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ARCHIVO DE PREmSTORIA LEVANTINA
Vol. XXIV (Valencia, 2001)
FRANCISCO-JOSÉ PuCI-IALT FORTEA
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BREVE HISTORIA DE LA PALEOPATOLOGÍA
Con fuerza creciente se expanden en nuestro país los estudios de Paleopatología. En cuestión de poco mas de quince aflos el número de trabajos surgidos a la luz pública sobre las evidencias de enfermar ha ido creciendo paulatinamente, dejando de ser cosa de unos pocos científicos solitarios y poco comprendidos. La difusión de libros y revistas, la aparición de congresos
específicos, fundación de asociaciones y una mayor amplitud de pensamiento científico en el
mundo de la arqueología, paleontología y medicina, hace que los estudios en este campo aumenten progresivamente y, sobre todo, de manera continuada. Poco a poco nuestras autoridades culturales van ayudando a difundir estos estudios y aportaciones al conocimiento, si bien hay que
decir que aún se espera de ellas mucho más.
Pero ¿Qué es la Paleopatología? Hay que definirla, pero no basta con ello. Hay que saber,
aparte de su definición, como aparece y como se desarrolla, en definitiva hay que saber su historia. Viendo esto podremos sorprendemos gratamente al ver que el hombre se ha interesado
mucho y, desde hace bastante tiempo, por esta clase de conocimientos que aporta el estudio de
las evidencias de enfermar en restos de organismos, ya sean humanos, vegetales o animales, de
épocas pasadas. El que decida integrarse en esta rama científica ha de saber que no cae en un
sitio por desarrollar ni va en una dirección desconocida, y ha de saber que no está solo.
Estudiemos pues la definición de lo que es La Paleopatologfa y, sobre todo, estudiemos su
historia, esa vista hacia atrás tan necesaria para tener conciencia de lo que cada uno de nosotros
va a encontrar al mirar hacia delante.
La Paleopatologia es el estudio de las evidencias de enfermedad encontradas en los restos
• Unidad docente de Medicina Legal. Facultad de Medicina. Universitat de Val~cia. (Estudi General).
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de seres vivos de épocas antiguas. Esta definición es la natural unión de la propuesta por Sir
Marc Armand Ruffer en 1914 y la que da Vuillemín al incluir a los vegetales, como organismos
vivos que son, en el campo de estudio de la Paleopatologla, unión de conceptos ya efectuada por
León Palés (1 ).
La enfennedad en Paleopatología hay que entenderla como toda desviación del estado sano
o normal del cuerpo que ha dejado una huella visible sobre los restos que han llegado hasta nosotros. Esta idea propuesta por Roy Moodie es acertada y fundamental para explicar el objeto del
estudio: La enfermedad y sus evidencias (2).
Es una ciencia pluridisciplinar, pues, aunque tenga un fuerte contenido médico-biológico,
todos pueden aportar algo, todos debemos estudiar mucho, todos somos necesarios. No se puede
prescindir de nadie que pueda aportar nuevos conocimientos al acervo común. Alguien descubre
los restos, alguien los estudia y clasifica, alguien aplica técnicas para su datación y estudio,
alguien aplica, o modifica, técnicas especiales de estudio ya desarrolladas con otros fines,
alguien integra los datos obtenidos en estudios generales, tanto de población como de salud o de
propagación de una enfermedad.
Se pueden, y deben, aprovechar estos datos para dar cada vez una idea más exacta del
mundo que nos rodea, tanto desde el punto de vista de estudio de las especies animales y vegetales ya extintas, evolucionadas, o llegadas hasta nosotros sin haber cambiado, como desde el
punto de vista del estudio del hombre. Preciosos datos que nos hablarán de épocas pasadas, ayudando al continuo reescribir de la historia, tanto del hombre como de los demás seres que le rodearon en tiempops antiguos, o le antecedieron.
¿Qué ideas han hecho posible el grado de desarrollo de esta ciencia? ¿Cuáles han sido los
primeros estudios? ¿Qué camino han seguido y qué desarrollo han tenido los estudios y las
ideas? Entramos en la Historia de la Paleopatologia.
Las aportaciones al conocimiento de los procesos de enfermar han sido numerosas a lo largo
de los años, contribuyendo con conceptos, ideas, hallazgos, interpretaciones. Cosas éstas que han
de estar en permanente revisión, pues al plantear dudas creamos nuevas ideas, siendo la certidumbre un elemento de corrosión.
Los estudios de Paleopatología se han centrado mucho en el hombre, Paleopatología humana, poco en los animales, Zoopaleopatologia, y casi nada en los restos fosilizados de plantas,
Fitopaleopatologia. No se pueden ignorar ninguno de estos campos, pero el hecho es que los
estudios sobre el hombre están mucho más desarrollados. Este extremo se justifica porque cuando el hombre abre su mente al conocimiento y mira a su alrededor ve que está rodeado de otros
hombres, hay una especie de antropocentrismo investigador que tendrá que ir desapareciendo.
Esta Historia de la Paleopatologia, por ende, también tiene que incurrir muchas veces en este antropocentrismo casi obligado.
Ya en La época clásica aparecen las primeras anotaciones sobre fenómenos observados en
esqueletos antiguos. Es de Herodoto de quien nos llegan las primeras noticias. Relata la aparición de una calavera toda de una pieza, sin huellas de unión entre sus elementos óseos, y la existencia de un esqueleto de cinco codos, entre las osamentas de los combatientes de la batalla de
Platea.
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Relata este mismo autor que pudo observar, él mismo, en un campo de batalla en el bajo
Egipto, que el cráneo de los persas de Cambises era mucho más frágil que las calaveras egipcias
procedentes del mismo combate (3).
No cabe duda que existieron más observaciones por parte de los estudiosos clásicos, medievales y del renacimiento. Forzoso es decir que no tendrían ni gran difusión, ni fueron de tipo continuado. Son estudios meramente descriptivos y totalmente empíricos. Pero no por esto hay que
desestimarlos alegremente. Muchas muestras han llegado hasta nosotros, y no necesariamente de
la mano de médicos. El cuadro de Santa Teresa, efectuado por Rubens y sito hoy en Rotterdam,
presenta una curiosa calavera con sutura metópica, al igual que en algunos de los dibujos de la:
"Nueva crónica y buen gobierno", ejecutados por su autor: Guaman Poma de Ayala (4). De
nuevo, y siempre, el interés del hombre por el hombre y lo que le rodea.
Realmente los estudios de los vestigios de enfermedad en los restos antiguos empiezan a
finales del siglo XVIII. Con Morgagni la ciencia se dota de un precioso concepto: El anatomopatológico. Se ponen en relación las alteraciones de la salud del sujeto con las observadas en su
organismo después de la muerte. Este concepto empieza a ser aplicado al campo de los estudios
sobre restos esqueléticos en 1774 por Esper que, estudiando la pelvis de un mamífero fósil del
Pleistoceno, describe una fractura consolidada, confirmada por reexámenes modernos. También
describe un tumor óseo femoral en un oso de las cavernas y que atribuye a un tumor maligno, un
osteosarcoma. Se empieza a atribuir una enfermedad al hallazgo de una lesión. Es el verdadero
comienzo de la Paleopatología (2, 5).
Los primeros investigadores en este dominio, tales como Cuvier o Walther, limitan su curiosidad a la patología traumática más evidente y a las afecciones reumáticas en los animales fósiles, al ser el material más accesible en los museos. Es solamente a partir de la segunda mitad del
siglo XIX, con la fijación y revisión completa de la doctrina y de los métodos de la anatomía
patológica efectuadas por Rokitansky y Vrrchow, cuando los antropólogos, paleontólogos y los
médicos abordan con detenimiento y continuidad el estudio de los vestigios de enfermedad en
restos antiguos animales, humanos y vegetales.
Es, sobre todo gracias a los trabajos de Rudolph Virchow y al antropólogo y cirujano Paul
Broca, cuando se admite ya de una forma generalizada, la existencia de indicios de trazas patológicas sobre las osamentas humanas y se reconoce el interés de su estudio sistemático. Prunieres
y Lucas-Championniere exponen en esta tan fecunda época sus trabajos clásicos sobre las trepanaciones y su significado. Cráneos trepanados y otras piezas de interés son analizados ávidamente por estos científicos, contribuyendo a la difusión del interés sobre estos estudios. Es descrita, dentro de esta misma época, la criba orbitaria por Welcker, estudiando cráneos de origen
peruano, de Java, etruscos y africanos. Czermak inaugura el estudio microscópico de tejidos
momificados, que tendrán continuidad 50 años más tarde en la obra de Ruffer. Incluso el estudio
de cráneos deformados precolombinos halla su hueco en el ingente trabajo de antropología de
Topinard, de más de 1100 páginas de extensión. Como se puede ver, la segunda mitad del siglo
XIX es, en efecto, fecunda en esta clase de investigaciones. Parrot, Le Baron, Bartels y otros,
tomaron esta vía examinando los restos humanos prehistóricos y galo-romanos de Europa occidental. A pesar de que se pueda poner en cuestión el diagnóstico de determinadas lesiones atri-365-
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buidas a La sífilis y al raquitismo, el trabajo de estos sabios nutre a La ciencia de conocimientos
médico-históricos nuevos e incontestables. Al final de este siglo ya hay pruebas ciertas de la presencia, sobre las osamentas humanas de épocas pasadas, de enfermedades diversas: Traumatismos, procesos inflamatorios purulentos y tuberculosos, neoplasias, afecciones reumáticas, caries
dentarias, raquitismo, etc. (2, 5, 6, 7, 8, 9).
Muchos autores, al hacer un estudio por fases, al intentar encuadrar la historia en secciones
temporales, hacen aquí una separación, como si al pasar del siglo XIX al XX se pasase un capítulo. Creo que no debe ser así pues no hay un hiatus en el discurso investigador ni ruptura con
fundamentos ya establecidos. Al contrario, hay una continuación en progresión casi geométrica
y aplicaciones de técnicas de estudio ya existentes a nuevas fuentes de hallazgos: sólo se puede
hablar de expansión. ¡Y vaya expansión!
El primer tercio del siglo XX es la continuación casi frenética de los avances conseguidos a
finales del siglo precedente en una p rogresión casi de vértigo. Aprovechando los progresos en
conocimientos generales en patología ósea y en bacteriología, usando las técnicas de cortes histológicos y sirviéndose de las aplicaciones que ofrecen los rayos X, los científicos de este periodo identifican un número importante de enfermedades que habían dejado sus buenas en los tejidos de los cuerpos humanos, de animales, y aparecen también trabajos sobre fitopaleopatologia.
Las adquisiciones cientificas en este periodo transcurrido son recogidas en los excelentes
trabajos monográficos de Marc Armand Ruffer, Roy Moodie y León Patés ( 1, 2, 9).
Es a principios de este siglo cuando se empiezan a hacer estudios serios sobre las momias
de Egipto. Aunque los miembros de la exped ición Booaparte, Denon y Larrey, ya habían empezado a indagar en este tan interesante campo, es en estos inicios del siglo XX cuando se efectúan estudios con detenimiento sobre los cuerpos momificados egipcios, ayudándose para eU de
o
los rayos X y de técnicas histológicas. El periodo de la escuela inglesa de medicina en Egipto,
desde finales del siglo XIX, es particularmente extraordinario. Gente de la taHa de Elliot Smitb
(anatomista), Armand Ruffer (bacteriólogo), Alfred Lucas (químico), y D. E. Derry (anatomista), fueron Los protagonistas principales.
Un auténtico primer hito sobre la materia lo constituyen los primeros estudios efectuados
sobre los cuerpos egipcios momificados de la Tebaida por Elliot Smith entre 1901 y 1905, y el
primer análisis radiográfico, efectuado en 1903 tambien por Elliot Smith, analizando la momia
de Tutmosis IV, ayudado por Howard Carter. Esta última proeza, y la forma de llevarla a cabo,
ocupa una página propia en la Historia de la Medicina. Imagínese el lector una noche bien cerrada, buscando un coche de caballos en la ciudad de El Calro, y cargando un fardo levemente parecido al cuerpo de un hombre envuelto en telas. Con todo sigilo es llevado ese fardo a una clínica de maternidad, donde había, desde bacía poco tiempo, el único aparato de rayos X existente
en Egipto, para practicar el primer estudio radiográfico a una momia. Pocas veces la reaHdad
supera tanto a la ficción (7, 8, 10).
Ruffer explora en profundidad el amplio campo de la Paleopatologia en cuerpos momificados egipcios describiendo, entre numerosas patologías macroscópicas y microscópicas, la presencia de huevos calciñcados de Scbistosoma Haematobium en el aparato urinario de dos
momias de la XX Dinastía. Renueva Jos procesos necesarios para hidratar tejidos momificados,
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para su estudio al microscopio, con soluciones carbonatadas. Aplicando tinciones propias de técnicas de estudio con microscopio, realiza estudios no soñados hasta entonces, sentando bases y
procedimientos vigentes hasta ahora. Sus estudios de PaJeopatologia fueron interrumpidos bruscamente, víctima su autor de la 1 Guerra Mundial (1, 2, 5, 9).
Esta especie de era dorada de la Paleopatologfa se documenta en el trabajo de Patés que, en
su obra: " Paléopathologie et pathologie comparative", recoge una lista de seiscientos sesenta trabajos importantes sobre la materia (1).
Otra figura principal de este periodo de principios de siglo es la de A les Hdrücka. Creador
de lo que es hoy el núcleo de la californiana colección del Museo del Hombre de San Diego, y
autor de un renombrado manual sobre antropología fisica, describe en 1913 de una manera detallada la porosidad craneal parietal en cráneos precolombinos provenientes del Perú. Esta alteración fue denominada por su descubridor: Osteoporosis simétrica, atribuyéndole algo más que un
origen de lesión local, afirmando que era el reflejo de un desorden más generalizado en el estado de salud del individuo portador de la misma. En 1929, Herbert Williams estudia los aspectos
radiográficos e histológicos de esta osteopatía y explica estas lesiones por una hiperplasia funcional de la médula ósea, que acababan de ser descritas en ciertas anemias. Hallazgo y conclusión importantes para el desarrollo de estudios sobre anemias en poblaciones, aparte de como
indicador individual de la misma (5, 9, 12, 13).
Aparentemente, a partir de los años 30 del siglo XX, y hasta la década de los años 50, la
Paleopatología cae en una especie de letargo. Son años sociológicamente dificiles, secuelas de
una gran depresión económica y de la terrible Segunda Guerra Mundial, y parece que encierren
una congelación en la evolución de la investigación paleopatológica. Se confirman diagnósticos
o se rectifican los ya hechos, pero parece que no hay mucho más.
Empieza la década de 1950 cuando, de la mano de los estudios de Lawrence Angel, se
marca un nuevo punto importante: El estudio del estado de salud en el ámbito de colectividades.
Todo esto sin abandonar el estudio descriptivo de huellas de enfermedad y su repercusión sobre
el sujeto cuyos restos se estudian, dotándose de una rigurosidad cada vez más grande. A los
medios de estudio desarrollados anteriormente, se afiaden nuevos métodos y descripciones actualizadas de patologla.
Se inician los estudios de la colectividad como unidad. Este enfoque novedoso permitirá en
los sucesivos aftos el aportar datos valiosos sobre poblaciones, sus periodos de padecimiento, el
estudio de la sociedad y su relación con su entorno. Hambres, epidemias, alteraciones más o
menos bruscas de sus costumbres alimenticias, sus reacciones ante episodios hostiles y las repercusiones sobre esa sociedad, la relación entre distintos periodos temporales de una misma comunidad, costumbres, modos de vida, higiene y sanidad, morbilidad, etc. Aunque nuestros mayores
dejaron casi siempre relatos, no es posible saberlo todo a través de ellos. Incluso existieron sociedades ágrafas que desaparecieron ha tiempo, no dejando tras sí más que un puiíado de monumentos, los restos esqueléticos de sus protagonistas, y algunos nebulosos relatos de sus conquistadores.
Se empiezan a hacer estudios paleodemográficos, tablas de supervivencia, estudios de parasitología ... Se aplican procedimientos estadísticos. Se inician estudios de enfermedades concre--
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tas, comparando su evidencia en diversas sociedades, como la treponematosis venérea y las anemias. Los avances técnicos hacen posible incluso el estudio del estado de nutrición en poblaciones, por espectrografía y fluorescencia a rayos X.
Pero todo esto no es posible sin un mayor refinamiento de la Paleopatología descriptiva, que
es la que proporciona el material adecuado de análisis de huellas de enfermedad. Evidentemente
no todas las patologías existentes se pueden identificar por las huellas que dejan en los restos de
seres vivos que han llegado hasta nosotros. La calidad de esos restos que llegan a nuestros laboratorios es, a veces, bastante pobre. Otras veces es La naturaleza misma de la reacción del organismo ante una noxa, la que impide una investigación profunda de cuales son las causas, pues
puede ser pobre o inespecíñca.
Nuevamente es la medicina, muchas de sus ramas, y la biología, las que proporcionan valiosas herramientas como, por ejemplo, la mayor accesibilidad a aparatos de rayos X, la disponibilidad de pruebas de laboratorio mas sofisticadas, L datos que aportan los métodos de la antroos
pología forense, los análisis de D.N.A., la determinación isotópica de elementos en tej ido óseo
para la indagación de los tipos de alimentación... Todo esto acompañado por labores de divulgación, enseñanza y comunicación impensables en épocas anteriores.
Son muchos los que brillan con luz propia desde 1950 en este panorama actual que es el
nuestro. A partir de aquí se produce un progresivo aumento en el número y calidad de libros y
trabajos en el terreno paleopatológico, de forma casi logarítmica.
Angel, con sus estudios sobre poblaciones griegas y M.D. Grmek con su concepto de patoceoosis y su aplicación a los estudios del autor anterior, nos presentan nuevas perspectivas en el
campo de la Paleopatología (5, 14).
Graña, Rocca, Grana Tello, Weiss, Lastres y Cabieses, nos hablan de los vestigios de enfermedad, procesos sanadores e incluso de costumbres sociológicas, a través del estudio de los restos de poblaciones sudamericanas. Moller-Christensen dota a la colectividad científica, paleopatológica y médica, en 1953, de preciosos datos sobre la enfermedad de Hansen, estudiando restos esqueléticos de leproserías en Dinamarca (5, 11, 15, 16, 17, 18).
Clásico es el trabajo de Brothwell, traducido al castellano con el nombre de: «Desenterrando
huesos". Como clásicos son los trabajos generales y recopilaciones de Janssens, Jarcho, CaJvin
Wells, los de Morse sobre la tuberculosis, ... Es esencial la reunión de trabajos en un solo volumen efectuada por BrothweU y Sandison, muy necesarios para cualquier investigador en
Paleopatología; como esencial también e1libro que reúne trabajos y técnicas en el estudio de Las
momias, editado por Aidan y Eve Cockburn; y la compilación hecha por Brothwell e Higgs de
técnicas con el nombre de "Ciencia en Arqueología".
El diagnóstico de enfermedades en restos esqueléticos sufre un intensísimo impulso con el
libro fundamental de Steinbock denominado: "Paleopathological diagnosis and interpretation".
En él se establecen criterios diagnósticos precisos y preciosos para la Palcopato1ogía humana.
Este libro, junto con el de Ortner y Putschar denominado: "Jdentification of Pathological
Conditions in Human Skeletal Remains", marca todo un hito en el diagnóstico riguroso de vestigios de enfermedad en restos esqueléticos.
Entre otros autores más recientes podemos citar a Jean Dastugue y Veronique Gervais, con
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la obra titulada "Paléopathologie du Squelette Humain"; L. Capasso con su obra: "L'Origine de
la Malattie". No quiero dejar de citar la monumental obra de Aufderbeide y Conrado Rodríguez
Martín: "The Cambridge Eocyclopedia ofHuman Paleopathology", indispensable para el que se
inicie ahora en el campo de la Paleopatología. Por otra parte, la difusión, cada vez más rápida y
extendida de estudios y trabajos, poco creíble hace menos de treinta años, contribuye también a
unas mayores cotas de conocimiento. Bancos de datos, repertorios de bibliografía, revistas e
lnternet, lo hacen así posible (8, 11, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27, 28).
Muchos y complejos métodos facilitados por el avance de las técnicas diagnósticas y medios
físicos de estudio, hacen posible extender el conocimiento a unos niveles impensables tao siquiera hace 50 años. La edad-barrera histórica. por debajo de la cual no se consideraba el hacer estudios en restos esqueléti ~os, ha desaparecido, procediéndose en nuestros días a efectuar estudios
de poblaciones de hace pocos centenares de años. La bibliografía últimamente recensada habla
ya de más de 2 1000 referencias útiles en el campo de la Paleopatologia... y esta cifra es muy
superior si se añade al repertorio bibliográfico del Museo de San Diego, en un pie de igualdad
con sus homólogos americanos, todas las comunicaciones de congresos nacionales de países
europeos, poco citadas en esta publicación (29).
Hay que citar en lugar especia1 1a creación de la Paleopathology Association, en el afio 1971.
Con mas de 500 socios repartidos por todos los países del mundo sirve de auténtica red que une
y provee de canales de comunicación a los que investigan en el campo de la Paleopatología. Sus
convocatorias de congresos, anuales en E.E.U.U. y bianuales en Europa, son siempre esperadas
y la asistencia a ellos es cada vez más nutrida, exponiéndose los estudios y avances más recientes. Su medio de expresión, el Paleopathology Newsletter, es siempre esperado y comentado, sirviendo para intercambiar noticias y procedimientos, dar avances sobre libros e investigaciones.
LA PALEOPATOLOGÍA EN ESPAÑA
El estudio hecho por Ayarzagüena pone de manifiesto diversos trabajos sobre restos humanos hechos a lo largo del siglo XIX. El retraso cultural de nuestro país en este tiempo, afirma
este autor, hace que el desarrollo de estos esfuerzos y trabajos vaya a remolque de los avances
de lo realizado en el resto de Europa, Francia principalmente. Señala los tímidos principios del
estudio de restos antiguos aparecidos un poco antes de la mitad de este siglo, citando a Manuel
de Assas, José Plá y Varela de Montes. Este último autor con la obra titulada: "Ensayo de
Antropología, o sea Historia Fisiológica del Hombre en sus Relaciones con las Ciencias
Sociales, y especialm ente con la Patología y la Higiene".
·Poco a poco, a partir de 1860, el interés por las ciencias que estudian los restos del hombre
de épocas pasadas, va en aumento, si bien muy tímidamente. A partir de 1880 van apareciendo
importantes trabajos efectuados sobre restos esqueléticos nacionales, por autores extranjeros y
españoles: Vemeau, Oloriz, Barras de Aragón, Hoyos Sainz, Aranzadi... Se estudian siguiendo
metodología y procedimientos de la escuela francesa (30, 31 ).
Los primeros estudios serios sobre hallazgos en nuestra nación se hacen sobre material osteológico proveniente de las islas Canarias. Chil y Naranjo publica unas notas sobre anatomía
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patológica de los aborígenes canarios, en 1900. Vemeau, Hooton y Luscha publican también trabajos sobre el tema.
A partir de 1900 y hasta 1967, la tónica seguida fue principalmente la de estudiar cráneos
trepanados, o presumiblemente trepanados, y la de publicaciones aisladas y, casi todas ellas de
difusión un tanto limitada, con sus excepciones. Fusté, Fenollosa. Martínez Santa-Oialla, Rincón
de Arellano, Barras de Aragón, fueron los autores principales de este periodo. Casi todos los trabajos desarrollados se Limitaron a cráneos trepanados, algunas malformaciones y casos tumorales. Estos diagnósticos hechos por aquel entonces necesitaron ser fuertemente revisados posteriormente.
Vemos, pues, que hay una primera fase de indefinición general.
En este panorama una persona brilla con derecho propio: Juan Bosch Millares. Dedicó parte
de su tiempo a estudios antropológicos y paJeopatológicos, con numerosas publicaciones entre
1944 y 1975, culminando con La obra: "Paleopatologia ósea de los primitivos pobladores de
Canarias". En 1970 se inicia la colaboración de Rodríguez Mafiotte con el anterior autor citado,
cerrándose el círculo tan necesario de investigación-docencia para la continuidad de la paleopatología canaria. Esta actividad se ve asegurada con la incesante actividad de Conrado Rodríguez
Martín, que brilla con luz propia, trabajando especialmente en el estudio de momias guanches y
colaborando activamente con universidades americanas. Fruto de ello es, unos ejemplos de entre
muchos posibles, la organización del 1 congreso lntemacional sobre Momias, o el Proyecto
Cronos, sobre momias guanches (32, 33).
En la península los estudios sobre Paleopatologfa tardan en arrancar. Dos son las personas
clave en este despegue: Jose Manuel Reverte Coma y Domingo Campillo Valero.
¿Quién no ha leído con interés el libro de "Antropología Médica P'? ¿Quién no ha quedado
fascinado~ literalmente hablando, por las posibilidades de la Paleopatología al leer el libro:
"Paleopatología del Cráneo en Cataluña, Valencia y Baleares"? Autores los dos de gran prestigio, de abundantes trabajos y comunicaciones, y de estilo distinto y personal, han sido, y son,
responsables de la dirección de muchas tesis doctorales y tesinas, y directores de cursos de divulgación y de doctorado. Ambos son responsables del asentamiento e impulso de la Paleopatología
en nuestro país (34, 35).
En 1986 se celebra el V1 congreso europeo de la Paleopathology Association, en Madrid,
bajo la dirección de J.M. Reverte. En esa ocasión se establecen las bases de la Asociación
Española de Paleopatología, que se funda al año siguiente. En 1988 se celebra su primera reunión en Logroño, a la que seguirán en 1989 y 1990, otras dos, bajo La fonna de Jornadas. A partir de 1991 se celebran con carácter bianual bajo el fonnato de congreso: San Sebastián, Barcelona, Valencia, Cádiz, Alcalá la Real, y próximamente en Madrid.
En 1992, y dirigido por Domingo Campillo, se celebra otro de los congresos europeos de la
Paleopathology Association, el IX. La opinión unánime fue que el nivel organizativo y científico sería muy dificil de superar en adelante. El techo se puso muy alto debido a su extraordinaria
calidad (31, 36, 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43).
Poco citados todavía, y escasos en número, son los trabajos de paleopatología sobre animales de épocas pasadas. Algo se ha avanzado desde los Lrabajos de Miralles y Crusafont, en 1952,
hasta los trabajos de De Renzi y Belinchón, en el campo de la Zoopaleopatología. Se espera que
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esta clase de investigaciones se expandan aún más, pues gente preparada hay para esto (44).
Varios son los centros que actúan a modo de invernaderos de plantas frágiles. Digo lo de
plantas frágiles pues el paleopatólogo entra en esta ciencia por devoción. y si se descuida tiene
que salir por obligación al necesitar su tiempo para una cosa tao banal como necesaria que es
ganarse la vida. En estos centros se puede encontrar la acogida necesaria para colaborar en estudios amplios, intercambiar opiniones, procurar, y procurarse, información y bibliografia, tan
escasa como de precios prohibitivos.
En Granada, y fundado por Manuel García Sánchez, está el laboratorio interfacultativo de
Antropología, con su trabajo de investigación y de docencia, con Miguel Botella como uno de
sus miembros más activos.
Albergado en la Sociedad de Ciencias Aranzadi está otro de estos centros. Francisco
Etxeverria es uno de sus miembros más conocidos y queridos. Es un honor tener relación con él.
Es autor, entre muchos trabajos suyos, de la recopilación periódica de bibliografía sobre
Paleopatología en España (45).
En Madrid, cobijada en la cátedra de Medicina Legal, está la sede de la Asociación Española
de Paleopatología. Allí se reunen un puñado de excelentes profesionales, encabezados por Jose
Manuel Reverte, presidente honorario de la asociación. Muchos de los paleopatólogos le debemos apoyo, risas, consejos e impulso en el campo de la Paleopatología. Un poco mas allá está
Pilar Julia Pérez, en la Facultad de Geología, siempre dispuesta a ayudar.
En Valencia, gracias a la pura tenacidad de José Delfín Villalaín, catedrático de Medicina
Legal, nos albergamos unos cuantos de nosotros. Su apoyo es imprescindible, estando incluso
dispuesto a batirse en duelo por nosotros, pese a la precariedad local de medios. Actualmente es
el presidente de la Asociación Española de Paleopatología.
Dejo para el final al laboratorio de Paleopatología y Antropología cobijado por el Museo de
Arqueología de Cataluña. Domingo Campillo, impulsor del mismo, es lo suficientemente conocido dentro y fuera de nuestras fronteras como para explicar su brillante andadura. Las deudas de
gratitud contraídas por muchos de los que trabajamos en el campo de la Paleopatología son
inmensas. Tarde o temprano acudimos, y acudiréis, a sus trabajos y cursos, a su apoyo y consejo.
Muchos autores sobresalientes españoles y extranjeros quedan por citar, como Eulalia
Subirá, con su trabajo formidable sobre elementos traza, o Elisenda Vives con su dificil integración de los datos paleopatológicos a la hora de estudiar una población medieval (46, 47). No es
porque no lo merezcan, pero no ha sido el propósito de este autor hacer de este trabajo el catálogo homérico de las naves griegas, además, hay voces más autorizadas que la mía. Pero es indudable que hay un brote imparable de actividad a partir de 1970, sostenido y en aumento, en el
campo de la Paleopatologia en nuestro país.
El último acto, por ahora, en el desarrollo de la Paleopatología en España ha sido la reciente creación de la Sociedad Catalana de Paleopatología. La personalidad recia de sus fundadores
y componentes es una garantía de que va a ser una sociedad abierta y permeable. Todos los que
trabajamos en este campo saludamos con alegría su aparición.
Ha llegado el final de este pequeño bosquejo. Espero y deseo que no por breve haya dejado
de ser de interés.
Y habiendo mjrado hacia atrás, continuemos hacia adelante.
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BIBLIOGRAFÍA
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ARCHIVO DE PREmSTORIA LEVANTINA
Vol. XXIV (Valencia, 2001)
FRANCISCO-JOSÉ PuCI-IALT FORTEA
*
BREVE HISTORIA DE LA PALEOPATOLOGÍA
Con fuerza creciente se expanden en nuestro país los estudios de Paleopatología. En cuestión de poco mas de quince aflos el número de trabajos surgidos a la luz pública sobre las evidencias de enfermar ha ido creciendo paulatinamente, dejando de ser cosa de unos pocos científicos solitarios y poco comprendidos. La difusión de libros y revistas, la aparición de congresos
específicos, fundación de asociaciones y una mayor amplitud de pensamiento científico en el
mundo de la arqueología, paleontología y medicina, hace que los estudios en este campo aumenten progresivamente y, sobre todo, de manera continuada. Poco a poco nuestras autoridades culturales van ayudando a difundir estos estudios y aportaciones al conocimiento, si bien hay que
decir que aún se espera de ellas mucho más.
Pero ¿Qué es la Paleopatología? Hay que definirla, pero no basta con ello. Hay que saber,
aparte de su definición, como aparece y como se desarrolla, en definitiva hay que saber su historia. Viendo esto podremos sorprendemos gratamente al ver que el hombre se ha interesado
mucho y, desde hace bastante tiempo, por esta clase de conocimientos que aporta el estudio de
las evidencias de enfermar en restos de organismos, ya sean humanos, vegetales o animales, de
épocas pasadas. El que decida integrarse en esta rama científica ha de saber que no cae en un
sitio por desarrollar ni va en una dirección desconocida, y ha de saber que no está solo.
Estudiemos pues la definición de lo que es La Paleopatologfa y, sobre todo, estudiemos su
historia, esa vista hacia atrás tan necesaria para tener conciencia de lo que cada uno de nosotros
va a encontrar al mirar hacia delante.
La Paleopatologia es el estudio de las evidencias de enfermedad encontradas en los restos
• Unidad docente de Medicina Legal. Facultad de Medicina. Universitat de Val~cia. (Estudi General).
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FRANOSCQ-JOSE PUCIIALT F ORTEA
de seres vivos de épocas antiguas. Esta definición es la natural unión de la propuesta por Sir
Marc Armand Ruffer en 1914 y la que da Vuillemín al incluir a los vegetales, como organismos
vivos que son, en el campo de estudio de la Paleopatologla, unión de conceptos ya efectuada por
León Palés (1 ).
La enfennedad en Paleopatología hay que entenderla como toda desviación del estado sano
o normal del cuerpo que ha dejado una huella visible sobre los restos que han llegado hasta nosotros. Esta idea propuesta por Roy Moodie es acertada y fundamental para explicar el objeto del
estudio: La enfermedad y sus evidencias (2).
Es una ciencia pluridisciplinar, pues, aunque tenga un fuerte contenido médico-biológico,
todos pueden aportar algo, todos debemos estudiar mucho, todos somos necesarios. No se puede
prescindir de nadie que pueda aportar nuevos conocimientos al acervo común. Alguien descubre
los restos, alguien los estudia y clasifica, alguien aplica técnicas para su datación y estudio,
alguien aplica, o modifica, técnicas especiales de estudio ya desarrolladas con otros fines,
alguien integra los datos obtenidos en estudios generales, tanto de población como de salud o de
propagación de una enfermedad.
Se pueden, y deben, aprovechar estos datos para dar cada vez una idea más exacta del
mundo que nos rodea, tanto desde el punto de vista de estudio de las especies animales y vegetales ya extintas, evolucionadas, o llegadas hasta nosotros sin haber cambiado, como desde el
punto de vista del estudio del hombre. Preciosos datos que nos hablarán de épocas pasadas, ayudando al continuo reescribir de la historia, tanto del hombre como de los demás seres que le rodearon en tiempops antiguos, o le antecedieron.
¿Qué ideas han hecho posible el grado de desarrollo de esta ciencia? ¿Cuáles han sido los
primeros estudios? ¿Qué camino han seguido y qué desarrollo han tenido los estudios y las
ideas? Entramos en la Historia de la Paleopatologia.
Las aportaciones al conocimiento de los procesos de enfermar han sido numerosas a lo largo
de los años, contribuyendo con conceptos, ideas, hallazgos, interpretaciones. Cosas éstas que han
de estar en permanente revisión, pues al plantear dudas creamos nuevas ideas, siendo la certidumbre un elemento de corrosión.
Los estudios de Paleopatología se han centrado mucho en el hombre, Paleopatología humana, poco en los animales, Zoopaleopatologia, y casi nada en los restos fosilizados de plantas,
Fitopaleopatologia. No se pueden ignorar ninguno de estos campos, pero el hecho es que los
estudios sobre el hombre están mucho más desarrollados. Este extremo se justifica porque cuando el hombre abre su mente al conocimiento y mira a su alrededor ve que está rodeado de otros
hombres, hay una especie de antropocentrismo investigador que tendrá que ir desapareciendo.
Esta Historia de la Paleopatologia, por ende, también tiene que incurrir muchas veces en este antropocentrismo casi obligado.
Ya en La época clásica aparecen las primeras anotaciones sobre fenómenos observados en
esqueletos antiguos. Es de Herodoto de quien nos llegan las primeras noticias. Relata la aparición de una calavera toda de una pieza, sin huellas de unión entre sus elementos óseos, y la existencia de un esqueleto de cinco codos, entre las osamentas de los combatientes de la batalla de
Platea.
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BREVE HlSTORIA DE LA PALEOPATOLOGÍA
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Relata este mismo autor que pudo observar, él mismo, en un campo de batalla en el bajo
Egipto, que el cráneo de los persas de Cambises era mucho más frágil que las calaveras egipcias
procedentes del mismo combate (3).
No cabe duda que existieron más observaciones por parte de los estudiosos clásicos, medievales y del renacimiento. Forzoso es decir que no tendrían ni gran difusión, ni fueron de tipo continuado. Son estudios meramente descriptivos y totalmente empíricos. Pero no por esto hay que
desestimarlos alegremente. Muchas muestras han llegado hasta nosotros, y no necesariamente de
la mano de médicos. El cuadro de Santa Teresa, efectuado por Rubens y sito hoy en Rotterdam,
presenta una curiosa calavera con sutura metópica, al igual que en algunos de los dibujos de la:
"Nueva crónica y buen gobierno", ejecutados por su autor: Guaman Poma de Ayala (4). De
nuevo, y siempre, el interés del hombre por el hombre y lo que le rodea.
Realmente los estudios de los vestigios de enfermedad en los restos antiguos empiezan a
finales del siglo XVIII. Con Morgagni la ciencia se dota de un precioso concepto: El anatomopatológico. Se ponen en relación las alteraciones de la salud del sujeto con las observadas en su
organismo después de la muerte. Este concepto empieza a ser aplicado al campo de los estudios
sobre restos esqueléticos en 1774 por Esper que, estudiando la pelvis de un mamífero fósil del
Pleistoceno, describe una fractura consolidada, confirmada por reexámenes modernos. También
describe un tumor óseo femoral en un oso de las cavernas y que atribuye a un tumor maligno, un
osteosarcoma. Se empieza a atribuir una enfermedad al hallazgo de una lesión. Es el verdadero
comienzo de la Paleopatología (2, 5).
Los primeros investigadores en este dominio, tales como Cuvier o Walther, limitan su curiosidad a la patología traumática más evidente y a las afecciones reumáticas en los animales fósiles, al ser el material más accesible en los museos. Es solamente a partir de la segunda mitad del
siglo XIX, con la fijación y revisión completa de la doctrina y de los métodos de la anatomía
patológica efectuadas por Rokitansky y Vrrchow, cuando los antropólogos, paleontólogos y los
médicos abordan con detenimiento y continuidad el estudio de los vestigios de enfermedad en
restos antiguos animales, humanos y vegetales.
Es, sobre todo gracias a los trabajos de Rudolph Virchow y al antropólogo y cirujano Paul
Broca, cuando se admite ya de una forma generalizada, la existencia de indicios de trazas patológicas sobre las osamentas humanas y se reconoce el interés de su estudio sistemático. Prunieres
y Lucas-Championniere exponen en esta tan fecunda época sus trabajos clásicos sobre las trepanaciones y su significado. Cráneos trepanados y otras piezas de interés son analizados ávidamente por estos científicos, contribuyendo a la difusión del interés sobre estos estudios. Es descrita, dentro de esta misma época, la criba orbitaria por Welcker, estudiando cráneos de origen
peruano, de Java, etruscos y africanos. Czermak inaugura el estudio microscópico de tejidos
momificados, que tendrán continuidad 50 años más tarde en la obra de Ruffer. Incluso el estudio
de cráneos deformados precolombinos halla su hueco en el ingente trabajo de antropología de
Topinard, de más de 1100 páginas de extensión. Como se puede ver, la segunda mitad del siglo
XIX es, en efecto, fecunda en esta clase de investigaciones. Parrot, Le Baron, Bartels y otros,
tomaron esta vía examinando los restos humanos prehistóricos y galo-romanos de Europa occidental. A pesar de que se pueda poner en cuestión el diagnóstico de determinadas lesiones atri-365-
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FRANcrsco-Jostt PUCHALT FoRTEA
buidas a La sífilis y al raquitismo, el trabajo de estos sabios nutre a La ciencia de conocimientos
médico-históricos nuevos e incontestables. Al final de este siglo ya hay pruebas ciertas de la presencia, sobre las osamentas humanas de épocas pasadas, de enfermedades diversas: Traumatismos, procesos inflamatorios purulentos y tuberculosos, neoplasias, afecciones reumáticas, caries
dentarias, raquitismo, etc. (2, 5, 6, 7, 8, 9).
Muchos autores, al hacer un estudio por fases, al intentar encuadrar la historia en secciones
temporales, hacen aquí una separación, como si al pasar del siglo XIX al XX se pasase un capítulo. Creo que no debe ser así pues no hay un hiatus en el discurso investigador ni ruptura con
fundamentos ya establecidos. Al contrario, hay una continuación en progresión casi geométrica
y aplicaciones de técnicas de estudio ya existentes a nuevas fuentes de hallazgos: sólo se puede
hablar de expansión. ¡Y vaya expansión!
El primer tercio del siglo XX es la continuación casi frenética de los avances conseguidos a
finales del siglo precedente en una p rogresión casi de vértigo. Aprovechando los progresos en
conocimientos generales en patología ósea y en bacteriología, usando las técnicas de cortes histológicos y sirviéndose de las aplicaciones que ofrecen los rayos X, los científicos de este periodo identifican un número importante de enfermedades que habían dejado sus buenas en los tejidos de los cuerpos humanos, de animales, y aparecen también trabajos sobre fitopaleopatologia.
Las adquisiciones cientificas en este periodo transcurrido son recogidas en los excelentes
trabajos monográficos de Marc Armand Ruffer, Roy Moodie y León Patés ( 1, 2, 9).
Es a principios de este siglo cuando se empiezan a hacer estudios serios sobre las momias
de Egipto. Aunque los miembros de la exped ición Booaparte, Denon y Larrey, ya habían empezado a indagar en este tan interesante campo, es en estos inicios del siglo XX cuando se efectúan estudios con detenimiento sobre los cuerpos momificados egipcios, ayudándose para eU de
o
los rayos X y de técnicas histológicas. El periodo de la escuela inglesa de medicina en Egipto,
desde finales del siglo XIX, es particularmente extraordinario. Gente de la taHa de Elliot Smitb
(anatomista), Armand Ruffer (bacteriólogo), Alfred Lucas (químico), y D. E. Derry (anatomista), fueron Los protagonistas principales.
Un auténtico primer hito sobre la materia lo constituyen los primeros estudios efectuados
sobre los cuerpos egipcios momificados de la Tebaida por Elliot Smith entre 1901 y 1905, y el
primer análisis radiográfico, efectuado en 1903 tambien por Elliot Smith, analizando la momia
de Tutmosis IV, ayudado por Howard Carter. Esta última proeza, y la forma de llevarla a cabo,
ocupa una página propia en la Historia de la Medicina. Imagínese el lector una noche bien cerrada, buscando un coche de caballos en la ciudad de El Calro, y cargando un fardo levemente parecido al cuerpo de un hombre envuelto en telas. Con todo sigilo es llevado ese fardo a una clínica de maternidad, donde había, desde bacía poco tiempo, el único aparato de rayos X existente
en Egipto, para practicar el primer estudio radiográfico a una momia. Pocas veces la reaHdad
supera tanto a la ficción (7, 8, 10).
Ruffer explora en profundidad el amplio campo de la Paleopatologia en cuerpos momificados egipcios describiendo, entre numerosas patologías macroscópicas y microscópicas, la presencia de huevos calciñcados de Scbistosoma Haematobium en el aparato urinario de dos
momias de la XX Dinastía. Renueva Jos procesos necesarios para hidratar tejidos momificados,
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BREVE HlSTORIA DE LA PALEOPATOLOGÍA
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para su estudio al microscopio, con soluciones carbonatadas. Aplicando tinciones propias de técnicas de estudio con microscopio, realiza estudios no soñados hasta entonces, sentando bases y
procedimientos vigentes hasta ahora. Sus estudios de PaJeopatologia fueron interrumpidos bruscamente, víctima su autor de la 1 Guerra Mundial (1, 2, 5, 9).
Esta especie de era dorada de la Paleopatologfa se documenta en el trabajo de Patés que, en
su obra: " Paléopathologie et pathologie comparative", recoge una lista de seiscientos sesenta trabajos importantes sobre la materia (1).
Otra figura principal de este periodo de principios de siglo es la de A les Hdrücka. Creador
de lo que es hoy el núcleo de la californiana colección del Museo del Hombre de San Diego, y
autor de un renombrado manual sobre antropología fisica, describe en 1913 de una manera detallada la porosidad craneal parietal en cráneos precolombinos provenientes del Perú. Esta alteración fue denominada por su descubridor: Osteoporosis simétrica, atribuyéndole algo más que un
origen de lesión local, afirmando que era el reflejo de un desorden más generalizado en el estado de salud del individuo portador de la misma. En 1929, Herbert Williams estudia los aspectos
radiográficos e histológicos de esta osteopatía y explica estas lesiones por una hiperplasia funcional de la médula ósea, que acababan de ser descritas en ciertas anemias. Hallazgo y conclusión importantes para el desarrollo de estudios sobre anemias en poblaciones, aparte de como
indicador individual de la misma (5, 9, 12, 13).
Aparentemente, a partir de los años 30 del siglo XX, y hasta la década de los años 50, la
Paleopatología cae en una especie de letargo. Son años sociológicamente dificiles, secuelas de
una gran depresión económica y de la terrible Segunda Guerra Mundial, y parece que encierren
una congelación en la evolución de la investigación paleopatológica. Se confirman diagnósticos
o se rectifican los ya hechos, pero parece que no hay mucho más.
Empieza la década de 1950 cuando, de la mano de los estudios de Lawrence Angel, se
marca un nuevo punto importante: El estudio del estado de salud en el ámbito de colectividades.
Todo esto sin abandonar el estudio descriptivo de huellas de enfermedad y su repercusión sobre
el sujeto cuyos restos se estudian, dotándose de una rigurosidad cada vez más grande. A los
medios de estudio desarrollados anteriormente, se afiaden nuevos métodos y descripciones actualizadas de patologla.
Se inician los estudios de la colectividad como unidad. Este enfoque novedoso permitirá en
los sucesivos aftos el aportar datos valiosos sobre poblaciones, sus periodos de padecimiento, el
estudio de la sociedad y su relación con su entorno. Hambres, epidemias, alteraciones más o
menos bruscas de sus costumbres alimenticias, sus reacciones ante episodios hostiles y las repercusiones sobre esa sociedad, la relación entre distintos periodos temporales de una misma comunidad, costumbres, modos de vida, higiene y sanidad, morbilidad, etc. Aunque nuestros mayores
dejaron casi siempre relatos, no es posible saberlo todo a través de ellos. Incluso existieron sociedades ágrafas que desaparecieron ha tiempo, no dejando tras sí más que un puiíado de monumentos, los restos esqueléticos de sus protagonistas, y algunos nebulosos relatos de sus conquistadores.
Se empiezan a hacer estudios paleodemográficos, tablas de supervivencia, estudios de parasitología ... Se aplican procedimientos estadísticos. Se inician estudios de enfermedades concre--
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FRANCISCo-JOSÉ PUCHALT FORTEA
tas, comparando su evidencia en diversas sociedades, como la treponematosis venérea y las anemias. Los avances técnicos hacen posible incluso el estudio del estado de nutrición en poblaciones, por espectrografía y fluorescencia a rayos X.
Pero todo esto no es posible sin un mayor refinamiento de la Paleopatología descriptiva, que
es la que proporciona el material adecuado de análisis de huellas de enfermedad. Evidentemente
no todas las patologías existentes se pueden identificar por las huellas que dejan en los restos de
seres vivos que han llegado hasta nosotros. La calidad de esos restos que llegan a nuestros laboratorios es, a veces, bastante pobre. Otras veces es La naturaleza misma de la reacción del organismo ante una noxa, la que impide una investigación profunda de cuales son las causas, pues
puede ser pobre o inespecíñca.
Nuevamente es la medicina, muchas de sus ramas, y la biología, las que proporcionan valiosas herramientas como, por ejemplo, la mayor accesibilidad a aparatos de rayos X, la disponibilidad de pruebas de laboratorio mas sofisticadas, L datos que aportan los métodos de la antroos
pología forense, los análisis de D.N.A., la determinación isotópica de elementos en tej ido óseo
para la indagación de los tipos de alimentación... Todo esto acompañado por labores de divulgación, enseñanza y comunicación impensables en épocas anteriores.
Son muchos los que brillan con luz propia desde 1950 en este panorama actual que es el
nuestro. A partir de aquí se produce un progresivo aumento en el número y calidad de libros y
trabajos en el terreno paleopatológico, de forma casi logarítmica.
Angel, con sus estudios sobre poblaciones griegas y M.D. Grmek con su concepto de patoceoosis y su aplicación a los estudios del autor anterior, nos presentan nuevas perspectivas en el
campo de la Paleopatología (5, 14).
Graña, Rocca, Grana Tello, Weiss, Lastres y Cabieses, nos hablan de los vestigios de enfermedad, procesos sanadores e incluso de costumbres sociológicas, a través del estudio de los restos de poblaciones sudamericanas. Moller-Christensen dota a la colectividad científica, paleopatológica y médica, en 1953, de preciosos datos sobre la enfermedad de Hansen, estudiando restos esqueléticos de leproserías en Dinamarca (5, 11, 15, 16, 17, 18).
Clásico es el trabajo de Brothwell, traducido al castellano con el nombre de: «Desenterrando
huesos". Como clásicos son los trabajos generales y recopilaciones de Janssens, Jarcho, CaJvin
Wells, los de Morse sobre la tuberculosis, ... Es esencial la reunión de trabajos en un solo volumen efectuada por BrothweU y Sandison, muy necesarios para cualquier investigador en
Paleopatología; como esencial también e1libro que reúne trabajos y técnicas en el estudio de Las
momias, editado por Aidan y Eve Cockburn; y la compilación hecha por Brothwell e Higgs de
técnicas con el nombre de "Ciencia en Arqueología".
El diagnóstico de enfermedades en restos esqueléticos sufre un intensísimo impulso con el
libro fundamental de Steinbock denominado: "Paleopathological diagnosis and interpretation".
En él se establecen criterios diagnósticos precisos y preciosos para la Palcopato1ogía humana.
Este libro, junto con el de Ortner y Putschar denominado: "Jdentification of Pathological
Conditions in Human Skeletal Remains", marca todo un hito en el diagnóstico riguroso de vestigios de enfermedad en restos esqueléticos.
Entre otros autores más recientes podemos citar a Jean Dastugue y Veronique Gervais, con
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BREVE HISTORIA DE LA PALEOPATOLOGfA
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la obra titulada "Paléopathologie du Squelette Humain"; L. Capasso con su obra: "L'Origine de
la Malattie". No quiero dejar de citar la monumental obra de Aufderbeide y Conrado Rodríguez
Martín: "The Cambridge Eocyclopedia ofHuman Paleopathology", indispensable para el que se
inicie ahora en el campo de la Paleopatología. Por otra parte, la difusión, cada vez más rápida y
extendida de estudios y trabajos, poco creíble hace menos de treinta años, contribuye también a
unas mayores cotas de conocimiento. Bancos de datos, repertorios de bibliografía, revistas e
lnternet, lo hacen así posible (8, 11, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27, 28).
Muchos y complejos métodos facilitados por el avance de las técnicas diagnósticas y medios
físicos de estudio, hacen posible extender el conocimiento a unos niveles impensables tao siquiera hace 50 años. La edad-barrera histórica. por debajo de la cual no se consideraba el hacer estudios en restos esqueléti ~os, ha desaparecido, procediéndose en nuestros días a efectuar estudios
de poblaciones de hace pocos centenares de años. La bibliografía últimamente recensada habla
ya de más de 2 1000 referencias útiles en el campo de la Paleopatologia... y esta cifra es muy
superior si se añade al repertorio bibliográfico del Museo de San Diego, en un pie de igualdad
con sus homólogos americanos, todas las comunicaciones de congresos nacionales de países
europeos, poco citadas en esta publicación (29).
Hay que citar en lugar especia1 1a creación de la Paleopathology Association, en el afio 1971.
Con mas de 500 socios repartidos por todos los países del mundo sirve de auténtica red que une
y provee de canales de comunicación a los que investigan en el campo de la Paleopatología. Sus
convocatorias de congresos, anuales en E.E.U.U. y bianuales en Europa, son siempre esperadas
y la asistencia a ellos es cada vez más nutrida, exponiéndose los estudios y avances más recientes. Su medio de expresión, el Paleopathology Newsletter, es siempre esperado y comentado, sirviendo para intercambiar noticias y procedimientos, dar avances sobre libros e investigaciones.
LA PALEOPATOLOGÍA EN ESPAÑA
El estudio hecho por Ayarzagüena pone de manifiesto diversos trabajos sobre restos humanos hechos a lo largo del siglo XIX. El retraso cultural de nuestro país en este tiempo, afirma
este autor, hace que el desarrollo de estos esfuerzos y trabajos vaya a remolque de los avances
de lo realizado en el resto de Europa, Francia principalmente. Señala los tímidos principios del
estudio de restos antiguos aparecidos un poco antes de la mitad de este siglo, citando a Manuel
de Assas, José Plá y Varela de Montes. Este último autor con la obra titulada: "Ensayo de
Antropología, o sea Historia Fisiológica del Hombre en sus Relaciones con las Ciencias
Sociales, y especialm ente con la Patología y la Higiene".
·Poco a poco, a partir de 1860, el interés por las ciencias que estudian los restos del hombre
de épocas pasadas, va en aumento, si bien muy tímidamente. A partir de 1880 van apareciendo
importantes trabajos efectuados sobre restos esqueléticos nacionales, por autores extranjeros y
españoles: Vemeau, Oloriz, Barras de Aragón, Hoyos Sainz, Aranzadi... Se estudian siguiendo
metodología y procedimientos de la escuela francesa (30, 31 ).
Los primeros estudios serios sobre hallazgos en nuestra nación se hacen sobre material osteológico proveniente de las islas Canarias. Chil y Naranjo publica unas notas sobre anatomía
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fRANCISCo-Jost P VCIIALT fORTEA
patológica de los aborígenes canarios, en 1900. Vemeau, Hooton y Luscha publican también trabajos sobre el tema.
A partir de 1900 y hasta 1967, la tónica seguida fue principalmente la de estudiar cráneos
trepanados, o presumiblemente trepanados, y la de publicaciones aisladas y, casi todas ellas de
difusión un tanto limitada, con sus excepciones. Fusté, Fenollosa. Martínez Santa-Oialla, Rincón
de Arellano, Barras de Aragón, fueron los autores principales de este periodo. Casi todos los trabajos desarrollados se Limitaron a cráneos trepanados, algunas malformaciones y casos tumorales. Estos diagnósticos hechos por aquel entonces necesitaron ser fuertemente revisados posteriormente.
Vemos, pues, que hay una primera fase de indefinición general.
En este panorama una persona brilla con derecho propio: Juan Bosch Millares. Dedicó parte
de su tiempo a estudios antropológicos y paJeopatológicos, con numerosas publicaciones entre
1944 y 1975, culminando con La obra: "Paleopatologia ósea de los primitivos pobladores de
Canarias". En 1970 se inicia la colaboración de Rodríguez Mafiotte con el anterior autor citado,
cerrándose el círculo tan necesario de investigación-docencia para la continuidad de la paleopatología canaria. Esta actividad se ve asegurada con la incesante actividad de Conrado Rodríguez
Martín, que brilla con luz propia, trabajando especialmente en el estudio de momias guanches y
colaborando activamente con universidades americanas. Fruto de ello es, unos ejemplos de entre
muchos posibles, la organización del 1 congreso lntemacional sobre Momias, o el Proyecto
Cronos, sobre momias guanches (32, 33).
En la península los estudios sobre Paleopatologfa tardan en arrancar. Dos son las personas
clave en este despegue: Jose Manuel Reverte Coma y Domingo Campillo Valero.
¿Quién no ha leído con interés el libro de "Antropología Médica P'? ¿Quién no ha quedado
fascinado~ literalmente hablando, por las posibilidades de la Paleopatología al leer el libro:
"Paleopatología del Cráneo en Cataluña, Valencia y Baleares"? Autores los dos de gran prestigio, de abundantes trabajos y comunicaciones, y de estilo distinto y personal, han sido, y son,
responsables de la dirección de muchas tesis doctorales y tesinas, y directores de cursos de divulgación y de doctorado. Ambos son responsables del asentamiento e impulso de la Paleopatología
en nuestro país (34, 35).
En 1986 se celebra el V1 congreso europeo de la Paleopathology Association, en Madrid,
bajo la dirección de J.M. Reverte. En esa ocasión se establecen las bases de la Asociación
Española de Paleopatología, que se funda al año siguiente. En 1988 se celebra su primera reunión en Logroño, a la que seguirán en 1989 y 1990, otras dos, bajo La fonna de Jornadas. A partir de 1991 se celebran con carácter bianual bajo el fonnato de congreso: San Sebastián, Barcelona, Valencia, Cádiz, Alcalá la Real, y próximamente en Madrid.
En 1992, y dirigido por Domingo Campillo, se celebra otro de los congresos europeos de la
Paleopathology Association, el IX. La opinión unánime fue que el nivel organizativo y científico sería muy dificil de superar en adelante. El techo se puso muy alto debido a su extraordinaria
calidad (31, 36, 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43).
Poco citados todavía, y escasos en número, son los trabajos de paleopatología sobre animales de épocas pasadas. Algo se ha avanzado desde los Lrabajos de Miralles y Crusafont, en 1952,
hasta los trabajos de De Renzi y Belinchón, en el campo de la Zoopaleopatología. Se espera que
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BREVE HISTORIA DE LA PALEOPATOLOGÍA
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esta clase de investigaciones se expandan aún más, pues gente preparada hay para esto (44).
Varios son los centros que actúan a modo de invernaderos de plantas frágiles. Digo lo de
plantas frágiles pues el paleopatólogo entra en esta ciencia por devoción. y si se descuida tiene
que salir por obligación al necesitar su tiempo para una cosa tao banal como necesaria que es
ganarse la vida. En estos centros se puede encontrar la acogida necesaria para colaborar en estudios amplios, intercambiar opiniones, procurar, y procurarse, información y bibliografia, tan
escasa como de precios prohibitivos.
En Granada, y fundado por Manuel García Sánchez, está el laboratorio interfacultativo de
Antropología, con su trabajo de investigación y de docencia, con Miguel Botella como uno de
sus miembros más activos.
Albergado en la Sociedad de Ciencias Aranzadi está otro de estos centros. Francisco
Etxeverria es uno de sus miembros más conocidos y queridos. Es un honor tener relación con él.
Es autor, entre muchos trabajos suyos, de la recopilación periódica de bibliografía sobre
Paleopatología en España (45).
En Madrid, cobijada en la cátedra de Medicina Legal, está la sede de la Asociación Española
de Paleopatología. Allí se reunen un puñado de excelentes profesionales, encabezados por Jose
Manuel Reverte, presidente honorario de la asociación. Muchos de los paleopatólogos le debemos apoyo, risas, consejos e impulso en el campo de la Paleopatología. Un poco mas allá está
Pilar Julia Pérez, en la Facultad de Geología, siempre dispuesta a ayudar.
En Valencia, gracias a la pura tenacidad de José Delfín Villalaín, catedrático de Medicina
Legal, nos albergamos unos cuantos de nosotros. Su apoyo es imprescindible, estando incluso
dispuesto a batirse en duelo por nosotros, pese a la precariedad local de medios. Actualmente es
el presidente de la Asociación Española de Paleopatología.
Dejo para el final al laboratorio de Paleopatología y Antropología cobijado por el Museo de
Arqueología de Cataluña. Domingo Campillo, impulsor del mismo, es lo suficientemente conocido dentro y fuera de nuestras fronteras como para explicar su brillante andadura. Las deudas de
gratitud contraídas por muchos de los que trabajamos en el campo de la Paleopatología son
inmensas. Tarde o temprano acudimos, y acudiréis, a sus trabajos y cursos, a su apoyo y consejo.
Muchos autores sobresalientes españoles y extranjeros quedan por citar, como Eulalia
Subirá, con su trabajo formidable sobre elementos traza, o Elisenda Vives con su dificil integración de los datos paleopatológicos a la hora de estudiar una población medieval (46, 47). No es
porque no lo merezcan, pero no ha sido el propósito de este autor hacer de este trabajo el catálogo homérico de las naves griegas, además, hay voces más autorizadas que la mía. Pero es indudable que hay un brote imparable de actividad a partir de 1970, sostenido y en aumento, en el
campo de la Paleopatologia en nuestro país.
El último acto, por ahora, en el desarrollo de la Paleopatología en España ha sido la reciente creación de la Sociedad Catalana de Paleopatología. La personalidad recia de sus fundadores
y componentes es una garantía de que va a ser una sociedad abierta y permeable. Todos los que
trabajamos en este campo saludamos con alegría su aparición.
Ha llegado el final de este pequeño bosquejo. Espero y deseo que no por breve haya dejado
de ser de interés.
Y habiendo mjrado hacia atrás, continuemos hacia adelante.
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FRANCISCO-JOSÉ PUCHALT fOI\TEA
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