La imagen de la memoria. Antecedentes, tipología e iconografía de las estelas de época ibérica
María Isabel Izquierdo Peraile
Ferran Arasa Gil
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. xxm (Valencia. 1999)
IsABEL IzQUIERDO* Y F'ERRAN ARASA**
LA IMAGEN DE LA MEMORIA. ANTECEDENTES, TIPOLOGÍA
E ICONOGRAFÍA DE LAS ESTELAS DE ÉPOCA mÉRICA
l. INTRODUCCIÓN
La estela ha sido definida en alguna ocasión como "(... ) /'immagine de/la memoria"
(Baldassarre, 1988, 114). Diversas culturas de la Antigüedad han recurrido a este tipo de monumento para proyectar, más allá de la muerte, la memoria del pasado, a modo de señalizadores de
tumbas más o menos elaborados. Desde la propia etimología del t~rmino (Mansuelli, 1966, 485),
la estela es gen~ricamente conmemorativa. Representa la concreción de una serie de esquemas
culturales que suponen un ideal trascendente de la vida terrena. La estela, efectivamente, se considera un símbolo funerario universal que ha adoptado formas y decoraciones diversas, así como
distintos grados de monumentalidad, según territorios y cronologías. Desde su más remoto origen
en Egipto y el Próximo Oriente antiguo, la estela es, como fonna arquitectónica, de naturaleza
originariamente funeraria. Su función inicial era asegurar al difunto la propiedad de su tumba y
representar su entrada en el mundo del más allá. Como soporte de texto y figuraciones en algunos
casos, las estelas presentaban "ventajas" añadidas frente a otras tipologías funerarias dada su particular disposición y visibilidad. No obstante, ya desde sus inicios, existe una notable diversidad
en los tipos y las funcionalidades. Podríamos decir que se trata de un signo polivalente, de múltiples significados (1).
• Deplrumento de Arqueolo¡fa e Historia Antigua. CEH. CSIC, Madrid. Becaria postdoctoraJ C.A-M.
• • DeputamcnJ de Prdúslllria i Arqueologia. Uoiversiw de Valmc:ia.
( 1) Las propias estelas fuoerarias egipcias podían figurar tanto cleJnarc.ciooes espKiales. como ser sopones biogR!'K:OS o
marcos de ofrendas. entre otru ruoc:iooes (Vandier. 1976, O. 3116-534). Por ouo lado. si c:onslde:ramos al¡unas series de estelas de
MlbiiOS mú aftneS al mundo ibmc:o desde d punto de vista adtutal y crooológico, oo podemos obviar un.a mencJ6o a t. J1llll
tndicióo de estelas ¡rieps, beftdera del mundo oriental antiguo. que a plttir del periodo mic:álico. pero sobre todo desde d
An:alsmo. experimentar6 un gnn desmollo (Rich1Cr, 1961; Kunzy Boardman. 1971; Clairmont. 1993, entre otros).coo evoluciooes
diferenc:iadas seJiln lmitorios. Por su parte. t. eslet. constituye uoo de los~ de produceí6c lr1esanal mú difuDdido en el
mundo p4nico de Occidente. ai¡uiendo los utiJIIOS prototipos orientales (Bisi. 1967; Moscati, 1992).
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En el ámbito occidental del Mediterráneo, la Península Ibérica no es ajena a esta tradición y
también desarrollará esta tipología monumental desde fases tempranas. A modo introductorio
esbozaremos el panorama que ofrecen los hallazgos peninsulares, fundamentalmente, de la
Prehistoria reciente y la Primera Edad del Hierro, para a continuación abordar el estudio de las
estelas de época ibérica.
El catálogo de piezas atribuidas a un horizonte anterior al siglo VI a.C. es amplio, rico y
plural, aunque destacan por su interés algunas series bien conocidas, como veremos básicamente
de las áreas del suroeste y del noreste de la Península (fig. 1). Si nos remontamos a la tradición
prehistórica más remota, ésta arranca en el arte megalítico con los denominados guijarros-estela
o estelas antropomorfas y las estelas-menhir o los ídolos-estela del Calcolftico (2). Si bien seña
N
o
110 100 150 11111
A
Fl¡un 1.- Dispersión de las estelas del Bronce FiaaJ-Hierro And¡uo
en la Pmfasula lb&ica dtadu en eJ texto.
(2) Cf Barc:eló (1988). Almagro Gorbea (1993). Bueno y Balbfn (1998. con biblíograJla), en~ oii'OS.
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difícil establecer una filiación directa entre estos grupos de estelas antropomorfas prehistóricas y
los ejemplos que presentan esta morfología en la Protohistoria, estas primeras figuraciones de
ambos géneros en soportes pétreos del m y II milenio, además de otros elementos monumentales
como los llamados betiJos de forma troncocónica que aparecen por ejemplo en la cultura de Los
Mi Uares a la entrada de los grandes sepulcros colectivos (Hurtado, J978), son de un interés indudable desde el punto de vista de la posible transmisión simbólica y/o ideológica a las posteriores
estelas de época protohistórica. La figuración en la estela se ha asociado a la idea de protección
del lugar funerario. Parece constatarse una progresiva apropiación de la simbología de los ídolos
en beneficio de determinados personajes socialmente relevantes. El resultado de este proceso
podría observarse en las estelas del suroeste del Bronce Final (Bueno, 1990). Según Bueno y De
Balbfn ( 1998, 63) la variedad de imágenes antropomorfas en el código funerario megaJftico, que
podrían figurar personajes relevantes en el clan (3), genios protectores o incluso divinidades,
sugiere además un nuevo papel del hombre en su relación con el medio.
Centrándonos en cronologías más próximas, las conocidas estelas decoradas del suroeste
(fig. 2) han sido objeto de investigación en la tradición historiográfica peninsular desde los primeros hallazgos a finales del siglo pasado (4 ). Su concentración mayoritaria se localiza en las
cuencas de los tres grandes ríos del cuadrante suroeste de la Península -Tajo, Guadiana y
Guadalquivir-, con algunos ejemplos dispersos en el sureste francés, Cataluña. Aragón y sur de
Portugal, entre los que destacan la estela de Preixana (Urida) del Bronce medio-tardfo (Maya.
1977, 95, fig. 66), considerada por algunos autores incluso como precedente de las estelas extremeñas (Almagro Gorbea, 1977, 162), o el ejemplar antropomorfo de Luna o Val palmas
(Zaragoza), datada en el siglo VII a.C., que se asocia a la serie del suroeste, básicamente por la
tipología del escudo con escotadura "en v" que la decora (Fatás, 1975, 169). Acerca de la función y el significado de estas estelas, encontramos posturas diversas que podrían no estar necesariamente contrapuestas, sino más bien ser complementarias (v. infra). La investigación ha evolucionado desde su inicial interpretación como monumentos funerarios y/o conmemorativos,
símbolo de la beroización del difunto (Almagro Bascb, 1966; Almagro Gorbea, 1977, 159-171,
entre otros) hasta lecturas más novedosas que priman los factores regionales y resaltan un hipotético valor funcional, considerándolas en su paisaje como hitos del territorio, en relación con
vfas de comunicación (Ruiz-Gálvez y Galán, 1991 ; Galán, 1993). En definitiva, como Aubet
( 1997, 166) ha señalado a propósito de la estela decorada de SetefiiJa en Lora del Río (Sevilla),
la existencia de estas "losas de guerrero" se relaciona con el nacimiento de una clase guerrera o
una élite social. Ahondando en esta línea que nos resulta particularmente interesante desde la
perspectiva del surgimiento y desarrollo de las posteriores series de estelas ibéricas, su original
programa iconográfico revela el nacimiento de un lenguaje aristocrático (Ruiz Rodríguez, 1997,
63), expresión de un nuevo modelo de relaciones sociales en este territorio.
En el horizonte tartésico continúa el proceso de erección de estelas sobre enterramientos,
como en la ya citada necrópolis tumular de Setefilla. En este recinto funerario, en el nivel corres-
(3) De esta ronna podñan interpretarSe los pcrsooajes que lpii'CCell eoo níniea o annas. Las C$WUa5 ll1l\ldas de Alberite o
El Pozuelo sugieren la importancia de la posesióo de u:mas. como observaremos tambim en las posteri~ estelas dec:onldas del
suroeste (Bueno y De Balbfn. 1997. IS7).
(4) Una síntesis de la eueslióo de los orfgeoes y la crooología de esta serie de estelas ha sido recosida recientemente por
Celestino (1990. 49-SO) y Gal"' (1993, IS-16).
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Flpn 1.- Estelas clecondas del SUI"'eSte, 5eiÚJl Galúa (1993, flp. 22 al4).
1· LuDa. lo Torrej6a de El Rubio m. 3- SolaDa de Cahalu.. 4- Mapcela. 5- Fuente de Cantos.
6- F..lpernaoa de Lera l. 7- Capilla ID. 8- Atqaa. 9- Seteftlla. 10. Moatanoüu. 11· E.rndeJ 1. 12- Flgueln.
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pondiente a los siglos Vll y principios del VI a.C., las estelas forman parte del paisaje funerario.
Ya en las excavaciones de Bonsor y Thouvenot (1928, 16-17) se documentaron grandes losas y pi~
dras cilíndricas hincadas verticalmente sobre algunas tumbas o detenninados espacios de la necrópolis. En la actualidad, se conocen basta un total de 16 losas pétreas, de las que 1O aparecieron
entorno al denominado túmulo A (Aubet, 1997. 169. fig. 4). Pero también en esta necrópolis tartésica fue hallada una estela decorada atribuible al grupo más meridional de estelas del suroeste, del
Bronce Final avanzado -siglos IX y VID a.C.-, de influencia atlántica. Tanto la estela con figuración antropomorfa, reempleada en un momento posterior, como las estelas sin decoración constituyeron, según la interpretación de Aubet, indicadores sociales de estatus o jerarquía y evidencian
una continuidad ideológica en época tartésica, garante del poder de las élites en este territorio.
En el extremo opuesto de la Península. en el cuadrante noreste, destaca la aparición de estelas
en distintas necrópolis de los Campos de Urnas, como la de Els Castellets n de Mequinenza
(Zaragoza), donde se localizó un conjunto de estelas y cipos, trabajados o no, y en un caso con
morfología seguramente antropomorfa (Royo, 1994, figs. 2, 5 a 7). Parece constatarse en este
ámbito cultural, alrededor del 1000-900 a.C., una generalización del uso de estelas, tradición que
pervivirá desde estas fechas en adelante basta momentos históricos. En efecto, diversas necrópolis con fases de estas cronologías antiguas bao erigido estelas sobre sus tumbas. Y en este sentido, la provincia de Lérida ha sido rica en hallazgos. En las necrópolis de Pedrós en Serós y La
Colomina de Gerb (La Noguera), se documentaron sencillas lajas o losas sobre túmulos, con datadones que oscilan entre el 850 y el 650 a.C. (Maya. Díez-Coronel y Pujol, 1975; Ferrández,
Lafuente, López y Plans, 1991 ). También en la necrópolis de Roques de Sant Formatge de Serós,
en el camino de entrada al valle del Ebro desde el sur de Francia. apareció una losa pétrea. posible
estela. sobre la tumba G-280 (Pita y Díez-Coronel, 1968, 21, fig. 23 y 24).
Otra pieza que ha sido considerada más reciente en relación a la serie prehistórica del noreste
es la estela antropomorfa hallada en la necrópolis de La Pedrera (Vallfogona de Balaguer) del
siglo vn a.C., que tiene una fase atribuida a los Campos de Urnas. Según Maya ( 1977, 111 , fig.
90) este ejemplo, que carece de un contexto arqueológico preciso, se ha vinculado a la tradición
escultórica indoeuropea -donde encuentra algunos paralelos- por sus rasgos toscos y esquemáticos. El antropomorfo de Els Castellets de Mequinenza presenta una tipología similar (Royo,
1994, 124, figs. 6 y 7). Finalmente, en la fase más tardea de la necrópolis del CoU del Moro
(Gandesa, Terra Alta), en algunos casos -T5, MI, MIO y Ml2- la tumbas documentaron estelas
o cipos (Rafel, 1989, 60-62, fig. 13 y 14; Rafel y Hemández, 1990, 343), dentro del horizonte
fechado entre fines del siglo VU y el VI a.C.
Cambiando de ámbito geográfico, en el valle medio del Ebro (Royo, 1990) hemos de destacar los registros de las necrópolis tumulares de incineración del Busal y Corral de Mola, ambas
de Uncastillo (Zaragoza). con cronologías entre los siglos VI y V a.C., donde se localizaron sencillas estelas (Royo, 1994, 125). En el horizonte celtibérico, en gran parte de las necrópolis excavadas se ha resaltado la presencia de tumbas destacadas con estelas (Pérez Casas, 1988, 78). La
herencia de los Campos de Urnas del noreste en los territorios del valle medio del Ebro y sus
áreas adyacentes -Alto Ebro y la Meseta- en esta fase celtibérica es muy evidente y se refleja,
entre otros aspectos, en la costumbre de erigir estelas, prácticamente todas lisas, sobre los enterramientos. A excepción de la pieza de la necrópolis de AguiJar de Anguita (Guadalajara), que
apareció decorada con una figura humana estilizada y un posible équido, el resto de estelas celtibéricas carece de ornamentación y no presenta una elaboración o tratamiento destacable.
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Se han documentado ejemplos en la provincia de Cuenca en las necrópolis de Las
Madrigueras y El Navazo (Mena. 1990, 194), pero sin duda la mayor concentración se produce
en la Meseta norte, en las áreas del Alto Tajuña-Aho Henares, Alto Duero y Aho Jalón (Cerdeño
y García Huerta, 199 1; Argente y García-Soto, 1994, 79 y ss.). Necrópolis excavadas en el pasado
como Las Cogotas (Cardeñosa), donde se documentaron "calles o pasillos de estelas" (Cabré,
1932, lám. m, J y 3; XI), según la terminología empleada inicialmente por el Marqués de
Cerralbo, así como AguiJar de Anguita o Luzaga (Cabré, 1942, fig . 1 a 5) y otras como El Altillo,
La Hortezuela de Océn, Riba de Saélices, Garbajosa, Ciares, Alpanseque, La Requijada de
Gonnaz, Almaluez o Arcóbriga entre otras, han evidenciado la presencia de estelas, alineadas o
no (Pérez Casas, 1988). Otros yacimientos, por el contrario, como Prados Redondos en el Alto
Henares y Osma. La Mercadera o La Cuenca en el Alto Duero, carecen por completo de estelas
(Argente y Garcra Soto, 1994, 16- 18). Destacaremos, en primer lugar, la existencia de grandes
losas prismáticas. de hasta 2,5 m de altura en la necrópolis soriana de Monteagudo de las Vicarías
(Taracena, 1932, 32, figs. 3 y 4) y, por otro lado, la distintiva disposición de las estelas al modo
de alineaciones, con o sin empedrado, según las conocidas observaciones del Marqués de
Cerralbo, Cabré o Cuadrado (5).
Así pues, antes de estudiar los distintos grupos de época ibérica, encontrarnos un repertorio
rico y plural de precedentes a valorar. Sin olvidar las primeras estelas con figuración antropomorfa del arte megalítico, las series iniciales se enmarcan en el horizonte del Bronce Final-Hierro
Antiguo, concentrado básicamente en dos grandes áreas de la Península. Por un lado, el grupo del
suroeste, influido por tradiciones atlánticas y los colonizadores fenicios, aunque con un componente esencialmente indígena. Y por otra parte, el cuadrante noreste peninsular, que recibe la
herencia directa de los C3rnpos de Urnas del centro de Europa. Estelas lisas y decoradas, sencillas prismáticas o antropomorfas, de pequeñas o grandes dimensiones, son erigidas, según los distintos territorios, para señalar y monumentalizar distintos tipos de enterramientos con rituales
diferenciados. A partir del siglo VD a.C. nos encontramos con diversos desarrollos paralelos e
interrelaciones. La cultura celtibérica mantendrá y extenderá la anterior tradición de los Campos
de Urnas y las estelas ocuparán un lugar preeminente en gran parte de sus necrópolis, conformando incluso en algunos casos calles o alineaciones. Por su parte, en el horizonte tartésico
andaluz se documenta asimismo la costumbre de erigir estelas junto a los túmulos de enterramiento. Los colonizadores fenicio-púnicos, a su vez, potenciarán este paulatino proceso de
monumentalizaciión de la tumba, que culminará, como veremos a continuación, en época ibérica.
2. LAS ESTELAS EN EL PAISAJE FUNERARIO mÉRICO
2.1. DACIA EL PROCESO DE MONUMENTALIZACIÓN DE LA TUMBA WÉRJCA
En la consideración del proceso de señalización y mooumentalización de la tumba ibérica,
efectuaremos un recorrido selectivo a través de algunos precedentes significativos. Ya hemos
(S) Cf. ~ (1942): a modo de e~mplo. 1 el caso de la necrópolis de Riba de Satlice . excavada por Cuadrado ( 1968).
:
doode se aprecian a uav« de fotosrafias de la q,oca las estelas •lineadas in siru $abre los entemunien.\os (ld~m. lims. Vlll. XID
a XV).
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hecho alusión a las estelas decoradas del Bronce Final-Hierro Antiguo del suroeste peninsular (v.
supra), algunos de cuyos ejemplos se asocian a inhumaciones en fosa o cista (Almagro Basch,
1966, 193-199) o, incluso en algún caso a incineraciones (Galán, 1993, 16-18). Las recientes propuestas que han valorado estas estelas como hitos de vías ganaderas y rutas comerciales del territorio (Ruiz-Gálvez y Galán, 1991) no descartan necesariamente una funcionalidad funeraria,
innegable por los contextos de hallazgo de algunos casos. Este grupo de estelas supone una primera manifestación bastante homogénea en su proyección formal e ideológica que anuncia cambios en la estructura de las sociedades indígenas en estos territorios. Las estelas del suroeste más
tardías con decoración compleja del siglo VD a.C. vienen a enlazar en el plano simbólico con las
estructuras funerarias tumulares más antiguas de la etapa tartésica orientalizante (Ruiz
Rodriguez, 1997, 63-64). El ejemplo comentado de la necrópolis de SetefiUa (v. supra) seria. en
este sentido, paradigmático. Al compás de la desaparición de las estelas decoradas en el curso del
citado siglo, elementos de prestigio como Jos braserillos, jarros o quemaperfumes, se integrarán
en el ajuar de las tumbas tartésicas más destacadas. El proceso de monumentalización de la tumba
en la Península Ibérica, desde nuestro punto de vista, marca otro punto de inflexión en este
periodo, donde ha quedado demostrada la presencia de enterramientos principescos, definidos
por su monumentaHdad arquitectónica y/o la manifiesta riqueza de sus ajuares (Aubet, 1984).
En los núcleos fenicio-púnicos del sur peninsular también se documentan monumentos funerarios, que han podido ciertamente influir en el propio proceso de monumentalización de las
necrópolis ibéricas. Las cámaras construidas o excavadas en la roca son. en esta línea. interesantes como solución arquitectónica. Los elementos señalizadores o construcciones exteriores a
la tumba en estos núcleos -necrópolis de Laurita. Trayamar, Jardín, Puente de Noy o Cádiz-, en
forma de cipo, estela o torre, han sido interpretados como indicadores del lugar. tal vez sagrado,
en el que se enterraba el difunto, posible receptor además de un culto fúnebre y de rituales
diversos como libaciones (Ramos Sáinz, 1987, 49-52). Pero, centrándonos exclusivamente en las
estelas (fig. 3), en la necrópolis de la antigua Baria fueron hallados diversos elementos monumentales entre los que hemos de destacar estelas de piedra de diversos tipos, presentadas por
Astruc ( 1951, láms. L a LII), algunas de ellas con epigrafía y figuración antropomorfa.
Recientemente, Belén (1994) ha analizado los diferentes tipos y ha recogido toda la información
disponible acerca de las tumbas en que se hallaron las estelas, cipos y altares de Villaricos (6).
Así, se ha distinguido una interesante diversidad de estelas sencillas de base rectangular, acabadas en punta o con el extremo redondeado, entre las que se destaca la única estela epigráfica,
fechada a fines del siglo V o principios del siglo IV a.C. En relación con las anteriores piezas, el
panorama de las estelas pl1nicas del sur peninsular, se completa con el conjunto de la necrópolis
prerromana de Cádiz (Belén, 1992-1993), en cuyo paisaje debió ser frecuente la presencia de
estos monumentos ante la tumba. Tampoco podemos olvidar el ejemplar aislado hallado en Rio
nnto (Huelva), sin contexto arqueológico conocido, que presenta forma piramidal (Garc(a y
BeUido, 1952, fig. 392).
Con paralelos evidentes con las anteriores piezas de Cádiz o Villaricos y explícitamente con
algunos ejemplos concretos (Astruc, 1951, lám. L, 3 y 6), hemos de citar el hallazgo, fuera del
ámbito peninsular, concretamente en la isla de Ibiza. de tres cipos hallados en el sector de Can
(6) Tamb~ es conocido el hallazgo en este recinto funcrwio de oeras piezas escultóricas (Asuuc. 19S l. 81} como la conocida
esf
rnge. una dama sedente t«fala y un fra¡meoto de figura IUWopomorfa (Chapa. 1985. SB-S9, con la blbliograffa anterior).
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Partit de la necrópolis del Puig des Molins (Gómez BeiJard, 1990, figs. 82 y 83; láms. XXXIV,
LVD y LX). Todas las incineraciones asociadas estaban bien datadas en el siglo VI a.C. Parece ser
que existen otros ejemplos procedentes de viejas campaftas de excavación en la isla, que aún permanecen inéditos. Se trata de cipos de dimensiones modestas de piedra local, destinados sencillamente a indicar un lugar de enterramiento. En La propia isla de Ibiza se documentó igualmente
una estela púnica con paralelos en el ámbito cartaginés, procedente de una posible necrópolis no
excavada en las cercanías de la ciudad (Almagro Gorbea, 1967). La estela de Can Rafalet, hallada
de manera casual en 1965, presenta forma cuadrangular y se remata en la parte superior por un
frontón triangular cuyos vértices laterales tenninan en volutas. Se representa en este ejemplo una
figura masculina en actitud orante, acompañada de una inscripción en la parte inferior.
Teniendo en cuenta estos ejemplos que anteceden y se desarrollan en algunos casos paralelamente a la cultura ibérica, la culminación del proceso que tratamos de poner de relieve, no obstante,
será llevado a cabo por esta última. A partir del siglo VI a.C. surgen los primeros monumentos funerarios con repertorios escultóricos y los primeros programas decorativos complejos externos a la
tumba. En relación directa con el nacimiento y la consolidación de un nuevo sistema socio-económico, el recurso a la piedra como soporte iconográfico en las necrópolis y la utilización de un lenguaje cultural común constituyen verdaderamente cambios significativos con respecto a las manifestaciones citadas de etapas precedentes (Chapa. 1996). Será precisamente en las necrópolis donde
se conjugue la exaltación del prestigio y la exhibición del poder de las nuevas élites aristocráticas.
El espacio funerario se convierte as( en espacio cosmológico. La plástica funeraria ibérica puede
ser considerada como la primera expresión generalizada de la imagen de una cultura. la más importante y representativa del mundo prerromano peninsular (Santos Velasco, 1996, 115). Unidos a esta
nueva manifestación aristocrática, probablemente se hallan procesos de legitimación del poder y,
quizás en ocasiones, de sacralización de sus símbolos, así como la idea de carisma.
2.2. EL PAISAJE FUNERARIO IBÉRICO
A partir de los primeros trabajos de Almagro Gorbea ( 1983a) sobre Pozo Moro se abre una
vía de investigación en la arqueología ibérica: el estudio del paisaje monumental de las necrópolis. Desde finales de los ochenta y durante la presente década, a partir de los nuevos descubrimientos y las renovadas reflexiones en la interpretación de los restos monument.ales funerarios,
la línea de trabajo inicial ha ampliado mucho sus horizontes, de tal manera que la primera tipología está superada. Nuevas excavaciones y trabajos de investigación han ratificado la validez
general de la propuesta de Almagro, aunque lógicamente, la han ampliado y enriquecido.
En la necrópolis de Los Vtllares de Hoya Gonzalo se documentó la colocación de esculturas
directamente encima de los túmulos funerarios, al modo de estelas sin pilares (Biánquez, 1993,
124), circunscritas a determinadas iconografías -caballeros-, dejando las esculturas zoomorfas
para el tipo tradicional coronando el pilar. Sobre la base del catálogo monumental del Cabecico
del Tesoro de Verdolay se planteará la existencia de esculturas de personajes entronizados
exentos, posible variante simplificada de Jos pilares-estela (Page y García Cano, 1993), aunque
conceptualmente similares. Las excavaciones en la necrópolis de Cabezo Lucero darán a conocer
plataformas ornamentadas, soporte de esculturas (Llobregat y Jodin, 1990, 112) y la presencia de
toros estantes, a veces con tímpano entre las patas. También se ha apostado por la existencia de
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fachadas monumentales (Lucas y Ruano, 1990, 43-64), paramentos con nicho ornamental u hornacinas decoradas y altares (Castelo, 1990), así como más recientemente, por la nueva valoración
de una serie reducida de esculturas de animales fantásticos que verosímilmente podrían aparecer
representadas por parejas (Izquierdo, en prensa a). En síntesis, estelas, altares, plataformas monumentales rematadas por una comisa moldurada, así como personajes entronizados y esculturas
dispuestas sobre los propios empedrados tumulares; series dobles de pilares o construcciones que
integran parejas de animales en una fachada; nuevas soluciones que amplían la clasificación inicial de Almagro Gorbea. Por tanto, se presentan como una pluralidad de construcciones que nos
hacen pensar efectivamente en monumentos en los que hay una posibilidad de selección y de
voluntad por parte del personaje que los erige (Chapa, 1995, 190-191 ). No existe una producción
en serie (7), sino que se trata de monumentos particularizados.
• TIPO 1- Tumbos sencillas.
1.1.- Sin ningún tipo de señalización apreciable actualmente.
1.2.- Con indicación mediante adobe o laja de piedra.
1.3.- Con amontonamiento de piedras.
• T[PO 2- E.vtructuras tumulares.
2.1.- Sencillas. de sillarejo o sillares; cuadrangulares o rectangulares; con o sin gradas;
de pequeñas dimensiones (inferiores a 4 m de lado).
2.2.- Complejas/ principescas. de sillarejo o sillares; cuadrangulares o rectangulares:
con o sin gradas; de grandes dimensiones (en torno o superiores a 4 m de lado}.
• TIPO 3- Estructuras de mamposterla.
• TIPO 4- Tumbas de cámara hipogeo o semihipogea.
4.1.- Estructuras de piedra, construidas subterráneas o excavadas.
4.2.- Estructuras de adobe, semiexcavadas o construidas en superfic. e.
i
• TIPO S- Programas formoles y decorativos de carácter monumental.
S. l.- Monumentos turrifonnes.
S.2.- Pilares-estela.
S.3.- Plataformas decoradas.
S.4.- Esculturas sobreelevadas:
a) - Personajes sedentes o entronizados masculinos o femeninos.
b) - Jinetes o caballeros.
e) - Personajes estantes masculinos o femeninos.
d)- Bustos masculinos o femeninos.
e) - Esculturas zoomorfas.
f) - Grupos escultóricos.
S.S.- Otras e~tructuras monumentales:
a) - Fachadas decoradas.
b) - Hornacinas decoradas.
e) - Altares o aras.
S.6.- Estructuras de tipología indeterminada.
a) - Monumentos que integran parejas zoomorfas.
• TIPO 6- Estelas.
6.1.- Estelas antropomorfas o estatuas-estela. masculinas y femeninas.
6.2.- Estelas decoradas, con o sin epigraffa.
6.3.- Estelas epigráficas sin decoración.
Cuadro 1.- Propoesb sobre la moaUIIlalt.wllrac:iM de la tumba lb&lca, sqán Izquierdo (1997).
(7} En otros 6mbi10S del Mcditenineo antiguo como la Grecia del s. VI a.C•• d fenómeno de los c:ncargos de escultura funervia es cada vez mejor oonocido (Viviers. 1992. passim). Y, en es1e sentido. 110 parece documenlai'Se en los ta1ktes iticos arcaicos
una producción en serie "a la espera del destioawio". sioo que ~ funcionan a panir de encar¡os pcnooalizados. La epigrafia ha
desvelado numerosas claves en esta lfoea.
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TIPOLOGÍA E ICONOGRAFÍA DE LAS ESTELAS ffiÉRJCAS
269
Fruto del estudio de un tipo monumental como es el pilar-estela y su integración en el paisaje funerario ibérico (Izquierdo, 1998a), una de nosotros ha efectuado una propuesta abierta y
flexible acerca del grado o los niveles de monumentalización de la tumba ibérica (cuadro 1).
A modo de ejemplo, para el tipo 1 -tumbas sencillas-, contamos con abundante documentación en gran parte de las necrópolis excavadas. Los restos cremados de los difuntos, a grandes
rasgos, se depositan bien directamente en un hoyo excavado en la tierra, bien en un vaso funerario enterrado en el suelo (8). El enterramiento puede no tener ningún tipo de seiialización conservado o bien estar indicado mediante adobes, una losa o un amontonamiento de piedras, como
en la necrópolis del Cabezo Lucero (9) (Guardamar del Segura). Más complejas son las estructuras tumulares (tipo 2), tan bien documentadas sobre todo en el ámbito del sureste peninsular
(Blánquez, 1990), de forma cuadrangular o rectangular, más o menos sencillas, de hasta 4 m de
lado, de sil.larejo o sillares, con o sin gradas, tales como la "tumba de las damitas" del Corral de
Saus (Mogente); o bien, estructuras complejas. conocidas como "principescas", de mayores
dimensiones y grado de monumentalidad, igualmente de siUarejo o sillares, con o sin escalonamiento, tal como la conocida tumba núm. 200 de El Cigarralejo de Mula. A medio camino entre
los empedrados tumulares y las tumbas de cámara, podrían situarse las denominadas estructuras
de mampostería (tipo 3 de nuestra clasificación), que utilizan un sistema constructivo mixto con
mampostería y adobes para el alzado, reconocido en la necrópolis de Castellones de Ceal
(Hinojares) (Chapa, Pereira y Madrigal, 1993, 413-416). Las tumbas de cámara, por su parte,
(tipo 4) pueden ser clasificadas en estructuras de piedra o de adobe; las primeras, bien construidas
bajo tierra, o bien excavadas, pueden ser ilustradas con el magnífico ejemplo de la cámara sepulcral de Tútugi en Galera y las segundas -subtipo 4.2.-, con alzado de adobe, serniexcavadas o
construidas en superficie, se encuentran también en CasteUones de CeaJ ( 10).
En cuanto a los programas decorativos que exaltan la tumba (tipo 5) encontramos una rica
diversidad y muy distintos grados de monumentalidad. Destaca el monumento en forma de torre
del tipo Pozo Moro, único y excepcional en su conjunto (Almagro, 1983a); los pilares-estela
(Almagro Gorbea, 1983b; Izquierdo, 1998a); las plataformas monumentales, como las citadas del
Cabezo Lucero (Llobregat, en Aranegui, Jodin, Llobregat, Rouillard y Uroz, 1993); las esculturas
sobreelevadas de personajes entronizados masculinos, caso del Cabecico del Tesoro (Ruiz
Bremón, 1991) o femeninos, caso del Cigarralejo (Cuadrado, 1995); esculturas de jinetes, como
el caballero de Los Villares (Blánquez, 1993), posibles personajes estantes o bustos masculinos
o femeninos, asf como esculturas zoomorfas y grupos escultóricos, cuya presencia podría deducirse en algunas necrópolis a partir del hallazgo de fragmentos de esculturas antropomorfas y/o
zoomorfas reempleados, como parece revelarse, con aún muchos interrogantes, para el caso de
La Alcudia de Elche. Pero también dentro de este conjunto de monumentos se ha supuesto la
existencia de otras estructuras, tales como las fachadas decoradas en Cástulo (Lucas y Ruano,
1990) o las hornacinas decoradas y altares -en El Cigarralejo- (Castelo, 1990). A estos tipos
podrían sumarse otras estructuras de tipología indeterminada, propuestas a partir del hallazgo de
esculturas zoomorfas pareadas -monumentos que integran parejas de animales como esfmges o
sirenas y, en algún caso, leones (Izquierdo, en prensa)-.
{8) No es nuestro objetivo en este trabajo extendemos sobre estos aspectos. Pata ello existen trabajos específiCOS como el
de Rafel ( 1985): asimismo. a modo de sCntesis pan los distintos territorios del mundo ibmeo. cf. BIAnqua y Antona ( 1992).
(9) Lajas ~lreaS se han doc:umcnlado en esta ncaópolis en el cuadro A.8 (Jodin. en Aranegui. Jodin. UobreJat. Rouillatd y
Uroz. 1993. 40): asf como amontonamientos de piedras en los puntos 29. 34. 69 y 15 (ld~m. 1993. 39).
(10) Tumbas nl1ms. 5066. 5617 o 5719 (Chapa y Peteira. 1986).
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
Finalmente, contamos con el conjunto de estelas (tipo 6), sobre el que nos extenderemos
en este trabajo, en el que se distinguen diversos subtipos (Lucas, Ruano y Serrano, 1991;
Oliver, 1996), según criterios tipológicos e iconográficos, como las antropomorfas o estatuasestela, masculinas -Altea la Vella (Morote, 1981) o la recientemente publicada de Nogueruelas
(Arasa e Izquierdo, 1998)- y femeninas -como el ejemplo de La Serrada (Izquierdo y Arasa,
1998)-; las estelas decoradas, entre las que destaca el grupo del Bajo Aragón (Marco, 1978),
en algunos casos con epigrafía, y, finalmente, las estelas epigráficas (Mayer y Velaza, 1993),
no decoradas.
2.3. ESTELAS, CIPOS Y PILARES-ESTELA
La estela funeraria, desde el punto de vista morfológico, podría definirse como una estructura arquitectónica de desarrollo vertical, posible soporte de figuraciones y textos, cuya anchura
se destaca para la disposición del mensaje iconográfico y/o lingüístico. La estela ibérica, como
tipo monumental, comparte con los pilares-estela elementos formales, decorativos, valores y funciones. Si formalmente se trata de monumentos diferenciados, en el plano conceptual no estamos
~nte tipologías autónomas. Estelas, pilares y cipos en ocasiones son confundidos en la bibliograffa (11). La terminología, en ocasiones, puede ser polivalente y las distinciones entre tipos
pueden derivar de necesidades normativas de clasificación en la actualidad, más que de específic.as o determinantes diferenciaciones en el pasado, al menos conceptualmente (12).
Hay dificultades a la hora de atribuir definiciones ónicas y precisas a algunas piezas, que
además de tratarse de estructuras funerarias de desarrollo vertical con alguna o todas sus caras
decoradas -estelas-, presentan un matiz diferencial añadido como la hipotética capacidad de ser
receptora de algún tipo de función ritual. Así, en diversos ejemplos ibéricos al cipo se le ha atribuido una funcionalidad suplementaria -como la posibilidad de realizar libaciones- al carácter de
monumento funerario que presenta. Muñoz (1983) definió de esta manera el bloque hallado en la
necrópolis de El Poblado de Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla). Su designación como cipo
funerario ha sido seguida por la mayor parte de la investigación. Se trata del conocido cipo decorado con figuración compleja, que ha sido posteriormente considerado como elemento sustentante del monumento funerario, tipo pilar-estela, propuesto para la sepultura m1m. 70 de esta
necrópolis (lniesta, Page y García Cano, 1987). Por otro lado, cabe citar el hallazgo del cipo
decorado de la necrópolis del Corral de Saus (Mogente). Este gran bloque rectangular, mal conservado, de morfología parecida a la anterior, presenta una de sus caras mayores rebajada, aunque
( 11) En la Utetat.ura especializada oo erute apenas unanimidad al utlUzar estos tmninos. Hemos de c:onst.aW que ellámioo
estela se emplea pata la definición de monumentos funervios indicadofes de tumbas -función tambibl del cipo-. que puede COOl.lr
con decoración y una iconografia que ototga un valor simbólico suplementario al de mero signo-marcador del entenamiento. Segán
algunos vocabuJarios al uso ~reridos a la escultura antigua. el cipo es definido como una pequefta estela con forma de pilar cuadrado
(AAVV. 1978).
(12) Para el mundo fenicic>-pc1nico. Tore ( 1992, 178-180) distinguió en~ las tsttlas o losas pW"eas clcslaaldas por su liguI'IICión incisa o en relieve en su cara anlel'i«. mis destacada. con predominio del sentido de la anchura: los cipos o piedru seftali.
zadoras de tumbas, de t.amdo y tipología variada, con prtdominlo del sentido de la altura; los Mtilos, con forma humana y rasgos
fiSOOÓIII.ÍCOS en ~lieve sobre la cara anterior: y los altaru. de medianas o pequellas dimensiones. generalmente de base lrOOCOpiramidal y molduras en la parte superior.
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TIPOLOGÍA E ICONOGRAfÍA DE LAS ESTELAS lBIDuCAS
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se observa parte de un bajorrelieve que representa un jinete (13). La pieza podría ser restituida
bien exenta, o bien como parte de un pilar-estela coronado por una moldura de gola (Izquierdo,
1998a. fig. 121 ). Ambos ejemplos, cercanos en el espacio y en el tiempo, según nuestro criterio,
son exponentes de un mismo tipo monumental.
En otro orden de cosas, estelas y pilares han sido unificados en alguna ocasión como ejemplos de un único tipo de monumento. En el conjunto de estelas del Bajo Aragón (v. infra) algunos
ejemplos como el de Valdevallerías de Alcañiz o, sobre todo, El Acampador de Caspe han sido
descritos como pilares-estela. SeglÍD López Monteagudo (1983) la estela de Caspe viene a
suponer la trasposición, en época posterior, de los antiguos pilares-estela ibéricos. La cronología
de este monumento se ha situado en el siglo II a.C., aunque algún autor, precisamente por su similitud con aquellos, ha considerado que es más adecuado fecharlo en el siglo m a.C. (Beltrán,
1996, 183). Su funcionalidad funeraria y el simbolismo en relación con la heroización del difunto
serían comunes. Efectivamente, esta estela podría compartir con los pilares-estela del Ibérico
Antiguo y Pleno funciones, valores y hasta iconograffas, como la presencia del felino que la
remata (Martín Bueno y PeiJicer, 1979-1980, 418). Es evidente el valor funerario del soporte y
de su iconografia: el león, con toda la carga simbólica y apotropaica, bien conocida en el arte ibérico, y de manera destacada como remate de los pilares (Chapa, 1985, 123-150). Parece más adecuada. no obstante, la definición del bloque de Caspe como estela y no como pilar-estela. dadas
sus características y su indudable vinculación -tanto desde el punto de vista iconográfico y
formal , como cronológico y cultural- con el conjunto de las estelas bajoaragonesas en el que se
inscribe claramente.
En definitiva. volviendo a la cuestión que aquí nos ocupa. hemos optado por una definición
flexible de la estela ibérica (14). La clasificación de las piezas se ha realizado en atención al tipo
y la decoración, distinguiendo en primer lugar la morfología antropomorfa por su carácter singular y distintivo. La iconografia. por otro lado, juega un papel determinante en nuestra ordenación, y así hemos diferenciado los distintos grupos de estelas decoradas -con o sin epigrafía- de
las estrictamente epigráficas, sin ningún tipo de ornamentación.
3. LAS ESTELAS mÉRICAS
3.1. ESTELAS ANTROPOMORFAS
El conjunto de estelas antropomorfas o estatuas-estelas constituye un grupo individualizado
desde el punto de vista tipológico dentro de las estelas funerarias ibéricas, de creciente documentación (Izquierdo, 1998b). Destacaremos inicialmente su variedad en las formas, dimensiones y elaboraciones. Su amplia dispersión en los distintos territorios de la geograffa ibérica y
su amplitud cronológica desde el Ibérico Antiguo al Tardío corrobora su aceptación en la
( 13) En La Alcudia de Elche se documentaron lambitn dos bloques 1abndos -¿es~elas?. ¿frisos decollldos?· coo jioece armado
y cabaiJo e inscripción m un caso (Chipa. 1985. 4S).
{14) Tambim podñan quedar cngloblldos m esta dctinic:.óo de estela ejemplos como el de la plaquita de caliza o pinax de 25
i
ande altura. que se descubrió sobR la lliiDbll nám. 100 de la necr6polis de La Albufcrcta (Alicance) (Uobrcpt. 1972. I.SO..ISI .
lú\s. vn y XXX). Esta plaquita polic:romada. que se alzaria sobR el encerramiento. representa una composicióo coo un personaje
femenino -hilandera- y ouo masculino m una escena de despedida.
-27 1-
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
212
sociedad ibérica. Las piezas objeto de nuestro análisis son (cuadro 2) las de La Serrada de Ares
del Maestre (Castellón) (Izquierdo y Arasa, 1998) (fig. 4), Altea la Vella (Alicante) (Morote,
1981) (fig. 5, 1). El Mas de Barberán de Nogueruelas (Teruel) (Arasa e Izquierdo, 1998) (fig. 5,
2) y Espejo ( 15) (Córdoba) (Lucas, Ruano y Serrano, 1991 ).
--
Elpejo (JMn)
Figura 4.- Estelas antropomorfas o estatuu-atela IWricu. Sl¡los V/ lV-W 1 a.C.
YACIMIENTO/
LOCA.LIZACIÓN
ICONOGRAF(A
CRONOLOGfA
BIBLIOGRAFfA
Altea la Vellal l
Allta la VeUa. Alicante
Masculina·Annu
S. V-IV a.C.
Morote (198 1}
El Mas de Barbeñn/1
Nogueruelas. Teruel
Masculina·Annu
S. ll·l a.C.
Arasa e ~uíerdo
( 199 )
La Semdal l
Ares Maes~. Castellón
Femenina-Joyas
S. IV·U a.C.
Izquierdo ~ Arasa
Espejo/1
Espejo. Córdoba
Femenina-Joyas
S. IV-m a.C.
Lucas, Ruano )
Serrano ( 1991
NÚM. ESTELAS
( 199 )
Cuadro 2.- Estelas antropomorfas IWricas dtaclas en el texto.
( IS} Como paralelos directos de ~ta pina 5e han seaalado dcnas piezas de los coqjuntos vocivos de Torreparedooes
y TorrebenzaiL uf como algunas esculturas del Cerro de los Santos de Montealegre del CastUio y diversas esculturas cordobesas.
una de las cuales ·figura masculina del Cmo de los Molinillos de BfiCt\8· podrfa incluine en la serie de ~telas anlropOIDOI'fas (Luc:as.
Ruano y Serrano. 1991. 303).
- 272 -
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TIPOLOGÍA E ICONOGRAFI'A DE LAS ESTELAS IBÉRICAS
2
3
Figura 5.- Estelas ibéricas con decoración figurada. 1- Estela antropomorfa masculina de Altea la Vella
(Alicante) (foto J. Gisbert). 2- Estela antropomorfa masculina con inscripción del Mas de Barberán
(Nogueruelas, Teruel) (foto, a utores). 3- Detalle de la es tela de El Acampador (Cas¡>e, Zaragoza)
con registro de escudos e inscripción (foto, Beltrán, 1996). 4- Estela de El Mas de Magdalenes
(Cretas. Teruel) (foto, Beltrán, 1996).
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273
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
En cuanto a los materiales utilizados, como ocurre en general en la arquitectura y la escultura ibérica, se utilizan areniscas y calizas de procedencia generalmente local. Se trata de piedras
blandas, de texturas más o menos homogéneas, que se pueden labrar fácilmente. Los bloques son
monolíticos prácticamente en todos los casos considerados y presentan formas variadas: prismáticas cuadrangulares, al modo de un pilar en Altea la Vella -108 x 29 x 20- ( 16); tendentes al rectángulo en Nogueruelas -135,5 x 29,5 x 13- y Ares del Maestre -83,5 x 21 ,2 x 12-; o troncopiramidales en el caso de Espejo -45 x 26 x 24-.
En lo que respecta a las dimensiones, la altura presenta tres formatos diferenciados: las
piezas con figuración masculina se sitúan ambas por debajo de 150 cm; la estela de Ares se aproximaría a 100 cm -sumando el módulo de la cabeza no conservada-; y la de Espejo superaría los
50 cm, siendo la pieza de formato menor. En cuanto a la anchura, de nuevo las piezas de Altea y
Nogueruelas tienen similares características (29 cm); las piezas con figuración femenina presentan medidas ligeramente inferiores (26/21 cm). Los grosores, finalmente, oscilan desde los 24
cm en Espejo, los 20 cm en Altea, basta los 13/ 12 cm de las piezas recientemente publicadas de
Ares y Nogueruelas.
La representación de la figura humana es en general esquematizada, tendente a la abstracción y la geometrización. La imagen de la cabeza, desafortunadamente, no es conocida, bien
porque las piezas están fragmentadas y ésta no se conserva -en la mayor parte de los casos-, bien
porque se abstrae su representación, como en el ejemplo de Nogueruelas. Los hombros aparecen
figurados, ya sea integrados en el desarrollo del bloque y resaltados a veces mediante la técnica
de la incisión, o ya sea modelados y alisados, ligeramente asimétricos, como en el caso de
Nogueruelas. Las extremidades superiores siguen distintas convenciones, como en las estelas de
Altea y Espejo, donde aparecen flexionadas por el codo y con los antebrazos apoyados sobre el
tórax en posición asimétrica. Las manos en estos casos no están unidas. A veces no es explícita
su representación, como en la estela de Ares del Maestre, donde quedan ocultos cubiertos por el
pesado manto que viste la imagen. Las extremidades inferiores no se representan en ningún caso
a excepción de la estela de Altea, en cuya cara frontal aparecen incisos los pies del personaje masculino, como en algunos exvotos ibéricos.
Con respecto a la iconograffa, contamos con dos tipos genéricos: por un lado, la dama, entendida como la representación de la imagen femenina, ataviada a la usanza ibérica con sus mejores
prendas -túnicas decoradas con o sin cinturón y mantos decorados- y adornada con joyas tales
como collares, colgantes o brazaletes. Por otra parte, conocemos el tipo del personaje masculino
portador de armas o guerrero, que puede aparecer vestido con túnica y cinturón, dotado de varias
armas ofensivas o defensivas. Pero, si analizamos los casos de manera pormenorizada, la vestimenta por ejemplo muestra algunas diferencias. En las representaciones masculinas, tan sólo el
personaje de Altea muestra una túnica larga con escote "en V" y ancho cinturón liso que aparece
representando sobre las cuatro caras de esta estela concebida como un pilar. En el ejemplo de
Nogueruelas, muy esquemático, no se labra ningún detalle de la indumentaria. Las figuras femeninas aparecen vestidas con túnicas rectas decoradas, como en el caso de Espejo, donde el cuerpo
inferior de la túnica aparece profusamente ornamentado con motivos geométricos dispuestos en
bandas horizontales. Incluso en este último ejemplo se ha apreciado la utilización de pintura y
( 16) Las dimensiones (altura x anchura x grosor mámnos) se expresan siempre en cm. Aquellas medidas que con seguridad
pueden considerarse incompletas figuran entre parintesis.
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TIPOLOGÍA E ICONOGRAFÍA DE LAS ESTELAS IBÉRICAS
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algún tipo de pasta o estuco que rellena algunas incisiones. La túnica de la dama de La Serrada
está ceñida por un ancho cinturón decorado con colgantes que presenta una cenefa bordada inferior. Delimitando lateralmente la estela se resaltan los bordes que corresponderían al grueso y rico
manto que, sobre la fina túnica ornamentada, cubre a las más destacadas damas ibéricas. Las
joyas que muestran estas damas son en ambos casos collares: la de Ares presenta tres rígidos concéntricos, a modo de elipse, con un colgante central cada uno. La dama de Espejo porta un
posible collar de dos weltas acoplado al escote en pico de la túnica.
El modelo de dama que estudiamos ofrece elementos y rasgos compartidos con otras representaciones femeninas y en particular con esculturas ibéricas en la indumentaria y adornos
(Izquierdo y Arasa, J998). No obstante, las damas de La Serrada y Espejo se inscribirían estillsticamente en un grupo de segundo rango, lejos de la gran plástica ibérica. La controvertida
"dama" de Cehegín (Lillo y Melgares, J983), procedente del yacimiento de El Tollo (Cehegín,
Murcia), podría integrarse también en este segundo grupo. La imagen de la "dama", de apariencia
esquemática y rígida, tallada sobre un bloque prismático dispuesto sobre plinto, representa, con
estilo tosco, a una mujer que porta en su mano izquierda un espejo y en su derecha, probablemente, un vaso. Esta escultura de época ibérica avanzada podría inscribirse también en la categoría de estatua-estela femenina (Izquierdo y Arasa, 1998, 191, lám. 7).
El armamento, por otro lado, constituye la caracterización iconográfica más destacada en las
estelas con representaciones masculinas. El personaje de Altea la Vella muestra frontalmente un
cuchillo afalcatado ( l 7), muy próximo a su mano izquierda. Sobrepuesta al antebrazo derecho, a
la altura del codo, aparece una espada de empuñadura de antenas, que viene a descansar en la
parte inferior del cinturón que ciñe la túnica. En la estela del Mas de Barberán, sobre Jos hombros se representan las correas que sujetan un disco-coraza pectoral dispuesto en el centro del
torso. A modo de paralelos iconográficos en la estatuaria ibérica, son numerosos Jos ejemplos de
representaciones masculinas con armamento, sobre todo ofensivo, pero también defensivo.
Encontramos esculturas masculinas con espadas en los grupos del Cerrillo Blanco y Cerro de los
Santos (Ruano, 1987, I, figs. 38 y 40). Con respecto a los discos-coraza. destacamos el caso de
los guerreros también del Cerrillo Blanco (Negueruela, 1990, 141-148), entre otros (Arasa e
Izquierdo, 1998, 87-92).
Otra cuestión que trataremos es la cronología, sobre la que se plantean dudas derivadas esencialmente de la ausencia de contextos precisos. La estela de Altea podría situarse en un momento
antiguo no determinado, posiblemente entre Jos siglos V-IV a.C. La tipología del armamento
representado y el contexto ceramológico asf lo indican. Para la pieza de Espejo se ha propuesto
una fecha insegura de finales del siglo IV en función de su carácter esquemático y la conjunción
de tradición antigua y asimilación de influjos externos (Lucas, Ruano y Serrano, 1991, 318). La
estela de La Serrada correspondería a un momento intermedio entre la incorporación de las
grandes damas al repertorio de la plástica ibérica y la serie de las estelas epigráficas, de cronología ya más tardía, por lo que puede fecharse entre Jos siglos IV y ll a.C. El ejemplar más tardío
es el de Nogueruelas, que presenta una inscripción en signario ibérico noribérico y se data ya
entre los siglos ll y 1 a.C. Esta estela ha sido asociada a la necrópolis donde se halló un lote de
armas ~básicamente lanzas, espadas del tipo de La nne y puñal- datado también desde fines del
( 11) Este elemento presenta coonocaciooes simbólicas rituales y/o sacriliclales en la c:ultura ibmca. ldemú de un valor de
presti¡io (Quesada. 1997. l. 523·533).
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
Flaura 6.- DilperslcSa ele las estelas antropomorfas o estatuas estela lb&lcas en la Pen.fasula dtlldas en el tato.
m
siglo
al siglo 1 a.C. (Izquierdo, 1999). En definitiva, se observa, pues, un arco cronológico
amplio donde la estela epigráfica de Nogueruelas asegura la perduración de esta serie en época
ibérica tardía, ya en contacto con el mundo romano.
En síntesis, las estelas antropomorfas ibéricas conocidas se reducen a escasos ejemplares (18).
Las piezas que hemos comentado, presentan rasgos compartidos en su estructura general, figuración antropomorfa y escasos alardes técnicos, pero manifiestan asimismo diferencias en sus
dimensiones, forma y decoración. Su localización geográfica, a su vez, las sitúa en territorios
muy distintos entre sí como la campiña cordobesa, la costa alicantina y la montaiia turolense-castellonense (fig. 6). Se trata de piezas singulares que revelan un marcado interés por representar
determinadas categorías de estatus y género, a través de atributos específicos y caracterizadores.
La precisión en los detalles anatómicos o la calidad en la labra son cuestiones secundarias.
Estamos ante talleres locales, caracterizados por un estilo poco cuidado y el trabajo con modelos
idealizados en los que la sociedad ibérica se reconoce. Personajes de ambos géneros, en todo
caso, pertenecientes a la élite de la sociedad que suponen la personificación del difunto tras la
muerte eo un monumento pétreo. Un simbolismo funerario, pero también conmemorativo, y
quizás ritual en el caso de Altea, se unen en estas piezas, con particularidades propias.
(18) Según las apreciacíooes de Luca.s, Ruano y Semmo (1991. 309). algunas de lu estelas epiplic:u GOmO liS de Canetlo
Rola. 8alassal o Cabene$ manifle5tan una fonna no totalmente ~ular, posiblemente 1111t0p0Cn0ña. Sin cmbar¡o. la moñol<>&fa
de esw piezas no pcnnite. en niiCSII'I opinión. calificarlas en absoluto de 1111rop01norfu. V. infra, liS este.las cplarific:as ibmcas.
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TIPOLOGfA E ICONOGRAfÍA DE LAS ESTELAS ffiÉUCAS
277
N
o •
-
, ....
A
Flpra 7.,... DlspershSo ele las estelas ib~rkas con decoradóo eu la Peofnsula dtaclas en el texto.
3.2. ESTELAS DECORADAS
El análisis y la interpretación de la iconografía seleccionada y plasmada en las estelas pueden
ofrecer claves para a proximamos a la ideología de los distintos territorios ibéricos. Además del
antropomorfismo, que hemos definido como una caracterización singular y esencialmente indígena
con una arraigada tradición en nuestra Península, la inclusión de elementos decorativos de muy distinta índole en estos monumentos puede ser reveladora de costumbres e influencias diversas.
Dentro de este epígrafe gen~rico de estelas ibéricas con decoración -y puntualmente en
algunos casos, además, con epigrafía- hemos considerado de forma individualizada diversos
grupos geográficos y cronológico-culturales (fig. 7) tales como, en primer lugar, el del territorio
del Bajo Aragón; los ejemplos del cuadrante noreste peninsular ( 19) -como el caso de Ampurias
o el pequeño grupo constituido por las estelas halladas en Badalona y Barcelona-; y, finalmente,
el de las estelas andaluzas de tradición púnica -Osuna y Marchena-. Valoraremos, en mayor o
menor grado, según los casos, la dispersión de las piezas, sus características morfológicas, iconografía y datación.
Los ejemplares del Bajo Aragón constituyen el grupo más importante de estelas prerromanas
con decoración de la Protohistoria peninsular. Dentro de su estudio sobre las estelas de los conventos Cesaraugustano y Cluniense, Marco (1978) distinguía las piezas de cronología anteimpe( 19) En este grupo son conocidos diversos ejemplares in6ditos COI'I decorlción, seglln el profesor F. Quesada (comunicación
oral). a quien agradecemos sus comentarios.
-277 -
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ISABEL lZQUlER.OO Y FERRAN ARASA
278
rial, que representan una minoría, de Las de época plenamente imperial. Entre las primeras cabe
destacar las estelas gigantes de Cantabria y su ámbito de influencia -Galclácano, Meñaca-, Las
estelas con inscripción ibérica de Clunia y otras dentro del grupo burgalés -Iglesia Pinta y Lara.
asf como otros ejemplares aislados -de Oyarzun e lruña-, cuya cronología se sitúa entre los siglos
U y 1 a.C. Las estelas del territorio del Bajo Aragón (cuadro 3) se incluyen en este grupo y poseen
en conjunto una datación entre el siglo n y la primera mitad del 1 a.C. (v. infra). Estas estelas han
sido objeto de diversos trabajos en el pasado por parte de Cabré ( 19 15- 1920), Boscb Gimpera
(19 J5- J920) y Femández Fuster (J 951 ), basta llegar a Las publicaciones más recientes de Marco
(1976, 1978, 1983-1984, entre otras), Martín Bueno y Pellicer (1979-1980) y Quesada (1994),
sin ánimo de ser exhaustivos.
YACIMIENTO/
LOCAL.lZACIÓN
ICONOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
El Palao/4
Alcadiz, Terucl
Jinete· Armas-Orlas
Marco (1976), Belttin (1996, 177)
Valdevallerias/1
Alcalliz, Terucl
Armas-Orlas
Marco (1976). Belttin (1996. 177)
¿San Anlonio?/1
Calac:eice, Terucl
Jinele·Armas-Orla
Marco (1978, 205); Bellrin (1996, 177)
El Mas del Rey/1
Calaceice. Ttnld
Camino de Sarua Anlll
Calaceite. Ttnld
Jinele·Armas-Orlas
Marco ( 1978. 205); Bellrin (1996. 170)
Les MiraveleS/ 1
Vakletonno. Ttnld
Caballo
Marco ( 1978. 207); Belirio ( 1996. 177)
Torre Gacberol 3
Valdmobles., Terucl
Annas-Orlas
Auün (1979); Bellrin (1996, 177)
El Mas de Percbldes/1
Valdmobles. Terucl
Armas-M. geocnM:os
Marco (1978, 207); Bellrin (1996. 177)
El Mas de Pete la Reina/3
Valderrobles. Terucl
Armas-M. zeonXtricos
Marco ( 1978. 207); Bellrin ( 1996. 177)
El Barranco Callplüll
Craas. Ttnld
M. ~
Marco (1978. 20S); Bellrin (1996. 177)
El Mas de Sipla/1
Crew. Terucl
Armas-Orlas
Marco (1978. 20S); Bellrin (1996, 177)
El Tossal de les Focques/1
Cretas, Teruel
Armas·M. geomtuicos
Marco (1978. 205); Bellrin (1996, 177)
El Palomar/!
Oliete. Terucl
Armas-Orla
Marco {1978. 188); Belttin ( 1996, 177)
El Mas de las Maw/1
El Mas de las Malas. Terucl
Arboriforme-Personaje
Ruano (1990)
El Acampador/3
Caspe, Zaragoza
Jine1e -Orla
Manfn-Bueno y Pelliccr ( 1979·80)
La Etmila de S. Marcos/!
Chiprana. Zaragoza
Caballo-Carro
Marco (1978. 204); Belu4n (1996. 177)
NÚM. ESTELAS
Marco ( 1978. 20S)
Cuadro 3.- Estelas ibéricas decoradas del
B~o Arqón.
Desde el punto de vista geográfico, se trata de una serie que aparece concentrada en TerueL, en
las localidades de Alcañiz, Caspe. Cbiprana. Calaceite, Cretas, Valderrobles y Valdetonno y El Mas
de las Matas (20). Se ha supuesto la existencia de un foco central dentro del ámbito bajoaragonés,
al norte, en la ribera del Ebro -Cbiprana. Caspe, etc.- y otro foco al sureste, determinado por las
(20) En d rtdence U'lbejo de Bellñn soln los iberos en Ara¡óo aparece una completa !folesis de los ~gos. su descripción.
deconlci6o. forma. dimcnsiooes, contextos y cronologías (Be.llñn. 1996, 175-183).
-278-
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TIPOLOGlA E ICONOGRAÁA DE LAS ESTELAS IB~RICAS
279
piezas de Cretas y Valderrobles (Marco, 1976, 89-90). En especial, destaca el grupo de Alcañiz,
Caspe y VaJderrobles, que engloba la mayor parte de piezas conocidas, de fuerte personalidad.
La tipologra elaborada por Femández Fuster y Marco venía a distinguir, en smtesis, las
estelas con representaciones figuradas anepígrafas -con el tema de jinetes aislados, jinetes sobre
supuestos enemigos vencidos, caballos, lanzas, medallones o rosetas-, las estelas con iconografía
y epigrafía en signario ibérico -con el tema de las armas y los motivos geométricos-. las estelas
sin iconograffa, sólo con elementos epigráficos y, finalmente, las piezas que evocan la estructura
de los pilares-estela, con epigrafía, donde el ejemplo casi único (21) es el de El Acampador
(v. supra) de Caspe (Martín Bueno y Pellicer, 1979-1980). Esta estela, coronada con relieve de
felino (fig. 5, 3 y fig. 8), destaca por su morfolog(a, iconografía e incluso, según la hipótesis de
distintos autores, como hemos visto, por su posible relación con los pilares-estela ibéricos en lo
que respecta a su forma y decoración (López Monteagudo, 1983, 264). En cuanto a la decoración, a la simbología del león se suma la presencia del friso central con armas -un scutum y tres
caetrae-, que evidencia elementos de prestigio de la panoplia ibérica, sin olvidar la inclusión de
la larga inscripción, que cuenta con elementos nominales (22).
Desde el punto de vista de la morfología de los bloques, en general, pocas son las observaciones que podemos apuntar, básicamente por la aJta fragmentación de gran parte de las estelas
de este grupo. En algunos ejemplos (Beltrán, 1996, 178) las piezas presentan un remate horizontal. En cuanto a las dimensiones conocidas, la aJtura no supera en ninguna de las estelas conservadas completas los 150 cm ( 146 cm en un ejemplar de CaJaceite y 130 cm en uno de Caspe),
aunque hemos de tener en cuenta el estado fragmentario de gran parte del conjunto. Las anchuras
de la mayor parte de las piezas se sitúan por debajo de 50 cm (46, 41, 39, 36, 27 a 26 cm), aunque
también se documenta un formato mayor que oscila entre 70 y 60 cm (en estelas de El PaJao de
Alcañiz o Caspe). En cuanto a los grosores, todos se sitúan entre 27 y 17 cm.
Iconográficamente, jinetes, lanzas, escudos, escenas bélicas y motivos geométricos, componen su universo particular. Representaciones de caballos y armas -sobre todo las lanzas- destacan en estas estelas. Precisamente las lanzas han sido interpretadas tradicionalmente como la alusión al número de victorias ganadas o de enemigos vencidos por parte del difunto, según la visión
de Cabré o Bosch Gimpera (1915-1920, 637-638) o como elemento de índole escatológica, símbolo de la pujanza y la heroización del difunto (Marco, 1976, 85-86). El tipo de representaciones
oscila desde la simplicidad de los motivos geométricos hasta la complejidad compositiva y temática de las escenas figuradas, como la conocida de El PaJao de Alcañiz, con mano, jinete armado,
personaje tendido, buitres, cánido y motivos geométricos secundarios (Beltrán, 1996, fig. J73).
La tradición historiográfica ha valorado fundamentalmente el sentido funerario de estas figuraciones de las estelas, destacando esencialmente la representación del caballo como elemento
sagrado en la heroización del difunto (Marco, 1983-1984). En esta linea interpretativa, recientemente Quesada (1994) ha propuesto una sugerente lectura en atención a una conocida cita de
Aristóteles (Polit. VD, 2, 11 ; 1324b) que alude a la antigua práctica de hincar lanzas o puntas
sobre los enterramientos. Las estelas, así, podrían reflejar esta tradición ritual atribuida a la cul(21) V. supra. La estela de Valdevallcrfas de Akañiz, oon ~de sus caras decoradas. ha sido asociada tambi~n ala tipología
1996. 17S).
(22) Los primeros investigadores que dieron a conocer la pieza insistieroo en la in~ión funeraria. la simbología del
león, que la vincula eon el mundo ib&ico de la costa mediterrinea y el registro eon iconogrlrra de escudos. sin colnlr en la atribución de cada uno a un cnemlgo vencido. segtln las tesis cltiicas de Cabd o Boscb. así como la importancia de la extensa inscripción
ibmca que presenta (Mutln·Bueno y Pelliccr. 1979-1980).
del
pil~r-cstela (Bcltrút.
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
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Figura 8.- Estela de El Acampador (Caspe. Zaragoza), sqún Martút Bueno y Pellker (1979-1980, flg. 3).
-280-
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TIPOLOGfA E ICONOGRAÁA DE LAS ESTELAS mÉRJCAS
281
tura ibérica en un soporte monumental a través de la presencia de annamento. BuriUo ( 1992, 577578) por su parte ya matizó el carácter suplementario de monumento conmemorativo al de exclusivamente funerario de estas estelas, poniendo de manifiesto los problemas derivados de la
ausencia de contextos arqueológicos y la reutilización de algunas piezas. Desde otra perspectiva,
Galán ( 1994) ha resaltado la marcada concentración de estos monumentos, al modo de emblemas
locales, en puntos nodales de la red de caminos de la comarca, y los interpreta en el contexto de
la conquista romana de zonas fronterizas en este territorio. De nuevo, el principal problema planteado en la interpretación de las estelas del Bajo Aragón es la ausencia de contextos que impide
precisar una funcionalidad específicamente funeraria para las piezas. Su código iconográfico
parece articular, efectivamente, como han señalado la mayor parte de autores, un lenguaje funerario, aunque no se pueden descartar en modo alguno otros valores y/o funciones en sus emplazamientos originales, ya sea en las inmediaciones de los poblados o en sus propias necrópolis.
Pero también en ocasiones, junto al clásico repertorio de armas, caballos o jinetes, en disposición más o menos compleja, en las decoraciones de las estelas del Bajo Aragón se añaden
motivos en forma de disco o roseta con radios o lunas, interpretados tradicionalmente como símbolos astrales (Marco, 1978, 99-100). Es el caso de las estelas de El Mas de Magdalenes (fig. 5,
4) o El Tossal de les Forques en Cretas (fig. 9), El Mas de Pere la Reina en Valderrobles (Cabré,
1915-1920, 630-633, figs . 439,440 y 442) o la estela de Torre Gachero de Valderrobles (Atrián,
1979, 174, fig. 13). En algunos casos además estas rosetas o discos protagonizan la ornamentación de la estela. El monumento de El Pilaret de Santa Quiteria de Fraga (78 x 33 x 29 cm),
desaparecido en la actualidad, presentaba este motivo junto a una inscripción ibérica (Fita, 1894;
Dominguez Arranz, 1984, 83; MLH, m, 0.10.1). Estas características decoraciones fuera del
territorio de Aragón cuentan con numerosos paralelos en el centro y noroeste peninsular y concretamente también en las piezas catalanas halladas en Baetulo y Barcelona, que también presentan, como en el caso de Fraga, inscripciones en signario ibérico (v. infra).
A la iconograffa se unen en detenninadas piezas -por ejemplo en El Acampador de Caspe o
El Mas de Magdalenes de Cretas- inscripciones ibéricas (cuadro 4) que otorgan a los monumentos un valor de prestigio suplementario (23). Al mensaje gráfico que proyectan estas estelas,
se suma el mensaje lingüístico que contiene la inscripción (Abásolo y Marco, 1995, 333). No obstante, interesa observar cómo los textos aparecen supeditados a las imágenes y ocupan una posición secundaria en relación a éstas. Asf se observa en la fragmentada pieza de El Mas de
Magdalenes (fig. 5, 4), donde el epígrafe se adapta claramente a la ornamentación del bloque y
se dispone en el escaso espacio entre la orla decorada y el friso con puntas de lanza. En el caso
de la estela caspolina ya citada, la inscripción se sitúa bajo la figuración del felino y el registro
con armas (fig. 5, 3). Podríamos plantear que en estas estelas que combinan imagen y texto, éste
último refuerza la capacidad simbólica de la primera, y quizás en algunos casos precisa o determina su significado.
(23) El singular monumento fWiet'lrio de Vispesa (Tamarite de Liten. Huesa) wnbiln combína fi¡Ul'ICiont$. donde
destaCa la represeo18Ci6n de manos. e inscripciones.
-28 1-
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
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FJaun 9.- Este~u lbáicas da~ A.rag6a, seaúa Cabri (1915-1920, np. 439 a 44l).
1 y l- El Mas de Pere la RdDa. 3- El Mas de Mqdalmes. 4- El Toaal de les Forques.
YACIMIENTOI
NÚM. FSI'ELAS
LOCALIZACIÓN
ICONOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
El Mas de Ma¡dalenes/1
Cretas. Terue1
Arnw-M. ~cos
Marco ( 1978. 205): Be11ñn (1996. 177)
El Acampedor/ 1
Caspe. Zlragoza
Felino-Amias
ManJn-Bue.no y PeUicer (1979-80)
El Pilaret de Sanua Quíteriall
Fraga. Zaragoza
Roseta-M. GcomWicos
Fita (1894): Domrngue.z Arranz.
Magallón y Casado (1984)
Cuadro 4.- Estelas Ibéricas decoradas aragonesas con eplgralla.
Fuera del tenitorio del Bajo Aragón, en el área costera catalana (cuadro 5) fueron documentadas dos piezas con decoración y sendas inscripciones que podrían constituir un pequeño (v.
supra) grupo de estelas. Descubiertas en eJ siglo pasado, la estela de Barcelona (Puig i Cadafalcb,
1934, 32) y la hallada en las inmediaciones de Can Paxau en Badalona (Guitart. 1976, 166, lám.
XLIV, 4), reproducen los ya conocidos motivos de la roseta sobre c(rculo y el creciente lunar, a
los que se suma en elllitimo ejemplar, como en el Bajo Aragón, la representación de armas -tres
puntas de lanza- y una inscripción de un nombre latino -CA/0- transcrito en alfabeto ibérico; asf
como otros motivos geomébicos, junto con una inscripción ibérica y la representación de dos delfines en la pieza de Barcelona.
- 282 -
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283
TIPOLOOfA E ICONOGRAÁA DE LAS ESTELAS méluCAS
Los motivos principales de estas dos estelas -discos radiados, crecientes lunares- tienen una
amplia difusión en los territorios del centro y noreste de la Península, tal y como muestra el catálogo de García y Bellido (1949, 321 -385). Como hemos observado a propósito de las piezas del
Bajo Aragón que presentan estas decoraciones (v. supra), en su interpretación ha destacado la
simbología en relación con cuerpos celestes con connotaciones funerarias. Interesa resaltar, por
otra parte, que estos ejemplos, datados entre los siglos J a.C. y 1 d.C., testimonian el fenómeno
de aculturación del que trataremos más adelante a propósito de las estelas epigráficas no decoradas. Se observa la pervivencia de tradiciones indígenas antiguas y su fusión con nuevos aportes
del mundo romano -los delfines por ejemplo son frecuentemente empleados en la decoración de
los monumentos funerarios romanos de época clásica-.
Sin alejamos del territorio del noreste, hemos de citar un ejemplo conocido de cronología
más antigua en relación a todas las estelas consideradas anteriormente. Se trata de la pieza de
Ampurias (Sanmartí, 1988), procedente posiblemente de la necrópolis ampuritana del Portitxol,
del siglo VI a.C. Presenta decoración con un motivo en espiral en ambas caras, que fue interpretado inicialmente como soliferrea y casco corintio, aunque recientemente se ha negado la presencia de tales figurac iones y se ha vinculado la estela con otras series del sur de Francia y
Etruria, con paralelos también en ambientes vilanovianos y Coceos occidentales, de carácter funerario y votivo (Domínguez Monedero, 1994).
YACIMJENTO/
NúM. ESTELAS
LOCALIZACIÓN
ICONOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
El PortitxoVI
Ampwias, Girona
Doble motivo en espiral
Sannwtl (1988)
Can Paxau/1
Blldalooa. Barcelona
Roseta-C. lunar-Armas
Guitart (1976. 166)
Bartelooa/1
Bartelona
Roseta-C.Junar-Oelfines
Puig i Cadafalch (1934, 32 y SS.)
Para concluir esta relación de estelas ibéricas decoradas, en el área andaluza (cuadro 6)
comentaremos el hallazgo de otras piezas interesantes de cronología tardía. Por un lado, hemos de
citar la estela de Marchena (SeviJJa), labrada sobre un bloque rectangular con resaltes superior e
inferior y decorada en sus caras frontal y lateral con el tema del caballo en ascensus y la palmera.
García y Bellido (1949, 305, lám. 245) incluyó este ejemplar en su catálogo de escultura romana,
considerándola una probable estela sepulcral, que hasta ese momento había sido vista como cartaginesa. proponiendo una datación en el siglo 1 a.C. Posteriormente se ha considerado que no
existen causas suficientes para retrasar tanto la datación de la pieza y se ha situado en el siglo m
a.C., en correspondencia con las series bárquidas de la ceca de Cart1ulgo Nova, que acuñó
monedas en cuyo reverso estaban presentes el caballo y la palmera (Chapa, 1985, 11 O Járn. Xlll).
,
Esta asociación iconográfica caballo-palmera, unida al soporte de la estela de Marchena, vinculan la pieza sevillana con las estelas púnicas cartaginesas. Como paralelo cercano, podemos
citar el relieve de un sillar, probablemente perteneciente a una estela, hallado en Osuna (Sevilla),
donde se representa una cierva y su cría ante una palmera (Chapa, 1985, 112), tema que evoca
una vieja tradición oriental. Se trata, en definitiva, de dos piezas que configuran un peque6o
- 283 -
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
284
grupo andaluz de estelas decoradas, con un componente o una adscripción púnica evidente, que
trasladan a un monumento pétreo iconografías plasmadas en otros soportes materiales.
YACIMIENTO/
LOC.ALlZACIÓN
ICONOGRAFfA
BIBLIOGRAFÍA
Marchena/1
Sevilla
OlbaiJo.Patmera
Chapa (1985. 110)
Osuna/1
Sevilla
Cierva y cría-Palmera
Olapa (1985. 112)
NÚM. ESTELAS
3.3. ESTELAS EPIGRÁFICAS SIN DECORACIÓN
Entre las estelas epigráficas, aquellas que no tienen decoración y sólo presentan un texto in~
crito en un campo preparado, constituyen el conjunto más amplio. Frente a 5 estelas decoradas con
inscripción, hay al menos 18 cuyo mensaje es exclusivamente escrito. Junto a la morfología (24),
el contenido funerario es el segundo elemento definitorio de este tipo de monumentos. Los estudios de conjunto sobre las estelas son muy escasos. Untermann ( 1990) ha analizado los textos
funerarios que aparecen en todo tipo de soportes pétreos, y, sobre esta base, Oliver ( 1995) ha publicado el único trabajo específico sobre las estelas. En el estudio de estos monumentos pueden distinguirse cinco aspectos que desarrollaremos de manera individualizada: dispersión, materiales,
morfología, textos y cronología.
El área de dispersión de las estelas epigráficas no decoradas es bastante similar a la de las
decoradas, con una mayor concentración en el noreste de la Península (fig. 10). Sin embargo, así
como el principal foco de estelas decoradas, epigráficas o no, se sitúa en el Bajo Aragón, la mayor
concentración de las no decoradas se da en la mitad norte del País Valenciano, especialmente entre
los nos de la Sénia y Xúquer. De manera general, las estelas epigráficas no decoradas aparecen en
una amplia zona que se extiende al menos desde Guissona (LJeida) hasta Llíria (Valencia). A las
15 reunidas por Untennann (1990), hay que afuldir los hallazgos posteriores de BeU-Uoc
(CasteUón) (fig. 11, 1), Guissona (Lieida) (fig. 12) (25) y La Pobla Tornesa (CasteUón) (26). En
conjunto, pues, hemos reunido 18 monumentos epigráficos que con total o bastante seguridad
pueden adscribirse a este tipo (27).
(24) De manera general no pueden oonsiderarse estelas aquellos monumentos que son mú ancbos que aiiOS; esiOS bloques o
losas pueden ser cscelas incomplew o penenec:er a otro tipo díferente de monumentos. En el caso de Sa¡unto. donde encontramos
el conjunto llW amplio de teliiOS ibbicos ~ piedra. no pueden considervsc estelas -aunque en ocasiones asl se denominen en la
bibliografía especialitlda- inscripciones corno F.ll.6. F.ll.l O. F.ll. ll , P. ll .ll y F. l1.14.
(lS) Agradecemos al profesor Joequim Pera. de la Univenital Aulbnoma de Barcelona. eJ blbcmos flcilitldo la infonnlci6o
y las fotografias de la csccla de Guissona.
(26) La lectura de los dos sl¡nos c:onscrvldos del teXto de csca insc:ripcioo no es ~ aunque incompletos en su parte
inferiOI'. no cabe ninguna duda -se¡dn observlcioo de la foto¡nfia- de que su lectura es l.a.{- y no rt.l. 1- corno publica su editO!'.
Con ello no se fiiCilita la idenlificfocloo dcllbmino que figura en el cncabezamicnto dclteltto, pues no se conoce nin¡dn elemento
anll'OpOIIúnioo con lal comienzo.
(27) El contenido funerario de sus teJttos y las propon::iones de algunos monumentos incompletos permiten pensar que wnbi61
otros ep(grafes ibmcos debieron set" en realidad estelas, entre ellos los epfgrafes de Civil en Tmagona (Velaza. 1993), Els TossaleiS
de Les Coves de ViiUOllll en CastcUoo (P.l.l), El Cami del Moll de TeiTIICig en Valencia (Fieu:her y Gisbett, 1994). alguliO.J de los
numerosos teliiOS ~ piedra de 'J'arragona y Sagunto e IPCiuso el mú meridional de los texiOS i~rioos ~ piedra hallado en el
Ceno de Maqui:z de Menjlbaren J~n (H. JO. I).
-284-
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TIPOLOG(A E ICONOGRAFÍA DE LAS ESTELAS lBáJCAS
285
N
A
y....,.
1· \1c. 2~ 3- a.nlll Pwp6U de Mogodl. 4- Fl'lgl.
&- El Aldlll ~ ~ El Morr6n dll Cid. 7- El ... de CcMt:l6
de Dlll. ~ LM 1.Mn11M. f. El 8rc11nrll 1~ La 81118'..,.,
11--..... 12- LlfiL 13- El Pozo.
o
80 100 1110 km
Flpra 10.- DlspenMSn de 1M estelas eplpilku lb&icas sin decondón ea d cuadrante aoreste peninsular.
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ISABEL LZQUIERDO Y FERRAN ARASA
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Figura 11 .- Estelas epigráficas ibéricas. 1- Estela d e Bell-lloc (Castellón} (foto, F. A rasa). 2- Estela de Sinarcas
{Valencia) (foto, Archh·o .I.P.). 3- Estela de Sagunto {Valencia), según Valcá rcel (1852). 4- Estela d e Cabanes
(Caste.Uón) {foto, Museo Arqueológico de Cataluña, Barcelona).
-286-
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TlPOLOGlA E ICONOGRAFÍA DE LAS ESTELAS IBÉRICAS
Figura 12.- Estela epigráfica de Guissona (fotos, Joaquim Pera).
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287
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288
ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
YACIMIENTO/
NÚM. ESTELAS
BIBUOGRAFÍA
LOCALIZACIÓN
DIMENSIONES
VICII
Barcelona
112.5 X 40 X 37
MUillD.2.1
Guissona/1
l..kida
189 X 38.5 X 17,5
GuiWt tt allii, 1996
Santa ~ua de Mogoda/1
Barcelona
107x52x31
MUIW C.IO
.I
Fraga/1
Zaragoza
78x 33 x 29
MLH m0. 10.1
El Pla deis Vinyets/3
Canet lo Roig. Castellón
(50) X 48 X 12;
(68) X 35 X 13,5;
(55) X 43 X 15
MUI m F.2.1-3
El Morrón del Cid/1
La lglesuela de.l Cid. Teruel
(101) X 55 x 27
MUIWE.8.2
El Mas de Corbó de Dah/1
Benassal. Castellón
(43,5) X 34.5 X 10
MLHWE.9. 1
Les llAnties/1
Bell-lloc, Castellón
(63) x (34) x 17
Arasa. 1989
El BrosseraV1
Cabanes. Castellón
105 X 45 X 26
MLH W F.S.I
La Balaguera/ 1
La Pobla Tornesa. Castellón
(46.5) X 32.5 X 33,5
Allepuz. 1996
Sagunl/4
Valencia
(48,5) X 52 X 37;
(42) X 44 X 20,5; (43) X 48;
137.5 X 38.5
MLH W F.ll.l-3, 1
3
llfria/1
Valencia
(67) X 34 X 37
MUIW F.I3.1
El Poz.tYI
Sinarcas. Valencia
(78) X 43 X 12
MUI m F. l4.1
Dado lo limitado del número de ejemplares, la consideración de grupos es puramente aproximativa. Pueden distinguirse dos pequeños focos en Castellón, con 7 ejemplares, y Sagunto, con
4. Todos los hallazgos del primero se concentran al norte del río Mijares; 3 de sus ejemplares proceden de una misma localidad, y a este grupo puede unirse por su proximidad y similitud la estela
de la Iglesuela del Cid. Este grupo se encuentra situado geográficamente entre el del Bajo
Aragón, constituido en su mayoría por estelas decoradas, y el formado por los epígrafes de la
ciudad de Arse-Saguntum, con 17 textos sobre piedra, de los que al menos 4 pueden identificarse
como estelas. Al norte quedan las estelas de Guissona, Santa Pe~tua de Mogoda y Tona, que
junto a las decoradas de Badalona y Barcelona conforman un pequei\o grupo poco homogéneo y
bastante disperso. Al sur sólo encontramos las estelas de Llíria -de procedencia exacta desconocida- y Sinarcas (fig. 11, 2)
Los tipos de piedra utilizados entre los ejemplares conservados son de procedencia local:
caliza y arenisca. De los 16 ejemplares conservados, 9 son de caliza y 7 de arenisca . En cuanto a
su morfología, las estelas son monumentos concebidos para ser contemplados de pie, con el texto
situado en la mitad superior de su cara anterior. Su forma es la de una losa rectangular.
Estudiaremos los dos aspectos que mejor permiten su caracterización: las dimensiones y el acabado del extremo superior, así como alguna otra particularidad observada en algún ejemplar.
- 288 -
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TIPOLOGÍA E ICONOGRAÁA DE LAS ESTELAS fBÉRlCAS
289
Sobre sus dimensiones, entre los pocos ejemplares conservados íntegros destaca la altura de
la estela de Guissona, la única encontrada en el curso de unas excavaciones, de 189 cm; sigue la
de Sagunto (F. II.l3) (fig. 11, 3), de 137,5 cm (28); Tona: 112 cm; Santa Pe~tua de Mogoda y
la lglesuela del Cid: 107 cm; y Cabanes: 105 cm (fig. 11, 4). De éstas, las que presentan menor
altura parecen estar incompletas; el resto se conserva muy fragmentado y su altura no es representativa. Respecto a la anchura. hay cuatro formatos que concentran un número significativo de
ejemplares. El primero, entre los 32 y 34 cm, con 3 ejemplares: Canet F.2.2 (32 cm), BeU-Uoc
(34 cm) y Benassal (34,5 cm); el segundo, en 38,5 cm, con 2 ejemplares: Guissona y Sagunto
(F. 11.13); el tercero, entre los 43 y 45 cm, con 4 ejemplares: Sinarcas (43 cm), Canet F.2.1 (44
cm), Canet F.2.3 (45 cm) y Cabanes (45 cm); y el cuarto, entre Jos 52 y 55 cm, con 2 ejemplares:
Santa Pe~tua de Mogoda (52 cm) y la Iglesuela del Cid (55 cm). En cuanto al grosor, los
extremos se sitúan entre 1O y 37 cm, y pueden establecerse 4 formatos. Entre 1O y 12 cm, con 4
ejemplares: Canet F.2.l-2 (10 cm), Benassal (11 cm) y Sinarcas ( 12 cm); entre 15 y 17,5 cm, con
3 ejemplares: Canet F.2.3 (15 cm), Beli-Uoc ( 17 cm) y Guissona (17,5 cm); entre 23 y 27 cm. con
3 ejemplares: Les Coves de VrnromA (23 cm), Cabanes (26 cm) y la Iglesuela del Cid (27 cm); y
entre 33 y 37 cm, con 2 ejemplares: La Pobla Tornesa (33,5 cm) y Tona (37 cm).
El extremo superior de las estelas, según el tipo de acabado que presenten pueden dividirse
en 4 tipos que denominamos con letras (fig. 13). En el primer tipo (A), la cabecera presenta un
acabado tosco que le da una forma apuntada, como en el caso de Cabanes, posiblemente acusado
por una deficiente conservación (29). En el segundo tipo (B) este apuntamiento presenta una
cierta reguJarizacióo mediante la elaboración de dos planos inclinados que acaban en otro horizontal, prefigurando el acabado redondeado, como en Canet F.2. 1-2 y posiblemente Bell-Uoc. En
el tercero (C) dicho apuntamiento aparece perfectamente regularizado mediante la curvatura de
los planos laterales que convergen formando el vértice superior; este tipo está representado por
un solo ejemplar desaparecido, Sagunto F. J 1. 13. El cuarto tipo (D) se caracteriza por la cabecera
redondeada, similar a la de un numeroso subgrupo de estelas romanas (ej. SchlUter, 1998), y aparece en los dos ejemplares que presentan un mejor acabado general: Guissona y Sinarcas. La
forma que presenta el ejemplar de la Iglesuela del Cid, con el extremo superior horizontal que le
da la apariencia de una losa, debe responder a su reutiüzación como material constructivo. Un
caso particular es el de La Pobla Tornesa, que presenta los ángulos biselados, rasgo que no encontramos en ningún otro ejemplar.
Respecto a los textos, que aparecen siempre en alfabeto noribérico, trataremos cinco
aspectos: preparación del campo epigráfico, paleografía. puntuación, contenido y estructura. En
primer lugar, la preparación del campo epigráfico es fundamental en estos monumentos, pues el
mensaje escrito debe resultar visible en su cara frontal. Según el tratamiento que se dé al campo
podemos distinguir 6 tipos que denominamos con números (fig. 13). El primero (0) es el simple
alisado de la zona donde debe inscribirse el texto, sin líneas de guía entre los renglones, como
(2!) Aunque esta estela. la l1nica conocida de Sagunto que ha sido visu Integra. 110 se cooserva en la ac:tualidad. la reproducen ~1 ( 1852. SS. fi¡. 11. núm. 107) y Cbabrel ( 1888. U. 184, nllm. 9): el pri.mero. adem4s. indica sus dimensiooes: 4 pies
y 7 pulgadas de altura y 1 pie, 3 pulpdas y 6 IIDcas de aoc:hura.
(29) La defidente conservacido de la cabecera difieulta las posibilidades de clasifiCICido. pues las altetaciooes pomriores
pueden haberle dado un perfil düerente. Así. estelas como las de Santa ~tua de Moaoda o Uíria 110 pueden clasificarse se¡dn
su morfoloala. Otras. como las de <:abanes y Bell·ll~ pueden haber sido alteradas y su lldsc:rlpción tipológica 110 puede consicte.
rane segura.
-289 -
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
290
TIPOS DE CABECERA
e
B
A
D
TIPOS DE PREPARACIÓN DEL CAMPO
,
-o~g,¡
4
3
2
5
TIPOS DE ESTELA
1
\
B. l.
0 .3.
B.4.
0 .5.
Flpra 13.- Croquis eoa la d...tf'lc:aciOO tipol6cica de las estdas lWricM eplarilk:u, sq4D la forma
de la cabeeua y la preparad6o del campo. Ejemplos: Tipo B.L (Caod lo Rola. Castdlóa).
Tipo 8.4. (Bell-~ Castell6a). Tipo D.3. (SIDan:a., Valeoda). Tipo D.S. (Gulssona, Lláda).
-290-
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TIPOLOGfA E ICONOGRAÁA DE LAS ESTELAS ffiÉRICAS
291
sucede en Cabanes y Llíria. El segundo tipo ( 1) se caracteriza por el trazado de las Hneas de guía.
como sucede en las tres estelas de Canet. El tercer tipo (2) presenta el texto delimitado por una
cartela (30), una sencilla línea incisa -similar a las líneas de guía- que rodea el texto, como vemos
en la de Benassal. El cuarto tipo (3) se caracteriza por la combinación de los dos anteriores, es
decir, líneas de gula y cartela, como encontramos en Sinarcas; en este último caso la cartela sigue
la forma redondeada de la cabecera. El quinto tipo (4) ofrece una mayor complejidad, pues presenta una doble cartela, con el texto situado en la parte superior, y está representado únicamente
por el ejemplar de Bell-lloc. El sexto tipo (5) está representado también por un solo ejemplar, el
de Guissona, y presenta el campo rebajado con los márgenes ligeramente biselados; además, las
líneas de pautado aparecen fmamente incisas al modo romano para conseguir unos signos de
altura unifome.
La combinación de los tipos formales (letras) con los propuestos a partir del grado de preparación del campo epigráfico (números), permite clasificar las estelas mejor conservadas de una
manera sencilla e incorporar nuevos tipos que puedan surgir (fig. 13): Cabanes (A.O), Canet lo
Roig (B. 1), BeU-Uoc (B.4), Sagunt F.l1.13 (C.O), Sinarcas (0 .3) y Guissona (0 .5).
En cuanto a la paleografía, Maluquer ( 1968, 67) atribuye la característica regularización de
los grafemas que aparece en casi todos los textos epigráficos a la influencia del alfabeto monetal.
Por su parte, Siles ( 1986, 21, 39) ha señalado que las modificaciones experimentadas por el sistema de escritura ibérico se manifiestan en la aproximación de las grafías indígenas a las letras
capitales romanas, como un primer paso hacia la "latinización gráfica", con Ampurias y Sagunto
como casos paradigmáticos, pero también en la tendencia hacia una escritura orientada cada vez
más hacia la representación gráfica alfabética y el progresivo abandono del silabismo. Por su
parte, Velaza (1996, 253-254) ha señalado la influencia de los modelos romanos en todos los
aspectos referentes a la ordinario del texto, pautado, forma de las letras y en el hábito y formas
de las interpunciones; respecto a la paleografía, ha destacado las transfonnaciones experimentadas por algunas letras en su aproximación a las equivalentes latinas. Sobre esta cuestión,
Rodríguez Ramos ( 1997) ha realizado un primer estudio de datación paleográfica de la escritura
ibérica.
Aunque el uso de puntuación es frecuente en los textos ibéricos en general, en los funerarios
que figuran en las estelas no siempre aparece y, cuando lo hace, las formas que se utilizan se
diversifican y muestran en algunos casos un cierto valor estético. Así, mientras está ausente en
estelas como la de Sinarcas, en tres de Sagunto vemos una buena muestra de dicha diversidad,
desde las más sencillas basta las más elaboradas: en F.ll .l es un solo punto, en F.l l .2 está formada por dos puntos y en F.11 .3 es un aspa. También en la estela de Cabanes adopta la forma de
dos puntos. En la estela de Guissona la puntuación es triangular, similar a la que encontramos en
los epígrafes latinos.
Como han señado varios autores (3 1), la información proporcionada por los textos funerarios ibéricos no debe ser muy diferente de la que se encuentra en los latinos. En este sentido, se
han propuesto varias clasificaciones para los diferentes formularios de las inscripciones funera-
(30) Aunque la cartela puede haber ¡ido uti!Wda tllllbim pea ocro tipo de monumentos diferente a las estelas. "' presencia
en al¡unos epígrafes de reducidas dimensiooes c::omo los de Sant Mllell {F.3.1) y Les Coves de VIIU'Onll {F.4.1). ~e ya menclooado,
permite plaruear la po¡íblc pertenencia de &tos a dicbo tipo de monumento. dado que parece liCI' el mú numeroso.
(31) Uo.ICmWlD, 1984. 111- I IS; UoiCmWlD, MLH ID, 192·194; Silcs, 1986, 40-42; Vclaza. 1996.
- 291 -
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ISABEL IZQUIERDO Y FERR.AN ARASA
rias ibéricas (32). Según la hipótesis comúnmente aceptada, el proceso de latinización habría
introducido progresivamente el estilo foonular romano en este tipo de textos. Así pues, los formularios contenidos en los textos ibéricos y Latinos deben ser, en esquema, bastante parecidos
(nombre, filiación, dedicante, edad, etc); por ello, y como sucede con los latinos, los textos ibéricos presentan una tipología variada, lo que explicruía la falta de regularización.
La presencia de antropónimos acompañados de otros términos, de determinados sufijos o de
marcas, fundamenta esta interpretación. Tres de estos elementos y sufijos, para cuya comprensión se han buscado paralelos en los formularios sepulcrales latinos, se asocian al contenido funerario: afetake y variantes, eban y variantes y se/tar. En esta línea, Velaza ( 1993, 161- 165) ha propuesto para la inscripción de Civil una estructura formular típicamente romana constituida por el
nombre del difunto, la filiación, la edad, el parentesco y el nombre de la dedicante. La existencia
de textos posiblemente bilingües en los que aparecen algunos de estos elementos, para los que se
han propuesto correspondencias semánticas entre términos ibéricos y latinos (afeteki = heic situs
est ; tebanen =coerauit), estos ííltimos con graffas arcaicas, aproxima cronológicamente ambas
formas de expresión escrita. Para el elemento eban, Velaza ( 1994) ha propuesto la identificación
de marca de filiación. Por último, el término seltar es un elemento del formulario funerario con
un sentido más dificil de determinar (Arasa e Izquierdo, 1998, 94, 97).
En los textos funerarios ibéricos, a la estructura más frecuente y senciiJa de nombre personal,
se suceden cada vez en menor número a medida que aumenta su complejidad estructuras formulares en las que aparecen otros elementos (filiación, dedicante, edad, etc), como ocurre en los
casos de Santa Perpetua de Mogoda, Fraga, Sinarcas y Ll.íria. En ocasiones estos elementos aparecen abreviados, según vemos en la estela de Guissona y en algunas inscripciones saguntinas
(F.ll . ll- 12). La utilización de abreviaturas seguidas de interpunciones, que incluso adoptan la
forma triangular típica de las latinas como sucede en Guissona, parece un síntoma claro de la
romanización de estos monumentos.
Sobre su cronología, los intentos de datación de las estelas epigráficas se enfrentan a problemas como la falta de contextos arqueológicos claros en la mayor parte de los hallazgos, y la
escasez de modelos romanos en el ámbito de la epigrafía funeraria de época republicana. Las
referencias cronológicas con que contamos para su datación son muy escasas, y cuando éstas han
podido fecbarse, directa o indirectamente, por medio de la arqueología, la datación obtenida
siempre se ha situado en los siglos ll-1 a.C. Por otra parte, la estela epigráfica es un documento
más -como en general lo son todos los textos funerarios- en el que se refleja el cambio Lingüístico como una faceta del proceso de aculturación que llevará primero al rápido desplazamiento
de la escritura ibérica por la latina, y posteriormente a la definitiva sustitución de la primera
lengua por la segunda (Arasa, 1997).
De manera general las opiniones de los diferentes autores son coincidentes en su datación
tardía en el contexto de la cultura ibérica. Maluquer ( 1968, 67) fechaba L estelas en los siglos
as
ll-1 a.C., pero apuntaba la posibilidad de que algunas pudieran llevarse a época imperial. En su
estudio de las estelas decoradas de los conventos Cesaraugustano y Ouniense, Marco ( 1978, 91)
Las fechaba entre el siglo n y la primera mitad del 1 a.C. Martín-Bueno y PeUicer (1979-80, 419)
fecharon los ejemplares de Caspe, del grupo del Bajo Aragón (v. supra), en el primer tercio del
siglo ll a.C., y relacionan su aparición con la presencia romana; para estos autores, la mentalidad
que provoca la utilización de la escritura y del relieve en las estelas ibéricas es la misma. Mayer
(32) De Hoz, 1983. 384-388: Siles. 1986. 40-42, noca 87:
Untennann. MLH
-292-
m. § 582-587.
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TIPOLOO(A E ICONOGRAÁA DE LAS ESTELAS IB~RJCAS
293
y Velaza ( 1993, 676) han propuesto una datación desde el final del siglo U hasta la época de
Augusto, considerando para ello el soporte, la ordinario y la técnica de incisión. De Hoz ( 1993, 18)
ha sei\alado que sólo pueden fecharse aquellas inscripciones funerarias que muestran una clara
influencia romana y que cabe la posibilidad de que en algunas zonas, sobre todo en Calaluña, su
desarrollo sea consecuencia del proceso de romanización. Beltrán Lloris ( 1993, 250-252) las fecha
en los siglos ll-1 a.C. y considera que constituyen una síntesis entre la tradición indígena representada por las estelas anepígrafas de iconografía claramente autóctona y del hábito epigráfico romano.
En Castellón, Oliver ( 1995, 110) fecba los ejemplares sin decoración entre los siglos 1 a.C. y 1 d.C.
De Hoz (1995, 74-75) ha recordado la falta de datos seguros y la existencia de indicios contradictorios sobre esta cuestión. A la falta de información cronológica sobre la mayor parte de las
inscripciones, cabe añadir que algunas de ellas son tan sencillas que difícilmente permiten llegar
a conclusiones precisas. Sobre estas bases, sería prematuro deducir que la práctica de la epigrafía
funeraria entre los iberos es de inducción romana. En este sentido, este autor cree que la actitud
más prudente es pensar que la epigrafía funeraria existía ya antes de la llegada de los romanos, y
que la influencia de éstos contribuyó a su expansión, sobre todo en ciudades muy romanizadas
como Tarragona y Sagunto. Guitart et alii (1996, 168) han propuesto una datación para la estela
de Guissona desde mediados del siglo 1 a.C., en relación con las necrópolis de los primeros
momentos de la ciudad romana de /esso. Finalmente, para Velaza ( 1996, 254), la adquisición de
la costumbre de grabar inscripciones funerarias, ajena a los iberos del noreste, se explicaría como
un reflejo en los hábitos epigráficos del proceso de adaptación de la población indígena a los
nuevos modelos políticos, sociales y económicos romanos, que continuaría con la progresiva imitación de las técnicas romanas al escribir en signario ibérico, después con la composición de
textos bilingües, para finalmente adoptar el modelo romano y olvidar el propio. De esta manera,
la epigrafía funeraria ibérica no sería en el fondo sino un trasunto de su correspondiente romana.
Por sus características externas e internas, para este autor las inscripciones sepulcrales ibéricas
pueden datarse aproximadamente en una horquilla cronológica que no se aleja mucho de la época
augústea. Su escasez se debe sin duda a que el margen cronológico en que se inscriben es ciertamente reducido.
Como puede verse, desde las primeras propuestas de datación de estos monumentos hace 30
afios, ciertamente no ha habido más que una doble tendencia hacia su reforzamiento con nuevos
argumentos y hacia su progresiva aproximación a los inicios de la época imperial. Sin embargo,
en el supuesto de una datación tan tardía nos seguimos encontrando con el problema de que la
epigrafía latina de época republicana en la Citerior destaca por su parquedad, con una importante
presencia de la jurídica y de carácter público y la escasez de inscripciones sepulcrales que puedan
haber servido como modelo (ej. Mayer, 1995; De Hoz, 1995, 63-68). En este sentido, resultan del
mayor interés las estelas epigráficas que aparecen asociadas a un yacimiento ibérico y pueden
fecharse con anterioridad al período imperial, pues con ellas se confirma su existencia en un
momento anterior a la eclosión de la epigrafía funeraria latina a partir del reinado de Augusto.
4. VALORACIONES FINALES
La estela funeraria ejemplifica el deseo universal del hombre de perpetuar su memoria y proyectar su recuerdo en los vivos tras la muerte. Aparece ampliamente difundida tanto en el mundo
oriental, como en el ámbito occidental del Mediterráneo antiguo. Además de su función como
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lSABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
indicador de un enterramiento -cuya localización puede ser real o simbólica-, la estela presenta
otros valores suplementarios como la propia exaltación del difunto, cuyo recuerdo es digno de
conmemorar, o un posible sentido ceremonial como lugar de celebración de rituales en su
memoria.
En la Península Ibérica la estela cuenta, como hemos visto, con una tradición y un desam>llo
importante durante la Prehistoria y la Protohistoria. Su estudio, no obstante, tropieza en muchos
casos con las dificultades derivadas de la descontextualización y/o reutilización de numerosas
piezas y. en consecuencia, con los problemas y dudas a la hora de atribuir o precisar una función
exclusivamente funeraria en muchos casos.
En la cultura ibérica, la estela como tipo funerario monumental se integra en un rico y heterogéneo repertorio de monumentos cuya estructura, iconografía y significado están siendo paulatinamente definidos. Su estudio, por tanto, no puede desligarse en absoluto del resto de tipos
monumentales de las necrópolis, con los que comparte en algunos easos formas. imágenes,
valores y funciones. Dentro de las distintas series de estelas ibéricas, hemos destacado y particularizado en este trabajo aquella que reúne a las piezas antropomorfas, por su singular conformación e iconografía y como aportación más novedosa por los trabajos recientemente presentados.
Esta serie, que agrupa escasas piezas diseminadas por diferentes territorios ibéricos y cuenta con
unos precedentes que se remontan al arte megalftico, podría evidenciar la exaltación de personajes destacados en las comunidades indígenas -en la esfera social, de la guerra, de la religión...a través de modelos idealizados en los que participa el varón armado y la mujer ricamente vestida y adornada.
Desde la perspectiva más genérica de las estelas ibéricas que presentan algún tipo de decoración y en función del análisis de la dispersión espacial y datación de las piezas, asf como de la
observación de su morfología e iconografía, hemos distinguido diversos grupos que manifiestan
influencias diversas. Según criterios geográficos y teniendo en cuenta la cronología, la pieza
peninsular que aparece más aislada es la de Ampurias, la más antigua, que ha sido vinculada a
ambientes arcaicos del Mediterráneo antiguo. En un horizonte cultural completamente distinto a
la pieza anterior se sitúan los grupos de estelas del Bajo A.ragón y Cataluña. El primero es destacado por el número -en tomo a 30- de piezas completas y fragmentos hallados, asf como la singular unidad y riqueza de sus iconografías. Su cronología (v. supra) podría situarse grosso modo
entre los siglos n y 1 a. C., ya en contacto con el mundo romano. Por su parte, el pequeño grupo
de estelas decoradas catalanas con epigrafía -Badalona y Barcelona- evidencia ya más claramente
-en sus motivos decorativos y en el contenido de sus inscripciones- la fusión del componente ibérico y los nuevos aportes de Roma. Finalmente, los ejemplos puntuales andaluces, cercanos en el
tiempo y en el espacio -Jos bloques de Osuna y Marchena se datan en los siglos m-II a. C.-,
ponen de manifiesto su adscripción púnica a través de su iconografía.
A esta larga tradición de señalizar las tumbas mediante estelas y otros monumentos, que
sirven de forma mayoritaria como soporte para un mensaje exclusivamente iconográfico, se
incorpora en un momento tardío de la cultura ibérica el hábito epigráfico. El mensaje escrito aparece en escasas ocasiones acompañando a la decoración, supeditado a ella en su emplazamiento,
mientras que en un número mayor de estelas es el único que aparece en la cara principal del
monumento. Sin que pueda descartarse su esporádica presencia en un momento anterior, la introducción de los textos en este tipo de monumento sepulcral parece producirse en época romana,
en el contexto de un proceso de extensión de la escritura que empieza en el siglo m a.C. y se
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TIPOLOG(A E ICONOORAÁA DE LAS ESTELAS ffi~RJCAS
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caracteriza por la continuidad de algunos usos epigráficos que ya existían antes de la conquista y
por la introducción de otros nuevos relacionados con la presencia romana, en ocasiones con sus
propios soportes.
Las estelas epigráficas forman un grupo que se sitúa entorno a los 18 ejemplares, con una
distribución bastante parecida a la de las antropomorfas y decoradas. Aunque su datación no
puede establecerse más que de manera aproximada, los ejemplares que presentan una mayor
similitud formal con otros romanos incorporan también en sus textos hábitos propios de la epigrafía latina, como la estructura formular y las abreviaturas. Sin embargo, la estela epigráfica no
puede considerarse un elemento puramente romano, sino que es la fonna de presentación de los
textos la que tiene su parangón con ciertos tipos de la epigrafía romana (Mayer y Velaza, 1993,
670). Los monumentos en que se manifiesta este elevado nivel de asimilación fonnan parte del
último horizonte de la epigrafía funeraria ibérica, que puede fecharse entre el final del periodo
republicano y el principio del imperial.
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. xxm (Valencia. 1999)
IsABEL IzQUIERDO* Y F'ERRAN ARASA**
LA IMAGEN DE LA MEMORIA. ANTECEDENTES, TIPOLOGÍA
E ICONOGRAFÍA DE LAS ESTELAS DE ÉPOCA mÉRICA
l. INTRODUCCIÓN
La estela ha sido definida en alguna ocasión como "(... ) /'immagine de/la memoria"
(Baldassarre, 1988, 114). Diversas culturas de la Antigüedad han recurrido a este tipo de monumento para proyectar, más allá de la muerte, la memoria del pasado, a modo de señalizadores de
tumbas más o menos elaborados. Desde la propia etimología del t~rmino (Mansuelli, 1966, 485),
la estela es gen~ricamente conmemorativa. Representa la concreción de una serie de esquemas
culturales que suponen un ideal trascendente de la vida terrena. La estela, efectivamente, se considera un símbolo funerario universal que ha adoptado formas y decoraciones diversas, así como
distintos grados de monumentalidad, según territorios y cronologías. Desde su más remoto origen
en Egipto y el Próximo Oriente antiguo, la estela es, como fonna arquitectónica, de naturaleza
originariamente funeraria. Su función inicial era asegurar al difunto la propiedad de su tumba y
representar su entrada en el mundo del más allá. Como soporte de texto y figuraciones en algunos
casos, las estelas presentaban "ventajas" añadidas frente a otras tipologías funerarias dada su particular disposición y visibilidad. No obstante, ya desde sus inicios, existe una notable diversidad
en los tipos y las funcionalidades. Podríamos decir que se trata de un signo polivalente, de múltiples significados (1).
• Deplrumento de Arqueolo¡fa e Historia Antigua. CEH. CSIC, Madrid. Becaria postdoctoraJ C.A-M.
• • DeputamcnJ de Prdúslllria i Arqueologia. Uoiversiw de Valmc:ia.
( 1) Las propias estelas fuoerarias egipcias podían figurar tanto cleJnarc.ciooes espKiales. como ser sopones biogR!'K:OS o
marcos de ofrendas. entre otru ruoc:iooes (Vandier. 1976, O. 3116-534). Por ouo lado. si c:onslde:ramos al¡unas series de estelas de
MlbiiOS mú aftneS al mundo ibmc:o desde d punto de vista adtutal y crooológico, oo podemos obviar un.a mencJ6o a t. J1llll
tndicióo de estelas ¡rieps, beftdera del mundo oriental antiguo. que a plttir del periodo mic:álico. pero sobre todo desde d
An:alsmo. experimentar6 un gnn desmollo (Rich1Cr, 1961; Kunzy Boardman. 1971; Clairmont. 1993, entre otros).coo evoluciooes
diferenc:iadas seJiln lmitorios. Por su parte. t. eslet. constituye uoo de los~ de produceí6c lr1esanal mú difuDdido en el
mundo p4nico de Occidente. ai¡uiendo los utiJIIOS prototipos orientales (Bisi. 1967; Moscati, 1992).
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260
ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
En el ámbito occidental del Mediterráneo, la Península Ibérica no es ajena a esta tradición y
también desarrollará esta tipología monumental desde fases tempranas. A modo introductorio
esbozaremos el panorama que ofrecen los hallazgos peninsulares, fundamentalmente, de la
Prehistoria reciente y la Primera Edad del Hierro, para a continuación abordar el estudio de las
estelas de época ibérica.
El catálogo de piezas atribuidas a un horizonte anterior al siglo VI a.C. es amplio, rico y
plural, aunque destacan por su interés algunas series bien conocidas, como veremos básicamente
de las áreas del suroeste y del noreste de la Península (fig. 1). Si nos remontamos a la tradición
prehistórica más remota, ésta arranca en el arte megalítico con los denominados guijarros-estela
o estelas antropomorfas y las estelas-menhir o los ídolos-estela del Calcolftico (2). Si bien seña
N
o
110 100 150 11111
A
Fl¡un 1.- Dispersión de las estelas del Bronce FiaaJ-Hierro And¡uo
en la Pmfasula lb&ica dtadu en eJ texto.
(2) Cf Barc:eló (1988). Almagro Gorbea (1993). Bueno y Balbfn (1998. con biblíograJla), en~ oii'OS.
-260-
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TIPOLOGlA E ICONOGRAÁA DE LAS ESTELAS IB~ICAS
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difícil establecer una filiación directa entre estos grupos de estelas antropomorfas prehistóricas y
los ejemplos que presentan esta morfología en la Protohistoria, estas primeras figuraciones de
ambos géneros en soportes pétreos del m y II milenio, además de otros elementos monumentales
como los llamados betiJos de forma troncocónica que aparecen por ejemplo en la cultura de Los
Mi Uares a la entrada de los grandes sepulcros colectivos (Hurtado, J978), son de un interés indudable desde el punto de vista de la posible transmisión simbólica y/o ideológica a las posteriores
estelas de época protohistórica. La figuración en la estela se ha asociado a la idea de protección
del lugar funerario. Parece constatarse una progresiva apropiación de la simbología de los ídolos
en beneficio de determinados personajes socialmente relevantes. El resultado de este proceso
podría observarse en las estelas del suroeste del Bronce Final (Bueno, 1990). Según Bueno y De
Balbfn ( 1998, 63) la variedad de imágenes antropomorfas en el código funerario megaJftico, que
podrían figurar personajes relevantes en el clan (3), genios protectores o incluso divinidades,
sugiere además un nuevo papel del hombre en su relación con el medio.
Centrándonos en cronologías más próximas, las conocidas estelas decoradas del suroeste
(fig. 2) han sido objeto de investigación en la tradición historiográfica peninsular desde los primeros hallazgos a finales del siglo pasado (4 ). Su concentración mayoritaria se localiza en las
cuencas de los tres grandes ríos del cuadrante suroeste de la Península -Tajo, Guadiana y
Guadalquivir-, con algunos ejemplos dispersos en el sureste francés, Cataluña. Aragón y sur de
Portugal, entre los que destacan la estela de Preixana (Urida) del Bronce medio-tardfo (Maya.
1977, 95, fig. 66), considerada por algunos autores incluso como precedente de las estelas extremeñas (Almagro Gorbea, 1977, 162), o el ejemplar antropomorfo de Luna o Val palmas
(Zaragoza), datada en el siglo VII a.C., que se asocia a la serie del suroeste, básicamente por la
tipología del escudo con escotadura "en v" que la decora (Fatás, 1975, 169). Acerca de la función y el significado de estas estelas, encontramos posturas diversas que podrían no estar necesariamente contrapuestas, sino más bien ser complementarias (v. infra). La investigación ha evolucionado desde su inicial interpretación como monumentos funerarios y/o conmemorativos,
símbolo de la beroización del difunto (Almagro Bascb, 1966; Almagro Gorbea, 1977, 159-171,
entre otros) hasta lecturas más novedosas que priman los factores regionales y resaltan un hipotético valor funcional, considerándolas en su paisaje como hitos del territorio, en relación con
vfas de comunicación (Ruiz-Gálvez y Galán, 1991 ; Galán, 1993). En definitiva, como Aubet
( 1997, 166) ha señalado a propósito de la estela decorada de SetefiiJa en Lora del Río (Sevilla),
la existencia de estas "losas de guerrero" se relaciona con el nacimiento de una clase guerrera o
una élite social. Ahondando en esta línea que nos resulta particularmente interesante desde la
perspectiva del surgimiento y desarrollo de las posteriores series de estelas ibéricas, su original
programa iconográfico revela el nacimiento de un lenguaje aristocrático (Ruiz Rodríguez, 1997,
63), expresión de un nuevo modelo de relaciones sociales en este territorio.
En el horizonte tartésico continúa el proceso de erección de estelas sobre enterramientos,
como en la ya citada necrópolis tumular de Setefilla. En este recinto funerario, en el nivel corres-
(3) De esta ronna podñan interpretarSe los pcrsooajes que lpii'CCell eoo níniea o annas. Las C$WUa5 ll1l\ldas de Alberite o
El Pozuelo sugieren la importancia de la posesióo de u:mas. como observaremos tambim en las posteri~ estelas dec:onldas del
suroeste (Bueno y De Balbfn. 1997. IS7).
(4) Una síntesis de la eueslióo de los orfgeoes y la crooología de esta serie de estelas ha sido recosida recientemente por
Celestino (1990. 49-SO) y Gal"' (1993, IS-16).
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Flpn 1.- Estelas clecondas del SUI"'eSte, 5eiÚJl Galúa (1993, flp. 22 al4).
1· LuDa. lo Torrej6a de El Rubio m. 3- SolaDa de Cahalu.. 4- Mapcela. 5- Fuente de Cantos.
6- F..lpernaoa de Lera l. 7- Capilla ID. 8- Atqaa. 9- Seteftlla. 10. Moatanoüu. 11· E.rndeJ 1. 12- Flgueln.
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TIPOLOGfA E ICONOGRAFÍA DE LAS ESTELAS lBÉRICAS
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pondiente a los siglos Vll y principios del VI a.C., las estelas forman parte del paisaje funerario.
Ya en las excavaciones de Bonsor y Thouvenot (1928, 16-17) se documentaron grandes losas y pi~
dras cilíndricas hincadas verticalmente sobre algunas tumbas o detenninados espacios de la necrópolis. En la actualidad, se conocen basta un total de 16 losas pétreas, de las que 1O aparecieron
entorno al denominado túmulo A (Aubet, 1997. 169. fig. 4). Pero también en esta necrópolis tartésica fue hallada una estela decorada atribuible al grupo más meridional de estelas del suroeste, del
Bronce Final avanzado -siglos IX y VID a.C.-, de influencia atlántica. Tanto la estela con figuración antropomorfa, reempleada en un momento posterior, como las estelas sin decoración constituyeron, según la interpretación de Aubet, indicadores sociales de estatus o jerarquía y evidencian
una continuidad ideológica en época tartésica, garante del poder de las élites en este territorio.
En el extremo opuesto de la Península. en el cuadrante noreste, destaca la aparición de estelas
en distintas necrópolis de los Campos de Urnas, como la de Els Castellets n de Mequinenza
(Zaragoza), donde se localizó un conjunto de estelas y cipos, trabajados o no, y en un caso con
morfología seguramente antropomorfa (Royo, 1994, figs. 2, 5 a 7). Parece constatarse en este
ámbito cultural, alrededor del 1000-900 a.C., una generalización del uso de estelas, tradición que
pervivirá desde estas fechas en adelante basta momentos históricos. En efecto, diversas necrópolis con fases de estas cronologías antiguas bao erigido estelas sobre sus tumbas. Y en este sentido, la provincia de Lérida ha sido rica en hallazgos. En las necrópolis de Pedrós en Serós y La
Colomina de Gerb (La Noguera), se documentaron sencillas lajas o losas sobre túmulos, con datadones que oscilan entre el 850 y el 650 a.C. (Maya. Díez-Coronel y Pujol, 1975; Ferrández,
Lafuente, López y Plans, 1991 ). También en la necrópolis de Roques de Sant Formatge de Serós,
en el camino de entrada al valle del Ebro desde el sur de Francia. apareció una losa pétrea. posible
estela. sobre la tumba G-280 (Pita y Díez-Coronel, 1968, 21, fig. 23 y 24).
Otra pieza que ha sido considerada más reciente en relación a la serie prehistórica del noreste
es la estela antropomorfa hallada en la necrópolis de La Pedrera (Vallfogona de Balaguer) del
siglo vn a.C., que tiene una fase atribuida a los Campos de Urnas. Según Maya ( 1977, 111 , fig.
90) este ejemplo, que carece de un contexto arqueológico preciso, se ha vinculado a la tradición
escultórica indoeuropea -donde encuentra algunos paralelos- por sus rasgos toscos y esquemáticos. El antropomorfo de Els Castellets de Mequinenza presenta una tipología similar (Royo,
1994, 124, figs. 6 y 7). Finalmente, en la fase más tardea de la necrópolis del CoU del Moro
(Gandesa, Terra Alta), en algunos casos -T5, MI, MIO y Ml2- la tumbas documentaron estelas
o cipos (Rafel, 1989, 60-62, fig. 13 y 14; Rafel y Hemández, 1990, 343), dentro del horizonte
fechado entre fines del siglo VU y el VI a.C.
Cambiando de ámbito geográfico, en el valle medio del Ebro (Royo, 1990) hemos de destacar los registros de las necrópolis tumulares de incineración del Busal y Corral de Mola, ambas
de Uncastillo (Zaragoza). con cronologías entre los siglos VI y V a.C., donde se localizaron sencillas estelas (Royo, 1994, 125). En el horizonte celtibérico, en gran parte de las necrópolis excavadas se ha resaltado la presencia de tumbas destacadas con estelas (Pérez Casas, 1988, 78). La
herencia de los Campos de Urnas del noreste en los territorios del valle medio del Ebro y sus
áreas adyacentes -Alto Ebro y la Meseta- en esta fase celtibérica es muy evidente y se refleja,
entre otros aspectos, en la costumbre de erigir estelas, prácticamente todas lisas, sobre los enterramientos. A excepción de la pieza de la necrópolis de AguiJar de Anguita (Guadalajara), que
apareció decorada con una figura humana estilizada y un posible équido, el resto de estelas celtibéricas carece de ornamentación y no presenta una elaboración o tratamiento destacable.
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Se han documentado ejemplos en la provincia de Cuenca en las necrópolis de Las
Madrigueras y El Navazo (Mena. 1990, 194), pero sin duda la mayor concentración se produce
en la Meseta norte, en las áreas del Alto Tajuña-Aho Henares, Alto Duero y Aho Jalón (Cerdeño
y García Huerta, 199 1; Argente y García-Soto, 1994, 79 y ss.). Necrópolis excavadas en el pasado
como Las Cogotas (Cardeñosa), donde se documentaron "calles o pasillos de estelas" (Cabré,
1932, lám. m, J y 3; XI), según la terminología empleada inicialmente por el Marqués de
Cerralbo, así como AguiJar de Anguita o Luzaga (Cabré, 1942, fig . 1 a 5) y otras como El Altillo,
La Hortezuela de Océn, Riba de Saélices, Garbajosa, Ciares, Alpanseque, La Requijada de
Gonnaz, Almaluez o Arcóbriga entre otras, han evidenciado la presencia de estelas, alineadas o
no (Pérez Casas, 1988). Otros yacimientos, por el contrario, como Prados Redondos en el Alto
Henares y Osma. La Mercadera o La Cuenca en el Alto Duero, carecen por completo de estelas
(Argente y Garcra Soto, 1994, 16- 18). Destacaremos, en primer lugar, la existencia de grandes
losas prismáticas. de hasta 2,5 m de altura en la necrópolis soriana de Monteagudo de las Vicarías
(Taracena, 1932, 32, figs. 3 y 4) y, por otro lado, la distintiva disposición de las estelas al modo
de alineaciones, con o sin empedrado, según las conocidas observaciones del Marqués de
Cerralbo, Cabré o Cuadrado (5).
Así pues, antes de estudiar los distintos grupos de época ibérica, encontrarnos un repertorio
rico y plural de precedentes a valorar. Sin olvidar las primeras estelas con figuración antropomorfa del arte megalítico, las series iniciales se enmarcan en el horizonte del Bronce Final-Hierro
Antiguo, concentrado básicamente en dos grandes áreas de la Península. Por un lado, el grupo del
suroeste, influido por tradiciones atlánticas y los colonizadores fenicios, aunque con un componente esencialmente indígena. Y por otra parte, el cuadrante noreste peninsular, que recibe la
herencia directa de los C3rnpos de Urnas del centro de Europa. Estelas lisas y decoradas, sencillas prismáticas o antropomorfas, de pequeñas o grandes dimensiones, son erigidas, según los distintos territorios, para señalar y monumentalizar distintos tipos de enterramientos con rituales
diferenciados. A partir del siglo VD a.C. nos encontramos con diversos desarrollos paralelos e
interrelaciones. La cultura celtibérica mantendrá y extenderá la anterior tradición de los Campos
de Urnas y las estelas ocuparán un lugar preeminente en gran parte de sus necrópolis, conformando incluso en algunos casos calles o alineaciones. Por su parte, en el horizonte tartésico
andaluz se documenta asimismo la costumbre de erigir estelas junto a los túmulos de enterramiento. Los colonizadores fenicio-púnicos, a su vez, potenciarán este paulatino proceso de
monumentalizaciión de la tumba, que culminará, como veremos a continuación, en época ibérica.
2. LAS ESTELAS EN EL PAISAJE FUNERARIO mÉRICO
2.1. DACIA EL PROCESO DE MONUMENTALIZACIÓN DE LA TUMBA WÉRJCA
En la consideración del proceso de señalización y mooumentalización de la tumba ibérica,
efectuaremos un recorrido selectivo a través de algunos precedentes significativos. Ya hemos
(S) Cf. ~ (1942): a modo de e~mplo. 1 el caso de la necrópolis de Riba de Satlice . excavada por Cuadrado ( 1968).
:
doode se aprecian a uav« de fotosrafias de la q,oca las estelas •lineadas in siru $abre los entemunien.\os (ld~m. lims. Vlll. XID
a XV).
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TIPOL001A E JCONOGRAÁA DE LAS ESTELAS JBá.JCAS
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hecho alusión a las estelas decoradas del Bronce Final-Hierro Antiguo del suroeste peninsular (v.
supra), algunos de cuyos ejemplos se asocian a inhumaciones en fosa o cista (Almagro Basch,
1966, 193-199) o, incluso en algún caso a incineraciones (Galán, 1993, 16-18). Las recientes propuestas que han valorado estas estelas como hitos de vías ganaderas y rutas comerciales del territorio (Ruiz-Gálvez y Galán, 1991) no descartan necesariamente una funcionalidad funeraria,
innegable por los contextos de hallazgo de algunos casos. Este grupo de estelas supone una primera manifestación bastante homogénea en su proyección formal e ideológica que anuncia cambios en la estructura de las sociedades indígenas en estos territorios. Las estelas del suroeste más
tardías con decoración compleja del siglo VD a.C. vienen a enlazar en el plano simbólico con las
estructuras funerarias tumulares más antiguas de la etapa tartésica orientalizante (Ruiz
Rodriguez, 1997, 63-64). El ejemplo comentado de la necrópolis de SetefiUa (v. supra) seria. en
este sentido, paradigmático. Al compás de la desaparición de las estelas decoradas en el curso del
citado siglo, elementos de prestigio como Jos braserillos, jarros o quemaperfumes, se integrarán
en el ajuar de las tumbas tartésicas más destacadas. El proceso de monumentalización de la tumba
en la Península Ibérica, desde nuestro punto de vista, marca otro punto de inflexión en este
periodo, donde ha quedado demostrada la presencia de enterramientos principescos, definidos
por su monumentaHdad arquitectónica y/o la manifiesta riqueza de sus ajuares (Aubet, 1984).
En los núcleos fenicio-púnicos del sur peninsular también se documentan monumentos funerarios, que han podido ciertamente influir en el propio proceso de monumentalización de las
necrópolis ibéricas. Las cámaras construidas o excavadas en la roca son. en esta línea. interesantes como solución arquitectónica. Los elementos señalizadores o construcciones exteriores a
la tumba en estos núcleos -necrópolis de Laurita. Trayamar, Jardín, Puente de Noy o Cádiz-, en
forma de cipo, estela o torre, han sido interpretados como indicadores del lugar. tal vez sagrado,
en el que se enterraba el difunto, posible receptor además de un culto fúnebre y de rituales
diversos como libaciones (Ramos Sáinz, 1987, 49-52). Pero, centrándonos exclusivamente en las
estelas (fig. 3), en la necrópolis de la antigua Baria fueron hallados diversos elementos monumentales entre los que hemos de destacar estelas de piedra de diversos tipos, presentadas por
Astruc ( 1951, láms. L a LII), algunas de ellas con epigrafía y figuración antropomorfa.
Recientemente, Belén (1994) ha analizado los diferentes tipos y ha recogido toda la información
disponible acerca de las tumbas en que se hallaron las estelas, cipos y altares de Villaricos (6).
Así, se ha distinguido una interesante diversidad de estelas sencillas de base rectangular, acabadas en punta o con el extremo redondeado, entre las que se destaca la única estela epigráfica,
fechada a fines del siglo V o principios del siglo IV a.C. En relación con las anteriores piezas, el
panorama de las estelas pl1nicas del sur peninsular, se completa con el conjunto de la necrópolis
prerromana de Cádiz (Belén, 1992-1993), en cuyo paisaje debió ser frecuente la presencia de
estos monumentos ante la tumba. Tampoco podemos olvidar el ejemplar aislado hallado en Rio
nnto (Huelva), sin contexto arqueológico conocido, que presenta forma piramidal (Garc(a y
BeUido, 1952, fig. 392).
Con paralelos evidentes con las anteriores piezas de Cádiz o Villaricos y explícitamente con
algunos ejemplos concretos (Astruc, 1951, lám. L, 3 y 6), hemos de citar el hallazgo, fuera del
ámbito peninsular, concretamente en la isla de Ibiza. de tres cipos hallados en el sector de Can
(6) Tamb~ es conocido el hallazgo en este recinto funcrwio de oeras piezas escultóricas (Asuuc. 19S l. 81} como la conocida
esf
rnge. una dama sedente t«fala y un fra¡meoto de figura IUWopomorfa (Chapa. 1985. SB-S9, con la blbliograffa anterior).
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Figura 3.- Estelas de la neerópolis de Vlllarkos, serón Astruc (1951, L6ms. La LO).
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TIPOLOOfA E ICONOGRAFÍA DE LAS ESTELAS IBÉUCAS
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Partit de la necrópolis del Puig des Molins (Gómez BeiJard, 1990, figs. 82 y 83; láms. XXXIV,
LVD y LX). Todas las incineraciones asociadas estaban bien datadas en el siglo VI a.C. Parece ser
que existen otros ejemplos procedentes de viejas campaftas de excavación en la isla, que aún permanecen inéditos. Se trata de cipos de dimensiones modestas de piedra local, destinados sencillamente a indicar un lugar de enterramiento. En La propia isla de Ibiza se documentó igualmente
una estela púnica con paralelos en el ámbito cartaginés, procedente de una posible necrópolis no
excavada en las cercanías de la ciudad (Almagro Gorbea, 1967). La estela de Can Rafalet, hallada
de manera casual en 1965, presenta forma cuadrangular y se remata en la parte superior por un
frontón triangular cuyos vértices laterales tenninan en volutas. Se representa en este ejemplo una
figura masculina en actitud orante, acompañada de una inscripción en la parte inferior.
Teniendo en cuenta estos ejemplos que anteceden y se desarrollan en algunos casos paralelamente a la cultura ibérica, la culminación del proceso que tratamos de poner de relieve, no obstante,
será llevado a cabo por esta última. A partir del siglo VI a.C. surgen los primeros monumentos funerarios con repertorios escultóricos y los primeros programas decorativos complejos externos a la
tumba. En relación directa con el nacimiento y la consolidación de un nuevo sistema socio-económico, el recurso a la piedra como soporte iconográfico en las necrópolis y la utilización de un lenguaje cultural común constituyen verdaderamente cambios significativos con respecto a las manifestaciones citadas de etapas precedentes (Chapa. 1996). Será precisamente en las necrópolis donde
se conjugue la exaltación del prestigio y la exhibición del poder de las nuevas élites aristocráticas.
El espacio funerario se convierte as( en espacio cosmológico. La plástica funeraria ibérica puede
ser considerada como la primera expresión generalizada de la imagen de una cultura. la más importante y representativa del mundo prerromano peninsular (Santos Velasco, 1996, 115). Unidos a esta
nueva manifestación aristocrática, probablemente se hallan procesos de legitimación del poder y,
quizás en ocasiones, de sacralización de sus símbolos, así como la idea de carisma.
2.2. EL PAISAJE FUNERARIO IBÉRICO
A partir de los primeros trabajos de Almagro Gorbea ( 1983a) sobre Pozo Moro se abre una
vía de investigación en la arqueología ibérica: el estudio del paisaje monumental de las necrópolis. Desde finales de los ochenta y durante la presente década, a partir de los nuevos descubrimientos y las renovadas reflexiones en la interpretación de los restos monument.ales funerarios,
la línea de trabajo inicial ha ampliado mucho sus horizontes, de tal manera que la primera tipología está superada. Nuevas excavaciones y trabajos de investigación han ratificado la validez
general de la propuesta de Almagro, aunque lógicamente, la han ampliado y enriquecido.
En la necrópolis de Los Vtllares de Hoya Gonzalo se documentó la colocación de esculturas
directamente encima de los túmulos funerarios, al modo de estelas sin pilares (Biánquez, 1993,
124), circunscritas a determinadas iconografías -caballeros-, dejando las esculturas zoomorfas
para el tipo tradicional coronando el pilar. Sobre la base del catálogo monumental del Cabecico
del Tesoro de Verdolay se planteará la existencia de esculturas de personajes entronizados
exentos, posible variante simplificada de Jos pilares-estela (Page y García Cano, 1993), aunque
conceptualmente similares. Las excavaciones en la necrópolis de Cabezo Lucero darán a conocer
plataformas ornamentadas, soporte de esculturas (Llobregat y Jodin, 1990, 112) y la presencia de
toros estantes, a veces con tímpano entre las patas. También se ha apostado por la existencia de
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ISABEL lZQUIEROO Y FERRAN ARASA
fachadas monumentales (Lucas y Ruano, 1990, 43-64), paramentos con nicho ornamental u hornacinas decoradas y altares (Castelo, 1990), así como más recientemente, por la nueva valoración
de una serie reducida de esculturas de animales fantásticos que verosímilmente podrían aparecer
representadas por parejas (Izquierdo, en prensa a). En síntesis, estelas, altares, plataformas monumentales rematadas por una comisa moldurada, así como personajes entronizados y esculturas
dispuestas sobre los propios empedrados tumulares; series dobles de pilares o construcciones que
integran parejas de animales en una fachada; nuevas soluciones que amplían la clasificación inicial de Almagro Gorbea. Por tanto, se presentan como una pluralidad de construcciones que nos
hacen pensar efectivamente en monumentos en los que hay una posibilidad de selección y de
voluntad por parte del personaje que los erige (Chapa, 1995, 190-191 ). No existe una producción
en serie (7), sino que se trata de monumentos particularizados.
• TIPO 1- Tumbos sencillas.
1.1.- Sin ningún tipo de señalización apreciable actualmente.
1.2.- Con indicación mediante adobe o laja de piedra.
1.3.- Con amontonamiento de piedras.
• T[PO 2- E.vtructuras tumulares.
2.1.- Sencillas. de sillarejo o sillares; cuadrangulares o rectangulares; con o sin gradas;
de pequeñas dimensiones (inferiores a 4 m de lado).
2.2.- Complejas/ principescas. de sillarejo o sillares; cuadrangulares o rectangulares:
con o sin gradas; de grandes dimensiones (en torno o superiores a 4 m de lado}.
• TIPO 3- Estructuras de mamposterla.
• TIPO 4- Tumbas de cámara hipogeo o semihipogea.
4.1.- Estructuras de piedra, construidas subterráneas o excavadas.
4.2.- Estructuras de adobe, semiexcavadas o construidas en superfic. e.
i
• TIPO S- Programas formoles y decorativos de carácter monumental.
S. l.- Monumentos turrifonnes.
S.2.- Pilares-estela.
S.3.- Plataformas decoradas.
S.4.- Esculturas sobreelevadas:
a) - Personajes sedentes o entronizados masculinos o femeninos.
b) - Jinetes o caballeros.
e) - Personajes estantes masculinos o femeninos.
d)- Bustos masculinos o femeninos.
e) - Esculturas zoomorfas.
f) - Grupos escultóricos.
S.S.- Otras e~tructuras monumentales:
a) - Fachadas decoradas.
b) - Hornacinas decoradas.
e) - Altares o aras.
S.6.- Estructuras de tipología indeterminada.
a) - Monumentos que integran parejas zoomorfas.
• TIPO 6- Estelas.
6.1.- Estelas antropomorfas o estatuas-estela. masculinas y femeninas.
6.2.- Estelas decoradas, con o sin epigraffa.
6.3.- Estelas epigráficas sin decoración.
Cuadro 1.- Propoesb sobre la moaUIIlalt.wllrac:iM de la tumba lb&lca, sqán Izquierdo (1997).
(7} En otros 6mbi10S del Mcditenineo antiguo como la Grecia del s. VI a.C•• d fenómeno de los c:ncargos de escultura funervia es cada vez mejor oonocido (Viviers. 1992. passim). Y, en es1e sentido. 110 parece documenlai'Se en los ta1ktes iticos arcaicos
una producción en serie "a la espera del destioawio". sioo que ~ funcionan a panir de encar¡os pcnooalizados. La epigrafia ha
desvelado numerosas claves en esta lfoea.
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TIPOLOGÍA E ICONOGRAFÍA DE LAS ESTELAS ffiÉRJCAS
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Fruto del estudio de un tipo monumental como es el pilar-estela y su integración en el paisaje funerario ibérico (Izquierdo, 1998a), una de nosotros ha efectuado una propuesta abierta y
flexible acerca del grado o los niveles de monumentalización de la tumba ibérica (cuadro 1).
A modo de ejemplo, para el tipo 1 -tumbas sencillas-, contamos con abundante documentación en gran parte de las necrópolis excavadas. Los restos cremados de los difuntos, a grandes
rasgos, se depositan bien directamente en un hoyo excavado en la tierra, bien en un vaso funerario enterrado en el suelo (8). El enterramiento puede no tener ningún tipo de seiialización conservado o bien estar indicado mediante adobes, una losa o un amontonamiento de piedras, como
en la necrópolis del Cabezo Lucero (9) (Guardamar del Segura). Más complejas son las estructuras tumulares (tipo 2), tan bien documentadas sobre todo en el ámbito del sureste peninsular
(Blánquez, 1990), de forma cuadrangular o rectangular, más o menos sencillas, de hasta 4 m de
lado, de sil.larejo o sillares, con o sin gradas, tales como la "tumba de las damitas" del Corral de
Saus (Mogente); o bien, estructuras complejas. conocidas como "principescas", de mayores
dimensiones y grado de monumentalidad, igualmente de siUarejo o sillares, con o sin escalonamiento, tal como la conocida tumba núm. 200 de El Cigarralejo de Mula. A medio camino entre
los empedrados tumulares y las tumbas de cámara, podrían situarse las denominadas estructuras
de mampostería (tipo 3 de nuestra clasificación), que utilizan un sistema constructivo mixto con
mampostería y adobes para el alzado, reconocido en la necrópolis de Castellones de Ceal
(Hinojares) (Chapa, Pereira y Madrigal, 1993, 413-416). Las tumbas de cámara, por su parte,
(tipo 4) pueden ser clasificadas en estructuras de piedra o de adobe; las primeras, bien construidas
bajo tierra, o bien excavadas, pueden ser ilustradas con el magnífico ejemplo de la cámara sepulcral de Tútugi en Galera y las segundas -subtipo 4.2.-, con alzado de adobe, serniexcavadas o
construidas en superficie, se encuentran también en CasteUones de CeaJ ( 10).
En cuanto a los programas decorativos que exaltan la tumba (tipo 5) encontramos una rica
diversidad y muy distintos grados de monumentalidad. Destaca el monumento en forma de torre
del tipo Pozo Moro, único y excepcional en su conjunto (Almagro, 1983a); los pilares-estela
(Almagro Gorbea, 1983b; Izquierdo, 1998a); las plataformas monumentales, como las citadas del
Cabezo Lucero (Llobregat, en Aranegui, Jodin, Llobregat, Rouillard y Uroz, 1993); las esculturas
sobreelevadas de personajes entronizados masculinos, caso del Cabecico del Tesoro (Ruiz
Bremón, 1991) o femeninos, caso del Cigarralejo (Cuadrado, 1995); esculturas de jinetes, como
el caballero de Los Villares (Blánquez, 1993), posibles personajes estantes o bustos masculinos
o femeninos, asf como esculturas zoomorfas y grupos escultóricos, cuya presencia podría deducirse en algunas necrópolis a partir del hallazgo de fragmentos de esculturas antropomorfas y/o
zoomorfas reempleados, como parece revelarse, con aún muchos interrogantes, para el caso de
La Alcudia de Elche. Pero también dentro de este conjunto de monumentos se ha supuesto la
existencia de otras estructuras, tales como las fachadas decoradas en Cástulo (Lucas y Ruano,
1990) o las hornacinas decoradas y altares -en El Cigarralejo- (Castelo, 1990). A estos tipos
podrían sumarse otras estructuras de tipología indeterminada, propuestas a partir del hallazgo de
esculturas zoomorfas pareadas -monumentos que integran parejas de animales como esfmges o
sirenas y, en algún caso, leones (Izquierdo, en prensa)-.
{8) No es nuestro objetivo en este trabajo extendemos sobre estos aspectos. Pata ello existen trabajos específiCOS como el
de Rafel ( 1985): asimismo. a modo de sCntesis pan los distintos territorios del mundo ibmeo. cf. BIAnqua y Antona ( 1992).
(9) Lajas ~lreaS se han doc:umcnlado en esta ncaópolis en el cuadro A.8 (Jodin. en Aranegui. Jodin. UobreJat. Rouillatd y
Uroz. 1993. 40): asf como amontonamientos de piedras en los puntos 29. 34. 69 y 15 (ld~m. 1993. 39).
(10) Tumbas nl1ms. 5066. 5617 o 5719 (Chapa y Peteira. 1986).
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
Finalmente, contamos con el conjunto de estelas (tipo 6), sobre el que nos extenderemos
en este trabajo, en el que se distinguen diversos subtipos (Lucas, Ruano y Serrano, 1991;
Oliver, 1996), según criterios tipológicos e iconográficos, como las antropomorfas o estatuasestela, masculinas -Altea la Vella (Morote, 1981) o la recientemente publicada de Nogueruelas
(Arasa e Izquierdo, 1998)- y femeninas -como el ejemplo de La Serrada (Izquierdo y Arasa,
1998)-; las estelas decoradas, entre las que destaca el grupo del Bajo Aragón (Marco, 1978),
en algunos casos con epigrafía, y, finalmente, las estelas epigráficas (Mayer y Velaza, 1993),
no decoradas.
2.3. ESTELAS, CIPOS Y PILARES-ESTELA
La estela funeraria, desde el punto de vista morfológico, podría definirse como una estructura arquitectónica de desarrollo vertical, posible soporte de figuraciones y textos, cuya anchura
se destaca para la disposición del mensaje iconográfico y/o lingüístico. La estela ibérica, como
tipo monumental, comparte con los pilares-estela elementos formales, decorativos, valores y funciones. Si formalmente se trata de monumentos diferenciados, en el plano conceptual no estamos
~nte tipologías autónomas. Estelas, pilares y cipos en ocasiones son confundidos en la bibliograffa (11). La terminología, en ocasiones, puede ser polivalente y las distinciones entre tipos
pueden derivar de necesidades normativas de clasificación en la actualidad, más que de específic.as o determinantes diferenciaciones en el pasado, al menos conceptualmente (12).
Hay dificultades a la hora de atribuir definiciones ónicas y precisas a algunas piezas, que
además de tratarse de estructuras funerarias de desarrollo vertical con alguna o todas sus caras
decoradas -estelas-, presentan un matiz diferencial añadido como la hipotética capacidad de ser
receptora de algún tipo de función ritual. Así, en diversos ejemplos ibéricos al cipo se le ha atribuido una funcionalidad suplementaria -como la posibilidad de realizar libaciones- al carácter de
monumento funerario que presenta. Muñoz (1983) definió de esta manera el bloque hallado en la
necrópolis de El Poblado de Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla). Su designación como cipo
funerario ha sido seguida por la mayor parte de la investigación. Se trata del conocido cipo decorado con figuración compleja, que ha sido posteriormente considerado como elemento sustentante del monumento funerario, tipo pilar-estela, propuesto para la sepultura m1m. 70 de esta
necrópolis (lniesta, Page y García Cano, 1987). Por otro lado, cabe citar el hallazgo del cipo
decorado de la necrópolis del Corral de Saus (Mogente). Este gran bloque rectangular, mal conservado, de morfología parecida a la anterior, presenta una de sus caras mayores rebajada, aunque
( 11) En la Utetat.ura especializada oo erute apenas unanimidad al utlUzar estos tmninos. Hemos de c:onst.aW que ellámioo
estela se emplea pata la definición de monumentos funervios indicadofes de tumbas -función tambibl del cipo-. que puede COOl.lr
con decoración y una iconografia que ototga un valor simbólico suplementario al de mero signo-marcador del entenamiento. Segán
algunos vocabuJarios al uso ~reridos a la escultura antigua. el cipo es definido como una pequefta estela con forma de pilar cuadrado
(AAVV. 1978).
(12) Para el mundo fenicic>-pc1nico. Tore ( 1992, 178-180) distinguió en~ las tsttlas o losas pW"eas clcslaaldas por su liguI'IICión incisa o en relieve en su cara anlel'i«. mis destacada. con predominio del sentido de la anchura: los cipos o piedru seftali.
zadoras de tumbas, de t.amdo y tipología variada, con prtdominlo del sentido de la altura; los Mtilos, con forma humana y rasgos
fiSOOÓIII.ÍCOS en ~lieve sobre la cara anterior: y los altaru. de medianas o pequellas dimensiones. generalmente de base lrOOCOpiramidal y molduras en la parte superior.
-270-
[page-n-271]
TIPOLOGÍA E ICONOGRAfÍA DE LAS ESTELAS lBIDuCAS
271
se observa parte de un bajorrelieve que representa un jinete (13). La pieza podría ser restituida
bien exenta, o bien como parte de un pilar-estela coronado por una moldura de gola (Izquierdo,
1998a. fig. 121 ). Ambos ejemplos, cercanos en el espacio y en el tiempo, según nuestro criterio,
son exponentes de un mismo tipo monumental.
En otro orden de cosas, estelas y pilares han sido unificados en alguna ocasión como ejemplos de un único tipo de monumento. En el conjunto de estelas del Bajo Aragón (v. infra) algunos
ejemplos como el de Valdevallerías de Alcañiz o, sobre todo, El Acampador de Caspe han sido
descritos como pilares-estela. SeglÍD López Monteagudo (1983) la estela de Caspe viene a
suponer la trasposición, en época posterior, de los antiguos pilares-estela ibéricos. La cronología
de este monumento se ha situado en el siglo II a.C., aunque algún autor, precisamente por su similitud con aquellos, ha considerado que es más adecuado fecharlo en el siglo m a.C. (Beltrán,
1996, 183). Su funcionalidad funeraria y el simbolismo en relación con la heroización del difunto
serían comunes. Efectivamente, esta estela podría compartir con los pilares-estela del Ibérico
Antiguo y Pleno funciones, valores y hasta iconograffas, como la presencia del felino que la
remata (Martín Bueno y PeiJicer, 1979-1980, 418). Es evidente el valor funerario del soporte y
de su iconografia: el león, con toda la carga simbólica y apotropaica, bien conocida en el arte ibérico, y de manera destacada como remate de los pilares (Chapa, 1985, 123-150). Parece más adecuada. no obstante, la definición del bloque de Caspe como estela y no como pilar-estela. dadas
sus características y su indudable vinculación -tanto desde el punto de vista iconográfico y
formal , como cronológico y cultural- con el conjunto de las estelas bajoaragonesas en el que se
inscribe claramente.
En definitiva. volviendo a la cuestión que aquí nos ocupa. hemos optado por una definición
flexible de la estela ibérica (14). La clasificación de las piezas se ha realizado en atención al tipo
y la decoración, distinguiendo en primer lugar la morfología antropomorfa por su carácter singular y distintivo. La iconografia. por otro lado, juega un papel determinante en nuestra ordenación, y así hemos diferenciado los distintos grupos de estelas decoradas -con o sin epigrafía- de
las estrictamente epigráficas, sin ningún tipo de ornamentación.
3. LAS ESTELAS mÉRICAS
3.1. ESTELAS ANTROPOMORFAS
El conjunto de estelas antropomorfas o estatuas-estelas constituye un grupo individualizado
desde el punto de vista tipológico dentro de las estelas funerarias ibéricas, de creciente documentación (Izquierdo, 1998b). Destacaremos inicialmente su variedad en las formas, dimensiones y elaboraciones. Su amplia dispersión en los distintos territorios de la geograffa ibérica y
su amplitud cronológica desde el Ibérico Antiguo al Tardío corrobora su aceptación en la
( 13) En La Alcudia de Elche se documentaron lambitn dos bloques 1abndos -¿es~elas?. ¿frisos decollldos?· coo jioece armado
y cabaiJo e inscripción m un caso (Chipa. 1985. 4S).
{14) Tambim podñan quedar cngloblldos m esta dctinic:.óo de estela ejemplos como el de la plaquita de caliza o pinax de 25
i
ande altura. que se descubrió sobR la lliiDbll nám. 100 de la necr6polis de La Albufcrcta (Alicance) (Uobrcpt. 1972. I.SO..ISI .
lú\s. vn y XXX). Esta plaquita polic:romada. que se alzaria sobR el encerramiento. representa una composicióo coo un personaje
femenino -hilandera- y ouo masculino m una escena de despedida.
-27 1-
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
212
sociedad ibérica. Las piezas objeto de nuestro análisis son (cuadro 2) las de La Serrada de Ares
del Maestre (Castellón) (Izquierdo y Arasa, 1998) (fig. 4), Altea la Vella (Alicante) (Morote,
1981) (fig. 5, 1). El Mas de Barberán de Nogueruelas (Teruel) (Arasa e Izquierdo, 1998) (fig. 5,
2) y Espejo ( 15) (Córdoba) (Lucas, Ruano y Serrano, 1991 ).
--
Elpejo (JMn)
Figura 4.- Estelas antropomorfas o estatuu-atela IWricu. Sl¡los V/ lV-W 1 a.C.
YACIMIENTO/
LOCA.LIZACIÓN
ICONOGRAF(A
CRONOLOGfA
BIBLIOGRAFfA
Altea la Vellal l
Allta la VeUa. Alicante
Masculina·Annu
S. V-IV a.C.
Morote (198 1}
El Mas de Barbeñn/1
Nogueruelas. Teruel
Masculina·Annu
S. ll·l a.C.
Arasa e ~uíerdo
( 199 )
La Semdal l
Ares Maes~. Castellón
Femenina-Joyas
S. IV·U a.C.
Izquierdo ~ Arasa
Espejo/1
Espejo. Córdoba
Femenina-Joyas
S. IV-m a.C.
Lucas, Ruano )
Serrano ( 1991
NÚM. ESTELAS
( 199 )
Cuadro 2.- Estelas antropomorfas IWricas dtaclas en el texto.
( IS} Como paralelos directos de ~ta pina 5e han seaalado dcnas piezas de los coqjuntos vocivos de Torreparedooes
y TorrebenzaiL uf como algunas esculturas del Cerro de los Santos de Montealegre del CastUio y diversas esculturas cordobesas.
una de las cuales ·figura masculina del Cmo de los Molinillos de BfiCt\8· podrfa incluine en la serie de ~telas anlropOIDOI'fas (Luc:as.
Ruano y Serrano. 1991. 303).
- 272 -
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TIPOLOGÍA E ICONOGRAFI'A DE LAS ESTELAS IBÉRICAS
2
3
Figura 5.- Estelas ibéricas con decoración figurada. 1- Estela antropomorfa masculina de Altea la Vella
(Alicante) (foto J. Gisbert). 2- Estela antropomorfa masculina con inscripción del Mas de Barberán
(Nogueruelas, Teruel) (foto, a utores). 3- Detalle de la es tela de El Acampador (Cas¡>e, Zaragoza)
con registro de escudos e inscripción (foto, Beltrán, 1996). 4- Estela de El Mas de Magdalenes
(Cretas. Teruel) (foto, Beltrán, 1996).
-273-
273
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274
ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
En cuanto a los materiales utilizados, como ocurre en general en la arquitectura y la escultura ibérica, se utilizan areniscas y calizas de procedencia generalmente local. Se trata de piedras
blandas, de texturas más o menos homogéneas, que se pueden labrar fácilmente. Los bloques son
monolíticos prácticamente en todos los casos considerados y presentan formas variadas: prismáticas cuadrangulares, al modo de un pilar en Altea la Vella -108 x 29 x 20- ( 16); tendentes al rectángulo en Nogueruelas -135,5 x 29,5 x 13- y Ares del Maestre -83,5 x 21 ,2 x 12-; o troncopiramidales en el caso de Espejo -45 x 26 x 24-.
En lo que respecta a las dimensiones, la altura presenta tres formatos diferenciados: las
piezas con figuración masculina se sitúan ambas por debajo de 150 cm; la estela de Ares se aproximaría a 100 cm -sumando el módulo de la cabeza no conservada-; y la de Espejo superaría los
50 cm, siendo la pieza de formato menor. En cuanto a la anchura, de nuevo las piezas de Altea y
Nogueruelas tienen similares características (29 cm); las piezas con figuración femenina presentan medidas ligeramente inferiores (26/21 cm). Los grosores, finalmente, oscilan desde los 24
cm en Espejo, los 20 cm en Altea, basta los 13/ 12 cm de las piezas recientemente publicadas de
Ares y Nogueruelas.
La representación de la figura humana es en general esquematizada, tendente a la abstracción y la geometrización. La imagen de la cabeza, desafortunadamente, no es conocida, bien
porque las piezas están fragmentadas y ésta no se conserva -en la mayor parte de los casos-, bien
porque se abstrae su representación, como en el ejemplo de Nogueruelas. Los hombros aparecen
figurados, ya sea integrados en el desarrollo del bloque y resaltados a veces mediante la técnica
de la incisión, o ya sea modelados y alisados, ligeramente asimétricos, como en el caso de
Nogueruelas. Las extremidades superiores siguen distintas convenciones, como en las estelas de
Altea y Espejo, donde aparecen flexionadas por el codo y con los antebrazos apoyados sobre el
tórax en posición asimétrica. Las manos en estos casos no están unidas. A veces no es explícita
su representación, como en la estela de Ares del Maestre, donde quedan ocultos cubiertos por el
pesado manto que viste la imagen. Las extremidades inferiores no se representan en ningún caso
a excepción de la estela de Altea, en cuya cara frontal aparecen incisos los pies del personaje masculino, como en algunos exvotos ibéricos.
Con respecto a la iconograffa, contamos con dos tipos genéricos: por un lado, la dama, entendida como la representación de la imagen femenina, ataviada a la usanza ibérica con sus mejores
prendas -túnicas decoradas con o sin cinturón y mantos decorados- y adornada con joyas tales
como collares, colgantes o brazaletes. Por otra parte, conocemos el tipo del personaje masculino
portador de armas o guerrero, que puede aparecer vestido con túnica y cinturón, dotado de varias
armas ofensivas o defensivas. Pero, si analizamos los casos de manera pormenorizada, la vestimenta por ejemplo muestra algunas diferencias. En las representaciones masculinas, tan sólo el
personaje de Altea muestra una túnica larga con escote "en V" y ancho cinturón liso que aparece
representando sobre las cuatro caras de esta estela concebida como un pilar. En el ejemplo de
Nogueruelas, muy esquemático, no se labra ningún detalle de la indumentaria. Las figuras femeninas aparecen vestidas con túnicas rectas decoradas, como en el caso de Espejo, donde el cuerpo
inferior de la túnica aparece profusamente ornamentado con motivos geométricos dispuestos en
bandas horizontales. Incluso en este último ejemplo se ha apreciado la utilización de pintura y
( 16) Las dimensiones (altura x anchura x grosor mámnos) se expresan siempre en cm. Aquellas medidas que con seguridad
pueden considerarse incompletas figuran entre parintesis.
-274-
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TIPOLOGÍA E ICONOGRAFÍA DE LAS ESTELAS IBÉRICAS
275
algún tipo de pasta o estuco que rellena algunas incisiones. La túnica de la dama de La Serrada
está ceñida por un ancho cinturón decorado con colgantes que presenta una cenefa bordada inferior. Delimitando lateralmente la estela se resaltan los bordes que corresponderían al grueso y rico
manto que, sobre la fina túnica ornamentada, cubre a las más destacadas damas ibéricas. Las
joyas que muestran estas damas son en ambos casos collares: la de Ares presenta tres rígidos concéntricos, a modo de elipse, con un colgante central cada uno. La dama de Espejo porta un
posible collar de dos weltas acoplado al escote en pico de la túnica.
El modelo de dama que estudiamos ofrece elementos y rasgos compartidos con otras representaciones femeninas y en particular con esculturas ibéricas en la indumentaria y adornos
(Izquierdo y Arasa, J998). No obstante, las damas de La Serrada y Espejo se inscribirían estillsticamente en un grupo de segundo rango, lejos de la gran plástica ibérica. La controvertida
"dama" de Cehegín (Lillo y Melgares, J983), procedente del yacimiento de El Tollo (Cehegín,
Murcia), podría integrarse también en este segundo grupo. La imagen de la "dama", de apariencia
esquemática y rígida, tallada sobre un bloque prismático dispuesto sobre plinto, representa, con
estilo tosco, a una mujer que porta en su mano izquierda un espejo y en su derecha, probablemente, un vaso. Esta escultura de época ibérica avanzada podría inscribirse también en la categoría de estatua-estela femenina (Izquierdo y Arasa, 1998, 191, lám. 7).
El armamento, por otro lado, constituye la caracterización iconográfica más destacada en las
estelas con representaciones masculinas. El personaje de Altea la Vella muestra frontalmente un
cuchillo afalcatado ( l 7), muy próximo a su mano izquierda. Sobrepuesta al antebrazo derecho, a
la altura del codo, aparece una espada de empuñadura de antenas, que viene a descansar en la
parte inferior del cinturón que ciñe la túnica. En la estela del Mas de Barberán, sobre Jos hombros se representan las correas que sujetan un disco-coraza pectoral dispuesto en el centro del
torso. A modo de paralelos iconográficos en la estatuaria ibérica, son numerosos Jos ejemplos de
representaciones masculinas con armamento, sobre todo ofensivo, pero también defensivo.
Encontramos esculturas masculinas con espadas en los grupos del Cerrillo Blanco y Cerro de los
Santos (Ruano, 1987, I, figs. 38 y 40). Con respecto a los discos-coraza. destacamos el caso de
los guerreros también del Cerrillo Blanco (Negueruela, 1990, 141-148), entre otros (Arasa e
Izquierdo, 1998, 87-92).
Otra cuestión que trataremos es la cronología, sobre la que se plantean dudas derivadas esencialmente de la ausencia de contextos precisos. La estela de Altea podría situarse en un momento
antiguo no determinado, posiblemente entre Jos siglos V-IV a.C. La tipología del armamento
representado y el contexto ceramológico asf lo indican. Para la pieza de Espejo se ha propuesto
una fecha insegura de finales del siglo IV en función de su carácter esquemático y la conjunción
de tradición antigua y asimilación de influjos externos (Lucas, Ruano y Serrano, 1991, 318). La
estela de La Serrada correspondería a un momento intermedio entre la incorporación de las
grandes damas al repertorio de la plástica ibérica y la serie de las estelas epigráficas, de cronología ya más tardía, por lo que puede fecharse entre Jos siglos IV y ll a.C. El ejemplar más tardío
es el de Nogueruelas, que presenta una inscripción en signario ibérico noribérico y se data ya
entre los siglos ll y 1 a.C. Esta estela ha sido asociada a la necrópolis donde se halló un lote de
armas ~básicamente lanzas, espadas del tipo de La nne y puñal- datado también desde fines del
( 11) Este elemento presenta coonocaciooes simbólicas rituales y/o sacriliclales en la c:ultura ibmca. ldemú de un valor de
presti¡io (Quesada. 1997. l. 523·533).
- 275 -
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276
ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
Flaura 6.- DilperslcSa ele las estelas antropomorfas o estatuas estela lb&lcas en la Pen.fasula dtlldas en el tato.
m
siglo
al siglo 1 a.C. (Izquierdo, 1999). En definitiva, se observa, pues, un arco cronológico
amplio donde la estela epigráfica de Nogueruelas asegura la perduración de esta serie en época
ibérica tardía, ya en contacto con el mundo romano.
En síntesis, las estelas antropomorfas ibéricas conocidas se reducen a escasos ejemplares (18).
Las piezas que hemos comentado, presentan rasgos compartidos en su estructura general, figuración antropomorfa y escasos alardes técnicos, pero manifiestan asimismo diferencias en sus
dimensiones, forma y decoración. Su localización geográfica, a su vez, las sitúa en territorios
muy distintos entre sí como la campiña cordobesa, la costa alicantina y la montaiia turolense-castellonense (fig. 6). Se trata de piezas singulares que revelan un marcado interés por representar
determinadas categorías de estatus y género, a través de atributos específicos y caracterizadores.
La precisión en los detalles anatómicos o la calidad en la labra son cuestiones secundarias.
Estamos ante talleres locales, caracterizados por un estilo poco cuidado y el trabajo con modelos
idealizados en los que la sociedad ibérica se reconoce. Personajes de ambos géneros, en todo
caso, pertenecientes a la élite de la sociedad que suponen la personificación del difunto tras la
muerte eo un monumento pétreo. Un simbolismo funerario, pero también conmemorativo, y
quizás ritual en el caso de Altea, se unen en estas piezas, con particularidades propias.
(18) Según las apreciacíooes de Luca.s, Ruano y Semmo (1991. 309). algunas de lu estelas epiplic:u GOmO liS de Canetlo
Rola. 8alassal o Cabene$ manifle5tan una fonna no totalmente ~ular, posiblemente 1111t0p0Cn0ña. Sin cmbar¡o. la moñol<>&fa
de esw piezas no pcnnite. en niiCSII'I opinión. calificarlas en absoluto de 1111rop01norfu. V. infra, liS este.las cplarific:as ibmcas.
-276-
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TIPOLOGfA E ICONOGRAfÍA DE LAS ESTELAS ffiÉUCAS
277
N
o •
-
, ....
A
Flpra 7.,... DlspershSo ele las estelas ib~rkas con decoradóo eu la Peofnsula dtaclas en el texto.
3.2. ESTELAS DECORADAS
El análisis y la interpretación de la iconografía seleccionada y plasmada en las estelas pueden
ofrecer claves para a proximamos a la ideología de los distintos territorios ibéricos. Además del
antropomorfismo, que hemos definido como una caracterización singular y esencialmente indígena
con una arraigada tradición en nuestra Península, la inclusión de elementos decorativos de muy distinta índole en estos monumentos puede ser reveladora de costumbres e influencias diversas.
Dentro de este epígrafe gen~rico de estelas ibéricas con decoración -y puntualmente en
algunos casos, además, con epigrafía- hemos considerado de forma individualizada diversos
grupos geográficos y cronológico-culturales (fig. 7) tales como, en primer lugar, el del territorio
del Bajo Aragón; los ejemplos del cuadrante noreste peninsular ( 19) -como el caso de Ampurias
o el pequeño grupo constituido por las estelas halladas en Badalona y Barcelona-; y, finalmente,
el de las estelas andaluzas de tradición púnica -Osuna y Marchena-. Valoraremos, en mayor o
menor grado, según los casos, la dispersión de las piezas, sus características morfológicas, iconografía y datación.
Los ejemplares del Bajo Aragón constituyen el grupo más importante de estelas prerromanas
con decoración de la Protohistoria peninsular. Dentro de su estudio sobre las estelas de los conventos Cesaraugustano y Cluniense, Marco (1978) distinguía las piezas de cronología anteimpe( 19) En este grupo son conocidos diversos ejemplares in6ditos COI'I decorlción, seglln el profesor F. Quesada (comunicación
oral). a quien agradecemos sus comentarios.
-277 -
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ISABEL lZQUlER.OO Y FERRAN ARASA
278
rial, que representan una minoría, de Las de época plenamente imperial. Entre las primeras cabe
destacar las estelas gigantes de Cantabria y su ámbito de influencia -Galclácano, Meñaca-, Las
estelas con inscripción ibérica de Clunia y otras dentro del grupo burgalés -Iglesia Pinta y Lara.
asf como otros ejemplares aislados -de Oyarzun e lruña-, cuya cronología se sitúa entre los siglos
U y 1 a.C. Las estelas del territorio del Bajo Aragón (cuadro 3) se incluyen en este grupo y poseen
en conjunto una datación entre el siglo n y la primera mitad del 1 a.C. (v. infra). Estas estelas han
sido objeto de diversos trabajos en el pasado por parte de Cabré ( 19 15- 1920), Boscb Gimpera
(19 J5- J920) y Femández Fuster (J 951 ), basta llegar a Las publicaciones más recientes de Marco
(1976, 1978, 1983-1984, entre otras), Martín Bueno y Pellicer (1979-1980) y Quesada (1994),
sin ánimo de ser exhaustivos.
YACIMIENTO/
LOCAL.lZACIÓN
ICONOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
El Palao/4
Alcadiz, Terucl
Jinete· Armas-Orlas
Marco (1976), Belttin (1996, 177)
Valdevallerias/1
Alcalliz, Terucl
Armas-Orlas
Marco (1976). Belttin (1996. 177)
¿San Anlonio?/1
Calac:eice, Terucl
Jinele·Armas-Orla
Marco (1978, 205); Bellrin (1996, 177)
El Mas del Rey/1
Calaceice. Ttnld
Camino de Sarua Anlll
Calaceite. Ttnld
Jinele·Armas-Orlas
Marco ( 1978. 205); Bellrin (1996. 170)
Les MiraveleS/ 1
Vakletonno. Ttnld
Caballo
Marco ( 1978. 207); Belirio ( 1996. 177)
Torre Gacberol 3
Valdmobles., Terucl
Annas-Orlas
Auün (1979); Bellrin (1996, 177)
El Mas de Percbldes/1
Valdmobles. Terucl
Armas-M. geocnM:os
Marco (1978, 207); Bellrin (1996. 177)
El Mas de Pete la Reina/3
Valderrobles. Terucl
Armas-M. zeonXtricos
Marco ( 1978. 207); Bellrin ( 1996. 177)
El Barranco Callplüll
Craas. Ttnld
M. ~
Marco (1978. 20S); Bellrin (1996. 177)
El Mas de Sipla/1
Crew. Terucl
Armas-Orlas
Marco (1978. 20S); Bellrin (1996, 177)
El Tossal de les Focques/1
Cretas, Teruel
Armas·M. geomtuicos
Marco (1978. 205); Bellrin (1996, 177)
El Palomar/!
Oliete. Terucl
Armas-Orla
Marco {1978. 188); Belttin ( 1996, 177)
El Mas de las Maw/1
El Mas de las Malas. Terucl
Arboriforme-Personaje
Ruano (1990)
El Acampador/3
Caspe, Zaragoza
Jine1e -Orla
Manfn-Bueno y Pelliccr ( 1979·80)
La Etmila de S. Marcos/!
Chiprana. Zaragoza
Caballo-Carro
Marco (1978. 204); Belu4n (1996. 177)
NÚM. ESTELAS
Marco ( 1978. 20S)
Cuadro 3.- Estelas ibéricas decoradas del
B~o Arqón.
Desde el punto de vista geográfico, se trata de una serie que aparece concentrada en TerueL, en
las localidades de Alcañiz, Caspe. Cbiprana. Calaceite, Cretas, Valderrobles y Valdetonno y El Mas
de las Matas (20). Se ha supuesto la existencia de un foco central dentro del ámbito bajoaragonés,
al norte, en la ribera del Ebro -Cbiprana. Caspe, etc.- y otro foco al sureste, determinado por las
(20) En d rtdence U'lbejo de Bellñn soln los iberos en Ara¡óo aparece una completa !folesis de los ~gos. su descripción.
deconlci6o. forma. dimcnsiooes, contextos y cronologías (Be.llñn. 1996, 175-183).
-278-
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TIPOLOGlA E ICONOGRAÁA DE LAS ESTELAS IB~RICAS
279
piezas de Cretas y Valderrobles (Marco, 1976, 89-90). En especial, destaca el grupo de Alcañiz,
Caspe y VaJderrobles, que engloba la mayor parte de piezas conocidas, de fuerte personalidad.
La tipologra elaborada por Femández Fuster y Marco venía a distinguir, en smtesis, las
estelas con representaciones figuradas anepígrafas -con el tema de jinetes aislados, jinetes sobre
supuestos enemigos vencidos, caballos, lanzas, medallones o rosetas-, las estelas con iconografía
y epigrafía en signario ibérico -con el tema de las armas y los motivos geométricos-. las estelas
sin iconograffa, sólo con elementos epigráficos y, finalmente, las piezas que evocan la estructura
de los pilares-estela, con epigrafía, donde el ejemplo casi único (21) es el de El Acampador
(v. supra) de Caspe (Martín Bueno y Pellicer, 1979-1980). Esta estela, coronada con relieve de
felino (fig. 5, 3 y fig. 8), destaca por su morfolog(a, iconografía e incluso, según la hipótesis de
distintos autores, como hemos visto, por su posible relación con los pilares-estela ibéricos en lo
que respecta a su forma y decoración (López Monteagudo, 1983, 264). En cuanto a la decoración, a la simbología del león se suma la presencia del friso central con armas -un scutum y tres
caetrae-, que evidencia elementos de prestigio de la panoplia ibérica, sin olvidar la inclusión de
la larga inscripción, que cuenta con elementos nominales (22).
Desde el punto de vista de la morfología de los bloques, en general, pocas son las observaciones que podemos apuntar, básicamente por la aJta fragmentación de gran parte de las estelas
de este grupo. En algunos ejemplos (Beltrán, 1996, 178) las piezas presentan un remate horizontal. En cuanto a las dimensiones conocidas, la aJtura no supera en ninguna de las estelas conservadas completas los 150 cm ( 146 cm en un ejemplar de CaJaceite y 130 cm en uno de Caspe),
aunque hemos de tener en cuenta el estado fragmentario de gran parte del conjunto. Las anchuras
de la mayor parte de las piezas se sitúan por debajo de 50 cm (46, 41, 39, 36, 27 a 26 cm), aunque
también se documenta un formato mayor que oscila entre 70 y 60 cm (en estelas de El PaJao de
Alcañiz o Caspe). En cuanto a los grosores, todos se sitúan entre 27 y 17 cm.
Iconográficamente, jinetes, lanzas, escudos, escenas bélicas y motivos geométricos, componen su universo particular. Representaciones de caballos y armas -sobre todo las lanzas- destacan en estas estelas. Precisamente las lanzas han sido interpretadas tradicionalmente como la alusión al número de victorias ganadas o de enemigos vencidos por parte del difunto, según la visión
de Cabré o Bosch Gimpera (1915-1920, 637-638) o como elemento de índole escatológica, símbolo de la pujanza y la heroización del difunto (Marco, 1976, 85-86). El tipo de representaciones
oscila desde la simplicidad de los motivos geométricos hasta la complejidad compositiva y temática de las escenas figuradas, como la conocida de El PaJao de Alcañiz, con mano, jinete armado,
personaje tendido, buitres, cánido y motivos geométricos secundarios (Beltrán, 1996, fig. J73).
La tradición historiográfica ha valorado fundamentalmente el sentido funerario de estas figuraciones de las estelas, destacando esencialmente la representación del caballo como elemento
sagrado en la heroización del difunto (Marco, 1983-1984). En esta linea interpretativa, recientemente Quesada (1994) ha propuesto una sugerente lectura en atención a una conocida cita de
Aristóteles (Polit. VD, 2, 11 ; 1324b) que alude a la antigua práctica de hincar lanzas o puntas
sobre los enterramientos. Las estelas, así, podrían reflejar esta tradición ritual atribuida a la cul(21) V. supra. La estela de Valdevallcrfas de Akañiz, oon ~de sus caras decoradas. ha sido asociada tambi~n ala tipología
1996. 17S).
(22) Los primeros investigadores que dieron a conocer la pieza insistieroo en la in~ión funeraria. la simbología del
león, que la vincula eon el mundo ib&ico de la costa mediterrinea y el registro eon iconogrlrra de escudos. sin colnlr en la atribución de cada uno a un cnemlgo vencido. segtln las tesis cltiicas de Cabd o Boscb. así como la importancia de la extensa inscripción
ibmca que presenta (Mutln·Bueno y Pelliccr. 1979-1980).
del
pil~r-cstela (Bcltrút.
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280
ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
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30cm
Figura 8.- Estela de El Acampador (Caspe. Zaragoza), sqún Martút Bueno y Pellker (1979-1980, flg. 3).
-280-
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TIPOLOGfA E ICONOGRAÁA DE LAS ESTELAS mÉRJCAS
281
tura ibérica en un soporte monumental a través de la presencia de annamento. BuriUo ( 1992, 577578) por su parte ya matizó el carácter suplementario de monumento conmemorativo al de exclusivamente funerario de estas estelas, poniendo de manifiesto los problemas derivados de la
ausencia de contextos arqueológicos y la reutilización de algunas piezas. Desde otra perspectiva,
Galán ( 1994) ha resaltado la marcada concentración de estos monumentos, al modo de emblemas
locales, en puntos nodales de la red de caminos de la comarca, y los interpreta en el contexto de
la conquista romana de zonas fronterizas en este territorio. De nuevo, el principal problema planteado en la interpretación de las estelas del Bajo Aragón es la ausencia de contextos que impide
precisar una funcionalidad específicamente funeraria para las piezas. Su código iconográfico
parece articular, efectivamente, como han señalado la mayor parte de autores, un lenguaje funerario, aunque no se pueden descartar en modo alguno otros valores y/o funciones en sus emplazamientos originales, ya sea en las inmediaciones de los poblados o en sus propias necrópolis.
Pero también en ocasiones, junto al clásico repertorio de armas, caballos o jinetes, en disposición más o menos compleja, en las decoraciones de las estelas del Bajo Aragón se añaden
motivos en forma de disco o roseta con radios o lunas, interpretados tradicionalmente como símbolos astrales (Marco, 1978, 99-100). Es el caso de las estelas de El Mas de Magdalenes (fig. 5,
4) o El Tossal de les Forques en Cretas (fig. 9), El Mas de Pere la Reina en Valderrobles (Cabré,
1915-1920, 630-633, figs . 439,440 y 442) o la estela de Torre Gachero de Valderrobles (Atrián,
1979, 174, fig. 13). En algunos casos además estas rosetas o discos protagonizan la ornamentación de la estela. El monumento de El Pilaret de Santa Quiteria de Fraga (78 x 33 x 29 cm),
desaparecido en la actualidad, presentaba este motivo junto a una inscripción ibérica (Fita, 1894;
Dominguez Arranz, 1984, 83; MLH, m, 0.10.1). Estas características decoraciones fuera del
territorio de Aragón cuentan con numerosos paralelos en el centro y noroeste peninsular y concretamente también en las piezas catalanas halladas en Baetulo y Barcelona, que también presentan, como en el caso de Fraga, inscripciones en signario ibérico (v. infra).
A la iconograffa se unen en detenninadas piezas -por ejemplo en El Acampador de Caspe o
El Mas de Magdalenes de Cretas- inscripciones ibéricas (cuadro 4) que otorgan a los monumentos un valor de prestigio suplementario (23). Al mensaje gráfico que proyectan estas estelas,
se suma el mensaje lingüístico que contiene la inscripción (Abásolo y Marco, 1995, 333). No obstante, interesa observar cómo los textos aparecen supeditados a las imágenes y ocupan una posición secundaria en relación a éstas. Asf se observa en la fragmentada pieza de El Mas de
Magdalenes (fig. 5, 4), donde el epígrafe se adapta claramente a la ornamentación del bloque y
se dispone en el escaso espacio entre la orla decorada y el friso con puntas de lanza. En el caso
de la estela caspolina ya citada, la inscripción se sitúa bajo la figuración del felino y el registro
con armas (fig. 5, 3). Podríamos plantear que en estas estelas que combinan imagen y texto, éste
último refuerza la capacidad simbólica de la primera, y quizás en algunos casos precisa o determina su significado.
(23) El singular monumento fWiet'lrio de Vispesa (Tamarite de Liten. Huesa) wnbiln combína fi¡Ul'ICiont$. donde
destaCa la represeo18Ci6n de manos. e inscripciones.
-28 1-
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
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FJaun 9.- Este~u lbáicas da~ A.rag6a, seaúa Cabri (1915-1920, np. 439 a 44l).
1 y l- El Mas de Pere la RdDa. 3- El Mas de Mqdalmes. 4- El Toaal de les Forques.
YACIMIENTOI
NÚM. FSI'ELAS
LOCALIZACIÓN
ICONOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
El Mas de Ma¡dalenes/1
Cretas. Terue1
Arnw-M. ~cos
Marco ( 1978. 205): Be11ñn (1996. 177)
El Acampedor/ 1
Caspe. Zlragoza
Felino-Amias
ManJn-Bue.no y PeUicer (1979-80)
El Pilaret de Sanua Quíteriall
Fraga. Zaragoza
Roseta-M. GcomWicos
Fita (1894): Domrngue.z Arranz.
Magallón y Casado (1984)
Cuadro 4.- Estelas Ibéricas decoradas aragonesas con eplgralla.
Fuera del tenitorio del Bajo Aragón, en el área costera catalana (cuadro 5) fueron documentadas dos piezas con decoración y sendas inscripciones que podrían constituir un pequeño (v.
supra) grupo de estelas. Descubiertas en eJ siglo pasado, la estela de Barcelona (Puig i Cadafalcb,
1934, 32) y la hallada en las inmediaciones de Can Paxau en Badalona (Guitart. 1976, 166, lám.
XLIV, 4), reproducen los ya conocidos motivos de la roseta sobre c(rculo y el creciente lunar, a
los que se suma en elllitimo ejemplar, como en el Bajo Aragón, la representación de armas -tres
puntas de lanza- y una inscripción de un nombre latino -CA/0- transcrito en alfabeto ibérico; asf
como otros motivos geomébicos, junto con una inscripción ibérica y la representación de dos delfines en la pieza de Barcelona.
- 282 -
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283
TIPOLOOfA E ICONOGRAÁA DE LAS ESTELAS méluCAS
Los motivos principales de estas dos estelas -discos radiados, crecientes lunares- tienen una
amplia difusión en los territorios del centro y noreste de la Península, tal y como muestra el catálogo de García y Bellido (1949, 321 -385). Como hemos observado a propósito de las piezas del
Bajo Aragón que presentan estas decoraciones (v. supra), en su interpretación ha destacado la
simbología en relación con cuerpos celestes con connotaciones funerarias. Interesa resaltar, por
otra parte, que estos ejemplos, datados entre los siglos J a.C. y 1 d.C., testimonian el fenómeno
de aculturación del que trataremos más adelante a propósito de las estelas epigráficas no decoradas. Se observa la pervivencia de tradiciones indígenas antiguas y su fusión con nuevos aportes
del mundo romano -los delfines por ejemplo son frecuentemente empleados en la decoración de
los monumentos funerarios romanos de época clásica-.
Sin alejamos del territorio del noreste, hemos de citar un ejemplo conocido de cronología
más antigua en relación a todas las estelas consideradas anteriormente. Se trata de la pieza de
Ampurias (Sanmartí, 1988), procedente posiblemente de la necrópolis ampuritana del Portitxol,
del siglo VI a.C. Presenta decoración con un motivo en espiral en ambas caras, que fue interpretado inicialmente como soliferrea y casco corintio, aunque recientemente se ha negado la presencia de tales figurac iones y se ha vinculado la estela con otras series del sur de Francia y
Etruria, con paralelos también en ambientes vilanovianos y Coceos occidentales, de carácter funerario y votivo (Domínguez Monedero, 1994).
YACIMJENTO/
NúM. ESTELAS
LOCALIZACIÓN
ICONOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
El PortitxoVI
Ampwias, Girona
Doble motivo en espiral
Sannwtl (1988)
Can Paxau/1
Blldalooa. Barcelona
Roseta-C. lunar-Armas
Guitart (1976. 166)
Bartelooa/1
Bartelona
Roseta-C.Junar-Oelfines
Puig i Cadafalch (1934, 32 y SS.)
Para concluir esta relación de estelas ibéricas decoradas, en el área andaluza (cuadro 6)
comentaremos el hallazgo de otras piezas interesantes de cronología tardía. Por un lado, hemos de
citar la estela de Marchena (SeviJJa), labrada sobre un bloque rectangular con resaltes superior e
inferior y decorada en sus caras frontal y lateral con el tema del caballo en ascensus y la palmera.
García y Bellido (1949, 305, lám. 245) incluyó este ejemplar en su catálogo de escultura romana,
considerándola una probable estela sepulcral, que hasta ese momento había sido vista como cartaginesa. proponiendo una datación en el siglo 1 a.C. Posteriormente se ha considerado que no
existen causas suficientes para retrasar tanto la datación de la pieza y se ha situado en el siglo m
a.C., en correspondencia con las series bárquidas de la ceca de Cart1ulgo Nova, que acuñó
monedas en cuyo reverso estaban presentes el caballo y la palmera (Chapa, 1985, 11 O Járn. Xlll).
,
Esta asociación iconográfica caballo-palmera, unida al soporte de la estela de Marchena, vinculan la pieza sevillana con las estelas púnicas cartaginesas. Como paralelo cercano, podemos
citar el relieve de un sillar, probablemente perteneciente a una estela, hallado en Osuna (Sevilla),
donde se representa una cierva y su cría ante una palmera (Chapa, 1985, 112), tema que evoca
una vieja tradición oriental. Se trata, en definitiva, de dos piezas que configuran un peque6o
- 283 -
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
284
grupo andaluz de estelas decoradas, con un componente o una adscripción púnica evidente, que
trasladan a un monumento pétreo iconografías plasmadas en otros soportes materiales.
YACIMIENTO/
LOC.ALlZACIÓN
ICONOGRAFfA
BIBLIOGRAFÍA
Marchena/1
Sevilla
OlbaiJo.Patmera
Chapa (1985. 110)
Osuna/1
Sevilla
Cierva y cría-Palmera
Olapa (1985. 112)
NÚM. ESTELAS
3.3. ESTELAS EPIGRÁFICAS SIN DECORACIÓN
Entre las estelas epigráficas, aquellas que no tienen decoración y sólo presentan un texto in~
crito en un campo preparado, constituyen el conjunto más amplio. Frente a 5 estelas decoradas con
inscripción, hay al menos 18 cuyo mensaje es exclusivamente escrito. Junto a la morfología (24),
el contenido funerario es el segundo elemento definitorio de este tipo de monumentos. Los estudios de conjunto sobre las estelas son muy escasos. Untermann ( 1990) ha analizado los textos
funerarios que aparecen en todo tipo de soportes pétreos, y, sobre esta base, Oliver ( 1995) ha publicado el único trabajo específico sobre las estelas. En el estudio de estos monumentos pueden distinguirse cinco aspectos que desarrollaremos de manera individualizada: dispersión, materiales,
morfología, textos y cronología.
El área de dispersión de las estelas epigráficas no decoradas es bastante similar a la de las
decoradas, con una mayor concentración en el noreste de la Península (fig. 10). Sin embargo, así
como el principal foco de estelas decoradas, epigráficas o no, se sitúa en el Bajo Aragón, la mayor
concentración de las no decoradas se da en la mitad norte del País Valenciano, especialmente entre
los nos de la Sénia y Xúquer. De manera general, las estelas epigráficas no decoradas aparecen en
una amplia zona que se extiende al menos desde Guissona (LJeida) hasta Llíria (Valencia). A las
15 reunidas por Untennann (1990), hay que afuldir los hallazgos posteriores de BeU-Uoc
(CasteUón) (fig. 11, 1), Guissona (Lieida) (fig. 12) (25) y La Pobla Tornesa (CasteUón) (26). En
conjunto, pues, hemos reunido 18 monumentos epigráficos que con total o bastante seguridad
pueden adscribirse a este tipo (27).
(24) De manera general no pueden oonsiderarse estelas aquellos monumentos que son mú ancbos que aiiOS; esiOS bloques o
losas pueden ser cscelas incomplew o penenec:er a otro tipo díferente de monumentos. En el caso de Sa¡unto. donde encontramos
el conjunto llW amplio de teliiOS ibbicos ~ piedra. no pueden considervsc estelas -aunque en ocasiones asl se denominen en la
bibliografía especialitlda- inscripciones corno F.ll.6. F.ll.l O. F.ll. ll , P. ll .ll y F. l1.14.
(lS) Agradecemos al profesor Joequim Pera. de la Univenital Aulbnoma de Barcelona. eJ blbcmos flcilitldo la infonnlci6o
y las fotografias de la csccla de Guissona.
(26) La lectura de los dos sl¡nos c:onscrvldos del teXto de csca insc:ripcioo no es ~ aunque incompletos en su parte
inferiOI'. no cabe ninguna duda -se¡dn observlcioo de la foto¡nfia- de que su lectura es l.a.{- y no rt.l. 1- corno publica su editO!'.
Con ello no se fiiCilita la idenlificfocloo dcllbmino que figura en el cncabezamicnto dclteltto, pues no se conoce nin¡dn elemento
anll'OpOIIúnioo con lal comienzo.
(27) El contenido funerario de sus teJttos y las propon::iones de algunos monumentos incompletos permiten pensar que wnbi61
otros ep(grafes ibmcos debieron set" en realidad estelas, entre ellos los epfgrafes de Civil en Tmagona (Velaza. 1993), Els TossaleiS
de Les Coves de ViiUOllll en CastcUoo (P.l.l), El Cami del Moll de TeiTIICig en Valencia (Fieu:her y Gisbett, 1994). alguliO.J de los
numerosos teliiOS ~ piedra de 'J'arragona y Sagunto e IPCiuso el mú meridional de los texiOS i~rioos ~ piedra hallado en el
Ceno de Maqui:z de Menjlbaren J~n (H. JO. I).
-284-
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TIPOLOG(A E ICONOGRAFÍA DE LAS ESTELAS lBáJCAS
285
N
A
y....,.
1· \1c. 2~ 3- a.nlll Pwp6U de Mogodl. 4- Fl'lgl.
&- El Aldlll ~ ~ El Morr6n dll Cid. 7- El ... de CcMt:l6
de Dlll. ~ LM 1.Mn11M. f. El 8rc11nrll 1~ La 81118'..,.,
11--..... 12- LlfiL 13- El Pozo.
o
80 100 1110 km
Flpra 10.- DlspenMSn de 1M estelas eplpilku lb&icas sin decondón ea d cuadrante aoreste peninsular.
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Figura 11 .- Estelas epigráficas ibéricas. 1- Estela d e Bell-lloc (Castellón} (foto, F. A rasa). 2- Estela de Sinarcas
{Valencia) (foto, Archh·o .I.P.). 3- Estela de Sagunto {Valencia), según Valcá rcel (1852). 4- Estela d e Cabanes
(Caste.Uón) {foto, Museo Arqueológico de Cataluña, Barcelona).
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TlPOLOGlA E ICONOGRAFÍA DE LAS ESTELAS IBÉRICAS
Figura 12.- Estela epigráfica de Guissona (fotos, Joaquim Pera).
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287
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YACIMIENTO/
NÚM. ESTELAS
BIBUOGRAFÍA
LOCALIZACIÓN
DIMENSIONES
VICII
Barcelona
112.5 X 40 X 37
MUillD.2.1
Guissona/1
l..kida
189 X 38.5 X 17,5
GuiWt tt allii, 1996
Santa ~ua de Mogoda/1
Barcelona
107x52x31
MUIW C.IO
.I
Fraga/1
Zaragoza
78x 33 x 29
MLH m0. 10.1
El Pla deis Vinyets/3
Canet lo Roig. Castellón
(50) X 48 X 12;
(68) X 35 X 13,5;
(55) X 43 X 15
MUI m F.2.1-3
El Morrón del Cid/1
La lglesuela de.l Cid. Teruel
(101) X 55 x 27
MUIWE.8.2
El Mas de Corbó de Dah/1
Benassal. Castellón
(43,5) X 34.5 X 10
MLHWE.9. 1
Les llAnties/1
Bell-lloc, Castellón
(63) x (34) x 17
Arasa. 1989
El BrosseraV1
Cabanes. Castellón
105 X 45 X 26
MLH W F.S.I
La Balaguera/ 1
La Pobla Tornesa. Castellón
(46.5) X 32.5 X 33,5
Allepuz. 1996
Sagunl/4
Valencia
(48,5) X 52 X 37;
(42) X 44 X 20,5; (43) X 48;
137.5 X 38.5
MLH W F.ll.l-3, 1
3
llfria/1
Valencia
(67) X 34 X 37
MUIW F.I3.1
El Poz.tYI
Sinarcas. Valencia
(78) X 43 X 12
MUI m F. l4.1
Dado lo limitado del número de ejemplares, la consideración de grupos es puramente aproximativa. Pueden distinguirse dos pequeños focos en Castellón, con 7 ejemplares, y Sagunto, con
4. Todos los hallazgos del primero se concentran al norte del río Mijares; 3 de sus ejemplares proceden de una misma localidad, y a este grupo puede unirse por su proximidad y similitud la estela
de la Iglesuela del Cid. Este grupo se encuentra situado geográficamente entre el del Bajo
Aragón, constituido en su mayoría por estelas decoradas, y el formado por los epígrafes de la
ciudad de Arse-Saguntum, con 17 textos sobre piedra, de los que al menos 4 pueden identificarse
como estelas. Al norte quedan las estelas de Guissona, Santa Pe~tua de Mogoda y Tona, que
junto a las decoradas de Badalona y Barcelona conforman un pequei\o grupo poco homogéneo y
bastante disperso. Al sur sólo encontramos las estelas de Llíria -de procedencia exacta desconocida- y Sinarcas (fig. 11, 2)
Los tipos de piedra utilizados entre los ejemplares conservados son de procedencia local:
caliza y arenisca. De los 16 ejemplares conservados, 9 son de caliza y 7 de arenisca . En cuanto a
su morfología, las estelas son monumentos concebidos para ser contemplados de pie, con el texto
situado en la mitad superior de su cara anterior. Su forma es la de una losa rectangular.
Estudiaremos los dos aspectos que mejor permiten su caracterización: las dimensiones y el acabado del extremo superior, así como alguna otra particularidad observada en algún ejemplar.
- 288 -
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TIPOLOGÍA E ICONOGRAÁA DE LAS ESTELAS fBÉRlCAS
289
Sobre sus dimensiones, entre los pocos ejemplares conservados íntegros destaca la altura de
la estela de Guissona, la única encontrada en el curso de unas excavaciones, de 189 cm; sigue la
de Sagunto (F. II.l3) (fig. 11, 3), de 137,5 cm (28); Tona: 112 cm; Santa Pe~tua de Mogoda y
la lglesuela del Cid: 107 cm; y Cabanes: 105 cm (fig. 11, 4). De éstas, las que presentan menor
altura parecen estar incompletas; el resto se conserva muy fragmentado y su altura no es representativa. Respecto a la anchura. hay cuatro formatos que concentran un número significativo de
ejemplares. El primero, entre los 32 y 34 cm, con 3 ejemplares: Canet F.2.2 (32 cm), BeU-Uoc
(34 cm) y Benassal (34,5 cm); el segundo, en 38,5 cm, con 2 ejemplares: Guissona y Sagunto
(F. 11.13); el tercero, entre los 43 y 45 cm, con 4 ejemplares: Sinarcas (43 cm), Canet F.2.1 (44
cm), Canet F.2.3 (45 cm) y Cabanes (45 cm); y el cuarto, entre Jos 52 y 55 cm, con 2 ejemplares:
Santa Pe~tua de Mogoda (52 cm) y la Iglesuela del Cid (55 cm). En cuanto al grosor, los
extremos se sitúan entre 1O y 37 cm, y pueden establecerse 4 formatos. Entre 1O y 12 cm, con 4
ejemplares: Canet F.2.l-2 (10 cm), Benassal (11 cm) y Sinarcas ( 12 cm); entre 15 y 17,5 cm, con
3 ejemplares: Canet F.2.3 (15 cm), Beli-Uoc ( 17 cm) y Guissona (17,5 cm); entre 23 y 27 cm. con
3 ejemplares: Les Coves de VrnromA (23 cm), Cabanes (26 cm) y la Iglesuela del Cid (27 cm); y
entre 33 y 37 cm, con 2 ejemplares: La Pobla Tornesa (33,5 cm) y Tona (37 cm).
El extremo superior de las estelas, según el tipo de acabado que presenten pueden dividirse
en 4 tipos que denominamos con letras (fig. 13). En el primer tipo (A), la cabecera presenta un
acabado tosco que le da una forma apuntada, como en el caso de Cabanes, posiblemente acusado
por una deficiente conservación (29). En el segundo tipo (B) este apuntamiento presenta una
cierta reguJarizacióo mediante la elaboración de dos planos inclinados que acaban en otro horizontal, prefigurando el acabado redondeado, como en Canet F.2. 1-2 y posiblemente Bell-Uoc. En
el tercero (C) dicho apuntamiento aparece perfectamente regularizado mediante la curvatura de
los planos laterales que convergen formando el vértice superior; este tipo está representado por
un solo ejemplar desaparecido, Sagunto F. J 1. 13. El cuarto tipo (D) se caracteriza por la cabecera
redondeada, similar a la de un numeroso subgrupo de estelas romanas (ej. SchlUter, 1998), y aparece en los dos ejemplares que presentan un mejor acabado general: Guissona y Sinarcas. La
forma que presenta el ejemplar de la Iglesuela del Cid, con el extremo superior horizontal que le
da la apariencia de una losa, debe responder a su reutiüzación como material constructivo. Un
caso particular es el de La Pobla Tornesa, que presenta los ángulos biselados, rasgo que no encontramos en ningún otro ejemplar.
Respecto a los textos, que aparecen siempre en alfabeto noribérico, trataremos cinco
aspectos: preparación del campo epigráfico, paleografía. puntuación, contenido y estructura. En
primer lugar, la preparación del campo epigráfico es fundamental en estos monumentos, pues el
mensaje escrito debe resultar visible en su cara frontal. Según el tratamiento que se dé al campo
podemos distinguir 6 tipos que denominamos con números (fig. 13). El primero (0) es el simple
alisado de la zona donde debe inscribirse el texto, sin líneas de guía entre los renglones, como
(2!) Aunque esta estela. la l1nica conocida de Sagunto que ha sido visu Integra. 110 se cooserva en la ac:tualidad. la reproducen ~1 ( 1852. SS. fi¡. 11. núm. 107) y Cbabrel ( 1888. U. 184, nllm. 9): el pri.mero. adem4s. indica sus dimensiooes: 4 pies
y 7 pulgadas de altura y 1 pie, 3 pulpdas y 6 IIDcas de aoc:hura.
(29) La defidente conservacido de la cabecera difieulta las posibilidades de clasifiCICido. pues las altetaciooes pomriores
pueden haberle dado un perfil düerente. Así. estelas como las de Santa ~tua de Moaoda o Uíria 110 pueden clasificarse se¡dn
su morfoloala. Otras. como las de <:abanes y Bell·ll~ pueden haber sido alteradas y su lldsc:rlpción tipológica 110 puede consicte.
rane segura.
-289 -
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ISABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
290
TIPOS DE CABECERA
e
B
A
D
TIPOS DE PREPARACIÓN DEL CAMPO
,
-o~g,¡
4
3
2
5
TIPOS DE ESTELA
1
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B. l.
0 .3.
B.4.
0 .5.
Flpra 13.- Croquis eoa la d...tf'lc:aciOO tipol6cica de las estdas lWricM eplarilk:u, sq4D la forma
de la cabeeua y la preparad6o del campo. Ejemplos: Tipo B.L (Caod lo Rola. Castdlóa).
Tipo 8.4. (Bell-~ Castell6a). Tipo D.3. (SIDan:a., Valeoda). Tipo D.S. (Gulssona, Lláda).
-290-
[page-n-291]
TIPOLOGfA E ICONOGRAÁA DE LAS ESTELAS ffiÉRICAS
291
sucede en Cabanes y Llíria. El segundo tipo ( 1) se caracteriza por el trazado de las Hneas de guía.
como sucede en las tres estelas de Canet. El tercer tipo (2) presenta el texto delimitado por una
cartela (30), una sencilla línea incisa -similar a las líneas de guía- que rodea el texto, como vemos
en la de Benassal. El cuarto tipo (3) se caracteriza por la combinación de los dos anteriores, es
decir, líneas de gula y cartela, como encontramos en Sinarcas; en este último caso la cartela sigue
la forma redondeada de la cabecera. El quinto tipo (4) ofrece una mayor complejidad, pues presenta una doble cartela, con el texto situado en la parte superior, y está representado únicamente
por el ejemplar de Bell-lloc. El sexto tipo (5) está representado también por un solo ejemplar, el
de Guissona, y presenta el campo rebajado con los márgenes ligeramente biselados; además, las
líneas de pautado aparecen fmamente incisas al modo romano para conseguir unos signos de
altura unifome.
La combinación de los tipos formales (letras) con los propuestos a partir del grado de preparación del campo epigráfico (números), permite clasificar las estelas mejor conservadas de una
manera sencilla e incorporar nuevos tipos que puedan surgir (fig. 13): Cabanes (A.O), Canet lo
Roig (B. 1), BeU-Uoc (B.4), Sagunt F.l1.13 (C.O), Sinarcas (0 .3) y Guissona (0 .5).
En cuanto a la paleografía, Maluquer ( 1968, 67) atribuye la característica regularización de
los grafemas que aparece en casi todos los textos epigráficos a la influencia del alfabeto monetal.
Por su parte, Siles ( 1986, 21, 39) ha señalado que las modificaciones experimentadas por el sistema de escritura ibérico se manifiestan en la aproximación de las grafías indígenas a las letras
capitales romanas, como un primer paso hacia la "latinización gráfica", con Ampurias y Sagunto
como casos paradigmáticos, pero también en la tendencia hacia una escritura orientada cada vez
más hacia la representación gráfica alfabética y el progresivo abandono del silabismo. Por su
parte, Velaza (1996, 253-254) ha señalado la influencia de los modelos romanos en todos los
aspectos referentes a la ordinario del texto, pautado, forma de las letras y en el hábito y formas
de las interpunciones; respecto a la paleografía, ha destacado las transfonnaciones experimentadas por algunas letras en su aproximación a las equivalentes latinas. Sobre esta cuestión,
Rodríguez Ramos ( 1997) ha realizado un primer estudio de datación paleográfica de la escritura
ibérica.
Aunque el uso de puntuación es frecuente en los textos ibéricos en general, en los funerarios
que figuran en las estelas no siempre aparece y, cuando lo hace, las formas que se utilizan se
diversifican y muestran en algunos casos un cierto valor estético. Así, mientras está ausente en
estelas como la de Sinarcas, en tres de Sagunto vemos una buena muestra de dicha diversidad,
desde las más sencillas basta las más elaboradas: en F.ll .l es un solo punto, en F.l l .2 está formada por dos puntos y en F.11 .3 es un aspa. También en la estela de Cabanes adopta la forma de
dos puntos. En la estela de Guissona la puntuación es triangular, similar a la que encontramos en
los epígrafes latinos.
Como han señado varios autores (3 1), la información proporcionada por los textos funerarios ibéricos no debe ser muy diferente de la que se encuentra en los latinos. En este sentido, se
han propuesto varias clasificaciones para los diferentes formularios de las inscripciones funera-
(30) Aunque la cartela puede haber ¡ido uti!Wda tllllbim pea ocro tipo de monumentos diferente a las estelas. "' presencia
en al¡unos epígrafes de reducidas dimensiooes c::omo los de Sant Mllell {F.3.1) y Les Coves de VIIU'Onll {F.4.1). ~e ya menclooado,
permite plaruear la po¡íblc pertenencia de &tos a dicbo tipo de monumento. dado que parece liCI' el mú numeroso.
(31) Uo.ICmWlD, 1984. 111- I IS; UoiCmWlD, MLH ID, 192·194; Silcs, 1986, 40-42; Vclaza. 1996.
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292
ISABEL IZQUIERDO Y FERR.AN ARASA
rias ibéricas (32). Según la hipótesis comúnmente aceptada, el proceso de latinización habría
introducido progresivamente el estilo foonular romano en este tipo de textos. Así pues, los formularios contenidos en los textos ibéricos y Latinos deben ser, en esquema, bastante parecidos
(nombre, filiación, dedicante, edad, etc); por ello, y como sucede con los latinos, los textos ibéricos presentan una tipología variada, lo que explicruía la falta de regularización.
La presencia de antropónimos acompañados de otros términos, de determinados sufijos o de
marcas, fundamenta esta interpretación. Tres de estos elementos y sufijos, para cuya comprensión se han buscado paralelos en los formularios sepulcrales latinos, se asocian al contenido funerario: afetake y variantes, eban y variantes y se/tar. En esta línea, Velaza ( 1993, 161- 165) ha propuesto para la inscripción de Civil una estructura formular típicamente romana constituida por el
nombre del difunto, la filiación, la edad, el parentesco y el nombre de la dedicante. La existencia
de textos posiblemente bilingües en los que aparecen algunos de estos elementos, para los que se
han propuesto correspondencias semánticas entre términos ibéricos y latinos (afeteki = heic situs
est ; tebanen =coerauit), estos ííltimos con graffas arcaicas, aproxima cronológicamente ambas
formas de expresión escrita. Para el elemento eban, Velaza ( 1994) ha propuesto la identificación
de marca de filiación. Por último, el término seltar es un elemento del formulario funerario con
un sentido más dificil de determinar (Arasa e Izquierdo, 1998, 94, 97).
En los textos funerarios ibéricos, a la estructura más frecuente y senciiJa de nombre personal,
se suceden cada vez en menor número a medida que aumenta su complejidad estructuras formulares en las que aparecen otros elementos (filiación, dedicante, edad, etc), como ocurre en los
casos de Santa Perpetua de Mogoda, Fraga, Sinarcas y Ll.íria. En ocasiones estos elementos aparecen abreviados, según vemos en la estela de Guissona y en algunas inscripciones saguntinas
(F.ll . ll- 12). La utilización de abreviaturas seguidas de interpunciones, que incluso adoptan la
forma triangular típica de las latinas como sucede en Guissona, parece un síntoma claro de la
romanización de estos monumentos.
Sobre su cronología, los intentos de datación de las estelas epigráficas se enfrentan a problemas como la falta de contextos arqueológicos claros en la mayor parte de los hallazgos, y la
escasez de modelos romanos en el ámbito de la epigrafía funeraria de época republicana. Las
referencias cronológicas con que contamos para su datación son muy escasas, y cuando éstas han
podido fecbarse, directa o indirectamente, por medio de la arqueología, la datación obtenida
siempre se ha situado en los siglos ll-1 a.C. Por otra parte, la estela epigráfica es un documento
más -como en general lo son todos los textos funerarios- en el que se refleja el cambio Lingüístico como una faceta del proceso de aculturación que llevará primero al rápido desplazamiento
de la escritura ibérica por la latina, y posteriormente a la definitiva sustitución de la primera
lengua por la segunda (Arasa, 1997).
De manera general las opiniones de los diferentes autores son coincidentes en su datación
tardía en el contexto de la cultura ibérica. Maluquer ( 1968, 67) fechaba L estelas en los siglos
as
ll-1 a.C., pero apuntaba la posibilidad de que algunas pudieran llevarse a época imperial. En su
estudio de las estelas decoradas de los conventos Cesaraugustano y Ouniense, Marco ( 1978, 91)
Las fechaba entre el siglo n y la primera mitad del 1 a.C. Martín-Bueno y PeUicer (1979-80, 419)
fecharon los ejemplares de Caspe, del grupo del Bajo Aragón (v. supra), en el primer tercio del
siglo ll a.C., y relacionan su aparición con la presencia romana; para estos autores, la mentalidad
que provoca la utilización de la escritura y del relieve en las estelas ibéricas es la misma. Mayer
(32) De Hoz, 1983. 384-388: Siles. 1986. 40-42, noca 87:
Untennann. MLH
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m. § 582-587.
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y Velaza ( 1993, 676) han propuesto una datación desde el final del siglo U hasta la época de
Augusto, considerando para ello el soporte, la ordinario y la técnica de incisión. De Hoz ( 1993, 18)
ha sei\alado que sólo pueden fecharse aquellas inscripciones funerarias que muestran una clara
influencia romana y que cabe la posibilidad de que en algunas zonas, sobre todo en Calaluña, su
desarrollo sea consecuencia del proceso de romanización. Beltrán Lloris ( 1993, 250-252) las fecha
en los siglos ll-1 a.C. y considera que constituyen una síntesis entre la tradición indígena representada por las estelas anepígrafas de iconografía claramente autóctona y del hábito epigráfico romano.
En Castellón, Oliver ( 1995, 110) fecba los ejemplares sin decoración entre los siglos 1 a.C. y 1 d.C.
De Hoz (1995, 74-75) ha recordado la falta de datos seguros y la existencia de indicios contradictorios sobre esta cuestión. A la falta de información cronológica sobre la mayor parte de las
inscripciones, cabe añadir que algunas de ellas son tan sencillas que difícilmente permiten llegar
a conclusiones precisas. Sobre estas bases, sería prematuro deducir que la práctica de la epigrafía
funeraria entre los iberos es de inducción romana. En este sentido, este autor cree que la actitud
más prudente es pensar que la epigrafía funeraria existía ya antes de la llegada de los romanos, y
que la influencia de éstos contribuyó a su expansión, sobre todo en ciudades muy romanizadas
como Tarragona y Sagunto. Guitart et alii (1996, 168) han propuesto una datación para la estela
de Guissona desde mediados del siglo 1 a.C., en relación con las necrópolis de los primeros
momentos de la ciudad romana de /esso. Finalmente, para Velaza ( 1996, 254), la adquisición de
la costumbre de grabar inscripciones funerarias, ajena a los iberos del noreste, se explicaría como
un reflejo en los hábitos epigráficos del proceso de adaptación de la población indígena a los
nuevos modelos políticos, sociales y económicos romanos, que continuaría con la progresiva imitación de las técnicas romanas al escribir en signario ibérico, después con la composición de
textos bilingües, para finalmente adoptar el modelo romano y olvidar el propio. De esta manera,
la epigrafía funeraria ibérica no sería en el fondo sino un trasunto de su correspondiente romana.
Por sus características externas e internas, para este autor las inscripciones sepulcrales ibéricas
pueden datarse aproximadamente en una horquilla cronológica que no se aleja mucho de la época
augústea. Su escasez se debe sin duda a que el margen cronológico en que se inscriben es ciertamente reducido.
Como puede verse, desde las primeras propuestas de datación de estos monumentos hace 30
afios, ciertamente no ha habido más que una doble tendencia hacia su reforzamiento con nuevos
argumentos y hacia su progresiva aproximación a los inicios de la época imperial. Sin embargo,
en el supuesto de una datación tan tardía nos seguimos encontrando con el problema de que la
epigrafía latina de época republicana en la Citerior destaca por su parquedad, con una importante
presencia de la jurídica y de carácter público y la escasez de inscripciones sepulcrales que puedan
haber servido como modelo (ej. Mayer, 1995; De Hoz, 1995, 63-68). En este sentido, resultan del
mayor interés las estelas epigráficas que aparecen asociadas a un yacimiento ibérico y pueden
fecharse con anterioridad al período imperial, pues con ellas se confirma su existencia en un
momento anterior a la eclosión de la epigrafía funeraria latina a partir del reinado de Augusto.
4. VALORACIONES FINALES
La estela funeraria ejemplifica el deseo universal del hombre de perpetuar su memoria y proyectar su recuerdo en los vivos tras la muerte. Aparece ampliamente difundida tanto en el mundo
oriental, como en el ámbito occidental del Mediterráneo antiguo. Además de su función como
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lSABEL IZQUIERDO Y FERRAN ARASA
indicador de un enterramiento -cuya localización puede ser real o simbólica-, la estela presenta
otros valores suplementarios como la propia exaltación del difunto, cuyo recuerdo es digno de
conmemorar, o un posible sentido ceremonial como lugar de celebración de rituales en su
memoria.
En la Península Ibérica la estela cuenta, como hemos visto, con una tradición y un desam>llo
importante durante la Prehistoria y la Protohistoria. Su estudio, no obstante, tropieza en muchos
casos con las dificultades derivadas de la descontextualización y/o reutilización de numerosas
piezas y. en consecuencia, con los problemas y dudas a la hora de atribuir o precisar una función
exclusivamente funeraria en muchos casos.
En la cultura ibérica, la estela como tipo funerario monumental se integra en un rico y heterogéneo repertorio de monumentos cuya estructura, iconografía y significado están siendo paulatinamente definidos. Su estudio, por tanto, no puede desligarse en absoluto del resto de tipos
monumentales de las necrópolis, con los que comparte en algunos easos formas. imágenes,
valores y funciones. Dentro de las distintas series de estelas ibéricas, hemos destacado y particularizado en este trabajo aquella que reúne a las piezas antropomorfas, por su singular conformación e iconografía y como aportación más novedosa por los trabajos recientemente presentados.
Esta serie, que agrupa escasas piezas diseminadas por diferentes territorios ibéricos y cuenta con
unos precedentes que se remontan al arte megalftico, podría evidenciar la exaltación de personajes destacados en las comunidades indígenas -en la esfera social, de la guerra, de la religión...a través de modelos idealizados en los que participa el varón armado y la mujer ricamente vestida y adornada.
Desde la perspectiva más genérica de las estelas ibéricas que presentan algún tipo de decoración y en función del análisis de la dispersión espacial y datación de las piezas, asf como de la
observación de su morfología e iconografía, hemos distinguido diversos grupos que manifiestan
influencias diversas. Según criterios geográficos y teniendo en cuenta la cronología, la pieza
peninsular que aparece más aislada es la de Ampurias, la más antigua, que ha sido vinculada a
ambientes arcaicos del Mediterráneo antiguo. En un horizonte cultural completamente distinto a
la pieza anterior se sitúan los grupos de estelas del Bajo A.ragón y Cataluña. El primero es destacado por el número -en tomo a 30- de piezas completas y fragmentos hallados, asf como la singular unidad y riqueza de sus iconografías. Su cronología (v. supra) podría situarse grosso modo
entre los siglos n y 1 a. C., ya en contacto con el mundo romano. Por su parte, el pequeño grupo
de estelas decoradas catalanas con epigrafía -Badalona y Barcelona- evidencia ya más claramente
-en sus motivos decorativos y en el contenido de sus inscripciones- la fusión del componente ibérico y los nuevos aportes de Roma. Finalmente, los ejemplos puntuales andaluces, cercanos en el
tiempo y en el espacio -Jos bloques de Osuna y Marchena se datan en los siglos m-II a. C.-,
ponen de manifiesto su adscripción púnica a través de su iconografía.
A esta larga tradición de señalizar las tumbas mediante estelas y otros monumentos, que
sirven de forma mayoritaria como soporte para un mensaje exclusivamente iconográfico, se
incorpora en un momento tardío de la cultura ibérica el hábito epigráfico. El mensaje escrito aparece en escasas ocasiones acompañando a la decoración, supeditado a ella en su emplazamiento,
mientras que en un número mayor de estelas es el único que aparece en la cara principal del
monumento. Sin que pueda descartarse su esporádica presencia en un momento anterior, la introducción de los textos en este tipo de monumento sepulcral parece producirse en época romana,
en el contexto de un proceso de extensión de la escritura que empieza en el siglo m a.C. y se
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caracteriza por la continuidad de algunos usos epigráficos que ya existían antes de la conquista y
por la introducción de otros nuevos relacionados con la presencia romana, en ocasiones con sus
propios soportes.
Las estelas epigráficas forman un grupo que se sitúa entorno a los 18 ejemplares, con una
distribución bastante parecida a la de las antropomorfas y decoradas. Aunque su datación no
puede establecerse más que de manera aproximada, los ejemplares que presentan una mayor
similitud formal con otros romanos incorporan también en sus textos hábitos propios de la epigrafía latina, como la estructura formular y las abreviaturas. Sin embargo, la estela epigráfica no
puede considerarse un elemento puramente romano, sino que es la fonna de presentación de los
textos la que tiene su parangón con ciertos tipos de la epigrafía romana (Mayer y Velaza, 1993,
670). Los monumentos en que se manifiesta este elevado nivel de asimilación fonnan parte del
último horizonte de la epigrafía funeraria ibérica, que puede fecharse entre el final del periodo
republicano y el principio del imperial.
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