Los adobes y la arquitectura de barro en la Bastida de les Alcusses (Moixent, Valencia). Una aproximación desde el análisis sedimentológico
Carlos Ferrer García
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVIII, Valencia, 2010, p. 273-300
Carlos FERRER GARCÍA (a)
Los adobes y la arquitectura del barro en la
Bastida de les Alcusses (Moixent, Valencia).
Una aproximación desde el análisis
sedimentológico1
RESUMEN: La aplicación de la sedimentología geomorfológica al estudio de elementos constructivos
de la arquitectura del barro del yacimiento ibérico de la Bastida de les Alcusses permite conocer las materias primas utilizadas, su grado de procesado y sus cualidades para la construcción. Se ha determinado
que en origen el material usado está formado por sedimentos naturales apenas alterados, ya que conserva
a grandes rasgos sus características texturales originales. Al tiempo se confirma un conocimiento de sus
cualidades para la construcción que hace que haya una selección de éstos en función de las necesidades
de los elementos constructivos en los que se utilizaron.
PALABRAS CLAVE: Valencia/Moixent, periodo ibérico, arquitectura del barro, sedimentología geomorfológica.
The Adobe and Mud Architecture in La Bastida de les Alcusses
(Moixent, Valencia). An approach from Sedimentological Analysis
ABSTRACT: We study some constructive remains of mud architecture of La Bastida de les Alcusses,
an Settlement of Iberian Period. We have applied the methodology of Geomorphological Sedimentology. We have been determined that the material used is composed of not altered natural sediments. We
confirm a knowledge of their qualities for the architecture. The builders made their selection based on
the needs of the constructive elements.
KEY WORDS: Valencia/Moixent, iberian period, mud architecture, geomorphological sedimentology.
a Museu de Prehistòria de València, Servei d’Investigació Prehistòrica. C/ Corona, 36; E-46003 València. (carlos.ferrer@dival.es)
1 Este artículo se enmarca el el proyecto HAR2008/04835 del Plan Nacional de I+D+i
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C. FERRER GARCÍA
INTRODUCCIÓN
Las técnicas constructivas aplicadas en época ibérica, que responden al modelo que llamamos de arquitectura del barro, han sido objeto de atención de muy variados trabajos de investigación. Con este artículo, además de presentar un somero resumen de éstos, pretendemos aportar una nueva perspectiva a su
análisis y nuevos datos de carácter complementario a lo ya conocido, a través de la aplicación de la metodología de las ciencias de la tierra, y más específicamente de la sedimentología, a una serie de restos constructivos recuperados en las campañas de excavación arqueológica que van de 2002 a 2008 en el yacimiento
arqueológico de la Bastida de les Alcusses (Moixent). Es, pues, en parte un ensayo metodológico de análisis que aplica técnicas y métodos desarrollado por la geografía física para resolver problemas arqueológicos.
METODOLOGÍA
La parte central del artículo lo constituye el estudio de 74 muestras de barro usado en la construcción de diversas estructuras arquitectónicas. Se ha establecido un conjunto de categorías tipológicas, en función del color, textura y morfología de visu con el apoyo de la lupa binocular, que asociamos en ocasiones
a un uso, seguro o probable de estos elementos. Se ha procedido a realizar un análisis más profundo de un
total de 31 muestras aplicando la metodología sedimentológica estandarizada en el Laboratorio de Geomorfología de la Universidad de Valencia (Fumanal, 1986), que se basa en la determinación de la distribución textural (porcentaje de tamaños de las partículas componentes), el análisis morfoscópico de la fracción
arenosa y el análisis de porcentaje de carbonatos y materia orgánica. Se trata de un método diseñado para
el estudio de formaciones sedimentarias naturales, que ha sido utilizado con éxito en contextos antrópicos
(Capel, 1986; Serna, 1993; Ferrer et al., 1993; Fumanal et al., 2006). Es útil para determinar el material
base utilizado en la elaboración de elementos constructivos y ponerlo en relación con posibles fuentes de
aprovisionamiento, así como para detectar posibles preparaciones y procesados previos a su uso. Nos permite, además, conocer si sus cualidades coinciden con las propuestas por los trabajos experimentales para
su utilización en la construcción (Bardou y Arzoumanian, 1979). La correlación de las tipologías establecidas con su origen y su posible funcionalidad ha dado lugar a un conjunto de hipótesis que quedan recogidas en el capítulo de discusión y resumidas en las consideraciones finales.
LA CONSTRUCCIÓN DE LOS POBLADOS IBÉRICOS
El material utilizado en las construcciones del periodo ibérico (ss. VI-II a.C.) es preferentemente la
tierra. Se utiliza mezclada con tejidos vegetales en adobes, revestimientos y techos (estabilización por armazón (Sánchez, 1997), y sin aditivos en suelos y enlucidos. Además es el material básico para la construcción de hornos, bancos y otras estructuras auxiliares del hábitat. Su extenso uso en ésta y otras
arquitecturas se debe a que es un material muy abundante, fácil de trabajar y buen aislante térmico, aunque
en contrapartida exige continuas labores de mantenimiento, dado que sufre un rápido deterioro (Sánchez,
1995: 145).
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Los muros de las casas, torres y murallas se construyen con zócalos de bloques de piedra toscamente
tallados, que son base del alzado de las paredes y salvaguarda contra la humedad, con alturas que varían entre
0,5 y 1 m en las viviendas y los 2 m en la muralla en el caso de la Bastida. Las paredes, que alcanzan el doble
de la altura de los zócalos, se hacen con adobe (Belarte, 2001: 31) y tal vez con tapiales, aunque esto último
no está suficientemente contrastado (Vela, 2003). El adobe tiene la ventaja sobre el tapial de que, al ser más
manejable, se puede manipular cómodamente en las construcciones de altura y es más fácil su utilización
en el relleno de los entramados. Tanto paredes como zócalos se revisten con barro y se enlucen para homogeneizar su aspecto (Díes et al., 1997: 226; Bonet et al., 2000: 433) y en ocasiones se pintan en tonos rojos,
verdes y azulados (Díes y Bonet, 1996). Las cubiertas se hacen de tierra sobre lechos de tejidos vegetales
que sostienen entramados y vigas de madera.
Los estudios llevados a cabo hasta ahora mantienen que como material base se utilizan sedimentos
que afloran en el entorno inmediato a los asentamientos y que no existe variación alguna en la tierra empleada
para los distintos elementos constructivos (Bonet et al., 2000: 433). En general no se ha observado el procesado de estos materiales, que son utilizados directamente, especialmente en la elaboración de adobes;
aunque sí se ha señalado que es frecuente el tamizado, la decantación y, como proceso más complejo, la elaboración y uso de cal y yeso, particularmente para enlucidos (Bonet y Mata, 2002: 104). En relación con ello,
cabe aquí señalar que estudios sedimentológicos de elementos estructurales de asentamientos de la edad del
Bronce (II milenio a.C.), han podido demostrar que aunque no existe transformación, sí se da un alto grado
de selección de los sedimentos naturales según el uso previsto (Capel, 1977; Serna, 1993; Rivera, 2007).
Los adobes
El adobe es el elemento característico de la arquitectura del barro ibérica (Sánchez, 1997). Su uso se
ha documentado puntualmente desde el Calcolítico (Vela, 2003), aunque para autores como Sánchez (1997:
272) no existen pruebas concluyentes de su introducción en la arquitectura –al menos en el área valenciana–
con anterioridad al Bronce Final, si bien el mismo autor cita su posible uso en el Bronce Tardío en Cabezo
Redondo (ibíd.: 180).
La técnica para su fabricación consiste en la elaboración y uso de bloques paralelepípedos rectangulares de tierra secada al sol, obtenidos a partir de sedimentos, tejidos vegetales cohesivos y/o cantos y gravas, empastados con agua y amasados, a los que se les da forma con un molde de madera.
El material utilizado para elaborar los adobes debe tener cualidades adecuadas para su uso, tales
como ser lo suficientemente plástico para poder moldearse, poseer una cohesión que no altere los cambios
de temperatura y humedad (estabilidad) y tener un peso no excesivo. Características éstas que se derivaran
fundamentalmente de los rasgos texturales del material base y de su porosidad. Así, son necesarios porcentajes de arcilla suficientes para dar plasticidad y cohesión a la masa, aunque no deben superar determinadas
proporciones, ya que esta fracción sufre variaciones volumétricas con los cambios de humedad que podrían
llegar a destruir el adobe y la pared de la que forma parte. Porcentajes de arcilla relativamente bajos, situados en torno al 18%, conceden sus cualidades cohesivas a una masa de barro. Los limos, y especialmente
las arenas, dan estabilidad al conjunto (Bardou y Arzoumanian, 1979). Según aproximaciones experimentales a esta técnica constructiva, la arena debería situarse entre el 55 y el 75% del total de la fracción fina
utilizada (Houben y Guillard, 1989). También son importantes para la estabilidad las fracciones más gruesas, gravas y cantos, por lo que si no existen en el sedimento original pueden ser añadidas a la mezcla (Sánchez, 1997: 224); aunque dado su excesivo peso suelen ser sustituidas por fibras vegetales que tienen la
misma funcionalidad y menor densidad; procedimiento que, ya se ha señalado, es el más usado en los adobes de la edad del hierro (Boissinot, 1984: 84), singularmente en tierras valencianas, donde no se documentan otras tipologías.
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La elaboración del adobe exige cierto grado de conocimiento del medio y de las capacidades de la
tierra para la construcción, y el desarrollo de un conjunto de procesos técnicos coordinados. En primer lugar
se ha de extraer la materia prima de un yacimiento de sedimento o sustrato blando. Si no reúne los rasgos
adecuados se le añadirá los elementos cohesivos necesarios y se pastará con agua realizando una mezcla homogénea, plástica y porosa que pueda ser amasada e introducida en moldes cuadrangulares o rectangulares.
Cuando el adobe alcance cierto grado de cohesión o secado se separará del molde y se dejarán secar al sol.
Una vez seco el barro podrá ser utilizado en la construcción de paramentos y otras estructuras. Para su producción es pues necesaria cierta previsión de fuerza y tiempo de trabajo y de infraestructura: un área de trabajo, secado y almacenamiento y abundante agua, por lo que se suele proponer que se elaboran cerca de
cursos de agua (Boissinot, 1984: 96; Bonet et al., 2001: 81; Bonet et al., 2002: 104).
El tiempo de secado puede variar de unos días a semanas, en función de las condiciones meteorológicas y el tamaño del adobe. A partir de datos etnográficos recogidos el siglo pasado se puede deducir que
el tiempo adecuado se situaría en torno a dos o tres semanas (Bardou y Arzoumanian, 1979). Según Vitrubio los adobes deberían hacerse en primavera o en otoño para que se fueran secando uniformemente y sin
excesiva lentitud o rapidez, es por ello que en algunos lugares durante el proceso se colocan a cubierto y/o
sobre un entramado de cañas para que la humedad del suelo no traspase (Sánchez, 1995). En la replica de
la casa 1 de la Bastida se demostró que con sólo tres días era posible la fabricación del adobe en el mes de
agosto. Su secado se completó en el lugar de almacenamiento, donde se apilaron las piezas con espacios de
separación para facilitar su aireación (Bonet et al., 2000).
En el área valenciana el tamaño de los adobes documentado se sitúa en torno a los 40x30x10 y a los
30x20x10 cm, como en el caso de el Puntal dels Llops (Bonet y Mata, 2002: 104) aunque es de esperar tamaños distintos en un mismo yacimiento para dar respuesta a diversas necesidades. En la Bastida predominan módulos próximos al primero (Bonet et al., 2001: 81), aunque en las excavaciones antiguas se constata
la existencia de adobes de 35x25x12 en el departamento 30 (Fletcher et al., 1965: 153). Fuera del ámbito
valenciano Boissinot (1984: 84) cita una gran diversidad de tipologías, a partir de estudios en la Edad del
Hierro francesa, que poseen grosores situados en torno a los 8 cm, que coinciden con los propuestos para la
Fonteta, asentamiento fenicio de Guardamar del Segura (Rouillard et al., 2007). Con frecuencia las caras mayores del adobe poseen marcas o dibujos en forma de improntas que en alguna ocasión se han interpretado
como destinadas a mejorar la traba con la matriz, algo que posteriores estudios parecen matizar, ya que
según señalan, pudieran asociarse a sistemas de control de las fases de trabajo (Bonet et al., 2001).
Los adobes una vez secos se utilizan para el alzado de los muros colocándolos en hiladas sucesivas.
Dependiendo del grosor del muro se ponen a tizón (trasversales) o, en menor medida, a soga (paralelas al
eje del muro). Se traban con una tierra plástica y húmeda que puede ser igual a la empleada en su elaboración. Su colocación en húmedo podría generar problemas en la estabilidad de la construcción, aunque en la
casa de la Bastida los cambios volumétricos y de cohesión fueron irrelevantes (Bonet et al., 2000), y en ocasiones su uso en húmedo facilitó el trabajo en determinados puntos de la construcción (vanos, esquinas,
etc).
La lista de yacimientos de Época Ibérica en los que se utiliza el adobe en muros es extensísima en la
Comunitat Valenciana, solo cabe destacar el caso excepcional de la Serreta, donde no se han documentado
(Llobregat et al., 1995). Puntualmente se ha registrado el uso adobe en pavimentos (Tossal de Sant Miquel,
el Oral y la Escuera) y en bancos (Castellet de Bernabé).
Se trata pues de una técnica muy adecuada para construir cuando se dispone de tiempo, de abundante mano de obra y de capacidad para gestionarla, en función de que los procesos de fabricación son simples pero prolongados y deben estar planificados previamente, de que exigen la participación de gran
cantidad de personas durante el pisado y moldeado, y de que aunque no es un trabajo especializado, necesita un control técnico para minimizar la variación de las dimensiones y la forma irregular de las piezas.
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Otros elementos constructivos de barro
Los suelos son de tierra apisonada, aunque en ocasiones encontramos enlosados con losas de piedra
(Bastida, Depto. 137 y 244), adobes o guijarros e incluso conchas (el Oral). En el yacimiento arqueológico
del Puntal dels Llops, donde se han estudiado con detalle, tienen unos 5 cm de espesor y son de tierra endurecida y compactada con pisón o por el tránsito, y no incluyen materia vegetal (Bonet y Pastor, 1984;
Bonet et al., 2002). Los revestimientos se componen de un enrasado o enfoscado de entre 3 y 5 cm de potencia, constituido por una masa basta con grava y paja, y un enlucido de 0,5 cm de grano fino y diversas
capas superpuestas de arcilla o posible cal diluidas en agua (ver más abajo) aplicadas con pincel o instrumento similar. En alguna ocasión aparecen capas de cenizas, ya que tienen propiedades hidrófugas favorables (Bonet et al., 2000: 109; Bonet et al., 2002: 104). Los techos eran planos y consistían en entramados
de vigas y rollizos sobre los que se disponía una densa cubierta vegetal a la que cubría una espesa capa de
barro de unos 8 cm de espesor (Díes y Bonet, 1996). En el Puntal dels Llops se documentaron pequeños fragmentos con improntas de cañas o juncos. En el Castellet de Bernabé fragmentos completos de cubierta poseen espesores de entre 15 y 25 cm, con improntas de troncos y rollizos a un lado, y superficies aplanadas
al otro (Bonet y Guérin, 1995: 20). En el Oral se citan fragmentos similares con anversos planos y reversos
con marcas de cañizos construidos con abundantes arcillas (Abad y Sala, 2001: 122). Asensio (1995) señala
para la Edad de Hierro en Aragón el uso de amasados (barro pastado con tejidos vegetales) para los techos.
La piedra y la cal
La piedra es un elemento complementario en la arquitectura del barro de época ibérica y como tal cabe
citarlo. Como el resto de materiales utilizados en los poblados proviene del entorno próximo, aunque en algunos yacimientos se ha documentado el uso selectivo de rocas procedentes de canteras muy alejadas (Guérin, 2003). En la Bastida procede del propio promontorio, pero también se ha reconocido el uso de calizas
grises micríticas que afloran en la Lloma del Serrellar, un promontorio situado a unos 1000 metros en línea
recta y a varios kilómetros si se utilizó el carro como medio de transporte (Bonet et al., 2000).
La cal es un recurso abiótico resultado de un costoso proceso de elaboración que conlleva la extracción y la trituración de la piedra caliza, y su cocción a altas temperaturas (en torno a 900º C) con abundante
leña. Trabajo que dura varios días y que exige la participación de varias personas. Su probable uso es un aspecto relevante de la arquitectura ibérica y, aunque no es parte fundamental de nuestro artículo, merece especial atención dado que ha sido detectada en algunas muestras estudiadas.
La determinación del uso de la cal en yacimientos arqueológicos anteriores a época romana es compleja, ya que los procesos de recarbonatación que afectan a la cal apagada producen calcita indistinguible
de la natural (Moorey, 1994: 330; Karkanas, 2007: 776), además de ser susceptible de confundirse con sedimentos calcáreos finos naturales (Affonso, 1996). Es conocido el caso del yacimiento neolítico de Çatalhöyük, donde fue descrito el uso de cal en pavimentos a través del microscopio electrónico de barrido
(Kingeru et al., 1988), que trabajos posteriores pusieron en cuestión aplicando la metodología del microscopio óptico petrográfico, al señalar que realmente se trataba de material calcáreo blando no combustionado (Matthews et al., 1996). Estudios más recientes llevados a cabo con este último método sobre restos
constructivos de la prehistoria griega parecen confirmar de forma definitiva su uso en el Neolítico, aunque
sólo estudios a nivel isotópico son resolutivos a la hora de discernir el origen de los materiales utilizados
(Karkanas, 2007).
En el caso de la cultura ibérica parece no haber duda del uso de la cal. Existe la convención de que
fue introducida en la arquitectura ibérica por influencia del Mediterráneo oriental (Rouillard et al., 2007:
426), tal vez en el Bronce Final. En asentamientos fenicios peninsulares como el Morro de Mezquitilla y la
Fonteta se documenta su uso. En este último formando parte de revestimientos, bancos y en forma de nóAPL XXVIII, 2010
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dulos en rellenos, suelos y en paredes de tierra (Rouillard et al., 2007: 40, 45, 66, 114 y 465). El uso de la
cal en la arquitectura en tierras valencianas en momentos anteriores no estaría suficientemente contrastado.
La cal se ha documentado en diversos asentamientos ibéricos. Se cita en la Bastida, donde formaría
parte de revestimientos y enlucidos (Bonet et al., 2000: 433), ámbitos en los que parece ser muy frecuente
(Asensio, 1996: 336). Aparece formando parte de suelos en el Puig de la Nau (Oliver, 1994: 254), de rellenos, pavimentos y traba de adobe en el Oral (Abad y Sala, 2001), de pavimentos en la Escuera (Nordström,
1967) y de pavimentos y adobes en el Puntal dels Llops (Bonet et al., 2002: 111; Bonet y Mata, 2002: 106).
En estos dos últimos yacimientos y en los Molinicos aparece acompañada de yeso2 en enlucidos y enfoscados, resultado de un proceso de calcinación del mineral similar al de la cal (Bonet y Pastor, 1984: 176;
Abad y Sala, 1993: 23; Lillo, 1993: 90).
Al respecto de las posibles fuentes de materiales para elaborar cal, uno de los trabajos antes citados
(Karkanas, 2007) presenta una aproximación experimental que resulta de interés en nuestro estudio. Demuestra que si se usa materiales calcáreos naturales poco consistentes se puede obtener cal en condiciones
menos exigentes que en el caso de la caliza. En concreto la calcinación de tobas calcáreas a 800 grados centígrados durante una hora sería suficiente para transformar en oxido cálcico un 80% del total del material
original, frente al 30% que se transformaría calcinando caliza microesparítica a la misma temperatura durante dos horas.
EL BARRO TRABAJADO EN LA BASTIDA
La Bastida de les Alcusses fue en el siglo IV a.C. una ciudad amurallada situada en las estribaciones
de la Serra Grossa, en la parte alta del Corredor de Montesa, que sólo estuvo habitada a lo largo de unas tres
o cuatro generaciones. En las excavaciones realizadas por el Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia entre 1928 y 1931 se estudió parte de la ciudad. En su interior las casas se agrupaban
en islas y estaban dispuestas a un lado y otro de una calle central. El estudio del yacimiento se reinició en
1990, desde entonces se han retomado las excavaciones en distintas zonas de la muralla, puertas y hábitat
(Bonet y Vives-Ferrándiz, 2009). Se ha podido determinar que en la muralla se abren cuatro puertas constituidas por estructuras cubiertas, y que a ella se asocian algunas torres adosadas. Se han documentado tres,
dos entre las Puertas Oeste y Sur, y otra junto a la Puerta Este. Las viviendas y almacenes son de una planta
y están compartimentados en diversos espacios o habitaciones.
En este trabajo se ha estudiado un total de 74 muestras de tierra procedentes de las campañas arqueológicas que van de 2002 a 2008, llevadas a cabo en la Puerta y la Muralla Sur, en la Puerta, Torre y Muralla Este y en el interior del recinto en el Dpto. 269 (espacio habitado próximo a la Puerta Oeste) (fig. 1,
tabla 1). Se corresponden en su mayor parte con fragmentos conservados diferencialmente entre los derrumbes por haber sido termoalterados,3 lo que les ha concedido cierto grado de estabilidad que ha impedido su disgregación natural, aunque existen diversos ejemplos de materiales que se conservaron por el alto
2 El uso del yeso tendría en la arquitectura protohistórica del litoral mediterráneo peninsular un origen similar al de la cal. Se ha descrito al menos en yacimientos del Bronce Final (González Prats, 1989). Se propuso su uso en las cubiertas del poblado de la Edad
del Bronce de Cabezo Redondo de Villena, hipótesis que fue descartada a través del análisis mineralógico (Hernández et al., 1995,
Fumanal et al., 1996).
3 Para eliminar la excesiva cohesión de las muestras y efectuar su análisis, éstas han sido tratadas repetidamente con hexametafosfato sódico diluido.
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Fig. 1. Localización de la Bastida de les Alcusses y áreas de las que proceden las muestras estudiadas.
grado de cohesión que les concede su textura, o por coincidir con derrumbes apenas afectados por procesos
postdeposicionales; es el caso de los adobes estudiados en un perfil abierto junto a la Torre Este (fig. 5).
Presentamos las muestras agrupadas en cinco conjuntos según sus rasgos morfológicos y en función
de las tipologías texturales establecidas a partir tanto del análisis de visu como de los estudios sedimentológicos.
Conjunto A
Se han establecido en esta unidad dos subgrupos diferentes. Se relacionan en función de la existencia de rasgos en alguna de sus muestras que nos indica que son fragmentos de adobes.
Grupo A1
Se trata del más extenso subconjunto (un total de 13 muestras). Hemos podido comprobar en su estudio de visu que se trata de fragmentos de color beige (8/2 10 YR), aunque también están presentes los blancos y los ocres (7/4 10 YR y 7/3 10 YR). Presentan textura arcilloarenosa y cierto grado de consolidación.
Muestran en su estructura cierta porosidad generada por el amasado, y presentan moldes de tejidos vegetales que fueron utilizados como elementos cohesivos, tallos de gran longitud y un diámetro que se sitúa por
debajo de los 3 mm que asociamos a herbáceas, posiblemente paja de cereales. En ocasiones se distingue
con claridad los adobes de la matriz que los traba. En una de las muestras está posee idéntico origen (margas arenosas) con una textura más heterogénea (37).
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Tabla 1. Listado de muestras estudiadas.
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Fig. 2. Restos de adobes que formaban parte
de un derrumbe en la Puerta Sur.
Fig. 3. Pella identificada como muestra 57
procedente de la Muralla Este.
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Proceden del derrumbe de la Puerta Sur (fig. 2) y del de la Muralla y Puerta Este (fig. 3). En cinco
muestras hemos podido establecer con seguridad que se trata de adobes, por lo que el conjunto puede ser interpretado como de tales elementos constructivos. Sólo dos de ellas (6 y 71) pudieran formar de elementos
diferentes, tales como posibles enfoscados. No se han detectado improntas ni dibujos en los fragmentos que
conservan las caras laterales completas. El grosor de estas piezas se sitúa en torno a los 8,0 cm en siete de
las muestras estudiadas (30, 36, 37, 39, 41, 53 y 72 - tabla 1 y fig. 4).
Grupo A2
Se ha establecido una agrupación de materiales diversos que tienen en común formar parte con toda
seguridad de adobes, no estar termoalterados y no conservar restos vegetales ni porosidad. Es el caso de los
que forman parte del derrumbe de la Torre Este (un total de 4 muestras) y de una pieza procedente de una
zona de hábitat anexa a la Puerta Este (35). En el primer caso se utilizan dos tipos de materiales de diferente
origen. Por un lado encontramos el uso de depósitos de carbonato cálcico de textura limosa con cantos angulosos de caliza y por otro, limos pardos procedentes de suelos pleistocenos. Los adobes muestran aquí una
disposición que señala que fueron dispuestos en tizón sobre el zócalo y que su longitud no supera los 30 cm.
También se ha podido determinar el uso de estos dos tipos de adobe sin aparente orden en su disposición en
un mismo muro (fig. 5). El otro fragmento analizado posee forma de adobe moldeado para adaptarse a una
estructura previa y está formado por sedimentos de arcilla, limo y arena de color gris oscuro con cantos subangulosos.
El análisis sedimentológico de estos conjuntos de materiales muestra que se trata de variados sedimentos naturales y que no siempre poseen las características texturales de cohesión y estabilidad supuestamente adecuadas para la construcción de adobes. Se corresponde en el grupo A1 con margas arenosas
sedimentadas por arroyadas difusas en los extremos distales de glacis (tabla 2, fig. 6). Se depositaron en el
sector de más baja pendiente situado entre la divisoria de agua que ocupa el centro del Pla de les Alcusses
y las zonas más deprimidas. La abundancia de arenas silíceas parece señalar una mezcla con depósitos de
esta textura, que es frecuente cerca de las vertientes de la Bastida. Proceden pues de un área que se extiende
entre el pie de la vertiente septentrional y el sector más llano del Pla de les Alcusses, a unos 1.500 m lineales del poblado, donde además existen evidencias de antiguos humedales hoy desaparecidas (la Casa Gran
y Els Arenals), posibles puntos de aprovisionamiento de agua.
El sedimento gris del adobe aislado del grupo A2 (35) procede de un suelo hidromorfo formado en
los humedales, al que se le han añadido cantos subangulosos de la vertiente o del piedemonte. Los limos pardos de algunas muestras de este grupo proceden de antiguos suelos pleistocenos sobre margas que hoy se
conservan formando sedimentos fluvioaluviales en el borde oriental de les Alcusses (fig. 7). Finalmente, los
limos calcáreos tienen su origen en procesos edáficos de precipitación de carbonatos a lo largo de extensos
periodos de condiciones ambientales favorables, posiblemente precuaternarios. Forman pequeñas acumulaciones en la parte media de la vertiente de umbría y rellenaban algunas cavidades que hoy aparecen vaciadas en la misma ladera y en la cumbre de la Bastida.
Desde el punto de vista de sus cualidades constructivas y texturales cabe señalar que los porcentajes
de cantos y gravas son muy variables, entre el 1 y el 20%, y coinciden con lo esperable en los sedimentos
de origen, por lo que no debe de existir aportación antrópica de fracción mineral (excepto en el caso de la
muestra 35). Los porcentajes de arcilla se sitúan entre el 22 y el 55% en sedimentos margosos, en torno al
40% en limos calcáreos, y entre el 40 y el 60% en suelos pleistocenos limosos. Paralelamente varían las proporciones de arenas que se sitúan entre el 50% en margas arenosas (en ocasiones con valores aun mayores
por la presencia de agregados resultado de la acción del fuego) y el 16% en los limos calcáreos, donde la
función cohesiva la asume precisamente la fracción limosa (tabla 2 y fig. 6). Esta distribución es significativamente distinta a los óptimos generalmente propuestos y antes citados. Ello avala la hipótesis de que apeAPL XXVIII, 2010
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Fig. 4. Fotografía de detalle de algunas de las piezas estudiadas.
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Fig. 4 (cont.)
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Fig. 5. Perfil conservado del derrumbe de la Torre Este.
La parte central está constituida por adobes.
nas existió procesado de los sedimentos utilizados como materia prima, a los que sólo se les añadió tejidos
vegetales para concederles cohesión y aligerar su peso.
El porcentaje de carbonatos varían en función del origen del sedimento, es muy elevado en los limos
calcáreos, alto en los sedimentos margosos puros, y menores cuando se han producido procesos edáficos o
ha habido una mezcla con arenas silíceas. Los porcentajes de materia orgánica de las muestras analizadas
nos informan que frecuentemente son sedimentos extraídos de niveles superficiales, aunque existen también
otros procedentes de capas subsuperficiales. Al respecto Boissinot (1984: 83 y 96), aun afirmando que para
la construcción de adobes se utiliza preferentemente sedimentos superficiales de la llanura, indica que los
horizontes con porcentajes en materia orgánica situados por encima del 5% no son adecuados, ya que su mineralización altera la estructura del conjunto; algo que no ocurre en nuestras muestras que en ninguna ocasión superan el 1%.
Aunque con los datos disponibles no se pueden determinar pautas en el uso de los adobes dentro del
poblado en función de la procedencia del sedimento utilizado, sí podemos señalar que la totalidad de los adoAPL XXVIII, 2010
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Tabla 2. Datos texturales en la fracción fina (porcentajes de arcilla, limo y arena) y en la fracción gruesa
(porcentajes de gravas y cantos), porcentajes de carbonato cálcico y de materia orgánica de las muestras
analizadas en el laboratorio.
bes estudiados recuperados en las puertas y muralla se construyeron con margas arenosas procedentes de los
sectores más llanos y próximos del Pla de les Alcusses, por lo que podremos al menos proponer su elaboración sistemática y planificada. Destaca la excepción del adobe que utiliza materiales de suelos hidromorfos y cantos, el único estudiado vinculado con una casa. En este caso parece que se construyó en el propio
promontorio en función tal vez de su necesario uso en húmedo para moldear alguna forma o vano, de ahí la
utilización de un material más arcilloso y con mayor capacidad de cohesión. También es singular el conjunto
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Fig. 6. Histogramas de distribución textural de algunas muestras estudiadas. Los tamaños aparecen en phi (en el eje de
abscisas), las cantidades en porcentaje sobre el total (en el eje de ordenadas).
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Fig. 6 (cont.)
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Fig. 7. Mapa de localización de las posibles áreas de aprovisionamiento de sedimentos como materia prima para diferentes elementos constructivos.
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de adobes documentado en la Torre Este, donde se mezclan unos realizados con materiales procedentes de
otra área del llano, más oriental, junto con otros elaborados con materiales de la vertiente y de relleno de diversas cavidades.
Al respecto, y en función de la similitud de estas covachas con minas para la extracción de vetas minerales en la prehistoria (Ferrer, 2002), se estudio su interior y no se localizó ninguna evidencia de menas
metálicas, por lo que se concluyó que pudieron ser explotadas precisamente como fuente de limos calcáreos.
Estos materiales por su color y su porcentaje de carbonatos superior o próximo al 90% pudieran ser asimilados a cal procesada antrópicamente. Ya se ha expuesto la complejidad de su identificación. Aquí se han
diferenciado de ésta a través del estudio morfoscópico, ya que presenta una importante fracción de arenas
calizas subangulosas (confirmada con el estudio de la materia prima extraída de laderas y cavidades), frente
al predominio de las arenas de cuarzo transparente y blanco, rodadas mates y angulosas brillantes, que presentan materiales que como veremos más abajo interpretamos como cal.
Conjunto B
Se agrupan aquí una serie de muestras de rasgos texturales muy unitarios (un total de 16 muestras en
Puerta Sur, Puerta Este, Ronda Puerta Este y Depto. 269), ya que están constituidas básicamente por arenas
silíceas (fig. 4 - f, g, k, i). El color es ocre (7/4 10 YR). En ocasiones presentan improntas de maderas, cañizos o de tejidos vegetales de pequeñas dimensiones. La pieza más grande (40), que en origen pudo ser un
bloque paralepídedo, posee unas dimensiones de 11,5 x 17 cm (altura y grosor). Destaca por poseer la impronta de un tronco de unos 7 cm de diámetro. Lo interpretamos como un fragmento de cubierta, asimilable a los descritos en Castellet de Bernabé, por lo que a modo de hipótesis se ha propuesto el uso de este tipo
de materiales para realizar las techumbres. Se han localizado en el derrumbe de la Puerta Sur, Muralla y
Puerta Este, y en los espacios de hábitat documentados. Espacios construidos que siempre incluirían techos,
lo que parece avalar nuestra propuesta interpretativa. En la muestra 16 se ha documentado la presencia de
improntas de tallos de cereales y otras de pequeño tamaño en una cara lisa que pudieran pertenecer a especies silvestres esclerófilas. Una de las impronta, además, pudiera corresponderse con una hoja de esparto
abierta, tal y como las encontramos en primavera, aunque no podemos asegurarlo, dadas sus semejanzas con
el aspecto de los tallos de cereal comprimidos.
Se trata de sedimentos de piedemonte y glacis sobre un sustrato de arenas silíceas que encontramos
en toda la orla que circunda esta misma vertiente y la del Corral de Sarrión. En uno de los casos se ha documentado la existencia de micelios que forman parte de paleosuelos pleistocenos, por lo que podemos localizar de manera exacta su origen al pie de la vertiente de umbría junto con algunos otros similares (8, 9,
10 y 12).
El porcentaje de arenas silíceas rodadas se sitúa en torno al 70% y superior, siendo la fracción arcillosa muy baja. Cabe destacar por su singularidad la muestra 56, constituida por arena con tan solo un 8 %
de limoarcilla. En este caso las importantes fracciones de grava (26%) y los tejidos vegetales pudieron funcionar como elementos cohesivos.
El porcentaje de materia orgánica se sitúa entre el 0,70 y el 0,38%, razonable para horizontes edáficos superficiales en suelos poco desarrollados. Los valores de carbonato varían entre el 65 y el 70% en restos de horizontes edáficos pleistocenos con acumulación de carbonatos, y son muy bajos en niveles de
eluviación de éstos en suelos rojos mediterráneos (56), como los documentados in situ al noreste de la vertiente de umbría y en el Rebollar (al noreste del asentamiento).
El conjunto estudiado posee rasgos de cohesión gracias a la presencia, aunque escasa, de arcillas
(tabla 2, fig. 4). La plasticidad es baja, pero pudiera no ser relevante para el tipo de estructuras al que se aso-
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Fig. 8. Fragmentos de barro moldeado (grupo C), muestras 24 y 29
procedentes de la Puerta Sur.
cian. Con todo, no hemos encontrado ninguna referencia en trabajos previos a que el barro de las cubiertas
poseyera porcentajes más elevados de arena que el resto de elementos constructivos.
Conjunto C
Se agrupan aquí muestras que se caracterizan por estar constituidas por barro moldeado con improntas vegetales, aunque no siempre están presentes. Predominan las formas que poseen un exterior construido a partir de margas beige y un interior de color gris resultado de combustiones reductoras, aunque
también encontramos piezas construidas con materiales procedentes de suelos hidromorfos (33, 74 y 54
entre otros). En su totalidad (6 muestras) proceden del derrumbe de la Puerta Sur (fig. 8).
Respecto a los resultados del análisis sedimentológico cabe señalar que poseen distribuciones bastante francas, con porcentajes de arcillas relevantes, superando el 45% del total. Aunque apenas se diferencian de algunos adobes si no fuera porque no poseen fracción gruesa. Proceden de arroyadas difusas y suelos
con hidromorfía. En este caso parece que las exigencias de plasticidad son mayores que las de estabilidad,
dado que se trata de barro moldeado que pudiera formar parte de elementos decorativos. Con todo, el riesgo
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de cambios de volumen no es elevado, la presencia de limos y arenas, así como los relativamente altos porcentajes de materia orgánica (en torno al 1%), favorece la estabilidad de los agregados naturales sin alterar
la plasticidad de la masa (tabla 2).
Conjunto D
Se trata de muestras constituidas por dos capas bien diferenciadas, una superficial con lechadas de
fracción fina arcillosa y una interna formada por materiales diversos. Obviamente han sido interpretadas
como enlucidos y enfoscados. La parte externa está constituida por una cara lisa de fracciones finas en la
que es muy posible el uso de arcillas decantadas en los acabados y sucesivas lechadas pintadas de lo que interpretamos como cal. Hasta tres capas se han identificado en la muestra 25 (fig. 4). La más superficial presenta una pátina de color grisáceo posiblemente resultado de la acción del fuego. La parte interna posee
texturas variadas, aunque predominan los sedimentos naturales poco arcillosos, básicamente margas arenosas procedentes de arroyadas difusas a las que se añadieron tejidos vegetales. Frecuentemente presentan
agregados blanquecinos resistentes de carbonato cálcico que de nuevo interpretamos como cal.
Se han incluido aquí también aquellos fragmentos sin forma ni cara externa o lisa que incluyen cal,
que junto con los anteriores suman un total de 15 muestras de Puerta Sur, Puerta Este y Ronda Puerta Este.
Esta ha sido reconocida entre otras, en la muestra 26, en la que aparece en forma de un agregado que no posee
fracción caliza y sí cuarzos, en ocasiones alterados térmicamente. Como ya se indicó este es el método utilizado para discernir la cal antrópica de los depósitos de carbonato cálcico. Resulta relevante señalar que en
este caso se aprecia un molde de un tallo vegetal cilíndrico de junco (fig. 4 - i).
Conjunto E
Finalmente se ha identificado un grupo de muestras con estructura y geometría laminar y predominio de las fracciones finas, sin cantos ni improntas vegetales. Se han descrito como piezas aplanadas de escaso grosor (en torno a los 2 cm) y una o dos caras lisas, que formarían parte de la superficie de posibles
estructuras de barro. En su estudio hemos podido distinguir dos claras tipologías. Por un lado se corresponden con limoarcillas de color ocre (E1), un total de 8 muestras de Ronda Puerta Sur y Ronda Puerta
Este, y por otro son margas arenosas, 5 muestras de Muralla Sur, Ronda Sur, Puerta Este y Ronda Puerta
Este, que pueden aparecer termoalteradas (E2). La funcionalidad de estas últimas se pudo determinar en la
campaña de excavaciones de 2007 en la que aparecieron in situ en el contexto de pequeños hornos u hogares (18). Por otro lado alguna de las piezas de barro ocre posee bordes que parecen formar parte de un banco
por lo que el subconjunto se pudiera asociar en parte a este tipo de estructuras.
El estudio del grupo E1 en la lupa binocular muestra la presencia de una masa heterométrica muy
compactada sin poros ni evidencias de aportes vegetales, sobre la que aparece una fina capa de ceniza. La
distribución textural y los porcentajes de materia orgánica y carbonato cálcico nos sitúan ante lo que fue en
origen un horizonte edáfico subsuperficial de suelo poco evolucionado construido a partir de regolita (terra
rossa), en el que destaca el relativamente bajo porcentaje de arcillas (30%) y la abundancia de arenas homométricas de cuarzo brillante y caliza sin alterar (45%). El grado de clasificación de las arenas pudiera indicar que ha habido granoselección, es decir, tamizaje. El conjunto E2 no ha podido ser estudiado desde el
punto de vista textural por la cohesión alcanzada como resultado de la termoalteración, aunque ésta presenta
rasgos que parecen indicar que no se ha alcanzado temperaturas muy elevadas.
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La alteración térmica
Ya se ha señalado que la mayor parte de las piezas estudiadas han sufrido cambios en su estructura
por la acción del fuego, lo que ha permitido su conservación diferencial. Efectivamente, tienen una elevada
o ligera alteración un 79% de las muestras. Proceden de todos los ámbitos estudiados, menos del perfil estratigráfico asociado a la Torre Este. Sólo el 21% restante de las muestras, procedentes de las Puertas Este
y del citado perfil, parece estar libre de la acción del fuego. La termoalteración se expresa en la mayoría de
las muestras en una ligera movilización de carbonatos y aumento de la cohesión de las arcillas, sin apenas
cambios cromáticos importantes como resultado de procesos de oxidación, aunque sí se documentan procesos de combustión reductora. La falta de procesos de oxidación nos sirve para proponer que las temperaturas que les afectaron no debieron ser muy altas. Según lo propuesto por March (1995) a partir de estudios
experimentales, ésta se inicia a partir de los 290º C en los sedimentos, algo que en principio consideramos
compatible con la movilización del carbonato identificado. Sólo algunas piezas poseen cristales de calcita
ahumados y cambios en la coloración que sugiere, y en relación con estudios llevados a cabo sobre calizas,
que se alcanzaron temperaturas superiores a los 500º C (Soler, 2003).
Aunque no se ha descrito un nivel general de incendio para el poblado y a pesar de que en incendios
forestales fortuitos se podrían alcanzar temperaturas medias en torno a los 230º C, y máximas superiores a
los 900º C (Zárate, 2004), que entrarían dentro de las condiciones esperables en las evidencias observadas,
parece segura la existencia de incendios en el contexto del hábitat, dadas las características de algunas muestras que indican que el fuego afectó a estructuras todavía en pie en las puertas Sur y Este (a las que se podrían asociar las muestras de la Muralla Sur y de la Ronda de la Puerta Este) y en el Dpto. 269.
La piedra
A pesar de no ser este material objeto del presente artículo no queremos dejar de hacer un breve comentario sobre lo observado de visu al respecto del uso de la piedra en la Bastida. Como ya se había publicado, la roca utilizada en los zócalos es el propio sustrato de la cumbre promontorio, una dolomía gris oscura
(IGME, 1976) que posee una textura gruesa, sacaroidea, con tendencia a la disgregación granular y con
abundantes ejes de fracturación que hacen difícil su tallado. Se ha observado el uso de calizas grises arenosas y calizas grises micríticas mucho más resistentes y de más fácil tallado, en determinados puntos, singularmente en partes de las construcciones que exigen mejores acabados y mayor resistencia (fig. 9). Las
calizas arenosas afloran en la Lloma del Serrellar y en el extremo nororiental de la vertiente de umbría de
la Bastida. La caliza micrítica sólo la hemos documentado en la Lloma del Serrellar. Ambos tipos de roca
han sido tradicionalmente utilizados para elaborar cal y a sus afloramientos se asocian a varias caleras, aunque para época ibérica, y como veremos más adelante, no proponemos que se usara para tal fin, ya que pudieran haberse utilizado limos calcáreos que afloran en el entorno y que exigirían menos energía calorífica.
DISCUSIÓN E INTERPRETACIÓN DE LOS RESULTADOS
Los restos estudiados, de adobes, cubiertas, revestimientos de paredes y otros elementos arquitectónicos, muestran el uso de materia prima natural poco o nada procesada. En su preparación no se requerirían
grandes conocimientos técnicos. Se elaboran con sedimentos naturales inalterados, pero con rasgos texturales distintos, en función, pensamos, de la mejor adaptación de sus cualidades a las necesidades de las estructuras en cuanto a plasticidad, cohesión y estabilidad. Predominan las margas arenosas que afloran en el
Pla de les Alcusses para construir adobes, las arenas silíceas que afloran en los piedemonte de la Bastida para
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Fig. 9. Distintas tipologías de rocas utilizadas en la construcción de zócalos
en la Bastida de les Alcusses. Torre junto a la Puerta Oeste.
las posibles cubiertas, y los sedimentos arcillosos del fondo del Pla, en ocasiones suelos hidromorfos, para
las estructuras de barro moldeado. Singularmente los rasgos texturales de los adobes muestran porcentajes
relativamente bajos de arenas respecto a los esperables, dato que viene a confirmar el nulo procesado del material base. En contraposición, algunas estructuras que parecen pavimentos, hogares y revestimientos de
barro de construcciones, poseen una textura muy selectiva, que parece indicar la existencia de un procesado
en forma de granoselección a través de la decantación y / o el tamizado.
Los adobes, elementos fundamentales en la arquitectura de la Bastida, se construyen básicamente en
el llano. La materia prima se extrae de minas superficiales de margas arenosas que afloran en el límite septentrional de la parte más baja del Pla, que encontramos a los pies de la Bastida, muy cerca de los afloramientos
de agua acuífera que conformaban los humedales hoy relictos, y que sería utilizada para amasar el barro junto
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con la paja de cereal que se obtendría también del entorno más inmediato. Ello nos permite ubicar con cierta
seguridad los puntos de preparación y almacenamiento en una pequeña área situada a poca distancia del poblado, entre 800 y 1200 m en línea recta y entre 2000 y 2500 m siguiendo los caminos carreteros propuestos
en trabajos previos (fig. 7). Los adobes, una vez secos y por tanto más ligeros, debieron ser transportados hasta
el promontorio, donde fueron utilizados en la construcción de la Muralla y las Puertas Sur y Este.
Existen con todo, algunos casos singulares de adobes que incluyen materiales procedentes del llano
junto con otros de las vertientes, que debieron de ser pastados en el propio promontorio. Este es el caso del
adobe hecho con sedimentos edafizados del Pla y cantos del pie de la vertiente (35), el único que identificamos como perteneciente a una estructura de hábitat, y el único que aparece moldeado en parte, por lo que
entendemos que debió ser construido junto al lugar donde iba ser utilizado en húmedo, con materiales con
buenas condiciones de plasticidad.
Otro caso singular es el del conjunto de adobes documentados en el derrumbe de la Torre Este, elaborados con materiales distintos al resto (margas edafizadas y limos calcáreos). En esta ocasión, aun formando parte la torre del sistema defensivo, el cambio bien pudiera deberse a que se trata de una estructura
independiente; como parece indicar el hecho de que, como todo el conjunto de torres del recinto, no se traba
con la muralla sino que se adosa a ella. Aquí, el uso de suelos sobre margas, que se forman en el llano a relativamente mayor distancia que las margas arenosas es para nosotros una incógnita. Pudiera estar en relación con la dificultad de acceder por parte de su constructor a determinadas fuentes de materia prima, aunque
dado que se trata de una torre parece ciertamente una hipótesis poco probable. Por otro lado, la disponibilidad y utilización de limos calcáreos de ladera extraídos según proponemos de las cavidades de la vertiente
(fig. 10) pudiera estar en relación con otros posibles usos, tales como actuar de fundente en procesos de
transformado de metales o la elaboración de cal a pequeña escala y a baja temperatura, en relación con la
mayor susceptibilidad de transformarse en óxido de calcio de estos materiales. Según esta hipótesis su utilización como materia prima en los adobes pudiera haber sido circunstancial.
Las cubiertas parecen estar construidas con arenas del piedemonte mezcladas al menos en parte con
elementos vegetales. Rasgo este último también descrito para Aragón (Asensio, 1995). El hecho de que las
muestras que así han sido interpretadas procedan de zonas de hábitat y de las Puertas Sur y Este, todas ellas
con techumbres, apoya esta hipótesis. Tal vez en este caso el criterio principal para el uso de arenas sin
mezcla sea que se trata de sedimentos muy abundantes y próximos, ya que afloran a media vertiente en la
ladera septentrional, dada la gran cantidad de material necesario y la condición obvia de trabajarlo directamente en el promontorio. De ahí tal vez, la presencia de improntas de vegetación natural de medio forestal.
Con todo, esta hipótesis debe ser contrastada con el análisis y caracterización de un mayor número de muestras, ya que estudios previos parecen señalar el predominio de arcillas en este tipo de estructuras (Abad y
Sala, 2001: 122).
El barro moldeado se elabora con limoarcillas en ocasiones ricas en materia orgánica, horizontes de
suelos posiblemente hidromorfos. Lo que se pretende lograr con estos materiales es una mayor plasticidad.
Estas muestras, concentradas en la puerta Sur, pudieran estar en relación con elementos decorativos singulares de ésta. Para la construcción de hogares y bancos no descartamos un posible procesado en forma de
granoselección a través de la decantación o el tamizado.
Los enfoscados son de texturas y origen variados, y se asocian a enlucidos. Se documentan como el
conjunto B descrito como de techos en las zonas de las Puertas y las zonas de hábitat. Vimos más arriba que
la determinación del uso de la cal es un tema complejo, pero parece segura su presencia en estos elementos
estructurales. En este estudio creemos haber distinguido la cal antrópica de los sedimentos calcáreos pulverulentos que documentamos en el interior de cavidades y formando parte de suelos naturales muy antiguos en la vertiente septentrional, que fueron utilizados sin alterar en adobes.
Es segura la existencia de fuegos que afectan a las estructuras de hábitat y defensa cuando estas esAPL XXVIII, 2010
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Fig. 10. Limos de carbonato cálcico formando parte de un depósito
de vertiente en la ladera septentrional de la Bastida.
taban aún en pie. Incendios que por otro han sido ampliamente documentados (Bonet y Vives-Ferrándiz,
2009: 303). Destaca el hecho de que los restos conservados con evidencias de termoalteración, aunque ampliamente distribuidos en el área excavada, no son los predominantes. No existe un nivel o fase de incendio
general como el observado en otros asentamientos de la época como el Castellet de Bernabé (Guérin, 2003).
CONSIDERACIONES FINALES
A pesar de la parcialidad del estudio podemos proponer que el método aplicado resulta de interés, ya
que nos ha permitido determinar que en la arquitectura del barro de la Bastida se utilizaron materiales sediAPL XXVIII, 2010
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mentarios naturales y que éstos fueron seleccionados en función de sus características físicas y su adaptación a los rasgos de plasticidad, estabilidad y cohesión necesarios según los elementos constructivos de los
que iban a formar parte.
La selección de distintos tipos de sedimentos en función de su uso no exige grandes nociones técnicas, ya que respondería a un conjunto de conocimientos consuetudinarios que formarían parte de la tradición. Lo mismo podemos decir de las técnicas algo más complejas que exigen la selección de texturas para
construir estructuras con finas capas de barro resistente, ya sean pavimentos, poyetes u hogares, mucho más
sencillas que en, por ejemplo, los procesos de fabricación de cerámica. La construcción de los espacios domésticos no debió exigir más trabajo que el de la unidad familiar extensa. Ahora bien, la construcción de la
muralla y las puertas del poblado, dada la homogeneidad en los rasgos de los adobes utilizados, debieron
exigir un trabajo planificado, dirigido y de carácter comunitario. Fue necesario elaborar gran cantidad de adobes para estas obras, aprovechando un periodo de baja actividad en el ciclo agropecuario, en una estación
no muy seca, tal vez, como se ha propuesto, en la primavera. La construcción de la muralla exige además y
por otro lado, capacidad técnica, personas con conocimientos y habilidades para su construcción. Así pues,
la iniciativa exige cierto grado de complejidad organizativa y social. La existencia de grupos de rango que
ejercen el poder y la autoridad sobre la comunidad, bien documentada en estas sociedades, es coherente con
este modelo en el que estos grupos realizarían el encargo de la construcción del recinto a especialistas.
Los adobes documentados se construyen todos con tejidos vegetales como material cohesivo, en coherencia con lo publicado hasta ahora en tierras valencianas. No podemos aportar información relevante
sobre los módulos predominantes en su construcción, aunque destaca el hecho de que en todos los casos observados por nosotros su grosor se sitúe en torno a 8 cm.
Las evidencias de termoalteración en la mayoría de las muestras estudiadas confirma la existencia de
fuego afectando a las estructuras construidas. Éste no parece corresponderse con un único incendio general, pero dada su distribución a lo largo de todo el recinto, y especialmente en relación con las puertas, pudiera estar en relación con los sucesos previos al abandono forzado del poblado.
En nuestra opinión la preparación y utilización de la cal en pequeñas cantidades está confirmada en
este yacimiento. Aparece en enfoscados y enlucidos, pero no parece tener un uso relevante en otros elementos constructivos que exigen grandes volúmenes de material, como pavimentos y morteros. Su presencia en la arquitectura sería pues decorativa y en cierto modo testimonial. A partir de esta hipótesis de uso
limitado, es posible proponer su elaboración a pequeña escala a partir de materias primas singulares, como
los limos calcáreos de las vertientes y en relación con otros usos, como por ejemplo el metalúrgico.
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVIII, Valencia, 2010, p. 273-300
Carlos FERRER GARCÍA (a)
Los adobes y la arquitectura del barro en la
Bastida de les Alcusses (Moixent, Valencia).
Una aproximación desde el análisis
sedimentológico1
RESUMEN: La aplicación de la sedimentología geomorfológica al estudio de elementos constructivos
de la arquitectura del barro del yacimiento ibérico de la Bastida de les Alcusses permite conocer las materias primas utilizadas, su grado de procesado y sus cualidades para la construcción. Se ha determinado
que en origen el material usado está formado por sedimentos naturales apenas alterados, ya que conserva
a grandes rasgos sus características texturales originales. Al tiempo se confirma un conocimiento de sus
cualidades para la construcción que hace que haya una selección de éstos en función de las necesidades
de los elementos constructivos en los que se utilizaron.
PALABRAS CLAVE: Valencia/Moixent, periodo ibérico, arquitectura del barro, sedimentología geomorfológica.
The Adobe and Mud Architecture in La Bastida de les Alcusses
(Moixent, Valencia). An approach from Sedimentological Analysis
ABSTRACT: We study some constructive remains of mud architecture of La Bastida de les Alcusses,
an Settlement of Iberian Period. We have applied the methodology of Geomorphological Sedimentology. We have been determined that the material used is composed of not altered natural sediments. We
confirm a knowledge of their qualities for the architecture. The builders made their selection based on
the needs of the constructive elements.
KEY WORDS: Valencia/Moixent, iberian period, mud architecture, geomorphological sedimentology.
a Museu de Prehistòria de València, Servei d’Investigació Prehistòrica. C/ Corona, 36; E-46003 València. (carlos.ferrer@dival.es)
1 Este artículo se enmarca el el proyecto HAR2008/04835 del Plan Nacional de I+D+i
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C. FERRER GARCÍA
INTRODUCCIÓN
Las técnicas constructivas aplicadas en época ibérica, que responden al modelo que llamamos de arquitectura del barro, han sido objeto de atención de muy variados trabajos de investigación. Con este artículo, además de presentar un somero resumen de éstos, pretendemos aportar una nueva perspectiva a su
análisis y nuevos datos de carácter complementario a lo ya conocido, a través de la aplicación de la metodología de las ciencias de la tierra, y más específicamente de la sedimentología, a una serie de restos constructivos recuperados en las campañas de excavación arqueológica que van de 2002 a 2008 en el yacimiento
arqueológico de la Bastida de les Alcusses (Moixent). Es, pues, en parte un ensayo metodológico de análisis que aplica técnicas y métodos desarrollado por la geografía física para resolver problemas arqueológicos.
METODOLOGÍA
La parte central del artículo lo constituye el estudio de 74 muestras de barro usado en la construcción de diversas estructuras arquitectónicas. Se ha establecido un conjunto de categorías tipológicas, en función del color, textura y morfología de visu con el apoyo de la lupa binocular, que asociamos en ocasiones
a un uso, seguro o probable de estos elementos. Se ha procedido a realizar un análisis más profundo de un
total de 31 muestras aplicando la metodología sedimentológica estandarizada en el Laboratorio de Geomorfología de la Universidad de Valencia (Fumanal, 1986), que se basa en la determinación de la distribución textural (porcentaje de tamaños de las partículas componentes), el análisis morfoscópico de la fracción
arenosa y el análisis de porcentaje de carbonatos y materia orgánica. Se trata de un método diseñado para
el estudio de formaciones sedimentarias naturales, que ha sido utilizado con éxito en contextos antrópicos
(Capel, 1986; Serna, 1993; Ferrer et al., 1993; Fumanal et al., 2006). Es útil para determinar el material
base utilizado en la elaboración de elementos constructivos y ponerlo en relación con posibles fuentes de
aprovisionamiento, así como para detectar posibles preparaciones y procesados previos a su uso. Nos permite, además, conocer si sus cualidades coinciden con las propuestas por los trabajos experimentales para
su utilización en la construcción (Bardou y Arzoumanian, 1979). La correlación de las tipologías establecidas con su origen y su posible funcionalidad ha dado lugar a un conjunto de hipótesis que quedan recogidas en el capítulo de discusión y resumidas en las consideraciones finales.
LA CONSTRUCCIÓN DE LOS POBLADOS IBÉRICOS
El material utilizado en las construcciones del periodo ibérico (ss. VI-II a.C.) es preferentemente la
tierra. Se utiliza mezclada con tejidos vegetales en adobes, revestimientos y techos (estabilización por armazón (Sánchez, 1997), y sin aditivos en suelos y enlucidos. Además es el material básico para la construcción de hornos, bancos y otras estructuras auxiliares del hábitat. Su extenso uso en ésta y otras
arquitecturas se debe a que es un material muy abundante, fácil de trabajar y buen aislante térmico, aunque
en contrapartida exige continuas labores de mantenimiento, dado que sufre un rápido deterioro (Sánchez,
1995: 145).
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LOS ADOBES Y LA ARQUITECTURA DEL BARRO EN LA BASTIDA DE LES ALCUSSES
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Los muros de las casas, torres y murallas se construyen con zócalos de bloques de piedra toscamente
tallados, que son base del alzado de las paredes y salvaguarda contra la humedad, con alturas que varían entre
0,5 y 1 m en las viviendas y los 2 m en la muralla en el caso de la Bastida. Las paredes, que alcanzan el doble
de la altura de los zócalos, se hacen con adobe (Belarte, 2001: 31) y tal vez con tapiales, aunque esto último
no está suficientemente contrastado (Vela, 2003). El adobe tiene la ventaja sobre el tapial de que, al ser más
manejable, se puede manipular cómodamente en las construcciones de altura y es más fácil su utilización
en el relleno de los entramados. Tanto paredes como zócalos se revisten con barro y se enlucen para homogeneizar su aspecto (Díes et al., 1997: 226; Bonet et al., 2000: 433) y en ocasiones se pintan en tonos rojos,
verdes y azulados (Díes y Bonet, 1996). Las cubiertas se hacen de tierra sobre lechos de tejidos vegetales
que sostienen entramados y vigas de madera.
Los estudios llevados a cabo hasta ahora mantienen que como material base se utilizan sedimentos
que afloran en el entorno inmediato a los asentamientos y que no existe variación alguna en la tierra empleada
para los distintos elementos constructivos (Bonet et al., 2000: 433). En general no se ha observado el procesado de estos materiales, que son utilizados directamente, especialmente en la elaboración de adobes;
aunque sí se ha señalado que es frecuente el tamizado, la decantación y, como proceso más complejo, la elaboración y uso de cal y yeso, particularmente para enlucidos (Bonet y Mata, 2002: 104). En relación con ello,
cabe aquí señalar que estudios sedimentológicos de elementos estructurales de asentamientos de la edad del
Bronce (II milenio a.C.), han podido demostrar que aunque no existe transformación, sí se da un alto grado
de selección de los sedimentos naturales según el uso previsto (Capel, 1977; Serna, 1993; Rivera, 2007).
Los adobes
El adobe es el elemento característico de la arquitectura del barro ibérica (Sánchez, 1997). Su uso se
ha documentado puntualmente desde el Calcolítico (Vela, 2003), aunque para autores como Sánchez (1997:
272) no existen pruebas concluyentes de su introducción en la arquitectura –al menos en el área valenciana–
con anterioridad al Bronce Final, si bien el mismo autor cita su posible uso en el Bronce Tardío en Cabezo
Redondo (ibíd.: 180).
La técnica para su fabricación consiste en la elaboración y uso de bloques paralelepípedos rectangulares de tierra secada al sol, obtenidos a partir de sedimentos, tejidos vegetales cohesivos y/o cantos y gravas, empastados con agua y amasados, a los que se les da forma con un molde de madera.
El material utilizado para elaborar los adobes debe tener cualidades adecuadas para su uso, tales
como ser lo suficientemente plástico para poder moldearse, poseer una cohesión que no altere los cambios
de temperatura y humedad (estabilidad) y tener un peso no excesivo. Características éstas que se derivaran
fundamentalmente de los rasgos texturales del material base y de su porosidad. Así, son necesarios porcentajes de arcilla suficientes para dar plasticidad y cohesión a la masa, aunque no deben superar determinadas
proporciones, ya que esta fracción sufre variaciones volumétricas con los cambios de humedad que podrían
llegar a destruir el adobe y la pared de la que forma parte. Porcentajes de arcilla relativamente bajos, situados en torno al 18%, conceden sus cualidades cohesivas a una masa de barro. Los limos, y especialmente
las arenas, dan estabilidad al conjunto (Bardou y Arzoumanian, 1979). Según aproximaciones experimentales a esta técnica constructiva, la arena debería situarse entre el 55 y el 75% del total de la fracción fina
utilizada (Houben y Guillard, 1989). También son importantes para la estabilidad las fracciones más gruesas, gravas y cantos, por lo que si no existen en el sedimento original pueden ser añadidas a la mezcla (Sánchez, 1997: 224); aunque dado su excesivo peso suelen ser sustituidas por fibras vegetales que tienen la
misma funcionalidad y menor densidad; procedimiento que, ya se ha señalado, es el más usado en los adobes de la edad del hierro (Boissinot, 1984: 84), singularmente en tierras valencianas, donde no se documentan otras tipologías.
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C. FERRER GARCÍA
La elaboración del adobe exige cierto grado de conocimiento del medio y de las capacidades de la
tierra para la construcción, y el desarrollo de un conjunto de procesos técnicos coordinados. En primer lugar
se ha de extraer la materia prima de un yacimiento de sedimento o sustrato blando. Si no reúne los rasgos
adecuados se le añadirá los elementos cohesivos necesarios y se pastará con agua realizando una mezcla homogénea, plástica y porosa que pueda ser amasada e introducida en moldes cuadrangulares o rectangulares.
Cuando el adobe alcance cierto grado de cohesión o secado se separará del molde y se dejarán secar al sol.
Una vez seco el barro podrá ser utilizado en la construcción de paramentos y otras estructuras. Para su producción es pues necesaria cierta previsión de fuerza y tiempo de trabajo y de infraestructura: un área de trabajo, secado y almacenamiento y abundante agua, por lo que se suele proponer que se elaboran cerca de
cursos de agua (Boissinot, 1984: 96; Bonet et al., 2001: 81; Bonet et al., 2002: 104).
El tiempo de secado puede variar de unos días a semanas, en función de las condiciones meteorológicas y el tamaño del adobe. A partir de datos etnográficos recogidos el siglo pasado se puede deducir que
el tiempo adecuado se situaría en torno a dos o tres semanas (Bardou y Arzoumanian, 1979). Según Vitrubio los adobes deberían hacerse en primavera o en otoño para que se fueran secando uniformemente y sin
excesiva lentitud o rapidez, es por ello que en algunos lugares durante el proceso se colocan a cubierto y/o
sobre un entramado de cañas para que la humedad del suelo no traspase (Sánchez, 1995). En la replica de
la casa 1 de la Bastida se demostró que con sólo tres días era posible la fabricación del adobe en el mes de
agosto. Su secado se completó en el lugar de almacenamiento, donde se apilaron las piezas con espacios de
separación para facilitar su aireación (Bonet et al., 2000).
En el área valenciana el tamaño de los adobes documentado se sitúa en torno a los 40x30x10 y a los
30x20x10 cm, como en el caso de el Puntal dels Llops (Bonet y Mata, 2002: 104) aunque es de esperar tamaños distintos en un mismo yacimiento para dar respuesta a diversas necesidades. En la Bastida predominan módulos próximos al primero (Bonet et al., 2001: 81), aunque en las excavaciones antiguas se constata
la existencia de adobes de 35x25x12 en el departamento 30 (Fletcher et al., 1965: 153). Fuera del ámbito
valenciano Boissinot (1984: 84) cita una gran diversidad de tipologías, a partir de estudios en la Edad del
Hierro francesa, que poseen grosores situados en torno a los 8 cm, que coinciden con los propuestos para la
Fonteta, asentamiento fenicio de Guardamar del Segura (Rouillard et al., 2007). Con frecuencia las caras mayores del adobe poseen marcas o dibujos en forma de improntas que en alguna ocasión se han interpretado
como destinadas a mejorar la traba con la matriz, algo que posteriores estudios parecen matizar, ya que
según señalan, pudieran asociarse a sistemas de control de las fases de trabajo (Bonet et al., 2001).
Los adobes una vez secos se utilizan para el alzado de los muros colocándolos en hiladas sucesivas.
Dependiendo del grosor del muro se ponen a tizón (trasversales) o, en menor medida, a soga (paralelas al
eje del muro). Se traban con una tierra plástica y húmeda que puede ser igual a la empleada en su elaboración. Su colocación en húmedo podría generar problemas en la estabilidad de la construcción, aunque en la
casa de la Bastida los cambios volumétricos y de cohesión fueron irrelevantes (Bonet et al., 2000), y en ocasiones su uso en húmedo facilitó el trabajo en determinados puntos de la construcción (vanos, esquinas,
etc).
La lista de yacimientos de Época Ibérica en los que se utiliza el adobe en muros es extensísima en la
Comunitat Valenciana, solo cabe destacar el caso excepcional de la Serreta, donde no se han documentado
(Llobregat et al., 1995). Puntualmente se ha registrado el uso adobe en pavimentos (Tossal de Sant Miquel,
el Oral y la Escuera) y en bancos (Castellet de Bernabé).
Se trata pues de una técnica muy adecuada para construir cuando se dispone de tiempo, de abundante mano de obra y de capacidad para gestionarla, en función de que los procesos de fabricación son simples pero prolongados y deben estar planificados previamente, de que exigen la participación de gran
cantidad de personas durante el pisado y moldeado, y de que aunque no es un trabajo especializado, necesita un control técnico para minimizar la variación de las dimensiones y la forma irregular de las piezas.
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Otros elementos constructivos de barro
Los suelos son de tierra apisonada, aunque en ocasiones encontramos enlosados con losas de piedra
(Bastida, Depto. 137 y 244), adobes o guijarros e incluso conchas (el Oral). En el yacimiento arqueológico
del Puntal dels Llops, donde se han estudiado con detalle, tienen unos 5 cm de espesor y son de tierra endurecida y compactada con pisón o por el tránsito, y no incluyen materia vegetal (Bonet y Pastor, 1984;
Bonet et al., 2002). Los revestimientos se componen de un enrasado o enfoscado de entre 3 y 5 cm de potencia, constituido por una masa basta con grava y paja, y un enlucido de 0,5 cm de grano fino y diversas
capas superpuestas de arcilla o posible cal diluidas en agua (ver más abajo) aplicadas con pincel o instrumento similar. En alguna ocasión aparecen capas de cenizas, ya que tienen propiedades hidrófugas favorables (Bonet et al., 2000: 109; Bonet et al., 2002: 104). Los techos eran planos y consistían en entramados
de vigas y rollizos sobre los que se disponía una densa cubierta vegetal a la que cubría una espesa capa de
barro de unos 8 cm de espesor (Díes y Bonet, 1996). En el Puntal dels Llops se documentaron pequeños fragmentos con improntas de cañas o juncos. En el Castellet de Bernabé fragmentos completos de cubierta poseen espesores de entre 15 y 25 cm, con improntas de troncos y rollizos a un lado, y superficies aplanadas
al otro (Bonet y Guérin, 1995: 20). En el Oral se citan fragmentos similares con anversos planos y reversos
con marcas de cañizos construidos con abundantes arcillas (Abad y Sala, 2001: 122). Asensio (1995) señala
para la Edad de Hierro en Aragón el uso de amasados (barro pastado con tejidos vegetales) para los techos.
La piedra y la cal
La piedra es un elemento complementario en la arquitectura del barro de época ibérica y como tal cabe
citarlo. Como el resto de materiales utilizados en los poblados proviene del entorno próximo, aunque en algunos yacimientos se ha documentado el uso selectivo de rocas procedentes de canteras muy alejadas (Guérin, 2003). En la Bastida procede del propio promontorio, pero también se ha reconocido el uso de calizas
grises micríticas que afloran en la Lloma del Serrellar, un promontorio situado a unos 1000 metros en línea
recta y a varios kilómetros si se utilizó el carro como medio de transporte (Bonet et al., 2000).
La cal es un recurso abiótico resultado de un costoso proceso de elaboración que conlleva la extracción y la trituración de la piedra caliza, y su cocción a altas temperaturas (en torno a 900º C) con abundante
leña. Trabajo que dura varios días y que exige la participación de varias personas. Su probable uso es un aspecto relevante de la arquitectura ibérica y, aunque no es parte fundamental de nuestro artículo, merece especial atención dado que ha sido detectada en algunas muestras estudiadas.
La determinación del uso de la cal en yacimientos arqueológicos anteriores a época romana es compleja, ya que los procesos de recarbonatación que afectan a la cal apagada producen calcita indistinguible
de la natural (Moorey, 1994: 330; Karkanas, 2007: 776), además de ser susceptible de confundirse con sedimentos calcáreos finos naturales (Affonso, 1996). Es conocido el caso del yacimiento neolítico de Çatalhöyük, donde fue descrito el uso de cal en pavimentos a través del microscopio electrónico de barrido
(Kingeru et al., 1988), que trabajos posteriores pusieron en cuestión aplicando la metodología del microscopio óptico petrográfico, al señalar que realmente se trataba de material calcáreo blando no combustionado (Matthews et al., 1996). Estudios más recientes llevados a cabo con este último método sobre restos
constructivos de la prehistoria griega parecen confirmar de forma definitiva su uso en el Neolítico, aunque
sólo estudios a nivel isotópico son resolutivos a la hora de discernir el origen de los materiales utilizados
(Karkanas, 2007).
En el caso de la cultura ibérica parece no haber duda del uso de la cal. Existe la convención de que
fue introducida en la arquitectura ibérica por influencia del Mediterráneo oriental (Rouillard et al., 2007:
426), tal vez en el Bronce Final. En asentamientos fenicios peninsulares como el Morro de Mezquitilla y la
Fonteta se documenta su uso. En este último formando parte de revestimientos, bancos y en forma de nóAPL XXVIII, 2010
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dulos en rellenos, suelos y en paredes de tierra (Rouillard et al., 2007: 40, 45, 66, 114 y 465). El uso de la
cal en la arquitectura en tierras valencianas en momentos anteriores no estaría suficientemente contrastado.
La cal se ha documentado en diversos asentamientos ibéricos. Se cita en la Bastida, donde formaría
parte de revestimientos y enlucidos (Bonet et al., 2000: 433), ámbitos en los que parece ser muy frecuente
(Asensio, 1996: 336). Aparece formando parte de suelos en el Puig de la Nau (Oliver, 1994: 254), de rellenos, pavimentos y traba de adobe en el Oral (Abad y Sala, 2001), de pavimentos en la Escuera (Nordström,
1967) y de pavimentos y adobes en el Puntal dels Llops (Bonet et al., 2002: 111; Bonet y Mata, 2002: 106).
En estos dos últimos yacimientos y en los Molinicos aparece acompañada de yeso2 en enlucidos y enfoscados, resultado de un proceso de calcinación del mineral similar al de la cal (Bonet y Pastor, 1984: 176;
Abad y Sala, 1993: 23; Lillo, 1993: 90).
Al respecto de las posibles fuentes de materiales para elaborar cal, uno de los trabajos antes citados
(Karkanas, 2007) presenta una aproximación experimental que resulta de interés en nuestro estudio. Demuestra que si se usa materiales calcáreos naturales poco consistentes se puede obtener cal en condiciones
menos exigentes que en el caso de la caliza. En concreto la calcinación de tobas calcáreas a 800 grados centígrados durante una hora sería suficiente para transformar en oxido cálcico un 80% del total del material
original, frente al 30% que se transformaría calcinando caliza microesparítica a la misma temperatura durante dos horas.
EL BARRO TRABAJADO EN LA BASTIDA
La Bastida de les Alcusses fue en el siglo IV a.C. una ciudad amurallada situada en las estribaciones
de la Serra Grossa, en la parte alta del Corredor de Montesa, que sólo estuvo habitada a lo largo de unas tres
o cuatro generaciones. En las excavaciones realizadas por el Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia entre 1928 y 1931 se estudió parte de la ciudad. En su interior las casas se agrupaban
en islas y estaban dispuestas a un lado y otro de una calle central. El estudio del yacimiento se reinició en
1990, desde entonces se han retomado las excavaciones en distintas zonas de la muralla, puertas y hábitat
(Bonet y Vives-Ferrándiz, 2009). Se ha podido determinar que en la muralla se abren cuatro puertas constituidas por estructuras cubiertas, y que a ella se asocian algunas torres adosadas. Se han documentado tres,
dos entre las Puertas Oeste y Sur, y otra junto a la Puerta Este. Las viviendas y almacenes son de una planta
y están compartimentados en diversos espacios o habitaciones.
En este trabajo se ha estudiado un total de 74 muestras de tierra procedentes de las campañas arqueológicas que van de 2002 a 2008, llevadas a cabo en la Puerta y la Muralla Sur, en la Puerta, Torre y Muralla Este y en el interior del recinto en el Dpto. 269 (espacio habitado próximo a la Puerta Oeste) (fig. 1,
tabla 1). Se corresponden en su mayor parte con fragmentos conservados diferencialmente entre los derrumbes por haber sido termoalterados,3 lo que les ha concedido cierto grado de estabilidad que ha impedido su disgregación natural, aunque existen diversos ejemplos de materiales que se conservaron por el alto
2 El uso del yeso tendría en la arquitectura protohistórica del litoral mediterráneo peninsular un origen similar al de la cal. Se ha descrito al menos en yacimientos del Bronce Final (González Prats, 1989). Se propuso su uso en las cubiertas del poblado de la Edad
del Bronce de Cabezo Redondo de Villena, hipótesis que fue descartada a través del análisis mineralógico (Hernández et al., 1995,
Fumanal et al., 1996).
3 Para eliminar la excesiva cohesión de las muestras y efectuar su análisis, éstas han sido tratadas repetidamente con hexametafosfato sódico diluido.
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Fig. 1. Localización de la Bastida de les Alcusses y áreas de las que proceden las muestras estudiadas.
grado de cohesión que les concede su textura, o por coincidir con derrumbes apenas afectados por procesos
postdeposicionales; es el caso de los adobes estudiados en un perfil abierto junto a la Torre Este (fig. 5).
Presentamos las muestras agrupadas en cinco conjuntos según sus rasgos morfológicos y en función
de las tipologías texturales establecidas a partir tanto del análisis de visu como de los estudios sedimentológicos.
Conjunto A
Se han establecido en esta unidad dos subgrupos diferentes. Se relacionan en función de la existencia de rasgos en alguna de sus muestras que nos indica que son fragmentos de adobes.
Grupo A1
Se trata del más extenso subconjunto (un total de 13 muestras). Hemos podido comprobar en su estudio de visu que se trata de fragmentos de color beige (8/2 10 YR), aunque también están presentes los blancos y los ocres (7/4 10 YR y 7/3 10 YR). Presentan textura arcilloarenosa y cierto grado de consolidación.
Muestran en su estructura cierta porosidad generada por el amasado, y presentan moldes de tejidos vegetales que fueron utilizados como elementos cohesivos, tallos de gran longitud y un diámetro que se sitúa por
debajo de los 3 mm que asociamos a herbáceas, posiblemente paja de cereales. En ocasiones se distingue
con claridad los adobes de la matriz que los traba. En una de las muestras está posee idéntico origen (margas arenosas) con una textura más heterogénea (37).
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Tabla 1. Listado de muestras estudiadas.
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Tabla 1 (cont.)
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Fig. 2. Restos de adobes que formaban parte
de un derrumbe en la Puerta Sur.
Fig. 3. Pella identificada como muestra 57
procedente de la Muralla Este.
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Proceden del derrumbe de la Puerta Sur (fig. 2) y del de la Muralla y Puerta Este (fig. 3). En cinco
muestras hemos podido establecer con seguridad que se trata de adobes, por lo que el conjunto puede ser interpretado como de tales elementos constructivos. Sólo dos de ellas (6 y 71) pudieran formar de elementos
diferentes, tales como posibles enfoscados. No se han detectado improntas ni dibujos en los fragmentos que
conservan las caras laterales completas. El grosor de estas piezas se sitúa en torno a los 8,0 cm en siete de
las muestras estudiadas (30, 36, 37, 39, 41, 53 y 72 - tabla 1 y fig. 4).
Grupo A2
Se ha establecido una agrupación de materiales diversos que tienen en común formar parte con toda
seguridad de adobes, no estar termoalterados y no conservar restos vegetales ni porosidad. Es el caso de los
que forman parte del derrumbe de la Torre Este (un total de 4 muestras) y de una pieza procedente de una
zona de hábitat anexa a la Puerta Este (35). En el primer caso se utilizan dos tipos de materiales de diferente
origen. Por un lado encontramos el uso de depósitos de carbonato cálcico de textura limosa con cantos angulosos de caliza y por otro, limos pardos procedentes de suelos pleistocenos. Los adobes muestran aquí una
disposición que señala que fueron dispuestos en tizón sobre el zócalo y que su longitud no supera los 30 cm.
También se ha podido determinar el uso de estos dos tipos de adobe sin aparente orden en su disposición en
un mismo muro (fig. 5). El otro fragmento analizado posee forma de adobe moldeado para adaptarse a una
estructura previa y está formado por sedimentos de arcilla, limo y arena de color gris oscuro con cantos subangulosos.
El análisis sedimentológico de estos conjuntos de materiales muestra que se trata de variados sedimentos naturales y que no siempre poseen las características texturales de cohesión y estabilidad supuestamente adecuadas para la construcción de adobes. Se corresponde en el grupo A1 con margas arenosas
sedimentadas por arroyadas difusas en los extremos distales de glacis (tabla 2, fig. 6). Se depositaron en el
sector de más baja pendiente situado entre la divisoria de agua que ocupa el centro del Pla de les Alcusses
y las zonas más deprimidas. La abundancia de arenas silíceas parece señalar una mezcla con depósitos de
esta textura, que es frecuente cerca de las vertientes de la Bastida. Proceden pues de un área que se extiende
entre el pie de la vertiente septentrional y el sector más llano del Pla de les Alcusses, a unos 1.500 m lineales del poblado, donde además existen evidencias de antiguos humedales hoy desaparecidas (la Casa Gran
y Els Arenals), posibles puntos de aprovisionamiento de agua.
El sedimento gris del adobe aislado del grupo A2 (35) procede de un suelo hidromorfo formado en
los humedales, al que se le han añadido cantos subangulosos de la vertiente o del piedemonte. Los limos pardos de algunas muestras de este grupo proceden de antiguos suelos pleistocenos sobre margas que hoy se
conservan formando sedimentos fluvioaluviales en el borde oriental de les Alcusses (fig. 7). Finalmente, los
limos calcáreos tienen su origen en procesos edáficos de precipitación de carbonatos a lo largo de extensos
periodos de condiciones ambientales favorables, posiblemente precuaternarios. Forman pequeñas acumulaciones en la parte media de la vertiente de umbría y rellenaban algunas cavidades que hoy aparecen vaciadas en la misma ladera y en la cumbre de la Bastida.
Desde el punto de vista de sus cualidades constructivas y texturales cabe señalar que los porcentajes
de cantos y gravas son muy variables, entre el 1 y el 20%, y coinciden con lo esperable en los sedimentos
de origen, por lo que no debe de existir aportación antrópica de fracción mineral (excepto en el caso de la
muestra 35). Los porcentajes de arcilla se sitúan entre el 22 y el 55% en sedimentos margosos, en torno al
40% en limos calcáreos, y entre el 40 y el 60% en suelos pleistocenos limosos. Paralelamente varían las proporciones de arenas que se sitúan entre el 50% en margas arenosas (en ocasiones con valores aun mayores
por la presencia de agregados resultado de la acción del fuego) y el 16% en los limos calcáreos, donde la
función cohesiva la asume precisamente la fracción limosa (tabla 2 y fig. 6). Esta distribución es significativamente distinta a los óptimos generalmente propuestos y antes citados. Ello avala la hipótesis de que apeAPL XXVIII, 2010
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Fig. 4. Fotografía de detalle de algunas de las piezas estudiadas.
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Fig. 4 (cont.)
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Fig. 5. Perfil conservado del derrumbe de la Torre Este.
La parte central está constituida por adobes.
nas existió procesado de los sedimentos utilizados como materia prima, a los que sólo se les añadió tejidos
vegetales para concederles cohesión y aligerar su peso.
El porcentaje de carbonatos varían en función del origen del sedimento, es muy elevado en los limos
calcáreos, alto en los sedimentos margosos puros, y menores cuando se han producido procesos edáficos o
ha habido una mezcla con arenas silíceas. Los porcentajes de materia orgánica de las muestras analizadas
nos informan que frecuentemente son sedimentos extraídos de niveles superficiales, aunque existen también
otros procedentes de capas subsuperficiales. Al respecto Boissinot (1984: 83 y 96), aun afirmando que para
la construcción de adobes se utiliza preferentemente sedimentos superficiales de la llanura, indica que los
horizontes con porcentajes en materia orgánica situados por encima del 5% no son adecuados, ya que su mineralización altera la estructura del conjunto; algo que no ocurre en nuestras muestras que en ninguna ocasión superan el 1%.
Aunque con los datos disponibles no se pueden determinar pautas en el uso de los adobes dentro del
poblado en función de la procedencia del sedimento utilizado, sí podemos señalar que la totalidad de los adoAPL XXVIII, 2010
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Tabla 2. Datos texturales en la fracción fina (porcentajes de arcilla, limo y arena) y en la fracción gruesa
(porcentajes de gravas y cantos), porcentajes de carbonato cálcico y de materia orgánica de las muestras
analizadas en el laboratorio.
bes estudiados recuperados en las puertas y muralla se construyeron con margas arenosas procedentes de los
sectores más llanos y próximos del Pla de les Alcusses, por lo que podremos al menos proponer su elaboración sistemática y planificada. Destaca la excepción del adobe que utiliza materiales de suelos hidromorfos y cantos, el único estudiado vinculado con una casa. En este caso parece que se construyó en el propio
promontorio en función tal vez de su necesario uso en húmedo para moldear alguna forma o vano, de ahí la
utilización de un material más arcilloso y con mayor capacidad de cohesión. También es singular el conjunto
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Fig. 6. Histogramas de distribución textural de algunas muestras estudiadas. Los tamaños aparecen en phi (en el eje de
abscisas), las cantidades en porcentaje sobre el total (en el eje de ordenadas).
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Fig. 7. Mapa de localización de las posibles áreas de aprovisionamiento de sedimentos como materia prima para diferentes elementos constructivos.
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de adobes documentado en la Torre Este, donde se mezclan unos realizados con materiales procedentes de
otra área del llano, más oriental, junto con otros elaborados con materiales de la vertiente y de relleno de diversas cavidades.
Al respecto, y en función de la similitud de estas covachas con minas para la extracción de vetas minerales en la prehistoria (Ferrer, 2002), se estudio su interior y no se localizó ninguna evidencia de menas
metálicas, por lo que se concluyó que pudieron ser explotadas precisamente como fuente de limos calcáreos.
Estos materiales por su color y su porcentaje de carbonatos superior o próximo al 90% pudieran ser asimilados a cal procesada antrópicamente. Ya se ha expuesto la complejidad de su identificación. Aquí se han
diferenciado de ésta a través del estudio morfoscópico, ya que presenta una importante fracción de arenas
calizas subangulosas (confirmada con el estudio de la materia prima extraída de laderas y cavidades), frente
al predominio de las arenas de cuarzo transparente y blanco, rodadas mates y angulosas brillantes, que presentan materiales que como veremos más abajo interpretamos como cal.
Conjunto B
Se agrupan aquí una serie de muestras de rasgos texturales muy unitarios (un total de 16 muestras en
Puerta Sur, Puerta Este, Ronda Puerta Este y Depto. 269), ya que están constituidas básicamente por arenas
silíceas (fig. 4 - f, g, k, i). El color es ocre (7/4 10 YR). En ocasiones presentan improntas de maderas, cañizos o de tejidos vegetales de pequeñas dimensiones. La pieza más grande (40), que en origen pudo ser un
bloque paralepídedo, posee unas dimensiones de 11,5 x 17 cm (altura y grosor). Destaca por poseer la impronta de un tronco de unos 7 cm de diámetro. Lo interpretamos como un fragmento de cubierta, asimilable a los descritos en Castellet de Bernabé, por lo que a modo de hipótesis se ha propuesto el uso de este tipo
de materiales para realizar las techumbres. Se han localizado en el derrumbe de la Puerta Sur, Muralla y
Puerta Este, y en los espacios de hábitat documentados. Espacios construidos que siempre incluirían techos,
lo que parece avalar nuestra propuesta interpretativa. En la muestra 16 se ha documentado la presencia de
improntas de tallos de cereales y otras de pequeño tamaño en una cara lisa que pudieran pertenecer a especies silvestres esclerófilas. Una de las impronta, además, pudiera corresponderse con una hoja de esparto
abierta, tal y como las encontramos en primavera, aunque no podemos asegurarlo, dadas sus semejanzas con
el aspecto de los tallos de cereal comprimidos.
Se trata de sedimentos de piedemonte y glacis sobre un sustrato de arenas silíceas que encontramos
en toda la orla que circunda esta misma vertiente y la del Corral de Sarrión. En uno de los casos se ha documentado la existencia de micelios que forman parte de paleosuelos pleistocenos, por lo que podemos localizar de manera exacta su origen al pie de la vertiente de umbría junto con algunos otros similares (8, 9,
10 y 12).
El porcentaje de arenas silíceas rodadas se sitúa en torno al 70% y superior, siendo la fracción arcillosa muy baja. Cabe destacar por su singularidad la muestra 56, constituida por arena con tan solo un 8 %
de limoarcilla. En este caso las importantes fracciones de grava (26%) y los tejidos vegetales pudieron funcionar como elementos cohesivos.
El porcentaje de materia orgánica se sitúa entre el 0,70 y el 0,38%, razonable para horizontes edáficos superficiales en suelos poco desarrollados. Los valores de carbonato varían entre el 65 y el 70% en restos de horizontes edáficos pleistocenos con acumulación de carbonatos, y son muy bajos en niveles de
eluviación de éstos en suelos rojos mediterráneos (56), como los documentados in situ al noreste de la vertiente de umbría y en el Rebollar (al noreste del asentamiento).
El conjunto estudiado posee rasgos de cohesión gracias a la presencia, aunque escasa, de arcillas
(tabla 2, fig. 4). La plasticidad es baja, pero pudiera no ser relevante para el tipo de estructuras al que se aso-
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Fig. 8. Fragmentos de barro moldeado (grupo C), muestras 24 y 29
procedentes de la Puerta Sur.
cian. Con todo, no hemos encontrado ninguna referencia en trabajos previos a que el barro de las cubiertas
poseyera porcentajes más elevados de arena que el resto de elementos constructivos.
Conjunto C
Se agrupan aquí muestras que se caracterizan por estar constituidas por barro moldeado con improntas vegetales, aunque no siempre están presentes. Predominan las formas que poseen un exterior construido a partir de margas beige y un interior de color gris resultado de combustiones reductoras, aunque
también encontramos piezas construidas con materiales procedentes de suelos hidromorfos (33, 74 y 54
entre otros). En su totalidad (6 muestras) proceden del derrumbe de la Puerta Sur (fig. 8).
Respecto a los resultados del análisis sedimentológico cabe señalar que poseen distribuciones bastante francas, con porcentajes de arcillas relevantes, superando el 45% del total. Aunque apenas se diferencian de algunos adobes si no fuera porque no poseen fracción gruesa. Proceden de arroyadas difusas y suelos
con hidromorfía. En este caso parece que las exigencias de plasticidad son mayores que las de estabilidad,
dado que se trata de barro moldeado que pudiera formar parte de elementos decorativos. Con todo, el riesgo
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de cambios de volumen no es elevado, la presencia de limos y arenas, así como los relativamente altos porcentajes de materia orgánica (en torno al 1%), favorece la estabilidad de los agregados naturales sin alterar
la plasticidad de la masa (tabla 2).
Conjunto D
Se trata de muestras constituidas por dos capas bien diferenciadas, una superficial con lechadas de
fracción fina arcillosa y una interna formada por materiales diversos. Obviamente han sido interpretadas
como enlucidos y enfoscados. La parte externa está constituida por una cara lisa de fracciones finas en la
que es muy posible el uso de arcillas decantadas en los acabados y sucesivas lechadas pintadas de lo que interpretamos como cal. Hasta tres capas se han identificado en la muestra 25 (fig. 4). La más superficial presenta una pátina de color grisáceo posiblemente resultado de la acción del fuego. La parte interna posee
texturas variadas, aunque predominan los sedimentos naturales poco arcillosos, básicamente margas arenosas procedentes de arroyadas difusas a las que se añadieron tejidos vegetales. Frecuentemente presentan
agregados blanquecinos resistentes de carbonato cálcico que de nuevo interpretamos como cal.
Se han incluido aquí también aquellos fragmentos sin forma ni cara externa o lisa que incluyen cal,
que junto con los anteriores suman un total de 15 muestras de Puerta Sur, Puerta Este y Ronda Puerta Este.
Esta ha sido reconocida entre otras, en la muestra 26, en la que aparece en forma de un agregado que no posee
fracción caliza y sí cuarzos, en ocasiones alterados térmicamente. Como ya se indicó este es el método utilizado para discernir la cal antrópica de los depósitos de carbonato cálcico. Resulta relevante señalar que en
este caso se aprecia un molde de un tallo vegetal cilíndrico de junco (fig. 4 - i).
Conjunto E
Finalmente se ha identificado un grupo de muestras con estructura y geometría laminar y predominio de las fracciones finas, sin cantos ni improntas vegetales. Se han descrito como piezas aplanadas de escaso grosor (en torno a los 2 cm) y una o dos caras lisas, que formarían parte de la superficie de posibles
estructuras de barro. En su estudio hemos podido distinguir dos claras tipologías. Por un lado se corresponden con limoarcillas de color ocre (E1), un total de 8 muestras de Ronda Puerta Sur y Ronda Puerta
Este, y por otro son margas arenosas, 5 muestras de Muralla Sur, Ronda Sur, Puerta Este y Ronda Puerta
Este, que pueden aparecer termoalteradas (E2). La funcionalidad de estas últimas se pudo determinar en la
campaña de excavaciones de 2007 en la que aparecieron in situ en el contexto de pequeños hornos u hogares (18). Por otro lado alguna de las piezas de barro ocre posee bordes que parecen formar parte de un banco
por lo que el subconjunto se pudiera asociar en parte a este tipo de estructuras.
El estudio del grupo E1 en la lupa binocular muestra la presencia de una masa heterométrica muy
compactada sin poros ni evidencias de aportes vegetales, sobre la que aparece una fina capa de ceniza. La
distribución textural y los porcentajes de materia orgánica y carbonato cálcico nos sitúan ante lo que fue en
origen un horizonte edáfico subsuperficial de suelo poco evolucionado construido a partir de regolita (terra
rossa), en el que destaca el relativamente bajo porcentaje de arcillas (30%) y la abundancia de arenas homométricas de cuarzo brillante y caliza sin alterar (45%). El grado de clasificación de las arenas pudiera indicar que ha habido granoselección, es decir, tamizaje. El conjunto E2 no ha podido ser estudiado desde el
punto de vista textural por la cohesión alcanzada como resultado de la termoalteración, aunque ésta presenta
rasgos que parecen indicar que no se ha alcanzado temperaturas muy elevadas.
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La alteración térmica
Ya se ha señalado que la mayor parte de las piezas estudiadas han sufrido cambios en su estructura
por la acción del fuego, lo que ha permitido su conservación diferencial. Efectivamente, tienen una elevada
o ligera alteración un 79% de las muestras. Proceden de todos los ámbitos estudiados, menos del perfil estratigráfico asociado a la Torre Este. Sólo el 21% restante de las muestras, procedentes de las Puertas Este
y del citado perfil, parece estar libre de la acción del fuego. La termoalteración se expresa en la mayoría de
las muestras en una ligera movilización de carbonatos y aumento de la cohesión de las arcillas, sin apenas
cambios cromáticos importantes como resultado de procesos de oxidación, aunque sí se documentan procesos de combustión reductora. La falta de procesos de oxidación nos sirve para proponer que las temperaturas que les afectaron no debieron ser muy altas. Según lo propuesto por March (1995) a partir de estudios
experimentales, ésta se inicia a partir de los 290º C en los sedimentos, algo que en principio consideramos
compatible con la movilización del carbonato identificado. Sólo algunas piezas poseen cristales de calcita
ahumados y cambios en la coloración que sugiere, y en relación con estudios llevados a cabo sobre calizas,
que se alcanzaron temperaturas superiores a los 500º C (Soler, 2003).
Aunque no se ha descrito un nivel general de incendio para el poblado y a pesar de que en incendios
forestales fortuitos se podrían alcanzar temperaturas medias en torno a los 230º C, y máximas superiores a
los 900º C (Zárate, 2004), que entrarían dentro de las condiciones esperables en las evidencias observadas,
parece segura la existencia de incendios en el contexto del hábitat, dadas las características de algunas muestras que indican que el fuego afectó a estructuras todavía en pie en las puertas Sur y Este (a las que se podrían asociar las muestras de la Muralla Sur y de la Ronda de la Puerta Este) y en el Dpto. 269.
La piedra
A pesar de no ser este material objeto del presente artículo no queremos dejar de hacer un breve comentario sobre lo observado de visu al respecto del uso de la piedra en la Bastida. Como ya se había publicado, la roca utilizada en los zócalos es el propio sustrato de la cumbre promontorio, una dolomía gris oscura
(IGME, 1976) que posee una textura gruesa, sacaroidea, con tendencia a la disgregación granular y con
abundantes ejes de fracturación que hacen difícil su tallado. Se ha observado el uso de calizas grises arenosas y calizas grises micríticas mucho más resistentes y de más fácil tallado, en determinados puntos, singularmente en partes de las construcciones que exigen mejores acabados y mayor resistencia (fig. 9). Las
calizas arenosas afloran en la Lloma del Serrellar y en el extremo nororiental de la vertiente de umbría de
la Bastida. La caliza micrítica sólo la hemos documentado en la Lloma del Serrellar. Ambos tipos de roca
han sido tradicionalmente utilizados para elaborar cal y a sus afloramientos se asocian a varias caleras, aunque para época ibérica, y como veremos más adelante, no proponemos que se usara para tal fin, ya que pudieran haberse utilizado limos calcáreos que afloran en el entorno y que exigirían menos energía calorífica.
DISCUSIÓN E INTERPRETACIÓN DE LOS RESULTADOS
Los restos estudiados, de adobes, cubiertas, revestimientos de paredes y otros elementos arquitectónicos, muestran el uso de materia prima natural poco o nada procesada. En su preparación no se requerirían
grandes conocimientos técnicos. Se elaboran con sedimentos naturales inalterados, pero con rasgos texturales distintos, en función, pensamos, de la mejor adaptación de sus cualidades a las necesidades de las estructuras en cuanto a plasticidad, cohesión y estabilidad. Predominan las margas arenosas que afloran en el
Pla de les Alcusses para construir adobes, las arenas silíceas que afloran en los piedemonte de la Bastida para
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Fig. 9. Distintas tipologías de rocas utilizadas en la construcción de zócalos
en la Bastida de les Alcusses. Torre junto a la Puerta Oeste.
las posibles cubiertas, y los sedimentos arcillosos del fondo del Pla, en ocasiones suelos hidromorfos, para
las estructuras de barro moldeado. Singularmente los rasgos texturales de los adobes muestran porcentajes
relativamente bajos de arenas respecto a los esperables, dato que viene a confirmar el nulo procesado del material base. En contraposición, algunas estructuras que parecen pavimentos, hogares y revestimientos de
barro de construcciones, poseen una textura muy selectiva, que parece indicar la existencia de un procesado
en forma de granoselección a través de la decantación y / o el tamizado.
Los adobes, elementos fundamentales en la arquitectura de la Bastida, se construyen básicamente en
el llano. La materia prima se extrae de minas superficiales de margas arenosas que afloran en el límite septentrional de la parte más baja del Pla, que encontramos a los pies de la Bastida, muy cerca de los afloramientos
de agua acuífera que conformaban los humedales hoy relictos, y que sería utilizada para amasar el barro junto
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con la paja de cereal que se obtendría también del entorno más inmediato. Ello nos permite ubicar con cierta
seguridad los puntos de preparación y almacenamiento en una pequeña área situada a poca distancia del poblado, entre 800 y 1200 m en línea recta y entre 2000 y 2500 m siguiendo los caminos carreteros propuestos
en trabajos previos (fig. 7). Los adobes, una vez secos y por tanto más ligeros, debieron ser transportados hasta
el promontorio, donde fueron utilizados en la construcción de la Muralla y las Puertas Sur y Este.
Existen con todo, algunos casos singulares de adobes que incluyen materiales procedentes del llano
junto con otros de las vertientes, que debieron de ser pastados en el propio promontorio. Este es el caso del
adobe hecho con sedimentos edafizados del Pla y cantos del pie de la vertiente (35), el único que identificamos como perteneciente a una estructura de hábitat, y el único que aparece moldeado en parte, por lo que
entendemos que debió ser construido junto al lugar donde iba ser utilizado en húmedo, con materiales con
buenas condiciones de plasticidad.
Otro caso singular es el del conjunto de adobes documentados en el derrumbe de la Torre Este, elaborados con materiales distintos al resto (margas edafizadas y limos calcáreos). En esta ocasión, aun formando parte la torre del sistema defensivo, el cambio bien pudiera deberse a que se trata de una estructura
independiente; como parece indicar el hecho de que, como todo el conjunto de torres del recinto, no se traba
con la muralla sino que se adosa a ella. Aquí, el uso de suelos sobre margas, que se forman en el llano a relativamente mayor distancia que las margas arenosas es para nosotros una incógnita. Pudiera estar en relación con la dificultad de acceder por parte de su constructor a determinadas fuentes de materia prima, aunque
dado que se trata de una torre parece ciertamente una hipótesis poco probable. Por otro lado, la disponibilidad y utilización de limos calcáreos de ladera extraídos según proponemos de las cavidades de la vertiente
(fig. 10) pudiera estar en relación con otros posibles usos, tales como actuar de fundente en procesos de
transformado de metales o la elaboración de cal a pequeña escala y a baja temperatura, en relación con la
mayor susceptibilidad de transformarse en óxido de calcio de estos materiales. Según esta hipótesis su utilización como materia prima en los adobes pudiera haber sido circunstancial.
Las cubiertas parecen estar construidas con arenas del piedemonte mezcladas al menos en parte con
elementos vegetales. Rasgo este último también descrito para Aragón (Asensio, 1995). El hecho de que las
muestras que así han sido interpretadas procedan de zonas de hábitat y de las Puertas Sur y Este, todas ellas
con techumbres, apoya esta hipótesis. Tal vez en este caso el criterio principal para el uso de arenas sin
mezcla sea que se trata de sedimentos muy abundantes y próximos, ya que afloran a media vertiente en la
ladera septentrional, dada la gran cantidad de material necesario y la condición obvia de trabajarlo directamente en el promontorio. De ahí tal vez, la presencia de improntas de vegetación natural de medio forestal.
Con todo, esta hipótesis debe ser contrastada con el análisis y caracterización de un mayor número de muestras, ya que estudios previos parecen señalar el predominio de arcillas en este tipo de estructuras (Abad y
Sala, 2001: 122).
El barro moldeado se elabora con limoarcillas en ocasiones ricas en materia orgánica, horizontes de
suelos posiblemente hidromorfos. Lo que se pretende lograr con estos materiales es una mayor plasticidad.
Estas muestras, concentradas en la puerta Sur, pudieran estar en relación con elementos decorativos singulares de ésta. Para la construcción de hogares y bancos no descartamos un posible procesado en forma de
granoselección a través de la decantación o el tamizado.
Los enfoscados son de texturas y origen variados, y se asocian a enlucidos. Se documentan como el
conjunto B descrito como de techos en las zonas de las Puertas y las zonas de hábitat. Vimos más arriba que
la determinación del uso de la cal es un tema complejo, pero parece segura su presencia en estos elementos
estructurales. En este estudio creemos haber distinguido la cal antrópica de los sedimentos calcáreos pulverulentos que documentamos en el interior de cavidades y formando parte de suelos naturales muy antiguos en la vertiente septentrional, que fueron utilizados sin alterar en adobes.
Es segura la existencia de fuegos que afectan a las estructuras de hábitat y defensa cuando estas esAPL XXVIII, 2010
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Fig. 10. Limos de carbonato cálcico formando parte de un depósito
de vertiente en la ladera septentrional de la Bastida.
taban aún en pie. Incendios que por otro han sido ampliamente documentados (Bonet y Vives-Ferrándiz,
2009: 303). Destaca el hecho de que los restos conservados con evidencias de termoalteración, aunque ampliamente distribuidos en el área excavada, no son los predominantes. No existe un nivel o fase de incendio
general como el observado en otros asentamientos de la época como el Castellet de Bernabé (Guérin, 2003).
CONSIDERACIONES FINALES
A pesar de la parcialidad del estudio podemos proponer que el método aplicado resulta de interés, ya
que nos ha permitido determinar que en la arquitectura del barro de la Bastida se utilizaron materiales sediAPL XXVIII, 2010
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mentarios naturales y que éstos fueron seleccionados en función de sus características físicas y su adaptación a los rasgos de plasticidad, estabilidad y cohesión necesarios según los elementos constructivos de los
que iban a formar parte.
La selección de distintos tipos de sedimentos en función de su uso no exige grandes nociones técnicas, ya que respondería a un conjunto de conocimientos consuetudinarios que formarían parte de la tradición. Lo mismo podemos decir de las técnicas algo más complejas que exigen la selección de texturas para
construir estructuras con finas capas de barro resistente, ya sean pavimentos, poyetes u hogares, mucho más
sencillas que en, por ejemplo, los procesos de fabricación de cerámica. La construcción de los espacios domésticos no debió exigir más trabajo que el de la unidad familiar extensa. Ahora bien, la construcción de la
muralla y las puertas del poblado, dada la homogeneidad en los rasgos de los adobes utilizados, debieron
exigir un trabajo planificado, dirigido y de carácter comunitario. Fue necesario elaborar gran cantidad de adobes para estas obras, aprovechando un periodo de baja actividad en el ciclo agropecuario, en una estación
no muy seca, tal vez, como se ha propuesto, en la primavera. La construcción de la muralla exige además y
por otro lado, capacidad técnica, personas con conocimientos y habilidades para su construcción. Así pues,
la iniciativa exige cierto grado de complejidad organizativa y social. La existencia de grupos de rango que
ejercen el poder y la autoridad sobre la comunidad, bien documentada en estas sociedades, es coherente con
este modelo en el que estos grupos realizarían el encargo de la construcción del recinto a especialistas.
Los adobes documentados se construyen todos con tejidos vegetales como material cohesivo, en coherencia con lo publicado hasta ahora en tierras valencianas. No podemos aportar información relevante
sobre los módulos predominantes en su construcción, aunque destaca el hecho de que en todos los casos observados por nosotros su grosor se sitúe en torno a 8 cm.
Las evidencias de termoalteración en la mayoría de las muestras estudiadas confirma la existencia de
fuego afectando a las estructuras construidas. Éste no parece corresponderse con un único incendio general, pero dada su distribución a lo largo de todo el recinto, y especialmente en relación con las puertas, pudiera estar en relación con los sucesos previos al abandono forzado del poblado.
En nuestra opinión la preparación y utilización de la cal en pequeñas cantidades está confirmada en
este yacimiento. Aparece en enfoscados y enlucidos, pero no parece tener un uso relevante en otros elementos constructivos que exigen grandes volúmenes de material, como pavimentos y morteros. Su presencia en la arquitectura sería pues decorativa y en cierto modo testimonial. A partir de esta hipótesis de uso
limitado, es posible proponer su elaboración a pequeña escala a partir de materias primas singulares, como
los limos calcáreos de las vertientes y en relación con otros usos, como por ejemplo el metalúrgico.
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LOS ADOBES Y LA ARQUITECTURA DEL BARRO EN LA BASTIDA DE LES ALCUSSES
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