólo 17,959, de los cuales 2, 178 son utiles !J 2' 1 " 1
,
La tabla de distribución de las piezas que no poseen retoque por zonas y subtramos es co'
mo sigue:
[page-n-81]
80
J . M,' FULLOLA PERICOT
5 '25· 5 '5
EO
EE
18
L
1.869
P
41
Tal. c. 23
4
540
J .747
1.054 Tot.
'"
CO
CE
" '5.-4 ' 75
,, ' 75· 5
CE,
CE,
CO
1.62.1 P
1.313
739 Tal. 20
5
2
812 Tal. 21
4 .684
192 Tot.
E~ .3
..,
..,
L,
P
CE
2.089 CO
391
4
427
2.675
L 4' 5-5
Tal 15.78 1
793
3
Par.O.
T. 19
5
EO 4-5 m. 2
Tal.
5
921
Tot.
LoS 2. 178 útiles se distribuyaD de la forma siguiente: 1.984 eootienen s61 un tipo prima
0
ria. son monotipos; 183 útiles son dobles, 9 son Uiplel y 2 cuádruples. Esto arroja un total de
2.387 tipos primarios analizados.
Estos tipos primarios presentan una distribución por tipos y lublJ'amos que vamos a exponer :
5-5'25
S
fR
,
R
P
129
O
G
42
200
2
,, ' 75-5
4 '5· f ' 75
3
4
4'
7
7
214
15
116
6
"
P
unif
bif
SO
SO
56
R
P
6
2
1
SE
"
35
'P
m
PO
m
P
4
3
60
11
299
22
101
767
2J
247
114
13 .
11
6
1
10 1
27
252
S
4
4
1
29
3
45
3
36
2
24
4
29
4
4
60
1
20
2
•
75
O
A
LO
TOI .
l2J
"
,
'"
6
48
B
5 '25·4 '5
J2
19
•
13
6
E
SO
6
120
6
34
1
217
22
603
P
803
74.
232
2.387
•
El resumen de ese esquema que vemol en la péglna anterior nos da ya las serie, nominales de cada uno de los subtramos, y COIl su suma, la serie nominal general del nivel.
S
A
376
446
277
101
75
130
300
101
1.200
606
5· 5' 25 m etros
4 '75-5 metro,
4'5-4' 75 metro.
5' 25-4' 5 metro,
SE
P
100
131
•
B
37
81
E
6
•
Tof,.
603
803
m
21
6
1
74.
7
6
20
1
253
36
270
22
2.387
15
232
Como sabemos, la secuencia ordinaJ.e obtiene disponiendo los modos 5e¡UIl sus velores,
de mayor a menor.
S
A
B
1.200
606
270
P
253
SE
36
E
22
2.387
[page-n-82]
INDUSTRIAS LITlCAS DEL PALEOUnco
"
La secuencia estructural, después de los célculos pertinentes, es:
S Il A /2 B
P 14 SE
E
Vamos ahora a intentar deducir de esta secuencia y de otros dlculos y da los que iremos
viendo la verdadera ra1:t de estos niveles plU'pallenses, de 5' 25 a 4'5 metros.
Lo primero que hay que hacer notar es el nuevo ascenso de los abruptos, lógica consecuencia de la llegada del Solutrense Superior y de algo mas que darA de$ pués una industria
muy caractenstica, como veremos. Las puntas de escotadura, junl.O con las hojas de sauce,
han sido clAsicamente los fósiles directores de este momento final del Solutrense; pero aqul
hallamos ya la primera contradlcdón, puesto que esas puntas de escotadura a las que siempre ha venido refiriéndose la bibliografla son los F22 (6 F322 si son hifaces) de Laplace, es
decir, se engloban en los foUAceos, pues su retoque exclusivo ea el plano, loa subtipos A, B Y C
de Smith (Smith, 1966, pp. 53 ·54 ). Estos tipos franceses son bien conoddos desde hace muo
cho tiempo en la costa cantAbrica (por ejemplo Conde de la Vega del SeUa, 19161 y en conjunto podemos considerarlos opuestos al suhtipo D de Smith, que no es mAs que la punta de esco·
tadura conseguida por retoque abrupto y que esta situada en todo el arco mediterr'neo, de
Almena a la Puglia, de La Salpémére a la Cueva de Ambrosio.
Volviendo a nuestro caso del PlU'palló veremos que puntas de escotadura tetAsicas. tene·
mas sólo 4, dos uniraciales y dos bifaciales, mientras que piezas con escotadura , hojas y puntas, hay 269 , 145 Y 124, res pectivamente. Su repetida apariciÓ n parece querer indicamos al·
go mAs que la efectiva presencia del SolutrP -"e Superior, y asl, de su repartici6n que expon ·
dremos ahora, extraeremos un da to que intentaremos confmnar més tarde,
Tot,
5·5'25
LD31
4'75-5
4'5,4'75
4'5· 5
6
30
2
1
39
11
8
1
1
9
52
4
20
14 '
33
34
,
35
2
8
1
3
14
3
13
29
113
32
1
6
4
lB
33
34
2
9
8
25
2
35
8
9
31
70
14
32
PD3 1
,
67
17
13
6
"
"
2
124
El hecho que se desprende de estas dos series de útiles con escotadura es el de su eclosiÓn
en el subtramo final o superior del ni vel, es decir, en 4'5-4'75 metros. En él se concentra,
preSCindiendo de la última columna, poco concreta por abarcar dos subtramos mezclados, un
63 '6" de las p unt~, de escotadura y un 90' 4 " de la' hojas, y por ello lanumO$la hipótesis
de que un replanteamiento en la distribuciÓn cultural de esle subtramo del Parpalló salmpo
ne, En erecto, su adscri pción mejor sena a los niveles $uperiores, solutreo,cravetienses, que
veramos a continuaciÓn.
[page-n-83]
"
J . M .' ftJLLOLA PERI COT
Los faliáceos , con su tabla de tipos y subtramos, aportara nueva luz al tema.
5-5' 25
IF
FII
FI2
FI3
FI'
FI5
m
F23
F311
4' 75-5
l'
29
34
21
I
3
10
I
5
,
I
F313
F3 14
FJ1 5
FJ21
15
2
I
495 -4 '75
4' 5-5
2
6
50
57
I
,
15
I
2
3
6
I
33
2
2
I
17
6
,
,
24
28
,
96
128
l'
6
39'3"
52'4 "
5' 7 "
I
2
60
•
20'4
23'3
O' ,
1' 6
6'1
O''
O' '
i'2
2'4
O' ,
13'5
3' ,
O' ,
O',
2' 4 "
F322
F323
Tot.
,
24 ' 5
24'
El hecho de que el 91 '7 " de los útiles de retoque plano se concentre en J05 dos primeros
subtramos, que admitiremos como claro Solulrense Superior, habla por sf solo de la diferenciación que hay en el último.
Pero no avancemos en exceso y concentrimonos en el Solutrense Superior. Hemos visto
sus hojas de sauce y sus piezas de escotadura que le defmen. su presencia pero no su abundancia. Hay un nuevo elemeDLO. ya apuntado en ese Solutcense Medio evolucionado que eSlUdiábamos más arriba, que es, a nuestro entender, el definidor de este momento; nos referimos, claro esté , a la punta de aletas y pedünculo IF23 6 F323) que nos muestra en este medio
metro 15"2 5·4'75) todas sus variedades, desdo unos alerones iniciales, casi aún subtipo H de
las hojas de laurel de Smith ISmith, 1966, p, 531, a fantaslat como un largo y ancho pedúnculo de 2/3 de la pieza (Pericot. 1942, fig . 26, núm, 510 su oposici6n, una larga y delgada punta
con unas mlnimas pero claras aletas y pedünculo Ud .. núm, 11, La primera aparici6n de una
pieza de aletas y pedúnculo tuvo IURar el 4 de junio de 1930 al tamizarse la tierra provinente
de EO 4-4'25 metros, subtramo Solutreo·gravetiense pero que conservó este único uti! solutrense en su Interior, boy expuesto en el Museo de Valencia (num, 7890 en nuestros anlHisis,
fig , 38, núm. 5 en la monograflal, Tal circunstancia hizo exclamar al excavador un tDimonil'
tan sentido que los obreros que trabajaban 8 sus 6rdenes bautizaron asl este tipo de útiles cada vez que aparedan, y no fueron pocas, En el diario de excavaciones Pericot intenta encontrar explicaci6n a la aparici6n de tan extra1l.a pieza en estas profundidades diciendo si hablia
c¡ddo de la visera de la montal'la, si se hahla «colado. de las capas superficiales, ya excavadas
el afio anterior, etc, Pero tres dlas después, en Lz y ~ 4 '25·4'5 metros aparecieron dos mé, y
ya a partir de entonces su sucesiOn fue ininterrumpida hasta las ultimas que fueron bailadas
en L 5'5·5'75 metros, el25 de junio de 1930, En total he mos analizado 69, de ellas sOlo 5 uniraciales, Su distribuci6n en el Solutrense Superior que ya hemos visto, nos confirme una vez
mb que su casi total desaparici6n coincide con el paso al subtramo 4'5·4'7 5 metros, dato
que corrobora nuestra hipOtesis.
.
Su aparici6n y significado. capital dentro de la evoluci6n del Paleolltico Superior, serán
discutidos més adelante, a la luz. de los datos que aporten otros yacimientos y hallazgos fortuitos. Pero lo que 51 dejaremos claro es que la punta de aletas y pedúnculo es el f6sil director
del Solutrense Ibérico, con un grado de desarrollo de las aletas mayor en algunos casos, como
en Cueva de Ambrosio lRipoll, 19611 o menor en otros como en Les Mallaetes, estrato III
[Jordá -Fortea. 19761. entre mllchos otros ejemplos qlle iremos viendo.
[page-n-84]
"
INDUSTlUAS LlTIeAS DEL PALEOUTICO
Pasemos a continuación a considerar cuantitativamente nuestra industria. Vamos a obte·
ner las secuencias estructurales de cada uno de los subtramos, eliminando los Íltiles que es·
tán en el apartado 4'5· 5 metros por su mezcla. Recordemos la secuencia estructural general
P 14 SE
E
El tablero da secuencias nominales, eliminando 4·5·5 metros" queda rectificado como si·
gue :
P
S
A
376
446
5· S·Z5metroJ
4·75·5metros
4·5·4·75 matros
7S
SE
B
9
6
20
37
81
131
6
9
6
Tot.
603
803
749
35
249
21
Z.15 5
277
130
300
100
131
15
1.099
505
246
E
Procedemos a averiguar abora la secuencia estructural de cada una de las tres series. En
el primer caso, 5· 5·Z5 metros, obtenemos;
S 11 P
A
13
B
14 SE
E
Para el subtramo 4·75·5 metros será :
A /3 B /4 E
S /1 P
SE
y , por ultimo, para el subtramo superior tendremos :
A
S
12
B
13 SE
Una simple ojeada a estas tres series nos delatar' inmediatamente el casi total paralelis·
mo entre 5·5' Z5 y 4' 75·5 metros, sólo alterado por la alternancia entre los modos menol"1!s SE
y E; por lo demAs coinciden incluso el grado da intensidad de las ruptUtlS y, por supuesto, su
situación dentro de la secuencia. En suma, bomogeneidad completa.
Pero al llegar al subtramo superior, que ya hablamos ido intuyendo como distinto a
través de los tipos de utiles en él hallados, el cambio incluso ordinal es total. Es lo más nota~
ble la explosión de los abruptos, llevados por las piezas de escotadura como hemos visto, que
ascienden al primer lugar desbancando, cosa insólita, a las piezas de retoque simple de la pri·
mera plata ; por otra parte los planos desaparecen de sus buenas posiciones solutrenses para
reintegrarse a los grupos menores, como es normal en todas les demás industrias del Paleoll·
tic o Superior.
Como dato rmal al'ladiremOJ que un test de homogeneidad reelizado entre la agrupación
5'Z5 ·4'75 y el subtramo 4'75·4·5 ba arrojado el resultado de J 11 '787 , que en el grado de li·
bert.ad 5 se pierde en la total y absoluta inhomogeneidad de las series consideradas y corro·
bora nuestra opinión de la gran diferencia entre ambos estratos. Para una mejor visualiza·
ción de la cuestión construiremos el cuadro de secuencias estructurales que nos mostrará las
relaciones diacrónicas de 185 categorias y de sus rupturas.
5·S·Z5 metros
S 1I P
A 13 B" SE
E
4'75· 5 metros S 11 P
A /3 B 4 E
SE
5/2 B / 3SE
4'5·4'75 metros A
P~E
El punto de vista cronológico se sustenta en una datación publicada por Davidson ¡David ·
son , 19741 y que proviene del análisis radiocarbónico de un fragmento de a sta de . cervus
elaphus. hallado entre 4'75 y 5 metros ; BM·861 dio la fecha de 18080, .-850 Y - 770 anos
BP, es decir, 16130 BC. Su comparación con otros resultados de análisis de muestras solu·
trenses le hace algo avanzado, porque por ejemplo GrN·4441 ¡huesos quemados} da para el
Solutrense Superior de Laugerie H.ute Oeste ZOOOO ±Z40, y GrN·4605 ¡hueso y mal. hum.'19.870! 190, siempre BP, pan el mismo estrato. Esto viene a apuntar de nuevo la vieja teotia
[page-n-85]
.
J. M. o FUllOLA PERICOT
de un Solutrens8 Superior ibérico contemporáneo del Magdaleniense iniciel fra ncés, con lo
que salvaba asl el hiatus que tal cultura presentaba en la Península Ibérica; en efecto, dataciones de Magdalenienses inferiores se van en Francia a 10519880 +520 BP de Ly-663, o los
18850 ±550 EP de Ly- 719 , ambos del nJve l 2, MagdalenienS8 inferio r. de la ,¡rotle des Cottiers •• en el Auvargne ; pero por otro lado tenemos la fecha de 16750 ±250 BP pa ra el yacimiento de superficie de Lass8c en el anélisls Gif-2981. que nos rejuvenece bastante ese comienzo del Magdaleniense.
En el Parp alló la evolución seguir! una Une. cohenmte con el Solútreo-gravetiense, que
tendrá correspondencias cronológicM claras con estratoll paralelos en el IIJ'CO mediLetTAneo,
entonces si con toda seguridad al Magdalenieose inicial fran cés, como veremos mAs adelante. Pero po r el momento nada nos impide aceptar plenamente como buena la fecha BM-861
de 18080 BP, 16 130 BC.
Un l1lt1mo apartado para el Solutrense Superior nos llevará a buscar los posibles par alel(l;'llln ntros yacimientos, basándonos en las ser ies obtenidas en las publicaciones respectivas.
Nuestra serie real del SoJutrense Superior la obtendremos de la suma de 5-5'25 y 5·4'75, es decir,
será:
Al3 B / 4 SE _ E
S /\ P
La secuencia que nClS ofrece una mayor semejanza con el Parpalló es la que se infiere del
nivel correspondiente de Laugerie Hau te Este, que presenta la misma serie ordinal, pero con
las rupturas algo cambiadas; quedan tam.blf, n aislados SE y E, Y en ve: de agruparse P y A en
oposiciÓn a D, es P el que queda solo en segundo lugar, aglutinándose A y B. Es como sigue :
S l' P
,4
A
B /3 E
SE
No proseguiremos nuestro camino de paralelos porque co nslderamol que la origmalidad
cu alitativa de nuestros niveles es mayor que cu alquier cu antificación que quiera hacerse. La
muestra de la semejanu está ya presentada y co n ello basta.
el El prÓnmo nivel individuali:ado por Pericot abarca medio metro de potencia, entre
4'5 y 4 mIS. Lu capas del talud, que se corresponden con las profundidades de la excavación
en la c imara, son la 17, de 4 '55 a 4' 25 mIS" y la 16, de 4'25-4 mIS.
La denominación que se dio a este nivel rue controvertida ya en su nacimie nto. En efecto,
Pericol preconitaba un tAuriñaciense finab a causa de los lltiles de dorso rflbajado, que le r ecordaban la primera rase de l yacimiento, el Gravetiense, por lo que este nombre traduda su
idea del oGravetiense finaLo , que no iba en absoluto desencaminada. Pero la otra influencia
fue la de Breuil, que propugnaba el nombre de .Solutrense levantino fma!.t, y asilo consultó
con el excavador . El acierto del prehistoriador franch fue manifieSlo, tanto que una de las
61timas rectificaciones que conocemos para este periodo lo llama tSolutrense evolucionado.
1J0rdi-Fortea, 19761; en realidad, la intuición de Breuil fue tan grande a comien:os de siglo,
que estamos alln discutiend"o 105 tf,rrnlnos por 61 creados; usamos en muchos casos, para des cribir culturas, sus esquemas y modelos, que. pesar de los sesenta atlos larlos transcurridos
tienen una vigencia lBreuil, 1912). El calificativo de . padre de la Prehistoriu en Dadie pudo
recaer mejor que en él.
Un acuerdo mutuo llevó ala fó rmula de .Solúlreo-AuriJ'¡aciense fma!.t , que Jordá rectificó
en el más (eli: y a ctual Solútreo-gravetiense. Atrás quedaron calificaciones erróneas como la
de Capsiense Medio de Obermaier IObermaler, 1932, p. 781.
Hoy, esta peque!'!.. hatalla por la nomenclatura tiane una nueva aportación, más que nueva, resucitada, El ténoino qlarpallenseJ, ya acu.l'l.ado en el momento de la ucav.ciÓn po r L.
Siret IPericot, 1942, p, 41 , nota 11, en una comuDiución escrita al excavador, fue usado mcluso en la bibliograna IJiméne:. Navarro, 19351. Pero Pericot, en un buen intento por no
crear más confusionismos en las cuestio nes de nomenclatura, rechaza el término en su monoguna. Hoy , sin embargo, co rre de nuevo la idea de una prioridad, muy ciena, para la identifi cación de este estrato concreto en el ParpallÓ, y J ordá y Fortea nos apuntan la posibilidad
de relamar el termino en el caso de abarcar esa cultura determinada, as! denominada, una
extensión considerable [Jordá y Fonea, 1976, p. 1561. Nosotros creemos habe r hallado los
paralelos exactos, que expondremos más adelante, y, cumpliendo asila premisa propuesta
por los dos autores anteriores, .poder revitaliza r el término de tparpallensel pira este momento lFullola, 19771.
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"
INDUSTRIAS UTlCAS DEL PAU OUTlCO
Pero dejemos por abon esta problemAtica, que volveremos a tocar a fondo eo apanados
posteriores, para expooer un poco la descomposición estratigrMlca de este nivel. Su elemento
m's destacado es la abundancia de material, la ausencia ya de zonas estériles. La ocupación
" continuada e lnteDSiva, como lo prueban los gt"andes amontonamientos de huesos de ani·
males que fueron hallados en todo el nivel, metidos en las concavid.des de las paredes, sobre
todo en la occidental, zona ésta que en conjunto era en si un gran osario, mezclándose tamo
bién con sUex y plaquetas en aquel amasijo. Los hogares se lnealinn milis bien en la mitad
oriental del yacimiento, y las tierras negras, quemlldas, y rojizas son abundantes. AlgunllS uneas de color amarillento separan los múltiples bogares, pero esa tierra més clara no marca
en modo alguno una etapa de desocupación, puesto que en ella los hallazgos de toda clase de
material no dejaron de producirse.
El hueso trabajado sufre un aumento considerable y se detecta en el subtramo superior
14' 25·4 mts.) la presencia ya de elementos magdalenizantes, como las azagayas con bisel y
los pequetlos punzo nes, El paralelismo de algunas de aquellas, con tipos del.Magdaleniense 1
de Le Placard, ha sido repetido en la bibliograna ¡Pericot, 1942, fig , 36, n.· 1, 6 Y 7), Y Pericot
hablaba de mezcla de este último subtramo solútreo-gravetiense con el primero, que él atribuye al Magdaleniense, pero creemos que la evolución gudual, como ya hemos ViSIO en el
Solutrense Medio, es una buena uplicación al problema, De hecho esta fase final del
Solútreo'gravetiense coincide cronológicamente, como veremos, con el Magdaleniense 1
francés, por lo que la presencia de elementos de este tipo no debe inducirnos a mezclar estratos ni a cambiar los objetos de lugar,
En lo que concierne al sUell, vamos a actuar en primer lugar con los que provienen ellc1u sivamente de los subtramos 4'5-4'25 y 4' 25-4 mu. Ofreceremos su distribución, sus cálculos,
como ha sido norma a lo largo de todo este capitulo, para en una fasa posterior reagrupar es·
tas cifras con las que ya hemos expuesto del subtramo 4'75·4' 5 mIJ., que ha quedado demostrado ya que pertenece en realidad a este soIÚtreo-gravetiense.
Hemos de recordar, por fin, que a partir de este nivel en que nos encontramos hemos
efectuado la identificación de los útiles, también por el sistema da Sonnevllle·Bordes-Perrot.
A los datos previos que seguirAn inmediatamente, se unirAD a cODtinuación los resumenes por
capas de 25 cms" y dentro de cada UDa de ellas, por zonas de ellcavación, tanto en el sislema
anal1tico como en el de Mme, Bordes. Un total de 14.812 piezas de sllu fueron encontradas
en los niveles que nos ocupan, de las cuales 1.874 eran utiles, es decir, un 12'65", La distribución por zonas y subtramos de las piezas sin retoque es como sigue :
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Pan el subtcamo 4 '5-4' 25 metros han sido analizados 908 útiles, que han dado 975 ti,
pos primarios, Los mo nntipos son 845, los dobles 59 y los triples 4 , En las listas acumulati,
vas los NB ¡numeros de la lista Sonneville,Bordes· PerrotJ no son los exactos 90 S utiles, sino
que son 910 por haber dos utiles dobles, DO previstos en la lista,tipo y que hemos creido
oportuno ana¡¡:liar as!.
Los Indices que propone D, de Sonneville,Bordes para 10' utiles més caracter lsticos del
Paleolltico Superior (Son neville,Bordes, 1960) se facilitan en primer lugar,
4 '25,4' 5 metros
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IP .. O' 4 3
4,4 '25 metros
IG _ 30' 16
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IP ",O'64
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ICA _ 5'S8
4 ,4'5 metros (resumen )
IB _ 17' 37
IC _ 2a'09
IP e O'53
IBd _ 7'72
lBt _ I '86
IGA _ 4'5S
lBd _ S'16
I Bt _ l ' 4 2
lGA _ 3' 40
Expondremos a continuación la serie nominal, su distribución y el cuadro acumulativo
segun la lista Sonneville-Bordes para este primer subtra mo 4 ' 25,4'5 metros,
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44'50
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12' 74
1' 09
0' 32
0 ' 43
0'87
71 '42
72'08
73' 18
73' 29
78' 35
80' 21
80' 65
80' 76
81 '09
8 1'86
82'30
83'95
84'39
84"50
97'25
98' 35
98' 68
99' 12
100'00
Operación semejante la efectuaremos con el subtramo superior , 4' 25-4 metros, donde
fueron analizados 935 utiles, que dieron 1.069 tipos primarios : 805 eran m onotipos, 126 dobles y 4 triples, Los esque mas y cuadros los expone mos a continuación, habi6ndose dado ya
101 Indices con anterioridad.
S
414
S
•
11
12
14
17
18
19
2J
27
28
29
JO
P
SE
B
E
S
31
JOS
6
m-
G - 311
B sr- 60
sp - 245
p unif J
J
R -70
D - 26
p- 4
NB Cant.
1
2
J
4
S
7
A
JO,
79
4
17
13
95
9
10
46
6
J
JO
S
2
6
14
6
13
42
•
" ae,
8 '44
0 '42
1'8 1
¡'lg
10' 16
0' 96
1' 06
4' 9 1
0' 64
0' 32
3'20
0 ' 53
0'21
0' 64
1' 49
0' 64
1' 39
4' 49
8 ' 44
8'87
10'69
12'08
22'24
23'20
24' 27
2g' 19
29' 83
30'16
33' 36
33' 90
34' 11
34 ' 75
36' 25
36' 69
38' 28
42'78
P hü- 2
SE R - 2
O- S
G - 24
NB Canto
JI
J2
J4
JO
J6
J9
40
41
4J
44
46
47
4.
"
52
53
55
..
22
2
S
15
6
1
7
9
"
12
1
J
7
5
2
,
25
_ 1,069 t.p,
A - 20
LDm - 64
P - 51
e - 29
O
" ae,
2'35
0'21
0'53
1'60
0'64
0'10
0'74
0'96
5'45
I ' Z8
0' 10
0' 10
0' 32
0' 74
0' 53
0' 21
0' 21
2' 67
45' 13
45' 34
45' 88
47'48
48' 12
48'23
48'98
49' 94
55'40
56'68
56'79
56'89
57'2 1
57'96
58' 50
58' 71
58' 93
61 ' 60
PDm - 20
P - 61
e - 26
LDT - 4
NB CGnr ,
57
58
59
"
62
65
66
69
70
74
75
76
77
82
85
.6
87
92
PDT - 5
BPD - 1
Pie, tr. - 27
E
6
-
•
2' 99
l ' 17
11
S 0'53
0'32
J
2'45
2J
4' 81
4S
JO
3' 20
1 0'10
2 0'21
11
l ' 17
, ' 49
14
0' 21
2
2
O' ZI
1 0 ' 10
169 18'07
9
0 ' 96
1 O' 10
0' 2 1
2
28
" Ge.
64' 5g
65' 77
66'31
66'63
69' 09
73' 90
77' 11
77'21
77' 43
78'60
80' 10
80' 32
80' 53
80' 64
98' 71
99' 67
99'78
100' 00
[page-n-95]
.
J. M,' FULLOLA PERICOT
El resumen total de los gréficos presentados más arriba es nuestro próximo paso. Los
1.874 utiles ana lizados. en realidad 1.876 en el recuento NB, arrojan una cifra de 2.08 1 ti pos primarios, repartidos en 1.675 monotipos, 191 dobles y 8 triples. Los datos resum idos
para 4 -4 ' 5 metros, que se observaré que no coinciden exactamente con la suma de 10$ dos
anteriores porque se les han añadido los útiles no determinados dentro del nivel. so n:
,
S fR 5
R - 133
D -
17
Cant o
38
89
Pbif- ll
SE R - 2
sp - 385
P uniC-
"
•
'"
SE
G - 582
B sr -
44
P-
NB
P
18
A
760
781
D p -
7
" oc.
NB
"6
S'3 1
8 '3 1
, "
0'7 4
9 '06
1'70
10'76
35
¡ ' 54
8'42
1'27
1'0 I
0'47
3'67
12' 31
36
38
39
3
32
29
5
158
7
24
19
9
69
•
10
11
"
,
0'63
0'05
:r23
30
42
9
2
10
19
9
17
65
31
35
12
13
1
"
17
18
19
0'21
20' 73
22' 01
23' 02
23'50
27' 18
27' S2
21'S 7
28'09
30'33
1
Ca nt ,
32
34
1
2
5
3
•
17
10
1
2
12
'O
" 13
"
" ",
43
100
1
47
48
49
S
27
28
29
0 ' 47
0 ' 90
3' 46
I ' S6
30'S1
30'9 1
3 1' 44
32'46
32'94
33'84
37' 3 1
39'17
"
"
"
3
24
14
7
6
155
99
24
59
23
0'47
0' 10
0' 53
1'0 I
35
52
53
57
"
E
10
G-
30
42
LDm - 99
P - 109
A
-
a 2.081 t,p,
LDc - 102
PDm - 33
P - 139
c-
158
LDT
PDT
BPD
Pie, tr.
E
- 14
- 5
- I
- 58
- 10
"
" ac,
NB
Cant o
"
" ac,
0' 15
39' 33
39'76
40' 67
41 ' 20
41 ' 25
41 '3 6
42' 00
42' 69
48' 02
48' 82
48'88
48'98
49' 25
49' 41
50'69
51'43
51 ' 81
52' 13
60' 39
65' 67
66'95
68'8 1
61
62
63
65
10
33
0 ' 53
1'75
0' 05
4' 85
2' 50
0 ' 26
0'10
0'05
0 ' 74
69'3 4
71 ' 10
71 ' 16
76' 01
78' 51
78' 78
78 ' 89
78'94
79' 69
80'8 1
111'13
H2'08
82'30
82' 35
82' 40
98'02
99'04
99'09
99' 25
99' 46
100'00
0' 42
0'90
0'53
0'05
0 ' 10
0'63
0'69
5'33
0' 79
0 '05
0' 10
0'26
0' 15
1'l7
0' 74
0'37
0'31
8 ' 26
5' 27
1' 27
1' 86
6.
69
70
71
"
75
76
77
78
"
82
85
86
87
..
89
92
91
47
5
2
I
14
21
6
11:1
1'11
0'31
0'95
4
0'21
I
0'05
1 0' 05
293 15' 61
1'01
19
I
0 '05
3
0 ' 15
4
0' 2 1
10
0'53
A partir de este momento procederemos a reunir estos datos con los fa cilitedos anterio r ,
mente para 4' 75, 4' 5 metros, con los que forman una unidad. IObviamente tal operación sólo
podrá llevarse a cabo con los recuentos y cifras que dimanan de los análisis laplacianos por
las causas más arri ba indicadasl.
No es necesario repetir la distribución por tipos de los 749 ütiles, o mejor dicho, tipos
primarios, que han sido analizados en 4' 75 ·4'5 metros, pues en su luga r correspondiente fi,
gUTa tal cuadro, Pero en lo que si vamos a profundizar es en los Iltiles que en realidad habla
yen sus agrupaciones. Tal serie consta de 688 IiLiles, de los cuales 628 eran mon otipos, 59
dobles y uno triple ; en total, los 749 tipos primarios a los que aludlamos,
La suma final de los grupos tipológicos queda como sigue:
8
S fR R - 173
D -
50
P-
23
G - 804
B sr-lOO
sp - 505
P unif -
13
bif - 20
SE R - 5
D-
p-
•
G- 44
70
LDm- 116
p - 160
A
LDc -l77
PDm - 38
P - 197
e - 215
LDT - 14
PDT - 6
BPD - 1
Pie. tr . - 66
E
- 16
[page-n-96]
INDUSTRIAS LITleAS DEL PALEOUTl eO
9S
De todo ello se desprende la serie nominal :
A
S
1.058
SE
B
58
P
JJ
1.060
605
E
16
_ 2,830 t.p,
La serie ordenada pasa a ser, mediante los cálculos que ya conocemos y la aparici6n de
las rup turas, la secuencia estructural.
p
S / 4 B / 3 SE
A
E
Como observamos, esta serie queda definida por la preponderancia de los abruptos, que
dec rece con el paso del tiempo y tiene en consecuencia su momento de mayor fuerza en
4'7 5·4' 5 metros, cuya serie recordamos aqu! :
S / 2B/35E
A
P A E
Las secuencias estructurales de 4'25-4'5 y de 4-4 '2 5 metros son respectivamente :
S / 2 B / 3 P / 4 SE / 4 E
A
S /4 A
B / 3 SE / 4 E
P
Lo más notorio de estos esquemas es el pr ogresivo retorno de los simples a la primera
posición y un hundimiento de los foliticeos ya dermitivo, Al mismo tiempo avanzan los buriles,
Para que esta evolución tenga luga r, hay que pensar lógicamente, en unos cambios es·
tructurales en el interior de las secuencias que no pueden detectarse a simple vista, El test
de homogeneidad del Xl n os ayudarti a descubrir esa evoluci6n. En efecto, considerando las
tres ser ies por separado tenemos un resultado XI ... 107'594 que indica la falta de una repartición h omogénea, igual. entre los modos consider ados ; es el efecto de la evol ución, que hará
dificil encontrar homogeneidad en dos estratos adyacentes de un mismo yacimiento, pero en
cambio nos servirá a la bora de comparar estratos supuestamente similares en distintas cue·
vas, como veremos més adelante,
Pasamos ahora a un apartado de comparación de estos estratos con algunos de los mtis
afines en el arco mediterráneo ¡Fullola, 19771. Concretamente hablaremos acerca de La Sal·
pétriére, cerca de Remoulins, en el Gard ¡Francia!, y de la Grotta Paglicci, en la re gión de la
Puglia (ltalia). Estos yacimientos son, como el ParpaUó en España, quizás los más representativos dentro de sus zonas de influencia, por los cuales llegamos a conocer, de modo aproximado, la evolución cultural de cada zona.
Haremos, a manara de introducción, un pequeño esbozo de las estratigranas de La 501~triére ¡Escalon de Fonton, 1964) y de Paglicci IMezzena· Palma di Cesnola, 1967}. En la
primera de ellas podemO$ seguir la evolución completa del PaleoUtico Superior en 17 niveles, con un Auriñaciense Llpico, un Gravetiense, Auriñaciense final y Solutrense inferior y
medio; a p artir de a h! se detecta una rese que M. Escalon de Fonton dio en llamar .Salpetriense. Icapas 7-1J y que se situaba en el Würm IV , Esta nueva facies del Paleolltico Superior la subdividió a su vez en dos niveles, inferior y superior, siendo en el primero de ellos en
el que encontramos unos lazos de unión olés fuenes con los otros yacimientos, Basándonos
en la lista dada por el autor en la publicación de la cueva, hemos extraldo la siguiente serie,
según los modos de retoque dados por Laplace lLaplace, 19571,
s
la l
B
79
,482
.252
A
80
,255
E
2
.006
.. 313
A su vez, descendiendo a nivel de grupos tipológicos, hallamos la siguiente distribuci6n:
S fR -
R-
•
1
D - 27
e - 45
B sr - 30
sp - 49
-29
LDm - 2
p - 34
A
300 HB - 313 t.p. 113 dobles]
20 Bc
9 T
PDp- 5
c- 46
LDT - 26
DIe .. 1' 755
BPD - 9
E - 2
lc .. 14·696
[page-n-97]
J. M,o FUUOLA PERICOT
"
Nos permitimos recordar que la abreviación NB significa numeros o útiles de la lista
Sonneville-Bordes y Perrol. Trece de los útiles que esta lista considera unitarios se desglosan
en la de Laplaca ¡Laplace, 1972) en dos tipos primarios.
También revista importancia la variación que hemos detectado en la relación entre buri·
les y raspadores; en la publicación se da como razón entre estos dos tipos de útiles la cifra
de 2'06, cuando de la misma lista tipo Sonneville-Bordes y PelTOt (EscaloD de Fonton, 1964)
se desprende que el numero de buriles es de 79 y el de raspadores de 42. si bien en nuestro
criterio hay que añadirles a estos tras más, ya que en el apartado de raspadores dobles,
numo 3, existen tres ejemplares. En definitiva, que la razón es de 79/45, dando como resultado la cifra más arriba resedada de 1'7 55.
Otro cálculo que hemos efectuado sobre estos datos es ellndice de escotaduras tIc, refiriéndonos con la ca aJ eCl'tlIl,l o escotadura), que ha arrojado una cifra de 14'696.
Pasaremos ahora, de forma igualmente rápida, a exponer someramente los niveles que
nos interesan de la Grotta Paglicci, en el Gargano, en la región de la Puglia italiana. Durante
su excavación se han distinguido y publicado de momento 22 niveles distintos IMezzena-Palma di Cesnola, 1967 y Palma di Cesnola, 1975) que muestra una evolución desde un Gravetiense evolucionado con microgravettes hasta una fase dermida como más o menos roma ne·
Iliense, o quids paralela a ésta. Los niveles que en realidad nos ocupan como elementos
comparativos válidos con nuestras industrias sin los correspondientes a la fase B n, es decir,
las capas 16 y 15 . Su espléndida publicación, hecha siguiendo la lista tipo de Laplace lLapla·
ce, 19641 que dicho autor sacó a la luz en 1964, nos ha permitido hacer un recuento, descendiendo incluso a l nivel de los tipos primarios, resumen que por su importancia creemos que
vale la pena exponer:
21- 2
Pl1 -
23- 2
22- 3
TI -
21 -
25- 2
323 -
32- 4
21 -
31 - 6
22 -
21
48
LDlll2 - 9
AI - 3
2- I
4
Dll- 4
Rll - 41
21 - !!.
4
8
13 21 -
82
7
22-
32 - -lo
GIl - 18
12 - 15
10
26
31 - 26
41
F14 15
I
3
4
Bll -
4
4
2
PDll/ 2 - 6
9
15
23- 50
22 - 23
31- 40
101
23 -
Bcl -
21 -
I
2- 3
4
5
LDTll - 3
21 - 1
4
12 - 13
21 -
7
3
3 1 - 14
32 432 4-
3
I
--'71
De estas listas se extraen fácilmente las cifras de la siguiente serie:
A
169
P
4
SE
149
12
B
71
.367
.417
.009
, 175
.029
S
E
O
O
_ 405 t.p.
Esta, a su vez, puede descomponerse a nivel de grupos tipológico, de la siguiente forma :
SR
P
D
82
9
G
B sr
20
sp
BlG _ 1'479
38
33
38
Punif-4
SE
P - I
D - I
Ic ... 16'296
G -
A
LDm -
10
LDp -
23
o
9
PDm -
6
26
6
o
55
40
LOT
4
PD.
[page-n-98]
INDUSTRIAS L1TlCAS DEL PALEOUTICO
"
Una vez expuestas de manera somera las industrias más representativas del Sur de
jo'rancia y de Italia en esa fase inicial del Würm IV, aportare mos los datos que faltan del Parpalió para equiparlo a 105 otros dos yacimientos. Son la relación BlG, que da una cifra de
0 ' 713, y el Indice de escotadura IIcl, para el que obtenemos un valor de 13' S5 1.
Una vez expuestos todos los datos que poseemos, creemos estar en disposición de lanzar,
a manera de hipótesis de lrabajo, la idea de semejanza significativa entre estos tres estratos
de yacimientos representativos del arco mediterráneo Almena-Puglia.
Discutiremos en primer lugar su correspondencia y situación estratigráficas, En los yacimienlO$ occidentales detectamos, en la base de los estratos que nos ocupan, una indiscutible
facies solutrense : asl en el Parpalló no puede nega rse el Solutrense levantino, imagi nativo y
variado, que encontramos entre 5-25 y 4 ' 75 metros, por aludir solamente a 105 más claros y
diáfanos estratos; y, por otra parte, bajo los niveles que Escalon de Fonton atribuye al Salpetriense inferior, concre tamente los que van del 7 a l 4 , existe un Solutrense Inferior y medio
que se ce ntra en los eSlratos 11 a S.
Algo menos claro es el eco solutrense en la parte oriental de este arco mediterráneo; sa o
bldo es que en Italia las eSlratigrafias muestran un paso casi directo de un Gravetiense tlpico hada lo que Laplace llamó un Tardigraviltiense (Laplace, 19661. fa se paralelitable casi
totalme nte en s u evolución con nuestro Epigravetiense, entendiendo como tal el conjunto de·
limitado por Jordá y que abarca, de forma amplia, un periodo que va desde este momento
de piezas de escotadura hasta la más típica fase de resurgimiento gravetiense, lo que otros
autores han tomado concretamente como Epigravetiense, sin la extensión cultural y cronológica de Jo rdá . Volviendo a la zona italiana que nos ocupa, nos es posible, sin embargo, llegar
a detectar el paso de la idea solutrense, de su técnica peculiar, de sus iitiles, en el nivel 17 de
la Grotta Paglicci. En efecto, tras una fase de Gravetiense final en las capas IS e inferiores,
desembocamos en la lase B 1, que corresponde ya al citado estrato 17 . Por su interés reproducimos la serie extralda de la publicación original (Meu.eila-Palma di Cesnola, 19671,
S
107
422
A
"
,387
P
24
_094
SE
•
8
16
.031
.063
_ 253Lp.
Creemos suficientemente ilustrativo del paso del Solutrense en eSla yacimiento el buen
porcentaje, de ~r486 %, que arrojan los foliáceos . El mismo Palma di Cesnola, al hacer el resumen de los materiales hallados en el nivel 17 , nos dice que pese a la asociación en el mismo estrato de elementos arcaicos dentro del Solutrense como las puntas de ca ra plana junto a
iitiles que representan ya una tipologla más reciente, las puntas de escotadura, puede esto
considera rse normal v reneio del Daso del Solutrense en una rellión tipalólllcame nte va alejada de los principales focos solutrenses clbicos. Otro Indice que nos a yudará a diferenciar esnivel del posterior, que seré el objeto de nuestra comparación, es el lndice de escotadu ra (lcl
que arroja una cifra muy baja, solamente de 3'162 (en el Parpalló, estratos 5' 2 5-4:75 melros,
este Indice es de 5' 3741.
Es nuestra opinión que, tras lo mb arriha indicado, queda bastante clarificado el pano·
rama en cuanto a la base, a los estratos subyacentes, de los que comparamos_ No creemos
que haya nada que objetar en la comparación del Solútreo-lIravetiense con el Saloetriense
por la extensión de éste hasta el Magdaleniense medio y s_
uperior, ya que nosotros hemos
escogido única y exclusivamente la fase inferior de dicha industria, que segun su identificador a barca unos materiales muy comparables a los del Solutrense final , pero sin las piezas
tlpicss y con un buen porcentaje de escotaduras.
No creemos que haya dudas acerca de la posición 50lutrense final del Solutreo.grave.
tiense del Parpalló, Y, por rm, en lo tocante a Italia, ya hemos visto su misma situación, por
encima de esa fa se débilmente solutreanizada que es el reflejo oriental del Solutrense clásico
fra ncés y del leva nti no hispano.
La cronologla que puede darse a todo el momento que estamos estudiando ha de ser obj eto también de nuestra atención. Datos recientemente aparecidos ¡Escalon de Fonton y Bad Ie, 19761 nos confirman la presencia de un Salpetriense que ahora, tras más profundas excavaciones, pasan a llamar medio, dado que una fase anterior ha ,ido detectada en La Rou-
[page-n-99]
J. M .' FULLOLA PEIUCOT
"
vié re (Gallet, 19711. pero que en realidad es el continullmente aludido Salpetriense inferior
desde su excavación en 1962 (Escalon de Footan , 19641. Esta rase del Salpetriense. detectada en su yacimiento epónimo, ocupa une posición cronológ ica que se sitúa entre-la fase al·
go más cálida y hÚilleda de Lascaux y el inicio del Dryas, concretamente en el Dryas la; en
cifras hay que llevarlo a unos 15.000· 13.000 Be.
Para el Parpalló la precisión cronológica quizés no será tan uacta como en el yacimiento anterior, pero, sin embargo, SI podremos determmar unas fechas muy fiables. Para los
estratos anteriores hemos visto ya la datación de 16.310 +850 y-770 RC dada oor el aná.U.sis
Binn·8til de Cl4 de un as~tl oe ccervus elaphus» del nivel 4 '75-5 metros. correspondiente al
Solutrense Superior. De ell!il podrlamos fácilmente colegir una dataciÓn de los estratos superiores que nos ocupan muy similar a la que bemos visto anr.eriormente para el yacimiento
francés, es decir, entre 16.000 y 13.000 alIo. BC. Pero llltimamente han sido publicadas
otras nuevas fechas de '1 4 para el ParpallÓ !Shotton, Williams y Johnson, 1975) que vienen
a adadir aJgo de luz y algo de sombra a nuestro conj unto. En efecto, el an'lisis Birm-521 para una muestra seleccionada por lan Davidson procedente de una profundidad de 4'25-4
metros nos da una fecha de 15.950t340 BC, y esto nos obliga a una profunda reflexiÓn,
puesto que se nos hace dificil pensar que un metro de potencia da estratos se formase sólo en
360 alias. Podrla aducirse contaminaciÓn en alguna de las muestras analizadas, o quizás
una irregularidad estratigráfica que falsifi case el verdadero lugar de la muestra, pero prescindiremos de tales argumentos, bastante improbables. Tomaremos mb bien la cifra como
orientadora dentro del conjunto industrial lftico que representa y pensaremos, con Fortea
IFortea y Jordá, 1976, p4g. 151 , 2.· col.l, que babia que esperar un rejuvenecimiento mayor
en este estrato. Sin embargo, no se modifica en absoluto el marco cronológico sedalado con
anterioridad y que veremos a su vez reflejado. en los niveles 16-15 de la Grotta Paglicci, es
decir, seguimos moviéndonos en torno al 16.000-13 .000 BC que ba sido indicado m4, arriba.
Un problema algo mayor se nos presenta en la datación de 101 nivele. señalados de la
cueva italiana. En efecto. no han sido dadas a conocer (echas e:u ctas para estos estratos,
pero muy recientemente !Palma di Cesnola, 1975) 18 ha publicado el estudio tipolÓgico y
cronolÓgico de las capas 18-22, inmediatamente inferiores a las que nos ocupan. De ellas
han sido extrafdas numerosas muestras de carbón vegetal y de buesos para los an'lisis de
Cu ' que han .ido realizados en los nuevos laboratorios de la Universidad de Florencia y fue ·
ron publicados en 1974 !Azz.i, Bibliocca y Piovan, 19741. La. que revisten mayor inleres para no_tros son las de los niveles 18 h.~ V 18 b2 : Dara el primero la muestra fu'" tomada de
carbón vegetal. y su anlilisis F-45 IUTDjó un resultado de 18.210 ± 160 BC; en el segundt
caso, el antlisis F-44 de unos restos de bueso dio la cifra de 18.250 :t305 BC.
y nos enfrentamos ahora con una cuestión bastante similar a la que se nos ba planteado
an el momento de tratar el yacimiento vale nciano. Dando las fechas anteriores por buenas,
verlamos en el nivel 17, recordemos que es el que refleja la idea solutrense en su industria,
una data ción cercana a los 17.000 años, y para los estratos superiores, 16-15, la edad fluctuarla entre 16.000 y 14.000, dato que no se nos hace excesivamente dificil de admitir.
En resumen, en lo que concierne a la cronologia de los tres estratos objeto de nuestro estudio, colegiremos que son pr4cticamente coincidentes en este momento inicial de l Würm
IV, entre el interestadio de Lascaux y las (ases tempranas del Dryas.
Una vez bemos expuesto basta aqulla identidad del sustrato y de las fechas, volveremos
a remontamos a III~ cifras dadas mé.s arriba para profundizar algo mAs en las series ohtenidas de los anausis tipológicos de los litiles y as! intentar corroborar o no la similitud, el paralelo,
entre los tres niveles mediten-4neos.
En primer lugar bay que proceder a discernir los Órdenes tipológicos mé.s importantes
para det.erminar realme nte la estroctura de la industria. La mera agrupaciÓn de los Órdenes
en la secuencia ordina l nos haré ver los que tienen verdaderamente una importancia.
A
Sal~triére
S
B
151
80
. 255
79
E
2
.252
.006
.482
[page-n-100]
iNDUSTRIAS UTICAS DEL PALEOUTICO
A
Parpalló
169
149
71
.417
PagUccl
"
p
SE
12
.367
. 175
.029
A
1.060
.374
S
1.058
.373
B
SE
60S
sa
.213
.020
B
S
4
.009
P
33
.0 II
E
16
.005
A la ya conocida ~ecuencia estructural del Parpalló. añadiremos ahora la de los otros
dos yacimientos.
Para La Salp~t.riére tenemos:
A /2 S
B /1 E
Vemos, como dato més importante, que los grupos menores, en este caso sOlo E, siguen,
como en el Parpalló, separados de los mayores lA, S Y Bl por la ruptura de mayor calegona.
Para la Gl'Otta Paglicci obtenemos:
A
p
S / 4 B / 4 SE
Es la serie de mayor homogeneidad : una de las dos rupturas sigue separando los grupos
que hemos señalado más arriba.
Una vet hechos los cAlculas peninentes, venimos a dar que la ruptura común y der.tn.itiva, de mayor grado, se baila entre B y su orden subsiguiente, el E en La Salpétriére y el SE
en I'aglicci y el parpalló. A la vista de estos Nlsultados podemos decir que se desprecian los
Ordenes con una representación porcentual menor de 3.
Una vet individualizados los tres órdenes mayores, A, S Y B, observaremos que su situación dentro de las series estructurales es la misma, lo cual ya es para nosotros una buena
muestra de paralelismo cultural.
Tomando ahora solamente estos tres órdenes, procederemos a buscar su secuencia estructural interna, independientemente considerada respecto de la general.
Para La Salpétriére, niv. inf.
A
1S 1
.487
I
B
79
.254
S
80
2S8
I
B
A
149
71
.3 83
. 182
A
Para el ParpallO, 4 ' 75·4 metros
S
169
.434
Para Paglicci, niv. 16- 15
_ 310
S
1.058
.388
1.060
.389
I
B
60S
- 389
_ 2.724
.22:':
La homoge neidad entre las tres series no es total, pero sigue reflejando, con la igualdad
PagUccl-ParpaUO el paralelismo mAs arriba indicado.
Otro dato tipológico que nos darA ahora una idea de paralelo más fuerte entre paglicci y
La Salpttriere, mientras el PatpaUó diverge ligeramente, como para Igualar un poco la disimilitud qua emanaba de 105 cAlculas del pirrafo anterior. Se trata de la relación entre los
buriles y los raspadores (BlG), que adquiere, recordemoslo, los siguientes valores para los
tres yacimientos;
La Salpétriére. Div. inf.
pagUcc!. niv. 16- 15
Parpalló, 4' 75 ·4 metros
BJG _ 1 ' 755
BlG _ 1' 479
BlG _ 0' 713
[page-n-101]
'00
J . M,o FULLOLA PERICOT
Siguiendo con la aportaciÓn de elementos pa ralelos en las tres cuevas que consideramos,
liamos a exponer ahora dos que 51 comportan una casi total homogeneidad en los tres yacimientos y corroboran as! nuestra hipótesis de trabajo. Se trata en primer lugar del Indice de
buriles. de su porcentaje dentro de cada complejo industrial:
La Salpétriére, niv. inC.
Paglicci. niv. 16· 15
Parpalla, 4"75-4 metros
l B _ 25' Z39
lB _ ) 7' 530
l B _ 2 1' 378
La diferencia máxima entre estos porcent.lljes, de 7'709 " . creemos que no es óbice para
poder considerar como paralelas las cantidades relativas de buriles. lo cual reviste, en nues-
tra opinión, una gran importa ncia.
Y, por fin , paSamos a la infonnaciÓn referida a lo que ha dado en llamarse du rante tan·
tos anos el fósil director de una industria, el útil mAs representati vo de la misma, y que en
nuestro caso no podla ser otro que las piezas de escotadura, ya sean lAminas (LD3 según La·
place, núm. 57 según la lista Sonneville·Bordes·Perrotl, ya sean puntas (PD3 de Laplllce,
núm. 56 de Sonneville·Bordes·Perrotl. Sus altos porcentajes relativos nos confirman este útil
como identificador del momento solútreo-gravetiense que he mos situado ya mAs arriba en lo
concerniente a cronoJogla y estratigrana.
La SIl I ~triere, niv. inf.
Paglicci, rov. 16- 15
Parpalló, 4'75·4 metros
Ic _ 14' 696
Ic _ 16' 296
[c _ I3'851
El Indice de escotaduras Uclarroja, como vemos, una exigua diferencia de sólo 2' 445 %
entre sus porcentajes extremos y acaba por confinnar el gra n paralelismo existente, esta vez
referido a l útil conductor de la industria.
Aho ra ya con una visión general del problema y tras la serie de datos que hemos venido
presenlarldo en las páginas anteriores, aeemos poder abordar la problemática general del
Soh:nreo.gravetiense Jo Parpallense, como más adelante se discutirá), industria propia y ca·
racterl.stica del arco mediterráneo que va desde Almeria hasta la PugUa. Se coloca en una
posiCión finisolutrenses, absorb iendo y desdibujando los últimos focos acti vos del momento
solutrense en las regiones donde este periodo tuvo una fuerza decisiva, si bien su perduración se detecta aún, pero de for ma casi intanRible JI' 166 " en el Parpalló 4'75·4 metros!; su
bautismo con otros nombres en otras regiones como el Gard francés con su Salpetrlense o la
PugUa italiana con su Epigravetiense o Tardigravetiense inicial creemos que no debe escondemos su misma raíz. El retomo de la idea del dorso rebajado, ya presente a principios del
Paleolltico Superior con la fase de Chatelperron y flo reciente en el momento de La Gravette,
es un hecho clave y decisivo en nuestra industria. Hemos visto, en efecto, como en la secuencias estructurales expuestas anterionnente el orden de los abruptos dominaba a los de,
más como reflejo claro y contundente del resurgimiento del retoque vertical. y esta vuelta se
ve perfeccionada con el elemento escotadura que, si bien ya venJa apunUl.ndose miles de
años antes, por ejemplo con los elementos de La Font-Robert, no habla te nido un uso muy difundido hasta la fase solutrense. Podría pensarse que la idea solulrense de la escotadura
conviviese con la renovada idea gravetiense del dorso rebajado y asl se llegase paralelamente a la misma conclusión, las láminas y puntas de dorso rebajado y escotadura.
Pero no hay que centrarlo todo en el útil cfósil-directon de la industria, concepto quizás
un poco pasado de moda pero aún en servicio; hemos dicho que definla nuestro Solútreogravetiense un ascenso vertical de los abruptos y dentro de ellos se inicia una diversifi cación
de tipos que desembocará en la va riedad mic rolltica magdaleniense. Tenemos ya láminas
truncadas, bipuntas de do rso, "IIlgú n triángulo y alRún rombo, etc.
y dentro del tono de cambio que nos presenta esta industria reseña remos por fin un ascenso de 105 buriles que se movian entre un 5 y un 10 " aproximadamente en la fase ante·
rior y que ahora, como ya hemos visto, se nos silúan entre un 17 y un 25 5, prólogo de 105
altos porcentajes posteriores del Magdaleniense, que oscilarán, de modo amplio, entre un 40
y un 60 %, llegándose en casos al 75 5.
[page-n-102]
INDUSTlUAS LinCAS DEL PALEOUTICO
'"
La fase en la que desemboca el Soh1treo~gravetiense es ya un momento de industria diversificada, y por tanto de dificil precisi6n y exactitud cuando hay que dermitla. Seré un
Magdaleniense inicial· medio, tendiendo a este último IMagdaleniense IU-IV) en la región accidental del área que nos ocupa, si bien aqul haremos menci6n de algún yacimiento con pe _
culiaridades en su evoluci6n industrial como puede ser el Les Mallaetes, situado en término
de Bmg, cerca de Gandla (Valencial, a muy pocos 1d16metros precisamente del P¡¡rpalIó
(Fortea y Jordll, 19761.
En la obra mencionada Fortea teori~a acerca de un hiatus entre esta fase Solutrense final y el Epigravetiense que encuentra inmediatamente encima. Su dataci6n radiocarbónica
coincide, sin embargo, con el conjunto de elementos expuestos a lo largo de este capitulo.
Jordá y Fortel aplican al Solútreo-gravetiense una denominaci6n distinta, cual es la de Solutrense evoluclonado; e incluso llegan a proponer, como ya se ha seflalado antes, el término
eparpallense. en el caso de que llegara a demostrarse una similitud entre Solutrense evoluclonado o Solútreo-gravetiense y Salpetr;iense-Epiperigordiense (igualdad a la que nosotros
afladimos el tercer té rmino de Tard igravetiense inicial italiano de Paglicci 16- 15)_Este paralelismo cultural, tipológico, cronológico, acabamos de demostrar que realmente existe, y por
lo tanto no se nos hace nada dificil la reivindicación de este término. Esta industria, en la que
sobresaBan con luz propia los útiles con escotadura, habla sido rastreada ya por L. Siret, por
F. de Motos y otros en las primeras décadas de este siglo.
Si hemos de hacer caso de las normas tradicionales que se siguen para el bautismo de
una industria, el yacimiento epónimo seria, sin duda, el ParpaU6, y con ello habrla que
adoptar la denominación de Parpallense para todas esas industrias, todo ello sin querer pecar de chauvinistas, ya que las pruebas de primacla del yacimiento Ion fehacientes. Somos
conscientes, sin embargo, de que será dificil sobreponerse al feliz término de solútreo·gravetiense, que define a la vez las dos comentes que dominan la industria, un substrato aún solutrense fuertemente gravetizado. Pese a ello recogemos con agrado la sugerencia de Jordá y
Fortea en pro de la nueva denominaci6n y esperamos que la bibliograna de los ailos venideros venge e confirmarnos, o tal vez a negarnos, el aciertO del término.
Por supuesto que nos es extraña la denominaci6n que intente introducir Escalan de Fonton tEscelon de Fonton, 1973, pág. 881 al hablar de un Salpetriense español refiriéndose al
Parpallense, Solútreo-gravetiense o Solutrense evolucionado.
En resumen podemos decir que las relaciones entre el Salpetriense inferior lahora medio), los niveles 16-15 de la Grotta Paglicci y los estratos 4'75-4 metros del Parpall6 son indudables al proceder por evolución de un mismo estrato, solutrense o solutreanizado,lo cual
nos harla pensar más en un paralelismo culturel que en un difusionismo, al tener en cuenta
también la extrema similitud en cuanto al entorno ecológico que rodearla el arco mediterrá·
neo. La problemática estratigráfica. cronológiCII y tipológica es clara mientras nos movemos
dentro del perlodo que nos ocupa, pero se agranda enormemente en cuanto avanzamos en el
tiempo, ya que la diversificaci6n industrial, los hiatus estratigri!.ficos, capas estériles o lavadas por corrientes de agua; etc. dan una gran variedad cultural que a veces es discontinua y
por ello dincil de a veriguar.
Otro dato comparativo, pero ahora ya saliéndonos de este arco mediterráneo que acabamos de analizar, es el que nos ofrece la región pirenáica. No es ilógico que las puntas de escotadura se encuentren también en este medio, si bien allJ han sido calificadas de atípicas y
perigordienses. En tal medio las han señalado, entre otros, Lacorre en el Perigordlense IV de
La Gravelte (Lacorre, 1960, pI. XXXVIll¡ Y Peyrony en el controvertido Perigordiense W de
Laugerle Haute IPeyrony, 19361.
Pero una buena revisión de materiales y bibliogran. noS hará ver como en contacto con
. el Solutrense, pero por su parte superior, hay varios yacimientos que han ofrecido piezas de
escotadura obtenidas por retoque abrupto. absolutamente Idénticas a las que hemos estado
viendo.
Sonneville-Bordes nos ofrece el buen ejemplo de las series pertenecientes e los estratos 1,
n y nI del Fourneau du Diable 1D0rdodal, donde las «puntas de escotadura atipicas- alcan~an unos porcentajes imponentes de 4'5, 22' 42 Y 21 ' 6 " (Sonneville-Bordes, 1960
tabl. XXXVU l.
•
[page-n-103]
'"
.1. M,o fULLOLA PERICOT
Smith nos señala ejemplos de útiles de escotadura en el Solutrense Superior, en com·
paMa de las escotaduras _típiclls. solutrensas, es decir. eón retoque plano, en el .. Musée des
Antiquil.és Nationales. francés, en las colecciones de Le Placard y de Roe de Sers (colección
H . Martín].
Pero si nos ceilimos a la región pirenéica. parece como si los aires mediterráneos influyesen en gran manera en sus industrias. puesto que las puntas de escotadura catlpicas- las
identificaron ya en el siglo pasad» los excavadores de Brassempouy [Piett.e y Laporterie,
189B, p. 5431 Y han sido vueltas a sacar a la luz al menos siete de ellas en una reciente revi·
sión de la colección Piatta por H. Delporte [Delporte, 19671. OU'Os yacimientos donde se señalan estos útiles son la cueva de Massat en el Ariége IMéroc, 196JI y en la colección de
Montaut, en las Landas, que se conserva también en el Mus. des Antiq. Nat. IMascaraux,
191 21.
Delporte llega a proponer en su estudio dedicado a Brassempouy la noción de fósil direc·
tor para estas puntas de escotadura tatJpicau para el perlodo solu!rense superior fmal en
esa región pirenAica que ligarA también con el Solutrense gascón que acuñó Smith.
El mundo de las escotaduras, en muchas ocasiones ligado totalmente a las puntas de ale·
tas y pedunculo por razón de la falta de estratigraHa en los hallugos, se rastrea también por
toda la Penlnsula. Adelantamos ahora, pues lo veremos con detenimiento en sus apartados
correspondientes, la aparición de escotaduras asociadas a puntas de aletas y pedúnculo en
la cueva del Serrón (Antas, Almerial, en el Higuerón (Málagal, Cejo del Pantano (Totana,
Murcial, cueva de Ambrosio {Vélez·Blanco, Almerlal, Salemas y Casa de Moura (Portuga lJ,
etc. Escotaduras exclusivamente se encontraron, en escaso número, en la cueva del Palomarico y en la de los Murciélagos de Lubrln.
Vemos con todo esto que la franja mediterránea que hablamos delimitado se amplia a toda la penlnsula y a la región pirenáica. con lo que esta industria, el Solútreo·gravetiense o
ParpaDense, adquiere una personalidad propia.
n El estrato que 11 continuación estudiaremos fue bautizado por Pericot como Magdaleniense 1, atribución ésta que ha producido algunas polémicas 11 lo largo de los liños. como
más adelante veremos. Dos subtramos, 3'75-4 y 3'5·3'75 metros, forman el medio metro de
potencia. Además el talud contiene tres capas para este nivel: 15 y 14, que van de J'65-3"80
a 4 metros y ¡J , que comprende de J'45-3'55 a 3'65· 3'80 metros. Estas oscilaciones de medición son debidas, según el diario de excavaciones, a la Ligera pendiente que orrecia el talud
del fondo de la cueva,
El elemento más destacable del estrato fisicamente fue una gran losa, denominada 1,
que asomaba ya en el centro de la cueva a 3"5 metros y que fue empliándose hasta que se
halló su base, aproximadamente a J '75 metros. Bajo ella habia una capa amarillenta, pero
que dio material. En general el color de los estratos es oscuro, desde el rojizo al negro que
ofrecen los bogares, también muy numerosos. Algunas pequeñas zonas amarillean, pero la
esterilidad podemos decir que no se conoce ell este nivel; la ocupación debió ser con!inuada.
El hueso pasa a marcar la pauta en la identificación de las industrias a partir de este
momento. Hasta a hora era el instrumental de ,nex el que ejerda casi totalmente este proceso, pero la abundancia y diversidad de los utiles fabricados en asta y hueso permiten ese
cambio, que será uno más dentro de la linea evolutiva general.
Nuestro estudio, centrado en la industria lltica, no podla dejar Itparte, sin embargo, la
problemética primordial que nos presentan angayas y puntas de asta, por ejemplo. Conocida es la vieja clasificación de Breuil para el Magdaleniense inferior IBreuil y Saint·Périer,
1927 y Breuil ) 9541 en lo concerniente a los utensilios óseos, En ella se apoyó Pericot para
calificar de Magdaleniense 1 estos niveles, en base a las puntas de asta biseladas halladas
tanto en este nillel como en el último subtramo del Solútreo-gravetiense, La clasificación de
Breuil estaba basada en los restos de la excallación de Le Placard, que reconstruyó sólo a
base del color de la tierra pegada a kls huesos y otros materiales provenientes del citado yaci_
miento. Sonneville·Bordes nos plantea una revisión del problema con una critica muy acertada de ambas clasificaciones, la de Breuil y la de Peyrony ISonneville,Bordes, 19601, califieándolas de elásticas, es decir, de no rigurosamente exactas, entre otras cosas porque los
yacimientos con Magdaleniense inicial claro no son muy abundantes. En el Parpalló se dan,
por otra parte, elementos que en Francia representan ya Wl estado ellolutivo más avanzado;
[page-n-104]
INDUSTRI ....S LlTlCAS DEL PAL.EOUTICO
'"
nos refe rimos a las la rgllS IIzagayas co n ranura longitudinal y dos puntas, y también a las
azagayas de bisel sim ple y liso, co rtas y grues as, que Breuil y Peyrony atribuian ya al Magd a ,
leniense 111 ,
Fortea nos confirma IFortea y Jordá, 19761 que las tlpicas azagayas pequeña s y estre,
chas del Solutreo' grave tiense no eran producto de una contaminació n del estrato sino que el
vecino yacimiento de Les Ma ltaetes, en el cual realizó una campafta en 1970, también las
encontró en el mism o contexto, co n el dato de comprobación segura de que esa cue va no
c uenta con Ma gda lenie nse en raz ón de un hia tus que va hasta el Epigravetiense desde el
SohHreo' gravetiense, Esto vie ne también a confirmar la intuición de Jordá, que clasificó
esos utiles dentro de su Solutrense ibérico IV IJordti, 1955).
Toda esa serie de datos acerca del instru mental de hueso y asta recogidos en la biblio,
graOa parecen indicarnos un hec ho que trataremos de com probar con el s!lex : la fase final
del Solutreogravetiense se s uperpone ya a la fase inicial del Magdaleniense fr ancés, lo que
explica estos halla zgos, Ya en el Magdaleniense 1 y Il del Parpalló los elementos van evolu,
cionando y encontramos, como hemos visto antes, puntos de compa ra ció n claros co n el
Mag daleni ense 111 francé s,
Pero adentré monos en el est udio del material de silex recogido en estos 50 centlmetros
del nivel. Las 24,356 piezas halladas contenlan 1.636 utile s, es de cir, sólo un 6'7 1 '16, lo que
co ntr asta con el 12 '65 " que hablamos dado para el nivel 4'5, 4 metros,
La distribu ción de las 22,7 20 piezas sin re toque por zonas y subtra m os es como sigue:
3'75 ,4 metros
p
6,657
1,068
CO
CE
EE
2,053
L
3' 5,3 ' 75 metros
L
P
CE
CO
330
'"
Tal.C, 13
1,085
1.937
Tal.c, 15
Tal.C, I4
4 ,323
'03
2,032
1.035
1,866
9,359
13,361
S
L 3 ' 75 ,4 metros
469 Ut, - 552 t,p,
S R - 34
p- S
0 - 10
N8 Can/ ,
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2
3
4
S
7
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"
."
48
S
7
7
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27
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2
G - 20
•
" ac.
10'23
1'06
1' 49
1' 49
10'02
0' 21
0'2 1
5' 97
0' 42
0' 21
4' 05
0' 42
1' 91
1' 27
10' 23
11 ' 30
12'79
14' 28
24'30
24 ' 52
24 ' 73
30'70
3 1"13
31 ' 34
35' 39
35'82
37' 37
39'01
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53'5 1
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57'78
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100'00
[page-n-109]
OO.
J . M,' FULLOLA PERI CO T
En el subtramo inferior, 3'75· 4 metros, se analizaro n 1.042 litites t 1.0 44 NBI de los c ua les 852 eran monotipos, 189 dobles, 5 triples y uno cuadruple.
ElLO!al de tipos primarios era de 1.239. En res umen, su serie nominal. su distribució n
por grupos y tos [nd ices y lista acumulativa son los siguientes :
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NS Can!.
I
2
3
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27
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135 12' 93
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S
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34
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16
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I
0'09
2
2
59
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0' 86
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I
4
58
5
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15
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A
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I
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G - 34
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sp - 323
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31
32
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16'66
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30'65
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36
31 ' 13
36' 78
37' 64
37' 73
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43' 67
44' 15
44'3 4
45'7 8
46' 64
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40
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52
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0 '09
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58' 52
IP ,.,O' 19
59'86
60' 44
60' 82
61'59
62 ' 93
68' 96
69'3 4
69'5 4
70'01
70'30
70'40
70' 49
IBd _ 13' 12
65
66
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76
77
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73'46
1' 24
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0 ' 57
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0 '47
6' 22
4' 50
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9' 38
0' 38
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0' 09
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59
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8
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SE
46
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82' 56
81'06
88' 79
89'08
89' 27
89' 94
99' 32
99'71
99' 80
99' 90
100'00
IGA "'= 6' 99
Un tratamiento semejante lo apli camos al substramo superior, 3'5·3'75 meteos; los 594
útiles en con t rados produjeron la identificación de 7 14 tipos primarios; habla 478 monoti ,
pos, 1 ] O dobles, 4 triples y un cuadruple, Los mism os esquemas q ue en el caso anterio r son;
3'5· 3'75 melros
5 R-
o-
,-
67
S
4
G - 3 18
S
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[page-n-110]
IND USTRIAS UTlCAS DEL PALEOUTICO
•
" ac,
NB Canl ,
10' 26
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3'70
2' 02
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0' 16
0' 8 4
0'16
7' 40
1'85
1' 51
7'07
0'50
1'85
10' 26
10' 43
14' 14
16' 16
36' 52
36' 70
37' 54
37'71
45' 11
46'96
48' 48
55' 55
56'06
57'9 1
28
29
30
NB Can! ,
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0' 33
1' 34
5' 55
2'86
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0' 16
1'0 1
0' 16
0'50
l ' 17
5'38
NB Can! ,
58' 24
59' 59
65' 15
68'01
70'03
70'87
71'04
71 '2 1
72' 22
72'39
72'89
7 4'07
79'46
"
2
58
65
66
70
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0'33
0'84
0'50
3'87
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79' 96
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80' 47
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93 ' 77
93 '93
94 ' 27
94'61
95'45
95'95
99'83
100'00
IGA _ IO ' 77
El rcsu me ll total del nivel da la cifra de 1,636 útiles, con 1,953 tipos primarios ; habla
1.331 mOllo~ipos, 294 dobles, 9 triples y 2 cuádru ples.
Resumen 3 '5 ,4 metros
S
m-
,
"
R - 158
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G - 780
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0' 12
1' 58
0' 67
1'22
11 ' 96
12'33
15'75
17 ' 46
32'78
32'90
33'33
33'5 1
39'68
40' 90
40' 96
41 '75
47'86
48'35
48'47
50' 06
50' 73
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4
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NB
Cant ,
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0'61
0'06
0 ' 67
1'28
5'79
0 ' 36
0"8
0'30
0' 24
0'06
0 '06
58' 54
61 ' 17
61 ' 41
62'57
63'73
64' 16
64 ' 22
64'83
64 '89
65'56
66' 84
72' 64
73 ' 0 1
73 ' 19
73'50
73' 74
73 ' 80
73 '87
56
"
"
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0'61
0'18
0'18
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6'53
5'12
0'06
1'22
0'30
0'42
0' 61
7'38
0' 30
0 '06
0 '06
0 '06
75'76
76'55
77'16
77'35
77'53
77'83
84'37
89' 49
89'56
90'78
91'08
9,'51
92"2
99' 51
99' 81
99'87
99'93
100'00
md = 12' 69
57
68
69
"
62
65
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88
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,
,
IGA .. 8 ' 36
[page-n-111]
J . M,' FUlLOLA PERI COT
'"
La serie lIominal que aca bamos de exponer nos da la siguiente secuencia ord inal:
S
B
984
635
A
SE
E
'"
96
"
P
2
-
1.953 t.p.
Dc ella , a su vez. deducimos la secuencia estru ctural.
S
B 12 A 13 SE / 4 E
p
Como comentario a esta secuencia podemos destacar 111 vucl:¡1 normal de los útiles con·
seguidos por re toque simple al lugar preeminente que perd iero n s610 en el estra:o ¡zlmediatame nte inferior, el $olútrco-gravetiense, debido 11 la gran eclosión de los abruptos. y más con -
cr etamente. de los elementos de escotadura . En el caso que nos ocupa estos elementos de cscatadura los encont ramos s610 representados en el subtramo infe r io r. 3'75-'1 met ros. con 14
IAminus y 31 puntas con tal carácter morfol ógico. Sólo una ¡(¡mina, frogmenwda, fue anali¡>,¡Ida \)11 3'5-3·75 metros, Es:o nos indica claramente el pa so gradual de la cultura anterio r a
la que va a domina r durante la eta pa fi nal del Pa leolitico Superior, el Magdalenic ns e. OC!
mismo modo que hemos visto azagayas de este Magdalenien se iniciol en el ultimo subtramo
del SolUtreo·grav etiense 4 '25· 4 '5 metros, ahora detectamos estos otros elementos infiltrados
en un est ra to qu e supuestamente no les corresponde. Pero esto creemos qu e debe interpretarse como una situ ación normal de evolución, sin ruptura radi ca l detectable en una exca vaciÓll
como oquella, y q uizás t ampoco si se realizase hoy. lIay una extinción cominuada de unos
utiles y ulla aparición progresiva de otros que les sustituyen ; en este ejemplo concreto Forte a
cita incluso el hecho de que las azagayas que apa re cen, gru esas y cortas o largas y estrechas.
con acanaladu ra o 110, cmejor aban la posible fun ción de las pu ntas de muesca. lFortea ,
19731. 10 cual nos hace mucho més in teligible éste proceso,
En cu anto a otros gru pos destaca el continuad o ascenso de los bu riles, cosa lógica si te·
nemos en cuenta que estamos aden t ré nd onos en una rase mo gda lcniense. o cuando menos
magdale nizante. Los sobreelevados se se par an, aun timid amen te, de los otros dos grupos menores, -ecaillées. y planos, estos ultimas ya en una posición fina l que no aband ooaran,
Pasemos ahora a una visión más deta llada de cada uno de los sub:ra mos. 3' 75·4 y 3'5·
3'75 metros: sus sec::uencias estructurales son las siguientes :
)'75 ·4 metros
3' 5-3'75 metros
s
S
B / 2 A /J SE / 4 E
B {2SE
A/oE
p
p
El gru po mayor, en este caso simples y buriles, se man tiene estable en orden e incluso en
impo rtanc::i a de separación respecto a l resto de la secuen cla , de segunda categoda. La ten ·
dencia a l descenso en los abruptos que apun tábamos más arriba al habla r desde un plano
ge neral la vemos aquí renejada con mayor exactitud, con un sub tram o inferior aun gravetí·
zado y un o superior ya en faJe de crisis, en proc\)so hacia el Magd alen iense; y en p jes se dem uestra a(¡n más palpablemente que son más los obrupt os Que descienden que no
los sobree levados que suben: en el subt ramo inferior A _ 14 '85 " Y SE .. 3'71 ". mientras Que
en superior los abruptos han baj ado a 4 ' 34 ". al tiempo que los so breelevados se iban sólo al
7 ". Por u ltimo la estabilidad cJa,·:¡ de E y P uo puede sorp rendernos, pues ser á ya factor
co nstante a partir de este momento .
En los buriles, los qu e se encuentra n sob re lrunc::adura representan un 20' 4 " Y un
23'5" del tota l de los mismos, porcentl\ie muy estable.
Todos estos cambios in tern os que hemos visto entre 105 dos subtram os se traduce n eu
Wla gran heterogeneidad l6gica en el repartO de sus utiles; el test de homogeneidad arrojó
una cirra de 64' 476. que es muy ele va da y rep resenta claramente esa ralta de coherencia en
la distribució n po r modos.
Pasa ndo ya a un apartado de com paraciones, hay que decir en primer luga r. que este
proc::eso de magdalenización que acabamos de analizar no tiene mucho que ve r con el ramo·
so Mag daleniense de nacletten de Cheyn ier ICheynier , 1930, 1939, 195 11 Este utiL escogi·
,
d o por aquel a utor como fósil dir ector de esta industria, ha teni do muchas definiciones. pero
[page-n-112]
INDUSTRIAS Ll T1 CAS DEL PA LEOUTlCO
"'
de comlin denominador siempre está el retoque abrupto, prácticamente ma rginal. Idea muy
extendida era su ob~nción a partir de un núcleo alargado en . rodajas de salchichón_ICheynier, 19531, o de la presencia clara de un talón en la lasca, pero resulta dmcil imaginar como raclenes algunos útiles que fueron dados como tales, Nos referimos en general a muchos
objetos hechos sobre láminas, facetadas con un retoque abrupto en ambos lados y que cree·
mas que lo único que cabla era analizarlos como láminas de dorso marginal y no como ra·
clettes, de la forma que aparecen en numerosas publicadones, Del mismo modo, y particularizando un poco, el pro pio Cheynier pasó por Valenda para d ar una ojeada a los mate riales
de l Parpalló y en una clasificación rá pida de los útiles de estos niveles se entretuvo en señalar las radettes, en separarlas en cajitas aparte e incluso en man:arlas, indicando sin asomo posible de d uda la palabra craclene•. Pues bien, estos útiles han sido analizados y estudiados y estamos en condición de afirmar que las raclettes que Cheynier dis tinguió en el
Parpalló tenlan un retoque, en un setenta por den to de los c¡¡sos al menos, de tipo simple,
eran pequeñas raeder8s o puntas que en ¡¡lgunos casos incJin ab¡¡n su á ngulo de retoque h¡¡d a el semi abrupto, pero que en ningún caso podían pasar como abruptos: y el treinta por
ciento aproximado restante estaba compuesto en su mayoría por láminas con un retoque
marginal abrupto, y como tales fu eron analizadas, LO 1 1 Y 12. Sólo un bajo porcentaje, sobre
un cinco por ciento, reunla las características propias de una raclette en el sentido que en
nuestra opinión renejaba la bibliografla, es deci r, retoque abrupto, talón visible, lados subparalelos, en much¡¡s ocasiones contornos más bien redondeados que alargados, sobre lasca
poco gruesa, Fueron analizados estos útiles como Al y A2, abruptos indiferenciados margi·
n¡¡les y profundos res pectivamente_ Con todo ello queremos significar lo dudoso de los montajes que se hicieron a parti r de esas ind ustrias supuestamente de . racleaes. como el Badegulie nse o el Magdaleniense Q . Quizás, sin embargo, lo que deba rectiflcarse sea la innexibilidad de la definición y aceptar como raclettes los que cI¡¡siflcó Cheynier en el Parpalló y suponemos ~ue en muchos otros yacimientos, útiles con un retoque claramente simple y en a l·
gunos casos semiabnJpto. Ha y que pensar , de todas maneras, que un aire común debieron
tener los yacimientos paralelizados en cuanto a este M¡¡gdalen iense de radel:es, pero la so·
lución esté por ve r; qu izás el problema sea de nomenclatura, habría que cambiar esa deno·
minación por la de Magdaleniense de semiabruptos, Magdaleniense de raede ras sobre lámina o cualquier otra más afortunada que la de raclettes.
La otra opción que nos queda, si queremos orientarnos en las comparaciones tipológicas,
tras abandonar todos los Magdalenienses de radettes que figuran en la bibliografla, es la de
estudiar un Magdaleniense inferior que no contenga un porcentaje muy elevado de raclettes.
Por su buena publicación, completa y detallada, hemos escogido el yacimiento de Laugerie
Ha ute Este, que cuenta sOlo con un 5'3'" de raclettes, Indice muy bajo si lo compa ramos,
por ejemplo, con el 32'" que se señala para el ni vel n de Badegoule.
La secuencia ordinal arrojaba las siguientes cifras:
S
486
•
280
A
SE
E _ P
215
2
O
La estnJctura interna de la serie era :
S /4 B
A /3 SE
E _ P
El orden de los modos se corresponde ple na mente con el que observamos en esta fase
que estudiamos en el Parpalló. Sin embargo las nJpturas nos señalan aqul una separación de
los simples respecto al resto de la serie por delante y de los tres grupos menores por detrAs,
mientras que en el yacimiento valenciano simples y buriles se reunlan en cabeza sep¡¡rados
de ab ruptos, que a su vel: se separa ban de los sobreelevados; éstos, por su parte, se separaban de dos gr upos menores, *ecaillées. y planos. El test de homogeneidad nos da, por supuesto, una repartición totalme nte inhomogénea.
En conjunto apreci amos que nuesu-a indusu-ia, falta de raclettes, tampoco tiene un paralelismo con este Magdaleniense 1 pobre en estos útiles tlpicos de esta fa se,
En la zona cantébrica las nclettes es:An minimamente presentes en el Magdaleniense
inrerior, COII sólo un 0 '47 '" del tot¡¡1 de los útiles del Magdaleniense inferior (24 ejemplares)
y un mlnimo 0 ' 14 " en el Magdalenipl'w .,..e,l io 12 ejem¡lli1resl. En Asturias apa recieron 13
[page-n-113]
'"
.1. M ,' FULI.QLA FERICOT
utiles, en SanUlnder 10 y en el Pals Vasco 1, durante ese MagdaJeniense inferior que en la
Península Ibérica no parece poseer el fósil director tan claro que seflalan los au tores fTance ses para el caso que DOS ocupa (Utrilla, 19761. Sabido es, por demás. que en la zona cantábrica este Magdalenieose inferior es muy pobre, casi ineldstente, y que tras el Solutrense
muchos yacimientos plisan a ofrecer una industria que se ha dado en llamar Magdalenien5e
111 .
No poseemos para este estrato ni para e l siguiente dataciones radiocarbónicas precisas.
La única recha que tenemos es ya para lo que Per icot llamó Magdaleniense IU (0'80-2' 50
metros!, una muestra procedente de una profundidad de , '50· " 70 metros y es la de
IJ.800±360 BP (11.850 Bel tShotton. Williams y Johnson, 1975), En Francia hay dataciones
da Magdaleniense inferio r muy antiguas y que ya se han señalado ante riormente. Pero dado
que las fechas que hemos adm itido en el apa rtad o ante rior referentes al SoJútreo·gravetien ·
se o ParpalJense oscilan entre los 16,000 y los 13 ,000 años BC, esta fase en el Parpalló debe·
remos situa r la lógicamente entre los 14 ,000 y los 12.000 a ños BC, dado que más a rriba te·
nemas ya la fecha apuntad a para 1'50-1' 70 metros da profundidad, Las dotaciones que
ofrecen una cifr a que se sitúe en la época que señalamos nos remiten todas a una fase de
Magdaleniense medio, como por ejemplo las del yacimiento de Grappin, en la región fr a nce·
S8 del Franco Condado, con fechas de 15,320 :370 BP (J3 ,370 BC) p8n Ly-497 y
15,770,! 390 BP [13,820 BC) para Ly·559 [R8diourbon, vol. 15, p, 520),
De toda esta profu s8 exposición de datos, que se complementará con los niveles siguientes,
apuntamos la hipótesis de que no nos hallamos en presencia de un Magdaleniense 1. y casi ni
tan siquiera de un Magdaleniense inicial entendido al estilo fnncés, Pero no es nuestro de ,
seo sacar conclusiones de hechos incomple:os, 1i por esto creemos co nve niente pasar a los
nive les que Pericot bautizó como Magdaleniense Il y que van de 3'5- 2'5 metros de profundidad, Con todos los datos en la mano, seré momento de calificar con bastante más seguridad
este co njunto Iltico del P8rpalló, muy controvertido y que nos parece que quedaré a clan.do
en un buen porcentaje; a) menos ofreceremos nuestro trabajo y nuestros análisis detallados
a [uturos investiJ:adores,
g) El último estrato que hemos estudiado para este trabajo ha sido el que abarca de 3'50 a 2'50 metros de profundidad, como siempre dividido en cuatro subtramos de 25
centimetros que nos servirén par a un desmenu~amiento mayor del estrato,
Las capas que se corresponden con estas profUlldidades en el talud son la 12, que abarca·
ba de 3'25-3'30 a 3'45-3'55 metros, la 11. de 2'90-3' 15 a 3'25-3' 30 metros, la 10, de 2'80 ,
2'95 a 2'90-3'15 metros, y la 9, de 2' 40 a 2'80,2'95 metros,
El dato més sobresaliente en la excavación de este nivel fu e sin duda , en el 8SpectO fis ica, el hall8zgo de la 1I8mad8 losa I en la parte central de la cueva, Debió desprenderse de l
techo o de las paredes, si bien esta última hipótesis es mAs disc uti ble debido a su enorme tamai'io y grosor, puesto que se señala en el dia rio de excavación durante todos los dlas que
duró el trabajo en estos niveles,
Otro hecho a resaltar es qu e en el inicio de la excavación las capas se haclan de 20 centí,
metros e n ve~ de 25 centímetros como se hicieron ya a panir de 2' 75 metros, Por ello figura ,
ré la capa superior con las profundidades 2'60-2'80 metros en vez de los clásicos 2'50,2'75
metros qu e serian de esperar.
Esta fase de la excavación fue 18 que cerró 18 primera c8mpaña, en julio de 1929, El talud fue rebajado, no en su totalidad, casi a l mismo tiempo que se excavaba la sala central
del yacimiento y en esta pana del fondo se observ8ron algunas capas de cenizas en el cone
que quedó en el talud, poca s entre 3 y 3' 50 metros y tres, gruesas, clar as, entre 2'50 y 3 me,
tros, Una tierra roji~a se situaba en la parte superior de estas capas de ceni~as,
Una capa ocre, posiblemente por descomposición o pulveri~ació n de al gün ma:.erial. se
de~ectó en CO 3-3'25 metros, Un imponante osario fue apareciendo en la parte Oeste del yacimiento, sobre todo adosado a la pared; entre la gran cantidad de huesos recuperados destacaremos el gran número de dientes, sobre todo de cérvidos, que aparecieron en la citada
tona , aparentemente de desperdicios,
La tierra es clara y arenosa en gene ral en todo el nivel, con los hogares más arriba men ,
cionados, La losa 1 tenIa a su aln!dedor tierra quem8da, producto de los ru egos que, a teSguardo de ella, debieron encenderse, A 2'80 metros se detectó otra fuerte linea de hogares,
[page-n-114]
,,,
INDUSTfUAS L1T1CAS DEL PALEOLlTICO
La gran abundancia de restos de animales propició lógicamente [a profusión de útiles en
hueso. La crisis cualitativa en el utillaj e lltico se ve comptlnsada por la var iedad del instrumental óseo (864 pie~as) . Abundan los pum:ones y varillas, sob re todo de sección aplanada.
Las azagayas se hacen robustas y las puntas y varillas ostentan una acanaladura central con
regularidad. La aguja de hueso aparece con seguridad en estos niveles. El grabado y rayado
del hueso es abundante, sobre todo alrededor de los tres metros.
En ar.e, la pintura, que habla ofrecido obras muy notables ptlTO que ya habia ido decayendo en las fases inmediatamente inferiores, desapa r ece totalme nte ; subsiste sin embargo
la técnica del grabado con una fuerza aú n apreciable.
Pasemos ya a la industria del s!leJ(, que ha sido objew detenido de nuestro estudio. En la
monografia se daba en este nivel una cifra de más de 25 .000 pie:zas ; en realidad hemos encontrado una cantidad bastante superior, como son las 45.585 pie:zas, de las cuales 2.279
era n útiles, es decir, un 4' 99 ". Un empobrecimientú gradual de la industria ¡¡tica lo podemos muy bien se~alar a partir de los porcentajes de los úti les en cada uno de los subtramos.
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762
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27
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La distribución de las piezas que no poseen retoque po r :zonas y subtramos es la siguien,
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INDUSTRIAS LlTI CAS DEL 'ALEOUTlCO
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6
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,
7
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11
12
17
28
14
2
1
4
64
3
3
•
" ac .
5' 85
, ' 95
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1'95
31'21
,'46
1' 46
0' 48
5'85
7'80
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14' 63
21 ' 46
22' 43
22' 92
24' 87
56'09
57 ' 56
59'02
59 '5 1
•
NB Canto
29
30
31
32
1
24
1
1
1
43
,
44
2
36
60
"
ca 2 '6· 2 '8 metros
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2 dobl.
m-
I
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1
2
3
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6'
1
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" '70
72 ' 19
72' 68
73" 7
75' 60
76' 58
77'07
77 '5 6
"
1
3
1
2
"
"
"
77
78
S
198
•
" ac,
4' 87
2' 43
4' 87
9' 75
2' 43
2' 43
4' 87
7' 31
12' 19
24' 39
14' 63
26' 82
258 manolo
274 Ut, - 29 1 Lp.
NB Can t,
1
2
3
4
S
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1
3
6
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3
11
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12
13
7
14
1
S
17
18
14
SE
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11
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1 trip,
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11
30
43
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•
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0'36
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2' 18
9' 48
1' 09
27' 00
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0 ' 36
1' 82
0 ' 36
5'10
5' 47
6' 56
8' 75
18' 24
19' 34
46' 35
48' 90
49' 27
49' 63
51 ' 45
51 ' 82
B
9
2
1
1
12
4
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D-
27
30
31
32
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44
60
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•
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1
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98'0 4
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100'00
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3
77
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" ac.
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•
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94' 52
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96' 7 1
97' 44
99' 63
100'00
[page-n-119]
118
J. M,o FULLOLA PERICOT
Piezas varias M . Valencia 2'50·3'50 melros
25 monot.
27Ul. - 29 t.p.
-2
LDm- I
PDm - I
E - 1
D- I
G- '
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A
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3
3
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4
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11'11
Canto
27
JO
44
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65
66
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2
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•
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B
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66'66
14'81
81 ' 48
7'40
3'70
88'88
92'59
7' 40
100
Expondremos primero los útiles considerando los subtramos por separado, para llegar
luego a un ~sumen general del nivel.
La cllpa 3'25·3'50 metros tenia 170 útiles. con 201 tipos primarios; 143 eran monotipos,
23 dobles y 4 triples. Su serie nominal, distribución por clases e [ndices més frecuentes son
los siguientes:
59
B sr - U
S R -3 2
D- 2
p- 3
·E
2
B
SE
10
A
10
S
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A - 3
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PDm - 1
3
•
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11
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11' 17
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31
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0'58
2' 35
19'41
35'29
35' 88
38'23
44' 70
48'82
6' 47
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11
7
•
"" ac.
N8
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1'17
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50'58
51'46
54' 70
62'35
63'52
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40
43
44
Si
65
66
74
77
3
1
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2
1
2
5
13
2
1
1
2
36
1' 17
2"94
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1' 17
0 '58
0'58
1'17
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6S 'S8
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•
1'76
0'58
2
4 '70
1' 17
17
lB
0'58
10'00
JO' 58
1
6
0' 58
0' 58
3'52
8
IBt _ Z'35
IBd _ IZ '94
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lB = 23'52
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" ac .
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74'78
84' 70
95'29
95'88
96' 4 7
100'00
IGA _ lS'35
El subtramo 3 · 3'25 metros contaba con 762 útiles. que contentan 825 tipos primarios ;
!;labia 700 monotipos. 61 dobles y I triple. Los datos son :
S
590
S R - 227
D - 12
p - 32
G - 3 19
A
SE
B
E
i9
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13'
12
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SE
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,G - 56
2
7
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A
-3
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PDp - 1
E -12
[page-n-120]
INDUSTRIAS UTlCAS DEL PALEOUTlCO
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•
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27'82
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17
17
2
1
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54' 33
54 ' 59
lB
4J
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2
44
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0' 26
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0'91
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0'78
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NS
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27
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,
,
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"
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•
•
75
76
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IBt _ I ' 44
•
0' 26
5' 77
0' 13
0' 13
18' 76
16' 14
0'52
0 '78
0' 78
O' 13
O' 13
1 '83
" OC,
54' 85
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60' 76
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96'32
97' 11
97'90
98' 03
98' 16
100'00
ICA _ 15'3 5
El nivel siguiente, de 2'7 5 a 3 metros, dio 476 úti les (477 NB, por ser un util doble) con
503 tipos primarios ; 449 eran monotipos y 27 dobles. La distribu ció n e ¡ndices e ra :
5
JJ7
,
A
21
S fII R - 124
p-
2
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sp - 80
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•
D-
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52
P
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E
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PDm - 2
,-4
<-2
9
p- 4
LDT - 3
G - 39
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E
- 7
, - 1
G - 199
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,
4
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11
12
•
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1
9
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4
108
8
,
17
"
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) ' 88
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0'4 1
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1' 67
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IC _ 46' 96
I2 C.
6' 70
6'9 1
8'80
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21 '38
21 ' 80
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IB - IS'93
N8
, •
Cant .
27
J2
J7
'8
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4'
44
0' 62
1' 67
8 ' 17
0' 20
0' 83
0' 4 1
0'20
0'20
2'51
1'0 4
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J9
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29
'0
JI
"
¡P _ O
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48' 21
49' 89
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58 ' 28
59' 11
59'53
59' 7 4
59'95
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63 ' 52
CI2I11 .
57
61
65
66
69
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1
2
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2
2
4
74
75
77
.
78
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IBd _ IO'69
•
,
,
12
lBt _ 0 ' 41
•
0'20
0' 4 1
14' 88
14 ' 25
0' 41
0' 41
0 '83
) ' 25
0'62
2'51
0' 62
" I2C.
63' 73
64' 15
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93' 29
93' 71
94' 12
94' 96
96'22
96'85
99' 37
100' 00
IGA _ 24 ' 31
El estrato superior, 2' 6-2' 8 metros, oCreció 844 útiles que contenía n 892 tipos primarios, con 797 monotipos, 46 dobles y 1 triple, Los mismos cálculos que para los subtramos
superiores arrojan estos resultados:
S
.05
S fil- I O
R - 175
D - 11
A
21
SE
123
p-
8
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18
,
G - 391
8
u -
E
5
B sp-135
SE m I
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A
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•
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E
-5
[page-n-121]
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J . M,' ruU OLA PERICOT
,
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2
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13
•
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6' 39
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2
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0 ' 23
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11
1' 30
22'7 4
32
3 0' 35
260 30' SO
¡ '5 4
13
21 ' 44
3.
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38
55 '21
.3
19
55'33
57'81
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..
13
1
17
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0'11
0' 11
2'48
JI
•• •
lB _ IZ',9
IG .,5S' 33
0 ' 11
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61
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0 ' 23
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0 ' 23
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•
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12
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79
•
NB Can!.
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",
•
2
3
3
78
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IBd _ 9 '36
•
8
"
70'37
70' SS
70'97
71 ' 09
71 ' 32
0'11
2 0' 23
1 0' 11
122 14' 45
7.
75
76
77
68'00
68'12
" ae.
2
IBt _ O' 23
71 ' 44
85' 90
96'"
32
10' 42
0'11
0 ' 23
0 ' 94
0 ' 35
0 ' 35
0 '47
0' 94
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96' 44
96'68
97'S3
9"98
9S'34
9S'SI
99"6
100'00
ICA _ l2'S8
Pa ra resumir, ofrecemos a continuación la suma total de útiles y su repartición en cla ses, se rie nominal e Indices más caracteristicos globales. Se in cl uye tamhién en la suma la
cifra de 27 útiles de procede ncia inconcreta entre 2' 5-J'5 mu, Los 2, 279 útiles (2 ,260 NB I
d iero n en el análisis 2,450 tipos prima rios: 2, 114 e ran monotipos, 159 dohles y 6 triples,
S
1.667
S ffi -
RDp-
A
P
SE
75
2
252
SE rII -
B sr- 33
sp - J94
P unif2
13
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,
E
27
A
- 22
LDm - 20
P - 16
R-
22
p- 12
G - 217
58
2,4 50 t. p.
,-
PDm - 5
- 27
E
P- 3
Pic,tr, - 1
LDT - 5
3
G - 1.001
NB Cant,
1
2
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•
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•
9
10
11
12
13
. l.
17
18
23
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.6
25.
5
6
18
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'97
2'
2
2
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1
•
" ae,
NB Can t ,
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0 ' 65
2' 76
2' 01
11 ' 14
0 ' 21
0'26
0 '7 8
0 '2 1
2 1'79
1'05
0'08
0'08
2' 10
0' 26
0'04
7'41
8 '07
10'6J
12' 85
2J'99
24' 21
24' 47
25' 26
25' 48
47' 28
48'J J
48'42
48'50
50'61
50' 87
50' 92
27
9
•
28
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22
30
162
JI
l.
12
J2
3.
35
•
36
3
37
38
.0
.,
7
•
7
1
1
.3
83
52
i2
1
••
•
" ae,
O'J9
0'17
0'96
7'10
0 ' 61
0 ' 48
0 '1 7
O'JO
O' IJ
0' 17
O' JO
0' 04
0' 04
J ' 64
0' 52
0' 04
51 ' JI
51 ' 49
52'45
59'56
60' 17
60'65
60' 8J
61' 14
61 '27
61'44
61 ' 75
61 ' 79
61 ' 84
65' 48
66'00
66' 05
NS Cant,
57
58
59
60
61
65
66
69
7J
7.
75
76
77
78
8'
85
86
IG _ 48' 11
IB _ 14'78
IP _ 0 '04
lBd _ S' 99
La serie ordinal que obtenemos es la siguiente :
8
SE
A
E
P
427
252
75
27
2
S
1,667
18t _ O' 8J
2
1
1
•
0 '06
0'04
0 '04
0 ' 17
4
0' 17
357 15'65
299 1J' 11
2 0'08
1 0'04
10 0'4J
18 0'78
9 O' J9
11
0' 48
7
O' JO
1 0 '04
1'84
.2
5 ' 0' 21
•
.~.
66' 14
66' 18
66'22
66'40
66'57
82' 2J
95'J5
95'4J
95 '48
95'92
96' 7 1
97' 10
97' 58
97'89
97' 9J
99' 78
100' 00
IGA _ 22' 76
[page-n-122]
INDUSTRIAS L1TICAS DEL PI\.I.EOlITICO
De ella se deduce la serie o secuencia estructural.
SE 13 A
E
S l' B
,4
'"
p
Notamos en esta secuencia el continuo descenso de los abruptos hasta un limite tan bajo
que se ve superado ampliamente por los sobreelevados, separado de ellos incluso por una
fractura de tercer grado. Llama la atención el nuevo distanciamiento de los simples, de la
mano de los raspad¡;¡res, cuyo indice ya hemos visto que era según Sonneville-Bordes de
4S'II, a partir de sus recuentos, o bien de 49'7 1 % si partimos de la lista tipológica de Lapla·
ce. Es este tipo de útil el que provoca la ru ptura de primer grado en la secuencia estructural
y que juega por tanto un papel primordial en esta industria. Su aumento a través de los sub·
tramos es progresivo, ya desde el 3'75-4 metros del Magdaleniense 1 que hemos visto ante·
riorment.e. con un IG _ 38' 12 hasta este último del subtramo 2'6·2'8 metros con un alt(simo
IG .. 55'33. El IG global desde los 4 metros a los 2'5 es de 45'S segón Sonnevme Bordes y de
46'9 6 " si nos atenemos a los recuentos de tipos primarios .
Un fenómeno contrario sucede con los buriles. Pese u conservar la segunda plaza dentro
de la serie, !1 0 podemos decir que cualitativamente se hallen a la misma altura, ya que la
ruptura de primera categorla les aleja de los simples y les acerca mucho más a unos sobree ·
levados que ascienden de forma insólita.
El Indice de buril cae desde el 25 de 3'7S-4 metros hasta el mln imo 12'79 de 2'6-2'S metros. El descenso se hace sobre todo patente a partir de los 3'2S metros. El ¡ndice de 2·5.3·S
metros es de 14 '7S y el general. de 2'S a 4 metros. del IS'S6 "'.
Estas diferencias tan acusadas entre raspadores y buriles a favor de los primeros con trastan con datos tan fehacientes como los indices que de estos dos tipos de útiles se obtienen en Laugerie Haute Este ISonneville Bordes, 1960, pI. X-XII. Tanto en el Magdaleniense 1
como en el Magdaleniense Illos buriles superan a los raspadores, 2S' 3 por 3S en el primer
caso y 20'5 a 23'2 en el segundo. El fenómeno se repite con insistencia en todos 10$ demés
yacimientos con Magdaleniense inicial, incluso con el de ..raclelte.s.o, por ejemplo en el Abri
des Jeuns Bluncs; se llega a limites tan espectaculares como el caso del yacimiento de Sol·
vieux. con un IG ",9 Y un lB ",,62. Una sola excepción. y con una diferen ci a que dan cifras ca si exactas a las nuestras. el caso del Magdaleniense de craclettes. de Badegoule. con un 4S
de IG y un IS'90 de lB en la serie de Peyrony. Pero la tónica casi exclusiva en Francia es el
dominio de los buriles sobre los raspadores.
Por el contrario, y al igual que ocurre en estas fases en el Parpalló. en el Magdaleniense
inici al y medio del CatAbrico hay bastantes yacimientos con un allO lndice de raspado r, muy
superior al de buril. Nos referimos, por ejemplo, allG del Juyo, con un 52'9, o al del de Alta miru, de 33·S. en contra posición respectivamente a unos l B do 12' 4 y 21 'S !GonzAlez Echega
ray, ]97] 1_ UtriUa du p¡lra el Magdaleniense IU cantábrico en general un IG de 46'3 y un [B
de [S'7 lUlrilla, ] 9761. La contraposición con los esquemas franceses hace pensar en una va riante o ndaptación local de esa industria magdaJeniense que en el Cantébrico conocemos como M~gd~leniense 111 y que se parece bastante. por lo que hemos podido ver. a este Magdaleniellse 1-11 del Purpalló.
Para corroborar esta hipótesis de trabajo tomaremos en primer lugar la serie que Pilar
Utrilla nos orrece sobre el Magdaleniense III en toda la costa cantAbrica peninsular IUtriJla,
19761. Es la siguiente :
S
3.244
A
p
SE
B
E
660
O
277
859
3
•
S.043 t.p.
Sobre un total de 4.975 útiles [excluimos los diversos] hay 5.043 tipos primarios. y tenemos un IG _ 4S'S4 y un IB = 17·03. La secuencia estructural que se deduce es la siguiente:
S 1I B
A / 3SE/4E
p
Como punto comparativo más Inmediato, según la tendencia clásica, tenemos un yacimie nto francés con pocas raclettes, Laugerie Haute Este, que ya hemos tocado con anterioridad. Reuniremos en los recuentoS las fases 1, II Y III como representativas de un Magdale-
[page-n-123]
02'
J. M,' FULLOLA PERICOT
niense inicial evolutionado, que es lo mismo que hemos visto en el CantAbri co. La serie nominal es:
S
1. 103
A
p
O
49
•
SE
S97
E
7
1. 14 3
2.899 t.p.
Estos 2.899 tipos primarios están contenidos en 2.719 útiles, descontados ya de la suma
fina l los 94 divel"lios que se citan en la obra en cuestión (So nne ville Bordes, 19601. EIIG es
de 32' 18 y el lB de 39'42, en claro co nt raste con la industria peninsular. La secuencia cstruclUral que encontra mos es la siguiente :
•
sP
A /3 SE , 4 E
p
Para t.crminar esta exposición que daré pie despu~s a las comparaciones pertinentes,
hay que citar sin duda nuestro yacimiento; de él cogeremos las dos fases considerudas como
magd lllcnienscs que hemos ana!izado y con su suma intentare mos ver la semejanza o no con
Jos industriAS que Hcabamos de ver,
La serie nominal del Parpalló 4-2' 5 metros es:
S
A
2,651
290
P
4
SE
348
•
1. 062
E
48
..
4.403 t,p,
Estos 4,403 tipos primarios se encuentran en 3,9 15 utiles, repartidos en 3, 444 monotipos, 453 dobles, 15 triples y 2 cuádruples, El Indice de raspador es de 47'35 y el de bur il de
24'31 , La secuencia estructural queda como sigue :
S / IS ( lSE
A 14 E
p
Con todo ello este bagaje de datos creemos estar en situación de poder intuir unos para lelismos que confinnarán nuestras hipótesis de trabajo mb arriba expuestas, es decir, la
mayor semejam:a del Magdaleniense inferior-medio de la tona cantábrica con las fases
magdalenitantes del Pa rpalló Que con las fases clbicas francesas.
El mismo orden de los modos 1105 habla ya de unas diferencias bien palpables : mielltras
en el Clllltábrico y el Parpalló los simples, siempre de la mano de los abundalltcs raspadores,
ocupan la primera posición de la secuencia y con una notBbillsima ventaja reflejada en la
fractu ra de primer grado que los separa del resto de la serie, ell Laugerie Haute Este. caso
concreto que sintetiza el ambiente gene ral de este periodo, los buriles desbordan a los sim ·
pies por escaso margen y configurall una imagell mucho mb magdaleniense clásica, es de·
cir, con ascenso continu ado de los buriles,
Otra cuestión importante está en la alternativa entre sobroelevados y abruptos Que observamos en el Cantábrico y en el Parpalló: de los recuentos de este ultimo yacimiento esta mos seguros, pero al hacer la conversión a pa rti r da la pu blicación de Pilar Utrilla tenemos
la sospecha de haber tomado co mo simples algunos raspado res, sobre todo sus RN o raspadores nucleiformes, que en realidad serian sobreelevados, in crementándose por tanto la cifru de ÓS10S de manera apreciable, Sin embargo, a pesa r de todo, es en la proporción de
i,bruplos donde más se hace patente la diferencia en :re estas fase más Q menos paralelas de
la penlnsula , donde Quizás la semej allza del Ma¡:daleniense inicial,medio can táb rico con los
modelos clásicos sea mayor. El Parpa1Jó presenta UI !t1 aguda crisis en cuanto a los abruptos
des puós de su florecimiento en el pe riodo Solu :reo grave:iense de la que no saldrá en eSta
fa se magdalelliunte,
Un paralelo decisivo es ;¡ 11:"
"", "I!cr el (¡ue 11M jwindan los ¡ndices de raspador y
de buril, y la relación l' t1:r~ ,'s:
"ú:;!. '.li rWi·'~ en el Cantábrico y en el Parpalló
los IG son de 48'54 y ,- ~ '.
,
'! ]aute Este sólo es de 32'18 ; lo
mismo sucede con e; :
.. , ji", ... hilo I.,, ~ lOllaS peninsulares, Que COlllrastan con los 39' 42 del ) :u.. UIHcn:o 1:,1,0.
La contraposición se hace pa\.ente en la relación buril· raspador, muy imponan:e a la hora de calificar u na illdustria : en la penlnsula tellemos un BlG de 0 '350 en la zona cantá brica
[page-n-124]
IN DUSTRIAS LlT ICAS DEL PALEOLlTlCO
y de 0'513 en el Parpall6, mientras que en Laugerie Haute Este el Indio.! sube has ta un
1'225, muy superio r,
La cuestión cron ol6gica parece no desentonar en el ma rco general de semejanzas que cs ·
tamos ap unta ndo. Ya hemos dicho que pa ra el nivel inmeditamente superior del Parpall6 te ·
nemas en anélisis Birm· 519 que da una edad de I1 ,a50 t3aO BC ,lo cual habremos de cale·
gi r que envejece entre uno y dos milenios la fecha del estralO que nos ocupa, con una precio
si6n relativa. Para la regi6n cantábrica tenemos dos fec has, que se ajustan a la periecci6n al
esque ma que estamos realizando, La primera proviene de una muestra de made ra carbonl·
zada recogida por J , Gonzélez Echegaray en el nivel 6 (Magdaleniense 1111 de la cueva del
Juyo: fue analizada en el Memorial Phoenix Project Radiocarbon Laboratory de la Universi·
dad de Michigan con las siglas M·830 y arroj6 una edad de 13.341 1: 700 BC (Flint y Deevey,
19601. La segunda proviene de la cueva de Altamira, d~ una muestra de madera carboniza·
da recogida en los niveles atribuidos al Magd aleniense 111 ; fue recogida tam bién por J . Gon ,
zélez Echegaray y analizada en el mismo laboratorio americano, dando una fech a de
13 .541 !700 BC. con las siglas M·a 29lMuñoz, 1967 ). Estas dos dataciones obtenidas pa ra
el Magdaleniense lB, es decir, fa se ya algo avanzada , nos sirven pa ra darn os cuenta de que
estos Magdalenienses I y U del Parpall6 no serén qu ids tan iniciales, sino algo més ava nza ·
dos. Para un verdAde ro Magda leniense inrer io r te nemos fechas algo més altas. como la muy
reciente para e l nivel 11 de la Riera, en Asturias, con una edod de 14.470 :!:430 BC pa ra el
anélisis Ga k·6.44 8 IStrau$S y otros, 19771. la de Lauge rie Haute Este, Ly·973, con una edad
de 15.090 .!. 440 para el nivel Magdalenie nse 111Rlldiocarbón, vol. 181, o la del yacimiento de
Lassac, en el Aude francés, con una fechll de 14.a oo ! 250 BC para el ané lisis Gif·2.98 1. Para
Laugerie Haute Este ha y también 111 dlltaci6n de l Magdale niense 111, Ly-974, con una fecha
de 12.020 :!: 4aO BC. que c llsa algo més con lo expuesto IInteriorrnente, as! como la del ané li·
sis GrN · I.913 que da pa ra el Roc au x Sorciers de Anglés sur Anglin la fec ha 12.2 10! 100 BC .
Un Magdaleniense inrerior del estilo Parpa1l6 en cuanto a tipologia hll sido detectado en
la regi6n francesa del Aude, concretamente en los yacimientos de Riviére, Bize y el referido
Lassac ISacchi, 19761. En una critica del mismo, Foneo anota uno tendencia de ser ies para ·
lelas lserie Gensol1 y serie' Hélénal hacia un Magd llleniense 111 més que hacia uno inicia l
IFortea, 19731 pero más adelante se acogeré. a la cronologla que acabamos de ver para Las·
sac e hilvanaré una hip6tesis acerca de un Magda leniellse inferior retardado en esta regi6n
de l Aude fra ncés que contactarla con ese mismo Magdaleniense inicial del Parpall6lJordá y
Fonea, 19761.
La idea que podemos hace rnos de esta fase en el Parpa1l6 es que nos hallamos li nte un
mome nto de crisis en el trabajo en sllex. Ya vimos que los porcentajes de utiles descendian
hasta el4'I6 '" q ue hallamos en el suhtramo 2'6· 2'a metros y hay que añadir a ello la cir·
cunstancia hasta ahora no reseñada de la tendencia clar a y progresiva a la microli titaci6n
de l instrumental ¡¡tico, Esto no es nllda extraño, pues es una constante genera l de la época,
pero unido a l empobrecimiento d a una imagen de decadencia al conjunto,
La idea que nos atrae més es la de ver en estos niveles del Parpa.ll6 que van de 4 a 2'S me·
tros un proceso de udaptaci6n a nuevas inOuencias, que luchan denodlldamente por impo·
nerse a un suhtrato mu y fUTaigudo en la zona y más concretamente en el yacimiento, el del
SolU treo·gravctiense, con una fortlsima tradici6n de do rso rebajado que resurge después in·
cluso del fantasioso Solutrense, LII evoluci6n desde el rico nivel Solútreo·gravetiense lleva a
la industria IIticlI de Ja cueva a un estadio critico. d onde los dorsos rebajados y los ab ru ptos
en gene ral caen en un inexplicable hilllUS del que resurgirá n con es plendor en las capas su·
perficiales del yacimiento. Los buriles ascienden, pero sólo por oposición a los abruptos,
pues de hecho su proporción no varia en gran manera respecto a los estratos anteriores, Por
ultimo los sobreelevados crecen también por la presencia sobre todo de los pequeños nspa·
d ores nucleiformes, presentes aqul en menor proporción que en la zona canlilbrica. Ya ha
quedado claro que poco tiene que ver el Parpalló con el Magdaleniense de craclettes. inicial,
por lo que si hay que buscar para lelos habría que ir a industrias con un bajo porcentaje de
los utiJes reseñados. En Francia, Laugerie Haute Este ofre ce paralelos crono l6gicos ace pta·
bIes, pero tipológicamente hay la dominancia total de los buriles sobre los raspadores , hecho
que se opone rudicalmente u los Indices que de tales utiles tenemos en el yacimiento levallti·
no. Otra segunda posibilid ad de comparación esté en la zona cantábrica, don de a los Pllrale·
los cronol6gicos se añaden los ti pol6gicos con uno claridad grande.
[page-n-125]
,,.
J . M.' FULLOLA PERICOT
Conclusión de todo lo expuesto seria que esta fase que Perico! bautizó como Magdaleniense 1 y 11 se desarrollaría entre el 14 .000 y el 12.000, fechas que se corresponden con
una fase 111 en Francia y en el Cantábrico.
El proceso que se desan"OUa en el yacimienlo valenciano es más bien de solutnogravetización al principio. para irse volviendo hacia ai res magd alenienses en fases sucesivas
hasta llegar a lo que Perico! bautizó con el nombre de M8gdaleniensa IV, un Magdaleniense
de triángulos que en el esquema clásico encontramos mucho antes, por ejemplo en la fase II
de Peyrony. Esto no es mas que una llegada retardada de fases que ya en Francia estén en
su apogeo a luga res lejanos que reciben esas innuencillS tangencialmente. Es por eso que la
crisis magdaleniense en el Parpalló es tan prolongada, pues dura unos tres milenios. LII evolución se produce sin fracturas apreciables en regiones más cercanas al núcleo original
fra ncés como el Ga rd , con un Salpetriense Superior que desemboca en un Magdaleniense
Superior, o en el Aude, con unas fases de clara transición por medio de un Magdaleniense
Medio a una fase Magdaleniense fi nal ric a y variada. Pero nuestro caso es claro y asl queda
expuesto, con el refrendo además de un paralelismo no ta n a cusado pero detectable y significativo en la costa cantábrica_
ARTICULACION DE LOS NIVELES
Nuestro siguiente paso va a ser construir una serie de cuadros y esquemas que ar rojarán
lu;t sobre e l proceso de evolución que hemos ido viendo a lo la rgo de la historia de l yacimiento.
En prime r lugar levantaremos un cuadro que resumirá todas las cantidades de útiles estudiados hasta ahora, distribuyéndolos por modos de retoque y por estratos. En lo que concierne a estos ultimas hemos distinguido siete, que son, e saber :
Gr - Gravetiense, 7' 25-8'50 metros.
FS - Fase solutreanizante, 6-25-7 ' 25 metros.
SM I - Solutrense Medio I o arcaico, 5'75-6-25 metros_
SM2 - Solulrense Medio 2 o avanzado, 5' 25-5-75 metros,
SS - Solutrense Superior, 4'75-5' 25 metros.
S-Gr - Solutreo-gra vetiense o Parpallense, 4-4' 75 metros,
FM - Fase magdalenizante_ 2'5-4 metros,
Esta pequeña reestructuración cree mos que ha quedado ya razonada en la amp Usima y
detenida descripción de cada uno de Jos niveles arqueológicos de la cueva. Como novedad
mil! destacada cabe hacer menció n de esas dos fases que introducen las culturas que luego
flo recerán con esplendor. Respecto a la primera, rase solutreanizante, podemos considerarla
como tal, més que como Solutrense Inferio r, debido 11 su progresIvo paso hacia el retoq ue
pla no, pero aun con una tradición gravetiense palpable, que dismin uye en relación inversa
respecto e esos foliáceos solutrenses que luego se desarrollarén.
La fase magdalenizante abarca un periodo crOnológicamente més avanta do que el Magdale niense inicial francés y en cierta mllnera paralelo al inicio de esta cultura en la zona
cantábrica , No podemos, sin embarg o, considerarnos ante un Magdaleniense nI tipológica mente, puesto que la pobreza de los materiales y otros indicios ya señalados en su momento
nos reafi rma n en la creencia de que estllmos ante un perlado de crisis Iras el esplendor del
Solutrense y del SoIUlreo-gravetiense, dura nte el cual se detectan lejanas influencias magdaleniense que sólo cristalizarén en un momento més avanzado del yacimiento. Las pistas
recogidas no las consideramos suficientemente consistentes como para creer en un Magdaleniense I y en un Magdaleniense 11, sino que con el nombre de fase magdaleniunte abarcaremos todo este periodo incierto de Iransición.
El cuadro de distribución al que aludlamos llevará tambi~n una cifra debajO de cada efectivo obser vado; serán las frecuencias de cada uno de esos efectivas considerados res pecto al
total de la serie _
[page-n-126]
INDUSTRIAS UTICAS DEL PALEOUTICO
e,
FM
ro<
1058
.373
2651
.602
5624
.543
A
306
.187
1060
.374
290
.065
1802
. 174
P
111
.16 1
23B
. 145
3J
.011
4
.001
469
.045
SE
7
.010
.009
.020
"
348
.079
440
.042
B
.074
139
.085
605
.2 13
1062
.24 1
1922
.185
E
9
.017
12
.017
16
16
4B
.009
.005
.0 11
102
.0 10
512
.050
.066
1638
. 158
2830
.273
4403
.425
FS
SMI
5M2
SS
.765
149
.719
331
.646
450
.664
923
.563
10
.123
19
.091
60
. 117
57
.083
1
.012
13
.062
69
.134
1
.012
2
.009
8
.0 15
6
.070
24
J5
51
. 115
.068
1
.0 12
O
O
BI
s
207
.020
62
.008
s·c,.
125
6BB
16
10359
lEn 5M2 se incluyen los útiles 5·25·6' 25, sin prof. concrela .1
El proceso siguiente serA el de testar la homogeneidad dos a dos de las series de estratos
adyacentes. Ello nos ayudarA a ver realmente los que tienen un reparto mAs semejante en
cuanto a sus utiles. Los indicadores de diferencia para cada uno de estos tests son los que sigue n:
X'
X'
X'
X'
X'
X'
Gr - FS _ 6·23 1
FS -SMI _ 16'814
SMI - 5M2 _ S' 148
SM2 -S5 _ 121 '313
SS - S·Gr _ 456·12 1
S-Gr - FM _ 12 12' 333
Homogeneidad
¡nhomogeneidad muy significativa
Homogeneidad con reservas
Inhomogeneidad altam. significativa
¡nhomogeneidad altam. significativa
lnhomogeneidad altam, significativa
Esta serie de resultados nos me recen unas consideraciones que vendrAn a refrendar lo
visto hasta el momento. En efecto, al inicio de la habitación de la cueva tenemos dos estratos
de composición homogénea. el Gravetiense y esa Fase Solutreanizante que justamente por
eso no nos hemos atrevido a llamar Solutrense Inferio r, por su tradición gravetiense lalente
aún con palpable claridad, en un momento de cambio que va definiéndose mAs y mAs en cada uno de los subtramos del estrato a medida que nos acercamos al SOlutrense pleno. Este
úl timo dalo que aporta el teSL del XI no hace sino confirmarnos lo que ya hemos apuntado
hasta ahora . Normal es destacar que el grupo que sufre un mayor aumento es el de los pla,
nos, pues hacia una fase de predominio de foliáceos nos d irigimos.
Los cambios son grandes en los estratos siguientes, la Fase Solutreanizante y el Solutrense Medio 1, con una ¡nhomogeneidad muy significativa en el reparto, sobre todo en lo concerniente a los foliAceos que siguen aumentando.
Una homogeneidad con reservas, que ya hemos visto en su apartado cOlTespondiente.
califica a los dos estratos del Solutrense Medio, 1 y 2. Lógico era que hubiera nexo de uni·
dad entre ellos puesto que su diferenciación no es tan clara como en otros c asos, pero 51 palpable. Quedan por últimó los tres casos que presentan inhomogeneidad altamente significativa, es
decir, que sus diferencias en el reparto de los útiles no se deben en ab$olulo al UIr, sino que real·
menlA! existen.
[page-n-127]
J. M,o FULLOLA PERICOT
'"
Hemos realiu.do además otras pruebas parciales, por ejemplo. entre [os cuatro esLratos
que alribuimos al SoJutrense, desde FS hasta SS, ambos Inclusive. El X' ha sido de 198' 972.
es decir. inhomogeneidad altamente significativa, k:I cual refI¡¡ja muy bien la evolución colllj·
nua entre estratos. el no estancamiento de los efectivos de las series en una secuencia determinada . Esto mismo, esta evolución, la podemos observar en el test global de toda la industria analizada en este yacimiento. desde los 8'50 metros. inicio del Gravetiense, hasta los
2'SO metros, limite superior de la Fase Magdalenitante . El XI da como resultado 2473'25.
de una ¡nhomogeneidad altamente significativa otra vez.
Prolongaremos otra linea de nuestra investigación en la dirección de búsqueda de los
movimien tos diferenciales evolutivos que se detectan a lo la rgo de la secuencia cultural del
yacimiento. Se trata de construir un cuadro de frecuencias de los efectivos considerados, oro
denando las series estratigráficamente y las categorlas segun el orden de las frecue ncias
teóricas (pI. Estll cifra se obtiene dividiendo el fl úme ro total de objetos con un modo de reto·
que detenninado, simple, abrupto, etc., por la dfra glo bal de utUes de las industrias conside·
radas. Otros datos que constan en el cuadro son la amplitud absoluta entre frecuencias tAl.
es dec ir, su dife rencia mayor, y la amplitud entre categorlas extremos tAel, la diferencia en ·
tre la primera y la ultima de la serie considerad!!. En el CIISO de aumento habrá una progre·
siÓn o una oscilaciÓn progresiva, en el caso de que la frec uencia de llegada sea menor que la
de salida hablaremos de degresiÓn o de oscilaciÓn degresiva. Estos valores de las amplitudes
de las frecuencias A y Ae permiten la caracte rizaciÓn de los movimientos de evolución .
segun el esquema siguiente (La place, 1974b, p. 261.
si
si
el s i
DI si
"
Ae _ A - O
Ae _ A ,(0
Ae ~A y A. - o
Ae -,.fA y 2Ae meno r que A
El
si Ae ,L A y 2Ae mayor que A
Al
estabilidad
progresiÓn o degresión
oscilación
oscilación progresiva
o degresiva
progresiÓn o degresión
oscilante
Con todos estos datos pasamos ya a exponer el cuad ro de frecuencias y sus movimientos
caracteristicos.
G,
76' S
12' 3
B
7"0
l ',
SE
J"2
l ',
E
S
A
,
FS
SMI
SM2
SS
SG,
FM
P
,.,
S4'S
11'7
S7 'S
37'3
37'4
21'3
24'1
14'7
n
O
',
53'1
IS'9
IS'6
13'4
50' 2
25'3
11' 3
10'S
60' 2
, '8
,.,
,..
, '5
,'0
0'5
n
, '0
71 '9
,.,
I l' S
O
·,
0 '0
, '5
n
n
,.,
O·,
,'5
,., ..,
..,
A
A,
39'2
IS'3 osc. degr,
30'9
S'S osc. dgr.
17' 3 _17 ' 1 progr. osc.
14'6
1'1 osc. dgr.
, '0
- S'7 progr, osc,
l ',
0 ' 1 osc. degr.
Los resultados más claros que obtenemos en este cuadro son las progresiones de sobree·
levados y buriles, lÓgicas si tenemos en cuenta que vamos desde un momento gravetiense
hacia uno madgaleniense, pasando por una fase solutrense ; el aumento de sobreelevados se
da en base sobre todo a los pequeños raspadores ca renados propios de una fase magdaleniense, o al menos en camino de cristalizar en ella, fenómeno por otra parte paralelo al de
los buriles,
Ya como fina l de este apartado de articulación de los ni veles del ParpalJó, expondremos
el cuad ro general de secuencias estructurales, que muestra las relaciones diacrónicas de rano
gas, de categorla y de rupturas.
[page-n-128]
IN DUSTRIAS LIneAS DEL PALEOUTICO
G,
FS
SM'
SM2
SS
SG,
FM
S
S
S
S
S
A
S
,'
"
"
"
"
,'
A
B
B
A
A
P
p
P
S
B
"
"
,
"2
B
A
B
SE
"
"
"
"
P
P
B
A
B
SE
"
"
"
"
A
'"
SE
SE
E
E
E
P
E
E
SE
SE
SE
E
E
P
La estabilidad en cabeza de los simples y en la cola casi siempre de «ecailléeu y sobreelevados confieren a los tres grupos restantes el ra ngo de definitorios de la evoluciÓn industrual del ParpallO. Podemos establecer una gradación de grupos en base al lugar que ocupan
en cada serie. Resultarla :
S 11 · \ · \ · \ · \ · 2 · 11 _
A 12 · 3 · 3 · 4 · 2 - 1 · 41 _
B 13 · 2 - 4 • 3 . 4 - 3 - 21 =
P 14 - 4 - 2 - 2 - 2 - 5 - 61 ""
5E 15 · 5 - 6 · 6 - 6 - 4 - 31 E 16 · 6 - 5 • 5 • 5 - 6 • 51 _
8
20
21
25
35
38
Esta serie general nos da la idea global de la evoluciÓn industrial. Podemos ver en un
análisis estructural de la mis ma los resultados siguientes:
ISI / 3 (lA
BI / 4 ¡PU / 3 (SE
El
De ah! se deduce el hec ho apuntado més arriba ; simples por delante y sobreelevados y
«ecailléeu por detrés se destacan significativamente de los grupos definitorios, A, B Y P. El
ractor determinante de la pequeña rractura que separa este ultimo de los dos primeros es la
apa rición del Solutrense en una parte de los estntos del yacimiento, no es una constante como pueden serlo abruptos y buriles a lo largo de todos los estratos en mayor o menor medida.
OBSERVACIONES PARTICULARES
Antes de pasar al ultimo apartado de resumen y conclusiones generales, creemos oportuno hacer hincapié en una serie concreta de datos que atañen a utiles raros o caracterlsticos;
lo
por estas circunstancias es interesa nte ded ic'arles una atención prere rente, au nque SÓ veamos sus recuentos y porcentaje de apariciones.
Nos referiremos, en primer lugar, a las controvertidas puntas de aletas y pedunculo que
surgen con el Solut rense y que constituyen, sin duda, el útil més representativo de est!! rase
en este yacimiento. Ha y que hace r notar que si bien la apariciOn de estos útiles se repetirá
en yacimientos vecinos como el Barranc Blanc y Les Maliaetes, y sobre todo en el SE penin·
sular, con el lastimosamente desaprovechado yacimiento de la Cueva de Amb rosio IRipoll,
196 11 Y otrOS de menor importancia, fue precisamente en el ParpaUó do nde le encontraron
lin sitUl estos utiles, como ya hemos rese ñado en su momento. Su perfección alcanza lfmites
insospechados que sólo se igualarán miles de años después, durante el Neolitico, con las
puntas de necha tlplcas de este perlado. ¿Qué habla detrés de estos dtlles, qué creencias sustentaban?; o quids vamos desencaminados, y fueron en realidad au ténticas puntas de nechao Es poSible que sus a utores hubieran llegado a concebir esa forma Ideal de la punta con
alerones, que se introduce en el cuerpo del animal alcenzado y no puede salir sin desgarrar
su carne en el caso de haber penetrado con esos alerones. En tal caso habrla que inclinarse
por la hipÓtesis del funcionalismo del util, que a nuestros ojos se prese nta, sin embargo, de
una confecciÓn lan dificil que se nos hace cuesta alTiba el hecho de que esas pequeñas obras
de arte tuviera n que perderse en el extremo de una necha.
[page-n-129]
'"
J . M.' fULLOLA PERICOT
El punto opuesto de las teonas es la que aboga por unos titiles votivos simplemente, de
ofrenda. auitlls aquf eslemos jugando ya con la conciencia ~lIgiosa de aquellos hombres, y
esto lo creemos excesivo a partir de unos d,tos tan exiguos. El considerar el Parpalló como
un santuario no es, en nuestra opinión, una forma correcta de plantear el problema. Hemos
visto que la habitación fue constantemente ocupada duranle milenios y. sobre todo, que los
útiles que se encuentran más comúnmente en el yacimiento se CQITesponden con mayor o
menor exactitud, pero en un porcentaje significativo, con los conjuntos llticos de otros yacimientos de zonas alejadas como la cantábrica o la clásica francesa. De ah! que el hecho de
la aparición de esos útiles de aletas y pedúnculo podamos considerarla más bien como la
res puesta a un estlmulo concreto, en este caso la caza: en efecto, la posición del yacimiento,
en la entrada y salida natural de un valle suspendido, de un altiplano de reducidas pero
apreciables dimensiones, es estratégica .
Con predominio de la cabra, los demés animales no dejan de estar representados en cantidades significativas, por lo que la caza en el Parpalló debió ser indiscriminada, en oposición a la especialización de otros yacimientos, como el cercano de Les Mallaetes, a causa de
su a ltura respecto al llano. Un observatorio tan privilegiado como el Parpalló debió aprovecharse también como hogar ideal del nueleo de población mAs caracterizado de la zona, a la
que cabe conceder una densidad de habitación importante. Un control de la salida y entrada
natural del altiplano. donde hoy se asienta Barig, daria como fruto una caza abundante y tod o Jo variada que el clima y otros condicionamientos pusieran al alca nce de aquellos hombres.
Fue la perfección técnica del 50lutrense la base en que se asentó esa evolución tipológica. La idea de la pedunculación ya se habla rastreado con anterioridad, y a ella se añade
ahora la innovación de los ale rones plenamente destacados, que juegan un papel de gran
utilidad en el momento de su uso como puntas de flecha, como hemos visto más arriba .
Como elemento identificador de una fase no podemos centrar su origen en un yacimiento
concreto, si bien hay que señalar que cuantitativamente Jos dos nueleos capitales son la Cueva de Ambrosio, con 55 ejemplares (Ri poll, 19611, Y el Parpalló, con 76, de los cuales vamos
a continuación a hacer el desglose.
De las 76 piez.as de aletas y pedúnculo analizadas, 5 son unifaciales en su retoque plano.
es decir, F23 . Una se encuentra en la fase solutreanizante y es la que está situada a una mayor profundidad ; otra, en solitario, la hallamos en el 50lutrense Medio evolucionado 15M21.
y las tres ultimas en su contexto normal del 50lutrense Superior.
Los 71 útiles bifaciales (F323 ) se reparten del siguiente modo: 4 estén en el Solutrense
Medio evolucionado, 56 en la fase tlpica del Solutrense Superior y 11 atestiguan una supervivencia en el Solútreo-gravetiense .
En valores absolutos, estos 76 útiles representan el 16'2% de los instrumentos con retoque plano. En relación al total de la industria, son solamente el 0'73% de ella.
Dentro de este apartado de observaciones particulares haremos aho ra hincapié en otro
de los utiles definidores de una fase como es la punta u hoja de escotadura. Nos limitaremos
a ofrecer aqul sus cifras y porcentajes, pues ya en su momento Sil habló de su significado en
relación a l 501útreo·gravetie nse: en cuanto a su mo rfologla, nos remitimos al apartado de tipologla.
Las fases anterior y posterior, respectivamente, al momento tlpico de tales utiles contienen cierto numero de ellos, como para testificar que su aparición y desaparición no fue un
fenómeno brusco, sino gradual en el tiempo e incluso en la técnica, puesto que su perfeccionamiento es palpable. En el Solutrense Superior ban sido anllli~ados98 útiles de escotadura,
42 puntas y 56 hojas: en la Fase Magdalenizante fueron ya solamente 49, 31 puntas y 18
hojas.
El total arroja una cifra de 556 útiles de escotadura, 295 puntas 153%1 y 261 bojas
(47%1. En relación al total de abruptos de toda la cueva, representan un 30'85%. Si tene mos
en cuenta la cantidad total de la industria parpallonense, las escotaduras son un 5'36% de la
misma.
Nos referiremos, por último. a un Iltil que ba venido resetl.éndose repetidamente en los
resl1menes de cada una de las zonas y profundidades del Parpalló con la abreviación
d'lq.tr.», referida a la fonna francesa d'iquant tri6drell, tndudda al castellano como dpice
[page-n-130]
INDUSTRIAS LITlCAS DEL PALEOLITlCO
triédric
vacas de haber sido obtenidos mediante la conocida técnJca del microburil. Con anteceden·
tes tan lejanos como el_golpe de trapecio.t de 5iret 15iret, 1893), fueron los estudios técnicos
de Vignard y del comandante Octoban los que mAl a fondo trataron de su método da obten·
ción, de su pretendido y controvertido origen africano, aebiliense concretamente, y de IU uti·
lización lactaban, 1920, 1935a, Vignard, 1931 , 1934, 1935). Experiencias préctiCII de talla
ilustraron tales controversias, destacando las de Octobon IOctoban, 1935b).
El nombre de microburil fue ideado por Breuil, una vel mAl padre de nomenclalu.ra y di·
visiones que boy siguen guiéndonos a través de la Prehiltoria. Hablaba a principios de 101
atlas 20 del microburil como luna especie de buril de 'ngulo, muy plano, con retoque termi·
nal en pequetla muescu IBreull, 1921. p. 3501.
No seguiremos adentréndonos en el tema tipológico, qua hemos tratado en su apartado
correspondiente, pero si resaltaremos la correlación entre la aparición del microburil de ma·
nera regular y el auge del borde rebajado. Tal circunstancia fue sedalada por Pericot (Peri·
COl, 1955a) y por Bordes (Bordes, 19571, y es fruto de la observación directa del fenómeno ;
en nuestra opinión tal coincidencia es lógica, si tenemos en cuenta que para conseguir un
microburil o un éplce triédrico es condición casi ine:zcusab)e usar el retoque abrupto, a un·
que Bordes nos setlala incluso uno en el Musteriense de Pech de l'Aze {Bordes, 1957, fig. 2,
n.- 141.
En el Parpalló hemos identificado 78 l1tiles con retoque de microburil o de ápice triédri·
ca, resultados ambos da una misma técnica ; 9 se encontraron en el Solutranse Superior, sie·
te microburiIes y dos épices triédricas IFuUola, I 976cl. La mayor abundancia se registra en
el nJvel Solútreo.gravetiense, donde Pericot setlaló unos 50 y nosotros hemos anamado 58.
En el perlado siguiente, Fase Magdalenlzante, hemos hallado 11 , cifra que al parecer se
acentlla en fases posteriores, concretamente en el Magdaleniense IIl, segun la monografia
(Pericot, 19421. Esta circunstancia nos parece lógica si tenemos en cuenta el gran auge del
dorso rebajado en estos momentos.
Estos 78 lltiles que contienen, ya microburiles, ya éplces triédricos, representan un
0'75% respecto al total da la industria del yacimiento, y un 4'32% en relaci6n a la totalidad
de abruptos, que es el grupo dentro del cual han sido analizados en el sistema Laplace.
RESUMEN Y CONCLUSIONES
A lo largo de este extenso capitulo hemos intentado llevar a cabo
un ligero replanteamiento estratigráfico a partir de las industrias llticas en el conjunto de la cueva del Parpall6 IGandfa, Valencia), excavada entre 1929 y 1931 por Luis Pericot bajo el patrocinio del naciente Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia, que hoy sigue llevando la primacía en los trabajos que conciernen a la Prehistoria valenciana. Su monografia IPericot, 1942)
fue publicada tras una gran labor de elaboración y causó sensación.
sobre todo, a causa de las puntas de aletas y pedúnculo que aparecian por vez primera en una estratigrafia paleolítica, concretamente en el Solutrense.
Las divisiones culturales a las que Pericot adscribió cada uno de
los perlados que fue identificando en el yacimiento eran en la época
los ortodoxos. Sin embargo, hoy hemos llevado a cabo la exhaustiva
revisión de cada uno de los útiles estratigráficamente identificables,
numerándolos de nuevo y analizándolos todos por el sistema tipológi-
[page-n-131]
130
J . ..... FULLOLA PERlCOT
co analitico de G. Laplace, y una gran parte también según la listatipo de Sonneville Bordes y Perrat.
El alud de datos que estos análisis han representado somos conscientes de no haberlo explotado en su totalidad, pues gráficos basados en la tipometria de los útiles o estudios concretos sobre los tipos
de talones más abundantes no se plantean en esta obra y serén posiblemente objeto de posteriores trabajos.
El replanteamiento de los distintos niveles del yacimiento ha sido
argumentado en sus apartados correspondientes, pero vamos ahora a
resumirlo.
a) Los estratos inferiores, , ' 25 -S'SO metros. pasamos a considerarlos gravetienses. nombre que Pericot no aplicó en su momento
por no estar aún acuñado, encerrándose por aquel enlonces las distintas culturas dentro del apartado general del Auriñaciense.
b) Los niveles que van de 6'25 a 7'25 metros fueron los llama·
dos, por Pericot, Solutrense Inferior o Protosolutrense. Nuestra r ecti·
ficación tiene algo de puramente semántica, pues la llamaremos Fase
Solutreanizante, pero bajo ella se esconde una incertidumbre, la de
af1I1llar la existencia de un Solutrense Inferior; por carecer de datos
suficientes, creemos lo más prudente preconizar esa fase de solutrea·
nización que nos lleva a momentos más evolucionados de esa cultu·
ra .
e) A partir del Solutrense Medio o normal de Pericot hemos
crefdo conveniente desdoblar este perlodo en dos subtramos, SMl y
SM2, Solutrense Medio arcaico, de 6'25 a 5'75 metros, y Solutrense
Medio evolucionado, de 5' 75 a 5'25 metros. En el primero, las reminiscencias mayores se orientan hacia las puntas de cara plana y
otros elementos arcaizantes de la fase anterior; en el segundo, entrevemos ya unos caminos de evolución hacia formas futuras. Esta diferenciación en dos subtramos aparece ya esbozada en la misma monografia, pero ahora creemos haber hallado las razones substanciales
de la división.
d) El Solutrense Superior lo centró Pericot entre 5' 25 y 4'50
metros. Sin embargo. un análisis detenido de cada uno de los subniveles de 25 cms. en que fue excavado el yacimiento nos reveló claramente el hecho de que el último de ellos, .el superior. de 4 ' 75 a 4'50
metros. no debía incluirse en el Solutrense Superior. sino en la fase
subsiguiente, el Solútreo-gravetiense, en razón de su casi nulo porcentaje de útiles solutrenses y la eclosión del fósil director de aquel
perlado, los útiles de escotadura.
En el Solutrense Superior que consideramos, de 5'25 a 4' 75 me tros, están, como elemento destacado, las puntas de aletas y
[page-n-132]
INDUSTRIAS L1TI CAS DEL PALE OLl T ICO
'"
pedúnculo, que defmen al conjunto, caracterizado además por hojas
de laurel y pequeños raspadores .
e) El Solútreo-Auriñaciense fillal de Pericot, que iba de 4'50 a 4
metros, se ve rectificado en su nomenclatura y en su potencia. Pasa a
ser el Solútreo-gravetiense, que puede transformarse incluso en Parpallense si aceptamos la primacía del yacimiento en la identificación
de este período; pasa a abarcar desde los 4'75 a los 4 metros por las
razones ya expuestas en el apartado anterior. El útil presente en un
más alto porcentaje, y definidor de esa industria, es la punta y la ho ja de escotadura, mientras que en lo general destaca el uso renov ado
del retoque abrupto en los dorsos rebajados , sustituyendo de esta
manera la «moda» del retoque plano solutrense.
1) Las dos fases que Pericot reunió bajo las denominaciones de
MagdaJeniense 1 y II han sido resumidas, tras el detallado estudio de
las mismas, en un único conjunto que lleva el nombre de Fase Mag dalenizante. Su poten cia es análoga a la de las dos fases primitivas,
es decir, de 4 a 2'50 metros, y se caracteriza por una pobreza muy
acusada del material litico, en oposición al óseo, que gana muchos
enteros. No hay ningún instrumento litico que pueda erigirse en determinante del período, y su nombre viene dado por la muy dudosa
atribución a los Magdalenienses 1 y II clásicos, con craclettes», aquí
ausentes; es, en resumen, un puro paso al Magdaleniense , una fase
magdalenizante.
Nuestro próximo paso va a ser ofrecer un resumen de las cifras
referidas a cada uno de los 6 modos de retoque, sobre los que hemos
basado todos nuestros análisis. Lo haremos agrupando las cantidades
en los seis niveles estratigráficos que hemos distinguido.
S
A
62
G'
FS
SM '
ss
S-Gr
FM
free
'"
'"
'23
"
m
"
1058
2651
306
1060
2.0
5624
.552
1802
. 174
SE
P
03
"O
2J8
33
4
46.
.045
,
2
B
6
24
E
,
O
58
348
60S
1062
"
"
"
440
.042
1992
.185
' 02
.00 9
"
"
86
03.
48
TOL
"
207
1200
1638
2830
4403
10359
Es relativamente fácil seguir la evolución de esta industria litica
de manera superficial a partir de este cuadro, resumen del que se ha
construido después de los análisis de cada zona, de cada subtramo,
de cada periodo.
El dominio casi absoluto de los simples debemos reseñar que se
[page-n-133]
J . M.o FUllOLA PERI COT
debe a la gran abundancia de raspadores, que representan casi un
65% de los útiles clasificados en tal división.
En un primer momento, gravetiense , los abruptos se sitúan en
una segunda posición lógica, que en la fase incierta, de crisis y cam bio, que nos llevará al Solutrense, pierden ante los buriles. Ya en los
momentos solutrenses los planos o foliáceos se elevan a una posición
de privilegio que compartirán con los abruptos a medida que avance
el tiempo para desembocar en la eclosión de esos abruptos, de la mano, sobre todo, de esos útiles de escotadura que definen la fase
solútreo-gravetiense. Un nuevo momento de crisis aparece con el paso hacia el Magdaleniense, que se ve reflejado en un brusco descenso
de los abruptos, elemento que en la ortodoxia debería mantenerse, y
un ascenso de los sobreelevados, a causa de los raspadores que representan algo más de un 90% del conjunto SE, y de los buriles, útiles
que en buena lógica sí debjan subir en sus porcentajes. Para una mejor comprensión, remitimos al lector al cuadro de secuencias estructurales en que la evolución diacrónica de la industria se ve reflejada
de un modo claro.
Las comparaciones de las series de cada uno de nuestros niveles,
con los más semejantes de las estudiadas y publicadas de manera ex haustiva y aprovechable, han constituido otra constante en este capí tulo . Así hemos hallado semejanzas significativas entre nuestro nivel
gravetiense y el del yacimiento epónimo, asj como algunos de la misma cultura en la región francesa . Sin embargo, ellirnitado número de
útiles de nuestra serie hace dificultosa una comparación a fondo .
Ya en la Fase Solutreanizante encontramos un paralelo casi total
a nivel de secuencias estructurales con los estratos correspondientes
del yacimiento francés de Laugerie Haute en su sector Oeste. Divergen algo las series del Sector Este del mismo lugar y de las industrias
de la región del Card -Ardéche.
El paralelo con Laugerie Haute sigue en las dos fases del Sol utrense Medio, con una secuencia estructural idéntica a la del sector
Este y muy parecida a la de l Oeste.
En el Solutrense Superior la serie más parecida , entre todas las
que hemos tenido la ocasión de estudiar, sigue siendo la de Laugerie
Haute Este, con un mismo orden modal , pero con las rupturas distintas.
Al llegar a la nueva fase del Solútreo-gravetiense, los paralelos
más fuertes los encontramos en el arco mediterráneo. En efecto, profundos análisis de series, índices y porcentajes, nos han llevado a intuir un para lelo con determinados niveles de La Salpétriére en el
Card fran cés y de Paglicci en la Fuglia italiana. Por ello hemos teori-
[page-n-134]
INDUSTR IAS L1Tl CAS DEL PALEOLlTICO
133
zado acerca de un Parpallense como aglutinante de todas esas industrias muy semejantes y que se conocen en la costa mediterránea bajo
distintos nombres. Una extensión válida de estos niveles haci a el interior ha sido detectada en el área pirenai ca , posible camino de infiltración hacia otras zonas; nos referimos a los hallazgos de Brassempouy , que hoy han sido sacados de nuevo a la luz desde las antiguas
colecciones y que aportan un nuevo dato al estudio de este momento .
Por fin , nuestra Fase Magdalenizante ha sido de difícil comparación. Los Magdalenienses iniciales m ás com unes contienen todos un
elevado porcentaje de «raelettes» que no aparecen en el Parpalló. Es
por esto que investigamos en bus ca de los Magdalenienses sin «ra clettes» y fuimos a dar de nuevo a Laugerie Haute Este, pero los buriles ascendían alll de manera desbordante , por lo que fuimos a dar al
fin a la zona cantábrica, donde las semejanzas se nos antoj a n las menos alejadas de nuestro Parpalló.
Vamos a pasar a continuación al resumen cronológico de los estratos del yacimiento valenciano , sin entrar en detalles , pues su problemática concreta ha sido discutida ya en sus apartados correspondientes.
Las fechas que el C14 nos ofrece para el Gravetiense son altamente dispares , pues una da 38000 Be y otra 18000 BC. La primera ,
en buena lógica, debe estar contaminada , siendo la segunda una
mezcla de niveles del Gravetiense y de la Fase Solutreanizante , por 10
que su seguridad es cuestionable. En buena lógica la fech a no debe
andar muy lejos de los 23000 a 20000 años BC.
La Fase Solutre anizante nos da una fecha de 18000 BC que admi ·
te la comparación con los más viejos Solutrenses, por ejemplo con la
serie de dataciones de Laugerie Haute, con la que la coincidencia es
prácticamente total.
Una ausencia de fechas seguras es la tónica de los dos momentos
del Solutrense Medio , pero por comparación con las de los niveles an terior y posterior no es difícil colegir una datación alrededor de los
17000 años BC.
El Solutrense Superior registra una fecha de 16300 BC que resulta bastante tardía en relación al Solutrense Superior francés, por lo
que puede suponérsele superpuesto de alguna ma nera a los inicios
del Magdaleniense en el país vecino.
El Solútreo-gravetiense abarca unas fechas que van desde el
15900 al 1300'0 Be. muy pegadas a la datación del momento anterior
en su inicio. Sin embargo , son constantes en todo el arco mediterráneo al que aludíamos más arriba al hablar de este momento.
[page-n-135]
'"
J . M .' FI,ILLOLA PERI COT
Por fm, la Fase Magdalenizante podemos situarla. a falta de una
fecha exacta, entre los 13000-12000 años Be, lo cual no desentona
en absoluto con todo el conjunto que acabamos de ver.
El apartado fInal de conclusiones ha quedado ya muy esbozado
en estas páginas anteriores en lo referente a cronologia. paralelos. ti-
pología y estratigrafia del yacimiento.
Es ahora el momento de plantearnos la problemática general del
Parpalló. y creemos que un primer aserto válido es el de que la idea
de santuario que ha venido difundiéndose no es aceptable desde el
punto de vista de la industria lítica. Abogamos por un utilitarismo de
las piezas trabajadas en sílex u otro material, y por ello no nos parece
acertada la postura de considerar votivas las puntas de aletas y
pedúnculo, como se ha llegado a decir. Volvemos a insistir en que la
posición pr:ivilegiada del Parpalló en el único punto viable de fácil comunicación del altiplano o valle colgado de Barig con la costa, ha ce
del lugar un punto de permanente habitación , de caza constante e indiscriminada y, por qué no, de inspiración. No debemos , en efecto,
olvidar las plaquetas grabadas y pintadas, que son un documento excepcional en toda la Prehistoria mundial. y que su nuevo estudio
sería , por sí solo, tema de un a Tesis Doctoral. Recogeremos aquí un
esbozo de las ideas que Fortea nos ofrece acerca de dichas plaquetas.
Fija un estilo unitario a lo largo de todo el yacimiento, un sentido unitario del mismo; ya aludiendo a períodos concretos, compara las
obras de arte del Gravetiense con las pertenecientes al estilo 1I de
Leroi-Gourhan, en el ciclo Auriñaco-perigordiense.
Con la Fase Solutreanizante identifica el estilo !II arcaico; hay
una esquematización de las cabezas de los cérvidos y un alargamien to del cuello.
En el Solutrense Medio abunda la raya doble ; aparecen ya los
ideomorfos rectangulares llenos de rayas; las cabezas de los caballos
pueden adscribirse a las de «pico de pato».
En el Solutrense Superior y el Solútreo-gravetiense, la raya del
grabado pasa a ser múltiple ; hay ideomorfos rectangulares , semejantes a los tectiformes y que sugieren un sincronismo con el momento
cantábrico, que se fija también en el Solutrense final y el Magdale niense inicial. Las cabezas de caballo tienen ahora un pronunciado
«escalón» en la frente.
En la Fase Magdalenizante prosigue el trazo múltiple; también lo
ha cen las cabezas de caballo con «escalón», son ma cizas. En conj unto
se nota un mayor realismo en las figuras ; en el campo de los ideomorfas aparecen los trazados de «alambres de espino».
Un estilo casi totalmente realista tiene lugar en el Magdaleniense
[page-n-136]
IND USTRIAS L1TICAS DEL PAU DLITlCD
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III -IV de Pericot. Los detalles de las orejas, ojos, morro, boca y el pelo y las patas de los animales son muy cuidados. En los geometrismos
tenemos como destacado el zig-zag.
Con la magdalenización se tiende a un mayor realismo en el arte
excepcional de estas plaquetas, que no queríamos dejar de reseñar en
este resumen del Parpalló.
El motivo de este arte en el yacimiento valenciano, su causa, nos
escapa como lo hace , en cierto modo, la causa de todo el arte paleolítico. ¿Fue quizás en razón a la posició n de privilegio que ocupaba en
el pequeño mundo cerrado que limitaban los montes, rodeando la fértilllanura?; ¿o fue quizás una tradición local que surgió de la mano
de un genio y que fue perfeccionándose con el paso de los siglos? Al
fm y al cabo, el coger las substancias necesarias y plasmar lo que pasa
ante los ojos es una reacción perfectamente lógica y no buscaríamos
un camino de influencia desde el arte franco-cantábrico para explicar una evolución del todo coherente . desde unos primeros trazos
simples hasta una pintura realista incluso en las orejas y las pezuñas
de los caballos. No creemos que el paralelismo cultural sea del todo
disparatado en esta circunstancia; los estimulas culturales, climáticos, de re cursos de caza, etc., los creemos comparables en nuestro
caso a los que movieron al hombre en la costa cantábrica y en Fran cia, si bien en una medida más suave en 10 concerniente al clima. La
cuestión se plantea al intentar encontrar otros yacimientos con plaquetas en cantidad tan abundante como en el Parpalló, y es precisamente esa ausencia la que hace resaltar la importancia capital de dicha cueva.
Tras todo lo expuesto hasta aquí , podemos afirmar que el Parpa lló fue durante miles de años el núcleo inspirador de toda una serie
de yacimientos de la zona que iremos viendo a continuación. Algunos
de éstos tuvieron fases de florecimiento que superaron en mucho la
misma fase en el Parpalló, yacimiento que fue extinguiéndose como
hemos visto, sin llegar a ofrecernos un estrato postpaleolitico válido,
como otros muchos de la Regí.ón Valenci.ma.
Todo estudio del Paleolítico español e incluso europeo deberá to ·
car la rica zona gandiense, de importancia vital en todo el desarrollo
de las industrias, y dentro de ella la clave está y seguirá estando en
el Parpalló ; a su estudio creemos haber aportado algo, no definitivo
pero sí al menos objetivo, y fuente para otros autores o investiga do res de futuros estudios.
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B32; 9 . PDI:21; lO, D12. BI2 ; 11, D22 ; U , PD2S ; l J , PD23 ; 14, PD341. Sect. P 4-4' 25 m . 1I5, D12. BI2;
16, G311 ; 17, PD2ll. Sea. CO 4-4' 25 m. 08, Gil ; 18, G12 ; 20, Rll ; 21 , GIl. T211
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Gil ; 7 , RII ; 8-9, Gil ; ID, Gil. G21; 11, G I L G22; 12, B31 ; 13,.B32 ; 14, B11.822 ; 115, B22 ; 16, PDTII;
17, PD21; 18, PD31 ; 19, TlI:221. Sect. EE 4-4' 215 m. 120, B 12 ; 21 , G 12 ; 22, Gil ; 23, 822. 822 +822 ; 24 ,
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7. B 11 , B 12 ; 8 , 832; 9 . 822. T21 ; 10. PDZ3 ; 11 , PD32 ; 12, pnTIl ; 13, PD34). Sec t . L 3 ' 75-4 m . (14, R3ZI;
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831 ; 25. B12 ; 26, G il. 822)
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PDX21I. Seel. P 3' 75-4 m . IID, Gil . B12 ; 11 , LD22 ; 12, B 11 , G3121. Seet, ca 3'75-4 m , II 3, B31; 14, G 12 .
GIl ; 15, GU. B22 ; 18, LDII I, Sect. CE 3' 75-4 m . (11, P321; 16, G21; 19, GI2; 20, Gil ; 21, Gil. B21 ; 22,
GI2, GI2; 23, GIL Gll ; 24, G12, B311
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EE 3'75-4 m . (7, PlI; 8, G31lo Gll); 9, B12. G12I. Capa 15 talud 110, Gil; 11, Rll; 12, G12; 13, GIZ.
G12¡ 14, D22. B22+B22 : 15, LD31. BI2; 16, LD21 . B12; 17, LD34 ; 18, PD32; 19, PD2S ; 20-22, PD34)
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B21 : 9- 11, PD34 ; 12- 13. PDT121. Sect. L 3 '15-3' 75 m. 114. R21 ; 115- 18, G 12; 11, 822 +822. G311 +B22;
18, G312; 19. G12. T22; 20, GU. CU ; :n, C11; 22, BII . B111
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(12, Gil; 13. G 12 ; 14 , Gll!. G.JII; 15, G21. BI2 ; 16, B121. Capa 13 talud (17, B31 ; 18, PD25 ; 19, G12 :
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BARRANC BLANC
lNTRODUCCIQN
Este yacimiento que abordaremos a continuación ha sido objeto
no sólo de un estudio completo de los materiales procedentes de viejas excavaciones. sino de una labor directa del autor, encuadrada en
los trabajos que la Cátedra de Prehistoria de la Universidad de Barcelona ha realizado en la zona, siempre bajo la orientación y el con sejo del S.I.P. de la Diputación de Valencia, y más concretamente de
su director. don Domingo Fletcher.
La importancia de la cueva del Barrane Blanc es esencial en el
ambiente de la zona, pero marca el contrapunto del Parpalló y de
otros yacimientos annes en mayor o menor medida. En efecto. el me nor número de materiales y la menor importancia en la potencia de
los estratos respecto del Parpal1ó no impiden que consideremos unos
niveles culturales algo distintos, unas divergencias que parecen hacer de esta cueva un centro de alguna manera «escindido» de la corriente dominante y en cierto modo semejante a los yacimientos italianos. En su momento profundizaremos en esta problemática de
comparación de niveles.
Una dificultad con la que nos enfrentamos es la falta de una monografia O de una publicación detallada de todos los materiales que
el Barranc Blanc ofreció a su excavador. Sólo notas ocasionales o
gran des sintesis pueden guiarnos a la hora de conocer la opinión del
excavador acerca del yacimiento.
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INDUSTRIAS UTlCAS DEL PALEOUTlCO
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Dos referencias mucho más concretas y recientes nos han ayudado en gran manera en nuestro estudio; son las efectuadas por Laplace (Laplace, 1966, p. 121 - 1241 Y por Fortea (Fortea, 19731,
Sobre la primera de ellas podemos decir hoy que a grandes rasgos dio una visión acertada del problema que presenta la cueva, pero
la gran cantidad de índices y porcentajes que nos ofrece es factible
ponerlos en duda por el hecho de que trabajó sólo con 1.453 útiles
(La place, 1966, tabl. XVI de los 2.581 que se conocían en el momento
de la realización de su estudio, es decir, poco más de un 56% de este
total.
Una circunstancia parecida puede atribuirse al segundo trabajo,
parte integrante, como el primero, de una recopilación de yacimientos, éste en el Mediterráneo español, aquél en toda Europa. Las con clusiones a las que llega Fortea respecto al Barranc Blanc nos pare cen muy acertadas, y de hecho nosotros vamos a intentar corroborar
con nuestros cálculos sus intuiciones. Nos describe Fortea una serie
de útiles de las tres primeras capas del yacimiento, pero de hecho son
muy escasos respecto al total que hemos identifica do para cada una
de ellas; en la primera nos da 127 útiles en vez de los 353 existentes,
un 33 ' 17; en la segunda habla de 181 útiles y por contra tenemos
549, un 32'97; y en la tercera se refiere a 151 útiles de los 537 que
hemos inventariado, un 28'17, En total, Fortea sólo vio un 3 1'2% del
utillaje de las tres capas a las que se refiere su acertado estudio. Quede claro que en ninguno de los dos casos a los que acabamos de referirnos ponemos en duda sus conclusiones, sacadas de muestras signifi cativas del conjunto estudiado, pero éstas siempre tendrán un fun damento más amplio desde el momento en que estén sustentadas por
prácticamente el 100% de la industria conocida hasta el momento
presente. Tal ha sido nuestra intención al remover los fondos del Museo de Prehistoria de la Diputación de Valencia, en los que hemos reconocido los conjuntos estudiados por los dos profesores antes meno
cionados, y al mismo tiempo hemos sacado a la luz paquetes conteniendo material líti co en abundancia , que ha venido a sumarse a lo
ya conocido para darnos una mejor visión global de esa industria del
Barranc Blanc.
DESCRIPCIQN DE LA CUE VA
La cueva, o covacha, como se la co noció en un principio, del Barnnc Blanc fue bautizada as! po r sus excavadores en 195 1 (Fletcher, 1953, p. IOl. Estos fueron alertados po r dos
muchachos de la localidad de Rótova, que hallaron en superficie unos restos de crá neo humano de aspecto primitivo y los llevar on a la cercana cueva de Les Rates Penaes , en la que
por aquel entonces se t.r ab ajaba .
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J . M,o FULLOLA PEalCQT
El yacimiento se abre al Sur en las laderas o barrancos de los montes que rodean el valle
del no Verrusa. con abundantes meandros en esta zona, El unos 160 metros sobre el nivel de l
mar; esté en el término municipal de Rótova, a unos 12 kilómetros de Candla, al Sur de la
provincia de Valencia En!; o:xwcido p:lr kas naturales del lugar oomo ~a deJs ~ por la
gran cantidad de huesos que afloraban en superficie. Fue utilh:ada durante mucho tiempo
como redil para guardar ganado, lo que co n seguridad seré la causa de la destrucción por
mezcla de las capas superficiales, las de mayor interés del yacimiento.
Las dimensiones de la cueva en todos sus aspectos, plantas, alzados, cortes, etc., quedan
perfectamente renejados en la serie de planos que acampaftan aste capitulo. levantados en
el transcurso de la campaña realizada en junio de 1976. Vamos a recordar, sin embargo, las
medidas més importantes. La cueva en 51 llega desde el punto O situado al fondo de la cueva,
hasta 5'50 metros del mismo; en este punto lIS paredu laterales se abren para seguir la ladera del monte, dejando delante de la boca de la cueva una plataforma Que también fue excavada, de unos 2 metros más de longitud, por lo que las capas fértiles que exisUan a barca·
ban unos 7'50 metros; en altura no se llega en ningún momento a los 3 metros.
Las zonas en que se dividió para su excavación fueron 8, a las que afladimos una novena
en la campaña de 1976. En la cámara mismll se abrieron CUlltrO cuadros, totalmente irregu·
lares, que la cubrieron en toda su extensión, y fueron denominados A (cuadrante SE), B (cuadrante SOL e ¡cuadrante NO) y D (cuadrante NEI. Ya en la misma entrada y en la platafor·
ma exterior se abrieron cuatro cuadros mAs, también bastante Irregulares: fueron los E l
(cuadrante NOJ, E2 (c uadrante NEI. E3 (cuadrante SE] y E4 (cuadrante Sal. Zona aparte, como señalábamos más arriba, era F, el recodo del fondo Oeste de la cueva. Por nuestra parte
abrimos un cuadro E5 en la plataforma exterior, en la parte Oeste de la misma y ya fuera de
la boca de la cueva.
La e:a:cavación se llevó a cabo en los veranos de 19 5 1, 1953 Y 1954 bajo la dirección de
Luis Pericol y con el patrocinio del S.I.P . La primera campaña se inició el 26 de junio de
1951 y fue la prolongación de la Que los mismos excavadores llevaron a cabo en la cercana
cueva de Les Rates Penaes. Como es posible observar en los a ntes mencionados planos, la too
pograna de la cueva es bien sencilla: la cámara principal y, al fondo, en la pared Oeste, un
entrante muy pronunciado Que forma una camarilla aparte, denominada en los trabajos F.
Al fondo propiamente de la cueva hay un abombamiento de un metro cuadrado, aproxima·
damente, que fue llamado Icovacbu por los u:cavadores,
Se dividió la cueva en las cuatro zonas Interiores ya seflaladas, y se realizó una pequeña
c ala en A, de unos 30 cms. de profundidad . A continuación se excavó a fondo la zona B, di·
vidida en 7 capas y hasta una profundidad de 1'60 metros, y la B1, que en un primer mo·
mento fue llamada C (Fletcher , 19531. hasta 1'20 metros, en cuatro capas.
En la campaña de 1953, iniciada el6 de agosto, se excavó A, C y O Y se inició el trabajo
en las zonas exteriores E 1 Y E2,
y, por fin, en la campaña de 1954 se terminan las zonas exteriores ya iniciadas, y se ex·
cavan totalmente E3 y E4.
No fue hasta junio de 1976, en Que un equipo de la Cátedra de Prehistoria de la Unive rsidad de Barcelona, bajo la dirección de la doctora M.' Luisa Pericot y con participación directa en los trabajos del autor y de varios compal'l.eros reemprendió el estudio del yacimiento con un cuadro de comprobaciÓn estratigráfica. E5, ya señalado antes, a l tiempo
Que se lOmaban muestras de tierra y se levantaban los planos de la cueva que aqul
ofrecemos. Los niveles arqueológicos que se diferenciaron no fueron las ocho capas de la ex·
cavación antigua, Que grosso modo conservaban las potencias de 25 cms., sino que se distin·
guieron cuatro estratos, numerados I, lI, III Y IV, de una potencia total de 1 matra, con una
prolongación hacia dentr o de la cueva del III , el estrato Jlt interior .
DESCRIPCION DE LOS NIVELES
Se hace en realidad dificil una reconstrucción de las capas a partir de 101 datos publica.
dos hasta hoy ; como mayor aproximación citarlamos la reconstrucció n que Fortea nos da de
la estratigrafia de l yacimiento Ifortea, 1973, p. 204) a partir del diario de excavaciones con·
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INDUSTRIAS LtTlCAS DEL PALEOUTICO
servado en el S.I.P., con la cual estamos en total acuerdo. Pero vamos a intenta r describir
cada una de esas capas, hasta ahora sÓlo dibujadas, a partir también de un diario de exca ·
vaciones, en este caso el conservado por el director de las mismas. el doctor Luis Pericot. El
análisis exhaustivo de cada una de las piel.as completará la visión de esos estratos en el
capitulo posterior.
Una primera dificultad con la que toparemos será la diferencia, 8 veces de 25 cms. o algo mlls. que observaremos entre las potencias absolutas en distintas zonas de las mismas capas. Ello nos inclina a pensar que la estratigrafla del BarTlnc Blanc no era lisa. sino ondulada. quizlls mAs incluso de lo que refleja el gráfico de Fortea. Intentaremos solventar este
problema precisando las profundidades concretas en cada zona.
Haremos la descripciÓn de los niveles, de arriba abajo. en el sentido de la excavaciÓn,
distinguidos en las campañas de los años 50. para pasar en un apartado exclusivo a los estratos de la campaña 1976. Las siglas que distinguen a éstos serAn oEstr. l. Ir.., etc., mient ras que al referirnos a aquéllos lo haremos con la abreviatura . BBiI cuando tralemos de la
capa l." , «BB2_ cuendo de la segunda, y asi sucesivamente.
y pasemos ya a describir BB 1, es decir, la capa primera o superficial del yacimiento. He·
mos señalado antes que la importancia que pudiera haber tenido este nivel se vio disminuida
en gran manera por el hecho incuestionable de su mezcla por razón, seguramente, del gana·
do que alli se gua rdó durante muchos años. Junto a una indudable industria paleolltica, que
veremos més adelante, apa recieron restos de cr{¡neos y otros huesos humanos también de
gran antigüedad, monedas, cerámica, etc.
La potencia del estrato oscila entre los 10 cms. en E4 y los 30 cms. en B. En E2 y en A tenemos 25 cms. yen C, D y El. 20 cms. Capitulo aparte merece EJ. que inida su primera capa
a 1 metro de profundidad , en ral.Ón al desnivel ya existente al inidarse los trabajos de excavación. Otro caso apart.e es el sector F, que re úne sus dos primeras capas en los 40 cms. superliciales.
En conjunto, la tierra que formaba este primer estrato o capa del yacimiento era suelta,
pulverulenta y de un color gris claro, con oscurecimiento progresivo con la profundidad y
los niveles ya in situ. En la parte exterior abundan las piedras de pequefto ta maño.
En el sector C destaca la concentraciÓn de restos humanos que ofreció, con fragmentos
de cráneo, dientes, algun a v~rtebra y una mandlbula Inferior. Lo prominente del toros supraorbital y la robu5tel. del cráneo y mandlbula inclinaron a creer a sus descubridores en
un tipo paleoUtico de habitante. Fue Alcobé el que encontrÓ paralelos en la raza Cro-Magnon
del Norte de Africa, tipo Mechta-Afalou (Alcobé, 19541. Su sucesor en las directrices raciales
prehistó ricas, M. Fust6, no efectuó ningún cambio en la opinión de Alcobé respecto a los res·
tos del Barranc Blanc, aceptando el cráneo, robusto y de un varOn adulto, como perteneciente a una influencia más africana que continentallFusté, 19661.
Como contrapunto , y casi en superficie, se recogió en el sector D una monedita de los
tiempos de Isabel JI , en cobre, de medio céntimo de escudo, y fechada en 1868. También cabe setl.alar la presencia de 10 fragmantos de cerámica.
Fueron J. 167 los sllex recogidos en esta capa, da los cuales estaban trabajados 362 ; do·
minan los simples a causa de los raspadores, con abundancia también de las láminas de dorso, ta nto marginales como profundas.
La atribución cultural de esta capa ha sido tradicionalmente la de una continuación empobrecida del nivel inferior. Será un Epigravetiense con gran influencia magdaleniense, en
opinión de Fletcher y de Pericot, un Tardigravetiense empobrecido para Laplace y un paralelo local del Salpetriense para Foma. En realidad, nuestra opinión es la de un casi Magda·
leruense, pero aún con influencias del mundo de las escotaduras [tenemos tres LDJI, lo que
configura una· industria muy peculiar y en la que profundizaremos más adelante. La industria ósea no es muy abundante, pero está presente con una augaya de bisel simple entre algunos tipos óseos más.
Siguiendo el sentido descendente de la excavación, encontramos ahora una de las dos
capas más imponantes del yacimiento, la segunda o BB2. Précticamente su totalidad se en·
contró sin remover, pero es posible que por a lgún motivo que nos escapa hubiera habido fiI·
tradones a causa de toperas, ralces o incluso hoyos becbos por mano humana, ya que algu-
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J. M.o FULLOLA PE"RfCOT
na moneda se escurrió desde estratos superiores hasta éste, según refleja el diario de excavaciones.
La potencia del estrato varia entre 20 y 30 cms. En e y D la capa mide 20 cms.; en A. E2
Y E4 son 25 cms.; y en B y E l , 30 cms. La profundidad máxima alcanzada son 60 cms. en B.
y la mInima, 35 cms. en E4.
La tieITa pasa a ser negruzca en la totalidad del yacimiento. con alguna bolsa de tierra
gris cenicienta. Algunas losas de piedra se sitúan al fondo de la cueva, y en conjunto hay
muchas piedras de tamaño regular.
Entre los hallazgos notables destacaremos en la pane NO de e una nueva concentración
de osamentas humanas, que Pericol no se atreve a llamar enterramiento y que podrla sospecharse que fuese continuación de BBI . El resto más completo es una mandibula infantil. En
referencia a lo anteriormente citado de las filtraciones, en la parte exterior, en E4, que va de
O' 10 a 0'35 metros, se halló UD dirhem almohade y cerámica romana, sigillata clara. Vistas
[as profundidades a las que se hallaron, y dado que era en la parte exterior de la cueva, cabe
preguntarse si la mezcla no alcanzarla también un nivel algo más profundo al exterior, too
cando de alguna manertl esta segunda capa que distinguió Pericot.
Los sllex recogidos en BB2 fueron 5.971, de los cuales 5 12 eran útiles trabajados. Siguen
dominando los simples. con los raspadores, y se significan algo los foliáceos; entre los abrup·
tos destacan cualitativamente siete elementos de escotadura y dos láminas de dorso trunca·
das.
El trabajo en hueso es pobre en relación con la abundancia que de éstos hay en el yacio
miento. Destaca una controvertida azagaya de doble bisel que en buena lógica, y por su aire
magdaleniense, deberla haberse hallado más bien en BB 1, como muy acenadamente nos se·
nala Fortea (Fortea, 1973, p. 4981.
La atribución cultural de este nivel presenta una problemática semejante al ante r ior, al
decir de los autores que han tratado el tema. La presencia de varias piezas de escotadurtl.
siete, como hemos senalado más arriba, nos haria pensar en un Solútreo-gravetiense, que es
lo que propone Fortea. Si por un lado la azagaya de doble bisel nos estira el periodo hacia el
Magdaleniense, por otro tenemos la misma cifra de útiles solutrenses, nueve, y un mismo
porcentaje de presencia, J '6%, que en BB3, considerado como Solutrense. Permitasenos
apuntar solamente aqui los datos, que pasaremos a analizar en su momento oportuno.
El tercer nivel de [a excavación, BB3 , es junto con el anterior el que más [uz puede arro ·
jar sobre las fases que en el mismo se desarrollaron.
La potencia de sus estratos varia entre los 25 cms. de A, e, D, E I Y E2 a los 40 de E4, pa ·
sando por los 30 de B. La profundidad máxima se alcanza en B, 90 cms., y la minima en D,
65 cms.
La tónica general es de tierra muy oscura, casi negra y semejante incluso, según el dia ·
rio de excavaciones, a un hogar. Las piedras de tamano no muy grande son abundantes; es
en A donde aparecen unas losas de piedra que llamaron la atención de los excavadores, y
que muy posiblemente cayeron de la bóveda.
Mención aparte para la cámara lateral F, que en la tercera capa ofrecia una potencia de
50 cms., de 40 a 90 de profundidad.
No hay que registrar hallazgos espectaculares en lo que respeGta a huesos, tanto en los
trahiljados como en los humanos, pero su cantidad sigue siendo elevada.
En cambio, en la industria Iitica reseñaremos un hallazgo de 4.912 piezas, de las cuales
480 eran útiles. Destaca, por encima de todo. la punta de aletas y pedúnculo localizada en la
pared Oeste de la cueva, ya lindando con el departamento F, dentro del cual la analizamos;
este útil ha sido el motivo de la atribución al Solutrense de este nivel, que cuantitativamente
tiene los mismos valores que BB2; es más, éste cuenta con cinco útiles solutrenses bifaciales
IF314 y F3151 por sólo dos BB3. Lo comentaremos en su momento.
Los útiles de escotlldura hacen su aparición en este nivel con cuatro piezas. El conjunto,
como de costumbre, viene dominado por 1 simples, yen particular por los raspadores; in05
cremento de los buriles y disminución de los abruptos. A senalar también la presencia de un
ápice triédrico y de un microburil, el único del yacimiento.
Este nivel fue atribuido siempre al Solutrense, si bien la matización de Laplace, al hablar
[page-n-178]
INDUSTRIAS LITICAS DEL PALEOlJl1CO
de una industria «débilmente solutreanizada. (Laplace, 1966, p. 1231, nos parece la mAs
acertada, como corroboraremos más adelante.
La capa cuarta del yacimiento es la que, gro$3o modo, alcanza un metro de profundidad.
Su potencia varia desde los 20 cms. en B a los 35 cms. en D, pasando por los 25 cms. de A,
e, El. E2 Y E4. La pro rundidad normal alcanzada es de I metro, siendo sólo distinta la que
registramos en B, que es de 1' 10 metros.
En F la cuarta capa no tiene mucho que ver con la que estamos tratando, pues abarca
una potencia de 90 cms., de 0'90 a 1'80 metros,
El color de la tierra en todo el estrato es negruzco, sin variaciones. Encontramos en too
dos los sectores piedras de tamaño medio en abundancia.
No se señalan, y a partir de ahora va a ser tónica general en todos los niveles que nos
quedan por ver, hallazgos espectaculares ni en sllex ni en hueso. Grao cantidad de estos últi ·
mos continúan saliendo por toda la cueva : en sflex hemos encontrado 4.070 piezas, de las
cuales 357 son útiles. Siguen dominando los simples a causa de los muchos raspadores, y en
los demAs grupos sólo registrar un ligero aumento en 105 buriles; los plenos dismi nu yen
cuantitativamente; su porcentaje, sin embargo, pierde solamente cuatro décimas. Las esco·
tadu ras aún están presentes, con tres ejemplares. A resenar dentro de la industria IItica la
aparición, dentro de este nivel. de un chopper.
Esta capa cuarta, como las siguientes y la a nterior, fue adscrita al Tardigravetiense de
piezas foUáceas bifa ciales por Laplace (Laplace, 1966, p. 124]. pero tal definición no nos
aclara mucho de momento. El aumento de las puntas de dorso profundas, aún de pequeno
tamaño, puede hacernos rastrear un horizonte gravetiense que seguirá basta B86.
La capa quinta, o BB5, tiene una potencia regular de 25 cms., de I metro a 1'25 me tros.
en todas las zonas excepto en B, en la que sus 20 ems. van de 1' 10 a 1'30 metros. Es la profundidad en que empieza E3 , ron su primera capa de 1 metro a 1'25 metros.
En cuanto al colo r y oonsistencia de la tierra, hay algunas variaciones que empiezan a
manifestarse ; por ejemplo, de la coloración negra de las capu superiores vamos pasando a
un rojizo más claro en B; en D se empieza a intuir la capa estéril subyacente; en C lo más
destacado es la disminución de las piedras, tan abundantes más ar riba, mientras la tierra si·
gue siendo negru%ca.
Los materiales aparecidos no sufren variaciones gra ndes, pero si se aprecia una disminución de hueso y silex. De estos últimos bemos Identificado 3.001 piezas, de las cuales 263
eran útiles. Los simples, con sus raspadores en cabeza, dominan pero con un porcentaje algo
inferior para estos últimos. Para los planos, la cifra relativa es aqulla más alta de todas las
capas del yacimiento.
No cabe afladir mucho a lo mencionado basta el momento en cuanto al medio cultural
de este nivel. Lo dicho para BB4 es peñectamenle válido aqul.
La sexta capa del Barrane Blanc nos lleva hasta la profundidad de 1 '50 metros en todas
las zonas, excepto en B, donde la potencia es sólo de 10 cms. y la profundidad alcanzada es
de 1'40 metros.
La tierra presenta algunas diferencias según las zonas de la cueva. Principalmente en B,
el color es rojl%o y aparecen bastantes piedres, tónica que prosigue en el otro sector de la
parte Oeste, C, si bien amarillea más el color de la tielTa. Ya al exterior, en El aún se habla
en el diario de excavaciones de tie rra neg r uzca que va desapareciendo paulatinamente, con
piedras. Por fin, en E4, sector Oeste más exterior, la tierra es aun negr uzca, pero destacan
sobre todo las grandes piedras que alll se encontraron, con seguridad caldas de la montal'la.
pues la bóveda de la cueva no cubre ya dicha zona, Por el contrario. la parte Este de l yacimiento, zonas A y D principalmente, la tierra es gris ácea, clara, pedregosa y calificada de
estéril, si bien la presencia de utile! ba sido bien documentada.
Estos sflex a los que nos referimos han sido 2.709, de los cuales 243 son útiles. A seflalar
el aumento apreciable de los buriles y la presencia de un ápice triédrico, el tercer y último
del yacimiento con este particular retoque.
Culturalmente es válido lo mencionado en los apartados correspondientes de los estratos
anteriores.
Para este estudio primero de las capas del Barranc Blanc agru paremos las tres inrerio·
res, BB7 , BBa y BB9 a causa de la escasez de útiles y otros datos que nos ayuden a definirlas.
[page-n-179]
n,
J . M,' FULLOLA PERI COT
Por lo tanto, lrataremos todo lo hallado en la cueva desde los ] '50 metros hacia abajo,
profundidades en las que, excepto en El y E2 , ya no se marcaron mAs capas por debajo de
la séptima. Lo normal en Jos sectores inferiores es que se llegue 11 los 2 metros, mientras que
en el exterior se alcanzan hasta los 2 ' 25 metros.
Caso apane es F. donde a partir de los ¡ '50 metros se hace una distinción entre F Nofte
y F Sur. La numeración de las capas es totalmente distinta y analizaremos dentro de los limites que ahora nos ocupan FlO, FII y FI2, que van hasta los 2'50 metros.
La tie lTa va volviéndose estéril gradualmente, tomando un color claro, una consistencia
arenosa y luego ya claramente arcillosa. Esos colores rojizos y amarillentos sólo se ven variados en E 1, donde el color gris oscuro va muy a bajo, hasta casi los 2 metros.
La esterilidad a la que tanto hemos venido aludiendo se ve en la industria Utica encontrada : tan sólo 1.636 silex se identificaron, y de ellos 156 en.n útiles. Sólo cabe mencionar
en le capa 7 una laminita de do rso con escotadura y una bipunta de dorso, única en el yacimiento.
Abrumador dominio de los simples, lo que motive descensos en abrupLOs y buriles, y la
desaparición casi total de los planos, con sólo dos ejemplares en BB7.
La atribución cultural de estas capas [males se hace de momento muy dificil por la escase:¡; de datos que nos ofrecen. En su lugar correspondiente profundinremos en ello.
Pasaremos ahora a una descripción da los niveles diferenciados en la reciente campaña
de 1976. La excavación se planteó en la parte exterior de la cueva, al Oeste de la boca de la
misma y lindando con lo que habla n sido los cuadros El y E4. Las medidas del sector fueron
de 1'50 por 1'50 metros, si bien venlamos condicionados por un 6rbol que nos cerraba el
cuadro por la parte Sur y la pared exterior de la cueva que nos lo limitaba por el Norte, tanto que un entrante de la misma, en la zona NE del cuadro, dejaba la longitud del mismo en
1'40 metros.
Pala situar un poco la estratigrafia primitiva se limpió el corte que se unJa a El y E4; lo
denominamos «corte previo» y fuimos conservando las capas de 25 cms. de la excavación
antigua, pero los resultados desde el punLO de vista de la industria fueron pobres.
Una vez limpio el mencionado corte, de 1 metro de poLencia, procedimos a distinguir en
él los niveles no leóricos, de 25 cms., sino visibles por cambio de consistencia y coloraciÓn
de la tierna, orientación para la excavación del cuadro pro¡»amente dicllo.. La disposición de
tales niveles queda muy explicita en los planos que acompaAan este trabajo. A destacar que
nuestra labor no sólo se centró en la parte exterior de la cueva, sino que el plano abarca
también el seCLOr llamado dlI interioo y que grosso modo podria identificarse con BB 3, si
tenemos en cuenta las profundidades de ambos a partir de l nivelO, aún e,ostente.
El estraLO I abarcó hasta los 20 cms. de la superficie y creimos conveniente desglosarlo
en dos subtramos de 10 cms. cada uno, la y lb. En ambos la tierra era arenosa y suelta, superficial y posiblemenle revuelta, 'pero en l b apreciamos gra n cantidad de pequeftas piedras.
entre 2 y 4 mm.
En total fueron 41 los sllex recuperados en este primer estruto, de los que 5 eran útiles.
El cambio al estrato II viene marcado a la profundidad de 15·20 cms., y abarca hasta los
45-50 cms. Corresponde más o menos a BB2 y su color es oscuro: aún encontramos rulees pequeñas que nos indican una proximidad a la superficie y una posible me:¡;c1a de materiales.
En favo r de ello está también la poca consistencia de la tierra.
El hueso es aún poco abundante y los sllex que se encuentran en el cuadro ES son 558,
de los que 62 son útiles.
A nivel de base de este estrato {40 cms.) se ha levantado un plano del cuadro, que también ofrecemos, con el dibujo de las piedras y de alguna rab que aún afloraba en la excavación.
El estrato III fue el que siguió en importancia y número de útiles al anterior. Desde su
inicio sobre los 45-50 cms. según zonas, va hasta los 80-85 cms. en ES. Pero hay que aclarar
que el corte estratigráfico adjunto abarca la pared exterior de E5 y su prolongación exterior,
la pared Oeste, por lo que este estraLO IU amplia su potencia hasta el limite de la boca de la
cueva, apro,omadamente 2' 10 metros, donde alcanza los 70 cms. En el cuadro, la tierra es
algo más clara que en el anterior, COmpacta y du ra, con 111 presencia de bastantes piedras de
tama"'o más bien gra nde, entre 5 y 10 cms.
[page-n-180]
INDUSTRIAS LlTICAS DEL PALEOLlnCO
'"
El hueso se hace muy abundante en pequeñas esquirlas y fragmentos irreconocibles. La
industria Utica cuenta con 475 sUex, de los que 49 son útiles; entre éstos destacan dos pie:¡:as
de escotadura y una lémina de dorso truncada,
A nivel de la base de este estrato en E5 (80 cms.) se hú:o de nuevo un plano donde pode·
mos apreciar la roca de la pared Norte y los enormes pedruscos que cerraban el cuadro por
su lado Este, que se reflejan también a la peñección en el corte estratigrUico general exte·
rior.
El cuarto estrato de nuestra excavaciÓn fue el mls pobre y de hecho es paralelo a E4 de
las campañas de Pericot, que al llegar a estas profundidades tanteaba ya lo estéril. Abarca
de 80 cms. a I metro.
La tierra era roji:¡:a y contenia las grandes piedras de que acabamos de hablar en la base
del estrato 1lJ. La esterilidad era précticamente completa a nivel de sUex, puesto que sólo si ·
tuamos 81 , de los que únicamente 7 eran útiles. Los huesos son abundantes, pero en peque·
i\os fragmentos .
Capitulo aparte en la descripción de los niveles me rece el estrato 111 interior. que decidi ·
rnos dibuj ar en el corte general y excavar en la medida de lo posible. Sin embargo, la tarea
rue dura y casi imposible, debido a que debíamos trabajar descalzando las rocas laterales
que cerraban la cueva y el peligro era manifiesto. Prueba de ello es que. al volver en verano
de 1977, esas piedras habían caldo sobre los estratos excavados y sobre el lugar donde
trabajamos.
Lo mls distintivo del estrato IJI interior era la piedra calcérea deshecha que se me:¡:cJa·
ba con la tierra negra, dura, compacta, con gran cantidad de una especie de puré de huesos,
ya que no hay otra forma de describir su amasüo en este nivel. Los Il1ex eran escasos, sólo
54. muchos de ellos pequeñas lascas o esquirlas, y sólo 7 útiles.
Como dato curioso. y reflejado en el corte general, esté la presencia de un _he lix. nemo·
ralin en este estrato UI interior, junto a la gran roca central del mismo.
Para completar la visión interior del yacimiento durante nuestra campaña , cabe sel'lalar
una concreción adherida a toda la roca interior de la pared Oeste hacia el interior de la cue·
va y que conterua innumerables huesos. algunos de los cuales eran perfectamente reconoci ·
bIes y de gran interés, pero tan fuertemente incrustados en la concreción que se hacia impo.
sible extraerlos.
Esta parte se reflej a también en el corte general. en la parte superior y a partir dc los 3
metros. contados desde el punto O de inido de nuestro cuadro ES.
ANAUSIS DE LOS NIVELES
En este apartado vamos a intentar poner en claro todos los problemas que 101 (¡tiles llti·
cos nos presentan en cada una de las capas en que fue excevado el yacimiento. Hay que ha·
cer la salvedad de que se agrupan las capas Inferiores, BB7 , 8 Y 9 en un mismo grupo dada
la escasez de Cltiles que ofrecen y su homogeneided, que quedaré bien plllente m" edelante.
Un problema realmente insoluble en nuestra cueva es el da la cronología. En efecto, has·
ta el momento carecemos de todo fecha obtenida por '14' por lo que la datación tendré que
basarse en la datación por comparación de sus industrias con las de yacimientos paralelos
qua tengan datos seguros sobre su edad.
Esas industrias lfticas van a ser por lo tanto la base de todo reconocimiento cultural y
cronológico en el Barranc Blanc. Las precisiones a que pueda llegarse a través de la indus·
tria ósea ser'n limitadas y orientativas solamente, pues es escasa; sin embargo la azagaya
de bisel simple y le de bisel doble nos indican una influencia en las capas superiores de ideas
magdalenienses, lógica estratigréficamente hablando y que también tendremos en cuenta a
la hore de hace r la atribución definitiva de las capas a momentos determinados.
Nuestro proceso, similar al aplicado al Pupalló. va a ser el comentar los Cltiles mls re·
presentativos de cada capa, exponer los recuentos de los Cltilal y sus secuencias estructura·
les, pua ver su articulación en el apartado siguiente.
La capa primera, la mu superficial, de unos 25 cm. de espesor, grosso modo, como he·
mos visto con anterioridad, nos ofrece un panorama de mezcla y duda a causa de ella. Los
primeros cent1metros. de tierra pulverulenta y suelta, no inspiraron ya confianza a sus pri.
merol excavadores. en razón también a las monedas y pedazos de cermica que en ella se
[page-n-181]
180
J . M ,' FULLOLA PER.lCOT
hallaron. Sin embllTgo. la industria lftica refleja un momento empobrecido pero coherente
con el momento posterior de la segunda capa que veremos.
En BBI fueron encontradas 3.167 piezas lfticas, de 181 cuales 362 eran 1l1iles, es decir,
un 11 '43"", el porcentaje más alto de las capas 1 a19. El reparto de las 2.805 piezas sin re·
toque por ZOOB! es la siguiente:
A- 207
BI -
54
D - 132
E2 - 539
E4 - 12
F) - 332
B - 280
e -
223
El - 742
El -
ES - 25
F - 226
II
Total _ 2.805
Los 362 útiles contienen en total 363 tipos primarios, ya que tenemos 16 útiles dobles,
uno triple y uno cuádruple. Su distribuci6n por grupos y clases es la siguiente:
S m-la
R-
49
6
p O - JO
G - I IS
B sr -
9
SE fR -
1
sp-19
P unif - 2
R0 -
3
3
bif-
I
A
- 24
LDm-
E_ 7
3
p - 37
c- 3
G - 12
PDp-19
De esta distribución podemos sacar fácilmente la serie nominal.
A
P
SE
116
S
210
J
19
•
E
2B
7
-
383 Lp.
Y de aquf, la serie ordinal.
S
210
f,o<
.548
A
"'
.302
•
SE
2B
.073
E
P
19
7
.018
J
.007
.049
Mediante la construcción, ya comentada anteriormente, del árbol ordinal, llegamos a la
secuencia estructural del estrato, que es la siguiente :
S ¡ lo A / 2 B
SE / 4 E
p
El dominio de los útiles conseguidos por retoque siInple no es tan claro, como luego iremos viendo a lo largo de todo el yacimiento. Se fundamenta , como siempre, en la abundancia de raspadoras, tipo que representa el 30'" del total del estrato y un 54'7 '" de los simples. Si les 5um8mos los raspadores sobreelevedos, el porcentaje subirá, en relación al total
hasta el 33'16 "'.
De los tres folié ceos contabilizados merece destacarse el F314 n," 294 de los ané.lisis,
que no se incluyen en esta publicación. pero que vertm la luz en alguna de las revistas especializadas en el tema . Como dato de última hora podemos a~adir que la publicación de los
analisis del Barranc Blanc está en prensa en la re vista italiana Archivio di Tipologia Analitica, de la Universidad de Siena, bajo el título .-Les analisis tipológiques del Barranc Blanc.,
En cuanto a los abruptos destacan las láminas de dorso marginal, que constituyen un
núcleo importante junto con las de dorso profundo, y representan ambas un 19'06 del total;
entre estas últirnas cabe mendonar tres lAminas con escotadura, uti! que se daba como inexistente 1m este nivel tan superficial Aún dentro de este mismo gropo resahammos las peque~as uac1ettes. analizadas, que se contabi.l.i.:.an entre los abruptos indiferenciados,
Entre los buriles, escasos, predominan los conseguidos sobre plano por encima de los
que se hiderm sobre n:toque, un 67'8 " contra un 32' 2 ",
Por último aportaremos el dato de que los 383 tipos primarios de este nivel representan
el 14' 09 " del total de la industria ; los 362 utiles son el 14' 45 " de su totalidad.
[page-n-182]
...
INDUSTRIAS L1TICAS DEL PALEOLlTICO
En cuanto a la adscripci6n culturl!.l del nivel, ae nos hace dUlcll emitir una opini6n clara
y defmitiva; por un lado las aragayas del nivel inferior nos sugieren un Magdaleniense, que
se perfila inicial si tenemos en cuenta las aacletten; la semejanza con el Salpetriense Supe·
rior que apunta Portea (Fortea 1973 , p, 49B) en base al aumento de lam.initas de dorso no
nos parece muy claro desde el momento en que equf tenemos UII 30'2 % de abrup tos y en La
Salpetriére ese porcentaje suba hasta el 67 '33 %; las laminitas de dorso si presentan UIIOS
porcentajes semejantes, 19'06 % en el BarTanc Blanc y 16'55" en la Salpetriére, pero la
gran diferencia se establece en lal puntas de dorso, con sólo UII 4'96" en el Barranc Blanc y
un 35'76 % en La Salpetriére, Esta gran diferencia viene basada en las microgravetes que
Escalon de Fonton contabiliz6 en el yacimiento francéa y que caracterizaron esa fase de su
industria, el Salpetriense (Esca1on de Fontoo 1964, p, 41 71, Nuestra fase, sin microgravett.es
en abUlldancia, y con las escotaduras ya mencionadas se noa hace algo anterior al Salpe·
triense Superior, equiparado al Magdaleniense IV, groslo modo, y con UDa cronologla de
11.150 (análisis MC- 919 1 a 10,800 Be {Escalon de Fonton y Bazile 1976, p, 1.1671.
No podriamos ha blar de un momento solútreo-gravetiense si n08 a tenemos a los porcen·
tajes y series que hemos ase ntado al tratar del tema en el capitulo del Parpa1l6, Los abruptos
no dominan, ni es alto el porcentaje de escotaduras ; pero ain embarg o es, de todas las capas
del Barrllnc Blanc, la que menor alej amiento presenta entre simples y abruptos: la ruptura
s610 de 4,- grado aerá luego en todas las d emás capas de l.".
La presencia de Q'acletten y de 185 azagayas de la capa segunda nos sugieren un horizonte de Magdaleniense inicial medio, Por lo tanto creemos que lo más l6gico será encuadrar este nivel en un momento que en el Barranc Blanc ae marclan la influencia solútreogra vetie nse, con esas escotad uras, con la magdaleniense inicial, con predominio de esta última por ser un momento más a vanzado cronol6gicamente que la capa inferior, que estudiaremos a continuaci6n,
La capa segunda del Barranc Blanc, de unos 25 cm, de espesor y con variaciones, segun
zonas , ya expuestas, es la que mayor fertilidad ofreci6 en la excavación. Fueron 5.97 1 las
piezas de sllex extraldas, de las cuales 512 eran utiles, un 8'57 "',
Las piezas sin retoque se reparten asl por zonas,
A -
937
B - 1.046
BI - 112 El -1.42 1
C-399D-202
E2 - 648
E4 - 21 1
E5 - 24
FI - 283
Covacha 176
Total - 5.459
Los 512 útiles contienen 549 ti pos primarios, con 37 tipos dobles y los restantes 475 monotipos, 5e distribuyen por grupos y cIases de la ronna siguiente :
s
B sr sp p unif pbifD- 27
11\ -
"
R - 89
"
G - 164
,
12 SE 11\ - 1 A
- 4'
LDm - 23
41
Rp- I
p - 39
4
4
5
G - 16
Total _ 549 t,p,
,-
PDm- 7
p - 15
,-
-.o
E
3
LDT- 2
La serie nominal que se deduce es :
S
frec
A
'"
>40
.566
.255
P
•
,016
SE
B
E
27
52
10
,049
,094
,018
y la serie ord inal, que -;:on las rupturas es ya la secuencia estructural. queda como sigue:
S / 1 A / 2 B / 3 SE / 4 E
P
Este segundo nivel marca ya una pauta que será constante a lo largo de todo el yacimiento, de todas sus capas, y es el fuerte distanciamiento de los simples del resto de 1 serie,
11.
marcado siempre por una r uptura de primer grado, Los raspadores se Uevan la palma, con
un 29'8 '" del total del utillaje, un 52'7 'J6 de los simples. Con los sobreelevados, representan
un importante 32'7 'J6 del totel de la industria de este nivel.
[page-n-183]
",
J . M.o I'1JLLOLA PEIUCOT
Cualitativamente destacan las pina. de escotadura, 4 bojas y 3 puntas 11 '27" solamen·
tal que marcan de forma algo mis fuen.e influencias aolÍllreo-¡ravetien5es en este momento
del yacimiento. Como contrapunto las allclottas. aumentan algo, como para afinnar que
también el M8sdllleniense inicial tenia una fuerza inequJvoce y 81 una mezcla equillbn.da.
lo qua DOS proporciona el conjunto BB2 .
Los follaceos bifaoales superan aqui 11 1o. unifaciale., circunstancia que no le repetirá
en todas las capas y que nos parece que puede hacer reflexionar acerca del nombre que dio
Laplaca para el coDjunto que individualizó. desde la c apa 6 a la 3, de ITardigravetiense de
piezas (aliáceas bifacialeSI ILaplace, 1966, p. 1241. Tres hojas de laurel y dos ojivas faliáceas bifada!es inclinan la balanza hacia este nivel que S8 conviene 151 en la clave de todo el
movimiento de la cueva ; tan solutrense es cuantitativamente hablando BB2 como BB3, amhos con 9 foliAceoa y unos porcentlljes de 1 '64 y 1 '67'" respectivamente. Serán otros indicios como escotaduras o rupturas en la secuencia estructural los que nos llevarAn e conside·
rar distintivos ambos niveles. Pero es indudable que la ral:t lolutrtlllse del Sollitreo-gravetiense es profunda y se hace patente en BB2.
Entre los litiles poco comunes cabe resellar, por fin, la presencia de dos laminas u hojas
de dorso truncadas an el cuadro enarior E2 .
Como colofón podamos concluir qua esta segunda capa dal Barranc Blanc representa un
estadio de confluencia y convivencia de tendencias distintas, la del Solútreo-gravetiense de
gran impulso local, como ejemplo el vecino ParpaUó, y la Magdaleniense qua en aquel yacimiento quedaba oculta y relegada e un momento posterior pero que aquJ se nos hace patenta
hasta el extremo de dominar de algune manera todo el conjunto. Deto también en favor de
ello es el hallazgo de una uagaya de dohle bilel plenamente magdaleniense y que en buena
lógica deberla hallarse por Jo menos junto a la del bisel simple en BB l . Cabe sospechar tam bién une pOSible división cultural que se situase entre esos 25 cms. que forman BB2 y que
pudieran separarnos esa tendencia más solutreaninnte de le m" avanzada ya hacia el borde reblljado ; por eso es abora imposible de reconstruir, y poca lut pudo aportar nuestre eJ:cavación por realizane en la parte exterior y en tona cuantitativamente pobre. Quede no
ohstante razonable duda como posible explicación de elte fenómeno de metcla que hemos
descrito para la capa segunda.
La capa tercera es, tras la anterior, la que mayor cantidad de pietas propon::ionó. En too
tal sumaron 4.912, de las que un 9'77 '" eran litiles, CODcretamente 480.
Las pietas no retocadas se repartlan asl:
A - 1.062
B - 561
76
e - 370
B, -
D - 453
Ei - 935
ES - 15
FI - 527
F - 328
Covacha N - lOS
Total _ 4.432
De los 480 útiles habla 47 dob les y 5 triples, con lo que los monotipos eran 428, sumán·
dose el total de 537 tipos primarios. Su distribución por grupos y clases es la siguiente:
S fR RP0G-
18 B sr-2 6
SE R -5
98
sp-68
P- I
II P unif - 6
0 - 1
18
blf- 3
G- 8
14 7
Total = 537 t.p.
A - 29 PDm - 6
Lom - 14
p -23
p - 34
c- 1
c - 3 Plc.tr.- 2
E - 15
La serie nominal que podemos extraer de los an'lisls es :
S
293
.545
A
111
.206
P
9
.016
SE
I5
.027
B
94
.175
E
I5
.027
Con su paso a la serie ordinal y el célculo de las rupturas internas obtenemos la secuen·
cia estructural :
S 1I A
B / 3 SE
E
p
[page-n-184]
'"
INDUSTRIAS LITleAS DEL PALEOUTlCO
Polémicas han sido las discusiones sohre este nivel tercero que han sostenido los autores
que han tratado el tema. Mientras Laplace hablaba da un Tardlgravetiense con ple~as foliáceas hifaciales, Fonea abogaba por un Solutrense pleno y Pericot se Inclinaba por uns dependencia del Parpalló (Pericot, 1966, p. 1691.
Bien está la opinión del primero, pero cabe preguntarse por qué no incluyó en este apartado a BB2, con el mayor porcentaje y cantidad de (aliáceos bifaciales del yacimiento. La
respuesta esté en el becho de que no vio en absoluto todos los materiales, ya que ignora 11
foliáceos de BB 1 Y BB2 de los 12 que emten. Tampoco acierta en el 1' 6 'lió que da a los hifadeles en BB3, puesto que sólo .on 3 los útiles as! retocados, un 0'558 '" del total de tipos primarios y un 0'625 " del total de útiles.
El SolutrenSl de Fortea (Fortea J 973, p.205) puede sostenerse cualitativamente si atendemos a los tipos {aliáceos que se recogieron en el nivel, pero no en el conjunto. Junto a varias raederas foliéceas destacan una hoja de laurel en la zona D y el tipo único de la cueva y
que más sustentaba la teoría de Perlcot, la punta de aletas y pedúnculo del tipo Parpalló hallada en la zona F, la cémara del fondo del yacimiento, al final de la pared Oeste. Pero por
otra parte las escotaduras dan la nota solútreo-gravetiense y están presentes con 4 ejemplares, una punta y tres hojas. ¿No es licito calificar de Solutrense un nivel COIl sólo un 1'67'"
de foliáceos, y que en la secuellcla estructural ocupan con ventaja la última posiciOn1 Si consultamos, por ejemplo, la secuellcla del Solutrense Superior del ParpallO veremos a los planos en una segunda plaza, la misma que ocupan en Laugerie Haute Este, elltre otros ; por
ello no nos decidimos a aplicarle el calificativo redondo del Solutrense Superior sino que hahlaremos de un momento de paso de ese Solutrense Superior al Solútreo-gravetiense posterior ; en contraposición a BB2 , que tiende al Magdaleniense desde el Solútreo-gravetiense,
BB3 se alarga por el lado contrario, por el del Solutrense Superior. y de nuevo podemos
volver a las dos hipOtesis que hemos venido exponiendo; o hien el mate rial revuelto presuntamente lo es por naturaleza y por superposición efectiva de culturas, o bien la excavación
falseó los estratos haciendo capas mé.8 o menos uniformes que rompieron la estratigrafla y
que se nos hacen muy dificiles de acoplar a los estratos normales. Es por ello que no nos
atrevemos a lanzar un calificativo concreto, nero hablar1amos de un Solutrense SuperiorSolútreo-gravetiense para SB3 y de un Magdaleniense inicial Solútreo-gravetiense para BB2 .
Un último dato Interesante para la visión global de la capa tercera es la apariciÓn de un
micro buriJ y de un ápice triédrico. El primero, nUm. 267 en los análisis se bailó en la zona
E I Y es proximal en una pequetl.a hoja apuntada en su parte basal. y por ello la consideramos un PDX2 1; el ápice triédrlco es el núm. 362 y figura dib ujado en las láminas que acompai'ian este texto , como el anterior . Es prorimal y fue encontrado en la zona FI •
La capa cuarta del Barranc Blanc era la qua llegaba a la profundidad general de 1 metro . En ella se encontraro n 4.070 pieza.! de sllex, de los cuales un 8' 77 'lió eran útiles, 357 en
concreto.
Las piezas sin retoque se repartfan del siguiente modo en las zonas de 8:llcavación :
A - 1.240
B, -
B-
D - 465
El - 13
e - 596
306
19
E5 3
F - 623
E2 - 364
E4- 84
Tot. - 3.713
Los 357 útiles contenlan 25 piezas con dos piezas, una triple y una cuádruple, siendo por
ta nto los monotipos 330 ; la suma fmal de tipos primarios es de 387. A todo ello hay que alladirle también la presencia en estos niveles de un t"choppen.
La distribución de los útiles por grupos y c1asel queda como sigue :
S iR - 20
G - 81
R - 86 B sr-21
p- 2
sp- 52
D-16 P unif -
•
Pbif-l A
- 27
SE R- 5 LOm- 6
0 - 2
P - 13
G- 7
PDp - 3 1
E
0- 1
- 10
0- 2
La secuellcia nóminal que obtenemos es:
..
S
205
freo
P
5
SE
80
.529
.206
.0 12
.03 6
A
73
•
10
.188
.02 5
E
387 t.p.
[page-n-185]
...
J . M,' fULLOLA PERI COT
La transrormamos en serie ordinal colocando sus efectivos de mayor a menor y con el
Arbol ordinal calculamos sus rupturas, con lo que hemol logrado la secuencia estructural.
S 11 A
E /4 P
B / 3 SE
La vaguedad en la definición cultural deJos niveles va acentuAndo,e a partir de este momento debido a la poca cantidad de útiles, qua descenderá progresivamente basta et fondo
del yacimiento. Las series estructurales nos definirán la industria, pero por otro lado también habré que hacer caso de los útiles cualitativamente considerados, y por eso se seguirá
hablando de matices solutrenses basta la s6ptima capa, donde aún apa recen rolilleeos.
En esta cuarta capa que estamos estudiando empiezan a aparecer algunas _gravattas».
que en realidad habria que calificar de microgravettes aun, pero que serén mayores en ca ·
pas inferiores. La presencia de un Gravetiense nos perece una afirmación demasiado rotunda, y abogerlamos por una fuerte tradición gravetiense, ininterrumpida a lo largo de todo el
yacimIento y modificada tan sólo por elementos foüAceos y de escotadura, los únicos que
pueden marcarnos de algllO modo la fase cultural en que nos movemos. Las escotaduras, fe·
nómeno solútreo·gravetiense que hemos centrado en el Barrane Blane en la capa segunda,
se extienden aún en BB4 en rorma de tres ejemplares, dos hojas y una punta. Los foliá ceos
siguen apareciendo, pero en un porcentltie menor que en BB3, un 1'29 %: destaca una pe·
queña hoja de sauce entre las demás raederas roliAceas que rorman el C()nj unto. Con todo es·
te panorama se comprenderA la dificultad en centrar la industria en una cultura determina·
da ; podrlamos hablar de un Solutrense Superior·Gravetiense, significando asl un sustrato
del seBundo al que se superpone el primero, pero ya con una primada cualitativa para éste,
influido a su vet aún por elementos de escotadura.
La capa quinta es en cierta manera pr6loBo de la anterior, pero muy semejante a ella.
Vamos ante todo a exponer los datos concretos de la industria que en eUa se encontró, para
pasar luego a ver su orientación cultural.
Las pieus halladas en BB5 rueron 3.001 , de las cuales 263 eran útiles, es decir, un
8'76 ". Las restantes 2.738 piens no retocadas se repartian del siguiente modo en las "tonas
de excavación :
A - 724
B - 258
C-377
0 - 437
E l - 191
E2 - 245
E3 - 84
E4 - 39
F - 383
Total - 2.738
Los 263 útiles contienen 20 ejemplares con dOI tipos y dos triples, por lo que los útiles
con un solo tipo primario son 241 , con la luma total de 287 tipos primarios.
La distribución de los útiles por grupos y clases es :
S fR - 12
:B sr -
18
sp - 25
p - 4 Punif - 3
D - 17
bit - 3
G - 62
R - 75
SE R - 6 A
D - I LDm , -
POp - 21
LOT - I
6
2
5
p - 13
G- '
E
-
,
Tot. 387 t.p.
De estos análisis deducimos la serie nominal siguiente :
S
rrec. _
A
P
SE
169
.588
49
.170
6
11
.020
.038
,
B
E
4'
. 149
.031
La serie ordinal y la secuencia estructural son las siguientes:
S
11
A
B 13 SE
E
14 P
Resulta paradójico que la última posición de los rollAceos se vea refortada por esa ruptu·
ra de cuarto grado precisamente eo la capa que mayor porceotaje arroja de planos, UD
2'09 ". Hemos de volver a apelar a lo cualitativo por encima de 10 cuantitativo y dar su peso
[page-n-186]
INDUSTR IAS LlTICAS DEL PALEOLlTICO
'"
especlJico real a estos seis litiles solutrenses que aqul aparecen. Grosso modo podrlamos repetir lo comentado para la capa anterio r : UD fuerte sustrato de dorso reb ~ado se ve débil·
mente diferenciado a causa de esos foliliceos que nos ayudarán a definir el momento como
un Solutrense Medio·Gravetiense en vinud de lo expuesto hasta ahora. Un elemento que alln
aparece es la escotadura, COD dos hojas que a esta profundidad plantean ya serias dudas
acerca del yacimiento y de su estratigralla. Sin embargo, en el Solutrense Medio del Parpalió tenemos también alguna escotadura, por lo que ¡listas no parecen cuestionar en exceso
aqul la atribución cultural que hemos hecho.
Entre los IiIUes en cierta manera extraños bay que bacer menciÓn de una lámina de dorso truncada hallada en la zona A y analizada con la cifre 52 .
El sustrato gravetiense comentado se refuerza con algunos ejemplares tlpicos del periodo, si bien los de tamaño mayor los encontraremos en la capa séptima; aqul aun podemos
hablar de microgravettes.
La capa sexta nos ofrece un panorama de continuidad en la evolución que hemos ido de·
tectando hasta ahora. En sus 25 CIllS. aproximada mente de potencia se identificaron 2 .709
piezas de snex, cifra inferior de la del nivel superior y que en conjunto registra un descenso
uniforme a partir de la capa segunda. Un 8'97 \IIi de ese conjunto eran los litiles, en concreto
243. Los restantes 2.466 sUex se reparUan asl en las tOnas de excavación :
A - 1.026
e-
177
B-
D -
153
89
EI_367
E2 - 269
E3 -
86
F - 299 Total - 2. 466
Los 243 útiles de este nivel conteman 220 monotipos, o utiles con un solo tipo primario,
y 23 piezas dobles, todo lo cual arrojaba una suma de 266 tipos primarios.
Se distribulan de le si¡uieme forma por grupos y cleses :
S fR - !2
B sr - 16
R_ 57
sp - 40
P unif -
p-
D-
•
SE IR - ,
•
S
G -63
-"
S
A
>-.
PDm - 2
p - II
Pie.tr. - I
LDm _
P- 3
G- 5
p- 9
E
Tot. 266 t.p.
-
S
La serie nominal que se deduce de los recuentos de los análisis es la siguiente :
S
frec. _
14.
.54!
A
42
.157
P
SE
B
E
.0 15
12
.045
.2 10
"
.030
•
S
La serie ordinal y la secuencia estructural las obtenemos a continuación ordenando los
efectivos y calculando las rupturas internas.
S { L B'
A {3
SE
E
P
Salta inmediatamente a la vista en esta seria ordinal la alternancia que han sufrido en
este nivel los abruptos y los buriles en beneficio de los segundos, que pasan a ocupar una
plaza de privilegio detrb de los inalcanzables simples, siempre con sus raspadores en cabe·
Zll, un 23 '6 \IIi del total de la industria y un 43'7" del de los simples; junto a los sobreelevados, los raspadores alcanzan un 25'4 " del conjunto Utico de BB6.
Este cambio de posición entre abrupLos y buriles no se debe 11 un descenso muy acusado
de los primeros ; sus porcentajes descienden en favor de los simples, que en el nivel inferior
alcanzarán hasta el 68 % del total, pero la evolución cabe calificarla de normal. Son los buri·
les los que se lanzan hasta llegar al 21'05 " en BB6, y son por 10 tanto el motivo de esa alternancia . Un 71 ' 42 "son buriles sobre plano y el resto, 28' 57 %, sobre retoque. Un 27'5" de
los primeros t 19' 64" del totall son nucleiformes.
Las escotaduras han desaparecido totalmente, si bien en BB7 hallaremos otra que careo
cerA, por su aislamiento cronológico y espacial, de signíficado. Los foliáceos son linicamente
unifaeiales. Con I'ltos datos y el dominio de los buriles sobre los abruptos no parece arries·
[page-n-187]
".
J . M.' FUl101.A PERl COT
sado sospechar que un momento inicial del Solutrense pasa por la cueva dejando encima del
sustrato gravetiense unos rastros que nos hemos esfonado 80 ba11ar, y creemos haberlo logrado. Si queremos buscar puntos de referencia, la fase sulctreanb:ante del ParpaUó presenta Iguales caracterfsticas, si bien los foli6ce05 ocupan uoa plar.a más arriba en la serie ordinal, pero esto es bien explicable en el Barranc Hlaoc debido al tenue balo so!utrense que se
detecta a duras penas en la cueva: el dominio de los buriles es un elemento de fuena en el
mo mento de la comparación, que creemos vüida. Por lo tanto podemos hablar de un Solutrense inicial. o mejor dicho, y para conservar la termino]ogla parpalloneose, de una fase solutreanizante en convivencia con el sustrato gravetiense. presente aqul, entre otros, con algu nas magnificas .Cravetteu como para reafirmar su. presencia continuada en los niveles
del Barranc Blanc.
Por ultimo hay que hacer menciÓn de un util particular y único en esta capa, sÓlo en ca·
nexlón con dos ejemplares més hallados en BB3 . Nos referi mos a un épice triédrico que re·
mata una punta de dorso anguloso, PD24, que con la sigla propia del retoque de microburil
se convierte en PDX24; se halló en el sector de excavaciÓn E2 .
La capa séptima del yacimiento ba sido unifica da para su estud io con las inferiores, oc·
tava y novena, debido a la escaset de útiles de estas últimas y a la homogeneidad que pre·
sentaban. En efecto, aunque sea adelantarse al capitulo siguiente, diremos que un test de
homogeneidad realizado entre estas t res capas que consideramos arrojó una cifra de 9' 276,
que en la tabla de Pearson se sitúa entre 0 '70 y 0' 50, lo que indica unas diferencias entre 105
tres conjuntos no significativas y debidas tan sólo al aur ; por lo tanto son homogéneos.
En total se hallaron en las capas 7, 8 Y 9, es dec ir, por debejo de los 1'50 metros de pro·
fundidad, 1.638 piezas, de las que un 9'64 " eran útiles, 158 pa ra ser exactos. El resto,
1.480 piezas, se repartla asl en 105 sectores de excavaciÓn :
25
e-
10 1
B - 21
D-
55
A -
El - 570
E2 - 336
F - 372
Total- 1.480
Los 158 utiles que acabamos de mencionar cuentan con 146 monotipos, 10 dobles y 2
triples, lo que suma un tot81 de 172 tipos primarios. Se distribuyen de la siguiente forma por
grupos y clases :
•
S fR R- 23
BB'
p-
3
D-
S
sr sp Punif bif B
G - 44
BBB
S R - 18
p- I
D- 2
7
SE D - 1
7
l
G-.
PDp - 1
BPD - 1
- 6
A
LDm - 4
p-'
E
-3
, - I
I
Tot. - 12 2Lp.
B sp - 2
SE G - 2
A
- 2
E
- I
LDp - 1
PDm - 1
Tot. - 44 Lp.
G - 14
BB9
S fR -
I
G- 2
R-I
B sp - 2
Tot. - 6 t.p.
La serie nominal que se extrae de los análisis es la siguiente:
A
2J
P
2
SE
117
.680
. 133
.011
.040
S
free. _
7
E
B
l'
. 11 0
•
.0 23
Al poner en orde n los efectivos obtenemos la serie ordinal ; a su vez con el cálculo de las
r upturas llegamos a la secuencia estructural siguiente:
S 11 A
B 13 SE 14 E
p
[page-n-188]
1"
INDUSTRIAS LITICAS DEL PALEOU11CO
Estos niveles inferiores del Barranc Blanc parecen ofrecernos una visión por fm de un
momento sin excesivas mezclas o superposiciones culturales, tal como hemos venido idenl.i ·
ticando en cada nivel hasta ahora. En efecto, el sustrato gravel.iense estA aho ra libre de in·
fluencias y se nos ofrece en una secuencia estructural qua recuerda en mucho la Que para el
Parpalló individualizamos en los niveles más profundos, por debajo de los 7'25 metros.
Los abruptos recuperan su segundo lugar, con un porcentaje del 13'37 "', muy cercano
al 12'34 '" que este gru po alcanza en el ParpaJl6; la proporción de buriles es algo més leja .
na, pero también semejante, aqui un II '04 '" Y en el yacimiento vecino 7'40 ".
A estas semejanzas cuantitativas hay que all.adir las puramente tipológicas, como la pre·
sencia de algunas _Gravettes. en BB7 de apreciable tamaJ\o, lo cual matiu ya por si solo el
carácter del nivel. Los dos folláceos que hemos hallado no son más que el inicio del camino
futuro de influjo solutrense en este yacimiento, rastro que encontramos también en la fase
paralela del ParpaUÓ.
Qued a como nota discrepante la ya seJ\alada hOja con escotadura que realmente que ·
daria como un proble ma si estuviese presente en mayor proporción, pero al ser (mica y ais·
lada podemos considerarla como no significativa. Parecido fenómeno OCUlTll con el uti.l nu ·
mero 43 de la séptima capa, una bipunta de dorso {BPO I 3] encontrada en la zona exterior
El.
En resumen, en estas capas profundas del yacimiento nos encontramos ante el sustrato
gravetiense pero que será más adelante la constante de todos los demás niveles de la cueva.
Nos queda aún por descubrir al material hallado en la campaJ\a de 1976, en el cuadro
ES. Los cuatro estratos de la excavacióo no aportaron mucha luz ala misma por hallarse en·
clavado el sector e n la parte exterior de la cueva y a un lado de la boca, no en prolongación
de la galeria interior. En el apanado anterior han sido descritos miouciosamente los niveles
y vamos ahora a ofrecer los recuentos de la campaJ\a .
Fueron hallados un total de 1.209 piens de s[lex, de las cuales 130 eran utiles, un
10'75 "'.
Las restantes 1.079 piezas sin retoque se reparten del siguiente modo, por estratos de
excavación:
Estr. 1 - 36 Estr. III _ 426
Estr. I1- 496 Estr. IU int. _ 476
74
Estr. IV Total - 1. 079
Los 130 utiles analizados dieron un total de 137 tipos primarios, con 124 monotipos, 5
dobles y un triple. Se distribuyen por grupos y clases de la siguiente forma:
Estr. I S R - 1
B sp - 1
SE 0 - 1
A
- I
LDm - 1
Estr.ll S R p-
5
D-
2
Estr. III int.
SE G - I
G - 12
B sr - 2
sp - 18
Puni f - I
S R- I
A
- 8
LOm- 3
.-7
PDp - 3
G- I
sp - 4
Punif-I
SE G - 1
B
A
- I
LDp - 1
R_ 2
p- 2
D- 2
G- 4
B sr sp - 15
S
,
SE
A
R- I
G-I
-3
LOm- 5
. - 2
,- I
PDp - 4
,- 1
LDT- 1
E - 3
Estr. IV S G B sr A
LDpPOp -
1
2
I
2
1
[page-n-189]
'"
J . M ,' FULLOLA PElU COT
Por otra parte las cinco series, ya hemos dicho que no tienen valor estratigréfico pleno
sino tan sólo orientativo, quedan como sigue:
Estr . Il
Estr. IIJ
S
A
B
2
Estr. I
2
1
A
21
S
B
SE
P
20
20
1
1
A
17
S
SE
P
10
3
2
B
4
A
S
SE
P
2
2
1
A
4
B
B
20
Estr. 1lI int.
Estr. IV
5
3
63
52
-
10
7
137
Los intentos que hemos llevado 8 cabo para unir Jos estratos naturales observados en la
campafJa 1976 con las capas de la excavación antigua no han llagado a una coq,junción de
ambos conjuntos coherente. Es cierto que la suma de 105 útiles del estrato I a los de BBI no
cambiarla sustancialmente su estructura, y Jo mismo lucaderla con el JI y BB2. Y asi sucesivamente. La idea es ractible, pero al final hemos decidido conservar los bechos tal como se
nos presentaron, sin mezclarlos, y guardando separados los datos coherentes de tres campatlas antiguas y los de la campaña moderna, algo desvirtuada por tener que excavarse no un
testigo como hubie ra sido de desear sino un sector exterior, pobr e y posiblemente revuelto.
Hasta aqui pues la exposición de analisis y porcentajes en todos los niveles del Barranc
Blanc. Su interconexión, más o menos apuntada hasta aqul. constituir' ahora el tema del
apartado siguiente.
ARTtCULACION DE LOS NIVELES
Nuestro siguiente paso va a ser un intento de reconstrucción de las culturas que influyer on en los habitan tes del Barranc Blanc. Ello lo conseguiremos esencialmente a partir del estudio detallado y com parado de las industrias Uticas que hemos venido analizando hasta
aq uí.
El principal problema de este yacirruento fue su excavaciÓn mAs o menos convencional en
capas de 25 cms., que se r ectificaron en casos muy claros para seguir los estratos arqueológicos. Estos nueve niveles, cuyos an Alisis acabamos de llevar a cabo, de berén ofrecernos unas
agrupaciones intern as entre ellos, una homogeneidad de algu nos en contraste con la inhomogeneidad de otros, todo lo cual nos diblUarA un a imagen mAs o me nos vélida de la evoluciÓn
en el yacimiento.
Como dato previo a todos estos célculos ofre cemos en los cuadros anexos unos resúmenes
de todos los útiles en sf. Como se verA, fueron 2.505 los útiles y 2.718 los tipos primarios, con
dos cuAdruples, doca trip les, 183 dobles y el resto, 2.308, monotipos.
En el cuadro número I vemos la distribuciÓn por capas de los modos de retoque (S, A, B,
etc.l; se hace una distribución dentro del apartado de los simples y en el de los sobreelevados
consistente en dar aparte de la cifra global, el número de raspadores que comporta, por ser
éste el (¡til de mayor frecuencia de apariciÓ n en la cueva. Las tres columnas finales dan la ci(ra de titiles compuestos, dobles, triples y cuAdruples; en la colum na de sumas totales vertical apareee en las casillas inferiores otra cifra, siempre igual o menor a dicha suma, y es la
cantidad real de titiles hallados y no la de tipos primarios analizados. Por fin , las cifras que
apa recen en todas las demás casillas inferiores son las frecuencias de cada centidad respecto
al total de las series de los niveles; para los titiles compuesLOs esas rrecuencias se refieren al
[page-n-190]
IN DUSTRIAS UTlCAS DEL PALEOLlTlCO
'"
total de la columna ; y en los raspadores se dan dos frecuencias, una primera total respecto a
la serie y una segunda relativa, respecto a la cifra de simples o sobreelevados,
El cuadro número 2 no es mas que una recopilación de los datos ya ofrecidos en cada uno
de los apartados del capitulo allterior, SeJ'lala la distribució n por capas de los grupos y clases
da útiles, Su dato más interesante son seguramente las frecuencias de aparición de cada grupo IR, G, LD, etc.l y las frecuencias de cada capa, rilcilmente traducibles a porcentajes que
nos indican la Importancia relativa de c;ada nivel : Por ajemplo en BB 1 tenemos un 14 " de los
tipos primarios de todo el yacimiento, en BB2 U D 20' 1 %, etc;,
El c;uadro número 3 DOS da las c;ifras que se desprenden de la misma clasificadón por
grupos y dases, pero ahora repartidos por sectores o zonas de exc;avaci6n, Lógic;amente aparec;en
las mismas rrec;uencias de utiles, pero es interesante observar las ~on as que mayor porc;entaje de
indusUia Utic;a han ofrecido; apuntaremos, por ejemplo, que destac;an A, ron un 16'6 %, y El , c;on
un 15'4 %,
Por último el c;uarto c;uadro nos presenta la distribución da los tipos primarios a naliud05
por modos, distinguiéndose, romo en el primero, los raspadores en simples y sobreelevados, y por sec;tores de exc;avación,
El proc;eso que a continuación emprendemos c;onsiste en la busqueda de c;ontac;tos o semejenzas c;uantitativas en las series, c;onsideradas por c;apas, por medio de los tests de homoge neidad ya utilizados c;on anterioridad,
Una primera base seril el c;OnfU1llar la homogeneidad en el repa rto de los útiles en las capas 7, 8 y 9, ya que en el c;apltulo que antecede han sido analizadas juntas, El test dio como
resultado 9' 276, comprendido en las tablas de Pearson entre 0' 70 y 0'50, lo cual representa
un diferencia no significativa en el reparto, es decir, una homogeneidad entre esos tres niveles, Los buriles son el util que menos coherentemente se reparte en estas capas,
Una ve~ individuamada esta agrupación, la comparamos con el nivel superior, el sexto,
El test dio una cirra de 11 ' 507 , comprendida entre 0' 05 y 0'02, lo que nos da una diferencia
signifi cativa en la manera de repartirse 105 útiles en los bloques considerados, aB6 por un la,
do y BB7-8 ,9 por otro, Hay por lo tanto una inhomogeneidad y asl podemos establecer una
base real para lo observado en los análisis de las capas, el sustrato ha cambiado, se ha rectifi ·
cado, pasilndosa del Gra vetiense a una rase solutreanizante que se superpone ¡¡geramente a
ese Gra vetiense,
Los tests que hemos realizado a continuación estAn rereridos a las capas 6, S, " Y3: han
sido tomadas dos a dos, siempre las adyacentes, y han arrojado las siguientes cifras:
X'
X
'
X'
BB6 - BB5
3' 945 (0' 70 - 0'501
BB5 - BB4 _ 4' 122 (0' 70-0' 501
BB4 - BB3 _ 1' 06 4 (0' 98 - 0 ' 951
direrencia NO significativa
diferencia NO significativa
dife rencia NO significativa
LOS resultados nos hablan de una homogeneidad de estas capas tomadas dos a dos, por lo
que cabe reafirmarse que nos hallamos ante la presencia de un renómeno mé.s o menos uni ta,
rio, el del desarrolJo del Solutrense, y que aquJ hemos podido detectar sólo a base de algún
útil tipo hasta ahora, pero que a partir de este momento creemos poder respaldarlo en una
base cuantitativa,
En los dos primeros tests del elemento de mayor variación que se introducla en las series
ara al buril ; en la te rcera (BB4 - BBJI, de gran homogeneidad, casi igualdad absoluta, eran
los sobreelevados los que se replu1fan de modo mils variado,
Pero no bastaba con tener segura la homogeneidad da estas series dos a dos, sino que
habla que ver si te mbién en conjunto podla hablarse de una relati va unidad, como hemos
apuntado más a rriba, El test qua se hi~o tomando las cuatro capas por sepa rado dio una cifra
de 8' 954 que estil comprendida entre 0 ' 90 y 0'80 y comporta una diferencia no significati va,
es decir, una homogeneidad probada del conjunto. A destacar que al modo que mils disro rd aba en el test era el de los abruptos, prueba de las va riaciones que sufrla el sustrato gravetiense de dorso rebajado a causa de la ligera pero perceptible influen cia solutrense.
Al considerar las capas terce ra y segunda, el test nos llevó a una cifra de 20' 259, entre
0 '01 Y 0'001, lo cual representa una direrencia muy significativa , una inhomogeneidad total
y una rractura en la evolución de alguna manera coherente que hablamos visto hasta ahora,
[page-n-191]
Cuadro núm . 1
BARRANC BLANC
S
9'
A
B
BB1
210
.548
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tal.3oo
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B"
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2
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Estr. IV
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1.483
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•
27
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10
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-
-
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.4
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•
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-
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S
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.025
387
357 Úl.
25
.136
1
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43
. 149
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.020
11
.038
•
287
263 Úl .
20
.109
2
. 166
-
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56
12
tal .031
rel .631
16
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rel .592
8
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7
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3
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2
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1
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17
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-
2
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12
2
.024
~
[page-n-192]
Cuaclro núm, 2
BBI
B. Bl.
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BB'
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16
,
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23
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15
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,
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•
[page-n-193]
•
N
Cuadro núm 3
B. 8/.
B
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5
I
45
.016
En LOp se incluyen 16 LOe, 3 LDT : en POp se incluyen 6 POc, 1 BPO Y 3 PDX
En P bif, 8 son FJI4, 5 F315 Y 1 F323
II
3
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.11 4
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.013
TOTAL
96/ .035
505/. 185
4 6/.0 17
1271.046
709/.2 60
117{.043
296/.109
26/ .009
14/.005
3/.00 1
32/.011
51.002
9/. 003
691·022
168/.061
102/.037
182/.067
16/.005
139/.05 1
66/.0 24
2.718
[page-n-194]
Cuad,n) nüm 4
B. BI .
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Covacha N
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TOTAL
1.483
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B
A
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127
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rel .486
95
tat .295
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.225
. 132
.0 11
B2
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28
17
. 207
.121
tOl . 341
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"
"
tal .267
rel .455
tal.259
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101
tal.239
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59
101 .264
rel .504
I
10t .038
reLI25
13
10t .288
rel.406
22
101.145
rel .536
10
S
-
SE
15
.03 3
II
.034
,
.036
S
58
28
.234
. 113
.004
35
.162
43
. 199
.018
95
.2 25
. 128
.0 16
17
.0 40
62
.278
24
. 107
.013
7
8
.307
. 269
54
S
4
.1 1 1
.088
49
.324
51
.337
I
4
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,
2
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4
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I
10
.083
B2
6
.030
.032
247
17
.09 3
-
.083
.083
216
16
I
I
10
14
TOl .023
re! .588
.037
42l
.079
21
.087
.083
.0 62
Tot .040
re! .624
.013
223
.082
II
.060
. 115
T 01 .038
rel .333
.066
TOl .022
rel .333
.022
Tot.0 19
rel .750
.026
,
,
4
.026
7
,
I
I
,
6
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.026
70'
607
lO'
60
.223
413
. 151
40
tal.260
rel. 478
.0 14
.040
TOl .022
rel . 550
.038
13
.041
I
4
T01 .02 1
rel .57 1
10
Tot.032
rel .769
-
,
-
26
4
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I
-
4
4
-
-
-
-
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6
.055
.032
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-
4
18'
.06 7
.028
3I2
. 114
32
. 174
I
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,
.0 13
"
"
2.718
183
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I
.500
I
-
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-
-
12
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I
-
.083
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I
.022
45
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4
- t 1 choppe rl
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52
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32l
. 118
I
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T 01.012
rel .600
32
51
I
32
.174
.0 12
,
.174
.163
453
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Comp.
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40
S
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Comp. Comp.
dobl.
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.003
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Tot.
Tot.012
rel .363
10t .251
rel .484
86
10t .275
nl1.477
46
E
[page-n-195]
,9<
J . M, ' ruLLOLA PERICOT
El paso del Solutreo-gravetiense - Solutrense Superior al Sohitreo-gravetiense _ Magdaleniense inicial es lo que acabamos de detectar, teoria que 18 nos confir ma cuando vemos los
resultados de la comparación entre BBI y BB2 , una homogeneidad reflejada en el resultado
de 4' 451. comprendido entre 0' 50 y 0'30.
Para acaba r de marcar las diferencias defInitivamente, U
avemos a cabo el test entre el
conjunto BS 1-2 y su nivel inmediato, el tercero, con el r esultado de inhomogeneidad total [X'
BBI -2 - BB3 _ 34'916 ( 0' 001. más allá de ese llmitell.
Una vez individualizados esos tres bloques que acabamos de ver, realiza mos un test para
probar su coherencia entre sr, con r esultados negativos. lógicos. que nos reafrrmaban en sus
diferencias.
X' [BB I -2) - [BB3-4-5-61 - (8B7-8·9) _ 72' 134 (mAs allá de 0'001)
De esta articulació n rmal de las capas del Barranc Blanc ded uciremos fácilmenle las se.
ries estructurales que les corresponden y que definirán cada una de las unidades.
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El orden de los modos en las tres secuencias estructurales es el mismo, reflejo claro de
una unidad latente que está en el fondo de la industria, una unidad fuerte y proclamada por
otros aut.o res pero que aquí vemos demostrada plenamente.
Los agrupamientos a que hemos llegado son muy semejantes a los hallados por Laplaca
en su somero estudio del yacimiento [Laplace, 19661, pero en nuestro caso se ha podido llegar
a una mayor precisión en cada una de las capas debido al número de material al que nos he·
mas referido en nuestro trabajo, muy superior al que él vio para el suyo, sólo un 53 '45 " de l
que consideramos en nuestra obra. No se considero por aquel entonces tampoco el nivel de
las capas inferiores, que como hemos vist.o car acteritan una rase de importancia decisiva pa.
ra el fu tu ro del yacimient.o.
OBSERVACIONES PARTICULARES
A lo largo de los apartados anteriores creemos haber especificado bastante les cuestiones
generales que nos plantea el yacimiento; por lo tanto vamos ahora a ceAirnos e los útiles defi·
nito rios de los momentos culturales identificados, e sus elementos mAs destacados.
Sobresale con lut propia la punta de aletas y pedúnculos del nivel terce ro, sector F; es
muy uniforme, 50 por 15 mm. y el rasgo más caracterlstico son sus aletas poco destacadas,
poco curvadas hacia abajo como era no r ma en la mayorla de cuos en el Parpalló. Se encuen·
tra hoy en las vitrinas del Museo de Prehist.oria de la Diputación de Valencia y fue analizada
por el número 480 de BB3.
Dentro de l mismo contexto cultur al. recordar emos que las hojes de lau rel, y un a pequeña
hoja de sauce, suman ocho ejemplares, mientras que las ojivas foliácees, F315, son 5.
La problemática de las escotaduras ya ha quedado clara con el tretamiento que le hemos
dado en su momento opo rtuno. Sin embar go, recorda remos que tenemos 21 ejemplares da tal
tipo, 16 hojas y cinco puntas de dorso y escotadura, un 0'77 " de l t.otal de la industria. Lapla·
ce, por su parte, habla clasificado 19 ejemplares, un 1' 3 " de su t.otal: en realidad omitió so·
lamente una, ya que la otra proviene de la campaila de 1976.
No insistiremos en los escasos micr oburiles y ápices triédricos, ya sedalados en número
de uno y dos respectivamente.
El tema que h a quedado algo impreciso ha sido el de las cGravatteSl como útil conductor
da un sustrato de constante aparición en todas las capas de la cueva. Vamos a citar algunas.
los ejempl.an!s más bellos, para que sean comprobables 105 datos a los que nos referimos. En
la capa segunda tenemos una ma8n1fica punta de La Gravette de tamaño r educido que fue
analizada con el 41 2 en el sector E4 ; en la capa cuarta otra punta del mismo tipo está anali·
zada con el 351 , en el sector D: ya en la capa quinta tene mos tres buenos ejemplos de cGr a·
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INDUSTRIAS LtTICAS DEL PALEOLtTICO
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vettel; una punta en el 160, sector E2, una hoja en el 161 , sector E2 y por último una extraordinaria pieza de mAs de 6 cms. de longitud y que reúne dos útiles. un dono rebajado impnsionante e n el lado derecho y un buril becbo en la punta de la hoja sobre el mismo retoque
abrupto ; es el número 252 del sector C. conservado en el Museo de Prehistoria de Valencia.
Como útiles compuestos destacarlamos la extraña asociación hallada en el útil n." 460 de
la capa 2.", en el sector E4: se trata de un magrúflCO (oliáceo en cuya base se ha dado un doble golpe de buril de manera sucesiva, quedando de l primero sólo su parte final , ya que el
posterior lo hizo desaparecer para dar un nuevo filo .
Por fin, entre las particularidades en los útilu del BalTanc Blanc sl!l\alaremos una readera lateral magnifica hecha sobre hueso; fue analizada con el número 88 de la capa tercera,
sector B y nos prueba como este material podla también aprovecharse para constru ir útiles
con la misma técnica que la empleada para los sflex. pues el retoque simple de este ejemplo
entra dentro del estilo más ortodoxo.
Dejando aparte la industria IItica daremos cuenta de una extraña sustancia que apareció
en el cuad ro ES, estrato III ; sa trata da una pequeña bola negra de caras pentagonales y de
unos , ' 6 a "1 mm. de diámetro; sus reflejos son metálicos y su peso de unos 5 grs .. relativa mente elevado para su tamaño. todo lo cual nos hace pensar en alg una sustancia da tipo fe ·
r ru ginoso cristalluda .
RES UMEN y CONCLUSIONES
Esta cueva del Barranc Blanc, localizada en el término municipal
de Rótova, cerca de Gandia, provincia de Valencia, fue excavada en
tres campañas en 1951 , 1953 Y 1954 por un equipo del S. 1. P. de la
Diputación de Valencia bajo la dirección del profesor Luis Pericot.
Los resultados de tales trabajos no fueron nunca publicados en
forma de monografia y hasta 1966 sólo habla en la bibliografla notas
sueltas de algunos de sus excavadores (Fletcher 1953a, 1956, Pericot
1955b, 1962, 1966). Fue el prehistoriador francés G. Laplace el que
precisamente en 1966 y dentro de su gran obra sobre el Paleolítico Superior europeo incluyó un estudio detallado pero breve de las industrias líticas del Barranc Blanc (Laplace 1966). La rapidez con que dicho autor tocó el tema le impidió profundizar en los fondos del Museo
de Valencia, donde se guardaban muchos más útiles de los que él vio
para su trabajo, casi el doble, Ello no le impidió perfilar a grandes rasgos las características principales del yacimiento y los agrupamientos
esenciales de las capas excavadas, que coinciden con las halladas por
nosotros hasta el limite de la capa 6, que fue la capa última que Laplace analizó, mientras que aquí hemos llegado hasta la novena.
Fue el profesor Javier Fortea el que en su Tesis Doctoral (Fortea
1973) trató el tema del Barranc Blanc con alguna extensión, dedicándole unos análisis de 459 útiles de las tres primeras capas, lo cual es
solamente un 33'89 % del total de útiles que hemos identificado
(31'24 % de tipos primarios). Aportó Fortea por primera vez una reconstrucción de la estratigrafia a partir del diario de excavaciones,
asl como un plano de la cueva sacado de la misma fuente y dibujos de
los útiles de esos tres primeros niveles , fruto de sus estancias en el
[page-n-197]
",
J . M,' FULLO LA PERICOT
Museo de Prehistoria de Valencia. Su óptica general, muy acertada,
nos ha servido también de base orientadora en el momento de atribuir
culturalmente las capas de la excavación a los distintos periodos.
No podemos hablar, como en el caso del Parpalló, de una redistri bución de niveles por la sencilla razón de que nunca han sido atribuidos en un estudio de visión amplia y concreta a una fase cultural ; globalmente los colocó Laplace, y Forlea tocó los tres primeros.
Después de los detenidos análisis de las páginas anteriores, hemos
llegado a una distribución de las nueve capas por períodos culturales.
He aqui su exposición. para pasar luego al comentario.
BB l
0-0 ' 25 rnts. Magdalenicnse inicial-Solútreo-gravetm
BB2
0 '25-0'50 mts. Solútreo-gravet-Magdaleniense inicial.
BB3
0'50-0'75 mts . Solútreo-gravet-Solutrense superi or.
0'75- 1'00 mts . Solutrense superior-Cravetiense.
BB4
BB5
1-1' 25 rnts. Solutrense medio-Gravetiense.
BB6
1' 25 - 1' 50 mts, Fase Solutreanizante-Gravetiense.
BB7 -B-9 - 1' 50 mts. en adelante, Gravetiense.
Como puede apreciarse, salvo en el último caso, las capas llevan
una doble atribución, y ello es debido a la dificultad extrema que supone la presencia constante de un substrato gravetiense que enmascara las culturas que pasan por el yacimiento, Esta tradición de dorso
rebajado perdura durante la oleada solutrense y desemboca en el renovado florecimiento de esta técnica en el Solútreo-gravetiense; a su
vez ésto se imbrica ya con el perlado siguiente, el Magdaleniense, que
tampoco puede centrarse muy bien a causa del mismo fenómeno. Sin
embargo las dos azagayas de bisel simple y doble respectivamente nos
conducen a un Magdaleniense seguro, e incluso más avanzado que el
inicial; pero en cambio las «raclettes» están bien representadas , y son
signo de la fase inicial, todo lo cual es algo confuso y de dificil solución.
En el cuadro anterior preci samos que el período que figura en primer lugar es, en nuestra opinión, el dominante o más característico
del momento, siendo el segundo el que lo modifica de forma débil pero
palpable.
En la capa primera ya hemos aludido a la base solútreo -gravetiense sobre la que influye fuertemente la corriente magdaleniense
contemporánea; podríamos in cluso arriesgarnos a llevar este momento algo más adelante, hasta la transición Magdaleniense inicial -medio.
En BB2 el aire magdaleniense se mantiene, alentado por las aza-
[page-n-198]
INDUSTRIAS UnCAS DEL PALEOUTICO
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gayas, dos , y otros elementos, pero el Solútreo-gravetiense tiene una
mayor entidad, sobre todo a causa de los útiles de escotadura, relativamente numerosos.
Parecido fenómeno aparece en el nivel tercero, sólo que la repeti ción en la presencia del Solútreo-gravetiense ha ce que éste se superponga al Solutrense Superior, detectado sobre todo en la única punta
de aletas y pedúnculo del yacimiento.
La capa cuarta nos introduce ya en la fase de sustrato gravetien·
se, sobre el cual intuimos débilmente otros momentos culturales, aqui
un Solutrense Superior.
En BB5 el sustrato se ve modificado por algunos elementos que
nos hacen pensar en un Solutrense Medio, si bien son tan escasos que
se nos hace dificil el reafirmarnos en esta atribución, coherente sin
embargo con el conjunto.
En el sexto nivel creemos haber detectado un momento paralelo al
visto en el Parpalló al inicio del Solutrense, una fase solutreanizante
con útiles de retoque plano unifaciales aún, y un ascenso de los buri·
les desplazando a los abruptos de la segunda plaza constante que conservan a lo largo de todo el yacimiento gracias al latente Gravetiense.
En la base de la cueva algunas «gravettes» nos reafirman en nuestras teorlas ; el conjunto del que forman parte no se ve ya influido por
nada y encontramos un Gravetiense pobre pero definido hasta el mo mento de aparecer una industria muy tosca que no hemos estudiado ,
pero a la que se le supuso una dudosa raíz musteriense.
No creemos conveniente repetir aquí los cuadros de secuencias
estructurales expuestos en el capitulo anterior en los cálculos llevados
a cabo en los tests de homogeneidad. Estos nos dieron unas agrupa ciones que coinciden con las atribuciones culturales que hemos visto
hasta ahora; se nos separan por un lado BBl y BB2, por otro BB3,
BB4, BB5 Y BBS y en la base BB? , BBS y BB9, todo ello valiéndonos de
los aludidos tests de homogeneidad . De ellos deducimos también que
el útil que tiene una distribución más irregular dentro de todo el yacimiento es el buril.
De las secuencias estructurales puede destacarse la potente presencia en primer lugar de los simples, de la mano del útil más numeroso de todo el yacimiento, el raspador, que representa el 26'08 % del
total. La tradición del dorso rebajado se ve bien en el segundo lugar
constante que ocupan los abruptos, dejando a los buriles la tercera
plaza de los grupos mayoritarios. Sobreelevados, «ecaillées» y planos,
por este orden, cierran la serie con pequeñas rupturas de cuarto orden en algunos casos.
Mención especial merece esta posición Ílnal de los foliáceos, útiles
que son claramente defmitorios de un perlodo que está bien represen -
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19.
J . M,' f UUOLA PERICOT
tado en el yacimiento. Sin embargo hemos de apresurarnos a decir
que esta representación es mucho más cualitativa que cuantitativa, su
debilidad ha sido ya aludida al hablar de los niveles y ahora podemos
reafirmarla con datos concretos: la capa con un porcentaje más elevado de faliáceos es la quinta , con un 2'09 %, Y la de más bajo la primera , con un 0 ' 78 %. excluyendo por supuesto la B y la 9, donde son
inexistentes : el porcentaje total de aparición de los planos es únicamente de 1'47 %. en contra del 3'37 que se deduce de los porcentajes
que nos ofrece Fortea para las tres primeras capas (Fortea 1973.
p.2171 Y el escaso 1' 03 % que parece desprenderse de los cálculos de
Laplace (LapIace 1966. tabl. XV) .
Como dato comparativo orientador diremos que en el cercano yacimiento del Parpal16 el indice solutrense (I sol) de su primera fase ,
FS, es de 6' 28 %, en el Solutrense Medio de un 1' 5 % Yen el Solutrense
Superior (5'25 -4'75 mts.) de 14' 53 %, lo cual arroja un porcentaje to tal final del 14' 15 %. En Laugerie Haute Oeste y Laugerie Haute Este
los 1 sol son respectivamente de 23 '41 y 19'82 %, todo lo cual casa
más o menos con el ejemplo anterior. Hay casos de elevadisimas proporciones como en la Cueva de Ambrosio, con un 54' 69 % (Ripoll
19611, cifra que rectificaremos en el capitulo correspondiente a este
yacimiento. Pero 10 dificil es hallar un yacimiento que sea como el Barranc Blanc, donde el paso solutrense está marcado por piezas tan típicas y sin embargo su presencia o fre cuencia de aparici ón sea tan escasa.
Una aproximación a nuestro caso son los yacimientos de esta misma época encontrados en la península italiana. Sabido es que en Italia
la corriente solutrense influyó con escasa importancia en el sustrato
de borde rebajado de tanta tradición en aquellas tierras. En efecto,
tras unos dilatados estadios gravetienses, con superposiciones del Perigordiense en algunos casos, se va a desembocar en un pobre Magdaleniense que ya en fases más avanzadas recupera lo que podriamos
llamar normalidad.
Ha sido precisamente al tratar de las comparaciones que pueden
hacerse con la fase solútreo-gravetiense del Parpalló que tocamos el
tema italiano con un estudio analítico de los niveles solútreo-grave tiense de la Grotta paglicci en el Gargano, región de la Puglia. Los matices que de esa cultura hemos rastreado han sido identificados me diante el mismo proceso por el que lo han sido los solutrenses del es trato inmediatamente anterior, nivel en el que su mismo excavador
italiano creyó reconocer un aire solutrense (Mezzena y Palma di Cesnola 1967, p.491.
Es por todo ello que no creemos disparatado apuntar el aire italia-
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IND UST RIAS UTlC AS DEL PALEOUTICO
'"
nizante que tiene el Barranc Blanc por su fuerte perduración gravetiense, apenas influida por corrientes fuertes que aqui se estrellan con-
tra la tradición del dorso rebajado, que perdura contra viento y ma rea. Aceptamos el matiz que dio Laplace a la industria de la cueva,
«débilmente solutreanizadaJ, pero no el nombre con que bautizó esa
industria, el Tardigravetiense, expresión usada casi con exclusividad
en la península italiana y que ya hemos visto que podía sustituirse por
su equivalente de Solútreo-gravetiense o Parpallense. Pero tampoco
es ese el calificativo adecuado a la totalidad de nuestra industria; en
nuestra opinión debería hablarse de una secuencia gravetiense clásica a la que seguiría otra secuencia gravetiense débilmente solutreanizada que daría paso a su vez a un Solútreo-gravetiense débilmente
magdalenizado. Quizás los matices parezcan excesivos, pero ante las
complicadas mezclas e imbricaciones cultur ales que hemos detecta do, no hay más solución que lo expuesto, aún a tenor de pecar de re buscados.
r{o queda sin embargo muy claro el motivo por el que un yacimiento como el Barranc Blanc, tan cercano al ParpaIló y con un desarroll~ prácticamente sincrónico, no recibe el influjo solutrense más
que de forma casi imperceptible. Parece lo más normal que la fuerza
y la potencia del Parpalló düundiesen los rasgos más característicos
de su variado periodo solutrense en su zona de influencia, pero esto
no se cumple ni en el Barranc Blanc ni en la cercana cueva de Les Rates Penaes, como más adelante veremos; en Les Mallaetes el Solutrense detectado si parece corresponder en cierta manera a las corrientes
parpallonenses, pero al no poseer aún el yacimiento una publicación,
en curso por el momento de la mano del profesor Fortea, no podemos
aventurarnos en demasia en hipótesis tal vez inciertas y sin base sólida .
La posibilidad más factible que se nos antoja para explicar el fenómeno que nos ocupa es el fuerte arraigo de una tradición a la que el
Solutrense no llegó a superponerse. En realidad el proceso no es nuevo (casos italianos ya seña lados) y de hecho si que detectaremos una
influencia del Parpall6 en algunos útiles de los pocos típicamente 50lutrenses de la cueva, por ejemplo en la punta de aletas y pedúnculo.
De esta forma ponderamos en su justa medida la fuerza difusora parpallonense y a su vez mantenemos el hecho clave en el Barranc Blanc, el
constante sustrato gravetiense, de hojas y puntas de dorso rebajado
que hacia el final sufrirán una microlitizaci6n para orientamos hacia
un Magdaleniense que se mezcla con las escotaduras del Solútreogravetiense. Tales son las conclusiones que pueden deducirse del minucioso análisis de los útiles y de sus series en este yacimiento del Barranc Blanc (R6tova, Valencia).
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D.- Tierra oscura de poca conl iltencia con mucbal ralce. pequeDIII y delgada •.
m .-Tierra más clara y mAl dura con baltante. piedra •.
IV .- Tierra rojiza. e.téril y con grande. piedra •.
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(8, D22 ; 9, PD25! : .ect. E l (10, G312; 11 , B 1l; 12, PU; 13 , LD21 ; 14, PD2 1; 15, PD23J: lect. E2 11 6 , HZ ) ¡
11, D22 ; 18 , G 12: 19, B 11 ; 20, PD23 ; 2 1, PD25): sect. F 122. G12 ; 23, LD2 1; 24 , F3 14 ; 25, LD34 ; 26,
PD 25 ; 27, 9 2 1. B12+T2 1+B22)
[page-n-215]
BARRANC BUNC : B81 , NCt. l' 11 , B21 : 2, Cll . Cl2 ; 3 , B22 ; 4 , LD21 ; 5, 1'13 ; 8, G12 ; 7 , T21 . LD33 ; 8,
LD21). BB2, Iect. A 19, R321 ; ID, Gil : 11 , B 11 ; 12, Bc2: 13, PD24 : 14, LD21): HCt. B IJ 5, D21; 18, G 12;
17, B23 . B32: 18, T23; 19, LD33 ; 20, LD21; 21, P21 ; 22, C12 : 23, CI2+D21 ; 24, LD31 ; 25, BIII
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7, G2IsaD. Gil del: ; 8 , PD23 ; 9, B12 ; 10, B21 ; 11 , F315. B31): .ect.E2 (l2,P II ; 13 ,G II ; 14, G312 ; 15,
B 11 ; 16, LDTII ; 17, T21): seet. E5 (18, B Il): lect. E4 (19, G31l; 20, Gil. D21 ; 21-22, PD23): .eet. F (23,
Gil; 24, F314 ; 25, F315)
[page-n-217]
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16, BII ; 17, PD21): Het. El (l8, PD23; 19, G il ; 20, 822; 2 1, LD3 4 ; 22, PDX21; 23, LD351: Met. 1'124,
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BI2; 17, PD23 ; 18, 8311 : lect. e (19, B11 . D23)
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822. 822. BlZ. 822): leel. El 00, PD321: "el. El (11 , G 12 ; 12, 8 32 ; 13- 14, PD23; 115. T22. T211: Sed. P
116, CU; 17 , P¡t ¡ 18, 812. Bll ; 19, G12. Gil ; 10, Bel ; 21 , P0215)
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[page-n-221]
INDUSTRIAS LITICAS DEL PALEQUTICO
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G311j 7 , LD34 : 6 , B22. B21 ; a , FII ; ID, F3HiJ. BB6, Net. A 111, Pll: 12, G311 . G311 : 13, G22 ; 14, FIl:
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[page-n-222]
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T21 +B22; : sact. F (8-9, G12 ; 10, 832 ; 11 , LDl1 ; 12, Gil ; 13, BII; 14, LDII ; 15, KII ; 16, FIIJ. BB?,
lact. El 01, B21 ; 18, G12; 19, G12. G12+B22; 20, BPDIJI: lect. EZ (21 , G3111
[page-n-223]
221
IN DUSTRIAS UTICAS DEL PALEOUTICO
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18, LD21. G12 ; 19, BU)
[page-n-224]
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BI2). 889, Met. El 18, B31. G12; 9, R21 ; lO, CIII. BB, Estr. II, HCt. 25(11 Y 14, Gil ; 12· 13 Y 15- 16.
GU; 11, 322 ; 18, 321 ; 19, B31 ; 20, Be l ; :n, LD21 ; 22, LD221
[page-n-225]
INDUSTRIAS unCAS DEL PALEOLITICO
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G:!:1 ; " P21; 8 , 831; 8, BII; 10, 823. 832; 11 , L0315 : 12- 13. PD23 ; 14, PD32 ; 115, LD13). BB, Es tr. III mI.,
net. E15118. Gil ; 17, L02.; 18, B32. BI1 ; 19, 821. T22+JlJl. BB, Estr. IV, Met. EI5 120, Bd ; 21 , BZI ;
22, PD25)
[page-n-226]
OTROS HALLAZGOS EN LA REGION VALENCIANA
La muy rica región valenciana tiene otros muchos puntos de in terés para esta fase Solutrense superior Solútreo-gravetiense que estamos estudiando.
Un yacimiento destaca con luz propia, situable al mismo nivel que
el Barrane BlaDe por su importancia : es el de Les Mallaetes. Tras éste
revisaremos las industrias de dos enclaves menores y revueltos. pero
de valor indudable: son Les Rates Penaes y Les Maravelles. Por último la bibliografla nos remitirá a lugares dispersos con algún esporádico hallazgo atribuible a este período.
LES MALLAETES
Iniciemos este capitulo recogiendo las opiniones que han emitido
hasta el momento los autores de un avance al estudio final de la cueva
de Les Mallaetes, situada a unos tres kilómetros del Parpall6 en el término municipal de Bárig, cerca de Gandfa (Valencial (Fortea y Jor.
dé , 1976).
Dichos investigadores tuvieron también en cuenta a la bora de
emitir su opinión los materiales que se conservan en los fondos del
Museo de Prehistoria de la Diputación de Valencia, producto de las
campañas que en el yacimiento llevó a cabo el profesor L. Pericot du·
rante el intervalo comprendido entre los años 1946 y 1949 bajo el pa·
trocinio del S. 1. P. de Valencia.
[page-n-227]
INDUSTRIAS unCAS DEL PAUOUnCO
225
La primitiva excavación sacó a la lu:t un a secuencia que se iniciaba en un muy dud oso
Auriñaciense, por falta de materiales, un Gravetlense, un Solutrense y un Solútreo-gravetlense paralelos a los dal Parpalló y un momento calificado por aquel entonces de Epigravetlense.
Esto planteaba, en los niveles paleo!Jticos, pues encima aún habla niveles del Neo!Jlico valen·
ciano, un prohlema que no era sino la inexistencia del Magdaleniense que hemos visto por
ejemplo en el Parpalló.
Con toda esta serie de datos y de dud as el profesor Fortea decidió l1evar a cebo una campaña en 1970 para comprobar la estratigr atla y tomar muestras para dataciones. Efet:tuó
dos catas, Este y Oeste, en ambos extremos del yacimiento, una cueva que es algo asl como
UD abrigo por su encema anchura, un os 23 meteos, y su escasa profundidad, unos 7 u 8 muo
Los niveles que distinguió en las :tODas no coinciden esteatigr4fi camente, pues por ejemplo el
Solutrense pleno del sector Este se sitúa an el esteato Va·V, mientras que en el Oeste sa Identifica en el X.
Un resumen de la esteatlgrafla hallada se inicia con una referencia a los estr atos InCeriores de la cata Este, que es la tratada con mayor extensión y la que proporcionó las Cechas de
C¡4 ' En los estratos XIV-XI Fortea iden tifica un Aurillaciense en base sobre todo a la indus·
tria ósea y a la datación, pues los útiles !Jtlcos son muy escasos. El punzón y la atagaya 11evarian a l conjunto al Auriñaciense II ; la cronologla para el estrato XII es de 29.690 ±650 BP
127.740 BCI, Cecha dada por el anAlisis KN -V926. Esto lleva a Fortea y a JoniA a paralelizar
el momento con el Auriftaciense I evolucionado de Caneda IFrancia) o, en la penlnsula , con
las Cases arcaicas del Auribciense de Morln ISantanderl de Gorham's Cave IGibraltarl.
El conj unto de los estratos X a VUI parece poder atribuirse sin duda. al momento gravetlense, en opinión de Fortea. Las lipicaslgravetten se microlitlzan, fenómeno pa ra lelo al que
acabamos de ver para el Barranc Blanc. La datación se halla entre el estrato XII y la que veremos para el estrato VI. de casi 22.000 BP ; el conjunto, pues, puede centrarse entre el
27.000 y e12J.000 BP, fase que en Francia tenemos un Perigordiense IV o Gravetiense con
desarrollo hasta el Perigordiense VI .
Tras un estrato VII muy pobre, llegamos al VI, donde las puntas de cara plana hacen su
aparición, en compadfa de una Cecha de 21.710.1650 BP (19.760 BCI dada por el an4üsis
cadiocarbónico XN-V920. Fonea y Jord4 se inclinan a consider ar este momento como Solu ·
trense inicial, pese a que la fecha reh asa las conseguidas par a Francia, la m4s antigua en
Laugerie Ha ute Este con 20.890 ±JOO BP 118.940 BCI. Se~alan la falta por el momento de UD
estudio estadistico que confirmarA o no su sospecha ; queda esto paca nosotros como un cam·
po abieno a Cuturas investigaciones, ya que nos han sido aCrecidas amplias fa cilidades para
ver los materiales de 4iste y de cualquier nivel, pero por dlver$as circunstancias D nos ha siO
do posible aprovechar la generosa oCena. Es muy factible que este nivel sea semejante eD
gran manera al que en el Parpalló bamos dado como Fase Solutreanizante (6' 25-7' 25 metros).
El estrato V, dividido en V y Va, aCrece una panor4mica comparable a nuestro 5M2 (Sol ut.rense Medio evolucionado) del Parpalló. Se presentan puntas de aletas y pedunculo, asl como varias hojas de laureL El anAlisis de '14 para el subestrato Va XN·1/919 dio una fecha de
20. 140,! 460 BP (18.190 BC!. semejante a la que se dedu ce para Lauger ie Haute Este, pero
también paralela a la de la Fase Solutreanitante del Parpalló, si bien a.qulla banda de inde·
terminación es tan grande (B M-859 = +900-800, 20.490) que cabria. rebajarla un poco y co'
locar la al limite de esa Fase Solut.reaniz.ante, como sugiere Fortea IFortea y Jord4 1976,
p. 1461.
En el estrato IV se marca un hiatus de esterilidad en el yacimiento. con un nivel de pla ·
quetas C
racturadas, posiblemente a causa de la acción del fria y del hielo.
El estrato 111 parece ser el paso del Saluteense Superior con puntas de aletas y pedúncu.
lo al Solútreo·gravetiense con escotaduras, si bien aqul estos CoMceos no tiene n més aletas
que unas prolongaciones rectiUneas laterales, no tan prominentes ni desta.cadas como en el
ca.so del Parpalló o de la cueva de Ambrosio, por ejemplo. Esta transición continúa en los estratos 11 y 1, con progresiva desaparición de los follA ceos en beneficio de las escotaduras.
Para finali~ar, Fonea distinguió tres capas su perficiales que comprendla.n los primeros
40 cms. de estratigrafl a. En estas capas l.", 2." Y J ." se centraba el resto de la ocupació n del
yacimiento, que alcanza fases cerámicas e incluso eneoll ticas.
[page-n-228]
J . M .o FULLOLA PERl COT
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El interés extraordinario que reviste el ardculo ya seil.a1ado de Fortea y J ordA nos hace
obligado el me ncionarlo IFortea y Jord' 1976); lanza gran cantidad de ideas y teon85 intenta ndo coordinar los niveles de Les Mallaetes con 10$ del Parpalló, Barranc Blanc o cueva de
Ambrosio. los otros yacimie ntos claves de este mome nto en el Paleolltico Superior español, o
con 105 franceses. en parte mejor estudiados y publicados que los de aqul. No vamos a ade ntramos más en los esquemas que proponen los autores ; muchos da ellos los hemos ido aplicando o adaptando a nuestros resultados a lo largo de asta obra, como la introducció n del
término IParpallense. para el Solútreo.gravetien5e. que en la nueva sistematización que nos
proponen Fortea y Jordá pasa a ser el Solutrense e o evolucionado. En resumen, recomendamos vivamente la lectura detenida, el análisis profundo del articulo en cuestión a todo aquél
q ue se interese por los problemas del PaleoU ti co Superior en el Mediterréneo espai'lol. y qu e~
damos a la espera de la publicación definitiva de la monografla de Les Mallaetes, donde un
estudio estadístico puede proporcionarnos 105 datos suficientes par a efectuar una comparación a fondo de estos niveles co n los del Pa rpalló y del B8JTanc Blanc por 10 menos.
LES MARAV ELLES
Proseguiremos nuestro estudio con el repaso a los materiales pu blicados por Fortea para la cueva de Les MaravelJes, sita en término
de Gandía, paraje de la Fal conera y sobre el valle de Marxuquera
(Fortea 1973, pp. 199-201). Al parecer este sería uno de lo s yacimien tos de cuya existencia se tienen noticias desde más antiguo. pues Vila nova y Piera presentó los resulta dos de una prospecció n de la misma
al Congreso Interna cional de Prehistoria de Copenhague de 1869 (Pla,
J 9461.
En una répida cam paña, en 19SJ, dirigida por el profesor L. Pericot bajo el patrocinio del
Servicio de Investigación Prehistórica de Valencia, se reafirmó la creencia de que se hallaban
ante un sensaciona l yacimiento perdido para la prehistoria en razó n del proceso sistematico
de vaciado de sus niveles a lo largo de 105 siglos; los naranjales próximos crecieron gncias al
abono fertilizante que significaron las tierras de la cueva. Lo poco que qued ó .in siw. ofreció
como res ultado la identilicación de hasta siete ca pllS.
Segun Fletcher esta blece en un articulo general sobre el Paleolítico y Mesolftico de la Región Valenciana, tras un nivel de superficie muy mezclado co n cerámica cardial, sf1ex, etc.,
se disting ue la 1.° capa que ofreció un Solúlreo-gravetiense con influe ncias de elementos epigravelienses. La capa 2." fue calificada de plena mente Solutreo-gravetiense. Son estos dos
prime ros nil/eles los que hemos podido sintetizar en unas listas, resumen de los que Fonea
nos ofrece en su pu blicación.
La estratigratla proseg ul a bajo el influjo solutrense, cultura que se Identificaba con los
ma teriales hallados en la capa J." de la 4 a la 7 las capas ofrecieron una industria gravetien-
". Ofrecemos a continua ción los r ec uentns para las capas 1.0 y 2." de Les Ma rave lles. En
ellas se aprecia un primer analisis de los útiles identificéndoles con la cifra que les correspon·
de en la lista tipo Sonncville Bordes-Perrot y ron el tipo primario de Laplace, así romo su cantidad . Posteriormente hay un resumen por grupos y clases del que se deduce la serie ordinal de
cada nivel.
Para la capa 1.0 estos recuentos presentan las cifras siguientes;
¡ -Gil - 5
S-GI2 - 2
2J - Bc2 - 2
56 - PDJ 4 - 1
58 - LD21 -1
81-BTJ2 - 1
-.
-.
-,
8J - BTl lO - 1
8' _lID
LD21
88 - D2J
92 - FJ2J
Total 24 NB
- 1
LDp- 5
PDc - 1
BT- 2
S D- 2
G- ,
P bif- I
A - .
S
9
Total 24 t.p.
A
14
P
[page-n-229]
INDUSTRIAS LmCAS DEL
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En la capa 2." los resultados son ;
I - Gil
_ 17
F1 1
".
70 -
3 - G.-G.
S-GJ2
56 - PD34
65 - RII
69 - 1
9
-
,
F3 14
77 88 -
021
023
PALEOUTICO
-,
- , 85-,
- ,
-, NB
47
_
LD2 1 PD21 PD23 -
S R_ 2
5
2
1
2
PD2S - I
- 5
LDp - 2
G- 28
PDp - 4
P unif - 3
PDc - 1
bif _ 1 Tal. .. 48 t.p
S
A P
32
12
A
0-'
•
Un último dato es el resumen del Solútreo.gravetiense de Les Maravelles en porcentajes
acumulativos según la lista tipo Sonnevi11e. Bordes-Perrot.
NB Can!.
, ,
,
,
22
3
5
23
56
11
•
" ac.
NB Can!.
30'98
1'40
15'49
2'81
2' 81
30'98
32'39
47'88
50' 70
53"52
58
65
69
70
77
, •
,
3
,
,
1'40
1'40
4'22
}'40
1'40
, •
,
,
" ac.
NB Canto
54'92
56'33
60'56
61 '97
63'38
8'
83
85
88
9'
'9
4
1'40
1'40
26'76
5'63
1'40
" ac.
64'78
66' 19
92' 95
98'59
100'00
Una vez más se observó en estos niveles la asociación clásica de las puntas de escotadura
con los foliáceos levantinos, las puntas de aletas y pedúnculo, Esta unión la certificamos en
Les MaraveUes en la capa 1,", lo que en cierta manera puede hacemos razonar con serias dudas acerca de la autenticidad de la misma si tenemos en cuenta la mezcla superficial, con
connotaciones neoUticas que he mos descrito más arriba _
Puede pasar, por otra parte, como plenamente Solútnlo-gravetiense la capa l.", con su
dominio de los abruptos, en lo cual puede influir no poco la innItraclón epigravetiense que
nos sel'lala FleLCher. En el caso de la segunda capa, los raspadores ocultan el anterio r predominio de los abruptos y llevan a los simples a la primera posición. Asl mismo se eleva notablemente el porcentaje de los foliáceos, cosa nor mal si tenemos en cuenta que estamos casi en
contacto con el Solutrense; se pasa de un 4'16" en la capa l." a un 8'33 " en la 2,".
El conjunto de los dos niveles no puede ser tomado como rep resentativo de ningun momento cultural detenninado. Cualitativamente las dos puntas de escotadura nos remiten a un
nada ilógico Solútreo.gravetiense. Saltan a la vista, sin embargo, datos tan extrallos como la
ausencia total de los buriles en ambos niveles, o bien el crecido Indice de raspador
rIG ..47'88 ); e l Indice de utiles solutrenses está en una cifra relativamente alta si consideramos la fase como no solutre nse (I sol =7'0 41.
Sefl alaremos por último que el articulo de Pla nos habla acerca de la gran colección de
materiales que pudo recogerse en el punto de destino de la tierra de Jos niveles paleollticos,
los na ranjales para los cuales aquella de bla servir de abono IPlé, 1946). Habla lucernas romanas, exvotos v vasos caliciformes ibéricos, cerámica a mano, con cordones, cardial, una
sierra de hO:l:, algún raspado r y cuchillo de sUell:, todo esto neo·eneolJtico, y diversos materiales tlplcamente paleollticos. Todo ello provenía no sólo de la recogida producto del vaciado de
la cueva Icolección Ballesterl sino de los materiales recogidos por Vilanova V Piera hace más
de un siglo (colección Vilanova).
[page-n-230]
228
J . M,· fULLOLA PERlCOT
RATES PENAES
El tercer yacimiento importante de este capitulo que se señala en
la comarca valenciana de Gandía es el de Les Rates Penaes; la cueva
se halla emplazada, como la del Barranc Blanc, en el término munici pal de Rótova y se abre sobre el valle del ria Vernisa, Fue excavada
por el profesor L. Pericat en 1951 , bajo el patrocinio del S. 1. P .
Se llegaron a distinguir hasta 9 niveles; sin embargo la cerAm ica estaba presente hasta
en el Inés profundo de ellos, 11 2 metros de profuncUdad. Ello es fruto de la InlenS!! remociOn
que debieron sufrir todos los niveles del yacimiento por parte de los campesinos que trastocaron totalmente la sucesión estratigráfica de la cueva para aprovechar sus tieITas como abono
de la huerta del llano.
Siguiendo estos datos expuestos por Fletcher (Fletcher, 1953bl, coincidimos plenamente
con Fama en el aspecto de quitar todo valor real a la estratigrafia de Les Rates Penaes ; sin
embargo una deducción a nivel estadlstico bien puede intentarse para rastrear la ralz más
profunda de las culturas de los habitantes que pasaron por la cueva,
El intento se basaré en los recuentos que Fortea nos ofrece de las 7 ptimeras capas del
yacimiento (Fortea, 1973, pp. 193-1981. Fletcher nos habla de dos capas más, 8_ Y 9.', en las
'
que se hallaron elementos claramente solulrenses, buriles y raspadores. Oueda por ello c uestionado de entrada el resultado flflal de la visión general del yacimiento; deberemos colegir
un momento solulrense en esas capas inferiores, para pasarse a una fase de dominio del bor de rebajado; al no encontrar piezas de escotadura, cabe pensar en la ausencia de Solútfeogravetiense, con un paso més acelerado a formas magdalenienses qua seré imposible de probar por todo lo anteriormente descrito_ Fortea incluye una fase que cubriese el hiatus entre
SolÍltfeo-gravetiense y Epigravetieose en Les Mallaetes, pero llega ala misma conclusión de
impotencia anle la mezcla y la pobreza de los niveles que nos ocu pan.
La clasificación por grupos y clases tipológica, según Laplace y la hecha siguiendo la lista
Sonneville Bordes-Perral, con las sumas acumulativlS, son las siguientes:
SR -
5
0 - 3
e -9 1
NB Can t o
I
3
5
23
3.
66
6
13
I
B sr - I
sp - I
p unif - 1
•
" oc .
50'00
4'54
9'84
0 '75
0'75
50'00
54'45
64'39
65'15
65'90
P bif A
-
PDp - 13
Total _ 138 t.p.
2
5
LDp - 16
NB Cont.
J6
58
59
3
65
4
69
I
I
•
0'75
0'75
2'27
3'03
0'75
" /.Ic .
66'66
67'42
69'69
72'72
73' 48
N. Cant o
7.
,.
2
2
77
I
85
29
88
I
•
" oc.
1'51
1'5 1
0'75
21 ' 96
0'75
74'99
76'51
"'27
99'24
100'00
Hay 6 útiles; los monotipos son 126 y el total de tipos primarios de 138. El dominio de los
simples viene de la mano, una vez mb, de los raspadores, cuyo Indice es inusitadamente ele·
vado IIe _ 64' 39/. Notable también la presencia de dorsos rebajad os prorundos, tanto hojas
como léminas. La cuestión de los buriles nos llama de nuevo la atención por su gran escasez;
cabe pensar, al ¡¡ual que ocurrió en el yacimiento anterior, que los revueltos niveles de la
cueva no facilitaban el sencillo reconocimiento de tal tipt' de ütil, el más dificil de identificar
de la secuencia paleolltica_Los roliáceos, por fm , tienen una restrifl¡ida presencia que certifica un pasado solutrense en los niveles 8 y 9 que ba perdurado en la metcla, situando tres faIiáceos - uno en la capa IV [0 '60·0'75 metrosl, un fragmento de F314 ; otro en la capa V
10' 75· 1 metrol, otro F314 : y un último en la capa VII H ' 18-1'40 metrosl, un F 14-, EIlndice
de ütiles solulrenses es un escaso pero lógico 2' 27 " ,
[page-n-231]
IN DUSTRIA S LlTlCAS DEL PA LEOUTI CO
'"
OTROS HALLAZGOS
El último apartado de este capítulo ha de ser forzosamente la recopilación de las noticias que de los hallazgos del periodo que nos ocupa se han realizado en la zona valenciana.
Un abrigo que dio unos materiales sospechosamente solútreo-gravetienses fue el de Covalta, situado en las cercanías de la localidad
valenciana de Buñol. El autor del estudio del yacimiento nos describe
el material como parpallense, con dorsos rebajados, raspadores, buriles y el útil clave del Solútreo-gravetiense, una clara punta de escotadura. El problema de esta estación es el mismo que el de Les Maravelles y Les Rates Penaes, fueron vaciados para con sus tierras abonar
sus campos de la huerta valenciana (Jiménez Navarro 1935).
Pericot nos señala en su monografla sobre el Parpalló la existen cia en la provincia de Alicante de una estación con material supuestamente solutrense, la de Les Calaveres (Benidoleig) (Pericot 1942). Con
posterioridad Jordá no nos aclara el enigma de las piezas en cuestión
(Jordé 1955l. fruto de las exploraciones por la zona de J . J . Senent.
recogidas ya por Breuil en sus rRapportsl del!. P. H. de Pans de
1913. Actualmente, el S. 1. P. ha llevado a cabo nuevos estudios de esta cavidad, preparando la publicación de los resultados obtenidos,
destacando entre los materiales una punta de escotadura, 10 que permite hablar de Solutrense.
La comarca de Ganwa no podía dejar de ofrecernos algún otro hallazgo solutrense, tras su riqueza en grandes yacimientos. Tenemos
noticia. en concreto, de las prospecciones realizadas por un grupo local con el señor Sancho, en la Cava del Llop, próxima al pueblo de
Real de Gandfa, en la que se sacaron a luz diversos materiales ; al tener noticia de ello, el S. !. P. delegó en su miembro, señor Aparicio Pérez , el estudio del yacimiento, habiendo realizado en él tres campañas
de excavación en las que se obtuvo material solutrense y una estratigrafIa del mayor interés (Aparicio y San Valero, 1977, pág. s. 35/39) .
[page-n-232]
CONCLUSIONES GENERALES OE LA ZONA VALENCIANA
El largo capítulo de esta obra dedicada al Pais Valencié no es más
que un acto de justicia y gratitud. Es de justicia porque tal dedicación
merece la zona clave del Paleolítico Superior peninsular en su acepción de ibérica. es decir, con una evolución propia de la que hay que
desvincular la corrusa cantábrica. de Asturias a Guipúzcoa, con ramificaciones pirenaicas hacia el Este. Es de gratitud por las inmensas fa cilidades que hemos encontrado en los hombres que en aqueUa tierra
nos han hecho sencilla la labor con sus constantes ayudas.
Los yacimientos se centran casi exclusivamente en una zona al
Sur de la actual provincia de Valencia , en las sierras litorales que cierran por el Oeste la fértil franja costera que constituye la huerta valenciana. Actualmente el núcleo de población más importante en la
comarca es el de Gand1a .
Tres son las grandes estaciones paleoliticas sobre las cuales se
asientan los postulados de la facies levantina del Paleolítico superior;
nos referimos al Parpalló, al Barranc Blanc y a Les Mallaetes. Otros
dos han perdido su papel capital por lo revuelto de su estratigrafia y
el vaciado que sufrieron para aprovechar sus tierras como abono ; son
Les Rates Penaes y Les Maravelles.
No vamos a repetir aquí punto por punto lo que para los dos primeros yacimientos hemos deducido de su estudio a fondo, con el que
hemos iniciado este capitulo. Sus diferencias son notorias , pero guardan un aire de semejanza.
En el ParpaUó hemos remodelado la vieja estratigrafia que nos
ofreció Pericot en su monografia , estudio de gran valor para la época
en que se publicó y aún base de futuros estudios sobre el yacimiento
en cuestión. Con una base gravetiense detectamos pronto un momen to de solutreanización, la fase solutreanizante. que llevará a un primer estadio del Solutrense Medio aún con elementos arcaizantes,
puntas de cara plana. retoques planos groseros. etc.; tras un Solutrense Medio evolucionado, con útiles bifaciales, hojas de laurel. etc., llegarnos al momento culminante del Solutrense Superior, con las puntas
[page-n-233]
INDUSTRIAS UTICAS DEL PALE OUTlCO
2
"
de aletas y pedúnculo como elemento más destacado, con hojas de
laurel y de sauce, pequeños raspadores solutrenses, etc. El período
subsiguiente fue identificado por primera vez en el Parpa116 y se conoció con diversos nombres, desde el Solútreo-Auriñaciense final de la
monografIa al Solútreo-gravetiense de Jordá; junto con la opinión de
otros investigadores de esta temática paleolitica postulamos la denominación de Parpallense para esta fase en razón de la primacía de la
cueva valenciana. Dicha fase se caracteriza por el gran aumento de
los útiles de dorso rebajado yen especial de las hojas y puntas de escotadura que constituyen lo que clásicamente se ha conocido como fó sil director del momento. Esta fase de apogeo, que comprende el Solutrense Superior y el Solútreo-gravetiense o Parpallense, veremos que
se reconoce en otros yacimientos con mucha menor cantidad de útiles
por la presencia de los instrumentos tipicos del periodo, ya sean pun tas de aletas y pedúnculo, ya elementos de escotadura.
El proceso de transformación se orienta hacia procesos magdalenienses a través de una fase magdalenizante que abarca los controvertidos niveles que Pericot identificó con el Magdaleniense 1 y n, Las
capas superiores contienen un Magdaleniense ya formado y más
avanzado que el que hemos estudiado, hasta los 2 ' 50 metros de profundidad .
Este esquema muy resumido, y que se encuentra razonado y ampliado en su apartado correspondiente, es el patr6n con el que parece
se rigieron las fases evolutivas del paleoHtico Superior en gran parte
de la Península Ibérica.
En el Barranc Blanc el proceso de cambio se ve enmascarado en
gran manera por la persistencia de un sustrato de dorso rebajado continuo, en forma primero de Gravetiense en las capas profundas y luego de Solútreo-gravetiense en las superiores: mezclada con estas dos
culturas hemos podido detectar por medios cualitativos y no cuantitativos la presencia de unos momentos solutrenses que pasaron sin dejar huella notable en el yacimiento, tan s610 unos pocos elementos foliáceos entre los que cabe destacar una punta de aletas y pedúnculo,
Les Mallaetes no ha sido trabajado por el autor directamente, y no
por falta de facilidades por parte de su moderno excavador, el profe·
sor J . Forte3. Nos hemos basado para su exposición en un avance al
estudio definitivo del yacimiento del citado investigador y de su
maestro F. Jordá. Básicamente la secuencia es la misma que en el
ParpalJó, sólo que la fase magdalenizante constituye una capa estéril
que desemboca en el posterior Epigravetiense. Esencialmente se in serta dentro del esquema general propuesto: hay que considerar ese
hiatus como un fenómeno local del yacimiento a falta de una confirmación posible del mismo en otras estaciones paleolíticas .
[page-n-234]
m
J . M.' FUlLOLA PEP.¡ COT
Quedan por fm los dos yacimientos revueltos en sus estratos y que
ofrecieron unos útiles que en cierta manera son coherentes con el es~
quema que postulamos. Nos referimos a la cova de Les Rates Penaes,
sita en las cercanías de Rótova, pueblo distante unos 10 km . de
Gandía , y cerca del rio Vernisa. a cuyas orillas se abren también las
del Barrane BIaDe y Les MaraveIles, en término de Gandia. equidistante de éstas y del Parpa1l6.
En Les Maravelles encontramos, pese a la relativa escasez de ma·
terial lftico trabajado. una asociación de útiles que ya hemos hecho
notar en este resumen y que luego hallaremos con relativa asiduidad
en yacimientos de la zona Centro-Sur peninsular, según veremos a
continuación. Nos referimos a las puntas de aletas y pedún culo uni das estratigráficamente a las piezas de escotadura. hojas y puntas. La
disociación de estos dos elementos. se hace dificil en cuevas con poca
industria y sólo ha sido factible diferenciarlos en estaciones de gran
potencia y complejidad como pueda ser el Parpalló. Su significado de be ser el de un momento cultural de apogeo en el Solutrense SuperiorSolútreo-gravetiense. durante el cual las propicias condiciones de la
zona darían pie a una extensión cultural inusitada. detectable hoy tan
s610 por sus restos líticos.
La cronologia general de la zona nos hace aparecer la fase sol utreanizante alrededor de los 21.000 años BP {unos 19.000 BC I.lo cual
constituye por sí solo un dato de importancia capital. ya que en Francia el más viejo Solutrense Inferior no llega a esos 21.000 BP . Todo
e llo no es más que un elemento a añ adir a la decisiva importancia de
la zona. Tras el desarrollo solutrense hemos individualizado el
Solútreo-gravetiense o Parpallense entre 16 .000 y 12 .000 años BC.
con comparaciones muy exactas al nivel inferior del Salpetriense de
la Salpetriére (Gard. Francia) y a los niveles 16 y 15 de la Grotta Pa glicci (Puglia. Italia).
Climáticamente nos hallamos ante los últimos ramalazos frias de
la postrera glaciación. el Würm. Dentro de ella el último iñterestadial
(Würm III-IV o de Lascaux) parece haber dado al momen to solutrense
un a relativa benignidad en el clima ; hay que tener en cuenta que se
supone para el litoral mediterráneo que nos ocupa un a temperatura
media superior en unos 5°C a la que reinaba en Europa cuando se produjeron la s grandes glaciaciones. Es por esto que durante ellas pudo
habitarse sin gran dificultad la costa Este de la península.
En resumen concluimos que la zona valenciana es la clave que
nos ha dado el esquema básico para el estudio del Paleolítico Superior
de la mitad Sur peninsular. dibujándonos una facies de gran personalidad y fuerza respecto al resto de Europa.
[page-n-235]
ZONA CENTRO-SUR
PROBLEMATICA GENERAL
Englobaremos dentro de esta tercera y última zona de estudio todos los yacimientos en los que se han señalado restos posibles de SOllltren se en la mitad Sur de la península. Incluiremos las noticias confusas del valle del Manzanares junto a otros lugares de mucha mejor
publicación, como las cuevas portuguesas.
El denominador común que ha presidido nuestras investigaciones
en este campo que nos ocupa en las regiones meridionales ha sido el
de las difi culta des ; pero éstas no teman raíz en ninguna persona ni
entidad concreta, sino en la dispersa información bibliográfica y, sobre todo, en la casi imposible localización e identifi cación de los materiales aludidos en las viejas publicaciones.
Ello ha sido la causa determinante de que no hayamos podido lle var a cabo ningún estudio analítico de la industria lítica de los yacimientos que vamos a exponer. En lo mejor o más extensamente publicados hemos podido deducir una serie estructural que puede orientarnos , con una visión global , en el aire de la época en esas zonas; nos estamos refiriendo a la Cueva de Ambrosio , a Salemas en Portugal, a El
Serrón, de Antas , y al Tajo del Jorox ."Hay que deplorar, sin embargo,
el hecho de que algunos de estos yacimientos, absolutamente claves
en el desarrollo del Solutrense peninsular y merecedores de una extensa monografla , como en el caso del Parpalló, vayan quedando en el
olvido después de veinte años de su excavación y que a las dificulta des administrativas y fisicas para trabajar en la cueva se sumen otras
[page-n-236]
J . M.' FULLOLA PERI COT
que frenen su estudio directo de los materiales y su publicación por el
autor de la excavación. Pese a ello intentaremos llevar adelante nues tro empeño basándonos en 10 estrictamente publicado hasta hoy y que
ha llegado a nuestras manos gracias a la generosidad de sus autores o
de compañeros.
La escasez de yacimientos publicados de forma aprovechable es
tan notoria que se hará dificil trazar un panorama firme tal y como
hemos llevado a cabo en las dos zonas anteriores, la catalana y la va lenciana. En la configuración de este esquema ideal incluiremos las
noticias dispersas de hallazgos supuestamente solutrenses que se han
dado en nuestra geografía y que hemos podido detectar en la biblio grafía consultada.
De manera amplia la zona que nos proponemos estudiar abarca la
mitad Su r de la península, desde la zona Alicante-Murcia hasta Portugal pasando por la zona del Manzanares. En ella se adivinan zonas de
mayor co ncentración de yacimientos , como la murciana, la almeriense o la portuguesa. De dos de las tres tenemos cuevas trabajadas más
a fondo, privilegiando la segunda de ellas, seguramente la más fértil,
con tres yacimientos.
Veremos que una constante en la determinación del carácter solu trense en la industria de una cueva, muy a menudo numéricamente
muy pobre, es la presencia de asociación de las puntas de aletas y
pedúnculo y de las piezas de escotadura; es indudable que estos dos
elementos marcan, con su asociación continuada en muchos lugares,
un momento cumbre de ocupación de una cultura en toda la mitad
Sur peninsular, incluyendo ahora en ella la zona valenciana. No ceno
traríamos la adscripción de esos yacimientos únicamente al Solutrense Superior, como ha sido la tendencia hasta ahora, sino que la fase,
hasta el presente desprestigiada, del Solútreo-gravetiense o Parpa llense tiene, en nuestra opinión, una gran influencia en este momento.
Cabe centrarlo pues en una fase muy rica de transición de un período
a otro, paso que hemos estudiado con detenimiento en el Parpalló, que
hasta 4'75 metros ofrece el Solutrense Superior y luego nos da el mo mento clave del cambio, atribuido por Pericot al Solutrense Superior y
que estadística y tipológicamente hemos demostrado que pertenece al
subsiguiente Solútreo-gravetiense o Parpallense, el nivel 4'75-4'5 metros .
YACIMIENTOS
Los cuatro yacimientos que vamos a tratar con más detenimiento
son los ya mencionados de la Cueva de Ambrosio (Vélez Blanco, AI-
[page-n-237]
INDUSTRI AS LlTIeAS DEL PALEOLlTICO
2JS
mería) , Salemas (Ponte de Lousa , Portugal), el Taj o del Jorox (Alozaina , Málaga) y El Serrón (Antas, Almería).
Expondremos en primer lugar los datos recogidos de todos ellos
para pasar a continuación a las consideraciones que nos merezca su
conjunto.
CUEVA DE AMBROSIO
Lugar preferente debe ocupar en esta relación el yacimiento clave
de toda la zona Sur peninsular, el lazo de unión con la zona valencia na, concretamente con el Parpalló, a la que tantas veces se le ha comparado y a la que posiblemente hubiera podido superar en riqueza y
variedad de no haber sido por los problemas de toda índole presenta dos en su excavación ; nos estamos r eflriendo obviamente a la Cueva
de Ambrosio.
Breuil es el descubridor para el mundo cientlfico, una vez más, de
los valores latentes de este yacimiento. En sus relaciones con Federico
de Motos. éste le mostró la punta de escotadura que guardaba en su
casa provinente de la Cueva de Ambrosio y que hoy se halla expuesta
en las vitrinas del Museo de Prehistoria de la Diputación de Valencia.
Fue esta punta precisamente la que llevó a Breuil a sus teorlas acerca
de las escotaduras en r elación con estos periódos del Paleolítico Superior hispano en su obra clásica de sistematización paleolítica en la que
aún hoy basamos muchos de nuestros presupuestos (Breuil 1912).
No fue hasta la década de los cuarenta que se realitÓ una campaña en el yacimiento por
parte de Jiménet Navarro, que vació los niveles neollticos y epipaleoliticos sin ofrecer luego
una publicación adecuada iJiménet Navarro 1947 y 19621.
En la completa revisión de este mundo realitada por J . Fortea pocos datos pueden dedu·
cirse de su nota, ya que no tuvo acceso a fuentes directas y se guió precisamente en 10 publi.
cado hasta la fecha iFortea 1973, pp.229-2301.
La excavación de los niveles paleoliticos la llevó a cabo E. Ripoll en dos campanas, 1958·
60, las unicas publicadas hasta hoy (Ripoll 1961). Distinguió cinco niveles, separando el in·
tcnnedio rocoso a los superion:s, p:lStpaJeoUticos, de los inferiores, IV y V, solutrenses. En es·
tos últimos la industria ]Jtica se reveló pronto como muy rica y variada en tipos: destacare·
mos la espléndida colección de hojas y puntas de escotadura y la magnIfica serie de puntas
de IIletas y pedúnculo comparable tan sólo con la del ParpallÓ. Parece ser que dificultades de
orden técnico como el pdigro de desprendimientos y la falta do modios para apuntalll r las ro·
cas y eliminar tal peligro, fueron causas determinantes del abandono de la cueva por parte
de sus excavadores.
El yacimiento quedó pues sin protección y fue pasto de los aficionados que llevaron a ca·
bo alll agujeros de lOdo tipo en las grietas de las rocas para obtener materiales que se nos ano
tojan de primera clase en muchos casos. Recientemente tenemos noticias de nuevas campa·
ñas realizadas por miembros del LaOOratorio de Antropologla de la Facultad de Ciencias de la
Universidad de Granada bajo la dirección de M. Botella y que presentaron una comunicación
sobre esos t rabajos en el transcurso de las sesiones del XIV Congreso Nacional de Arqueo·
logia celebrado en Vitoria !BoteUa, 19751. Se apunta la presenda intacta de unos niveles epi·
gravetienses y la existencia, hasta ahora insospechada, de un Aurinaciense subyacente al co·
nocido Solutrense.
[page-n-238]
236
J . M.o mUOLA PERICOT
Pero vayamos a centrarnos ya en los recuentos llevados a caho sobre la industria l!tica de
la Cueva de Ambrosio: no nos ha sido dado el poder analizar person8lmcnte esos materiales,
pero sin embargo su publicación siguiendo la lista lipo SorlOeville Bordes·PerroL nos proporciona un elemento de información plenamente vAlido para nuestros propósiLOS.
Hay que remarcar que los tipos fueron clasificados por la propia Mmc. Sonnevilte Bordes
y están publicados en un apéndice que sigue at artículo de referen cia anterior tRi poll 1961.
pp.4<1 -
Una circunstancia nos ha llamado poderosamente la atención en estos recuentos y es el
apartado en el que se incluyen tos útiles de escotadura; se trata realmente de pieus conse ·
guidas mediante un retoque abrupto. como se ve en las ilustraciones del texto (Ripoll 1961 ,
p.37. Iig.41 y por lo tanto poco O nada tienen que ver con su mlmero 72, «punta de escotadura
"tlpica" (sol uu-e nsel_, en la que se habla de la obtención del útil mediante re toques planos,
regu la res, por presión, unifaciales o bifaciales (50 nnevitte Bordes y Perrot 1954 ,55,56).
L.as pie:tas de escotadura analizadas en el ParpaJló y otros lugares hasta el momento los
hemos incluido, como se habrá visto, en los números 56 y 57 , «punta de escotadura perigor·
diense, lIamuda atl plca. y .pie:ta de escotadura. para puntas y hojas respectivamente. Pero
en estos recuentOS de la Cueva de Ambrosio ningún útil dentro de esos apartados, y han sido
confinados dentro del número 72, cosa que, teniendo en cue nta lo expuesto hasta el mamen,
to, no a ceptamos ; en nuestra distribución hojas y puntas de escotadura se analitarán en los
abruptos.
Dos precisiones más dentro de esta publicación: las puntas de alet8s y pedunculo se incluyen también. a nuestro entender elTÓneamente, dentro del socorrido numero 72 ; es nuestra opinión que ningún tipo recoge las caracteristicas propias de este util y por tanto las hemos analb:ado siempre como diversos (n .o 921. Este lapsus ha sido corregido tardlamente por
Mr. F. Bordes en una rectificación y ampliación de la lista tipo de su esposa, donde se concede un apartado, el numero 69, a una punta solutrense con pedunculo (tipo Laugerie, Parpa1161; descollocemos el lugar de publicación de esta lista, quizás inédita, pues ha llegado a
nuestras manos de mallera particular; sin embargo un comentario a la misma y a sus nuevos
tipos figura en un articulo del autor (Fullola, 1976cl.
Por ultimo IlImentamos no conocer el numero de hojas de laurel unifaciales en contraposicióll a las bifuciales debido a que en 18 lista no se especifica; en nuestros recuentos las incluimos en un apartado de indiferencias.
y pasemos ya en concreto a los resultados de esta conversión tipológica de la industria _
Los 404 ütites que se dan como resultado fin8t serAn en nuestro recuento 396, debido 8 que
los 8 diversos no han podido lógicamente identificarse. Tres utilcs son dobles, d os buriles,
mixto y diedro, y un raspador-troncadura ; por lo tanto, los tipos primarios obtenidos serán
399.
A los 404 utiles hay que añadir 6.836 piezas de desecho, lo cual da un apreci8ble caudal
de 7.240 piezas; el IKIrcentaje de utiles es del 5'38%.
S R - 27
8
D - 18
G - 82
,,-
6
sp _ 14
S
127
A
P
82
318
205
168
410
A
Punir 6
bif - 56
indif - 106
8
20
.050
- 15
LDp - 6
c - 16
PDp - 2
c - 37
,
LOT -
,
2
005
-
6
2
3991. p,
La secuencia estructural que resulta de esta serie es la siguiente :
p
5 /4 A /3 B
,
Caracterlstica destacada y significativa es la presencia de los foliAceos en primer lugar.
Este renómeno. que sólo lo hemos constatado en unos niveles muy concretos de yacimientos
de la :wna cat81ana Inivel A del Cau de les Goges y nivel 2' 40-2'60 mts. del Reclau Viver!. adquiere aqu( proporciones mayores, ya que tra taremos el conjunto de la industria y no una ca-
[page-n-239]
IN DQSTlUAS UTICAS DEL PALE OUTtCO
pa determinada de una misma cultura. El porcentaje de titiles solutrenses es superior a todo
lo visto hasta el momento y asciende al 54'09%, dej ando atrás los altos Indlces del yacimiento
epónimo, Solutré, que tiene un 44'84% o Le Fourneau d u Diable, con un 39'0 1,,; en la penlosula e l dato Olés elevado correspondía al Cau de les Goges de San JuliA de Ram is con un
3 1'25% y el Reclau Viver de Serinyc\ con un 22'74%, Sin embargo, hemos de volver a lo dicho
mAs arriba, se consideraron como útiles foliáceos los titiles de escotadura, abruptos, y por lo
tanto habrá que reducir considerablemente el porcentaje y situarlo en 41 '56", ,ta mbién elevado, pero ya dentro de UllOS limites más admisibles y en consonancia con los indicados de
Solutré y Le Fourneau du Diable, por ejemplo.
Las escotaduras a parecen de nuevo aqul en unión de las puntas de aletas y pedúnculo,
configura ndo el momento Solutrense superior-Solútreo-gravetiense no difere nciado en este
yacimiento como hemos podido hacerlo en el Parpalló, pese a que los niveles IV y V, solutrenses, a barcan en conjunto un metro de potencia, Sin embargo, alias después RlpoIl reconoce
que en los estratos más altos habla un mayor porcentaje de piezas con escotadura que en los
más bajos fRipolJ, 1965, p, 212), El porcentaje de aparición es importante, de 13'28'110, prácticamente el mismo que el de las puntas de aletas y pedúnculo, Gracias a estos titiles los abruptos establecen una sensible diferencia respecto a los buriles, una ruptura de tercer grado, y se
colocan en una tercera posiciÓn tras foliáceos y simples ; no nos halla mos obviamente en un
momento de puro Solútreo-gravetiense, lo cual detectarlamos por una primacla de estos
abruptos, sino en una fa se de mezcla y evolución desde un riquísimo Solutrense Superior hacia ese momento que no ha sido individualizado, pero que existe,
Los simples, por fin , basan su buena posición en la abundancia de TBspadores, con poco
mAs de un 20"; las Upicas raede ras no alcanzan más allá del 5",
El problema que nos plantea el conjunto Utico de la Cueva de Ambrosio adquiere propordones semejantes a las del utismo Parpalló, Su posición no es, desde luego, tan privilegiada
como la del yacimiento valenciano, pero en su entcmo se han hallado restos de plntw'aS que
presupondrlan un poblamie nto de la zona de relativa estabilidad ; la cueva seria posiblemente
el centro de habitación y de alll irradiarian influencia en fo rma de útiles, de pinturas, de
ideas, a toda su zona de innujo, Este ane descubierto en 101 alrededores no puede, sin embar ·
go, atri buirse con ceneza a la fase que nos ocupa, y por lo tanto encontra mos aqul una gran
diferencia con estos mismos niveles del Parpalló, donde aún aparedan plaquetas grabadas y
pintadas, aunque en me nor proporción que en fases anteriores, Cabe considerar, pese a todo,
el yacimiento como clave dentro de la zona y paralelo al Parpalló en sus momentos de Solutrense Superior y de transición hacia el Solútreo·gravetiense, momento este que no llega a
cuajar de forma adecuada muy posiblemente porla calda de enormes bloques que recubrirlan
por completo el estrato y Ilevarlan a su abandono hasta fases posteriores, eplpaleollticas; seré la capa m de Ripoll,
Una última preclll~n sobre el yacimiento es la cronologla que parece desprenderse de los
análisis de C\4 que poseemos ; el mismo Dr, Ripoll nos comenta IU falta de coberencia entre
51 y con la eltratigrana de las cinco muestras recogidas y que dieron cifras que oscilan entre
los 12 ,000 y los 6,000 ados BC; son en realidad excesivamente bajas, y su falta de homogeneidad no bace sino confU'lllU esos temores IRlpoll, 1965, p, 2131,
CUEVA DE SALEMAS
Vamos a ocuparnos a continuación de otro yacimiento peninsular
que viene a representar lo que la Cueva de Ambrosio es para el Sur o
el Parpal16 para el Levante; nos referimos ala cueva de Salemas, situada en el término municipal de Ponte de Lousa, unos 24 kms. al
Norte de Lisboa, Fue excavada por un equipo de los Servicios Geológicos de Portugal, y tras una nota preliminar (Zbyszewski y otros, 1961)
expusieron los resultados de sus trabajos en los niveles del PaleoUtico
[page-n-240]
J . M .' ft1LLOLA PERJCOT
'"
Superior (Roche y otros, 1962). Una revisión y puesta al die de este
yacimiento y de otros de la región portuguesa ha sido publicada recientemente por J. Roche, que en realidad ha sido el impulsor de estas
investigaciones en el país vecino (Roche, 1974).
Trataremos aquI exclusivamente el nivellI, identlllcado como Solutrense: por encima
queda una Case neolltica y por debajo un nivel In, perigordiense, aunque mb adelante veremos las discusiones acerca de este momento, y UD nivel IV con PaJeoJJtico Medio.
Seglin se desprende de la publicación tRocha Y otros, (962) fueron halladas en este nivel
U 185 pie~" ; hay que reseftar que algunas de eUas Cueron encontradas en el qemanié., es
decir, In lo mezclado, y que fueron atribuldas al Solutrense por provenir de esa profundidad
de tierras, sin mb. Un 4 1'62% de esas piezas eran utlles, en concreto 77, que no cootemao
oingun uti! doble, por lo que los recuentos nos darto como rlllultado eJl[actamente esa cifra
de 77 tipos primarios.
Esos recuentos y la serie nominal quedan como sigue :
S R-
7
D - 11
G - 13
S
JI
. 403
La
B
A
36
.467
sp - 1
P
9
.117
Punif -3
bit - 6
•
I
.0 13
A
_
- 2
LDp- 10
<- I
PCc - 23
77 lp.
secuencia estructural es la siguiente :
S /3 P
•
CUalitativamente los materiales que m" destacan en el yacimiento son de nuevo los fo¡¡éceos pedunculados y las piezas de escotadura. Sin embargo, ahora podemos observar un
intercambio de posiciones entre abruptos y plenos respecto a la I8rie de la Cueva de Ambrolio, pasando éstos de primeros a terceros y equéllos viceversa. La upllcaclón roles plausible
que le nos ocurre es la de que nos ballamos en Salemas en un momento ligeramente posterior
al de la Cueva de Ambrosio; 18 esté operando la transición del Solutrense Superior al
Solútreo.gravetlense con una fase de convivencia de los dos elementos mb caracteristicos,
las puntas de aletas y pedunculo con las hojas y puntas de escotadura, y el dominio aqul de
los abruptos nos indica ya un momento evolucionado, més 10lutreo·graveLlense que solutrenle superior, fase de la que los vestigios son aún patentes.
Caba de todo ello deducir que la extensión de esta fase no se c~e .ólo a la costa mediterránea y a la zona Sur, sino que 511 asoma a la fachada atlantlca en Portugal ; todo confirma a
grandes rasgos la teorla lanzada por Jordlf acerce de un Solutrense ibérico IJordá, 19551 y
que ha sido recogida y apoyada en diversos articulas de 101 alias recientes IRipoU, 1965 ; Fortea y Jordá, 1976 ; Pericot y Fullola, 19781.
Hay que .el\alar ahora que en POr\ugallos descubrimientos solutrenses no se centran sólo en Salemas, sino que al menos cinco puntos mb poseen indicios de esta cultura, como ve·
remos en el apartado siguiente, dedicado a otro. yacimientos con hallazgos esporadicos.
Un ultimo punto respecto a esta cueva es la problemática que su cronologla presenta, si
hacemos caso de la datación radiocarbónica obtenida de lIS muestras que J . Roche proporcionó para su analisis. En efecto, la prueba 18 llevó a cabo con restos de madera carbonallda
procedente del nivel 111, el perigordiense, como hemos sel\alado ; sIn embargo, 58- 198 nos da
una fecha de 6320;!:350 BP 14370 BC), totalmente inaceptable ¡Almagro, 1970, p. 17 1. Sin
embargo, Roche nos sedala que algunas sepulturlls se eJl[C8varon en el yacimiento durante el
Neolltico, y esto es la causa de que bailemos estos' resto. en niveles perigordienses IDetibrias,
Guillier y Labeyrie, 19651.
[page-n-241]
INDUSTRIAS UTICAS DEL PALEOLm co
'"
El mdice aolutrenae que le delprende de la serie estudiada es da ¡¡'6S%, mucho mb normal que el observado en la Cueva de Ambroaio. Si llpológlcamente no registrbemos el dominio total de 185 escotaduras, este porcentaje nos lDclinarla a conaiderar esta industria como
IOl utrense. Pero esto no hace lino confll1Ilarnos lo expU8lto mb arriba : el momento de mayor brillantez de e.ta cultura est4 en el de convivencia del Solutrense Superior rUla l y el
Solútreo-gravellense; en e.te caso le evolución hada etta dltimo estarla ya en una fase mb
avanzada y la. e.cotadura. dominan consecuentemente e loe foli6ceos.
Los dos yacimientos que a continuación vamos a exponer no revisten en sus conjuntos una claridad tan grande en cuanto al período
al que pertenecen. Ello se debe a lo escaso de los útiles en los que hemos debido basarnos y a que no hemos trabajado con ellos personalmente. Sin embargo, consideramos de gran interés su problemática_
TAJO DEL JOROX
El primero de ellos es el Tajo del Jorox, cueva situada en el valle
cortado por el río de su mismo nombre en la provincia de Málaga, al
N .0 . de la capital yen el término municipal de Alozaina. El Departamento de Prehistoria de la Universidad de Granada inició prospecciones en el yacimiento en 1972 y dos de sus investigadores,!. Marqués
y A. Ruiz, presentaron los materiales que vamos a exponer en las sesiones del XIII Congreso Nacional de Arqueología, celebrado en Huelva el mes de octubre de 1973 (Marqués y Ruiz, 19751. En realidad,
ese conjunto pertenecfa a un aficionado de Ronda que lo habia ido recogiendo en sus periódicas visitas al yacimiento y que lo cedió para su
estudio a los autores mencionados.
La industria constaba IOlameote de 27 piens de .Uex, mh un fragmento de U'ectenjacobeua ; de ellas, 1B eran útile., un 66'6". Dos útiles doble. daban la luma total de 20 llpos primarios.
Los recuentos que ofrecemos han aido ded uddo. de los dib1.ijos del articulo a1 que nos referimos.
A -3
PDp - 1
S R- 3
B sr- 2
P unlf - I
sp - 3
LDc-1
E-I
blf - 2
G- 3
S
6
A
.300
.250
5
P
3
.150
B
5
E
I
.250
.050
'"
20 t.p.
Los elementos mb destacados en el conj unto IO n varios: una boja de laUI"eJ de retoque algo tosco e incompleto oo. da una clara orientación lolutreme para esta industria : la impresión se ve confirmada con una punta de cara plana y un fragmento con inequlVOCOI retoques
planos. Una hoja de escotadura conseguida por retoque abrupto nos centra algo mAs en el
momento que verumol raltreando en esta obra. De hecho 1610 nOI ralta el elemento de las aletas y el pedúnculo para encontrarno. con uno mb de la. puntal de r1Iferencia de este periodo
en la peninsula ; dado que no tenemos noticias de la excavación de la cueva basta el presente,
es muy posible que en ella le bailen elemento. de ese tipo que nOI confll1Ilen esta intuición.
En todo caso los material81 que provengan serin con I8guridad de vital importancia para la
Prebistoria peninsuler.
[page-n-242]
240
J . M,' FULLOLA PERlCOT
Otro elemento remarcable dentro de los materiales estudiados es el número 2, un fragmento distal de lo que debió ser una soberbia punta de La Gravetta, a juzgar por su alto retoque abrupto. Ello es caracterl.stico. según Joro'. de su Solutrense ibérico DI, es decir, el Solutrense Superior ya con miras a una fase posterior. fuertemente gravetizada (Jordá, 1955/.
Ellndice solutrense para este yacimiento tiene un valor relativo, dada la escasez numérica de utiles considerados ; sin embargo. apuntaremos su valor 16'7, el cual, por otra parte,
entra de lleno en la normalidad del momento que nos ocupa.
En resumen, la cueva del Tajo del Jorox cabe considerarla como una mis dentro del coojunto de yacimientos ocupados temporalmente durante el nored miento cultural del fmal del
Solutrense Superior y del Solútreo-gravetiense peninsular.
CU EVA DEL SER RON
La problemática que se nos presenta al tratar de la cueva del Serrón (Antas, Almena) es de una gran complejidad. La serie que nos interesa la hemos deducido , por ser atribuida al Solutrense, de la obra
general de J. Fortea (Fortea, 1973, pp, 269-2721. Sin embargo aquí re cogeremos, al menos a grandes rasgos, las investigaciones que llevó a
cabo el mismo profesor Fortea para localizar el yacimiento y efectuar
en él una cata; imprecisiones de L. Siret en sus cuadernos de excavación, poco control sobre su capataz Pedro Flórez, inhibición de publicar los útiles solutrenses en 1893 por considerarlos anárquicos y ha cerlo en 1930, al amparo de la confll'mación del Parpalló y otros muchos datos han sido los que ha debido seguir el prehistoria dar riojano
para desentrañar este misterio de los yacimientos del Serrón, digno
de UDa novela de detectives más que de un arúculo sobre el Paleolítico Superior (Fortea, 1970 y 19731.
Sin embargo, parece ser que la conclusión final es que la cueva
del Serrón, que excavó L. Siret y publicó en 1893 y 1930 (Siret, 1893
y 1930), es la que hoy se conoce en la región como cueva de los Tollas;
no hay que confundir este yaCimiento con el del mismo nombre en la
provincia de Murcia, y por lo tanto Fortea prefiere seguir llamándola
cueva del Serrón. El Serrón es, en verdad, una zona muy amplia, una
cresta en la que se abren varios yacimientos, entre los cuales cabe
destacar, además del mencionado, el de la Palica, Cueva Ahumada,
las Palmericas y otros menores. Esto propició las confusiones de materiales en su almacenamiento, sobre todo entre la de Los Tollas/Serrón y la de La Palica, aparentemente desentrañadas por Fortea tras
consultar incluso el archivo inédito de L. Siret, que se guarda en los
fondos del Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
Volviendo a los materiales que nos interesan. cabe destacar que.su consideración de solutrenses viene dada por el halla1l!go de una punta solutrense muy tosca y de retoque plano, pero con tendencia incluso al sobreelevado, y af de una punta de aletas y pedúnculo con retoque
plano bil'acial muy elemental ; si a ello sumamos la circunstancia de que, según Siret, en la
transcripción que de sus papeles inéditos nos hace J . Fone8, estas pie1l!as fueron halladas en
[page-n-243]
INDUSTRIAS LITl eAS DEL PALE OUTlCO
241
el vertedero del yacimiento, no nos costarA demasiado tener una duda real acerca de lo solutrense que puede ser este conjunto que consideramos. Sin embargo, tal como ha sido aceptado incluso por Portea, al fin Y al cabo los resultados son suficientemente coherentes con el
momento solutrense, con tendencia a la gravetización, como para incluirlo en este capitulo.
La convenión de 181 piezas estudiadas por Fortea se ha hecho al sistema Laplace, el bAsico que hemos utilitado en toda la obra, y también al de Sonneville Bordes-Penot, que acaba
de perfilar la e xactitud tipológica de la industria. Los 64 utiles analizados se convierten en 65
tipos primarios, dado que el n.- 3 de la lista Sonneville Bordes-Penot es el raspador doble,
que en la tipologla de Laplace cuenta como dos tipos primarios.
I.- GII.- IO
3.- GII.G II.- l
4.-G21 .-2
5.-GI 2.- 5
24.-Bc2.- 1
28.- B31 .- 1
29.-B32.- 1
30.-BII.- 3
57.-LD31.- 1
58.-LD 21.- 2
59.-LD2 1.-2
61.- T22 .-2
0 - 14
G-19
S 11. - 3
P-1
S
A
37
21
NB canto
1
3
•
5
24
28
2.
10
1
2
5
1
1
65.-11.21.-3
66.-P21.-1
70.-FlSEI315.-1
74.-021 .-6
75.-D23 .-5
78.- A2.-1
Bsp-s
P bif-2
A - 4
LDp - 15
P
2
NB Canto
15'62
1'56
3' 12
7'81
1'56
n6
1'56
15'62
17' 18
20'31
28' 12
29'68
31 ' 25
32'81
30
57
58
59
61
m . 7'81
Tot ... 65 t.p.
5
" AC.
IG _ 28'12
LDc - 1
PDp - 1
B
•
65
66
LD21.- 10
LD22 .- 1
P025.- 1
88.-023.-3
92.- F323.- 1
Tot. _ 64 NB
85.-
3
1
2
2
2
3
O
4'68
1'56
3' 12
3' 12
3' 12
4'68
1'56
37'50
39'06
42'18
45'31
48' 43
53' 12
54'68
NB Cant .
" Ac.
IP _ l 's6
70
14
75
"
85
BB
92
IBd _ 7'8 1
1
6
5
1
12
3
1
•
1'56
9'37
7'81
1'56
18' 75
4'68
1'56
" ac.
56' 25
65'62
73'43
75'00
93'75
98' 43
100'00
1501 _ 3' 12
La profusión de denticulados, algo anormal en estos momentos, es un elemento algo discordante en el cOI\Íunto y puede hacernos sospecnar que pudiera haber habido elguna intromisión en las capas estudiadas por Fortea, o quil.As confusión en su clasificación.
Los abruptos ostentan un porcentaje normal, elevado, y eso nos hace considerar avanzado el momento que estudiamos, algo mAs incluso que el que hemos visto en el Tajo del Jorox.
Llama la atención, sin embargo, que sólo una escotadura esté presente; las dudas no desapa recen.
El lodiee solutrense, de 3' 12%, es bajo; incuestionablemante, el momento solutrense no es
el de ocupación de la cueva del SelTÓn, si bien los pocos restos hallados testifican un paso,
una influencia, innegables de la Idea solutrense por el yacimiento. Como tal hemos de admitirlo, pero el conjunto es el más dudoso y problemAtico de los cuatro analizados en este cepltulo.
[page-n-244]
2<,
J . M.o FUllOLA PERICOT
OTROS HALLAZGOS EN LA ZONA CENTRO-SUR
Nuestro siguiente apartado consistirá en recoger las noticias detectadas en la bibliografla acerca de los hallazgos de útiles solutrenses y de escotadura en esta zona Centro-Sur que nos ocupa.
Tres son los puntos en que pueden agruparse esos yacimientos: el
Sudeste peninsular, el Centro y Portugal.
En el primero de ellos incluiremos las cuevas de las provincias de
Murcia, Almerfa y Málaga, que han sido las que, hasta el momento,
han dado industria presuntamente solutrense; conviene aclarar este
punto: las dudas acerca de la verosimilitud de los datos que expondremos es razonable ya que no hemos procedido a un análisis directo
de esos útiles que , por otra parte, eran ya cuestionados en diversas
ocasiones por sus propios excavadores. Nos limitaremos a exponerlos
sin más, y el dato nos servirá al final para perfIlar un poco más la extensión que alcanzó el Solutrense en la peninsula.
Cronológicamente los datos más antiguos sobre yacimientos con
algún elemento solutrense nos los ofrece L. Siret en sus dos obras fundamentales de 1893 y de 1930 (Siret 1893 y 1930). En ellas tenemos
las primeras noticias acerca de la cueva de Los Tollas, en la zona
murciana de Mazarrón-Larca, donde el ingeniero belga señala una
hoja de laurel de retoque unifacial y tosco, de aspecto elemental.
También hay citada la cueva Vermeja, en la misma zona, con una
punta solutrense bifacial de pequeño tamaño.
En cuanto a los yacimientos donde se señalan elementos de esco. tadura tenemos en primer lugar la cueva del Palomarico, en la zona
murciana ya mencionada, con una magnifica punta de escotadura, la
primera publicada; ya algo alejada, en la provincia de Almerfa, sacó a
la luz tres nuevas puntas de escotadura, siempre conseguidas por retoque abrupto, en la cueva a Los Murciélagos, cercana a la población
de Lubrln.
Volviendo a los elementos puramente solutrenses, la siguiente noticia nos la proporciona Breuil, que en la segunda década de este siglo
trabajó intensamente en la Península Ibérica, con abundantes frutos .
Nos referimos a la noticia que el sabio francés dio acerca del hallazgo
de una punta solutrense con abultamientos laterales en la cueva Chiquita de los Treinta, muy cerca de la Cueva de Ambrosio, en VélezBlanco (Almería) (Breuil 1914).
En otra región española, la murciana, Breuil y su colega Burkitt
señalan otros dos yacimientos con elementos más o menos solutrenses
IBreuil y Burkitt 1935). Se trata de la Cueva Horadada, con un nivel
donde se agrupaban microlitos y piezas solutrenses; el propio Jordá
[page-n-245]
IHDUSTRlAS LmCAS DEL PALEOUTlCO
243
duda ante esa asociación de útiles, lanzando la hipótesis de una mezcla del Solutrense con el Gravetiense, facies microlitica (Jordá 1955,
p. 1461. La otra cueva era el Abrigo de los Cantos de la Visera, en
Monte Arabf, cerca de Yecla; la punta presuntamente solutrense hallada fue revisada más tarde por Pericot (Pericot, 19421, Que se ratificó en su atribución al Paleolítico y no al Neolitico, como se sospechaba.
Nos queda ya por último en esta zona del Sudeste otro punto de la
provincia de Murcia donde las investigaciones dieron como resultado
el hallazgo de dos yacimientos presuntamente solutrenses, que luego
no prosperaron en su excavación. Nos referimos alas alrededores de
la población de Totana, con la cueva de Los Mortolitos y la del Cejo
del Pantano (Pericot y Cuadrado 19521.
En la primera fueron pocas las piezas recogidas, varios buriles laterales y la parte medial-proximal de un elemento foliáceo, posiblemente una hoja de laurel; también se destaca una .punta de ChAtelperrOn» o algo parecido a ella que hace sospechar a los autores del
artículo antiguas culturas en la zona.
Para el Cejo del Pantano la publicación es bastante explícita y cita
un conj unto litico de 81 ejemplares, con 56 piezas sin retoque , aparentemente pedunculadas o apuntadas de forma natural o fortuita.
Los útiles son pues 25, un 30'86 %. Deducimos la existencia de siete
raederas, cinco raspadores, dos puntas y un buril. Las piezas defmidoras de la industria son un fragmento medial-distal de punta solutrense, de tosco retoque bifacial y dos puntas de aletas y pedúnculo,
con su extremidad distal ligeramente fragmentada, pero con un retoque solutrense indudable ; a ello se unen cuatro hojas y tres puntas de
escotadura . Todo esto configura un panorama muy semejante al de
algunos de los yacimientos que hemos estudiado al principio de este
capitulo ; el floreciente momento de evolución Solutrense SuperiorSolútreo-gravetiense queda aquf bien reflejado de nuevo.
No podiamos dejar de aludir en este apartado un yacimiento inédito pero de singular riqueza tipológica, como es la cueva de NeIja, en
la provincia de Málaga. En él realizó una primera campaña el profesor Pellicer, que sacó a la luz materiales dados como epipaleoliticos,
neoliticos y del Bronce (Pellicer, 1963). En el prólogo de este estudio
se citan las posteriores campañas que llevó a cabo en la cueva Ana de
la auadra Salcedo; nunca se llegó a publicar ese material, pero sin
embargo tenemos referencias directas de que se trataba de un espléndido Solutrense, con útiles muy típicos, hojas de laurel, y de un gran
tamaño. Es de lamentar profundamente que no se haya procedido
ha sta el momento, quince años después, a la publicación de esta!;
[page-n-246]
'"
J . M,' FUlLOLA PERI COT
campañas que arrojarían luz sobre esta fase en el sector Sudeste que
nos ha ocupado.
La zona Centro representa una verdadera incógnita desde nuestro
punto de vista; si hasta ahora hemos venido guiándonos por conjuntos
de una entidad notable, o al menos por elementos típicos de la fase
que estudiamos, tenemos en este momento la delicada misió n de enfrentarnos con unas industrias halladas a principios de siglo y que
han ido corriendo a 10 largo de los años por la bibliografia ante la imposibilidad de hallar un conjunto lítico uniforme y cerrado. La explicación es que los areneros del río Manzanares siguieron ofreciendo bifaces y otros úti les hasta unas fechas bien recientes (por ejemplo el
Congreso Internaciona l de Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas de
Madrid, en 1954),10 cual impedía que pudiese llegar a hablarse de un
conjunto cerrado de útiles, pues día a día iban apareciendo otros. La
dispersión de los mismos ha sido otro problema insalvable ; muchos
museos poseen en sus vitrinas piezas procedentes de los areneros madrileños, que han llegado allí por cesión, excavación o venta de los
mismos a esas entidades.
Hay , por fm, la duda tipológica que nos asalta al tratar de encasillar la industria madrileña. Tenemos representados desde toscos bifaces achelenses hasta hojas de retoque bifacial que podrían pasar per fectamente por solutrenses. Pero como inte rmedio hay un co njunto
que Jordá (Jordá, 1955) atribuye al Preso!utrense qu e acuñó G.
Freund en s us estudios de los años 50 para el Paleolítico europeo
(Freund, 1952). El yacimiento más representativo de este momento es
e l de Las Delicias (Obermaier y Wernert, 1918) y también el del Sotillo
fWernert, 1930-1932 ; Pérez de Barradas, 1934).
Ya ciñéndonos al momento supuestamente solutrense, citemos los
areneros que dieron elementos atribuibles al entonces llamado Matri tense, de puntas «tenuifoliadasll. Para una mayor información bibliográfica hay que remitirse a las obras de Pérez de Barradas, además
de las citadas ya hasta aquí (Pérez de Barradas, 1922, 1928, 1936).
El arenero de mayor riqueza fue el de Valdivia , con tres sectores, occidental, central y oriental; otros son el de La Parra, el del Huerto de
Don Andrés, el de Los Vascos, el del Cojo, el de Martínez y el de Nicasio Poyato.
La opinión de Jordá es la de que el parentesco mayor de esta in dustria lo encontraremos en las provincias norteñas, en el Cantábrico
(Jordá, 1955). Sin embargo una evolución local parece desprenderse
de la presencia continuada de elementos [aliáceos en los areneros del
Manzanares. Aun siendo un elemento algo discordante en el conjunto
ibérico que venimos rastreando, hay también útiles característicos y
[page-n-247]
INDUST RIAS UTlCAS DEL PALEOUTI CO
que por sí so los pueden centrar esta industria ; nos referimos a las
puntas de aletas y pedúnculo, presentes en Madrid y uno de cuyos
ejemplares ha sido publicado muy recientemente (Pericot y Fullola,
1978). Con ello queremos significar que lo tosco y macizo de la indus~
tria puede ser una pervivencia, mientras que los tipos típicos del mo ~
mento no faltan; en conjunto la disparidad respecto al resto de las industrias estudiadas hasta ahora es visible , pero no excesiva, como para considerarlo un conjunto aparte.
La tercera zona en la que se ha detectado industria solutrense en
el área que nos ocupa es Portugal. Geográficamente hay que situar los
hallazgos en los alrededores de la capital, Lisboa; el más alejado y por
el momento aislado, es el de Monte da Fainha, en el Alto Alerntejo.
Capital es la importancia de Salemas, yacimiento ya estudiado en
profundidad en este mismo capítulo. En sus cercanlas otras dos cuevas dieron restos solutrenses. La primera de la que se tienen noticias
es la de Ponte da Laje (Oeins), donde Breuil separó tres conjuntos;
uno de ellos «s upuestamente solutrense» dio un fragmento de hoja de
laurel (Rache, 1964, p. 19). Más recientemente, en la década de los
cincuenta , la estación de superficie de Vila Pouca reveló una industria
en principio solutrense. Se trata de un yacimiento al aire libre detectado gracias a los trabajos de extracción de piedra de una cantera; en
el corte se distinguieron cuatro niveles, de los que el tercero proporcionó industria del Paleolítico Superior. Entre los útiles destacaron
pronto dos fragmentos de retoque plano solutrense, lo que hizo pensar
en que en aquel conjunto hubo presencia indudable de este período
mezclado con otra serie de utensilios como raspadores, buriles, lámi nas de dorso, etc. El mismo Rache nos indica que en los alrededores
de Lisboa los afloramientos de estratos a la superificie a causa de
obras de construcción proporcionan generalmente industrias liticas
con elementos mezclados del Paleolítico, del Neolitico y de la Edad del
Bronce (Rache, 1974, pp. 87-88J.
A unos 70 kms. de Lisboa, al Norte encontramos dos yacimientos
con vestigios solutrenses excavados hace un siglo y de los que carecemos de otras indicaciones que las que se desprenden del estudio tipológico de los materiales.
La cueva de Casa da Maura fue la primera en que se efectuaron
trabajos, hace 111 años, a cargo de N. Delgado. En una reciente revi ~
sión de sus materiales se detectaron inequívocos restos del Solutrense; nos referimos a una punta solutrense de aletas y pedúnCUlO unifacial y tres bifaciales. Además encontramos aquí de nuevo la asociación de esos elementos con la escotadura, que cuenta con una hoja fina y con la extremidad rota (Camarate Franc;:a y otros, 1961).
[page-n-248]
246
J . M,' FULLOLA PERICOT
Una industria muy semejante fue descubierta por el mismo excavador en Furninha, yacimiento costero muy cercano al anterior. Fueron separados hasta dieciséis niveles geológicos, en el último y más
superficial de los cuales apareció industria musteriense. del Paleolftico Superior y del Eneolitico. Una revisión reciente desenterró UDOS
elementos claramente solutrenses como dos piezas ligeramente pedunculadas y con retoque bifacial y cuatro de inequívoco retoque plano. Además una pieza con escotadura completaba el conjunto lítico.
coherente con el anterior (Breuil y Zbyszewski 1945).
Un último yacimiento portugués ha proporcionado industria solu trense. Sin embargo éste se encuentra muy aislado del núcleo que formaban todos los comentados hasta aquí; si a ello sumamos que los
útiles hallados en Monte Fainha, que tal es su nombre, difieren del aire solutrense señalado en Portugal, ligado directamente a las industrias levantinas y andaluzas, al Solutrense ibérico, en pocas palabras,
para decantarse más bien hacia elementos cantábricos, o lo que es lo
mismo, franceses, llegaremos a la conclusión de que muy posiblemente estemos ante una penetración norteña en territorios normalmente
influenciados por el Solutrense ibérico.
La excavación fue en superficie, en tierras de aluvión del fondo de
un valle, bajo las cuales se determinó un estrato arqueológico que dio
una magnifica serie de hojas de laurel, algunas de las cuales alcanzan
dimensiones respetables como los 15 cms. Fueron estudiadas y publicadas por Rache, siguiendo la tipología creada para estos útiles, para
el Solutrense en general, por Ph. Smith (Smith 1966). Hay 1 del subtipo B, 11 del e, 1 del E, 1 del L y 1 fragmento del M (Rache, 19721El conjunto de industrias portuguesas atribuidas al Solutrense
forman una unidad , si exceptuamos esta última de Monte da Fainha.
Sin embargo, cabe preguntarse acerca de su pobreza cuantitativa, al
lado de su esplendor cualitativo. Rache encuentra una explicación en
la destrucción por fenómenos naturales de muchos estratos paleolíticos en Portugal; sólo se salvaron los ya colmados por nuevas capas
(Monte da Fainha bajo dos metros de aluviones, Vila Pouca) o los encajados en grietas que las preservaran del lavado superficial destructor (Salemas ) (Rache, 1974).
Otra circunstancia que llama la atención es que sea prácticamente sólo el Solutrense el identificado en las industrias portuguesas,
Según deducimos de las publicaciones de los yacimientos que hemos
aludido anteriormente, los conjuntos líticos en los que se identificaron
los útiles típicos solutrenses eran más extensos, si bien sólo se tenian
estas piezas en cuenta por ser las más destacadas y reconocibles para
la atribución cultural de la industria, Las circunstancias naturales
[page-n-249]
INDUSTRIAS LlTlCAS DE L PALEQUTlCQ
,.,
que según Rache eliminaron gran parte de los sedimentos paleoHticos
en la vertiente atlántica de la península en Furninha, en el nivel 16
con Musteriense, paleolitico Superior y Eneolitico. Deducimos de todo
ello que la presencia de industrias en Portugal debió ser tan normal
como en el Cantábrico o en Levante a lo largo del Paleolitico Superior;
quizás la ocupación no fuera tan continuada como en esas dos zonas ,
pero se han rastreado restos hasta el Musteriense en Furninha. Falta,
sin embargo, un buen yacimiento donde poder encontrar una secuen·
cia cultural continua que nos situase en su lugar correspondiente el
resto de los conjuntos liticos hasta hoy excavados, si entresacamos de
ellos las piezas solutrenses, no siempre homogéneas con aquéllos. Una
excavación de este tipo darla luz a todos los grandes problemas que
aún hoy existen en Portugal.
CONCLUSIONES SOBRE LA ZONA CENTRO-SUR
Esta zona Centro·Sur que acabamos de estudiar es en cierto modo
la prolongación, casi siempre empobrecida, de los ricos yacimientos
valencianos.
El enclave principal de la zona es la Cueva de Ambrosio, respecto
de la cual ya hemos expuesto nuestra opinión en su momento. Aquí
cabe señalar que su industria alcanza en el Solutrense Superior y el
Solútreo·gravetiense las más altas cotas de perfección téclÚca y de
variedad tipológica. Se presenta la asociación típica de esta fase en
toda la zona, es decir, las puntas de aletas y pedúnculo junto a los ele·
mentas de escotadura; esta unión puede ser considerada como defmi·
dora de esta época de esplendor paleolitico, como fósil directo de la
industria.
Volviendo a la Cueva de Ambrosio, hay que lamentar que en sus
estratos no se distinguieran el nivel de foliáceos del de escotaduras,
tal como se ha reconstruido en el Parpalló; cierto es que en un mo·
mento dado coexisten ambas tendencias, pero su delimitación en ya ~
cimientos potentes la creemos posible.
Los elementos de aletas y pedúnculo marcan una extensión grande para el Solutrense superior fmal meridional; los hallamos en Murcia, en Andalucía oriental, en Madrid y en Portugal. Excepto en el tercer caso, la asociación con las escotaduras sugiere una continuidad
cronológica relativa, muy dificil de detectar prácticamente ya que en
casi todas las ocasiones las estratigraflas son inexistentes o dudosas.
Para el Solutrense del Manzanares el desarrollo parece ser algo
distinto. A partir de un Achelense con gran cantidad de bifaces, se va
evolucionando en la técnica del tallado de las hojas hasta llegar a verdaderas «Blattspitzem. La idea solutrense no debió ser muy extraña
[page-n-250]
,.,
J . M.' FULLOLA PERI COT
ante la tradición [aliácea de la zona ; ésta condicionarla el desarrollo
del Solutrense en el Manzanares, dándole un aire más robusto y con
menor variedad tipológica. Las semejanzas más claras las hallaremos
en la zona cantábrica; sin embargo los elementos levantinos llegaron
también a las regiones centrales en su expansión hacia la costa atlántica, y varias puntas de aletas y pedúnculo fueron encontradas en las
graveras y areneros del no madrileño. Cabe de nuevo lamentarse
aquI de la falta de estratigrafia y de las rapiñas de todo tipo que se llevaron a cabo; el incalculable valor de los conjuntos I1ticos se diluye
ante la dispersión de sus elementos en colecciones particulares, diversos museos y en paradero desconocido. Esta industria entra, por todo
lo expuesto, en un momento solutrense, en el período que hemos estudiado , con sus variantes locales propias.
De la problemática portuguesa podemos sacar la conclusión de
qu e es muy clara la presencia de una fase Solutrense SuperiorSolútreo-gravetiense en la zona atlántica peninsular. Escotaduras y
puntas de aletas y pedúnculo se unen de nuevo en un perfecto paralelismo respecto a los yacimientos orientales de Andalu cía, Murcia y
Valencia. Infiltraciones de la zona cantábrica parecen también detectarse, lo cual no es tampoco extraño.
La estación más rica es Salemas, que por su secuencia estructural
parece pertenecer a un momento más Solútreo-gravetiense que Solutrense Superior. a juzgar por el dominio de los abruptos sobre los foliáceos.
Extensas zonas de vacío quedan aún en esta mitad meridional de
la peJÚnsula que hemos estudiado. Es indudable que han de existir yacimientos en el camino entre las dos costas, mediterránea y atlántica,
pero su localiza:::ión no ha sido posible hasta el momento. El conjunto
madrileño podría ser un eslabón, de ese nexo , pero sus particularidades , la ausencia de escotaduras, etc., condi cionan esa co nsideración.
Se nos hace más fa ctible pensar en un tránsito meridional , por Andalu cía y Extremadura hacia la zona privilegiada de Lisboa. Otra consideración sería que las prospecciones en esas zonas por ahora despobl adas de paleolítico no han sido lo suficientemente profundas como
para hallar sus restos.
Confiemos en un futuro esclarecimiento de este problema: pero en
r ealidad lo que conocemos lo consideramos ya válido para aceptar
con suficiente seguridad el esquema trazado en este capítulo .
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CONCLUSIONES FINALES
Es obligado en este capítulo final establecer el balance de lo observado a lo largo de las páginas precedentes. Muy útil seria para el que
quisiera adentrarse a fondo en los resultados que hemos ido obteniendo la lectura detenida de las conclusiones parciales de cada zona estudiada . Efectuaremos aquí s6lo un resumen de las mismas y de alguDas observaciones generales que han quedado en el aire tras este trabajo.
Queda bien establecido que dw::ante el perlodo medio del PaleoUtica Superior ibérico predominan dos culturas que se suceden y a veces
se entremezclan: son el Solutrense y el Solútreo-gravetiense o ParpaDense. Cada una de ellas ha quedado bien definida y su sucesión
podrla establecerse en base a la estratigrafia del ParpaU6, confirmada en otros yacimientos y que tiene la ventaja de darnos además los
momentos anterior y posterior a los que nos ocupan.
Tras una fase gravetiense, que con su tradición marcará de forma
decisiva el desarrollo posterior de la península, se llegó 8 una fase solutreanizante, proceso que desembocará en un Solutrense Medio arcaíco, estadio inicial de esta cultura; un Solutrense Medio evolucionado, con elementos avanzados, dará paso al Solutrense Superior, el
más espectacular y bien identificable por la presencia en sus niveles
de las puntas de aletas y pedúnculo ; al fmal del mismo se produce el
cambio hacia la segunda cultura, el Solútreo-gravetiense o Parpallense, que se identifica por la gradual aparición de los elementos de escotadura, puntas y hojas. Su duración es más breve que la del Solutrense y termina con una etapa de crisis y empobrecimiento de materia-
[page-n-252]
25.
J . M.o FU LLOLA PE RICOT
les, la fase magdalenizante; una alternativa a este último momento es
la presencia directa del Epigravetiense, propiciando el fenómeno gra~
vetiense en su renacimiento y prescindiendo del Magdaleniense.
La afIrmación como culturas de los períodos paleoliticos del Solu·
trense y Solútreo-gravetiense o Parpallense es el resultado de un proceso investigador que ha permitido conocer a partir de los utillajes líticos y óseos una buena cantidad de datos sociales y de normas que
regian para aquellas gentes; la existencia de determinados útiles presupone determinadas actividades, como por ejemplo la aguja de coser
la unión preconcebida de pieles mediante tendones o filamentos vegetales, etc. Vaya como colofón de esta idea la definición dada por Haw kes y que en parte nos ha orientado: «La actividad hwnana que la Prehistoria puede buscar se conforma en una serie de normas que pueden agruparse bajo el nombre de culturas, definibles en términos de
tiempo y de espacio y reconocible cada una por la extensión normal
de varia ción de sus productos materiales» (Hawkes 1954).
Para el concepto de fase la complicación no es tan grande, puesto
que consideramos que tal término puede aplicarse a las distinciones ,
con suficiente amplitud y entidad propias, que puedan hacerse dentro
de cada cultura. En apoyo de ello vendda una definición de Willey y
Phillips que parece estar totalmente de acuerdo con lo expuesto : «Fase es una unidad arqueológica que posea trazos suficientemente característicos para distinguirla de todas las demás unidades similarmente concebidas, ya pertenezcan a la misma o a otras civilizaciones
o culturas, unidad limitada en el espacio por la dimensiones de un yacimiento o de una región y limitada cronológicamente a un lapso de
tiempo relativamente breve» (Willey y Phillips 1958).
Los movimientos que han seguido y las influencias que han recibido estas culturas han sido objeto también de nuestra atención. La percepción de un proceso gradual de paso hacia el Solutense y más tarde
hacia el Solútreo-gravetiense nos inclina a creer en un surgimiento local de estas culturas; pero los paralelismos culturales vienen en ocasiones como ésta seguramente propiciados por un difusionismo de
ideas, ligero pero suficiente como para se;vir de detonante de un proceso evolutivo latente en la cultura anterior, como en todas las culturas, que llevan en su interior su propia negación y la semilla de su
cambio.
Puede afirmarse que el origen del Solutrense en la mitad Sur de la
península surgió de la franja mediterránea entre Gandía y Almerfa,
Pronto se propagó por toda esa zona , ya influyendo en yacimientos
que seguían una evolución propia, caso del Barranc Blanc, ya creando
nuevas estaciones o acaparando las ya existentes, caso de Les Mallae-
[page-n-253]
INDUST RIA S LITI CAS DE L PALEOLITICO
'"
tes. Las derivaciones centrales y orientales en la peninsula corresponden a un momento fmal de expansión, que encontró terreno virgen para su desarrollo en Portugal, mientras que en el núcleo madrileño los
precedentes eran de gran tosquedad y con algunas influencias posiblemente de origen septentrional.
El momento cumbre, en el cual hemos detectado mayor número
de yacimientos es precisamente el que comprende el Solutrense Superior y el Solútreo-gravetiense o Parpallense ; sus dos fósiles directores , las puntas de aletas y pedúnculo y los elementos de escotadura,
hojas y puntas, nos delatan su presencia asociada en muchas estaciones, por lo que hay que deducir que en este estadio hubo una gran difusión de las tendencias predominantes del momento. La zona en que
se centra esta cumbre de difusión es la de la mitad Sur, con exclusión
del Centro, donde sólo se ha detectado el Solutrense Superior.
En Catalunya el contraste es notable en muchos aspectos. La evolución a partir de bases gravetienses sólo ha podido detectarse , por el
momento, en una estación ; quedamos a la espera de los óptimos resultados que pueda dar el yacimiento de L' Arbreda de SerinyA. Los re sultados respecto a la mitad Sur peninsular son dispares, pese a que
hemos podido intuir alguna conexión; pero a ésta se unen , en nuestra
opinión, una más importante comente solutrense provinente de los
núcleos originales de esta cultura en los valles del Ródano y de la cual
el Solutrense gerundense podría ser una ramificación , y una influencia pirenaica que traena alguna idea de la vertiente cántabro-aquitana de esta cultura. A todo ello habría que añadir el aire personal que
debieron imprimir aquellos hombres a estos influjos hasta hacerlos
cristalizar en útiles tan originales como las puntas solutrenses de
pedúnculo desviado .
Pero no perdamos de vista el objetivo fundamental del prehistoriador en tanto que es un historiador, un humanista; el hombre es en
verdad el motor de toda esta historia que estamos intentando sacar a
la luz y a él debemos remitirnos. Sus estructuras sociales, muy elementales por supuesto deMan tener como condicionantes principales
el clima y el medio ecológico en que se desenvolvían. Hacia un mejor
aprovechamiento de ese medio, y hacia una mejor defensa frente a los
rigores climáticos debieron encaminar sus emp.eños nuestros antepasados. La jerarquización social debía ser aún muy poco estable como
para percibir roles determinados en distintas clases sociales; los roles
específicos de cada función si debían tener una asignación relativamente fija, pero otras conclusiones más allá de éstas nos pare cen sumamente aventuradas.
Las razones de la extensión de las tendencias emanadas de la zo-
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J . M.o FULLOLA PERlCOT
na valenciana hacia el Sur es otra cuestión de interés. El paso hacia el
Norte debió ser obstaculizado por motivos de rigor climático, si bien
no es este un factor determinante. De mayor fuerza es la teona de la
«frontera» gravetiense a la altura del Ebro y de la provincia de Tarragana; hasta hoy no tenemos motivos fundados para eliminar esa idea,
pero confesamos que ha de ser nuestro propósito el dedicar a esa zona
una mayor atención, pues la clave de esa evolución o conexión con
tierras septentrionales desde el Sur o con tierras meridionales desde
el Norte está en la provincia de Tarragona.
Con dos centros motores, el de Gandia y el almeriense, durante el
Solutrense, la zona intermedia de Murcia-Almena quedaría abonada
para recibir el mayor auge durante la fase cumbre de ocupación que
ya hemos señalado, la de transición Solutrense Superior-Solútreo-gravetiense.
Quedan por determinar los limites de influencia entre las zonas
cantábrica e ibérica, dando a este último término valor peninsular en
exclusión de los territorios de influjo franco-cantábrico. En ocasiones
la mezcla será inevitable, como seria el caso del valle del Manzanares, agravado por la fuerte tradición del Paleolitico Inferior en la zona; algunos yacimientos con aire franco-cantábrico se detectan en territorio ibérico, por ejemplo en Portugal, y viceversa, con alguna fase
intermedia del Solutrense asturiano de reciente aparición.
Tras todos estos presupuestos creemos fundamental un ligero
cambio en la estructuración clásica del solutrense peninsular; hasta
ahora se ha venido dando como agrupación primordial, por estar unida a los núcleos originales franceses , la que se centra en la cornisa
cantábrica desde Asturias hasta Guipúzcoa, sobre todo por parte de
autores extranjeros. Hoy vemos que la importancia que reviste el Solutrense ibérico es igualo mayor en todos los aspectos ; tipológicamente los nuevos y originales tipos le confieren una personalidad propia;
cronológicamente la contemporaneidad parece indiscutible; territorialmen te el espacio que abarcan ambas tendencias pueden inclinarse
sin asomo de error hacia el lado ibérico.
Es por todo ello que postulamos como propio de la península el Solutrense ibérico y como una intrusión, facilitada por la similaridad
climática y ecológica con los núcleos originarios, el Solutrense cantábrico; con este «darle la vuelta» a las teonas del Solutrense hispano
creemos hacer justicia a una cultura dejada como marginal por investigadores extranjeros pero que tiene una personalidad propia tan
fuerte como cualquiera de las que aquéllos defmen en sus paIses de
origen. Si a ello hemos contribuido de alguna manera con este trabajo, nos daremos por satisfechos.
[page-n-255]
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[page-n-263]
1 N DIe E
P'9·
INTRODUCCION . . . . . . . . . . . . . . . . .. . .. . . . . . . .. . . •••.•. .
5
E STAD O DE LA CUESTION ......•...........•..........
10
METODOLOGIA .............••• . •.•• . •••••••••.......
21
YA CIMIENTOS. .....••• . •••••. • ...•.• . ••••• •• •••••••.
35
ZONA CATALANA ..........• • ••••..•••• ".............
37
Problemática gener al . . . . . • . •... • . • • • • . •. . . . .•.••• . .
37
El Reclau Vive,. ............ . ............. , . . . . • . . . .
40
El Cau de les Cog es. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
48
Otros hallazgos de la Zona Calalana . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
53
Conclusiones sobre la Zona Catalana .. . , .. ........ ..
55
ZONA VALE NCIANA .......... .... . .. . .................
58
Problemdtica general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
58
62
62
63
64
68
124
127
129
El Parpalló ..................................... , . .
Int roducción . . . . . . . . . . . . .. . . . .. . . . . . . . . . . .. . .. .
Descripción de la cueva . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Descripción d e los nivel es . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Análisis de los niveles .............. ..... ... .. ...
Arti cul ación de los niveles .......... .. ... . .. .. . ..
Obser vacion es parti culares ......................
Resumen y con cl usiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . .
[page-n-264]
Pág.
Barranc Blanc . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Descripción de la cueva. . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . .
Descripción de los niveles. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Análisis de los niveles ..... .. ....... . . ...... . .. . .
Articulación de los niveles ..... . .................
Observaciones particulares ......................
Resumen y conclusiones. . . . . . . . . . . . . . ... . . . . . . . .
Otros hallazgos de la Región Valen cia na . . . . . . . . . . . . . . .
Les Matlaetes ................. ..... . .... . .. ....
Les Maravelles . . . . . . . . . . . ... . . . . . . . . . . . . . . .. . . .
Les Rates Penaes .... ..... , .... ,............. ...
Otros hallazgos ............................ , . . . .
1 72
172
173
174
179
188
194
195
224
224
226
228
229
Conclusiones generales sobre la Zona Valenciana ..... ..
230
ZONA CENTRO -SUR . . ... . . . . .. . . . ... . .. . . . . . . . . . . . . . . .
233
Problemática general. . . . . . • • . • • . • . . • • • • • . • • • • • • • • . .
Ya cimientos .. .. , . . . . . . . . .••••.•••••.•••••. .••. .•. .
234
233
Cueva de Ambrosio ... ,., ... , ... " .. , .... .. ,....
Cueva de Salemas ........ . , .... ", . . .......... .
Tajo del Jorox .............. ,...... . . .. .......
Cueva del Serrón .. . ........ , ... ... ....... ,.....
Otros hallazgos de la Zona Centro-Sur . . . . • • • • • • • • . .
235
237
239
240
Conclusiones sobre la Zona Centro-Sur ......•• •.. .••..
247
CONCLUSIONES FINALES. .. .. . . . . . . . . . . . . . ........... .
249
BIBLIOGRAFIA ... , .... ... .. , •••• ••••••••• ••• •••• •••. .
253
2~2
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SERVICIO DE INVESTIGACION PREHISTORICA
DIPUTACION PROVlNCIAL DE VALENCIA
SERIE DE TRAlI.uOS VA RIOS
Ntím. 60
LAS INDUSTRIAS LITICAS
DEL
PALEOLITICO SUPERIOR
IBERICO
Po,
JOSEP M.' FULLOLA PERICOT
VALENCIA
1979
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SERVICIO DE INVESTIGACION PREHISTORICA
DIPUTACION PROVlNCIAL DE VALENCIA
SERIE DE TRAlI.uOS VA RIOS
Ntím. 60
LAS INDUSTRIAS LITICAS
DEL
PALEOLITICO SUPERIOR
IBERICO
Po,
JOSEP M.' FULLOLA PERICOT
VALENCIA
1979
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ISSN 1989-0540
DIPUTACION PROVINC IAL DE VALENCIA -
INSTITUCION ALfONSO EL MAGNANI MO
SERVICIO DE INVESTIGACION PREHISTORICA
SECC iO N DE PR EHISTOIUA EN VALE NCIA DEL CONSE'.I'O SU PERI OR DE INVESTI GACIO NE S
CIENnn CAS
SERIE
DE
TRABAJOS
VARIOS
Núm . 60
1 S_B_N. e. ·O().04J60-X._ OopMilo
.1118._ [c!i ....... F.
Domo_. S
~
v 881 · 1919
..... "'lar. J , ·y.loncl.
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A la memoria
del
Dr. Luis Pericot Carda
l>irector Honorario
d,'
Servido de Invesligadón
Prehistó ric a
de lit
Excma. Diputación Provindal
d,
Vulencia
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«La Prehistoria comparte con la
Astronomía el privilegio poético y
metafísico de dar al hombre una
idea de su pequenez, la primera
en el tiempo, la segunda en el espacio»
ILI. P. G.I
INTRODU CC ION
Diversas son las circunstancias que decantan a un investigador
histórico hacia el campo de la Prehi storia , y más en concreto del Pa leolítico. El sentido de nimiedad cronológica se acentúa y hay que rastrear los caminos del hombre, valiéndose de medios complementarios. Ouizás sean estas dificultades mismas, y otras muchas, las que
estimulen al pal eolitista, al prehistoriador general.
En nuestro caso, la formación prehistórica básica se complementó
con los trabajos de campo y excavaciones reali zados en Francia y que
tuvieron una repercusión decisiva en el camino investigador q ue hem os adoptado y desarrollado a lo largo de este trabajo.
Nuestra aplicación a las fases intermedias del Paleolítico Superior
Ibéri co, usando tal expresión en el sentido de peninsular con la excepción de la franja cantábrica, claramente unida a núcleos franceses,
nos vino dada en un prinCipio por las con exiones tradicionales con la
zona valenciana, sin duda la base de nuestra labor. Sobresalía en ella
el Solutre nse, con su exponente de mayor importancia, el Parpall ó; a
su al rededor, yacimientos semejantes, el Barranc BJanc, Les Mallae·
tes, ctc., con formab an una riqueza arqueológica que no podíamos dejar caer en un ol vido que duraba ya demasiad os años.
Fue para subsanar, en la medida de nuestras fuerzas, ese hiatus
de conocimientos profundos que habia respecto a esa fase paleolitica,
que decidimos llevar a cabo una revisión total de los materiales líti cos , ya no sólo de esa zona , sino de todas las qu e pu diesen aportar da tos relacionables con la misma. La excesiva repetición de las asevcra -
[page-n-7]
,
J . M." r ULlO LA PER ICOT
ciones fonnuladas varias décadas atrás nos impul sa ba a ampliarla~ ,
a reafirmarlas con una base sólida o a rebatirlas. apoyándonos en datos de elaboración propia de la misma solidez.
Los limites espaciales de nuestro trabaj o vienen marcados por los
hall azgos paleolíticos realizados en nuestra geogralia. Por el Sur y
Centro de la pelÚnsula enlazaban con el bloque clásico, valenciano,
un a serie de yacimientos de la zona Murcia-Almeria ; a ellos podía
unirse la ramificación solulrense de Portugal, mucho más rela ciona -
da con este bloque levantino que con el franco-cantábrico en la ma yarIa de sus casos; y por fin quedaban los restos del Manzanares , de
d udosa atribución solutrense en muchas ocasiones, con una raíz en
parte levantina.
Con estos datos, sumados a los de la zona valenciana, se cubría la
m itad Sur de la península. Sin embargo, otro bloque de indus trias de
la fase media del Paleolitico Superior se encontraba más al Norte , en
una posición intermedia respecto a distintas influ encias, y por lo tanto
con un gran interés para su estudio ; nos estamos refiriendo a los yacimientos de la zona catalana, a los cuales el aire medi terrán eo del So lu trense renovador habia llegado de forma perceptible, pero mediati zado por otros influj os septentrionales y orientales, qu e daban como
resultado la facies especial que en este momento present a en las comar cas gerundenses.
Otro aspecto a delimitar previamente es el cronológico. Ha sido
nu estra intención centrar este estudio en la fase solutrense y en sus
ind us trias inmediatamente posteriores, la má s desta cada d e las cua les es el Solútreo -gravetiense. Este proceso ha sido realizable en los
yacimi entos cuya estratigrafia, aceptable científicamente hablando ,
llegaba hasta este momento, como son el Parpalló, el Barranc Blan c o
Les Mallaetes. En otros casos, la sucesión cultural se detenía tras el
solutrense, en el Reclau Viver de Serinyá o en el Cau de les Goges de
Sant Julia de Ramis. En algunos más la dis tinci ón era imposible, ya
por falta de estratigrafia, ya por parqued ad en los hall azgos , princi palmente en los yacimientos de la zona Sur y Este.
Pese a todas esas dificultades, creem os que con este trabajo llega remos a establecer una secuencia evolutiva regular para el Paleolítico
Superior medio ibérico; la base estará en el yacimiento de mayor potencia y con una estratigrafía más compl eta y abundante, el Parpalló.
Será respecto a él que iremos perfilando la s demás secuencias ibéricas para llegar a una coherencia final.
Pero en el caso concreto del Parp alló, nuestro estudio no ha qu erid o centrarse en exclusiva en esas fa ses que nos inte resan para el conjunto de esta obra, sino que hemos profundizado en los m omentos in -
[page-n-8]
IN DUST RIAS I.ITICAS DEL PA LE OllTIC O
,
m ediatamente anterior y posterior. Unos presupuestos Auriña ciense y
M:-tg dalenienses 1 y II han sido examinados y sus r ectifi caciones será n fundamentadas a través de las páginas que siguen.
Muchos se rán los ya cimientos que apa recerán en el transcurso de
este tra baj o; cuatro de ellos han sido analiz ados , en la profundidad
requerida , por la metodología analítica que expondremos a continua ci ón : son el Parpalló , el Barranc BIanc, el Recl a u Vivcr y el Cau de les
Goges. El único de ellos qu e presentaba posibilidades para realizar
nue vos trabajos «in situ» era el segundo; la campaña de excavació n
dio unos res ultados que confirmaban a grandes rasgos lo intuido por
su primitivo excavador y lo realmente comprobado por nosotros mismos en las series que pudimos analizar y que provenían de aquellos
primeros trabajos en la cueva. Se levantaron, además , planos de la
cueva y dibujos del corte estratigráfi co realizado, todo lo cual acom paila al prese nte texto.
Los demás yacimientos que hemos sometido a análisis han ten ido
su base en las publi caciones que de sus m aterial es se han llev ado a
cabo. En algunos ca sos la información ha podid o ser completa; en
otros, las difi cultad es se han acrecentad o hasta límites de h ace rnos
prescindir prácticamente del yacimiento por falta de datos.
La metodología de estudio de los m ateriales es siem pre un dato
decisivo en cualquier trabajo de temática pal eolítica. Hay que decir
que, en pro de una mejor comprensión por parte de los estudiosos que
utilizan los dos métodos má s extendidos, el ideado por G. Laplace y el
ideado por el matrimonio Bordes, hemos re alizad o los an álisis de la
casi totalidad de los útiles revisados mediante ambos siste mas. Estamos e n favor de la comunicación abierta entre tod os los métodos de
estudio, y por ello nos hem os decantado por esa opci ón.
No por esto renunciamos a decidirnos por uno de los dos, el que
razonadamente nos parece que reúne una mayor posi bilidad de in fo rmarno s a cerca de aquellos hombres que fu eron los ejecutores de las
in dustri as que estudiamos; nuestra opción se decanta por el sistema
ti po lógico analítico de G. Laplace; su aplicación en el campo de la descripción de los útiles es decisiva , superando antiguas am big üedades
de ot ros métodos : al mismo tiempo desarrolla un as líneas investiga doras propias en el aspecto de la interpretación de los datos obtenidos
de los a nálisis, basadas en criterios estadí stico-matemáticos muy riguro sos y que quedan muy por encima del nivel de exigencia que se
tenia anteriormente. En conjunto, la mayor obj etividad y refl exión
allte las industrias son los pilares básicos de esta tipología , que es , en
nu estra opinión, la de mayor porvenir en la evolución de los estudios
paleolíticos: el hecho de ser abierta ya en su lista tipo, y cambiante,
[page-n-9]
,
J . M.o r ULLOLA PERIC OT
en movimiento de avance cultural. por contradicción respecto a lo establecido. le hacen tener esta óptima perspectiva.
Acompañan al texto una colección de láminas en las qu e figuran
dibujados gran cantidad de útiles del Parpalló y del Barrane Blanc. Es
de resaltar que la mayoría de los mismos son inéditos. ya que proceden de los fondos del Museo de Prehistoria de Valencia, que hemos re visado. A propósito del segundo de los yacimientos citados, añadire mos que la originalidad se extiende no sólo a los dibujos, sino también
a todo el texto, los recuentos, los planos, la estratigrafia detlllJada ,
etc., dado que hasta ahora no habia visto la luz ningún análisis dete nido del Barrane BlaDe, sino tan s610 aproximaciones a su estudio.
El texto que compone esta obra iba acompañado en su forma original por los análisis tipológicos en los que se han basado los cuadros
y resultados que ofreceremos. Dicho conjunto componía nuestra Tesis
Doctoral, leída el mes de junio de 1978 en la Fa cultad de Geografia e
Hi storia de la Universidad de Barcelona y que mereció la calificación
de sobresaliente «cum laudell y el Premio Extraordinario de Doctora do de la Facultad para el curso 1977 -78.
Los desplazamientos que hemos efectuado por la península se han
visto siempre acompañados de la amabilidad de la s personas rectoras
de los organismos a los que nos hemos dirigido. Hay que mencionar
en primer lugar, preeminente, al Servicio de Investigación Prehistóri ca de la Diputación Provincial de Valencia, sin cuya generosidad no
hubiese sido posible ni tan sólo plantear esta temática ni publicar sus
resultados; en las personas de su director, don Domingo Fletcher
Valls , y de su subdirector, don Enrique Pla Ballester, concretamos
nuestro agradecimiento, extensivo por demás al resto del personal,
investigador y subalterno, de dicha institución. Metidos en la zona va len ciana hay que recordar aquí la amable acogida de los amigos de
Gandía. tanto durante nuestras visitas de estudio como con ocasión
de la excavación del Barranc Blanc; nos referimos a don Vicente Gu rrea Crespo y a don José Cam arena, que sostienen en su ciudad un pe queño Museo de Prehistoria que contiene riquezas de las cuevas de la
comarca, de gran valor.
Nuestra labor en tierras catalanas se ha visto facilitada. para el
estudio de los materiales Uticos de nuestras cuevas. por la colaboración del doctor Eduardo Ripoll. director del Museo Arqueológico de
Barcelona. que nos facilitó el acceso a las colecciones del Cau de les
Goges de Sant Julié de Ramis, que se guardan en las vitrinas de dicho
Museo; en Gerona, el Servei d 'Investigacions Arqueológiques. y más
concretamente su miembro don Narcís Soler, nos ofreció materiales
para su estudio; en Banyoles agradecemos las facilidades dadas pa ra
[page-n-10]
I NDUSTRIAS I. IT ICAS DEI. r AI.EDLIT1 CO
,
analizar los materiales del Reclau Viver al Centre d'Estudis Comarcals y al conservador del Museo de Prehistoria, don Josep TarrÚs.
A nivel de consultas y orientaciones deben figurar a la cabeza las
del dire ctor de este trabajo, el doctor Joan Maluquer de Mote s. Tam bi én agradecemos las del joven prehistoriador Javier Fortea, que nos
ha acogido siempre con gran amabilidad en coloquios, congresos y excavaciones, donde han surgido temas de gran interés en horas de
común conversación, que nos han enriquecido mucho en nuestro b agaje de conocimientos.
Tras ellos, diversos profesores y compañeros deberían desfilar
por estas líneas en sincero agradecimiento. Hablaríamos del maestro
G. Laplace, cuyas esperanzas en la juventud nos han animado siempre a todos los que hemos asistido a sus seminarios anuales de Arudy,
impregnándonos de su alegria y de su lucha por la vida y la liberta d ;
de Ignacio Barandiarán y de su «grupo de Zaragoza», forj ado en los
años de docencia en aquella ciudad, con el cual mantuvimos estrechos contactos ; de Pilar Utrilla, la representante de ese grupo que
más armes materias trata respecto a las nuestras, y por ell o con la que
una rela ció n más estre cha hemos tenido; de Jordi Estévez y Assunció
Vila, compañeros de curso y de orientación profesional, con los cuales
hemos departido horas de clase y de conferencias, asi como del ya
aludido Narcis Soler ; de los profesores de la Universidad de Barcelona , bajo cuya tutela nos hemos formado, intentando aprovechar al
máximo sus enseñanzas y experiencias en pro de una formación integra l de historia dor; de los profesores Jordá y Almagro, padre e hijo,
cuyas conversaciones y contactos nos han abierto nuevos campos ; y
de los jóvenes compañeros prehistoriadores de las Universidades de
Barcelona, Zaragoza, Madrid y Salamanca, y de cuantos, en general.
h an colaborado en la tarea de llevar a feliz términ o este trabajo.
y por fin, un obligado recuerdo de sentido agradecimiento a mi
abuelo, y en él a toda la familia·, pues gracias a él , a la diaria convivell cia y a sus orientaciones, hemos podido llegar a adquirir la madu rez s uficiente como para atrevernos a plantear una temáti ca como la
que sigue.
[page-n-11]
ESTADO GENERAL DE LA CUESTION
Nos parece obligado, antes de adentrarnos en el tema que nos hemos propuesto desarrollar, intentar establecer un esta do actual de la
investigación en el campo del PaleoHtico Superior hispano, por lo que
se r efiere a zonas no cantábricas.
Dado que ya han sido definidos en el capítulo inicial d e la introdu cción los limites espa ciales y cronológicos de este trabajo, seguiremos ahora un orden de s ucesión en el tiempo al tratar de las culturas
que hemos hallado. de forma má s o menos numerosa, a lo largo de este estudio.
En primer lugar, nos ocuparemos del mom ento ini ci al d el Paleolí-
tico Su pe rior. reuniendo para ello los datos Que poseemos acerca de
los yacimientos de esa épo ca qu e se incluyen en la zona peninsul ar ,
que tratamos en este trabaj o.
En Catalwlya la sucesión casi completa, a partir del Castelperroniense, la detectó , al parecer , Caramill as en s us ex ca vaci ones del Recla u Viver de Serinya (Caraminas, 1946) ; sin embargo, nuevas inves tigaciones mucho m ás profund as parecen tildar de infun dada esta
teoría , atribuyendo la fa se ini cial de la cueva a un momen to auriñacoide IEstévez. 19 75 y 1976b l. Por una atri bución al Auriñaciense tí·
pi co, parece n inclinarse otros a utores (SonnevilJe Bordes, 1973; Ber·
naIdo de Ouirós, 1976). En la misma zona d e Seri ny a queda mos a la
espera de los nuevos descu brimientos que pueda proporcionamos
r.: Arbreda, cuya estratigrafía ll ega al Musteric nse.
[page-n-12]
INDUST RI AS ¡ ITICAS DEI.. PA I..EOI..ITI CO
"
Dentro de ese mismo Auriñaciense hay que pasar a la zon a levan tina para hallar restos atribuibles a ese período. Los más seguros,
puesto que provienen de una excavación reciente, son las pertenecientes a la cueva de Les Mallaetes (Barx, Valencia ). en sus estratos
XIV al Xl , sector Oeste ; a ello hay que unir la datación radiocarbónica
KN -l /926 con un resultado de 29690 ±560 BP (27740 BC!. Todo esto
constituye una parte del estudio monográfico del yacimiento , aún en
elaboración, y que ha sido publicado reci entemente en forma de
avance (Fortea y Jordá, 1976).
En la misma zona levantina se sospecharon algunos material es
auriñacienses entre los restos musterienses de la Cava Negra de
Bellüs, cerca de Xátiva (Jordá, 1946). que se atribuyeron en un principio a un Auriñaciense inicial. Sobre el papel también fu e auriñaciense
el nivel inferior del Parpalló (Pericot, 19421. pero su clara facies gravetiense ha sido detectada fácilmente ; en este trabajo y en su lugar
correspondiente pueden comprobarse los análisis, recuentos y observaciones de este nivel.
Siguiendo hacia el Sur, rastreamos unos niveles auriñacienses en tre los restos de la colección Siret, estudiados por J . Fortea para la
cue va de Las Perneras, en Murcia (Fortea, 1973, pp. 257 -2781. Para
la Cueva de Ambrosio (Vélez Blanco, Almerja l hay recientes estud ios
que nos hablan de un nivel auriñaciense por debajo del típico solu trense del yacimiento (Botella, 1975 1. Sin embargo, no creemos que
haya posibilidades de sacar un gran provecho del mismo , debido a la
voladura del yacimiento recientemente ocurrida.
Hubo otros niveles que fueron atribuidos clásicamente al Auriña ciense sin más preocupaciones, pero que ahora parecen rectificarse
en fav or de un Perigordiense Superior (Bern al do de Quirós, 1976): nos
referimos a los de Gorham's Cave, de Gibraltar (Waechter, 1951 ,
1953 Y 1964), Y a los de Hoyo de la Mina , en Málaga, y Carigüela de
Piñar, en Granada. Sin embargo, otras opiniones nos incl inarían más
bien a un Gravetiense para estos yacimientos (Peri cot, 1963 , p. 90l.
El gran sistematizador del Gravetiense en la perunsula ibérica es
el profesor F. Jordá (Jordá, 1953). Su sistema en tres fases para este
periodo, y al mismo tiempo una visión muy completa del momen to
posterior, Epigravetiense, han servido hasta hoy para trazar los esquemas básicos del país. En el Sur se señalan los yacimientos de Zája r a 11 (Vera, Almeríal. del Cejo del Pantano (Totana, Murcia ! y de Am brosio (Vélez-Blanco, Almena!, del Palomarico (Mazarrón , Murcia! y
de Los Murciéla gos ILubrín, Almeria) como Gravetiense, con diJ1cil
distin ción de su momento epigravetiense, en este trabajo intentare·
[page-n-13]
"
J . M,' FULLOLA PEfl lCOT
mos establecer la verdadera identidad de esos yacimientos. en base a
los estudios publica dos hasta el momento.
Yacimientos gravetienses, pero que h oy en die parecen consider arse más bien posteriores, epigravetienses, son los hallados por S. Vi¡aseea en la provincia de Tarragona : la Bauma de Sant Gregori, cerca
d e Falset, es el más rico ; las dudas surgen al tratar de olros lugares,
como el Pinell, la cueva de La Malla da o la del Filador, cerca de Margalef.
Tras esta visión introdu ctora del estado de la cuestión, en lo que
concierne al inicio del Paleolftico Superior, nos a dentraremos ahora
en el de la temática que centrará esta obra, es decir, el Solulrense. No
vamos a extendernos en su s primeras identificacio nes ni descripciones, que se deben a Breuil (Breuil , 1912), pero sI que queremos resumir aqui las distintas teonas acerca del origen del Solutrense qu e hasta hoy se han publicad o, ya que a lo largo de este trabajo llegaremos a
conclusiones que apoyan o rebaten de alguna manera las ideas qu e a
continuación exponemos.
Fue el mismo Breuil el que citaba ya el origen del Solutrense como
misterioso, si bien añadia textualmente que «quizás nos llegó del Este,.
(Breuil, 1912, p. 34). Desechaba la hipótesis del origen mediterráneo
occidental por no conocerse hasta el momento, en estas r egiones, yacimientos con Protosolutrense o Solutrense Inferior . Hablab a también
Breuil de evolución a partir de un Achelense, cita clásica hecha ya por
predecesores suyos, y que derivaría en un Mu steriense Superior con
peq ueños bifaces, pequeñas hachas de mano que darían lugar , por
aplanamiento continuo, a las hojas solutrenses bifaciales. Esta evolu ción pudo haberse dad o en diversos puntos por separado, en Hun gría
y en España, donde tenemos los yacimientos del Manza nares, excavados por Pérez de Barradas, que han proporcionado todos los elemen tos de la serie evolutiva requerida por Breuil , hachas de man o achelenses, industria musteriense y algunas piezas plena mente sol utrcn ses, como veremos en su momento oportuno. En apoyo de la tesis hún gara estaba el yacimiento de Predm ost (Moravi al. en el que veia una
impregnación de Solutrense sobre un medio auriñaciense evol ucionado.
Dejamos ya las teorías de Breuil, pero pronto veremos que todo el
movimiento investigador, hasta hoy, se ha centrado e n corrobor ar o
rebatir, con elementos válidos de j uicio , las afirmaciones hechas por
el sa bio francés. Defensor de la tesis húngara fue HiIlebrand (HiIl cbrand, 1919), pero fue rebatido por Van Mottl ¡Van MotU, 1938), en
su profundo estudio sobre tod o el paleo ambiente y cultura de la época
solutrense, en Hungría.
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IN DUSTR IAS L1TICAS DEL PALE OLlTICO
"
Siguiendo con las tesis centroeuropeas, debemos citar, ineludiblemente , el trabajo llevado a cabo por G. Freund, que profundizó en la
tcmática de las industrias con hojas en Europa IFreund, 1952 ). Se diferencia ya un momento presolutrense, que se rel aciona dificultosamente con el Solutrense occidental clásico. La talla bifaciaI presolutrCll se de la Europa Central, que se encuentra en el centro y sur en
Alemania, Moravia, Hungrfa, Crimea y Cáucaso, se identific a aún en
este primer estadio con los complejos culturales del Paleolítico Inferior,
que emplean foliáceos toscos. Estos complejos evolucionan a partir de
un Achelense final, al que se suman elementos musterienses. El resultado es una mezcla de foliáceos con puntas y raederas musterienses y
algún hacha de mano, La talla, sin embargo, es aún por percusión, no
por presión, De hecho se está describiendo la industria szeleticnse, de
la que ya hablaron Breuil y Hillebrand, o el Altmuh1iense citado por
Bohmers, y las industrias de foliáceos de Crimea, Polonia y Moravia.
Freund distinguió tres estadios evolutivos presolutrenses, que
identificó con tres yacimientos centroeuropeos: l. fase de Kosten; n ,
fase de Ranis; 111 , fase de Mauern. La relación de este Presolutrcnse
con el posterior, al parecer Solutrense occidental, no es muy clara,
Los impulsos auriñacienses y gravetienses entierran el Presolutrcnse,
que sin embargo seguirá latente basta su eclosión, que dará lug ar al
Protosolutrense, inicio del Solutrense clásico. Este resurgimiento dio
lugar a industrias locales, como en Moravia y Polonia , con un marca do ca rá cte r auriñaciense, como acabamos de ver. Sin embargo, la au tora no acepta la relación directa entre Solutrense oriental yocciden tal. Rehusa totalmente, por otra parte,la hipótesis africana qu e luego
apuntaremos.
Philip Smith no a cepta este ténnino de Presolutrense, que encuentra desacertado, ya que designa una industria que es «algo difcrente a
una industria de piezas foliáceas» ISmith, 1966, p. 3461.
Para Vertes (Vertes, 1956bllas montañas de Bükk representan la
forma más pura del Szeletiense, derivado de un Musteriense de
«Blattspitzem, El mismo autor niega totalmente toda rel ación entre la
industria szcletiense y el Protosolutrense occidental como posible der ivación de aquélla.
Esta misma opinión la suscriben más adel a nte investigadores del
problema Szeletiense-Solutrense occidental. como Smith, Valoch y
Delporte. Viene a sumarse a ello la datación radiocarbóni ca, obtenida
de una muestra de carbón, para el Szeletiense de Cerlova Pec, Radosi na, en Checoslovaquia. El análisis GrN -2438 daba 36450 .t2 100 años
antes de nu estra era , pero la muestra era escasa y la fe cha es, al pare cer, algo reciente (Radiocarbón, vol. 6, 1965 , p. 352).
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J . M.o FULLOLA PERI COT
Entre los autores españoles partidarios de las teorías del Presolutrense de Freund, destaca, por encima de todos, Jordá, cuyos estudios
dedicados al mundo solutrense se han visto impregnados por las
teorías de la autora anteriormente mencionada. En su Tesis Doctoral
IJordá, 1955) hace una detallada exposición de los yacimientos españoles, y los analiza a la luz de las teorías más en boga en aquellos momentos. Acepta el aludido Presolutrense de Freund y se lanza a buscar precedentes solutrenses, o mejor, faliáceos , en ya cimientos fran ceses. As! se citan las puntas dobles hemisolutrenses de La Qujna
(MartiD, 1907- 19091 y otras piezas que pre-anuncian el Solutrense en
niveles de Musteriense, Upico de La Ferrassie, Le Moustier, etc. Por
otra parte, cita también los yacimientos en los que hay paso directo,
es decir, superposición del Solutrense al Musteriense : Abri Abilly
(lndre -et-Loire), Abri Moru (Point-Saint-Maxence, Gise) , Le Figuier
(Ardéche), Roquecourbiére (Ariege) y Le Placard (Charentel.
Otra de las teonas que mé.s fortuna hizo fue la del origen africano
del Solutrense, que ya hemos visto apuntado en el esquema de Breuil.
En realidad, la hipótesis quedó latente hasta que precisamente el hallazgo por Pericot de esta industria objeto, entre otras, de nuestro estudio, sobre todo de las famosas puntas de aletas y pedúnculo, hizo
saltar de nuevo a la palestra la teoría de un origen africano del Solutrense. La publicación del volumen dedicado a la cueva del Parpall6
(Peri cot, 1942) difundió la nueva idea que, bé.sicamente, hacía derivar el Solutrense español de la industria, conocido como Ateriense,
que centra su esplendor en el érea norte africana, en una edad que se
concebía entonces como próxima al Solutrense. La hipótesis fue admitida por los investigadores anglosajones, entre los que citaremos a
Burkitt, Gordon Childe y Miss Caton Thompson, mientras que la cien cia francesa se opuso en cierta manera a admitir la teOna africanista.
En estos últimos años, la cabeza visible de la investigación solutrense en el pws vecino ha sido el canadiense Philip Smith, que ha rebatido totalmente la tesis africanista (Smith, 19661 para el Solutrense
español y portugués, y por ende para el europeo. Este autor hace más
viejo al Solutrense francés que al peninsular, que en su opinión no
presenta ningún caso claro de Protosolutrense o Solutrense Inferior,
con las Upicas puntas de cara plana. A la luz de este trab~io , creemos
que hay algo de ello, si no en gran cantidad, si al menos, con la suficiente como para no rebatirlo totalmente.
La tercera hipótesis acerca del origen del Solutrense es la de su
nacimiento en tierras francesas, de manera independiente de influencias presolutrenses orientales, o de ideas norte africanas o hispano-lusas occidentales.
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INDUSTRIAS LlTI CAS DEL PALEOUTICO
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Los autores franceses han sido, naturalmente, los más nrmes de fensores de esta teorla. Breuil, pese a su primera idea de un origen
oriental (Breuil, 1912), vio con simpatía la idea autóctona y consideró
también a Francia como uno de los núcleos de desarrollo del Solutrense europeo. G. Freund, si bien sigue siendo partidaria del Presolutrense, indicó ya que la evolución hacia el Solutrense clásico, a partir de
aquél, se hizo al Oeste del macizo Central IFreund, 1952). Peyrony
(Peyrony, 1948) y LapIace (Laplace, 1959) son partidarios de una evolución a partir del Perigordiense Superior francés, que en algunos momentos presenta un retoque plano por presión muy solutrearuzante.
Smith hace un exhaustivo balance de toda esta problem ática
(Smith, 1966, pp. 35 1-357), pero al final se inclina más por un origen
derivado de niveles auriñacienses, del que ya hablaba Jordá (Jordá,
1955) al referirse al retoque protosolutrense como derivado del tipico
del Auriñaciense ; incluso llegó a proponer una relativa igualdad
Protosolutrense-Post-auriñaciense. Smith concreta su teoría en un ·
Auriñaciense local del valle bajo del Ródano, influen cia do por una industria musteroide tardía, tipo Abri Maras (Ardéche), publicado por
Combier (Combier, 1967, p. 147-162).
Este investigador aboga a su vez por un origen en los cañones y
val les rodanienses del Solutrense, sin una dependencia perigordiense,
como remarca Smith (Smith, 1966, p. 365). Sin embargo, no centra el
foco originario en el valle bajo del Ródano , con yacimientos tan conocidos como Chabot, Le Figuier o Oullins, sino en la parte media de ese
valle del Ródano, donde nuevas investigaciones en la zona entre
Saint-Péray y Viviers , en los cañones del Ardéche, parecen haber revelado una industria de claro matiz protosolutrense (en el senti do perigordiense de la palabra), y por lo tanto una raíz nueva para el origen
del Solutrense (Combier , 1967, p. 316 y ss.).
Una nueva precisión acerca del origen del Solutrense viene dada
por las teorlas de F. Bordes, acerca del desarrollo de ciertas formas
evolucionadas durante el Würm m , lo cual darla como resultado el
Solutrense (Bordes, 1972).
Una última y reciente nota, que no aporta sin embargo datos de
primera mano, pero que consideramos altamente interesante, es la
anrmación de Rigaud en el sentido de que en el Périgord las industrias solutrenses aparecen de manera brutal sin que puedan percibirse sus posibles orígenes en las culturas existentes antes de su llegada;
deja bien sentado que nos hallamos ante una verdadera intrusión en
el desarrollo local del Auriñaciense-Perigordiense (Rigaud, 1976b, p.
12 65),
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J . M,' mUOLA 1'l!:R1COT
Desde el punto de vista español , JardA rectificó algo sus teorías. y
un os años més tarde lanzó un esquema para la zona cantábrica (JardA , 19591. en el que se eliminaba de la península el Protosolutrense o
Solutrense Inferior; bacía arrancar el Solutrense cantábrico de una
'fase que discurre culturalmente paralela al Solutrense Medio fran cés.
del cual dependía hasta momentos más avanzados. en los que se desarrolla independientemente. cuando en Francia tenemos ya la secuencia magdaleniense en pleno auge inicial, época que, como sabemos.
falta en la costa cantábrica. Estas teorias de Jardá fueron seguidas
también por M.· S. Corchón, en un magnifico volumen dedicado al 50lutrense. en Santander (Corchón. 1971). La autora diferencia clara mente la s secuencias cantábrica y levantina, y alude a la lCcompleta
escisión cultural que en el Paleolítico divide el mundo cantábrico y el
mediterráneo, sin que sea posible hasta el momento, documentalmente , establecer contactos culturales entre uno y otro en la época que ha
ce ntrado nuestro estudio •.
Tal es el estado actual de la cuestión solutrense. La teona france sa parece haber ganado esta pugna por la primacía en el Solutrense,
pero debemos admitir que nada puede afll'marse con seguridad, y menos en estos períodos de tanta antigüedad, en los que la fantasía vuela
a veces demasiado alto. Nuestra posición, ya lo hemos dicho anteriormente , es la de exponer los hechos y hacer de ellos una crítica de la
que resulte una ideología acorde. en lo posible, a la realidad que los
datos nos ofrecen. La existencia de un Solutrense Inferior o Protosolutrense en el Parpalló no está totalmente probada, pero la fase solutreanizante, que identificaremos mAs adelante , ofrece grandes paralelos; la mayor similitud tipológica podemos encontrarla, como veremos en su capitulo correspondiente, en el yacimiento francés de Lau gerie Haute, sector Oeste, mientras que la cronológica estaría más
bien en el sector Este del mismo yacimiento.
Las aletas y el pedúnculo tienen una extensión gran de , nada desdeñable, pues las hallamos en el Parpalló. en la Cueva de Ambrosio
(Ripoll, 19611, en Salemas, Portugal (Rache y otros , 1962). en Casa da
Maura, Portugal (Camarate y otros , 1961). en el arenero de Martínez
a orillas del Manzanares , en Les MaUaetes , en el Barranc Blanc y
también extendidas por Francia (Kelley, 19551. ¿Cuál es el motivo de
este desusado perfeccionamiento técnico?; ¿puede deberse a un cambio ecológico suscitado por la oscilación templada y húmeda del momento del Solutrense Superior, durante el interestadio Würm III-IV?;
¿pudo deberse al uso del arco y la fecha ?; ¿o quizás a rituales en los
qu e se emplearían esas verdaderas obras de arte que son las puntas
de aletas y pedúnculo ? En realidad , la verdad absoluta se nos escapa
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INDUSTRIAS LITICAS DEL PALEOUTlCO
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una vez más, y cualquier aproximación puede ser tachada de fanta siosa.
Otro importante tema son las puntas y hojas de escotadura, conseguidas por retoque abrupto, no las que clásicamente se dan como
«típicas» del momento solutrense, las de retoque plano. Las que nos
ocupan, las primeras, sufren un gran aumento en la fase final del So¡utrense Superior y continúan en 10 que Pericot llamó Solútreo-gravetiense o Solútreo-auriñaciense [mal, de 4 a 4'50 metros. en el Parpalió. Su progresiva disminución de tamaño parece exigir una explicación que puede ser la sucesiva degeneración de la industria. o bien su
especialización en el uso. Su asociación con las puntas de aletas y
pedúnculo es constante en muchos yacimientos. como veremos en su
momento oportuno.
Es nuestra opinión que habría que insistir en el estudio de esos ya cimientos para determinar el grado de aparición del Solutrense y de
su cultura sucesora marcada. al parecer, por esas numerosas puntas
y hojas de escotadura. A lo largo de este trabajo intentaremos el estudio de esos yacimientos, en muchos casos calificados de epigravetienses. y que ya hemos apuntado con anterioridad al hablar del Gravetiense.
Esta fase de crisis del final del Solutrense desemboca. en la secuencia clásica francesa . en un Magdaleniense inicial. normalmente
con nacletteSJ. Pero volvemos a encontrarnos con el problema de
siempre, la validez relativa de esas secuencias en tanto en cuanto son
meramente regionales. En la España mediterránea a ninguna fase solutrense le sigue una magdaleniense; en el Reclau Vi ver la sec uencia
se interrumpe; en Les Mallaetes hay un hiatus que desemboca en un
Epigravetiense. Hacia esa industria se orientan los niveles del Barranc Blanc, que habrá que ver lo mucho o lo poco que de solutrenses
tienen. En el Cau de les Goges de Sant Julia de Ramis , la ocupación
solutrense es exclusiva, sin antecedente ni consecuente. Por fin. en el
Parpalló se detecta un clarisimo momento solútreo-gravetiense, en el
cual profundizaremos en su apartado correspondiente,
Actualmente, el estudio de esta fase es realmente precario . Una
reciente publicación del autor (Fullola, 1977) intenta arrojar una cierta luz a la cuestión, lo cual se reflejará también en su apartado de este
trabajo. Junto a los paralelos que estableceremos en Francia y en Italia podemos reunir, asimismo, datos procedentes de distintas partes
de Europa.
En Grecia. las escotaduras se encuentran claramente representa das en Asprochaliko, abrigo del valle del Louros ; en mayor cantidad
las hallaremos en la cueva griega de Kastritsa (Coles e Higgs. 1969).
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J . M.' ruLLOLA PERI COT
Otras industrias con escotaduras, las de la Europa central y oriental,
no pueden equiparse a este momento por ser de una fase anterior, pu ramente gravetiense (Kozlowski, 197GbJ. Sin embargo, volviendo a
las industrias griegas, de cronología relativamente semejante a las
nuestras , podría extenderse el manto solútreo-gravetiense a las tres
penínsulas y al Sur de Francia en una oleada cultural del final del So¡utrense, y sobre todo contemporánea de los inicios del Magdalenien se. Queda todo ello como problema cultural actual que intentaremos
solucionar en el transcurso de este trabajo, pero con la dificultad in sa lvable del estudio de las industrias helénicas .
Pese a que hemos centrado la temática de este estudio en la s fases
medias del Paleolítico Superior ibérico , hemos realizado una incursión en el campo del Magdaleniense en el Parpalló, sig uiendo una lí nea de evolución del yacimiento . Vamos, por ello, a esbozar el estado
de la cuestión del inicio del Magdaleniense.
La división de esta cultura, realizada en base a yacimientos fran ceses, consta de hasta siete fases, de la O a la VI. La primera sistematización fue la de Breuil, pero suscitó y suscita controversias por estar
basada simplemente en los restos de una antigua excavación del yacimiento de Le Placard ICharente); las fases las identificó además
Breuil, fijándose casi exclusivamente en la industria ósea , lo cual pro dujo una gran desorientación al aplicar su sistema a industrias líticas
IBreuil, 1912).
Con esta problemática se enfrentó D. Peyrony por sus excavaciones en la Dordoña; se imponía una revisión, qu e ambos a utores efectuaron juntos sobre las industrias de La Madeleine.
Sin embargo, la cuestión inicial y de las primeras fases magdalenienses subsistía. Cheyner era el que mayor empeño ponía en descifrar este momento y elaboró su teoría del fósil director del mismo, la
«raclette» ICheyner, 1930, 1939, 1951). El problema se centró luego
en la fase anterior al Solutrense , que se bautizó con el nombre de Protomagdaleniense, que ya vimos que muchos autores definían como
Perigordien se VII.
Un avance sistemático en las defmiciones lo dio F. Bordes al publica r los primeros resultados de sus excavaciones en el yacimiento de
Laugerie Haute Este (Borde s, 1958), Los Magdalenienses 1 y II queda ban bien estructurados, pero regionalmente. puesto que en gran parte
de Europa esos esquemas no entraba n en la realidad que se nos
ofrecía; se extendía n desde cl V "!ira y cl Garona ISonneville Bordes.
1966, p. 18 1. pera 'l OY se han ir :,'j nd o sus horizontes a lugares como
Lassac. ell "! I\ t·
' ,- ' ". ' ('
1 :r.0l. Se ha e liminado el concep-
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IND USTRIAS UTICAS DEL PAL.EOUTICO
"
to de Badegouliense y se habla norm almente de unos Magdaleniellses
O. 1 y Il en Francia.
Oueda por de mostrar la aplicación de estos esquemas al ya cimiento español en el que hemos investigado este período. Pericol defi nió en el Parpalló un Magdaleniense 1 y un Magdaleniense n , qu e nos
proponemos revisar para saber si puede sostenerse aún esta califi ca ción .
Un sistema distinto de entender la evolución paleolítica nos viene
da do por las teorías del sintetotipo de G. LapIa ce ¡Laplace, 19 5B}. En
el sintetotipo se encuentran en potencia toda una seri e de posibilid a des que por mutación van apareciendo , dando lugar a manifestacio nes cult ura les que tienen entre sí cl a ra s si militu des, sin carecer , no
obstante , de evidente personalid ad y características propi as. En el
artículo ya rese ñado , Lapla ce postula que al alcanzar la evolución el
estado epigr avetiense ¡entendiendo como tal un mom ento simplemente posterior al Gravetiense) se produ cen sucesivamente tres fases de
complejos: antigua, evolucionada y final. La fase antigua reún e el
complejo protosolutrense, los solutrcnses, los protomagdalenienses de
retoque abru pto, los de protogeométricos y los de hojas de dorso. El
Epig ra vetiense evolucionado comprende el Magdaleniense con pun tas
cilindrocónicas de bisel sencillo y el Magdalen iense con arpones. Por
fin , el Epigravetiense final incluye los complej os azilicnses, sauvete rri enses y tardenoisienses, e incluso los regresivos de denticulados.
La visión de la evolución que nos ofrece esta teoría es realm ente
nu eva : el Magda leniense sería simplemente una mu tación manifesta da pre cisame nte en las tierras occidentales de Europa , como podria
haberlo sido el Solutrense; se encierra en un mi smo nivel evolutivo a l
Protomagdalen iense , al Solutrense y a los Magdalenienses 1 y ll, de jando para la fase evolu cionada al Magdaleni ense del 111 al VI. que en
rea lidad es el qu e mayor extensión tiene en toda Europa.
Es en base a estas nuevas teorías que se avanza en el mun do de la
ciencia; aunque su aplicación no hay a sido lo exten sa qu e su autor
debía espera r , ha movilizado a gran cantidad de investigadores para
probarla o rebatirla. Lo lastimoso del caso es qu e siempre haya q ue
moverse en unas coordenadas limitadas por los ma teri ales de viejas
excavaciones, en los cuales se han ba sado los trabaj os de la Prehistori a du ra nte m uchos años. Es por ello que este estado de la cuestión, en
general. de lo que hoy sabemos, a grandisim os rasgos, del Palcolitico
Superi or, con base en Fran ci a y con especia l aplicación a los ya cimientos peninsulares que nos ocuparán, queda rá supera do cuando
mu chos Iluevos yacimientos vayan saliendo a la luz; cuan do sepamos
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J . M.' fULLOlA PEftlCOT
más de la zona valenciana, de los yacimientos tarraconenses. de los
murcianos y almerienses, de los portug ueses y de los que hoy no sabe mos nada, ni tan siquiera que existen, será entonces cuando en España habremos superado el presente estado de la cuestió n, como es
nuestro deseo.
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METODOLOGIA
Vamos a exponer en este capitulo los caminos por los cuales hemos orientado nuestra linea de investigación.
Muy razonados han de ser los criterios en los que un autor debe
basar su orientación investigadora en el campo del Paleolítico Superior, que es en concreto el que, hoy por hoy, nos ocupa. El perfecto conocimiento de los métodos de estudio actuales debe basarse también
en el de la historia de los mismos, en saber cuAl ha sido la evolución
del pensamiento humano respecto a los hallazgos prehistóricos, paleollticos y los criterios seguidas para ordenarlos. Creemos, por tanto,
imprescindible dar ahora un ligero repaso histórico a la metodología,
para desembocar en la actualidad y ver en concreto el criterio que bemas aplicado en este trabajo.
Lo s primeros intentos de sistematización de los últimos paleolíticos, para su estudio racional. se hicieron en Francia hace poco más de
un siglo (Boucher de Perthes, 1860 ; Lartet, 1864 ; Mortillet, G., 1883;
Mortillet, A., 1910; Capitan, 1912; Breuil. 1905, 19 12 ; Commont,
19081. Entonces se siguió un criterio de funcionaHdad que ha quedado
totalmente enraizado en la tipología hasta nuestros días; esa funcio nalidad es una particularidad que se nos escapa casi por completo en
todos los útiles paleolíticos incluso hoy en día, y por lo tanto aq uellos
primeros estudiosos se basaron en criterios infundados para bautizar
los útiles que fueron encontrando.
Se hablaba de nacloirslt o raederas. útiles para raer; de egrattoirslt o raspadores. útiles para raspar; de «per~oirslt o perforad ores,
útiles para perforar, y así sucesivamente. No tenemos certeza alguna
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22
J . M,' FULLOLA Pf:RI COT
de que la función de aquellas piezas trabajadas fuera para r aer, para
raspar o para perforar. Otro caso semejante es el de los dorsos rebaja dos; su función la desconocemos aún, y se ha postul ado la teorla de
que precisamente la parte retocada era la inútil en la pieza, que se
destruía un filo para aplicar con mayor fuerza el opuesto en el corte o
en la punción.
En la misma linea funcionallsta francesa se movieron los prime
ros intentos españoles por adaptar aquella terminología al castellano
y al alemán, actitud de notable visión futurista, puesto que este pro blema de la s equivalencias idiomáticas persiste en mu chos casos (Co misión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóri cas, 19 16). El
estudio lo llevaron a ca bo, bajo la dirección de E. Hernández Pacheco,
los prestigiosos investigadores H. Obermaier, P. Wernert y el Conde
de la Vega del Sella.
En la actualidad , el funcionatismo es una rama más de las inves tigación prehistórica , pero ya no la base de las clasificaciones paleoli ticas . Con los grandes adelantos técnicos puede llegarse a análisis microscópicos de los trazos de uso dej ados en los útiles, y deducir de
ellos el empleo que tenían en su origen, si cortaron piel, madera, hue so, etc. Unas experiencias francesas, ya sean antiguas (Vayso n, 1922 )
como modernas (Bordes, 1973), vienen a unirse a las que han tra zado
el camino definitivo en este campo, las del ruso Semenov. que introdujo la observación de los útiles por medio del microscopio binocular ;
trabajó en las industrias del Paleolítico Medio y Superior de la Unión
Soviética. y su aproximación a la verdadera función de los útiles es,
por el momento, la más válida ISemenov, 1964). En nuestro país hay
que mencionar la Tesis de Licenciatura inédita , y de un gran interés,
de nuestra compañera de curso A. Vila , que ha trabajad o aplicando el
método Semenov a útiles tanto paleolíticos como eneolíticos, llegando
a muy interesantes conclusiones (Vila. 1977).
Otro aspecto del estudio de los útiles en los ini cios de la moderna
Prehistoria fue la comparación etnográfica. Esta deriva ció n, a l contrari o de lo ocurrido co n la anterior , no ha llegado a nuestros días,
pues se extinguió por sí sola tras el auge de noticias que produjeron
los desc ubrimientos y descripciones de pueblos ignotos durante el si glo XIX . Ouizás. en algún caso, la aplicac ión de paralelos etnográficos
para intuir la fun ción de un útil paleolíti co no se a de scabella da, pero
la verdad es que hoy en día este método ha caído en un total desuso.
El siguiente p·aso histórico hacia una tipología sistemática fu e pro piciado por las excavaciones de los ya cimientos fran ceses. con la consiguiente identificación de nuevas y diversas fases del Paleolítico Su -
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INDUSTRIAS LlTlCAS DE L PALEOLlT ICO
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perior, que a su vez contenían unos útiles característicos de cada una
de ellas.
Con la aparición del fósil director, idea que se tomó prestada de
las Ciencias Naturales, empieza un fenómeno que complicará hasta limites increíbles la tipología paleolítica: me estoy refiriendo a la tendencia a bautizar con el nombre del yacimiento donde se haya encontrado por primera vez , un tipo de útil que parece característico del
mismo. El resultado final de esta afición ha sido la desmesurada proliferación de tipos de puntas, de buriles, etc.; de todos ellos, sólo unos
pocos son realmente básicos, y lo demás son variantes locales, regionales o a veces, incluso, de un solo yacimiento. Sin temor a equivoca r nos, podríamos aquí citar más de cien nombres de tipos de puntas, ca da uno con su lugar de origen; de ellas, unas pocas aparecen insistentemente (punta de Cha.telperron, punta de La Gravettel. y el resto,
más del 90%, es de localización regional, cerrada y prácticamente
desconocida para el resto de autores que no trabajan en aquella zona.
Por ello ha habido ya que recurrir a verdaderos diccionarios tipoI6gi cos, donde se resuman criterios, ideas y tipos de todo el mundo . El de
mayor amplitud es el compilado por M. Brézillon, autor francés que
recoge la mayoría de términos publicados para útiles líticos a 10 largo
de los años (Brézillon, 1968 ).
El siguiente estadio de la evolución de la tipología paleolítica es ya
el de las listas tipo. Los intentos por definir el tipo han sido varios a lo
largo de la historia y han ido insistiendo en la idea fundamental para
nosotros de «conjunto de variantes agrupadas en una misma pieza de
un modo continuado y perceptible al observador, dentro de una in dustria». Es la subjetividad individual del investigador la que debe
percibir el tipo a tr avés del estudio de conjunto de una serie de indus trias líti cas de distintos yacimientos de una mi sma cultura; s610 con
esa visión global le será dado aprehender la idea primera que guiaba
a los autores de las piezas, que se sintetizaba en el agrupami ento en
un tipo concreto de una serie de ca racterísticas que le definían .
Una vez identificados los tipos es cuando empieza la división ideológica en lo que a listas tipo se refiere. Tras su individualización no
debemos caer en el subjetivismo de ordenarlos según una artificia l
adscripción a criterios geográfi cos o funcionales . Lo primero cae ya
por su propio peso y ha sido razonado más arriba; lo segundo ha sido
la tentación histórica más extendida, y ya hemos visto que por el momento, pese a los intentos, muy válidos , de Semenov, el funcionalismo
de base científica está aún mu y verde .
Nos enco ntramos ya p .' , ' :JlIn ~ n (" 11 que se produce el divorcio entre la s dos esc uelas :in'
, ~.
,les. la que empl ea el método
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J . M.' FULLOLA PERI COT
morfológico-descriptivo, creada por el matrimonio Bordes, y la que
emplea el método morfotécnico y analítico, creada por G. Laplace.
La primera de ellas tiene su base en la intuición y el subjetivismo
a la hora de fabricar su lista tipo. Esta abarca todo el Paleolítico Inferior y Medio, en un estudio de F. Bordes (Bordes, 19601, y el Paleolítico Superior, de la mano de D. de Sonneville Bordes y de su colaborador J. Perrot (Sonneville Bordes y Perrot, 1954·5 5-561. Esta última,
que es la que para nuestro estudio nos interesa, fue concebida en base
a los trabajos de los autores sobre una zona concreta de Francia, la
región del Périgord; su generalización a todas las comarcas, a todos
los paises, e incluso a épocas muy diversas !epipaleolitico, etc.l , la ha
llevado a ser inservible en muchos de esos casos al querer aplicarla
fuera de su normal área de influencia. Pero aparte de esos fallos, no
imputables a sus autores, sí hay que insistir en los criterios seguidos
para identificar cada uno de los 91 tipos que figuran en la lista (en
realidad son 92 , pues el último recibe la denominación de «Diversos»,
por lo que alli pueden meterse los útiles que no fueron re cogidos en los
91 tipos precedentes). Estos criterios fueron muy subjetivos e intuitivos ; se ciñeron en demasía a la perniciosa costumbre de los útiles con
adjetivación geográfica, por lo que normalmente no podía discernirse
entre un buril de Lacan y un buril de Bassaler atípico. entre una punta
de Va chons y una punta de Cottés, y así sucesivamente.
A esta dificultad , subsanable para un superespeciallsta, se añade
la que introduce la denomina ción de «atípicolt tras los nombres de algunos ¡itiles. Ahi ya no puede so lucionarse la papeleta con un estudio
a fondo de definiciones y conceptos, sino que lo atipico puede imaginarse a voluntad, ya co n un espesor menor del normal, con una mayor curvatura del filo , con un retoque más o menos abrupto de la pie la en cuestió n, etc.
Como ilustración de esta idea de vaguedad que acompaña a las
definiciones de los tipos de la lista tipo Sonneville Bordes-Perrot, ofrecemos la que individualiza su número 91. la punta aziliense: «Punta
de pequeñas dimensiones sobre lámina, ya sea corta y rechoncha, ya
sea alargada y esbelta, de dorso generalmente curvo , o incluso arqueado , más raramente rectilineo, abatido por retoques abruptos que
parten de una cara o de las dos, con una base algunas veces truncada,
llegando a ser algunas veces un segmento de circul o» ISonneville Bordes y Perrot, 1954-55-561. No creemos necesario ningún comentario
en lo que se refiere a la necesaria precisión que requiere toda defmición de un tipo.
La problemática de la nomenclatura se nos hace aquí presente
con gran fuerza . Es indudable que lo ideal seria un lenguaje lo más
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INDUSTRIAS UTlCAS DEL PALEOUTI CO
"
simple posible, lo más escueto posible, lo más inteligible posible. Tras
leer esta defmición de la punta aziliense, a la que podriamos añadir
muchas otras, hemos de llegar a la conclusión de que no es precisamente la lista tipo de Sonneville Bordes y Perrot la que mayor objetividad ni mayor precisión reúne para un estudio paleolítico.
Hechas estas consideraciones, pasemos a ver la opción alternativa que tiene todo prehistoriador en sus trabajos acerca del PaleoHtico
Superior. Una vez desechada en conjunto la metodología Bordes, y teniendo en cuenta sus detalles aprovechables, hay que enfrentarse con
el método anaUtico de G. Laplace.
El hecho de someter al útil a un análisis objetivo, en toda la medi da de lo posible, es el principio que guió a Laplace en el camino que le
llevó a alejarse de la tipología convencional. clásica.
La ideología racionalista, cartesiana, está en la base de las teorías
de LapIace. Se percibe un enfrentamiento entre lo espontáneo y lo racional, entre lo empírico y lo analítico. Esta dualidad mueve a la decisión por !lna u otra alternativa, lo cual nos pare ce claro en el caso que
nos ocupa; el racionalismo derivado de un conocimiento empírico de
las industrias paleolíticas, es decir, de la realidad que estudiamos, es
el mejor camino hacia unas conclusiones válidas por ser objetivas y
derivadas de una reflexión . Esta elaboración del conocimiento empírico nos lleva a integrarlo en lo que Kahane describió como Ciencia,
l un sistema lógico, inteligible y coordenado. IKahane, 1964, p. 407).
El sistema de avance de la tipologia empírica es el de la contradicción. A partir de ella elaboraremos nuevos presupuestos que superaran los establecidos, y a su vez serán sobrepasados en el futuro por
nuevas ideas. Al enfrentarnos con la tesis, lo establecido, y la antitesis, su negación observada y comprobada, formulamos una hipótesis
que nos llevará a la síntesis fmal, a las nuevas ideas que se superpondrán al conjunto de las vigentes hasta el momento. Este método
dialéctico nos parece totalmente válido en cuanto a la ciencia respecta; buscamos mediante un método, un camino analitico, el identificar
y definir racionalmente las partes de un todo, para, a su vez, poder
conocer esa realidad de manera absoluta.
Un primer paso de aplicación de estas teorias, al campo de nues tro interés, es la consecución de una lista tipo. Para ello deberemos tamizar a fondo los conceptos vigentes hasta la fecha y despreciar todo
lo que de espontáneo o confuso tengan. Como producto de esto, tendremos una cantidad de información racionalizada que deberá arti cularse en un sistema lógico, inteligible y coordenado, es decir, cien tiflco.
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"
J . M.o ruUOLo\ PEfU COT
La elaboración de este sistema no es más que un problema de no menclatura. La tipología analítica busca un lenguaje válido para una
descripción general de toda clase de industrias. basándose en el crite rio del retoque, lo que realmente da forma al útil y nos lo hace perci-
bir como produ cto de la mano humana.
A partir de la distinción de los seis modos de retoque (simple,
abrupto, plano. sobreelevado, de buril y «ecaillée») van definiéndose
los distintos tipos de útiles, divididos en órdenes, grupos, clases y tipos primarios. A la lógica y coherencia de los tipos se suma la descripción de los mismos, que es, en nuestra opinión, lo mejor que ha hallado taplaee. El problema del lenguaje ha quedado prácticamente solucionado con la codificación que ha llevado a cabo el autor francés; un
escalonamiento por importancia de los rasgos a describir, un criterio
racional de situación de los retoques dentro de la pieza, una ordenación lógica de la sucesión en que deben ser descritos, etc.
Evidentemente, todos los análisis realizados para la elaboración
de esta obra no figuran en la misma, puesto que el volumen de las páginas se duplicaría , como mínimo; han sido más de doce millos útiles
analizados , sobre un total de casi ciento cincuenta mil piezas de sílex
revisadas.
Expondremos, sin embargo, de manera somera, los datos que han
acompañado a los análisis de cada uno de los objetos; se medían longitud , anchura y espesor, y, como indicaciones complementarias, se
añadfan la fragmentación (distal, proximal, etc.) y el tipo de talón , en
aquellos casos en que era posible (liso, diedro, puntiforme, facetado,
lC ecailléel). Asimismo, en el caso de los raspadores mediamos la altura
de su frente, lo cual puede ser, en el futuro, fuente de interesantes es tudios.
Dado nuestro interés por trabajar, a nivel de análisis, con los dos
sistemas tipológicos, el analítico y el de Mme. Bordes, añadimos en la
fase final del Parpalló y en los yacimientos catalanes una columna
que, bajo las siglas NB, expone la cifra correspondiente de cada útil
en la tipología empírica empleada por Mme. Bordes.
Confiamos en que todos los datos que pueden proporcionar los
análisis tipológico s puedan salir a la luz en revistas especializadas, siguiendo el camino iniciado hace unos ,a ños con los materiales. solutrenses del ParpaUó (Fullola, 1976bl. En concreto podemos adelantar
que los análisis de los útiles del Barranc Blanc aparecerán próximamente en la misma revista que el articulo anterior y bajo el titulo «Les
análisis tipológiques del Barranc BIanc•.
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INDUSTRI AS UTICAS DEL PALEOUTICO
"
La tipologia de Sonneville Bordes y Perrot habla conseg uido una
gran aceptación, y sigue teniéndol a. Sin embargo, la falta evidente de
una serie de útiles llevó a Mme. Bordes a proponer una nueva lista
rectifica da y ampliada, de 92 a 105 tipos. Con este hecho destruía, a
nuestro entender, el lazo con todo lo publica do con la lista de 92 tipos,
puesto que las comparaciones de los gráficos acumulativos ya no eran
superponibles. Para no ampliar innecesariamente los comentarios a
este respecto, nos remitimos a un artículo publicado por el autor, don de se da n a cono cer las equivalencias de los dos sistema s; además, alli
se ofrece también una visión crítica de la nueva li sta de los 105 tipos,
seg ún nuestras noticias aún no publicada y que llegó a nuestras manos gracias a algunos compañeros; es, por lo tanto , el primer lugar en
que se podrá leer públicamente este documen to y j uzgarlo (Fullola,
1976c).
Es evidente que los elementos de comparación que obten dremos
al convertir los recuentos de un yacimiento estudiado co n la tipología
Bordes, no podrán ir más allá del nivel de las órden es o modos de retoque de Laplace. No puede pretenderse bajar al nivel de los tipos primarios cuando en la lista de conversión vemos que no hay posibilidad
de distinguir, por ejemplo, en el número 77, la simple raedera si ésta
es lateral, transversal o latero-transversal. Sin embargo, considera mos suficiente el hecho de poder deducir una serie modal para pode r
así compararl a con la de los ya cimientos por nosotros estudiados.
El estudio paralelo , siguiendo ambos siste mas, no ha si do total. Lo
hemos aplicado en los niveles supe riores del Parpalló (desde 4' 50 metros hacia arriba) y en las dos estaciones gerundenses del Reclau Vi ver de Se rinya y el Cau de les Goges de Sant Julia de Ramis . En los ya cimientos gerundenses ofre ceremos un re sum en de los útiles analiza dos al final del estudio de los mismos; en el caso de los valencianos,
esos resúmenes y explicaciones vendrán despu és de cada nivel; en las
ca pas que hemos analizado, también con el sistema SonnevilleBordes-Perrol, expondremos unos resúmenes por zonas de excavación y por capas, tanto en el Solútreo-gravetiense como en el Magdaleniense inicial del Parpalló; en ellos se recogen las frecuencias pa rciales y totales de aparición de cada útil, as! como su porcentaj e ac umulado sobre 100.
Quedan por aclarar las listas , que ofrecemos también al final de
ca da nivel o de ca da yacimiento por clases y grupos, según la tipología de LapIace. Creemos que la mejor manera de explicarlo es ir
co nstruyendo el cuadro , de la misma man era qu e podremos verlo en
la práctica, pero con los nombres que representan las letras, escritos
totalmente a su lado . Así tenemos:
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J . M,' ruUOLA PEIII CQT
28
S (simples) fR.R.P.D.G.-
B sr.- buril sobre retoque
sp.- buril sobre plano
[ragm. raedera
raedera
punta
denticulado
raspador
P unif.- plano unifacial
P bif. - plano bifacial
SE (sobreelevadol fR.- [r agm. raedera
R.P.D.G. -
raedera
punta
denticulado
raspador
A.-Abruotos indiferenciados (incluye también Be (perforadores l
y T [lruncaduras))
LDm .-
láminas de dorso marginal
p.- lámina s de dorso profund o
C.-
láminas de dorso con escotadura
PDm.- punta de dorso marginal
p.- punta de dorso profundo
C.- punta de dorso con escotadura
LDT.- lámina de dorso truncada
PDT.- punta de dorso truncada
BPD.- bipunta de dorso
Pie. tr,- ápice triédico o microburil
E.-
«ecaillées»
Normalmente, después de estos recuentos se ofrece un resumen
de los tipos primarios hallados y su reparto sobre las piezas. Nos referimos a los monotipos, es decir, a las piezas que contienen tan sólo un
tipo primario ; los dobles presentan una asociació n de dos tipos primarios sobre una misma pieza; los triples lo h acen con tres y los cuadru pies con cuatro, si bien estos dos últimos casos no so n muy frec uentes.
De todo ello deducimos que , excepto en el caso de qu e todos los útiles
fueran monotipos, no coincidirán nunca la cifra de útiles con la de tipos primarios. Como ejemplo, diriamos que si en una se rie de 50 piezas o útiles hay seis dob les. tres triples y un cuad ruple, los tipos primarios serán 65 (cuatro del cuadruple, nueve de los tres triples , doce
de los seis dobles y cuarenta de los restantes cuarenta útiles , los monotipos!.
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INDUSTRIAS UTICAS DEL PALEOLITI CO
29
Vamos a continuación a establecer un nexo entre los dos aspectos
que hemos estado tocando repetidamente en este capitulo, el cualitativo y el cuantitativo. Para un estudio actual en Prehistoria no debe
dejarse de lado ninguna de estas dos vertientes de la realidad , pues
ambas se complementan.
Lo cualitativo está representado en este estudio por los análisis ti pológicos y por los números de la lista tipo de Sonneville Bordes y Perrot; a partir de estos datos pode mos deducir el aspecto, la calidad, el
t ipo de retoque e incluso el tipo de útiles que han pasado por nuestras
manos. La cualidad de estos útiles podrá perfilarnos, en ocasiones, la
adscripción cultural de un nivelo de un estrato a una cultura determinada, sobre todo cuando la serie sea poco numerosa y posea en ella
algunas piezas de las consideradas como «fósiles-directores» de momentos concretC's. Es por ello que no debemos dejarnos absorber por
una estadística aplastante, puesto que a veces, si perdiéramos esa visión cualitativa de la industria, pasaríamos por alto circunstancias o
influencias innegables, pero detectables solamente a nivel cualitativo
y no estadístico.
La cuantificación de las industrias es, a pesar de todo, una necesidad para un estudio medianamente serio en la Prehistoria actual. La
estadística se ha convertido en la ciencia auxiliar de la Prehistoria,
que tiene una aplicación más continuada en estas últimas décadas. El
paso de lo cualitativo a fa cuantÍtati'vo no debe quedar, sin embargo,
en una lista acumulativa, sino que deben encauzarse sus resultados
por caminos matemático-estadísticos, en búsqueda de asociaciones de
útiles, de rupturas entre sus modos de retoque , de dominanci as de
uno de ellos sobre los demás, etc., que no hayan podido percibirse a
simple vista o intuitivamente, o que, si así se ha he cho, no puedan sustentarse en una base segura; la comprobación estadística de esas hi pótesis intuitivas es, de nuevo , el triunfo del racionalismo, del empi·
ris mo, sobre la improvisación y la intuición; sólo actuando lógica, in teligible y coordenada mente, estaremos obrando de manera científi-
ca.
Una vez cuantificada la industria en cuestión, es decir, recon tadas las cantidades que de cada modo , de cada grupo, clase o tipo pri mario haya en ella, según el nivel de análisis al que queramos descen der, debemos emprender un camino de elaboración de estos datos. En
este camino estadístico seguiremos hasta unos ciertos límites las indi·
caciones de Laplace y de su escuela; la constante evolución en búsqueda de mejores y más perfeccionados métodos estadísticos no debe
impedir que nos fijemos en un momento puntual de esa evolución para trabajar extensamente sobre él. Es p or ello que , aunque conoce mos
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J . M.o f Ut LO LA PERI COT
a fondo los nuevos caminos laplacianos, expuestos en los seminarios
de Arudy durante los veranos de 1977 y 1978 (ultramétricas, reducción de matrices, análisis de componentes principales, etc.). hemos
conservado un sistema de análisis plenamente válido, el basado en el
criterio ordinal {Laplace, 1974bl, como veremos inmediatamente.
El desarrollo de las técnicas estadísticas es, en realidad, el estadio
siguiente a la utilización de diagramas de frecuencias acumulativos
en arqueología. Una nueva generación de métodos vendrá de la mano
de ese desarrollo y de la utilización de las grandes calculadoras, cada
vez de tamaño más reducido y de más cantidad de operaciones en sus
teclados. La nueva etapa dejará atrás los errores de cálculo que acarrea la técnica de los porcentajes acumulativos, según palabras de J.
E. Kerrich y D. L. Clarke, profesores de la Universidad de Witwatersrand y Cambridge, respectivamente (Kerrich y Clarke , 1967), Una salvedad debe hacerse frente a los nuevos métodos: Los prehistoria dores
deben saber que, aunque algunas técnicas estadísticas les proporcio nan un medio para ayudarles a pensar con claridad y ajuzgar acerta damente, esas técnicas no van a pensar por ellos; la responsabilidad
final de la validez de su investigación queda en los propios prehistodadores.
Volviendo a los limites hasta los que aplicamos las técnicas estadísticas sugeridas por G. Laplace, debemos decir que encontramos
como más gráfico y descriptivo, más claro y de mejor aplicación , e l
llamado criterio ordinal.
Hasta llegar a éste, Laplace fue evolucionando: partió, como base
primordial, de los análisis realizados con su tipología analítica. Con el
recuento de los útiles analizados se sabía cuántos de ellos habían sido
conseguidos con cada uno de los seis tipos de retoque distinguidos
(simple, abrupto, plano, sobreelevado, de buril y «ecaillée»). A partir
de estas cifras se obtiene la serie nominal, que es la disposi ción de
éstas en un orden previo y siempre el mismo , por convención , y que es
el mismo en el que las acabamos de exponer.
La cuestión primordial del estudio es ver dentro de esa serie sus
movimientos, articulaciones y rupturas, es decir, la evolución de esa
serie. La variación mayor ha consistido en el criterio aplicado al bu scar las rupturas y en la valoración de los mismos en importancia.
El primer paso consistía en pasar de la serie nominal a la serie ordinal. Tal conversión se efectúa ordenando los efectivos observados
de cada modo , de mayor a menor, lo cual nos permite ya una visuali za ción general de la industria que nos ocupa.
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IND USTRIAS lITI CAS DEL PALEOll TIC O
"
No vamos a extendernos en demasía en la evolución de la bú sq ue ~
da de criterios válidos para localizar las rupturas dentro de una serie,
datos que por otra parte pueden encontrarse bien desarrollados en
una de sus publicaciones (Laplace , 1974bl. Insistiremos, sin embargo,
en las líneas directrices de esa evolución que desembocaran en el método que aplicamos.
Aclaremos, al empezar, algunos conceptos básicos : por ejemplo,
intervalo (i) es la distancia entre dos categorías; amplitud (A) es la distancia entre las categorías extremos de la serie; la amplitud se identifi ca con la categoría máxima o dominante !DI cuando la categoría mínima es de valor Q. Un primer acercamiento para diferenciar cate gorlas puede ser la media (M); se halla dividiendo el efectivo totaLINI
por el número de categorías, que normalmente será de seis. Serán ca tegorías mayores las que tengan un efectivo superior a la media, y
menores las que lo tengan menor.
Pero ha sta aquí no había método para hallar las rupturas de la serie. El criterio más simple que surgió para intentar averiguarlas fue el
del doble (La place y Broglio, 1966). Se basa en considerar como ruptura entre dos categorías el hecho de que , cuando so n adyacentes,
una sea el doble o más de la otra. Para significar las rupturas se marca un trazo oblícuo entre las que cumplen 10 enunciado, hecho este
que se repetirá en todos los casos, pero con mayor precisión .
Precisamente en busca de ello entró en juego un nuevo criterio, el
de la amplitud. Tenía en cuenta el número de categorías, pero no el
efectivo total. Consideraba ruptura o discontinuidad cuando el inter valo entre categorías era superior a la amplitud media (Am), que se
obtiene dividiendo la amplitud (A) por el número de categorías menos
una (k- l).
El siguiente criterio al que Laplace evolucionó fue el de la domi nante . Tiene también en cuenta el número k de categorías, pero no el
efecto total N . La ruptura o discontinuidad se producía cuando el in tervalo entre categorías adyacentes era superior a la media de la dominante (DIO), que se obtenía dividiendo la dominante !D) O efectivo
máximo por el número k de categorías.
Un estadio más avanzado de estudio viene representado por el criterio de la razón. En él se considera tanto el efectivo total N como el
número k de categorías. Se ha construido sobre el modelo teórico de
una serie aritmética.de razón r, de k términos, siendo el primero, a, de
valor nulo. Hay ruptura cuando el intervalo entre series adyacentes
es superior a la razón r de las series teóricas de suma N y de k térmi nos. La fracción final de las series. cuyo desarrollo omitimos (ver La-
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32
J . M.' FULLOLA PERI COT
place, 1974b, pp. 13 -14) resulta
fT
,siendo M la media que ya he-
mos calculado anteriormente.
Para calcular, además, la importancia relativa de las rupturas.
podemos incluir en el cálculo el llamado coeficiente de inestabilidad
(I), que es la relación entre la implitud A y el «ecart type» E, cuyo
cálculo también omitimos (ver Laplace. 1974a, p. 139). Señalaremos
tan sólo el resultado final, que es 2M, siendo M la media ya calculada
más arriba.
Tras el cálculo de r y de J, los aplicamos a la serie. Cada efectivo
se divide por r y así obtendremos una cifra. La diferencia entre esas
cifras adyacentes, en los casos en que hay ruptura, ya señalados con
anterioridad, nos dará la importancia relativa de esas rupturas o dis continuidades.
Pero la búsqueda continuó al encuentro de un criterio que nos
condujese a ver las articulaciones internas de las categorías o grupos
de categorías aislados por las discontinuidades. Había que llegar a un
criterio que ordenase las rupturas, un criterio ordinal y que diese lu gar a una estructura de orden para las discontinuidades.
No seguiremos aquí, paso a paso, el proceso matemático que ha
llevado a Laplace a la definición del criterio ordinal (Laplace, 1974b,
p. 15). Nos limitaremos a dar la definición y a aplicarla en su momento oportuno, como podrá comprobarse : «En una secuencia ordenada
de efectivo N y k categorías, todo intervalo entre el efectivo máximo
(e max' y el efectivo de rango inmediatamente inferior (e max- I)' como
entre el efectivo mínimo (emin) y el efectivo de rango inmediatamente
superior (emin ... 11. toma significación de ruptura o discontinuidad
cuando, respectivamente, las relaciones de
e max - e min
e max - e min
y
son superiores a 2,
e max
e max-l e min
no pudiéndose efectuar el proceso con menos de tres términos».
El desarrollo posterior de la problemática que nos presente el criterio ordinal en su aplicación, lo mostraremos ampliado en el primer
estudio correspondiente a la cueva del Parpal1ó, concretamente su ni vel inferior, de S'50 a 7'25 metros, por lo que remitimos a l lector a su
apartado correspondiente, donde se hallará el árbol ordinal, los
cálculos sobre las secuencias parciales y la matriz de distancias.
Mediante la aplicación de este sistema se consigue matizar la
importancia relativa de las rupturas que se hallan, en calibrar su am plitud, con lo que se consigue una rápida visión a fondo de la problemática interna de la serie.
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INDUSTRIAS LITIeAS DEL PALEOLITICO
JJ
Con posterioridad, este criterio se ha visto ya desbordado por otro
propuesto por la escuela laplaciana (La place y Livache, 1975); se trata del criterio de la contingencia. que viene complementado por nuevas observaciones posteriores, tales como la estimación de las fre cuencias teóricas a partir de las frecuencias observadas en la secuen cia estructural; hemos preferido, pese a todo, atenernos al criterio ordinal por su empleo más difundido y una mayor facilidad de aplica ción, ya que para el de la contingencia los cálculos eran muy prolijos.
Pero no se detiene la tipología analítica en averiguar datos y es tructuras de una sola serie; es su propósito, también, averiguar las relaciones entre dos o más series, ya sean de un mismo yacimiento , ya
sean de procedencias dispares. Se utilizan para ello los tests de homo geneidad de X2, cuyos resultados se buscan en las tablas de Pearson y
nos hablan de las posibilidades de que las fluctuaciones detectadas
entre las dos o más series consideradas sean producto del azar (en cuyo caso la s series son homogéneas en su distribución y, por lo tanto,
semejantes) o no lo sean (y entonces las series son ¡nhomogéneas y
distintas).
Pese a que veremos aplicada esta metodología en los estudios de
la zona catalana, los primeros que por orden corresponden, concretamente en el RecIau Viver y en el Cau de les Goges, la explicación a
fondo de esta metodología la hallaremos al tratar del Solutrense Medio del Parpalló, ya en la zona valenciana. Allí se exponen ampliamente los criterios que han llevado a esta linea investigadora a convertirse en vital, a la hora de comparar series distintas, y están aplicados a las dos subfases que hemos distinguido dentro de aquel Solutrense Medio. Remitimos , por tanto, al lector a ese apartado para mejor información, o al articulo básico de Laplace, donde expone este camino de investigación y nos da un dato muy importante, como son las
comentadas tablas de Pearson (Laplace, 1974b).
Pero el propio Laplace está trabajando ya con nuevos métodos en
el apartado de comparaciones de series. Nos refel'imos a sus estudios
acerca de la distancia del Khi 2 Y sobre todo acerca de los algoritmos
o métodos de cálculo para una clasificación jerárquica; entre estos
últimos, potencia dos caminos: el de utilización de una distancia ul tramétrica, ya sea una superior mínima, ya sea una inferior máxima,
o el que procede por reducción de la matriz de distancias inicial (La place, 1975 ).
Pero si ha sido ·la tipología analítica la base de todo nuestro traba jo, no hemos dejado aparte totalmente la tipología intuitiva, emanada, sobre todo, de la escuela de Burdeos y de sus cabezas visibles , el
matrimonio Bordes. Nos ha parecido capital la inclusión de los análi-
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J . M.' FULLOLA PERICOT
sis tipológicos, según la lista tipo de Sonneville Bordes y Perrot, para
no constreñir en exceso nuestro estudio, que tiene miras de extensión
lo más amplias posible. Eramos conscientes que, con una aplicación
exclusiva de la tipo logia analítica, nuestro campo de receptividad exterior quedaba muy mermado y debía ceñirse solamente a los pocos
investigadores que aplicamos el sistema en cuestión en España,
Francia e Italia. No era nuestra intención autoexcluirnos de las corrientes tipológicas dominantes hasta la fecha, que hay que reconocer
que eran las emanadas de la doctrina Bordes, y con ello queremos
abarcar todo el ámbito cronológico e ideológico que tal calificativo
implica.
Pero toda esa evolución en nuestro modo de pensar fue algo más
tarcUa que el inicio de los análisis de los útiles usados para el presente
estudio. Por lo tanto, quedó una parte de los mismos analizada exclusivamente con el sistema tipológico analítico, y fue la de los niveles
inferiores y medios del Parpalló; pero como ya hemos señalado, los
análisis, y en consecuencia los recuentos que ofrecemos, se llevaron a
cabo mediante los dos sistemas (analitico y Bordes ) en el Parpalló, de
4' 5 metros bacia arriba, y en los yacimientos gerundenses del Reclau
Viver y del Cau de les Goges. Esperamos que esta maniobra integradora y no disgregadora sea valorada en lajusta medida universalista
que pretende. Que no se interprete como una renuncia por parte de
este investigador del método, que creemos el más adecuado para los
trabajos de paleolitico Superior, sino como un deseo de llegar al ma yor número de estudiosos de la materia sin limites. Estamos , pese a
ello, en favor de un mayor indice de publicación de yacimientos, siguiendo el sistema de Laplace, para así llegar a una red de comparaciones, similar a la que hoy puede obtenerse de los yacimientos publicados, siguiendo el sistema Bordes. Instamos para ello a la utiliza ción
del método laplaciano a cuantos investigadores posean un espíritu
critico mínimo hacia errores claros o velados, pero que, con una visión objetiva y racional de la problemática tipológica paleolítica, in tenten hacer avanzar el saber hacia objetivos más científicos.
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YACIMIENTOS
Tras haber entrado en detalles hasta aquí acerca de los elementos
previos para el estudio detallado de las industrias líticas. pasaremos
al mismo centrándolo en los yacimientos analizados para este trabajo .
Dato previo tiene que ser por fuerza la estru cturación territorial
que hemos seguido a lo largo de los capítulos que siguen. Tres son los
núcleos principales en que agrupamos los yacimientos. El primero que
veremos será la zona catalana, donde destacan el Reclau Viver de Serinyé y el Cau de les Goges de Sant Julia de Ramis por encima de
otras cuevas y abrigos de menor importancia ; la concentración de estaciones se centra casi exclusivamente en las comarcas gerun denses
y hay que mencionar la zona de Serinya como la más prolífica dentro
del PaleoUtico Superior peninsular.
El segundo núcleo de yacimientos lo tenemos en los territorios
agrupados bajo la denominación de zona valenciana. Indud ableme nte
es ésta la clave del presente trabajo por su vital importan cia dentro
del desarrollo de la Prehistoria. Es por ello que en el estudio detallado
de dos de sus yacimientos fundamental es hayamos consu mido mu chas horas y muchas páginas; nos referimos al Parpalló y al Barranc
Blanc. En el estudio del primero hemos basado un a remodelació n de
la secue ncia estratigráfica levantina que veremos en su momento
oportuno ; para el segundo. aparte de la originalidad intrínseca de sus
industrias líticas, pensamos que el mejor dato es la aportación que representa su estudio detallado y su salida a la luz despué s de un cuarto
de siglo de su excavación ; hemos llevado a cabo además en el mismo
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JO
J. M,' FULLOLA PERI COT
una campaña para realizar comprobaciones estratigráficas. una cata
y el dibujo de cortes y plano de la cueva.
El tercer yacimiento clave de la zona, Les Mallaetes, está en estudio bajo la dirección de ios profesores F. Jardá y J . Fortea, de la Universidad de Salamanca. Circunstancias particulares nos han impedido momentaneamente una visión directa de los materiales que con
tan gran generosidad nos ofrecieron para su estudio somero los citados investigadores, en especial el segundo de ellos. No obstante un
avance a su publicación definitiva nos da los datos suficientes para
encuadrar este importante centro dentro del cuadro comarcal.
Dos yacimientos más completan la zona valenciana, Les MaraveHes y Les Rates Penaes; circunstancia a reseñar es que la concentración de cuevas se produce alrededor de un punto concreto de la sierra
costera levantina, que hoy se halla cerca de la ciudad de Gandía. El
Parpalló y Les Mallaetes distan entre sí poco más de tres kilómetros;
entre 10 Y 15 kilómetros distan estas dos primeras del núcleo de
Rótova, donde se centran las tres restantes.
Por fm la tercera zona es la que llamamos Centro-Sur. En ella he mos podido realizar un estudio analítico de cuatro yacimientos: el Serrón (Antas, Almena), la Cueva de Ambrosio (Vélez Blanco, Almeria),
el Tajo del Jorox (Alozaina, Málaga) y Salemas (Ponte de Lousa, Por-
tugall.
Tres agrupaciones de yacimientos pueden distinguirse en esta zo na; uno situado en la región de Murcia-Almería, de viejas excava cio nes y datos en general pobres y confusos, como sus estratigrafias ;
otro que comprende los hallazgos portugueses, de resultados en ocasiones espectaculares, pero de publicación no excesivamente aprovechable; y un tercero, el más dudoso, que abarca los hallazgos de [aliáceos realizados en las graveras oel Manzanares a su paso por Madrid.
Las controversias sobre esta última agrupación de hallazgos las creemos fundadas ya que se efectuaban en superficie y mezcladas con elementos típicos del Paleolítico Inferior.
Un último punto a señalar es la estructuración de estos estudios
por zonas; se plantea siempre en primer lugar una problemática general de la misma, para seguir con el estudio de los yacimientos más importantes, que a su vez se subdividen en diversos apartados particulares ; a continuación se efectúa el estudio de yacimientos menores para
finalizar con unas conclusiones generales sobre la zona que corresponde. Dicho esquema nos ha parecido el más adecuado para lograr la
mejor exposición de los hechos que se detallan a continuación.
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ZONA CATALANA
PROBLEMATI CA GENERAL
El estudio de los hallazgos solutrenses en Cataluña no puede ser
necesariamente muy extenso debido a la parquedad de los mismos. Si
bien la cantidad de útiles que poseemos no es elevada, cualitativamente cabe considerarlos a la misma altura que los de la zona valen ciana, clave en el proceso de desarrollo de la fase media del Paleolítico Superior mediterráneo peninsular.
De inmediato hay que privilegiar una parte de Catalunya donde se
encuentran prácticamente todos los hallazgos conocidos hasta el momento: se trata de las comarcas gerundenses, donde destacan co n luz
propia dos yacimientos de antigua excavación con una estratigrafia
solutren se, aludida de continuo en diversos articulos y necesitada,
desde nuestro punto de vista, de una precisa descripción de esos útiles
y de un enfoque renovado de sus series industriales. Nos estamos refi riendo al Cau de Les Goges de Sant Julia de Ramis y al RecIau Viver
en la prolifica zona de Serinya. Ambos han sido analizados en su industria lítica hasta donde nos lo han permitido las reconstrucciones
estratigráficas deducidas de los artículos que sobre tales yacimientos
publicaron sus excavadores. El problema mayor se nos ha presentado
en el segundo de ellos por la confusión de taludes y profundidades que
se desprende del diario de excavaciones o incluso de sus intentos posteriores de aclarar tales circunstancias; pero estos hechos sera n tra tados con detenimiento en su apartado concreto de este capítulo.
[page-n-39]
38
J . M.o f"ULLOLA PERICOT
Hoy conocemos una nueva serie de yacimientos, en la mi sma zona
de Serinyá., que han dado restos de inequívoca adscripción solutrense; los más destacados son L'Arbreda y Davant Pall. Sus materiales
están en estudio por parte del Servicio de Investigaciones Arqueológicas de la Diputación de Gerona , que colabora estrechamente en su excavación con un equipo de la Universidad de Provenza bajo la dirección del profesor francés H. de Lumley. Debido a esa cir cunstan cia.
lógica mente no hemos llevado a cabo su análisis. y su cita se hace a
partir de la publicación de notas referentes a los mismos en la obra
clave, y de reciente publi cación , para la provincia de Gerona «E l Pa (eelític a les comarques gironines», recopilación llevada a cabo con
motivo de la visita que a la zona efectuaron los miembros del noveno
Congreso Internacional de Ciencias Prehistóricas y Proto históricas
ce lebrado en Niza , en septiembre de 1976 (Can al y Soler , 19761. Más
adelante insistiremos en el tema .
Qu edan , por último , las citas de los hallazgos sueltos en yacimiento, o a islados, que se centran también casi con exclusividad en la zona
de Serinya . Tan sólo se señala un útil posiblemente solutrense en la
provincia de Tarragona , en el yacimiento de Les Pl anes, cerca de El
Molar; es el único vestigio de esta cultura del que hasta hoy tenemos
noticia fuera de la provincia de Gerona.
Difi cil es buscar causas a esta carencia casi absolu ta de utillaje
paleolítico solutrense en el resto de Catalunya; y lo es porque hay que
dilucidar la cuestión de si no han aparecido porq ue no exi sten o porque no se han buscado con suficiente método y a fán . Un dato nos inclin a ha cia la primera aseveración; si hay dos zonas bien explor adas en 10 que a yacimientos paleoliticos y epipaleolíticos se refiere.
éstas son la de Gerona y la de Tarragona. En la primera de ellas la
abundancia del Solutrense y de otras culturas paleoliticas es clara y
conocida desde hace muchos años. En la segunda la exploración de
yacimientos ha sido, en algunas zonas, abundante de la mano de S.
Vilaseca, que sacó a la luz abundantisimo material postpaleolítico pero que raramente halló rastros paleolíti cos , excepción hecha, para el
Solutrense, de la punta de Les Planes ya aludida. La concl usión que
podemos sacar de esta exposición es que realmen te en Gerona hay Solutrense y no lo hay en Tarragona, puesto que ambas zonas han sido
trabajadas de forma semejante con bien distintos resultados. Sin em bargo, creemos que una prospección a fondo de esta última provincia,
en zonas no tocadas por el Dr. Vilaseca , que son también numerosas,
podría dar sorpresas en forma de materiales paleoliticos; en ese cami no hacia el Sur han sido señalados algunos hallazgos, supuestamente
magdalenienses, en el karst de la costa de Garraf (B ar celona).
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IN OUSTRIAS UTICAS DEL PA LEOLlTICO
"
No obstante. la tentación de encontrar un camino seguro que
uniese el bloque gerundense con el valen ciano ha ll evado a más de
una teoría aventurada , a más de un equilibrio en las distancias para
encontrar esa relación. Personalmente creemos en la rel ación abstracta . a nivel de ideas. pero no necesariamente a nivel de utillaje. de
restos palpables de esa conexión. Y otro punto importante por el que
abogamos es por la indistinta dirección de esas relaciones ; tanto pudo
influir el Parpalló en SerinyA como Serinya en el Parpalló. tomando
los dos lugares más representativos de ambos grupos y teniendo en
cuenta el paralelismo cultural fácilmente deducible a partir de unos
estímulos similares o de unas tradiciones anteriore s convergentes.
[page-n-41]
EL REClAU VIVER
Antes de adentrarnos en el estudio preciso del Reclau Vivero vamos a cita r 105 demás
abrigos de la tona en los que se han realiudo hallazgos arqueol6gicos. His tóricamente la primacia corresponde a la Bor a Gran d'En Carreres, cuyas primeras excavaciones tuvieron lugar hace más da cien ados (Alsi us, 18711 por parte del farmacéutico badoJease Pere Alsius i
Torrent ; en el yacimiento que nos ocupa los trabajO$ se realizaron durante los años 40 po r
parte de J . M. COTominas, bajo la inspección de L. Pericot; el primero de ellos realizó asimismo labores de prospección en Mollet 1 y en la Cova d'En Patl, todo ello durante la referida dé·
cada. Las colecciones particulares guardaron gran cantidad de materiales provinentes de la
zona, por lo que en ocasiones fue sólo el estudio tipológico de esos hallazgos lo que pudieron
hacer los prehisloriadores, sin poder profundizar en el del yacimiento en si, en su entorno, en
su tipo de tierras, estratigrafla, etc. IPericot y Maluquer, 19511.
A principios de los años 70 se prosiguieron de manera regu lar las excavaciones, ya que
los sondeos no fue ron nunca abandonados sobretodo por parte del Dr. Corominas. Fueron reconocidos hasta cinco puntos en la ZOl)8 de la cueva de Mollet (1,11, etc.l, se trabajó en la Cava d'En Pau y en sus cercalÚas (Pau 11, Davant Pau) y, sobre todo, se excava L' Arbreda, yacimiento clave de la zona en el que un sondeo realizado por Corominas llegó hasta los 9 metros
y donde hoy trabajan el S. 1. A. de Gerona y un equipo del profesor Lumley de la Universidad
de Provenza, como ya hemos señalado con anterioridad.
Otros agujeros detectados en el travertino han ido dando sedimentos, en ocasiones férti ·
les. y se conocen, par ejemplo, la Cava Costa, el Cau del Codony, el Cau del Roure. I'Abric
d' En Genover, etc. lEstévez, 1976a, en Canal y Soler, 1976, p. 1301.
Concretándonos al Reclau Viver, éste se encuentra en la zona de Serinyá, pueblo situado
a unos 6 kilómetros de Banyoles y casi a 25 de Gerona. Está comprendido en el complejo de
yacimientos que se abren en el travertino, producto del ,istema de lagos que en la comarca
marcaron la pauta en épocas pasadas, el de Espolia, el miS!JlO de Banyoles, etc. ISanz, 1972;
JuliA, 19771. Dicho travertino dio lugar a nume rosos abrigos que fueron rellenAndose de sedimentos, en muchas ocasiones producto de la presencia de l hombre del paleolltico en la región . Al pie del sistema de cuevas y abrigos corre un pequeño riachuelo, el Serinyadell. Para
una situacIón exacta de la zona debemos remitimos de nuevo al libro citado en el apartado
anterior en el que puede contemplarse un preciso plano, obra de E. Sanz, ~n el Que se observa
la disposición de los y¡¡cimientos y las curvas de nivel que marcan de manera decisiva la topagrana del lugar ICanal y Soler, 1976 , p. 131).
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INDUSTRIAS UTICAS DEL PALEOLlTl CO
Su génesis fue una diaclasl en el corte del ya mentado travenino de Espolia producido
por erosión nuvial del Serinyadell; la forma defmitiva fue modificada con seguridad por la
acción del agua al mtrarse por el poroso material que forma la cueva tCrusaront y Thomas,
1950),
El yacimiento tiene en su entrada un vesUhulo, pequetla sala de poco más de 20 metros
cuadrados, donde la estratigrafla apareció revuelta, Una prolongación o galena dio la estra·
tigralla deseada en los taludes que en ella fue ron distinguiéndose,
Citléndonos en primer lugllI' al vesUhulo, ya su excavador sedala la mezcla de materiales
que van desde los romanos al Paleolltico (Corominas, 1949; p, 441 : se han identificado cerá·
micas sigillata, ibérica, campaniforme, cardial, mezcladas con I1tiles en sUex, cuarzo o cristal
de roca como dorsos rebajados, raspadores, puntas de aletas y pedl1nculo foliáceas, buriles,
etc, Es de destaca r un recienÚsimo estudio, al1n inédito, del conservador del Museo de Ba·
nyoles, J , Tarrus, acerca da los niveles cerámicos de est.a cueva (Tarrus, 19781. La .Drofunm·
dad de la excavación en esta parte da la cueva llegó casi a Jos dos metros, en capllS de 20
cantJmetros, numeradas del I al 9 y por sectores, de complicada reconstrucción,
La parte que ofrece un mayor interés es la gale ría, en la cual los seis taludes en que se di·
vidió la excavación llegaron en algunos casos hasta los 5' 40 metros de potencia, Los niveles
estaban intactos gracias al desplome de la bóveda que preser vó, desde el final del Solutrense,
la estratigralla depositada hasta aquel momento,
El primer talud es casi inaprovechable ya que se extrajo para penetrar en la galerla desde
el vestlbulo, para abrir un hueco que comunicase la cavidad con la meseta del Reclau, Desde
lo alto de la misma prosiguió la excavación de los taludes, hasta seis,
Desde la superficie hasta 1'50 metros, aproximadamente, abunda la cerámica lisa, o con
sencillos cordones y 11515, de tipo neolltico, Entre 1 y 1'50 metros se hallaron restos de un en·
terramiento eneoUtico, e incluso se cita un fondo de cabada neoUtico (Corominas, M" 1960;
p, 131, La tierra es arcillosa y rojiza,
Hasta los dos metros hay una potente capa de bloques de travertino, en realidad la bóve·
da de la cueva calda a fmales del Solutrense, cultura 5ubyacente de forma inmediata, sobre
la cual el derrumbe actuó como aislante de posteriores mezclas,
Entre los 2 y 3'20 metros tenemos 105 inequivocos restos del Solutrense, que han sido tos
estudiados a fondo y analizados para el presente trabajo, Si bien los primeros 20 centJmetros
eran casi estériles, entre 2'20 y 3'20 metros la abundancia de utiles era clara y slntoma de
una época floreciente para los habitantes de la zona, Son los niveles denominados por su ex·
cavador E y F Y que fueron estudiados por M, Corominas (Corominas, M" 19601. Nos indica
que el nivel 2'80-3 metros es el más fértil, circunstancia que disminuye cuanto més superfi·
cial es la capa; del32 "en el primer caso pasamos a un escaso 6 "del total de los útiles en la
capa 2,2' 20 metros, La tierra solutrense es negra en gran pllrte de la potencia que aharca,
con un pequetlo nivel amarillento en la base,
Los siguientes niveles, hasta los 4' 40 metros aproximadamente, fueron los considerados
como pcrigordienses por Corominas, tal como han ido quedando fijados los tipos en 111 biblio,
gralla hasta la revisión que sobre ellos llevó a cabo nuestro compañero Jordi Esttivez en su
Tesis de Licenciatura IEstévez, 19751, En ella tiende a considerar más bien dos conjuntos, in·
feriar uno, auriñacoide, y otro que denomina de industrias gravetoides, Un buen resumen de
sus teorlas figura en el aludido libro sobre el Paleolltico gerundense (Estévez, ] 976b, en Ca·
nal y Soler, 1976), De ahl entresacamos los datos para los niveles C y D, los aludidos grave·
toides, en los que dominan los abruptos, con mayor variedad de tipos en D; los simples les si·
guen, con buen índice de raspador y de raedera; los demás grupos qucdan algo relegados,
nl1n con ligero dominio de los sobraelevados como residuo del momento auridaciense ante·
rior, En C predomina el color negro de la tierra, mientras que en D 10 hace el rojo,
El metro de potencia que queda hasla el fondo de la cueva está ocupado por las capas A y
B, ésta de unos lO CenÚmetfOS de potencia (4'40-4'70 metros) y la primera hasta el final, des·
de 4 '70 a S' 40 metros, Con el descenso de los estratos su color va oscureciéndose, pasando de
claro a totalmente negro, Dominan los útiles sobre retoque simple, con abruptos y sobreele·
vados en cantidades semejantes y cercanas a aquéUos; es la fase de industrias auriñacoides
que inicia el ciclo de habitación del yacimiento, pero no de la zona de SerinyA, donde han sido
[page-n-43]
J. M.' ruuOLA Pf.:RICOT
deteClados ricos y muy abundantes restos del Paleolltico Medio en el fondo de la cata de 9
metros llevada a cabo por Carominas en L'Arbreda ¡Soler, 19751y en la cueva del Mollet l.
Las dataciones radioca rbónicas realizadas d an unas cifras contradictorias, por lo que
hay que sospechar que dichos análisis, rea lizados en los laboratorios de la Unive rsidad ame,
ricana de Michigan, sufrieron alguna a lteración en su recogida o en su proceso de análisis,
Las fe chas que se nos ofrecen para la fase auritl.acoide son: IMutl.oz, 19671.
M 10ZO 14' ZO·4' 40 metros)
14Z S0±Soo BC
M 1015 14'60·4' 80 metros! ,.. 1461 0 :t6oo BC
M 101614 ·80·5·00 metrosl .. 16750.t800 BC
La evidencia de una contaminación es clara, ya que las fechas para el Auriñacie nse son
superiores al 30000 BC, llegándose en ocasiones hasta los 40.000 anos BC.
Para el periodo Perigordiense, hoy conjunto gravetoide, se obtuvieron las siguientes fe·
chas:
M 1017 \3 'ZO· 3'40 metros) ., IZ800 :; 600 BC
M 1018 \3 '40·3'60 metrosl ., I Z850 ±600 BC
Siguen siendo las dataciones muy recientes, con diferencias gra ndes sobre los conjuntos
gravetienses clásicos, que se situan, grosso modo, entre el ZS .OOO y el Z3 .000 BC.
Por fin, para el Solutrense, el análisis M 1019 dio una feche de 1 I Z50 +600 BC que se
ajusta tigcramenl.e mejor a la realidad, pero sin emba rgo aun son varios los miles de años que
nos separan del Solutrense SU{lerior en sus dataciones clásicas. Cabe concluir, por tanto, 1
0
dicho anteriormente, que una contaminación afectó las muestras, ya que, apa rte de la gran
diferencia que separa las fechas del Reclau Viver de las de las secuencias clásicas, tampoco
es lógico que una potencia sedimentológica de casi 3"50 metros se haya depositado en sólo
5.500 años, los que abarcan las fe chas. Es de destacar que un fenómeno semejante en cuanto
a fechas eITÓneas lo tenemos en las de la Cueva de Amb rosio, según veremos en su momento
oportuno IRi poll, 19611.
El trabajo en hueso es más abundante en los niveles inferiores que en los superiores.
Abundan los punzones de sección le nticular y base partid a o a bisel. Ya con el Solutrense a pa·
recen las varillas semicillndricas y las finas espátulas ; ab undan los huesos con muescas. En
el SOlutrense se identificaron 193 utiles en hueso ¡Corominas, M., 1960, p. 20lo
La fauna ha sido clasificada de forma bien distinta. Para los niveles solutrenses Villa Ita
rea lizó una labo r a fondo y halló f.Erinaceus europaeus., . Un us spelaeus.., . Vulpe:s vulpe:s..,
.Hyaena spelaellJ, cFelix linx pardina spelaea., . Ory ctolagus cuniculus., depus ti midusJ y
~variab¡¡¡s., .Sus scrofa~ , eBison priscus., .Bos sp .• , .Bos taurus., .Cervus capreolus., cEquus
caball un, cAsinus hydrun u nun, «Rupicapra rupicapra., .Capra iheD, cCorvus corax., .Cac·
cabis petrosa•. cLutra lutrao, eGypS" . Lacerta ocellna., un pequeilo rragmento de cRangifer
taraodus., . Capra sp .• , ePhylTocorax phYlTocorax., murciélago y algunas vértebras de peces
IEstóvcz, 1976b, p. 1341.
A destacar el controvertido fragmento de reno, un trozo de cuerno de muda que viene a
un irse a los que han sido du rante mucho tiempo únicos en la zona pirenAica catalana, los ha·
liados por Pere Alsius IAlsius, 18711 en la Bora Gran d·En Carreres y clasificados por Harle<:
!Harlé, I 88Z1 como de cuerno de reno y los que estudió el mismo paleontólogo fran cés de la
colección Bosoms, dos fragmentos más de cuerno de reno (Harl6, 1911 1. Los restanteS hallaz·
gas de reno de la peIÚnsula se encuentran todos en la franja cantábrica , desde Asturias (Tito
Bustillo1 a Guipuzcoa IAltxerri, Ermittia, TO
lTe, Astiga rr aga , Lezeuiki. Urtiaga , Aiubitarte
IVI, pasa ndo por Santander (Co valanas, Las Monedas, Morlsl y Vizcaya (Armotxe, Axlorl. Lógicamen te estos restos se concentran en la zona más fria de la penlns ula y en la que por lo
t!'tnto mejor adaptación encontrarian los renos provinentes del Norte para una estancia al pa ·
recer estable. Tal conclusión en ravor de la no espontaneidad de lu incu rsiones del reno en
esa zona peninsular la formula J . Altuna , que tras un detenido estudio de todos los fragmentos de tal animal en el Pals Vasco y resto de costa cantébrica, concl uye diciendo que fueron
muchos de ellos cazados en la estación cálida y no en la fria , como seria lógico si fuesen in·
cursiones esporádicas huyendo del riguroso clima que el Würm imponla en el continente IAI·
tunll , 19711.
[page-n-44]
INDUSTR IAS L1TICAS DEL PALEOLlTICO
Pero volviendo a los restos de Serinyil., el hecho de que los de la Bora Gran fueran frag mentos de cuerno de muda llevó a pensar incluso en el comercio que de ellos se hiciera en liI
Prehistoria. Hay que reafirmarse hoy en esa cuestión, pues esos renos detectados en Serinyá,
tienen atril coincidencia, además de la de ser muda; poseen todos un mismo tipo de fractura.
lo cual nos lleva a pensar en esa importación para obtener de ellos el materilll necesario paca
conseguir los mejores útiles sobre asta.
Los niveles más prorundos del Reclau Vive r no rueron trabajados con tanta intensidad ;
destaca el hallazgo del primer león de las cavernas de Catalunya y poco más ¡Crusaront y
Thomas, 19501.
Pasemos ahora a la industria litica de los niveles solutrenses, estudiada y analizada en el
transcu rso de nuestras visitas al Museo de Banyoles, a cuyo conservador J . Tllrrús ag radece ·
mas desde aqul su amabilidad al facilita rnos el acceso lilas vitrinilS y 8 los propios fondos del
Museo para rescatar de alU un buen número de utiles y hacer al mIsmo tiempo un recuento
de todos los s[[ex que pro porcionaron estos niveles.
Los análisis que hemos realindo pueden dividirse en dos a pa rtados: en primer lugilr los
de los útiles que se hallan bajo la etiqueta de .Soluteense. en las viteinas del Museo; IIpilrecen
numerados de forma salteada e inconexa, siendo asimismo prácticamente imposible hallar
en los cuadernos de excavaciones su exacta atribución a alguna de las c;apas de 20 celltlme ·
tras en las que se exc;avó el yacimiento. Esto imposibilita por tanto descomponer eSla indus ·
t ria eu agrupa.dones menores que podrian arrojar luz sobre la evoludón de ese Solutrense en
la ~ona de Serinya : para ello deberemos remon tarnos a los daLOs que nos orrece M. Coromi·
nas que sitúa, grano modo, los útiles soluteenses en una. estratigrafla idul con tres mamen ·
tos carac;terizados por las puntas romboidales y los foliáceos de base convexa. por las hojas
d e sauce y de pedúnc;ulo desviado y por una decadencia final respectivamente ¡Corominas,
M., 19601. Todo ello, sin embargo. no nos ha sido dado comprobarlo por ¡as circunstandas
más arriba indicadas y daremos los análisis y sus recuentos de form a unilaria.
El segundo apanado del que hablamos es el de las piezas que se hallan en los fondos del
Museo, c; uidadosamente guardadas en cajas etiquetadas, por lo que c;on ellos Si que hemos
podido hacer una subdivisión en dos fases, una inferior, de 2'60 a 3'20 metros, y una supe·
rior, de 2 a 2'60 melros; sin embargo, esas series que luego veremos carecen totalmente de
valor ya que habrla que incluir en ellas los útiles de las vitrinas, lo que ya hemos visto que era
imposible.
La serie final , suma de los dos apanados, .Vitrinas. y eFondos Museo•. habrá que consi·
derurla c;omo representativa del Soluteense del Reclau Viver, sin más precisiolles que las de·
riv¡ldas de la tipologia, que nos orientarán lógiumente hada la fase superior de tal periodo.
La dfra total de piezas estudiadas ha sido de 7.08 6, de las cuales 442 estaban trabajil '
das, un 6'23 "'. En las vitrinas habla 499 piezas, de las cuales un 66'93 '" eran útiles, 334
c;oncre tamen te. Por el conteario, en los fondos del Museo se guardaban 6.578 piezas. con sólo
108 ütiles, un 1'63 "'.
El contraste c;on el total de piezas que ofreció M. Corominas en su estudio no es grilnde
pero si significativo : ella eswdió 5.097 piezas ¡itic;as, de las c;uales sólo 361 eran úti les, un
7'08 "' , algo superior a nuestro porcentaje. Pero es importante desde nuestro punto de vista
que en este estudio consideremos casi un 40 % más de piezas que las que ella vio, y c;asi un
25 " más de útiles.
Entre las piens de las vitrinas habla 12 útiles con dos tipos primarios y el resto, 322 mo·
notipos, Jo cual arroja una suma de 346 tipos primarios. En los fondos del Mu seo los 108 úti·
les analizados dieron un total de 110 tipos primarios, 106 monotipos y dos dobles. LiI sumil
total da una ci(ra de 442 útiles con 456 primarios, 14 dobles y 428 monotipos. En los recuen ·
tos de piezas hec;hos por la lista Sonneville Bordes·Perrot hay que destacar que IIlcanzan los
444 tipos. ya que dos pieus contienen dos tipos, c;oncretamente el 83 1, F3 13.B I 1, anali~ado
romo 70·30, y el 490, B22 ~ LDTJ l. como 36·86.
Estos rec;uentos nos dan como resultado el siguiente cuadro, con las c;antidades acumula ·
tivas y los ¡ndices pertinentes;
[page-n-45]
..
NB
J . M,' FULLOU. PEklCOT
O:I" t.
1
2
3
4
5
7
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84'90
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S 'S5
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95'72
96'17
100'00
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IBt _ I "2
ICA _ 2'70
Estos Indices de a pariciÓn de útiles nos sugieren la adscripción cultural de estll industria
al Solutrense. Mme. Sonneville Bordes coloca el Indice de los raspadores entre un 15 y un
30", por lo que nuestro 12'38" entra prácticamente en ese marSen lógico de variaciones;
como ejemplo paralelo podemos citar el 12' 4 "que se da para el SoluU"ense Superior de OuIlins, nivel 9 ¡Combier, 1967 ; p. 2311,
Para [os buriles nuestro 14' 18 "casa muy bien con las industrias paralelas de Badegoule
(13'91 "1. de Pech de la Boissiére (15'93 "1, de Les Jeans Blanes, serie Oeste 112'52 %1 y de
,
Foumeau du Diable, terraza inferior 11 4'901 ISmith, 19661 Además se se!'lala la superioridad
dellndice de buril diedro por encima del logrado sobre truncadura, lo cual se cumple en el
Reclau Viver con una cifra de 9'84, resultado de 11 '03 IIBd] dividido por 1' 12 (lBU,
El muy bajo Indice de perforador es en nuesU"o caso totalmente nulo,
El Indice soluU"ense, sobre las pieus comprendidas del 69 al 72, a rroja una cifra de
22 '97", con la inclusi6n de los 17 tipos analizados con el numero 92 como diversos, pero que
en realidad eran piezas solutrenses pedunculadas; todo eUo se inscribe en los márgenes normales, que en el Périgord se situan enU"e el 14 y el 44 " ,
Pero pasemos ya a los recuentos logrados por medio de los análisis tipológicos de los úti,
les. En primer lugar la distribuci6n por grupos y clases de la serie de las vitrinas:
S
11< R -
D
p
e
5
56
7
S
53
B sr -
5
sp - 41
P unif - 38
bif - 52
SE R P -
e
A
12
11
20
PDp _ 18
LDT _ 2
5
2
1
12
LDm -
,-
E
P -
11<
29
D-
4
4
3
p -
e -
B sr -
4
R -
1
sp - 22
P unif 7
bif - 4
SE
e
A
LDm
P
-
PDp -
1
9
10
5
E
2
5
-
Tot. .. I 10 t,p,
Las series nominales que se desprenden de estos cálculos son las sisuientes :
Vi tr,
Fond,
5
126
"
A
P
65
26
90
11
SE
8
1
B
E
46
23
11
5
11
Tot. _ 346 t,p.
Para la serie de los fondos del Museo hallamos la siguiente distribuci6n:
S
-
[page-n-46]
INDUSTRIAS L1TICAS DEL PALEOUTlCO
La suma de ellas nos dar' la total del yacimiento en sus niveles solutrenses que hemos estudiado, sobre la que operaremos a partir de ahora,
S
RV .
frec '"
170
,372
A
91
P
101
, 199
,221
SE
9
B
69
,019
E
, 151
456 t.p,
16
,035
La serie ordinal nos permitir' el hallu,go de la secuencia estructural buscada,
R,V,
S 13 P
A
14 B /3 E
SE
En esta serie podemos destacar como elemento mAs significativo el ascenso de 105 planos
un segundo luga r , Ordinalmente la semejanza es total con la serie que deducimos de la publicación de Laugerie Haute ESle ISonneviJIe Bordes, 1960). pero las rupturas estén dispuestas de otro modo,
iI
L HE
S / l p /4A
B
13
E
SE
En efecto, los simples SI destacan de forma c1arisima, fenó meno que ve remos repetidn
més adelante en el Parpalló y en el Barranc Blanc, y los planos guard a n una distancia mayor
respecto a los abruptos que en el ca so que considera mos,
'
El caso del Parpalló, que veremos en $U capitulo COrTespondiente, es algo diJicil y habré
que rectificar las series publicadas [FulJola , 19 76cl para eliminar del Solutrense Superior la
capa solútreo'gravetiense qUilo contamina y asl poder observarlo con una mayor pureza, En
tal caso las rupturas estarén dispuestas de igual forma que en el Reclau Viver, pero con valo,
res distintos, de primer grado entre S y A, de tercero entre A y B Y de cuarto entre B y E,
Todo ello nos conforma una industria solutrense que hay que deducir como pertenecien te
a ur] momento avanzado, si bien echamos de menos siempre la posibilidad de desglosar estratig rMicamente 105 útiles de las vitrinas, los mas nume rosos, pa ra poder hallar en la serie total
Wla evolución. La di$tribudón que hallamos comparando las dos series (Vitrinas y Fondos MuseOl, es totalmente i n homog~nea, según se desprende del resultado del test de homogeneidad
X' realizado, con una cifra de 15'3 6J localizada en la tabla de Pearson entre 0'0 1 y 0'001.
Esto esté causado por el subjetivismo que dominó al escoger las piezas destinadas a las vitrinas, dejando olvidados en mucha meno r proporción los planos, que son los de distribución
més inhomogénea, y los buriles, por encima del resLO, que realmente estén en pn;!porción semejante en ambas series.
La serie de las vitrinas tiene, por el contrario, una distribución totalmen te homogénea
respecto a la total; el test de homoge neidad dio una cifra de 2'04 1, cnmprend ida elllre 0'90 y
0'00, es deci r, que no ha sido el azar sino la realidad del hecho el que ha llevado a lu serie de
la vitrina a ser homogénea en su reparto respecto a la total.
Vumos u udentn rn os ahora en las consideraciones que se desprenden de ulla revisión a
fon do de los datos que M, Corominas nos ofrece en su obra inédita sobre el Reclau viver ICo·
raminas, M" 19601, En ella pudo reconstrui r la autora aún la estratigralla del talud y del ya·
cimiento a punir de la situación de los útiles, y nos ofrece unos someros recuentos por cupas
de 20 centimetros, los cuales vamos a exponer a continuación convenidos en series nomina·
les por modos de retoque.
2 2'2 mU.
2'2·2'4 mU.
2' 4 2'6 mU.
2'6·2'8 mu,
2'8-3"0 mts.
J'O·J '2 mts.
Sin niv, defin,
S ~rJ
•
4
10
21
30
3
lB
9
31
B
3.
23
S
9
157
56
A
4
•
2
11
12
10
3
..
P
3
3
29
12
SE
,.
4
4
4
B
S
2
I
"
76
28
52
B
I
I
12
3
3
9
16
4
~
361 Lp.
[page-n-47]
.
J. M,o FULLOLA. PERlCOT
La serie total que se desprende es la siguiente:
S
157
.434
P
76
.210
•
52
. 144
A
4.
.133
SE
2B
.077
Con las rupturas obtenemos la secuencia estructura l:
S l i p / lB
A
13 SE
El primer comentario que podemos hacer, en comparación COn la serie hallada en nuestro
recuento. mucho més completa y exteD5a. es la de que los buriles lienen aqul una posición
que sobrepasa a la de Jos abruptos. lo cual nos mueve El pensar en un error en la identificación de tales (¡Liles seguramente debido a la mala fractura que ofredan algunas de las piezas
de l yacimiento. Los simples también se ven beneficiados en los recuentos de M. Carominas.
con un notable aumento del 6' 2 %; su posición privilegiada aumenta al ser la ruptura de pri mer orden en vez de tercero como ea la nuestra.
Lógica la plan. de los planos, con una oscilación porcentual m!nima respecto a nuestra
serie debida sin duda a que son los foliAceos los lltiles mejor reco nocibles en cualquier conj unto y rueron rllcilrnente identificados en la clasificación orijinal.
El test de homogeneidad entre las dos series, la da M. Corominas y la nuestra , da un resultado de 35' 136 , totalmente inhomogéneo, Sin embargo hemos de hacer hincapié en la cir"Cunstancia da que sus lltiles sobreelevados son de dificil identificación, asl como es imposible
saber los cecailléas. de su serie, Por lo tanto este test puede quedar en una lógica reserva,
Si repetimos al test eliminando esos dos grupos me nores, SE y E, tenemos una cifra de
7: 309 que significa homogeneidad en el reparto, pero con reservas, Esto se aj usta ya mlls a la
realidad, puesto que al fin y al cabo los útiles clasificados ha n sido los mismos, pero con una
ampliación por nuestra parte,
Un último paso con las series de M. Corominas va a ser intentar encontrar en las secuen'cias por niveles los mome ntos que ella distinguió, que eran tres, como ya hemos sefialado anterio nnente, Para ello haremos tests dos a dos con las series adyacentes, eliminando los sobreelevados, jugando sólo con los cuatro grupos mayores, Sus resul tados son:
2'0,2' 2
2'2·2'4
2'4-2'6
2'6·2'8
2'8-3'0
2'2-2' 4
2' 4-2'6
2'6-2'8
2' 8-3'0
3'0-3'2
mts,
mts,
mts,
mts,
mts,'
0'626
15'704
17'374
1'537
3'0 46
(0'9·0' 81 Homogeneidad,
10'Ol -0 'OO lllnhomogeneid ad,
(mAs allá de 0 '001) lnhomogeneidad,
1 7-0' 5) Ho mogeneidad.
0'
(0'5-0 '3) Homogeneidad.
As! pues observamos dos discontinuidades que nos separan tres grupos: por un lado los
niveles de 2 a 2'40 metros; por otro la capa de 2' 40 a 2'60 metros ; y por ultimo. los 60 centi ·
metros de potencia de 2'60 a 3' 20 metros, La homogeneidad interna de estas tres agrupacio·
nes es evidente, comprobada en las dos primeras; en la tercera el test de homogeneidad dio
una cifra de 4'81 1, lo que representa una diferencia no significativa, una coherencia interna,
como en los otros dos grupos,
Estas tres asociaciones pueden ser las halladas int uitivamente por M, Corominas en su
estudio, el nivel de foliáceos de base convexa y puntas romboidales 12'60,3' 20 metros!. el de
escotaduras, pedunculos desviados y hojas de sauce 12'40 -2'60 metrosl, y el final , ya poco
fértil (2-2' 40 metros). En favor de eUo tenemos que precisamente en este nivel medio de 2'40
a 2'60 metros es en el que dominaD los foliáceos incluso a los simples, y con direrencia, Sin
embargo, hemos de repetir el hecho de no haber podido realizar personalmente las identifi ca ·
ciones de los utiles en la estratigrana, y por lo tanto estos datos son meramente orientativos,
aún cuando casan aparentemente, y qub:ás realmente, con la realidad del yacimie nto.
Cualitativamente el útil de mayor personalidad de la cueva en este momento solutrense
es la punta da pedunculo desviado o asimétrico. Estos utiles son de casi exclusivo hallazgo en
[page-n-48]
INDUSTRIAS UTlCAS DEL PALEOUn CO
Serinyi y su zona, pese a algunos lejanos y dudosos paralelos (Conde de la Vega del Sella,
1916. lém, XXIlII. En realidad no ban sido mAs de 15 las piezas de estas caraclerlsticas en·
contradas en el Reclau Viver, cifra sin embarlo relativamente importante si tenemos en
cuenta el total de la industria. En la zolla de SerinyA señalaremos otro hallazgo de este tipo
pero no ta n diAfano en L' Arb reda, donde la gran hoja solutnmse encontrada en las excava·
ciones de 1975 apunta una lilera pedunculación desviada leve pero perceptiblemente ¡Soler,
1975 , p. 361. Fenómeno semejante está en Sant Julia de Ramis, aun cuando las puntas romboidales no desv lan su incipiente pedunculo tan claramente como en el Rec1au Vivero
Las causas de esta circunstancia no han sido aclaradas hasta hoy, ,i hien las teQrlas son
variadas: se aboga por un origen esp()Dtáneo. al ver una lasca que habla salido con esa forma
naturaliConde de la Vega del Sella, 19 161, por una imitación a partir de la punta de escotadura solutrensa franco-cantábrica ¡Pericot, 1957) o por una evolución local (Corominas,
1949). Nuestra opinión quizés fuera una mezcla de estas dos últimas, pero hemos de tene r en
cue nta que en el Reclau Vi ver no bay ning una punta de escotadura l olutrense en el sentido
clbico. y sólo dos láminas de escotadura y dorso rebajado. pero ya del tipo levantino. Nos de·
cantamos milis bie n por ulla difusión de ideas, pero que por si solas no fru ctificarfa n de no ser
que recayesen en una zona abonada y con unas caracleristlcas que pennitiesen su desarrollo
como la que nos ocupa. No DOS inclinamQ$ por tanto decididamente por el difusionismo, pero
e l paralelismo cultural es en este caso de dillcil concepción, ya que no se conoce ningun otro
centro productor de pietas de pedúnculo asimétrico : en consecuenci a parece también muy
lógico decidirse por una variante local. fruto de la variedad tipológica solutrense que hemos
visto y veremos, que se ve interrumpida por el camhio de orientación en los tipos. En efecto,
M. Carominas centra este momento en el nivel medio del Solutrense [2' 40· 2' 60 metrosl, precisamente en la profundidad misma que hablamos intuido a partir de nuestros dlculos sobre
las series ordinales sacadas de los recuentos iCorominas, M ., 1960. p. 63 1: indica también
que se encontraron no excesivamente separadas. excepto dos que no están en el nivel indicado. Todo ello nos induce a pensar en un momento muy preciso y determinado para estos útiles, fósiles directores aquI de un momento medio dentro del Solutren5e Superior del RecJau
Vivero
En resumen diremos que bemos tratado un yacimiento de complicada I$tratigraOa y que
seria qubás más comprensible si una nueva visi6 n general pudiera establecerse en base a
una revisión a fondo de los diarios de excavaciones de la zona. A un asr. nuestros niveles han
quedado bien delimitados en la bibliogr afla y a causa de ellos hemos centrado nuestro estudio en ellos.
auitás el res ultado que aportemos a la Preb.istoria gerundense sean los análisis y sus datos, no explotados hasta sus ultimos llmites, que ofrecemos en este capitulo. Las series no han
podido tene r una sucesión estratigr áfica por los hechos ya indicados y la secuencia estructural final nos habla de un Solutrense en 5U fase media-froal, con elementos variados, como
acahamos de ver, pero dentro de una Unea ortodoxa. El Jndice solutrense. de122'15 %, es una
hue na prueha de esta afir mación, ya que más al Sur observaremos una patente disminución
del mismo hasta valores mínimos; la influencia pirenéica es aún fuerte en esta zo na y las corrientes conti nentales mediatizan las innovaciones locales a las que sus habitantes pudieron
llega r.
[page-n-49]
EL CAU DE LES GOGES (Sa nt Ju lia de Ramis)
El Cau de les Goges constituye. jUllto con el yacimiento que acabamos de estudiar. el mi cleo principal del Solutrense gerundense. por el momento. Está situado a unos 10 Kms. al NE
de la capital y en las gargantas que ha formado el no Ter en aquella zona. conocida por el
Congosto
Las primeras exploraciones que conocemos fueron hechas a finales del pasado siglo por
los se"'ores Vinyes y Palol. que hallaron algunos sllex; con posterioridad. y antes de la exca ·
vación propiamente dicha, M. PaUarts realiz6 alguna cata en los niveles superficiales, encon o
trando también algunos útiles. conjunto que atribuyó de forma provisional al Magdaleniense
atlpico (Pallarés y Wemen, 1929, p. 4251.
La excavación la realizó el mismo M. Pallarés en compañia del prehistoriador alsaciano
P. Wemen y fue publicada de forma ejemplar en el Anuari de I"Institut d'Estudis Catalans.
De ella entresacaremos UrlOS datos generales de estratigratla y del material a rqueológico. sobre el cual volveremos más adelante.
Un buen resumen de esta publicación fi gura también en la ya me ncionada obra sobre el
PuleoUtico gerundense (Canal y Soler, 1976, artículo Soler, 1976a, pp. 6 1 Y ss. Por último
cabe consignar unos recuentos publicados por E. Ripo ll sobre las series del Museo Arqueoló·
gico de Barcelo na . en colaboración con Mme. Sonnevllle Bordes (RipoJl, 1961. p. 45).
La cavidad que forma la cueva es en realidad una gran grieta que ha ido rellenándose en
el transcurso de los milenios sin una aponación visible del elemento fluvial, tan cercano sin
embargo, ya qua al Ter discu rre hoy en dJa unos 30 metros por debajo de l yacimiento y a
unos 50 metros de distancia.
La dis posición de los bloques interiores de la grieta era insegura; se apreciaban algunos
de reciente calda, otros fueron hallados enterrados y los habla aun en su posición original.
pero dispuestos de forma tan insegura que al poco tiempo de la excavación se hundió toda la
pana derecha del yacimiento.
Al iniciarse los trabajos la grieta central terna 9'75 metros de largo y entre I y 1'85 metros de a ncho. Al fi nal de la misma la bóveda bajaba hasta permitir el paso a gatas solamen·
te. Un poco mis abajo, al profundizar los trabajos, fueron descubiertas galerlas, a derecha e
i~uie rda respectivamente de la principal, relle nas igualmente de sedimentos.
Al principio la esterilidad fue casi total hasta llegar a , '5·3 metros, segu n zonas, donde se
detectó un nivel de tierra negra, fino . de 20 ceotlmetros, donde apareció toda la industria del
yacimiento. Esta capa se ramificaba por las galerlas laterales antes aludidas.
[page-n-50]
"
rnDUSTlUAS UTlCAS DEL PAU:OLITICO
En el nivel Cértilse distinguieron dos capas, superior e inferior, y como tal recoge la publicación los útiles. Por nuestra parte hemos llevado a cabo una completa revisi6n de esas piezas, pero por desgrada no se ha conservado hasta hoy esa subdivisión, por lo que podemos
solamente ofrecer una seria total.
Partiendo de la publicación de Pallarés y Wernert hemos reconstruido un poco las series
de ambas capas y la serie total, con lo cual intentaremos acercarnos algo mb a la realidad
que la excavaci6n nos mostró.
Pero antes de adenuarnos en el estudio de la industria Utica pasaremos a exponer los datos raunlsticos que nos oCrece.la publiceción. Aparece el mamut o ..Elephas primigenlus. ~ r
primera vez; en Catalunye asociado a restos b·um8.Oos; A. Cabrera, que clasificó esta Cauna,
individuaUzó una nueva y supuesta especie de caballo, el ..Equus cazurrob, as! nombrado en
homenaje al historiador M, Cazurro; lince, ciervo, conejo y otros cierran esta relación de
mamlCe ros. Entre los moluscos hay «Turritelhu, «Mitra», .PecteDJ, ..Cardiunu, «C}'PueBl, .Venus. y ePurpurBl.
A propósito del IEquus cazurroil se hizo con posterioridad una rectificación; P. Wernert
eruma haber hallado' paralelos totales de dicho tipo, y de Otro hallado en el Cueto de la Mina
(Asturias), con la especie cEquus (Asinus! hydruntinus» (Wer nert, 1956).
La Industria Utica bailada en el nivel Cértil del Cau de les Goges se guarda en el Museo A'r·
queológico de Barcelona, lugar en donde pudimos estudiarla. Otra parte de esa indusma, produ cto de las prospecciones realizadas en el lugar, sobre todo por el malogrado Dr. M. Oliva,
estA en los Condos del S.I.A, de Gerona, lugar que también nos acogió en nuestra labor.
Este último lote coosta de 52 piez;as, de las que 2 1 son útiles, un 40'3 " . Lógicamente su
nivel es indefinido y lo sumaremos posteriormente a los análisis de 10$ útiles provine ntes de
la excavación, puesto que en ella tampoco se ha conservado hasta hoy ninguna indicación de
nivel superior o inCerior, Los años en que fueron recogidos estos útiles del S.LA. de Ge rona
son 1952, unos tres dlas de breve campaila a principios de octubre de 1959, y 1962.
A continuación pasaremos a exponer los datos que se desprenden de la revisi6n de materiales del Cau de 1" Goges guardados en las vitrinas del Museo Arqueológico de Barcelona.
Nos queda la duda de si en los fondos de dicha instituci6n quedan algunas piezas de desecbo
o incluso útiles; sin embargo la coincidencia de lo que bemos analizado con Jo publicado en
1920 es considerable, por lo que cabe suponer de poca importancia lo que pudiera haber quedado sin estudiar.
En total analizamos 115 útiles, un 63' 1 % de las 182 piezas revisadas,
Recuentos piezas M. Arq. Barcelona.
20
B sp -
5
P unif bif -
31
O
S
3
G
11
S R p
115 Ut. -
1241.p.
A
,,
LDm
19
106 monot,
9 dobl.
S
39
•
4
3
•
PO,
SE G
E
A
P
SE
24
50
I
I
Total .. 124 t.p.
5
8
5
E
5
Una visión global de esta revisi6n la adquiriremos con la suma de todos los útiles vistos
hasla el momento y que da las siguientes cifras; de un total de 234 piezas, 136 son útiles, un
58' 1 ". Se han distinguido 145 tipos primarios, con 9 piezas dobles y 127 monotipos.
La serie norninal es la siguiente:
S
47
A
29
P
55
SE
I
• ,
8
E
[page-n-51]
so
J . M,o mUOLA PEIUC OT
Por su parte la distribución por tipos y clases y los r ecuentos le¡ún la lista Sonnevilte
Bordes-Perrot quedan asf:
S Il\ -
1
B
, "
R
D
sr -
N8
Can!
•
1
2
3
4
5
2
, ' 47
1
5
1
1
2
0' 73
0"3
0'73
3'67
0' 73
0'73
1' 47
0 ' 73
0' 73
15
23
29
JO
31
A
,,
LDm
7
P unif - J4
bif - 21
5
3
13
G
., -
N> Canl.
" oc .
1' 4 7
2' 20
2'94
3'67
35
44
"
49
57
7' 35
S'08
S'82
58
60
65
66
69
10'29
11 '0 2
11' 76
1
1
4
1
2
14
14
27
10
6
3
S
'D,
LOT
•
Total .. 145 t.p.
1
5
SE G
E
" oc.
70
72
75
18
13'23
2
2
1' 4 7
4
1' 47
2' 94
76' 47
76
77
2
, ' 47
19' J I
19' 85
0'73
10'29
10' 29
19' 85
•
16' 9 1
17 ' 64
0'73
1'47
Can! .
12' 49
13' 23
13'97
0' 73
0'73
0'73
2'94
N>
78
85
86
92
4
2' 94
80'S8
83' 82
12
1
S'82
92 ' 64
0'73
6' 61
93'38
30' 14
40' 44
60' 29
9
" oc.
73 ' 52
74 ' 99
79'41
100'00
L.a serie ordinal nos dará la secuencia estructural mediante el cAlcu lo de sus rupturas.
,
E / 4 SE
S / 4 A /3 B
Cuantitativamente hay que colegir de inmediato que nos hallamos a nte un Solutrense, lo
cua l ya era sabido de antemano; lo que nos llama la atención mis es la posición denacada de
los foliá ceos, superando 11 los simples y mucho m is a los abruptos. Todo ello puede indicar·
nos, j unto a las observaciones cualitativas, que nos hallamos ante un Solutre nse Medio·Supe·
rior, pero que no llegado en modo alguno a l estadio final da su evolución. Sólo dos verdaderas
puntas de aletas y pedúncul? han sido analizadas, F323 , desgraciadamen te sin cifra de re·
fen!ncia, como hemos visto en los anAlisis. Es curioso que en la revisión de la publicación que
veremos enseguida sólo ha yamos distinguido tambi'n dos claros F323 . Otro dato en favor de
una fase no fmal de este perlodo es la ause ncia de piezas de escotadura levantina, tan sólo
una IlImina de tales caractensticas se ha ana lizado ; en la publicación veremos que se señalan
dos ejem plares, uno de ellos casi un foliáceo. Por el contrario las pinas de escotadura solu·
trense sI que las encontramos, detectándose por ello la presencia del Solutrense Superior.
Nuestro siguiente paso, ya apuntado, es una revisión a fondo de la publicación del yacio
miento ¡Pallar's y Wernert, 1920). De ella extraeremos unas series de ambos niveles y del
llamado «indefinido., que intentaremos contrastar con las que hemos estudiado personal·
mente.
En el nivel H o in rerio r se encontraron 43 útiles, sobre los cuales re conocimos 44 tipos pri·
marioso Los re cuentos quedan como sigue:
S R
P
-
13
>
,•
A
S
S
18
,
,
4
G u -
r-
7
unif _ 5
,
bif - 5
A LO,
B
-
5
'D, ,
2
1
44 t.p.
17
En el ni vel A, superior, fueron 40 los útiles identific ados, reconociéndose también 44 ti.
pos primilrios [36 monotipos y 4 dobles!.
S R
p -
G -
•
6
6
5
S
17
u
'p
-
A LDp
Puni r - 7
bif - 13
-
1
A
,
B
5
20
2
'D,
,
44 t. p.
3
3
1
[page-n-52]
INDUSTRIAS LlTlCAS DEL PALEOLlTICO
"
Si a estos dos recuentos añadimos el de las pie:tas del nivel indefinido tendremos como resultado la visión total de la excavación, que será de 110, con 116 tipos primarios! I 0 4 monotipos y 6 dobles ).
S R -
P
2B
7
B .e -
" -
e - l'
4
P
A
17
S
51
P
2
A LD,
7
f unif _ 17
bif _ 18
,
PD,
12
3
2
,
B
42
Vamos ahora al capitulo de comparaciones entre las series de la publicación '( a su vC:t de
éstas con las que hemos hallado en los útiles del Museo Arq. de Barcelona.
Duscaremos en primer lugar la posible homogeneidad de las series de los niveles A y B. El
test da como resultado 1'296, que en el gndo de libertad 3 está entre O'SO y 0'70, es decir,
que tomemos casi con total seguridad como homogéneas las dos series, sus dife re ncias se de·
ben al azar. La división que establecieron los auto res de la publicación se basó en criterios
cUHntitativos; an el nivel superior observaron una industria solutrense, pero también detectaron la presencia de útiles propios del Paleolltico Superior en general. grandes y de técnica
poco uniforme; en cambio en el inferior los objetos eran de menor tamaño, mejor técnica de
talla y con un aire ya totalmente solutrense. Hoy podemos establecer que ambas series son
fases continuas de un mismo periodo, muy posiblemente de gran precisión cronológica , pues
el estrato es de escasa potencia y por tanto la ocupación debió ser relativamen te corta.
Pasemos ahora a la comparación con las series analizadas. La cifra total de útiles en amo
bos conjuntos no difiere grandemente; cabe seftalar que obviamente omitimos en los recuen ·
tO$ las piens del S.I.A. gerundeose por no pertenecer a la vieja excavación. Pallarés y Wernert hallaron 110 útiles, como acabamos de ver, y por nuestra parte hemos identificado liS;
en cuanto a los tipos primarios la diferencia es algo mayor, 116 por 124 , En las series a comparar juntaremos el raspador sobreelevado con los simples, ya que en la publicación nos ha
sido imposible identificar este tipo de útiles por desconocer sus dimensiones. Prescindiremos
también de los .ecaillées-, que en buena lógica no (jguran en la publicación. Previos estos da·
tos, el test da homogeneidad arroja una cifra de 3' 276, que se halla ent re O' SO y 0' 30, dentro
de los limites admisibles de homngeneidad en la linea del grado de libertad 3. Ello nos de·
muestra que las series confrontadas evidentemente no son las mismas, como en teo ria de·
berla haber ocurrido, pero los limites de variaciÓn son aceptables estadísticamente hablando.
Por ultimo extendemos nuestro estudio a la serie que se deduce de los recuentos lleva ·
dos a cabo por D. de Sonneville Bordes sobre la serie conservada en el Museo Arq . de Barce·
lona; están publicados en un apéndice al articulo de E. Ripoll sobre la Cueva de Amb rosio tRipoli, 1961, p. 4Sl.
Se analizaron 92 útiles, de los cuales 6 son inidentificables para nosotros, pues se trata de
números 92, diversos ; quedan por tanto 66 útiles, que han dado al convertirlos a la tipologla
analltica 87 tipos primarios. La razón está en que el número 3 1, buril múltiple diedro, 10 consideramos no como un sólo útil, sino comn dos.
El re parto por modos y grupos es el siguiente :
S R
G -
20
17
B sp -
Punif bif -
S
14
17
A
2
LD
LDT
9
3
Total ", 87 t.p.
La serie nominal que se deduce queda asl :
S
37
A
14
P
B
31
5
Fácilmente nos damos cuenta de que [a serie tiene concomitancias muy directas con las
que hemos hallado más arriba para la publicación de Pallarés y Wernert. Ull test de homoge.
neidad entre ambas nos da el resultado de O' 106, que represellta una coherencia practicamente total. pues se halla incluso por encima de la probabilidad 0'99.
[page-n-53]
"Si queremos extender la comparación a las tres series que hemos estudiado, la nuestra. la
J . M,' FUllO!.A PEIUCOT
de Sonneville Bor des y RipoU y la de Pellaris y Wemen , veremos q ue un {est de homogeneidad nos proporciona una cifra de 2'949, comprendida entre 0' 90 y O'SO, lo cual significa lógicamente que la similitud que existe entre los tres conjuntos t i grande y significativa de que
las variaciones halladas por los tres investigadores soo debidas puramente al azar.
En el aspecto cualitativo de la cuestión, es indud able que en el total de la industria se de·
tectan mAs elementos afcaicos que evolucionados, qu e tienden més hacia ralces mUlteríanses y saJutrenses iniciales ¡puntas de cara plana' que no I futuras Cases ma gdalenienses. Por
ello habla mos antes de un mo mento de Solutrense Superi or inicial para esta (ase que estudiamos en el Cau de les Goges; el pedúnculo incipiente, desarrollo de las piezas r omboidales, daré en el (uturo productos como las piezas asimétricas del Reclau Viver y el destacado
pedúnculo con aletas latera les del Parpalló algo mis adelante. Este uti! tie ne sus claros pa ra lelos fra nceses (Kelley, 19551 y en realidad no es més qua otra muestra de la variedad tipológica que el Solutrensa produjo co n su presencia en estas zonas.
Las posibles relaciones de los dos nueleos 50lutrenses hasta ahora estudiados es u na interesante cuestión planteada ya en diversos estudios. La escasa treintena de ki lómetros que separan ambos yacimientos son un dato en favor de ellas; tipológicame nte el paralelo es claro,
pero no puede pu ntu a lizar.ie en u n momento concre to de la larga evol ución del Re cJa u Vive r
la fase estudiada en el Cau de les Goges; ésta es mucho mis co rt a. como lo demuestra la escasa potencia del exiguo groso r del estrato (énJl de este yacimiento.
Tocando útiles concretos, diremos que alguna pu nta da escotadura solutrense y alguna
hoja de laurel son de una factura tao igual que podrla aventura rse la teorla de que fu era n hechos por una misma mano, aun cuando sabemos lo muy arriesgado de ta l aJirmaciÓn .
En general podemos admitir un contacto entra ambos yacimientos, o al menos una idea
inicial común, ron un desarrollo posterior variado debido a las partic ul aridades propias de
cada gru po.
[page-n-54]
OTROS HALlAZGOS EN LA ZONA CATALANA
Una vez concluido el estudio de los dos yacimientos clásicos del Soluuense en Catalunyu
habla que citar co n algún detalle 105 puntos donde se han encontrado utiles atr ibuibles a este
periodo en nuestro paJs; de hecho ya he mos aludido a cUas en la introducción de este capitulo, pero ahora nos detendremos algo más en ellos.
En la industria que ha aparecido en el lugar conocido como _Oavanl Pa ul por hallarse delante del abrigo del mismo nombre, fue detectado un nivel decididamente saluaense en los
materiales excavados por CoroIDin as en 1947. Se trata de la capa de 20 cenUmelros que se
halla a 3'4(}.3'60 metros de profWldi.dad y en la que destacan dos puntas pedunculadas a.simétri cas como las reselladas en el Reclau Viver y una punta de escotadura SOJutrense I~oter.
1976bl. En la actualidad se está procediendo a una clasificación del material para su posterior estudio a (ondo.
El yacimiento de L' Arbreda es, en apariencia, la clave que puede desentrañar la sucesión
de culturas que pasaron po r la tona de Serinyé en la Prehistori a . En el sector Alfa, cata de casi 9 metros de profundidad llevada a cabo por los sel'lores Corominas y Canal, se ha detectado
desde una Edad de los Metales en superficie hasta un Musteriense muy rico y con unos tres
metros de potencia. Hoy la zona ha adquirido una importancia capital desde su compra por
parte de la Diputación de Ge rona; en ella efectúan trabajos los servicios pertinentes de dicho
organismo, el S.LA., en colaboración co n el profesor fra ncés H. de Lumle y y su equipo. En
concreto L' Arb reda lleva ya cuatro campañas estivales con resultados lógicamente aun no
publicados y de dificil elaboración en el momento actual, ya que deberén estar en intim a ca·
nexión con los que vayan desprendiéndose de los niveles inferio res, aún po r excavar.
En la cata aludida, el nivel teóricamente solutrense eu de gran variedad y riqueza, por
los materiales que hemos vis to. Habla puntas solutrenses, hoj as de laurel. puntas peduncula ·
das asimétricas, junto a objetos ya no tan típicos como microlitos. raspadores, etc. ¡Soler,
1976cl. El úti l més destacado es la hoja de incipiente pedúnculo hallada en la campaña 1975
y que ha pasado a ser casi el simbolo del yacimiento ¡Soler , 1975 y 1976c, p. 1521Los siguientes materiales que vamos a comentar son los pertenecientes a la colección Bo·
soms, para cu yo estudio 'nos basamos sobre todo en 105 datos de una pub]¡cación de los años
50 ¡Pericot y Maluquer, 19511. Se refie ren en primer lugar a unas piezas que proceden del
yacimiento de la Bora Gran d' En Carreres y que los autores dan como ProlosolUlrenses. Por
su parte J ordé se Inclina més bien por un momento ya plenamellte solutrense debido a la
gra n proximidad del Reclau V¡ver y po rque estos útiles no llevan indicacióll estratigrélica ill·
[page-n-55]
54
~.
M,' ruLLOLA PEP.IC OT
¡una ¡JardA. 19551. Las piezas en cuestiÓn soo una punta de cara plana 1seguramente F 141 Y
una raedera roliácea IF 11 1.
De la misma colección Bosóms proceden dos (¡tiJes presuntamente solutrenses hallados.
en Els Encantats, yacimiento asimismo enclavado eo el DUcJeo de Serinyé. Se trata de una
punta foUéce. hiapuntada y de retoque invasor bifaciallFJ 141y de un elipsoide (oliáceo. qui·
ds un raspador, también con retoque bifaciallF3lSI. El hecho de que no haya tampoco ninguna indicación estratigráfica y de que el yacimiento sea de tendencia més bien neolftica
puede cuestionar la adscripción solutrense de estol materiales.
Hay que hacer por I1ltimo hincapié en la punta de retoque solutrense bifadal señalada en
la provincia de Tarragooa, concretamente en Les Plaoes, cerca de El Molar IVilaseca. 19361.
Pese a su af1nIlación inicial, el autor parece rectificar en una carta dirigida a F. Jordá en
1952, donde le confiesa sus dudas y se inclina por un origen neoUtico del útil. Por su parte el
mismo Jordá insiste en su idea de una frontera gravetiense en TarTagona que bloquearla el
paso del Solutrense catalán hacia el Sur y viceversa lJordá, 19551.
Ya hemos expuesto en la introducciÓn nuestra idea de un muy posihle tránsito de ideas o
de elementos de Norte a Sur o de Sur a Norte, sin que sea obstáculo insalvable el reducto grao
vetiense de Tarragona. Hay muches zonas no tocadas por el infatigable Dr. Vilaseca y no nos
extraflarla que en ellas surgiera el eslabón paleoUtico necesario para disipar las dudas que
hayal respecto del paso del PaleoUtico por la zona.
[page-n-56]
CONCLUSIONES SOBRE LA ZONA CATALANA
El Solutrense en Catalunya es una cultura que llega ya formada y
que se establece aquí durante lo que podríamos llamar Solutrense Me dio fran cés. Los datos cronológicos. escasos y contradictorios, que poseemos no ayudan. en absoluto, a centrar en concreto el momento 50 lutrense en nuestro país.
Nos pare ce no errar si hacemos venir el influjo solutrense de
Fran cia; pero hay que matizar: no de la Francia cántabro-aquitana.
que extiende su influencia sobre una gran área del pais vecino y de la
península, sino más bien de los centros difusores del mundo medite rráneo O meridionales. en el bajo Ródano. En otro lugar de esta obra
se tratará el tema del origen del Solutrense, pero es indudable que un
foco originario está en esa zona y. muy posiblemente, el Solutrense
catalán sea el desarrollo local de una rama de ese núcleo.
Una vez captada la idea solutrense en esta zona pirenaica catalana, se adapta a las directrices propias de los habitantes, a sus necesidades y a sus ideas. Como producto de ello, con el paso del período
medio al superior, los tipos de útiles se diversifican, dando lugar a variantes locales, como la ya aludida punta de pedúnculo asimétrico,
desconocida en cualquier otro lugar del mundo, al menos con la persistencia, regularidad y claridad que en Serinya. se observan. Otro elemento caracteristico y cuya influencia habrá que , cuidad'bsamente,
buscar en las zonas más meridionales, es el pedúnculo, o su atisbo,
notorio en muchos útiles ; en concreto tenemos las piezas de Sant Julia.
de Ramis, que constituyen un buen indicador del paso de la hoja de
laurel a la punta romboidal, y de ésta a la pedunculada ;,ya en Valen-
[page-n-57]
"
cia veremos cómo se le desarrolla a esta última fase unas aletas late·
J . M.' I'ULLOtA PERICOT
rales muy bien remarcadas y que constituirán el fósil director del 50lutrense Superior en el reslo de la península, si exceptuamos la franja
cantábrica, englobada en la zona de influencia francesa.
El clima fue frío, si nos atenemos a la fauna y a la espera de los re sultados palino16gicos de los análisis de L'Arbreda. En favor de ello
está, sobre todo, el reslo de mamut del Cau de les Goges, así como los
restos de reno de Serinya; estos últimos son, sin embargo, producto de
la muda periódica de la cornamenta de ese animal y. por lo tanto, hay
que concebir su presencia como producto de intercambios o migraciones que lo trajeron de regiones más septentrionales. Eran, además, el
elemento más preciado.para obtener de ellos la materia prima de azagayas y punzones, por su espesor de material aprovechable que recubría la parte interior y esponjosa del cuerno. Esto podría explicar
de algún modo su traslado hasta Serinya, lugar a donde muy posiblemente no llegó nunca el reno vivo.
Por otra parte, el animal que más abundantemente encontramos
en todos los yacimientos solutrenses es , l caballo, así como el conejo
e
entre los pequeños mamíferos. A destacar la posible nueva especie
que A. Cabrera pensó hallar en el Cau de les Goges de Sant Julia de
Ramis, el «Equus cazurroi», que posteriormente fue identificado por P.
Wernert como un ya conocido «Equus (Asinus) hydruntinus».
Los restos solutrenses se nos han conservado «in situ», sobre todo
.debido a que en la zona gerundense , casi exclusiva en los hallazgos de
este período, se registró algún cambio espectacular climático o ecoló gico, o quizás de movimientos telúricos, no ilógicos por la cercanía de
la región volcánica de Olot, lo que provocó el hundimiento de bóvedas
en Serinya y su abandono; este fenómeno de abandono se detecta
también en el Cau de les Goges, si bien· allá fue quizás el período de
habitación mucho más corto que en la zona del Reclau Viver, donde
los restos se remontan hasta el Musteriense .
En L'Arbreda y en la provin.cia de Tarragona- están, en nuestra
opinión, la s claves del Solutrense catalán; en la primera para su estu dio y en la segunda para rastrear el camino de las influen cias entre
Norte y Sur. De L'Arbreda lo esperamos todo por los excelentes me dios empleados en su excavación, que ofrecerán una serie de datos de
in estimable valor para la secuencia del Paleolítico Medio y Superior
de la zona. En lo que concierne a Tarragona, no diremos otra cosa que
hay que trabajar mucho más las zonas no tocadas por el doctor Vila seca para intentar destruir el mito de la frontera gravetiense que propugna Jordá, al que , sin embargo, hemos de atenernos por falta de
pruebas contrarias.
[page-n-58]
IN DUSTRIAS LITICAS DEL PALE OLlTICO
"
Catalunya representa, en fin, un lugar de mezcla de influencias,
unas provenientes de la costa mediterránea francesa, otras del bloque
cántabro-aquitano por el camino pirenaico, y otras del Sur de la
península, pero que no se harán patentes en gran medida. Sobre el
substrato indígena, la cu1tura solutrense ejerció una misma influencia
. con distintos resultados, que tenian, sin embargo, puntos de contacto;
la ya clara tendencia «valenciana» de las escotaduras abruptas y las
aletas y el pedúnculo se refleja en Catalunya con atisbos· de ello, mediatizado por los influjos septentrionales: todo esto ofrece un panorama resultante, que es el Solutrense catalán que acabamos de estudiar,
yen el cual podrá profundizarse más con los resultados que se deduzcan de los nuevos datos que en un futuro inmediato nos proporcionarán los trabajos en curso en el país.
[page-n-59]
ZONA VALENCIANA
PROBLEMATICA GEN ERAL
La zona valenciana nos ofrece a priori el campo de investigaci ón
más apasionante. si nos basamos en los hallazgos en ella reaHzados
hasta el momento presente.
Ha sido en las comarcas orientales de la peninsula donde la fase
media del Paleolítico Superior ha dado a los investigadores una fertilidad mayor en cuanto a materiales líticos, óseos y artísticos . en el concepto de área ibérica que admitimos en este trabajo , excluyendo la
franja cantábrica; ello ha convertido esta ZODa en la clave de ese Pa leolítico Superior ibérico.
La situación geográfica ha influido no poco en el desarrollo de las
culturas paleolíticas en la zona. No nos movemos ya en la encrucijada
de caminos e influencias que es la provincia de Gerona, que sintetiza
en sus industrias la facies cántabro-aquitana llegada por vía pirenai ca , la facies del Mediodía francés, con sus focos creadores del valle
del Ródano, y la facies meridional. asimismo original y con fuerza para dejarse notar en otras latitudes.
Estamos ahora en una zona no de paso , sino de asentamiento y
núcleo expansor de culturas ; lo favorable del clima debió ser un fac tor importante; pese a la glaciación del Würm , en sus periodos fríos
111 y IV con su fase algo más templada, el interestadial liI-IV, la proximidad del Mediterráneo. y la latitud, más baja que en la Europa
continental, debieron ser factores capitales a la hora de favorecer un
flore cimiento cultural de la zona.
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INDUSTRIAS LrnCAS DEL PALEOLITICO
"
La comarca que va a centrar nuestras investigaciones será la de
los alrededores de Gandia, pues en ella se hallan los yacimientos cuyo
estudio pormenorizado seguirá a estas lineas.
La documentación que para su estudio tenemos es variada en cuanto a publicaciones; en el Parpalló, estación clave, una manografla de su
excavación en 1929, 1930 Y 1931 vio la luz en 1942, obra del profesor L. Pericot. Para Les Mallaetes hay en la bibliografIa muy apreciables datos, de los cuales el mejor es un avance al estudio definitivo de
los niveles del yacimiento por parte del profesor Fortea ; en él se resumen su campaña y las primeras que alU se realizaron, a finales de los
años cuarenta. Menos información aún puede extraerse del Barranc
Blanc, donde unos trabajos de Laplace y del mismo Fortea no arrojan
una luz definitiva sobre dicha cueva; no existe publicación de los resultados que pudieran haberse desprendido de la excavación original,
a principios de los años cincuenta. y por casi inexistentes son las noticias de las últimas dos cuevas de la zona, Les Rates Penaes y Les MaraveBes .
Ha sido nuestra intención manejar el máximo posible de materi al.
y para ello hemos recurrido, como ha quedado patente en los inicios
de este trabajo, a los fondos del Museo de Prehistoria de la Diputación
Provincial de Valencia, centro desde donde hace más de medio siglo
el S.I.P, de dicho organismo viene desentrañando con acierto las fases
de la Prehistoria y de la Historia del País ValenciA. En dichos fondos.
gracias a la gentileza del director y colaboradores del mencionado
Servicio, hemos logrado identificar la práctica totalidad del material
que se extrajo de dos de los más importantes yacimientos, el Parpalló
y el Barranc Blanc,
En el primer caso, hemos basado en ese ampUsimo conjunto el estudio que sigue inmediatamente a estas lineas. De aquí saldrá el nuevo
esquema que proponemos para algunas fases paleolíticas en la zona
levantina.
Para el Barranc BlaDc fuimos más lejos. Además de recopilar gran
cantidad de material de la primitiva excavación, mucho más del que
vieron para sus estudios estadísticos Laplace y Fortea, llevamos a cabo una cata de comprobación estratigráfica en el propio yacimiento y
levantamos una serie completa de planos. secciones. cortes y dibujos
de los niveles que pudimos identificar.
Diversas circunstancias nos impidieron ver los materiales de Les
Mallaetes, que se pusieron también a nuestra disposición por parte
del profesor Fortea, que los tiene en proceso de estudio para la redacción de la monografia del yacimiento. Nos basamos. en este trabajo.
en los muy abundantes datos publicados hasta la fecha, pero quedan
[page-n-61]
60
J. M.o fULLOLA PERICOT
por hacer los estudios estadísticos de las series industriales de la eue·
va, campo abierto a futuras investigaciones.
Para los dos últimos yacimientos hemos debido recurrir a las escuelas nolas publicadas a raiz de las excavaciones. Les Rates Penaes
y Les Maravelles debieron ser tan importantes como las otras tres
cuevas, pero lo revuelto de sus niveles, a causa de la explotación como tierra de abono, impide conclusiones válidas.
Un tema importante que cabe poner en cuestión es el de la secuencia cultural que hasta ahora se ha venido dando como válida para esta zona. Muy posiblemente lleguemos a unas contradicciones, o al menos a unas divergencias, que nos lleven a introducir algún cambio en
la sucesión hoy por hoy aceptada. Esas variaciones serán, quizás. sólo
de nomenclatura. pero con ellas intentaremos aclarar un poco más el
panorama de la fase media del Paleolítico Superior levantino.
Por último. la paleoecología. favorecida por el benigno clima que
ya hemos visto debía reinar en la región. no debió hacer sino facilitar
el desarrollo económico y cultural de la zona. Una vegetación mediterránea. con pino predominante. roble, etc., debió ser la tónica general. La proximidad del mar, como elemento suavizador del clima,
tendría su influjo en flora y fauna. Esta no difería en gran manera de
la normal en el Paleolitico Superior peninsular: mucha cabra y conejo, acompañados de ciervo y caballo como animales más destacados
en cuanto a cantidad de restos hallados en el Parpalló y en Les Ma Uaetes. Hay que colegir que estas especies, junto a cápridos, súidos y fétidos, Y otros de menor importancia, fueron las predominantes en el paleoambiente valenciano del PaleoUtico Superior.
Para el macizo del Montdúber, donde se encuentran el Parpalló y
Les Mallaetes, tenemos un avance al estudio faunístico fmal, he cho
por rain Davidson, en el que se nos proporcÍonan muy interesantes datos (Davidson, 1976a). Para Les Mallaetes, yacimiento en el que hemos basado estos datos recogidos en su estudio, se da como animal
dominante el conejo, seguido de la cabra, ambas especies con gran diferencia respecto a ciervos, caballos y jabalíes, entre otros. No postula
una economia basada en el conejo, debido a que el área de dominio
del Parpalló y de Les Mallaetes no podia proporcionar la cantidad suficiente de alimento a aquella supuesta población, como para basarse
en aquel animal; además , el tiempo mínimo estimado para la caza del
conejo (cinco horas diarias por persona para un grupo de 20, incluyendo niiíos) se considera excesivo; no dejaría lugar a otras actividades. Hay que estimar, por tanto, al conejo (cOryctolagus cuniculuslt)
como un complemento en la alimentación del grupo, pero no en una
base.
[page-n-62]
INDUSTRIAS UTICAS DEL PA LEOUTI CO
"
Respaldándose en los restos faunísticos del conjunto de los dos ya·
cimientos claves a los que nos referimos, Davidson lanzó una teoría
que expondremos aquí. pero que no podemos rectificar ni ampliar por
falta de datos dire ctos referidos a los animales representados. Se pos·
tula una habitación de Les Mallaetes durante el verano , aprovechan do, por su mayor altitud , la subida de las cabras a la parte alta de las
montañas y conservar así la economía de caza de tales animales, que
mantenían todo el resto del año en el valle o llanura elevada que domina el Parpalló. La ocupación de Les Mallaetes sería, por lo tanto,
estacional. estival y con una caza especializada de cabra, fenómeno
que no se da abajo en el Parpalló, donde tal animal también domina,
pero sin la especializa ción de Les Mallaetes. Otro dato en favor de la
no ocupación invernal de este yacimiento es lo frío y poco resguardado que es en épocas no calurosas; en efecto, el sol en verano no pen etra hasta bien entrado el mediodía, por lo que en invierno la insolación es menor y más débil; además, los vientos barren el yacimiento
de frente y lateralmente, por aberturas naturale s. Todo ello inclina a
Davidson a pensar en un campamento de verano arriba en las montañas, especializado en la caza de la cabra (Les Mallaetes) y de un cam·
pamento base en la llanura, de ocupación continua y caza con base
también en la cabra, pero ya más indiferen ciada (el Parpallól.
La problemática tipológica ha sido abordada ya en otro capitulo
del presente trabajo. Quede sin embargo constancia de que es la zona
valenciana la precursora en algunos tipos, como la punta de aletas y
pedunculo solutrense. A partir de ellos puede deducirse una primacía
u originalidad de la facies de este período en la región valenciana. Pero todo ello habrá que combinarlo con las deducciones que puedan extrapolarse de las demás zonas que estudiamos en esta obra, para in tentar llegar a u'n a síntesis final desde el mayor numero de puntos
posible.
[page-n-63]
PARPALLO
INTR ODUCCION
Como ya ha sido apuntado en capitulas anteriores, uno de los ya cimientos clave en la Prehistoria española, y nos atreveríamos a decir que europea y mundial, es la cueva del Parpalló.
Teniendo en cuenta esta primera consideración básica, es eviden te que uno de los pilares de este trabajo debla ser una minu ciosa revisión de los materiales líticos que fueron encontrados en los potentes
estratos del yacimiento. En efecto, los nuevos métodos para el estudio
de las industrias líticas paleolíticas que se han venido desarrollando
desde la publicación de la monografía ¡Pericot. 1942), y que han que dado ampliame nte detallados en el capitulo correspondiente, nos ani maron a emprender una labor que sabíamos ardua y de larga dura ción, En verdad, así fue; muchas horas cons agramos al estudio , en
primer lugar, de los niveles atribuidos al Solutrense (7'25 -4'5 metros
de profundidad) y mediante cuyo detallado análisis conseguirnos obtener la calificación máxima en nuestra Tesis de Licenciatura (Fullola , 1975 , 1976b Y el.
Pero , por supuesto , una Tesis Doctoral aspira a más altas metas , y
por ello la temática de este trabajo es mucho más amplia en el tiempo
y en el espacio, Al tener en cuenta la primera de estas coordenadas,
nos hemos visto obligados a engrandecer nuestro primer estudio del
Solutrense, tocando la delicada temática de las capas inmediatamente superiores, el llamado , por Pericot, Solútreo-auriñaciense fmal, y
[page-n-64]
INDUSTRIAS UnCAS DEL PAI.EOUn co
63
las del Magdaleniense inicial tan discutido y controvertido, entre 4' S
Y 4 metros y 4 Y 2'SO metros, respectivamente.
El estudio conjunto debía completarse aún con los restos hallados
en la profundidad del yacimiento, entre 7'2S metros, inicio del Solutrense , y 9' 50 metros, última medición efectuada, ya tocando la roca
virgen del fondo . En la publicación se hablaba de restos del Auriñaciense Superior, con abundantes, en relación al número total del material, puntas de la Gravette, por lo que hoy estas capas pueden, en
nuestra opinión, ser denominadas sin temor alguno como gravetienses, según veremos más adelante. Si bien este periodo no se centra
propiamente en los limites de nuestro trabajo, creíamos imprescindible no dejarlo olvidado en el fondo del yacimiento y conseguir así una
visión total del mismo.
DESCRIPCJON DE LA CUEVA
Pasaremos ahora a exponer, ante todo, una somera historia V descripción de la cueva . Se
halla enclavada en la fa lda del macizo del MontdUber, domina ndo los valles altos, en los que
se encuentra como nudeo m6s importante el pueblo de Báril. El aludido macb:o se eleva hasta los 836 m.S.n.m. fVilanova V Fiera, 1893 ; Ros:sel16 Verser, 19681 V estA constituido
por calitas, en ocasiones muv plegadas V rotas, que'af1oran por tal motivo en formas verticarfic
les; es precisamente en uno de estos salientes de calizl metamÓ a plegada que se abre, en
dirección NE·SO, verticllmente, la boca de la cueva de l ParpalJó.
Las primeras noticias que tenemos nos vienen dadas por Vilanova V Piera, que en la obra
antes citada nos narra su paso por la cueva en 1872 , cuando llevó a cabo una pequeña cata
en [a que hlllló huesos Vsllex en abundancia. Los vecinos de Bárig V del pequedo nueleo, más
cerca no, de La Drova conoclan por supuesto el lugar, donde crelan enterrados tesoros. De la
cercana Gandla sublan a veces personas en busca de materiales, entre las que cabe destacar
al jesuita Leandro Calvo. Pero la verdadera magnitud del Parpalló no se intuye más que a
través de uno de los (monstruos sagrados» de la Prehistoria universal : el aba te H. Breuil. Si·
guiendo [as notas publicadas por Vilanova V Piera, el sabio francés visitó el Parpalló en 1913
V tuvo la fo rtuna de hallar, además de buesos V sflex, un trozo de plaqueta grabada con lo
que él interpretó como la figura de una cabeza de lincelBreull, 1914 , pág. 251l. Al no poder
excavar el yacimiento eo persona, pese a que le fue concedido permiso, Breuil no cejó en su
empel'lo de que alguien, en Valencia, procediese a la labor de sacar a la luz esos materiales
que 61 va intula sensacionales ... Ta.l tarea N!&8yó, como es sabido, en Luis Pericot, a la sazón
joven catedrático de Valencia, llegado en 1927 de Barcelona tras un corto al'lo de docencia en
Santiago de Compostela. Al ado siguiente visitó por primera vez el Parpalló. por mediación de
don Isidro Ballester Tormo, fundador V primer director del recién creado Servicio deln vesti·
gaciÓn Prehistórica de la DiputaciÓn de Valencia ; V fue inmediata la decisión de excavarlo,
iniciándose las tareas el 6 de junio de 1929. No prOfundizaremos aqul en la historia propiamente dicha de la excavación, pues ello queda bien explicado en la monograna ¡Pericot,
19421. A titulo de an6cdota in'dita , diremos que el coste total de las tres campañas 11929,
1930 Y 193 11, con desplazamientos, comida, alojamientos, material, obreros, dibujante, etc.,
fue de 10.000 pesetas, dato recogido dlN!ctamente del propio excavador.
En cuanto a la disposicióo interna de la cueva, pronto apa reció una galerla en la pa rte izquierda, situándonos de espaldas a la boca, separada de la sala principal por un pequedo
muro natural. Seis zonas se distiI18uieron en dicha sala, de entrada a fondo: EE, entrada
Este; EO, entrada Oeste ; CE, centro Este ; ca, centro Oeste ; L, levante; y p, poniente. Se excavaron durante las campanas de 1929 V 1930 mediante el sistema de ir bajando por capas de
[page-n-65]
J. M.o mUOLA PERICOT
25 cms., conservándose 'eDarados los materiales hallados en caoa una de las lI!onas anterior-
mente mencionadas. En la parte más interior se conservó un talud, testimonio para futuras
excavaciones, pero desgraciadamente sobresaIJan de él plaquetas, huesos y s¡¡ex, lQ que propiciaba la rapiil.a de tan valiosos objetos por parte de no profesionales, y tal hecho movió a los
excavadores a terminar su trabajo al verano siguiente, en 1931 . Si hubiese sido factible la co ·
locación de una reja exterior, cosa inimaginable por aquel entonces, ¡qué enorme cantidad de
' datos cronolÓ.lticos, estratigráficos, pollnicos y de toda clase habrlan llegado hasta nosotros!
Este lamento, sin duda compartido por todos los profesionales, no es reproche para los que
lo excavaron, sino mAs bien agradecimiento por haber salvado aquellas pinas que, sin duda,
habrían volado a colecciones particulares, en el mejor de los casos, o se habrlan perdido para
siempre en su mayona. Sin embargo, nos queda a todos, insistamos, un fondo de tristel!a por
haber perdido tan inestimable testimonio por culpa del coleccionista, del aficionado, deseo·
nocedor de 10 que destruye, del excursionista incapaz de discemir entre las piedras del campo y los utiles paleolíticos; del curioso, en fm, que coge lo primero que ve sin pararse a pensar
en nada más que en lo bonito o exótico que resulta el objeto de su rapiña.
Pero volvamos a la excavación propiamente dicha; la primera campaña alcanzó los 3'50
metros, en niveles aun magdalenienses; la segunda, en el verano de 1930, profundizó hasta
la roca madre, sacando a la luz el Solútreo-auriñaciense fma!. el Solutrense y el Auriñaciense
Superior o final, siempre según la terminologla empleada por Pericot. Como ya hemos indica .
do, el verano de 1931 fue excavado el talud, que se dividió en 29 capas, cada una de ellas
aproximadamente también de 25 cms.
DESCRIPCION DE LOS NIVELES
En esta exposición SOmera de los datos publicados acerca de la excavación del Parpalló,
pasaremos ahora a las culturas que Luis Pericot fue identificando y a las profundidades en
que se encontraron.
Los primeros 80 cms. de tierTa dieron un material de sUex y hueso que Pericot atribuyó al
Magdaleniense IV, si bien la parte superior apareda removida. Los distintos pareceres de los
demás autores que se ban ido publicando, acerca de este periodo, bajan la cronologla ligeramente, Por su posición final y los elemectos evolucionados, medias lunas, triángulos, etc.,
Jordá señaló su posición de nexo entre el Magdaleniense y el inicio del MesoUtico (Jordá,
19531, considerándolo un Epigravetiense evolucionado. Algo más tarde, Almagro, que ya
habia teorizado anterionnente acerca de los materiales en cuestión, aborda de nuevo el pro·
blema (Almagro, 1960, págs, 281 -301 l Y lo considera desde el punto de vista del Epiperigordiense, que estaba en aquel e.ntonces en boga, fase paralela al Magdaleniense V y VI. Fortea,
por fin, nos señala también en los materiales un sabor tendente al Neolltico que explica, muy
veroslmilmente, por lo revuelto de las capas más superficiales, que pudieron ser ceol!ticas en
si, hecho poco sorprecdecte en la región, y que se mezclaron con estas magdalenienses, todo
lo cual dio un resultado que, como vemOs, ha ido baciendo duda r a todos los autores que lo
han tocado (Fortea, 1973, págs. 392-3931, FOrle a atribuye estas primeras capas, grosso modo, al complejo geométrico, dentro de su profunda ohra de sistematiución del tema epipaleolltico, Volvie ndo a los materiales en si, no han sido trabajados personalmente, pero en la
monografia se apunta, para estas capas superficiales del Magdaleniense IV, una cifra de
40,000 sllex, lascas, láminas, útiles, etc.; los huesos, menos numerosos, son 588 y ofrecen
piell!as tlpicas como agujas, azagayas de bisel simple y doble, varillas semicilindricas, e incluso algún arpó n. En lo tocante al ane, que aqul citaremos como dato complementario, aparece
la técnica del grabado en plaquetas que se desarrollará posteriormente, como veremos.
El siguiente nivel identificado por Pericot fue el Magdaleniense III, que abarcaba una po tencia realmente grande, de 1·70 metros, es decir, desde los 80 cms. hasta los 2'50 met.ros.
Este Magdaleniense Medio levantino, último nivel no estudiado personalmente de forma detenida, presenta un acentuado indica de microütiJ:8ción en sus capas superiores, hecho totalme nte normal. Abundan los dorsos rebajados y los pequeños respadores de aspecto nucJeiforme. Señala Pencot la aparición también de algún hendidor de cuarcita que calificaba de as·
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INDUSTRIAS LITICAS DEL PALEOLlTlCO
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turiense y que ahora deberíamos rectificar, puesto que habría que considerarlo como una
pervivencia normal de útiles considerados como toscos, ya que de hec bo no dejan nunca de
aparecer en algún momento en cualquier nivel paleolítico. Ello no puede interpretarse más
que como la respuesta a una necesidad planteada por el medio ambiente, en un momento
muy concreto, y que no podla solucionarse con la ay uda de los precisos instrumentos que los
magdalenienses sablan hacer sino con un fuerte hendidor, un chopper o un hacha de mano;
podría recurrirse a una fabricación de tal útil, o también podria darse el caso, nada dillcil, de
aprovechamiento de alguno de aquellos útiles recogidos en superficie, como herencia de los
antepasados de nuestros hombres del Paleolítico Superior. La monografia reseña una cifra de
sllex que rebasa los 40.000 utensilios. En hueso, los útiles son muy abundantes, destacando
las azagayas biseladas; hallamos también punzones, varillas semicillndricas y agujas. En el
arte, sigue el grabado, sin que baga aparici6n aun la pintura.
y entramos a continuación en la descripción, que en este esbozo general seré aún somera,
de los niveles estudiados a fondo por el autor, que se extenderán desde esos 2'50 metros
aproximadamente hasta el fondo de la cueva, més de los 9 metros de profundidad. El primer
nivel definido por Pericot que encontramos es, lógicamente, el Magdaleniense U, que se situa
entre 2'50·2'60 metros y 3'50 metros, es decir, casi un metro de potencia en la ocupación del
yacimiento. En s¡¡ex la monografia da una cifu de más de 25,000 piezas, pero estamos en
condiciones de afirmar que ese numero puede casi doblarse, pues son 45.585 los sílex identi·
licados y clasificados, de los cuales 2.279 son utiles, 1.0 que si podemos reafirmar es la tos·
quedad del material, tanto de l trabajo como de las lascas y desechos, Dominan en gra n
manera los raspadores, muchos, casi la mitad de ellos, carenados, por lo que los sobreeleva·
dos obtienen un alto porcentaje. Los buriles son casi en su totalidad diedros, y los dorsos re·
bajados, muy escasos, lo son casi siempre por retoque marginal. En hueso hallamos un traba·
jo muy abundante, con las clésicas augayas, agujas de coser y punzones. En arte sigue el
grabado, sin pintura.
Siguiendo el sentido descendente llevado a cabo en la excavación, nos adentramos ahora
en el medio metro que se atribuye al Magdaleniense 1, de 3'50 a 4 metros, Esta problemética
del Magdaleniense inicial. muy controvertida y que tocaremos mtis adelante, se presenta
particulannente dificil en el Parpalló, puesto que después del Solutrense encontraremos aún
medio metro de Solútreo·auriñaciense final, según Pericot, y ya entonces este Magdahmiense
inicial que podrfamos calificar de tardlo. Si a eso ailadimo$ el clásico hiatu$ que esta fase presentaba en la Península, salvo algunas bien estudiadas excepciones (Utrilla, 1976), convendremos en que la revisióo detenida de esta fase, en este yacimiento, era harto interesante, De
momento apuntaremos que el sllex cuenta con més de 20.000 ejemplares, como se cita en la
obra, exactamente con 24.356 piezas, de las cuales 1.636 son útiles; predominio aún de los
raspadores, pero los carenados estén en una proporci6n muy inferior a la del estrato anterior. Aumento ligero de los buriles sobre retoque, que son sin embargo minoritarios respecto a
los diedros, y aumento gradual de los abruptos, ya con una incidencia notable, dentro de ellos,
de las escotaduras. Esto debe ser posiblemente porque la verdadera división, que por supues·
to sabemos imposible de detenninar con exactitud, debió hallarse para el paso del Solútreo·
auriñaciense final al Magdaleniense 1, de Pericot, no a los 4 metros, sino algo más arriba. en·
tre 3'60 y 3'90 metros, por ejemplo, y de ahJ la intromisión de las escotaduras l[picas de la
fase estratign\ficamente inferior, si bien su perduración, no muy extensa, tampoco serIa un
fen 6meno extraño, Los sobreelevados van reduciendo su número al tiempo que el porcentaje
relativo entre buriles y raspadores es muy elevado para los primeros (B/G =0'7471. Para la in·
dustria ósea la cifra no es tan elevada como en el estrato superior, ya que pasamos de las 864
piezas de aquél a las 251, ahora; punzones y azagayas son lo més abundante, Destacaremos
las puntas de asta, de bisel aplanado y en lengüeta, que sirvieron en gran manera para si.
tuar esta fase en el Magdaleniense 1 por su paralelismo casi total con las mismas puntas ha lladas, en dicha fase, en el yacimiento francés de Le Placard (Charente). Ha habido disensio·
nes respecto a este particular, que vienen motivadas por el hallazgo en la fase Que seguirti de
algunas azagayas del mismo tipo, y que Pericot interpretaba como una mezcla de capas, el
problema que hemos expuesto més arriba, Pero Jordé dio a su fase IV del Solutrense ibérico,
ya evolucionado (Jordé, 19551, la caracterlstica de esas mismas azagayas pequeñas y de bi·
sel sencillo, por lo que su hallazgo en el Parplllló, en el Solutreo·auriñaciense final, no es nada
extraño, Este dato nos viene reafirmado en Les Mallaetes (Fortea, 1973, ptig. 4941, donde la
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J . M,' FULLOLA PERI COT
inlrusión magdllleniense es inexistente y esas mismas azagayas est An en el Solútreo·grave·
liense. es decir, en el Solutreo-auriñaciense final de Peneot. El hecho de que ese Magdalenieose inicial de Le Placard presente 65115 uagllyas, parece indicarnos que , en la cronologla,
el Solutreo-auriñllciense final, donde ya las tenemos. seria contemporAneo de aquél, y algo
milis avan:tado, Magdaleniense U o 1Il. seria ese Magdaleniense 1 de Pcri¡;;ot.
Para termina r, en arte apa rece la pintura casi siempre. como es norma l, en rojo y algo
menos en negro. El grabado es su complemento mils usual, superponUmdose en muchas oca·
siones.
Prosiguiendo nuestra descripción, hallamos ahora la cultura que Pericot bautizó con el
nombre de Solútreo-auriñaciense fin al, si bien Breuil preferla denominarla SoluLrense levan ·
tino final , lo cual daba una buena idea también de la forma ción y ascendencia de la indus·
tria . El término que mejo r encuadra las tendencias que en esta fa se concurren es el acuñado
por Jo rdé de Sohítreo·gravetiense, que aho ra ha paralelizado con su nuevo Solutrense evolu·
cionado (Fortea y Jordá, 19761, Més adelante veremos con més detenimiento esta problemá·
tica de nomenclatura, a la que añadiremos el término parpallense, ya apuntado por Pericot y
recogido en algunas publicaciones de la época (Jiménez Navarro, 19351. y que ahora propo,
nen de nuevo Fortea y Jordé en su articulo més arriba reseñado,
La profundidad que abarca este esLrato es de 4 a 4'50 meLrOS, segun la monografia , Un
repla nteamiento esLratigráfico, ya intuido por su excavador (Pericot, 1942 , p. 651, nos apare·
ce como una medida conveniente, vistas las secuencias estructurales que arrojan los mate·
riales de estos niveles, Si bien tal becho ha quedado esbozado en diversos articulos y publica·
ciones del autor (Fullola, 1975 y 19~c L serA expuesto aqul el razonamiento con extensión al
presentar las secuencias correspondientes, Avanuremos, sin embargo, que la rectificación
consiste en considerar como Solútreo.gravetiense no sólo 4·4'50 meLros, sino 25 cms, más al
fondo, es deci r, el último nivel que Pericot atribuyó al Solutrense Superior, ampli;!,ndose por
tan to el estrato cultural de 4 a 4'75 metros,
Conservando por el momento la distribución original (4,4'50), tenemos que pa ra el sllex
se señalan unas 20,000 piezas; nosotros hemos hallado solamen te 14 ,812 , de las cuales
1, 184 era n ütiles, Como util definidor de esta indusLria hay que señalar forzosamente a los
e lementos de escotadura, hojas y puntas de dorso ; hay predominio aún de los utensilios con·
seguidos mediante el retoque simple, pero los abruptos casi les igualan, detalle muy impor·
tante que no hemos visto repetirse en las capas del Magdaleniense inicial, que deberlan ser
mas propensas quizb a ello .. , Los buriles sobre retoque elevan algo su porcentaje respecto a
los diedros, y los carenados lo menguan. A señalar la inLrusión aún de algunos útiles solu·
Lrenses t1picos, como una punta de aletas y pedúnculo hallada en _Ea 4' 25·4'50., otra en
.pared O 4 '25·4 '50. Y tres más en el talud testigo, capas 17 y 18 , a unos 4 '50 metros, pero sin
embargo el porcentaje es mlnimo, inferior al l % (,959), por lo que la contaminació n es la tli·
pótesis más vélida para explicar el fenómeno, Para terminar con el sllex, añadiremos que el
nú mero de microburiles y ápices Lriédricos hallados suma una cifra relativamente importan·
te: 3'091 %,
En cuanto al hueso, se da el número de 142 para sus útiles, en franco descenso que irá
acentuándose con la profundización en el yacimiento. Vamos notando una sustitución del
hueso y el asta, tan im portantes en las primeras capas, por el sllex, Tenemos punzones, aza·
gayas con biseles rayados y huesos aguzados.
En el arte, el dibujo que apuntaba a nteriorment.e se desarrolla con un estilo movido, en
pequeñas placas de arenisca, como es t1pico de este yacimiento,
Ya continuación nos adentraremos en el Solutrense, la fase que mayor variedad ofrece,
que desarrolla una mayor imaginación y pulcritud en la consecución de los útiles, algunos de
los cuales son verdaderas obras de arte . La capa 4' 50·5' 25 metros la atribuyó Pericol al Solu ·
trense Superior, si bien ya hemos apuntado más arriba que el nivel 4'50·4' 75 metros vela ya
una casi total desaparición de los útiles soluLrenses y una proliferación grande de las escota ·
duras, por lo que será atribuida al fmal del Solútreo·gravetiense, Si bien en la monogral1a se
ha bla de 25,000 sllex, hemos hallado 17 ,959, de los cuales 2,178 eran útiles, Abundancia de
raspadores, casi ninguno de ellos carenado y, por supuesto, presencia importante de todo tipo
,
de útiles solutrenses, algunos más caD retoque bifacial que unifacial l l 0 '497%1 Destacan las
puntas de aletas y pedúnculo, variedad que podemos decir que se pule aqul. ya que su crea·
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INDUSTRIAS LlTICAS DEL PALEOUTICO
"
ción no es mAs que el resultado de una serie de influencias anteriores, de ensayos fallidos. Es
en el Parpalló donda aparece por vez primera, yen su capitulo correspondiente analizaremos
la historia y problemAtica de esos curiosos útiles. Los otros instrumentos típicos de esta fase,
hojas de laurel y de sauce, estAn también representados, especialmente el primero de ellos.
Los huesos son abundantes, pero no en fonna de utiles trabajados, sino como restos de
comida; hallamos restos de animales apilados en lugares concrelOs de la cueva, y algunos de
ellos quemados en los mismos lugares; bastantes de e5tos últimos fueron localizados en estas
capas, lo que en algunas zonas daba una coloración negruzca a la tierra, dato reseñado en el
diario de excavaciones. La mayor aglomeración ósea esta en el sector CO. A 80 asciende el
número de (¡tiles en hueso; la mitad son punzones y el resto casi todo huesos aguzados, con
alguna aguja y alguna espAtula.
En arte, desarrollo gradual d¡¡la pintura en placas algo mayores; el grabado no desaparece, sino que sigue completamente al dibllio, y en muchos casos se presenta en plaquetas en
solitario. Destaca el realismo de este arte, que nos parece de ralz franco-cantabrica mas que
levantina, puesto que el esquematismo no es, ni mucho menos, su nota principal.
El Solutrense Medio (o normal, según apunta Pericot en su monografla i se extiende entre
5'25 y 6'25 metros. Una capa de piedras lo separa del Solutrense Superior, que acabamos de
ver, por lo que el limite es claro,
En sI/ex se da una cifra de 10.000 pieus, mientras que hemos hallado sólo 5.588. de ellas
1.073 (¡llles. Entre éstos destacan las hojas de laurel y de sauce, unifaciales y bifaciales, algunos raspadores solutrenses y piezas pedunculadas que van desembocando en las punlas de
aletas y pedúnculo, que ya encontraremos en el tramo superior de estos niveles 15'25,5'75
metros!. Los abruptos descienden en favor de los planos, que les superan ampliamente, lo
mismo que los buriles. El retoque plano, a medida que profundizamos en el yacimiento, se
aprecia en muchos casos como mAs tosco, lo que llevó a Pericot a teorizar acerca de un retoque «esbaikiensel, aludiendo con ello a la industria que quiso individualizar Reygasse, refi riéndose a una cultura del Maghreb con hojas de laurel que derivaban directamente de los
«coups de poing» achelenses (Reygasse, 19221 : el paso del Achelense al Solutrense, por medio
del Esbaikiense, fue también motivo de eSludio en Italia IMochi, 19301 : lo mencionó L. Siret,
al hablar del Sur de Espada lSiret, 1930, p. 2931, todo ¡o cual lo captó con seguridad Pericot y
lo identificó con el elemental retoque solutrense inicial. Aun se Insistió en esta denominación
hacia los ados cuarenta (Fletcher, 19391, pero es por fin Ba10ul el que deshace esta industria
con afirmaciones contundentes de inexistencia, diciendo qua tal cultura no es mas que un
agrupamiento artificial de una serie de datos alrededor de una hipótesis, la de la evolución
particular del baaz achelense (8alout, 1955, p. 454 ). Asl, por lo tanto, hay que entender esas
alusiones a l retoque esbalkiense, pensando en un elemental reloque plano por percusión, más
bien, que por presión en (¡tiles grandes.
A medida que vamos descendiendo en este Solutrense Medio, se aprecia también una tendencia a la no invasión lotal del útil por el retoque plano; yen bastantes ocasiones el retoque
es uniracial. 10 que conforma las conocidas puntas de cara plana, que seran el útil más definitorio del Solutrense Inferior, según la secuencia clásica fran cesa de Laugerie Haute IPeyrony, 19381; las detectamos, sobre todo, en el tramo inferior (5'75,6'25 metrosl.
En hueso fueron hallados 79 utiles, más de la mitad de los cuales eran punzones: abundan también los huesos aguzados.
En el arte alcanzamos ahora un nivel muy alto; hay una gran producción en este momen to, tanto en pintura como en dibujo ; las plaquetas son de tamaflo grande y en ellas vemos si,
luetas de cierva, de cabra, de bóvido, etc. , al tiempo que algunos rayados y ramificaciones.
La cueva, a medida que descendemos en la excavación, va estrechAndose ligeramente.
Llegamos ahora a lo que Pericot comentó como Solutrensa Inferior o Protosolutrense, que
abarca un metro de potencia, de 6' 25 a 7'25 metros. Como dato más reseflable, mencionaremos las dos grandes piedras que ya surgieron en el estrato superior y que ahora agrandan su
tamaflo, rocas K y L en las zonas ca y p,
En sllex se habla en la monograna de 868 piezas ; hemos hallado 917, de las cuales 184
son útiles ; gran preponderancia de los simples, raspadores y laminas con retoque, muy pocos
abruptos. Hay puntas de cara plana y retoque no cubriente, que Pericot llamó prOlOsolutrense y que marcan en gran manera el estrato.
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J . M.' FULLOLA PE RICOT
Cada VOl: menos hueso trabajado. sólo 28 piezas, con pum:ones y huesos aguudos. Entre
los primeros hay algunos muy finos , casi agujas; uno tiene la basa aplanada en ambas-caras y
puede apuntar ya la azagaya de bisel doble, que no aparecerá hasta varios miles de años después. En estos estratos se halló el cráneo. humano que se conserva en las viuinas del Museo
de Prehistoria de la Diputación de Valencia, as! como un gran osario de animales.
El arte produce en plaquetas de buen tamailo las obras maestras más conocidas, los CIIbaltos en rojo de estilo rran¡;o-cantábrico, la cierva neg ra contorne ada por un grabado, etc.:
es el momento álgido de esta producción única por su cantidad y su calidad . El secreto artístico que el Parpalló encierra es, por ahora, indescifrable de forma absoluta: el por qué alli
hay esas plaquetas tan finamente pintadas y grabadas, qua sa asocian con las también excepcionales industrias solutrenses que el yacimiento ofrece, todo eso, una explicación coherente
y demostrable, no está aún a punto.
V llegamos por fin al fondo de la cuestión, al final del yacimiento, que llegó hasta los 9'50
metros, si bien el sllex va sólo hasta los 8'50 metros, Hemos encontrado en nuestra revisión
324 sllex, de los cuales 75 útiles, Pericot atribuyó estos niveles finales al Auriñadense Superio r, pero ya al Inicio de este capitulo hemos mencionado su posible re-atribución al Gravetiense, problema que toca re mos de inmediato, como asimismo de las grandes piedras que
condicionaron con su caida el habitat de aquellos hombres en el momento que nos ocupa.
t:ntre lOS útiles destacan de lorma totollos raspadores cuantitativamente, pero por su valor
definidor cabe mencionar los abruptos, con algunas Gravette, de muy buena factura,
El hueso es pobre, cada vez más, S610 15 útiles han sido identificados; casi todos, huesos
aguzados.
El arte se revela como comienzo de toda la secuencia que hemos ido viendo en este pri·
mer esbozo del yacimiento. Hay ya grabado y pintura, si bien la técnica no es 10 primitiva que
cabria sospechar al encontrarnos en la fase inicial de la habitación de la cueva. Esto puede
darnos el dato revelador de que, al menos, los iniciadores de la tradici6n de plaquetas grabadas y pintadas en el Parpa1l6 venlan ya con unos cánones artIsticos establecidos. adquiridos
lejos o traldos por otros medios basta la zona gandiense.
ANALISIS DE LOS NIVELES
Nuestro siguiente paso va a ser la descripci6n, uno por uno, de los niveles que acabamos
de esbozar más arriba. Consideramos en primer luga r las caracterlsticas del estrato, su color,
la a parición de losas, de hogares, de piedras caldas, ele,; expondremos a continuaci6n 105 re·
cuentos y series estructurales que de los análisis se derivan, valorándolos en conjunto al final
de cada nivel cultural (Solutrense, Solútreo-gravetiense, etc,). En principio conservaremos
las divisiones realizadas por Pericot, y las posibles indicaciones de rectificación irán lleván dose a cabo sobre la ma rcba, para concluir con el replanteamiento gene ral del yacimiento,
El primer nivel que analizaremos será el más prorundo, Si en la descripci6n de los niveles
nos hemos movido de arriba abajo, reconstruyendo un poco el sentido de la excavación y la
óptica del excavador al realizarla, en el análisis de los mismos iremos de abajo arriba, inten·
tanto encontrar los hilos que nos permitan entrever una coherente evolución cultural.
al Estas capas finales del yacimiento jugaron un papel muy importante en el momento
de la excavación, y cabe suponer que también en el de la habitación, los enormes peñascos
que se conocieron con las siglas K y L, El primero se bailaba en la zona ca y media 1'80 me·
tros de altura, con base més o menos a 7'50 metros; estaba pagado a la pared Oeste y con su
levantemiento se Dudo acabar de hur2ar en los resquicios para hallar dos bellos dorsos rebajados que muy bien pudieran ser Gravetles, a juzgar por el dibujo hecho en el diario de exca.
vación, El segundo peñasco, L, se encontraba en la zona P y subla hasta 2'10 metros de altura. Ambos fueron ensancbándose a medida que se descendla, agrandándose el problema de
la excavación. En la zona L la roca natural fue invadiendo el cuadro y hacia Jos 7'50 metros abarcaba casi su mitad, Dado que las dos zonas de enU'ada hablan quedado estériles con anterioridad,
vemos que solamente en CE puede proseguirse el descenso: los útiles, muy escasos, van aparecien·
do junto con hogares hasta los 8'50 metros, Bajo las dos rocas K y L aparecieron cenizas de hogares, Jo que puede hacemos sospechar un brusco corte en la vida de la cueva, hedJo corroborable
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INDUSTRIAS L1T ICAS DEL PALEOLlTlCO
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por los abundantes espacios estériles a su alrededor. Esta esterilidad del s1!ex y de hueso trabajlldo
se h ace total a partir de 8'50 metros hasta el limite de fondo a1cam:ado en CE, los 9"50 metros.
La tierra es fma, amarillenta y arenosa, lo que acaso nos haria sospechar una deposición
eólica, con la posibilidad de haber distinguido en ella subdivisiones climáticas en el caso de
haberse estudiado hoy.
Respecto ya al material de sllex analizado, y en comparación con lo publicado en la monografia, hay que decir que sólo hemos considerado 10 útiles de re toque abrupto; en aquélla
se dibujan ¡Pericot, 1942, p. 44, rig. 7, núm. 8-9- 101 tres útiles que no estén conseguidos por
retoque abrupto; dos de ellos se dan como .hojas con muesca), lo cual no está muy claro. La
tercera . hoja con muesca. está dibujada a l r evés, con el bulbo en posición superior !id, rig. 7,
núm. 11), por lo que en el anéHsis no es més que una lámina de dorso profundo, con la parte
distal rota.
Pasaremos ya a exponer los recuentos que haremos primero desmenuzéndolos en grupos
yen algunos casos, los abruptos, bajando al nivel de las clases, para dar el resultado final Só '
lo con los seis modos (ver capitulo de metodologiaL
S R. - 8
B sr.- 2
sp.- 4
P unif. _ 1
A LOp.- 9
P.-2
D. - 2
G.- 50
POp.SE G_E
75 útiles-SI t.p.
E.-
69 monot
6 dobl.
Los seis útiles dobles, es decir, que contienen dos tipos primarios, son en su mayoria ras padores dobles, pero hay que hacer mención especial de uno que está compuesto por unil mede ra foliácea (FIII y por una raedera simple (R21) ; el útil (núm. 019, ver lámina correspon dientel podría pasar por una punta protosolUlJ"ense_ con la parte central reservada y un excelente rCloque plano en su borde izquierdo: pero el borde derecho presenta un retoque simple,
incluso con alguna tendencia a la escamosidad, por lo que hay que considerilrlo claramente
como una raede ra. El útil acrecienta si cabe su interés por ser de la capa més profundil de las
que dieron útiles, S' 25-S metros, pues la siguiente, casi estéril ya, sólo dio alguna esquirlil de
sílex.
A los 75 útiles que hemos visto se anaden 249 piezas sin retoque , lascas , esquirlas, etc.,
los cuales suman un tata! ya apuntado anteriormente de 324 silex, ya que éste es el milterial
empleado casi exclusivamente en estos niveles.
La distribución por zonas y profundidades es la siguiente:
CE S'5-8'25 metros
ca ult. capa, S'25-S metros
CE S' 25-8 metros
L 8-7'75 metros
P S-7'75 me tros
P 7'75-7'5 metros
L 7'75-7'5 metros
L (CE) ult. capa negra 7'75-7'5 metros
L 7'5-7'25 metros
CE 7'5-7'25 metros
1
50
9
3
2
61
57
19
7
40
El rasgo definidor de esta industria es cualitativamente la presencia de eSils magnificas
Gravcttes, que defmió Sonneville-Bordes y Perrot (Sonneville-Bordcs y Perrot, 1954-55-561,
si bien su conocimiento es muy antiguo, El Gravetiense, cultura definida po r este fósil director, se estructuraba dentro del esquema del Perigordiensc fmal, IV y VI. francés Weyrony,
1933; Peyrony, 1948: Sonnevilie-Bordes, 1966), el cual iba afinando la estratigrafia cada vez
más paril llegar
mInimas subdivisiones como lils del Perignrdiense V ISonneville-Bordes,
1960: Bordes, 1955: Movius, 1966). Pero prnnto encontramos otros autores que hablan del
Gravetiense como cultura independiente, como por ejemplo Miss Garrod (Garrod, ] 93 S) y
Jordé !Jordé, 1953), siendo éste último el que ha ido sistematizando ésta y otras fase s afiues
del Paleolltico Superior peninsular. La fase Gravetiense del Parpalló, qu e ya hemos visto que
no es excesivamente evolucionada, la situaba JordA en su fase IIb, es decir, en un periodo de
a
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J . M.o fULLO LA PERICOT
70
expansión gradual hacia el Sur , criterio que compartimos en lo que a posición estratigráfica
se refiere IJo rdá, 19551Pero si la defmición de esta industria, que parece haber quedado ya bien dibujada, liO ha
hecho desde el punto de vista cualitativo. creemos que una visió n to ta l de la mis ma sólo puede conse guirse valo rando también cuantitativamente los materiales que le pertenecen. Esta
cuantificación de la realidad nos ayudará a percibir las particularidades intern as de c ada industria y con este propósito seguir emos las leorlas ya expuestas en otros capitulos, que sintetizamos en la que una mayor idea nos puede dar de la secuencia estructural que se desprende
de los análisis tipol6gicos. la hallada por Laplace ; ya ha quedad o explicado en otro capitulo el
límite que nos ponemos en la aplicación de t al método, por lo que ahora nos adent raremos en
él sin más dilació n.
En prime r lugar hallamos la serie en el orden llamado nominal de exposición:
p
A
S
62
SE
B
E
6
10
81
El siguie nte paso es obtener de la escala nominal la ord inal median te la disposición de los
mundos de forma descendente. Es un primer p aso hacia la secuencia estructural. y obtendre·
mos :
A
S
62
f _. 765
B
P
SE
E
10
. 123
6
1
.074
.0 12
1
.0 12
.012
1
Aplicamos ahora ya concretamente el criteri o ordinal, cuya definiciOn hemos dado ya a no
teriormente lLaplace, 197 4b, p. 151. La serie dispuesta en la escala or dinal la descompone·
mos en el llamado á rbol ordinal, cuyas agrupaciones nos proporcionan las pequeñas se ries de
tres té rminos sobre las cuales iremos oper ando hasta lle8ar a la total.
62
10
62
10 6
62 10 6 I
62 10 6
10
6 1 1 1
10 6
1
10 6 1 1
6
1
6
6
Aplicamos el cr iterio ordinal a cada un a de las series paniculares.
62·6
""6"i"=TO .. 1" 115
Pa r a 62 , 10,6
10· 1
10 · )
2·25
j""(f.""6 -
10, 6, 1
"6-"l '"
1"
6, 1. 1
"TI '"
6· 1
O
"6-"1 ..
1· 1 = O
",-
.l.:..L. _
1, 1, 1
62, 10,6, I
\0. 6 . L, 1
62· 1
TOT
10· 1
Tr
6, 1
6 , 1, 1, I
-,-:r -
62,10,6, 1, 1
E.:.!... ..
10,6, 1, 1, 1
62, 10, 6, 1. 1,
10 · 1
10· 1
OT ""
62·1
""j""jf.""\ '"
6·777
6,1
62 · 1
62."6 10· 1
1'8
-m:¡ -
O
ll-
6'777
62 · 1
6· 1
1"
6·77 7
O
1, 1
62T '"
10 · \
TtIT' 62· 1
~ -
1· \ 09
[page-n-72]
INDUSTRIAS LlTICAS DJ::l PAI. EOLlTlCO
"
Representamos tales r upturas en el árbol ordinal.
62 / 10
62 / 10
62 / 10 6
62 / 10 6
6
1
1
10
6 1 1 1
1
10 6 1 1 1
10 6 1 1
6 1 1
6/1
6 1 1
1
Con ello obtenemos los órdenes de ruptura ; la que existe entre 62 y lOes de prime r orden
porque se reneja en los cuatro niveles de anélisis de las secuencias parciales, mientras que
Olllsideraremos de cuarto orden la que existe entre 6 y 1, sólo aparece en un nive l de análisis.
S 1I A
B / 4 P .. SE _ E
Una mejor visión puede obtenerse mediante una matriz de distancias. separando con un
trazo las categorlas adyacentes cuya relación sea superior a 2. El orden de las rupturas se ob
serva directamente.
S
S
62
A
10
B
p
6
SE
E
1
62
O
52
58
61
61
61
A
10
52
B
SE E
1
P
1
l i .!.!.
§.L
2.!
6
1
O
•I
9
9
9
9
O
5
5
5
5
O
O
O
5
O
O
O
5
O
O
O
4 rup ... l er ord .
9
•
-,
1 rup. _ 4 .a ord.
Otros datos que podrlan al'iadirse a los que hemos ex puesto son 105 indices de los tipos de
útiles más caracterlsticos. qua calcular emos en función del sistema ch!.sico ISonneville-Bordes, 1960. tomo l . pp. 28-29) pa ra poder as! pro porcionar un elemento de comparación váli·
do para otros yacimientos estudiados por métodos diferentes al que nosotros aplicamos.
El indice de raspador !lGI es realmente muy elevado; de los 5 1 que se renejan en los
cálculos previos hay que desco nta r 3. que son dobles y cuentan sólo como un util en el re·
c uento hecho po r est.e sistema. El resu ltado es que IG es igual a 64; cifra realmente alta .
Para el Indice de buril (IB] el célculo es mucho més f'ci l, y arroja una cifra de 8 .
Dado que el nivel fgravetiense. al que mejor es r ecurrir es el epónimo, vemos que en los
niveles clásicos de La Gravette hay una gran abundancia de raspadores. lo que. a falta de
porcentajes relativos, concuerda de alguna manera con lo que estudiamos. En los buriles se
apunta una presencia débil, lo que también esté de acue rdo co n nuestra serie. señalándose
incluso la coincidencia de ser voluminosos, hecho que vemos, por ejemplo, en nuestros nudeiformes nums. 015, 0 16, 046 Y 071. En cuanto a los ab ruptos los califica de numerosos.
pero apun ta la posibilidad de que ta l hec ho sea debido a una elección preferencial del excavador que trabajó en el yacimie nto a lina les de siglo y en la prime ra déca da de éste, y depos itÓ los materiales en el Museo de Périg ueux (Feaux, 19051. La abundancia en nuestro yacimiento de abruptos es relativa. pero impoctant.e respecto a buriles y otros grupos menores,
por lo que la semejan:r.a no nos parece realmente dispar atada. En conjunto podemos intuir un
paralelismo entre este Perigordiense IV de La Gravette con el instrument.al tipleo de hojas V
puntas del mismo nombre, hilo conductor de todo el Perigordiense Superior, con nuestro ni·
vel del Parpalló de 7' 2S a 8'25 metros de profundidad, considerado en la monografla como
Auriñaciense Superior; esta denominación no era en realidad un error, sino que ha sido milis
recientemente que se ha acudado el nuevo té rmino de Gravetiense. sobre todo para las indust rias que inician el proceso del dorso r ebajado, que se ve rá interrumpido por el Solutrense en
muchas regiones, pero que también se impond rá a aqué l en muchas otras como en lu penin·
sula italiana yen escasos yacimientos peninsulares. Precisamente la ultima publicación que
sobre Gravetiense se ha hecho en Italia (Palma di Cesnola, 19751 da unas cifras altas para el
conjunto de utiles de retoque sim ple. so bre un 40 % o más, lo que no alcanza nuestra alta cota
pero se aproxima. En cuanto a los ab ruptos, hay una mayo r proporción en el yacimiento ita liano, que está sobre el 20 %, mientras qu e nosotros nos acercamos al 15 %.
[page-n-73]
n
J. M.o FULlOLA PERtCOT
Tras todos estos datos creemos haber llegado a la conclusión verdadera de que nos en contramos ante UD Gravetiense pobre por ser el inicio de la vida en llil cueva. seguramente en
fase de expansión como apuntaba Jordá IJordá, 1955); hay que tener también en cuenta el
hecho ya expuesto del desplome de las dos rocas K y L que debieron cortar la vida alll existente en un momento dado y dificultar la nueva habitación de la cueva. Induda blemente la
serie de 75 utiles, ú B1 tipos primarios, es corta para lanzarnos a hacer excesivos estudios
porcentuales, pero su fiabilidad es cierta. El paralelismo apuntado en el material del sllex 10
vemos también en el de hueso, con punzones, huesos aguzados y algun alis8dor.
Un último problema nos viene planteado por la cronolog!a de este estrato. El dato que
más luz arroja sobre la cuestión es la datación radiocarbónica que efectu6 1. Davidson sobre
unas vértebras de IcapTa ibex» y de Icervus elaphuSJ cuando realizaba el estudio de la fauna
del yacimiento, La posición estratigráfica no quedó, sin embargo, muy clara, puesto que la indicación en la capa que contenía los restos llevaba sólo el rótulo de _a ntes del Solutrense_; por
lo tanto hay que interpretarlo como perteneciente a este Gra ve tiense que estudiamos,
La muestra era la BM-8S8 y dio la cifra de más de 40,000 años BP, es decir. más de
38 ,050 años Be, en verdad a lgo anterior a lo espera do IDavidso n, 1974 1 Otra fecha, pero que
,
por su mezcla es inaprovechable, es la recientemente publicada [ShotLOn, WilIiams y Johnson, 19751 Birm-520 que dio 20,170+ 380 BP ll8,220±380 BCI; proviene de unas muestras
,
de 7'75-7'25 metros mezcladas con t'25,6'50 metros, por lo que su valor es nulo,
En general las fechas para el Gravetiense oscilan entre los 25,000 y los 23,000 años; hay
que colegir que la discontinuidad cronológica de BM·858 se debe a una contaminación de los
restos y que por lo tanto casi bordea más la realidad Bir m,520 que, pese a estar mezclada, no
ofrece un panorama tan disparatado,
bl El siguiente estrato individualizado por Pericot fue el Solutrense Inferior o Protosolu ,
tren se, Se extendla desde los 7'25 metros hasta los 6'25 metros de profundidad y quedaba
mediatizado, como la capa anterior, por la presencia de las dos rocas, K y L, que a estos nive,
les no deblan ser ya un estorbo para los habitantes de la cueva sino más bien una ayuda y
protección; buena prueba de ello son los numerosos hogares que se encontraron junto a di,
chos peñascos, En uno de ellos, en CE 7-7'25 metros, junto al conocido con la sigla L, fue hallado el útil que se asemeja a una hoja de puñal de sI/ex ¡Pericot, 1942, p, 46, fig, 101 Yque es,
tá expuesto en las vitrinas del Museo de Prehistoria de la Diputaci6n de Valencia,
En este primer subtramo cabe señalar la gran profusión de piedras y de pequeños bloques
que iban dificultando la excavación 'y haclan cada vez mAs estéril el yacimiento. Lo mismo
sucede con el subtramo 6'75-7 metros, donde sólo hay que reseñar una linea de cenizas, capa
negra, localizada entre 6'85 y 6'90 metros y de extensión bastante grande, Siguen los pedruscos en 6'50-6'75 metros, pero ya hallamos un osario animal y zonas de LÍerra gris clara,ocre
que pueden empezar a presagiar el estéril posterior que hemos visto al fondo; entre las rocas
hay tierra negra de cenizas, En este punto, 6'50 metros, se inicia el talud testimonio que fue
dividido en 29 capas; la última, precisamente la 29, corresponde a los 6'50 metros, y la 28 al
subtramo superior, 6' 25-6'50 metros, En él la tierra se vuelve clara, poco pedregosa, con ho,
gares muy localizados, por ejemplo, en P y en CE,
El elemento más destacable en este ultimo suhtramo, 6'25-6' 5 metros, es el crlmeo huma ,
no que se encontró en la zona CE eI9-VI-30, Se hallaba en posición horizontal y miraba hacia
el SE, es decir, hacia la entrada, J unto a él se halló un fragmento de húmero, en teona dlll
mismo individuo, La descripci6 n por Pericot en la monografla se ve completada por el estudio
de Alcobé unos años más tarde IAlcobé, 19741; se pronunciaba por un cráneo perteneciente a
un individuo enfermizo por la elevada frente que contrastaba con su apariencia infantil. En
cuanto a sexo, Alcobé se inclinaba, con reservas, por el femenino, siendo su edad de 16 a 18
años, Una revisión más reciente (Bubner, 19751 efectúa una medición de capacidad craneana, 1.390-1.410 cm l , una técnica descripción del cráneo cOlllodas sus medidas antropo métricas y una conclusión fmal en la que prefiere no hablar de tTaz8.1 Cro-Magnon sino de
.Wuchsstib o estilo de crecimiento de la época, Por su aislamiento cronol6gico en el Paleoliti ,
ca Superior y sus rasgos bastante evolucionados, llega incluso a apuntar la posibilidad de que
el cráneo fue ra neolltico.
Otros restos antropológicos recientemente estudiados IGarralda, 19751 pertenecen a la
colección Vilanova y Piera y provienen de sus primeros rastreos por el yacimiento ya reseña,
[page-n-74]
"
INDUSTRIAS LlnCAS DEL PALEOLlTICO
dos. Son un fragento de mandibula y cuatro dientet, que no pueden situarse cronológicamente, si bien van acomplll'lados de una industria presuntamente magdalaniense; hemos
c reldo conveniente citarlo aquf por agruparlo con el resto més importante, el cráneo, pese a
ser de u n estrato con seguridad superi.or y més moderno. Estos restos se conservan en los f.on dos del Museo Arq ueológico Nadona1 de Mad rid,
Nos ocuparemos ahora del deta1lado estudio del instrumental de silex, Su cifra exacta no
figura en la monogr.fla, perO en nuestra revisión hemos hallado 917 piezas de sllex, Los liti·
les eran sólo 184, es deci r, un 18'8 ".
La tabla de la distribución de Jas pietas no retocadas por tonas y sublramos era la siguiente:
7'25·7
L
CO
CE
TOlo
6 '75-7
37
30
8
75
L
110
5
24
139
CO
CE
Tot.
6'5-675
L
P
CO
L
23B
6
Tot. 244
Otros
6'25·6'5
21
27
7
CO
CE
Tot.
Tal,6'25-7'30 164
Pared O. 8
Tolo
172
48
103
Algunas da 1u pieus ofrecen rasgos caract.eristicos del periodo cultural del S.olutrense
inicial que nos ocupa. Un buen ejemplo serian las puntas de cara plana, que en número de 10
estAn presentes; cama muestra la anali:.ada con el número 11 8, que corresponde al núm. 3
de la fig ura 9, pAgina 46 de la monografia. Enlre las ya algo més evolucionadas est' la hoja
bifacial apuntada, 109 del inventano, en el libro n(im, 5, figura 11. pAgo 48. En espectacula·
ridad destaca el tan mencionado puñal de s!lex, mIm , 108 del inventario, figura 10, pág. 46
de la monografia, que es el útil de mayor longitud de todo el yacimiento con sus 15' 1 cms.; su
anch ura es de 4'6 cms, y su espesor, calculando la torsión de la larga hoja de snex, de 1' 2
cms, con un talÓn bien visible liso,
El recuento de los an'lisis efectuados nos da una distribución de tipos de útiles por sub·
tramos que exponemos a continuación;
7-7'25 m,
6'5- 6 '75 m.
R
9
10
8
12
P
O
I
I
4
5
2
I
7
5
13
44
6
18
G
s
6 75-7 m.
46
7
81
4
I
6
3
9
6 '2S· 6 '5m.
6 '25· 7'30 m ,
T
IR
B
"
'p
7
5
8
4
unif
hi r
P
SE
5
6
18
10
3
rn
R
P
O
I
2
LD
PO
I
5
G
A
7
m
I
I
P
2
2
3
4
2
3
6
34
100
m
P
E
32
28
13
207
[page-n-75]
J, M,' FULLOLA PERICOT
Un resumen del precedente esquema, que nos daré ya la secuencia en escala nominal, es
el siguiente:
S
7' 25,7 met.ros
7,6' 75 met.ros
6'75,6' 5 metros
6' 25,6' 5 metros
Tal. 6'25, 7'JO metros
P
A
2
27
2
64
15
1
1
1
10
19
13
22
23
SE
B
E
7
32
4
4
34
2
24
100
13
9
2
28
13
149
TOf,
O
207
Los 184 útiles analizados contienen 207 tipos primarios, como acabamos de ver, Dos de
ellos son triples, cad!! pieza asocia tres tipos primarios: 19 son dobles y ¡5J son monotipos, es
decir, contienen un solo tipo primario.
La escala ordinal nos da la siguiente serie :
S
149
•
24
A
P
SE
E
19
13
2
O
El proceso matemético expuesto a propósito del Gravetiense nos servirá en todos los ca,
sos posteriores, por lo que lo aplicamos y obtenemos una secuencia estructural :
P 14 SE
S / I B / 4A
E
El Solutrense Inferior ha sido un tema largamente debatido en la bibliografia paleolitica,
debido a que la brusquedad en la aparición del Solutrense parecla poner dificultades en el ha,
lIazgo de un hilo conductor de la evolución. Vamos aho ra a profundizar a fondo en esta pro,
bJemética, en concreto con posibles comparaciones que ahora deslllTOllaremos.
La semejanza tipológica mayor que hemos detectado la haUamos en el yacimiento
francés de Laugerie Haute en su zona Oeste, Mediante la aplicación de la tabla de conve~ión
que hemos expuesto con anterioridad, hemos llegado a la confección de una secuencia es,
tructural del yacimiento, lo cual nos permite una magnifica posibilidad de comparación, La
serie nominal es como sigue:
S
11 08
y
A
2J2
P
152
•
E
19
J25
9
P
152
SE
E
19
9
SE
la secuencia ordinal:
S
11 08
•
325
A
2J2
Por el procedimiento que ya conocemos, bailamos la secuencia estructural con sus ruptu,
ras,
S/IB / 4A
P 14 SE
E
Estos dos procesos de Parpalló y de Laugerie Haute Oeste nos muestran un paralelismo
muy grande, pero otros yacimientos tienen secuencias estructurales a lgo distintas para este
Solutrense Inferior, como Laugerie Haute Este, donde 105 abruptos se elevan al segundo lu,
gar: o bien los de la original zona Gard,Ardéche ¡Combier, 19571, Le Figuier y Le Chabot. que
relegan los abruptos a una cuarta posición muy baja, más cercana a los sobreelevados que
están a continuación que a 105 planos o buriles que le anteceden,
Con todo esto querernos significar que no es defmitivo para nosotros la gran semejanza
estructural que puede haber entre dos secuencias de dos yacimientos presuntamente contem,
poráneos, y más en este momento de cambios culturales, de adopción Ino nos gusta invasión)
[page-n-76]
INDUST RIAS LlTICAS DEL PALEOUTICO
"
d e nue vas técnicas de taUa , etc. Pero el pa ralelo va algo más allá , hasta lo cualitativo como
son los ú tiles llamados de cara plana, presentes como fósil director de la industria ya desde
primeros de siglo IBre u.il, 1912!.
La gran similitud en las secuencias estructurales requiere poces explicaciones. puesto
que su mis mo orden es ya un buen d ato, con el ascenso de los planos del último luga r donde
normalmente estaban confi nados en cualquier otra industria, hasta el cuarto, lo que nos indic a que vamos entrando en el Solutrense ; tal aumento es progresivo, como puede apreciarse
en los cuadros de distribución de útiles por subtramos. Otro dato buen indicador del cambio
es el descenso de los abruptos, tao indicadores y definidore!; de las indUSlrias anteriores y
que ahora sufren este b¡Qón relativo que durará todo el Solutrense y que desaparecerá pa ra
hacernos de Indicador de que algo cambia de nuevo, de que el Gra vetiense, latente esos miles
de uñas, reapa rece con su do rso rebajado tfpico y se conjuga con las nuevas trad iciones de tao
Ila derivadas de la época que ter mina.
Son las rupturas mismas de las secuencias, en fm, las que nos indican la clara semejanu .
La de mayo r importancia, de primera categoria, separa en ambos casos los simples del resto
de la serie ; sobreelevados y lecailléesl se distancian de los planos, en ascensión, sólo por una
rnJn ima ruptu ra de cuarto grado ; y otra ma rca la pequeña diferencia entre las dos industrias,
en el Parpalló está entre los buriles y los abruptos y en Laugerie Haute Oeste entre abru ptos y
planos. Pero este detalle reviste poca importancia cuando consideramos ambos conjun tos
globalmente, y la identidad casi total en lo tocante a las cantidades.
} resumen pues, creemos que la suma de la presencia real del fósil director clásico con
:n
la de la casi Igu aldad cuantitativamente hablando con otro yacimiento tlpico del Solutrense
Werior nos da como resultado el que consideremo:l que en el Parpalló asistimos a un lenl.O
proceso de solutreanización que fructifica y desemboca en una industria original por la varie·
dad de sus utiles tlpicos, por las espléndidas puntas de aletas y pedunculo y además por su
arte, extremo este que si bien no tocaremos directamente, habrá que tene r siempre presente.
Al paralelismo tipológico que acabamos de mostrar viene a sumarse el dato cronológico
que reviste también una coherencia bastante clara. El an Alisis BM·859 dio, para unos huesos
y astas de ccerv us elaphus. hallados entre 6·5 y 7 metros, ple no Solutrense Inferior, una fe ·
cha de 20.490 ~900 y - 800 anos BP 08.540 BCl lDavidson, 1974 1. La amplitud dela va ria·
ción, 1.700 aftos, cuestiona algo la datación asl como el hecho de que sea única, ya que de
contar con una serie la credibilidad seria mucho mayor. Y esa serie la tenemos precisamente
en las industrias de Laugeric Haute Des"..e. y coinciden con las fechas del Parpall6. Tenemos
que Cr-444 6 ha dado para la parte superior del Solutrense i nferior 20.8 10.!;230 BP ; Gr.
44 69, para el mismo nivel, ha dado 20. 16 O.:!: 100 BP ; y Gr·4573 , para la base del Solutre nse
Inferior. ha dado 20.7 50 ± 150 BP. Una cuarta fecha, Gr· 1888, pertenece a la zona Este del
mismo yacimiento y da 20.890 +300 BP, la de mayor an ugüedad . En conjunto, vemos que la
da lUción del Parpalló se inserta-directamente dentro de la serie y que la t ipolog!a se ve corro·
borada por la cronolog!a, por Jo que la conclusión total nos parece bastan te clllra , el Solutren·
se Inferior del Parpalló es realmente Solutrense Inferio r, si bien con alg ún elemento evolucio·
nado como la pW1ta romboidal, en realidad su parte superior solamente, 10 que señala Fort.ea
(Fortea, L 973, p. 4891Yq ue identifi ca con la fase inicial del Solutre nse Medio fra ncés, posible
Solut ren le I de JordA (Jo rdá, 1955 1. Pero esa unica objeción, muy teórica, no puede hacernos
dudar de toda una coherencia de tipos y de fechas que acabamos de exponer y que es, segun
nueS tro entender, buena demostración de la eldstencia de una fa se de solutre anización.
c l Los niveles comprendidos entre 6'25 y 5' 25 melros fue ron bautizados por Pericot como Solutre nse Medio o normal. Las rocas L y K, que ta n gran papel hablan te nido en los nive·
les inferi ores que hemos estudiado, estAn aun presentes aqul, si bien sólo en su tramo superio r, por lo que lo que antes fue estorbo ahora es ayuda pa ra encender hogures, proteger alimentos, a lmacenar, etc.
Las capas del talud testimonio que corresponden a estos niveles son la 27, de 6 a 6·25 metros. la 26, de 5·75 a 6 metros, la 25, de 6 a 5' 75 metros y la 24, de 5·25 a 5'5 metros.
La estratigra na es sensiblemente hori zontal, segun el diario de excavaciones, y a ello
contribuye la mayor extensión de la cueva y el relleno que ha ido acumul6ndose con 101 miles
de años que ha n transcurrido desde su primera ocupación. Los hogares son cada vez mAs numerosos, prueba de la mayor habitabilidad de la cueva, que aprovecharian sin duda repeti·
[page-n-77]
J . M .· FULLOLA nlUCOT
"
damente 101 nómadas de la época ; este nomadismo podemos deducirlo de lIS iúo numerosas
capas estériles que aparecen entre los hogares. producto de Icumuladones eólicas .o de aportaciones por faJaaciones acuosas a través del kant de la montada ; ¡., desocupaciones. cada
vez meno. numerosas, soo aqw aúo importantes. En algunas ocasiones las capas estériles estiD bastante CODsolidadas. fonnando·como una arenisca que orrecla • los excavadores, por
su mayor durua, el temor a encontrarse ya coo 1. roca de foodo del yacimiento.
Eotr'e los balhu:gol destacables tenemos pro(ualón da .deotaUuw y de pequetl.os caraco·
les. Las cenizas de los bogares aumentan. medida que asoeOdem08 yen 5' 25-5'5 metros dominan
clanmente. Los buesos son escasos, y los útiles en tal material IOn 79, como ya hemos sedalado
con anterioridad.
Hemos estudiado 5.588 pi~as de sfiex, de ,.. cuales 1.073 eran útiles 09' 2 "l. La tabla de
distribución por wnas y subtr8.IIlO5 de esas piezas sin retoque H la siguiente:
5 '5-5'75
5'75-6
6'25-6
L
P
697
68
CO
34
EO
Tot. 799
L
CO
CE
EE
230
17
78
328
27
L
P
CO
CE
EO
5'25-5'5
670
182
84
146
L
P
CO
CE
1066
151
140
2
Otros
Tal. 5'25-6' 25
426.24 _ 450
Tal. c,242
29
(5'75-6'251
(5'25-5'751
Tot. 680
EE 96
(5'25-5'751
Tot. 1027
lndet. 18
Tot, !.!!!
TOlo Sol. M, _ 4515
Estos 1.073 lltiles anelUados no contiene cada uno un tipo primario, Sólo 955 cumplen
esta norma, son los monotipos. En 109 casos hay una duplicidad de tipos primarios sobn el
mismo Íltil, son los dobles ; los Uiples son 9, En total, para 1,073 Íltiles hemos analizado 1.200
tipos primarios,
Pasemos a continuaciÓn a construir el cuadro de contingencia adecuado para nuestro estudio de las series St, 1. Y Sto S. del Solutrense Medio del ParpallO,
Sto l.
St. s,
TOlo X' St, I. X' StoS. X' Tot,
-8' 2
s
331
A
60
+8' 2
0' 167
0 '365
102
3' 723
3' 156
6'879
158
0'159
0 ' 135
0'294
15
0' 175
0' 149
0'324
81
0' 118
0 ' 100
0 ' 218
21
0' 037
0 '031
0'068
1.117
4' 410
3' 738
8' 148
-13'2
42
46' 8
55'2
-3'4
69
O' 198
400' 8
339'2
+ 13'2.
p
740
40'
+3'4
89
72'4
65' 6
-1'1
B
8
7
6',
8'1
- 2'1
SE
+2' 1
46
35
43' 9
37' 1
E
,
512
-0' 6
"6
.0'6
12
605
11'4
[page-n-78]
"
lNDUST!UA$ unCAS DEL PA.1.Iounco
De atú podemos deducir la secuenda DOmiPal, palando por el elquema I'1!lumen que si·
gue,
S
A
P
SE
B
E
Tot,
6 · 6' 25 metros
168
25
39
22
26 •
5'75 · 6 metros
163
30
2
13
3
246
5' 5· 5'75 metros
224
16
5
21
4
"9
5' 25· 5' 5 metros
185
26
40
2
25
8
28'
Tal. 6' 25· 5' 25 metros
41
15
22
O
5
O
83
"
781
..
117
180
15
..
La secuencia ordinal es:
S
p
A
781
180
117
y la secuencia estructural:
Sil P / 4 R
B /'
E
•
•
8'
21
E
SE
21
1,200
15
B
SE
La distribución de tlpos de 6ti1es por subtramos es la siguiente:
S
m
•
P
o
G
B
"
••
unif
bif
P
SE
m
•
P
o
G
A
LO
PO
E
m
6, 6'25 m,
2
44
10
8
104
3
19
27
12
•
"
73
2
11
18
12
1
2
3
19
1
1
m
•
5'75· 6 m,
1
44
9
4
•
266
1
24
5
4
1
3
246
5 '5,5' 75 PII,
2
.9
11
46
9.
1
20
29
20
2
2
5 '25 ,5 '5 m ,
1
55
7
21
101
1
24
22
18
1
10
1
3
1
1
4
1
19
3
3
'"
286
5 '25,6'25 m, Tot,
6
4
216
2
39
12
123
23
397
8
4
78
111
15
7
.9
2
5
2
10
•
3
2
82
10
11
8
6
21
83
1.200
8
En esta secuencia estructural constataremos como dato de la mayor Importancia el ascenso del grupo de 101 foUAceos (PI al segundo lugar, con lo que el proceso de 10lutreaniZllción
que hemos visto que aumentaba gradualmente en el perfodo anterior llega a su culminación,
Cualitativamente están pl'1!senteslos fósiles directores que de forma cibica se han atribuido
a esta fase, es decir, las hojas de laurel ; en muchos casol el retoque e. ya blfaclal, pero el pro·
ceso va teniendo lugar de forma gradual. En efecto, el retoque plano va pasando de ser parcial a ser total, de ser unifacial a ser blfacial, yeso se ve muy bien en la aparición de los útiles
con estas caractenstlc as, Lo. dos primeros subtramo. 16'25-5'75 metroll contlenen aún lo
que Pericot llamó proceso protosolutrenSB y que no es mAs que el fm del de solutrearuzación
que venimos indicando ; el por ello que ese retoque parcial que bemOl setialado mAs arriba
esta aún presente en auténtica. puntas de cara plana, con retoques inversos en base y punta,
Pero por otra parte 101 elemento. mu evolucionados, tipo Solutrense Superior, lo. hallamos
ya en los .ubtramos superiores; citaremos 5 piezas pedunculadas, de elles 4 hifaciales,
[page-n-79]
J. M,' f'ULLOLA PERICOT
"
autenticas puntas de aletas y pedúnculo. algún raspador solutrense, es decir. según Smith. el
que contiene además del retoque de l raspador un retoque plano sobre toda la pieza. algunas
posibles hojas de sauce que señala Fortea (Fortea, 1973, p. 490J Ytres escotaduras. dos hojas
y una punta.
Queremos significar con esta variedad de elementos que aporta este nivel 6'25·5'25 metros que s6lo una minuciosa precisión en el momento de excavar, fijando cada capa con
exactitud, cada suelo de habitat o superficie que contuviera una serie de útiles homogéneos y
contemporáneos, podría arrojar luz a la mezcla con la que nos enfrentamos. Es nuestra opinión que el proceso solutreose no se detiene sino que se acelera en esta fase y que se nos hace
diflcil puntualizarlo en un momento, decir con exactitud que esto o aquello sean Solutrense
Medio, ya que la evolución sigue y conlaminll con sus nuevos tipos la pureza teórica de una
industria. Pero, sin embargo, si creemos factible intentar llegar a un algoritmo que nos ayude a constatar si hay una homogeneidad o no dentro de este nivel; para ello lo dividiremos en
dos series, St,l, subtramo inferior, compuesto por los útiles de las capas 6,6'25 y 5'75 ,6 metros, y Sto S, subtramo superior, con los útiles de 5'5·5'75 y 5'25-5'5 metros. Desechamos la
pequeña serie de 83 piezas que figura bajo el eplgrafe de «'Tal, 6'25-5'25 met.ros.o, por ser general y no pader distribuirse en su subtramo correspondiente.
Las dos series son las siguientes:
,,,
60
409
42
S
St. 1.
St. S.
A
P
69
89
SE
8
7
8
35
46
E
9
512
12
605
A partir de ellas ponemos en marcha el proceso de calculo que para averiguar la homoge.
II p.id'ld o no de dos conjuntos es clásico en matemáticas o estadística. El resultado llega por
!11p.dio de la construcción de los cuadros de contingencia, el calculo de las contingencias cua ·
dráticas y los tests del X',
Siguiendo a Laplace expondremos las lineas esenciales del proceso y lo aplicaremos des·
puCls a nuestras dos series para testar su homogeneidad ILaplace, 1974b).
El objetivo final consiste en averiguar ~i los dos co njuntos considerados son homogéneos
o no, y si existe independencia o asociación entre los caracteres analizados. Para ello se ha
buscado un cálculo, un número que concrete el grado de homogeneidad y el grado de asociación; éste debe encontrarse en función de las dife rencias. Se utiliza la suma de las diferencias
(écartsl cuadráticas reducidas, suma de términos positivos, entendiéndose por diferencia
c uadratica reducida el cuadrado de la diferencia dividido por el efectivo teórico. Se define así
la contingencia cuadri!.tica o indicador de diferencia X', cantidad que mide la diferencia en·
tre la distribución observada y la distribución teórica.
Si la homogeneidad de dos co njuntos o la independencia de dos caracteres son completos,
las diferencias, por consiguiente la contingencia cuadri!.t.ica, serán nulas. La inhomogeneidad
y la asociación tendrán unas diferencias y unas contingencias cuadráticas elevadas. Sin 13m·
bargo, nunca se llegaré a un valor nulo para Xl debido a las fluctuaciones inevitables atribui·
bles al azar de la observación. Es necesario, pues, saber dentro de qué limites esas fluctuacio ·
nes pueden hacer variar al Xl. Las tablas del X2 de Pearson (Laplace, 1974b, apéndice entr e
pp. 68 ·691 indican, para cada valor de X2, la posibilidad para que el valor de X' se consiga
únicamente por efecto del azar. Cuando la probabilidad es muy débil, inferior a 0'0 1, debe
admitirse desacuerdo entre los hechos observados, y las hipótesis da homogeneidad o de inde·
pendencia se cumplen cuando el X2 alclllUa Wl valor superior a 0'10. Debido a esto se admite
generalmente 0'05 como valor de la probabilidad P por debajo de la cual las divergencias en·
tre efectivos observados y efectivos teóricos ya no son atribuibles al azar de observación: la
diferencia es, en tal caso, «sign.ificativ!ll. Con un valor P inferior a 0'01 la diferencia es «muy
significativlII, Y cuando un valor P es menor de 0'001 la diferencia se considera «altamente
significativa•.
El resultado hallado de 8'148 debe buscarse en las tablas de distribución de Pearson en la
línea S, ya que el grado de libertad es en nuestro caso 12-11.16-11, es decir, 5. Nuestra cifra se
halla comprendida entre 0'20 y 0'10, lo que significa homogeneidad de las series con reservas.
[page-n-80]
"
INDUSTRIAS UTICAS DEL PALEOUTICO
Las diferencias que pueden encontrarse entre estas series son debidas en cierta manera
a l aza r, pero de algun modo hay que ir con reservas para afirmar que son homogéneas, hay
un racional ma rge n de duda, es decir, hay rasgos diferenciales claros que ya hemos expuesto
al hablar de estas industrias cualitativamente,
Si llevamos a cabo un X' total, considerando los cuatro 5ubtramos por separado, su res ultado, 23'669, nos sitúa tnmbi(!n en el limite de homoge neidad con reservas, lo cual no hace
sino reafirmar lo dicho en el párrafo a nterior,
Vistos pues estos cA ulas, pasaremos al apartado de comparaciones tipológicas, A nivel
lc
de modos volvemos a encontrar un paralelo casi perfecto con el mismo yacimiento que ante,
riormente, en Laugerie Haute, pero esta vez en su zona Este, Su secuencia ordi nal es idéntica,
pero las rupturas separan los abruptos de los buriles, mientras que en el Parpa]]Ó esto sucede
entre planos y ab ruptos. De todas maneras la similitud se da en un grado ta n elevado que su
aceptación es fá cil.
L. H, E" Sol Med,
S /\ P
A / 3 B 14 E
SE
Por supuesto los planos siguen dominando con ventaja, y es curioso observar cÓmo tam,
bién se da aQul la al ternancia entre E y SE, que intercambia sus posiciones,
En Laugerie Haute Oeste la secuencia ordinal es también igual, pero las rupturas ma rca n
una distancia menor de los simples respecto al re5to de la serie, pues la Que separa S de P es
de tercer grado. Por el contrario, entre P y A, la ruptura es més importante, de segundo gra,
do, por lo que ea col\iunlo el paralelo no es tan grande como hasta ahora , pero existe positi,
vamente,
Una vez expuestos todos los datos que poseemos, nos parece prudente no dogmatizar
acerca de todo un Solutrense Medio de un metro de potencia (6'25-5' 25 metrosl sino que
acepta remos sólo que ahJ dentro se encuentran los elementos definidores de esa industria,
que son los dominantes cuantitativamente, pero que hay que valora r también 105 utiles que
marcan el hilo evolutivo de esa cultura, tan to por arriba como por abajo, Nos referimos a las
piezas mis arcaizan tes y mb evolucionadas que ya hemos expuesto més arriba y que son la5
que hacen que e n los c¡\]culos de homogeneidad tengamos que hablar con reservas de igual,
dad de industrias, La pureza total no se alcanza en ningún momento exacto y seguramen te 10
mejo r seria hablar de esos dos subtramos mayores que hemos considerado en nuestros pri,
me ros análisis, de 6'25 a 5'75 metros y de 5'75 a 5'25 metros, calificándolos respectivamen,
te de Solutrense Medio a rcaico y de Solutrense Medio evolucionado, por sus reminiscencias
el primero de las puntas de cara plana, etc. , y por sus anuncios el segundo de elementos de
posterior desarrollo como las aletas y el pedúnculo, la e5cotadura o el tipo de raspador solutroru¡e, todo ello sin perder el substrato propio que defme, de solutn!anización completa y ¡j,
pica, con sus clásicas hojas de laurel, etc.
di El Solutrense Superior del ParpallÓ fue hallado, según Pericot, entre 5'25 y 4'5 motros, Las capas del talud testimonio que perteneclan al nivel resel'lado eran la 22 y 23, de 5 a
5'25 metros; la 21 , a 4' 95 metros ; la 20, a los 4'75 metros, y la 19 y 18 , de 4'55 a 4'75 metros,
El hecho más importante en cuanto al tipo de tierras que formaban estos estratos es la desllparición de cualquier vestigio de esterilidad; abundan mucho los hogares, testimonio de la
peT5istente ocupación del yacimiento, pero incluso en las zonas donde la tie rra amarillea fue ,
ron encontrados utiles, Los huesos de animales consumidos por los habitantes de la cueva
han sido hallados en gran cantidad, aprovecbándose algunos de ellos para trabajarlos y con,
verti rlos en útiles; .ochenta son los identificados ?Or Pericot, como ya hemos sel'lalado a nles.
Tras estas precisiones estratigráficas, pasaremos a la industria lltica, Ya dijimos que en
la monogra na se hacia UD cálculo aproximado de 25,000 s¡¡ex para estos tres niveles, pero
nosotros hemos hallado tan sólo 17,959, de los cuales 2, 178 son utiles !J 2' 1 " 1
,
La tabla de distribución de las piezas que no poseen retoque por zonas y subtramos es co'
mo sigue:
[page-n-81]
80
J . M,' FULLOLA PERICOT
5 '25· 5 '5
EO
EE
18
L
1.869
P
41
Tal. c. 23
4
540
J .747
1.054 Tot.
'"
CO
CE
" '5.-4 ' 75
,, ' 75· 5
CE,
CE,
CO
1.62.1 P
1.313
739 Tal. 20
5
2
812 Tal. 21
4 .684
192 Tot.
E~ .3
..,
..,
L,
P
CE
2.089 CO
391
4
427
2.675
L 4' 5-5
Tal 15.78 1
793
3
Par.O.
T. 19
5
EO 4-5 m. 2
Tal.
5
921
Tot.
LoS 2. 178 útiles se distribuyaD de la forma siguiente: 1.984 eootienen s61 un tipo prima
0
ria. son monotipos; 183 útiles son dobles, 9 son Uiplel y 2 cuádruples. Esto arroja un total de
2.387 tipos primarios analizados.
Estos tipos primarios presentan una distribución por tipos y lublJ'amos que vamos a exponer :
5-5'25
S
fR
,
R
P
129
O
G
42
200
2
,, ' 75-5
4 '5· f ' 75
3
4
4'
7
7
214
15
116
6
"
P
unif
bif
SO
SO
56
R
P
6
2
1
SE
"
35
'P
m
PO
m
P
4
3
60
11
299
22
101
767
2J
247
114
13 .
11
6
1
10 1
27
252
S
4
4
1
29
3
45
3
36
2
24
4
29
4
4
60
1
20
2
•
75
O
A
LO
TOI .
l2J
"
,
'"
6
48
B
5 '25·4 '5
J2
19
•
13
6
E
SO
6
120
6
34
1
217
22
603
P
803
74.
232
2.387
•
El resumen de ese esquema que vemol en la péglna anterior nos da ya las serie, nominales de cada uno de los subtramos, y COIl su suma, la serie nominal general del nivel.
S
A
376
446
277
101
75
130
300
101
1.200
606
5· 5' 25 m etros
4 '75-5 metro,
4'5-4' 75 metro.
5' 25-4' 5 metro,
SE
P
100
131
•
B
37
81
E
6
•
Tof,.
603
803
m
21
6
1
74.
7
6
20
1
253
36
270
22
2.387
15
232
Como sabemos, la secuencia ordinaJ.e obtiene disponiendo los modos 5e¡UIl sus velores,
de mayor a menor.
S
A
B
1.200
606
270
P
253
SE
36
E
22
2.387
[page-n-82]
INDUSTRIAS LITlCAS DEL PALEOUnco
"
La secuencia estructural, después de los célculos pertinentes, es:
S Il A /2 B
P 14 SE
E
Vamos ahora a intentar deducir de esta secuencia y de otros dlculos y da los que iremos
viendo la verdadera ra1:t de estos niveles plU'pallenses, de 5' 25 a 4'5 metros.
Lo primero que hay que hacer notar es el nuevo ascenso de los abruptos, lógica consecuencia de la llegada del Solutrense Superior y de algo mas que darA de$ pués una industria
muy caractenstica, como veremos. Las puntas de escotadura, junl.O con las hojas de sauce,
han sido clAsicamente los fósiles directores de este momento final del Solutrense; pero aqul
hallamos ya la primera contradlcdón, puesto que esas puntas de escotadura a las que siempre ha venido refiriéndose la bibliografla son los F22 (6 F322 si son hifaces) de Laplace, es
decir, se engloban en los foUAceos, pues su retoque exclusivo ea el plano, loa subtipos A, B Y C
de Smith (Smith, 1966, pp. 53 ·54 ). Estos tipos franceses son bien conoddos desde hace muo
cho tiempo en la costa cantAbrica (por ejemplo Conde de la Vega del SeUa, 19161 y en conjunto podemos considerarlos opuestos al suhtipo D de Smith, que no es mAs que la punta de esco·
tadura conseguida por retoque abrupto y que esta situada en todo el arco mediterr'neo, de
Almena a la Puglia, de La Salpémére a la Cueva de Ambrosio.
Volviendo a nuestro caso del PlU'palló veremos que puntas de escotadura tetAsicas. tene·
mas sólo 4, dos uniraciales y dos bifaciales, mientras que piezas con escotadura , hojas y puntas, hay 269 , 145 Y 124, res pectivamente. Su repetida apariciÓ n parece querer indicamos al·
go mAs que la efectiva presencia del SolutrP -"e Superior, y asl, de su repartici6n que expon ·
dremos ahora, extraeremos un da to que intentaremos confmnar més tarde,
Tot,
5·5'25
LD31
4'75-5
4'5,4'75
4'5· 5
6
30
2
1
39
11
8
1
1
9
52
4
20
14 '
33
34
,
35
2
8
1
3
14
3
13
29
113
32
1
6
4
lB
33
34
2
9
8
25
2
35
8
9
31
70
14
32
PD3 1
,
67
17
13
6
"
"
2
124
El hecho que se desprende de estas dos series de útiles con escotadura es el de su eclosiÓn
en el subtramo final o superior del ni vel, es decir, en 4'5-4'75 metros. En él se concentra,
preSCindiendo de la última columna, poco concreta por abarcar dos subtramos mezclados, un
63 '6" de las p unt~, de escotadura y un 90' 4 " de la' hojas, y por ello lanumO$la hipótesis
de que un replanteamiento en la distribuciÓn cultural de esle subtramo del Parpalló salmpo
ne, En erecto, su adscri pción mejor sena a los niveles $uperiores, solutreo,cravetienses, que
veramos a continuaciÓn.
[page-n-83]
"
J . M .' ftJLLOLA PERI COT
Los faliáceos , con su tabla de tipos y subtramos, aportara nueva luz al tema.
5-5' 25
IF
FII
FI2
FI3
FI'
FI5
m
F23
F311
4' 75-5
l'
29
34
21
I
3
10
I
5
,
I
F313
F3 14
FJ1 5
FJ21
15
2
I
495 -4 '75
4' 5-5
2
6
50
57
I
,
15
I
2
3
6
I
33
2
2
I
17
6
,
,
24
28
,
96
128
l'
6
39'3"
52'4 "
5' 7 "
I
2
60
•
20'4
23'3
O' ,
1' 6
6'1
O''
O' '
i'2
2'4
O' ,
13'5
3' ,
O' ,
O',
2' 4 "
F322
F323
Tot.
,
24 ' 5
24'
El hecho de que el 91 '7 " de los útiles de retoque plano se concentre en J05 dos primeros
subtramos, que admitiremos como claro Solulrense Superior, habla por sf solo de la diferenciación que hay en el último.
Pero no avancemos en exceso y concentrimonos en el Solutrense Superior. Hemos visto
sus hojas de sauce y sus piezas de escotadura que le defmen. su presencia pero no su abundancia. Hay un nuevo elemeDLO. ya apuntado en ese Solutcense Medio evolucionado que eSlUdiábamos más arriba, que es, a nuestro entender, el definidor de este momento; nos referimos, claro esté , a la punta de aletas y pedünculo IF23 6 F323) que nos muestra en este medio
metro 15"2 5·4'75) todas sus variedades, desdo unos alerones iniciales, casi aún subtipo H de
las hojas de laurel de Smith ISmith, 1966, p, 531, a fantaslat como un largo y ancho pedúnculo de 2/3 de la pieza (Pericot. 1942, fig . 26, núm, 510 su oposici6n, una larga y delgada punta
con unas mlnimas pero claras aletas y pedünculo Ud .. núm, 11, La primera aparici6n de una
pieza de aletas y pedúnculo tuvo IURar el 4 de junio de 1930 al tamizarse la tierra provinente
de EO 4-4'25 metros, subtramo Solutreo·gravetiense pero que conservó este único uti! solutrense en su Interior, boy expuesto en el Museo de Valencia (num, 7890 en nuestros anlHisis,
fig , 38, núm. 5 en la monograflal, Tal circunstancia hizo exclamar al excavador un tDimonil'
tan sentido que los obreros que trabajaban 8 sus 6rdenes bautizaron asl este tipo de útiles cada vez que aparedan, y no fueron pocas, En el diario de excavaciones Pericot intenta encontrar explicaci6n a la aparici6n de tan extra1l.a pieza en estas profundidades diciendo si hablia
c¡ddo de la visera de la montal'la, si se hahla «colado. de las capas superficiales, ya excavadas
el afio anterior, etc, Pero tres dlas después, en Lz y ~ 4 '25·4'5 metros aparecieron dos mé, y
ya a partir de entonces su sucesiOn fue ininterrumpida hasta las ultimas que fueron bailadas
en L 5'5·5'75 metros, el25 de junio de 1930, En total he mos analizado 69, de ellas sOlo 5 uniraciales, Su distribuci6n en el Solutrense Superior que ya hemos visto, nos confirme una vez
mb que su casi total desaparici6n coincide con el paso al subtramo 4'5·4'7 5 metros, dato
que corrobora nuestra hipOtesis.
.
Su aparici6n y significado. capital dentro de la evoluci6n del Paleolltico Superior, serán
discutidos més adelante, a la luz. de los datos que aporten otros yacimientos y hallazgos fortuitos. Pero lo que 51 dejaremos claro es que la punta de aletas y pedúnculo es el f6sil director
del Solutrense Ibérico, con un grado de desarrollo de las aletas mayor en algunos casos, como
en Cueva de Ambrosio lRipoll, 19611 o menor en otros como en Les Mallaetes, estrato III
[Jordá -Fortea. 19761. entre mllchos otros ejemplos qlle iremos viendo.
[page-n-84]
"
INDUSTlUAS LlTIeAS DEL PALEOUTICO
Pasemos a continuación a considerar cuantitativamente nuestra industria. Vamos a obte·
ner las secuencias estructurales de cada uno de los subtramos, eliminando los Íltiles que es·
tán en el apartado 4'5· 5 metros por su mezcla. Recordemos la secuencia estructural general
P 14 SE
E
El tablero da secuencias nominales, eliminando 4·5·5 metros" queda rectificado como si·
gue :
P
S
A
376
446
5· S·Z5metroJ
4·75·5metros
4·5·4·75 matros
7S
SE
B
9
6
20
37
81
131
6
9
6
Tot.
603
803
749
35
249
21
Z.15 5
277
130
300
100
131
15
1.099
505
246
E
Procedemos a averiguar abora la secuencia estructural de cada una de las tres series. En
el primer caso, 5· 5·Z5 metros, obtenemos;
S 11 P
A
13
B
14 SE
E
Para el subtramo 4·75·5 metros será :
A /3 B /4 E
S /1 P
SE
y , por ultimo, para el subtramo superior tendremos :
A
S
12
B
13 SE
Una simple ojeada a estas tres series nos delatar' inmediatamente el casi total paralelis·
mo entre 5·5' Z5 y 4' 75·5 metros, sólo alterado por la alternancia entre los modos menol"1!s SE
y E; por lo demAs coinciden incluso el grado da intensidad de las ruptUtlS y, por supuesto, su
situación dentro de la secuencia. En suma, bomogeneidad completa.
Pero al llegar al subtramo superior, que ya hablamos ido intuyendo como distinto a
través de los tipos de utiles en él hallados, el cambio incluso ordinal es total. Es lo más nota~
ble la explosión de los abruptos, llevados por las piezas de escotadura como hemos visto, que
ascienden al primer lugar desbancando, cosa insólita, a las piezas de retoque simple de la pri·
mera plata ; por otra parte los planos desaparecen de sus buenas posiciones solutrenses para
reintegrarse a los grupos menores, como es normal en todas les demás industrias del Paleoll·
tic o Superior.
Como dato rmal al'ladiremOJ que un test de homogeneidad reelizado entre la agrupación
5'Z5 ·4'75 y el subtramo 4'75·4·5 ba arrojado el resultado de J 11 '787 , que en el grado de li·
bert.ad 5 se pierde en la total y absoluta inhomogeneidad de las series consideradas y corro·
bora nuestra opinión de la gran diferencia entre ambos estratos. Para una mejor visualiza·
ción de la cuestión construiremos el cuadro de secuencias estructurales que nos mostrará las
relaciones diacrónicas de 185 categorias y de sus rupturas.
5·S·Z5 metros
S 1I P
A 13 B" SE
E
4'75· 5 metros S 11 P
A /3 B 4 E
SE
5/2 B / 3SE
4'5·4'75 metros A
P~E
El punto de vista cronológico se sustenta en una datación publicada por Davidson ¡David ·
son , 19741 y que proviene del análisis radiocarbónico de un fragmento de a sta de . cervus
elaphus. hallado entre 4'75 y 5 metros ; BM·861 dio la fecha de 18080, .-850 Y - 770 anos
BP, es decir, 16130 BC. Su comparación con otros resultados de análisis de muestras solu·
trenses le hace algo avanzado, porque por ejemplo GrN·4441 ¡huesos quemados} da para el
Solutrense Superior de Laugerie H.ute Oeste ZOOOO ±Z40, y GrN·4605 ¡hueso y mal. hum.'19.870! 190, siempre BP, pan el mismo estrato. Esto viene a apuntar de nuevo la vieja teotia
[page-n-85]
.
J. M. o FUllOLA PERICOT
de un Solutrens8 Superior ibérico contemporáneo del Magdaleniense iniciel fra ncés, con lo
que salvaba asl el hiatus que tal cultura presentaba en la Península Ibérica; en efecto, dataciones de Magdalenienses inferiores se van en Francia a 10519880 +520 BP de Ly-663, o los
18850 ±550 EP de Ly- 719 , ambos del nJve l 2, MagdalenienS8 inferio r. de la ,¡rotle des Cottiers •• en el Auvargne ; pero por otro lado tenemos la fecha de 16750 ±250 BP pa ra el yacimiento de superficie de Lass8c en el anélisls Gif-2981. que nos rejuvenece bastante ese comienzo del Magdaleniense.
En el Parp alló la evolución seguir! una Une. cohenmte con el Solútreo-gravetiense, que
tendrá correspondencias cronológicM claras con estratoll paralelos en el IIJ'CO mediLetTAneo,
entonces si con toda seguridad al Magdalenieose inicial fran cés, como veremos mAs adelante. Pero po r el momento nada nos impide aceptar plenamente como buena la fecha BM-861
de 18080 BP, 16 130 BC.
Un l1lt1mo apartado para el Solutrense Superior nos llevará a buscar los posibles par alel(l;'llln ntros yacimientos, basándonos en las ser ies obtenidas en las publicaciones respectivas.
Nuestra serie real del SoJutrense Superior la obtendremos de la suma de 5-5'25 y 5·4'75, es decir,
será:
Al3 B / 4 SE _ E
S /\ P
La secuencia que nClS ofrece una mayor semejanza con el Parpalló es la que se infiere del
nivel correspondiente de Laugerie Hau te Este, que presenta la misma serie ordinal, pero con
las rupturas algo cambiadas; quedan tam.blf, n aislados SE y E, Y en ve: de agruparse P y A en
oposiciÓn a D, es P el que queda solo en segundo lugar, aglutinándose A y B. Es como sigue :
S l' P
,4
A
B /3 E
SE
No proseguiremos nuestro camino de paralelos porque co nslderamol que la origmalidad
cu alitativa de nuestros niveles es mayor que cu alquier cu antificación que quiera hacerse. La
muestra de la semejanu está ya presentada y co n ello basta.
el El prÓnmo nivel individuali:ado por Pericot abarca medio metro de potencia, entre
4'5 y 4 mIS. Lu capas del talud, que se corresponden con las profundidades de la excavación
en la c imara, son la 17, de 4 '55 a 4' 25 mIS" y la 16, de 4'25-4 mIS.
La denominación que se dio a este nivel rue controvertida ya en su nacimie nto. En efecto,
Pericol preconitaba un tAuriñaciense finab a causa de los lltiles de dorso rflbajado, que le r ecordaban la primera rase de l yacimiento, el Gravetiense, por lo que este nombre traduda su
idea del oGravetiense finaLo , que no iba en absoluto desencaminada. Pero la otra influencia
fue la de Breuil, que propugnaba el nombre de .Solutrense levantino fma!.t, y asilo consultó
con el excavador . El acierto del prehistoriador franch fue manifieSlo, tanto que una de las
61timas rectificaciones que conocemos para este periodo lo llama tSolutrense evolucionado.
1J0rdi-Fortea, 19761; en realidad, la intuición de Breuil fue tan grande a comien:os de siglo,
que estamos alln discutiend"o 105 tf,rrnlnos por 61 creados; usamos en muchos casos, para des cribir culturas, sus esquemas y modelos, que. pesar de los sesenta atlos larlos transcurridos
tienen una vigencia lBreuil, 1912). El calificativo de . padre de la Prehistoriu en Dadie pudo
recaer mejor que en él.
Un acuerdo mutuo llevó ala fó rmula de .Solúlreo-AuriJ'¡aciense fma!.t , que Jordá rectificó
en el más (eli: y a ctual Solútreo-gravetiense. Atrás quedaron calificaciones erróneas como la
de Capsiense Medio de Obermaier IObermaler, 1932, p. 781.
Hoy, esta peque!'!.. hatalla por la nomenclatura tiane una nueva aportación, más que nueva, resucitada, El ténoino qlarpallenseJ, ya acu.l'l.ado en el momento de la ucav.ciÓn po r L.
Siret IPericot, 1942, p, 41 , nota 11, en una comuDiución escrita al excavador, fue usado mcluso en la bibliograna IJiméne:. Navarro, 19351. Pero Pericot, en un buen intento por no
crear más confusionismos en las cuestio nes de nomenclatura, rechaza el término en su monoguna. Hoy , sin embargo, co rre de nuevo la idea de una prioridad, muy ciena, para la identifi cación de este estrato concreto en el ParpallÓ, y J ordá y Fortea nos apuntan la posibilidad
de relamar el termino en el caso de abarcar esa cultura determinada, as! denominada, una
extensión considerable [Jordá y Fonea, 1976, p. 1561. Nosotros creemos habe r hallado los
paralelos exactos, que expondremos más adelante, y, cumpliendo asila premisa propuesta
por los dos autores anteriores, .poder revitaliza r el término de tparpallensel pira este momento lFullola, 19771.
[page-n-86]
"
INDUSTRIAS UTlCAS DEL PAU OUTlCO
Pero dejemos por abon esta problemAtica, que volveremos a tocar a fondo eo apanados
posteriores, para expooer un poco la descomposición estratigrMlca de este nivel. Su elemento
m's destacado es la abundancia de material, la ausencia ya de zonas estériles. La ocupación
" continuada e lnteDSiva, como lo prueban los gt"andes amontonamientos de huesos de ani·
males que fueron hallados en todo el nivel, metidos en las concavid.des de las paredes, sobre
todo en la occidental, zona ésta que en conjunto era en si un gran osario, mezclándose tamo
bién con sUex y plaquetas en aquel amasijo. Los hogares se lnealinn milis bien en la mitad
oriental del yacimiento, y las tierras negras, quemlldas, y rojizas son abundantes. AlgunllS uneas de color amarillento separan los múltiples bogares, pero esa tierra més clara no marca
en modo alguno una etapa de desocupación, puesto que en ella los hallazgos de toda clase de
material no dejaron de producirse.
El hueso trabajado sufre un aumento considerable y se detecta en el subtramo superior
14' 25·4 mts.) la presencia ya de elementos magdalenizantes, como las azagayas con bisel y
los pequetlos punzo nes, El paralelismo de algunas de aquellas, con tipos del.Magdaleniense 1
de Le Placard, ha sido repetido en la bibliograna ¡Pericot, 1942, fig , 36, n.· 1, 6 Y 7), Y Pericot
hablaba de mezcla de este último subtramo solútreo-gravetiense con el primero, que él atribuye al Magdaleniense, pero creemos que la evolución gudual, como ya hemos ViSIO en el
Solutrense Medio, es una buena uplicación al problema, De hecho esta fase final del
Solútreo'gravetiense coincide cronológicamente, como veremos, con el Magdaleniense 1
francés, por lo que la presencia de elementos de este tipo no debe inducirnos a mezclar estratos ni a cambiar los objetos de lugar,
En lo que concierne al sUell, vamos a actuar en primer lugar con los que provienen ellc1u sivamente de los subtramos 4'5-4'25 y 4' 25-4 mu. Ofreceremos su distribución, sus cálculos,
como ha sido norma a lo largo de todo este capitulo, para en una fasa posterior reagrupar es·
tas cifras con las que ya hemos expuesto del subtramo 4'75·4' 5 mIJ., que ha quedado demostrado ya que pertenece en realidad a este soIÚtreo-gravetiense.
Hemos de recordar, por fin, que a partir de este nivel en que nos encontramos hemos
efectuado la identificación de los útiles, también por el sistema da Sonnevllle·Bordes-Perrot.
A los datos previos que seguirAn inmediatamente, se unirAD a cODtinuación los resumenes por
capas de 25 cms" y dentro de cada UDa de ellas, por zonas de ellcavación, tanto en el sislema
anal1tico como en el de Mme, Bordes. Un total de 14.812 piezas de sllu fueron encontradas
en los niveles que nos ocupan, de las cuales 1.874 eran utiles, es decir, un 12'65", La distribución por zonas y subtramos de las piezas sin retoque es como sigue :
4'25-4'5 mts,
4·4' 25 mts_
EE 2
EO 2
1.753
L
P
",
CE
CO
.683
45
CO
CE
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138
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[page-n-87]
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34'92
36'79
37' 49
31'73
37' 98
38'44
38' 91
42'92
4 3'39
0' 23
0' 47
0' 47
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A
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74'29
75'47
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76' 65
80' 66
82' 31
82' 78
84' 19
84'43
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54' 54
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79'54
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22' 77
23' 33
1' 11
24'44
24'99
1' 11
1' 11
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39'44
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65
'"
I
II
66
1' 07
40' 86
0'53
3'76
4 1' 39
7
I
3
0'53
0'53
, ' 61
45'69
46'23
47'84
I
I
I
I
I
47
3
0 ' 53
48' 38
31
I
I
II
3
3S
3
36
40
2
2
41
"
44
46
51
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•
('4ft/ .
2!f03
2
I
I3
45'16
74
75
77
.
82
85
5'9 1
6' 4 5
I2
0'53
5'91
3' 22
6
0'53
0'53
0'53
0'53
0 '53
25' 26
1 ' 61
E -
I
"ac.
54'JO
60'75
6 " 29
67'20
70' 4 3
70'96
7 1'50
72' 0 4
72' 58
73 ' 11
98' 38
100' 00
Pan el subtcamo 4 '5-4' 25 metros han sido analizados 908 útiles, que han dado 975 ti,
pos primarios, Los mo nntipos son 845, los dobles 59 y los triples 4 , En las listas acumulati,
vas los NB ¡numeros de la lista Sonneville,Bordes· PerrotJ no son los exactos 90 S utiles, sino
que son 910 por haber dos utiles dobles, DO previstos en la lista,tipo y que hemos creido
oportuno ana¡¡:liar as!.
Los Indices que propone D, de Sonneville,Bordes para 10' utiles més caracter lsticos del
Paleolltico Superior (Son neville,Bordes, 1960) se facilitan en primer lugar,
4 '25,4' 5 metros
IG _ 26' 4S
IB.-12' 19
IP .. O' 4 3
4,4 '25 metros
IG _ 30' 16
IB _ 2 1' 92
IP ",O'64
lBd _ IO'37
l Bt _ 3'52
ICA _ 5'S8
4 ,4'5 metros (resumen )
IB _ 17' 37
IC _ 2a'09
IP e O'53
IBd _ 7'72
lBt _ I '86
IGA _ 4'5S
lBd _ S'16
I Bt _ l ' 4 2
lGA _ 3' 40
Expondremos a continuación la serie nominal, su distribución y el cuadro acumulativo
segun la lista Sonneville-Bordes para este primer subtra mo 4 ' 25,4'5 metros,
S
A
360
"8
S
P
13
SE
11\ - 2
G - 265
R - 62
B sr- 25
D - 18
sp- 128
P - 13 Punir -
•
B
E
7
153
4
9
LOm PcPO m -
bif SE P -
I
G- 6
A
- 22
_ 975 t.p,
32
POp - 74
c - 132
56
70
LDT - 10
12 Pic, tr, - 30
E- '
[page-n-94]
IND USTRIAS UnCAS DEL PALEOUnCO
NB
Calll,
1
2
J
4
S
7
76
10
15
16
60
15
9
9
2J
6
1
1
10
4
4
S
J
4
2J
•
10
11
12
13
14
17
18
2J
27
28
29
JO
•
8 ' 76
1'09
1' 64
1' 75
6' 59
1' 64
0'98
0'98
2'52
0' 65
0' 10
0 ' 10
l'Og
0'43
0 '43
0'54
0' 32
0' 43
2'52
.~.
NB
8 ' 76
9' 45
11 ' 09
12' 85
19' 45
21 '09
22'08
23 '07
25' 60
26' 26
26'37
26'48
27 '58
28'02
28'46
29' 01
2g' 34
2g'78
32'30
31
J2
J4
JO
J6
•
CAnI .
1
J
2
4
4
4
4J
J
1
2
J
17
"
•
52
53
55
..
4
4
130
SS
13
57
58
NB
"
"
JO
6
10
1
46
17
4
1
J
7
4
15
4
1
116
10
J
4
62
6J
65
66
69
71
74
75
76
77
7B
BI
85
86
88
89
92
•
"
•
Cant,
33' 62
33'73
34'06
34'28
34'72
35'16
35' 60
40' 32
40'65
40' 76
40'98
4 1'31
43'18
44'06
44'50
44'9 4
59' 23
66'70
68' 13
1' 31
0' 10
0' 32
0 ' 21
0 ' 43
0 ' 43
0 '43
4 ' 72
0' 32
0'10
0'21
0'32
1' 86
0'87
0'43
0'43
14'28
7'47
1' 42
22
40
41
4J
44
47
4.
49
.~.
" Ge,
3"29
0 ' 65
1'09
0 ' 10
5'05
1'86
0' 43
0 ' 10
0 ' 32
0 ' 76
0'43
1' 64
0 ' 43
0' 10
12' 74
1' 09
0' 32
0 ' 43
0'87
71 '42
72'08
73' 18
73' 29
78' 35
80' 21
80' 65
80' 76
81 '09
8 1'86
82'30
83'95
84'39
84"50
97'25
98' 35
98' 68
99' 12
100'00
Operación semejante la efectuaremos con el subtramo superior , 4' 25-4 metros, donde
fueron analizados 935 utiles, que dieron 1.069 tipos primarios : 805 eran m onotipos, 126 dobles y 4 triples, Los esque mas y cuadros los expone mos a continuación, habi6ndose dado ya
101 Indices con anterioridad.
S
414
S
•
11
12
14
17
18
19
2J
27
28
29
JO
P
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B
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S
31
JOS
6
m-
G - 311
B sr- 60
sp - 245
p unif J
J
R -70
D - 26
p- 4
NB Cant.
1
2
J
4
S
7
A
JO,
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4
17
13
95
9
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6
J
JO
S
2
6
14
6
13
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•
" ae,
8 '44
0 '42
1'8 1
¡'lg
10' 16
0' 96
1' 06
4' 9 1
0' 64
0' 32
3'20
0 ' 53
0'21
0' 64
1' 49
0' 64
1' 39
4' 49
8 ' 44
8'87
10'69
12'08
22'24
23'20
24' 27
2g' 19
29' 83
30'16
33' 36
33' 90
34' 11
34 ' 75
36' 25
36' 69
38' 28
42'78
P hü- 2
SE R - 2
O- S
G - 24
NB Canto
JI
J2
J4
JO
J6
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40
41
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44
46
47
4.
"
52
53
55
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22
2
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15
6
1
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12
1
J
7
5
2
,
25
_ 1,069 t.p,
A - 20
LDm - 64
P - 51
e - 29
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2'35
0'21
0'53
1'60
0'64
0'10
0'74
0'96
5'45
I ' Z8
0' 10
0' 10
0' 32
0' 74
0' 53
0' 21
0' 21
2' 67
45' 13
45' 34
45' 88
47'48
48' 12
48'23
48'98
49' 94
55'40
56'68
56'79
56'89
57'2 1
57'96
58' 50
58' 71
58' 93
61 ' 60
PDm - 20
P - 61
e - 26
LDT - 4
NB CGnr ,
57
58
59
"
62
65
66
69
70
74
75
76
77
82
85
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87
92
PDT - 5
BPD - 1
Pie, tr. - 27
E
6
-
•
2' 99
l ' 17
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S 0'53
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J
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1 0'10
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11
l ' 17
, ' 49
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2
2
O' ZI
1 0 ' 10
169 18'07
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1 O' 10
0' 2 1
2
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" Ge.
64' 5g
65' 77
66'31
66'63
69' 09
73' 90
77' 11
77'21
77' 43
78'60
80' 10
80' 32
80' 53
80' 64
98' 71
99' 67
99'78
100' 00
[page-n-95]
.
J. M,' FULLOLA PERICOT
El resumen total de los gréficos presentados más arriba es nuestro próximo paso. Los
1.874 utiles ana lizados. en realidad 1.876 en el recuento NB, arrojan una cifra de 2.08 1 ti pos primarios, repartidos en 1.675 monotipos, 191 dobles y 8 triples. Los datos resum idos
para 4 -4 ' 5 metros, que se observaré que no coinciden exactamente con la suma de 10$ dos
anteriores porque se les han añadido los útiles no determinados dentro del nivel. so n:
,
S fR 5
R - 133
D -
17
Cant o
38
89
Pbif- ll
SE R - 2
sp - 385
P uniC-
"
•
'"
SE
G - 582
B sr -
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NB
P
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A
760
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D p -
7
" oc.
NB
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S'3 1
8 '3 1
, "
0'7 4
9 '06
1'70
10'76
35
¡ ' 54
8'42
1'27
1'0 I
0'47
3'67
12' 31
36
38
39
3
32
29
5
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7
24
19
9
69
•
10
11
"
,
0'63
0'05
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30
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9
2
10
19
9
17
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31
35
12
13
1
"
17
18
19
0'21
20' 73
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23' 02
23'50
27' 18
27' S2
21'S 7
28'09
30'33
1
Ca nt ,
32
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2
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•
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1
2
12
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"
" ",
43
100
1
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S
27
28
29
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0 ' 90
3' 46
I ' S6
30'S1
30'9 1
3 1' 44
32'46
32'94
33'84
37' 3 1
39'17
"
"
"
3
24
14
7
6
155
99
24
59
23
0'47
0' 10
0' 53
1'0 I
35
52
53
57
"
E
10
G-
30
42
LDm - 99
P - 109
A
-
a 2.081 t,p,
LDc - 102
PDm - 33
P - 139
c-
158
LDT
PDT
BPD
Pie, tr.
E
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- 5
- I
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"
" ac,
NB
Cant o
"
" ac,
0' 15
39' 33
39'76
40' 67
41 ' 20
41 ' 25
41 '3 6
42' 00
42' 69
48' 02
48' 82
48'88
48'98
49' 25
49' 41
50'69
51'43
51 ' 81
52' 13
60' 39
65' 67
66'95
68'8 1
61
62
63
65
10
33
0 ' 53
1'75
0' 05
4' 85
2' 50
0 ' 26
0'10
0'05
0 ' 74
69'3 4
71 ' 10
71 ' 16
76' 01
78' 51
78' 78
78 ' 89
78'94
79' 69
80'8 1
111'13
H2'08
82'30
82' 35
82' 40
98'02
99'04
99'09
99' 25
99' 46
100'00
0' 42
0'90
0'53
0'05
0 ' 10
0'63
0'69
5'33
0' 79
0 '05
0' 10
0'26
0' 15
1'l7
0' 74
0'37
0'31
8 ' 26
5' 27
1' 27
1' 86
6.
69
70
71
"
75
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77
78
"
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85
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87
..
89
92
91
47
5
2
I
14
21
6
11:1
1'11
0'31
0'95
4
0'21
I
0'05
1 0' 05
293 15' 61
1'01
19
I
0 '05
3
0 ' 15
4
0' 2 1
10
0'53
A partir de este momento procederemos a reunir estos datos con los fa cilitedos anterio r ,
mente para 4' 75, 4' 5 metros, con los que forman una unidad. IObviamente tal operación sólo
podrá llevarse a cabo con los recuentos y cifras que dimanan de los análisis laplacianos por
las causas más arri ba indicadasl.
No es necesario repetir la distribución por tipos de los 749 ütiles, o mejor dicho, tipos
primarios, que han sido analizados en 4' 75 ·4'5 metros, pues en su luga r correspondiente fi,
gUTa tal cuadro, Pero en lo que si vamos a profundizar es en los Iltiles que en realidad habla
yen sus agrupaciones. Tal serie consta de 688 IiLiles, de los cuales 628 eran mon otipos, 59
dobles y uno triple ; en total, los 749 tipos primarios a los que aludlamos,
La suma final de los grupos tipológicos queda como sigue:
8
S fR R - 173
D -
50
P-
23
G - 804
B sr-lOO
sp - 505
P unif -
13
bif - 20
SE R - 5
D-
p-
•
G- 44
70
LDm- 116
p - 160
A
LDc -l77
PDm - 38
P - 197
e - 215
LDT - 14
PDT - 6
BPD - 1
Pie. tr . - 66
E
- 16
[page-n-96]
INDUSTRIAS LITleAS DEL PALEOUTl eO
9S
De todo ello se desprende la serie nominal :
A
S
1.058
SE
B
58
P
JJ
1.060
605
E
16
_ 2,830 t.p,
La serie ordenada pasa a ser, mediante los cálculos que ya conocemos y la aparici6n de
las rup turas, la secuencia estructural.
p
S / 4 B / 3 SE
A
E
Como observamos, esta serie queda definida por la preponderancia de los abruptos, que
dec rece con el paso del tiempo y tiene en consecuencia su momento de mayor fuerza en
4'7 5·4' 5 metros, cuya serie recordamos aqu! :
S / 2B/35E
A
P A E
Las secuencias estructurales de 4'25-4'5 y de 4-4 '2 5 metros son respectivamente :
S / 2 B / 3 P / 4 SE / 4 E
A
S /4 A
B / 3 SE / 4 E
P
Lo más notorio de estos esquemas es el pr ogresivo retorno de los simples a la primera
posición y un hundimiento de los foliticeos ya dermitivo, Al mismo tiempo avanzan los buriles,
Para que esta evolución tenga luga r, hay que pensar lógicamente, en unos cambios es·
tructurales en el interior de las secuencias que no pueden detectarse a simple vista, El test
de homogeneidad del Xl n os ayudarti a descubrir esa evoluci6n. En efecto, considerando las
tres ser ies por separado tenemos un resultado XI ... 107'594 que indica la falta de una repartición h omogénea, igual. entre los modos consider ados ; es el efecto de la evol ución, que hará
dificil encontrar homogeneidad en dos estratos adyacentes de un mismo yacimiento, pero en
cambio nos servirá a la bora de comparar estratos supuestamente similares en distintas cue·
vas, como veremos més adelante,
Pasamos ahora a un apartado de comparación de estos estratos con algunos de los mtis
afines en el arco mediterráneo ¡Fullola, 19771. Concretamente hablaremos acerca de La Sal·
pétriére, cerca de Remoulins, en el Gard ¡Francia!, y de la Grotta Paglicci, en la re gión de la
Puglia (ltalia). Estos yacimientos son, como el ParpaUó en España, quizás los más representativos dentro de sus zonas de influencia, por los cuales llegamos a conocer, de modo aproximado, la evolución cultural de cada zona.
Haremos, a manara de introducción, un pequeño esbozo de las estratigranas de La 501~triére ¡Escalon de Fonton, 1964) y de Paglicci IMezzena· Palma di Cesnola, 1967}. En la
primera de ellas podemO$ seguir la evolución completa del PaleoUtico Superior en 17 niveles, con un Auriñaciense Llpico, un Gravetiense, Auriñaciense final y Solutrense inferior y
medio; a p artir de a h! se detecta una rese que M. Escalon de Fonton dio en llamar .Salpetriense. Icapas 7-1J y que se situaba en el Würm IV , Esta nueva facies del Paleolltico Superior la subdividió a su vez en dos niveles, inferior y superior, siendo en el primero de ellos en
el que encontramos unos lazos de unión olés fuenes con los otros yacimientos, Basándonos
en la lista dada por el autor en la publicación de la cueva, hemos extraldo la siguiente serie,
según los modos de retoque dados por Laplace lLaplace, 19571,
s
la l
B
79
,482
.252
A
80
,255
E
2
.006
.. 313
A su vez, descendiendo a nivel de grupos tipológicos, hallamos la siguiente distribuci6n:
S fR -
R-
•
1
D - 27
e - 45
B sr - 30
sp - 49
-29
LDm - 2
p - 34
A
300 HB - 313 t.p. 113 dobles]
20 Bc
9 T
PDp- 5
c- 46
LDT - 26
DIe .. 1' 755
BPD - 9
E - 2
lc .. 14·696
[page-n-97]
J. M,o FUUOLA PERICOT
"
Nos permitimos recordar que la abreviación NB significa numeros o útiles de la lista
Sonneville-Bordes y Perrol. Trece de los útiles que esta lista considera unitarios se desglosan
en la de Laplaca ¡Laplace, 1972) en dos tipos primarios.
También revista importancia la variación que hemos detectado en la relación entre buri·
les y raspadores; en la publicación se da como razón entre estos dos tipos de útiles la cifra
de 2'06, cuando de la misma lista tipo Sonneville-Bordes y PelTOt (EscaloD de Fonton, 1964)
se desprende que el numero de buriles es de 79 y el de raspadores de 42. si bien en nuestro
criterio hay que añadirles a estos tras más, ya que en el apartado de raspadores dobles,
numo 3, existen tres ejemplares. En definitiva, que la razón es de 79/45, dando como resultado la cifra más arriba resedada de 1'7 55.
Otro cálculo que hemos efectuado sobre estos datos es ellndice de escotaduras tIc, refiriéndonos con la ca aJ eCl'tlIl,l o escotadura), que ha arrojado una cifra de 14'696.
Pasaremos ahora, de forma igualmente rápida, a exponer someramente los niveles que
nos interesan de la Grotta Paglicci, en el Gargano, en la región de la Puglia italiana. Durante
su excavación se han distinguido y publicado de momento 22 niveles distintos IMezzena-Palma di Cesnola, 1967 y Palma di Cesnola, 1975) que muestra una evolución desde un Gravetiense evolucionado con microgravettes hasta una fase dermida como más o menos roma ne·
Iliense, o quids paralela a ésta. Los niveles que en realidad nos ocupan como elementos
comparativos válidos con nuestras industrias sin los correspondientes a la fase B n, es decir,
las capas 16 y 15 . Su espléndida publicación, hecha siguiendo la lista tipo de Laplace lLapla·
ce, 19641 que dicho autor sacó a la luz en 1964, nos ha permitido hacer un recuento, descendiendo incluso a l nivel de los tipos primarios, resumen que por su importancia creemos que
vale la pena exponer:
21- 2
Pl1 -
23- 2
22- 3
TI -
21 -
25- 2
323 -
32- 4
21 -
31 - 6
22 -
21
48
LDlll2 - 9
AI - 3
2- I
4
Dll- 4
Rll - 41
21 - !!.
4
8
13 21 -
82
7
22-
32 - -lo
GIl - 18
12 - 15
10
26
31 - 26
41
F14 15
I
3
4
Bll -
4
4
2
PDll/ 2 - 6
9
15
23- 50
22 - 23
31- 40
101
23 -
Bcl -
21 -
I
2- 3
4
5
LDTll - 3
21 - 1
4
12 - 13
21 -
7
3
3 1 - 14
32 432 4-
3
I
--'71
De estas listas se extraen fácilmente las cifras de la siguiente serie:
A
169
P
4
SE
149
12
B
71
.367
.417
.009
, 175
.029
S
E
O
O
_ 405 t.p.
Esta, a su vez, puede descomponerse a nivel de grupos tipológico, de la siguiente forma :
SR
P
D
82
9
G
B sr
20
sp
BlG _ 1'479
38
33
38
Punif-4
SE
P - I
D - I
Ic ... 16'296
G -
A
LDm -
10
LDp -
23
o
9
PDm -
6
26
6
o
55
40
LOT
4
PD.
[page-n-98]
INDUSTRIAS L1TlCAS DEL PALEOUTICO
"
Una vez expuestas de manera somera las industrias más representativas del Sur de
jo'rancia y de Italia en esa fase inicial del Würm IV, aportare mos los datos que faltan del Parpalió para equiparlo a 105 otros dos yacimientos. Son la relación BlG, que da una cifra de
0 ' 713, y el Indice de escotadura IIcl, para el que obtenemos un valor de 13' S5 1.
Una vez expuestos todos los datos que poseemos, creemos estar en disposición de lanzar,
a manera de hipótesis de lrabajo, la idea de semejanza significativa entre estos tres estratos
de yacimientos representativos del arco mediterráneo Almena-Puglia.
Discutiremos en primer lugar su correspondencia y situación estratigráficas, En los yacimienlO$ occidentales detectamos, en la base de los estratos que nos ocupan, una indiscutible
facies solutrense : asl en el Parpalló no puede nega rse el Solutrense levantino, imagi nativo y
variado, que encontramos entre 5-25 y 4 ' 75 metros, por aludir solamente a 105 más claros y
diáfanos estratos; y, por otra parte, bajo los niveles que Escalon de Fonton atribuye al Salpetriense inferior, concre tamente los que van del 7 a l 4 , existe un Solutrense Inferior y medio
que se ce ntra en los eSlratos 11 a S.
Algo menos claro es el eco solutrense en la parte oriental de este arco mediterráneo; sa o
bldo es que en Italia las eSlratigrafias muestran un paso casi directo de un Gravetiense tlpico hada lo que Laplace llamó un Tardigraviltiense (Laplace, 19661. fa se paralelitable casi
totalme nte en s u evolución con nuestro Epigravetiense, entendiendo como tal el conjunto de·
limitado por Jordá y que abarca, de forma amplia, un periodo que va desde este momento
de piezas de escotadura hasta la más típica fase de resurgimiento gravetiense, lo que otros
autores han tomado concretamente como Epigravetiense, sin la extensión cultural y cronológica de Jo rdá . Volviendo a la zona italiana que nos ocupa, nos es posible, sin embargo, llegar
a detectar el paso de la idea solutrense, de su técnica peculiar, de sus iitiles, en el nivel 17 de
la Grotta Paglicci. En efecto, tras una fase de Gravetiense final en las capas IS e inferiores,
desembocamos en la lase B 1, que corresponde ya al citado estrato 17 . Por su interés reproducimos la serie extralda de la publicación original (Meu.eila-Palma di Cesnola, 19671,
S
107
422
A
"
,387
P
24
_094
SE
•
8
16
.031
.063
_ 253Lp.
Creemos suficientemente ilustrativo del paso del Solutrense en eSla yacimiento el buen
porcentaje, de ~r486 %, que arrojan los foliáceos . El mismo Palma di Cesnola, al hacer el resumen de los materiales hallados en el nivel 17 , nos dice que pese a la asociación en el mismo estrato de elementos arcaicos dentro del Solutrense como las puntas de ca ra plana junto a
iitiles que representan ya una tipologla más reciente, las puntas de escotadura, puede esto
considera rse normal v reneio del Daso del Solutrense en una rellión tipalólllcame nte va alejada de los principales focos solutrenses clbicos. Otro Indice que nos a yudará a diferenciar esnivel del posterior, que seré el objeto de nuestra comparación, es el lndice de escotadu ra (lcl
que arroja una cifra muy baja, solamente de 3'162 (en el Parpalló, estratos 5' 2 5-4:75 melros,
este Indice es de 5' 3741.
Es nuestra opinión que, tras lo mb arriha indicado, queda bastante clarificado el pano·
rama en cuanto a la base, a los estratos subyacentes, de los que comparamos_ No creemos
que haya nada que objetar en la comparación del Solútreo-lIravetiense con el Saloetriense
por la extensión de éste hasta el Magdaleniense medio y s_
uperior, ya que nosotros hemos
escogido única y exclusivamente la fase inferior de dicha industria, que segun su identificador a barca unos materiales muy comparables a los del Solutrense final , pero sin las piezas
tlpicss y con un buen porcentaje de escotaduras.
No creemos que haya dudas acerca de la posición 50lutrense final del Solutreo.grave.
tiense del Parpalló, Y, por rm, en lo tocante a Italia, ya hemos visto su misma situación, por
encima de esa fa se débilmente solutreanizada que es el reflejo oriental del Solutrense clásico
fra ncés y del leva nti no hispano.
La cronologla que puede darse a todo el momento que estamos estudiando ha de ser obj eto también de nuestra atención. Datos recientemente aparecidos ¡Escalon de Fonton y Bad Ie, 19761 nos confirman la presencia de un Salpetriense que ahora, tras más profundas excavaciones, pasan a llamar medio, dado que una fase anterior ha ,ido detectada en La Rou-
[page-n-99]
J. M .' FULLOLA PEIUCOT
"
vié re (Gallet, 19711. pero que en realidad es el continullmente aludido Salpetriense inferior
desde su excavación en 1962 (Escalon de Footan , 19641. Esta rase del Salpetriense. detectada en su yacimiento epónimo, ocupa une posición cronológ ica que se sitúa entre-la fase al·
go más cálida y hÚilleda de Lascaux y el inicio del Dryas, concretamente en el Dryas la; en
cifras hay que llevarlo a unos 15.000· 13.000 Be.
Para el Parpalló la precisión cronológica quizés no será tan uacta como en el yacimiento anterior, pero, sin embargo, SI podremos determmar unas fechas muy fiables. Para los
estratos anteriores hemos visto ya la datación de 16.310 +850 y-770 RC dada oor el aná.U.sis
Binn·8til de Cl4 de un as~tl oe ccervus elaphus» del nivel 4 '75-5 metros. correspondiente al
Solutrense Superior. De ell!il podrlamos fácilmente colegir una dataciÓn de los estratos superiores que nos ocupan muy similar a la que bemos visto anr.eriormente para el yacimiento
francés, es decir, entre 16.000 y 13.000 alIo. BC. Pero llltimamente han sido publicadas
otras nuevas fechas de '1 4 para el ParpallÓ !Shotton, Williams y Johnson, 1975) que vienen
a adadir aJgo de luz y algo de sombra a nuestro conj unto. En efecto, el an'lisis Birm-521 para una muestra seleccionada por lan Davidson procedente de una profundidad de 4'25-4
metros nos da una fecha de 15.950t340 BC, y esto nos obliga a una profunda reflexiÓn,
puesto que se nos hace dificil pensar que un metro de potencia da estratos se formase sólo en
360 alias. Podrla aducirse contaminaciÓn en alguna de las muestras analizadas, o quizás
una irregularidad estratigráfica que falsifi case el verdadero lugar de la muestra, pero prescindiremos de tales argumentos, bastante improbables. Tomaremos mb bien la cifra como
orientadora dentro del conjunto industrial lftico que representa y pensaremos, con Fortea
IFortea y Jordá, 1976, p4g. 151 , 2.· col.l, que babia que esperar un rejuvenecimiento mayor
en este estrato. Sin embargo, no se modifica en absoluto el marco cronológico sedalado con
anterioridad y que veremos a su vez reflejado. en los niveles 16-15 de la Grotta Paglicci, es
decir, seguimos moviéndonos en torno al 16.000-13 .000 BC que ba sido indicado m4, arriba.
Un problema algo mayor se nos presenta en la datación de 101 nivele. señalados de la
cueva italiana. En efecto. no han sido dadas a conocer (echas e:u ctas para estos estratos,
pero muy recientemente !Palma di Cesnola, 1975) 18 ha publicado el estudio tipolÓgico y
cronolÓgico de las capas 18-22, inmediatamente inferiores a las que nos ocupan. De ellas
han sido extrafdas numerosas muestras de carbón vegetal y de buesos para los an'lisis de
Cu ' que han .ido realizados en los nuevos laboratorios de la Universidad de Florencia y fue ·
ron publicados en 1974 !Azz.i, Bibliocca y Piovan, 19741. La. que revisten mayor inleres para no_tros son las de los niveles 18 h.~ V 18 b2 : Dara el primero la muestra fu'" tomada de
carbón vegetal. y su anlilisis F-45 IUTDjó un resultado de 18.210 ± 160 BC; en el segundt
caso, el antlisis F-44 de unos restos de bueso dio la cifra de 18.250 :t305 BC.
y nos enfrentamos ahora con una cuestión bastante similar a la que se nos ba planteado
an el momento de tratar el yacimiento vale nciano. Dando las fechas anteriores por buenas,
verlamos en el nivel 17, recordemos que es el que refleja la idea solutrense en su industria,
una data ción cercana a los 17.000 años, y para los estratos superiores, 16-15, la edad fluctuarla entre 16.000 y 14.000, dato que no se nos hace excesivamente dificil de admitir.
En resumen, en lo que concierne a la cronologia de los tres estratos objeto de nuestro estudio, colegiremos que son pr4cticamente coincidentes en este momento inicial de l Würm
IV, entre el interestadio de Lascaux y las (ases tempranas del Dryas.
Una vez bemos expuesto basta aqulla identidad del sustrato y de las fechas, volveremos
a remontamos a III~ cifras dadas mé.s arriba para profundizar algo mAs en las series ohtenidas de los anausis tipológicos de los litiles y as! intentar corroborar o no la similitud, el paralelo,
entre los tres niveles mediten-4neos.
En primer lugar bay que proceder a discernir los Órdenes tipológicos mé.s importantes
para det.erminar realme nte la estroctura de la industria. La mera agrupaciÓn de los Órdenes
en la secuencia ordina l nos haré ver los que tienen verdaderamente una importancia.
A
Sal~triére
S
B
151
80
. 255
79
E
2
.252
.006
.482
[page-n-100]
iNDUSTRIAS UTICAS DEL PALEOUTICO
A
Parpalló
169
149
71
.417
PagUccl
"
p
SE
12
.367
. 175
.029
A
1.060
.374
S
1.058
.373
B
SE
60S
sa
.213
.020
B
S
4
.009
P
33
.0 II
E
16
.005
A la ya conocida ~ecuencia estructural del Parpalló. añadiremos ahora la de los otros
dos yacimientos.
Para La Salp~t.riére tenemos:
A /2 S
B /1 E
Vemos, como dato més importante, que los grupos menores, en este caso sOlo E, siguen,
como en el Parpalló, separados de los mayores lA, S Y Bl por la ruptura de mayor calegona.
Para la Gl'Otta Paglicci obtenemos:
A
p
S / 4 B / 4 SE
Es la serie de mayor homogeneidad : una de las dos rupturas sigue separando los grupos
que hemos señalado más arriba.
Una vet hechos los cAlculas peninentes, venimos a dar que la ruptura común y der.tn.itiva, de mayor grado, se baila entre B y su orden subsiguiente, el E en La Salpétriére y el SE
en I'aglicci y el parpalló. A la vista de estos Nlsultados podemos decir que se desprecian los
Ordenes con una representación porcentual menor de 3.
Una vet individualizados los tres órdenes mayores, A, S Y B, observaremos que su situación dentro de las series estructurales es la misma, lo cual ya es para nosotros una buena
muestra de paralelismo cultural.
Tomando ahora solamente estos tres órdenes, procederemos a buscar su secuencia estructural interna, independientemente considerada respecto de la general.
Para La Salpétriére, niv. inf.
A
1S 1
.487
I
B
79
.254
S
80
2S8
I
B
A
149
71
.3 83
. 182
A
Para el ParpallO, 4 ' 75·4 metros
S
169
.434
Para Paglicci, niv. 16- 15
_ 310
S
1.058
.388
1.060
.389
I
B
60S
- 389
_ 2.724
.22:':
La homoge neidad entre las tres series no es total, pero sigue reflejando, con la igualdad
PagUccl-ParpaUO el paralelismo mAs arriba indicado.
Otro dato tipológico que nos darA ahora una idea de paralelo más fuerte entre paglicci y
La Salpttriere, mientras el PatpaUó diverge ligeramente, como para Igualar un poco la disimilitud qua emanaba de 105 cAlculas del pirrafo anterior. Se trata de la relación entre los
buriles y los raspadores (BlG), que adquiere, recordemoslo, los siguientes valores para los
tres yacimientos;
La Salpétriére. Div. inf.
pagUcc!. niv. 16- 15
Parpalló, 4' 75 ·4 metros
BJG _ 1 ' 755
BlG _ 1' 479
BlG _ 0' 713
[page-n-101]
'00
J . M,o FULLOLA PERICOT
Siguiendo con la aportaciÓn de elementos pa ralelos en las tres cuevas que consideramos,
liamos a exponer ahora dos que 51 comportan una casi total homogeneidad en los tres yacimientos y corroboran as! nuestra hipótesis de trabajo. Se trata en primer lugar del Indice de
buriles. de su porcentaje dentro de cada complejo industrial:
La Salpétriére, niv. inC.
Paglicci. niv. 16· 15
Parpalla, 4"75-4 metros
l B _ 25' Z39
lB _ ) 7' 530
l B _ 2 1' 378
La diferencia máxima entre estos porcent.lljes, de 7'709 " . creemos que no es óbice para
poder considerar como paralelas las cantidades relativas de buriles. lo cual reviste, en nues-
tra opinión, una gran importa ncia.
Y, por fin , paSamos a la infonnaciÓn referida a lo que ha dado en llamarse du rante tan·
tos anos el fósil director de una industria, el útil mAs representati vo de la misma, y que en
nuestro caso no podla ser otro que las piezas de escotadura, ya sean lAminas (LD3 según La·
place, núm. 57 según la lista Sonneville·Bordes·Perrotl, ya sean puntas (PD3 de Laplllce,
núm. 56 de Sonneville·Bordes·Perrotl. Sus altos porcentajes relativos nos confirman este útil
como identificador del momento solútreo-gravetiense que he mos situado ya mAs arriba en lo
concerniente a cronoJogla y estratigrana.
La SIl I ~triere, niv. inf.
Paglicci, rov. 16- 15
Parpalló, 4'75·4 metros
Ic _ 14' 696
Ic _ 16' 296
[c _ I3'851
El Indice de escotaduras Uclarroja, como vemos, una exigua diferencia de sólo 2' 445 %
entre sus porcentajes extremos y acaba por confinnar el gra n paralelismo existente, esta vez
referido a l útil conductor de la industria.
Aho ra ya con una visión general del problema y tras la serie de datos que hemos venido
presenlarldo en las páginas anteriores, aeemos poder abordar la problemática general del
Soh:nreo.gravetiense Jo Parpallense, como más adelante se discutirá), industria propia y ca·
racterl.stica del arco mediterráneo que va desde Almeria hasta la PugUa. Se coloca en una
posiCión finisolutrenses, absorb iendo y desdibujando los últimos focos acti vos del momento
solutrense en las regiones donde este periodo tuvo una fuerza decisiva, si bien su perduración se detecta aún, pero de for ma casi intanRible JI' 166 " en el Parpalló 4'75·4 metros!; su
bautismo con otros nombres en otras regiones como el Gard francés con su Salpetrlense o la
PugUa italiana con su Epigravetiense o Tardigravetiense inicial creemos que no debe escondemos su misma raíz. El retomo de la idea del dorso rebajado, ya presente a principios del
Paleolltico Superior con la fase de Chatelperron y flo reciente en el momento de La Gravette,
es un hecho clave y decisivo en nuestra industria. Hemos visto, en efecto, como en la secuencias estructurales expuestas anterionnente el orden de los abruptos dominaba a los de,
más como reflejo claro y contundente del resurgimiento del retoque vertical. y esta vuelta se
ve perfeccionada con el elemento escotadura que, si bien ya venJa apunUl.ndose miles de
años antes, por ejemplo con los elementos de La Font-Robert, no habla te nido un uso muy difundido hasta la fase solutrense. Podría pensarse que la idea solulrense de la escotadura
conviviese con la renovada idea gravetiense del dorso rebajado y asl se llegase paralelamente a la misma conclusión, las láminas y puntas de dorso rebajado y escotadura.
Pero no hay que centrarlo todo en el útil cfósil-directon de la industria, concepto quizás
un poco pasado de moda pero aún en servicio; hemos dicho que definla nuestro Solútreogravetiense un ascenso vertical de los abruptos y dentro de ellos se inicia una diversifi cación
de tipos que desembocará en la va riedad mic rolltica magdaleniense. Tenemos ya láminas
truncadas, bipuntas de do rso, "IIlgú n triángulo y alRún rombo, etc.
y dentro del tono de cambio que nos presenta esta industria reseña remos por fin un ascenso de 105 buriles que se movian entre un 5 y un 10 " aproximadamente en la fase ante·
rior y que ahora, como ya hemos visto, se nos silúan entre un 17 y un 25 5, prólogo de 105
altos porcentajes posteriores del Magdaleniense, que oscilarán, de modo amplio, entre un 40
y un 60 %, llegándose en casos al 75 5.
[page-n-102]
INDUSTlUAS LinCAS DEL PALEOUTICO
'"
La fase en la que desemboca el Soh1treo~gravetiense es ya un momento de industria diversificada, y por tanto de dificil precisi6n y exactitud cuando hay que dermitla. Seré un
Magdaleniense inicial· medio, tendiendo a este último IMagdaleniense IU-IV) en la región accidental del área que nos ocupa, si bien aqul haremos menci6n de algún yacimiento con pe _
culiaridades en su evoluci6n industrial como puede ser el Les Mallaetes, situado en término
de Bmg, cerca de Gandla (Valencial, a muy pocos 1d16metros precisamente del P¡¡rpalIó
(Fortea y Jordll, 19761.
En la obra mencionada Fortea teori~a acerca de un hiatus entre esta fase Solutrense final y el Epigravetiense que encuentra inmediatamente encima. Su dataci6n radiocarbónica
coincide, sin embargo, con el conjunto de elementos expuestos a lo largo de este capitulo.
Jordá y Fortel aplican al Solútreo-gravetiense una denominaci6n distinta, cual es la de Solutrense evoluclonado; e incluso llegan a proponer, como ya se ha seflalado antes, el término
eparpallense. en el caso de que llegara a demostrarse una similitud entre Solutrense evoluclonado o Solútreo-gravetiense y Salpetr;iense-Epiperigordiense (igualdad a la que nosotros
afladimos el tercer té rmino de Tard igravetiense inicial italiano de Paglicci 16- 15)_Este paralelismo cultural, tipológico, cronológico, acabamos de demostrar que realmente existe, y por
lo tanto no se nos hace nada dificil la reivindicación de este término. Esta industria, en la que
sobresaBan con luz propia los útiles con escotadura, habla sido rastreada ya por L. Siret, por
F. de Motos y otros en las primeras décadas de este siglo.
Si hemos de hacer caso de las normas tradicionales que se siguen para el bautismo de
una industria, el yacimiento epónimo seria, sin duda, el ParpaU6, y con ello habrla que
adoptar la denominación de Parpallense para todas esas industrias, todo ello sin querer pecar de chauvinistas, ya que las pruebas de primacla del yacimiento Ion fehacientes. Somos
conscientes, sin embargo, de que será dificil sobreponerse al feliz término de solútreo·gravetiense, que define a la vez las dos comentes que dominan la industria, un substrato aún solutrense fuertemente gravetizado. Pese a ello recogemos con agrado la sugerencia de Jordá y
Fortea en pro de la nueva denominaci6n y esperamos que la bibliograna de los ailos venideros venge e confirmarnos, o tal vez a negarnos, el aciertO del término.
Por supuesto que nos es extraña la denominaci6n que intente introducir Escalan de Fonton tEscelon de Fonton, 1973, pág. 881 al hablar de un Salpetriense español refiriéndose al
Parpallense, Solútreo-gravetiense o Solutrense evolucionado.
En resumen podemos decir que las relaciones entre el Salpetriense inferior lahora medio), los niveles 16-15 de la Grotta Paglicci y los estratos 4'75-4 metros del Parpall6 son indudables al proceder por evolución de un mismo estrato, solutrense o solutreanizado,lo cual
nos harla pensar más en un paralelismo culturel que en un difusionismo, al tener en cuenta
también la extrema similitud en cuanto al entorno ecológico que rodearla el arco mediterrá·
neo. La problemática estratigráfica. cronológiCII y tipológica es clara mientras nos movemos
dentro del perlodo que nos ocupa, pero se agranda enormemente en cuanto avanzamos en el
tiempo, ya que la diversificaci6n industrial, los hiatus estratigri!.ficos, capas estériles o lavadas por corrientes de agua; etc. dan una gran variedad cultural que a veces es discontinua y
por ello dincil de a veriguar.
Otro dato comparativo, pero ahora ya saliéndonos de este arco mediterráneo que acabamos de analizar, es el que nos ofrece la región pirenáica. No es ilógico que las puntas de escotadura se encuentren también en este medio, si bien allJ han sido calificadas de atípicas y
perigordienses. En tal medio las han señalado, entre otros, Lacorre en el Perigordlense IV de
La Gravelte (Lacorre, 1960, pI. XXXVIll¡ Y Peyrony en el controvertido Perigordiense W de
Laugerle Haute IPeyrony, 19361.
Pero una buena revisión de materiales y bibliogran. noS hará ver como en contacto con
. el Solutrense, pero por su parte superior, hay varios yacimientos que han ofrecido piezas de
escotadura obtenidas por retoque abrupto. absolutamente Idénticas a las que hemos estado
viendo.
Sonneville-Bordes nos ofrece el buen ejemplo de las series pertenecientes e los estratos 1,
n y nI del Fourneau du Diable 1D0rdodal, donde las «puntas de escotadura atipicas- alcan~an unos porcentajes imponentes de 4'5, 22' 42 Y 21 ' 6 " (Sonneville-Bordes, 1960
tabl. XXXVU l.
•
[page-n-103]
'"
.1. M,o fULLOLA PERICOT
Smith nos señala ejemplos de útiles de escotadura en el Solutrense Superior, en com·
paMa de las escotaduras _típiclls. solutrensas, es decir. eón retoque plano, en el .. Musée des
Antiquil.és Nationales. francés, en las colecciones de Le Placard y de Roe de Sers (colección
H . Martín].
Pero si nos ceilimos a la región pirenéica. parece como si los aires mediterráneos influyesen en gran manera en sus industrias. puesto que las puntas de escotadura catlpicas- las
identificaron ya en el siglo pasad» los excavadores de Brassempouy [Piett.e y Laporterie,
189B, p. 5431 Y han sido vueltas a sacar a la luz al menos siete de ellas en una reciente revi·
sión de la colección Piatta por H. Delporte [Delporte, 19671. OU'Os yacimientos donde se señalan estos útiles son la cueva de Massat en el Ariége IMéroc, 196JI y en la colección de
Montaut, en las Landas, que se conserva también en el Mus. des Antiq. Nat. IMascaraux,
191 21.
Delporte llega a proponer en su estudio dedicado a Brassempouy la noción de fósil direc·
tor para estas puntas de escotadura tatJpicau para el perlodo solu!rense superior fmal en
esa región pirenAica que ligarA también con el Solutrense gascón que acuñó Smith.
El mundo de las escotaduras, en muchas ocasiones ligado totalmente a las puntas de ale·
tas y pedunculo por razón de la falta de estratigraHa en los hallugos, se rastrea también por
toda la Penlnsula. Adelantamos ahora, pues lo veremos con detenimiento en sus apartados
correspondientes, la aparición de escotaduras asociadas a puntas de aletas y pedúnculo en
la cueva del Serrón (Antas, Almerial, en el Higuerón (Málagal, Cejo del Pantano (Totana,
Murcial, cueva de Ambrosio {Vélez·Blanco, Almerlal, Salemas y Casa de Moura (Portuga lJ,
etc. Escotaduras exclusivamente se encontraron, en escaso número, en la cueva del Palomarico y en la de los Murciélagos de Lubrln.
Vemos con todo esto que la franja mediterránea que hablamos delimitado se amplia a toda la penlnsula y a la región pirenáica. con lo que esta industria, el Solútreo·gravetiense o
ParpaDense, adquiere una personalidad propia.
n El estrato que 11 continuación estudiaremos fue bautizado por Pericot como Magdaleniense 1, atribución ésta que ha producido algunas polémicas 11 lo largo de los liños. como
más adelante veremos. Dos subtramos, 3'75-4 y 3'5·3'75 metros, forman el medio metro de
potencia. Además el talud contiene tres capas para este nivel: 15 y 14, que van de J'65-3"80
a 4 metros y ¡J , que comprende de J'45-3'55 a 3'65· 3'80 metros. Estas oscilaciones de medición son debidas, según el diario de excavaciones, a la Ligera pendiente que orrecia el talud
del fondo de la cueva,
El elemento más destacable del estrato fisicamente fue una gran losa, denominada 1,
que asomaba ya en el centro de la cueva a 3"5 metros y que fue empliándose hasta que se
halló su base, aproximadamente a J '75 metros. Bajo ella habia una capa amarillenta, pero
que dio material. En general el color de los estratos es oscuro, desde el rojizo al negro que
ofrecen los bogares, también muy numerosos. Algunas pequeñas zonas amarillean, pero la
esterilidad podemos decir que no se conoce ell este nivel; la ocupación debió ser con!inuada.
El hueso pasa a marcar la pauta en la identificación de las industrias a partir de este
momento. Hasta a hora era el instrumental de ,nex el que ejerda casi totalmente este proceso, pero la abundancia y diversidad de los utiles fabricados en asta y hueso permiten ese
cambio, que será uno más dentro de la linea evolutiva general.
Nuestro estudio, centrado en la industria lltica, no podla dejar Itparte, sin embargo, la
problemética primordial que nos presentan angayas y puntas de asta, por ejemplo. Conocida es la vieja clasificación de Breuil para el Magdaleniense inferior IBreuil y Saint·Périer,
1927 y Breuil ) 9541 en lo concerniente a los utensilios óseos, En ella se apoyó Pericot para
calificar de Magdaleniense 1 estos niveles, en base a las puntas de asta biseladas halladas
tanto en este nillel como en el último subtramo del Solútreo-gravetiense, La clasificación de
Breuil estaba basada en los restos de la excallación de Le Placard, que reconstruyó sólo a
base del color de la tierra pegada a kls huesos y otros materiales provenientes del citado yaci_
miento. Sonneville·Bordes nos plantea una revisión del problema con una critica muy acertada de ambas clasificaciones, la de Breuil y la de Peyrony ISonneville,Bordes, 19601, califieándolas de elásticas, es decir, de no rigurosamente exactas, entre otras cosas porque los
yacimientos con Magdaleniense inicial claro no son muy abundantes. En el Parpalló se dan,
por otra parte, elementos que en Francia representan ya Wl estado ellolutivo más avanzado;
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INDUSTRI ....S LlTlCAS DEL PAL.EOUTICO
'"
nos refe rimos a las la rgllS IIzagayas co n ranura longitudinal y dos puntas, y también a las
azagayas de bisel sim ple y liso, co rtas y grues as, que Breuil y Peyrony atribuian ya al Magd a ,
leniense 111 ,
Fortea nos confirma IFortea y Jordá, 19761 que las tlpicas azagayas pequeña s y estre,
chas del Solutreo' grave tiense no eran producto de una contaminació n del estrato sino que el
vecino yacimiento de Les Ma ltaetes, en el cual realizó una campafta en 1970, también las
encontró en el mism o contexto, co n el dato de comprobación segura de que esa cue va no
c uenta con Ma gda lenie nse en raz ón de un hia tus que va hasta el Epigravetiense desde el
SohHreo' gravetiense, Esto vie ne también a confirmar la intuición de Jordá, que clasificó
esos utiles dentro de su Solutrense ibérico IV IJordti, 1955).
Toda esa serie de datos acerca del instru mental de hueso y asta recogidos en la biblio,
graOa parecen indicarnos un hec ho que trataremos de com probar con el s!lex : la fase final
del Solutreogravetiense se s uperpone ya a la fase inicial del Magdaleniense fr ancés, lo que
explica estos halla zgos, Ya en el Magdaleniense 1 y Il del Parpalló los elementos van evolu,
cionando y encontramos, como hemos visto antes, puntos de compa ra ció n claros co n el
Mag daleni ense 111 francé s,
Pero adentré monos en el est udio del material de silex recogido en estos 50 centlmetros
del nivel. Las 24,356 piezas halladas contenlan 1.636 utile s, es de cir, sólo un 6'7 1 '16, lo que
co ntr asta con el 12 '65 " que hablamos dado para el nivel 4'5, 4 metros,
La distribu ción de las 22,7 20 piezas sin re toque por zonas y subtra m os es como sigue:
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32
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10'52
" ac.
NB
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O
" ac.
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5"26
5"2 6
5"26
78'94
84"21
89' 4 7
94'73
100"00
[page-n-108]
INDUSTRIAS UTICAS DEL PALEO LITl CO
ca 3'5-3'75 met r QS
SE
68
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70 manolo
82 Ut, - 94 to po
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67'07
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85'36
95'12
97'56
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4
3
2
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2
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Can! ,
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,
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"
1
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65' 48
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]00' 00
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B
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•
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1
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•
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15'7 1
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38' 57
4 5'7 1
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62 '85
65 ' 71
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,
,
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2'85
] ' 42
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]'42
68 ' 57
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7]' 42
72' 85
75'71
85' 7 1
87' 14
89' 99
91 ' 42
9S'S7
100'00
[page-n-109]
OO.
J . M,' FULLOLA PERI CO T
En el subtramo inferior, 3'75· 4 metros, se analizaro n 1.042 litites t 1.0 44 NBI de los c ua les 852 eran monotipos, 189 dobles, 5 triples y uno cuadruple.
ElLO!al de tipos primarios era de 1.239. En res umen, su serie nominal. su distribució n
por grupos y tos [nd ices y lista acumulativa son los siguientes :
S
me/ros
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I
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,-
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34
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I
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0 ' 38
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I
4
58
5
2
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A
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G - 34
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31
32
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36
31 ' 13
36' 78
37' 64
37' 73
38'1 2
43' 67
44' 15
44'3 4
45'7 8
46' 64
3B
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IB = 25
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44
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52
53
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NS
2' 49
5 7 ' 47
0' 38
0' 67
, ' 34
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1'J4
6'03
0 ' 38
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0 ' 47
0'28
0 '09
0'09
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58' 52
IP ,.,O' 19
59'86
60' 44
60' 82
61'59
62 ' 93
68' 96
69'3 4
69'5 4
70'01
70'30
70'40
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IBd _ 13' 12
65
66
74
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76
77
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" oc.
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1' 24
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75' 28
75' 57
75' 86
0' 28
0 '47
6' 22
4' 50
1'72
0' 28
0 ' 19
0 ' 67
9' 38
0' 38
0 '09
0' 09
0'09
65
47
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7
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lBl _ 3' 3S
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E
2' 96
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6
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59
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6
4
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4
2
5
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t.DT - 2
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99' 32
99'71
99' 80
99' 90
100'00
IGA "'= 6' 99
Un tratamiento semejante lo apli camos al substramo superior, 3'5·3'75 meteos; los 594
útiles en con t rados produjeron la identificación de 7 14 tipos primarios; habla 478 monoti ,
pos, 1 ] O dobles, 4 triples y un cuadruple, Los mism os esquemas q ue en el caso anterio r son;
3'5· 3'75 melros
5 R-
o-
,-
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LDT - 1
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[page-n-110]
IND USTRIAS UTlCAS DEL PALEOUTICO
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0'50
1'85
10' 26
10' 43
14' 14
16' 16
36' 52
36' 70
37' 54
37'71
45' 11
46'96
48' 48
55' 55
56'06
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0'50
l ' 17
5'38
NB Can! ,
58' 24
59' 59
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68'01
70'03
70'87
71'04
71 '2 1
72' 22
72'39
72'89
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79'46
"
2
58
65
66
70
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7G
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94'61
95'45
95'95
99'83
100'00
IGA _ IO ' 77
El rcsu me ll total del nivel da la cifra de 1,636 útiles, con 1,953 tipos primarios ; habla
1.331 mOllo~ipos, 294 dobles, 9 triples y 2 cuádru ples.
Resumen 3 '5 ,4 metros
S
m-
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"
R - 158
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0'06
0 '06
58' 54
61 ' 17
61 ' 41
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64'83
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73 ' 0 1
73 ' 19
73'50
73' 74
73 ' 80
73 '87
56
"
"
'O
1'89
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0'61
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1'22
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0'42
0' 61
7'38
0' 30
0 '06
0 '06
0 '06
75'76
76'55
77'16
77'35
77'53
77'83
84'37
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89'56
90'78
91'08
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88
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IBt _ 3'4 7
,
,
IGA .. 8 ' 36
[page-n-111]
J . M,' FUlLOLA PERI COT
'"
La serie lIominal que aca bamos de exponer nos da la siguiente secuencia ord inal:
S
B
984
635
A
SE
E
'"
96
"
P
2
-
1.953 t.p.
Dc ella , a su vez. deducimos la secuencia estru ctural.
S
B 12 A 13 SE / 4 E
p
Como comentario a esta secuencia podemos destacar 111 vucl:¡1 normal de los útiles con·
seguidos por re toque simple al lugar preeminente que perd iero n s610 en el estra:o ¡zlmediatame nte inferior, el $olútrco-gravetiense, debido 11 la gran eclosión de los abruptos. y más con -
cr etamente. de los elementos de escotadura . En el caso que nos ocupa estos elementos de cscatadura los encont ramos s610 representados en el subtramo infe r io r. 3'75-'1 met ros. con 14
IAminus y 31 puntas con tal carácter morfol ógico. Sólo una ¡(¡mina, frogmenwda, fue anali¡>,¡Ida \)11 3'5-3·75 metros, Es:o nos indica claramente el pa so gradual de la cultura anterio r a
la que va a domina r durante la eta pa fi nal del Pa leolitico Superior, el Magdalenic ns e. OC!
mismo modo que hemos visto azagayas de este Magdalenien se iniciol en el ultimo subtramo
del SolUtreo·grav etiense 4 '25· 4 '5 metros, ahora detectamos estos otros elementos infiltrados
en un est ra to qu e supuestamente no les corresponde. Pero esto creemos qu e debe interpretarse como una situ ación normal de evolución, sin ruptura radi ca l detectable en una exca vaciÓll
como oquella, y q uizás t ampoco si se realizase hoy. lIay una extinción cominuada de unos
utiles y ulla aparición progresiva de otros que les sustituyen ; en este ejemplo concreto Forte a
cita incluso el hecho de que las azagayas que apa re cen, gru esas y cortas o largas y estrechas.
con acanaladu ra o 110, cmejor aban la posible fun ción de las pu ntas de muesca. lFortea ,
19731. 10 cual nos hace mucho més in teligible éste proceso,
En cu anto a otros gru pos destaca el continuad o ascenso de los bu riles, cosa lógica si te·
nemos en cuenta que estamos aden t ré nd onos en una rase mo gda lcniense. o cuando menos
magdale nizante. Los sobreelevados se se par an, aun timid amen te, de los otros dos grupos menores, -ecaillées. y planos, estos ultimas ya en una posición fina l que no aband ooaran,
Pasemos ahora a una visión más deta llada de cada uno de los sub:ra mos. 3' 75·4 y 3'5·
3'75 metros: sus sec::uencias estructurales son las siguientes :
)'75 ·4 metros
3' 5-3'75 metros
s
S
B / 2 A /J SE / 4 E
B {2SE
A/oE
p
p
El gru po mayor, en este caso simples y buriles, se man tiene estable en orden e incluso en
impo rtanc::i a de separación respecto a l resto de la secuen cla , de segunda categoda. La ten ·
dencia a l descenso en los abruptos que apun tábamos más arriba al habla r desde un plano
ge neral la vemos aquí renejada con mayor exactitud, con un sub tram o inferior aun gravetí·
zado y un o superior ya en faJe de crisis, en proc\)so hacia el Magd alen iense; y en p jes se dem uestra a(¡n más palpablemente que son más los obrupt os Que descienden que no
los sobree levados que suben: en el subt ramo inferior A _ 14 '85 " Y SE .. 3'71 ". mientras Que
en superior los abruptos han baj ado a 4 ' 34 ". al tiempo que los so breelevados se iban sólo al
7 ". Por u ltimo la estabilidad cJa,·:¡ de E y P uo puede sorp rendernos, pues ser á ya factor
co nstante a partir de este momento .
En los buriles, los qu e se encuentra n sob re lrunc::adura representan un 20' 4 " Y un
23'5" del tota l de los mismos, porcentl\ie muy estable.
Todos estos cambios in tern os que hemos visto entre 105 dos subtram os se traduce n eu
Wla gran heterogeneidad l6gica en el repartO de sus utiles; el test de homogeneidad arrojó
una cirra de 64' 476. que es muy ele va da y rep resenta claramente esa ralta de coherencia en
la distribució n po r modos.
Pasa ndo ya a un apartado de com paraciones, hay que decir en primer luga r. que este
proc::eso de magdalenización que acabamos de analizar no tiene mucho que ve r con el ramo·
so Mag daleniense de nacletten de Cheyn ier ICheynier , 1930, 1939, 195 11 Este utiL escogi·
,
d o por aquel a utor como fósil dir ector de esta industria, ha teni do muchas definiciones. pero
[page-n-112]
INDUSTRIAS Ll T1 CAS DEL PA LEOUTlCO
"'
de comlin denominador siempre está el retoque abrupto, prácticamente ma rginal. Idea muy
extendida era su ob~nción a partir de un núcleo alargado en . rodajas de salchichón_ICheynier, 19531, o de la presencia clara de un talón en la lasca, pero resulta dmcil imaginar como raclenes algunos útiles que fueron dados como tales, Nos referimos en general a muchos
objetos hechos sobre láminas, facetadas con un retoque abrupto en ambos lados y que cree·
mas que lo único que cabla era analizarlos como láminas de dorso marginal y no como ra·
clettes, de la forma que aparecen en numerosas publicadones, Del mismo modo, y particularizando un poco, el pro pio Cheynier pasó por Valenda para d ar una ojeada a los mate riales
de l Parpalló y en una clasificación rá pida de los útiles de estos niveles se entretuvo en señalar las radettes, en separarlas en cajitas aparte e incluso en man:arlas, indicando sin asomo posible de d uda la palabra craclene•. Pues bien, estos útiles han sido analizados y estudiados y estamos en condición de afirmar que las raclettes que Cheynier dis tinguió en el
Parpalló tenlan un retoque, en un setenta por den to de los c¡¡sos al menos, de tipo simple,
eran pequeñas raeder8s o puntas que en ¡¡lgunos casos incJin ab¡¡n su á ngulo de retoque h¡¡d a el semi abrupto, pero que en ningún caso podían pasar como abruptos: y el treinta por
ciento aproximado restante estaba compuesto en su mayoría por láminas con un retoque
marginal abrupto, y como tales fu eron analizadas, LO 1 1 Y 12. Sólo un bajo porcentaje, sobre
un cinco por ciento, reunla las características propias de una raclette en el sentido que en
nuestra opinión renejaba la bibliografla, es deci r, retoque abrupto, talón visible, lados subparalelos, en much¡¡s ocasiones contornos más bien redondeados que alargados, sobre lasca
poco gruesa, Fueron analizados estos útiles como Al y A2, abruptos indiferenciados margi·
n¡¡les y profundos res pectivamente_ Con todo ello queremos significar lo dudoso de los montajes que se hicieron a parti r de esas ind ustrias supuestamente de . racleaes. como el Badegulie nse o el Magdaleniense Q . Quizás, sin embargo, lo que deba rectiflcarse sea la innexibilidad de la definición y aceptar como raclettes los que cI¡¡siflcó Cheynier en el Parpalló y suponemos ~ue en muchos otros yacimientos, útiles con un retoque claramente simple y en a l·
gunos casos semiabnJpto. Ha y que pensar , de todas maneras, que un aire común debieron
tener los yacimientos paralelizados en cuanto a este M¡¡gdalen iense de radel:es, pero la so·
lución esté por ve r; qu izás el problema sea de nomenclatura, habría que cambiar esa deno·
minación por la de Magdaleniense de semiabruptos, Magdaleniense de raede ras sobre lámina o cualquier otra más afortunada que la de raclettes.
La otra opción que nos queda, si queremos orientarnos en las comparaciones tipológicas,
tras abandonar todos los Magdalenienses de radettes que figuran en la bibliografla, es la de
estudiar un Magdaleniense inferior que no contenga un porcentaje muy elevado de raclettes.
Por su buena publicación, completa y detallada, hemos escogido el yacimiento de Laugerie
Ha ute Este, que cuenta sOlo con un 5'3'" de raclettes, Indice muy bajo si lo compa ramos,
por ejemplo, con el 32'" que se señala para el ni vel n de Badegoule.
La secuencia ordinal arrojaba las siguientes cifras:
S
486
•
280
A
SE
E _ P
215
2
O
La estnJctura interna de la serie era :
S /4 B
A /3 SE
E _ P
El orden de los modos se corresponde ple na mente con el que observamos en esta fase
que estudiamos en el Parpalló. Sin embargo las nJpturas nos señalan aqul una separación de
los simples respecto al resto de la serie por delante y de los tres grupos menores por detrAs,
mientras que en el yacimiento valenciano simples y buriles se reunlan en cabeza sep¡¡rados
de ab ruptos, que a su vel: se separa ban de los sobreelevados; éstos, por su parte, se separaban de dos gr upos menores, *ecaillées. y planos. El test de homogeneidad nos da, por supuesto, una repartición totalme nte inhomogénea.
En conjunto apreci amos que nuesu-a indusu-ia, falta de raclettes, tampoco tiene un paralelismo con este Magdaleniense 1 pobre en estos útiles tlpicos de esta fa se,
En la zona cantébrica las nclettes es:An minimamente presentes en el Magdaleniense
inrerior, COII sólo un 0 '47 '" del tot¡¡1 de los útiles del Magdaleniense inferior (24 ejemplares)
y un mlnimo 0 ' 14 " en el Magdalenipl'w .,..e,l io 12 ejem¡lli1resl. En Asturias apa recieron 13
[page-n-113]
'"
.1. M ,' FULI.QLA FERICOT
utiles, en SanUlnder 10 y en el Pals Vasco 1, durante ese MagdaJeniense inferior que en la
Península Ibérica no parece poseer el fósil director tan claro que seflalan los au tores fTance ses para el caso que DOS ocupa (Utrilla, 19761. Sabido es, por demás. que en la zona cantábrica este Magdalenieose inferior es muy pobre, casi ineldstente, y que tras el Solutrense
muchos yacimientos plisan a ofrecer una industria que se ha dado en llamar Magdalenien5e
111 .
No poseemos para este estrato ni para e l siguiente dataciones radiocarbónicas precisas.
La única recha que tenemos es ya para lo que Per icot llamó Magdaleniense IU (0'80-2' 50
metros!, una muestra procedente de una profundidad de , '50· " 70 metros y es la de
IJ.800±360 BP (11.850 Bel tShotton. Williams y Johnson, 1975), En Francia hay dataciones
da Magdaleniense inferio r muy antiguas y que ya se han señalado ante riormente. Pero dado
que las fechas que hemos adm itido en el apa rtad o ante rior referentes al SoJútreo·gravetien ·
se o ParpalJense oscilan entre los 16,000 y los 13 ,000 años BC, esta fase en el Parpalló debe·
remos situa r la lógicamente entre los 14 ,000 y los 12.000 a ños BC, dado que más a rriba te·
nemas ya la fecha apuntad a para 1'50-1' 70 metros da profundidad, Las dotaciones que
ofrecen una cifr a que se sitúe en la época que señalamos nos remiten todas a una fase de
Magdaleniense medio, como por ejemplo las del yacimiento de Grappin, en la región fr a nce·
S8 del Franco Condado, con fechas de 15,320 :370 BP (J3 ,370 BC) p8n Ly-497 y
15,770,! 390 BP [13,820 BC) para Ly·559 [R8diourbon, vol. 15, p, 520),
De toda esta profu s8 exposición de datos, que se complementará con los niveles siguientes,
apuntamos la hipótesis de que no nos hallamos en presencia de un Magdaleniense 1. y casi ni
tan siquiera de un Magdaleniense inicial entendido al estilo fnncés, Pero no es nuestro de ,
seo sacar conclusiones de hechos incomple:os, 1i por esto creemos co nve niente pasar a los
nive les que Pericot bautizó como Magdaleniense Il y que van de 3'5- 2'5 metros de profundidad, Con todos los datos en la mano, seré momento de calificar con bastante más seguridad
este co njunto Iltico del P8rpalló, muy controvertido y que nos parece que quedaré a clan.do
en un buen porcentaje; a) menos ofreceremos nuestro trabajo y nuestros análisis detallados
a [uturos investiJ:adores,
g) El último estrato que hemos estudiado para este trabajo ha sido el que abarca de 3'50 a 2'50 metros de profundidad, como siempre dividido en cuatro subtramos de 25
centimetros que nos servirén par a un desmenu~amiento mayor del estrato,
Las capas que se corresponden con estas profUlldidades en el talud son la 12, que abarca·
ba de 3'25-3'30 a 3'45-3'55 metros, la 11. de 2'90-3' 15 a 3'25-3' 30 metros, la 10, de 2'80 ,
2'95 a 2'90-3'15 metros, y la 9, de 2' 40 a 2'80,2'95 metros,
El dato més sobresaliente en la excavación de este nivel fu e sin duda , en el 8SpectO fis ica, el hall8zgo de la 1I8mad8 losa I en la parte central de la cueva, Debió desprenderse de l
techo o de las paredes, si bien esta última hipótesis es mAs disc uti ble debido a su enorme tamai'io y grosor, puesto que se señala en el dia rio de excavación durante todos los dlas que
duró el trabajo en estos niveles,
Otro hecho a resaltar es qu e en el inicio de la excavación las capas se haclan de 20 centí,
metros e n ve~ de 25 centímetros como se hicieron ya a panir de 2' 75 metros, Por ello figura ,
ré la capa superior con las profundidades 2'60-2'80 metros en vez de los clásicos 2'50,2'75
metros qu e serian de esperar.
Esta fase de la excavación fue 18 que cerró 18 primera c8mpaña, en julio de 1929, El talud fue rebajado, no en su totalidad, casi a l mismo tiempo que se excavaba la sala central
del yacimiento y en esta pana del fondo se observ8ron algunas capas de cenizas en el cone
que quedó en el talud, poca s entre 3 y 3' 50 metros y tres, gruesas, clar as, entre 2'50 y 3 me,
tros, Una tierra roji~a se situaba en la parte superior de estas capas de ceni~as,
Una capa ocre, posiblemente por descomposición o pulveri~ació n de al gün ma:.erial. se
de~ectó en CO 3-3'25 metros, Un imponante osario fue apareciendo en la parte Oeste del yacimiento, sobre todo adosado a la pared; entre la gran cantidad de huesos recuperados destacaremos el gran número de dientes, sobre todo de cérvidos, que aparecieron en la citada
tona , aparentemente de desperdicios,
La tierra es clara y arenosa en gene ral en todo el nivel, con los hogares más arriba men ,
cionados, La losa 1 tenIa a su aln!dedor tierra quem8da, producto de los ru egos que, a teSguardo de ella, debieron encenderse, A 2'80 metros se detectó otra fuerte linea de hogares,
[page-n-114]
,,,
INDUSTfUAS L1T1CAS DEL PALEOLlTICO
La gran abundancia de restos de animales propició lógicamente [a profusión de útiles en
hueso. La crisis cualitativa en el utillaj e lltico se ve comptlnsada por la var iedad del instrumental óseo (864 pie~as) . Abundan los pum:ones y varillas, sob re todo de sección aplanada.
Las azagayas se hacen robustas y las puntas y varillas ostentan una acanaladura central con
regularidad. La aguja de hueso aparece con seguridad en estos niveles. El grabado y rayado
del hueso es abundante, sobre todo alrededor de los tres metros.
En ar.e, la pintura, que habla ofrecido obras muy notables ptlTO que ya habia ido decayendo en las fases inmediatamente inferiores, desapa r ece totalme nte ; subsiste sin embargo
la técnica del grabado con una fuerza aú n apreciable.
Pasemos ya a la industria del s!leJ(, que ha sido objew detenido de nuestro estudio. En la
monografia se daba en este nivel una cifra de más de 25 .000 pie:zas ; en realidad hemos encontrado una cantidad bastante superior, como son las 45.585 pie:zas, de las cuales 2.279
era n útiles, es decir, un 4' 99 ". Un empobrecimientú gradual de la industria ¡¡tica lo podemos muy bien se~alar a partir de los porcentajes de los úti les en cada uno de los subtramos.
Utiles
Rebuig
Tot.
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1.687
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19.442
1.848
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20.286
9' 19
5'9J
4' 49
4 ' 16
4J .J06
45.585
4' 999
3'2 5-3'5 metros
3-3' 25 metros
2'75-3 metros
2'60-2'80 metros
Varios 2'50-J'50 metros
...
762
416
27
2,279
La distribución de las piezas que no poseen retoque po r :zonas y subtramos es la siguien,
""
J'25-3' 5 metros
CE
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[page-n-115]
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[page-n-116]
INDUSTRIAS lITICAS DEL PALEOllTICO
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84
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2
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131
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31
43
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100' 00
244 t.p"
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0" 43
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37
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4
1
1
I
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- 1
[page-n-118]
INDUSTRIAS LlTI CAS DEL 'ALEOUTlCO
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1
2
3
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12
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30
31
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1
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•
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24' 39
14' 63
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258 manolo
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NB Can t,
1
2
3
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1
3
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17
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30
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12
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96' 7 1
97' 44
99' 63
100'00
[page-n-119]
118
J. M,o FULLOLA PERICOT
Piezas varias M . Valencia 2'50·3'50 melros
25 monot.
27Ul. - 29 t.p.
-2
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D- I
G- '
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3
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11' 11
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11'11
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27
JO
44
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65
66
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14'81
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7'40
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7' 40
100
Expondremos primero los útiles considerando los subtramos por separado, para llegar
luego a un ~sumen general del nivel.
La cllpa 3'25·3'50 metros tenia 170 útiles. con 201 tipos primarios; 143 eran monotipos,
23 dobles y 4 triples. Su serie nominal, distribución por clases e [ndices més frecuentes son
los siguientes:
59
B sr - U
S R -3 2
D- 2
p- 3
·E
2
B
SE
10
A
10
S
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3
•
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2
3
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3
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4
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10
11
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4
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11' 17
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2' 35
19'41
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35' 88
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48'82
6' 47
4 ' 11
11
7
•
"" ac.
N8
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50'58
51'46
54' 70
62'35
63'52
38
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43
44
Si
65
66
74
77
3
1
N8 Ca nto
2
1
2
5
13
2
1
1
2
36
1' 17
2"94
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1' 17
0 '58
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1'17
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6S 'S8
85
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•
1'76
0'58
2
4 '70
1' 17
17
lB
0'58
10'00
JO' 58
1
6
0' 58
0' 58
3'52
8
IBt _ Z'35
IBd _ IZ '94
IP =0 ' 58
lB = 23'52
- 2
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74'78
84' 70
95'29
95'88
96' 4 7
100'00
IGA _ lS'35
El subtramo 3 · 3'25 metros contaba con 762 útiles. que contentan 825 tipos primarios ;
!;labia 700 monotipos. 61 dobles y I triple. Los datos son :
S
590
S R - 227
D - 12
p - 32
G - 3 19
A
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B
E
i9
65
13'
12
B ST -
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SE
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2
7
825 t. p.
A
-3
LDm - 8
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PDp - 1
E -12
[page-n-120]
INDUSTRIAS UTlCAS DEL PALEOUTlCO
NS
•
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,
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O' 13
64
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13'6 4
27'03
27' 42
27'82
27'95
4 3'04
43' 17
43 '30
17
17
2
1
" OC,
NS
Cont,
45' 53
45' 80
45' 93
46' 32
47' 24
52'36
52' 75
53' 14
53'5 4
54' 33
54 ' 59
lB
4J
57
2
44
Can t,
18
•
2' 23
0' 26
0' 13
0'39
0'91
5'11
0'39
0'39
0'39
0'78
0'26
NS
,
27
28
7
J9
29
,
,
,
" •
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JI
J2
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2
J7
IB _ 14' 82
119
IBd _ 6' 95
IP ""O
'8
"
14'
123
4
66
74
•
•
75
76
77
1
1
14
84
8'
IBt _ I ' 44
•
0' 26
5' 77
0' 13
0' 13
18' 76
16' 14
0'52
0 '78
0' 78
O' 13
O' 13
1 '83
" OC,
54' 85
60' 62
60' 76
60'89
79' 56
95' 80
96'32
97' 11
97'90
98' 03
98' 16
100'00
ICA _ 15'3 5
El nivel siguiente, de 2'7 5 a 3 metros, dio 476 úti les (477 NB, por ser un util doble) con
503 tipos primarios ; 449 eran monotipos y 27 dobles. La distribu ció n e ¡ndices e ra :
5
JJ7
,
A
21
S fII R - 124
p-
2
B sr- 4
sp - 80
Punir - 2
•
D-
SE
52
P
8
E
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84
SE R -
503 t .p,
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LDm - 4
PDm - 2
,-4
<-2
9
p- 4
LDT - 3
G - 39
5
E
- 7
, - 1
G - 199
NB
1
2
J2
,
4
5
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11
12
•
Cl2 nt,
1
9
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2
4
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8
,
17
"
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0'20
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0'4 1
0' 83
22' 64
1' 67
0'62
IC _ 46' 96
I2 C.
6' 70
6'9 1
8'80
11 ' 94
21 '38
21 ' 80
22' 64
4 5'28
46' 96
47'58
IB - IS'93
N8
, •
Cant .
27
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4'
44
0' 62
1' 67
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0' 20
0' 83
0' 4 1
0'20
0'20
2'51
1'0 4
8
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1
4
2
1
12
5
29
'0
JI
"
¡P _ O
N'
48' 21
49' 89
58'07
58 ' 28
59' 11
59'53
59' 7 4
59'95
62' 47
63 ' 52
CI2I11 .
57
61
65
66
69
I2C,
1
2
71
.8
2
2
4
74
75
77
.
78
85
IBd _ IO'69
•
,
,
12
lBt _ 0 ' 41
•
0'20
0' 4 1
14' 88
14 ' 25
0' 41
0' 41
0 '83
) ' 25
0'62
2'51
0' 62
" I2C.
63' 73
64' 15
79'03
93' 29
93' 71
94' 12
94' 96
96'22
96'85
99' 37
100' 00
IGA _ 24 ' 31
El estrato superior, 2' 6-2' 8 metros, oCreció 844 útiles que contenía n 892 tipos primarios, con 797 monotipos, 46 dobles y 1 triple, Los mismos cálculos que para los subtramos
superiores arrojan estos resultados:
S
.05
S fil- I O
R - 175
D - 11
A
21
SE
123
p-
8
".
18
,
G - 391
8
u -
E
5
B sp-135
SE m I
R - lO
892 t .p.
G - 112
A
9
LOm -
-
•
LOp - 3
POm - 1
LOT - 2
E
-5
[page-n-121]
'"
J . M,' ruU OLA PERICOT
,
S.
2
3
8
13
•
5
•
" /.le.
6' 39
0 ' 94
NB Canto
6' 39
, ' 34
\8
27
1' 5 4
8'88
28
11'49
29
20'96
21 ' 09
2
2
1
2
66
8
3
1
30
7
2
2' 60
9' 36
0 ' 23
9
11
1' 30
22'7 4
32
3 0' 35
260 30' SO
¡ '5 4
13
21 ' 44
3.
53'55
55'09
38
55 '21
.3
19
55'33
57'81
52
..
13
1
17
21
0'11
0' 11
2'48
JI
•• •
lB _ IZ',9
IG .,5S' 33
0 ' 11
IP _ O
59
60
61
65
66
73
58' 64
66'46
67'4 1
"81
O'll
2'25
0'47
0' 11
NB Cant o
58'05
58 "29
58 ' 4 1
0 ' 94
0 ' 35
0'11
36
, •
" ae.
0 ' 23
0 ' 23
0 ' 11
0 ' 23
1
•
11
12
22
79
•
NB Can!.
67 ' 77
67'89
",
•
2
3
3
78
85
IBd _ 9 '36
•
8
"
70'37
70' SS
70'97
71 ' 09
71 ' 32
0'11
2 0' 23
1 0' 11
122 14' 45
7.
75
76
77
68'00
68'12
" ae.
2
IBt _ O' 23
71 ' 44
85' 90
96'"
32
10' 42
0'11
0 ' 23
0 ' 94
0 ' 35
0 ' 35
0 '47
0' 94
0'23
96' 44
96'68
97'S3
9"98
9S'34
9S'SI
99"6
100'00
ICA _ l2'S8
Pa ra resumir, ofrecemos a continuación la suma total de útiles y su repartición en cla ses, se rie nominal e Indices más caracteristicos globales. Se in cl uye tamhién en la suma la
cifra de 27 útiles de procede ncia inconcreta entre 2' 5-J'5 mu, Los 2, 279 útiles (2 ,260 NB I
d iero n en el análisis 2,450 tipos prima rios: 2, 114 e ran monotipos, 159 dohles y 6 triples,
S
1.667
S ffi -
RDp-
A
P
SE
75
2
252
SE rII -
B sr- 33
sp - J94
P unif2
13
563
32
8
.27
,
E
27
A
- 22
LDm - 20
P - 16
R-
22
p- 12
G - 217
58
2,4 50 t. p.
,-
PDm - 5
- 27
E
P- 3
Pic,tr, - 1
LDT - 5
3
G - 1.001
NB Cant,
1
2
3
•
5
7
•
9
10
11
12
13
. l.
17
18
23
169
15
63
.6
25.
5
6
18
5
'97
2'
2
2
.8
6
1
•
" ae,
NB Can t ,
7'41
0 ' 65
2' 76
2' 01
11 ' 14
0 ' 21
0'26
0 '7 8
0 '2 1
2 1'79
1'05
0'08
0'08
2' 10
0' 26
0'04
7'41
8 '07
10'6J
12' 85
2J'99
24' 21
24' 47
25' 26
25' 48
47' 28
48'J J
48'42
48'50
50'61
50' 87
50' 92
27
9
•
28
29
22
30
162
JI
l.
12
J2
3.
35
•
36
3
37
38
.0
.,
7
•
7
1
1
.3
83
52
i2
1
••
•
" ae,
O'J9
0'17
0'96
7'10
0 ' 61
0 ' 48
0 '1 7
O'JO
O' IJ
0' 17
O' JO
0' 04
0' 04
J ' 64
0' 52
0' 04
51 ' JI
51 ' 49
52'45
59'56
60' 17
60'65
60' 8J
61' 14
61 '27
61'44
61 ' 75
61 ' 79
61 ' 84
65' 48
66'00
66' 05
NS Cant,
57
58
59
60
61
65
66
69
7J
7.
75
76
77
78
8'
85
86
IG _ 48' 11
IB _ 14'78
IP _ 0 '04
lBd _ S' 99
La serie ordinal que obtenemos es la siguiente :
8
SE
A
E
P
427
252
75
27
2
S
1,667
18t _ O' 8J
2
1
1
•
0 '06
0'04
0 '04
0 ' 17
4
0' 17
357 15'65
299 1J' 11
2 0'08
1 0'04
10 0'4J
18 0'78
9 O' J9
11
0' 48
7
O' JO
1 0 '04
1'84
.2
5 ' 0' 21
•
.~.
66' 14
66' 18
66'22
66'40
66'57
82' 2J
95'J5
95'4J
95 '48
95'92
96' 7 1
97' 10
97' 58
97'89
97' 9J
99' 78
100' 00
IGA _ 22' 76
[page-n-122]
INDUSTRIAS L1TICAS DEL PI\.I.EOlITICO
De ella se deduce la serie o secuencia estructural.
SE 13 A
E
S l' B
,4
'"
p
Notamos en esta secuencia el continuo descenso de los abruptos hasta un limite tan bajo
que se ve superado ampliamente por los sobreelevados, separado de ellos incluso por una
fractura de tercer grado. Llama la atención el nuevo distanciamiento de los simples, de la
mano de los raspad¡;¡res, cuyo indice ya hemos visto que era según Sonneville-Bordes de
4S'II, a partir de sus recuentos, o bien de 49'7 1 % si partimos de la lista tipológica de Lapla·
ce. Es este tipo de útil el que provoca la ru ptura de primer grado en la secuencia estructural
y que juega por tanto un papel primordial en esta industria. Su aumento a través de los sub·
tramos es progresivo, ya desde el 3'75-4 metros del Magdaleniense 1 que hemos visto ante·
riorment.e. con un IG _ 38' 12 hasta este último del subtramo 2'6·2'8 metros con un alt(simo
IG .. 55'33. El IG global desde los 4 metros a los 2'5 es de 45'S segón Sonnevme Bordes y de
46'9 6 " si nos atenemos a los recuentos de tipos primarios .
Un fenómeno contrario sucede con los buriles. Pese u conservar la segunda plaza dentro
de la serie, !1 0 podemos decir que cualitativamente se hallen a la misma altura, ya que la
ruptura de primera categorla les aleja de los simples y les acerca mucho más a unos sobree ·
levados que ascienden de forma insólita.
El Indice de buril cae desde el 25 de 3'7S-4 metros hasta el mln imo 12'79 de 2'6-2'S metros. El descenso se hace sobre todo patente a partir de los 3'2S metros. El ¡ndice de 2·5.3·S
metros es de 14 '7S y el general. de 2'S a 4 metros. del IS'S6 "'.
Estas diferencias tan acusadas entre raspadores y buriles a favor de los primeros con trastan con datos tan fehacientes como los indices que de estos dos tipos de útiles se obtienen en Laugerie Haute Este ISonneville Bordes, 1960, pI. X-XII. Tanto en el Magdaleniense 1
como en el Magdaleniense Illos buriles superan a los raspadores, 2S' 3 por 3S en el primer
caso y 20'5 a 23'2 en el segundo. El fenómeno se repite con insistencia en todos 10$ demés
yacimientos con Magdaleniense inicial, incluso con el de ..raclelte.s.o, por ejemplo en el Abri
des Jeuns Bluncs; se llega a limites tan espectaculares como el caso del yacimiento de Sol·
vieux. con un IG ",9 Y un lB ",,62. Una sola excepción. y con una diferen ci a que dan cifras ca si exactas a las nuestras. el caso del Magdaleniense de craclettes. de Badegoule. con un 4S
de IG y un IS'90 de lB en la serie de Peyrony. Pero la tónica casi exclusiva en Francia es el
dominio de los buriles sobre los raspadores.
Por el contrario, y al igual que ocurre en estas fases en el Parpalló. en el Magdaleniense
inici al y medio del CatAbrico hay bastantes yacimientos con un allO lndice de raspado r, muy
superior al de buril. Nos referimos, por ejemplo, allG del Juyo, con un 52'9, o al del de Alta miru, de 33·S. en contra posición respectivamente a unos l B do 12' 4 y 21 'S !GonzAlez Echega
ray, ]97] 1_ UtriUa du p¡lra el Magdaleniense IU cantábrico en general un IG de 46'3 y un [B
de [S'7 lUlrilla, ] 9761. La contraposición con los esquemas franceses hace pensar en una va riante o ndaptación local de esa industria magdaJeniense que en el Cantébrico conocemos como M~gd~leniense 111 y que se parece bastante. por lo que hemos podido ver. a este Magdaleniellse 1-11 del Purpalló.
Para corroborar esta hipótesis de trabajo tomaremos en primer lugar la serie que Pilar
Utrilla nos orrece sobre el Magdaleniense III en toda la costa cantAbrica peninsular IUtriJla,
19761. Es la siguiente :
S
3.244
A
p
SE
B
E
660
O
277
859
3
•
S.043 t.p.
Sobre un total de 4.975 útiles [excluimos los diversos] hay 5.043 tipos primarios. y tenemos un IG _ 4S'S4 y un IB = 17·03. La secuencia estructural que se deduce es la siguiente:
S 1I B
A / 3SE/4E
p
Como punto comparativo más Inmediato, según la tendencia clásica, tenemos un yacimie nto francés con pocas raclettes, Laugerie Haute Este, que ya hemos tocado con anterioridad. Reuniremos en los recuentoS las fases 1, II Y III como representativas de un Magdale-
[page-n-123]
02'
J. M,' FULLOLA PERICOT
niense inicial evolutionado, que es lo mismo que hemos visto en el CantAbri co. La serie nominal es:
S
1. 103
A
p
O
49
•
SE
S97
E
7
1. 14 3
2.899 t.p.
Estos 2.899 tipos primarios están contenidos en 2.719 útiles, descontados ya de la suma
fina l los 94 divel"lios que se citan en la obra en cuestión (So nne ville Bordes, 19601. EIIG es
de 32' 18 y el lB de 39'42, en claro co nt raste con la industria peninsular. La secuencia cstruclUral que encontra mos es la siguiente :
•
sP
A /3 SE , 4 E
p
Para t.crminar esta exposición que daré pie despu~s a las comparaciones pertinentes,
hay que citar sin duda nuestro yacimiento; de él cogeremos las dos fases considerudas como
magd lllcnienscs que hemos ana!izado y con su suma intentare mos ver la semejanza o no con
Jos industriAS que Hcabamos de ver,
La serie nominal del Parpalló 4-2' 5 metros es:
S
A
2,651
290
P
4
SE
348
•
1. 062
E
48
..
4.403 t,p,
Estos 4,403 tipos primarios se encuentran en 3,9 15 utiles, repartidos en 3, 444 monotipos, 453 dobles, 15 triples y 2 cuádruples, El Indice de raspador es de 47'35 y el de bur il de
24'31 , La secuencia estructural queda como sigue :
S / IS ( lSE
A 14 E
p
Con todo ello este bagaje de datos creemos estar en situación de poder intuir unos para lelismos que confinnarán nuestras hipótesis de trabajo mb arriba expuestas, es decir, la
mayor semejam:a del Magdaleniense inferior-medio de la tona cantábrica con las fases
magdalenitantes del Pa rpalló Que con las fases clbicas francesas.
El mismo orden de los modos 1105 habla ya de unas diferencias bien palpables : mielltras
en el Clllltábrico y el Parpalló los simples, siempre de la mano de los abundalltcs raspadores,
ocupan la primera posición de la secuencia y con una notBbillsima ventaja reflejada en la
fractu ra de primer grado que los separa del resto de la serie, ell Laugerie Haute Este. caso
concreto que sintetiza el ambiente gene ral de este periodo, los buriles desbordan a los sim ·
pies por escaso margen y configurall una imagell mucho mb magdaleniense clásica, es de·
cir, con ascenso continu ado de los buriles,
Otra cuestión importante está en la alternativa entre sobroelevados y abruptos Que observamos en el Cantábrico y en el Parpalló: de los recuentos de este ultimo yacimiento esta mos seguros, pero al hacer la conversión a pa rti r da la pu blicación de Pilar Utrilla tenemos
la sospecha de haber tomado co mo simples algunos raspado res, sobre todo sus RN o raspadores nucleiformes, que en realidad serian sobreelevados, in crementándose por tanto la cifru de ÓS10S de manera apreciable, Sin embargo, a pesa r de todo, es en la proporción de
i,bruplos donde más se hace patente la diferencia en :re estas fase más Q menos paralelas de
la penlnsula , donde Quizás la semej allza del Ma¡:daleniense inicial,medio can táb rico con los
modelos clásicos sea mayor. El Parpa1Jó presenta UI !t1 aguda crisis en cuanto a los abruptos
des puós de su florecimiento en el pe riodo Solu :reo grave:iense de la que no saldrá en eSta
fa se magdalelliunte,
Un paralelo decisivo es ;¡ 11:"
"", "I!cr el (¡ue 11M jwindan los ¡ndices de raspador y
de buril, y la relación l' t1:r~ ,'s:
"ú:;!. '.li rWi·'~ en el Cantábrico y en el Parpalló
los IG son de 48'54 y ,- ~ '.
,
'! ]aute Este sólo es de 32'18 ; lo
mismo sucede con e; :
.. , ji", ... hilo I.,, ~ lOllaS peninsulares, Que COlllrastan con los 39' 42 del ) :u.. UIHcn:o 1:,1,0.
La contraposición se hace pa\.ente en la relación buril· raspador, muy imponan:e a la hora de calificar u na illdustria : en la penlnsula tellemos un BlG de 0 '350 en la zona cantá brica
[page-n-124]
IN DUSTRIAS LlT ICAS DEL PALEOLlTlCO
y de 0'513 en el Parpall6, mientras que en Laugerie Haute Este el Indio.! sube has ta un
1'225, muy superio r,
La cuestión cron ol6gica parece no desentonar en el ma rco general de semejanzas que cs ·
tamos ap unta ndo. Ya hemos dicho que pa ra el nivel inmeditamente superior del Parpall6 te ·
nemas en anélisis Birm· 519 que da una edad de I1 ,a50 t3aO BC ,lo cual habremos de cale·
gi r que envejece entre uno y dos milenios la fecha del estralO que nos ocupa, con una precio
si6n relativa. Para la regi6n cantábrica tenemos dos fec has, que se ajustan a la periecci6n al
esque ma que estamos realizando, La primera proviene de una muestra de made ra carbonl·
zada recogida por J , Gonzélez Echegaray en el nivel 6 (Magdaleniense 1111 de la cueva del
Juyo: fue analizada en el Memorial Phoenix Project Radiocarbon Laboratory de la Universi·
dad de Michigan con las siglas M·830 y arroj6 una edad de 13.341 1: 700 BC (Flint y Deevey,
19601. La segunda proviene de la cueva de Altamira, d~ una muestra de madera carboniza·
da recogida en los niveles atribuidos al Magd aleniense 111 ; fue recogida tam bién por J . Gon ,
zélez Echegaray y analizada en el mismo laboratorio americano, dando una fech a de
13 .541 !700 BC. con las siglas M·a 29lMuñoz, 1967 ). Estas dos dataciones obtenidas pa ra
el Magdaleniense lB, es decir, fa se ya algo avanzada , nos sirven pa ra darn os cuenta de que
estos Magdalenienses I y U del Parpall6 no serén qu ids tan iniciales, sino algo més ava nza ·
dos. Para un verdAde ro Magda leniense inrer io r te nemos fechas algo més altas. como la muy
reciente para e l nivel 11 de la Riera, en Asturias, con una edod de 14.470 :!:430 BC pa ra el
anélisis Ga k·6.44 8 IStrau$S y otros, 19771. la de Lauge rie Haute Este, Ly·973, con una edad
de 15.090 .!. 440 para el nivel Magdalenie nse 111Rlldiocarbón, vol. 181, o la del yacimiento de
Lassac, en el Aude francés, con una fechll de 14.a oo ! 250 BC para el ané lisis Gif·2.98 1. Para
Laugerie Haute Este ha y también 111 dlltaci6n de l Magdale niense 111, Ly-974, con una fecha
de 12.020 :!: 4aO BC. que c llsa algo més con lo expuesto IInteriorrnente, as! como la del ané li·
sis GrN · I.913 que da pa ra el Roc au x Sorciers de Anglés sur Anglin la fec ha 12.2 10! 100 BC .
Un Magdaleniense inrerior del estilo Parpa1l6 en cuanto a tipologia hll sido detectado en
la regi6n francesa del Aude, concretamente en los yacimientos de Riviére, Bize y el referido
Lassac ISacchi, 19761. En una critica del mismo, Foneo anota uno tendencia de ser ies para ·
lelas lserie Gensol1 y serie' Hélénal hacia un Magd llleniense 111 més que hacia uno inicia l
IFortea, 19731 pero más adelante se acogeré. a la cronologla que acabamos de ver para Las·
sac e hilvanaré una hip6tesis acerca de un Magda leniellse inferior retardado en esta regi6n
de l Aude fra ncés que contactarla con ese mismo Magdaleniense inicial del Parpall6lJordá y
Fonea, 19761.
La idea que podemos hace rnos de esta fase en el Parpa1l6 es que nos hallamos li nte un
mome nto de crisis en el trabajo en sllex. Ya vimos que los porcentajes de utiles descendian
hasta el4'I6 '" q ue hallamos en el suhtramo 2'6· 2'a metros y hay que añadir a ello la cir·
cunstancia hasta ahora no reseñada de la tendencia clar a y progresiva a la microli titaci6n
de l instrumental ¡¡tico, Esto no es nllda extraño, pues es una constante genera l de la época,
pero unido a l empobrecimiento d a una imagen de decadencia al conjunto,
La idea que nos atrae més es la de ver en estos niveles del Parpa.ll6 que van de 4 a 2'S me·
tros un proceso de udaptaci6n a nuevas inOuencias, que luchan denodlldamente por impo·
nerse a un suhtrato mu y fUTaigudo en la zona y más concretamente en el yacimiento, el del
SolU treo·gravctiense, con una fortlsima tradici6n de do rso rebajado que resurge después in·
cluso del fantasioso Solutrense, LII evoluci6n desde el rico nivel Solútreo·gravetiense lleva a
la industria IIticlI de Ja cueva a un estadio critico. d onde los dorsos rebajados y los ab ru ptos
en gene ral caen en un inexplicable hilllUS del que resurgirá n con es plendor en las capas su·
perficiales del yacimiento. Los buriles ascienden, pero sólo por oposición a los abruptos,
pues de hecho su proporción no varia en gran manera respecto a los estratos anteriores, Por
ultimo los sobreelevados crecen también por la presencia sobre todo de los pequeños nspa·
d ores nucleiformes, presentes aqul en menor proporción que en la zona canlilbrica. Ya ha
quedado claro que poco tiene que ver el Parpalló con el Magdaleniense de craclettes. inicial,
por lo que si hay que buscar para lelos habría que ir a industrias con un bajo porcentaje de
los utiJes reseñados. En Francia, Laugerie Haute Este ofre ce paralelos crono l6gicos ace pta·
bIes, pero tipológicamente hay la dominancia total de los buriles sobre los raspadores , hecho
que se opone rudicalmente u los Indices que de tales utiles tenemos en el yacimiento levallti·
no. Otra segunda posibilid ad de comparación esté en la zona cantábrica, don de a los Pllrale·
los cronol6gicos se añaden los ti pol6gicos con uno claridad grande.
[page-n-125]
,,.
J . M.' FULLOLA PERICOT
Conclusión de todo lo expuesto seria que esta fase que Perico! bautizó como Magdaleniense 1 y 11 se desarrollaría entre el 14 .000 y el 12.000, fechas que se corresponden con
una fase 111 en Francia y en el Cantábrico.
El proceso que se desan"OUa en el yacimienlo valenciano es más bien de solutnogravetización al principio. para irse volviendo hacia ai res magd alenienses en fases sucesivas
hasta llegar a lo que Perico! bautizó con el nombre de M8gdaleniensa IV, un Magdaleniense
de triángulos que en el esquema clásico encontramos mucho antes, por ejemplo en la fase II
de Peyrony. Esto no es mas que una llegada retardada de fases que ya en Francia estén en
su apogeo a luga res lejanos que reciben esas innuencillS tangencialmente. Es por eso que la
crisis magdaleniense en el Parpalló es tan prolongada, pues dura unos tres milenios. LII evolución se produce sin fracturas apreciables en regiones más cercanas al núcleo original
fra ncés como el Ga rd , con un Salpetriense Superior que desemboca en un Magdaleniense
Superior, o en el Aude, con unas fases de clara transición por medio de un Magdaleniense
Medio a una fase Magdaleniense fi nal ric a y variada. Pero nuestro caso es claro y asl queda
expuesto, con el refrendo además de un paralelismo no ta n a cusado pero detectable y significativo en la costa cantábrica_
ARTICULACION DE LOS NIVELES
Nuestro siguiente paso va a ser construir una serie de cuadros y esquemas que ar rojarán
lu;t sobre e l proceso de evolución que hemos ido viendo a lo la rgo de la historia de l yacimiento.
En prime r lugar levantaremos un cuadro que resumirá todas las cantidades de útiles estudiados hasta ahora, distribuyéndolos por modos de retoque y por estratos. En lo que concierne a estos ultimas hemos distinguido siete, que son, e saber :
Gr - Gravetiense, 7' 25-8'50 metros.
FS - Fase solutreanizante, 6-25-7 ' 25 metros.
SM I - Solutrense Medio I o arcaico, 5'75-6-25 metros_
SM2 - Solulrense Medio 2 o avanzado, 5' 25-5-75 metros,
SS - Solutrense Superior, 4'75-5' 25 metros.
S-Gr - Solutreo-gra vetiense o Parpallense, 4-4' 75 metros,
FM - Fase magdalenizante_ 2'5-4 metros,
Esta pequeña reestructuración cree mos que ha quedado ya razonada en la amp Usima y
detenida descripción de cada uno de Jos niveles arqueológicos de la cueva. Como novedad
mil! destacada cabe hacer menció n de esas dos fases que introducen las culturas que luego
flo recerán con esplendor. Respecto a la primera, rase solutreanizante, podemos considerarla
como tal, més que como Solutrense Inferio r, debido 11 su progresIvo paso hacia el retoq ue
pla no, pero aun con una tradición gravetiense palpable, que dismin uye en relación inversa
respecto e esos foliáceos solutrenses que luego se desarrollarén.
La fase magdalenizante abarca un periodo crOnológicamente més avanta do que el Magdale niense inicial francés y en cierta mllnera paralelo al inicio de esta cultura en la zona
cantábrica , No podemos, sin embarg o, considerarnos ante un Magdaleniense nI tipológica mente, puesto que la pobreza de los materiales y otros indicios ya señalados en su momento
nos reafi rma n en la creencia de que estllmos ante un perlado de crisis Iras el esplendor del
Solutrense y del SoIUlreo-gravetiense, dura nte el cual se detectan lejanas influencias magdaleniense que sólo cristalizarén en un momento més avanzado del yacimiento. Las pistas
recogidas no las consideramos suficientemente consistentes como para creer en un Magdaleniense I y en un Magdaleniense 11, sino que con el nombre de fase magdaleniunte abarcaremos todo este periodo incierto de Iransición.
El cuadro de distribución al que aludlamos llevará tambi~n una cifra debajO de cada efectivo obser vado; serán las frecuencias de cada uno de esos efectivas considerados res pecto al
total de la serie _
[page-n-126]
INDUSTRIAS UTICAS DEL PALEOUTICO
e,
FM
ro<
1058
.373
2651
.602
5624
.543
A
306
.187
1060
.374
290
.065
1802
. 174
P
111
.16 1
23B
. 145
3J
.011
4
.001
469
.045
SE
7
.010
.009
.020
"
348
.079
440
.042
B
.074
139
.085
605
.2 13
1062
.24 1
1922
.185
E
9
.017
12
.017
16
16
4B
.009
.005
.0 11
102
.0 10
512
.050
.066
1638
. 158
2830
.273
4403
.425
FS
SMI
5M2
SS
.765
149
.719
331
.646
450
.664
923
.563
10
.123
19
.091
60
. 117
57
.083
1
.012
13
.062
69
.134
1
.012
2
.009
8
.0 15
6
.070
24
J5
51
. 115
.068
1
.0 12
O
O
BI
s
207
.020
62
.008
s·c,.
125
6BB
16
10359
lEn 5M2 se incluyen los útiles 5·25·6' 25, sin prof. concrela .1
El proceso siguiente serA el de testar la homogeneidad dos a dos de las series de estratos
adyacentes. Ello nos ayudarA a ver realmente los que tienen un reparto mAs semejante en
cuanto a sus utiles. Los indicadores de diferencia para cada uno de estos tests son los que sigue n:
X'
X'
X'
X'
X'
X'
Gr - FS _ 6·23 1
FS -SMI _ 16'814
SMI - 5M2 _ S' 148
SM2 -S5 _ 121 '313
SS - S·Gr _ 456·12 1
S-Gr - FM _ 12 12' 333
Homogeneidad
¡nhomogeneidad muy significativa
Homogeneidad con reservas
Inhomogeneidad altam. significativa
¡nhomogeneidad altam. significativa
lnhomogeneidad altam, significativa
Esta serie de resultados nos me recen unas consideraciones que vendrAn a refrendar lo
visto hasta el momento. En efecto, al inicio de la habitación de la cueva tenemos dos estratos
de composición homogénea. el Gravetiense y esa Fase Solutreanizante que justamente por
eso no nos hemos atrevido a llamar Solutrense Inferio r, por su tradición gravetiense lalente
aún con palpable claridad, en un momento de cambio que va definiéndose mAs y mAs en cada uno de los subtramos del estrato a medida que nos acercamos al SOlutrense pleno. Este
úl timo dalo que aporta el teSL del XI no hace sino confirmarnos lo que ya hemos apuntado
hasta ahora . Normal es destacar que el grupo que sufre un mayor aumento es el de los pla,
nos, pues hacia una fase de predominio de foliáceos nos d irigimos.
Los cambios son grandes en los estratos siguientes, la Fase Solutreanizante y el Solutrense Medio 1, con una ¡nhomogeneidad muy significativa en el reparto, sobre todo en lo concerniente a los foliAceos que siguen aumentando.
Una homogeneidad con reservas, que ya hemos visto en su apartado cOlTespondiente.
califica a los dos estratos del Solutrense Medio, 1 y 2. Lógico era que hubiera nexo de uni·
dad entre ellos puesto que su diferenciación no es tan clara como en otros c asos, pero 51 palpable. Quedan por últimó los tres casos que presentan inhomogeneidad altamente significativa, es
decir, que sus diferencias en el reparto de los útiles no se deben en ab$olulo al UIr, sino que real·
menlA! existen.
[page-n-127]
J. M,o FULLOLA PERICOT
'"
Hemos realiu.do además otras pruebas parciales, por ejemplo. entre [os cuatro esLratos
que alribuimos al SoJutrense, desde FS hasta SS, ambos Inclusive. El X' ha sido de 198' 972.
es decir. inhomogeneidad altamente significativa, k:I cual refI¡¡ja muy bien la evolución colllj·
nua entre estratos. el no estancamiento de los efectivos de las series en una secuencia determinada . Esto mismo, esta evolución, la podemos observar en el test global de toda la industria analizada en este yacimiento. desde los 8'50 metros. inicio del Gravetiense, hasta los
2'SO metros, limite superior de la Fase Magdalenitante . El XI da como resultado 2473'25.
de una ¡nhomogeneidad altamente significativa otra vez.
Prolongaremos otra linea de nuestra investigación en la dirección de búsqueda de los
movimien tos diferenciales evolutivos que se detectan a lo la rgo de la secuencia cultural del
yacimiento. Se trata de construir un cuadro de frecuencias de los efectivos considerados, oro
denando las series estratigráficamente y las categorlas segun el orden de las frecue ncias
teóricas (pI. Estll cifra se obtiene dividiendo el fl úme ro total de objetos con un modo de reto·
que detenninado, simple, abrupto, etc., por la dfra glo bal de utUes de las industrias conside·
radas. Otros datos que constan en el cuadro son la amplitud absoluta entre frecuencias tAl.
es dec ir, su dife rencia mayor, y la amplitud entre categorlas extremos tAel, la diferencia en ·
tre la primera y la ultima de la serie considerad!!. En el CIISO de aumento habrá una progre·
siÓn o una oscilaciÓn progresiva, en el caso de que la frec uencia de llegada sea menor que la
de salida hablaremos de degresiÓn o de oscilaciÓn degresiva. Estos valores de las amplitudes
de las frecuencias A y Ae permiten la caracte rizaciÓn de los movimientos de evolución .
segun el esquema siguiente (La place, 1974b, p. 261.
si
si
el s i
DI si
"
Ae _ A - O
Ae _ A ,(0
Ae ~A y A. - o
Ae -,.fA y 2Ae meno r que A
El
si Ae ,L A y 2Ae mayor que A
Al
estabilidad
progresiÓn o degresión
oscilación
oscilación progresiva
o degresiva
progresiÓn o degresión
oscilante
Con todos estos datos pasamos ya a exponer el cuad ro de frecuencias y sus movimientos
caracteristicos.
G,
76' S
12' 3
B
7"0
l ',
SE
J"2
l ',
E
S
A
,
FS
SMI
SM2
SS
SG,
FM
P
,.,
S4'S
11'7
S7 'S
37'3
37'4
21'3
24'1
14'7
n
O
',
53'1
IS'9
IS'6
13'4
50' 2
25'3
11' 3
10'S
60' 2
, '8
,.,
,..
, '5
,'0
0'5
n
, '0
71 '9
,.,
I l' S
O
·,
0 '0
, '5
n
n
,.,
O·,
,'5
,., ..,
..,
A
A,
39'2
IS'3 osc. degr,
30'9
S'S osc. dgr.
17' 3 _17 ' 1 progr. osc.
14'6
1'1 osc. dgr.
, '0
- S'7 progr, osc,
l ',
0 ' 1 osc. degr.
Los resultados más claros que obtenemos en este cuadro son las progresiones de sobree·
levados y buriles, lÓgicas si tenemos en cuenta que vamos desde un momento gravetiense
hacia uno madgaleniense, pasando por una fase solutrense ; el aumento de sobreelevados se
da en base sobre todo a los pequeños raspadores ca renados propios de una fase magdaleniense, o al menos en camino de cristalizar en ella, fenómeno por otra parte paralelo al de
los buriles,
Ya como fina l de este apartado de articulación de los ni veles del ParpalJó, expondremos
el cuad ro general de secuencias estructurales, que muestra las relaciones diacrónicas de rano
gas, de categorla y de rupturas.
[page-n-128]
IN DUSTRIAS LIneAS DEL PALEOUTICO
G,
FS
SM'
SM2
SS
SG,
FM
S
S
S
S
S
A
S
,'
"
"
"
"
,'
A
B
B
A
A
P
p
P
S
B
"
"
,
"2
B
A
B
SE
"
"
"
"
P
P
B
A
B
SE
"
"
"
"
A
'"
SE
SE
E
E
E
P
E
E
SE
SE
SE
E
E
P
La estabilidad en cabeza de los simples y en la cola casi siempre de «ecailléeu y sobreelevados confieren a los tres grupos restantes el ra ngo de definitorios de la evoluciÓn industrual del ParpallO. Podemos establecer una gradación de grupos en base al lugar que ocupan
en cada serie. Resultarla :
S 11 · \ · \ · \ · \ · 2 · 11 _
A 12 · 3 · 3 · 4 · 2 - 1 · 41 _
B 13 · 2 - 4 • 3 . 4 - 3 - 21 =
P 14 - 4 - 2 - 2 - 2 - 5 - 61 ""
5E 15 · 5 - 6 · 6 - 6 - 4 - 31 E 16 · 6 - 5 • 5 • 5 - 6 • 51 _
8
20
21
25
35
38
Esta serie general nos da la idea global de la evoluciÓn industrial. Podemos ver en un
análisis estructural de la mis ma los resultados siguientes:
ISI / 3 (lA
BI / 4 ¡PU / 3 (SE
El
De ah! se deduce el hec ho apuntado més arriba ; simples por delante y sobreelevados y
«ecailléeu por detrés se destacan significativamente de los grupos definitorios, A, B Y P. El
ractor determinante de la pequeña rractura que separa este ultimo de los dos primeros es la
apa rición del Solutrense en una parte de los estntos del yacimiento, no es una constante como pueden serlo abruptos y buriles a lo largo de todos los estratos en mayor o menor medida.
OBSERVACIONES PARTICULARES
Antes de pasar al ultimo apartado de resumen y conclusiones generales, creemos oportuno hacer hincapié en una serie concreta de datos que atañen a utiles raros o caracterlsticos;
lo
por estas circunstancias es interesa nte ded ic'arles una atención prere rente, au nque SÓ veamos sus recuentos y porcentaje de apariciones.
Nos referiremos, en primer lugar, a las controvertidas puntas de aletas y pedunculo que
surgen con el Solut rense y que constituyen, sin duda, el útil més representativo de est!! rase
en este yacimiento. Ha y que hace r notar que si bien la apariciOn de estos útiles se repetirá
en yacimientos vecinos como el Barranc Blanc y Les Maliaetes, y sobre todo en el SE penin·
sular, con el lastimosamente desaprovechado yacimiento de la Cueva de Amb rosio IRipoll,
196 11 Y otrOS de menor importancia, fue precisamente en el ParpaUó do nde le encontraron
lin sitUl estos utiles, como ya hemos rese ñado en su momento. Su perfección alcanza lfmites
insospechados que sólo se igualarán miles de años después, durante el Neolitico, con las
puntas de necha tlplcas de este perlado. ¿Qué habla detrés de estos dtlles, qué creencias sustentaban?; o quids vamos desencaminados, y fueron en realidad au ténticas puntas de nechao Es poSible que sus a utores hubieran llegado a concebir esa forma Ideal de la punta con
alerones, que se introduce en el cuerpo del animal alcenzado y no puede salir sin desgarrar
su carne en el caso de haber penetrado con esos alerones. En tal caso habrla que inclinarse
por la hipÓtesis del funcionalismo del util, que a nuestros ojos se prese nta, sin embargo, de
una confecciÓn lan dificil que se nos hace cuesta alTiba el hecho de que esas pequeñas obras
de arte tuviera n que perderse en el extremo de una necha.
[page-n-129]
'"
J . M.' fULLOLA PERICOT
El punto opuesto de las teonas es la que aboga por unos titiles votivos simplemente, de
ofrenda. auitlls aquf eslemos jugando ya con la conciencia ~lIgiosa de aquellos hombres, y
esto lo creemos excesivo a partir de unos d,tos tan exiguos. El considerar el Parpalló como
un santuario no es, en nuestra opinión, una forma correcta de plantear el problema. Hemos
visto que la habitación fue constantemente ocupada duranle milenios y. sobre todo, que los
útiles que se encuentran más comúnmente en el yacimiento se CQITesponden con mayor o
menor exactitud, pero en un porcentaje significativo, con los conjuntos llticos de otros yacimientos de zonas alejadas como la cantábrica o la clásica francesa. De ah! que el hecho de
la aparición de esos útiles de aletas y pedúnculo podamos considerarla más bien como la
res puesta a un estlmulo concreto, en este caso la caza: en efecto, la posición del yacimiento,
en la entrada y salida natural de un valle suspendido, de un altiplano de reducidas pero
apreciables dimensiones, es estratégica .
Con predominio de la cabra, los demés animales no dejan de estar representados en cantidades significativas, por lo que la caza en el Parpalló debió ser indiscriminada, en oposición a la especialización de otros yacimientos, como el cercano de Les Mallaetes, a causa de
su a ltura respecto al llano. Un observatorio tan privilegiado como el Parpalló debió aprovecharse también como hogar ideal del nueleo de población mAs caracterizado de la zona, a la
que cabe conceder una densidad de habitación importante. Un control de la salida y entrada
natural del altiplano. donde hoy se asienta Barig, daria como fruto una caza abundante y tod o Jo variada que el clima y otros condicionamientos pusieran al alca nce de aquellos hombres.
Fue la perfección técnica del 50lutrense la base en que se asentó esa evolución tipológica. La idea de la pedunculación ya se habla rastreado con anterioridad, y a ella se añade
ahora la innovación de los ale rones plenamente destacados, que juegan un papel de gran
utilidad en el momento de su uso como puntas de flecha, como hemos visto más arriba .
Como elemento identificador de una fase no podemos centrar su origen en un yacimiento
concreto, si bien hay que señalar que cuantitativamente Jos dos nueleos capitales son la Cueva de Ambrosio, con 55 ejemplares (Ri poll, 19611, Y el Parpalló, con 76, de los cuales vamos
a continuación a hacer el desglose.
De las 76 piez.as de aletas y pedúnculo analizadas, 5 son unifaciales en su retoque plano.
es decir, F23 . Una se encuentra en la fase solutreanizante y es la que está situada a una mayor profundidad ; otra, en solitario, la hallamos en el 50lutrense Medio evolucionado 15M21.
y las tres ultimas en su contexto normal del 50lutrense Superior.
Los 71 útiles bifaciales (F323 ) se reparten del siguiente modo: 4 estén en el Solutrense
Medio evolucionado, 56 en la fase tlpica del Solutrense Superior y 11 atestiguan una supervivencia en el Solútreo-gravetiense .
En valores absolutos, estos 76 útiles representan el 16'2% de los instrumentos con retoque plano. En relación al total de la industria, son solamente el 0'73% de ella.
Dentro de este apartado de observaciones particulares haremos aho ra hincapié en otro
de los utiles definidores de una fase como es la punta u hoja de escotadura. Nos limitaremos
a ofrecer aqul sus cifras y porcentajes, pues ya en su momento Sil habló de su significado en
relación a l 501útreo·gravetie nse: en cuanto a su mo rfologla, nos remitimos al apartado de tipologla.
Las fases anterior y posterior, respectivamente, al momento tlpico de tales utiles contienen cierto numero de ellos, como para testificar que su aparición y desaparición no fue un
fenómeno brusco, sino gradual en el tiempo e incluso en la técnica, puesto que su perfeccionamiento es palpable. En el Solutrense Superior ban sido anllli~ados98 útiles de escotadura,
42 puntas y 56 hojas: en la Fase Magdalenizante fueron ya solamente 49, 31 puntas y 18
hojas.
El total arroja una cifra de 556 útiles de escotadura, 295 puntas 153%1 y 261 bojas
(47%1. En relación al total de abruptos de toda la cueva, representan un 30'85%. Si tene mos
en cuenta la cantidad total de la industria parpallonense, las escotaduras son un 5'36% de la
misma.
Nos referiremos, por último. a un Iltil que ba venido resetl.éndose repetidamente en los
resl1menes de cada una de las zonas y profundidades del Parpalló con la abreviación
d'lq.tr.», referida a la fonna francesa d'iquant tri6drell, tndudda al castellano como dpice
[page-n-130]
INDUSTRIAS LITlCAS DEL PALEOLITlCO
triédric
tes tan lejanos como el_golpe de trapecio.t de 5iret 15iret, 1893), fueron los estudios técnicos
de Vignard y del comandante Octoban los que mAl a fondo trataron de su método da obten·
ción, de su pretendido y controvertido origen africano, aebiliense concretamente, y de IU uti·
lización lactaban, 1920, 1935a, Vignard, 1931 , 1934, 1935). Experiencias préctiCII de talla
ilustraron tales controversias, destacando las de Octobon IOctoban, 1935b).
El nombre de microburil fue ideado por Breuil, una vel mAl padre de nomenclalu.ra y di·
visiones que boy siguen guiéndonos a través de la Prehiltoria. Hablaba a principios de 101
atlas 20 del microburil como luna especie de buril de 'ngulo, muy plano, con retoque termi·
nal en pequetla muescu IBreull, 1921. p. 3501.
No seguiremos adentréndonos en el tema tipológico, qua hemos tratado en su apartado
correspondiente, pero si resaltaremos la correlación entre la aparición del microburil de ma·
nera regular y el auge del borde rebajado. Tal circunstancia fue sedalada por Pericot (Peri·
COl, 1955a) y por Bordes (Bordes, 19571, y es fruto de la observación directa del fenómeno ;
en nuestra opinión tal coincidencia es lógica, si tenemos en cuenta que para conseguir un
microburil o un éplce triédrico es condición casi ine:zcusab)e usar el retoque abrupto, a un·
que Bordes nos setlala incluso uno en el Musteriense de Pech de l'Aze {Bordes, 1957, fig. 2,
n.- 141.
En el Parpalló hemos identificado 78 l1tiles con retoque de microburil o de ápice triédri·
ca, resultados ambos da una misma técnica ; 9 se encontraron en el Solutranse Superior, sie·
te microburiIes y dos épices triédricas IFuUola, I 976cl. La mayor abundancia se registra en
el nJvel Solútreo.gravetiense, donde Pericot setlaló unos 50 y nosotros hemos anamado 58.
En el perlado siguiente, Fase Magdalenlzante, hemos hallado 11 , cifra que al parecer se
acentlla en fases posteriores, concretamente en el Magdaleniense IIl, segun la monografia
(Pericot, 19421. Esta circunstancia nos parece lógica si tenemos en cuenta el gran auge del
dorso rebajado en estos momentos.
Estos 78 lltiles que contienen, ya microburiles, ya éplces triédricos, representan un
0'75% respecto al total da la industria del yacimiento, y un 4'32% en relaci6n a la totalidad
de abruptos, que es el grupo dentro del cual han sido analizados en el sistema Laplace.
RESUMEN Y CONCLUSIONES
A lo largo de este extenso capitulo hemos intentado llevar a cabo
un ligero replanteamiento estratigráfico a partir de las industrias llticas en el conjunto de la cueva del Parpall6 IGandfa, Valencia), excavada entre 1929 y 1931 por Luis Pericot bajo el patrocinio del naciente Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia, que hoy sigue llevando la primacía en los trabajos que conciernen a la Prehistoria valenciana. Su monografia IPericot, 1942)
fue publicada tras una gran labor de elaboración y causó sensación.
sobre todo, a causa de las puntas de aletas y pedúnculo que aparecian por vez primera en una estratigrafia paleolítica, concretamente en el Solutrense.
Las divisiones culturales a las que Pericot adscribió cada uno de
los perlados que fue identificando en el yacimiento eran en la época
los ortodoxos. Sin embargo, hoy hemos llevado a cabo la exhaustiva
revisión de cada uno de los útiles estratigráficamente identificables,
numerándolos de nuevo y analizándolos todos por el sistema tipológi-
[page-n-131]
130
J . ..... FULLOLA PERlCOT
co analitico de G. Laplace, y una gran parte también según la listatipo de Sonneville Bordes y Perrat.
El alud de datos que estos análisis han representado somos conscientes de no haberlo explotado en su totalidad, pues gráficos basados en la tipometria de los útiles o estudios concretos sobre los tipos
de talones más abundantes no se plantean en esta obra y serén posiblemente objeto de posteriores trabajos.
El replanteamiento de los distintos niveles del yacimiento ha sido
argumentado en sus apartados correspondientes, pero vamos ahora a
resumirlo.
a) Los estratos inferiores, , ' 25 -S'SO metros. pasamos a considerarlos gravetienses. nombre que Pericot no aplicó en su momento
por no estar aún acuñado, encerrándose por aquel enlonces las distintas culturas dentro del apartado general del Auriñaciense.
b) Los niveles que van de 6'25 a 7'25 metros fueron los llama·
dos, por Pericot, Solutrense Inferior o Protosolutrense. Nuestra r ecti·
ficación tiene algo de puramente semántica, pues la llamaremos Fase
Solutreanizante, pero bajo ella se esconde una incertidumbre, la de
af1I1llar la existencia de un Solutrense Inferior; por carecer de datos
suficientes, creemos lo más prudente preconizar esa fase de solutrea·
nización que nos lleva a momentos más evolucionados de esa cultu·
ra .
e) A partir del Solutrense Medio o normal de Pericot hemos
crefdo conveniente desdoblar este perlodo en dos subtramos, SMl y
SM2, Solutrense Medio arcaico, de 6'25 a 5'75 metros, y Solutrense
Medio evolucionado, de 5' 75 a 5'25 metros. En el primero, las reminiscencias mayores se orientan hacia las puntas de cara plana y
otros elementos arcaizantes de la fase anterior; en el segundo, entrevemos ya unos caminos de evolución hacia formas futuras. Esta diferenciación en dos subtramos aparece ya esbozada en la misma monografia, pero ahora creemos haber hallado las razones substanciales
de la división.
d) El Solutrense Superior lo centró Pericot entre 5' 25 y 4'50
metros. Sin embargo. un análisis detenido de cada uno de los subniveles de 25 cms. en que fue excavado el yacimiento nos reveló claramente el hecho de que el último de ellos, .el superior. de 4 ' 75 a 4'50
metros. no debía incluirse en el Solutrense Superior. sino en la fase
subsiguiente, el Solútreo-gravetiense, en razón de su casi nulo porcentaje de útiles solutrenses y la eclosión del fósil director de aquel
perlado, los útiles de escotadura.
En el Solutrense Superior que consideramos, de 5'25 a 4' 75 me tros, están, como elemento destacado, las puntas de aletas y
[page-n-132]
INDUSTRIAS L1TI CAS DEL PALE OLl T ICO
'"
pedúnculo, que defmen al conjunto, caracterizado además por hojas
de laurel y pequeños raspadores .
e) El Solútreo-Auriñaciense fillal de Pericot, que iba de 4'50 a 4
metros, se ve rectificado en su nomenclatura y en su potencia. Pasa a
ser el Solútreo-gravetiense, que puede transformarse incluso en Parpallense si aceptamos la primacía del yacimiento en la identificación
de este período; pasa a abarcar desde los 4'75 a los 4 metros por las
razones ya expuestas en el apartado anterior. El útil presente en un
más alto porcentaje, y definidor de esa industria, es la punta y la ho ja de escotadura, mientras que en lo general destaca el uso renov ado
del retoque abrupto en los dorsos rebajados , sustituyendo de esta
manera la «moda» del retoque plano solutrense.
1) Las dos fases que Pericot reunió bajo las denominaciones de
MagdaJeniense 1 y II han sido resumidas, tras el detallado estudio de
las mismas, en un único conjunto que lleva el nombre de Fase Mag dalenizante. Su poten cia es análoga a la de las dos fases primitivas,
es decir, de 4 a 2'50 metros, y se caracteriza por una pobreza muy
acusada del material litico, en oposición al óseo, que gana muchos
enteros. No hay ningún instrumento litico que pueda erigirse en determinante del período, y su nombre viene dado por la muy dudosa
atribución a los Magdalenienses 1 y II clásicos, con craclettes», aquí
ausentes; es, en resumen, un puro paso al Magdaleniense , una fase
magdalenizante.
Nuestro próximo paso va a ser ofrecer un resumen de las cifras
referidas a cada uno de los 6 modos de retoque, sobre los que hemos
basado todos nuestros análisis. Lo haremos agrupando las cantidades
en los seis niveles estratigráficos que hemos distinguido.
S
A
62
G'
FS
SM '
ss
S-Gr
FM
free
'"
'"
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Es relativamente fácil seguir la evolución de esta industria litica
de manera superficial a partir de este cuadro, resumen del que se ha
construido después de los análisis de cada zona, de cada subtramo,
de cada periodo.
El dominio casi absoluto de los simples debemos reseñar que se
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J . M.o FUllOLA PERI COT
debe a la gran abundancia de raspadores, que representan casi un
65% de los útiles clasificados en tal división.
En un primer momento, gravetiense , los abruptos se sitúan en
una segunda posición lógica, que en la fase incierta, de crisis y cam bio, que nos llevará al Solutrense, pierden ante los buriles. Ya en los
momentos solutrenses los planos o foliáceos se elevan a una posición
de privilegio que compartirán con los abruptos a medida que avance
el tiempo para desembocar en la eclosión de esos abruptos, de la mano, sobre todo, de esos útiles de escotadura que definen la fase
solútreo-gravetiense. Un nuevo momento de crisis aparece con el paso hacia el Magdaleniense, que se ve reflejado en un brusco descenso
de los abruptos, elemento que en la ortodoxia debería mantenerse, y
un ascenso de los sobreelevados, a causa de los raspadores que representan algo más de un 90% del conjunto SE, y de los buriles, útiles
que en buena lógica sí debjan subir en sus porcentajes. Para una mejor comprensión, remitimos al lector al cuadro de secuencias estructurales en que la evolución diacrónica de la industria se ve reflejada
de un modo claro.
Las comparaciones de las series de cada uno de nuestros niveles,
con los más semejantes de las estudiadas y publicadas de manera ex haustiva y aprovechable, han constituido otra constante en este capí tulo . Así hemos hallado semejanzas significativas entre nuestro nivel
gravetiense y el del yacimiento epónimo, asj como algunos de la misma cultura en la región francesa . Sin embargo, ellirnitado número de
útiles de nuestra serie hace dificultosa una comparación a fondo .
Ya en la Fase Solutreanizante encontramos un paralelo casi total
a nivel de secuencias estructurales con los estratos correspondientes
del yacimiento francés de Laugerie Haute en su sector Oeste. Divergen algo las series del Sector Este del mismo lugar y de las industrias
de la región del Card -Ardéche.
El paralelo con Laugerie Haute sigue en las dos fases del Sol utrense Medio, con una secuencia estructural idéntica a la del sector
Este y muy parecida a la de l Oeste.
En el Solutrense Superior la serie más parecida , entre todas las
que hemos tenido la ocasión de estudiar, sigue siendo la de Laugerie
Haute Este, con un mismo orden modal , pero con las rupturas distintas.
Al llegar a la nueva fase del Solútreo-gravetiense, los paralelos
más fuertes los encontramos en el arco mediterráneo. En efecto, profundos análisis de series, índices y porcentajes, nos han llevado a intuir un para lelo con determinados niveles de La Salpétriére en el
Card fran cés y de Paglicci en la Fuglia italiana. Por ello hemos teori-
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INDUSTR IAS L1Tl CAS DEL PALEOLlTICO
133
zado acerca de un Parpallense como aglutinante de todas esas industrias muy semejantes y que se conocen en la costa mediterránea bajo
distintos nombres. Una extensión válida de estos niveles haci a el interior ha sido detectada en el área pirenai ca , posible camino de infiltración hacia otras zonas; nos referimos a los hallazgos de Brassempouy , que hoy han sido sacados de nuevo a la luz desde las antiguas
colecciones y que aportan un nuevo dato al estudio de este momento .
Por fin , nuestra Fase Magdalenizante ha sido de difícil comparación. Los Magdalenienses iniciales m ás com unes contienen todos un
elevado porcentaje de «raelettes» que no aparecen en el Parpalló. Es
por esto que investigamos en bus ca de los Magdalenienses sin «ra clettes» y fuimos a dar de nuevo a Laugerie Haute Este, pero los buriles ascendían alll de manera desbordante , por lo que fuimos a dar al
fin a la zona cantábrica, donde las semejanzas se nos antoj a n las menos alejadas de nuestro Parpalló.
Vamos a pasar a continuación al resumen cronológico de los estratos del yacimiento valenciano , sin entrar en detalles , pues su problemática concreta ha sido discutida ya en sus apartados correspondientes.
Las fechas que el C14 nos ofrece para el Gravetiense son altamente dispares , pues una da 38000 Be y otra 18000 BC. La primera ,
en buena lógica, debe estar contaminada , siendo la segunda una
mezcla de niveles del Gravetiense y de la Fase Solutreanizante , por 10
que su seguridad es cuestionable. En buena lógica la fech a no debe
andar muy lejos de los 23000 a 20000 años BC.
La Fase Solutre anizante nos da una fecha de 18000 BC que admi ·
te la comparación con los más viejos Solutrenses, por ejemplo con la
serie de dataciones de Laugerie Haute, con la que la coincidencia es
prácticamente total.
Una ausencia de fechas seguras es la tónica de los dos momentos
del Solutrense Medio , pero por comparación con las de los niveles an terior y posterior no es difícil colegir una datación alrededor de los
17000 años BC.
El Solutrense Superior registra una fecha de 16300 BC que resulta bastante tardía en relación al Solutrense Superior francés, por lo
que puede suponérsele superpuesto de alguna ma nera a los inicios
del Magdaleniense en el país vecino.
El Solútreo-gravetiense abarca unas fechas que van desde el
15900 al 1300'0 Be. muy pegadas a la datación del momento anterior
en su inicio. Sin embargo , son constantes en todo el arco mediterráneo al que aludíamos más arriba al hablar de este momento.
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J . M .' FI,ILLOLA PERI COT
Por fm, la Fase Magdalenizante podemos situarla. a falta de una
fecha exacta, entre los 13000-12000 años Be, lo cual no desentona
en absoluto con todo el conjunto que acabamos de ver.
El apartado fInal de conclusiones ha quedado ya muy esbozado
en estas páginas anteriores en lo referente a cronologia. paralelos. ti-
pología y estratigrafia del yacimiento.
Es ahora el momento de plantearnos la problemática general del
Parpalló. y creemos que un primer aserto válido es el de que la idea
de santuario que ha venido difundiéndose no es aceptable desde el
punto de vista de la industria lítica. Abogamos por un utilitarismo de
las piezas trabajadas en sílex u otro material, y por ello no nos parece
acertada la postura de considerar votivas las puntas de aletas y
pedúnculo, como se ha llegado a decir. Volvemos a insistir en que la
posición pr:ivilegiada del Parpalló en el único punto viable de fácil comunicación del altiplano o valle colgado de Barig con la costa, ha ce
del lugar un punto de permanente habitación , de caza constante e indiscriminada y, por qué no, de inspiración. No debemos , en efecto,
olvidar las plaquetas grabadas y pintadas, que son un documento excepcional en toda la Prehistoria mundial. y que su nuevo estudio
sería , por sí solo, tema de un a Tesis Doctoral. Recogeremos aquí un
esbozo de las ideas que Fortea nos ofrece acerca de dichas plaquetas.
Fija un estilo unitario a lo largo de todo el yacimiento, un sentido unitario del mismo; ya aludiendo a períodos concretos, compara las
obras de arte del Gravetiense con las pertenecientes al estilo 1I de
Leroi-Gourhan, en el ciclo Auriñaco-perigordiense.
Con la Fase Solutreanizante identifica el estilo !II arcaico; hay
una esquematización de las cabezas de los cérvidos y un alargamien to del cuello.
En el Solutrense Medio abunda la raya doble ; aparecen ya los
ideomorfos rectangulares llenos de rayas; las cabezas de los caballos
pueden adscribirse a las de «pico de pato».
En el Solutrense Superior y el Solútreo-gravetiense, la raya del
grabado pasa a ser múltiple ; hay ideomorfos rectangulares , semejantes a los tectiformes y que sugieren un sincronismo con el momento
cantábrico, que se fija también en el Solutrense final y el Magdale niense inicial. Las cabezas de caballo tienen ahora un pronunciado
«escalón» en la frente.
En la Fase Magdalenizante prosigue el trazo múltiple; también lo
ha cen las cabezas de caballo con «escalón», son ma cizas. En conj unto
se nota un mayor realismo en las figuras ; en el campo de los ideomorfas aparecen los trazados de «alambres de espino».
Un estilo casi totalmente realista tiene lugar en el Magdaleniense
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IND USTRIAS L1TICAS DEL PAU DLITlCD
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III -IV de Pericot. Los detalles de las orejas, ojos, morro, boca y el pelo y las patas de los animales son muy cuidados. En los geometrismos
tenemos como destacado el zig-zag.
Con la magdalenización se tiende a un mayor realismo en el arte
excepcional de estas plaquetas, que no queríamos dejar de reseñar en
este resumen del Parpalló.
El motivo de este arte en el yacimiento valenciano, su causa, nos
escapa como lo hace , en cierto modo, la causa de todo el arte paleolítico. ¿Fue quizás en razón a la posició n de privilegio que ocupaba en
el pequeño mundo cerrado que limitaban los montes, rodeando la fértilllanura?; ¿o fue quizás una tradición local que surgió de la mano
de un genio y que fue perfeccionándose con el paso de los siglos? Al
fm y al cabo, el coger las substancias necesarias y plasmar lo que pasa
ante los ojos es una reacción perfectamente lógica y no buscaríamos
un camino de influencia desde el arte franco-cantábrico para explicar una evolución del todo coherente . desde unos primeros trazos
simples hasta una pintura realista incluso en las orejas y las pezuñas
de los caballos. No creemos que el paralelismo cultural sea del todo
disparatado en esta circunstancia; los estimulas culturales, climáticos, de re cursos de caza, etc., los creemos comparables en nuestro
caso a los que movieron al hombre en la costa cantábrica y en Fran cia, si bien en una medida más suave en 10 concerniente al clima. La
cuestión se plantea al intentar encontrar otros yacimientos con plaquetas en cantidad tan abundante como en el Parpalló, y es precisamente esa ausencia la que hace resaltar la importancia capital de dicha cueva.
Tras todo lo expuesto hasta aquí , podemos afirmar que el Parpa lló fue durante miles de años el núcleo inspirador de toda una serie
de yacimientos de la zona que iremos viendo a continuación. Algunos
de éstos tuvieron fases de florecimiento que superaron en mucho la
misma fase en el Parpalló, yacimiento que fue extinguiéndose como
hemos visto, sin llegar a ofrecernos un estrato postpaleolitico válido,
como otros muchos de la Regí.ón Valenci.ma.
Todo estudio del Paleolítico español e incluso europeo deberá to ·
car la rica zona gandiense, de importancia vital en todo el desarrollo
de las industrias, y dentro de ella la clave está y seguirá estando en
el Parpalló ; a su estudio creemos haber aportado algo, no definitivo
pero sí al menos objetivo, y fuente para otros autores o investiga do res de futuros estudios.
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12- 13, P025; 14, PD33 ; 15-18, P0341, S4d:. CO 4' 5-4' 75 m , I19, G 11 ; 20-22, G 12 ; 23, G3 12; 24, B31 ; 2521, B32 ; 28, FII ; 29, '22; 30, B12, B12)
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4'5-4" 5 m Ili , G3 12. B12; 12, Gil. Gil; 13, G12. 021 ; 14, Gil; 15, B12. B32; 16, P022; 17, PD32j.
Sect. L 4 '5-4 "5 m . IIS, El. R321 ; 19, Gil. T22; 20, Rlt ; 21 Y 23, G 11 ; 22, G12; 24-25, PDl2 ; 26, LD34 ;
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LD34; 15- 16, PD32 ; 17, P03 11. Sect, P 4' 5-4 ' 75 m , 118, P034 ; 19, P03 1. T22 ; 20, LD3 1; 2 1-23, LD341.
Sect. EO 4-15 m. (24, F323 ; 25, Glll. Cepa 19 talud (26-29, PD32 : 30-3 1 y 33-35, LD34 : 32, F22 ;
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B12 ; 7, BU. B12. B 1I ; 8 , B22 ; 9, B 12. B22; lO, B22. B2 1; 11 , B12. B32; 12 , LDJ I ; 13 , PD21 ; 14 , PD23 ;
15, PD32; 18- 17, PD35; 18 , PD33 ; 19, Bc2 ; 20, T22. LD34; 2 1, LDTlII
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CE 4 ' 25-4 '5 m. 16. G12 ; 7, PD23 ; 8 , PD32; 9, PD34 ; 10, 822). Sect. ca 4'25-4' 5 m. UI , PD341. $ect. EE
4 ' 25-4'5 m . (12- 13, G 12 ; 14, R21 ; Ui, G21; 18, B:U. 822; 17.812. 812 ; 18, PD2S; 19, LD31 ; 20, F14; 21,
1'3231. Sect. EO 4 ' 25·4 ' 5 m. 122, R21; 23, D23 ; 24, l14)
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D321 ; 8 , G322; 7, BII , BU ; 8, B21; 9 , LDTI3; lO, LD34 ¡ 11, LDTII; 12, PD23 ; 13, PD.l21 ; 14 , PD32;
15, PD21; 18, PD34 ; 17,11'3231, Capa 18 talud 08, G21; 19, PIl ; 20, BeZ ; 21 , BII -GI2 ; 22, Gil; 23,
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B32; 9 . PDI:21; lO, D12. BI2 ; 11, D22 ; U , PD2S ; l J , PD23 ; 14, PD341. Sect. P 4-4' 25 m . 1I5, D12. BI2;
16, G311 ; 17, PD2ll. Sea. CO 4-4' 25 m. 08, Gil ; 18, G12 ; 20, Rll ; 21 , GIl. T211
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Gil ; 7 , RII ; 8-9, Gil ; ID, Gil. G21; 11, G I L G22; 12, B31 ; 13,.B32 ; 14, B11.822 ; 115, B22 ; 16, PDTII;
17, PD21; 18, PD31 ; 19, TlI:221. Sect. EE 4-4' 215 m. 120, B 12 ; 21 , G 12 ; 22, Gil ; 23, 822. 822 +822 ; 24 ,
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7. B 11 , B 12 ; 8 , 832; 9 . 822. T21 ; 10. PDZ3 ; 11 , PD32 ; 12, pnTIl ; 13, PD34). Sec t . L 3 ' 75-4 m . (14, R3ZI;
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PDX21I. Seel. P 3' 75-4 m . IID, Gil . B12 ; 11 , LD22 ; 12, B 11 , G3121. Seet, ca 3'75-4 m , II 3, B31; 14, G 12 .
GIl ; 15, GU. B22 ; 18, LDII I, Sect. CE 3' 75-4 m . (11, P321; 16, G21; 19, GI2; 20, Gil ; 21, Gil. B21 ; 22,
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EE 3'75-4 m . (7, PlI; 8, G31lo Gll); 9, B12. G12I. Capa 15 talud 110, Gil; 11, Rll; 12, G12; 13, GIZ.
G12¡ 14, D22. B22+B22 : 15, LD31. BI2; 16, LD21 . B12; 17, LD34 ; 18, PD32; 19, PD2S ; 20-22, PD34)
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B21 : 9- 11, PD34 ; 12- 13. PDT121. Sect. L 3 '15-3' 75 m. 114. R21 ; 115- 18, G 12; 11, 822 +822. G311 +B22;
18, G312; 19. G12. T22; 20, GU. CU ; :n, C11; 22, BII . B111
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(12, Gil; 13. G 12 ; 14 , Gll!. G.JII; 15, G21. BI2 ; 16, B121. Capa 13 talud (17, B31 ; 18, PD25 ; 19, G12 :
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[page-n-173]
BARRANC BLANC
lNTRODUCCIQN
Este yacimiento que abordaremos a continuación ha sido objeto
no sólo de un estudio completo de los materiales procedentes de viejas excavaciones. sino de una labor directa del autor, encuadrada en
los trabajos que la Cátedra de Prehistoria de la Universidad de Barcelona ha realizado en la zona, siempre bajo la orientación y el con sejo del S.I.P. de la Diputación de Valencia, y más concretamente de
su director. don Domingo Fletcher.
La importancia de la cueva del Barrane Blanc es esencial en el
ambiente de la zona, pero marca el contrapunto del Parpalló y de
otros yacimientos annes en mayor o menor medida. En efecto. el me nor número de materiales y la menor importancia en la potencia de
los estratos respecto del Parpal1ó no impiden que consideremos unos
niveles culturales algo distintos, unas divergencias que parecen hacer de esta cueva un centro de alguna manera «escindido» de la corriente dominante y en cierto modo semejante a los yacimientos italianos. En su momento profundizaremos en esta problemática de
comparación de niveles.
Una dificultad con la que nos enfrentamos es la falta de una monografia O de una publicación detallada de todos los materiales que
el Barranc Blanc ofreció a su excavador. Sólo notas ocasionales o
gran des sintesis pueden guiarnos a la hora de conocer la opinión del
excavador acerca del yacimiento.
[page-n-174]
INDUSTRIAS UTlCAS DEL PALEOUTlCO
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Dos referencias mucho más concretas y recientes nos han ayudado en gran manera en nuestro estudio; son las efectuadas por Laplace (Laplace, 1966, p. 121 - 1241 Y por Fortea (Fortea, 19731,
Sobre la primera de ellas podemos decir hoy que a grandes rasgos dio una visión acertada del problema que presenta la cueva, pero
la gran cantidad de índices y porcentajes que nos ofrece es factible
ponerlos en duda por el hecho de que trabajó sólo con 1.453 útiles
(La place, 1966, tabl. XVI de los 2.581 que se conocían en el momento
de la realización de su estudio, es decir, poco más de un 56% de este
total.
Una circunstancia parecida puede atribuirse al segundo trabajo,
parte integrante, como el primero, de una recopilación de yacimientos, éste en el Mediterráneo español, aquél en toda Europa. Las con clusiones a las que llega Fortea respecto al Barranc Blanc nos pare cen muy acertadas, y de hecho nosotros vamos a intentar corroborar
con nuestros cálculos sus intuiciones. Nos describe Fortea una serie
de útiles de las tres primeras capas del yacimiento, pero de hecho son
muy escasos respecto al total que hemos identifica do para cada una
de ellas; en la primera nos da 127 útiles en vez de los 353 existentes,
un 33 ' 17; en la segunda habla de 181 útiles y por contra tenemos
549, un 32'97; y en la tercera se refiere a 151 útiles de los 537 que
hemos inventariado, un 28'17, En total, Fortea sólo vio un 3 1'2% del
utillaje de las tres capas a las que se refiere su acertado estudio. Quede claro que en ninguno de los dos casos a los que acabamos de referirnos ponemos en duda sus conclusiones, sacadas de muestras signifi cativas del conjunto estudiado, pero éstas siempre tendrán un fun damento más amplio desde el momento en que estén sustentadas por
prácticamente el 100% de la industria conocida hasta el momento
presente. Tal ha sido nuestra intención al remover los fondos del Museo de Prehistoria de la Diputación de Valencia, en los que hemos reconocido los conjuntos estudiados por los dos profesores antes meno
cionados, y al mismo tiempo hemos sacado a la luz paquetes conteniendo material líti co en abundancia , que ha venido a sumarse a lo
ya conocido para darnos una mejor visión global de esa industria del
Barranc Blanc.
DESCRIPCIQN DE LA CUE VA
La cueva, o covacha, como se la co noció en un principio, del Barnnc Blanc fue bautizada as! po r sus excavadores en 195 1 (Fletcher, 1953, p. IOl. Estos fueron alertados po r dos
muchachos de la localidad de Rótova, que hallaron en superficie unos restos de crá neo humano de aspecto primitivo y los llevar on a la cercana cueva de Les Rates Penaes , en la que
por aquel entonces se t.r ab ajaba .
[page-n-175]
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J . M,o FULLOLA PEalCQT
El yacimiento se abre al Sur en las laderas o barrancos de los montes que rodean el valle
del no Verrusa. con abundantes meandros en esta zona, El unos 160 metros sobre el nivel de l
mar; esté en el término municipal de Rótova, a unos 12 kilómetros de Candla, al Sur de la
provincia de Valencia En!; o:xwcido p:lr kas naturales del lugar oomo ~a deJs ~ por la
gran cantidad de huesos que afloraban en superficie. Fue utilh:ada durante mucho tiempo
como redil para guardar ganado, lo que co n seguridad seré la causa de la destrucción por
mezcla de las capas superficiales, las de mayor interés del yacimiento.
Las dimensiones de la cueva en todos sus aspectos, plantas, alzados, cortes, etc., quedan
perfectamente renejados en la serie de planos que acampaftan aste capitulo. levantados en
el transcurso de la campaña realizada en junio de 1976. Vamos a recordar, sin embargo, las
medidas més importantes. La cueva en 51 llega desde el punto O situado al fondo de la cueva,
hasta 5'50 metros del mismo; en este punto lIS paredu laterales se abren para seguir la ladera del monte, dejando delante de la boca de la cueva una plataforma Que también fue excavada, de unos 2 metros más de longitud, por lo que las capas fértiles que exisUan a barca·
ban unos 7'50 metros; en altura no se llega en ningún momento a los 3 metros.
Las zonas en que se dividió para su excavación fueron 8, a las que afladimos una novena
en la campaña de 1976. En la cámara mismll se abrieron CUlltrO cuadros, totalmente irregu·
lares, que la cubrieron en toda su extensión, y fueron denominados A (cuadrante SE), B (cuadrante SOL e ¡cuadrante NO) y D (cuadrante NEI. Ya en la misma entrada y en la platafor·
ma exterior se abrieron cuatro cuadros mAs, también bastante Irregulares: fueron los E l
(cuadrante NOJ, E2 (c uadrante NEI. E3 (cuadrante SE] y E4 (cuadrante Sal. Zona aparte, como señalábamos más arriba, era F, el recodo del fondo Oeste de la cueva. Por nuestra parte
abrimos un cuadro E5 en la plataforma exterior, en la parte Oeste de la misma y ya fuera de
la boca de la cueva.
La e:a:cavación se llevó a cabo en los veranos de 19 5 1, 1953 Y 1954 bajo la dirección de
Luis Pericol y con el patrocinio del S.I.P . La primera campaña se inició el 26 de junio de
1951 y fue la prolongación de la Que los mismos excavadores llevaron a cabo en la cercana
cueva de Les Rates Penaes. Como es posible observar en los a ntes mencionados planos, la too
pograna de la cueva es bien sencilla: la cámara principal y, al fondo, en la pared Oeste, un
entrante muy pronunciado Que forma una camarilla aparte, denominada en los trabajos F.
Al fondo propiamente de la cueva hay un abombamiento de un metro cuadrado, aproxima·
damente, que fue llamado Icovacbu por los u:cavadores,
Se dividió la cueva en las cuatro zonas Interiores ya seflaladas, y se realizó una pequeña
c ala en A, de unos 30 cms. de profundidad . A continuación se excavó a fondo la zona B, di·
vidida en 7 capas y hasta una profundidad de 1'60 metros, y la B1, que en un primer mo·
mento fue llamada C (Fletcher , 19531. hasta 1'20 metros, en cuatro capas.
En la campaña de 1953, iniciada el6 de agosto, se excavó A, C y O Y se inició el trabajo
en las zonas exteriores E 1 Y E2,
y, por fin, en la campaña de 1954 se terminan las zonas exteriores ya iniciadas, y se ex·
cavan totalmente E3 y E4.
No fue hasta junio de 1976, en Que un equipo de la Cátedra de Prehistoria de la Unive rsidad de Barcelona, bajo la dirección de la doctora M.' Luisa Pericot y con participación directa en los trabajos del autor y de varios compal'l.eros reemprendió el estudio del yacimiento con un cuadro de comprobaciÓn estratigráfica. E5, ya señalado antes, a l tiempo
Que se lOmaban muestras de tierra y se levantaban los planos de la cueva que aqul
ofrecemos. Los niveles arqueológicos que se diferenciaron no fueron las ocho capas de la ex·
cavación antigua, Que grosso modo conservaban las potencias de 25 cms., sino que se distin·
guieron cuatro estratos, numerados I, lI, III Y IV, de una potencia total de 1 matra, con una
prolongación hacia dentr o de la cueva del III , el estrato Jlt interior .
DESCRIPCION DE LOS NIVELES
Se hace en realidad dificil una reconstrucción de las capas a partir de 101 datos publica.
dos hasta hoy ; como mayor aproximación citarlamos la reconstrucció n que Fortea nos da de
la estratigrafia de l yacimiento Ifortea, 1973, p. 204) a partir del diario de excavaciones con·
[page-n-176]
INDUSTRIAS LtTlCAS DEL PALEOUTICO
servado en el S.I.P., con la cual estamos en total acuerdo. Pero vamos a intenta r describir
cada una de esas capas, hasta ahora sÓlo dibujadas, a partir también de un diario de exca ·
vaciones, en este caso el conservado por el director de las mismas. el doctor Luis Pericot. El
análisis exhaustivo de cada una de las piel.as completará la visión de esos estratos en el
capitulo posterior.
Una primera dificultad con la que toparemos será la diferencia, 8 veces de 25 cms. o algo mlls. que observaremos entre las potencias absolutas en distintas zonas de las mismas capas. Ello nos inclina a pensar que la estratigrafla del BarTlnc Blanc no era lisa. sino ondulada. quizlls mAs incluso de lo que refleja el gráfico de Fortea. Intentaremos solventar este
problema precisando las profundidades concretas en cada zona.
Haremos la descripciÓn de los niveles, de arriba abajo. en el sentido de la excavaciÓn,
distinguidos en las campañas de los años 50. para pasar en un apartado exclusivo a los estratos de la campaña 1976. Las siglas que distinguen a éstos serAn oEstr. l. Ir.., etc., mient ras que al referirnos a aquéllos lo haremos con la abreviatura . BBiI cuando tralemos de la
capa l." , «BB2_ cuendo de la segunda, y asi sucesivamente.
y pasemos ya a describir BB 1, es decir, la capa primera o superficial del yacimiento. He·
mos señalado antes que la importancia que pudiera haber tenido este nivel se vio disminuida
en gran manera por el hecho incuestionable de su mezcla por razón, seguramente, del gana·
do que alli se gua rdó durante muchos años. Junto a una indudable industria paleolltica, que
veremos més adelante, apa recieron restos de cr{¡neos y otros huesos humanos también de
gran antigüedad, monedas, cerámica, etc.
La potencia del estrato oscila entre los 10 cms. en E4 y los 30 cms. en B. En E2 y en A tenemos 25 cms. yen C, D y El. 20 cms. Capitulo aparte merece EJ. que inida su primera capa
a 1 metro de profundidad , en ral.Ón al desnivel ya existente al inidarse los trabajos de excavación. Otro caso apart.e es el sector F, que re úne sus dos primeras capas en los 40 cms. superliciales.
En conjunto, la tierra que formaba este primer estrato o capa del yacimiento era suelta,
pulverulenta y de un color gris claro, con oscurecimiento progresivo con la profundidad y
los niveles ya in situ. En la parte exterior abundan las piedras de pequefto ta maño.
En el sector C destaca la concentraciÓn de restos humanos que ofreció, con fragmentos
de cráneo, dientes, algun a v~rtebra y una mandlbula Inferior. Lo prominente del toros supraorbital y la robu5tel. del cráneo y mandlbula inclinaron a creer a sus descubridores en
un tipo paleoUtico de habitante. Fue Alcobé el que encontrÓ paralelos en la raza Cro-Magnon
del Norte de Africa, tipo Mechta-Afalou (Alcobé, 19541. Su sucesor en las directrices raciales
prehistó ricas, M. Fust6, no efectuó ningún cambio en la opinión de Alcobé respecto a los res·
tos del Barranc Blanc, aceptando el cráneo, robusto y de un varOn adulto, como perteneciente a una influencia más africana que continentallFusté, 19661.
Como contrapunto , y casi en superficie, se recogió en el sector D una monedita de los
tiempos de Isabel JI , en cobre, de medio céntimo de escudo, y fechada en 1868. También cabe setl.alar la presencia de 10 fragmantos de cerámica.
Fueron J. 167 los sllex recogidos en esta capa, da los cuales estaban trabajados 362 ; do·
minan los simples a causa de los raspadores, con abundancia también de las láminas de dorso, ta nto marginales como profundas.
La atribución cultural de esta capa ha sido tradicionalmente la de una continuación empobrecida del nivel inferior. Será un Epigravetiense con gran influencia magdaleniense, en
opinión de Fletcher y de Pericot, un Tardigravetiense empobrecido para Laplace y un paralelo local del Salpetriense para Foma. En realidad, nuestra opinión es la de un casi Magda·
leruense, pero aún con influencias del mundo de las escotaduras [tenemos tres LDJI, lo que
configura una· industria muy peculiar y en la que profundizaremos más adelante. La industria ósea no es muy abundante, pero está presente con una augaya de bisel simple entre algunos tipos óseos más.
Siguiendo el sentido descendente de la excavación, encontramos ahora una de las dos
capas más imponantes del yacimiento, la segunda o BB2. Précticamente su totalidad se en·
contró sin remover, pero es posible que por a lgún motivo que nos escapa hubiera habido fiI·
tradones a causa de toperas, ralces o incluso hoyos becbos por mano humana, ya que algu-
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J. M.o FULLOLA PE"RfCOT
na moneda se escurrió desde estratos superiores hasta éste, según refleja el diario de excavaciones.
La potencia del estrato varia entre 20 y 30 cms. En e y D la capa mide 20 cms.; en A. E2
Y E4 son 25 cms.; y en B y E l , 30 cms. La profundidad máxima alcanzada son 60 cms. en B.
y la mInima, 35 cms. en E4.
La tieITa pasa a ser negruzca en la totalidad del yacimiento. con alguna bolsa de tierra
gris cenicienta. Algunas losas de piedra se sitúan al fondo de la cueva, y en conjunto hay
muchas piedras de tamaño regular.
Entre los hallazgos notables destacaremos en la pane NO de e una nueva concentración
de osamentas humanas, que Pericol no se atreve a llamar enterramiento y que podrla sospecharse que fuese continuación de BBI . El resto más completo es una mandibula infantil. En
referencia a lo anteriormente citado de las filtraciones, en la parte exterior, en E4, que va de
O' 10 a 0'35 metros, se halló UD dirhem almohade y cerámica romana, sigillata clara. Vistas
[as profundidades a las que se hallaron, y dado que era en la parte exterior de la cueva, cabe
preguntarse si la mezcla no alcanzarla también un nivel algo más profundo al exterior, too
cando de alguna manertl esta segunda capa que distinguió Pericot.
Los sllex recogidos en BB2 fueron 5.971, de los cuales 5 12 eran útiles trabajados. Siguen
dominando los simples. con los raspadores, y se significan algo los foliáceos; entre los abrup·
tos destacan cualitativamente siete elementos de escotadura y dos láminas de dorso trunca·
das.
El trabajo en hueso es pobre en relación con la abundancia que de éstos hay en el yacio
miento. Destaca una controvertida azagaya de doble bisel que en buena lógica, y por su aire
magdaleniense, deberla haberse hallado más bien en BB 1, como muy acenadamente nos se·
nala Fortea (Fortea, 1973, p. 4981.
La atribución cultural de este nivel presenta una problemática semejante al ante r ior, al
decir de los autores que han tratado el tema. La presencia de varias piezas de escotadurtl.
siete, como hemos senalado más arriba, nos haria pensar en un Solútreo-gravetiense, que es
lo que propone Fortea. Si por un lado la azagaya de doble bisel nos estira el periodo hacia el
Magdaleniense, por otro tenemos la misma cifra de útiles solutrenses, nueve, y un mismo
porcentaje de presencia, J '6%, que en BB3, considerado como Solutrense. Permitasenos
apuntar solamente aqui los datos, que pasaremos a analizar en su momento oportuno.
El tercer nivel de [a excavación, BB3 , es junto con el anterior el que más [uz puede arro ·
jar sobre las fases que en el mismo se desarrollaron.
La potencia de sus estratos varia entre los 25 cms. de A, e, D, E I Y E2 a los 40 de E4, pa ·
sando por los 30 de B. La profundidad máxima se alcanza en B, 90 cms., y la minima en D,
65 cms.
La tónica general es de tierra muy oscura, casi negra y semejante incluso, según el dia ·
rio de excavaciones, a un hogar. Las piedras de tamano no muy grande son abundantes; es
en A donde aparecen unas losas de piedra que llamaron la atención de los excavadores, y
que muy posiblemente cayeron de la bóveda.
Mención aparte para la cámara lateral F, que en la tercera capa ofrecia una potencia de
50 cms., de 40 a 90 de profundidad.
No hay que registrar hallazgos espectaculares en lo que respeGta a huesos, tanto en los
trahiljados como en los humanos, pero su cantidad sigue siendo elevada.
En cambio, en la industria Iitica reseñaremos un hallazgo de 4.912 piezas, de las cuales
480 eran útiles. Destaca, por encima de todo. la punta de aletas y pedúnculo localizada en la
pared Oeste de la cueva, ya lindando con el departamento F, dentro del cual la analizamos;
este útil ha sido el motivo de la atribución al Solutrense de este nivel, que cuantitativamente
tiene los mismos valores que BB2; es más, éste cuenta con cinco útiles solutrenses bifaciales
IF314 y F3151 por sólo dos BB3. Lo comentaremos en su momento.
Los útiles de escotlldura hacen su aparición en este nivel con cuatro piezas. El conjunto,
como de costumbre, viene dominado por 1 simples, yen particular por los raspadores; in05
cremento de los buriles y disminución de los abruptos. A senalar también la presencia de un
ápice triédrico y de un microburil, el único del yacimiento.
Este nivel fue atribuido siempre al Solutrense, si bien la matización de Laplace, al hablar
[page-n-178]
INDUSTRIAS LITICAS DEL PALEOlJl1CO
de una industria «débilmente solutreanizada. (Laplace, 1966, p. 1231, nos parece la mAs
acertada, como corroboraremos más adelante.
La capa cuarta del yacimiento es la que, gro$3o modo, alcanza un metro de profundidad.
Su potencia varia desde los 20 cms. en B a los 35 cms. en D, pasando por los 25 cms. de A,
e, El. E2 Y E4. La pro rundidad normal alcanzada es de I metro, siendo sólo distinta la que
registramos en B, que es de 1' 10 metros.
En F la cuarta capa no tiene mucho que ver con la que estamos tratando, pues abarca
una potencia de 90 cms., de 0'90 a 1'80 metros,
El color de la tierra en todo el estrato es negruzco, sin variaciones. Encontramos en too
dos los sectores piedras de tamaño medio en abundancia.
No se señalan, y a partir de ahora va a ser tónica general en todos los niveles que nos
quedan por ver, hallazgos espectaculares ni en sllex ni en hueso. Grao cantidad de estos últi ·
mos continúan saliendo por toda la cueva : en sflex hemos encontrado 4.070 piezas, de las
cuales 357 son útiles. Siguen dominando los simples a causa de los muchos raspadores, y en
los demAs grupos sólo registrar un ligero aumento en 105 buriles; los plenos dismi nu yen
cuantitativamente; su porcentaje, sin embargo, pierde solamente cuatro décimas. Las esco·
tadu ras aún están presentes, con tres ejemplares. A resenar dentro de la industria IItica la
aparición, dentro de este nivel. de un chopper.
Esta capa cuarta, como las siguientes y la a nterior, fue adscrita al Tardigravetiense de
piezas foUáceas bifa ciales por Laplace (Laplace, 1966, p. 124]. pero tal definición no nos
aclara mucho de momento. El aumento de las puntas de dorso profundas, aún de pequeno
tamaño, puede hacernos rastrear un horizonte gravetiense que seguirá basta B86.
La capa quinta, o BB5, tiene una potencia regular de 25 cms., de I metro a 1'25 me tros.
en todas las zonas excepto en B, en la que sus 20 ems. van de 1' 10 a 1'30 metros. Es la profundidad en que empieza E3 , ron su primera capa de 1 metro a 1'25 metros.
En cuanto al colo r y oonsistencia de la tierra, hay algunas variaciones que empiezan a
manifestarse ; por ejemplo, de la coloración negra de las capu superiores vamos pasando a
un rojizo más claro en B; en D se empieza a intuir la capa estéril subyacente; en C lo más
destacado es la disminución de las piedras, tan abundantes más ar riba, mientras la tierra si·
gue siendo negru%ca.
Los materiales aparecidos no sufren variaciones gra ndes, pero si se aprecia una disminución de hueso y silex. De estos últimos bemos Identificado 3.001 piezas, de las cuales 263
eran útiles. Los simples, con sus raspadores en cabeza, dominan pero con un porcentaje algo
inferior para estos últimos. Para los planos, la cifra relativa es aqulla más alta de todas las
capas del yacimiento.
No cabe afladir mucho a lo mencionado basta el momento en cuanto al medio cultural
de este nivel. Lo dicho para BB4 es peñectamenle válido aqul.
La sexta capa del Barrane Blanc nos lleva hasta la profundidad de 1 '50 metros en todas
las zonas, excepto en B, donde la potencia es sólo de 10 cms. y la profundidad alcanzada es
de 1'40 metros.
La tierra presenta algunas diferencias según las zonas de la cueva. Principalmente en B,
el color es rojl%o y aparecen bastantes piedres, tónica que prosigue en el otro sector de la
parte Oeste, C, si bien amarillea más el color de la tielTa. Ya al exterior, en El aún se habla
en el diario de excavaciones de tie rra neg r uzca que va desapareciendo paulatinamente, con
piedras. Por fin, en E4, sector Oeste más exterior, la tierra es aun negr uzca, pero destacan
sobre todo las grandes piedras que alll se encontraron, con seguridad caldas de la montal'la.
pues la bóveda de la cueva no cubre ya dicha zona, Por el contrario. la parte Este de l yacimiento, zonas A y D principalmente, la tierra es gris ácea, clara, pedregosa y calificada de
estéril, si bien la presencia de utile! ba sido bien documentada.
Estos sflex a los que nos referimos han sido 2.709, de los cuales 243 son útiles. A seflalar
el aumento apreciable de los buriles y la presencia de un ápice triédrico, el tercer y último
del yacimiento con este particular retoque.
Culturalmente es válido lo mencionado en los apartados correspondientes de los estratos
anteriores.
Para este estudio primero de las capas del Barranc Blanc agru paremos las tres inrerio·
res, BB7 , BBa y BB9 a causa de la escasez de útiles y otros datos que nos ayuden a definirlas.
[page-n-179]
n,
J . M,' FULLOLA PERI COT
Por lo tanto, lrataremos todo lo hallado en la cueva desde los ] '50 metros hacia abajo,
profundidades en las que, excepto en El y E2 , ya no se marcaron mAs capas por debajo de
la séptima. Lo normal en Jos sectores inferiores es que se llegue 11 los 2 metros, mientras que
en el exterior se alcanzan hasta los 2 ' 25 metros.
Caso apane es F. donde a partir de los ¡ '50 metros se hace una distinción entre F Nofte
y F Sur. La numeración de las capas es totalmente distinta y analizaremos dentro de los limites que ahora nos ocupan FlO, FII y FI2, que van hasta los 2'50 metros.
La tie lTa va volviéndose estéril gradualmente, tomando un color claro, una consistencia
arenosa y luego ya claramente arcillosa. Esos colores rojizos y amarillentos sólo se ven variados en E 1, donde el color gris oscuro va muy a bajo, hasta casi los 2 metros.
La esterilidad a la que tanto hemos venido aludiendo se ve en la industria Utica encontrada : tan sólo 1.636 silex se identificaron, y de ellos 156 en.n útiles. Sólo cabe mencionar
en le capa 7 una laminita de do rso con escotadura y una bipunta de dorso, única en el yacimiento.
Abrumador dominio de los simples, lo que motive descensos en abrupLOs y buriles, y la
desaparición casi total de los planos, con sólo dos ejemplares en BB7.
La atribución cultural de estas capas [males se hace de momento muy dificil por la escase:¡; de datos que nos ofrecen. En su lugar correspondiente profundinremos en ello.
Pasaremos ahora a una descripción da los niveles diferenciados en la reciente campaña
de 1976. La excavación se planteó en la parte exterior de la cueva, al Oeste de la boca de la
misma y lindando con lo que habla n sido los cuadros El y E4. Las medidas del sector fueron
de 1'50 por 1'50 metros, si bien venlamos condicionados por un 6rbol que nos cerraba el
cuadro por la parte Sur y la pared exterior de la cueva que nos lo limitaba por el Norte, tanto que un entrante de la misma, en la zona NE del cuadro, dejaba la longitud del mismo en
1'40 metros.
Pala situar un poco la estratigrafia primitiva se limpió el corte que se unJa a El y E4; lo
denominamos «corte previo» y fuimos conservando las capas de 25 cms. de la excavación
antigua, pero los resultados desde el punLO de vista de la industria fueron pobres.
Una vez limpio el mencionado corte, de 1 metro de poLencia, procedimos a distinguir en
él los niveles no leóricos, de 25 cms., sino visibles por cambio de consistencia y coloraciÓn
de la tierna, orientación para la excavación del cuadro pro¡»amente dicllo.. La disposición de
tales niveles queda muy explicita en los planos que acompaAan este trabajo. A destacar que
nuestra labor no sólo se centró en la parte exterior de la cueva, sino que el plano abarca
también el seCLOr llamado dlI interioo y que grosso modo podria identificarse con BB 3, si
tenemos en cuenta las profundidades de ambos a partir de l nivelO, aún e,ostente.
El estraLO I abarcó hasta los 20 cms. de la superficie y creimos conveniente desglosarlo
en dos subtramos de 10 cms. cada uno, la y lb. En ambos la tierra era arenosa y suelta, superficial y posiblemenle revuelta, 'pero en l b apreciamos gra n cantidad de pequeftas piedras.
entre 2 y 4 mm.
En total fueron 41 los sllex recuperados en este primer estruto, de los que 5 eran útiles.
El cambio al estrato II viene marcado a la profundidad de 15·20 cms., y abarca hasta los
45-50 cms. Corresponde más o menos a BB2 y su color es oscuro: aún encontramos rulees pequeñas que nos indican una proximidad a la superficie y una posible me:¡;c1a de materiales.
En favo r de ello está también la poca consistencia de la tierra.
El hueso es aún poco abundante y los sllex que se encuentran en el cuadro ES son 558,
de los que 62 son útiles.
A nivel de base de este estrato {40 cms.) se ha levantado un plano del cuadro, que también ofrecemos, con el dibujo de las piedras y de alguna rab que aún afloraba en la excavación.
El estrato III fue el que siguió en importancia y número de útiles al anterior. Desde su
inicio sobre los 45-50 cms. según zonas, va hasta los 80-85 cms. en ES. Pero hay que aclarar
que el corte estratigráfico adjunto abarca la pared exterior de E5 y su prolongación exterior,
la pared Oeste, por lo que este estraLO IU amplia su potencia hasta el limite de la boca de la
cueva, apro,omadamente 2' 10 metros, donde alcanza los 70 cms. En el cuadro, la tierra es
algo más clara que en el anterior, COmpacta y du ra, con 111 presencia de bastantes piedras de
tama"'o más bien gra nde, entre 5 y 10 cms.
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INDUSTRIAS LlTICAS DEL PALEOLlnCO
'"
El hueso se hace muy abundante en pequeñas esquirlas y fragmentos irreconocibles. La
industria Utica cuenta con 475 sUex, de los que 49 son útiles; entre éstos destacan dos pie:¡:as
de escotadura y una lémina de dorso truncada,
A nivel de la base de este estrato en E5 (80 cms.) se hú:o de nuevo un plano donde pode·
mos apreciar la roca de la pared Norte y los enormes pedruscos que cerraban el cuadro por
su lado Este, que se reflejan también a la peñección en el corte estratigrUico general exte·
rior.
El cuarto estrato de nuestra excavaciÓn fue el mls pobre y de hecho es paralelo a E4 de
las campañas de Pericot, que al llegar a estas profundidades tanteaba ya lo estéril. Abarca
de 80 cms. a I metro.
La tierra era roji:¡:a y contenia las grandes piedras de que acabamos de hablar en la base
del estrato 1lJ. La esterilidad era précticamente completa a nivel de sUex, puesto que sólo si ·
tuamos 81 , de los que únicamente 7 eran útiles. Los huesos son abundantes, pero en peque·
i\os fragmentos .
Capitulo aparte en la descripción de los niveles me rece el estrato 111 interior. que decidi ·
rnos dibuj ar en el corte general y excavar en la medida de lo posible. Sin embargo, la tarea
rue dura y casi imposible, debido a que debíamos trabajar descalzando las rocas laterales
que cerraban la cueva y el peligro era manifiesto. Prueba de ello es que. al volver en verano
de 1977, esas piedras habían caldo sobre los estratos excavados y sobre el lugar donde
trabajamos.
Lo mls distintivo del estrato IJI interior era la piedra calcérea deshecha que se me:¡:cJa·
ba con la tierra negra, dura, compacta, con gran cantidad de una especie de puré de huesos,
ya que no hay otra forma de describir su amasüo en este nivel. Los Il1ex eran escasos, sólo
54. muchos de ellos pequeñas lascas o esquirlas, y sólo 7 útiles.
Como dato curioso. y reflejado en el corte general, esté la presencia de un _he lix. nemo·
ralin en este estrato UI interior, junto a la gran roca central del mismo.
Para completar la visión interior del yacimiento durante nuestra campaña , cabe sel'lalar
una concreción adherida a toda la roca interior de la pared Oeste hacia el interior de la cue·
va y que conterua innumerables huesos. algunos de los cuales eran perfectamente reconoci ·
bIes y de gran interés, pero tan fuertemente incrustados en la concreción que se hacia impo.
sible extraerlos.
Esta parte se reflej a también en el corte general. en la parte superior y a partir dc los 3
metros. contados desde el punto O de inido de nuestro cuadro ES.
ANAUSIS DE LOS NIVELES
En este apartado vamos a intentar poner en claro todos los problemas que 101 (¡tiles llti·
cos nos presentan en cada una de las capas en que fue excevado el yacimiento. Hay que ha·
cer la salvedad de que se agrupan las capas Inferiores, BB7 , 8 Y 9 en un mismo grupo dada
la escasez de Cltiles que ofrecen y su homogeneided, que quedaré bien plllente m" edelante.
Un problema realmente insoluble en nuestra cueva es el da la cronología. En efecto, has·
ta el momento carecemos de todo fecha obtenida por '14' por lo que la datación tendré que
basarse en la datación por comparación de sus industrias con las de yacimientos paralelos
qua tengan datos seguros sobre su edad.
Esas industrias lfticas van a ser por lo tanto la base de todo reconocimiento cultural y
cronológico en el Barranc Blanc. Las precisiones a que pueda llegarse a través de la indus·
tria ósea ser'n limitadas y orientativas solamente, pues es escasa; sin embargo la azagaya
de bisel simple y le de bisel doble nos indican una influencia en las capas superiores de ideas
magdalenienses, lógica estratigréficamente hablando y que también tendremos en cuenta a
la hore de hace r la atribución definitiva de las capas a momentos determinados.
Nuestro proceso, similar al aplicado al Pupalló. va a ser el comentar los Cltiles mls re·
presentativos de cada capa, exponer los recuentos de los Cltilal y sus secuencias estructura·
les, pua ver su articulación en el apartado siguiente.
La capa primera, la mu superficial, de unos 25 cm. de espesor, grosso modo, como he·
mos visto con anterioridad, nos ofrece un panorama de mezcla y duda a causa de ella. Los
primeros cent1metros. de tierra pulverulenta y suelta, no inspiraron ya confianza a sus pri.
merol excavadores. en razón también a las monedas y pedazos de cermica que en ella se
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180
J . M ,' FULLOLA PER.lCOT
hallaron. Sin embllTgo. la industria lftica refleja un momento empobrecido pero coherente
con el momento posterior de la segunda capa que veremos.
En BBI fueron encontradas 3.167 piezas lfticas, de 181 cuales 362 eran 1l1iles, es decir,
un 11 '43"", el porcentaje más alto de las capas 1 a19. El reparto de las 2.805 piezas sin re·
toque por ZOOB! es la siguiente:
A- 207
BI -
54
D - 132
E2 - 539
E4 - 12
F) - 332
B - 280
e -
223
El - 742
El -
ES - 25
F - 226
II
Total _ 2.805
Los 362 útiles contienen en total 363 tipos primarios, ya que tenemos 16 útiles dobles,
uno triple y uno cuádruple. Su distribuci6n por grupos y clases es la siguiente:
S m-la
R-
49
6
p O - JO
G - I IS
B sr -
9
SE fR -
1
sp-19
P unif - 2
R0 -
3
3
bif-
I
A
- 24
LDm-
E_ 7
3
p - 37
c- 3
G - 12
PDp-19
De esta distribución podemos sacar fácilmente la serie nominal.
A
P
SE
116
S
210
J
19
•
E
2B
7
-
383 Lp.
Y de aquf, la serie ordinal.
S
210
f,o<
.548
A
"'
.302
•
SE
2B
.073
E
P
19
7
.018
J
.007
.049
Mediante la construcción, ya comentada anteriormente, del árbol ordinal, llegamos a la
secuencia estructural del estrato, que es la siguiente :
S ¡ lo A / 2 B
SE / 4 E
p
El dominio de los útiles conseguidos por retoque siInple no es tan claro, como luego iremos viendo a lo largo de todo el yacimiento. Se fundamenta , como siempre, en la abundancia de raspadoras, tipo que representa el 30'" del total del estrato y un 54'7 '" de los simples. Si les 5um8mos los raspadores sobreelevedos, el porcentaje subirá, en relación al total
hasta el 33'16 "'.
De los tres folié ceos contabilizados merece destacarse el F314 n," 294 de los ané.lisis,
que no se incluyen en esta publicación. pero que vertm la luz en alguna de las revistas especializadas en el tema . Como dato de última hora podemos a~adir que la publicación de los
analisis del Barranc Blanc está en prensa en la re vista italiana Archivio di Tipologia Analitica, de la Universidad de Siena, bajo el título .-Les analisis tipológiques del Barranc Blanc.,
En cuanto a los abruptos destacan las láminas de dorso marginal, que constituyen un
núcleo importante junto con las de dorso profundo, y representan ambas un 19'06 del total;
entre estas últirnas cabe mendonar tres lAminas con escotadura, uti! que se daba como inexistente 1m este nivel tan superficial Aún dentro de este mismo gropo resahammos las peque~as uac1ettes. analizadas, que se contabi.l.i.:.an entre los abruptos indiferenciados,
Entre los buriles, escasos, predominan los conseguidos sobre plano por encima de los
que se hiderm sobre n:toque, un 67'8 " contra un 32' 2 ",
Por último aportaremos el dato de que los 383 tipos primarios de este nivel representan
el 14' 09 " del total de la industria ; los 362 utiles son el 14' 45 " de su totalidad.
[page-n-182]
...
INDUSTRIAS L1TICAS DEL PALEOLlTICO
En cuanto a la adscripci6n culturl!.l del nivel, ae nos hace dUlcll emitir una opini6n clara
y defmitiva; por un lado las aragayas del nivel inferior nos sugieren un Magdaleniense, que
se perfila inicial si tenemos en cuenta las aacletten; la semejanza con el Salpetriense Supe·
rior que apunta Portea (Fortea 1973 , p, 49B) en base al aumento de lam.initas de dorso no
nos parece muy claro desde el momento en que equf tenemos UII 30'2 % de abrup tos y en La
Salpetriére ese porcentaje suba hasta el 67 '33 %; las laminitas de dorso si presentan UIIOS
porcentajes semejantes, 19'06 % en el BarTanc Blanc y 16'55" en la Salpetriére, pero la
gran diferencia se establece en lal puntas de dorso, con sólo UII 4'96" en el Barranc Blanc y
un 35'76 % en La Salpetriére, Esta gran diferencia viene basada en las microgravetes que
Escalon de Fonton contabiliz6 en el yacimiento francéa y que caracterizaron esa fase de su
industria, el Salpetriense (Esca1on de Fontoo 1964, p, 41 71, Nuestra fase, sin microgravett.es
en abUlldancia, y con las escotaduras ya mencionadas se noa hace algo anterior al Salpe·
triense Superior, equiparado al Magdaleniense IV, groslo modo, y con UDa cronologla de
11.150 (análisis MC- 919 1 a 10,800 Be {Escalon de Fonton y Bazile 1976, p, 1.1671.
No podriamos ha blar de un momento solútreo-gravetiense si n08 a tenemos a los porcen·
tajes y series que hemos ase ntado al tratar del tema en el capitulo del Parpa1l6, Los abruptos
no dominan, ni es alto el porcentaje de escotaduras ; pero ain embarg o es, de todas las capas
del Barrllnc Blanc, la que menor alej amiento presenta entre simples y abruptos: la ruptura
s610 de 4,- grado aerá luego en todas las d emás capas de l.".
La presencia de Q'acletten y de 185 azagayas de la capa segunda nos sugieren un horizonte de Magdaleniense inicial medio, Por lo tanto creemos que lo más l6gico será encuadrar este nivel en un momento que en el Barranc Blanc ae marclan la influencia solútreogra vetie nse, con esas escotad uras, con la magdaleniense inicial, con predominio de esta última por ser un momento más a vanzado cronol6gicamente que la capa inferior, que estudiaremos a continuaci6n,
La capa segunda del Barranc Blanc, de unos 25 cm, de espesor y con variaciones, segun
zonas , ya expuestas, es la que mayor fertilidad ofreci6 en la excavación. Fueron 5.97 1 las
piezas de sllex extraldas, de las cuales 512 eran utiles, un 8'57 "',
Las piezas sin retoque se reparten asl por zonas,
A -
937
B - 1.046
BI - 112 El -1.42 1
C-399D-202
E2 - 648
E4 - 21 1
E5 - 24
FI - 283
Covacha 176
Total - 5.459
Los 512 útiles contienen 549 ti pos primarios, con 37 tipos dobles y los restantes 475 monotipos, 5e distribuyen por grupos y cIases de la ronna siguiente :
s
B sr sp p unif pbifD- 27
11\ -
"
R - 89
"
G - 164
,
12 SE 11\ - 1 A
- 4'
LDm - 23
41
Rp- I
p - 39
4
4
5
G - 16
Total _ 549 t,p,
,-
PDm- 7
p - 15
,-
-.o
E
3
LDT- 2
La serie nominal que se deduce es :
S
frec
A
'"
>40
.566
.255
P
•
,016
SE
B
E
27
52
10
,049
,094
,018
y la serie ord inal, que -;:on las rupturas es ya la secuencia estructural. queda como sigue:
S / 1 A / 2 B / 3 SE / 4 E
P
Este segundo nivel marca ya una pauta que será constante a lo largo de todo el yacimiento, de todas sus capas, y es el fuerte distanciamiento de los simples del resto de 1 serie,
11.
marcado siempre por una r uptura de primer grado, Los raspadores se Uevan la palma, con
un 29'8 '" del total del utillaje, un 52'7 'J6 de los simples. Con los sobreelevados, representan
un importante 32'7 'J6 del totel de la industria de este nivel.
[page-n-183]
",
J . M.o I'1JLLOLA PEIUCOT
Cualitativamente destacan las pina. de escotadura, 4 bojas y 3 puntas 11 '27" solamen·
tal que marcan de forma algo mis fuen.e influencias aolÍllreo-¡ravetien5es en este momento
del yacimiento. Como contrapunto las allclottas. aumentan algo, como para afinnar que
también el M8sdllleniense inicial tenia una fuerza inequJvoce y 81 una mezcla equillbn.da.
lo qua DOS proporciona el conjunto BB2 .
Los follaceos bifaoales superan aqui 11 1o. unifaciale., circunstancia que no le repetirá
en todas las capas y que nos parece que puede hacer reflexionar acerca del nombre que dio
Laplaca para el coDjunto que individualizó. desde la c apa 6 a la 3, de ITardigravetiense de
piezas (aliáceas bifacialeSI ILaplace, 1966, p. 1241. Tres hojas de laurel y dos ojivas faliáceas bifada!es inclinan la balanza hacia este nivel que S8 conviene 151 en la clave de todo el
movimiento de la cueva ; tan solutrense es cuantitativamente hablando BB2 como BB3, amhos con 9 foliAceoa y unos porcentlljes de 1 '64 y 1 '67'" respectivamente. Serán otros indicios como escotaduras o rupturas en la secuencia estructural los que nos llevarAn e conside·
rar distintivos ambos niveles. Pero es indudable que la ral:t lolutrtlllse del Sollitreo-gravetiense es profunda y se hace patente en BB2.
Entre los litiles poco comunes cabe resellar, por fin, la presencia de dos laminas u hojas
de dorso truncadas an el cuadro enarior E2 .
Como colofón podamos concluir qua esta segunda capa dal Barranc Blanc representa un
estadio de confluencia y convivencia de tendencias distintas, la del Solútreo-gravetiense de
gran impulso local, como ejemplo el vecino ParpaUó, y la Magdaleniense qua en aquel yacimiento quedaba oculta y relegada e un momento posterior pero que aquJ se nos hace patenta
hasta el extremo de dominar de algune manera todo el conjunto. Deto también en favor de
ello es el hallazgo de una uagaya de dohle bilel plenamente magdaleniense y que en buena
lógica deberla hallarse por Jo menos junto a la del bisel simple en BB l . Cabe sospechar tam bién une pOSible división cultural que se situase entre esos 25 cms. que forman BB2 y que
pudieran separarnos esa tendencia más solutreaninnte de le m" avanzada ya hacia el borde reblljado ; por eso es abora imposible de reconstruir, y poca lut pudo aportar nuestre eJ:cavación por realizane en la parte exterior y en tona cuantitativamente pobre. Quede no
ohstante razonable duda como posible explicación de elte fenómeno de metcla que hemos
descrito para la capa segunda.
La capa tercera es, tras la anterior, la que mayor cantidad de pietas propon::ionó. En too
tal sumaron 4.912, de las que un 9'77 '" eran litiles, CODcretamente 480.
Las pietas no retocadas se repartlan asl:
A - 1.062
B - 561
76
e - 370
B, -
D - 453
Ei - 935
ES - 15
FI - 527
F - 328
Covacha N - lOS
Total _ 4.432
De los 480 útiles habla 47 dob les y 5 triples, con lo que los monotipos eran 428, sumán·
dose el total de 537 tipos primarios. Su distribución por grupos y clases es la siguiente:
S fR RP0G-
18 B sr-2 6
SE R -5
98
sp-68
P- I
II P unif - 6
0 - 1
18
blf- 3
G- 8
14 7
Total = 537 t.p.
A - 29 PDm - 6
Lom - 14
p -23
p - 34
c- 1
c - 3 Plc.tr.- 2
E - 15
La serie nominal que podemos extraer de los an'lisls es :
S
293
.545
A
111
.206
P
9
.016
SE
I5
.027
B
94
.175
E
I5
.027
Con su paso a la serie ordinal y el célculo de las rupturas internas obtenemos la secuen·
cia estructural :
S 1I A
B / 3 SE
E
p
[page-n-184]
'"
INDUSTRIAS LITleAS DEL PALEOUTlCO
Polémicas han sido las discusiones sohre este nivel tercero que han sostenido los autores
que han tratado el tema. Mientras Laplace hablaba da un Tardlgravetiense con ple~as foliáceas hifaciales, Fonea abogaba por un Solutrense pleno y Pericot se Inclinaba por uns dependencia del Parpalló (Pericot, 1966, p. 1691.
Bien está la opinión del primero, pero cabe preguntarse por qué no incluyó en este apartado a BB2, con el mayor porcentaje y cantidad de (aliáceos bifaciales del yacimiento. La
respuesta esté en el becho de que no vio en absoluto todos los materiales, ya que ignora 11
foliáceos de BB 1 Y BB2 de los 12 que emten. Tampoco acierta en el 1' 6 'lió que da a los hifadeles en BB3, puesto que sólo .on 3 los útiles as! retocados, un 0'558 '" del total de tipos primarios y un 0'625 " del total de útiles.
El SolutrenSl de Fortea (Fortea J 973, p.205) puede sostenerse cualitativamente si atendemos a los tipos {aliáceos que se recogieron en el nivel, pero no en el conjunto. Junto a varias raederas foliéceas destacan una hoja de laurel en la zona D y el tipo único de la cueva y
que más sustentaba la teoría de Perlcot, la punta de aletas y pedúnculo del tipo Parpalló hallada en la zona F, la cémara del fondo del yacimiento, al final de la pared Oeste. Pero por
otra parte las escotaduras dan la nota solútreo-gravetiense y están presentes con 4 ejemplares, una punta y tres hojas. ¿No es licito calificar de Solutrense un nivel COIl sólo un 1'67'"
de foliáceos, y que en la secuellcla estructural ocupan con ventaja la última posiciOn1 Si consultamos, por ejemplo, la secuellcla del Solutrense Superior del ParpallO veremos a los planos en una segunda plaza, la misma que ocupan en Laugerie Haute Este, elltre otros ; por
ello no nos decidimos a aplicarle el calificativo redondo del Solutrense Superior sino que hahlaremos de un momento de paso de ese Solutrense Superior al Solútreo-gravetiense posterior ; en contraposición a BB2 , que tiende al Magdaleniense desde el Solútreo-gravetiense,
BB3 se alarga por el lado contrario, por el del Solutrense Superior. y de nuevo podemos
volver a las dos hipOtesis que hemos venido exponiendo; o hien el mate rial revuelto presuntamente lo es por naturaleza y por superposición efectiva de culturas, o bien la excavación
falseó los estratos haciendo capas mé.8 o menos uniformes que rompieron la estratigrafla y
que se nos hacen muy dificiles de acoplar a los estratos normales. Es por ello que no nos
atrevemos a lanzar un calificativo concreto, nero hablar1amos de un Solutrense SuperiorSolútreo-gravetiense para SB3 y de un Magdaleniense inicial Solútreo-gravetiense para BB2 .
Un último dato Interesante para la visión global de la capa tercera es la apariciÓn de un
micro buriJ y de un ápice triédrico. El primero, nUm. 267 en los análisis se bailó en la zona
E I Y es proximal en una pequetl.a hoja apuntada en su parte basal. y por ello la consideramos un PDX2 1; el ápice triédrlco es el núm. 362 y figura dib ujado en las láminas que acompai'ian este texto , como el anterior . Es prorimal y fue encontrado en la zona FI •
La capa cuarta del Barranc Blanc era la qua llegaba a la profundidad general de 1 metro . En ella se encontraro n 4.070 pieza.! de sllex, de los cuales un 8' 77 'lió eran útiles, 357 en
concreto.
Las piezas sin retoque se repartfan del siguiente modo en las zonas de 8:llcavación :
A - 1.240
B, -
B-
D - 465
El - 13
e - 596
306
19
E5 3
F - 623
E2 - 364
E4- 84
Tot. - 3.713
Los 357 útiles contenlan 25 piezas con dos piezas, una triple y una cuádruple, siendo por
ta nto los monotipos 330 ; la suma fmal de tipos primarios es de 387. A todo ello hay que alladirle también la presencia en estos niveles de un t"choppen.
La distribución de los útiles por grupos y c1asel queda como sigue :
S iR - 20
G - 81
R - 86 B sr-21
p- 2
sp- 52
D-16 P unif -
•
Pbif-l A
- 27
SE R- 5 LOm- 6
0 - 2
P - 13
G- 7
PDp - 3 1
E
0- 1
- 10
0- 2
La secuellcia nóminal que obtenemos es:
..
S
205
freo
P
5
SE
80
.529
.206
.0 12
.03 6
A
73
•
10
.188
.02 5
E
387 t.p.
[page-n-185]
...
J . M,' fULLOLA PERI COT
La transrormamos en serie ordinal colocando sus efectivos de mayor a menor y con el
Arbol ordinal calculamos sus rupturas, con lo que hemol logrado la secuencia estructural.
S 11 A
E /4 P
B / 3 SE
La vaguedad en la definición cultural deJos niveles va acentuAndo,e a partir de este momento debido a la poca cantidad de útiles, qua descenderá progresivamente basta et fondo
del yacimiento. Las series estructurales nos definirán la industria, pero por otro lado también habré que hacer caso de los útiles cualitativamente considerados, y por eso se seguirá
hablando de matices solutrenses basta la s6ptima capa, donde aún apa recen rolilleeos.
En esta cuarta capa que estamos estudiando empiezan a aparecer algunas _gravattas».
que en realidad habria que calificar de microgravettes aun, pero que serén mayores en ca ·
pas inferiores. La presencia de un Gravetiense nos perece una afirmación demasiado rotunda, y abogerlamos por una fuerte tradición gravetiense, ininterrumpida a lo largo de todo el
yacimIento y modificada tan sólo por elementos foüAceos y de escotadura, los únicos que
pueden marcarnos de algllO modo la fase cultural en que nos movemos. Las escotaduras, fe·
nómeno solútreo·gravetiense que hemos centrado en el Barrane Blane en la capa segunda,
se extienden aún en BB4 en rorma de tres ejemplares, dos hojas y una punta. Los foliá ceos
siguen apareciendo, pero en un porcentltie menor que en BB3, un 1'29 %: destaca una pe·
queña hoja de sauce entre las demás raederas roliAceas que rorman el C()nj unto. Con todo es·
te panorama se comprenderA la dificultad en centrar la industria en una cultura determina·
da ; podrlamos hablar de un Solutrense Superior·Gravetiense, significando asl un sustrato
del seBundo al que se superpone el primero, pero ya con una primada cualitativa para éste,
influido a su vet aún por elementos de escotadura.
La capa quinta es en cierta manera pr6loBo de la anterior, pero muy semejante a ella.
Vamos ante todo a exponer los datos concretos de la industria que en eUa se encontró, para
pasar luego a ver su orientación cultural.
Las pieus halladas en BB5 rueron 3.001 , de las cuales 263 eran útiles, es decir, un
8'76 ". Las restantes 2.738 piens no retocadas se repartian del siguiente modo en las "tonas
de excavación :
A - 724
B - 258
C-377
0 - 437
E l - 191
E2 - 245
E3 - 84
E4 - 39
F - 383
Total - 2.738
Los 263 útiles contienen 20 ejemplares con dOI tipos y dos triples, por lo que los útiles
con un solo tipo primario son 241 , con la luma total de 287 tipos primarios.
La distribución de los útiles por grupos y clases es :
S fR - 12
:B sr -
18
sp - 25
p - 4 Punif - 3
D - 17
bit - 3
G - 62
R - 75
SE R - 6 A
D - I LDm , -
POp - 21
LOT - I
6
2
5
p - 13
G- '
E
-
,
Tot. 387 t.p.
De estos análisis deducimos la serie nominal siguiente :
S
rrec. _
A
P
SE
169
.588
49
.170
6
11
.020
.038
,
B
E
4'
. 149
.031
La serie ordinal y la secuencia estructural son las siguientes:
S
11
A
B 13 SE
E
14 P
Resulta paradójico que la última posición de los rollAceos se vea refortada por esa ruptu·
ra de cuarto grado precisamente eo la capa que mayor porceotaje arroja de planos, UD
2'09 ". Hemos de volver a apelar a lo cualitativo por encima de 10 cuantitativo y dar su peso
[page-n-186]
INDUSTR IAS LlTICAS DEL PALEOLlTICO
'"
especlJico real a estos seis litiles solutrenses que aqul aparecen. Grosso modo podrlamos repetir lo comentado para la capa anterio r : UD fuerte sustrato de dorso reb ~ado se ve débil·
mente diferenciado a causa de esos foliliceos que nos ayudarán a definir el momento como
un Solutrense Medio·Gravetiense en vinud de lo expuesto hasta ahora. Un elemento que alln
aparece es la escotadura, COD dos hojas que a esta profundidad plantean ya serias dudas
acerca del yacimiento y de su estratigralla. Sin embargo, en el Solutrense Medio del Parpalió tenemos también alguna escotadura, por lo que ¡listas no parecen cuestionar en exceso
aqul la atribución cultural que hemos hecho.
Entre los IiIUes en cierta manera extraños bay que bacer menciÓn de una lámina de dorso truncada hallada en la zona A y analizada con la cifre 52 .
El sustrato gravetiense comentado se refuerza con algunos ejemplares tlpicos del periodo, si bien los de tamaño mayor los encontraremos en la capa séptima; aqul aun podemos
hablar de microgravettes.
La capa sexta nos ofrece un panorama de continuidad en la evolución que hemos ido de·
tectando hasta ahora. En sus 25 CIllS. aproximada mente de potencia se identificaron 2 .709
piezas de snex, cifra inferior de la del nivel superior y que en conjunto registra un descenso
uniforme a partir de la capa segunda. Un 8'97 \IIi de ese conjunto eran los litiles, en concreto
243. Los restantes 2.466 sUex se reparUan asl en las tOnas de excavación :
A - 1.026
e-
177
B-
D -
153
89
EI_367
E2 - 269
E3 -
86
F - 299 Total - 2. 466
Los 243 útiles de este nivel conteman 220 monotipos, o utiles con un solo tipo primario,
y 23 piezas dobles, todo lo cual arrojaba una suma de 266 tipos primarios.
Se distribulan de le si¡uieme forma por grupos y cleses :
S fR - !2
B sr - 16
R_ 57
sp - 40
P unif -
p-
D-
•
SE IR - ,
•
S
G -63
-"
S
A
>-.
PDm - 2
p - II
Pie.tr. - I
LDm _
P- 3
G- 5
p- 9
E
Tot. 266 t.p.
-
S
La serie nominal que se deduce de los recuentos de los análisis es la siguiente :
S
frec. _
14.
.54!
A
42
.157
P
SE
B
E
.0 15
12
.045
.2 10
"
.030
•
S
La serie ordinal y la secuencia estructural las obtenemos a continuación ordenando los
efectivos y calculando las rupturas internas.
S { L B'
A {3
SE
E
P
Salta inmediatamente a la vista en esta seria ordinal la alternancia que han sufrido en
este nivel los abruptos y los buriles en beneficio de los segundos, que pasan a ocupar una
plaza de privilegio detrb de los inalcanzables simples, siempre con sus raspadores en cabe·
Zll, un 23 '6 \IIi del total de la industria y un 43'7" del de los simples; junto a los sobreelevados, los raspadores alcanzan un 25'4 " del conjunto Utico de BB6.
Este cambio de posición entre abrupLos y buriles no se debe 11 un descenso muy acusado
de los primeros ; sus porcentajes descienden en favor de los simples, que en el nivel inferior
alcanzarán hasta el 68 % del total, pero la evolución cabe calificarla de normal. Son los buri·
les los que se lanzan hasta llegar al 21'05 " en BB6, y son por 10 tanto el motivo de esa alternancia . Un 71 ' 42 "son buriles sobre plano y el resto, 28' 57 %, sobre retoque. Un 27'5" de
los primeros t 19' 64" del totall son nucleiformes.
Las escotaduras han desaparecido totalmente, si bien en BB7 hallaremos otra que careo
cerA, por su aislamiento cronológico y espacial, de signíficado. Los foliáceos son linicamente
unifaeiales. Con I'ltos datos y el dominio de los buriles sobre los abruptos no parece arries·
[page-n-187]
".
J . M.' FUl101.A PERl COT
sado sospechar que un momento inicial del Solutrense pasa por la cueva dejando encima del
sustrato gravetiense unos rastros que nos hemos esfonado 80 ba11ar, y creemos haberlo logrado. Si queremos buscar puntos de referencia, la fase sulctreanb:ante del ParpaUó presenta Iguales caracterfsticas, si bien los foli6ce05 ocupan uoa plar.a más arriba en la serie ordinal, pero esto es bien explicable en el Barranc Hlaoc debido al tenue balo so!utrense que se
detecta a duras penas en la cueva: el dominio de los buriles es un elemento de fuena en el
mo mento de la comparación, que creemos vüida. Por lo tanto podemos hablar de un Solutrense inicial. o mejor dicho, y para conservar la termino]ogla parpalloneose, de una fase solutreanizante en convivencia con el sustrato gravetiense. presente aqul, entre otros, con algu nas magnificas .Cravetteu como para reafirmar su. presencia continuada en los niveles
del Barranc Blanc.
Por ultimo hay que hacer menciÓn de un util particular y único en esta capa, sÓlo en ca·
nexlón con dos ejemplares més hallados en BB3 . Nos referi mos a un épice triédrico que re·
mata una punta de dorso anguloso, PD24, que con la sigla propia del retoque de microburil
se convierte en PDX24; se halló en el sector de excavaciÓn E2 .
La capa séptima del yacimiento ba sido unifica da para su estud io con las inferiores, oc·
tava y novena, debido a la escaset de útiles de estas últimas y a la homogeneidad que pre·
sentaban. En efecto, aunque sea adelantarse al capitulo siguiente, diremos que un test de
homogeneidad realizado entre estas t res capas que consideramos arrojó una cifra de 9' 276,
que en la tabla de Pearson se sitúa entre 0 '70 y 0' 50, lo que indica unas diferencias entre 105
tres conjuntos no significativas y debidas tan sólo al aur ; por lo tanto son homogéneos.
En total se hallaron en las capas 7, 8 Y 9, es dec ir, por debejo de los 1'50 metros de pro·
fundidad, 1.638 piezas, de las que un 9'64 " eran útiles, 158 pa ra ser exactos. El resto,
1.480 piezas, se repartla asl en 105 sectores de excavaciÓn :
25
e-
10 1
B - 21
D-
55
A -
El - 570
E2 - 336
F - 372
Total- 1.480
Los 158 utiles que acabamos de mencionar cuentan con 146 monotipos, 10 dobles y 2
triples, lo que suma un tot81 de 172 tipos primarios. Se distribuyen de la siguiente forma por
grupos y clases :
•
S fR R- 23
BB'
p-
3
D-
S
sr sp Punif bif B
G - 44
BBB
S R - 18
p- I
D- 2
7
SE D - 1
7
l
G-.
PDp - 1
BPD - 1
- 6
A
LDm - 4
p-'
E
-3
, - I
I
Tot. - 12 2Lp.
B sp - 2
SE G - 2
A
- 2
E
- I
LDp - 1
PDm - 1
Tot. - 44 Lp.
G - 14
BB9
S fR -
I
G- 2
R-I
B sp - 2
Tot. - 6 t.p.
La serie nominal que se extrae de los análisis es la siguiente:
A
2J
P
2
SE
117
.680
. 133
.011
.040
S
free. _
7
E
B
l'
. 11 0
•
.0 23
Al poner en orde n los efectivos obtenemos la serie ordinal ; a su vez con el cálculo de las
r upturas llegamos a la secuencia estructural siguiente:
S 11 A
B 13 SE 14 E
p
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1"
INDUSTRIAS LITICAS DEL PALEOU11CO
Estos niveles inferiores del Barranc Blanc parecen ofrecernos una visión por fm de un
momento sin excesivas mezclas o superposiciones culturales, tal como hemos venido idenl.i ·
ticando en cada nivel hasta ahora. En efecto, el sustrato gravel.iense estA aho ra libre de in·
fluencias y se nos ofrece en una secuencia estructural qua recuerda en mucho la Que para el
Parpalló individualizamos en los niveles más profundos, por debajo de los 7'25 metros.
Los abruptos recuperan su segundo lugar, con un porcentaje del 13'37 "', muy cercano
al 12'34 '" que este gru po alcanza en el ParpaJl6; la proporción de buriles es algo més leja .
na, pero también semejante, aqui un II '04 '" Y en el yacimiento vecino 7'40 ".
A estas semejanzas cuantitativas hay que all.adir las puramente tipológicas, como la pre·
sencia de algunas _Gravettes. en BB7 de apreciable tamaJ\o, lo cual matiu ya por si solo el
carácter del nivel. Los dos folláceos que hemos hallado no son más que el inicio del camino
futuro de influjo solutrense en este yacimiento, rastro que encontramos también en la fase
paralela del ParpaUÓ.
Qued a como nota discrepante la ya seJ\alada hOja con escotadura que realmente que ·
daria como un proble ma si estuviese presente en mayor proporción, pero al ser (mica y ais·
lada podemos considerarla como no significativa. Parecido fenómeno OCUlTll con el uti.l nu ·
mero 43 de la séptima capa, una bipunta de dorso {BPO I 3] encontrada en la zona exterior
El.
En resumen, en estas capas profundas del yacimiento nos encontramos ante el sustrato
gravetiense pero que será más adelante la constante de todos los demás niveles de la cueva.
Nos queda aún por descubrir al material hallado en la campaJ\a de 1976, en el cuadro
ES. Los cuatro estratos de la excavacióo no aportaron mucha luz ala misma por hallarse en·
clavado el sector e n la parte exterior de la cueva y a un lado de la boca, no en prolongación
de la galeria interior. En el apanado anterior han sido descritos miouciosamente los niveles
y vamos ahora a ofrecer los recuentos de la campaJ\a .
Fueron hallados un total de 1.209 piens de s[lex, de las cuales 130 eran utiles, un
10'75 "'.
Las restantes 1.079 piezas sin retoque se reparten del siguiente modo, por estratos de
excavación:
Estr. 1 - 36 Estr. III _ 426
Estr. I1- 496 Estr. IU int. _ 476
74
Estr. IV Total - 1. 079
Los 130 utiles analizados dieron un total de 137 tipos primarios, con 124 monotipos, 5
dobles y un triple. Se distribuyen por grupos y clases de la siguiente forma:
Estr. I S R - 1
B sp - 1
SE 0 - 1
A
- I
LDm - 1
Estr.ll S R p-
5
D-
2
Estr. III int.
SE G - I
G - 12
B sr - 2
sp - 18
Puni f - I
S R- I
A
- 8
LOm- 3
.-7
PDp - 3
G- I
sp - 4
Punif-I
SE G - 1
B
A
- I
LDp - 1
R_ 2
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D- 2
G- 4
B sr sp - 15
S
,
SE
A
R- I
G-I
-3
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. - 2
,- I
PDp - 4
,- 1
LDT- 1
E - 3
Estr. IV S G B sr A
LDpPOp -
1
2
I
2
1
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'"
J . M ,' FULLOLA PElU COT
Por otra parte las cinco series, ya hemos dicho que no tienen valor estratigréfico pleno
sino tan sólo orientativo, quedan como sigue:
Estr . Il
Estr. IIJ
S
A
B
2
Estr. I
2
1
A
21
S
B
SE
P
20
20
1
1
A
17
S
SE
P
10
3
2
B
4
A
S
SE
P
2
2
1
A
4
B
B
20
Estr. 1lI int.
Estr. IV
5
3
63
52
-
10
7
137
Los intentos que hemos llevado 8 cabo para unir Jos estratos naturales observados en la
campafJa 1976 con las capas de la excavación antigua no han llagado a una coq,junción de
ambos conjuntos coherente. Es cierto que la suma de 105 útiles del estrato I a los de BBI no
cambiarla sustancialmente su estructura, y Jo mismo lucaderla con el JI y BB2. Y asi sucesivamente. La idea es ractible, pero al final hemos decidido conservar los bechos tal como se
nos presentaron, sin mezclarlos, y guardando separados los datos coherentes de tres campatlas antiguas y los de la campaña moderna, algo desvirtuada por tener que excavarse no un
testigo como hubie ra sido de desear sino un sector exterior, pobr e y posiblemente revuelto.
Hasta aqui pues la exposición de analisis y porcentajes en todos los niveles del Barranc
Blanc. Su interconexión, más o menos apuntada hasta aqul. constituir' ahora el tema del
apartado siguiente.
ARTtCULACION DE LOS NIVELES
Nuestro siguiente paso va a ser un intento de reconstrucción de las culturas que influyer on en los habitan tes del Barranc Blanc. Ello lo conseguiremos esencialmente a partir del estudio detallado y com parado de las industrias Uticas que hemos venido analizando hasta
aq uí.
El principal problema de este yacirruento fue su excavaciÓn mAs o menos convencional en
capas de 25 cms., que se r ectificaron en casos muy claros para seguir los estratos arqueológicos. Estos nueve niveles, cuyos an Alisis acabamos de llevar a cabo, de berén ofrecernos unas
agrupaciones intern as entre ellos, una homogeneidad de algu nos en contraste con la inhomogeneidad de otros, todo lo cual nos diblUarA un a imagen mAs o me nos vélida de la evoluciÓn
en el yacimiento.
Como dato previo a todos estos célculos ofre cemos en los cuadros anexos unos resúmenes
de todos los útiles en sf. Como se verA, fueron 2.505 los útiles y 2.718 los tipos primarios, con
dos cuAdruples, doca trip les, 183 dobles y el resto, 2.308, monotipos.
En el cuadro número I vemos la distribuciÓn por capas de los modos de retoque (S, A, B,
etc.l; se hace una distribución dentro del apartado de los simples y en el de los sobreelevados
consistente en dar aparte de la cifra global, el número de raspadores que comporta, por ser
éste el (¡til de mayor frecuencia de apariciÓ n en la cueva. Las tres columnas finales dan la ci(ra de titiles compuestos, dobles, triples y cuAdruples; en la colum na de sumas totales vertical apareee en las casillas inferiores otra cifra, siempre igual o menor a dicha suma, y es la
cantidad real de titiles hallados y no la de tipos primarios analizados. Por fin , las cifras que
apa recen en todas las demás casillas inferiores son las frecuencias de cada centidad respecto
al total de las series de los niveles; para los titiles compuesLOs esas rrecuencias se refieren al
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IN DUSTRIAS UTlCAS DEL PALEOLlTlCO
'"
total de la columna ; y en los raspadores se dan dos frecuencias, una primera total respecto a
la serie y una segunda relativa, respecto a la cifra de simples o sobreelevados,
El cuadro número 2 no es mas que una recopilación de los datos ya ofrecidos en cada uno
de los apartados del capitulo allterior, SeJ'lala la distribució n por capas de los grupos y clases
da útiles, Su dato más interesante son seguramente las frecuencias de aparición de cada grupo IR, G, LD, etc.l y las frecuencias de cada capa, rilcilmente traducibles a porcentajes que
nos indican la Importancia relativa de c;ada nivel : Por ajemplo en BB 1 tenemos un 14 " de los
tipos primarios de todo el yacimiento, en BB2 U D 20' 1 %, etc;,
El c;uadro número 3 DOS da las c;ifras que se desprenden de la misma clasificadón por
grupos y dases, pero ahora repartidos por sectores o zonas de exc;avaci6n, Lógic;amente aparec;en
las mismas rrec;uencias de utiles, pero es interesante observar las ~on as que mayor porc;entaje de
indusUia Utic;a han ofrecido; apuntaremos, por ejemplo, que destac;an A, ron un 16'6 %, y El , c;on
un 15'4 %,
Por último el c;uarto c;uadro nos presenta la distribución da los tipos primarios a naliud05
por modos, distinguiéndose, romo en el primero, los raspadores en simples y sobreelevados, y por sec;tores de exc;avación,
El proc;eso que a continuación emprendemos c;onsiste en la busqueda de c;ontac;tos o semejenzas c;uantitativas en las series, c;onsideradas por c;apas, por medio de los tests de homoge neidad ya utilizados c;on anterioridad,
Una primera base seril el c;OnfU1llar la homogeneidad en el repa rto de los útiles en las capas 7, 8 y 9, ya que en el c;apltulo que antecede han sido analizadas juntas, El test dio como
resultado 9' 276, comprendido en las tablas de Pearson entre 0' 70 y 0'50, lo cual representa
un diferencia no significativa en el reparto, es decir, una homogeneidad entre esos tres niveles, Los buriles son el util que menos coherentemente se reparte en estas capas,
Una ve~ individuamada esta agrupación, la comparamos con el nivel superior, el sexto,
El test dio una cirra de 11 ' 507 , comprendida entre 0' 05 y 0'02, lo que nos da una diferencia
signifi cativa en la manera de repartirse 105 útiles en los bloques considerados, aB6 por un la,
do y BB7-8 ,9 por otro, Hay por lo tanto una inhomogeneidad y asl podemos establecer una
base real para lo observado en los análisis de las capas, el sustrato ha cambiado, se ha rectifi ·
cado, pasilndosa del Gra vetiense a una rase solutreanizante que se superpone ¡¡geramente a
ese Gra vetiense,
Los tests que hemos realizado a continuación estAn rereridos a las capas 6, S, " Y3: han
sido tomadas dos a dos, siempre las adyacentes, y han arrojado las siguientes cifras:
X'
X
'
X'
BB6 - BB5
3' 945 (0' 70 - 0'501
BB5 - BB4 _ 4' 122 (0' 70-0' 501
BB4 - BB3 _ 1' 06 4 (0' 98 - 0 ' 951
direrencia NO significativa
diferencia NO significativa
dife rencia NO significativa
LOS resultados nos hablan de una homogeneidad de estas capas tomadas dos a dos, por lo
que cabe reafirmarse que nos hallamos ante la presencia de un renómeno mé.s o menos uni ta,
rio, el del desarrolJo del Solutrense, y que aquJ hemos podido detectar sólo a base de algún
útil tipo hasta ahora, pero que a partir de este momento creemos poder respaldarlo en una
base cuantitativa,
En los dos primeros tests del elemento de mayor variación que se introducla en las series
ara al buril ; en la te rcera (BB4 - BBJI, de gran homogeneidad, casi igualdad absoluta, eran
los sobreelevados los que se replu1fan de modo mils variado,
Pero no bastaba con tener segura la homogeneidad da estas series dos a dos, sino que
habla que ver si te mbién en conjunto podla hablarse de una relati va unidad, como hemos
apuntado más a rriba, El test qua se hi~o tomando las cuatro capas por sepa rado dio una cifra
de 8' 954 que estil comprendida entre 0 ' 90 y 0'80 y comporta una diferencia no significati va,
es decir, una homogeneidad probada del conjunto. A destacar que al modo que mils disro rd aba en el test era el de los abruptos, prueba de las va riaciones que sufrla el sustrato gravetiense de dorso rebajado a causa de la ligera pero perceptible influen cia solutrense.
Al considerar las capas terce ra y segunda, el test nos llevó a una cifra de 20' 259, entre
0 '01 Y 0'001, lo cual representa una direrencia muy significativa , una inhomogeneidad total
y una rractura en la evolución de alguna manera coherente que hablamos visto hasta ahora,
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Cuadro núm . 1
BARRANC BLANC
S
9'
A
B
BB1
210
.548
115
tal.3oo
r el .S47
164
tal.298
rel.527
147
tal .273
rel .501
81
tat .209
rel.395
62
tot.216
rel.366
116
.302
BB2
B"
311
.566
293
.545
. .4
B.,
B"
BB7
B"
20S
.529
169
.588
144
. 54 1
7B
. 639
35
.795
BI:iI
4
.666
Estr. I
2
.400
20
.317
Estr. JI
Estr. III
10
.192
Estr. 1IJ int.
2
.200
Estr. IV
TOTAL
1.483
.545
63
tal .236
rel.4 37
44
tal .360
rel .564
l.
tat .318
rel.400
2
lOl.333
r el.500
-
12
taLI90
rel .600
4
tal .076
rel. 400
1
101.100
re1.500
Comp. Comp.
Ir/p.
doblo
Comp.
cuadro
P
SE
9'
E
Ta l .
.073
3
.007
l'
.049
7
.018
383
362 Úl.
16
.087
1
.083
1
.500
140
.255
52
. 094
•
27
37
.049
10
.018
54.
-
-
.016
512 Úl.
. 202
1 11
. 206
.4
. 175
•
IS
.027
IS
.027
537
480 (¡l.
47
.256
S
.416
-
.016
80
.206
73
.188
S
.0 12
14
.036
10
.025
387
357 Úl.
25
.136
1
.083
49
43
. 149
6
.020
11
.038
•
287
263 Úl .
20
.109
2
. 166
-
.031
56
12
tal .031
rel .631
16
101 .029
rel .592
8
tat .014
rel .533
7
tal .018
rel .500
3
toLO 10
rel .272
S
tal .0I8
rel .416
8
.030
266
243 út .
23
-
. 125
-
3
.024
122
113 Úlo
S
.027
2
. 166
1
.022
44
40 (¡l.
4
.021
-
6
5 (¡l.
S
5 (¡l.
1
.005
-
-
63
62 út.
1
.005
-
-
52
49 (¡l.
3
.016
-
-
10
7 (¡l.
1
.OOS
1
.083
-
. 170
2B
42
. 157
.210
.015
•
12
.045
20
.163
14
. 114
2
.016
S
.040
3
.068
3
.068
-
2
.0 4 5
-
2
.333
-
2
.400
21
.333
1
.200
20
. 3 17
-
17
.326
20
.384
-
2
.200
4
.400
1
. 100
-
,,'
70.
tat .260
rel .478
607
.223
A2i
413
. 151
1
.015
40
.014
1
.015
2
.033
1
. 100
lO.
.040
•
tal .032
rel .800
2
tot .045
re l I
-
-
-
-
1
tot.015
re1 1
1
tat .019
rel .500
1
1Ol.lOO
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3
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-
-
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1
11 chopper!
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tOl.022
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2.7 18t.p.
2.505 út.
183
12
2
.024
~
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Cuaclro núm, 2
BBI
B. Bl.
BB'
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10
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49
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Pie.tr.
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Tot.
•
30
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1
1
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-
12
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12
41
4
S
1
,
1
BB3
BB4
BBS
BB'
BB'
18
98
11
18
147
26
68
20
86
2
16
12
7S
4
17
62
18
2S
3
3
12
57
4
23
,
-
3
S
1
1
81
21
52
4
1
-S
-2
16
,
37
49
23
37
3
4
19
7
15
3
29
14
34
3
6
-
23
31
3
12
24
33
-
-7
-
383
.140
54'
.201
10
1
-
,
,
1
3
6
S
13
13
7
27
2
.1
-
2
21
-
-2
-
15
S37
. 197
-
10
387
. 142
287
. 105
,
,
63
16
40
4
-1
-
4
3
4
3
S
44
7
7
1
1
-
1
4
S
11
,
-
4
6
1
,
,
,
-1
-1
-3
266
.097
122
.044
2
11
-
1
BBB
-
18
1
2
14
-2
-
2
2
-1
-1
BB'
Esrr. I
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1
1
-
-
1
S
1
2
12
2
2
-
44
6
.016
.002
-
1
1
-
1
1
1
-
S
.001
,
18
1
-
1
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3
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-
3
-
Es. III El. J/lin El. n
,
-
2
2
4
S
IS
-
-1
-
1
3
S
2
1
4
1
-
-
1
1
1
-
52
.019
.003
4
1
-
3
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1
10
-
-
1
1
-
2
1
2
-
1
7
.002
Tor .
96/.035
505/.185
46/.0 17
1271.046
709/. 260
I 17J. 043
296/. 109
26/.009
14/.005
31.001
321.QlI
5/. 002
9J.003
601.022
1681.061
1021.037
1621.059
16/.005
16/.005
129/.046
6/.002
z
"
~
~
"
"
"
~
~
8
1/.00l
3/.00 1
66/.024
' .0'
•
[page-n-193]
•
N
Cuadro núm 3
B. 8/.
B
A
S IR
16
R
83
P
II
e
21
127
20
o
B
"
"
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P
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LD,
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po,
E
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13
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4
I
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13
26
3
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7
-
-4
30
15
24
I
D
13
52
S
38
6
12
56
12
27
2
2
7
20
101
20
4
13
59
6
18
3
I
J
8
28
4
6
II
-
66
5
23
-
I
I
-
6
2
2
I
I
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3
17
6
16
4
15
10
247
.090
E2
E3
E'
E5
20
6
3S
-6
3
10
-
83
El
36
-
4
3
4
I
I
3
7
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e
-
5
I
I
7
6
5
II
I
12
8
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2
10
18
25
29
2
21
14
421
. 154
-3
-2
,
I
-I
4
4
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-6
13
2
2
I
I
-
I
I
I
-I
-
20
5
-I
23
3
2
12
3
223
.082
I
2
26
.00'
5
I
45
.016
En LOp se incluyen 16 LOe, 3 LDT : en POp se incluyen 6 POc, 1 BPO Y 3 PDX
En P bif, 8 son FJI4, 5 F315 Y 1 F323
II
3
S
22
12
39
2
-
FI
7
32
2
,
13
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4
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6
"
25
I
4
2
I
I
3
14
10
16
4
14
7
-
,
4
151
.05 5
Cov. N
F
II
I
13
39
4
3
-
I
-
2
10
II
15
15
-
,
3
II
I
I
,
2
4
I
I
-
-2
-
7
4
10
2
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312
.11 4
38
.067
I
.013
TOTAL
96/ .035
505/. 185
4 6/.0 17
1271.046
709/.2 60
117{.043
296/.109
26/ .009
14/.005
3/.00 1
32/.011
51.002
9/. 003
691·022
168/.061
102/.037
182/.067
16/.005
139/.05 1
66/.0 24
2.718
[page-n-194]
Cuad,n) nüm 4
B. BI .
A
S
261
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B
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El
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F
41
.2 71
95
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Covacha N
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TOTAL
1.483
.545
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B
A
P
127
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S
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95
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28
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. 207
.121
tOl . 341
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"
"
tal .267
rel .455
tal.259
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101
tal.239
rel.331
59
101 .264
rel .504
I
10t .038
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13
10t .288
rel.406
22
101.145
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10
S
-
SE
15
.03 3
II
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,
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S
58
28
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. 113
.004
35
.162
43
. 199
.018
95
.2 25
. 128
.0 16
17
.0 40
62
.278
24
. 107
.013
7
8
.307
. 269
54
S
4
.1 1 1
.088
49
.324
51
.337
I
4
7
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2
.0 13
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13
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g'
S
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4
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I
I
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7
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I
10
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B2
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.032
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17
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-
.083
.083
216
16
I
I
10
14
TOl .023
re! .588
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21
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Tot .040
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223
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II
.060
. 115
T 01 .038
rel .333
.066
TOl .022
rel .333
.022
Tot.0 19
rel .750
.026
,
,
4
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7
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I
I
,
6
. 157
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70'
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60
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413
. 151
40
tal.260
rel. 478
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rel . 550
.038
13
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I
4
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10
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rel .769
-
,
-
26
4
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I
-
4
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-
-
-
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6
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4
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. 114
32
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I
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,
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"
2.718
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I
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I
-
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-
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,
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rel .360
52
. 166
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. 118
I
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T 01.012
rel .600
32
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I
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,
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. 166
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r el . 1
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S
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Comp. Comp.
dobl.
trip.
.003
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rel .363
10t .251
rel .484
86
10t .275
nl1.477
46
E
[page-n-195]
,9<
J . M, ' ruLLOLA PERICOT
El paso del Solutreo-gravetiense - Solutrense Superior al Sohitreo-gravetiense _ Magdaleniense inicial es lo que acabamos de detectar, teoria que 18 nos confir ma cuando vemos los
resultados de la comparación entre BBI y BB2 , una homogeneidad reflejada en el resultado
de 4' 451. comprendido entre 0' 50 y 0'30.
Para acaba r de marcar las diferencias defInitivamente, U
avemos a cabo el test entre el
conjunto BS 1-2 y su nivel inmediato, el tercero, con el r esultado de inhomogeneidad total [X'
BBI -2 - BB3 _ 34'916 ( 0' 001. más allá de ese llmitell.
Una vez individualizados esos tres bloques que acabamos de ver, realiza mos un test para
probar su coherencia entre sr, con r esultados negativos. lógicos. que nos reafrrmaban en sus
diferencias.
X' [BB I -2) - [BB3-4-5-61 - (8B7-8·9) _ 72' 134 (mAs allá de 0'001)
De esta articulació n rmal de las capas del Barranc Blanc ded uciremos fácilmenle las se.
ries estructurales que les corresponden y que definirán cada una de las unidades.
BB1 ·2
S
/'
A
BB3· 4· 5·6
S
/'
A
BB7·8 ·9
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E
E
P
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P
S
A
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SE
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E
P
El orden de los modos en las tres secuencias estructurales es el mismo, reflejo claro de
una unidad latente que está en el fondo de la industria, una unidad fuerte y proclamada por
otros aut.o res pero que aquí vemos demostrada plenamente.
Los agrupamientos a que hemos llegado son muy semejantes a los hallados por Laplaca
en su somero estudio del yacimiento [Laplace, 19661, pero en nuestro caso se ha podido llegar
a una mayor precisión en cada una de las capas debido al número de material al que nos he·
mas referido en nuestro trabajo, muy superior al que él vio para el suyo, sólo un 53 '45 " de l
que consideramos en nuestra obra. No se considero por aquel entonces tampoco el nivel de
las capas inferiores, que como hemos vist.o car acteritan una rase de importancia decisiva pa.
ra el fu tu ro del yacimient.o.
OBSERVACIONES PARTICULARES
A lo largo de los apartados anteriores creemos haber especificado bastante les cuestiones
generales que nos plantea el yacimiento; por lo tanto vamos ahora a ceAirnos e los útiles defi·
nito rios de los momentos culturales identificados, e sus elementos mAs destacados.
Sobresale con lut propia la punta de aletas y pedúnculos del nivel terce ro, sector F; es
muy uniforme, 50 por 15 mm. y el rasgo más caracterlstico son sus aletas poco destacadas,
poco curvadas hacia abajo como era no r ma en la mayorla de cuos en el Parpalló. Se encuen·
tra hoy en las vitrinas del Museo de Prehist.oria de la Diputación de Valencia y fue analizada
por el número 480 de BB3.
Dentro de l mismo contexto cultur al. recordar emos que las hojes de lau rel, y un a pequeña
hoja de sauce, suman ocho ejemplares, mientras que las ojivas foliácees, F315, son 5.
La problemática de las escotaduras ya ha quedado clara con el tretamiento que le hemos
dado en su momento opo rtuno. Sin embar go, recorda remos que tenemos 21 ejemplares da tal
tipo, 16 hojas y cinco puntas de dorso y escotadura, un 0'77 " de l t.otal de la industria. Lapla·
ce, por su parte, habla clasificado 19 ejemplares, un 1' 3 " de su t.otal: en realidad omitió so·
lamente una, ya que la otra proviene de la campaila de 1976.
No insistiremos en los escasos micr oburiles y ápices triédricos, ya sedalados en número
de uno y dos respectivamente.
El tema que h a quedado algo impreciso ha sido el de las cGravatteSl como útil conductor
da un sustrato de constante aparición en todas las capas de la cueva. Vamos a citar algunas.
los ejempl.an!s más bellos, para que sean comprobables 105 datos a los que nos referimos. En
la capa segunda tenemos una ma8n1fica punta de La Gravette de tamaño r educido que fue
analizada con el 41 2 en el sector E4 ; en la capa cuarta otra punta del mismo tipo está anali·
zada con el 351 , en el sector D: ya en la capa quinta tene mos tres buenos ejemplos de cGr a·
[page-n-196]
INDUSTRIAS LtTICAS DEL PALEOLtTICO
'"
vettel; una punta en el 160, sector E2, una hoja en el 161 , sector E2 y por último una extraordinaria pieza de mAs de 6 cms. de longitud y que reúne dos útiles. un dono rebajado impnsionante e n el lado derecho y un buril becbo en la punta de la hoja sobre el mismo retoque
abrupto ; es el número 252 del sector C. conservado en el Museo de Prehistoria de Valencia.
Como útiles compuestos destacarlamos la extraña asociación hallada en el útil n." 460 de
la capa 2.", en el sector E4: se trata de un magrúflCO (oliáceo en cuya base se ha dado un doble golpe de buril de manera sucesiva, quedando de l primero sólo su parte final , ya que el
posterior lo hizo desaparecer para dar un nuevo filo .
Por fin, entre las particularidades en los útilu del BalTanc Blanc sl!l\alaremos una readera lateral magnifica hecha sobre hueso; fue analizada con el número 88 de la capa tercera,
sector B y nos prueba como este material podla también aprovecharse para constru ir útiles
con la misma técnica que la empleada para los sflex. pues el retoque simple de este ejemplo
entra dentro del estilo más ortodoxo.
Dejando aparte la industria IItica daremos cuenta de una extraña sustancia que apareció
en el cuad ro ES, estrato III ; sa trata da una pequeña bola negra de caras pentagonales y de
unos , ' 6 a "1 mm. de diámetro; sus reflejos son metálicos y su peso de unos 5 grs .. relativa mente elevado para su tamaño. todo lo cual nos hace pensar en alg una sustancia da tipo fe ·
r ru ginoso cristalluda .
RES UMEN y CONCLUSIONES
Esta cueva del Barranc Blanc, localizada en el término municipal
de Rótova, cerca de Gandia, provincia de Valencia, fue excavada en
tres campañas en 1951 , 1953 Y 1954 por un equipo del S. 1. P. de la
Diputación de Valencia bajo la dirección del profesor Luis Pericot.
Los resultados de tales trabajos no fueron nunca publicados en
forma de monografia y hasta 1966 sólo habla en la bibliografla notas
sueltas de algunos de sus excavadores (Fletcher 1953a, 1956, Pericot
1955b, 1962, 1966). Fue el prehistoriador francés G. Laplace el que
precisamente en 1966 y dentro de su gran obra sobre el Paleolítico Superior europeo incluyó un estudio detallado pero breve de las industrias líticas del Barranc Blanc (Laplace 1966). La rapidez con que dicho autor tocó el tema le impidió profundizar en los fondos del Museo
de Valencia, donde se guardaban muchos más útiles de los que él vio
para su trabajo, casi el doble, Ello no le impidió perfilar a grandes rasgos las características principales del yacimiento y los agrupamientos
esenciales de las capas excavadas, que coinciden con las halladas por
nosotros hasta el limite de la capa 6, que fue la capa última que Laplace analizó, mientras que aquí hemos llegado hasta la novena.
Fue el profesor Javier Fortea el que en su Tesis Doctoral (Fortea
1973) trató el tema del Barranc Blanc con alguna extensión, dedicándole unos análisis de 459 útiles de las tres primeras capas, lo cual es
solamente un 33'89 % del total de útiles que hemos identificado
(31'24 % de tipos primarios). Aportó Fortea por primera vez una reconstrucción de la estratigrafia a partir del diario de excavaciones,
asl como un plano de la cueva sacado de la misma fuente y dibujos de
los útiles de esos tres primeros niveles , fruto de sus estancias en el
[page-n-197]
",
J . M,' FULLO LA PERICOT
Museo de Prehistoria de Valencia. Su óptica general, muy acertada,
nos ha servido también de base orientadora en el momento de atribuir
culturalmente las capas de la excavación a los distintos periodos.
No podemos hablar, como en el caso del Parpalló, de una redistri bución de niveles por la sencilla razón de que nunca han sido atribuidos en un estudio de visión amplia y concreta a una fase cultural ; globalmente los colocó Laplace, y Forlea tocó los tres primeros.
Después de los detenidos análisis de las páginas anteriores, hemos
llegado a una distribución de las nueve capas por períodos culturales.
He aqui su exposición. para pasar luego al comentario.
BB l
0-0 ' 25 rnts. Magdalenicnse inicial-Solútreo-gravetm
BB2
0 '25-0'50 mts. Solútreo-gravet-Magdaleniense inicial.
BB3
0'50-0'75 mts . Solútreo-gravet-Solutrense superi or.
0'75- 1'00 mts . Solutrense superior-Cravetiense.
BB4
BB5
1-1' 25 rnts. Solutrense medio-Gravetiense.
BB6
1' 25 - 1' 50 mts, Fase Solutreanizante-Gravetiense.
BB7 -B-9 - 1' 50 mts. en adelante, Gravetiense.
Como puede apreciarse, salvo en el último caso, las capas llevan
una doble atribución, y ello es debido a la dificultad extrema que supone la presencia constante de un substrato gravetiense que enmascara las culturas que pasan por el yacimiento, Esta tradición de dorso
rebajado perdura durante la oleada solutrense y desemboca en el renovado florecimiento de esta técnica en el Solútreo-gravetiense; a su
vez ésto se imbrica ya con el perlado siguiente, el Magdaleniense, que
tampoco puede centrarse muy bien a causa del mismo fenómeno. Sin
embargo las dos azagayas de bisel simple y doble respectivamente nos
conducen a un Magdaleniense seguro, e incluso más avanzado que el
inicial; pero en cambio las «raclettes» están bien representadas , y son
signo de la fase inicial, todo lo cual es algo confuso y de dificil solución.
En el cuadro anterior preci samos que el período que figura en primer lugar es, en nuestra opinión, el dominante o más característico
del momento, siendo el segundo el que lo modifica de forma débil pero
palpable.
En la capa primera ya hemos aludido a la base solútreo -gravetiense sobre la que influye fuertemente la corriente magdaleniense
contemporánea; podríamos in cluso arriesgarnos a llevar este momento algo más adelante, hasta la transición Magdaleniense inicial -medio.
En BB2 el aire magdaleniense se mantiene, alentado por las aza-
[page-n-198]
INDUSTRIAS UnCAS DEL PALEOUTICO
'"
gayas, dos , y otros elementos, pero el Solútreo-gravetiense tiene una
mayor entidad, sobre todo a causa de los útiles de escotadura, relativamente numerosos.
Parecido fenómeno aparece en el nivel tercero, sólo que la repeti ción en la presencia del Solútreo-gravetiense ha ce que éste se superponga al Solutrense Superior, detectado sobre todo en la única punta
de aletas y pedúnculo del yacimiento.
La capa cuarta nos introduce ya en la fase de sustrato gravetien·
se, sobre el cual intuimos débilmente otros momentos culturales, aqui
un Solutrense Superior.
En BB5 el sustrato se ve modificado por algunos elementos que
nos hacen pensar en un Solutrense Medio, si bien son tan escasos que
se nos hace dificil el reafirmarnos en esta atribución, coherente sin
embargo con el conjunto.
En el sexto nivel creemos haber detectado un momento paralelo al
visto en el Parpalló al inicio del Solutrense, una fase solutreanizante
con útiles de retoque plano unifaciales aún, y un ascenso de los buri·
les desplazando a los abruptos de la segunda plaza constante que conservan a lo largo de todo el yacimiento gracias al latente Gravetiense.
En la base de la cueva algunas «gravettes» nos reafirman en nuestras teorlas ; el conjunto del que forman parte no se ve ya influido por
nada y encontramos un Gravetiense pobre pero definido hasta el mo mento de aparecer una industria muy tosca que no hemos estudiado ,
pero a la que se le supuso una dudosa raíz musteriense.
No creemos conveniente repetir aquí los cuadros de secuencias
estructurales expuestos en el capitulo anterior en los cálculos llevados
a cabo en los tests de homogeneidad. Estos nos dieron unas agrupa ciones que coinciden con las atribuciones culturales que hemos visto
hasta ahora; se nos separan por un lado BBl y BB2, por otro BB3,
BB4, BB5 Y BBS y en la base BB? , BBS y BB9, todo ello valiéndonos de
los aludidos tests de homogeneidad . De ellos deducimos también que
el útil que tiene una distribución más irregular dentro de todo el yacimiento es el buril.
De las secuencias estructurales puede destacarse la potente presencia en primer lugar de los simples, de la mano del útil más numeroso de todo el yacimiento, el raspador, que representa el 26'08 % del
total. La tradición del dorso rebajado se ve bien en el segundo lugar
constante que ocupan los abruptos, dejando a los buriles la tercera
plaza de los grupos mayoritarios. Sobreelevados, «ecaillées» y planos,
por este orden, cierran la serie con pequeñas rupturas de cuarto orden en algunos casos.
Mención especial merece esta posición Ílnal de los foliáceos, útiles
que son claramente defmitorios de un perlodo que está bien represen -
[page-n-199]
19.
J . M,' f UUOLA PERICOT
tado en el yacimiento. Sin embargo hemos de apresurarnos a decir
que esta representación es mucho más cualitativa que cuantitativa, su
debilidad ha sido ya aludida al hablar de los niveles y ahora podemos
reafirmarla con datos concretos: la capa con un porcentaje más elevado de faliáceos es la quinta , con un 2'09 %, Y la de más bajo la primera , con un 0 ' 78 %. excluyendo por supuesto la B y la 9, donde son
inexistentes : el porcentaje total de aparición de los planos es únicamente de 1'47 %. en contra del 3'37 que se deduce de los porcentajes
que nos ofrece Fortea para las tres primeras capas (Fortea 1973.
p.2171 Y el escaso 1' 03 % que parece desprenderse de los cálculos de
Laplace (LapIace 1966. tabl. XV) .
Como dato comparativo orientador diremos que en el cercano yacimiento del Parpal16 el indice solutrense (I sol) de su primera fase ,
FS, es de 6' 28 %, en el Solutrense Medio de un 1' 5 % Yen el Solutrense
Superior (5'25 -4'75 mts.) de 14' 53 %, lo cual arroja un porcentaje to tal final del 14' 15 %. En Laugerie Haute Oeste y Laugerie Haute Este
los 1 sol son respectivamente de 23 '41 y 19'82 %, todo lo cual casa
más o menos con el ejemplo anterior. Hay casos de elevadisimas proporciones como en la Cueva de Ambrosio, con un 54' 69 % (Ripoll
19611, cifra que rectificaremos en el capitulo correspondiente a este
yacimiento. Pero 10 dificil es hallar un yacimiento que sea como el Barranc Blanc, donde el paso solutrense está marcado por piezas tan típicas y sin embargo su presencia o fre cuencia de aparici ón sea tan escasa.
Una aproximación a nuestro caso son los yacimientos de esta misma época encontrados en la península italiana. Sabido es que en Italia
la corriente solutrense influyó con escasa importancia en el sustrato
de borde rebajado de tanta tradición en aquellas tierras. En efecto,
tras unos dilatados estadios gravetienses, con superposiciones del Perigordiense en algunos casos, se va a desembocar en un pobre Magdaleniense que ya en fases más avanzadas recupera lo que podriamos
llamar normalidad.
Ha sido precisamente al tratar de las comparaciones que pueden
hacerse con la fase solútreo-gravetiense del Parpalló que tocamos el
tema italiano con un estudio analítico de los niveles solútreo-grave tiense de la Grotta paglicci en el Gargano, región de la Puglia. Los matices que de esa cultura hemos rastreado han sido identificados me diante el mismo proceso por el que lo han sido los solutrenses del es trato inmediatamente anterior, nivel en el que su mismo excavador
italiano creyó reconocer un aire solutrense (Mezzena y Palma di Cesnola 1967, p.491.
Es por todo ello que no creemos disparatado apuntar el aire italia-
[page-n-200]
IND UST RIAS UTlC AS DEL PALEOUTICO
'"
nizante que tiene el Barranc Blanc por su fuerte perduración gravetiense, apenas influida por corrientes fuertes que aqui se estrellan con-
tra la tradición del dorso rebajado, que perdura contra viento y ma rea. Aceptamos el matiz que dio Laplace a la industria de la cueva,
«débilmente solutreanizadaJ, pero no el nombre con que bautizó esa
industria, el Tardigravetiense, expresión usada casi con exclusividad
en la península italiana y que ya hemos visto que podía sustituirse por
su equivalente de Solútreo-gravetiense o Parpallense. Pero tampoco
es ese el calificativo adecuado a la totalidad de nuestra industria; en
nuestra opinión debería hablarse de una secuencia gravetiense clásica a la que seguiría otra secuencia gravetiense débilmente solutreanizada que daría paso a su vez a un Solútreo-gravetiense débilmente
magdalenizado. Quizás los matices parezcan excesivos, pero ante las
complicadas mezclas e imbricaciones cultur ales que hemos detecta do, no hay más solución que lo expuesto, aún a tenor de pecar de re buscados.
r{o queda sin embargo muy claro el motivo por el que un yacimiento como el Barranc Blanc, tan cercano al ParpaIló y con un desarroll~ prácticamente sincrónico, no recibe el influjo solutrense más
que de forma casi imperceptible. Parece lo más normal que la fuerza
y la potencia del Parpalló düundiesen los rasgos más característicos
de su variado periodo solutrense en su zona de influencia, pero esto
no se cumple ni en el Barranc Blanc ni en la cercana cueva de Les Rates Penaes, como más adelante veremos; en Les Mallaetes el Solutrense detectado si parece corresponder en cierta manera a las corrientes
parpallonenses, pero al no poseer aún el yacimiento una publicación,
en curso por el momento de la mano del profesor Fortea, no podemos
aventurarnos en demasia en hipótesis tal vez inciertas y sin base sólida .
La posibilidad más factible que se nos antoja para explicar el fenómeno que nos ocupa es el fuerte arraigo de una tradición a la que el
Solutrense no llegó a superponerse. En realidad el proceso no es nuevo (casos italianos ya seña lados) y de hecho si que detectaremos una
influencia del Parpall6 en algunos útiles de los pocos típicamente 50lutrenses de la cueva, por ejemplo en la punta de aletas y pedúnculo.
De esta forma ponderamos en su justa medida la fuerza difusora parpallonense y a su vez mantenemos el hecho clave en el Barranc Blanc, el
constante sustrato gravetiense, de hojas y puntas de dorso rebajado
que hacia el final sufrirán una microlitizaci6n para orientamos hacia
un Magdaleniense que se mezcla con las escotaduras del Solútreogravetiense. Tales son las conclusiones que pueden deducirse del minucioso análisis de los útiles y de sus series en este yacimiento del Barranc Blanc (R6tova, Valencia).
[page-n-201]
J . M.' FUlLO l A PE IUCOT
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COVA DEL BARRANC BLANC. - Eacavacionl' 1976. E.qulma di 1111 mUI.tras In II Cuadro E 5 (pared WI
1 a.- Tierra Iuplrficlal arenOla.
1 b.-Tierra superficial arenola con pequeDIII piedra. (2/4 mm.)
D.- Tierra oscura de poca conl iltencia con mucbal ralce. pequeDIII y delgada •.
m .-Tierra más clara y mAl dura con baltante. piedra •.
IV .- Tierra rojiza. e.téril y con grande. piedra •.
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(8, D22 ; 9, PD25! : .ect. E l (10, G312; 11 , B 1l; 12, PU; 13 , LD21 ; 14, PD2 1; 15, PD23J: lect. E2 11 6 , HZ ) ¡
11, D22 ; 18 , G 12: 19, B 11 ; 20, PD23 ; 2 1, PD25): sect. F 122. G12 ; 23, LD2 1; 24 , F3 14 ; 25, LD34 ; 26,
PD 25 ; 27, 9 2 1. B12+T2 1+B22)
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LD21). BB2, Iect. A 19, R321 ; ID, Gil : 11 , B 11 ; 12, Bc2: 13, PD24 : 14, LD21): HCt. B IJ 5, D21; 18, G 12;
17, B23 . B32: 18, T23; 19, LD33 ; 20, LD21; 21, P21 ; 22, C12 : 23, CI2+D21 ; 24, LD31 ; 25, BIII
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7, G2IsaD. Gil del: ; 8 , PD23 ; 9, B12 ; 10, B21 ; 11 , F315. B31): .ect.E2 (l2,P II ; 13 ,G II ; 14, G312 ; 15,
B 11 ; 16, LDTII ; 17, T21): seet. E5 (18, B Il): lect. E4 (19, G31l; 20, Gil. D21 ; 21-22, PD23): .eet. F (23,
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16, BII ; 17, PD21): Het. El (l8, PD23; 19, G il ; 20, 822; 2 1, LD3 4 ; 22, PDX21; 23, LD351: Met. 1'124,
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822. 822. BlZ. 822): leel. El 00, PD321: "el. El (11 , G 12 ; 12, 8 32 ; 13- 14, PD23; 115. T22. T211: Sed. P
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[page-n-224]
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[page-n-225]
INDUSTRIAS unCAS DEL PALEOLITICO
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G:!:1 ; " P21; 8 , 831; 8, BII; 10, 823. 832; 11 , L0315 : 12- 13. PD23 ; 14, PD32 ; 115, LD13). BB, Es tr. III mI.,
net. E15118. Gil ; 17, L02.; 18, B32. BI1 ; 19, 821. T22+JlJl. BB, Estr. IV, Met. EI5 120, Bd ; 21 , BZI ;
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[page-n-226]
OTROS HALLAZGOS EN LA REGION VALENCIANA
La muy rica región valenciana tiene otros muchos puntos de in terés para esta fase Solutrense superior Solútreo-gravetiense que estamos estudiando.
Un yacimiento destaca con luz propia, situable al mismo nivel que
el Barrane BlaDe por su importancia : es el de Les Mallaetes. Tras éste
revisaremos las industrias de dos enclaves menores y revueltos. pero
de valor indudable: son Les Rates Penaes y Les Maravelles. Por último la bibliografla nos remitirá a lugares dispersos con algún esporádico hallazgo atribuible a este período.
LES MALLAETES
Iniciemos este capitulo recogiendo las opiniones que han emitido
hasta el momento los autores de un avance al estudio final de la cueva
de Les Mallaetes, situada a unos tres kilómetros del Parpall6 en el término municipal de Bárig, cerca de Gandfa (Valencial (Fortea y Jor.
dé , 1976).
Dichos investigadores tuvieron también en cuenta a la bora de
emitir su opinión los materiales que se conservan en los fondos del
Museo de Prehistoria de la Diputación de Valencia, producto de las
campañas que en el yacimiento llevó a cabo el profesor L. Pericot du·
rante el intervalo comprendido entre los años 1946 y 1949 bajo el pa·
trocinio del S. 1. P. de Valencia.
[page-n-227]
INDUSTRIAS unCAS DEL PAUOUnCO
225
La primitiva excavación sacó a la lu:t un a secuencia que se iniciaba en un muy dud oso
Auriñaciense, por falta de materiales, un Gravetlense, un Solutrense y un Solútreo-gravetlense paralelos a los dal Parpalló y un momento calificado por aquel entonces de Epigravetlense.
Esto planteaba, en los niveles paleo!Jticos, pues encima aún habla niveles del Neo!Jlico valen·
ciano, un prohlema que no era sino la inexistencia del Magdaleniense que hemos visto por
ejemplo en el Parpalló.
Con toda esta serie de datos y de dud as el profesor Fortea decidió l1evar a cebo una campaña en 1970 para comprobar la estratigr atla y tomar muestras para dataciones. Efet:tuó
dos catas, Este y Oeste, en ambos extremos del yacimiento, una cueva que es algo asl como
UD abrigo por su encema anchura, un os 23 meteos, y su escasa profundidad, unos 7 u 8 muo
Los niveles que distinguió en las :tODas no coinciden esteatigr4fi camente, pues por ejemplo el
Solutrense pleno del sector Este se sitúa an el esteato Va·V, mientras que en el Oeste sa Identifica en el X.
Un resumen de la esteatlgrafla hallada se inicia con una referencia a los estr atos InCeriores de la cata Este, que es la tratada con mayor extensión y la que proporcionó las Cechas de
C¡4 ' En los estratos XIV-XI Fortea iden tifica un Aurillaciense en base sobre todo a la indus·
tria ósea y a la datación, pues los útiles !Jtlcos son muy escasos. El punzón y la atagaya 11evarian a l conjunto al Auriñaciense II ; la cronologla para el estrato XII es de 29.690 ±650 BP
127.740 BCI, Cecha dada por el anAlisis KN -V926. Esto lleva a Fortea y a JoniA a paralelizar
el momento con el Auriftaciense I evolucionado de Caneda IFrancia) o, en la penlnsula , con
las Cases arcaicas del Auribciense de Morln ISantanderl de Gorham's Cave IGibraltarl.
El conj unto de los estratos X a VUI parece poder atribuirse sin duda. al momento gravetlense, en opinión de Fortea. Las lipicaslgravetten se microlitlzan, fenómeno pa ra lelo al que
acabamos de ver para el Barranc Blanc. La datación se halla entre el estrato XII y la que veremos para el estrato VI. de casi 22.000 BP ; el conjunto, pues, puede centrarse entre el
27.000 y e12J.000 BP, fase que en Francia tenemos un Perigordiense IV o Gravetiense con
desarrollo hasta el Perigordiense VI .
Tras un estrato VII muy pobre, llegamos al VI, donde las puntas de cara plana hacen su
aparición, en compadfa de una Cecha de 21.710.1650 BP (19.760 BCI dada por el an4üsis
cadiocarbónico XN-V920. Fonea y Jord4 se inclinan a consider ar este momento como Solu ·
trense inicial, pese a que la fecha reh asa las conseguidas par a Francia, la m4s antigua en
Laugerie Ha ute Este con 20.890 ±JOO BP 118.940 BCI. Se~alan la falta por el momento de UD
estudio estadistico que confirmarA o no su sospecha ; queda esto paca nosotros como un cam·
po abieno a Cuturas investigaciones, ya que nos han sido aCrecidas amplias fa cilidades para
ver los materiales de 4iste y de cualquier nivel, pero por dlver$as circunstancias D nos ha siO
do posible aprovechar la generosa oCena. Es muy factible que este nivel sea semejante eD
gran manera al que en el Parpalló bamos dado como Fase Solutreanizante (6' 25-7' 25 metros).
El estrato V, dividido en V y Va, aCrece una panor4mica comparable a nuestro 5M2 (Sol ut.rense Medio evolucionado) del Parpalló. Se presentan puntas de aletas y pedunculo, asl como varias hojas de laureL El anAlisis de '14 para el subestrato Va XN·1/919 dio una fecha de
20. 140,! 460 BP (18.190 BC!. semejante a la que se dedu ce para Lauger ie Haute Este, pero
también paralela a la de la Fase Solutreanitante del Parpalló, si bien a.qulla banda de inde·
terminación es tan grande (B M-859 = +900-800, 20.490) que cabria. rebajarla un poco y co'
locar la al limite de esa Fase Solut.reaniz.ante, como sugiere Fortea IFortea y Jord4 1976,
p. 1461.
En el estrato IV se marca un hiatus de esterilidad en el yacimiento. con un nivel de pla ·
quetas C
racturadas, posiblemente a causa de la acción del fria y del hielo.
El estrato 111 parece ser el paso del Saluteense Superior con puntas de aletas y pedúncu.
lo al Solútreo·gravetiense con escotaduras, si bien aqul estos CoMceos no tiene n més aletas
que unas prolongaciones rectiUneas laterales, no tan prominentes ni desta.cadas como en el
ca.so del Parpalló o de la cueva de Ambrosio, por ejemplo. Esta transición continúa en los estratos 11 y 1, con progresiva desaparición de los follA ceos en beneficio de las escotaduras.
Para finali~ar, Fonea distinguió tres capas su perficiales que comprendla.n los primeros
40 cms. de estratigrafl a. En estas capas l.", 2." Y J ." se centraba el resto de la ocupació n del
yacimiento, que alcanza fases cerámicas e incluso eneoll ticas.
[page-n-228]
J . M .o FULLOLA PERl COT
'"
El interés extraordinario que reviste el ardculo ya seil.a1ado de Fortea y J ordA nos hace
obligado el me ncionarlo IFortea y Jord' 1976); lanza gran cantidad de ideas y teon85 intenta ndo coordinar los niveles de Les Mallaetes con 10$ del Parpalló, Barranc Blanc o cueva de
Ambrosio. los otros yacimie ntos claves de este mome nto en el Paleolltico Superior español, o
con 105 franceses. en parte mejor estudiados y publicados que los de aqul. No vamos a ade ntramos más en los esquemas que proponen los autores ; muchos da ellos los hemos ido aplicando o adaptando a nuestros resultados a lo largo de asta obra, como la introducció n del
término IParpallense. para el Solútreo.gravetien5e. que en la nueva sistematización que nos
proponen Fortea y Jordá pasa a ser el Solutrense e o evolucionado. En resumen, recomendamos vivamente la lectura detenida, el análisis profundo del articulo en cuestión a todo aquél
q ue se interese por los problemas del PaleoU ti co Superior en el Mediterréneo espai'lol. y qu e~
damos a la espera de la publicación definitiva de la monografla de Les Mallaetes, donde un
estudio estadístico puede proporcionarnos 105 datos suficientes par a efectuar una comparación a fondo de estos niveles co n los del Pa rpalló y del B8JTanc Blanc por 10 menos.
LES MARAV ELLES
Proseguiremos nuestro estudio con el repaso a los materiales pu blicados por Fortea para la cueva de Les MaravelJes, sita en término
de Gandía, paraje de la Fal conera y sobre el valle de Marxuquera
(Fortea 1973, pp. 199-201). Al parecer este sería uno de lo s yacimien tos de cuya existencia se tienen noticias desde más antiguo. pues Vila nova y Piera presentó los resulta dos de una prospecció n de la misma
al Congreso Interna cional de Prehistoria de Copenhague de 1869 (Pla,
J 9461.
En una répida cam paña, en 19SJ, dirigida por el profesor L. Pericot bajo el patrocinio del
Servicio de Investigación Prehistórica de Valencia, se reafirmó la creencia de que se hallaban
ante un sensaciona l yacimiento perdido para la prehistoria en razó n del proceso sistematico
de vaciado de sus niveles a lo largo de 105 siglos; los naranjales próximos crecieron gncias al
abono fertilizante que significaron las tierras de la cueva. Lo poco que qued ó .in siw. ofreció
como res ultado la identilicación de hasta siete ca pllS.
Segun Fletcher esta blece en un articulo general sobre el Paleolítico y Mesolftico de la Región Valenciana, tras un nivel de superficie muy mezclado co n cerámica cardial, sf1ex, etc.,
se disting ue la 1.° capa que ofreció un Solúlreo-gravetiense con influe ncias de elementos epigravelienses. La capa 2." fue calificada de plena mente Solutreo-gravetiense. Son estos dos
prime ros nil/eles los que hemos podido sintetizar en unas listas, resumen de los que Fonea
nos ofrece en su pu blicación.
La estratigratla proseg ul a bajo el influjo solutrense, cultura que se Identificaba con los
ma teriales hallados en la capa J." de la 4 a la 7 las capas ofrecieron una industria gravetien-
". Ofrecemos a continua ción los r ec uentns para las capas 1.0 y 2." de Les Ma rave lles. En
ellas se aprecia un primer analisis de los útiles identificéndoles con la cifra que les correspon·
de en la lista tipo Sonncville Bordes-Perrot y ron el tipo primario de Laplace, así romo su cantidad . Posteriormente hay un resumen por grupos y clases del que se deduce la serie ordinal de
cada nivel.
Para la capa 1.0 estos recuentos presentan las cifras siguientes;
¡ -Gil - 5
S-GI2 - 2
2J - Bc2 - 2
56 - PDJ 4 - 1
58 - LD21 -1
81-BTJ2 - 1
-.
-.
-,
8J - BTl lO - 1
8' _lID
LD21
88 - D2J
92 - FJ2J
Total 24 NB
- 1
LDp- 5
PDc - 1
BT- 2
S D- 2
G- ,
P bif- I
A - .
S
9
Total 24 t.p.
A
14
P
[page-n-229]
INDUSTRIAS LmCAS DEL
r
En la capa 2." los resultados son ;
I - Gil
_ 17
F1 1
".
70 -
3 - G.-G.
S-GJ2
56 - PD34
65 - RII
69 - 1
9
-
,
F3 14
77 88 -
021
023
PALEOUTICO
-,
- , 85-,
- ,
-, NB
47
_
LD2 1 PD21 PD23 -
S R_ 2
5
2
1
2
PD2S - I
- 5
LDp - 2
G- 28
PDp - 4
P unif - 3
PDc - 1
bif _ 1 Tal. .. 48 t.p
S
A P
32
12
A
0-'
•
Un último dato es el resumen del Solútreo.gravetiense de Les Maravelles en porcentajes
acumulativos según la lista tipo Sonnevi11e. Bordes-Perrot.
NB Can!.
, ,
,
,
22
3
5
23
56
11
•
" ac.
NB Can!.
30'98
1'40
15'49
2'81
2' 81
30'98
32'39
47'88
50' 70
53"52
58
65
69
70
77
, •
,
3
,
,
1'40
1'40
4'22
}'40
1'40
, •
,
,
" ac.
NB Canto
54'92
56'33
60'56
61 '97
63'38
8'
83
85
88
9'
'9
4
1'40
1'40
26'76
5'63
1'40
" ac.
64'78
66' 19
92' 95
98'59
100'00
Una vez más se observó en estos niveles la asociación clásica de las puntas de escotadura
con los foliáceos levantinos, las puntas de aletas y pedúnculo, Esta unión la certificamos en
Les MaraveUes en la capa 1,", lo que en cierta manera puede hacemos razonar con serias dudas acerca de la autenticidad de la misma si tenemos en cuenta la mezcla superficial, con
connotaciones neoUticas que he mos descrito más arriba _
Puede pasar, por otra parte, como plenamente Solútnlo-gravetiense la capa l.", con su
dominio de los abruptos, en lo cual puede influir no poco la innItraclón epigravetiense que
nos sel'lala FleLCher. En el caso de la segunda capa, los raspadores ocultan el anterio r predominio de los abruptos y llevan a los simples a la primera posición. Asl mismo se eleva notablemente el porcentaje de los foliáceos, cosa nor mal si tenemos en cuenta que estamos casi en
contacto con el Solutrense; se pasa de un 4'16" en la capa l." a un 8'33 " en la 2,".
El conjunto de los dos niveles no puede ser tomado como rep resentativo de ningun momento cultural detenninado. Cualitativamente las dos puntas de escotadura nos remiten a un
nada ilógico Solútreo.gravetiense. Saltan a la vista, sin embargo, datos tan extrallos como la
ausencia total de los buriles en ambos niveles, o bien el crecido Indice de raspador
rIG ..47'88 ); e l Indice de utiles solutrenses está en una cifra relativamente alta si consideramos la fase como no solutre nse (I sol =7'0 41.
Sefl alaremos por último que el articulo de Pla nos habla acerca de la gran colección de
materiales que pudo recogerse en el punto de destino de la tierra de Jos niveles paleollticos,
los na ranjales para los cuales aquella de bla servir de abono IPlé, 1946). Habla lucernas romanas, exvotos v vasos caliciformes ibéricos, cerámica a mano, con cordones, cardial, una
sierra de hO:l:, algún raspado r y cuchillo de sUell:, todo esto neo·eneolJtico, y diversos materiales tlplcamente paleollticos. Todo ello provenía no sólo de la recogida producto del vaciado de
la cueva Icolección Ballesterl sino de los materiales recogidos por Vilanova V Piera hace más
de un siglo (colección Vilanova).
[page-n-230]
228
J . M,· fULLOLA PERlCOT
RATES PENAES
El tercer yacimiento importante de este capitulo que se señala en
la comarca valenciana de Gandía es el de Les Rates Penaes; la cueva
se halla emplazada, como la del Barranc Blanc, en el término munici pal de Rótova y se abre sobre el valle del ria Vernisa, Fue excavada
por el profesor L. Pericat en 1951 , bajo el patrocinio del S. 1. P .
Se llegaron a distinguir hasta 9 niveles; sin embargo la cerAm ica estaba presente hasta
en el Inés profundo de ellos, 11 2 metros de profuncUdad. Ello es fruto de la InlenS!! remociOn
que debieron sufrir todos los niveles del yacimiento por parte de los campesinos que trastocaron totalmente la sucesión estratigráfica de la cueva para aprovechar sus tieITas como abono
de la huerta del llano.
Siguiendo estos datos expuestos por Fletcher (Fletcher, 1953bl, coincidimos plenamente
con Fama en el aspecto de quitar todo valor real a la estratigrafia de Les Rates Penaes ; sin
embargo una deducción a nivel estadlstico bien puede intentarse para rastrear la ralz más
profunda de las culturas de los habitantes que pasaron por la cueva,
El intento se basaré en los recuentos que Fortea nos ofrece de las 7 ptimeras capas del
yacimiento (Fortea, 1973, pp. 193-1981. Fletcher nos habla de dos capas más, 8_ Y 9.', en las
'
que se hallaron elementos claramente solulrenses, buriles y raspadores. Oueda por ello c uestionado de entrada el resultado flflal de la visión general del yacimiento; deberemos colegir
un momento solulrense en esas capas inferiores, para pasarse a una fase de dominio del bor de rebajado; al no encontrar piezas de escotadura, cabe pensar en la ausencia de Solútfeogravetiense, con un paso més acelerado a formas magdalenienses qua seré imposible de probar por todo lo anteriormente descrito_ Fortea incluye una fase que cubriese el hiatus entre
SolÍltfeo-gravetiense y Epigravetieose en Les Mallaetes, pero llega ala misma conclusión de
impotencia anle la mezcla y la pobreza de los niveles que nos ocu pan.
La clasificación por grupos y clases tipológica, según Laplace y la hecha siguiendo la lista
Sonneville Bordes-Perral, con las sumas acumulativlS, son las siguientes:
SR -
5
0 - 3
e -9 1
NB Can t o
I
3
5
23
3.
66
6
13
I
B sr - I
sp - I
p unif - 1
•
" oc .
50'00
4'54
9'84
0 '75
0'75
50'00
54'45
64'39
65'15
65'90
P bif A
-
PDp - 13
Total _ 138 t.p.
2
5
LDp - 16
NB Cont.
J6
58
59
3
65
4
69
I
I
•
0'75
0'75
2'27
3'03
0'75
" /.Ic .
66'66
67'42
69'69
72'72
73' 48
N. Cant o
7.
,.
2
2
77
I
85
29
88
I
•
" oc.
1'51
1'5 1
0'75
21 ' 96
0'75
74'99
76'51
"'27
99'24
100'00
Hay 6 útiles; los monotipos son 126 y el total de tipos primarios de 138. El dominio de los
simples viene de la mano, una vez mb, de los raspadores, cuyo Indice es inusitadamente ele·
vado IIe _ 64' 39/. Notable también la presencia de dorsos rebajad os prorundos, tanto hojas
como léminas. La cuestión de los buriles nos llama de nuevo la atención por su gran escasez;
cabe pensar, al ¡¡ual que ocurrió en el yacimiento anterior, que los revueltos niveles de la
cueva no facilitaban el sencillo reconocimiento de tal tipt' de ütil, el más dificil de identificar
de la secuencia paleolltica_Los roliáceos, por fm , tienen una restrifl¡ida presencia que certifica un pasado solutrense en los niveles 8 y 9 que ba perdurado en la metcla, situando tres faIiáceos - uno en la capa IV [0 '60·0'75 metrosl, un fragmento de F314 ; otro en la capa V
10' 75· 1 metrol, otro F314 : y un último en la capa VII H ' 18-1'40 metrosl, un F 14-, EIlndice
de ütiles solulrenses es un escaso pero lógico 2' 27 " ,
[page-n-231]
IN DUSTRIA S LlTlCAS DEL PA LEOUTI CO
'"
OTROS HALLAZGOS
El último apartado de este capítulo ha de ser forzosamente la recopilación de las noticias que de los hallazgos del periodo que nos ocupa se han realizado en la zona valenciana.
Un abrigo que dio unos materiales sospechosamente solútreo-gravetienses fue el de Covalta, situado en las cercanías de la localidad
valenciana de Buñol. El autor del estudio del yacimiento nos describe
el material como parpallense, con dorsos rebajados, raspadores, buriles y el útil clave del Solútreo-gravetiense, una clara punta de escotadura. El problema de esta estación es el mismo que el de Les Maravelles y Les Rates Penaes, fueron vaciados para con sus tierras abonar
sus campos de la huerta valenciana (Jiménez Navarro 1935).
Pericot nos señala en su monografla sobre el Parpalló la existen cia en la provincia de Alicante de una estación con material supuestamente solutrense, la de Les Calaveres (Benidoleig) (Pericot 1942). Con
posterioridad Jordá no nos aclara el enigma de las piezas en cuestión
(Jordé 1955l. fruto de las exploraciones por la zona de J . J . Senent.
recogidas ya por Breuil en sus rRapportsl del!. P. H. de Pans de
1913. Actualmente, el S. 1. P. ha llevado a cabo nuevos estudios de esta cavidad, preparando la publicación de los resultados obtenidos,
destacando entre los materiales una punta de escotadura, 10 que permite hablar de Solutrense.
La comarca de Ganwa no podía dejar de ofrecernos algún otro hallazgo solutrense, tras su riqueza en grandes yacimientos. Tenemos
noticia. en concreto, de las prospecciones realizadas por un grupo local con el señor Sancho, en la Cava del Llop, próxima al pueblo de
Real de Gandfa, en la que se sacaron a luz diversos materiales ; al tener noticia de ello, el S. !. P. delegó en su miembro, señor Aparicio Pérez , el estudio del yacimiento, habiendo realizado en él tres campañas
de excavación en las que se obtuvo material solutrense y una estratigrafIa del mayor interés (Aparicio y San Valero, 1977, pág. s. 35/39) .
[page-n-232]
CONCLUSIONES GENERALES OE LA ZONA VALENCIANA
El largo capítulo de esta obra dedicada al Pais Valencié no es más
que un acto de justicia y gratitud. Es de justicia porque tal dedicación
merece la zona clave del Paleolítico Superior peninsular en su acepción de ibérica. es decir, con una evolución propia de la que hay que
desvincular la corrusa cantábrica. de Asturias a Guipúzcoa, con ramificaciones pirenaicas hacia el Este. Es de gratitud por las inmensas fa cilidades que hemos encontrado en los hombres que en aqueUa tierra
nos han hecho sencilla la labor con sus constantes ayudas.
Los yacimientos se centran casi exclusivamente en una zona al
Sur de la actual provincia de Valencia , en las sierras litorales que cierran por el Oeste la fértil franja costera que constituye la huerta valenciana. Actualmente el núcleo de población más importante en la
comarca es el de Gand1a .
Tres son las grandes estaciones paleoliticas sobre las cuales se
asientan los postulados de la facies levantina del Paleolítico superior;
nos referimos al Parpalló, al Barranc Blanc y a Les Mallaetes. Otros
dos han perdido su papel capital por lo revuelto de su estratigrafia y
el vaciado que sufrieron para aprovechar sus tierras como abono ; son
Les Rates Penaes y Les Maravelles.
No vamos a repetir aquí punto por punto lo que para los dos primeros yacimientos hemos deducido de su estudio a fondo, con el que
hemos iniciado este capitulo. Sus diferencias son notorias , pero guardan un aire de semejanza.
En el ParpaUó hemos remodelado la vieja estratigrafia que nos
ofreció Pericot en su monografia , estudio de gran valor para la época
en que se publicó y aún base de futuros estudios sobre el yacimiento
en cuestión. Con una base gravetiense detectamos pronto un momen to de solutreanización, la fase solutreanizante. que llevará a un primer estadio del Solutrense Medio aún con elementos arcaizantes,
puntas de cara plana. retoques planos groseros. etc.; tras un Solutrense Medio evolucionado, con útiles bifaciales, hojas de laurel. etc., llegarnos al momento culminante del Solutrense Superior, con las puntas
[page-n-233]
INDUSTRIAS UTICAS DEL PALE OUTlCO
2
"
de aletas y pedúnculo como elemento más destacado, con hojas de
laurel y de sauce, pequeños raspadores solutrenses, etc. El período
subsiguiente fue identificado por primera vez en el Parpa116 y se conoció con diversos nombres, desde el Solútreo-Auriñaciense final de la
monografIa al Solútreo-gravetiense de Jordá; junto con la opinión de
otros investigadores de esta temática paleolitica postulamos la denominación de Parpallense para esta fase en razón de la primacía de la
cueva valenciana. Dicha fase se caracteriza por el gran aumento de
los útiles de dorso rebajado yen especial de las hojas y puntas de escotadura que constituyen lo que clásicamente se ha conocido como fó sil director del momento. Esta fase de apogeo, que comprende el Solutrense Superior y el Solútreo-gravetiense o Parpallense, veremos que
se reconoce en otros yacimientos con mucha menor cantidad de útiles
por la presencia de los instrumentos tipicos del periodo, ya sean pun tas de aletas y pedúnculo, ya elementos de escotadura.
El proceso de transformación se orienta hacia procesos magdalenienses a través de una fase magdalenizante que abarca los controvertidos niveles que Pericot identificó con el Magdaleniense 1 y n, Las
capas superiores contienen un Magdaleniense ya formado y más
avanzado que el que hemos estudiado, hasta los 2 ' 50 metros de profundidad .
Este esquema muy resumido, y que se encuentra razonado y ampliado en su apartado correspondiente, es el patr6n con el que parece
se rigieron las fases evolutivas del paleoHtico Superior en gran parte
de la Península Ibérica.
En el Barranc Blanc el proceso de cambio se ve enmascarado en
gran manera por la persistencia de un sustrato de dorso rebajado continuo, en forma primero de Gravetiense en las capas profundas y luego de Solútreo-gravetiense en las superiores: mezclada con estas dos
culturas hemos podido detectar por medios cualitativos y no cuantitativos la presencia de unos momentos solutrenses que pasaron sin dejar huella notable en el yacimiento, tan s610 unos pocos elementos foliáceos entre los que cabe destacar una punta de aletas y pedúnculo,
Les Mallaetes no ha sido trabajado por el autor directamente, y no
por falta de facilidades por parte de su moderno excavador, el profe·
sor J . Forte3. Nos hemos basado para su exposición en un avance al
estudio definitivo del yacimiento del citado investigador y de su
maestro F. Jordá. Básicamente la secuencia es la misma que en el
ParpalJó, sólo que la fase magdalenizante constituye una capa estéril
que desemboca en el posterior Epigravetiense. Esencialmente se in serta dentro del esquema general propuesto: hay que considerar ese
hiatus como un fenómeno local del yacimiento a falta de una confirmación posible del mismo en otras estaciones paleolíticas .
[page-n-234]
m
J . M.' FUlLOLA PEP.¡ COT
Quedan por fm los dos yacimientos revueltos en sus estratos y que
ofrecieron unos útiles que en cierta manera son coherentes con el es~
quema que postulamos. Nos referimos a la cova de Les Rates Penaes,
sita en las cercanías de Rótova, pueblo distante unos 10 km . de
Gandía , y cerca del rio Vernisa. a cuyas orillas se abren también las
del Barrane BIaDe y Les MaraveIles, en término de Gandia. equidistante de éstas y del Parpa1l6.
En Les Maravelles encontramos, pese a la relativa escasez de ma·
terial lftico trabajado. una asociación de útiles que ya hemos hecho
notar en este resumen y que luego hallaremos con relativa asiduidad
en yacimientos de la zona Centro-Sur peninsular, según veremos a
continuación. Nos referimos a las puntas de aletas y pedún culo uni das estratigráficamente a las piezas de escotadura. hojas y puntas. La
disociación de estos dos elementos. se hace dificil en cuevas con poca
industria y sólo ha sido factible diferenciarlos en estaciones de gran
potencia y complejidad como pueda ser el Parpalló. Su significado de be ser el de un momento cultural de apogeo en el Solutrense SuperiorSolútreo-gravetiense. durante el cual las propicias condiciones de la
zona darían pie a una extensión cultural inusitada. detectable hoy tan
s610 por sus restos líticos.
La cronologia general de la zona nos hace aparecer la fase sol utreanizante alrededor de los 21.000 años BP {unos 19.000 BC I.lo cual
constituye por sí solo un dato de importancia capital. ya que en Francia el más viejo Solutrense Inferior no llega a esos 21.000 BP . Todo
e llo no es más que un elemento a añ adir a la decisiva importancia de
la zona. Tras el desarrollo solutrense hemos individualizado el
Solútreo-gravetiense o Parpallense entre 16 .000 y 12 .000 años BC.
con comparaciones muy exactas al nivel inferior del Salpetriense de
la Salpetriére (Gard. Francia) y a los niveles 16 y 15 de la Grotta Pa glicci (Puglia. Italia).
Climáticamente nos hallamos ante los últimos ramalazos frias de
la postrera glaciación. el Würm. Dentro de ella el último iñterestadial
(Würm III-IV o de Lascaux) parece haber dado al momen to solutrense
un a relativa benignidad en el clima ; hay que tener en cuenta que se
supone para el litoral mediterráneo que nos ocupa un a temperatura
media superior en unos 5°C a la que reinaba en Europa cuando se produjeron la s grandes glaciaciones. Es por esto que durante ellas pudo
habitarse sin gran dificultad la costa Este de la península.
En resumen concluimos que la zona valenciana es la clave que
nos ha dado el esquema básico para el estudio del Paleolítico Superior
de la mitad Sur peninsular. dibujándonos una facies de gran personalidad y fuerza respecto al resto de Europa.
[page-n-235]
ZONA CENTRO-SUR
PROBLEMATICA GENERAL
Englobaremos dentro de esta tercera y última zona de estudio todos los yacimientos en los que se han señalado restos posibles de SOllltren se en la mitad Sur de la península. Incluiremos las noticias confusas del valle del Manzanares junto a otros lugares de mucha mejor
publicación, como las cuevas portuguesas.
El denominador común que ha presidido nuestras investigaciones
en este campo que nos ocupa en las regiones meridionales ha sido el
de las difi culta des ; pero éstas no teman raíz en ninguna persona ni
entidad concreta, sino en la dispersa información bibliográfica y, sobre todo, en la casi imposible localización e identifi cación de los materiales aludidos en las viejas publicaciones.
Ello ha sido la causa determinante de que no hayamos podido lle var a cabo ningún estudio analítico de la industria lítica de los yacimientos que vamos a exponer. En lo mejor o más extensamente publicados hemos podido deducir una serie estructural que puede orientarnos , con una visión global , en el aire de la época en esas zonas; nos estamos refiriendo a la Cueva de Ambrosio , a Salemas en Portugal, a El
Serrón, de Antas , y al Tajo del Jorox ."Hay que deplorar, sin embargo,
el hecho de que algunos de estos yacimientos, absolutamente claves
en el desarrollo del Solutrense peninsular y merecedores de una extensa monografla , como en el caso del Parpalló, vayan quedando en el
olvido después de veinte años de su excavación y que a las dificulta des administrativas y fisicas para trabajar en la cueva se sumen otras
[page-n-236]
J . M.' FULLOLA PERI COT
que frenen su estudio directo de los materiales y su publicación por el
autor de la excavación. Pese a ello intentaremos llevar adelante nues tro empeño basándonos en 10 estrictamente publicado hasta hoy y que
ha llegado a nuestras manos gracias a la generosidad de sus autores o
de compañeros.
La escasez de yacimientos publicados de forma aprovechable es
tan notoria que se hará dificil trazar un panorama firme tal y como
hemos llevado a cabo en las dos zonas anteriores, la catalana y la va lenciana. En la configuración de este esquema ideal incluiremos las
noticias dispersas de hallazgos supuestamente solutrenses que se han
dado en nuestra geografía y que hemos podido detectar en la biblio grafía consultada.
De manera amplia la zona que nos proponemos estudiar abarca la
mitad Su r de la península, desde la zona Alicante-Murcia hasta Portugal pasando por la zona del Manzanares. En ella se adivinan zonas de
mayor co ncentración de yacimientos , como la murciana, la almeriense o la portuguesa. De dos de las tres tenemos cuevas trabajadas más
a fondo, privilegiando la segunda de ellas, seguramente la más fértil,
con tres yacimientos.
Veremos que una constante en la determinación del carácter solu trense en la industria de una cueva, muy a menudo numéricamente
muy pobre, es la presencia de asociación de las puntas de aletas y
pedúnculo y de las piezas de escotadura; es indudable que estos dos
elementos marcan, con su asociación continuada en muchos lugares,
un momento cumbre de ocupación de una cultura en toda la mitad
Sur peninsular, incluyendo ahora en ella la zona valenciana. No ceno
traríamos la adscripción de esos yacimientos únicamente al Solutrense Superior, como ha sido la tendencia hasta ahora, sino que la fase,
hasta el presente desprestigiada, del Solútreo-gravetiense o Parpa llense tiene, en nuestra opinión, una gran influencia en este momento.
Cabe centrarlo pues en una fase muy rica de transición de un período
a otro, paso que hemos estudiado con detenimiento en el Parpalló, que
hasta 4'75 metros ofrece el Solutrense Superior y luego nos da el mo mento clave del cambio, atribuido por Pericot al Solutrense Superior y
que estadística y tipológicamente hemos demostrado que pertenece al
subsiguiente Solútreo-gravetiense o Parpallense, el nivel 4'75-4'5 metros .
YACIMIENTOS
Los cuatro yacimientos que vamos a tratar con más detenimiento
son los ya mencionados de la Cueva de Ambrosio (Vélez Blanco, AI-
[page-n-237]
INDUSTRI AS LlTIeAS DEL PALEOLlTICO
2JS
mería) , Salemas (Ponte de Lousa , Portugal), el Taj o del Jorox (Alozaina , Málaga) y El Serrón (Antas, Almería).
Expondremos en primer lugar los datos recogidos de todos ellos
para pasar a continuación a las consideraciones que nos merezca su
conjunto.
CUEVA DE AMBROSIO
Lugar preferente debe ocupar en esta relación el yacimiento clave
de toda la zona Sur peninsular, el lazo de unión con la zona valencia na, concretamente con el Parpalló, a la que tantas veces se le ha comparado y a la que posiblemente hubiera podido superar en riqueza y
variedad de no haber sido por los problemas de toda índole presenta dos en su excavación ; nos estamos r eflriendo obviamente a la Cueva
de Ambrosio.
Breuil es el descubridor para el mundo cientlfico, una vez más, de
los valores latentes de este yacimiento. En sus relaciones con Federico
de Motos. éste le mostró la punta de escotadura que guardaba en su
casa provinente de la Cueva de Ambrosio y que hoy se halla expuesta
en las vitrinas del Museo de Prehistoria de la Diputación de Valencia.
Fue esta punta precisamente la que llevó a Breuil a sus teorlas acerca
de las escotaduras en r elación con estos periódos del Paleolítico Superior hispano en su obra clásica de sistematización paleolítica en la que
aún hoy basamos muchos de nuestros presupuestos (Breuil 1912).
No fue hasta la década de los cuarenta que se realitÓ una campaña en el yacimiento por
parte de Jiménet Navarro, que vació los niveles neollticos y epipaleoliticos sin ofrecer luego
una publicación adecuada iJiménet Navarro 1947 y 19621.
En la completa revisión de este mundo realitada por J . Fortea pocos datos pueden dedu·
cirse de su nota, ya que no tuvo acceso a fuentes directas y se guió precisamente en 10 publi.
cado hasta la fecha iFortea 1973, pp.229-2301.
La excavación de los niveles paleoliticos la llevó a cabo E. Ripoll en dos campanas, 1958·
60, las unicas publicadas hasta hoy (Ripoll 1961). Distinguió cinco niveles, separando el in·
tcnnedio rocoso a los superion:s, p:lStpaJeoUticos, de los inferiores, IV y V, solutrenses. En es·
tos últimos la industria ]Jtica se reveló pronto como muy rica y variada en tipos: destacare·
mos la espléndida colección de hojas y puntas de escotadura y la magnIfica serie de puntas
de IIletas y pedúnculo comparable tan sólo con la del ParpallÓ. Parece ser que dificultades de
orden técnico como el pdigro de desprendimientos y la falta do modios para apuntalll r las ro·
cas y eliminar tal peligro, fueron causas determinantes del abandono de la cueva por parte
de sus excavadores.
El yacimiento quedó pues sin protección y fue pasto de los aficionados que llevaron a ca·
bo alll agujeros de lOdo tipo en las grietas de las rocas para obtener materiales que se nos ano
tojan de primera clase en muchos casos. Recientemente tenemos noticias de nuevas campa·
ñas realizadas por miembros del LaOOratorio de Antropologla de la Facultad de Ciencias de la
Universidad de Granada bajo la dirección de M. Botella y que presentaron una comunicación
sobre esos t rabajos en el transcurso de las sesiones del XIV Congreso Nacional de Arqueo·
logia celebrado en Vitoria !BoteUa, 19751. Se apunta la presenda intacta de unos niveles epi·
gravetienses y la existencia, hasta ahora insospechada, de un Aurinaciense subyacente al co·
nocido Solutrense.
[page-n-238]
236
J . M.o mUOLA PERICOT
Pero vayamos a centrarnos ya en los recuentos llevados a caho sobre la industria l!tica de
la Cueva de Ambrosio: no nos ha sido dado el poder analizar person8lmcnte esos materiales,
pero sin embargo su publicación siguiendo la lista lipo SorlOeville Bordes·PerroL nos proporciona un elemento de información plenamente vAlido para nuestros propósiLOS.
Hay que remarcar que los tipos fueron clasificados por la propia Mmc. Sonnevilte Bordes
y están publicados en un apéndice que sigue at artículo de referen cia anterior tRi poll 1961.
pp.4<1 -
Una circunstancia nos ha llamado poderosamente la atención en estos recuentos y es el
apartado en el que se incluyen tos útiles de escotadura; se trata realmente de pieus conse ·
guidas mediante un retoque abrupto. como se ve en las ilustraciones del texto (Ripoll 1961 ,
p.37. Iig.41 y por lo tanto poco O nada tienen que ver con su mlmero 72, «punta de escotadura
"tlpica" (sol uu-e nsel_, en la que se habla de la obtención del útil mediante re toques planos,
regu la res, por presión, unifaciales o bifaciales (50 nnevitte Bordes y Perrot 1954 ,55,56).
L.as pie:tas de escotadura analizadas en el ParpaJló y otros lugares hasta el momento los
hemos incluido, como se habrá visto, en los números 56 y 57 , «punta de escotadura perigor·
diense, lIamuda atl plca. y .pie:ta de escotadura. para puntas y hojas respectivamente. Pero
en estos recuentOS de la Cueva de Ambrosio ningún útil dentro de esos apartados, y han sido
confinados dentro del número 72, cosa que, teniendo en cue nta lo expuesto hasta el mamen,
to, no a ceptamos ; en nuestra distribución hojas y puntas de escotadura se analitarán en los
abruptos.
Dos precisiones más dentro de esta publicación: las puntas de alet8s y pedunculo se incluyen también. a nuestro entender elTÓneamente, dentro del socorrido numero 72 ; es nuestra opinión que ningún tipo recoge las caracteristicas propias de este util y por tanto las hemos analb:ado siempre como diversos (n .o 921. Este lapsus ha sido corregido tardlamente por
Mr. F. Bordes en una rectificación y ampliación de la lista tipo de su esposa, donde se concede un apartado, el numero 69, a una punta solutrense con pedunculo (tipo Laugerie, Parpa1161; descollocemos el lugar de publicación de esta lista, quizás inédita, pues ha llegado a
nuestras manos de mallera particular; sin embargo un comentario a la misma y a sus nuevos
tipos figura en un articulo del autor (Fullola, 1976cl.
Por ultimo IlImentamos no conocer el numero de hojas de laurel unifaciales en contraposicióll a las bifuciales debido a que en 18 lista no se especifica; en nuestros recuentos las incluimos en un apartado de indiferencias.
y pasemos ya en concreto a los resultados de esta conversión tipológica de la industria _
Los 404 ütites que se dan como resultado fin8t serAn en nuestro recuento 396, debido 8 que
los 8 diversos no han podido lógicamente identificarse. Tres utilcs son dobles, d os buriles,
mixto y diedro, y un raspador-troncadura ; por lo tanto, los tipos primarios obtenidos serán
399.
A los 404 utiles hay que añadir 6.836 piezas de desecho, lo cual da un apreci8ble caudal
de 7.240 piezas; el IKIrcentaje de utiles es del 5'38%.
S R - 27
8
D - 18
G - 82
,,-
6
sp _ 14
S
127
A
P
82
318
205
168
410
A
Punir 6
bif - 56
indif - 106
8
20
.050
- 15
LDp - 6
c - 16
PDp - 2
c - 37
,
LOT -
,
2
005
-
6
2
3991. p,
La secuencia estructural que resulta de esta serie es la siguiente :
p
5 /4 A /3 B
,
Caracterlstica destacada y significativa es la presencia de los foliAceos en primer lugar.
Este renómeno. que sólo lo hemos constatado en unos niveles muy concretos de yacimientos
de la :wna cat81ana Inivel A del Cau de les Goges y nivel 2' 40-2'60 mts. del Reclau Viver!. adquiere aqu( proporciones mayores, ya que tra taremos el conjunto de la industria y no una ca-
[page-n-239]
IN DQSTlUAS UTICAS DEL PALE OUTtCO
pa determinada de una misma cultura. El porcentaje de titiles solutrenses es superior a todo
lo visto hasta el momento y asciende al 54'09%, dej ando atrás los altos Indlces del yacimiento
epónimo, Solutré, que tiene un 44'84% o Le Fourneau d u Diable, con un 39'0 1,,; en la penlosula e l dato Olés elevado correspondía al Cau de les Goges de San JuliA de Ram is con un
3 1'25% y el Reclau Viver de Serinyc\ con un 22'74%, Sin embargo, hemos de volver a lo dicho
mAs arriba, se consideraron como útiles foliáceos los titiles de escotadura, abruptos, y por lo
tanto habrá que reducir considerablemente el porcentaje y situarlo en 41 '56", ,ta mbién elevado, pero ya dentro de UllOS limites más admisibles y en consonancia con los indicados de
Solutré y Le Fourneau du Diable, por ejemplo.
Las escotaduras a parecen de nuevo aqul en unión de las puntas de aletas y pedúnculo,
configura ndo el momento Solutrense superior-Solútreo-gravetiense no difere nciado en este
yacimiento como hemos podido hacerlo en el Parpalló, pese a que los niveles IV y V, solutrenses, a barcan en conjunto un metro de potencia, Sin embargo, alias después RlpoIl reconoce
que en los estratos más altos habla un mayor porcentaje de piezas con escotadura que en los
más bajos fRipolJ, 1965, p, 212), El porcentaje de aparición es importante, de 13'28'110, prácticamente el mismo que el de las puntas de aletas y pedúnculo, Gracias a estos titiles los abruptos establecen una sensible diferencia respecto a los buriles, una ruptura de tercer grado, y se
colocan en una tercera posiciÓn tras foliáceos y simples ; no nos halla mos obviamente en un
momento de puro Solútreo-gravetiense, lo cual detectarlamos por una primacla de estos
abruptos, sino en una fa se de mezcla y evolución desde un riquísimo Solutrense Superior hacia ese momento que no ha sido individualizado, pero que existe,
Los simples, por fin , basan su buena posición en la abundancia de TBspadores, con poco
mAs de un 20"; las Upicas raede ras no alcanzan más allá del 5",
El problema que nos plantea el conjunto Utico de la Cueva de Ambrosio adquiere propordones semejantes a las del utismo Parpalló, Su posición no es, desde luego, tan privilegiada
como la del yacimiento valenciano, pero en su entcmo se han hallado restos de plntw'aS que
presupondrlan un poblamie nto de la zona de relativa estabilidad ; la cueva seria posiblemente
el centro de habitación y de alll irradiarian influencia en fo rma de útiles, de pinturas, de
ideas, a toda su zona de innujo, Este ane descubierto en 101 alrededores no puede, sin embar ·
go, atri buirse con ceneza a la fase que nos ocupa, y por lo tanto encontra mos aqul una gran
diferencia con estos mismos niveles del Parpalló, donde aún aparedan plaquetas grabadas y
pintadas, aunque en me nor proporción que en fases anteriores, Cabe considerar, pese a todo,
el yacimiento como clave dentro de la zona y paralelo al Parpalló en sus momentos de Solutrense Superior y de transición hacia el Solútreo·gravetiense, momento este que no llega a
cuajar de forma adecuada muy posiblemente porla calda de enormes bloques que recubrirlan
por completo el estrato y Ilevarlan a su abandono hasta fases posteriores, eplpaleollticas; seré la capa m de Ripoll,
Una última preclll~n sobre el yacimiento es la cronologla que parece desprenderse de los
análisis de C\4 que poseemos ; el mismo Dr, Ripoll nos comenta IU falta de coberencia entre
51 y con la eltratigrana de las cinco muestras recogidas y que dieron cifras que oscilan entre
los 12 ,000 y los 6,000 ados BC; son en realidad excesivamente bajas, y su falta de homogeneidad no bace sino confU'lllU esos temores IRlpoll, 1965, p, 2131,
CUEVA DE SALEMAS
Vamos a ocuparnos a continuación de otro yacimiento peninsular
que viene a representar lo que la Cueva de Ambrosio es para el Sur o
el Parpal16 para el Levante; nos referimos ala cueva de Salemas, situada en el término municipal de Ponte de Lousa, unos 24 kms. al
Norte de Lisboa, Fue excavada por un equipo de los Servicios Geológicos de Portugal, y tras una nota preliminar (Zbyszewski y otros, 1961)
expusieron los resultados de sus trabajos en los niveles del PaleoUtico
[page-n-240]
J . M .' ft1LLOLA PERJCOT
'"
Superior (Roche y otros, 1962). Una revisión y puesta al die de este
yacimiento y de otros de la región portuguesa ha sido publicada recientemente por J. Roche, que en realidad ha sido el impulsor de estas
investigaciones en el país vecino (Roche, 1974).
Trataremos aquI exclusivamente el nivellI, identlllcado como Solutrense: por encima
queda una Case neolltica y por debajo un nivel In, perigordiense, aunque mb adelante veremos las discusiones acerca de este momento, y UD nivel IV con PaJeoJJtico Medio.
Seglin se desprende de la publicación tRocha Y otros, (962) fueron halladas en este nivel
U 185 pie~" ; hay que reseftar que algunas de eUas Cueron encontradas en el qemanié., es
decir, In lo mezclado, y que fueron atribuldas al Solutrense por provenir de esa profundidad
de tierras, sin mb. Un 4 1'62% de esas piezas eran utlles, en concreto 77, que no cootemao
oingun uti! doble, por lo que los recuentos nos darto como rlllultado eJl[actamente esa cifra
de 77 tipos primarios.
Esos recuentos y la serie nominal quedan como sigue :
S R-
7
D - 11
G - 13
S
JI
. 403
La
B
A
36
.467
sp - 1
P
9
.117
Punif -3
bit - 6
•
I
.0 13
A
_
- 2
LDp- 10
<- I
PCc - 23
77 lp.
secuencia estructural es la siguiente :
S /3 P
•
CUalitativamente los materiales que m" destacan en el yacimiento son de nuevo los fo¡¡éceos pedunculados y las piezas de escotadura. Sin embargo, ahora podemos observar un
intercambio de posiciones entre abruptos y plenos respecto a la I8rie de la Cueva de Ambrolio, pasando éstos de primeros a terceros y equéllos viceversa. La upllcaclón roles plausible
que le nos ocurre es la de que nos ballamos en Salemas en un momento ligeramente posterior
al de la Cueva de Ambrosio; 18 esté operando la transición del Solutrense Superior al
Solútreo.gravetlense con una fase de convivencia de los dos elementos mb caracteristicos,
las puntas de aletas y pedunculo con las hojas y puntas de escotadura, y el dominio aqul de
los abruptos nos indica ya un momento evolucionado, més 10lutreo·graveLlense que solutrenle superior, fase de la que los vestigios son aún patentes.
Caba de todo ello deducir que la extensión de esta fase no se c~e .ólo a la costa mediterránea y a la zona Sur, sino que 511 asoma a la fachada atlantlca en Portugal ; todo confirma a
grandes rasgos la teorla lanzada por Jordlf acerce de un Solutrense ibérico IJordá, 19551 y
que ha sido recogida y apoyada en diversos articulas de 101 alias recientes IRipoU, 1965 ; Fortea y Jordá, 1976 ; Pericot y Fullola, 19781.
Hay que .el\alar ahora que en POr\ugallos descubrimientos solutrenses no se centran sólo en Salemas, sino que al menos cinco puntos mb poseen indicios de esta cultura, como ve·
remos en el apartado siguiente, dedicado a otro. yacimientos con hallazgos esporadicos.
Un ultimo punto respecto a esta cueva es la problemática que su cronologla presenta, si
hacemos caso de la datación radiocarbónica obtenida de lIS muestras que J . Roche proporcionó para su analisis. En efecto, la prueba 18 llevó a cabo con restos de madera carbonallda
procedente del nivel 111, el perigordiense, como hemos sel\alado ; sIn embargo, 58- 198 nos da
una fecha de 6320;!:350 BP 14370 BC), totalmente inaceptable ¡Almagro, 1970, p. 17 1. Sin
embargo, Roche nos sedala que algunas sepulturlls se eJl[C8varon en el yacimiento durante el
Neolltico, y esto es la causa de que bailemos estos' resto. en niveles perigordienses IDetibrias,
Guillier y Labeyrie, 19651.
[page-n-241]
INDUSTRIAS UTICAS DEL PALEOLm co
'"
El mdice aolutrenae que le delprende de la serie estudiada es da ¡¡'6S%, mucho mb normal que el observado en la Cueva de Ambroaio. Si llpológlcamente no registrbemos el dominio total de 185 escotaduras, este porcentaje nos lDclinarla a conaiderar esta industria como
IOl utrense. Pero esto no hace lino confll1Ilarnos lo expU8lto mb arriba : el momento de mayor brillantez de e.ta cultura est4 en el de convivencia del Solutrense Superior rUla l y el
Solútreo-gravellense; en e.te caso le evolución hada etta dltimo estarla ya en una fase mb
avanzada y la. e.cotadura. dominan consecuentemente e loe foli6ceos.
Los dos yacimientos que a continuación vamos a exponer no revisten en sus conjuntos una claridad tan grande en cuanto al período
al que pertenecen. Ello se debe a lo escaso de los útiles en los que hemos debido basarnos y a que no hemos trabajado con ellos personalmente. Sin embargo, consideramos de gran interés su problemática_
TAJO DEL JOROX
El primero de ellos es el Tajo del Jorox, cueva situada en el valle
cortado por el río de su mismo nombre en la provincia de Málaga, al
N .0 . de la capital yen el término municipal de Alozaina. El Departamento de Prehistoria de la Universidad de Granada inició prospecciones en el yacimiento en 1972 y dos de sus investigadores,!. Marqués
y A. Ruiz, presentaron los materiales que vamos a exponer en las sesiones del XIII Congreso Nacional de Arqueología, celebrado en Huelva el mes de octubre de 1973 (Marqués y Ruiz, 19751. En realidad,
ese conjunto pertenecfa a un aficionado de Ronda que lo habia ido recogiendo en sus periódicas visitas al yacimiento y que lo cedió para su
estudio a los autores mencionados.
La industria constaba IOlameote de 27 piens de .Uex, mh un fragmento de U'ectenjacobeua ; de ellas, 1B eran útile., un 66'6". Dos útiles doble. daban la luma total de 20 llpos primarios.
Los recuentos que ofrecemos han aido ded uddo. de los dib1.ijos del articulo a1 que nos referimos.
A -3
PDp - 1
S R- 3
B sr- 2
P unlf - I
sp - 3
LDc-1
E-I
blf - 2
G- 3
S
6
A
.300
.250
5
P
3
.150
B
5
E
I
.250
.050
'"
20 t.p.
Los elementos mb destacados en el conj unto IO n varios: una boja de laUI"eJ de retoque algo tosco e incompleto oo. da una clara orientación lolutreme para esta industria : la impresión se ve confirmada con una punta de cara plana y un fragmento con inequlVOCOI retoques
planos. Una hoja de escotadura conseguida por retoque abrupto nos centra algo mAs en el
momento que verumol raltreando en esta obra. De hecho 1610 nOI ralta el elemento de las aletas y el pedúnculo para encontrarno. con uno mb de la. puntal de r1Iferencia de este periodo
en la peninsula ; dado que no tenemos noticias de la excavación de la cueva basta el presente,
es muy posible que en ella le bailen elemento. de ese tipo que nOI confll1Ilen esta intuición.
En todo caso los material81 que provengan serin con I8guridad de vital importancia para la
Prebistoria peninsuler.
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240
J . M,' FULLOLA PERlCOT
Otro elemento remarcable dentro de los materiales estudiados es el número 2, un fragmento distal de lo que debió ser una soberbia punta de La Gravetta, a juzgar por su alto retoque abrupto. Ello es caracterl.stico. según Joro'. de su Solutrense ibérico DI, es decir, el Solutrense Superior ya con miras a una fase posterior. fuertemente gravetizada (Jordá, 1955/.
Ellndice solutrense para este yacimiento tiene un valor relativo, dada la escasez numérica de utiles considerados ; sin embargo. apuntaremos su valor 16'7, el cual, por otra parte,
entra de lleno en la normalidad del momento que nos ocupa.
En resumen, la cueva del Tajo del Jorox cabe considerarla como una mis dentro del coojunto de yacimientos ocupados temporalmente durante el nored miento cultural del fmal del
Solutrense Superior y del Solútreo-gravetiense peninsular.
CU EVA DEL SER RON
La problemática que se nos presenta al tratar de la cueva del Serrón (Antas, Almena) es de una gran complejidad. La serie que nos interesa la hemos deducido , por ser atribuida al Solutrense, de la obra
general de J. Fortea (Fortea, 1973, pp, 269-2721. Sin embargo aquí re cogeremos, al menos a grandes rasgos, las investigaciones que llevó a
cabo el mismo profesor Fortea para localizar el yacimiento y efectuar
en él una cata; imprecisiones de L. Siret en sus cuadernos de excavación, poco control sobre su capataz Pedro Flórez, inhibición de publicar los útiles solutrenses en 1893 por considerarlos anárquicos y ha cerlo en 1930, al amparo de la confll'mación del Parpalló y otros muchos datos han sido los que ha debido seguir el prehistoria dar riojano
para desentrañar este misterio de los yacimientos del Serrón, digno
de UDa novela de detectives más que de un arúculo sobre el Paleolítico Superior (Fortea, 1970 y 19731.
Sin embargo, parece ser que la conclusión final es que la cueva
del Serrón, que excavó L. Siret y publicó en 1893 y 1930 (Siret, 1893
y 1930), es la que hoy se conoce en la región como cueva de los Tollas;
no hay que confundir este yaCimiento con el del mismo nombre en la
provincia de Murcia, y por lo tanto Fortea prefiere seguir llamándola
cueva del Serrón. El Serrón es, en verdad, una zona muy amplia, una
cresta en la que se abren varios yacimientos, entre los cuales cabe
destacar, además del mencionado, el de la Palica, Cueva Ahumada,
las Palmericas y otros menores. Esto propició las confusiones de materiales en su almacenamiento, sobre todo entre la de Los Tollas/Serrón y la de La Palica, aparentemente desentrañadas por Fortea tras
consultar incluso el archivo inédito de L. Siret, que se guarda en los
fondos del Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
Volviendo a los materiales que nos interesan. cabe destacar que.su consideración de solutrenses viene dada por el halla1l!go de una punta solutrense muy tosca y de retoque plano, pero con tendencia incluso al sobreelevado, y af de una punta de aletas y pedúnculo con retoque
plano bil'acial muy elemental ; si a ello sumamos la circunstancia de que, según Siret, en la
transcripción que de sus papeles inéditos nos hace J . Fone8, estas pie1l!as fueron halladas en
[page-n-243]
INDUSTRIAS LITl eAS DEL PALE OUTlCO
241
el vertedero del yacimiento, no nos costarA demasiado tener una duda real acerca de lo solutrense que puede ser este conjunto que consideramos. Sin embargo, tal como ha sido aceptado incluso por Portea, al fin Y al cabo los resultados son suficientemente coherentes con el
momento solutrense, con tendencia a la gravetización, como para incluirlo en este capitulo.
La convenión de 181 piezas estudiadas por Fortea se ha hecho al sistema Laplace, el bAsico que hemos utilitado en toda la obra, y también al de Sonneville Bordes-Penot, que acaba
de perfilar la e xactitud tipológica de la industria. Los 64 utiles analizados se convierten en 65
tipos primarios, dado que el n.- 3 de la lista Sonneville Bordes-Penot es el raspador doble,
que en la tipologla de Laplace cuenta como dos tipos primarios.
I.- GII.- IO
3.- GII.G II.- l
4.-G21 .-2
5.-GI 2.- 5
24.-Bc2.- 1
28.- B31 .- 1
29.-B32.- 1
30.-BII.- 3
57.-LD31.- 1
58.-LD 21.- 2
59.-LD2 1.-2
61.- T22 .-2
0 - 14
G-19
S 11. - 3
P-1
S
A
37
21
NB canto
1
3
•
5
24
28
2.
10
1
2
5
1
1
65.-11.21.-3
66.-P21.-1
70.-FlSEI315.-1
74.-021 .-6
75.-D23 .-5
78.- A2.-1
Bsp-s
P bif-2
A - 4
LDp - 15
P
2
NB Canto
15'62
1'56
3' 12
7'81
1'56
n6
1'56
15'62
17' 18
20'31
28' 12
29'68
31 ' 25
32'81
30
57
58
59
61
m . 7'81
Tot ... 65 t.p.
5
" AC.
IG _ 28'12
LDc - 1
PDp - 1
B
•
65
66
LD21.- 10
LD22 .- 1
P025.- 1
88.-023.-3
92.- F323.- 1
Tot. _ 64 NB
85.-
3
1
2
2
2
3
O
4'68
1'56
3' 12
3' 12
3' 12
4'68
1'56
37'50
39'06
42'18
45'31
48' 43
53' 12
54'68
NB Cant .
" Ac.
IP _ l 's6
70
14
75
"
85
BB
92
IBd _ 7'8 1
1
6
5
1
12
3
1
•
1'56
9'37
7'81
1'56
18' 75
4'68
1'56
" ac.
56' 25
65'62
73'43
75'00
93'75
98' 43
100'00
1501 _ 3' 12
La profusión de denticulados, algo anormal en estos momentos, es un elemento algo discordante en el cOI\Íunto y puede hacernos sospecnar que pudiera haber habido elguna intromisión en las capas estudiadas por Fortea, o quil.As confusión en su clasificación.
Los abruptos ostentan un porcentaje normal, elevado, y eso nos hace considerar avanzado el momento que estudiamos, algo mAs incluso que el que hemos visto en el Tajo del Jorox.
Llama la atención, sin embargo, que sólo una escotadura esté presente; las dudas no desapa recen.
El lodiee solutrense, de 3' 12%, es bajo; incuestionablemante, el momento solutrense no es
el de ocupación de la cueva del SelTÓn, si bien los pocos restos hallados testifican un paso,
una influencia, innegables de la Idea solutrense por el yacimiento. Como tal hemos de admitirlo, pero el conjunto es el más dudoso y problemAtico de los cuatro analizados en este cepltulo.
[page-n-244]
2<,
J . M.o FUllOLA PERICOT
OTROS HALLAZGOS EN LA ZONA CENTRO-SUR
Nuestro siguiente apartado consistirá en recoger las noticias detectadas en la bibliografla acerca de los hallazgos de útiles solutrenses y de escotadura en esta zona Centro-Sur que nos ocupa.
Tres son los puntos en que pueden agruparse esos yacimientos: el
Sudeste peninsular, el Centro y Portugal.
En el primero de ellos incluiremos las cuevas de las provincias de
Murcia, Almerfa y Málaga, que han sido las que, hasta el momento,
han dado industria presuntamente solutrense; conviene aclarar este
punto: las dudas acerca de la verosimilitud de los datos que expondremos es razonable ya que no hemos procedido a un análisis directo
de esos útiles que , por otra parte, eran ya cuestionados en diversas
ocasiones por sus propios excavadores. Nos limitaremos a exponerlos
sin más, y el dato nos servirá al final para perfIlar un poco más la extensión que alcanzó el Solutrense en la peninsula.
Cronológicamente los datos más antiguos sobre yacimientos con
algún elemento solutrense nos los ofrece L. Siret en sus dos obras fundamentales de 1893 y de 1930 (Siret 1893 y 1930). En ellas tenemos
las primeras noticias acerca de la cueva de Los Tollas, en la zona
murciana de Mazarrón-Larca, donde el ingeniero belga señala una
hoja de laurel de retoque unifacial y tosco, de aspecto elemental.
También hay citada la cueva Vermeja, en la misma zona, con una
punta solutrense bifacial de pequeño tamaño.
En cuanto a los yacimientos donde se señalan elementos de esco. tadura tenemos en primer lugar la cueva del Palomarico, en la zona
murciana ya mencionada, con una magnifica punta de escotadura, la
primera publicada; ya algo alejada, en la provincia de Almerfa, sacó a
la luz tres nuevas puntas de escotadura, siempre conseguidas por retoque abrupto, en la cueva a Los Murciélagos, cercana a la población
de Lubrln.
Volviendo a los elementos puramente solutrenses, la siguiente noticia nos la proporciona Breuil, que en la segunda década de este siglo
trabajó intensamente en la Península Ibérica, con abundantes frutos .
Nos referimos a la noticia que el sabio francés dio acerca del hallazgo
de una punta solutrense con abultamientos laterales en la cueva Chiquita de los Treinta, muy cerca de la Cueva de Ambrosio, en VélezBlanco (Almería) (Breuil 1914).
En otra región española, la murciana, Breuil y su colega Burkitt
señalan otros dos yacimientos con elementos más o menos solutrenses
IBreuil y Burkitt 1935). Se trata de la Cueva Horadada, con un nivel
donde se agrupaban microlitos y piezas solutrenses; el propio Jordá
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IHDUSTRlAS LmCAS DEL PALEOUTlCO
243
duda ante esa asociación de útiles, lanzando la hipótesis de una mezcla del Solutrense con el Gravetiense, facies microlitica (Jordá 1955,
p. 1461. La otra cueva era el Abrigo de los Cantos de la Visera, en
Monte Arabf, cerca de Yecla; la punta presuntamente solutrense hallada fue revisada más tarde por Pericot (Pericot, 19421, Que se ratificó en su atribución al Paleolítico y no al Neolitico, como se sospechaba.
Nos queda ya por último en esta zona del Sudeste otro punto de la
provincia de Murcia donde las investigaciones dieron como resultado
el hallazgo de dos yacimientos presuntamente solutrenses, que luego
no prosperaron en su excavación. Nos referimos alas alrededores de
la población de Totana, con la cueva de Los Mortolitos y la del Cejo
del Pantano (Pericot y Cuadrado 19521.
En la primera fueron pocas las piezas recogidas, varios buriles laterales y la parte medial-proximal de un elemento foliáceo, posiblemente una hoja de laurel; también se destaca una .punta de ChAtelperrOn» o algo parecido a ella que hace sospechar a los autores del
artículo antiguas culturas en la zona.
Para el Cejo del Pantano la publicación es bastante explícita y cita
un conj unto litico de 81 ejemplares, con 56 piezas sin retoque , aparentemente pedunculadas o apuntadas de forma natural o fortuita.
Los útiles son pues 25, un 30'86 %. Deducimos la existencia de siete
raederas, cinco raspadores, dos puntas y un buril. Las piezas defmidoras de la industria son un fragmento medial-distal de punta solutrense, de tosco retoque bifacial y dos puntas de aletas y pedúnculo,
con su extremidad distal ligeramente fragmentada, pero con un retoque solutrense indudable ; a ello se unen cuatro hojas y tres puntas de
escotadura . Todo esto configura un panorama muy semejante al de
algunos de los yacimientos que hemos estudiado al principio de este
capitulo ; el floreciente momento de evolución Solutrense SuperiorSolútreo-gravetiense queda aquf bien reflejado de nuevo.
No podiamos dejar de aludir en este apartado un yacimiento inédito pero de singular riqueza tipológica, como es la cueva de NeIja, en
la provincia de Málaga. En él realizó una primera campaña el profesor Pellicer, que sacó a la luz materiales dados como epipaleoliticos,
neoliticos y del Bronce (Pellicer, 1963). En el prólogo de este estudio
se citan las posteriores campañas que llevó a cabo en la cueva Ana de
la auadra Salcedo; nunca se llegó a publicar ese material, pero sin
embargo tenemos referencias directas de que se trataba de un espléndido Solutrense, con útiles muy típicos, hojas de laurel, y de un gran
tamaño. Es de lamentar profundamente que no se haya procedido
ha sta el momento, quince años después, a la publicación de esta!;
[page-n-246]
'"
J . M,' FUlLOLA PERI COT
campañas que arrojarían luz sobre esta fase en el sector Sudeste que
nos ha ocupado.
La zona Centro representa una verdadera incógnita desde nuestro
punto de vista; si hasta ahora hemos venido guiándonos por conjuntos
de una entidad notable, o al menos por elementos típicos de la fase
que estudiamos, tenemos en este momento la delicada misió n de enfrentarnos con unas industrias halladas a principios de siglo y que
han ido corriendo a 10 largo de los años por la bibliografia ante la imposibilidad de hallar un conjunto lítico uniforme y cerrado. La explicación es que los areneros del río Manzanares siguieron ofreciendo bifaces y otros úti les hasta unas fechas bien recientes (por ejemplo el
Congreso Internaciona l de Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas de
Madrid, en 1954),10 cual impedía que pudiese llegar a hablarse de un
conjunto cerrado de útiles, pues día a día iban apareciendo otros. La
dispersión de los mismos ha sido otro problema insalvable ; muchos
museos poseen en sus vitrinas piezas procedentes de los areneros madrileños, que han llegado allí por cesión, excavación o venta de los
mismos a esas entidades.
Hay , por fm, la duda tipológica que nos asalta al tratar de encasillar la industria madrileña. Tenemos representados desde toscos bifaces achelenses hasta hojas de retoque bifacial que podrían pasar per fectamente por solutrenses. Pero como inte rmedio hay un co njunto
que Jordá (Jordá, 1955) atribuye al Preso!utrense qu e acuñó G.
Freund en s us estudios de los años 50 para el Paleolítico europeo
(Freund, 1952). El yacimiento más representativo de este momento es
e l de Las Delicias (Obermaier y Wernert, 1918) y también el del Sotillo
fWernert, 1930-1932 ; Pérez de Barradas, 1934).
Ya ciñéndonos al momento supuestamente solutrense, citemos los
areneros que dieron elementos atribuibles al entonces llamado Matri tense, de puntas «tenuifoliadasll. Para una mayor información bibliográfica hay que remitirse a las obras de Pérez de Barradas, además
de las citadas ya hasta aquí (Pérez de Barradas, 1922, 1928, 1936).
El arenero de mayor riqueza fue el de Valdivia , con tres sectores, occidental, central y oriental; otros son el de La Parra, el del Huerto de
Don Andrés, el de Los Vascos, el del Cojo, el de Martínez y el de Nicasio Poyato.
La opinión de Jordá es la de que el parentesco mayor de esta in dustria lo encontraremos en las provincias norteñas, en el Cantábrico
(Jordá, 1955). Sin embargo una evolución local parece desprenderse
de la presencia continuada de elementos [aliáceos en los areneros del
Manzanares. Aun siendo un elemento algo discordante en el conjunto
ibérico que venimos rastreando, hay también útiles característicos y
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INDUST RIAS UTlCAS DEL PALEOUTI CO
que por sí so los pueden centrar esta industria ; nos referimos a las
puntas de aletas y pedúnculo, presentes en Madrid y uno de cuyos
ejemplares ha sido publicado muy recientemente (Pericot y Fullola,
1978). Con ello queremos significar que lo tosco y macizo de la indus~
tria puede ser una pervivencia, mientras que los tipos típicos del mo ~
mento no faltan; en conjunto la disparidad respecto al resto de las industrias estudiadas hasta ahora es visible , pero no excesiva, como para considerarlo un conjunto aparte.
La tercera zona en la que se ha detectado industria solutrense en
el área que nos ocupa es Portugal. Geográficamente hay que situar los
hallazgos en los alrededores de la capital, Lisboa; el más alejado y por
el momento aislado, es el de Monte da Fainha, en el Alto Alerntejo.
Capital es la importancia de Salemas, yacimiento ya estudiado en
profundidad en este mismo capítulo. En sus cercanlas otras dos cuevas dieron restos solutrenses. La primera de la que se tienen noticias
es la de Ponte da Laje (Oeins), donde Breuil separó tres conjuntos;
uno de ellos «s upuestamente solutrense» dio un fragmento de hoja de
laurel (Rache, 1964, p. 19). Más recientemente, en la década de los
cincuenta , la estación de superficie de Vila Pouca reveló una industria
en principio solutrense. Se trata de un yacimiento al aire libre detectado gracias a los trabajos de extracción de piedra de una cantera; en
el corte se distinguieron cuatro niveles, de los que el tercero proporcionó industria del Paleolítico Superior. Entre los útiles destacaron
pronto dos fragmentos de retoque plano solutrense, lo que hizo pensar
en que en aquel conjunto hubo presencia indudable de este período
mezclado con otra serie de utensilios como raspadores, buriles, lámi nas de dorso, etc. El mismo Rache nos indica que en los alrededores
de Lisboa los afloramientos de estratos a la superificie a causa de
obras de construcción proporcionan generalmente industrias liticas
con elementos mezclados del Paleolítico, del Neolitico y de la Edad del
Bronce (Rache, 1974, pp. 87-88J.
A unos 70 kms. de Lisboa, al Norte encontramos dos yacimientos
con vestigios solutrenses excavados hace un siglo y de los que carecemos de otras indicaciones que las que se desprenden del estudio tipológico de los materiales.
La cueva de Casa da Maura fue la primera en que se efectuaron
trabajos, hace 111 años, a cargo de N. Delgado. En una reciente revi ~
sión de sus materiales se detectaron inequívocos restos del Solutrense; nos referimos a una punta solutrense de aletas y pedúnCUlO unifacial y tres bifaciales. Además encontramos aquí de nuevo la asociación de esos elementos con la escotadura, que cuenta con una hoja fina y con la extremidad rota (Camarate Franc;:a y otros, 1961).
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246
J . M,' FULLOLA PERICOT
Una industria muy semejante fue descubierta por el mismo excavador en Furninha, yacimiento costero muy cercano al anterior. Fueron separados hasta dieciséis niveles geológicos, en el último y más
superficial de los cuales apareció industria musteriense. del Paleolftico Superior y del Eneolitico. Una revisión reciente desenterró UDOS
elementos claramente solutrenses como dos piezas ligeramente pedunculadas y con retoque bifacial y cuatro de inequívoco retoque plano. Además una pieza con escotadura completaba el conjunto lítico.
coherente con el anterior (Breuil y Zbyszewski 1945).
Un último yacimiento portugués ha proporcionado industria solu trense. Sin embargo éste se encuentra muy aislado del núcleo que formaban todos los comentados hasta aquí; si a ello sumamos que los
útiles hallados en Monte Fainha, que tal es su nombre, difieren del aire solutrense señalado en Portugal, ligado directamente a las industrias levantinas y andaluzas, al Solutrense ibérico, en pocas palabras,
para decantarse más bien hacia elementos cantábricos, o lo que es lo
mismo, franceses, llegaremos a la conclusión de que muy posiblemente estemos ante una penetración norteña en territorios normalmente
influenciados por el Solutrense ibérico.
La excavación fue en superficie, en tierras de aluvión del fondo de
un valle, bajo las cuales se determinó un estrato arqueológico que dio
una magnifica serie de hojas de laurel, algunas de las cuales alcanzan
dimensiones respetables como los 15 cms. Fueron estudiadas y publicadas por Rache, siguiendo la tipología creada para estos útiles, para
el Solutrense en general, por Ph. Smith (Smith 1966). Hay 1 del subtipo B, 11 del e, 1 del E, 1 del L y 1 fragmento del M (Rache, 19721El conjunto de industrias portuguesas atribuidas al Solutrense
forman una unidad , si exceptuamos esta última de Monte da Fainha.
Sin embargo, cabe preguntarse acerca de su pobreza cuantitativa, al
lado de su esplendor cualitativo. Rache encuentra una explicación en
la destrucción por fenómenos naturales de muchos estratos paleolíticos en Portugal; sólo se salvaron los ya colmados por nuevas capas
(Monte da Fainha bajo dos metros de aluviones, Vila Pouca) o los encajados en grietas que las preservaran del lavado superficial destructor (Salemas ) (Rache, 1974).
Otra circunstancia que llama la atención es que sea prácticamente sólo el Solutrense el identificado en las industrias portuguesas,
Según deducimos de las publicaciones de los yacimientos que hemos
aludido anteriormente, los conjuntos líticos en los que se identificaron
los útiles típicos solutrenses eran más extensos, si bien sólo se tenian
estas piezas en cuenta por ser las más destacadas y reconocibles para
la atribución cultural de la industria, Las circunstancias naturales
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INDUSTRIAS LlTlCAS DE L PALEQUTlCQ
,.,
que según Rache eliminaron gran parte de los sedimentos paleoHticos
en la vertiente atlántica de la península en Furninha, en el nivel 16
con Musteriense, paleolitico Superior y Eneolitico. Deducimos de todo
ello que la presencia de industrias en Portugal debió ser tan normal
como en el Cantábrico o en Levante a lo largo del Paleolitico Superior;
quizás la ocupación no fuera tan continuada como en esas dos zonas ,
pero se han rastreado restos hasta el Musteriense en Furninha. Falta,
sin embargo, un buen yacimiento donde poder encontrar una secuen·
cia cultural continua que nos situase en su lugar correspondiente el
resto de los conjuntos liticos hasta hoy excavados, si entresacamos de
ellos las piezas solutrenses, no siempre homogéneas con aquéllos. Una
excavación de este tipo darla luz a todos los grandes problemas que
aún hoy existen en Portugal.
CONCLUSIONES SOBRE LA ZONA CENTRO-SUR
Esta zona Centro·Sur que acabamos de estudiar es en cierto modo
la prolongación, casi siempre empobrecida, de los ricos yacimientos
valencianos.
El enclave principal de la zona es la Cueva de Ambrosio, respecto
de la cual ya hemos expuesto nuestra opinión en su momento. Aquí
cabe señalar que su industria alcanza en el Solutrense Superior y el
Solútreo·gravetiense las más altas cotas de perfección téclÚca y de
variedad tipológica. Se presenta la asociación típica de esta fase en
toda la zona, es decir, las puntas de aletas y pedúnculo junto a los ele·
mentas de escotadura; esta unión puede ser considerada como defmi·
dora de esta época de esplendor paleolitico, como fósil directo de la
industria.
Volviendo a la Cueva de Ambrosio, hay que lamentar que en sus
estratos no se distinguieran el nivel de foliáceos del de escotaduras,
tal como se ha reconstruido en el Parpalló; cierto es que en un mo·
mento dado coexisten ambas tendencias, pero su delimitación en ya ~
cimientos potentes la creemos posible.
Los elementos de aletas y pedúnculo marcan una extensión grande para el Solutrense superior fmal meridional; los hallamos en Murcia, en Andalucía oriental, en Madrid y en Portugal. Excepto en el tercer caso, la asociación con las escotaduras sugiere una continuidad
cronológica relativa, muy dificil de detectar prácticamente ya que en
casi todas las ocasiones las estratigraflas son inexistentes o dudosas.
Para el Solutrense del Manzanares el desarrollo parece ser algo
distinto. A partir de un Achelense con gran cantidad de bifaces, se va
evolucionando en la técnica del tallado de las hojas hasta llegar a verdaderas «Blattspitzem. La idea solutrense no debió ser muy extraña
[page-n-250]
,.,
J . M.' FULLOLA PERI COT
ante la tradición [aliácea de la zona ; ésta condicionarla el desarrollo
del Solutrense en el Manzanares, dándole un aire más robusto y con
menor variedad tipológica. Las semejanzas más claras las hallaremos
en la zona cantábrica; sin embargo los elementos levantinos llegaron
también a las regiones centrales en su expansión hacia la costa atlántica, y varias puntas de aletas y pedúnculo fueron encontradas en las
graveras y areneros del no madrileño. Cabe de nuevo lamentarse
aquI de la falta de estratigrafia y de las rapiñas de todo tipo que se llevaron a cabo; el incalculable valor de los conjuntos I1ticos se diluye
ante la dispersión de sus elementos en colecciones particulares, diversos museos y en paradero desconocido. Esta industria entra, por todo
lo expuesto, en un momento solutrense, en el período que hemos estudiado , con sus variantes locales propias.
De la problemática portuguesa podemos sacar la conclusión de
qu e es muy clara la presencia de una fase Solutrense SuperiorSolútreo-gravetiense en la zona atlántica peninsular. Escotaduras y
puntas de aletas y pedúnculo se unen de nuevo en un perfecto paralelismo respecto a los yacimientos orientales de Andalu cía, Murcia y
Valencia. Infiltraciones de la zona cantábrica parecen también detectarse, lo cual no es tampoco extraño.
La estación más rica es Salemas, que por su secuencia estructural
parece pertenecer a un momento más Solútreo-gravetiense que Solutrense Superior. a juzgar por el dominio de los abruptos sobre los foliáceos.
Extensas zonas de vacío quedan aún en esta mitad meridional de
la peJÚnsula que hemos estudiado. Es indudable que han de existir yacimientos en el camino entre las dos costas, mediterránea y atlántica,
pero su localiza:::ión no ha sido posible hasta el momento. El conjunto
madrileño podría ser un eslabón, de ese nexo , pero sus particularidades , la ausencia de escotaduras, etc., condi cionan esa co nsideración.
Se nos hace más fa ctible pensar en un tránsito meridional , por Andalu cía y Extremadura hacia la zona privilegiada de Lisboa. Otra consideración sería que las prospecciones en esas zonas por ahora despobl adas de paleolítico no han sido lo suficientemente profundas como
para hallar sus restos.
Confiemos en un futuro esclarecimiento de este problema: pero en
r ealidad lo que conocemos lo consideramos ya válido para aceptar
con suficiente seguridad el esquema trazado en este capítulo .
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CONCLUSIONES FINALES
Es obligado en este capítulo final establecer el balance de lo observado a lo largo de las páginas precedentes. Muy útil seria para el que
quisiera adentrarse a fondo en los resultados que hemos ido obteniendo la lectura detenida de las conclusiones parciales de cada zona estudiada . Efectuaremos aquí s6lo un resumen de las mismas y de alguDas observaciones generales que han quedado en el aire tras este trabajo.
Queda bien establecido que dw::ante el perlodo medio del PaleoUtica Superior ibérico predominan dos culturas que se suceden y a veces
se entremezclan: son el Solutrense y el Solútreo-gravetiense o ParpaDense. Cada una de ellas ha quedado bien definida y su sucesión
podrla establecerse en base a la estratigrafia del ParpaU6, confirmada en otros yacimientos y que tiene la ventaja de darnos además los
momentos anterior y posterior a los que nos ocupan.
Tras una fase gravetiense, que con su tradición marcará de forma
decisiva el desarrollo posterior de la península, se llegó 8 una fase solutreanizante, proceso que desembocará en un Solutrense Medio arcaíco, estadio inicial de esta cultura; un Solutrense Medio evolucionado, con elementos avanzados, dará paso al Solutrense Superior, el
más espectacular y bien identificable por la presencia en sus niveles
de las puntas de aletas y pedúnculo ; al fmal del mismo se produce el
cambio hacia la segunda cultura, el Solútreo-gravetiense o Parpallense, que se identifica por la gradual aparición de los elementos de escotadura, puntas y hojas. Su duración es más breve que la del Solutrense y termina con una etapa de crisis y empobrecimiento de materia-
[page-n-252]
25.
J . M.o FU LLOLA PE RICOT
les, la fase magdalenizante; una alternativa a este último momento es
la presencia directa del Epigravetiense, propiciando el fenómeno gra~
vetiense en su renacimiento y prescindiendo del Magdaleniense.
La afIrmación como culturas de los períodos paleoliticos del Solu·
trense y Solútreo-gravetiense o Parpallense es el resultado de un proceso investigador que ha permitido conocer a partir de los utillajes líticos y óseos una buena cantidad de datos sociales y de normas que
regian para aquellas gentes; la existencia de determinados útiles presupone determinadas actividades, como por ejemplo la aguja de coser
la unión preconcebida de pieles mediante tendones o filamentos vegetales, etc. Vaya como colofón de esta idea la definición dada por Haw kes y que en parte nos ha orientado: «La actividad hwnana que la Prehistoria puede buscar se conforma en una serie de normas que pueden agruparse bajo el nombre de culturas, definibles en términos de
tiempo y de espacio y reconocible cada una por la extensión normal
de varia ción de sus productos materiales» (Hawkes 1954).
Para el concepto de fase la complicación no es tan grande, puesto
que consideramos que tal término puede aplicarse a las distinciones ,
con suficiente amplitud y entidad propias, que puedan hacerse dentro
de cada cultura. En apoyo de ello vendda una definición de Willey y
Phillips que parece estar totalmente de acuerdo con lo expuesto : «Fase es una unidad arqueológica que posea trazos suficientemente característicos para distinguirla de todas las demás unidades similarmente concebidas, ya pertenezcan a la misma o a otras civilizaciones
o culturas, unidad limitada en el espacio por la dimensiones de un yacimiento o de una región y limitada cronológicamente a un lapso de
tiempo relativamente breve» (Willey y Phillips 1958).
Los movimientos que han seguido y las influencias que han recibido estas culturas han sido objeto también de nuestra atención. La percepción de un proceso gradual de paso hacia el Solutense y más tarde
hacia el Solútreo-gravetiense nos inclina a creer en un surgimiento local de estas culturas; pero los paralelismos culturales vienen en ocasiones como ésta seguramente propiciados por un difusionismo de
ideas, ligero pero suficiente como para se;vir de detonante de un proceso evolutivo latente en la cultura anterior, como en todas las culturas, que llevan en su interior su propia negación y la semilla de su
cambio.
Puede afirmarse que el origen del Solutrense en la mitad Sur de la
península surgió de la franja mediterránea entre Gandía y Almerfa,
Pronto se propagó por toda esa zona , ya influyendo en yacimientos
que seguían una evolución propia, caso del Barranc Blanc, ya creando
nuevas estaciones o acaparando las ya existentes, caso de Les Mallae-
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INDUST RIA S LITI CAS DE L PALEOLITICO
'"
tes. Las derivaciones centrales y orientales en la peninsula corresponden a un momento fmal de expansión, que encontró terreno virgen para su desarrollo en Portugal, mientras que en el núcleo madrileño los
precedentes eran de gran tosquedad y con algunas influencias posiblemente de origen septentrional.
El momento cumbre, en el cual hemos detectado mayor número
de yacimientos es precisamente el que comprende el Solutrense Superior y el Solútreo-gravetiense o Parpallense ; sus dos fósiles directores , las puntas de aletas y pedúnculo y los elementos de escotadura,
hojas y puntas, nos delatan su presencia asociada en muchas estaciones, por lo que hay que deducir que en este estadio hubo una gran difusión de las tendencias predominantes del momento. La zona en que
se centra esta cumbre de difusión es la de la mitad Sur, con exclusión
del Centro, donde sólo se ha detectado el Solutrense Superior.
En Catalunya el contraste es notable en muchos aspectos. La evolución a partir de bases gravetienses sólo ha podido detectarse , por el
momento, en una estación ; quedamos a la espera de los óptimos resultados que pueda dar el yacimiento de L' Arbreda de SerinyA. Los re sultados respecto a la mitad Sur peninsular son dispares, pese a que
hemos podido intuir alguna conexión; pero a ésta se unen , en nuestra
opinión, una más importante comente solutrense provinente de los
núcleos originales de esta cultura en los valles del Ródano y de la cual
el Solutrense gerundense podría ser una ramificación , y una influencia pirenaica que traena alguna idea de la vertiente cántabro-aquitana de esta cultura. A todo ello habría que añadir el aire personal que
debieron imprimir aquellos hombres a estos influjos hasta hacerlos
cristalizar en útiles tan originales como las puntas solutrenses de
pedúnculo desviado .
Pero no perdamos de vista el objetivo fundamental del prehistoriador en tanto que es un historiador, un humanista; el hombre es en
verdad el motor de toda esta historia que estamos intentando sacar a
la luz y a él debemos remitirnos. Sus estructuras sociales, muy elementales por supuesto deMan tener como condicionantes principales
el clima y el medio ecológico en que se desenvolvían. Hacia un mejor
aprovechamiento de ese medio, y hacia una mejor defensa frente a los
rigores climáticos debieron encaminar sus emp.eños nuestros antepasados. La jerarquización social debía ser aún muy poco estable como
para percibir roles determinados en distintas clases sociales; los roles
específicos de cada función si debían tener una asignación relativamente fija, pero otras conclusiones más allá de éstas nos pare cen sumamente aventuradas.
Las razones de la extensión de las tendencias emanadas de la zo-
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J . M.o FULLOLA PERlCOT
na valenciana hacia el Sur es otra cuestión de interés. El paso hacia el
Norte debió ser obstaculizado por motivos de rigor climático, si bien
no es este un factor determinante. De mayor fuerza es la teona de la
«frontera» gravetiense a la altura del Ebro y de la provincia de Tarragana; hasta hoy no tenemos motivos fundados para eliminar esa idea,
pero confesamos que ha de ser nuestro propósito el dedicar a esa zona
una mayor atención, pues la clave de esa evolución o conexión con
tierras septentrionales desde el Sur o con tierras meridionales desde
el Norte está en la provincia de Tarragona.
Con dos centros motores, el de Gandia y el almeriense, durante el
Solutrense, la zona intermedia de Murcia-Almena quedaría abonada
para recibir el mayor auge durante la fase cumbre de ocupación que
ya hemos señalado, la de transición Solutrense Superior-Solútreo-gravetiense.
Quedan por determinar los limites de influencia entre las zonas
cantábrica e ibérica, dando a este último término valor peninsular en
exclusión de los territorios de influjo franco-cantábrico. En ocasiones
la mezcla será inevitable, como seria el caso del valle del Manzanares, agravado por la fuerte tradición del Paleolitico Inferior en la zona; algunos yacimientos con aire franco-cantábrico se detectan en territorio ibérico, por ejemplo en Portugal, y viceversa, con alguna fase
intermedia del Solutrense asturiano de reciente aparición.
Tras todos estos presupuestos creemos fundamental un ligero
cambio en la estructuración clásica del solutrense peninsular; hasta
ahora se ha venido dando como agrupación primordial, por estar unida a los núcleos originales franceses , la que se centra en la cornisa
cantábrica desde Asturias hasta Guipúzcoa, sobre todo por parte de
autores extranjeros. Hoy vemos que la importancia que reviste el Solutrense ibérico es igualo mayor en todos los aspectos ; tipológicamente los nuevos y originales tipos le confieren una personalidad propia;
cronológicamente la contemporaneidad parece indiscutible; territorialmen te el espacio que abarcan ambas tendencias pueden inclinarse
sin asomo de error hacia el lado ibérico.
Es por todo ello que postulamos como propio de la península el Solutrense ibérico y como una intrusión, facilitada por la similaridad
climática y ecológica con los núcleos originarios, el Solutrense cantábrico; con este «darle la vuelta» a las teonas del Solutrense hispano
creemos hacer justicia a una cultura dejada como marginal por investigadores extranjeros pero que tiene una personalidad propia tan
fuerte como cualquiera de las que aquéllos defmen en sus paIses de
origen. Si a ello hemos contribuido de alguna manera con este trabajo, nos daremos por satisfechos.
[page-n-255]
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[page-n-263]
1 N DIe E
P'9·
INTRODUCCION . . . . . . . . . . . . . . . . .. . .. . . . . . . .. . . •••.•. .
5
E STAD O DE LA CUESTION ......•...........•..........
10
METODOLOGIA .............••• . •.•• . •••••••••.......
21
YA CIMIENTOS. .....••• . •••••. • ...•.• . ••••• •• •••••••.
35
ZONA CATALANA ..........• • ••••..•••• ".............
37
Problemática gener al . . . . . • . •... • . • • • • . •. . . . .•.••• . .
37
El Reclau Vive,. ............ . ............. , . . . . • . . . .
40
El Cau de les Cog es. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
48
Otros hallazgos de la Zona Calalana . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
53
Conclusiones sobre la Zona Catalana .. . , .. ........ ..
55
ZONA VALE NCIANA .......... .... . .. . .................
58
Problemdtica general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
58
62
62
63
64
68
124
127
129
El Parpalló ..................................... , . .
Int roducción . . . . . . . . . . . . .. . . . .. . . . . . . . . . . .. . .. .
Descripción de la cueva . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Descripción d e los nivel es . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Análisis de los niveles .............. ..... ... .. ...
Arti cul ación de los niveles .......... .. ... . .. .. . ..
Obser vacion es parti culares ......................
Resumen y con cl usiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . .
[page-n-264]
Pág.
Barranc Blanc . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Descripción de la cueva. . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . .
Descripción de los niveles. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Análisis de los niveles ..... .. ....... . . ...... . .. . .
Articulación de los niveles ..... . .................
Observaciones particulares ......................
Resumen y conclusiones. . . . . . . . . . . . . . ... . . . . . . . .
Otros hallazgos de la Región Valen cia na . . . . . . . . . . . . . . .
Les Matlaetes ................. ..... . .... . .. ....
Les Maravelles . . . . . . . . . . . ... . . . . . . . . . . . . . . .. . . .
Les Rates Penaes .... ..... , .... ,............. ...
Otros hallazgos ............................ , . . . .
1 72
172
173
174
179
188
194
195
224
224
226
228
229
Conclusiones generales sobre la Zona Valenciana ..... ..
230
ZONA CENTRO -SUR . . ... . . . . .. . . . ... . .. . . . . . . . . . . . . . . .
233
Problemática general. . . . . . • • . • • . • . . • • • • • . • • • • • • • • . .
Ya cimientos .. .. , . . . . . . . . .••••.•••••.•••••. .••. .•. .
234
233
Cueva de Ambrosio ... ,., ... , ... " .. , .... .. ,....
Cueva de Salemas ........ . , .... ", . . .......... .
Tajo del Jorox .............. ,...... . . .. .......
Cueva del Serrón .. . ........ , ... ... ....... ,.....
Otros hallazgos de la Zona Centro-Sur . . . . • • • • • • • • . .
235
237
239
240
Conclusiones sobre la Zona Centro-Sur ......•• •.. .••..
247
CONCLUSIONES FINALES. .. .. . . . . . . . . . . . . . ........... .
249
BIBLIOGRAFIA ... , .... ... .. , •••• ••••••••• ••• •••• •••. .
253
2~2
[page-n-265]
[page-n-266]