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ISSN 1989-508
LUIS PERICOT
TrllfIJos ci d Sel'\llda de In veslf,ad6n Prehll16rlc.
La cueva de la Cocina (Dos. I'Iguas.)
NOTA PRELIMINAR
DESCRIPCiÓN GENERAL
E n la cueva de la Cocina hemos realizado hasta el presente momento, cuatrQ camp:lli:IS de CXC3\'ilción. A pesar de ello, )' po r di\'crsas circunstancias, no hemos podido ter min ar su est udi o. El
gran inte rés que presentan los hallazgos, nos mueve a d:u hoy una
reseña provisional de los mi smos. La complejidad de los problemas·
que plantea, exige una discusión más amplia y a l mismo tiempo las
dimensiones de la Clleva permitirán ulteriores comp robaciones de
los resultados co nseguidos hasta ahora .
SitlluciólI,-Las últimas estribaciones de la Sierra Martés hacia
los llanos v;dcllcianos, acompañan al Júcar, Que se ha :1bicrto paso
por ellas entre gargant.:lS de impresionan te grandeza. Forman aQuéII:I ~ el último escalón de la meset:!, · muy próximo ya a 1.:1 Ilanur.:l.
Mientras a la derec h:1 del J úcar se h:tlla e l pico de Caroche y muela de Bi corp, con sus es tri bac iones, a la izquierda est:ín las sierras
del Ave y Caballón, Que van desde Dos Aguas hasta Tous, Llo mbay
r Ca t:ld.:lu. En su vert ientc meridional se forma un valle a lto (entre
400 y 500 metros de altitud) , denom ina do La Canal, y por el que se
puede Ir:lOsitar hasta Tous. A 1.:1 Canal se asciende desde 008 Agua s
en una hora de m.:l l camino de herradura , subiendo hasta 530 metros, tcniendo a los pies los barrancos que van a parar al J úca r, cerca de la Centra l Hidroel éct rica de Millares. En La Canal se encucn-
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I.tHS
~IOOT
tral! corrales y casas de habitación temporal. oliva res, algarrobos .
viñedos 'Y :¡[I!unos campos de trigo. Su pa rte m:ís próxima a Dos
Aguas. donde existen las cSlaciones de Que nos ocupamos, CSI¡í limitada por el lado Norte por las alturas de L" Rábida y el Caballón, y por el Sur por los barrancos que van a SUffiólrSC al FaJón, torrente nacido en Dos Aguas y Que dc~cmboca en el J úcar, o directamente al mismo río.
Estos barrancos forman naturalmente una complicada red de
hondonadas y despeñaderos con numerosos abrigos. En uno de
estos barrancos, que nace frente la Casa de Cifre, se encuentra el
Gilito de las Letras, abrigo q ue contiene cu riosas pi ntu ras mUur:!listas de estilo levantino. La Casa de Cifre se h:llla eC1 el eeOlro de
La Canal)' a unas dos horas y media de camino desde Dos Aguas.
Dos kilómetros al Sudeste de dicha casa está la Casa de Valle (a 415
metros de alt ura), junto a un pino centena rio que ha serv ido de
cobijo al campamento de los excavadores. Allí mis mo empiez3 la
barrancada conocida con el nombre de Barranco de la Ventana, Que
termina en un precipicio sobre el FalÓn. En su zona final, en la pared derecha, la peña aparece horad:lda por la VCfltQ1Ja de Que recibe nombre e l barranco, y en un abrigo junto :l ella, aparecen pinturas en parte de estilo levantino naturalis ta y en parte esque m ~tico.
En este barranco, y en un recodo del mismo, a una distancia de
unos 250 metros de la vcntana, }" a 15 minutos de camino de la Casa
de Valle, se abre la cueva de la Cocina. Su altitud es de UOO$ 350
metros soore e l nivel del m'lr.
Aspecto de la Cl!l't'fI (fig. 1 }' I:ím_ 1-A).-L3 cueva se abre al nivel aClUal del barranco, frente a ;opudos algarrobos y malas de
adelfa, presentandú una amplia abertur;l, de 12 metros de longiturl,
pero de :dlura muy b:lj3 (unos 3 metros), disminuída hoy por 1:1 pared tOSCll const ruíd3 par3 encerrar el g:lnado. Su interio r mide .I proximadamcnle 20 por 15 metros y ofrece un doble desni"el con lomo
en la parte central y riescendicndo hacia la entrlldll y hacia el fondo.
El suelo aparece recubierto por el estiércol o sirle, resultado de
encerrar los ganados de cabras, constituyendo éste uno de los
más molestos obst:ículos de la excavación. Abu ndantes losas caí~
das del techo y de las p:lredes later:dcs afloran en la suporficie y,
como b excavación demostró, ocupan bueoa parte del yacImIento. Una piedra aparece hincada como un menhir cerca de la entrada; o tra p resenta ull grabado cruciforme.
En la p:lrte del fondo y junto a la pa red Norte, se abren gale.
rías de difícil acceso y que mueSIlr:lD señales de haber sido utili.zada'! como refugio cn ticmpos modernos. Una losa coloc;¡da a
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LA CUEVA 'DE LA COCINA (DOS .,.\GUAS)
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I.JUIS I'IBRIOOT
manera de mesa, en el fondo, sobre la que dicen se halló un recio
piente ~(!r:ímico, juslific:1 el nombre que la cueva recibe. Algu·
nos fragmentos de cerámica medic\'al y moderna se recogieron
en la capa superficia.1.
Abierta en un macizo crel:ícico, la cueva. que muestra al ser
excavada potellles capas arcillosas, ha debido ser en tiempos cua·
ternarios lugar de desagüe de inlensas corrientes de agua Que :lIi·
mentarían el barranco.
Durante los trabajos recogimos curiosas leyendas populares
relacionadas con la CUl!va, las cu:des nos indican qu~ nos halla·
mos en comarcas ctnogr:íficamcn le distintas ue la zona costera,
donde lales leyendas faltan. En c:unbio nos recuerdan las que
oímos durante nuestras cxca"aciones en los C:lstros gallegos, lo
que prObaría el fondo común (céltico) en com~lrcas tan apa rtadas, cosa por otra parle que los textos antiguos :11 situarnos aquí
a la tribu de los bcribraces, nos dieron ya a conocer (1).
DesC/jbrimiCllto )' c.\:cflvaciófl.-COmO hemos dicho, la cueva
fué utilizada en tiempos no muy lejanos, como lugar de refugio,
(1) Ve.rIos de los relatos refieren que por las noches se aparece en la eueva
una mujer que reza. El relato más cUriooo es el de la dama. del peine. Llamaban
Asi a una mujer Joven y guapa que se aparcc{a con un peine de oro en la numo.
&! cuenta. l.Odavia en el pueblo de algUIen que murió del susto al ~el'la y no
haee nl~h06 afios un pastor salió huyendo al ver en In boca de la cueva Il
Wla muchacha que él lOmó po~ la vieja. o dwne. del peine.
En otra versJón son dQ6 1M damas que se aparecen pelmwdo. Un pastor
las vió y le preguntaron qué prerer\a., el peine 00 ellas; el avaricioso putar f'e6..
pondió que prereria el peine y entonces aquéllas le conU'SLaron que siempre
seria un miserable y que SI las hubiera preferido a ellas, se hubiemn conver·
tldo en U06 montoues do oro.
Un muchacho de 15 MOLS, pastor, llanmdo Vicente Ibá.n.ez, 1108 relaró que
al hablar de la cueva con motlvo de nuC6tr06 ttabaJos. una mujer del pueblO
conló lo que su abuela le habla referido en otro tiempo como ocurrido a ella
misma.: .Llegó un hombre joven encantado adonde ella se enoont.ra.b&. y le preguntó si 106 pollos que habia. aJU eran suyos. ti. lo que repUSo que si. Entonees
le ordenó que le matara uno y 10 asara. bien asado y lo llevara a una. piedra
bajo la eua.! encontrarla Wl(l. merendera (ftambrel'&) brillante como el oro y
metiera el pollo dentro. Lo 11100 8Si y al ponerlo dentro oyó una voz que decia:
«Lo has hecho tal como lo he mandado yo, y ahora has ne iF a las doce de
la nochB a la. cueva y subiras a lo alto de una piedra. redonda que hay! alU Y
saldrá una serpientE" pegando soplid06, y no has de tenerle miedo. y luego
saldrá un loro pegando berridos y daré. siete \'ueltas, y luego de dar las siete
vueltas, tócalo y se volvera de orOJ y yo quedaré desencantado.» La abuela
tuvo miedo y no quiSo hru:erlo y pl'fJgW1t6 si podia ir su marIdo con ella. y le
dijeron que no. Que debla Ir sola..
También el> corriente el relato de que 106 moros entraron en el barranco
diez cargas de oro y las ocultaroo por medio de las letras (pl.nluras rupestrels)
que hay abajo en el ba:rranco.
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LA CUEVA DE LA COCINA (DOS AGUAS)
}' seguramenle por moriscos rebeldes, como lo prueba el hallazgo
en ell:1 de un C()f'án, realiz:ldo :1 comienzos del pasado sigln (2).
Todavía ha sido ocup:lda con igual fin durante la última guerra
civil española.
Pcrtene<:iendo a la familia del Valle, ha sido utilizada durante mucho tiempo para encerrar el ganado. Pero seguía ignorada
por completo en la bibJiografía arqueológica, 1 que se explica
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por 10 apa rtado del lugar. En realidad todo el macizo montañoso
en (IIIC se encuentra era desconocido para los arqueólogos. Las
estaciones prchistóricas más cerc:mas que se conocían , er:m las de
Buñol y la cueva de la Avellanera, en C:lt:ld:lu~ y, al otro lado de l
Jú car, [a cueva de la Araña, e n llicorp.
En 1939 Ó 1940, dos maestras que veraneaban en Dos Aguas
tuvi eron noticia de la existencia de letras en a lguno de los barra ncos de la Cana l. Se hicieron acompañar a los lugares, que resultaron ser abrigos con pinturas rupestres. Dieron noticia del
hallazgo al Inspector del Magisterio, D. J. J. Senenr Ibáñcz , a
Quien tanlOs descubrimientos prehistóricos se deben en las tres
provincias valencianas. y éste comunicó el hallazgo al Se rvicio de
Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia.
En el otoño de 1940 se organizó una expedición en la que tomaron parte, adem:ís del Sr. Senent, los Sres. Chocomeli, Alcácer
y el prospector del indicado Servicio, Salvador Espí. Fueron visitados los dos abrigos con pintu ras, el Cinto dc las lelras y el
Cinto dc la vcnt:ma, al mismo tiempo que Sa lvado r Espí recorría
huen número de cuevas de los alrededores , tarca que repitió postcriormeutc. La cueva de la Cocina rué lugar de paso obligado al
vlslt:"! r e l Cinro de la ventana. Salvador Espí realizó, con [a diligenci:1 que le es peculiar, una cata en la parte de en tra da de la
cucva. En ell a encontró indicios e locuentes de 1:1 importanci.1 que
tuvo su ocupación prehistórica: cerámica tosca, numerosos O1 icroli los, elllre ello~ algunas puntas, microburi lcs , hojitas, ti na de
e ll as de doble escotadura y un hueso Que parecí.. aguzado.
En vista de ello, en Ju lio dc 1941 realizamos la primcr.. camp"ña de excavación. En parte de la misma nos acomp;lñ:lron los
Sres. Juan C:lbré, J. J. Senent y J . Alcácer, que dedicaron varios
dí:lS a la copia de las pinturas de ambos Cintos, visi taron la cue\';!
(2) El Inlorme sobre el hallazgo de un Corán en la cueva. de la COcina se
encuentra. en el tomo VI de las «Memot1as de la. Real Academta dI) la, Hlstorlall, pé.g. LXXXI. Debemos \!lite dato a nU(Elro dlsclpulo D. Ernefito Jlménez
Navarro.
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WIS IfIERIOOT
y el último nos ayudó en 1., excavación. Esta duró del 24 de Julio
:JI 4 de A,C!osto, y residimos en la Casa de Cifre, puesta amable,mente a nuestra disposición.
.
1..3 segunda cam.paña duró del 23 de Julio al 9 de Agosto de
1942. Fueron mis excelentes colaboradores D. José Alcáccr Grau
y D. Enrique Pla Ballester. Residim.os, al igual que en 108 años
siguientes, en tiendas de campaña instaladas junto a la era de Casa
de Valle.
La tercera campaña fué la de 1943, del 24 de Julio al 13 de Agosto, con los mismos colaboradores.
La cuarta campaña no pudo realiZ:lrse hast:'! 1945. del 28 de Julio al 13 de Agosto. Nos acompañó en ella, quedando 01\ frente de
la misma durante 108 días que n06 ausentamos, D. Francisco Jordá,
a quien, al igual que a los anteriores colaboradores, jóveneS' y entusiastas, expresamos nuestra gratitud.
Han bido, pues, cortas campañas las que hemos realizado, debido a las dificultades de alojamiento y manutención entre otras.
Contamos con un número de obreros que ha variado de seis a
nueve, y con la COnstante y valiosa ayuda de Salvador Espi, cuyos
méritos excepcionales hemos dado a conocer en anteriores oe3.rioneiS.
Los obreros. todos de Dos Aguas, resultaron unos entusiastas
e incansahles colaboradores. Gracias a ellos la labor realizada ha
,ido mu)' inlf;:nsa. También debemos gratitud a las autoridades de
Dos Aguas (l) y muy especialmente al que durante varios años ha
sido maestro de la localidad, D. José ¡borra Izquierdo. Con su
entusiasmo y desinterés digno de todo elogio, nos allanó toda clase
de dificultades. nos aloió en su casa y fué siempre el colaborador
que nos hacía falta en la localidad.
Sólo una parte mínima del yacimiento ha sido excavada estos
años. En 1941 elegimos para ulla cata que DOS orientase una pequeña superficie cerca de la entrada, en la parte meridional. una vez
nos liberamos de los molestos insectos Que infestaban la cueva;
aquella superficie fué ampliada dcspués hasta formar un rectángulo de 3 por 3.50 metros, cuyas partes anterior y posterior resultaron pronto recortadas por numerosas losas desprendidas del
techo. En 1942 excavamos la zona situada entre la cata de 1941 y
la pared Sur (2,5 por 4 metros). En 1943 elegimos una zona muy
limpia de piedras, ,,1 Norte de la cata de 1941; era una zona recO) li los alcaldes y ~retarl08 del Municipio. a D. Vicente
dico de la localidad. especialmente
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Cifre l al mé-
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LA CtJ6V\'\
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LA OOGINA
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AGUAS)
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t:lnglJlar de .~ por f),2::i metros. En 1945 nos prepusimos aclarar e l
problema de 1:1 exteusión del yacimiento hacia la parte de la en·
trada y precisar el nivel neolítico Que habíamos observado parecía
intensificarse en la parte cercana a la boca de la cueva. Para ello
excavamos una zona sitU3da en el extremo Sur de la entrada, Que
medía sólo 2 por 4 metros. Llegamos en est:l zona a la profundidad
de 4,70 metros, pero el gran número de losa s caídas en la p:lrte Que
d:1 al barranco dificultó el trabajo y nos obligó a recortar la zona
fij:lda, ampliándose luego esta faja seis metros hacia el Norte.
11
ESTRATIGRAflA y MATERIAL
EstrotigroJío.-No dudamos Que las dimen~iones de la Cueva
de la Cocina nos permilir;Ín rcalizar catas en diversos lugares y en
varios sentidos y ron elle 'Obtener una estr:lIigrafía clara del yacio
miento. Este, por su magnitud, no puede pensarse que se extienda
con unifermidad y sin desniveles a lo largo de teda la cueva, como
ocurría en el Parpalló. Pero por ahora tenemos excavada una parte
en exceso reducida. En primer lugar resalta la abundancia de gra n ~
des losas caídas (I:í m. J-B) que dificulta la interpretación de los nive[es y ha alterado. sin duda, en múltiples ocasienes su disposici6n.
Otr:1 característica de la zona excavada, es la inclinación de los estralos hacia la entrada y la pronta aparición del nivel de la arcilla
estéril en 13 parte del interior de la cueva (1). mientras en la,. parte
de la entrada el nivel estéril no se alcanza hasta los 4,50 metros (lámina ].C). produciéndose así un espeso depósito a manera de fondo
de saco en la parte de la entrada que no sabemos si se extenderá con
carác ter semejan te en el resto de la cueva. E ll o da ide:. de Que las
gentes que habitaron la cuev¡. parece que prefirieron la zona de la .
e ntrada :1 la interior, consec uencia de la bondad del clima. y aun
diríamos, si pensamos en la relativamente poco abundante presen·
cia de huesos animales, resto de comida. en co mparación con lo Que
ocurría en el Parpall ó, que hacían buena parle de la vida al exterior. Cierte que la parte saliente de la visera de roca Que cubría 13"
entrada se 11<1 desplomado en gran parte.
En muchos lugares de la parte excavada se suceden sin interrup(1) En el ángulo NO. de la cata de 1943. la arcilla est.éril se alcanza a 10"1
30 cent.imetros de la superficie. Una vez llegados al fondo de 19. cata, a dos
met.ms, abrimos un pozo que alcanzó 1,85 metros de profundidad. sin que ~e
..
alterase el can\cter del depósito arcilloso y ab901utameDte estérll.
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¡LUIS 'l"IERIOOT
ción 108 niveles (Hm. l-O). Esto y la presencia de un elemento eonst:mtc dentro de sus variedades, Jos microlilos de sílex geométricos.
limi,an cronológiclullcnfc y dan unidad :::u[wrnl al yacimiento. P.stc
representa, pues, unos milenios de habitación de la cueva por unas
mismas gentes. que evolucionan o reciben influencias del exterior
sin abandonar del todo su industria y su manera de vivir tradicionales.
Donde hemos podido realizar un corte más claro es en el rincón SE., en la cata de 1945. Aquí alcanzaremos hasta unos 4,50 meIros de profundidad des.de la superficie, y aquí es donde la capa
con cerámica alcanza mayor espesor, pues en buena parte de la
cueva aquélla es sólo superficial, aunque es posible que en otras
zonas inexploradas, sobre todo en el fondo de la cueva, vuelva la
capa con cedmica a adquirir importanci:L
En dicha cata del rincón SE. el nivel con elemcnlos neolíticos
alcanza hasta 170 metros; le llamaremos en nuestro trabajo, nivel I.
El nivel JI sigue inmediatamente al anterior. Carece de cerámica. mientras posee pl:lcas grabadas y vestigios de pintura y un
material pétreo y óseo característico. Suele presentarse sin separación. pero en el rincón SE. ofrece dos capas bastante hien separadas por losas OIídas; mientras la capa superior (A) nos dió plaquitas grabadas. la inferior (B) carece de ellas. La primera va de
] ..70 3< 2 metros y la segunda de 2,30 a 2.70 metros.
El nivel JI, suele ser el m:ís denso. pues llega hasta el fondo
arcilloso o rocoso de la cueva, lo que le da profundidad variable,
según los lugares. Aunque por su extensión es natural que ofrezca
variaciones. preferimos presentarla con una relativa unidad En
la cata del rincón SR.. una capa fértil se da entre los 3 y 3,50 meIros de profundidad (A). Otras capas inferiores (B). con escasos
microlitos, alcanzan hasta 4,50 metros.
En total van contadas 1.920 puntas microlíticas y 620 microhuriles.
Nivel l.- El primer nivel es el que podemos calificar de Neolítico antiguo. Está perfectamente definido. aparte otros elementos. por [a aparición en él de cerámica. Su distribución en. las zonas excavadas es muy variable. Es puramente superficial en la
mayor p:lrtc de lo exc:I\':ldo y sólo. se hace más extenso su nivel en
[a parte de la entrada. En la cata de 1945, fuera del muro de cerca
primitivo. alcanzaba hasta 1.70 metros de profundid:ld la tierra. con
fragmentos cerámicos, y en 13 ampliación de dicha cata, bajo un
enterramiento moderno, algún fragmento apareció a 2,SO metros,
evidente producto de remoción moderna al efectuarse aquél.
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LA CUEN.A D:E LA COCINA (OÚS MfU"-SJ
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Aparte unos fragmentos campanianos y uno ibérico pintado,
toda la l'cr:ímica enconlr:lda en este nivel es a m:1no y por [o genera [ muy toscn, de pasta mal prel)nrada Y de cocción defectuosa,
aunque :l[gunas piezas presenten [a superficie a lgo pulida. La decoración más frecuente es la del rayado irregular de la superficie;
este rayado se hace miÍs ancho y profundo y produce un acanalado
irregular; hay, además, incision~ en los bordes o bordes dente1I~ldos. series de punlos a amhos lados de un co·rd6n. y una serie
de trazos en espina de pez; también cordones con impresiones de
v:lrios tipos . Algunas asas y pezones completan las formas, en gcner:11 de cuenco u olla. por 10 que cabe deduc ir de [os fnlgmentos
(fig. 2.- y lám. 11).
figura 2 ........Fngmeolos de
~rill\ic.
del Nivel : (cala entrlda S.) (e,Pls 2 "/ 04 )
¡Tlm. 4/ 5)
Un par de hachitas finas de librolita (fig. 3.' )
ti
otra pied ra y un
•
Flgul':l 3."- Hacha 'J'lllimenll dl. ~pi¡Io. nndeo y raapador t!val, del Ni"'cl [ (CII' de cntulla 5.1
(c.pl$ I • 5)
(Tam . • /51
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WIS "BRKlOT
hacha de fortuna, de cuarcita, se encuentran en el mismo nivel. De
piedra es asimismo un:l piez:'! triangu lar, rota por el extremo superior, acaso colgante O parte de un ídolo; mide 62 por 56 milímetros
y 13 de grueso, terminando en bisel. De hueso es una lámina ovalada y de superficie curvada, dc finalidad desconocida. De piedra
bl:Jnca un pequeño colgante o cuenta de collar (fig. 13.").
Los punzones de hueso son ' relativamente abundantes en este
nivel. Excepto un caso en que vemos un ejemplar fragmentado,
tan bien elaborado como los magdalenienses, se tr:lta de huesos
aguzados. Hay una medí:! docena de ejemplares de interés; el mejor de ellos, que se ha conservado entero, mide 12.3 centímet ros de
longitud (fig.4.").
I "
PiguTl 4.L...f>unlonn de hUNO .guudo del Nfvel I (cal. onlrld. S.llc. IHI 2 y .5)
(Tun. 2/ J)
El sílex es lo más ahundante. Su co njunto pre¡¡enta un aspecto
aná logo al de los niveles inferiores, pero con características pro·
pias. En las puntas microlíticas dominan las medills lunas; hay
también algunos triángulos y faltan los tipos que caracterizarán los
niveles inferiores. Los microburiles y las hojas con muescas son es-'S-
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LA OUS\lA OE LA OOCIN,\ 1
00S -AGUAS)
11
casos (lig. 5.-). Las hojas son m:l)'orcs que en el resto del yacimien.
(Tam. nu. )
to y ha}' verdaderas hojas-cuchillos, a "cces con los bordes retocados
(lig. 6"). No f:dt;m tamhién :¡]gunas piezas mayores: toscos cepillos, lasc:ls. puntas de {orllln:l, etc. (lig. 3..). Una sola punta de aspecto neolítico hemo~ dcscubierto a 50 centímetros de profundidad ;
por talllO bast;lDlc superficial en esa zona de la cllta de 1945. Es una
punta de labra tosca con pedúnculo y aletas incipientes. casi rom.
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(~-
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boidal, haslante gruesa. Responde JI otra idea y nada tiene Que ver
con las punt:ls de tradición micro[ítica del Neolítico del lugar.
Nivel l/.-EI segundo nivel es mucho más iQteresante que el
anterior por contener tod:Js las pl,lcas grab:ldas y algunas de [:IS
qUf; muestran pintura, y por desarrollarse en él ple name nte el mi·
crolilismo. Ue aquéllas h¡lhlaremos después.
h¡:ll" t:."-Hoj.JoI. Ñgun.8 COn luef1e8 ;CloqUe. ... escola
(carae 1 • .5)
F.n cuanto :J las puntas hay una cierta variedad de tipos, pero
el dislilllivo de este nivel es el triangular con un apéndice o pedúnculo muy acusado a veces, en el dorso. No f:!lt:m los triangulares. los trapezo idales y los triangulares alarg:ldos o con muesca
hasal, propios de niveles inferiores. No menos abundantes son lus
microburiles. en alg{¡n caso sohre hojit:Js regulares, pero gener:dmente ~obre eSQuirl:u;, muchas veces minúsculas e insignific:Jntcs.
L:Js hoj:ls con escotaduras son también muy abundantes. La~. mejores son hojas robus tas con. un:l, dos y h:lsta tres escoladuf:ls en
:lmhos lados. Hay l:lmbién raspadores sobre hoja o lasca, :ligunos
buriles laterales, hojas con o sin relaques, núcleos y toscos cepillos.
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L.A OUIEv.A DE LA COCINA {DOS .\CUASl
alguna raedera y puntas de forluna. Pero en conjunto el material
es de un:! gran monotonía con la repetición constante de puntas
triangulares. microburiles y hojas con muescas (figs. 7.- y 8.-).
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fiJUu ;.-Hoju, i""'tllllil y mioeroburiLu de! Ni"tL 11 {cata tn¡ .. d. S.l
11, c.po. 8: 2. 'IT' 9: 3, C'po. 1()j
-
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H
LUIS P6RiCOT
Oc hueso podemos señalar tan sólo unos pocos punzones fragmentados Pero hay bastantes cuernos de ciervo utilizados. y uno
F"t¡un 8."-t rojH con escotadL>ru, pun,u mlcrolilic.. y microbutllu, del 1Nj,'cl 11
(call en',. ... S.) {I,
UopJ (i;
3, oc,,!, 7)
(Ta",. nl l.)
de ellos con UD grabado en que creemos ver el dibujo de un dprido incompleto.
Obscf\'cmos aquí que ]:¡s punl3S lriangularcs suelen prescnl:or
en el tercio de su filo una pcqucii:1 mUe$c:1 que debe indicar un
punto de fijación que hizo sallar IIna minúscula csquirlila.
Las placas grabadas)' piuladas (lám. Jll).-Sin duda el elemento
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LA CUEYA DE LA COOINA (DOS AGUAS)
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más interesante del nivel n lo constituyen las placas de picdra gmb;¡d:ls. Aleccionados por nuestra experiencia de la cueva del Parpalió, lavamos desde un principio todas las picdras que parecían
idonc.:1S para ser' grabadas. Hay Que reconocer que la cosecha ha
sido escasa y que el esfuerzo realizado no parece comJ)cnsado :1
primer:! vista por los resultados obtenidos. Pero en realidad, el
descubrimiento de un tipo de grabado en piedra nuevo en la PrehislOria española, nos recompensa sobradamcnte.
Carece [a cueva y sus alrededores de un yacimiento como el del
Parpall6, donde sus habitantes encontrasen a mano las losetas Ii·
sas y teot:ldoras al grabado. Aquí tuvieron' que utilizar piedras que
en gener:d se grabaQan mal. Por lo común [as piezas grabadas son
losetas algo rodadas, de silueta ovalada o trapezoidal alargada y
co n frecuencia muy irregubrcs.
El número de las descul"liertas es de 35, pero como .:1lgun.:1 está
grabada por las dos caras, el número total de ejemplares es de 38.
Todas eUas tienen únicamente combinaciones geométricas, en genera[ series paralelas de rayas en zonas que alternan su dirección.
Sólo en algún caso el rayado se sustituye por series de traci.tos a
manera de punteado. F.n algunos casos hay verdaderas fajas con
rayado interior. Aunque las líneas suelen ser rectas, hay algunas
curvas, y es frecuente que el trazo sea irregular o temblón . La incisión es a veces muy tenue y otras fuerle, pero no llega a obtener un
su rco pronunciado. Hay un ejemplar en Que acaso podría verse en
la confusión de lineas un contorno animal parcial. A \'eccs parece
como si salieran de un centro series de haces radiales de líneas.
.
Olras, no parecen formar motivo alguno.
La zona do hallazgo, según los lugares, varía de Jos 20 a los 90
centímetros; en el rincón SE., la faja fértil con tales plaquitas va
de 1,70 a 2 metros, señalando claramente el nivel 1 A.
Menos definidas son las muestras de pintura. No pasan de una
docena [as piedras en [as Que nos atreveríamos a asegurar ·que
existen manchas de color, roio siempre, en un caso tirando a ocre
nmarillenlo. En muchos otros casos la piedra misma liene lonalidades rojizas que pueden engañar fácilmente. Se trata en !a ma·
yoría de casos de manchas de color informes. En cualro casell parece que pudo existi-r un motivo o una figura animal, muy dudosa; todos ellos corresponden d capas bastante profu ndas, alrededor
de los dos metros. Otra piedra con pintura roja y que presenta
una forma inde.finible. pertenece a las primeras capas (nivel 1 A),
al igual Que los dos o Ires cantos con puntos rojos que tanto hacen
pensar en los cantos azilienses.
-
53-
[page-n-54]
16
UJ1S P6RICOT
Por último, en rclaci6n con las pinturas, hemos de referirnos
a los vestigios de figuras, al parecer de animal una de ellas, en rojo,
pint:ldas en la pared Sur de la cueva. La pátina yel humo que han
recubierto cuos muros laterales impiden su exacta apreciación. La
ahu ra a Que se encuentran las coloca al nivel del brazo de un supuesto artista, cuando el suelo de la cueva se encontraba en la segunda
ctapa de las tres que hemos scñal:ldo en el yacimie nto. Extremo
es éste Que al igual que ocurre con el resto de las pinturas. esperamos sea revisado por un especialista.
Con frecuencia se han Illlllado :1 diferentes niveles trozos de
color, rOJO O tirando [1 violáceo.
Nivel JH.-EI tercer nivel presenta Y;I rasgos de un mayor aro
caísmo, ;Hlnque siguen en él [os tipos de puntas microlíticas ~omo
elemento dominante. Pero éstas tienen una tendencia distinta, como
vcremos. No se dan ahora las placas grabadas, pero si 1:18 pintadas
e incluso parece que han de coloc:use aquí la mayoría de las que
probablemente tuvieron una figura.
En las puntas micro líticas han desaparecido las triangulares con
pedúnculo lateral acentuado del nivel supe rior. Aho~a dominan
las triangulares: escalenos alargados o bajos, con base casi horizontal o escotada (variante esta última que recuerda, como si
fuera derivación de ellas, a las puntas de muesca de tradición auriñaciense del Paleolítico superior), llegando a veces a la forma
recl:lgular; }' más aún las trapezoidales, no sólo los trapecios
:!largados con algo de pedúnculo, sino los trapecios regulares, de
bordes rectos o ligeramente curvados, en 'especial por la muesca
de la base.
En cuanto a los microburilcs se hacen escasos y terminan pronto, A los tres metros, en [a cata SE'.. la mfls comp leta , como hemos
repet ido, han terminado. Las hojas con escotaduras siguen. aunque cada vez más raras, hasta los cualTo metros, o sea pdcticamente
hasta los niveJes más antiguos, acompañflndoles, pero también
cada vez más eSC\lsas, las punlas trapezoidales (ligs. 9.-, 10,,, 11.- y
13.').
Pero Jo más característico de este nivel tIl es la gran proporción de piezas de mayor tamaño, en silex y en cuarcita y calSlza,
estas últimas verdaderos macrolilos (l1gs. 11.-, 12,- y 13 ..). Estos
suelen consistir en grandes discos raspadores, raederas, hachilashendidores y sobre todo en cepillos y su trabajo no deja lugar a dudas. a pesar de que nos costó acostumbrarnos a la idea de que se hubiera utilizado una piedra más blanda que la cuarcita, una caliza muy
compacta, de tono ama rillenlo. con la que se obtuvieron inslrumeD-54-
[page-n-55]
LA COOVA DE LA COCINA (DOS ¡\GUAS)
17
los de gran tall:1 (l). Sus dimensiones alcanzan a veces a 15 centímeIros. De cuarcita son algun:ls piezas semejantes, más pequeñas De
sí lex, numerosos cl~pillos, raspadores sobre hoja y otros altos sobre
núcleo; disquitos raspadores, pequeños núcleos, pequeños raspadores c6nicos o piramid:des de excclente trabajo, otros en trom-
~;~u ra !l. __ Hol"', OIr!U cn" uc:ondUlIB. y 'PUMas m.icrnljllc:u del NiI'c \ !JI ("'1& OIl'rnd: S .
(1, CIJa 1\; 2,
uro-
121
(1) D06 mueatraa de las calizas utl1izadaa pa.ra. estas plC:UUI de gran tamat\o
han sido cla&I1Icadaa por el profewr de la Facultad de Ciencias de Barcelona,
O Nocl LlopLs. La más frecuente y caracterlsUca., de color amarillento claro, e$
una caliza subUtogn\tlca de grano muy fino y contextura. finamente. cristalina.
con fractura concoide muy clara; procede de ni\-eles Jw*slccs. Otra. va.r1edad,
ra.nu; veces umda., de color grls, se define también como caliza subllt..opilflca de
grano mAs tosco, fractura concoide. y dureza de 3,0 a 3.7.
-55 -
[page-n-56]
•
18
WIS PBRICOT
pa, raedera s discoidalcs. hachitas, hendidorcs. alguno de ellos discoidal. recordando los prcasluricnses del Parpall6. y buriles. Es tos
últimos sue len ser laterales. a veces con repetidos avivamientos,
Pigun IO.L-Hoj.. , .... rias
~On
U,
C'tI"ocadur." 1 puntal microlilku
ur'
~l Nh-~I
111 (UI. enfT':!' S.I
13; 2,I. 101; 3, Clp' I!»
pero hay a lgún buril cenlral. H ay también hojas con rctoqccs o
si n ello,;, alguna microlírica dentada . Interesantes son I:ls pllntas
de fortuna O de tradici6n arcaica. mustcroidcs en algún ca80. pero
con frecuencia del tipo de La Gravcltc. Estas últimas son de ~a8
capas más profu ndas. Por último, algunas hojas o puntas rotas
06 -
•
[page-n-57]
I..A CUEVA DE LA COCINA (OOS AGUAS)
19
tienen un cierto reloque superficial que reeuerda la técnica solu.
trense.
La industria del hueso es escasa y se reducen los hallazgos a
unos cU.1nlos fragmentos de punzones o huesos aguzados y puntas
de asta de ciervo utilizadas. Como en capas anteriores, se dan 108
moluscos agujereados y algún den talio.
F'g~rl
J J."'-IHolhll de dONlo rebojado. tup.o.dores ope<¡ucl\or; &Obre hola, hola co, JU(tles
e8COlldutu y puntos mi<.fl"oIhic.... del Nh'el 111 (cat. entrada C.)
(Tlm. nlt.)
Ya hemos indicado la presencia en este nivel de p lacas o cantos
con señ::tles de pintura y la posibilidad de que éstos contengan ves.
tigios de alguna figura.
Mientra s la fase A de este nivel contiene núcleos de los ele.
mentos que persistirán en los niveles superiores, la fa se B es escasa
en microlilOs y abunda en instrumental grande y de aspecto ar.
caico.
-
57-
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•
20
LUIS RERICOT
111
COMPARACIONES Y CONCLUSIONES
EtJoJuci611 y crol/ología.-¿Qué deducimos del csquem:1 expueslO? En primer lugar rehagamos la evolución del yacinliento
en su proceso normal, de abajo arriba.
Al ser habitada la cueva, Que habí" recibido espesos depósitos
arcillosos . indicadores de potentes corri entes de agua, lo fué por
gentes que poseían un instrumental cla ramente de tradici6n paleolítica: cepillos y raspadores nucleiformes, raspadores ~obre
hoja, buriles laterales, raederas, pequeños raspadores disco idales.
macrolitos de caliza (especialmente grandes cepillos). hojas y csQuirlas. con o sin rCloques, y punzones de hueso. Sobre esta in.dustria ('urios:! se present:'m pronto las puntas triangulares co n
muesca basal y dorso y muesca rebajados. a los que acompañan
trapecios y hojas de muesca. Más tarde hacen su aparición los rnicrob uriles y las puntas tienden a la forma triangu lar con vértice
acusado, mientras el utill:tje de gran tamaño va desapareciendo.
Al mismo tiempo. las placas pintadas indican Que aquellas gentes
practi cab:m el arte pictórico, pero no p:!recc fueran muy aficionadas al grabado. Toda esta etapa debió ser de larga duración,
hast:! qu ~ I:! evolución en el utill:tje del sílex condujo a la formación de las puntas triangulares de apéndice lateral que iban acompañadas de gran profusión de microburiles y hojas con muescas.
Al final de esta etapa se producen los grabados geométricos sobre
pequeñas losetas; seguía pintándose, y manchas de pintura aparecen en cantos rodados. Las astilS de cérvido son utilizadas con
frecuencia y en alguna ocasión se grava en ellas un:! forma animal.
R:ípidamente estas actividades artísticas desaparecen, a la par que
las puntas han evolucionado o se han transformado, por la des~
aparición del apéndice lateral, llegándose al tipo semi lunar. Pero
ya entonces interviene un nuevo elemento. signo de un gran cambio cultural y étnico, la cerámica. decorada con incisiones simples y relieves. Esta última elapa ha dejado rcstos de algún espesor sólo en la parte más externa de la cueva y señala el final de la
ocupación intensa de la mism:!
El primer problema ron el que hemos de enfrent:Hno8 es el de
la cronología. Tenemos un momento final seguro para la ocupación de la cueva, el Neolítico inicial, pero el resto del yacimiento
-
58-
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LA CU~A [)E LA COG/NA
,
mos
AG U AS)
21
queda como colgando. sin un asidero preciso e indudable al sislema general de la Prehistoria. Caben dos posiciones, la de adoptar una cronología corta o una cronología larga. En el primer
A
B
Figu ra 12. __ R~dtu , piu.. nuckiformea, ras p.dor sot: re h'"
y ....sr.dor di05coidio/ f'"' II
en tr,d. S .) (C'PI 12 a 16) '1 oCe¡lillo.$. de c.li,,; lodo Ni"el ¡¡¡
(Tam. A ~ /~-B 121
-59 -
[page-n-60]
,
22
LUIS PBRICOT
caso. todos los niveles de la cueva entrarían en el Epipaleolílico y
podríamos cstablecer dentro de él dos o tres períodos antes de
~
~ ~,
/)
'1
(j
fi¡¡ura 1~.~enlas de eoUIt de tliedr_ y f'iClM ~ 81lu dI: urioo nh'aJes rcmoddOJS
(eat. cntud. C.l
¡Tam. nll.)
-60 -
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•
LA OUGVA
~f:
LA COCINA (DOS AGUASi
23
llegar al comienzo del Neolítico. Tcndrí:1n108 así una posible equi.
valencia a los períodos azilio-tardcnoisienscs establecidos en Franei:l. En el segundo caso, valorando los elementos arcaicos de
las capas inferiores, supondríamos que el nive l :mtiguo es del PaIcoJítico final, paralelo de! Magdaleniense de otros lugares de ia
Península, y el nivel medio, del Epipaleolítico, paralelo del Azilicnse.
lJiJ!::lmos de una vez que nos inclinamos por la segunda so lució n. aunque reconocemos que no tenemos un s610 objeto, aparte
la cerámica, del Que podamos afi rm ar con seguri d ad su pertenencia
a una dc 1:18 culturas bien caracteri zadas d el Palcolít i'c o fmal y del
Epipa leolítico.
E l conjunto de elementos arca izantes del nivel infer ior nos resulta impresionante. Las puntas del tipo de La Gravette, las musteroides y solutroides, la abunda ncia de buri les, los raspadores cónicos y en trompa, si no decisivos, pues y,¡ sabemos cuá n engañosa
es la perduración de elementos arcaicos en poblaciones que siguen
viviendo su cultura, nos inclinan a suponer que en algún momento
de la etapa Olagdaleniense la cueva empezó a ser habitada por gentes que nada tenían q ue ver con las Que por erl'tonces se encontraban
en el Parpalló o en Seriñá. Porque nada hemos encontrado que
con seguridad deba afiliarse a la cultura magdaleniense. Esta etapa pa leolítica fina l debió ser de larga duración y fué lent:lmente
evolucionando hasta alcanzar una etapa p:Halela del Aziliense. si
es Que hemos de relacionar con est:l cultur:1 el nivel medio. A esto
último nos inclinarían la p resencia de los cantos con huellas de
pi nt ura, el cuerno de ciervo con si lueta animal grabada y 1011 d isquitos raspadores. La corta etapa co n las curiosas placas grabadas
representaría el momento final del Epipa leolítico,
Tal es e l esqueOl:l que provisionalmente aceplamos y que conduce a deducciones de gra n interés para un período tan mal conocido como es el Epipaleoiítico penidsular.
Tratemos a ho ra de situar e l conjunto del yacimiento y cada u no
de sus elemcnlos dentro de este último, estudiando al mismo tiempo lo que la Cocina puede decirnos sobre el origen y difusión de
cada uno de aquéllos.
Rclacio7lcs.-En cuanto a la cerámica, creemos que nos d:l con
seguridad los lip()s de las primeras cerámiC'3s peninsulares, de formas sencillas y decoración rayada, con lipos de surco diversos. y
de relic.ves incisos. Claro que no es imposible que en otras comar-
61 -
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24
LUIS PlERICOT
cas. más cercanas a los focos africanos de donde todos los arqueó.
logos creen que llegó el Neolílico a la Península, existan cerámi·
cas más primitivas. Pero nos inclinamos :1 suponer que los ejemplares de superficie rayada representan la fase más antigua de la
cerámica peninsular.
Las placas grabadas rcprcscnt~m una novedad en la Prehistoria
cspañola y nos convencen una vez m:ís de la magnitud de lu que
ignoramos. No es verosímil Que no aparezcan en airas estaciones
ya este respecto recordaremos que el no ser esperadas puede haber
provocado el descuido de lavarlas en algunn excavación, perdiéndose así el precioso dato. Este peligro es más explic:.ble tratándose
de plaeas como las Que nos ocup:m, sencillas piedras de pobre aspecto, muchas veces irregulares, en las que ,no se espera enCO.1trar
vestigios de labor humana. Claro que en otros yacimientos puede
haberse dispuesto de losetas mejores.
Vagamente nuestras plaquitas, en especial algun:16 (véase lámina TII) parece que Quieren darnos una extrema esquematiz3ci6n
de la figura humana, recordándonos otras estelas y placas neolíticas. Pero por otra parte su decoraci6n se alía muy bien con todo
el caudal de grabados geométricos que van desde el Magdaleniense europeo al Capsiense african·o, sin olvidar Romanelli. En el Parpall6 encontramos paralelos para muchos de los motivos: zonas
rayadas, series de lr3citos. y io mismo ocu rre en la decoración de
los huevos de avestruz africanos (1).
Haríamos, pues, de éste un elemento capsiense, pero del que
ya existía tradición en el Magdalcnicn se levantino. Queda por explicar c6mo llega a la Cocina en un momento tan avanzado para'
durar relativamente tan poco tiempo.
En cunto a las placa~ pintadas, nada tienen de extraño, dada la
cercanía de pinturas rupestres y la tradición del Paleolítico levantino. Pero son demasiado escasos y horrosos los elementos de que
disponemos para poder dilucidar si fueron los del primer nivelo
los del segundo los que pintaron plaquit:ls con figuras·, cuándo se
dcsarrol16 más este arte y qué motivos sc pintarían. Y cs lástima
que en esta cuestión tan tr:lsceodental seamos tan pobrcs.
(1) Véase 1.. PERlCOT. d..a cueva del ParpallóJ, Madrid. 1942. En est!l
obra puede encontrarse la blbliografla para. el arte geométMoo óuropeo Y aIrlcano. V. también D. PEYRONY, cA pr0p
que supérleur et du Mésol1tblqueJ, en Bul1 de la Soc. Préb1storlque Pranc;alse,
1942. pág. 214. as! como nueatr05 comentarios en «AmpurlasJ. vol V, 1943 , pá.-
gina 295.
-02-
[page-n-63]
•
LA OU.aVA DI!. LA COCINA (DO<; AGUAS)
25
Del trabajo del hueso y :1sta poco podemos decir. Hace escasa
:1parición en la cueva y siempre en piC'.l:ls de cronologí:1 insegura.
Ni un arpón, ni una aguja de coser, ni una azagay:l biselada. El
predominio de [os huesos aguzados confirma una vez más la separación radical de este yacimiento respecto del Magdaleniensc clá·
sico.
Las piezas de adorno son contadas e igualmente imprecisas Un
par de cuentas de collar y :dgunos den talios, amén de numerosOS
moluscos. Estos, lo mismo Que la fauna. que no es ni muy rica ni
abundante. no han sido clasificados tod!lvía.
En la fauDa se aprecian, sin embargo, el ciervo, el caballo.
cabra, jabalí y conejo. Los fragmentos de cráneo human o hallados
en 1943 bajo una losa son absolut:lmcntc inaprovechables.
El as¡x"Cto más interesante es el referente a I:IS puntas miLrolíticas, con su acompañamiento casi constante de hojas fuertc,; con
escoladuras v mieroburiles. Su evo lución es curiosa y en nueUr:l
opinión fija ya para el Epipaleolítico levalltino español una cronología Que ha de ser de gran utilidad en el futuro: puntas triangulares de tradición p:lleolítica y trapecios, puntas triangulares con
apéndice lateral, medias lunas. Tal evoluc ión no la conocemos en
otras comarcas, }'. por e,l contrario, los trapecios se dan en momentos m:is avanzados; en cambio, sí que se habbn ya supuesto las
medias lunas como propias de una fase avanzada (1). Las puntas
con pedúnculo lateral las encontramos en otros lugares, por ejemplo en el Cabezo ele Amoreira, en Muge (2). pero nunca las hemos
visto publK:adas con la constancia}' la exageración en el tipo de las
nuestras.
Problem:l curioso es el de la rel:lción entre puntas geométricas ,
microburiles y hoj¡¡s con escotadura. La relación es clara si aceplamos la hipótesis de Que estas últimas constituyen la primera fase
(1)
SOn consideradas por Breull como típicas del Tardenoislense. Véas.!
et leur slgnlftca_
H. BREun., «Les s ubdivl.sJolls du PaléoUlhlque superleur
tlan., Z. - ed., Parls, 1937. pág. 69 y siguientes.
La¡¡ medlru¡ lunas avanzadas, en M. ALMAGRO, «Los problemas del Epi·
paleollLico y MesolItico en Espafta». «Ampll1'1a.u, t. Vl, Barcelona, 1944, pég. 1(2 ) A. A. MENDES CORREA. «Novos elementos para 1\ cronologla do ,
concheiros de Muge», en «AnaJ.s da. Facult.arie de Ciencias do Porta., tomo
xvm, Porto, 1934. .E. MENCKE. «Zur typolog ie der SlIexgeraete der KioekkeTlmoed.dinger von Muge1l, Portugnl. en «Forsohungen und Fortschrlt\.e», XI, "1,
Berlln, Man:o 1935: trad. en «AtlantLs., t. XV. 1936·40, pág. 157. Piezaa se·
meJantes en el .Ca~ dos Morros. (A, DO PAQO, «Novos conchelros do vate
do TeJo», «Bl'oterta», XXVU, LLsboa. 1938, tlg. 2).
-
63-
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26
L UIS P6R1COT
para la fabricación de las punl:!s y los microhuriles el desecho de
la misma. Sin que podamos pronunci:unos de manera terminante.
queremos preficntar varias objeciones a la anterior hipótesis Los
microburiles no acompañan siempre :1 los otros dos tipos; incluso
hay una etapa inicia] en que faltnn por completo. Además son ('on
frecuencia pequeños. en cS(juirlas insignificantes y no corresponden, por tanto, a las robustas piezas que suelen ser las hojas con
escotadura. En cuanto a éstas, por su frecuente robustez no podían
dar origen a las delgadas puntas ni a los insigqjficantcs microburiIcs. Y, por añadidura, la disposición de las escotaduras en ambos
lados y a veces en crecido .número yuxtapuestas, no corresponden
al cuadro teórico que sobre la fabricación de triángulos y trapecios
se ha solido presentar.
S; para los microburiles y su finalidad no nos .1trevemos a expresar opinión, para las hojas con escotadura creemos lo más vórosímil que se trate de raEpadores utiliz;lbles para labrar y alisar
los mangos de madera de las flechas.
En cuanto al restante instrumental en sílex, es el que cabe esperar en un yacimiento paleolítico final, en Que se dan perduraciones y recuerdos de técnicas pasadas. Las puntas de recuerdo musleroide y las piezas solulroidcs, escasas también, las creemos simple arcaísmo de genles que han desconocido el Magdaleniense. Las
puntas del tipo de La Gravette y hojitas de dorso rebajado, es
bien sabido que reaparecen en el Magdaleniense avanzado del
Occidente europeo a la par del microlitismo. Por todo ello no cree·
mos que tales piezas deban hacernos retroceder el comienzo del
yacimiento a fechas m,ís antiguas. Raspadores y buriles pertenecen
al caudal paleolítico superior que perdura; los disquitos raspadores y ra~padorcs cónicos nos ligan una vez más los niveles de la
Cueva de la Cocina con el Magdaleniense final y el Aziliense septentrionales.
Piezas mayores: grandes discos, hendidorcs, h:lchitas y lo~ que
llamamos macrolitos de caliza, también entran en el conjunto arc:úzante Que puede mantenerse hasta el Neolítico, útiles de fortun:'l o frutos de la necesidad local, como es 1:'1 utilización de esas calizas por falta de material mejor de buen tamaño o por otra raz6n
de preferencia que se nos escapa. Fácil paralelo tienen algunas piczas pseudoasturienses (1).
(H
Véase ALMAGRO. cob. cit.' Un ejemplar del nlllel ID oe la cuella de
la COCina es muy semejante al de cLas Burguerau de Marú, reproducido por
S . VILAS.ECA. eLes estactons tallers del Prlorat 1 C)(tensIOl'l», Reus, 1936.
figura 112.
-
64:-
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LA OUBVA DE LA COCINA IDOS AGUAS)
27
Problema de interés es el de la relaci6n de los microlitos de la
cueva de la Gocina con los Que aparecen en dos momentos de la
larga cvoluci6n señalada por [;1 cllcva del Parpal16, especialmente
con [os del Magd:lleniense medio. En est:! última fase del, Parpall6
hacen su aparici6n esporádica las puntas triangulares, pero en
cambio abundan mucho [as l!:Imadas escalenos, que también :lparecen con la misma asociaci6n en la s cuevas de Seriñá (1) y se señal:lron co n dicho nombre por Peyrony, en la Dordoña (2).
Cabe que de tales microlitos magdalenienses, escalenos, derivasen nuestros trapecios, triángulos, etc. Esto relegaría tales piezas al Magd:deniense final y sería un apoyo a la hipótesis dI::" que
en definitiv:l los microlitos ticnen su origen en el Paleolítico superior europeo (3). A nuestra modo de ver no existe una deriv:lción
de nuestras puntas respecto de los escalenos del Magdaleniense
medio hisp:mo.rr:mcés, que se e ncuentr:1O en sitios bien alejados,
como el K urdiSI:Ín. Para nosotros, las puntas geométricas primitivas de la Cueva de 1:1 Cocina pueden derivar de las puntas triangulares alargadas con escotadur:! bas:11 de sus nivele1i inferiores, las
cuales a su vez pueden ser producto de las punlas de dorso reba.
jada o de La Gravette y de SllS acompañantes las punt:IS de muesca del Solútreo-auriñaciensc levantino final (4). En este caso, es·
ca lenos por un lado y tr:lpecios junto co n otras fo rma s triangulares,
por airo, serian ramas distintas e ind ependientes sa lidas de un tron·
co común y podrí:m, por tan 10, darse cO nl empor:íncamente en distintas comarcas.
Posici6tl respecto del CaPsiclIse.-Llegamos al lérmino de
nueSlro trabajo, y Ir:lS haber analizado los distintos elementos que
la.exc;J.vación de la cueva de I:J Cocina nos ha proporcionado, nos
L. PERICOT, ob. cit. Los miemBros de SerlM se hallan en la colecCoromlnll8 de Bnñola.s, y entre los rcsUltadOfl d e nuestras propias excavaciones en la «Bom gran d'en Carreras». Algunos han sido publicados por
M. ALMAGRO, OO. cH·., t1g 33. aunque 108 atribuye a 1Dl& rase postpaleolltlca.;
creamos que son únicamente mngdulenlen$CS. '
(2) D. y E. PEYRONY, «Laugerle-haute_, en lArchlvos de I'lruit. de Palo
Hum._, mero. 19, ParIs. 1938.
t3) Hipótesis >'le 8chwantes y T. Mencke que M. ALMAGRO (ob. CIU se Inclina El aceptar. V. E_ MENCKE. «Uber die elnseltig ret.uliC:hlert.en Mlkrollthen des Ta.l'denoLslcn und Ihre Beziehungen zu den drelcekigen Formen_. en
IIMannus». LxxVI. 1934. Dl cambio CLARK (<
Northern E'Ur~, Cambridge, 1936) acepta la llegada del rnicrolittsmo al
Norte deo Europa., det;do Alrlca y pasando por Espafia.
(t) L. PERlCOT, ob. cit.
(1)
ción
-1lIl-
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28
WIS PlBRiCOT
toca ahora intentar situarla dentro del cuadro aceptado para esta
época. Para eIJo basta que nos planteemos dos problemas: relación de la Cueva de la Cocina con el Capsiense y :lportaci6'n 31
problema de la cronología del arle rupestre levantino.
El primero es un problema muy complejo Que no podemos inlentar siquiera panlearlo en toda su amplitud en los ámbitos de
una nola como la presente. Es conocida nuestra actitud provision:¡] !lohre el mismo (1). Seguimos creyendo que nuestro microlitisma cst:í relacionado con el nortea frica no y que el Capsiensc
lanzó ya antes de terminar el Paleolítico alguna oleada a la Península. En nuestro caso podrí:lffiOS establecer un paralelo cnl.re el
Capsicose superior, tal como lo da a conocer Vaufrey de la estación argelina del Relilai (2), con nuestro primer nivel de la Cocina, que atribuímos al Paleolítico final. El paralelo con los yacimientos almerienses sería de gran interés, pero sus materiales son
todavía inasequibles y lo poco publicad'J sobre los mismos no permite formarse una idea clara (3).
Una estación bien excavada en la zona catalana es la de San
Gregario en Falset. En ella aparecen tan s610 medias lunas v disquitos raspadores como elementos a comparar con los microlilos
de la cueva de la Cocina. y sin embargo ambas estaciones han de
cubrir épocas semejantes, pues ambas terminan con la aparición de
la cerámica. También ha de poder establecerse relaciones con las
series geométricas de las múltiples estaciones talleres estudiadas
por S. Vilaseca en la provincia de Tarragona (4). Nótese, sin embargo, aquí, la ausencia. de microburiles.
(JI L. PERICOT, ob. clt.: del mismo, cUn cuadrJll'ttero artistleo en el Palcolitlco ~uperior: Africa,·Romanelll-Perlgord·ParpalI6». en «Ampurlasll, v, Bar.
celona, P6g. 295.
(2,
R. VAUFREY, ttStratlgraphlc capslcnnCll, en «Swlatowltl, Varsovia.
1936., figs. 8 Y 9. otros materiales a comparar con loe de la. Cocina, en GO·
BERT-VAUFREY, cDew: giscmcnls extremes d'lberOmaurl8len» en «L'An·
tJ\ropologlel, XLII. 1932, pág. t-49.-VAUFREY. «Le néoUlhIque de trndlt10n
cRI>slenne des environs de M·ostagnem». en cBull de la SOc. de Oeogra.phie
et d 'Areheologle de la. provlnce d'Oran.., t . 59. Oran, 1933.-Del mIsmO, «UA.rt.
rupestre nord-africa.lnJ, ~chIves de I'Inst. de Pal. Humalne». memo 20 Pan'!
1939.-H. BREOIL. d/Afrique préhistorlque», ICahiers d'Art», Paris, 1930.
(3) L. SIRET, cL'Espagne préhlstorlque», en la «Rev. des questl'l-U; sclen
Utlques», Brwelas, 1893, fIgs. 41 a 87.
(4 ) S. vn.ASECA. «L'estacló taller de sUele de sto Oregorl». «Mems. de la.
Acad. de Ciencias y Artes», Barcelona., 1934, pág. 415.-Del mIsmo. eLe. indus·
t.rla. del silex a Catalunya. Les eslaclons taJlera del Prlorat 1 extenslonD.
R$18, '1931:1.
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66 -
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LA CUBVA o,l!: LA COCINA (DOS .4GUAS)
,
29
En cuanto a los conjuntos microlíticos de otras zonas levtmlinas
en relación con 13s pinturas rupestres, los citaremos después.
El paralelo con Muge es tentador. Pero I:! cronología d,' sus
concheros es difícil. En este momento diremos sólo que caso de
:1ceplarsc el paralelo. el Cabezo de Amorcira (l) sería el eQuivalente de nueSlros niveles medio y superior. El Cabezo de Arruda
se relacionaría con la fase moderna del ni"el inferior. Hay 3llí nlUe hos menos elementos de tradición paleolítica Que en la Cocina.
F.n cunola a la caverna «Hoyo de la Mina» (Málaga). también
es c\·identc Que ha de cubrir una época semejante a la nuestra,
yendo desde un Epiauriñaciense al Neolítico. Pero son :tllí raras
];IS puntas geomé tricas, mostrando unfl vez m:ís cuán varia y desi,gu:l1 fué la evolución ('on que termin6 el Paleolítico (2).
Los microlitos de las cuevas de Valle y Santim;.¡miñc, en la
zona c:lIltáhric:I, considerados por Obermaicr, del Cflpsicnse superior (3). pueden t:lmbién parangonarsc con nuestros hllllazgos, sin
que porlamos precisar la fase concreta de relació n. En conjunto
pueden corresponder 3 nuestra fase media, azilioidc.
Si salimos de la Península nos encontramos en Francia con un
microliti smo que se reconoce ya en el Paleolítico su perior y que
hemos pues 10 en relación co n el del Parpa1l6 y con el gran desarrollo del mismo en bs fases azilio-tardenoisiense con t30tO empeño estudiadas por nuestros colegas de allende el Pirineo (4) .
I.a ~str3tjgrafía de Sauveterre-la-Lem:lOce (5) tiene gran interés
(ll Véanse especialmente las obrs. clls. tie A. A. MENDES CORREA y
E. MENCKE.
(2) MIGUEL SUCR. tAvAnce al estudio de la caverna «Hoyo de la Mina».
en Ml'llagall. «Bol. de la Soc. malagucfia de Ciencias», Málaga. 1920.
(3l ti. OBERMATER, «El hombre fósil», Madrid, 1925.- Del mismo, . OM
Capslen_problem in wesUlchen Mittetmeergeblet"l), .Oermanla», 1934, pág. 165.
T. DE ARANZAOI, J . M , DE BARANDIARAN y E. EOOREN, «ExPloraciones
en In cnverna de SanUmnmil1clI, memorrn.s 2 v J, Bilbao, 1931 y 1935,
(4) V, por eJemplo OCTOBON, «Le mésollthlquc. Essai de clu.I·sificatlon
chronolog1que•. XV Congrés Int. d 'Anthrop. eí. d'Aroh. préh1Storlque. Portugal (COlmbm), Sept. 1930. Fundamental para el estudio del mIcrolltLsmo del
PaleoUtlco superior (rancés y todos loo problemas que planlea. y a. 106 que sólo
hacemos ligera referencia, es el articulo de D. y E. PEYRONY, cGlsement pré.
hiStorlque dc CrabUIaL. Ses rapports a.vec I!'JI dépots a. formes géometrlques du
PaléoU' hlque supérleur el du MésoUthlquell, en Bull, de la. Soc. Préhlst. Prant:ntse, 1941. pág. 245; v. nuestros comentarlos en cAmpurlaSll, V, 1943, p{lg. 295(SI L . COULONGES, o:Les glsements préhlstoriques de Bauvcl.erre-Ia-Lémanee (Lot.-et,..Qaronneh. cArctlives de ¡'In.st.. de Pal Hu.ma1ne., memo 14, pa·
rla, 1935.
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30
LuIS P:ERICOT
para nosotros, pues t:lmbién :lbarca desde el Paleolítico final al
Neolítico inicial. Su elap:l sauvelerricnse. aunque con escalenos.
puede equiv.¡]er a nueSlro nivel medio; pero luego la evolución
del yacimiento francés es distinta y conduce :l un tardenoisiense
que no es paralclo de l:l bsc final de l:l Cocina (1). En conjunto
estas etapas avanzadas del microlitismo fra ncés mllestran un gran
predominio del trapecio, al igual que en el Neolítico primitivo de l
SE. español, 10 que hemos visto tenía sólo escaso paralelismo en
la Cocina.
Seguir el microlilismo por Europa cen tral y el Báltico y por el
Crimaldiense hasla ir :l parar al Kurdisláll, cst:í lejos de nuestro
propósito ahora. Sin embargo, observaremos que el nivel B de la
cueva de Zarzi es considerado como Paleolítico final por Miss Garrod y contiene numerosOS elementos Que le ligan con las fases l11irro[íticas del Magdalcnicnsc. y Epi paeolítico lev:mtino (2)
La abund:lncia de microburiles en nUl'Stra cueva es un d:lto m:ís
Que la une con e l Capsiense norteafricano y la sitúa como fase de
paso al tardenoisiense francés , donde se dan también con lanla
abundancia. Pero hoy s:lhemos Que el m icroburil puede ser muy
.. ntiguo (3).
El problema del arte rIIpcstre.-Hemos elegido lo más candente para el final. Sin pretender tampoco aquí agotar el lema, expondremos nuestra opinión e¡¡;cuetamente.
En primer lugar sentemos la afirmación de Que es imposible
desligar las pinturas del abrigo ll:Jmado Cinto de la VeI1t:m:J, de
I:1s gentes Que habirarOJl la cueva. Aqucl cinto, con sus escaS:lS pinturas de Jos dos tipos, n:llur:llisla y esquemático, se encuentra en
el extremo sin salida, por terminar en precipicio, del barranco en
que a unos dos o trescientos metros se :lbre la cueva de la Cocina.
Quienes pintaron aquella s figuras habitaron la cueva.
¿Pero a cuál de las fases industriales de la cueva corresponden
l:ls pinturas del cinto? Acuciante enigma Que no nos es dado resolver todavía. Por los indicios Que poseemos (placas con vestigios
de pintur3) diríamos Que I:JS pinturas naturalistas van desde nuestro nivcl inferior ni medio, y las esquemáticas podrían atribuirse al
(ll No podemos relacionar los triángulos con apéndlce lat.eral en la base
del Tardenol8len.se n de Le MarUnel! con nuestros triángulos con apéndlce la·
teral (v. L. COULQNGES. ob. eit.. tlg. 1"l.
(2) D. A. E. GARROD. «The PaleolfUl!C of SOuUlern Kurdlstru.: Exca\6.tlons ID the caves of Zarnl and Hazar Merd •. «Bull. ol me American !3.ehool
oC Prehisoorlc Research •• n. 6, New Haven. Mano> 1930.
(3) L. PERICQT, oba. cita.
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LA OUBVA
()f.
LA
COCLN~
(OOS ...cUAS)
31
superio r. Es to ha ll aría confi rmació n decis iva si se logra interp retar los vest igios de figuras rojas en la pa red merid iona l de la cueva ,
que por su altura debiero n pintarse cua ndo el suelo de la caverna
6e hallaba a 1,50.1,80 metros de l nivel moderno, o sea en el nivel
{I inicial o Uf final.
Esta interpretación, de ser cierta, rat ificaría lo Que en ot ros lugares hemos expuesto (1). El arte rupestre levantino, hijo del hilO·
pa no-francés, se habría independ izado durante el Magdaleniense ,
en las zonas mo ntañosas del Levante, como obra de ind"ígenas que
recogieron las tradiciones :.: rtíst icas que gentes como las- auriñac ienses y solutrcnses del Parpalló habían divu lg:ldo. Desarrollado dura ote el momento final del Paleo lítico y el Epi paleolítico, va a morir con la aurOra de los nuevos tiempos neolíticos, cuando se esquema tiza e n la forma conocida.
No creemos que conlra esta hipótesis vaya el material cu idadosamente reunido por M. Almagro (2), procedente de ot ros abrigos
con pinturas de la misma zo na. H ay en él muchas remi niscencias
,lTcaicas, m:icroburi lcs y microlitos, Que no anda n lejos de los de
las fases centrales de la Cocina. En un abrigo con pinturas esq uemá ticas , el de Doña Clotilde, las medias lunas de tipo ava nzado se
corrcsponden muy bien co n la edad moderna que en nuestra cueva
hay Que asignar a las medias lunas, oClIr riendo lo prop io en el Priorato (3). En Jos ahrigos de la Valltort:1 sc han seña lado mic roburi les (4).
A los cazadores de tradición paleolítica, independientes aunque
contemporáneos dcl Magdalcnicflse, cultura (IUe en Levante hay
quc aceptar só lo como una iotrusión hasta el ParpalJó, si n gr:ln influencia en las comarcas vecinas, atribuímos el desa rroll o d~ ese
arte ma ravi ll oso.
En cunnto a las plnquitas con deco r:lción geo métrita, const it uyen un fenómeno especial, ais lado, sin relación con el arte parietal,
pero respondiendo a una tradició n paleolítica más potente en el
Capsiense africano que er. parte alguna.
COllclIlSioIlCs.- Estamos en los comienzos de una excavación
que puede darnos aún muchas sorp resas. Nucstras conclusiones pro·
visiona les las resumiríamos como sigue.
(1)
L. PERICOT. «La Cueva del Parpal1ólI, pag. 343 y siguientes.
ALMAGRO, ob. cit. figs. 10-24.
M. ALMAGRO. ob. cit., fig. 22.-5. VILASECA. 000. clts
S. MALUQUER, «Las Industrias con nllcroburlles de La Vautortu
«Am.pur\.asJl, Barcelona, 1939, pág. 109.
(2)
M.
(3l
(4)
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LUIS
~ER1COT
L;l C UCV:1 de J;¡ Coc ina filé h:lbitad,[ desde el P:Jlcolítico final,
probablemente en tiempos contcmpor;Íncos del Magd3lcnicnsl! que
se dcs:Jrrollaba en el Parpalló, por gentes que conscrvahan las técnicas aurii13co-solutrcnscs, pero que no parecen proceder inmediatamente de los huídos do I:l ('ue"a gandicnsc al llegar la primera
olc:.da de magdalenienscs.
Pronto se hace sentir en ella el peso del microlitismo, que sed
1:1 nota constante de su industri:1. Esta experimenta una clara evolución tipo lógica y ti ene un:! raíz capsicnsc. Pero hasta ahol3 dicha evolución no puede p:lrangonarSé en detalle con la del mierolitisOlo e n e l res to de la Pcnínsul:l y de E.uropa; produce e][o e l efecl O como si los grupos de entonces vivieran muy independientem ente y no se intercomunicaran demasiado sus productos y sus téc·
nicas.
En este medio fundamenta lmente capsiense y de raíz africana, se
aprecia una fase ya francamente del momento final del Pa leolítico
y aira francamente epipaleolílica co n alguna vaga influencia del
Aziliensc, q ue entonces vivía más al Norte. Un curioso episodio
.artíslico precede inmediaf:lmente la ll ega da de la inAuenda neolí.
tica .
Por (¡]timo, las gentes que habitaron la cueva pintaron las fig uras de abrigos cercanos. Con eOa se nos ofrece un date m(¡s y muy
importante contra la contempor:meidad del :'lrte rupestre nórdico
y el levantino.
y no terminaremos sin confiar Que las próximas campañ'ls de
excavación nos proporcionen datos más convincentes en favor de
cuanto hipotéticamente hemos presentp.do al lector.
APENDlCE
NOTA MALACOLOGlCA
Una vcz m:ís mi sabio maestro de Prehistoria, Dr. O. Luis Pcricot , me da el honroso encar~o de clasificar los mo luscos hallados
en las excavaciones, confi:í ndome los materiales de la cucva dc la
Cocina, a que correspo nd o dando una nota provision:1I de los ejemplares registrados, ya que una parte del inmenso mate ri al extraído
se h:lI la en estudio. CU;J nd o sólo se da el nombre genérico sin tlegar
al específico, ent iénd ase Que el estado del ejemplar impide mayor
precisión.
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LA CUEVA DE L '\ COCIN-A (DO'i .AGUAS)
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En superficie aparccier(JIJ dos Colllmbella y un Murcx. La capa
1 - da cinco Co/l/lllbclla y una valva de CardillJ1/ ccl"lc L, la 3.& un
Pcct!mcuflls y la S.- una IVassa reticulata L. Aparte de esta' represcnt·.ción de especies marinas en ejempbres frccucotcmente orificados, indicando su uso como objetos de adorno. exis te una mayor
representación de formas flu,'i¡í til es y palúdicas con siete Melaflops;s DlIfOllrci Fer. en la 1.&capa, otro en la 2... un TIIOOdo.TUS J!ll'uiatifis L. en la 3.& y un Limllaea en la 5.&. Entre los moluscos terrestres ha y un J-/elix indeterminado en la capa l." y un buen ejemplar
de / berus' alotlC11Sis Ferussac en la 3... L;¡ frecuencia de molusco~
de agua dulce puede expl icarse por la proximidad del llamado «BaIranco Falón».
MANUEL VIDAL y LQPEZ
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PERICOT ~ . Cueva de la Cocina•.
LÁMI NA 1.
A
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8
o
A Vial. ~ la .,nl'.Idl 11.. \1 CUO\' I da;;de ~! (llrl) :ad(> dc.! I>, rrlnc(>, B. Lt .. ~\'.I" Ic\60 ¡linIO
1 la '1'I' red S., Cn t 'l~2. A' fond(l el rri,·e\ origino\ de la ""e,·•. -C.. Lt "'~II·.dó n (le 194 J
Ju(le el
ln(~rior
de l. (uevs._·D. Lt exc.\"Adón de ln43
.sin ,piedl"ls
~n
una lOnl de
~gl '.liHc~ci&n
nornll l,
(Foto:!! lL. Perlto!.)
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PERICOT - . Cueva de la Cocina..
LÁM INA 11.
A
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D
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Fragmen!os de utimita del Nilo! 1
(Fo!os AdeU.l
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PER I COT -
~ Cueva
de la
Coc ¡ na~.
LÁM INA 11 1.
[page-n-76]
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ISSN 1989-508
LUIS PERICOT
TrllfIJos ci d Sel'\llda de In veslf,ad6n Prehll16rlc.
La cueva de la Cocina (Dos. I'Iguas.)
NOTA PRELIMINAR
DESCRIPCiÓN GENERAL
E n la cueva de la Cocina hemos realizado hasta el presente momento, cuatrQ camp:lli:IS de CXC3\'ilción. A pesar de ello, )' po r di\'crsas circunstancias, no hemos podido ter min ar su est udi o. El
gran inte rés que presentan los hallazgos, nos mueve a d:u hoy una
reseña provisional de los mi smos. La complejidad de los problemas·
que plantea, exige una discusión más amplia y a l mismo tiempo las
dimensiones de la Clleva permitirán ulteriores comp robaciones de
los resultados co nseguidos hasta ahora .
SitlluciólI,-Las últimas estribaciones de la Sierra Martés hacia
los llanos v;dcllcianos, acompañan al Júcar, Que se ha :1bicrto paso
por ellas entre gargant.:lS de impresionan te grandeza. Forman aQuéII:I ~ el último escalón de la meset:!, · muy próximo ya a 1.:1 Ilanur.:l.
Mientras a la derec h:1 del J úcar se h:tlla e l pico de Caroche y muela de Bi corp, con sus es tri bac iones, a la izquierda est:ín las sierras
del Ave y Caballón, Que van desde Dos Aguas hasta Tous, Llo mbay
r Ca t:ld.:lu. En su vert ientc meridional se forma un valle a lto (entre
400 y 500 metros de altitud) , denom ina do La Canal, y por el que se
puede Ir:lOsitar hasta Tous. A 1.:1 Canal se asciende desde 008 Agua s
en una hora de m.:l l camino de herradura , subiendo hasta 530 metros, tcniendo a los pies los barrancos que van a parar al J úca r, cerca de la Centra l Hidroel éct rica de Millares. En La Canal se encucn-
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2
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I.tHS
~IOOT
tral! corrales y casas de habitación temporal. oliva res, algarrobos .
viñedos 'Y :¡[I!unos campos de trigo. Su pa rte m:ís próxima a Dos
Aguas. donde existen las cSlaciones de Que nos ocupamos, CSI¡í limitada por el lado Norte por las alturas de L" Rábida y el Caballón, y por el Sur por los barrancos que van a SUffiólrSC al FaJón, torrente nacido en Dos Aguas y Que dc~cmboca en el J úcar, o directamente al mismo río.
Estos barrancos forman naturalmente una complicada red de
hondonadas y despeñaderos con numerosos abrigos. En uno de
estos barrancos, que nace frente la Casa de Cifre, se encuentra el
Gilito de las Letras, abrigo q ue contiene cu riosas pi ntu ras mUur:!listas de estilo levantino. La Casa de Cifre se h:llla eC1 el eeOlro de
La Canal)' a unas dos horas y media de camino desde Dos Aguas.
Dos kilómetros al Sudeste de dicha casa está la Casa de Valle (a 415
metros de alt ura), junto a un pino centena rio que ha serv ido de
cobijo al campamento de los excavadores. Allí mis mo empiez3 la
barrancada conocida con el nombre de Barranco de la Ventana, Que
termina en un precipicio sobre el FalÓn. En su zona final, en la pared derecha, la peña aparece horad:lda por la VCfltQ1Ja de Que recibe nombre e l barranco, y en un abrigo junto :l ella, aparecen pinturas en parte de estilo levantino naturalis ta y en parte esque m ~tico.
En este barranco, y en un recodo del mismo, a una distancia de
unos 250 metros de la vcntana, }" a 15 minutos de camino de la Casa
de Valle, se abre la cueva de la Cocina. Su altitud es de UOO$ 350
metros soore e l nivel del m'lr.
Aspecto de la Cl!l't'fI (fig. 1 }' I:ím_ 1-A).-L3 cueva se abre al nivel aClUal del barranco, frente a ;opudos algarrobos y malas de
adelfa, presentandú una amplia abertur;l, de 12 metros de longiturl,
pero de :dlura muy b:lj3 (unos 3 metros), disminuída hoy por 1:1 pared tOSCll const ruíd3 par3 encerrar el g:lnado. Su interio r mide .I proximadamcnle 20 por 15 metros y ofrece un doble desni"el con lomo
en la parte central y riescendicndo hacia la entrlldll y hacia el fondo.
El suelo aparece recubierto por el estiércol o sirle, resultado de
encerrar los ganados de cabras, constituyendo éste uno de los
más molestos obst:ículos de la excavación. Abu ndantes losas caí~
das del techo y de las p:lredes later:dcs afloran en la suporficie y,
como b excavación demostró, ocupan bueoa parte del yacImIento. Una piedra aparece hincada como un menhir cerca de la entrada; o tra p resenta ull grabado cruciforme.
En la p:lrte del fondo y junto a la pa red Norte, se abren gale.
rías de difícil acceso y que mueSIlr:lD señales de haber sido utili.zada'! como refugio cn ticmpos modernos. Una losa coloc;¡da a
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LA CUEVA 'DE LA COCINA (DOS .,.\GUAS)
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_._._._._._.C!l._._._
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Aluro Io"--PIlo",. 1 lK«,one8 dt b Q!,en de 11 C«in
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I.JUIS I'IBRIOOT
manera de mesa, en el fondo, sobre la que dicen se halló un recio
piente ~(!r:ímico, juslific:1 el nombre que la cueva recibe. Algu·
nos fragmentos de cerámica medic\'al y moderna se recogieron
en la capa superficia.1.
Abierta en un macizo crel:ícico, la cueva. que muestra al ser
excavada potellles capas arcillosas, ha debido ser en tiempos cua·
ternarios lugar de desagüe de inlensas corrientes de agua Que :lIi·
mentarían el barranco.
Durante los trabajos recogimos curiosas leyendas populares
relacionadas con la CUl!va, las cu:des nos indican qu~ nos halla·
mos en comarcas ctnogr:íficamcn le distintas ue la zona costera,
donde lales leyendas faltan. En c:unbio nos recuerdan las que
oímos durante nuestras cxca"aciones en los C:lstros gallegos, lo
que prObaría el fondo común (céltico) en com~lrcas tan apa rtadas, cosa por otra parle que los textos antiguos :11 situarnos aquí
a la tribu de los bcribraces, nos dieron ya a conocer (1).
DesC/jbrimiCllto )' c.\:cflvaciófl.-COmO hemos dicho, la cueva
fué utilizada en tiempos no muy lejanos, como lugar de refugio,
(1) Ve.rIos de los relatos refieren que por las noches se aparece en la eueva
una mujer que reza. El relato más cUriooo es el de la dama. del peine. Llamaban
Asi a una mujer Joven y guapa que se aparcc{a con un peine de oro en la numo.
&! cuenta. l.Odavia en el pueblo de algUIen que murió del susto al ~el'la y no
haee nl~h06 afios un pastor salió huyendo al ver en In boca de la cueva Il
Wla muchacha que él lOmó po~ la vieja. o dwne. del peine.
En otra versJón son dQ6 1M damas que se aparecen pelmwdo. Un pastor
las vió y le preguntaron qué prerer\a., el peine 00 ellas; el avaricioso putar f'e6..
pondió que prereria el peine y entonces aquéllas le conU'SLaron que siempre
seria un miserable y que SI las hubiera preferido a ellas, se hubiemn conver·
tldo en U06 montoues do oro.
Un muchacho de 15 MOLS, pastor, llanmdo Vicente Ibá.n.ez, 1108 relaró que
al hablar de la cueva con motlvo de nuC6tr06 ttabaJos. una mujer del pueblO
conló lo que su abuela le habla referido en otro tiempo como ocurrido a ella
misma.: .Llegó un hombre joven encantado adonde ella se enoont.ra.b&. y le preguntó si 106 pollos que habia. aJU eran suyos. ti. lo que repUSo que si. Entonees
le ordenó que le matara uno y 10 asara. bien asado y lo llevara a una. piedra
bajo la eua.! encontrarla Wl(l. merendera (ftambrel'&) brillante como el oro y
metiera el pollo dentro. Lo 11100 8Si y al ponerlo dentro oyó una voz que decia:
«Lo has hecho tal como lo he mandado yo, y ahora has ne iF a las doce de
la nochB a la. cueva y subiras a lo alto de una piedra. redonda que hay! alU Y
saldrá una serpientE" pegando soplid06, y no has de tenerle miedo. y luego
saldrá un loro pegando berridos y daré. siete \'ueltas, y luego de dar las siete
vueltas, tócalo y se volvera de orOJ y yo quedaré desencantado.» La abuela
tuvo miedo y no quiSo hru:erlo y pl'fJgW1t6 si podia ir su marIdo con ella. y le
dijeron que no. Que debla Ir sola..
También el> corriente el relato de que 106 moros entraron en el barranco
diez cargas de oro y las ocultaroo por medio de las letras (pl.nluras rupestrels)
que hay abajo en el ba:rranco.
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LA CUEVA DE LA COCINA (DOS AGUAS)
}' seguramenle por moriscos rebeldes, como lo prueba el hallazgo
en ell:1 de un C()f'án, realiz:ldo :1 comienzos del pasado sigln (2).
Todavía ha sido ocup:lda con igual fin durante la última guerra
civil española.
Pcrtene<:iendo a la familia del Valle, ha sido utilizada durante mucho tiempo para encerrar el ganado. Pero seguía ignorada
por completo en la bibJiografía arqueológica, 1 que se explica
0
por 10 apa rtado del lugar. En realidad todo el macizo montañoso
en (IIIC se encuentra era desconocido para los arqueólogos. Las
estaciones prchistóricas más cerc:mas que se conocían , er:m las de
Buñol y la cueva de la Avellanera, en C:lt:ld:lu~ y, al otro lado de l
Jú car, [a cueva de la Araña, e n llicorp.
En 1939 Ó 1940, dos maestras que veraneaban en Dos Aguas
tuvi eron noticia de la existencia de letras en a lguno de los barra ncos de la Cana l. Se hicieron acompañar a los lugares, que resultaron ser abrigos con pinturas rupestres. Dieron noticia del
hallazgo al Inspector del Magisterio, D. J. J. Senenr Ibáñcz , a
Quien tanlOs descubrimientos prehistóricos se deben en las tres
provincias valencianas. y éste comunicó el hallazgo al Se rvicio de
Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia.
En el otoño de 1940 se organizó una expedición en la que tomaron parte, adem:ís del Sr. Senent, los Sres. Chocomeli, Alcácer
y el prospector del indicado Servicio, Salvador Espí. Fueron visitados los dos abrigos con pintu ras, el Cinto dc las lelras y el
Cinto dc la vcnt:ma, al mismo tiempo que Sa lvado r Espí recorría
huen número de cuevas de los alrededores , tarca que repitió postcriormeutc. La cueva de la Cocina rué lugar de paso obligado al
vlslt:"! r e l Cinro de la ventana. Salvador Espí realizó, con [a diligenci:1 que le es peculiar, una cata en la parte de en tra da de la
cucva. En ell a encontró indicios e locuentes de 1:1 importanci.1 que
tuvo su ocupación prehistórica: cerámica tosca, numerosos O1 icroli los, elllre ello~ algunas puntas, microburi lcs , hojitas, ti na de
e ll as de doble escotadura y un hueso Que parecí.. aguzado.
En vista de ello, en Ju lio dc 1941 realizamos la primcr.. camp"ña de excavación. En parte de la misma nos acomp;lñ:lron los
Sres. Juan C:lbré, J. J. Senent y J . Alcácer, que dedicaron varios
dí:lS a la copia de las pinturas de ambos Cintos, visi taron la cue\';!
(2) El Inlorme sobre el hallazgo de un Corán en la cueva. de la COcina se
encuentra. en el tomo VI de las «Memot1as de la. Real Academta dI) la, Hlstorlall, pé.g. LXXXI. Debemos \!lite dato a nU(Elro dlsclpulo D. Ernefito Jlménez
Navarro.
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WIS IfIERIOOT
y el último nos ayudó en 1., excavación. Esta duró del 24 de Julio
:JI 4 de A,C!osto, y residimos en la Casa de Cifre, puesta amable,mente a nuestra disposición.
.
1..3 segunda cam.paña duró del 23 de Julio al 9 de Agosto de
1942. Fueron mis excelentes colaboradores D. José Alcáccr Grau
y D. Enrique Pla Ballester. Residim.os, al igual que en 108 años
siguientes, en tiendas de campaña instaladas junto a la era de Casa
de Valle.
La tercera campaña fué la de 1943, del 24 de Julio al 13 de Agosto, con los mismos colaboradores.
La cuarta campaña no pudo realiZ:lrse hast:'! 1945. del 28 de Julio al 13 de Agosto. Nos acompañó en ella, quedando 01\ frente de
la misma durante 108 días que n06 ausentamos, D. Francisco Jordá,
a quien, al igual que a los anteriores colaboradores, jóveneS' y entusiastas, expresamos nuestra gratitud.
Han bido, pues, cortas campañas las que hemos realizado, debido a las dificultades de alojamiento y manutención entre otras.
Contamos con un número de obreros que ha variado de seis a
nueve, y con la COnstante y valiosa ayuda de Salvador Espi, cuyos
méritos excepcionales hemos dado a conocer en anteriores oe3.rioneiS.
Los obreros. todos de Dos Aguas, resultaron unos entusiastas
e incansahles colaboradores. Gracias a ellos la labor realizada ha
,ido mu)' inlf;:nsa. También debemos gratitud a las autoridades de
Dos Aguas (l) y muy especialmente al que durante varios años ha
sido maestro de la localidad, D. José ¡borra Izquierdo. Con su
entusiasmo y desinterés digno de todo elogio, nos allanó toda clase
de dificultades. nos aloió en su casa y fué siempre el colaborador
que nos hacía falta en la localidad.
Sólo una parte mínima del yacimiento ha sido excavada estos
años. En 1941 elegimos para ulla cata que DOS orientase una pequeña superficie cerca de la entrada, en la parte meridional. una vez
nos liberamos de los molestos insectos Que infestaban la cueva;
aquella superficie fué ampliada dcspués hasta formar un rectángulo de 3 por 3.50 metros, cuyas partes anterior y posterior resultaron pronto recortadas por numerosas losas desprendidas del
techo. En 1942 excavamos la zona situada entre la cata de 1941 y
la pared Sur (2,5 por 4 metros). En 1943 elegimos una zona muy
limpia de piedras, ,,1 Norte de la cata de 1941; era una zona recO) li los alcaldes y ~retarl08 del Municipio. a D. Vicente
dico de la localidad. especialmente
-H-
Cifre l al mé-
[page-n-45]
LA CtJ6V\'\
oe
LA OOGINA
¡.oos
AGUAS)
7
t:lnglJlar de .~ por f),2::i metros. En 1945 nos prepusimos aclarar e l
problema de 1:1 exteusión del yacimiento hacia la parte de la en·
trada y precisar el nivel neolítico Que habíamos observado parecía
intensificarse en la parte cercana a la boca de la cueva. Para ello
excavamos una zona sitU3da en el extremo Sur de la entrada, Que
medía sólo 2 por 4 metros. Llegamos en est:l zona a la profundidad
de 4,70 metros, pero el gran número de losa s caídas en la p:lrte Que
d:1 al barranco dificultó el trabajo y nos obligó a recortar la zona
fij:lda, ampliándose luego esta faja seis metros hacia el Norte.
11
ESTRATIGRAflA y MATERIAL
EstrotigroJío.-No dudamos Que las dimen~iones de la Cueva
de la Cocina nos permilir;Ín rcalizar catas en diversos lugares y en
varios sentidos y ron elle 'Obtener una estr:lIigrafía clara del yacio
miento. Este, por su magnitud, no puede pensarse que se extienda
con unifermidad y sin desniveles a lo largo de teda la cueva, como
ocurría en el Parpalló. Pero por ahora tenemos excavada una parte
en exceso reducida. En primer lugar resalta la abundancia de gra n ~
des losas caídas (I:í m. J-B) que dificulta la interpretación de los nive[es y ha alterado. sin duda, en múltiples ocasienes su disposici6n.
Otr:1 característica de la zona excavada, es la inclinación de los estralos hacia la entrada y la pronta aparición del nivel de la arcilla
estéril en 13 parte del interior de la cueva (1). mientras en la,. parte
de la entrada el nivel estéril no se alcanza hasta los 4,50 metros (lámina ].C). produciéndose así un espeso depósito a manera de fondo
de saco en la parte de la entrada que no sabemos si se extenderá con
carác ter semejan te en el resto de la cueva. E ll o da ide:. de Que las
gentes que habitaron la cuev¡. parece que prefirieron la zona de la .
e ntrada :1 la interior, consec uencia de la bondad del clima. y aun
diríamos, si pensamos en la relativamente poco abundante presen·
cia de huesos animales, resto de comida. en co mparación con lo Que
ocurría en el Parpall ó, que hacían buena parle de la vida al exterior. Cierte que la parte saliente de la visera de roca Que cubría 13"
entrada se 11<1 desplomado en gran parte.
En muchos lugares de la parte excavada se suceden sin interrup(1) En el ángulo NO. de la cata de 1943. la arcilla est.éril se alcanza a 10"1
30 cent.imetros de la superficie. Una vez llegados al fondo de 19. cata, a dos
met.ms, abrimos un pozo que alcanzó 1,85 metros de profundidad. sin que ~e
..
alterase el can\cter del depósito arcilloso y ab901utameDte estérll.
-
-
[page-n-46]
8
¡LUIS 'l"IERIOOT
ción 108 niveles (Hm. l-O). Esto y la presencia de un elemento eonst:mtc dentro de sus variedades, Jos microlilos de sílex geométricos.
limi,an cronológiclullcnfc y dan unidad :::u[wrnl al yacimiento. P.stc
representa, pues, unos milenios de habitación de la cueva por unas
mismas gentes. que evolucionan o reciben influencias del exterior
sin abandonar del todo su industria y su manera de vivir tradicionales.
Donde hemos podido realizar un corte más claro es en el rincón SE., en la cata de 1945. Aquí alcanzaremos hasta unos 4,50 meIros de profundidad des.de la superficie, y aquí es donde la capa
con cerámica alcanza mayor espesor, pues en buena parte de la
cueva aquélla es sólo superficial, aunque es posible que en otras
zonas inexploradas, sobre todo en el fondo de la cueva, vuelva la
capa con cedmica a adquirir importanci:L
En dicha cata del rincón SE. el nivel con elemcnlos neolíticos
alcanza hasta 170 metros; le llamaremos en nuestro trabajo, nivel I.
El nivel JI sigue inmediatamente al anterior. Carece de cerámica. mientras posee pl:lcas grabadas y vestigios de pintura y un
material pétreo y óseo característico. Suele presentarse sin separación. pero en el rincón SE. ofrece dos capas bastante hien separadas por losas OIídas; mientras la capa superior (A) nos dió plaquitas grabadas. la inferior (B) carece de ellas. La primera va de
] ..70 3< 2 metros y la segunda de 2,30 a 2.70 metros.
El nivel JI, suele ser el m:ís denso. pues llega hasta el fondo
arcilloso o rocoso de la cueva, lo que le da profundidad variable,
según los lugares. Aunque por su extensión es natural que ofrezca
variaciones. preferimos presentarla con una relativa unidad En
la cata del rincón SR.. una capa fértil se da entre los 3 y 3,50 meIros de profundidad (A). Otras capas inferiores (B). con escasos
microlitos, alcanzan hasta 4,50 metros.
En total van contadas 1.920 puntas microlíticas y 620 microhuriles.
Nivel l.- El primer nivel es el que podemos calificar de Neolítico antiguo. Está perfectamente definido. aparte otros elementos. por [a aparición en él de cerámica. Su distribución en. las zonas excavadas es muy variable. Es puramente superficial en la
mayor p:lrtc de lo exc:I\':ldo y sólo. se hace más extenso su nivel en
[a parte de la entrada. En la cata de 1945, fuera del muro de cerca
primitivo. alcanzaba hasta 1.70 metros de profundid:ld la tierra. con
fragmentos cerámicos, y en 13 ampliación de dicha cata, bajo un
enterramiento moderno, algún fragmento apareció a 2,SO metros,
evidente producto de remoción moderna al efectuarse aquél.
-
46-
[page-n-47]
LA CUEN.A D:E LA COCINA (OÚS MfU"-SJ
9
Aparte unos fragmentos campanianos y uno ibérico pintado,
toda la l'cr:ímica enconlr:lda en este nivel es a m:1no y por [o genera [ muy toscn, de pasta mal prel)nrada Y de cocción defectuosa,
aunque :l[gunas piezas presenten [a superficie a lgo pulida. La decoración más frecuente es la del rayado irregular de la superficie;
este rayado se hace miÍs ancho y profundo y produce un acanalado
irregular; hay, además, incision~ en los bordes o bordes dente1I~ldos. series de punlos a amhos lados de un co·rd6n. y una serie
de trazos en espina de pez; también cordones con impresiones de
v:lrios tipos . Algunas asas y pezones completan las formas, en gcner:11 de cuenco u olla. por 10 que cabe deduc ir de [os fnlgmentos
(fig. 2.- y lám. 11).
figura 2 ........Fngmeolos de
~rill\ic.
del Nivel : (cala entrlda S.) (e,Pls 2 "/ 04 )
¡Tlm. 4/ 5)
Un par de hachitas finas de librolita (fig. 3.' )
ti
otra pied ra y un
•
Flgul':l 3."- Hacha 'J'lllimenll dl. ~pi¡Io. nndeo y raapador t!val, del Ni"'cl [ (CII' de cntulla 5.1
(c.pl$ I • 5)
(Tam . • /51
-
47-
[page-n-48]
•
10
WIS "BRKlOT
hacha de fortuna, de cuarcita, se encuentran en el mismo nivel. De
piedra es asimismo un:l piez:'! triangu lar, rota por el extremo superior, acaso colgante O parte de un ídolo; mide 62 por 56 milímetros
y 13 de grueso, terminando en bisel. De hueso es una lámina ovalada y de superficie curvada, dc finalidad desconocida. De piedra
bl:Jnca un pequeño colgante o cuenta de collar (fig. 13.").
Los punzones de hueso son ' relativamente abundantes en este
nivel. Excepto un caso en que vemos un ejemplar fragmentado,
tan bien elaborado como los magdalenienses, se tr:lta de huesos
aguzados. Hay una medí:! docena de ejemplares de interés; el mejor de ellos, que se ha conservado entero, mide 12.3 centímet ros de
longitud (fig.4.").
I "
PiguTl 4.L...f>unlonn de hUNO .guudo del Nfvel I (cal. onlrld. S.llc. IHI 2 y .5)
(Tun. 2/ J)
El sílex es lo más ahundante. Su co njunto pre¡¡enta un aspecto
aná logo al de los niveles inferiores, pero con características pro·
pias. En las puntas microlíticas dominan las medills lunas; hay
también algunos triángulos y faltan los tipos que caracterizarán los
niveles inferiores. Los microburiles y las hojas con muescas son es-'S-
[page-n-49]
LA OUS\lA OE LA OOCIN,\ 1
00S -AGUAS)
11
casos (lig. 5.-). Las hojas son m:l)'orcs que en el resto del yacimien.
(Tam. nu. )
to y ha}' verdaderas hojas-cuchillos, a "cces con los bordes retocados
(lig. 6"). No f:dt;m tamhién :¡]gunas piezas mayores: toscos cepillos, lasc:ls. puntas de {orllln:l, etc. (lig. 3..). Una sola punta de aspecto neolítico hemo~ dcscubierto a 50 centímetros de profundidad ;
por talllO bast;lDlc superficial en esa zona de la cllta de 1945. Es una
punta de labra tosca con pedúnculo y aletas incipientes. casi rom.
-
(~-
[page-n-50]
12
boidal, haslante gruesa. Responde JI otra idea y nada tiene Que ver
con las punt:ls de tradición micro[ítica del Neolítico del lugar.
Nivel l/.-EI segundo nivel es mucho más iQteresante que el
anterior por contener tod:Js las pl,lcas grab:ldas y algunas de [:IS
qUf; muestran pintura, y por desarrollarse en él ple name nte el mi·
crolilismo. Ue aquéllas h¡lhlaremos después.
h¡:ll" t:."-Hoj.JoI. Ñgun.8 COn luef1e8 ;CloqUe. ... escola
F.n cuanto :J las puntas hay una cierta variedad de tipos, pero
el dislilllivo de este nivel es el triangular con un apéndice o pedúnculo muy acusado a veces, en el dorso. No f:!lt:m los triangulares. los trapezo idales y los triangulares alarg:ldos o con muesca
hasal, propios de niveles inferiores. No menos abundantes son lus
microburiles. en alg{¡n caso sohre hojit:Js regulares, pero gener:dmente ~obre eSQuirl:u;, muchas veces minúsculas e insignific:Jntcs.
L:Js hoj:ls con escotaduras son también muy abundantes. La~. mejores son hojas robus tas con. un:l, dos y h:lsta tres escoladuf:ls en
:lmhos lados. Hay l:lmbién raspadores sobre hoja o lasca, :ligunos
buriles laterales, hojas con o sin relaques, núcleos y toscos cepillos.
-50-
[page-n-51]
L.A OUIEv.A DE LA COCINA {DOS .\CUASl
alguna raedera y puntas de forluna. Pero en conjunto el material
es de un:! gran monotonía con la repetición constante de puntas
triangulares. microburiles y hojas con muescas (figs. 7.- y 8.-).
•
fiJUu ;.-Hoju, i""'tllllil y mioeroburiLu de! Ni"tL 11 {cata tn¡ .. d. S.l
11, c.po. 8: 2. 'IT' 9: 3, C'po. 1()j
-
61-
[page-n-52]
H
LUIS P6RiCOT
Oc hueso podemos señalar tan sólo unos pocos punzones fragmentados Pero hay bastantes cuernos de ciervo utilizados. y uno
F"t¡un 8."-t rojH con escotadL>ru, pun,u mlcrolilic.. y microbutllu, del 1Nj,'cl 11
(call en',. ... S.) {I,
UopJ (i;
3, oc,,!, 7)
(Ta",. nl l.)
de ellos con UD grabado en que creemos ver el dibujo de un dprido incompleto.
Obscf\'cmos aquí que ]:¡s punl3S lriangularcs suelen prescnl:or
en el tercio de su filo una pcqucii:1 mUe$c:1 que debe indicar un
punto de fijación que hizo sallar IIna minúscula csquirlila.
Las placas grabadas)' piuladas (lám. Jll).-Sin duda el elemento
- 62-
[page-n-53]
LA CUEYA DE LA COOINA (DOS AGUAS)
10
más interesante del nivel n lo constituyen las placas de picdra gmb;¡d:ls. Aleccionados por nuestra experiencia de la cueva del Parpalió, lavamos desde un principio todas las picdras que parecían
idonc.:1S para ser' grabadas. Hay Que reconocer que la cosecha ha
sido escasa y que el esfuerzo realizado no parece comJ)cnsado :1
primer:! vista por los resultados obtenidos. Pero en realidad, el
descubrimiento de un tipo de grabado en piedra nuevo en la PrehislOria española, nos recompensa sobradamcnte.
Carece [a cueva y sus alrededores de un yacimiento como el del
Parpall6, donde sus habitantes encontrasen a mano las losetas Ii·
sas y teot:ldoras al grabado. Aquí tuvieron' que utilizar piedras que
en gener:d se grabaQan mal. Por lo común [as piezas grabadas son
losetas algo rodadas, de silueta ovalada o trapezoidal alargada y
co n frecuencia muy irregubrcs.
El número de las descul"liertas es de 35, pero como .:1lgun.:1 está
grabada por las dos caras, el número total de ejemplares es de 38.
Todas eUas tienen únicamente combinaciones geométricas, en genera[ series paralelas de rayas en zonas que alternan su dirección.
Sólo en algún caso el rayado se sustituye por series de traci.tos a
manera de punteado. F.n algunos casos hay verdaderas fajas con
rayado interior. Aunque las líneas suelen ser rectas, hay algunas
curvas, y es frecuente que el trazo sea irregular o temblón . La incisión es a veces muy tenue y otras fuerle, pero no llega a obtener un
su rco pronunciado. Hay un ejemplar en Que acaso podría verse en
la confusión de lineas un contorno animal parcial. A \'eccs parece
como si salieran de un centro series de haces radiales de líneas.
.
Olras, no parecen formar motivo alguno.
La zona do hallazgo, según los lugares, varía de Jos 20 a los 90
centímetros; en el rincón SE., la faja fértil con tales plaquitas va
de 1,70 a 2 metros, señalando claramente el nivel 1 A.
Menos definidas son las muestras de pintura. No pasan de una
docena [as piedras en [as Que nos atreveríamos a asegurar ·que
existen manchas de color, roio siempre, en un caso tirando a ocre
nmarillenlo. En muchos otros casos la piedra misma liene lonalidades rojizas que pueden engañar fácilmente. Se trata en !a ma·
yoría de casos de manchas de color informes. En cualro casell parece que pudo existi-r un motivo o una figura animal, muy dudosa; todos ellos corresponden d capas bastante profu ndas, alrededor
de los dos metros. Otra piedra con pintura roja y que presenta
una forma inde.finible. pertenece a las primeras capas (nivel 1 A),
al igual Que los dos o Ires cantos con puntos rojos que tanto hacen
pensar en los cantos azilienses.
-
53-
[page-n-54]
16
UJ1S P6RICOT
Por último, en rclaci6n con las pinturas, hemos de referirnos
a los vestigios de figuras, al parecer de animal una de ellas, en rojo,
pint:ldas en la pared Sur de la cueva. La pátina yel humo que han
recubierto cuos muros laterales impiden su exacta apreciación. La
ahu ra a Que se encuentran las coloca al nivel del brazo de un supuesto artista, cuando el suelo de la cueva se encontraba en la segunda
ctapa de las tres que hemos scñal:ldo en el yacimie nto. Extremo
es éste Que al igual que ocurre con el resto de las pinturas. esperamos sea revisado por un especialista.
Con frecuencia se han Illlllado :1 diferentes niveles trozos de
color, rOJO O tirando [1 violáceo.
Nivel JH.-EI tercer nivel presenta Y;I rasgos de un mayor aro
caísmo, ;Hlnque siguen en él [os tipos de puntas microlíticas ~omo
elemento dominante. Pero éstas tienen una tendencia distinta, como
vcremos. No se dan ahora las placas grabadas, pero si 1:18 pintadas
e incluso parece que han de coloc:use aquí la mayoría de las que
probablemente tuvieron una figura.
En las puntas micro líticas han desaparecido las triangulares con
pedúnculo lateral acentuado del nivel supe rior. Aho~a dominan
las triangulares: escalenos alargados o bajos, con base casi horizontal o escotada (variante esta última que recuerda, como si
fuera derivación de ellas, a las puntas de muesca de tradición auriñaciense del Paleolítico superior), llegando a veces a la forma
recl:lgular; }' más aún las trapezoidales, no sólo los trapecios
:!largados con algo de pedúnculo, sino los trapecios regulares, de
bordes rectos o ligeramente curvados, en 'especial por la muesca
de la base.
En cuanto a los microburilcs se hacen escasos y terminan pronto, A los tres metros, en [a cata SE'.. la mfls comp leta , como hemos
repet ido, han terminado. Las hojas con escotaduras siguen. aunque cada vez más raras, hasta los cualTo metros, o sea pdcticamente
hasta los niveJes más antiguos, acompañflndoles, pero también
cada vez más eSC\lsas, las punlas trapezoidales (ligs. 9.-, 10,,, 11.- y
13.').
Pero Jo más característico de este nivel tIl es la gran proporción de piezas de mayor tamaño, en silex y en cuarcita y calSlza,
estas últimas verdaderos macrolilos (l1gs. 11.-, 12,- y 13 ..). Estos
suelen consistir en grandes discos raspadores, raederas, hachilashendidores y sobre todo en cepillos y su trabajo no deja lugar a dudas. a pesar de que nos costó acostumbrarnos a la idea de que se hubiera utilizado una piedra más blanda que la cuarcita, una caliza muy
compacta, de tono ama rillenlo. con la que se obtuvieron inslrumeD-54-
[page-n-55]
LA COOVA DE LA COCINA (DOS ¡\GUAS)
17
los de gran tall:1 (l). Sus dimensiones alcanzan a veces a 15 centímeIros. De cuarcita son algun:ls piezas semejantes, más pequeñas De
sí lex, numerosos cl~pillos, raspadores sobre hoja y otros altos sobre
núcleo; disquitos raspadores, pequeños núcleos, pequeños raspadores c6nicos o piramid:des de excclente trabajo, otros en trom-
~;~u ra !l. __ Hol"', OIr!U cn" uc:ondUlIB. y 'PUMas m.icrnljllc:u del NiI'c \ !JI ("'1& OIl'rnd: S .
(1, CIJa 1\; 2,
uro-
121
(1) D06 mueatraa de las calizas utl1izadaa pa.ra. estas plC:UUI de gran tamat\o
han sido cla&I1Icadaa por el profewr de la Facultad de Ciencias de Barcelona,
O Nocl LlopLs. La más frecuente y caracterlsUca., de color amarillento claro, e$
una caliza subUtogn\tlca de grano muy fino y contextura. finamente. cristalina.
con fractura concoide muy clara; procede de ni\-eles Jw*slccs. Otra. va.r1edad,
ra.nu; veces umda., de color grls, se define también como caliza subllt..opilflca de
grano mAs tosco, fractura concoide. y dureza de 3,0 a 3.7.
-55 -
[page-n-56]
•
18
WIS PBRICOT
pa, raedera s discoidalcs. hachitas, hendidorcs. alguno de ellos discoidal. recordando los prcasluricnses del Parpall6. y buriles. Es tos
últimos sue len ser laterales. a veces con repetidos avivamientos,
Pigun IO.L-Hoj.. , .... rias
~On
U,
C'tI"ocadur." 1 puntal microlilku
ur'
~l Nh-~I
111 (UI. enfT':!' S.I
13; 2,
pero hay a lgún buril cenlral. H ay también hojas con rctoqccs o
si n ello,;, alguna microlírica dentada . Interesantes son I:ls pllntas
de fortuna O de tradici6n arcaica. mustcroidcs en algún ca80. pero
con frecuencia del tipo de La Gravcltc. Estas últimas son de ~a8
capas más profu ndas. Por último, algunas hojas o puntas rotas
06 -
•
[page-n-57]
I..A CUEVA DE LA COCINA (OOS AGUAS)
19
tienen un cierto reloque superficial que reeuerda la técnica solu.
trense.
La industria del hueso es escasa y se reducen los hallazgos a
unos cU.1nlos fragmentos de punzones o huesos aguzados y puntas
de asta de ciervo utilizadas. Como en capas anteriores, se dan 108
moluscos agujereados y algún den talio.
F'g~rl
J J."'-IHolhll de dONlo rebojado. tup.o.dores ope<¡ucl\or; &Obre hola, hola co, JU(tles
e8COlldutu y puntos mi<.fl"oIhic.... del Nh'el 111 (cat. entrada C.)
(Tlm. nlt.)
Ya hemos indicado la presencia en este nivel de p lacas o cantos
con señ::tles de pintura y la posibilidad de que éstos contengan ves.
tigios de alguna figura.
Mientra s la fase A de este nivel contiene núcleos de los ele.
mentos que persistirán en los niveles superiores, la fa se B es escasa
en microlilOs y abunda en instrumental grande y de aspecto ar.
caico.
-
57-
[page-n-58]
•
20
LUIS RERICOT
111
COMPARACIONES Y CONCLUSIONES
EtJoJuci611 y crol/ología.-¿Qué deducimos del csquem:1 expueslO? En primer lugar rehagamos la evolución del yacinliento
en su proceso normal, de abajo arriba.
Al ser habitada la cueva, Que habí" recibido espesos depósitos
arcillosos . indicadores de potentes corri entes de agua, lo fué por
gentes que poseían un instrumental cla ramente de tradici6n paleolítica: cepillos y raspadores nucleiformes, raspadores ~obre
hoja, buriles laterales, raederas, pequeños raspadores disco idales.
macrolitos de caliza (especialmente grandes cepillos). hojas y csQuirlas. con o sin rCloques, y punzones de hueso. Sobre esta in.dustria ('urios:! se present:'m pronto las puntas triangulares co n
muesca basal y dorso y muesca rebajados. a los que acompañan
trapecios y hojas de muesca. Más tarde hacen su aparición los rnicrob uriles y las puntas tienden a la forma triangu lar con vértice
acusado, mientras el utill:tje de gran tamaño va desapareciendo.
Al mismo tiempo. las placas pintadas indican Que aquellas gentes
practi cab:m el arte pictórico, pero no p:!recc fueran muy aficionadas al grabado. Toda esta etapa debió ser de larga duración,
hast:! qu ~ I:! evolución en el utill:tje del sílex condujo a la formación de las puntas triangulares de apéndice lateral que iban acompañadas de gran profusión de microburiles y hojas con muescas.
Al final de esta etapa se producen los grabados geométricos sobre
pequeñas losetas; seguía pintándose, y manchas de pintura aparecen en cantos rodados. Las astilS de cérvido son utilizadas con
frecuencia y en alguna ocasión se grava en ellas un:! forma animal.
R:ípidamente estas actividades artísticas desaparecen, a la par que
las puntas han evolucionado o se han transformado, por la des~
aparición del apéndice lateral, llegándose al tipo semi lunar. Pero
ya entonces interviene un nuevo elemento. signo de un gran cambio cultural y étnico, la cerámica. decorada con incisiones simples y relieves. Esta última elapa ha dejado rcstos de algún espesor sólo en la parte más externa de la cueva y señala el final de la
ocupación intensa de la mism:!
El primer problema ron el que hemos de enfrent:Hno8 es el de
la cronología. Tenemos un momento final seguro para la ocupación de la cueva, el Neolítico inicial, pero el resto del yacimiento
-
58-
[page-n-59]
LA CU~A [)E LA COG/NA
,
mos
AG U AS)
21
queda como colgando. sin un asidero preciso e indudable al sislema general de la Prehistoria. Caben dos posiciones, la de adoptar una cronología corta o una cronología larga. En el primer
A
B
Figu ra 12. __ R~dtu , piu.. nuckiformea, ras p.dor sot: re h'"
y ....sr.dor di05coidio/ f'"' II
en tr,d. S .) (C'PI 12 a 16) '1 oCe¡lillo.$. de c.li,,; lodo Ni"el ¡¡¡
(Tam. A ~ /~-B 121
-59 -
[page-n-60]
,
22
LUIS PBRICOT
caso. todos los niveles de la cueva entrarían en el Epipaleolílico y
podríamos cstablecer dentro de él dos o tres períodos antes de
~
~ ~,
/)
'1
(j
fi¡¡ura 1~.~enlas de eoUIt de tliedr_ y f'iClM ~ 81lu dI: urioo nh'aJes rcmoddOJS
(eat. cntud. C.l
¡Tam. nll.)
-60 -
[page-n-61]
•
LA OUGVA
~f:
LA COCINA (DOS AGUASi
23
llegar al comienzo del Neolítico. Tcndrí:1n108 así una posible equi.
valencia a los períodos azilio-tardcnoisienscs establecidos en Franei:l. En el segundo caso, valorando los elementos arcaicos de
las capas inferiores, supondríamos que el nive l :mtiguo es del PaIcoJítico final, paralelo de! Magdaleniense de otros lugares de ia
Península, y el nivel medio, del Epipaleolítico, paralelo del Azilicnse.
lJiJ!::lmos de una vez que nos inclinamos por la segunda so lució n. aunque reconocemos que no tenemos un s610 objeto, aparte
la cerámica, del Que podamos afi rm ar con seguri d ad su pertenencia
a una dc 1:18 culturas bien caracteri zadas d el Palcolít i'c o fmal y del
Epipa leolítico.
E l conjunto de elementos arca izantes del nivel infer ior nos resulta impresionante. Las puntas del tipo de La Gravette, las musteroides y solutroides, la abunda ncia de buri les, los raspadores cónicos y en trompa, si no decisivos, pues y,¡ sabemos cuá n engañosa
es la perduración de elementos arcaicos en poblaciones que siguen
viviendo su cultura, nos inclinan a suponer que en algún momento
de la etapa Olagdaleniense la cueva empezó a ser habitada por gentes que nada tenían q ue ver con las Que por erl'tonces se encontraban
en el Parpalló o en Seriñá. Porque nada hemos encontrado que
con seguridad deba afiliarse a la cultura magdaleniense. Esta etapa pa leolítica fina l debió ser de larga duración y fué lent:lmente
evolucionando hasta alcanzar una etapa p:Halela del Aziliense. si
es Que hemos de relacionar con est:l cultur:1 el nivel medio. A esto
último nos inclinarían la p resencia de los cantos con huellas de
pi nt ura, el cuerno de ciervo con si lueta animal grabada y 1011 d isquitos raspadores. La corta etapa co n las curiosas placas grabadas
representaría el momento final del Epipa leolítico,
Tratemos a ho ra de situar e l conjunto del yacimiento y cada u no
de sus elemcnlos dentro de este último, estudiando al mismo tiempo lo que la Cocina puede decirnos sobre el origen y difusión de
cada uno de aquéllos.
Rclacio7lcs.-En cuanto a la cerámica, creemos que nos d:l con
seguridad los lip()s de las primeras cerámiC'3s peninsulares, de formas sencillas y decoración rayada, con lipos de surco diversos. y
de relic.ves incisos. Claro que no es imposible que en otras comar-
61 -
[page-n-62]
24
LUIS PlERICOT
cas. más cercanas a los focos africanos de donde todos los arqueó.
logos creen que llegó el Neolílico a la Península, existan cerámi·
cas más primitivas. Pero nos inclinamos :1 suponer que los ejemplares de superficie rayada representan la fase más antigua de la
cerámica peninsular.
Las placas grabadas rcprcscnt~m una novedad en la Prehistoria
cspañola y nos convencen una vez m:ís de la magnitud de lu que
ignoramos. No es verosímil Que no aparezcan en airas estaciones
ya este respecto recordaremos que el no ser esperadas puede haber
provocado el descuido de lavarlas en algunn excavación, perdiéndose así el precioso dato. Este peligro es más explic:.ble tratándose
de plaeas como las Que nos ocup:m, sencillas piedras de pobre aspecto, muchas veces irregulares, en las que ,no se espera enCO.1trar
vestigios de labor humana. Claro que en otros yacimientos puede
haberse dispuesto de losetas mejores.
Vagamente nuestras plaquitas, en especial algun:16 (véase lámina TII) parece que Quieren darnos una extrema esquematiz3ci6n
de la figura humana, recordándonos otras estelas y placas neolíticas. Pero por otra parte su decoraci6n se alía muy bien con todo
el caudal de grabados geométricos que van desde el Magdaleniense europeo al Capsiense african·o, sin olvidar Romanelli. En el Parpall6 encontramos paralelos para muchos de los motivos: zonas
rayadas, series de lr3citos. y io mismo ocu rre en la decoración de
los huevos de avestruz africanos (1).
Haríamos, pues, de éste un elemento capsiense, pero del que
ya existía tradición en el Magdalcnicn se levantino. Queda por explicar c6mo llega a la Cocina en un momento tan avanzado para'
durar relativamente tan poco tiempo.
En cunto a las placa~ pintadas, nada tienen de extraño, dada la
cercanía de pinturas rupestres y la tradición del Paleolítico levantino. Pero son demasiado escasos y horrosos los elementos de que
disponemos para poder dilucidar si fueron los del primer nivelo
los del segundo los que pintaron plaquit:ls con figuras·, cuándo se
dcsarrol16 más este arte y qué motivos sc pintarían. Y cs lástima
que en esta cuestión tan tr:lsceodental seamos tan pobrcs.
(1) Véase 1.. PERlCOT. d..a cueva del ParpallóJ, Madrid. 1942. En est!l
obra puede encontrarse la blbliografla para. el arte geométMoo óuropeo Y aIrlcano. V. también D. PEYRONY, cA pr0p
1942. pág. 214. as! como nueatr05 comentarios en «AmpurlasJ. vol V, 1943 , pá.-
gina 295.
-02-
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•
LA OU.aVA DI!. LA COCINA (DO<; AGUAS)
25
Del trabajo del hueso y :1sta poco podemos decir. Hace escasa
:1parición en la cueva y siempre en piC'.l:ls de cronologí:1 insegura.
Ni un arpón, ni una aguja de coser, ni una azagay:l biselada. El
predominio de [os huesos aguzados confirma una vez más la separación radical de este yacimiento respecto del Magdaleniensc clá·
sico.
Las piezas de adorno son contadas e igualmente imprecisas Un
par de cuentas de collar y :dgunos den talios, amén de numerosOS
moluscos. Estos, lo mismo Que la fauna. que no es ni muy rica ni
abundante. no han sido clasificados tod!lvía.
En la fauDa se aprecian, sin embargo, el ciervo, el caballo.
cabra, jabalí y conejo. Los fragmentos de cráneo human o hallados
en 1943 bajo una losa son absolut:lmcntc inaprovechables.
El as¡x"Cto más interesante es el referente a I:IS puntas miLrolíticas, con su acompañamiento casi constante de hojas fuertc,; con
escoladuras v mieroburiles. Su evo lución es curiosa y en nueUr:l
opinión fija ya para el Epipaleolítico levalltino español una cronología Que ha de ser de gran utilidad en el futuro: puntas triangulares de tradición p:lleolítica y trapecios, puntas triangulares con
apéndice lateral, medias lunas. Tal evoluc ión no la conocemos en
otras comarcas, }'. por e,l contrario, los trapecios se dan en momentos m:is avanzados; en cambio, sí que se habbn ya supuesto las
medias lunas como propias de una fase avanzada (1). Las puntas
con pedúnculo lateral las encontramos en otros lugares, por ejemplo en el Cabezo ele Amoreira, en Muge (2). pero nunca las hemos
visto publK:adas con la constancia}' la exageración en el tipo de las
nuestras.
Problem:l curioso es el de la rel:lción entre puntas geométricas ,
microburiles y hoj¡¡s con escotadura. La relación es clara si aceplamos la hipótesis de Que estas últimas constituyen la primera fase
(1)
SOn consideradas por Breull como típicas del Tardenoislense. Véas.!
et leur slgnlftca_
H. BREun., «Les s ubdivl.sJolls du PaléoUlhlque superleur
tlan., Z. - ed., Parls, 1937. pág. 69 y siguientes.
La¡¡ medlru¡ lunas avanzadas, en M. ALMAGRO, «Los problemas del Epi·
paleollLico y MesolItico en Espafta». «Ampll1'1a.u, t. Vl, Barcelona, 1944, pég. 1(2 ) A. A. MENDES CORREA. «Novos elementos para 1\ cronologla do ,
concheiros de Muge», en «AnaJ.s da. Facult.arie de Ciencias do Porta., tomo
xvm, Porto, 1934. .E. MENCKE. «Zur typolog ie der SlIexgeraete der KioekkeTlmoed.dinger von Muge1l, Portugnl. en «Forsohungen und Fortschrlt\.e», XI, "1,
Berlln, Man:o 1935: trad. en «AtlantLs., t. XV. 1936·40, pág. 157. Piezaa se·
meJantes en el .Ca~ dos Morros. (A, DO PAQO, «Novos conchelros do vate
do TeJo», «Bl'oterta», XXVU, LLsboa. 1938, tlg. 2).
-
63-
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26
L UIS P6R1COT
para la fabricación de las punl:!s y los microhuriles el desecho de
la misma. Sin que podamos pronunci:unos de manera terminante.
queremos preficntar varias objeciones a la anterior hipótesis Los
microburiles no acompañan siempre :1 los otros dos tipos; incluso
hay una etapa inicia] en que faltnn por completo. Además son ('on
frecuencia pequeños. en cS(juirlas insignificantes y no corresponden, por tanto, a las robustas piezas que suelen ser las hojas con
escotadura. En cuanto a éstas, por su frecuente robustez no podían
dar origen a las delgadas puntas ni a los insigqjficantcs microburiIcs. Y, por añadidura, la disposición de las escotaduras en ambos
lados y a veces en crecido .número yuxtapuestas, no corresponden
al cuadro teórico que sobre la fabricación de triángulos y trapecios
se ha solido presentar.
S; para los microburiles y su finalidad no nos .1trevemos a expresar opinión, para las hojas con escotadura creemos lo más vórosímil que se trate de raEpadores utiliz;lbles para labrar y alisar
los mangos de madera de las flechas.
En cuanto al restante instrumental en sílex, es el que cabe esperar en un yacimiento paleolítico final, en Que se dan perduraciones y recuerdos de técnicas pasadas. Las puntas de recuerdo musleroide y las piezas solulroidcs, escasas también, las creemos simple arcaísmo de genles que han desconocido el Magdaleniense. Las
puntas del tipo de La Gravette y hojitas de dorso rebajado, es
bien sabido que reaparecen en el Magdaleniense avanzado del
Occidente europeo a la par del microlitismo. Por todo ello no cree·
mos que tales piezas deban hacernos retroceder el comienzo del
yacimiento a fechas m,ís antiguas. Raspadores y buriles pertenecen
al caudal paleolítico superior que perdura; los disquitos raspadores y ra~padorcs cónicos nos ligan una vez más los niveles de la
Cueva de la Cocina con el Magdaleniense final y el Aziliense septentrionales.
Piezas mayores: grandes discos, hendidorcs, h:lchitas y lo~ que
llamamos macrolitos de caliza, también entran en el conjunto arc:úzante Que puede mantenerse hasta el Neolítico, útiles de fortun:'l o frutos de la necesidad local, como es 1:'1 utilización de esas calizas por falta de material mejor de buen tamaño o por otra raz6n
de preferencia que se nos escapa. Fácil paralelo tienen algunas piczas pseudoasturienses (1).
(H
Véase ALMAGRO. cob. cit.' Un ejemplar del nlllel ID oe la cuella de
la COCina es muy semejante al de cLas Burguerau de Marú, reproducido por
S . VILAS.ECA. eLes estactons tallers del Prlorat 1 C)(tensIOl'l», Reus, 1936.
figura 112.
-
64:-
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LA OUBVA DE LA COCINA IDOS AGUAS)
27
Problema de interés es el de la relaci6n de los microlitos de la
cueva de la Gocina con los Que aparecen en dos momentos de la
larga cvoluci6n señalada por [;1 cllcva del Parpal16, especialmente
con [os del Magd:lleniense medio. En est:! última fase del, Parpall6
hacen su aparici6n esporádica las puntas triangulares, pero en
cambio abundan mucho [as l!:Imadas escalenos, que también :lparecen con la misma asociaci6n en la s cuevas de Seriñá (1) y se señal:lron co n dicho nombre por Peyrony, en la Dordoña (2).
Cabe que de tales microlitos magdalenienses, escalenos, derivasen nuestros trapecios, triángulos, etc. Esto relegaría tales piezas al Magd:deniense final y sería un apoyo a la hipótesis dI::" que
en definitiv:l los microlitos ticnen su origen en el Paleolítico superior europeo (3). A nuestra modo de ver no existe una deriv:lción
de nuestras puntas respecto de los escalenos del Magdaleniense
medio hisp:mo.rr:mcés, que se e ncuentr:1O en sitios bien alejados,
como el K urdiSI:Ín. Para nosotros, las puntas geométricas primitivas de la Cueva de 1:1 Cocina pueden derivar de las puntas triangulares alargadas con escotadur:! bas:11 de sus nivele1i inferiores, las
cuales a su vez pueden ser producto de las punlas de dorso reba.
jada o de La Gravette y de SllS acompañantes las punt:IS de muesca del Solútreo-auriñaciensc levantino final (4). En este caso, es·
ca lenos por un lado y tr:lpecios junto co n otras fo rma s triangulares,
por airo, serian ramas distintas e ind ependientes sa lidas de un tron·
co común y podrí:m, por tan 10, darse cO nl empor:íncamente en distintas comarcas.
Posici6tl respecto del CaPsiclIse.-Llegamos al lérmino de
nueSlro trabajo, y Ir:lS haber analizado los distintos elementos que
la.exc;J.vación de la cueva de I:J Cocina nos ha proporcionado, nos
L. PERICOT, ob. cit. Los miemBros de SerlM se hallan en la colecCoromlnll8 de Bnñola.s, y entre los rcsUltadOfl d e nuestras propias excavaciones en la «Bom gran d'en Carreras». Algunos han sido publicados por
M. ALMAGRO, OO. cH·., t1g 33. aunque 108 atribuye a 1Dl& rase postpaleolltlca.;
creamos que son únicamente mngdulenlen$CS. '
(2) D. y E. PEYRONY, «Laugerle-haute_, en lArchlvos de I'lruit. de Palo
Hum._, mero. 19, ParIs. 1938.
t3) Hipótesis >'le 8chwantes y T. Mencke que M. ALMAGRO (ob. CIU se Inclina El aceptar. V. E_ MENCKE. «Uber die elnseltig ret.uliC:hlert.en Mlkrollthen des Ta.l'denoLslcn und Ihre Beziehungen zu den drelcekigen Formen_. en
IIMannus». LxxVI. 1934. Dl cambio CLARK (<
Norte deo Europa., det;do Alrlca y pasando por Espafia.
(t) L. PERlCOT, ob. cit.
(1)
ción
-1lIl-
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28
WIS PlBRiCOT
toca ahora intentar situarla dentro del cuadro aceptado para esta
época. Para eIJo basta que nos planteemos dos problemas: relación de la Cueva de la Cocina con el Capsiense y :lportaci6'n 31
problema de la cronología del arle rupestre levantino.
El primero es un problema muy complejo Que no podemos inlentar siquiera panlearlo en toda su amplitud en los ámbitos de
una nola como la presente. Es conocida nuestra actitud provision:¡] !lohre el mismo (1). Seguimos creyendo que nuestro microlitisma cst:í relacionado con el nortea frica no y que el Capsiensc
lanzó ya antes de terminar el Paleolítico alguna oleada a la Península. En nuestro caso podrí:lffiOS establecer un paralelo cnl.re el
Capsicose superior, tal como lo da a conocer Vaufrey de la estación argelina del Relilai (2), con nuestro primer nivel de la Cocina, que atribuímos al Paleolítico final. El paralelo con los yacimientos almerienses sería de gran interés, pero sus materiales son
todavía inasequibles y lo poco publicad'J sobre los mismos no permite formarse una idea clara (3).
Una estación bien excavada en la zona catalana es la de San
Gregario en Falset. En ella aparecen tan s610 medias lunas v disquitos raspadores como elementos a comparar con los microlilos
de la cueva de la Cocina. y sin embargo ambas estaciones han de
cubrir épocas semejantes, pues ambas terminan con la aparición de
la cerámica. También ha de poder establecerse relaciones con las
series geométricas de las múltiples estaciones talleres estudiadas
por S. Vilaseca en la provincia de Tarragona (4). Nótese, sin embargo, aquí, la ausencia. de microburiles.
(JI L. PERICOT, ob. clt.: del mismo, cUn cuadrJll'ttero artistleo en el Palcolitlco ~uperior: Africa,·Romanelll-Perlgord·ParpalI6». en «Ampurlasll, v, Bar.
celona, P6g. 295.
(2,
R. VAUFREY, ttStratlgraphlc capslcnnCll, en «Swlatowltl, Varsovia.
1936., figs. 8 Y 9. otros materiales a comparar con loe de la. Cocina, en GO·
BERT-VAUFREY, cDew: giscmcnls extremes d'lberOmaurl8len» en «L'An·
tJ\ropologlel, XLII. 1932, pág. t-49.-VAUFREY. «Le néoUlhIque de trndlt10n
cRI>slenne des environs de M·ostagnem». en cBull de la SOc. de Oeogra.phie
et d 'Areheologle de la. provlnce d'Oran.., t . 59. Oran, 1933.-Del mIsmO, «UA.rt.
rupestre nord-africa.lnJ, ~chIves de I'Inst. de Pal. Humalne». memo 20 Pan'!
1939.-H. BREOIL. d/Afrique préhistorlque», ICahiers d'Art», Paris, 1930.
(3) L. SIRET, cL'Espagne préhlstorlque», en la «Rev. des questl'l-U; sclen
Utlques», Brwelas, 1893, fIgs. 41 a 87.
(4 ) S. vn.ASECA. «L'estacló taller de sUele de sto Oregorl». «Mems. de la.
Acad. de Ciencias y Artes», Barcelona., 1934, pág. 415.-Del mIsmo. eLe. indus·
t.rla. del silex a Catalunya. Les eslaclons taJlera del Prlorat 1 extenslonD.
R$18, '1931:1.
-
66 -
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•
LA CUBVA o,l!: LA COCINA (DOS .4GUAS)
,
29
En cuanto a los conjuntos microlíticos de otras zonas levtmlinas
en relación con 13s pinturas rupestres, los citaremos después.
El paralelo con Muge es tentador. Pero I:! cronología d,' sus
concheros es difícil. En este momento diremos sólo que caso de
:1ceplarsc el paralelo. el Cabezo de Amorcira (l) sería el eQuivalente de nueSlros niveles medio y superior. El Cabezo de Arruda
se relacionaría con la fase moderna del ni"el inferior. Hay 3llí nlUe hos menos elementos de tradición paleolítica Que en la Cocina.
F.n cunola a la caverna «Hoyo de la Mina» (Málaga). también
es c\·identc Que ha de cubrir una época semejante a la nuestra,
yendo desde un Epiauriñaciense al Neolítico. Pero son :tllí raras
];IS puntas geomé tricas, mostrando unfl vez m:ís cuán varia y desi,gu:l1 fué la evolución ('on que termin6 el Paleolítico (2).
Los microlitos de las cuevas de Valle y Santim;.¡miñc, en la
zona c:lIltáhric:I, considerados por Obermaicr, del Cflpsicnse superior (3). pueden t:lmbién parangonarsc con nuestros hllllazgos, sin
que porlamos precisar la fase concreta de relació n. En conjunto
pueden corresponder 3 nuestra fase media, azilioidc.
Si salimos de la Península nos encontramos en Francia con un
microliti smo que se reconoce ya en el Paleolítico su perior y que
hemos pues 10 en relación co n el del Parpa1l6 y con el gran desarrollo del mismo en bs fases azilio-tardenoisiense con t30tO empeño estudiadas por nuestros colegas de allende el Pirineo (4) .
I.a ~str3tjgrafía de Sauveterre-la-Lem:lOce (5) tiene gran interés
(ll Véanse especialmente las obrs. clls. tie A. A. MENDES CORREA y
E. MENCKE.
(2) MIGUEL SUCR. tAvAnce al estudio de la caverna «Hoyo de la Mina».
en Ml'llagall. «Bol. de la Soc. malagucfia de Ciencias», Málaga. 1920.
(3l ti. OBERMATER, «El hombre fósil», Madrid, 1925.- Del mismo, . OM
Capslen_problem in wesUlchen Mittetmeergeblet"l), .Oermanla», 1934, pág. 165.
T. DE ARANZAOI, J . M , DE BARANDIARAN y E. EOOREN, «ExPloraciones
en In cnverna de SanUmnmil1clI, memorrn.s 2 v J, Bilbao, 1931 y 1935,
(4) V, por eJemplo OCTOBON, «Le mésollthlquc. Essai de clu.I·sificatlon
chronolog1que•. XV Congrés Int. d 'Anthrop. eí. d'Aroh. préh1Storlque. Portugal (COlmbm), Sept. 1930. Fundamental para el estudio del mIcrolltLsmo del
PaleoUtlco superior (rancés y todos loo problemas que planlea. y a. 106 que sólo
hacemos ligera referencia, es el articulo de D. y E. PEYRONY, cGlsement pré.
hiStorlque dc CrabUIaL. Ses rapports a.vec I!'JI dépots a. formes géometrlques du
PaléoU' hlque supérleur el du MésoUthlquell, en Bull, de la. Soc. Préhlst. Prant:ntse, 1941. pág. 245; v. nuestros comentarlos en cAmpurlaSll, V, 1943, p{lg. 295(SI L . COULONGES, o:Les glsements préhlstoriques de Bauvcl.erre-Ia-Lémanee (Lot.-et,..Qaronneh. cArctlives de ¡'In.st.. de Pal Hu.ma1ne., memo 14, pa·
rla, 1935.
-
67-
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30
LuIS P:ERICOT
para nosotros, pues t:lmbién :lbarca desde el Paleolítico final al
Neolítico inicial. Su elap:l sauvelerricnse. aunque con escalenos.
puede equiv.¡]er a nueSlro nivel medio; pero luego la evolución
del yacimiento francés es distinta y conduce :l un tardenoisiense
que no es paralclo de l:l bsc final de l:l Cocina (1). En conjunto
estas etapas avanzadas del microlitismo fra ncés mllestran un gran
predominio del trapecio, al igual que en el Neolítico primitivo de l
SE. español, 10 que hemos visto tenía sólo escaso paralelismo en
la Cocina.
Seguir el microlilismo por Europa cen tral y el Báltico y por el
Crimaldiense hasla ir :l parar al Kurdisláll, cst:í lejos de nuestro
propósito ahora. Sin embargo, observaremos que el nivel B de la
cueva de Zarzi es considerado como Paleolítico final por Miss Garrod y contiene numerosOS elementos Que le ligan con las fases l11irro[íticas del Magdalcnicnsc. y Epi paeolítico lev:mtino (2)
La abund:lncia de microburiles en nUl'Stra cueva es un d:lto m:ís
Que la une con e l Capsiense norteafricano y la sitúa como fase de
paso al tardenoisiense francés , donde se dan también con lanla
abundancia. Pero hoy s:lhemos Que el m icroburil puede ser muy
.. ntiguo (3).
El problema del arte rIIpcstre.-Hemos elegido lo más candente para el final. Sin pretender tampoco aquí agotar el lema, expondremos nuestra opinión e¡¡;cuetamente.
En primer lugar sentemos la afirmación de Que es imposible
desligar las pinturas del abrigo ll:Jmado Cinto de la VeI1t:m:J, de
I:1s gentes Que habirarOJl la cueva. Aqucl cinto, con sus escaS:lS pinturas de Jos dos tipos, n:llur:llisla y esquemático, se encuentra en
el extremo sin salida, por terminar en precipicio, del barranco en
que a unos dos o trescientos metros se :lbre la cueva de la Cocina.
Quienes pintaron aquella s figuras habitaron la cueva.
¿Pero a cuál de las fases industriales de la cueva corresponden
l:ls pinturas del cinto? Acuciante enigma Que no nos es dado resolver todavía. Por los indicios Que poseemos (placas con vestigios
de pintur3) diríamos Que I:JS pinturas naturalistas van desde nuestro nivcl inferior ni medio, y las esquemáticas podrían atribuirse al
(ll No podemos relacionar los triángulos con apéndlce lat.eral en la base
del Tardenol8len.se n de Le MarUnel! con nuestros triángulos con apéndlce la·
teral (v. L. COULQNGES. ob. eit.. tlg. 1"l.
(2) D. A. E. GARROD. «The PaleolfUl!C of SOuUlern Kurdlstru.: Exca\6.tlons ID the caves of Zarnl and Hazar Merd •. «Bull. ol me American !3.ehool
oC Prehisoorlc Research •• n. 6, New Haven. Mano> 1930.
(3) L. PERICQT, oba. cita.
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LA OUBVA
()f.
LA
COCLN~
(OOS ...cUAS)
31
superio r. Es to ha ll aría confi rmació n decis iva si se logra interp retar los vest igios de figuras rojas en la pa red merid iona l de la cueva ,
que por su altura debiero n pintarse cua ndo el suelo de la caverna
6e hallaba a 1,50.1,80 metros de l nivel moderno, o sea en el nivel
{I inicial o Uf final.
Esta interpretación, de ser cierta, rat ificaría lo Que en ot ros lugares hemos expuesto (1). El arte rupestre levantino, hijo del hilO·
pa no-francés, se habría independ izado durante el Magdaleniense ,
en las zonas mo ntañosas del Levante, como obra de ind"ígenas que
recogieron las tradiciones :.: rtíst icas que gentes como las- auriñac ienses y solutrcnses del Parpalló habían divu lg:ldo. Desarrollado dura ote el momento final del Paleo lítico y el Epi paleolítico, va a morir con la aurOra de los nuevos tiempos neolíticos, cuando se esquema tiza e n la forma conocida.
No creemos que conlra esta hipótesis vaya el material cu idadosamente reunido por M. Almagro (2), procedente de ot ros abrigos
con pinturas de la misma zo na. H ay en él muchas remi niscencias
,lTcaicas, m:icroburi lcs y microlitos, Que no anda n lejos de los de
las fases centrales de la Cocina. En un abrigo con pinturas esq uemá ticas , el de Doña Clotilde, las medias lunas de tipo ava nzado se
corrcsponden muy bien co n la edad moderna que en nuestra cueva
hay Que asignar a las medias lunas, oClIr riendo lo prop io en el Priorato (3). En Jos ahrigos de la Valltort:1 sc han seña lado mic roburi les (4).
A los cazadores de tradición paleolítica, independientes aunque
contemporáneos dcl Magdalcnicflse, cultura (IUe en Levante hay
quc aceptar só lo como una iotrusión hasta el ParpalJó, si n gr:ln influencia en las comarcas vecinas, atribuímos el desa rroll o d~ ese
arte ma ravi ll oso.
En cunnto a las plnquitas con deco r:lción geo métrita, const it uyen un fenómeno especial, ais lado, sin relación con el arte parietal,
pero respondiendo a una tradició n paleolítica más potente en el
Capsiense africano que er. parte alguna.
COllclIlSioIlCs.- Estamos en los comienzos de una excavación
que puede darnos aún muchas sorp resas. Nucstras conclusiones pro·
visiona les las resumiríamos como sigue.
(1)
L. PERICOT. «La Cueva del Parpal1ólI, pag. 343 y siguientes.
ALMAGRO, ob. cit. figs. 10-24.
M. ALMAGRO. ob. cit., fig. 22.-5. VILASECA. 000. clts
S. MALUQUER, «Las Industrias con nllcroburlles de La Vautortu
«Am.pur\.asJl, Barcelona, 1939, pág. 109.
(2)
M.
(3l
(4)
- 69-
•
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32
LUIS
~ER1COT
L;l C UCV:1 de J;¡ Coc ina filé h:lbitad,[ desde el P:Jlcolítico final,
probablemente en tiempos contcmpor;Íncos del Magd3lcnicnsl! que
se dcs:Jrrollaba en el Parpalló, por gentes que conscrvahan las técnicas aurii13co-solutrcnscs, pero que no parecen proceder inmediatamente de los huídos do I:l ('ue"a gandicnsc al llegar la primera
olc:.da de magdalenienscs.
Pronto se hace sentir en ella el peso del microlitismo, que sed
1:1 nota constante de su industri:1. Esta experimenta una clara evolución tipo lógica y ti ene un:! raíz capsicnsc. Pero hasta ahol3 dicha evolución no puede p:lrangonarSé en detalle con la del mierolitisOlo e n e l res to de la Pcnínsul:l y de E.uropa; produce e][o e l efecl O como si los grupos de entonces vivieran muy independientem ente y no se intercomunicaran demasiado sus productos y sus téc·
nicas.
En este medio fundamenta lmente capsiense y de raíz africana, se
aprecia una fase ya francamente del momento final del Pa leolítico
y aira francamente epipaleolílica co n alguna vaga influencia del
Aziliensc, q ue entonces vivía más al Norte. Un curioso episodio
.artíslico precede inmediaf:lmente la ll ega da de la inAuenda neolí.
tica .
Por (¡]timo, las gentes que habitaron la cueva pintaron las fig uras de abrigos cercanos. Con eOa se nos ofrece un date m(¡s y muy
importante contra la contempor:meidad del :'lrte rupestre nórdico
y el levantino.
y no terminaremos sin confiar Que las próximas campañ'ls de
excavación nos proporcionen datos más convincentes en favor de
cuanto hipotéticamente hemos presentp.do al lector.
APENDlCE
NOTA MALACOLOGlCA
Una vcz m:ís mi sabio maestro de Prehistoria, Dr. O. Luis Pcricot , me da el honroso encar~o de clasificar los mo luscos hallados
en las excavaciones, confi:í ndome los materiales de la cucva dc la
Cocina, a que correspo nd o dando una nota provision:1I de los ejemplares registrados, ya que una parte del inmenso mate ri al extraído
se h:lI la en estudio. CU;J nd o sólo se da el nombre genérico sin tlegar
al específico, ent iénd ase Que el estado del ejemplar impide mayor
precisión.
-
70-
•
[page-n-71]
LA CUEVA DE L '\ COCIN-A (DO'i .AGUAS)
33
En superficie aparccier(JIJ dos Colllmbella y un Murcx. La capa
1 - da cinco Co/l/lllbclla y una valva de CardillJ1/ ccl"lc L, la 3.& un
Pcct!mcuflls y la S.- una IVassa reticulata L. Aparte de esta' represcnt·.ción de especies marinas en ejempbres frccucotcmente orificados, indicando su uso como objetos de adorno. exis te una mayor
representación de formas flu,'i¡í til es y palúdicas con siete Melaflops;s DlIfOllrci Fer. en la 1.&capa, otro en la 2... un TIIOOdo.TUS J!ll'uiatifis L. en la 3.& y un Limllaea en la 5.&. Entre los moluscos terrestres ha y un J-/elix indeterminado en la capa l." y un buen ejemplar
de / berus' alotlC11Sis Ferussac en la 3... L;¡ frecuencia de molusco~
de agua dulce puede expl icarse por la proximidad del llamado «BaIranco Falón».
MANUEL VIDAL y LQPEZ
-71-
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PERICOT ~ . Cueva de la Cocina•.
LÁMI NA 1.
A
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(Foto:!! lL. Perlto!.)
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PERICOT - . Cueva de la Cocina..
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Fragmen!os de utimita del Nilo! 1
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LÁM INA 11 1.
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