Diferentes esferas, diferentes dinámicas. La transformación de Valencia y su región durante el siglo VIII
Julián M. Ortega
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Diferentes esferas, diferentes dinámicas.
La transformación de Valencia
y su región durante el siglo viii
Julián M. Ortega, Universidad de Zaragoza
Hace ahora cincuenta años, en 1969, apareció dentro de
las páginas de la revista Mélanges de la Casa de Velázquez,
el órgano de difusión de la institución cultural francesa
del mismo nombre, un artículo firmado por un joven investigador, Pierre Guichard, bajo el título «Le peuplement
de la région de Valence aux deux premiers siècles de la
domination musulmane». En él, su autor se preguntaba
por las razones que justificaban la ausencia casi total de
testimonios escritos sobre la temprana implantación de
los musulmanes en esta región «lejana, mal conocida y
muy a menudo hostil». Las respuestas de Pierre Guichard
en este seminal trabajo, que se fundamentaban en el uso
combinado de los textos y la toponimia, apuntaban más a
los prejuicios etnocéntricos de los cronistas árabes contra
los bereberes que a su escasa densidad demográfica, que
◁ Grabado del rey Rodrigo. Retratos de los reyes de España desde
Atanarico hasta nuestro católico monarca don Cárlos III..., p. 218.
García de la Huerta, Vicente (1734-1787) Rodríguez, Manuel Mariano
(1729-1802) - grab. Ibarr. © Biblioteca Nacional de España.
parecía particularmente elevada en esta parte de al-Ándalus. El apoyo de la arqueología a esta tesis vino después, gracias a la intensa colaboración de Guichard con
André Bazzana. Su caracterización del paisaje tribal, generado por la instalación de los bereberes en el medio rural, pronto señaló el papel determinante que adquirieron,
al parecer desde fechas tempranas, los pequeños asentamientos campesinos denotados por la toponimia en
«Beni-» y las fortificaciones, llamadas ḥuṣūn en los textos
árabes, que sirvieron de refugios colectivos a una población campesina siempre celosa de su autonomía política.
El principal rasgo conceptual de esta narrativa ha sido
desde sus primeros esbozos una clara propensión a centrar su atención en la caracterización de las estructuras sobre los procesos de cambio social. Mi aproximación a esta
cuestión en las siguientes páginas intentará seguir una línea distinta, procurando realizar un breve repaso a los principales contextos materiales del siglo viii para tratar de observar qué tipo de transformaciones detonó la conquista
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islámica de Spania en el 711 y distinguir las
dinámicas que llevaron a la desaparición en
esta región del legado visigodo.
Comenzaré por las ciudades, el objetivo militar prioritario de los combatientes
musulmanes. Ningún testimonio de violencia atribuible al avance musulmán ha sido
detectado hasta la fecha en las viejas ciudades que consiguieron retener su papel
de cabecera regional. Lo que sí ha dejado
rastro es uno de los acuerdos de paz negociados entre la máxima autoridad de aparato administrativo y militar de ocupación y
un alto representante del Estado godo en la
zona, el suscrito en abril de 713 por el emir
ˁAbd al-ˁAziz y el ¿dux?, ¿comes? Teudemiro,
cuya aplicación se extendía a los territoria de
Orihuela, Mula, Lorca, B.l.nt.la (¿Valencia?),
Alicante, Ello (Minateda) y Elche (o Begastri).
Todo indica que durante unas décadas el
pacto fue respetado, probablemente debido al mantenimiento, durante esta primera
etapa, de la autoridad episcopal como correa de transmisión entre la población local
y el poder musulmán. Sin embargo, hacia
mediados de siglo, el pacto debió quedar en
papel mojado. Ello explica que, en el Tolmo
de Minateda (Hellín), el conjunto formado
Mapa de los lugares citados en el texto. Se añaden la
distribución de los topónimos en Beni- a partir de un
volcado sistemático de los presentes en los mapas
del IGN a escala 1:25.000.
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por la basílica y el palatium episcopal asistieron desde
Los testimonios directos del establecimiento de los
esas fechas a sucesivas campañas de expolio, que des-
conquistadores en las ciudades y toma de control de sus
embocaron en la instalación de una barriada residencial
principales resortes de poder son, pues, muy tenues. El
plenamente constituida hacia finales de la octava centuria.
principal tal vez sea el que proporciona la moneda. Las úl-
Por su parte, el urbanismo de la antigua Lucentum ha-
timas emisiones monetarias de los monarcas godos en la
bía experimentado, durante la segunda mitad del siglo VII,
región corresponden a las batidas en las cecas de Sagunto
una retracción tan severa que apenas constituía un cas-
y Valencia en tiempos de Égica-Witiza (698-702). Su circula-
trum aupado sobre la cima del Benacantil, en torno al
ción parece haber sido en todo caso limitada, como sugie-
que se desperdigaban algunas pequeñas implantaciones
re su ausencia entre los hallazgos registrados en el levante
rurales con cementerios anejos. El paso a dominio mu-
y sudeste peninsulares, donde solo figuran el tremís de
sulmán parece haber alterado poco las rutinas de estos
Égica-Witiza acuñado, hallado en la Alcudia de Elche y la
establecimientos, que, desde luego, no experimentaron a
serie documentada en el Tolmo de Minateda, compuesta
corto plazo nada parecido a un florecimiento, más bien lo
por un tremís de Égica-Witiza y otros cuatro más acuña-
contrario. Los únicos testimonios claros de actividad du-
dos durante el reinado en solitario de Witiza (702-710).
rante los primeros compases del siglo viii se concentran
En cualquier caso, la moneda andalusí de primera época
en torno a la Albufereta, en el pequeño establecimiento
tampoco resulta muy abundante. Los hallazgos de dinares
del Tossal de les Basses y la gran necrópolis del Tossal de
se reducen al ejemplar con leyenda latina acuñado en el
Manises, a la que luego me volveré a referir.
norte de África, entre los años 704-714, que apareció en
Más al norte, Valentia evidencia mejores condiciones
Sagunto. Los dírhams, por su parte, están representados
para conservar algo de su anterior vigor urbano en torno
por dos ocultaciones, una descubierta en Yecla y otra en
a su monumental episcopium, que se mantuvo sin gran-
Alicante en 1913, cuya última moneda fue acuñada en 742.
des cambios, aunque de manera poco intensa, hasta me-
Los feluses presentan una localización parecida, muy con-
diados del siglo viii, momento en el que pueden fecharse
centrada en el actual espacio alicantino. Esta desigual dis-
unas pocas sepulturas localizadas en torno a la memoria
tribución ha sido relacionada por el control fiscal ejercido
martirial y el mausoleo cruciforme. La instalación de la
en Tudmīr del ŷund egipcio establecido en esta zona.
nueva autoridad islámica tampoco tuvo aquí un impacto
El problema del control territorial de los conquista-
inmediato sobre el urbanismo. Los contextos andalusíes
dores, más allá de los maltrechos recintos urbanos, es
más tempranos detectados hasta la fecha corresponden
una cuestión sujeta a debate. En el medio rural, el rastro
con pocas excepciones a rellenos de colmatación de silos
dejado por las campañas militares resulta tan impercep-
o fosas del siglo ix y algunas instalaciones artesanales de-
tible como en las ciudades. La única excepción, dudosa,
dicadas al curtido de pieles.
corresponde al gran recinto fortificado del Punt del Cid
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(Almenara), que en alguna ocasión ha sido identifica-
Molón (Camporrobles), cuya existencia se prolonga desde
do como un campamento de época de la Conquista. La
mediados del siglo viii hasta bien entrada la siguiente cen-
posterior ocupación y administración temprana también
turia. Es también seguro que algunos de los antiguos castra
plantea numerosas incógnitas. Algunos autores han sos-
volvieron a ser ocupados, seguramente en el contexto de la
tenido la existencia de torres de comunicación óptica que
fitna del siglo ix, como sugieren los ejemplos, ya citados, de
habrían servido como puntos de soporte del aparato de
el Zambo, el Castellar de la Morera y el Castellar de Alcoy.
control territorial para los conquistadores, pero los apo-
Una dinámica semejante se puede entrever, más al norte,
yos materiales de esta idea son bastante endebles.
en lugares como El Castillón (Manzanera), Monte Mollet
Distinto es el problema que afecta a los establecimien-
(Villafamés) y Monte Marinet (Chodos). Más allá de la inde-
tos situados en topografías destacadas que comenzaron a
finición cronológica que todavía complica los intentos por
surgir a partir de finales del siglo iv. Se trata de pequeños
acotar los trechos de ocupación en estos asentamientos, el
poblados enriscados sobre cotas considerables que com-
problema principal que continúan planteando este grupo
pletan la capacidad defensiva de su posición con cierres
de asentamientos es el de la identidad de sus ocupantes,
amurallados, a veces extensos pero muy simples en su di-
aunque existen indicios que apuntarían a la presencia de
seño y ejecución: fábricas de piedra seca, cortinas adapta-
elites en algunos de ellos, como el Monastil.
das al terreno, ausencia de bastiones de refuerzo, accesos
La desorganización de las redes de poder aristocráti-
directos carentes de obras de flanqueo, etc. Lo que resulta
cas resulta, en todo caso, evidente. El abandono del pala-
más complicado de establecer es durante cuánto tiempo se
cio de Pla de Nadal (Riba-roja de Túria) constituye la mejor
mantuvieron en activo estos incómodos centros fortifica-
prueba de ello. El conjunto fue destruido por un potente
dos y, de manera más concreta, cuál fue su destino durante
incendio que tuvo lugar algunas décadas después de su
el siglo viii. En algunos casos experimentaron un abandono
construcción (si es que esta llegó a finalizarse). Notable inte-
temprano, antes de concluir el siglo vi, como parece suce-
rés reviste en este sentido el reciente hallazgo en la partida
der en Sant Josep (la Vall d’Uixó), Arco Fuentes (Soneja), el
de els Casals del Mas de Sabater (Morella), de un singular
Castellar (Alcoy), el Castellar de la Morera (Elche) y el Zambo
edificio de planta tripartita, fachadas laterales abastionadas
(Novelda / Monóvar). En unos pocos casos, no obstante, se
y zócalos de mampostería reforzada con sillería en los va-
ha constatado su perduración hasta la siguiente centuria,
nos, aunque sin elementos arquitectónicos ornamentales.
como ocurre con el Monastil (Elda), cuya última fase de ocu-
Según José M. de Antonio y Ramiro Pérez, que han dado a
pación data de finales del siglo vii y principios del siglo viii.
conocer el yacimiento, la construcción, de sobrio tono áuli-
Es seguro, de todas maneras, que las instalaciones en al-
co, fue erigida en las últimas décadas del siglo vi y se mantu-
tura siguieron produciéndose después de la conquista is-
vo sin cambios durante toda la centuria siguiente hasta que,
lámica. El mejor ejemplo de ello posiblemente lo ofrezca El
a principios del siglo viii, experimentó una importante refor-
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ma, datada por un tremís de Witiza, que tapió varios vanos y
elevó los suelos. Poco después, el edificio fue abandonado,
lo que ocasionó su ruina progresiva, con el consiguiente derrumbe de las paredes sobre los silos y suelos.
La alteración de las tramas del poblamiento rural presenta otras derivadas, que aquí solo cabe resumir. Una de
ellas afecta a la pervivencia de las antiguas villae y sus fundos.
La mayor parte debió desaparecer por completo debido a la
tremenda criba a que fue sometida durante todo el siglo v
la red que formaban estas implantaciones. Las que lograron
sobrevivir, experimentaron un proceso de reconversión en
granjas de plano muy laxo, generado por una combinación
de áreas de residencia, de trabajo ‒silos, prensas‒ y de enterramiento. Es posible que alguno de estos establecimientos
perdurara durante el siglo vii, aunque el enrarecimiento de la
vajilla fina de importación complica la identificación de estas fases tardías de ocupación. La desaparición de muchos
de estos establecimientos se puede rastrear también en «aldeas» como la de Sitjar Baix (Onda), cuya excavación deparó
el hallazgo de gran cantidad de cerámica de los siglos vi y vii,
que incluía algunas producciones ebusitanas, pero no materiales de cronología emiral. Similar es el caso de Fontcalent,
localizado en las cercanías de Alicante, cuya última fase de
ocupación se extiende desde mediados del siglo vii hasta las
primeras décadas del siglo viii. De todos modos, es seguro
que se dieron también nuevas fundaciones, aunque desconocemos en qué grado compensaron los numerosos abandonos antes apuntados. Es el caso del llamado Cabezo de
los Ojales (San Isidro/Granja de Rocamora), empleados desde mediados del siglo viii como ubicación de los distintos
sectores que integraban un asentamiento de plano disemi-
Asentamientos y viviendas. 1. Monte Mollet (Villafamés);
2. El Molón (Camporrobles); 3. El Palau (Burriana);
4. El Casals de Mas de Sabater (Morella); 5. El Molón
(Camporrobles); 6. Cabezo Ojales (San Isidro / Granja de
Rocamora); 7. Monte Mollet (Villafamés).
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nado, con un área de almacenamiento en el Cabezo Pardo
quizás permitiría adelantar su introducción en esta zona
y otra de residencia en el vecino Cabezo de los Ojales. Justo
a mediados del siglo ix.
aquí se ha sacado a la luz parte de un complejo doméstico
Un segundo aspecto de esta misma discusión es el re-
compuesto por dos edificios articulados en torno a una es-
lativo a las rutinas domésticas y en particular a las culinarias,
pecie de patio exterior.
que desde el siglo ix evidencian una acusada regionaliza-
Más complicado resulta vincular el surgimiento de
ción de las distintas herramientas cerámicas empleadas en
asentamientos de este tipo a la multiplicación de topóni-
los procesos de cocción. Así, mientras en las comarcas me-
mos en «Beni-». Muchos de ellos están vinculados a asen-
ridionales predomina la marmita de base plana y paredes
tamientos romanos, como sucede con Benicató (Nules)
rectas, de clara tradición tardoantigua; en el norte, en torno
y Benaduf (Villar del Arzobispo), pero las excavaciones
a las provincias de Castellón, Valencia, Teruel y Tarragona,
realizadas en estos yacimientos no han aportado mate-
resulta mucho más frecuente la «olla levantina», de origen
riales posteriores al siglo vi. En la alquería de Beniham,
más discutido. Las marmitas formaban parte de un conjun-
que se implantó sobre las ruinas de la villa romana de el
to de artefactos culinarios y de servicio de alimentos que
Palau (Burriana), los materiales más tempranos que se
comenzó a experimentar cambios a partir de la segunda
han constatado hasta la fecha pertenecen al siglo ix. En
mitad del siglo viii y que, a finales de esta misma centuria,
la cercana alquería de Benirrage, que estuvo situada en la
comienza a incorporar novedades procedentes de otras re-
actual partida de Vinarragell (Burriana), la mayor parte de
giones islámicas, como el tannur, el arcaduz y la jarra carena
las cerámicas andalusíes recuperadas arrojan dataciones
(tipo T20). Las ollas levantinas han recibido menos aten-
aún más tardías, de los siglos xii y xiii.
ción, aunque merece la pena reseñar rápidamente algunas
Otro aspecto sobre el que merece la pena detenerse
novedades, como el lote procedente del Mirador de la Cruz
un momento es el relativo a la morfología de las viviendas
(Rubielos de Mora). Compuesto de manera casi íntegra por
rurales, un aspecto que necesariamente hay que poner
ollas de gran formato, gruesas paredes, perfil globular con
en relación con la organización de los grupos familiares.
cuello acampanado y bordes vueltos de labio redondeado,
El tipo tradicional corresponde a unidades de planta rec-
los tratamientos de superficie que presentan estas piezas se
tangular con un número variable de divisiones internas.
reducen al intenso espatulado en la panza de algunos de los
Su perduración hasta mediados del siglo ix puede com-
ejemplares y la presencia del característico anillado del cue-
probarse en el Tossal de les Basses. (Alicante), pero tam-
llo, que tampoco constituye una norma generalizada. Con
bién en castra, como El Molón, y asentamientos rurales,
paralelos evidentes en el Punt del Cid (Almenara), la crono-
como Cabezo de los Ojales. Las primeras muestras claras
logía de esta producción, que con seguridad hay que situar
de adopción de las típicas viviendas andalusíes de patio
en las fases más tempranas de desarrollo de la olla levan-
central, que se rastrean en Monte Mollet y Monte Marinet,
tina, apuntaría al siglo viii, sin desechar un origen anterior.
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Los párrafos previos han servido para hacer algunas
apunta en el mismo sentido. En el Tossal de les Basses se
consideraciones sobre las dinámicas que experimen-
ha descubierto una extensa necrópolis tardoantigua, de la
taron, a raíz de la conquista islámica, las estructuras de
que se han excavado más de ochocientas tumbas, algunas
poder (ciudades, monedas) y socio-económicas (pautas
de ellas de ritual islámico. Concretamente, en la Zona I del
de poblamiento, espacio doméstico). Lo que resta, es
Área I, se han exhumado una decena de enterramientos,
preciso dedicarlo al proceso de islamización y a la adop-
dos de los cuales (tumbas 6 y 7) han proporcionado data-
ción de nuevas identidades religiosas y culturales que se
ciones por 14C centradas en el siglo viii. El cementerio del
inició en el siglo viii. Singular importancia reviste en este
Tossal de Manises, al otro lado de la Albufereta, carece, por
capítulo el reciente hallazgo en el Tolmo de Minateda de
su parte, de precedentes cristianos. Está compuesto por un
una botella que porta sobre su superficie una inscripción
centenar de inhumaciones dispuestas en decúbito lateral
pintada donde se pueden leer dos nombres, Saˁīd y Ŷarīr,
dentro de fosas simples dotadas en su base de un nicho la-
junto a la frase «Ibn Nabdak (?) se dirigió a una mezquita»,
teral y una especie de prefosa superior, cerrada en ocasio-
o quizás, «Ibn Tīdakaš (?) (está) en una mezquita». El con-
nes con lajas inclinadas. La datación por radiocarbono de
texto estratigráfico del que procede esta pieza apunta a
los enterramientos más antiguos en el siglo viii ha llevado a
una cronología de la primera mitad del siglo viii. La preco-
relacionar el origen de esta necrópolis con el asentamiento
cidad de esta referencia a un lugar de oración casa bien,
en Laqant de un contingente del ejército sirio llegado para
por lo demás, con la aparición de oratorios islámicos en
sofocar la revuelta bereber del 740.
el medio rural a partir de la generación siguiente, concre-
Algunas de estas necrópolis, presumiblemente ac-
tamente en El Molón, donde han sido exhumadas dos
tivas antes del 711, como la de Vistalegre (Crevillent) y la
mezquitas adyacentes, cada una con su sala de oración
de Polisixto (Concentaina), se abandonaron antes de que
y su propio miḥrāb, pero precedidas por un patio común.
la comunidad que las utilizaba diera muestras de islamiza-
Otro indicador relevante del proceso de islamización,
ción, aunque, a falta de dataciones radiocarbónicas, resul-
lo proporcionan los cambios ocurridos en los rituales de
ta imposible concretar el momento. Conviene recordar en
enterramiento. En algunos lugares es posible observar que
este sentido que, durante la segunda mitad del siglo viii, en
la conversión religiosa no implicó ningún tipo de ruptura
el valle bajo del Segura todavía fundaban granjas grupos
topográfica. Así sucede en Segóbriga (Saelices), pero tam-
campesinos de confesión cristiana. Así lo indica el pequeño
bién en el Tolmo de Minateda, cuya necrópolis septentrio-
cementerio detectado en el Cabezo Pardo, del que han po-
nal ha deparado el hallazgo de tumbas de rito cristiano (tres
dido excavarse dos tumbas de fosas simples con paredes
sepulturas individuales y un enterramiento infantil doble)
reforzadas mediante mampuestos de pequeños bloques,
junto a otras de rito islámico (doce inhumaciones con ca-
que también fueron empleados en las cubiertas. La núme-
dáver en decúbito lateral). La documentación de Alicante
ro 2 albergaba los restos de un individuo colocado en de-
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cúbito supino, que ha podido ser fechado entre los siglos
viii y ix. En todo caso, los tres individuos enterrados junto a
la doble mezquita descubierta en El Molón (Camporrobles)
–uno de ellos fallecido en torno al 770, según indica el análisis de 14C– apuntan a la existencia de poblaciones rurales
tempranamente islamizadas que, no obstante, continuaban aferradas en algunos aspectos a sus modos de vida
tradicionales (asentamiento en altura, casas-bloque).
Este último ejemplo me sirve como pie para una última reflexión. En 1969, Pierre Guichard vislumbró en la
geografía valenciana un al-Ándalus nuevo. Hoy, cincuenta
años después, continúa la necesidad de renovar al-Ándalus, y la geografía del levante peninsular sigue siendo un
laboratorio privilegiado para hacerlo. Es posible, por ello,
que sea conveniente mudar la agenda y orillar el debate
sobre si el 711 representa una cesura neta e instantánea
respecto del Estado godo o si se trata más bien del inicio de un proceso lento de cambio. En mi opinión, sería
preferible analizar las transformaciones que llevaron a
la desaparición del regnum visigothorum en función de
la esfera social y cultural que se aborde. El derribo de
las instancias de poder que constituían la monarquía
visigoda fue tan rápido como lo fueron las operaciones
militares destinadas a quebrar su resistencia. La ruptura
◁ Ejemplos tempranos de «olla valenciana» (ss. VIII-IX). 1-5. El Mirador
de la Cruz (Rubielos de Mora); 6-7. El Punt del Cid (Almenara);
8-9. Monte Mollet (Villafamés); 10. El Palau (Burriana);
11. Torre de Mal Paso (Castellnovo); 12. Mas de Pere (Onda);
13. Almoina (Valencia, C.U.); 14. C/ Comte de Trènor (Valencia, C.U.);
15. El Sequer de Sant Bernat (Alcira); 16. El Molón (Camporrobles);
17. Castellar de Meca (Áyora); 18. El Castellar (Alcoy);
19. El Castellar de la Morera (Elche); 20. El Tolmo de Minateda (Hellín).
fue, en esto, manifiesta. El viejo aparato administrativo de
los godos se mantuvo activo durante algunas décadas, lo
mismo que los duques, condes y obispos más proclives
a someterse a la jurisdicción del califa, pero desde mediados del siglo viii ese entramado fue desplazado por el
control más directo que en las ciudades pudieron implantar los emires de Córdoba. La quiebra de la aristocracia
en el medio rural también empezó a resultar evidente por
esas mismas fechas, como dejan entrever los abandonos
de castra y residencias campestres más o menos áulicas.
La alteración de las redes de poblamiento operó seguramente a otro ritmo, difícil por ahora de concretar debido a la indefinición en que todavía se mueven nuestros
principales indicadores cronológicos, especialmente en
las comarcas más septentrionales. Por un lado, se asiste
a un significativo número de abandonos de poblados y
cementerios, pero también, por otro, al surgimiento de
otros nuevos. Es seguro, en todo caso, que, más allá de
las estructuras de poder y de la organización social del
espacio, las transformaciones de las rutinas domésticas
se movieron a ritmos más pausados. El tipo de vivienda
y de menaje empleado en su interior solo comenzó a experimentar modificaciones significativas a partir de los
inicios del siglo ix, mucho después de que los ejércitos
musulmanes desembarcaran en Algeciras. El paisaje guichardiano de ḥusūn y alquerías formadas por unas pocas
viviendas de patio central, que adoptaron topónimos en
«Beni-», parece surgir precisamente a partir de entonces.
Diferentes regiones, diferentes esferas, diferentes dinámicas. Las nociones de «ruptura» y «transición» difícilmente permiten capturar esa complejidad.
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y su región durante el siglo viii
Julián M. Ortega, Universidad de Zaragoza
Hace ahora cincuenta años, en 1969, apareció dentro de
las páginas de la revista Mélanges de la Casa de Velázquez,
el órgano de difusión de la institución cultural francesa
del mismo nombre, un artículo firmado por un joven investigador, Pierre Guichard, bajo el título «Le peuplement
de la région de Valence aux deux premiers siècles de la
domination musulmane». En él, su autor se preguntaba
por las razones que justificaban la ausencia casi total de
testimonios escritos sobre la temprana implantación de
los musulmanes en esta región «lejana, mal conocida y
muy a menudo hostil». Las respuestas de Pierre Guichard
en este seminal trabajo, que se fundamentaban en el uso
combinado de los textos y la toponimia, apuntaban más a
los prejuicios etnocéntricos de los cronistas árabes contra
los bereberes que a su escasa densidad demográfica, que
◁ Grabado del rey Rodrigo. Retratos de los reyes de España desde
Atanarico hasta nuestro católico monarca don Cárlos III..., p. 218.
García de la Huerta, Vicente (1734-1787) Rodríguez, Manuel Mariano
(1729-1802) - grab. Ibarr. © Biblioteca Nacional de España.
parecía particularmente elevada en esta parte de al-Ándalus. El apoyo de la arqueología a esta tesis vino después, gracias a la intensa colaboración de Guichard con
André Bazzana. Su caracterización del paisaje tribal, generado por la instalación de los bereberes en el medio rural, pronto señaló el papel determinante que adquirieron,
al parecer desde fechas tempranas, los pequeños asentamientos campesinos denotados por la toponimia en
«Beni-» y las fortificaciones, llamadas ḥuṣūn en los textos
árabes, que sirvieron de refugios colectivos a una población campesina siempre celosa de su autonomía política.
El principal rasgo conceptual de esta narrativa ha sido
desde sus primeros esbozos una clara propensión a centrar su atención en la caracterización de las estructuras sobre los procesos de cambio social. Mi aproximación a esta
cuestión en las siguientes páginas intentará seguir una línea distinta, procurando realizar un breve repaso a los principales contextos materiales del siglo viii para tratar de observar qué tipo de transformaciones detonó la conquista
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islámica de Spania en el 711 y distinguir las
dinámicas que llevaron a la desaparición en
esta región del legado visigodo.
Comenzaré por las ciudades, el objetivo militar prioritario de los combatientes
musulmanes. Ningún testimonio de violencia atribuible al avance musulmán ha sido
detectado hasta la fecha en las viejas ciudades que consiguieron retener su papel
de cabecera regional. Lo que sí ha dejado
rastro es uno de los acuerdos de paz negociados entre la máxima autoridad de aparato administrativo y militar de ocupación y
un alto representante del Estado godo en la
zona, el suscrito en abril de 713 por el emir
ˁAbd al-ˁAziz y el ¿dux?, ¿comes? Teudemiro,
cuya aplicación se extendía a los territoria de
Orihuela, Mula, Lorca, B.l.nt.la (¿Valencia?),
Alicante, Ello (Minateda) y Elche (o Begastri).
Todo indica que durante unas décadas el
pacto fue respetado, probablemente debido al mantenimiento, durante esta primera
etapa, de la autoridad episcopal como correa de transmisión entre la población local
y el poder musulmán. Sin embargo, hacia
mediados de siglo, el pacto debió quedar en
papel mojado. Ello explica que, en el Tolmo
de Minateda (Hellín), el conjunto formado
Mapa de los lugares citados en el texto. Se añaden la
distribución de los topónimos en Beni- a partir de un
volcado sistemático de los presentes en los mapas
del IGN a escala 1:25.000.
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por la basílica y el palatium episcopal asistieron desde
Los testimonios directos del establecimiento de los
esas fechas a sucesivas campañas de expolio, que des-
conquistadores en las ciudades y toma de control de sus
embocaron en la instalación de una barriada residencial
principales resortes de poder son, pues, muy tenues. El
plenamente constituida hacia finales de la octava centuria.
principal tal vez sea el que proporciona la moneda. Las úl-
Por su parte, el urbanismo de la antigua Lucentum ha-
timas emisiones monetarias de los monarcas godos en la
bía experimentado, durante la segunda mitad del siglo VII,
región corresponden a las batidas en las cecas de Sagunto
una retracción tan severa que apenas constituía un cas-
y Valencia en tiempos de Égica-Witiza (698-702). Su circula-
trum aupado sobre la cima del Benacantil, en torno al
ción parece haber sido en todo caso limitada, como sugie-
que se desperdigaban algunas pequeñas implantaciones
re su ausencia entre los hallazgos registrados en el levante
rurales con cementerios anejos. El paso a dominio mu-
y sudeste peninsulares, donde solo figuran el tremís de
sulmán parece haber alterado poco las rutinas de estos
Égica-Witiza acuñado, hallado en la Alcudia de Elche y la
establecimientos, que, desde luego, no experimentaron a
serie documentada en el Tolmo de Minateda, compuesta
corto plazo nada parecido a un florecimiento, más bien lo
por un tremís de Égica-Witiza y otros cuatro más acuña-
contrario. Los únicos testimonios claros de actividad du-
dos durante el reinado en solitario de Witiza (702-710).
rante los primeros compases del siglo viii se concentran
En cualquier caso, la moneda andalusí de primera época
en torno a la Albufereta, en el pequeño establecimiento
tampoco resulta muy abundante. Los hallazgos de dinares
del Tossal de les Basses y la gran necrópolis del Tossal de
se reducen al ejemplar con leyenda latina acuñado en el
Manises, a la que luego me volveré a referir.
norte de África, entre los años 704-714, que apareció en
Más al norte, Valentia evidencia mejores condiciones
Sagunto. Los dírhams, por su parte, están representados
para conservar algo de su anterior vigor urbano en torno
por dos ocultaciones, una descubierta en Yecla y otra en
a su monumental episcopium, que se mantuvo sin gran-
Alicante en 1913, cuya última moneda fue acuñada en 742.
des cambios, aunque de manera poco intensa, hasta me-
Los feluses presentan una localización parecida, muy con-
diados del siglo viii, momento en el que pueden fecharse
centrada en el actual espacio alicantino. Esta desigual dis-
unas pocas sepulturas localizadas en torno a la memoria
tribución ha sido relacionada por el control fiscal ejercido
martirial y el mausoleo cruciforme. La instalación de la
en Tudmīr del ŷund egipcio establecido en esta zona.
nueva autoridad islámica tampoco tuvo aquí un impacto
El problema del control territorial de los conquista-
inmediato sobre el urbanismo. Los contextos andalusíes
dores, más allá de los maltrechos recintos urbanos, es
más tempranos detectados hasta la fecha corresponden
una cuestión sujeta a debate. En el medio rural, el rastro
con pocas excepciones a rellenos de colmatación de silos
dejado por las campañas militares resulta tan impercep-
o fosas del siglo ix y algunas instalaciones artesanales de-
tible como en las ciudades. La única excepción, dudosa,
dicadas al curtido de pieles.
corresponde al gran recinto fortificado del Punt del Cid
Diferentes esferas, diferentes dinámicas. La transformación de Valencia y su región durante el siglo viii. Julián M. Ortega
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(Almenara), que en alguna ocasión ha sido identifica-
Molón (Camporrobles), cuya existencia se prolonga desde
do como un campamento de época de la Conquista. La
mediados del siglo viii hasta bien entrada la siguiente cen-
posterior ocupación y administración temprana también
turia. Es también seguro que algunos de los antiguos castra
plantea numerosas incógnitas. Algunos autores han sos-
volvieron a ser ocupados, seguramente en el contexto de la
tenido la existencia de torres de comunicación óptica que
fitna del siglo ix, como sugieren los ejemplos, ya citados, de
habrían servido como puntos de soporte del aparato de
el Zambo, el Castellar de la Morera y el Castellar de Alcoy.
control territorial para los conquistadores, pero los apo-
Una dinámica semejante se puede entrever, más al norte,
yos materiales de esta idea son bastante endebles.
en lugares como El Castillón (Manzanera), Monte Mollet
Distinto es el problema que afecta a los establecimien-
(Villafamés) y Monte Marinet (Chodos). Más allá de la inde-
tos situados en topografías destacadas que comenzaron a
finición cronológica que todavía complica los intentos por
surgir a partir de finales del siglo iv. Se trata de pequeños
acotar los trechos de ocupación en estos asentamientos, el
poblados enriscados sobre cotas considerables que com-
problema principal que continúan planteando este grupo
pletan la capacidad defensiva de su posición con cierres
de asentamientos es el de la identidad de sus ocupantes,
amurallados, a veces extensos pero muy simples en su di-
aunque existen indicios que apuntarían a la presencia de
seño y ejecución: fábricas de piedra seca, cortinas adapta-
elites en algunos de ellos, como el Monastil.
das al terreno, ausencia de bastiones de refuerzo, accesos
La desorganización de las redes de poder aristocráti-
directos carentes de obras de flanqueo, etc. Lo que resulta
cas resulta, en todo caso, evidente. El abandono del pala-
más complicado de establecer es durante cuánto tiempo se
cio de Pla de Nadal (Riba-roja de Túria) constituye la mejor
mantuvieron en activo estos incómodos centros fortifica-
prueba de ello. El conjunto fue destruido por un potente
dos y, de manera más concreta, cuál fue su destino durante
incendio que tuvo lugar algunas décadas después de su
el siglo viii. En algunos casos experimentaron un abandono
construcción (si es que esta llegó a finalizarse). Notable inte-
temprano, antes de concluir el siglo vi, como parece suce-
rés reviste en este sentido el reciente hallazgo en la partida
der en Sant Josep (la Vall d’Uixó), Arco Fuentes (Soneja), el
de els Casals del Mas de Sabater (Morella), de un singular
Castellar (Alcoy), el Castellar de la Morera (Elche) y el Zambo
edificio de planta tripartita, fachadas laterales abastionadas
(Novelda / Monóvar). En unos pocos casos, no obstante, se
y zócalos de mampostería reforzada con sillería en los va-
ha constatado su perduración hasta la siguiente centuria,
nos, aunque sin elementos arquitectónicos ornamentales.
como ocurre con el Monastil (Elda), cuya última fase de ocu-
Según José M. de Antonio y Ramiro Pérez, que han dado a
pación data de finales del siglo vii y principios del siglo viii.
conocer el yacimiento, la construcción, de sobrio tono áuli-
Es seguro, de todas maneras, que las instalaciones en al-
co, fue erigida en las últimas décadas del siglo vi y se mantu-
tura siguieron produciéndose después de la conquista is-
vo sin cambios durante toda la centuria siguiente hasta que,
lámica. El mejor ejemplo de ello posiblemente lo ofrezca El
a principios del siglo viii, experimentó una importante refor-
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ma, datada por un tremís de Witiza, que tapió varios vanos y
elevó los suelos. Poco después, el edificio fue abandonado,
lo que ocasionó su ruina progresiva, con el consiguiente derrumbe de las paredes sobre los silos y suelos.
La alteración de las tramas del poblamiento rural presenta otras derivadas, que aquí solo cabe resumir. Una de
ellas afecta a la pervivencia de las antiguas villae y sus fundos.
La mayor parte debió desaparecer por completo debido a la
tremenda criba a que fue sometida durante todo el siglo v
la red que formaban estas implantaciones. Las que lograron
sobrevivir, experimentaron un proceso de reconversión en
granjas de plano muy laxo, generado por una combinación
de áreas de residencia, de trabajo ‒silos, prensas‒ y de enterramiento. Es posible que alguno de estos establecimientos
perdurara durante el siglo vii, aunque el enrarecimiento de la
vajilla fina de importación complica la identificación de estas fases tardías de ocupación. La desaparición de muchos
de estos establecimientos se puede rastrear también en «aldeas» como la de Sitjar Baix (Onda), cuya excavación deparó
el hallazgo de gran cantidad de cerámica de los siglos vi y vii,
que incluía algunas producciones ebusitanas, pero no materiales de cronología emiral. Similar es el caso de Fontcalent,
localizado en las cercanías de Alicante, cuya última fase de
ocupación se extiende desde mediados del siglo vii hasta las
primeras décadas del siglo viii. De todos modos, es seguro
que se dieron también nuevas fundaciones, aunque desconocemos en qué grado compensaron los numerosos abandonos antes apuntados. Es el caso del llamado Cabezo de
los Ojales (San Isidro/Granja de Rocamora), empleados desde mediados del siglo viii como ubicación de los distintos
sectores que integraban un asentamiento de plano disemi-
Asentamientos y viviendas. 1. Monte Mollet (Villafamés);
2. El Molón (Camporrobles); 3. El Palau (Burriana);
4. El Casals de Mas de Sabater (Morella); 5. El Molón
(Camporrobles); 6. Cabezo Ojales (San Isidro / Granja de
Rocamora); 7. Monte Mollet (Villafamés).
Diferentes esferas, diferentes dinámicas. La transformación de Valencia y su región durante el siglo viii. Julián M. Ortega
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nado, con un área de almacenamiento en el Cabezo Pardo
quizás permitiría adelantar su introducción en esta zona
y otra de residencia en el vecino Cabezo de los Ojales. Justo
a mediados del siglo ix.
aquí se ha sacado a la luz parte de un complejo doméstico
Un segundo aspecto de esta misma discusión es el re-
compuesto por dos edificios articulados en torno a una es-
lativo a las rutinas domésticas y en particular a las culinarias,
pecie de patio exterior.
que desde el siglo ix evidencian una acusada regionaliza-
Más complicado resulta vincular el surgimiento de
ción de las distintas herramientas cerámicas empleadas en
asentamientos de este tipo a la multiplicación de topóni-
los procesos de cocción. Así, mientras en las comarcas me-
mos en «Beni-». Muchos de ellos están vinculados a asen-
ridionales predomina la marmita de base plana y paredes
tamientos romanos, como sucede con Benicató (Nules)
rectas, de clara tradición tardoantigua; en el norte, en torno
y Benaduf (Villar del Arzobispo), pero las excavaciones
a las provincias de Castellón, Valencia, Teruel y Tarragona,
realizadas en estos yacimientos no han aportado mate-
resulta mucho más frecuente la «olla levantina», de origen
riales posteriores al siglo vi. En la alquería de Beniham,
más discutido. Las marmitas formaban parte de un conjun-
que se implantó sobre las ruinas de la villa romana de el
to de artefactos culinarios y de servicio de alimentos que
Palau (Burriana), los materiales más tempranos que se
comenzó a experimentar cambios a partir de la segunda
han constatado hasta la fecha pertenecen al siglo ix. En
mitad del siglo viii y que, a finales de esta misma centuria,
la cercana alquería de Benirrage, que estuvo situada en la
comienza a incorporar novedades procedentes de otras re-
actual partida de Vinarragell (Burriana), la mayor parte de
giones islámicas, como el tannur, el arcaduz y la jarra carena
las cerámicas andalusíes recuperadas arrojan dataciones
(tipo T20). Las ollas levantinas han recibido menos aten-
aún más tardías, de los siglos xii y xiii.
ción, aunque merece la pena reseñar rápidamente algunas
Otro aspecto sobre el que merece la pena detenerse
novedades, como el lote procedente del Mirador de la Cruz
un momento es el relativo a la morfología de las viviendas
(Rubielos de Mora). Compuesto de manera casi íntegra por
rurales, un aspecto que necesariamente hay que poner
ollas de gran formato, gruesas paredes, perfil globular con
en relación con la organización de los grupos familiares.
cuello acampanado y bordes vueltos de labio redondeado,
El tipo tradicional corresponde a unidades de planta rec-
los tratamientos de superficie que presentan estas piezas se
tangular con un número variable de divisiones internas.
reducen al intenso espatulado en la panza de algunos de los
Su perduración hasta mediados del siglo ix puede com-
ejemplares y la presencia del característico anillado del cue-
probarse en el Tossal de les Basses. (Alicante), pero tam-
llo, que tampoco constituye una norma generalizada. Con
bién en castra, como El Molón, y asentamientos rurales,
paralelos evidentes en el Punt del Cid (Almenara), la crono-
como Cabezo de los Ojales. Las primeras muestras claras
logía de esta producción, que con seguridad hay que situar
de adopción de las típicas viviendas andalusíes de patio
en las fases más tempranas de desarrollo de la olla levan-
central, que se rastrean en Monte Mollet y Monte Marinet,
tina, apuntaría al siglo viii, sin desechar un origen anterior.
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Los párrafos previos han servido para hacer algunas
apunta en el mismo sentido. En el Tossal de les Basses se
consideraciones sobre las dinámicas que experimen-
ha descubierto una extensa necrópolis tardoantigua, de la
taron, a raíz de la conquista islámica, las estructuras de
que se han excavado más de ochocientas tumbas, algunas
poder (ciudades, monedas) y socio-económicas (pautas
de ellas de ritual islámico. Concretamente, en la Zona I del
de poblamiento, espacio doméstico). Lo que resta, es
Área I, se han exhumado una decena de enterramientos,
preciso dedicarlo al proceso de islamización y a la adop-
dos de los cuales (tumbas 6 y 7) han proporcionado data-
ción de nuevas identidades religiosas y culturales que se
ciones por 14C centradas en el siglo viii. El cementerio del
inició en el siglo viii. Singular importancia reviste en este
Tossal de Manises, al otro lado de la Albufereta, carece, por
capítulo el reciente hallazgo en el Tolmo de Minateda de
su parte, de precedentes cristianos. Está compuesto por un
una botella que porta sobre su superficie una inscripción
centenar de inhumaciones dispuestas en decúbito lateral
pintada donde se pueden leer dos nombres, Saˁīd y Ŷarīr,
dentro de fosas simples dotadas en su base de un nicho la-
junto a la frase «Ibn Nabdak (?) se dirigió a una mezquita»,
teral y una especie de prefosa superior, cerrada en ocasio-
o quizás, «Ibn Tīdakaš (?) (está) en una mezquita». El con-
nes con lajas inclinadas. La datación por radiocarbono de
texto estratigráfico del que procede esta pieza apunta a
los enterramientos más antiguos en el siglo viii ha llevado a
una cronología de la primera mitad del siglo viii. La preco-
relacionar el origen de esta necrópolis con el asentamiento
cidad de esta referencia a un lugar de oración casa bien,
en Laqant de un contingente del ejército sirio llegado para
por lo demás, con la aparición de oratorios islámicos en
sofocar la revuelta bereber del 740.
el medio rural a partir de la generación siguiente, concre-
Algunas de estas necrópolis, presumiblemente ac-
tamente en El Molón, donde han sido exhumadas dos
tivas antes del 711, como la de Vistalegre (Crevillent) y la
mezquitas adyacentes, cada una con su sala de oración
de Polisixto (Concentaina), se abandonaron antes de que
y su propio miḥrāb, pero precedidas por un patio común.
la comunidad que las utilizaba diera muestras de islamiza-
Otro indicador relevante del proceso de islamización,
ción, aunque, a falta de dataciones radiocarbónicas, resul-
lo proporcionan los cambios ocurridos en los rituales de
ta imposible concretar el momento. Conviene recordar en
enterramiento. En algunos lugares es posible observar que
este sentido que, durante la segunda mitad del siglo viii, en
la conversión religiosa no implicó ningún tipo de ruptura
el valle bajo del Segura todavía fundaban granjas grupos
topográfica. Así sucede en Segóbriga (Saelices), pero tam-
campesinos de confesión cristiana. Así lo indica el pequeño
bién en el Tolmo de Minateda, cuya necrópolis septentrio-
cementerio detectado en el Cabezo Pardo, del que han po-
nal ha deparado el hallazgo de tumbas de rito cristiano (tres
dido excavarse dos tumbas de fosas simples con paredes
sepulturas individuales y un enterramiento infantil doble)
reforzadas mediante mampuestos de pequeños bloques,
junto a otras de rito islámico (doce inhumaciones con ca-
que también fueron empleados en las cubiertas. La núme-
dáver en decúbito lateral). La documentación de Alicante
ro 2 albergaba los restos de un individuo colocado en de-
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cúbito supino, que ha podido ser fechado entre los siglos
viii y ix. En todo caso, los tres individuos enterrados junto a
la doble mezquita descubierta en El Molón (Camporrobles)
–uno de ellos fallecido en torno al 770, según indica el análisis de 14C– apuntan a la existencia de poblaciones rurales
tempranamente islamizadas que, no obstante, continuaban aferradas en algunos aspectos a sus modos de vida
tradicionales (asentamiento en altura, casas-bloque).
Este último ejemplo me sirve como pie para una última reflexión. En 1969, Pierre Guichard vislumbró en la
geografía valenciana un al-Ándalus nuevo. Hoy, cincuenta
años después, continúa la necesidad de renovar al-Ándalus, y la geografía del levante peninsular sigue siendo un
laboratorio privilegiado para hacerlo. Es posible, por ello,
que sea conveniente mudar la agenda y orillar el debate
sobre si el 711 representa una cesura neta e instantánea
respecto del Estado godo o si se trata más bien del inicio de un proceso lento de cambio. En mi opinión, sería
preferible analizar las transformaciones que llevaron a
la desaparición del regnum visigothorum en función de
la esfera social y cultural que se aborde. El derribo de
las instancias de poder que constituían la monarquía
visigoda fue tan rápido como lo fueron las operaciones
militares destinadas a quebrar su resistencia. La ruptura
◁ Ejemplos tempranos de «olla valenciana» (ss. VIII-IX). 1-5. El Mirador
de la Cruz (Rubielos de Mora); 6-7. El Punt del Cid (Almenara);
8-9. Monte Mollet (Villafamés); 10. El Palau (Burriana);
11. Torre de Mal Paso (Castellnovo); 12. Mas de Pere (Onda);
13. Almoina (Valencia, C.U.); 14. C/ Comte de Trènor (Valencia, C.U.);
15. El Sequer de Sant Bernat (Alcira); 16. El Molón (Camporrobles);
17. Castellar de Meca (Áyora); 18. El Castellar (Alcoy);
19. El Castellar de la Morera (Elche); 20. El Tolmo de Minateda (Hellín).
fue, en esto, manifiesta. El viejo aparato administrativo de
los godos se mantuvo activo durante algunas décadas, lo
mismo que los duques, condes y obispos más proclives
a someterse a la jurisdicción del califa, pero desde mediados del siglo viii ese entramado fue desplazado por el
control más directo que en las ciudades pudieron implantar los emires de Córdoba. La quiebra de la aristocracia
en el medio rural también empezó a resultar evidente por
esas mismas fechas, como dejan entrever los abandonos
de castra y residencias campestres más o menos áulicas.
La alteración de las redes de poblamiento operó seguramente a otro ritmo, difícil por ahora de concretar debido a la indefinición en que todavía se mueven nuestros
principales indicadores cronológicos, especialmente en
las comarcas más septentrionales. Por un lado, se asiste
a un significativo número de abandonos de poblados y
cementerios, pero también, por otro, al surgimiento de
otros nuevos. Es seguro, en todo caso, que, más allá de
las estructuras de poder y de la organización social del
espacio, las transformaciones de las rutinas domésticas
se movieron a ritmos más pausados. El tipo de vivienda
y de menaje empleado en su interior solo comenzó a experimentar modificaciones significativas a partir de los
inicios del siglo ix, mucho después de que los ejércitos
musulmanes desembarcaran en Algeciras. El paisaje guichardiano de ḥusūn y alquerías formadas por unas pocas
viviendas de patio central, que adoptaron topónimos en
«Beni-», parece surgir precisamente a partir de entonces.
Diferentes regiones, diferentes esferas, diferentes dinámicas. Las nociones de «ruptura» y «transición» difícilmente permiten capturar esa complejidad.
Diferentes esferas, diferentes dinámicas. La transformación de Valencia y su región durante el siglo viii. Julián M. Ortega
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