Serie de Trabajos Varios 102
Estudios de las estructuras de combustión prehistóricas, una propuesta experimental: Cova Negra (Xàtiva, Valencia), Ratlla del Bubo (Crevillent, Alicante) y Marolles-sur-Seine (Bassin Parisien, Francia)
Begoña Soler Mayor
2003
, ISBN 84-7795-350-3
978-84-7795-350-0 , 163 p.
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SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
SERIE DE TRABAJOS VARIOS
Cova Negra (Xàtiva, Valencia), Ratlla del Bubo (Crevillent, Alicante) y Marolles-sur-Seine (Bassin Parisien, Francia)
ESTUDIO DE LAS ESTRUCTURAS DE COMBUSTIÓN PREHISTÓRICAS: UNA PROPUESTA EXPERIMENTAL
Núm. 102
S.I.P.
T.V. 102
ESTUDIO DE LAS ESTRUCTURAS
DE COMBUSTIÓN PREHISTÓRICAS:
UNA PROPUESTA EXPERIMENTAL
Cova Negra (Xàtiva, Valencia), Ratlla del Bubo (Crevillent, Alicante)
y Marolles-sur-Seine (Bassin Parisien, Francia)
por
BEGOÑA SOLER MAYOR
DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE VALENCIA
2003
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SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE VALENCIA
SERIE DE TRABAJOS VARIOS
Núm. 102
ESTUDIO DE LAS ESTRUCTURAS
DE COMBUSTIÓN PREHISTÓRICAS:
UNA PROPUESTA EXPERIMENTAL
Cova Negra (Xàtiva, Valencia), Ratlla del Bubo (Crevillent, Alicante)
y Marolles-sur-Seine (Bassin Parisien, Francia)
por
BEGOÑA SOLER MAYOR
VALENCIA
2003
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ISSN 1989-540
DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE VALENCIA
SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
S E R I E D E T R A B A J O S VA R I O S
Núm. 102
Begoña Soler Mayor
(Servicio de Investigación Prehistórica)
Foto portada: Ratlla del Bubo (Crevillent). Excavación 1990.
ISBN: 84 - 7795 - 350 - 3
Depósito legal: V - 2913 - 2003
Imprime:
Artes Gráficas J. Aguilar, S.L. • Benicadell, 16 - 46015 Valencia
Tel. 963 494 430 • Fax 963 490 532
e-mail: publicaciones@graficas-aguilar.com
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A mis padres
A Arnau i Lluna
pel temps que no hem compartit
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AGRADECIMIENTOS
El trabajo que aquí presentamos es la tesis doctoral titulada “Propuesta de normalización en el reconocimiento y
diagnosis de las termoalteraciones de las rocas carbonatadas
en contexto arqueológico”, presentada en la Universidad de
Valencia en septiembre de 1996. Es el resultado del desarrollo de un proyecto de investigación, que no se hubiera
podido llevar a cabo sin la ayuda y colaboración de muchas
personas y de algunas instituciones. Espero que todas ellas
encuentren aquí mi reconocimiento.
La Conselleria de Cultura Educació i Ciència financió
tres estancias de un mes en el extranjero que me permitieron
entrar en contacto con la problemática de estudio.
El Institut Valencià d’Estudis i Investigacions (IVEI),
financió un pequeño proyecto del cual también se ha beneficiado este trabajo.
Valentín Villaverde, director de este trabajo, me acercó
al tema y gracias a él establecí mis primeros contactos con
especialistas en el extranjero.
Luis Angel Alonso me abrió su puerta de par en par.
Con él he aprendido mucho más que petrología. Mi gratitud
por su dedicación, su esfuerzo y por haberme brindado
su amistad.
Con J. Emili Aura he compartido intensas horas de
trabajo de campo en la Ratlla del Bubo y en Santa Maira.
Siempre afianzó mi trabajo y su estímulo me ayudó a continuar en mi empeño. Sus críticas y su amistad me han
ayudado a mejorar este trabajo.
Ramiro March me puso en contacto con la realidad de
la experimentación y compartió conmigo sus reflexiones y
propuestas teóricas que ayudaron a mi formación y al desarrollo de mi trabajo. A su confianza debo el trabajo realizado
con la estructura de Marolles-sur-Seine y más tarde con las
de Le Closeau. El tiempo nos ha hecho más amigos que
colegas, hemos compartido muchas horas de campo y
de laboratorio, muchas esperanzas y desesperaciones. Su
crítica reflexiva ha ayudado de manera muy importante a
mejorar este trabajo.
Frédéric Bazile me puso en contacto con la problemática de la excavación de hogares paleolíticos al aire libre y
me proporcionó parte del material experimental utilizado en
este trabajo. Siempre tuvo las puertas del laboratorio de
Prehistoria de Vauvert abiertas a colaboraciones de las que
también este trabajo se ha podido beneficiar directamente y
nos brindó siempre una calurosa acogida.
Bertila Galván y Cruz Jimenez, profesoras de la Universidad de La Laguna, permitieron el desarrollo de parte de
nuestro proceso experimental en los yacimientos que
dirigen, El Salt (Alcoi) y Guinea (El Hierro). A ambas
quiero agradecer su confianza y apoyo en todo momento.
Al Departamento de Ingeniería del Terreno de la
Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos,
Canales y Puertos de la Universidad Politécnica de Valencia
debo agradecer su acogida y su colaboración.
Carlos Calvo, del Instituto de Agroquímica del CSIC de
Valencia y Teresa Doménech de la Universidad Politécnica
de Valencia, me prestaron su amable y desinteresada colaboración en el uso del colorímetro.
El equipo del Servei Central de Suport a la Investigació
Experimental, sección microscopía electrónica de la Universitat de València, Pilar García, Tomás y Agustín Tato,
siempre estuvo a nuestra disposición para solucionarnos los
muchos problemas que se iban planteando. Agustín Tato fue
también el responsable del apartado fotográfico de microscopía electrónica de este trabajo.
F. León, del laboratorio de geomorfología del Departamento de Geografía de la Universitat de València, y Pepa
Vazquez, del laboratorio del Departament de Prehistòria i
Arqueologia, han estado siempre dispuestos a ayudarme en
el control de los tiempos con la mufla. A ambos debo agradecer su desinteresada colaboración.
VII
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Con Mª Pilar Fumanal compartí trabajos de campo en
varios yacimientos. Aprendí mucho de su manera de trabajar
y de su carácter afable. Participó conmigo en el programa
experimental de El Salt. Desde el primer momento se sintió
interesada por la propuesta, comprendió lo que podíamos
conseguir trabajando en equipo y se volcó. Lo que aprendí
con ella queda. Gracias Pilar.
Fernando Cotino, Fernando López y Paco Blay, me han
ayudado a trabajar con la estadística, resolviendo dudas y
planteando nuevos problemas que han estimulado fuertemente el final de este trabajo.
Paula Jardón me facilitó parte de la bibliografía y
con ella he compartido intensas horas de trabajo, reflexiones
y amistad.
Rafael Martinez Valle nos facilitó los resultados
inéditos de la fauna del yacimiento de la Ratlla del Bubo.
Oreto García colaboró en los momentos finales de
la realización y montaje de la parte gráfica de la tesis.
Siempre dispuesta a echar una mano su aportación fue una
gran ayuda.
Isa Francisco, Clara Pérez, Sonia Fierrez, Pepe Medar,
Arcadi, Elisa Doménech, Oreto García, Ana, Cristo, Chiqui,
Virginia, estuvieron a pie de experimentación muchas horas
en Muro, Chiva y Alcoi. Pura y Salvador nos facilitaron la
intendencia en esas largas horas de trabajo en Chiva.
VIII
El equipo de colaboradores de las experimentaciones en
las Islas Canarias fue insustituible, Maite, Sixto, Felo, Juani
y sobre todo Isa Francisco, quien hizo posible mi trabajo en
Canarias. Amelia Rodriguez nos acogió en su casa durante
parte del trabajo. Todos ellos hicieron que las experiencias
allí fueran inolvidables.
Enrique Montalar y Noemí Monterde siempre estuvieron dispuestos a echar una mano con la informática, la
parte gráfica y lo que hiciera falta.
Mª José Rodrigo revisó el texto original de la tesis
ayudando a mejorar su compresión. Su amistad y su apoyo
me ayudaron en los momentos más críticos del desarrollo de
este trabajo.
Mónica, Carmen, Estela, Pepa, Thais y Vicen, hicieron
posible que en el último mes de redacción de la tesis el día
tuviera más horas ocupándose de mi hijo.
A mis padres les agradezco especialmente que siempre
me apoyaran y que soportaran durante muchos años parte
del desgaste económico y moral de este trabajo.
Paco ha soportado lo peor de una tesis: releyó el texto,
me ayudó con la estadística y la informática, experimentó y
me animó en los momentos de duda. Su constante apoyo ha
hecho posible que este trabajo sea una realidad.
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ÍNDICE
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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I. Marco teórico de la Investigación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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I.1. Planteamiento y objetivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
I.1.1. Objetivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
I.1.2. Las evidencias arqueológicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
I.1.3. El procedimiento experimental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
I.1.3.1. Desarrollo de los objetivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
I.2. Análisis contextual de las estructuras de combustión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Conceptos utilizados para describir los restos de combustión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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II. El Contexto Arqueológico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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II.1. Cova Negra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.1.1. Cronoestratigrafía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.1.2. Los restos de combustión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.1.2.1. Análisis petrológico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.1.2.2. Las manchas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.1.2.3. Fracturas y remontaje . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.1.2.4. Interpretación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.2. El Abric de la Ratlla del Bubo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.2.1. Situación y actualización de los trabajos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.2.2. Cronoestratigrafía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.2.3. Características del medio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Análisis antracológico y paleobotánico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Marco medioambiental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.2.4. La Fauna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.2.5. Las evidencias de combustión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Los primeros indicios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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IX
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Excavaciones ordinarias: estratos I y II . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Estratos III y IV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.2.6. Interpretación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.3. Marolles-sur-Seine (Seine-et-Marne, Francia) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.3.1. Estratigrafía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.3.2. Estudio espacial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.3.3. Los restos de combustión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.3.3.1. La estructura de combustión nº 1 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
La caracterización mineralógica de las rocas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Análisis de las termoalteraciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Análisis de los remontajes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Interpretación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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III. La Arqueología experimental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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III.1. Los inicios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2. Experimentación y combustión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.1. Los primeros análisis de estructuras de combustión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.2. La experimentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3. Aplicación de nuevas tecnologías al reconocimiento del calentamiento intencional:
tecnología lítica y rocas termoalteradas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.1. La tecnología lítica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.2. Los restos de combustión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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IV. Protocolo experimental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.1. Clasificación de las rocas calizas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.1.1. Composición mineralógica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.1.2. El medio genésico y su composición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.1.3. La identificación de la naturaleza de los granos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.2. Procedimiento de análisis y secuencia de estudio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.2.1. Taxonomía petrológica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Instrumentación óptica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Instrumentación electrónica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Desarrollo del proceso de investigación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.3. Análisis térmico controlado en campo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.3.1. Elección de la muestra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.3.2. Elección de las variables . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.3.2.1. Descripción de las variables . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
a. El suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
b. El combustible . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
c. La duración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
d. La forma del hogar y la disposición de las rocas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
e. La materia prima: las rocas calizas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
f. Variables imponderables . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.3.3. Sistemática operativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.3.4. Valoración de los resultados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.3.4.1. El combustible . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.3.4.2. Alteraciones colorimétricas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.3.4.3. Las rocas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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a. Calentamiento hasta 300º . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
b. Calentamiento hasta 400° . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
c. Calentamiento hasta 500° . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
d. Calentamiento hasta 600° . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
e. Calentamiento hasta 800° . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.3.4.4. Distribución de las manchas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.3.4.5. Las fracturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.4. Calentamiento experimental en Mufla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.4.1. Elección de la muestra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.4.2. Elección de las variables . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.4.3. Sistemática operativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.4.4. Valoración de los resultados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.4.4.1. Alteraciones colorimétricas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.4.4.2. Alteraciones morfo-estructurales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
a. Calentamiento hasta 300º . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
b. Calentamiento hasta 500° . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
c. Calentamiento hasta 700° . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
d. Calentamiento hasta 800° . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.4.4.3. Las fracturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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V. Aplicación de la metodología experimental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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V.1. La excavación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Microestratigrafía termobasal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Ámbitos de combustión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
V.2. Análisis de las rocas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
V.2.1. Taxonomía petrológica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
V.3. Análisis de las termoalteraciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
V.3.1. Las fracturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
V.3.1.1. Las fracturas macroscópicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
V.3.1.2. Las fracturas microscópicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
V.3.2. La manchas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
V.3.3. Las alteraciones micromorfoestructurales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
V.3.4. La alteraciones colorimétricas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
V.4. Interpretación de los resultados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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VI. Sistematización para la documentación de las rocas en áreas de combustión arqueológicas . . . . . . . .
VI.1. Reconocimiento de la materia prima . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
VI.2. Las estructuras de combustión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
VI.2.1. El registro de excavación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
VI.2.2.1. Las manchas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
VI.2.2.2. Las fracturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
VI.2.2.3. El sedimento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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VII. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
VII.1. Alteraciones colorimétricas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
VII.2. Cambios morfoestructurales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
VII.3. Aplicación de los resultados a las series arqueológicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Glosario de términos petrológicos utilizados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Anexo documental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Base de datos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Análisis MEB . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Gráficos experiencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Láminas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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XII
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INTRODUCCIÓN
El objetivo último de cualquier trabajo dedicado al
estudio de la Prehistoria es el acercamiento a la realidad
cotidiana de los grupos humanos que vivieron en un lugar
concreto. Para alcanzar este objetivo la Arqueología Prehistórica viene desarrollando incesantemente métodos y
técnicas de los que se sirve, con más o menos acierto.
Hemos asistido en los últimos años a la introducción
masiva de analíticas complejas, que en muchas ocasiones no
van acompañadas de un cuerpo teórico-metodológico que
contenga una reflexión sobre el desarrollo de la investigación, lo que supone que los resultados de las nuevas tecnologías son explicados desde el mismo planteamiento
descriptivo anterior. Un ejemplo clarificador a este respecto
es la aplicación de la experimentación a la Arqueología
Prehistórica.
La hipótesis inicial que se pretende verificar con el
desarrollo de nuestro trabajo, partiendo de lo que se ha establecido en la bibliografía hasta este momento, es que con el
aumento de temperatura se producen en las rocas cambios
de coloración y morfoestructurales que permiten determinar
el grado de alteración de las mismas y por tanto la temperatura a la que estuvieron expuestas.
La documentación arqueológica a la que hemos tenido
acceso nos ha ido mostrando a medida que nuestra investigación avanzaba, que la problemática es mucho más
compleja de lo que el planteamiento inicial de la bibliografía
nos presenta.
Hemos estudiado tres asentamientos pleistocenos,
descritos en el capítulo 2, que presentan problemáticas y
cronologías diferentes. Este hecho nos ha permitido un
estudio pormenorizado del tema. La elección de los yacimientos estudiados responde a causas bien diferentes. En el
caso tanto de la Ratlla del Bubo (Crevillent, Alacant) como
de Cova Negra (Xàtiva, València), la relación directa establecida con el proceso de excavación en nuestra etapa de
estudiante, hizo que el director de las mismas, y director de
este trabajo, nos propusiera el estudio del análisis microespacial de estos asentamientos. Cuando empezamos a tomar
contacto con la problemática que presentaban cada uno
de ellos, nos dimos cuenta que había un tema importante
dentro del estudio del denominado microespacio que, dadas
las características cronológicas y de ubicación, nos planteaba muchas sugerencias. Se trataba de las estructuras de
combustión y dentro de ellas la posibilidad de reconocer
el calentamiento de las rocas. Así comenzó el proyecto de
este trabajo.
El caso del yacimiento de Marolles-sur-Seine es distinto
ya que se trata de un asentamiento al aire libre que fue excavado en régimen de urgencia y del cual tuvimos la oportunidad de trabajar una estructura de combustión que englobaba un gran número de rocas. Las diferentes problemáticas
que planteó el estudio de esta estructura, así como la metodología de trabajo utilizada, nos sugirió el interés de
incluirlo en este proyecto. En el momento de iniciar el
estudio de esta estructura, habíamos desarrollado una parte
de nuestro protocolo experimental. Por esta razón nos
pareció que este material no calizo, podría servir para
comprobar si nuestro método de trabajo experimental
funcionaría aplicado a otras litologías de procedencias
diversas.
Al inicio de este trabajo comenzamos por preguntarnos
cómo discriminar durante la excavación el material pétreo
que ha sufrido termoalteraciones. Si seguíamos los criterios
establecidos en la bibliografía encontrábamos dos
respuestas: la coloración roja y/o negra y las fracturas y/o
fisuras. Pero en ese momento se nos plantearon varias cuestiones: ¿siempre se dan estos signos de alteración en las
rocas que han sufrido un proceso de termoalteración?,
¿pueden presentar litologías distintas comportamientos diferenciales?, ¿hasta qué punto es posible distinguir en excavación las rocas termoalteradas cuando no forman parte de una
estructura de combustión in situ o desmantelada?, ¿qué tipo
1
[page-n-15]
de registro documental sería necesario establecer para su
reconocimiento?
Los estudios a los que hasta el presente hemos tenido
acceso no aportan respuestas a la mayor parte de nuestras
preguntas y al analizarlos en profundidad nos han planteado
múltiples reflexiones sobre las hipótesis de termoalteración
tal y como se ha presentado hasta ahora.
De la reflexión acerca del estado de la cuestión, surgió
la necesidad de sistematizar el estudio de esta problemática,
de manera que se pueda comenzar a responder a muchas de
las preguntas planteadas de una manera definitiva.
Fue así como la experimentación se hizo necesaria para
establecer criterios que permitan distinguir la termoalteración de las rocas.
La arqueología experimental viene siendo aplicada
desde principios de siglo, con distintos planteamientos
teóricos, con el fin de ayudar a resolver los problemas que
plantea el registro arqueológico. Mayoritariamente enfocada
hacia el estudio de la tecnología lítica en las sociedades
cazadoras-recolectoras, la experimentación se revela como
una herramienta de trabajo útil e irremplazable. También en
el estudio de los restos de combustión, la experimentación
ha sido utilizada con resultados muy positivos tal como se
expone en el capítulo 3.
A partir de los problemas que nos plantean los datos
arqueológicos, hemos desarrollado un método de estudio
desde la aproximación experimental. La aplicación de este
método supone la sistematización de las variables observadas –tamaño, forma, litología, textura, color–, el análisis
de las muestras por medios ópticos y electrónicos y el establecimiento de una sistemática de excavación que permita
recoger los datos necesarios para establecer hipótesis interpretativas lo más adecuadas posible. En el capítulo 4 se
desarrolla esta sistemática, planteando la necesidad de establecer parámetros experimentales que permitan una sistematización de las variables. Como una de las cuestiones
fundamentales es el reconocimiento de las litologías, hemos
considerado imprescindible dedicar un anexo a la clasificación de las rocas calizas.
Una vez desarrollado este procedimiento experimental
decidimos ponerlo en práctica para valorar su utilidad, con
el estudio del yacimiento del Abric de la Ratlla del Bubo, en
el capítulo 5. Los resultados obtenidos, siendo satisfacto-
2
rios, plantean nuevos problemas que deberán ser abordados
en futuras investigaciones.
El estudio de los problemas concretos de cada yacimiento nos llevó a considerar la necesidad de establecer un
método de registro de excavación que permita integrar de
una manera sistemática la descripción de las rocas en el
conjunto de datos obtenidos en una excavación; este tema lo
desarrollamos en el capítulo 6.
Finalmente, el capítulo 7 lo dedicaremos a la valoración
de las aportaciones que este trabajo plantea y de las cuestiones que todavía quedan abiertas a la investigación.
Hemos introducido un glosario de términos petrológicos y un anexo que contiene una información que consideramos de alto valor, ya que debe servir para comprender
mejor el resultado de este trabajo.
El glosario nos ha parecido interesante dado que
muchos de los términos utilizados y algunos de los procedimientos, proceden de la petrología y no son muy conocidos
en el ámbito de la arqueología.
Por su parte en el anexo documental presentamos en
primer lugar la base de datos que ha servido como instrumento de trabajo para el desarrollo de esta tesis. En ella se
proporciona la clasificación de cada muestra a nivel macro y
microscópico, los datos del colorímetro expresados en
medias y el tipo de tratamiento a que ha sido sometida la
muestra (calentamiento en mufla o al aire libre), con los
resultados antes y después de cada calentamiento.
En segundo lugar hemos recogido los datos de los
microanálisis proporcionados por el microscopio electrónico de barrido, referidos a las rocas experimentales. En
ellos se muestra la composición química de las muestras,
con una expresión semicuantitativa de los resultados.
En último lugar presentamos los datos referidos a la
mayor parte de nuestras experiencias al aire libre. Estos
datos vienen expresados en modo de gráficos donde se
representa el tiempo de duración de las experiencias y las
temperaturas alcanzadas. Hemos incluido experiencias relacionadas directamente con la elaboración de este proyecto y
otras que, sin estarlo en principio, nos han facilitado información adicional válida para interpretar el comportamiento
particular de alguna de ellas. Hemos decidido incluir estos
datos ya que son muy diáfanos a la hora de establecer
comparaciones experimentales.
[page-n-16]
I. MARCO TEÓRICO DE LA INVESTIGACIÓN
El planteamiento teórico de este trabajo parte de la
premisa de que nuestro objeto de estudio, los restos relacionados con la combustión, forma parte del conjunto de
evidencias que reflejan un comportamiento social determinado. Teniendo en cuenta que estos restos han sufrido modificaciones desde su elaboración y que la organización que
podemos documentar presenta un estado de abandono
mezclado con los procesos tafonómicos que hayan podido
intervenir, la interpretación estará condicionada por los
sesgos inherentes a estas circunstancias.
Este hecho es el que ha encauzado nuestra investigación
hacia la búsqueda de la objetivización de la interpretación
arqueológica y el método que hemos utilizado para ello ha
sido la verificación experimental, en un intento de reconocer
una parte de la realidad. Pero, ¿es posible obtener un conocimiento objetivo de la realidad? March (1996) plantea que
se puede argumentar que la realidad es infinita y que
entonces no podremos llegar a conocerla nunca completamente. Aduce que se trata de un problema de dimensión ya
que reconocemos la realidad en la medida en que somos
capaces de hacerlo. No obstante aunque no hay tantas realidades como individuos sí es cierto que cada individuo la
percibe de una forma diferente. De manera que lo importante es explicar la sistemática de trabajo para que ésta
pueda ser comprendida y evaluada por todos. Si a esto
añadimos que la realidad que pretendemos conocer es una
realidad trastocada por el paso del tiempo, nuestra tarea se
complica a cada paso que avanzamos y se hace imprescindible describir minuciosamente las decisiones que vamos
adoptando en nuestro proceso de investigación.
Determinados fenómenos como el calentamiento de una
roca o el del sedimento, pueden ser analizados en el presente
como tales fenómenos, sin añadir carga cultural alguna, esto
significa que podemos saber a través de análisis físicos,
químicos o matemáticos concretos que procesos de transfor-
mación ha acarreado el calentamiento a esos elementos.
Esto permite llegar a conocer cuestiones concretas como si
las piedras de una hoguera prehistórica fueron recalentadas
y/o reubicadas, es decir utilizadas en más de una ocasión, y
cuál fue la temperatura a la que estuvieron sometidas con la
aplicación de las analíticas adecuadas.
Por esta razón, nos es absolutamente imposible pensar
en el análisis de los restos asociados al fuego sin una perspectiva interdisciplinar que posibilite la creación de un
cuerpo de datos analíticos independientes. Estos serán
utilizados para poder realizar, en última instancia, nuestras
subjetivas interpretaciones del comportamiento humano
en el pasado, siguiendo el criterio de la objetivización
científica.
Compartimos la idea de otros autores (LAUT, 1992),
en cuanto a la necesidad específica de establecer un
marco conceptual. Es imprescindible, además de un cuerpo
teórico, un aparato terminológico que responda a nuestra
metodología en el apartado experimental, que explique y
contextualice el conjunto del trabajo tanto de campo como
de laboratorio.
En el siguiente apartado haremos un análisis detallado
de los conceptos teóricos que a lo largo de la historiografía arqueológica se han utilizado para hacer referencia a
los diferentes restos relacionados con los procesos de
combustión.
Desde este planteamiento, para que se pueda reconocer
y comprender esa realidad que pretendemos estudiar, describiremos nuestro objeto de estudio, para más adelante
presentar nuestra marcha analítica experimental.
I.1. PLANTEAMIENTO Y OBJETIVOS
La información que los restos de combustión proporcionan ha generado una línea de investigación que, a partir
3
[page-n-17]
de los años 60, está en constante desarrollo, estableciendo
dinámicas de estudio propias, si bien basadas y adaptadas de
otros campos de la investigación científica, cómo viene
ocurriendo en toda la investigación arqueológica desde la
introducción de la Nueva Arqueología, arqueología procesual, post-procesual, etc. (Trigger, 1989; Binford, 1983;
Renfrew, 1982; Thomas, 1998).
La importancia de los vestigios relacionados con el
fuego viene dada por la información que proporcionan para
llegar a emitir hipótesis sobre el comportamiento social y
económico de los grupos cazadores-recolectores de la
Prehistoria.
Por una parte es importante reconocer la manera en que
los grupos humanos controlaban la energía del fuego, la
utilizaban y cuáles eran sus medios de producción.
Por otra parte, conocer la estructuración que presentan
los restos de combustión proporciona un reflejo no sólo de
los diferentes modos de combustión, sino también de las
actividades asociadas al fuego y, por ende, posibilita un
acercamiento a la organización socio-económica de estos
grupos.
Este acercamiento permite reconocer una parte de la
relación que establecen los grupos cazadores-recolectores
con el medio en el que desarrollan sus actividades y cómo,
ésta relación, va evolucionando diacrónicamente.
A partir de estos diferentes niveles de percepción, se
puede valorar la importancia de la información que las
estructuras de combustión aportan tanto al conocimiento de
cada hábitat en particular, como al reflejo del comportamiento de sus usuarios.
Una cuestión importante que se observa al revisar la
bibliografía es que, en la mayor parte de los casos, el análisis
de estas evidencias no va ligado a una reflexión teórica
inicial donde la explicitación de los datos que se registran se
inserte en un marco teórico de interpretación general del
comportamiento de las sociedades del pasado.
Esto ha provocado la evolución desigual de determinados aspectos importantes en la investigación: el desarrollo
de una metodología de registro muy precisa que proporciona
descripciones, en su mayor parte morfológicas, que han sido
adoptadas para establecer las categorías de estas estructuras.
El problema que genera esta dinámica de la investigación es que vincula la descripción morfológica de las estructuras con la situación de estos en el hábitat, dando así una
atribución a la forma/función (Leroi-Gourhan, 1966, 1972)
que no siempre se ajusta a la realidad (March, 1996) y que,
además, se utiliza como cuestión que permite abordar la
“estructuración del espacio en áreas especializadas”
(Wattez, 1992).
Esta aproximación, que la escuela francesa llama
“approche dynamique”, tiene por objeto reconstruir las diferentes etapas de la cadena operativa del fuego desde su
estado de abandono a su estado inicial (Wattez, 1992). El
problema es que si la pregunta inicial no está correctamente
formulada, lógicamente las conclusiones que se asuman no
se ajustarán a la realidad. Es decir, si se parte de la premisa
de que a partir de determinadas formas de estructura de
combustión (hogar simple, enlosado, en cubeta con o sin
4
borde de piedras, etc.) se establece la función concreta de las
mismas (domésticos, técnicos, etc.) y a partir de ahí se establece el tipo de hábitat (campamento estacional de corta o
larga duración, etc.), si la premisa inicial forma/ función no
está correctamente establecida, la definición final tampoco
lo estará, es más puede distar mucho de la realidad.
Esta aproximación se ha realizado fundamentalmente a
partir del estudio de las rocas termoalteradas y más concretamente a partir de la técnica de remontaje utilizada en múltiples yacimientos del área de la cuenca de Paris (Julien, 1972,
1984; Olive, 1988; Valentin, 1989; Phillips et alii, 1987).
Y es precisamente en ese punto donde se enmarca
nuestro proyecto de trabajo. Si se puede determinar la alteración real de las rocas, reconstruyendo los diferentes
procesos ígnicos a los que éstas han sido sometidas a lo
largo del tiempo, junto a la historia térmica del hogar del
que forman parte, se habrá logrado una mayor aproximación
a la realidad del funcionamiento de la estructura de combustión y quizá del asentamiento del que forma parte.
I.1.1. Objetivos
El propósito de esta investigación es pues generar
instrumentos de trabajo útiles para la interpretación de los
restos de combustión. Para ello hemos establecido sistemáticas operativas en el reconocimiento de las termoalterciones
que permiten un mejor acercamiento al comportamiento de
los grupos cazadores-recolectores del pleistoceno respecto
del fuego.
Este objetivo va a ser abordado desde una doble perspectiva:
Por una parte mediante el análisis de diferentes áreas de
combustión que presentan problemáticas particulares y que
sentarán la dirección de la investigación arqueológica.
Por otra parte generando una dinámica operativa experimental para la sistematización en el reconocimiento de las
termoalteraciones de las rocas en contexto arqueológico.
I.1.2. Las evidencias arqueológicas
El registro arqueológico al que vamos a hacer referencia
en este trabajo, posee una estructuración cronológica y espacial que nos ha permitido tener una visión amplia de la
problemática. Nos enfrentamos a un registro heterogéneo que
presenta problemáticas y sistemáticas de trabajo muy distintas.
Este registro abarca tres tipos de asentamientos que se
ubican en cueva, abrigo y al aire libre respectivamente y que
cronológicamente se reparten entre los primeros cazadores
neandertales del 50.000 B.P. y los últimos cazadores magdalenienses del 13.000 B.P.
El yacimiento en cueva de cronología más antigua con
una amplia secuencia (Riss-Würm a Würm III) es el de la
Cova Negra (Xàtiva, Valencia). Presenta evidencias de diferentes tipos de combustiones, desde hogares simples o
planos –donde la única evidencia es el sedimento termoalterado– a una evidencia de más difícil interpretación en la que
se relaciona el sedimento termoalterado, con rocas que,
aparentemente, no guardan ninguna disposición coherente.
Lo que más adelante hemos definido como restos de
combustión no estructurados (RCNE).
[page-n-18]
El segundo asentamiento que estudiamos es el Abric de
la Ratlla del Bubo (Crevillent, Alacant). La problemática
de este yacimiento se centra en las múltiples agresiones que
ha sufrido desde su descubrimiento, que han sesgado de una
manera importante la información contenida en él. A pesar
de esto la variedad de las evidencias y la importancia del
contexto en el que se documentaron, justifican sobradamente su análisis, ya que presenta los restos de una combustión aparentemente in situ de lo que en la bibliografía se ha
venido denominando un hogar con borde de piedras.
Finalmente estudiamos la estructura de combustión nº 1
del yacimiento magdaleniense al aire libre de Marolles-surSeine (Francia). En esta ocasión se trataba de una estructura
que formaba parte de un yacimiento que fue excavado en
régimen urgencia y que presentaba 220 rocas asociadas a la
combustión.
En todas las evidencias arqueológicas se repetía el
problema de la valoración de la termoalteración de las rocas.
A pesar de seguir los criterios básicos que la bibliografía
había establecido –enrojecimiento y fracturación– no encontramos respuestas satisfactorias a cuestiones como:
1. ¿A qué temperatura cambia de color una roca?
2. ¿Por qué?
3. ¿Responden igual todas las rocas al calentamiento?
4. ¿Cuando se produce la fracturación y a qué responde?
A causa de ello hemos decidido elaborar una sistemática de trabajo experimental que permita contestar a las
siguientes valoraciones arqueológicas:
1. las rocas están fracturadas.
2. presentan coloraciones que “no parecen naturales”.
I.1.3. El procedimiento experimental
Cuando nos planteamos por primera vez la elaboración
de un protocolo que permitiera el reconocimiento de las
termoalteraciones en las rocas carbonatadas, surgió inmediatamente la necesidad de crear un programa experimental.
Su punto de partida debía ser establecer criterios de discriminación que permitieran, en la medida de los posible, reconocer estas termoalteraciones no sólo mediante un análisis
de laboratorio, sino también en campo, durante el proceso
de excavación.
El desarrollo de este proyecto de trabajo, sólo ha sido
posible con la intervención de otras disciplinas. La interdisciplinaridad se plantea como única vía de aproximación a
muchos de los problemas que presenta la interpretación de los
restos arqueológicos y en ese sentido el conocimiento de la
función de los hogares, su duración, etc. no es una excepción.
En la preparación de este trabajo hemos abordado la
problemática experimental desde diferentes aspectos, lo que
ha llevado a la realización de 16 experiencias al aire libre,
centradas en distintos yacimientos. Esto ha supuesto la utilización de morfologías y combustibles diversos que han ido
generando una base de datos muy importante.
El procedimiento experimental utilizado en este
proyecto de trabajo se planteó ante la problemática que
supone, en muchos asentamientos, discriminar las rocas
termoalteradas de las que no lo están. Sobre todo cuando
las estructuras de combustión han sufrido modificaciones
desde su última utilización y el estado de abandono que
se recupera en excavación no responde a un estado de
funcionamiento.
En este sentido, y hasta ahora, el remontaje había sido
la única metodología utilizada para correlacionar los líticos
dispersos en un área de combustión. Un buen ejemplo de la
aplicación de esta técnica es el trabajo de Olive (1988) sobre
los hogares del yacimiento de Etiolles, donde se evidencia la
complejidad que puede llegar a tener este sistema para llevar
a cabo la interpretación de la historia térmica de las estructuras de combustión.
Nuestro trabajo pretende sistematizar un conjunto de
variables que intervienen directamente en el proceso de alteración de las rocas por calentamiento. Intentamos establecer
un instrumento de trabajo que permita ordenar y sistematizar la información referida a los pétreos relacionados con
la combustión.
I.1.3.1. Desarrollo de los objetivos experimentales
El objetivo principal de esta parte del trabajo es la
elaboración de un protocolo que permita la caracterización
de las termoalteraciones de las rocas. Para poner en práctica este proyecto experimental, consideramos la necesidad
de caracterizar los resultados con una unificación de las
litologías base de los ensayos y análisis y así elegimos las
rocas sedimentarias carbonatadas. Esta elección se debió a
que esta litología es la más abundante en nuestra área de
trabajo, la vertiente mediterránea peninsular. Sin embargo,
el trabajo desarrollado en otros ámbitos como las Islas
Canarias o el Valle de París, nos ha hecho reafirmarnos en
nuestra convicción de que cada yacimiento o al menos
cada área geográfica concreta necesita de su propio
proceso experimental ya que no todos los datos son extrapolables y a lo largo del desarrollo de este trabajo analizaremos el por qué.
El trabajo se dividió en tres fases diferenciadas, dos de
trabajo experimental con el fin de abarcar todas las casuísticas que podrían estar asociadas a estos materiales, y una de
contrastación de resultados.
Los objetivos de la primera fase del proyecto, en que se
aborda el trabajo correspondiente a las experiencias de
campo fueron los siguientes:
• Caracterizar la materia prima natural (no arqueológica) objeto de estudio.
• Secuenciar un calentamiento que, con las diversas
contingencias, se aproxime lo más posible a un fuego
real y contrastar los resultados con los obtenidos experimentalmente en el laboratorio.
En la segunda fase del proyecto se desarrollan los objetivos correspondientes a la parte del trabajo de laboratorio y
partiendo de dos procesos:
• La caracterización de la materia prima objeto de
estudio.
• El desarrollo de la dinámica analítica que posibilite el
establecer criterios de reconocimiento de la termoalteración de las rocas utilizadas en la construcción de
estructuras de combustión en yacimientos arqueológicos.
5
[page-n-19]
La consecución de este objetivo múltiple supone, por lo
tanto, el desarrollo de una sistemática de trabajo experimental a desarrollar en laboratorio y en experiencias de
campo. Dicha sistemática se basa en el calentamiento
controlado de rocas formatizadas o no, en incrementos tabulados de temperaturas durante un lapso estandarizado de
tiempo. Cada una de las muestras es después analizada por
diferentes métodos ópticos, físico-químicos y electrónicos,
estableciendo, los criterios de discriminación entre las rocas
termoalteradas y las no alteradas.
La tercera y última parte del proyecto se centra en la
aplicación de los resultados de esta sistemática al estudio de
los restos petrológicos pertenecientes a la estructura de
combustión del yacimiento de la Ratlla del Bubo, de cronología solútreo-gravetiense. Según los datos de la excavación
se definió como un hogar simple con borde parcial de rocas
carbonatadas.
El objetivo de esta última parte es aplicar la metodología creada experimentalmente para deducir las alteraciones térmicas de estas rocas, obteniendo datos sobre las
temperaturas alcanzadas y de esta manera caracterizar el
funcionamiento del momento final de dicha estructura.
I.2. ANÁLISIS CONTEXTUAL DE LAS ESTRUCTURAS DE COMBUSTIÓN
En la actualidad, el conocimiento de las actividades
relacionadas con el uso del fuego, se apoya en el análisis del
contexto de las áreas de combustión. Este análisis incluye
aspectos tan diversos como la micromorfología del suelo
termoalterado, el estudio de los restos orgánicos impregnados en él, los restos de combustibles (cenizas y carbones)
o las alteraciones de las rocas que intervinieron en la
combustión, además del análisis de los restos de hueso
–trabajado o no– y de material lítico que se hallen tanto
dentro como asociados al área de combustión
El estudio de las rocas ha sido uno de los aspectos a los
que más atención se ha dedicado, quizá por ser las evidencias consideradas más claras junto con los restos de
carbones. Pero cuando éstos no se han conservado y el sedimento ha sufrido transformaciones de muy diversa causalidad, las rocas se presentan como único elemento de
análisis acotado y operativo.
Sin embargo, como iremos viendo a lo largo del desarrollo de este trabajo, a pesar de su exhaustiva pormenorización, siguen quedando cuestiones por resolver, dado el
carácter renuente y diversificado del uso de estas estructuras.
Conceptos utilizados para describir los restos de combustión
El conjunto de restos tangibles de una combustión ha
sido denominado de diversas maneras en la bibliografía a lo
largo de los últimos 30 años, siendo las más habituales
hogar, estructura de combustión y área de combustión.
El término hogar es el más comúnmente utilizado, en
contexto arqueológico, para describir los restos –ya sean
sedimento, rocas o combustible– de una combustión. A este
6
término se le suele apostillar la morfología –plano, en
cubeta o excavado, con borde de piedras etc.– y en
ocasiones la función –doméstico, de actividades técnicas,
etc.–, siguiendo las pautas establecidas en la bibliografía, y
generalmente con una escasa reflexión al respecto de la relación forma/función/utilización.
A partir de la clasificación de los restos de combustión
establecida para el yacimiento de Pincevent (Francia),
surgió el problema al intentar hacer cuadrar aquella
propuesta a cualquier yacimiento de cazadores-recolectores
de no importa que punto geográfico.
En el Seminario sobre las estructuras de hábitat dedicado a los restos de combustión, que dirigió Leroi-Gourhan
en 1973, se intentaron establecer unos parámetros comunes
que sirvieran para describir los restos asociados a la
combustión, en definitiva lo que se reconocía en ese
momento como hogares. De esta manera, el término estructura de combustión, fue definido en la propuesta de vocabulario como la asociación de restos más o menos modificados por el calor: “cualquier conjunto de restos que
comporten elementos que han sufrido la acción del fuego”
(Leroi-Gourhan, 1973: 41).
También en este seminario se hace referencia al término
área de combustión, por parte de Michel Brezillon, quien
sin hacer una definición explícita, encuadra dentro de este
término los datos referidos a los elementos que se relacionan
con la estructuración de los restos de combustión.
Más recientemente este término será retomado por
Wünch, dentro de su propuesta teórico-metodológica.
Describe las áreas de combustión como el lugar donde se
ubica una combustión con finalidad utilitaria: “el emplazamiento de una combustión con finalidad utilitaria... es el
resultado del aprovechamiento de esta energía térmica para
llevar a cabo desde las actividades subsistenciales...hasta
actividades técnicas, dejando de lado su potencial de luz y
calor” (1991: 60).
Laloy (1980: 7), por su parte, definió “campo de combustión”, como “el lugar donde ha habido fuego”. Este
término sería equivalente al de área de combustión, refiriéndose de una manera general a cualquier lugar donde se
hubiera encendido fuego.
Tanto Laloy como Wunch, realizan una propuesta terminológica, estableciendo una visión crítica de los trabajos anteriores e intentado dar a sus propuestas un contenido que
sobrepasara la descripción morfológica de los restos.
En ambos casos se pretende insertar el estudio de los restos de
combustión en una dinámica de investigación que vaya más
allá de la simple inferencia, proponiendo modelos de explotación de los datos en aras a conseguir una mayor objetivización
de los mismos desde una perspectiva experimental.
Una vez descritos los conceptos que definen los restos
estructurados, pasaremos a describir aquellos otros que,
relacionados directamente con los restos de una combustión,
no se encuentran estructurados. Los siguientes fueron
descritos por Julien (Leroi-Gourhan y Brézillon, 1973):
• Concentraciones carbonosas: en ellas se encuadran
los denominados vaciados de hogar. Son restos que generalmente se presentan aislados del hogar, suelen ser acumu-
[page-n-20]
NO
LIMITADA
- CUBIERTA.
LIMITADA
ÁREA
- ABIERTA.
- ABIERTA, SIMPLE, EXCAVADA:
CUBETA, FOSA.
DE
- CONSTRUIDA: EXCAVADA, EN EL SUELO
(ÁREA ENLOSADA), SOBREELEVADA.
COMBUSTIÓN
- CUBIERTA: COBERTURA PROVISIONAL
- CONSTRUIDA.
Cuadro 1. Brézillon (1973). Modificado.
laciones de cenizas y/ o carbones en ocasiones mezclados
con otros restos (fauna o material lítico). Según los describe
Julien:
“Son acumulaciones que comportan sobre todo su
espesor una amalgama de partículas negras, grises y rojooscuro en las cuales se incluyen restos que han sufrido la
acción del fuego y otros que están intactos” (1983: 284).
Esta autora considera que son depósitos de cenizas frías
provenientes de la limpieza de los hogares.
• Estructuras de desecho (structures de rejet): LeroiGourhan (1983), las sitúa fuera de lo que él denomina “zona
cultural” y son áreas de acumulación de residuos situadas a
algunos metros de distancia, según su interpretación del
yacimiento de Pincevent.
En cuanto a los elementos constituyentes, tanto de las
estructuras como de los desechos, fueron definidos por
primera vez también en el seminario de estructuras de
hábitat de 1973:
- los carbones, tanto en fragmentos como en polvo.
- las cenizas.
- las piedras quemadas: que incluyen la descripción de
borde y su morfología.
- los suelos carbonosos.
- los restos óseos calcinados.
Estos elementos, junto al sedimento que forma parte del
suelo donde se ubica la estructura de combustión, son los
que van a aparecer en la casi totalidad de trabajos referidos
al estudio de las áreas de combustión.
Una nueva visión conceptual será aportada por el grupo
de investigación del Laboratorio de Arqueología de la
Universidad de Tarragona (LAUT, 1992), cuando aborda la
investigación del yacimiento del Abric Romaní. Elabora un
marco teórico, desarrollando una concreción conceptual que
pasamos a describir brevemente. Después de definir el
Centro de Intervención (CRPES, 1985) explican que las
acciones que han sufrido los elementos arqueológicos
debido a las manipulaciones que dejan estigmas visibles,
son tenidas en cuenta, de manera que conceptos como
cremación o combustión explican el estado en el que se
encuentra la asociación o elemento que va a ser intervenido
con mayor precisión de la habitual en el lenguaje arqueológico. Al final de la asociación terminológica que forma un
concepto explicativo está la categoría más específica a nivel
físico, el tipo de material del que se trata.
GRUPO 1:
Intrusión Antrópica Calorífica Estructural
(I.A.C.E.): se evidencia en los restos de aureolas de rubefacción, en las que se pueden encontrar asociados elementos
que han sufrido una trasformación debida a la acción calorífica. En unos casos la acción diagenética ha mantenido los
elementos contextuales a los que se encuentran asociadas las
rubefacciones, en otros sólo queda el estigma de la rubefacción en forma de mancha negra, gris o marrón.
Sobre la denominación del fenómeno rubefacción
volveremos más adelante.
Área de Producción y Configuración Lítica final
(A.P.C.L.F.)
Área de Procesado y fragmentación sistemática de
fauna (A.P.F.S.F.)
GRUPO 2: Conceptos referidos a organizaciones de
amontonamientos de material lítico que demuestran un nivel
menos complejo.
Organización Interna de Travertinos (O.I.T.)
Estructuración de intrusión antrópica de calizas. Las
calizas son un material aportado al yacimiento de forma
sistemática por los cazadores-recolectores, que puede o no
formar estructuras.
GRUPO 3: La configuración de esta asociación categórica resulta de toda la serie de movimientos de selección
interacción que acaban en un proceso de producción calorífica que estructura un espacio, de forma puntual, siendo la
referencia más significativa de antropización de un área
determinada.
7
[page-n-21]
Objeto de Madera Quemada no identificada
(O.M.Q.N.I.)
Negativo de madera (N.M.)
Negativo de madera quemada (N.M.Q.)
Positivo de Madera Quemada (P.M.Q.)
Nuestra propuesta en lo referente a los restos estructurados pretende simplificar conflictos terminológicos al
tiempo que recoger aquellos términos que más se ajusten a
la observación arqueológica de campo. Por ello recuperamos Área de Combustión (AC) para definir no sólo el
espacio físico concreto en el que se desarrolla la combustión
sino también aquel en el que se documentan restos
asociados a la misma. Así, un área de combustión estará
relacionada con los restos de las actividades que se desarrollen en cada encendido. Supone el reflejo de una parte del
uso socio-económico del grupo. Dentro del AC encontramos
por una parte el hogar o Estructura de Combustión (EC),
espacio concreto que ha sido modificado por la acción del
fuego y los elementos básicos de reconocimiento que intervienen en ese proceso de combustión concreto: sedimento,
rocas, carbones y/o cenizas así como otros elementos ya
sean orgánicos termoalterados o restos de talla.
Los Restos de Combustión No Estructurados
(RCNE) quedan definidos como todos aquellos elementos
residuales que en muchas ocasiones se encuentran interconectados, super o infrapuestos a las propias estructuras de
combustión in situ, bien sea por reutilización o por abandono y reutilización de la zona para usos distintos del de la
combustión. Un ejemplo de RCNE serían los denominados
por la escuela de Leroi-Gourhan vaciados de hogar y como
elementos básicos de reconocimiento pueden documentarse
sedimento, rocas, cenizas y/o carbones así como otros
elementos orgánicos termoalterados o restos de material
lítico trabajado.
ÁREA DE COMBUSTIÓN ARQUEOLÓGICA
ACA
RESTOS DE COMBUSTIÓN NO ESTRUCTURADOS
ESTRUCTURAS DE COMBUSTIÓN IN SITU
RCNE
EC
RESTOS ORGÁNICOS
TERMOALTERADOS
RESTOS TALLA
TERMOALTERADOS
ROT
RTT
SEDIMENTO TERMOALTERADO
ROCAS TERMOALTERADAS
ELEMENTOS BÁSICOS
SEDIMENTO
ROCAS
CENIZAS
CENIZAS
CARBONES
ROT
CARBÓN
COMBUSTIBLE, RELACIÓN CON EL
MEDIO, TEMPERATURA
FORMA, FUNCIÓN, USO,
DURACIÓN, REUTILIZACIÓN,
COMBUSTIBLE, TEMPERATURA,
RELACIÓN CON EL MEDIO
USO SOCIO-ECONÓMICO DEL FUEGO
Cuadro 2. Área de Combustión Arqueológica (ACA).
8
OTROS ELEMENTOS
DE RECONOCIMIENTO
RTT
[page-n-22]
II. EL CONTEXTO ARQUEOLÓGICO
Las distintas problemáticas que sobre el estudio de las
áreas de combustión hemos podido abordar en los últimos
años en diferentes áreas geográficas, nos han proporcionado
una amplia visión del tema que ahora reflejamos en el
presente trabajo.
La amplia cronología abordada desde el final del Paleolítico Medio hasta el Magdaleniense superior y la distinta
ubicación en el medio de los asentamientos estudiados
cueva, abrigo y aire libre, nos sugería inicialmente la posibilidad de analizar pautas de comportamiento respecto del
uso del fuego de una manera diacrónica.
El hecho de que en todos los yacimientos que hemos
estudiado se plantearan problemáticas diversas respecto al
uso que ha producido la termoalteración de las rocas y su
relación con el funcionamiento de las estructuras de
combustión en cada momento, hicieron que el desarrollo de
nuestro proyecto se encaminara particularmente al reconocimiento de las alteraciones térmicas que pudieran haber
sufrido las distintas litologías que intervinieron en las diferentes combustiones.
Los datos arqueológicos que presentamos en este capítulo, son el origen de la propuesta metodológico-experimental que desarrolla el presente estudio, ya que desde ellos
se generaron la mayor parte de nuestras preguntas al
respecto del reconocimiento de las termoalteraciones.
La metodología de trabajo en cada unos de ellos fue
diferente debido a circunstancias inherentes a cada una de
las excavaciones. Además debemos añadir que las excavaciones fueron realizadas en los años 87, 89 y 92, con lo que
hablamos de más de 15 años de referencia.
II.1. COVA NEGRA (XÀTIVA, VALENCIA)
Desde que en 1872, Vilanova y Piera menciona a la
“Cova Negra” de Xàtiva como yacimiento arqueológico,
muchos y diversos han sido los trabajos que sobre ella se
han ido dando a conocer. Citada por Cartailhac en 1886 y
por Almarche en 1918, comienza a excavarse en el año 1929
por Viñes, quien efectuará tres campañas. Más tarde vendrán
las campañas de Pericot, Jordá, Alcácer, Pla, Fletcher y
Pascual entre los años 1950 y 1957.
Habrá que esperar a la publicación en 1984 de la Tesis
Doctoral de Valentín Villaverde, para que comience una
nueva etapa de investigaciones y excavaciones sistemáticas
en Cova Negra.
Este yacimiento abarca una amplia cronología desde el
Würm antiguo final al Würm reciente inicial. Es un hábitat
en cueva que fue utilizado esporádicamente por los grupos
humanos que habitaron la zona entre el 115.000 y 30.000
B.P. (Villaverde, 1984; Villaverde y Fumanal, 1990;
Fumanal y Villaverde, 1988; Villaverde y Martínez Valle,
1992; Villaverde et alii, 1997).
La cavidad se encuentra situada a 3 kilómetros de la
ciudad de Xàtiva (València), en la margen izquierda del río
Albaida, en una de las concavidades formadas por el
meandro que el río Albaida excava en la vertiente Este de la
Serra Grossa, a unos 17 metros sobre el actual curso del
agua y unos 100 sobre el nivel del mar.
A través de los estudios de macro y microfauna (Martínez
Valle, 1996; Guillem, 1996), todo parece indicar que el
modelo de ocupación de esta cavidad por las poblaciones
neandertales, debió caracterizarse por el espaciamiento de las
visitas, su carácter corto y un reducido número de ocupantes,
que generaron, en relación con las pautas que son comunes
en el Paleolítico superior, conjuntos de desperdicios líticos y
óseos bastante reducidos, tal y como puede apreciarse al
valorar su índice al incorporar los correctores temporales y
de superficie (Villaverde, 1994: 8; Villaverde et alii, 1997).
El carácter corto y localizado de las ocupaciones de
Cova Negra, se deduce también del análisis de la distribu-
9
[page-n-23]
Fig. 1. Topografía de Cova Negra (Xàtiva, Valencia).
ción espacial del material arqueológico y encuentra correlato argumental en algunas evidencias tafonómicas. Según
Villaverde (1994), la excavación de los años 80 ha puesto de
manifiesto la existencia de profundas variaciones laterales
en la intensidad de los restos líticos y óseos y en la localización de restos de combustión.
II.1.1. La cronoestratigrafía
La serie climatosedimentológica de Cova Negra, ha quedado establecida como sigue (Villaverde y Fumanal, 1990):
- Cova Negra A, fase inicial húmeda y templada, caracterizada por la inundaciones periódicas del río Albaida que
introducen sedimentos fluviales en el interior de la cavidad,
dando lugar a la formación de niveles de tobas con precipitación de CO3Ca sobre elementos vegetales. Se correlacio-
10
naría con el interglaciar Riss-Würm y tal vez el inicio
mismo del Würm antiguo, esto es las fases e y d del estadio
isotópico 5, estrato XV de la serie actual.
- Cova Negra B, fase que comienza con un clima muy
húmedo y fresco y culmina con la instalación de condiciones rigurosas. Los procesos de meteorización física
aportan los primeros elementos autóctonos en el relleno
sedimentario. Se correlacionaría con el estadial Würm I y
las fases c y b del estadio isotópico 5, estratos XIII-XIV de
la serie definitiva.
- Cova Negra C, interfase templada y con precipitaciones estacionales que permiten la actuación de procesos de
edafogénesis. Correspondería al interestadial Würm I-II y al
estadio isotópico 5 a, según Laville, Raynal y Texier (1986) o
3 C de Pujol y Turon (1986), estrato XII de la serie definitiva.
[page-n-24]
- Cova Negra D, fase con predominio de las manifestaciones sedimentarias frías, con procesos de gelifracción que
alternan con pulsaciones más benignas. Se correspondería
con el estadial Würm II y los estadios isotópicos 4 y parte
del 3 de Laville, Raynal y Texier y 3 B de Pujol y Turon,
estratos V al XI de la serie definitiva.
- Cova Negra E, fase templada, caracterizada por las
precipitaciones estacionales, que nuevamente da lugar a la
formación de un suelo en un momento de calma morfogenética. Fase, aislada en las campañas correspondientes a los
últimos años en el denominado perfil C del sector Oeste, que
amplia la secuencia propuesta a partir de la campañas de
1981 y 1982, permitiendo una mayor definición de los
niveles superiores del yacimiento. Se correlacionaría con el
interestadial Würm II-II, o el estadio isotópico 3 A, estrato
IV de la serie definitiva.
- Cova Negra F, fase final de la sedimentación, documentada también en el denominado sector Norte, caracterizada por un clima seco y frío en el que vuelven a activarse
procesos de meteorización mecánica. Su final coincide con
un nivel superficial revuelto y se correlacionaría con el
inicio del Würm reciente o el estadio isotópico 2, estratos
III-I de la serie definitiva. Estos niveles son los que nos van
a interesar especialmente ya que es donde se sitúan todas las
evidencias de combustión estudiadas, tanto en el sector
Oeste como en el Norte.
II.1.2. Los restos de combustión
Los indicios de combustión en este asentamiento se
hallan repartidos en los tres sectores excavados: el Oeste, el
Norte y el Sur.
El interés de los indicios de Cova Negra viene dado
fundamentalmente por la cronología del yacimiento, ya que
los restos de combustión documentados en excavación en
momentos antiguos son escasos en el área mediterránea de
la Península Ibérica. Asimismo, su interés se plantea dado el
tipo de ocupación esporádica que este asentamiento
muestra, siguiendo los análisis faunísticos.
Los restos objeto de análisis pertenecen a las campañas
de excavación realizadas en los años 1984, 1986, 1987 y
1989.
- Sector Oeste
La cronología atribuida a los niveles estudiados en este
sector, se correspondería con los estratos III a V de la
secuencia actualizada, que se correlaciona con el interestadial Würm II-III y el inicio del Würm III, dentro de la
secuencia general del yacimiento estos niveles se sitúan en
la fase descrita como Cova Negra E y F.
A pesar de la escasez de material lítico recuperado, la
adscripción cultural se corresponde con el Musteriense, que
en el conjunto del yacimiento presenta una uniformidad a
nivel de industria lítica elevada, con una estabilidad técnica
y tipológica típica del Paleolítico medio, netamente atribuible a la facies charentiense, con una ausencia total de
elementos que permitan pensar en una transformación hacia
el Paleolítico superior (Villaverde y Fumanal, 1990).
La superficie excavada en este sector es de 12 m2.
Se excavaron hasta 1987 tres estratos, procediéndose a la
excavación de los estratos III al V en esta campaña.
Durante la excavación del estrato III-V, aparecieron
útiles líticos en sílex que presentaban señales de alteración
térmica, lo que alertaría sobre la presencia de fuego.
El estrato IIIB presenta además continuadas concentraciones de manchas grises de tamaño variable, que en el
momento de la excavación se relacionaron con cenizas interpretándose en el momento de la excavación como posibles
vaciados de hogar. Así mismo se documentaron restos de
tierra apelmazada –que se interpretaron como quemada- y
que estaba asociada a áreas circulares de entre 40 y 85 cm
de diámetro.
Se trataría de hogares planos o simples, sin preparación,
descritos en excavación como de sección lenticular de unos
4 a 7 cm de potencia. Debe resaltarse la presencia de cantos
de origen fluvial asociados a algunos de estos hogares.
Poseen un tamaño de entre 7 y 12 cm y en ocasiones parecen
definir concentraciones (Villaverde et alii, 1997). La asociación de cantos fluviales a restos de combustión es un hecho
que se documenta fundamentalmente en el Paleolítico superior (Bombail, 1987 y 1989), de ahí que subrayemos el
interés de su presencia en estos momentos musterienses,
aunque no podamos ir más allá en su interpretación.
Se observa en este estrato IIIB (lám. 1) una distribución
en la que se percibe una concentración de manchones
oscuros, limitada en una parte por un gran bloque, donde se
puede analizar el contraste entre una acumulación de restos
óseos fracturados, con evidencias de fuego y señales de
carnicería, y una zona que se ha denominado externa, de
tierras de color amarillento, con ausencia de evidencias de
combustión y escasa proporción de restos óseos, que cuando
aparecen están en conexión anatómica y muestran huellas de
carnívoros.
La zona de dispersión de cenizas, está limitada por dos
zonas de excavaciones antiguas y parece presentar una
forma oblonga más o menos curvada. Constreñida por el
gran bloque, la dispersión de manchas de cenizas se
mantiene durante casi 40 cm de potencia y llega a englobar
30 cantos fluviales.
La industria lítica consta de 30 piezas incluyendo 1
percutor, 1 núcleo, 1 chunk, 2 chips, 12 hojas y 13 piezas
retocadas.
Villaverde (1994: 9 y Villaverde et alii, 1997) interpreta
esta distribución como el contraste existente entre una zona
de ocupación humana, cuyos límites definidos parecen estar
relacionados con la existencia de algún tipo de estructura
construida, probablemente de forma simple, y una zona
externa, cuyos restos deben remontar a las etapas de abandono de la cavidad. Esas distribuciones desiguales de restos
óseos y orgánicos, especialmente visibles en los cortes de las
excavaciones antiguas en los restos de combustión, caracterizan la distribución espacial del material arqueológico de la
cavidad, indicando ocupaciones de continua variación espacial, que con los datos disponibles, se intuye fueron de reducida extensión. La asociación de cantos, hogares y artefactos
líticos sugiere que estamos ante un área dedicada a actividades de mantenimiento o de procesado de alimentos.
11
[page-n-25]
Fig. 2. Estratigrafía del sector Oeste de Cova Negra.
Estos mismos autores interpretan que la correspondencia en el estrato IIIB entre la zona de dispersión con
evidencias de uso del fuego, el mencionado gran bloque y la
ausencia en esos mismos 12 m2 de una concentración de
restos antrópicos similar en períodos anteriores y posteriores
a la presencia del gran bloque, sugiere que la topografía de
la cueva en ese momento invita a ocupar esa zona.
De esta manera el nivel IIIB parece ser el resultado de múltiples y separados episodios de ocupación, asociados al
consumo de cérvidos, équidos y en menor proporción
cápridos. Además, como se infiere de las marcas de las actividades de los carnívoros, esta ocupación alterna con el uso de
la cueva por diferentes tipos de carnívoros como el lobo.
Por lo que respecta a la interpretación del nivel IIIB,
debemos indicar que, efectivamente, la documentación
aportada por la fauna y los síntomas de ocupación que
presenta el sedimento, parecen delimitar claramente un área
donde la intensidad de huellas antrópicas hace posible
pensar en un área de ocupación. Así, los grupos humanos
que ocasionalmente usaron la cueva se adaptaron a su
cambiante arquitectura, alternando en determinadas zonas
12
su presencia con la de los carnívoros que serían responsables
de la introducción de determinados restos faunísticos.
Además de esta interesante zona, aparecen más evidencias de combustión en los cuadros F2 y F3, tras la excavación del estrato III-V donde se da una sucesión irregular que
se describe como tierras grisáceas y rubefactas, sobre otras
amarillentas. Tras ellas aparecen algunas laminaciones
oscuras que constituyen el inicio de otro paquete distinto de
color marrón.
En el cuadro H2 se describe la aparición de un hogar,
que fue descrito en el momento de la excavación como “una
mancha de tierras rubefactas, quemadas, que adquieren la
forma de una capa compactada que engloba fracción gruesa
pequeña. El diámetro era de unos 40 cm y la forma circular”.
En este mismo cuadro y siguiendo la excavación del estrato
III-V, aparece una nueva concentración de tierras rubefactas
y fracción gruesa también con señales de fuego.
Al iniciar el levantamiento del estrato IV en el cuadro
F3, aparece una laminación grisácea con una capa rubefacta
subyacente, que se podría corresponder con otro hogar
simple, de forma más o menos circular.
[page-n-26]
Si se analiza el conjunto de resultados del sector Oeste,
se observa claramente como las evidencias recuperadas se
caracterizan por una cierta homogeneidad estructural.
Se trata de restos de sedimento termoalterado (ceniciento o
rubefacto), de forma circular y/o subcircular y de un
diámetro medio de unos 40 cm, en los casos que se ha
podido documentar la forma completa.
La secuencia microestratigráfica, recuperada a través de
las descripciones sedimentológicas hechas en el momento de
la excavación, se corresponde con un nivel de tierras oscuras
y cenicientas, bajo el que se encuentra el sedimento de color
rojizo y compacto que es seguido de tierras oscuras que
conectan con las del propio nivel de excavación. Experimentalmente hemos comprobado en múltiples ocasiones que esta
es la secuencia microestratigráfica que presenta un fuego
encendido sobre un suelo sin preparación, una sola vez.
De esta manera, el registro de evidencias de combustión
del sector Oeste de Cova Negra, sugiere la existencia de
pequeños fuegos simples, sin preparación que van
cambiando de posición dentro de la zona de ocupación.
En general no se registran restos de fauna o sílex quemados
asociados dentro o en los alrededores del hogar, pero este
dato no es muy significativo si tenemos en cuenta la escasez
general de material que presenta el nivel (lám. 1).
- El sector norte
Este sector se excavó por primera vez en 1989, nunca
desde los años 50 en que comenzaran las excavaciones en
este yacimiento se había trabajado esta zona de la cueva.
La superficie de excavación abarcaba aproximadamente
4 m2 y antes de comenzar la excavación, la observación de
los cortes sagitales refería una serie de laminaciones negras
que se describieron inicialmente como “posibles líneas de
hogar”.
En este sector se excavaron cinco estratos, concentrándose las evidencias de combustión entre los estratos II y V.
La documentación de este sector, presenta la particularidad de haber registrado 288 rocas con signos de termoalteración que, en el momento de la excavación, se relacionaron con algún tipo de combustión no estructurada, ya que
aparecían entre manchas oscuras en ocasiones con carbones,
pero sin definir ninguna forma concreta. Se distribuían en
una potencia de 60 cm y aparecían asociadas a escasos
restos líticos y de fauna.
Desde el estrato II aparecen en la excavación en extensión, manchas grises y rosáceas que se atribuyeron en un
principio al resultado de una intensa ocupación. En este
nivel se evidenciaron claros signos de combustión que se
manifestaron en la presencia de cenizas compactas, rocas
que durante la excavación parecían muy alteradas por el
fuego y un sedimento con claros síntomas de rubefacción.
Este conjunto de evidencias, sin formar claramente
estructuras de combustión aisladas y bien definidas, se
concentraron sistemáticamente en los cuadros G9, G10 e
I10. A partir de este estrato y hasta el final de la excavación
en este sector, aparecen reiteradamente, diferentes tipos de
manchones negros o grisáceos, envolviendo casi siempre
una importante cantidad de clastos de diferentes tamaños.
La mayor parte de las rocas que se consideraron alteradas se
registraron entre los estratos IV y V. El total de rocas recuperadas entre estos dos niveles fue de 224, lo que permite
hacerse una idea de su importante representación.
- El estrato IV
La excavación de este nivel se realizó mediante el levantamiento de 5 capas artificiales de diferente potencia.
Durante todo el trabajo de levantamiento de tierras se
pudieron observar los mismos trazos de combustión en todo
el sector que se repetirán en cada una de las capas.
El proceso general que se documenta es el siguiente:
sobre una matriz de sedimento gris o rosáceo aparecen
concentraciones de rocas y cantos con síntomas de alteración térmica. Estos signos se evidenciaban por la presencia
de manchas –rojas y negras– fisuras, fracturas y adherencia
de sedimento alterado. Estas agrupaciones de rocas no
presentan estructuración en forma de hogar in situ. Son
laminaciones o lentejones de color oscuro, sin restos de
carbón, que se delimitaban bien en el perfil, pero que al
excavar en extensión se difuminaban en pequeñas manchas
dispersas sin continuidad ni estructuración.
Tanto la industria lítica como los restos de fauna son
muy escasos. En el caso de esta última –bien representada
en los otros sectores de la excavación– cabría pensar en una
conservación diferencial que hubiera afectado especialmente a esta zona.
En este funcionamiento general del estrato IV habría
que señalar una excepción. Se trata de unos manchones
negros de unos 60 cm de diámetro y 2 cm de potencia, que
se documentaron en la capa 3. Este manchón englobaba y se
hallaba parcialmente rodeado de rocas alteradas. En el interior de uno de ellos apareció un hueso quemado. Esta es la
única evidencia que en excavación se documentó como
posible hogar. No se documentaron carbones ni cenizas
sueltas, sólo bloques de ceniza muy compacta que en
ocasiones se llegaban a confundir con rocas dado su grado
de compactación (lám. 2).
Al acabar la capa 3, las señales de combustión localizada desaparecen y tan sólo quedan las habituales manchas
de cenizas y rocas con signos de termoalteración (lám. 3).
En la capa 4 se produce la desaparición casi total de los
bloques. Los restos óseos quemados y muy fragmentados
aumentan un poco.
- El estrato V
Dividido en 4 capas artificiales, esta unidad culmina con
la sucesión de laminaciones de aparente origen antrópico.
En la capa 2, aparece una potente acumulación de cenizas
que engloban rocas rubefactas. El centro de esta acumulación se situaría junto al corte sagital izquierdo. También
aquí se quiso reconocer un hogar plano, pero dada su posición esta afirmación sólo puede quedar en hipótesis (lám. 4).
Se debe reseñar que en este nivel ha aumentado el
número de restos de fauna, la mayor parte quemada y fracturada, así como de industria lítica que presenta también
alteraciones térmicas (lám. 5).
13
[page-n-27]
Fig. 3. Cova Negra. Sector Norte. Dispersión en planta de las rocas
del estrato IV, capa 1.
Fig. 4. Cova Negra. Sector Norte. Dispersión en planta de las rocas
del estrato IV, capa 2.
Fig. 6. Cova Negra. Sector Norte. Dispersión en planta de las rocas
del estrato IV, capa 3, parcial.
Fig. 5. Cova Negra. Sector Norte. Dispersión en planta de las rocas
del estrato IV, capa 3.
II.1.2.1. Análisis petrológico
El conjunto del material estudiado, se distribuye como
hemos visto, entre los estratos IV y V. Se compone de 288
rocas o fragmentos de ellas, donde se observan claramente
dos litologías principales.
Una de tipo detrítico arenoso con una tendencia variable
a microconglomerática, de matriz arcillo limosa y con un
cemento escaso aunque claramente ferruginoso.
14
La segunda es de naturaleza carbonatada en la que,
junto a pétreos calizos micríticos, podrían también encuadrarse algunas rocas más dolomíticas.
Puntualmente, asimismo, se observan, aunque en menor
proporción, litologías carbonatadas arenosas.
Se aprecia en general una tonalidad gris oscura –en
textura micrítica–. Además se observan manchas rojizas
locales, ligeramente púrpuras, propias de concentraciones
puntuales de carbonato de manganeso –rodocrosita–,
pudiendo establecerse una génesis de edad jurásica.
Este tono rojo de la rodocrosita que hemos definido en
las calizas y dolomías, como de tonos “púrpura”, nunca
debe confundirse ni con el “rojo ladrillo” de algunas
[page-n-28]
Fig. 7. Cova Negra. Sector Norte. Dispersión en planta de las rocas
del estrato IV, capa 4.
areniscas a causa de la presencia de Fe 3 del cemento, ni con
el rojo de la rubefacción causada por el calentamiento, sin
distribución uniforme.
En las muestras que presentan síntomas de termoalteración, se aprecia una superficie reseca, fuertemente mate,
estando las detríticas pseudo retrabajadas (como cubiertas
de polvo apelmazado, compacto y poco duro, claramente no
adherido por falta de limpieza) y el resto con una pátina no
uniforme en la que se observa una microporosidad relativamente uniforme y variablemente densa.
Otras alteraciones que se observan en este conjunto de
rocas y que no se relacionan con el calentamiento son las
siguientes:
• La cementación parcial. Ésta no debe confundirse
con un proceso natural que se suele desarrollar en
cualquier tipo de clastos en un ambiente de circulación de aguas carbonatadas, sino que se produce en
cantos ya redondeados que, habiendo podido formar
parte de un hogar, son englobados por sedimentos de
tamaño limo y, posteriormente, se cementa dicho
material envolvente.
• Erosión en “nidos de abeja”. Ocasionalmente estos
limos, que engloban total o parcialmente algunos
clastos, presentan variables concentraciones nodulosas de arcillas sueltas. Posteriormente, cuando el
conjunto se ve sometido a procesos de alteración
eólica, o incluso por calentamiento, dichos materiales arcillosos tienden a adquirir humedad envolvente junto con variables concentraciones de sal y
yesos en ambientes relativamente costeros. Esto da
lugar a que dichos núcleos arcillosos, lejos de
cementarse y consolidarse, adquieran una mayor
propensión a la movilidad, de manera que tanto por
causas tanatorias como por posteriores procesos
biodiagénicos y/o por manipulación en la fase
extractiva arqueológica, el resultado se manifiesta
en un aparente desarrollo de microcavidades, pseudoporos en la parte superior detrítico-arenosa,
dando una micromorfología de “nido de abejas”.
• El dimensionado de esta última alteración, presenta
unos valores medios entre 1 y 2 mm de diámetro. Sin
embargo, ésta no debemos confundirla visualmente
con la textura mate picoteada que presentan las
superficies de los clastos encontrados en los yacimientos y que tienen o una pátina superficial englobando todas las caras externas o manchas locales
blanquecinas –normalmente de carbonato– en cuyas
superficies, cuando la roca ha sido calentada se desarrollan unos microporos entre 0’1 y 0’5 mm. El
grado de abundancia de esta microporosidad,
produce en ocasiones una sensación organotáctil,
casi parecida a la de la superficie de erosión de
areniscas de grano fino. Sin embargo, hemos de
recordar, que esta textura a la que estamos refiriéndonos, no deviene de una erosión diferencial superficial en una litología detrítica competente, sino tan
sólo de la superficie envolvente y no del resto del
material englobado.
Hemos observado como se repiten una serie de
micropososidades superficiales y nos hemos planteado a
qué se pueden deber en los cantos. Después de todo lo
analizado, creemos que probablemente las mismas se den
con mayor frecuencia en las muestras calentadas que
presentan unas determinadas características superficiales.
Este factor lo consideramos de gran importancia a la hora
de plantear herramientas de trabajo imprescindibles en
toda fase de investigación de campo, ya que con ello
pretendemos poder llegar a discriminar termoalteraciones
en el proceso de registro de excavación
II.1.2.2. Las manchas
Como resultado de la acción del calor, las rocas
adquieren coloraciones diferenciales, negras y rojas, que se
distribuyen por las diferentes caras de las rocas, aunque se
debe tener en cuenta que las rocas también pueden presentar
coloración rojiza a causa de su génesis.
En el sector Norte de Cova Negra las rocas presentan en
su mayoría esta doble coloración roja, producto bien de su
origen y/o de la rubefacción, y negra, resultado de los
aportes de materia orgánica en el momento de la combustión
(declinando por menor importancia la consideración de
minerales negros genésicos del tipo pirolusitas y de otros
óxidos metálicos).
Una particularidad que se observa en el registro del
sector Norte de Cova Negra, es que las manchas, en muchas
de las rocas abarcan la totalidad de su volumen. Se documentan muy escasamente rocas con coloración puntual en
una cara o en un extremo. Esto hará que se puedan plantear
diversas hipótesis interpretativas.
Por último hemos de señalar que este tipo de muestras,
debido a su ubicación específica en un marco geológico
15
[page-n-29]
predominantemente carbonatado, manifiestan un muy
frecuente desarrollo de manchas blancas, presentando las
siguientes características:
• En general, sólo abarcan parte de la superficie del
clasto.
• Su dimensión es desde apenas una fina película, a
través de la cual se ven los clastos inferiores, a varios
milímetros. En este último caso combina su composición con materiales arcillo-limosos.
• En cortes ortogonales a la sección en microscopio a
gran aumento, presentan la clara disposición
bandeada de los depósitos carbonatados de precipitación química.
• La ubicación espacial de dichos procesos de calcificación no presenta ni un plano previo, ni una ordenación específica, ya que tan sólo se debe a los
procesos de circulación en ámbito edáfico de las
aguas superficiales.
• Cuando la carbonatación se da en un ámbito de
superficie textural microrugoso y el concentrado
total precipitante es escaso, no se desarrolla dicha
película, sino que en las microdepresiones de dicho
relieve y de manera aislada se agrupan los carbonatos
en cristales alargados, blanquecinos y claramente
observables a simple vista.
• La superficie de carbonatación tiende a ser lisa,
siendo tan sólo microporosa si sufre un calentamiento o habiendo cementado materiales limo-arcillosos-arenosos, esta superficie por procesos diagenésicos posteriores se descalcifica.
II.1.2.3. Fracturas y remontaje
Se intentó de una manera sistemática el proceso de
remontaje de las rocas, siendo el resultado siempre negativo.
Ninguna de las 288 rocas remonta con otra. Este dato es
muy importante si además se analiza la tipometría de las
piezas.
El 60% de las rocas poseen un tamaño medio entre los
3 y 7 cm en su lado más ancho y sólo 18 son bloques
(mayores de 10 cm), teniendo en cuenta además que hay 25
cantos rodados. Estos datos complican más si cabe la interpretación de estas rocas.
Todos los cantos poseen características que definen
termoalteración. Petrológicamente son de componentes
calizos, calizo-dolomíticos, areniscas y microconglomerados, no presentando alteración post-genésica.
Las fracturas completas son escasas y en su mayor parte
se produjeron al extraer las rocas durante el proceso de excavación. Más adelante abordaremos el problema de la fracturación de las rocas. La mayoría de estos pétreos presentan
importantes fisuras que atraviesan la muestra, la dividen en
varios fragmentos, pero no llegan a desgajarla. Estas fisuras
deben ser resultado de cambios bruscos de temperatura por el
denominado choque térmico (el desarrollo de este concepto
se contempla en los capítulos siguientes) ya que este nivel se
relaciona con un momento frío, donde los planos de debilidad de las rocas acentuados por el calentamiento, se verán
afectados por procesos de gelifracción.
16
II.1.2.4. Interpretación
Debemos señalar que nos encontramos ante un registro
de gran interés por la particularidad que presenta, frente a
casuísticas más conocidas, ya que no se ajusta a los modelos
de estructura de combustión frecuentes en esta cronología,
ni para momentos más recientes.
El estudio de sus particularidades nos ha sugerido varias
hipótesis interpretativas que, evidentemente, habrá que
seguir desarrollando.
La primera consideración evidenciada, tras los estudios
realizados en este proyecto, dada la tipometría del material
documentado y la falta de remontajes que pudieran demostrar esta premisa, es que en el sector Norte de Cova Negra
no se utilizaron grandes bloques que pudieran formar parte
de un borde de hogar. A pesar de que algunos de pequeño
tamaño pudieran haber sido utilizados para este fin, no lo
creemos probable.
En segundo lugar, es asimismo evidente que el 90% de
las rocas presentan alteraciones térmicas y eso nos hace a su
vez plantear las siguientes propuestas:
1. ¿Cabe la posibilidad de que buena parte de las
pequeñas rocas formaran parte de la matriz sedimentaria y
se alteraran al igual que ella al encender fuego encima?.
Esto se debería comprobar en el estudio sedimentológico de
la fracción gruesa del nivel, pero a la vista del registro en el
momento de la excavación es evidente que esta explicación
es inviable.
2. Se podría considerar que las rocas estuvieron recibiendo la acción del calor durante toda la combustión, quizá
en más de una ocasión, y que incluso pudieron ser removidas dentro del fuego. Pero esta afirmación se relacionaría
con un alto grado de alteración térmica que se hubiese reflejado más claramente en el suelo. Este criterio es difícilmente
contrastable con la realidad observada durante la meticulosa
fase de excavación.
3. La hipótesis interpretativa que creemos debe ser confirmada, es la de que las rocas se calentaran y enfriaran de una
manera sistemática reiterativa, debido a la realización de actividades concretas que en algún caso se podrían precisar.
Un ejemplo válido de esta actividad, sería el uso de estas
rocas para calentar agua. Esta hipótesis viene avalada por la
elevada proporción de cantos, aportados de manera intencional
desde el río que se encuentra en la zona, y de rocas calizas
compactas de tamaño pequeño. Cantos que, como hemos
visto, también son aportados al sector oeste de la cueva.
A este planteamiento se pueden hacer diversas objeciones, como que las areniscas y los conglomerados no son
muy aptos para este fin ya que pierden parte de sus componentes finos al entrar en contacto con el agua. Pero también
cabe pensar que la mayor parte de ellas corresponden a los
escasos bloques presentes en el registro, y que pudieron ser
usados tan sólo como borde de las estructuras en sucesivas
ocasiones.
Dentro de este mismo planteamiento, se podría pensar
en el uso de las rocas para actividades no relacionadas directamente con la subsistencia, por ejemplo como calentadores
que pudieran ser introducidos o agrupados en el espacio de
ocupación, lo que supondría el mantenimiento de fuegos en
[page-n-30]
el área externa a la zona de hábitat. Siguiendo en la línea de
la subsistencia, se podrían interpretar como elementos de
cocción indirecta, para estofar o cocer en estufa, tal y como
se realiza en el denominado horno polinesio (Orliac, 1989)
o en la Pachamanca de Perú (Julien, 1985), donde los
alimentos son enterrados entre las piedras calientes y se
cocinan indirectamente.
4. Otra posible interpretación es que la zona fuera utilizada durante un tiempo de la ocupación como área preferente
para la instalación de fuegos, y que fueron cambiando de
ubicación sucesivamente, siempre en ese reducido espacio,
razón por la que no habríamos podido documentar el perfil de
ninguno de ellos. Pero eso hubiera implicado una gran alteración térmica en el sedimento de base, cosa que no ocurre.
5. Si el suelo no se encuentra termoalterado de la forma
en que lo hace cuando se enciende fuego directamente sobre
él y si además las manchas en el suelo son dispersas, en
ocasiones más grises, en otras más negras y algunas rojizas,
cabe la posibilidad de que las piedras fueran calentadas en
fuegos que se encendieron en otra parte de la cueva, quizá
alguno allí, como lo marcan esos dos posible hogares que se
señalaron durante la excavación de este sector. Esto supondría un uso particular de este sector, en el que recordemos
las evidencias líticas y óseas son también escasas.
La falta de dimensión excavada y la imposibilidad de
interpretar el espacio, limita la contrastación de estas posibi-
lidades. La investigación debería continuar profundizando en
nuevos estudios sedimentológicos, experimentales y petrológicos que ayuden a establecer más criterios interpretativos,
pero de cualquier forma la interpretación de esta dispersión
de rocas hasta el presente queda abierta a la discusión.
II.2. EL ABRIC DE LA RATLLA DEL BUBO (CREVILLENT, ALACANT)
II.2.1. Situación y actualización de los trabajos
El Abric de la Ratlla del Bubo tiene una extensión aproximada de 25 m2 y se encuentra situado en la vertiente
sudeste de la Serra de Crevillent (Alacant) que culmina a
822 metros sobre el nivel del mar. El yacimiento se sitúa a
unos 400 metros de altura sobre el nivel del mar, en la
margen derecha del Barranc de la Rambla, muy próximo a
su cabecera, a unos 35 metros sobre el cauce actual.
Geológicamente el yacimiento se ubica en un amplio
afloramiento de calizas de edad Jurásica, marinas, fosilíferas
y estructuralmente rejugadas por empujes tectónicos y halocinéticos del Triásico infrayacente.
No se observan ni en campo ni en laboratorio, indicios
para preestablecer que las muestras hayan sido influidas por
cualquier tipo de metamorfismo térmico. (Mapa geológico
de España Escala 1:50.000 nº C 893. Elche).
Fig. 8. Abric de la Ratlla del Bubo (Crevillent, Alicante).
17
[page-n-31]
Fig. 9. Mapa de localización del Abric de la Ratlla del Bubo.
II.2.2. Cronoestratigrafía
Este asentamiento ha sido objeto de excavaciones sistemáticas desde el año 1984, primero bajo la dirección
de G. Iturbe y J. Román, como excavación de urgencia, y
desde 1986, como excavación ordinaria por V. Villaverde y
J.E. Aura. La última campaña se llevó a cabo en 1991.
La secuencia cronológica descrita por los excavadores
para este asentamiento, en base a la clasificación tipológica
del material lítico y óseo, abarca gran parte del Paleolítico
Superior: auriñaciense evolucionado, gravetiense, solutrense
y solútreo-gravetiense, faltando por completo el registro
correspondiente a los momentos finales del Paleolítico
Superior. Dado que la mayor alteración sufrida por los
niveles, a consecuencia de las excavaciones clandestinas,
afectarán justo los paquetes entre el solútreo-gravetiense y el
gravetiense, la información correspondiente a los momentos
iniciales del solutrense será la más afectada.
El solútreo-gravetiense ha sido, por tanto, el único
momento que se ha podido documentar hasta el momento
mediante excavación en extensión, ya que los otros niveles
se refieren a informaciones obtenidas a partir del sondeo
inicial. Este nivel pudo ser datado en 17.360 +- 180 B.P.
(Ly. 5219) mediante C-14 proveniente de los carbones del
hogar del nivel II.
18
La industria lítica
En el estudio inicial de las campañas de 1986-1991,
destaca la escasez de material lítico y viene caracterizado en
la capa 1 de este nivel por la presencia de 3 núcleos:
informe, unipolar y bipolar. Los soportes lo componen 72
lascas, 5 hojas y 26 hojitas, mientras que el material retocado está caracterizado por:
4 hojitas de dorso
1 hojita de finos retoques
1 hojita con truncadura
1 denticulado
1 punta de dorso
1 punta escotada
1 buril diedro
3 piezas con muesca
2 denticulados
En cuanto a la distribución de estos restos en la extensión trabajada hasta la campaña de 1990, permite establecer
que el máximo de acumulación tanto de material óseo como
lítico se sitúa en la banda de los cuadros 2 y 3 y hacia el interior del abrigo, dándose también en esos cuadros mayor
abundancia de tierras cenicientas y piedras con huellas de
rubefacción (Soler et alii, 1991).
[page-n-32]
Fig. 10. Planta general del Abric de la Ratlla del Bubo, con indicación de la línea de visera y zona donde se ha desarrollado la excavación.
Rasgos sedimentológicos
Por lo que se refiere a la secuencia estratigráfica hemos de
remitirnos al estudio preliminar realizado por P. Fumanal.
Se han muestreado dos cortes sagitales en los cinco niveles
arqueológicos establecidos, citándose probables restos de
combustión en los siguientes niveles:
PERFIL SAGITAL IZQUIERDO
• nivel V: no puede apreciarse su potencia, pero la base
se sitúa a -1,31 m del nivel 0 de la excavación. Aquí
se encuentra un nivel oscuro de hogar que ya no se
muestrea.
• nivel II: a -1,05 m del nivel 0. Está formado por
abundantes cantos en forma de plaquetas de
pequeño tamaño, sin matriz fina, que presentan un
color rojizo y/o blancuzco y cierta alteración superficial. Una línea oscura, (¿hogar?) se intercala hacia
la base del nivel.
Fig. 11. Secciones del Abric de la Ratlla del Bubo.
PERFIL SAGITAL DERECHO
• nivel II: La base está a -1,32 m del nivel 0. Estructura
masiva y coloración ligeramente oscura, probablemente debido a aportes antrópicos.
19
[page-n-33]
II.2.3. Características del medio
Las actuales condiciones bioclimáticas de la zona son:
temperatura anual de 17ºC a 19ºC; la media de las mínimas
del mes más frío está comprendida entre 4ºC y 10°C;
la media de las máximas del mes más frío se sitúa entre 14ºC
y 18ºC; el índice de termicidad está entre 250 y 470. (Badal,
1991).
Según esta autora establece en 1992, la Ratlla del Bubo
se encuentra emplazado en la superprovincia biogeográfica
Mediterráneo-Iberolevantina. Provincia Murciano-Almeriense, sector Alicantino. Respecto al nivel bioclimático, el
yacimiento está situado en el piso mesomediterráneo inferior en su límite con el termomediterráneo superior, siendo
el ombroclima semiárido.
La vegetación en este paraje hacia el 17.000 BP probablemente se desarrolló bajo unos parámetros termoclimáticos de tipo supra o mesomediterráneos, sobre todo en la
base de la secuencia donde las frecuencias de Pinus nigra
son mayores y las especies termófilas tienen exigua representación. Por lo que se refiere al ombroclima, esta flora
induce a pensar que sería seco o semiárido, si bien en el
nivel I los fresnos pueden indicar mayor humedad que en el
resto de la secuencia.
Análisis antracológico y paleobotánico
El examen antracológico realizado (Badal 1990), se
basa en el estudio anatómico del carbón recogido tanto en
el interior del hogar como en el resto de la superficie del
estrato II capa 1. El análisis de los carbones dispersos en
este nivel muestra una lista floral de 12 taxones, con características áridas en general. La curva taxonómica del hogar
es monoespecífica, lo cual significa que los 55 carbones
pertenecen al género Juniperus sp. (enebro, sabina),
aunque anatómicamente no se ha podido distinguir a que
especie pertenecen. En este caso la riqueza floral de los
carbones dispersos es claramente mayor que la del hogar
ya que incluso con 55 carbones analizados ya aparecen 7
taxones.
La formación vegetal evidenciada en los carbones
dispersos está dominada por Juniperus que alcanza un
porcentaje del 64,77% y junto a ellos en menor proporción
están el Pinus nigra (Pino negral), especies estépicas como
el belcho y las leguminosas, especies termófilas como el
acebuche, cornicabra y lentisco. También se ha podido
determinar fresno, higuera, espino negro o aladierno y
varias especies indeterminadas.
Marco Medioambiental
A partir de todo lo anterior, se define el paisaje de la
zona como un bosque más o menos abierto, de tipo estépico,
en el cual los árboles son escasos. Está dominado por
enebros y/o sabinas y pinos negrales. En el estrato arbustivo
se encontrarían Rhamus, Ephedra, Leguminosae. En las
zonas más resguardadas crecen las especies termófilas como
Olea europea var. sylvestris, Pistacia lentiscus y Ficus
carica. Se han encontrado pocos elementos que nos indiquen
humedad, solamente el fresno que aparece esporádicamente.
20
II.2.4. La Fauna
Si este asentamiento presenta, en general, escasez de
items, los restos óseos documentados a lo largo de la excavación son muy escasos y su conservación es bastante deficiente en la mayor parte de los casos, lo que da un número
importante de restos indeterminados, 190 frente a los 39
identificados.
Como se puede ver en los cuadros 4 y 5, en el nivel en
el que se encuentra la estructura de combustión la mayor
parte de los restos documentados e identificados son de
conejo en un total de 27, siendo 3 el número mínimo de individuos (nmi). En cuanto a los macromamíferos la familia
mejor representada es la de los Caprinae, con una total de 9
restos que supone un nmi de 3.
Tanto la cantidad como la calidad del material impide
ningún tipo de interpretación en relación con el área de
combustión.
II.2.5. Las evidencias de combustión
En este asentamiento encontramos una información
muy diversificada y al tiempo poco contrastada debido a las
dificultades acaecidas durante el proceso de excavación.
Valorando las posibilidades que ofrecía la documentación de
este sitio, decidimos incluir sus datos de dos maneras
distintas. Por una parte el conjunto que este asentamiento ha
proporcionado a lo largo de cuatro campañas de excavación
ordinarias y, por otra, realizando el estudio pormenorizado
del hogar del nivel II, al que hemos podido aplicar la sistemática operativa definida en el capítulo experimental.
Es muy importante remarcar que la información proporcionada por este asentamiento debe valorarse teniendo en
cuenta, por una lado la escasez de restos de combustión
documentados en excavación en los yacimientos del Paleolítico superior mediterráneo peninsular (Fullola et alii,
1991; Mora et alii, 1993; LAUT, 1992) y por otro lado, las
particulares condiciones de ocupación que en un pequeño
abrigo se pueden presentar, ayudando el estudio de su
secuencia a conocer rasgos del comportamiento de
pequeños grupos humanos, en asentamientos que revelan
cortas, pero reiteradas ocupaciones.
- Los primeros indicios
En 1984 se efectuó una primera campaña de urgencia,
en la que se llevó a cabo la realización de la topografía y
el cerramiento del abrigo, al tiempo que se perfiló el corte
del agujero dejado por los excavadores clandestinos. Esto
fue aprovechado (Iturbe y Cortell, 1992: 133) para llevar a
cabo un sondeo importante de aproximadamente 3 metros
de profundidad.
El yacimiento sufrió diversas agresiones, lo cual supuso
algunas limitaciones al trabajo de investigación, debido a
que se perdió parte de la información correspondiente al
nivel donde se encontró la estructura de combustión que
estudiamos y porque se limitó asimismo, la posibilidad de
cotejar la existencia de diferentes tipos de áreas de combustión en un mismo nivel de ocupación. Esta posibilidad había
sido sugerida por el hecho de que aparecieran lentejones
oscuros, en la banda de cuadros más cercana a la pared y
[page-n-34]
Cuadro 3. Arriba, curva taxonómica del estrato II capa 1 y detalle del hogar.
Abajo, porcentajes por capas de los grupos taxonómicos del estrato II (Soler et alii, 1991).
21
[page-n-35]
Estrato I
Capas 1-2
nr
nmi
Capa 3
nr
nmi
Estrato II
Capa 4
nr
nmi
Bovinae
1
2
2
1
2
1
15
2
7
2
1
1
1
1
27
3
1
1
nmi
5
1
13
nr
2
1
Caprinae
nr
5
Capra pyrenaica
1
1
Total
nmi
Equus sp.
Cervus elaphus
1
1
1
1
Felis / Lynx
Orictolagus cunic.
Capa 1
Capa 5
nr
nmi
9
2
5
1
26
2
33
3
73
8
Aves
1. Ratlla del Bubo. Número de restos identificados y número mínimo de individuos que representan.
Profundidad
0,25 - 0,50
nr
nmi
0,50 - 0,75
nr
nmi
0,75 - 100
nr
nmi
Capra pyrenaica
1
1
2
1
4
1
Caprinae
3
1
10
2
5
1
1
1
1
1
1
1
Bovinae
Equus caballus
Cervus elaphus
Total
5
13
10
Felis / Lynx
Orictolagus cunic.
38
4
Aves
1
1
Total
39
50
4
50
54
3
2. Ratlla del Bubo. Número de restos identificados y número mínimo de
individuos que representan. Campaña 1983.
54
Cuadro 4. Evidencias de fauna (Martínez Valle).
Estrato II
Estrato I
Capa 2
Capas 1-2
>3
<3
Macromamíferos
Capa 3
>3
<3
Capa 4
>3
<3
Capa 5
>3
<3
>3
<3
1
2
3
1
8
2
14
3
<3
1
4
40
13
98
7
52
24
213
11
179
23
6
40
16
99
15
54
38
216
11
179
0,25 - 0,50
0,50 - 0,75
0,75 - 100
>3
>3
>3
<3
<3
Macromamíferos
<3
3
Mesomamíferos
6
60
52
7
76
Total
6
60
55
7
76
3. Ratlla del Bubo. Relación de restos no identificados especificamente
con indicación del tamaño de los fragmentos (cm).
Cuadro 5. Evidencias de fauna (Martínez Valle).
22
>3
23
Mesomamíferos
Total
Total
[page-n-36]
rocas con señales que en excavación se describen como
“rubefacción”.
Así mismo la información registrada en el sondeo realizado en la primera excavación de urgencia, proporcionó
datos sobre la alteración térmica que se observaba en el
material lítico, al tiempo que se documentó la presencia
frecuente de hogares:
“La alteración térmica de las piezas es muy abundante,
ya que la presencia de hogares es casi constante a lo largo de
una secuencia de múltiples colores y finos niveles sin apenas
fracción gruesa... A una altura media de 288 localizamos un
hogar formado por bloques de yeso en su mayor parte”
(Iturbe y Cortell, 1992: 135) (fig. 12).
Esta información es muy valiosa ya que proporciona
una idea de la intensidad de ocupación que pudo tener este
asentamiento en determinados momentos, aunque no haya
sido posible recuperar los bloques que conformaban esta
estructura ni, por ende, verificar su clasificación petrológica,
lo que hubiera ayudado a establecer criterios de interpretación más objetivos.
- Excavaciones ordinarias: Estratos I y II
El registro de los primeros niveles de la excavación en
extensión, proporcionó unos datos interesantes en cuanto a
la presencia de restos de combustión y su diversificación,
aunque por las características de la excavación este registro
no permite una información completa.
Ya en la base del Estrato I es señalada la presencia de
una serie de bloques con señales de fuego que en algunos
casos sugieren una disposición en forma de hogares.
Fig. 12. Hogar del sondeo 1984. Según Iturbe y Cortell 1992. Modificado.
23
[page-n-37]
Coincidiendo con un cambio sedimentario que viene
dado por la aparición de un paquete de estructura laminada,
con líneas de cenizas, se inicia el estrato II. La potencia de
este paquete sedimentario es de 10-15 cm. Esta primera
descripción del paquete ya se relaciona con la estructura de
combustión que se excavará en la capa 1 y que afectará
buena parte de este nivel. Se describió en el momento de la
excavación como un hogar con borde de rocas, abierto hacia
el interior del abrigo (lám. 13). Esta estructura se estudia
detalladamente en el capítulo 6.
Además de la estructura de combustión, existen otras
evidencias de combustión repartidas por la superficie de
ocupación. En el cuadro B 2 se da una importante concentración de carbones, especialmente en el subcuadro 6 y en
torno a un gran bloque visible en el corte sagital izquierdo.
Este gran bloque parece servir de límite de la mancha de
carbón. Los fragmentos del bloque aparecen muy cuarteados, con coloración rojiza propia de rubefacción (lám. 6).
En planta la mancha de tierras grises y carbones es subcircular, apoyándose en el bloque.
También en el cuadro D4 se describe la aparición de un
manchón grisáceo, de estructura subcircular y otro en la
zona de contacto con C4.
- Estratos III - IV
En los cuadros G 3 y G 2 se describe una estructura de
combustión que parece reposar en el estrato IV. En un principio se describió como una estructura circular, con un
relleno de bloques en su interior que no llegan a delimitar,
por su posición, una forma concreta. Los restos de combustión parecen claros: carbones y pequeñas rocas alteradas
térmicamente (lám. 7).
Antes de proceder a su excavación las dimensiones eran
de 44 cm de frontal y 72 de sagital, afectando los cuadros
G2, F2. Su aspecto es el de una acumulación de tierras grisáceas con carbones y bloques pequeños cuarteados y alterados. Los carbones parecen concentrarse en la zona de
contacto G2 - G3.
Toda esta zona de tierras grises con carbones está
envuelta de tierras de color rojizo que deben corresponder al
estrato IV 1 de la excavación.
Primero se levantan las tierras rojas que rodean las grises
con carbones. Al levantar estas tierras rojas se observa que la
delimitación de las tierras grises no es tan clara como parecía.
En la base de estas tierras grises se van identificando
unas tierras más compactas, que no se presentan uniformemente, con una coloración marrón oscura y al tiempo blanquecina pulverulenta al ser rascada que se podrá relacionar
con restos de carbonatación. En el área de las tierras grises
aparecen carbones, huesos quemados y 5 restos de sílex alterados por fuego.
Aparece una nueva mancha de color gris, quizá continuación de la anterior hacia los cuadros F2 y F3. Estas
tierras están sueltas, presentan carbones y menos fracción
que las anteriores.
Debajo de estas tierras grises que aparecen mezcladas
con otras más oscuras aparecen ahora tierras rojas que se
relacionarían más claramente con una combustión.
24
La acumulación de restos de combustión no ofrecía
elementos como para definir y reconocer adecuadamente la forma y disposición de esta estructura en el
propio estrato.
Los cambios de coloración así como algunos elementos
como las piedras verticales registradas a lo largo de los levantamientos, permiten pensar que lo excavado podría tratarse
más que de una estructura de combustión, de una limpieza o
de un fuego desmantelado por procesos sedimentarios.
A lo largo de la excavación de IV 1 y IV 2 e inicio del
IV 3, las áreas con restos de combustión se han ido modificando en silueta y en tamaño, sin llegar a desaparecer por
completo, pero sin llegar a definir uniformemente áreas o
zonas con signos de alteración térmica evidentes y claros.
Esto nos informa del estado de conservación del posible
hogar y de su naturaleza.
II.2.6. Interpretación
La documentación que ha proporcionado este asentamiento permite realizar una aproximación relativa a una
parte de la realidad de la ocupación del yacimiento.
Nos encontramos ante un cúmulo de pequeñas informaciones parciales, que presentan datos importantes para la
comprensión de cómo pudo desarrollarse la vida de los
cazadores-recolectores en la Sierra de Crevillent hace
17.000 años. Aunque no se pueda hacer una evaluación del
funcionamiento global del asentamiento para este nivel, es
posible determinar comportamientos aislados.
• La primera cuestión que llama la atención es
la cantidad de evidencias relacionadas con el fuego
que ha proporcionado este asentamiento de tan sólo
25 m2. Estas evidencias explican una parte de la
realidad que se puede inferir. En todos los casos se
trata de restos que han supuesto una mínima elaboración. En el caso del hogar colocar el borde de
piedras. En cuanto al gran bloque con síntomas de
alteración térmica, parece que el fuego se colocó
directamente sobre él, por lo que no hay preparación
alguna. En cuanto al resto de evidencias dispersas,
estarían denotando el uso de fuegos simples instalados directamente sobre el suelo.
• En segundo lugar, el que para un mismo nivel de
ocupación (estrato II capa 1) se documenten tres
formas distintas de estructurar un fuego: directamente sobre el suelo (estructura de G2 - G3), sobre
un gran bloque (B2 II1A) y en forma de hogar con
borde de piedras.
Hasta qué punto estas tres evidencias pudieron
funcionar a la vez es difícil de determinar, pero en todo caso
suponen tres casuísticas de combustión que reflejan
distintos comportamientos. El hecho de no conocer el
contexto exacto en el que se ubican impide ir más allá en su
concreta interpretación.
En cualquier caso, en el capítulo 6 dedicado al análisis
de la estructura de combustión del nivel II, valoraremos los
aspectos que se relacionan directamente con las temperaturas alcanzadas, el posible modo de funcionamiento y sus
reutilizaciones.
[page-n-38]
II.3. MAROLLES-SUR-SEINE (SEINE-ET-MARNE,
FRANCIA)
Yacimiento que forma parte de un conjunto “Le Grand
Canton” y “Tureau des Gardes” en Marolles-sur-Seine
(Francia), de adscripción magdaleniense, situado al aire
libre en la llanura aluvial del Sena, con una extensión aproximada de 1.500 m 2. (Julien y Rieu, 1999).
Tecnológica y tipológicamente estos yacimientos se
integran en el conjunto regional del Tardiglaciar, indicando
un gran parentesco con los yacimientos clásicos de la zona.
La topografía y la abundancia de restos óseos hacen pensar
que son yacimientos especializados en la caza del caballo.
Le Grand Canton fue excavado en régimen de urgencia
debido al trazado de una autopista. La metodología de excavación, no obstante, fue prácticamente la de una excavación
ordinaria, realizándose el registro tridimensional con situación en planta de todos los restos.
Las dataciones de radiocarbono le otorgan una cronología de 12.500 B.P. y tanto la fauna como el material lítico
le otorgan una adscripción magdaleniense superior.
II.3.1. Estratigrafía
El estudio estratigráfico del yacimiento ha mostrado que
el sustrato del Campaniense ha sido levantado hasta 51 m
debido a fenómenos de geliturbación, a través de la capa
aluvial del río Yonne. Este último está representado por los
depósitos más o menos gruesos que van siendo más finos
cuanto más arriba de la capa se encuentran. El hielo ha constituido una topografía local en pequeños montículos y cubetas
que han sido afectadas en parte en una primera fase erosiva.
Una primera capa de depósitos limo-arenosos amarillos
invade el sector. Sobre los bordes de las cubetas se desarrolla un suelo gris y allí se instalan los primeros magdalenienses. Una segunda fase erosiva ha roto estos depósitos,
conservando las estructuras en cubeta.
Una segunda fase de depósitos limo-arenosos marrónamarillento ha rellenado regularmente las estructuras en
cubeta, sin aparecer ninguna ruptura en el proceso sedimentario. En la cima de estos depósitos se desarrolla un suelo
marrón-rojizo, lavado. Encierra un segundo nivel magdaleniense caracterizado por la presencia de numerosos elementos
líticos y óseos, así como hogares. La estratigrafía termina por
un horizonte humífero, espeso, de 40 cm de espesor.
II.3.2. Estudio espacial
La ocupación magdaleniense se va a desarrollar sobre
una superficie accidentada. Numerosas perturbaciones han
afectado irremediablemente buena parte de la superficie del
yacimiento, pero algunas zonas han quedado in situ.
Se aislaron tres sectores de excavación y cada zona se
describe como dedicada a actividades específicas, que han
dejado restos variados, en mayor o menor proporción y
organizados de diferentes maneras. Parece que el sector 2 ha
concentrado un número más importante de actividades
domésticas.
En los lugares mejor conservados, la concentración de
actividades técnicas alrededor de los hogares se materializa
por el importante número de útiles registrados. En las zonas
Fig. 13. Plano de situación de Marolles y de los principales
yacimientos Tardiglaciares del Valle de París (Julien et Rieu, 1999).
1. La Grande-Paroisse/Pincevent; 2. Ville-Saint-Jacques/Le Tilloy;
3. Varennes-sur-Seine/Le Marais du Pont; 4. Marolles-sur-Seine/Le
Tureau des Gardes; 5. Marolles-sur-Seine/Le Grand Canton; 6. Marolles-sur-Seine/Le Chemin de Sens; 7. Barbey/Le Chemin de Montereau; 8. Lumigny; 9. Étiolles/Les Coudrays; 10. Corbeille/Les
Tarterêts; 11. Ballancourt-sur-Essonne; 12. Villiers-sur-Grez/La
Vignettte; 13. Chaintréauville/Le Rocher; 14. Nemours/Les Gros
Monts; 15. Nemours/Le Beauregard; 16. Fontenay-sur-Loing-La
Maison Blanche; 17. Cepoy/La Pierre aux Fées; 18. Chàlettte; 19. Les
Choux/La Jouanne; 20.Marsangy/Le Pré des Forges; 21. Villeneuvesur-Yonne/Le Bois de l’Hotel Dieu; 22. Poilly-les-Gien/Les Couches
Boeufs; 23. Saint-Brisson-sur-Ocre/Mancy; 24. Saint-Palais/Le Laitier
Pitié; 25. Arcy-sur-Cure/Le Lagopède; 26. Arcy-sut-Cure/Le Trilobite;
27. Arcy-sut-Cure/Les Feés; 28. Saint-Moré/La Marmotte;
29. Bonnièrs-sur-Seine/La Côte Masset; 30. Verberie/Le Buisson
Campin; 31.Belloy-sur-Somme; 32. Roc-la-Tour; 33. Chaleaus;
34. Goyet.
de evacuación próximas, los excavadores encuentran restos
de actividades tecnológicas relacionadas con la talla de
sílex. La presencia de piedras quemadas, en coronas difusas
alrededor de las estructuras de combustión o en las zonas de
evacuación, se interpreta como el resultado de la alimentación y reorganización de los hogares. Los vestigios recuperados alrededor de los hogares son restos de sílex y piedras
quemadas, mientras que en la zona de fuerte densidad de
restos (zona de desechos) los restos óseos predominan.
II.3.3. Los restos de combustión
Los vestigios relacionados con el fuego en este asentamiento son abundantes, predominando las rocas calentadas
(siguiendo la terminología de los autores, Alix et alii,
1993). Estas rocas se encuentran bien formando parte
claramente de una estructura de combustión o bien esparcidas sobre el suelo. No se han encontrado restos de
cenizas o carbones, ni tampoco señales de rubefacción en
el suelo, lo que ha impedido el reconocimiento de áreas de
combustión sin rocas.
En cuanto a las estructuras de combustión, Rieu (Julien
y Rieu, 1999) distingue dos categorías:
25
[page-n-39]
I. estructuras importantes que contienen hasta 77 kg de
rocas, que tipológicamente clasifica como hogares
planos o débilmente desnivelados con limites difusos,
caracterizados por grandes acumulaciones de piedras.
II. pequeñas estructuras en las que las piedras suponen
un aporte menor de 20 kg y poseen un tamaño menos
de 13 cm. Se encuentran situadas en la periferia de
las zonas principales de actividad y, en ocasiones,
presentan una organización en forma de corona.
Los autores de este trabajo resaltan la importancia que
los restos de combustión testimonian en este yacimiento,
resaltando que son indicadores de las múltiples actividades
que se asocian a él: cocinado, a partir de los restos de fauna
que suponen la caza de más 400 caballos y actividades
técnicas relacionadas con la talla.
II.3.3.1. La estructura de combustión nº 1
Cuando nos planteamos la realización de este estudio en
1993, el objetivo era poder conocer la forma original del
hogar, su modo de funcionamiento, su función y aproximarnos a su tiempo de utilización. La manera de abordarlo
supuso la integración de distintas metodologías de trabajo:
análisis mineralógico de la materia prima, remontaje,
estudio microscópico de las rocas, experimentación al aire
libre y en mufla y análisis de los restos de sedimento adheridos a las rocas (March y Soler, 1999). De todas ellas
describiremos las que se relacionan directamente con el
análisis de las rocas.
Esta estructura pertenece a la categoría I de Rieu y se
caracteriza por la acumulación de 220 rocas que se encontraron organizadas en una superficie de 7163 cm2. Esta
acumulación representaba un peso de 73’888 kg y un
volumen de 28644 ml y reposaba sobre dos pequeñas depresiones situadas una al lado de otra, poseyendo asimismo dos
espacios vacíos.
La primera parte del estudio consistió en la caracterización mineralógica de las rocas y en un estudio preliminar de
su estado de alteración y distribución para acercarnos a la
reconstrucción de la forma, modo de funcionamiento y
función. Seguidamente se realizó un análisis físico-químico
de los sedimentos que quedaron adheridos a las rocas
después de la extracción y finalmente un análisis químico de
Fig. 14. Plano de distribución de las piedras quemadas de la sección 18. Marolles-Sur Seine, Le Grand Canton (Julien et Rieu, 1999).
26
[page-n-40]
Fig. 15. Estructura nº 1.
las sustancias orgánicas presentes en el sedimento que
contribuye a la comprensión de la función de las distintas
reorganizaciones.
La metodología seguida para el estudio de las rocas
consistió en la observación de las muestras arqueológicas,
partiendo de un estudio macroscópico general que proporciona una primera aproximación a su clasificación, para
realizar después un análisis en lupa binocular para la determinación de los componentes texturales. Asimismo, algunas
muestras fueron estudiadas mediante microscopio electrónico de barrido con microsonda para la determinación de los
componentes. A esta sistemática de trabajo se añadieron
métodos analíticos y descriptivos del estado de termoalteración de las rocas, estudio de las fracturas, oxidaciones,
remontaje y organización espacial de los fragmentos.
- La caracterización mineralógica de las rocas
Las muestras se analizaron con lupa binocular, entre 6
y 40x, la mayor parte en vía seca y en algunos casos por
vía húmeda para obtener mejores resultados. Se utilizó
iluminación tangencial, con luz halógena filtrada y fibra
óptica dirigida.
La composición petrográfica de la muestra se puede
definir como poco variada, con un gran número de rocas
sedimentarias de tipo arenisca silícea, algunas rocas ígneas,
granitos, un micaesquisto, una meulière y sílex. Estos cuatro
últimos grupos aparecen en una menor proporción y sólo el
fragmento de meulière presenta rasgos de termoalteración.
Esta distribución no corresponde a la distribución natural de
las rocas descrita para el lecho del río Yonne en Missy
(Francia). La preponderancia de las areniscas así como la
ausencia de calizas y la escasa presencia de sílex, son remarcables. Esto hacía justificar a los responsables de la excavación (Alix et alii, 1993) lo que parecía una selección antrópica de las rocas que formaban parte de las estructuras de
combustión del yacimiento.
El microscopio electrónico de barrido (MEB) lo utilizamos en este trabajo con la intención de observar transformaciones en la organización y características de los elementos
que componían la muestra debidas a la acción del calor.
Para obtener una réplica de los fenómenos observados,
se realizó una experimentación siguiendo el modelo de una
pequeña depresión cubierta de rocas, sobre la que se
encendió fuego dos veces durante tres horas alrededor de
400ºC, para la cocción indirecta de carne de buey. La base
de las rocas sólo estuvo sometida al calor por conducción y
las temperaturas alcanzadas fueron bajas, menos de 200ºC.
El proceso de cocción dejó huellas de materia orgánica
adherida a la superficie de las rocas. Si las rocas arqueológicas hubieran estado sometidas a un proceso de calentamiento similar, esas huellas deberían estar presentes. Por
esta razón se eligieron muestras experimentales y fueron
comparadas con doce de las arqueológicas elegidas al azar.
Para una mejor aproximación experimental decidimos
estudiar sólo las areniscas, cuya composición es de un 90%
de sílice. La presencia mayoritaria de cuarzo se transforma
en el ruido de fondo natural sobre el que se inscriben el Fe,
el Ca, el Ti y el K.
El análisis de las muestras a diferentes aumentos, nos
permitió observar algunas diferencias entre las que se
calentaron a 200ºC y a 400°C. En el primer caso, los granos
de cuarzo se aíslan bien, no se perciben alterados y presentan aristas vivas y formas geométricas. En el segundo
caso, se constata que los granos de cuarzo no se destacan
tan bien y la muestra adquiere un aspecto “sucio”.
La observación de las muestras arqueológicas nos señala
que en ciertos casos se observa una pátina que puede estar
producida por la alteración de los granos de cuarzo.
Además en muchos de los casos no se pueden aislar ni los
granos ni los materiales. A partir de estos resultados, las
diferencias morfológicas podrían estar en relación con un
calentamiento diferencial. Con el material estudiado,
parece que, cuanto menos, se puede apreciar una tendencia
hacia una distinción menos clara de los granos de cuarzo a
medida que la temperatura de exposición es más elevada.
Este fenómeno se observa en la mayor parte de los casos,
sobre la parte exterior de las rocas, donde los granos de
cuarzo se distinguen mejor. En este sentido, ciertas muestras presentan alteraciones intensas que hacen suponer una
temperatura de exposición superior a 400ºC.
Los resultados del microanálisis muestran cuatro tipos
de asociación de elementos distintos. Primero, se observan
muestras caracterizadas casi exclusivamente por la
presencia de óxido de sílice. En este grupo se encuentran
muestras experimentales calentadas a 200ºC y sin aporte de
materia orgánica, junto a dos muestras de Marolles procedentes del interior de una de las rocas. Un segundo grupo
aparece con la asociación titanio, hierro y sílice, pertenecientes a muestras arqueológicas, mientras que otras muestras también arqueológicas presentan esta misma asociación
de elementos más calcio y potasio.
Las muestras experimentales no presentan titanio, pero
en la parte saturada de materia orgánica, se observa una
fuerte presencia de hierro y calcio asociado a menores cantidades de potasio.
27
[page-n-41]
Si se asocian estos tres elementos a la materia orgánica
presente en los desechos de combustión, se podría suponer
la existencia de materia orgánica y desechos de combustión
adheridos a ciertas caras de las rocas arqueológicas. Pero el
número reducido de muestras analizadas y la posibilidad de
encontrar asociaciones de elementos similares de origen
natural, nos obliga a ser prudentes a la hora de realizar una
extrapolación de los datos.
A pesar de todo, las muestras experimentales revelan
una asociación evidente entre el hierro, el calcio y el potasio
en la cara donde se han podido obtener muestras para la
realización del análisis químico. Esta observación nos
permite reforzar la idea de una posible utilización de las
rocas de la estructura nº 1 para la cocción indirecta de carne.
Esto, además, se refuerza porque en el análisis a la binocular
se ha podido observar en las fisuras y rugosidades de
algunas de las rocas arqueológicas, sedimento adherido
incluso después del lavado de las mismas. Este sedimento
mostraba una textura que se podría definir como de aspecto
graso, pudiendo tratarse de sedimento impregnado de grasa.
Esto ha podido ser confirmado por los análisis de materia
orgánica presentes en las rocas mencionadas.
Por lo que respecta al posible aumento de la cantidad de
hierro debido a una acción de bombeo en las zonas calentadas –tal y como lo describen Meloy y Pagès (1984)– ésta
puede estar relacionada con la presencia de materia orgánica
y desechos de combustión depositados entre las redes cristalinas en el interior de la roca. Pero, la superposición de
hierro de orígenes diversos impide la confirmación de este
proceso.
- Análisis de las termoalteraciones
En este trabajo se ha intentado establecer un método de
análisis, para poder cuantificar la información cualitativa del
universo del conjunto de rocas a estudiar. Esta base de datos,
que desarrollaremos en el capítulo 7, tiene en cuenta
conceptos propuestos por otros autores, pero que raramente
habían sido cuantificados. Nuestras observaciones se han
basado en criterios analíticos y descriptivos, establecidos
a partir de experimentaciones desarrolladas sobre el funcionamiento de hogares con rocas (March, 1990; Valentin y
Bodu, 1991; March et alii, 1993; March, 1995 y 1996). En
estas experimentaciones se han podido establecer una serie
de tendencias sobre las termoalteraciones de las rocas, que
han sido utilizadas como marco de referencia.
La rubefacción se manifiesta en las areniscas estudiadas
por un cambio en la coloración que comienza alrededor de
los 300ºC y que es netamente perceptible a los 500ºC. Su
distribución en la superficie de la roca está en relación con
la posición de ésta respecto del fuego y es inversamente
proporcional a las remociones sufridas por la estructura. De
esta manera cuantas más remociones haya sufrido la estructura más difícil es conocer su estado inicial de funcionamiento. Por esta razón es importante el estudio de la distribución de la rubefacción.
Este análisis descriptivo se realiza en tres etapas.
Primero se hace una descripción general de la distribución
de la rubefacción en la superficie de los fragmentos, después
28
una descripción del emplazamiento de estas oxidaciones en
su estado de abandono y por último una descripción de la
distribución de la rubefacción sobre los núcleos remontados.
Al analizar los restos de areniscas, observamos que un
alto porcentaje de fragmentos con alteración parcial se
relacionaba, no sólo con una escasa exposición al fuego,
sino con una posición periférica de las rocas. La ausencia
de rocas de gran volumen y no alteradas, muestra una
termoalteración de las areniscas aportadas a la estructura
casi global. Las oxidaciones puntuales se dan en rocas de
pequeñas dimensiones. La hipótesis más sencilla es que las
rocas expuestas al fuego de manera puntual eran desde el
principio de pequeño tamaño. Pero siempre cabe la posibilidad de que una roca grande con alteración puntual se
haya fragmentado.
La reconstrucción de la posición original de las rocas en
la estructura a través del estudio de la distribución de
manchas es muy difícil en el caso de Marolles, dado que
existe un alto porcentaje de rocas en estado de abandono en
las que no es posible reconocer su posición. En general
cuando la estructura no ha sido muy removida y tras una
utilización corta las manchas de rubefacción se sitúan claramente en relación a la exposición al fuego, pero cuando las
rocas han sido reutilizadas o la estructura ha sido removida
es difícil establecer la posición original de las rocas.
En cuanto a la fragmentación, la presencia mayoritaria
de rocas con una o ninguna cara exterior así como el escaso
volumen medio de estos dos grupos, deja entrever un importante desmembramiento de las rocas, producido probablemente por choques térmicos repetidos asociados a cambios
bruscos de temperatura. Esto podría sugerir una exposición
de las rocas a altas temperaturas, aunque no necesariamente
el número de fragmentos en que estalla una roca está en relación a la temperatura o la duración de la utilización.
La mayor parte de los fragmentos presentan entre una y
dos caras con síntomas de rubefacción. La relación entre la
cantidad de caras oxidadas y la cantidad real de caras de
cada fragmento muestra que la mayoría de estos fragmentos
no estuvieron recalentados después de su fracturación.
El análisis de los tipos de fracturas muestra que existe
una superposición de categorías entre las fracturas de tipo
curvo y las planas, aunque éstas últimas son mayoritarias.
- Análisis de los remontajes
El estudio de cada fragmento de roca que se ha podido
remontar, ayuda a la comprensión de cómo la roca ha sido
afectada por el calor así como a la determinación de las
posibles remociones de la estructura antes de su abandono
y por ende del comportamiento del colectivo humano que
lo manipuló.
Se han realizado 19 remontajes que incluyen 71 rocas del
total de la estructura. A partir de ellos, se ha podido establecer
que la estructura inicial estaba compuesta por rocas de gran
tamaño con un peso medio de 1’2 kg aproximadamente,
aunque las 4 mayores tenían un peso medio de 2’195 Kg.
La mayor parte de los fragmentos documentados son de
pequeño tamaño y están completamente termoalterados, los
más grandes suelen presentar alteración parcial.
[page-n-42]
Fig. 16. Remontaje de la estructura nº 1.
El estado de fragmentación y la dispersión muestran
que estas rocas han sido recalentadas antes de haber llegado
a su emplazamiento final.
- Interpretación
Debe señalarse en primer lugar, la selección antrópica
del material pétreo de esta estructura: areniscas y granito
preferentemente.
El análisis de las marcas de oxidación en las rocas y la
forma en que éstas se fragmentaron, muestran que algunos
de los bloques remontados fueron expuestos de manera
global o parcial, mientras que otros lo fueron sólo de forma
puntual. Asimismo, este análisis demuestra que ningún
bloque fue recalentado después de su primera exposición al
fuego. La historia térmica de estas rocas muestra que han
sido alteradas por fenómenos de combustión, pero que estas
alteraciones no se produjeron en la forma que presentaba la
estructura al excavarse, sino en otra tal vez construida en
otro lugar, como lo indicaría la ausencia de termoalteración
en el sedimento de la base. La única posibilidad de combus-
tión in situ la da el gran número de fragmentos de pequeña
talla presentes en el centro de la estructura, pero esto
también hubiera supuesto la alteración del sedimento, que
sin embargo no presenta síntomas de termoalteración.
Todos estos elementos hacen pensar en un panorama
muy complejo poniendo de relieve la remoción de la
estructura a partir de un estado primario de funcionamiento que da una configuración final alejada del funcionamiento térmico.
El ejemplo del yacimiento de Marolles sirve para
comprender la complejidad que pueden presentar determinadas estructuras de combustión, que clasificadas en el
momento de la excavación con una de las etiquetas morfológico-descriptivas tradicionales, su posterior estudio revela
una complejidad de funcionamiento e interpretación mucho
mayor de lo que se podría presuponer al hablar, como en
este caso, de un hogar empedrado o una acumulación de
rocas quemadas.
Al analizar las evidencias arqueológicas hemos visto
como el uso de programas de experimentación resulta altamente positivo. En el siguiente capítulo analizaremos el
acercamiento de la arqueología al método experimental,
cómo se ha aplicado a los restos de combustión y por qué es
importante que los programas experimentales se integren en
un marco teórico de investigación, posibilitando una interpretación más objetiva de la realidad que refleja el documento arqueológico.
El conjunto de datos arqueológicos que hemos presentado constituye un buen ejemplo de la realidad arqueológica
tanto por su poca homogeneidad como por su propia representación.
Las técnicas de análisis y estudio empleadas en cada
uno de ellos han sido adaptadas a las condiciones del material en el momento de la excavación o del estudio. Cada uno
de los registros nos permitió entrar en contacto con una
parte de la problemática del estudio de las estructuras de
combustión y buscar soluciones metodológicas a cada una
de las preguntas del registro, lo cual nos ha permitido ir
elaborando un protocolo, que creció con este trabajo y que
ha seguido desarrollándose en estudios posteriores por un
equipo de investigación de la Universidad de Rennes I
(Francia), dedicado al estudio de las estructuras de combustión prehistóricas.
29
[page-n-43]
[page-n-44]
III. LA ARQUEOLOGÍA EXPERIMENTAL
“Si les connaissances scientiphiques modernes
doivent pouvoir s’appuyer sur des fondations
solides, comme le veulent les philosophes orthodoxes, alors c’est probablement l’expérimentation,
oppossée a la simple observation, qui les assure.”
(Chalmers, 1991).
Las limitaciones a las que se enfrenta la arqueología
prehistórica han hecho de la práctica experimental una
realidad constante en las investigaciones.
La arqueología experimental está directamente relacionada con el proceso de comprensión de la actividad humana,
del ser humano en su tiempo y su entorno. En este sentido
podemos apuntar que “mediante la experimentación se
pueden intentar aislar y estudiar las tendencias individuales
para descubrir la leyes que las rigen” (Chalmers, 1991).
De esta manera la aplicación de la experimentación en
arqueología prehistórica se presenta como una cotejación
causal para la aproximación al proceso de comprensión de la
actividad humana.
Reynols (1988), apunta claramente que a pesar de que
se ha intentado establecer que la arqueología experimental
es una subdisciplina, ésta es una parte integrante de casi
todos los aspectos de la arqueología, es una extensión de lo
conocido hacia lo desconocido, desarrollado científicamente. Cuando un experimento da paso a la comprensión
deja de ser un experimento y se incorpora al cuerpo del
conocimiento. El experimento es pues claramente un
elemento crítico de la arqueología, ahora y en el futuro.
Y así la experimentación debe responder a una problemática concreta y delimitada, que son las hipótesis de
trabajo que se manejan durante el proceso de investigación,
con variables asumibles que no escapen a la observación del
arqueólogo/a y que estén enmarcadas en un contexto
teórico-metodológico.
III.1. LOS INICIOS
En la obra de Coles (1979), se recogen los primeros
trabajos experimentales relacionados con estudios arqueológicos. Estos se remontan al siglo XIX y muchos de ellos se
refieren a la curiosidad que despiertan los objetos y los
registros etnográficos conocidos.
Es así como anticuarios y etnólogos realizan experiencias sobre materias primas, técnicas de producción y modos
de uso. Muchas veces estas experimentaciones iban acompañadas de observaciones etnológicas.
El uso de la analogía etnográfica todavía hoy es utilizado (Binford, 1983, 1984) para explicar el registro arqueológico. A partir de esos dos tipos de información –experimental y etnográfica–, se fue creando un cuerpo de evidencias que en la actualidad es utilizado en los modernos experimentos con materiales actuales como la madera, el hueso,
la piedra o el metal.
Ya en estos primeros momentos, la curiosidad por la
manufactura de determinados objetos arqueológicos, hace que
aparezcan artesanos que son capaces de tallar la piedra tan
bien que llegan a confundir a los científicos de la época. Este
es el caso de Edward Simpson, alias “Flint Jack”, quien poseía
una extraordinaria técnica en la talla por percusión directa.
Trabajaba sólo con percutores duros, generalmente de hierro y
a pesar de su habilidad no era capaz de tallar por presión.
Desde ese momento –finales del siglo XIX–, los trabajos
experimentales en arqueología serán continuos. Después de
la segunda guerra mundial, se adoptarán nuevas técnicas
31
[page-n-45]
analíticas, geofísicas, de registro, etc. y, por otra parte, se
empezarán a desarrollar programas de investigación experimental, siendo la escuela escandinava la que proporcionará
las bases de la moderna arqueología experimental.
A estos experimentos Ascher (1961) los llamó imitativos, estableciendo que su interés era conocer las creencias
acerca del comportamiento humano en el pasado.
La secuencia que se sigue en el desarrollo del experimento imitativo se basa en tres órdenes:
1. las propiedades formales del objeto de estudio
2. la analogía
3. el pseudomorfismo.
El problema que se plantea según March y Wünch
(2003), es que no se llega así a la contrastación de la inferencia obtenida del resultado experimental, con lo cual sólo
se recrean gestos técnicos o pautas conductuales que no
pueden ser extrapoladas como vía de explicación de fenómenos acontecidos en el contexto vivo que ha dado origen al
contexto arqueológico.
En los últimos 20 años la investigación sobre el comportamiento cultural en el pasado ha incrementado la búsqueda
de patrones de actividad tanto como el estudio de implementos aislados, empleando la construcción de modelos
para llegar a conocer las actividades en el pasado. Estos
modelos han sido construidos en base a las evidencias
arqueológicas mediante experimentos imitativos.
Para Coles (1979), la puesta en marcha de un programa
experimental, debe seguir unas reglas:
1. Los materiales utilizados en el experimento deben
ser como los originales de las sociedades estudiadas.
2. Los métodos deben ser apropiados para la sociedad
que se pretenda estudiar.
3. La aplicación de nuevas técnicas y los estudios analíticos deberían ser realizados antes y después del
experimento.
4. La escala de trabajo debe ser ajustada.
5. La repetición del experimento es importante para
observar que el resultado no es anormal. Las series
de experimentos pueden ampliar y exponer nuevos
problemas.
6. En cada experimento se presentan problemas que
serán examinados esperando obtener respuestas, pero
la improvisación también debe ser considerada y la
adaptabilidad es importante.
7. Los resultados experimentales no deben ser tomados
como pruebas de funciones concretas o estructuraciones del pasado.
8. Los resultados deben valorarse sinceramente, cuestionándose si han sido utilizados los métodos y materiales adecuados y hasta qué punto las opiniones
personales han intervenido en el desarrollo y conclusiones del proyecto.
Reynols (1988), describe el experimento como una
prueba científica, que si ha sido construida para probar una
hipótesis, debe satisfacer los requerimientos básicos de la
ciencia aplicada. De esta manera la utilización de la experimentación permite establecer límites de probabilidad y
proporciona datos para contestar las preguntas iniciales.
32
III.2. EXPERIMENTACIÓN Y COMBUSTIÓN
III.2.1. Los primeros análisis de estructuras de combustión
Hasta los años 60-70 en que aparecen las primeras experimentaciones contemporáneas, se debe destacar el trabajo
de Hough “Fire as an agent in human culture” (1928). Es el
primer trabajo que plantea una síntesis general sobre el
fuego, abordando sus aspectos tecnológicos y materiales
basado esencialmente en formas artesanales de encendido.
Realiza la primera experimentación y subraya la importancia del fuego en el esquema de evolución humana,
poniendo en paralelo el progreso tecnológico y cultural.
Los primeros trabajos dedicados al análisis de las
evidencias del fuego se remontan a los años 1955-1961.
Oakley aplica métodos físico-químicos para determinar las
huellas de alteración térmica en restos de huesos que
parecen estar quemados, con una cronología de paleolítico
inferior, intentando determinar si desde estos momentos tan
antiguos hay una utilización del fuego. Este autor dedica
gran parte de su obra a establecer la “domesticación” del
fuego y concluye explicando que se dan varias etapas en este
proceso.
En un primer momento que correspondería al Paleolítico Inferior, habría un aprovechamiento casual del fuego
que se da en la naturaleza. Al final de este período y en los
inicios del Paleolítico Medio, se establecería el control de la
producción de fuego, que se relaciona con el descubrimiento
de los métodos de encendido tales como la percusión de dos
piedras o la fricción de dos maderas. Oakley remarca que el
fuego dará la posibilidad a los hombres de habitar en cuevas,
cazar y prolongar sus horas de actividad.
Paralelamente a este proceso se producirá un desarrollo
tecnológico, el calor se aplicará a la talla de rocas, al trabajo
del hueso, de la madera y ese mismo calor permitirá cocer la
comida, lo que supondrá un cambio en las relaciones entre
energía dedicada a la digestión y energía consumida.
Asimismo remarca la transformación física que sufre el
hombre e infiere la transformación del hábitat.
Es en estos años 60-70 cuando se desarrollan las
primeras experimentaciones de una manera generalizada,
relacionadas con las técnicas de cocción indirecta de
alimentos (O’kelly 1954; Ryder, 1966 y 1969), con la alteración del hueso a causa del calentamiento (Perinet, 1964),
con la utilización del fuego en las cabañas del Paleolítico
Superior (Boriskovski, 1965), o con el tratamiento térmico
del sílex (Bordes, 1969).
Con la publicación del yacimiento de Pincevent (LeroiGourhan y Brézillon, 1973), se inició una nueva etapa en el
estudio, no sólo de los restos de combustión sino también de la
interpretación de las estructuras de hábitat del Paleolítico
Superior. Propuso el aislamiento para su estudio de cada uno
de los items que componen las áreas de combustión, en un
intento de obtener la máxima información para establecer su
formulación de estructuración del espacio habitado, a partir de
la creación de un modelo teórico de unidades de habitación.
De esta manera no sólo se estudiaron los restos de talla
o de fauna sino que también se estudiaron por primera vez
de una manera individualizada las rocas y el sedimento.
[page-n-46]
1
A
2
Constituyentes
(restos de combustión)
Carbón
3
4
Fragmentos
Partículas
Vegetal
Animal
Mineral
5
Cenizas
Hollín
Sedimento cocido
Piedras quemadas
Escorias
B
Constitución
Homogénea
Heterogénea
Delimitada
Geométrica
No delimitada
No geométrica
C
D
Circular
Otras figuras curvas
Cuadrangular
Otras figuras
angulosas
Contorno:
- Definido
- Difuso
Nivelada
Desnivelada
Lenticular:
estricta
semi lenticular
En relieve
Excavada
E
Pelicular
In Situ
Evacuada
En cubeta:
- Simétrica
- Disimétrica
Cilíndrica
Globular
Paralelepipédica
Horizontal
F
-
Causa:
biológica
mecánica
Desplazada
Dispersada
Vertical
Construida
Con borde
Con suelo simple
Con suelo doble
Con tiro
No construida
Sin borde
Suelo sin
preparación
Sin tiro
Abierta
Siempre
Parcialmente
Cubierta
Temporalmente
Acción:
- humana
- animal
- vegetal
Totalmente
G
H
I
Fija
Móvil
Cuadro 6. Según Leroi-Gourhan, 1973. Modificado.
Este autor es unos de los primeros que se centran en la
descripción de las formas de los hogares, siendo su adscripción estructural-funcionalista la que le permitió realizar la
primera propuesta de clasificación de hogares con adscripción funcional:
1. Hogares domésticos, con cubeta y borde de piedras.
2. Pequeños hogares en cubeta, con cubeta sin borde de
piedras.
3. Hogares planos, con o sin gravas, exteriores y que
parecen responder a operaciones técnicas.
Como explican March y Wünch (2003), el análisis se
apoya fundamentalmente en enunciados observacionales, en
analogías etnográficas y en experimentos imitativos, lo que
condiciona la interpretación de los aspectos morfológicofuncionales de las estructuras de combustión y su posterior
clasificación. Las funcionalidades concretas sugeridas para
33
[page-n-47]
dichos hogares a través de la analogía etnográfica y la experimentación imitativa son:
1. la calefacción, la cocción y el trabajo de hueso y el
sílex que establecen a partir del análisis espacial.
2. actividades culinarias y técnicas.
3. señalan la ausencia de actividades culinarias y la
presencia de actividades técnicas.
El propio autor (Leroi-Gourhan, 1973, 1976) realizó
una serie de modificaciones en esta clasificación con el
mismo planteamiento teórico. Establece la diferencia
entre:
- hogares planos con restos domésticos no culinarios.
- hogares con gravas sin restos domésticos y asociados
a la talla del sílex.
Se añade en este momento la categoría de vaciados de
hogar, a partir de los trabajos de Julien (1972).
En 1973, se realizó una propuesta terminológica analítico-descriptiva, con el fin de objetivar más el estudio de este
tipo de restos.
A pesar de este intento de ordenación, los estudios del
propio yacimiento de Pincevent (Julien, 1984), se encontraron con el problema de que aquellas estructuras definidas
como domésticas, no poseían una sola funcionalidad, con lo
que se vuelve a plantear la dificultad de atribuir la función
de los hogares arqueológicos, con los criterios y categorías
establecidos a partir de las tipologías iniciales establecidas
por Leroi-Gourhan.
Si este problema se plantea para el propio asentamiento que generó la clasificación, también se repetirá
para el resto de asentamientos a los que se aplicó el
llamado “modelo Pincevent” (Audouze et alii, 1981;
Valentin et alii, 1987).
Desde que Leroi-Gourhan (1972, 1973) estableciera los
criterios de ordenación para la interpretación de los restos de
combustión a partir de la excavación de Pincevent, se generó
un cierto inmovilismo en este tipo de estudios, aplicándose
con todos los problemas que ello supone, los criterios
morfológico-funcionales que se establecieron para Pincevent al estudio de los restos de combustión aparecidos en
excavaciones del Paleolítico Superior.
Siguiendo en esa línea, en 1976 aparece el trabajo de
Perlès, en el que plantea una seriación tipológica de los
hogares a partir de sus caracteres morfológicos. Y es esta
autora quien, en 1977, realiza una síntesis del estado de la
cuestión que titula “Préhistoire du Feu” (Perlès, 1977) en la
que desarrolla una amplia reflexión sobre las relaciones
entre el fuego y el hombre.
III.2.2. La experimentación
El importante crecimiento que en los últimos 20 años
han tenido los trabajos de arqueología experimental, ha
influido notablemente en los estudios que sobre las áreas de
combustión se han llevado a cabo.
Como se ha visto hasta ahora, el uso de la experimentación en arqueología no es algo nuevo aunque, por lo que se
refiere a las estructuras de combustión, la cuestión sólo se ha
abordado sistemáticamente y con criterios científicos desde
los años 80 en Europa. Es a partir de ese momento cuando
34
se introducen métodos físicos, químicos y matemáticos que
proporcionan una nueva aproximación al conocimiento del
funcionamiento no sólo de las estructuras de combustión
sino también de los grupos humanos que las elaboraron.
A partir de los años 80 comienza a argumentarse en la
bibliografía especializada la necesidad de establecer criterios objetivos de clasificación para los restos relacionados
con la combustión y que no estén basados solamente en
impresiones subjetivas o apreciaciones generales. (Laloy,
1980; March y Ferreri, 1989; March y Wünsch, 2003).
Una propuesta en este sentido es la de Laloy (1980),
donde se establece un método para la explotación de los
restos de combustión.
Este trabajo pretende obtener la mayor cantidad posible
de información a través de los restos y huellas de la combustión, mediante un procedimiento heurístico. Crea una importante propuesta terminológica en la que quedan definidos
todos los conceptos que entran en contacto con el proceso de
combustión y, evitando las calificaciones descriptivas de los
restos de combustión, define criterios físicos y químicos,
estableciendo las condiciones que un objeto debe presentar
para ser considerado como un resto de combustión.
Este autor plantea que cualquier método destinado al
estudio de combustiones pasadas debe estar acompañado de
comparaciones constantes controladas y actuales. Para él, la
interpretación de los restos arqueológicos sólo se podrá
hacer si se comprenden los mecanismos de la combustión y
esta es la argumentación utilizada para justificar el empleo
de la experimentación.
Realiza un estudio en profundidad de los diferentes
procesos de combustión utilizando combustibles diversos
como el hueso y la madera y pone de manifiesto las diferencias existentes. Asimismo analiza las alteraciones producidas por dos tipos de hogares diferentes, experimentando
sobre un hogar plano y otro en cubeta.
En un trabajo posterior (Laloy y Massard, 1984), propone
un método para calcular la duración del funcionamiento de un
hogar, a través de las modificaciones observadas en los sedimentos arcillosos del yacimiento de Etiolles.
Es precisamente el análisis de las transformaciones
físico-químicas uno de los elementos clave que presenta este
trabajo. Se potencia el estudio de todo el registro arqueológico relacionado con los hogares, teniendo en cuenta el
contexto en el que éstos se producen.
Dentro de esta nueva dinámica experimental, Beeching et
Moulin (1981) interpretan las estructuras de combustión de la
Baume de Ronze (Ardèche, Francia), aunque en este caso no
se establecen criterios de ordenación metodológicos. Realizan
una descripción observacional de los restos de un hogar
contemporáneo. Esto plantea una serie de problemas de orden
metodológico e interpretativo dado que establecen una
comparación directa entre los restos experimentales y los
arqueológicos, intentando encontrar puntos de contacto para
elaborar una interpretación funcional. Finalmente la interpretación pasa por una clasificación tipológica fundada en la
lógica descriptiva y la referencia a trabajos anteriores.
La experimentación comienza a extenderse a casi todos
los ámbitos de estudio que intervienen en el procesado de
[page-n-48]
TÉMOIN DE COMBUSTION
Isolé ou étudié isolément
Combustibles
Bois
Os
Déchêts
Autres
Cendres
Imbrúles
Dépôts
Coudrons
Objects altérés
par le feu
Autres
Terres
Pierres
Os
Artefacts
Ensemble de témoins de combustion
Liés aux traces d’un feu localisé
Non delimités
Delimités
Structurés
Non liés aux traces d’un feu localisé
Non structurés
Foyers
Delimités
Non delimités
Structurés
Autres feux définissables
par les techniques de
l’archéologie préhistorique
Non structurés
Fosses de
vidange
Foyers
incertains Taches
Formes acquises sans
l’intervention de
l’homme
Typologie des foyers
Typologie
des foyers
Signaux Guerre Chasse Pêche
Incendies
Autres
Rituels Funéraires
Formes acquises sans
l’intervention de l’homme
Cuadro 7. Evidencias de combustión, según Laloy, 1981.
35
[page-n-49]
los datos de las áreas de combustión. Un ejemplo es el
trabajo de Bazile-Robert (1982) sobre el antracoanálisis.
Utiliza las experimentaciones para verificar la interpretación
paleosilvática del antracoanálisis. Los resultados expresados
en porcentajes o en conjunto son examinados mediante
experiencias de combustión de maderas actuales. Su trabajo
concluye que a pesar de los problemas que pueda presentar
la expresión cuantitativa clásica en número de carbones,
traduce mejor la realidad, la vegetación, que la representación en conjunto.
En esas mismas fechas aparecen trabajos en los que se
presentan análisis petrográficos en detalle. Es el ejemplo
que Phillips, Vaquer y Coularou, publican en 1983. Analizan
las rocas provenientes de las estructuras de combustión
neolíticas del “Abri Buholoup” (Haute-Garonne, Francia).
Establecen la determinación petrográfica, el origen de las
rocas e indican la existencia de una elección deliberada de
determinada materia prima.
El objetivo era determinar si las rocas que se encontraban dentro de la cubeta fueron calentadas in situ. Para
contrastar esta hipótesis realizan un análisis geomagnético
que, efectivamente explica que las piedras fueron calentadas en ese lugar y que no se movieron después de su
utilización.
Realizan una reconstrucción experimental de cuatro
estructuras idénticas a la encontrada en el yacimiento, para
confrontar los resultados de la excavación. Pero esto no les
resulta suficiente para explicar la funcionalidad y apuntan la
necesidad de continuar con otras analíticas para resolver el
problema del modo de funcionamiento.
Otros trabajos, ponen en evidencia que al mismo tiempo
que se trata de buscar métodos analíticos que ayuden a objetivizar las interpretaciones que sobre las áreas de combustión se establecen, hay autores que siguen basando sus reflexiones en las descripciones morfológicas (más o menos
detalladas) y en el análisis comparativo de estructuras arqueológicas.
Un ejemplo de este tipo de trabajos lo encontramos en
Rieu (1985) que estudia la estructura de combustión W11
del yacimiento de Etiolles (Essonne, Francia), dentro del
marco teórico del modelo de unidades de habitación establecido para la interpretación de la ocupación de este asentamiento (Taborin, 1982; Olive, 1984). Algo muy interesante de este trabajo es que clasifica la materia prima, considera sus dimensiones, la distribución de las manchas en las
rocas y establece remontajes, considerando las fracturas, lo
que hasta entonces es poco frecuente en el estudio de los
restos pétreos. Con estos datos establece el funcionamiento
de la estructura de combustión, pero sin realizar determinación petrográfica de las rocas, sin análisis experimental, sin
observación de la litología de la zona, sin análisis de sedimento y sin caracterización de las fracturas.
Otro de los trabajos clásicos en el estudio de estructuras
de combustión arqueológicas es el de Olive (1988). A partir
del estudio del remontaje de las piedras que formaban parte
de los hogares de la unidad P15 del yacimiento Etiolles
(Essone, Francia), establece una dinámica de funcionamiento para este asentamiento.
36
La aportación más importante de este trabajo es, a
nuestro parecer, la metodológica. Se establece una sistemática de registro de las rocas, el sedimento y las huellas de la
combustión.
Las rocas se clasifican en función de su naturaleza,
tamaño y disposición en el suelo. De esta manera es posible
observar que existe una selección del material y cómo este
ha sido diferencialmente afectado por la combustión. Para
una parte de su estudio utiliza el remontaje, que ya había
sido utilizado en otros yacimientos con estructuras de
combustión con gran cantidad de pétreos (Julien, 1972).
A partir de estos análisis realiza una interpretación funcional
del hábitat. La alteración del suelo le permite distinguir
entre la cubeta y la parte sur de la estructura. La cubeta se
correspondería con el hogar sensu stricto, el fuego se habría
encendido en el centro, sobre las piedras, ya que el estudio
del sedimento demuestra que éste no fue alterado. La zona
sur y oeste de la estructura muestran funciones variadas,
entre las que se encuentra un espacio vacío, que se interpreta
como un testimonio negativo, es decir un espacio libre para
dejar recipientes u otras funciones. La autora lo relaciona
con unos espacios similares que aparecen también alrededor
de los denominados hogares domésticos del yacimiento de
Pincevent (Leroi-Gourhan y Brézillon, 1972; Julien, 1984).
Las múltiples revisiones que del yacimiento de Pincevent se han ido realizando desde su primera publicación, han
dado lugar al desarrollo de diversas líneas de investigación
experimentales. Por lo que respecta a los restos de combustión, en 1980 se desarrollan las primeras experiencias que
imitan las formas de los hogares aparecidos en excavación
con el fin de observar la fracturación de las rocas. En cuanto
a las interpretaciones cabe destacar el hecho de que
confirman sus hipótesis de partida. Es decir, que con piedras
calientes se puede llevar el agua hasta el punto de ebullición
y que al retirar las piedras frías y reemplazarlas por otras
calientes, la operación puede prolongarse todo el tiempo que
se desee. De la misma manera afirman que las rocas que
forman el borde del hogar se rompen cuando se enfrían y
que la importancia de la fracturación depende del tiempo de
utilización y del ritmo e importancia del fuego (Gaucher et
Julien, 1980).
En estas experiencias no se establece sistemática de
registro de datos de manera que los resultados siguen
siendo, al igual que en excavación, observacionales.
Valentin y Bodu (1991), desarrollarán unas perspectivas
experimentales aplicadas al estudio de los hogares de la
habitación nº 1 de Pincevent algo distintas. Tras una primera
reflexión sobre el papel de la experimentación y la importancia de plantear programas experimentales con protocolos
de trabajo adecuados, realizan una experimentación para
comprender las razones técnicas que llevaron a los habitantes de Pincevent a realizar sus fuegos de una determinada
manera. Hacen 7 reconstituciones para evidenciar las diferencias entre un modo de combustión abierta y un modo de
combustión cerrada. Todos los fuegos se realizaron en una
misma cubeta de 75 cm de diámetro y 25 cm de profundidad, repitiendo el modelo arqueológico. La cantidad de
leña siempre fue la misma (5-6 Kg de fresno y haya).
[page-n-50]
Siempre se utilizaron las mismas litologías, 21 kilos de
calizas y areniscas de grano fino. El registro de las temperaturas se realizó con pirómetros en el fondo de la cubeta y
sobre las piedras. Establecen las siguientes conclusiones:
• Con o sin cobertura de piedras la inflamación se
acaba a los 40-60 minutos.
• Para una cantidad equivalente de combustible, los
hogares abiertos duran menos que los de combustión
cerrada.
• En los hogares cubiertos de piedras la actividad
térmica no es homogénea por todas partes, dependiendo del emplazamiento del combustible y de la
fuerza y dirección del viento.
• A lo largo de la combustión, la arquitectura del hogar
se modifica. Las rocas sufren choques térmicos y se
fragmentan.
• Cada encendido requiere desmontar la cobertura de
piedras anterior, lo que implica una dispersión de los
fragmentos térmicos.
Como señalan los propios autores, este estudio presenta
conclusiones muy provisionales a la espera de poder
implicar nuevos parámetros que permitan confirmar las
hipótesis que plantean.
Este último trabajo aparece publicado en el marco del
Coloquio Internacional “Experimentation en archéologie:
bilan et perspectives” (1991) donde se presta una atención
especial al tema del fuego, desde el punto de vista experimental, en diferentes períodos cronológicos: desde la
Prehistoria hasta los momentos galo-romanos.
En este coloquio se pone de manifiesto la importancia
que en los últimos años se ha evidenciado en torno a la
arqueología experimental. Se subrayan dos exigencias en la
estructuración de esta investigación. De una parte la necesidad de verificar las hipótesis sobre los métodos de fabricación en función del conocimiento de los materiales en uso
en las sociedades prehistóricas, en función de los vestigios
de las industrias exhumadas en excavación o en función de
las huellas que presentan los restos descubiertos. De otra
parte, la exigencia de visualización de aquellos que
emprenden un trabajo de difusión de los conocimientos.
También en este coloquio se hace hincapié en que la
práctica experimental es sólo un medio de investigación y
no un fin en si mismo. La experimentación, en un primer
nivel, consiste en la reproducción de un objeto o de una
acción técnica, tentativa motivada por la voluntad de verificar observaciones tecnológicas sobre el material arqueológico. Permite poner en evidencia posibles errores interpretativos que corrigen interpretaciones elaboradas a partir de
conceptos técnicos que no son correctos. En definitiva el
desarrollo de este coloquio, muestra el profundo cambio que
se evidencia en la dinámica de trabajo de la arqueología
prehistórica. La práctica experimental comienza a invadir
todos los terrenos y a ser una constante en la sistemática de
las investigaciones sobre el comportamiento humano.
El reflejo que hemos considerado de las investigaciones
conocidas hasta el momento, muestra la escasez de estudios
dedicados a la reflexión teórica de los problemas que
plantea la interpretación de los restos de combustión prehis-
tóricos. Wünsch (1988, 1992) es probablemente el primero
que realizó un análisis crítico de esta problemática. En sus
trabajos, plantea una revisión crítica de los enfoques relacionados con el estudio de la estructuración del espacio y
con el estudio de los hogares arqueológicos. Desde un punto
de vista absolutamente teórico, propone un sistema de
análisis de las interrelaciones espaciales de los elementos
arqueológicos (ANITES) y dentro de ella realiza una
primera aproximación teórico metodológica del estudio de
las asociaciones de elementos de combustión (AEC) arqueológicas. En su investigación, el objetivo primordial
“consiste en plantear una reflexión sobre los diferentes
aspectos de la metodología aplicada y de la metodología
experimental en el marco del establecimiento de un modelo
teórico de referncia... se trata de llevar a cabo una reflexión
sobre metodología arqueológica, incluida necesariamente
dentro de un dominio teórico de posicionamiento científico
más o menos abstracto.” (Wünsch, 1991: 2).
Al final de su trabajo, en un anexo, presenta algunos
ejemplos de lo que él denomina experimentación exploratoria, aunque él no la aplica en su investigación. Explica que
esta investigación se define sobre todo por su orientación
fundamentalmente heurística.... se desarrolla alrededor de
un objeto de estudio global, en el marco de un primer acercamiento a una problemática arqueológica, sin incidir
inicialmente en variables o caracteres determinantes
(Wünsch, 1991: 591).
En este tipo de experimentación se prioriza el conocimiento práctico de los diferentes aspectos técnicos relacionados con el funcionamiento del sistema que se pretende
estudiar.
El problema que plantea este trabajo es su marcado
carácter teórico y la falta de aplicación práctica que acompaña su propuesta. No se desarrolla ningún planteamiento
metodológico que posibilite la superación de los múltiples
problemas que se enumeran. Tampoco se plantea con
claridad una propuesta experimental de análisis, ni siquiera
un método de trabajo que permita avanzar dadas las limitaciones impuestas por la bibliografía revisada.
Otro de los primeros trabajos que plantea la necesidad de
establecer un marco teórico adecuado es el firmado por el
Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Tarragona
(LAUT), en 1992. Este trabajo se refiere al estudio de la
ocupación del Abric Romaní, nivel H. El planteamiento de
este equipo de investigación pasa por la propia formación del
equipo, con la aplicación del concepto de módulos al estudio
de la arqueología. Para este equipo la estructuración modular
plantea la acción integradora e interespecífica dentro de una
perspectiva especializada, pero globalmente transdisciplinar.
La propia configuración del registro actúa de forma dialéctica sobre la recurrencia de la estructura subjetiva que la
analiza, ya que ésta se organiza de forma empírico-teórica.
Consideran que la reproducción de los fenómenos observados forma parte del método arqueológico.
El equipo del LAUT, aborda el tema de la experimentación en su trabajo sobre el nivel H del Abric Romaní. Para
ellos la reproducción de los fenómenos observados forma
parte del método arqueológico. Explican que con la experi-
37
[page-n-51]
mentación además de poner a prueba nuestra habilidad y
potenciar mecanismos no necesarios en la actualidad, nos
acercamos a las cadenas teórico-prácticas que los sistemas
pretéritos han dejado en forma de estructuras. Ponen en práctica la experimentación con la reproducción de una unidad de
combustión sobre travertino. Sus objetivos son: observar las
alteraciones térmicas del soporte, principalmente la rubefacción diferencial sobre el área de combustión, y controlar las
temperaturas máximas y el tiempo de incremento, en relación a la cantidad y tipo de combustible empleado a parte.
Realizan la experimentación sobre travertino y utilizan una
caña pirométrica para el control de la temperatura. Controlan
el peso y el tipo de combustible y se fijan exactamente en los
momentos de colocación del mismo. Consiguen una temperatura máxima de 700º, medida en el centro del combustible.
Al cabo de 50 minutos lo enfrían bruscamente con agua. Las
observaciones que realizan tras la experiencia se refieren a la
diferente rubefacción producida en el suelo y a que la intensidad decrece al alejarse del centro de la combustión.
Realizan una gradación observacional de las coloraciones del
travertino que han utilizado como base, pero no se plantean
establecer una sistemática para su determinación. En este
trabajo sólo presentan una experimentación y realmente lo
que hacen es dar a conocer su modelo teórico. Según
explican el propósito final es la construcción cuantificada de
un nudo teórico que, a través de modelos experimentales
contrastados y asumibles como equivalentes, puedan ser
aplicables al análisis arqueológico por procedimientos de
correspondencia epistemológica.
En los Estados Unidos de América se ha desarrollado
desde los años 80 una corriente importante de estudio de las
rocas quemadas o “Fire-Cracked Rock” (FCR), llegando a
crearse incluso una página web sobre el tema. Son muchos
los autores de América del Norte que han abordado desde
diferentes perspectivas el análisis de las denominadas FCR.
Nos fijaremos como ejemplo del tipo de tratamiento que un
grupo de investigadores que trabaja en yacimientos prehistóricos del Noroeste del Pacífico le esta dando al tema, en el
trabajo de Wilson y DeLyria (e.p.) presentado al congreso de
Nashville en 1996. En primer lugar, remarcan el tratamiento
diferencial que sufre el análisis de las rocas quemadas en
comparación con los otros restos identificados en la excavación (líticos y óseos). Utilizan la replicación experimental
para sumar información a los escasos trabajos realizados
sobre estas rocas replicando un horno de Camas (Camassia
quamash), y así documentar el uso, estado y degradación de
las FCR para poder documentar e interpretar las provenientes de yacimientos arqueológicos. La reproducción
experimental la basan en observaciones etnográficas, experiencias de otros investigadores y la información recogida en
la excavación de Willamette Valley y lower Columbia river.
Realizaron tres experimentaciones, controlando la disposición de las rocas, del combsutible y midiendo con cañas
pirométricas la temperatura en las diferentes partes del
horno. El tipo de rocas que utilizaron fueron ígneas y cuarcitas. Analizaron el tipo de fracturación y se dieron cuenta
de que era completamente distinta según la litología.
Después de las tres experiencias concluyeron que la mayor
38
parte de la fracturación de las rocas de la parte superior
ocurrió durante el primer fuego y continuaron fracturándose
durante los otros dos calentamientos. Sus conclusiones
refieren que la diferente fracturación de las rocas puede
afectar a la reutilización y probablemente a la efectividad
del calentamiento de las rocas. Esto sugiere que para las
estructuras prehistóricas se seleccionara el material en base
al conocimiento de las características de las rocas, incluyendo su resistencia al shock térmico. En estos trabajos se
aborda desde una nueva perspectiva el tema del análisis de
las rocas. No se utiliza el remontaje sino el tipo de fracturas
de las rocas que son comparadas de manera observacional
con los datos arqueológicos. En los trabajos que conocemos
desarrollados principalmente por el centro de investigación
de la Universidad de Texas, no se aborda la sistematización
de la fracturación de las rocas para su estudio y posterior
análisis.
Para finalizar este apartado haremos referencia a dos
trabajos que basan sus experimentaciones en el intento de
producir fuego y la problemática que ello conlleva.
Collina-Girard (1989), realiza por primera vez un
estudio experimental sobre la técnica del encendido de
fuego por fricción. Utiliza dos maderas que hace girar
mediante un arco. El movimiento del arco hace que el palo
que se ha preparado como eje, encajado en una muesca practicada en la madera de base, comience a producir humo y
serrín rápidamente. Este serrín va cayendo medio carbonizado y queda atrapado en la muesca. En ese momento se
produce una brasa de unas dimensiones aproximadas a las
de un cigarrillo. Este proceso, si se realiza en condiciones
adecuadas, hemos podido comprobar que no dura más de 15
segundos. Lógicamente la calidad de la madera, así como el
punto de secado, es fundamental para la eficacia del trabajo.
Se demuestra en este trabajo que, contrariamente a la
opinión generalizada, la dureza de la madera no importa. Así
aparecen como maderas más adecuadas el tilo, la hiedra, el
laurel, el hibiscus, o el ficus tropical. Los especímenes
menos adecuados son aquellos que presentan elementos
lignificados y difícilmente combustibles. De esta manera se
ha podido demostrar que la pertenencia a un determinado
grupo botánico y la textura de la madera es más importante
que sus características mecánicas.
Otro trabajo que remite a la problemática de la obtención del fuego es el de Collin et alii (1991). Mediante un
acercamiento experimental y traceológico se pretende establecer una serie de criterios que puedan permitir la identificación de testimonios de la obtención intencional de fuego
por percusión entre los restos arqueológicos.
El protocolo experimental que se establece en esta
investigación supone la talla de “encendedores” de sílex.
Estos serán usados mediante percusión durante una media
de 1 a 2 minutos. El material sobre el que se percute son
marcasitas, piritas y sílex y se utilizan como iniciadores
diferentes especies como el Fomes fomentarium, debidamente preparados.
Algunos de lo datos subjetivos que se extraen de los
resultados de esta experiencia hablan de que el tiempo útil
para encender fuego con un champiñón, marcasita y un
[page-n-52]
encendedor varía entre 5 segundos y 1 hora, siendo 1-2
minutos la media de tiempo necesario. La fase más delicada
es la de soplar sin apagar la chispa incandescente que se
produce tras la percusión del sílex y el mineral de hierro y
transmitirla al champiñón. La pirita es menos eficaz que la
marcasita para la técnica de percusión, cosa que hemos
podido comprobar también en nuestras experiencias de
encendido. Mientras la marcasita produce abundantes
chispas con bastante rapidez, con la pirita cuesta algo más.
Después del desarrollo del programa experimental, estos
autores aplican los resultados al análisis de distintos restos
arqueológicos. Concluyen que las piezas encontradas en la
excavación son “encendedores” que han sido utilizados por
percusión sobre marcasita o pirita. Todas presentan huellas
análogas a las descritas mediante análisis traceológico en el
material experimental. No elevan sus conclusiones a definitivas dado el reducido número de muestras. Los resultados
experimentales afirman que la cadena operativa de la preparación del iniciador produce sobre los sílex huellas características. Asimismo, los “encendedores” presentan marcas de
uso y la traceología permite, según los autores, la identificación de huellas análogas sobre piezas utilizadas muy poco
tiempo donde los caracteres macroscópicos no dejan
presumir este tipo de uso.
A pesar de la precariedad del análisis por el escaso
número de muestras estudiadas, resaltamos la importancia
de este trabajo por lo que tiene de novedoso.
III.3. APLICACIÓN DE NUEVAS TECNOLOGÍAS AL
RECONOCIMIENTO DEL CALENTAMIENTO
INTENCIONAL: TECNOLOGÍA LÍTICA Y ROCAS
TERMOALTERADAS
La aplicación de nuevas técnicas analíticas procedentes
de diversas ramas del conocimiento científico empieza a
hacerse patente desde los años 80. Los restos arqueológicos
comienzan a ser analizados de una manera casi sistemática,
aunque todavía en ocasiones sin un plan de trabajo estructurado que permita comparar y rentabilizar la información
ofrecida por los nuevos medios. Es el momento en el que
comienzan los análisis de difracción y fluorescencia de
rayos x, la espectroscopía Mossbaüer, la utilización del
microscopio electrónico de barrido, del espectroscopio de
refracción de infrarrojos, etc.
III.3.1. La tecnología lítica
Uno de los temas a los que más experiencias controladas
se ha dedicado, es al efecto del calentamiento en rocas silíceas
aplicado al estudio de la tecnología lítica. Referiremos
algunos trabajos que por su metodología nos interesa resaltar.
En esta línea de aplicación de nuevas tecnologías se
enmarca el trabajo de Purdy (1979, 1982). Esta autora
realiza un estudio sobre el calentamiento del chert 1 de
Florida (EUA). Retoma el problema del calentamiento
intencional del material lítico que ya había planteado Bordes
(1969), para estudiar la fracturación de los grandes bloques
en las canteras. Utiliza medios como el espectroscopio electrónico Auger (AES) para detectar pequeños cambios de
composición, el espectroescopio de reflexión de infrarrojos
(IRRS) para los cambios estructurales de las superficies y
el microscopio electrónico de barrido (MEB), para los
cambios morfológicos de la superficie. Finalmente propone
una experimentación sistemática para comprobar el efecto
del calentamiento, tanto al aire libre como en laboratorio.
Más tarde, en su trabajo de 1982, pormenoriza el control
de la temperatura de un hogar experimental mediante la
colocación de dos pirómetros en el centro de la hoguera,
entre la madera, que marcan rápidamente 850ºC. Después
mide la temperatura sobre las rocas y a los 25 minutos registran 720ºC. A los 20 minutos de haber encendido el fuego
las rocas comenzaron a fragmentarse, visible y audiblemente, saliendo los trozos despedidos hasta 8 metros. 25
minutos más tarde arrojó agua sobre las rocas calientes
quienes en pocos segundos redujeron su temperatura a
menos de 100ºC, quedando “destrozadas”. No fueron observados cambios de coloración en el interior de la roca, sólo
un tono rosado en el córtex.
El resultado de la experimentación analítica sobre este
tipo de rocas, según la autora, plantea que la temperatura
necesaria para alterar este material es de 350ºC. Entre 240ºC
y 260ºC se produce un cambio de coloración, que no es
sincrónico con la vitrificación que se le produce a los 350ºC.
Para la observación de las alteraciones utiliza el microscopio electrónico de barrido, mostrando éste claramente
según la autora, las diferencias entre el material calentado y
no calentado por las microfracturas que se desarrollan con el
incremento de temperatura. Después del calentamiento las
superficies fracturadas son extremadamente lisas. Las fracturas pasan a través de los criptocristales antes en las muestras calentadas alrededor de los cristales, que en las no
calentadas. Plantea que el desarrollo eutéctico 2 es el responsable de que esta alteración ocurra a los 350ºC en lugar de a
1400ºC -1700ºC. Esta sería la temperatura necesaria para la
transformación de las estructuras del cuarzo microcristalino
en formas no cristalinas. Estas alteraciones producen
cambios a su vez en la estructura y composición. El cambio
es tan gradual como abrupto. Por otro lado, si la muestra es
calentada lentamente a 350ºC y mantenida a esta temperatura por un período sustancial de tiempo, y luego es
enfriada, desarrolla un lustre vítreo.
1
El chert es un tipo de roca densa, compuesta por una o más formas de sílice –calcedonia, cuarzo micro o criptocristalino, ópalo, etc.– que presenta amenudo impurezas tales
como carbonato cálcico, óxidos de hierro, carbón y restos de organismos silíceos (TomKeieff, 1985).
“The individual mineral grains of quartz are held more firmly together in the heated specimen than in teh unheated specimen. In the intercrystalline spaces of chert, minute
amounts of impuritis, or compouds of the elements making up the impuritys, are probably acting as fluxes to fuse a thin surface film of the microcrystals”.
2
39
[page-n-53]
El resultado de este trabajo nos plantea algunas dudas a
nivel petrológico. Que en el cuarzo se produzcan alteraciones
microestructurales a 350ºC a causa del desarrollo eutéctico
es cuanto menos discutible. El cuarzo es un mineral que cristaliza en el sistema trigonal y, por ende, con una disposición
tridimensional ordenada de sus moléculas de SiO2, entre
cuyos huecos moleculares, llamados también nudos de la
red cristalina, se pueden disponer moléculas de otros
compuestos. En ningún caso la fusión de posibles moléculas
contaminantes de este cuarzo, pueden desestabilizar las
distancias reticulares de la celdilla unidad, dado que entonces
no podríamos seguir hablando de cuarzo, sino de otras
sustancias que tuvieran variables concentraciones de SiO2.
Si son las impurezas contenidas en el cuarzo (CaO y
OFe) quienes actúan como flujo que funde una superficie de
microcristales, debemos remarcar que éstas no se alteran a
temperaturas tan bajas.
Asimismo, se nos plantean dudas en cuanto al procedimiento experimental. Si ha calentado las piedras a 720°C en
los 20 primeros minutos de experiencia, no podemos
explicar cómo encuentra el punto de alteración a 350°C.
Posiblemente esto se refiera a otro proceso experimental que
no se específica en este texto.
Aunque la línea de investigación de calentamiento de
material lítico para fines tecnológicos se aleja de nuestro
campo de trabajo, es interesante conocer algunas investigaciones que han desarrollado estas nuevas tecnologías aplicándolas en su mayor parte al calentamiento del Chert.
En 1993, Borradaile et alii, publican la aplicación de
una serie de medios ópticos y magnéticos para distinguir
entre material (chert) calentado y no calentado. En primer
lugar hablan de que algunos de los cambios se observan
macroscópicamente (lustre y cambio de color) y después
explican que también se observan cambios microscópicos en
la estructura o textura, tanto en el microscopio petrográfico
como en el electrónico. El material sobre el que trabajan son
principalmente rocas sedimentarias carbonatadas de tipo
“grainstones” y “wackstones” (ver glosario).
Su procedimiento experimental consiste en calentar las
muestras gradualmente a varias temperaturas máximas
(425°C a 500°C) las cuales se mantienen durante 2,5 horas,
dejando luego que se enfríen lentamente.
Siguiendo los trabajos de Purdy (1975), las alteraciones
producidas por temperatura en el material, varían según la
naturaleza del material lítico. Además apuntan que aunque
el cambio de coloración es evidente con el calentamiento, no
lo consideran satisfactorio para poder distinguir entre material calentado y no calentado, por lo que aplican el análisis
del magnetismo remanente, susceptibilidad magnética e
histeresis.
A 500°C, mediante análisis petrográfico, encuentran
que los cambios en las pelsparitas son remarcables. En todos
los casos el carbón ha migrado desde dispersiones turbias,
dentro de los peloides, a bordes de grano, fisuras, y ocasionalmente en grumos. Además anotan que el calentamiento
produce reacciones mineralógicas tales como la conversión
de siderita en magnetita o hematita. De esta manera definen
los cambios estructurales como notables y dicen que se
40
podrían reconocer en otros materiales sujetos a un calentamiento similar.
Esta afirmación es cuestionable. Un material considerado como no definitorio de su composición y, al mismo
tiempo, en concentración tan inferior como para no formar
parte de las variaciones litológicas dentro de una misma
denominación lítica, corresponde a un contaminante.
Las afecciones que pudieran ocasionarse de una actuación
físico-química sobre estas partículas, dan lugar a actuaciones que cuanto menos, se pueden considerar como no
desestabilizantes de la masa rocosa. Y, además, en todo caso,
dado que dichas partículas no constituyen el cuerpo principal definitorio de los materiales investigados, o incluso,
presentan porcentajes que consideran concentraciones
menores e incluso en trazas, los resultados a que llegan estos
autores son, núlamente aplicativos y equivocadamente
inductivos.
El siguiente paso en su estudio es el análisis de los
cambios en las propiedades magnéticas de las rocas a causa
del calentamiento. Señalan cambios en tres direcciones:
1. El análisis del magnetismo remanente, que da como
resultado un aumento en el magnetismo isotermal
remanente (IMR) para las rocas calentadas.
2. Fuertes cambios en la susceptibilidad magnética y en
la saturación del magnetismo isotermal remanente.
3. Cambios en las propiedades de histeresis. Antes del
calentamiento las curvas muestran ocasionalmente la
forma de “wasp-waisted”, característica de la
presencia de dos minerales magnéticos (Jackson et
alii, 1990, citado por Borradaile et alii, 1993).
Después del calentamiento la curva de histeresis
presenta una forma normal típica de un sólo mineral
magnético, en este caso magnetita. En muchos casos
los cambios producidos por el calentamiento son
muy importantes, pero no siempre consistentes.
Fig. 17. Borradaile et alii (1993).
[page-n-54]
La inconsistencia podría ser atribuida en parte al
pequeño tamaño de la muestra.
A pesar de que la aplicación de los conceptos de susceptibilidad magnética e histéresis son asumibles, el problema
que plantea este trabajo es la generalización de los resultados a rocas de composición diferencial.
Otra investigación experimental sobre el calentamiento
del sílex es la que llevan a cabo Griffiths et alii (1983).
Utilizan dos tipos de sílex en experiencias de laboratorio y
al aire libre, para comprobar qué temperatura es la más
adecuada para tallar mejor este material y porqué se talla
mejor si se produce calentamiento.
a. Experiencias de laboratorio. Calientan una serie de
muestras enterradas en arena en un horno eléctrico a
100ºC durante 24 horas y después siguen calentado
hasta 400ºC momento en que las fracturas harían
imposible la talla. Llegan a la conclusión de que un
calentamiento entre 180°C y 250°C en 24 horas y de
250°C a 300°C en una hora, es el que permite una
talla de mejor calidad. Sin embargo remarcan la
importancia de la materia prima así como la preferencia del tallador, para establecer una temperatura
óptima de calentamiento.
b. Experiencias al aire libre. Realizaron un fuego de
entre 50-80 cm de diámetro al que fueron añadiendo
leña (ramas de ± 5 cm de diámetro) cada 30-45
minutos. Midieron la temperatura con sondas de
cromo-aluminio, colocando las preformas de sílex
alrededor del fuego. Realizaron una estructura de
hogar en cubeta y otra con borde de piedras,
notando que la diferencia de temperatura entre los
dos tipos era de 100º - 200ºC. Asimismo anotan la
diferencia de temperaturas entre un día sin viento (<
400°C -540°C) y otro ventoso (< 600°C - 700°C) en
el suelo. Lo que no mencionan es la duración de las
experiencias al aire libre. Los resultados establecen
que todas las preformas colocadas en el suelo antes
de encender el fuego sufrieron fracturas internas,
provocadas por las llamas directas y los restos de
madera en combustión. Sin embargo las piezas que
no entraron en contacto directo con el fuego
sufrieron poco. Concluyen que el tiempo óptimo de
calentamiento aparentemente como mejor se establece es “a ojo”, introduciendo las muestras en una
cama de cenizas. En cuanto a los cambios estructurales producidos por temperatura, concluyen que el
estudio termogravimétrico y microscópico indica
que la recristalización de la matriz microcalcedónica del sílex es la responsable del cambio en la
calidad de la talla como consecuencia del calentamiento.
Domanski y Webb (1992), analizan y explican tres tipos
de cambios a causa del calentamiento en rocas silícieas:
3
1. Cambios visuales. En las rocas silíceas microcristalinas, el calentamiento produce un oscurecimiento, un
aumento del brillo o lustre –causado por cambios
microestructurales dentro del silicio– y de las microfracturas. Asimismo se produce un cambio de color, el
más común del amarillo/marrón hacia el rojo oscuro,
que se produce como resultado de la transformación
de la goetita en hematita durante el calentamiento 3.
2. Cambios mecánicos. Realizan una serie de test para
observar como afecta la alteración térmica. Encuentran que dos de las propiedades testadas (compresión
y tensión) no muestran cambios perceptibles, mientras que la elasticidad y la resistencia a la fracturación presentan cambios muy marcados. Con esto
demuestran que la resistencia a la fracturación
decrece con el calentamiento. Tanto en el material
criptocristalino como en el macrocristalino, se
producen menos fracturas cuando ha sido calentado a
300°C - 400°C. Cuando se supera esta temperatura se
producen microfracturas, etc. y lo mismo ocurre si se
calienta y enfría muy rápidamente. En las rocas
macrocristalinas hace falta alcanzar algo más de
temperatura (500°C) para observar cambios en la
resistencia a la fracturación ya que por debajo de esta
temperatura no se han observado cambios. Proponen
que la resistencia a la fracturación se tome como
criterio para reconocer la intencionalidad del calentamiento de los artefactos líticos arqueológicos.
3. Cambios microestructurales.
a. En primer lugar invocan la teoría de la recristalización de la matriz calcedónica en el sílex. Siguiendo
la teoría desarrollada por Purdy (1982), se explica
que durante el calentamiento, la impurezas de la
matriz se cree que actúan como flujo, soldando la
estructura. Como resultado las fracturas se propagan
igualmente a través de los lepisferos, fósiles y matriz,
siguiendo superficies lisas de fractura.
b. Una segunda teoría desarrolla el papel del agua en
la microestructura. Durante el calentamiento se
produce un movimiento de agua que da lugar a
microfracutras, las cuales hacen decrecer la resistencia del material.
c. La tercera teoría que habla de cambios microestructurales hace referencia a que debido al calentamiento en sí o a cambios bruscos de temperaturas se
producen microfracturas y roturas de los cristales de
los silicatos, pero que estos efectos a bajas temperaturas no se aprecian ni con el MEB. El problema que
se plantea es saber qué consideran estos autores
como temperaturas bajas.
d. La cuarta explicación está basada en el estudio del
jaspe de Pensilvania. Este material contiene
pequeñas acumulaciones de gohetita la cual recrista-
Una síntesis del problema de la transformación de los óxidos de hierro se aborda en el último capítulo.
41
[page-n-55]
liza en hematita con un calentamiento a baja temperatura (100°C), según Langmuir (1971), estos cristales de hematita se concentran en canales alrededor
de los cuales se propagan las fracturas.
La explicación más clara parece ser que el calentamiento produce recristalización de los materiales silíceos,
lo cual se traduce en una reducción del tamaño del cristal
(Crabtree y Butler, 1964: 2). Esta recristalización no es
observable en el microscopio petrográfico y si mediante el
MEB. Por otra parte parece que el índice de cristalización
es indicativo ya que varía con el calentamiento para este
tipo de materiales. Asimismo plantean que la recristalización es responsable de los cambios en las propiedades
mecánicas y en la propagación de las fractura en los materiales silíceos calentados.
III.3.2. Los restos de combustión
También en el estudio de los ítems relacionados con la
propia combustión se introducen métodos que permiten
analizar en detalle las alteraciones que el calentamiento ha
producido sobre las estructuras y la morfología de las rocas.
Uno de los primeros trabajos que introducen nuevas aplicaciones analíticas a las rocas de los denominados hogares son
los de Valladas (1981). Esta autora aplica la termoluminiscencia para conocer la temperatura de calentamiento a la que
estuvieron sometidas las rocas areniscas de los yacimientos
franceses de Etiolles, Marsangy, Pincevent y Verberie.
Utiliza la experimentación para estudiar los hogares en
cubeta con borde de rocas y concluye que las temperaturas
más bajas se dan en las rocas que están sobre las brasas al
final de la combustión y no en las que se encuentran en
contacto directo con el fuego al principio. Las temperaturas
se encuentran en general comprendidas entre los 350°C y
los 450°C y sólo un caso sobrepasa los 500°C. Las temperaturas deben ser consideradas máximas. Si las rocas son
calentadas varias veces, la adición de los efectos de diferentes calentamientos simula el efecto de un solo calentamiento a una temperatura más elevada. Sobre esta cuestión
debemos comentar que el ejemplo que ella misma propone
supone que para simular la acción de un calentamiento a
250°C, se deberían dejar la rocas areniscas más de un
centenar de horas a 200°C.
A partir de estos resultados, la autora propone un
modelo térmico por el que las rocas que quedan en el interior de la cubeta tendrían una función calorífica.
Más tarde, Coudret y Larrière (1986), volverán a utilizar
la termoluminiscencia para determinar la temperatura de las
rocas del hogar A17 de Etiolles, pero no van más allá en la
interpretación de la funcionalidad de la estructura o del
hábitat. Basándose en el modelo teórico establecido por
Leroi-Gourhan, “a partir de la observación en el suelo de
cada uno de los componentes de la estructura”, reconstruyen
la dinámica de funcionamiento. Para esto utilizan el remontaje de las piedras fracturadas térmicamente, sin explicar en
este trabajo, cómo establecen cuando una roca está termoalterada, ni el análisis visual de las huellas de combustión y
rubefacción en las rocas. Para explicar en detalle el funcionamiento de la estructura aplican la termoluminiscencia a
42
Fig. 18. Curvas de termoluminiscencia registradas en el interior de
las areniscas experimentales (Valladas, 1981).
las rocas que presentan, según unos criterios no definidos,
alteraciones térmicas y a aquellas en las que la coloración
supone un problema de interpretación.
El arqueomagnetismo, como la termoluminiscencia, ha
sido utilizado tradicionalmente para establecer cronologías,
pero desde los años 80 está siendo aplicado al estudio de los
restos de combustión.
En el trabajo de Atkinson y Shaw (1990) se propone la
utilización del arqueomagnetismo para obtener información
acerca de la intensidad del campo geomagnético en el
momento de la combustión y así poder conocer la temperatura de determinadas rocas según su posición respecto de la
fuente de calor. Realizan experimentaciones con rocas
areniscas y establecen que con el calentamiento se produce
un cambio en la dirección magnética de las rocas.
Sin duda, el trabajo que trata con mayor profundidad el
tema de las rocas termoalteradas es el de Meloy y Pagès
(1984). Es el único hasta el presente que, mediante un
estudio físico, químico y mineralógico de las rocas de los
hogares prehistóricos, ha caracterizado la acción del fuego y
la del medio de conservación sobre los materiales pétreos,
intentado asimismo reconocer los posibles estadios de
funcionamiento de un hogar. Esta memoria sienta las bases
que durante mucho tiempo han servido a los arqueólogo/as
a la hora de identificar si las rocas estaban alteradas o no, si
las fracturas habían estado provocadas por el calentamiento
y la temperatura a la que el hogar habría estado sometido
según la coloración que presentaran las rocas.
[page-n-56]
Desarrollan una analítica rigurosa para establecer
grados de alteración por calentamiento, siguiendo los
métodos propuestos por Laloy (1981). Proponen una escala
colorimétrica que, como discutiremos en el último capítulo,
presenta algunos problemas metodológicos, así como
también reconocen unas pautas de fracturación según el tipo
de material estudiado, que también discutiremos. Es el
primer trabajo que analiza las transformaciones de la estructura cristalina de la roca.
Para poder establecer estos parámetros realizan experimentaciones tanto de laboratorio como al aire libre y
ELEMENTOS
LIMONITA
GOETITA
HEMATITA
MAGNETITA
contrastan los resultados de su trabajo analizando la estructura de combustión de P-15 del yacimiento de Etiolles
(Essonne, Francia). A pesar de las discrepancias que
mostramos con algunas partes de este trabajo, se debe reconocer que es uno de los escasos proyectos que aborda con
seriedad y rigurosidad científica la problemática de la
termoalteración de las rocas.
La búsqueda de nuevos métodos que permitan objetivar
las interpretaciones en este momento es ya continua. Un excelente ejemplo es el trabajo desarrollado por el laboratorio de
Prehistoria de Vauvert (Bazile, 1982, 1987, 1989). En un
CARACTERÍSTICAS
EVOLUCIÓN EN CLIMA OXIDANTE
Formas hidróxilas, comúnmente llamadas
oxidadas, a menudo mezcladas con óxidos
de manganeso.
3+
• Toda agua contiene Fe en solución,
precipitando en forma de arcilla roja,
el hidróxido de hierro se depopsita
fácilmente en forma de gel de hierro
Fe (OH).
2+
• En clima frío, las sales de Fe proveniente del lavado de las rocas pueden
3+
precipitar bajo forma de Fe (acción
oxidante del aire).
Se transforma fácilmente en goetita naturalmente mezclados o bajo la acción de un
calentamiento entre 140º y 250ºC.
Se transforma en hematita desde que la
temperatura y la presión aumentan (deshidratación).
Participa del fenómeno de lateralización
de los suelos en asociación a los hidróxidos de aluminio en clima tropical
húmedo.
Fe OOH oscuro, microscópicamente bajo
forma de finos cristales marrón-naranja.
Se transforma en hematita por calentamiento (en una hora al aire libre)
- en hematita normal entre 350º y
600ºC.
- en hematita perfecta a 900ºC (cristales
típicos).
Fe2O3 rojo. A veces llamado hidrohematita para variedades muy finas con una
fuerte tenencia de agua, sea en curso de
evolución, de germinación o de disolución
(es entonces coloidal o en masas criptocristalinas).
Los cristales de hematita son tanto más
redondos cuanto más elevada es su temperatura de formación. Son el producto final
obtenido por el calentamiento de los
óxidos de hierro (estable en la zona de
oxidación).
A 1390ºC, al aire, se transforma en
magnetita.
Fe2O4 negro. Buenos cristales (minerales
magnéticos y volcánicos)
Cuadro 8. Principales oxi-hidróxidos de hierro (Meloy et Pagès, 1984). Modificado.
43
[page-n-57]
intento de aportar nueva información al estudio de los denominados “suelos de hábitat”, aplica por primera vez un
conjunto de métodos que van a dar una nueva orientación a la
investigación en este campo (Bazile et Monnet, 1983; Guillerault y Bazile, 1987; Guillerault, 1983; Monnet, 1987).
Se realizan experimentaciones sobre hogares copia de los
arqueológicos del yacimiento de Fontgrasse (Gard, Francia).
Utilizan el Microscopio Electrónico de Barrido (MEB)
aplicado al examen de las rocas termoalteradas. Mediante un
análisis comparativo entre las rocas arqueológicas y rocas de
la misma litología quemadas experimentalmente, se
pretende establecer una escala doble tiempo/frecuencia de
calentamiento. El MEB se utiliza con microsonda para
poder establecer relaciones entre los análisis químicos realizados en el suelo del yacimiento y los realizados a los
elementos minerales, para así poder identificar la forma
mineral de los elementos adosados.
Eligen las molasas (biocalcarenitas) para el calentamiento experimental controlado y van estableciendo analíticas comparativas según el grado de calentamiento, describiendo los cambios morfoestructurales que se producen en
las rocas. De las observaciones que describen hay diversas
cuestiones que llaman nuestra atención:
1. El que ya a 400ºC y con un sólo calentamiento, se
perciba una reorganización de la microestructura,
con neoformación de calcita en forma de copos.
2. Que el Silicio y el Hierro emerjan del ruido de fondo.
3. Que la matriz arcillo-calcárea presente forma de
“choufleur” con el calentamiento.
En cuanto a la reorganización de la microestructura a
400°C, nos parece cuanto menos sorprendente, ya que los
resultados de nuestros análisis experimentales no muestran
cambios morfoestructurales hasta temperaturas que se aproximan a 600°C.
Por lo que se refiere al aumento de silicio y hierro, es
posible que pueda deberse a una individualización y vacuolización de los minerales, pero como se plantea claramente en
el texto, el espectro puede ser el de una arcilla, con lo que la
explicación más plausible para el aumento de hierro y silicio
es que en el momento del microanálisis se haya “pinchado”
una arcilla, con lo cual los resultados no pueden ser directamente comparados con los establecidos para toda la superficie
de la muestra. Además se debe tener en cuenta que es prácticamente imposible analizar la misma superficie dos veces con
el MEB, si no es mediante la utilización de réplicas, dado que
cada vez que se introduce la muestra hay que buscar el emplazamiento que no es posible marcar con anterioridad.
Por lo que respecta a los restos de matriz arcillosa en
forma de “choufleurs”, debemos decir que nosotros no
hemos detectado esta particular estructura.
Sobre la destrucción de la hematita a 700ºC debemos
remarcar que, según Carmichael (1990), se puede medir la
susceptibilidad de la hematita a 760ºC y, además, en el
trabajo de Meloy et Pagès (1984), se llega a apuntar que ese
cambio se produce a 1390ºC. Lo que se produce a 670ºC es
la desmagnetización de la hematita (Carmichael, 1990).
Respecto a que la evolución del material se deba no sólo
a la temperatura sino también al número de calentamientos,
debemos decir que en nuestras experiencias de varios calen-
44
tamientos, que siempre fueron inferiores a 300°C, no se
produjo en absoluto una exacerbación de los fenómenos
observados. El calentamiento de una serie de rocas –muestras experimentales calentadas en mufla– a 100ºC (dos
calentamientos de tres horas), 200°C (un solo calentamiento) y 300°C (un solo calentamiento), dieron como
resultado el análisis de una roca calentada a 300°C.
Nos parece arriesgado intentar establecer criterios de
interpretación a partir de un solo calentamiento, aunque en
el texto hace referencia hasta cinco calentamientos que no se
específica si son realizados en mufla o al aire libre.
Cualquier test experimental necesita de una sistemática
precisa para observar que, efectivamente los fenómenos se
repiten y así poder establecer, sobre bases sólidas, criterios
de caracterización que permitan llegar más lejos en la interpretación.
En esta misma dinámica de establecer nuevas posibilidades de estudio de las estructuras de combustión prehistóricas, se encuentra el trabajo de Wattez (1992). Pretende
abordar el tema de las actividades relacionadas con el fuego
a partir del análisis del contexto sedimentario de las estructuras de combustión. Esta vía de investigación se fundamenta
en los conceptos interpretativos y en las técnicas de determinación de la micromorfología de suelos. Para determinar los
atributos específicos de las cenizas vegetales en función de
los combustibles y de los caracteres de alteración térmica de
los vegetales y de los materiales sedimentarios, realiza experiencias controladas en laboratorio y al aire libre.
El protocolo experimental seguido consiste en quemar
restos de hojas, ramas, frutos, etc. en laboratorio a 500°C
durante 30 minutos en laboratorio y más tarde al aire libre.
Después de un tratamiento, las muestras son analizadas por
microscopio electrónico y difractometría de rayos x.
De entre los resultados de este trabajo destacamos que el
proceso de incineración supone una reducción del volumen
de las plantas, que las cenizas obtenidas a 500ºC son de
color blanco o gris-blanco y que en muchos casos no han
sufrido una combustión completa; que las cenizas de herbáceas se distinguen claramente de las de madera y hojas de
pino y que los residuos de cenizas no presentan caracteres
morfológicos constantes. Una conclusión interesante es que
los residuos vegetales constituyen marcadores de la historia
térmica y del funcionamiento de las estructuras de combustión. Dado que la temperatura en el interior del hogar no es
uniforme, se pueden formar diferentes residuos simultáneamente, lo que permite, conociendo sus caracteres morfológicos, precisar las condiciones de la combustión.
Si los trabajos de Bazile o de Wattez, como hemos visto,
abrían nuevas expectativas muy interesantes, las investigaciones desarrolladas por March desde 1988 van a suponer el
establecimiento de una nueva base teórico-metodológicoexperimental, que permita conocer los comportamientos de
los ocupantes de un asentamiento, su relación con las actividades de combustión y precisar la función de los hábitats.
Estos trabajos se centran fundamentalmente en el
estudio del modo de funcionamiento, la función, la duración
y la morfología de los hogares (1988, 1989,1993, 1995) para
[page-n-58]
Hogar simple
Hogar simple sobre losas
Hogar en cubeta simple
Cubeta con fondo empedrado
Hogar en cubeta con borde
Cuadro 9. Establecimiento de modelos de comportamiento térmico.
La posición del fuego determina las alteraciones térmicas producidas por el efecto del calor. (March, 1996). Modificado.
reconstruir la historia o microhistoria de cada una de las
estructuras de combustión estudiadas. Para ello se sirve de la
experimentación como marco informativo para establecer
sus criterios interpretativos. Dedica especial atención a la
aplicación de la química orgánica y al cálculo del tiempo
mínimo de encendido, así como al desarrollo de una estricta
metodología experimental.
A partir de la idea de que las sustancias orgánicas
quedaran adheridas a los sedimentos arqueológicos, este
autor desarrolla todo su trabajo alrededor de la reconstrucción de las micro-historias de cada estructura de combustión, con el fin de poder responder entre otras a la pregunta
¿hay una asociación entre la forma y la función de las diferentes estructuras de combustión?. Para responder a esta
cuestión se analizan los restos de los desechos de origen
animal o vegetal que se han conservado en el sedimento que
formó parte de un hogar.
La determinación de estas sustancias orgánicas le ha
permitido identificar la presencia de restos de combustión
sometidos a una fuerte rotura térmica, restos de grasas de
origen animal o, en los sedimentos llamados carbonosos, la
marca vegetal original intacta.
Como queda demostrado en su tesis doctoral (1995) la
química orgánica proporciona informaciones, irrecuperables
por otros métodos, de los restos de las actividades antrópicas
desarrolladas alrededor de las estructuras de combustión. Al
mismo tiempo proporciona información sobre los procesos
tafonómicos que permite, a partir del estudio de cada estructura, conocer las condiciones de deposición de cada asentamiento.
Un ejemplo de esta aplicación son los resultados obtenidos en el estudio de los yacimientos magdalenienses de
Francia. Se ha podido determinar que las diferentes formas
podían estar asociadas a funciones similares y/o que hogares
con formas similares estaban destinados a modos de funcio-
namiento diferentes. Estos resultados cuestionan, obviamente, la asociación linear realizada por las tipologías existentes entre la forma y la función de cada hogar.
En cuanto al cálculo del tiempo mínimo de encendido,
ayuda a conocer la duración e intensidad de utilización de
las estructuras de combustión y, por tanto, la duración de
la propia ocupación. March y Ferreri (1989) afirman que
conocer la duración aproximada de un asentamiento permite
precisar todo el sistema de variables que lo integran dentro
del contexto arqueológico. La posibilidad de definir con más
precisión el contexto arqueológico nos aproxima al conocimiento de las culturas, su comportamiento y dinámica espacial.
Para determinar este cálculo se establece la utilización
de un modelo matemático numérico. Si se posee un control
de las temperaturas alcanzadas y las dimensiones de la
superficie alterada por dicha temperatura, se puede
calcular el tiempo necesario para que dicha alteración se
produzca. A través de la variación de los parámetro implicados en el medio en estudio, se pretende analizar las posibilidades de extrapolación de los resultados del modelo al
medio arqueológico.
Este modelo ha sido aplicado en yacimientos de cazadores recolectores en Argentina (La Solana, Tunel, etc.) y en
asentamientos de grupos cazadores recolectores del valle de
París. Un ejemplo de estos últimos es el estudio del tiempo
mínimo de encendido del hogar X127 de Pincevent.
El modelo parte de un fuego de 30 cm de diámetro, mantenido a una temperatura constante de 450ºC durante tres
horas. Mediante la experimentación se observa que la temperatura sube en dos horas de encendido constante a 308ºC a 2
cm de profundidad. Esto plantea que como el hogar X127
presentaba una alteración de menos de 2 cm, no estuvo
encendido más de dos horas a una temperatura constante de
450ºC, por lo tanto ese es el tiempo mínimo de encendido a
45
[page-n-59]
esa temperatura. A partir de ahí se puede calcular cual es la
duración para 400ºC y 350ºC. (March et alii, 1993).
El método experimental desarrollado por este autor
(March, 1996) plantea el problema que supone la cantidad
de variables que se deben medir en cada experiencia de
campo y cómo, para poder abordar el trabajo se debe optar
por la operatividad del proceso experimental. De tal manera
se establecen una serie de parámetros controlables, como el
tiempo de duración de las experiencias, y se desarrolla un
programa que va de lo simple a lo complejo y de lo general
a lo particular. El objetivo del estudio es contribuir a la creación de una metodología de aplicación general, sin perder de
vista la riqueza de las particularidades de cada una de las
problemáticas analizadas.
El planteamiento de este autor se describe cuando habla
de que la recurrencia observada a partir de la reconstrucción
de las micro-historias de cada estructura de combustión
podrá permitir un día comprender la importancia de las
estructuras de combustión en la identificación de los grupos
o en la caracterización cultural, para las cuales hasta el
presente, como también apuntaran Wilson y Delyria, el
estudio de las estructuras de combustión no ha sido tenido en
cuenta al mismo nivel que los otros restos de actividades
técnicas como los vestigios líticos o de fauna (March, 1995).
46
El conocimiento de los trabajos anteriormente presentados, nos llevó a plantear la sistemática experimental que
desarrollamos en el siguiente capítulo. En él se recoge una
propuesta experimental que, partiendo del análisis de las
rocas sedimentarias carbonatadas, plantea una dinámica
operativa, secuencial e iterativa, aplicable al estudio de cualquier materia prima termoalterada.
Como se ha podido comprobar con los ejemplos estudiados, no nos enfrentamos a problemáticas sencillas que
podamos estructurar de menor a mayor cómodamente.
En los yacimientos estudiados, encontramos situaciones
evolutivas intermedias, con problemáticas muy particulares,
que han hecho imprescindible la creación de una metodología de trabajo propia, que permita el estudio de este tipo
de evidencias.
La diversidad de formas en que los restos de combustión
estudiados se presentan, hizo que la elaboración de un
programa experimental apareciera como posibilidad de
estudio. Centramos este programa en la termoalteración de
las rocas, siendo conscientes de que aún siendo estos restos
los más y mejor descritos, se carecía de una sistemática que
permitiera, con su aplicación, aproximar su dinámica de
funcionamiento.
[page-n-60]
IV. PROTOCOLO EXPERIMENTAL
La metodología experimental aplicada al estudio de las
estructuras de combustión es uno de los caminos más
viables que se establecen para llegar a reconstruir no sólo la
función y/o funcionamiento de las propias estructuras, sino
también el del hábitat al que pertenecen.
Hemos visto como de las experiencias imitativas, tal
como fueron descritas por Ascher (1961), desarrolladas por
autores como O’Kelly (1954), se ha llegado en los últimos
años al establecimiento de metodologías experimentales que
intentan responder mediante la aplicación de nuevas
técnicas, a partir de hipótesis concretas, a los problemas que
plantea la dinámica de investigación de los asentamientos
prehistóricos.
Siguiendo este planteamiento, hemos visto como diferentes autores han dedicado parte de sus trabajos a la experimentación, a través de la observación de las termoalteraciones de las rocas que formaron parte de hogares aparecidos en contextos arqueológicos del Paleolítico Superior.
En unos casos se han centrado en establecer criterios de fácil
observación como es el cambio cromático y las alteraciones
estructurales, en otros se ha utilizado la microscopía electrónica para investigar acerca de los llamados suelos de
hábitat paleolíticos mediante la réplica experimental de las
estructuras de combustión. Pero, en cualquier caso, la gran
mayoría de estos trabajos han sido puntuales, inicialmente
citados como parte de proyectos experimentales más
amplios que nunca tuvieron continuidad.
Consideramos imprescindible dedicar un apartado
importante de este trabajo a la clasificación petrológica de
las rocas calizas, dado que éste será el punto de partida de
todo nuestro desarrollo experimental. La denominación
correcta así como el análisis y la descripción más ajustada
posible de cada una de las muestras ha sido la manera de
poder abordar el estudio de las alteraciones sufridas por
estas rocas a causa del calentamiento y al mismo tiempo ha
constituido la base para poder establecer criterios de discriminación aplicables en excavación.
IV.1. CLASIFICACIÓN DE LAS ROCAS CALIZAS
La clasificación de objetos naturales es la subdivisión
de una infinita serie de objetos en grupos mayores. Representa un paso básico del método científico.
El objetivo de la clasificación es por una parte facilitar
la comunicación de ideas o datos y por otra, proporcionar al
investigador el beneficio que se deriva de la organización de
los datos (William y Lloyd, 1962).
La clasificación de las rocas carbonatadas no se ha abordado en la bibliografía desde una perspectiva única, sino que
se han realizado diferentes propuestas de sistematización.
Los dos tipos de clasificación más importantes para esta
litología han sido las clasificaciones descriptivas –agrupa las
rocas carbonatadas en base a las características observables
(mineralógica, química, textural, etc.) que puedan ser determinadas objetivamente– y las genéticas, cuyo objetivo es
conocer el origen de las rocas.
El ámbito de esta tesis conecta colateralmente con disciplinas de las llamadas ciencias de la tierra: petrología,
geología, sedimentología, etc. Pero nuestra inferencia en cada
una de ellas es tan solo la basada en criterios académicos
paralelos a la investigación principal: establecer una dinámica
de trabajo viable para crear criterios de discriminación en el
estudio de los termolíticos calentados experimentalmente.
Con estas premisas básicas hemos optado por adecuar
los criterios clasificatorios prioritariamente a aquellos fines
que son de carácter práctico y particularmente que no
requieran metodologías muy complejas.
Sin embargo, esto a veces resulta imposible ya que para
conseguir respuesta a nuestras preguntas iniciales se hace
necesaria la utilización de técnicas, que aunque no muy
complejas, se alejan completamente de nuestra disciplina.
47
[page-n-61]
Las Rocas Sedimentarias Carbonatadas
Las rocas sedimentarias cubren el 75% del total de la
superficie de la tierra. De ellas una quinta parte son calizas
y dolomías. Estas rocas carbonatadas están ampliamente
distribuidas y se documentan desde el Precámbrico hasta la
actualidad, pudiendo dividirse en cientos de clasificaciones.
Con tal complejidad de épocas, dinámicas, espacio, constituyentes, evoluciones, etc. se comprende la dificultad de
elección de criterios que posibiliten su taxonomía.
El aspecto más destacado de las rocas carbonatadas es su
origen intrabasinal, su dependencia de la actividad orgánica
y la susceptibilidad que presentan a modificaciones postdeposicionales. Las rocas carbonatadas son, a diferencia de
otras familias de rocas sedimentarias, poligenéticas.
No obstante desde los trabajos fundamentales de Grabau
(1904-1913), quien introdujo términos aún hoy aplicados en
otras clasificaciones, Cayeux (1935), describiendo algunas
tipologías de rocas calizas con gran profusión de ilustraciones
fotográficas de secciones líticas al microscopio petrográfico,
hasta momentos mucho más recientes se establecen criterios
de clasificación basados en el estudio de largas series de rocas
carbonatadas (a veces superiores a las 4000 muestras) y que a
su vez son ya mas comúnmente aceptados.
Es el caso de Folk (1959) o Bramkamp y Powers
(1958), que serán la base para el establecimiento de otros
criterios de clasificación posteriores, al desarrollar parámetros como el origen de esas rocas dentro o fuera de una
cuenca sedimentaria especifica, su correlación o dependencia con actividades orgánicas, su susceptibilidad a las
modificaciones postdeposicionales, etc. Además es remarcable que, a diferencia de otras familias de rocas sedimentarias, las carbonatadas son una familia significativamente
poligenética. Asimismo es importante decir que estas rocas
participan extensamente en los procesos metamórficos de
metasomatismo y recristalización.
En los simposios que han desarrollado esta problemática
se ha comprobado que se prefieren las agrupaciones basadas
en criterios como la representatividad en el porcentaje de afloramiento de los líticos, o en los petrológicos, genéticos, mineralógicos, texturales, de rentabilidad económica, etc.
De todas estas consideraciones se puede extraer un
criterio conceptual para la clasificación de las rocas calizas
que puede tener al mismo tiempo un mayor consenso. Este
criterio mayoritariamente aceptado establece precisamente
que no se puede establecer un criterio único de clasificación
en el estudio de las rocas carbonatadas.
De esta manera, atendiendo a cada uno de los comportamientos, patologías, casuísticas inherentes a su génesis,
etc., conviene tener en cuenta cada una de las clasificaciones
que mejor favorezcan la definición y agrupamiento de las
consideraciones analizadas al investigar los materiales
pétreos calizos.
Los parámetros normalmente usados en la clasificación
de las rocas calizas, con posterioridad a los fundamentales
de composición y textura, suelen ser los mineralógicos,
químicos y la composición expresada de acuerdo con los
tipos de grano que los constituyen (fósiles, ooides, pellets,
etc.). Buena parte de ellos reflejan directa o indirectamente
48
los ambientes y dinámicas genéticas e incluso las posibles
evoluciones prediagenéticas de estos materiales. Se puede
observar que la mayor parte de los sistemas de clasificación
de rocas calizas utilizan mas de un parámetro, algunos puramente descriptivos, otros descriptivos y genéticos y finalmente hay quien usa sólo los genéticos.
IV.1.1. La composición mineralógica
En las calizas es muy limitada, tan solo tres minerales:
calcita, dolomita y aragonito. Las diferencias entre sí de rocas
con porcentajes variables de calcita o dolomita o calcita y
aragonito pueden implicar cambios texturales cuando dichas
variaciones en la composición se deben a procesos postgenésicos. Tal puede ser el caso del aumento de los índices de
porosidad de determinadas calizas evolucionadas o dolomías;
o las recristalizaciones de restos orgánicos aragoníticos, etc.,
la identificación de los minerales, llamados accesorios, como
el cuarzo, la glauconita, los óxidos metálicos, etc., tan solo
facilitan en general una más completa descripción del material rocoso, pero no su clasificación.
IV.1.2. El medio genésico y su composición
Bajo una idéntica composición se pueden agrupar litologías formadas en ambientes lacustres, con frecuentes
huecos en su superficie o rellenos locales con materiales
arcillosos; otras marinas sin huecos, y una distribución
uniforme en su seno de sedimentos arcillosos. Ambas son
visualmente diferentes e incluso con comportamientos
geotécnicos dispares. Este es un ejemplo de la complejidad
de la clasificación. La composición química se utiliza fundamentalmente cuando otros parámetros de clasificación no
son suficientes.
Los residuos insolubles son minerales que en ocasiones
han posibilitado una discriminación entre diferentes grupos
carbonatados. Tal fue la propuesta de Krynine (1948). Sin
embargo hoy en día no representa un factor significativo en
ningún criterio corriente de clasificación.
IV.1.3. La identificación de la naturaleza de los granos
Muchos materiales carbonatados están constituidos por
granos, unos de naturaleza inorgánica y composición,
tamaño, grado de redondeamiento y esfericidad, o incluso
colores variables. Otros, aún teniendo en cuenta esas propiedades texturales, son de naturaleza orgánica y asimismo
diferenciables entre si, ya sean restos de organismos como
caparazones, fragmentos de conchas, o de acciones
asimismo orgánicas, tanto secretoras como residuales.
Los criterios basados en conectar clasificaciones fundamentadas en estas identificaciones, ya sean de componentes
inorgánicos, y sobre todo orgánicos, es labor de especialistas
en ciencias geológicas. Sin embargo puede ser sencillo en
muchos casos discriminar litologías tanto a simple vista como
con una pequeña lupa, basándonos en lo dicho anteriormente.
Los diferentes autores que tratan las temáticas clasificatorias establecen criterios de diferenciación entre las rocas
calizas basados también en otros parámetros, que consideramos más dirigidos a especialistas en Petrología. De entre
ellos destacaremos los siguientes casos:
[page-n-62]
1. La variabilidad de las texturas deposicionales en el
momento de formarse las rocas.
2. La madurez textural, basados en el grado de redondeamiento y esfericidad de los granos.
3. Los factores diagenéticos, desde que se depositó el
sedimento rocoso hasta su posterior evolución.
4. El origen de sus componentes: alóctonos o autóctonos.
Nuestra descripción clasificatoria no tiene en cuenta tan
solo criterios específicos definidos por determinada escuela
o autor. Pretendemos adaptar aquellos términos que sean de
fácil y práctica comprensión, que se ajusten a conceptos
definidos en Petrología Sedimentaria. Con este planteamiento se han tenido en cuenta los siguientes criterios de
clasificación:
A. Los basados en la génesis de los materiales, como los
de Twenhofel (1950):
I. De origen químico, tanto orgánicos como inorgánicos.
II. De origen mecánico (también llamado detrítico).
O los de Johnson (1951):
I. Orgánicos
II. Inorgánicos
III. Mecánicos o clásticos.
B. Los de Pettitjohn (1957), que si bien posee criterios
basados en características genéticas, también se apoya en
propiedades petrológicas:
I. Calizas autóctonas
II. Calizas alóctonas
III. Calizas metasomáticas
C. La clasificación de Folk (1959), fundamentalmente
petrológica –aunque también basada en criterios genéticos–,
construida a partir de seis elementos principales: intraclastos, pellets, fósiles o fragmentos de fósiles, oolitos,
calcita microcristalina o micrita y cemento de calcita
“sparry”. Realiza una división en tres familias principales de
calizas según la proporción de (1) aloquímicos, (2) micrita y
(3) cemento de calcita “sparry”.
I. Rocas aloquímicas con “sparry”: constituyentes
aloquímicos cementados por “sparry” (cristales de
calcita)
II. Rocas aloquímicas microcristalinas: también
contienen aloquímicos, la micrita aparece como
matriz y el “sparry” queda totalmente subordinado.
III. Rocas microcristalinas: constituidas enteramente
por micrita con poco o ningún material aloquímico.
IV. Rocas biohermales o biolititas: este nombre debe
ser aplicado sólo a las rocas constituidas por estructuras orgánicas en posición growth.
A su vez estas clasificaciones definen subcategorias que
en el caso de Pettijohn y Folk, se basan en componentes
orgánicos o inorgánicos definibles por el estudio de las
secciones delgadas de las rocas al microscopio petrográfico.
Leighton y Pendexter (1961) expusieron en su comunicación “Carbonate Rock types” una serie de conceptos
básicos para el estudio de estas rocas. Su clasificación se
basa en aspectos medibles de las rocas, es fundamentalmente descriptiva y de gran utilidad tanto en la definición de
litologías frescas como en la de las derivadas de alteraciones. Los autores establecen los siguientes conceptos: los
componentes texturales y los tipos de grano.
A. Los componentes texturales son:
1. Micrita: lodo consolidado, de composición variable
frecuentemente carbonatada y que presenta un
tamaño de grano inferior a 0.031 mm. de diámetro
(es decir no se perciben sus componentes a simple
vista).
2. Granos: partículas mayores de 0.031 mm. que
pueden constituir la armadura de la roca, similar a los
granos de arena en una arenisca o incluso mayores.
3. Cemento: componente cristalina que rellena los
huecos entre granos. Suele verse en forma de cristales de calcita, diferenciables con una pequeña lupa
y a veces a simple vista.
4. Poros: su morfología, intercomunicabilidad, porcentaje respecto de la roca, dimensionado, distribución
en el seno del material, el cristalizado o lavado de sus
bordes, su relleno por materiales arcillosos, o su
cementación, son entre otras propiedades, buena parte
de los considerandos esenciales en el análisis comparativo entre rocas frescas, alteradas y consolidadas.
B. Los tipos de grano son:
1. Fragmentos de rocas preexistentes procedentes de
una o mas litologías y por ende incluso de composición diferente, y variables en su morfología y
tamaño. Para algunos autores reciben el nombre establecido por Folk (1959) de intraclastos.
2. Bioclastos: “Skeletal Grains” para Folk (1959), son
restos de caparazones de organismos, tales como los
moluscos, corales, crinoideos o, incluso, formas
completas como los foraminíferos, o depósitos
algares.
3. Pellets: pequeñas formas ovoidales de material
micrítico sin ninguna estructura interna significativa
(a diferencia de los “coated grains”), y recuerdan
granos muy redondeados de arena.
4. Grumos (terrones, “lumps”), son agregados de
granos en bordes irregulares y formados por materiales carbonatados similares al resto de la roca.
5. Granos revestidos (“coated grains”) son aquellos que
presentan una estructura concéntrica de capas sucesivas de carbonato cálcico sobre un núcleo central.
Incluye términos como Oolitos, Pisolitos y restos de
construcciones algales.
Partiendo de estos conceptos, se puede establecer una
primera nomenclatura de las rocas calizas para ir completándola posteriormente en cada descripción. Así se obtendrían: calizas micríticas, esparíticas, organógenas o bioclásticas, pellmicritas, oolíticas, etc.
Hasta aquí se ha estudiado la clasificación de las rocas
calizas siguiendo criterios mensurables. Sin embargo, en la
descripción de esta litología se ha de tener en cuenta otros
criterios, en parte también medibles y que se pueden establecer a partir de observaciones de la materia prima en origen:
49
[page-n-63]
- accesibilidad a la materia prima.
- uniformidad de la misma.
- utilidad de dichas litologías para los fines deseados.
La primera aproximación a la clasificación de estos
líticos, se realizará en muestra de mano y estas son algunas
de las consideraciones a tener en cuenta a la hora de realizar
el análisis:
a. La cementación y/o cohesión de sus componentes, el
porcentaje de matriz y el grado de variabilidad de
estos parámetros incluso en muestras de la misma
área de captación.
b. La porosidad y permeabilidad.
c. La naturaleza de los minerales accesorios por su respuesta, a veces expansiva frente al medio ambiente
que los altera.
d. El tamaño de los granos que componen la roca.
e. La uniformidad de dichos granos y la textura.
f. La existencia de estructuras lineales perceptibles a
simple vista, ya sean por cambios o alternancias en el
tamaño de los granos o, por la presencia rítmica o
aleatoria de litologías diferenciables.
g. El contenido o no de fósiles, concreciones e impurezas de otros minerales.
h. El color: es uno de los factores, si bien apenas analizado por los estudios petrológicos, tiene una importancia vital en el estudio de las termoalteraciones.
El color en una misma litología puede variar por diferentes causas:
- Presencia uniforme o aleatoria de minerales o
agregados cristalinos con capacidad de tinción en
su entorno, o que por si mismo y dependiendo de
su concentración crean tonalidades diferenciables
aún en muestra de mano.
- Tinción variada de las masas rocosas al tránsito
de aguas naturales coloreadas.
- Lavado o aclaración diferencial de las masas de
materiales. Tanto por percolación derivada de su
permeabilidad por interconexión entre los poros,
como por la presencia de microfisuras abiertas
por las que circulan los flujos hídricos.
- Procesos post-genéticos diferenciados, incluyendo procesos de meteorización parcial in situ o
de recristalización.
i. El olor que dan las rocas frente a la humedad del
aliento o la percusión del martillo.
Una vez descrito y conocido nuestro objeto de estudio,
pasaremos a describir el sistema de trabajo utilizado para el
establecimiento de criterios que permitan discriminar las
termoalteraciones de las rocas calizas.
IV.2 PROCEDIMIENTO DE ANÁLISIS Y SECUENCIA DE ESTUDIO
IV.2.1. Taxonomía petrológica
Las rocas experimentales utilizadas en este estudio son
sedimentarias carbonatadas, de carácter micrítico y/o esparítico, recogidas en las formaciones litológicas alrededor
50
del yacimiento arqueológico de la Ratlla del Bubo (Crevillent). La justificación de su elección viene dada por el
hecho de que en este asentamiento, se excavaron los restos
de un hogar que pudo ser documentado suficientemente tal
y como se describe en el capitulo siguiente. Esta estructura
de combustión presentaba restos de carbones y rocas
quemadas junto a restos de talla en la periferia. Dado que
era una estructura de combustión in situ creímos que
podría ser la más adecuada para la aplicación del protocolo
experimental que establecemos en este capítulo. Es por
esta razón que las muestras utilizadas son de la misma
génesis que las documentadas en dicho hogar. Además,
cabe añadir que es la litología dominante en toda el área
mediterránea y que por tanto la propuesta experimental
deberá servir para trabajar en otros muchos asentamientos
prehistóricos de la zona y como hemos visto en Marolles,
para otros ámbitos.
Para la caracterización de las muestras líticas tanto
experimentales como arqueológicas, se deben seguir sistemáticas operativas conocidas basadas en el uso de medios
petrográficos, químicos o geoquímicos que operan con
medios ópticos y electrónicos.
El desarrollo de la marcha analítica comienza con la
recogida de las muestras que serán objeto de estudio.
Se elabora una descripción de cada una de ellas, en la que
se reflejan los datos más significativos tanto del entorno
geológico como del propio afloramiento; asimismo se
realiza una primera clasificación de campo, efectuando un
registro de cada muestra con su lugar de procedencia y su
nº de orden.
A continuación las muestras son cortadas con una sierra
de diamante. Seguidamente una parte de cada muestra es
pulida para su descripción en lupa binocular. El pulido es
necesario para caracterizar las rocas en muestra de mano
mediante lupa binocular y sirve también para, una vez determinada la superficie sobre la que se preparará la lámina
delgada, describir sus caracteres macroscópicos, con lupa y
posteriormente con microscopio petrográfico. Tras su acondicionamiento y fichado se procede a su clasificación petrográfica mediante lupa binocular de hasta 40X de magnificación.
Una vez realizado este proceso de preparación
comienza la serie de calentamientos controlados al aire libre
primero y en mufla después.
- Instrumentación Óptica
Para la realización del estudio analítico ha sido imprescindible el uso de la microscopía óptica tanto de bajo poder
de resolución, con un intervalo que oscila entre 6 y 40
aumentos, como mayor resolución, mediante el microscopio
petrográfico en el que se abarca desde los 40 a los 600
aumentos.
La necesidad en casos muy puntuales o de investigación
detallada de una mayor resolución hace más operativo el uso
de técnicas electrónicas.
Lupa binocular
Las muestras pueden ser observadas tanto sin preparación
previa como pulidas. Para el presente estudio se analizaron
[page-n-64]
después de haber sido pulidas. La mayor parte fueron observadas por vía seca, aunque algunas muestras lo fueron por vía
húmeda a fin de conseguir mayores contrastes texturales.
La iluminación fue siempre vertical y no tangencial, con
luz halógena filtrada y fibra óptica anular dirigida.
La lupa se ha utilizado para realizar la primera aproximación taxonómica a los pétreos. Permite realizar una
descripción detallada de la textura de la roca –tamaño de
grano, cemento, matriz, componentes principales–. En una
segunda instancia cuando ya se cuenta con las preparaciones
en lámina delgada, se obtiene una descripción global de la
muestra que facilita la descripción posterior en microscopio
petrográfico.
Microscopio petrográfico
Su utilización viene justificada por la necesidad de
caracterizar petrológicamente la muestra, siguiendo la
secuencia clásica de trabajo.
Dado que su aplicación se limita al campo de la luz
transmitida, las muestras deben estar preparadas en lámina
delgada de 30 mm de espesor para su observación. Es
posible examinar con diferentes técnicas ópticas obtenidas
por combinación de: luz paralela o luz convergente, luz
polarizada con nicoles paralelos o luz polarizada con nicoles
cruzados, apreciándose diversas propiedades ópticas que
exhiben minerales y bioclastos individuales que forman la
roca: forma del mineral, hábito, relieve, exfoliación, pleocroismo, colores de interferencia, birrefrigerencia, índice de
refracción, etc.
La instrumentación utilizada en este caso ha sido un
microscopio estereoscópico Nikon SMZ10 con zoom (6-40)
X, iluminación vertical por anillo de fibra óptica y ocasionalmente iluminación inferior con sistema de polarización,
y un microscopio petrográfico Nikon Micrphot, con iluminación inferior y sistema de polarización, acompañado de
un sistema fotográfico, adaptable a ambos microscopios,
Microflex Ufx Nikon.
Colorímetro
Dado que en la mayor parte de los trabajos que se relacionan con el estudio de las termoalteraciones de las rocas,
interviene sistemáticamente el parámetro del color, consideramos que un tratamiento lo más técnico posible de esta
cuestión podría ayudar a establecer criterios objetivos
respecto a los cambios de coloración sufridos por estos
elementos. Creemos firmemente en la aportación que la
colorimetría puede hacer en el establecimiento de criterios
objetivos en la discriminación de las alteraciones cromáticas
debidas a la termoalteración.
La colorimetría constituye desde hace décadas un
instrumento útil de trabajo en determinadas áreas de estudio
de la Arqueología Prehistórica. Concretamente ha sido utilizada en el estudio de las pinturas rupestres paleolíticas.
El uso del colorímetro en estos casos ha servido, por
ejemplo, para establecer el índice de deterioro de las
pinturas de la Cueva de Altamira.
El colorímetro proporciona información cromática
objetiva altamente fiable, permitiendo la determinación de
las coordenadas cromáticas del objeto con diversos tipos de
iluminantes y pudiendo operar in situ.
Hasta la aparición de los actuales colorímetros y espectrofotómetros, se han desarrollado todo un conjunto de
métodos más o menos empíricos que han tenido aplicaciones en el campo de la arqueología. Nos referimos a la
NOTACION MUNSELL considerada como un lenguaje
universal de colores.
La carta Munsell consiste en una nomenclatura
empleada para designar sustancias coloreadas utilizadas en
el arte y en la industria. Establecida a partir del espacio de
color tridimensional de Munsell, se divide en 267 bloques
definidos sus valores de tono, brillo y saturación. Este
sistema ha sido establecido por la “Inter-Society Color
Council” y el “National Bureau of Standars de USA”, y
aparece publicado en “Color: Universal Languaje and
Dictionary of Names” (K.L. Kelly y D.B. Judd). El nombre
de color universal se establece a partir de la notación
Munsell correspondiente a cada pigmento. Esta última se
obtiene por comparación directa con la Carta de colores
Munsell.
Esta Carta ha sido muy utilizada en trabajos de arqueología prehistórica, sobre todo para el reconocimiento y
caracterización de los diferentes estratos de un yacimiento.
En primera instancia también comenzamos a clasificar
las coloraciones de las muestras rocosas con la tabla
Munsell, pero para el establecimiento de criterios objetivos,
no nos pareció un buen utensilio de trabajo porque se apoya
en la percepción subjetiva del observador. Esta fue la razón
que nos llevó a la utilización del colorímetro.
Con el término colorímetros se designan a los instrumentos que de una forma u otra miden el color de un objeto.
En general esto se puede hacer midiendo la distribución
espectral de la luz emitida por el objeto y luego calculando
las coordenadas cromáticas en algún espacio de color, o bien
disponiendo de un aparato cuya respuesta sea igual que la
del observador patrón (Campos, 1997).
El colorímetro es un dispositivo optométrico que realiza
la medición de las coordenadas cromáticas L*, a* y b*, definidas a partir de los valores triestímulo X, Y y Z de un objeto
y los valores Xn, Yn y Zn del iluminante, que configuran el
espacio mediante el espacio CIELAB dentro del sistema de
medición del color CIE 1976 L*, a* b* (DIN 6174).
L* define la mayor o menor claridad de las muestras
(cuan blanca o negra son), mientras que a* y b* indican la
tendencia hacia un color del plano (más rojo, más amarillo,
más azul o más verde).
Incluso para los especialistas en el estudio del color
encontrar una fórmula satisfactoria que permitiera definir
cuantitativamente la diferencia de color percibida, entre dos
estímulos dados, fue difícil, pero finalmente se estableció la
Fórmula de diferenciación del color CIE 1976 (L a b):
*ab= [ ( L*)2 + ( a*)2 + ( b*)2 ]1/2
Pero en algunas aplicaciones, como es nuestro caso, es
preferible identificar los componentes de E con la claridad,
tono y croma, en cuyo caso la fórmula anterior se sustituye
51
[page-n-65]
por las de las magnitudes psicométricas. Estas magnitudes
permiten cuantificar las sensaciones de color que hemos
descrito.
Tono:
Hab= arc tg (b*/a*)
Croma:
C*ab= (a2 + b2)1/2
Utilizaremos también en este trabajo el índice de rojez
= a*/b*, dado que es muy importante para la diferenciación
del color a bajas temperaturas, ya que como plantea la
bibliografía, las muestras se enrojecen en algún momento
del calentamiento.
Las muestras no necesitan ningún tratamiento especial,
sólo presentar una superficie pulida. Para que el método
experimental desarrollado fuera preciso, se realizaron tres
mediciones de cada una de las muestras con el fin de obtener
una media del color de cada superficie. Para los cálculos se
han utilizado bien estas medias, bien el total de las mediciones con el fin de obtener una mayor fiabilidad.
Los resultados de este tipo de análisis presentan la
ventaja de poder ser cuantificados y tratados estadísticamente, como se refleja en los gráficos (figs. 23 a 27).
Tuvimos la oportunidad de utilizar dos colorímetros
distintos, de manera que comprobamos si los datos,
tomados siempre de una manera aleatoria, eran coincidentes, siendo el resultado coherente. Aunque los valores
no se identifican exactamente, las tendencias observadas
en las gráficas se solapan generalmente. Una vez comprobado este dato, utilizamos para los cálculos sólo el colorímetro Minolta CM-2002.
La instrumentación utilizada ha sido la siguiente:
- Colorímetro HUNTER, modelo Labscan II. Las
condiciones de utilización fueron con un diafragma
de 6 mm, iluminante D65 y un ángulo de visión de
10°. Los datos se expresan en el sistema CIELAB.
- Colorímetro MINOLTA modelo CM-2002 que opera
con un sistema de detección por fotodiodo de silicio
con filtro especial incorporado y sistema de iluminación por lámpara de impulsos por arco de xenon. Las
características técnicas más destacables son: intervalo
de longitudes de onda comprendido entre 400 a 700
nm, medible a intervalos de 10 nm. Precisión de las
medidas de longitud de onda ± 0,5 nm. Medición del
color por reflectancia con una desviación standard de
0,10% para la curva de reflectancia y con una desviación standard de 0,03 para los valores de DE a b.
Este colorímetro posee tres tipos de iluminantes:
• Iluminante A: corresponde a la luz emitida por una
lámpara de incandescencia de filamento de wolframio
y posee una temperatura de color de 2856 K.
• Iluminante C: corresponde a la luz del Sol directo al
medio día con un cielo claro y posee una temperatura
de color de 4874 K.
• Iluminante D65: corresponde a la luz del cielo norte
sin Sol directo en un día claro y posee una temperatura de color de 6774 K.
Se escogieron para trabajar los iluminantes C y D65
entendiendo que son los más apropiados para el estudio de
restos arqueológicos que, con mucha probabilidad, van a ser
observados con luz solar directa o indirecta.
52
- Instrumentación Electrónica
Microscopio Electrónico de Barrido (MEB) con
microsonda
La decisión de utilizar este método de análisis se fundamenta en la necesidad de observar transformaciones en la
organización y características de los elementos minerales
que componen la muestra, con una alta resolución que posibilita la visión de los posibles cambios estructurales.
Al igual que la microscopía óptica, es muy interesante para
el estudio de las especies inorgánicas. Su mayor poder de
magnificación así como su mayor profundidad de campo la
convierten en una técnica complementaria a la microscopía
óptica en la determinación de aspectos texturales y
morfológicos de los materiales pétreos tales como hábitos
de formaciones cristalinas, porosidad del material,
morfología y alteraciones en los granos etc.
Por otra parte, incluye una técnica analítica que proporciona el espectro de energías de rayos X de zonas microscópicas de la muestra, es decir su composición química. Este
espectro proporciona la composición elemental de la zona
analizada, constituyendo una técnica de análisis complementaria a la difracción de rayos X en la identificación de
especies minerales.
El microscopio electrónico de barrido con microsonda,
posibilita un análisis detallado de la morfología y estructuración interna de la muestra así como de su composición
química, permitiendo conocer además como se reparten
estos elementos en la muestra analizada (imagen de electrones retrodispersados en fig. 33).
La muestra ha de tener un tamaño no superior a los
10 mm, ha de ser fresca y no estar contaminada. La muestra
se aconseja sea obtenida por fractura fresca de la roca, procurando no tocarla con los dedos ya que, la grasa y las sales de
la piel podrían tanto contaminar los resultados del microanálisis como desvirtuar su metalización y por ello su imagen en
pantalla. Las muestras, en general, se componen de materiales
no conductores, por lo que necesitan ser sombreadas con un
elemento conductor para su estudio. Según el sombreado
utilizado habrá que observar una serie de precauciones a la
hora de interpretar los resultados del microanálisis.
El proceso de sombrear o metalizar las muestras se lleva
a cabo con oro, oro-paladio o bien con carbono.
Si las muestras se metalizan con oro-paladio, esto ha de
ser tenido en cuenta al realizar el microanálisis semicuantitativo de la composición química, ya que la respuesta del oro
aparecerá como uno de los picos de elementos presentes y,
además, éste puede enmascarar a otros que se hallen en su
mismo espectro.
En caso de que la muestra sea sombreada con carbono
esto no ocurrirá, pero por contra la imagen obtenida puede
ser de menor calidad y por lo tanto poco apropiada para el
análisis morfológico o la fotografía.
En el presente trabajo se han utilizado los dos tipos de
sombreado. En primera instancia el oro y oro-paladio, que
presentaba unos resultados de imagen muy satisfactorios para
el análisis morfoestructural. Más adelante para comprobar si
el oro podía estar enmascarando algún elemento en el micro-
[page-n-66]
análisis usamos el carbono, siendo evidente la pérdida de
calidad de análisis de imagen y no aportando datos importantes en cuanto a la composición química que revela el
microanálisis. Por esta razón la mayor parte de este trabajo se
realizó metalizando con oro y oro- paladio.
Microscopio electrónico de emisión de campo
(MEBEC)
Cuando a dos metales enfrentados entre sí a cierta
distancia se aplica alta tensión, se produce una corriente de
electrones del metal cargado negativamente hacia el cargado
positivamente. Este fenómeno es el llamado “Emisión de
Campo”. El microscopio electrónico de barrido de emisión
de campo por cátodo frío utiliza una fuente de electrones de
emisión de campo en vez de una fuente termo-iónica de
electrones convencional.
La utilización de este microscopio viene justificada
exclusivamente por su mayor capacidad de magnificación,
ya que el modelo que se ha utilizado en este trabajo no lleva
microsonda incorporada. Esto supuso que las muestras
fueron estudiadas primero por el microscopio electrónico de
barrido para poder realizar el microanálisis y después por el
de emisión de campo
La preparación de la muestra es la misma que en el caso
del MEB, en nuestro caso muestras sombreadas con oropaladio.
La instrumentación utilizada ha sido la siguiente:
- Microscopio electrónico de barrido HITACHI
modelo S-2500, con sistema de microanálisis
KEVEX Delta Clas-IV, operando a 15-20 Kv de
tensión del filamento.
- Microscopio electrónico de barrido PHILIPS modelo
SEM 515, con sistema de microanálisis Philips
EDAX, operando a 20 Kv de tensión del filamento.
- Microscopio electrónico de barrido de emisión de
campo HITACHI S-4100, operando a 15-20 Kv de
tensión en el filamento.
- Sombreador JEOL JFC-1100
- Sombreador BIO-RAD EC 500 y E5600
- Desarrollo del proceso de investigación
El proceso de investigación, como ya hemos remarcado,
consta de dos partes bien diferenciadas.
La primera parte del procedimiento experimental
consiste en la realización de experiencias de calentamiento
de rocas calizas al aire libre. En una segunda fase el trabajo
se desarrolla con muestras que son calentadas en un horno
(mufla). Este conjunto experimental de rocas, es la base del
trabajo que presentamos en este capítulo.
En el siguiente capítulo, se aplican los resultados de la
metodología experimental al estudio las rocas procedentes
de un hogar de cronología solútreo-gravetiense.
Las litologías experimentales siempre deben ser de las
mismas características que las arqueológicas que se
pretenda analizar. Por esta razón cada litología requiere un
procedimiento experimental propio, lo mismo que cada
tipo de suelo o cada materia prima utilizada para confeccionar útiles.
IV.3. ANÁLISIS TÉRMICO CONTROLADO EN
CAMPO
La dinámica de trabajo a desarrollar pretende analizar
las termoalteraciones de las rocas que han sido calentadas en
un medio aerobio controlado. Sirve para establecer criterios
que permiten interpretar si se establece una correlación
biunívoca entre la casuística en la combustión controlada y
su correspondiente en el funcionamiento de los hogares
prehistóricos.
El calentamiento al aire libre proporciona unos resultados de alteración desiguales, similares a los que se pueden
documentar en los hogares recuperados en contextos arqueológicos de cronología prehistórica, pero muy difíciles de
caracterizar y sistematizar. Por esta razón en la segunda fase
del procedimiento experimental se realiza el calentamiento
en mufla, minimizando la inferencia de las variables imponderables.
Así, los resultados de las experiencias de calentamiento
en medio físico van a permitir contrastar fidedignamente los
obtenidos en el calentamiento en mufla.
IV.3.1. Elección de la muestra
La selección de la muestra a estudiar es una de las partes
más importantes en la articulación del procedimiento experimental. Debe ser elegida tras un examen exhaustivo de los
restos arqueológicos.
En nuestro caso, y como ya hemos señalado, dado que
el objetivo posterior es caracterizar la alteración de las rocas
de un asentamiento concreto y, teniendo en cuenta que ésta
es la litología más frecuente en nuestra zona de trabajo habitual (País Valenciano), las muestras proceden del barranco
donde se sitúa el yacimiento del “Abric de la Ratlla del
Bubo”. Son rocas sedimentarias carbonatadas, calizas
–micritas y esparítas–.
Para estos ensayos al aire libre, los datos de las rocas
deben ser registrados de la misma manera que si se tratara
de restos arqueológicos.
Primero se realiza la descripción del bloque y seguidamente una parte representativa de cada muestra se secciona
para poder registrar los datos morfo-litoestructurales antes y
después del calentamiento.
IV.3.2. Elección de variables
Uno de los problemas más importantes que plantea la
experimentación de campo es el control de las variables que
intervienen en una combustión. Conociendo la imposibilidad de asumir ese control plenamente, por causas diversas,
decidimos realizar una selección de aquellas que, estando a
nuestro alcance, aportaran información precisa.
De esta manera se tuvieron en cuenta las siguientes
variables:
• El tipo de suelo.
• El combustible:
- La morfología y naturaleza de la leña empleada.
- El volumen de leña utilizado en cada experiencia.
- La disposición de los troncos.
53
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• La duración total de la experiencia: El tiempo total
de combustión.
• La forma del hogar.
• La disposición de las rocas.
• La materia prima: rocas calizas.
• Variables imponderables:
- La temperatura ambiente
- La humedad del terreno
- Fenómenos atmosféricos
IV.3.2.1. Descripción de las variables
a. El suelo
El suelo sobre el que se ha trabajado no ha sido objeto
de control sistemático ya que al no tratarse del mismo tipo
que el de los yacimientos arqueológicos, su consideración
no aportaba datos significativos a la investigación. Se trata
de suelo de cultivo de secano, de componente fundamentalmente arenoso.
En otras experiencias al aire libre realizadas para el
estudio de problemáticas concretas, no relacionadas directamente con la termoalteración de las rocas, el parámetro de
tipo de suelo se tiene muy en cuenta a la hora de realizar la
experiencia por la importancia de los datos que su análisis
proporciona. Es el caso de la exsperiencias realizadas en Cova
Beneito o en los yacimientos canarios (Soler, 1993, 1994),
donde el objetivo no era sólo documentar la termoalteración
de las rocas sino observar al mismo tiempo la alteración del
sedimento de base, sedimento que en esos casos sí era de las
mismas características que los suelos arqueológicos.
b. El combustible
El tipo de leña empleado fue diferente en cada experiencia. Esto se debió fundamentalmente a la posibilidad de
observar el comportamiento de los diferentes tipos de
maderas, poniéndolos en relación con el calentamiento de
las rocas.
Se ha utilizado algarrobo, pino y enebro, en cantidades
que como era de esperar por los resultados obtenidos en
otras investigaciones (March, 1993) han variado sustancialmente de una especie a otra.
El enebro se utilizó expresamente dado que los restos
del hogar monoespecífico de la Ratlla del Bubo eran de
Juniperus sp.
El pino es uno de los combustibles más y mejor representado en los carbones recogidos en excavaciones de yacimientos prehistóricos. Por este motivo y porque está bien
representado en la Ratlla del Bubo realizamos tres de los
ensayos con borde de piedras y dos sin borde con esta
madera.
El tercer combustible utilizado para el calentamiento de
rocas fue el algarrobo. En este caso la elección vino dada
por la accesibilidad que presentaba esta madera y por introducir un tipo distinto que pudiera producir resultados claramente diferenciados de las maderas que ya habíamos utilizado hasta ahora en otras experiencias (encina, abedul y
especies autóctonas canarias como el fayal-brezal, palo
blanco o la calcosa).
54
En cuanto a la disposición de los troncos a lo largo del
encendido, debemos señalar que es muy importante ya que
va a afectar directamente al grado de calentamiento que
sufran las rocas. Si se dejan caer los troncos sistemáticamente encima de las rocas se conseguirá elevar su temperatura mucho más que si los troncos siempre quedan en el
centro del hogar y no afectan directamente a las rocas o en
todo caso sólo de una manera ocasional.
Se utilizaron, en general, troncos y ramas de dimensiones menores a 10 cm, el estado de la madera era seco y
procedente de incendio en todas las experiencias referidas al
calentamiento de rocas.
Un parámetro muy intersente a tener en cuenta respecto
del combustible, es la relación peso de leña/cantidad de residuos final.
c. La duración
El tiempo total de funcionamiento de las experiencias
con rocas fue muy variable. En algunos casos el centro del
hogar se mantuvo a 200ºC a las 24 horas de su encendido y
en otros se enfrió completamente en 10 horas. Se debe hacer
constar que en las experiencias desarrolladas en este trabajo,
nuestra intención era documentar el proceso de calentamiento-enfriamiento de las rocas, por lo que los datos sobre
el resto de componentes del hogar sólo se tuvieron en cuenta
en la medida que entraran en relación con este proceso.
El tiempo de alimentación del fuego fue el mismo para
todas las experiencias, 3 horas. Este tiempo ha venido siendo
utilizado sistemáticamente por otros investigadores (March,
1991, 1993, 1995). La decisión de establecer un tiempo
concreto de funcionamiento responde a la idea de fijar parámetros controlables y así evitar problemas derivados de un
proceso experimental excesivamente complejo (March,
1996). Por esta razón, en todas nuestras experiencias realizadas en diferentes yacimientos (Cova Beneito, Alacant
1993; Guinea, El Hierro 1994, El Salt, Alacant 1994), se ha
utilizado este parámetro de tiempo, de manera que cualquier
trabajo experimental se encuentre vertebrado en un sistema
que permita una valoración contrastada de los resultados,
abriendo la posibilidad de generar un banco de datos.
d. La forma del hogar y la disposición de las rocas
A partir de los trabajos experimentales (March, 1993,
1995) que han remarcado los diferentes resultados obtenidos
según se trate de hogares simples o en cubeta, se ha demostrado la importancia de la forma de la estructura de combustión sobre la que se va a operar (cuadro 9).
Al plantear el protocolo experimental y dado que el
hogar arqueológico referencial presenta una forma plana
con borde de piedras, optamos por utilizar dicha forma en
nuestras experimentaciones de campo.
La forma de las estructuras y la disposición de las rocas
fue la misma en todas las experiencias con rocas de manera
que los resultados fueran directamente comparables. Se ha
trabajado sobre una estructura simple u hogar plano, según
la clasificación de Leroi-Gourhan, es decir un fuego instalado sobre el suelo sin modificar, con las rocas rodeándolo
formando un borde no muy cerrado. El diámetro interno de
las hogueras fue de entre 50 y 60 cm.
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homogeneidad. Lo mismo ocurre con la lluvia, pero en el
transcurso de ninguna de estas experiencias llovió.
La fuerza y dirección del viento son variables que en
este trabajo no han sido consideradas, debido a que en otros
en que sí las documentamos sistemáticamente (Soler, 1994),
los datos que aportaron permitieron establecer escasas
conclusiones operativas. En esta ocasión la información que
se ha registrado son los cambios bruscos en la dirección que
provocan la orientación de las llamas hacia un determinado
lugar del hogar.
Fig. 19. Preparación de las estructurales experimentales.
e. La materia prima: las rocas calizas
Todos los pétreos utilizados en esta fase son rocas sedimentarias de naturaleza carbonatada, calizas, micritas y/o
esparitas, que en su mayor parte presentan restos orgánicos
de tipo pellets, formaciones algales, foraminíferos, así como
“coated grains” de tipo oolítico, y en algunos casos óxidos
de hierro y/o glauconitas. Se presentan en general duras y
compactas, sin fisuras aparentes.
f. Variables imponderables
Hay una parte de estas variables que nos vemos
forzados a asumir en cada experiencia y que generalmente
cambian de una a otra. Las más significativas por reiteradas,
son las atmosféricas. Un ejemplo es la temperatura
ambiente que puede parecer poco significativa a la hora de
valorar el calentamiento de las rocas, pero interviene de una
manera directa en el proceso de enfriamiento del hogar. Una
temperatura bajo cero hará que el enfriamiento de la estructura se vea favorecido por el del propio medio.
Otra de estas variables es la humedad acumulada en el
terreno que no es controlable de una manera operativa, no
siendo además objetivo de este trabajo. De todas maneras, se
ha procurado trabajar siempre sobre terrenos que no estuvieran empapados de agua y que mantuvieran una cierta
IV.3.3. Sistemática operativa
Para el estudio de las termoalteraciones de las rocas
calizas hemos intentado desarrollar una dinámica operativa
propia, si bien teniendo en cuenta la metodología utilizada
en los trabajos experimentales de Laloy (1981), Meloy y
Pagès (1984), March (1989, 1993, 1995) y Bazile (1989).
Estos investigadores han ido generando en sus trabajos una
sucesión de métodos, que aquí se han recogido y utilizado
parcialmente, combinándolos en ocasiones con el fin de
obtener resultados óptimos y comparables.
El tiempo de calentamiento –tanto al aire libre como en
laboratorio– se estableció en 3 horas. El registro de las
temperaturas fue llevado a cabo mediante termo-sondas tipo
K cromo-aluminio resistentes hasta 1000°. Estas sondas se
conectan a un termómetro que proporciona la lectura de los
datos. Los intervalos de frecuencia de registro establecidos
para las experiencias al aire libre fueron de 5 minutos
durante las tres horas en que se fue alimentando el fuego y
de 10 minutos una vez se deja de alimentar.
El interés se centra tanto en la temperatura máxima que
se puede alcanzar en el proceso de calentamiento de las
rocas como en la fase de enfriamiento. Este último proceso
varía mucho según el contacto que se haya establecido con
la fuente de calor. En el caso de que las rocas hayan recibido
la acción directa del fuego todo el tiempo, su enfriamiento
esta en relación directa con el proceso de enfriamiento
general de la estructura, ya que han pasado a formar parte
del interior de la misma, no se puede diferenciar un dentro y
fuera. Si las rocas han formado parte de un borde que no ha
sufrido constantemente la acción del calor, éstas sufren un
proceso de enfriamiento mucho mas rápido.
Esta sistemática de trabajo proporciona como resultado
una secuenciación de temperaturas que quedan reflejadas en
las curvas finales de cada una de las experiencias (ver anexo
documental).
Las termo-sondas se colocaron adosadas a las rocas, una
en contacto con el suelo y la otra en la superficie opuesta.
De esta manera se obtiene un registro tanto de la parte que
puede quedar en contacto directo con las llamas y, que por
lo tanto conseguirá alcanzar una mayor temperatura por más
tiempo, como de la zona de las rocas que queda en contacto
con la superficie y que sufrirá en la mayor parte de los casos
una menor temperatura.
El control en la colocación de las termo-sondas es muy
importante debido a que en el procesamiento posterior al
calentamiento y durante el análisis microscópico de las
rocas, siempre ha de conocerse a que temperatura exacta ha
55
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sido sometida la zona muestreada. Cabe recordar que las
preparaciones para microscopía tanto óptica como electrónica requieren una muestra muy pequeña y por lo tanto si no
está bien elegida puede no ser representativa de la temperatura registrada por la termo-sonda.
La elección del combustible responde a varios factores.
Si se cuenta con información antracológica sobre las
maderas representadas en el yacimiento objeto de estudio,
debe incluirse en el proyecto experimental. En el caso del
yacimiento del “Abric de la Ratlla del Bubo (Soler et alii,
1991) los restos encontrados en el interior del hogar pertenecen exclusivamente a Juniperus sp –enebro–. Asimismo,
las especies más representadas son el pino y en menor
proporción el acebuche. Al plantear el presente proyecto
experimental, encontramos que hoy Juniperus es una especie
protegida y escasa en los montes valencianos, lo que dificulta
la puesta en marcha de las experiencias al aire libre.
Los resultados que ha proporcionado el calentamiento
con enebro son importantes para la interpretación general del
funcionamiento del hogar del nivel II, pero para el proceso
experimental que nos ocupa es un dato más a tener en cuenta.
Una vez concluido el calentamiento de las muestras,
éstas son procesadas para su estudio mediante los sistemas
ópticos y electrónicos arriba descritos. Esto supone cortar y
pulir cada una de las zonas de las muestras donde se han
ubicado las termo-sondas.
IV.3.4. Valoración de los resultados
IV.3.4.1. El combustible
Los diferentes tipos de madera utilizados para el encendido y mantenimiento de los hogares, son una de las fuentes
de información más importantes no sólo del funcionamiento
del hogar sino del medio en el que se desenvolvieron los
grupos humanos. La utilización de un combustible concreto
en un hogar viene determinado, en la mayor parte de los casos,
por varios factores. Por una parte la cantidad y calidad de las
maderas existentes en el medio; por otra la actividad para la
que el fuego vaya a ser destinada. Algunos autores (fig. 20)
han planteado en sus trabajos la problemática de la selección
de la madera en función del rendimiento calorífico.
“La madera es un material complejo, formado por
diversas sustancias que intervienen en ella en proporciones
diferentes, incluso en partes distintas de un mismo árbol. La
combinación de estas sustancias con el oxigeno se verifica
mediante reacciones finales exotérmicas, y la suma de
calores desprendidos se conoce como poder calorífico de la
madera” (Elvira y Hernando, 1989).
De esta manera se observa que el poder calorífico no
sólo es distinto entre especies diferentes, sino también entre
maderas procedentes de copas, ramas, tocones, etc. de un
mismo árbol. En los cuadros 10 y 11 se presenta una clasificación de especies según su poder calorífico y por su inflamabilidad.
Por lo mencionado anteriormente el poder calorífico no
sólo varía entre especies sino que también varía mucho
según la parte del árbol quemada y las condiciones en que
ésta se encuentre, por lo tanto deberá relativizarse la importancia atribuida a este poder a la hora de interpretar determinados comportamientos humanos.
CLASIFICACIÓN DE ESPECIES
SEGÚN SU PODER CALORÍFICO
Especies con poder calorífico alto
Arbustus unedo
Buxus sempervivens
Calluna vulgaris
Genista falcata
Juniperus oxicedrus
Phiñyrea angustifolia
Cistus ladaniferus
Cytisus scoparius
Erica arborea
Erica australis
Erica scoparia
Pinus radiata
Rosmarinus officinalis
Stauracanthus boivinii
Teline linifolia
Especies con poder calorífico medio
Calycotome villosa
Cistus albidus
Cistus laurifofolius
Lavandula stoechas
Olea europea
Phlomis purpurea
Pinus pinea
Querqus coccifera
Querqus ilex
Querqus suber
Ramus lycioides
Rubus idaeus
Rubus ulmifolius
Stipa tenacisima
Thymus vulgaris
Ulex parviflorus
Especies con poder calorífico bajo
Anthyllis cytisoides
Cistus crispus
Eucalyptus camaldulensis
Fig. 20. March (1993). Peso de los residuos carbonosos. Modificado.
56
Pteridium aquilinum
Rubia peregrina
Cuadro 10. Elvira y Hernando (1989). Modificado.
[page-n-70]
CLASIFICACIÓN DE ESPECIES
SEGÚN SU INFLAMABILIDAD
Especies muy inflamables durante casi todo el año
Calluna vulgaris
Erica arborea
Erica australis
Erica scoparia
Eucalyptus sp
Genista falcata
Genista hirsuta
Phillyrea angustifolia
Pinus halepensis
Querqus ilex
Rosmarinus officinalis
Thymus granatensis
Thymus vulgaris
Especies muy inflamables durante el verano
Anthyllis cytisoides
Brachypodium ramosum
Cistus ladaniferus
Lavandula latifolia
Lavandula stoechas
Pinus pinaster
Pinus pinea
Querqus suber
Rubus idaeus
Stipa tenacisima
Thymus zigya
Ulex parviflorus
Especies medianamente inflamables
Arbustus unedo
Cistus albidus
Cistus crispus
Cistus laurifofolius
Cistus salvifolius
Cytisus scoparius
Cytisus striatus
Erica multiflora
Genistella tridentata
Juniperus oxicedrus
Ononis Tridentata
Osyris alba
Pinus pinaster
Querqus coccifera
Querqus faginea
Retama sphaerocarpa
Ramus lycioides
Rubus ulmifolius
Stauracanthus boivinii
Teline linifoli
Especies poco inflamables
Buxus sempervivens
Cytisus multiflours
Daphne gnidium
Halimium commutatum
Olea europea
Pistacia lentiscus
Rhamus alaternus
Rubia peregrina
Cuadro 11. Elvira y Hernando (1989). Modificado.
Si analizamos en los respectivos cuadros el poder calorífico y la inflamabilidad, observamos que para las especies
registradas en el yacimiento de la Ratlla del Bubo, tanto el
pino como el enebro/sabina presentan una inflamabilidad
media variable y un poder calorífico alto, mientras que Olea
europaea, Rhamus y Pistachia lentiscus son especies poco
inflamables y con un poder calorífico medio.
Por lo que respecta a las maderas utilizadas en el apartado de la experimentación de campo, corresponden a los
dos tipos mayoritariamente representados en el yacimiento,
pino y enebro. Mención a parte es el caso del algarrobo, la
encina o las especies autóctonas canarias.
Con pino se realizaron tres de los ensayos con borde de
piedras. Se utilizó Pinus halepenseis, en troncos y ramas
pequeñas procedentes de incendio. En la primera experiencia no se documentó la cantidad de combustible utilizado. Para la segunda de las experiencias se utilizaron 53
kilos de leña de los cuales se recuperaron, 167 gr de residuos
no quemados, 398 gr de cenizas y 211 gr de carbones. En la
tercera experiencia se invirtieron 42 kilos de leña y se recuperaron 723 gr de cenizas y carbones.
También realizamos con pino dos experiencias sin
borde de piedras y con la leña seca, que nos servirán para
contrastar datos. Aquí los resultados fueron distintos;
primero porque el consumo fue mucho menor para un
mismo tiempo de combustión, 17 y 23’5 kilos respectivamente y, en segundo lugar, porque a pesar de esto la cantidad
de residuos fue similar. Esto induce a pesar que no se da un
relación directa cantidad de leña/cantidad de residuos. Aquí
cabría valorar la función del borde respecto del consumo de
leña.
En principio sería lógico pensar que con el borde de
piedras el consumo de leña fuera menor y, sin embargo, los
resultados de nuestras experiencias sin borde apuntan lo
contrario. Cabe la posibilidad de que este fenómeno esté
relacionado con el estado de la madera, ya que en el caso de
las experiencias con borde toda procedía de incendios y
quizá la pérdida de agua durante el incendio acelere el
proceso de consumo.
Para la experiencia realizada con enebro se utilizaron 51
kilos de leña procedente de incendio, ramas y troncos de
tamaño mediano, si tenemos en cuenta que el enebro es un
arbusto de entre tres y cuatro metros de altura, con tronco
ramoso. El total de residuos fue de 472 gr de cenizas y
245 gr de carbones.
En la experiencia realizada con algarrobo el total de
leña procedente de incendio, fue de 55’5 kilos y los residuos
fueron en su totalidad 2’550 kilos de cenizas.
Finalmente en la experiencia realizada con encina, se
utilizaron troncos gruesos troceados en estado seco. De un
total de 21’5 kilos de leña, quedaron 810 gr de ceniza y
285 gr de carbones.
Como se puede observar el comportamiento de los
combustibles varía en cada ensayo. Esto responde no sólo a
que las especies sean diferentes sino también puede ser
debido a:
• las condiciones atmosféricas: para un mismo tipo de
ensayo un día de viento se consumirá más cantidad
de leña y se recogerá una menor proporción de residuos, siendo mayoritarias las cenizas.
• la forma del hogar. No se consume la misma cantidad
de leña ni quedan los mismos residuos en un hogar
plano que en uno en cubeta (March, 1995).
• las condiciones del combustible. No se obtienen los
mismos resultados con leña seca en buenas condi-
57
[page-n-71]
ciones que con leña húmeda, podrida o procedente de
incendios, como hemos comprobado en nuestras
experiencias.
• que la combustión sea completa. En la mayor parte
de las ocasiones queda madera sin quemar junto a los
minerales que la forman, de tal manera que los residuos o cenizas aún tienen posibilidad de desprender
calor en otras condiciones más favorables a la
combustión de las que se están utilizando. Tales son
el grado de pulverización del combustible, las condiciones de lanzamiento en el hogar, la temperatura de
éste, etc. Así, las cenizas blancas y pulverulentas
indican que se ha efectuado una combustión casi
total, mientras que las negras y carbonosas poseen
aún energía residual (Elvira y Hernando, 1989).
• las condiciones de enfriamiento del hogar. Si
dejamos los residuos varios meses o años antes de
recogerlos, observamos que proporcionan más
cantidad de carbones que de cenizas, mientras que si
los residuos son recogidos al día siguiente la cantidad
de cenizas puede ser mayor, tal y como pudimos
comprobar en la primera experiencia que tardó varios
años en ser excavada. A las dos semanas, después de
algunas lluvias intermitentes, ya no quedaban restos
de cenizas visibles, sólo carbones de un tamaño
considerable, mezclados con pequeñas piedras.
Desde ese momento y hasta su excavación el aspecto
de la estructura no cambió sustancialmente, simplemente crecieron más las herbáceas en el interior del
círculo de piedras que en el exterior (lám. 10).
En el cuadro 12 se puede observar la relación cantidad
de leña/cantidad de residuos para distintos combustibles (no
se han incluido las especies autóctonas canarias por quedar
fuera del marco geográfico de este trabajo), instalados sobre
distintos tipos de sedimento, pero siempre en unas condiciones de quemado similares: hogares planos, 4 de ellos con
borde de piedras y tres sin borde*.
Por lo que se refiere a las temperaturas alcanzadas con
cada uno de los combustibles, debemos decir que se
perciben notables diferencias.
Con el algarrobo es fácil mantener una temperatura
superior a los 600°C - 700°C sin invertir mucha cantidad de
combustible; el pino supera también fácilmente tempera-
turas de más de 600°C, aunque cuesta algo más de combustible mantenerlo a esa temperatura.
El enebro se mantiene con facilidad a menos de 500°C.
En estos dos últimos casos, también es posible conseguir
temperaturas de 800°C, pero se necesita mayor cantidad de
combustible.
La encina, por su parte, no superó los 421ºC de temperatura y el consumo fue muy lento, al contrario de lo
ocurrido con el pino. Se debe remarcar que las condiciones
de esta experimentación fueron distintas. Se realizó un
hogar plano, sin borde de piedras, en pleno invierno en una
zona interior, donde la temperatura ambiente no superó los
10ºC en ningún momento (Soler, 1993).
En las experiencias realizadas en el yacimiento de “El
Salt”, sobre un hogar plano sin borde de piedras, se consumieron sólo 17 kilos de leña de pino en estado seco, que
dejaron 170 gr de cenizas y 330 gr de carbones, mientras que
como se refleja en el cuadro 12, en las experiencias realizadas
con borde de piedras, con leña procedente de incendio, el
consumo se puede llegar a triplicar, por lo que se establece
una relación directa entre el estado de la madera y la cantidad
de combustible total utilizado.
En la figura 20 se puede observar como, sin tener en
cuenta el tipo de combustible empleado para la alimentación
del fuego, la cantidad de residuos de carbón varía básicamente en función del tipo de estructura de combustión utilizada y no de la cantidad de leña quemada en total. Así es
posible apreciar como en los hogares en cubeta y en aquellos que han sufrido una combustión incompleta, la cantidad
de carbón es mayor que en los hogares planos, aunque aquí
la cantidad de leña utilizada haya sido mucho mayor.
IV.3.4.2. Alteraciones colorimétricas
Son los cambios macroscópicos más evidentes que se
producen con el calentamiento. El estudio de las variaciones
de color se realizó en primera instancia a partir de la tabla
Münsell, pero este sistema no se ajustaba suficientemente a
una caracterización que pudiera ser utilizada como patrón en
el establecimiento de una escala colorimétrica. Esa fue la
razón que nos empujó a la utilización del colorímetro.
Aunque los resultados de este último son los que hemos
utilizado en el establecimiento de los patrones de alteración,
la carta Munsell nos ayudó a determinar algunos criterios al
inicio de nuestro trabajo.
Incombustibles (gr)1 Carbones Cenizas Total (Kg)2
Pinus halepensis
167
211
398
53
Pinus halepensis
0
0
723
42
Pinus halepensis*
0
330
170
17
Pinus halepensis*
0
220
0
23,5
Quercus ilex*
0
285
810
21,5
Juniperus oxycedrus
0
245
472
51
Cerotonia silicua
0
0
2,550
55
58
Cuadro 12. Relación cantidad de leña /cantidad
de residuos, en las experimentaciones al aire
libre.
1 Este término se utiliza para los restos de leña
que han quedado sin quemar, una vez
concluída la experiencia. Este tipo de residuos
suele encontrarse bien en la periferia del fuego
o debajo de los residuos carbonosos.
2 Cantidad de leña antes del incicio de la
combustión.
[page-n-72]
Fig. 23. Muestras calentadas al aire libre.
Correlación Temperatura/ a*.
Fig. 21. Espacio de color CIELAB. (Ver lám. 9).
Todos los colores de las muestras sin calentar se sitúan
en la gama de los marrones y beiges. A partir de ellos y a
medida que la temperatura aumenta se producen cambios en
las coordenadas del espacio de color CIELAB.
- El parámetro de color a* en el que quedan representados la gama de los rojos muestra el siguiente comportamiento:
Este parámetro plantea el problema de que todos los
valores se encuentran comprendidos en el intervalo de
frecuencias que presentan las muestras sin calentar.
Se puede definir una curva de los valores medios que
presenta una tendencia creciente hasta 500ºC, pero dada la
Fig. 24. Muestras calentadas al aire libre.
Correlación Temperatura/ b*.
Fig. 22. Muestras calentadas al aire libre. Representación de a* y b*
en el espacio CIELAB.
amplitud de los valores de partida (T=0), no es estadísticamente fiable.
Sin embargo, aunque estadísticamente esta tendencia
sólo represente un 1%, este porcentaje es observable perfectamente a simple vista, como refería la bibliografía y como
demuestran las experiencias tanto de campo como de mufla.
El parámetro b* presenta una tendencia regresiva
constante respecto de la temperatura, siendo los datos más
coherentes a partir de los 600ºC.
59
[page-n-73]
Fig. 27. Muestras calentadas al aire libre.
Correlación Temperatura/ Índice de rojez.
Fig. 25. Muestras calentadas al aire libre.
Correlación Temperatura/ croma.
IV.3.4.3. Las rocas
Para el calentamiento de las muestras experimentales
descritas anteriormente se confeccionaron cuatro estructuras
de combustión distintas, instaladas sobre suelo plano, con
borde de piedras (fig. 19).
Las rocas fueron expuestas a temperaturas comprendidas en un intervalo entre 100ºC y 800ºC, dependiendo del
tipo y cantidad de combustible. Los resultados de los
distintos procesos de calentamiento se describen a continuación. Primero se realiza un análisis de la materia prima, para
pasar a la valoración de las alteraciones producidas por el
calentamiento.
Fig. 26. Matriz de correlación.
Esta tendencia se expresa más claramente calculando el
parámetro de Croma:
C*ab = (a2 + b2)1/2
L*, es el tercer parámetro que mide el espacio de color.
No mantiene una correlación positiva con la temperatura,
sin embargo sí la mantiene con los otros dos parámetros.
Para intentar explicar mejor qué ocurre con el aumento
de temperatura, hemos calculado el índice de rojez (a*/b*).
Con este índice se evidencia más claramente la tendencia al
enrojecimiento de las muestras hasta aproximadamente
450ºC, lo que produce que a partir de esta temperatura la
muestra tienda hacia el gris.
A modo de síntesis se puede explicar como en un principio las muestras parecen enrojecer –esto se ve más claramente a simple vista que estadísticamente– hasta alcanzar
los 450ºC y que a partir de ese momento su color tiende en
todos los casos hacia el gris.
60
a. Calentamiento hasta 300ºC
Del total de 40 rocas utilizado, sólo tres de ellas no
sobrepasaron la temperatura de 300ºC. Esta fue registrada
en todos los casos en la sonda colocada en la cara en
contacto con el sedimento.
Se trata de las muestras 218, 207-208-209-210 (que
corresponden a una sola roca) y 260-261 (ver Base Datos en
Anexo Documental). Son calizas micríticas y bioesparíticas,
que se presentan duras y compactas, tamaño bloque y con
abundantes restos orgánicos, pellets, oolitos, presencia de
óxido de hierro y en la muestra 218 asimismo glauconitas.
El cambio más importante que se detecta en muestra de
mano, es el de la coloración. Las muestras pasan de un color
original registrado entre los beiges a la gama de los rojos.
Las glauconitas observadas a la lupa binocular se aprecian menos verdes después del calentamiento debido a la
pérdida de agua de cristalización.
No se aprecian fisuras ni fracturas, craqueladuras o alteraciones macro o micro estructurales.
En la muestra 261, se observa como sólo la parte superficial de la roca en contacto con el fuego, ha adquirido una
coloración rojiza, mientras el resto ha quedado sin alterar
(Anexo documental). Esto es algo que se observa en la roca
A-6 proveniente del hogar de la Ratlla del Bubo y que
[page-n-74]
también hemos podido documentar en otras experiencias
realizadas al aire libre (March y Soler, 1999).
Sin duda este fenómeno está relacionado con el calentamiento de un entorno considerado puntual y/o zonal que
pueden recibir las rocas que forman parte de un borde. La
documentación experimental muestra como esta característica aparece siempre asociada a temperaturas que superan
los 290ºC (March, 1993).
pequeños granos de forma redondeada que son también de
calcita según el resultado del microanálisis (fig. 28).
Las observaciones de las muestras tras el calentamiento
son substancialmente iguales, apreciándose las dos texturas,
sin cambio en la morfología de los bordes de los granos y
con un 98% de Ca en el microanálisis. Sólo en la muestra
Microscopio Petrográfico
No se registran evidencias de cambios significativos
entre las preparaciones sin calentar y las correspondientes a
un máximo de 300ºC. Se siguen observando bien los restos
orgánicos de conchas de gasterópodos, aciculares, etc.,
pellets de forma redondeada y subredondeada y opacos que
se corresponden con óxidos de hierro.
Microscopio Electrónico
En las preparaciones sin calentar se observan dos
texturas, una de cristales grandes de calcita y otra de
Fig. 28. Muestra 226 sin calentar. Se aprecian dos texturas: grandes
cristales y pequeños granos redondeados. Calcita.
Fig. 29. Muestra 209. Calentada al aire libre. Se observan
deposiciones planares sobre los cristales de calcita.
61
[page-n-75]
209 se observan una serie de deposiciones planares sobre los
cristales. Al realizar un microanálisis de ellas observamos
que por su composición (Si, Al, Fe, Mg) pueden ser arcillas
que se encuentran depositadas en una zona concreta de la
muestra.
b. Calentamiento hasta 400ºC
Corresponde a las muestras 217 en la parte superior, 258
bajo y las 214-215 que corresponden a la parte inferior y
superior de una misma roca.
Se trata de calizas esparíticas y bioesparíticas, duras y
compactas de tamaño bloque, de forma globular y poliédrica
que presentan óxidos de hierro, restos orgánicos abundantes,
pellets, foraminíferos y las 214-215 restos de glauconitas.
En esta roca se observan en muestra de mano restos ferruginosos, una zona de microkarst y también se observa
cemento intersticial. Las aristas son mayoritariamente
redondeadas
Después del calentamiento los más evidente es el
cambio de coloración. Se ha producido un enrojecimiento
de las arcillas y ha habido un pérdida de coloración de las
glauconitas.
En la roca de la que proceden las muestras 214-215, se
observan, abundantes fisuras que atraviesan la roca
creando planos de exfoliación y una fractura que ha dividido el bloque en dos, debido probablemente a que era un
plano de discontinuidad relleno de arcillas. En las otras
rocas se observan fisuras que en algunos casos atraviesan
la muestra.
En cuanto al análisis en muestra de mano con binocular, observamos que las micritas que poseían glauconitas
de un color verde intenso, con el calentamiento se va oscureciendo este color debido a la pérdida de agua de cristalización. También con el aumento de temperatura se aprecian
mucho mejor los restos organógenos, conchas de gaterópodos, restos aciculares y foraminíferos. Los óxidos de
hierro que en la muestra sin calentar (214) se presentan sin
halo rojo alrededor, a 200ºC no presentan cambios, sin
embargo a 400ºC han adquirido un halo rojo intenso alrededor. También a 200ºC se observa un oligisto especular
pasando a hematita, mientras que a 400ºC se observan tanto
hematites como un oligisto y apenas son apreciables las
galuconitas.
Por lo que se refiere a las esparitas tomemos como
ejemplo la muestra 214. Esta presentaba sin calentar granos
de calcita cementados, glauconitas y pequeños óxidos de
hierro. Con el calentamiento a 380ºC las glauconitas ya no
se aprecian y se ve un enrojecimiento de las arcillas que
rellenan la fisura que atraviesa la muestra.
La muestra 258 fue calentada a 318ºC y al cortarla para
su preparación se observó que presentaba coloración diferencial entre el borde rojo y el resto tal y como aparecen
algunas de las rocas arqueológicas (ver anexo documental).
Al realizar la descripción de las caras alteradas se había
anotado que la cara inferior era la que presentaba síntomas
de oxidación, pero sólo al cortarla se evidenció como la
coloración rojiza penetra 1 cm., al igual que en la roca A-6
de la estructura de combustión de la Ratlla del Bubo.
62
Microscopio Petrográfico
No se aprecian variaciones texturales de ningún tipo
entre las muestras calentadas y sin calentar. Siguen registrándose óxidos de hierro –opacos– que parecen ser los
responsables de la coloración rojiza de la muestra. Después
del calentamiento los pellets siguen mostrándose con los
bordes subredondeados y en la muestra 214 se aprecian
restos de formaciones algales. Los óxidos de hierro se
presentan en la muestra 217 con halo rojo amarillento alrededor. En la muestra 214, calentada a 400ºC los óxidos de
hierro son tan abundantes que tiñen la muestra de rojo.
Microscopio Electrónico
La composición química de las muestras correspondientes a esta experiencia es muy homogénea. Los resultados de los microanálisis muestran la presencia de Ca, Si,
Al, Mg K y Fe en distintas proporciones según la zona de la
muestra y el tipo de nuestra elegida.
En las observaciones a bajos aumentos (100x y 500x)
no se individulizan granos o cristales, se ven texturas muy
uniformes y sólo a partir de 1000x comienzan a aislarse los
bordes de cristales y granos. Como se puede apreciar, el
microanálisis de la muestra 213 da como resultado la
presencia mayoritaria de Ca (78,36%), Si en un 3,45%, Mg
2,87%, Fe 1,01% y un porcentaje casi inapreciable de Al.
Después del calentamiento no se observan alteraciones
texturales remarcables. A 100 y 500x siguen sin distinguirse
granos aisladamente, aunque sí zonas con aristas. A 1000x
se detectan de nuevo las dos texturas ya mencionadas
(fig. 31). A 3000x en una zona de granos pequeños
redondeados el microanálisis da K, Si, Al, Mg y Ca. En este
microanálisis podemos observar como los porcentajes de los
elementos presentes han variado: Ca (51,24%), Si (13,56%),
Mg (9,59%), Fe (5,61%), Al (5,20%) y K (3,62%). Esta
composición puede responder a una glauconita o bien a una
composición arcillosa.
c. Calentamiento hasta 500ºC
Tres de las rocas calentadas registraron temperaturas
hasta 500ºC. La muestra 257, la 253 y 258. Se trata de
calizas bioesparíticas, duras y compactas, tamaño bloque, de
forma poliédrica y globular que se presentan con abundantes
restos orgánicos. En la muestra 253 destaca una elevada
porosidad.
Después del calentamiento sigue siendo el cambio más
evidente la coloración, mientras que tampoco aquí aparecen
fracturas o exfoliaciones aunque sí pequeñas fisuras.
Microscopio Petrográfico
De la misma manera, la observación mediante microscopio
petrográfico refleja estas características: se observa un
oscurecimiento general de la muestra, que se evidencia más
claramente en los cristales de calcita que se muestran más
oscuros que en las muestras sin calentar y con una pátina de
aspecto “sucio” (lám. 8).
Por su parte la muestra 253 calentada a 500ºC, presenta gran
cantidad de óxidos de hierro, siendo muchos de ellos de color
amarillo (lám. 9). Esto demuestra como el establecimiento de
[page-n-76]
Fig. 30. Muestra 213. Sin calentar. A más de 1000x se observan claramente los bordes de cristales de calcita.
Fig. 31. Muestra 214. Calentada a 400ºC al aire libre. Se observan
dos texturas de calcita.
63
[page-n-77]
la escala colorímetrica a partir de los óxi-hidróxidos de
hierro no es correcta ya que no siempre se cumple la relación
tipo de óxido/color/temperatura, tal y como establece el
trabajo de Meloy y Pagès (1984) o el de Wattez (1992), que
habla de transformaciones complejas de los hidroxidos de
hierro y manganeso en minerales cristalizados (hematites) y
citando a Van Vliet-Lanoeé (1988) dice que estas transformaciones se producen hacia los 450°C. Retomaremos más
adelante el problema de los óxidos de hierro.
Microscopio electrónico
Básicamente no se aprecian cambios en la estructura
interna de la muestra. A 100x no se distinguen granos ni
cristales y se observan a partir de 1000x las dos texturas
micrítica y esparítica.
d. Calentamiento hasta 600ºC
En cuanto a las fisuras y fracturas observadas en
muestra de mano, debemos apuntar que sólo la roca a la que
corresponde la muestra 221, que alcanzó por ambos lados
una temperatura superior a los 550ºC, presentó signos
evidentes de fracturación junto a una coloración gris clara y
blanquecina en la zona que sin duda sobrepasó los 700ºC.
El resto de las rocas se mostraban compactas después del
calentamiento.
Microscopio Petrográfico
El microscopio petrográfico muestra los pellets, de
forma redondeada y subredondeada de los ámbitos micríticos, óxidos de hierro de naturaleza limonítica y abundantes
restos orgánicos que aparecen en algunas de las esparitas de
tipo acicular, gasterópodos, foraminíferos, etc. Los granos
son de bordes redondeados y subredondeados, parece apreciarse una mayor porosidad, que quizá esté relacionada con
una deshidratación debida al calentamiento apreciándose
muy bien los restos orgánicos, pellets y oolitos. Asimismo
también aquí se observa un oscurecimiento general de la
muestra, que se evidencia más claramente en los cristales de
calcita que se muestran oscurecidos y de nuevo con pátina de
aspecto “sucio”. Los pellets se oscurecen con el calentamiento y destacan más en la preparación. Esto se relaciona
con el hecho de que la matriz se va poniendo cada vez más
oscura. Se produce una pérdida de CO3Ca y se transforma en
cal que es lo que produce el oscurecimiento. En algunas
ocasiones, para apreciar mejor el fondo en las preparaciones
de lamina delgada se han desenfocado las muestras calentadas y sin calentar para poder ver discriminadamente los
cambios en los tonos de la preparación: los pellets se tornan
más oscuros y en pseudo relieve esférico. Esto se ve mas
claramente a más de 100x.
Las observaciones que Wattez (1992) cita a partir de
trabajos pedológicos y geológicos recogidos en su memoria,
coinciden en parte con lo que hemos descrito para estas muestras. Esta autora expone que a partir de 500ºC se produce la
opacidad y oscurecimiento de las zonas micríticas, así como
una destrucción de los conjuntos cristalinos, lo cual coincide
plenamente con nuestras observaciones. Pero también añade
64
Fig. 32. Muestra 200. Las imágenes presentan arriba la muestra sin
calentar y calentada a 500°C en el centro.
Abajo microanálisis de la muestra sin calentar.
[page-n-78]
que se produce una red de fisuras que provocan la desintegración del fragmento liberando sus constituyentes y, esto no lo
hemos podido constatar en ninguna de las muestras analizadas en este trabajo microscópicamente.
Microscopio electrónico
Se aprecia que la muestra 200-201 sin calentar, se
presenta con una estructura carniola, fuertemente porosa.
A 1200x (fig. 32, arriba) se aprecian claramente los bordes
angulosos de cristales bien definidos, con escasos aislamientos en unidades cristalinas.
Después del calentamiento no se observan cambios
texturales de importancia, sólo se aprecian los depósitos
planares sobre los grandes cristales a 1490x (fig. 32,
centro). El microanálisis de esta muestra calentada
presenta mayoritariamente Ca (90,03%) y un escaso
porcentaje de Mg, Si y K.
e. Calentamiento hasta 800ºC
• Antes del calentamiento.
En conjunto y en muestra de mano se trata de rocas
sedimentarias, calizas, micritas y esparitas, que en su mayor
parte presentan restos orgánicos de tipo algal o pellets.
La muestra 204 presenta además restos evidentes de óxidos
de hierro con un halo rojo alrededor.
El análisis de las preparaciones en lámina delgada a la
lupa binocular muestra que las rocas esparíticas están
formadas por granos de bordes angulosos, generalmente
monocristalinos con exfoliación e irisaciones propias de los
carbonatos. Poseen fragmentos arqueados de carácter organógeno cristalizados. Escasos opacos, posiblemente relacionables con OFe. No se observa granoclasificación ni
tampoco presentan estructura particular ninguna. En cuanto
a las muestra micrítica, se presentan casi como mudstones,
con menos de un 10% de aloquímicos. Se pueden observar
microdiaclasas recristalizadas y abundantes restos orgánicos
aciculares y de posibles gasterópodos o bivalvos.
La muestra 220 presenta alteraciones en su capa externa
antes del calentamiento y en ella los óxidos de hierro son de
un tono rojizo/anaranjado de naturaleza limonítica y se
presentan “desparramados”.
Microscopio Petrográfico
El análisis con microscopio petrográfico nos revela que
las rocas esparíticas de matriz cristalina, presentan los
bordes de los granos bien definidos, angulosos, y que son
claramente organógenas con restos bien evidentes de pellets.
Por su parte, las rocas micríticas presentan pellets de forma
redondeada sobre matriz cristalina más clara. Asimismo se
aprecian abundantes opacos de tono rojizo.
En el MEB se observa en las rocas esparíticas a 100 y
500x dos texturas claramente diferenciadas, una con superficies planas en planos paralelos y a la derecha una superficie granuda con algún cristal grande. Se aíslan bien los
bordes de los granos.
En el análisis de las rocas micríticas es dificil distinguir
la textura sin subir a 1000x. Se aprecian también dos
texturas diferenciadas y se observa alguna estructuración de
granos bien aislados.
El resultado del microanálisis en estas muestras sin
calentar es de Ca en la mayoría, con un pequeño porcentaje
de Fe en alguna muestra.
• Después del calentamiento.
En el calentamiento en mufla se observa como al
alcanzar esta temperatura la muestra se desintegra siendo
imposible su análisis. En la experiencia al aire libre, aunque
también se produce la disgregación de la muestra, permite
su análisis.
El primer cambio que se detecta en muestra de mano
después del calentamiento es la coloración. Todas las muestras se han tornado hacia el gris desde sus colores originales
marrón, beig y rosáceos. Los restos orgánicos se hacen más
evidentes con el calentamiento y aparecen en algunas muestras fisuras e incluso pequeñas fracturas. Siguiendo con la
descripción en muestra de mano, se observa como los
óxidos de hierro han acentuado su halo rojo. En la muestra
204 se aprecia como la capa superficial se ha transformado
en Co2Ca, con textura de polvo de talco.
Cuando se observa la preparación en lámina delgada a
la lupa binocular se vuelve a apreciar el cambio de coloración a simple vista por comparación de las muestras. Unicamente es de resaltar que en la muestra 204 sin calentar no se
apreciaban los pellets y después de calentada esta muestra se
puede clasificar como pellmicrita.
En cuanto a las esparitas, cabe decir que los cambios más
relevantes son el aumento notable en el numero de óxidos de
hierro y que los bordes angulosos que se apreciaban muy bien
antes, ahora parece que ya no quedan tan bien definidos.
En la muestra 200-201 la matriz parece haberse disuelto, no
apreciándose los granos individualmente.
Microscopio petrográfico
El estudio en microscopio petrográfico revela un oscurecimiento de las muestras generalizado, apreciándose la
textura “sucia” e incluso la desintegración de los cristales de
los carbonatos, al tiempo que se da una mejor observación
de los pellets y de los restos orgánicos en las esparitas.
Microscopio electrónico
El estudio realizado de las rocas esparíticas ha proporcionado resultados como los de la muestra 5, donde a 500x se
observa que toda la superficie es un cúmulo de granos unos
junto a otros y que en general poseen los bordes redondeados.
A 1000x se ven estos mismos granos pequeños de bordes
redondeados junto a fragmentos mayores de aspecto derretido.
En las figuras 33 y 35 se puede apreciar la presencia
puntual de Fe. En las imágenes inferiores de la figura 33 se
aprecia entre los granos de Ca un pequeño cuerpo globular,
que al ser analizado resultó ser Fe. En la imagen de la
izquierda se observa con barrido de electrones secundarios,
mientras que en la derecha se aprecia mediante barrido de
electrones retrodispersados. En las imágenes de la figura 35,
se aprecia un área filamentosa que por el microanálisis
sabemos que es Fe, aunque no podemos determinar sólo por
la imagen de que tipo, junto a Ca y Pd en menor proporción.
65
[page-n-79]
Fig. 33. La muestra 203 (arriba), presenta microfracturas en la superficie de los cristales. En la muestra 204 (abajo), se observa a la izquierda
un nódulo de hierro, en imagen de electrones secundarios. A la derecha ese mismo nódulo en imagen de electrones retrodispersados.
Calentadas a más de 700ºC.
Fig. 34. Muestra sin calentar. Se observan dos texturas bien diferenciadas. En el microanálisis sólo aparece calcio.
66
[page-n-80]
Fig. 35. Muestra calentada 800ºC al aire libre.
Fig. 36. Muestra calentada más de 600ºC. A 1500x: microfracturas y bordes de cristales redondeados.
En el análisis de las micritas ocurre lo mismo, que en las
muestras sin calentar. Hasta 1000x no se aprecian distinciones significativas en la textura de este material.
Los granos presentan aristas redondeadas (fig. 36).
Pero, sobre estos granos se aprecia que se depositan restos
no identificables y que los granos no están cementados. El
microanálisis da como resultado la presencia de Ca, Fe y K.
En la muestra 220, calentada a 679ºC, a 100x se aprecia
una textura granuda en la que no es posible aislar granos o
cristales. A partir de 500x comienzan a diferenciarse granos
que parecen estar adheridos unos a otros con una textura de
agregado de granos. A 1000x en la zona de cristales grandes,
se observa como los bordes ya no quedan bien definidos en
absoluto, parece como si la muestra estuviera rota.
La composición química da solamente Ca.
A 1500x parece que los bordes estuvieran pulidos y en
otra zona de la muestra se aprecian claramente microfracturas y bordes de cristales redondeados (fig. 36).
A modo de síntesis podríamos decir que entre 300°C y
500°C no se han podido sistematizar cambios micromorfoestructurales sistemáticos que ayuden a un reconocimiento
de esta fase del calentamiento.
A temperaturas por encima de los 600ºC se evidencian
los primeros cambios morfológicos en las muestras, que
sólo son apreciables microscópicamente.
En microscopio petrográfico se observa una textura
sucia de los cristales de carbonatos e incluso desintegración,
junto a un oscurecimiento general de la muestra.
Por su parte el microscopio electrónico de barrido
permite la visualización de depósitos planares sobre granos y
cristales, de fisuras y fracturas, y en ocasiones un redondea-
67
[page-n-81]
Fig. 37. Distribución de las manchas. Hogar experimental.
68
[page-n-82]
miento de las aristas de los cristales de calcita, no apreciándose un incremento en la presencia de hierro en el microanálisis como consecuencia directa del calentamiento.
IV.3.4.4. Distribución de las manchas
Al finalizar el proceso de combustión, hemos venido
observando en todas nuestras experiencias que las rocas
poseen una serie de manchas distribuidas por distintas
caras. Éstas son de color negro en su mayoría y en algunos
casos rojas. Éstas últimas suelen describirse en el proceso
de excavación como piedras “rubefactas”. Su origen y
distribución está relacionada con la acción directa del
combustible y las llamas.
Las manchas negras se sitúan en la mayor parte de
nuestros ensayos, en las caras superior, lateral y lateral
opuesta al fuego, mientras que sólo un mínimo porcentaje
de rocas ha quedado afectada por manchas negras en la
cara que está en contacto directo con el fuego y ninguna lo
ha hecho en la cara inferior. Esto entra claramente en
contradicción con los resultados expuestos por Meloy et
Pagès en sus experimentaciones (1984: 13), debido a que
ellos observan precisamente que la parte de la roca que
queda teñida de color negro es la inferior en contacto con
el sedimento, asociando esta coloración a productos orgánicos provenientes del hogar.
Las manchas negras pueden ser la culminación de dos
procesos diferentes. Por una parte son el resultado de los
productos gaseosos que genera una combustión incompleta
y que están compuestos principalmente de vapor de agua y
ácido carbónico, llevando en suspensión carbón en polvo
muy tenue que es el responsable de la coloración.
Por otra parte pueden ser el resultado de la adherencia
de parte del sedimento de la base del hogar que conlleva
restos de carbones, cenizas y materia orgánica.
Es importante resaltar que hemos constatado experimentalmente, como estas manchas negras producto de los
residuos carbonosos gaseosos, desaparecen cuando la
temperatura alcanzada por la roca es superior a 700ºC.
Si la roca no llega a esta temperatura en todas sus caras,
podemos encontrar una distribución diferencial de las
manchas en las caras que no han sobrepasado los 700ºC.
En cuanto a las manchas negras resultado de la adherencia
de restos orgánicos, no podemos afirmar que desaparezcan
con la temperatura. Más bien al contrario, creemos que
estas manchas deben aparecer durante el tiempo transcurrido entre la realización del fuego y el momento de su
excavación. Nuestra primera experiencia al aire libre,
permaneció tres años a la intemperie y al levantar las rocas,
éstas no presentaban manchas negras de adherencia de
materia orgánica. Será interesante de cara a futuras investigaciones planificar una serie experimental que permanezca enterrada unos años e ir comprobando la evolución
de las manchas.
Las manchas rojas, por su parte, se sitúan en la muestras experimentales preferentemente en las caras inferiores
y en menor medida en las laterales, aunque en muchas de
las muestras la cara inferior no ha sido afectada por
manchas de ninguna clase.
Hasta ahora en la mayor parte de las investigaciones se
utilizaba el remontaje de las rocas como único indicador
para intentar explicar el funcionamiento de los hogares:
disposición de las rocas respecto del fuego, reutilización,
tiempo de duración, etc. (Julien, 1989; Valentin, 1989;
Olive, 1990). Pero en los casos en que el remontaje no es
posible, bien por cuestiones de metodología de excavación
o porque los restos se encuentran in situ, o en los que no
proporciona una información suficiente, el estudio de la
situación de las manchas informa de una manera precisa
sobre la colocación de cada una de las rocas respecto del
fuego. Así se consigue conocer tanto la ubicación de los
pétreos como su posible reutilización.
En este sentido la aplicación de este análisis al estudio
de yacimientos con grandes acumulaciones de rocas
termoalteradas, se ha revelado muy importante como
hemos visto en el capítulo de las evidencias arqueológicas
en el caso de Marolles.
En cuanto a las manchas rojas producto de la rubefacción, sólo 4 de las rocas registraron este tipo de alteración,
en sus caras lateral o inferior. En una parte de los casos se
relacionan con zonas rellenas de arcillas que son las que se
tornan de color rojo, en el resto son el resultado del calentamiento de los óxidos-hidróxidos de hierro.
Este fenómeno es conocido en la bibliografía arqueológica como rubefacción. Este término procede del latín
rubefacere que significa poner rojo. Es utilizado habitualmente en edafología para referirse a la formación de suelos
y es de ahí de donde la arqueología lo toma prestado.
Bazile (1987) lo describe aplicado a las termoalteraciones de las molasas del yacimiento de Fontgrasse como
la oxidación del óxido ferroso en óxido férrico, fenómeno
que aparece a partir de los 200ºC.
Por su parte Gascó (1985), define este término también
como la oxidación de ciertos minerales debido a la acción
del fuego, lo que provoca coloraciones rojas o negras en
las superficies de los bloques.
March (1993) utiliza el término oxidación en vez de
rubefacción por considerar que define mejor el fenómeno
de transformación que se produce.
También Meloy y Pagès (1984) la definen. Para ellos
es el resultado de la transformación de los óxidos de hierro
tipo limonita en goethitas y de éstas en hematitas.
No compartimos la afirmación de Meloy y Pagès, dado
que se ha descrito que no existe ninguna especie mineral
llamada limonita (Ponsjak y Merwin, citado por Bateman,
1974: 278). La limonita (Martínez et alii, 1973) no es pues
una especie mineral bien definida sino un término genérico
que comprende óxidos de hierro hidratados y mezclados
frecuentemente con sílice coloidal, arena, sustancias arcillosas, óxidos de manganeso, jarosita, fosfatos, ácidos
húmicos, etc. Entre los óxidos de hierro están la goethita
criptocristalina con agua absorbida o capilar, lepidocrocitas y en ocasiones hematites hidratada, en estados de gel
endurecido. De todo lo anterior es fácil comprender que
buena parte de las propiedades físicas y químicas hayan de
ser extremadamente variables.
69
[page-n-83]
De esta manera los resultados obtenidos por distintos
autores en las diferentes mineralizaciones de carácter
férrico incompletamente definidas y constituyendo tan
solo ínfimas concentraciones de masas líticas, son cuanto
menos inaplicables y, además, como establecen Caillère et
Henin (1967), para que el calentamiento transforme los
minerales arcillosos hace falta un mínimo de entre 700°C
y 1000°C 4.
Por nuestra parte consideramos que, después de las
reflexiones realizadas, el término más adecuado es el clásico
de rubefacción, que sólo refiere una coloración rojiza.
IV.3.4.5. Las Fracturas
En cuanto a las fracturas observadas en los pétreos
experimentales, debemos señalar que a pesar de las altas
temperaturas alcanzadas en algunos de los ensayos, en las
rocas se produjeron sólo algunas fisuras superficiales exteriormente y escasa fracturación.
Según el trabajo de Meloy y Pagès, (1984: 31) las fracturas se producen por los denominados “choques térmicos”
que provocan una dilatación en determinadas zonas del
material. La dilatación superficial de la roca conlleva en su
masa esfuerzos mecánicos. Esta dilatación puede ser lo
bastante importante para esperar un umbral de ruptura
(umbral de plasticidad del material) y provocan el desgajamiento de parte de la roca (desagregación química).
Así pués, los cambios bruscos en la intensidad de la
temperatura o las turbulencias de aire frío/caliente, que
provocan la dilatación de ciertas zonas del material pétreo,
hacen que esta dilatación pueda ser lo bastante importante
como para llegar al umbral de ruptura y provocar el desgajamiento de partes de la roca.
En nuestras experiencias de campo, no se produjeron al
parecer “choques térmicos”. Esto quizá fue debido a que
tanto el aumento como el descenso de las temperaturas
fueron paulatinos, a que no se apagó el fuego de una manera
repentina y a que no hubieron bajas temperaturas nocturnas
–es importante señalar que en las comarcas valencianas
donde se realizaron las experiencias en los meses de marzo
y abril, es muy extraño que hiele–.
En este sentido, debemos remarcar que la primera de
nuestras experiencias tardó 3 años en ser excavada y las
rocas se recuperaron exactamente como habían quedado en
el momento en que el hogar se apagó. El único cambio que
pudo apreciarse fue el crecimiento de herbáceas en el interior del círculo de piedras que conformaba esta estructura
(lám. 10).
En el mismo trabajo de Meloy y Pagès, se describe
como las rocas calizas de Champigny que se utilizan en la
confección de un hogar experimental, sufren fracturas de
tres tipos:
• microfracturas paralelas a la parte del hogar
(radial).
• microfracturación rectilínea que puede conllevar
una brechificación.
• fractura perpendicular a la cara del hogar, provocada por “choque térmico”.
En nuestras experiencias, cuando las temperaturas
sobrepasaron los 700ºC en determinadas rocas, más que una
fracturación que pueda ser sistematizada lo que se produjo
fue una disgregación de la roca, asociada a una coloración
gris-blanquecina y a una textura que hemos denominado
como “polvo de talco”. En las experiencias en las que la
temperatura se mantuvo por debajo de 500ºC, no encontramos evidencias de fracturas, por lo que no existe la posibilidad de sistematizar tipos, sólo algunas de las rocas
presentan fisuras y en ocasiones estas se relacionan con
planos de discontinuidad provocados por las arcillas 5.
IV.4. CALENTAMIENTO
MUFLA
EXPERIMENTAL
EN
Cuando se eligió la mufla para realizar los calentamientos experimentales de laboratorio, se tuvo en cuenta el
hecho de que en ella las muestras se calientan de una manera
homogénea, dando un resultado que no es similar al de las
rocas calentadas al aire libre, pero que sirve para establecer
criterios de discriminación que en las experiencias al aire
libre resulta imposible considerar.
IV.4.1. Elección de la muestra
Se parte de un total de 11 muestras consistentes en
bloques pétreos de unas dimensiones entorno a los 25 cm,
descritos como rocas sedimentarias carbonatadas. De ellas,
7 presentan textura de grano fino denominadas micritas y 4
de grano grueso o esparitas; son duras y compactas, presentando algunas de ellas vetas de calcita, fósiles y óxidos
metálicos en muestra de mano. La forma predominante es la
globular presentando aristas redondeadas. No se aprecian
fisuras o fracturas previas al calentamiento.
Una vez seleccionado el material, se procedió a su acondicionamiento, previo al proceso experimental de calentamiento controlado. Este acondicionamiento consiste en el
cortado y pulido de los bloques en pequeños fragmentos
En buen número de ocasiones los datos de transformaciones químicas manejados por distintos autores, son el resultado del análisis en laboratorio de determinadas moléculas
puras, frente a un agente de transformación. Sin embargo hemos de tener en cuenta:
4
1º Que ciertos minerales y, sobretodo buena parte de los denominados como del grupo de las arcillas, no responden a una fórmula cualitativa única sino que son moléculas
complejas en las que entran y salen cationes con cargas binarias y/o ternarias. De aquí la problemática de considerar un solo compuesto para los ensayos de laboratorio.
2º Que éstos se efectúan con sustancias puras, mientras que en nuestro caso la presencia de otros componentes y, sobretodo de los de tipo carbonatado, ejercen una capacidad
como fundentes variando dichos parámetros de temperatura de transformaciones moleculares.
5
70
Ver análisis de la fracturas en el capítulo 6.
[page-n-84]
para adecuar su introducción en la mufla. De los 11 bloques
iniciales resultaron un total de 61 fragmentos. Cada uno fue
descrito mediante lupa binocular hasta 40x y se catalogó su
coloración mediante el uso primero de la tabla Münsell y
después del colorímetro.
Las muestras se presentan como un conjunto bastante
homogéneo de rocas carbonatadas de grano fino, en algunos
casos con restos de pellets o burrows, intraclastos, microkarsts, óxidos de hierro (micropiritas) y sólo una de las
muestras presenta cemento intersticial carbonatado.
IV.4.2. Elección de las variables
Las variables que se han tenido en cuenta en el calentamiento controlado en laboratorio han sido las siguientes:
• El tiempo de duración del calentamiento
• Las condiciones de la mufla
• El tiempo de enfriamiento
En el caso de las experiencias en mufla las variables son
constantes ya que sólo se tendrá en cuenta el tiempo de
duración de la experiencia y la propia mufla que siempre ha
sido utilizada en las mismas condiciones. Sólo hay una
variable imponderable que es el tiempo de enfriamiento.
En la mayor parte de los casos se hizo lentamente dentro de
la mufla, pero hubo algunas excepciones para observar si se
producía alguna alteración especial debida al denominado
choque térmico (Meloy y Pagès, 1984).
Todos los fragmentos fueron calentados durante 3 horas
en intervalos de diferente temperatura, con el fin de realizar
una evaluación progresiva de las alteraciones. La elección
de 3 horas como tiempo de exposición responde a los
mismos criterios establecidos en las experimentaciones de
campo, con el fin de poder contrastar los resultados.
IV.4.3. Sistemática operativa
Tras la preparación y una vez finalizado el proceso de
calentamiento, se analiza cada una de las muestras
mediante lupa binocular para observar las alteraciones
producidas. En este proceso analítico petromorfológico, se
incluye la caracterización de la muestra mediante el uso de
la fotografía antes y después de su calentamiento, de
manera que podamos guardar un registro gráfico del
proceso, obviamente de tipo orientativo dado que el hecho
de utilizar diferentes marcas de carretes y procesados fotográficos, hará que los resultados no sean exactamente
comparativos ni por análisis de imagen. Aún así se opta por
realizar un registro de todas las muestras que debe ayudar
a lo largo de la investigación para la confección de un catálogo de alteraciones.
Asimismo de cada una de las muestras se realizan
preparaciones en lámina delgada para su observación
mediante microscopio petrográfico.
También siguiendo la sistemática preestablecida, se
obtuvieron preparaciones de las muestras para ser caracterizadas mediante microscopio electrónico de barrido.
Esto ha supuesto que todas y cada una de las muestras
han sido analizadas antes y después del proceso de calentamiento por cada uno de los medios ópticos y electrónicos
que utilizamos en este trabajo.
Fig. 38. Espacio de color CIELAB. (Ver lám. 9)
Fig. 39. Representación de a* y b* en el espacio de color CIELAB.
71
[page-n-85]
IV.4.4. Valoración de los resultados
IV.4.4.1. Alteraciones colorimétricas
También en el calentamiento controlado en mufla,
las alteraciones macroscópicas más evidentes son las colorimétricas.
La sistemática metodológica utilizada en el calentamiento en mufla de las muestras, permite, al contrario que
en las experiencias al aire libre, tener un control absoluto
sobre la temperatura de cada muestra individual en calentamientos sucesivos. Debemos recordar que en la mufla se han
calentado trozos distintos de una misma roca, no un sólo
trozo de una roca varias veces. Sólo realizamos un ensayo de
recalentamiento a temperaturas por debajo de 300°C. Calentamos las muestras a 100°C durante 7 horas y después las
recalentamos 3 horas a 200°C y 3 horas a 300°C. En un
primer análisis se apreció que las alteraciones eran similares
a las producidas por un sólo calentamiento durante 3 horas,
Fig. 41. Datos mufla b*.
Fig. 42. Datos mufla Croma.
Fig. 40. Datos mufla a*.
pero al procesar los datos estadísticamente estas muestras
mostraban un funcionamiento distinto. Estos resultados
iniciales nos indicaron que el proceso de recalentamiento
requeriría de un estudio más complejo que no abordaremos
en este momento.
El método de trabajo utilizado en mufla, permite un
seguimiento de la evolución del color a lo largo de la escala
de temperaturas establecida, para cada roca. Así pues,
hemos analizado los parámetros que definen las variaciones
de color, roca por roca.
A 100ºC y 200ºC, incluso recalentándolas, las muestras
no presentaron cambios de color apreciables –en tabla
Munsell se obtuvo idéntica clasificación–. Por esta razón el
control del calentamiento progresivo cada 100ºC, se inició a
los 300ºC y terminó a los 700ºC que es la última temperatura que permite análisis en mufla. Si analizamos la figura
39 observaremos que:
El parámetro a*. Como ya se ha comentado en los
resultados de las muestras calentadas al aire libre, un crecimiento del 1% en el índice de a*, es apreciable a simple
72
vista. Sin embargo, también hemos dicho que estadísticamente esto es escasamente significativo, ya que ese 1%
engloba toda la variabilidad de las muestras sin calentar.
En el caso del parámetro b*, los resultados se ajustan
a lo observado en las muestras al aire libre, es decir un
descenso paulatino desde el inicio del calentamiento a
300ºC hasta los 700ºC. Si acaso con una pendiente algo
menos pronunciada.
El parámetro L* sigue mostrándose independiente de
la temperatura.
Si analizamos exclusivamente el índice de rojez (a*/b*),
se observa que la correlación entre temperatura y rojez es
prácticamente nula. Con todo si hay que analizarla, vemos
una tendencia al gris de entre 300ºC y 450ºC. Esto plantea
serios problemas a la hora de establecer tendencias generales de comportamiento.
Para establecer criterios más claros, analizamos también
el croma (C* ab = (a2 + b2)1/2). Este parámetro marca una
tendencia clara hacia el gris. Además, el análisis roca por
roca posibilita analizar el comportamiento diferencial de
cada muestra.
En el caso del croma se observa que cuando se parte de
valores de croma muy altos (próximos al 20%) en muestras
sin calentar, éstas evolucionan con una pendiente mayor
[page-n-86]
que cuando se parte de valores de croma más bajo
(próximos al 10%).
Concluyendo, se puede afirmar en términos generales,
que existe una cierta independencia entre las características
cromáticas de partida y su evolución a lo largo de la escala
de calentamiento. Lo que abre interesantes posibilidades de
cara a poder, a través del análisis del color, realizar una inferencia de temperatura. El problema fundamental que
presenta el cálculo de la temperatura a partir de los parámetros del color –que sería la utilidad arqueológica que se
buscaba con toda esta analítica– es la complejidad de la
obtención del conjunto global de datos necesarios –paramétricos y no paramétricos–.
IV.4.4.2. Alteraciones morfo-estructurales
Tras la descripción mediante lupa binocular y microscopio petrográfico, hemos podido apreciar que todas las
rocas calentadas en mufla son micritas, aunque muchas de
ellas contienen zonas con granos tamaño “sparry”. La
mayor parte presentan restos orgánicos –conchas de gasterópodos, restos aciculares, etc.–, pellets, oolitos, foraminíferos y óxidos de hierro.
a. Calentamiento hasta 300°C
Antes del calentamiento se aprecian bien los cristales de
calcita. En la muestra 23, a 3000x se percibe claramente en
el ámbito de la fractura la superficie de cementación en
tonos claros que bañan cada uno de los cristales; en los
bordes de los agregados se ven claramente microclastos y
cristales en sus formas poliédricas de aristas bien definidas
y la textura superficial uniforme sin que aparezca indicios de
transformación química, térmica o mecánica.
A 100°C y 200°C no se observan más alteraciones que
una ligera deshidratación; no se aprecian cambios en las
coloraciones ni en los componentes. El cambio más notable
que se produce a bajas temperaturas es el de la coloración de
la muestra a partir de 300°C. Los óxidos de hierro parece
que se multiplican y sobre todo presentan un halo rojo a su
alrededor que no poseían antes del calentamiento. No se
aprecian cambios en la morfología de los granos. El 90% de
las muestras analizadas con la microsonda del MEB, han
dado como resultado la presencia de Ca como único
elemento. Sólo en la muestra 129, aparece una micropirita
que se puede observar en la figura 43 mediante barrido de
electrones secundarios y retrodispersados.
Fig. 43. Muestra 129. Calentada en mufla a 700ºC. Abajo: Pirita. Imagen de electrones secundarios y retrodispersados.
Arriba: Zona que no presenta hierro.
73
[page-n-87]
Fig. 44. Abajo: Muestra calentada en mufla a 300ºC.
Se mantienen netos los bordes. (MEBEC).
Arriba: Muestra calentada en mufla a 450ºC. MEB
Fig. 45. Muestras 203 y 252. Calentadas más de 700 ºC al aire libre. Se observan fracturas y fisuras.
74
[page-n-88]
Es por eso que debemos destacar una de las muestras
calentadas a 300°C ya que al apreciar una zona de morfología diferente se realizó un microanálisis obteniendo como
resultado Fe, Si, Al y Ag. A excepción de la plata, que puede
proceder del pegamento utilizado para fijar la muestra al
porta-objetos, estos elementos pueden formar parte de un
mineral de arcillas de descalcificación que ya se encontraba
ahí antes del calentamiento.
A 1300x se percibe en el MEBEC claramente la morfología de los granos, se observa que la variedad litológica
mantiene netos los bordes de los cristales, tanto en la matriz
carbonatada como en los minerales de alta y baja frecuencia.
A 3000x el aislamiento de los granos es lo bastante
remarcable como para darse cuenta que el calentamiento no
ha producido alteraciones apreciables.
b. Calentamiento hasta 500°C
La coloración es también la transformación térmica más
clara sufrida por las rocas (fig. 39). De igual manera que en
los calentamientos a menor temperatura, en las observaciones
a la lupa binocular, los óxidos de hierro adquieren halo rojo
haciéndose más evidentes. También los restos orgánicos
cambian de coloración tornándose más claros así como los
pellets y los oolitos. En general parece como si los componentes de la muestra se mostraran más nítidos (lám. 11).
El análisis con MEBEC a 500x muestra aparentemente
que los bordes de los cristales están rodeados de un cemento
con respuesta electrónica blanquecida, sin embargo a 2000x
se aprecia que lo blanquecino son refractancias de borde de
cristal. Se observan también aristas de cristales, fracturas
angulosas, superficies planas de bordes de cristales y/o
roturas, con lo cual no se puede establecer que se produzca
desintegración en los mismos. En la figura 44 se aprecian
bien los cristales de calcita ya que como se observa en el
microanálisis éste es el único elemento presente.
c. Calentamiento hasta 700°C
Sin duda entre 600°C y 700°C se producen las mayores
alteraciones evidentes. En primer lugar sea cual sea el color
original de la muestra analizada, se torna hacia el gris
(fig. 39) a partir de los 600°C. Hicimos el ensayo de introducir las muestras con la mufla a temperatura ambiente y
con la mufla calentada previamente a 450°C dado que este
tipo de hornos tarda aproximadamente 110 minutos en
alcanzar los 600°C, aunque de igual forma a las tres horas
de apagado todavía se mantiene a 360°C. Los resultados
fueron muy similares para los dos ensayos. Los óxidos de
hierro mantienen su halo rojo a los 600°C mientras que al
alcanzar los 700°C se tornan más oscuras –negro metalizado– debido quizá a su transformación. Los pellets se
siguen aclarando, tornándose en algunos casos amarillentos.
Parece que los bordes de los granos en lámina delgada se
definen peor que en las muestras no calentadas. También en
lámina delgada se aprecia que el sustrato se oscurece a
medida que se calienta, esto se debe a la pérdida de CO3Ca
que se transforma en cal (lám. 12).
El análisis de una de las muestras calentadas a 600°C en
MEBEC, refleja a 1500x el cemento de agregación indivi-
dualizado, a 2000x se perciben microcraquelados, bordes
angulosos de grano y formas cristalinas. Comienzan a
aparecer agregados blanquecinos pulverulentos que a 4000x
se observa que corresponden a la superficie externa del
grano. Esta propiedad se presenta aislada, no suponiendo
que por el cambio de temperatura se perciba claramente un
desagregado en las aristas de los cristales. A 700°C, la
muestra 6 presenta un sustrato que sigue constituido por
granos cementados. A 1500x en él se individualizan bien
cada uno de los fragmentos. Los bordes siguen conservando
angulosidad, estando el conjunto cementado. Empieza a
perderse la cristalización y los bordes están peor definidos,
siendo sustituidos por una pátina blanquecina de textura
granular (talco).
Según Caillère y Henin (1967), cuando se calienta un
mineral arcilloso, este sufre una serie de transformaciones.
Se trata en general de deshidratación a causa de las bajas
temperaturas y de desorganización, recristalización, para
temperaturas entre 700°C y 1000°C. Estas transformaciones
se manifiestan por las modificaciones del estado físico de la
muestra. Estas observaciones creemos que se corresponden
totalmente con lo analizado anteriormente.
d. Calentamiento a 800°C
La muestra se disgrega completamente y queda inservible para su observación, se torna CaO + CO2.
IV.4.4.3. Las fracturas
Al valorar estos resultados se debe tener en cuenta el
tamaño de la muestra calentada que tuvo unas dimensiones
siempre homogéneas, de alrededor de 5 cm y que fue preparada en forma de cubos.
También debe tenerse en cuenta que tanto en el caso del
enfriamiento como del calentamiento de las rocas en horno,
éste se produjo de la siguiente manera:
- la muestra se calentó y enfrió lentamente dentro del
horno.
- la muestra se calentó lentamente y se enfrió bruscamente fuera del horno.
- la muestra se introdujo con el horno caliente a la
temperatura establecida para la experiencia y se
enfrió lentamente.
- la muestra se introdujo con el horno caliente y se
enfrió bruscamente.
Los resultados obtenidos han sido similares para todas
las muestras sin importar el tipo de enfriamiento o calentamiento que hayan sufrido.
Ninguna muestra calentada por debajo de 700°C
presenta fracturas ni fisuras. A partir de 700°C lo que se
produce es una disgregación de la roca, que como en el caso
del calentamiento en medio aerobio, no permite realizar una
sistematización de las mismas.
Plantear una hipótesis clara al respecto del problema de
la “no fracturación de las muestras” es dificil. Hemos de
tener en cuenta que el aumento de la temperatura es
continuo y paulatino, lo que quizás unido al pequeño
volumen de las rocas ayude a comprender este fenómeno.
Pero no deja de llamar nuestra atención el hecho de que en
75
[page-n-89]
las ocasiones en que extrajimos las muestras de la mufla sin
dejarlas enfriar, debió haberse producido el choque térmico.
Habría que reflexionar sobre si en determinado tipo de litologías (rocas carbonatadas micríticas y esparíticas), no
puede producirse un comportamiento diferencial, en el que
haga falta una reiteración de este fenómeno de una manera
continuada para obtener la fracturación o al menos la fisuración de las muestras. Volveremos sobre este tema al referirnos a la fracturación de las rocas arqueológicas.
76
En este capítulo hemos podido caracterizar y clarificar
una serie de criterios que van a servir como base de reconocimiento de las termoalteraciones en las rocas carbonatadas.
La puesta a punto y comprobación de todo este trabajo,
va a verse ratificada en el siguiente capítulo donde a partir
del análisis de una estructura de combustión arqueológica,
observaremos como los resultados aportados por la metodología experimental ayudan a una mejor comprensión de los
fenómenos acaecidos en torno a dicha estructura.
[page-n-90]
V. APLICACIÓN DE LA METODOLOGÍA EXPERIMENTAL
Al plantear la realización de un trabajo experimental, es
muy importante cotejar los resultados con la realidad que
proporciona la documentación arqueológica ya que un
proceso experimental dado, por muy completo y complejo
que se plantee, nunca abarca todas las posibilidades que
pudieron darse en el encendido real de un fuego. Además las
preguntas que el propio registro nos incitó a contestar experimentalmente, deben ser retomadas en este momento.
Hemos visto como las evidencias de combustión que
presenta el yacimiento del Abric de la Ratlla del Bubo, están
muy diversificadas, así como espacialmente bien repartidas
por toda la superficie del abrigo. Una constante que se documenta a lo largo de la excavación es que en un mismo nivel
suelen aparecer evidencias de distinto carácter relacionadas
con la combustión.
A pesar de esta documentación, que podría haber
supuesto un análisis amplio y detallado de la evolución del
problema de la combustión en abrigos de ocupación corta y
estacional, tanto los avatares sufridos por el yacimiento a
causa de las agresiones de excavadores clandestinos, como
la dinámica del propio registro, hicieron que sólo la estructura del nivel II se presentara como el objeto de estudio más
idóneo para la aplicación de la metodología experimental.
Las razones en las que fundamentamos nuestra elección
se relacionan tanto con el hecho de que la estructura se
documentara in situ, como con la homogeneidad que
presenta la materia prima utilizada como borde del hogar,
que facilita la documentación experimental. Además nos
empujó también a emprender este estudio el hecho de que
no se aplicara una sistemática coherente en el registro de
este tipo de estructuras, lo que impedía, lógicamente, llegar
a una síntesis válida del problema.
Debemos tener en cuenta, que al decir que la estructura
de combustión se encuentra in situ, estamos refiriéndonos a
que en el momento de la excavación (lám. 13) no presentaba
síntomas evidentes de remoción, desplazamiento de los
bloques o de encontrarse desmantelada. Esto no significa
que este hogar no hubiera podido tener diversas fases de
calentamiento, sino simplemente que se ha documentado la
última forma, siendo ésta el resultado tanto de actuaciones
antrópicas como de posibles procesos tafonómicos.
Cuando elegimos estudiar la estructura de combustión
de F3 - F4, éramos conscientes de que no íbamos a contar
con todos los elementos que en el momento de la ocupación
del nivel II se relacionaron con ella.
Teniendo en cuenta las limitaciones que esto podría
suponer para el presente estudio, pero valorando positivamente la información que se había recogido en la primera
campaña y la que aportó el propio levantamiento de la
estructura de piedras, decidimos estudiar este hogar correspondiente a la capa 1 del nivel II.
Es el momento de introducir en este trabajo la problemática y la importancia del estudio de las historias parciales
o micro-historias (March, 1995), en la interpretación de los
asentamientos.
El objetivo de la interpretación arqueológica debe ir
encaminado al reconocimiento de las actividades cotidianas
de los grupos cazadores-recolectores que son las que
desvelan el comportamiento de estos grupos. Cada una de
estas actividades deja en el suelo que ha ocupado una serie
de evidencias, que son parciales –puesto que sólo se va a
registrar lo que queda después de la actividad, teniendo en
cuenta además los procesos tafonómicos– y que no siempre
reflejan con claridad la actividad referenciada.
Tal vez la manera más factible de acercarse desde la
investigación al conocimiento de aquella realidad cotidiana,
sea estudiando las historias parciales. Reconstruyendo
pequeños fragmentos de la historia de un asentamiento, es
posible el acercamiento a su realidad cotidiana. Un ejemplo
de esto lo constituye la reconstrucción de la cadena opera-
77
[page-n-91]
tiva lítica, que supone el conocimiento de cada gesto técnico
realizado (con lo que de elección personal ello tiene y con el
reflejo de concepción mental y posibilidades que expresa).
Mediante el estudio de las acciones que reflejan un
criterio de elección o funcionamiento, estaremos acercándonos a esa realidad desconocida. En este sentido el estudio
aislado de una estructura de combustión aporta una información tan valiosa, desde ese punto de vista, como el
estudio detallado de las relaciones espaciales de los miles de
objetos que puedan darse en un suelo de ocupación, ya que
nos está explicando cual fue la relación de un grupo humano
con el fuego, cómo y para qué lo utilizó y cual era su nivel
de conocimiento técnico del mismo.
En este sentido, la sistemática de trabajo creada en el
capítulo experimental, ha de servir como ejemplo de operatividad a la hora de conseguir explotar la máximo la información que nos permita reconstruir una historia parcial. La
suma de estas historias parciales hará posible que nuestra
reflexión global de los sitios sea mucho más ponderada y
ajustada a la realidad. No debemos olvidar que aunque
nuestro objeto de estudio sean las estructuras de combustión, o los elementos que forman parte de ellas, el objetivo
final de nuestro trabajo es conocer el funcionamiento del
hábitat que estudiamos para acercarnos al comportamiento
de los hombres y mujeres que lo ocuparon.
Con este planteamiento iniciamos el estudio del hogar
del nivel II, que cuenta con una escasa documentación
contextual, pero que aporta una información importante
sobre un comportamiento determinado respecto del uso del
fuego, del grupo humano que habitó el asentamiento del
Abric de la Ratlla del Bubo hace más de 17.000 años.
V.1. LA EXCAVACIÓN
El proceso de excavación de la estructura ubicada en F3F4 (lám. 13), se realizó en dos campañas. Durante la primera
se documentaron inicialmente una serie de manchas grisáceas
en el suelo entre los cuadros F-G 3 y 4 en el estrato I, entre
las capas 3-4-5 (figs. 46, 47 y 48) con una potencia de unos
15 cm aproximadamente. Estas manchas fueron desvelando
un conjunto de bloques con lo que parecían claros signos de
alteración térmica (manchas negras y rojas -R-).
Entre los cuadros F3-F4 se revelaron finalmente un
conjunto de rocas en forma de semicírculo, que ya en la capa
1 del estrato II se consideraron aisladamente una estructura
de combustión.
La estructura se describió durante el proceso de excavación como un semicírculo formado por nueve bloques periféricos y una losa central. Esto, en principio, indujo a pensar
en la posibilidad de que el suelo sobre el que se había instalado el fuego pudiera haber sido preparado con losas.
Fig. 46. Planta general del Estarto I, capa 4. 1987.
78
[page-n-92]
Fig. 47. Planta general del Estarto I, capa 5. 1987.
A-2
A-1
A3
A-4
A-5
A-6
A-19
A-8
A-10
A-9
A-20
A-18
Fig. 48. Planta general del Estarto II, capa 1. 1989.
79
[page-n-93]
Fig. 49. Ratlla del Bubo. Estructura de combustión. Nivel II Capa 1. 1987.
En ese punto hubo de concluir la primera campaña de
excavación y entre ese momento y la siguiente campaña
ordinaria de excavaciones (1990) es cuando se produce la
entrada de excavadores clandestinos.
En 1990 y después de una limpieza (1989) para preparar
la apertura de nuevos cuadros, se pudo apreciar que la
estructura no había sufrido prácticamente ninguna alteración
dado que los excavadores clandestinos tamizaron las tierras
sobre ella cubriéndola, por lo que se decidió excavarla aisladamente y documentarla dentro de las posibilidades que el
yacimiento presentaba en ese momento.
En 1990 encontramos la estructura ligeramente desplazada y hundida, (lám. 13) según las referencias de situación
y profundidad que teníamos tomadas de la campaña de
1987. Los bloques se hundieron aproximadamente entre 2 y
3 cms y se produjo algún corto desplazamiento.
Sufrieron especialmente en este desplazamiento las
piedras que se hallaban cuarteadas, siendo el ejemplo más
claro la losa grande situada en el límite derecho de la estructura, rota en más de 8 fragmentos y que en la remoción se
limitó a una ligera rotación de algunos de sus fragmentos
superiores.
Antes de iniciar el levantamiento se realizó un dibujo a
escala 1:1 de todos los bloques que componían el hogar
tomando sus cotas de profundidad y numerándolos para su
identificación y estudio posterior en laboratorio.
80
Se comenzó excavando la zona alrededor de la estructura con objeto de aislar las rocas centrales. La tierra se
hallaba muy suelta. El contenido de fracción gruesa pequeña
fue abundante y la mayor parte presentaba signos de rubefacción. También se documentaron cenizas y carbones.
El sedimento que constituía la base se encontraba aparentemente alterado por fuego. El sedimento que se encontraba
alrededor de las piedras poseía un color grisáceo claro, debido
a la presencia de cenizas, y oscuro por los carbones.
La capa 1 del estrato II se caracteriza sedimentológicamente en estos cuadros por un color amarillento rojizo con
abundante fracción gruesa y con manchones de ceniza.
En el momento de realizar el levantamiento de los
bloques, se apreció que tanto éstos como el sedimento al que
estaban adheridos, se encontraban muy alterados debido
supuestamente a la acción del fuego y que al levantarlos se
fracturaban, recogiéndose un total de 23 rocas. Todas ellas
fueron numeradas y coordenadas.
A pesar de que no se estudiaron las muestras de sedimento de dentro y fuera de la estructura, la descripción sedimentológica realizada es muy importante a la hora de
valorar la estratigrafía del interior del hogar.
Microestratigrafía termobasal
Con este término pretendemos definir la sucesión de
niveles que se genera en el sedimento que sirve de base a la
[page-n-94]
instalación de un estructura de combustión. Estos pequeños
niveles de sedimento termoalterado generan una estratigrafía particular que se repite de una manera general, dependiendo de variables como el tipo de suelo y la temperatura
máxima alcanzada.
Como ya se ha publicado en repetidas ocasiones
(March, 1989, 1992) y como hemos podido comprobar en
nuestras experiencias al aire libre (Soler, 1994, 1995),
cuando se excavan los restos de una estructura de combustión simple, se aprecia en casi todos los ejemplos sobre
suelos arcillosos, limosos o arenosos, que se produce la
siguiente secuencia microestratigráfica en el interior de la
estructura:
• capa de carbones y cenizas: su potencia varía mucho
dependiendo de la forma de la estructura, el tipo de
depósito, las alteraciones post-deposicionales y el
tipo de combustible utilizado.
• sedimento ceniciento: es el que está en contacto
directo con la capa de cenizas. Si esta no existe es
posible que haya desaparecido con ella.
• sedimento oscuro, que generalmente tiene una
potencia milimétrica y que es difícil de recuperar en
muchas ocasiones por su escasa potencia.
• sedimento de color rojo, oxidado, cuya potencia
variará según la duración del fuego, la forma de su
estructura, el combustible, la disposición de los
troncos, la temperatura alcanzada durante su funcionamiento y el tiempo de la combustión.
Esto se corresponde exactamente con la descripción que
se realiza en el diario de la excavación:
“al inicio del levantamiento las tierras eran de color
grises-negras mezcladas con carbones. Inmediatamente
debajo del gris la tierra estaba muy rubefactada”.
Cabe añadir que después de esta tierra alterada el sedimento aparece ya natural, sin alterar.
La potencia total de la estructura era para su parte inferior entre 4 y 5 cm, y considerando los bloques periféricos
de 4 a 7 cm.
Ámbitos de combustión
La delimitación del área de combustión de F3-F4, viene
marcada por la disposición semicircular de los bloques, recubierto todo ello de una capa de carbones. Su diámetro interno,
considerando como tal al área que cubría la capa de carbones
entre las piedras, era de 28 cm y su diámetro máximo era de
62 cm. Si lo comparamos con otros hogares de la misma
cronología podría parecer de pequeñas dimensiones, sin
embargo observando la superficie que presenta el abrigo (25
m2), un hogar mayor resultaría incómodo para el desarrollo de
las actividades en el mismo. Habrá que tener pues en consideración, que el tamaño de las estructuras puede estar relacionado con las dimensiones del asentamiento6.
6
La mayoría de los bloques mostraban un color negro en
la base producto de su probable contacto con restos de
materia orgánica.
En su interior la estructura se caracterizaba por poseer
en su parte superior una capa de carbones, levantada en la
campaña de 1987 prácticamente en su totalidad, cuya identificación vegetal hemos descrito en el capítulo 2. No es
posible especificar su potencia total al haber sido afectada
por el desplazamiento y pisoteo de los excavadores
furtivos.
Otro agrupamiento de piedras con signos de alteración
térmica se encontraba en la periferia de la estructura, con
forma y dimensión variables, habiendo podido formar parte
de la misma en algún momento anterior al abandono.
Por otra parte, cabe resaltar la existencia de cuatro
bloques pequeños, hincados en el suelo a unos 90 cm del
centro del hogar, dando lugar con su disposición a un espacio
más o menos triangular, de tierras claramente diferenciadas
del resto del sedimento del nivel por su coloración oscura,
pero sin carbones, y que en el momento de la excavación se
interpretó como probablemente correspondiente a una base
de un pequeño tronco, tal vez relacionado indirectamente en
su función con la estructura de combustión (fig. 49).
V.2. ANÁLISIS DE LAS ROCAS
Durante la excavación se realizó una pormenorizada
descripción de los pétreos, que ha sido de gran utilidad para
el estudio de las termoalteraciones:
Muestra A-3. Coloración negra en la cara superior.
Tono rojizo en general. Se halla fragmentada en dos, se
deshacen los extremos y el color que presenta en su interior
es blanquecino. Medidas: 23 x 7 x 4 cm.
Muestra A-20. La parte en contacto con el sedimento
presenta sedimento negro adherido. Se encuentra fragmentada en 7 trozos. Medidas: 21 x 11 x 6 cms.
Muestra A-6. En la cara inferior y lateral presenta color
rojo y negro. La cara inferior se presenta algo menos rojiza.
También, como la anterior, se encuentra rota en 7 fragmentos, algunos de ellos parecen ser fracturas antiguas.
Medidas: 17 x 22 x 6 cm.
Muestra A-18. Roca que parece muy alterada. Presenta
coloración roja en la cara superior y negra en la inferior.
Se recuperó en 8 fragmentos que con el tiempo de depósito
se han convertido en más de 20. Es la losa que se encontraba
en el centro de la estructura. Medidas: 11 x 8 cm.
Muestra A-19. Se presenta más rojiza en la cara superior, no está fracturada y posee sedimento de color rojo y
negro adherido a la base.
Muestra A-1. Presenta coloración uniforme en ambas
caras, sin denotar alteración a simple vista. Medidas: 10 x
5 cm.
Cuando éste se halle en un espacio limitado como son cuevas y abrigos.
81
[page-n-95]
Muestra A-4. Parece muy alterada. Color negro en un
lateral y color rojo generalizado. Se presenta cuarteada, pero
sin llegar a fracturarse antes de levantarla, con el depósito se
multiplica la fracturación. Medidas: 12 x 8 x 5 cm.
Muestra A-2. Color rojo externo y gris en uno de sus
extremos. Medidas: 10 x 6 cm.
El resto de las rocas presenta en general coloración
roja y/o negra si están adheridos a sedimento alterado.
Se midieron en cms teniendo en cuenta el largo y ancho:
A-9: 13 x 10 cm
A-25: 12 x 7 cm
A-14: 8 x 6 cm
A-13: 8 x 2 cm
A-24: 5 x 3 cm
A-17: 4 x 4 cm
A-8: 6’5 x 6 cm
A-10: 6 x 6 cm
A-22: 2 x 1cm
A-21: 3 x 1 cm
Otro dato que se pudo incorporar fue el peso total de las
rocas que se recogieron del hogar: 8’640 kilos, de los cuales
2’713 Kg corresponden al bloque A-6 y 2’537 Kg al bloque
A-20. Este dato sólo es orientativo ya que desconocemos si
había más rocas relacionadas con la estructura en el
momento de su extinción. El hecho de no haber podido
remontar, ha impedido tener más datos a este respecto.
V.2.1. Taxonomía petrológica
El conjunto de rocas arqueológicas estudiadas,
proceden de un mismo medio genésico, aunque tienen
cantidad diferencial de elementos orgánicos y cristalinos.
Todas las rocas que conforman esta estructura, son
carbonatadas, calizas micríticas o esparíticas.
Como se ha visto en el apartado anterior, el tamaño
medio de los bloques es muy variable, ya que se documentan tres grandes rocas de más de 20 cm de largo y un
espesor medio de unos 5 cm, y una serie de rocas de diferentes tamaños que oscilan entre los 17 y los 2 cm. La losa
interior, más hundida que las del contorno, tenía unos 13 cm
de anchura y apenas 3 de espesor.
No se han caracterizado microscópicamente todas las
muestras recogidas, sino sólo aquellas que presentaban
condiciones apropiadas y que al mismo tiempo son las más
significativas.
Muestra A-6
Muestra obtenida de uno de los grandes bloques que
rodeaban la zona de combustión. En muestra de mano se
observan texturas de microkarst con penetración de arcillas
–que no “terra-rosa”–, que en algunas zonas se han enrojecido y en otras presentan coloración amarillenta. Aparecen
restos de microfósiles y escasos óxidos de hierro de pequeño
tamaño.
Es una bioesparita –roca de grano grueso con restos
orgánicos–. En lámina delgada se presenta como una roca
bíodetrítica, con algunos grandes monocristales de bordes
angulosos, abundantes restos orgánicos alargados, con
estructura interna, restos aciculares y óxidos de hierro que se
observan de un rojo intenso (goethita o hematita). La matriz
es cristalina y notamos que el pseudo clivage puede ser indicativo del calentamiento ya que se muestra más o menos
oscuro dando una textura “sucia” según la temperatura
alcanzada, tal y como hemos podido comprobar en las
82
muestras experimentales. En este caso el clivage de las
calcitas se aprecia muy bien, sin manchas ni oscurecimiento.
Al cortar la muestra para la preparación, se observa que
ésta presenta dos zonas bien diferenciadas. Una zona
cercana a uno de los bordes externos que presenta rubefacción, que penetra en la roca 1 cm y, el resto de la muestra
que no presenta síntomas de alteraciones.
Este comportamiento diferencial también lo observamos en algunas muestras experimentales, como se ve en
otra parte de este trabajo y donde se aprecia claramente
como el extremo de la muestra suele poseer una doble coloración, negro en el borde mismo (infiltración de materia
orgánica) y, a continuación, rojo (trozo que suele ocupar el
doble de espacio que el negro).
Esta característica no se repite sistemáticamente en
todas las rocas ya que depende del posicionamiento de las
mismas respecto del fuego, la temperatura alcanzada y la
distribución del combustible y/o de otros elementos que
puedan intervenir en el proceso de combustión.
Muestra A-3
Pertenece a una de las rocas en forma de losa. Es una roca
carbonatada, esparítica con intraclastos micríticos y algo de
“sparry”. Se observan bien los intraclastos micríticos en
lámina delgada, así como los restos de pellets de forma
redondeada. No se aprecian óxidos de hierro (lám. 14).
Muestra A-20
Esta muestra pertenece al gran bloque situado a la
derecha del centro del hogar. En muestra de mano se
presenta como una roca micrítica que presenta escasas
micropiritas situadas en los bordes. Posee agregados de
calcita de tamaño esparítico. Presenta microfisuras.
En lupa binocular no se aprecia granoclasificación.
Abundante presencia de pellets y restos de oolitos. No
muestra coloración diferenciada en el borde.
En lámina delgada se observan abundantes restos orgánicos aciculares, oolitos y foraminíferos. Los pellets
presentan formas redondeada y subredondeada.
Muestra A-10
Procede de una de las pequeñas rocas. Se trata de una
bioesparita que a la lupa binocular presenta un proceso de
cristalización por diagénesis y cementación. Posee biointraclastos, escasos óxidos de hierro de tipo oligisto o goethita
alrededor de unos granos de los que no se puede establecer
que tengan una procedencia orgánica y que parecen atraer los
óxidos de hierro. Los granos son de forma subredondeada y
la parte no orgánica presenta bordes irregulares y cristalinos.
Analizadas en lámina delgada con microscopio petrográfico, se observan fracturas no rellenas, no cristalizadas,
que no están sometidas a presión y que por lo tanto pueden
deberse a un calentamiento (lám. 15). Los cristales más
carbonatados presentan una textura “sucia”, oscura, en la
que con carácter puntual se ven piqueteados en la superficie
y al tiempo, da la sensación de pátina traslúcida que merma
el brillo de los carbonatos (lám. 16). Se aprecia claramente
un proceso de desintegración de los carbonatos.
[page-n-96]
Muestra A-4
Pertenece a una de las rocas de tamaño medio, que se
presentan muy fragmentadas. Se trata de una caliza oolítica
fuertemente cristalizada por circulación de aguas. Es suficientemente porosa, probablemente por fracturación.
Presenta planos de fractura previos al calentamiento,
que han generado ámbitos de debilidad rellenándolos de
materiales arcillosos que provocan la rotura de la roca.
Posee abundancia de arcillas que han enrojecido, muy
probablemente, por el calentamiento.
La roca procede de una formación de calizas brechoideas de cemento carbonatado.
Muestra A-18
Esta roca es la que se encontraba en el centro de la
estructura. Se trata de una roca biodetrítica que presenta
abundancia de restos orgánicos en bandas paralelas y otras
en las que principalmente se emplazan detríticos arenosos
de naturaleza calcítica, fragmentos orgánicos (espículas,
gasterópodos, foraminíferos) de tamaño menor y con un
ligero enriquecimiento arcillo-carbonatado.
En el resto de la roca no se localizan calcitas detríticas.
La granulometría es claramente mayor y los restos orgánicos de moluscos presentan una orientación subparalela.
No se observa cemento.
Todo el conjunto está atravesado por una microfractura,
limpia, vacía sin cementación ni relleno, con lo que podríamos relacionarlo con el calentamiento.
En microscopio petrográfico se observa bien la densa
proliferación de restos orgánicos e incluso bioclastos. Los
restos orgánicos están rodeados de cristales de carbonatos
en proceso de desintegración. Esto se relaciona con el
calentamiento porque si fuese debido a disolución, tendría
que:
1. haber aumentado la porosidad.
2. no haber cambiado la respuesta a la lente de
Bertrand-Amici 7
3. conservar las irisaciones en los planos de los clivages
y, sobretodo, no tenían porqué presentar una pátina
“harinosa” o de microcristales en la superficie de
cristalización.
Esta pátina de minerales podría ser debida a la transformación en óxido de calcio (CaO) de algunos de los carbonatos.
V.3. ANÁLISIS DE LAS TERMOALTERACIONES
En este apartado se presentan los resultados de la aplicación del procedimiento experimental descrito en el capítulo anterior aplicado al estudio de la casuística sufrida por
el material arqueológico.
V.3.1. Las fracturas
V.3.1.1. Las fracturas macroscópicas
La primera apreciación importante que se debe realizar
es que, a diferencia de la mayor parte de nuestros resultados
experimentales, las rocas arqueológicas se encuentran muy
fragmentadas.
Esta característica fue observada en el proceso de excavación, anotándose en el diario: “como consecuencia de
haber sido muy calentadas”. Esa es siempre la apreciación
que se recoge en la mayor parte de los trabajos de excavación: a mayor facturación, mayor temperatura.
Sin embargo, resulta evidente la contradicción entre los
resultados de nuestros ensayos experimentales y la realidad
arqueológica. Mientras que en las experiencias de campo no
se aprecian fracturaciones evidentes (excepto cuando la
temperatura es muy elevada y eso lo denotan también otros
signos), las rocas del hogar del nivel II presentan un índice
de fracturación muy elevado.
En experiencias desarrolladas por otros investigadores
(March, 1996), se ha evidenciado que el grado de fragmentación de una roca no se relaciona directamente con la duración
de la utilización. Si bien es cierto que a mayor exposición al
fuego mayor posibilidad de fracturación, se puede producir
una fracturación muy intensa con una corta duración.
Para intentar encontrar una explicación a la contradicción que se produce entre nuestros datos experimentales y
los arqueológicos, hemos analizado los posibles orígenes de
las fracturas, teniendo siempre en cuenta que estamos
hablando de materiales que han sido considerados de naturaleza “globalmente” isótropa.
El origen de las fracturas
A. Litogénesis.
Dentro de este apartado se enmarcan:
• las singenésicas, que no tienen por qué siempre
presentar una orientación establecida y que están
relacionadas con el proceso de formación de la roca.
• las postgenésicas, que pueden ser producidas por
causas:
- holocinéticas (sin orientación establecida).
- tectónicas (con orientación fija preestablecida).
Para establecer el origen natural de las fracturas se debe
trabajar siempre con los bloques orientados en los afloramientos de origen y no con bloques sueltos desplazados
como es el caso de los hallazgos arqueológicos, por lo tanto
resulta imposible determinar –en la mayor parte de los
casos– si buena parte de la fracturación es de origen natural.
B. Medioambiental y antrópica.
En este apartado hemos considerado todas aquellas que
no se pueden encuadrar en el encabezamiento anterior y que
fundamentalmente se relacionen en todos los casos con
procesos de calentamiento-enfriamiento de las rocas:
Conjunto óptico de lentes cuya incorporación al tránsito de luz entre el polarizador y los componentes inferiores del condensador, limita el campo visual, favoreciendo la
formación de la parte externa de la figura de interferencia observable en el ocular.
7
83
[page-n-97]
• fatiga de materiales o choque térmico (Meloy y
Pagès, 1984): producida por causas naturales (díanoche) o antrópicas (calentamiento)
• gelifracción: resultado del proceso hielo-deshielo.
• calentamiento intencional antrópico.
Para poder establecer el modo de funcionamiento del
hogar, es importante saber en qué momento se produce la
fracturación de las rocas. Existen tres posibilidades:
a. En el momento de la combustión: generalmente relacionado con procesos de altas temperaturas (más de
500ºC).
b. Antes del enterramiento: por fatiga de materiales
(calentamiento-enfriamiento) y gelifracción.
c. Durante el enterramiento: como resultado de la reactivación de planos de fisuración producidos durante
la fase de calentamiento antrópico.
En este último caso se debe sólo a que las fisuras son
ámbitos de debilidad que en la fase de diagénesis o enterramiento pueden desarrollar procesos de deterioro más
rápidos que en el resto del bloque y, en parte, podrían ser
similares a los que presenta la superficie del mismo.
La comparación entre la superficie del bloque y un
plano de fractura, da como resultado que los minerales de
alteración del ámbito de la superficie se pueden confundir,
mezclar y difícilmente diferenciar de los materiales detríticos que envuelven la roca, en tanto que en los ámbitos en
que queda fragmentado el bloque por dicha fisura se pueden
conservar todas y cada una de las partes del proceso.
Paralelamente se puede establecer que el calentamiento
antrópico no da planos de fracturación orientados sino
planos con disposición aleatoria. Además si entre un calentamiento y otro posterior se produce un “relleno” en el
ámbito de la fisura que se ha producido en el primer calentamiento (por circulación de aguas, movilización de arcillas,
gelifracción, etc.) en el segundo se produce una activación
de estas fisuras más la aparición de otro sistema de fracturas.
Por lo tanto, un calentamiento no establece ordenación de
planos de fractura, por lo que es difícil poder establecer el
orden de fracturación. Este último sólo se podrá establecer
cuando la fracturación del segundo calentamiento se produzca
sobre el plano de fracturación del primer calentamiento.
La única manera de resolver este tipo de situaciones lo
proporciona la recuperación de todos los termolíticos del
nivel arqueológico y un proceso minucioso de remontaje
que será el que nos hable de la historia térmica de la roca.
V.3.1.2. Las fracturas microscópicas
El intento de caracterización de las termoalteraciones,
nos llevó a intentar su registro también a nivel microscópico.
Ya hemos visto como la muestra A-10, presentaba al microscopio petrográfico una fractura debida muy probablemente al
calentamiento (lám. 15). Teniendo en cuenta el pequeño
tamaño de las muestras para su observación en MEB,
elegimos cuidadosamente la zona de análisis. Seleccionamos
las partes rubefactadas de la muestra A-6 y las no rubefactas
de esta misma muestra así como de las A-3 y A-5.
En las muestras que no presentan rubefacción, se localizan cristales de calcita donde no se aprecian alteraciones,
con bordes bien definidos y aristas angulosas, sin evidente
percepción de microdiscontinuidades.
Al analizar las muestras mediante microscopio electrónico de barrido de emisión de campo (MEBEC), nos dimos
cuenta que algunas de ellas presentaban claras microdiscontinuidades, tanto de tipo fisural como fragmental.
El hecho de que se puedan documentar presenta un
elevado interés si tenemos en cuenta la problemática planteada respecto al posible origen térmico de las fracturas y
microfracturas.
Fig. 50. Muestras arqueológicas A3 y A4. Microfracturas. MEBEC.
84
[page-n-98]
Fig. 51. Muestras arqueológicas. Microfisuras. MEBEC.
Fig. 52. Muestra A-20. Arqueológica.
85
[page-n-99]
La hipótesis de una génesis de correlación directa entre
la fracturación y el calentamiento, sigue siendo aplicable a
las muestras arqueológicas. En éstas el grado de separación
intragranular que posibilita la percepción de la fisura, y/o la
destrucción de granos de igual naturaleza, varía según las
isotermas manifestadas en la roca cuya evolución, con movilización de materia, posibilitaría asimismo la percepción de
las fracturas tras un proceso diagenésico.
V.3.2. Las manchas
Tal y como se ha definido en el capítulo experimental,
la distribución y coloración de las manchas que aparecen
sobre las rocas, proporciona información directa sobre el
funcionamiento de la estructura y su estado de abandono.
Algunos de los materiales líticos arqueológicos estudiados presentan una coloración rojiza, propia de la rubefacción que se produce en el material expuesto a una fuente
de calor viva por la oxidación de hierro hidrolizado y por la
transformación de las arcillas, mientras que otros presentan
las manchas de color negro. Estas últimas se relacionan con
dos procesos diferentes:
a. Por una parte aquellas en las que ha quedado adherido sedimento con restos orgánicos de color negro.
b. Por otra, aquellas que están tiznadas de negro a
consecuencia del humo (tal y como se describe en los
procesos experimentales).
Las manchas oscuras que registramos en estas rocas
parece que son del primer tipo ya que están en relación
directa con la adherencia de restos de materia orgánica. La
ubicación de estas manchas oscuras se localiza en la cara
inferior de las rocas, al igual que las descritas por Rieu
(1985) para las areniscas y calizas del hogar W-11 del yacimiento de Etiolles –este autor describe siempre las manchas
negras asociadas a las calizas en su cara inferior–, y al
contrario que en nuestras experiencias de campo, donde las
manchas negras que registramos son del segundo tipo
descrito que se relaciona con los residuos del humo y que
por tanto se distribuyen sobre las caras superior y lateral
preferentemente.
En el capítulo experimental, se han analizado las
manchas de rubefacción en los ensayos al aire libre. Por una
parte se observa que su ubicación preferencial se produce en
las caras inferior y lateral, en menor medida.
Respecto al material arqueológico, esta coloración se
observa básicamente en la cara superior de las rocas, externa
al centro del fuego y en ocasiones como en la muestra A-6
en la cara lateral, también opuestas al fuego.
Por otra parte, esta misma roca presentaba síntomas de
rubefacción en varias caras. Este hecho puede ser explicado
de diferentes maneras.
Algunos autores (Rieu, 1985; March y Soler, 1999)
hablan de la posibilidad de que esta coloración se deba a una
reintroducción en el fuego en repetidas ocasiones, siendo
entonces la rubefacción intensa y afectando a diferentes
caras de los bloques.
En el caso del hogar de la Ratlla del Bubo, lo que se
observa es que la distribución y ubicación de las manchas
86
varía según el tamaño de la muestra, y que precisamente son
las muestras menores de 5 cm las que nunca presentan
síntomas de rubefacción total.
Por esta razón, en un primer momento pensamos más en
la posibilidad de que las rocas arqueológicas que presentan
varias caras rubefactas tuvieran diferentes ubicaciones o
simplemente cambiaran su orientación a lo largo de la
combustión, que en un reencendido o una reestructuración
del área de combustión. Pero el análisis detallado de la roca
A-6 que se compone de varios fragmentos nos hizo dudar.
Esta roca se encuentra enrojecida en la cara superior
(aunque no completamente) y en el lateral opuesto al fuego.
La cara que quedaría en contacto con las llamas no presenta
síntomas aparentes de alteración del color.
El análisis de esta roca nos da pié para pensar en una
reubicación, al menos de parte de las rocas en algún
momento del funcionamiento del hogar. Si ponemos este
dato en relación con el del sedimento del área alrededor de
la estructura que presentaba síntomas de rubefacción, y
además tenemos en cuenta la gran cantidad de rocas que se
marcaron con síntomas de termoalteración evidentes
durante el proceso de excavación de las capas 4 y 5 del nivel
I, no nos cabe ninguna duda al respecto de la reutilización
de este área de combustión, que supondría la ubicación de
distintos fuegos con y quizá sin rocas en determinados
momentos.
A pesar de la falta de un análisis más detallado sobre la
dispersión, termoalteraciones y remontaje de las rocas desaparecidas con la entrada de los furtivos al yacimiento, así
como del sedimento que se hallaba en los alrededores del
hogar estudiado, creemos haber podido reconstruir una parte
de la historia del funcionamiento de esta estructura de
combustión.
En el caso de Marolles-sur-Seine, donde también se ha
estudiado la ubicación de las manchas, (March y Soler,
1999), los resultados muestran, por ejemplo, que la
presencia de un alto porcentaje de fragmentos con alteración
parcial podría estar relacionado no sólo con una débil exposición al calor, sino con una posición periférica de las rocas
en relación al fuego.
Fig. 54. Distribución de las oxidaciones en las rocas de
Marolles-sur-Seine (March y Soler, 1999).
[page-n-100]
Fig. 53. Distribución de
manchas en la roca A-6.
Arriba: Cara superior.
Abajo: Cara inferior.
87
[page-n-101]
V.3.3. Las alteraciones micromorfoestructurales
El análisis macroscópico de las muestras, revela
cambios en la estructuración de las rocas que se relacionan
directamente con fracturas y/o fisuras.
Y así al microscopio petrográfico, en las preparaciones
en lámina delgada se han detectado escasas variables que se
reiteren a causa del calentamiento. Algunas muestras
presentan el clivage de los cristales de las calcitas oscurecidas. El oscurecimiento de las muestras, preparadas en
lámina delgada, a causa del calentamiento es un dato que
hemos podido constatar experimentalmente. Este oscurecimiento puede ir acompañado de una textura que hemos
descrito como “sucia”.
La presencia/ausencia de determinados óxidos de hierro
no sirve como indicador del calentamiento, ya que petrológicamente no está establecida la diferenciación de color
entre los que han servido para establecer los límites del
calentamiento (limonita, goethita, hematita).
En el microscopio electrónico, en determinadas muestras (A-6) se percibe una porosidad importante que se podría
relacionar con el calentamiento.
Asimismo a 600x se observa una línea de fractura entre
granos que se aíslan bien en el centro, siendo mucho más
evidente a 1300x. (fig. 50). A 5000x se aprecian una serie de
microfisuras en el borde de cristales que, sin embargo,
presentan aristas vivas.
Esto significa que en la mayor parte de los casos, no se
puede establecer una correlación directa entre el calentamiento y el redondeamiento de los bordes de los granos.
V.3.4. Las alteraciones colorimétricas
Como hemos visto en el apartado experimental, el
cambio de color en las rocas es un indicativo útil en muestra
de mano y a simple vista, para la discriminación de las rocas
calentadas.
También hemos visto como la relación estadística de los
distintos parámetros que definen el color, describen la
evolución que sufren con el calentamiento.
Con la aplicación de una regresión múltiple, se genera
una ecuación que podría permitir calcular la temperatura
esperada para un calentamiento dado, si los parámetros de
color no presentaran una correlación positiva entre ellos,
cuando además se plantea a nivel arqueológico el problema
del registro de los parámetros de color en muestras sin
calentar (como es el caso del hogar de la Ratlla del Bubo).
Esto complica e impide que se pueda inferir la temperatura
mediante la sustitución directa de los valores en los términos
de la ecuación.
Para poder establecer tal relación entre la coloración de las
muestras y la temperatura alcanzada, será necesario establecer un modelo numérico que permita la creación de una
ecuación donde los términos conocidos establecidos por la
experimentación puedan ser sustituidos por los arqueológicos para poder así llegar a calcular la temperatura.
88
V.4. INTERPRETACIÓN DE LOS RESULTADOS
En un área de combustión se dan distintos indicadores
que permiten interpretar la función, la naturaleza y las actividades desarrolladas en torno al hogar. Estos indicadores
vienen marcados por los propios elementos que conforman
el nivel del que forma parte y se refieren tanto a los bloques
que lo conforman como a las rocas de desecho, las cenizas,
los carbones –como testimonio de los distintos combustibles
utilizados–, el material industrial y los huesos quemados, así
como también el sedimento que se halla directamente relacionado con la actividad del hogar.
Sin embargo, la estructura que presentamos, no posee
todas las evidencias relacionadas con el proceso de combustión, ya que buena parte de los testimonios no se han conservado y los que lo han hecho se hallaron en un estado fragmentario y alterado.
Tales son los casos del material óseo, afectado probablemente por procesos tafonómicos de conservación diferencial debidos al medio sedimentario y tal vez a la función
misma del hogar en el espacio habitado del abrigo, y del
material lítico, escaso a su vez, como ya se ha visto, probablemente como consecuencia de esa misma función y del
carácter de la ocupación en el yacimiento.
En este contexto documental, el estudio pormenorizado
de las rocas cobra su máximo protagonismo dado que es el
único elemento que permite una aproximación interpretativa
a la historia de la estructura de combustión y así a la de la
ocupación de este yacimiento.
Por otra parte, la diferente distribución que ofrecen las
evidencias líticas y óseas a medida que nos alejamos de la
línea de visera del abrigo puede ser significativa de la naturaleza e intensidad de la ocupación en torno a las áreas de
combustión internas. Tampoco podemos descartar totalmente la posibilidad de que la desprotección de la misma
zona externa haya ocasionado una conservación diferencial de los restos faunísticos, colaborando a que sea menor
la densidad de materiales en el área externa que, en cualquier caso, sí es apreciable en lo referente a la industria
lítica.
Después de lo analizado hasta ahora, se debe volver a
plantear la interpretación que de esta estructura se había
realizado:
“el alto grado de alteración térmica que muestran los
bloques..., indica que debió estar sometido a una potencia
calórica importante ya sea en tiempo o en intensidad” (Soler
et alii, 1991).
A partir de los resultados de la excavación, se constató
que se trataba de los restos de una estructura de combustión
in situ. Los datos que aportan nuestros análisis, permiten
ampliar esta información, indicando que parte de los
elementos de esta estructura pudiera haber formado parte de
más de una instalación. Es decir que en momentos anteriores
a la registrada en excavación, podría haber tenido otra
forma, otros componentes y otra organización espacial.
Hay varios datos que apuntan hacia esta posibilidad de
reubicación o reutilización:
[page-n-102]
- Que el sedimento de alrededor de la estructura
también esté alterado puede indicar sucesivas ubicaciones o reconstrucciones del hogar, con ligeras
variaciones de posición, dado que es una estructura
de elaboración sencilla. Debemos remarcar que las
tierras que se encontraban entre las rocas A-6 y A-3,
en la parte externa de la estructura, se encontraban
rellenas de sedimento negro con restos de carbones
como se aprecia en la lámina 13, lo que apoyaría esta
hipótesis.
- Si hubo o no reutilización o reubicación de la estructura, viene indicado también por la distribución de
las manchas y las fracturas de las rocas.
Ninguna roca relacionada con esta estructura se
encuentra totalmente rubefactada. Por lo tanto, los fragmentos de rocas menores de 5 cm nunca presentan rubefacción completa, lo que significa que si estuvieron en contacto
con el fuego debió ser a temperaturas que no han dejado
evidencia ni de color ni de presencia de discontinuidades.
Si estos pequeños fragmentos fueran parte de las rocas
mayores de este hogar, por un lado se podrían remontar y,
por otro, presentarían signos de rubefacción en la mayor
parte de su superficie.
En cuanto a la distribución de las manchas, debemos
decir que las negras –situadas en la cara en contacto con
el sedimento– muestran que las rocas no fueron movidas
después del último uso. En cuanto a las rojas, muestran
precisamente la posibilidad de una reubicación ya que se
presentan en laterales opuestos al fuego y en la parte
superior.
Otra de las cuestiones que apoya esta hipótesis son las
rocas con signos de termoalteración externo (manchas y fracturas) que aparecieron justo en las capas anteriores al descubrimiento del hogar, relacionadas siempre con manchones
grisáceos y pequeñas acumulaciones carbonosas.
El hecho de que determinadas rocas no presenten
síntomas de termoalteración en la base y sin embargo el
suelo sobre el que se instalan sí, plantea la posibilidad de que
como mínimo se debiera haber producido otro episodio de
combustión que alterara el sedimento ya que en este la transmisión de calor a través de la roca habría sido insuficiente.
En cuanto a si todas las utilizaciones del área pudieron
pertenecer a un mismo nivel de ocupación, en este caso al
nivel de ocupación solútreo-gravetiense, las características
de los datos manejados sólo permiten hablar de instalaciones previas al fuego documentado, que no estarán muy
lejos en el tiempo, pero a las cuales no es posible asociar
directamente ningún material arqueológico.
En algunas ocasiones (Phillips et alii, 1983; March y
Soler, e.p.) se ha interpretado una deliberada elección de las
rocas que han formado parte de una estructura de combustión, tanto por su naturaleza petrológica como por su forma.
No parece ser este el caso del hogar que nos ocupa ya que,
más bien al contrario, se utilizan las rocas que están al
alcance, sin necesidad de realizar ningún desplazamiento
para su localización. Esto tiene sentido si se considera que el
hogar de la Ratlla del Bubo no presenta evidencias claras de
haber sido destinado a tareas ya sean técnicas o culinarias
que requieran una preparación especial –aunque esta última
afirmación es sólo una hipótesis que no podemos confirmar–.
Las temperaturas máximas alcanzadas por la mayor
parte de las rocas estudiadas, se puede afirmar que se
encuentran en un intervalo entre 290ºC –momento en el que
comienza la oxidación (March, 1993)– y 500ºC –umbral en
el que las muestras se tornan hacia el gris–. Este hecho viene
determinado fundamentalmente por dos cuestiones: la coloración y las alteraciones morfoestructurales.
Según se ha demostrado en el análisis colorimétrico, la
tonalidad rojiza comienza a apreciarse en las rocas calizas
del área del Abric de la Ratlla del Bubo, a partir de 300ºC,
haciéndose cada vez más intensa hasta llegar a los 500ºC
(fig. 25). Superada esa temperatura las rocas carbonatadas
adquieren gradualmente una tonalidad grisácea (figs. 21 y
23) y finalmente superados los 700ºC blanca.
Del total de rocas estudiado sólo dos testimonian indicios
de haber sido calentadas por encima de estas temperaturas.
Un lateral de la roca A-2, así como la roca que se encontraba
en el centro del hogar. Esto demuestra que al menos en una
parte del fuego se alcanzaron temperaturas por encima de los
600ºC, pero que esto debió de ser un pico térmico.
Es interesante subrayar al referirnos a las temperaturas
alcanzadas por las rocas, que el combustible utilizado para
encender y mantener este fuego sea Juniperus, ya que como
se describe en el capítulo experimental este combustible
mantiene preferentemente temperaturas por debajo de
500ºC, aunque puede producir picos términos en determinados momentos del proceso de combustión de más de
700ºC (anexo documental).
Para el establecimiento del tiempo mínimo de encendido, sólo contamos con una variable que proporcione información objetivable: la penetración de la oxidación en el
interior de las rocas. Como se ha visto para las muestras A6 y A-20, este parámetro alcanza valores de 2 cm, que viene
a coincidir con un mínimo de 3 horas, tal y como lo demuestran los resultados de nuestras experiencias de campo y, por
otro lado, que subjetivamente podría ser considerado como
un tiempo de uso real.
Para conseguir una mayor exactitud en el cálculo del
tiempo mínimo de encendido, sería necesario establecer
parámetros experimentales complementarios, que permitieran aplicar un modelo numérico matemático (March y
Ferreri, 1989, 1990, 1992).
En cuanto a los criterios de duración establecidos sobre
bases subjetivas como si las rocas “parecen” poco o muy
alteradas, si el sedimento está muy rojo o muy duro, etc.
creemos que deben ser descartados si se pretende hacer un
análisis riguroso del problema. Apreciaciones como las de
B. Valentin (1987) sobre la utilización de las estructuras no
responden a criterios objetivables, afirmar que un hogar que
no ha sido muy utilizado y por tanto las piedras no muestran
apenas signos de la acción del fuego es un hogar joven, no
puede mantenerse como un criterio de interpretación.
El siguiente problema que se plantea es el de establecer
la funcionalidad de este hogar.
En el trabajo de 1991 (Soler et alii), planteamos la posibilidad de que el hogar podría hallarse en relación con 4
89
[page-n-103]
bloques pequeños en posición vertical, situados a una
distancia de 90 cm del centro del hogar, dando lugar con su
disposición a un espacio más o menos triangular y de tierras
claramente diferenciadas por su coloración oscura, pero sin
carbones, y que en el momento de la excavación se interpretó
como probablemente correspondiente a la base de un
pequeño tronco. Este tipo de estructuras, algo alejadas del
hogar y por tanto imposibles de analizar en función del cocinado directo de los alimentos, pueden relacionarse con el
ahumado de carne o pescado o bien con el secado de pieles,
esa sería la posible funcionalidad del hogar del nivel II.
En este momento se debe volver a plantear aquella hipótesis con los datos obtenidos.
En primer lugar debemos resaltar que no existen
evidencias directas que permitan relacionar estos bloques
con la funcionalidad del hogar. El no tener datos concretos
sobre el sedimento de relleno de estos bloques ni un
contraste entre este y el del nivel, hace imposible ir más allá
de la conjetura.
No poseer información sobre la funcionalidad del
hogar por ningún otro medio tampoco ayuda a sustentar esta
hipótesis.
Una cuestión importante que se debe tener en cuenta a
la hora de valorar tanto la estructura como el conjunto del
asentamiento, es que los datos proporcionados por las
distintas excavaciones están referenciando la ocupación de
un pequeño abrigo, de forma estacional. Las características
de la fauna así lo hacen pensar, como también la propia
dimensión y estructura del hábitat. Es importante reseñar
que debe tratarse de un hábitat estacional, ocupado por un
pequeño grupo que probablemente realizaría ocupaciones de
90
corta duración. Es en este marco donde ha de incluirse el
área de combustión que hemos estudiado.
Dadas las circunstancias en las que se produjo la excavación somos conscientes de estar trabajando sólo con una
parte del material que se podría haber recuperado dada la
limitación de la zona excavada respecto al conjunto de lo
que pudo haber sido el total de superficie ocupada, por lo
tanto manejamos una información que padece los sesgos
propios de toda información arqueológica más los producidos por las particularidades que se dieron en la recuperación de esta estructura.
A través del estudio de esta estructura de combustión, se
ha podido observar como la información proporcionada por
las rocas puede aportar datos fundamentales para el reconocimiento de las actividades relacionadas con el último uso del
hogar, es decir para la reconstrucción de su historia parcial.
Las reflexiones abordadas en este capítulo, deben llevar
a la comprensión de la importancia de la sistematización de
la recogida de datos, del estudio y de la interpretación de los
restos pétreos.
Creemos haber mostrado el valor de la representación
de unos restos a los que la bibliografía ha dedicado una
escasa importancia en comparación con cualquier otro ítem
registrado en excavación –sólo cuando se han encontrado in
situ han sido descritos con un cierto detalle–.
Y una vez puesto en valor nuestro objeto de estudio,
matizada la información que puede aportar y presentada la
propuesta de análisis, debemos volver a la reflexión que nos
impulsó a iniciar el estudio de las termoalteraciones de las
rocas: comprender el comportamiento de determinados
grupos humanos respecto del fuego.
[page-n-104]
VI. SISTEMATIZACIÓN PARA LA DOCUMENTACIÓN DE LAS
ROCAS EN ÁREAS DE COMBUSTIÓN ARQUEOLÓGICAS
Es el conjunto de las interpretaciones parciales, no sólo
respecto del fuego, sino también respecto de los comportamientos técnicos, artísticos o económicos lo que va a
permitir un acceso al comportamiento social de un grupo de
cazadores-recolectores que vivió en una área geográfica
concreta y la explotó con una idiosincrasia particular que
ahora intentamos determinar a partir de las evidencias de su
abandono.
Sin un registro adecuado de cada uno de los componentes de una estructura de combustión, no es posible
obtener un acercamiento a la características de su funcionamiento. En este capítulo ofrecemos una sistemática de
registro de las rocas en excavación, que permite una clasificación y cuantificación de los datos que éstas aportan a la
interpretación tanto de la estructura como del sitio.
La metodología de recuperación de los restos arqueológicos, es la base de todo el desarrollo interpretativo posterior. El registro exhaustivo de los datos durante la excavación es lo que va a permitir que el procesado de los mismos
adquiera coherencia.
El sistema de registro desarrollado en las excavaciones
de cronología paleolítica evoluciona constantemente, al
mismo ritmo que las diferentes disciplinas que intervienen
en el proceso de investigación exigen una mayor precisión
en la recogida de datos.
De esta manera el estudio de las huellas de trabajo que
pudieran quedar tanto en los instrumentos de piedra como
en la fauna, ha hecho que se descarten los útiles metálicos
en la excavación; el análisis químico que se puede realizar
de parte de la materia orgánica, obliga a no tocar el sedimento con las manos o los pies mientras se excava en la
zona de toma de muestras; el remontaje del material lítico
susceptible de haber formado parte de una cadena operativa,
ha desarrollado un método de registro preciso para todo el
material aparecido en la excavación y no sólo para los consi-
derados útiles, y un largo etc. en el que se incluyen cada uno
de los estudios pormenorizados (antracología, palinología,
sedimentología, micromorfología, microfauna, carpología o
técnicas de datación) que se van desarrollando durante una
investigación arqueológica.
Sin embargo, las “piedras” han llevado siempre la peor
parte en este estricto uso del método arqueológico. Sólo aquellas consideradas por los técnicos de la excavación como de
utilidad han sido registradas, aunque sin una sistemática de
registro similar a la desarrollada para el resto de los ítems.
Normalmente se documentan las rocas relacionadas con la
combustión, aquellas que presentan restos de pintura o las que
poseen una forma intencional como puedan ser las lámparas.
Nuestras consideraciones metodológicas van a ir referidas fundamentalmente a las rocas que han formado parte
de las estructuras de combustión, pero propondremos
algunas pautas para el reconocimiento de las rocas en excavación, estén o no formando parte de las estructuras de
combustión.
VI.1. RECONOCIMIENTO DE LA MATERIA PRIMA
Al igual que el material lítico que ha sido utilizado para
fabricar instrumental, el resto de pétreos de un asentamiento
debe ser catalogado sistemáticamente. La importancia del
reconocimiento de este tipo de material viene dada por cuestiones bien diferentes.
a. Por un lado la posibilidad de que se hayan producido
aportes antrópicos selectivos para el desarrollo de actividades específicas, que pueden estar relacionadas:
- Con la combustión: determinado tipo de roca es
considerado más adecuado para cocinar y/o para
calentar o para la realización de actividades técnicas.
- Con la elaboración de objetos de arte, ya sean esculturas exentas que requieren un tipo de roca que se
91
[page-n-105]
pueda modelar con cierta facilidad, o como soportes
de arte mueble.
- Con determinados objetos como pueden ser las
lámparas.
b. Por otro lado, en el caso de las estructuras de
combustión, conservar material sin calentar que sirva
de referencia para el análisis de las termoalteraciones
de las rocas que han estado inmersas en un proceso
de combustión.
Es importante que la clasificación de los pétreos venga
acompañada por una descripción del material de la zona en
la que se ubica el asentamiento, de manera que con un
estudio inicial de la geología del entorno se pueda tener una
idea aproximada del material que cabe esperar documentar
en el proceso de excavación.
La descripción de las rocas en excavación se realizará
en muestra de mano y será orientativa, al igual que lo pueda
ser la sedimentológica, faunística, etc.
Las características más importantes que deben ser reseñadas, se relacionan, por una parte con la descripción
morfológico-descriptiva de las rocas y, por otra, con una
descripción contextual adecuada, que ubique el material
pétreo respecto del nivel en el que se documenta.
Con esta sistematización de los datos se favorece su
cuantificación y descripción, lo que permitirá un procesado
de los mismos más adecuado.
CONTEXTO LITOLÓGICO
Roca aislada:
1. parte integrante de la fracción gruesa.
2. caída: de techo, paredes, deprendimiento de visera.
3. aportada por agentes naturales (como arroyada).
4. otros.
Roca asociada a estructura de combustión in situ:
1. parte del borde.
2. parte del enlosado.
3. parte de las paredes.
Roca asociada a restos de combustión
no estructurados:
1. desechos de combustión.
2. vaciados.
3. otros.
Roca asociada a otros restos:
1. muretes protectores.
2. enlosado de suelos.
3. otros.
Observaciones
Cuadro 13.
92
VI.2. LAS ESTRUCTURAS DE COMBUSTIÓN
La descripción de las rocas que forman parte de las
estructuras de combustión ha sido una de las preocupaciones
más constantes de la investigación, sobre todo en Francia.
El hecho de que su registro arqueológico proporcionara gran
cantidad de yacimientos (Pincevent, Etiolles, Masargny,
Verberie, Fontgrasse, etc.) con abundantes restos pétreos
relacionados con la combustión, provocó el que desde los
años 70 se desarrollaran distintos métodos de trabajo
respecto al estudio de las denominadas “piedras quemadas”.
Estas rocas limitan el hogar formando un borde o se
sitúan en el interior y/o en la periferia del mismo y son las
más aparentes desde el punto de vista de las estructuras
evidentes (Leroi-Gourhan, 1966), ya que en muchas
ocasiones no queda ningún otro vestigio de combustión
dado que los residuos de combustión pueden llegar a desaparecer totalmente.
De entre las técnicas desarrolladas para su estudio
destaca sin duda la del remontaje de las rocas termoalteradas, cuya importancia viene remarcada por el uso que de
ella hacen diferentes autores/as. Este método es utilizado
como manera de tener un conocimiento del funcionamiento
dinámico del espacio que se está estudiando, de manera que
a partir de sus resultados se vertebra la interpretación de las
llamadas unidades de habitación (Leroi-Gourhan, 1966).
Así, por ejemplo, en la interpretación del yacimiento de
Pincevent, Julien (1972, 1973, 1984) utiliza el remontaje
para, por una parte reconstruir la forma original de las
estructuras de combustión; analizar las relaciones entre los
diferentes hogares y/o estructuras adyacentes –vaciados–;
evidenciar las tareas de mantenimiento necesarias para el
mantenimiento de los hogares.
El problema que plantea basar todas la interpretaciones
en el remontaje, es que no se tienen en cuenta otros aspectos
que pueden proporcionar una información incluso más
precisa.
Hay otras características de las rocas que deben ser
tenidas en cuenta en su análisis que permiten adoptar una
perspectiva distinta en la interpretación de la estructuras de
combustión y que permitirán además, precisar y ampliar la
información proporcionada por el propio remontado de las
rocas. El registro del tipo de fracturas, de las manchas, de la
relación entre ambas y de la posición respecto del sedimento
en el que las rocas se hallaron.
Para poder reconstruir la historia del funcionamiento de
una estructura de combustión determinada, es necesario
establecer un estudio sistemático de estas estructuras.
El análisis experimental y la aplicación de métodos analíticos permiten una mejor interpretación de los restos y de su
organización. Pero ninguno de estos métodos puede contrastarse correctamente si el registro de la excavación no aporta
todos los datos necesarios.
VI.2.1. El registro de excavación
La descripción de los restos de un depósito arqueológico es la clave fundamental de su posterior interpretación.
En el caso de las áreas de combustión, cada uno de los
[page-n-106]
elementos que la conforman y se relacionan con ella ha de
ser descrito individual y pormenorizadamente.
Las características que cada componente presenta han de
ser individualizadas en categorías que permitan su posterior
procesado de una manera numérica, abriendo así la posibilidad de cuantificar estadísticamente las variables para
analizar su significación tanto respecto de la propia estructura
como de los otros restos documentados en la excavación.
Para poder procesar los datos de esta manera, hará falta
una descripción lo más detallada posible durante el proceso
de excavación de aquellas variables que consideramos
susceptibles de ser cuantificadas.
El registro deberá incluir además de los datos habitualmente recogidos en excavación (situación tridimensional,
características sedimentológicas, material lítico y/u óseo
asociado, distribución de los carbones, dibujo, fotografía,
toma de muestras para analíticas diversas, etc.) y los que
describimos a continuación en nuestras propuestas de
registro, otros que aunque en algunas ocasiones ya hemos
visto documentados, no se han sistematizado de manera
cuantificable. Nos referimos fundamentalmente a las
manchas y las fracturas.
VI.2.1.1. Las manchas
Como hemos demostrado a lo largo de este trabajo, el
análisis de la distribución y características de las manchas
de las rocas, es un elemento fundamental en la interpretación del funcionamiento de las estructuras de combustión.
Es muy importante su minuciosa descripción en excavación
ya que así la reubicación o reutilización tanto de las piedras
como de las estructuras es una de las formas en que queda
testimoniada.
Se ha señalado en diversos trabajos (Rieu, 1985; March,
1996; March y Soler, 1999) como las manchas presentan
fundamentalmente dos coloraciones roja y negra. Pero no se
debe descartar la posibilidad de que existan otro tipo de
manchas relacionadas con otros procesos de tipo tafonómico. En cualquier caso la descricpción sistemática será la
única que permitirá posteriores análisis y deducciones una
vez en el laboratorio.
VI.2.1.2. Las fracturas
Al igual que las manchas, son una de las evidencias que
ayudan a reconocer el posible calentamiento de las rocas.
Ya hemos visto los problemas que se asocian a ellas y cómo
en ocasiones es difícil tener certeza de su origen y significado. A pesar de este hecho, debe sistematizarse su descripción para poder precisamente avanzar en este aspecto de la
investigación.
Algunos autores, tal como se ha descrito, establecen que
determinadas litologías, con el calentamiento, adquieren una
tendencia particular de fracturación. Hemos analizado en los
capítulos precedentes como esto no parece ser siempre así y
la dificultad que entraña en muchas ocasiones el reconocimiento del origen de las fracturas. Pero, consideramos que
debe realizarse un esfuerzo de sistematización en la descripción de las mismas si pretendemos comprobar esa asociación
entre determinado calentamiento y fracturación característica.
La aplicación del estudio de las fracturas, su relación
con el fenómeno de la rubefacción y con la ubicación espacial de las estructuras de combustión, hacen de este análisis
un apartado imprescindible para el reconocimiento, no sólo
de las alteraciones térmicas concretas, sino también para el
del funcionamiento de la estructura.
Para sistematizar la descripción de las fracturas de las
rocas que se asocian a restos de estructuras de combustión
utilizaremos la ficha de registro de rocas termoalteradas e
incluiremos las fisuras, desgajamientos, descascarillados o
fenómenos de índole similar.
La propuesta de registro de datos que presentamos, fue
inicialmente construida para trabajar en yacimientos como
Marolles-sur-Seine o Le Closeau, por R. March y B. Soler.
Este registro crece y se multiplica al tiempo que el trabajo
en diferentes yacimientos va presentando distintas realidades arqueológicas. Esto significa que es una base abierta
a la mejora y a la adaptación, pero que ya ha sido comprobada su efectividad en el análisis de las rocas termoalteradas
de estos yacimientos.
Este análisis descriptivo se realiza en tres etapas.
Primero se hace una descripción general de la distribución
de la rubefacción en la superficie de los fragmentos,
después una descripción del emplazamiento de este enrojecimiento en su estado de abandono y por último una
descripción de la distribución de la rubefacción sobre los
núcleos remontados.
VI.2.1.3. El sedimento
Aunque no vamos a entrar en cómo se debe documentar
el sedimento de una estructura de combustión, ya que de
esto se han ocupado otros autores (March, 1996), sí
queremos dejar constancia de la importancia que posee este
elemento asociado a las rocas que formaron parte de una
estructura de combustión.
A través de un adecuado análisis del sedimento adherido a las rocas y del suelo sobre el que se instalaron, se
puede llegar a determinar alguno de los usos a los que pudo
estar dedicado el hogar. Se debe tener en cuenta que los
hogares son un lugar privilegiado de concentración de
sustancias orgánicas. Tal y como ha demostrado March
(1995), los restos de materia orgánica que quedan adheridos
o impregnados en el sedimento, permiten a través de los
métodos analíticos aplicados por la química orgánica, la
determinación del origen de sustancias de origen animal o
vegetal, resultado de las diferentes actividades realizadas en
los hogares y su entorno.
Queda así evidenciada, la importancia de que el sedimento que acompaña a los restos de combustión sea estudiado en detalle ya que es susceptible de contener una
cantidad de información microscópica que revela datos que
es imposible conocer de otra manera. Wattez (1992) ha
demostrado con sus trabajos la importancia de la micromorfología para el estudio de las variaciones del sedimento y el
análisis de las cenizas que proporciona una documentación
precisa sobre los restos vegetales, temperaturas de combustión, etc., ampliando las posibilidades de interpretación
ofrecidas por la antracología.
93
[page-n-107]
BASE DE DATOS MATERIA PRIMA
Localización
DESCRIPCIÓN
Tipo
CANTIDAD
Sedimentaria
Ignea
Metamórfica
Tamaño
Bloque
Guijarro
Grava
Forma
Globular
Poliédrica
Piramidal
Plana
Irregular
Otras
N.º de caras
Alteradas
No alteradas
Aristas
Angulosas
Redondeadas
Consistencia
Dura
Blanda
Tipo de Alteraciones
Fisuras
Fracturas
Carbonatación
Otras
Color
Descripción petrológioca muestra mano
Textura
Tamaño grano
Cuadro 14. Base de datos materia prima.
94
OBSERVACIONES
[page-n-108]
REGISTRO DE ROCAS TERMOALTERADAS I
OBSERVACIONES
Materia Prima
Alteración
Total
Parcial: número de caras
Puntual
Nula
Situación Alteración
Global
Desconocida
Inferior (respecto del sedimento)
Superior (respecto del sedimento)
Lateral
Superior-inferior
Inferior-lateral
Superior-lateral
Parcial (sup-infe-late)
Tipo de fractura
Curva
Curva irregular
Irregular
Plana
Plana irregular
In situ
Tipo de fragmento
Peso
Volumen
Curvo
Globular
Poliédrico
Piramidal
Irregular
Cuadro 15. Registro de rocas termoalteradas.
95
[page-n-109]
REGISTRO DE ROCAS TERMOALTERADAS II
Nº Caras del fragmento
Cantidad
Observaciones
Nº total
Rubefactas
Opuestas
Limítrofes
Exteriores
Grises
Opuestas
Limítrofes
Exteriores
Negras
Opuestas
Limítrofes
Exteriores
Blancas
Opuestas
Limítrofes
Exteriores
Fracturada in situ
Sí
No
Cuadro 15. Registro de rocas termoalteradas (Continuación).
Foto cuadro 15.
96
[page-n-110]
Todos estos procedimientos analíticos, requieren en cada
caso de la utilización de una metodología de extracción de
muestras que deberá ser determinada por los especialistas.
Cada nueva técnica analítica requiere de un proceso de
registro propio, es por eso que la metodología de excavación
debe estar siempre abierta a la incorporación de todos aquellos aportes que ayuden a mejorar la interpretación.
Volvemos aquí a subrayar la importancia de la interdisciplinaridad de los equipos de investigación, interdisciplinaridad
que debe ser llevada a su máximo exponente con la colaboración en el proceso de excavación de todos aquellos especialistas que intervengan en el procesado de los datos. Su
experiencia, la observación directa de la problemática y la
relación con la dirección técnica de la excavación propor-
cionaran nuevas perspectivas que sin duda contribuirán a
una mejor resolución de los problemas.
El contenido de nuestra propuesta de registro, debe ser
integrado en el registro general de la excavación, de manera
que sea una información más de las que se documenta sistemáticamente. Consideramos esencial esta integración si se
pretende, a partir de ella, llegar a resolver todas aquellas cuestiones que hemos visto plantean el binomio color/temperatura.
La adaptación de las diferentes bases de datos que
hemos presentado al conjunto de registros de la excavación
es sólo un problema de integración de bases, fácilmente
solucionable con una correcta informatización de los datos
desde el proceso de recogida de datos en excavación hasta
su interpretación final en el laboratorio.
97
[page-n-111]
[page-n-112]
VII. CONCLUSIONES
A lo largo del presente trabajo hemos visto cómo las
distintas problemáticas que genera el estudio de los restos de
combustión, precisan del establecimiento de metodologías
multidisciplinares que permitan abordar con rigor los interrogantes que plantea la documentación arqueológica.
En este sentido, nuestra propuesta de una sistemática
operativa experimental para el reconocimiento de las termoalteraciones en las rocas carbonatadas en contexto arqueológico, aporta un instrumento de trabajo eficaz cuyos resultados permiten un mayor grado de acercamiento al análisis
de los restos de combustión y, por ende, al comportamiento
de los grupos cazadores-recolectores del Pleistoceno en el
área mediterránea peninsular.
Aunque como se ha podido comprobar la experimentación por sí misma y de manera desglosada no es novedosa
en el estudio de los restos de combustión, con la propuesta
global que presentamos se contribuye al desarrollo de este
método en la medida en que se sugieren nuevos procedimientos de actuación.
El trabajo desarrollado plantea cómo, desde los estudios
básicos multidisciplinares de las rocas termoalteradas, se
puede tener una aproximación al funcionamiento o historia
térmica de una estructura de combustión. Asimismo, cómo a
partir del estudio del conjunto de evidencias es posible llegar
a establecer una aproximación más certera a su función.
De esta manera, el incremento controlado de temperaturas que han sufrido las muestras experimentales, tanto al
aire libre como en mufla, ha servido para establecer criterios
en orden a determinar:
1º Si una muestra arqueológica dada, ha estado calentada o no.
2º Si ha estado calentada una o varias veces.
3º Si ha sido calentada, en que rango de temperaturas.
Y todo ello sistematizando el protocolo experimental y
aplicándolo sistemáticamente en cada una de las distintas
rocas, previamente agrupadas por litologías y taxonomías,
que componen estos restos pétreos de combustión.
A lo largo del proceso de investigación, hemos privilegiado dos aspectos esenciales, tanto en el estudio de las
evidencias arqueológicas como en el desarrollo de la problemática experimental: las alteraciones colorimétricas y los
cambios morfoestructurales de las rocas, por ser características organolépticas definibles en la fase de excavación. La
resolución de estas dos cuestiones se ha basado en el calentamiento intencional de las rocas.
Hay otros criterios que se han obtenido en la fase experimental, que sin ser de aplicación a la fase de campo sí lo
son al estudio de las estructuras de combustión.
VII.1. ALTERACIONES COLORIMÉTRICAS
El reconocimiento de las “piedras quemadas” en excavación se ha realizado en la mayor parte de los trabajos
publicados hasta el presente, a partir del color y las fracturas. La asociación color rojo/roca muy calentada ha sido
sistemática en muchos de ellos.
Estas investigaciones no iban desencaminadas respecto
al cambio de coloración que se produce en las rocas con el
incremento de temperatura.
Hemos demostrado experimentalmente que un calentamiento entre 250ºC - 300ºC (dependiendo de la litología)
produce el inicio de una modificación del color que se puede
cuantificar y que en la totalidad de los casos tiende al enrojecimiento de la muestra. Pero, como también hemos señalado,
no siempre el color rojo de una muestra se relaciona directamente con un incremento de temperatura, sino que puede
venir determinado por composiciones genésicas de elementos
que posean esa coloración (arcillas), o alteraciones que no se
relacionen directamente con el calentamiento.
A partir de 500ºC se produce un nuevo cambio en las
coloraciones de las litologías antes consideradas, tornándose
99
[page-n-113]
ahora, a simple vista, hacia el gris. No podemos descartar
que este cambio de cromatismo no esté relacionado con la
pérdida de agua de cristalización (no se debe confundir con
la pérdida de humedad que se produce a partir de 100ºC).
Este fenómeno culmina a los 520ºC. Tal cambio se detecta
incluso en las preparaciones en lámina delgada donde, por
simple comparación directa, se observa un oscurecimiento
de las mismas.
Como se refleja en los gráficos, realizados a partir de los
datos procedentes de las distintas fases de la experimentación (figs. 23 a 27), tanto el parámetro de color b*, como el
análisis del croma, muestran esta paulatina tendencia hacia
el gris de las muestras con el calentamiento.
Asimismo, los microclastos de la matriz adquieren una
textura más uniforme con el calentamiento, adquiriendo
también el fondo un tono más oscuro.
A partir de 700° la coloración se torna, a simple vista,
hacia el gris-blanquecino, siendo tanto más blanca cuanto
más sobrepase esta temperatura. Este fenómeno va acompañado por la disgregación de la muestra que adopta una
textura externa que recuerda la del “polvo de talco”, por
descomposición del CO3Ca en CaO.
Como se observa en los gráficos referidos, desde una
coloración inicial cualquiera –en nuestro caso dentro de la
gama de los beiges/marrones– tenemos un comportamiento
diferencial para los parámetros del color L*, a* y b*.
El parámetro que define la luminosidad (L*) ya hemos
visto cómo en la matriz de correlaciones (fig. 26) se
mostraba independiente de la temperatura. Sin embargo los
parámetros de color a* y b* presentan una correlación positiva con la temperatura.
La correlación inversa de b* respecto a la temperatura,
refleja la tendencia de las muestras hacia el color gris, sea
cual sea el tipo de calentamiento sufrido por la muestra.
El parámetro a*, que representa la tendencia de la
muestra hacia el color rojo, presenta una primera fase en la
que la correlación respecto a la temperatura es baja para
después, a partir de los 500ºC, seguir una trayectoria claramente descendente de la curva, recogiendo la evolución
hacia colores menos definidos. Esto ocurre tanto si el calentamiento se realiza en mufla como al aire libre.
Al analizar las curvas de varias rocas calentadas en
mufla superpuestas (figs. 25, 26 y 27), se observa cómo
desde sus colores iniciales de partida sin calentar, presentan
coincidencia en un punto así como pendientes y trayectorias
muy similares.
Estos datos podrían ser interpretados de la siguiente
manera:
• Cuando las muestras presentan coloración rojiza
tanto en muestra de mano como en sección pulida, la
temperatura alcanzada hubiera estado por encima de
los 250ºC - 300ºC y por debajo de los 500ºC.
• Si las muestras poseen un color desde gris a blanco
el calentamiento hubiera sido mayor de 600ºC.
• Con el aumento de temperatura, las rocas tienden a
unificar la coloración sea cual sea su color original en
la muestra sin calentar.
A este planteamiento se pueden objetar varias cuestiones.
100
En primer lugar, que existen otras causas además
del calentamiento que provocan un enrojecimiento de las
muestras que deben ser analizadas y tenidas en cuenta.
En segundo lugar, no tener muestras arqueológicas sin
calentar que se puedan utilizar como muestra patrón.
Al profundizar en el estudio de la escala de variaciones
del color, nos planteamos si no podríamos llegar a calcular
la temperatura (T) a partir del análisis de la diferencia de
color mediante el establecimiento de un modelo matemático. Pero en este momento del desarrollo de la investigación
se plantean una serie de dificultades para llevarlo a término.
Una es el ya mencionado desconocimiento del color de
origen en las muestras arqueológicas y, por otra parte, estadísticamente se plantea el problema de que los parámetros
de color a* y b* presentan una correlación positiva entre
ellos, lo que implica que hay que buscar fórmulas adecuadas
para subsanar este problema.
Finalmente, y quizá el problema más importante a la
hora de intentar establecer una ecuación para el cálculo de
T, debemos exponer el problema que supone la litología de
las muestras. A pesar de haber trabajado con un conjunto
bastante homogéneo –rocas carbonatadas de grano fino y
grueso, con mayor o menor cantidad de restos orgánicos,
óxidos de hierro u otros componentes menores–, las
mínimas variaciones que se establecen entre las muestras
pueden condicionar una evolución diferente en lo que
respecta a las alteraciones colorimétricas, que requerirían de
un procedimiento experimental y analítico propio para su
diferenciación.
Por esta razón no ha sido viable plantear el cálculo para
conocer la temperatura a partir del color. Éste es uno de los
grandes retos que el presente trabajo nos ha abierto y para
poder superarlo será preciso establecer un procedimiento
experimental creado para tal fin, que permita la creación de
una base de datos a partir de la cual se puedan establecer los
términos de la ecuación que permita el cálculo de T.
Aproximaciones mayores en el binomio color/temperatura en este momento de la investigación serían arriesgadas
en rocas de color inicial variable y, en el caso de la Ratlla del
Bubo –o de cualquier otro yacimiento pleistoceno–, desconocido, teniendo en cuenta además que las variaciones intermedias de color pueden ser muy amplias.
Siguiendo con la problemática que plantea el tema del
color, debemos señalar que muchos autores han tomado
como referencia el trabajo de Meloy y Pagès (1984), donde
se adscriben a intervalos de temperatura concretos cambios
en la coloración de las rocas (cuadro 8). Ya hemos visto
algunos de los problemas que plantean, pero se debe incidir
en la dificultad, cuanto menos, de la correcta descripción de
conclusiones a partir de la imprecisa clasificación de los oxihidróxidos de hierro.
Los resultados que presentan Meloy y Pagès (1984) referidos a los oxi-hidróxidos de hierro, proceden del trabajo de
Michel (1983), al cual no hemos podido tener acceso. En este
trabajo se dice que “microscópicamente las formas hidrolizadas limonitas y goethitas son, desde amarillas mientras son
cripto-cristalinas, a marrones para una mejor cristalinidad.
La hematita, roja en finas partículas, se vuelve de gris a negra
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en los cristales más importantes” 8. Además añaden que ya se
ha demostrado la analogía entre una determinación macroscópica del color y la calidad de un mineral. Para las limonitas,
establecen una coloración naranja en fases amorfas. Cuando
se produce el calentamiento las limonitas presentes en materiales crudos llegan a convertirse en especies diferentes,
menos hidratadas, responsables de nuevos colores.
Asimismo, establecen la dificultad de determinar las
fases férricas por vía óptica, poniéndolas en evidencia a
través de la microscopía. Finalmente, establecen una aproximación teórica color/temperatura.
Los propios autores reconocen las limitaciones y los
problemas que supone, a partir de los análisis establecidos
sobre fases puras de los oxi-hidróxidos de hierro, raramente
así presentes en el medio natural, establecer una relación
directa color/temperatura.
A estas observaciones de los autores referidos, debemos
añadir varias cuestiones que, en nuestra opinión, deben
replantear tanto a nivel microscópico como macroscópico la
asignación de una coloración con la presencia de un oxihidróxido concreto y, por ende, aquella con una temperatura
de calentamiento.
1. No hemos encontrado en la bibliografía especializada en mineralogía un criterio para diferenciar la
limonita de la goethita, y menos en análisis con
microscopio petrográfico (Roubault, 1963; Bateman,
1974). En buen número de casos se cita como imposible de diferenciar o como ambas cosas.
2. Tampoco existen criterios unificados acerca del color
que se debe esperar de cada uno de estos oxi-hidróxidos de hierro (Roubault, 1963; Bateman, 1974).
Por lo tanto no creemos viable que se puedan establecer
condiciones de calentamiento, de tiempo de encendido de
un hogar e incluso se pueda llegar a la interpretación del
hábitat, a partir de la presencia de la goethita o hematita y de
una supuesta coloración que preestablece una temperatura
de calentamiento.
Si no se puede establecer esta relación a nivel microscópico, la asimilación directa de esas coloraciones a nivel
macroscópico tampoco se puede sostener en esos términos.
Creemos que los resultados que hemos presentado
mediante el análisis con espectofotómetro, proporcionan
datos más precisos sobre la relación color/temperatura.
Estos datos no siempre entran en contradicción con los
presentados por los autores anteriormente citados, pero sí
creemos que la base experimental sobre la que están establecidos y los cálculos estadísticos realizados, permiten un
acercamiento más correcto al problema.
VII.2. CAMBIOS MORFOESTRUCTURALES
Con el calentamiento sistemático pretendíamos poder ir
observando los cambios y transformaciones que iban
8
sufriendo las muestras. Dado que en algunos trabajos se
establecían variaciones morfoestructurales, como el
aumento de una determinada textura o la aparición de
nuevos elementos a bajas temperaturas –menos de 400°C
para un solo calentamiento (Bazile, 1989)–, comenzamos la
analítica y observación, tanto macroscópica como microscópica, desde las muestras sin calentar. Realizando para las
experiencias en mufla calentamientos cada 100° a partir de
300° hasta 700°.
La primera cuestión que debe ser resaltada es que entre
300°C y 500°C, no se han podido sistematizar cambios
morfoestructurales, ni en el análisis con lupa binocular a
partir de lámina delgada, ni en el microscopio petrográfico.
No se aprecia redondeamiento en los bordes de los
granos, microfisuras, crecimiento del ámbito micrítico en
detrimento del esparítico ni otras alteraciones morfoestructurales. Sólo en las muestras que presentan glauconitas,
éstas, al perder el agua de cristalización, parece que se
muestran menos evidentes a partir de 200°C, no percibiéndose con un calentamiento superior a 380°C.
Por esta razón decidimos utilizar el microscopio electrónico de barrido (MEB) y el microscopio electrónico de
emisión de campo (MEBEC), para comprobar si la instrumentación electrónica permitía una sistematización de las
posibles variaciones morfoestructurales a mayores aumentos.
Como se ha ido describiendo en el capítulo dedicado al
apartado experimental, tampoco los medios electrónicos nos
han permitido sistematizar cambios a menos de 500°C.
No podemos afirmar que otras litologías no los presenten,
pero sí que en las muestras carbonatadas que hemos analizado, tanto de Marolles-sur-Seine como de la Ratlla del
Bubo, no se aprecian.
Es a temperaturas superiores a los 600°C cuando se
evidencian algunos cambios en la morfología de las muestras estudiadas, hayan sido calentadas en mufla o al aire
libre. Estos cambios son observables casi exclusivamente a
través del análisis de microscopía petrográfica y electrónica.
En el caso del análisis petrográfico, se evidencia una
textura de color oscuro que hemos denominado “sucia” en
los cristales de los carbonatos, así como su propia desintegración, permaneciendo constante la textura y componentes
orgánicos o inorgánicos, no apreciándose cambios sistemáticos de porosidad ni recristalizaciones.
En el estudio con microscopio electrónico de barrido,
los cambios se fundamentan en la aparición de unos depósitos planares sobre los granos y, en ocasiones, por pequeñas
microfracturas o microfisuras (fig. 36). Asimismo se detecta
un redondeamiento en las aristas de los cristales, aunque
esta característica no es sistemática.
Si comparamos los resultados obtenidos en el proceso
experimental con los que publicaron Meloy y Pagès en 1984
para el estudio de los materiales calcáreos experimentales
franceses, observamos que coinciden con nuestras observa-
El problema de la complejidad de la existencia de la limonita ya se ha planteado en el capítulo 6.
101
[page-n-115]
ciones para las rocas calizas en cuanto a los tres estadios
principales de alteración, pero para las rocas tipo
“meulière”: 300°C-500°C y 700ºC, no así en la desintegración de la roca que nosotros la apreciamos tanto en mufla
como al aire libre en 800°C.
Para las rocas calizas de Champigny y Brie, los autores
no parecen poder apreciar alteraciones a temperaturas
menores de 600°C, ya que sólo describen las variaciones de
color en la gama de grises y la transformación del CO3Ca en
CaO + CO2 que se produce a partir de los 620°.
El análisis de las rocas carbonatadas termoalteradas,
muestra que éstas no presentan tantas posibilidades de transformación como otras rocas tipo arenisca o la propia
“meulière”, dado su componente mayoritario –el carbonato
cálcico–.
Mediante el presente estudio hemos podido establecer
algunas matizaciones a las observaciones recogidas hasta
ahora en la bibliografía que ayudan al reconocimiento de las
distintas fases de calentamiento de las rocas carbonatadas.
• Enrojecimiento de las muestras entre 290ºC y 500ºC.
El problema aquí es determinar exactamente a qué se
debe. Tradicionalmente en la bibliografía se ha atribuido a la transformación de los óxidos de hierro, pero
después de las reflexiones planteadas sobre la transformación de estos óxidos y la relación color/temperatura, creemos que no se puede dar unas respuesta
única y taxativa en este momento de la investigación.
• En muestra de mano, la textura superficial presenta
aspecto reseco y más mate que en muestras de su
misma génesis naturalmente desprendidas de afloramientos.
• Oscurecimiento o degradación hacia el gris de las
muestras a medida que aumenta el calentamiento,
observable incluso en las preparaciones de lámina
delgada.
• Microfracturas y microfisuras perceptibles al microscopio petrográfico y electrónico para temperaturas
superiores a 600°C.
• Textura “polvo de talco” superficial en muestra de
mano, para temperaturas superiores a 700ºC.
• Oscurecimiento de los cristales de carbonatos con
textura “sucia”, a partir de los 700°C, en análisis con
microscopio petrográfico.
• Disgregación de los cristales de los carbonatos entre
600°C y 700°C, apreciables en microscopio petrográfico.
El desarrollo de este trabajo nos ha permitido valorar el
hecho de que el estudio de cada litología requiere una serie
experimental específica, tanto en mufla como al aire libre.
La escala colorimétrica que hemos descrito es válida para
las rocas carbonatadas de tipo micrítico y esparítico, que son
las más abundantes en el territorio valenciano. Eso no
implica que no pueda servir como indicador para otras litologías de composición similar, pero si se pretende realizar
un estudio detallado similar de cualquier tipo de roca, es
necesario plantear un programa experimental sistemático y
completo, como así se hizo en el estudio de la estructura nº1
de Marolles-sur-Seine dado que incluía otras litologías.
102
VII.3. APLICACIÓN DE LOS RESULTADOS A LAS
SERIES ARQUEOLÓGICAS
El objetivo final del presente trabajo siempre ha sido
establecer criterios de discriminación que permitan diferenciar las características del calentamiento intencional de las
rocas que conforman las estructuras de combustión arqueológicas.
A partir del estudio de tres asentamientos con problemáticas completamente distintas, hemos observado cómo la
discriminación de la termoalteración de las rocas es muy
importante a la hora de interpretar el funcionamiento de las
estructuras de combustión, su estado de funcionamiento o
abandono, su integración en el hábitat y desde ahí introducir
una nueva posibilidad interpretativa del asentamiento objeto
de análisis.
Cada documento arqueológico (EC, RCNE, rocas, sedimento, carbones, etc.) requiere una técnica de análisis específica que incidirá en las características que éste haya desarrollado a lo largo de su uso y de sus características tafonómicas. Es muy importante realizar el estudio de las estructuras de combustión dentro del marco del hábitat que se
estudia, ya que esto multiplica las posibilidades de análisis.
Para el estudio de las áreas de combustión arqueológicas –ACA–, hemos utilizado un conjunto de métodos y
técnicas de análisis que nos han ayudado a establecer las
características de la alteración y el comportamiento de cada
una de ellas. El remontaje, el análisis petrológico detallado
y nuestra propia sistemática experimental, han permitido
una interpretación distinta de la establecida en un principio
para los asentamientos estudiados.
Pero cada asentamiento estudiado presentaba una serie
de limitaciones y dificultades que hacían imposible la aplicación de la metodología de trabajo al completo. Esta es la
realidad de la investigación a la que toda sistemática de
trabajo debe poder adaptarse. Es difícil y extraño encontrar
un yacimiento que presente todos los restos de combustión
en unas condiciones tales que permitan la aplicación de
todos los métodos de trabajo desarrollados aquí. Y esa es la
razón que ha provocado que sea un conjunto de análisis y
sistemáticas las que finalmente se han ido adaptando a cada
problemática particular.
La utilización del método del remontaje, nos ha permitido llegar a establecer las hipótesis de uso, funcionamiento
y/o abandono de la estructura de combustión nº 1 de Marolles-sur-Seine (Francia). El análisis detallado de cada fragmento de roca es fundamental para reconocer cómo el calentamiento la ha afectado, así como la determinación de las
posibles remociones de la estructura antes de su abandono.
La realización de esta descripción detallada supone la utilización de un método de registro en excavación que integre
todos los datos necesarios que son utilizados en la descripción final.
El conjunto de analíticas utilizadas –clasificación petrológica, remontaje, observación en microscopio electrónico
de barrido, análisis de los restos de materia orgánica–,
permite inferir que esta estructura de combustión posee una
historia bastante más compleja que la descrita en el
[page-n-116]
momento de la excavación. La forma final de la estructura
que se ha documentado en excavación no refleja un funcionamiento in situ. Las rocas han sido alteradas por fenómenos de combustión, pero estas alteraciones no se produjeron en la forma actual de la estructura, sino en otra tal vez
construida en otro lugar, como lo indicaría la ausencia de
termoalteración en el sedimento de la base.
En el caso del yacimiento de Cova Negra, la problemática a estudiar era bien distinta. Se debían explicar, por una
parte, las características de los restos de combustión aparecidos en los niveles musterienses del sector oeste de este
yacimiento y, por otra, la distribución de más de 200 rocas
con síntomas de termoalteración, en un espacio reducido de
escasamente 5 m2, en el sector norte. Los métodos de
análisis utilizados en estos casos fueron el registro sistemático en excavación del conjunto de evidencias, el remontaje
–que no dio resultados positivos– y el análisis petrológico.
El registro de evidencias de combustión del sector oeste
plantea la existencia de fuegos simples, sin preparación, que
se van reubicando dentro de la zona que hemos denominado
de ocupación. En general se registran escasos restos de
fauna o sílex quemados asociados dentro o en los alrededores del hogar.
Resulta difícil con las escasas evidencias obtenidas en
excavación y con el registro realizado de los restos de
combustión, aventurar un comportamiento respecto del
fuego en estos momentos antiguos. Dado el carácter esporádico de la ocupación de Cova Negra, evidenciado por los
restos de fauna y microfauna, y la escasa intensidad que
parecen reflejar estas ocupaciones, la información que
aportan estos pequeños fuegos asociados a grupos humanos
reducidos que utilizan escasamente la cavidad, es completamente coherente y reafirma los datos expuestos por estas
disciplinas.
En cuanto a la interpretación del sector norte de la
cavidad, parece evidente que nos encontramos ante un área
de combustión, aunque con unas características que no la
encuadran fácilmente entre las que la bibliografía conocida
define. No parecen haberse instalado hogares con borde de
grandes rocas; tampoco se evidencian, como el sector oeste,
instalaciones puntuales de pequeños fuegos. Creemos que
esta pequeña zona (recordemos que son 5 m2) pudo estar
dedicada a algún uso particular relacionado con el fuego, en
el que se utilizaron gran cantidad de rocas de formato no
mucho mayor de 10 cm, en sucesivas estancias u ocupaciones de la cueva, dado que se encuentran repartidas en una
potencia de más de 40 cm.
Las limitaciones impuestas por el reducido espacio de
excavación en los dos sectores, unido a la escasez de restos
materiales que presenta este asentamiento y la imposibilidad
de realizar analíticas complementarias, hacen que la aproximación al conocimiento de la microhistoria relacionada con
estos restos de combustión, no pueda ir más lejos.
Finalmente, la aplicación de la sistemática experimental
establecida en el capítulo 5 de este trabajo al estudio de la
estructura de combustión del Nivel II del yacimiento de la
Ratlla del Bubo, ha permitido obtener información bastante
precisa al respecto de su historia térmica.
El análisis petrográfico ha mostrado que:
• La mayor parte de las rocas que conformaron este
hogar no parecen haber sido calentadas más allá de
500°C. A nivel micromorfoestructural, no se aprecian alteraciones, no hay disgregación de los cristales
de carbonatos, ni textura “sucia”, por lo tanto no se
deben haber superado los 600ºC.
• Sólo las dos rocas, que se encontraban en el centro de
la estructura, muestran síntomas de haber estado
calentadas por encima de los 600ºC, presentando una
coloración gris oscura en muestra de mano, alto
grado de fragmentación y, en lámina delgada, desagregación de los cristales de carbonato.
• El análisis del color, en muestra de mano, refleja un
enrojecimiento parcial sólo de la muestra y en otras
dos se produce un oscurecimiento generalizado de la
muestra. Esto permite inferir, igualmente, que la
temperatura máxima alcanzada en la periferia del
hogar no debió sobrepasar los 500ºC más que de una
manera puntual que afectó nada más a una de las
rocas.
• El enrojecimiento parcial de la muestra A-6, que
formaba parte del borde, se debe poner en relación
con la colocación de las rocas respecto del fuego,
como hemos podido comprobar en nuestras experiencias al aire libre. En el caso de esta roca, parece
claro que ha sufrido una reubicación en algún
momento de su uso como parte de un borde, ya que
la parte que presenta el enrojecimiento, así como una
importante desmembración, es la que se encuentra
hacia el exterior de la estructura.
Por los resultados obtenidos hasta el momento cabría
pensar en un funcionamiento a temperaturas no muy
elevadas. Sin embargo hay una característica que siguiendo
la bibliografía nos haría pensar en un calentamiento elevado
de las muestras y es el alto grado de fracturación. Esta fracturación se observa desde muestra de mano a microscopio
electrónico (láms. 14 y 15 y fig. 51).
Respecto al desmembramiento del conjunto de rocas
arqueológicas debemos proponer una reflexión. Se puede
establecer que éste no se debe siempre exclusivamente a un
mayor o menor grado de calentamiento o al choque térmico,
ni a un proceso menor de compresión diagénica.
En muchos casos, estas rocas pueden ser de composición prioritariamente inorgánica y a lo sumo con algunos
microfósiles. El resto, aquellas con abundantes restos orgánicos que proceden no sólo de una linealidad deposicional
sino también una morfología planar frente a los inorgánicos,
con mayor porcentaje detrítico, variable cementación, en
parte brechificadas y/o con mayor porcentaje arcilloso, son
las rocas que mejor se desmembran e incluso generan mayor
porcentaje de finos. Consideramos como tales al conjunto de
arcillas, arenas finas y limos arenosos que, una vez limpiada
la muestra tras su extracción, va cediendo con el tiempo en
el lugar del depósito.
Otro elemento importante de información, como hemos
visto, es la distribución de las manchas. Debemos decir que
en esta estructura de combustión sólo se documentaron
103
[page-n-117]
manchas negras y la rubefacción de una roca a la que ya
hemos hecho referencia.
Es importante señalar que a través de la experimentación hemos podido comprobar cómo las manchas negras
pueden tener una génesis distinta.
Si la estructura se encuentra in situ las manchas estarán
repartidas por la cara superior y lateral de las rocas, tal y
como se observa en la experiencias al aire libre (fig. 37).
En otros casos, el contacto se produce con el sedimento que
posee los residuos de materia orgánica, por lo que las
manchas se documentarán fundamentalmente en la cara
inferior en contacto con el suelo.
En el caso de la estructura de la Ratlla del Bubo las
manchas se encontraban en la cara inferior relacionadas con
sedimento oscuro y carbones adheridos fuertemente a la
base de las rocas, tal vez por un proceso de carbonatación.
Este conjunto de evidencias nos ha llevado a la conclusión de que el hogar recuperado en 1987 no debió haber
sufrido modificaciones sustanciales desde su última utilización.
Del análisis del conjunto de rocas que lo forman, se
puede deducir que algunas de ellas ya habrían sido calentadas con anterioridad, lo que supondría una reubicación
para el uso documentado. Asimismo, el hecho de que en la
periferia del hogar se registrara sedimento termoalterado y
se registraran otras rocas con síntomas de alteración térmica,
apoyaría también la hipótesis de la reutilización. De este
mismo análisis se infiere que en este último uso la temperatura máxima del hogar no debió sobrepasar los 500ºC.
Todo el conjunto de datos recuperados debe ponerse en
relación con el hábitat. No se debe olvidar que estamos
analizando un hábitat de características bastante precisas:
estacional y de corta duración, aunque también se ha de
remarcar el hecho de haber estado trabajando en una zona
bastante periférica de la ocupación, casi por debajo de la
línea de visera.
Todos los esfuerzos del presente trabajo han ido encaminados a sacar el máximo partido de los materiales arqueológicos estudiados, intentando –parafraseando a LeroiGourhan– no caer en la ficción prehistórica. La aplicación
de todas y cada una de las analíticas empleadas lo ha sido
conscientemente, intentando que su uso como herramienta
de trabajo respondiera a alguna de nuestras preguntas
iniciales, permitiéndonos avanzar algo más en la comprensión de las sociedades cazadoras-recolectoras del mediterráneo peninsular durante el pleistoceno.
104
Hemos querido demostrar con el presente trabajo la
importancia que adquiere cada uno de los restos que
formaron parte de una estructura de combustión y, muy
particularmente, las rocas termoalteradas. A través del
análisis de estas rocas ha quedado evidenciado que se
puede llegar a conocer cómo fueron utilizadas, con qué
frecuencia y en qué tipo de estructuras. Asimismo si las
estructuras tuvieron uno o varios usos y en ocasiones reconocer a qué actividad pudieron estar destinadas.
La integración de esta información con la proporcionada por el resto de evidencias de un asentamiento es la que
va a permitir un acercamiento más correcto al problema de
la interpretación de los hábitats.
En definitiva la interdisciplinariedad en el trabajo tanto
de campo como de laboratorio se muestra imprescindible
para la resolución de la mayor parte de los problemas que se
plantean durante la investigación de un asentamiento pleistoceno.
La sistemática operativa experimental que hemos
presentado, creemos que contribuye a explicar una problemática que se da en todos los yacimientos que presentan
rocas carbonatadas como soporte pétreo, que es el caso de la
mayor parte de yacimientos ubicados en la vertiente mediterránea peninsular. Creemos que buena parte del interés de
este trabajo se centra precisamente en el hecho de haber
establecido una metodología que sea válida y aplicable para
trabajar en una zona geográfica muy importante. Pero
además, con el estudio de la estructura de Marolles-surSeine hemos demostrado que esta sistemática de trabajo
puede funcionar para el estudio de cualquier litología si se
siguen las pautas correctas de trabajo. Es más, las experimentaciones desarrolladas en las Islas Canarias, con un
medio físico absolutamente distinto, han puesto de manifiesto la válidez del método experimental.
Somos conscientes de las limitaciones que el material
arqueológico posee, de los sesgos que le son inherentes y
de aquellos imponderables que se presentan, pero también
creemos firmemente que el desarrollo de un trabajo experimental serio y minucioso, orientado por las hipótesis
planteadas inicialmente, es uno de los caminos con el que
debe contar toda investigación que pretenda interpretar al
menos una parte de la historia, teniendo en cuenta que cada
historia parcial que consigamos reconstruir nos está
ayudando a reconstruir una parte del pasado, en el que
probablemente un grupo de seres humanos experimentó
con el fuego.
[page-n-118]
GLOSARIO DE TÉRMINOS PETROLÓGICOS UTILIZADOS
Aloquímica: Partícula de una roca carbonatada de precipitación química o bioquímica que se ha formado dentro de
una cuenca sedimentaria, pero que ha sufrido un transporte
antes de depositarse; se contrapone a los componentes de la
matriz carbonatada y al cemento. Término que comprende
partículas carbonatadas, en contraste con la matriz de lodo
carbonatado y de cemento calcítico limpio; incluye fósiles,
oolitos, pellets, etc. según Folk, 1959, 1962.
Biolitita: Caliza formada por crecimiento in situ de estructuras orgánicas que forman una masa coherente.
Biomicrita: Caliza compuesta de granos esqueléticos en
matriz micrítica. (Folk, 1959, 1962).
Bioquímico: Depositado por procesos químicos bajo
influencia biológica.
Bioesparita: Caliza compuesta de granos esqueléticos con
cemento calcítico (sparry) de “grano grueso” (Folk, 1959,
1962).
Burrows: Estructura tubular formada por la actividad de
organismos en sedimentos.
Calcarenita: Caliza compuesta predominantemente por
granos de carbonato cálcico de tamaño arena (arena carbonatada).
Calciesferas: Esferas de tamaño silt o arena clara calcítica
(sparry), con paredes discernibles o no. De probable origen
diverso, las esporas algales son las que representarían una
mayor variedad.
Caliza sparry: Roca carbonatada de naturaleza calcítica en
la que alguno de los cristales esparíticos puede adquirir gran
tamaño.
Cemento: Precipitado químico generalmente de origen
inorgánico que engloba clastos de litologías sedimentarias.
Clástico: Material compuesto de partículas que han sufrido
transporte mecánico al menos localmente. Sobre todo
incluye calizas formadas por fósiles u otros aloquímicos
movilizados por olas o corrientes.
Coated grains (granos revestidos): Término general para
granos con revestimiento o ritmo de carbonato cálcico;
incluye oolitos y oolitos superficiales, pisolitos y granos con
revestimiento algal.
Cristalización: Proceso de organización tridimensional de
la materia.
Criptocristalina: Relativo o perteneciente a la textura de un
agregado de cristales cuya pequeñez supera la posibilidad de
resolución de un microscopio óptico.
Detrítico: En el texto se utiliza como sinónimo de clástico,
para rocas compuestas de fragmentos de otras rocas.
Diagénesis: Cambios en sedimentos o rocas producidos tras
la deposición, excluyendo procesos que implicarían metamorfismo.
Dismicrita: Micrita alterada que contiene vetas o pequeños
huecos rellenos de calcita (Sparry).
Empaquetado (Packed): Conteniendo los granos suficientes (aloquímicos) para que éstos estén en contacto y
soportándose mutuamente, en contraste con las rocas cuyos
granos flotan en barro.
Estructura: Distribución y orden de los cristales o clastos
dentro del cuerpo rocoso.
Euhedral: Referido a un único cristal o fábrica cristalina
que muestra formas típicas cristalográficas bien definidas.
Fábrica: Orientación espacial de los cristales, clastos o
agregados policristalinos no equidimensionales en un
cuerpo rocoso.
Fibroso: Referente al cemento de calcita (sparry) que
incluye cristales con proporción longitud / anchura mayor
que 6:1.
Grainstones: Roca carbonatada compuesta de granos sin
cemento calcáreo en los intersticios.
Granos: Partículas sólidas cuyos límites pueden estar
rodeados de cristales.
105
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Granos apoyados: Se refiere a la fábrica de una roca en la
que los granos (aloquímicos) están en contacto mutuo, si
bien entre ellos pueden haber una matriz barrosa (micrita).
Granos revestidos (Coated grains): Término general para
granos con revestimiento de carbonato cálcico. Incluye
oolitos, pisolitos y granos con revestimiento algal.
Growth: crecimiento
Histéresis: Retraso en la evolución de un fenómeno en relación a otro del que depende; falta de coordinación entre dos
fenómenos corrreltativos.
H. Eléctrica: fenómeno en virtud del cual la polarización de
un dieléctrico no depende solo de la intensidad actual del
campo eléctrico sino también de los valores precedentes.
H. Magnética: fenómeno por el cual un material ferromagnético presenta una imantación que depende no solamente
del campo magnético que lo produce sino también de los
estados anteriores de imantación.
Intersticios: Utilizado en el texto para áreas que estaban
vacías en los sedimentos iniciales, aunque ahora aparezcan
rellenos.
Intraclasto: Fragmento de sedimento carbonatado de
formación sincrónica al sedimento que lo contiene.
Lepisferos: microesférulas (5-10 µ). Por ejemplo el ópalo
CT, que consiste en una intercalación de cristobalita y tridimita (variedades cristalinas del SiO2) –reemplaza a los
esqueletos de radiolarios y diatomeas (sus esqueletos son de
otra variedad silícea de ópalo; el opalo A u opalo biogénico)
y es precipitado como cristales en forma de láminas que
revisten cavidades formando estas microesférulas.
Matriz: En el texto, minerales de arcilla o micas de origen
detrítico que engloba clastos en rocas sedimentarias detríticas.
Metasomatismo: Proceso por el cual un mineral es reemplazado por otro de diferente composición química en un
proceso metamórfico.
Micrita: Caliza microcristalina.
Microesparita: Caliza de cristales microscópios producida
por recristalización de micrita.
Microestructura/Microkarst: Características exo-endocársticas de dimensión mínima superior al de la textura.
Mudstone: Roca carbonatada compuesta de barro carbonatado con menos de un 10% de aloquímicos.
Oncolito: Pisolito con forma esferoidal de estromatolito
algal mostrando series de laminaciones concéntricas.
Oolito: Roca compuesta de ooides, con cuerpos esféricos o
elipsoidales, con núcleo y estructura radial o concéntrica.
Oomicrita: Caliza compuesta predominantemente de
ooides en matriz de micrita.
Oosparita: Caliza compuesta predominantemente de ooides
en cemento calcítico (sparry) de grano grueso.
Ooze / Cieno: Se utiliza en el texto con el sentido de barro
carbonatado, ya sea el sedimento original blando o su equivalente consolidado.
106
Ortoquímico: Un constituyente rocoso que es un precipitado químico normal, en contraste con los fósiles, oolitos u
otros constituyentes depositados mecánica o biológicamente.
Patrón textural: Conjunto de características que pueden ser
utilizadas para caracterizar una roca o conjunto de ellas, con
independencia de la composición mineralógica. En rocas
sedimentarias, el patrón vendría definido por: el tamaño y la
forma de los granos, el “sorting” y la madurez textural.
Pelmicrita: Caliza compuesta fundamentalmente de
peloides (o pellets) en matriz de micrita.
Pellet: Grano sin estructura interna y forma en general
ovoide, en algunos casos de origen fecal.
Pisolita: Partícula pequeña esférica, con estructura interna
laminada concéntrica.
Porosidad aparente: Tipo de porosidad primaria interparticular creada por el efecto de abrigo de partículas sedimentarias relativamente grandes que evitan el relleno del espacio
intersticial por parte de partículas clásticas más finas.
Porosidad cavernosa: Sistema de poros caracterizado por
una amplia apertura de cavernas.
Porosidad primaria: Porosidad presentada en la roca o en
el sedimento durante su deposición final.
Porosidad secundaria: Cualquier porosidad creada en un
sedimento después de su deposición final.
Pseudoesparita: Fábrica de calcita neomórfica (recristalización) con tamaño medio de cristal mayor de 30 micras.
Punto eutéctico: La más baja temperatura a cualquier
presión dada a la cual los constituyentes de dos o más minerales pueden existir juntos en estado líquido de solución
mutua y a la que los dos o más minerales pueden cristalizar
simultáneamente en una proporción respecto al peso constante para cada uno.
Roca de granos o Grainstone: Roca carbonatada compuesta
de granos sin cemento calcáreo en los intersticios.
Skeletal grains: Componentes carbonatados que provienen
de materiales duros creados por organismos.
Sorting: Medida de dispersión de la frecuencia de distribución de los tamaños de los granos en un sedimento o roca.
Terrígenos: Proveniente de un área de suelo y transportado
mecánicamente a la cuenca de deposición.
Terrones: En sedimentos modernos, agregados irregulares
compuestos de cristales de carbonato o arena que se han
cementado juntos. En rocas antiguas aparecen similares a
granos compuestos de barro carbonatado.
Textura: Conjunto de relaciones intergranulares de
tamaño y forma de los cristales o clastos que forman una
roca determinada.
Wackestones: Roca carbonatada, con textura de soporte de
fango micrítico, que contiene más de un 10% de granos
detríticos. Se incluye en el grupo de las rocas aloquímicas de
la clasificación de Folk. Término de la clasificación de las
rocas carbonatadas de Dunham.
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113
[page-n-127]
[page-n-128]
ANEXO DOCUMENTAL
[page-n-129]
[page-n-130]
BASE DE DATOS
[page-n-131]
Nº
Arq/Exp
100
Exp.
Mufla Temp C º Media L* Media a* Media b* Micrita Pelmi Esparita Biomi Bioespar Ofe Cemento Matriz Pellets
Mufla
S/C
56,25
2,39
13,36
1
0
1
0
0
1
0
0
0
101
Exp.
Mufla
S/C
58,30
2,42
11,07
1
0
0
0
0
1
0
0
0
102
Exp.
Mufla
S/C
47,01
-0,63
1,05
1
0
0
0
0
1
0
0
0
103
Exp.
Mufla
300
50,42
3,67
9,23
1
0
0
0
0
1
0
0
0
104
Exp.
Mufla
300
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-0,13
2,40
1
0
0
0
0
1
0
0
0
105
Exp.
Mufla
400
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1
0
0
0
0
1
0
0
0
106
Exp.
Mufla
400
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1
0
0
0
0
1
0
0
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107
Exp.
Mufla
450
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4,27
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1
0
0
0
0
1
0
0
0
108
Exp.
Mufla
450
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1
0
0
0
0
1
0
0
0
109
Exp.
Mufla
450
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0
0
0
0
1
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110
Exp.
Mufla
500
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0
0
0
0
1
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0
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111
Exp.
Mufla
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0
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0
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Mufla
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Mufla
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Mufla
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Mufla
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Mufla
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Mufla
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Mufla
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Mufla
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128
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Mufla
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1
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129
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Mufla
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0
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130
Exp.
Mufla
S/C
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0
0
0
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1
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131
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Mufla
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0
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1
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132
Exp.
Mufla
500
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133
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134
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135
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137
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138
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139
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Mufla
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140
Exp.
Mufla
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141
Exp.
Mufla
500
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142
Exp.
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Mufla
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Exp.
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146
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Exp.
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0 = ausencia; 1 = presencia.
118
[page-n-132]
Redondeados Angulosos Glauconitas Oolitos Foramin Restos org. Manchas Situación Fracturas Fisuras Exfoliac Tamaño Forma Aristas
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119
[page-n-133]
Nº Arq/Exp Mufla/A.lib Temp C º Media L* Media a* Media b* Micrita Pelmi Esparita Biomi Bioespar Ofe Cemento Matriz Pellets
151 Exp.
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A. libre
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[page-n-134]
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[page-n-135]
[page-n-136]
ANÁLISIS MEB
[page-n-137]
[page-n-138]
Muestra 204. Experimental. Aire Libre.
Sin calentar.
Muestra 204. Experimental. Aire Libre.
Calentada a más de 700ºC.
125
[page-n-139]
Sin calentar.
Sin calentar.
Sin calentar.
Calentada a 500ºC.
Muestra 200. Experimental. Aire Libre.
126
[page-n-140]
Sin calentar.
Sin calentar.
Calentada a 577ºC.
Muestra 211. Experimental. Aire Libre.
127
[page-n-141]
Muestra 213. Experimental. Aire Libre.
Sin calentar.
128
Muestra 213. Experimental. Aire Libre.
Calentada 400ºC.
[page-n-142]
Calentada a 400ºC.
Sin calentar.
Calentada a 400ºC.
Muestra 216. Experimental. Aire Libre.
129
[page-n-143]
Muestra 130: Experimental. Mufla.
Arriba: sin calentar y 300ºC. Centro: 500ºC. Abajo: 600.ºC.
130
[page-n-144]
Sin calentar.
Calentada a 300ºC.
Calentada a 500ºC.
Calentada a 600ºC.
Calentada a 700ºC.
Calentada a 700ºC.
Muestra 130: Experimental. Mufla.
131
[page-n-145]
Muestra 137: Experimental. Mufla.
Arriba: sin calentar. Centro: 300ºC y 500ºC. Abajo: 600154ºC y 700ºC.
132
[page-n-146]
Sin calentar.
Calentada a 300ºC.
Calentada a 500ºC.
Calentada a 600ºC.
Calentada a 700ºC.
Calentada a 700ºC.
Muestra 137: Experimental. Mufla.
133
[page-n-147]
Muestra 145: Experimental. Mufla.
Arriba: sin calentar. Centro: 300ºC y 600ºC. Abajo: 700ºC y varios calentamientos.
134
[page-n-148]
Sin calentar.
Calentada a 300ºC.
Calentada a 600ºC.
Calentada a 700ºC.
Muestra 145: Experimental. Mufla.
135
[page-n-149]
Sin calentar.
Calentada a 300ºC.
Calentada a 450ºC.
Varios calentamientos.
Muestra 100: Experimental. Mufla.
136
[page-n-150]
Sin calentar.
Calentada a 300ºC.
Calentada a 450ºC.
Calentada a 700ºC.
Calentada a 600ºC.
Calentada a 700ºC.
Muestra 100: Experimental. Mufla.
137
[page-n-151]
[page-n-152]
GRÁFICOS EXPERIENCIAS
[page-n-153]
[page-n-154]
Experiencia 1. Ratlla del Bubo.
Hogar plano con borde de rocas calizas. Combustible: 55 Kg. de algarrobo (Cerotonia silicua).
Tiempo de encendido: 3 horas. Duración controlada: 9 horas.
Experiencia 2. Ratlla del Bubo.
Hogar plano con borde de rocas calizas. Combustible: 42 Kg. de pino (Pinus halepensis).
Tiempo de encendido: 3 horas. Duración: 7’50 horas.
141
[page-n-155]
Experiencia 3. Ratlla del Bubo.
Hogar plano con borde de rocas calizas. Combustible: 51 Kg. de enebro (Juniperus oxicedrus).
Tiempo de encendido: 3 horas. Duración controlada: 9 horas.
Experiencia 4. Cova Beneito.
Hogar plano sin borde. Combustible: 21’5 Kg. de encina (Quercus ilex )
Tiempo de encendido: 3 horas. Duración: 8:40 horas
142
[page-n-156]
Experiencia 5. Salt 1.
Hogar plano sin borde. Combustible: 17 Kg. de pino (Pinus halepensis).
Tiempo de encendido: 3 horas. Duración: 18 horas.
Experiencia 6. Salt 2.
Hogar con borde de rocas calizas. Combustible: 23’5 Kg. de pino (Pinus halepensis).
Tiempo de encendido: 3 horas. Duración: 26:10 horas.
143
[page-n-157]
Experiencia 7. Guinea 1.
Hogar plano sobre suelo volcánico. Combustible: 26’5 Kg. de calcosa o vinagrera (Rumex lunaria).
Tiempo de encendido: 3 horas. Duración controlada: 44:40 horas.
Experiencia 8. Guinea 2.
Hogar plano sobre suelo volcánico. Combustible: 29 Kg. de sabina (Juniperus phoenicae).
Tiempo de encendido: 3 horas. Duración controlada: 21:50 horas.
144
[page-n-158]
Experiencia 9. Guinea 3.
Hogar plano sobre suelo volcánico. Combustible: 25 Kg. de brezo (Erica arborea).
Tiempo de encendido: 3 horas. Duración controlada: 25:50 horas.
Experiencia 10. Alfar 1.
Hogar en cubeta para cocción de cerámica. Combustible: 21 Kg. de laurisilva.
Tiempo de encendido: 3 horas. Duración controlada: 3 horas.
145
[page-n-159]
Experiencia 11. Alfar 2.
Hogar carbonera para cocción de cerámica. Combustible: 17 Kg. de brezo (Erica arborea).
Tiempo de encendido: 3 horas. Duración controlada: 5:40 horas.
Experiencia 12. Alfar 3.
Hogar en cubeta para cocción de cerámica. Combustible: 99 Kg. de laurisilva.
Tiempo de encendido: 3 horas. Duración controlada: 32:30 horas.
146
[page-n-160]
LÁMINAS
[page-n-161]
[page-n-162]
Lám. 1. Cova Negra. Sector Oeste.
149
[page-n-163]
Lám. 2. Cova Negra. Sector Norte. Estrato IV nivel 2.
150
[page-n-164]
Lám. 3. Cova Negra. Sector Norte. Estrato IV nivel 3.
151
[page-n-165]
Lám. 4. Cova Negra. Sector Norte. Estrato V nivel 1.
Lám. 5. Cova Negra. Sector Norte. Estrato V nivel 5.
152
[page-n-166]
Lám. 6. Ratlla del Bubo. Estrato II nivel 1.
153
[page-n-167]
Lám. 7. Ratlla del Bubo. Estrato III-IV.
154
[page-n-168]
Muestra 256 calentada a 500ºC al aire libre. Muestra desintegración de los carbonatos. Óxidos de hierro.
Muestra 255 calentada a 500ºC. Nótese la coloración amarillenta de los óxidos de hierro.
Lám. 8. Microscopio petrográfico.
155
[page-n-169]
Lám. 9. Espacio de color CIELAB.
156
[page-n-170]
Lám. 10. Hogar experimental. En la imagen superior se observa como quedó el hogar cuando se apagó.
En el medio ha transcurrido un año y en la imagen inferior han pasado tres años.
157
[page-n-171]
Muestra sin calentar. Pellets y oolitos.
Calentada a 300º. Pellets y oolitos.
Calentada a 500ºC. Oscurecimiento de los pellets.
Calentada a 600ºC. Oscurecimiento de los pellets.
Lám. 11. Microscopio petrográfico.
158
[page-n-172]
Sin calentar.
Calentada a 300ºC.
Calentada a 600ºC.
Calentada a 700ºC.
Lupa binocular. Calentamiento en mufla. Cambios en el aspecto de los óxidos de hierro.
Calentada a 500ºC.
Calentada a 500ºC.
Calentada a 700ºC.
Calentada a 700ºC. Óxidos de hierro
Microscopio petrográfico. Calentamiento en mufla. Cambios en el aspecto de los óxidos de hierro.
Lám. 12.
159
[page-n-173]
Lám. 13. Ratlla del Bubo. Estructura de Combustión del Nivel II. Arriba 1987 y abajo 1990.
160
[page-n-174]
Lám. 14. Microscopio petrográfico. Muestra arqueológica. Pellets oscurecidos por calentamiento.
161
[page-n-175]
Muestra arqueológica. Fractura por calentamiento.
Muestra arqueológica. Desintegración de carbonatos a causa del calentamiento.
Lám. 15. Microscopio petrográfico.
162
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Encendido. 10 sondas pirométricas tipo K.
Fase de enfriamiento.
Después de levantar las rocas.
Perímetro de las manchas una vez levantados
los carbones y las cenizas.
Lám. 16. Hoguera experimental.
163
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SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
SERIE DE TRABAJOS VARIOS
Cova Negra (Xàtiva, Valencia), Ratlla del Bubo (Crevillent, Alicante) y Marolles-sur-Seine (Bassin Parisien, Francia)
ESTUDIO DE LAS ESTRUCTURAS DE COMBUSTIÓN PREHISTÓRICAS: UNA PROPUESTA EXPERIMENTAL
Núm. 102
S.I.P.
T.V. 102
ESTUDIO DE LAS ESTRUCTURAS
DE COMBUSTIÓN PREHISTÓRICAS:
UNA PROPUESTA EXPERIMENTAL
Cova Negra (Xàtiva, Valencia), Ratlla del Bubo (Crevillent, Alicante)
y Marolles-sur-Seine (Bassin Parisien, Francia)
por
BEGOÑA SOLER MAYOR
DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE VALENCIA
2003
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SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE VALENCIA
SERIE DE TRABAJOS VARIOS
Núm. 102
ESTUDIO DE LAS ESTRUCTURAS
DE COMBUSTIÓN PREHISTÓRICAS:
UNA PROPUESTA EXPERIMENTAL
Cova Negra (Xàtiva, Valencia), Ratlla del Bubo (Crevillent, Alicante)
y Marolles-sur-Seine (Bassin Parisien, Francia)
por
BEGOÑA SOLER MAYOR
VALENCIA
2003
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ISSN 1989-540
DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE VALENCIA
SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
S E R I E D E T R A B A J O S VA R I O S
Núm. 102
Begoña Soler Mayor
(Servicio de Investigación Prehistórica)
Foto portada: Ratlla del Bubo (Crevillent). Excavación 1990.
ISBN: 84 - 7795 - 350 - 3
Depósito legal: V - 2913 - 2003
Imprime:
Artes Gráficas J. Aguilar, S.L. • Benicadell, 16 - 46015 Valencia
Tel. 963 494 430 • Fax 963 490 532
e-mail: publicaciones@graficas-aguilar.com
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A mis padres
A Arnau i Lluna
pel temps que no hem compartit
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AGRADECIMIENTOS
El trabajo que aquí presentamos es la tesis doctoral titulada “Propuesta de normalización en el reconocimiento y
diagnosis de las termoalteraciones de las rocas carbonatadas
en contexto arqueológico”, presentada en la Universidad de
Valencia en septiembre de 1996. Es el resultado del desarrollo de un proyecto de investigación, que no se hubiera
podido llevar a cabo sin la ayuda y colaboración de muchas
personas y de algunas instituciones. Espero que todas ellas
encuentren aquí mi reconocimiento.
La Conselleria de Cultura Educació i Ciència financió
tres estancias de un mes en el extranjero que me permitieron
entrar en contacto con la problemática de estudio.
El Institut Valencià d’Estudis i Investigacions (IVEI),
financió un pequeño proyecto del cual también se ha beneficiado este trabajo.
Valentín Villaverde, director de este trabajo, me acercó
al tema y gracias a él establecí mis primeros contactos con
especialistas en el extranjero.
Luis Angel Alonso me abrió su puerta de par en par.
Con él he aprendido mucho más que petrología. Mi gratitud
por su dedicación, su esfuerzo y por haberme brindado
su amistad.
Con J. Emili Aura he compartido intensas horas de
trabajo de campo en la Ratlla del Bubo y en Santa Maira.
Siempre afianzó mi trabajo y su estímulo me ayudó a continuar en mi empeño. Sus críticas y su amistad me han
ayudado a mejorar este trabajo.
Ramiro March me puso en contacto con la realidad de
la experimentación y compartió conmigo sus reflexiones y
propuestas teóricas que ayudaron a mi formación y al desarrollo de mi trabajo. A su confianza debo el trabajo realizado
con la estructura de Marolles-sur-Seine y más tarde con las
de Le Closeau. El tiempo nos ha hecho más amigos que
colegas, hemos compartido muchas horas de campo y
de laboratorio, muchas esperanzas y desesperaciones. Su
crítica reflexiva ha ayudado de manera muy importante a
mejorar este trabajo.
Frédéric Bazile me puso en contacto con la problemática de la excavación de hogares paleolíticos al aire libre y
me proporcionó parte del material experimental utilizado en
este trabajo. Siempre tuvo las puertas del laboratorio de
Prehistoria de Vauvert abiertas a colaboraciones de las que
también este trabajo se ha podido beneficiar directamente y
nos brindó siempre una calurosa acogida.
Bertila Galván y Cruz Jimenez, profesoras de la Universidad de La Laguna, permitieron el desarrollo de parte de
nuestro proceso experimental en los yacimientos que
dirigen, El Salt (Alcoi) y Guinea (El Hierro). A ambas
quiero agradecer su confianza y apoyo en todo momento.
Al Departamento de Ingeniería del Terreno de la
Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos,
Canales y Puertos de la Universidad Politécnica de Valencia
debo agradecer su acogida y su colaboración.
Carlos Calvo, del Instituto de Agroquímica del CSIC de
Valencia y Teresa Doménech de la Universidad Politécnica
de Valencia, me prestaron su amable y desinteresada colaboración en el uso del colorímetro.
El equipo del Servei Central de Suport a la Investigació
Experimental, sección microscopía electrónica de la Universitat de València, Pilar García, Tomás y Agustín Tato,
siempre estuvo a nuestra disposición para solucionarnos los
muchos problemas que se iban planteando. Agustín Tato fue
también el responsable del apartado fotográfico de microscopía electrónica de este trabajo.
F. León, del laboratorio de geomorfología del Departamento de Geografía de la Universitat de València, y Pepa
Vazquez, del laboratorio del Departament de Prehistòria i
Arqueologia, han estado siempre dispuestos a ayudarme en
el control de los tiempos con la mufla. A ambos debo agradecer su desinteresada colaboración.
VII
[page-n-9]
Con Mª Pilar Fumanal compartí trabajos de campo en
varios yacimientos. Aprendí mucho de su manera de trabajar
y de su carácter afable. Participó conmigo en el programa
experimental de El Salt. Desde el primer momento se sintió
interesada por la propuesta, comprendió lo que podíamos
conseguir trabajando en equipo y se volcó. Lo que aprendí
con ella queda. Gracias Pilar.
Fernando Cotino, Fernando López y Paco Blay, me han
ayudado a trabajar con la estadística, resolviendo dudas y
planteando nuevos problemas que han estimulado fuertemente el final de este trabajo.
Paula Jardón me facilitó parte de la bibliografía y
con ella he compartido intensas horas de trabajo, reflexiones
y amistad.
Rafael Martinez Valle nos facilitó los resultados
inéditos de la fauna del yacimiento de la Ratlla del Bubo.
Oreto García colaboró en los momentos finales de
la realización y montaje de la parte gráfica de la tesis.
Siempre dispuesta a echar una mano su aportación fue una
gran ayuda.
Isa Francisco, Clara Pérez, Sonia Fierrez, Pepe Medar,
Arcadi, Elisa Doménech, Oreto García, Ana, Cristo, Chiqui,
Virginia, estuvieron a pie de experimentación muchas horas
en Muro, Chiva y Alcoi. Pura y Salvador nos facilitaron la
intendencia en esas largas horas de trabajo en Chiva.
VIII
El equipo de colaboradores de las experimentaciones en
las Islas Canarias fue insustituible, Maite, Sixto, Felo, Juani
y sobre todo Isa Francisco, quien hizo posible mi trabajo en
Canarias. Amelia Rodriguez nos acogió en su casa durante
parte del trabajo. Todos ellos hicieron que las experiencias
allí fueran inolvidables.
Enrique Montalar y Noemí Monterde siempre estuvieron dispuestos a echar una mano con la informática, la
parte gráfica y lo que hiciera falta.
Mª José Rodrigo revisó el texto original de la tesis
ayudando a mejorar su compresión. Su amistad y su apoyo
me ayudaron en los momentos más críticos del desarrollo de
este trabajo.
Mónica, Carmen, Estela, Pepa, Thais y Vicen, hicieron
posible que en el último mes de redacción de la tesis el día
tuviera más horas ocupándose de mi hijo.
A mis padres les agradezco especialmente que siempre
me apoyaran y que soportaran durante muchos años parte
del desgaste económico y moral de este trabajo.
Paco ha soportado lo peor de una tesis: releyó el texto,
me ayudó con la estadística y la informática, experimentó y
me animó en los momentos de duda. Su constante apoyo ha
hecho posible que este trabajo sea una realidad.
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ÍNDICE
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
1
I. Marco teórico de la Investigación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
3
I.1. Planteamiento y objetivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
I.1.1. Objetivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
I.1.2. Las evidencias arqueológicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
I.1.3. El procedimiento experimental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
I.1.3.1. Desarrollo de los objetivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
I.2. Análisis contextual de las estructuras de combustión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Conceptos utilizados para describir los restos de combustión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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4
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5
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6
II. El Contexto Arqueológico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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II.1. Cova Negra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.1.1. Cronoestratigrafía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.1.2. Los restos de combustión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.1.2.1. Análisis petrológico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.1.2.2. Las manchas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.1.2.3. Fracturas y remontaje . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.1.2.4. Interpretación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.2. El Abric de la Ratlla del Bubo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.2.1. Situación y actualización de los trabajos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.2.2. Cronoestratigrafía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.2.3. Características del medio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Análisis antracológico y paleobotánico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Marco medioambiental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.2.4. La Fauna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.2.5. Las evidencias de combustión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Los primeros indicios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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IX
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Excavaciones ordinarias: estratos I y II . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Estratos III y IV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.2.6. Interpretación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.3. Marolles-sur-Seine (Seine-et-Marne, Francia) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.3.1. Estratigrafía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.3.2. Estudio espacial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.3.3. Los restos de combustión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.3.3.1. La estructura de combustión nº 1 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
La caracterización mineralógica de las rocas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Análisis de las termoalteraciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Análisis de los remontajes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Interpretación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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III. La Arqueología experimental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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III.1. Los inicios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2. Experimentación y combustión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.1. Los primeros análisis de estructuras de combustión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.2. La experimentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3. Aplicación de nuevas tecnologías al reconocimiento del calentamiento intencional:
tecnología lítica y rocas termoalteradas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.1. La tecnología lítica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.2. Los restos de combustión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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IV. Protocolo experimental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.1. Clasificación de las rocas calizas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.1.1. Composición mineralógica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.1.2. El medio genésico y su composición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.1.3. La identificación de la naturaleza de los granos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.2. Procedimiento de análisis y secuencia de estudio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.2.1. Taxonomía petrológica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Instrumentación óptica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Instrumentación electrónica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Desarrollo del proceso de investigación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.3. Análisis térmico controlado en campo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.3.1. Elección de la muestra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.3.2. Elección de las variables . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.3.2.1. Descripción de las variables . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
a. El suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
b. El combustible . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
c. La duración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
d. La forma del hogar y la disposición de las rocas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
e. La materia prima: las rocas calizas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
f. Variables imponderables . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.3.3. Sistemática operativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.3.4. Valoración de los resultados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.3.4.1. El combustible . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.3.4.2. Alteraciones colorimétricas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.3.4.3. Las rocas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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X
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39
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a. Calentamiento hasta 300º . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
b. Calentamiento hasta 400° . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
c. Calentamiento hasta 500° . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
d. Calentamiento hasta 600° . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
e. Calentamiento hasta 800° . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.3.4.4. Distribución de las manchas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.3.4.5. Las fracturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.4. Calentamiento experimental en Mufla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.4.1. Elección de la muestra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.4.2. Elección de las variables . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.4.3. Sistemática operativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.4.4. Valoración de los resultados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.4.4.1. Alteraciones colorimétricas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.4.4.2. Alteraciones morfo-estructurales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
a. Calentamiento hasta 300º . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
b. Calentamiento hasta 500° . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
c. Calentamiento hasta 700° . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
d. Calentamiento hasta 800° . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.4.4.3. Las fracturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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V. Aplicación de la metodología experimental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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V.1. La excavación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Microestratigrafía termobasal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Ámbitos de combustión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
V.2. Análisis de las rocas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
V.2.1. Taxonomía petrológica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
V.3. Análisis de las termoalteraciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
V.3.1. Las fracturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
V.3.1.1. Las fracturas macroscópicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
V.3.1.2. Las fracturas microscópicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
V.3.2. La manchas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
V.3.3. Las alteraciones micromorfoestructurales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
V.3.4. La alteraciones colorimétricas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
V.4. Interpretación de los resultados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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VI. Sistematización para la documentación de las rocas en áreas de combustión arqueológicas . . . . . . . .
VI.1. Reconocimiento de la materia prima . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
VI.2. Las estructuras de combustión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
VI.2.1. El registro de excavación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
VI.2.2.1. Las manchas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
VI.2.2.2. Las fracturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
VI.2.2.3. El sedimento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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VII. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
VII.1. Alteraciones colorimétricas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
VII.2. Cambios morfoestructurales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
VII.3. Aplicación de los resultados a las series arqueológicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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XI
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Glosario de términos petrológicos utilizados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Anexo documental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Base de datos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Análisis MEB . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Gráficos experiencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Láminas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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XII
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INTRODUCCIÓN
El objetivo último de cualquier trabajo dedicado al
estudio de la Prehistoria es el acercamiento a la realidad
cotidiana de los grupos humanos que vivieron en un lugar
concreto. Para alcanzar este objetivo la Arqueología Prehistórica viene desarrollando incesantemente métodos y
técnicas de los que se sirve, con más o menos acierto.
Hemos asistido en los últimos años a la introducción
masiva de analíticas complejas, que en muchas ocasiones no
van acompañadas de un cuerpo teórico-metodológico que
contenga una reflexión sobre el desarrollo de la investigación, lo que supone que los resultados de las nuevas tecnologías son explicados desde el mismo planteamiento
descriptivo anterior. Un ejemplo clarificador a este respecto
es la aplicación de la experimentación a la Arqueología
Prehistórica.
La hipótesis inicial que se pretende verificar con el
desarrollo de nuestro trabajo, partiendo de lo que se ha establecido en la bibliografía hasta este momento, es que con el
aumento de temperatura se producen en las rocas cambios
de coloración y morfoestructurales que permiten determinar
el grado de alteración de las mismas y por tanto la temperatura a la que estuvieron expuestas.
La documentación arqueológica a la que hemos tenido
acceso nos ha ido mostrando a medida que nuestra investigación avanzaba, que la problemática es mucho más
compleja de lo que el planteamiento inicial de la bibliografía
nos presenta.
Hemos estudiado tres asentamientos pleistocenos,
descritos en el capítulo 2, que presentan problemáticas y
cronologías diferentes. Este hecho nos ha permitido un
estudio pormenorizado del tema. La elección de los yacimientos estudiados responde a causas bien diferentes. En el
caso tanto de la Ratlla del Bubo (Crevillent, Alacant) como
de Cova Negra (Xàtiva, València), la relación directa establecida con el proceso de excavación en nuestra etapa de
estudiante, hizo que el director de las mismas, y director de
este trabajo, nos propusiera el estudio del análisis microespacial de estos asentamientos. Cuando empezamos a tomar
contacto con la problemática que presentaban cada uno
de ellos, nos dimos cuenta que había un tema importante
dentro del estudio del denominado microespacio que, dadas
las características cronológicas y de ubicación, nos planteaba muchas sugerencias. Se trataba de las estructuras de
combustión y dentro de ellas la posibilidad de reconocer
el calentamiento de las rocas. Así comenzó el proyecto de
este trabajo.
El caso del yacimiento de Marolles-sur-Seine es distinto
ya que se trata de un asentamiento al aire libre que fue excavado en régimen de urgencia y del cual tuvimos la oportunidad de trabajar una estructura de combustión que englobaba un gran número de rocas. Las diferentes problemáticas
que planteó el estudio de esta estructura, así como la metodología de trabajo utilizada, nos sugirió el interés de
incluirlo en este proyecto. En el momento de iniciar el
estudio de esta estructura, habíamos desarrollado una parte
de nuestro protocolo experimental. Por esta razón nos
pareció que este material no calizo, podría servir para
comprobar si nuestro método de trabajo experimental
funcionaría aplicado a otras litologías de procedencias
diversas.
Al inicio de este trabajo comenzamos por preguntarnos
cómo discriminar durante la excavación el material pétreo
que ha sufrido termoalteraciones. Si seguíamos los criterios
establecidos en la bibliografía encontrábamos dos
respuestas: la coloración roja y/o negra y las fracturas y/o
fisuras. Pero en ese momento se nos plantearon varias cuestiones: ¿siempre se dan estos signos de alteración en las
rocas que han sufrido un proceso de termoalteración?,
¿pueden presentar litologías distintas comportamientos diferenciales?, ¿hasta qué punto es posible distinguir en excavación las rocas termoalteradas cuando no forman parte de una
estructura de combustión in situ o desmantelada?, ¿qué tipo
1
[page-n-15]
de registro documental sería necesario establecer para su
reconocimiento?
Los estudios a los que hasta el presente hemos tenido
acceso no aportan respuestas a la mayor parte de nuestras
preguntas y al analizarlos en profundidad nos han planteado
múltiples reflexiones sobre las hipótesis de termoalteración
tal y como se ha presentado hasta ahora.
De la reflexión acerca del estado de la cuestión, surgió
la necesidad de sistematizar el estudio de esta problemática,
de manera que se pueda comenzar a responder a muchas de
las preguntas planteadas de una manera definitiva.
Fue así como la experimentación se hizo necesaria para
establecer criterios que permitan distinguir la termoalteración de las rocas.
La arqueología experimental viene siendo aplicada
desde principios de siglo, con distintos planteamientos
teóricos, con el fin de ayudar a resolver los problemas que
plantea el registro arqueológico. Mayoritariamente enfocada
hacia el estudio de la tecnología lítica en las sociedades
cazadoras-recolectoras, la experimentación se revela como
una herramienta de trabajo útil e irremplazable. También en
el estudio de los restos de combustión, la experimentación
ha sido utilizada con resultados muy positivos tal como se
expone en el capítulo 3.
A partir de los problemas que nos plantean los datos
arqueológicos, hemos desarrollado un método de estudio
desde la aproximación experimental. La aplicación de este
método supone la sistematización de las variables observadas –tamaño, forma, litología, textura, color–, el análisis
de las muestras por medios ópticos y electrónicos y el establecimiento de una sistemática de excavación que permita
recoger los datos necesarios para establecer hipótesis interpretativas lo más adecuadas posible. En el capítulo 4 se
desarrolla esta sistemática, planteando la necesidad de establecer parámetros experimentales que permitan una sistematización de las variables. Como una de las cuestiones
fundamentales es el reconocimiento de las litologías, hemos
considerado imprescindible dedicar un anexo a la clasificación de las rocas calizas.
Una vez desarrollado este procedimiento experimental
decidimos ponerlo en práctica para valorar su utilidad, con
el estudio del yacimiento del Abric de la Ratlla del Bubo, en
el capítulo 5. Los resultados obtenidos, siendo satisfacto-
2
rios, plantean nuevos problemas que deberán ser abordados
en futuras investigaciones.
El estudio de los problemas concretos de cada yacimiento nos llevó a considerar la necesidad de establecer un
método de registro de excavación que permita integrar de
una manera sistemática la descripción de las rocas en el
conjunto de datos obtenidos en una excavación; este tema lo
desarrollamos en el capítulo 6.
Finalmente, el capítulo 7 lo dedicaremos a la valoración
de las aportaciones que este trabajo plantea y de las cuestiones que todavía quedan abiertas a la investigación.
Hemos introducido un glosario de términos petrológicos y un anexo que contiene una información que consideramos de alto valor, ya que debe servir para comprender
mejor el resultado de este trabajo.
El glosario nos ha parecido interesante dado que
muchos de los términos utilizados y algunos de los procedimientos, proceden de la petrología y no son muy conocidos
en el ámbito de la arqueología.
Por su parte en el anexo documental presentamos en
primer lugar la base de datos que ha servido como instrumento de trabajo para el desarrollo de esta tesis. En ella se
proporciona la clasificación de cada muestra a nivel macro y
microscópico, los datos del colorímetro expresados en
medias y el tipo de tratamiento a que ha sido sometida la
muestra (calentamiento en mufla o al aire libre), con los
resultados antes y después de cada calentamiento.
En segundo lugar hemos recogido los datos de los
microanálisis proporcionados por el microscopio electrónico de barrido, referidos a las rocas experimentales. En
ellos se muestra la composición química de las muestras,
con una expresión semicuantitativa de los resultados.
En último lugar presentamos los datos referidos a la
mayor parte de nuestras experiencias al aire libre. Estos
datos vienen expresados en modo de gráficos donde se
representa el tiempo de duración de las experiencias y las
temperaturas alcanzadas. Hemos incluido experiencias relacionadas directamente con la elaboración de este proyecto y
otras que, sin estarlo en principio, nos han facilitado información adicional válida para interpretar el comportamiento
particular de alguna de ellas. Hemos decidido incluir estos
datos ya que son muy diáfanos a la hora de establecer
comparaciones experimentales.
[page-n-16]
I. MARCO TEÓRICO DE LA INVESTIGACIÓN
El planteamiento teórico de este trabajo parte de la
premisa de que nuestro objeto de estudio, los restos relacionados con la combustión, forma parte del conjunto de
evidencias que reflejan un comportamiento social determinado. Teniendo en cuenta que estos restos han sufrido modificaciones desde su elaboración y que la organización que
podemos documentar presenta un estado de abandono
mezclado con los procesos tafonómicos que hayan podido
intervenir, la interpretación estará condicionada por los
sesgos inherentes a estas circunstancias.
Este hecho es el que ha encauzado nuestra investigación
hacia la búsqueda de la objetivización de la interpretación
arqueológica y el método que hemos utilizado para ello ha
sido la verificación experimental, en un intento de reconocer
una parte de la realidad. Pero, ¿es posible obtener un conocimiento objetivo de la realidad? March (1996) plantea que
se puede argumentar que la realidad es infinita y que
entonces no podremos llegar a conocerla nunca completamente. Aduce que se trata de un problema de dimensión ya
que reconocemos la realidad en la medida en que somos
capaces de hacerlo. No obstante aunque no hay tantas realidades como individuos sí es cierto que cada individuo la
percibe de una forma diferente. De manera que lo importante es explicar la sistemática de trabajo para que ésta
pueda ser comprendida y evaluada por todos. Si a esto
añadimos que la realidad que pretendemos conocer es una
realidad trastocada por el paso del tiempo, nuestra tarea se
complica a cada paso que avanzamos y se hace imprescindible describir minuciosamente las decisiones que vamos
adoptando en nuestro proceso de investigación.
Determinados fenómenos como el calentamiento de una
roca o el del sedimento, pueden ser analizados en el presente
como tales fenómenos, sin añadir carga cultural alguna, esto
significa que podemos saber a través de análisis físicos,
químicos o matemáticos concretos que procesos de transfor-
mación ha acarreado el calentamiento a esos elementos.
Esto permite llegar a conocer cuestiones concretas como si
las piedras de una hoguera prehistórica fueron recalentadas
y/o reubicadas, es decir utilizadas en más de una ocasión, y
cuál fue la temperatura a la que estuvieron sometidas con la
aplicación de las analíticas adecuadas.
Por esta razón, nos es absolutamente imposible pensar
en el análisis de los restos asociados al fuego sin una perspectiva interdisciplinar que posibilite la creación de un
cuerpo de datos analíticos independientes. Estos serán
utilizados para poder realizar, en última instancia, nuestras
subjetivas interpretaciones del comportamiento humano
en el pasado, siguiendo el criterio de la objetivización
científica.
Compartimos la idea de otros autores (LAUT, 1992),
en cuanto a la necesidad específica de establecer un
marco conceptual. Es imprescindible, además de un cuerpo
teórico, un aparato terminológico que responda a nuestra
metodología en el apartado experimental, que explique y
contextualice el conjunto del trabajo tanto de campo como
de laboratorio.
En el siguiente apartado haremos un análisis detallado
de los conceptos teóricos que a lo largo de la historiografía arqueológica se han utilizado para hacer referencia a
los diferentes restos relacionados con los procesos de
combustión.
Desde este planteamiento, para que se pueda reconocer
y comprender esa realidad que pretendemos estudiar, describiremos nuestro objeto de estudio, para más adelante
presentar nuestra marcha analítica experimental.
I.1. PLANTEAMIENTO Y OBJETIVOS
La información que los restos de combustión proporcionan ha generado una línea de investigación que, a partir
3
[page-n-17]
de los años 60, está en constante desarrollo, estableciendo
dinámicas de estudio propias, si bien basadas y adaptadas de
otros campos de la investigación científica, cómo viene
ocurriendo en toda la investigación arqueológica desde la
introducción de la Nueva Arqueología, arqueología procesual, post-procesual, etc. (Trigger, 1989; Binford, 1983;
Renfrew, 1982; Thomas, 1998).
La importancia de los vestigios relacionados con el
fuego viene dada por la información que proporcionan para
llegar a emitir hipótesis sobre el comportamiento social y
económico de los grupos cazadores-recolectores de la
Prehistoria.
Por una parte es importante reconocer la manera en que
los grupos humanos controlaban la energía del fuego, la
utilizaban y cuáles eran sus medios de producción.
Por otra parte, conocer la estructuración que presentan
los restos de combustión proporciona un reflejo no sólo de
los diferentes modos de combustión, sino también de las
actividades asociadas al fuego y, por ende, posibilita un
acercamiento a la organización socio-económica de estos
grupos.
Este acercamiento permite reconocer una parte de la
relación que establecen los grupos cazadores-recolectores
con el medio en el que desarrollan sus actividades y cómo,
ésta relación, va evolucionando diacrónicamente.
A partir de estos diferentes niveles de percepción, se
puede valorar la importancia de la información que las
estructuras de combustión aportan tanto al conocimiento de
cada hábitat en particular, como al reflejo del comportamiento de sus usuarios.
Una cuestión importante que se observa al revisar la
bibliografía es que, en la mayor parte de los casos, el análisis
de estas evidencias no va ligado a una reflexión teórica
inicial donde la explicitación de los datos que se registran se
inserte en un marco teórico de interpretación general del
comportamiento de las sociedades del pasado.
Esto ha provocado la evolución desigual de determinados aspectos importantes en la investigación: el desarrollo
de una metodología de registro muy precisa que proporciona
descripciones, en su mayor parte morfológicas, que han sido
adoptadas para establecer las categorías de estas estructuras.
El problema que genera esta dinámica de la investigación es que vincula la descripción morfológica de las estructuras con la situación de estos en el hábitat, dando así una
atribución a la forma/función (Leroi-Gourhan, 1966, 1972)
que no siempre se ajusta a la realidad (March, 1996) y que,
además, se utiliza como cuestión que permite abordar la
“estructuración del espacio en áreas especializadas”
(Wattez, 1992).
Esta aproximación, que la escuela francesa llama
“approche dynamique”, tiene por objeto reconstruir las diferentes etapas de la cadena operativa del fuego desde su
estado de abandono a su estado inicial (Wattez, 1992). El
problema es que si la pregunta inicial no está correctamente
formulada, lógicamente las conclusiones que se asuman no
se ajustarán a la realidad. Es decir, si se parte de la premisa
de que a partir de determinadas formas de estructura de
combustión (hogar simple, enlosado, en cubeta con o sin
4
borde de piedras, etc.) se establece la función concreta de las
mismas (domésticos, técnicos, etc.) y a partir de ahí se establece el tipo de hábitat (campamento estacional de corta o
larga duración, etc.), si la premisa inicial forma/ función no
está correctamente establecida, la definición final tampoco
lo estará, es más puede distar mucho de la realidad.
Esta aproximación se ha realizado fundamentalmente a
partir del estudio de las rocas termoalteradas y más concretamente a partir de la técnica de remontaje utilizada en múltiples yacimientos del área de la cuenca de Paris (Julien, 1972,
1984; Olive, 1988; Valentin, 1989; Phillips et alii, 1987).
Y es precisamente en ese punto donde se enmarca
nuestro proyecto de trabajo. Si se puede determinar la alteración real de las rocas, reconstruyendo los diferentes
procesos ígnicos a los que éstas han sido sometidas a lo
largo del tiempo, junto a la historia térmica del hogar del
que forman parte, se habrá logrado una mayor aproximación
a la realidad del funcionamiento de la estructura de combustión y quizá del asentamiento del que forma parte.
I.1.1. Objetivos
El propósito de esta investigación es pues generar
instrumentos de trabajo útiles para la interpretación de los
restos de combustión. Para ello hemos establecido sistemáticas operativas en el reconocimiento de las termoalterciones
que permiten un mejor acercamiento al comportamiento de
los grupos cazadores-recolectores del pleistoceno respecto
del fuego.
Este objetivo va a ser abordado desde una doble perspectiva:
Por una parte mediante el análisis de diferentes áreas de
combustión que presentan problemáticas particulares y que
sentarán la dirección de la investigación arqueológica.
Por otra parte generando una dinámica operativa experimental para la sistematización en el reconocimiento de las
termoalteraciones de las rocas en contexto arqueológico.
I.1.2. Las evidencias arqueológicas
El registro arqueológico al que vamos a hacer referencia
en este trabajo, posee una estructuración cronológica y espacial que nos ha permitido tener una visión amplia de la
problemática. Nos enfrentamos a un registro heterogéneo que
presenta problemáticas y sistemáticas de trabajo muy distintas.
Este registro abarca tres tipos de asentamientos que se
ubican en cueva, abrigo y al aire libre respectivamente y que
cronológicamente se reparten entre los primeros cazadores
neandertales del 50.000 B.P. y los últimos cazadores magdalenienses del 13.000 B.P.
El yacimiento en cueva de cronología más antigua con
una amplia secuencia (Riss-Würm a Würm III) es el de la
Cova Negra (Xàtiva, Valencia). Presenta evidencias de diferentes tipos de combustiones, desde hogares simples o
planos –donde la única evidencia es el sedimento termoalterado– a una evidencia de más difícil interpretación en la que
se relaciona el sedimento termoalterado, con rocas que,
aparentemente, no guardan ninguna disposición coherente.
Lo que más adelante hemos definido como restos de
combustión no estructurados (RCNE).
[page-n-18]
El segundo asentamiento que estudiamos es el Abric de
la Ratlla del Bubo (Crevillent, Alacant). La problemática
de este yacimiento se centra en las múltiples agresiones que
ha sufrido desde su descubrimiento, que han sesgado de una
manera importante la información contenida en él. A pesar
de esto la variedad de las evidencias y la importancia del
contexto en el que se documentaron, justifican sobradamente su análisis, ya que presenta los restos de una combustión aparentemente in situ de lo que en la bibliografía se ha
venido denominando un hogar con borde de piedras.
Finalmente estudiamos la estructura de combustión nº 1
del yacimiento magdaleniense al aire libre de Marolles-surSeine (Francia). En esta ocasión se trataba de una estructura
que formaba parte de un yacimiento que fue excavado en
régimen urgencia y que presentaba 220 rocas asociadas a la
combustión.
En todas las evidencias arqueológicas se repetía el
problema de la valoración de la termoalteración de las rocas.
A pesar de seguir los criterios básicos que la bibliografía
había establecido –enrojecimiento y fracturación– no encontramos respuestas satisfactorias a cuestiones como:
1. ¿A qué temperatura cambia de color una roca?
2. ¿Por qué?
3. ¿Responden igual todas las rocas al calentamiento?
4. ¿Cuando se produce la fracturación y a qué responde?
A causa de ello hemos decidido elaborar una sistemática de trabajo experimental que permita contestar a las
siguientes valoraciones arqueológicas:
1. las rocas están fracturadas.
2. presentan coloraciones que “no parecen naturales”.
I.1.3. El procedimiento experimental
Cuando nos planteamos por primera vez la elaboración
de un protocolo que permitiera el reconocimiento de las
termoalteraciones en las rocas carbonatadas, surgió inmediatamente la necesidad de crear un programa experimental.
Su punto de partida debía ser establecer criterios de discriminación que permitieran, en la medida de los posible, reconocer estas termoalteraciones no sólo mediante un análisis
de laboratorio, sino también en campo, durante el proceso
de excavación.
El desarrollo de este proyecto de trabajo, sólo ha sido
posible con la intervención de otras disciplinas. La interdisciplinaridad se plantea como única vía de aproximación a
muchos de los problemas que presenta la interpretación de los
restos arqueológicos y en ese sentido el conocimiento de la
función de los hogares, su duración, etc. no es una excepción.
En la preparación de este trabajo hemos abordado la
problemática experimental desde diferentes aspectos, lo que
ha llevado a la realización de 16 experiencias al aire libre,
centradas en distintos yacimientos. Esto ha supuesto la utilización de morfologías y combustibles diversos que han ido
generando una base de datos muy importante.
El procedimiento experimental utilizado en este
proyecto de trabajo se planteó ante la problemática que
supone, en muchos asentamientos, discriminar las rocas
termoalteradas de las que no lo están. Sobre todo cuando
las estructuras de combustión han sufrido modificaciones
desde su última utilización y el estado de abandono que
se recupera en excavación no responde a un estado de
funcionamiento.
En este sentido, y hasta ahora, el remontaje había sido
la única metodología utilizada para correlacionar los líticos
dispersos en un área de combustión. Un buen ejemplo de la
aplicación de esta técnica es el trabajo de Olive (1988) sobre
los hogares del yacimiento de Etiolles, donde se evidencia la
complejidad que puede llegar a tener este sistema para llevar
a cabo la interpretación de la historia térmica de las estructuras de combustión.
Nuestro trabajo pretende sistematizar un conjunto de
variables que intervienen directamente en el proceso de alteración de las rocas por calentamiento. Intentamos establecer
un instrumento de trabajo que permita ordenar y sistematizar la información referida a los pétreos relacionados con
la combustión.
I.1.3.1. Desarrollo de los objetivos experimentales
El objetivo principal de esta parte del trabajo es la
elaboración de un protocolo que permita la caracterización
de las termoalteraciones de las rocas. Para poner en práctica este proyecto experimental, consideramos la necesidad
de caracterizar los resultados con una unificación de las
litologías base de los ensayos y análisis y así elegimos las
rocas sedimentarias carbonatadas. Esta elección se debió a
que esta litología es la más abundante en nuestra área de
trabajo, la vertiente mediterránea peninsular. Sin embargo,
el trabajo desarrollado en otros ámbitos como las Islas
Canarias o el Valle de París, nos ha hecho reafirmarnos en
nuestra convicción de que cada yacimiento o al menos
cada área geográfica concreta necesita de su propio
proceso experimental ya que no todos los datos son extrapolables y a lo largo del desarrollo de este trabajo analizaremos el por qué.
El trabajo se dividió en tres fases diferenciadas, dos de
trabajo experimental con el fin de abarcar todas las casuísticas que podrían estar asociadas a estos materiales, y una de
contrastación de resultados.
Los objetivos de la primera fase del proyecto, en que se
aborda el trabajo correspondiente a las experiencias de
campo fueron los siguientes:
• Caracterizar la materia prima natural (no arqueológica) objeto de estudio.
• Secuenciar un calentamiento que, con las diversas
contingencias, se aproxime lo más posible a un fuego
real y contrastar los resultados con los obtenidos experimentalmente en el laboratorio.
En la segunda fase del proyecto se desarrollan los objetivos correspondientes a la parte del trabajo de laboratorio y
partiendo de dos procesos:
• La caracterización de la materia prima objeto de
estudio.
• El desarrollo de la dinámica analítica que posibilite el
establecer criterios de reconocimiento de la termoalteración de las rocas utilizadas en la construcción de
estructuras de combustión en yacimientos arqueológicos.
5
[page-n-19]
La consecución de este objetivo múltiple supone, por lo
tanto, el desarrollo de una sistemática de trabajo experimental a desarrollar en laboratorio y en experiencias de
campo. Dicha sistemática se basa en el calentamiento
controlado de rocas formatizadas o no, en incrementos tabulados de temperaturas durante un lapso estandarizado de
tiempo. Cada una de las muestras es después analizada por
diferentes métodos ópticos, físico-químicos y electrónicos,
estableciendo, los criterios de discriminación entre las rocas
termoalteradas y las no alteradas.
La tercera y última parte del proyecto se centra en la
aplicación de los resultados de esta sistemática al estudio de
los restos petrológicos pertenecientes a la estructura de
combustión del yacimiento de la Ratlla del Bubo, de cronología solútreo-gravetiense. Según los datos de la excavación
se definió como un hogar simple con borde parcial de rocas
carbonatadas.
El objetivo de esta última parte es aplicar la metodología creada experimentalmente para deducir las alteraciones térmicas de estas rocas, obteniendo datos sobre las
temperaturas alcanzadas y de esta manera caracterizar el
funcionamiento del momento final de dicha estructura.
I.2. ANÁLISIS CONTEXTUAL DE LAS ESTRUCTURAS DE COMBUSTIÓN
En la actualidad, el conocimiento de las actividades
relacionadas con el uso del fuego, se apoya en el análisis del
contexto de las áreas de combustión. Este análisis incluye
aspectos tan diversos como la micromorfología del suelo
termoalterado, el estudio de los restos orgánicos impregnados en él, los restos de combustibles (cenizas y carbones)
o las alteraciones de las rocas que intervinieron en la
combustión, además del análisis de los restos de hueso
–trabajado o no– y de material lítico que se hallen tanto
dentro como asociados al área de combustión
El estudio de las rocas ha sido uno de los aspectos a los
que más atención se ha dedicado, quizá por ser las evidencias consideradas más claras junto con los restos de
carbones. Pero cuando éstos no se han conservado y el sedimento ha sufrido transformaciones de muy diversa causalidad, las rocas se presentan como único elemento de
análisis acotado y operativo.
Sin embargo, como iremos viendo a lo largo del desarrollo de este trabajo, a pesar de su exhaustiva pormenorización, siguen quedando cuestiones por resolver, dado el
carácter renuente y diversificado del uso de estas estructuras.
Conceptos utilizados para describir los restos de combustión
El conjunto de restos tangibles de una combustión ha
sido denominado de diversas maneras en la bibliografía a lo
largo de los últimos 30 años, siendo las más habituales
hogar, estructura de combustión y área de combustión.
El término hogar es el más comúnmente utilizado, en
contexto arqueológico, para describir los restos –ya sean
sedimento, rocas o combustible– de una combustión. A este
6
término se le suele apostillar la morfología –plano, en
cubeta o excavado, con borde de piedras etc.– y en
ocasiones la función –doméstico, de actividades técnicas,
etc.–, siguiendo las pautas establecidas en la bibliografía, y
generalmente con una escasa reflexión al respecto de la relación forma/función/utilización.
A partir de la clasificación de los restos de combustión
establecida para el yacimiento de Pincevent (Francia),
surgió el problema al intentar hacer cuadrar aquella
propuesta a cualquier yacimiento de cazadores-recolectores
de no importa que punto geográfico.
En el Seminario sobre las estructuras de hábitat dedicado a los restos de combustión, que dirigió Leroi-Gourhan
en 1973, se intentaron establecer unos parámetros comunes
que sirvieran para describir los restos asociados a la
combustión, en definitiva lo que se reconocía en ese
momento como hogares. De esta manera, el término estructura de combustión, fue definido en la propuesta de vocabulario como la asociación de restos más o menos modificados por el calor: “cualquier conjunto de restos que
comporten elementos que han sufrido la acción del fuego”
(Leroi-Gourhan, 1973: 41).
También en este seminario se hace referencia al término
área de combustión, por parte de Michel Brezillon, quien
sin hacer una definición explícita, encuadra dentro de este
término los datos referidos a los elementos que se relacionan
con la estructuración de los restos de combustión.
Más recientemente este término será retomado por
Wünch, dentro de su propuesta teórico-metodológica.
Describe las áreas de combustión como el lugar donde se
ubica una combustión con finalidad utilitaria: “el emplazamiento de una combustión con finalidad utilitaria... es el
resultado del aprovechamiento de esta energía térmica para
llevar a cabo desde las actividades subsistenciales...hasta
actividades técnicas, dejando de lado su potencial de luz y
calor” (1991: 60).
Laloy (1980: 7), por su parte, definió “campo de combustión”, como “el lugar donde ha habido fuego”. Este
término sería equivalente al de área de combustión, refiriéndose de una manera general a cualquier lugar donde se
hubiera encendido fuego.
Tanto Laloy como Wunch, realizan una propuesta terminológica, estableciendo una visión crítica de los trabajos anteriores e intentado dar a sus propuestas un contenido que
sobrepasara la descripción morfológica de los restos.
En ambos casos se pretende insertar el estudio de los restos de
combustión en una dinámica de investigación que vaya más
allá de la simple inferencia, proponiendo modelos de explotación de los datos en aras a conseguir una mayor objetivización
de los mismos desde una perspectiva experimental.
Una vez descritos los conceptos que definen los restos
estructurados, pasaremos a describir aquellos otros que,
relacionados directamente con los restos de una combustión,
no se encuentran estructurados. Los siguientes fueron
descritos por Julien (Leroi-Gourhan y Brézillon, 1973):
• Concentraciones carbonosas: en ellas se encuadran
los denominados vaciados de hogar. Son restos que generalmente se presentan aislados del hogar, suelen ser acumu-
[page-n-20]
NO
LIMITADA
- CUBIERTA.
LIMITADA
ÁREA
- ABIERTA.
- ABIERTA, SIMPLE, EXCAVADA:
CUBETA, FOSA.
DE
- CONSTRUIDA: EXCAVADA, EN EL SUELO
(ÁREA ENLOSADA), SOBREELEVADA.
COMBUSTIÓN
- CUBIERTA: COBERTURA PROVISIONAL
- CONSTRUIDA.
Cuadro 1. Brézillon (1973). Modificado.
laciones de cenizas y/ o carbones en ocasiones mezclados
con otros restos (fauna o material lítico). Según los describe
Julien:
“Son acumulaciones que comportan sobre todo su
espesor una amalgama de partículas negras, grises y rojooscuro en las cuales se incluyen restos que han sufrido la
acción del fuego y otros que están intactos” (1983: 284).
Esta autora considera que son depósitos de cenizas frías
provenientes de la limpieza de los hogares.
• Estructuras de desecho (structures de rejet): LeroiGourhan (1983), las sitúa fuera de lo que él denomina “zona
cultural” y son áreas de acumulación de residuos situadas a
algunos metros de distancia, según su interpretación del
yacimiento de Pincevent.
En cuanto a los elementos constituyentes, tanto de las
estructuras como de los desechos, fueron definidos por
primera vez también en el seminario de estructuras de
hábitat de 1973:
- los carbones, tanto en fragmentos como en polvo.
- las cenizas.
- las piedras quemadas: que incluyen la descripción de
borde y su morfología.
- los suelos carbonosos.
- los restos óseos calcinados.
Estos elementos, junto al sedimento que forma parte del
suelo donde se ubica la estructura de combustión, son los
que van a aparecer en la casi totalidad de trabajos referidos
al estudio de las áreas de combustión.
Una nueva visión conceptual será aportada por el grupo
de investigación del Laboratorio de Arqueología de la
Universidad de Tarragona (LAUT, 1992), cuando aborda la
investigación del yacimiento del Abric Romaní. Elabora un
marco teórico, desarrollando una concreción conceptual que
pasamos a describir brevemente. Después de definir el
Centro de Intervención (CRPES, 1985) explican que las
acciones que han sufrido los elementos arqueológicos
debido a las manipulaciones que dejan estigmas visibles,
son tenidas en cuenta, de manera que conceptos como
cremación o combustión explican el estado en el que se
encuentra la asociación o elemento que va a ser intervenido
con mayor precisión de la habitual en el lenguaje arqueológico. Al final de la asociación terminológica que forma un
concepto explicativo está la categoría más específica a nivel
físico, el tipo de material del que se trata.
GRUPO 1:
Intrusión Antrópica Calorífica Estructural
(I.A.C.E.): se evidencia en los restos de aureolas de rubefacción, en las que se pueden encontrar asociados elementos
que han sufrido una trasformación debida a la acción calorífica. En unos casos la acción diagenética ha mantenido los
elementos contextuales a los que se encuentran asociadas las
rubefacciones, en otros sólo queda el estigma de la rubefacción en forma de mancha negra, gris o marrón.
Sobre la denominación del fenómeno rubefacción
volveremos más adelante.
Área de Producción y Configuración Lítica final
(A.P.C.L.F.)
Área de Procesado y fragmentación sistemática de
fauna (A.P.F.S.F.)
GRUPO 2: Conceptos referidos a organizaciones de
amontonamientos de material lítico que demuestran un nivel
menos complejo.
Organización Interna de Travertinos (O.I.T.)
Estructuración de intrusión antrópica de calizas. Las
calizas son un material aportado al yacimiento de forma
sistemática por los cazadores-recolectores, que puede o no
formar estructuras.
GRUPO 3: La configuración de esta asociación categórica resulta de toda la serie de movimientos de selección
interacción que acaban en un proceso de producción calorífica que estructura un espacio, de forma puntual, siendo la
referencia más significativa de antropización de un área
determinada.
7
[page-n-21]
Objeto de Madera Quemada no identificada
(O.M.Q.N.I.)
Negativo de madera (N.M.)
Negativo de madera quemada (N.M.Q.)
Positivo de Madera Quemada (P.M.Q.)
Nuestra propuesta en lo referente a los restos estructurados pretende simplificar conflictos terminológicos al
tiempo que recoger aquellos términos que más se ajusten a
la observación arqueológica de campo. Por ello recuperamos Área de Combustión (AC) para definir no sólo el
espacio físico concreto en el que se desarrolla la combustión
sino también aquel en el que se documentan restos
asociados a la misma. Así, un área de combustión estará
relacionada con los restos de las actividades que se desarrollen en cada encendido. Supone el reflejo de una parte del
uso socio-económico del grupo. Dentro del AC encontramos
por una parte el hogar o Estructura de Combustión (EC),
espacio concreto que ha sido modificado por la acción del
fuego y los elementos básicos de reconocimiento que intervienen en ese proceso de combustión concreto: sedimento,
rocas, carbones y/o cenizas así como otros elementos ya
sean orgánicos termoalterados o restos de talla.
Los Restos de Combustión No Estructurados
(RCNE) quedan definidos como todos aquellos elementos
residuales que en muchas ocasiones se encuentran interconectados, super o infrapuestos a las propias estructuras de
combustión in situ, bien sea por reutilización o por abandono y reutilización de la zona para usos distintos del de la
combustión. Un ejemplo de RCNE serían los denominados
por la escuela de Leroi-Gourhan vaciados de hogar y como
elementos básicos de reconocimiento pueden documentarse
sedimento, rocas, cenizas y/o carbones así como otros
elementos orgánicos termoalterados o restos de material
lítico trabajado.
ÁREA DE COMBUSTIÓN ARQUEOLÓGICA
ACA
RESTOS DE COMBUSTIÓN NO ESTRUCTURADOS
ESTRUCTURAS DE COMBUSTIÓN IN SITU
RCNE
EC
RESTOS ORGÁNICOS
TERMOALTERADOS
RESTOS TALLA
TERMOALTERADOS
ROT
RTT
SEDIMENTO TERMOALTERADO
ROCAS TERMOALTERADAS
ELEMENTOS BÁSICOS
SEDIMENTO
ROCAS
CENIZAS
CENIZAS
CARBONES
ROT
CARBÓN
COMBUSTIBLE, RELACIÓN CON EL
MEDIO, TEMPERATURA
FORMA, FUNCIÓN, USO,
DURACIÓN, REUTILIZACIÓN,
COMBUSTIBLE, TEMPERATURA,
RELACIÓN CON EL MEDIO
USO SOCIO-ECONÓMICO DEL FUEGO
Cuadro 2. Área de Combustión Arqueológica (ACA).
8
OTROS ELEMENTOS
DE RECONOCIMIENTO
RTT
[page-n-22]
II. EL CONTEXTO ARQUEOLÓGICO
Las distintas problemáticas que sobre el estudio de las
áreas de combustión hemos podido abordar en los últimos
años en diferentes áreas geográficas, nos han proporcionado
una amplia visión del tema que ahora reflejamos en el
presente trabajo.
La amplia cronología abordada desde el final del Paleolítico Medio hasta el Magdaleniense superior y la distinta
ubicación en el medio de los asentamientos estudiados
cueva, abrigo y aire libre, nos sugería inicialmente la posibilidad de analizar pautas de comportamiento respecto del
uso del fuego de una manera diacrónica.
El hecho de que en todos los yacimientos que hemos
estudiado se plantearan problemáticas diversas respecto al
uso que ha producido la termoalteración de las rocas y su
relación con el funcionamiento de las estructuras de
combustión en cada momento, hicieron que el desarrollo de
nuestro proyecto se encaminara particularmente al reconocimiento de las alteraciones térmicas que pudieran haber
sufrido las distintas litologías que intervinieron en las diferentes combustiones.
Los datos arqueológicos que presentamos en este capítulo, son el origen de la propuesta metodológico-experimental que desarrolla el presente estudio, ya que desde ellos
se generaron la mayor parte de nuestras preguntas al
respecto del reconocimiento de las termoalteraciones.
La metodología de trabajo en cada unos de ellos fue
diferente debido a circunstancias inherentes a cada una de
las excavaciones. Además debemos añadir que las excavaciones fueron realizadas en los años 87, 89 y 92, con lo que
hablamos de más de 15 años de referencia.
II.1. COVA NEGRA (XÀTIVA, VALENCIA)
Desde que en 1872, Vilanova y Piera menciona a la
“Cova Negra” de Xàtiva como yacimiento arqueológico,
muchos y diversos han sido los trabajos que sobre ella se
han ido dando a conocer. Citada por Cartailhac en 1886 y
por Almarche en 1918, comienza a excavarse en el año 1929
por Viñes, quien efectuará tres campañas. Más tarde vendrán
las campañas de Pericot, Jordá, Alcácer, Pla, Fletcher y
Pascual entre los años 1950 y 1957.
Habrá que esperar a la publicación en 1984 de la Tesis
Doctoral de Valentín Villaverde, para que comience una
nueva etapa de investigaciones y excavaciones sistemáticas
en Cova Negra.
Este yacimiento abarca una amplia cronología desde el
Würm antiguo final al Würm reciente inicial. Es un hábitat
en cueva que fue utilizado esporádicamente por los grupos
humanos que habitaron la zona entre el 115.000 y 30.000
B.P. (Villaverde, 1984; Villaverde y Fumanal, 1990;
Fumanal y Villaverde, 1988; Villaverde y Martínez Valle,
1992; Villaverde et alii, 1997).
La cavidad se encuentra situada a 3 kilómetros de la
ciudad de Xàtiva (València), en la margen izquierda del río
Albaida, en una de las concavidades formadas por el
meandro que el río Albaida excava en la vertiente Este de la
Serra Grossa, a unos 17 metros sobre el actual curso del
agua y unos 100 sobre el nivel del mar.
A través de los estudios de macro y microfauna (Martínez
Valle, 1996; Guillem, 1996), todo parece indicar que el
modelo de ocupación de esta cavidad por las poblaciones
neandertales, debió caracterizarse por el espaciamiento de las
visitas, su carácter corto y un reducido número de ocupantes,
que generaron, en relación con las pautas que son comunes
en el Paleolítico superior, conjuntos de desperdicios líticos y
óseos bastante reducidos, tal y como puede apreciarse al
valorar su índice al incorporar los correctores temporales y
de superficie (Villaverde, 1994: 8; Villaverde et alii, 1997).
El carácter corto y localizado de las ocupaciones de
Cova Negra, se deduce también del análisis de la distribu-
9
[page-n-23]
Fig. 1. Topografía de Cova Negra (Xàtiva, Valencia).
ción espacial del material arqueológico y encuentra correlato argumental en algunas evidencias tafonómicas. Según
Villaverde (1994), la excavación de los años 80 ha puesto de
manifiesto la existencia de profundas variaciones laterales
en la intensidad de los restos líticos y óseos y en la localización de restos de combustión.
II.1.1. La cronoestratigrafía
La serie climatosedimentológica de Cova Negra, ha quedado establecida como sigue (Villaverde y Fumanal, 1990):
- Cova Negra A, fase inicial húmeda y templada, caracterizada por la inundaciones periódicas del río Albaida que
introducen sedimentos fluviales en el interior de la cavidad,
dando lugar a la formación de niveles de tobas con precipitación de CO3Ca sobre elementos vegetales. Se correlacio-
10
naría con el interglaciar Riss-Würm y tal vez el inicio
mismo del Würm antiguo, esto es las fases e y d del estadio
isotópico 5, estrato XV de la serie actual.
- Cova Negra B, fase que comienza con un clima muy
húmedo y fresco y culmina con la instalación de condiciones rigurosas. Los procesos de meteorización física
aportan los primeros elementos autóctonos en el relleno
sedimentario. Se correlacionaría con el estadial Würm I y
las fases c y b del estadio isotópico 5, estratos XIII-XIV de
la serie definitiva.
- Cova Negra C, interfase templada y con precipitaciones estacionales que permiten la actuación de procesos de
edafogénesis. Correspondería al interestadial Würm I-II y al
estadio isotópico 5 a, según Laville, Raynal y Texier (1986) o
3 C de Pujol y Turon (1986), estrato XII de la serie definitiva.
[page-n-24]
- Cova Negra D, fase con predominio de las manifestaciones sedimentarias frías, con procesos de gelifracción que
alternan con pulsaciones más benignas. Se correspondería
con el estadial Würm II y los estadios isotópicos 4 y parte
del 3 de Laville, Raynal y Texier y 3 B de Pujol y Turon,
estratos V al XI de la serie definitiva.
- Cova Negra E, fase templada, caracterizada por las
precipitaciones estacionales, que nuevamente da lugar a la
formación de un suelo en un momento de calma morfogenética. Fase, aislada en las campañas correspondientes a los
últimos años en el denominado perfil C del sector Oeste, que
amplia la secuencia propuesta a partir de la campañas de
1981 y 1982, permitiendo una mayor definición de los
niveles superiores del yacimiento. Se correlacionaría con el
interestadial Würm II-II, o el estadio isotópico 3 A, estrato
IV de la serie definitiva.
- Cova Negra F, fase final de la sedimentación, documentada también en el denominado sector Norte, caracterizada por un clima seco y frío en el que vuelven a activarse
procesos de meteorización mecánica. Su final coincide con
un nivel superficial revuelto y se correlacionaría con el
inicio del Würm reciente o el estadio isotópico 2, estratos
III-I de la serie definitiva. Estos niveles son los que nos van
a interesar especialmente ya que es donde se sitúan todas las
evidencias de combustión estudiadas, tanto en el sector
Oeste como en el Norte.
II.1.2. Los restos de combustión
Los indicios de combustión en este asentamiento se
hallan repartidos en los tres sectores excavados: el Oeste, el
Norte y el Sur.
El interés de los indicios de Cova Negra viene dado
fundamentalmente por la cronología del yacimiento, ya que
los restos de combustión documentados en excavación en
momentos antiguos son escasos en el área mediterránea de
la Península Ibérica. Asimismo, su interés se plantea dado el
tipo de ocupación esporádica que este asentamiento
muestra, siguiendo los análisis faunísticos.
Los restos objeto de análisis pertenecen a las campañas
de excavación realizadas en los años 1984, 1986, 1987 y
1989.
- Sector Oeste
La cronología atribuida a los niveles estudiados en este
sector, se correspondería con los estratos III a V de la
secuencia actualizada, que se correlaciona con el interestadial Würm II-III y el inicio del Würm III, dentro de la
secuencia general del yacimiento estos niveles se sitúan en
la fase descrita como Cova Negra E y F.
A pesar de la escasez de material lítico recuperado, la
adscripción cultural se corresponde con el Musteriense, que
en el conjunto del yacimiento presenta una uniformidad a
nivel de industria lítica elevada, con una estabilidad técnica
y tipológica típica del Paleolítico medio, netamente atribuible a la facies charentiense, con una ausencia total de
elementos que permitan pensar en una transformación hacia
el Paleolítico superior (Villaverde y Fumanal, 1990).
La superficie excavada en este sector es de 12 m2.
Se excavaron hasta 1987 tres estratos, procediéndose a la
excavación de los estratos III al V en esta campaña.
Durante la excavación del estrato III-V, aparecieron
útiles líticos en sílex que presentaban señales de alteración
térmica, lo que alertaría sobre la presencia de fuego.
El estrato IIIB presenta además continuadas concentraciones de manchas grises de tamaño variable, que en el
momento de la excavación se relacionaron con cenizas interpretándose en el momento de la excavación como posibles
vaciados de hogar. Así mismo se documentaron restos de
tierra apelmazada –que se interpretaron como quemada- y
que estaba asociada a áreas circulares de entre 40 y 85 cm
de diámetro.
Se trataría de hogares planos o simples, sin preparación,
descritos en excavación como de sección lenticular de unos
4 a 7 cm de potencia. Debe resaltarse la presencia de cantos
de origen fluvial asociados a algunos de estos hogares.
Poseen un tamaño de entre 7 y 12 cm y en ocasiones parecen
definir concentraciones (Villaverde et alii, 1997). La asociación de cantos fluviales a restos de combustión es un hecho
que se documenta fundamentalmente en el Paleolítico superior (Bombail, 1987 y 1989), de ahí que subrayemos el
interés de su presencia en estos momentos musterienses,
aunque no podamos ir más allá en su interpretación.
Se observa en este estrato IIIB (lám. 1) una distribución
en la que se percibe una concentración de manchones
oscuros, limitada en una parte por un gran bloque, donde se
puede analizar el contraste entre una acumulación de restos
óseos fracturados, con evidencias de fuego y señales de
carnicería, y una zona que se ha denominado externa, de
tierras de color amarillento, con ausencia de evidencias de
combustión y escasa proporción de restos óseos, que cuando
aparecen están en conexión anatómica y muestran huellas de
carnívoros.
La zona de dispersión de cenizas, está limitada por dos
zonas de excavaciones antiguas y parece presentar una
forma oblonga más o menos curvada. Constreñida por el
gran bloque, la dispersión de manchas de cenizas se
mantiene durante casi 40 cm de potencia y llega a englobar
30 cantos fluviales.
La industria lítica consta de 30 piezas incluyendo 1
percutor, 1 núcleo, 1 chunk, 2 chips, 12 hojas y 13 piezas
retocadas.
Villaverde (1994: 9 y Villaverde et alii, 1997) interpreta
esta distribución como el contraste existente entre una zona
de ocupación humana, cuyos límites definidos parecen estar
relacionados con la existencia de algún tipo de estructura
construida, probablemente de forma simple, y una zona
externa, cuyos restos deben remontar a las etapas de abandono de la cavidad. Esas distribuciones desiguales de restos
óseos y orgánicos, especialmente visibles en los cortes de las
excavaciones antiguas en los restos de combustión, caracterizan la distribución espacial del material arqueológico de la
cavidad, indicando ocupaciones de continua variación espacial, que con los datos disponibles, se intuye fueron de reducida extensión. La asociación de cantos, hogares y artefactos
líticos sugiere que estamos ante un área dedicada a actividades de mantenimiento o de procesado de alimentos.
11
[page-n-25]
Fig. 2. Estratigrafía del sector Oeste de Cova Negra.
Estos mismos autores interpretan que la correspondencia en el estrato IIIB entre la zona de dispersión con
evidencias de uso del fuego, el mencionado gran bloque y la
ausencia en esos mismos 12 m2 de una concentración de
restos antrópicos similar en períodos anteriores y posteriores
a la presencia del gran bloque, sugiere que la topografía de
la cueva en ese momento invita a ocupar esa zona.
De esta manera el nivel IIIB parece ser el resultado de múltiples y separados episodios de ocupación, asociados al
consumo de cérvidos, équidos y en menor proporción
cápridos. Además, como se infiere de las marcas de las actividades de los carnívoros, esta ocupación alterna con el uso de
la cueva por diferentes tipos de carnívoros como el lobo.
Por lo que respecta a la interpretación del nivel IIIB,
debemos indicar que, efectivamente, la documentación
aportada por la fauna y los síntomas de ocupación que
presenta el sedimento, parecen delimitar claramente un área
donde la intensidad de huellas antrópicas hace posible
pensar en un área de ocupación. Así, los grupos humanos
que ocasionalmente usaron la cueva se adaptaron a su
cambiante arquitectura, alternando en determinadas zonas
12
su presencia con la de los carnívoros que serían responsables
de la introducción de determinados restos faunísticos.
Además de esta interesante zona, aparecen más evidencias de combustión en los cuadros F2 y F3, tras la excavación del estrato III-V donde se da una sucesión irregular que
se describe como tierras grisáceas y rubefactas, sobre otras
amarillentas. Tras ellas aparecen algunas laminaciones
oscuras que constituyen el inicio de otro paquete distinto de
color marrón.
En el cuadro H2 se describe la aparición de un hogar,
que fue descrito en el momento de la excavación como “una
mancha de tierras rubefactas, quemadas, que adquieren la
forma de una capa compactada que engloba fracción gruesa
pequeña. El diámetro era de unos 40 cm y la forma circular”.
En este mismo cuadro y siguiendo la excavación del estrato
III-V, aparece una nueva concentración de tierras rubefactas
y fracción gruesa también con señales de fuego.
Al iniciar el levantamiento del estrato IV en el cuadro
F3, aparece una laminación grisácea con una capa rubefacta
subyacente, que se podría corresponder con otro hogar
simple, de forma más o menos circular.
[page-n-26]
Si se analiza el conjunto de resultados del sector Oeste,
se observa claramente como las evidencias recuperadas se
caracterizan por una cierta homogeneidad estructural.
Se trata de restos de sedimento termoalterado (ceniciento o
rubefacto), de forma circular y/o subcircular y de un
diámetro medio de unos 40 cm, en los casos que se ha
podido documentar la forma completa.
La secuencia microestratigráfica, recuperada a través de
las descripciones sedimentológicas hechas en el momento de
la excavación, se corresponde con un nivel de tierras oscuras
y cenicientas, bajo el que se encuentra el sedimento de color
rojizo y compacto que es seguido de tierras oscuras que
conectan con las del propio nivel de excavación. Experimentalmente hemos comprobado en múltiples ocasiones que esta
es la secuencia microestratigráfica que presenta un fuego
encendido sobre un suelo sin preparación, una sola vez.
De esta manera, el registro de evidencias de combustión
del sector Oeste de Cova Negra, sugiere la existencia de
pequeños fuegos simples, sin preparación que van
cambiando de posición dentro de la zona de ocupación.
En general no se registran restos de fauna o sílex quemados
asociados dentro o en los alrededores del hogar, pero este
dato no es muy significativo si tenemos en cuenta la escasez
general de material que presenta el nivel (lám. 1).
- El sector norte
Este sector se excavó por primera vez en 1989, nunca
desde los años 50 en que comenzaran las excavaciones en
este yacimiento se había trabajado esta zona de la cueva.
La superficie de excavación abarcaba aproximadamente
4 m2 y antes de comenzar la excavación, la observación de
los cortes sagitales refería una serie de laminaciones negras
que se describieron inicialmente como “posibles líneas de
hogar”.
En este sector se excavaron cinco estratos, concentrándose las evidencias de combustión entre los estratos II y V.
La documentación de este sector, presenta la particularidad de haber registrado 288 rocas con signos de termoalteración que, en el momento de la excavación, se relacionaron con algún tipo de combustión no estructurada, ya que
aparecían entre manchas oscuras en ocasiones con carbones,
pero sin definir ninguna forma concreta. Se distribuían en
una potencia de 60 cm y aparecían asociadas a escasos
restos líticos y de fauna.
Desde el estrato II aparecen en la excavación en extensión, manchas grises y rosáceas que se atribuyeron en un
principio al resultado de una intensa ocupación. En este
nivel se evidenciaron claros signos de combustión que se
manifestaron en la presencia de cenizas compactas, rocas
que durante la excavación parecían muy alteradas por el
fuego y un sedimento con claros síntomas de rubefacción.
Este conjunto de evidencias, sin formar claramente
estructuras de combustión aisladas y bien definidas, se
concentraron sistemáticamente en los cuadros G9, G10 e
I10. A partir de este estrato y hasta el final de la excavación
en este sector, aparecen reiteradamente, diferentes tipos de
manchones negros o grisáceos, envolviendo casi siempre
una importante cantidad de clastos de diferentes tamaños.
La mayor parte de las rocas que se consideraron alteradas se
registraron entre los estratos IV y V. El total de rocas recuperadas entre estos dos niveles fue de 224, lo que permite
hacerse una idea de su importante representación.
- El estrato IV
La excavación de este nivel se realizó mediante el levantamiento de 5 capas artificiales de diferente potencia.
Durante todo el trabajo de levantamiento de tierras se
pudieron observar los mismos trazos de combustión en todo
el sector que se repetirán en cada una de las capas.
El proceso general que se documenta es el siguiente:
sobre una matriz de sedimento gris o rosáceo aparecen
concentraciones de rocas y cantos con síntomas de alteración térmica. Estos signos se evidenciaban por la presencia
de manchas –rojas y negras– fisuras, fracturas y adherencia
de sedimento alterado. Estas agrupaciones de rocas no
presentan estructuración en forma de hogar in situ. Son
laminaciones o lentejones de color oscuro, sin restos de
carbón, que se delimitaban bien en el perfil, pero que al
excavar en extensión se difuminaban en pequeñas manchas
dispersas sin continuidad ni estructuración.
Tanto la industria lítica como los restos de fauna son
muy escasos. En el caso de esta última –bien representada
en los otros sectores de la excavación– cabría pensar en una
conservación diferencial que hubiera afectado especialmente a esta zona.
En este funcionamiento general del estrato IV habría
que señalar una excepción. Se trata de unos manchones
negros de unos 60 cm de diámetro y 2 cm de potencia, que
se documentaron en la capa 3. Este manchón englobaba y se
hallaba parcialmente rodeado de rocas alteradas. En el interior de uno de ellos apareció un hueso quemado. Esta es la
única evidencia que en excavación se documentó como
posible hogar. No se documentaron carbones ni cenizas
sueltas, sólo bloques de ceniza muy compacta que en
ocasiones se llegaban a confundir con rocas dado su grado
de compactación (lám. 2).
Al acabar la capa 3, las señales de combustión localizada desaparecen y tan sólo quedan las habituales manchas
de cenizas y rocas con signos de termoalteración (lám. 3).
En la capa 4 se produce la desaparición casi total de los
bloques. Los restos óseos quemados y muy fragmentados
aumentan un poco.
- El estrato V
Dividido en 4 capas artificiales, esta unidad culmina con
la sucesión de laminaciones de aparente origen antrópico.
En la capa 2, aparece una potente acumulación de cenizas
que engloban rocas rubefactas. El centro de esta acumulación se situaría junto al corte sagital izquierdo. También
aquí se quiso reconocer un hogar plano, pero dada su posición esta afirmación sólo puede quedar en hipótesis (lám. 4).
Se debe reseñar que en este nivel ha aumentado el
número de restos de fauna, la mayor parte quemada y fracturada, así como de industria lítica que presenta también
alteraciones térmicas (lám. 5).
13
[page-n-27]
Fig. 3. Cova Negra. Sector Norte. Dispersión en planta de las rocas
del estrato IV, capa 1.
Fig. 4. Cova Negra. Sector Norte. Dispersión en planta de las rocas
del estrato IV, capa 2.
Fig. 6. Cova Negra. Sector Norte. Dispersión en planta de las rocas
del estrato IV, capa 3, parcial.
Fig. 5. Cova Negra. Sector Norte. Dispersión en planta de las rocas
del estrato IV, capa 3.
II.1.2.1. Análisis petrológico
El conjunto del material estudiado, se distribuye como
hemos visto, entre los estratos IV y V. Se compone de 288
rocas o fragmentos de ellas, donde se observan claramente
dos litologías principales.
Una de tipo detrítico arenoso con una tendencia variable
a microconglomerática, de matriz arcillo limosa y con un
cemento escaso aunque claramente ferruginoso.
14
La segunda es de naturaleza carbonatada en la que,
junto a pétreos calizos micríticos, podrían también encuadrarse algunas rocas más dolomíticas.
Puntualmente, asimismo, se observan, aunque en menor
proporción, litologías carbonatadas arenosas.
Se aprecia en general una tonalidad gris oscura –en
textura micrítica–. Además se observan manchas rojizas
locales, ligeramente púrpuras, propias de concentraciones
puntuales de carbonato de manganeso –rodocrosita–,
pudiendo establecerse una génesis de edad jurásica.
Este tono rojo de la rodocrosita que hemos definido en
las calizas y dolomías, como de tonos “púrpura”, nunca
debe confundirse ni con el “rojo ladrillo” de algunas
[page-n-28]
Fig. 7. Cova Negra. Sector Norte. Dispersión en planta de las rocas
del estrato IV, capa 4.
areniscas a causa de la presencia de Fe 3 del cemento, ni con
el rojo de la rubefacción causada por el calentamiento, sin
distribución uniforme.
En las muestras que presentan síntomas de termoalteración, se aprecia una superficie reseca, fuertemente mate,
estando las detríticas pseudo retrabajadas (como cubiertas
de polvo apelmazado, compacto y poco duro, claramente no
adherido por falta de limpieza) y el resto con una pátina no
uniforme en la que se observa una microporosidad relativamente uniforme y variablemente densa.
Otras alteraciones que se observan en este conjunto de
rocas y que no se relacionan con el calentamiento son las
siguientes:
• La cementación parcial. Ésta no debe confundirse
con un proceso natural que se suele desarrollar en
cualquier tipo de clastos en un ambiente de circulación de aguas carbonatadas, sino que se produce en
cantos ya redondeados que, habiendo podido formar
parte de un hogar, son englobados por sedimentos de
tamaño limo y, posteriormente, se cementa dicho
material envolvente.
• Erosión en “nidos de abeja”. Ocasionalmente estos
limos, que engloban total o parcialmente algunos
clastos, presentan variables concentraciones nodulosas de arcillas sueltas. Posteriormente, cuando el
conjunto se ve sometido a procesos de alteración
eólica, o incluso por calentamiento, dichos materiales arcillosos tienden a adquirir humedad envolvente junto con variables concentraciones de sal y
yesos en ambientes relativamente costeros. Esto da
lugar a que dichos núcleos arcillosos, lejos de
cementarse y consolidarse, adquieran una mayor
propensión a la movilidad, de manera que tanto por
causas tanatorias como por posteriores procesos
biodiagénicos y/o por manipulación en la fase
extractiva arqueológica, el resultado se manifiesta
en un aparente desarrollo de microcavidades, pseudoporos en la parte superior detrítico-arenosa,
dando una micromorfología de “nido de abejas”.
• El dimensionado de esta última alteración, presenta
unos valores medios entre 1 y 2 mm de diámetro. Sin
embargo, ésta no debemos confundirla visualmente
con la textura mate picoteada que presentan las
superficies de los clastos encontrados en los yacimientos y que tienen o una pátina superficial englobando todas las caras externas o manchas locales
blanquecinas –normalmente de carbonato– en cuyas
superficies, cuando la roca ha sido calentada se desarrollan unos microporos entre 0’1 y 0’5 mm. El
grado de abundancia de esta microporosidad,
produce en ocasiones una sensación organotáctil,
casi parecida a la de la superficie de erosión de
areniscas de grano fino. Sin embargo, hemos de
recordar, que esta textura a la que estamos refiriéndonos, no deviene de una erosión diferencial superficial en una litología detrítica competente, sino tan
sólo de la superficie envolvente y no del resto del
material englobado.
Hemos observado como se repiten una serie de
micropososidades superficiales y nos hemos planteado a
qué se pueden deber en los cantos. Después de todo lo
analizado, creemos que probablemente las mismas se den
con mayor frecuencia en las muestras calentadas que
presentan unas determinadas características superficiales.
Este factor lo consideramos de gran importancia a la hora
de plantear herramientas de trabajo imprescindibles en
toda fase de investigación de campo, ya que con ello
pretendemos poder llegar a discriminar termoalteraciones
en el proceso de registro de excavación
II.1.2.2. Las manchas
Como resultado de la acción del calor, las rocas
adquieren coloraciones diferenciales, negras y rojas, que se
distribuyen por las diferentes caras de las rocas, aunque se
debe tener en cuenta que las rocas también pueden presentar
coloración rojiza a causa de su génesis.
En el sector Norte de Cova Negra las rocas presentan en
su mayoría esta doble coloración roja, producto bien de su
origen y/o de la rubefacción, y negra, resultado de los
aportes de materia orgánica en el momento de la combustión
(declinando por menor importancia la consideración de
minerales negros genésicos del tipo pirolusitas y de otros
óxidos metálicos).
Una particularidad que se observa en el registro del
sector Norte de Cova Negra, es que las manchas, en muchas
de las rocas abarcan la totalidad de su volumen. Se documentan muy escasamente rocas con coloración puntual en
una cara o en un extremo. Esto hará que se puedan plantear
diversas hipótesis interpretativas.
Por último hemos de señalar que este tipo de muestras,
debido a su ubicación específica en un marco geológico
15
[page-n-29]
predominantemente carbonatado, manifiestan un muy
frecuente desarrollo de manchas blancas, presentando las
siguientes características:
• En general, sólo abarcan parte de la superficie del
clasto.
• Su dimensión es desde apenas una fina película, a
través de la cual se ven los clastos inferiores, a varios
milímetros. En este último caso combina su composición con materiales arcillo-limosos.
• En cortes ortogonales a la sección en microscopio a
gran aumento, presentan la clara disposición
bandeada de los depósitos carbonatados de precipitación química.
• La ubicación espacial de dichos procesos de calcificación no presenta ni un plano previo, ni una ordenación específica, ya que tan sólo se debe a los
procesos de circulación en ámbito edáfico de las
aguas superficiales.
• Cuando la carbonatación se da en un ámbito de
superficie textural microrugoso y el concentrado
total precipitante es escaso, no se desarrolla dicha
película, sino que en las microdepresiones de dicho
relieve y de manera aislada se agrupan los carbonatos
en cristales alargados, blanquecinos y claramente
observables a simple vista.
• La superficie de carbonatación tiende a ser lisa,
siendo tan sólo microporosa si sufre un calentamiento o habiendo cementado materiales limo-arcillosos-arenosos, esta superficie por procesos diagenésicos posteriores se descalcifica.
II.1.2.3. Fracturas y remontaje
Se intentó de una manera sistemática el proceso de
remontaje de las rocas, siendo el resultado siempre negativo.
Ninguna de las 288 rocas remonta con otra. Este dato es
muy importante si además se analiza la tipometría de las
piezas.
El 60% de las rocas poseen un tamaño medio entre los
3 y 7 cm en su lado más ancho y sólo 18 son bloques
(mayores de 10 cm), teniendo en cuenta además que hay 25
cantos rodados. Estos datos complican más si cabe la interpretación de estas rocas.
Todos los cantos poseen características que definen
termoalteración. Petrológicamente son de componentes
calizos, calizo-dolomíticos, areniscas y microconglomerados, no presentando alteración post-genésica.
Las fracturas completas son escasas y en su mayor parte
se produjeron al extraer las rocas durante el proceso de excavación. Más adelante abordaremos el problema de la fracturación de las rocas. La mayoría de estos pétreos presentan
importantes fisuras que atraviesan la muestra, la dividen en
varios fragmentos, pero no llegan a desgajarla. Estas fisuras
deben ser resultado de cambios bruscos de temperatura por el
denominado choque térmico (el desarrollo de este concepto
se contempla en los capítulos siguientes) ya que este nivel se
relaciona con un momento frío, donde los planos de debilidad de las rocas acentuados por el calentamiento, se verán
afectados por procesos de gelifracción.
16
II.1.2.4. Interpretación
Debemos señalar que nos encontramos ante un registro
de gran interés por la particularidad que presenta, frente a
casuísticas más conocidas, ya que no se ajusta a los modelos
de estructura de combustión frecuentes en esta cronología,
ni para momentos más recientes.
El estudio de sus particularidades nos ha sugerido varias
hipótesis interpretativas que, evidentemente, habrá que
seguir desarrollando.
La primera consideración evidenciada, tras los estudios
realizados en este proyecto, dada la tipometría del material
documentado y la falta de remontajes que pudieran demostrar esta premisa, es que en el sector Norte de Cova Negra
no se utilizaron grandes bloques que pudieran formar parte
de un borde de hogar. A pesar de que algunos de pequeño
tamaño pudieran haber sido utilizados para este fin, no lo
creemos probable.
En segundo lugar, es asimismo evidente que el 90% de
las rocas presentan alteraciones térmicas y eso nos hace a su
vez plantear las siguientes propuestas:
1. ¿Cabe la posibilidad de que buena parte de las
pequeñas rocas formaran parte de la matriz sedimentaria y
se alteraran al igual que ella al encender fuego encima?.
Esto se debería comprobar en el estudio sedimentológico de
la fracción gruesa del nivel, pero a la vista del registro en el
momento de la excavación es evidente que esta explicación
es inviable.
2. Se podría considerar que las rocas estuvieron recibiendo la acción del calor durante toda la combustión, quizá
en más de una ocasión, y que incluso pudieron ser removidas dentro del fuego. Pero esta afirmación se relacionaría
con un alto grado de alteración térmica que se hubiese reflejado más claramente en el suelo. Este criterio es difícilmente
contrastable con la realidad observada durante la meticulosa
fase de excavación.
3. La hipótesis interpretativa que creemos debe ser confirmada, es la de que las rocas se calentaran y enfriaran de una
manera sistemática reiterativa, debido a la realización de actividades concretas que en algún caso se podrían precisar.
Un ejemplo válido de esta actividad, sería el uso de estas
rocas para calentar agua. Esta hipótesis viene avalada por la
elevada proporción de cantos, aportados de manera intencional
desde el río que se encuentra en la zona, y de rocas calizas
compactas de tamaño pequeño. Cantos que, como hemos
visto, también son aportados al sector oeste de la cueva.
A este planteamiento se pueden hacer diversas objeciones, como que las areniscas y los conglomerados no son
muy aptos para este fin ya que pierden parte de sus componentes finos al entrar en contacto con el agua. Pero también
cabe pensar que la mayor parte de ellas corresponden a los
escasos bloques presentes en el registro, y que pudieron ser
usados tan sólo como borde de las estructuras en sucesivas
ocasiones.
Dentro de este mismo planteamiento, se podría pensar
en el uso de las rocas para actividades no relacionadas directamente con la subsistencia, por ejemplo como calentadores
que pudieran ser introducidos o agrupados en el espacio de
ocupación, lo que supondría el mantenimiento de fuegos en
[page-n-30]
el área externa a la zona de hábitat. Siguiendo en la línea de
la subsistencia, se podrían interpretar como elementos de
cocción indirecta, para estofar o cocer en estufa, tal y como
se realiza en el denominado horno polinesio (Orliac, 1989)
o en la Pachamanca de Perú (Julien, 1985), donde los
alimentos son enterrados entre las piedras calientes y se
cocinan indirectamente.
4. Otra posible interpretación es que la zona fuera utilizada durante un tiempo de la ocupación como área preferente
para la instalación de fuegos, y que fueron cambiando de
ubicación sucesivamente, siempre en ese reducido espacio,
razón por la que no habríamos podido documentar el perfil de
ninguno de ellos. Pero eso hubiera implicado una gran alteración térmica en el sedimento de base, cosa que no ocurre.
5. Si el suelo no se encuentra termoalterado de la forma
en que lo hace cuando se enciende fuego directamente sobre
él y si además las manchas en el suelo son dispersas, en
ocasiones más grises, en otras más negras y algunas rojizas,
cabe la posibilidad de que las piedras fueran calentadas en
fuegos que se encendieron en otra parte de la cueva, quizá
alguno allí, como lo marcan esos dos posible hogares que se
señalaron durante la excavación de este sector. Esto supondría un uso particular de este sector, en el que recordemos
las evidencias líticas y óseas son también escasas.
La falta de dimensión excavada y la imposibilidad de
interpretar el espacio, limita la contrastación de estas posibi-
lidades. La investigación debería continuar profundizando en
nuevos estudios sedimentológicos, experimentales y petrológicos que ayuden a establecer más criterios interpretativos,
pero de cualquier forma la interpretación de esta dispersión
de rocas hasta el presente queda abierta a la discusión.
II.2. EL ABRIC DE LA RATLLA DEL BUBO (CREVILLENT, ALACANT)
II.2.1. Situación y actualización de los trabajos
El Abric de la Ratlla del Bubo tiene una extensión aproximada de 25 m2 y se encuentra situado en la vertiente
sudeste de la Serra de Crevillent (Alacant) que culmina a
822 metros sobre el nivel del mar. El yacimiento se sitúa a
unos 400 metros de altura sobre el nivel del mar, en la
margen derecha del Barranc de la Rambla, muy próximo a
su cabecera, a unos 35 metros sobre el cauce actual.
Geológicamente el yacimiento se ubica en un amplio
afloramiento de calizas de edad Jurásica, marinas, fosilíferas
y estructuralmente rejugadas por empujes tectónicos y halocinéticos del Triásico infrayacente.
No se observan ni en campo ni en laboratorio, indicios
para preestablecer que las muestras hayan sido influidas por
cualquier tipo de metamorfismo térmico. (Mapa geológico
de España Escala 1:50.000 nº C 893. Elche).
Fig. 8. Abric de la Ratlla del Bubo (Crevillent, Alicante).
17
[page-n-31]
Fig. 9. Mapa de localización del Abric de la Ratlla del Bubo.
II.2.2. Cronoestratigrafía
Este asentamiento ha sido objeto de excavaciones sistemáticas desde el año 1984, primero bajo la dirección
de G. Iturbe y J. Román, como excavación de urgencia, y
desde 1986, como excavación ordinaria por V. Villaverde y
J.E. Aura. La última campaña se llevó a cabo en 1991.
La secuencia cronológica descrita por los excavadores
para este asentamiento, en base a la clasificación tipológica
del material lítico y óseo, abarca gran parte del Paleolítico
Superior: auriñaciense evolucionado, gravetiense, solutrense
y solútreo-gravetiense, faltando por completo el registro
correspondiente a los momentos finales del Paleolítico
Superior. Dado que la mayor alteración sufrida por los
niveles, a consecuencia de las excavaciones clandestinas,
afectarán justo los paquetes entre el solútreo-gravetiense y el
gravetiense, la información correspondiente a los momentos
iniciales del solutrense será la más afectada.
El solútreo-gravetiense ha sido, por tanto, el único
momento que se ha podido documentar hasta el momento
mediante excavación en extensión, ya que los otros niveles
se refieren a informaciones obtenidas a partir del sondeo
inicial. Este nivel pudo ser datado en 17.360 +- 180 B.P.
(Ly. 5219) mediante C-14 proveniente de los carbones del
hogar del nivel II.
18
La industria lítica
En el estudio inicial de las campañas de 1986-1991,
destaca la escasez de material lítico y viene caracterizado en
la capa 1 de este nivel por la presencia de 3 núcleos:
informe, unipolar y bipolar. Los soportes lo componen 72
lascas, 5 hojas y 26 hojitas, mientras que el material retocado está caracterizado por:
4 hojitas de dorso
1 hojita de finos retoques
1 hojita con truncadura
1 denticulado
1 punta de dorso
1 punta escotada
1 buril diedro
3 piezas con muesca
2 denticulados
En cuanto a la distribución de estos restos en la extensión trabajada hasta la campaña de 1990, permite establecer
que el máximo de acumulación tanto de material óseo como
lítico se sitúa en la banda de los cuadros 2 y 3 y hacia el interior del abrigo, dándose también en esos cuadros mayor
abundancia de tierras cenicientas y piedras con huellas de
rubefacción (Soler et alii, 1991).
[page-n-32]
Fig. 10. Planta general del Abric de la Ratlla del Bubo, con indicación de la línea de visera y zona donde se ha desarrollado la excavación.
Rasgos sedimentológicos
Por lo que se refiere a la secuencia estratigráfica hemos de
remitirnos al estudio preliminar realizado por P. Fumanal.
Se han muestreado dos cortes sagitales en los cinco niveles
arqueológicos establecidos, citándose probables restos de
combustión en los siguientes niveles:
PERFIL SAGITAL IZQUIERDO
• nivel V: no puede apreciarse su potencia, pero la base
se sitúa a -1,31 m del nivel 0 de la excavación. Aquí
se encuentra un nivel oscuro de hogar que ya no se
muestrea.
• nivel II: a -1,05 m del nivel 0. Está formado por
abundantes cantos en forma de plaquetas de
pequeño tamaño, sin matriz fina, que presentan un
color rojizo y/o blancuzco y cierta alteración superficial. Una línea oscura, (¿hogar?) se intercala hacia
la base del nivel.
Fig. 11. Secciones del Abric de la Ratlla del Bubo.
PERFIL SAGITAL DERECHO
• nivel II: La base está a -1,32 m del nivel 0. Estructura
masiva y coloración ligeramente oscura, probablemente debido a aportes antrópicos.
19
[page-n-33]
II.2.3. Características del medio
Las actuales condiciones bioclimáticas de la zona son:
temperatura anual de 17ºC a 19ºC; la media de las mínimas
del mes más frío está comprendida entre 4ºC y 10°C;
la media de las máximas del mes más frío se sitúa entre 14ºC
y 18ºC; el índice de termicidad está entre 250 y 470. (Badal,
1991).
Según esta autora establece en 1992, la Ratlla del Bubo
se encuentra emplazado en la superprovincia biogeográfica
Mediterráneo-Iberolevantina. Provincia Murciano-Almeriense, sector Alicantino. Respecto al nivel bioclimático, el
yacimiento está situado en el piso mesomediterráneo inferior en su límite con el termomediterráneo superior, siendo
el ombroclima semiárido.
La vegetación en este paraje hacia el 17.000 BP probablemente se desarrolló bajo unos parámetros termoclimáticos de tipo supra o mesomediterráneos, sobre todo en la
base de la secuencia donde las frecuencias de Pinus nigra
son mayores y las especies termófilas tienen exigua representación. Por lo que se refiere al ombroclima, esta flora
induce a pensar que sería seco o semiárido, si bien en el
nivel I los fresnos pueden indicar mayor humedad que en el
resto de la secuencia.
Análisis antracológico y paleobotánico
El examen antracológico realizado (Badal 1990), se
basa en el estudio anatómico del carbón recogido tanto en
el interior del hogar como en el resto de la superficie del
estrato II capa 1. El análisis de los carbones dispersos en
este nivel muestra una lista floral de 12 taxones, con características áridas en general. La curva taxonómica del hogar
es monoespecífica, lo cual significa que los 55 carbones
pertenecen al género Juniperus sp. (enebro, sabina),
aunque anatómicamente no se ha podido distinguir a que
especie pertenecen. En este caso la riqueza floral de los
carbones dispersos es claramente mayor que la del hogar
ya que incluso con 55 carbones analizados ya aparecen 7
taxones.
La formación vegetal evidenciada en los carbones
dispersos está dominada por Juniperus que alcanza un
porcentaje del 64,77% y junto a ellos en menor proporción
están el Pinus nigra (Pino negral), especies estépicas como
el belcho y las leguminosas, especies termófilas como el
acebuche, cornicabra y lentisco. También se ha podido
determinar fresno, higuera, espino negro o aladierno y
varias especies indeterminadas.
Marco Medioambiental
A partir de todo lo anterior, se define el paisaje de la
zona como un bosque más o menos abierto, de tipo estépico,
en el cual los árboles son escasos. Está dominado por
enebros y/o sabinas y pinos negrales. En el estrato arbustivo
se encontrarían Rhamus, Ephedra, Leguminosae. En las
zonas más resguardadas crecen las especies termófilas como
Olea europea var. sylvestris, Pistacia lentiscus y Ficus
carica. Se han encontrado pocos elementos que nos indiquen
humedad, solamente el fresno que aparece esporádicamente.
20
II.2.4. La Fauna
Si este asentamiento presenta, en general, escasez de
items, los restos óseos documentados a lo largo de la excavación son muy escasos y su conservación es bastante deficiente en la mayor parte de los casos, lo que da un número
importante de restos indeterminados, 190 frente a los 39
identificados.
Como se puede ver en los cuadros 4 y 5, en el nivel en
el que se encuentra la estructura de combustión la mayor
parte de los restos documentados e identificados son de
conejo en un total de 27, siendo 3 el número mínimo de individuos (nmi). En cuanto a los macromamíferos la familia
mejor representada es la de los Caprinae, con una total de 9
restos que supone un nmi de 3.
Tanto la cantidad como la calidad del material impide
ningún tipo de interpretación en relación con el área de
combustión.
II.2.5. Las evidencias de combustión
En este asentamiento encontramos una información
muy diversificada y al tiempo poco contrastada debido a las
dificultades acaecidas durante el proceso de excavación.
Valorando las posibilidades que ofrecía la documentación de
este sitio, decidimos incluir sus datos de dos maneras
distintas. Por una parte el conjunto que este asentamiento ha
proporcionado a lo largo de cuatro campañas de excavación
ordinarias y, por otra, realizando el estudio pormenorizado
del hogar del nivel II, al que hemos podido aplicar la sistemática operativa definida en el capítulo experimental.
Es muy importante remarcar que la información proporcionada por este asentamiento debe valorarse teniendo en
cuenta, por una lado la escasez de restos de combustión
documentados en excavación en los yacimientos del Paleolítico superior mediterráneo peninsular (Fullola et alii,
1991; Mora et alii, 1993; LAUT, 1992) y por otro lado, las
particulares condiciones de ocupación que en un pequeño
abrigo se pueden presentar, ayudando el estudio de su
secuencia a conocer rasgos del comportamiento de
pequeños grupos humanos, en asentamientos que revelan
cortas, pero reiteradas ocupaciones.
- Los primeros indicios
En 1984 se efectuó una primera campaña de urgencia,
en la que se llevó a cabo la realización de la topografía y
el cerramiento del abrigo, al tiempo que se perfiló el corte
del agujero dejado por los excavadores clandestinos. Esto
fue aprovechado (Iturbe y Cortell, 1992: 133) para llevar a
cabo un sondeo importante de aproximadamente 3 metros
de profundidad.
El yacimiento sufrió diversas agresiones, lo cual supuso
algunas limitaciones al trabajo de investigación, debido a
que se perdió parte de la información correspondiente al
nivel donde se encontró la estructura de combustión que
estudiamos y porque se limitó asimismo, la posibilidad de
cotejar la existencia de diferentes tipos de áreas de combustión en un mismo nivel de ocupación. Esta posibilidad había
sido sugerida por el hecho de que aparecieran lentejones
oscuros, en la banda de cuadros más cercana a la pared y
[page-n-34]
Cuadro 3. Arriba, curva taxonómica del estrato II capa 1 y detalle del hogar.
Abajo, porcentajes por capas de los grupos taxonómicos del estrato II (Soler et alii, 1991).
21
[page-n-35]
Estrato I
Capas 1-2
nr
nmi
Capa 3
nr
nmi
Estrato II
Capa 4
nr
nmi
Bovinae
1
2
2
1
2
1
15
2
7
2
1
1
1
1
27
3
1
1
nmi
5
1
13
nr
2
1
Caprinae
nr
5
Capra pyrenaica
1
1
Total
nmi
Equus sp.
Cervus elaphus
1
1
1
1
Felis / Lynx
Orictolagus cunic.
Capa 1
Capa 5
nr
nmi
9
2
5
1
26
2
33
3
73
8
Aves
1. Ratlla del Bubo. Número de restos identificados y número mínimo de individuos que representan.
Profundidad
0,25 - 0,50
nr
nmi
0,50 - 0,75
nr
nmi
0,75 - 100
nr
nmi
Capra pyrenaica
1
1
2
1
4
1
Caprinae
3
1
10
2
5
1
1
1
1
1
1
1
Bovinae
Equus caballus
Cervus elaphus
Total
5
13
10
Felis / Lynx
Orictolagus cunic.
38
4
Aves
1
1
Total
39
50
4
50
54
3
2. Ratlla del Bubo. Número de restos identificados y número mínimo de
individuos que representan. Campaña 1983.
54
Cuadro 4. Evidencias de fauna (Martínez Valle).
Estrato II
Estrato I
Capa 2
Capas 1-2
>3
<3
Macromamíferos
Capa 3
>3
<3
Capa 4
>3
<3
Capa 5
>3
<3
>3
<3
1
2
3
1
8
2
14
3
<3
1
4
40
13
98
7
52
24
213
11
179
23
6
40
16
99
15
54
38
216
11
179
0,25 - 0,50
0,50 - 0,75
0,75 - 100
>3
>3
>3
<3
<3
Macromamíferos
<3
3
Mesomamíferos
6
60
52
7
76
Total
6
60
55
7
76
3. Ratlla del Bubo. Relación de restos no identificados especificamente
con indicación del tamaño de los fragmentos (cm).
Cuadro 5. Evidencias de fauna (Martínez Valle).
22
>3
23
Mesomamíferos
Total
Total
[page-n-36]
rocas con señales que en excavación se describen como
“rubefacción”.
Así mismo la información registrada en el sondeo realizado en la primera excavación de urgencia, proporcionó
datos sobre la alteración térmica que se observaba en el
material lítico, al tiempo que se documentó la presencia
frecuente de hogares:
“La alteración térmica de las piezas es muy abundante,
ya que la presencia de hogares es casi constante a lo largo de
una secuencia de múltiples colores y finos niveles sin apenas
fracción gruesa... A una altura media de 288 localizamos un
hogar formado por bloques de yeso en su mayor parte”
(Iturbe y Cortell, 1992: 135) (fig. 12).
Esta información es muy valiosa ya que proporciona
una idea de la intensidad de ocupación que pudo tener este
asentamiento en determinados momentos, aunque no haya
sido posible recuperar los bloques que conformaban esta
estructura ni, por ende, verificar su clasificación petrológica,
lo que hubiera ayudado a establecer criterios de interpretación más objetivos.
- Excavaciones ordinarias: Estratos I y II
El registro de los primeros niveles de la excavación en
extensión, proporcionó unos datos interesantes en cuanto a
la presencia de restos de combustión y su diversificación,
aunque por las características de la excavación este registro
no permite una información completa.
Ya en la base del Estrato I es señalada la presencia de
una serie de bloques con señales de fuego que en algunos
casos sugieren una disposición en forma de hogares.
Fig. 12. Hogar del sondeo 1984. Según Iturbe y Cortell 1992. Modificado.
23
[page-n-37]
Coincidiendo con un cambio sedimentario que viene
dado por la aparición de un paquete de estructura laminada,
con líneas de cenizas, se inicia el estrato II. La potencia de
este paquete sedimentario es de 10-15 cm. Esta primera
descripción del paquete ya se relaciona con la estructura de
combustión que se excavará en la capa 1 y que afectará
buena parte de este nivel. Se describió en el momento de la
excavación como un hogar con borde de rocas, abierto hacia
el interior del abrigo (lám. 13). Esta estructura se estudia
detalladamente en el capítulo 6.
Además de la estructura de combustión, existen otras
evidencias de combustión repartidas por la superficie de
ocupación. En el cuadro B 2 se da una importante concentración de carbones, especialmente en el subcuadro 6 y en
torno a un gran bloque visible en el corte sagital izquierdo.
Este gran bloque parece servir de límite de la mancha de
carbón. Los fragmentos del bloque aparecen muy cuarteados, con coloración rojiza propia de rubefacción (lám. 6).
En planta la mancha de tierras grises y carbones es subcircular, apoyándose en el bloque.
También en el cuadro D4 se describe la aparición de un
manchón grisáceo, de estructura subcircular y otro en la
zona de contacto con C4.
- Estratos III - IV
En los cuadros G 3 y G 2 se describe una estructura de
combustión que parece reposar en el estrato IV. En un principio se describió como una estructura circular, con un
relleno de bloques en su interior que no llegan a delimitar,
por su posición, una forma concreta. Los restos de combustión parecen claros: carbones y pequeñas rocas alteradas
térmicamente (lám. 7).
Antes de proceder a su excavación las dimensiones eran
de 44 cm de frontal y 72 de sagital, afectando los cuadros
G2, F2. Su aspecto es el de una acumulación de tierras grisáceas con carbones y bloques pequeños cuarteados y alterados. Los carbones parecen concentrarse en la zona de
contacto G2 - G3.
Toda esta zona de tierras grises con carbones está
envuelta de tierras de color rojizo que deben corresponder al
estrato IV 1 de la excavación.
Primero se levantan las tierras rojas que rodean las grises
con carbones. Al levantar estas tierras rojas se observa que la
delimitación de las tierras grises no es tan clara como parecía.
En la base de estas tierras grises se van identificando
unas tierras más compactas, que no se presentan uniformemente, con una coloración marrón oscura y al tiempo blanquecina pulverulenta al ser rascada que se podrá relacionar
con restos de carbonatación. En el área de las tierras grises
aparecen carbones, huesos quemados y 5 restos de sílex alterados por fuego.
Aparece una nueva mancha de color gris, quizá continuación de la anterior hacia los cuadros F2 y F3. Estas
tierras están sueltas, presentan carbones y menos fracción
que las anteriores.
Debajo de estas tierras grises que aparecen mezcladas
con otras más oscuras aparecen ahora tierras rojas que se
relacionarían más claramente con una combustión.
24
La acumulación de restos de combustión no ofrecía
elementos como para definir y reconocer adecuadamente la forma y disposición de esta estructura en el
propio estrato.
Los cambios de coloración así como algunos elementos
como las piedras verticales registradas a lo largo de los levantamientos, permiten pensar que lo excavado podría tratarse
más que de una estructura de combustión, de una limpieza o
de un fuego desmantelado por procesos sedimentarios.
A lo largo de la excavación de IV 1 y IV 2 e inicio del
IV 3, las áreas con restos de combustión se han ido modificando en silueta y en tamaño, sin llegar a desaparecer por
completo, pero sin llegar a definir uniformemente áreas o
zonas con signos de alteración térmica evidentes y claros.
Esto nos informa del estado de conservación del posible
hogar y de su naturaleza.
II.2.6. Interpretación
La documentación que ha proporcionado este asentamiento permite realizar una aproximación relativa a una
parte de la realidad de la ocupación del yacimiento.
Nos encontramos ante un cúmulo de pequeñas informaciones parciales, que presentan datos importantes para la
comprensión de cómo pudo desarrollarse la vida de los
cazadores-recolectores en la Sierra de Crevillent hace
17.000 años. Aunque no se pueda hacer una evaluación del
funcionamiento global del asentamiento para este nivel, es
posible determinar comportamientos aislados.
• La primera cuestión que llama la atención es
la cantidad de evidencias relacionadas con el fuego
que ha proporcionado este asentamiento de tan sólo
25 m2. Estas evidencias explican una parte de la
realidad que se puede inferir. En todos los casos se
trata de restos que han supuesto una mínima elaboración. En el caso del hogar colocar el borde de
piedras. En cuanto al gran bloque con síntomas de
alteración térmica, parece que el fuego se colocó
directamente sobre él, por lo que no hay preparación
alguna. En cuanto al resto de evidencias dispersas,
estarían denotando el uso de fuegos simples instalados directamente sobre el suelo.
• En segundo lugar, el que para un mismo nivel de
ocupación (estrato II capa 1) se documenten tres
formas distintas de estructurar un fuego: directamente sobre el suelo (estructura de G2 - G3), sobre
un gran bloque (B2 II1A) y en forma de hogar con
borde de piedras.
Hasta qué punto estas tres evidencias pudieron
funcionar a la vez es difícil de determinar, pero en todo caso
suponen tres casuísticas de combustión que reflejan
distintos comportamientos. El hecho de no conocer el
contexto exacto en el que se ubican impide ir más allá en su
concreta interpretación.
En cualquier caso, en el capítulo 6 dedicado al análisis
de la estructura de combustión del nivel II, valoraremos los
aspectos que se relacionan directamente con las temperaturas alcanzadas, el posible modo de funcionamiento y sus
reutilizaciones.
[page-n-38]
II.3. MAROLLES-SUR-SEINE (SEINE-ET-MARNE,
FRANCIA)
Yacimiento que forma parte de un conjunto “Le Grand
Canton” y “Tureau des Gardes” en Marolles-sur-Seine
(Francia), de adscripción magdaleniense, situado al aire
libre en la llanura aluvial del Sena, con una extensión aproximada de 1.500 m 2. (Julien y Rieu, 1999).
Tecnológica y tipológicamente estos yacimientos se
integran en el conjunto regional del Tardiglaciar, indicando
un gran parentesco con los yacimientos clásicos de la zona.
La topografía y la abundancia de restos óseos hacen pensar
que son yacimientos especializados en la caza del caballo.
Le Grand Canton fue excavado en régimen de urgencia
debido al trazado de una autopista. La metodología de excavación, no obstante, fue prácticamente la de una excavación
ordinaria, realizándose el registro tridimensional con situación en planta de todos los restos.
Las dataciones de radiocarbono le otorgan una cronología de 12.500 B.P. y tanto la fauna como el material lítico
le otorgan una adscripción magdaleniense superior.
II.3.1. Estratigrafía
El estudio estratigráfico del yacimiento ha mostrado que
el sustrato del Campaniense ha sido levantado hasta 51 m
debido a fenómenos de geliturbación, a través de la capa
aluvial del río Yonne. Este último está representado por los
depósitos más o menos gruesos que van siendo más finos
cuanto más arriba de la capa se encuentran. El hielo ha constituido una topografía local en pequeños montículos y cubetas
que han sido afectadas en parte en una primera fase erosiva.
Una primera capa de depósitos limo-arenosos amarillos
invade el sector. Sobre los bordes de las cubetas se desarrolla un suelo gris y allí se instalan los primeros magdalenienses. Una segunda fase erosiva ha roto estos depósitos,
conservando las estructuras en cubeta.
Una segunda fase de depósitos limo-arenosos marrónamarillento ha rellenado regularmente las estructuras en
cubeta, sin aparecer ninguna ruptura en el proceso sedimentario. En la cima de estos depósitos se desarrolla un suelo
marrón-rojizo, lavado. Encierra un segundo nivel magdaleniense caracterizado por la presencia de numerosos elementos
líticos y óseos, así como hogares. La estratigrafía termina por
un horizonte humífero, espeso, de 40 cm de espesor.
II.3.2. Estudio espacial
La ocupación magdaleniense se va a desarrollar sobre
una superficie accidentada. Numerosas perturbaciones han
afectado irremediablemente buena parte de la superficie del
yacimiento, pero algunas zonas han quedado in situ.
Se aislaron tres sectores de excavación y cada zona se
describe como dedicada a actividades específicas, que han
dejado restos variados, en mayor o menor proporción y
organizados de diferentes maneras. Parece que el sector 2 ha
concentrado un número más importante de actividades
domésticas.
En los lugares mejor conservados, la concentración de
actividades técnicas alrededor de los hogares se materializa
por el importante número de útiles registrados. En las zonas
Fig. 13. Plano de situación de Marolles y de los principales
yacimientos Tardiglaciares del Valle de París (Julien et Rieu, 1999).
1. La Grande-Paroisse/Pincevent; 2. Ville-Saint-Jacques/Le Tilloy;
3. Varennes-sur-Seine/Le Marais du Pont; 4. Marolles-sur-Seine/Le
Tureau des Gardes; 5. Marolles-sur-Seine/Le Grand Canton; 6. Marolles-sur-Seine/Le Chemin de Sens; 7. Barbey/Le Chemin de Montereau; 8. Lumigny; 9. Étiolles/Les Coudrays; 10. Corbeille/Les
Tarterêts; 11. Ballancourt-sur-Essonne; 12. Villiers-sur-Grez/La
Vignettte; 13. Chaintréauville/Le Rocher; 14. Nemours/Les Gros
Monts; 15. Nemours/Le Beauregard; 16. Fontenay-sur-Loing-La
Maison Blanche; 17. Cepoy/La Pierre aux Fées; 18. Chàlettte; 19. Les
Choux/La Jouanne; 20.Marsangy/Le Pré des Forges; 21. Villeneuvesur-Yonne/Le Bois de l’Hotel Dieu; 22. Poilly-les-Gien/Les Couches
Boeufs; 23. Saint-Brisson-sur-Ocre/Mancy; 24. Saint-Palais/Le Laitier
Pitié; 25. Arcy-sur-Cure/Le Lagopède; 26. Arcy-sut-Cure/Le Trilobite;
27. Arcy-sut-Cure/Les Feés; 28. Saint-Moré/La Marmotte;
29. Bonnièrs-sur-Seine/La Côte Masset; 30. Verberie/Le Buisson
Campin; 31.Belloy-sur-Somme; 32. Roc-la-Tour; 33. Chaleaus;
34. Goyet.
de evacuación próximas, los excavadores encuentran restos
de actividades tecnológicas relacionadas con la talla de
sílex. La presencia de piedras quemadas, en coronas difusas
alrededor de las estructuras de combustión o en las zonas de
evacuación, se interpreta como el resultado de la alimentación y reorganización de los hogares. Los vestigios recuperados alrededor de los hogares son restos de sílex y piedras
quemadas, mientras que en la zona de fuerte densidad de
restos (zona de desechos) los restos óseos predominan.
II.3.3. Los restos de combustión
Los vestigios relacionados con el fuego en este asentamiento son abundantes, predominando las rocas calentadas
(siguiendo la terminología de los autores, Alix et alii,
1993). Estas rocas se encuentran bien formando parte
claramente de una estructura de combustión o bien esparcidas sobre el suelo. No se han encontrado restos de
cenizas o carbones, ni tampoco señales de rubefacción en
el suelo, lo que ha impedido el reconocimiento de áreas de
combustión sin rocas.
En cuanto a las estructuras de combustión, Rieu (Julien
y Rieu, 1999) distingue dos categorías:
25
[page-n-39]
I. estructuras importantes que contienen hasta 77 kg de
rocas, que tipológicamente clasifica como hogares
planos o débilmente desnivelados con limites difusos,
caracterizados por grandes acumulaciones de piedras.
II. pequeñas estructuras en las que las piedras suponen
un aporte menor de 20 kg y poseen un tamaño menos
de 13 cm. Se encuentran situadas en la periferia de
las zonas principales de actividad y, en ocasiones,
presentan una organización en forma de corona.
Los autores de este trabajo resaltan la importancia que
los restos de combustión testimonian en este yacimiento,
resaltando que son indicadores de las múltiples actividades
que se asocian a él: cocinado, a partir de los restos de fauna
que suponen la caza de más 400 caballos y actividades
técnicas relacionadas con la talla.
II.3.3.1. La estructura de combustión nº 1
Cuando nos planteamos la realización de este estudio en
1993, el objetivo era poder conocer la forma original del
hogar, su modo de funcionamiento, su función y aproximarnos a su tiempo de utilización. La manera de abordarlo
supuso la integración de distintas metodologías de trabajo:
análisis mineralógico de la materia prima, remontaje,
estudio microscópico de las rocas, experimentación al aire
libre y en mufla y análisis de los restos de sedimento adheridos a las rocas (March y Soler, 1999). De todas ellas
describiremos las que se relacionan directamente con el
análisis de las rocas.
Esta estructura pertenece a la categoría I de Rieu y se
caracteriza por la acumulación de 220 rocas que se encontraron organizadas en una superficie de 7163 cm2. Esta
acumulación representaba un peso de 73’888 kg y un
volumen de 28644 ml y reposaba sobre dos pequeñas depresiones situadas una al lado de otra, poseyendo asimismo dos
espacios vacíos.
La primera parte del estudio consistió en la caracterización mineralógica de las rocas y en un estudio preliminar de
su estado de alteración y distribución para acercarnos a la
reconstrucción de la forma, modo de funcionamiento y
función. Seguidamente se realizó un análisis físico-químico
de los sedimentos que quedaron adheridos a las rocas
después de la extracción y finalmente un análisis químico de
Fig. 14. Plano de distribución de las piedras quemadas de la sección 18. Marolles-Sur Seine, Le Grand Canton (Julien et Rieu, 1999).
26
[page-n-40]
Fig. 15. Estructura nº 1.
las sustancias orgánicas presentes en el sedimento que
contribuye a la comprensión de la función de las distintas
reorganizaciones.
La metodología seguida para el estudio de las rocas
consistió en la observación de las muestras arqueológicas,
partiendo de un estudio macroscópico general que proporciona una primera aproximación a su clasificación, para
realizar después un análisis en lupa binocular para la determinación de los componentes texturales. Asimismo, algunas
muestras fueron estudiadas mediante microscopio electrónico de barrido con microsonda para la determinación de los
componentes. A esta sistemática de trabajo se añadieron
métodos analíticos y descriptivos del estado de termoalteración de las rocas, estudio de las fracturas, oxidaciones,
remontaje y organización espacial de los fragmentos.
- La caracterización mineralógica de las rocas
Las muestras se analizaron con lupa binocular, entre 6
y 40x, la mayor parte en vía seca y en algunos casos por
vía húmeda para obtener mejores resultados. Se utilizó
iluminación tangencial, con luz halógena filtrada y fibra
óptica dirigida.
La composición petrográfica de la muestra se puede
definir como poco variada, con un gran número de rocas
sedimentarias de tipo arenisca silícea, algunas rocas ígneas,
granitos, un micaesquisto, una meulière y sílex. Estos cuatro
últimos grupos aparecen en una menor proporción y sólo el
fragmento de meulière presenta rasgos de termoalteración.
Esta distribución no corresponde a la distribución natural de
las rocas descrita para el lecho del río Yonne en Missy
(Francia). La preponderancia de las areniscas así como la
ausencia de calizas y la escasa presencia de sílex, son remarcables. Esto hacía justificar a los responsables de la excavación (Alix et alii, 1993) lo que parecía una selección antrópica de las rocas que formaban parte de las estructuras de
combustión del yacimiento.
El microscopio electrónico de barrido (MEB) lo utilizamos en este trabajo con la intención de observar transformaciones en la organización y características de los elementos
que componían la muestra debidas a la acción del calor.
Para obtener una réplica de los fenómenos observados,
se realizó una experimentación siguiendo el modelo de una
pequeña depresión cubierta de rocas, sobre la que se
encendió fuego dos veces durante tres horas alrededor de
400ºC, para la cocción indirecta de carne de buey. La base
de las rocas sólo estuvo sometida al calor por conducción y
las temperaturas alcanzadas fueron bajas, menos de 200ºC.
El proceso de cocción dejó huellas de materia orgánica
adherida a la superficie de las rocas. Si las rocas arqueológicas hubieran estado sometidas a un proceso de calentamiento similar, esas huellas deberían estar presentes. Por
esta razón se eligieron muestras experimentales y fueron
comparadas con doce de las arqueológicas elegidas al azar.
Para una mejor aproximación experimental decidimos
estudiar sólo las areniscas, cuya composición es de un 90%
de sílice. La presencia mayoritaria de cuarzo se transforma
en el ruido de fondo natural sobre el que se inscriben el Fe,
el Ca, el Ti y el K.
El análisis de las muestras a diferentes aumentos, nos
permitió observar algunas diferencias entre las que se
calentaron a 200ºC y a 400°C. En el primer caso, los granos
de cuarzo se aíslan bien, no se perciben alterados y presentan aristas vivas y formas geométricas. En el segundo
caso, se constata que los granos de cuarzo no se destacan
tan bien y la muestra adquiere un aspecto “sucio”.
La observación de las muestras arqueológicas nos señala
que en ciertos casos se observa una pátina que puede estar
producida por la alteración de los granos de cuarzo.
Además en muchos de los casos no se pueden aislar ni los
granos ni los materiales. A partir de estos resultados, las
diferencias morfológicas podrían estar en relación con un
calentamiento diferencial. Con el material estudiado,
parece que, cuanto menos, se puede apreciar una tendencia
hacia una distinción menos clara de los granos de cuarzo a
medida que la temperatura de exposición es más elevada.
Este fenómeno se observa en la mayor parte de los casos,
sobre la parte exterior de las rocas, donde los granos de
cuarzo se distinguen mejor. En este sentido, ciertas muestras presentan alteraciones intensas que hacen suponer una
temperatura de exposición superior a 400ºC.
Los resultados del microanálisis muestran cuatro tipos
de asociación de elementos distintos. Primero, se observan
muestras caracterizadas casi exclusivamente por la
presencia de óxido de sílice. En este grupo se encuentran
muestras experimentales calentadas a 200ºC y sin aporte de
materia orgánica, junto a dos muestras de Marolles procedentes del interior de una de las rocas. Un segundo grupo
aparece con la asociación titanio, hierro y sílice, pertenecientes a muestras arqueológicas, mientras que otras muestras también arqueológicas presentan esta misma asociación
de elementos más calcio y potasio.
Las muestras experimentales no presentan titanio, pero
en la parte saturada de materia orgánica, se observa una
fuerte presencia de hierro y calcio asociado a menores cantidades de potasio.
27
[page-n-41]
Si se asocian estos tres elementos a la materia orgánica
presente en los desechos de combustión, se podría suponer
la existencia de materia orgánica y desechos de combustión
adheridos a ciertas caras de las rocas arqueológicas. Pero el
número reducido de muestras analizadas y la posibilidad de
encontrar asociaciones de elementos similares de origen
natural, nos obliga a ser prudentes a la hora de realizar una
extrapolación de los datos.
A pesar de todo, las muestras experimentales revelan
una asociación evidente entre el hierro, el calcio y el potasio
en la cara donde se han podido obtener muestras para la
realización del análisis químico. Esta observación nos
permite reforzar la idea de una posible utilización de las
rocas de la estructura nº 1 para la cocción indirecta de carne.
Esto, además, se refuerza porque en el análisis a la binocular
se ha podido observar en las fisuras y rugosidades de
algunas de las rocas arqueológicas, sedimento adherido
incluso después del lavado de las mismas. Este sedimento
mostraba una textura que se podría definir como de aspecto
graso, pudiendo tratarse de sedimento impregnado de grasa.
Esto ha podido ser confirmado por los análisis de materia
orgánica presentes en las rocas mencionadas.
Por lo que respecta al posible aumento de la cantidad de
hierro debido a una acción de bombeo en las zonas calentadas –tal y como lo describen Meloy y Pagès (1984)– ésta
puede estar relacionada con la presencia de materia orgánica
y desechos de combustión depositados entre las redes cristalinas en el interior de la roca. Pero, la superposición de
hierro de orígenes diversos impide la confirmación de este
proceso.
- Análisis de las termoalteraciones
En este trabajo se ha intentado establecer un método de
análisis, para poder cuantificar la información cualitativa del
universo del conjunto de rocas a estudiar. Esta base de datos,
que desarrollaremos en el capítulo 7, tiene en cuenta
conceptos propuestos por otros autores, pero que raramente
habían sido cuantificados. Nuestras observaciones se han
basado en criterios analíticos y descriptivos, establecidos
a partir de experimentaciones desarrolladas sobre el funcionamiento de hogares con rocas (March, 1990; Valentin y
Bodu, 1991; March et alii, 1993; March, 1995 y 1996). En
estas experimentaciones se han podido establecer una serie
de tendencias sobre las termoalteraciones de las rocas, que
han sido utilizadas como marco de referencia.
La rubefacción se manifiesta en las areniscas estudiadas
por un cambio en la coloración que comienza alrededor de
los 300ºC y que es netamente perceptible a los 500ºC. Su
distribución en la superficie de la roca está en relación con
la posición de ésta respecto del fuego y es inversamente
proporcional a las remociones sufridas por la estructura. De
esta manera cuantas más remociones haya sufrido la estructura más difícil es conocer su estado inicial de funcionamiento. Por esta razón es importante el estudio de la distribución de la rubefacción.
Este análisis descriptivo se realiza en tres etapas.
Primero se hace una descripción general de la distribución
de la rubefacción en la superficie de los fragmentos, después
28
una descripción del emplazamiento de estas oxidaciones en
su estado de abandono y por último una descripción de la
distribución de la rubefacción sobre los núcleos remontados.
Al analizar los restos de areniscas, observamos que un
alto porcentaje de fragmentos con alteración parcial se
relacionaba, no sólo con una escasa exposición al fuego,
sino con una posición periférica de las rocas. La ausencia
de rocas de gran volumen y no alteradas, muestra una
termoalteración de las areniscas aportadas a la estructura
casi global. Las oxidaciones puntuales se dan en rocas de
pequeñas dimensiones. La hipótesis más sencilla es que las
rocas expuestas al fuego de manera puntual eran desde el
principio de pequeño tamaño. Pero siempre cabe la posibilidad de que una roca grande con alteración puntual se
haya fragmentado.
La reconstrucción de la posición original de las rocas en
la estructura a través del estudio de la distribución de
manchas es muy difícil en el caso de Marolles, dado que
existe un alto porcentaje de rocas en estado de abandono en
las que no es posible reconocer su posición. En general
cuando la estructura no ha sido muy removida y tras una
utilización corta las manchas de rubefacción se sitúan claramente en relación a la exposición al fuego, pero cuando las
rocas han sido reutilizadas o la estructura ha sido removida
es difícil establecer la posición original de las rocas.
En cuanto a la fragmentación, la presencia mayoritaria
de rocas con una o ninguna cara exterior así como el escaso
volumen medio de estos dos grupos, deja entrever un importante desmembramiento de las rocas, producido probablemente por choques térmicos repetidos asociados a cambios
bruscos de temperatura. Esto podría sugerir una exposición
de las rocas a altas temperaturas, aunque no necesariamente
el número de fragmentos en que estalla una roca está en relación a la temperatura o la duración de la utilización.
La mayor parte de los fragmentos presentan entre una y
dos caras con síntomas de rubefacción. La relación entre la
cantidad de caras oxidadas y la cantidad real de caras de
cada fragmento muestra que la mayoría de estos fragmentos
no estuvieron recalentados después de su fracturación.
El análisis de los tipos de fracturas muestra que existe
una superposición de categorías entre las fracturas de tipo
curvo y las planas, aunque éstas últimas son mayoritarias.
- Análisis de los remontajes
El estudio de cada fragmento de roca que se ha podido
remontar, ayuda a la comprensión de cómo la roca ha sido
afectada por el calor así como a la determinación de las
posibles remociones de la estructura antes de su abandono
y por ende del comportamiento del colectivo humano que
lo manipuló.
Se han realizado 19 remontajes que incluyen 71 rocas del
total de la estructura. A partir de ellos, se ha podido establecer
que la estructura inicial estaba compuesta por rocas de gran
tamaño con un peso medio de 1’2 kg aproximadamente,
aunque las 4 mayores tenían un peso medio de 2’195 Kg.
La mayor parte de los fragmentos documentados son de
pequeño tamaño y están completamente termoalterados, los
más grandes suelen presentar alteración parcial.
[page-n-42]
Fig. 16. Remontaje de la estructura nº 1.
El estado de fragmentación y la dispersión muestran
que estas rocas han sido recalentadas antes de haber llegado
a su emplazamiento final.
- Interpretación
Debe señalarse en primer lugar, la selección antrópica
del material pétreo de esta estructura: areniscas y granito
preferentemente.
El análisis de las marcas de oxidación en las rocas y la
forma en que éstas se fragmentaron, muestran que algunos
de los bloques remontados fueron expuestos de manera
global o parcial, mientras que otros lo fueron sólo de forma
puntual. Asimismo, este análisis demuestra que ningún
bloque fue recalentado después de su primera exposición al
fuego. La historia térmica de estas rocas muestra que han
sido alteradas por fenómenos de combustión, pero que estas
alteraciones no se produjeron en la forma que presentaba la
estructura al excavarse, sino en otra tal vez construida en
otro lugar, como lo indicaría la ausencia de termoalteración
en el sedimento de la base. La única posibilidad de combus-
tión in situ la da el gran número de fragmentos de pequeña
talla presentes en el centro de la estructura, pero esto
también hubiera supuesto la alteración del sedimento, que
sin embargo no presenta síntomas de termoalteración.
Todos estos elementos hacen pensar en un panorama
muy complejo poniendo de relieve la remoción de la
estructura a partir de un estado primario de funcionamiento que da una configuración final alejada del funcionamiento térmico.
El ejemplo del yacimiento de Marolles sirve para
comprender la complejidad que pueden presentar determinadas estructuras de combustión, que clasificadas en el
momento de la excavación con una de las etiquetas morfológico-descriptivas tradicionales, su posterior estudio revela
una complejidad de funcionamiento e interpretación mucho
mayor de lo que se podría presuponer al hablar, como en
este caso, de un hogar empedrado o una acumulación de
rocas quemadas.
Al analizar las evidencias arqueológicas hemos visto
como el uso de programas de experimentación resulta altamente positivo. En el siguiente capítulo analizaremos el
acercamiento de la arqueología al método experimental,
cómo se ha aplicado a los restos de combustión y por qué es
importante que los programas experimentales se integren en
un marco teórico de investigación, posibilitando una interpretación más objetiva de la realidad que refleja el documento arqueológico.
El conjunto de datos arqueológicos que hemos presentado constituye un buen ejemplo de la realidad arqueológica
tanto por su poca homogeneidad como por su propia representación.
Las técnicas de análisis y estudio empleadas en cada
uno de ellos han sido adaptadas a las condiciones del material en el momento de la excavación o del estudio. Cada uno
de los registros nos permitió entrar en contacto con una
parte de la problemática del estudio de las estructuras de
combustión y buscar soluciones metodológicas a cada una
de las preguntas del registro, lo cual nos ha permitido ir
elaborando un protocolo, que creció con este trabajo y que
ha seguido desarrollándose en estudios posteriores por un
equipo de investigación de la Universidad de Rennes I
(Francia), dedicado al estudio de las estructuras de combustión prehistóricas.
29
[page-n-43]
[page-n-44]
III. LA ARQUEOLOGÍA EXPERIMENTAL
“Si les connaissances scientiphiques modernes
doivent pouvoir s’appuyer sur des fondations
solides, comme le veulent les philosophes orthodoxes, alors c’est probablement l’expérimentation,
oppossée a la simple observation, qui les assure.”
(Chalmers, 1991).
Las limitaciones a las que se enfrenta la arqueología
prehistórica han hecho de la práctica experimental una
realidad constante en las investigaciones.
La arqueología experimental está directamente relacionada con el proceso de comprensión de la actividad humana,
del ser humano en su tiempo y su entorno. En este sentido
podemos apuntar que “mediante la experimentación se
pueden intentar aislar y estudiar las tendencias individuales
para descubrir la leyes que las rigen” (Chalmers, 1991).
De esta manera la aplicación de la experimentación en
arqueología prehistórica se presenta como una cotejación
causal para la aproximación al proceso de comprensión de la
actividad humana.
Reynols (1988), apunta claramente que a pesar de que
se ha intentado establecer que la arqueología experimental
es una subdisciplina, ésta es una parte integrante de casi
todos los aspectos de la arqueología, es una extensión de lo
conocido hacia lo desconocido, desarrollado científicamente. Cuando un experimento da paso a la comprensión
deja de ser un experimento y se incorpora al cuerpo del
conocimiento. El experimento es pues claramente un
elemento crítico de la arqueología, ahora y en el futuro.
Y así la experimentación debe responder a una problemática concreta y delimitada, que son las hipótesis de
trabajo que se manejan durante el proceso de investigación,
con variables asumibles que no escapen a la observación del
arqueólogo/a y que estén enmarcadas en un contexto
teórico-metodológico.
III.1. LOS INICIOS
En la obra de Coles (1979), se recogen los primeros
trabajos experimentales relacionados con estudios arqueológicos. Estos se remontan al siglo XIX y muchos de ellos se
refieren a la curiosidad que despiertan los objetos y los
registros etnográficos conocidos.
Es así como anticuarios y etnólogos realizan experiencias sobre materias primas, técnicas de producción y modos
de uso. Muchas veces estas experimentaciones iban acompañadas de observaciones etnológicas.
El uso de la analogía etnográfica todavía hoy es utilizado (Binford, 1983, 1984) para explicar el registro arqueológico. A partir de esos dos tipos de información –experimental y etnográfica–, se fue creando un cuerpo de evidencias que en la actualidad es utilizado en los modernos experimentos con materiales actuales como la madera, el hueso,
la piedra o el metal.
Ya en estos primeros momentos, la curiosidad por la
manufactura de determinados objetos arqueológicos, hace que
aparezcan artesanos que son capaces de tallar la piedra tan
bien que llegan a confundir a los científicos de la época. Este
es el caso de Edward Simpson, alias “Flint Jack”, quien poseía
una extraordinaria técnica en la talla por percusión directa.
Trabajaba sólo con percutores duros, generalmente de hierro y
a pesar de su habilidad no era capaz de tallar por presión.
Desde ese momento –finales del siglo XIX–, los trabajos
experimentales en arqueología serán continuos. Después de
la segunda guerra mundial, se adoptarán nuevas técnicas
31
[page-n-45]
analíticas, geofísicas, de registro, etc. y, por otra parte, se
empezarán a desarrollar programas de investigación experimental, siendo la escuela escandinava la que proporcionará
las bases de la moderna arqueología experimental.
A estos experimentos Ascher (1961) los llamó imitativos, estableciendo que su interés era conocer las creencias
acerca del comportamiento humano en el pasado.
La secuencia que se sigue en el desarrollo del experimento imitativo se basa en tres órdenes:
1. las propiedades formales del objeto de estudio
2. la analogía
3. el pseudomorfismo.
El problema que se plantea según March y Wünch
(2003), es que no se llega así a la contrastación de la inferencia obtenida del resultado experimental, con lo cual sólo
se recrean gestos técnicos o pautas conductuales que no
pueden ser extrapoladas como vía de explicación de fenómenos acontecidos en el contexto vivo que ha dado origen al
contexto arqueológico.
En los últimos 20 años la investigación sobre el comportamiento cultural en el pasado ha incrementado la búsqueda
de patrones de actividad tanto como el estudio de implementos aislados, empleando la construcción de modelos
para llegar a conocer las actividades en el pasado. Estos
modelos han sido construidos en base a las evidencias
arqueológicas mediante experimentos imitativos.
Para Coles (1979), la puesta en marcha de un programa
experimental, debe seguir unas reglas:
1. Los materiales utilizados en el experimento deben
ser como los originales de las sociedades estudiadas.
2. Los métodos deben ser apropiados para la sociedad
que se pretenda estudiar.
3. La aplicación de nuevas técnicas y los estudios analíticos deberían ser realizados antes y después del
experimento.
4. La escala de trabajo debe ser ajustada.
5. La repetición del experimento es importante para
observar que el resultado no es anormal. Las series
de experimentos pueden ampliar y exponer nuevos
problemas.
6. En cada experimento se presentan problemas que
serán examinados esperando obtener respuestas, pero
la improvisación también debe ser considerada y la
adaptabilidad es importante.
7. Los resultados experimentales no deben ser tomados
como pruebas de funciones concretas o estructuraciones del pasado.
8. Los resultados deben valorarse sinceramente, cuestionándose si han sido utilizados los métodos y materiales adecuados y hasta qué punto las opiniones
personales han intervenido en el desarrollo y conclusiones del proyecto.
Reynols (1988), describe el experimento como una
prueba científica, que si ha sido construida para probar una
hipótesis, debe satisfacer los requerimientos básicos de la
ciencia aplicada. De esta manera la utilización de la experimentación permite establecer límites de probabilidad y
proporciona datos para contestar las preguntas iniciales.
32
III.2. EXPERIMENTACIÓN Y COMBUSTIÓN
III.2.1. Los primeros análisis de estructuras de combustión
Hasta los años 60-70 en que aparecen las primeras experimentaciones contemporáneas, se debe destacar el trabajo
de Hough “Fire as an agent in human culture” (1928). Es el
primer trabajo que plantea una síntesis general sobre el
fuego, abordando sus aspectos tecnológicos y materiales
basado esencialmente en formas artesanales de encendido.
Realiza la primera experimentación y subraya la importancia del fuego en el esquema de evolución humana,
poniendo en paralelo el progreso tecnológico y cultural.
Los primeros trabajos dedicados al análisis de las
evidencias del fuego se remontan a los años 1955-1961.
Oakley aplica métodos físico-químicos para determinar las
huellas de alteración térmica en restos de huesos que
parecen estar quemados, con una cronología de paleolítico
inferior, intentando determinar si desde estos momentos tan
antiguos hay una utilización del fuego. Este autor dedica
gran parte de su obra a establecer la “domesticación” del
fuego y concluye explicando que se dan varias etapas en este
proceso.
En un primer momento que correspondería al Paleolítico Inferior, habría un aprovechamiento casual del fuego
que se da en la naturaleza. Al final de este período y en los
inicios del Paleolítico Medio, se establecería el control de la
producción de fuego, que se relaciona con el descubrimiento
de los métodos de encendido tales como la percusión de dos
piedras o la fricción de dos maderas. Oakley remarca que el
fuego dará la posibilidad a los hombres de habitar en cuevas,
cazar y prolongar sus horas de actividad.
Paralelamente a este proceso se producirá un desarrollo
tecnológico, el calor se aplicará a la talla de rocas, al trabajo
del hueso, de la madera y ese mismo calor permitirá cocer la
comida, lo que supondrá un cambio en las relaciones entre
energía dedicada a la digestión y energía consumida.
Asimismo remarca la transformación física que sufre el
hombre e infiere la transformación del hábitat.
Es en estos años 60-70 cuando se desarrollan las
primeras experimentaciones de una manera generalizada,
relacionadas con las técnicas de cocción indirecta de
alimentos (O’kelly 1954; Ryder, 1966 y 1969), con la alteración del hueso a causa del calentamiento (Perinet, 1964),
con la utilización del fuego en las cabañas del Paleolítico
Superior (Boriskovski, 1965), o con el tratamiento térmico
del sílex (Bordes, 1969).
Con la publicación del yacimiento de Pincevent (LeroiGourhan y Brézillon, 1973), se inició una nueva etapa en el
estudio, no sólo de los restos de combustión sino también de la
interpretación de las estructuras de hábitat del Paleolítico
Superior. Propuso el aislamiento para su estudio de cada uno
de los items que componen las áreas de combustión, en un
intento de obtener la máxima información para establecer su
formulación de estructuración del espacio habitado, a partir de
la creación de un modelo teórico de unidades de habitación.
De esta manera no sólo se estudiaron los restos de talla
o de fauna sino que también se estudiaron por primera vez
de una manera individualizada las rocas y el sedimento.
[page-n-46]
1
A
2
Constituyentes
(restos de combustión)
Carbón
3
4
Fragmentos
Partículas
Vegetal
Animal
Mineral
5
Cenizas
Hollín
Sedimento cocido
Piedras quemadas
Escorias
B
Constitución
Homogénea
Heterogénea
Delimitada
Geométrica
No delimitada
No geométrica
C
D
Circular
Otras figuras curvas
Cuadrangular
Otras figuras
angulosas
Contorno:
- Definido
- Difuso
Nivelada
Desnivelada
Lenticular:
estricta
semi lenticular
En relieve
Excavada
E
Pelicular
In Situ
Evacuada
En cubeta:
- Simétrica
- Disimétrica
Cilíndrica
Globular
Paralelepipédica
Horizontal
F
-
Causa:
biológica
mecánica
Desplazada
Dispersada
Vertical
Construida
Con borde
Con suelo simple
Con suelo doble
Con tiro
No construida
Sin borde
Suelo sin
preparación
Sin tiro
Abierta
Siempre
Parcialmente
Cubierta
Temporalmente
Acción:
- humana
- animal
- vegetal
Totalmente
G
H
I
Fija
Móvil
Cuadro 6. Según Leroi-Gourhan, 1973. Modificado.
Este autor es unos de los primeros que se centran en la
descripción de las formas de los hogares, siendo su adscripción estructural-funcionalista la que le permitió realizar la
primera propuesta de clasificación de hogares con adscripción funcional:
1. Hogares domésticos, con cubeta y borde de piedras.
2. Pequeños hogares en cubeta, con cubeta sin borde de
piedras.
3. Hogares planos, con o sin gravas, exteriores y que
parecen responder a operaciones técnicas.
Como explican March y Wünch (2003), el análisis se
apoya fundamentalmente en enunciados observacionales, en
analogías etnográficas y en experimentos imitativos, lo que
condiciona la interpretación de los aspectos morfológicofuncionales de las estructuras de combustión y su posterior
clasificación. Las funcionalidades concretas sugeridas para
33
[page-n-47]
dichos hogares a través de la analogía etnográfica y la experimentación imitativa son:
1. la calefacción, la cocción y el trabajo de hueso y el
sílex que establecen a partir del análisis espacial.
2. actividades culinarias y técnicas.
3. señalan la ausencia de actividades culinarias y la
presencia de actividades técnicas.
El propio autor (Leroi-Gourhan, 1973, 1976) realizó
una serie de modificaciones en esta clasificación con el
mismo planteamiento teórico. Establece la diferencia
entre:
- hogares planos con restos domésticos no culinarios.
- hogares con gravas sin restos domésticos y asociados
a la talla del sílex.
Se añade en este momento la categoría de vaciados de
hogar, a partir de los trabajos de Julien (1972).
En 1973, se realizó una propuesta terminológica analítico-descriptiva, con el fin de objetivar más el estudio de este
tipo de restos.
A pesar de este intento de ordenación, los estudios del
propio yacimiento de Pincevent (Julien, 1984), se encontraron con el problema de que aquellas estructuras definidas
como domésticas, no poseían una sola funcionalidad, con lo
que se vuelve a plantear la dificultad de atribuir la función
de los hogares arqueológicos, con los criterios y categorías
establecidos a partir de las tipologías iniciales establecidas
por Leroi-Gourhan.
Si este problema se plantea para el propio asentamiento que generó la clasificación, también se repetirá
para el resto de asentamientos a los que se aplicó el
llamado “modelo Pincevent” (Audouze et alii, 1981;
Valentin et alii, 1987).
Desde que Leroi-Gourhan (1972, 1973) estableciera los
criterios de ordenación para la interpretación de los restos de
combustión a partir de la excavación de Pincevent, se generó
un cierto inmovilismo en este tipo de estudios, aplicándose
con todos los problemas que ello supone, los criterios
morfológico-funcionales que se establecieron para Pincevent al estudio de los restos de combustión aparecidos en
excavaciones del Paleolítico Superior.
Siguiendo en esa línea, en 1976 aparece el trabajo de
Perlès, en el que plantea una seriación tipológica de los
hogares a partir de sus caracteres morfológicos. Y es esta
autora quien, en 1977, realiza una síntesis del estado de la
cuestión que titula “Préhistoire du Feu” (Perlès, 1977) en la
que desarrolla una amplia reflexión sobre las relaciones
entre el fuego y el hombre.
III.2.2. La experimentación
El importante crecimiento que en los últimos 20 años
han tenido los trabajos de arqueología experimental, ha
influido notablemente en los estudios que sobre las áreas de
combustión se han llevado a cabo.
Como se ha visto hasta ahora, el uso de la experimentación en arqueología no es algo nuevo aunque, por lo que se
refiere a las estructuras de combustión, la cuestión sólo se ha
abordado sistemáticamente y con criterios científicos desde
los años 80 en Europa. Es a partir de ese momento cuando
34
se introducen métodos físicos, químicos y matemáticos que
proporcionan una nueva aproximación al conocimiento del
funcionamiento no sólo de las estructuras de combustión
sino también de los grupos humanos que las elaboraron.
A partir de los años 80 comienza a argumentarse en la
bibliografía especializada la necesidad de establecer criterios objetivos de clasificación para los restos relacionados
con la combustión y que no estén basados solamente en
impresiones subjetivas o apreciaciones generales. (Laloy,
1980; March y Ferreri, 1989; March y Wünsch, 2003).
Una propuesta en este sentido es la de Laloy (1980),
donde se establece un método para la explotación de los
restos de combustión.
Este trabajo pretende obtener la mayor cantidad posible
de información a través de los restos y huellas de la combustión, mediante un procedimiento heurístico. Crea una importante propuesta terminológica en la que quedan definidos
todos los conceptos que entran en contacto con el proceso de
combustión y, evitando las calificaciones descriptivas de los
restos de combustión, define criterios físicos y químicos,
estableciendo las condiciones que un objeto debe presentar
para ser considerado como un resto de combustión.
Este autor plantea que cualquier método destinado al
estudio de combustiones pasadas debe estar acompañado de
comparaciones constantes controladas y actuales. Para él, la
interpretación de los restos arqueológicos sólo se podrá
hacer si se comprenden los mecanismos de la combustión y
esta es la argumentación utilizada para justificar el empleo
de la experimentación.
Realiza un estudio en profundidad de los diferentes
procesos de combustión utilizando combustibles diversos
como el hueso y la madera y pone de manifiesto las diferencias existentes. Asimismo analiza las alteraciones producidas por dos tipos de hogares diferentes, experimentando
sobre un hogar plano y otro en cubeta.
En un trabajo posterior (Laloy y Massard, 1984), propone
un método para calcular la duración del funcionamiento de un
hogar, a través de las modificaciones observadas en los sedimentos arcillosos del yacimiento de Etiolles.
Es precisamente el análisis de las transformaciones
físico-químicas uno de los elementos clave que presenta este
trabajo. Se potencia el estudio de todo el registro arqueológico relacionado con los hogares, teniendo en cuenta el
contexto en el que éstos se producen.
Dentro de esta nueva dinámica experimental, Beeching et
Moulin (1981) interpretan las estructuras de combustión de la
Baume de Ronze (Ardèche, Francia), aunque en este caso no
se establecen criterios de ordenación metodológicos. Realizan
una descripción observacional de los restos de un hogar
contemporáneo. Esto plantea una serie de problemas de orden
metodológico e interpretativo dado que establecen una
comparación directa entre los restos experimentales y los
arqueológicos, intentando encontrar puntos de contacto para
elaborar una interpretación funcional. Finalmente la interpretación pasa por una clasificación tipológica fundada en la
lógica descriptiva y la referencia a trabajos anteriores.
La experimentación comienza a extenderse a casi todos
los ámbitos de estudio que intervienen en el procesado de
[page-n-48]
TÉMOIN DE COMBUSTION
Isolé ou étudié isolément
Combustibles
Bois
Os
Déchêts
Autres
Cendres
Imbrúles
Dépôts
Coudrons
Objects altérés
par le feu
Autres
Terres
Pierres
Os
Artefacts
Ensemble de témoins de combustion
Liés aux traces d’un feu localisé
Non delimités
Delimités
Structurés
Non liés aux traces d’un feu localisé
Non structurés
Foyers
Delimités
Non delimités
Structurés
Autres feux définissables
par les techniques de
l’archéologie préhistorique
Non structurés
Fosses de
vidange
Foyers
incertains Taches
Formes acquises sans
l’intervention de
l’homme
Typologie des foyers
Typologie
des foyers
Signaux Guerre Chasse Pêche
Incendies
Autres
Rituels Funéraires
Formes acquises sans
l’intervention de l’homme
Cuadro 7. Evidencias de combustión, según Laloy, 1981.
35
[page-n-49]
los datos de las áreas de combustión. Un ejemplo es el
trabajo de Bazile-Robert (1982) sobre el antracoanálisis.
Utiliza las experimentaciones para verificar la interpretación
paleosilvática del antracoanálisis. Los resultados expresados
en porcentajes o en conjunto son examinados mediante
experiencias de combustión de maderas actuales. Su trabajo
concluye que a pesar de los problemas que pueda presentar
la expresión cuantitativa clásica en número de carbones,
traduce mejor la realidad, la vegetación, que la representación en conjunto.
En esas mismas fechas aparecen trabajos en los que se
presentan análisis petrográficos en detalle. Es el ejemplo
que Phillips, Vaquer y Coularou, publican en 1983. Analizan
las rocas provenientes de las estructuras de combustión
neolíticas del “Abri Buholoup” (Haute-Garonne, Francia).
Establecen la determinación petrográfica, el origen de las
rocas e indican la existencia de una elección deliberada de
determinada materia prima.
El objetivo era determinar si las rocas que se encontraban dentro de la cubeta fueron calentadas in situ. Para
contrastar esta hipótesis realizan un análisis geomagnético
que, efectivamente explica que las piedras fueron calentadas en ese lugar y que no se movieron después de su
utilización.
Realizan una reconstrucción experimental de cuatro
estructuras idénticas a la encontrada en el yacimiento, para
confrontar los resultados de la excavación. Pero esto no les
resulta suficiente para explicar la funcionalidad y apuntan la
necesidad de continuar con otras analíticas para resolver el
problema del modo de funcionamiento.
Otros trabajos, ponen en evidencia que al mismo tiempo
que se trata de buscar métodos analíticos que ayuden a objetivizar las interpretaciones que sobre las áreas de combustión se establecen, hay autores que siguen basando sus reflexiones en las descripciones morfológicas (más o menos
detalladas) y en el análisis comparativo de estructuras arqueológicas.
Un ejemplo de este tipo de trabajos lo encontramos en
Rieu (1985) que estudia la estructura de combustión W11
del yacimiento de Etiolles (Essonne, Francia), dentro del
marco teórico del modelo de unidades de habitación establecido para la interpretación de la ocupación de este asentamiento (Taborin, 1982; Olive, 1984). Algo muy interesante de este trabajo es que clasifica la materia prima, considera sus dimensiones, la distribución de las manchas en las
rocas y establece remontajes, considerando las fracturas, lo
que hasta entonces es poco frecuente en el estudio de los
restos pétreos. Con estos datos establece el funcionamiento
de la estructura de combustión, pero sin realizar determinación petrográfica de las rocas, sin análisis experimental, sin
observación de la litología de la zona, sin análisis de sedimento y sin caracterización de las fracturas.
Otro de los trabajos clásicos en el estudio de estructuras
de combustión arqueológicas es el de Olive (1988). A partir
del estudio del remontaje de las piedras que formaban parte
de los hogares de la unidad P15 del yacimiento Etiolles
(Essone, Francia), establece una dinámica de funcionamiento para este asentamiento.
36
La aportación más importante de este trabajo es, a
nuestro parecer, la metodológica. Se establece una sistemática de registro de las rocas, el sedimento y las huellas de la
combustión.
Las rocas se clasifican en función de su naturaleza,
tamaño y disposición en el suelo. De esta manera es posible
observar que existe una selección del material y cómo este
ha sido diferencialmente afectado por la combustión. Para
una parte de su estudio utiliza el remontaje, que ya había
sido utilizado en otros yacimientos con estructuras de
combustión con gran cantidad de pétreos (Julien, 1972).
A partir de estos análisis realiza una interpretación funcional
del hábitat. La alteración del suelo le permite distinguir
entre la cubeta y la parte sur de la estructura. La cubeta se
correspondería con el hogar sensu stricto, el fuego se habría
encendido en el centro, sobre las piedras, ya que el estudio
del sedimento demuestra que éste no fue alterado. La zona
sur y oeste de la estructura muestran funciones variadas,
entre las que se encuentra un espacio vacío, que se interpreta
como un testimonio negativo, es decir un espacio libre para
dejar recipientes u otras funciones. La autora lo relaciona
con unos espacios similares que aparecen también alrededor
de los denominados hogares domésticos del yacimiento de
Pincevent (Leroi-Gourhan y Brézillon, 1972; Julien, 1984).
Las múltiples revisiones que del yacimiento de Pincevent se han ido realizando desde su primera publicación, han
dado lugar al desarrollo de diversas líneas de investigación
experimentales. Por lo que respecta a los restos de combustión, en 1980 se desarrollan las primeras experiencias que
imitan las formas de los hogares aparecidos en excavación
con el fin de observar la fracturación de las rocas. En cuanto
a las interpretaciones cabe destacar el hecho de que
confirman sus hipótesis de partida. Es decir, que con piedras
calientes se puede llevar el agua hasta el punto de ebullición
y que al retirar las piedras frías y reemplazarlas por otras
calientes, la operación puede prolongarse todo el tiempo que
se desee. De la misma manera afirman que las rocas que
forman el borde del hogar se rompen cuando se enfrían y
que la importancia de la fracturación depende del tiempo de
utilización y del ritmo e importancia del fuego (Gaucher et
Julien, 1980).
En estas experiencias no se establece sistemática de
registro de datos de manera que los resultados siguen
siendo, al igual que en excavación, observacionales.
Valentin y Bodu (1991), desarrollarán unas perspectivas
experimentales aplicadas al estudio de los hogares de la
habitación nº 1 de Pincevent algo distintas. Tras una primera
reflexión sobre el papel de la experimentación y la importancia de plantear programas experimentales con protocolos
de trabajo adecuados, realizan una experimentación para
comprender las razones técnicas que llevaron a los habitantes de Pincevent a realizar sus fuegos de una determinada
manera. Hacen 7 reconstituciones para evidenciar las diferencias entre un modo de combustión abierta y un modo de
combustión cerrada. Todos los fuegos se realizaron en una
misma cubeta de 75 cm de diámetro y 25 cm de profundidad, repitiendo el modelo arqueológico. La cantidad de
leña siempre fue la misma (5-6 Kg de fresno y haya).
[page-n-50]
Siempre se utilizaron las mismas litologías, 21 kilos de
calizas y areniscas de grano fino. El registro de las temperaturas se realizó con pirómetros en el fondo de la cubeta y
sobre las piedras. Establecen las siguientes conclusiones:
• Con o sin cobertura de piedras la inflamación se
acaba a los 40-60 minutos.
• Para una cantidad equivalente de combustible, los
hogares abiertos duran menos que los de combustión
cerrada.
• En los hogares cubiertos de piedras la actividad
térmica no es homogénea por todas partes, dependiendo del emplazamiento del combustible y de la
fuerza y dirección del viento.
• A lo largo de la combustión, la arquitectura del hogar
se modifica. Las rocas sufren choques térmicos y se
fragmentan.
• Cada encendido requiere desmontar la cobertura de
piedras anterior, lo que implica una dispersión de los
fragmentos térmicos.
Como señalan los propios autores, este estudio presenta
conclusiones muy provisionales a la espera de poder
implicar nuevos parámetros que permitan confirmar las
hipótesis que plantean.
Este último trabajo aparece publicado en el marco del
Coloquio Internacional “Experimentation en archéologie:
bilan et perspectives” (1991) donde se presta una atención
especial al tema del fuego, desde el punto de vista experimental, en diferentes períodos cronológicos: desde la
Prehistoria hasta los momentos galo-romanos.
En este coloquio se pone de manifiesto la importancia
que en los últimos años se ha evidenciado en torno a la
arqueología experimental. Se subrayan dos exigencias en la
estructuración de esta investigación. De una parte la necesidad de verificar las hipótesis sobre los métodos de fabricación en función del conocimiento de los materiales en uso
en las sociedades prehistóricas, en función de los vestigios
de las industrias exhumadas en excavación o en función de
las huellas que presentan los restos descubiertos. De otra
parte, la exigencia de visualización de aquellos que
emprenden un trabajo de difusión de los conocimientos.
También en este coloquio se hace hincapié en que la
práctica experimental es sólo un medio de investigación y
no un fin en si mismo. La experimentación, en un primer
nivel, consiste en la reproducción de un objeto o de una
acción técnica, tentativa motivada por la voluntad de verificar observaciones tecnológicas sobre el material arqueológico. Permite poner en evidencia posibles errores interpretativos que corrigen interpretaciones elaboradas a partir de
conceptos técnicos que no son correctos. En definitiva el
desarrollo de este coloquio, muestra el profundo cambio que
se evidencia en la dinámica de trabajo de la arqueología
prehistórica. La práctica experimental comienza a invadir
todos los terrenos y a ser una constante en la sistemática de
las investigaciones sobre el comportamiento humano.
El reflejo que hemos considerado de las investigaciones
conocidas hasta el momento, muestra la escasez de estudios
dedicados a la reflexión teórica de los problemas que
plantea la interpretación de los restos de combustión prehis-
tóricos. Wünsch (1988, 1992) es probablemente el primero
que realizó un análisis crítico de esta problemática. En sus
trabajos, plantea una revisión crítica de los enfoques relacionados con el estudio de la estructuración del espacio y
con el estudio de los hogares arqueológicos. Desde un punto
de vista absolutamente teórico, propone un sistema de
análisis de las interrelaciones espaciales de los elementos
arqueológicos (ANITES) y dentro de ella realiza una
primera aproximación teórico metodológica del estudio de
las asociaciones de elementos de combustión (AEC) arqueológicas. En su investigación, el objetivo primordial
“consiste en plantear una reflexión sobre los diferentes
aspectos de la metodología aplicada y de la metodología
experimental en el marco del establecimiento de un modelo
teórico de referncia... se trata de llevar a cabo una reflexión
sobre metodología arqueológica, incluida necesariamente
dentro de un dominio teórico de posicionamiento científico
más o menos abstracto.” (Wünsch, 1991: 2).
Al final de su trabajo, en un anexo, presenta algunos
ejemplos de lo que él denomina experimentación exploratoria, aunque él no la aplica en su investigación. Explica que
esta investigación se define sobre todo por su orientación
fundamentalmente heurística.... se desarrolla alrededor de
un objeto de estudio global, en el marco de un primer acercamiento a una problemática arqueológica, sin incidir
inicialmente en variables o caracteres determinantes
(Wünsch, 1991: 591).
En este tipo de experimentación se prioriza el conocimiento práctico de los diferentes aspectos técnicos relacionados con el funcionamiento del sistema que se pretende
estudiar.
El problema que plantea este trabajo es su marcado
carácter teórico y la falta de aplicación práctica que acompaña su propuesta. No se desarrolla ningún planteamiento
metodológico que posibilite la superación de los múltiples
problemas que se enumeran. Tampoco se plantea con
claridad una propuesta experimental de análisis, ni siquiera
un método de trabajo que permita avanzar dadas las limitaciones impuestas por la bibliografía revisada.
Otro de los primeros trabajos que plantea la necesidad de
establecer un marco teórico adecuado es el firmado por el
Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Tarragona
(LAUT), en 1992. Este trabajo se refiere al estudio de la
ocupación del Abric Romaní, nivel H. El planteamiento de
este equipo de investigación pasa por la propia formación del
equipo, con la aplicación del concepto de módulos al estudio
de la arqueología. Para este equipo la estructuración modular
plantea la acción integradora e interespecífica dentro de una
perspectiva especializada, pero globalmente transdisciplinar.
La propia configuración del registro actúa de forma dialéctica sobre la recurrencia de la estructura subjetiva que la
analiza, ya que ésta se organiza de forma empírico-teórica.
Consideran que la reproducción de los fenómenos observados forma parte del método arqueológico.
El equipo del LAUT, aborda el tema de la experimentación en su trabajo sobre el nivel H del Abric Romaní. Para
ellos la reproducción de los fenómenos observados forma
parte del método arqueológico. Explican que con la experi-
37
[page-n-51]
mentación además de poner a prueba nuestra habilidad y
potenciar mecanismos no necesarios en la actualidad, nos
acercamos a las cadenas teórico-prácticas que los sistemas
pretéritos han dejado en forma de estructuras. Ponen en práctica la experimentación con la reproducción de una unidad de
combustión sobre travertino. Sus objetivos son: observar las
alteraciones térmicas del soporte, principalmente la rubefacción diferencial sobre el área de combustión, y controlar las
temperaturas máximas y el tiempo de incremento, en relación a la cantidad y tipo de combustible empleado a parte.
Realizan la experimentación sobre travertino y utilizan una
caña pirométrica para el control de la temperatura. Controlan
el peso y el tipo de combustible y se fijan exactamente en los
momentos de colocación del mismo. Consiguen una temperatura máxima de 700º, medida en el centro del combustible.
Al cabo de 50 minutos lo enfrían bruscamente con agua. Las
observaciones que realizan tras la experiencia se refieren a la
diferente rubefacción producida en el suelo y a que la intensidad decrece al alejarse del centro de la combustión.
Realizan una gradación observacional de las coloraciones del
travertino que han utilizado como base, pero no se plantean
establecer una sistemática para su determinación. En este
trabajo sólo presentan una experimentación y realmente lo
que hacen es dar a conocer su modelo teórico. Según
explican el propósito final es la construcción cuantificada de
un nudo teórico que, a través de modelos experimentales
contrastados y asumibles como equivalentes, puedan ser
aplicables al análisis arqueológico por procedimientos de
correspondencia epistemológica.
En los Estados Unidos de América se ha desarrollado
desde los años 80 una corriente importante de estudio de las
rocas quemadas o “Fire-Cracked Rock” (FCR), llegando a
crearse incluso una página web sobre el tema. Son muchos
los autores de América del Norte que han abordado desde
diferentes perspectivas el análisis de las denominadas FCR.
Nos fijaremos como ejemplo del tipo de tratamiento que un
grupo de investigadores que trabaja en yacimientos prehistóricos del Noroeste del Pacífico le esta dando al tema, en el
trabajo de Wilson y DeLyria (e.p.) presentado al congreso de
Nashville en 1996. En primer lugar, remarcan el tratamiento
diferencial que sufre el análisis de las rocas quemadas en
comparación con los otros restos identificados en la excavación (líticos y óseos). Utilizan la replicación experimental
para sumar información a los escasos trabajos realizados
sobre estas rocas replicando un horno de Camas (Camassia
quamash), y así documentar el uso, estado y degradación de
las FCR para poder documentar e interpretar las provenientes de yacimientos arqueológicos. La reproducción
experimental la basan en observaciones etnográficas, experiencias de otros investigadores y la información recogida en
la excavación de Willamette Valley y lower Columbia river.
Realizaron tres experimentaciones, controlando la disposición de las rocas, del combsutible y midiendo con cañas
pirométricas la temperatura en las diferentes partes del
horno. El tipo de rocas que utilizaron fueron ígneas y cuarcitas. Analizaron el tipo de fracturación y se dieron cuenta
de que era completamente distinta según la litología.
Después de las tres experiencias concluyeron que la mayor
38
parte de la fracturación de las rocas de la parte superior
ocurrió durante el primer fuego y continuaron fracturándose
durante los otros dos calentamientos. Sus conclusiones
refieren que la diferente fracturación de las rocas puede
afectar a la reutilización y probablemente a la efectividad
del calentamiento de las rocas. Esto sugiere que para las
estructuras prehistóricas se seleccionara el material en base
al conocimiento de las características de las rocas, incluyendo su resistencia al shock térmico. En estos trabajos se
aborda desde una nueva perspectiva el tema del análisis de
las rocas. No se utiliza el remontaje sino el tipo de fracturas
de las rocas que son comparadas de manera observacional
con los datos arqueológicos. En los trabajos que conocemos
desarrollados principalmente por el centro de investigación
de la Universidad de Texas, no se aborda la sistematización
de la fracturación de las rocas para su estudio y posterior
análisis.
Para finalizar este apartado haremos referencia a dos
trabajos que basan sus experimentaciones en el intento de
producir fuego y la problemática que ello conlleva.
Collina-Girard (1989), realiza por primera vez un
estudio experimental sobre la técnica del encendido de
fuego por fricción. Utiliza dos maderas que hace girar
mediante un arco. El movimiento del arco hace que el palo
que se ha preparado como eje, encajado en una muesca practicada en la madera de base, comience a producir humo y
serrín rápidamente. Este serrín va cayendo medio carbonizado y queda atrapado en la muesca. En ese momento se
produce una brasa de unas dimensiones aproximadas a las
de un cigarrillo. Este proceso, si se realiza en condiciones
adecuadas, hemos podido comprobar que no dura más de 15
segundos. Lógicamente la calidad de la madera, así como el
punto de secado, es fundamental para la eficacia del trabajo.
Se demuestra en este trabajo que, contrariamente a la
opinión generalizada, la dureza de la madera no importa. Así
aparecen como maderas más adecuadas el tilo, la hiedra, el
laurel, el hibiscus, o el ficus tropical. Los especímenes
menos adecuados son aquellos que presentan elementos
lignificados y difícilmente combustibles. De esta manera se
ha podido demostrar que la pertenencia a un determinado
grupo botánico y la textura de la madera es más importante
que sus características mecánicas.
Otro trabajo que remite a la problemática de la obtención del fuego es el de Collin et alii (1991). Mediante un
acercamiento experimental y traceológico se pretende establecer una serie de criterios que puedan permitir la identificación de testimonios de la obtención intencional de fuego
por percusión entre los restos arqueológicos.
El protocolo experimental que se establece en esta
investigación supone la talla de “encendedores” de sílex.
Estos serán usados mediante percusión durante una media
de 1 a 2 minutos. El material sobre el que se percute son
marcasitas, piritas y sílex y se utilizan como iniciadores
diferentes especies como el Fomes fomentarium, debidamente preparados.
Algunos de lo datos subjetivos que se extraen de los
resultados de esta experiencia hablan de que el tiempo útil
para encender fuego con un champiñón, marcasita y un
[page-n-52]
encendedor varía entre 5 segundos y 1 hora, siendo 1-2
minutos la media de tiempo necesario. La fase más delicada
es la de soplar sin apagar la chispa incandescente que se
produce tras la percusión del sílex y el mineral de hierro y
transmitirla al champiñón. La pirita es menos eficaz que la
marcasita para la técnica de percusión, cosa que hemos
podido comprobar también en nuestras experiencias de
encendido. Mientras la marcasita produce abundantes
chispas con bastante rapidez, con la pirita cuesta algo más.
Después del desarrollo del programa experimental, estos
autores aplican los resultados al análisis de distintos restos
arqueológicos. Concluyen que las piezas encontradas en la
excavación son “encendedores” que han sido utilizados por
percusión sobre marcasita o pirita. Todas presentan huellas
análogas a las descritas mediante análisis traceológico en el
material experimental. No elevan sus conclusiones a definitivas dado el reducido número de muestras. Los resultados
experimentales afirman que la cadena operativa de la preparación del iniciador produce sobre los sílex huellas características. Asimismo, los “encendedores” presentan marcas de
uso y la traceología permite, según los autores, la identificación de huellas análogas sobre piezas utilizadas muy poco
tiempo donde los caracteres macroscópicos no dejan
presumir este tipo de uso.
A pesar de la precariedad del análisis por el escaso
número de muestras estudiadas, resaltamos la importancia
de este trabajo por lo que tiene de novedoso.
III.3. APLICACIÓN DE NUEVAS TECNOLOGÍAS AL
RECONOCIMIENTO DEL CALENTAMIENTO
INTENCIONAL: TECNOLOGÍA LÍTICA Y ROCAS
TERMOALTERADAS
La aplicación de nuevas técnicas analíticas procedentes
de diversas ramas del conocimiento científico empieza a
hacerse patente desde los años 80. Los restos arqueológicos
comienzan a ser analizados de una manera casi sistemática,
aunque todavía en ocasiones sin un plan de trabajo estructurado que permita comparar y rentabilizar la información
ofrecida por los nuevos medios. Es el momento en el que
comienzan los análisis de difracción y fluorescencia de
rayos x, la espectroscopía Mossbaüer, la utilización del
microscopio electrónico de barrido, del espectroscopio de
refracción de infrarrojos, etc.
III.3.1. La tecnología lítica
Uno de los temas a los que más experiencias controladas
se ha dedicado, es al efecto del calentamiento en rocas silíceas
aplicado al estudio de la tecnología lítica. Referiremos
algunos trabajos que por su metodología nos interesa resaltar.
En esta línea de aplicación de nuevas tecnologías se
enmarca el trabajo de Purdy (1979, 1982). Esta autora
realiza un estudio sobre el calentamiento del chert 1 de
Florida (EUA). Retoma el problema del calentamiento
intencional del material lítico que ya había planteado Bordes
(1969), para estudiar la fracturación de los grandes bloques
en las canteras. Utiliza medios como el espectroscopio electrónico Auger (AES) para detectar pequeños cambios de
composición, el espectroescopio de reflexión de infrarrojos
(IRRS) para los cambios estructurales de las superficies y
el microscopio electrónico de barrido (MEB), para los
cambios morfológicos de la superficie. Finalmente propone
una experimentación sistemática para comprobar el efecto
del calentamiento, tanto al aire libre como en laboratorio.
Más tarde, en su trabajo de 1982, pormenoriza el control
de la temperatura de un hogar experimental mediante la
colocación de dos pirómetros en el centro de la hoguera,
entre la madera, que marcan rápidamente 850ºC. Después
mide la temperatura sobre las rocas y a los 25 minutos registran 720ºC. A los 20 minutos de haber encendido el fuego
las rocas comenzaron a fragmentarse, visible y audiblemente, saliendo los trozos despedidos hasta 8 metros. 25
minutos más tarde arrojó agua sobre las rocas calientes
quienes en pocos segundos redujeron su temperatura a
menos de 100ºC, quedando “destrozadas”. No fueron observados cambios de coloración en el interior de la roca, sólo
un tono rosado en el córtex.
El resultado de la experimentación analítica sobre este
tipo de rocas, según la autora, plantea que la temperatura
necesaria para alterar este material es de 350ºC. Entre 240ºC
y 260ºC se produce un cambio de coloración, que no es
sincrónico con la vitrificación que se le produce a los 350ºC.
Para la observación de las alteraciones utiliza el microscopio electrónico de barrido, mostrando éste claramente
según la autora, las diferencias entre el material calentado y
no calentado por las microfracturas que se desarrollan con el
incremento de temperatura. Después del calentamiento las
superficies fracturadas son extremadamente lisas. Las fracturas pasan a través de los criptocristales antes en las muestras calentadas alrededor de los cristales, que en las no
calentadas. Plantea que el desarrollo eutéctico 2 es el responsable de que esta alteración ocurra a los 350ºC en lugar de a
1400ºC -1700ºC. Esta sería la temperatura necesaria para la
transformación de las estructuras del cuarzo microcristalino
en formas no cristalinas. Estas alteraciones producen
cambios a su vez en la estructura y composición. El cambio
es tan gradual como abrupto. Por otro lado, si la muestra es
calentada lentamente a 350ºC y mantenida a esta temperatura por un período sustancial de tiempo, y luego es
enfriada, desarrolla un lustre vítreo.
1
El chert es un tipo de roca densa, compuesta por una o más formas de sílice –calcedonia, cuarzo micro o criptocristalino, ópalo, etc.– que presenta amenudo impurezas tales
como carbonato cálcico, óxidos de hierro, carbón y restos de organismos silíceos (TomKeieff, 1985).
“The individual mineral grains of quartz are held more firmly together in the heated specimen than in teh unheated specimen. In the intercrystalline spaces of chert, minute
amounts of impuritis, or compouds of the elements making up the impuritys, are probably acting as fluxes to fuse a thin surface film of the microcrystals”.
2
39
[page-n-53]
El resultado de este trabajo nos plantea algunas dudas a
nivel petrológico. Que en el cuarzo se produzcan alteraciones
microestructurales a 350ºC a causa del desarrollo eutéctico
es cuanto menos discutible. El cuarzo es un mineral que cristaliza en el sistema trigonal y, por ende, con una disposición
tridimensional ordenada de sus moléculas de SiO2, entre
cuyos huecos moleculares, llamados también nudos de la
red cristalina, se pueden disponer moléculas de otros
compuestos. En ningún caso la fusión de posibles moléculas
contaminantes de este cuarzo, pueden desestabilizar las
distancias reticulares de la celdilla unidad, dado que entonces
no podríamos seguir hablando de cuarzo, sino de otras
sustancias que tuvieran variables concentraciones de SiO2.
Si son las impurezas contenidas en el cuarzo (CaO y
OFe) quienes actúan como flujo que funde una superficie de
microcristales, debemos remarcar que éstas no se alteran a
temperaturas tan bajas.
Asimismo, se nos plantean dudas en cuanto al procedimiento experimental. Si ha calentado las piedras a 720°C en
los 20 primeros minutos de experiencia, no podemos
explicar cómo encuentra el punto de alteración a 350°C.
Posiblemente esto se refiera a otro proceso experimental que
no se específica en este texto.
Aunque la línea de investigación de calentamiento de
material lítico para fines tecnológicos se aleja de nuestro
campo de trabajo, es interesante conocer algunas investigaciones que han desarrollado estas nuevas tecnologías aplicándolas en su mayor parte al calentamiento del Chert.
En 1993, Borradaile et alii, publican la aplicación de
una serie de medios ópticos y magnéticos para distinguir
entre material (chert) calentado y no calentado. En primer
lugar hablan de que algunos de los cambios se observan
macroscópicamente (lustre y cambio de color) y después
explican que también se observan cambios microscópicos en
la estructura o textura, tanto en el microscopio petrográfico
como en el electrónico. El material sobre el que trabajan son
principalmente rocas sedimentarias carbonatadas de tipo
“grainstones” y “wackstones” (ver glosario).
Su procedimiento experimental consiste en calentar las
muestras gradualmente a varias temperaturas máximas
(425°C a 500°C) las cuales se mantienen durante 2,5 horas,
dejando luego que se enfríen lentamente.
Siguiendo los trabajos de Purdy (1975), las alteraciones
producidas por temperatura en el material, varían según la
naturaleza del material lítico. Además apuntan que aunque
el cambio de coloración es evidente con el calentamiento, no
lo consideran satisfactorio para poder distinguir entre material calentado y no calentado, por lo que aplican el análisis
del magnetismo remanente, susceptibilidad magnética e
histeresis.
A 500°C, mediante análisis petrográfico, encuentran
que los cambios en las pelsparitas son remarcables. En todos
los casos el carbón ha migrado desde dispersiones turbias,
dentro de los peloides, a bordes de grano, fisuras, y ocasionalmente en grumos. Además anotan que el calentamiento
produce reacciones mineralógicas tales como la conversión
de siderita en magnetita o hematita. De esta manera definen
los cambios estructurales como notables y dicen que se
40
podrían reconocer en otros materiales sujetos a un calentamiento similar.
Esta afirmación es cuestionable. Un material considerado como no definitorio de su composición y, al mismo
tiempo, en concentración tan inferior como para no formar
parte de las variaciones litológicas dentro de una misma
denominación lítica, corresponde a un contaminante.
Las afecciones que pudieran ocasionarse de una actuación
físico-química sobre estas partículas, dan lugar a actuaciones que cuanto menos, se pueden considerar como no
desestabilizantes de la masa rocosa. Y, además, en todo caso,
dado que dichas partículas no constituyen el cuerpo principal definitorio de los materiales investigados, o incluso,
presentan porcentajes que consideran concentraciones
menores e incluso en trazas, los resultados a que llegan estos
autores son, núlamente aplicativos y equivocadamente
inductivos.
El siguiente paso en su estudio es el análisis de los
cambios en las propiedades magnéticas de las rocas a causa
del calentamiento. Señalan cambios en tres direcciones:
1. El análisis del magnetismo remanente, que da como
resultado un aumento en el magnetismo isotermal
remanente (IMR) para las rocas calentadas.
2. Fuertes cambios en la susceptibilidad magnética y en
la saturación del magnetismo isotermal remanente.
3. Cambios en las propiedades de histeresis. Antes del
calentamiento las curvas muestran ocasionalmente la
forma de “wasp-waisted”, característica de la
presencia de dos minerales magnéticos (Jackson et
alii, 1990, citado por Borradaile et alii, 1993).
Después del calentamiento la curva de histeresis
presenta una forma normal típica de un sólo mineral
magnético, en este caso magnetita. En muchos casos
los cambios producidos por el calentamiento son
muy importantes, pero no siempre consistentes.
Fig. 17. Borradaile et alii (1993).
[page-n-54]
La inconsistencia podría ser atribuida en parte al
pequeño tamaño de la muestra.
A pesar de que la aplicación de los conceptos de susceptibilidad magnética e histéresis son asumibles, el problema
que plantea este trabajo es la generalización de los resultados a rocas de composición diferencial.
Otra investigación experimental sobre el calentamiento
del sílex es la que llevan a cabo Griffiths et alii (1983).
Utilizan dos tipos de sílex en experiencias de laboratorio y
al aire libre, para comprobar qué temperatura es la más
adecuada para tallar mejor este material y porqué se talla
mejor si se produce calentamiento.
a. Experiencias de laboratorio. Calientan una serie de
muestras enterradas en arena en un horno eléctrico a
100ºC durante 24 horas y después siguen calentado
hasta 400ºC momento en que las fracturas harían
imposible la talla. Llegan a la conclusión de que un
calentamiento entre 180°C y 250°C en 24 horas y de
250°C a 300°C en una hora, es el que permite una
talla de mejor calidad. Sin embargo remarcan la
importancia de la materia prima así como la preferencia del tallador, para establecer una temperatura
óptima de calentamiento.
b. Experiencias al aire libre. Realizaron un fuego de
entre 50-80 cm de diámetro al que fueron añadiendo
leña (ramas de ± 5 cm de diámetro) cada 30-45
minutos. Midieron la temperatura con sondas de
cromo-aluminio, colocando las preformas de sílex
alrededor del fuego. Realizaron una estructura de
hogar en cubeta y otra con borde de piedras,
notando que la diferencia de temperatura entre los
dos tipos era de 100º - 200ºC. Asimismo anotan la
diferencia de temperaturas entre un día sin viento (<
400°C -540°C) y otro ventoso (< 600°C - 700°C) en
el suelo. Lo que no mencionan es la duración de las
experiencias al aire libre. Los resultados establecen
que todas las preformas colocadas en el suelo antes
de encender el fuego sufrieron fracturas internas,
provocadas por las llamas directas y los restos de
madera en combustión. Sin embargo las piezas que
no entraron en contacto directo con el fuego
sufrieron poco. Concluyen que el tiempo óptimo de
calentamiento aparentemente como mejor se establece es “a ojo”, introduciendo las muestras en una
cama de cenizas. En cuanto a los cambios estructurales producidos por temperatura, concluyen que el
estudio termogravimétrico y microscópico indica
que la recristalización de la matriz microcalcedónica del sílex es la responsable del cambio en la
calidad de la talla como consecuencia del calentamiento.
Domanski y Webb (1992), analizan y explican tres tipos
de cambios a causa del calentamiento en rocas silícieas:
3
1. Cambios visuales. En las rocas silíceas microcristalinas, el calentamiento produce un oscurecimiento, un
aumento del brillo o lustre –causado por cambios
microestructurales dentro del silicio– y de las microfracturas. Asimismo se produce un cambio de color, el
más común del amarillo/marrón hacia el rojo oscuro,
que se produce como resultado de la transformación
de la goetita en hematita durante el calentamiento 3.
2. Cambios mecánicos. Realizan una serie de test para
observar como afecta la alteración térmica. Encuentran que dos de las propiedades testadas (compresión
y tensión) no muestran cambios perceptibles, mientras que la elasticidad y la resistencia a la fracturación presentan cambios muy marcados. Con esto
demuestran que la resistencia a la fracturación
decrece con el calentamiento. Tanto en el material
criptocristalino como en el macrocristalino, se
producen menos fracturas cuando ha sido calentado a
300°C - 400°C. Cuando se supera esta temperatura se
producen microfracturas, etc. y lo mismo ocurre si se
calienta y enfría muy rápidamente. En las rocas
macrocristalinas hace falta alcanzar algo más de
temperatura (500°C) para observar cambios en la
resistencia a la fracturación ya que por debajo de esta
temperatura no se han observado cambios. Proponen
que la resistencia a la fracturación se tome como
criterio para reconocer la intencionalidad del calentamiento de los artefactos líticos arqueológicos.
3. Cambios microestructurales.
a. En primer lugar invocan la teoría de la recristalización de la matriz calcedónica en el sílex. Siguiendo
la teoría desarrollada por Purdy (1982), se explica
que durante el calentamiento, la impurezas de la
matriz se cree que actúan como flujo, soldando la
estructura. Como resultado las fracturas se propagan
igualmente a través de los lepisferos, fósiles y matriz,
siguiendo superficies lisas de fractura.
b. Una segunda teoría desarrolla el papel del agua en
la microestructura. Durante el calentamiento se
produce un movimiento de agua que da lugar a
microfracutras, las cuales hacen decrecer la resistencia del material.
c. La tercera teoría que habla de cambios microestructurales hace referencia a que debido al calentamiento en sí o a cambios bruscos de temperaturas se
producen microfracturas y roturas de los cristales de
los silicatos, pero que estos efectos a bajas temperaturas no se aprecian ni con el MEB. El problema que
se plantea es saber qué consideran estos autores
como temperaturas bajas.
d. La cuarta explicación está basada en el estudio del
jaspe de Pensilvania. Este material contiene
pequeñas acumulaciones de gohetita la cual recrista-
Una síntesis del problema de la transformación de los óxidos de hierro se aborda en el último capítulo.
41
[page-n-55]
liza en hematita con un calentamiento a baja temperatura (100°C), según Langmuir (1971), estos cristales de hematita se concentran en canales alrededor
de los cuales se propagan las fracturas.
La explicación más clara parece ser que el calentamiento produce recristalización de los materiales silíceos,
lo cual se traduce en una reducción del tamaño del cristal
(Crabtree y Butler, 1964: 2). Esta recristalización no es
observable en el microscopio petrográfico y si mediante el
MEB. Por otra parte parece que el índice de cristalización
es indicativo ya que varía con el calentamiento para este
tipo de materiales. Asimismo plantean que la recristalización es responsable de los cambios en las propiedades
mecánicas y en la propagación de las fractura en los materiales silíceos calentados.
III.3.2. Los restos de combustión
También en el estudio de los ítems relacionados con la
propia combustión se introducen métodos que permiten
analizar en detalle las alteraciones que el calentamiento ha
producido sobre las estructuras y la morfología de las rocas.
Uno de los primeros trabajos que introducen nuevas aplicaciones analíticas a las rocas de los denominados hogares son
los de Valladas (1981). Esta autora aplica la termoluminiscencia para conocer la temperatura de calentamiento a la que
estuvieron sometidas las rocas areniscas de los yacimientos
franceses de Etiolles, Marsangy, Pincevent y Verberie.
Utiliza la experimentación para estudiar los hogares en
cubeta con borde de rocas y concluye que las temperaturas
más bajas se dan en las rocas que están sobre las brasas al
final de la combustión y no en las que se encuentran en
contacto directo con el fuego al principio. Las temperaturas
se encuentran en general comprendidas entre los 350°C y
los 450°C y sólo un caso sobrepasa los 500°C. Las temperaturas deben ser consideradas máximas. Si las rocas son
calentadas varias veces, la adición de los efectos de diferentes calentamientos simula el efecto de un solo calentamiento a una temperatura más elevada. Sobre esta cuestión
debemos comentar que el ejemplo que ella misma propone
supone que para simular la acción de un calentamiento a
250°C, se deberían dejar la rocas areniscas más de un
centenar de horas a 200°C.
A partir de estos resultados, la autora propone un
modelo térmico por el que las rocas que quedan en el interior de la cubeta tendrían una función calorífica.
Más tarde, Coudret y Larrière (1986), volverán a utilizar
la termoluminiscencia para determinar la temperatura de las
rocas del hogar A17 de Etiolles, pero no van más allá en la
interpretación de la funcionalidad de la estructura o del
hábitat. Basándose en el modelo teórico establecido por
Leroi-Gourhan, “a partir de la observación en el suelo de
cada uno de los componentes de la estructura”, reconstruyen
la dinámica de funcionamiento. Para esto utilizan el remontaje de las piedras fracturadas térmicamente, sin explicar en
este trabajo, cómo establecen cuando una roca está termoalterada, ni el análisis visual de las huellas de combustión y
rubefacción en las rocas. Para explicar en detalle el funcionamiento de la estructura aplican la termoluminiscencia a
42
Fig. 18. Curvas de termoluminiscencia registradas en el interior de
las areniscas experimentales (Valladas, 1981).
las rocas que presentan, según unos criterios no definidos,
alteraciones térmicas y a aquellas en las que la coloración
supone un problema de interpretación.
El arqueomagnetismo, como la termoluminiscencia, ha
sido utilizado tradicionalmente para establecer cronologías,
pero desde los años 80 está siendo aplicado al estudio de los
restos de combustión.
En el trabajo de Atkinson y Shaw (1990) se propone la
utilización del arqueomagnetismo para obtener información
acerca de la intensidad del campo geomagnético en el
momento de la combustión y así poder conocer la temperatura de determinadas rocas según su posición respecto de la
fuente de calor. Realizan experimentaciones con rocas
areniscas y establecen que con el calentamiento se produce
un cambio en la dirección magnética de las rocas.
Sin duda, el trabajo que trata con mayor profundidad el
tema de las rocas termoalteradas es el de Meloy y Pagès
(1984). Es el único hasta el presente que, mediante un
estudio físico, químico y mineralógico de las rocas de los
hogares prehistóricos, ha caracterizado la acción del fuego y
la del medio de conservación sobre los materiales pétreos,
intentado asimismo reconocer los posibles estadios de
funcionamiento de un hogar. Esta memoria sienta las bases
que durante mucho tiempo han servido a los arqueólogo/as
a la hora de identificar si las rocas estaban alteradas o no, si
las fracturas habían estado provocadas por el calentamiento
y la temperatura a la que el hogar habría estado sometido
según la coloración que presentaran las rocas.
[page-n-56]
Desarrollan una analítica rigurosa para establecer
grados de alteración por calentamiento, siguiendo los
métodos propuestos por Laloy (1981). Proponen una escala
colorimétrica que, como discutiremos en el último capítulo,
presenta algunos problemas metodológicos, así como
también reconocen unas pautas de fracturación según el tipo
de material estudiado, que también discutiremos. Es el
primer trabajo que analiza las transformaciones de la estructura cristalina de la roca.
Para poder establecer estos parámetros realizan experimentaciones tanto de laboratorio como al aire libre y
ELEMENTOS
LIMONITA
GOETITA
HEMATITA
MAGNETITA
contrastan los resultados de su trabajo analizando la estructura de combustión de P-15 del yacimiento de Etiolles
(Essonne, Francia). A pesar de las discrepancias que
mostramos con algunas partes de este trabajo, se debe reconocer que es uno de los escasos proyectos que aborda con
seriedad y rigurosidad científica la problemática de la
termoalteración de las rocas.
La búsqueda de nuevos métodos que permitan objetivar
las interpretaciones en este momento es ya continua. Un excelente ejemplo es el trabajo desarrollado por el laboratorio de
Prehistoria de Vauvert (Bazile, 1982, 1987, 1989). En un
CARACTERÍSTICAS
EVOLUCIÓN EN CLIMA OXIDANTE
Formas hidróxilas, comúnmente llamadas
oxidadas, a menudo mezcladas con óxidos
de manganeso.
3+
• Toda agua contiene Fe en solución,
precipitando en forma de arcilla roja,
el hidróxido de hierro se depopsita
fácilmente en forma de gel de hierro
Fe (OH).
2+
• En clima frío, las sales de Fe proveniente del lavado de las rocas pueden
3+
precipitar bajo forma de Fe (acción
oxidante del aire).
Se transforma fácilmente en goetita naturalmente mezclados o bajo la acción de un
calentamiento entre 140º y 250ºC.
Se transforma en hematita desde que la
temperatura y la presión aumentan (deshidratación).
Participa del fenómeno de lateralización
de los suelos en asociación a los hidróxidos de aluminio en clima tropical
húmedo.
Fe OOH oscuro, microscópicamente bajo
forma de finos cristales marrón-naranja.
Se transforma en hematita por calentamiento (en una hora al aire libre)
- en hematita normal entre 350º y
600ºC.
- en hematita perfecta a 900ºC (cristales
típicos).
Fe2O3 rojo. A veces llamado hidrohematita para variedades muy finas con una
fuerte tenencia de agua, sea en curso de
evolución, de germinación o de disolución
(es entonces coloidal o en masas criptocristalinas).
Los cristales de hematita son tanto más
redondos cuanto más elevada es su temperatura de formación. Son el producto final
obtenido por el calentamiento de los
óxidos de hierro (estable en la zona de
oxidación).
A 1390ºC, al aire, se transforma en
magnetita.
Fe2O4 negro. Buenos cristales (minerales
magnéticos y volcánicos)
Cuadro 8. Principales oxi-hidróxidos de hierro (Meloy et Pagès, 1984). Modificado.
43
[page-n-57]
intento de aportar nueva información al estudio de los denominados “suelos de hábitat”, aplica por primera vez un
conjunto de métodos que van a dar una nueva orientación a la
investigación en este campo (Bazile et Monnet, 1983; Guillerault y Bazile, 1987; Guillerault, 1983; Monnet, 1987).
Se realizan experimentaciones sobre hogares copia de los
arqueológicos del yacimiento de Fontgrasse (Gard, Francia).
Utilizan el Microscopio Electrónico de Barrido (MEB)
aplicado al examen de las rocas termoalteradas. Mediante un
análisis comparativo entre las rocas arqueológicas y rocas de
la misma litología quemadas experimentalmente, se
pretende establecer una escala doble tiempo/frecuencia de
calentamiento. El MEB se utiliza con microsonda para
poder establecer relaciones entre los análisis químicos realizados en el suelo del yacimiento y los realizados a los
elementos minerales, para así poder identificar la forma
mineral de los elementos adosados.
Eligen las molasas (biocalcarenitas) para el calentamiento experimental controlado y van estableciendo analíticas comparativas según el grado de calentamiento, describiendo los cambios morfoestructurales que se producen en
las rocas. De las observaciones que describen hay diversas
cuestiones que llaman nuestra atención:
1. El que ya a 400ºC y con un sólo calentamiento, se
perciba una reorganización de la microestructura,
con neoformación de calcita en forma de copos.
2. Que el Silicio y el Hierro emerjan del ruido de fondo.
3. Que la matriz arcillo-calcárea presente forma de
“choufleur” con el calentamiento.
En cuanto a la reorganización de la microestructura a
400°C, nos parece cuanto menos sorprendente, ya que los
resultados de nuestros análisis experimentales no muestran
cambios morfoestructurales hasta temperaturas que se aproximan a 600°C.
Por lo que se refiere al aumento de silicio y hierro, es
posible que pueda deberse a una individualización y vacuolización de los minerales, pero como se plantea claramente en
el texto, el espectro puede ser el de una arcilla, con lo que la
explicación más plausible para el aumento de hierro y silicio
es que en el momento del microanálisis se haya “pinchado”
una arcilla, con lo cual los resultados no pueden ser directamente comparados con los establecidos para toda la superficie
de la muestra. Además se debe tener en cuenta que es prácticamente imposible analizar la misma superficie dos veces con
el MEB, si no es mediante la utilización de réplicas, dado que
cada vez que se introduce la muestra hay que buscar el emplazamiento que no es posible marcar con anterioridad.
Por lo que respecta a los restos de matriz arcillosa en
forma de “choufleurs”, debemos decir que nosotros no
hemos detectado esta particular estructura.
Sobre la destrucción de la hematita a 700ºC debemos
remarcar que, según Carmichael (1990), se puede medir la
susceptibilidad de la hematita a 760ºC y, además, en el
trabajo de Meloy et Pagès (1984), se llega a apuntar que ese
cambio se produce a 1390ºC. Lo que se produce a 670ºC es
la desmagnetización de la hematita (Carmichael, 1990).
Respecto a que la evolución del material se deba no sólo
a la temperatura sino también al número de calentamientos,
debemos decir que en nuestras experiencias de varios calen-
44
tamientos, que siempre fueron inferiores a 300°C, no se
produjo en absoluto una exacerbación de los fenómenos
observados. El calentamiento de una serie de rocas –muestras experimentales calentadas en mufla– a 100ºC (dos
calentamientos de tres horas), 200°C (un solo calentamiento) y 300°C (un solo calentamiento), dieron como
resultado el análisis de una roca calentada a 300°C.
Nos parece arriesgado intentar establecer criterios de
interpretación a partir de un solo calentamiento, aunque en
el texto hace referencia hasta cinco calentamientos que no se
específica si son realizados en mufla o al aire libre.
Cualquier test experimental necesita de una sistemática
precisa para observar que, efectivamente los fenómenos se
repiten y así poder establecer, sobre bases sólidas, criterios
de caracterización que permitan llegar más lejos en la interpretación.
En esta misma dinámica de establecer nuevas posibilidades de estudio de las estructuras de combustión prehistóricas, se encuentra el trabajo de Wattez (1992). Pretende
abordar el tema de las actividades relacionadas con el fuego
a partir del análisis del contexto sedimentario de las estructuras de combustión. Esta vía de investigación se fundamenta
en los conceptos interpretativos y en las técnicas de determinación de la micromorfología de suelos. Para determinar los
atributos específicos de las cenizas vegetales en función de
los combustibles y de los caracteres de alteración térmica de
los vegetales y de los materiales sedimentarios, realiza experiencias controladas en laboratorio y al aire libre.
El protocolo experimental seguido consiste en quemar
restos de hojas, ramas, frutos, etc. en laboratorio a 500°C
durante 30 minutos en laboratorio y más tarde al aire libre.
Después de un tratamiento, las muestras son analizadas por
microscopio electrónico y difractometría de rayos x.
De entre los resultados de este trabajo destacamos que el
proceso de incineración supone una reducción del volumen
de las plantas, que las cenizas obtenidas a 500ºC son de
color blanco o gris-blanco y que en muchos casos no han
sufrido una combustión completa; que las cenizas de herbáceas se distinguen claramente de las de madera y hojas de
pino y que los residuos de cenizas no presentan caracteres
morfológicos constantes. Una conclusión interesante es que
los residuos vegetales constituyen marcadores de la historia
térmica y del funcionamiento de las estructuras de combustión. Dado que la temperatura en el interior del hogar no es
uniforme, se pueden formar diferentes residuos simultáneamente, lo que permite, conociendo sus caracteres morfológicos, precisar las condiciones de la combustión.
Si los trabajos de Bazile o de Wattez, como hemos visto,
abrían nuevas expectativas muy interesantes, las investigaciones desarrolladas por March desde 1988 van a suponer el
establecimiento de una nueva base teórico-metodológicoexperimental, que permita conocer los comportamientos de
los ocupantes de un asentamiento, su relación con las actividades de combustión y precisar la función de los hábitats.
Estos trabajos se centran fundamentalmente en el
estudio del modo de funcionamiento, la función, la duración
y la morfología de los hogares (1988, 1989,1993, 1995) para
[page-n-58]
Hogar simple
Hogar simple sobre losas
Hogar en cubeta simple
Cubeta con fondo empedrado
Hogar en cubeta con borde
Cuadro 9. Establecimiento de modelos de comportamiento térmico.
La posición del fuego determina las alteraciones térmicas producidas por el efecto del calor. (March, 1996). Modificado.
reconstruir la historia o microhistoria de cada una de las
estructuras de combustión estudiadas. Para ello se sirve de la
experimentación como marco informativo para establecer
sus criterios interpretativos. Dedica especial atención a la
aplicación de la química orgánica y al cálculo del tiempo
mínimo de encendido, así como al desarrollo de una estricta
metodología experimental.
A partir de la idea de que las sustancias orgánicas
quedaran adheridas a los sedimentos arqueológicos, este
autor desarrolla todo su trabajo alrededor de la reconstrucción de las micro-historias de cada estructura de combustión, con el fin de poder responder entre otras a la pregunta
¿hay una asociación entre la forma y la función de las diferentes estructuras de combustión?. Para responder a esta
cuestión se analizan los restos de los desechos de origen
animal o vegetal que se han conservado en el sedimento que
formó parte de un hogar.
La determinación de estas sustancias orgánicas le ha
permitido identificar la presencia de restos de combustión
sometidos a una fuerte rotura térmica, restos de grasas de
origen animal o, en los sedimentos llamados carbonosos, la
marca vegetal original intacta.
Como queda demostrado en su tesis doctoral (1995) la
química orgánica proporciona informaciones, irrecuperables
por otros métodos, de los restos de las actividades antrópicas
desarrolladas alrededor de las estructuras de combustión. Al
mismo tiempo proporciona información sobre los procesos
tafonómicos que permite, a partir del estudio de cada estructura, conocer las condiciones de deposición de cada asentamiento.
Un ejemplo de esta aplicación son los resultados obtenidos en el estudio de los yacimientos magdalenienses de
Francia. Se ha podido determinar que las diferentes formas
podían estar asociadas a funciones similares y/o que hogares
con formas similares estaban destinados a modos de funcio-
namiento diferentes. Estos resultados cuestionan, obviamente, la asociación linear realizada por las tipologías existentes entre la forma y la función de cada hogar.
En cuanto al cálculo del tiempo mínimo de encendido,
ayuda a conocer la duración e intensidad de utilización de
las estructuras de combustión y, por tanto, la duración de
la propia ocupación. March y Ferreri (1989) afirman que
conocer la duración aproximada de un asentamiento permite
precisar todo el sistema de variables que lo integran dentro
del contexto arqueológico. La posibilidad de definir con más
precisión el contexto arqueológico nos aproxima al conocimiento de las culturas, su comportamiento y dinámica espacial.
Para determinar este cálculo se establece la utilización
de un modelo matemático numérico. Si se posee un control
de las temperaturas alcanzadas y las dimensiones de la
superficie alterada por dicha temperatura, se puede
calcular el tiempo necesario para que dicha alteración se
produzca. A través de la variación de los parámetro implicados en el medio en estudio, se pretende analizar las posibilidades de extrapolación de los resultados del modelo al
medio arqueológico.
Este modelo ha sido aplicado en yacimientos de cazadores recolectores en Argentina (La Solana, Tunel, etc.) y en
asentamientos de grupos cazadores recolectores del valle de
París. Un ejemplo de estos últimos es el estudio del tiempo
mínimo de encendido del hogar X127 de Pincevent.
El modelo parte de un fuego de 30 cm de diámetro, mantenido a una temperatura constante de 450ºC durante tres
horas. Mediante la experimentación se observa que la temperatura sube en dos horas de encendido constante a 308ºC a 2
cm de profundidad. Esto plantea que como el hogar X127
presentaba una alteración de menos de 2 cm, no estuvo
encendido más de dos horas a una temperatura constante de
450ºC, por lo tanto ese es el tiempo mínimo de encendido a
45
[page-n-59]
esa temperatura. A partir de ahí se puede calcular cual es la
duración para 400ºC y 350ºC. (March et alii, 1993).
El método experimental desarrollado por este autor
(March, 1996) plantea el problema que supone la cantidad
de variables que se deben medir en cada experiencia de
campo y cómo, para poder abordar el trabajo se debe optar
por la operatividad del proceso experimental. De tal manera
se establecen una serie de parámetros controlables, como el
tiempo de duración de las experiencias, y se desarrolla un
programa que va de lo simple a lo complejo y de lo general
a lo particular. El objetivo del estudio es contribuir a la creación de una metodología de aplicación general, sin perder de
vista la riqueza de las particularidades de cada una de las
problemáticas analizadas.
El planteamiento de este autor se describe cuando habla
de que la recurrencia observada a partir de la reconstrucción
de las micro-historias de cada estructura de combustión
podrá permitir un día comprender la importancia de las
estructuras de combustión en la identificación de los grupos
o en la caracterización cultural, para las cuales hasta el
presente, como también apuntaran Wilson y Delyria, el
estudio de las estructuras de combustión no ha sido tenido en
cuenta al mismo nivel que los otros restos de actividades
técnicas como los vestigios líticos o de fauna (March, 1995).
46
El conocimiento de los trabajos anteriormente presentados, nos llevó a plantear la sistemática experimental que
desarrollamos en el siguiente capítulo. En él se recoge una
propuesta experimental que, partiendo del análisis de las
rocas sedimentarias carbonatadas, plantea una dinámica
operativa, secuencial e iterativa, aplicable al estudio de cualquier materia prima termoalterada.
Como se ha podido comprobar con los ejemplos estudiados, no nos enfrentamos a problemáticas sencillas que
podamos estructurar de menor a mayor cómodamente.
En los yacimientos estudiados, encontramos situaciones
evolutivas intermedias, con problemáticas muy particulares,
que han hecho imprescindible la creación de una metodología de trabajo propia, que permita el estudio de este tipo
de evidencias.
La diversidad de formas en que los restos de combustión
estudiados se presentan, hizo que la elaboración de un
programa experimental apareciera como posibilidad de
estudio. Centramos este programa en la termoalteración de
las rocas, siendo conscientes de que aún siendo estos restos
los más y mejor descritos, se carecía de una sistemática que
permitiera, con su aplicación, aproximar su dinámica de
funcionamiento.
[page-n-60]
IV. PROTOCOLO EXPERIMENTAL
La metodología experimental aplicada al estudio de las
estructuras de combustión es uno de los caminos más
viables que se establecen para llegar a reconstruir no sólo la
función y/o funcionamiento de las propias estructuras, sino
también el del hábitat al que pertenecen.
Hemos visto como de las experiencias imitativas, tal
como fueron descritas por Ascher (1961), desarrolladas por
autores como O’Kelly (1954), se ha llegado en los últimos
años al establecimiento de metodologías experimentales que
intentan responder mediante la aplicación de nuevas
técnicas, a partir de hipótesis concretas, a los problemas que
plantea la dinámica de investigación de los asentamientos
prehistóricos.
Siguiendo este planteamiento, hemos visto como diferentes autores han dedicado parte de sus trabajos a la experimentación, a través de la observación de las termoalteraciones de las rocas que formaron parte de hogares aparecidos en contextos arqueológicos del Paleolítico Superior.
En unos casos se han centrado en establecer criterios de fácil
observación como es el cambio cromático y las alteraciones
estructurales, en otros se ha utilizado la microscopía electrónica para investigar acerca de los llamados suelos de
hábitat paleolíticos mediante la réplica experimental de las
estructuras de combustión. Pero, en cualquier caso, la gran
mayoría de estos trabajos han sido puntuales, inicialmente
citados como parte de proyectos experimentales más
amplios que nunca tuvieron continuidad.
Consideramos imprescindible dedicar un apartado
importante de este trabajo a la clasificación petrológica de
las rocas calizas, dado que éste será el punto de partida de
todo nuestro desarrollo experimental. La denominación
correcta así como el análisis y la descripción más ajustada
posible de cada una de las muestras ha sido la manera de
poder abordar el estudio de las alteraciones sufridas por
estas rocas a causa del calentamiento y al mismo tiempo ha
constituido la base para poder establecer criterios de discriminación aplicables en excavación.
IV.1. CLASIFICACIÓN DE LAS ROCAS CALIZAS
La clasificación de objetos naturales es la subdivisión
de una infinita serie de objetos en grupos mayores. Representa un paso básico del método científico.
El objetivo de la clasificación es por una parte facilitar
la comunicación de ideas o datos y por otra, proporcionar al
investigador el beneficio que se deriva de la organización de
los datos (William y Lloyd, 1962).
La clasificación de las rocas carbonatadas no se ha abordado en la bibliografía desde una perspectiva única, sino que
se han realizado diferentes propuestas de sistematización.
Los dos tipos de clasificación más importantes para esta
litología han sido las clasificaciones descriptivas –agrupa las
rocas carbonatadas en base a las características observables
(mineralógica, química, textural, etc.) que puedan ser determinadas objetivamente– y las genéticas, cuyo objetivo es
conocer el origen de las rocas.
El ámbito de esta tesis conecta colateralmente con disciplinas de las llamadas ciencias de la tierra: petrología,
geología, sedimentología, etc. Pero nuestra inferencia en cada
una de ellas es tan solo la basada en criterios académicos
paralelos a la investigación principal: establecer una dinámica
de trabajo viable para crear criterios de discriminación en el
estudio de los termolíticos calentados experimentalmente.
Con estas premisas básicas hemos optado por adecuar
los criterios clasificatorios prioritariamente a aquellos fines
que son de carácter práctico y particularmente que no
requieran metodologías muy complejas.
Sin embargo, esto a veces resulta imposible ya que para
conseguir respuesta a nuestras preguntas iniciales se hace
necesaria la utilización de técnicas, que aunque no muy
complejas, se alejan completamente de nuestra disciplina.
47
[page-n-61]
Las Rocas Sedimentarias Carbonatadas
Las rocas sedimentarias cubren el 75% del total de la
superficie de la tierra. De ellas una quinta parte son calizas
y dolomías. Estas rocas carbonatadas están ampliamente
distribuidas y se documentan desde el Precámbrico hasta la
actualidad, pudiendo dividirse en cientos de clasificaciones.
Con tal complejidad de épocas, dinámicas, espacio, constituyentes, evoluciones, etc. se comprende la dificultad de
elección de criterios que posibiliten su taxonomía.
El aspecto más destacado de las rocas carbonatadas es su
origen intrabasinal, su dependencia de la actividad orgánica
y la susceptibilidad que presentan a modificaciones postdeposicionales. Las rocas carbonatadas son, a diferencia de
otras familias de rocas sedimentarias, poligenéticas.
No obstante desde los trabajos fundamentales de Grabau
(1904-1913), quien introdujo términos aún hoy aplicados en
otras clasificaciones, Cayeux (1935), describiendo algunas
tipologías de rocas calizas con gran profusión de ilustraciones
fotográficas de secciones líticas al microscopio petrográfico,
hasta momentos mucho más recientes se establecen criterios
de clasificación basados en el estudio de largas series de rocas
carbonatadas (a veces superiores a las 4000 muestras) y que a
su vez son ya mas comúnmente aceptados.
Es el caso de Folk (1959) o Bramkamp y Powers
(1958), que serán la base para el establecimiento de otros
criterios de clasificación posteriores, al desarrollar parámetros como el origen de esas rocas dentro o fuera de una
cuenca sedimentaria especifica, su correlación o dependencia con actividades orgánicas, su susceptibilidad a las
modificaciones postdeposicionales, etc. Además es remarcable que, a diferencia de otras familias de rocas sedimentarias, las carbonatadas son una familia significativamente
poligenética. Asimismo es importante decir que estas rocas
participan extensamente en los procesos metamórficos de
metasomatismo y recristalización.
En los simposios que han desarrollado esta problemática
se ha comprobado que se prefieren las agrupaciones basadas
en criterios como la representatividad en el porcentaje de afloramiento de los líticos, o en los petrológicos, genéticos, mineralógicos, texturales, de rentabilidad económica, etc.
De todas estas consideraciones se puede extraer un
criterio conceptual para la clasificación de las rocas calizas
que puede tener al mismo tiempo un mayor consenso. Este
criterio mayoritariamente aceptado establece precisamente
que no se puede establecer un criterio único de clasificación
en el estudio de las rocas carbonatadas.
De esta manera, atendiendo a cada uno de los comportamientos, patologías, casuísticas inherentes a su génesis,
etc., conviene tener en cuenta cada una de las clasificaciones
que mejor favorezcan la definición y agrupamiento de las
consideraciones analizadas al investigar los materiales
pétreos calizos.
Los parámetros normalmente usados en la clasificación
de las rocas calizas, con posterioridad a los fundamentales
de composición y textura, suelen ser los mineralógicos,
químicos y la composición expresada de acuerdo con los
tipos de grano que los constituyen (fósiles, ooides, pellets,
etc.). Buena parte de ellos reflejan directa o indirectamente
48
los ambientes y dinámicas genéticas e incluso las posibles
evoluciones prediagenéticas de estos materiales. Se puede
observar que la mayor parte de los sistemas de clasificación
de rocas calizas utilizan mas de un parámetro, algunos puramente descriptivos, otros descriptivos y genéticos y finalmente hay quien usa sólo los genéticos.
IV.1.1. La composición mineralógica
En las calizas es muy limitada, tan solo tres minerales:
calcita, dolomita y aragonito. Las diferencias entre sí de rocas
con porcentajes variables de calcita o dolomita o calcita y
aragonito pueden implicar cambios texturales cuando dichas
variaciones en la composición se deben a procesos postgenésicos. Tal puede ser el caso del aumento de los índices de
porosidad de determinadas calizas evolucionadas o dolomías;
o las recristalizaciones de restos orgánicos aragoníticos, etc.,
la identificación de los minerales, llamados accesorios, como
el cuarzo, la glauconita, los óxidos metálicos, etc., tan solo
facilitan en general una más completa descripción del material rocoso, pero no su clasificación.
IV.1.2. El medio genésico y su composición
Bajo una idéntica composición se pueden agrupar litologías formadas en ambientes lacustres, con frecuentes
huecos en su superficie o rellenos locales con materiales
arcillosos; otras marinas sin huecos, y una distribución
uniforme en su seno de sedimentos arcillosos. Ambas son
visualmente diferentes e incluso con comportamientos
geotécnicos dispares. Este es un ejemplo de la complejidad
de la clasificación. La composición química se utiliza fundamentalmente cuando otros parámetros de clasificación no
son suficientes.
Los residuos insolubles son minerales que en ocasiones
han posibilitado una discriminación entre diferentes grupos
carbonatados. Tal fue la propuesta de Krynine (1948). Sin
embargo hoy en día no representa un factor significativo en
ningún criterio corriente de clasificación.
IV.1.3. La identificación de la naturaleza de los granos
Muchos materiales carbonatados están constituidos por
granos, unos de naturaleza inorgánica y composición,
tamaño, grado de redondeamiento y esfericidad, o incluso
colores variables. Otros, aún teniendo en cuenta esas propiedades texturales, son de naturaleza orgánica y asimismo
diferenciables entre si, ya sean restos de organismos como
caparazones, fragmentos de conchas, o de acciones
asimismo orgánicas, tanto secretoras como residuales.
Los criterios basados en conectar clasificaciones fundamentadas en estas identificaciones, ya sean de componentes
inorgánicos, y sobre todo orgánicos, es labor de especialistas
en ciencias geológicas. Sin embargo puede ser sencillo en
muchos casos discriminar litologías tanto a simple vista como
con una pequeña lupa, basándonos en lo dicho anteriormente.
Los diferentes autores que tratan las temáticas clasificatorias establecen criterios de diferenciación entre las rocas
calizas basados también en otros parámetros, que consideramos más dirigidos a especialistas en Petrología. De entre
ellos destacaremos los siguientes casos:
[page-n-62]
1. La variabilidad de las texturas deposicionales en el
momento de formarse las rocas.
2. La madurez textural, basados en el grado de redondeamiento y esfericidad de los granos.
3. Los factores diagenéticos, desde que se depositó el
sedimento rocoso hasta su posterior evolución.
4. El origen de sus componentes: alóctonos o autóctonos.
Nuestra descripción clasificatoria no tiene en cuenta tan
solo criterios específicos definidos por determinada escuela
o autor. Pretendemos adaptar aquellos términos que sean de
fácil y práctica comprensión, que se ajusten a conceptos
definidos en Petrología Sedimentaria. Con este planteamiento se han tenido en cuenta los siguientes criterios de
clasificación:
A. Los basados en la génesis de los materiales, como los
de Twenhofel (1950):
I. De origen químico, tanto orgánicos como inorgánicos.
II. De origen mecánico (también llamado detrítico).
O los de Johnson (1951):
I. Orgánicos
II. Inorgánicos
III. Mecánicos o clásticos.
B. Los de Pettitjohn (1957), que si bien posee criterios
basados en características genéticas, también se apoya en
propiedades petrológicas:
I. Calizas autóctonas
II. Calizas alóctonas
III. Calizas metasomáticas
C. La clasificación de Folk (1959), fundamentalmente
petrológica –aunque también basada en criterios genéticos–,
construida a partir de seis elementos principales: intraclastos, pellets, fósiles o fragmentos de fósiles, oolitos,
calcita microcristalina o micrita y cemento de calcita
“sparry”. Realiza una división en tres familias principales de
calizas según la proporción de (1) aloquímicos, (2) micrita y
(3) cemento de calcita “sparry”.
I. Rocas aloquímicas con “sparry”: constituyentes
aloquímicos cementados por “sparry” (cristales de
calcita)
II. Rocas aloquímicas microcristalinas: también
contienen aloquímicos, la micrita aparece como
matriz y el “sparry” queda totalmente subordinado.
III. Rocas microcristalinas: constituidas enteramente
por micrita con poco o ningún material aloquímico.
IV. Rocas biohermales o biolititas: este nombre debe
ser aplicado sólo a las rocas constituidas por estructuras orgánicas en posición growth.
A su vez estas clasificaciones definen subcategorias que
en el caso de Pettijohn y Folk, se basan en componentes
orgánicos o inorgánicos definibles por el estudio de las
secciones delgadas de las rocas al microscopio petrográfico.
Leighton y Pendexter (1961) expusieron en su comunicación “Carbonate Rock types” una serie de conceptos
básicos para el estudio de estas rocas. Su clasificación se
basa en aspectos medibles de las rocas, es fundamentalmente descriptiva y de gran utilidad tanto en la definición de
litologías frescas como en la de las derivadas de alteraciones. Los autores establecen los siguientes conceptos: los
componentes texturales y los tipos de grano.
A. Los componentes texturales son:
1. Micrita: lodo consolidado, de composición variable
frecuentemente carbonatada y que presenta un
tamaño de grano inferior a 0.031 mm. de diámetro
(es decir no se perciben sus componentes a simple
vista).
2. Granos: partículas mayores de 0.031 mm. que
pueden constituir la armadura de la roca, similar a los
granos de arena en una arenisca o incluso mayores.
3. Cemento: componente cristalina que rellena los
huecos entre granos. Suele verse en forma de cristales de calcita, diferenciables con una pequeña lupa
y a veces a simple vista.
4. Poros: su morfología, intercomunicabilidad, porcentaje respecto de la roca, dimensionado, distribución
en el seno del material, el cristalizado o lavado de sus
bordes, su relleno por materiales arcillosos, o su
cementación, son entre otras propiedades, buena parte
de los considerandos esenciales en el análisis comparativo entre rocas frescas, alteradas y consolidadas.
B. Los tipos de grano son:
1. Fragmentos de rocas preexistentes procedentes de
una o mas litologías y por ende incluso de composición diferente, y variables en su morfología y
tamaño. Para algunos autores reciben el nombre establecido por Folk (1959) de intraclastos.
2. Bioclastos: “Skeletal Grains” para Folk (1959), son
restos de caparazones de organismos, tales como los
moluscos, corales, crinoideos o, incluso, formas
completas como los foraminíferos, o depósitos
algares.
3. Pellets: pequeñas formas ovoidales de material
micrítico sin ninguna estructura interna significativa
(a diferencia de los “coated grains”), y recuerdan
granos muy redondeados de arena.
4. Grumos (terrones, “lumps”), son agregados de
granos en bordes irregulares y formados por materiales carbonatados similares al resto de la roca.
5. Granos revestidos (“coated grains”) son aquellos que
presentan una estructura concéntrica de capas sucesivas de carbonato cálcico sobre un núcleo central.
Incluye términos como Oolitos, Pisolitos y restos de
construcciones algales.
Partiendo de estos conceptos, se puede establecer una
primera nomenclatura de las rocas calizas para ir completándola posteriormente en cada descripción. Así se obtendrían: calizas micríticas, esparíticas, organógenas o bioclásticas, pellmicritas, oolíticas, etc.
Hasta aquí se ha estudiado la clasificación de las rocas
calizas siguiendo criterios mensurables. Sin embargo, en la
descripción de esta litología se ha de tener en cuenta otros
criterios, en parte también medibles y que se pueden establecer a partir de observaciones de la materia prima en origen:
49
[page-n-63]
- accesibilidad a la materia prima.
- uniformidad de la misma.
- utilidad de dichas litologías para los fines deseados.
La primera aproximación a la clasificación de estos
líticos, se realizará en muestra de mano y estas son algunas
de las consideraciones a tener en cuenta a la hora de realizar
el análisis:
a. La cementación y/o cohesión de sus componentes, el
porcentaje de matriz y el grado de variabilidad de
estos parámetros incluso en muestras de la misma
área de captación.
b. La porosidad y permeabilidad.
c. La naturaleza de los minerales accesorios por su respuesta, a veces expansiva frente al medio ambiente
que los altera.
d. El tamaño de los granos que componen la roca.
e. La uniformidad de dichos granos y la textura.
f. La existencia de estructuras lineales perceptibles a
simple vista, ya sean por cambios o alternancias en el
tamaño de los granos o, por la presencia rítmica o
aleatoria de litologías diferenciables.
g. El contenido o no de fósiles, concreciones e impurezas de otros minerales.
h. El color: es uno de los factores, si bien apenas analizado por los estudios petrológicos, tiene una importancia vital en el estudio de las termoalteraciones.
El color en una misma litología puede variar por diferentes causas:
- Presencia uniforme o aleatoria de minerales o
agregados cristalinos con capacidad de tinción en
su entorno, o que por si mismo y dependiendo de
su concentración crean tonalidades diferenciables
aún en muestra de mano.
- Tinción variada de las masas rocosas al tránsito
de aguas naturales coloreadas.
- Lavado o aclaración diferencial de las masas de
materiales. Tanto por percolación derivada de su
permeabilidad por interconexión entre los poros,
como por la presencia de microfisuras abiertas
por las que circulan los flujos hídricos.
- Procesos post-genéticos diferenciados, incluyendo procesos de meteorización parcial in situ o
de recristalización.
i. El olor que dan las rocas frente a la humedad del
aliento o la percusión del martillo.
Una vez descrito y conocido nuestro objeto de estudio,
pasaremos a describir el sistema de trabajo utilizado para el
establecimiento de criterios que permitan discriminar las
termoalteraciones de las rocas calizas.
IV.2 PROCEDIMIENTO DE ANÁLISIS Y SECUENCIA DE ESTUDIO
IV.2.1. Taxonomía petrológica
Las rocas experimentales utilizadas en este estudio son
sedimentarias carbonatadas, de carácter micrítico y/o esparítico, recogidas en las formaciones litológicas alrededor
50
del yacimiento arqueológico de la Ratlla del Bubo (Crevillent). La justificación de su elección viene dada por el
hecho de que en este asentamiento, se excavaron los restos
de un hogar que pudo ser documentado suficientemente tal
y como se describe en el capitulo siguiente. Esta estructura
de combustión presentaba restos de carbones y rocas
quemadas junto a restos de talla en la periferia. Dado que
era una estructura de combustión in situ creímos que
podría ser la más adecuada para la aplicación del protocolo
experimental que establecemos en este capítulo. Es por
esta razón que las muestras utilizadas son de la misma
génesis que las documentadas en dicho hogar. Además,
cabe añadir que es la litología dominante en toda el área
mediterránea y que por tanto la propuesta experimental
deberá servir para trabajar en otros muchos asentamientos
prehistóricos de la zona y como hemos visto en Marolles,
para otros ámbitos.
Para la caracterización de las muestras líticas tanto
experimentales como arqueológicas, se deben seguir sistemáticas operativas conocidas basadas en el uso de medios
petrográficos, químicos o geoquímicos que operan con
medios ópticos y electrónicos.
El desarrollo de la marcha analítica comienza con la
recogida de las muestras que serán objeto de estudio.
Se elabora una descripción de cada una de ellas, en la que
se reflejan los datos más significativos tanto del entorno
geológico como del propio afloramiento; asimismo se
realiza una primera clasificación de campo, efectuando un
registro de cada muestra con su lugar de procedencia y su
nº de orden.
A continuación las muestras son cortadas con una sierra
de diamante. Seguidamente una parte de cada muestra es
pulida para su descripción en lupa binocular. El pulido es
necesario para caracterizar las rocas en muestra de mano
mediante lupa binocular y sirve también para, una vez determinada la superficie sobre la que se preparará la lámina
delgada, describir sus caracteres macroscópicos, con lupa y
posteriormente con microscopio petrográfico. Tras su acondicionamiento y fichado se procede a su clasificación petrográfica mediante lupa binocular de hasta 40X de magnificación.
Una vez realizado este proceso de preparación
comienza la serie de calentamientos controlados al aire libre
primero y en mufla después.
- Instrumentación Óptica
Para la realización del estudio analítico ha sido imprescindible el uso de la microscopía óptica tanto de bajo poder
de resolución, con un intervalo que oscila entre 6 y 40
aumentos, como mayor resolución, mediante el microscopio
petrográfico en el que se abarca desde los 40 a los 600
aumentos.
La necesidad en casos muy puntuales o de investigación
detallada de una mayor resolución hace más operativo el uso
de técnicas electrónicas.
Lupa binocular
Las muestras pueden ser observadas tanto sin preparación
previa como pulidas. Para el presente estudio se analizaron
[page-n-64]
después de haber sido pulidas. La mayor parte fueron observadas por vía seca, aunque algunas muestras lo fueron por vía
húmeda a fin de conseguir mayores contrastes texturales.
La iluminación fue siempre vertical y no tangencial, con
luz halógena filtrada y fibra óptica anular dirigida.
La lupa se ha utilizado para realizar la primera aproximación taxonómica a los pétreos. Permite realizar una
descripción detallada de la textura de la roca –tamaño de
grano, cemento, matriz, componentes principales–. En una
segunda instancia cuando ya se cuenta con las preparaciones
en lámina delgada, se obtiene una descripción global de la
muestra que facilita la descripción posterior en microscopio
petrográfico.
Microscopio petrográfico
Su utilización viene justificada por la necesidad de
caracterizar petrológicamente la muestra, siguiendo la
secuencia clásica de trabajo.
Dado que su aplicación se limita al campo de la luz
transmitida, las muestras deben estar preparadas en lámina
delgada de 30 mm de espesor para su observación. Es
posible examinar con diferentes técnicas ópticas obtenidas
por combinación de: luz paralela o luz convergente, luz
polarizada con nicoles paralelos o luz polarizada con nicoles
cruzados, apreciándose diversas propiedades ópticas que
exhiben minerales y bioclastos individuales que forman la
roca: forma del mineral, hábito, relieve, exfoliación, pleocroismo, colores de interferencia, birrefrigerencia, índice de
refracción, etc.
La instrumentación utilizada en este caso ha sido un
microscopio estereoscópico Nikon SMZ10 con zoom (6-40)
X, iluminación vertical por anillo de fibra óptica y ocasionalmente iluminación inferior con sistema de polarización,
y un microscopio petrográfico Nikon Micrphot, con iluminación inferior y sistema de polarización, acompañado de
un sistema fotográfico, adaptable a ambos microscopios,
Microflex Ufx Nikon.
Colorímetro
Dado que en la mayor parte de los trabajos que se relacionan con el estudio de las termoalteraciones de las rocas,
interviene sistemáticamente el parámetro del color, consideramos que un tratamiento lo más técnico posible de esta
cuestión podría ayudar a establecer criterios objetivos
respecto a los cambios de coloración sufridos por estos
elementos. Creemos firmemente en la aportación que la
colorimetría puede hacer en el establecimiento de criterios
objetivos en la discriminación de las alteraciones cromáticas
debidas a la termoalteración.
La colorimetría constituye desde hace décadas un
instrumento útil de trabajo en determinadas áreas de estudio
de la Arqueología Prehistórica. Concretamente ha sido utilizada en el estudio de las pinturas rupestres paleolíticas.
El uso del colorímetro en estos casos ha servido, por
ejemplo, para establecer el índice de deterioro de las
pinturas de la Cueva de Altamira.
El colorímetro proporciona información cromática
objetiva altamente fiable, permitiendo la determinación de
las coordenadas cromáticas del objeto con diversos tipos de
iluminantes y pudiendo operar in situ.
Hasta la aparición de los actuales colorímetros y espectrofotómetros, se han desarrollado todo un conjunto de
métodos más o menos empíricos que han tenido aplicaciones en el campo de la arqueología. Nos referimos a la
NOTACION MUNSELL considerada como un lenguaje
universal de colores.
La carta Munsell consiste en una nomenclatura
empleada para designar sustancias coloreadas utilizadas en
el arte y en la industria. Establecida a partir del espacio de
color tridimensional de Munsell, se divide en 267 bloques
definidos sus valores de tono, brillo y saturación. Este
sistema ha sido establecido por la “Inter-Society Color
Council” y el “National Bureau of Standars de USA”, y
aparece publicado en “Color: Universal Languaje and
Dictionary of Names” (K.L. Kelly y D.B. Judd). El nombre
de color universal se establece a partir de la notación
Munsell correspondiente a cada pigmento. Esta última se
obtiene por comparación directa con la Carta de colores
Munsell.
Esta Carta ha sido muy utilizada en trabajos de arqueología prehistórica, sobre todo para el reconocimiento y
caracterización de los diferentes estratos de un yacimiento.
En primera instancia también comenzamos a clasificar
las coloraciones de las muestras rocosas con la tabla
Munsell, pero para el establecimiento de criterios objetivos,
no nos pareció un buen utensilio de trabajo porque se apoya
en la percepción subjetiva del observador. Esta fue la razón
que nos llevó a la utilización del colorímetro.
Con el término colorímetros se designan a los instrumentos que de una forma u otra miden el color de un objeto.
En general esto se puede hacer midiendo la distribución
espectral de la luz emitida por el objeto y luego calculando
las coordenadas cromáticas en algún espacio de color, o bien
disponiendo de un aparato cuya respuesta sea igual que la
del observador patrón (Campos, 1997).
El colorímetro es un dispositivo optométrico que realiza
la medición de las coordenadas cromáticas L*, a* y b*, definidas a partir de los valores triestímulo X, Y y Z de un objeto
y los valores Xn, Yn y Zn del iluminante, que configuran el
espacio mediante el espacio CIELAB dentro del sistema de
medición del color CIE 1976 L*, a* b* (DIN 6174).
L* define la mayor o menor claridad de las muestras
(cuan blanca o negra son), mientras que a* y b* indican la
tendencia hacia un color del plano (más rojo, más amarillo,
más azul o más verde).
Incluso para los especialistas en el estudio del color
encontrar una fórmula satisfactoria que permitiera definir
cuantitativamente la diferencia de color percibida, entre dos
estímulos dados, fue difícil, pero finalmente se estableció la
Fórmula de diferenciación del color CIE 1976 (L a b):
*ab= [ ( L*)2 + ( a*)2 + ( b*)2 ]1/2
Pero en algunas aplicaciones, como es nuestro caso, es
preferible identificar los componentes de E con la claridad,
tono y croma, en cuyo caso la fórmula anterior se sustituye
51
[page-n-65]
por las de las magnitudes psicométricas. Estas magnitudes
permiten cuantificar las sensaciones de color que hemos
descrito.
Tono:
Hab= arc tg (b*/a*)
Croma:
C*ab= (a2 + b2)1/2
Utilizaremos también en este trabajo el índice de rojez
= a*/b*, dado que es muy importante para la diferenciación
del color a bajas temperaturas, ya que como plantea la
bibliografía, las muestras se enrojecen en algún momento
del calentamiento.
Las muestras no necesitan ningún tratamiento especial,
sólo presentar una superficie pulida. Para que el método
experimental desarrollado fuera preciso, se realizaron tres
mediciones de cada una de las muestras con el fin de obtener
una media del color de cada superficie. Para los cálculos se
han utilizado bien estas medias, bien el total de las mediciones con el fin de obtener una mayor fiabilidad.
Los resultados de este tipo de análisis presentan la
ventaja de poder ser cuantificados y tratados estadísticamente, como se refleja en los gráficos (figs. 23 a 27).
Tuvimos la oportunidad de utilizar dos colorímetros
distintos, de manera que comprobamos si los datos,
tomados siempre de una manera aleatoria, eran coincidentes, siendo el resultado coherente. Aunque los valores
no se identifican exactamente, las tendencias observadas
en las gráficas se solapan generalmente. Una vez comprobado este dato, utilizamos para los cálculos sólo el colorímetro Minolta CM-2002.
La instrumentación utilizada ha sido la siguiente:
- Colorímetro HUNTER, modelo Labscan II. Las
condiciones de utilización fueron con un diafragma
de 6 mm, iluminante D65 y un ángulo de visión de
10°. Los datos se expresan en el sistema CIELAB.
- Colorímetro MINOLTA modelo CM-2002 que opera
con un sistema de detección por fotodiodo de silicio
con filtro especial incorporado y sistema de iluminación por lámpara de impulsos por arco de xenon. Las
características técnicas más destacables son: intervalo
de longitudes de onda comprendido entre 400 a 700
nm, medible a intervalos de 10 nm. Precisión de las
medidas de longitud de onda ± 0,5 nm. Medición del
color por reflectancia con una desviación standard de
0,10% para la curva de reflectancia y con una desviación standard de 0,03 para los valores de DE a b.
Este colorímetro posee tres tipos de iluminantes:
• Iluminante A: corresponde a la luz emitida por una
lámpara de incandescencia de filamento de wolframio
y posee una temperatura de color de 2856 K.
• Iluminante C: corresponde a la luz del Sol directo al
medio día con un cielo claro y posee una temperatura
de color de 4874 K.
• Iluminante D65: corresponde a la luz del cielo norte
sin Sol directo en un día claro y posee una temperatura de color de 6774 K.
Se escogieron para trabajar los iluminantes C y D65
entendiendo que son los más apropiados para el estudio de
restos arqueológicos que, con mucha probabilidad, van a ser
observados con luz solar directa o indirecta.
52
- Instrumentación Electrónica
Microscopio Electrónico de Barrido (MEB) con
microsonda
La decisión de utilizar este método de análisis se fundamenta en la necesidad de observar transformaciones en la
organización y características de los elementos minerales
que componen la muestra, con una alta resolución que posibilita la visión de los posibles cambios estructurales.
Al igual que la microscopía óptica, es muy interesante para
el estudio de las especies inorgánicas. Su mayor poder de
magnificación así como su mayor profundidad de campo la
convierten en una técnica complementaria a la microscopía
óptica en la determinación de aspectos texturales y
morfológicos de los materiales pétreos tales como hábitos
de formaciones cristalinas, porosidad del material,
morfología y alteraciones en los granos etc.
Por otra parte, incluye una técnica analítica que proporciona el espectro de energías de rayos X de zonas microscópicas de la muestra, es decir su composición química. Este
espectro proporciona la composición elemental de la zona
analizada, constituyendo una técnica de análisis complementaria a la difracción de rayos X en la identificación de
especies minerales.
El microscopio electrónico de barrido con microsonda,
posibilita un análisis detallado de la morfología y estructuración interna de la muestra así como de su composición
química, permitiendo conocer además como se reparten
estos elementos en la muestra analizada (imagen de electrones retrodispersados en fig. 33).
La muestra ha de tener un tamaño no superior a los
10 mm, ha de ser fresca y no estar contaminada. La muestra
se aconseja sea obtenida por fractura fresca de la roca, procurando no tocarla con los dedos ya que, la grasa y las sales de
la piel podrían tanto contaminar los resultados del microanálisis como desvirtuar su metalización y por ello su imagen en
pantalla. Las muestras, en general, se componen de materiales
no conductores, por lo que necesitan ser sombreadas con un
elemento conductor para su estudio. Según el sombreado
utilizado habrá que observar una serie de precauciones a la
hora de interpretar los resultados del microanálisis.
El proceso de sombrear o metalizar las muestras se lleva
a cabo con oro, oro-paladio o bien con carbono.
Si las muestras se metalizan con oro-paladio, esto ha de
ser tenido en cuenta al realizar el microanálisis semicuantitativo de la composición química, ya que la respuesta del oro
aparecerá como uno de los picos de elementos presentes y,
además, éste puede enmascarar a otros que se hallen en su
mismo espectro.
En caso de que la muestra sea sombreada con carbono
esto no ocurrirá, pero por contra la imagen obtenida puede
ser de menor calidad y por lo tanto poco apropiada para el
análisis morfológico o la fotografía.
En el presente trabajo se han utilizado los dos tipos de
sombreado. En primera instancia el oro y oro-paladio, que
presentaba unos resultados de imagen muy satisfactorios para
el análisis morfoestructural. Más adelante para comprobar si
el oro podía estar enmascarando algún elemento en el micro-
[page-n-66]
análisis usamos el carbono, siendo evidente la pérdida de
calidad de análisis de imagen y no aportando datos importantes en cuanto a la composición química que revela el
microanálisis. Por esta razón la mayor parte de este trabajo se
realizó metalizando con oro y oro- paladio.
Microscopio electrónico de emisión de campo
(MEBEC)
Cuando a dos metales enfrentados entre sí a cierta
distancia se aplica alta tensión, se produce una corriente de
electrones del metal cargado negativamente hacia el cargado
positivamente. Este fenómeno es el llamado “Emisión de
Campo”. El microscopio electrónico de barrido de emisión
de campo por cátodo frío utiliza una fuente de electrones de
emisión de campo en vez de una fuente termo-iónica de
electrones convencional.
La utilización de este microscopio viene justificada
exclusivamente por su mayor capacidad de magnificación,
ya que el modelo que se ha utilizado en este trabajo no lleva
microsonda incorporada. Esto supuso que las muestras
fueron estudiadas primero por el microscopio electrónico de
barrido para poder realizar el microanálisis y después por el
de emisión de campo
La preparación de la muestra es la misma que en el caso
del MEB, en nuestro caso muestras sombreadas con oropaladio.
La instrumentación utilizada ha sido la siguiente:
- Microscopio electrónico de barrido HITACHI
modelo S-2500, con sistema de microanálisis
KEVEX Delta Clas-IV, operando a 15-20 Kv de
tensión del filamento.
- Microscopio electrónico de barrido PHILIPS modelo
SEM 515, con sistema de microanálisis Philips
EDAX, operando a 20 Kv de tensión del filamento.
- Microscopio electrónico de barrido de emisión de
campo HITACHI S-4100, operando a 15-20 Kv de
tensión en el filamento.
- Sombreador JEOL JFC-1100
- Sombreador BIO-RAD EC 500 y E5600
- Desarrollo del proceso de investigación
El proceso de investigación, como ya hemos remarcado,
consta de dos partes bien diferenciadas.
La primera parte del procedimiento experimental
consiste en la realización de experiencias de calentamiento
de rocas calizas al aire libre. En una segunda fase el trabajo
se desarrolla con muestras que son calentadas en un horno
(mufla). Este conjunto experimental de rocas, es la base del
trabajo que presentamos en este capítulo.
En el siguiente capítulo, se aplican los resultados de la
metodología experimental al estudio las rocas procedentes
de un hogar de cronología solútreo-gravetiense.
Las litologías experimentales siempre deben ser de las
mismas características que las arqueológicas que se
pretenda analizar. Por esta razón cada litología requiere un
procedimiento experimental propio, lo mismo que cada
tipo de suelo o cada materia prima utilizada para confeccionar útiles.
IV.3. ANÁLISIS TÉRMICO CONTROLADO EN
CAMPO
La dinámica de trabajo a desarrollar pretende analizar
las termoalteraciones de las rocas que han sido calentadas en
un medio aerobio controlado. Sirve para establecer criterios
que permiten interpretar si se establece una correlación
biunívoca entre la casuística en la combustión controlada y
su correspondiente en el funcionamiento de los hogares
prehistóricos.
El calentamiento al aire libre proporciona unos resultados de alteración desiguales, similares a los que se pueden
documentar en los hogares recuperados en contextos arqueológicos de cronología prehistórica, pero muy difíciles de
caracterizar y sistematizar. Por esta razón en la segunda fase
del procedimiento experimental se realiza el calentamiento
en mufla, minimizando la inferencia de las variables imponderables.
Así, los resultados de las experiencias de calentamiento
en medio físico van a permitir contrastar fidedignamente los
obtenidos en el calentamiento en mufla.
IV.3.1. Elección de la muestra
La selección de la muestra a estudiar es una de las partes
más importantes en la articulación del procedimiento experimental. Debe ser elegida tras un examen exhaustivo de los
restos arqueológicos.
En nuestro caso, y como ya hemos señalado, dado que
el objetivo posterior es caracterizar la alteración de las rocas
de un asentamiento concreto y, teniendo en cuenta que ésta
es la litología más frecuente en nuestra zona de trabajo habitual (País Valenciano), las muestras proceden del barranco
donde se sitúa el yacimiento del “Abric de la Ratlla del
Bubo”. Son rocas sedimentarias carbonatadas, calizas
–micritas y esparítas–.
Para estos ensayos al aire libre, los datos de las rocas
deben ser registrados de la misma manera que si se tratara
de restos arqueológicos.
Primero se realiza la descripción del bloque y seguidamente una parte representativa de cada muestra se secciona
para poder registrar los datos morfo-litoestructurales antes y
después del calentamiento.
IV.3.2. Elección de variables
Uno de los problemas más importantes que plantea la
experimentación de campo es el control de las variables que
intervienen en una combustión. Conociendo la imposibilidad de asumir ese control plenamente, por causas diversas,
decidimos realizar una selección de aquellas que, estando a
nuestro alcance, aportaran información precisa.
De esta manera se tuvieron en cuenta las siguientes
variables:
• El tipo de suelo.
• El combustible:
- La morfología y naturaleza de la leña empleada.
- El volumen de leña utilizado en cada experiencia.
- La disposición de los troncos.
53
[page-n-67]
• La duración total de la experiencia: El tiempo total
de combustión.
• La forma del hogar.
• La disposición de las rocas.
• La materia prima: rocas calizas.
• Variables imponderables:
- La temperatura ambiente
- La humedad del terreno
- Fenómenos atmosféricos
IV.3.2.1. Descripción de las variables
a. El suelo
El suelo sobre el que se ha trabajado no ha sido objeto
de control sistemático ya que al no tratarse del mismo tipo
que el de los yacimientos arqueológicos, su consideración
no aportaba datos significativos a la investigación. Se trata
de suelo de cultivo de secano, de componente fundamentalmente arenoso.
En otras experiencias al aire libre realizadas para el
estudio de problemáticas concretas, no relacionadas directamente con la termoalteración de las rocas, el parámetro de
tipo de suelo se tiene muy en cuenta a la hora de realizar la
experiencia por la importancia de los datos que su análisis
proporciona. Es el caso de la exsperiencias realizadas en Cova
Beneito o en los yacimientos canarios (Soler, 1993, 1994),
donde el objetivo no era sólo documentar la termoalteración
de las rocas sino observar al mismo tiempo la alteración del
sedimento de base, sedimento que en esos casos sí era de las
mismas características que los suelos arqueológicos.
b. El combustible
El tipo de leña empleado fue diferente en cada experiencia. Esto se debió fundamentalmente a la posibilidad de
observar el comportamiento de los diferentes tipos de
maderas, poniéndolos en relación con el calentamiento de
las rocas.
Se ha utilizado algarrobo, pino y enebro, en cantidades
que como era de esperar por los resultados obtenidos en
otras investigaciones (March, 1993) han variado sustancialmente de una especie a otra.
El enebro se utilizó expresamente dado que los restos
del hogar monoespecífico de la Ratlla del Bubo eran de
Juniperus sp.
El pino es uno de los combustibles más y mejor representado en los carbones recogidos en excavaciones de yacimientos prehistóricos. Por este motivo y porque está bien
representado en la Ratlla del Bubo realizamos tres de los
ensayos con borde de piedras y dos sin borde con esta
madera.
El tercer combustible utilizado para el calentamiento de
rocas fue el algarrobo. En este caso la elección vino dada
por la accesibilidad que presentaba esta madera y por introducir un tipo distinto que pudiera producir resultados claramente diferenciados de las maderas que ya habíamos utilizado hasta ahora en otras experiencias (encina, abedul y
especies autóctonas canarias como el fayal-brezal, palo
blanco o la calcosa).
54
En cuanto a la disposición de los troncos a lo largo del
encendido, debemos señalar que es muy importante ya que
va a afectar directamente al grado de calentamiento que
sufran las rocas. Si se dejan caer los troncos sistemáticamente encima de las rocas se conseguirá elevar su temperatura mucho más que si los troncos siempre quedan en el
centro del hogar y no afectan directamente a las rocas o en
todo caso sólo de una manera ocasional.
Se utilizaron, en general, troncos y ramas de dimensiones menores a 10 cm, el estado de la madera era seco y
procedente de incendio en todas las experiencias referidas al
calentamiento de rocas.
Un parámetro muy intersente a tener en cuenta respecto
del combustible, es la relación peso de leña/cantidad de residuos final.
c. La duración
El tiempo total de funcionamiento de las experiencias
con rocas fue muy variable. En algunos casos el centro del
hogar se mantuvo a 200ºC a las 24 horas de su encendido y
en otros se enfrió completamente en 10 horas. Se debe hacer
constar que en las experiencias desarrolladas en este trabajo,
nuestra intención era documentar el proceso de calentamiento-enfriamiento de las rocas, por lo que los datos sobre
el resto de componentes del hogar sólo se tuvieron en cuenta
en la medida que entraran en relación con este proceso.
El tiempo de alimentación del fuego fue el mismo para
todas las experiencias, 3 horas. Este tiempo ha venido siendo
utilizado sistemáticamente por otros investigadores (March,
1991, 1993, 1995). La decisión de establecer un tiempo
concreto de funcionamiento responde a la idea de fijar parámetros controlables y así evitar problemas derivados de un
proceso experimental excesivamente complejo (March,
1996). Por esta razón, en todas nuestras experiencias realizadas en diferentes yacimientos (Cova Beneito, Alacant
1993; Guinea, El Hierro 1994, El Salt, Alacant 1994), se ha
utilizado este parámetro de tiempo, de manera que cualquier
trabajo experimental se encuentre vertebrado en un sistema
que permita una valoración contrastada de los resultados,
abriendo la posibilidad de generar un banco de datos.
d. La forma del hogar y la disposición de las rocas
A partir de los trabajos experimentales (March, 1993,
1995) que han remarcado los diferentes resultados obtenidos
según se trate de hogares simples o en cubeta, se ha demostrado la importancia de la forma de la estructura de combustión sobre la que se va a operar (cuadro 9).
Al plantear el protocolo experimental y dado que el
hogar arqueológico referencial presenta una forma plana
con borde de piedras, optamos por utilizar dicha forma en
nuestras experimentaciones de campo.
La forma de las estructuras y la disposición de las rocas
fue la misma en todas las experiencias con rocas de manera
que los resultados fueran directamente comparables. Se ha
trabajado sobre una estructura simple u hogar plano, según
la clasificación de Leroi-Gourhan, es decir un fuego instalado sobre el suelo sin modificar, con las rocas rodeándolo
formando un borde no muy cerrado. El diámetro interno de
las hogueras fue de entre 50 y 60 cm.
[page-n-68]
homogeneidad. Lo mismo ocurre con la lluvia, pero en el
transcurso de ninguna de estas experiencias llovió.
La fuerza y dirección del viento son variables que en
este trabajo no han sido consideradas, debido a que en otros
en que sí las documentamos sistemáticamente (Soler, 1994),
los datos que aportaron permitieron establecer escasas
conclusiones operativas. En esta ocasión la información que
se ha registrado son los cambios bruscos en la dirección que
provocan la orientación de las llamas hacia un determinado
lugar del hogar.
Fig. 19. Preparación de las estructurales experimentales.
e. La materia prima: las rocas calizas
Todos los pétreos utilizados en esta fase son rocas sedimentarias de naturaleza carbonatada, calizas, micritas y/o
esparitas, que en su mayor parte presentan restos orgánicos
de tipo pellets, formaciones algales, foraminíferos, así como
“coated grains” de tipo oolítico, y en algunos casos óxidos
de hierro y/o glauconitas. Se presentan en general duras y
compactas, sin fisuras aparentes.
f. Variables imponderables
Hay una parte de estas variables que nos vemos
forzados a asumir en cada experiencia y que generalmente
cambian de una a otra. Las más significativas por reiteradas,
son las atmosféricas. Un ejemplo es la temperatura
ambiente que puede parecer poco significativa a la hora de
valorar el calentamiento de las rocas, pero interviene de una
manera directa en el proceso de enfriamiento del hogar. Una
temperatura bajo cero hará que el enfriamiento de la estructura se vea favorecido por el del propio medio.
Otra de estas variables es la humedad acumulada en el
terreno que no es controlable de una manera operativa, no
siendo además objetivo de este trabajo. De todas maneras, se
ha procurado trabajar siempre sobre terrenos que no estuvieran empapados de agua y que mantuvieran una cierta
IV.3.3. Sistemática operativa
Para el estudio de las termoalteraciones de las rocas
calizas hemos intentado desarrollar una dinámica operativa
propia, si bien teniendo en cuenta la metodología utilizada
en los trabajos experimentales de Laloy (1981), Meloy y
Pagès (1984), March (1989, 1993, 1995) y Bazile (1989).
Estos investigadores han ido generando en sus trabajos una
sucesión de métodos, que aquí se han recogido y utilizado
parcialmente, combinándolos en ocasiones con el fin de
obtener resultados óptimos y comparables.
El tiempo de calentamiento –tanto al aire libre como en
laboratorio– se estableció en 3 horas. El registro de las
temperaturas fue llevado a cabo mediante termo-sondas tipo
K cromo-aluminio resistentes hasta 1000°. Estas sondas se
conectan a un termómetro que proporciona la lectura de los
datos. Los intervalos de frecuencia de registro establecidos
para las experiencias al aire libre fueron de 5 minutos
durante las tres horas en que se fue alimentando el fuego y
de 10 minutos una vez se deja de alimentar.
El interés se centra tanto en la temperatura máxima que
se puede alcanzar en el proceso de calentamiento de las
rocas como en la fase de enfriamiento. Este último proceso
varía mucho según el contacto que se haya establecido con
la fuente de calor. En el caso de que las rocas hayan recibido
la acción directa del fuego todo el tiempo, su enfriamiento
esta en relación directa con el proceso de enfriamiento
general de la estructura, ya que han pasado a formar parte
del interior de la misma, no se puede diferenciar un dentro y
fuera. Si las rocas han formado parte de un borde que no ha
sufrido constantemente la acción del calor, éstas sufren un
proceso de enfriamiento mucho mas rápido.
Esta sistemática de trabajo proporciona como resultado
una secuenciación de temperaturas que quedan reflejadas en
las curvas finales de cada una de las experiencias (ver anexo
documental).
Las termo-sondas se colocaron adosadas a las rocas, una
en contacto con el suelo y la otra en la superficie opuesta.
De esta manera se obtiene un registro tanto de la parte que
puede quedar en contacto directo con las llamas y, que por
lo tanto conseguirá alcanzar una mayor temperatura por más
tiempo, como de la zona de las rocas que queda en contacto
con la superficie y que sufrirá en la mayor parte de los casos
una menor temperatura.
El control en la colocación de las termo-sondas es muy
importante debido a que en el procesamiento posterior al
calentamiento y durante el análisis microscópico de las
rocas, siempre ha de conocerse a que temperatura exacta ha
55
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sido sometida la zona muestreada. Cabe recordar que las
preparaciones para microscopía tanto óptica como electrónica requieren una muestra muy pequeña y por lo tanto si no
está bien elegida puede no ser representativa de la temperatura registrada por la termo-sonda.
La elección del combustible responde a varios factores.
Si se cuenta con información antracológica sobre las
maderas representadas en el yacimiento objeto de estudio,
debe incluirse en el proyecto experimental. En el caso del
yacimiento del “Abric de la Ratlla del Bubo (Soler et alii,
1991) los restos encontrados en el interior del hogar pertenecen exclusivamente a Juniperus sp –enebro–. Asimismo,
las especies más representadas son el pino y en menor
proporción el acebuche. Al plantear el presente proyecto
experimental, encontramos que hoy Juniperus es una especie
protegida y escasa en los montes valencianos, lo que dificulta
la puesta en marcha de las experiencias al aire libre.
Los resultados que ha proporcionado el calentamiento
con enebro son importantes para la interpretación general del
funcionamiento del hogar del nivel II, pero para el proceso
experimental que nos ocupa es un dato más a tener en cuenta.
Una vez concluido el calentamiento de las muestras,
éstas son procesadas para su estudio mediante los sistemas
ópticos y electrónicos arriba descritos. Esto supone cortar y
pulir cada una de las zonas de las muestras donde se han
ubicado las termo-sondas.
IV.3.4. Valoración de los resultados
IV.3.4.1. El combustible
Los diferentes tipos de madera utilizados para el encendido y mantenimiento de los hogares, son una de las fuentes
de información más importantes no sólo del funcionamiento
del hogar sino del medio en el que se desenvolvieron los
grupos humanos. La utilización de un combustible concreto
en un hogar viene determinado, en la mayor parte de los casos,
por varios factores. Por una parte la cantidad y calidad de las
maderas existentes en el medio; por otra la actividad para la
que el fuego vaya a ser destinada. Algunos autores (fig. 20)
han planteado en sus trabajos la problemática de la selección
de la madera en función del rendimiento calorífico.
“La madera es un material complejo, formado por
diversas sustancias que intervienen en ella en proporciones
diferentes, incluso en partes distintas de un mismo árbol. La
combinación de estas sustancias con el oxigeno se verifica
mediante reacciones finales exotérmicas, y la suma de
calores desprendidos se conoce como poder calorífico de la
madera” (Elvira y Hernando, 1989).
De esta manera se observa que el poder calorífico no
sólo es distinto entre especies diferentes, sino también entre
maderas procedentes de copas, ramas, tocones, etc. de un
mismo árbol. En los cuadros 10 y 11 se presenta una clasificación de especies según su poder calorífico y por su inflamabilidad.
Por lo mencionado anteriormente el poder calorífico no
sólo varía entre especies sino que también varía mucho
según la parte del árbol quemada y las condiciones en que
ésta se encuentre, por lo tanto deberá relativizarse la importancia atribuida a este poder a la hora de interpretar determinados comportamientos humanos.
CLASIFICACIÓN DE ESPECIES
SEGÚN SU PODER CALORÍFICO
Especies con poder calorífico alto
Arbustus unedo
Buxus sempervivens
Calluna vulgaris
Genista falcata
Juniperus oxicedrus
Phiñyrea angustifolia
Cistus ladaniferus
Cytisus scoparius
Erica arborea
Erica australis
Erica scoparia
Pinus radiata
Rosmarinus officinalis
Stauracanthus boivinii
Teline linifolia
Especies con poder calorífico medio
Calycotome villosa
Cistus albidus
Cistus laurifofolius
Lavandula stoechas
Olea europea
Phlomis purpurea
Pinus pinea
Querqus coccifera
Querqus ilex
Querqus suber
Ramus lycioides
Rubus idaeus
Rubus ulmifolius
Stipa tenacisima
Thymus vulgaris
Ulex parviflorus
Especies con poder calorífico bajo
Anthyllis cytisoides
Cistus crispus
Eucalyptus camaldulensis
Fig. 20. March (1993). Peso de los residuos carbonosos. Modificado.
56
Pteridium aquilinum
Rubia peregrina
Cuadro 10. Elvira y Hernando (1989). Modificado.
[page-n-70]
CLASIFICACIÓN DE ESPECIES
SEGÚN SU INFLAMABILIDAD
Especies muy inflamables durante casi todo el año
Calluna vulgaris
Erica arborea
Erica australis
Erica scoparia
Eucalyptus sp
Genista falcata
Genista hirsuta
Phillyrea angustifolia
Pinus halepensis
Querqus ilex
Rosmarinus officinalis
Thymus granatensis
Thymus vulgaris
Especies muy inflamables durante el verano
Anthyllis cytisoides
Brachypodium ramosum
Cistus ladaniferus
Lavandula latifolia
Lavandula stoechas
Pinus pinaster
Pinus pinea
Querqus suber
Rubus idaeus
Stipa tenacisima
Thymus zigya
Ulex parviflorus
Especies medianamente inflamables
Arbustus unedo
Cistus albidus
Cistus crispus
Cistus laurifofolius
Cistus salvifolius
Cytisus scoparius
Cytisus striatus
Erica multiflora
Genistella tridentata
Juniperus oxicedrus
Ononis Tridentata
Osyris alba
Pinus pinaster
Querqus coccifera
Querqus faginea
Retama sphaerocarpa
Ramus lycioides
Rubus ulmifolius
Stauracanthus boivinii
Teline linifoli
Especies poco inflamables
Buxus sempervivens
Cytisus multiflours
Daphne gnidium
Halimium commutatum
Olea europea
Pistacia lentiscus
Rhamus alaternus
Rubia peregrina
Cuadro 11. Elvira y Hernando (1989). Modificado.
Si analizamos en los respectivos cuadros el poder calorífico y la inflamabilidad, observamos que para las especies
registradas en el yacimiento de la Ratlla del Bubo, tanto el
pino como el enebro/sabina presentan una inflamabilidad
media variable y un poder calorífico alto, mientras que Olea
europaea, Rhamus y Pistachia lentiscus son especies poco
inflamables y con un poder calorífico medio.
Por lo que respecta a las maderas utilizadas en el apartado de la experimentación de campo, corresponden a los
dos tipos mayoritariamente representados en el yacimiento,
pino y enebro. Mención a parte es el caso del algarrobo, la
encina o las especies autóctonas canarias.
Con pino se realizaron tres de los ensayos con borde de
piedras. Se utilizó Pinus halepenseis, en troncos y ramas
pequeñas procedentes de incendio. En la primera experiencia no se documentó la cantidad de combustible utilizado. Para la segunda de las experiencias se utilizaron 53
kilos de leña de los cuales se recuperaron, 167 gr de residuos
no quemados, 398 gr de cenizas y 211 gr de carbones. En la
tercera experiencia se invirtieron 42 kilos de leña y se recuperaron 723 gr de cenizas y carbones.
También realizamos con pino dos experiencias sin
borde de piedras y con la leña seca, que nos servirán para
contrastar datos. Aquí los resultados fueron distintos;
primero porque el consumo fue mucho menor para un
mismo tiempo de combustión, 17 y 23’5 kilos respectivamente y, en segundo lugar, porque a pesar de esto la cantidad
de residuos fue similar. Esto induce a pesar que no se da un
relación directa cantidad de leña/cantidad de residuos. Aquí
cabría valorar la función del borde respecto del consumo de
leña.
En principio sería lógico pensar que con el borde de
piedras el consumo de leña fuera menor y, sin embargo, los
resultados de nuestras experiencias sin borde apuntan lo
contrario. Cabe la posibilidad de que este fenómeno esté
relacionado con el estado de la madera, ya que en el caso de
las experiencias con borde toda procedía de incendios y
quizá la pérdida de agua durante el incendio acelere el
proceso de consumo.
Para la experiencia realizada con enebro se utilizaron 51
kilos de leña procedente de incendio, ramas y troncos de
tamaño mediano, si tenemos en cuenta que el enebro es un
arbusto de entre tres y cuatro metros de altura, con tronco
ramoso. El total de residuos fue de 472 gr de cenizas y
245 gr de carbones.
En la experiencia realizada con algarrobo el total de
leña procedente de incendio, fue de 55’5 kilos y los residuos
fueron en su totalidad 2’550 kilos de cenizas.
Finalmente en la experiencia realizada con encina, se
utilizaron troncos gruesos troceados en estado seco. De un
total de 21’5 kilos de leña, quedaron 810 gr de ceniza y
285 gr de carbones.
Como se puede observar el comportamiento de los
combustibles varía en cada ensayo. Esto responde no sólo a
que las especies sean diferentes sino también puede ser
debido a:
• las condiciones atmosféricas: para un mismo tipo de
ensayo un día de viento se consumirá más cantidad
de leña y se recogerá una menor proporción de residuos, siendo mayoritarias las cenizas.
• la forma del hogar. No se consume la misma cantidad
de leña ni quedan los mismos residuos en un hogar
plano que en uno en cubeta (March, 1995).
• las condiciones del combustible. No se obtienen los
mismos resultados con leña seca en buenas condi-
57
[page-n-71]
ciones que con leña húmeda, podrida o procedente de
incendios, como hemos comprobado en nuestras
experiencias.
• que la combustión sea completa. En la mayor parte
de las ocasiones queda madera sin quemar junto a los
minerales que la forman, de tal manera que los residuos o cenizas aún tienen posibilidad de desprender
calor en otras condiciones más favorables a la
combustión de las que se están utilizando. Tales son
el grado de pulverización del combustible, las condiciones de lanzamiento en el hogar, la temperatura de
éste, etc. Así, las cenizas blancas y pulverulentas
indican que se ha efectuado una combustión casi
total, mientras que las negras y carbonosas poseen
aún energía residual (Elvira y Hernando, 1989).
• las condiciones de enfriamiento del hogar. Si
dejamos los residuos varios meses o años antes de
recogerlos, observamos que proporcionan más
cantidad de carbones que de cenizas, mientras que si
los residuos son recogidos al día siguiente la cantidad
de cenizas puede ser mayor, tal y como pudimos
comprobar en la primera experiencia que tardó varios
años en ser excavada. A las dos semanas, después de
algunas lluvias intermitentes, ya no quedaban restos
de cenizas visibles, sólo carbones de un tamaño
considerable, mezclados con pequeñas piedras.
Desde ese momento y hasta su excavación el aspecto
de la estructura no cambió sustancialmente, simplemente crecieron más las herbáceas en el interior del
círculo de piedras que en el exterior (lám. 10).
En el cuadro 12 se puede observar la relación cantidad
de leña/cantidad de residuos para distintos combustibles (no
se han incluido las especies autóctonas canarias por quedar
fuera del marco geográfico de este trabajo), instalados sobre
distintos tipos de sedimento, pero siempre en unas condiciones de quemado similares: hogares planos, 4 de ellos con
borde de piedras y tres sin borde*.
Por lo que se refiere a las temperaturas alcanzadas con
cada uno de los combustibles, debemos decir que se
perciben notables diferencias.
Con el algarrobo es fácil mantener una temperatura
superior a los 600°C - 700°C sin invertir mucha cantidad de
combustible; el pino supera también fácilmente tempera-
turas de más de 600°C, aunque cuesta algo más de combustible mantenerlo a esa temperatura.
El enebro se mantiene con facilidad a menos de 500°C.
En estos dos últimos casos, también es posible conseguir
temperaturas de 800°C, pero se necesita mayor cantidad de
combustible.
La encina, por su parte, no superó los 421ºC de temperatura y el consumo fue muy lento, al contrario de lo
ocurrido con el pino. Se debe remarcar que las condiciones
de esta experimentación fueron distintas. Se realizó un
hogar plano, sin borde de piedras, en pleno invierno en una
zona interior, donde la temperatura ambiente no superó los
10ºC en ningún momento (Soler, 1993).
En las experiencias realizadas en el yacimiento de “El
Salt”, sobre un hogar plano sin borde de piedras, se consumieron sólo 17 kilos de leña de pino en estado seco, que
dejaron 170 gr de cenizas y 330 gr de carbones, mientras que
como se refleja en el cuadro 12, en las experiencias realizadas
con borde de piedras, con leña procedente de incendio, el
consumo se puede llegar a triplicar, por lo que se establece
una relación directa entre el estado de la madera y la cantidad
de combustible total utilizado.
En la figura 20 se puede observar como, sin tener en
cuenta el tipo de combustible empleado para la alimentación
del fuego, la cantidad de residuos de carbón varía básicamente en función del tipo de estructura de combustión utilizada y no de la cantidad de leña quemada en total. Así es
posible apreciar como en los hogares en cubeta y en aquellos que han sufrido una combustión incompleta, la cantidad
de carbón es mayor que en los hogares planos, aunque aquí
la cantidad de leña utilizada haya sido mucho mayor.
IV.3.4.2. Alteraciones colorimétricas
Son los cambios macroscópicos más evidentes que se
producen con el calentamiento. El estudio de las variaciones
de color se realizó en primera instancia a partir de la tabla
Münsell, pero este sistema no se ajustaba suficientemente a
una caracterización que pudiera ser utilizada como patrón en
el establecimiento de una escala colorimétrica. Esa fue la
razón que nos empujó a la utilización del colorímetro.
Aunque los resultados de este último son los que hemos
utilizado en el establecimiento de los patrones de alteración,
la carta Munsell nos ayudó a determinar algunos criterios al
inicio de nuestro trabajo.
Incombustibles (gr)1 Carbones Cenizas Total (Kg)2
Pinus halepensis
167
211
398
53
Pinus halepensis
0
0
723
42
Pinus halepensis*
0
330
170
17
Pinus halepensis*
0
220
0
23,5
Quercus ilex*
0
285
810
21,5
Juniperus oxycedrus
0
245
472
51
Cerotonia silicua
0
0
2,550
55
58
Cuadro 12. Relación cantidad de leña /cantidad
de residuos, en las experimentaciones al aire
libre.
1 Este término se utiliza para los restos de leña
que han quedado sin quemar, una vez
concluída la experiencia. Este tipo de residuos
suele encontrarse bien en la periferia del fuego
o debajo de los residuos carbonosos.
2 Cantidad de leña antes del incicio de la
combustión.
[page-n-72]
Fig. 23. Muestras calentadas al aire libre.
Correlación Temperatura/ a*.
Fig. 21. Espacio de color CIELAB. (Ver lám. 9).
Todos los colores de las muestras sin calentar se sitúan
en la gama de los marrones y beiges. A partir de ellos y a
medida que la temperatura aumenta se producen cambios en
las coordenadas del espacio de color CIELAB.
- El parámetro de color a* en el que quedan representados la gama de los rojos muestra el siguiente comportamiento:
Este parámetro plantea el problema de que todos los
valores se encuentran comprendidos en el intervalo de
frecuencias que presentan las muestras sin calentar.
Se puede definir una curva de los valores medios que
presenta una tendencia creciente hasta 500ºC, pero dada la
Fig. 24. Muestras calentadas al aire libre.
Correlación Temperatura/ b*.
Fig. 22. Muestras calentadas al aire libre. Representación de a* y b*
en el espacio CIELAB.
amplitud de los valores de partida (T=0), no es estadísticamente fiable.
Sin embargo, aunque estadísticamente esta tendencia
sólo represente un 1%, este porcentaje es observable perfectamente a simple vista, como refería la bibliografía y como
demuestran las experiencias tanto de campo como de mufla.
El parámetro b* presenta una tendencia regresiva
constante respecto de la temperatura, siendo los datos más
coherentes a partir de los 600ºC.
59
[page-n-73]
Fig. 27. Muestras calentadas al aire libre.
Correlación Temperatura/ Índice de rojez.
Fig. 25. Muestras calentadas al aire libre.
Correlación Temperatura/ croma.
IV.3.4.3. Las rocas
Para el calentamiento de las muestras experimentales
descritas anteriormente se confeccionaron cuatro estructuras
de combustión distintas, instaladas sobre suelo plano, con
borde de piedras (fig. 19).
Las rocas fueron expuestas a temperaturas comprendidas en un intervalo entre 100ºC y 800ºC, dependiendo del
tipo y cantidad de combustible. Los resultados de los
distintos procesos de calentamiento se describen a continuación. Primero se realiza un análisis de la materia prima, para
pasar a la valoración de las alteraciones producidas por el
calentamiento.
Fig. 26. Matriz de correlación.
Esta tendencia se expresa más claramente calculando el
parámetro de Croma:
C*ab = (a2 + b2)1/2
L*, es el tercer parámetro que mide el espacio de color.
No mantiene una correlación positiva con la temperatura,
sin embargo sí la mantiene con los otros dos parámetros.
Para intentar explicar mejor qué ocurre con el aumento
de temperatura, hemos calculado el índice de rojez (a*/b*).
Con este índice se evidencia más claramente la tendencia al
enrojecimiento de las muestras hasta aproximadamente
450ºC, lo que produce que a partir de esta temperatura la
muestra tienda hacia el gris.
A modo de síntesis se puede explicar como en un principio las muestras parecen enrojecer –esto se ve más claramente a simple vista que estadísticamente– hasta alcanzar
los 450ºC y que a partir de ese momento su color tiende en
todos los casos hacia el gris.
60
a. Calentamiento hasta 300ºC
Del total de 40 rocas utilizado, sólo tres de ellas no
sobrepasaron la temperatura de 300ºC. Esta fue registrada
en todos los casos en la sonda colocada en la cara en
contacto con el sedimento.
Se trata de las muestras 218, 207-208-209-210 (que
corresponden a una sola roca) y 260-261 (ver Base Datos en
Anexo Documental). Son calizas micríticas y bioesparíticas,
que se presentan duras y compactas, tamaño bloque y con
abundantes restos orgánicos, pellets, oolitos, presencia de
óxido de hierro y en la muestra 218 asimismo glauconitas.
El cambio más importante que se detecta en muestra de
mano, es el de la coloración. Las muestras pasan de un color
original registrado entre los beiges a la gama de los rojos.
Las glauconitas observadas a la lupa binocular se aprecian menos verdes después del calentamiento debido a la
pérdida de agua de cristalización.
No se aprecian fisuras ni fracturas, craqueladuras o alteraciones macro o micro estructurales.
En la muestra 261, se observa como sólo la parte superficial de la roca en contacto con el fuego, ha adquirido una
coloración rojiza, mientras el resto ha quedado sin alterar
(Anexo documental). Esto es algo que se observa en la roca
A-6 proveniente del hogar de la Ratlla del Bubo y que
[page-n-74]
también hemos podido documentar en otras experiencias
realizadas al aire libre (March y Soler, 1999).
Sin duda este fenómeno está relacionado con el calentamiento de un entorno considerado puntual y/o zonal que
pueden recibir las rocas que forman parte de un borde. La
documentación experimental muestra como esta característica aparece siempre asociada a temperaturas que superan
los 290ºC (March, 1993).
pequeños granos de forma redondeada que son también de
calcita según el resultado del microanálisis (fig. 28).
Las observaciones de las muestras tras el calentamiento
son substancialmente iguales, apreciándose las dos texturas,
sin cambio en la morfología de los bordes de los granos y
con un 98% de Ca en el microanálisis. Sólo en la muestra
Microscopio Petrográfico
No se registran evidencias de cambios significativos
entre las preparaciones sin calentar y las correspondientes a
un máximo de 300ºC. Se siguen observando bien los restos
orgánicos de conchas de gasterópodos, aciculares, etc.,
pellets de forma redondeada y subredondeada y opacos que
se corresponden con óxidos de hierro.
Microscopio Electrónico
En las preparaciones sin calentar se observan dos
texturas, una de cristales grandes de calcita y otra de
Fig. 28. Muestra 226 sin calentar. Se aprecian dos texturas: grandes
cristales y pequeños granos redondeados. Calcita.
Fig. 29. Muestra 209. Calentada al aire libre. Se observan
deposiciones planares sobre los cristales de calcita.
61
[page-n-75]
209 se observan una serie de deposiciones planares sobre los
cristales. Al realizar un microanálisis de ellas observamos
que por su composición (Si, Al, Fe, Mg) pueden ser arcillas
que se encuentran depositadas en una zona concreta de la
muestra.
b. Calentamiento hasta 400ºC
Corresponde a las muestras 217 en la parte superior, 258
bajo y las 214-215 que corresponden a la parte inferior y
superior de una misma roca.
Se trata de calizas esparíticas y bioesparíticas, duras y
compactas de tamaño bloque, de forma globular y poliédrica
que presentan óxidos de hierro, restos orgánicos abundantes,
pellets, foraminíferos y las 214-215 restos de glauconitas.
En esta roca se observan en muestra de mano restos ferruginosos, una zona de microkarst y también se observa
cemento intersticial. Las aristas son mayoritariamente
redondeadas
Después del calentamiento los más evidente es el
cambio de coloración. Se ha producido un enrojecimiento
de las arcillas y ha habido un pérdida de coloración de las
glauconitas.
En la roca de la que proceden las muestras 214-215, se
observan, abundantes fisuras que atraviesan la roca
creando planos de exfoliación y una fractura que ha dividido el bloque en dos, debido probablemente a que era un
plano de discontinuidad relleno de arcillas. En las otras
rocas se observan fisuras que en algunos casos atraviesan
la muestra.
En cuanto al análisis en muestra de mano con binocular, observamos que las micritas que poseían glauconitas
de un color verde intenso, con el calentamiento se va oscureciendo este color debido a la pérdida de agua de cristalización. También con el aumento de temperatura se aprecian
mucho mejor los restos organógenos, conchas de gaterópodos, restos aciculares y foraminíferos. Los óxidos de
hierro que en la muestra sin calentar (214) se presentan sin
halo rojo alrededor, a 200ºC no presentan cambios, sin
embargo a 400ºC han adquirido un halo rojo intenso alrededor. También a 200ºC se observa un oligisto especular
pasando a hematita, mientras que a 400ºC se observan tanto
hematites como un oligisto y apenas son apreciables las
galuconitas.
Por lo que se refiere a las esparitas tomemos como
ejemplo la muestra 214. Esta presentaba sin calentar granos
de calcita cementados, glauconitas y pequeños óxidos de
hierro. Con el calentamiento a 380ºC las glauconitas ya no
se aprecian y se ve un enrojecimiento de las arcillas que
rellenan la fisura que atraviesa la muestra.
La muestra 258 fue calentada a 318ºC y al cortarla para
su preparación se observó que presentaba coloración diferencial entre el borde rojo y el resto tal y como aparecen
algunas de las rocas arqueológicas (ver anexo documental).
Al realizar la descripción de las caras alteradas se había
anotado que la cara inferior era la que presentaba síntomas
de oxidación, pero sólo al cortarla se evidenció como la
coloración rojiza penetra 1 cm., al igual que en la roca A-6
de la estructura de combustión de la Ratlla del Bubo.
62
Microscopio Petrográfico
No se aprecian variaciones texturales de ningún tipo
entre las muestras calentadas y sin calentar. Siguen registrándose óxidos de hierro –opacos– que parecen ser los
responsables de la coloración rojiza de la muestra. Después
del calentamiento los pellets siguen mostrándose con los
bordes subredondeados y en la muestra 214 se aprecian
restos de formaciones algales. Los óxidos de hierro se
presentan en la muestra 217 con halo rojo amarillento alrededor. En la muestra 214, calentada a 400ºC los óxidos de
hierro son tan abundantes que tiñen la muestra de rojo.
Microscopio Electrónico
La composición química de las muestras correspondientes a esta experiencia es muy homogénea. Los resultados de los microanálisis muestran la presencia de Ca, Si,
Al, Mg K y Fe en distintas proporciones según la zona de la
muestra y el tipo de nuestra elegida.
En las observaciones a bajos aumentos (100x y 500x)
no se individulizan granos o cristales, se ven texturas muy
uniformes y sólo a partir de 1000x comienzan a aislarse los
bordes de cristales y granos. Como se puede apreciar, el
microanálisis de la muestra 213 da como resultado la
presencia mayoritaria de Ca (78,36%), Si en un 3,45%, Mg
2,87%, Fe 1,01% y un porcentaje casi inapreciable de Al.
Después del calentamiento no se observan alteraciones
texturales remarcables. A 100 y 500x siguen sin distinguirse
granos aisladamente, aunque sí zonas con aristas. A 1000x
se detectan de nuevo las dos texturas ya mencionadas
(fig. 31). A 3000x en una zona de granos pequeños
redondeados el microanálisis da K, Si, Al, Mg y Ca. En este
microanálisis podemos observar como los porcentajes de los
elementos presentes han variado: Ca (51,24%), Si (13,56%),
Mg (9,59%), Fe (5,61%), Al (5,20%) y K (3,62%). Esta
composición puede responder a una glauconita o bien a una
composición arcillosa.
c. Calentamiento hasta 500ºC
Tres de las rocas calentadas registraron temperaturas
hasta 500ºC. La muestra 257, la 253 y 258. Se trata de
calizas bioesparíticas, duras y compactas, tamaño bloque, de
forma poliédrica y globular que se presentan con abundantes
restos orgánicos. En la muestra 253 destaca una elevada
porosidad.
Después del calentamiento sigue siendo el cambio más
evidente la coloración, mientras que tampoco aquí aparecen
fracturas o exfoliaciones aunque sí pequeñas fisuras.
Microscopio Petrográfico
De la misma manera, la observación mediante microscopio
petrográfico refleja estas características: se observa un
oscurecimiento general de la muestra, que se evidencia más
claramente en los cristales de calcita que se muestran más
oscuros que en las muestras sin calentar y con una pátina de
aspecto “sucio” (lám. 8).
Por su parte la muestra 253 calentada a 500ºC, presenta gran
cantidad de óxidos de hierro, siendo muchos de ellos de color
amarillo (lám. 9). Esto demuestra como el establecimiento de
[page-n-76]
Fig. 30. Muestra 213. Sin calentar. A más de 1000x se observan claramente los bordes de cristales de calcita.
Fig. 31. Muestra 214. Calentada a 400ºC al aire libre. Se observan
dos texturas de calcita.
63
[page-n-77]
la escala colorímetrica a partir de los óxi-hidróxidos de
hierro no es correcta ya que no siempre se cumple la relación
tipo de óxido/color/temperatura, tal y como establece el
trabajo de Meloy y Pagès (1984) o el de Wattez (1992), que
habla de transformaciones complejas de los hidroxidos de
hierro y manganeso en minerales cristalizados (hematites) y
citando a Van Vliet-Lanoeé (1988) dice que estas transformaciones se producen hacia los 450°C. Retomaremos más
adelante el problema de los óxidos de hierro.
Microscopio electrónico
Básicamente no se aprecian cambios en la estructura
interna de la muestra. A 100x no se distinguen granos ni
cristales y se observan a partir de 1000x las dos texturas
micrítica y esparítica.
d. Calentamiento hasta 600ºC
En cuanto a las fisuras y fracturas observadas en
muestra de mano, debemos apuntar que sólo la roca a la que
corresponde la muestra 221, que alcanzó por ambos lados
una temperatura superior a los 550ºC, presentó signos
evidentes de fracturación junto a una coloración gris clara y
blanquecina en la zona que sin duda sobrepasó los 700ºC.
El resto de las rocas se mostraban compactas después del
calentamiento.
Microscopio Petrográfico
El microscopio petrográfico muestra los pellets, de
forma redondeada y subredondeada de los ámbitos micríticos, óxidos de hierro de naturaleza limonítica y abundantes
restos orgánicos que aparecen en algunas de las esparitas de
tipo acicular, gasterópodos, foraminíferos, etc. Los granos
son de bordes redondeados y subredondeados, parece apreciarse una mayor porosidad, que quizá esté relacionada con
una deshidratación debida al calentamiento apreciándose
muy bien los restos orgánicos, pellets y oolitos. Asimismo
también aquí se observa un oscurecimiento general de la
muestra, que se evidencia más claramente en los cristales de
calcita que se muestran oscurecidos y de nuevo con pátina de
aspecto “sucio”. Los pellets se oscurecen con el calentamiento y destacan más en la preparación. Esto se relaciona
con el hecho de que la matriz se va poniendo cada vez más
oscura. Se produce una pérdida de CO3Ca y se transforma en
cal que es lo que produce el oscurecimiento. En algunas
ocasiones, para apreciar mejor el fondo en las preparaciones
de lamina delgada se han desenfocado las muestras calentadas y sin calentar para poder ver discriminadamente los
cambios en los tonos de la preparación: los pellets se tornan
más oscuros y en pseudo relieve esférico. Esto se ve mas
claramente a más de 100x.
Las observaciones que Wattez (1992) cita a partir de
trabajos pedológicos y geológicos recogidos en su memoria,
coinciden en parte con lo que hemos descrito para estas muestras. Esta autora expone que a partir de 500ºC se produce la
opacidad y oscurecimiento de las zonas micríticas, así como
una destrucción de los conjuntos cristalinos, lo cual coincide
plenamente con nuestras observaciones. Pero también añade
64
Fig. 32. Muestra 200. Las imágenes presentan arriba la muestra sin
calentar y calentada a 500°C en el centro.
Abajo microanálisis de la muestra sin calentar.
[page-n-78]
que se produce una red de fisuras que provocan la desintegración del fragmento liberando sus constituyentes y, esto no lo
hemos podido constatar en ninguna de las muestras analizadas en este trabajo microscópicamente.
Microscopio electrónico
Se aprecia que la muestra 200-201 sin calentar, se
presenta con una estructura carniola, fuertemente porosa.
A 1200x (fig. 32, arriba) se aprecian claramente los bordes
angulosos de cristales bien definidos, con escasos aislamientos en unidades cristalinas.
Después del calentamiento no se observan cambios
texturales de importancia, sólo se aprecian los depósitos
planares sobre los grandes cristales a 1490x (fig. 32,
centro). El microanálisis de esta muestra calentada
presenta mayoritariamente Ca (90,03%) y un escaso
porcentaje de Mg, Si y K.
e. Calentamiento hasta 800ºC
• Antes del calentamiento.
En conjunto y en muestra de mano se trata de rocas
sedimentarias, calizas, micritas y esparitas, que en su mayor
parte presentan restos orgánicos de tipo algal o pellets.
La muestra 204 presenta además restos evidentes de óxidos
de hierro con un halo rojo alrededor.
El análisis de las preparaciones en lámina delgada a la
lupa binocular muestra que las rocas esparíticas están
formadas por granos de bordes angulosos, generalmente
monocristalinos con exfoliación e irisaciones propias de los
carbonatos. Poseen fragmentos arqueados de carácter organógeno cristalizados. Escasos opacos, posiblemente relacionables con OFe. No se observa granoclasificación ni
tampoco presentan estructura particular ninguna. En cuanto
a las muestra micrítica, se presentan casi como mudstones,
con menos de un 10% de aloquímicos. Se pueden observar
microdiaclasas recristalizadas y abundantes restos orgánicos
aciculares y de posibles gasterópodos o bivalvos.
La muestra 220 presenta alteraciones en su capa externa
antes del calentamiento y en ella los óxidos de hierro son de
un tono rojizo/anaranjado de naturaleza limonítica y se
presentan “desparramados”.
Microscopio Petrográfico
El análisis con microscopio petrográfico nos revela que
las rocas esparíticas de matriz cristalina, presentan los
bordes de los granos bien definidos, angulosos, y que son
claramente organógenas con restos bien evidentes de pellets.
Por su parte, las rocas micríticas presentan pellets de forma
redondeada sobre matriz cristalina más clara. Asimismo se
aprecian abundantes opacos de tono rojizo.
En el MEB se observa en las rocas esparíticas a 100 y
500x dos texturas claramente diferenciadas, una con superficies planas en planos paralelos y a la derecha una superficie granuda con algún cristal grande. Se aíslan bien los
bordes de los granos.
En el análisis de las rocas micríticas es dificil distinguir
la textura sin subir a 1000x. Se aprecian también dos
texturas diferenciadas y se observa alguna estructuración de
granos bien aislados.
El resultado del microanálisis en estas muestras sin
calentar es de Ca en la mayoría, con un pequeño porcentaje
de Fe en alguna muestra.
• Después del calentamiento.
En el calentamiento en mufla se observa como al
alcanzar esta temperatura la muestra se desintegra siendo
imposible su análisis. En la experiencia al aire libre, aunque
también se produce la disgregación de la muestra, permite
su análisis.
El primer cambio que se detecta en muestra de mano
después del calentamiento es la coloración. Todas las muestras se han tornado hacia el gris desde sus colores originales
marrón, beig y rosáceos. Los restos orgánicos se hacen más
evidentes con el calentamiento y aparecen en algunas muestras fisuras e incluso pequeñas fracturas. Siguiendo con la
descripción en muestra de mano, se observa como los
óxidos de hierro han acentuado su halo rojo. En la muestra
204 se aprecia como la capa superficial se ha transformado
en Co2Ca, con textura de polvo de talco.
Cuando se observa la preparación en lámina delgada a
la lupa binocular se vuelve a apreciar el cambio de coloración a simple vista por comparación de las muestras. Unicamente es de resaltar que en la muestra 204 sin calentar no se
apreciaban los pellets y después de calentada esta muestra se
puede clasificar como pellmicrita.
En cuanto a las esparitas, cabe decir que los cambios más
relevantes son el aumento notable en el numero de óxidos de
hierro y que los bordes angulosos que se apreciaban muy bien
antes, ahora parece que ya no quedan tan bien definidos.
En la muestra 200-201 la matriz parece haberse disuelto, no
apreciándose los granos individualmente.
Microscopio petrográfico
El estudio en microscopio petrográfico revela un oscurecimiento de las muestras generalizado, apreciándose la
textura “sucia” e incluso la desintegración de los cristales de
los carbonatos, al tiempo que se da una mejor observación
de los pellets y de los restos orgánicos en las esparitas.
Microscopio electrónico
El estudio realizado de las rocas esparíticas ha proporcionado resultados como los de la muestra 5, donde a 500x se
observa que toda la superficie es un cúmulo de granos unos
junto a otros y que en general poseen los bordes redondeados.
A 1000x se ven estos mismos granos pequeños de bordes
redondeados junto a fragmentos mayores de aspecto derretido.
En las figuras 33 y 35 se puede apreciar la presencia
puntual de Fe. En las imágenes inferiores de la figura 33 se
aprecia entre los granos de Ca un pequeño cuerpo globular,
que al ser analizado resultó ser Fe. En la imagen de la
izquierda se observa con barrido de electrones secundarios,
mientras que en la derecha se aprecia mediante barrido de
electrones retrodispersados. En las imágenes de la figura 35,
se aprecia un área filamentosa que por el microanálisis
sabemos que es Fe, aunque no podemos determinar sólo por
la imagen de que tipo, junto a Ca y Pd en menor proporción.
65
[page-n-79]
Fig. 33. La muestra 203 (arriba), presenta microfracturas en la superficie de los cristales. En la muestra 204 (abajo), se observa a la izquierda
un nódulo de hierro, en imagen de electrones secundarios. A la derecha ese mismo nódulo en imagen de electrones retrodispersados.
Calentadas a más de 700ºC.
Fig. 34. Muestra sin calentar. Se observan dos texturas bien diferenciadas. En el microanálisis sólo aparece calcio.
66
[page-n-80]
Fig. 35. Muestra calentada 800ºC al aire libre.
Fig. 36. Muestra calentada más de 600ºC. A 1500x: microfracturas y bordes de cristales redondeados.
En el análisis de las micritas ocurre lo mismo, que en las
muestras sin calentar. Hasta 1000x no se aprecian distinciones significativas en la textura de este material.
Los granos presentan aristas redondeadas (fig. 36).
Pero, sobre estos granos se aprecia que se depositan restos
no identificables y que los granos no están cementados. El
microanálisis da como resultado la presencia de Ca, Fe y K.
En la muestra 220, calentada a 679ºC, a 100x se aprecia
una textura granuda en la que no es posible aislar granos o
cristales. A partir de 500x comienzan a diferenciarse granos
que parecen estar adheridos unos a otros con una textura de
agregado de granos. A 1000x en la zona de cristales grandes,
se observa como los bordes ya no quedan bien definidos en
absoluto, parece como si la muestra estuviera rota.
La composición química da solamente Ca.
A 1500x parece que los bordes estuvieran pulidos y en
otra zona de la muestra se aprecian claramente microfracturas y bordes de cristales redondeados (fig. 36).
A modo de síntesis podríamos decir que entre 300°C y
500°C no se han podido sistematizar cambios micromorfoestructurales sistemáticos que ayuden a un reconocimiento
de esta fase del calentamiento.
A temperaturas por encima de los 600ºC se evidencian
los primeros cambios morfológicos en las muestras, que
sólo son apreciables microscópicamente.
En microscopio petrográfico se observa una textura
sucia de los cristales de carbonatos e incluso desintegración,
junto a un oscurecimiento general de la muestra.
Por su parte el microscopio electrónico de barrido
permite la visualización de depósitos planares sobre granos y
cristales, de fisuras y fracturas, y en ocasiones un redondea-
67
[page-n-81]
Fig. 37. Distribución de las manchas. Hogar experimental.
68
[page-n-82]
miento de las aristas de los cristales de calcita, no apreciándose un incremento en la presencia de hierro en el microanálisis como consecuencia directa del calentamiento.
IV.3.4.4. Distribución de las manchas
Al finalizar el proceso de combustión, hemos venido
observando en todas nuestras experiencias que las rocas
poseen una serie de manchas distribuidas por distintas
caras. Éstas son de color negro en su mayoría y en algunos
casos rojas. Éstas últimas suelen describirse en el proceso
de excavación como piedras “rubefactas”. Su origen y
distribución está relacionada con la acción directa del
combustible y las llamas.
Las manchas negras se sitúan en la mayor parte de
nuestros ensayos, en las caras superior, lateral y lateral
opuesta al fuego, mientras que sólo un mínimo porcentaje
de rocas ha quedado afectada por manchas negras en la
cara que está en contacto directo con el fuego y ninguna lo
ha hecho en la cara inferior. Esto entra claramente en
contradicción con los resultados expuestos por Meloy et
Pagès en sus experimentaciones (1984: 13), debido a que
ellos observan precisamente que la parte de la roca que
queda teñida de color negro es la inferior en contacto con
el sedimento, asociando esta coloración a productos orgánicos provenientes del hogar.
Las manchas negras pueden ser la culminación de dos
procesos diferentes. Por una parte son el resultado de los
productos gaseosos que genera una combustión incompleta
y que están compuestos principalmente de vapor de agua y
ácido carbónico, llevando en suspensión carbón en polvo
muy tenue que es el responsable de la coloración.
Por otra parte pueden ser el resultado de la adherencia
de parte del sedimento de la base del hogar que conlleva
restos de carbones, cenizas y materia orgánica.
Es importante resaltar que hemos constatado experimentalmente, como estas manchas negras producto de los
residuos carbonosos gaseosos, desaparecen cuando la
temperatura alcanzada por la roca es superior a 700ºC.
Si la roca no llega a esta temperatura en todas sus caras,
podemos encontrar una distribución diferencial de las
manchas en las caras que no han sobrepasado los 700ºC.
En cuanto a las manchas negras resultado de la adherencia
de restos orgánicos, no podemos afirmar que desaparezcan
con la temperatura. Más bien al contrario, creemos que
estas manchas deben aparecer durante el tiempo transcurrido entre la realización del fuego y el momento de su
excavación. Nuestra primera experiencia al aire libre,
permaneció tres años a la intemperie y al levantar las rocas,
éstas no presentaban manchas negras de adherencia de
materia orgánica. Será interesante de cara a futuras investigaciones planificar una serie experimental que permanezca enterrada unos años e ir comprobando la evolución
de las manchas.
Las manchas rojas, por su parte, se sitúan en la muestras experimentales preferentemente en las caras inferiores
y en menor medida en las laterales, aunque en muchas de
las muestras la cara inferior no ha sido afectada por
manchas de ninguna clase.
Hasta ahora en la mayor parte de las investigaciones se
utilizaba el remontaje de las rocas como único indicador
para intentar explicar el funcionamiento de los hogares:
disposición de las rocas respecto del fuego, reutilización,
tiempo de duración, etc. (Julien, 1989; Valentin, 1989;
Olive, 1990). Pero en los casos en que el remontaje no es
posible, bien por cuestiones de metodología de excavación
o porque los restos se encuentran in situ, o en los que no
proporciona una información suficiente, el estudio de la
situación de las manchas informa de una manera precisa
sobre la colocación de cada una de las rocas respecto del
fuego. Así se consigue conocer tanto la ubicación de los
pétreos como su posible reutilización.
En este sentido la aplicación de este análisis al estudio
de yacimientos con grandes acumulaciones de rocas
termoalteradas, se ha revelado muy importante como
hemos visto en el capítulo de las evidencias arqueológicas
en el caso de Marolles.
En cuanto a las manchas rojas producto de la rubefacción, sólo 4 de las rocas registraron este tipo de alteración,
en sus caras lateral o inferior. En una parte de los casos se
relacionan con zonas rellenas de arcillas que son las que se
tornan de color rojo, en el resto son el resultado del calentamiento de los óxidos-hidróxidos de hierro.
Este fenómeno es conocido en la bibliografía arqueológica como rubefacción. Este término procede del latín
rubefacere que significa poner rojo. Es utilizado habitualmente en edafología para referirse a la formación de suelos
y es de ahí de donde la arqueología lo toma prestado.
Bazile (1987) lo describe aplicado a las termoalteraciones de las molasas del yacimiento de Fontgrasse como
la oxidación del óxido ferroso en óxido férrico, fenómeno
que aparece a partir de los 200ºC.
Por su parte Gascó (1985), define este término también
como la oxidación de ciertos minerales debido a la acción
del fuego, lo que provoca coloraciones rojas o negras en
las superficies de los bloques.
March (1993) utiliza el término oxidación en vez de
rubefacción por considerar que define mejor el fenómeno
de transformación que se produce.
También Meloy y Pagès (1984) la definen. Para ellos
es el resultado de la transformación de los óxidos de hierro
tipo limonita en goethitas y de éstas en hematitas.
No compartimos la afirmación de Meloy y Pagès, dado
que se ha descrito que no existe ninguna especie mineral
llamada limonita (Ponsjak y Merwin, citado por Bateman,
1974: 278). La limonita (Martínez et alii, 1973) no es pues
una especie mineral bien definida sino un término genérico
que comprende óxidos de hierro hidratados y mezclados
frecuentemente con sílice coloidal, arena, sustancias arcillosas, óxidos de manganeso, jarosita, fosfatos, ácidos
húmicos, etc. Entre los óxidos de hierro están la goethita
criptocristalina con agua absorbida o capilar, lepidocrocitas y en ocasiones hematites hidratada, en estados de gel
endurecido. De todo lo anterior es fácil comprender que
buena parte de las propiedades físicas y químicas hayan de
ser extremadamente variables.
69
[page-n-83]
De esta manera los resultados obtenidos por distintos
autores en las diferentes mineralizaciones de carácter
férrico incompletamente definidas y constituyendo tan
solo ínfimas concentraciones de masas líticas, son cuanto
menos inaplicables y, además, como establecen Caillère et
Henin (1967), para que el calentamiento transforme los
minerales arcillosos hace falta un mínimo de entre 700°C
y 1000°C 4.
Por nuestra parte consideramos que, después de las
reflexiones realizadas, el término más adecuado es el clásico
de rubefacción, que sólo refiere una coloración rojiza.
IV.3.4.5. Las Fracturas
En cuanto a las fracturas observadas en los pétreos
experimentales, debemos señalar que a pesar de las altas
temperaturas alcanzadas en algunos de los ensayos, en las
rocas se produjeron sólo algunas fisuras superficiales exteriormente y escasa fracturación.
Según el trabajo de Meloy y Pagès, (1984: 31) las fracturas se producen por los denominados “choques térmicos”
que provocan una dilatación en determinadas zonas del
material. La dilatación superficial de la roca conlleva en su
masa esfuerzos mecánicos. Esta dilatación puede ser lo
bastante importante para esperar un umbral de ruptura
(umbral de plasticidad del material) y provocan el desgajamiento de parte de la roca (desagregación química).
Así pués, los cambios bruscos en la intensidad de la
temperatura o las turbulencias de aire frío/caliente, que
provocan la dilatación de ciertas zonas del material pétreo,
hacen que esta dilatación pueda ser lo bastante importante
como para llegar al umbral de ruptura y provocar el desgajamiento de partes de la roca.
En nuestras experiencias de campo, no se produjeron al
parecer “choques térmicos”. Esto quizá fue debido a que
tanto el aumento como el descenso de las temperaturas
fueron paulatinos, a que no se apagó el fuego de una manera
repentina y a que no hubieron bajas temperaturas nocturnas
–es importante señalar que en las comarcas valencianas
donde se realizaron las experiencias en los meses de marzo
y abril, es muy extraño que hiele–.
En este sentido, debemos remarcar que la primera de
nuestras experiencias tardó 3 años en ser excavada y las
rocas se recuperaron exactamente como habían quedado en
el momento en que el hogar se apagó. El único cambio que
pudo apreciarse fue el crecimiento de herbáceas en el interior del círculo de piedras que conformaba esta estructura
(lám. 10).
En el mismo trabajo de Meloy y Pagès, se describe
como las rocas calizas de Champigny que se utilizan en la
confección de un hogar experimental, sufren fracturas de
tres tipos:
• microfracturas paralelas a la parte del hogar
(radial).
• microfracturación rectilínea que puede conllevar
una brechificación.
• fractura perpendicular a la cara del hogar, provocada por “choque térmico”.
En nuestras experiencias, cuando las temperaturas
sobrepasaron los 700ºC en determinadas rocas, más que una
fracturación que pueda ser sistematizada lo que se produjo
fue una disgregación de la roca, asociada a una coloración
gris-blanquecina y a una textura que hemos denominado
como “polvo de talco”. En las experiencias en las que la
temperatura se mantuvo por debajo de 500ºC, no encontramos evidencias de fracturas, por lo que no existe la posibilidad de sistematizar tipos, sólo algunas de las rocas
presentan fisuras y en ocasiones estas se relacionan con
planos de discontinuidad provocados por las arcillas 5.
IV.4. CALENTAMIENTO
MUFLA
EXPERIMENTAL
EN
Cuando se eligió la mufla para realizar los calentamientos experimentales de laboratorio, se tuvo en cuenta el
hecho de que en ella las muestras se calientan de una manera
homogénea, dando un resultado que no es similar al de las
rocas calentadas al aire libre, pero que sirve para establecer
criterios de discriminación que en las experiencias al aire
libre resulta imposible considerar.
IV.4.1. Elección de la muestra
Se parte de un total de 11 muestras consistentes en
bloques pétreos de unas dimensiones entorno a los 25 cm,
descritos como rocas sedimentarias carbonatadas. De ellas,
7 presentan textura de grano fino denominadas micritas y 4
de grano grueso o esparitas; son duras y compactas, presentando algunas de ellas vetas de calcita, fósiles y óxidos
metálicos en muestra de mano. La forma predominante es la
globular presentando aristas redondeadas. No se aprecian
fisuras o fracturas previas al calentamiento.
Una vez seleccionado el material, se procedió a su acondicionamiento, previo al proceso experimental de calentamiento controlado. Este acondicionamiento consiste en el
cortado y pulido de los bloques en pequeños fragmentos
En buen número de ocasiones los datos de transformaciones químicas manejados por distintos autores, son el resultado del análisis en laboratorio de determinadas moléculas
puras, frente a un agente de transformación. Sin embargo hemos de tener en cuenta:
4
1º Que ciertos minerales y, sobretodo buena parte de los denominados como del grupo de las arcillas, no responden a una fórmula cualitativa única sino que son moléculas
complejas en las que entran y salen cationes con cargas binarias y/o ternarias. De aquí la problemática de considerar un solo compuesto para los ensayos de laboratorio.
2º Que éstos se efectúan con sustancias puras, mientras que en nuestro caso la presencia de otros componentes y, sobretodo de los de tipo carbonatado, ejercen una capacidad
como fundentes variando dichos parámetros de temperatura de transformaciones moleculares.
5
70
Ver análisis de la fracturas en el capítulo 6.
[page-n-84]
para adecuar su introducción en la mufla. De los 11 bloques
iniciales resultaron un total de 61 fragmentos. Cada uno fue
descrito mediante lupa binocular hasta 40x y se catalogó su
coloración mediante el uso primero de la tabla Münsell y
después del colorímetro.
Las muestras se presentan como un conjunto bastante
homogéneo de rocas carbonatadas de grano fino, en algunos
casos con restos de pellets o burrows, intraclastos, microkarsts, óxidos de hierro (micropiritas) y sólo una de las
muestras presenta cemento intersticial carbonatado.
IV.4.2. Elección de las variables
Las variables que se han tenido en cuenta en el calentamiento controlado en laboratorio han sido las siguientes:
• El tiempo de duración del calentamiento
• Las condiciones de la mufla
• El tiempo de enfriamiento
En el caso de las experiencias en mufla las variables son
constantes ya que sólo se tendrá en cuenta el tiempo de
duración de la experiencia y la propia mufla que siempre ha
sido utilizada en las mismas condiciones. Sólo hay una
variable imponderable que es el tiempo de enfriamiento.
En la mayor parte de los casos se hizo lentamente dentro de
la mufla, pero hubo algunas excepciones para observar si se
producía alguna alteración especial debida al denominado
choque térmico (Meloy y Pagès, 1984).
Todos los fragmentos fueron calentados durante 3 horas
en intervalos de diferente temperatura, con el fin de realizar
una evaluación progresiva de las alteraciones. La elección
de 3 horas como tiempo de exposición responde a los
mismos criterios establecidos en las experimentaciones de
campo, con el fin de poder contrastar los resultados.
IV.4.3. Sistemática operativa
Tras la preparación y una vez finalizado el proceso de
calentamiento, se analiza cada una de las muestras
mediante lupa binocular para observar las alteraciones
producidas. En este proceso analítico petromorfológico, se
incluye la caracterización de la muestra mediante el uso de
la fotografía antes y después de su calentamiento, de
manera que podamos guardar un registro gráfico del
proceso, obviamente de tipo orientativo dado que el hecho
de utilizar diferentes marcas de carretes y procesados fotográficos, hará que los resultados no sean exactamente
comparativos ni por análisis de imagen. Aún así se opta por
realizar un registro de todas las muestras que debe ayudar
a lo largo de la investigación para la confección de un catálogo de alteraciones.
Asimismo de cada una de las muestras se realizan
preparaciones en lámina delgada para su observación
mediante microscopio petrográfico.
También siguiendo la sistemática preestablecida, se
obtuvieron preparaciones de las muestras para ser caracterizadas mediante microscopio electrónico de barrido.
Esto ha supuesto que todas y cada una de las muestras
han sido analizadas antes y después del proceso de calentamiento por cada uno de los medios ópticos y electrónicos
que utilizamos en este trabajo.
Fig. 38. Espacio de color CIELAB. (Ver lám. 9)
Fig. 39. Representación de a* y b* en el espacio de color CIELAB.
71
[page-n-85]
IV.4.4. Valoración de los resultados
IV.4.4.1. Alteraciones colorimétricas
También en el calentamiento controlado en mufla,
las alteraciones macroscópicas más evidentes son las colorimétricas.
La sistemática metodológica utilizada en el calentamiento en mufla de las muestras, permite, al contrario que
en las experiencias al aire libre, tener un control absoluto
sobre la temperatura de cada muestra individual en calentamientos sucesivos. Debemos recordar que en la mufla se han
calentado trozos distintos de una misma roca, no un sólo
trozo de una roca varias veces. Sólo realizamos un ensayo de
recalentamiento a temperaturas por debajo de 300°C. Calentamos las muestras a 100°C durante 7 horas y después las
recalentamos 3 horas a 200°C y 3 horas a 300°C. En un
primer análisis se apreció que las alteraciones eran similares
a las producidas por un sólo calentamiento durante 3 horas,
Fig. 41. Datos mufla b*.
Fig. 42. Datos mufla Croma.
Fig. 40. Datos mufla a*.
pero al procesar los datos estadísticamente estas muestras
mostraban un funcionamiento distinto. Estos resultados
iniciales nos indicaron que el proceso de recalentamiento
requeriría de un estudio más complejo que no abordaremos
en este momento.
El método de trabajo utilizado en mufla, permite un
seguimiento de la evolución del color a lo largo de la escala
de temperaturas establecida, para cada roca. Así pues,
hemos analizado los parámetros que definen las variaciones
de color, roca por roca.
A 100ºC y 200ºC, incluso recalentándolas, las muestras
no presentaron cambios de color apreciables –en tabla
Munsell se obtuvo idéntica clasificación–. Por esta razón el
control del calentamiento progresivo cada 100ºC, se inició a
los 300ºC y terminó a los 700ºC que es la última temperatura que permite análisis en mufla. Si analizamos la figura
39 observaremos que:
El parámetro a*. Como ya se ha comentado en los
resultados de las muestras calentadas al aire libre, un crecimiento del 1% en el índice de a*, es apreciable a simple
72
vista. Sin embargo, también hemos dicho que estadísticamente esto es escasamente significativo, ya que ese 1%
engloba toda la variabilidad de las muestras sin calentar.
En el caso del parámetro b*, los resultados se ajustan
a lo observado en las muestras al aire libre, es decir un
descenso paulatino desde el inicio del calentamiento a
300ºC hasta los 700ºC. Si acaso con una pendiente algo
menos pronunciada.
El parámetro L* sigue mostrándose independiente de
la temperatura.
Si analizamos exclusivamente el índice de rojez (a*/b*),
se observa que la correlación entre temperatura y rojez es
prácticamente nula. Con todo si hay que analizarla, vemos
una tendencia al gris de entre 300ºC y 450ºC. Esto plantea
serios problemas a la hora de establecer tendencias generales de comportamiento.
Para establecer criterios más claros, analizamos también
el croma (C* ab = (a2 + b2)1/2). Este parámetro marca una
tendencia clara hacia el gris. Además, el análisis roca por
roca posibilita analizar el comportamiento diferencial de
cada muestra.
En el caso del croma se observa que cuando se parte de
valores de croma muy altos (próximos al 20%) en muestras
sin calentar, éstas evolucionan con una pendiente mayor
[page-n-86]
que cuando se parte de valores de croma más bajo
(próximos al 10%).
Concluyendo, se puede afirmar en términos generales,
que existe una cierta independencia entre las características
cromáticas de partida y su evolución a lo largo de la escala
de calentamiento. Lo que abre interesantes posibilidades de
cara a poder, a través del análisis del color, realizar una inferencia de temperatura. El problema fundamental que
presenta el cálculo de la temperatura a partir de los parámetros del color –que sería la utilidad arqueológica que se
buscaba con toda esta analítica– es la complejidad de la
obtención del conjunto global de datos necesarios –paramétricos y no paramétricos–.
IV.4.4.2. Alteraciones morfo-estructurales
Tras la descripción mediante lupa binocular y microscopio petrográfico, hemos podido apreciar que todas las
rocas calentadas en mufla son micritas, aunque muchas de
ellas contienen zonas con granos tamaño “sparry”. La
mayor parte presentan restos orgánicos –conchas de gasterópodos, restos aciculares, etc.–, pellets, oolitos, foraminíferos y óxidos de hierro.
a. Calentamiento hasta 300°C
Antes del calentamiento se aprecian bien los cristales de
calcita. En la muestra 23, a 3000x se percibe claramente en
el ámbito de la fractura la superficie de cementación en
tonos claros que bañan cada uno de los cristales; en los
bordes de los agregados se ven claramente microclastos y
cristales en sus formas poliédricas de aristas bien definidas
y la textura superficial uniforme sin que aparezca indicios de
transformación química, térmica o mecánica.
A 100°C y 200°C no se observan más alteraciones que
una ligera deshidratación; no se aprecian cambios en las
coloraciones ni en los componentes. El cambio más notable
que se produce a bajas temperaturas es el de la coloración de
la muestra a partir de 300°C. Los óxidos de hierro parece
que se multiplican y sobre todo presentan un halo rojo a su
alrededor que no poseían antes del calentamiento. No se
aprecian cambios en la morfología de los granos. El 90% de
las muestras analizadas con la microsonda del MEB, han
dado como resultado la presencia de Ca como único
elemento. Sólo en la muestra 129, aparece una micropirita
que se puede observar en la figura 43 mediante barrido de
electrones secundarios y retrodispersados.
Fig. 43. Muestra 129. Calentada en mufla a 700ºC. Abajo: Pirita. Imagen de electrones secundarios y retrodispersados.
Arriba: Zona que no presenta hierro.
73
[page-n-87]
Fig. 44. Abajo: Muestra calentada en mufla a 300ºC.
Se mantienen netos los bordes. (MEBEC).
Arriba: Muestra calentada en mufla a 450ºC. MEB
Fig. 45. Muestras 203 y 252. Calentadas más de 700 ºC al aire libre. Se observan fracturas y fisuras.
74
[page-n-88]
Es por eso que debemos destacar una de las muestras
calentadas a 300°C ya que al apreciar una zona de morfología diferente se realizó un microanálisis obteniendo como
resultado Fe, Si, Al y Ag. A excepción de la plata, que puede
proceder del pegamento utilizado para fijar la muestra al
porta-objetos, estos elementos pueden formar parte de un
mineral de arcillas de descalcificación que ya se encontraba
ahí antes del calentamiento.
A 1300x se percibe en el MEBEC claramente la morfología de los granos, se observa que la variedad litológica
mantiene netos los bordes de los cristales, tanto en la matriz
carbonatada como en los minerales de alta y baja frecuencia.
A 3000x el aislamiento de los granos es lo bastante
remarcable como para darse cuenta que el calentamiento no
ha producido alteraciones apreciables.
b. Calentamiento hasta 500°C
La coloración es también la transformación térmica más
clara sufrida por las rocas (fig. 39). De igual manera que en
los calentamientos a menor temperatura, en las observaciones
a la lupa binocular, los óxidos de hierro adquieren halo rojo
haciéndose más evidentes. También los restos orgánicos
cambian de coloración tornándose más claros así como los
pellets y los oolitos. En general parece como si los componentes de la muestra se mostraran más nítidos (lám. 11).
El análisis con MEBEC a 500x muestra aparentemente
que los bordes de los cristales están rodeados de un cemento
con respuesta electrónica blanquecida, sin embargo a 2000x
se aprecia que lo blanquecino son refractancias de borde de
cristal. Se observan también aristas de cristales, fracturas
angulosas, superficies planas de bordes de cristales y/o
roturas, con lo cual no se puede establecer que se produzca
desintegración en los mismos. En la figura 44 se aprecian
bien los cristales de calcita ya que como se observa en el
microanálisis éste es el único elemento presente.
c. Calentamiento hasta 700°C
Sin duda entre 600°C y 700°C se producen las mayores
alteraciones evidentes. En primer lugar sea cual sea el color
original de la muestra analizada, se torna hacia el gris
(fig. 39) a partir de los 600°C. Hicimos el ensayo de introducir las muestras con la mufla a temperatura ambiente y
con la mufla calentada previamente a 450°C dado que este
tipo de hornos tarda aproximadamente 110 minutos en
alcanzar los 600°C, aunque de igual forma a las tres horas
de apagado todavía se mantiene a 360°C. Los resultados
fueron muy similares para los dos ensayos. Los óxidos de
hierro mantienen su halo rojo a los 600°C mientras que al
alcanzar los 700°C se tornan más oscuras –negro metalizado– debido quizá a su transformación. Los pellets se
siguen aclarando, tornándose en algunos casos amarillentos.
Parece que los bordes de los granos en lámina delgada se
definen peor que en las muestras no calentadas. También en
lámina delgada se aprecia que el sustrato se oscurece a
medida que se calienta, esto se debe a la pérdida de CO3Ca
que se transforma en cal (lám. 12).
El análisis de una de las muestras calentadas a 600°C en
MEBEC, refleja a 1500x el cemento de agregación indivi-
dualizado, a 2000x se perciben microcraquelados, bordes
angulosos de grano y formas cristalinas. Comienzan a
aparecer agregados blanquecinos pulverulentos que a 4000x
se observa que corresponden a la superficie externa del
grano. Esta propiedad se presenta aislada, no suponiendo
que por el cambio de temperatura se perciba claramente un
desagregado en las aristas de los cristales. A 700°C, la
muestra 6 presenta un sustrato que sigue constituido por
granos cementados. A 1500x en él se individualizan bien
cada uno de los fragmentos. Los bordes siguen conservando
angulosidad, estando el conjunto cementado. Empieza a
perderse la cristalización y los bordes están peor definidos,
siendo sustituidos por una pátina blanquecina de textura
granular (talco).
Según Caillère y Henin (1967), cuando se calienta un
mineral arcilloso, este sufre una serie de transformaciones.
Se trata en general de deshidratación a causa de las bajas
temperaturas y de desorganización, recristalización, para
temperaturas entre 700°C y 1000°C. Estas transformaciones
se manifiestan por las modificaciones del estado físico de la
muestra. Estas observaciones creemos que se corresponden
totalmente con lo analizado anteriormente.
d. Calentamiento a 800°C
La muestra se disgrega completamente y queda inservible para su observación, se torna CaO + CO2.
IV.4.4.3. Las fracturas
Al valorar estos resultados se debe tener en cuenta el
tamaño de la muestra calentada que tuvo unas dimensiones
siempre homogéneas, de alrededor de 5 cm y que fue preparada en forma de cubos.
También debe tenerse en cuenta que tanto en el caso del
enfriamiento como del calentamiento de las rocas en horno,
éste se produjo de la siguiente manera:
- la muestra se calentó y enfrió lentamente dentro del
horno.
- la muestra se calentó lentamente y se enfrió bruscamente fuera del horno.
- la muestra se introdujo con el horno caliente a la
temperatura establecida para la experiencia y se
enfrió lentamente.
- la muestra se introdujo con el horno caliente y se
enfrió bruscamente.
Los resultados obtenidos han sido similares para todas
las muestras sin importar el tipo de enfriamiento o calentamiento que hayan sufrido.
Ninguna muestra calentada por debajo de 700°C
presenta fracturas ni fisuras. A partir de 700°C lo que se
produce es una disgregación de la roca, que como en el caso
del calentamiento en medio aerobio, no permite realizar una
sistematización de las mismas.
Plantear una hipótesis clara al respecto del problema de
la “no fracturación de las muestras” es dificil. Hemos de
tener en cuenta que el aumento de la temperatura es
continuo y paulatino, lo que quizás unido al pequeño
volumen de las rocas ayude a comprender este fenómeno.
Pero no deja de llamar nuestra atención el hecho de que en
75
[page-n-89]
las ocasiones en que extrajimos las muestras de la mufla sin
dejarlas enfriar, debió haberse producido el choque térmico.
Habría que reflexionar sobre si en determinado tipo de litologías (rocas carbonatadas micríticas y esparíticas), no
puede producirse un comportamiento diferencial, en el que
haga falta una reiteración de este fenómeno de una manera
continuada para obtener la fracturación o al menos la fisuración de las muestras. Volveremos sobre este tema al referirnos a la fracturación de las rocas arqueológicas.
76
En este capítulo hemos podido caracterizar y clarificar
una serie de criterios que van a servir como base de reconocimiento de las termoalteraciones en las rocas carbonatadas.
La puesta a punto y comprobación de todo este trabajo,
va a verse ratificada en el siguiente capítulo donde a partir
del análisis de una estructura de combustión arqueológica,
observaremos como los resultados aportados por la metodología experimental ayudan a una mejor comprensión de los
fenómenos acaecidos en torno a dicha estructura.
[page-n-90]
V. APLICACIÓN DE LA METODOLOGÍA EXPERIMENTAL
Al plantear la realización de un trabajo experimental, es
muy importante cotejar los resultados con la realidad que
proporciona la documentación arqueológica ya que un
proceso experimental dado, por muy completo y complejo
que se plantee, nunca abarca todas las posibilidades que
pudieron darse en el encendido real de un fuego. Además las
preguntas que el propio registro nos incitó a contestar experimentalmente, deben ser retomadas en este momento.
Hemos visto como las evidencias de combustión que
presenta el yacimiento del Abric de la Ratlla del Bubo, están
muy diversificadas, así como espacialmente bien repartidas
por toda la superficie del abrigo. Una constante que se documenta a lo largo de la excavación es que en un mismo nivel
suelen aparecer evidencias de distinto carácter relacionadas
con la combustión.
A pesar de esta documentación, que podría haber
supuesto un análisis amplio y detallado de la evolución del
problema de la combustión en abrigos de ocupación corta y
estacional, tanto los avatares sufridos por el yacimiento a
causa de las agresiones de excavadores clandestinos, como
la dinámica del propio registro, hicieron que sólo la estructura del nivel II se presentara como el objeto de estudio más
idóneo para la aplicación de la metodología experimental.
Las razones en las que fundamentamos nuestra elección
se relacionan tanto con el hecho de que la estructura se
documentara in situ, como con la homogeneidad que
presenta la materia prima utilizada como borde del hogar,
que facilita la documentación experimental. Además nos
empujó también a emprender este estudio el hecho de que
no se aplicara una sistemática coherente en el registro de
este tipo de estructuras, lo que impedía, lógicamente, llegar
a una síntesis válida del problema.
Debemos tener en cuenta, que al decir que la estructura
de combustión se encuentra in situ, estamos refiriéndonos a
que en el momento de la excavación (lám. 13) no presentaba
síntomas evidentes de remoción, desplazamiento de los
bloques o de encontrarse desmantelada. Esto no significa
que este hogar no hubiera podido tener diversas fases de
calentamiento, sino simplemente que se ha documentado la
última forma, siendo ésta el resultado tanto de actuaciones
antrópicas como de posibles procesos tafonómicos.
Cuando elegimos estudiar la estructura de combustión
de F3 - F4, éramos conscientes de que no íbamos a contar
con todos los elementos que en el momento de la ocupación
del nivel II se relacionaron con ella.
Teniendo en cuenta las limitaciones que esto podría
suponer para el presente estudio, pero valorando positivamente la información que se había recogido en la primera
campaña y la que aportó el propio levantamiento de la
estructura de piedras, decidimos estudiar este hogar correspondiente a la capa 1 del nivel II.
Es el momento de introducir en este trabajo la problemática y la importancia del estudio de las historias parciales
o micro-historias (March, 1995), en la interpretación de los
asentamientos.
El objetivo de la interpretación arqueológica debe ir
encaminado al reconocimiento de las actividades cotidianas
de los grupos cazadores-recolectores que son las que
desvelan el comportamiento de estos grupos. Cada una de
estas actividades deja en el suelo que ha ocupado una serie
de evidencias, que son parciales –puesto que sólo se va a
registrar lo que queda después de la actividad, teniendo en
cuenta además los procesos tafonómicos– y que no siempre
reflejan con claridad la actividad referenciada.
Tal vez la manera más factible de acercarse desde la
investigación al conocimiento de aquella realidad cotidiana,
sea estudiando las historias parciales. Reconstruyendo
pequeños fragmentos de la historia de un asentamiento, es
posible el acercamiento a su realidad cotidiana. Un ejemplo
de esto lo constituye la reconstrucción de la cadena opera-
77
[page-n-91]
tiva lítica, que supone el conocimiento de cada gesto técnico
realizado (con lo que de elección personal ello tiene y con el
reflejo de concepción mental y posibilidades que expresa).
Mediante el estudio de las acciones que reflejan un
criterio de elección o funcionamiento, estaremos acercándonos a esa realidad desconocida. En este sentido el estudio
aislado de una estructura de combustión aporta una información tan valiosa, desde ese punto de vista, como el
estudio detallado de las relaciones espaciales de los miles de
objetos que puedan darse en un suelo de ocupación, ya que
nos está explicando cual fue la relación de un grupo humano
con el fuego, cómo y para qué lo utilizó y cual era su nivel
de conocimiento técnico del mismo.
En este sentido, la sistemática de trabajo creada en el
capítulo experimental, ha de servir como ejemplo de operatividad a la hora de conseguir explotar la máximo la información que nos permita reconstruir una historia parcial. La
suma de estas historias parciales hará posible que nuestra
reflexión global de los sitios sea mucho más ponderada y
ajustada a la realidad. No debemos olvidar que aunque
nuestro objeto de estudio sean las estructuras de combustión, o los elementos que forman parte de ellas, el objetivo
final de nuestro trabajo es conocer el funcionamiento del
hábitat que estudiamos para acercarnos al comportamiento
de los hombres y mujeres que lo ocuparon.
Con este planteamiento iniciamos el estudio del hogar
del nivel II, que cuenta con una escasa documentación
contextual, pero que aporta una información importante
sobre un comportamiento determinado respecto del uso del
fuego, del grupo humano que habitó el asentamiento del
Abric de la Ratlla del Bubo hace más de 17.000 años.
V.1. LA EXCAVACIÓN
El proceso de excavación de la estructura ubicada en F3F4 (lám. 13), se realizó en dos campañas. Durante la primera
se documentaron inicialmente una serie de manchas grisáceas
en el suelo entre los cuadros F-G 3 y 4 en el estrato I, entre
las capas 3-4-5 (figs. 46, 47 y 48) con una potencia de unos
15 cm aproximadamente. Estas manchas fueron desvelando
un conjunto de bloques con lo que parecían claros signos de
alteración térmica (manchas negras y rojas -R-).
Entre los cuadros F3-F4 se revelaron finalmente un
conjunto de rocas en forma de semicírculo, que ya en la capa
1 del estrato II se consideraron aisladamente una estructura
de combustión.
La estructura se describió durante el proceso de excavación como un semicírculo formado por nueve bloques periféricos y una losa central. Esto, en principio, indujo a pensar
en la posibilidad de que el suelo sobre el que se había instalado el fuego pudiera haber sido preparado con losas.
Fig. 46. Planta general del Estarto I, capa 4. 1987.
78
[page-n-92]
Fig. 47. Planta general del Estarto I, capa 5. 1987.
A-2
A-1
A3
A-4
A-5
A-6
A-19
A-8
A-10
A-9
A-20
A-18
Fig. 48. Planta general del Estarto II, capa 1. 1989.
79
[page-n-93]
Fig. 49. Ratlla del Bubo. Estructura de combustión. Nivel II Capa 1. 1987.
En ese punto hubo de concluir la primera campaña de
excavación y entre ese momento y la siguiente campaña
ordinaria de excavaciones (1990) es cuando se produce la
entrada de excavadores clandestinos.
En 1990 y después de una limpieza (1989) para preparar
la apertura de nuevos cuadros, se pudo apreciar que la
estructura no había sufrido prácticamente ninguna alteración
dado que los excavadores clandestinos tamizaron las tierras
sobre ella cubriéndola, por lo que se decidió excavarla aisladamente y documentarla dentro de las posibilidades que el
yacimiento presentaba en ese momento.
En 1990 encontramos la estructura ligeramente desplazada y hundida, (lám. 13) según las referencias de situación
y profundidad que teníamos tomadas de la campaña de
1987. Los bloques se hundieron aproximadamente entre 2 y
3 cms y se produjo algún corto desplazamiento.
Sufrieron especialmente en este desplazamiento las
piedras que se hallaban cuarteadas, siendo el ejemplo más
claro la losa grande situada en el límite derecho de la estructura, rota en más de 8 fragmentos y que en la remoción se
limitó a una ligera rotación de algunos de sus fragmentos
superiores.
Antes de iniciar el levantamiento se realizó un dibujo a
escala 1:1 de todos los bloques que componían el hogar
tomando sus cotas de profundidad y numerándolos para su
identificación y estudio posterior en laboratorio.
80
Se comenzó excavando la zona alrededor de la estructura con objeto de aislar las rocas centrales. La tierra se
hallaba muy suelta. El contenido de fracción gruesa pequeña
fue abundante y la mayor parte presentaba signos de rubefacción. También se documentaron cenizas y carbones.
El sedimento que constituía la base se encontraba aparentemente alterado por fuego. El sedimento que se encontraba
alrededor de las piedras poseía un color grisáceo claro, debido
a la presencia de cenizas, y oscuro por los carbones.
La capa 1 del estrato II se caracteriza sedimentológicamente en estos cuadros por un color amarillento rojizo con
abundante fracción gruesa y con manchones de ceniza.
En el momento de realizar el levantamiento de los
bloques, se apreció que tanto éstos como el sedimento al que
estaban adheridos, se encontraban muy alterados debido
supuestamente a la acción del fuego y que al levantarlos se
fracturaban, recogiéndose un total de 23 rocas. Todas ellas
fueron numeradas y coordenadas.
A pesar de que no se estudiaron las muestras de sedimento de dentro y fuera de la estructura, la descripción sedimentológica realizada es muy importante a la hora de
valorar la estratigrafía del interior del hogar.
Microestratigrafía termobasal
Con este término pretendemos definir la sucesión de
niveles que se genera en el sedimento que sirve de base a la
[page-n-94]
instalación de un estructura de combustión. Estos pequeños
niveles de sedimento termoalterado generan una estratigrafía particular que se repite de una manera general, dependiendo de variables como el tipo de suelo y la temperatura
máxima alcanzada.
Como ya se ha publicado en repetidas ocasiones
(March, 1989, 1992) y como hemos podido comprobar en
nuestras experiencias al aire libre (Soler, 1994, 1995),
cuando se excavan los restos de una estructura de combustión simple, se aprecia en casi todos los ejemplos sobre
suelos arcillosos, limosos o arenosos, que se produce la
siguiente secuencia microestratigráfica en el interior de la
estructura:
• capa de carbones y cenizas: su potencia varía mucho
dependiendo de la forma de la estructura, el tipo de
depósito, las alteraciones post-deposicionales y el
tipo de combustible utilizado.
• sedimento ceniciento: es el que está en contacto
directo con la capa de cenizas. Si esta no existe es
posible que haya desaparecido con ella.
• sedimento oscuro, que generalmente tiene una
potencia milimétrica y que es difícil de recuperar en
muchas ocasiones por su escasa potencia.
• sedimento de color rojo, oxidado, cuya potencia
variará según la duración del fuego, la forma de su
estructura, el combustible, la disposición de los
troncos, la temperatura alcanzada durante su funcionamiento y el tiempo de la combustión.
Esto se corresponde exactamente con la descripción que
se realiza en el diario de la excavación:
“al inicio del levantamiento las tierras eran de color
grises-negras mezcladas con carbones. Inmediatamente
debajo del gris la tierra estaba muy rubefactada”.
Cabe añadir que después de esta tierra alterada el sedimento aparece ya natural, sin alterar.
La potencia total de la estructura era para su parte inferior entre 4 y 5 cm, y considerando los bloques periféricos
de 4 a 7 cm.
Ámbitos de combustión
La delimitación del área de combustión de F3-F4, viene
marcada por la disposición semicircular de los bloques, recubierto todo ello de una capa de carbones. Su diámetro interno,
considerando como tal al área que cubría la capa de carbones
entre las piedras, era de 28 cm y su diámetro máximo era de
62 cm. Si lo comparamos con otros hogares de la misma
cronología podría parecer de pequeñas dimensiones, sin
embargo observando la superficie que presenta el abrigo (25
m2), un hogar mayor resultaría incómodo para el desarrollo de
las actividades en el mismo. Habrá que tener pues en consideración, que el tamaño de las estructuras puede estar relacionado con las dimensiones del asentamiento6.
6
La mayoría de los bloques mostraban un color negro en
la base producto de su probable contacto con restos de
materia orgánica.
En su interior la estructura se caracterizaba por poseer
en su parte superior una capa de carbones, levantada en la
campaña de 1987 prácticamente en su totalidad, cuya identificación vegetal hemos descrito en el capítulo 2. No es
posible especificar su potencia total al haber sido afectada
por el desplazamiento y pisoteo de los excavadores
furtivos.
Otro agrupamiento de piedras con signos de alteración
térmica se encontraba en la periferia de la estructura, con
forma y dimensión variables, habiendo podido formar parte
de la misma en algún momento anterior al abandono.
Por otra parte, cabe resaltar la existencia de cuatro
bloques pequeños, hincados en el suelo a unos 90 cm del
centro del hogar, dando lugar con su disposición a un espacio
más o menos triangular, de tierras claramente diferenciadas
del resto del sedimento del nivel por su coloración oscura,
pero sin carbones, y que en el momento de la excavación se
interpretó como probablemente correspondiente a una base
de un pequeño tronco, tal vez relacionado indirectamente en
su función con la estructura de combustión (fig. 49).
V.2. ANÁLISIS DE LAS ROCAS
Durante la excavación se realizó una pormenorizada
descripción de los pétreos, que ha sido de gran utilidad para
el estudio de las termoalteraciones:
Muestra A-3. Coloración negra en la cara superior.
Tono rojizo en general. Se halla fragmentada en dos, se
deshacen los extremos y el color que presenta en su interior
es blanquecino. Medidas: 23 x 7 x 4 cm.
Muestra A-20. La parte en contacto con el sedimento
presenta sedimento negro adherido. Se encuentra fragmentada en 7 trozos. Medidas: 21 x 11 x 6 cms.
Muestra A-6. En la cara inferior y lateral presenta color
rojo y negro. La cara inferior se presenta algo menos rojiza.
También, como la anterior, se encuentra rota en 7 fragmentos, algunos de ellos parecen ser fracturas antiguas.
Medidas: 17 x 22 x 6 cm.
Muestra A-18. Roca que parece muy alterada. Presenta
coloración roja en la cara superior y negra en la inferior.
Se recuperó en 8 fragmentos que con el tiempo de depósito
se han convertido en más de 20. Es la losa que se encontraba
en el centro de la estructura. Medidas: 11 x 8 cm.
Muestra A-19. Se presenta más rojiza en la cara superior, no está fracturada y posee sedimento de color rojo y
negro adherido a la base.
Muestra A-1. Presenta coloración uniforme en ambas
caras, sin denotar alteración a simple vista. Medidas: 10 x
5 cm.
Cuando éste se halle en un espacio limitado como son cuevas y abrigos.
81
[page-n-95]
Muestra A-4. Parece muy alterada. Color negro en un
lateral y color rojo generalizado. Se presenta cuarteada, pero
sin llegar a fracturarse antes de levantarla, con el depósito se
multiplica la fracturación. Medidas: 12 x 8 x 5 cm.
Muestra A-2. Color rojo externo y gris en uno de sus
extremos. Medidas: 10 x 6 cm.
El resto de las rocas presenta en general coloración
roja y/o negra si están adheridos a sedimento alterado.
Se midieron en cms teniendo en cuenta el largo y ancho:
A-9: 13 x 10 cm
A-25: 12 x 7 cm
A-14: 8 x 6 cm
A-13: 8 x 2 cm
A-24: 5 x 3 cm
A-17: 4 x 4 cm
A-8: 6’5 x 6 cm
A-10: 6 x 6 cm
A-22: 2 x 1cm
A-21: 3 x 1 cm
Otro dato que se pudo incorporar fue el peso total de las
rocas que se recogieron del hogar: 8’640 kilos, de los cuales
2’713 Kg corresponden al bloque A-6 y 2’537 Kg al bloque
A-20. Este dato sólo es orientativo ya que desconocemos si
había más rocas relacionadas con la estructura en el
momento de su extinción. El hecho de no haber podido
remontar, ha impedido tener más datos a este respecto.
V.2.1. Taxonomía petrológica
El conjunto de rocas arqueológicas estudiadas,
proceden de un mismo medio genésico, aunque tienen
cantidad diferencial de elementos orgánicos y cristalinos.
Todas las rocas que conforman esta estructura, son
carbonatadas, calizas micríticas o esparíticas.
Como se ha visto en el apartado anterior, el tamaño
medio de los bloques es muy variable, ya que se documentan tres grandes rocas de más de 20 cm de largo y un
espesor medio de unos 5 cm, y una serie de rocas de diferentes tamaños que oscilan entre los 17 y los 2 cm. La losa
interior, más hundida que las del contorno, tenía unos 13 cm
de anchura y apenas 3 de espesor.
No se han caracterizado microscópicamente todas las
muestras recogidas, sino sólo aquellas que presentaban
condiciones apropiadas y que al mismo tiempo son las más
significativas.
Muestra A-6
Muestra obtenida de uno de los grandes bloques que
rodeaban la zona de combustión. En muestra de mano se
observan texturas de microkarst con penetración de arcillas
–que no “terra-rosa”–, que en algunas zonas se han enrojecido y en otras presentan coloración amarillenta. Aparecen
restos de microfósiles y escasos óxidos de hierro de pequeño
tamaño.
Es una bioesparita –roca de grano grueso con restos
orgánicos–. En lámina delgada se presenta como una roca
bíodetrítica, con algunos grandes monocristales de bordes
angulosos, abundantes restos orgánicos alargados, con
estructura interna, restos aciculares y óxidos de hierro que se
observan de un rojo intenso (goethita o hematita). La matriz
es cristalina y notamos que el pseudo clivage puede ser indicativo del calentamiento ya que se muestra más o menos
oscuro dando una textura “sucia” según la temperatura
alcanzada, tal y como hemos podido comprobar en las
82
muestras experimentales. En este caso el clivage de las
calcitas se aprecia muy bien, sin manchas ni oscurecimiento.
Al cortar la muestra para la preparación, se observa que
ésta presenta dos zonas bien diferenciadas. Una zona
cercana a uno de los bordes externos que presenta rubefacción, que penetra en la roca 1 cm y, el resto de la muestra
que no presenta síntomas de alteraciones.
Este comportamiento diferencial también lo observamos en algunas muestras experimentales, como se ve en
otra parte de este trabajo y donde se aprecia claramente
como el extremo de la muestra suele poseer una doble coloración, negro en el borde mismo (infiltración de materia
orgánica) y, a continuación, rojo (trozo que suele ocupar el
doble de espacio que el negro).
Esta característica no se repite sistemáticamente en
todas las rocas ya que depende del posicionamiento de las
mismas respecto del fuego, la temperatura alcanzada y la
distribución del combustible y/o de otros elementos que
puedan intervenir en el proceso de combustión.
Muestra A-3
Pertenece a una de las rocas en forma de losa. Es una roca
carbonatada, esparítica con intraclastos micríticos y algo de
“sparry”. Se observan bien los intraclastos micríticos en
lámina delgada, así como los restos de pellets de forma
redondeada. No se aprecian óxidos de hierro (lám. 14).
Muestra A-20
Esta muestra pertenece al gran bloque situado a la
derecha del centro del hogar. En muestra de mano se
presenta como una roca micrítica que presenta escasas
micropiritas situadas en los bordes. Posee agregados de
calcita de tamaño esparítico. Presenta microfisuras.
En lupa binocular no se aprecia granoclasificación.
Abundante presencia de pellets y restos de oolitos. No
muestra coloración diferenciada en el borde.
En lámina delgada se observan abundantes restos orgánicos aciculares, oolitos y foraminíferos. Los pellets
presentan formas redondeada y subredondeada.
Muestra A-10
Procede de una de las pequeñas rocas. Se trata de una
bioesparita que a la lupa binocular presenta un proceso de
cristalización por diagénesis y cementación. Posee biointraclastos, escasos óxidos de hierro de tipo oligisto o goethita
alrededor de unos granos de los que no se puede establecer
que tengan una procedencia orgánica y que parecen atraer los
óxidos de hierro. Los granos son de forma subredondeada y
la parte no orgánica presenta bordes irregulares y cristalinos.
Analizadas en lámina delgada con microscopio petrográfico, se observan fracturas no rellenas, no cristalizadas,
que no están sometidas a presión y que por lo tanto pueden
deberse a un calentamiento (lám. 15). Los cristales más
carbonatados presentan una textura “sucia”, oscura, en la
que con carácter puntual se ven piqueteados en la superficie
y al tiempo, da la sensación de pátina traslúcida que merma
el brillo de los carbonatos (lám. 16). Se aprecia claramente
un proceso de desintegración de los carbonatos.
[page-n-96]
Muestra A-4
Pertenece a una de las rocas de tamaño medio, que se
presentan muy fragmentadas. Se trata de una caliza oolítica
fuertemente cristalizada por circulación de aguas. Es suficientemente porosa, probablemente por fracturación.
Presenta planos de fractura previos al calentamiento,
que han generado ámbitos de debilidad rellenándolos de
materiales arcillosos que provocan la rotura de la roca.
Posee abundancia de arcillas que han enrojecido, muy
probablemente, por el calentamiento.
La roca procede de una formación de calizas brechoideas de cemento carbonatado.
Muestra A-18
Esta roca es la que se encontraba en el centro de la
estructura. Se trata de una roca biodetrítica que presenta
abundancia de restos orgánicos en bandas paralelas y otras
en las que principalmente se emplazan detríticos arenosos
de naturaleza calcítica, fragmentos orgánicos (espículas,
gasterópodos, foraminíferos) de tamaño menor y con un
ligero enriquecimiento arcillo-carbonatado.
En el resto de la roca no se localizan calcitas detríticas.
La granulometría es claramente mayor y los restos orgánicos de moluscos presentan una orientación subparalela.
No se observa cemento.
Todo el conjunto está atravesado por una microfractura,
limpia, vacía sin cementación ni relleno, con lo que podríamos relacionarlo con el calentamiento.
En microscopio petrográfico se observa bien la densa
proliferación de restos orgánicos e incluso bioclastos. Los
restos orgánicos están rodeados de cristales de carbonatos
en proceso de desintegración. Esto se relaciona con el
calentamiento porque si fuese debido a disolución, tendría
que:
1. haber aumentado la porosidad.
2. no haber cambiado la respuesta a la lente de
Bertrand-Amici 7
3. conservar las irisaciones en los planos de los clivages
y, sobretodo, no tenían porqué presentar una pátina
“harinosa” o de microcristales en la superficie de
cristalización.
Esta pátina de minerales podría ser debida a la transformación en óxido de calcio (CaO) de algunos de los carbonatos.
V.3. ANÁLISIS DE LAS TERMOALTERACIONES
En este apartado se presentan los resultados de la aplicación del procedimiento experimental descrito en el capítulo anterior aplicado al estudio de la casuística sufrida por
el material arqueológico.
V.3.1. Las fracturas
V.3.1.1. Las fracturas macroscópicas
La primera apreciación importante que se debe realizar
es que, a diferencia de la mayor parte de nuestros resultados
experimentales, las rocas arqueológicas se encuentran muy
fragmentadas.
Esta característica fue observada en el proceso de excavación, anotándose en el diario: “como consecuencia de
haber sido muy calentadas”. Esa es siempre la apreciación
que se recoge en la mayor parte de los trabajos de excavación: a mayor facturación, mayor temperatura.
Sin embargo, resulta evidente la contradicción entre los
resultados de nuestros ensayos experimentales y la realidad
arqueológica. Mientras que en las experiencias de campo no
se aprecian fracturaciones evidentes (excepto cuando la
temperatura es muy elevada y eso lo denotan también otros
signos), las rocas del hogar del nivel II presentan un índice
de fracturación muy elevado.
En experiencias desarrolladas por otros investigadores
(March, 1996), se ha evidenciado que el grado de fragmentación de una roca no se relaciona directamente con la duración
de la utilización. Si bien es cierto que a mayor exposición al
fuego mayor posibilidad de fracturación, se puede producir
una fracturación muy intensa con una corta duración.
Para intentar encontrar una explicación a la contradicción que se produce entre nuestros datos experimentales y
los arqueológicos, hemos analizado los posibles orígenes de
las fracturas, teniendo siempre en cuenta que estamos
hablando de materiales que han sido considerados de naturaleza “globalmente” isótropa.
El origen de las fracturas
A. Litogénesis.
Dentro de este apartado se enmarcan:
• las singenésicas, que no tienen por qué siempre
presentar una orientación establecida y que están
relacionadas con el proceso de formación de la roca.
• las postgenésicas, que pueden ser producidas por
causas:
- holocinéticas (sin orientación establecida).
- tectónicas (con orientación fija preestablecida).
Para establecer el origen natural de las fracturas se debe
trabajar siempre con los bloques orientados en los afloramientos de origen y no con bloques sueltos desplazados
como es el caso de los hallazgos arqueológicos, por lo tanto
resulta imposible determinar –en la mayor parte de los
casos– si buena parte de la fracturación es de origen natural.
B. Medioambiental y antrópica.
En este apartado hemos considerado todas aquellas que
no se pueden encuadrar en el encabezamiento anterior y que
fundamentalmente se relacionen en todos los casos con
procesos de calentamiento-enfriamiento de las rocas:
Conjunto óptico de lentes cuya incorporación al tránsito de luz entre el polarizador y los componentes inferiores del condensador, limita el campo visual, favoreciendo la
formación de la parte externa de la figura de interferencia observable en el ocular.
7
83
[page-n-97]
• fatiga de materiales o choque térmico (Meloy y
Pagès, 1984): producida por causas naturales (díanoche) o antrópicas (calentamiento)
• gelifracción: resultado del proceso hielo-deshielo.
• calentamiento intencional antrópico.
Para poder establecer el modo de funcionamiento del
hogar, es importante saber en qué momento se produce la
fracturación de las rocas. Existen tres posibilidades:
a. En el momento de la combustión: generalmente relacionado con procesos de altas temperaturas (más de
500ºC).
b. Antes del enterramiento: por fatiga de materiales
(calentamiento-enfriamiento) y gelifracción.
c. Durante el enterramiento: como resultado de la reactivación de planos de fisuración producidos durante
la fase de calentamiento antrópico.
En este último caso se debe sólo a que las fisuras son
ámbitos de debilidad que en la fase de diagénesis o enterramiento pueden desarrollar procesos de deterioro más
rápidos que en el resto del bloque y, en parte, podrían ser
similares a los que presenta la superficie del mismo.
La comparación entre la superficie del bloque y un
plano de fractura, da como resultado que los minerales de
alteración del ámbito de la superficie se pueden confundir,
mezclar y difícilmente diferenciar de los materiales detríticos que envuelven la roca, en tanto que en los ámbitos en
que queda fragmentado el bloque por dicha fisura se pueden
conservar todas y cada una de las partes del proceso.
Paralelamente se puede establecer que el calentamiento
antrópico no da planos de fracturación orientados sino
planos con disposición aleatoria. Además si entre un calentamiento y otro posterior se produce un “relleno” en el
ámbito de la fisura que se ha producido en el primer calentamiento (por circulación de aguas, movilización de arcillas,
gelifracción, etc.) en el segundo se produce una activación
de estas fisuras más la aparición de otro sistema de fracturas.
Por lo tanto, un calentamiento no establece ordenación de
planos de fractura, por lo que es difícil poder establecer el
orden de fracturación. Este último sólo se podrá establecer
cuando la fracturación del segundo calentamiento se produzca
sobre el plano de fracturación del primer calentamiento.
La única manera de resolver este tipo de situaciones lo
proporciona la recuperación de todos los termolíticos del
nivel arqueológico y un proceso minucioso de remontaje
que será el que nos hable de la historia térmica de la roca.
V.3.1.2. Las fracturas microscópicas
El intento de caracterización de las termoalteraciones,
nos llevó a intentar su registro también a nivel microscópico.
Ya hemos visto como la muestra A-10, presentaba al microscopio petrográfico una fractura debida muy probablemente al
calentamiento (lám. 15). Teniendo en cuenta el pequeño
tamaño de las muestras para su observación en MEB,
elegimos cuidadosamente la zona de análisis. Seleccionamos
las partes rubefactadas de la muestra A-6 y las no rubefactas
de esta misma muestra así como de las A-3 y A-5.
En las muestras que no presentan rubefacción, se localizan cristales de calcita donde no se aprecian alteraciones,
con bordes bien definidos y aristas angulosas, sin evidente
percepción de microdiscontinuidades.
Al analizar las muestras mediante microscopio electrónico de barrido de emisión de campo (MEBEC), nos dimos
cuenta que algunas de ellas presentaban claras microdiscontinuidades, tanto de tipo fisural como fragmental.
El hecho de que se puedan documentar presenta un
elevado interés si tenemos en cuenta la problemática planteada respecto al posible origen térmico de las fracturas y
microfracturas.
Fig. 50. Muestras arqueológicas A3 y A4. Microfracturas. MEBEC.
84
[page-n-98]
Fig. 51. Muestras arqueológicas. Microfisuras. MEBEC.
Fig. 52. Muestra A-20. Arqueológica.
85
[page-n-99]
La hipótesis de una génesis de correlación directa entre
la fracturación y el calentamiento, sigue siendo aplicable a
las muestras arqueológicas. En éstas el grado de separación
intragranular que posibilita la percepción de la fisura, y/o la
destrucción de granos de igual naturaleza, varía según las
isotermas manifestadas en la roca cuya evolución, con movilización de materia, posibilitaría asimismo la percepción de
las fracturas tras un proceso diagenésico.
V.3.2. Las manchas
Tal y como se ha definido en el capítulo experimental,
la distribución y coloración de las manchas que aparecen
sobre las rocas, proporciona información directa sobre el
funcionamiento de la estructura y su estado de abandono.
Algunos de los materiales líticos arqueológicos estudiados presentan una coloración rojiza, propia de la rubefacción que se produce en el material expuesto a una fuente
de calor viva por la oxidación de hierro hidrolizado y por la
transformación de las arcillas, mientras que otros presentan
las manchas de color negro. Estas últimas se relacionan con
dos procesos diferentes:
a. Por una parte aquellas en las que ha quedado adherido sedimento con restos orgánicos de color negro.
b. Por otra, aquellas que están tiznadas de negro a
consecuencia del humo (tal y como se describe en los
procesos experimentales).
Las manchas oscuras que registramos en estas rocas
parece que son del primer tipo ya que están en relación
directa con la adherencia de restos de materia orgánica. La
ubicación de estas manchas oscuras se localiza en la cara
inferior de las rocas, al igual que las descritas por Rieu
(1985) para las areniscas y calizas del hogar W-11 del yacimiento de Etiolles –este autor describe siempre las manchas
negras asociadas a las calizas en su cara inferior–, y al
contrario que en nuestras experiencias de campo, donde las
manchas negras que registramos son del segundo tipo
descrito que se relaciona con los residuos del humo y que
por tanto se distribuyen sobre las caras superior y lateral
preferentemente.
En el capítulo experimental, se han analizado las
manchas de rubefacción en los ensayos al aire libre. Por una
parte se observa que su ubicación preferencial se produce en
las caras inferior y lateral, en menor medida.
Respecto al material arqueológico, esta coloración se
observa básicamente en la cara superior de las rocas, externa
al centro del fuego y en ocasiones como en la muestra A-6
en la cara lateral, también opuestas al fuego.
Por otra parte, esta misma roca presentaba síntomas de
rubefacción en varias caras. Este hecho puede ser explicado
de diferentes maneras.
Algunos autores (Rieu, 1985; March y Soler, 1999)
hablan de la posibilidad de que esta coloración se deba a una
reintroducción en el fuego en repetidas ocasiones, siendo
entonces la rubefacción intensa y afectando a diferentes
caras de los bloques.
En el caso del hogar de la Ratlla del Bubo, lo que se
observa es que la distribución y ubicación de las manchas
86
varía según el tamaño de la muestra, y que precisamente son
las muestras menores de 5 cm las que nunca presentan
síntomas de rubefacción total.
Por esta razón, en un primer momento pensamos más en
la posibilidad de que las rocas arqueológicas que presentan
varias caras rubefactas tuvieran diferentes ubicaciones o
simplemente cambiaran su orientación a lo largo de la
combustión, que en un reencendido o una reestructuración
del área de combustión. Pero el análisis detallado de la roca
A-6 que se compone de varios fragmentos nos hizo dudar.
Esta roca se encuentra enrojecida en la cara superior
(aunque no completamente) y en el lateral opuesto al fuego.
La cara que quedaría en contacto con las llamas no presenta
síntomas aparentes de alteración del color.
El análisis de esta roca nos da pié para pensar en una
reubicación, al menos de parte de las rocas en algún
momento del funcionamiento del hogar. Si ponemos este
dato en relación con el del sedimento del área alrededor de
la estructura que presentaba síntomas de rubefacción, y
además tenemos en cuenta la gran cantidad de rocas que se
marcaron con síntomas de termoalteración evidentes
durante el proceso de excavación de las capas 4 y 5 del nivel
I, no nos cabe ninguna duda al respecto de la reutilización
de este área de combustión, que supondría la ubicación de
distintos fuegos con y quizá sin rocas en determinados
momentos.
A pesar de la falta de un análisis más detallado sobre la
dispersión, termoalteraciones y remontaje de las rocas desaparecidas con la entrada de los furtivos al yacimiento, así
como del sedimento que se hallaba en los alrededores del
hogar estudiado, creemos haber podido reconstruir una parte
de la historia del funcionamiento de esta estructura de
combustión.
En el caso de Marolles-sur-Seine, donde también se ha
estudiado la ubicación de las manchas, (March y Soler,
1999), los resultados muestran, por ejemplo, que la
presencia de un alto porcentaje de fragmentos con alteración
parcial podría estar relacionado no sólo con una débil exposición al calor, sino con una posición periférica de las rocas
en relación al fuego.
Fig. 54. Distribución de las oxidaciones en las rocas de
Marolles-sur-Seine (March y Soler, 1999).
[page-n-100]
Fig. 53. Distribución de
manchas en la roca A-6.
Arriba: Cara superior.
Abajo: Cara inferior.
87
[page-n-101]
V.3.3. Las alteraciones micromorfoestructurales
El análisis macroscópico de las muestras, revela
cambios en la estructuración de las rocas que se relacionan
directamente con fracturas y/o fisuras.
Y así al microscopio petrográfico, en las preparaciones
en lámina delgada se han detectado escasas variables que se
reiteren a causa del calentamiento. Algunas muestras
presentan el clivage de los cristales de las calcitas oscurecidas. El oscurecimiento de las muestras, preparadas en
lámina delgada, a causa del calentamiento es un dato que
hemos podido constatar experimentalmente. Este oscurecimiento puede ir acompañado de una textura que hemos
descrito como “sucia”.
La presencia/ausencia de determinados óxidos de hierro
no sirve como indicador del calentamiento, ya que petrológicamente no está establecida la diferenciación de color
entre los que han servido para establecer los límites del
calentamiento (limonita, goethita, hematita).
En el microscopio electrónico, en determinadas muestras (A-6) se percibe una porosidad importante que se podría
relacionar con el calentamiento.
Asimismo a 600x se observa una línea de fractura entre
granos que se aíslan bien en el centro, siendo mucho más
evidente a 1300x. (fig. 50). A 5000x se aprecian una serie de
microfisuras en el borde de cristales que, sin embargo,
presentan aristas vivas.
Esto significa que en la mayor parte de los casos, no se
puede establecer una correlación directa entre el calentamiento y el redondeamiento de los bordes de los granos.
V.3.4. Las alteraciones colorimétricas
Como hemos visto en el apartado experimental, el
cambio de color en las rocas es un indicativo útil en muestra
de mano y a simple vista, para la discriminación de las rocas
calentadas.
También hemos visto como la relación estadística de los
distintos parámetros que definen el color, describen la
evolución que sufren con el calentamiento.
Con la aplicación de una regresión múltiple, se genera
una ecuación que podría permitir calcular la temperatura
esperada para un calentamiento dado, si los parámetros de
color no presentaran una correlación positiva entre ellos,
cuando además se plantea a nivel arqueológico el problema
del registro de los parámetros de color en muestras sin
calentar (como es el caso del hogar de la Ratlla del Bubo).
Esto complica e impide que se pueda inferir la temperatura
mediante la sustitución directa de los valores en los términos
de la ecuación.
Para poder establecer tal relación entre la coloración de las
muestras y la temperatura alcanzada, será necesario establecer un modelo numérico que permita la creación de una
ecuación donde los términos conocidos establecidos por la
experimentación puedan ser sustituidos por los arqueológicos para poder así llegar a calcular la temperatura.
88
V.4. INTERPRETACIÓN DE LOS RESULTADOS
En un área de combustión se dan distintos indicadores
que permiten interpretar la función, la naturaleza y las actividades desarrolladas en torno al hogar. Estos indicadores
vienen marcados por los propios elementos que conforman
el nivel del que forma parte y se refieren tanto a los bloques
que lo conforman como a las rocas de desecho, las cenizas,
los carbones –como testimonio de los distintos combustibles
utilizados–, el material industrial y los huesos quemados, así
como también el sedimento que se halla directamente relacionado con la actividad del hogar.
Sin embargo, la estructura que presentamos, no posee
todas las evidencias relacionadas con el proceso de combustión, ya que buena parte de los testimonios no se han conservado y los que lo han hecho se hallaron en un estado fragmentario y alterado.
Tales son los casos del material óseo, afectado probablemente por procesos tafonómicos de conservación diferencial debidos al medio sedimentario y tal vez a la función
misma del hogar en el espacio habitado del abrigo, y del
material lítico, escaso a su vez, como ya se ha visto, probablemente como consecuencia de esa misma función y del
carácter de la ocupación en el yacimiento.
En este contexto documental, el estudio pormenorizado
de las rocas cobra su máximo protagonismo dado que es el
único elemento que permite una aproximación interpretativa
a la historia de la estructura de combustión y así a la de la
ocupación de este yacimiento.
Por otra parte, la diferente distribución que ofrecen las
evidencias líticas y óseas a medida que nos alejamos de la
línea de visera del abrigo puede ser significativa de la naturaleza e intensidad de la ocupación en torno a las áreas de
combustión internas. Tampoco podemos descartar totalmente la posibilidad de que la desprotección de la misma
zona externa haya ocasionado una conservación diferencial de los restos faunísticos, colaborando a que sea menor
la densidad de materiales en el área externa que, en cualquier caso, sí es apreciable en lo referente a la industria
lítica.
Después de lo analizado hasta ahora, se debe volver a
plantear la interpretación que de esta estructura se había
realizado:
“el alto grado de alteración térmica que muestran los
bloques..., indica que debió estar sometido a una potencia
calórica importante ya sea en tiempo o en intensidad” (Soler
et alii, 1991).
A partir de los resultados de la excavación, se constató
que se trataba de los restos de una estructura de combustión
in situ. Los datos que aportan nuestros análisis, permiten
ampliar esta información, indicando que parte de los
elementos de esta estructura pudiera haber formado parte de
más de una instalación. Es decir que en momentos anteriores
a la registrada en excavación, podría haber tenido otra
forma, otros componentes y otra organización espacial.
Hay varios datos que apuntan hacia esta posibilidad de
reubicación o reutilización:
[page-n-102]
- Que el sedimento de alrededor de la estructura
también esté alterado puede indicar sucesivas ubicaciones o reconstrucciones del hogar, con ligeras
variaciones de posición, dado que es una estructura
de elaboración sencilla. Debemos remarcar que las
tierras que se encontraban entre las rocas A-6 y A-3,
en la parte externa de la estructura, se encontraban
rellenas de sedimento negro con restos de carbones
como se aprecia en la lámina 13, lo que apoyaría esta
hipótesis.
- Si hubo o no reutilización o reubicación de la estructura, viene indicado también por la distribución de
las manchas y las fracturas de las rocas.
Ninguna roca relacionada con esta estructura se
encuentra totalmente rubefactada. Por lo tanto, los fragmentos de rocas menores de 5 cm nunca presentan rubefacción completa, lo que significa que si estuvieron en contacto
con el fuego debió ser a temperaturas que no han dejado
evidencia ni de color ni de presencia de discontinuidades.
Si estos pequeños fragmentos fueran parte de las rocas
mayores de este hogar, por un lado se podrían remontar y,
por otro, presentarían signos de rubefacción en la mayor
parte de su superficie.
En cuanto a la distribución de las manchas, debemos
decir que las negras –situadas en la cara en contacto con
el sedimento– muestran que las rocas no fueron movidas
después del último uso. En cuanto a las rojas, muestran
precisamente la posibilidad de una reubicación ya que se
presentan en laterales opuestos al fuego y en la parte
superior.
Otra de las cuestiones que apoya esta hipótesis son las
rocas con signos de termoalteración externo (manchas y fracturas) que aparecieron justo en las capas anteriores al descubrimiento del hogar, relacionadas siempre con manchones
grisáceos y pequeñas acumulaciones carbonosas.
El hecho de que determinadas rocas no presenten
síntomas de termoalteración en la base y sin embargo el
suelo sobre el que se instalan sí, plantea la posibilidad de que
como mínimo se debiera haber producido otro episodio de
combustión que alterara el sedimento ya que en este la transmisión de calor a través de la roca habría sido insuficiente.
En cuanto a si todas las utilizaciones del área pudieron
pertenecer a un mismo nivel de ocupación, en este caso al
nivel de ocupación solútreo-gravetiense, las características
de los datos manejados sólo permiten hablar de instalaciones previas al fuego documentado, que no estarán muy
lejos en el tiempo, pero a las cuales no es posible asociar
directamente ningún material arqueológico.
En algunas ocasiones (Phillips et alii, 1983; March y
Soler, e.p.) se ha interpretado una deliberada elección de las
rocas que han formado parte de una estructura de combustión, tanto por su naturaleza petrológica como por su forma.
No parece ser este el caso del hogar que nos ocupa ya que,
más bien al contrario, se utilizan las rocas que están al
alcance, sin necesidad de realizar ningún desplazamiento
para su localización. Esto tiene sentido si se considera que el
hogar de la Ratlla del Bubo no presenta evidencias claras de
haber sido destinado a tareas ya sean técnicas o culinarias
que requieran una preparación especial –aunque esta última
afirmación es sólo una hipótesis que no podemos confirmar–.
Las temperaturas máximas alcanzadas por la mayor
parte de las rocas estudiadas, se puede afirmar que se
encuentran en un intervalo entre 290ºC –momento en el que
comienza la oxidación (March, 1993)– y 500ºC –umbral en
el que las muestras se tornan hacia el gris–. Este hecho viene
determinado fundamentalmente por dos cuestiones: la coloración y las alteraciones morfoestructurales.
Según se ha demostrado en el análisis colorimétrico, la
tonalidad rojiza comienza a apreciarse en las rocas calizas
del área del Abric de la Ratlla del Bubo, a partir de 300ºC,
haciéndose cada vez más intensa hasta llegar a los 500ºC
(fig. 25). Superada esa temperatura las rocas carbonatadas
adquieren gradualmente una tonalidad grisácea (figs. 21 y
23) y finalmente superados los 700ºC blanca.
Del total de rocas estudiado sólo dos testimonian indicios
de haber sido calentadas por encima de estas temperaturas.
Un lateral de la roca A-2, así como la roca que se encontraba
en el centro del hogar. Esto demuestra que al menos en una
parte del fuego se alcanzaron temperaturas por encima de los
600ºC, pero que esto debió de ser un pico térmico.
Es interesante subrayar al referirnos a las temperaturas
alcanzadas por las rocas, que el combustible utilizado para
encender y mantener este fuego sea Juniperus, ya que como
se describe en el capítulo experimental este combustible
mantiene preferentemente temperaturas por debajo de
500ºC, aunque puede producir picos términos en determinados momentos del proceso de combustión de más de
700ºC (anexo documental).
Para el establecimiento del tiempo mínimo de encendido, sólo contamos con una variable que proporcione información objetivable: la penetración de la oxidación en el
interior de las rocas. Como se ha visto para las muestras A6 y A-20, este parámetro alcanza valores de 2 cm, que viene
a coincidir con un mínimo de 3 horas, tal y como lo demuestran los resultados de nuestras experiencias de campo y, por
otro lado, que subjetivamente podría ser considerado como
un tiempo de uso real.
Para conseguir una mayor exactitud en el cálculo del
tiempo mínimo de encendido, sería necesario establecer
parámetros experimentales complementarios, que permitieran aplicar un modelo numérico matemático (March y
Ferreri, 1989, 1990, 1992).
En cuanto a los criterios de duración establecidos sobre
bases subjetivas como si las rocas “parecen” poco o muy
alteradas, si el sedimento está muy rojo o muy duro, etc.
creemos que deben ser descartados si se pretende hacer un
análisis riguroso del problema. Apreciaciones como las de
B. Valentin (1987) sobre la utilización de las estructuras no
responden a criterios objetivables, afirmar que un hogar que
no ha sido muy utilizado y por tanto las piedras no muestran
apenas signos de la acción del fuego es un hogar joven, no
puede mantenerse como un criterio de interpretación.
El siguiente problema que se plantea es el de establecer
la funcionalidad de este hogar.
En el trabajo de 1991 (Soler et alii), planteamos la posibilidad de que el hogar podría hallarse en relación con 4
89
[page-n-103]
bloques pequeños en posición vertical, situados a una
distancia de 90 cm del centro del hogar, dando lugar con su
disposición a un espacio más o menos triangular y de tierras
claramente diferenciadas por su coloración oscura, pero sin
carbones, y que en el momento de la excavación se interpretó
como probablemente correspondiente a la base de un
pequeño tronco. Este tipo de estructuras, algo alejadas del
hogar y por tanto imposibles de analizar en función del cocinado directo de los alimentos, pueden relacionarse con el
ahumado de carne o pescado o bien con el secado de pieles,
esa sería la posible funcionalidad del hogar del nivel II.
En este momento se debe volver a plantear aquella hipótesis con los datos obtenidos.
En primer lugar debemos resaltar que no existen
evidencias directas que permitan relacionar estos bloques
con la funcionalidad del hogar. El no tener datos concretos
sobre el sedimento de relleno de estos bloques ni un
contraste entre este y el del nivel, hace imposible ir más allá
de la conjetura.
No poseer información sobre la funcionalidad del
hogar por ningún otro medio tampoco ayuda a sustentar esta
hipótesis.
Una cuestión importante que se debe tener en cuenta a
la hora de valorar tanto la estructura como el conjunto del
asentamiento, es que los datos proporcionados por las
distintas excavaciones están referenciando la ocupación de
un pequeño abrigo, de forma estacional. Las características
de la fauna así lo hacen pensar, como también la propia
dimensión y estructura del hábitat. Es importante reseñar
que debe tratarse de un hábitat estacional, ocupado por un
pequeño grupo que probablemente realizaría ocupaciones de
90
corta duración. Es en este marco donde ha de incluirse el
área de combustión que hemos estudiado.
Dadas las circunstancias en las que se produjo la excavación somos conscientes de estar trabajando sólo con una
parte del material que se podría haber recuperado dada la
limitación de la zona excavada respecto al conjunto de lo
que pudo haber sido el total de superficie ocupada, por lo
tanto manejamos una información que padece los sesgos
propios de toda información arqueológica más los producidos por las particularidades que se dieron en la recuperación de esta estructura.
A través del estudio de esta estructura de combustión, se
ha podido observar como la información proporcionada por
las rocas puede aportar datos fundamentales para el reconocimiento de las actividades relacionadas con el último uso del
hogar, es decir para la reconstrucción de su historia parcial.
Las reflexiones abordadas en este capítulo, deben llevar
a la comprensión de la importancia de la sistematización de
la recogida de datos, del estudio y de la interpretación de los
restos pétreos.
Creemos haber mostrado el valor de la representación
de unos restos a los que la bibliografía ha dedicado una
escasa importancia en comparación con cualquier otro ítem
registrado en excavación –sólo cuando se han encontrado in
situ han sido descritos con un cierto detalle–.
Y una vez puesto en valor nuestro objeto de estudio,
matizada la información que puede aportar y presentada la
propuesta de análisis, debemos volver a la reflexión que nos
impulsó a iniciar el estudio de las termoalteraciones de las
rocas: comprender el comportamiento de determinados
grupos humanos respecto del fuego.
[page-n-104]
VI. SISTEMATIZACIÓN PARA LA DOCUMENTACIÓN DE LAS
ROCAS EN ÁREAS DE COMBUSTIÓN ARQUEOLÓGICAS
Es el conjunto de las interpretaciones parciales, no sólo
respecto del fuego, sino también respecto de los comportamientos técnicos, artísticos o económicos lo que va a
permitir un acceso al comportamiento social de un grupo de
cazadores-recolectores que vivió en una área geográfica
concreta y la explotó con una idiosincrasia particular que
ahora intentamos determinar a partir de las evidencias de su
abandono.
Sin un registro adecuado de cada uno de los componentes de una estructura de combustión, no es posible
obtener un acercamiento a la características de su funcionamiento. En este capítulo ofrecemos una sistemática de
registro de las rocas en excavación, que permite una clasificación y cuantificación de los datos que éstas aportan a la
interpretación tanto de la estructura como del sitio.
La metodología de recuperación de los restos arqueológicos, es la base de todo el desarrollo interpretativo posterior. El registro exhaustivo de los datos durante la excavación es lo que va a permitir que el procesado de los mismos
adquiera coherencia.
El sistema de registro desarrollado en las excavaciones
de cronología paleolítica evoluciona constantemente, al
mismo ritmo que las diferentes disciplinas que intervienen
en el proceso de investigación exigen una mayor precisión
en la recogida de datos.
De esta manera el estudio de las huellas de trabajo que
pudieran quedar tanto en los instrumentos de piedra como
en la fauna, ha hecho que se descarten los útiles metálicos
en la excavación; el análisis químico que se puede realizar
de parte de la materia orgánica, obliga a no tocar el sedimento con las manos o los pies mientras se excava en la
zona de toma de muestras; el remontaje del material lítico
susceptible de haber formado parte de una cadena operativa,
ha desarrollado un método de registro preciso para todo el
material aparecido en la excavación y no sólo para los consi-
derados útiles, y un largo etc. en el que se incluyen cada uno
de los estudios pormenorizados (antracología, palinología,
sedimentología, micromorfología, microfauna, carpología o
técnicas de datación) que se van desarrollando durante una
investigación arqueológica.
Sin embargo, las “piedras” han llevado siempre la peor
parte en este estricto uso del método arqueológico. Sólo aquellas consideradas por los técnicos de la excavación como de
utilidad han sido registradas, aunque sin una sistemática de
registro similar a la desarrollada para el resto de los ítems.
Normalmente se documentan las rocas relacionadas con la
combustión, aquellas que presentan restos de pintura o las que
poseen una forma intencional como puedan ser las lámparas.
Nuestras consideraciones metodológicas van a ir referidas fundamentalmente a las rocas que han formado parte
de las estructuras de combustión, pero propondremos
algunas pautas para el reconocimiento de las rocas en excavación, estén o no formando parte de las estructuras de
combustión.
VI.1. RECONOCIMIENTO DE LA MATERIA PRIMA
Al igual que el material lítico que ha sido utilizado para
fabricar instrumental, el resto de pétreos de un asentamiento
debe ser catalogado sistemáticamente. La importancia del
reconocimiento de este tipo de material viene dada por cuestiones bien diferentes.
a. Por un lado la posibilidad de que se hayan producido
aportes antrópicos selectivos para el desarrollo de actividades específicas, que pueden estar relacionadas:
- Con la combustión: determinado tipo de roca es
considerado más adecuado para cocinar y/o para
calentar o para la realización de actividades técnicas.
- Con la elaboración de objetos de arte, ya sean esculturas exentas que requieren un tipo de roca que se
91
[page-n-105]
pueda modelar con cierta facilidad, o como soportes
de arte mueble.
- Con determinados objetos como pueden ser las
lámparas.
b. Por otro lado, en el caso de las estructuras de
combustión, conservar material sin calentar que sirva
de referencia para el análisis de las termoalteraciones
de las rocas que han estado inmersas en un proceso
de combustión.
Es importante que la clasificación de los pétreos venga
acompañada por una descripción del material de la zona en
la que se ubica el asentamiento, de manera que con un
estudio inicial de la geología del entorno se pueda tener una
idea aproximada del material que cabe esperar documentar
en el proceso de excavación.
La descripción de las rocas en excavación se realizará
en muestra de mano y será orientativa, al igual que lo pueda
ser la sedimentológica, faunística, etc.
Las características más importantes que deben ser reseñadas, se relacionan, por una parte con la descripción
morfológico-descriptiva de las rocas y, por otra, con una
descripción contextual adecuada, que ubique el material
pétreo respecto del nivel en el que se documenta.
Con esta sistematización de los datos se favorece su
cuantificación y descripción, lo que permitirá un procesado
de los mismos más adecuado.
CONTEXTO LITOLÓGICO
Roca aislada:
1. parte integrante de la fracción gruesa.
2. caída: de techo, paredes, deprendimiento de visera.
3. aportada por agentes naturales (como arroyada).
4. otros.
Roca asociada a estructura de combustión in situ:
1. parte del borde.
2. parte del enlosado.
3. parte de las paredes.
Roca asociada a restos de combustión
no estructurados:
1. desechos de combustión.
2. vaciados.
3. otros.
Roca asociada a otros restos:
1. muretes protectores.
2. enlosado de suelos.
3. otros.
Observaciones
Cuadro 13.
92
VI.2. LAS ESTRUCTURAS DE COMBUSTIÓN
La descripción de las rocas que forman parte de las
estructuras de combustión ha sido una de las preocupaciones
más constantes de la investigación, sobre todo en Francia.
El hecho de que su registro arqueológico proporcionara gran
cantidad de yacimientos (Pincevent, Etiolles, Masargny,
Verberie, Fontgrasse, etc.) con abundantes restos pétreos
relacionados con la combustión, provocó el que desde los
años 70 se desarrollaran distintos métodos de trabajo
respecto al estudio de las denominadas “piedras quemadas”.
Estas rocas limitan el hogar formando un borde o se
sitúan en el interior y/o en la periferia del mismo y son las
más aparentes desde el punto de vista de las estructuras
evidentes (Leroi-Gourhan, 1966), ya que en muchas
ocasiones no queda ningún otro vestigio de combustión
dado que los residuos de combustión pueden llegar a desaparecer totalmente.
De entre las técnicas desarrolladas para su estudio
destaca sin duda la del remontaje de las rocas termoalteradas, cuya importancia viene remarcada por el uso que de
ella hacen diferentes autores/as. Este método es utilizado
como manera de tener un conocimiento del funcionamiento
dinámico del espacio que se está estudiando, de manera que
a partir de sus resultados se vertebra la interpretación de las
llamadas unidades de habitación (Leroi-Gourhan, 1966).
Así, por ejemplo, en la interpretación del yacimiento de
Pincevent, Julien (1972, 1973, 1984) utiliza el remontaje
para, por una parte reconstruir la forma original de las
estructuras de combustión; analizar las relaciones entre los
diferentes hogares y/o estructuras adyacentes –vaciados–;
evidenciar las tareas de mantenimiento necesarias para el
mantenimiento de los hogares.
El problema que plantea basar todas la interpretaciones
en el remontaje, es que no se tienen en cuenta otros aspectos
que pueden proporcionar una información incluso más
precisa.
Hay otras características de las rocas que deben ser
tenidas en cuenta en su análisis que permiten adoptar una
perspectiva distinta en la interpretación de la estructuras de
combustión y que permitirán además, precisar y ampliar la
información proporcionada por el propio remontado de las
rocas. El registro del tipo de fracturas, de las manchas, de la
relación entre ambas y de la posición respecto del sedimento
en el que las rocas se hallaron.
Para poder reconstruir la historia del funcionamiento de
una estructura de combustión determinada, es necesario
establecer un estudio sistemático de estas estructuras.
El análisis experimental y la aplicación de métodos analíticos permiten una mejor interpretación de los restos y de su
organización. Pero ninguno de estos métodos puede contrastarse correctamente si el registro de la excavación no aporta
todos los datos necesarios.
VI.2.1. El registro de excavación
La descripción de los restos de un depósito arqueológico es la clave fundamental de su posterior interpretación.
En el caso de las áreas de combustión, cada uno de los
[page-n-106]
elementos que la conforman y se relacionan con ella ha de
ser descrito individual y pormenorizadamente.
Las características que cada componente presenta han de
ser individualizadas en categorías que permitan su posterior
procesado de una manera numérica, abriendo así la posibilidad de cuantificar estadísticamente las variables para
analizar su significación tanto respecto de la propia estructura
como de los otros restos documentados en la excavación.
Para poder procesar los datos de esta manera, hará falta
una descripción lo más detallada posible durante el proceso
de excavación de aquellas variables que consideramos
susceptibles de ser cuantificadas.
El registro deberá incluir además de los datos habitualmente recogidos en excavación (situación tridimensional,
características sedimentológicas, material lítico y/u óseo
asociado, distribución de los carbones, dibujo, fotografía,
toma de muestras para analíticas diversas, etc.) y los que
describimos a continuación en nuestras propuestas de
registro, otros que aunque en algunas ocasiones ya hemos
visto documentados, no se han sistematizado de manera
cuantificable. Nos referimos fundamentalmente a las
manchas y las fracturas.
VI.2.1.1. Las manchas
Como hemos demostrado a lo largo de este trabajo, el
análisis de la distribución y características de las manchas
de las rocas, es un elemento fundamental en la interpretación del funcionamiento de las estructuras de combustión.
Es muy importante su minuciosa descripción en excavación
ya que así la reubicación o reutilización tanto de las piedras
como de las estructuras es una de las formas en que queda
testimoniada.
Se ha señalado en diversos trabajos (Rieu, 1985; March,
1996; March y Soler, 1999) como las manchas presentan
fundamentalmente dos coloraciones roja y negra. Pero no se
debe descartar la posibilidad de que existan otro tipo de
manchas relacionadas con otros procesos de tipo tafonómico. En cualquier caso la descricpción sistemática será la
única que permitirá posteriores análisis y deducciones una
vez en el laboratorio.
VI.2.1.2. Las fracturas
Al igual que las manchas, son una de las evidencias que
ayudan a reconocer el posible calentamiento de las rocas.
Ya hemos visto los problemas que se asocian a ellas y cómo
en ocasiones es difícil tener certeza de su origen y significado. A pesar de este hecho, debe sistematizarse su descripción para poder precisamente avanzar en este aspecto de la
investigación.
Algunos autores, tal como se ha descrito, establecen que
determinadas litologías, con el calentamiento, adquieren una
tendencia particular de fracturación. Hemos analizado en los
capítulos precedentes como esto no parece ser siempre así y
la dificultad que entraña en muchas ocasiones el reconocimiento del origen de las fracturas. Pero, consideramos que
debe realizarse un esfuerzo de sistematización en la descripción de las mismas si pretendemos comprobar esa asociación
entre determinado calentamiento y fracturación característica.
La aplicación del estudio de las fracturas, su relación
con el fenómeno de la rubefacción y con la ubicación espacial de las estructuras de combustión, hacen de este análisis
un apartado imprescindible para el reconocimiento, no sólo
de las alteraciones térmicas concretas, sino también para el
del funcionamiento de la estructura.
Para sistematizar la descripción de las fracturas de las
rocas que se asocian a restos de estructuras de combustión
utilizaremos la ficha de registro de rocas termoalteradas e
incluiremos las fisuras, desgajamientos, descascarillados o
fenómenos de índole similar.
La propuesta de registro de datos que presentamos, fue
inicialmente construida para trabajar en yacimientos como
Marolles-sur-Seine o Le Closeau, por R. March y B. Soler.
Este registro crece y se multiplica al tiempo que el trabajo
en diferentes yacimientos va presentando distintas realidades arqueológicas. Esto significa que es una base abierta
a la mejora y a la adaptación, pero que ya ha sido comprobada su efectividad en el análisis de las rocas termoalteradas
de estos yacimientos.
Este análisis descriptivo se realiza en tres etapas.
Primero se hace una descripción general de la distribución
de la rubefacción en la superficie de los fragmentos,
después una descripción del emplazamiento de este enrojecimiento en su estado de abandono y por último una
descripción de la distribución de la rubefacción sobre los
núcleos remontados.
VI.2.1.3. El sedimento
Aunque no vamos a entrar en cómo se debe documentar
el sedimento de una estructura de combustión, ya que de
esto se han ocupado otros autores (March, 1996), sí
queremos dejar constancia de la importancia que posee este
elemento asociado a las rocas que formaron parte de una
estructura de combustión.
A través de un adecuado análisis del sedimento adherido a las rocas y del suelo sobre el que se instalaron, se
puede llegar a determinar alguno de los usos a los que pudo
estar dedicado el hogar. Se debe tener en cuenta que los
hogares son un lugar privilegiado de concentración de
sustancias orgánicas. Tal y como ha demostrado March
(1995), los restos de materia orgánica que quedan adheridos
o impregnados en el sedimento, permiten a través de los
métodos analíticos aplicados por la química orgánica, la
determinación del origen de sustancias de origen animal o
vegetal, resultado de las diferentes actividades realizadas en
los hogares y su entorno.
Queda así evidenciada, la importancia de que el sedimento que acompaña a los restos de combustión sea estudiado en detalle ya que es susceptible de contener una
cantidad de información microscópica que revela datos que
es imposible conocer de otra manera. Wattez (1992) ha
demostrado con sus trabajos la importancia de la micromorfología para el estudio de las variaciones del sedimento y el
análisis de las cenizas que proporciona una documentación
precisa sobre los restos vegetales, temperaturas de combustión, etc., ampliando las posibilidades de interpretación
ofrecidas por la antracología.
93
[page-n-107]
BASE DE DATOS MATERIA PRIMA
Localización
DESCRIPCIÓN
Tipo
CANTIDAD
Sedimentaria
Ignea
Metamórfica
Tamaño
Bloque
Guijarro
Grava
Forma
Globular
Poliédrica
Piramidal
Plana
Irregular
Otras
N.º de caras
Alteradas
No alteradas
Aristas
Angulosas
Redondeadas
Consistencia
Dura
Blanda
Tipo de Alteraciones
Fisuras
Fracturas
Carbonatación
Otras
Color
Descripción petrológioca muestra mano
Textura
Tamaño grano
Cuadro 14. Base de datos materia prima.
94
OBSERVACIONES
[page-n-108]
REGISTRO DE ROCAS TERMOALTERADAS I
OBSERVACIONES
Materia Prima
Alteración
Total
Parcial: número de caras
Puntual
Nula
Situación Alteración
Global
Desconocida
Inferior (respecto del sedimento)
Superior (respecto del sedimento)
Lateral
Superior-inferior
Inferior-lateral
Superior-lateral
Parcial (sup-infe-late)
Tipo de fractura
Curva
Curva irregular
Irregular
Plana
Plana irregular
In situ
Tipo de fragmento
Peso
Volumen
Curvo
Globular
Poliédrico
Piramidal
Irregular
Cuadro 15. Registro de rocas termoalteradas.
95
[page-n-109]
REGISTRO DE ROCAS TERMOALTERADAS II
Nº Caras del fragmento
Cantidad
Observaciones
Nº total
Rubefactas
Opuestas
Limítrofes
Exteriores
Grises
Opuestas
Limítrofes
Exteriores
Negras
Opuestas
Limítrofes
Exteriores
Blancas
Opuestas
Limítrofes
Exteriores
Fracturada in situ
Sí
No
Cuadro 15. Registro de rocas termoalteradas (Continuación).
Foto cuadro 15.
96
[page-n-110]
Todos estos procedimientos analíticos, requieren en cada
caso de la utilización de una metodología de extracción de
muestras que deberá ser determinada por los especialistas.
Cada nueva técnica analítica requiere de un proceso de
registro propio, es por eso que la metodología de excavación
debe estar siempre abierta a la incorporación de todos aquellos aportes que ayuden a mejorar la interpretación.
Volvemos aquí a subrayar la importancia de la interdisciplinaridad de los equipos de investigación, interdisciplinaridad
que debe ser llevada a su máximo exponente con la colaboración en el proceso de excavación de todos aquellos especialistas que intervengan en el procesado de los datos. Su
experiencia, la observación directa de la problemática y la
relación con la dirección técnica de la excavación propor-
cionaran nuevas perspectivas que sin duda contribuirán a
una mejor resolución de los problemas.
El contenido de nuestra propuesta de registro, debe ser
integrado en el registro general de la excavación, de manera
que sea una información más de las que se documenta sistemáticamente. Consideramos esencial esta integración si se
pretende, a partir de ella, llegar a resolver todas aquellas cuestiones que hemos visto plantean el binomio color/temperatura.
La adaptación de las diferentes bases de datos que
hemos presentado al conjunto de registros de la excavación
es sólo un problema de integración de bases, fácilmente
solucionable con una correcta informatización de los datos
desde el proceso de recogida de datos en excavación hasta
su interpretación final en el laboratorio.
97
[page-n-111]
[page-n-112]
VII. CONCLUSIONES
A lo largo del presente trabajo hemos visto cómo las
distintas problemáticas que genera el estudio de los restos de
combustión, precisan del establecimiento de metodologías
multidisciplinares que permitan abordar con rigor los interrogantes que plantea la documentación arqueológica.
En este sentido, nuestra propuesta de una sistemática
operativa experimental para el reconocimiento de las termoalteraciones en las rocas carbonatadas en contexto arqueológico, aporta un instrumento de trabajo eficaz cuyos resultados permiten un mayor grado de acercamiento al análisis
de los restos de combustión y, por ende, al comportamiento
de los grupos cazadores-recolectores del Pleistoceno en el
área mediterránea peninsular.
Aunque como se ha podido comprobar la experimentación por sí misma y de manera desglosada no es novedosa
en el estudio de los restos de combustión, con la propuesta
global que presentamos se contribuye al desarrollo de este
método en la medida en que se sugieren nuevos procedimientos de actuación.
El trabajo desarrollado plantea cómo, desde los estudios
básicos multidisciplinares de las rocas termoalteradas, se
puede tener una aproximación al funcionamiento o historia
térmica de una estructura de combustión. Asimismo, cómo a
partir del estudio del conjunto de evidencias es posible llegar
a establecer una aproximación más certera a su función.
De esta manera, el incremento controlado de temperaturas que han sufrido las muestras experimentales, tanto al
aire libre como en mufla, ha servido para establecer criterios
en orden a determinar:
1º Si una muestra arqueológica dada, ha estado calentada o no.
2º Si ha estado calentada una o varias veces.
3º Si ha sido calentada, en que rango de temperaturas.
Y todo ello sistematizando el protocolo experimental y
aplicándolo sistemáticamente en cada una de las distintas
rocas, previamente agrupadas por litologías y taxonomías,
que componen estos restos pétreos de combustión.
A lo largo del proceso de investigación, hemos privilegiado dos aspectos esenciales, tanto en el estudio de las
evidencias arqueológicas como en el desarrollo de la problemática experimental: las alteraciones colorimétricas y los
cambios morfoestructurales de las rocas, por ser características organolépticas definibles en la fase de excavación. La
resolución de estas dos cuestiones se ha basado en el calentamiento intencional de las rocas.
Hay otros criterios que se han obtenido en la fase experimental, que sin ser de aplicación a la fase de campo sí lo
son al estudio de las estructuras de combustión.
VII.1. ALTERACIONES COLORIMÉTRICAS
El reconocimiento de las “piedras quemadas” en excavación se ha realizado en la mayor parte de los trabajos
publicados hasta el presente, a partir del color y las fracturas. La asociación color rojo/roca muy calentada ha sido
sistemática en muchos de ellos.
Estas investigaciones no iban desencaminadas respecto
al cambio de coloración que se produce en las rocas con el
incremento de temperatura.
Hemos demostrado experimentalmente que un calentamiento entre 250ºC - 300ºC (dependiendo de la litología)
produce el inicio de una modificación del color que se puede
cuantificar y que en la totalidad de los casos tiende al enrojecimiento de la muestra. Pero, como también hemos señalado,
no siempre el color rojo de una muestra se relaciona directamente con un incremento de temperatura, sino que puede
venir determinado por composiciones genésicas de elementos
que posean esa coloración (arcillas), o alteraciones que no se
relacionen directamente con el calentamiento.
A partir de 500ºC se produce un nuevo cambio en las
coloraciones de las litologías antes consideradas, tornándose
99
[page-n-113]
ahora, a simple vista, hacia el gris. No podemos descartar
que este cambio de cromatismo no esté relacionado con la
pérdida de agua de cristalización (no se debe confundir con
la pérdida de humedad que se produce a partir de 100ºC).
Este fenómeno culmina a los 520ºC. Tal cambio se detecta
incluso en las preparaciones en lámina delgada donde, por
simple comparación directa, se observa un oscurecimiento
de las mismas.
Como se refleja en los gráficos, realizados a partir de los
datos procedentes de las distintas fases de la experimentación (figs. 23 a 27), tanto el parámetro de color b*, como el
análisis del croma, muestran esta paulatina tendencia hacia
el gris de las muestras con el calentamiento.
Asimismo, los microclastos de la matriz adquieren una
textura más uniforme con el calentamiento, adquiriendo
también el fondo un tono más oscuro.
A partir de 700° la coloración se torna, a simple vista,
hacia el gris-blanquecino, siendo tanto más blanca cuanto
más sobrepase esta temperatura. Este fenómeno va acompañado por la disgregación de la muestra que adopta una
textura externa que recuerda la del “polvo de talco”, por
descomposición del CO3Ca en CaO.
Como se observa en los gráficos referidos, desde una
coloración inicial cualquiera –en nuestro caso dentro de la
gama de los beiges/marrones– tenemos un comportamiento
diferencial para los parámetros del color L*, a* y b*.
El parámetro que define la luminosidad (L*) ya hemos
visto cómo en la matriz de correlaciones (fig. 26) se
mostraba independiente de la temperatura. Sin embargo los
parámetros de color a* y b* presentan una correlación positiva con la temperatura.
La correlación inversa de b* respecto a la temperatura,
refleja la tendencia de las muestras hacia el color gris, sea
cual sea el tipo de calentamiento sufrido por la muestra.
El parámetro a*, que representa la tendencia de la
muestra hacia el color rojo, presenta una primera fase en la
que la correlación respecto a la temperatura es baja para
después, a partir de los 500ºC, seguir una trayectoria claramente descendente de la curva, recogiendo la evolución
hacia colores menos definidos. Esto ocurre tanto si el calentamiento se realiza en mufla como al aire libre.
Al analizar las curvas de varias rocas calentadas en
mufla superpuestas (figs. 25, 26 y 27), se observa cómo
desde sus colores iniciales de partida sin calentar, presentan
coincidencia en un punto así como pendientes y trayectorias
muy similares.
Estos datos podrían ser interpretados de la siguiente
manera:
• Cuando las muestras presentan coloración rojiza
tanto en muestra de mano como en sección pulida, la
temperatura alcanzada hubiera estado por encima de
los 250ºC - 300ºC y por debajo de los 500ºC.
• Si las muestras poseen un color desde gris a blanco
el calentamiento hubiera sido mayor de 600ºC.
• Con el aumento de temperatura, las rocas tienden a
unificar la coloración sea cual sea su color original en
la muestra sin calentar.
A este planteamiento se pueden objetar varias cuestiones.
100
En primer lugar, que existen otras causas además
del calentamiento que provocan un enrojecimiento de las
muestras que deben ser analizadas y tenidas en cuenta.
En segundo lugar, no tener muestras arqueológicas sin
calentar que se puedan utilizar como muestra patrón.
Al profundizar en el estudio de la escala de variaciones
del color, nos planteamos si no podríamos llegar a calcular
la temperatura (T) a partir del análisis de la diferencia de
color mediante el establecimiento de un modelo matemático. Pero en este momento del desarrollo de la investigación
se plantean una serie de dificultades para llevarlo a término.
Una es el ya mencionado desconocimiento del color de
origen en las muestras arqueológicas y, por otra parte, estadísticamente se plantea el problema de que los parámetros
de color a* y b* presentan una correlación positiva entre
ellos, lo que implica que hay que buscar fórmulas adecuadas
para subsanar este problema.
Finalmente, y quizá el problema más importante a la
hora de intentar establecer una ecuación para el cálculo de
T, debemos exponer el problema que supone la litología de
las muestras. A pesar de haber trabajado con un conjunto
bastante homogéneo –rocas carbonatadas de grano fino y
grueso, con mayor o menor cantidad de restos orgánicos,
óxidos de hierro u otros componentes menores–, las
mínimas variaciones que se establecen entre las muestras
pueden condicionar una evolución diferente en lo que
respecta a las alteraciones colorimétricas, que requerirían de
un procedimiento experimental y analítico propio para su
diferenciación.
Por esta razón no ha sido viable plantear el cálculo para
conocer la temperatura a partir del color. Éste es uno de los
grandes retos que el presente trabajo nos ha abierto y para
poder superarlo será preciso establecer un procedimiento
experimental creado para tal fin, que permita la creación de
una base de datos a partir de la cual se puedan establecer los
términos de la ecuación que permita el cálculo de T.
Aproximaciones mayores en el binomio color/temperatura en este momento de la investigación serían arriesgadas
en rocas de color inicial variable y, en el caso de la Ratlla del
Bubo –o de cualquier otro yacimiento pleistoceno–, desconocido, teniendo en cuenta además que las variaciones intermedias de color pueden ser muy amplias.
Siguiendo con la problemática que plantea el tema del
color, debemos señalar que muchos autores han tomado
como referencia el trabajo de Meloy y Pagès (1984), donde
se adscriben a intervalos de temperatura concretos cambios
en la coloración de las rocas (cuadro 8). Ya hemos visto
algunos de los problemas que plantean, pero se debe incidir
en la dificultad, cuanto menos, de la correcta descripción de
conclusiones a partir de la imprecisa clasificación de los oxihidróxidos de hierro.
Los resultados que presentan Meloy y Pagès (1984) referidos a los oxi-hidróxidos de hierro, proceden del trabajo de
Michel (1983), al cual no hemos podido tener acceso. En este
trabajo se dice que “microscópicamente las formas hidrolizadas limonitas y goethitas son, desde amarillas mientras son
cripto-cristalinas, a marrones para una mejor cristalinidad.
La hematita, roja en finas partículas, se vuelve de gris a negra
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en los cristales más importantes” 8. Además añaden que ya se
ha demostrado la analogía entre una determinación macroscópica del color y la calidad de un mineral. Para las limonitas,
establecen una coloración naranja en fases amorfas. Cuando
se produce el calentamiento las limonitas presentes en materiales crudos llegan a convertirse en especies diferentes,
menos hidratadas, responsables de nuevos colores.
Asimismo, establecen la dificultad de determinar las
fases férricas por vía óptica, poniéndolas en evidencia a
través de la microscopía. Finalmente, establecen una aproximación teórica color/temperatura.
Los propios autores reconocen las limitaciones y los
problemas que supone, a partir de los análisis establecidos
sobre fases puras de los oxi-hidróxidos de hierro, raramente
así presentes en el medio natural, establecer una relación
directa color/temperatura.
A estas observaciones de los autores referidos, debemos
añadir varias cuestiones que, en nuestra opinión, deben
replantear tanto a nivel microscópico como macroscópico la
asignación de una coloración con la presencia de un oxihidróxido concreto y, por ende, aquella con una temperatura
de calentamiento.
1. No hemos encontrado en la bibliografía especializada en mineralogía un criterio para diferenciar la
limonita de la goethita, y menos en análisis con
microscopio petrográfico (Roubault, 1963; Bateman,
1974). En buen número de casos se cita como imposible de diferenciar o como ambas cosas.
2. Tampoco existen criterios unificados acerca del color
que se debe esperar de cada uno de estos oxi-hidróxidos de hierro (Roubault, 1963; Bateman, 1974).
Por lo tanto no creemos viable que se puedan establecer
condiciones de calentamiento, de tiempo de encendido de
un hogar e incluso se pueda llegar a la interpretación del
hábitat, a partir de la presencia de la goethita o hematita y de
una supuesta coloración que preestablece una temperatura
de calentamiento.
Si no se puede establecer esta relación a nivel microscópico, la asimilación directa de esas coloraciones a nivel
macroscópico tampoco se puede sostener en esos términos.
Creemos que los resultados que hemos presentado
mediante el análisis con espectofotómetro, proporcionan
datos más precisos sobre la relación color/temperatura.
Estos datos no siempre entran en contradicción con los
presentados por los autores anteriormente citados, pero sí
creemos que la base experimental sobre la que están establecidos y los cálculos estadísticos realizados, permiten un
acercamiento más correcto al problema.
VII.2. CAMBIOS MORFOESTRUCTURALES
Con el calentamiento sistemático pretendíamos poder ir
observando los cambios y transformaciones que iban
8
sufriendo las muestras. Dado que en algunos trabajos se
establecían variaciones morfoestructurales, como el
aumento de una determinada textura o la aparición de
nuevos elementos a bajas temperaturas –menos de 400°C
para un solo calentamiento (Bazile, 1989)–, comenzamos la
analítica y observación, tanto macroscópica como microscópica, desde las muestras sin calentar. Realizando para las
experiencias en mufla calentamientos cada 100° a partir de
300° hasta 700°.
La primera cuestión que debe ser resaltada es que entre
300°C y 500°C, no se han podido sistematizar cambios
morfoestructurales, ni en el análisis con lupa binocular a
partir de lámina delgada, ni en el microscopio petrográfico.
No se aprecia redondeamiento en los bordes de los
granos, microfisuras, crecimiento del ámbito micrítico en
detrimento del esparítico ni otras alteraciones morfoestructurales. Sólo en las muestras que presentan glauconitas,
éstas, al perder el agua de cristalización, parece que se
muestran menos evidentes a partir de 200°C, no percibiéndose con un calentamiento superior a 380°C.
Por esta razón decidimos utilizar el microscopio electrónico de barrido (MEB) y el microscopio electrónico de
emisión de campo (MEBEC), para comprobar si la instrumentación electrónica permitía una sistematización de las
posibles variaciones morfoestructurales a mayores aumentos.
Como se ha ido describiendo en el capítulo dedicado al
apartado experimental, tampoco los medios electrónicos nos
han permitido sistematizar cambios a menos de 500°C.
No podemos afirmar que otras litologías no los presenten,
pero sí que en las muestras carbonatadas que hemos analizado, tanto de Marolles-sur-Seine como de la Ratlla del
Bubo, no se aprecian.
Es a temperaturas superiores a los 600°C cuando se
evidencian algunos cambios en la morfología de las muestras estudiadas, hayan sido calentadas en mufla o al aire
libre. Estos cambios son observables casi exclusivamente a
través del análisis de microscopía petrográfica y electrónica.
En el caso del análisis petrográfico, se evidencia una
textura de color oscuro que hemos denominado “sucia” en
los cristales de los carbonatos, así como su propia desintegración, permaneciendo constante la textura y componentes
orgánicos o inorgánicos, no apreciándose cambios sistemáticos de porosidad ni recristalizaciones.
En el estudio con microscopio electrónico de barrido,
los cambios se fundamentan en la aparición de unos depósitos planares sobre los granos y, en ocasiones, por pequeñas
microfracturas o microfisuras (fig. 36). Asimismo se detecta
un redondeamiento en las aristas de los cristales, aunque
esta característica no es sistemática.
Si comparamos los resultados obtenidos en el proceso
experimental con los que publicaron Meloy y Pagès en 1984
para el estudio de los materiales calcáreos experimentales
franceses, observamos que coinciden con nuestras observa-
El problema de la complejidad de la existencia de la limonita ya se ha planteado en el capítulo 6.
101
[page-n-115]
ciones para las rocas calizas en cuanto a los tres estadios
principales de alteración, pero para las rocas tipo
“meulière”: 300°C-500°C y 700ºC, no así en la desintegración de la roca que nosotros la apreciamos tanto en mufla
como al aire libre en 800°C.
Para las rocas calizas de Champigny y Brie, los autores
no parecen poder apreciar alteraciones a temperaturas
menores de 600°C, ya que sólo describen las variaciones de
color en la gama de grises y la transformación del CO3Ca en
CaO + CO2 que se produce a partir de los 620°.
El análisis de las rocas carbonatadas termoalteradas,
muestra que éstas no presentan tantas posibilidades de transformación como otras rocas tipo arenisca o la propia
“meulière”, dado su componente mayoritario –el carbonato
cálcico–.
Mediante el presente estudio hemos podido establecer
algunas matizaciones a las observaciones recogidas hasta
ahora en la bibliografía que ayudan al reconocimiento de las
distintas fases de calentamiento de las rocas carbonatadas.
• Enrojecimiento de las muestras entre 290ºC y 500ºC.
El problema aquí es determinar exactamente a qué se
debe. Tradicionalmente en la bibliografía se ha atribuido a la transformación de los óxidos de hierro, pero
después de las reflexiones planteadas sobre la transformación de estos óxidos y la relación color/temperatura, creemos que no se puede dar unas respuesta
única y taxativa en este momento de la investigación.
• En muestra de mano, la textura superficial presenta
aspecto reseco y más mate que en muestras de su
misma génesis naturalmente desprendidas de afloramientos.
• Oscurecimiento o degradación hacia el gris de las
muestras a medida que aumenta el calentamiento,
observable incluso en las preparaciones de lámina
delgada.
• Microfracturas y microfisuras perceptibles al microscopio petrográfico y electrónico para temperaturas
superiores a 600°C.
• Textura “polvo de talco” superficial en muestra de
mano, para temperaturas superiores a 700ºC.
• Oscurecimiento de los cristales de carbonatos con
textura “sucia”, a partir de los 700°C, en análisis con
microscopio petrográfico.
• Disgregación de los cristales de los carbonatos entre
600°C y 700°C, apreciables en microscopio petrográfico.
El desarrollo de este trabajo nos ha permitido valorar el
hecho de que el estudio de cada litología requiere una serie
experimental específica, tanto en mufla como al aire libre.
La escala colorimétrica que hemos descrito es válida para
las rocas carbonatadas de tipo micrítico y esparítico, que son
las más abundantes en el territorio valenciano. Eso no
implica que no pueda servir como indicador para otras litologías de composición similar, pero si se pretende realizar
un estudio detallado similar de cualquier tipo de roca, es
necesario plantear un programa experimental sistemático y
completo, como así se hizo en el estudio de la estructura nº1
de Marolles-sur-Seine dado que incluía otras litologías.
102
VII.3. APLICACIÓN DE LOS RESULTADOS A LAS
SERIES ARQUEOLÓGICAS
El objetivo final del presente trabajo siempre ha sido
establecer criterios de discriminación que permitan diferenciar las características del calentamiento intencional de las
rocas que conforman las estructuras de combustión arqueológicas.
A partir del estudio de tres asentamientos con problemáticas completamente distintas, hemos observado cómo la
discriminación de la termoalteración de las rocas es muy
importante a la hora de interpretar el funcionamiento de las
estructuras de combustión, su estado de funcionamiento o
abandono, su integración en el hábitat y desde ahí introducir
una nueva posibilidad interpretativa del asentamiento objeto
de análisis.
Cada documento arqueológico (EC, RCNE, rocas, sedimento, carbones, etc.) requiere una técnica de análisis específica que incidirá en las características que éste haya desarrollado a lo largo de su uso y de sus características tafonómicas. Es muy importante realizar el estudio de las estructuras de combustión dentro del marco del hábitat que se
estudia, ya que esto multiplica las posibilidades de análisis.
Para el estudio de las áreas de combustión arqueológicas –ACA–, hemos utilizado un conjunto de métodos y
técnicas de análisis que nos han ayudado a establecer las
características de la alteración y el comportamiento de cada
una de ellas. El remontaje, el análisis petrológico detallado
y nuestra propia sistemática experimental, han permitido
una interpretación distinta de la establecida en un principio
para los asentamientos estudiados.
Pero cada asentamiento estudiado presentaba una serie
de limitaciones y dificultades que hacían imposible la aplicación de la metodología de trabajo al completo. Esta es la
realidad de la investigación a la que toda sistemática de
trabajo debe poder adaptarse. Es difícil y extraño encontrar
un yacimiento que presente todos los restos de combustión
en unas condiciones tales que permitan la aplicación de
todos los métodos de trabajo desarrollados aquí. Y esa es la
razón que ha provocado que sea un conjunto de análisis y
sistemáticas las que finalmente se han ido adaptando a cada
problemática particular.
La utilización del método del remontaje, nos ha permitido llegar a establecer las hipótesis de uso, funcionamiento
y/o abandono de la estructura de combustión nº 1 de Marolles-sur-Seine (Francia). El análisis detallado de cada fragmento de roca es fundamental para reconocer cómo el calentamiento la ha afectado, así como la determinación de las
posibles remociones de la estructura antes de su abandono.
La realización de esta descripción detallada supone la utilización de un método de registro en excavación que integre
todos los datos necesarios que son utilizados en la descripción final.
El conjunto de analíticas utilizadas –clasificación petrológica, remontaje, observación en microscopio electrónico
de barrido, análisis de los restos de materia orgánica–,
permite inferir que esta estructura de combustión posee una
historia bastante más compleja que la descrita en el
[page-n-116]
momento de la excavación. La forma final de la estructura
que se ha documentado en excavación no refleja un funcionamiento in situ. Las rocas han sido alteradas por fenómenos de combustión, pero estas alteraciones no se produjeron en la forma actual de la estructura, sino en otra tal vez
construida en otro lugar, como lo indicaría la ausencia de
termoalteración en el sedimento de la base.
En el caso del yacimiento de Cova Negra, la problemática a estudiar era bien distinta. Se debían explicar, por una
parte, las características de los restos de combustión aparecidos en los niveles musterienses del sector oeste de este
yacimiento y, por otra, la distribución de más de 200 rocas
con síntomas de termoalteración, en un espacio reducido de
escasamente 5 m2, en el sector norte. Los métodos de
análisis utilizados en estos casos fueron el registro sistemático en excavación del conjunto de evidencias, el remontaje
–que no dio resultados positivos– y el análisis petrológico.
El registro de evidencias de combustión del sector oeste
plantea la existencia de fuegos simples, sin preparación, que
se van reubicando dentro de la zona que hemos denominado
de ocupación. En general se registran escasos restos de
fauna o sílex quemados asociados dentro o en los alrededores del hogar.
Resulta difícil con las escasas evidencias obtenidas en
excavación y con el registro realizado de los restos de
combustión, aventurar un comportamiento respecto del
fuego en estos momentos antiguos. Dado el carácter esporádico de la ocupación de Cova Negra, evidenciado por los
restos de fauna y microfauna, y la escasa intensidad que
parecen reflejar estas ocupaciones, la información que
aportan estos pequeños fuegos asociados a grupos humanos
reducidos que utilizan escasamente la cavidad, es completamente coherente y reafirma los datos expuestos por estas
disciplinas.
En cuanto a la interpretación del sector norte de la
cavidad, parece evidente que nos encontramos ante un área
de combustión, aunque con unas características que no la
encuadran fácilmente entre las que la bibliografía conocida
define. No parecen haberse instalado hogares con borde de
grandes rocas; tampoco se evidencian, como el sector oeste,
instalaciones puntuales de pequeños fuegos. Creemos que
esta pequeña zona (recordemos que son 5 m2) pudo estar
dedicada a algún uso particular relacionado con el fuego, en
el que se utilizaron gran cantidad de rocas de formato no
mucho mayor de 10 cm, en sucesivas estancias u ocupaciones de la cueva, dado que se encuentran repartidas en una
potencia de más de 40 cm.
Las limitaciones impuestas por el reducido espacio de
excavación en los dos sectores, unido a la escasez de restos
materiales que presenta este asentamiento y la imposibilidad
de realizar analíticas complementarias, hacen que la aproximación al conocimiento de la microhistoria relacionada con
estos restos de combustión, no pueda ir más lejos.
Finalmente, la aplicación de la sistemática experimental
establecida en el capítulo 5 de este trabajo al estudio de la
estructura de combustión del Nivel II del yacimiento de la
Ratlla del Bubo, ha permitido obtener información bastante
precisa al respecto de su historia térmica.
El análisis petrográfico ha mostrado que:
• La mayor parte de las rocas que conformaron este
hogar no parecen haber sido calentadas más allá de
500°C. A nivel micromorfoestructural, no se aprecian alteraciones, no hay disgregación de los cristales
de carbonatos, ni textura “sucia”, por lo tanto no se
deben haber superado los 600ºC.
• Sólo las dos rocas, que se encontraban en el centro de
la estructura, muestran síntomas de haber estado
calentadas por encima de los 600ºC, presentando una
coloración gris oscura en muestra de mano, alto
grado de fragmentación y, en lámina delgada, desagregación de los cristales de carbonato.
• El análisis del color, en muestra de mano, refleja un
enrojecimiento parcial sólo de la muestra y en otras
dos se produce un oscurecimiento generalizado de la
muestra. Esto permite inferir, igualmente, que la
temperatura máxima alcanzada en la periferia del
hogar no debió sobrepasar los 500ºC más que de una
manera puntual que afectó nada más a una de las
rocas.
• El enrojecimiento parcial de la muestra A-6, que
formaba parte del borde, se debe poner en relación
con la colocación de las rocas respecto del fuego,
como hemos podido comprobar en nuestras experiencias al aire libre. En el caso de esta roca, parece
claro que ha sufrido una reubicación en algún
momento de su uso como parte de un borde, ya que
la parte que presenta el enrojecimiento, así como una
importante desmembración, es la que se encuentra
hacia el exterior de la estructura.
Por los resultados obtenidos hasta el momento cabría
pensar en un funcionamiento a temperaturas no muy
elevadas. Sin embargo hay una característica que siguiendo
la bibliografía nos haría pensar en un calentamiento elevado
de las muestras y es el alto grado de fracturación. Esta fracturación se observa desde muestra de mano a microscopio
electrónico (láms. 14 y 15 y fig. 51).
Respecto al desmembramiento del conjunto de rocas
arqueológicas debemos proponer una reflexión. Se puede
establecer que éste no se debe siempre exclusivamente a un
mayor o menor grado de calentamiento o al choque térmico,
ni a un proceso menor de compresión diagénica.
En muchos casos, estas rocas pueden ser de composición prioritariamente inorgánica y a lo sumo con algunos
microfósiles. El resto, aquellas con abundantes restos orgánicos que proceden no sólo de una linealidad deposicional
sino también una morfología planar frente a los inorgánicos,
con mayor porcentaje detrítico, variable cementación, en
parte brechificadas y/o con mayor porcentaje arcilloso, son
las rocas que mejor se desmembran e incluso generan mayor
porcentaje de finos. Consideramos como tales al conjunto de
arcillas, arenas finas y limos arenosos que, una vez limpiada
la muestra tras su extracción, va cediendo con el tiempo en
el lugar del depósito.
Otro elemento importante de información, como hemos
visto, es la distribución de las manchas. Debemos decir que
en esta estructura de combustión sólo se documentaron
103
[page-n-117]
manchas negras y la rubefacción de una roca a la que ya
hemos hecho referencia.
Es importante señalar que a través de la experimentación hemos podido comprobar cómo las manchas negras
pueden tener una génesis distinta.
Si la estructura se encuentra in situ las manchas estarán
repartidas por la cara superior y lateral de las rocas, tal y
como se observa en la experiencias al aire libre (fig. 37).
En otros casos, el contacto se produce con el sedimento que
posee los residuos de materia orgánica, por lo que las
manchas se documentarán fundamentalmente en la cara
inferior en contacto con el suelo.
En el caso de la estructura de la Ratlla del Bubo las
manchas se encontraban en la cara inferior relacionadas con
sedimento oscuro y carbones adheridos fuertemente a la
base de las rocas, tal vez por un proceso de carbonatación.
Este conjunto de evidencias nos ha llevado a la conclusión de que el hogar recuperado en 1987 no debió haber
sufrido modificaciones sustanciales desde su última utilización.
Del análisis del conjunto de rocas que lo forman, se
puede deducir que algunas de ellas ya habrían sido calentadas con anterioridad, lo que supondría una reubicación
para el uso documentado. Asimismo, el hecho de que en la
periferia del hogar se registrara sedimento termoalterado y
se registraran otras rocas con síntomas de alteración térmica,
apoyaría también la hipótesis de la reutilización. De este
mismo análisis se infiere que en este último uso la temperatura máxima del hogar no debió sobrepasar los 500ºC.
Todo el conjunto de datos recuperados debe ponerse en
relación con el hábitat. No se debe olvidar que estamos
analizando un hábitat de características bastante precisas:
estacional y de corta duración, aunque también se ha de
remarcar el hecho de haber estado trabajando en una zona
bastante periférica de la ocupación, casi por debajo de la
línea de visera.
Todos los esfuerzos del presente trabajo han ido encaminados a sacar el máximo partido de los materiales arqueológicos estudiados, intentando –parafraseando a LeroiGourhan– no caer en la ficción prehistórica. La aplicación
de todas y cada una de las analíticas empleadas lo ha sido
conscientemente, intentando que su uso como herramienta
de trabajo respondiera a alguna de nuestras preguntas
iniciales, permitiéndonos avanzar algo más en la comprensión de las sociedades cazadoras-recolectoras del mediterráneo peninsular durante el pleistoceno.
104
Hemos querido demostrar con el presente trabajo la
importancia que adquiere cada uno de los restos que
formaron parte de una estructura de combustión y, muy
particularmente, las rocas termoalteradas. A través del
análisis de estas rocas ha quedado evidenciado que se
puede llegar a conocer cómo fueron utilizadas, con qué
frecuencia y en qué tipo de estructuras. Asimismo si las
estructuras tuvieron uno o varios usos y en ocasiones reconocer a qué actividad pudieron estar destinadas.
La integración de esta información con la proporcionada por el resto de evidencias de un asentamiento es la que
va a permitir un acercamiento más correcto al problema de
la interpretación de los hábitats.
En definitiva la interdisciplinariedad en el trabajo tanto
de campo como de laboratorio se muestra imprescindible
para la resolución de la mayor parte de los problemas que se
plantean durante la investigación de un asentamiento pleistoceno.
La sistemática operativa experimental que hemos
presentado, creemos que contribuye a explicar una problemática que se da en todos los yacimientos que presentan
rocas carbonatadas como soporte pétreo, que es el caso de la
mayor parte de yacimientos ubicados en la vertiente mediterránea peninsular. Creemos que buena parte del interés de
este trabajo se centra precisamente en el hecho de haber
establecido una metodología que sea válida y aplicable para
trabajar en una zona geográfica muy importante. Pero
además, con el estudio de la estructura de Marolles-surSeine hemos demostrado que esta sistemática de trabajo
puede funcionar para el estudio de cualquier litología si se
siguen las pautas correctas de trabajo. Es más, las experimentaciones desarrolladas en las Islas Canarias, con un
medio físico absolutamente distinto, han puesto de manifiesto la válidez del método experimental.
Somos conscientes de las limitaciones que el material
arqueológico posee, de los sesgos que le son inherentes y
de aquellos imponderables que se presentan, pero también
creemos firmemente que el desarrollo de un trabajo experimental serio y minucioso, orientado por las hipótesis
planteadas inicialmente, es uno de los caminos con el que
debe contar toda investigación que pretenda interpretar al
menos una parte de la historia, teniendo en cuenta que cada
historia parcial que consigamos reconstruir nos está
ayudando a reconstruir una parte del pasado, en el que
probablemente un grupo de seres humanos experimentó
con el fuego.
[page-n-118]
GLOSARIO DE TÉRMINOS PETROLÓGICOS UTILIZADOS
Aloquímica: Partícula de una roca carbonatada de precipitación química o bioquímica que se ha formado dentro de
una cuenca sedimentaria, pero que ha sufrido un transporte
antes de depositarse; se contrapone a los componentes de la
matriz carbonatada y al cemento. Término que comprende
partículas carbonatadas, en contraste con la matriz de lodo
carbonatado y de cemento calcítico limpio; incluye fósiles,
oolitos, pellets, etc. según Folk, 1959, 1962.
Biolitita: Caliza formada por crecimiento in situ de estructuras orgánicas que forman una masa coherente.
Biomicrita: Caliza compuesta de granos esqueléticos en
matriz micrítica. (Folk, 1959, 1962).
Bioquímico: Depositado por procesos químicos bajo
influencia biológica.
Bioesparita: Caliza compuesta de granos esqueléticos con
cemento calcítico (sparry) de “grano grueso” (Folk, 1959,
1962).
Burrows: Estructura tubular formada por la actividad de
organismos en sedimentos.
Calcarenita: Caliza compuesta predominantemente por
granos de carbonato cálcico de tamaño arena (arena carbonatada).
Calciesferas: Esferas de tamaño silt o arena clara calcítica
(sparry), con paredes discernibles o no. De probable origen
diverso, las esporas algales son las que representarían una
mayor variedad.
Caliza sparry: Roca carbonatada de naturaleza calcítica en
la que alguno de los cristales esparíticos puede adquirir gran
tamaño.
Cemento: Precipitado químico generalmente de origen
inorgánico que engloba clastos de litologías sedimentarias.
Clástico: Material compuesto de partículas que han sufrido
transporte mecánico al menos localmente. Sobre todo
incluye calizas formadas por fósiles u otros aloquímicos
movilizados por olas o corrientes.
Coated grains (granos revestidos): Término general para
granos con revestimiento o ritmo de carbonato cálcico;
incluye oolitos y oolitos superficiales, pisolitos y granos con
revestimiento algal.
Cristalización: Proceso de organización tridimensional de
la materia.
Criptocristalina: Relativo o perteneciente a la textura de un
agregado de cristales cuya pequeñez supera la posibilidad de
resolución de un microscopio óptico.
Detrítico: En el texto se utiliza como sinónimo de clástico,
para rocas compuestas de fragmentos de otras rocas.
Diagénesis: Cambios en sedimentos o rocas producidos tras
la deposición, excluyendo procesos que implicarían metamorfismo.
Dismicrita: Micrita alterada que contiene vetas o pequeños
huecos rellenos de calcita (Sparry).
Empaquetado (Packed): Conteniendo los granos suficientes (aloquímicos) para que éstos estén en contacto y
soportándose mutuamente, en contraste con las rocas cuyos
granos flotan en barro.
Estructura: Distribución y orden de los cristales o clastos
dentro del cuerpo rocoso.
Euhedral: Referido a un único cristal o fábrica cristalina
que muestra formas típicas cristalográficas bien definidas.
Fábrica: Orientación espacial de los cristales, clastos o
agregados policristalinos no equidimensionales en un
cuerpo rocoso.
Fibroso: Referente al cemento de calcita (sparry) que
incluye cristales con proporción longitud / anchura mayor
que 6:1.
Grainstones: Roca carbonatada compuesta de granos sin
cemento calcáreo en los intersticios.
Granos: Partículas sólidas cuyos límites pueden estar
rodeados de cristales.
105
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Granos apoyados: Se refiere a la fábrica de una roca en la
que los granos (aloquímicos) están en contacto mutuo, si
bien entre ellos pueden haber una matriz barrosa (micrita).
Granos revestidos (Coated grains): Término general para
granos con revestimiento de carbonato cálcico. Incluye
oolitos, pisolitos y granos con revestimiento algal.
Growth: crecimiento
Histéresis: Retraso en la evolución de un fenómeno en relación a otro del que depende; falta de coordinación entre dos
fenómenos corrreltativos.
H. Eléctrica: fenómeno en virtud del cual la polarización de
un dieléctrico no depende solo de la intensidad actual del
campo eléctrico sino también de los valores precedentes.
H. Magnética: fenómeno por el cual un material ferromagnético presenta una imantación que depende no solamente
del campo magnético que lo produce sino también de los
estados anteriores de imantación.
Intersticios: Utilizado en el texto para áreas que estaban
vacías en los sedimentos iniciales, aunque ahora aparezcan
rellenos.
Intraclasto: Fragmento de sedimento carbonatado de
formación sincrónica al sedimento que lo contiene.
Lepisferos: microesférulas (5-10 µ). Por ejemplo el ópalo
CT, que consiste en una intercalación de cristobalita y tridimita (variedades cristalinas del SiO2) –reemplaza a los
esqueletos de radiolarios y diatomeas (sus esqueletos son de
otra variedad silícea de ópalo; el opalo A u opalo biogénico)
y es precipitado como cristales en forma de láminas que
revisten cavidades formando estas microesférulas.
Matriz: En el texto, minerales de arcilla o micas de origen
detrítico que engloba clastos en rocas sedimentarias detríticas.
Metasomatismo: Proceso por el cual un mineral es reemplazado por otro de diferente composición química en un
proceso metamórfico.
Micrita: Caliza microcristalina.
Microesparita: Caliza de cristales microscópios producida
por recristalización de micrita.
Microestructura/Microkarst: Características exo-endocársticas de dimensión mínima superior al de la textura.
Mudstone: Roca carbonatada compuesta de barro carbonatado con menos de un 10% de aloquímicos.
Oncolito: Pisolito con forma esferoidal de estromatolito
algal mostrando series de laminaciones concéntricas.
Oolito: Roca compuesta de ooides, con cuerpos esféricos o
elipsoidales, con núcleo y estructura radial o concéntrica.
Oomicrita: Caliza compuesta predominantemente de
ooides en matriz de micrita.
Oosparita: Caliza compuesta predominantemente de ooides
en cemento calcítico (sparry) de grano grueso.
Ooze / Cieno: Se utiliza en el texto con el sentido de barro
carbonatado, ya sea el sedimento original blando o su equivalente consolidado.
106
Ortoquímico: Un constituyente rocoso que es un precipitado químico normal, en contraste con los fósiles, oolitos u
otros constituyentes depositados mecánica o biológicamente.
Patrón textural: Conjunto de características que pueden ser
utilizadas para caracterizar una roca o conjunto de ellas, con
independencia de la composición mineralógica. En rocas
sedimentarias, el patrón vendría definido por: el tamaño y la
forma de los granos, el “sorting” y la madurez textural.
Pelmicrita: Caliza compuesta fundamentalmente de
peloides (o pellets) en matriz de micrita.
Pellet: Grano sin estructura interna y forma en general
ovoide, en algunos casos de origen fecal.
Pisolita: Partícula pequeña esférica, con estructura interna
laminada concéntrica.
Porosidad aparente: Tipo de porosidad primaria interparticular creada por el efecto de abrigo de partículas sedimentarias relativamente grandes que evitan el relleno del espacio
intersticial por parte de partículas clásticas más finas.
Porosidad cavernosa: Sistema de poros caracterizado por
una amplia apertura de cavernas.
Porosidad primaria: Porosidad presentada en la roca o en
el sedimento durante su deposición final.
Porosidad secundaria: Cualquier porosidad creada en un
sedimento después de su deposición final.
Pseudoesparita: Fábrica de calcita neomórfica (recristalización) con tamaño medio de cristal mayor de 30 micras.
Punto eutéctico: La más baja temperatura a cualquier
presión dada a la cual los constituyentes de dos o más minerales pueden existir juntos en estado líquido de solución
mutua y a la que los dos o más minerales pueden cristalizar
simultáneamente en una proporción respecto al peso constante para cada uno.
Roca de granos o Grainstone: Roca carbonatada compuesta
de granos sin cemento calcáreo en los intersticios.
Skeletal grains: Componentes carbonatados que provienen
de materiales duros creados por organismos.
Sorting: Medida de dispersión de la frecuencia de distribución de los tamaños de los granos en un sedimento o roca.
Terrígenos: Proveniente de un área de suelo y transportado
mecánicamente a la cuenca de deposición.
Terrones: En sedimentos modernos, agregados irregulares
compuestos de cristales de carbonato o arena que se han
cementado juntos. En rocas antiguas aparecen similares a
granos compuestos de barro carbonatado.
Textura: Conjunto de relaciones intergranulares de
tamaño y forma de los cristales o clastos que forman una
roca determinada.
Wackestones: Roca carbonatada, con textura de soporte de
fango micrítico, que contiene más de un 10% de granos
detríticos. Se incluye en el grupo de las rocas aloquímicas de
la clasificación de Folk. Término de la clasificación de las
rocas carbonatadas de Dunham.
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113
[page-n-127]
[page-n-128]
ANEXO DOCUMENTAL
[page-n-129]
[page-n-130]
BASE DE DATOS
[page-n-131]
Nº
Arq/Exp
100
Exp.
Mufla Temp C º Media L* Media a* Media b* Micrita Pelmi Esparita Biomi Bioespar Ofe Cemento Matriz Pellets
Mufla
S/C
56,25
2,39
13,36
1
0
1
0
0
1
0
0
0
101
Exp.
Mufla
S/C
58,30
2,42
11,07
1
0
0
0
0
1
0
0
0
102
Exp.
Mufla
S/C
47,01
-0,63
1,05
1
0
0
0
0
1
0
0
0
103
Exp.
Mufla
300
50,42
3,67
9,23
1
0
0
0
0
1
0
0
0
104
Exp.
Mufla
300
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-0,13
2,40
1
0
0
0
0
1
0
0
0
105
Exp.
Mufla
400
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1
0
0
0
0
1
0
0
0
106
Exp.
Mufla
400
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1
0
0
0
0
1
0
0
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107
Exp.
Mufla
450
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4,27
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1
0
0
0
0
1
0
0
0
108
Exp.
Mufla
450
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1
0
0
0
0
1
0
0
0
109
Exp.
Mufla
450
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0
0
0
0
1
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110
Exp.
Mufla
500
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0
0
0
0
1
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0
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111
Exp.
Mufla
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0
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0
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Mufla
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Mufla
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Mufla
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Mufla
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Mufla
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Mufla
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Mufla
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Mufla
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128
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Mufla
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1
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129
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Mufla
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0
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130
Exp.
Mufla
S/C
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0
0
0
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1
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131
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Mufla
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0
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1
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132
Exp.
Mufla
500
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133
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134
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135
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137
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138
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139
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Mufla
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140
Exp.
Mufla
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141
Exp.
Mufla
500
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142
Exp.
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Mufla
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Exp.
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146
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Exp.
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0 = ausencia; 1 = presencia.
118
[page-n-132]
Redondeados Angulosos Glauconitas Oolitos Foramin Restos org. Manchas Situación Fracturas Fisuras Exfoliac Tamaño Forma Aristas
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119
[page-n-133]
Nº Arq/Exp Mufla/A.lib Temp C º Media L* Media a* Media b* Micrita Pelmi Esparita Biomi Bioespar Ofe Cemento Matriz Pellets
151 Exp.
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A. libre
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[page-n-134]
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[page-n-135]
[page-n-136]
ANÁLISIS MEB
[page-n-137]
[page-n-138]
Muestra 204. Experimental. Aire Libre.
Sin calentar.
Muestra 204. Experimental. Aire Libre.
Calentada a más de 700ºC.
125
[page-n-139]
Sin calentar.
Sin calentar.
Sin calentar.
Calentada a 500ºC.
Muestra 200. Experimental. Aire Libre.
126
[page-n-140]
Sin calentar.
Sin calentar.
Calentada a 577ºC.
Muestra 211. Experimental. Aire Libre.
127
[page-n-141]
Muestra 213. Experimental. Aire Libre.
Sin calentar.
128
Muestra 213. Experimental. Aire Libre.
Calentada 400ºC.
[page-n-142]
Calentada a 400ºC.
Sin calentar.
Calentada a 400ºC.
Muestra 216. Experimental. Aire Libre.
129
[page-n-143]
Muestra 130: Experimental. Mufla.
Arriba: sin calentar y 300ºC. Centro: 500ºC. Abajo: 600.ºC.
130
[page-n-144]
Sin calentar.
Calentada a 300ºC.
Calentada a 500ºC.
Calentada a 600ºC.
Calentada a 700ºC.
Calentada a 700ºC.
Muestra 130: Experimental. Mufla.
131
[page-n-145]
Muestra 137: Experimental. Mufla.
Arriba: sin calentar. Centro: 300ºC y 500ºC. Abajo: 600154ºC y 700ºC.
132
[page-n-146]
Sin calentar.
Calentada a 300ºC.
Calentada a 500ºC.
Calentada a 600ºC.
Calentada a 700ºC.
Calentada a 700ºC.
Muestra 137: Experimental. Mufla.
133
[page-n-147]
Muestra 145: Experimental. Mufla.
Arriba: sin calentar. Centro: 300ºC y 600ºC. Abajo: 700ºC y varios calentamientos.
134
[page-n-148]
Sin calentar.
Calentada a 300ºC.
Calentada a 600ºC.
Calentada a 700ºC.
Muestra 145: Experimental. Mufla.
135
[page-n-149]
Sin calentar.
Calentada a 300ºC.
Calentada a 450ºC.
Varios calentamientos.
Muestra 100: Experimental. Mufla.
136
[page-n-150]
Sin calentar.
Calentada a 300ºC.
Calentada a 450ºC.
Calentada a 700ºC.
Calentada a 600ºC.
Calentada a 700ºC.
Muestra 100: Experimental. Mufla.
137
[page-n-151]
[page-n-152]
GRÁFICOS EXPERIENCIAS
[page-n-153]
[page-n-154]
Experiencia 1. Ratlla del Bubo.
Hogar plano con borde de rocas calizas. Combustible: 55 Kg. de algarrobo (Cerotonia silicua).
Tiempo de encendido: 3 horas. Duración controlada: 9 horas.
Experiencia 2. Ratlla del Bubo.
Hogar plano con borde de rocas calizas. Combustible: 42 Kg. de pino (Pinus halepensis).
Tiempo de encendido: 3 horas. Duración: 7’50 horas.
141
[page-n-155]
Experiencia 3. Ratlla del Bubo.
Hogar plano con borde de rocas calizas. Combustible: 51 Kg. de enebro (Juniperus oxicedrus).
Tiempo de encendido: 3 horas. Duración controlada: 9 horas.
Experiencia 4. Cova Beneito.
Hogar plano sin borde. Combustible: 21’5 Kg. de encina (Quercus ilex )
Tiempo de encendido: 3 horas. Duración: 8:40 horas
142
[page-n-156]
Experiencia 5. Salt 1.
Hogar plano sin borde. Combustible: 17 Kg. de pino (Pinus halepensis).
Tiempo de encendido: 3 horas. Duración: 18 horas.
Experiencia 6. Salt 2.
Hogar con borde de rocas calizas. Combustible: 23’5 Kg. de pino (Pinus halepensis).
Tiempo de encendido: 3 horas. Duración: 26:10 horas.
143
[page-n-157]
Experiencia 7. Guinea 1.
Hogar plano sobre suelo volcánico. Combustible: 26’5 Kg. de calcosa o vinagrera (Rumex lunaria).
Tiempo de encendido: 3 horas. Duración controlada: 44:40 horas.
Experiencia 8. Guinea 2.
Hogar plano sobre suelo volcánico. Combustible: 29 Kg. de sabina (Juniperus phoenicae).
Tiempo de encendido: 3 horas. Duración controlada: 21:50 horas.
144
[page-n-158]
Experiencia 9. Guinea 3.
Hogar plano sobre suelo volcánico. Combustible: 25 Kg. de brezo (Erica arborea).
Tiempo de encendido: 3 horas. Duración controlada: 25:50 horas.
Experiencia 10. Alfar 1.
Hogar en cubeta para cocción de cerámica. Combustible: 21 Kg. de laurisilva.
Tiempo de encendido: 3 horas. Duración controlada: 3 horas.
145
[page-n-159]
Experiencia 11. Alfar 2.
Hogar carbonera para cocción de cerámica. Combustible: 17 Kg. de brezo (Erica arborea).
Tiempo de encendido: 3 horas. Duración controlada: 5:40 horas.
Experiencia 12. Alfar 3.
Hogar en cubeta para cocción de cerámica. Combustible: 99 Kg. de laurisilva.
Tiempo de encendido: 3 horas. Duración controlada: 32:30 horas.
146
[page-n-160]
LÁMINAS
[page-n-161]
[page-n-162]
Lám. 1. Cova Negra. Sector Oeste.
149
[page-n-163]
Lám. 2. Cova Negra. Sector Norte. Estrato IV nivel 2.
150
[page-n-164]
Lám. 3. Cova Negra. Sector Norte. Estrato IV nivel 3.
151
[page-n-165]
Lám. 4. Cova Negra. Sector Norte. Estrato V nivel 1.
Lám. 5. Cova Negra. Sector Norte. Estrato V nivel 5.
152
[page-n-166]
Lám. 6. Ratlla del Bubo. Estrato II nivel 1.
153
[page-n-167]
Lám. 7. Ratlla del Bubo. Estrato III-IV.
154
[page-n-168]
Muestra 256 calentada a 500ºC al aire libre. Muestra desintegración de los carbonatos. Óxidos de hierro.
Muestra 255 calentada a 500ºC. Nótese la coloración amarillenta de los óxidos de hierro.
Lám. 8. Microscopio petrográfico.
155
[page-n-169]
Lám. 9. Espacio de color CIELAB.
156
[page-n-170]
Lám. 10. Hogar experimental. En la imagen superior se observa como quedó el hogar cuando se apagó.
En el medio ha transcurrido un año y en la imagen inferior han pasado tres años.
157
[page-n-171]
Muestra sin calentar. Pellets y oolitos.
Calentada a 300º. Pellets y oolitos.
Calentada a 500ºC. Oscurecimiento de los pellets.
Calentada a 600ºC. Oscurecimiento de los pellets.
Lám. 11. Microscopio petrográfico.
158
[page-n-172]
Sin calentar.
Calentada a 300ºC.
Calentada a 600ºC.
Calentada a 700ºC.
Lupa binocular. Calentamiento en mufla. Cambios en el aspecto de los óxidos de hierro.
Calentada a 500ºC.
Calentada a 500ºC.
Calentada a 700ºC.
Calentada a 700ºC. Óxidos de hierro
Microscopio petrográfico. Calentamiento en mufla. Cambios en el aspecto de los óxidos de hierro.
Lám. 12.
159
[page-n-173]
Lám. 13. Ratlla del Bubo. Estructura de Combustión del Nivel II. Arriba 1987 y abajo 1990.
160
[page-n-174]
Lám. 14. Microscopio petrográfico. Muestra arqueológica. Pellets oscurecidos por calentamiento.
161
[page-n-175]
Muestra arqueológica. Fractura por calentamiento.
Muestra arqueológica. Desintegración de carbonatos a causa del calentamiento.
Lám. 15. Microscopio petrográfico.
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Encendido. 10 sondas pirométricas tipo K.
Fase de enfriamiento.
Después de levantar las rocas.
Perímetro de las manchas una vez levantados
los carbones y las cenizas.
Lám. 16. Hoguera experimental.
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